Author Topic: neverland 0.0: you can (not) remember  (Read 46875 times)


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #60: June 30, 2023, 04:28:45 AM »
Anir haciendo amigos sin querer (?)



Anir de campamento



Anir llevaba una mochila rosa con un cerdito de peluche colgando de un costado, una coleta alta mal ladeada y calcetines desparejados.

—¿Lo tienes todo? —le preguntó Cid antes de echar el humo del tabaco hacia un lado y apagar su cigarro dentro del cenicero portable que su marido y su hija le obligaban a llevar encima todo el tiempo.

—No —contestó Niri con mucha seguridad, haciendo que su padre se girase de golpe a mirarla—. Me falta un beso y un abrazo.

Cid rodó los ojos, pero sonrió mientras se agachaba un poco para cumplir con la comanda de su hija. Anir sonrió satisfecha mientras palmeaba la espalda de su padre y recibía un beso en la mejilla.

—Ahora sí —aseguró, repartiendo mejor el peso de la mochila y levantando la cara para mirar a Cid—. Me voy.

Cid le palmeó la mochila y suspiró mientras miraba como se iba, con la maleta de ruedas siguiéndola diligentemente.

—¡No explotes el mundo, lo necesito para vivir! —le advirtió su padre y Anir se giró para dedicarle una sonrisa para nada tranquilizadora.

—¡No prometo nada!

Y Cid levantó una comisura, orgulloso.

—Esa es mi niña.

Poco después la vio desaparecer dentro del edificio, siguiendo las instrucciones de un guía. Su chiquitina se iba a codear con genios de cuatro años más que ella.

—Se parece demasiado a su madre.

—En las cosas importantes se parece a tí. —le contestó su marido que esperaba dentro del coche, aún molesto porque aquel campamento no le parecía buena idea.

Cid se encogió de hombros y se apoyó con un brazo sobre el techo del vehículo. Se agachó para mirar a Vincent a los ojos y levantó una ceja.

—Eso espero.




Para sorpresa de nadie, Anir no era la única asistente más joven que la media, aunque tampoco eran muchos, sólo tres. Aunque Anir sí era la más pequeña de todo el campamento.

Anir arrugó la nariz mientras seguía a su guía, que abrió una habitación antes de hacerle extender el brazo para transferirle la llave a la piel.

—Tienes una habitación para tí sola. —le dijo el guía, sonriendo con amabilidad.

—¿No eran habitaciones de cuatro?

—Sí… pero te consideramos un caso especial. —le contestó con la misma sonrisa blanda.

Anir entrecerró los ojos un poco más.

—¿Me dáis una habitación para mí sola para evitar que me hagan bullying? —la sonrisa del guía se volvió un poco nerviosa—. ¿Y no véis que igual los demás me van a tener envidia y me van a hacer aún más bullying?

El guía se rascó una mejilla mientras abría la boca despacio y cogía aire.

—Verás… habíamos pensado en juntar a los tres más pequeños, pero tú eres la única chica.

Anir parpadeó y levantó una ceja.

—Tengo dos padres, no me asustan los chicos.

El guía junto las palmas y se agachó un poquito para contestarle pero Anir levantó la otra ceja y la maleta a su lado empezó a rodar por el mismo camino por el que habían venido, con su dueña trotando detrás de ella.

—Vamos.

Pocos minutos después, Anir estaba asomando la cabeza en una habitación en la que, por los ruidos que podía escuchar, ya había alguien. Con la llave en su brazo cambiada y la maleta siguiéndole diligentemente.

—¿Hola? —preguntó y escuchó un golpe—. ¿Estás bien?

Y unos pasos más adelante, después de haber pasado por el pasillito donde estaba la puerta que llevaba al cuarto de baño, Anir vio a un chico escurrimido frotarse la coronilla. Parecía que se habia golpeado contra la litera de arriba.
El chico se dio la vuelta aún frotándose la cabeza llena de greñas castañas.

—Creo que te has equivocado de habitación.

Anir ladeó la cabeza, analizando al chico delante de ella. Debía tener como mucho dos años más que ella y probablemente no tenía mucha experiencia hablando con chicas. O tal vez con gente en general. Parecía incómodo.

Anir negó con la cabeza.

—No me he equivocado, esta es mi habitación. —le dijo, adentrándose un poquito más y palmeando la cama libre. Su maleta saltó encima y se abrió sola.

El chico miró la maleta con curiosidad antes de señalarla.

—Había visto maletas automáticas antes, pero no que hicieran eso.

Anir le sonrió antes de sacar una cajita de la maleta y abrirla. Un pequeño robotito salió de ella y escaneó el lugar antes de abrir un cajón y empezar a cambiar las cosas de la maleta de sitio.

—Ni eso —añadió el chico, mirando al robot anonadado—. ¿Son tuyos?

—Sí y no —le contestó la chica—. Mi padre me ayudó a programarlos, pero el montaje es todo mío. Aún estoy aprendiendo, por eso quería venir aquí.

El chico miró del robot a la maleta y a Anir otra vez. Después carraspeó, se frotó la mano contra la pierna y la ofreció para un apretón de manos.

—Me llamo Hiksti.

Anir estiró el brazo y le agarró la mano, dándole un buen apretón.

—Anir. —se presentó de vuelta.

Hiksti se miró la mano cuando se separaron.

—Aprietas fuerte. —observó Hiksti.

—Los tornillos no se aprietan solos y a veces no hay un destornillador eléctrico a mano.

Hiksti pareció pensárselo un poco antes de encogerse de hombros y sonreír.

—También es verdad.

Anir le observó un poco más mientras el chico acababa de deshacer la maleta y pensó que no había ido ahí para hacer amigos, pero tampoco le importaría irse de allí con al menos uno nuevo.


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #61: August 31, 2023, 03:44:51 PM »
PUM



Anir de campamento #2



—Y entonces luego hará… —dijo Anir antes de hacer un gesto bastante largo intentando (y consiguiendo) imitar una gran explosión. Con efectos de sonido incorporados y todo.

Anir sonrió y Hiksti entrecerró los ojos mientras intentaba que no decayera la sonrisa que tenía en los labios. Estaba intentándolo muy fuerte, pero acabó por fruncir el ceño y suspirar.

—¿Por qué todo tiene que explotar? —preguntó antes de hacer una floritura con la mano con la que tenía agarrada la llave inglesa—. O llevar ruedas.

—Las ruedas son divertidas. —contestó la chica, empujándose en el borde de la mesa que estaba usando para ensamblar su proyecto y dejándose llevar por las ruedas de su taburete hasta chocar con la mesa en la que trabajaba Hiksti, apoyando un codo antes de levantar un par de veces las cejas de un modo sugerente—. Son como las capas de superhéroe pero para inventos. ¿Quieres que sea guay? Ponle ruedas. O hazlo volar. ¡O las dos cosas!

Hiksti no pudo evitar reírse un poco y rodó los ojos antes de volver su atención hacia su proyecto.

—Eres rara.

—Pero te gusto. —replicó ella, agarrando la placa base que tenía Hiksti sobre su mesa para empezar a examinarla.

Hiksti se encogió de hombros y pasaron unos minutos antes de que volviera a hablar.

—¿Pero por qué la obsesión con las ruedas?

Y fue el turno de Anir de encogerse de hombros.

—No sé, mi padre es mecánico, siempre he estado rodeada de ruedas.

Hiksti dejó salir un ruido largo de entendimiento.

—¿Y entonces la obsesión por las explosiones? —preguntó a media voz antes de levantar la cabeza y mirar a Anir confundido—. ¿Pero tu padre no era un ex-policía o algo así?

Anir le sonrió como si ella supiera algo que él no. Y literalmente era cierto.

—Tengo dos padres.

Hiksti parpadeó lento y se aseguró de que su proyecto estaba del todo ensamblado antes de agarrar un trapo para limpiarse las manos mientras miraba a Anir con curiosidad.

—¿Eres uno de esos niños manufacturados? ¿Inventados? —probó de nuevo Hiksti, sin dejar ir el ceño que cada vez estaba más fruncido—. No sé cómo decirlo para que no suene mal…

Anir estaba riéndose entre dientes, rodando en el taburete.

—No. Papá se casó con papá, así que tengo dos papás —y después de pensarlo un poco más añadió:—, y un tío extra.

Hiksti se llevó una mano a la barbilla.

—Entonces uno es tu padre adoptivo. Ya veo. ¿Te falta mucho? Puedo esperarte y vamos a comer juntos. —le dijo Hiksti, un poco nervioso porque la chica había estado holgazaneando casi todo el taller. Pero ella señaló hacia su mesa.

—He acabado hace un buen rato. Te estaba esperando yo a tí.

—Oh… oh, eso es conveniente.

Y mientras caminaban por los pasillos del edificio la curiosidad pudo con Hiksti y continuó con la conversación.

—¿Y tu madre?

—Ni idea. Creo que sigue viva pero nunca la conocí. Según papá tengo suerte de no conocerla.

Los dos chavalines entraron a la cafetería, poniéndose en la cola con una bandeja cada uno para recibir su comida.

—Seguro que me habría encerrado en un laboratorio como conejillo de indias si se hubiera quedado conmigo —comentó Anir con tono indiferente, intentando alcanzar un plato de macarrones y dándole las gracias a la camarera por acercárselos—. Es la sensación que me da por lo poco que le he oído a mi padre hablar de ella.

Al poco estaban sentados en un rincón cerca de los ventanales, disfrutando de su comida. Hiksti estaba ya por su segunda costilla cuando volvió a sacar el tema.

—¿No os hacéis un lío con tanto papá? ¿O llamas a cada uno por un nombre? —dijo, levantando una ceja.

—En realidad no, no sé cómo lo hacen pero siempre saben a cual de los dos estoy llamando. En caso de duda vienen los dos y es super divertido. —le contó Anir con una sonrisita traviesa en la cara.

—Hmmm…

Hiksti parecía pensativo y Anir le dio una patadita suave por debajo de la mesa.

—¿En qué piensas? —preguntó la chica, ladeando la cabeza.

—Yo tampoco conocí a mi madre —declaró antes de beber un trago de su zumo de manzana y negar con la cabeza—. Bueno, eso no es totalmente cierto, murió cuando era muy pequeño, apenas la recuerdo.

