Written in the Stars (2/2) - A: Eureka - P: Ken Kaneki - Flashforward: 9 años después
“Conocí a alguien hace un mes,” comentó Sasaki.
“¿Haise-sensei?” preguntó Claude, curioso. Hawks bufó, a lo lejos, desde su posición en las butacas del teatro. “Nunca nos contaste.”
“…Y ya ni sé por qué les cuento.” Sasaki suspiró.
“Oye, yo no me burlé,” se defendió Claude, mientras continuaba con los estiramientos. El castaño desvió su mirada hacia su otro amigo, irritado. “Y Hawks. Creo que merezco preguntar… ¿Qué haces tan cómodo ahí?”
“¿Yo? Flojeando.”
“Eso queda claro.” Sasaki rio un poco.
“Es que aún no llega nadie, qué flojera.”
“Y eso que nos dieron el teatro todo el día para esta sesión de impro.”
“El problema es que fue muy improvisada.” Hawks se levantó, y comenzó a caminar hacia el escenario. “Pero bueno, nos cuentas bien el chisme, ¿Sasaki?”
“Sí.”
“¿Conociste a Haise-sensei?”
“No.”
Tal vez.
Aún no tenía pruebas, pero tampoco podía sacarse de la cabeza aquella pequeña posibilidad de que Ken Kaneki fuese Sasaki Haise. Era sólo su intuición, porque Ken no había hecho nada extraordinario que confirmase su verdadera identidad.
Sin embargo, no le preocupaba tanto confirmar la verdad. Habían otros temas mucho más angustiantes. Como, principalmente, esa necesidad que sentía de conocerlo más y verlo de nuevo lo más pronto posible.
Se sentía en secundaria una vez más, con un interés en un chico lindo, tranquilo y agradable.
“Le rogué a Yumeno-sensei para que me dejara darle mi tarjeta y, eventualmente, me contó que Haise-sensei había aceptado. Pero cuando fui al café el día en que acordamos reunirnos… nunca se apareció.”
“Triste.”
“Ya te habías enamorado del escritor. O escritora. No sé,” comentó Hawks, subiendo al escenario de un salto. Se sentó al lado de Claude, y comenzó a estirar justo como él.
“No.”
“¿Entonces? ¿A quién conociste?” Claude arqueó una ceja, confundido.
“No sé si conocer es la mejor palabra. Me reencontré con él.”
“¿Ya lo conocías?” preguntó Claude.
“¿Quién es?” cuestionó Hawks.
“Es un ex-alumno de Rizembool, como nosotros. El hermano de un compañero de mi promoción de Diseño.”
“Ah. Qué aburrido.” Hawks rodó los ojos. “Pensé que era algo más… caliente.”
“¡HAWKS!” gritó Sasaki, indignado. La vergüenza lo llevó a taparse la cara con una mano.
“Haha, te sonrojas como si aún estuvieramos en secundaria.” Claude sonrió de lado.
“Eso es porque Sasaki aún está en secundaria.”
“No jodan. Sólo no… me gusta la idea de tener relaciones en la primera cita.”
“¿QUÉ?” Claude saltó, interesado. “¿Saliste con él en una cita? ¿O ya han sido varias?”
“Fue… raro. Nos encontramos ese día de la reunión frustrada con Haise-sensei. Y bueno, conversamos un rato y de ahí lo acompañé a comprar víveres. Luego fuimos al departamento de su hermano a cenar. Hemos salido un par de veces luego de eso, pero nada significante ha ocurrido.”
“Wow, hasta la familia ya te dio la bendición. Las cosas son serias.” Hawks bufó.
“La cena se dio la segunda vez que nos vimos. No hay forma.” Sasaki se tapó la cara por completo, abrumado.
“Siento que hemos regresado en el tiempo a unos catorce años atrás, es alucinante.” Claude rio. “No sabía que eras tan casto para estas cosas, Sasaki.”
“Lo siento. Yo no tengo la misma pareja desde hace 2348093 años… Huh. Ken tenía razón.”
“¿Ken?” Hawks arqueó una ceja. “No estás hablando de… ¿Ken Kaneki?”
“…” Sasaki lo observó, indignado. “¿Lo conoces?”
“Quién no. Creo que alguna vez hablamos del conflicto de los rebels y ahí salió el tema. Fácil no nos prestaste atención.”
“Yo sólo recuerdo que Hawks era la mano derecha de uno de los hombres más degenerados de Rizembool.”
“Todos cometemos errores,” dijo Hawks. “Al final ayudé a derrotarlo, así que siento que resarcí todos los daños que ocasioné.”
“…Claro que sí.” Claude suspiró. “Yo no tuve mucho que ver.”
“¿No fuiste rebel?” preguntó Sasaki.
“Ah, sí. Pero no le causé mayor daño a mi HiME. Eventualmente, me rendí.”
“A diferencia de Kaneki.” Hawks silbó. “Él fue todo un drama.”
“¿Cómo así?” Sasaki se mostró interesado.
“No sé si debería chismearte esto. Puede que arruine la imagen de tu amado.”
“No es…” Sasaki suspiró, sin terminar su oración. “Cuéntame, no más.”
“Kaneki fue parte del grupo de rebels que más problemas le dio a Rizembool. Como varios, lo sometieron a una serie de experimentos para acrecentar sus habilidades y capacidades. En algún momento, se salió de control, y comenzó a atacar gente aleatoriamente. Un exrebel, Souji Seta, quedó en coma producto de eso. Y no fue la única víctima de Kaneki, varias personas salieron heridas por su culpa.”
“…” Eso explicaba las cicatrices en el rostro de Ken.
Lo de Seta nunca lo habría imaginado, eso sí.
