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2k19 #prompts4everyone ❤ v 3.0 (#post_prompts2019-1) - Compilation vol. 1 - | 2k19 #prompts4everyone ❤ v 3.0 (#post_prompts2019-2) - Compilation vol. 2 - |
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#promptactivity 2020 - ❤ (#post_prompts2020) - The Compilation - |
Disclaimer: El 90% del tema es una oda indulgente a la decadencia del OC/self-insert. Por la ciencia o por las jajas.
Cada mensaje puede estar editado 50340998 veces, mil años después de postearlo, por cambios de formato, actualizaciones de urls de avatar, correciones de dislexia extrema o cambio de dirección del viento ... ^^;;
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Drive 'round- katu baten hodeiak ikusten -Cloud | x | Anir | + | Cid |
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—Oh venga ya. —murmuró entre dientes el joven cuando dobló la esquina del taller.
Sus ojos se encontraron de frente con una escena que no podía ser más cliché. Una chica (al menos físicamente, como cualquiera hubiera podido observar sin ningún tipo de impedimento que supusiera margen de duda) estaba inclinada, o más bien metida dentro del capó de una camioneta pick-up que había visto días mejores. Muchos días, a juzgar por su pintura pelada llena de rascones oxidados. La chica, o lo que podía ver de ella, llevaba unos pantalones de tela vaquera tan mínimos que a lo mejor no merecían llamarse así, no era como si contribuyesen a cubrir demasiado aquel trasero apetecible y respingón. Tenían una mancha de grasa oscura con la forma excepcionalmente distinguible de una mano en un lado, y en el otro, un pañuelo sucio colgaba más que asomaba del bolsillo.
—Hmmhmmm... oh, estabas aquí!
Cloud no pudo evitar ladear ligeramente la cabeza cuando la chica, de quien hasta entonces no se había dado cuenta que estaba subida a un neumático, se estiró un poquito más hacia el interior de la máquina moviendo la cadera y poniéndose de puntillas sobre el caucho. Doblando la pierna que menos apoyaba, sacó un brazo grasiento hasta el codo y culebreó por encima del parachoques buscando desesperadamente la forma de alcanzar el calcetín que se le escurría por debajo de la rodilla, sin caerse de lado. Tras varios intentos en los que sólo consiguió mancharse la pierna de grasa, lo dejó por imposible con una maldición, y el calcetín se escurrió inexorablemente hasta el borde de la zapatilla, haciéndose un charco de punto arrugado sobre la lona.
Empezando a notar calor subiéndole por el cuello, Cloud se aflojó un poco la cremallera de la chaqueta. Era todo tan… Podrían haberlo sacado del principio de una de aquellas películas de su compañero de piso. Sólo hacía falta que la chica se diera la vuelta y llevase una de esas minúsculas camisetas de tirantes rasgadas.
Ridículo.
Resolvió seguir su camino en busca del dueño del taller para terminar su trabajo por hoy, y continuar con algunos otros asuntos menos urgentes, y dejar de mirar aquellas nalgas redondas y firmes antes de buscarse un problema.
Tomó aire y carraspeó. Y entonces pasaron dos cosas al mismo tiempo.
El dueño del taller salió a zancadas largas de su oficina dando tal portazo que la puerta se cerró y volvió a abrir de la fuerza, y la chica se incorporó de golpe dentro del capó, pegándose con la cabeza en la chapa levantada de la camioneta.
—¡Strife! ¡Llegas tarde! ¿Te piensas que tengo to’l puto día pa’sperarte o qué? —ladró el hombre con un cigarro sin encender apretado entre sus colmillos.
Sin mediar palabra el joven señaló el reloj en la pared, que marcaba la hora y media, con una ceja arqueada.
—Cagüen la puta, otra vez llevo la hora en la oficina adelantada. —masculló frotándose una mano por la frente. Se giró a mirar a la chica, que también se sobaba la cabeza con cara de indignación.— Anir, ¿qué t’he dicho mil veces? Quítate los putos cascos pa’trabajar joder, que algún día tendremos una desgracia y la sangre no se quita fácil.
La chica, que afortunadamente para los anteriores temores de Cloud llevaba una camiseta normal, le dirigió una mirada cargada de un odio tan potente que habría fundido a cualquier ser de menor calibre. Pero el hombre sólo apunto un dedo hacia la oficina.
—Ponte hielo en eso.
Anir se estiró de los bordes del pantalón hacia abajo, devolviéndole la apariencia de corto pero respetable que perdía en cuanto se inclinaba y se subió el calcetín insumiso hasta el muslo con saña. Dejó la bujía que había pescado sobre la bandeja metálica de una caja de herramientas, y con un movimiento que habría llenado de envidia a muchas mujeres se echó las largas coletas de pelo dorado encendido hacia atrás, haciendo que cayeran por su espalda de forma sugerente.
—Hasta luego guapo. —sonrió moviendo los deditos engrasados y lanzó un guiño coqueto en dirección al joven, que tragó saliva.
Cloud se vio repentinamente agarrado por el brazo y sacado a la calle casi a rastras. Una vez fue liberado en la puerta del taller, justo frente a su motocicleta, hizo el intento de prepararse mentalmente para lo peor.
—Cid… —comenzó el chico, pero el mecánico hizo un gesto con una mano, silenciándolo, mientras se encendía el cigarro y daba una larga calada.
—Aahh joder… qué falta me hacía salir a fumar —dijo saboreando el humo.— Toda la puta mañana poniendo facturas al día. ¿Tienes lo mío?
Cloud se inclinó sobre su moto, abrió unos de los maleteros y le entregó un paquete envuelto en papel marrón sin decir nada. La cara de Cid se iluminó con una sonrisa grande y aniñada, casi fuera de lugar en un hombre corpulento de apariencia ruda, a la par que abrazaba el embalaje con mimo.
—Maquetas nuevas, —confirmó alrededor del cigarro.— Esta es tu última entrega del día ¿no? Quédate a comer, que t’estás quedando jodidamente esmirriau, y luego te doy tus recambios.
—Pero… —volvió a intentarlo Cloud.
—Nah, ni puto caso a mi hija, que lleva la cuenta de los chavales a los que deja tontos y se le está subiendo el pavo a la cabeza demasiado —desestimó con una risita palmeando el hombro del chico con fuerza— Y luego así le va.
—¿Tu hija? —preguntó el repartidor con los ojos muy abiertos y la mente en blanco.
—Seh, no me vas a decir que no se parece, —Cid lo observaba con expresión curiosa.
—¿Desde cuándo tienes una hija?
—Desde que nació, ¡joder chaval, a ver si voy a tener que apuntarte a la lista de atontunaos! —Cid empujó un poquito a Cloud, que basculó sobre sus pies, manteniendo el equilibrio.
—No parece una niña pequeña, —dijo éste entrecerrando los ojos con sospecha.
—Me cagüen la puta Strife, no mires a mi niña con mente sucia...— amenazó Cid ladeando el cigarro entre sus dientes.
—¡No, no! —se apresuró a negar Cloud con una mano— ¡Es por la edad! Tú… eres joven aún.
El mecánico hinchó el pecho orgulloso y flexionó un brazo con descaro, para soltar su tabaco momentáneamente quitar la ceniza sobrante y volver a llevárselo a la boca, pagado de sí mismo. Luego se rió un poquito, relajando la postura de nuevo.
—Fue una sorpresa accidental de adolescencia, qué te voy a decir. Tiene veintiún añazos ya y la misma mala leche que su padre. —Cid se encogió de hombros.
—Ah. —Cloud no tenía muy claro cómo reaccionar a eso, así que decidió que lo mejor sería no mostrar ninguna reacción.
—Recuérdame luego que te pague, rubiales. —dijo el hombre dando la última calada al cigarro antes de tirarlo a un charco en la calzada. Después volvió a agarrarlo por el brazo y estiró de vuelta al taller— Hala, tirando p’adentro.
Cloud se dejó arrastrar sin oposición, pensando aún en la revelación que acababa de presenciar, y al doblar la esquina de la estancia, ahí estaba otra vez la chica. Anir, la había llamado su padre. ¡Su padre, Cid! El muchacho sintió su respiración ahogarse unos centímetros antes de las cuerdas vocales, cuando vio que la chica no sólo no se había limpiado las manchas de grasa del muslo, sino que además se había cambiado la camiseta. Por una camisa. De botones desabrochados hasta el límite de la decencia por arriba, y anudada a la altura de las costillas por abajo.
—¡Anir, por el amor del planeta! —gruñó Cid sin haber soltado aún el brazo de Cloud, al que zarandeó un poco.— ¡Espérate a que me llame suegro por lo menos antes de querer recrear películas pornos en el taller, coño!
Ahora sí, el joven dejó escapar el quejido de animal moribundo que había creído ser capaz de retener. Nop, hoy no.
—Joder papá, así no hay quien se busque la vida —renegó la chica levantando los brazos al aire.
—¡Strife! —exclamó Cid agarrando su paquete de maquetas con ambas manos— El pajarito quieto en horas y lugar de trabajo, ¿me oyes? No quiero tener q’ir con cuidao en mi puta casa.
—¿Cid?! —Los ojos azul intenso de Cloud no podían abrirse más.—¡Pero..! Escucha hombre..
—Que da igual, que no m’interesa, tú dame la factura, lárgate de aquí, y ven a comer con las manos lavadas. ¡Hala, escampa!
La chica se lo llevó tirando de sus manos con una sonrisa predadora y llena de dientes, pero igualmente irresistible.
—O sea que tú eres Cloud Strife… mi padre me ha hablado mucho de tí.. ¡Y de tu moto!
—A-Anir, oye ...—el joven intentó protestar inútilmente, ante el entusiasmo de su inesperada fan.
—Me encanta como dices mi nombre —suspiró la chica mirándole con expresión casi extasiada.
—Ah… ¿ah sí? —descolocado, Cloud se llevó una mano a la nuca y frotó su pelo desordenado.—Es bonito, Anir. Hm. Rima con Fenrir.
—Oooh.. ¿Fenrir es el nombre de tu moto? —pregunto Anir mordiéndose el labio inferior mientras observaba la máquina aparcada a la entrada del taller y pasaba un dedito limpio sobre el cuero del asiento.— Oh, joder. Quiero una así. Es lo puto sexy.
Cloud se rió en voz alta, un poco azorado, pero con confianza en su vehículo.
—La verdad es que sí.
—¿Me llevas a dar una vuelta? Me gusta correr. —dijo la chica sentándose a horcajadas sobre el asiento, admirando el guardabarros trasero.
Y por qué no, pensó Cloud. Al menos no les faltaría tema de conversación. Montó delante de ella y se puso las gafas de sol, mirando hacia atrás por encima de su hombro con una leve sonrisa.
—Agárrate bien, Anir.
Y aunque conducir con una chica abrazando su cintura y pegada a su espalda no era ni de lejos lo más arriesgado que había hecho sobre su moto, llevar sus piernas desnudas apretadas contra sus muslos y verlas de reojo era ciertamente un motivo de distracción más que potente.
Tendría que acordarse de lavarse bien antes de ir a comer.
'sup
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@Shruikan , @Neko , porque no sabía dónde dejaros ésto, y no lo acabé el 23, pero llego a tiempo del 25 y que no sea ya demasiado tarde ;o;
dice 3 meses después de haber vendido la idea Felices cumpleaños :3
Y porque OTP es One True Party fight me
Casar, follar, matar.- CFM — Soldier version -Zack | + | Cloud | + | Angeal | + | Sephiroth | + | Genesis |
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—Venga ya Spike, ¿de verdad pretendes que me crea que no has jugado nunca? Oops —dijo Zack mordiendo casi al vuelo la porción de pizza que había terminado por desmembrar de tanto zarandearla.
El rubio se encogió ligeramente de hombros.
—No es como si hubiera tenido con quién. Ewgh Zack, no hagas eso con el queso, es asqueroso. —Cloud arrugó la nariz juzgando con severidad a su mejor amigo, que le hacía cosas obscenas a su comida.
El moreno se rió con la boca llena y estiró el brazo en busca de una servilleta, tirando el mando de la televisión por el camino y haciendo presión accidental sobre el botón de silencio.
—Eh, bueno, qué más da, —se limpió los labios y cogió otro pedazo de pizza, sonriendo,— ¡pero ahora eres un chocobito que ha encontrado una buena familia y su hogar para siempre, y ya no te va a faltar buena compañía que cuide de tí!
La mirada de Cloud decía muchas cosas sobre aquello, y pocas buenas.
—Me tienes a mí, ¿no? —Zack ladeó la cabeza en un movimiento que junto con sus ojos brillantes le había ganado el apodo de cachorro de forma muy justificada. Y su efecto rara vez fallaba.
—Supongo, —dijo Cloud suavizando el gesto en una pequeña sonrisa cohibida.
—¿Cómo que supones? ¡Eres mi mejor amigo! —la declaración del mayor hizo que el rubio enrojeciera satisfactoriamente.
Al otro lado de la pared, en el apartamento contiguo, tres soldados de primera clase con habilidades altamente implementadas y sentidos hiper sensibles habían empezado a prestar atención a la conversación ajena.
—Aaww, mira Angeal, tu cachorrito tiene una mascota propia a la que incordiar, ¿no es adorabl- —una mano grande de dedos largos y elegantes tapó la boca del pelirrojo a mitad de subida de tono.
—Shh, Genesis baja la voz que te van a oír. —Angeal miró con el ceño fruncido a su compañero.
Éste, ofendido, lamió la mano de Sephiroth con saña y extra de saliva. El general se limitó a mirarlo con una pizca de asco en su indiferencia habitual, y procedió a su vez a limpiarse la mano denigrada en la ropa de Angeal, que intensificó un par de puntos su desaprobación.
—Es nocivo, pero tú ya estás acostumbrado a sus cosas desagradables. —Sephiroth se excusó sin que fuera realmente sentido.
—Calláos vosotros, plebeyos, que no me dejáis oír a mí, y esto me interesa. —replicó Genesis mirándolos a ambos con altivez, y empujando la puntera de su bota contra la pierna del más joven.
Sephiroth simplemente apartó el pie que presionaba su rodilla y levantó una ceja mientras ladeaba la cabeza en dirección a la pared compartida entre ambos apartamentos, contra la que el pelirrojo no perdió tiempo en apretar una oreja.
Angeal rodó los ojos, se llevó una mano a la cara, y suspiró mortificado. Pero prestó atención igualmente.
—Pero ahora piénsalo con detenimiento, ¿vale? Cé Efe Eme. Casar, follar, matar. —explicó Zack alegremente mientras robaba pequeños trozos de piña de la pizza todavía en la caja.— Con quién te casarías, a quién le echarías un polvo, y a quién le harías morder el polvo, jeje.
—¿Y tú? —Cloud le devolvió la pelota sin pestañear.
—No sé si lo haces por llevar la contraria o porque realmente eres así —murmuró el moreno a medio masticar.
En el apartamento de al lado Angeal miraba muy fijamente a un Sephiroth que se hacía el desentendido, ante la risa disimulada de Genesis.
—Es que no sabría qué decirte, ¿de todo ShinRa? ¿de las tropas de Infantería? ¿de SOLDIER? —el chico encogió un hombro— Hay demasiada gente.
—¡Y demasiados pocos que te gusten! —Zack se echó a reír después de tragar.— ¿A cuánta gente le patearías el culo si pudieras, Spike?
—Me faltan pies, —admitió Cloud con una pequeña curva en la comisura de sus labios,— por eso, empieza tú.
Zack guardó silencio durante unos momentos mientras sopesaba su respuesta, terminó de comer lo que tenía aún entre manos, y agarró una de las latas de refresco que había en la mesa de café.
—Lo mantenemos en SOLDIER entonces, —dijo. Se frotó un nudillo contra la nariz y sonrió.— Obviamente me casaría con Angeal.
Al otro lado de la pared se hizo el silencio pero no la quietud.
Los hombros de Genesis se agitaron con entusiasmo, y Sephiroth observó a su compañero con una mirada insidiosamente interesada. Sin defensa, Angeal sólo pudo levantar el dedo índice y vocalizar un tajante NO.
—Hmm, ya veo —comentó el chico rubio entre mordiscos.
—Ey, no Cloudy, sin intenciones raras, que yo sí que te veo a ti. Angeal es mi mentor. Lo conozco bien, es un tipo genial, y es totalmente material de esposo y padre. Si tuviera que elegir casarme con alguno de los tres comandantes sería él. Sé que se esforzaría por querer y cuidar a quien fuera a compartir su vida. —la vehemente defensa del carácter del comandante Hewley por su pupilo no pudo menos que sacar una sonrisa al menor.
—La verdad es que parece un hombre agradable —concedió Cloud, a lo cual Zack asintió satisfecho.
En la vivienda contigua, el mencionado soldado se tapaba la cara con una mano, intentando aguantar su risa enternecida, mientras con la otra intentaba espantar al pelirrojo que hacía gestos fervorosos de adoración hacia su persona. El general tenía una pequeña sonrisa divertida en los labios. Mamá pato y su patito, después de todo.
—Lo es, —corroboró Zack en su salón,— no estaría donde estoy si no fuera por él.
—Entonces, —el rubio robó una rodaja de pepperoni de la porción de su amigo, implacable,— a quién te… ¿hm?
—¿A quién me? —Zack sonrió con muchos dientes blancos y perfectos asomando— Dílo.
Cloud señaló su boca llena en un intento de evitar lo inevitable, pero el moreno le empujó varias veces, primero con el codo y luego con el hombro.
—¿A quién te tirarías? —preguntó por fin el menor esquivando su mirada con una sensación acalorada subiéndole por el rostro.
Zack le dio un sorbo a su refresco, subiendo y bajando las cejas con socarronería, sin saber que su amigo no era el único pendiente de su respuesta.
—A Seph. Esas tetas con tirantes, ese todo. Tú lo has visto, yo lo he visto, ¿quién no lo haría? —el chico arrancó la arandela de la lata, tras doblarla varias veces hasta ceder el aluminio. Y lo pensó mejor.— Bueno, probablemente me follaría él a mí, pero tampoco es como si fuera a quejarme; son detalles sin importancia, lo que cuenta es el polvo. Hum.
En el otro apartamento, un Sephiroth con los ojos muy abiertos y sin pestañear permanecía completamente inmóvil, respirando lo más quedamente posible sin darse cuenta, bajo el par de miradas fulminantes al que se había visto expuesto sin aviso. De repente se sentía comprometido en terreno hostil.
Finalmente Genesis palmeó su mano con delicadeza, como absolviéndolo de sus culpas.
—Angeal, —susurró el pelirrojo sin dejar de acariciar la mano del más joven de los tres como si fuera un gato huidizo,— va a haber que castrar a tu perrito si no sabes educarlo para comportarse entre gente civilizada.
—¡Gen! —el moreno se tapó la boca a sí mismo, recordando no levantar la voz.— Eres tú el que ha insistido en fisgonear.
—Y mira, ahora no sé si Sephiroth está cachondo o aterrorizado. —se defendió Genesis.
Sephiroth recuperó su mano, se recompuso con dignidad, y miró mal a su comandante.
—Ninguna de las dos cosas, muchas gracias. —replicó huraño.— Soy perfectamente consciente de la imagen que tienen otros de mí, no gracias al departamento de márketing. No habría esperado algo así de Zackary, pero tampoco es que me sorprenda.
—¿Estás rojo? —preguntó Angeal, ligeramente confundido por su actitud.
—De ninguna manera, confundes la realidad. —contestó Sephiroth inclinando la cabeza en el ángulo justo hasta que el cabello le tapó la cara.
El resoplido de Genesis dejó muy clara la inexistente credibilidad que le daba a sus palabras, pero por una vez no buscó la confrontación con él, demasiado interesado en la conversación que sucedía en el apartamento de Zack.
—No me vas a decir que no lo has pensado nunca, —se oyó decir al chico con una risita nerviosa.
Sin contestar, Cloud estudió un trozo de piña muy de cerca, con el ceño fruncido, y las mejillas calientes.
—¿No lo has pensado nunca? —preguntó Zack con incredulidad.— Pero si tienes un poster suyo en el armario.
—No te lo voy a decir. —Aclaró el rubio mordiendo la fruta con saña.
Zack dejó escapar una carcajada larga y triunfal, levantando su lata hacia el techo en señal de brindis.
—¡Lo sabía!
—¿Eso quiere decir que matarías al comandante Rhapsodos? —la deducción deliberada de Cloud cortó el festejo victorioso del chico.
—¡Eh, eh, espera un momento! —Zack miró a su amigo con un poquito de indignación, percatándose de la pequeña sonrisa astuta que se asomaba en los labios del rubio.
Aunque no tanta indignación como la que blandía el mencionado comandante al otro lado de la pared. Ésta vez fue Sephiroth quien lo agarró por los hombros para mantenerlo en su sitio, y Angeal quien se lanzó raudo y veloz a taparle la boca. De haber sido al revés el general no tenía dudas de que habría perdido un par de dedos como mínimo. Al menos no le había dado tiempo a invocar un hechizo de fuego. Esta vez.
—¡No es eso lo que quería decir! —la protesta de Zack a través del tabique puso en pausa momentánea el drama, haciendo que los tres hombres se relajasen ligeramente.
—Ah, ¿mno? —Cloud le miró con duda mientras mordía dos pedazos de pizza de forma intermitente, primero el de pepperoni y luego el de piña. No le había convencido mucho la teoría del estilo tropical de Gongaga en un principio, pero se había dejado seducir por la fruta rápidamente.
—A ver, Genesis no es mala persona. Es un muy buen líder para tener al mando, se preocupa por sus hombres; es buen estratega y tiene muy buena intuición en combate. —El rubio le observaba asintiendo a la par que masticaba su comida con calma.
En la vivienda adyacente Angeal suspiró e intercambió una mirada en blanco con Sephiroth, consiguiendo que el nuevamente apaciguado Genesis volviera a su sitio refunfuñando pero sin violencia.
—Pero me odia. —la frase de Zack, a medio camino entre confesión y sentencia, hizo estragos en las dependencias de su mentor.
—No me mires así Angeal, yo nunca he dicho que le odie. —se excusó el pelirrojo con las cejas arrugadas.
—La semana pasada le amenazaste tres veces de muerte o desfiguración. —Sephiroth se llevó una patada como pago por su servicial contribución a la verdad de los hechos, a lo que con mucha madurez respondió con otra patada de vuelta.
—¡No es lo mismo! —Protestó Genesis.— Amenazo a mucha gente a diario, eso no es equivalente a odiarlos, ¿si no cómo es que Sephiroth sigue vivo?
—Porque soy mejor combatiente que tú. —se desquitó el aludido.
Angeal se frotó las manos por la cara, negando con la cabeza, y los golpeó a ambos al mismo tiempo y repetidas veces más con un par de cojines del sofá, ahogando sus acusaciones entre ruidos sordos y acolchados mullidos.
—Y como me odia, —siguió diciendo Zack con la voz más alegre y sin muchos complejos,— he decidido que sea de vuelta. Así no hay problemas. Además él seguro que me habría quitado del medio nada más empezar el juego, la semana pasada me amenazó con matarme dos veces, y otra con un piro++ al jeto, tú dirás.
—Entiendo. —comentó Cloud con la boca llena y el ceño fruncido, pensativo.
Zack aprovechó para agarrar un par de porciones más que apartó hacia su lado y dar un trago largo a su refresco.
—Y bien, mi pequeño chocobo, —dijo el moreno lamiendo el queso fundido hasta que dejó de estirarse y se separó de la masa horneada,— es tu turno, elige con sabiduría.
Cloud se limpió los labios y la barbilla con una servilleta, estudiando sus opciones con detenimiento.
—Hmm, supongo, —comenzó,— supongo que me casaría con el comandante Hewley.
—¿Con Angeal? —Zack se echó a reir, frotando el pelo rebelde de su amigo con un poco más de fuerza de la necesaria.
—¡Zaaack! —se quejó Cloud intentando escapar sin éxito, y murmuró algo cohibido,— si tu dices que lo harías, me fío de ti.
—Oh, Spike… —ignorando su sonrojo deslumbrante, el moreno le rodeó los hombros con el brazo libre y lo atrajo hacia su cuerpo, apretándolo unos momentos antes de dejarlo ir.— Está bien si eres tú. Te comparto a Angeal si quieres.
—Gracias. —contestó Cloud rodando los ojos pero sólo con un poco de ironía. Pensar que Zack sería capaz de compartir con él las cosas más importantes de su vida resultaba un poquito abrumador.
En el apartamento vecino casi podría decirse que había sentimientos flotando. Ya habían pasado por esa decisión antes, y no por ser el otro muchacho les parecía menos correcta. ¿Quién no estaría de acuerdo en que Angeal era un buen partido matrimonial? Podía ser tacaño y refunfuñón, daba sermones interminables y no apreciaba la lírica lo suficiente; pero el hombre tenía un corazón de oro que no se encontraba en mucha gente. Genesis apoyó la cabeza en el hombro de Angeal, satisfecho de que apreciasen a su más viejo amigo como era debido.
Y entonces la voz de Zack volvió a romper la calma.
—Ahora viene lo interesante, jejeje. ¿A quién te follarías Cloudy?
El rubio dejó escapar un ruido agónico y atormentado que hizo que los tres hombres prestasen toda su atención completa a lo que ocurría más allá del muro.
—¿Qué? Repíteme eso, que sólo te han entendido criaturas nocturnas pequeñitas, —dijo Zack atragantándose con la comida por culpa de la risa.
Cloud, que se había caído de lado sobre un costado cara al suelo, se giró muy despacio y murmuró algo tapándose la cara con las manos. Ante el sonido interrogante del moreno, se quitó las manos del rostro y lo miró mal, frunciendo el ceño y arrugando los labios hacia afuera. Finalmente se incorporó.
—Rhapsodos. —dijo únicamente.
—¿Rhapsodos? ¡¿Te follarías a Genesis?! —exclamó Zack en voz bastante alta y quedándose con la boca abierta.
Del mismo modo que quedaron sus vecinos. El pelirrojo levantó la cabeza de repente con sorpresa, golpeándose con la barbilla de Angeal cuando éste se giró a mirarle, y ambos hicieron mueca de dolor apretando sus respectivas partes magulladas.
—¡Zack! —se oyó recriminar a Cloud con aprensión.
A pesar del golpe Genesis hacía gestos victoriosos, señalando a Sephiroth, quien observaba la escena perplejo. El que en su expresión no hubiera rastro de disconformidad con la elección del chico sirvió en gran medida para apaciguar el orgullo herido del comandante. Parpadeando un par de veces, posando su mirada de uno a otro, Sephiroth decidió que le daba igual. Agradecía el hecho de que hubiera alguien más a parte de sus dos amigos que no lo considerase simplemente un cuerpo atractivo sobre el que fantasear. Aunque el comentario previo de Zack le había picado la curiosidad, y era consicente de su físico deseable, el general no tenía ningún afán en establecerse como icono sexual masculino. Ni en ShinRa ni en ninguna otra parte. Más bien lo contrario.
—Es que… —la voz tenue de Cloud llegó desde su lado de la pared— Es guapo.
—Y se come a los novatos para desayunar. —bromeó Zack.
—He coincidido antes con él, y es cierto lo que has dicho de que se preocupa por sus tropas, ¡hasta castea hechizos de cura si hay heridos! Y además… —Cloud miró los restos de su cena sobre la mesa muy fijamente.
—¿Ajá?
—Que… tiene una voz muy… agradable. Cuando recita. —Era más fácil robar un caramelo de las manos pegajosas de un niño enrabietado que sacarle palabras a Cloud cuando se ponía tímido y obstinado.
Pero mientras el chico cruzaba los brazos en un gesto defensivo, Genesis estaba siendo arrebatado en éxtasis por la justicia divina en el salón de Angeal.
—¿Habéis oído eso? —susurró el pelirrojo embelesado, con la mano derecha apretando sobre su corazón— Un muchacho que aprecia la poesía, que disfruta escuchándome recitar, no como vosotros herejes. ¡Ah, qué encanto! Infinito en misterio es el don de la Diosa…
Angeal y Sephiroth volvieron a mirarse entre ellos con gesto ligeramente exasperado y rodados de ojos. Encogiéndose de hombros, el moreno palmeó la cabeza de Genesis, quien entre el logro de la victoria frente a su némesis y el dulce reconocimiento de sus habilidades había olvidado por completo su animosidad anterior.
—Ooh... —Al otro lado del tabique Zack se frotaba las manos, y no sólo metafóricamente hablando.— Espera a que se lo cuente a Gen-ouch!
—Zack. —dijo Cloud con voz gélida y cargada de acero.— Si sabes lo que te conviene, no vas a contárselo. Nunca. ¿Queda claro?
—Joder Spike. Vale, queda claro como el cristal. —el moreno no se amedrentó, pero se puso serio.— Era sólo una broma.
Cloud pareció desinflarse poco a poco hasta apoyar el codo en la mesa de café, y la cabeza en la mano.
—Lo… lo siento. Sé que tú no me la jugarías así, pero… es que… —Zack le cortó la disculpa manoteando con un movimiento dismisivo, quitándole hierro al asunto.
Sabía por qué había reaccionado así. Y aunque no pensaba asustar al menor con la falsa idea de que esparciría sus secretos por el mundo, eso no quería decir que no fuese a intentar cruzar su camino con el comandante pelirrojo más a menudo. Cloud tenía derecho a tener cosas de las que disfrutar y que le hicieran comportarse como el chiquillo adorable que podía ser a veces, y él se encargaría de que así fuera.
Además como amigo que era, Zack se reservaba el derecho a incordiarle y tomarle el pelo con su pequeño capricho.
—¿Y entonces matarías a…? —preguntó, reconduciendo la conversación de vuelta a su cauce.
—Hm, —con el ceño fruncido y los ojos entornados, Cloud se llevó primero una mano a la barbilla, y después se rascó la cabeza, alborotando sus mechones rubios ya de por sí desordenados.— La verdad es que hay mucha gente que mataría. O dejaría incapacitada de alguna forma.
Zack resopló y asintió con comprensión divertida.
—Pero… supongo. Tal vez. No sé.
—¿Sí?
—A.. ¿Sephiroth?
—¡¿QUÉ?! ¿Por qué? ¡Cloudy! —Y de nuevo fue Zack el portavoz de la expresión popular en la habitación contigua.
Los tres hombres cesaron todo su movimiento, Angeal y Genesis girándose a observar a Sephiroth con estupefacción.
—¿Le has hecho algo al chaval? —preguntó Angeal con suavidad,—¿le has regañado alguna vez?
Sephiroth negó con la cabeza, sabiendo que nunca se había dado el caso en que hubiera tenido que amonestar a Strife, por acción u omisión. Genesis lo miraba terriblemente desconcertado, casi podría decirse que compungido en su nombre.
—Seph… —el general sin embargo se encogió de hombros.
Era un simple juego, y quedaba claro que ellos tres habían sido elegidos como objeto de discusión; no iba a ofenderse por su posición resultante de un mero sorteo de gustos cuando no había malicia tras ello. Además parecía que Zack ya estaba ofendiéndose por él.
—Pero, pero… ¡pero Cloud! —el muchacho agarró a su amigo del hombro para mirarlo cara a cara, repitiendo palabras que ya había dicho antes.— ¡Tienes un poster suyo en el armario!
—¿Y qué? —contestó el rubio a la defensiva y sonrojándose.
—Pues que… ¿por qué? —sin saberlo Zack parafraseó a su mentor con seriedad.—¿Te ha hecho algo? ¿Te ha reñido alguna vez? A mí me ha echado montones de broncas, pero Sephiroth siempre lo hace en privado en su oficina, nunca avergüenza a un soldado en público.
—¡No es eso! —Cloud no sabía cómo explicarse sin hacer el ridículo.— Es que… una cosas es tener un poster de alguien a quien admiras, y otra es… verlo de cerca.
—¿Verlo de cerca? ¿A qué te refieres?
—Es que mira muy fijamente, y… su mirada me pone nervioso.
—¿Sus ojos?
—No no, sus ojos son muy bonitos. —Cloud se sonrojó un poco más.— Es su expresión. Me… me da como... escalofríos.
En el apartamento de al lado, dos de los tres hombres se miraron entre ellos empezando a comprender algo que el tercero aún no había procesado.
—Cloud, —empezó Zack intentando ser delicado con su amigo y no reirse,— ¿me estás diciendo que Sephiroth, te da miedo?
—¡No!
—¿No?
—...si. —acabó por admitir el rubio, torciendo las comisuras de sus labios hacia abajo en un mohín avergonzado de fastidio.
—Eres… —a Zack se le terminó por escapar la risa, y abrazó a Cloud, frotándole el pelo y obligándole a recostar la cabeza contra su hombro.— Eres jodidamente adorable.
—No lo soy. —la voz del menor sonó reacia y amortiguada contra la camiseta de Zack, quien le dio un beso ruidoso en la cabeza que resonó con un audible “smuackh”.
—Lo más adorable del mundo, cállate.
—No me dirás lo mismo cuando vuelva a patearte el culo, pollo lentorro. —desde su prisión de comodidad, los ojos entrecerrados de Cloud miraban a Zack con una expresión retadora.
—Oh no, ¡todavía me debes la revancha a Chocobo Racers! El juego está en la estantería, yo enciendo la consola, —el moreno soltó a su amigo y se levantó a conectar el equipo de videojuegos al televisor, devolviéndole el volumen al aparato,— Vas a ver lo que es bueno chaval.
—¡Me pido el verde! —se apresuró a demandar Cloud.
—¡Eh, no fastidies Spike! ¡El verde es el más rápido! Siempre haces lo mismo.
Más allá del muro de ladrillo, los tres soldados que tan atentamente habían seguido la conversación ajena se vieron privados de su entretenimiento cuando los dos chicos dieron por finalizada su cena y aquella charla para empezar una ronda de juegos.
Angeal miró primero a Genesis, que había pasado nuevamente de la ofensa a la risa y hacía lo posible por disimularlo, y luego a Sephiroth, que aún parecía estar sopesando las revelaciones de esa noche. Finalmente, Angeal suspiró, rascándose la nuca.
—Vaya, —comentó reposando los pies sobre la mesa baja.— Eso ha sido…
—No puedes quejarte Ang’, —dijo Genesis pasando los brazos por el respaldo del sofá con una risita,— parece que eres el soltero de oro de ShinRa. Todos quieren que hagas de ellos hombres honestos.
—¿No son honestos ya? —preguntó Sephiroth saliendo de su ensimismamiento y apoyándose en un brazo de su butaca, mirando a los otros dos.
—Ah, no le hagas caso a Gen, claro que son muchachos honestos; es sólo una frase hecha, una forma de hablar. —desestimó Angeal con los pómulos ligeramente rosados.
—Querido amigo, —Genesis le puso una mano en el hombro, que fue bajando lentamente por su clavícula hasta su pecho, donde palmeó suavemente sus músculos,— en tu caso tan honorable, es más apropiado todavía.
—Hm, —aquello pareció satisfacer la duda del general.— Mientras Strife no tenga realmente nada en mi contra, todo bien. Sería un lástima tener que licenciarlo por conducta inapropiada antes de que alcanzase todo su potencial, el amigo de Zackary es un muchacho prometedor, tiene mucha voluntad.
—Sephiroth, —comenzó Angeal con una pequeña sonrisa y una mirada de reojo al pelirrojo.
—Seph, —se sumó Genesis habiendo captado lo que el otro quería decir.— si el chico dice que le das miedo es porque le intimidas. Y si le intimidas, pero se ha fijado en lo bonitos que son tus ojos… ¿Me vas a hacer deletreártelo?
—...oh. —el más joven de los tres se llevó un nudillo a los labios, y dejó que el cabello le ocultase la cara a la vista de los otros.
Genesis acabó estallando en carcajadas, dejándose caer sobre el regazo de Angeal y empujando varias veces las piernas de Sephiroth con sus pies.
—¡Por el amor de la Diosa, seréis los hombres más atractivos del Planeta pero sois densos sin remedio! Amigos míos, los hados son crueles… ¡Ah!
La ráfaga de cojines que llovió sobre él por ambos flancos indefensos fue suficiente para cortar sus palabras, pero no sus risas.
4k25 palabras. El mismo número de veces que me ha sonado One Winged Angel en la última semana. Ahora sí que tengo el cerebro exprimido de verdad. Si muero antes de acabar el cosplay, quemadlo sobre mi tumba, el cabrón se lo merece.
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Out of line- 1. lehenengo kapitulua -Sephiroth | x | Airin | + | Angeal |
(http://honey-rider.net/bt-prompts/sephiroth7.jpg) | | (http://honey-rider.net/bt-prompts/airin05.jpg) | | (http://honey-rider.net/bt-prompts/angeal1.jpg) |
El colchón se hundió ligeramente bajo el peso del hombre y las mantas se movieron cuando éste se tapó y dio un par de vueltas hasta acomodarse en la cama. Su mujer parecía realmente dormida, pero no habría sido la primera vez que simplemente lo aparentaba.
Suspiró, rodeando su cintura con un brazo para atraerla contra su cuerpo, y dejó un beso suave sobre la piel desnuda de su hombro.
—¿Sigues enfadada? —preguntó con cautela.
—¿Hmm? —La joven estaba al borde del sueño profundo, pero la voz de Sephiroth la trajo de vuelta.
—Me has quitado de tu lista de amigos en facebook. —Aquellas palabras terminaron de espabilarla.
—Sólo he solucionado el problema, cielo. —Y aunque su marido no podía ver su cara, Airin rodó los ojos haciendo un gesto de hartazgo.— Ahora ya no tienes que avergonzarte por mis publicaciones; si no somos amigos no puedes verlas.
Dejó un par de palmaditas a medio camino entre aburridas y compasivas sobre la mano que pretendía colarse bajo su pijama y volvió a abrazarse a su almohada, cerrando los ojos otra vez.
—Ahora ya no puedo ver las fotos de nuestra boda. —Sephiroth nunca lo admitiría, pero por su voz era obvio que ahora estaba de morros.
—Hmhmm, las tienes en las estanterías del salón. —el resoplido enfurruñado que rozó su nuca le indicó lo cerca que estaba el hombre de hacer pucheros en la oscuridad.
Angeal gruñó con satisfacción al hacer crujir su espalda tras dejarse caer sin delicadeza sobre el sofá de la oficina de su “sólo técnicamente sobre el papel” jefe, en realidad socio mayoritario. Los vuelos de muchas horas empezaban a ser enemigos tan temidos como las reuniones del departamento de contabilidad.
La sorpresa se la había llevado al volver de su viaje de negocios y encontrarse con el ambiente tenso que se respiraba en el edificio central de la empresa, sin que nadie supiera darle respuesta a qué había pasado. Al parecer no había ocurrido nada fuera de lo habitual; la máquina de café de la quinta planta se había vuelto a estropear, las luces de uno de los ascensores parpadeaban de manera irregular y cargante, y de alguna forma su ahijado había conseguido prender fuego a la fotocopiadora de la sala de becarios.
—¿Y bien? —preguntó por fin.
Sephiroth le observó por encima de sus gafas de lectura, bajando ligeramente los papeles que había estado revisando. Su expresión contrariada le delató.
—Ahora ya estoy aquí, ¿no piensas contarme qué esta pasando? —Insistió Angeal sabiendo que tenía a su presa arrinconada.
—No está pasando nada. —luego pareció pensarlo mejor y concedió,— Salvo Zack. Tu sobrino es una amenaza.
Angeal sonrió con benevolencia pensando que sí, el muchacho se las apañaba para esparcir el caos involuntariamente, de unas formas que no serían creíbles si hubieran estado planeadas. Pero era un adolescente y tenía demasiada energía que gastar en ideas descabelladas. Era lo que los chavales hacían.
—Sobrino honorario, pero bueno, eso no es nada que no supieras antes de darle el trabajo. Me refiero a qué está pasando contigo. —Supo que había dado en el clavo cuando Sephiroth torció los labios en un gesto de molestia.
—Es una tontería —intentó esquivar el hombre sin éxito.
—Ajá.
—...Airin me ha quitado de su lista de amigos en facebook. —confesó Sephiroth en voz queda.
—¿Qué has hecho? —las cejas de Angeal se perdieron allá por la estratosfera.
Su jefe lo miró enfadado. Aunque si se fijaba bien, más que enfadado, lo que parecía estar era enfurruñado. Como si supiera que estaba recibiendo las consecuencias de haber cometido un error pero no quisiera admitirlo. Pero Angeal había hablado con la mujer de su amigo esa mañana, y nada indicaba que hubieran tenido una riña, ella no parecía de mal humor en absoluto.
—No he hecho nada, —respondió Sephiroth irritado.
—Seph, no mientas, es indigno de tí y lo sabes. ¿Qué has hecho? —repitió Angeal poniéndose serio.
—Es posible que… haya cometido un error. —murmuró el otro hombre a regañadientes.
—Un error.
—Un error de cálculo, —especificó Sephiroth reorganizando sus informes a un lado de la mesa, quitándose después las gafas de leer.
—¿Has dicho algo que no deberías y ahora que el resultado no te gusta estás arrepentido? —Angeal palmeó el asiento libre a su lado indicando a su amigo que se sentase junto a él.
El grado de precisión con el que había analizado la situación resultaba increíblemente exacto, y la mirada alarmada de Sephiroth así se lo hizo saber.
—He hablado con tu mujer esta mañana, pero no me ha dicho nada de que hubierais discutido.
—No discutimos.
—De hecho, —prosiguió Angeal haciéndole sitio en el sofá y señalando una bolsa de papel reciclado que había dejado en la mesa de café— me ha pedido que te trajera chocolatinas si ibas a estar mucho rato aquí encerrado.
El rostro de su amigo dejó entrever una curiosa expresión mezcla de agradecimiento, indignación y tristeza. El moreno resopló con resignación y le pasó uno de los dulces, que Sephiroth desenvolvió con cuidado y mordió en silencio.
—No sé que le dijiste, pero parece que te ha perdonado.
Sephiroth asintió.
—Me ha dado un beso antes de irme.
—¿Me vas a contar qué demonios le dijiste? —ante la tozudez de su socio Angeal se frotó el cuello con una mano.— Seph, eres uno de mis mejores amigos, sabes cuánto te aprecio, pero puedes ser igual de bocazas que mi marido, y conoces a Genesis, y sabes que eso es mucho. Si ya te ha perdonado, es que no has hecho un daño irreparable. Así que cuéntamelo de una santa vez, o no podré ayudarte a sacar la pata de donde la metiste.
El otro hombre dobló con precisión el envoltorio de la chocolatina varias veces mientras buscaba las palabras adecuadas para expresarse.
—Que debería medir mejor sus palabras y no compartir publicaciones inapropiadas. —el resoplido incrédulo de su amigo le hizo levantar la vista del plástico de colores.
—Seph.
—¿Sí?
—Yo, que te conozco desde que eras un mocoso arrogante que no me llegaba al hombro, te habría mandado a casa con un ojo morado.
—Ya lo has hecho antes. —Sephiroth observó el ceño fruncido de Angeal, y su leve expresión de ofensa por terceros.
—No sé cómo hiciste para casarte con ella, si sigues siendo semejante inepto social. Pensaba que a estas alturas estabas curado. —el moreno se llevó una mano a los ojos.
Fue el turno de poner mala cara de Sephiroth.
—No me mires así, —comentó Angeal dejándose engullir por el sofá y echando la cabeza hacia atrás,— eres tú el que va a tener que arrastrarse y disculparse con muchas palabras.
—No pensé que se lo fuera a tomar tan a la tremenda. —musitó el más joven contrito. El moreno rodó los ojos.
—Eso demuestra lo poco que entiendes a la gente. No recuerdo que tu hayas tolerado algo así nunca.
—Ah.
Sephiroth empezaba a ver el dónde de su error, y el por qué de la reacción de su mujer. Y era cierto que él nunca habría consentido un trato así por parte de otros; si no permitía a nadie decirle lo que podía o no hacer en su vida privada, con mucho menos motivo podía esperar imponer su criterio y voluntad de esa forma sobre su igual.
No había tenido en cuenta que a veces Airin podía ser tan visceral y drástica como él mismo.
—Voy a tener que suplicar, —dijo lleno de descontento.
—Y disculparte, sobre todo disculparte. Y puede que unas cuantas flores tampoco estén de más. —Angeal se encogió de hombros.— Puedo darte el número de un par de tiendas, si sabes cuáles le gustan.
Sephiroth le miró ofendido.
—Por supuesto que sé qué flores le gustan. Todas las malas hierbas.
—Seph.
—Disculparme. Lo sé.
A veces Angeal se preguntaba por qué se sentía como un padre soltero, estando casado. Otras veces miraba a su marido y a su mejor amigo y lo tenía cristalinamente claro.
'sup
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1525 w. Parte de tu regalo de cumpleaños... mañana más! Ahora a seguir muriendo, GAUPASA XTREME!
Going down with the sickness- la enfermedadddd -Anir | x | Angeal | + | Prompto | + | Cloud |
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/neko11.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/angeal2.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/prompto2.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/cloud1.jpg) |
«Estoy enfermo», pensó Angeal. Ladeó la cabeza para obtener mejor perspectiva y apreciar a pleno detalle la forma en que se marcaban las líneas de aquellos muslos suavemente musculados a la vista bajo los shorts vaqueros. «Muy, muy enfermo».
—¿Es éste, señor Hewley? —la chica levantó sin muchos esfuerzos un paquete embalado más bien tirando a grande del rincón del almacén y se giró hacia él.
—Ah, llámame Angeal, no soy tan viejo todavía como para ser un señor, —dijo llevándose una mano a la nuca con una sonrisa azorada. Mientras tanto algo gritaba «¡asaltacunas!» en su interior. Vergüenza. Deshonra.
—Oh, de acuerdo, Angeal; pero no creo que seas viejo hasta dentro de mucho tiempo, aunque seas todo un señor digno y respetable, hmm. —la risa coqueta de la chica y la forma en que se le entrecerraban los ojos cuanto más amplia era su sonrisa hicieron que el calor le subiera por el cuello.— Fírmame aquí.
El hombre agarró el bolígrafo que le ofrecía, y mientras escribía su nombre intentó no pensar en que se lo había desenganchado del escote de la blusa del uniforme.
—¡Listo! Ya puede irse a casa contigo. —dijo ella recogiendo el recibo de entrega.
«Ojalá pudiera llevarte a tí también...», Angeal tragó saliva.
—Hasta otro día entonces, Anya. —se despidió con la voz ligeramente ronca y la cabeza llena de ruido, cargando su caja precintada a un solo brazo.
La chica le saludó moviendo los dedos de una mano y apartándose el pelo del cuello con la otra.
La campanita de la puerta de la paquetería tintineó con un sonido alegre y metálico, y Anir se dejó caer sobre el mostrador con un gemido atormentado. Prompto asomó la cabeza desde la pequeña oficina con una mirada astuta.
—Estás fatal de lo tuyo Anir.
—¿Pero tú lo has visto? ¿Pero tú lo has oído? ¡Ojalá fuera yo un paquete para que me llevase a su casa con él!
—¿Y te desembalase? —preguntó el rubio riendo.
—¡Sí! ¡Aargh!
—Estás un poquito enferma.
—Lo que estoy es hambrienta, sedienta y necesitada. —dijo la chica con el ceño fruncido y cara de indignación.— Y aburrida de que sólo me entren niños de secundaria cuando yo lo que busco es un hombre hecho y derecho.
—¿Y que se llame Angeal Hewley, le gusten las plantas y hacer galletas? —Prompto cogió un caramelo de la cestilla del mostrador y lo sacó de su envoltorio estirando con los dientes.— Digo, así, sin más.
—Te ríes Argentum, te ríes. —para desgracia de Anir el dedo amenazante ya no surtía efecto con él.
—Nah, sólo un poquito. —el chico le frotó la cabeza revolviéndole el pelo con cariño.— Es verdad que está que se cae de bueno.
—¡Proooom! —Anir le abrazó fingiendo un lloriqueo.
—Ya veo cómo trabajáis. —la voz suave pero sólida de su jefe casi los hizo saltar por los aires del susto.— Nada de confraternizar en horas de oficina ¿eh?
—¡Cloud!
—Ni siquiera tendrías que cambiarte la inicial del apellido.
—¿Huh?
Anir cesó por unos segundos de apretar el gatillo de la pistola de pegar etiquetas con toda la saña que podía acumular un trabajador del turno de tarde, y se giró a mirar cómo su compañero daba lentas vueltas en su silla de oficina con la cabeza echada hacia atrás, mientras mordisqueaba un lápiz con actitud indolente y perezosa.
—¿Te ha dado mucho el sol hoy, Prompto?
El chico plantó el pie en el suelo deteniendo el movimiento de la silla y volteó la cabeza en su dirección, observando a Anir con un ceño fruncido y una mirada intensa que juzgaba con severidad todas las elecciones de su vida pasada presente y futura en tan sólo dos lacónicos parpadeos. Señaló hacia la ventana donde se veía la lluvia que había estado cayendo de forma incesante durante todo el día, y que seguía golpeando sin tregua contra el cristal.
—Tía. —alargó la í alrededor del lápiz entre sus dientes, hasta que finalmente lo cogió y empezó a rodar entre sus dedos.— Me refiero a Angeal.
—¿Eh? ¡Mierda de pistola, que no tira! —la chica agitó la máquina como si fuera un bicho pegado a su mano, y algo encajó de nuevo en su sitio con un chasquido agudo.— ¿Qué pasa con mi futuro marido?
Prompto rompió a reír dejándose caer hacia adelante, pero sus carcajadas se convirtieron en gemidos de dolor cuando su frente hizo contacto accidental con el borde de la mesa.
—¡Ouch, ouch, joder, ouwch! —el retroceso del impacto hizo que el chico se dejase caer con violencia contra el respaldo y perdiese el equilibrio, haciéndolo de caer hacia atrás.
La mano enguantada de su jefe sujetando la silla frenó en seco su terrible trayectoria en dirección al suelo.
—¡Cloud!
El hombre dejó escapar un suspiro casi inaudible y devolvió el asiento con su ocupante a su posición segura habitual, acercó un taburete donde se sentó y se quitó los guantes y la cazadora mojada.
—Déjame ver eso. —dijo con gesto serio.
Anir contuvo una exclamación de sorpresa al ver la linea agresivamente roja que se marcaba en una ligera línea diagonal a ras del nacimiento del cabello en la frente de su compañero.
—¿Traigo el botiquín? —preguntó preocupada.
Cloud asintió sin mirarla.
—Y hielo. O una lata de cerveza de la nevera, si está muy fría. —sus dedos palparon con cuidado alrededor del golpe, y frunció el ceño.— ¿Tienes algún tipo de alergia médica?
—N-no, que yo sepa. —Prompto se sorbió los mocos en un intento poco efectivo de contener las lágrimas que querían escapar.
—Pues tómate algún antiinflamatorio, y siéntate un rato en el sofá ahí quieto. Luego te llevo a casa.
—¡Pero hoy me toca cerrar a mí! —protestó el chico.
Cloud lo observó con intensidad, y Prompto acabó por agachar las orejas metafóricas. Su jefe no era muchos años mayor que él, ni tenia la decencia de aparentarlo, y desde luego no era ni más alto ni más corpulento. Bueno, no mucho, aunque le había visto realizar esfuerzos de los que no hubiera creído capaz a gente más grande. Pero tenía una especie de aire de autoridad tranquila, como quien se ha visto obligado por las circunstancias a llevar el peso del mundo sobre sus hombros y ha salido victorioso.
—Con el ostiazo que te has dado no estás en condiciones Prompto. —Tampoco nadie habría acusado nunca a Cloud de no hablar claro.— Por un día que cierre Anir no pasa nada.
La mencionada le tendió una pastilla blanca, un botellín de agua, y una lata de cerveza casi congelada para que se pusiera sobre el golpe.
—Largáos los dos enseguida y así me puedo ir a casa pronto, antes de que se inunde el universo y me tenga que mojar las zapatillas. —dijo apretando los labios hacia afuera.
Cloud asintió en silencio y esbozó una sonrisa fugaz. Por un día… eh.
Cuando hubo puesto orden en sus archivos y recogido sus cosas y las de Prompto lo ayudó a levantarse y a ponerse la chaqueta.
