Author Topic: Pomegaverso (Como el omegaverso pero mejor)  (Read 2403 times)


Shruikan

Pomegaverso (Como el omegaverso pero mejor)
« Topic Start: February 28, 2021, 06:06:15 PM »
    [Lo dejo en guarro para poner bonito más tarde, espero]

    PREMISA RESUMEN: varios pjs se convierten en pomeranias (o lo que sea, yo hago lo que quiero). Solo vuelven a la normalidad cuando los acicalan y los miman. AU pseudo moderno en el que todo es lo mismo pero no. Por el momento es solo Tolkienverso pero a lo mejor me da por añadir más, quien sabe. 


    PJS:

    • Mairon:
    Pomerania. El perro de Frodo. Muy dominante y territorial. Le gusta morder tobillos.
    • Melkor:
    Mezcla de Terranova y Mastín tibetano. Más que perro es un gato. El verdadero rey del barrio. Le gusta dormir peligrosamente cerca de la chimenea.
    • Curumo:
    Pomerania. El perro de Fëanor. Era uno de los señores del barrio hasta que llegó el otro par. Ahora esta en medio de una guerra de poderes perruna sin saber muy bien por que bando apostar. [/list]

    • Frodo y Sam:
    Los dueños de Mairon y Melkor. Gente educada y muy amable. Nadie tiene claro si son pareja o no.
    • Fëanor:
    Reconocido inventor de mal caracter, padre de muchos hijos y esposo así regular.
    • Mahedros:
    Futura víctima.
    « Last Edit: February 28, 2021, 06:07:52 PM by Shruikan »
    "Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

    "when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


    Shruikan

    Re: Pomegaverso (Como el omegaverso pero mejor)
    « Reply #1: February 28, 2021, 06:10:17 PM »
    Primer incidente: "No te metas con el perro del vecino"



    Fëanor tenía un problema muy grande a día de hoy, y es que había demasiada gente en su casa.

    No es que hubiera menos gente los otros días, y en general no le importaba tener a los niños (y no tan niños) correteando y gritándose por el pasillo. Pero cuando tenía que trabajar? Era un problema.

    Especialmente porque Fëanor requería absoluta concentración, y en esa casa de locos era imposible concentrarse la mayor parte del tiempo. Algunos de sus hijos ya habían aprendido la lección. Nelyo, Turcafinwë y Kurvo a penas pasaban tiempo en casa, algo que, a opinión de Fëanor, también deberían empezar a hacer Kanafinwë y Morifinwë en vez de discutirse por sus horrendos gustos musicales.

    Enfadarse con los niños porque no paraban de molestar cuando estaba en su taller, tenía un pase. Pero cuando tenía que discutirse con Nerdanel, ahí empezaban los problemas.

    El problema de trabajar los dos desde casa y tener solo un taller era que compartían el mismo espacio. Por lo general se las arreglaban poniéndose horarios para cada uno, aunque a veces lo compartían por el simple hecho de pasar más tiempo juntos. Era como volver al pasado, cuando se conocieron, y resultaba refrescante. Incluso excitante alguna vez.

    Pero cuando compartirlo se convertía en una obligación porque los dos tenían algún proyecto que terminar. Fëanor reconocía que quizás no era el mejor lidiando con el estrés, y que muchas veces la gente a su alrededor lo terminaba pagando. Cuando solo era Fingolfo no le había importado mucho, pero Nerdanel no era tan mojigata como su indeseable hermanastro.

    Y así había terminado, "castigado" a dar una vuelta para refrescarse. Curumo, su perro, era el único que había salido ganando con el asunto, y trotaba feliz unos pasos por delante en ese improvisado paseo.

    Fëanor le seguía, echándole la pelota y refunfuñando de vez en cuando. Su barrio era bastante tranquilo y con poco tráfico salvo por algún que otro niño desmadrado con la bici, así que por lo general no había problema con dejar el perro suelto. Por lo general.

    En un momento que Fëanor lanzó la pelota, está fue a chocar contra la verja de uno de sus vecinos hobbits. Les conocía de vista, el señor Bolsón y su compañero, gente no del todo desagradable, lo cual era todo un halago viniendo de él.