—Siento oír eso… —murmuró Anir, ofreciéndole la barrita de chocolate que había cogido del buffet. Hiksti le dijo que no con la cabeza y sonrió.

—Está bien, siempre ha sido un recuerdo lejano y agradable. Es que…

—¿Sí? —preguntó la chica, abriendo la barrita para darle un bocado.

—Mi padre me ha dicho que se quiere volver a casar y no sé qué pensar. No conozco a su novia y me parece que es todo muy precipitado. ¿Quién se casa con un hijo sin presentarlo a su futura mujer? No sé… —musitó antes de encogerse un poco sobre sí mismo—. A veces creo que no está orgulloso de mí, que le doy vergüenza o algo.

Anir parpadeó lento, dándole vueltas al chocolate dentro de su boca. Después de tragar apoyó los codos en la mesa y se inclinó sobre ella, hacia Hiksti.

—¿Sabes qué? No conozco a tu padre, pero te conozco a tí y si él no está orgulloso de tí, seguro que no es una persona de la que estar orgulloso tú. Y si su futura mujer te da problemas, la hago explotar y le pongo ruedas.

Hiksti se encogió un poco más sobre sí mismo, mirando a Anir con ojos verdes y muy, pero que muy grandes. Y luego se echó a reír.

—¿No sería al revés? —preguntó, limpiándose las lágrimas de la risa que le estaba dando.

—¿Qué más da? La cuestión es que haga pum. —aseguró dándole un golpe a la mesa de la cafetería con su puñito.

—Hablas pirotécnico, no entiendo nada.

Anir le sonrió otra vez, bien satisfecha de sí misma. No había ido a hacer amigos, pero lo contaría como un bonus inesperado.


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #62: September 30, 2023, 04:14:43 PM »
NC-17 :v Lo que pasa en la beta se queda en la beta



Kaeya/Diluc



El ambiente en la taberna estaba bastante… cargado. Diluc, sentado en un taburete en la barra, echó un vistazo hacia la camarera que tenía enfrente, llevándose la pinta a los labios y sintiéndose extraño porque no era él quien estaba al otro lado.

Alguien le dio un codazo en la espalda justo cuando iba a beber, derramando la cerveza por la barra y Diluc se enderezó dispuesto a cruzar, como mínimo, un par de palabras. Ser uno de los parroquianos y poder beber un par de tragos sin que se le pusieran las orejas rojas no eran las únicas cosas que se le hacían fuera de lugar. El peso de los pechos de su avatar tampoco era algo a lo que se hubiera acostumbrado todavía, pero ese cuerpo no le iba a impedir parecer amenazante, así que se giró con toda la intención de recibir una disculpa.

—Ups, mi culpa, perd- —empezó a decir el ofensor, que de repente se quedó callado mirándole el escote, aunque se recuperó inmediatamente para mirarle a los ojos. Extrañamente parecía más distraído por sus ojos que por sus pechos—. Perdón, señorita.

Diluc levantó una ceja y sus brazos, cruzados por encima de su estómago se tensaron por un momento. El desconocido tenía la piel oscura, el pelo largo y azul, parecía un espadachín. Su sonrisa era seductora y muy, pero que muy conocida para él.

—¿Me deja que le invite a una copa? —preguntó el hombre, con una mano sobre sus pectorales parcialmente expuestos—. Después de todo ha sido mi culpa e-

—No. —contestó Diluc antes de volver a darse la vuelta.

La camarera ya estaba limpiando el desastre. Y el hombre se estaba sentando en el taburete a su lado, intentando seguir con la conversación.

Diluc se levantó con su pinta y empezó a buscar otro sitio donde sentarse.

—Soy Ocellus. —se presentó el otro jugador, siguiéndole entre la gente que empezaba a amontonarse.

Diluc rodó los ojos y acabó por apoyarse contra un pilar de madera antes de darle un trago a la cerveza. Echó un vistazo de arriba a abajo a Ocellus y se apartó un mechón de pelo blanco de la cara.

—Dame un motivo para que me importe tu nombre. —le dijo, ladeando la cabeza. Sus rizos cortos se volvieron a mover. Un mechón le tocó la nariz.

Ocellus pasó de tentativo a seductor otra vez y se agachó un poco sobre Diluc para poder hablar cerca de su oído.

—¿Has oído lo que la gente está diciendo? Lo que han implementado hoy, aquí en la beta.

Diluc acarició con un dedo el borde de la pinta. Sí que lo había oído. Por eso había tanta gente en la taberna, muchos jugadores estaban buscando con quién probar si aquello de que se podía tener sexo era verdad. Ese podría ser uno de los motivos por los que él estaba allí… tal vez.
Diluc volvió a mirar a los ojos azules de aquel desconocido que se le hacía tan familiar. Su mirada bajó hacia los labios de Ocellus y de nuevo hacia sus ojos.

—Tú pagas la posada.




Las cosas habían ido tan rápido en cuanto habían cerrado la habitación que Kaeya estaba un poco mareado, aunque la falta de sangre en la cabeza podía ser uno de los motivos del mareo. Kaeya apretó los pulgares en la espalda baja de la chica, embobado con la forma en la que rebotaba encima de su cadera.

La camisa de la dancer, que aún la llevaba puesta, dejaba toda la espalda al aire y sus rizos blancos no paraban de saltar a todos lados con el movimiento. Tampoco se había quitado los adornos, aunque los pantalones habían volado a saber donde.

Kaeya intentó posicionarse un poco mejor para subir la cadera, pero ella no le dejaba hacer nada más que gemir y disfrutar del momento. Tampoco iba a quejarse mucho, pero le habría gustado poder meter la cara entre esos pechotes.
Al final Kaeya se dejó caer del todo sobre la cama y decidió quitarse la camisa que la chica ya le había medio arrancado al tirarlo a la cama.

La verdad es que la experiencia en aquel simulador era bastante cercana a la realidad, pero Kaeya no quería perder el tiempo pensando en eso. No cuando tenía a alguien tan parecido a Diluc encima suyo. Kaeya suspiró, cerrando los ojos y recordando la mirada fría y los ojos rojos de la chica, un reflejo perfecto de los de Diluc.
De repente la chica decidió cambiar de posición para sentarse de frente a él. Kaeya no perdió el tiempo, estirando el brazo para agarrarla del cuello y tirar un poco de ella. La chica se dejó guiar hasta sus labios y volvieron a besarse mientras se alineaban de nuevo. Ella se encargó de que Kaeya volviera a entrar en su cuerpo, porque él estaba demasiado ocupado agarrándole de los pechos. Prácticamente le llenaban las manos.

Kaeya plantó los pies en el colchón y empezó a levantar la cadera con ganas y ella cortó el beso para gemir contra su boca. Kaeya aprovechó para sonreír y encontrar sus pezones por encima de la ropa. Por la forma en la que le temblaban las piernas y suspiraba, Kaeya supuso lo que le estaba pasando.
La chica se incorporó, apoyándose en las rodillas de Kaeya y tomando todo lo que podía de él, ondulándose contra él mientras Kaeya empezaba a notar una sensación familiar.

—Creo que… —le dio tiempo a decir antes de notar un escalofrío recorriendo todo su cuerpo.

La chica dejó caer todo su peso contra Kaeya, que aún así levantó la cadera varias veces sin mucho espacio en el que moverse. Los dos se miraron, jadeando.
Ella se levantó poco después, poniéndose los pantalones y el calzado antes de acercarse a la cama y palmearle la mejilla a Kaeya.

—Has estado bien.

Kaeya se había puesto cómo entre las almohadas, aunque aún no se había intentado arreglar ni la ropa ni el pelo alborotado. Sonrió satisfecho, mirando la espalda de la chica.

—Aún no me has dicho tu nick.

La chica se giró con una mano en la puerta.

—Ni te lo voy a decir. —le aseguró antes de abrir la puerta y dedicarle la única sonrisa que le había visto desde que la había conocido.

Kaeya se llevó la mano a la frente y se puso a reír mientras oía como la puerta se cerraba.

—Desde luego, tengo un tipo.


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #63: October 31, 2023, 06:11:46 PM »
Todo esto antes era beta



Anir e Ikki de Halloween



Neko era una ansias y eso era algo que todos los que habían jugado con ella por un par de horas sabían. Así que cuando el primer treinta y uno de Octubre del juego llegó y se abrieron todos los eventos especiales de ese día y ella se quedó cruzada de brazos mirando la entrada de la casa del terror durante un buen rato, Ikki estrechó los ojos para mirarla con mucha intensidad.

—¿Piensas entrar? —le preguntó Ikki—. Tus compañeros de clan ya están dentro.

Anir se encogió un poco de hombros y luego empezó a jugar con el final de unas de sus coletas, enredando el pelo con un dedo, dándole forma de espiral perfecta.

—Están con el jefe, les irá bien.

Ikki arrugó la nariz, pero no añadió nada más.

Uno de los primeros grupos que había entrado a la dungeon especial apareció en el punto de resurrección a la entrada del edificio, hablando de lo difícil que eran los puzzles. Un par de chavales aparecieron poco después, diciendo que el sitio era muy espeluznante y que se habían llevado unos buenos sustos.
Un tercer grupo apareció renegando y chistando, corriendo a la taquilla para comprar más billetes para la atracción.

Neko asintió con la cabeza y le dio una palmada a Ikki en el hombro.

—Vale, vamos.

—¿Ya estás preparada? —le preguntó Ikki, poniéndole una mano en la cabeza que ella quitó con aspavientos.

—Yo siempre estoy preparada. —respondió, con una sonrisa que podría haberse comido al mundo.

Y es que Neko tenía muchas ansias por probar el nuevo evento. En los anuncios del juego no paraban de hablar de lo bueno que iba a ser este evento, hablaban sobre los nuevos npcs, sobre la casa encantada que habían construido, bosses especiales, sustos, ¡los puzzles más difíciles hasta la fecha!  ¡Las recompensas!
Pero por muchas ganas que tuviera la chica de entrar a resolver aquel acertijo gigante en forma de mansión, primero necesitaba un poco de información.

Si tan difíciles eran los puzzles, iba a necesitar su tiempo.

—Ya lo sé. —le contestó Ikki, devolviéndole la sonrisa con la misma intensidad.