—Hay un paquete que falta por entregar, pero puede esperar a que lo recojan mañana, nadie en su sano juicio va a querer salir con este tiempo. No te ahogues de vuelta a casa, ¿me oyes?
Anir desestimó su voz cargada de humor con un gesto desdeñoso.
—¡Los Highwind estamos hechos a prueba de agua, Strife! —como despedida, hasta la campanita de la puerta sonó con un ruido casi húmedo. Ugh, qué diluvio.
La chica se acercó a mirar el paquete desertor de última hora que iba a dormir bajo la mesa, y leyó el nombre de la etiqueta distraídamente. Y lo volvió a leer de nuevo, esta vez reparando en el significado de aquellas letras, en que conocía al destinatario, y en que su dirección estaba escrita bajo el número de apartado de correos de la paquetería.
Angeal Hewley.
Anir se llevó ambas manos a la cara y dejó escapar quejido agudo y lastimero.
—Maldita sea mi estampa, con la que está cayendo… —entreabrió los dedos para mirar sucesivamente del paquete hacia la calle, y de nuevo hacia la caja de embalaje marrón que parecía burlarse de ella.
Se levantó, recogió su mesa, guardó sus cosas en la mochila, se puso el chubasquero y la gorra, y cogió las llaves dispuesta a irse a su casa con la cabeza alta y la dignidad mojada pero por lo demás intacta.
Abrió la puerta y apagó las luces, comprobando de reojo que su moto seguía aparcada donde la había dejado. Con el porta-equipajes cerrado.
Volvió a mirar la caja, que reposaba inocente como si la tragedia no fuera con ella.
—Todo mi odio, —escupió Anir.— A la mierda.
Con el paquete bien guardado y a salvo en su pequeño maletero, la dirección mejor memorizada que su menú favorito del burger, la lluvia cayendo contra sus ojos y las ruedas de la moto partiendo el agua como si fueran olas a sus costados, más le valía al hombre estar en su casa cuando Anir llegase.
O ni siquiera su maravilloso físico lo salvaría de la ira infinita que conllevaba esperar semáforos calándose hasta las bragas.
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Out of line- 2. bigarren pausoa -Airin | + | Cloud | + | Genesis |
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin09.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/cloud2.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/genesis5.jpg) |
—Eso no es lila, Cloud
—¿Ah, no?
—Es lavanda.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó el chico después de unos cuantos segundos de silencio cargado de juicio desfavorable.
—Porque son flores completamente diferentes. Y además porque tienes las muestras de colores ahí delante y son distintas.
—Ah.
El muchacho acercó la silla sobre la que daba medias vueltas de un lado a otro con desgana hasta el borde de la mesa, apoyó los codos sobre la madera y observó con el ceño fruncido las cartas de colores con sus códigos y nombres correspondientes. Efectivamente, en el recuadro un poco más claro y rosado se podía leer claramente ‘LILA – AC80BE’ mientras que en el que había señalado antes ponía ‘LAVANDA – 7966A8’.
—Bueno, pues me sigue gustando más éste, como sea que se llame.
Airin mordisqueó el lápiz una última vez y con una mirada divertida le pasó el par de hojas sobre el que llevaba un rato haciendo números.
—A ver pequeñajo, échame un ojo a esto, que tú estás aquí para sufrir mi explotación laboral.
—Soy más alto que tú. —pero Cloud se encogió de hombros y empezó a repasar las líneas de materiales y costes con los ojos ligeramente entrecerrados.
—Hmm, atesora ese conocimiento, que no puedes decirlo muy a menudo. A ver, ¿qué te pido? ¿Has comido algo? —preguntó la joven mientras encargaba almuerzo a domicilio desde el móvil.— Si tu madre se entera de que vienes la mitad de los días sin desayunar, te mata a tí por tonto, me mata a mí por consentirlo, Seph la mata a ella por matarme a mí, Angeal se ve obligado por su honor a entregarlo a la policía y Genesis se queda con la empresa; y eso si que no puedo consentirlo.
—Me da un poco de igual, comida es comida… Err, aquí hay algo que no cuadra.— dijo Cloud subrayando un par de líneas con el lápiz mordido y mostrándole los papeles de vuelta.— ¿Ves? Extra de tapicerías, cambios de iluminación. Estas cosas no estaban en el presupuesto original.
Airin dejó el móvil sobre la mesa, y mirando fijamente los números que parecían querer reírse de ella, se retiró el pelo de la cara e inspiró con profundidad.
—Cambia el plan, que soy yo la que va a cometer el primer crímen. ¡GENESIS RHAPSODOS, HIJO DE MAL DORAMA, SAL DE TU ANTRO DE TERCIOPELO Y VEN AQUÍ AHORA MISMO!
Cloud se echó un poquito hacia atrás, apartándose de la mesa pero sin mover la silla, cambiando la mirada de la pelirroja a la puerta de la oficina y de vuelta a la joven. ¿Por qué todas las mujeres de su familia tenían el mismo temperamento?
El ruido de pasos delató al intruso antes de que la puerta se abriera de par en par con un golpe dramático.
—¿Cómo osas, bruja? Que sepas que tengo un gusto filmográfico exquisito, y mi despacho es un oásis hedonista en esta ordinariez de catálogo corporativo salido de Mi Primer Negocio Con Encanto, un himno a la decadencia de los sentidos…!
—¡La decadencia está prohibida! —cortó Airin dando un golpe sobre la mesa con el puño cerrado y lanzándole un pañuelo de papel arrugado que hizo blanco en la cara del hombre.
—¡Ah, joder qué asco! —Genesis manoteó y se sacudió la americana con disgusto.
—¿Qué te dije de volver a cambiarme los presupuestos después de aprobados? —la joven se levantó y en vez de cruzar los brazos sobre el pecho, se llevó las manos a los lados de la cintura, caminando lentamente hacia su socio.
—Erhm...
Cloud observó el duelo inminente de pelirrojos de hito en hito, sabiendo que Genesis acababa de reconocer su error demasiado tarde para ser compatible con la vida, y cogió el móvil de su prima para acabar de encargar su pedido de comida. Era un adolescente aún en edad de crecimiento, le daba hambre cuando se mascaba la tragedia. Si había espectáculo de combate a muerte gratuíto quería verlo comiendo como quien iba al cine con palomitas.
—Mira, Genesis.
—Pero la estética… —intentó sin mucha esperanza.
—MIRA. —el dedo que se clavó en la pechera de su camisa con saña le hizo recalibrar su estrategia sobre la marcha y decidió que una retirada a tiempo era una victoria para salir con vida y luchar otro día.
—Eres una mujer maravillosa y te adoro. Un auténtico regalo de la diosa. —Genesis atrapó la mano de su socia entre las suyas y con su mejor cara de corazón roto apeló con voz afligida.— Por favor no me mates, Angeal lloraría.
—Eres lo peor. —Airin lo miró con cara de hartazgo.
—Rectificar es de sabios mi vida. Lo siento mucho, no volverá a suceder.
—Y además mientes y lo sabes. —la joven resopló, volviendo a golpear el pecho de Genesis con el dedo índice de la mano que tenía libre.
—Pero lo hago bien, que es lo importante. —dijo éste con una sonrisa satisfecha, ya más relajado.— Prometo avisar la próxima vez que necesite hacer cambios.
—¿Quieres decir que prometes preguntar si puedes?
—Exactamente.
—Rápido, que alguien le dé un oscar a este farsante. —Airin rodó los ojos.
En eso Cloud tenía que darle la razón, Genesis podría haberse dedicado a la interpretación si no le hubiera ido bien el negocio de decoración de interiores. Tal vez un poco sobreactuado, pero era carne de teatro.
El ruido repentino del timbre hizo que los tres se mirasen entre ellos. El chico se encogió de hombros y se levantó en dirección a la entrada, pensando que su almuerzo había llegado muy rápido, pero cuando abrió la puerta se encontró con algo que no tenía nada que ver.
—Eh, Airin… —Cloud se asomó a la oficina, con algo colorido entre manos.— ¿Tienes algo donde poner esto?
—Oooh… ¿Es que el pajarito está listo para volar del nido y tiene una cita más tarde? —preguntó Genesis con una sonrisa indagadora en busca de salseo ajeno.
Cloud rodó los ojos con la misma expresión exasperada que compartía con el resto de miembros de su familia, y le tendió el ramo de margaritas, acianos y brezo a su prima. Airin cogió las flores y rápidamente los despachó a ambos de la habitación con los ojos brillantes y morritos temblorosos.
—No entiendo nada, —dijo Genesis confundido.
—Si me pagas la comida te lo cuento.
—¡Pequeño extorsionador!
—Se dice joven emprendedor. —replicó Cloud mirando hacia arriba a través de su flequillo rubio e indomable.
—Maldita sea... llegarás lejos. —Genesis le pasó el brazo por los hombros conduciéndolo a su propia oficina.— Esto tiene algo que ver con tu cuñado ¿verdad?
—Mhmhmm.
—Está bien, yo te pago la comida. ¿Que ha hecho ahora Sephiroth?
—¿Otra vez? En realidad creo que ya no está castigado.
'iep
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IT'S STILL MERMAY with a plot-twist
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
“Oops, dropped your coat!” You cheerfully pick up the soft fur coat off the floor and carefully drape it back over the person’s chair. They stare at you with wide, stunned eyes. They’re remarkably attractive. You awkwardly wave at them and go sit down at your table.
They’re a selkie, you “gave” them back their coat, you now have a gorgeous and besotted selkie spouse.
Hey, they don’t make the rules.
———
The next day, the attractive person you met shyly approaches you and gives you a little box with a ring inside. You blush, a little confused, and stare at them.
“I… Isn’t this… An engagement ring?”
“Well… We… We should get married by human customs as well.”
Amhrán na Farraige
- Song of the Sea -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/nyx7.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin07.jpg)
Nyx sintió un toque suave en la nuca que detuvo su trago a la botella de cerveza en el momento en que ésta se posaba en sus labios. El problema era que tenía la espalda apoyada contra varias cajas de madera apiladas y no era posible que hubiera nadie detrás de él.
La sensación casi fantasmagórica de una caricia inexistente dirigió su vista de forma fija y certera a un par de metros de distancia, donde una joven pasaba la mano con delicadeza por lo que parecía una chaqueta de pieles y la depositaba con cuidado sobre el respaldo de la silla en la que había estado hasta hacía unos segundos.
—Ah, perdona, —Airin tragó saliva y agachó un poco la cabeza, avergonzada,— no pretendía tirarla, de verdad que lo siento.
Era uno de esos días desordenados en los que habría perdido la cabeza si no la llevase pegada al cuello. Estaba tan agobiada por todo a su alrededor que había decidido volver a su embrollado día a día antes de que la tila perdiese su efecto y se sintiera aún más culpable por el descanso no programado; y sin darse cuenta se le había enganchado la mochila con la chaqueta del hombre, tirándola al suelo.
Para su mala suerte, no había podido dejarla en su sitio sin que éste se diera cuenta. Y ahora el atractivo desconocido, la estudiaba atentamente con los ojos azules y brillantes muy abiertos, casi podría decirse que estupefacto. Era realmente injusto que fuera tan guapo.
La chica se apartó de la cara varios mechones rojizos escapados de su trenza revuelta y levantando la mano con expresión cohibida hizo un gesto de despedida antes de darse la vuelta y salir del local con paso atropellado.
Observando la puerta por donde había desaparecido hacia el mundo exterior, Nyx se llevó una mano al pecho aún sin aliento y por una vez sin palabras, la frotó contra su esternón. La extraña emoción que parecía echar brotes desde detrás de sus costillas al mismo ritmo que el latido de su corazón palpitaba en sus sienes, se hizo patente cuando tomó aire de nuevo. Era una mezcla abrumadora de terror e incredulidad, y algo más que no habría sabido nombrar, apretando en torno a sus pulmones.
Le había devuelto su piel.
Su pelaje, su abrigo, su forma. Había estado fuera de su alcance por unos momentos, indefensa ante cualquier daño en manos ajenas.
Pero la chica había sido cuidadosa y le había devuelto su piel.
Casi mareado ante la enormidad del suceso, Nyx cogió su pelliza y acabando su cerveza en un trago largo, dejó el dinero de su consumición junto al botellín vacío y salió con prisa del establecimiento.
Incapaz de decidirse entre llevarse las manos a la cabeza con desesperación o echarse a reír hasta las lágrimas, y proseguir de una a otra en un bucle infinito, Libertus resopló y optando por la siguiente acción más satisfactoria le soltó a Nyx una sonora colleja.
—¿Pero al menos sabrás cómo se llama, no?
—Uhm...
Tras varios segundos y ante el silencio cada vez más incómodo de su amigo, Libertus levantó la mirada hacia los cielos, se limpió las manos en el trapo que colgaba de su delantal, y volvió al fogón.
—Más tonto y no flotas, chaval.
Airin se lamió los dedos llenos de sal y pescó otra patata frita de la bolsa, arrugando la nariz ante el sabor grasiento de su merienda cena improvisada. Aunque a mitad del día había hecho calor, a esas horas hacía ya fresco como para estar sentada en el muelle con los pies descalzos colgando sobre el agua, y se arrepintió de no haber llevado alguna prenda de abrigo consigo. Pero no se levantó porque por una vez no tenía prisas.
Tampoco tenía un trabajo que le esperase al día siguiente, pero con el estrés de vida que se había visto obligada a soportar en los últimos meses, eso casi le resultaba un alivio.
—Me van a sentar mal, —murmuró comiendo otra patata. Y probablemente se iba a acabar enfriando, pero no tendría que preocuparse de tener que llamar y aguantar la consiguiente bronca y matarse a recuperar las horas perdidas.
De repente oyó un chapoteo bajo el muelle y algo mojado le tocó un pie, haciéndole soltar la bolsa sobre su regazo y recoger las piernas al mismo tiempo.
—¡Iiiiiiiiihhhhhhhhh-jo de put-! —retrocedió como pudo intentando al mismo tiempo arrastrarse hacia atrás y mirar hacia abajo sin caerse al agua.
Sobresaliendo entre las olas atisbó una cabeza con morro afilado y peludo, grandes ojos almendrados, y unas orejas diminutas y adorables.
—Foca. —acusó Airin con tono indignado.
El animal ladeó la cabeza, observándola con curiosidad, y se sumergió de nuevo. Después de unos minutos de ver su sombra moviéndose bajo la superficie por los alrededores del muelle, Airin juzgó que sus pies no debían correr tanto peligro y sacudiéndose las migas de la falda, volvió a sentarse como antes. Era habitual ver focas en la bahía y en la zona del puerto, pero nunca había estado tan cerca de una salvaje.
Escupió la patata frita que acababa de meterse en la boca en el instante en que notó el cosquilleo de lo que ahora supo reconocer como unos bigotes mojados contra sus pies.
—¿¡Pero cuál es tu problema!? —Airin se agarró a uno de los postes de madera, asomándose a mirar al agua, y con el ceño fruncido le tiró una patata al insistente animal.— Maleante.
El bicho sacudió la cabeza y abrió la boca con algo parecido a una expresión de sorpresa ante el ataque repentino, pero inspeccionó el snack que flotaba frente a su nariz y acto seguido se lo tragó sin rastro de duda. E inmediatamente levantó la mirada hacia la chica, expectante.
—Huh, osea que era esto lo que buscabas, ¿eh? —dijo Airin balanceando los pies divertida. Agitó la bolsa y vio como la foca se acercaba, olisqueando el aire, pero volvió a alejarse otra vez cuando no cayó nada más comestible.— Tch, ya no quedan caballeros.
Y en el momento en que se dio la vuelta hacia el muelle de madera en busca de sus zapatos, algo pesado y empapado aterrizó a su lado haciendo temblar los tablones con un traqueteo estremecedor. Airin tragó saliva y se giró muy despacio esperando no encontrarse frente a su cara lo que efectivamente se encontró, un morro peludo que goteaba sobre su vestido con un aire travieso de satisfacción.
—¿En serio? Eh, no que me estás mojando entera. —intentó apartarse sin éxito del curioseo, y finalmente abrió la bolsa de patatas fritas que apretaba en una mano.— Toma, tu botín de guerra, por favor no me comas a mi.
Definitivamente no era una simple foca, debía de medir un par de metros más o menos y probablemente se trataba de alguna clase de lobo marino. Con mucho descaro, porque se estaba zampando las patatas como si fuera la cena compartida de cada jueves. Con el aperitivo saqueado y el vestido echado a perder, Airin se aventuró a acercar una mano al cuello del animal, y palmeó con cuidado un par de veces. Cuando éste no se inmutó, le rascó con suavidad tras una oreja.
Aquello debió de gustarle porque abandonó las migas y recostó la cabeza sobre los muslos de la chica, cerrando los ojos y relamiéndose como si fuera un perro doméstico.
—Oye, que me quiero ir a casa, ya es de noche y ahora sí que tengo frío. —dijo Airin tras varios minutos de acariciar a su inesperado compañero y con las piernas medio dormidas del peso.
La foca abrió un ojo y se levantó con un bostezo perezoso. Y sin darle tiempo a moverse de su sitio le acercó el morro a la cara, y hociqueó desvergonzadamente, haciéndole cosquillas con los bigotes y sacándole una risa incrédula.
—¡Venga ya, no te voy a dar un beso en la primera cita! —rió la chica apartando la cabeza del animal con la mano y levantándose.— Vas a tener que currártelo más. Si ni siquiera sé cómo te llamas.
El lobo marino rodó por el muelle y se frotó contra sus piernas mientras Airin se ponía los zapatos.
—¿Mañana, misma hora, mismo sitio? —le rascó bajo la barbilla, ya sin miedo.— Pero esta vez vas a tener que invitarme tú.
Sin esperar a que el animal decidiera seguirle a casa por toda la ciudad, Airin echó a correr muelle adentro. Cuando llegó a tierra firme se giró a mirar en dirección al mar, y sintiéndose un poco estúpida, pero de mejor humor, levantó la mano en un saludo de despedida. La foca pareció responder cabeceando un par de veces, antes de echarse al agua y desaparecer bajo las olas.
'ddup
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The Gift of the Goddess- Loveless, not Soulmate-less -Anir | x | Genesis | + | Angeal |
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/neko4.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/genesis3.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/angeal1.jpg) |
—Amigo mío, los hados son crueles… —había leído Anir, ya hacía años, escrito en el interior de su brazo derecho.
La letra era bonita, con cierta inclinación, algo de floritura… parecía de caligrafía antigua. Pero la frase seguía tras los puntos suspensivos.
—¿¡Qué crees que estás haciendo!?
Así fue como Anir aprendió que “qué” siempre se acentúa cuando puedes ponerle detrás un “cojones” y quedar perfectamente bien en la frase.
Ese día lo volvió a leer, como siempre que se peinaba y no llevaba manga larga. Suspiró y se estiró un poco más la coleta alta. Después se miró al espejo y apretó los labios. Al final acabó por decidir que ese día prefería peinarse con una sola coleta baja, sobre el hombro izquierdo. Diecisiete años ya era una edad respetable, tenía que empezar a arreglarse de acuerdo con su edad.
—Oh, que le fucken. —refunfuñó, y aunque dio vueltas a la idea de cambiar otra vez de estilo, pasó de todo y la coleta se quedó donde estaba. Además, hacía frío y quería ponerse un gorro de lana bonito. Con todos los colores que cupiesen. ¡Todavía era joven!
Y mientras se vestía volvió a mirar la marca de su alma gemela, las supuestas primeras palabras que le diría. La primera frase tenía una letra perfecta y cuidada, pero la segunda parecía escrita con prisa, con algo de rabia. Anir tenía doce años la primera vez que había notado que algo se estaba formando sobre su piel, y tardó casi un mes en tener las dos frases completas y bien visibles.
Había odiado al tipo casi de inmediato, sobre todo porque conocía a la perfección de donde salía la primera parte. Le había tocado estudiar “Loveless” en el colegio y se lo habían metido con calzador. No le tenía ningún agrado. Pero de vez en cuando se sorprendía murmurando partes del poema.
—No hay sueños, ya no queda honor. —continuó la cita antes de suspirar, para luego gemir frustrada.
Se puso el gorro a rosca y se enfundó en el abrigo y la bufanda. Llevaba puestas sus botas favoritas e iba a comerse el mundo.
—¡Me voy! —saludó cuando ya estaba en la puerta, con la mochila colgada de su espalda.
—¿Ese gorro no es muy infantil? —le preguntó su madre, secándose las manos con un paño de la cocina—. Ay hija, podrías hacer algo con ese pelo tuyo, por lo menos hoy no llevas coletas altas.
Anir rodó los ojos y levantó el dedo de en medio antes de hacerlo bailar en eses rápidas hacia abajo. Y salió por la puerta sin decir nada más. Tal vez el portazo hablase por ella. Su madre se llevó la mano al pecho.
—Jesús, ¿pero yo qué he criado, una niña o una criatura bárbara?
Ese día Genesis se sentía de buen humor. Aquella era una rara ocurrencia, pero Angeal conocía el motivo y no quería tener nada que ver.
—¡Angeal! ¡Amigo mío! —dijo Genesis, dándole una palmada en la espalda a su supuesto mejor amigo.
—¿Los hados son crueles? —preguntó Angeal, con los brazos cruzados y mirando hacia el infinito.
—Sí, querido. Pero eso será para más adelante —informó Genesis, con una sonrisa de oreja a oreja y un colmillito afilado brillándole entre sus dientes perfectamente blancos y alineados—. Ahora mismo me sonríe la diosa. Su don recae sobre mí.
Genesis se quitó los guantes y lo puso dentro de los bolsillos del abrigo, que colgó detrás de la puerta de lo que servía tanto de almacén como de sala de descanso para los trabajadores de la librería donde estaban. Una nueva re-edición de “Loveless” se presentaba ese día y grupo selecto del club de fans oficial había sido seleccionado para leer el poema entero, en todas sus versiones. A Genesis le había tocado el tercer canto de la versión traducida de la revisión y modernización de hacía unos cincuenta años. Estaba que se salía de su cuerpo de lo contento, vibraba de felicidad.
Angeal tenía que sentarse entre el público y aplaudir durante no sabía cuántas horas y esperar con paciencia a que Genesis socializara con otros adictos a “Loveless” porque, obviamente, tenía que llevarlo a casa en coche, no iba a ir en transporte público con ese frío. ¡No, no!
¿Algún día se sacaría el carnet de coche? Angeal no lo creía, Genesis prefería lo de tener chófer. Cualquier día iba a empezar a cobrarle.
Genesis no tardó mucho en remangarse la camisa e inmediatamente después ponerse un guante corto y oscuro en la mano derecha. Era un guante elegante, como todo él; pero que sólo tenía dedos enteros para el pulgar y el índice, el resto iban cortados.
Unos años atrás, Angeal había podido ver de reojo algo oscuro pintado en el pulgar de Genesis y desde entonces había empezado a llevar guantes, o al menos uno en la mano derecha, hasta en verano. Él nunca le había querido decir qué ponía, pero Angeal suponía lo que era. Él también tenía una marca, después de todo.
“¿Me estás jodiendo? Yo creía que me había dado contra la pared pero es un hombre de dos por dos.” rezaba la marca de su soulmate en letra alargada, claramente cursiva y cada vez más pequeña, como si se le fuera apagando la voz. Hacía un año que la chica se había dado de lleno contra su torso bien formado y sí, había hablado así mientras intentaba asegurarse de que su nariz estuviese todavía en su sitio. “No es mi intención… ¿todavía?” le había respondido Angeal. Y su mundo había cambiado para siempre. Oh y ya habían jodido.
Varias veces, de muchas y muy creativas maneras.
Angeal frunció el ceño e intentó no seguir pensando en su novia, así que se centró de nuevo en Genesis, que estaba hablando con otro miembro del club de fans lo suficientemente afortunado para leer uno de los fragmentos del poema original. Aquel que era tan antiguo que no lo entendía ya nadie, pero el chico parecía entusiasmado y Genesis le palmeó el hombro con la mano enguantada, dándole ánimos antes de girarse y rodar los ojos.
—Lo va a hacer fatal. —murmuró cuando llegó hasta Angeal.
—¿Y por qué no te quedaste con su parte? —preguntó él con morbosa curiosidad.
Genesis se cruzó de brazos, levantó la barbilla y entrecerró los ojos, intentando no fruncir los labios.
—Por que mal que me pese no tenemos a nadie que lo pueda hacer mejor.
Y Angeal sonrió antes de negar con la cabeza y salir del almacén para sentarse entre el público, en una de las últimas filas. De todas formas se le iba a ver, como decía Airin, era un hombre de dos por dos.
Anir entró en la librería con los auriculares puestos y “#Cookie Jar” sonando a todo volumen dentro de su gorro de colorines superinfantil, como lo llamaba su madre, aunque a ella le parecía más que adecuado. Quedaba bien todo, ¡tenía tantos colores que siempre era un acierto!
Estaba mirando la sección de novedades de fantasía cuando alguien chocó con ella y fue entonces cuando se dio cuenta de lo llena que estaba la librería. Se quitó el gorro, metiéndolo en la mochila y dejó colgar los auriculares desde su bufanda por encima de su pecho.
¿Qué mierdas estaba pasando en el local? ¿Sería una firma de libros? O la presentación de un nuevo autor…
Y entonces lo escuchó, la cadencia de la poesía narrada en alto. Y un verso que se le hacía muy familiar.
—Aunque el mañana se halle vacío de promesas, ¡nada podrá detener mi regreso!
Y un montón de personas empezaron a aplaudir. Los ojos de Anir se centraron en un stand y tuvo que acercarse, metiéndose entre el montón de gente para asegurarse de lo que estaba viendo era cierto. Al lado de un pequeño escenario improvisado con un atril, se encontraba una mesa con la última y novísima re-edición de “Loveless”.
La plaga de los días de Anir.
No podía ser cierto. No, no… y justo acaban de leer el canto anterior al que Anir tenía en su brazo. ¡No estaba preparada para conocer a su alma gemela! ¡Era demasiado joven para cualquiera de aquellos viejos estudiosos!
En su ansiedad, había cogido uno de los libros de la mesa y estaba ojeándolo. En algún lugar de sus procesos mentales estaba apreciando lo bonito de la portada y la calidad del papel a regañadientes. Después de todo era hija de un impresor y había cosas que no podía evitar.
La gente dejó de aplaudir y alguien recolocó bien el micrófono antes de carraspear y tomar aire.
—Amigo mío, los hados son crueles…
Y si a Anir le hubiesen preguntado cómo se imaginaba que sonaba la voz a la que pertenecía aquella letra refinada en su brazo… habría sido exactamente así, pero como con veinte o treinta años más, ¿tal vez? Levantó la vista y se dio de frente con el pelirrojo más pijo que su hubiera cruzado en su corta vida, aunque teniendo en cuenta que había ido a un colegio privado, podía decir que habían sido unos cuantos.
Apretó el libro entre sus dedos y de repente lo vio volar hacia el atril, tirándolo en el proceso, haciendo que el micrófono cayera rodando por el suelo y haciendo ruidos que pertenecían a uno de los círculos más profundos del infierno. Un montón de gente gritó y Anir se dio cuenta de que había acabado de lanzarle un libro nuevo en un arrebato a un chaval que no conocía de nada. Su padre estaría muy decepcionado, pobre libro.
Entonces lo vio enrojecer, al pijo, no al libro. Por la forma en la que se le juntaban las cejas, Anir supuso que lo rojo de sus mejillas vendría de la ofensa o la rabia.
—¿¡Qué crees que estás haciendo!?
Oh. Oh. ¡Oh, no!
Anir levantó un índice y lo movió de un lado a otro formando la palabra con sus labios muchos antes de pronunciarlo.
—¡No! ¡Mira, no!
Y se dio la vuelta para marcharse corriendo antes de que a nadie se le ocurriese hacerla responsable de nada. Genesis levantó las cejas, llevándose la mano derecha al pecho y luego se miró el pulgar enguantado antes de bajar del escenario y empezar a correr tras la chica.
—¡Espera!
Anir se llevó las manos a las orejas, tapándoselas. Quería cerrar los ojos, pero probablemente sólo terminaría chocándose con todo el mundo y acabarían atrapándola y haciéndole pagar muchas multas y acabaría en la cárcel porque no tenía dinero, pero no era mayor de edad y la meterían en un reformatorio acabando con su buena reputación y la oportunidad de ir a una buena universidad y su vida se estaba acabando antes de empezar. ¡No podía detenerse!
—¡Soy demasiado joven para acabar así!
—¿¡Así, cómo!? ¡Espera!
Y entonces la única persona que querría salvarla sería su alma gemela, ¡pero la odiaría porque le había tirado un libro que estaba recitando encima! Obviamente “Loveless” le gustaba mucho y su padre la repudiaría también y en el reformatorio le quitarían su gorro de todos los colores.
—¡Aaaah!
Angeal los vio salir y luego miró de nuevo hacia el escenario, donde los organizadores estaban observándose nerviosos unos a otros sin saber muy bien qué hacer ni lo que estaba pasando. Angeal se levantó, pensando en ir tras la pista de su amigo, pero al final terminó por caminar hacia el escenario, poner en su sitio el atril y asegurarse de que el micrófono funcionaba bien.
Abrió la boca y empezó a recitar de memoria el canto que tantas veces había ensayado Genesis durante el último mes delante de él.
—No hay sueños, ya no queda honor…
Y maravillados por el tono heróico de Angel y su aspecto de príncipe ángel guerrero bajado del cielo, las personas del público volvieron a sus asientos y se dejaron seducir por su adorado poema lleno de misticismo.
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2k19 #prompts4everyone ❤ v 3.0 - Compilation vol. 1
❤ Ronda 1
Pacific Rim! AU (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-1/msg8539/#msg8539)
Die Jaegermutter - OST - 01. Main Theme (https://youtu.be/1vU7XqToZso)
—¿Estás de coña verdad?
—Anya, esa boca.
—Ni esa boca ni ese Boco, —replicó la chica echándose el trapo manchado de grasa sobre el hombro y poniendo rumbo a la cúpula del hangar principal a zancadas enfadadas,— más te vale estar de coña, porque como no sea una broma… Mira. Los mato.
—No sé qué estamos haciendo anticipando prevenir ese evento múltiple en caso de reapertura si vienes tú y me rompes las últimas defensas de la humanidad. —El sarcasmo nervioso no hizo que la joven detuviera sus pasos, simplemente levantó un dedo en el aire, acusador.
—A mis jaegers obvio que no los voy a romper, soy su madre, a los idiotas que tripulan mis bebés es otra cosa.
Sephiroth se quitó las gafas, se llevó una mano a la parte alta del puente de la nariz y apretó la zona, masajeando hacia arriba entre sus cejas en un intento de mantener la migraña bajo control. La maldiciones que su hermana iba despotricando se mezclaban con el ruido que hacían sus botas de trabajo al resonar por los pasillos revestidos de metal, en una algarabía ominosa. Pasados unos segundos suspiró, y se encaminó tras ella esperando poder impedir más bajas de las que ya sufrían.
—A lo mejor si soltásemos a tu hermana en campo abierto tendríamos la lucha solucionada. —La inflexión cáustica de la voz del mariscal y la mano pesada sobre su hombro hicieron que Sephiroth perdiese un poco de rigidez.
—Se comería a mordiscos y en crudo al primer kaiju que le mirase mal, la elegirían como su líder y entonces estaríamos realmente acabados.
Cor Leonis se echó a reír, negando con la cabeza y palmeando su espalda suavemente.
—Tus hombres están bien, han vuelto magullados, pero sanos y salvos. Respira Comandante.
La respuesta de Sephiroth se vio interrumpida por un aullido agudo y reverberante cargado de indignación.
—Pero el Fenrir también ha vuelto magullado. —dijo asomándose al hangar donde diversos mecánicos e ingenieros se afanaban por extraer a los pilotos de la cabina del jaeger.
—Ya, bueno. Soltar a Anir ahí fuera sigue siendo una opción. —el mariscal se recostó contra la pared, observando distraídamente el ir y venir de la multitud de operarios trabajando mientras respondía mensajes y consultaba reportes y estadísticas desde su teléfono móvil.
—¿¡Qué le habéis hecho a mi hijo?! —se oyó bramar a la chica que trepaba a mano desnuda por la cubierta metálica del gigantesco robot mientras esquivaba a otros técnicos de mantenimiento y su maquinaria.
El blindaje de la cabina cedió por fin y se abrió de par en par, dejando a la vista a la pareja de pilotos que apenas se las apañaban para mantenerse en pie el uno al otro.
—Hola cariño, ya estamos en casa. —el pelo moreno y desordenado de Zack cayó sobre sus hombros al quitarse el casco. Con un tono falsamente alegre y mucho cuidado depositó a su compañero en los brazos de Anir, mientras él desconectaba los cables que los mantenían sujetos y conectados— Vamos Spike, verás como te remendamos en seguida y puedes ver la repetición de la jugada por la tele.
Cloud rodó los ojos con un gesto de desinterés, pero el esfuerzo que le requerían los movimientos de ser acompañado hasta la grúa ascensor le hicieron dejar escapar un quejido ahogado.
—Oh, joder. —Anir tragó saliva, sujetando al rubio mientras descendían.— Fenrir puede esperar.
—No sé cuándo se te ocurrió poner un escudo sónico, ni cómo has hecho para que sea tan potente, pero eres un genio y te quiero. —Zack se estiró un poco por encima de los hombros de su compañero para besar la cabeza de la chica.
Cloud levantó un pulgar tembloroso en señal de aprobación a todo aquello.
—Fair, reporte de daños. —la figura seria de Sephiroth esperaba a pie de apeadero.
—N-no es tan grave, comandan-
—Tú te callas, eso es demasiada sangre.—Anir interrumpió al rubio que sujetaban entre ella y Zack.— Eres igual que mi hermano, te estarías muriendo y aún dirías que no es para tanto.
—Anya… —Sephiroth rodó los ojos y se acomodó las gafas.
—No hay daños extremadamente graves, pero si son moderados, estamos peor nosotros que el jaeger, ni caso a Cloud porque Anir tiene razón, —dijo el moreno con una sonrisa cansada,— él probablemente necesite una transfusión de sangre como mínimo y creo que yo tengo varias costillas rotas. Pero de momento parece que efectivamente la Brecha sigue en retroceso. Ninguno de los bichos que consigue asomarse es demasiado para una pelea uno contra uno.
—¡Zack!
—Hey, Angeal.
—Bienvenido. —dijo Sephiroth girándose a mirar al recién llegado.— ¿ya estás en condiciones?
—En cuanto Genesis acabe de presentar sus informes pendientes a Leonis, el relevo para patrullar con el Banora está listo.
Aquello hizo respirar aliviados a los otros cuatro.
—Ven aquí chaval, —dijo Angeal cogiendo en brazos a Cloud con extrema delicadeza. El joven perdió tensión visiblemente, y pareció desinflarse con el bajón de adrenalina.— Vamos a la enfermería.
—¿Nos habéis visto desde el centro de mando? —Zack agarró la mano grasienta de Anir y besó sus nudillos ennegrecidos.
Sephiroth carraspeó intencionadamente.
—Vale que seas mi jefe, mi oficial al mando y lo que quieras, pero aunque sea tu hermana, es nuestra novia. —se defendió el chico.
—¿Cuántas costillas rotas has dicho que tenías? —preguntó Anir con dulzura, traduciendo adecuadamente el apunte sin palabras del comandante.
—Ah… mierd-
—A la enfermería tú también, teniente. Ahora mismo. —ordenó Sephiroth mirándole por encima de las gafas. Y añadió con granujería para su hermana,— Última vez que te dejo mis juguetes Anya, siempre me los rompes todos.
—¡Eh, pero a mí me quieren! —exclamó la chica indignada empujando al mayor de sus novios.
—Hmm, pero Cloud tiene un póster mío, no tuyo, en su armario.
—¿Estás de coña verdad? —Anir se giró hacia Zack en busca de confirmación, pero al ver que éste reía entre dientes encaró de vuelta a su hermano mayor.— ¿Cómo sabes tú eso? Mira, te mato.
High School Reunion! AU (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-1/msg8545/#msg8545)
Oh wait til’ I do what I do - Hit you with that ddu-du ddu-du du (https://youtu.be/IHNzOHi8sJs)
—Venga mujer, no seas así. ¡Será divertido ya verás! —Ahí debería haberse dado cuenta de que Shura la estaba volviendo a engañar.
Será divertido, había dicho. Estaremos juntas todo el rato, había dicho. Para empezar Shura ya había desaparecido hacía media hora y aún no había vuelto a dar señales de vida. Seguro que había ido a despegar de la puerta al borde de su novio, donde se había quedado fumando y Sol la había convencido para ir a darse el lote a escondidas por ahí.
Te lo pasarás bien, verás como no es tan grave, no van a castigarte tanto tiempo… Si Kora se ponía a hacer una lista de famosas últimas palabras, le sobraban palabras y le faltaba papel.
Estiró del jersey de color burdeos que llevaba antes de levantarse de la mesa del rincón donde se había atrincherado y se alisó la falda mientras caminaba hacia la entrada del gimnasio de su antiguo instituto. No tenía muchas esperanzas de recuperar a su amiga en algún momento cercano de esa noche, pero con el móvil en la mano y cerca de la puerta daría menos el cante que sola entre un montón de gente ruidosa que parecía no haber pasado de los quince en diez años. Al menos Dante había dejado atrás su fase emo-darks. Pequeños consuelos.
Apenas unos minutos más tarde, el sonido grave de un motor cercano hizo que levantase la vista de la pantalla del teléfono. Levantó una ceja inquisitiva al ver a la joven pelirroja con cazadora de cuero y botas de tacón que se bajó de la moto que acababa de llegar y besuqueó varias veces entre risas al hombre atractivo y desafeitado que la conducía, despidiéndose de él por esa noche, antes de girarse a abrazar a otra chica más bajita y rubia. Huh, el caso es que se le hacían familiares, pero no terminaba de ubicarlas.
—Heeeyy Argentiel~ —Uno, Kora habría jurado por todas sus partidas de Stardew Valley que Argentiel era un chico. Pero habían pasado diez años y ni siquiera habían ido a la misma clase. Dos, habría asegurado que esa voz pertenecía a otra persona, pero el veinteañero que la saludaba ahora y llevaba algo peludo y cuestionable en la barbilla era definitivamente Prompto.
—Heeey Argentum —la pelirroja chocó un puño cerrado con él, mientras su amiga rubia lo observaba con los ojos llenos de estrellitas.— ¿No te cansas de verme todos los días?
Kora necesitaba una guía de forma urgente. Maldita sea, Shura.
—Nah, el curro es otra cosa. —contestó Prompto yendo hacia la puerta donde Kora intentaba no ser demasiado evidente— Nunca vienes a estas cosas Airin, necesito carne fresca para cotillear.
—Uff, es que socializar con la misma gentuza que pasaba el rato buscando formas de putearme no es precisamente mi plan de viernes noche ideal, ya tú sabeh. —Kora experimentó un sentimiento espontáneo de hermandad, viéndose plenamente identificada con aquello.— Si quieres carne fresca Strife es tu chica. A mi hoy me toca presumir de boda.
Espera, ¿Strife? ¿Anir Strife era una chica? Pero si se había pasado la secundaria pareciendo un niño de doce años… Vale, ya iban dos que le salían rana. Lo siguiente sería que su gaydar fallase estrepitosamente. ¿Había dicho boda? ¿El tipo de la moto era su marido entonces? Shura se estaba perdiendo la vida por abandonarla, y pensaba restregárselo por la cara.
—Me engañaste, —se quejó Anir haciendo un puchero y mirando de reojo a Prompto— tanto saltar para coger el ramo, y no venía con novio.
Argentiel se echó a reír, pero entonces una notificación traicionera sonó desde el móvil de Kora y la pelirroja se giró hacia ella, y parpadeó un par de veces.
—¿Kora? —preguntó tentativa, entrecerrando los ojos.— ¿Kora Lionheart?
Kora esbozó una sonrisa incómoda intentando no tragar saliva y se retiró un mechón de pelo pálido tras la oreja de forma compulsiva.
—Uhm…
—¡Hala, qué fuerte! Nunca te dí las gracias por prestarme los apuntes de química, me salvaron el culo para los finales y soy lo peor —exclamó la chica acercándose vivaracha, mirándola como si le hiciera ilusión volver a verla.— ¡Sigues igual de guapa! Con la melenita que llevabas parecías una muñeca, pero el pelo largo también te queda genial.
Kéh. Kora debía de haberse caído por algún extraño universo alterno donde había tenido popularidad en lugares desconocidos para ella. Chúpate esa Shura. O no, que a saber qué estaría chupando ahora… eh, no quería ni imaginarlo.
Con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes por la atención inesperada Kora sonrió encantadoramente.
—La verdad es que ha pasado mucho tiempo… —dijo.
—¿Lionheart? —preguntó una voz de tono elegante. A Kora no le temblaron las piernas porque de repente se vio apretando los muslos, pero cuando volteó a ver al joven que le hablaba no logró identificarlo. Éste se subió las gafas, momentáneamente azorado.— Ah, discúlpame, no sé si me recuerdas, soy Ignis. Ignis Scientia. De un curso más que tú.
A Kora le vino a la mente la imagen de un chico mayor, repeinado hasta el último milímetro, bastante pijo y un poquito snob, pero siempre muy amable con ella. Si era el mismo, había crecido muy pero que muy bien. Seguro que era gay.
—Aah, pues ahora que lo dices… —Shura se iba a comer los mocos cuando se lo contase. ¡Senpai le noticeaba! Kora estiró una mano hacia él educadamente, los buenos modales llevaban a todas partes.— Un placer volver a verte.
Pero Scientia en vez de estrechar su mano la agarró con delicadeza entre sus dedos y la llevó hasta sus labios, como quien besase la mano de una reina, o su futura esposa.
—El placer es mío. —dijo él con la voz grave y el aliento cálido contra los nudillos de la chica.
Kora no se desmayó porque no quedaba bien, pero estuvo cerca. A la tercera va la vencida, pensó, me ha fallado el gaydar. Ignis Scientia seguía sin soltar su mano y no había dejado de mirarla fijamente. Y Shura no estaba para verlo, maldita sea.
—¡Heyy, suaaaveee Iggy! —la voz divertida de Argentum interrumpió el momento de intensidad.— ¡Ahora no te tardes otros diez años en pedirle el teléfono a tu crush!
¿Qué? ¡¿QUÉ?! KÉH. Ahora definitivamente tenía una boda que planear. Y unas bragas que cambiarse. Shura, joder.
Asesinos a sueldo! AU (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-1/msg8548/#msg8548)
What do we say to death? - Not Today (https://youtu.be/9DwzBICPhdM?t=55)
—No es nada personal, simplemente formas parte de mi contrato.
—Entiendo.
Y efectivamente, parecía que el chico no estaba para nada preocupado con su situación de asesinato inminente. Sus ojos verdes y pálidos observaban las sombras desde las que Shruikan empuñaba la katana que presionaba contra su garganta con un brillo tranquilo de comprensión. Era desconcertante.
A no ser que hubiera contado con que Durza acabaría enviando a la mejor de sus sombras a quitarlo de en medio por el motivo que fuera, (a ella no le correspondía saberlo), y supiera que intentar resistirse solo alargaría lo inevitable de forma dolorosa. Eso demostraba cierta sensatez. O un as en la manga.
Shruikan entrecerró los ojos con desconfianza.
—Sin rencores, entonces. —indagó. Ulquiorra habría dicho que la curiosidad siempre mataba al gato, pero qué demonios, prefería no tener a ningún sicario de “por si acaso” tras sus pasos si podía evitarlo. No era un trabajo con el que disfrutase, porque sólo los psicópatas disfrutaban matando, pero era un trabajo al fin y al cabo y le pagaban por ello.
—Gracias. —dijo simplemente el chico, con una leve sonrisa serena. Aquello hizo que se le erizase la piel de la nuca.
—¿Cómo que gracias? ¿Pero tú eres tonto? —Shruikan apartó la espada bruscamente, llena de indignación.— ¿Vengo a matarte y me das las gracias?
El muchacho parpadeó confuso.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿No es más fácil así? —ladeó la cabeza como si realmente fuera un perrito estúpido y se llevó una mano al corte que sangraba perezoso al mismo ritmo que su pulso.
La forma ligeramente desinteresada en que observó sus dedos manchados de sangre, levantando un arco ciliar en el cual no había ceja como tal, hizo que a Shruikan le hirviese algo por dentro.
—¡Grrr! Mira chaval, —empezó enfadada. Tampoco pedía que suplicase por su vida, pero con lo que le había costado colarse en semejante apartamentucho de mierda, que las ventanas ni abrían, lo mínimo que podía hacer era reconocer su esfuerzo y tenerle un poco de miedo. Respeto. ¿Interés? Algo.
—En realidad me estás haciendo un favor tú a mí. —el chico se encogió de hombros con una sonrisa vaga y un poco culpable.
De repente muchos pequeños detalles encajaron de golpe. La calma que había sentido al principio de la misión volvió a ella, pero de una forma fría y desagradable. Las pocas prendas de ropa en el armario, los cajones de la cocina desprovistos de cuchillos y utensilios afilados, la nevera prácticamente vacía, la puerta de entrada que inexplicablemente cerraba por fuera y no por dentro, las ventanas de un octavo piso que no se abrían más de un palmo de ancho.
—Quieres que acabe con tu vida. —Shruikan bajó la katana, acercándose a mirar al joven frente a frente.
—Esto no se puede llamar vida. —por un momento su fachada sosegada pareció temblar y resquebrajarse con un suspiro.
—¿Cómo te llamas? —sabía que estaba cometiendo un error. Podía oír la voz de Ulquiorra en su cabeza enumerando la lista de malas decisiones y los motivos por los que eran una mala idea, y apiadarse de un objetivo entraba en el top cinco. O tres. Probablemente era medalla de oro directa.
—Gaara.
—¿Estás bajo vigilancia en prevención de suicidio? —Shruikan frunció el ceño al oír aquel nombre, y los engranajes de su cerebro dieron otra vuelta más cuando vio la inquietud asomándose a la mirada del joven.
—Algo así.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Gaara se giró a mirar el calendario que colgaba de la pared y que solo tenía una hoja. De hacía dos meses. Fue entonces cuando la chica vio la marca de un tatuaje de refilón entre aquel flequillo pelirrojo y despeinado, y el estómago se le cayó a los pies. Y probablemente también el cerebro, si le hubieran preguntado a cierto compañero. Pero para Shruikan la decisión ya estaba tomada, por muy mala idea que fuera.
—Leto está vivo. —susurró como si la oscuridad pudiera correr a esparcir el rumor entre otro tipo de sombras más peligrosas. Como ella.
—¿Qué? —la voz ahogada de Gaara y el gesto involuntario de agarrarse el cuello de la camisa ensangrentada hablaron por sí mismos.
—Comprenderás que obviamente ya no se llama así. —Shruikan empezó a quitarse ropa ante la perplejidad del pelirrojo, que aunque asintió procesando el concepto, la observaba como si de repente le hubiera crecido otra cabeza.
—Quítate eso, tengo que decorar un crimen.
—¿Cómo? —sin haber soltado aún la espada estiró de la camisa de Gaara hasta conseguir desnudarlo de cintura para arriba.
—Aguanta un momento. —Restregó el gurruño de ropa por el reguero de sangre que aún no había coagulado sobre su pecho para terminar de embadurnar bien el tejido, y procedió a desgarrar la tela por ciertas partes, ayudándose con el filo de la katana.
Después arrastró la camisa hecha jirones por el suelo hasta dejar la habitación hecha unos zorros.
—Vale, ya estás muerto, te he matado. —Shruikan observó su obra de arte con orgullo.
—¿Y ahora? —la voz del chico sonaba esperanzada e incrédula a partes iguales.
—Ahora se te llevan las sombras, tonto.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer? —preguntó Gaara sin querer confiar del todo en que aquello fuera de verdad.— Durza…
—Durza no tiene a nadie mejor. Por ahora. —Shruikan le estampó contra los abdominales bien definidos (en los que no iba a fijarse ni un segundo más) lo que parecía ser una chaqueta y una bufanda oscuras, haciendo gesto de que se pusiese las prendas.— En mi contrato ponía “eliminar objetivo”, no encargarme de limpiar sus trapos sucios a cambio de nada y hacerme romper una promesa o dos por el camino. Me juego lo que quieras a que lo ha hecho a sabiendas y la siguiente en lista soy yo. Así que ahora sí es personal.
El chico abrió mucho los ojos a la par que tragaba saliva.
—Mira, no me gusta lo que hago, pero soy la mejor por algo, y sé que tarde o temprano las sombras cambian. —dijo sacando un móvil desechable y marcando un número de memoria.— Dáte prisa.
Shruikan forzó una de las ventanas haciendo palanca con la funda de su espada y observó la azotea de al lado con una sonrisa sesgada.
—Además, hay un cuervo por ahí que me debe un favor o dos. Vé pensando en otro nombre que te guste, y que no sea Fenris. —dijo sacando un garfio con cuerda de su riñonera y empujando a Gaara hacia la noche abierta.
❤ Ronda 3
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I’m drinking iced americano - But why am I still so hot? (https://youtu.be/QanGRBs28xc)
“Menos Lunes, Más Café” era el nombre del comercio que estaba rotulado en el escaparate en una letra cursiva, moderna y adorable pero con encanto retro. MLMC eran las iniciales con serifas entrelazadas que parecían arremolinarse en el logo redondeado de sus cuidados empaquetados.
Y “mlemshi” era como los jóvenes que se afanaban en vivir siempre a la última moda o morir en el intento, habían empezado a referirse a la pequeña cafetería repostería que poco a poco se estaba convirtiendo en un lugar de culto.
Una buena razón para ello, o la razón con mayúsculas, era que los lunes por la mañana todas las bebidas a base de café estaban más baratas. Era un caso claro de buenas personas con amplio estudio de mercado. Su servicio a la comunidad era apreciado con largas colas que en los primeros días laborables después de puente festivo podían dar la vuelta al bloque.
Antes de la mitad de la mañana la cafetería experimentaba un pequeño respiro de entre cuarenta minutos y hora y media, lo que les daba tiempo de sobra a sacar cuatro o cinco mesas con sus respectivas dos o tres sillas, reponer mostradores y dejar el local listo para el siguiente turno de clientes, esta vez con menos ansia viva y un rato para sentarse.
—Café negro sólo, doble, sin azúcar. Y una palmera grande de chocolate, por favor. —Aquella voz era algo menos grave de lo acostumbrado para ese pedido, y Airin levantó la cabeza con curiosidad cruzando su mirada verdegrís con unos ojos de color turquesa claro desconocidos.
—¿Y para tí? —Preguntó con una sonrisa. Ah, clientes nuevos acompañando a los habituales, futuros conversos.
El hombre parpadeó dos veces, y movió la vista hacia la selección de productos sobre el panel luminoso tras la barra. Frunció el ceño ligeramente al no encontrar nada de su apetencia.
—Si quieres algo que no veas en menú, díme, que te lo puedo hacer sin problemas. —dijo mientras ponía la máquina a filtrar el oscuro líquido de los dioses y sacaba una de las piezas de hojaldre sobre un plato de cerámica.
Con las manos a la espalda, Sephiroth levantó discretamente el dedo del medio en dirección a la mesa que compartía, y de donde había oído una risita ahogada tras un periódico.
—¿Un mokaccino con caramelo? —Tentó intrigado. Al no recibir ningún reniego por su falta de respeto contra la integridad del café, más allá de un pestañeo atento, prosiguió.— Y una bomba de crema.
La joven le señaló las diversas botellas de sirope junto a la cafetera y le regaló una sonrisa divertida, antes de girarse hacia la puerta del obrador.
—¡Niiiir! —llamó levantando la voz,— se han acabado los rollos de canela y los conos de chocolate.
—¡Ya van! —contestó otra voz femenina desde dentro de la cocina.
Al ver que el hombre ya había sacado la cartera para pagar, Airin le pasó la cuenta y siguió preparando su pedido. Un ruido de sorpresa le hizo levantar la cabeza.