“Eventualmente, se formaron comisiones de alumnos de ambas universidades, Hanasaki y Rizembool, para lidiar con casos como el de Kaneki. Su hermano logró salvarlo de sí mismo.”
“Estás muy enterado de todos esos casos,” comentó Claude.
“Sólo se de los más problemáticos, porque formé parte de las comisiones y llegaron a mis oídos,” explicó Hawks. “¿Y? ¿Te arruiné la ilusión?”
“No.” Sasaki sonrió. “Al contrario, gracias. Siento que con eso he entendido mejor ciertas cosas.”
“¿Como?” preguntó Claude.
“Como la falta de comentarios sobre el conflicto durante la cena.” Y, también, varios elementos de las novelas de Sasaki Haise. “Nadie lo mencionó, y es una experiencia que todos compartimos. Supongo que era algo delicado y por eso nadie lo quiso sacar a la luz.”
“Sí, y de seguro se les habría hecho difícil fingir que todo había sido tranquilo en el caso de ellos,” comentó Hawks.
“Y no querían espantarte,” dijo Claude.
“Y no lo hicieron.”
“Está bien, ya te contará todo con el tiempo.”
“Sí, es algo delicado así que tiene sentido que no lo haya mencionado en estas primeras citas.” Hawks esbozó una sonrisa burlesca. “Pero quién diría, Sasaki Shuumei encontrando pareja a sus… ¿30? ¿años?”
“Hablas como si nunca hubiera estado con alguien.”
“Nunca nos contaste.” Claude rio. “¿Creo que tuviste enamorado los primeros años de universidad?”
“Sí. Esa ha sido mi única relación.”
“¿Por qué?” cuestionó Claude.
“¿Por qué qué?” Sasaki ladeó la cabeza, confundido.
“¿Por qué no has salido con nadie más en…? No sé. ¿Diez años? ¿Un poco menos?”
“Nadie llamó mi interés.”
“¿Y Ken Kaneki sí?” Hawks se veía un tanto incrédulo.
“…Sí. Me divierte hablar con él.” Sasaki volvió a taparse la cara, avergonzado.
“Supongo que lo estarás mensajeando recurrentemente para no perder el contacto,” dijo Hawks.
“…Sí. Aunque hoy no le he mandado nada.”
“¿¡Son casi las doce del mediodía y no le has mandado NADA!?” gritó Claude, indignado. “Sasaki, ¿dónde quedó tu don de casanova?”
“Haha.” Sasaki bufó. “El burro hablando de orejas.”
“Sasaki tiene razón. Tú no puedes hablar, Claude.”
“¡Como si yo no fuera el único que tiene pareja estable aquí!”
Aprovechando que Hawks y Claude continuaron conversando sobre estupideces, Sasaki se dispuso a iniciar el mensaje, un tanto dudoso. La pantalla de la aplicación de mensajería por Whatsapp brillaba en su celular, y Sasaki sentía que no contaba con la más mínima idea de lo que quería decirle.
No hablaban muy a menudo por mensajes. Preferían platicar frente a frente, y para eso, debían hacerse espacios en sus atareadas agendas, lo que los llevaba a verse una vez cada dos semanas, a lo mucho. Por ello, en total habían coincidido sólo dos veces luego de la cena en la casa de Seta y Minazuki.
Era frustrante. Pero Hawks tenía razón: los mensajes podían ayudar a acortar la distancia entre ambos.
Luego de un debate interno innecesario, Sasaki comenzó a tipear un mensaje. Al presionar la flecha de send, sólo espero lo mejor.
“¿Con quién conversas?” le preguntó Souji, curioso.
“…” Ken saltó en su sitio. Gracias a sus reflejos, evitó que el celular cayera a la arena, y suspiró aliviado ante eso.
Souji, Sho y él se habían escapado un fin de semana a la playa, aprovechando las pocas semanas que le quedaban al pelirrojo a Japón. Y mientras Sho andaba disfrutando del paseo al máximo, Ken… parecía un tanto distraído, para sorpresa de Souji.
Tenía una ligera sospecha de quién se trataba, pero no podía afirmar nada a ciegas, a menos de que Ken le contara.
Y por eso, Souji esperaba muy paciente a ese momento.
“Souji…” empezó Ken, un tanto inseguro. “Hay algo que quiero comentarte.”
“¿Mm?” Souji alzó sus lentes de sol, colocándolos en su cabeza. “¿Pasó algo?”
“No… es sólo que… he hecho un amigo.”
“Eso es grandioso, Ken.” Souji se sentía muy orgulloso de él. “¿Es Sasaki?”
“…Sí.” Ken suspiró. “¿…Soy así de predecible?”
“Creo que Sasaki es la única persona que has dejado entrar… figurativa y literalmente. No esperé que accedieras a llevarlo a cenar con nosotros esa vez, hace un par de meses.”
“…A mí también me sorprendió.”
“Lo has seguido viendo, ¿no?”
“Sí, salimos de vez en cuando.”
“Nunca le dijiste que eres Sasaki Haise.”
“…No.”
“Mm.” Souji dejó el libro que andaba hojeando en su regazo, mientras dirigía su mirada a Sho, haciendo el ridículo en la orilla. Andaba peleándose con un niño que, de seguro, se quejaba del castillo destruido a un paso de ellos. “¿Eso te incomoda?”
“Me molesta escondérselo, pero me da miedo que su trato conmigo cambie por ello.”
“¿Cómo?”
“Siento que se decepcionará si se entera que su autor favorito es alguien tan… aburrido como yo.”
“Y aún así, te busca constantemente. Y salen y conversan y no puedes dejar el celular en un paseo a la playa.”
“A-ah.” Ken desvió la mirada. “Eso es porque me daría pena dejarlo hablando solo.”