Y hombro con hombro se dirigieron a la entrada.

—¡Dos tickets, por favor!

Veinte minutos después todas las luces exteriores de la casa pasaron del morado al oro y un anuncio especial reveló el nick del primer jugador que había conseguido llegar al final de la casa del terror y salir de ella sana y salva.

—¿¡Cómo!? ¿Alguien ha conseguido pasárselo? Pero si el evento no lleva ni una hora. —renegó alguien en la cola.

—Sé quién es, la he visto entrar y no lleva ni media hora dentro.

—Uf, ¿no qué decían que es tan difícil? ¡Seguro que me lo paso en menos tiempo todavía que esa chica! —intervino una tercera persona, justo antes de que alguien le diera en la espalda con un codo— ¡Ey!

Al girarse vio a un joven altanero que no le podía importar menos si le había hecho daño.

—Ah, perdón, no te había visto a tí con todo el ego que tienes rodeándote. —le dijo el chaval, levantando una ceja y cruzándose de brazos.

A su lado, una chica con dos coletas rubias le agarró del brazo con cara de malas pulgas.

—Déjalo, si cree que se lo puede pasar en menos de diecinueve minutos y treinta y ocho segundos está más que invitado a intentarlo.

El chico alto de pelo oscuro dejó salir una risa seca y rodó los ojos. Antes de que la cosa fuera a más Neko chistó, dándole una patada al suelo y un montón de personajes no jugables rodearon al equipo de dos, alabándoles por haber conseguido tal hazaña.

—Que sí, que no me importa. —dijo Neko intentando hacer que los npcs salieran de su camino mientras miraba en la interfaz del evento las recompensas que había conseguido.

De repente se paró y se giró a mirar al personaje principal de la historia de la mansión y le señaló con un dedo acusador.

—Pensándolo mejor ¡sí que me importa! —empezó con tono de ofensa—. ¿Sé puede saber por qué mierdas los puzzles son tan fáciles? ¡Parecen difíciles, no lo voy a negar, pero son tan, tan, tan fáciles y tontos! A mi me habían prometido horas de diversión.

Neko se llevó la mano al pecho, golpeándolo indignada.

—¡Horas! ¿Dónde estaban los sustos? Y el boss no podía ser más decepcionante.

—Pero estaba chulo. —intervino Ikki.

—Hombre, sí, el diseño una pasada, lo del chorrito de sangre en la cara es un puntazo.

—Estaba caliente. —añadió su compañero, asintiendo con la cabeza.

—Viva el realismo, supongo. Pero no hemos tenido ni que pegarnos con él.

—Ah… —fue todo el comentario que pudo hacer el npc.

—Por qué no has querido. —siguió Ikki.

Neko abrió la boca para seguir quejándose, la cerró y se dirigió hacia Ikki, dándole una oportunidad al npc a escabullirse.

—¿Me estás vacilando? —le preguntó Neko a Ikki, con los ojos entrecerrados y un dedo presionando contra su pecho.

Ikki se encogió de hombros, intentando no reírse y Neko se pasó la mano por la cara para intentar no pegar a nadie. Levantó las manos y las dejó caer antes de darse la vuelta para irse del lugar. Aunque antes de irse miró al npc encargado de los tickets y negó con la cabeza para comentarle:

—Mira, ¿sabes qué? Esto en la beta no pasaba.


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #64: November 29, 2023, 01:42:42 PM »
La venganza se sirve unhinged



Anir contra el beyblade



En un pequeño valle, que más bien se podía considerar una depresión entre picos escarpados de montaña con un parche de hierba mordida por la nieve, se podía encontrar el tipo de monstruo que Anir estaba buscando. O eso decía la enciclopedia del juego.

—Se supone que debería estar aquí —dijo Neko levantando la mirada de la omnitool—. ¿Dónde se habrá metido?

En concreto, Anir andaba buscando un dispositivo tourbillon para el prototipo del mecha que estaba intentando crear. Intentando siendo la palabra clave porque el juego no estaba poniéndoselo nada fácil.
 
—¿Y se puede saber por qué tengo que matar a un ángel para que me den una pieza mecánica? —dijo Anir en alto mientras hacía desaparecer su omnitool en un remolino de píxeles naranja y se llevaba la mano a la cintura.

La chica suspiró y levantó la mirada, viendo la Torre de la Insolencia en la lejanía, tan ominosa de lejos como lo era de cerca, rodeada de nubes y malos augurios.
Anir negó con la cabeza y empezó a caminar, pensando en volver al campamento que había creado Tanlaus apenas hacía unos días.
Pensar en Tanlaus le hizo sonreír. Él había sido quien le había conseguido la información sobre el drop que andaba buscando. Neko estaba segura de que llegaría a ser el mejor líder de Guild de todo el juego. Aún no habían decidido el nombre para el clan, pero seguro que sería algo épico.

Insegura de cómo proseguir, la chica se planteó volver al camino angosto que le había llevado hasta allí, o tal vez analizar la zona en busca de materiales primero. Miró otra vez cuanto tiempo le quedaba de juego, más que suficiente para darse un garbeo por aquel lugar y aprovechar el viaje. Aunque tampoco veía nada interesante.
Se ajustó un guante y el gorro mientras daba golpes con la puntera de la bota en el suelo duro y volvió a analizar la zona sin esperanzas de encontrar nada.

Entonces fue cuando lo notó. La presencia. La presión en el aire que ejercía un monstruo con mucho más nivel que tú. Éste hasta venía acompañado de niebla que no presagiaba nada bueno. Al menos no para ella.

—No temas, hija mía… —escuchó Anir, incapaz de darse la vuelta, y la voz con tinte metálico siguió hablando—. Porque, he aquí, ¡te traigo nuevas de gran gozo!

—No. —dijo la chica, empezando a caminar en sentido opuesto al monstruo sin siquiera mirarlo.

—Hoy es el día… —murmuró aquella cosa, que sonaba a metal contra viento—. ¡En el que te reunirás con tu creador!

La presión subió a tal nivel que Anir se tuvo que agarrar el gorro y aunque intentó resistirlo, terminó cayendo al suelo y resbalándose varios metros hacia delante. La caída le habia hecho quedarse de frente al monstruo. Neko abrió mucho los ojos.
Aquella masa de metal se componía de un centro brillante y unos anillos gigantes que no paraban de moverse a su alrededor. Podía ver ojos en los anillos. Lo que parecían alas retorcidas se mezclaban con el diseño haciéndolo todo aún más aterrador.

—¡No temas! —volvió a gritar, abriendo de par en par sus cientos de ojos.

Anir intentó alejarse como pudo, aún en el suelo y de frente a aquella cosa que parecía estar taladrando la tierra. El suelo retumbaba bajo su cuerpo y lo siguiente que supo Neko es que estaba de vuelta en Snowbelle.

—¡Mierda! —gritó dándole una patada al suelo.

Iba a tener que comprar el drop, porque le era imposible conseguirlo. Y en ese mismo momento y lugar juró venganza contra el ángel mecánico.




Aunque mucha gente categorizaba a Anir como un desastre, en realidad era muy metódica con su caos. Y era por eso que en la semana que había pasado entre el cierre de la beta y la apertura de los servidores oficiales, Anir había creado listas. Muchas listas. Listas detalladas de todo lo que quería conseguir en el juego, para qué servía y el orden en el que necesitaba conseguirlo.

Neko levantó la cabeza de su lista y miró al horizonte con una expresión vacía.

—¿Qué pasa? —preguntó Bennu, ladeando la cabeza confuso.

Neko entrecerró los ojos y una sonrisa maliciosa empezó a apoderarse de su rostro.

—Es la hora. —afirmó y Bennu se frotó una mano por la barbilla, más confundido aún.

—No sé si quiero saber de qué.

Anir agarró aire e invocó la omnitool para arreglar unas cosas. La sonrisa sesgada no había abandonado sus labios, ni parecía que fuera a hacerlo pronto.

—¡De la venganza!

Un rato después, Anir se bajó las gafas de protección que había estado usando de diadema para activar el buff y escaneó la zona en busca del punto de aparición del Prototipo Celestial.
Una vez encontrado, le dio la espalda y cuadró los hombros.

La niebla no tardó en hacer su aparición, rozándole los pies y envolviendo el valle con un aura tenebrosa. La presión en el ambiente era innegable. Anir sonrió.

—¡No temas! —se escuchó al mismo tiempo en el que la mechanic sacaba del inventario una metralleta automática tan ancha como su torso y se daba la vuelta para enfrentarse al monstruo.

—¡Porque he aquí te traigo nuevas de gran gozo! —se le adelantó Anir, apuntando hacia el ángel mecánico.

El monstruo pareció confundido, con sus cientos de ojos moviéndose desconcertados y un balbuceo perplejo en su voz.
Anir sonrió de oreja a oreja mientras la metralleta se cargaba de elemento fuego.

—¿Qué? —preguntó el ángel, con sus alas retorcidas encogiéndose entre los cada vez más prietos anillos metálicos que le rodeaban.

—Hoy es el día… ¡En el que te reunirás con tu creador!

La metralleta se cargó y la descarga de proyectiles sobre el Prototipo Celestial iluminó el pequeño valle. La niebla se disipó, aunque el polvo tardó un poco más en asentarse.
Anir caminó con altanería hacia el embrollo de metal y plumas que había causado. Pasó un dedo enguantado sobre uno de los retorcidos anillos, mientras un ojo intacto seguía el movimiento con pavor.

—No pensaba que te quedarías así después de un solo golpe, pero venía preparada. —comentó con desinterés para luego sonreír, mirando directamente al montoncito de ojos anonadados.

El monstruo gimió como si fuera el viento entre campanitas de metal. Anir levantó un puño, con el sol a su espalda.

—Te espero dentro de tres minutos. Ahora, muere.

Y bajó el puño con la misma fuerza con la que usaba el martillo contra el yunque.

Tres minutos después, la niebla volvió y el Prototipo Celestial no pudo ni decir dos palabras. Sólo se quedó en el “no”. Tres minutos más tarde empezó a rodar en dirección contraria a Anir en cuanto discernió su silueta.

—¡Necesito cinco drops más! ¡Vuelve aquí, cobarde! —gritó la chica, entre carcajadas desinhibidas—. ¡Es la hora de ver a tu creador!