—Esto es barato. —dijo Sephiroth observando el recibo.
—Es lunes, a nadie nos gustan los lunes. Menos lunes, más café. —la chica se encogió de hombros e hizo primero un gesto hacia las letras del escaparate, y después puso la bomba de crema delante de él.— Y lo que has pedido es lo mismo que un caramel macchiato con chocolate y canela de cadena genérica.
Sephiroth abrió la boca, pero la cerró sin decir nada. Eso no sabía, lo guardaría en su inventario.
—¿Cuál me recomendarías para la próxima vez? —preguntó intrépido, sabiendo ya que iba a volver al local aunque no tuviera compañía.
—¿Te confieso un secreto? —Airin dejó las tazas listas y decoradas sobre el mostrador y se inclinó un poquito hacia delante. Por inercia Sephiroth se agachó levemente.— No me gusta el café. Y creo que a tí tampoco.
La joven se echó a reír ante la expresión de sorpresa del hombre, que la miró con los ojos muy abiertos, como un gato asustado.
—Pero es una bebida a base de café, aunque el café sea una anécdota en ella, así que está rebajado. Los martes hacemos descuento en infusiones con bollería, por aquello del odio sobrante de los lunes. Y no es por presumir, pero hago un chai-latte espectacular, —dijo un guiño pícaro.
—Lo tendré en cuenta para mañana, entonces. —respondió Sephiroth con los ojos entornados y una sonrisa sesgada.
Airin se dio la vuelta con la intención de intentar controlar su sonrojo inesperado y se dio cuenta de lo mismo que el hombre en dirección a su mesa. Había un niño pequeño, un bebé rubio y adorable como un pollito trepándose a las rodillas de Angeal.
—¡Anir! —Llamó la chica hacia el obrador.— Creo que se te ha escapado algo.
—Los rollitos ya están. —la joven que salió con la nueva hornada de dulces dejó la bandeja y se giró a mirar cuando un ruido demasiado conocido llamó su atención.
—¡Bah! —el niño había conseguido su objetivo con ayuda de Angeal y ahora se erguía orgulloso con los piecitos sobre las rodillas del moreno, sujeto por el brazo firme de éste alrededor de su espalda, y las manitas pringosas siendo pacientemente limpiadas con una servilleta de papel.
—¡Finnian Strife!
—Uuhh, mama~ —el pequeño infló los mofletes y abrió mucho los ojos proyectando más encanto todavía, sabiendo que le habían pillado por sorpresa en plena escapada.
Anir se limpió las manos en el delantal y salió de detrás del mostrador con el ceño fruncido, dispuesta a recuperar a su fugitivo en miniatura.
—¿Cómo demonios te has escaqueado esta vez, Finny?
—¡Jiji!—la respuesta del niño tapándose la boca como si fuera un secreto hizo reír a todos los presentes menos a su madre, que levantó las manos al cielo.
—Verás cuando pille a Cloud. Valiente niñero está hecho.
Angeal levantó la vista hacia la joven de pelo dorado y sonrió como si fuera uno de los eventos promocionales en los que conseguía enamorar hasta a las abuelitas mas gruñonas del barrio.
—Déjalo aquí fuera si quieres, no molesta y no tenemos prisa, y así está entretenido un rato hasta que llegue su padre. —dijo con tono de pregunta, moviendo las rodillas arriba y abajo haciendo reír al crío.
—¡Oh, no! Cloud es mi hermano, no estoy casada, ni con el padre. —contestó Anir retirándose parte del flequillo tras la oreja y dejando un rastro de harina por su mejilla.
—No entiendo quién dejaría escapar a una mujer así. —Los ojos de Angeal siguieron el movimiento con intensidad y su sonrisa se ensanchó mostrando más dientes perfectos y… ¿eso era un hoyito? Anir estaba dispuesta a tener otro hijo ya.
Sephiroth levantó una ceja pero no dijo nada, intercambiando una mirada astuta con Airin por encima del borde de su taza sobrecargada de azúcar. Aprovechando el momento, cogió sus cosas y se trasladó de vuelta a la barra, dejando la silla libre para que Anir tomase posesión.
—Tómate un descanso, que trabajas duro.. —comentó Airin divertida.
—Me doy la mañana libre. Ponme un cortado, hereje, que a mí si me gusta el café. —respondió Anir sin apartar la vista de cómo su hijo manoseaba con alegría y libertad la cara de Angeal. Qué mala era la envidia.
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A sin for him - Desire within, desire whitin (https://youtu.be/3EKgcVSX4ss)
El ruido de alguien haciendo explotar globos de chicle cada siete segundos le estaba poniendo de los nervios. Tanto que consiguió hacerle apartar la vista de la pantalla que mostraba a sus chicas deslumbrando sobre el escenario, cantando en vivo para comprobar el sonido en el ensayo general antes de la gala.
Ravus contó hasta cinco, inspiró y sin defraudar sus expectativas ahí estaba el ‘plop!’ justo cuando levantaba el dedo como si señalase su turno.
Se giró en busca de la persona a quién pensaba abroncar por su falta de decoro, y la encontró al otro lado de la sala común. Y sin poder evitarlo su vista se fue directa a unas piernas que no deberían haber estado permitidas por la ley. Se ajustó la corbata mientras sus ojos recorrían aquellas extremidades desde las botas de combate con tacón hasta el final del muslo donde las medias de red negras se perdían en unos shorts igualmente negros y deshilachados.
Y ‘plop!’ hizo el chicle otra vez.
Ravus entrecerró los ojos observando a la joven. Top de satén verde, cazadora de cuero motera medio colgando de los hombros, uñas pintadas de oscuro, ojos ahumados y largo cabello rojizo, con alguna que otra trencita asomando entre los mechones alborotados. Su personalidad meticulosa se sintió irritada por la forma en que la chica colgaba descuidadamente al borde de la silla, con las piernas estiradas hacia el frente y los tobillos cruzados encima de una mochila oscura, mientras encorvaba la espalda para permanecer apoyada sin escurrirse al suelo.
‘Plop!’
Idol. Con imagen de niña mala. Resopló por la nariz con desdén. No estaba al corriente de todos los cambios de look que llevaban otros grupos porque sus chicas tenían una imagen consistente y exitosa, y no necesitaban usar esas estrategias de marketing, su talento era suficiente para atrapar la atención de cualquiera. Decidió llamarle la atención por su comportamiento y quitarle uno de los auriculares del móvil con el que parecía chatear y escuchar música, pero unos pasos acelerados le hicieron apartarse.
—¡Tú, tú, tú, tú! —Otra jovencita de pelo dorado cruzó la sala como una exhalación y se dejó caer de lado sobre aquellas piernas largas.— ¿A que no sabes a quién he visto?
La recién llegada llevaba el mismo tipo de vaqueros cortos y rotos, una coleta alta a un lado de la cabeza con una bandana roja como diadema, y una camiseta de un grupo de heavy metal que estaba seguro llevaba más de veinte años disuelto. Ravus rodó los ojos. No le sonaban, ni tenía conocimiento de que debutase ninguna formación femenina en la gala, pero al menos parecían seguir una estética coherente.
—Uuff, Anir, que me rompes. —se quejó la pelirroja quitándose los cascos y guardando el móvil.
—Hey, jefe. —la voz de Prompto a su lado le pilló por sorpresa, devolviéndolo al presente lo justo para presenciar cómo su asistente se despistaba con la vista de las chicas.— O-ooohh…
Estuvo a punto de chasquear los dedos frente a su cara, pero un joven moreno tatuado e indecentemente descamisado se dejó caer junto a las muchachas, cruzando los brazos tras la cabeza e inclinando hacia atrás el sombrero que llevaba puesto.
—A las buenas señoritas… —flexionando los músculos ostentosamente y haciéndolas reír.
Ravus vio por el rabillo del ojo como Prompto se desinflaba como una flor mustia, hasta que el moreno protestó.
—¡Dame esas baquetas!
—¡No quiero, son mías y llevan mi nombre! —la rubia tamborileó con sus armas sobre el ala del sombrero del chico.
—Aah, qué jolgorio, cuánto alborozo… —Ravus enderezó la espalda como si le hubieran espoleado, y notó a Prompto esconderse discretamente tras él. La mirada insidiosa del director de su discográfica pasó por encima de ellos sin detenerse, fijándose en grupito que se encontraba amontonado al otro lado.— Ya veo que habéis venido a disfrutar.
El moreno abrió la boca haciendo ademán de levantarse, pero la pelirroja le puso una mano en el pecho y lo volvió a recostar.
—Ace, no. Con el enemigo no se habla.
—Airin, mi niña, me hieres en lo más profundo del alma. —dijo Ardyn con tono falso y afectado.
—No mientas, que no tienes de eso. —la chica le echó una mirada cargada de algo a medio camino entre apatía y hartazgo. Los ojos de la rubia se cruzaron con los de Ravus, divertida. ¿Era eso de lo que había querido avisarle antes? Espera. ¿Airin? Un sonido de disco rayado irrumpió en su mente con fuerza.
—Eres mala. Algo has sacado de mí después de todo. —Ardyn sonaba extrañamente satisfecho consigo mismo respecto a ese tema.— ¿Cuándo piensas venir a Crystal Records? Ya va siendo hora, ¿qué tiene Rhapsodos que no tenga yo?
—Uuhh, ¿belleza? ¿Una carrera artística sin igual? No sé, a lo mejor es la libertad creativa y la ausencia de nepotismo. Hmm, si, va a ser eso. —su hija siempre había manejado el sarcasmo con precisión. Era una segunda lengua materna en esa familia.
—Mira nena, hoy no, que tengo prisa y reuniones con inversores pomposos. —Ardyn suspiró pasándose una mano por el pelo rojizo, revolviéndolo más aún.— Ven a cenar a casa un día de estos y me firmas Firestorm y el poster de gira para poder presumir más tarde ¿vale?
—¿El disco? ¿Tienes posters de nuestro grupo? —Airin, la niña que había ido a clases de canto con su hermana pequeña cuando ambas estaban en secundaria, la chica que le había gustado y nunca había invitado a salir, la hija rebelde de la que tanto protestaba su jefe, la joven que miraba de hito en hito la propuesta obvia de tregua que tenía frente a las narices… Era la vocalista del actual grupo de metal favorito de Ravus, y no la había reconocido. Ni al resto. Deshonra.
—Si, bueno, al escenario, pandilla de macarras. —Ardyn salió de las sala haciendo ondear su gabardina con dramatismo.
Las Holy Girls habían terminado con su actuación, y se asomaban mirando con curiosidad por la puerta de los camerinos. Airin se levantó con un movimiento grácil y correteó hasta ellas.
—¡Luna! ¡Fírmame un autógrafo!
—¡Aaaahh! —la hermana de Ravus abrazó a la pelirroja dando saltitos, mientras sus respectivos compañeros de grupos reían.— ¡Nooo, fírmamelo tu a mí!
Ravus no le dio las gracias a Prompto cuando sacó la libreta y un par de bolígrafos, porque desapareció en busca de firmas sin guardarle papel a él. Lo vio intercambiando números con la portentosa batería de Ever Dream y comparando pecas con el guitarrista, casi cerca de la experiencia religiosa. Cuando finalmente Luna, Aerith y Yeul se retiraron de vuelta al vestuario, oyó un molesto ‘plop!’ de globo de chicle a su lado.
—Hola Ravus. —volteó a ver a Airin sonriendo, con los pulgares en las trabillas del pantalón.
—¿Con el enemigo no se habla? —las comisuras de sus labios se curvaron mínimamente.
—¿Y si quiero confraternizar con éste enemigo? —la expresión intensa en los ojos de la chica le hizo tragar saliva.
Personaje A adopta a Personaje B, un vagabundo sin hogar (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-3/msg8591/#msg8591)
A dangerous whisper - Now I’m dancing with the devil (https://youtu.be/UVwKBJU1giU)
El ruido de cristales rotos atrajo la atención del hombre por encima de los gritos entre la música, y rodando de costado, salió de su nido de mantas y plásticos bajo el banco que le servía de techo. Ladeó la cabeza atento al sonido de pasos en una dirección concreta y echó a andar hacia allá, poniéndose bien el gorro de lana y apartándose el pelo de la cara.
Su aliento empañaba el aire frío frente a su cara, y pegándose a la pared en busca de refugio de la lluvia siguió por la acera que compartían varios clubs y discotecas, llenos a pesar del mal tiempo. Sólo la entrada sin consumición de alguno de ellos costaba más que varios paquetes de tabaco, pero estaba claro que había gente con distinto orden de prioridades.
Echó una mirada furtiva a su alrededor para comprobar que no había nadie observando y se escurrió por la entrada al callejón.
—...si me das lo que quiero no tendrás problemas, cariño. —oyó que decía un hombre corpulento y de aspecto grasiento. La botella rota que empuñaba en una mano dejaba claro el tipo de problemas al que se refería.
—¿Y si lo que te doy son dos hostias, imbécil? —espetó con voz cortante de la chica que lo encaraba, con un puño en la cintura.
Medio segundo fue lo que duró la pausa incrédula del matón antes de soltar una carcajada, pero el momento fue más que suficiente para que Pip decidiera que se acababa de enamorar. Platónicamente hablando. Ahí, con dos cojones.
—¿Ah, sí? —preguntó el tipo acercándose más a la joven, que a pesar de la diferencia de tamaño no retrocedió.— ¿Tú y quién más?
Ah, parecía que le habían dejado la entrada a escena a propósito. Le dio un par de golpecitos suaves con el dedo en el hombro y cuando el hombre se volteó con gesto de sorpresa, Pip le descerrajó un puñetazo a bocajarro de tal calibre que le giró la cara con un ruido sordo y un chasquido húmedo, y le hizo caer inconsciente al instante.
—Yo, por ejemplo. Ouch, —Pip sacudió la mano golpeada y se sobó los nudillos pelados. Llevaba mucho tiempo sin tener que hacer cosas así.
—¿Y tú de dónde sales? —La chica le observaba con los ojos muy abiertos.
—Del parque, no te preocupes. —Se encogió de hombros sin darle más importancia y encorvando otra vez la espalda se ajustó el parche del ojo, dirigiéndose hacia la calle principal con intención de volverse por donde había venido.
La chica miró un par de veces del vagabundo que se alejaba, al cuerpo del matón que sangraba por la nariz despatarrado en el suelo, y levantando una ceja con gesto de desagrado pasó por encima de éste último sin titubear. Cuando alcanzó a Pip caminó a su lado hasta llegar al banco bajo el que dormía, y sin hacer caso de la lluvia se agachó frente al montón de mantas con una expresión curiosa.
—No que me ofenda que una chica guapa se quiera venir conmigo a la cama, ni mucho menos, —Pip se acomodó la larga trenza alrededor del cuello como si fuera una bufanda y levantó las manos en un gesto apaciguador para el humor en su voz— pero no sé qué quieres de mi, no puedo ofrecer privacidad exactamente.
—Sueles llevarles las bolsas la compra a un par de abuelas a cambio de algo de comer, ¿no? —dijo ella rodando los ojos.
—No es delito.
—Aguantas la puerta del súper cuando pasan mujeres con carritos de bebé, y dejas a Golfo en la puerta del estanco cuando entras a comprar tabaco. ¿Dónde está hoy?
Sorprendido por es escrutinio de su rutina y el comentario sobre su perro, Pip se rascó la mejilla un poco avergonzado.
—Un amigo me lo guarda. No hace noche como para dormir al raso.
La chica resopló dejando escapar una nube de vaho.
—Venga, coge tus cosas y vamos. —tiró del brazo de Pip y cuando no pudo moverlo tiró de las mantas, llevándoselas.
—¡Oiga señora! —Alucinando estaba.
—Señorita, gracias. Y gracias por lo de antes, —señaló hacia el callejón con la cabeza.— Me llamo Airin, trabajo en la papelería que hay junto al estanco.
—¡Ah, por eso conoces a Golfo!—exclamó Pip. Su perro solía ir a hacer amigos por el barrio y a veces volvía con cartones mulliditos o periódicos atrasados para usar de colchón.— No hay de qué, preciosa, pero de verdad que-
—Que tires.
—Pero-
—No hace noche como para dormir al raso, ¿no? Tirando he dicho. —Airin le bajó el gorro hasta la barbilla ahogándole un farfulleo.
Y como estaba platónicamente enamorado y había comprobado que la chica tenía un par de huevos y no se achantaba ante nada, no le quedó más remedio que obedecer.
—¿A dónde me llevas? —preguntó divertido cuando ya estaban a un par de calles de distancia y se oían sirenas de policía.
—A mi casa —respondió Airin parándose frente a un portal, sacando un manojo de llaves y empujándolo hacia el ascensor.
—¿Y qué piensas hacer conmigo? —Pip se limpió las botas en el felpudo y como hombre educado a la antigua, se quitó el gorro al entrar en la vivienda.
—Cosas calientes. —dijo la chica colgando el bolso y quitándose la bufanda, la cazadora y los tacones. Ignorando las cejas elevadas hasta la estratosfera de su acompañante, abrió una puerta y encendió la luz.— El baño está aquí, hay toallas y el agua caliente es central.
La expectativa de una larga ducha humeante y el pelo limpio de forma gratuita le hizo cosas efectivamente calientes por dentro.
—Tengo arroz con curry y pollo de este mediodía, si no te importa que esté recalentado de microondas.
—¿No tendrás también un trabajo de sobra y una habitación libre que admita animales de compañía? —preguntó sin creerse tanta buena voluntad sólo por echar un cable. Iba a rebozarse en todos los champús y mascarillas que tuviese la chica igualmente, pero puestos a pedir, que no quedase.
—Si no te importa cargar y descargar prensa, abrir los domingos y Golfo no se come mis muebles, podemos llegar a un acuerdo. —dijo Airin rebuscando en la nevera y sirviendo platos.
—Eres un ser de luz y te quiero. Cásate conmigo. —Su ferviente y maravillada declaración le sacó la risa a la joven. Pip no sabía qué había hecho para acumular tan buen karma, pero no pensaba desaprovecharlo.
—Tú dúchate y luego hablamos
—Ser de luz.
—¡A la ducha!
—¡Si cariño!
❤ Ronda 4
Zombie Apocalypse AU (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-4/msg8603/#msg8603)
I'll never stop, freedom tastes so sweet - Run for your life (https://youtu.be/HA5ph9D1cxw)
Prompto vació el cargador de uno de sus revólveres mientras corría de vuelta a su búnker improvisado, esquivó algo que se acercaba por la izquierda y lanzó la mochila por los aires antes de impulsarse él.
—¡Anir! —gritó saltando por encima del muro de cemento con agilidad.
Sin terminar de haber aterrizado, las llamas que habían estado bajo control cercando el foso de su refugio estallaron en el aire como un escudo naranja.
—¡Bienvenidos a mi barbacoa! —exclamó la chica levantando las manos y moviendo los dedos como si fuera un villano de cómic.
Prompto rodó por el suelo de rejas metálicas sobre tierra prensada y se quedó ahí tirado, recuperando la respiración tras el subidón de adrenalina e intentando ignorar los ruidos perturbadores del otro lado del muro.
La puntera de una bota llena de polvo empujó su brazo suavemente.
—¿Qué has traído? —Anir se agachó y rebuscó en la mochila.— ¡¿Chocolate?!
—Y agua. Y… otras cosas—El chico movió la cabeza con una sonrisa de costado, y se encontró con unos labios sobre los suyos.
—Eres un sol. ¿Sal conmigo? —después del fin del mundo Anir seguía teniendo la cara de gatito kawaii definitiva.
—Mira lo que pasó la última vez que intentamos tener una cita en condiciones. —Prompto se rascó la nariz sucia con una risa cansada.— Yo pensaba que ya eras mi novia.
—Psh, detalles. ¿Esto son…? —la chica sacó una enorme tira enrollada de algo plastificado en paquetitos.— Condones. Vale, me caso. Actualiza el estado, ya estamos casados.
—¿Eso quiere decir que no voy a morir virgen? —sonrojándose con ferocidad, Prompto se sentó como si le hubieran impulsado con un resorte.— Porque no quiero morir virgen.
—A cuatro de mayo del Año Dos Después del Apocalípsis, eso ha dejado de ser oficialmente un problema, vaquero. —Anir se sentó sobre sus rodillas con una sonrisa deslumbrante y le rodeó el cuello con los brazos, pegando sus cuerpos. Prompto tragó saliva.
De repente un ruido agudo y penetrante a cierta distancia hizo que se mirasen con pánico y casi tropezasen por separarse a toda velocidad. La chica corrió a treparse a la torreta de vigilancia mientras que su novio recién ascendido a marido cargó las cosas en la parte de atrás de la furgoneta 4x4 que tenían bajo una lona. El sonido se repitió, y entonces Prompto cayó en la cuenta de que aquello era un silbido. Un silbido humano.
—¿Pero qué leches? —Anir se quitó los prismáticos, se limpió primero la cara y luego las lentes y volvió a mirar— Ahí fuera hay dos tipos limpiando la basura.
—Ahora si que vamos a morir. —murmuró el chico entre dientes asomándose a mirar. Y lo que vio le dejó con la boca abierta.— Oh. Joder. Anir ¡Anir! ¡Baja el gas cuando estén cerca!
—¿Qué? —Se llevó las manos a los oídos cuando Prompto devolvió el silbido con dos dedos de cada mano entre los labios, modulándolo en un patrón específico.— ¡Si me come un zombie iré a por tí el primero!
—¡Puedes comerme lo que quieras nena! —hizo pistolitas con los dedos en dirección a la chica, pero por si acaso cogió varias granadas de mano y una de las armas semiautomáticas de su arsenal robado, que se colgó del hombro.
Asomado al parapeto se le hizo un nudo en la garganta al ver entre las llamas aquella forma de luchar tan familiar, y que llevaba casi dos años sin presenciar. Aguantando algo a medio camino entre una carcajada y un sollozo se llevó una mano junto a la boca, ahuecándola para hacerse oír por encima de los gruñidos descerebrados.
—¡Los romances de Harlequin son una mierdaaa! —gritó.
—¡Te voy a dar una paliza, caraculo de chocobo! —bramó de vuelta Gladiolus Amicitia, eufóricamente indignado.
A Prompto se le saltaron las lágrimas al mismo tiempo que la risa, y empuñando la metralleta con dos manos para controlar el retroceso del arma, empezó a disparar alrededor de los dos hombres que paso a paso se abrían camino entre las ruinas, cubriendo los puntos flacos de su avance.
—¿Ese es Nyx? —la voz de Anir le llegó desde arriba,—¡Aaaaahhhhh!!! ¡Ese es Nyx!
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca Prompto pudo comprobar que el otro hombre, ligeramente menos enorme que Gladio y que luchaba con dagas, se le hacía familiar. Pero hasta que el final de lo que había sido una avenida no estuvo despejado y Anir salió corriendo como una desesperada a colgarse de su cuello no lo ubicó.
—¡Túuuuu! —berreó la chica pataleando en el aire en los brazos de Nyx.
—Prompto Argentum, —dijo Gladio frente a él con una sonrisa recriminadora, clavando en el suelo la gigantesca espada de dos manos que blandía y abriendo los brazos,— tienes el gusto literario en el culo.
El rubio se lanzó en tromba como había hecho Anir con su otro visitante momentos antes y su amigo se permitió cerrar los ojos mientras lo abrazaba.
—¿Y tu novia? —preguntó la chica cuando volvió a pisar el suelo— ¿Dónde está, qué le ha pasado?
—Uff, es una historia muy larga, de verdad, pero las islas están limpias. —Nyx se pasó una mano por la barba hasta el pelo, revolviendo las trenzas de su nuca.— Y Airin debería de estar al caer.
—¿Al caer?
Como si lo hubieran invocado el zumbido de un motor aéreo se alzó por las calles detrás de la gasolinera que habían estado usando como refugio.
—¿Qué es eso? —preguntó Prompto escabulléndose de las zarpas de Gladio e intentando en vano poner orden en su pelo revuelto.
—¡Eso es mi padre! —exclamó Anir con los ojos brillantes, señalando el híbrido entre nave espacial y helicóptero militar que les empezaba a hacer sombra.
—¿Qué? —el rubio se puso pálido bajo las pecas.
—Mi novia, —explicó Nyx haciendo inventario mental de las provisiones que tenían acumuladas,— era su vecina de toda la vida, y estaba con su padre cuando todo se fue al carajo.
—Aaahh, —Prompto vio la sonrisa ladina de Gladio investigando la tira de condones que había encontrado y se puso colorado, quitándosela de las manos apresuradamente.— ¡Suelta eso!
Una voz femenina resonó desde una rampa metálica más arriba.
—¡Subid, pringaos, tío Cid nos lleva de compras! —el rubio vio como Nyx le lanzaba un beso a la pelirroja que se asomaba desde la aeronave, y esta le devolvía el saludo.
La risa exultante de Anir llenó los sentidos de Prompto cuando ésta se le trepó como una garrapata con las piernas a la cintura y procedió a comerle los morros completamente desvergonzada.
—Vaya, esto sí que no me lo habría imaginado. —rió Gladio. Anir sacudió una mano en su dirección.
—¡Oh cállate chavalote, Prom es mi marido perfecto y hermoso!
—¡¿Marido?!
Prompto simplemente se encogió de hombros con Anir a cuestas y dejó que los otros cargasen sus posesiones rampa arriba. Si había sobrevivido al fin del mundo y una horda de zombies, conocer a su suegro no podía ser tan terrorífico. Eh, bueno, eso esperaba.
Dos de tus personajes tienen que casarse por un matrimonio arreglado. Arranged Marriage AU. (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-4/msg8605/#msg8605)
Everybody's looking for something - Sweet dreams are made of this (https://youtu.be/qeMFqkcPYcg)
Si se encontraba en esa situación era por su culpa, pero pedir asistencia a Lord Ardyn era el único recurso que Ravus había tenido para proteger a su gente del asedio de la guerra. Sabía, como sabía que el sol salía por el Este, que su vecino de frontera pediría algo escandaloso a cambio; el viejo zorro no daba puntada sin hilo.
Lo que Ravus no había anticipado era tener que casarse con su hija. Aunque debería haberse imaginado cuando pidió la mano de su hermana a cambio de apoyo, que aquel no era el objetivo real de Ardyn, y que todo lo que propusiera después como alternativa sería considerado mucho mejor desenlace que entregar a Lunafreya al maldito embaucador.
Ravus selló con su firma la última hoja del contrato, y entregó los papeles a su sonriente padre político.
—Bueno, pues ya está, —Ardyn se levantó tras entregar sus copias del acuerdo a los notarios y alzó su copa de vino, saludando a los presentes en la sala.— Un brindis por los novios.
—¡Por los novios! —corearon los asistentes a la firma, ignorando la obvia incomodidad de éstos. Ravus apuró su bebida, pero el vino le supo agrio.
—Me gustaría, si es posible… —la voz suave de su recién desposada se coló entre la algarabía que empezaba a formarse, reprimiéndola por unos momentos.
—¿Sí, querida? —el ruido finalmente se acalló cuando Lord Ardyn miró a su hija con desconcierto, pero sin perder la sonrisa.
Esa sonrisa que a Ravus le habría gustado borrar de un puñetazo, pero ya no había remedio. Al menos esperaba que la nueva princesa demandase de su padre un regalo de bodas tan escandaloso como las habituales salidas de tiesto del Lord. La joven irguió la espalda sobre su silla y respirando profundamente se dirigió a los notarios de la corte.
—Es mi derecho, y como tal quiero que conste en las actas matrimoniales, que tras haber contraído unión con el príncipe Ravus renuncio a los títulos, señoríos y tierras que tan generosamente me han sido otorgados por su mano, en favor de Lady Lunafreya.
—¿Qué!? ¡Airin no puedes estar hablando en serio! —Completamente incrédulo Ravus vio como Ardyn se ponía blanco, después rojo, y finalmente adquiría un tono ceniciento.
—Asimismo, —la chica apretaba sus manos entre sí, y aunque por sus nudillos blancos era obvio que estaba nerviosa, su voz no tembló,— decido renunciar a mis derechos de sucesión de linaje paterno.
Ravus se atragantó, pero pasó desapercibido entre las exclamaciones de sorpresa y los ruidos de animal moribundo de Lord Ardyn.
—Padre, mis hermanos están mucho mejor preparados que yo para esa responsabilidad, conoces de sobra a Reno y Genesis. —la joven se giró a mirar al gobernante vecino con una pequeña sonrisa, e inclinó la cabeza en un gesto respetuoso.— Prestaste ayuda al príncipe en los momentos más críticos, y a cambio has asegurado un bienestar para tu única hija. Como has dicho antes, mi lugar está ahora con mi señor esposo, mis nuevos deberes como princesa de este pueblo son mucho más que suficientes, y temo no dar abasto.
Ravus se fijó en que el coro de voces que se alzó alabando la sensatez de la joven y encomiando la dulzura de su carácter no la distrajo, observando vigilante hasta que los notarios hubieron apuntado todas sus peticiones, comparado notas, y sellado los documentos de forma definitiva. No sabía qué se traía la muchacha (su esposa, cielos) entre manos, pero les había movido el tablero de juego y salido airosa y grácil, y nadie lo había visto venir.
Cuando la sala se vació de gente Ardyn se dirigió a su hija, y apretando sus hombros con manos temblorosas, depositó un beso sobre su frente.
—Bien jugado Airin, bien jugado. —susurró ofendido y orgulloso a partes iguales.— Ahora sólo espero que no te arrepientas.
La joven tragó saliva.
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Finalmente libre de obligaciones cerró tras de sí la puerta de la sala que conectaba con su dormitorio, empujó su calzado hasta poder quitárselo sin agacharse y se soltó la casaca a tirones. Cuando se dio la vuelta retrocedió un paso y estuvo a punto de tropezarse con sus propias botas al ver a su nueva esposa sentada a los pies de la cama ya abierta, ataviada con lo que parecía un camisón de gasa fina y que retorcía nerviosa entre sus dedos.
Ravus tragó saliva, recordando que le esperaba su noche de bodas.
Intentando mantener su dignidad, terminó de desvestirse en silencio, observando como su mujer se sonrojaba violentamente tras mirarle de reojo y el rubor se extendía por su piel bajando de las clavículas y perdiéndose en un rastro más allá de los bordes de la tela sobre su pecho. En ropa interior, no pudo evitar el color en sus propias mejillas y otro tipo de reacciones al pensar en hasta dónde le alcanzaría el sonrojo.
No era un chiquillo inexperto, pero teniendo la reciente guerra en cuenta hacía bastante tiempo que no tenía amantes.
—Airin, —se le hacía extraño decir su nombre en voz alta sin asociarla al resto de su familia, pero en aquellos momentos su linaje no podía estar más lejos de su mente.
—Esposo, —la joven aceptó la mano que le tendía y se dejó levantar de la cama.
—Ravus. —dijo éste acercándola a su cuerpo y notando que apenas le llegaba a la barbilla.— Estamos casados, llámame por mi nombre.
—Bien. Puedo.. puedo hacer eso. —parecía estar convenciéndose a si misma, y dejó escapar un ruidito agudo cuando Ravus puso su mano libre en su cintura, y apoyó la mano de ella contra su pectoral desnudo.
—¿Por qué has renunciado a tu dote? —preguntó Ravus en voz baja contra la curva suave de su cuello, sintiendo el escalofrío recorrer la piel casi bajo sus labios.
—Sé que mi padre me quiere, pero también sé que le puede la avaricia. —murmuró Airin echando la cabeza hacia atrás con el ceño fruncido y los ojos entornados bajo las atenciones de su marido.— Si tiene a bien regalarme libremente sin preguntar mi opinión, me niego a que saque beneficios a mi costa.
Ravus rió suavemente, mordisqueando su garganta con delicadeza.
—Demostrando que a veces un peón puede hacer jaque mate al rey. ¿Hmm?
—¿Es eso lo que estoy haciendo ahora? —los dedos finos de Airin se deslizaron con timidez hasta el bulto firme que presionaba contra su vientre.
Ravus maldijo entre dientes y la besó, bajándole los tirantes del camisón y lamiendo sus labios hasta que pudo profundizar el beso durante varios minutos. Finalmente, la levantó contra él con un solo brazo y arrastrándose por el colchón la dejó sobre las almohadas, cerniéndose sobre ella con la respiración agitada y la sangre encendida.
—Creo que ya va siendo hora de cambiar de juego. —dijo antes de volver a besarla y que los brazos de Airin rodeasen su cuello y su espalda con un suspiro ahogado.
END PART I
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2k19 #prompts4everyone ❤ v 3.0 - Compilation vol. 2
❤ Ronda 5 - Valentines!
Personaje A y B terminaron hace tiempo, pero cuando personaje B se entera que personaje A todavía usa su hoodie, los sentimientos regresan como un tren. (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-5/msg8621/#msg8621)
I’m putting on a mask to go see you - But I still want you (https://youtu.be/CCsZVW1Y1GM)
Sephiroth se quedó parado en seco, con la cesta a medio llenar en la mano. Cloud se chocó de frente contra su espalda y tuvo que resoplar para escupir pelo grisáceo de su boca.
—Muévete. —apretó su omóplato con un dedo y acabó por rodearle para coger otra caja de cereales de la estantería del supermercado.— Demonios, Crescent, algunos tenemos que estirarnos para llegar a la última balda, ayúdame o quítate de en medio.
Cuando su compañero no hizo ninguna de las dos cosas, ahí plantado como si ni siquiera le hubiera oído, Cloud se preocupó.
—¿Sephiroth? ¿Estás bien? —le cogió la cesta de la compra sin encontrar resistencia.
—No. —dijo el más alto con un hilo de voz, frotándose el pecho bajo las clavículas.
—¿Qué te pasa? ¿Dónde te duele? —Cloud estaba decidido a no entrar en pánico pese a lo alarmante que era todo aquello, pero por si acaso sacó el móvil y buscó el número de Zack. Solo esperaba que no fuese un infarto.
—Lleva mi sudadera.
—¿Qué? —el rubio levantó la vista a la cara de Sephiroth, y lo vio con las cejas arrugadas y los ojos húmedos como si fuera a ponerse a llorar de un momento a otro.
—Mi sudadera, —repitió el mayor sin apartar la mirada del otro lado del pasillo de refrigerados,— Airin.
Cloud se dio la vuelta para ver a qué se refería, y fue entonces cuando vio a la ex-novia de su compañero.
La chica estaba parada frente al expositor de los yogures y parecía buscar algo sin éxito. Llevaba el pelo recogido en un moño algo despeinado, y zapatillas y leggings de baile, así que probablemente habría salido de un ensayo. Y efectivamente llevaba puesta la sudadera de la equipación de balonmano de Sephiroth, era imposible confundir el número y apellido del jugador en la espalda azul marino del jersey de los Soldiers de Midgar.
Personalmente Cloud nunca se dejaría ver en público con ropa de un ex, pero hacía tiempo que había dejado de preguntarse los motivos de otras personas. Aún así le pudo la curiosidad momentánea.
—¿Te dejó por otro? —antes muerto que admitirlo, pero honestamente su compañero era asquerosamente hermoso.
—No. Corté yo. —aunque a veces resultaba evidente que le fallaba el carácter.
—Hmm. —Cloud no supo que responder a eso, así que cogió un par de cosas más que recordaba haber apuntado en la lista de la compra y se dedicó a mensajear a Zack poniéndole al corriente de la situación.
Tras varios mensajes de texto cada vez más intensos por parte de su novio y suspiros progresivamente más mocosos escondidos entre flequillo grisáceo, Cloud se rindió. A su manera.
—¡Crescent! —llamó la atención de Sephiroth poniéndose delante de él, aunque su altura no le permitía mirarle directamente a los ojos, y le quitó la lista de la compra, barra ítems de quest, sin miramientos.— ¿Te comes nuestra comida y no colaboras en reponerla?
—Ya he dicho que pagaría yo. —el ceño fruncido y la mirada enfadada del mayor no le intimidaban a esas alturas de la vida, pero había jugadores rivales a los que había hecho retroceder más de un paso sólo con esas armas.
—Dame el dinero. —Cloud estiró la mano libre y movió los dedos hasta que Sephiroth sacó la cartera de mala gana y depositó en ella un par de billetes de dos dígitos.— Ahora lárgate.
—¿Qué? —el rubio lo empujó con el hombro hacia el otro lado del pasillo del supermercado— ¡Cloud no! No puedo ir y sin más-
—Puedes y lo harás. —los ojos de Cloud no dejaban lugar a dudas de que lo llevaría él mismo a rastras si fuera necesario. Y de sobra era conocida la infernal obstinación de Strife. Habían ganado partidos sólo porque el rubio había decidido que iba a ser así, y punto.— Ahora vete y dile algo, antes de que se vaya.
Sephiroth respiró con profundidad un par de veces, caminando adelante y atrás mientras se recogía el cabello en una coleta alta. Se frotó la cara con las manos, hizo crujir el cuello y rodó los hombros, como si fuera a salir a la cancha de partido tras un cambio.
Se acercó silencioso hasta donde su ex-novia comparaba las etiquetas de dos envases distintos, se ponía de puntillas y terminaba por dejar ambos productos de vuelta en su sitio, mirando hacia el estante más alto con un resoplido de frustración. Era algo más bajita que su compañero de equipo, así que los yogures para beber que más le gustaban quedaban completamente fuera de su alcance.
Sephiroth estiró el brazo desde detrás de ella y agarró un paquete de seis, bajándolo despacio hasta su altura. Ligeramente inclinado como estaba, podía notar el aroma cítrico y dulce de su colonia, que en otros tiempos había impregnado sus almohadas, y la echó terriblemente de menos.
—Cuánto tiempo, Airin. —dijo con voz grave después de haber tragado saliva.— No sabía que aún tenías mi sudadera.
La chica, que aunque había cogido los lácteos se había puesto recta por la sorpresa, se dio la vuelta con los ojos brillantes y los labios fruncidos.
—Si la quieres de vuelta… —por la forma en que escondía las manos dentro de las mangas era obvio que no se la iba a retornar de buen grado.
—No, no. —Sephiroth fue consciente de que estaba empezando a adoptar ese aire magnánimo pero desapasionado que tomaba cuando las cosas no iban según sus planes pero no quería que otros lo vieran, y decidió cortar por lo sano antes de volver a ponerse la zancadilla a sí mismo. Se llevó una mano a la nuca y se frotó el nacimiento del cabello, bajando la mirada.— En realidad a quien quiero es a tí. Te quiero a tí de vuelta.
Tras unos interminables segundos de silencio, cerró los ojos, derrotado, y dejó escapar el aire poco a poco. Un peso repentino contra su pecho le hizo soltar el resto de golpe.
—Aún no me has pedido perdón, idiota. —Airin se sorbió los mocos con ninguna delicadeza, y Sephiroth escondió una sonrisa aliviada en su pelo rojizo, abrazándola de vuelta.
Oculto tras la nevera de quesos en la esquina opuesta del pasillo Cloud adjuntó una foto al mensaje de texto para Zack: “yo creo que vuelven”.
Personaje A escribe carta declarando amor a personaje B con la intención de guardarla eternamente pero algo sale mal. (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-5/msg8626/#msg8626)
Kiss by a hearth - Little hideaways for a lonely heart (https://youtu.be/axpLG7AxbLU)
Raistlin tenía que admitir que su vida, si bien no era mucho más fácil, era al menos algo más relajada desde que aceptó a regañadientes el tener algo parecido a servicio doméstico en la Torre. Oh, estaba completamente seguro de que sólo se trataba de otro intento de espionaje por parte del Cónclave de Hechicería, pero poco tenían que rascar enviando a alguien sin instruir en la magia.
Se sirvió una cucharadita de miel y la revolvió en su té caliente, riendo entre dientes al pensar que el grueso de sus reportes probablemente consistía en explicar que hacía la comida, fregaba los platos, se dedicaba a la limpieza de las zonas no privadas donde tenía permitido acceso libre (porque por supuesto las áreas restringidas contaban con conjuros de protección), hacía la colada y remendaba la ropa. Aunque la cantidad de calcetines rotos y desparejados que habían habitado los cajones de su cómoda era en sí mismo algo remarcable, ahora que el problema estaba subsanado, no era exactamente un asunto de vital importancia.
Aún acabaría teniendo que dar las gracias, porque librarse de las tareas domésticas diarias por simples que fueran, le proporcionaba más tiempo que dedicar al estudio de la magia. Siempre, desde pequeño, se había encargado del cuidado de sí mismo y de otros sin mayor problema añadido que su salud falible. Encontrar que ahora otra persona se ocupaba de esas pequeñas responsabilidades y lo hacía a su gusto siguiendo sus órdenes… le provocaba una curiosa sensación de desahogo. ¿Sentirían eso los nobles que no tenían otra obligación que dedicarse a sus placeres?
Se llevó la taza a los labios y bebió, entretenido con la idea de que estaba viviendo la buena vida, y satisfecho con que fuera a costa de sus más fieles detractores.
Un grito seguido del ruido de golpes metálicos resonando con eco por el pasillo llamó su atención, y tras varios segundos de silencio incierto, se levantó y salió al corredor a ver qué ocurría. Un maullido interrogante le saludó, pero apartó suavemente al gato naranja con un pie y cerró la puerta tras de sí antes de que pudiera colarse en sus habitaciones. Cuando se asomó al borde de la escalera tuvo un momento de alarma al ver a su ama de llaves tendida en el suelo del siguiente tramo, rodeada por la fregona, el cubo, y un par de espectros que flotaban curiosos alrededor. Bajó las escaleras a toda prisa, y al llegar hasta ella respiró aliviado al ver que aunque desorientada, seguía consciente.
—¿Airin, te encuentras bien? —preguntó Raistlin tanteando la cabeza de la muchacha con delicadeza y evitando mirarla mucho tiempo seguido. Bastante tenía con el susto como para además obligarse a verla perecer.
—Pues... he estado mejor, la verdad. —la joven se dejó ayudar a levantarse por el túnica negra, y quitándose el delantal mojado lo agitó hacia los espectros, a los que habría corrido a mandilazos si la tela no los hubiera atravesado libremente, y amenazó.— ¡Que no encuentre vuestras tumbas porque sal y fuego!
Raistlin se agachó a recoger las cosas que se le habían caído de los bolsillos, pensando que aquella actitud tan irreverente con la mayoría de seres aterradores de la Torre era un cambio refrescante que el Cónclave seguro no había estado planeando. Entre las horquillas de pelo y un par de pañuelos halló una hoja de papel doblada, que se guardó en la manga con discreción, esperando encontrar una carta incriminatoria como prueba de su fallido espionaje. Si además aprovechó para atisbar rápidamente bajo la falda de la moza, nadie tenía por qué saberlo.
—Deberías cambiarte, estás empapada y te vas a enfriar. —dijo el mago agarrándola por el codo y llevándola de vuelta escalones arriba casi a la fuerza.
—Voy a tomarme eso como un cumplido a mi comida y lo inconveniente que resultaría no tener ropa limpia todos los días. —dijo Airin con una sonrisa dolorida.
Levantando una ceja como respuesta a eso, Raistlin abrió la puerta de su alcoba e ignorando al gato que consiguió colarse señaló hacia dentro.
—Ya sabes dónde están mis túnicas limpias, ponte alguna. —dijo con voz suave.
Airin miró del mago a la habitación y de vuelta a éste varias veces, como si sospechase de algún motivo oculto, pero finalmente entró sin protestas.
Raistlin apoyó la espalda contra una de las hojas de la puerta y dispuesto por fin a leer, sacó el papel con una pequeña sonrisa astuta. Arqueó las cejas al ver que por un lado había ingredientes apuntados, pero lo que encontró al desdoblar el folio y leer su contenido le hizo subir el calor y tragar saliva. No había forma posible en que aquella fuera una misiva dirigida al Cónclave. No cuando llevaba su nombre escrito en la primera línea. No cuando iba seguido por varios párrafos llenos de… sentimientos. Y otras cosas que no podrían considerarse como obscenas ni indecentes pero que le provocaron un sonrojo visible sobre su piel dorada. Aquello no era lo que había esperado, para nada.
Nadie en su sano juicio se enamoraría jamás de un hombre como él, y mucho menos lo admitiría.
Ninguna mujer aceptaría que la magia siempre sería lo primero, lo más importante para él.
Estrujó la carta con una mano temblorosa, y se llevó la otra al pecho, intentando controlar su corazón que golpeaba desbocado, con la mente funcionando a marchas forzadas. Debía comprobar si aquello era cierto. Necesitaba saberlo. Era necesario.
El ruido de la puerta al abrirse hizo que se girase de golpe y contemplase a la joven que se asomaba descalza, vestida con una de sus túnicas negras de montar, que aunque era más corta que las habituales le quedaba grande y le llegaba casi a las rodillas. Los ojos dorados de Raistlin se fueron abriendo más y más al comprobar algo que debería haber sido obvio desde el primer momento y de cuya ausencia sólo se percataba ahora. Tal vez, tal vez…
Dispuesto a llegar al fondo del asunto y hacerse con todo cuanto estuviera a su alcance por el camino, bloqueó la puerta de su habitación apoyando un brazo a cada lado del quicio, con la carta arrugada todavía en su mano.
Esta vez fue ella quien tuvo que tragar saliva, sujeta al escrutinio del mago y sus pupilas de reloj de arena.
—Airin, —Raistlin empujó fuera de la alcoba al gato que ronroneaba contra su pierna y cerrando la puerta a sus espaldas, demandó con voz rasgada,— tienes algo que explicarme.
❤ Ronda Extra
Personajes de tu lista son arrestados por alteración al orden público. Personaje A tiene que ir a su rescate (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-extra/msg8633/#msg8633)
Fire - Lift up your fists, all night long (https://youtu.be/hiyw7sx7mX0)
—¡Venga, pa’ dentro!
—¡Pero que no ha pasado ni un minuto, y aún no ha cogido! —protestó la chica.
—¡Que me da igual! —de malas maneras el guardia le quitó de las manos el teléfono que aún daba señal y a rastras la llevó hasta la celda donde la obligó a entrar de un empujón que la hizo caer al suelo.
—¡Maldición pa’ tí! —la chica se dio la vuelta y sin levantarse señaló al policía con dos dedos sangrantes. El hombre rodó los ojos.
—Eso no creo que lo cuenten como ‘cooperativo’ —dijo una voz con tono húmedo, nasal y dolorido. Aunque realidad sonó más como “eddo do kgeo ge do kguedteh kgobho kgobheddadibo”.
Airin dejó sus imprecaciones brujeriles por unos segundos para girarse a mirar a su compañero de calabozo, y abrió mucho los ojos al comprobar como éste tenía la cabeza agachada hacia delante y se apretaba la nariz con un pañuelo que goteaba rojo oscuro.
—Joder Prompto, qué te han hecho. —la chica se arrastró casi a gatas hasta el rubio y apoyándose sobre sus rodillas le apartó el pelo de la cara para observar el daño.
—Bah, esto no es nada, tendrías que ver cómo está el otro, —bromeó el joven débilmente.— Ouh, me duelen hasta las pecas.
Airin le acarició el pelo revuelto con suavidad, mientras pensaba en cosas desagradables que utilizar como desquite por el agravio al que les habían sometido.
—¿Has podido hablar con tu padre?
La pelirroja negó con la cabeza.
—No ha llegado a sonar ni cuatro tonos y me han cortado la llamada. Cómo se nota quiénes son los amigos del puto borracho. Aunque la verdad tampoco creo que el inútil de mi padre hubiera cogido el teléfono, menos contestar llamadas, lo usa para hacer de todo lo que sea perder el tiempo.—Prompto le dio la razón con un ruidito lastimero de conmiseración y otro de sorpresa.
—Pero siempre dices que es un hombre ocupado.
—Uy si, ocupado. En hacer el mal y sembrar el caos en el mundo, —contestó Airin con tono ácido, lamiéndose la herida de un nudillo despellejado.
—¿Como mi hermana? —el brillo divertido en los ojos del rubio apaciguó un poco los ánimos alterados de la chica.
—Peor, más sabe el diablo por viejo que por diablo. —Aquello sacó una risita a Prompto, y eso a su vez provocó una sonrisa cómplice en la pelirroja.
—Bueno, está claro que de aquí esta noche no salimos. —suspiró el chico. Cada vez que intentaba tener una cita en condiciones con posibilidades de algo más, el universo le ponía la zancadilla de la forma más imaginativa posible. Aunque fuera como víctimas colaterales en una pelea de borrachos en la que no habían tenido nada que ver. Por lo menos sabía que Anir tenía sus chaquetas, sus móviles y las llaves a salvo.
Transcurrieron varios minutos de silencio con Prompto sentado en el banco y Airin en el suelo usándolo como respaldo y apoyando una mejilla contra el lateral de su rodilla.
—Tengo una idea. —dijo la chica en voz baja.
—¿Pero?
—Aháh… Necesito que no grites, no te asustes, y sobre todo ¿no me odies?
—¿Airi qué vas a hacer? —susurró Prompto con aprensión.
—Tu confía en mi, ¿vale? —dijo ella incorporándose sobre sus rodillas hasta quedar entre las piernas del chico, y agarrando sus mejillas para dejar un beso tentador en la comisura de sus labios.
Prompto asintió por instinto más que otra cosa, y hasta que Airin no se apartó no se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. En cuanto le dio la espalda se removió en el sitio para acomodarse el pantalón discretamente, pensando que al menos su nariz ya no tenía mucha más sangre que derramar por la subida de tensión como en un anime.
La chica se rascó las heridas de la mano hasta levantar la costra coagulada y abrió y cerró el puño para ayudar a que la circulación fluyera de nuevo. En cuanto la sangre manchó sus dedos empezó a dibujar en el suelo.
—Erhm… ¿eso es un pentagrama?
—No tonto, los pentagramas son para proteger al usuario. Esto es una estrella de ocho puntas. —explicó Airin embadurnando el cemento con florituras.— Avísame si viene alguien.
—Y qué… ¿Qué hace? Quiero decir, ¿para qué sirve? —el rubio se mordisqueó las uñas mientras echaba un vistazo más allá de los barrotes, y sorprendido informó,— Por el ángulo que tiene, creo estamos en el punto ciego de la cámara de seguridad.
—Yay —la chica dio un último repaso a la circunferencia que contenía el resto del dibujo escurriendo el pañuelo manchado, y Prompto contuvo una mueca de asco.— Para invocar.
—¿Qué?!
—Dame la mano. —Airin le agarró, justo cuando los trazos del suelo comenzaron a brillar con un extraño tono rojizo y chispeante que delataba algo sobrenatural.
Del círculo de invocación empezó a surgir una especie de humo negro que se enroscaba en volutas y fue creciendo hasta formar una figura humanoide de apariencia cada vez más sólida. Cuando el ¿hombre con abrigo? terminó de completarse puso los pies en el suelo y dejó de flotar a varios palmos de altura, y los observó a ambos con un gesto de impertinencia que a Prompto se le hizo muy familiar.
—¿No sabes llamar por teléfono como una persona normal? —el hombre preguntó mirando a Airin fijamente, y luego echó una ojeada a su alrededor levantando una ceja.— ¿Qué has hecho ahora?
—No sirve que llame si no coges el móvil, y no tengo el teléfono encima, no puedo llamar a mi hermano para que me saque de aquí. —la chica se excusó combativa.— Y nosotros no hemos tenido la culpa, esto es un flagrante abuso de autoridad. ¿Nos llevas a casa, porfa?
—¿Airi? —Prompto notaba la garganta seca y las paredes cerrarse a su alrededor.
—Hmm, ¿y este apuesto mancebo? —el hombre centró su atención en él y estiró la mano en su dirección.
—Tu futuro yerno si nos sacas de aquí, no me lo asustes o me pondré a llorar, que éste me gusta, —avisó Airin apartándole la mano, y de repente Prompto recuperó la claridad como si le hubieran echado un jarro de agua fría encima.
—Lo del mal y el caos era... ¿literal? ¡¿Tu padre es un demonio?! —dejó escapar un ruidito incrédulo e indigno, con la boca y los ojos muy abiertos.
—Ahm… si. Pero yo no, y por eso no puedo sacarnos sola. —la chica encogió un hombro con una pequeña sonrisa culpable, y a Prompto se le derritió un poquito el corazón.