“Hehe.” Souji soltó un par de risitas. “No tienes que justificarme nada, Ken. Yo sólo quiero que te cuides. Y no hablo precisamente de él, Sasaki suena muy agradable.”
“¿A qué te refieres?”
“Siento que sigues siendo muy duro contigo mismo. No quiero que eso llegue a interponerse en tus relaciones con los demás.”
“…” Ken suspiró: Souji tenía algo de razón en sus palabras. Aún así, por más de que Sasaki
había afirmado varias veces lo contrario, Ken sentía que era inútil creer que alguien podría encontrarlo interesante. Tal vez Sasaki sólo estaba siendo amable con él.
Un mensaje lo distrajo de sus pensamientos deprimentes, y Ken hizo a un lado sus preocupaciones para prestarle atención.
From: Sasaki-san
To: Ken
>¡Tráeme un recuerdo!
Ken bufó: Sasaki no sabía leer, al parecer.
From: Ken
To: Sasaki-san
>¿No te dije que estoy en Odaiba? Estás proyectando a Okinawa en todos lados.
La respuesta de Sasaki tomó unos instantes en llegar.
From: Sasaki-san
To: Ken
>Será motivo para ir juntos.
Esta vez, el celular de Ken sí salió volando por los aires y terminó en la arena.
“¿Ken? ¿Estás bien? Estás rojo.”
“S-sí, todo bien.”
Esa noche, Sasaki se había librado de un ensayo nocturno gracias a un milagro divino: el director se había enfermado y, en vez de insistir con que el elenco avanzara por su cuenta, prefirió darles el resto del día libre, prometiendo que retomarían la práctica al día siguiente. Con la noche despejada y sin mucho que hacer, Sasaki probó su suerte contactando a Ken, sin muchas expectativas. Ken Kaneki era una persona que vivía con su vida planeada hasta el más mínimo detalle: no había necesitado tratarlo por mucho tiempo para notar que aborrecía los planes improvisados y las visitas sin previo aviso.
Justo por ello, la respuesta afirmativa lo sorprendió considerablemente. Tal vez Ken necesitaba despejarse con una salida nocturna, que coincidía con su invitación.
O… tal vez, Ken también quería verlo.
Sasaki sacudió la cabeza, avergonzado. No podía dejar que sus deseos influyeran en su percepción de la realidad.
Se juntaron en una cafetería artesanal que los colegas de Sasaki le habían recomendado. Su ambiente privado y tranquilo era uno de sus puntos a favor, pero lo que sin duda primaba por sobretodo era el sabor del café. Ken, con su experiencia como barista y como ávido consumidor, pudo garantizar la calidad de los granos y darle el visto bueno.
Ken no era mucho de dominar la conversación: lo había hecho pocas veces en los meses que llevaban siendo amigos. Sin embargo, esa vez, habló muy emocionado sobre las variedades de café y sobre su experiencia como barista en sus primeros años de universidad. Le contó un poco sobre la ausencia de figuras parentales en la vida de él y de su hermano, pero remarcó que eso no había impedido que crecieran bien, en medio de todo.
Por supuesto, Ken evadió el tema del conflicto de Hanasaki y Rizembool, y Sasaki no hizo esfuerzo en presionarlo para ello. Ya llegaría el momento.
“Ken-san.” Sasaki interrumpió el silencio agradable que se había formado entre ambos de camino por un parque. “Tengo… una pregunta.”
“¿Mm?” Ken le dedicó una mirada confundida. “Espero que no sea sobre café, porque me verás hablando por otras dos horas más.”
“Haha.” Sasaki bufó. “Yo feliz de escucharte. Pero no, no es sobre café.”
“…” Ken le cuestionó con la mirada.
“Es… sobre lo que me dijiste aquella vez.” Sasaki tomó asiento en una banca, y Ken no demoró en imitarlo, guardando una distancia entre ambos. “No sé si lo recuerdas. La primera vez que hablamos, luego de la función que viste de The Elephant Man.”
“¿A qué te refieres?”
“A ese agradecimiento, al final. Siempre me dio curiosidad, pero sentía que era algo muy íntimo a ti, por eso no insistí en preguntar sobre ello.”
“Oh. Lo que te dije antes de irme.”
“Sí.” Sasaki lo observó, curioso. “…Aunque está bien si no lo recuerdas, han pasado varios meses.”
“No, no. Sí me acuerdo.” Ken sonrió. “Te agradecí porque me conmoviste. Tanto que hasta llegué a proyectarme en ti… Y no dudo que varios espectadores hayan compartido mi experiencia. El punto del protagonista era que diera pena y empaticemos con él, pero creo que varios llegamos a un nivel mayor que eso gracias a tu interpretación. Tu voz, tus gestos, tu corporalidad… transmitían mucho. Brillabas en el escenario.”
“…” Sasaki se tapó el rostro con una mano, avergonzado.
“¿Sasaki-san? ¿Estás bien?”
“…No estoy tan acostumbrado a halagos tan directos.”
“¿Pensé que sí?”
“Que la gente llore o me diga que le gusta mi trabajo es otra cosa. Lo que acabas de decir es… distinto.”
“Hehe. No sabía que te podías avergonzar así.” Ken intentó aplacar sus risitas con su mano.
“¿Por qué te proyectaste en mi personaje? ¿Has sentido esa sensación de no encajar antes?”
“…” Ken guardó silencio.
La incomodidad en su rostro habló por él, y Sasaki le sonrió.
“Disculpa si fue muy intrusivo. No quiero presionarte a nada.”
“Yo… no sé qué tan bueno sea contarte sobre esas cosas,” habló Ken, sin encararlo.
“Descuida. No tienes que hacerlo. Si algún día te animas, te escucharé. Pero por mientras… todo bien.”