Bennu, sentado sobre una roca y bebiendo a sorbitos su café negro intentó no reírse con ella, aunque era difícil.

—Pues sí que sabe cómo montarse una venganza. —observó, empezando a sonreír con ternura.

Cuando se dio cuenta sacudió la cabeza y gritó.

—¿¡Seguro que no necesitas mi ayuda!?

Anir no le contestó, demasiado ocupada tratando de apuntar hacia el monstruo que intentaba esconder su cuerpo gigante tras una roca que no le cubría ni un tercio. Bueno, Bennu le podía dar puntos por intentarlo.


Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #65: December 29, 2023, 05:40:56 PM »
MORE ENERGY! MORE ENERGY!



En busca del Bardo Encantador



Cuando Tanlaus se había planteado crear una Guild para poder mantener el contacto con sus amigos del juego no había tenido en cuenta el volumen de gente que le iba a decir que sí, que querían formar parte de ella.

—Agh, sólo hay veinte espacios… —observó, mordiéndose la uña del pulgar.

—¿Hay alguna manera de obtener más? —preguntó Max, subido a un barril que en realidad era uno de sus robots pero bien plegadito.

—No lo sé, no había pensado que hubiera límite de espacio en las Guilds, y sólo quería hacer una… —suspiró, derrotado—. Soy muy nuevo en todo esto, tendría que haberla hecho Hipo, yo no tengo madera de líder.

Fue entonces cuando Anir decidió darle una palmada en la espada que casi lo mandó de bruces al suelo.

—¿¡Pero qué dices!? ¿Tú ves a toda la gente que se ha reunido aquí porque has preguntado si queríamos hacer una Guild contigo?

Tanlaus se encogió de hombros y ladeó la cabeza como un gato confundido.

—Ni siquiera he pensado un nombre.

Tanlaus se dejó caer sobre la silla que tenía enfrente y poco después apareció una cerveza en la mesa de la taberna.

—Anímate, Tanlaus, ya iremos entrando. O incluso podemos ir rotando. —le dijo MECHANIC07, también conocido como Cloud.

Tanlaus se volvió a encoger de hombros, pero le dio un trago a la cerveza y se le quedó la espuma pegada al labio superior. Tardó un poco en limpiársela con el antebrazo, mirando a la gente que se había reunido en la taberna porque él se lo había pedido.

—¿Y si sólo están aquí para beber?

Max rodó los ojos. Y no quería llamarle idiota, pero Anir lo hizo por él.

—No seas idiota.

—¿¡Y si sólo están aquí por el dragón!? —preguntó ahora, levantando la mano con la que no estaba agarrando la pinta de cerveza rubia.

—¿Desde cuándo se ha vuelto tan dramático? —preguntó Max mientras Tanlaus se escurría por la silla, piernas y brazos estirados y cabeza dejada caer por detrás del respaldo.

Cloud se encogió de hombros y Anir le robó la cerveza a su jefe para darle un trago antes de subirse a la mesa y silbar como un pastor a sus perros.

—¡Atención! ¡Somos muchos y las Guilds sólo tienen 20 slots! ¡Vamos a hacer audiciones!

Tanlaus levantó el brazo y gritó bien en alto: —¡Eso!

Después levantó también la cabeza y miró a los dos otros chicos con los que estaba compartiendo la mesa a la que Anir se había subido.

—Tendría que ser ella la jefa.

Y los dos negaron vehementemente aprovechando que la atención de la chica estaba puesta en otro sitio.

Anir bajó de la mesa y empezó a preguntarle a los demás sus jobs y especialidades y luego los separó en grupos de caza para ver qué tal se les daba su trabajo a cada uno.

—Seleccionaremos quince jugadores en esta ronda, gente que pueda hacer que la Guild suba rápido de nivel, pero damos la bienvenida a todo el mundo a que se una a nuestras parties —después se giró a mirar a Tanlaus con los puños en la cintura, con una sonrisa confiada—. ¿Qué te parece jefe?

Tanlaus, aún medio derrotado en la silla hizo una floritura con la mano.

—Lo que diga la rubia está bien.

Y con esas palabras selló el futuro de la Guild. El clan que llevaría su nombre.




Anir renegó mientras miraba la lista por tercera vez.

—¿Por qué accedí a esto?

Cloud se encogió de hombros.

—Fué tu idea.

Anir le miró de reojo, apretando los labios.

—No me ayudas en nada, eh.

—Yo estoy aquí para acompañarte y vetar a gente, ya hago algo.

Anir suspiró, haciendo desaparecer la lista en un montón de píxeles naranjas y miró a su alrededor.

—¿Me recuerdas a dónde íbamos?

—Estás buscando un bardo, ¿verdad?

Y sí, era más que cierto. La primera fase de empezar la Guild ya estaba casi terminada. Tenían un montón de materiales, había gente preparando tutoriales para los más nuevos y un sistema para subir de nivel y conseguir habilidades especiales en sitio. Sólo les faltaba un job. Un bardo. Pero ninguno de los que se había presentado llegaba a cumplir los estándares de Anir.
El primer bardo de la Guild necesitaba ser especial. Alguien que no sólo inspirase con sus puntos de habilidad, si no que lo hiciera también con su actitud. Alguien que lo diera todo en su trabajo. Con pasión, con energía… alguien que no encontraban.

—¿Y? —preguntó Anir, a la que Cloud había mantenido en intriga desde que había llegado a la taberna que de momento servía como base de la Guild y le había dicho que se levantase y le siguiera.

—Y yo tengo uno en mente.

Anir cerró los puños con fuerza y los mantuvo cerca de su cuerpo para no pegarle.

—¿No podrías haberlo dicho antes?

Los labios de Cloud intentaron dibujar una sonrisa, pero él los detuvo antes de que se formase.

—Está muy solicitado últimamente, no había manera de encontrarlo, pero me ha dicho dónde estaba entrenando y suponía que te gustaría verlo en acción.

—Supones bien.

Anir no pudo decir mucho más, estaba empezando a oír los gritos y el track de batalla de esa zona no muy lejos.

—¿Son ellos? —quiso saber la chica y Cloud miró un momento el mapa antes de asentir.

Se acercaron a escondidas, sin querer provocar a los enemigos, para poder observar bien el trabajo de aquella party.

Lo primero de lo que se dieron cuenta los dos era de que el soldier estaba intentando, sin conseguirlo, darle un espadazo a la mariposa enorme contra la que estaban luchando, la arquera gritaba que necesitaba más precisión para poder darle al monstruo sin matar a su compañero y el healer medio lloraba que no le quedaba más maná para aplicar buffs.
Un monk estaba sentado contra un árbol mientras intentaba curarse a sí mismo con las pocas curas básicas que tenía, gritando que alguien le tirase una poción y en el centro de todo aquel caos… un bardo bailaba con todo lo que tenía.

—¡Venga chicos! Más pasión, ¡más energía!

Y sus encantamientos volaban hacia el soldier, dándole más agilidad para que pudiera seguirle el paso a la mariposa. Y un segundo después ya tenía preparado un segundo buff para el arquero.

—¡Más pasión! … ¡Energía!

Y unas cuantas manzanitas se aparecieron alrededor del monk, que se quedó mirándolas como si no supiera para qué eran.

—¡Me estás poniendo nervioso! —gritó el healer y el bardo, sin dejar de cantar le miró rodando los ojos.

Por fin la arquera decidió tirar su mejor flecha y el soldier remató a la mariposa herida, haciendo sonar la fanfarria de victoria. El healer subió de nivel automáticamente y empezó a curar al monk ahora que tenía el maná a tope.

El bardo agarró aire y cerró la boca, cancelando todos sus encantamientos y mirando hacia el cielo con expresión derrotada.
La arquera le dio un codazo.

—¿Por qué no has hecho nada cuando te estábamos pidiendo ayuda? —siseó.

Anir frunció el ceño y cuando Cloud la notó tensarse no hizo movimiento alguno para detenerla.

—¡Hola! —saludó saliendo de entre los matorrales. Cloud estaba detrás de ella, limpiándose algunas hojas que se le habían quedado pegadas a la ropa.

La party se congeló por un segundo y Anir pudo ver la rabia en los ojos del bardo.

—Hola, hola… —continuó Anir, acercándose a la arquera para apretarle la mano y sacudirla con vigor—. Os hemos visto peleando y no os queríamos hacer steal kill. Parecía que estaba todo controlado.

—Sí, bueno… —murmuró la arquera antes de que el monk ocupase su lugar, ya por fin con la vida llena.

—Gracias por la consideración. Veo que sois tercer nivel. Yo soy el líder de la Guild… bueno, aún somos una party, pero nos gustaría montar nuestro propio clan, pronto.

El monk estaba mirándolos de arriba a abajo, obviamente leyendo la información que tenían pública al mismo tiempo que les hablaba. Anir se llevó una mano enguantada a los labios, sonriendo con ternura.

—Qué coincidencia… Nosotros estamos buscando a los últimos miembros de nuestra Guild. La formamos hace poco, la Guild de Tanlaus, no sé si la conoces.

El monk abrió y cerró la boca y luego miró de Anir a Cloud sin creer lo que estaba escuchando.

—¿Tanlaus, el Jinete Dragón?

Anir asintió y miró de uno a otro mientras Cloud se ponía a su lado, cuadrándose un poco e intentando no hacer contacto visual con el bardo, que lo miraba intrigado.

—El mismo. La verdad es que llevamos un rato ahí atrás y hay alguien que me ha sorprendido mucho, sería la última pieza de nuestra Guild.

Y en ese momento la mayoría de los integrantes de la party empezó a acercarse a Anir.

—Sólo nos queda un hueco, pero los demás no os tenéis que preocupar por quedaros fuera de la Guild. No podemos admitir más miembros oficiales, pero ayudaremos a todo el mundo que se quiera unir en un futuro, cuando se abran plazas.

El soldier parecía un poco incómodo después de eso y Anir supuso que estaba más que dispuesto a dejar atrás a su party si eso significaba que él era el elegido.

—Eso… eso está bien. —contestó el monk mientras el healer le ponía una mano en el hombro al bardo.

—¿Os oído eso?, no te vas a quedar fuera.

El bardo se cruzó de hombros y rodó los ojos y Anir se rió un poco.