—¡Oooh! Sangre fresca para la familia. —Ardyn rió divertido, pero cuando agarró la mano herida de su hija dejó escapar un sonido de desaprobación.— Voy a tener que poner una queja por el trato a mi descendencia.
—Hazlo, me gustaría ver la cara del que tenga que explicar cómo han desaparecido dos personas de un calabozo cerrado con un garabato sangriento en el suelo —rió Airin emborronando el dibujo contra el cemento con la suela de su bota, y entrelazando sus dedos con los del chico al que en ningún momento había soltado.
Lo último que pensó Prompto antes de ver desaparecer los barrotes de la celda entre la niebla oscura que los envolvió es que esperaba que teleportarse no le marease el estómago. Y que nadie le iba a creer cuando lo contase. Desde luego Anir no.
Personaje A escribe carta declarando amor a personaje B con la intención de guardarla eternamente pero algo sale mal. (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-extra/msg8640/#msg8640)
I won’t let you go - You’re like a question (https://youtu.be/aPsAXy8Artw)
A ver, siendo sinceros, cualquier día a cualquier hora, Suigetsu habría reconocido, afirmado y enfatizado que no tenía un solo hueso romántico en su cuerpo; ni falta que le hacía. Y dependiendo del humor que llevase ese día en esa hora, si no tenía nada mejor que hacer, habría sido capaz de retar a duelo a muerte a quien osase afirmar lo contrario.
Pero estaba dispuesto a hacer excepciones, porque después de todo, las había. Y muy honrosas. Mordisqueó el culo de bambú del pincel, pensando como seguir con su carta de amor. Tampoco es que nadie además de él fuera a leerla nunca, pero su oscuro y brillante objeto de deseo bien merecía algo hecho con esfuerzo. Nunca sería un poeta, pero desde luego no era un inculto. Sólo necesitaba algo que rimase con aceite. Hmm, ¿incapacite? ¿decapite?
—A lo mejor la palabra que buscas es “deleite” —dijo una voz por encima de él que a punto estuvo de hacerle tragar el pincel del susto.— Y la espada no está en venta.
—La madre que me parió, —tosió Suigetsu escupiendo una mancha de tinta como si fuera un calamar atolondrado.
—Hizo buen trabajo, si.
Para cuando su mente registró el cumplido inesperado, su pincel había dejado un tremendo manchurrón negro en el papel.
—¡Venga ya, es la segunda vez que la escribo! Y además haciendo caligrafía bien... Con lo caro que está el papel. —protestó Suigetsu. Y entonces lo procesó,— Eeehh, soy un hombre atractivo~.
—Pfff, estás escribiendo una carta de amor a una espada. —replicó la chica ajustándose la cinta que sujetaba las mangas de su kimono retiradas hacia atrás.— Una espada que no te vas a llevar.
—¡Pero la quiero! ¡La quiero mucho! —el joven puso su mejor cara de gatito triste— La quiero taaan mucho más que los demás, que es obvio que tiene que ser para mí.
Como respuesta la moza se quitó una sandalia y le atizó en la cabeza con ella.
—Acabas de perder todo el atractivo. —y poniéndose otra vez la sandalia, la chica se dio la vuelta en dirección al templo del que había salido, con las mangas y la coleta pelirroja ondeando tras de ella.
—Tch, que sabrá esa bruja. —Suigetsu se sobó la coronilla arrugando el labio. Una figura se dejó caer a su lado, sentándose con las piernas cruzadas y sin poder aguantarse una risilla.
—“La quiero más que los demás”? ¿En serio? —preguntó Naruto con la boca llena, ofreciéndole un onigiri de la caja que traía.
—¡Yo qué se! Me ha pillado ahí y lo primero que se me ha ocurrido…
—Hmm, —Naruto tragó y se lamió las migas antes de volver a hablar.— Vale que seas un enfermo de las espadas, pero no te llevas una reliquia de un altar así sin más, y hasta yo soy capaz de hacer menos el ridículo ligando.
—¡Eh! Psch, me gustaría verte a tí intentando algo… —dijo Suigetsu torciendo el morro y dejando ver su colmillo puntiagudo a la par que mordisqueaba el arroz.
—¿Seguro? ¡Oi, Raiko! —Naruto hizo gesto de levantarse pero la mano de otro joven en su hombro lo volvió a aposentar contra el suelo.
—No, olvídalo, no quiero ver eso y menos a la hora de comer. —gruñó con con un moflete hinchado mientras el rubio reía.
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—La respuesta es no. —La pelirroja resopló sobre el barreño con agua, frotando la ropa mojada contra la tabla de lavar.
—¡Pero si ni siquiera sabes cuál es la pregunta! —Suigetsu levantó los brazos indignado.
—La espada. —contestó Raiko dando una pasada con la pastilla de jabón.
—¡Pues no! Venía a preguntar si necesitabas ayuda, pero ahora no te la ofrezco. ¡Por lista! —el joven se acuclilló frente a ella cruzando los brazos y frunciendo el ceño.
—¿Y qué es lo que buscas a cambio? —Raiko se echó hacia atrás sentándose sobre sus talones, y rodó la tabla hasta el espadachín.
—Sólo saber quién la forjó. —Suigetsu refunfuñó quitándose el kosode y dejando que colgase sobre el hakama, pero cogió la ropa y empezó a frotar de nuevo.
Cuando levantó la vista se dio cuenta de la mirada de la chica fija en su torso desnudo y sonrió sin decir nada más. Raiko se secó la cara con el delantal, y se sacó los bordes del kimono de donde los había recogido hacia arriba con el obi, estirando y volviendo a recoger sin arrugas incómodas. Suigetsu observó desde debajo de su flequillo el brillo de la humedad que se le acumulaba en el cuello.
—Yo. —contestó a regañadientes la chica, apartando espuma de los bordes del barreño.
—Cómo que tú, si eres una miko. —Suigetsu dejó de frotar para mirarla a la cara con las cejas arrugadas.
—De miko nada, la sacerdotisa de Inari es mi tía, no yo. Yo sólo hago las cosas de casa y llevo la forja. —el tono defensivo de la chica le extrañó, hasta que cayó en la cuenta.
—La forja. Tú llevas la forja. —Suigetsu boqueó con los ojos muy abiertos y cara maravillada.— ¡¿Me estás diciendo que tú eres quien ha estado fabricando las kitsune-gatana todo este tiempo?!
—No, en realidad sólo desde los quince. Antes las hacía mi padre. —Raiko se rascó la mejilla, sonrojándose y revolviendo la pastilla de jabón en el agua de la colada.
—¿Y la del templo? —preguntó el joven con vehemencia.— ¿Cuál es su sello?
—U-uzumaki Raiko, esa es mía. —la chica apartó la mirada avergonzada.— Mi padre se llevó la primera katana que forjé porque dijo que le daría suerte en sus viajes, la segunda se quedó aquí.
Suigetsu soltó la tabla y la ropa, que se escurrieron de vuelta al agua salpicando, y se arrastró sobre las rodillas rodeando el barreño hasta quedar frente a Raiko.
—¡Es la katana más bonita que he visto nunca! —exclamó agarrando la mano mojada de la chica entre las suyas.— Su filo brilla como si pudiera cortar un bosque entero sólo con la ráfaga de aire de un chiburi suyo.
—¡P-pero no me digas esas cosas! —Raiko se agarró el delantal con la mano libre y se tapó la cara colorada con él.— ¡Y ponte ropa!
—En realidad la carta iba para tí. —confesó Suigetsu de sopetón. Y luego se pateó mentalmente por no tener filtro del cerebro a la boca. Eh, de perdidos al río, no era romántico pero sí honesto.— pero salió mal.
—Yo te mato, —la risa ahogada tras el delantal le dio esperanzas, y los ojos brillantes que se asomaban por encima terminaron de envalentonarle.
—Podría intentarlo otra vez, si quieres, pero se me da mejor la espada que la pluma. —dijo sonriendo de costado y dejando asomar su colmillo seductor.— Mucho mejor.
Dos personajes se conocen en un concierto. Pueden ir a ver al mismo grupo, o uno de ellos puede pertenecer al grupo de interés. (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-extra/msg8650/#msg8650)
Caught up in the moment - I finally made up my mind (https://youtu.be/hTcrQXR030Q)
Airin apoyó el torso sobre una de las vallas publicitarias del evento esparcidas aquí y allá por el recinto y se dejó escurrir a peso, quedando casi colgada por la mitad. Dio un sorbo largo a su batido de frutas, mordiendo con saña las dos pajitas de la jarra de vidrio donde al menos su reflejo confirmaba que su maquillaje seguía intacto y el spray mágico había sido la mejor inversión de su vida, y cerró los ojos odiando al sol.
La riñonera se le clavaba debajo del pecho y el nudo de la camisa que llevaba a la cadera le apretaba contra el hueso, pero no estaba por levantarse y buscar un lugar de reposo digno.
Era demasiado pronto por la mañana para pensar en comida, pero demasiado tarde como para intentar dormir y que los otros fiesteros le dejasen tranquila, y resentía el sexilio al que su mejor amiga y el novio de ésta le habían sometido aquella noche.
Se había ido de conciertos a solas porque era evidente que sus compañeros de tienda estaban urgentemente necesitados de intimidad y aún no había vuelto a dormir. Cabe decir que su intento de acercarse al amanecer había sido fallido y ahora había sonidos que no podría desoír de su mente jamás. Urgh. Quería a Anir y Gladio como si fueran sus hermanos, pero esto se lo haría pagar; se lo contaría a sus hijos.
De repente algo se posó con suavidad sobre su espalda, pero su cabeza no estaba lo suficientemente cerca del suelo como para mirar del revés por debajo de la valla y entre sus piernas.
—Hey, ¿estás bien? —el algo resultó ser la mano tibia de un hombre, que podía notar haciendo círculos contra su piel a través de los cortes en la tela de la espalda de su camiseta.
—Mluuurgh, —gruñó Airin tras dos o tres segundos de pensar si contestaba o no. Se giró un poco moviendo la cabeza para apartarse el pelo de la cara y sorbió su batido con desidia agresiva.— Muerta de sueño y llena de odio, ¿en qué parte de la escala clasifica eso?
El hombre se echó a reír con cara de sorpresa y después ladeó la cabeza con una sonrisa sesgada. Airin tuvo la certeza de que si esa sonrisa no era ilegal, fijo era peligrosa y terrible. Sobre todo terrible, terrible.
—Por un momento he pensado que te pasaba algo serio. —El hombre se apartó para dejar espacio cuando la chica decidió incorporarse de nuevo a la vida vertical y observó entretenido cómo intentaba recuperar parte de su dignidad humana poniéndose la ropa bien y el flequillo en su sitio.— Estabas tan… no sé, no parecías estar consciente, y no habrías sido la primera intoxicación etílica de hoy.
Además de atractivo, buena persona. Y el universo no tenía la decencia de cruzárselo en un buen día. Qué injusticia.
—Nah, solamente destruida, esta noche he enlazado Soul Society, Burning Cosmos y Soldiers of Gaia. —Airin hizo recuento de su viaje cada vez más épico a través del metal.
—¿Te gusta Burning Cosmos? —el hombre parecía fascinado, y la chica se señaló el frente de su camiseta negra desvaída.
—Thorns & Needles es su mejor disco y no puedes convencerme de lo contrario. —y le dio un trago a su bebida con una mirada desafiante.— Aunque Sunion también tiene lo suyo.
—¡Qué dices, Sunion es lo más! Es casi tan bueno como Lifestream, créeme, entiendo de música. —dijo él guiñando un ojo, y le tendió la mano.— Me llamo Nyx.
—Airin, —se presentó la chica estrechándole la mano con los ojos entrecerrados.— Dices que entiendes de música ¿eh? ¿Quién es mejor, Accursed o Calamity?
—Esas son preguntas íntimas, como para la segunda o tercera cita, —Nyx rió entre dientes, frotándose la sombra de barba con un nudillo y levantando una ceja.— Pero te puedo decir que Kingsglaive molan bastante. Lo dan todo en el escenario y sus conciertos son la caña.
—Hmm, no los conozco. —la chica se encogió de hombros y se apoyó contra la valla, sonriendo ante la cara de ultraje de Nyx.— Mis amigos insisten en que me van a gustar mucho, pero no he oído nada suyo aún y hasta esta noche no puedo opinar.
—¿Vais al concierto? —preguntó él con interés.
—Yo sí, ellos no sé. Aunque debería buscarme un rollo para esta noche y sexiliarlos sin piedad como ellos a mí, —dijo Airin acabando su batido de desayuno ignorando el brillo en los ojos del hombre.— Pero me atrae más la música que la venganza. Puedo cobrármelo más tarde, sólo es una más en la lista de deudas de Gladio.
Nyx le pasó un brazo por los hombros con aire despreocupado, y la chica levantó las cejas pero no puso objeción.
—¿Y si te digo que te puedo dar un pase VIP para verlos? —dijo empezando a caminar hacia el área de comidas y restauración.
—¿Trabajas en seguridad? —Eso explicaría su preocupación inicial; Airin se dejó guiar sin resistencia, y con la excusa se agarró de su cintura casualmente.— ¿Qué quieres a cambio?
—Mnop, de hecho soy músico. —comentó Nyx, dándole un empujoncito con la cadera,— Y nada, soy amigo del batería de Kingsglaive desde la infancia.
—Oooh, entiendo. —Airin le empujó de vuelta.— Está bien, presume y considérame apropiadamente impresionada.
Caminaron durante un rato sin prisa entre los asistentes al festival, hablando de música, coincidiendo en grupos favoritos pero discrepando el álbumes. Nyx la invitó a comer brochetas de carne picante maravillosa y un rollo de algo misterioso con salsa. Al darse cuenta de que habían pasado un par de horas sin avisar, Airin decidió que no podía enamorarse sin pedirle el número de teléfono antes, así que lo hizo. Y cuando él le pidió el suyo a cambio, vitoreó en su mente.
—¡Hey, Libs! —llamó Nyx asomándose a la pequeña carpa de sonido donde varios técnicos y algunos miembros de bandas concretaban detalles para esa noche.—Necesito un pase VIP para nuestro backstage.
—¿Se puede saber dónde te habías metido, maleante? —El batería de Kingsglaive se dio la vuelta con cara acusadora, hasta que reparó en la chica que acompañaba a su amigo, y lo miró con humor, lanzándole una pulsera de plástico fosforito.— Ya veo, ya.
—Creo que la he impresionado lo suficiente por mi mismo, pero para asegurarme. —Nyx se giró hacia Airin, le puso el brazalete y después le levantó la barbilla con una mano, suavemente.
Ella se lamió los labios, y él la besó despacio, persiguiendo su lengua, ladeando la cabeza y dejando escapar un ruido gutural cuando Airin le pasó los dedos por entre el cabello de su nuca. Tras unos minutos sin percatarse de las risitas de quienes miraban de reojo el espectáculo, por fin se separaron en busca de aire. Nyx se acomodó el pantalón de cuero y carraspeó, mientras la chica se ordenaba el pelo con cara de perplejidad y las mejillas calientes.
—Ven a verme esta noche, —pidió Nyx acariciándole el labio inferior enrojecido con el pulgar,— te estaré esperando.
—Bueno, —concedió Airin, mirándolo de reojo, coqueta.— Pero porque eso último si que me ha impresionado.
Y ella tenía un pase VIP que aprovechar para alimentar la envidia de Gladio y Anir. Y robarles un par o tres de condones por si acaso.
Personajes atrapados en un ascensor (original here) (http://write.btproject.org/actividades/prompts4everyone-v3-0-10084-ronda-extra/msg8659/#msg8659)
I saw you far away - Come to rescue me (https://youtu.be/nCMnxue38Gc)
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Cor tuvo un mal presentimiento casi inmediato. Uno no llegaba hasta donde estaba él sin una dosis de paranoia más que saludable y justificada, pero al echar un vistazo rápido a su espalda la única compañía que encontró fue la de una de las asistentes de Highwind. La mujer, pelirroja y que debía ser al menos una década (tal vez dos?) más joven que él, llevaba un par de carpetas en los brazos, y parecía hacer números con una pequeña calculadora de bolsillo sobre varias piezas de papel. Al sentirse inspeccionada levantó la vista hacia él.
—Buenos días Mariscal.
—Hn. —Cor asintió con la cabeza, dando un trago al termo de café que había traído la noche anterior.
—¿Entra o sale de guardia? —la ¿secretaria?, escribió algunos apuntes antes de guardar las hojas en sus respectivas carpetas, y agacharse para meter ambas en el maletín de trabajo que hasta entonces había descansado junto a sus pies.
—Salgo. —Levantó una ceja amonestándose mentalmente por observar de forma inapropiada al personal en el puesto de trabajo, pero no hizo nada por apartar la vista.
Normalmente Cor no era el tipo de persona que se fijaba en la ropa de los demás más allá de motivos de estricta vigilancia laboral, y le importaba bastante poco qué vestían o cómo se adornaban otros mientras fueran a trabajar mínimamente pasables. Él pedía resultados, no un pase de moda. Pero no dejaba de ser un hombre con sangre en las venas y ojos en la cara, y de vez en cuando se cruzaba con personas con atributos dignos de ser apreciados. Si además coincidía la ocasión con llevar un envoltorio acorde a sus gustos, como esa falda ajustada, pues bonus.
Y entonces, en el momento que el decoro público le obligaba a apartar la vista de aquella cadera tan interesante para fijarse en el número de piso que marcaba el panel luminoso, supo que su día podía proceder a darse por jodido.
“Ñiiiiiiiiiieghh”, hizo el ascensor, frenando su descenso en seco.
—Mierd-
—¡Su puta…! —La mujer se levantó agarrándose al pasamanos de la pared, tocándose la cabeza con gesto de dolor.— Ah, d-disculpas Mariscal.
Cor negó con la cabeza; en sus oídos aún reverberaba su propio golpe y se identificaba plenamente con aquella opinión. Una cosa era quedarse encerrado al entrar a trabajar y perder el día por un accidente. Otra mucho más odiosa era no poder volver a casa, ducharse y acostarse porque la estúpida máquina tenía hipo. Como principal encargado de la seguridad del edificio, tenía derecho a tomárselo como ofensa personal.
Después de haber pulsado la alarma varias veces y esperado un par de minutos entre cada una de ellas, Cor se cruzó de brazos con el ceño fruncido de forma ominosa.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó la pelirroja quitándose la chaquetilla de punto y buscando su teléfono móvil.— No hay cobertura, no puedo llamar a mantenimiento.
—Sé que trabajas con el Capitán Highwind, pero no sé cuál es tu nombre.
—¡Ah! Brightblade, señor. Airin Brightblade.
—Échate atrás. —avisó Cor dejando su termo de café a un lado. La joven estiró sus cosas hacia atrás y se pegó a la pared con espejo del fondo del ascensor sin esperar a que se lo dijera dos veces.
Pateó la puerta con fuerza varias veces hasta que abolló el metal y la luz del exterior emergió por un hueco entre las placas correderas, pero con cada embestida el ascensor pareció zarandearse. Oyó el “iiiiihh” bajito y aspirado entre dientes de Brightblade cuando su termo cayó y echó a rodar, y se dispuso a intentarlo una vez más.
—¡Mariscal! Por favor no haga eso otra vez, la caja está inclinada. —el timbre asustado de la voz de la joven hizo que se girase a mirarla, y entonces vio como la chaqueta que había colgado del pasamanos colgaba recta, pero en un ángulo que no era perpendicular al suelo del ascensor.
—Oh, joder. —Cor se frotó el cuello y se quitó la americana, empezando a sudar.— Vale, ven aquí, voy a forzar la puerta y vas a salir tú primero.
—Estamos entre pisos —apuntó Airin viendo una división horizontal en el hueco metálico.
—Y luego me preguntan que por qué odio los lunes. —resopló el hombre, haciendo reír a la joven de forma inesperada.
—Voy a tirar la calculadora. —dijo ella acercándose despacio y con cuidado a mirar.
—¿Te ha hecho algo personal?
—Para calcular la distancia. Ah, no ha sido intencional. —Brightblade rió su juego de palabras accidental aún nerviosa, pero dejó caer el trasto con un golpe de muñeca, y aterrizó en el suelo del siguiente piso con una curva y un chasquido de plástico.— Eso es más de un metro tal vez y medio, Cid tira las herramientas así, pero a más distancia.
Cor supuso que trabajar con ingenieros aeronáuticos también debía de proporcionar información curiosa y datos útiles para una partida de trivial, o una situación de supervivencia. Por desgracia se encontraba en la última. Empujó una de las placas con el hombro, y la desmontó del raíl. La caja del ascensor tembló y la joven se aferró de su brazo.
—No vamos a morir aquí, tranquila. —Cor no dijo nada de cómo podía notar la inclinación un poco más avanzada que antes.— Desde luego en lunes no.
—Estaba intentando ignorar esa posibilidad, pero gracias.
Cor no pudo evitar una sonrisa divertida ante el reproche de Airin. Se asomó por el boquete y después de unos segundos se lanzó al piso que quedaba abajo, rodando y levantándose de una. Las chaquetas de ambos y el maletín cayeron donde había aterrizado momentos antes.
—Prefiero una posibilidad de muerte accidental a una certeza de muerte asegurada si pierdo los planos del último proyecto, —explicó la joven agachándose para saltar.
Antes de que pudiera lanzarse ella sola, el hombre la sujetó entre sus brazos y la ayudo a salir, dejándola a salvo en el suelo de baldosa del rellano. Airin pareció desinflarse y se tambaleó sobre sus tacones, apoyando la cabeza contra el hombro de Cor, que palmeó su espalda suavemente.
—Cid no me paga suficiente para estas mierdas. —refunfuñó la pelirroja.
—¿Qué llevas ahi? —preguntó él al ver algo metálico junto a su brazo.
La joven levantó el termo de café de Cor, y este se echó a reír.
END PART II
-
So, hey boo, surrrrrprise! Lo escribí :'D ❤ FELICIDADES! @Shruikan ❤
You Make Me Thirsty- Good night, come in here -Shruikan | ¿x? | Gaara |
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/violate-shru.jpg) | | (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/gaara.jpg) |
—¡Eh! ¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño?
El grito sacó a los dos jóvenes de su aparente distracción, girándose a mirar de quién provenía la voz. Cuando ubicaron la figura que se acercaba a ellos a zancadas no perdieron más tiempo en echar a correr, confusos por la situación pero con el instinto de supervivencia recién reavivado.
—Ah… —el chico que había estado arrinconado contra la pared dejó caer la cabeza hacia delante y suspiró resignado.
—¿Habráse visto? Ese par de imbéciles… ¡Tú, chaval! ¿Estás bien? —preguntó Shruikan imperiosa, apoyando la mano contra la pared a la altura de la cabeza del chico.
Los ojos verde agua rodeados de unas ojeras oscuras y terribles que le devolvieron la mirada con cansancio parpadearon un par de veces. Shruikan frunció el ceño, súbitamente convencida de que el pobre diablo no dormía las horas necesarias ni se alimentaba en condiciones, estaba demasiado pálido para estar sano. Sólo faltaba que además le hicieran bullying.
—¿En qué residencia estás? Vamos, te acompaño, que es muy tarde. —dijo cerrando la mano por encima del codo del chico, pero sin apretar demasiado no fuera que lo rompiese.
Shruikan competía en el equipo de lucha greco-romana de la universidad y gracias a su meteórico ascenso a los puestos laureados victoria tras victoria, se había ido ganando una brillante reputación digna de su persona. Porque Shruikan Dwalinsdottir era una moza hermosa y potente, alta fuerte y gloriosa como una reina amazona y no tenía paciencia para aguantar las estupideces de nadie que no fuera su familia.
—No hace falta, estoy en un piso por aquí cerca. —contestó el joven soltándose evasivo, con una voz más grave de lo que había parecido al principio. Y aunque era algo más bajito que ella le miró a los ojos sin miedo, esbozando una media sonrisa sesgada que no tenía ningún derecho a ser tan misteriosa y adorable al mismo tiempo.— Pero gracias por el ofrecimiento, no todos los días se me acerca una chica tan guapa.
Y Shruikan se quedó con la boca abierta y las mejillas coloradas viendo como el pelirrojo recogía su mochila vieja y con sus zapatillas gastadas se alejaba tan tranquilamente por el campus a oscuras.
¿Qué demonios?
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Gaara se frotó la barriga cuando le sonaron las tripas. Tenía hambre y cero prospectos de encontrar nada nutritivo y fácil de cenar en una noche cualquiera entre semana. Miró de reojo la tienda de comida de la esquina que todavía parecía estar abierta. ¿Tendrían algo que pudiese digerir sin problemas?
—¡Pasa, pasa! Cerramos en nada pero aún tienes tiempo si necesitas hacer compra. —le dijo la viejecita sonriente que limpiaba el mostrador y la caja.
Gaara saludó educadamente con una inclinación de cabeza, y se dirigió hacia la zona de refrigerados donde había fiambres, carnes y a ser posible ingredientes para preparar embutidos caseros de esos que se veían algunas veces casi como por accidente.
—Disculpe, —preguntó desde el fondo del pasillo tras haber mirado en varias cámaras,— ¿no tendrá sangre de cerdo congelada? Es que mi madre…
—¡Oh! ¿Para hacer morcilla casera? —la abuela se acercó hasta él y le abrió un pequeño congelador camuflado entre bolsas de colores, sacando con aire satisfecho el único par de paquetes que quedaba.— Tienes suerte, no suelen traer muy a menudo, ya no se cocina como antes.
—Eso es verdad, la comida ya no es la que era. —Gaara sonrió entrecerrando los ojos y dejándose pellizcar una mejilla con la paciencia de quien no tenía más remedio que soportarlo si quería poder cenar esa noche.
Aprovechó para coger también varias latas de atún, un paquete de arroz al vapor y una botella de salsa de soja. Así su compra parecía más normal.
Cuando llegó a su apartamento se descalzó casi antes de cerrar la puerta y dejó la mochila junto al perchero con un suspiro de cansancio, llevando la bolsa con su botín hasta la pequeña cocina.
—Hola gordo, —saludó a su gato que había ido corriendo nada más oír el ruido de los plásticos y que ahora se le enroscaba entre las piernas esperando algo que llevarse a la boca.
—Mrrow —contestó Shukaku despatarrándose a sus pies y estirándole de un calcetín.
Gaara le volcó una de las latas de atún en su plato sabedor de que sino no le dejaría en paz, y el gato atigrado patinó sobre sus propias patas con las prisas de darse la vuelta y empezar a engullir.
—Tragón, —dijo el muchacho con diversión, pero fue ignorado en favor del pescado.
Descongeló su propia cena y mezcló algo de arroz y soja en la masa gelatinosa para enmascarar un poco el sabor y poder masticar de una forma medio normal. No podía dejar de pensar en la joven que le había interrumpido hacía un rato. Si hubiera sido cualquier otra persona probablemente le habría acabado pegando un mordisco sólo por frustración, pero una mujer así… A una mujer como aquella uno no simplemente iba y la mordía, no. A una mujer como aquella había que cortejarla, seducirla. Hacerle ver todo lo que tenía por ganar a su lado.
Sólo que en realidad... no tenía mucho que ganar con alguien como Gaara. No podía ofrecerle poder o riqueza sin igual; ni siquiera negocios o propiedades inmobiliarias.
El pelirrojo estudió sus calcetines deshilachados mientras cavilaba sobre su situación. A pesar de lo desafortunado de sus circunstancias, era razonablemente atractivo y muy fuerte teniendo en cuenta su relativa juventud. Entre bocado y bocado, sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba ante la ironía de que siempre había aparentado menos edad de la que tenía, pero desde luego ahora sí que nadie creería que pasaba de los cuarenta años. Tenía la dudosa ventaja genética de que siempre se había quemado al sol como una gamba, así que ese molesto detalle actual no resultaba especialmente reseñable en él. Y podía dar gracias a todos los poderes sobrenaturales de que no brillaba como la purpurina. Se habría empalado él mismo de ser así.
Sorbiendo el caldillo sangriento del cuenco de su cena sus pensamientos volvieron al principio del círculo, y suspiró con desaliento. ¿Cómo hacía un vampiro pobre y desaliñado, cuyo único aliado era un gato gordo y no demasiado listo, para conseguir enamorar a una diosa guerrera hecha humana, y para más inri universitaria?
Ni siquiera sabía su nombre, y por mucho encanto que pudiera usar, dudaba que lo mirase dos veces.
tbc..?
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Solo 1 año más tarde :__D pero también con gaupasa!
justified @Neko ANTES DE QUE NOS DEN LAS UVAS!! ok, ya
Going down with the sickness- la enfermedadddd (now twice)-Anir | x | Angeal | + | Prompto | + | Cloud |
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Con los hombros encogidos casi hasta las orejas y el agua resbalando por su cabeza, al tercer intento Prompto consiguió por fin abrir la puerta de su portal y se dio la vuelta para mirar a su jefe.
—¿Quieres subir y tomar algo? —preguntó apoyándose contra el marco como si fuera a escurrirse hasta el suelo de un momento a otro.
Cloud lo estudió durante unos segundos con los ojos ligeramente entrecerrados.
—Hm, está bien. —accedió, sujetando la puerta para que el menor pasase delante de él.
—Pero no hace falta que te quedes por obligación, —Prompto frunció el ceño, contrariado consigo mismo— no necesito una niñera, no ha sido para tanto.
—Ah. —Cloud no dijo nada más hasta que estuvieron ambos dentro del ascensor y subiendo hasta el piso. Y cuando la puerta mecánica volvió a abrirse esbozó una sonrisa pequeña pero traviesa y se encogió de un hombro.— Había pensado en la posibilidad de que estuvieras intentando ligar conmigo.
Prompto se atragantó de la sorpresa y dejó escapar una serie de ruidos que aunque claramente mortificados dudosamente habrían podido catalogarse como pertenecientes al género humano, pasando una y otra vez de agitar los brazos en dirección a su jefe a taparse la cara cada vez más roja con ambas manos sucesivamente.
Cloud se echó a reír sin ambages y apretando su mano con suavidad sobre la nuca del sofocado muchacho lo guió hacia la que sabía que era su puerta.
—Dame las llaves y no agites tanto la cabeza, que te vas a marear más. —dijo con voz cálida.
El timbre volvió a sonar, esta vez con dos toques. Angeal se terminó de quitar la camiseta y la dejó colgando de la puerta de la lavadora que estaba cargando, pensando exasperado en quién demonios sería tan insensato de estar en la calle con el diluvio que estaba cayendo. Más le valía a Genesis no ser él, porque no pensaba aguantar su última tragedia acuciante de esa noche, como cada noche desde hacía varias semanas. Que la colada no se hacía sola.
Descalzo y con un bolsillo del pantalón de pijama colgando hacia fuera, Angeal abrió la puerta de un tirón anticipando un nuevo toque al timbre; pero su gesto displicente se convirtió en uno de estupefacción al comprobar que quien se hallaba bajo el pequeño porche de su chalet no era su mejor amigo barra incordio, sino la chica de la paquetería que le hacía sentirse viejo sucio y depravado, y cuya falta de rigidez con el uniforme le traía por la calle de la amargura. Rígida, rígida amargura.
Soportando la lluvia como un gatito mojado sin otra opción, Anya sujetaba entre sus brazos una caja marrón marcada con pequeñas e innumerables salpicaduras, y lo observaba con los ojos muy abiertos y la boca pequeñita.
Angeal fue repentinamente consciente de lo fresco de su estado de vestimenta, o más bien falta de ella, y tragó saliva. La muchacha tampoco estaba en las mejores condiciones; el chubasquero le había servido de poco, y el agua le escurría muslos abajo desde el borde de sus shorts vaqueros y le goteaba del flequillo a la nariz. Aquello hizo que el hombre saliera por fin de su asombro y se echase hacia atrás, retrocediendo al interior iluminado y seco de la casa.
—¡Pero mujer! ¡Pasa, no te quedes ahí!—exclamó dejando la entrada libre y haciendo un gesto de invitación.— ¿Qué haces repartiendo a estas horas, con éste tiempo del demonio?
Anya entró y dejó la caja con cuidado junto al paragüero.
—Es que era el último paquete que quedaba antes de cerrar y… siendo para tí… —se excusó quitándose la gorra y apartándose el pelo mojado de la cara.
—No hacía falta que te tomases esa molestia por mí. —dijo el hombre, que la miraba con gesto entre asombrado y embelesado, como si su paquete soñado hubiera llegado él solo a su casa. Otro paquete más figurado y real sí que quería llegar a cierta casa, pero no era la suya exactamente.
—Si es por tí no es molestia, Angeal. —dijo la chica con una sonrisa pequeña pero deslumbrante, y por un momento a Angeal el aire se le hizo espeso y el universo le dio vueltas.
—¿Quieres darte una ducha caliente? Deberías entrar en calor, —dejó que se le notase la preocupación en la voz, como haría cualquier ciudadano decente y no un sinvergüenza como él, lleno de pensamientos inapropiados,— iba a poner una lavadora justo ahora, y tengo secadora.
La chica pareció pensárselo, frotando un pie contra el gemelo de la pierna contraria y observando la caja que reposaba en el suelo, y él aprovechó para reacomodarse el pantalón con discreción.
—Pues, igual, si no es mucha molestia… —contestó Anya dudosa.
—Oh, por tí no es ninguna molestia. —Angeal no se lo pensó dos veces ante la oportunidad de devolverle sus palabras y la sonrisa, y como premio pudo contemplar como las mejillas de la joven se coloreaban con rapidez casi instantánea y se restregaba la manga del chubasquero por la nariz, azorada.— Ven, el baño está por aquí. Deja la ropa fuera y te traeré algo que ponerte mientras.
La muchacha se apresuró a quitarse el impermeable y las zapatillas empapadas para no mojarle toda la casa, y lo siguió escaleras arriba, con los ojos fijos en los músculos de aquella espalda desnuda que podría haberse escapado de una escultura de algún héroe o dios greco-romano.
«AaaAAaahhh!!! Estoy desnuda en la ducha de Angeal Hewley!! AaaAAAaahh!!...», gritaba en un bucle continuo la mente frenética de Anir. Abrió el bote de jabón y lo olisqueó curiosa, y no pudo reprimir el impulso de suspirar y poner los ojos en blanco por la satisfacción. Olía a él. Aspiró más, queriendo llenarse la nariz de ese aroma y que no se le acabase nunca. Entre eso y la maravillosa presión del agua caliente en los chorros de hidromasaje, aquella ducha estaba siendo la mejor y más memorable de su existencia. Diez de diez, repetiría todos los días de su vida, tan sólo le faltaba la compañía del dueño para llegar al bonus.
El ruido de un par de golpes contra la madera la sobresaltó de sus ensoñaciones, haciendo que se aplastase contra la pared en el rincón más escondido de la ducha, pero sin soltar la botella de jabón. La puerta se abrió despacio, apenas una rendija lo suficientemente grande para poder ver la mano del hombre apareciendo entre el vapor y volviendo a retirarse.
—¡Te dejo otra toalla y algo de ropa en la banqueta! —la voz de Angeal resonó desde el pasillo, y después la puerta se cerró del todo con un click sólido y definitivo.
—¡Gracias! —contestó Anir levantando el volumen para que se le oyera por encima del agua. Y después de volver a sus coordenadas perfectas originales murmuró entre dientes en voz baja,— ya que me rompes las fantasías no podrías quedarte y frotarme la espalda…? Ah, lloro.
Pero decidiendo que al menos quería guardar una prueba de aquella situación, ni corta ni perezosa sacó un brazo de la ducha y tanteó hasta donde había dejado el móvil y con cuidado de no mojarlo y que no se le resbalase, se hizo varias selfies con la caída de agua de efecto lluvia como telón de fondo. Como recuerdo, pensó. Para las noches frías y solitarias.
Y para hacer que Prompto chillase de envidia o emoción como un chocobo enloquecido, también.
Apoyado contra la barandilla de las escaleras, Angeal se pasó una mano por la cara, echándose el pelo para atrás y suspirando por enésima vez como si se le fuera a escapar el alma en cualquier momento. Al final iba a resultar que Genesis tenía razón y leer tantas estúpidas novelas románticas con cero realismo en las relaciones entre personajes le había podrido el cerebro.
Pero la imagen del reflejo de la chica en el espejo, borrosa y silueteada por el vapor no iba a borrarse de su mente en ningún momento cercano.
Oh dioses, estaba enfermo. Muy muy enfermo. ¿Cuántos años le pasaba? ¿Diez, doce, quince? Era un asaltacunas, no tenía honor.
Se puso una camiseta de tirantes y un pantalón de estar por casa limpios, y se enfrentó de nuevo a la lavadora abandonada, intentando sin éxito no prestar demasiada atención a la ropa interior de Anir flotando entre su colada.
—Entonces, —empezó Prompto con los ojos entrecerrados, después de dar un trago a su refresco,— si hubiera estado intentando ligar contigo, ¿habría tenido posibilidades? Quiero decir, si estás interesado en algo conmigo…
Cloud cortó su frase con el ruido de algo que parecía una risa atragantada a medio mordisco, y levantó una mano como gesto dudoso entre pausa y disculpa.
—No. —dijo cuando terminó de toser.— Eh, me refiero a que no busco nada contigo. Sin ofender. Podríamos pasar por hermanos.
—Ah.
Tras varios segundos de silencio incómodo en que ambos evitaron mirar al otro, Cloud se rascó la nuca, sintiendo un calor traicionero subirle por el cuello.
—Es que estoy… viendo a alguien. Podría decirse así.
—Ah, ¡oh! —exclamó Prompto sorprendido y sonriente olvidando la vergüenza a cambio de un cotilleo jugoso.— ¿Prospecto de novio en serio?
—¿Y por qué tiene que ser novio? —preguntó el mayor sorbiendo de su lata a la defensiva.
—Porque si no has hecho ascos a la idea de... yo —se señaló todo entero primero, y después a Cloud,— interesado en tí, doy por hecho que al menos eres bi.
—Maldición. Eso mismo me dijo él, y llevamos ya más de un mes con esta historia. —Prompto se echó a reír ante la admisión refunfuñada de su jefe y le dio un par de palmaditas en la rodilla, a lo que este se pasó una mano por la cara y cogió el último pedazo de pizza.
—De todas formas te habría dicho que no… —Prompto se esperó a que Cloud estuviera mordiendo, para añadir con una sonrisa puñetera— sé que no lo aparento, pero tengo novia estable desde hace tres años.
Cloud se giró a mirarle despacio, con los ojos muy abiertos, y un carrillo lleno de queso.
—Argentum. —dijo por fin después de tragar lo que tenía en la boca.— No esperaba que fueras tan cabrón.
—¡Me habéis corrompido entre Anir y tú! —se defendió Prompto levantando las manos.— ¡Yo era un bebé inocente cuando entré a trabajar con vosotros!
Cloud le tiró un par de servilletas de papel hechas una bola, que le rebotaron en la frente.
—¡Ouch! Aún me duele. —Prompto se llevó una mano a la linea roja que bordeaba el nacimiento de su flequillo.
—Ah, mierda es verdad, perdón. —murmuró Cloud contrito.— Pero los bebés accidentados deberían estar en la cama descansando.
Prompto abrió mucho la boca con cara de ofensa, y Cloud esbozó una sonrisa pequeña y victoriosa.
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#promptactivity 2020 - ❤ - The Compilation
❤ Ronda # 1
Personaje A termina con dos citas en la noche del día de San Valentín (Personaje B y Personaje C). Mientras tanto, sus amigos no dejan de reventarle el teléfono a punta de mensajes, apostando con quién se irá a quedar... (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-1/msg9453/#msg9453)
Wrap around me and watch over me - These four letters, it’s right here (https://youtu.be/nKU4OVH18mE)
—El sinvergüenza de tu hermano pequeño tiene dos citas esta noche. —Por la fuerza del golpe con el que abrió la puerta podría decirse que Tyelko estaba enfadado, pero cuando se dejó caer en sofá y Maglor levantó la vista de sus versos vio que sonreía.
—¿Esta noche? ¿Para san Valentín? ¿Y que haces aquí entonces? —preguntó rascándose la cabeza con el lápiz.
—Yo no idiota, Moryo.
—Pero el sinvergüenza de mis hermanos pequeños eres tú. —replicó Maglor mirando muy fijamente al rubio.
—¿Moryo tiene una cita? —Curufinwë se asomó desde la cocina, levantando una ceja con cara de estar listo para presidir un tribunal de inquisición.— Eso sí que no me lo creo, tiene aún más vergüenza que estupidez, y mira que le pone empeño.
—Curvo, tesoro, creo que te has dejado encendido el proyector. —sonrió el segundo de sus hermanos con una expresión engañosamente apacible, que le hizo torcer el gesto y sentarse junto al rubio.
—Una no, dos. —se regodeó Tyelkormo sacando el móvil con una risita y subiendo los pies al regazo de Curufin, que intentó en vano deshacerse del peso extra.— Y con la chavala esa rubia de tu clase, además.
(http://niriplays.net/misk/hr.png)
—Moryo, deja de mirar el móvil y hazme caso que te estoy hablando, —dijo la chica dándole una patadita por debajo de la mesa,— he pagado por tu tiempo y me lo vas a dar.
El joven moreno frunció el ceño, molesto por el asedio constante de avisos de mensaje en el grupo de chat con sus hermanos y que amenazaba con freír su teléfono.
—A ver, explícame otra vez qué es lo que no entiendes. —Morifinwë se apartó el pelo de la cara por enésima vez ignorando con odio el zumbido impertinente en su bolsillo.
—¡Esto de aquí! ¡Todo esto de aquí! —protestó Anir estampando la mano abierta sobre la página entera del libro y dejando caer la cabeza con frustración sobre la mesa.
—Estás haciendo una ingeniería, me perturba la idea de que no entiendas matemáticas básicas.
—¡Pero es que esto no es hidráulica ni termodinámica! —Anir giró la cara sobre la mesa, para poder mirar a su acompañante y poner morritos con más comodidad.— Es estadística de mierda que no me hace falta para créditos y no sé por qué cogí.
Moryo resopló encogiéndose de hombros. Él tampoco sabía por qué nadie que no fuera de Económicas se autocastigaba así.
—Tu móvil se muere de epilepsia, —señaló la chica, que había decidido dejar por temporalmente imposible su comprensión de la probabilidad matemática.
—Mis hermanos, comportándose como la basura social que son.
Anir levantó las cejas y presa de la curiosidad le arrebató el teléfono de las manos, abriendo la notificación de chat activo y apartándose cuando su legítimo dueño intentó recuperarlo.
—¡Devuélveme eso!
—¡Déjame leer primero! —dijo subiendo hasta el primer mensaje en busca de cotilleos jugosos.
CoMeMiErDa-T: Carnistirrrrrrrr ya es maiorrr jugando alas guarrillasssss
comemierda-COPIA: si has pagado por la compañía no cuenta como una cita
(✔✔ visto por Moco1 y Moco2)
Moco1: Moryo sa io de putas?!
Moco2: !! K É H
Dramalaurë: Esas bocas.
CoMeMiErDa-T: fijo k sa pagau 2 putiyas
Moco1: woops, xo igual KEDISEUSTE
Moco2: na tio moryo no hasria eso
Moco2: Turko si xq es un marrano xdd
(✔✔ visto por CoMeMiErDa-T)
CoMeMiErDa-T: marrana tu cara moco
Moco2: Bua vas a mamá
Moco1: te rajo
Dramalaurë: Telvo !
Moco1: sta noxe mira baj la cama
Dramalaurë: Telufinwë ya vale!
CoMeMiErDa-T: tu ami de k medio moco k te rviento
Dramalaurë: TYELKO QUE TE JUEGAS LA VIDA
(✔✔ visto por Nelyo)
Nelyo: ...estáis todos castigados
Moco2: Nelyo no cambies la cntrseña wifi plz 0-0
Moco2: Turko y curvo se stan mtierndo a szco cn moryo
comemierda-COPIA: no mientas enano
CoMeMiErDa-T: xq anda cn 2pavas ala vez
CoMeMiErDa-T: to pixabrava xddss
comemierda-COPIA: a ver que dice papá cuando se entere de q juega a 2 bandas
CoMeMiErDa-T: lo k pasa sk stas scozido xkle mola la rubia d tu klase
Moco1: Anir? Buaaaaaa no ties na q hcer, anir s 1 ser d luz
Moco2: !!
comemierda-COPIA: alguien tiene que decirle que su hijo sobrante esta deshonrando el nombre de la familia
Nelyo: Curufinwë Atarinkë no vas a hacer tal cosa. Sea buena idea o no, lo que haga tu hermano mayor en su tiempo privado no es de tu incumbencia.
(✔✔ visto por Moco1, Moco2, Dramalaurë, comemierda-COPIA y CoMeMiErDa-T)
CoMeMiErDa-T: lol nelyo as matau l xat
Nelyo: Bien.
(✔✔ visto por Morifinwë)
—Ostras, tenías razón con lo de basura social.—dijo Anir con los ojos muy abiertos, y luego cayó en cuenta de una frase jugosamente implicadora.— Hablan de mí, ¿por qué hablan de mí? Yo soy la única medianamente rubia en clase de tu hermano. ¡¿Le gusto a Curufin?!
Moryo estrujaba su bufanda con las mejillas rojas de ira, como si con su mente pudiera sustituir el tejido de lana por los cuellos de los dos de sus hermanos que habitualmente convertían su vida en un infierno. De repente notó unos dedos fríos acariciando su cuello donde la coleta indigna y medio deshecha que llevaba dejaba su piel al descubierto, y se le puso la carne de gallina.
—Hola guapo, —murmuró una voz femenina dejando un beso sobre su oreja, que acto seguido se volvió hacia la otra chica— y hola monstruo, gracias por cuidarme la cita.
—¡Airin! —Anir se giró hacia donde su hermana mayor se asomaba por encima de sus hombros, y levantó el móvil hacia su cara tan súbitamente que la pelirroja tuvo que echarse hacia atrás para que no se lo estampase en la nariz.— Oops, bueno, mira aquí. ¡Le gusto a Curufin!
Airin se hizo sitio entre ambos y se sentó, leyendo la pantalla del teléfono con atención y los ojos entrecerrados. Mientras sus cejas hacían turismo por la estratosfera, el moreno escondió la cara contra su hombro, a pesar de la notable diferencia de altura entre ellos.
—Me doy en adopción. —refunfuñó el joven con voz rencorosa.— Soy un adulto legal, puedo hacer lo que quiera con mi estatus.
Su novia le dejó un ruidoso beso en la coronilla, y empezó a teclear.
—¿Qué haces? —preguntó Anir haciendo que Moryo levantase la vista de su refugio.
—Me añado al chat. —contestó Airin poniéndose cómoda e ignorando las miradas alarmadas que se cruzaron por encima de su cabeza.
—¡Dame el móvil! —exclamó su novio intentando, otra vez sin éxito, recuperar su teléfono que fue pasado a la chica más joven.
—Oooohhhh, —dijo Anir observando la pantalla con los ojos muy abiertos a la espera de los fuegos artificiales.
(Airi ♥ se ha añadido al grupo)
(✔✔ visto por Morifinwë)
Moco1: ola num dsconocido nfiltrad ke ase
Moco2: kien eres? :'o
Airi ♥: holii
Nelyo: … eres Airin?
Airi ♥: hola profe <3
Dramalaurë: ohdioses
(✔✔ visto por Morifinwë, Airi ♥, Moco1, Moco2, Nelyo, comemierda-COPIA y CoMeMiErDa-T)
CoMeMiErDa-T: lol nos spian yasta moryo iiorando
comemierda-COPIA: y a ti quien te ha dado permiso para entrar a este chat?
Airi ♥: A ver Turkafinwë Tyelkormo y Curufinwë Atarinkë, pareja de cerdos impresentables, como sigáis insultándome a mi y a mi hermana y metiéndoos con mi novio os voy a reventar a ostias, y vuestra madre aún me dará la razón.
Moco2: !!!!!!
Airi ♥: Que os quede claro y brillante como el diamante.
Moco1: TNMOS CUÑADA?? ??!!
(✔✔ visto por Morifinwë, Airi ♥, Dramalaurë, Moco2, Nelyo, comemierda-COPIA y CoMeMiErDa-T)
CoMeMiErDa-T: WTF
Dramalaurë: toda la razón del mundo con nuestra madre.
Nelyo: Airin, por qué eres así?
Airi ♥: Si ese aspirante a matón de metro y medio que tienes por hermano quiere irle detrás a mi ser de luz, que haga méritos con su hermano inmediatamente mayor, porque en mi familia no va a entrar así <3
Moco1: BURNNNNNNNNN
Moco2: AIUDA AGUA FRIA
CoMeMiErDa-T: xo tu kien ers y de k vas
Airi ♥: La novia de tu hermano y voy a decirle a Irissë que nos has llamado putas a mi hermana y a mi :')
Dramalaurë: Tyelko date por jodido.
Nelyo: laurë
Dramalaurë: ya, ya perdón. Pero no es mentira.
Airi ♥: cuñada out <3
(Airi ♥ ha abandonado el grupo)
(✔✔ visto por Morifinwë, Nelyo, Moco1, Moco2, Dramalaurë, comemierda-COPIA y CoMeMiErDa-T)
Anir le devolvió el móvil (finalmente!) a su legítimo dueño, que desplazó el chat de arriba a abajo leyendo el intercambio de hostilidades, y decidió apagarlo una vez hubo terminado. Moryo y Anir se miraron primero entre ellos en silencio, y después a la pelirroja aposentada entre ambos.
—Cásate conmigo. —soltó de repente el joven moreno y Airin se atragantó con su propia saliva.
Moryo fue poniéndose cada vez más rojo según se hacía consciente de lo que había dicho en voz alta. Anir se llevó las manitas a la boca tapando una exclamación de sorpresa.
—¿Es una pedida en San Valentín? … ¡Es una pedida en San Valentín!
—¿Qué? —preguntó Airin con voz ahogada y el calor subiéndole por las mejillas.
—No hace falta que sea ya, —murmuró Moryo apartando la vista avergonzado,— pero… eso.
—¡Dí que sí! —Anir zarandeó a su hermana, eufórica
—V-vale, si, —Airin se lamió los labios, volviendo a respirar,— ¿más adelante?
La mirada de adoración e incredulidad del joven hizo que Anir pusiera pies en polvorosa con sus libros de matemáticas antes de que su hermana y Moryo empezasen a tener una verdadera cita en las condiciones de romanticismo adecuadas para la fecha.
❤ Ronda # 2
Personaje A es un humano normal, personaje B es un ser fantástico (sirenas/hadas/etc) Uno de los dos salva la vida del otro. ¿Qué hacen para saldar la deuda? (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-2/msg9458/#msg9458)
Even if I’m back on the path - I was lost and wandering on all night (https://youtu.be/Pq_mbTSR-a0)
Cuando Airin se había comprado un todoterreno porque vivía más propiamente en el monte que en la ciudad habían dicho que era excesiva y caprichosa. Cuando había insistido en poner el seguro del coche a todo riesgo le habían llamado exagerada. La primera vez que un compañero se había quejado porque la nieve le había impedido volver a casa después del trabajo, se había encogido de hombros porque la tormenta no había sido para tanto. Cuando otro había tenido que pagar de su bolsillo un taller de reparaciones después de atropellar a un jabalí que para más inri había salido indemne, se había echado a reír.
Cuando algo grande y blanco impactó de repente contra el lateral de su coche con tal fuerza que lo hizo girar y patinar sobre el asfalto mojado hasta salirse de la carretera, Airin maldijo en todos los idiomas que conocía. Se quitó el cinturón y salió dejando la llave puesta y los intermitentes encendidos, y rezó porque no fuera un animal agresivo.
Varios metros más lejos pudo ver la silueta de algo pálido e inmóvil bajo la lluvia, y se acercó con cautela.
—¡Ay madre mía! —la figura de un hombre desplomado y sangrando medio desnudo no era lo que había esperado encontrarse. Se agachó a su lado y lo tocó cuidadosamente, buscándole el pulso con suavidad y dedos temblorosos.— Por favor, por favor, no estés muerto.