“…”
Sasaki disfrutó del silencio por unos instantes. Aún así, no demoró en retomar la conversación, por temor a incomodar a su compañero.
“Siempre me sentí raro.”
“¿Mm?”
“Como que no encajaba en ningún grupo social. No sólo en el colegio, sino también en la universidad. Todos tenían grupos de amigos y yo sólo… iba de grupo en grupo, interactuando con la gente si era necesario. Había algo que me impedía sentir comodidad al lado de ellos.”
“¿Te sentías ajeno a ellos?” Ken le dedicó una mirada intrigada.
“Un poco. Nunca me han agradado los grupos de gente, y me era imposible congeniar con ellos. Si lo hacía, sentía que era una versión acartonada de mi personalidad la que interactuaba con el resto. Era muy raro.”
“Me diste una impresión distinta, entonces.”
“Oh. Suele pasar.” Sasaki rio. “La gente me ve más sociable. No significa que no tenga amigos… tengo algunos. Y sí, eventualmente encontré un grupo. Pero sigo sintiendo esa dificultad de conectar con nuevas personas.”
“Podría decir que estamos en las mismas.”
“Mm. Es difícil ser sociable. Por eso creo que tu amistad es muy valiosa.”
“U-uh…” Aquel comentario lo había tomado desprevenido, y Ken sólo pudo desviar la mirada, avergonzado. “Gracias.”
“Haha, estás todo rojo,” comentó, enternecido.
“No.” Ken negó. “Sólo… me tomaste por sorpresa con tu sinceridad.”
“Ah. Lo mismo podría decir de los halagos que me lanzaste hace un rato.”
“Estamos a la par, entonces.”
Sasaki soltó una risotada, inspirando el aire húmedo de aquella noche de verano.
La adaptación teatral del libro de Ken al fin estrenaba su primera temporada de funciones. Mediante Yumeno, la compañía de teatro se había encargado de hacerle llegar a Ken entradas de cortesía por su status como autor del libro. Sin embargo, Ken prefirió usar las que el mismo Sasaki le ofreció, e invitó a Souji y a Sho para que lo acompañaran a la función de apertura.
Los tres conocían aquella historia: era uno de sus primeros libros, y más que recordarlo por haberlo leído, Sho y Souji lo tenían muy presente por los comentarios que Ken les había hecho al respecto durante el proceso de escritura. Era una trama de época, un poco basada en sus propias vivencias pero, principalmente, en la relación que tenía con su hermano, quien era el protagonista. Esa metáfora, por supuesto, había pasado desapercibida a ojos de Sho, mientras que Souji sí la había captado sin mucho problema.
Fue justo por estos detalles que a todos les sorprendió lo que observaron en el escenario: el protagonista de esta adaptación no era el personaje basado en Sho, sino el que estaba basado en Ken. Sucedían los mismos eventos, pero el libretista había conseguido contar la historia desde el punto de vista del hermano menor. El personaje era protagonista y antagonista al mismo tiempo, y, fiel a la historia original, conseguía redimirse al final, antes de morir.
Esa novela era lo que Ken había deseado que pasara, muchos años atrás. Durante varios años había tenido el mismo sueño de morir para resarcir los daños que había causado en sus seres queridos y en todas las personas que habían terminado involucradas en el conflicto. Con el paso del tiempo, y gracias a la ayuda de la terapia continua y de sus amigos y familia, Ken había dejado atrás aquellos pensamientos tanáticos, pero la culpa seguía presente.
Le alegraba, al menos, sentir que ese final ya no era justo para su doble.
Sin duda, Sasaki no se parecía en nada a él. Eran completos opuestos, y aún así, Ken volvía a sentirse reflejado en su interpretación, tal como había sucedido casi medio año atrás, en el Teatro Público de Setagaya. Se podía ver a sí mismo allí, agradeciéndole a su hermano por su cariño y prometiendo que se volverían a ver.
La sobrecarga de emociones logró aturdirlo, pero Ken sintió orgullo de sí mismo al notar cómo pudo contener sus reacciones. Ya luego buscaría una forma de botar esa energía: tal vez escribiendo, o tal vez de otra manera.
La obra llegó a su fin, y el escenario se sumió en penumbras para luego revivir con luces cegadoras que revelaron los saludos del elenco. Entre ellos, Sasaki parecía lucir un poco más que el resto, sin duda emocionado con la oportunidad de interpretar una nueva perspectiva de la novela de uno de sus escritores favoritos. Ken encontró, allí mismo, que podían ser similares, aún a pesar de que la primera impresión de él le había indicado lo contrario.
El público se alzó en aplausos. Ken sonrió al ver que Souji y Sho también habían disfrutado de la función, y se planteó preguntarles al respecto más tarde.
Poco a poco, los espectadores empezaron a vaciar el teatro, y entre el mar de gente, Souji, Sho y Ken se dispusieron a salir como el resto.
“Ken, espera,” le dijo Souji, y jaló a su cuñado y a su esposo fuera de la estampida de gente.
“¿Pasó algo?”
“No, no. Estaba pensando que sería bueno que fueras a felicitar a Sasaki.”
“¿No deberíamos ir todos? Wow, ese hombre no mentía cuando decía que sí sabía actuar,” dijo Sho.
“No. Nosotros fuimos invitados por Ken, y él es su amigo. Tiene sentido que sólo él vaya.”
“…”
Contrario a lo que Souji decía, no tenía sentido, pero Ken suponía que era un intento por parte de su cuñado de motivarlo a ser sociable. Lo normal en situaciones como esa era salir a celebrar, y conociendo a Sasaki, él no querría ir con sus colegas. Souji tenía todo planeado, al parecer.
“Iré, pero no me demoraré mucho.”
