Amo a Lu Guang y Cheng Xiaoshi ;;
Al final de esta línea, ¿te quedarás conmigo?La habitación se ve más solitaria que nunca, impregnada de recuerdos que lo hunden más en el vacío que siente. Cada rincón lleno de voces e imágenes de Cheng Xiaoshi; las sonrisas de él, los gestos ridículos, las peleas fingidas, las comidas compartidas y cada momento que juntos habían pasado en el estudio de fotografía.
Apretó la mandíbula con fuerza.
Cada parte de su alma rota, cada línea paralela dónde lo vio partir lo han hundido hasta el fondo.
Lu Guang viviendo siempre en el pasado, aferrándose a un futuro dónde no puede salvarlo. Quiere arrancarlo, deshacerse de todo lo que le hará daño a Cheng Xiaoshi en el futuro que no quiere que conozca. Siempre atrapado en mentiras, conociendo todo y dejando que el destino siga su curso sin poder detener el rojo que se extiende frente a ellos.
¿Todo se desmoronará?
Las manecillas del reloj marcan las nueve una vez más.
— Lu Guang, vamos a cenar —el chico de cabellos negros lo mostró dos recipientes de sopas instantáneas. La sonrisa tonta en el rostro de Cheng Xiaoshi le sacó una pequeña mueca al albino.
¿Cuántas veces había visto esta escena? Su amigo agitando las sopas, mientras la tetera eléctrica suena en la cocina, el chico empezó a acercarse y a moverse alrededor de él.
—Apúrate o me comeré todo —corrió de regreso hacia la cocina, aún moviendo la cena con fuerza, probablemente rompiendo todos los fideos.
Lu Guang suspiró con una sonrisa y empezó a seguirlo con pasos lentos. Una rutina silenciosa, seguirlo y protegerlo, porque para eso había regresado una y otra vez, se había sumergido en cada foto para volver a verlo.
Destrozado, roto, con el alma partida, rebobinando una y otra vez
—No te comas mi porción, imbécil.
Cuando vio la espalda ancha de su mejor amigo corriendo a velocidad hacia otra sala, una pequeña mueca se formó en la perpetua línea que solían ser sus labios y empezó a dirigirse lentamente a la cocina.
Pasando el umbral de la puerta lo vio, la razón por la quiere salvarlo por qué no le importa si él da su vida a cambio de la de Cheng Xiaoshi; el pasado no se puede cambiar, él lo sabe mejor que nadie, que los nodos son puntos de inflexión difíciles de modificar y cada vez logra evitarlo las cosas se van un poco más al carajo.
—Ya les puse agua —le sonrió con gentileza, la expresión de un niño al que quería cuidar por siempre, no importa si eso significa vivir en el pasado—. Cinco minutos y comeremos, Lu Guang.
—Vale —se sentó en una de las sillas en la isla de la cocina y su compañero le trajo los palillos.
¿Evitará que conozca el futuro que tantas veces a visto? ¿Se quedará con él al final de la línea?
—Pareces desanimado —se acercó un poco más al albino e intentó darle un golpecito en la cabeza con los palillos, cosa que el otro detuvo con sus dedos sin levantar la vista.
Rebobinar, retroceder, volver atrás una, otra y otra vez.
—Otro ataque —con la mano libre esta vez la dirigió a la mejilla de Lu Guang.
—Idiota —la detuvo, aún con los ojos cerrados—. Te conozco.
Abrió sus ojos azules y lo contempló unos instantes.
—¡Qué injusto! —le devolvió la mirada con una inmaculada sonrisa—. Después juguemos algún juego de pelea.
—Por supuesto que no—soltó ambas manos del pelinegro y llevó una a su mejilla, apoyando el codo en la mesa—, mejor fíjate si ya está el ramen.
Desea poder decirle la verdad, pero siente que la voz se pierde en el tiempo. No puede salvarlo.
Cheng Xiaoshi fue a ver los dos cuencos de ramen tapados y abrió ligeramente uno, el vapor cálido subió como columna y con ello un aroma a especies que inundó la cocina, ambos amaban esa marca de sopas.
—Ya está Lu Guang —tomó con cada mano una y la llevó a la isla, colocando ambas frente a su compañero.
—Gracias —tomó uno de los rámenes y lo abrió, dejando que el vaho salga del recipiente y luego comenzó a comer con los palillos. Con tranquilidad, llevando los fideos a su boca con tanta elegancia y teniendo cuidado de que todo sucediera como lo recordaba.
Lu Guang, alguien destinado a vivir en el pasado. Repetir una y otra vez cada acción, sin cambio y aprendiendo que cada cosa que cambia en el pasado empeora el final que quiere evitar. Un destino decidido del que quiere escapar, un destino hilado ya del cual solo puede teñirse de rojo.
Perdido en el tiempo.
Perdido en la premura.
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