El hombre movió la cabeza ligeramente y Airin tragó saliva cuando al resplandor de los relámpagos vio un ojo azul pálido y otro violeta que la observaban desenfocados entre una mata de cabello blanco o plateado.
—¿Ay amá, Sídhe? —murmuró entre dientes sin querer creerlo del todo. El extraño a sus pies gimió intentando moverse. De acuerdo, aquello no había seguro que lo cubriese, pero creía saber lo suficiente de las supersticiones populares como para al menos salir de esas.— ¿Puedes respirar bien? ¿Cómo te llamas? Agárrate, voy a intentar llevarte hasta el coche.
Aunque era esbelto pesaba bastante y le costó un par de intentos encontrar la forma de levantarlo sin provocarle más daños de los que ya tenía.
—R-ravus, —susurró el hombre con voz grave y áspera cuando lo consiguió montar en el asiento del copiloto. Airin levantó mucho las cejas y le abrochó el cinturón de seguridad.
—Hola Ravus, siento mucho el golpe, —se disculpó apartándole el pelo de la cara con delicadeza, a lo que él negó con la cabeza como quitándole responsabilidad,— ahora nos vamos de aquí, y te vas a poner bien, ¿vale?
Arrancó y salió de nuevo en dirección a su casa, Airin normalmente no tenía problemas en conducir de noche y con lluvia mientras no hubiera imprevistos (como el actual?), pero pisó el acelerador apurando el límite de velocidad cuando se dio cuenta de que Ravus miraba cada pocos segundos por el retrovisor como si pudiese ver algo detrás de ellos.
—¿Seelie o Unseelie? —Preguntó Airin casualmente girando por el camino de tierra de su propiedad.
—Ambas. —contestó él mirándola fijamente durante un momento y la joven se tragó una maldición.
Él volvió a su vigilancia sin decir nada más hasta que pese a las dificultades llegaron a la puerta de la casa, donde abrió la boca sorprendido al ver una enorme flor de cardo silvestre que colgaba junto al ventanuco.
—Vamos, Ravus, tú sí puedes pasar, —dijo Airin empujando el portón con una pequeña sonrisa victoriosa al ver que poco a poco había ido recobrando mejor aspecto.
Cuando cerró la puerta tras él, los dos escucharon claramente un golpe pesado y seco seguido de sonido rechinante. La mano del hombre sujetando firmemente la muñeca de la chica impidió que ésta abriera la mirilla.
—Como lo que sea que anda ahí fuera le haya hecho algo a mi coche va al río con un collar de hierro forjado. —resopló Airin sin que el miedo presente le impidiese amenazar al universo por entero.
El presunto sídhe abrió mucho los ojos y ladeó la cabeza sin decir nada, y aprovechándose de su docilidad momentánea la joven lo dejó sentado en la cocina con una taza de leche caliente mientras buscaba el botiquín. Cuando volvió la leche seguía intacta y Ravus la estudiaba con el ceño fruncido.
—Me invitas a tu casa y me ofreces alimento cuando ya tienes mi nombre y estoy cumpliendo tu orden ¿qué más quieres de mi?
Airin abrió la boca con gesto desganado y rodó los ojos, empezando a desinfectarle con cuidado las heridas a medio cerrar. Huh, de parecer moribundo a volverse respondón, tal vez sí estaba cumpliendo lo de ponerse bien.
—Digamos que eso ha sido sólo un agujero legal para que no te desangrases en mi coche, no quiero nada de tí, me sabe mal haberte atropellado. Aunque técnicamente me hayas pegado tú primero. —replicó poniéndole un parche antibiótico sobre el hombro desnudo.— Y la leche es entera y con nata.
Ravus no esperó a que se lo repitieran y con la mano libre se llevó la taza a los labios, dejando escapar un ruidito de satisfacción.
—¿A qué te dedicas? —preguntó tras lamerse los restos cremosos de las comisuras de los labios.
—Publicidad, y algo de relaciones públicas, —contestó Airin con una sonrisa bastante cínica.
—Ah, eso explica el agujero legal, —musitó Ravus escrutando el fondo de la taza. Durante unos momentos pareció poner en orden sus ideas con cautela, antes de volver a hablar.— Como sea, tengo una deuda de sangre contigo.
—Muy respetuosamente, no estoy interesada. —la chica dejó caer la cabeza sobre la mesa.— Si llegamos a mañana sanos y salvos tuú, mi coche y yo, la doy por pagada.
—¡No puedes hacer eso! —el sídhe golpeó la madera al tiempo que se ponía en pie indignado.
—¡Es mi deuda y me la cobro como quiero! —Airin agarró la taza antes de pudiera caerse por el borde y frenó en seco el amago de estampársela en la cara a su desagradecido deudor.
—Tienes mal carácter. —comentó Ravus apartándose el cabello de la cara y sentándose de nuevo después de la explosión.
—Y las hadas no pueden mentir, —rezongó la joven, decidida a ignorar aquella sonrisa sesgada y aprobadora, inquietante y atractiva a partes iguales.
—Has salvado mi vida a sabiendas y no quieres nada a cambio. —declaró el hombre. Su anfitriona asintió firmemente.— Sin embargo estoy en mi derecho de ofrecer el pago que yo considere apropiado.
—No me gusta ese tono de voz, lleva muchas implicaciones.
—Eres una joven inteligente, para ser mortal, —la sonrisa de Ravus se fue ensanchando poco a poco,— ¿Qué sabes sobre la Corte de Invierno?
—Nada bueno. —Airin se echó ligeramente hacia atrás.
—Oh, exageraciones sin duda. —el sídhe le acarició la mejilla con una mano de dedos largos y fríos, y la chica tragó saliva alarmada.— Díme tu nombre y te haré mi Reina.
—Ni… ni de coña. —dejó escapar con un hilo de voz sin importarle si lo ofendía.
—¿Y por qué no, si puede saberse? —Ravus frunció el ceño e irguió la espalda, pero no hizo ningún ademán agresivo hacia ella, parecía más confundido que otra cosa.
—¿Porque soy mortal y eso no puede acabar bien? Y porque una no va y se casa, ajunta, lo que sea, con el primer tío guapo que se le propone, sin conocerse de nada. —Airin levantó las manos hacia el techo frustrada ante la total falta de sentido común que tenía delante.
—Hmm, —la mirada brillante de ojos dispares que la observaba parecía estar sopesando sus palabras después de todo.
—Además, si realmente presides la Corte de Invierno lo primero que deberías hacer es recuperarla.
—Y hacer justicia por la traición. —Ravus inclinó la cabeza concediendo el punto. Parecía que su magia ya se había encargado de devolverlo a un estado saludable.— Es verdad que no puedo ofrecerte un trono que aún no tengo de vuelta. Todavía.
Airin arrugó las cejas. Eso no era lo que había querido transmitir. Malditos sídhe y sus juegos de palabras.
—¿Me concedes un plazo? —Ravus agarró su mano, y girándola suavemente dejó un beso indecentemente lento en la cara interior de su muñeca, justo encima de donde su pulso palpitaba con frenesí.
—Oh joder, —murmuró la chica con voz ahogada ante la repentina intensidad de su presencia,— todo el que necesites.
—Todo a su tiempo, mi prometida. Eres afilada y directa además de hermosa, serás una buena Reina.
—No te he dicho mi nombre.
—Todavía. —susurró Ravus con voz grave pero visiblemente satisfecha.— Las hadas no pueden mentir.
❤ Ronda # 3
Soulmates AU — Universo donde cuando encuentras a tu soulmate, el primer toque piel con piel se te queda marcado de colores. (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-3/msg9479/#msg9479)
Parted for now; until we meet again, - even if I travel a thousand miles, my heart will remain the same (https://youtu.be/RcqO0zkyQRo)
La joven repasó mentalmente los planos que había estudiado a conciencia durante toda la semana, pero en ninguno recordaba haber visto mencionado un templete como el que acababa de encontrar, y del cual había recuperado varias de sus obras con éxito. Bueno, lo hecho hecho estaba, y sus bebés habían vuelto con su dueña. Rodó los hombros ajustándose los múltiples enseres que se alojaban entre los pliegues de su kimono y esperó a que el sonido de pasos en el patio se alejase.
—Shh, —susurró de repente una voz junto a su oído mientras la yema de un dedo se posaba con suavidad sobre su labio inferior,— ¿no sabes lo que dicen? La curiosidad mató al gato.
—Los gatos tienen siete vidas. —respondió Raiko en un murmullo tenue, manteniendo su posición pero relajando los músculos ligeramente.
La figura que había aparecido a su lado desde entre las sombras se apartó lo justo como para que la joven dejase de notar el aliento a la altura de su sien, y volviese a tener visión periférica por los lados.
—¿Y cuántas has gastado ya, hmm?
—¿Y quién te ha dicho que sea un gato, hmm? —Raiko inclinó el torso apenas diez o doce grados hacia atrás, y saltando hacia el frente se dejó deslizar tejado abajo usando la inclinación de la cresta de pizarra como si fuera la barandilla de unas escaleras, haciendo que su trenza ondease al viento tras ella.
—¡Maldita sea! —el hombre, porque era un hombre con los dientes afilados y no un espectro como le había parecido en un primer momento, no tuvo el tiempo necesario para alcanzarla, pues aunque era muy rápido Raiko ya estaba dos tejados más allá para cuando él empuñó su espada.— ¡Vuelve aquí, zorra!
La chica se echó a reír colocándose de nuevo su máscara en sitio mientras corría, y sin pausar su carrera ni tan sólo un segundo miró por encima del hombro hacia su indignado enemigo, ladeó la cabeza y se llevó un puño cerrado hacia el rostro, imitando la pose de las estatuas de zorros de los templos.
—¡Kon kon! —exclamó burlona con voz aguda, y se perdió entre los árboles en la noche.
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—Aún no puedo creer que te robasen el botín en tus propias narices, —el joven rubio se giró a mirar a su compañero de viaje, caminando de espaldas con los brazos cruzados tras la cabeza. Con los ojos entrecerrados y una sonrisa cada vez más amplia, le incordió— verás cómo se va a poner Sasuke cuando se entere, jejeje.
—Mira, cara de zorro, —Suigetsu levantó la mano pero como no llegó a atizarle con el puño cerrado, se contentó con señalarle amenazadoramente con un dedo,— tú y ese medio metro Sarutobi podéis iros a la mierda juntos y de la mano.
Pero Naruto, en vez de echarse a reír como habría hecho habitualmente, frenó en seco y abrió los ojos del todo, observando fijamente al mayor.
—¿Qué es eso que tienes en el dedo? —preguntó intentando agarrar la mano de Suigetsu.— ¿No estás sangrando, no?
Suigetsu lo miró sin comprender, hasta que finalmente el rubio atrapó su muñeca y le obligó a extender el dedo índice de la mano derecha.
—Lo tienes manchado de rojo. —de alguna forma su piel había adquirido un tinte escarlata brillante, pero por mucho que Naruto lo frotaba el color no desaparecía.— ¿Cómo lo has hecho? ¿Has comido bayas?
—No me jodas, —maldijo Suigetsu entre dientes contemplando su dedo entre aturdido y estupefacto.
—Eewww, ni loco, ¿qué es? ¿qué pasa?
—Estoy maldito.
Naruto se apartó un par de pasos como si le hubieran dado una descarga eléctrica.
—¡¿Cómo que maldito?!
Suigetsu se restregó las manos por la cara dejando escapar un gemido agónico de frustración.
—Significa que tengo un soulmate por ahí danzando, que aparentemente se escapó anoche con las armas y a quien nunca más volveré a encontrar. ¿Ya, o te lo tengo que explicar como si tuvieras cinco años?
El rubio torció el morro e hizo los ruidos habituales de preguntarle al sabelotodo de Sasuke más tarde, pero afortunadamente no volvió a sacar el tema.
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Las notas punzantes y casi metálicas se deslizaban por el aire del mercado con un ritmo de punteo constante y vertiginoso que sólo podía salir de un shamisen tocado con destreza.
—¡Ooh, Jongara Bushi! —dijo Naruto con la boca llena de dango,—¡Quiero ver, quiero ver!
Conteniendo un suspiro Suigetsu se dejó arrastrar hasta el rincón de la plaza donde se agolpaba la gente en torno al músico, pensando que si no hacían nada útil al menos tendrían la oportunidad de liberar varios bolsillos del peso de sus monedas. Cuando el rubio consiguió hacerse con un sitio privilegiado entre la multitud le hizo señas de que se acercase.
El llamado agudo que en algunos momentos marcaba el ritmo de la melodía pertenecía claramente a una voz de mujer, y por unos segundos Suigetsu experimentó una curiosa sensación parecida al mareo. La joven que tocaba con maestría vestía de forma más bien sencilla, un kimono oscuro de estampado geométrico y un obi verde; pero lo que la hacía llamativa era el color rojizo de su pelo y la marca de un tono violeta intenso en mitad de su labio inferior, que parecía ir a juego con el maquillaje en sus ojos.
—¡Hah! —exclamó la chica al tiempo que el golpeteo de la púa de carey incrementaba su velocidad.
—Ah, kitsune… —murmuró Suigetsu cautivado al mismo tiempo por la visión, el sonido y sus recuerdos, ajeno al par de hombres mayores a su lado que le echaron una mirada conocedora y se aguantaron una risita entre codazos.
No tenía ninguna duda de que era ella quien la noche anterior le había birlado el botín de su golpe en sus mismas narices, si prestaba atención a aquella marca engañosamente artística. Pensándolo bien, tenía sentido después de todo.
Extrañamente de alguna forma sus miradas se cruzaron entre el gentío, y en el auge de la pieza, Suigetsu se llevó el índice marcado de rojo a la boca y apretó los dientes afilados a su alrededor con una sonrisa, sin dejar de mirarla.
Ella apartó los ojos con falso recato, y sin dejar de puntear con celeridad se pasó la lengua por el labio inferior y lo mordió, ladeando la cabeza para volver a levantar la vista hacia él en un gesto que Suigetsu recordaba con nitidez.
—Huh, parece que no estoy tan maldito como pensaba, —murmuró con una sonrisa sesgada cargada de anticipación.
❤ Ronda # 4
Personaje A recibe una herencia repentina, ahora es dueño/a de una mansión… un tanto peculiar. — Haunted House AU (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-4/msg9495/#msg9495)
Shaking, shaking, - my heart is beating (http://youtu.be/QbjmVyP9RFg)
Cuando Airin recibió la llamada de un notario al respecto de una herencia, pensó que le estaban tomando el pelo. Al ver que la propiedad procedía de un tío lejano de su madre, empezó a sospechar, porque nunca había tenido contacto con aquel lado de la familia.
—Bueno, pues aquí está el inmueble, y aquí tus llaves, ¡que tengas buena tarde! —dijo el agente inmobiliario entregándole las escrituras y un pesado llavero sin tan siquiera haberle enseñado la casa.
Parecía ansioso por salir de allí, y tal cual estaba cambiando el tiempo la chica no lo culpaba del todo. Faltaba poco rato para que se pusiera el sol, se había levantado un aire molesto y las nubes se habían vuelto oscuras y amenazadoras de lluvia. Airin vio el otro coche alejarse rápidamente y guardó los papeles en el suyo, que dejó abierto pero con el freno de mano puesto, y además de su mochila habitual se aseguró de coger una linterna con recambio. Después observó el edificio con la nariz arrugada por el disgusto.
Había una inscripción grabada en el dintel de la puerta, pero más allá de C L M IL y algo que parecía haber sido una estrella, no se apreciaba qué era. Desde luego debía estar bien construido porque parecía un milagro de la ingeniería que no se hubiera venido abajo si se encontraba todo en el mismo estado de abandono que el jardín y la fachada. Si la enorme mansión no podía ser rehabilitada, siempre quedaba la opción de alquilarla para rodar películas de terror.
Tuvo que hacer fuerza para abrir la puerta, que acabó por ceder al enésimo empujón a base de maldiciones.
—¡Que te abras demonios! —con un traspiés Airin se vio entrando casi de cabeza y a oscuras en el recibidor. Se apartó el pelo de la cara y se frotó la nariz con la manga de la chaqueta, encendiendo la linterna.— ¡Gracias!
El lugar a su alrededor no parecía en tan mal estado como el exterior, podía ver algunos muebles cubiertos con sábanas y las miles de toneladas de polvo esperable por todas partes, pero le extrañó que hiciera un frío tan gélido como para ponerle la carne de gallina. Se dirigió hacia la gran escalinata central sin ser consciente de la figura incorpórea y difusa que empezó a tomar forma a su espalda y la siguió flotando a varios palmos del suelo.
—Si ya sabía yo, —se quejó Airin refunfuñando cuando el tercer escalón cedió bajo sus pies y solo evitó quedarse atascada por pura agilidad de reacción,— sólo se acuerdan de los Brightblade cuando se trata de cargarnos el muerto o usarnos para desquitarse de otros.
La presencia intangible que llevaba detrás pareció frenar en seco y arremolinarse sobre sí misma, doblando su extensión y multiplicándose en varias formas separadas.
—¿Ha dicho Brightblade?
—Eso es una traducción de Calimmacil, ¿no es cierto?
—Se parece a tí.
Los susurros se detuvieron cuando el haz de luz de la linterna atravesó sus formas en un giro repentino.
—Joder qué frío. —Airin se había parado en mitad de la escalera, y alumbraba a su alrededor con cara de desconfianza y promesa de retribución.—Mira, como encima haya fantasmas te juro que…
—¡Nada de juramentos! —La más brillante de las siluetas se irguió alarmada, pero la chica dejó la frase sin concluir, y la masa espectral pareció soltar un suspiro colectivo de alivio.
Algo crujió en la oscuridad y la muchacha se giró en la dirección del ruido, ascendiendo despacio hasta el segundo piso y parándose a sacar de su mochila una pequeña navaja plegable de bolsillo, que escondió entre los dedos de su mano izquierda. Las formas que no podía ver tras de sí asintieron con aprobación.
—Mira, también usa la zurda.
—Pero no hay nada aquí arriba, sólo nosotros.
—No puedo morir aquí, sería demasiado vergonzoso, —murmuró Airin levantando risitas reprimidas entre sus espectrales seguidores, y después convenciéndose a sí misma con firmeza,— y Ravus se llevaría toda la nota del trabajo final de lingüística, una mierda me voy a morir yo aquí.
Si hubieran tenido una forma física más de uno de aquellos seres se habría doblado entre carcajadas al oír la voz cargada de rencor estudiantil, pero en su estado etéreo su contorno sólo podía parpadear.
Encaminándose pasillo adelante con cautela, no fuera que pisase una tabla carcomida y el suelo se hundiera o que lo mismo le saliese un un monstruo del techo como en un videojuego, Airin se fijó en una serie de retratos antiguos que colgaban de las paredes.
—¿Pero qué demonios…? —un escalofrío le recorrió la espalda de arriba a abajo al ver que varias de aquellas pinturas tenían una semejanza a ella que les podrían haber hecho pasar como hermanos, pero una en concreto guardaba un asombroso parecido con su propio rostro. Respiró temblorosa y apretó los dedos sobre la navaja aún doblada.— No seas idiota Airin, en esta familia ha habido pelirrojos desde hace siglos, es sólo genética recesiva pero terca.
—Airin es un nombre perfectamente noldo, apruebo. —dijo la figura que lideraba el grupo.
—Estoy seguro de que le alegrará saberlo, padre —comentó con sorna otra que se había alejado siguiendo a la chica mientras inspeccionaba puertas y cerraduras.— Ah, no no, no entres ahí cielo que el piso se hundió hace muchos años.
—Makalaurë, no te va a oír. —otro de los espíritus se arrimó hacia ellos.
—Pues en vez de estorbar haz fuerza para que la puerta no abra, que tú tienes dos manos. —la pulla desató una bronca repentina como sólo podía pasar en una familia con muchos hermanos, e hizo que el aire del pasillo se enfriase y calentase por turnos y aullase violento por entre las grietas de la madera.
—¡YA BASTA! —Bramó el espectro que parecía ostentar la autoridad, haciendo que la estancia brillase por un segundo.
—Vale, no, en esta casa decididamente hay fantasmas. —Anunció Airin haciendo que todos los que flotaban a su alrededor se girasen a observarla con distinto grado de curiosidad y expectación.— No me pagan por aguantar esta mierda, con mi familia es suficiente.
—Gracias, padre. —dijo la figura más alta viendo como la joven volvía sobre sus pasos abandonando la exploración.
—Oh, cállate Nelyo. —murmuró el líder con tono contrito, y luego añadió vacilante,— Sí que es cierto que se parece mucho a tí.
—Me pregunto… —fantasmas o no Airin siempre había querido deslizarse por una barandilla como la de aquellas escaleras, aunque el sentido común le gritaba que como mínimo podía matarse, la tentación era muy fuerte.
Posó una mano sobre el barandado de madera. Después se lo pensó mejor, ignorando la angustia que su deliberación estaba causando en los espíritus de la casa, y apoyó su peso intentando en vano agitar o hacer ceder la pieza. Cuando su inspección fue satisfactoria, se subió de costado a la barandilla y se inclinó hacia delante.
—Correr es de cobardes,—dijo balanceándose hasta coger impulso y lanzándose a toda velocidad, enarbolando la linterna en alto— ¡por el Norteeee!
—¡Se va a matar!
—La falta de neuronas es cosa de familia.
—Habla por tí, Moryo.
Pero para consuelo de los espectros la chica llegó sana y salva al suelo con un saltito. Airin se sacudió la ropa, aseguró su mochila y apuntó con la luz hacia las escaleras. Había creído ver un reflejo de algo que flotaba a su lado mientras se deslizaba, pero extrañamente no había sentido miedo de que le hiciera daño.
—Hm, bueno, esta casa es mi herencia y ahora es mía, y tengo intención de venir a vivir aquí. —notificó diligente a sus incorpóreos habitantes. Después abrió la puerta de entrada, y la sujetó con el pie, por si acaso— Si no estáis de acuerdo manifestáos…? O algo.
Se hizo un silencio sepulcral sólo roto por el aire moviendo hojas y ramas en el jardín, mientras las siluetas se miraban entre sí y hacían gestos de silencio tajantemente.
—Vendré el sábado por la mañana, traeré luces, y pienso ponerme a limpiar. —avisó moviendo su linterna una última vez, haciendo que más de un espíritu esbozase una sonrisa nostálgica.— Mañana no puedo, tengo que exponer un trabajo y poner a un creído impresentable en su sitio.
La puerta se cerró tras ella con un eco profundo y retumbante, y tras unos minutos de calma pensativa, la menos alta de las figuras dejó escapar un suspiro resignado.
—Buena nos ha caído.
❤ Ronda # 5
A ha vivido toda la vida buscando a su padre a quien no conoce. Cuando le encuentra resulta ser quien menos se lo esperaba. (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-5/msg9513/#msg9513)
Don’t be sad, no more no more no more - One by one, everyone goes crazy (http://youtu.be/FKlGHHhTOsQ)
Hope se frotó la nariz, se subió la bufanda y se caló más el gorro. Había llegado hasta allí, no pensaba rendirse ahora. Era independiente y capaz de valerse por sí mismo. Sólo tenía que averiguar dónde demonios estaba, cómo recuperar su mochila y cómo llegar al lugar que buscaba. Preferiblemente antes de que se hiciera de noche.
—¿Te has perdido? —preguntó una voz amistosa a su espalda.
—¡Ah! —Sobresaltado, Hope se dio la vuelta de golpe y tropezándose con sus propios pies por la inercia del giro repentino acabó cayendo de culo al suelo y perdiendo el gorro.
La exclamación ahogada que recibió como respuesta no fue exactamente lo que había esperado, como tampoco la mirada alarmada que lo observaba con ojos duros pero resueltos.
—Ese pelo, esos ojos… ¡Ah, no! ¡No vas a volver otra vez por aquí, ni lo sueñes! —la mujer morena que le había hablado con amabilidad sólo segundos antes levantó los puños, apretándolos de forma amenazadora.
Instantáneamente aterrorizado ante la perspectiva de una paliza sin motivo Hope no quiso pararse a esperar, agarró su gorro de lana y trastabillando puso pies en polvorosa como si le persiguiera el mismísimo diablo.
Corrió durante varios minutos antes de atreverse a mirar atrás para asegurarse de que no le seguía nadie. Cuando comprobó que efectivamente estaba solo en la pequeña callejuela, se apoyó contra una de las paredes entre varias cajas apiladas, y se dejó caer en cuclillas respirando agitado sin poder contener las lágrimas.
—Odio este estúpido sitio. —se quejó entre dientes frotándose la cara húmeda con la bufanda y metiendo un dedo en el nuevo agujero de la rodilla de su pantalón.
Después de un rato de darse lástima a sí mismo y tener frío, empezó a rebuscar en las cajas que le servían de escondite, buscando algo con lo que improvisarse una forma de pasar la noche. Consiguió encontrar periódicos viejos, bolsas de plástico y trozos de aislante de porexpan del que se usaba en embalaje, y con eso y varias cajas de cartón se fabricó una suerte de refugio a medio camino entre nido de ratón y saco de dormir, que colocó en un hueco discreto bajo el saliente de ventilación de un edificio.
Quizás no era lo suficientemente listo para no meterse en aventuras estúpidas, pero su madre se había asegurado de que por lo menos fuera lo suficientemente avispado como para sobrevivir a ellas. Su madre…
—Mamá estará enfadada...— fue lo último que murmuró antes de quedarse dormido con la certeza de que si conseguía volver a casa sano y salvo, iba a estar castigado para siempre jamás.
—Hmmm… —la figura que lo había estado observando sin ser advertida desde hacía un buen rato, se irguió sobre la cornisa del edificio, y pescando un teléfono móvil de entre sus ropas, contestó un mensaje de texto. Frunciendo el ceño y mirando una vez más de vuelta al chiquillo que ahora dormía escondido, desapareció sin hacer ruido, con el cabello largo y desordenado moviéndose al aire.
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—¡Te estoy diciendo que sé lo que ví!
—Y yo te estoy diciendo que te creo, pero que de ser un problema, habríamos sabido algo.
—¿Y me tengo que fiar de que me cuentes tus premoniciones místicas, Cloud?
El rubio se aguantó las ganas de hacerle un saludo de un dedo y se dio la vuelta hacia la puerta del bar.
—Supongo que deberías fiarte de lo que te cuenta tu novio el turco.
Con una inspiración sonora Cid se levantó y pagó su bebida, cortando la respuesta hostil de la mujer antes de que viera la luz.
—Yo me voy, y este se viene conmigo, que tenemos que hablar de cosas.
Sin mediar una palabra más empujó al más joven hacia fuera, y cuando estuvieron en la calle sacó un cigarro del paquete, llevándoselo a los labios para encenderlo.
—Joder chaval, sabía que eras cabrón pero eso ha sido un golpe bajo.
—Ha empezado ella, y yo tampoco soy muy alto, —Cloud se encogió de hombros, aceptando los hechos con cinismo.
—Eso no te lo voy a discutir. —Cid esquivó un codazo, y sacó el móvil que le vibraba en el bolsillo de la cazadora.— Vaaaya.
—Hm?
Como respuesta el piloto señaló hacia el tejado al final de la calle, donde una silueta ominosa se recortada contra el cielo nocturno.
—¡Vince! ¡Déjate de apariciones fantasmales y comparte la información, coño ya!
—Seguidme.
Esta vez Cloud no se contuvo el impulso de echar la cabeza hacia atrás y rodar los ojos, a lo que Cid dejó escapar una risita y le empujó con el hombro.
—Va, tira p’alante, que tu eres igual de dramático qu’el vampiro.
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—Ya veo. —murmuró Cloud en voz queda.
Y efectivamente, el chiquillo que dormía entre cartones tenía exactamente el mismo color de cabello que estaba fijado para siempre en su recuerdo. Puede que su subconsciente notase las presencias a su alrededor o que el sonido de sus voces lo hubiera acabado por despertar, pero el niño abrió los ojos soñoliento y miró hacia ellos amodorrado.
Cloud tragó saliva. Aún bajo las luces tenues que llegaban hacia el callejón era capaz de distinguir aquel tono de ojos verdes como menta grisácea. La única diferencia eran las pupilas, redondas, redondas y dilatadas por el miedo y la falta de luz. Y el resto de su cara de rasgos suaves y aniñados. Habían pasado siete años desde aquella última vez. Cloud respiró.
—No puedes dormir aquí, —dijo estirando la mano hacia el hombro del chico, pero deteniendo el movimiento cuando éste se encogió cubriéndose la cabeza con los brazos y cerrando los ojos muy apretados. El rubio frunció el ceño, pensativo.
—Ey, chaval, —Cid se agachó a su lado y sacó al niño de su cama improvisada, echándole su cazadora por encima y enterrándolo bajo ella.— Que te vas a quedar tieso del frío, vamos.
—¿Qué vais a hacer conmigo? —preguntó el chiquillo con voz tenue.
El piloto le pasó un brazo por los hombros, echando a andar hacia la zona de hangares.
—¿Cuando fue la última vez que comiste algo? —el silencio y la mirada de profunda desconfianza habrían resultado cómicos en otra situación.
—¿Qué edad tienes, dónde están tus padres? —preguntó Vincent desde detrás de ellos.
El niño se sobresaltó, y se giró a verlo con los ojos muy abiertos.
—Trece. —tras echar cuentas Cloud ahogó una sarta de maldiciones que habría impresionado a unos cuantos de sus amigos, y se apretó el puente de la nariz con la mano cuando el chico volvió a contestar.— Mamá en casa, supongo. Debería.
Los tres adultos cruzaron miradas entre ellos con un grado parecido de pesimismo.
—¿Y dónde está tu casa? —inquirió Cid.— Porque tu madre estará preocupada si no estás.
El chiquillo bajó la cabeza avergonzado y arrastró los pies al caminar. Cloud no tuvo dudas, hacía quince años él había hecho algo parecido.
—En Galahd. —y después de su confesión reinó el silencio por unos segundos.
—Eso está puto lejos, —lo rompió el piloto. Aquello estaba en una isla al noreste de Mideel, prácticamente al otro lado del continente.
—¿Cómo te llamas? —preguntó por fin Cloud llegando a la rampa del airship.— ¿Qué haces tan lejos de casa?
—Hope. —Ironía de las ironías, fue casi el pensamiento colectivo que no pudieron evitar los tres mayores. El chico se llevó una mano al bolsillo de su abrigo.— Estoy buscando a mi padre.
A Cloud se le cayó el alma a los pies. ¿Cómo decirle a un crío de trece años que su más que probable padre había sido el segundo y casi exitoso peor enemigo del planeta, y que él mismo había tenido que matarlo? Repetidas veces, para más inri, porque el cabrón era peor que una gripe mal curada. Se pasó una mano por la nuca, alborotándose el pelo sin quererlo.
—¿Qué sabes sobre él?
—Que se llamaba Seph, que nunca se casó con mamá, y que me parezco a él. —Hope se mordió el labio inferior, temiendo que sus sospechas fueran confirmadas.— No es… no era buena persona, ¿verdad?
Esta vez fue Cloud quien lo tomó bajo su brazo.
—No siempre fue así, —dijo en voz baja, recordando a Zack y su amistad con el General, y buscando una forma suave de explicarle al chiquillo (al hijo de su némesis!) la historia.— A veces la gente sufre mucho, y cambia para mal.
❤ Ronda EXTRA
Personaje A es Cupido en el día más atareado del año. Cupid's POV. (original here) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-extra/msg9528/#msg9528)
Even if I cover my eyes and ears and force myself to wander - In the end the answer is love (http://youtu.be/pSudEWBAYRE)
Le dio una última calada larga al cigarro, apurando el filtro antes de tirarlo y restregarlo contra el asfalto bajo la suela de su bota.
—No me pagan suficiente para esta mierda. —murmuró dejando salir el humo con desidia.
—Al menos a ti te pagan, —resopló una voz a su espalda que casi le hizo saltar del susto,— ya te digo que yo mañana no vuelvo, aunque me tenga que morir de hambre.
Gojyo tuvo que mirar dos veces para asegurarse que la vista no le jugaba una mala pasada, porque a primera ojeada habría jurado que los ojos de chaval delgado, rubio y mal despeinado que apilaba palés vacíos junto a la puerta trasera del restaurante eran violetas, pero eso no era posible. Eran definitivamente azules, pero de un tono añil con vetas casi moradas. El chico carraspeó nervioso ante el escrutinio, y se limpió las manos en el delantal rojo que llevaba.
—Si no te pagan las horas deja unas gambas o algo de pescado en el conducto de ventilación de la cocina antes de renunciar, y verás la que se lía en un par de días. —dijo Gojyo con una sonrisa canalla pero llena de experiencia, y se echó a reír ante la cara de asco y horror del chico.
—¡Eso es cruel! —exclamó el rubio. Y después de un par de segundos de consideración añadió,— peeeero se lo merecen.
—Déjalo pronto y sal a dar una vuelta, que hoy hay muchas chicas monas por ahí y seguro que alguna cae. —dijo Gojyo guiñándole un ojo con la certeza de quien nunca volvía solo a casa y se encogió de hombros con despreocupación.
Prompto se rascó el cogote un tanto confundido por la curiosa fé que aquel extraño parecía tener en él, pero echó una mirada calculadora a su reloj de pulsera. El mayor apoyó una mano en la pila de cajas que se ladeaba peligrosamente y las enderezó sin mucho esfuerzo, después le dio la espalda y sacando un cigarro nuevo del paquete puso rumbo hacia la boca del callejón.
—Ah… g-gracias, —la voz del chico le alcanzó pero no se giró a mirarlo de nuevo, solo levantó la mano en señal de despedida y siguió caminando de vuelta a las calles llenas de gente más impertinente de lo normal.
Ah, tantas cosas estúpidas que hacer y tan pocas ganas de hacerlas en el día señalado.
FINIS
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*sale de entre las mantas chillando como una ballena* MEEERMAAAAAY -segundo año, segundo capítulo-
Amhrán na Farraige
- Song of the Sea -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/nyx7.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin07.jpg)
Libertus se metió otra patata frita en la boca, apartando el morro bigotudo e impertinente con el codo.
—Si quieres colesterol extra págatelo tú. ¿Dijo misma hora, mismo sitio?
El ruido de protesta lastimera que obtuvo por respuesta no dejaba lugar a mucha duda.
—Pues me parece que te han dado plantón. Podrías haberle pedido el número de teléfono. O empezar por el principio y preguntarle su nombre y si está dispuesta a casarse contigo de forma legal. —Libertus se levantó y se sacudió los pantalones pero dejó las patatas en el suelo de madera del muelle.— Me voy, que ya va siendo hora de abrir y la cocina del bar no se lleva sola. Si quieres seguir engordando tu culo peludo a base de sodio, tú mismo.
A cambio del insulto se llevó un aletazo húmedo, y se alejó en dirección hacia el puerto comercial ajustándose la coleta y refunfuñando entre dientes.
El lobo marino lo observó marcharse con los ojos entrecerrados, y en cuanto dejó de verlo se aplastó contra las tablas de madera como la masa de un bizcocho sacada del horno antes de tiempo, y rodó perezosamente sobre su espalda un par de veces, moviendo las patas. ¿Es que a nadie le importaba la magnitud de su desgracia? ¡Ya había comprado un anillo, y no era barato! Y ahora quién sabía si volvería a verla. Había perdido su oportunidad. Tendría que consolarse con patatas fritas.
Airin se dejó caer en plancha sobre el sofá, con abrigo zapatos y todo.
—He vuelto. —murmuró con la cara aplastada contra un cojín, y tras un par de segundos de silencio se contestó a sí misma.— Bienvenida a casa.
Sintiendo cómo se le agolpaba el cansancio acumulado se revolvió sin éxito para levantarse del sofá. Terminó por quitarse los zapatos empujándolos con la puntera y dejándolos caer al suelo abandonados, y se las apañó para desenroscarse la correa del bolso de alrededor del cuerpo y zafarse por fin de la trampa de comodidad que amenazaba con engullirla.
De rodillas sobre la alfombra se apartó el pelo de la cara y mirando con desidia todas las cajas marrones de embalar que poblaban su nuevo alojamiento, resopló.
—Ugh.
Al menos ya tenía luz, agua y gas. Después de dos días viviendo con la luz del sol y el fuego de la chimenea, la casa de su abuela volvía a ser un edificio habitable. Y no tenía que pagar un alquiler estratosférico por casi más del triple de metros cuadrados que tenía su antiguo apartamento. Que sí, era más céntrico que una casa junto al mar, y tenía una tienda de conveniencia a la vuelta literal de la esquina en vez de a siete minutos andando. Pero no tenía vistas a los acantilados y la silueta de los edificios contra el cielo al otro lado de bahía, sino a un muro de ladrillo y cemento del bloque de al lado.
Y sobre todo, era muy caro. Más de lo que podía pagar sin vender un riñón o los dos ahora que volvía a ser dueña de su vida y no tenía un trabajo que le sorbiese el alma por horas.
Se quitó el abrigo y en un gesto de buena voluntad para con su yo del futuro, lo colgó en el armario del pequeño recibidor en vez de dejarlo tirado por encima de alguna caja al azar.
—Tengo sábanas, tengo toallas, tengo platos… —enumeró mientras paseaba descalza por entre las cajas que poblaban la cocina comedor y se encaminaba a investigar la nevera.— ¿Tengo cena? Nop, no tengo cena.
Pero entonces recordó que el día anterior había dejado un plato de pasta en un tupper y nunca lo había acabado. Airin no tenía problema en terminar por la noche las sobras del mediodía, aunque fuesen de un día para otro y llamarlo cena fuera ser generoso. Ahora ya tenía una cosa más solucionada. Menos dinero y esfuerzo que gastar ese día, ya había peleado suficiente con la oficina de correos dando de alta su nueva dirección.
Se comió los macarrones recalentados directamente del tupper y sentada en pijama sobre la encimera de la cocina, disfrutando de estar en una casa de la que nadie pudiera echarla y tener libertad para perder la dignidad como le diera la gana, mientras debatía los pros y los contras de empezar a desembalar sus cosas antes de irse a la cama.
Finalmente acabó por dividir los montones de cajas ordenándolas por contenido para organizar al día siguiente; después instaló su ordenador de sobremesa en la habitación más pequeña de la planta baja, que tenía ventana al porche, un enorme escritorio antiguo, un sillón orejero azul y parecía que iba a convertirse en su despacho.
—Miradme, —dijo la muchacha sacudiéndose el polvo de la ropa,— soy mayor y responsable.
Y tras proclamar su prestigioso estado vital, procedió a contradecirlo saliendo de la casa sin apagar la luz ni cerrar la puerta con llave. Descalza como estaba cruzó el jardín asilvestrado, y bajó las viejas escaleras de madera que eran la única entrada accesible por tierra a la pequeña cala que se asentaba a los pies de la escarpada colina.
—Ancho es el mar para cruzarlo a nado, y yo no tengo alas para volar…
Al oír la voz que cantaba desde la oscuridad de la playa Nyx sintió cómo se le erizaba hasta el pelo de la barba mal afeitada que llevaba. Por imposible que fuera, conocía ese timbre. Habría sabido a quién pertenecía en cualquier lugar, y bajo cualquier circunstancia. Aunque ni siquiera supiese su nombre.
—Búscame un bote que nos lleve a los dos, y remaremos, mi amor y yo…
Precisamente aquella canción tan agridulce resultaba extrañamente apropiada y hacía todo un poquito irónico. Hacía apenas un par de horas que había estado pescando por entre las rocas de esa misma cala que ahora veía de lejos desde su barca. Y por lo visto su chica vivía en la casa abandonada de la colina. Que… ¿ya no estaba abandonada? No podía dejar que se le escapase otra vez.
Nyx se echó la piel todavía húmeda por encima, y sin esperar a haber terminado de cambiar de forma se zambulló en las aguas frías y oscuras.
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Airin levantó la vista del castillo de arena que intentaba decorar y escudriñó la mar frente a ella, intentando sin éxito distinguir formas en el agua. Juraría que había oído un sonido que se salía del patrón rítmico, pero a pesar de que la luna casi llena alumbraba con suficiente fuerza para ir y venir por tierra firme, no consiguió ver nada más que sombras y reflejos entre el batir de las olas.
Pasando la mirada de forma intermitente de la arena bajo sus piernas al agua que rompía cada vez más cerca, decidió que ya podía volver a casa a ser mayor y responsable de nuevo. Si no era medianoche estaría rondando y por la velocidad con que parecía subir la marea, la pleamar debía estar cerca.
Se levantó y se sacudió la arena acumulada en los pantalones de su pijama, arrugando la nariz al notarlos húmedos.
Esta vez pudo escuchar el chapoteo con claridad, pero al darse la vuelta solo vio una foca retozando en la orilla.
—En serio, ¿qué demonios pasa en este pueblo con las dichosas focas? No es normal. —murmuró entre dientes.
Se estaba empezando a poner nerviosa, así que se limpió las manos como pudo y se dirigió a pasos rápidos hacia la escalera para subir a casa, dispuesta a ignorar obstinadamente el extraño movimiento de sombras que percibía por el rabillo del ojo. La voz perfectamente humana y masculina que sonó de repente hizo que casi se le parase el corazón del susto.
—Ehm, ¿perdona?
No. No, no no no. De ninguna manera. No había forma de que le obligasen a seguir por ahí. Había visto las suficientes películas de terror para saber cómo podía acabar aquello. Y también sabía que correr por la arena suelta era más complicado, pero si podía llegar a los escalones era capaz de subirlos de tres en tres.
—Oye… —insistió la voz detrás de ella, pero con tono curiosamente avergonzado,— no quiero molestarte, de verdad, sólo es una pregunta.
Y en contra de todos sus pensamientos racionales, a un par de metros de las escaleras, Airin se dio la vuelta, porque pese al miedo algo en su instinto le decía que conocía aquella voz.
Lo que no había esperado era a quién pertenecía.
—Ay... —dejó escapar bajito al encontrarse de frente con el injustamente guapo desconocido a quien hacía unos días le había tirado la chaqueta sin querer.
—No me dijiste tu nombre, —el joven se encogió ligeramente de hombros, metiendo una mano en el bolsillo de sus vaqueros, mojados por las olas.
—Ah, yo… lo, lo siento. —Airin tragó saliva, sintiéndose paralizada bajo la mirada de aquellos ojos brillantes.
El hombre se revolvió las trenzas que asomaban desde su nuca con una sonrisa sesgada y algo crítica.
—Y me dejaste plantado en la segunda cita.
—Eh… ¿qué? —los pensamientos de la chica volaron en todas direcciones, no recordando nada similar. Sus últimos días habían sido un caos, pero no tanto como para no recordar una cita. O dos.
—Me llamo Nyx, —dijo él, parándose a tan sólo un paso de ella.
—Hola Nyx, —contestó ella de forma casi automática. Si estiraba el brazo podría tocarlo.
—¿No vas a decirme tu nombre?
No, no debería decírselo.
—Airin.
—Es muy bonito, —dijo Nyx ladeando la cabeza con una mirada cálida, y agarrando su mano.
—Gracias. —Airin volvió a tragar saliva, con la esperanza de que se le deshiciera el nudo que tenía en la garganta.
—Verás, yo… —comenzó Nyx con suavidad, acariciándole los nudillos con el pulgar, antes de quedarse trabado y mascullar entre dientes,— Maldita sea, nunca había esperado tener que hacer esto así.
La joven lo observaba confusa, a media distancia de camino al miedo, pero sintiendo los pies anclados al suelo.
—Yo no he tenido ninguna cita contigo antes, —soltó de repente en un momento de claridad mental.
—Si, en el muelle, —confirmó Nyx frunciendo el ceño y sacando su otra mano del bolsillo, con algo guardado dentro de su puño cerrado.
Airin abrió la boca para replicar con cierta irritación, pero aquella extraña insistencia se le hizo repentinamente familiar, y su vista recorrió la figura del hombre de arriba a abajo, fijándose en su ropa mojada. La chica apretó los labios y entrecerró los ojos, buscando con la mirada la anterior fuente de los ruidos que ya no podía oír.
La foca no aparecía por ninguna parte, pero a varios metros de ellos había un gurruño oscuro, pequeño y sospechosamente amorfo.
—Mira. Mira, no. —se dio la vuelta y se dirigió a la escalera, a dos segundos de estar dispuesta a rezarle a todas las deidades en las que no creía.— Que es tarde y me voy a enfriar.
—¡Espera!
Sin haber llegado a soltar su mano Nyx tiró de ella, y Airin trastabilló en la arena y se fue hacia atrás, chocando con su espalda contra el pecho del hombre, que la sujetó entre sus brazos evitando su caída.
—Espera, —repitió dejando algo sólido entre sus manos y apartándose lo suficiente de ella como para poder mirarle a la cara.
Airin miró de hito en hito varias veces de la caja pequeña y cuadrada que ahora sujetaba, al rostro ansioso de Nyx.
—Ábrelo, —dijo él.
Y siguiendo con la colección de decisiones cuestionables de la noche, porque por qué no, abrió la cajita.
—¿Qué demonios?! —un claddagh con un ópalo blanco incrustado le hacía burla desde el acolchado rebosante de agua salada. Airin levantó la vista y murmuró con un hilo de voz,— ¿Esto… esto es un anillo de compromiso?
Nyx se llevó una mano a la nuca, y azorado arrastró un pie por la arena.
—Bueno, es que… a lo mejor, ¿tal vez, deberíamos hacer esto legal a la forma tradicional humana?
—Qué. —Airin cerró la caja con un ruido seco, pero no tanto como su garganta en esos momentos.
Nyx señaló con un aspaviento hacia el gurruño oscuro, pequeño y sospechosamente amorfo que seguía tirado en la orilla, casi rebasado por las olas.
—Selkie. —dijo por toda explicación.
—Selkie, —repitió Airin sintiéndose mareada.
—¿En serio? ¡Me devolviste la piel! —protestó Nyx con incredulidad,— Venga ya, ¿no sabes lo que es eso? Es... es un contrato de matrimonio por si mismo. ¡Me devolviste la piel!
Airin se tambaleó ligeramente de lado a lado falta de aliento, y Nyx la sujetó del codo esperando a que se recompusiera del shock.
—Vamos, te llevo a casa. —dijo él con un suspiro tras unos segundos de estudiarla en silencio preocupado, agachándose frente a ella.— Sube.
Obediente por una vez, la chica se dejó cargar a caballito sobre la espalda de su recién adquirido marido marino, que ascendió por los escalones de madera sin decir nada más.
—Ahora tengo el pijama mojado, —murmuró Airin con tono lastimero una vez se encontró en pie en el porche de su casa.
Sin poder reprimir su ternura al mirarla, Nyx le acarició la mejilla suavemente con un nudillo, haciendo que levantase la vista de nuevo hasta él.
—Ahora ya sabes cómo me llamo, ¿puedo tener un beso en la segunda cita?
—Nop. —Airin le apartó la cara con la mano, sonrojándose al notar aquella barba incipiente y esa sonrisa sesgada injustamente atractiva bajo su palma.— Te comiste mis patatas y no me has invitado a cenar.
Nyx dejó escapar una sonora carcajada, y agarrando su mano la giró, depositando un beso cálido sobre la cara interna de su muñeca.
—Eres un encanto Airin. —murmuró aún sonriente y con sus ojos azules brillando encariñados.— ¿Haces algo mañana? Te paso a buscar, te prometo que esta vez sí que invito yo.
—Bueno, entonces supongo que tenemos una cita. —Airin encogió un hombro con las mejillas rojas, apretando la cajita entre sus dedos mientras pensaba si tenía algo con qué combinar aquel anillo para la noche siguiente.
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Me ha esatdo haunteando hasta que ha conseguido salir al mundo *próximamente más
y peor*
Continuación de este engendrito escrito para la #promptactivity 2020 — ❤ Ronda #5.
(aporte original aquí) (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-5/msg9513/#msg9513) (Devil eyes come, eyes open, eyes open)
Don’t be sad, no more no more no more - One by one, everyone goes crazy (http://youtu.be/FKlGHHhTOsQ)
Hope se frotó la nariz, se subió la bufanda y se caló más el gorro. Había llegado hasta allí, no pensaba rendirse ahora. Era independiente y capaz de valerse por sí mismo. Sólo tenía que averiguar dónde demonios estaba, cómo recuperar su mochila y cómo llegar al lugar que buscaba. Preferiblemente antes de que se hiciera de noche.
—¿Te has perdido? —preguntó una voz amistosa a su espalda.
—¡Ah! —Sobresaltado, Hope se dio la vuelta de golpe y tropezándose con sus propios pies por la inercia del giro repentino acabó cayendo de culo al suelo y perdiendo el gorro.
La exclamación ahogada que recibió como respuesta no fue exactamente lo que había esperado, como tampoco la mirada alarmada que lo observaba con ojos duros pero resueltos.
—Ese pelo, esos ojos… ¡Ah, no! ¡No vas a volver otra vez por aquí, ni lo sueñes! —la mujer morena que le había hablado con amabilidad sólo segundos antes levantó los puños, apretándolos de forma amenazadora.
Instantáneamente aterrorizado ante la perspectiva de una paliza sin motivo Hope no quiso pararse a esperar, agarró su gorro de lana y trastabillando puso pies en polvorosa como si le persiguiera el mismísimo diablo.
Corrió durante varios minutos antes de atreverse a mirar atrás para asegurarse de que no le seguía nadie. Cuando comprobó que efectivamente estaba solo en la pequeña callejuela, se apoyó contra una de las paredes entre varias cajas apiladas, y se dejó caer en cuclillas respirando agitado sin poder contener las lágrimas.
—Odio este estúpido sitio. —se quejó entre dientes frotándose la cara húmeda con la bufanda y metiendo un dedo en el nuevo agujero de la rodilla de su pantalón.
Después de un rato de darse lástima a sí mismo y tener frío, empezó a rebuscar en las cajas que le servían de escondite, buscando algo con lo que improvisarse una forma de pasar la noche. Consiguió encontrar periódicos viejos, bolsas de plástico y trozos de aislante de porexpan del que se usaba en embalaje, y con eso y varias cajas de cartón se fabricó una suerte de refugio a medio camino entre nido de ratón y saco de dormir, que colocó en un hueco discreto bajo el saliente de ventilación de un edificio.
Quizás no era lo suficientemente listo para no meterse en aventuras estúpidas, pero su madre se había asegurado de que por lo menos fuera lo suficientemente avispado como para sobrevivir a ellas. Su madre…
—Mamá estará enfadada...— fue lo último que murmuró antes de quedarse dormido con la certeza de que si conseguía volver a casa sano y salvo, iba a estar castigado para siempre jamás.
—Hmmm… —la figura que lo había estado observando sin ser advertida desde hacía un buen rato, se irguió sobre la cornisa del edificio, y pescando un teléfono móvil de entre sus ropas, contestó un mensaje de texto. Frunciendo el ceño y mirando una vez más de vuelta al chiquillo que ahora dormía escondido, desapareció sin hacer ruido, con el cabello largo y desordenado moviéndose al aire.
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—¡Te estoy diciendo que sé lo que ví!
—Y yo te estoy diciendo que te creo, pero que de ser un problema, habríamos sabido algo.
—¿Y me tengo que fiar de que me cuentes tus premoniciones místicas, Cloud?
El rubio se aguantó las ganas de hacerle un saludo de un dedo y se dio la vuelta hacia la puerta del bar.
—Supongo que deberías fiarte de lo que te cuenta tu novio el turco.
Con una inspiración sonora Cid se levantó y pagó su bebida, cortando la respuesta hostil de la mujer antes de que viera la luz.
—Yo me voy, y este se viene conmigo, que tenemos que hablar de cosas.
Sin mediar una palabra más empujó al más joven hacia fuera, y cuando estuvieron en la calle sacó un cigarro del paquete, llevándoselo a los labios para encenderlo.
—Joder chaval, sabía que eras cabrón pero eso ha sido un golpe bajo.
—Ha empezado ella, y yo tampoco soy muy alto, —Cloud se encogió de hombros, aceptando los hechos con cinismo.
—Eso no te lo voy a discutir. —Cid esquivó un codazo, y sacó el móvil que le vibraba en el bolsillo de la cazadora.— Vaaaya.