“Ah, descuida.” Souji le sonrió. “Demórate cuanto desees. ¿Tal vez Sasaki quiere salir a celebrar? No le puedes negar ese derecho.”
“…Supongo que no.”
“Sí, Ken. Anda, no te preocupes por nosotros,” dijo Sho, ocasionando confusión en su familia. Sin embargo, ninguno se atrevió a cuestionarlo, priorizando el tiempo sobre la extraña bendición de Sho.
“…Okay, cualquier cosa les aviso.”
“Tranquilo, nosotros nos regresamos por nuestra cuenta.” Souji sonrió.
“Los veo más tarde, entonces.”
“Cuídate.”
Souji y Sho se despidieron de él ondeando la mano y comenzaron a caminar hacia la salida junto al resto de espectadores. Ken, por su lado, consultó a uno de los trabajadores del teatro dónde se encontraban los camerinos, para esperar a Sasaki en la puerta.
Cuando llegó a su destino, los nervios lo invadieron de una manera poco característica. No tenía sentido: por más de que Souji había sugerido la idea de salir a celebrar, Ken sólo pensaba felicitarlo y ya. No había razón detrás de las cosquillas en su estómago y las náuseas que lo llegaban a marear.
Por un momento, Ken tuvo la idea de retirarse y mandarle las felicitaciones por mensaje. Algo cobarde, pero muy digno de él: de seguro Sasaki entendería sus motivos y lo perdonaría.
Para su mala suerte, no dio ni dos pasos hacia la salida cuando escuchó una voz que lo llamaba.
“¡Ken-san!”
Ken se detuvo y se giró a encararlo: Sasaki parecía apurado en fugarse de allí, respetando su tradición de aguafiestas. Sin dejarlo musitar palabra alguna, el pelirrojo lo tomó del brazo y lo guió, con la intención de llevarlo por una salida alterna, para evitar el tumulto de espectadores.
Corrió junto a él, sin cuestionarse nada. Por unos instantes, se sintió como un niño en primaria, haciendo travesuras a espaldas de los profesores. Ese había sido más Sho que él, pero Ken se le había unido de vez en cuando.
Sasaki abrió una puerta, esperando que los llevara a un pasillo que daba a la salida, pero terminaron en un salón amplio de ensayo.
“Ah.”
“¿Sasaki-san?”
“C-creo que me perdí,” mencionó, titubeando levemente y girándose hacia él. “Pero está bien, tal vez quería perderme.”
“¿…?”
“Ken.” El mencionado saltó ante la falta de honorífico. “¿Qué tal te pareció… la obra?”
“…Hermosa.” Ken se detuvo un momento para organizar sus pensamientos y, luego, continuó: “Eres sumamente talentoso, y de hecho, quería verte para felicitarte por ello. No pude hablar mucho con mi familia, pero sé que también quedaron encantados con tu trabajo.”
“Me alegra. Le pusimos mucho empeño y estoy contento con lo que salió. Por ahí hay un par de ajustes que hacerle, pero nada muy grave. Algunos de los chicos del elenco querían salir a tomar para celebrar, pero me rehusé. Tengo algo más importante que eso.”
“Ah, entonces… no te quito tiempo.”
Sasaki rio. “Me refería a ti.”
“…Oh.”
“Ken. Lamento ser tan… directo, pero no hay otra forma de decirlo.” Sasaki suspiró. Sus manos tomaron suavemente sus mejillas, y Ken sintió que era una forma de enjaularlo para evitar su escape.
Ken quería huir. Tenerlo tan cerca era una tortura.
Pero eso no era tan terrible como lo que se venía: Sasaki ya había confirmado de seguro que él y Haise eran la misma persona.
Y, tal vez, estaba decepcionado de haber sido engañado por tanto tiempo.
De seguro ya no quería ser su amigo.
“Ken,” repitió, acercándose a él cada vez más. “Me gustas.”
“…”
Ah, era eso.
¿Era… eso?
“Te ves decepcionado,” comentó Sasaki, curioso.
“Pensé que me dirías otra cosa.” Ken desvió la mirada, avergonzado por la confusión y la suposición errada.
Y la confesión, por supuesto.
Para evitar un desastre, Ken le tapó los labios, guardando distancia.
“¿Códfjlmo qusdfklé? ¿Qudfke ejklfresdl Sakldjfs Haijdsklf?”
“¿Ah?”
“…” En un acto sumamente descabellado, Sasaki besó su mano, obligándolo a separarse de él. “¿Que eres Sasaki Haise?”
Su sonrisa sincera descolocó a Ken, quien no pudo atinar a hacer algo más que observarlo.
“…” La mirada de Ken lo delató antes de poder inventarse una farsa. Suponía que sus defensas no podían funcionar correctamente con la tensión que se sentía en el aire.
“Descuida, no te delataste. Ni lo averigüé, aunque tuve la intención. Me di cuenta con los meses.”
“¿Cómo?”
“Kuro… mi personaje. Es una autoficción, ¿no?” Sasaki esbozó una sonrisa calmada.
“…Yo… lo siento, Sasaki-san.”
“Ken—”
Mareos y náuseas lo invadieron, impidiéndole pensar racionalmente. Su cuerpo entro el alerta y lo movió a escapar de la situación y, Ken, acostumbrado a ello, no hizo más que validar la necesidad y hacer caso, huyendo de allí.
Correr en ese estado sólo empeoró su condición, y para cuando encontró la salida alterna del teatro, Ken andaba peleando contra los inicios de un ataque de pánico. Respirar era una tarea demasiado difícil, sus sentidos se habían nublado y sentía que se moría allí mismo. Eran sensaciones conocidas, pero llevaba tiempo sin lidiar con ellas, lo que empeoró su respuesta ante la situación.