—Oh, sí, definitivamente no tiene que preocuparse por eso. ¿Tú eres Manzanita, verdad?

—Me lo quiero cambiar, pero sí, soy yo.

Anir extendió una mano hacia el bardo y por fin dejó aflorar una sonrisa genuina.

—Bienvenido a la Guild de Tanlaus, también le queremos cambiar el nombre, pero nos gustaría que te unieras a nosotros. Eres justo lo que busco.

El bardo empezó a caminar hacia ellos y Cloud levantó la barbilla mientras los demás los miraban anonadados.

—Vamos, Manzanita, es tu hora de brillar.

—Tú, retaco, más te vale que tu Guild mole. Estoy harto de cantar para mentecatos que no aprecian mi arte.

—Al menos te pagan, ¿no? —le preguntó Cloud, empezando a caminar dirección a Prontera.

Y mientras Anir daba saltitos de alegría por haber podido tachar la última línea de su lista y los otros dos hablaban de lo suyo, la party empezó a discutir a gritos entre trinos de pájaros y zumbidos del nido de avispas al que habían despertado con su riña.
Pero eso ya no era problema de Milo. Ahora tenía a otros jugadores de los que preocuparse. Esperaba que por lo menos estos supieran apreciarle.


Airin

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #66: January 31, 2024, 09:48:03 AM »
Vengo a dejar aporte y me vuelvo a la cama que estoy fatal de mi virus por determinar x_x



~+0.76~

La puerta de la tienda se abrió, madera contra campanillas creando un sonido agradable que avisó al dueño de que tenía clientes. Aunque el hombre no se movió de la silla donde descansaba, barbilla en pecho y brazos cruzados, con los tobillos sobre la mesa que tenía enfrente.

—Buenas tardes, señor Sombrero. —dijo la mujer que acababa de entrar al establecimiento, con un tono coqueto.

Urahara suspiró, apartando el gorro de su cara y abriendo un ojo.

—Creía que mi nick era Getaboushi, ¿ahora no tengo derecho a sandalias? —preguntó mientras se enderezaba.

La mujer, levantando una mano con gracia, señaló hacia sus pies desnudos.

—No soy yo quien te ha acortado el nombre de usuario, has sido tú mismo. —contestó entretenida con la interacción.

Urahara chistó, poniéndose de pie y calzándose antes de apoyarse en el mostrador de la tienda y bostezar con ganas.

—¿Qué puedo hacer por tí en esta lenta, lenta tarde?

Ella sonrió otra vez, llevándose un dedo enguantado a los labios.

—Creía que tenía un encargo, ¿no está preparado? —quiso saber, ladeando la cabeza— Puedo volver en otro momento si estás tan ocupado.

Urahara apoyó la lengua contra el interior de la mejilla antes de mirar hacia todas partes en su tienda. En su vistazo sólo encontró muchos cachivaches, pero ni una sola alma aparte de ellos dos. El tendero palmeó el mostrador y sacó una libreta que tenía guardada en un cajón.

—Veamos. —dijo antes de ponerse las gafas y arrugar la nariz— Si encargaste algo debes de estar aquí.

Getaboushi levantó una mirada una vez más, pero ahora para comprobar el nick de la persona con la que estaba hablando.

—Purple Rose. —dijo ella, quitándose un guante dedo a dedo. Y luego el otro.— Me han dicho que tu tienda es de los mejores sitios… si quieres ciertas cosas. Espero que no me decepciones.

Urahara le dedicó una sonrisa rasgada y volvió a mirar su lista de clientes. Ah, ahí estaba, Purple Rose. Su encargo se trataba de cinco pociones de mejora de daño Electro y un par de runas más bien peculiares. Urahara recordaba haber estado trabajando en esas runas todo el fin de semana.

—Sí, aquí estás. Una bruja con un gusto peculiar.

Purple Rose empezó a caminar por la tienda. Cada paso previamente calculado para maximizar el movimiento de sus caderas. Acarició un reloj de arena, mirándolo con intensidad.

—Oh, vamos. No todo lo que pedí es para mi uso personal. —Se giró sobre sus tacones y levantó una ceja— ¿Está listo?

Urahara asintió antes de guardar la libreta.

—Sí, señora. En un momento le saco su pedido.

El tendero no tardó mucho en entrar, localizar el pedido y volver a salir con una bolsita más bien discreta.

—Sus pociones. —anunció antes de añadir un bolsito de terciopelo a la bolsa— Y un extra. Hay que mantener a los clientes contentos para que vuelvan.

Purple Rose señaló el reloj de arena, preguntando cuánto costaba y si podía añadirlo al pedido. Después de terminar su transacción, la mujer se despidió con el mismo tono coqueto con el que se había presentado.

—Muchas gracias por el… extra. Espero que valga la pena.

Urahara se volvió a sentar en la silla donde había estado cuando Purple Rose había aparecido, y se descalzó para poner los pies en la mesa cercana.

—Oh, te aseguro que sí.

Después de todo, Urahara estaba muy seguro de la calidad de sus productos.

—Si es así, estaré encantada de seguir haciendo negocios en esta tienda. Adiós, señor Sombrero.

Urahara se miró los pies y chistó antes de colarse el sombrero hasta la nariz y seguir con su siesta. Aunque cuando oyó las campanitas volver a tintinear sonrió. Estaba seguro que acababa de fichar a otro fiel cliente.



—¿Te ha llegado el regalo que te mandé? —preguntó Lisa, jugando con una rosa entre sus dedos.

Urahara no tenía ni que mirar su inventario para saberlo. Lisa era una cliente que siempre pagaba a tiempo, pero se paró unos segundos para echar un vistazo y poder decirle que sí, que le habían llegado los materiales que tan amablemente le había enviado.
Aunque los dos sabían que en realidad se refería a la transferencia bancaria que Urahara había recibido ayer. Con dinero real.

En el juego estaba terminantemente prohibido demandar pagos con dinero real por objetos del juego. Y por eso en el negocio de Urahara siempre usaban frases en clave para que no le pillaran los mods.

—Me alegro, no me hacían falta esos materiales y como tú eres siempre tan generoso… —comentó Lisa con una risita al final.

Urahara rodó los ojos.

—Mujer, es fácil ser generoso con alguien que me pide tantos encargos. ¡Dar y recibir! ¿No es maravilloso cuando la vida alcanza el balance perfecto?

Lisa se volvió a reír, tapándose los labios con sus dedos largos.

—¡Dar y recibir! —le contestó ella antes de negar con la cabeza— Hablando de eso, ¿cuándo recibiré mi último encargo?

Urahara miró hacia la trastienda y luego hacia su amiga y cliente, Lisa.

—En unos días, tengo mucho que preparar. De todas maneras, ¿para qué quieres todo eso? —preguntó Urahara con curiosidad, parecía que Purple Rose se estuviese preparando para una guerra— ¿Hay algo que sepas y no has compartido conmigo?

Lisa le ofreció la rosa a Urahara y este la aceptó.

—Hay muchas cosas que sé y hay muchas cosas que sólo intuyo. Pero nunca está de más estar preparado. ¿verdad?

Getaboushi asintió y se despidió de Purple Rose, esperando verla en un par de días, horario del juego. Luego se dirigió a la trastienda donde estaba su taller, rosa en mano y una vez sentado y con su lupa de trabajo sobre el ojo bueno, empezó a leer el código que Lisa había inscrito en la rosa púrpura que le había entregado.

Unas horas después Urahara levantó la cabeza y destruyó la rosa en una miríada de píxeles. El mensaje le había dejado con muchas dudas pero una cosa clara. Igual no era mala idea prepararse para una guerra.

—Me cago en la puta. Y yo que quería un domingo tranquilo.


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« Last Edit: April 01, 2024, 12:36:46 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Airin

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #67: February 29, 2024, 05:40:51 PM »
Me falta un icono my sworn enemies pero ya lo subiré otro lunes shalalaaa~



~+0.77~

—Me cago en la puta. —Murmuró la sniper escondiéndose detrás de una pared caída. Algo explotó al otro lado y le llovieron cascotes de cemento y una nube de polvo. Se arrastró hacia el rincón más oscuro y se limpió la cara con un gesto enfadado, escupiendo un mechón de pelo.— Si esto es un trabajo fácil, lo que voy a hacer con ellos cuando vuelva van a ser manualidades de guardería.

Levantó la cabeza lo justo para atisbar el otro lado del muro y ver a sus perseguidores acercándose al cráter que acababan de inaugurar. Quitó la mirilla del rifle de un tirón para evitar que el reflejo de las luces contra el metal delatase de nuevo su posición y cargó el arma, esperando. Diez segundos más tarde apretó el gatillo en un disparo que atravesó a tres figuras de forma sucesiva tan rápido que no tuvieron tiempo de darse cuenta.

La sniper resopló con reivindicación. Longshot, en efecto.

Con los gritos terror sorprendido de fondo continuó escabulléndose hasta la alcantarilla más cercana, y aunque tuvo que hacer palanca para levantar la tapa se dejó caer a tiempo de que no la viesen. Que perdiesen el rato buscando al fantasma, ella tenía más objetivos que tachar de su lista y cobraba al peso.

Una vez dentro de los corredores se apartó de los puntos de acceso y ventilación y desplegó su omnitool, iluminando la oscuridad como si fuera una de las antiguas bombillas de sodio de alta presión que se solían usar antes. La sniper buscó su índice de nombres de donde tachó tres, y abrió una nueva lista donde apuntó las cifras de las recompensas con sus iniciales correspondientes. Por el momento tendrían que bastar.
Cambió de pantalla con un movimiento y echó a correr en una dirección específica tras dar una ojeada al mapa del subsuelo, y sin perder el ritmo fue superponiendo varias veces el callejero de la superficie para asegurarse de que se encaminaba al lugar adecuado por el pasaje correcto. Sólo un idiota se aventuraría en Sin City sin tener claro dónde iba, si no era una ciudad acogedora de día, podía ser una excursión de pesadilla por la noche.