—Hm?
Como respuesta el piloto señaló hacia el tejado al final de la calle, donde una silueta ominosa se recortada contra el cielo nocturno.
—¡Vince! ¡Déjate de apariciones fantasmales y comparte la información, coño ya!
—Seguidme.
Esta vez Cloud no se contuvo el impulso de echar la cabeza hacia atrás y rodar los ojos, a lo que Cid dejó escapar una risita y le empujó con el hombro.
—Va, tira p’alante, que tu eres igual de dramático qu’el vampiro.
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—Ya veo. —murmuró Cloud en voz queda.
Y efectivamente, el chiquillo que dormía entre cartones tenía exactamente el mismo color de cabello que estaba fijado para siempre en su recuerdo. Puede que su subconsciente notase las presencias a su alrededor o que el sonido de sus voces lo hubiera acabado por despertar, pero el niño abrió los ojos soñoliento y miró hacia ellos amodorrado.
Cloud tragó saliva. Aún bajo las luces tenues que llegaban hacia el callejón era capaz de distinguir aquel tono de ojos verdes como menta grisácea. La única diferencia eran las pupilas, redondas, redondas y dilatadas por el miedo y la falta de luz. Y el resto de su cara de rasgos suaves y aniñados. Habían pasado siete años desde aquella última vez. Cloud respiró.
—No puedes dormir aquí, —dijo estirando la mano hacia el hombro del chico, pero deteniendo el movimiento cuando éste se encogió cubriéndose la cabeza con los brazos y cerrando los ojos muy apretados. El rubio frunció el ceño, pensativo.
—Ey, chaval, —Cid se agachó a su lado y sacó al niño de su cama improvisada, echándole su cazadora por encima y enterrándolo bajo ella.— Que te vas a quedar tieso del frío, vamos.
—¿Qué vais a hacer conmigo? —preguntó el chiquillo con voz tenue.
El piloto le pasó un brazo por los hombros, echando a andar hacia la zona de hangares.
—¿Cuando fue la última vez que comiste algo? —el silencio y la mirada de profunda desconfianza habrían resultado cómicos en otra situación.
—¿Qué edad tienes, dónde están tus padres? —preguntó Vincent desde detrás de ellos.
El niño se sobresaltó, y se giró a verlo con los ojos muy abiertos.
—Trece. —tras echar cuentas Cloud ahogó una sarta de maldiciones que habría impresionado a unos cuantos de sus amigos, y se apretó el puente de la nariz con la mano cuando el chico volvió a contestar.— Mamá en casa, supongo. Debería.
Los tres adultos cruzaron miradas entre ellos con un grado parecido de pesimismo.
—¿Y dónde está tu casa? —inquirió Cid.— Porque tu madre estará preocupada si no estás.
El chiquillo bajó la cabeza avergonzado y arrastró los pies al caminar. Cloud no tuvo dudas, hacía quince años él había hecho algo parecido.
—En Galahd. —y después de su confesión reinó el silencio por unos segundos.
—Eso está puto lejos, —lo rompió el piloto. Aquello estaba en una isla al noreste de Mideel, prácticamente al otro lado del continente.
—¿Cómo te llamas? —preguntó por fin Cloud llegando a la rampa del airship.— ¿Qué haces tan lejos de casa?
—Hope. —Ironía de las ironías, fue casi el pensamiento colectivo que no pudieron evitar los tres mayores. El chico se llevó una mano al bolsillo de su abrigo.— Estoy buscando a mi padre.
A Cloud se le cayó el alma a los pies. ¿Cómo decirle a un crío de trece años que su más que probable padre había sido el segundo y casi exitoso peor enemigo del planeta, y que él mismo había tenido que matarlo? Repetidas veces, para más inri, porque el cabrón era peor que una gripe mal curada. Se pasó una mano por la nuca, alborotándose el pelo sin quererlo.
—¿Qué sabes sobre él?
—Que se llamaba Seph, que nunca se casó con mamá, y que me parezco a él. —Hope se mordió el labio inferior, temiendo que sus sospechas fueran confirmadas.— No es… no era buena persona, ¿verdad?
Esta vez fue Cloud quien lo tomó bajo su brazo.
—No siempre fue así, —dijo en voz baja, recordando a Zack y su amistad con el General, y buscando una forma suave de explicarle al chiquillo (al hijo de su némesis!) la historia.— A veces la gente sufre mucho, y cambia para mal.
Crescent
- Devil eyes come, eyes open -
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—¡Wark!
—¡Que te crees tú eso!
La mujer estiró otra vez de su cazadora hasta conseguir recuperarla de las fauces de aquel pollo gigante venido arriba.
—Cualquiera diría que no te doy de comer. Anda tira, que me tienes contenta.
El chocobo se dejó guiar por la brida con un suave ‘kweh’ resignado, pero sin quitar la vista de aquella cazadora forrada de borreguito suave y rizado que quedaría estupenda en su nido en su establo.
—Ya no nos debe quedar mucho más para llegar a ese maldito agujero.
—Eh, chaval, pásame la trece-catorce. —la voz del piloto sonó casi metálica desde debajo del motor que inspeccionaba.
—¿Me estás tomando por tonto? Son doce-trece y catorce-quince, esa llave no existe. —la indignación del niño que balanceaba las piernas sentado sobre un barril vacío de combustible hizo que a Cid le diera la risa.
—¿Has visto? Aún me servirá p’algo el enano este…
—Como que voy a ser ingeniero.
Cloud escondió una sonrisa divertida tras sus nudillos enguantados y se apoyó sobre el mismo barril que el niño.
—¿Cómo va? —preguntó señalando con la cabeza hacia la maquinaria.
Hope le miró desde debajo de su flequillo en un ademán que las primeras veces había resultado estremecedor por su reminiscencia, pero que de alguna forma ahora ya no podía dejar de asociar a un cachorro despeinado.
—Si vuela, soy un chocobo. —contestó el chiquillo arrugando la nariz.
Cloud se atragantó al intentar aguantarse la risa repentina ante la respuesta, y maldiciendo una sarta de juramentos, Cid le tiró un trapo sucio de grasa que no llegó muy lejos.
—¡Tú lo qu’eres es un pollo despeluchau, sinvergüenza!
Hope le hizo una pedorreta al aire, pero corrió a esconderse tras Cloud en el mismo momento que el piloto hizo amago de ir a por él.
Los pasos que resonaron desde la entrada y una llamada que sonó irreverente en la puerta de chapa hicieron que los tres se girasen a mirar hacia la fuente del sonido.
—Hoooola Strife~
—No me interesa Reno.
—¡A la puta calle maleante!
El turko levantó las manos en un gesto inocente cargado de burla que no engañó a nadie.
—Pero qué ataque tan gratuito. Yo que sólo venía de visita social... —su vista se clavó en la figura pequeña pero extrañamente familiar que se ocultaba tras el cuerpo del ex-soldado.— ¿Ohó? ¿Y éste quién es?
—No te interesa, Reno. —la voz de Cloud llevaba una advertencia que por supuesto el pelirrojo desoyó por completo.
—No, no, al contrario. Me interesa mucho.
El suave silbido del acero deslizándose fuera de su funda llenó el taller y cargó el ambiente de forma ominosa.
—Ven aquí Hope, —llamó Cid con severidad, y el chiquillo se escabulló asustado hasta él.
—¿Hope? —la mirada del turko siguió con fijeza el movimiento del niño.
—He dicho, —repitió Cloud apretando los dientes y levantando lentamente su espada,— que no te interesa.
Reno se irguió por completo, abandonando su fachada de holgazanería y mirando al soldado con seriedad.
—No lo entiendes Strife, me interesa porque es algo personal. No tiene que ver con Shinra, sino conmigo.
—¿Contigo en qué? —Cloud ladeó ligeramente el filo para poder examinar el rostro del turko sin impedimentos.
—Oh venga ya. Es obvio que todos sabemos quién es el padre del crío, no somos tontos. —Reno resopló rodando los ojos, e insistió con voz impaciente.— Ignora eso por un momento y míranos bien la cara. Tenemos los mismos ojos y la misma nariz.
—¿De qué demonios estás hablando, Reno? —Cid hizo rodar entre sus dedos la llave de tuercas que sujetaba, estirando el brazo para impedir que el chiquillo se arrimase más de la cuenta a la zona crítica antes de que empezasen a volar ostias.
—Brightblade.
Hope dejó escapar un ruidito ahogado que hizo que la atención de todos los adultos se desviase momentáneamente hacia él.
—Te llamas Hope Brightblade, rondas los trece años y naciste en Midgar.
El niño asintió con un titubeo.
—¿Cómo sabes tú eso? —Los guantes de Cloud crujieron levemente al apretar el agarre sobre la empuñadura de su espada, que no envainó pese a bajarla.
—Como que es hijo de mi hermana.
—¿Qué?!
Hope observó con la boca abierta como el turko se encogía de hombros con una falta de respeto casual y para nada fingida.
—Medio hermana por parte de padre, bleh, los detalles del jodido cabrón no le importan a nadie.
—¿Estás de coña, no? —Cid manifestó claramente el escepticismo que también invadía a Cloud.
—Pues no. Para tu buena o mala suerte no lo estoy. ¿De qué si no iba un sieso como el General a encontrar alguien que le…? Eh da igual.
Tras unos momentos de silencio un tanto icómodo, Hope se aventuró a ponerse frente al pelirrojo.
—¿Entonces tengo que ir contigo? —preguntó con el ceño fruncido y lleno de desconfianza.
Reno esbozó una sonrisa sesgada, pero con un aire que podría llamarse melancólico.
—Nah. Siendo sinceros, estás más a salvo con estos tipejos, se supone que son los buenos.
—Reno, qué demonios.
—Rufus puede dar miedo, no me entendáis mal eh, pero como que el mocoso es hijo de Airin y ella me da más miedo.
Ante la incredulidad de los antiguos miembros de Avalancha el turko se encogió de hombros nuevamente, y guiñándole un ojo pellizcó la mejilla de Hope.
—Vas a estar castigado hasta los treinta, mínimo, renacuajo.
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No sé que ha pasado este mes, Noviembre ha sido raro de coj*nes =__=
Kind of segundo capítulo de este prompt (http://write.btproject.org/9/promptactivity-2020-ronda-4/msg9495/#msg9495)? #promptactivity 2020 - ❤ Ronda #4. Otro fic que continuará *sigh*
Shaking, shaking, - my heart is beating (http://youtu.be/QbjmVyP9RFg)
Cuando Airin recibió la llamada de un notario al respecto de una herencia, pensó que le estaban tomando el pelo. Al ver que la propiedad procedía de un tío lejano de su madre, empezó a sospechar, porque nunca había tenido contacto con aquel lado de la familia.
—Bueno, pues aquí está el inmueble, y aquí tus llaves, ¡que tengas buena tarde! —dijo el agente inmobiliario entregándole las escrituras y un pesado llavero sin tan siquiera haberle enseñado la casa.
Parecía ansioso por salir de allí, y tal cual estaba cambiando el tiempo la chica no lo culpaba del todo. Faltaba poco rato para que se pusiera el sol, se había levantado un aire molesto y las nubes se habían vuelto oscuras y amenazadoras de lluvia. Airin vio el otro coche alejarse rápidamente y guardó los papeles en el suyo, que dejó abierto pero con el freno de mano puesto, y además de su mochila habitual se aseguró de coger una linterna con recambio. Después observó el edificio con la nariz arrugada por el disgusto.
Había una inscripción grabada en el dintel de la puerta, pero más allá de C L M IL y algo que parecía haber sido una estrella, no se apreciaba qué era. Desde luego debía estar bien construido porque parecía un milagro de la ingeniería que no se hubiera venido abajo si se encontraba todo en el mismo estado de abandono que el jardín y la fachada. Si la enorme mansión no podía ser rehabilitada, siempre quedaba la opción de alquilarla para rodar películas de terror.
Tuvo que hacer fuerza para abrir la puerta, que acabó por ceder al enésimo empujón a base de maldiciones.
—¡Que te abras demonios! —con un traspiés Airin se vio entrando casi de cabeza y a oscuras en el recibidor. Se apartó el pelo de la cara y se frotó la nariz con la manga de la chaqueta, encendiendo la linterna.— ¡Gracias!
El lugar a su alrededor no parecía en tan mal estado como el exterior, podía ver algunos muebles cubiertos con sábanas y las miles de toneladas de polvo esperable por todas partes, pero le extrañó que hiciera un frío tan gélido como para ponerle la carne de gallina. Se dirigió hacia la gran escalinata central sin ser consciente de la figura incorpórea y difusa que empezó a tomar forma a su espalda y la siguió flotando a varios palmos del suelo.
—Si ya sabía yo, —se quejó Airin refunfuñando cuando el tercer escalón cedió bajo sus pies y solo evitó quedarse atascada por pura agilidad de reacción,— sólo se acuerdan de los Brightblade cuando se trata de cargarnos el muerto o usarnos para desquitarse de otros.
La presencia intangible que llevaba detrás pareció frenar en seco y arremolinarse sobre sí misma, doblando su extensión y multiplicándose en varias formas separadas.
—¿Ha dicho Brightblade?
—Eso es una traducción de Calimmacil, ¿no es cierto?
—Se parece a tí.
Los susurros se detuvieron cuando el haz de luz de la linterna atravesó sus formas en un giro repentino.
—Joder qué frío. —Airin se había parado en mitad de la escalera, y alumbraba a su alrededor con cara de desconfianza y promesa de retribución.—Mira, como encima haya fantasmas te juro que…
—¡Nada de juramentos! —La más brillante de las siluetas se irguió alarmada, pero la chica dejó la frase sin concluir, y la masa espectral pareció soltar un suspiro colectivo de alivio.
Algo crujió en la oscuridad y la muchacha se giró en la dirección del ruido, ascendiendo despacio hasta el segundo piso y parándose a sacar de su mochila una pequeña navaja plegable de bolsillo, que escondió entre los dedos de su mano izquierda. Las formas que no podía ver tras de sí asintieron con aprobación.
—Mira, también usa la zurda.
—Pero no hay nada aquí arriba, sólo nosotros.
—No puedo morir aquí, sería demasiado vergonzoso, —murmuró Airin levantando risitas reprimidas entre sus espectrales seguidores, y después convenciéndose a sí misma con firmeza,— y Ravus se llevaría toda la nota del trabajo final de lingüística, una mierda me voy a morir yo aquí.
Si hubieran tenido una forma física más de uno de aquellos seres se habría doblado entre carcajadas al oír la voz cargada de rencor estudiantil, pero en su estado etéreo su contorno sólo podía parpadear.
Encaminándose pasillo adelante con cautela, no fuera que pisase una tabla carcomida y el suelo se hundiera o que lo mismo le saliese un un monstruo del techo como en un videojuego, Airin se fijó en una serie de retratos antiguos que colgaban de las paredes.
—¿Pero qué demonios…? —un escalofrío le recorrió la espalda de arriba a abajo al ver que varias de aquellas pinturas tenían una semejanza a ella que les podrían haber hecho pasar como hermanos, pero una en concreto guardaba un asombroso parecido con su propio rostro. Respiró temblorosa y apretó los dedos sobre la navaja aún doblada.— No seas idiota Airin, en esta familia ha habido pelirrojos desde hace siglos, es sólo genética recesiva pero terca.
—Airin es un nombre perfectamente noldo, apruebo. —dijo la figura que lideraba el grupo.
—Estoy seguro de que le alegrará saberlo, padre —comentó con sorna otra que se había alejado siguiendo a la chica mientras inspeccionaba puertas y cerraduras.— Ah, no no, no entres ahí cielo que el piso se hundió hace muchos años.
—Makalaurë, no te va a oír. —otro de los espíritus se arrimó hacia ellos.
—Pues en vez de estorbar haz fuerza para que la puerta no abra, que tú tienes dos manos. —la pulla desató una bronca repentina como sólo podía pasar en una familia con muchos hermanos, e hizo que el aire del pasillo se enfriase y calentase por turnos y aullase violento por entre las grietas de la madera.
—¡YA BASTA! —Bramó el espectro que parecía ostentar la autoridad, haciendo que la estancia brillase por un segundo.
—Vale, no, en esta casa decididamente hay fantasmas. —Anunció Airin haciendo que todos los que flotaban a su alrededor se girasen a observarla con distinto grado de curiosidad y expectación.— No me pagan por aguantar esta mierda, con mi familia es suficiente.
—Gracias, padre. —dijo la figura más alta viendo como la joven volvía sobre sus pasos abandonando la exploración.
—Oh, cállate Nelyo. —murmuró el líder con tono contrito, y luego añadió vacilante,— Sí que es cierto que se parece mucho a tí.
—Me pregunto… —fantasmas o no Airin siempre había querido deslizarse por una barandilla como la de aquellas escaleras, aunque el sentido común le gritaba que como mínimo podía matarse, la tentación era muy fuerte.
Posó una mano sobre el barandado de madera. Después se lo pensó mejor, ignorando la angustia que su deliberación estaba causando en los espíritus de la casa, y apoyó su peso intentando en vano agitar o hacer ceder la pieza. Cuando su inspección fue satisfactoria, se subió de costado a la barandilla y se inclinó hacia delante.
—Correr es de cobardes,—dijo balanceándose hasta coger impulso y lanzándose a toda velocidad, enarbolando la linterna en alto— ¡por el Norteeee!
—¡Se va a matar!
—La falta de neuronas es cosa de familia.
—Habla por tí, Moryo.
Pero para consuelo de los espectros la chica llegó sana y salva al suelo con un saltito. Airin se sacudió la ropa, aseguró su mochila y apuntó con la luz hacia las escaleras. Había creído ver un reflejo de algo que flotaba a su lado mientras se deslizaba, pero extrañamente no había sentido miedo de que le hiciera daño.
—Hm, bueno, esta casa es mi herencia y ahora es mía, y tengo intención de venir a vivir aquí. —notificó diligente a sus incorpóreos habitantes. Después abrió la puerta de entrada, y la sujetó con el pie, por si acaso— Si no estáis de acuerdo manifestáos…? O algo.
Se hizo un silencio sepulcral sólo roto por el aire moviendo hojas y ramas en el jardín, mientras las siluetas se miraban entre sí y hacían gestos de silencio tajantemente.
—Vendré el sábado por la mañana, traeré luces, y pienso ponerme a limpiar. —avisó moviendo su linterna una última vez, haciendo que más de un espíritu esbozase una sonrisa nostálgica.— Mañana no puedo, tengo que exponer un trabajo y poner a un creído impresentable en su sitio.
La puerta se cerró tras ella con un eco profundo y retumbante, y tras unos minutos de calma pensativa, la menos alta de las figuras dejó escapar un suspiro resignado.
—Buena nos ha caído.
Deep down my Soul
- [Hearts Awakened, Live Alive] -
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—Pues tampoco da tanto miedo —la voz femenina de tono alegre que sonó desde el jardín hizo que varias sombras se amontonasen junto a las ventanas desde el interior de la mansión.
—Eso lo dices ahora, porque no has visto la cantidad de mugre que hay dentro —rió Airin sacando bultos del remolque de la furgoneta que habían dejado aparcada a un lado de las puertas de hierro de la propiedad.
—Nah, si es por mugre creo que ya soy inmune.
—¿Lo dices por tu cuarto o por tu cara sucia?
—¡Mira eeeh!
La chica esquivó a carcajadas la patada torpe en su dirección, desconocedora de las risitas que había provocado en el recibidor de la casa.
—¿Tiene hermanas?
—No sé si eres consciente de cómo suenas.
—Oh, cállate.
—¡Sshh, van a entrar! —después de aquello, la sala quedó completamente inerte, al menos en apariencia.
Tras un par de empujones la puerta se abrió con un chirrido.
—El otro día no hacía eso. Bueno, lo de no rodar si, lo del ruido no. —Airin se remangó y puso un tope metálico sujetando el portón para que quedase abierto de par en par.
—¡Ooohhh! Que mal rollero y halloweenesco, mola. Cuando venga mi hermano no va a querer salir del coche.
—Anda, ayúdame a limpiar los goznes y a engrasar las bisagras Anir-sin-miedo.
—¡Valep!
Cuando la recién nombrada desconocida volvió a salir al exterior, varias de las figuras incorpóreas fueron detrás como si les hubieran atado una cuerda y algo les estirase de ella.
—¿No te recuerda…?
—Tiene el pelo casi tan dorado...
—Es muy bajita.
Mientras las dos muchachas perdían un par de horas esforzándose por desincrustar los años de telarañas, polvo, y hasta hojas acumulados en el hueco de la puerta, varios de los espectros que habían optado por quedarse ahí flotaban a su alrededor, rememorando el pasado antiguo con media oreja puesta en la conversación.
Los que habían aprovechado para curiosear fuera, iban y venían por el jardín, intentando averiguar sin mucho éxito qué serían aquellos bultos metálicos empaquetados en lonas azules.
—Habría que arreglar un poco el jardín.
—No creo que les corra demasiada prisa cuando la casa se cae a pedazos.
—No exageres, que no está tan mal, me encargué del tejado.
—Curvo, mira.
Uno de los espectros señaló hacia donde un nuevo vehículo de carga entraba a la propiedad. La furgoneta gris esquivó el campamento improvisado y aparcó entre la vieja fuente de piedra llena de malas hierbas y la entrada del edificio, haciendo sonar el claxon dos veces antes de bajar la ventanilla del conductor.
—¡Prompto!
—¡No pienso salir de la furgo!
Airin se echó a reír, tirando el trapo sucio en dirección a la otra chica y correteando hasta el vehículo sin que la retribución mugrienta llegase a darle.
—¿Quién es mi rubio favorito? —preguntó la pelirroja morriteando colgada del hueco de la ventanilla abierta.
—¡Yo! —protesto la otra muchacha desde el recibidor de la casa.
—Dijo la que “no es rubia”, según ella, —replicó el recién llegado con sorna.
—Debí de haberte absorbido cuando éramos embriones y aún estaba a tiempo. —la chica rodó los ojos con cara de hartazgo infinito, a lo que su hermano respondió sacándole la lengua con cara de asco.
Las sombras que flotaban alrededor de los jóvenes se aquietaron, dirigiendo su atención a dos de ellas en particular.
—¿Todos los gemelos son iguales?
—Obvio, si no serían mellizos. —los dos observados chocaron sus manos incorpóreas y salieron revoloteando sobre el jardín, mientras el resto procesaba distintos grados de suspiros o gruñidos exasperados.
Mientras tanto Airin había conseguido abrir la puerta del conductor y tiraba de Prompto pese a sus reniegos.
—¡Vamos hombre no seas miedica!
—¡Pero que aquí tiene que haber fantasmas! ¿Por qué tantas ansias de morir jóvenes? ¡Un cadáver bonito no sirve de nada!
Varios de los espectros parpadearon divertidos ante las afirmaciones del chico. No porque tuviera miedo sus palabras dejaban de ser verdades casi absolutas.
—Prom, créeme, ya sé que hay fantasmas. —por unos instantes el rubio se dejó arrastrar sin oposición, boquiabierto y con cara de susto.— Pero hazme caso ¿vale? No te van a morder, son muy majos, ya verás. ¡Que son mis ancestros!
—Si son tus ancestros entonces muerden fijo. —masculló entre dientes mirándola de soslayo repetidas veces.
—¡Serás cabrón! —exclamó Airin pegándole en el brazo con la mano abierta.
—¡Ouch! ¿No sé qué más podrías esperar de alguien que tiene a Anir como su hermana gemela…? —Prompto se frotó con dramatismo el brazo magullado, mientras dicha hermana asentía con una risita.— Ahora no vayas a lesionarme, que tengo que usar maquinaria pesada.
—Ai! —musitó una de las sombras— Aníra.
—¿Eso es Sindar?
—Podría. Tal vez. Es... muy curioso.
—¿Moryo?
Las exclamaciones de alegría de las dos jovencitas sacaron a los espectros de sus cavilaciones e hipótesis.
—¡Yay, desbrozadora! Mi mejor amiga~
—Vale, pues que te invite ella a comer, mi cartera y yo aceptamos gustosas la rebaja de rango, —comentó Airin con desprecio casual.
Anir abrió mucho la boca, la cerró, hinchó los mofletes y puso morritos enfurruñados en una sucesión de perfecta continuidad.
—Puti. —insultó la chica abrazando la máquina.
La pelirroja se encogió de hombros con una sonrisita satisfecha, y haciendo un esfuerzo bajó dos garrafones de gasolina. Destapó una de las lonas azules y empezó a verter el combustible en el tanque de una de las máquinas.
—¿De dónde has sacado generadores? ¿Para esto querías la gasofa? —Prompto revoloteó intrigado alrededor de las herramientas.
—Oh, los compré ayer después de clase, no veas la cara que puso Ravus cuando le dije que los necesitaba para iluminar la oscuridad de su estupidez. —Airin rió al recordar la indignación de su compañero forzoso.
Los fantasmas, que también curioseaban, compartieron carcajadas con el muchacho.
—Cómo te pasas con el pobre capullo, eres una salvaje.
—Eh, él insistió en venir conmigo a supervisar lo que hacía, si no está preparado para recibirlas que no esté tan dispuesto a soltarlas, a ver si se piensa que porque le llego al hombro le tengo que tener miedo. —los espectros asintieron con gesto de sabiduría, a la par que su descendiente se encogía de hombros.
—Eso también es cierto, se lo tiene muy creído.
—Prom, corazón, no quiero decir nada… pero tú le tienes miedo.
—¡Pero es una función de equilibro, yo tengo todo el miedo que no tiene mi hermana! Deberías saber que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. —Airin rodó los ojos con una sonrisa sesgada.
—Señor Parker, deja de esnifar la gasolina y ayúdame a rellenar los tanques, anda.
tbc
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Prompity prompt! (Qué hambre me ha hecho pasar el fic ;; voy a buscar mi cena.)
While putting your favorite condiment on a sandwich, you accidentally make a magical occult symbol and summon a demon.
I’ll make you say wow
- [Rules no more, here is chaos] -
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Cinco años partiéndose el lomo trabajando más horas al día de las que cabían en un reloj, para que la echasen a la calle porque al director artístico no le gustaba la iluminación del último reportaje. Lo que no le gustaba es que Airin hubiera insistido durante cinco años en negarse a trabajar en minifalda y escote.
Pues si en algún momento habían creído que iba a ceder en su cabezonería, verdes las habían segado, pensó la joven volteando el bacon en la sartén una última vez antes de pasarlo al plato. Ah, había hecho demasiado, como siempre que le podía el cabreo. No había nada que calmase los males como un bocadillo de bacon con queso. O dos, porque a este paso según iba montando su cena y apartando las raciones sobrantes estaba calculando que comería lo mismo también al día siguiente. Bueno, tampoco eran malas sobras.
En una muestra de exceso y decadencia decidió ponerle también salsa barbacoa porque, por qué no, e hizo una floritura decorativa sobre el pan antes de cerrar el bocadillo.
De repente notó algo a su espalda y un extraño desplazamiento de aire que hizo que se pusiera el vello de punta. Airin se giró despacio, dispuesta a defender su persona y su cena de cualquier amenaza imaginable dentro de un registro razonable.
Un hombre que definitivamente no era humano; porque uno, los humanos normalmente no tenían el cabello de color gris metálico como el mercurio, ni los ojos de color agua brillante hasta el punto de la fluorescencia, y mucho menos un par o más de cuernos que se alargaban sobre el cráneo estriados y ligeramente enroscados sobre sí mismos, y dos, había aparecido literalmente de la nada en su cocina diminuta; y la observaba fijamente con la cabeza levemente ladeada en su dirección.
Airin lo observó de vuelta, parpadeando con lentitud. Amenaza imaginable dentro de un registro razonable. No estaba segura de que aquel ser pudiera contar como ninguna de las categorías previas. Porque si no era una amenaza precisamente imaginable, quedaba claro que estaba fuera de todo registro razonable.
La chica miró de nuevo a su cena con ojos entrecerrados. Qué demonios.
Montó otro bocadillo, tuvo cuidado de hacer solo rayas anodinas y ningún garabato artístico con la salsa, y en un arranque sobrenatural de generosidad volcó también un puñado de patatas fritas de bolsa sobre el plato, que ofreció sin mediar palabra al enervante espectador.
Éste agarró el plato con delicadeza entre garras oscuras y afiladas, cabeceó en una inclinación educada también en silencio, y desapareció presuntamente de vuelta por donde había venido, dejando sólo volutas de humo y un extraño olor a pólvora.
—Qué. Coño. Místico. Ha sido eso.
Huh, ¿no se suponía que los demonios olían a azufre? Tampoco iba a quejarse, prefería infinitamente la pólvora, pensó sentándose en su cama que hacía las veces de sofá en su minúsculo estudio de una sola habitación. Quitó la pausa a la serie que estaba viendo en el portátil y mordió su cena mientras lamentaba la pérdida de las sobras para el día siguiente. Tendría que salir a hacer la compra y contar las monedas. Ugh, y hacer llamadas y hablar con gente.
Cuando por fin se metió en la cama para dormir después de haberse dado una ducha, decidió que aquella noche extraña no había ocurrido. Al fin y al cabo si total nadie iba a creerla si lo contaba, para qué darle mas vueltas; que otro ser en el universo por potencialmente imaginario que fuera apreciase su comida de apoyo emocional, era suficiente.
Sephiroth se lamió la salsa que manchaba las comisuras de sus labios y suspiró con la boca llena del último bocado de pan con bacon. Hacía siglos literales que no probaba un manjar tan simple y reconfortante, con la carne bien hecha y abundancia obscena de queso a medio derretir. Hacía más tiempo aún que eso desde la última vez que nadie le había ofrecido comida casera recién hecha.
Si bien no había esperado una invocación a esas horas, menos aún habría sido capaz de imaginar un intercambio tan pacífico teniendo en cuenta el carácter absolutamente accidental del conjuro. Quizás la joven había supuesto que si presentaba un tributo comestible listo para el consumo así no sería ella la cena. Hmm, pero no había parecido aterrada, solamente sorprendida. Y desde luego se lo había pensado bien antes de rendir parte de su alimento, aunque el aporte aparentemente desinteresado de patatas fritas hacía todo mucho más interesante.
Ahora le picaba la curiosidad, pensó el demonio tamborileando con suavidad sobre su estómago agradablemente lleno. Eso y la posibilidad de más invitaciones en un futuro. Hmm, tanta curiosidad.
Airin se despertó con el almohadón completamente marcado en la cara y un reguerito pegajoso a lo largo de su barbilla, con la sensación de que algo que no había sido su alarma la había sacado a la fuerza de su sueño. Se pasó las manos por la cara como si intentase esparcir su cerebro de vuelta a donde debería estar y bostezó sacando un pie fuera de las sábanas.
Mientras pasaba la vista a su alrededor vio que en algún momento de la noche el portátil se había terminado de cargar del todo, y después se encontró con que su teléfono móvil yacía en el suelo junto a la cama. Probablemente el ruido al caer al suelo había sido lo que le había despertado.
Una llamada perdida de un número desconocido le hizo arrugar la nariz con gesto de sospecha. Le puso volumen al aparato y se levantó dispuesta a desayunar y hacerse pasar por persona funcional hasta el punto incluso de maquillarse para ir a hacer la compra.
El tono de llamada entrante la sobresaltó cuando buscaba unos vaqueros cómodos que ponerse y estuvo a punto de caerse y tirar un puñado de perchas.
—¿Sí, dígame? —Su voz sonó perfectamente compuesta y profesional a pesar de estar apoyada contra la puerta del armario.— Oh, lo siento estaba atendiendo un asunto, pero ya estoy libre.
Si Airin quería usar atender un asunto como eufemismo de estar dormida y soñando con piratas, nadie tenía por qué saberlo nunca.
—Sí, por supuesto que conozco la revista The Star. ¡Oh! ¿Mi portfolio? No hay problema, —la joven se pellizcó en la pierna y gateó hasta su pequeño escritorio, donde buscó una memoria USB en concreto.— Hhmm, hoy debería tener el resto del día libre. Ajá, de acuerdo. Entonces en seguida nos vemos, muchas gracias.
A pesar del tono enérgico de su voz al colgar la llamada, Airin se dejó escurrir hasta el suelo como si se le hubiera escapado el alma por las orejas. Después de los dos minutos que se había concedido para dudar si era una alucinación o seguía todavía dormida y soñando, su móvil sonó de nuevo, ésta vez con un mensaje de ubicación.
Ver las coordenadas señaladas en el mapa le hizo levantarse como si le hubieran prendido mecha, y plantarse de nuevo frente al armario abierto.
—¡Cambio de planes! —exclamó guardando los vaqueros y sacando unos pantalones de cuadros príncipe de gales blancos y negros, una blusa verde agua y la cazadora de cuero.— ¡Uniforme de profesional creativo!
Mientras se aseguraba de meter en la mochila todo lo que necesitaba y se cambiaba de ropa, por mucho que había decidido olvidarla, Airin no podía dejar de pensar en la extraña ocurrencia de la noche anterior. Debía tener algo que ver. No había un contrato, ni tan siquiera habían intercambiado palabras. No había ninguna prueba de algo que no estaba segura de que hubiera sido real. Pero por si acaso pensaba rellenar la despensa y hacerse otro bocadillo para cenar.
Se puso colonia y sus botines más confiables de hebillas y tachuelas, y se miró al espejo antes de salir. Sabía lo que le quedaba bien. Se puso sus gafas de filtro azul como diadema y se soltó el pelo.
—¡Vamos allá!
tbc?
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Para Neko porque el ataqué llegó en mayo, y como estaba de oferta, ataque gratuito ♥ (coordinado con Kora, misión de equipo XD)
Tirando de prompt porque me hizo mucha gracia cuando lo vi, sorrymiaus por no tener iconos de tus jijos u3u
“I’m just here to tell you that you need to stop taking showers at 3 a.m. Get your shit together, you nerd.”
Hellish hours
- [Shower you with love] -
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Milo intentó encajar la llave en la cerradura por segunda vez, de nuevo sin éxito. Miró a la llave como si le hubiera traicionado gravemente, observándola con decepción hasta que se dio cuenta de que el pedazo de metal que empezaba a robar el calor de su mano pertenecía a la cerradura del portal. Entrecerró los ojos en un gesto que seguramente hubiera querido expresar odio e infinito desprecio, pero sólo consiguió transmitir confusión.
Con un suspiro rebuscó de nuevo en entre el manojo de llaves que colgaba de su cadena hasta dar con la adecuada, que esta vez sí le dejó abrir la puerta de su apartamento.
Se quitó los zapatos, que dejó tirados de cualquier forma frente al pequeño armario de la entrada, y toqueteó con un pie encalcetinado al gato que se había acercado a darle la bienvenida.
—Hola Gato. —murmuró mientras hacía esfuerzos por sacar los brazos del abrigo. El animal se dedicó a mordisquear la punta floja de su calcetín, y estirar de él hasta que se lo robó.— Adiós calcetín.
Dejó el abrigo sobre el sofá, y movió el otro pie.
—Aún me queda otro, ¿no lo quieres? —pero el gato no le hizo caso, así que se lo quitó él mismo, y lo lanzó por ahí hecho una bola.
Milo llegó hasta su dormitorio, se quitó las partes del uniforme de trabajo que todavía llevaba puestas y lo que le quedaba de ropa bajo aquello, lo dejó sobre la silla, y se encaminó al baño bostezando como si se le acabase el oxígeno en el cuerpo.
Se metió en la ducha, y había abierto ya el grifo del agua caliente cuando se dio cuenta de que aún llevaba el pelo recogido.
—Ah, mierda. —tiró de la goma que sujetaba sus rizos en un moño desordenado a la altura de su nuca hasta liberar su cabello. Necesitaba quitarse toda la mugre que llevaba encima.
Su gato maulló cuando las tuberías empezaron a sonar. Era un ruido desagradable, como un gemido profundo y lúgubre en mitad de la noche, pero si el mantenimiento del edificio dejaba que desear, no era culpa suya. No estaba seguro de que las conducciones del agua hicieran el mismo ruido en todos los pisos. Además a las tres de la mañana no habría mucha gente despierta a la que molestar.
Y el agua caliente al final de su jornada de trabajo era una necesidad a la par con el café a primera hora del día. Negárselo iba en contra de los derechos humanos. O algo por el estilo. Estaba seguro.
Kanon abrió los ojos sobresaltado. Otra vez aquel sonido condenadamente tétrico. Se apartó del escritorio de un empujón, haciendo rodar por la mesa el vaso de whisky vacío de hacía horas; juró entre dientes y miró a su alrededor. Seguía estando en el rincón de su salón que había adoptado como zona de trabajo. Y aquel escándalo siniestro y macabro que producían las tuberías del agua había vuelto a despertarle de madrugada.
Daba igual que estuviera despatarrado en la silla con un reguerito de baba adornando su barbilla, vencido indignamente por el sueño y el alcohol, en lugar de plácidamente en su cama como cualquier humano sensato.
Ya estaba harto.
No sabía quién era su vecino de arriba. No le importaba. O mejor dicho, no le había importado hasta ahora. Pero él era un hombre serio, con un trabajo serio, y un futuro brillante como escritor de éxito; no pensaba consentir ese tipo maltrato por parte de un presunto niñato que probablemente no tenía otra ocupación que perder el tiempo con videojuegos hasta horas intempestivas de la madrugada.
Kanon se limpió el rastro de saliva con el puño arrugado de la camisa de pijama que llevaba puesta y se levantó, alisando su ropa en vano, y poniendo un poco de orden en su pelo revuelto. A la luz amarillenta y un poco decaída de su escritorio, la maquina de escribir parecía hacerle burla con un triste párrafo a medias. Buscó las zapatillas de casa a tientas, y guardando las llaves en el bolsillo del pantalón se encaminó con decisión en busca del vecino que todas las noches desde hacía dos semanas convertía ese lado del edificio en el estudio de grabación para la casa del terror.
Se iba a enterar de quién era. Él. O el vecino. No lo tenía muy claro.
En realidad Kanon tardó más de lo que le habría gustado en encontrar la puerta que necesitaba aporrear. Para cuando hubo llegado al piso de arriba, la ducha de la malignidad nocturna ya había dejado de hacer aquellos horrendos ruidos, así que prefirió asegurarse por completo del número que buscaba antes de despertar a ningún otro residente de bien.
Y cuando lo tuvo por cierto llamó. Con el puño contra la madera, repetidas veces. Hasta que la puerta se abrió, procurándole una imagen bienvenida y gratamente recibida, pero nada esperada.
Un hombre joven, probablemente algo más joven que él, de unos veintitantos si se atrevía a aproximar su edad. Ataviado solamente con unos pantalones de pijama y una toalla al hombro, que dejaba al descubierto un torso aún húmedo, y musculado en las proporciones y medidas exactas para no resultar exagerado, pero que habría hecho llorar de envidia a un guerrero griego. A Kanon ciertamente lo que le estaba provocando no era envidia.
Cuando consiguió apartar la vista de los alrededores de aquel maravilloso plexo solar, Kanon se encontró con el ceño fruncido del hombre. Volvió a mirar el número de puerta temeroso de haberse confundido, pero no, era el correcto. Hacía horas de su vaso de whisky, no estaba ni remotamente borracho. Resuelto a ignorar como su vecino de arriba se restregaba perezosamente sus rizos húmedos con la toalla, inspiró en profundidad, como si buscase su indignación distraída.
—Esto tiene que acabarse.—sentenció con gravedad.
—¿Eh? —fue la respuesta del otro. Seguida de un sinsentido.—No, Gato, vuelve. Gato, adentro.
Entonces Kanon se percató del animal pequeño y peludo que husmeaba sus zapatillas de casa, por más que el pie descalzo de su vecino intentaba apartarlo de vuelta a la vivienda. El gato levantó la cabeza, miró de su dueño al visitante, y después de maullar suavemente, se restregó por las piernas de Kanon.
—Mira, vecino. Sólo he subido a decirte que esto tiene que acabar. —Kanon prosiguió inexorable, resistiendo los encantos del felino (y su dueño) y su instinto infantil que le hacía querer acariciarlo (también a su dueño).— Tienes que dejar de hacer estas cosas, las tres de la mañana no son horas para darte una ducha. Vuelve a la realidad, pon tu vida en orden.
El joven lo miró con un cansancio que iba más allá de lo puramente físico y negó con la cabeza, poniéndole una mano en hombro con pesadez. Kanon no quiso fijarse demasiado en aquel brazo bien torneado, no fuese a perder el hilo de la situación.
—¿No crees que ya lo sé? Y créeme que lo siento, ya sé que los ruidos que hace mi ducha dan ganas de llamar a un cura en vez de a un fontanero, que pensándolo bien, no sería mala idea y tendría que hacerlo el casero. —Su vecino hizo una mínima pausa para tomar aire y siguió con su arrancada.— El caso es que no pensaba que hubiera gente despierta a estas horas tan estúpidas, pero es que necesito, ne-ce-si-to quitarme la mugre y la sangre y el olor a desinfectante en cuanto llego a casa o me dará algo.
—¿S-sangre? —Kanon se replanteó entonces todas las formas posibles en que aquello podría acabar saliendo de una forma que no había planeado, y entonces sería él el cuerpo de un misterioso asesinato sin resolver, en vez de un escritor en dique seco con aspiraciones a gran novelista de ficción policíaca.
Su vecino asintió.
—Llevo dos semanas de guardias horribles en urgencias. No sé por qué demonios la gente prefiere el turno de séis a dos para romperse la crisma, coleccionar fracturas abiertas, arrancarse dedos varios de pies y manos haciendo cosas que cualquiera debería imaginar que no acaban bien, y, y... de los coches estrellados ya ni hablo, esos son de todos los días a todas horas.
Kanon tuvo que reagruparse mentalmente durante unos breves momentos. Urgencias. Fracturas abiertas.
Su vecino no era un ni-ni cualquiera. Era un médico. Había subido envuelto en su capa mágica de superioridad con toda la intención de afear su comportamiento incívico a un profesional que se dedicaba a salvar vidas.
Mientras Kanon sufría una crisis de honor invisible, el joven seguía hablando.
—Y es que a pesar de llevar la bata y el uniforme, pues a veces hay cosas que salpican y, urgh. Y todavía me quedan otras dos semanas más hasta el día quince en el turno de tarde-noche y… ah, esto, me llamo Milo, por cierto…
—Estamos a ocho. —Kanon salió de su deshonra para apuntar la fecha al pobre doctor agobiado.— Bueno, estábamos. Técnicamente ya es nueve. Eso es menos de dos semanas.
—¡Oh, estupend-! ¿Qué? ¿Cómo que nueve? —Milo abrió tanto los ojos en la semi-penumbra del rellano que Kanon pudo distinguir una tonalidad azulada, pero inmediatamente se dio la vuelta para entrar en su casa y buscar su teléfono móvil con desesperación.
Kanon miro al gato, que le maulló otra vez, y al que finalmente se acabó rindiendo. Cogió en brazos al animal, y entró en el piso, cerrando la puerta tras de sí. Mentalmente reprendido por su conciencia no quiso juzgar la apariencia desastrada de la vivienda, era algo justificable en un médico de urgencias que lo justo parecía tener tiempo para saber en qué día vivía.
—¡Si que es nueve! —Milo se lamentó agitando el móvil
—¿Pasa algo? —preguntó Kanon rascando la cabeza del gato, que empezó a ronronear como un motor encendido.
Milo miró a su mascota con expresión herida.
—¡Pasa que el ocho es mi cumpleaños! ¡Hoy! ¡Ayer! ¡Fue! ¡Lo que sea! —se dejó caer hacia atrás sobre el sofa, y tuvo que removerse para sacar el abrigo de donde se le estaba clavando. Al final acabó por sentarse bien.
—Ah, —dijo Kanon, siempre elocuente. Los hombros desnudos de su vecino rodaron, haciendo resaltar su anchura.— Hm, ¿felicidades?
—Gracias, supongo. —contestó el joven arrugando los labios hacia afuera.
—Eh, tengo whisky, si quieres celebrarlo.
Kanon lo ofreció con cautela, era caro y miembro útil de la sociedad o no, en realidad no conocía a Milo. Aunque le gustaría. Oh.
Dejó al gato en el suelo, que correteó mordiendo y cazando algo que parecía un calcetín, y fijó su vista en su vecino.
Su vecino que le observaba con los ojos muy abiertos (sí, eran turquesas) y una pequeña sonrisa impaciente en los labios.
—¿Cuenta como una cita? —preguntó Milo levantando una ceja traviesa, apartándose los rizos de la cara.
—¿Una qué? —Kanon tragó saliva.
—Una cita, ya sabes. Por mi cumpleaños. —Milo se enrolló un pequeño mechón de pelo en un dedo.— Y así me cuentas de qué estás escribiendo.
—Oh. ¿Qué? ¿Cómo sabes que escribo?
Milo dejó escapar una risa suave que le hizo verse ridículamente adorable. Un hombre adulto no debería tener derecho a resultar adorable con aquellos abdominales, maldita sea.
—Porque te oigo rabiar. Antes de entrar a trabajar, te dedicas a despotricar de tus personajes que no quieren escribirse. Reconozco que al principio me alarmé al oír cosas sobre asesinos, detectives y material genético. Pero cuando tienes la ventana abierta y no hay nadie más se oye la máquina de escribir.
Oh. Ooohh. No había que dejar pasar las oportunidades.
—Entonces, subo el whisky. Y te cuento de que va mi próxima novela, pero tienes que guardarme el secreto ¿eh? —Kanon sonrió con su mejor ejemplo de carisma ganador, y vio cómo tenía éxito cuando su vecino se sonrojó.
—Ehh, yo… ¿me adecentaré un poco?
—¡No! No, estás perfecto como estás, así… así estás bien. Ahora vuelvo. No tardo nada. —Kanon salió con rapidez antes de que el subconsciente le traicionase y consiguiera espantar a su prospecto de cita.
Cuando hubo cerrado la puerta y se oyeron sus pasos apresurados por las escaleras, Milo miró a su gato.
—Debería despejar la cama ¿verdad? ¡Oh por favor, que el vecino de abajo sea mi regalo de cumpleaños!
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Prompity prompt-O! (harhar. Últimamente tengo dos modos, piratas y sobrenaturales. Demon Line it is!)
I dream in a dream every night
- [the dream I can never wake from] -
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Airin no era una persona a la que le costase demasiado quedarse dormida. De hecho se dormía en cualquier rincón que encontrase. En el tren, en el bus, encima de una maleta, dentro de una maleta, bajo la cama, a los pies de un árbol, ¡en las ramas de un árbol! Sobre la mochila de un desconocido, en clases, sobre el escritorio de su casa, en la biblioteca, en la bañera, contra una pared en una casa ajena… y la lista continuaba. A veces incluso, también se dormía en camas.
Pero el problema no era dormirse, no… el problema era mantenerse dormida. Así que cuando algo hizo que su edredón se moviera —permitidme un inciso, pero en pleno enero con noches de grados a bajo ceros, Airin no dormía con la ventana completamente abierta, sólo un poquito de la más mínima rendija; no había posibilidad de corrientes de aire— todos los sentidos de alerta se encendieron como lucecitas de navidad.
—¿Qué? —llegó a decir antes de notar que algo se cerraba sobre su tobillo desnudo.
Y de repente un tirón.
Ahora bien, quedaba claro que el ser de turno no había hecho los deberes o habría estado preparado para la reacción que cualquier persona que conociese un poquito a la chica hubiera esperado. Le dio una patada.
—Ouh, ¡ay! ¡Ey!
—¡¿Pero qué mierdas?! —preguntó Airin, recogiendo la pierna dentro de la cama y haciéndose una bolita hostil contra la almohada—. ¡Me había acabado de dormir!
—¡Lo sé! ¡Llevo como tres horas esperando a que sueltes el móvil! ¡Tu horario no es nada sano!
La joven se apartó el pelo de la cara y estiró una mano para encender la luz mirando a todas partes, pero parecía estar sola en su habitación. Por un momento pensó que la locura familiar por fin le había alcanzado o que estaba teniendo algún tipo de alucinaciones extremadamente vívidas.
—No tendría que haber aceptado esas galletas… —murmuró para sí misma, alcanzando el cuchillo de cazador que tenía en la estantería sin dejar su colchón.
Si el intruso era de verdad, Airin estaba segura de que se estaba escondiendo debajo de su cama. El problema era que debajo de su cama había otra cama… ¿cómo es que alguien cabía ahí dentro? Igual se trataba de un gato.
¿Pero desde cuando los gatos hablaban? Igual era un gato demonio. Y si era un gato demonio… ¿podría hacerlo su familiar? ¿No debería primero ser una bruja? Bueno, un poco bruja ya era.
—Sal de donde estés. —y después de pensarlo bien añadió—. Despacito y con esas zarpas en alto.
Y desde luego las zarpas aparecieron despacito y justo desde donde ella creía que estaban, debajo de su cama. Airin tragó saliva. Las manos negras como si estuvieran manchadas de pintura hasta daban la impresión de ser tímidas, pero aquellas garras también parecían hechas para hacer daño. Mucho daño.
Después el resto del cuerpo fue terminando de emerger, aunque Airin no podría haberlo descrito muy bien. Primero porque… palabras, ¿cómo se usaba eso? Y segundo porque su cerebro debía de haber sufrido un cortocircuito por un momento, porque no estaba segura de poder comprender lo que estaba viendo.
De todas maneras cuando el ser por fin se plantó entero delante de ella, Airin tuvo que parpadear y morderse la lengua para no demandar ofendida cómo se podía ser tan bonito. Todo lleno de pecas y con una barbita de chivo rubia de la que daban ganas de estirar.
—Bueno, ¿y tú qué quieres?
—Eh, em… pues esto. Llevarte al infierno. —y el ser se encogió un poquito de hombros como si intentase parecer más pequeño—. ¿Si quieres? Le debo un favor a tu padre y me va a arrancar el rabo si no te llevo para allá.
La chica ladeó la cabeza, viendo como el ¿demonio? se recogía con timidez la cola de vaca que tenía colgando del trasero.
—El problema es que no sé cual de los dos rabos me quiere arrancar, y algún día moderadamente lejano me gustaría tener hijos y tal.
Airin carraspeó y volvió a mirar a la cara al joven.
—Mira, chaval. No sé quién eres, son las cuatro de la mañana y tienes aspecto de haber salido de la pesadilla de alguien y yo sigo teniendo sueño. Te agradecería que volvieses al agujero del que has salido y que me dejases dormir.
—Pero mi rabo…
—Tengo un cuchillo. —le recordó la chica, moviéndolo un poco hacia él— Y mi padre lleva años encerrado en un psiquiátrico.
El presunto demonio se mordió el labio inferior y luego suspiró.
—Vete antes de que te ponga nombre y me encariñe contigo como con una mascota. —le dijo Airin, señalando debajo de su cama, pero él sonrió todo ilusionado.
—¡Tengo de eso! Nombre… Me llamo Prompto. —contestó con orgullo— ¡Ahora me quieres y vendrás conmigo!
Airin parpadeó confundida.
—Las cosas no funcionan así, Prompto. Y sigo teniendo un cuchillo.
Prompto ladeó la cabeza, como sopesando qué sería peor, si el cuchillo de Airin o lo que fuera que le esperase al otro lado.
—Y tu padre es el rey de los demonios. Y sinceramente, sin ofender eh?, pero creo que él da más miedo que tu cuchillo.
Airin miró su cuchillo con atención.
—¿Por qué me traicionas así?
Y de repente, todo se volvió negro.
tbc?
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This is Halloween, Halloween, HA-LLO-WEEN! \o/ (los iconos que faltan otro día, que no tengo hechos para todos xD)
I dream in a dream every night
- [I can’t go back to the way it was] -
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—¡Ouch! ¡Otra vez no! —se quejó el rubio frotándose la mandíbula con cara de fastidio.
—No se lo tengas en cuenta, Prompto, querido… —Ardyn le dio un par de palmaditas amistosas mientras lo alejaba del borde de la cama,— la pobre duerme poco y tiene mal despertar, es cosa de familia.