Souji y Sho no estaban para ayudarlo. Y acababa de alejarse de la única persona en la que confiaba lo suficiente como para permitirle ver esta parte de él, así que estaba solo.
Sin duda, siempre arruinaba todo.
En medio de la ansiedad y la falta de aire, Ken logró apartarse de las calles y llegar a un callejón donde, a solas, se obligó a calmarse.
Para su suerte, la avenida se vació poco a poco mientras reguló su respiración. Eventualmente, salió en busca de un taxi, y gracias a la falta de transeúntes, no tuvo dificultad en esperar en el paradero. El trayecto de vuelta a su departamento se hizo eterno, pero el alivio que sintió al reconocer la cuadra de su hogar hizo que todo valiera la pena. Por un momento, Ken tuvo el miedo de encontrarse con Sasaki en la puerta, pero al verla vacía, sintió algo de decepción, sorprendiéndose un poco a sí mismo.
“¿Ken?” la voz de Souji lo sacó de sus pensamientos.
Sus movimientos mecánicos lo habían llevado, de alguna manera, a la puerta de su departamento. Tal parecía que el sonido de sus llaves había alarmado a Souji, quien salió del suyo para recibirlo.
“¿Estás bien?”
“…” Ken fingió una sonrisa. “Sí.”
“Ken.” Souji lo tomó de la muñeca. “Ven con nosotros, ¿sí?”
Ken se dejó llevar por su cuñado, quien lo llevó al interior de su departamento.
Ante la visita repentina de su hermano, Sho corrió hacia él, una mezcla de preocupación y enojo en su rostro.
“¿Qué te hizo Shuumei?” preguntó Sho, irritado.
“Él… no hizo nada malo,” comentó Ken, tomando asiento en la mesa de la cocina. Sho lo imitó. Por su lado, Souji empezó a preparar té, mientras conversaban. “Se me confesó.”
“Oh.”
“Ese ‘oh’ no denota sorpresa.” Sho rodó los ojos.
“Bueno, es que para mí no es una sorpresa. Pero, de seguro, para Ken, sí.”
“…Sí.” Ken desvió la mirada, avergonzado. “Nunca he sido muy bueno leyendo a la gente.”
“Al menos eres mejor que Sho. Eso es algo.” Souji sonrió.
“OYE”
“¿Y qué le dijiste?”
“Nada. Nunca pensé en esa posibilidad… y lo que dijo después me impidió pensar correctamente.”
“¿Qué dijo?” Sho arqueó una ceja.
“Que sabía que yo soy Sasaki Haise.”
“Oh.”
“SOUJI”
“Bueno, no es información nueva para mí, no puedo evitarlo.” Souji suspiró.
“¿Soy muy obvio?” dijo Ken, temor visible en su rostro. “No quiero que se enteren de que soy Haise. Siempre he tenido mucho cuidado con eso porque no quiero causarles problemas a ustedes…”
“Descuida, siempre has sido muy precavido con eso. El tema aquí es que Sasaki es distinto. Él hizo la conexión por su cuenta. Debo suponer que mucho de ti mismo está impregnado en tus historias. Es inevitable que todo lo que creamos sea, hasta cierto punto, autobiográfico, aunque no sea una acción consciente.”
“Sí. Justo quiso explicarme algo de eso, pero huí. Y de ahí me dio un ataque de pánico y bueno, estoy aquí.”
“…Ken, debiste empezar por eso.” Sho se mostró preocupado. “¿Estás bien? Tal vez debiste irte a descansar.”
“No, tranquilo.” Ken sonrió. “Quería conversar con ustedes. Si me quedaba solo, me hubiese puesto peor.”
“Me alegra que hayas aceptado venir, entonces.” Souji sonrió.
“No te sobreesfuerces,” le pidió Sho.
“Sí, no se preocupen.” Ken asintió. “Si me siento mal, les aviso.”
“…Okay.” Sho no se veía tan convencido de sus palabras, pero el pelirrojo optó por retomar el tema. “¿Y? ¿Rechazaste a Shuumei?”
“Si no te gusta, no tienes que sentirte obligado a corresponderle. Siento que serías tan amable de decir que es mutuo para no herir los sentimientos de la otra persona.”
“Y eso te haría mucho daño, también.”
“No sé… qué siento, exactamente,” admitió Ken, confundido.
“¿Cómo así?”
“Me siento muy cómodo a su lado, pero nunca lo pensé como algo romántico porque seamos sinceros, eso nunca me va a pasar.” Ken sonrió, apenado.
“Haha, me divierte la convicción con la que lo dices, tomando en cuenta que ya te está pasando,” dijo Souji, mientras servía el té en el counter de la cocina.
“N-no. Aún no he dicho nada.”
“¿Y qué piensas decir?” Sho lo observó, curioso.
“No sé.”
“Mm…” Souji se giró hacia ellos, llevando primero la taza de Ken.
“Gracias.”
“Creo que la mejor forma de darse cuenta es preguntarse cómo te sentirías si otra persona estuviese con él. ¿Te darían celos? ¿O te daría igual?” Souji le dio su taza a Sho y, con la suya, tomó asiento en la mesa.
“Piensa en esa cercanía que tienen. No tiene que ser romántico, siquiera,” comentó Sho.
“Así fue que Sho se dio cuenta.”
“…” Sho desvió la mirada, avergonzado. “Supongo.”
“Y para alguien que nunca ha sentido algo así… es difícil darse cuenta.”
“No me sentiría cómodo con ello,” dijo Ken, tapándose parte de la cara con la taza. “Con… que fuera así de cercano con alguien más.”
“Hehe.” Souji rio. “Lo sabía.”
“…” Sho rodó los ojos.
“Eso no significa que tienes que estar con él inmediatamente. Puedes pedirle tiempo para aclarar cómo te sientes.”