Cuando llegó al punto que marcaba su mapa se encontró que donde debían estar las escalerillas de salida hacia arriba sólo quedaba los restos de metal aparentemente fundidos contra la pared, y maldijo. Si la boca que daba justo a la entrada de la ciudad no era accesible no tenía otra forma cercana de salir de las alcantarillas. Después de pensárselo unos momentos, la sniper calculó la distancia en su mente y desplegó de nuevo los dos planos, trazando las lineas hasta el apeadero que quería hacerse pasar por estación de tren. Si giraba por la siguiente curva a su mano izquierda podía llegar directa y estaba todavía más lejos del centro de la acción. Hm.

Tanteó la bolsa donde llevaba sus enseres básicos sujetos a la espalda junto al rifle, y se encaminó hasta allá sin perder más tiempo.



Los raíles de la estación no estaban en condiciones para recibir un tren y Maylene dio gracias a que aquel era un mundo digital que no seguía las normas de la física, la química, la cuántica, ni ninguna de esas cosas de las que no entendía nada pero conformaban el mundo real tal y como lo experimentaba a diario.
Sus zapatos resonaban contra el pavimento, creando ecos en la noche silenciosa. Un poco más allá unas luces que habrían querido creerse señales de tren parpadeaban pintando el ambiente de amarillo y el plic ploc de una gotera acompañaba el ritmo de sus pies.

Como siempre el ambiente tiraba a lúgubre, aunque algo inusual cambiaba un poco el aura tenebrosa del lugar. Una mujer vestida de violeta estaba sentada en uno de los bancos, esperando. Llevaba un amplio sombrero de bruja y parecía entretenida con una rosa espectral que giraba suspendida entre sus manos.

Maylene pensó por un momento que tal vez era un NPC nuevo que habían puesto en la estación, pero no, era una jugadora como ella. Se detuvo a un banco de distancia y se quedó en pie muy recta, con los brazos estirados y el asa del bolso enorme que cargaba bien apretada entre sus puños pequeños. La otra jugadora la miró y sonrió hacia ella, y el escalofrío que le provocó le dijo a Longshot que tal vez era hora de sacar el rifle.

—Hola. —saludó la mujer de morado, palmeando el banco a su lado— Hay mucho banco, cabemos las dos.

La sonrisita de la mujer era cautivadora y Maylene tomó aire antes de sonreírle de vuelta con torpeza y negar con la cabeza. La mujer le miró con desencanto seductor y la rosa desapareció a la vez que apoyaba un codo en una rodilla y la mejilla en el puño.

—¿No? Seguro que estás cansada y el tren no llega hasta dentro de un buen rato. —La mujer volvió a palmear a su lado— Y esa mochila parece muy pesada. ¿No te queda sitio en el inventario? Por alguien tan bonita como tú, no me importaría pagar dinero de verdad para aumentar el espacio de tu inventario…

—E-estás prohibido hacer pagos con dinero a o-otros jugadores. —comentó Maylene, bajando la cabeza para mirar el suelo de baldosas medio roto a sus pies.

La mujer se encogió de hombros.

—Algunas reglas están hechas para…

—¿Para romperlas? —preguntó Maylene, mirando ahora a la desconocida. Ella le volvió a sonreír y ahora Longshot reconoció la sonrisa de un cliente potencial, más que una presa.

—Más bien para… estirarlas. Doblarlas. Cederlas un poquito. —la forma en la que se volvió a encoger de hombros le dijo todo lo que necesitaba saber.

Carraspeó y sus ojos pasaron a una mirada fija y calculadora.

—No sé qué me quiere decir. —tanteó la sniper.

—Oh, sabes perfectamente lo que quiero decir, Longshot. He estado buscándote. —La mujer volvió a darle palmaditas al banco a su lado.— ¿Te sentarás ahora conmigo?

La decisión fue rápida, pero aún así a Maylene le dio tiempo a suspirar antes de sentarse con elegancia al lado de lo que parecía ser su próxima clienta.

—¿Cómo has dado conmigo?

—Tengo mis métodos, encanto. Puedes llamarme Purple Rose. Tengo un encargo para tí.

Longshot dejó la mochila a su lado en el banco y se giró ligeramente hacia Purple Rose.

—Si sabes cómo trabajo, sabes que no siempre acepto misiones.

—Oh, ésta no te costará mucho esfuerzo, me temo. —Purple Rose cerró un puño y cuando lo abrió lo que parecía ser un reloj de arena surgió de su palma. La arena de aquel reloj parecía haberle robado las estrellas al cielo de lo que brillaba y titilaba.— Sólo tienes que guardarme esto.

Longshot miró del objeto a Purple Rose y frunció el ceño.

—¿Dónde está el truco? —quiso saber—. ¿Y para qué sirve eso?

Purple Rose acercó el reloj a Longshot. Aparte del brillo no parecía ser un objeto importante. Longshot decidió usar su habilidad de valoración pero el objeto no parecía haber sido encantado ni tener ningún tipo de efecto. Aunque Longshot era lo suficientemente lista como para no fiarse del resultado.

—Sólo… sólo mide el tiempo. ¿Podrías guardármelo? Solamente quiero que esté en manos confiables.

Longshot agarró el reloj aunque no se lo guardó, primero le dio unas cuantas vueltas.

—No sé por qué cree que soy la persona indicada para guardar un objeto al que le tiene estima. Ésta no es mi especialidad, como creo que ya sabe.

—Está bien, yo confío en tí. Me aseguraré de que la recompensa de tu misión llegue puntual todos los meses. Si deja de hacerlo, espera a que alguien con la contraseña que te facilitaré después de firmar el contrato venga a recogerlo.

Maylene apretó los labios. Era dinero fácil y no le iría mal tenerlo. Tal vez, si el pago era bueno… aunque seguía mosca con algo.

—Supongo que si los números me convencen, no diré que no. Aunque sigo sin saber qué le hace confiar tanto en mí .

Purple Rose se inclinó hacia ella y agarró algo que estaba apoyado en su cabeza, bajándolo hasta el puente de su nariz. Oh, así que ahí era donde habían ido a parar sus gafas… ella que creía que las había perdido en medio de la explosión.

—Oh, tesoro. Conozco tu historial de lectura. —y luego le tocó la nariz.

Maylene parpadeó y volvió a mirar a la mujer, ahora que llevaba las gafas puestas.

—¿¡B-bliotecaria!?

Y Purple Rose se rió con ganas detrás de su mano enguantada.



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« Last Edit: April 01, 2024, 12:37:37 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
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Neko

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #68: April 30, 2024, 12:13:23 PM »
Tenía muchas ganas de escribir esto ;; pero como dice Airi: avatares otro día xD

Feanor, 2
La vida del creador de la tecnología del Drift Neuronal


Cuando Feanaro Curufinwe Finwion tenía cinco años y pensaba en el futuro, se imaginaba rodeado de sus creaciones, de robots y ordenadores, pero en ningún momento llegó a pensar que dichas creaciones fueran a ser de carne y hueso.
Curufin aceptó abrir la boca para que Feanor le pusiera la cuchara dentro, pero en cuanto la sacó, la papilla se escurrió entre sus labios mientras el bebé seguía con la mirada distante, llena de odio.

—¿Por qué haces eso? —preguntó Feanor al punto de la desesperación.

—Por lo menos no escupe como Celegorm. —le dijo Nerdanel, pelando una manzana mientras vigilaba al resto de sus hijos.

—¿Yo escupía? —preguntó Celegorm, el tercero de sus hijos con incredulidad.

—Lo dices como si no lo siguieras haciendo. —intervino Maglor, el segundo.

—No empecéis. —advirtió Maedhros, el mayor, que apenas tenía diez años.

Caranthir, el cuarto hijo de apenas tres años, había desplegado sus hojas en blanco y todos sus colores en el suelo de la cocina y se había puesto a dibujar nada más acabar de comer. De todos los hijos de Feanor y Nerdanel, de momento era el más callado.

Feanor le limpió la barbilla a Curufin y decidió que el bebé ya no tenía hambre, así que lo levantó de la sillita y lo dejó al lado de Caranthir para que gatease un poco mientras él se dedicaba a apartar la mesa y Nerdanel repartía la manzana entre sus hijos más mayores.

—¿Quieres que te ayude en algo más? —preguntó quince minutos después, con la cocina limpia y Nerdanel sonrió antes de entrompar los labios, pidiendo un beso que su marido le dio con ganas.

—No, estaré bien. ¿Qué vas a hacer ahora?

Feanor se acabó de secar las manos y dejó el paño en su colgador junto con el delantal que se había puesto porque solía ser necesario si ibas a alimentar a bebés.

—Oh, voy a seguir con el proyecto este que estoy haciendo a ratos. Ya sabes, el drift neuronal. Creo que puedo empezar con la construcción del pod, todas las simulaciones han salido bien, es hora de hacerlo realidad.

Nerdanel recogió a Caranthir del suelo, que se había quedado dormido dibujando hacía un ratín y se despidió de su marido al oír el timbre de la casa.

—Ese debe de ser mi padre, ya eres libre de tus obligaciones paternas.

—¡No son obligaciones si las disfruto! —declaró Feanor antes de darle un beso en la coronilla a su hijo.

Unos minutos después, con las cosas de dibujar de Caranthir recogidas y su suegro saludado, se encerró en su taller, viendo como su estación de creación en 3D imprimía poco a poco las piezas más grandes para el pod de prueba que quería crear y él se dedicaba a montar las piezas electrónicas justo como las quería.

Tampoco le pudo dar mucho tiempo, porque dos horas después su suegro bajó a visitarle para discutir el diseño de un nuevo componente que estaban fabricando en su empresa. El prototipo tenía demasiados fallos y tenían que arreglarlo para ayer.

El drift neuronal tendría que seguir esperando años antes de ver la luz más allá de las paredes de aquella habitación.




Cinco años y dos hijos más después, el primer prototipo del pod de drift neuronal estaba preparado. Feanor abrió la puerta del salón de golpe.

—¿¡Quién quiere probar la simulación real aumentada!? —preguntó a una habitación llena de sus hijos.

Celegorm se levantó de pronto y Maedhros le puso las manos en los hombros para volverlo a sentar.

—¡Padre! ¡Son niños! —le dijo su hijo mayor.

—Bueno, tú eres un adolescente. —comentó Feanor.

—¡No!

Media hora después, Feanor estaba mirando la cápsula abierta entre suspiros. Técnicamente necesitaba un sujeto de estudio mientras él monitorizaba el experimento desde fuera. Aunque, tal vez…
Feanor sacudió la cabeza.

