Fíli x Anir
Blind Date
—¡Pero Kíli!
—Ni peros ni peras, te vas a vestir y vas a ir a esa cita. —frunció el ceño Kíli, con las manos en la cintura.
Justo así se parecía mucho a su madre, y a Fíli le dio un poquito de respeto. Al final acabó por suspirar y siguió el dedo de su hermano, que señalaba el baño, para empezar a arreglarse.
—Esto es una mala idea —hizo saber Fíli su opinión, arrastrando los pies mientras se frotaba la barba con una mano, necesitaba arreglársela—, y lo sabes.
—No, no lo es —replicó Kíli, poniendo las manos en la espalda de su hermano para obligarle a caminar más rápido—. Verás como no.
Fíli miró hacia atrás y pudo entrever la sonrisa brillante de Kíli.
—¿Hay algo que sepas que no me estes diciendo?
—Nop —canturreó el castaño antes de darle un último empujón hacia el baño y gritar antes de cerrar la puerta—. ¡Y lávate todo bien! ¡Todo!
—¡Kíli!
————
—¡No voy a ir!
—Sí vas a ir y te vas a poner bien bonita. —espetó Airín, inclinándose hacia la chica en la cama.
—Que no quiero… —se quejó Anir, rodando hacia la pared antes de que su amiga le agarrase del hombro para girarla hacia el borde del colchón—. No puedes obligarme.
Airín entrecerró los ojos antes de sonreír, tan despacio que a Anir le dio un poquito de miedo.
—Te dejaré mi vestido verde. —ofreció la pelirroja.
Anir se incorporó un poco, atenta.
—¿El de cuadros negros?
—Ese mismo —confirmó Airín.
Anir se mordió el labio inferior antes de sentarse en la cama.
—¿Y la bufanda esa tan suave? —tanteó.
—La que te va a juego con la boina, sí.
Anir se dejó caer de nuevo en la cama.
—¡Estás haciendo trampa! —se quejó mientras pataleaba.
—¿Y funciona? —preguntó Airín antes de que las dos cayeran en el silencio.
Al final Anir se quejó un poco más, Airín se rió, pero media hora después estaba ayudándole a hacerse el pelo antes de que ella se maquillara.
————
Fíli no sabía cómo definir el hecho de tener una cita a ciegas el día de San Valentín. ¿Era triste, especial, desesperado, diferente?
Lo que tenía claro es que al menos así se quitaría a su hermano de encima durante unas semanas. Y es que en su búsqueda del éxito amoroso, Fíli llevaba unos años más bien infructuosos. Y Kíli necesitaba hacer algo al respecto.
Si es que el chico no podía no enredar…
Fíli suspiró, mirando las decoraciones del restaurante con curiosidad. El sitio era bonito, la cena se la pagaba su hermano y el ambiente era romántico pero no demasiado recargado.
Alguna decoración que recordaba el día aquí y allá, música ambiental en directo y una carta especial por el día de los enamorados.
Fíli suspiró otra vez, frotándose la frente con una mano mientras cerraba los ojos. Y entonces la escuchó.
—¿Fíli? —preguntó una voz femenina desde la entrada.
La chica habló con el metre y se acercó a su mesa a saludar.
—Anir… —murmuró Fíli al reconocerla.
Él se levantó, agarrándose la corbata cuando vio que colgaba sobre la mesa mientras se levantaba. Anir le sonrió, dándole un breve abrazo antes de dejarle un beso en la mejilla, que Fíli respondió con una sonrisa.
Hacía tiempo que no la veía. Años. Desde que terminaron el instituto y con ello su relación, aunque nunca se habían llevado mal, ni después de dejar de ser novios.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Fíli, agarrando todavía uno de los codos de Anir— Quiero decir, en la ciudad.
Anir se rió un poco, y se apartó un mechón detrás de la oreja. Había vuelto a dejarse el pelo largo.
—Me trasladé aquí hace unos meses, yo creía que habías vuelto al pueblo.
—No, no… todavía no. —negó Fíli, soltando por fin el codo de Anir y ladeando la cabeza mientras le echaba una ojeada sutil.
Anir estaba haciendo exactamente lo mismo.
—¡Que raro verte con traje! —apuntó— ¿Qué haces vestido así?
—A veras… —Fíli se rascó un poco el cuello, mirando hacia la mesa.
Y cuando Anir siguió su mirada vio que estaba preparada para dos. El corazón le latió un poco más rápido, sintiendo una ansiedad que había estado empezando a bullir en su interior desde el momento en el que había reconocido a su ex.
—Ah, que tonta… —musitó y agregó un poco más alto—: En un día como hoy, no ibas a pasarlo solo. Ja, ja…
Esta vez su risa sonó un poco forzada y miró alrededor en busca de una salida. Y como por arte de magia allí estaba, el metre empezaba a acercarse.
Anir supuso que le llevaría hasta su mesa.
—¡La verdad! —dijo un poco alto, llamando la atención de Anir de nuevo hacia él— Es que… no sé a quien estoy esperando.
—¿Eh? —preguntó Anir.
—Verás, mi hermano…
El metre llegó hasta a ellos y Anir se giró a mirarle, levantando una mano para ponerla sobre uno de los brazos de Fíli, callándole inmediatamente con el toque suave.
Y el metre apartó la silla sin usar.
—Señorita —dijo él—. Señor, ¿todo bien?
Los dos se quedaron callados y después de mirarse con incertidumbre, miraron al jefe de sala.
—Ah, ¿mi reserva? —preguntó Anir, aún sin moverse.
—Es aquí.
Después de unos segundos de tensión, Anir carraspeó, levantando la barbilla.
—Sí, claro. —dijo antes de sentarse con toda la dignidad que pudo reunir.
El metre volvió a su puesto y un camarero se presentó y les tomó nota de la bebida antes de traerles la carta.
Anir se escondió tras la suya. Y Fíli terminó por darle una patadita por debajo de la mesa. Cuando Anir se asomó, Fíli levantó una ceja, sonriendo.
—Creo que tenemos mucho de qué hablar. Por ejemplo de cómo hemos acabado aquí esta noche.
—Sí, supongo que sí.
Y bajó el menú, dejando ver su sonrisita apretada antes de devolverle la patadita.
Anir no sabía cómo definir tener una cita a ciegas el día de San Valentín. Pero por lo menos podía decir que de momento era interesante.