“Sí, eso me preocupa… pero más me angustia que su interés sea sólo porque soy Sasaki Haise. Y que se lleve una tremenda decepción cuando note que soy muy aburrido.”
“Lo entendería si hubiese demostrado interés en ti desde que hizo la conexión. Pero… él no sabía nada cuando te habló esa vez que se reencontraron, ¿no?” comentó Souji.
“…Es cierto.”
“Y esa conexión no pudo haberse dado de inmediato. Poco a poco te ha ido conociendo, y poco a poco ha ido asociándote a las novelas que leyó de Sasaki Haise.”
“Shuumei es un tarado. Si te dijo que no se acordaba de ti de la universidad, es porque era cierto. Así que si te habló, fue por un impulso propio y no por una influencia externa.”
“Igual, valido que tengas dudas al respecto. Aún así, si tanto te agobia, podrías conversarlo con él. Mañana, por supuesto. Creo que ya es tarde para eso y debes andar agotado, peor aún luego de tu ataque y todo.”
“Me siento bien, en serio.” Ken sonrió. “Pero sí, le hablaré mañana. Ya lo incomodé suficiente hoy.”
“No hay apuro,” dijo Souji. “Así que tranquilo.”
“…Ahora. ¿Podemos hablar de la obra?” dijo Sho, entusiasmado. “Porque wow, no pensé que sería tan excelente.”
“Yo tampoco lo imaginé, me encantó la adaptación,” dijo Ken, emocionado.
El resto de la noche se pasó tranquilamente y, por unas horas, Ken pudo olvidarse de la ansiedad en su pecho. Sin embargo, una vez a solas en su departamento, la sensación regresó, y Ken intentó distraerse de mil maneras… pero todas fueron en vano. Seguía dándole vueltas a lo que había ocurrido en el teatro.
A Sasaki, confesándole lo que sentía. A su reacción, de priorizar su identidad sobre los sentimientos de su amigo.
Ken era un completo estúpido, sin duda alguna.
Una mirada rápida en dirección al reloj le indicó que era demasiado tarde para volver a salir, pero no le dio importancia. Cogió sus llaves y su celular, y luego de apagar las luces de su departamento, Ken salió en busca de un taxi, camino al de Sasaki.
El sonido del timbre, a tales horas, era un extraño acontecimiento.
Sasaki tenía pocos amigos que se sintieran en la confianza de visitarlo a tales horas, por no decir que sus únicos dos amigos eran los únicos capaces de hacer semejante atrocidad. Era demasiado tarde para recibir a alguien, y aunque la tentación de irse a dormir e ignorar el timbre era muy grande, su curiosidad le ganó, llevándolo a revisar la pantalla del intercomunicador.
La persona que vio en su puerta lo dejó atónito.
Sasaki corrió a la puerta, esquivando mueblería y adornos en el proceso. La abrió, sin entender lo que sucedía, pero con ganas de buscar respuestas.
Aún en la poca iluminación del pasillo, Sasaki pudo notar el sonrojo en las mejillas de Ken y su expresión decidida.
“¿Ken-san?” Sasaki lo observó, confundido. “¿Qué haces aquí? Son las—”
Ken no le dejó revisar su reloj. Lo tomó del polo, y luego de empinarse para alcanzar su altura, juntó sus labios con los suyos en un beso rápido y brusco.
“…Buenas noches,” dijo, al separarse de él.
Sasaki demoró en reaccionar, su confusión nublando cada pensamiento cuerdo que amenazaba con surgir en su mente. La falta de respuesta motivó a Ken a girarse para hacerse caso a sí mismo, pero Sasaki fue más rápido y lo retuvo al abrazarlo por detrás.
“No puedes besarme e irte así no más,” le susurró Sasaki en el oído.
“…S-sólo quería… enmendar lo de hace un rato. No debí dejarte.”
“¿Con un beso?” Sasaki rio suavemente, mientras lo obligaba a girarse. “Vaya manera de subir los ánimos de tu amigo.”
“No… sé si somos amigos.”
“Pensé que no te gustaba… Estoy confundido.”
“Somos dos.” Ken sonrió, apenado. “Disculpa por venir tan tarde.”
“¿Te vas?”
“…” Dudó, pero eventualmente, negó con la cabeza. “No, creo que tenemos que hablar.”
“Me alegra. Ya pensaba que habías cruzado toda la ciudad para besarme y eso me estaba emocionando más de lo que debía.”
“¡Sasaki-san!” le reclamó, avergonzado.
“¡No es lo que piensas!” se defendió Sasaki, soltándolo para taparse la cara. “¿Podemos… conversar adentro, mejor?”
“S-sí…”
Ingresaron juntos al apartamento, Sasaki cerrando la puerta detrás de los dos.
Si mal no recordaba, Ken lo había visitado sólo un par de veces en el medio año que llevaban siendo amigos, detalle que explicaba la incomodidad notoria en el rostro del peligris. Sin embargo, Sasaki apreció que, pese a todo, Ken hubiese optado por quedarse. Estaba tan acostumbrado a huir que la situación definitivamente era un reto para él.
Tomaron asiento en el mismo sofá, guardando una distancia considerable entre ambos. Sasaki pensó en respetarla, pero se levantó y se acomodó hasta quedar al lado de Ken, aún a pesar de sentir el pequeño salto del susto que dio su amigo.
“Lamento no haberte dicho lo de Haise antes.”
“Descuida, sé que tenías tus propias razones. Tal vez… sentiste que eso cambiaría las cosas entre nosotros.”
“Ese era mi mayor temor. Y es, también, el motivo principal de mis dudas. Siento que te estás dejando llevar por eso…”
“Haha, qué gracioso eres.” Sasaki rio. “Osea que piensas que me enamoré de ti porque eres el escritor famoso, Haise.”