    El único problema es que tenían los peores perros del barrio.

    Cuando Curumo se acercó a la verja para recoger la pelota recibió un ladrido potente y grave del otro lado que le hizo pegar un bote y le erizó todo el pelo castaño. Dio un par de ladridos por su parte, débiles y ridículos en comparación, y fue a refugiarse entre las piernas de su amo.

    –Ya estamos otra vez… –Fëanor suspiró y se acercó a la verja, agachándose para recoger la pelota. Dos ojos azules le siguieron con atención por detrás de una espesa melena oscura.

    En Bolsón Cerrado había dos perros. Uno era un pomerania color canela, malcarado y faldero, que había mordido los tobillos de al menos la mitad de los residentes. Muchos de los otros perros pequeños del barrio le tenían pavor, incluyendo a Curumo, que tras un primer encontronazo había aprendido a cruzar la acera cada vez que se encontraban. El perrucho del señor Bolsón había instado un reinado del terror y se paseaba como si fuera el dueño del barrio.

    O al menos en apariencia. Porque cuando las cosas se torcían para él, entonces estaba el otro.

    Fëanor no sabía decir a cuál de los hobbits se le había ocurrido la pésima idea de adoptar un perro que a penas pasaba por la puerta y que en la cruz era tan alto como ellos. Incluso Fëanor se sentía un poco intimidado cuando veía a Sam pasear el enorme Terranova. A menudo se lo veía tumbado en la entrada, tomando el sol con un ojo abierto viendo pasar a la gente.

    Por lo general no era un perro que ladrase mucho, pero tampoco era que le hiciese falta falta. Siendo el animal más grande del barrio, ninguno de los otros (ni siquiera sus dueños) se atrevía a plantarle cara. Solo la amenaza velada de lo que era capaz de hacer con esos dientes mantenía alejado a cualquiera. Y de alguna manera el perro lo sabía, se le notaba en el aire petulante con el que iba a todas partes. Quizás eso era lo que más molestaba a Fëanor.

    –¿Qué? ¿Qué te pasa?–le dijo al animal, de mala gana.  –¿Quieres esto?  –Sacudió la pelota, a lo que el perro respondió con un alegre ladrido.

    Lo cierto es que era una pelota bonita. La había hecho Fëanor mismo mientras experimentaba con varios polímeros. Tenía un aspecto medio translúcido, absorbiendo la luz al mismo tiempo que la reflejaba en un abanico luminoso e irisado. Había terminado siendo la pelota favorita de Curumo; incluso a los gemelos les gustaba jugar con ella.

    Movió la mano de un lado al otro y el hocico negro del animal siguió el gesto, completamente ensimismado. Luego se levantó, y el enorme perro se apoyó en la verja, levantándose sobre las patas traseras. Casi era tan alto como él.

    –La quieres, ¿eh? Quieres la pelota. –El animal respondió con un ladrido pequeño, sacando la lengua y moviendo la cola alegremente. Curumo gruñó en protesta, entre las piernas de Fëanor. Él sonrió de forma taimada.

    –¡Pues ve a buscarla!

    Lanzó la pelota y el perro se giró corriendo por el césped del patio y luego hacia el pequeño huerto sin reparo alguno, pero cuando estaba metido en medio de las tomateras, se detuvo. Ahí no había ninguna pelota. No había habido ninguna pelota. Se dio la vuelta y ahí estaba Fëanor, sonriente, haciendo rodar la pelota que en ningún momento había abandonado su mano.

    –Ja ja, perro tonto. –El animal gruñó y volvió corriendo a la verja, enseñándole los dientes. Parecía que la broma no le había gustado, pero Fëanor no se dejó intimidar –. Al igual te doy nada. Suerte tienes de tener los dueños que tienes porque en la perrera te mereces estar, bicho raro.

    Y ahí se alejó, con Curumo tras él y los ladridos del perrazo negro acompañándole un buen trecho. Por primera vez ese día, se sintió satisfecho de haberse probado el más listo contra alguien.

    Lo que Fëanor debería haber tenido en cuenta es que por muy perro que fuera, Melkor era, y siempre sería, muy, muy rencoroso.
    "Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

    "when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"