El joven sólo rezongó entre dientes, mirando a la figura que parpadeaba sentada entre las sábanas con el pelo alborotado y sin parecer consciente del todo a pesar de su puño certero.
—¿Papá? —la chica se frotó los ojos entrecerrados con un nudillo,—¿cuándo te han dejado suelto? ¿o se me ha ido la pinza del todo a mí?
Ardyn resopló una risita mal contenida mientras le ordenaba el pelo con delicadeza.
—No princesa, ni se te ha ido la pinza a ninguna parte ni a mi me han tenido en ningún sitio. Ya les gustaría poder hacerlo.
Todavía con los ojos pegados, Airin miró hacia arriba arqueando una ceja. Si realmente su padre no había estado en un psiquiátrico, y aquello no era la alucinación más elaborada jamás soñada… si de verdad su padre, como parecían indicar los cuernos que se arqueaban hacia atrás por encima de su cabeza, era un auténtico demonio de carne y hueso y tal vez hasta azufre… El muy cabrón se había pasado casi diez años pululando por quién sabía dónde sin dar señales ni de humo.
Airin cogió una de las almohadas que tenía alrededor y la abrazó, apretando la cara contra el tejido como si quisiera imprimirse en la piel la textura de las fibras. Diez años. Un demonio real. Inspiró profundamente.
Diez años.
Sin mediar advertencia la chica estampó la almohada contra la cara de su padre con toda la fuerza que le proporcionaban la ira y el rencor acumulados en tanto tiempo sin saber de él.
Ardyn se vio impulsado hacia atrás por la violencia del golpe.
—Yeet, —murmuró Prompto apretándose contra la pared de la estancia con los ojos muy abiertos.
—¡Ni princesa, ni leches! —bramó la pelirroja poniéndose en pie sobre el colchón y agitando los brazos.— ¿¡Se puede tener tan poca vergüenza de aparecer así después diez putos años haciendo el muerto?! ¡Y encima para venir a joderme el fin de semana, que lo estoy viendo, demonios!
—Sólo una de esas cosas es técnicamente cierta cariño,—Ardyn se levantó como buenamente pudo, rodó el cuello de lado a lado hasta que algo le hizo un ‘crack’ ligeramente más perturbador que relajante, y frotándose la mandíbula se acercó y agarró a su hija del brazo con suavidad,— y bájate de ahí que te vas a caer.
Airin frunció el ceño pero se dejó maniobrar de vuelta al suelo sin oponer resistencia.
—¿Dónde estamos?
—Es… al mismo tiempo simple, pero complicado de explicar, verás…
—¿Dónde estamos? —la chica ignoró a su padre en mitad de los rodeos y se giró a preguntar al ¿demonio? que la había sacado literalmente a rastras de la cama.
—En el infierno, —Prompto se encogió de hombros aún apoyado contra la pared, pero más relajado ahora que el estallido de furia parecía haber sido pagado con su responsable legítimo.— Aunque por lo que sé no tiene mucho que ver con lo que os cuentan por allá.
—Vale. —para indignación de Ardyn, Airin aceptó la respuesta tal cual.— ¿Y por qué?
Ambos hombres se miraron entre ellos.
—Quiero decir, dijiste que le debías un favor a éste impresentable, —Airin agitó la mano desmereciendo el ruido ofendido de su padre— y algún motivo tendrá que haber para que decida cobrárselo precisamente ahora ¿no?
—Soy inocente, —el rubio se defendió tan rápido que estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva.
—Eres un demonio, —puntualizó la chica llevándose un nudillo a los labios con una mirada intencionada.
—¡Pero me tienes cariño! —morriteó Prompto poniendo una cara de cachorrito abandonado que debería haber sido ilegal en todos los planos de existencia.
—¿De dónde has sacado tú eso?
Mientras Prompto murmuraba entre dientes algo sobre mascotas, Airin se percató de que en el rincón del techo una sombra más oscura que las demás parecía revolverse y culebrear hasta desintegrarse. En cualquier otro momento anterior de su vida no le habría dado mayor importancia, estaba mal acostumbrada a que sus ojos le jugasen pasadas cuestionables después de muchas horas de trabajo y los puntos negros en el borde de su visión eran compañeros de migrañas ampliamente conocidos. Pero por motivos obvios, ya no era así.
—¿Este es el cebo vivo? —preguntó con voz cantarina una muchacha rubia que apareció de la nada junto a Ardyn. Ah, ahí estaba.
El silencio incómodo repentino se rompió con el carraspeo igualmente incómodo de Ardyn.
—A joderme el fin de semana, si ya sabía yo...—murmuró la pelirroja con desidia.— ¿Y tú eres…?
—Anir, —dijo la recién aparecida con una sonrisa llena de dientes y colmillos afilados, y señaló a Prompto,— su hermana.
—Ajá, ¿entonces tú eres el demonio de encima del armario? —la pelirroja no pudo aguantarse la ironía, pero Anir se llevó las dos manitas acabadas en uñas afiladas a la boca muy abierta con una exclamación.
—¿Como lo supo?!
Airin tuvo que reconsiderar su postura por unos instantes. ¿Misma cantidad de pecas y rabito de vaca, orejas alargadas como un borreguito y ojos turquesa inhumanamente brillantes? Esta si era la cosa más bonita que había visto. Pero antes de nada tenía asuntos importantes que aclarar.
—Papá, ¿qué quiere decir con “cebo vivo”?
—Oops, —dejó escapar Anir teleportándose detrás de la espalda de su hermano.
Ardyn se rascó la barbilla con una mano y levantó la otra en un gesto apaciguador.
—Nada que te vaya a poner en peligro real, pero te lo cuento sólo si te portas bien, que está muy feo pegar a un padre.
—¿Más que abandonar a tus hijos? —apuntó Airin con tono cáustico.
Ardyn suspiró, y saliendo de la habitación hizo un gesto para que lo siguieran.
—Es largo de contar.
Airin se miró el pijama y encogió un hombro.
—Pues empieza, que ya voy cómoda.
tbc!
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Título y avatares en condiciones otro día, acabando mermay TvT
Oceanide
- [ I ] -
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—Es una bruja, ¿lo ves? Nadie tiene el pelo de ese color, ni… —el joven agitó la mano con un gesto nervioso en la dirección hacia donde señalaba— eso… así.
El otro chico le miró sin decir nada, pero su expresión escéptica hablaba alto y claro por él.
—¡No pero escúchame! —susurró el primero abriendo mucho sus ojos violetas,— está hablando con algo… ¡o alguien! ¿Y si es una de sus pobres almas en desgracia?
—Te cuelas demasiado en el teatro, —el segundo suspiró suavemente con tono resignado en su voz grave.
—Ay, no, pretenderás que pague.
—¿O sea que además de mirón, maleante?
Como respuesta a la voz femenina que sonó sobre su cabeza, Suigetsu se zambulló de un salto con una exclamación vulgar y aterrorizada. Snake se quedó aferrado a la roca como estaba, y sin saber muy bien qué hacer tragó saliva y se rascó una mejilla.
—Ah, perdón, es idiota.
—¿Y... medio pez? —la voz temblorosa hizo que Snake ladease la cabeza para poder ver sin que el pelo se le metiera en los ojos.
Y lo que vio fue una joven claramente humana con piernas y todo, el pelo color cobre y una tela mojada colgando de las caderas que parecía imitar los dibujos de un pulpo.
—Aunque tampoco es una raya precisamente. —Snake no estaba muy seguro de cómo reaccionar al movimiento tan poco hostil de taparse la cara y respirar profundamente que hizo la chica, pero un ruido a medio camino entre bebé y gaviota llamó su atención.— ¿Qué es eso?
Se levantó más sobre los brazos para poder ver con claridad, y la joven se sentó sobre sus piernas dobladas con la misma energía tambaleante que si hubiera recibido un golpe. ¿Debería preocuparse?
—Esta es Anir, —dijo la chica levantando un animal pequeño y peludo entre sus brazos,— que además de fisgona es otra maleante.
Esa frase le valió otro ruido que sonó indignado y una pata de aspecto esponjoso en la barbilla.
—Y es un gato.—aclaró. Y después complicó,— más o menos.
En realidad eso no le aclaraba mucho, porque Snake nunca antes había visto un gato, fuera para más o para menos. Pero parecía suave y quería tocarlo.
Hizo fuerza para subirse a la roca y poder sentarse en condiciones, enroscó la cola ligeramente bajo su cuerpo y con lentitud estiró un brazo con la mano abierta. Igual que solía hacerlo con las morenas del arrecife, había acariciado a muchas y todavía no le había mordido ninguna.
—Hola gato, —dijo y después se corrigió,— hola Anir.
El animal se escabulló del agarre de la chica y correteó hasta la mano del joven, frotando la cabeza una y otra vez y gorjeando con ruiditos agudos mientras se dejaba acariciar con entusiasmo.
—¿Y tú? —habló la joven después de unos minutos— ¿Qué eres? ¿Cómo te llamas? O te llaman.
—Seire. —levantó ligeramente la aleta caudal, haciéndola visible para la chica, y rascó la barbilla del gato con una sonrisa— Me llamo Snake.
—¿Y tu idiota? —aquello hizo reír a Snake.
—Suigetsu, técnicamente seire, pero en realidad puede que sea pez luna. —dijo éste con una sonrisa sesgada.
Y aquello hizo reír a la muchacha, así que supuso que la fama de peces estúpidos también era reconocida en tierra seca.
—Yo soy Airin. ¿Humana?
—¿Lo dices como si fuera una pregunta?
—Creo que más bien un tecnicismo. —dijo ella apartándose el pelo rojizo de la cara con ojos entrecerrados.
—No sabría distinguir, mi idiota insistía en que tenías … —Snake hizo un gesto hacia su cola, meneando los dedos,— tentáculos, en vez de piernas. Como una bruja de cuento.
Airin se miró las piernas, agarró la falda del pareo mojado y frunció el ceño.
—Podría entender por qué. Es curioso, porque no encajo con las brujas clásicas de cuento aquí arriba.
Aquello hizo que Snake la observase con los ojos dorados muy abiertos y la boca a medio camino. Anir le lamió la barbilla, requiriendo su atención de vuelta.
—Anya Irina, no seas descarada. —dijo la chica dándole al gato con el dedo en una oreja. El gato se limitó a restregarse la pata por la cara con gesto satisfecho.
El sonido de chapoteo y agua revuelta hizo que dos de los tres presentes se girasen a mirar hacia el borde del espigón, por donde asomó otra cabeza de pelo blanco y piel pálida y mirada enfurecida.
—¡No se te ocurra pensar que vas a robarle el alma, bruja!
Airin parpadeó un par de veces y se volvió a mirar al seire de ojos dorados con expresión atónita. Snake resopló.
—¿Y para que se supone que quiero yo eso?
—¡Para cambiarla por piernas y engañarlo para que te de su magia, obvio! —exclamó Suigetsu arrastrándose hasta interponerse entre ambos.
—Err…
—¡No me mires así!
—¿Como si fueras tonto? —La joven pelirroja rodó los ojos con una sonrisa traviesa.— A ver, desde luego tampoco eres ninguna raya precisamente.
El sonido de ofensa aspirado y agudo que dejó escapar el recién llegado le hizo saber que el dardo había dado en la diana.
—¿Pero tenéis magia? —preguntó Airin a Snake, ignorando por completo los farfulleos de Suigetsu.
—No.
—Ah. ¿Y tú?
—Tecnicismos, si me entiendes.
Suigetsu se acercó más aún, mirándola fijamente pero con más curiosidad que ira o miedo.
—Entonces, SÍ que eres una bruja bruja. —parecía igual de satisfecho que Anir cuando se salía impune con sus crímenes.
—En realidad eso es lo único cierto de todo tu cuento. Y tampoco me gusta el pescado, así que vete olvidando de que te coma.
Suigetsu se atragantó.
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TERRIBLE TERRIBLE BRAINROTTTTTTT,
vengo a soltar esto rápidamente y me voy a vestir que tengo boda literal asjdggfñadsflhf
ale xiao vueloo~ :DD
No matter what I’m going my way
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Ser la más joven del grupo no había entrado en los planes de Aerin. Nop, para nada. Supuestamente debía ser la bola de energía que mantenía a todo el mundo contento, pero no estaba en su naturaleza comportarse así.
—Venga, haz cosas de maknae. —le dijo Alex, dándole una patadita suave con su pie descalzado.
Aerin le quitó el calcetín y lo lanzó con fuerza, pero al no haberlo hecho una bola se cayó al suelo indignamente un poco más allá. Alex y Aerin se quedaron mirando unos segundos antes de que Alex se subiera las gafas y dejase a un lado el libro que estaba leyendo y Aerin saltó del sofá tan rápido que parecía haber usado un resorte.
—Niñas, no rompáis nada —dijo Yeorum sin tan siquiera dejar de mirar la uña que se estaba pintando—. Sobre todo vuestras cabezas.
—¡Ey! ¡Una de las que está corriendo es tu mujer! —dijo Mei indignada, con los brazos en alto, intentando que ninguna de sus dos compañeras de grupo le tirasen la taza de cereales.
—¿Ya empiezan tan pronto por la mañana? —preguntó Haru, bostezando y frotándose un ojo.
—No es pronto, es que os habéis levantado tarde —le contestó Niri, palmeando la cabeza de su mejor amiga antes de darle un beso en el pelo—. Que bonita eres.
—Tengo que serlo, soy idol. —le dijo Haru, haciendo una uve con dos dedos justo debajo de un ojo.
Alex atrapó a Aerin en un abrazo apretado y Aerin se revolvió entre sus brazos quejándose como un husky en la bañera, lo que hizo al resto de las chicas reír hasta que Yeorum ordenó paz, asegurándose de que todas sus hijas hubieran desayunado antes de empezar con sus compromisos del día.
Bueno, Aerin creía que no sabía cómo energizar al grupo, pero eso era mentira.
Las chicas estaban estirando después de una buena sesión de práctica, charlando animadamente aún después de la paliza que se habían metido.
—¿Y si vamos a tomar algo? Me muero de hambre. —propuso Niri, rodando por el suelo de la sala de práctica.
—Tú siempre tienes hambre. —le dijo Aerin, tirándose encima de ella e interrumpiendo su rodaje sin fin.
—Ay… mi croquetismo. Se acabó. —se quejó Niri con dramatismo, llevándose la mano a los ojos para mayor efecto.
Aerin le puso la nariz en la axila sin querer y se levantó de golpe, sacudiendo la cabeza.
—Hueles mal, así no vamos a ninguna parte.
—¡Ey!
Yeorum agarró a Aerin del brazo y le dio una patadita a Niri, urgiéndole a levantarse.
—Aerin tiene razón, nos damos una ducha antes de salir, que luego el manager se queja de que le apesta el coche, aunque no sea verdad.
—Pero manager-nim es un quejica… —empezó Aerin y Yeorum le dio un besito en la mejilla a lo que Aerin respondió haciendo caras, aunque no se apartó—. Ew.
—Y segundo…
—No sabía que había un primero. —dijo Niri estirándose en el suelo, Yeorum le picó el costado con el pie y Niri empezó a rodar por el suelo otra vez, alejándose—. Croquetaaaaa.
—¡Segundo! Mañana empezamos a grabar el programa ese de estar casados por un día, a las cuatro ya tenemos que estar despiertas.
—Pero si son casi las nueve… —recordó Aerin, dejando caer la cabeza.
Yeorum le apretó un poco el brazo.
—¡Exacto! A la cama pronto.
—Dios, qué cruz.
Y Aerin arrastró los pies hasta el vestuario y luego hasta el coche y luego hasta el apartamento, para el entretenimiento de sus compañeras de grupo.
A veces Aerin odiaba ser idol.
—Odio ser idol. —dijo en alto.
—No, odias levantarte pronto porque anoche perdimos la escalerita y ahora son las cinco de la mañana y nos están pintando para que después lleguemos al set y nos quieran repintar los estilistas del programa. —le corrigió Mei.
—Ah, no. ¡Eso sí que no! —contestó el chico que estaba maquillando a Mei—. Me voy con vosotras, no voy a tolerar eso.
—Lo mismo digo —se sumó la maquilladora de Aerin—. No me he despertado a las cuatro y venido corriendo después de un café para que destrocen mi obra de arte.
—¡Aerin, estarás contenta! Vuestro color de hoy es el verd- ¿qué pasa que estáis todos enfadados? —preguntó la chica que se ocupaba de elegirles la ropa— ¡Levantad el ánimo, que hoy las casan! ¡Es un buen día!
—Odio ser idol… —insistió Aerin sin casi mover los labios mientras seguían maquillándola, aunque levantó las cejas al ver lo que le iban a poner—. Pero me gusta el outfit.
—Haru, escóndeme. —dijo Aerin, agachándose tras ella.
Haru se puso de puntillas, incluso puso los brazos en jarras para ocupar más espacio.
—¿Has vuelto a enfadar a la lideresa? —preguntó Haru, buscándola con la mirada.
Aerin se rió entre dientes, recordando el día que había estado llamándola así todo el rato sólo para enfadarla. Le había dolido tener que emplear tanto una palabra errónea, pero había sido divertido.
—No… —susurró detrás de Haru, que pestañaeó confundida y con interés.
—¿Niri? —intentó de nuevo.
—No, de hecho me está ayudando también. ¿Ves dónde está?
Haru escaneó el set y la vio más adelante, hablando con un chico que estaba de espaldas a ellas dos.
—Sí, está hablando con mi alguien, pero no le reconozco. Aunque por la ropa que lleva diría que es otro idol. ¿Será guapo? —Haru giró la cara un poquito hacia Aerin, sin dejar de mirar a la espalda del chico—. Tal vez me casen con él.
Aerin rodó los ojos.
—Claro, que es guapo, es mi ex.
—Oh, definitivamente te van a casar con él. —dijo Haru y Aerin se puso recta y le dio un guantazo en el brazo—. ¡Ouh!
—¡No seas gafe!
Haru se frotó el brazo antes de empujar un poquito a Aerin como reprimenda, aunque al final acabaron por escabullirse hacia un costado, cerca de donde estaban sentadas las dos chicas mayores de su grupo.
—No, pero ahora en serio, de los que has visto por aquí con quien quieres que te casen por un día. Porque hay cada pretendiente… no sabría elegir. —preguntó Haru en voz baja, cuchicheando con Aerin.
Mei se había ido con la excusa de buscar a Niri, pero en realidad estaba socializando con las demás idols invitadas. Aerin la estaba viendo sonrojarse y ponerse el pelo detrás de la oreja mientras hablaba con una rapera que conocía de sus días de trainee.
Aerin señaló con la cabeza hacia esas dos.
—Alguien tiene un crush muy fuerte… Tal vez Mei prefiere que la casen con ella antes que con un chico.
Haru miró hacia su mejor amiga y levantó una ceja.
—Ah si, no eres la única con ex en este programa. ¡No me cambies el tema!
Aerin se rió un poco pero acabó por mirar hacia un ladito, donde a un chico con el pelo rojo brillante le estaban retocando el maquillaje.
Haru se llevó la mano a los labios y abrió mucho los ojos.
—¿Hayoon de Teen Mix? Aaah, tienes buen gusto.
Y es que la mitad de la industria tenía un crush en él.
—Aaah, quien sea su esposa hoy va a tener un muy buen día. —continuó Haru.
—¿De quién habláis? —preguntó Niri, apareciendo de repente y levantando un pulgar hacia Aerin—. Ya me he deshecho de Minjae, que pesao que es, no me soltaba nunca.
Aerin notó un pinchacito en el corazón, pero no dijo nada.
—No paraba de hablar de tí. —añadió Niri y Aerin miró al horizonte como si no le afectara, aunque se sintió contenta por un momento.
—Hablábamos de con quién queremos que nos casen hoy.
Niri las abrazó a ambas y después de llorar porque no iban a casarla con ninguna de las dos dijo que en realidad no le importaba con quien la casasen mientras no fuera con Minjae.
—Definitivamente te van a casar con él. —dijo Haru y se ganó dos guantazos, uno en cada brazo, de parte de sus compañeras.
—¡No nos pueden casar a las dos con él! —gritó Aerin.
—Definitivamente odio ser idol. —murmuró Aerin entre dientes mientras miraba el papel que tenía delante.
Y es que hacía unos minutos habían casado a Niri con su ex y ahora a ella le tocaba irse a una habitación de la mano de ni más ni menos que Hayoon de Teen Mix, aguantando las miradas de celos de la mayoría de las chicas y algún que otro chico. Y lo peor de todo, los hoyitos de Hayoon de cerca. Los quería tocar.
—¿Quieres decir algo antes de entrar en la habitación? —le preguntó uno de los asistentes del programa, sosteniendo una cámara.
—¿Socorro? —preguntó Aerin y Hayoon se puso a reír antes de asegurar que la iba a cuidar muy bien.
Bueno, al menos el programa iba a tener un buen episodio viendo a Aerin ser torpe alrededor de su crush. Estupendo.
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Ava-qué? Títulos, qué son títulos? TvT
Oceanide
- [ I I ] -
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—¿Quieres más?
—¡Hmm! —Snake asintió con las mejillas llenas.
Airin le ofreció el resto de la bolsa de palomitas.
—Acábatelas que yo no quiero más, me llenan en seguida.
El seire abrió mucho los ojos y agarró el paquete con las dos manos y una sonrisa pequeñita pero encantadora, y procedió a meterse otro puñado de palomitas hasta hacer que sus mofletes se hinchasen como los de un hámster. La chica se llevó una mano a la boca para tapar el ruidito de adorabilidad que amenazaba con escaparse.
Si alguien le hubiera dicho hace varios meses que iba a llegar a tener amigos de especies subacuáticas, Airin habría buscado (y encontrado) la forma de rodar los ojos hasta el borde del universo y recordado que uno: ella no era una princesa de dibujo animado, y dos: lamer ranas en busca de efectos alucinógenos era un pasatiempo realmente peligroso. Aunque quizás tendría que haber especificado mejor; un amigo, y un incordio perpetuo. Eso ya parecía más parte del proceso habitual.
Miró de reojo al gato peluchoso que rodaba al sol sobre la madera caliente del muelle. A veces hasta era un pack dos en uno.
Una salpicadura mojó sus piernas cruzadas y le empapó los calcetines. Ah, hablando de incordios.
—¿No hay comida para mí? —el recién llegado abrió mucho la boca dejando ver un montón de dientes inhumanamente afilados.
Snake agitó la cabeza de forma negativa mientras se apartaba hacia atrás para intentar acabarse todas las palomitas de maíz sin verse obligado a compartir. Suigetsu le dio un manotazo en la cola y el otro seire replicó con un coletazo en la cara de éste sin soltar su preciada merienda. Airin estiró las piernas en medio de ambos e interrumpió la pelea antes de que escalase, sabía como acababa el programa y no quería terminar en el agua ella también.
—¿No que eras un gran depredador del mar abierto? —dijo la chica tocándole con un calcetín mojado.— No sabía yo que los tiburones comían palomitas de maíz.
—Los tiburones comemos todo lo que podamos digerir, —refunfuñó Suigetsu sobándose la mandíbula con una mano y agarrándola del pie con la otra.
—Ah…. ¿Brócoli? —aventuró Airin escurriendo el pie con una risa y dejándole el calcetín mojado en la mano.
—¡Eso no, qué asco! —el seire hizo gesto de repugnancia y hasta sacó la lengua para dejar claro su punto de vista, pegándole con la prenda como castigo a tal ofensa.— ¿Quién en su sano juicio comería árboles en miniatura?
—Eh, yo no, me dan cosita.
Humana e inhumano se giraron a observar al otro seire con cara de prejuicio. Snake se encogió de hombros.
—Yo no soy un tiburón. Y asados con salsa están buenos. Son… interesantes.
La cara de Suigetsu dejaba patente su opinión al respecto del asunto. Por su salud mental decidió seguir ignorando los gustos más que cuestionables de su amigo y centrarse seriamente en sus deberes como incordio.
—¿Qué, cuántas almas has robado esta semana? —preguntó con una sonrisa puntiaguda aupándose hasta el muelle y recostándose como si fuera una chica francesa de esas que en otros siglos pintaban en cuadros.
Hasta el borde del universo iba a rodar los ojos Airin, y ya que estaban podían arrastrar con ellos al merluzo ese también.
—Cuántas veces te tengo que decir que no robo almas, que a mí no me sirven de nada… Qué pesado eres de verdad. Ochenta kilos de rodaballo.
Snake se atragantó con las palomitas.
—¿¡CÓMO QUE RODABALLO?! —Suigetsu rodó y se agitó indignado, sacudiéndose hasta poder encararse apropiadamente con la chica— ¡Con lo feos que son los cabrones! ¡Tú no has visto un bicho de esos en la vida!
—Cada vez que voy al mercado, en la pescatería, con hielo y perejil, —dijo Airin sonriendo con cara de revancha satisfactoria.
Suigetsu boqueó lleno de dientes brillantes como el terror acuático que era y manoteó contra Snake sin conseguir que el otro seire dejase de toser y reírse entre migas de palomitas. Se arrastró hasta la muchacha que se doblaba en carcajadas y la agarró de la muñeca para que no escapase.
—¡Tócame la cola! —exclamó lleno de indignación estirando del brazo de la chica hacia sus propias escamas mojadas,— ¡TÓCAMELA!
El ruido que hizo Airin bien podría haberlo hecho una tetera hirviendo al fuego; a ella también se le escapó el aire de golpe. Su risa aumentó en tono y volumen de forma incontrolable y culebreó sin éxito como una anguila intentando escurrirse de un depredador.
—¡Pero no seas indecente! —consiguió decir la chica entre lágrimas e hipídos de risa— ¿Cómo me dices esas cosas así sin más, aquí mismo?
Snake dejó escapar una especie de trino agudo que sonó burbujeante y rodó por el borde del muelle dejándose caer al agua con palomitas y todo, presa de un histórico ataque de risa.
Suigetsu miró de donde había caído uno, a otra, y se puso como una gamba primero blanco y luego rojo. Para su vergüenza las burbujas y las palomitas no dejaban de brotar desde el agua junto a ellos.
—¡No no no no! !NO! —gritó zarandeando el brazo de Airin sin que esta pudiera dejar de reír y llorar,— ¡ESO NO! !ASÍ NO!
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Yo pensaba que tenía avatares para todos PERO NO. Porque los maleantes son de Neko. orz
tbh yo tambien soy presa del odio algunos días, EN FINS
Don't call my name
- [ It's Trouble ] -
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—¡Es la décima vez que me invocan ya ésta semana y estamos a miércoles! ¡¡A miércoles!! —rugió la figura que entró dando un portazo.
Afrodita se apartó un mechón de cabello celeste de la cara con un gesto encantador, arrugando la nariz en una expresión adorable y ladeando la cabeza tentadoramente.
—Como vuelvas a desencajarme la puerta del quicio te voy a dar una patada en el culo que te va a hacer cruzar más planos que a un arquitecto. —su voz sensual y aterciopelada contrastaba notoriamente con la hostilidad de sus palabras.
Kanon movió una mano desestimando la amenaza y se dejó caer con pesadez sobre el sofá de su amigo.
—¿Puedes cerrar esa cortina? Me está dando el sol —balanceó un pie por encima del reposabrazos del mueble mientras se removía en su asiento de modo cómico, hasta que una forma larga, oscura y sinuosa se escurrió de entre su trasero y los cojines.
—¿Y? El sol con moderación es sano, vitamina D.
—Soy un demonio de sombras, —recordó Kanon rascándose perezosamente el rabo de apariencia serpentina.
—¿Y? —volvió a preguntar Afrodita con un desdeño cautivador, como todo lo que le concernía.— No eres fotofóbico que yo sepa.
—Que me adormece, y estoy indignado y quiero disfrutar de mi enfado. —Se giró a mirarle con sus pupilas verticales casi completamente contraídas. El verde de sus ojos era muy brillante a la luz del sol.
—Eres un puñetero gato, —rió Afrodita corriendo la cortina lo justo para dejar su sofá en la sombra. Tenía una risa clara y tintineante, exquisita como el sonido de campanillas; pero por naturaleza los íncubos eran una delicia para los sentidos en todas sus expresiones.
—Mmhmm, a veces. —Kanon suspiró un poco aliviado cuando la luz dejó de darle de forma directa. En verdad estaba indignado y no quería perder la oportunidad de despotricar a placer.— Diez veces ya, maldita sea. Y hoy dos antes del almuerzo, ¿estamos locos?
Afrodita asintió mientras regaba con ojo crítico una de sus macetas, volviendo a su sesión de jardinería repentinamente interrumpida. Era la ventaja de no estar atado a hechizos de sumoneo, él mismo decidía cuándo, cómo y a quién aparecerse, y qué hacer con ellos. Por supuesto las líneas de su especie eran mucho más simples y difusas de lo que los humanos se habían empeñado en creer durante siglos; íncubos, súcubos, en realidad eran todos lo mismo, solo que cada quién elegía libremente cómo presentarse ante el mundo y disfrutar de sus preferencias. Pero las criaturitas mortales eran condenadamente tercas en sus costumbres, y pobre del que osase llevarles la contraria.
—Lo del lunes lo comprendo, porque es lunes, y todos estamos llenos de odio, —Kanon proseguía con su letanía de quejas,— ¿pero el martes? ¿Cómo leches explicas cinco invocaciones un martes?
Afrodita se llevó un dedo a los labios posándolo rítmicamente contra ellos un par de veces, y se encogió de hombros.
—¿El rencor sobrante del lunes? —conjeturó.
—¡Y además estúpidas! —el demonio agitó brazos, piernas y cola airadamente desde el sofá.— No “deshazte de mis enemigos y a cambio tendrás mi alma” o “cumple todas mis oscuras intenciones e intentaré escapar en vano porque solo un idiota o un desesperado hace un pacto con un demonio”. ¡No! ¡Ya no hay nada interesante!
El íncubo resopló por la nariz divertido, retirando las hojas muertas de su rosal.
—Son todo estúpidas estupideces. “Mata a mi suegra” Ok, bueno, ese es lógico, pero “ráyale el coche al vecino sin que sepa que he sido yo”, “quiero follarme a la mujer del jefe”, “hazme rico”. ¡Hazme rico! ¿Qué pasa, que tengo cara de ser el Banco Mundial? ¡Hhhghssgsrrghh! —Kanon dejó crecer sus uñas hasta convertirlas en garras y mostró sus colmillos afilados en una mueca de enfado.
—Encanto, comprendo que estés cabreado, pero no me arañes el sofá, —recriminó Afrodita.— Además cuando haces eso pareces un gato intentando escupir una bola de pelo, es muy poco atractivo.
Kanon gruñó un poco más, mirando a su amigo con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados.
—Disculpa, —dijo por fin, desinflándose blandamente como un gran felino peludo.
—Disculpado, —contestó alegremente el íncubo.— Debe ser por Samhain, que les altera. Cuanto más se acerca la noche de ánimas más se descontrolan. ¿Estás mejor ahora?
El demonio respondió con un ruido indeterminado, habiéndose fijado en el plato rebosante de galletas que presidía el centro de la mesa de café, olisqueando con atención.
—¿Y esto? —preguntó estirándose a coger una y saboreándola con gusto tras el primer mordisco. Agarró otra galleta con un brillo avaricioso en sus ojos verdes.
—Oh, de la zorra de la esquina.
Kanon parpadeó confuso durante unos momentos, con las migas del dulce esparcidas sobre la pechera de su camisa.
—La zorra de la esquina, —repitió.
—¿La cafetería a la vuelta de la manzana? ¿La chica con la cola de zorro? —comentó Afrodita,— Creo que no te he llevado nunca, tendremos que ir. Hacen unos postres riquísimos.
—Aaahh, entiendo, —Kanon se relamió los labios con una lengua inhumanamente larga y azul, encajando las piezas mentales del puzzle.— ¿Estás liado con ella ahora? ¿No andabas con el ninfo, silfo, lo-que-sea ese de las manzanas?
Afrodita se llevó una mano delicadamente al pecho, donde su camisa se abría de forma sugerente para descubrir el hueco en la base de sus atractivas clavículas.
—Obviamente no entiendes nada, querido. —dijo con condescendencia divertida.— Yo soy un ser libre y retozo con quien quiero, cuando quiero.
—Osea, que estáis a ratos. —Kanon descifró cogiendo otra galleta más.— Mmm, están buenas.
—Bueno, ya estará bien de que te robes mis ofrendas. —resopló el íncubo apartando el plato de las zarpas literales del demonio.— ¿No tienes más almas que consumir por hoy?
El demonio dejó escapar un suspiro cargado de hastío.
—Al paso que vamos reventaré de empacho antes del domingo, creo que no es mala idea ponerme a dieta. —rodó los ojos y se levantó del sofá de su amigo, estirándose como un gato y haciendo crujir su columna vertebral de una forma ominosa y perturbadoramente fascinante.
Afrodita lo observaba con los ojos muy abiertos y una expresión encantadoramente solemne, que si uno se fijaba bien, hacía esfuerzos por no traicionar una sonrisa que en realidad tiraba a cabrona.
—Kanon, —llamó.
—¿Qué?
—Está volviendo a pasar. —contestó el íncubo señalándolo a todo él con un gesto suave.
—¿Qué? —el demonio miró hacia la parte inferior de su cuerpo, donde efectivamente un brillo rojizo y chispeante delataba la formación de un círculo de invocación sobrenatural.— ¡No! ¡Otra vez hoy NO!
—Al menos ya has almorzado, —dijo Afrodita con sorna.
—¡NOOOOOOOOOooooooooo! —El bramido cargado de frustración de Kanon desapareció con el hechizo que lo arrastró una vez más de vuelta al plano mortal, migas y todo.
El íncubo meneó la cabeza agitando su cabello azulado de una forma que encendía las pasiones de hombres y mujeres, y siguió atendiendo a sus plantas.
-
Yo pensaba que tenía avatares para todos PERO NO.
Acabo antes si me auto-cito *sighhhh* Y sigo sin tenerlos, pero no voy a hablar de cuántos meses me cuesta acabar estas cosas porque tengo dos neuronas y a una se la lleva el aire lol.
Don't call my name (II)
- [ It's Trouble ] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/kanon2.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/sorrento1.jpg)
—¡Ya estoy harto malditos sean todos los planos! ¡Ahora verás, miserable humano! ¡Estúpido mortal indig-...y a tí se puede saber qué demonios te pasa? —sin haber dado dos pasos fuera del portal mágico Kanon ya tenía al pobre desdichado agarrado por el cuello de la camisa y con los pies en el aire. Lo que le sorprendió fue encontrárselo ya lloroso y magullado antes de que hubiera llegado a ponerle la mano encima.
Bajó al hombre de vuelta al suelo, casi con cuidado de no estropearlo más. Antes de tiempo al menos. Echó una ojeada al lugar, esperando un dormitorio lúgubre y aburrido, o un ático polvoriento lleno de trastos, como era lo habitual últimamente. Pero parecía encontrarse en una biblioteca. Las paredes estaban ciertamente repletas de estanterías plagadas de libros. Reconocía algunas ediciones de valor incalculable, y otros tantos presuntamente esotéricos que no habrían servido ni como lectura de baño. O papel higiénico.
Pero eso que brillaba metálico a la luz de las velas era una puerta acorazada. Vaya vaya, a lo mejor hasta podría ser medianamente interesante. Balanceando la cola de lado a lado volvió a poner toda su atención en el humano, que lo observaba intentando recuperar el aire.
—P-por favor… —además de unos ojos de un fascinante tono malva que no hubiera pensado que se daba entre los mortales, el hombre parecía ser consciente de con quién estaba tratando, y eso le complació.— Por favor, ayúdame.
—¿Y por qué debería? —Kanon empezó a pasear en torno a su presa, rondándolo de manera obvia, acariciando uno de aquellos rizos esponjosos con una uña afilada que hizo que el humano tragase saliva.— Me has sacado de mi descanso, para arrastrarme aquí.
Quizás estaba echándole más drama del necesario al asunto, pero era una forma como cualquier otra de juzgar si era un trabajo que mereciese la pena. Una cosa era que no pudiese evitar ser invocado si lo hacían correctamente, y otra que el hechizo le atase a algo en contra de su voluntad. Estaría bueno.
—¡Por favor, por favor, te lo suplico! —para sorpresa de Kanon, el hombre… no, el muchacho, cayó de rodillas en tierra, estirando una mano hacia él, pero sin atreverse a tocarlo.— Sácame de aquí, sácame antes de que sea demasiado tarde.
Kanon frunció el ceño. ¿Qué llevaría a un joven apuesto como aquel a pedir auxilio a un ser sobrenatural? Un demonio de sombras nada menos. El humano interpretó su gesto como una negativa, y se mordió el puño de una manga sucia y desastrada en un intento por silenciar sus lágrimas.
—¿Qué me ofreces a cambio? —era en esa parte en la que si les daba suficiente cuerda, Kanon tenía más que comprobado que se acababan ahorcando ellos solitos.
—N-no tengo nada. Sólo a mí mismo. ¿Mi alma, si la quieres? Lo que pueda darte, lo que sea, te lo daré. —el muchacho se sorbió los mocos con vehemencia desesperanzada. Kanon entrecerró los ojos, observándolo a la luz de las velas, mientras el joven miraba con aprensión hacia la puerta acorazada de la estancia, y luego de vuelta a él.— Te lo imploro, no dejes que me lleven con ellos.
Aquello bastó para decidirlo.
—¿Tu nombre? —inquirió agarrándole de la barbilla y levantando su rostro para verle la cara. Aquellos ojos malva se abrieron de par en par.
—¡Sorrento! —Kanon palmeó su cabeza como haría uno con un niño pequeño o una mascota obediente.
—Pues bien, Sorrento, —dijo agarrando su mano y ayudándole a levantarse del suelo,— ahora vas a hacer lo que yo te diga. Agarra una de esas velas, y quédate en el rincón más alejado de la puerta. Y estate muy quieto.
El muchacho obedeció sin rechistar, y Kanon procedió a frotar la suela de su bota sobre el dibujo del suelo mediante el que había sido invocado, deshaciendo la tiza y emborronando el hechizo más allá del reconocimiento. Apagó el resto de las luces con un gesto descuidado de muñeca, dejando la estancia en penumbra casi completa, y sonrió con muchos dientes brillantes y afilados.
—Es hora de jugar con los niños grandes~ —canturreó. La forma en que su voz reverberó por las paredes, viniendo de todas partes y ninguna al mismo tiempo erizó el vello de Sorrento, que tragó saliva tembloroso.
La puerta empezó a abrirse poco a poco, ominosa, y el sonido de la agitación exterior se derramó dentro. Cualquiera con un mínimo de sentido común habría notado el ambiente enrarecido y se lo habría pensado dos veces antes de meterse en un sitio así, pero Kanon contaba con que no iban a ser seres del todo… racionales, los que iban a entretenerle en pocos segundos.
Y probando estar en lo correcto, la algarabía de voces discordantes no tardó en asomarse a la cámara.
—¡Aquí está! ¡Vamos, no dejéis que vuelva a escapar!
—¿A dónde creías que ibas, chiquillo estúpido? —Un par de hombres portando antorchas y encapuchados con túnicas largas se adentraron entre las estanterías. Kanon, oculto a su vista, se relamió los labios.
—¡No estropeéis a mi niño! —recriminó una voz de mujer con aire santimonioso.— Si el sacrificio no está en buenas condiciones el dios no descenderá.
De repente una de las figuras que se asomaban en el quicio de la puerta dejó salir un ruido sofocado, húmedo y gorgoteante, y pareció consumirse sobre sí misma, deshaciéndose en volutas de humo oscuro que dejaron caer las ropas al suelo en un gurruño descuidado. Kanon se dejó entrever sin tomar cuerpo del todo sólido, lamiéndose la sangre espesa que goteaba de sus dedos con aquella lengua larga y azul, de todo menos humana.
Aquello atrajo la atención de los incautos de forma efectiva. Empezaron los gritos y el miedo. Y aunque el banquete fuese de una calidad discutible, el espectáculo de caos y tumulto no fallaba en ponerle de buen humor.
Sorrento no alcanzó a ver cómo el demonio que había invocado acababa con los miembros de la secta a la que pertenecía su madre, estaba muy oscuro para su vista. Pero no apartó los ojos cuando a la luz de la única vela que él portaba. Kanon desgarró la garganta de la mujer y sorbió su alma con una sonrisa amplia, demasiado amplia, mientras su cuerpo se agitaba en convulsiones, hasta finalmente desaparecer. Después se giró hacia el muchacho, limpiándose los labios y la barbilla meticulosamente con los restos de la túnica, y lo que vio le llenó de satisfacción.
—¿Ahora me toca a mí? —preguntó ya sin atisbo de miedo, con resignación.
Kanon resopló por la nariz, divertido, y levantando un dedo elegante le indicó que se acercase a él. Y Sorrento se acercó. El demonio puso el libro de conjuros en sus manos, y sopló la vela, dejándolos completamente a oscuras. Llevó una mano con uñas largas pero ya no garras hasta su nuca, enredando los dedos entre sus rizos, y lo atrajo hacia él.
El muchacho notó el aliento húmedo y cálido contra su boca, y por reflejo entreabrió los labios.
—Si necesitas algo de mí, dentro de límites razonables, ya sabes cómo encontrarme. —los dientes afilados de Kanon mordisquearon el labio inferior del joven, que gimió sintiendo la lujuria apoderarse de él.
El demonio lo besó entonces, rudo, forzoso, con lengua, mucha lengua, y mordiscos propietarios marcando su nuevo territorio, invadiendo su sangre con una ola caliente y libidinosa que se extendió por todo su ser, arrasando cualquier rastro de coherencia en su mente.
—Y si simplemente quieres hablar, —aquella lengua azul lamió el rastro de saliva que manchaba las comisuras de sus labios, con la misma expresión traviesa y juguetona que danzaba por el rostro de Kanon,— llámame, suelo tener los viernes libres.
Y con un guiño y un beso al aire, desapareció en un remolino de sombras extrañamente chispeantes.
Y Sorrento se quedó ahí, terriblemente confuso ante su destino y con una erección de lo más incómoda, pero apretando el libro de hechizos contra su pecho.
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Aporte de Jalowín,
(que lleva una semana esperando y casi se me olvida subir :_D) Casa Encantada Tercer Capítulo.
Literalmente en mi doc se llama (Fëanorian Haunted House AU) xDDD
Las dos partes anteriores enlazadas aquí (http://write.btproject.org/31/shot-thru'-the-heart-!-127776/msg9869/#msg9869) .
Deep down my Soul
- [Hearts Awakened, Live Alive] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/noctis2.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin07.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/feanorians1.jpg)
El ruido de un motor potente por el camino de grava hizo que Airin levantase la cabeza de las tejas que estaba arreglando; el claxon que sonó rítmicamente siete veces hizo que soltase todo con prisas y estuviera a punto de caerse al vacío hacia atrás desde el tejado.
—¡IIIhhhh jod-!! —una corriente repentina de aire frío la empujó contra el saliente de una de las ventanas y se agarró al postigo como una ardilla.
—¡Que se mata!
—Oscuridad, qué susto me ha dado. —maldijo el espectro que se había puesto en medio.
—¿Pero está bien?
—Ok, ok, estoy entera, estoy entera, —murmuró la chica como si estuviera respondiendo a su pregunta. Por algún extraño motivo hacía eso con frecuencia.
Agarró la escalera que se apoyaba contra la cornisa con el pulso todavía errático, pero en cuanto vio quién se asomaba por la verja de hierro se dejó deslizar hasta abajo como si fuera un tobogán y se soltó las cuerdas de seguridad a trompicones, echando a correr hacia las puertas.
—¿Está mi princesa en este castillo? —sonrió un joven moreno y de cabello tirando a largo y despeinado.
—¡Noooct! —Airin abrió la verja y se le colgó del cuello de un abrazo, a lo que el chico respondió dándole vueltas en el aire entre risas.
Todos los fantasmas que se habían ido congregando poco a poco en torno a la entrada observaban en silencio, mirando de reojo de vez en cuando al más alto de ellos.
Cuando por fin la dejó en el suelo Airin le pegó en el hombro señalando hacia el tejado con la mano libre.
—Que sepas maleante, que casi me matas de un susto. Eres una amenaza Noctis Lucis Caelum.
—¿Lucis Caelum? No me lo puedo creer ¿Es literalmente su nombre?
—Shhh!
El joven se puso más pálido de lo que ya era, y le agarró la cara con las dos manos.
—¿Pero estás bien? —Varios de los espectros asintieron con aprobación, el chaval parecía decente pese a todo.
—No te preocupes, solo ha sido el susto, —Airin le quitó importancia.— Además sé que tú nunca me dejarías colgada.
—Eres. Horrible. —Noctis la empujó con cara de asco, y aunque la chica se echó a reír varias de las figuras transparentes se agruparon entre ellas con preocupación.
—¿Nelyo?
El aludido negó con suavidad flotando con un aire de nostalgia.
—Finno y yo también bromeábamos así de vez en cuando.
—Noct de verdad, no es para tanto, fue un accidente tonto y ya no me dan tanto miedo las alturas. —la chica le estiró de un mechón suelto.
—Yo que venía a rescatar a una princesa encerrada en la torre y resulta que te habían encerrado pero por amenaza. ¿Qué demonios haces colgándote de los tejados? —dijo él rodando los ojos enfurruñado y analizando la casa con gesto crítico.— Dice Prom que tu herencia viene con fantasmas.
—No todos tenemos dinero como para contratar un equipo profesional. —Airin se encogió de hombros.— Claro que viene con fantasmas, ¿si no de qué me iba nadie a dar una casa en propiedad? Algo turbio tenía que tener.
El joven dejó de sacar las bolsas de supermercado del coche para mirarla muy serio.
—¿Pero son tus antepasados?
—Si. —la chica asintió con sencillez, y sacó el móvil del bolsillo dándoselo con la carpeta abierta.— Antes de que digas nada, mira las fotos que hice a las pinturas.
—¡Ooss- curidad! —exclamó Noctis llevándose una mano a la boca.
—¡Ese lenguaje! —Amonestó el último aparecido.
—Como si tú pudieras hablar, Curvo.
—¿Qué? —comentó Airin abriendo una caja de palitos cubiertos de chocolate y metiéndose tres en la boca.
—Qué fuerte. Que podríais pasar por hermanos. Este de aquí casi tiene tu cara. O tú su cara, lo que sea. ¿Cuántos siglos lleva tu familia fotocopiándose?
Airin hizo ademán de darle una patada, pero se contuvo y en vez de eso le empujó con el hombro.
—Mira, Centésimo Décimo Cuarto Heredero de la Sangre de Lucis, no te pego porque eres mi primo.
—¿SU PRIMO?
—Nienna dame paciencia, no otra vez.
—Y cuanto más primo más me arrimo. —sin embargo la sorna del muchacho hizo reír a unos cuantos de los espíritus.— ¿Aunque sea político y de segunda mano?
—Qué le vamos a hacer, eres idiota pero te quiero. —Airin se encogió de hombros.
—Le dices lo mismo a Prom. —comentó Noctis mordisqueando él también un palito de chocolate.
—Se aplica el mismo principio. Estoy rodeada de idiotas, una vez lo tuve asumido las cosas empezaron a rodar solas. Será tu mejor amigo, el amor de tu vida y tu futuro marido cuando le eches huevos, pero es que estáis al mismo nivel de idiota.
El chico se atragantó y los fantasmas se agitaron con tanto revuelo que una corriente de aire frío hizo arremolinarse un puñado de hojas junto a ellos.
—¡Airin! —tosió Noctis acalorado.
—¿Era un secreto? —preguntó la chica momentáneamente confundida.
—¡Moryo!
—¿Qué tengo yo que ver en eso?!
El moreno sólo escupió migas y se tapó la cara con las manos agachándose de espaldas a ella.
—Noct, Noctis corazón, —Airin se agachó a su lado agarrando sus manos y apartándoselas para poder mirarle la cara,— mi príncipe, mi caballero de brillante armadura, única persona normal de mi último curso, te juro por lo que quieras que no iré diciéndolo por ahí ni te haré bromas si hay más gente y te avergüenza. Pero yo pensaba que ya estabais juntos.
—¡SIN JURAMENTOS MALDITA SEA! —se irguió el más antiguo de los espectro como un vendaval
—¡PADRE YA BASTA! —el más alto se enfrentó directamente a él con un crujido humeante en el aire.
El fogonazo brillante de algo que parecía una bengala prendiendo de imprevisto lo envolvió todo por un segundo, en el que Noctis cogió a la chica entre sus brazos y rodó hasta detrás del coche, apartándolos del estallido.
—¿Qué demonios ha sido eso…?
—No. No. —sentenció Airin apartándose el pelo de la cara en el silencio súbito, con una mirada de furia que amedrentó e hizo retroceder a aquellos a los que ni siquiera podía ver. Se levantó y caminó despacio de vuelta a la verja de hierro señalando hacia dentro de la casa como si fuera una figura de fuego divino que había alcanzado el límite de su paciencia con ese juicio.— Me cago en mis muertos frescos y viejos, aquí se han acabado las tonterías. Es MI casa, y es MI herencia, y haré y diré LO QUE ME DÉ LA GANA, CON QUIÉN ME DÉ LA GANA Y SI NO OS GUSTA ME DA IGUAL Y SI NO VAIS A RESPETARLO ENCONTRARÉ LA FORMA DE METEROS PARA SIEMPRE JAMÁS EN EL SÓTANO Y PERDER LA LLAVE HASTA QUE SE ACABE EL MUNDO, ¿ME HABÉIS OÍDO, PAJARRACOS DE MAL AGÜERO?
Sus palabras resonaron por el jardín llegando lejanas pero claras hasta dentro del edificio, donde ocho figuras semitransparentes se agolpaban en un rincón sin decir nada pero con distintos grados de la misma expresión desorbitada.
La joven resopló, repentinamente cansada, y se apoyó contra la puerta cerrando los ojos.
Noctis se dejó caer sobre el capó del coche con esfuerzo y miró con lástima los palitos de chocolate esparcidos por el suelo.
—Venga ya. Heredas una casa encantada y asustas tú a los fantasmas.
—De casta le viene al galgo, y tal. —murmuró Airin sin energía.
—Pff, casi me dan pena de la que se les viene encima, pero algo habrán hecho. ¿Les das tiempo a que se escondan y te invito al burger?
—Porfa, sí. —La chica se dejó abrazar y llevar hasta el coche, mientras el más alto de los espectros observaba a través de una ventana.
—Cuervos de Mandos, después de todo. —el espíritu meneó la cabeza mirando las bolsas de compra abandonadas junto a la verja de hierro con una sonrisa agridulce.
—Lo siento tanto, Nelyo… —murmuró el otro a su lado.
—Deberías probar a demostrarlo padre. Todo es distinto ahora, el mundo no funciona igual.
—¿Tú la has visto?
—Ha pasado demasiado tiempo para que sigan existiendo Palabras de Poder. Aunque es obvio que es de nuestra sangre, de alguna forma.
—Nelyo, ¿tú..?
—No. Nunca de sangre.
—Hm, ¿Entonces quién?
—Tienes cinco hijos para elegir, y puede que hasta un nieto.
—¿Tyëlpe? ¿Tú crees que fuese suya?
El espectro se encogió de hombros con un parpadeo de luz, observando cómo las hojas caían de los árboles arrastradas por la brisa.
—Solo Vairë podría decirlo, si es que aún existe.
tbc
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¿Yo teniendo iconos ya hechos? No me reconozco xD
Este es el mes en el que Milo BRILLA. Es la estrella de todos los memes lol.
Baby, the Stars Shine Bright
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(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/milo1.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/afrodita3.jpg)
Milo llevaba la cuenta de los compases de la música en su cabeza, midiendo el tiempo para voltearse con el ritmo adecuado en el momento preciso y hacer que sus cabellos rizados ondeasen suaves pero seductores al viento proporcionado por un par de ventiladores estratégicamente colocados algo más atrás que las cámaras.
La luz de los focos le deslumbró y entrecerró un poco los ojos sin querer, pero no llegó a fruncir el ceño ni cambiar el gesto.
—¡Así así! —oyó exclamar al director, y de repente. — ¡No no no, corten! ¡CORTEN! ¡La luz está mal, es fría, DEMASIADO fría!