“…S-sí.”
“¿Por qué no podría enamorarme de Ken Kaneki?”
“Soy aburrido. No tengo nada interesante que ofrecerte.”
“¿Por qué crees que te hablé esa noche, entonces?”
“Porque… no sé.” Ken no se atrevió a encararlo. “Tal vez te di pena.”
“Recuerdo habértelo dicho hace un tiempo, y sé que no cambia mucho que lo repita, pero nunca me has dado pena. Ese día me acerqué a ti porque te veías divertido. Y me lo confirmaste en segundos.”
“¿Con?”
“Con tu mirada atenta y tus respuestas controladas. Esperé que te enojaras, pero ese enojo nunca se filtró en tu tono de voz. No me habría acercado de haber sido otra persona. Me acerqué porque eras tú quien me interesaba. Y me diste confianza.”
“…”
“No voy a negar que sospeché lo de Haise ese mismo día que nos encontramos en el café. Tuve la sensación de que tú y él eran la misma persona. Pero releer la novela y comentarla con el guionista fue lo que me convenció por completo.”
“¿Quién fue el de la idea de cambiar el punto de vista?”
“Nació de mí. Fue todo un reto cambiar el guión y el casting, pero me alegra haberme arriesgado. Siento que así tiene más sentido.”
“Pues sí, me gustó mucho la adaptación.”
“Para que veas.” Sasaki le sonrió. “Si puedes ser protagonista. Tu hermano no es el único que debe llevarse los créditos de eso.”
“Suenas… enterado de cosas que no hemos conversado aún.”
“Tengo amigos de Rizembool. Cuando comenté que habíamos empezado a salir, tu nombre les llamó la atención.”
“Y te contaron…”
“…Sí.” Al sentirlo algo tenso, Sasaki lo tomó de la mano y entrelazó los dedos de ambos, acariciando sus nudillos. “Tranquilo, no me dijeron mucho. Y tampoco pedí que me hablaran más del tema. Sé que es algo delicado para ti y no tienes que contarme si no deseas.”
“Gracias.” Ken se giró hacia él. “No es nada agradable y no me gustaría que eso cambie tu percepción de mí.”
“No creo que eso suceda,” le aseguró. “Pero respeto tu decisión.”
“Dame tiempo,” rogó Ken.
“Okay.”
“También… para lo otro.”
“¿Para?” Sasaki ladeó la cabeza, confundido.
“Para lo que me dijiste.”
“Ah. ¿Que me gustas?”
“…” Ken se escondió detrás de su flequillo. “S-sí.”
“Por supuesto.”
“…Siento que aún no estoy listo para una relación, pero no puedo negar que me atraes. ¡N-no sólo por tu faceta de actor o tu atractivo físico! Sino también por cómo eres.”
“Haha, qué lindo eres.” Sasaki rio. “Lo sé, te atrae todo de mí, entonces.”
“SASAKI-SAN”
“Es la verdad, ¿no?”
“…” Ken retiró su mano para taparse la cara, avergonzado y rojo a más no poder. “Sí.”
“Ken,” lo llamó suavemente.
Su nombre fue la única advertencia que le dio: de un momento a otro, Sasaki apartó sus manos de su rostro para tomarlo de las mejillas y rozar sus labios con los suyos. El contacto fue efímero, cuidadoso y suave, como si Ken fuese algo frágil y valioso a los ojos del otro.
“…Lo siento,” se disculpó Sasaki, aún cuando su rostro contradecía sus palabras. “Sí quiero respetar el tiempo que me pidas, pero también te pido que seas paciente conmigo.”
“¿Por qué?” Ken parecía distraído con las manos que acariciaban su rostro.
“Porque no puedo evitar ser cariñoso con la persona que me gusta.” Algo en su voz y su mirada se oscureció, y por un instante, Ken se sintió como presa a punto de ser cazada. “Tenerte tan cerca es… tentador.”
“Sasaki…”
“¡Me llamaste sin honoríficos!” Sasaki saltó de la emoción. Su expresión se iluminó y dio un giro de 180 grados. “Haha, gracias~”
“Llevas un tiempo haciendo lo mismo conmigo…” Ken desvió la mirada, avergonzado.
“Y no me has dicho nada, así que supongo que está bien.”
“Mm.” Ken se levantó de golpe, sorprendiendo a su amigo. “…Bueno, creo que ahora sí debo irme.”
“¿Tan rápido?”
“Es tarde… y no quiero incomodarte más.”
“Ken.” Sasaki se llevó una mano a la frente, indignado. “No incomodas a nadie. Dios, ¿acabo de besarte y aún sientes que me incomodas?”
“…” El rostro de Ken se ruborizó en tiempo récord. “Pero es tarde—”
“Quédate un rato más,” le pidió, tomándolo de la mano. “Prometo no hacer nada que no quieras. Sólo podemos conversar y ya.”
“…”
Ken volvió a tomar asiento a su lado y, en un acto de valentía, reposó su cabeza en el brazo de Sasaki.
“…Está bien.”
“¡Grac—!”
“A cambio de algo.”
“¿Qué cosa?”
“¿Te parece… si vamos juntos a la celebración de cierre de temporada?”
“Pensé que no te gustaban ese tipo de reuniones.” Sasaki lo observó, confundido.
“No me gustan. Pero mereces que celebren tus logros. Siento que evades esas reuniones justo para que nadie te rinda flores.”
“Mm… Eso me suena conocido.”
“Es cierto, no eres el único que no puede con tanto halago.” Ken bufó. “¿…Entonces?”
Sasaki asintió, con una sonrisa deslumbrante en su rostro.
“Okay, iré. Si estás ahí, será divertido.”