—Ni lo pienses, Feanaro Curufinwe Finwion —se dijo a sí mismo mientras caminaba impaciente de un lado al otro del taller—. No hay manera de cambiar el código desde dentro si la cosa va mal.

Y luego estaba el otro problema. Ahora mismo la única forma de conectar el cerebro a la máquina era instalando una conexión física en la nuca y eso necesitaba una operación. Feanor se sentó en la silla, que rodó un poco hacia atrás. Sacó una libreta de apuntes de un cajón y empezó a hacer una lista de objetivos a cumplir antes de seguir con el experimento. Tampoco era una prioridad, pero lo terminaría algún día. Estaba seguro de que llegaría ahí.




Feanor tenía cuarenta y cinco años cuando decidió tomarse un descanso forzado y dejar de trabajar por un tiempo. Sus superiores querían la patente de los silmarils para la empresa, pero Feanor se negaba a dársela por miedo a qué harían con su obra magna.

—¡No lo entiendes, Nerdanel! —le dijo a su mujer—. Tienen contratos con el ejército.

—¿Y ahora es un problema? —le preguntó su mujer, dejando caer la ropa dentro de la lavadora—. Nunca lo había sido antes, ¡sólo es una fuente de energía, por dios, Feanor!

—N-no es… sólo eso.

Nerdanel cerró la lavadora con fuerza y se giró para enfrentarse a su marido mientras la lavadora elegía el mejor programa de lavado de forma automática y añadía el detergente al tambor ella solita.

—Pues dime qué más es —le suplicó ella, pero Feanor se quedó callado—. Ya veo.

Nerdanel se empezó a preparar para salir, sin querer escuchar nada más de lo que Feanor tuviera qué decir.

—Despeja tu mente y aclara tus prioridades, Feanor. —fue su última advertencia antes de salir por la puerta principal de la casa.

Feanor bajó los escalones hacia el laboratorio con pies pesados. Y para dejar de pensar en cosas más serias por un rato, se puso a seguir con la pistola que aplicaba la conexión neuronal necesaria para la conexión con la máquina del drift neuronal. Estaba pensando que podía crear varios tipos de conexiones cuando alguien llamó a la puerta. En un principio creyó que sería Nerdanel, pero en cambio era uno de sus hijos más pequeños.

—Curufin —saludó Feanor, quitándose los guantes de trabajo y dejando la pistola en el banco—. ¿En qué puedo ayudarte?

Curufin se quedó en la puerta, sin saber muy bien qué hacer. Parecía nervioso. A sus diecisiete años era la viva imagen de su padre, tanto que no sólo tenía su cara si no que también había estudiado lo mismo y había entrado a la universidad con tan sólo quince años, justo como él. Apenas le faltaban unos meses para terminar la carrera, debía de estar bastante ocupado.

—Padre… —empezó, dando un par de pasos al frente.

Feanor le señaló un taburete y el chico tomó asiento. Se aclaró la garganta.

—Tú te casaste joven. ¿Fue difícil?

—¿Dífícil? —repitió él—. No es difícil si encuentras a la persona adecuada.

—¿Y tener hijos? ¿Fue difícil ocuparte de nosotros siendo tú tan joven?

—¿Qué está pasando, Curufinwe, a qué viene todo esto?

Curufin abrió la boca para tomar aire antes de hablar.

A sus cuarenta y cinco años y con siete hijos, a Feanor le dieron la noticia de que iba a ser abuelo y se la dio el hijo del que menos se lo esperaba.




Contratado pero sin proyectos y sin forma legal de separarse de su empresa, Feanor empezó a presentar inventos en el mercado libre. Con tres hijos que no habían acabado los estudios, un nieto en camino y el estrés por las nubes, empezó a tirar de cualquier cosa para seguir trayendo dinero a casa.

Nuevos sistemas de comunicación, mejoras para el hogar, aleaciones nuevas, herramientas para aplicaciones médicas… pero parecía que nadie quería comprar nada de lo que creaba Feanaro Curufinwe Finwion.

—Esto es ridículo —dijo mientras colgaba el teléfono después de otra negociación fallida—. No hay manera de que me haga con un contrato.

Su nieto de cuatro años puso otra pieza del puzzle en su sitio.

—Nunca vendes nada, abuelo —le dijo el niño con tono de observación—. ¿Y si lo vende la abuela?

Feanor tomó asiento en la mesa de la cocina con él, ayudándole a separar las piezas por color.

—Tu abuela tiene su propio trabajo y le va bien. Es mejor no molestarla.

Celeborn entrompó los labios y aunque tenía la cara de su padre, ergo y por lo tanto también la de su abuelo, sus gestos se parecían muchísimos a los de su abuela. Era la mezcla perfecta.

—Pero haces cosas chulas —dijo el niño—. Y eres guay. No sé porque no te quieren comprar.

Feanor sonrió y su mano se quedó suspendida encima de la cabeza del niño, a punto de frotarle el pelo, pero el timbre sonó alto y resonante en la casa. Feanor corrió a abrir la puerta y un repartidor le dio un sobre a su nombre, parecía del comité ético del instituto de ciencias.
Por lo visto le habían echado atrás la presentación del Drift Neuronal en la feria de ciencias por violar nosequé de la humanidad. De hecho le habían cancelado toda la exposición, no sólo esa.

—¡Oh, vamos! —gritó.

Aquella presentación era su última esperanza. Ya no sabía qué más hacer.




A Mahtan le gustaba el whisky solo y Feanor se lo sirvió en una copa pequeña, junto unos cacahuetes para acompañar.
Se quedaron unos minutos en silencio en el estudio, dejando que la música llenase el silencio. Y de repente Mahtan, su suegro, habló.

—Son ellos. No van a dejarte en paz hasta que les des la patente.

Feanor suspiró, llevándose la mano a la frente.

—No me dices nada nuevo.

Mahtan se encogió los hombros y se dedicó a pelar un cacahuete.

—Sólo confirmo tus sospechas.

Feanor cerró los ojos y luego cerró un puño tembloroso frente a su cara, agarrando con fuerza el reposabrazos de su sillòn con la otra.

—No puedes confiar en nadie. —le dijo Mahtan y Feanor abrió los ojos, dándole un puñetazo a la mesa que tenía enfrente.

—¡Ya lo sé! ¡No puedo ni fiarme de ti!

Mahtan dejó la copa de whisky en la mesa de café que Feanor había acabado de golpear, despacio.

—¿De verdad piensas eso? —le preguntó, aunque no recibió más respuesta que la mirada de un hombre enloquecido—. De verdad piensas eso.

—¿Tú qué crees? —siseó Feanor, al que lo único que le salvaba de caer en la espiral de la desesperación era su nieto.

Haría cualquier cosa por ese niño.




Un año y muchas propuestas fallidas después, Feanor estaba sentado solo en su taller. El resto de la casa estaba tan silenciosa… Ni en sus peores pesadillas se habría imaginado Feanor que este fuera a ser su peor miedo: el silencio.

Miró a su alrededor. El taller estaba lleno de proyectos a medias y archivos con nuevas ideas, pero de nada servían si le habían puesto en la lista negra de la industria. Nadie quería ir contra la compañía para la que tanto trabajó.
Feanor levantó la botella de vino y le dio un trago y después estuvo jugueteando con ideas peligrosas sobre qué hacer con su futuro. Luego decidió dejar la botella de vino a un lado y lavarse la cara, pero sus hijos no paraban de mirar el tercer cajón de la mesa. No tenía nada de especial, pero lo que había dentro… eso era otra historia.

Sin darse cuenta estaba de pie delante de la mesa, mirando fijamente el cajón. Las ojeras le pesaban y la mano le tembló mientras la estiraba hacia el cajón. En una caja insustancial, en un cajón como cualquier otro, los silmarils pulsaban esperando a ser usados. Feanor estaba a punto de abrir el cajón cuando oyó el timbre y giró la cabeza de golpe.

Hacía semanas que nadie llamaba al timbre de esa casa. Feanor se aseguró de estar decente, peinándose con las manos y arrebujándose en su bata roja. No conocía a la persona al otro lado de la puerta, pero abrió de igual manera.

—¿Feanaro Curufinwe Finwion? —preguntó un hombre castaño, vestido con un jersey beige de cuello alto y pantalones de traje.

—Sí, soy yo —contestó Feanor—. ¿A qué debo la visita?

El hombre levantó un poco más la cabeza, clavando sus ojos castaños en los de él.

—¿Es usted el creador de la tecnología de drift neuronal?

Feanor frunció el ceño, pero asintió con la cabeza.

—Me gustaría hacer negocios con usted.

Feanor dejó de respirar por un momento. Abrió un poco más la puerta y miró bien a la persona que tenía enfrente. Era joven, parecía decidido.
Y mientras Feanor le invitaba a entrar no pudo evitar pensar ¿quién era este chico dispuesto a desafiar a toda la industria?

—Mi nombre es Welt —se presentó mientras recibía una taza de té recién hecho en la mesa de la cocina—. Welt Yang.

—Ah —suspiró Feanor—. No, pues no me suena.



Airin

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #69: April 30, 2024, 03:51:29 PM »
Uy la que se esta cociendo...



~+0.78~

Purple Rose llevaba tiempo sabiendo que algo iba a pasar. De una forma u otra todo iba a acabar como un castillo de naipes caído después de un soplo malintencionado, pero por lo visto el fin que llevaba vaticinando desde hacía un tiempo iba a llegar más temprano que tarde.
El paisaje por el que caminaba era uno que debería de haber estado lleno de vida, se notaba que era una ciudad hecha para propagar alegría y permitir el derroche, con grandes casinos, hoteles fastuosos y lujo por todas partes. Pero Penacony no estaba abierto al público en aquel momento, o eso se suponía, porque Lisa bien que había entrado allí.

—¿Dónde estaba? —se preguntó en un susurro suave.

Y sus tacones seguían resonando por las calles desiertas, llenas de carteles luminosos y escaparates oscuros con maniquís inmóviles, a la espera de que encendieran las luces para brillar.

Lisa se frenó de golpe, girándose a mirar un cartel con el nombre de una calle. ¿Se había pasado el portal que andaba buscando? No podía ser. Se dio la vuelta y volvió a fijarse bien en los números. Era difícil con la decoración tan ostentosa de ese sitio. Un cartel de anuncio empezó a balancearse de un pie a otro, intentando bloquear su paso.

—¡Bienvenida a Penacony, señorita! Tenemos todo lo que pueda desear.

Lisa se frenó en seco y miró al cartel con los ojos entrecerrados. Luego abrió su menú de configuración, estaba bastante segura de que tenía los anuncios desactivados, pero por lo visto no era así. Los desactivó otra vez y suspiró aliviada cuando vio al cartel volver a su sitio.

—A ver, ¿dónde estaba yo?

Cuando se giró a mirar los números, otra vez se había pasado de puerta. Purple Rose se llevó la mano a la barbilla. Aquello no era posible. Iba buscando el número siete, pero se lo había pasado dos veces. Esta vez se fijó bien al llegar al número cinco y con pasos lentos y sin quitar los ojos de la pared, encontró el nueve. Miró hacia abajo y volvió a pasearse de un portal al otro. Justo en el centro encontró lo que andaba buscando.
Lisa se agachó y echó un vistazo a la rejilla en la pared. La placa con el número siete se podía adivinar justo dentro. La mujer sonrió y agarró la rejilla para abrirla y acceder a lo que había dentro, pero acabó por mirar la reja de metal extrañada.

—Está cerrada. —comentó, incorporándose pero sin levantarse del suelo.

Getaboushi no le había dicho nada sobre que fuera a necesitar una llave. De todas maneras, Lisa empezó a mirar en su inventario, a ver si entre las cosas que le había dado el señor Sombrero había alguna llave o algo que le fuera a servir para abrir aquel compartimento.

—¡Pruebe la FeilzAlma! —gritó de repente uno de los anuncios y Lisa se llevó una mano al pecho.

—¿Tú otra vez? —le preguntó al cartel andante, que se había asomado al pasillo y aunque no se acercaba estaba mirando en dirección a Lisa— ¿No había desactivado los anuncios?

Lisa apretó los labios y pensó que no tenía tiempo para eso, necesitaba salir del juego ya, pero antes tenía que activar el modo administrador si quería hacerse con el control del juego y como los servidores físicos no eran una opción viable, tenía que hacerlo desde dentro del juego.

—Ah, así que aquí te escondías... —murmuró al ver entre los paquetes que le había comprado a Getaboushi una llave camuflada dentro de un reloj de bolsillo— Debe de ser esto.

Sacó el reloj de su inventario y después de darle un par de vueltas delante de sus ojos lo abrió. La llave cayó en su otra mano y no perdió más el tiempo. La llave encajaba a la perfección en la casi imperceptible ranura a un lado de la rejilla. Oyó un clic seguido por los sonidos de una máquina de juego.

—¡BIenvenida al casino más grande de la historia! Participe en nuestros juegos ahora mismo con un descuento especial. —anunció otro de los carteles, que andaba a pasos agigantados bajando por la calle que llevaba al casino.

Lisa miró por unos segundos al cartel y luego tiró de la rejilla, aunque parecía que no quería abrirse.

—¿¡Quiere una hamburguesa o prefiere nuestra clásica y famosa pizza!? —bramó otro de los anuncios.

Lisa miró del nuevo anuncio a la rejilla y empezó a tirar con las dos manos.

—No, no, no... esto no puede estar pasando.

Un sonido agudo a disco rayado empezó a sonar por toda Penacony a la vez que todos los anuncios se activaron, dirigiéndose hacia la localización de Purple Rose. Ella gritó y apartó las dos manos antes de aplicar sobre la rejilla un hechizo de rayo básico que frió la cerradura. La rejilla se movió despacio, aún con algo de electricidad chirriando entre los barrotes de metal. Todo Penacony se había encendido y los carteles estaban cada vez más cerca de ella, gritando promociones sin cesar.
Lisa metió la mano dentro.
Y a la vez que la mano de Lisa se cerraba sobre un objeto, el mundo explotó y se hizo la nada.

Purple Rose se levantó y dio al vuelta sobre sí misma. Sólo podía ver blanco allá donde mirara. Se volvió a girar y alguien estaba literalmente en sus narices.

—¿Creías que no me iba a dar cuenta? —preguntó la voz, aunque Lisa sólo podía ver ojos.

—¿Qué? —preguntó ella antes de levantar las cejas, sorprendida por lo que estaba viendo— Tú...

—Tu tiempo se ha agotado. Y ahora, conviértete en nada.

Tres cosas pasaron en ese mismo momento. Una mano tocó la frente de Lisa, ella intentó una desconexión forzada y el juego se cerró a toda desconexión.

"Bienvenidos todos a mi mundo personal." se escuchó en todo el server.

Aunque en Penacony casi no podía escucharse el mensaje del Grand Master debido a la cacofonía de voces de anuncio, una figura se movía entre los carteles andantes como un fantasma. Se agachó al llegar al portal número siete. Cerró la rejilla y recogió la llave. Y sonrió sin darse cuenta de que lo que guardaba allí, ya no estaba.



.

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Reply #70: April 30, 2024, 05:07:12 PM »
La Aldea de las Mascotas no era un lugar donde nadie se imaginase a Diluc yendo por propia voluntad. Era un sitio idílico, lleno de animalitos. En el cielo había un perpetuo arcoíris y siempre hacía buen día.
Diluc se preguntaba porque las pocas personas con las que había interactuado dentro del juego nunca se habrían creído que le gustaba aquel lugar, si era clavadito a su casa. Diluc aspiró el aire simulado del ambiente y espiró despacio. Olía a fruta y hierba al sol. Olía a su hogar.

Así que en realidad tampoco era tan raro encontrarlo rondando por aquel lugar. Además, la verdad es que le gustaban los animalitos. Gatos pequeños redondos y esponjosos. Perritos que sólo querían recibir tu amor. Pájaros que se dejaban dar de comer al pico. ¿Qué había de extrañar?

Así que cuando se enteró de que en la pequeña taberna a un lado de la plaza principal de la pequeña Aldea iban a hacer un evento sobre mimar gatos no se lo pensó dos veces, fue el primero en la cola.

-Hola, vengo a tocar gatos. -le dijo al mesero, que le miró con una ceja levantada pero después deslizó un formulario por la barra hasta que Diluc le puso la mano encima para pararlo.

Unos minutos después ya estaba inscrito en el evento, el primero en la lista y no tardó en encontrarse de cuclillas frente a un cojín en el suelo y con un juguete de gato en las manos, sacudiendo la pluma verde y viendo con una sonrisa como el gatito que le había tocado se daba la vuelta sobre sí mismo con torpeza intentando agarrar el juguete. Era tan chiquitito que Diluc quería llorar.

Bueno, él hacía años que no lloraba, pero su avatar podía llorar si a Diluc le daba la gana.

Poco después le estaba dando un poco de comida que se había puesto en un dedo y al ratito ya tenían amistad suficiente como para que se dejase acariciar. Ay, Diluc estaba en el cielo.

Pero como todas las cosas buenas en la vida de Diluc, aquella tarde de relax no podía durar para siempre. Por el rabillo del ojo vio pelo oscuro, piel morena y una mirada fija en él. Diluc se tensó entero y el gatito maulló confundido al notar el cambio en su actitud. No podía ser, Kaeya no... Kaeya no jugaba, ¿verdad?

¿¡Verdad!?

Diluc tragó saliva e intentó relajarse, dejando al gatito en el cojín. Jugar con ese chiquitín ya le había dado todas las recompensas que podía reclamar, lo mejor sería que fuera a jugar con otro, ¿no? Sí, eso sería lo mejor... moverse de donde estaba. Demonios, incluso salir de la taberna y volver otro día podía contar entre sus planes. Sí, haría eso.

Se levantó y se dio la vuelta, dolido de no poder seguir jugando con gatitos, pero con su cara de palo de siempre. ¿Para qué cambiarla? En ese momento fue cuando creyó haber cometido un craso error. Se dio de frente con el hombre que había visto por el rabillo del ojo antes.

-¡Ah! Perdón, estaba demasiado cerca... -dijo él, agarrando de los brazos a Diluc para estabilizarle-. Estaba viéndote jugar con el gatito, parece agradable.

Lo primero que notó Diluc es que aquel hombre no era tan alto como Kaeya y que tampoco tenían exactamente la misma voz... aunque eso no le decía nada en un mundo donde cualquier podía cambiar su apariencia en cualquier momento. Diluc se tensó un poco más y el hombre le soltó los brazos, levantando las manos.

-No quería asustarte, ¡me llamo Sinbad! ¿Y tú eres...?

Diluc parpadeó dos veces y cuadró un poco los hombros antes de intentar deslizarse por un costado hacia la puerta.

-No te importa. -le dijo Diluc, huyendo de aquel lugar, de un hombre que le recordaba a alguien a quien no quería recordar. Huyendo de sus sentimientos. Huyendo de los errores que nunca volvería a cometer.

Sinbad se giró, observando como aquel pelirrojo se largaba a toda prisa.

-Noteimporta -y se encogió de hombros-. Que nombre tan raro.

--

En otro lugar, en el mismo tiempo... Kaeya tomó asiento en Prorencia, frente a una chica que se le hacía familiar.

-Hola... -saludó Kaeya, sonriendo como el zalamero que era-. ¿Es posible que nos conociéramos en la beta?

La chica bajó la taza de café que se había llevado a los labios y se apartó el pelo rojo brillante con un movimiento elegante de mano. Toda ella gritaba gracia y distinción. Y es que Kaeya llevaba observándola un buen rato y no estaba seguro de si sería la misma mujer con la que compartió uno de los... pvps más interesantes que hubiera tenido nunca en ese juego.

Kaeya ladeó la cabeza y su sonrisa se acalló a una un poco más intíma.

-¿Te acuerdas de mí, Ocellus?

Ella sonrió, confundida.

-¿Quién?

Él suspiró y se echó hacia atrás, apoyándose en el respaldo de la silla. Nop, no era ella...

-Lo siento, deja que te pague el café.

Ella le sonrió y cuando Kaeya intentó levantarse le indicó que no hacía falta que se fuera. Tal vez podía hacerle compañía mientras se acababa el café.