Milo, que estaba a dos pasos de ser considerado un bocado de freidora embadurnado de aceite y brillando asfixiado pero hermoso bajo la potencia de los focos, tenía una opinión muy distinta al respecto de la temperatura.
—Señor dame paciencia, —murmuró entre dientes intentando sacarse de la boca un pelo pegado a los labios.— Ugh.
—No te preocupes Milo, la culpa es de estos ineptos que me han endosado en iluminación, —el director de rodaje se le acercó con un rollo de papeles bajo el brazo y afortunadamente no intentó tocarle porque se habría quedado pegado,— tú lo estás haciendo estupendamente, te esfuerzas y además tienes un talento claramente innato.
—Ay gracias, se intenta. —dijo Milo haciendo un ademán blandito con la mano al cual el director sonrió complacido.
No sabía qué clase de talento había que tener para poner cara de idiota intensito en tres cuartos frente a la cámara, más allá de ser razonablemente guapo y dejarse vestir, peinar y maquillar hasta la incomodidad. Igual era el trato con la gente, pero la verdad es que todos en el equipo de grabación habían sido bastante agradables.
Desde que Milo se había mudado a la ciudad su carrera parecía haber despegado con el infinito como horizonte. Tenía que reconocer que Luken había estado en lo cierto, aunque aún no sabía como sentirse al respecto del cambio. Tampoco es que tuviera mucho tiempo libre como para detenerse a sentir conscientemente, sus días se medían en jornadas de trabajo de doce horas mínimas y el trajín constante de idas y venidas entre estudios, decorados, exteriores y salas de peluquería y maquillaje. Los días afortunados podía escamotear una siesta a escondidas bajo la capucha y con los auriculares puestos.
—Ahora eres una estrella cariño, —había dicho Luken esparciendo polvo iluminador dorado por sus clavículas desnudas,— te acostumbrarás.
—Yo no estoy tan seguro. No pretendía que todo fuera tan… —Milo había señalado vagamente a su alrededor con ambas manos en un gesto de impotencia, haciendo reír a su novio.
—Eso es porque estás en plena subida meteórica, en cuanto la histeria se tranquilice y tu sitio se asiente todo será más tranquilo. Además eres un encanto, todos van a querer cuidar bien de ti.
Milo no había contestado más a eso porque el jefe de edición había considerado su maquillaje suficientemente deslumbrante y lo habían encaminado de vuelta al set. Sí que era cierto que todos solían ser amables con él.
Desde la terraza del ático de Luken se podían ver las luces del centro económico de la ciudad, emitiendo un resplandor que hacía que el azul oscuro del cielo nocturno se destiñese en tonos cobres y rosados al otro lado de la bahía. Milo exhaló, apoyado contra la barandilla, y observó el vaho de su aliento desvanecerse en el aire.
—¿Qué haces ahí fuera? Te vas a enfriar.
—Dice el que va descalzo.
Luken se encogió de hombros sin darle importancia a la temperatura de las baldosas; tenía los pies hechos polvo, el frío en las plantas le resultaba aliviante. Pero igualmente abrazó al otro cuando éste escondió la cara contra su cuello.
—¿Qué haces mañana?
—Nada. —murmuró Milo con satisfacción.— Y tú tampoco, lo he mirado en tu agenda.
—Hmm, ¿y si nos vamos esta semana a tu pueblo?
—¿Eh? —Milo levantó la cabeza para mirar a Luken con gesto confuso.— ¿Y eso? ¿No decías que se te quedaba pequeño?
—Y sigue igual, pero como vacaciones no estaría mal.
—Desconectar un rato…
—Es lo que tiene la falta de cobertura, —refunfuñó el mayor con una media sonrisa. La brillante estampa multicolor del panorama urbano reflejada en los ojos de Milo era hermosa, pero Luken aún tenía el recuerdo de su figura recortada contra el cielo estrellado de la campiña.— Además, aquí no se ven las estrellas.
—¿No soy suficiente estrella para tí? —bromeó Milo mordiendo su hombro suavemente.
—Eres la constelación entera, cariño, una súper estrella. Brillas tanto que apagas mi propio resplandor, y no puedo tolerar eso. —respondió Luken pellizcándole en el costado al mismo tiempo que rodaba los ojos.
—No no, no podemos tolerar eso, de ninguna manera. —rió Milo. —¡Más glow!
—Ugh, eres lo peor, —protestó su novio dirigiéndole una mirada altiva por encima de su nariz,— recuerda quién te descubrió, no estarías en el firmamento si no fuera por mí. Sólo por burlarte me llevo la lamparita de noche.
—¡No no no, la que proyecta en el techo no! ¡Mi prueba cósmica de amor eterno! Está bien, ser caprichoso, escapémonos unos días fuera de la civilización.
Luken le besó la nariz con una sonrisa.
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Prompity prompt! (Qué hambre me ha hecho pasar el fic ;; voy a buscar mi cena.)
While putting your favorite condiment on a sandwich, you accidentally make a magical occult symbol and summon a demon.
SI. EL HAMBRE. QUE PESADILLA DE HOMBRE CON SU ODA AL PUTO SANDWICH. (y que lo diga yo... lol)
Segunda parte de esto (http://write.btproject.org/31/shot-thru'-the-heart-!-127776/msg10038/#msg10038) de quién sabe cuántas, como todo aquí :_D
I’ll make you say wow
- [And we are out of control] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/sephiroth7.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin07.jpg)
No sabía a quién se le había ocurrido aquello de que los demonios se deleitaban con las almas de los inocentes, pero claramente se lo había sacado de la manga. No había nada que saborear en ellas, eran insípidas como un vaso de agua embotellada de mineralización débil. Eran valiosas como monedas de cambio, sí, pero poco más. Las almas de los culpables sin embargo, eran en verdad las que resultaban nutritivas para los seres de su clase.
Aunque empezaba a tener sospechas de que más que hubiera pocos que pudieran contarse como de su clase, él fuese su propia categoría a parte. En realidad Sephiroth tampoco había notado grandes diferencias en dejar de consumir la esencia de otros. Tal vez menos cambios de humor bruscos, pero siendo sincero consigo mismo los estallidos de odio ira y destrucción le resultaban tan agotadores que eso sólo podía contarlo como un beneficio a largo plazo.
Y como ya le importaba más bien poco lo que otros entes de su presunta especie y plano habitual pudieran pensar de él, si tenía que elegir, donde estuviera la comida mortal excesivamente dulce, salada o refrita y llena de grasa no había comparación.
De hecho aún seguía pensando en aquel bocadillo de bacon con queso bañado en salsa dulce y ahumada que le había manifestado en una invocación por accidente. Y estaba seguro de que había sido un accidente porque la muchacha había parecido más sorprendida e indignada por las apariciones a altas horas de la noche que aterrada de encontrarse ante su presencia. Y había consentido en compartir parte de su cena, aunque la manera en que lo había hecho le recordaba más a un pacto mutuo de no agresión entre depredadores que al debido pago por su desplazamiento.
Sea como fuese el caso es que Sephiroth se había quedado plenamente satisfecho con la consecuencia, y lleno de curiosidad al respecto. Si había enredado hilos a cambio no era para tanto, después de todo, favor con favor se paga.
Pero había pasado más de un mes y no había vuelto a saber nada de invocaciones, ni de la cortés joven, ni mucho menos de manjares fundidos obscenamente exquisitos. Y además de la gula le carcomía la necesidad de fisgar, y tener el plato vacío ahí a la vista como recuerdo constante no era productivo para mantenerse a raya.
Y como no tenía nadie a quien deberle explicaciones por qué no dejarse arrastrar de nuevo por la curiosidad, pensó localizando en su mente las coordenadas del lugar donde había ingerido aquel último obsequio de leyenda.
—¡Aaahhh! ¡Joder joder un fantasma! ¡Socorro! ¡Atrás Satanás! —una especie de humo negro que parecía al mismo tiempo deshacerse y enroscarse en volutas electrificadas con un extraño brillo metálico fue creciendo hasta formar una figura humanoide de apariencia cada vez más sólida.— ¡Aaahhh! ¡AAARGHGGHH! ¡SORROCO! ¡ASDHFFjdskdhfaaahh?!
Descontento pero entretenido Sephiroth observó al pobre desgraciado correr como un pollo sin cabeza desgañitándose hasta alcanzar un registro poco habitual en las cuerdas vocales humanas antes de encerrarse en el cuarto de baño lloriqueando de forma patética y avergonzante.
La minúscula vivienda no tenía el mismo aspecto que la primera y última vez que se había encontrado en ella. Eso quería decir que su objetivo ya no residía allí, y que iba a tener que hacer un esfuerzo extra por dar con ella de nuevo. El demonio frunció el ceño con fastidio, y llamó dos veces a la puerta del baño, de donde solo salieron gemidos aterrorizados.
Cambiando de planes, Sephiroth rodó los ojos con infinito desprecio y perdió corporeidad con lentitud, intentando hacerse con un rastro de la esencia que buscaba mientras se desvanecía del lugar.
Ah, tal vez esa…
Airin tenía todas sus cosas en cajas de cartón aún sin desempaquetar y le daba igual. Le daba tan igual que se había pedido una pizza familiar aberrante con extra de colesterol para ella sola y pensaba comerla en el suelo entre los montones de embalaje aún precintado, porque tenía tres días libres pagados consecutivos y el colchón nuevo esperando ser estrenado. Y estaba tan cansada de arrastrar paquetes que también le daba igual dormir en la indignidad dentro de su nuevo apartamento de cocina-salón y una (1) habitación por una noche. O las que hiciera falta.
Pero la pizza primero.
Abrió la tapa y observó fascinada la unión sobrenatural de la mozzarella fundida entre el queso de cabra y la cebolla caramelizada con el jamón, el bacon, el maíz y el pollo con salsa de barbacoa; semejante perversión alimentaria iba a ser su cena, desayuno y siguiente comida de mediodía si llegaba. Muerte y destrucción con matrícula de honor.
Levantó el cuchillo, porque los pobres no tenían para cortador rotativo y ella aún estaba saliendo de ello, estudiando con detenimiento por dónde partir el primer pedazo cuando le pareció escuchar una especie de siseo amortiguado.
Airin entrecerró los ojos. Tenía un arma punzante en la mano y hambre suficiente para cometer uno o varios crímenes si el universo decidía intentar estorbar su cena.
La sensación del movimiento del aire le llegó al mismo tiempo que alcanzó a ver un rastro de neblina oscura deshaciéndose en torno a la figura de un hombre. Un hombre que no era tal porque tenía cuernos y uñas que acababan en garras negras, una coloración que no era posible en un ser humano sin edición digital, y ojos brillantes que le observaban con una pupila vertical haciéndose cada vez más redonda, como si fuera un gato interesado.
Un ser humanoide de apariencia masculina que llevaba un plato en las manos.
Airin lo miró con sospecha de abajo a arriba. Un registro razonable, susurró su mente recordando el día de su auto-despido apenas un par de meses atrás. Con bacon y queso.
—Venga ya, qué cara más dura. —dijo la joven con incredulidad hostil y sin bajar el cuchillo.— Y además ese plato es mío.
Los labios del hombre se curvaron ligeramente hacia arriba en una sonrisa pequeña y satisfecha, y estiró la mano hacia ella, tendiéndole el plato.
Airin rodó los ojos hasta el infinito con un resoplido de hartazgo, cortó la pizza por la mitad y señaló hacia el trozo opuesto con un gesto de cabeza.
Sephiroth se dejó caer sentado con las piernas cruzadas en un movimiento fluido y grácil, y juzgando con prudencia esperó a que la joven hubiera cortado varios trozos y soltado el cuchillo antes de estirar la mano hacia la comida. Sin mediar ningún accidente que subsanar había vuelto a compartir su alimento con él a pesar de haberse manifestado por iniciativa propia, aunque esta vez la muchacha sí que iba armada y definitivamente no le tenía miedo.
Hmm. Era todo muy, pero que muy interesante. Y la pizza desprendía un aroma exquisito.
tbc... again?
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Hoy si, ya no se me olvida más postear, que llevo una semana perdida por la galaxia :_)
(Neko plz vuelve necesito mi otra mitad de neurona y desayunar fics ;; O NO, YA VOY YO)
Prompity prompt! (Qué hambre me ha hecho pasar el fic ;; voy a buscar mi cena.)
While putting your favorite condiment on a sandwich, you accidentally make a magical occult symbol and summon a demon.
Parte 1 (http://write.btproject.org/31/shot-thru'-the-heart-!-127776/msg10038/#msg10038) , parte 2 (http://write.btproject.org/31/shot-thru'-the-heart-!-127776/msg10873/#msg10873)
I’ll make you say wow
- [Let it shine] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin07.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/sephiroth7.jpg)
Airin no sabía qué clase de ser era aquel hombre, pero por la forma despreocupada en que se había llenado la boca de su cena y masticaba a dos carrillos con evidente satisfacción quedaba claro que al menos de entrada era ella el elemento hostil en esa extraña relación.
Se llevó primero a la boca los trozos de maíz que corrían peligro de convertirse en proyectiles de grasa mientras sopesaba datos y circunstancias, y por si acaso, se acercó más la caja de pizza que estaba utilizando como plato.
Porque aún no había desenvuelto sus platos de verdad, apenas una docena de ellos en total y cada uno de una madre, pero de los cuales le había estado faltando uno desde hacía un par de meses.
Exactamente el plato que su misterioso comensal se había llevado por toda la cara. Y aunque el queso fundido reinaba supremo e indiscutido en su corazón, Airin tenía que reconocer a regañadientes que era una cara bastante atractiva.
—¿Qué quieres de mí? Aparte de mi comida, quiero decir. —dijo la chica mordiendo la masa alrededor de un trozo de bacon sobre el cual enrolló la mozzarella infinita.
Sephiroth tragó y se llevó una servilleta de papel a los labios sin quitarle los ojos de encima, y Airin tuvo la curiosa imagen mental de un gran depredador esperando ver si recibía migajas de recompensa.
—Nada. —El hombre esbozó una sonrisa pequeña pero enervante que sin embargo no tuvo efecto en su anfitriona, y estiró la mano hacia la botella de refresco, divertido.— Aparte de tu comida, quiero decir.
Como un rayo la botella desapareció del alcance de sus dedos y Sephiroth frunció el ceño contrariado. Qué reflejos, maldita sea.
—No sé de qué infierno vienes pero tienes más cara que espalda. ¿Te autoinvitas a mi casa, te comes mi cena y te llevas mis platos? Y encima tienes el cuajo de decirme eso. —con la botella a resguardo bajo un brazo Airin agarró el cuchillo de nuevo con la otra mano.— Tú no sabes lo que estoy dispuesta a hacer por tener mis tres días de vacaciones y mi comida en paz.
—Técnicamente es más un espacio vacío de limbo que un infierno, —corrigió el presunto demonio estirando el brazo intentando en vano hacerse con la botella o el cuchillo, lo que primero alcanzase.— el mayor sufrimiento es el aburrimiento. Y tú me invitaste primero.
—¿Desde cuándo la salsa barbacoa sobre un sandwich de bacon frito con queso fundido es una invitación? Sé serio.
Sephiroth se encogió de hombros, pellizcando un trozo de bacon con delicadeza entre sus garras oscuras y llevándoselo a la boca con satisfacción.
—No es tanto el qué sino el cómo.
—No tengo por costumbre dibujar pentagramas en mis bocadillos. —dijo Airin con desconfianza mientras sacaba uno de los vasos de plástico que le habían entregado con la pizza y lo ponía sobre la mesa.
El hombre negó con la cabeza, esperando a que le sirviera la bebida a regañadientes.
—No lo entiendes, los pentagramas son símbolos de protección. Lo que dibujaste fue mi nombre.
—¿Y eso hizo que te aparecieras directamente en mi cocina? No lo sé, parece invento.
Sephiroth dio un trago largo al refresco, notando las burbujas del gas cosquillear en su garganta, mientras pensaba cómo explicar las circunstancias de la situación sin poner en peligro un futuro acceso a todos aquellos alimentos obscenos y grasientos que de repente parecían estar a su alcance. Finalmente suspiró, decidiendo ofrecer una aclaración verídica.
—Verás, una invocación tiene que seguir unos pasos, hay un método para ello, y normalmente uno no puede elegir simplemente no responder.
—Ajá, la burocracia es igual en todas partes. —dijo la joven dando un mordisco a un nuevo pedazo de pizza.
Sephiroth resopló una risita por la nariz e inclinó la cabeza con aquiescencia.
—El equivalente más cercano sería… por decirlo en términos actuales, un mensaje personal directo.
La joven dejó de masticar con los ojos muy abiertos y parpadeó varias veces con lentitud.
—Ño-
—¿Sí?
—Ño me vaz a decir —Airin levantó una mano en el gesto universal de “stop” mientras con la otra se tapaba la boca llena para hablar con decencia alrededor de la comida.— que loz demonioz tenéiz redez zocialez.
El aludido abrió la boca, la cerró, y ladeó la cabeza entrecerrando los ojos.
—En realidad con las redes humanas actuales ya hay suficiente perversión en este plano sin intervención de planos exteriores. —dijo clavando la punta afilada de una garra en el cartón de la caja de pizza y estirando discreta y suavemente en su dirección.— Además no he dicho que sea un demonio.
La joven plantó el puño cerrado con fuerza sobre el embalaje, frenando su robo sin amedrentarse.
—Tienes ahí el plato que me robaste aún lleno. Ésto es mío y para mí. —dijo mirándolo fijamente como si no fuera nada más intimidante que un gato mal portado, a lo que Sephiroth apretó los labios hacia arriba con decepción.— No lo has dicho, pero está claro que humano lo que se dice humano no eres, tienes garras y cuernos.
—Y no te asustan. —confirmó él.
—Por favor… —desestimó la chica rodando los ojos,— no conoces lo que es el miedo hasta que la impresora decide por motivos desconocidos y aleatorios que no colabora, el último día de entrega de un proyecto.
Sephiroth visualizó la escena en su mente y frunció el ceño.
—Que falta más total y absoluta de respeto.
Airin se señaló a sí misma con gesto de interrogación y el demonio negó con la cabeza.
—La máquina. —aclaró con seriedad.
—...mira. —la joven cerró los ojos, respiró profundamente y procedió a rellenarle la bebida de nuevo.— Te puedes quedar por hoy.
El demonio movió la cabeza levemente dejando que su cabello se deslizase sobre su rostro con una cualidad casi líquida, y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba de forma sutil mientras agarraba su vaso de plástico con satisfacción.
—¿Sólo por hoy? —preguntó ocultándose tras el refresco y entornando los ojos con interés creciente.
La joven le observó con la mirada fija durante un puñado largo de segundos, evaluándolo abiertamente.
—No piensas pagar por la comida. —afirmó con toda la certeza del universo cargada en tan sólo seis palabras.
—Ah. —Sephiroth se veía sorprendido de nuevo, había contado con poder llevarse al estómago más cantidad de colesterol gratuíto antes de verse obligado a regatear, pero ahora que lo tenía literalmente en las manos se negaba a soltarlo. La avaricia era después de todo algo innato.— Podemos negociar formas de pago.
—Ni borracha. —cortó tajante la chica.— Hay tres grandes leyes en esta vida: No jugar con las inversiones en bolsa, No hacer tratos con demonios, y No hacer el trabajo de los jefes a cambio de nada.
—¿En ese orden? —preguntó el demonio perplejo.
—No necesariamente, yo diría que la más importante es la última, pero cada cual tiene sus prioridades. —Airin se encogió de hombros.
Sephiroth se llevó la servilleta de papel a los labios, pensativo. Tenía que reconocer que como precauciones eran bastante sensatas.
—Lo de la entrevista con The Star fue cosa tuya, ¿verdad? —inquirió Airin pasando los dedos por el borde del cartón de la caja de pizza.
—Favor con favor se paga, ¿no es cierto? —tampoco es que a Sephiroth le hubiese costado esfuerzo enredar algunos hilos y mover un par de carpetas a cambio de la mejor invitación de cena que había tenido en varios siglos.— Piénsalo.
—Y el favor original fue un mensaje directo para que te zampases mis sobras. —Airin frunció el ceño, sopesando varias posibilidades en su mente.
—Tú me llamaste, y yo respondí. —el demonio se encogió de hombros con una sonrisa sesgada.
—Tú elegiste responder. Porque podrías haberlo ignorado, fue un accidente y no una invocación. —dijo la joven levantando una ceja y doblando la lengua entre los dientes.
—Maldición. —rezongó Sephiroth rodando los ojos sabiendo que se la había jugado y le habían ganado la partida.— Me pudo la curiosidad.
Airin apoyó el codo sobre la mesa y la barbilla sobre la mano, observándolo con una expresión satisfecha consigo misma que a Sephiroth le resultó extrañamente encantadora.
—Y que los repartidores no salen de su barrio, menos van a cambiar de plano.
La carcajada que se le escapó le pilló más por sorpresa a él que a ella. Ahora estaba definitivamente decidido a asegurarse un lugar ahí.
tbc... mmmaybe?
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Yo no iba a postear esto aún, pero con el caos se me ha olvidado qué día era y ahora no encuento mi jalowin coso, lloro :_V
anyway, estrenamos nuevo tag(?)
Dernière Danse
- [Je danse avec le vent, la pluie] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin11.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/neuvillette1.jpg)
Neuvillette tenía un cierto número de arrepentimientos en su haber, pero ninguno tan molesto y al mismo tiempo frívolo como el último de ellos.
En algún momento irónicamente falto de juicio se había dejado convencer por la preocupación de Sedene sobre los horarios saturados y el exceso de horas extras y había cedido a la presión, contratando a alguien para que echase una mano con la organización del papeleo y el personal.
El título oficial era Asistente Ejecutivo, pero en realidad era simplemente un puesto de secretariado y recadeo con una placa brillante.
Los requisitos obligatorios: puntualidad y orientación para desenvolverse en la Corte de Fontaine, conocimiento sobrado de su burocracia, respeto en su justa medida por la autoridad, buenos modales y trato agradable, organización impecable, un espinazo brillante como el titanio y la paciencia de un santo.
Que poniéndolo sobre el papel parecía una lista imposible de tachar.
Si no fuera porque Sedene misma le había recomendado a la persona que parecía cumplirlo todo, lo habría tomado por aspiraciones fantásticas. Y viendo las pruebas físicas en forma de licencias, registros, cédulas y cuestionarios cumplimentados hasta la última tilde había decidido dar una oportunidad a la ocasión. Había elegido un mal momento para practicar la espontaneidad y ahora estaba pagando por ello. No por falta de eficiencia, ni mucho menos. El problema era… todo lo demás.
Hasta la Gran Inundación, Airin había regentado la papelería tal vez no más popular pero sí de abastecimiento más variado y específico de la ciudad, donde muchos de los funcionarios de la Administración realizaban sus provisiones habituales de papel, tinta e implementos diversos. Si no tenía lo que buscaban en ese momento, aceptaba encargos e incluso importaciones concretas, y salvo incidentes de causa mayor siempre cumplía los plazos. Sobra decir que tenía conocimiento suficiente del cuerpo de Gestión y sus quejas y necesidades.
Por eso no debería haberle extrañado que fuera ella misma a pedir una cita de entrevista con el Juez supremo para presentar en persona todos los trámites reglamentarios a los que oficiales menores le habían estado poniendo trabas inexistentes para recibir una indemnización por la pérdida de su negocio. Que por supuesto había estado asegurado a todo riesgo. Cláusula de profecía mediante incluida.
Sedene había visto la ocasión y la había agarrado a dos manos, buscando solucionar varios problemas al mismo tiempo. En honor a la verdad Neuvillette no tenía ninguna protesta sobre el trabajo de la joven; todo lo contrario, era esmerada y minuciosa con los detalles y en tan solo pocos meses había conseguido poner al día horarios de empleados y archivos de pagas pendientes tras la Gran Inundación.
Era cierto que Airin no había a vuelto a su negocio y parte del personal se resentía por ello, pero por el momento había pasado a formar parte de la Administración y los días sólo tenían 24 horas.
Bastante trágico era que dedicara sus ratos desocupados de oficina a hacerle bullying para que implementase su propio horario de trabajo con días libres. Él no necesitaba días libres y Fontaine no se los podía permitir.
Pero el argumento de que como Autoridad tenía que dar ejemplo a sus ciudadanos manteniendo un equilibrio sano entre trabajo y libranza para prevenir que empleadores sin escrúpulos se aprovechasen de sus obreros utilizando ese agujero legal escocía con veracidad. Quién eran ellos para impedir el descanso de los asalariados si hasta el propio Iudex tenía días de vacaciones.
Que las pasase en su casa haciendo más trabajo de oficina en privado era lo de menos.
Sería mentir si no reconocía que sí se había tomado algún día libre fuera de lo habitual (un gran total de tres), que había dedicado a intereses personales, pero prefería ejercer cautela al respecto. Un saludable exceso de ella, a ser posible.
Neuvillette frunció el ceño y resopló con delicadeza para no perturbar las hojas distribuidas por su escritorio. Al mirar de reojo vio como Airin rellenaba su copa de agua y con una sonrisa distraída volvía al sofá donde ordenaba algo codificado por colores.
Como Asistente Ejecutiva no tenía su propia oficina, y aunque la hubiera tenido Neuvillette estaba seguro de que no la habría usado, prefería tener las dudas resueltas cuanto antes y pasearse de aquí para allá era contraproducente. Pero entre sus funciones no estaba la de mantener a su jefe alimentado e hidratado, simplemente parecía haberse apropiado de la responsabilidad. Otra de tantas.
El hecho de que una simple mortal sin entrenamiento ni carrera académica u honores militares se hubiera hecho un hueco en sus días de una forma tan suave y discretamente invasiva era un motivo de hilaridad sin fin para el Duque de Meropide, quien para su disfrute se veía agasajado con té y pastas de su establecimiento favorito cada vez que realizaba una visita al Palacio Mermonia, aunque fuera una mera formalidad semanal.
—¿No deberías estar ya en casa? —preguntó Neuvillette tras una ojeada discreta al reloj de pie que adornaba su oficina.
—Hmm… enseguida. —murmuró Airin sin apartar la vista de sus carpetas.
—Ya es tarde. —insistió el Juez. La joven levantó la cabeza con sorpresa y miró también al reloj.
—Monsieur… eso debería decirlo yo. —dijo poniendo un último marcador de forma contundente.— ¿Está usted usando mis palabras en mi contra?
Neuvillette se llevó una mano enguantada a la barbilla, ocultando la pequeña sonrisa que amenazaba con escaparse ante la expresión contrariada de su asistente.
—Sería más correcto decir “citando”.
Airin entrecerró los ojos por un momento mientras inspiraba y Neuvillette esperó su réplica con interés.
—Me honra que su Señoría me considere un precedente digno de imitación, pero a diferencia de Monsieur, yo sí cumplo mi palabra y dejo el trabajo en la oficina.
Ah, esa debería haberla visto venir. Llevaba toda la semana hostigándole al respecto.
—¿Insinúas que falto a mi palabra? —tamborileó sobre la mesa con una mano y agarró su copa con la otra adoptando una pose falsamente adusta. Últimamente se veía en momentos de predisposición a las bromas con más frecuencia.
—Por supuesto que no Monsieur, no insinúo. Es una acusación formal. —Airin asintió con la seriedad apropiada.
Neuvillette dio un trago al agua y carraspeó aclarándose la garganta de una risita inoportuna.
—Lamentablemente, tendremos que dejar la vista de esos cargos para otro momento. —dijo señalando la hora con un gesto.— No quiero que además de inconsistente me acusen también de mantener a mis empleados en su puesto más tiempo del debido.
—Dudo que nadie más se atreva a hacerlo. —contestó su asistente parcialmente confiada en su audacia, y procedió a recoger sus archivos del sofá.— Pero ya que ambos sabemos que su Señoría no tiene intención de dejar el trabajo por hoy, al menos debería hacerlo en la privacidad de su casa donde la luz de su oficina no le delate ante toda la Corte.
Neuvillette suspiró dándose por rendido al respecto y se reprimió para no rodar los ojos con impertinencia. Descartando la presencia de nada en el agua que pudiera afectar su paciencia en forma alguna, solo quedaba culpar (aunque fuera injustamente) su falta de decoro en la presencia habitual de otra persona en su oficina anteriormente solitaria.
—Muy bien, a casa entonces. —refunfuñó amontonando en su maletín sus casos para revisar aquella noche y abriendo la puerta para dejarla pasar primero.— ¿Estás satisfecha ahora?
—Nadie podrá decir nunca que no es el más atento de los caballeros, Monsieur. —La joven le dirigió una sonrisa tan radiante que hizo que se le cerrasen los ojos y Neuvillette tragó saliva al cerrar tras de sí.
—Hasta mañana, Airin.
—Buenas noches Monsieur Neuvillette.
tbc... hhhhopefully
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encontré mi coso de jalowin! y se fue de madre :_D Y prometí que lo acabaría si el señor venía a casa Y VINO!
OLE C1
Así que cumplí mi promesa :_D quién necesita sangre en las venas habiendo té negro.
para @Neko, porque HAPPY MERMAY, SON 10K (?) bueno casi spoiler, no vio el plot-twist
Bluebeard's wife
- [I'll steal your soul to the deep] -
(https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/wriothesley5.jpg) (https://niriplays.net/bt/sagu/prompts/airin11.jpg)
—Nunca abras esa puerta. Bajo ningún concepto. Recuérdalo bien.
Airin observó el puño que su marido había cerrado con ambas manos en torno a una pesada llave de hierro, e intentó mantenerse lo más inexpresiva posible y no arrugar la nariz con disgusto ni hacer preguntas impertinentes. ¿Para qué necesitaba ella ese trasto a medio oxidar? Además estaba segura de que lo que en realidad era una mazmorra y no un almacén en el sótano, tenía salida al exterior. En uno de sus primeros paseos había descubierto unas rejas prácticamente ocultas por los rosales de la fachada del lado este de la mansión, y si su mapa mental funcionaba tan bien como siempre estaba segura de que se hallaban tras esa puerta. Como fuese, de todas formas no le interesaba.
Aparentemente satisfecho con su docilidad, Wriothesley asintió y soltó su mano, ofreciéndole a cambio el brazo con cortesía.
—Estaba pensando en qué cenar esta noche ¿Alguna idea, algo que te apetezca?
—No más carne. —respondió Airin tajante.— Prefiero mi comida hecha y que no sangre.
—Entonces nos atendremos al paladar delicado de la dama. —respondió Wriothesley con humor.
Ese trato cordial era una de las cosas que más le irritaban de él. Pese al aura imponente y ominosa que parecía rodearle de forma constante resultaba un hombre sorprendentemente simple en el día a día. Era estricto pero no un tirano, era amable con los hijos de los sirvientes a pesar de ser un cínico y rara vez levantaba la voz más de lo necesario.
Todo habría sido más cómodo para Airin si por lo menos pudiera odiarle con tranquilidad, pero ni siquiera eso estaba dispuesto a darle. Aunque se sentía con derecho de sobra a guardar rencor libremente; ninguno de los dos había elegido casarse por voluntad propia, pero sólo uno de ellos había podido escoger a quién arrastrar con él.
¿Y ahora tenía la desfachatez de poner otra carga más a sus espaldas? Airin apretó la llave en su mano y lo miró de reojo con fastidio mal disimulado. La tiraría por el desagüe de las cañerías al primer descuido y fin del asunto.
—Oh, no me odies, no vas a conseguir asustarme fuera de la cama. —Wriothesley abrió la puerta que daba al sótano oculto y poniendo la mano contra su cintura la hizo salir primero a un recodo discreto de los pasillos de servicio. Ajá, el lado este, reconocía esa ventana de colores.
—No te odio, no mereces ese esfuerzo, —después de todo Airin todavía no lo había asesinado mientras dormía.
—¡Ha! Mi querida esposa no sabe mentir, —sin embargo el Duque parecía querer buscarlo.
—Al contrario. Su Gracia no es capaz de ver frente a sus narices. —Y con una sonrisa encantadora pero gélida apartó su mano con desprecio y lo dejó plantado donde estaba, dando la vuelta al pasillo y perdiéndose hacia la parte principal de la mansión.
Wriothesley parpadeó varias veces ladeando la cabeza. Ya que era obvio que iba a cenar solo de nuevo, nada le impedía que al menos fuera un buen plato de costillas a la brasa.
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Airin se despertó desorientada bajo el peso de un brazo sólido que apretaba su torso y le impedía cambiar de postura. Se removió intentando liberar el brazo que le hormigueaba dormido y propinó un codazo contra el hombre que se recostaba en su espalda.
Un soplo de aire tibio se extendió sobre su nuca con el gruñido ofendido y somnoliento de Wriothesley.
—Me estás cortando la circulación. —reprochó Airin en un murmullo mientras abría y cerraba varias veces la mano intentando recuperar el flujo de sangre en los dedos.
Su marido aflojó el agarre por unos momentos, pero en vez de soltarla la movió él mismo haciéndolos rodar hasta dejarla tumbada contra su pecho.
—Listo. —Rezongó Wriothesley acallando sus protestas con una mano sobre su espalda.
Tras unos minutos de aparente calma, su voz grave rompió el silencio de nuevo.
—¿Tienes la llave?
—¿Qué llave? —Airin estaba otra vez al borde del sueño y ya no tenía idea de qué eran las palabras y cómo funcionaban.
—Da igual, duérmete. —respondió Wriothesley haciendo círculos sobre su piel. Si no sabía de qué le hablaba, quería decir que no la había usado.
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El murmullo y los cuchicheos empezaron antes de que hubieran terminado de bajar por la escalera enmoquetada de rojo.
—No siento llegar tarde, no quería venir. —murmuró Airin entre dientes desmintiendo su apariencia modesta y adorable.
Wriothesley resopló por la nariz, girándose al llegar al último escalón para agarrar su mano y llevarla a sus labios con una media sonrisa divertida.
—Por una vez estamos de acuerdo en algo. Pero el deber llama y de vez en cuando hay que hacer aparición en sociedad; además tengo negocios que tratar.
—¿Negocios? —Airin siguió la mirada de su marido hacia un grupo de hombres de aspecto más bien poco caballeresco pese a lo refinado de su atuendo.— ¿Es que piensas dejarme sola en medio de todo esto?
—Huh, pensaba que podías valerte tú sola, ¿acaso tienes miedo? —la provocó Wriothesley levantando una ceja.
—¿Miedo? Aquí el mayor depredador soy yo. —contestó ella con tono contrariado.
Su marido se echó a reír y la rodeó entre sus brazos con total indiscreción.
—Pórtate bien. —dijo besando su mejilla y abandonándola alegremente a los lobos por obligaciones que seguro había inventado con tal de acatar las reglas de esa sociedad el mínimo posible.
-
Los espejos de pared reflejaban las luces de los enormes candelabros haciendo el salón más brillante y entre el ruido de la gente y la música de la fiesta, Airin calculó en su mente las posibilidades de éxito si decidía echar a correr descalza por la hierba y poner fin a su sufrimiento lanzándose al río más cercano.
Pero para eso primero debía de poder escapar de la bandada de buitres envueltos en sedas y rasos que la rodeaba.
—No esperaba que el Duque trajera a su nueva esposa al Baile. —dijo una voz dos buitres más allá con tono altivo.
—¡Oh, querida, nadie esperaba siquiera que el Duque viniera al Baile!
Si por Airin fuese Wriothesley se habría ido al infierno y ella se habría quedado comiendo dulces en la bañera, pero la vida era terriblemente injusta y sólo tenía champaña a su alcance, así que dio un trago delicado poniendo esfuerzo en no rodar los ojos.
—Me lo imaginaba más… ¿aterrador? —comentó una voz tímida a su izquierda.
Airin estuvo a punto de atragantarse con una carcajada inoportuna que tapó con un carraspeo.
—¡Oh! ¡Oh cielos discúlpeme, no quería ser maleducada! —La pobre chiquilla que parecía haber debutado esa misma temporada estrujó su pañuelo avergonzada de haber metido la pata frente a la esposa del susodicho, sonrojándose entre las risitas de toda la cohorte de aves de rapiña.
Abandonando por fin toda esperanza de pasar desapercibida en su fuga, Airin se dio la vuelta dejando a la jovencita a su espalda, y con el vuelo de la falda arremolinándose en torno a ella miró al grupo de mujeres con tal desprecio y asco indisimulado que más de una notó los pololos incómodos.
—Corazón, aquí lo único aterrador son las bestias de este circo, repollos mustios intentando pasar por flores recién brotadas. —y enlazando su brazo con la muchacha con un movimiento suave y tierno se la llevó hacia el otro lado de la sala con la barbilla alta y una sonrisa exquisita.
—¡Ah, yo...! Ah… —la jovencita parecía haberse quedado sin palabras, atrapada en la corriente.
—No tienes por qué disculparte, no me has ofendido. —Airin dejó su copa sobre una de las mesas y se giró a observar a la chica con un brillo divertido en los ojos.— Voy a serte sincera, es cierto que el Duque es un hombre muy alto y fornido y de apariencia dura, pero tiene de aterrador lo mismo que cualquier otro marido: es un estorbo al sentido común.
La muchacha escondió una risita sorprendida tras el pañuelo.
—Ah, mi querida esposa calumniando mi carácter con mentiras, —apareciendo de la nada, Wriothesley tuvo la osadía de acabar de un trago el champán de la copa que no era suya y depositar a cambio un beso descarado sobre la mano de su mujer.
—Su Gracia no conoce la vergüenza, —dijo Airin esta vez dejándose rodar los ojos.— Y además no es capaz de bailar sin pisar a su pareja.
Wriothesley frunció el ceño con falsa decepción.
—De acuerdo en la vergüenza, pero esa segunda parte es completamente falsa, soy un gran bailarín.
Y ante las risitas azoradas de la jovencita, hizo agarre de su mujer y la sacó a la pista entre otras parejas que giraban al ritmo de la música.
—Eres horrible. —suspiró Airin en una de tantas vueltas.
—¿Por sacarte a bailar? Terrible. —resopló divertido el Duque.— Cómo se me ocurre.
—Por traerme aquí y dejarme a merced de todo ese gallinero del terror.
—Hmm, horrible. —Murmuró Wriothesley contra la piel de su cuello
—Verdaderamente aterrador. —Airin se dejó girar de forma artística frente a la banda de buitres que revolotearon entre inquietas y ofendidas.
—¿Cómo pagaré tal afrenta al honor? Estoy seguro de que a mi querida esposa se le ocurrirá algo.
—Podrías empezar por no pisarme. —respondió Airin con una patada hábilmente disimulada entre el vuelo de sus faldas.
Wriothesley aguantó el tipo con los ojos entrecerrados y una sonrisa sesgada, pero sólo porque había gente observando.
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Descalza, con el pelo recogido en un moño que insistía en deshacerse, y su vestido más pálido viejo y remendado, el mismo que había llevado puesto cuando la trajeron a la mansión de Meropide, Airin no parecía la esposa del Duque sino una de tantas muchachas que llenaban los barrios más pobres de la ciudad, buscando trabajo u ofreciendo servicios a cambio de unas pocas monedas.
Quizás por eso Wriothesley había insistido en hacerla su mujer.
En el momento en que estar casado se había convertido en requisito necesario para mantener su posición, una mujer joven sola y sin nada ni nadie que no tenía esperanzas de llegar a ninguna parte era, al menos en teoría, presa fácil para cualquiera.
¿Acaso tenía una apariencia inocente o desvalida? La idea rayaba en lo ofensivo. Pero el muy mezquino había llegado a invocar leyes fósiles sobre derechos feudales de propiedad sobre tierras y vasallos, y había salido ganando. Como consecuencia la basura legislativa había sido completamente revocada de urgencia, aunque demasiado tarde para anular su pleito.
El error del Duque era no haber apreciado que ella nunca había querido llegar a ningún sitio donde no estuviese ya, le sobraban sus promesas vacías y tenía la paciencia de sobra para hacérselo pagar, aunque fuera lentamente. Tampoco podía decirse que fuera de carácter frágil y pulso tembloroso, pero por algún motivo todo el mundo parecía querer ignorar eso. ¡Las cosas no dejaban de existir solo por taparse los ojos y mirar a otro lado!
Resoplando con fastidio, Airin se sentó en la hierba húmeda y buscó en la cesta donde había ido dejando las rosas recién podadas. Sacó una manzana pequeña y verde, la frotó contra su delantal apolillado y arrancó un buen trozo de un mordisco, limpiándose el jugo que le escurría por la barbilla con el dorso de la mano.
Mientras saboreaba la acidez de la fruta, contempló pensativa las rejas de metal oscuro que se escondían tras el grueso de los rosales. Había cristales tras las barras, pero por el ángulo en que reflejaban la luz parecían abiertos. Por mucho que mintieran, aquello no era un simple almacén o estaría cerrado, ¿pero quién aireaba una mazmorra vacía?
Entrecerró los ojos dando otro mordisco. Estaba segura de que cabía entre los barrotes.
Después de todo el drama con la estúpida llave había abandonado el pedazo de hierro mugriento en el mismo cajón en que sus medias rotas desparejadas iban a morir y se había decidido a olvidar por completo el asunto. Y lo habría conseguido si no fuera porque Wriothesley preguntaba periódicamente por el condenado trasto como si le fuera la fortuna en ello. ¿Si era tan importante por qué demonios tenía que encargarse ella? Esa puerta no le interesaba en lo más mínimo.
Las rejas, sin embargo… el metal parecía arañado, como si algo lo hubiera mordido. ¿No estarían traficando con animales salvajes? Pero en esos momentos la habitación estaba vacía.
Tenía la absoluta certeza de que cabía entre los barrotes.
Airin echó una ojeada a su alrededor, sin ver a nadie por ninguna parte. Tiró el corazón de la manzana entre las flores y gateando entre los rosales se abrió paso a través de los arbustos hasta alcanzar la ventana del sótano, efectivamente abierta. Bufó una exclamación ahogada de victoria cuando tal y como había calculado, se dejó escurrir entre las rejas sin mayor dificultad que pasar de lado, hasta quedar sentada en el pequeño alféizar interior de la ventana.
Y comprobó que en la habitación no había nada. Un banco, trozos de madera que parecían algún tipo de mueble roto, un montón de paja de aspecto mustio pero limpio y varios cuencos apilados en un rincón.
Airin frunció el ceño, confusa y llena de sospechas. ¿Wriothesley tenía prisioneros en Meropide? Si era así no debía ser algo habitual, pues en el tiempo que llevaban casados no había observado nada extraño al respecto.
Tal vez por eso se ausentaba regularmente, por cuestiones de negocios según él. Nunca más de dos o tres días, pero el tiempo suficiente como para esconder asuntos turbios. Quizás por eso era importante que guardase ella la maldita llave, era una prueba incriminatoria de sus actividades clandestinas. Si no la encontraban en su posesión, no había forma de demostrarlo.
Las voces de varios chiquillos jugando a pillar por los jardines la sacaron de sus pensamientos. Ya iba siendo hora de volver al teatro habitual.
Con más preguntas que respuestas, Airin decidió seguir investigando discretamente. No era buena idea permanecer en la ignorancia cuando cabía la posibilidad de tener que ponerse a salvo cualquier día de esos y no había mejor método de defensa que estar atento y preparado. Volver a pasar entre los barrotes para salir de allí le costó más esfuerzo del que había hecho para entrar, y aguardó escondida entre las ramas de los rosales a que los niños se hubieran perdido de vista por completo para recoger sus flores y adecentarse como si no hubiera estado arrastrándose por los suelos.
Después de todo ella también jugaba en el jardín, y lo hacía con sus ropas más cómodas y menos valiosas.
Las apariencias eran lo de menos, el Duque no tenía derecho a quejarse pues así como estaba ahora era que se la había llevado en un principio.
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—¿Y tu esposa? —preguntó Neuvillette saliendo al recibidor desde una de las salas para visitas.
—No tengo la menor idea. —contestó Wriothesley cerrando la puerta tras de sí. La inspiración de sorpresa del Juez le hizo darse la vuelta de inmediato.
—Oh, Airin. —Neuvillette cruzó la estancia en un par de zancadas e inspeccionando su apariencia magullada tomó sus manos con suavidad, sonando compungido.— Lo lamento tanto.
—¿Y de qué sirven ahora los lamentos? —dijo ella con gesto irritado.
—¿Se puede saber dónde te habías metido? —interrumpió Wriothesley con voz de hastío.
Airin lo miró desde abajo hacia arriba todo lo alto que era con un solo movimiento de ojos.
—Si no eres capaz de verlo por tí mismo, no. —y antes de que pudieran empezar una pelea delante del Juez, apretó ligeramente sus manos como disculpa y se separó inclinando la cabeza.— Con el permiso de Su Excelencia, estoy necesitada de un baño.
—Por supuesto.
Neuvillette la dejó pasar y ella se alejó escaleras arriba. El carraspeo incómodo de Wriothesley tras unos segundos de silencio hizo que clavase en él una mirada furibunda.
—Cómo te atreves a-
—¡No irás a creer que..! —la ofensa visible de Wriothesley hizo que el Juez tomase aire y se llevara la mano a la frente, tapándose los ojos.
—No. No lo creería. —habló intentando recuperar el control de sus emociones.— Y no quiero creerlo de tí. Bastante lejos te he permitido llegar. No me hagas tener dudas.
Wriothesley parpadeó desconcertado por un momento sin saber dónde pisaba.
—No había imaginado que tuvieras ese tipo de sentimientos. —tanteó con curiosidad. Esperaba que su terquedad no le hubiera metido en un jardín del que no pudiese salir sin daños.
—No son los crees. —Neuvillette suspiró como si le hubieran drenado de energía.— Es un tema complicado, me siento responsable de su bienestar.
—Oh. Créeme que disfruta de todos los privilegios posibles a cambio de cumplir esa condena a mi lado. Es un arreglo mutuamente beneficioso. Aunque no me soporte.
Wriothesley lo acompañó hasta la puerta y le ofreció la capa y el bastón disipando cualquier bruma de enfado.
—Y de cualquier forma me preocupa más la fragilidad de tus sentimientos que los de Airin. —dijo con ironía.— Ella muerde.
—Todos los animales salvajes atacan cuando se sienten acorralados, —murmuró Neuvillette con voz suave.— Es algo que ya deberías saber.
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Una de las pocas cosas por las que Airin podría haberse sentido agradecida era el tamaño de aquella bañera. Se dejó deslizar bajo el agua y aún estirando los pies no llegó a tocar el otro lado de la pared de mármol. Al contraluz bajo la superficie su piel pálida adquiría un tinte casi azulado y los arañazos de los rosales pasaban de rojo a morado. Cerró los ojos dejándose reposar contra el fondo y haciendo burbujas lentamente se relajó en el abrazo caliente del agua.
La paz le duró poco porque algo la agarró por la barbilla y la obligó a incorporarse a la fuerza, dejándola en pie en mitad de la bañera con el agua escurriendo sobre su cuerpo desnudo y el pelo rojo cobre mojado y enredado sobre los hombros.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Llena de ira Airin apartó la mano de Wriothesley y lo empujó hacia atrás, haciendo que resbalase sobre las baldosas encharcadas.
—¡Me habías asustado mujer! —gritó él de vuelta recuperando el equilibro en el último momento.
Airin lo observó con rabia y desdén, como si fuera una de las diosas primitivas de la guerra que adornaban multitud de cuadros y tapices.
—No te atrevas a ponerme la mano encima de nuevo, o será lo último que hagas. Es un aviso, y no tendrás otro.
Pese a que el tono de su voz le hizo tragar saliva de forma instintiva y le erizó el vello de la nuca, Wriothesley no pudo evitar admirar su figura al descubierto.
—Anotado. —dijo con una sonrisa distraída mientras la contemplaba abiertamente. Su mujer.
La misma que rodó los ojos viendo su respuesta estúpida y con un gesto de hartazgo abandonó la divinidad para volver a sumergirse hasta la nariz y empujar un montón de espuma por el borde de la bañera.
Viendo la oportunidad que se le presentaba, Wriothesley empezó a deshacerse de sus ropas dejándolas caer de cualquier manera en un montón apresurado.
—Hazme un sitio.
Cuando Airin se giró a mirar se llevó un inesperado paisaje de frente a la altura de sus ojos. Parpadeó un par de veces y levantó la vista, frunciendo el ceño al ver las cicatrices que marcaban su torso.
—Qué, —preguntó esta vez confundida,— crees que estás haciendo.
—Hazme un sitio. —repitió Wriothesley empujando su espalda con más suavidad de la habitual hasta que consiguió apartarla hacia el centro de la bañera.
Se movió con rapidez para ocupar el hueco libre y maniobró como pudo para sentarse y estirar las piernas a ambos lados de la joven a pesar de sus protestas. Una vez la tuvo atrapada, la rodeó con un brazo y la reclinó contra él, acariciando perezosamente la parte inferior de su pecho y dejando un beso de disculpa sobre su hombro.
—Ah, así está mejor. —su mano libre recorrió una rodilla bajo el agua.
—Eres un maldito usurpador. —refunfuñó su mujer.
Wriothesley frotó la nariz contra su oreja hasta que Airin apartó la cabeza y después mordisqueó su cuello con algo que podría haber parecido dulzura.
—No pretendía lastimarte.
—Dijo un hombre una y mil veces. —el tono de Airin no dejaba dudas de su opinión al respecto.
—Lo digo en serio, —dijo su marido seriamente apoyando un nudillo contra su barbilla para que le mirase a la cara.— Nunca te haría daño a propósito.
Su mano se detuvo a medio muslo unos segundos, y después prosiguió su aventura exploradora entre las piernas de Airin hasta que una sensación punzante y afilada contra la piel delicada de su ingle le hizo contener la respiración.
—¿Qué te lo impide? —preguntó ella con voz engañosamente tranquila.
Wriothesley se dio cuenta entonces de que eran las uñas de su mujer clavándose muy cerca de una arteria importante y su pulso se aceleró de forma involuntaria y más bien comprometida.
—No soy la clase de persona que disfruta del dolor ajeno.
Tras unos momentos la amenaza silenciosa se retiró, y los dedos de Airin frotaron sus músculos en tensión.
—No, supongo que no. —dijo ella recostando la cabeza sobre el hombro de su marido.
Prometiéndose ser más cuidadoso en adelante, Wriothesley besó suavemente el borde de su mandíbula que empezaba a amoratarse.
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La llamada en su puerta hizo que levantase la cabeza de sus libros de contabilidad y echase un vistazo de reojo al reloj. Su culpabilidad por haberse atiborrado a snacks y dulces saltándose la hora de la comida se esfumó cuando su mujer entró sin esperar respuesta.
—Tienes una carta. —dijo Airin tendiéndole un sobre de color oscuro.
—Déjalo ahí sobre el montón. —contestó él pasando la página.
—Es una invitación. —insistió su mujer agitando el sobre bajo sus narices.
Con un movimiento rápido Wriothesley la agarró por la cintura y la sentó sobre su regazo, sujetándola para que no escapase. Llevó una mano bajo su falda, y apretó su tobillo desnudo, subiendo despacio hasta la rodilla.
—¿Descalza y sin medias? ¿Qué clase de comportamiento escandaloso es éste? —el sobre le golpeó en la cara como si fuera un perro regañado con un periódico.— Agh. ¿Y además leyendo el correo personal del Duque? No tienes vergüenza alguna.
—Es una invitación para un té benéfico. —Airin estampó la carta contra su pecho y con una exclamación de interés le robó un tazón de natillas que en algún momento había abandonado a medias.— ¡Así que esto es el motivo real de tu desaparición!
Wriothesley resopló divertido al ver como su mujer relamía la cuchara al tiempo que movía los pies descalzos con satisfacción y echó una ojeada al papel de la discordia.
Ah, eso. Ni siquiera necesitó cálculos mentales para rechazar la idea.
—Lamento no poder asistir a la cita pero por desgracia tengo compromisos previos donde mi presencia es indispensable, —dijo lanzando la carta sobre la mesa,— así que mi esposa acudirá en mi lugar. Estoy seguro que disfrutará de una enriquecedora velada en los jardines del orfanato.
Airin abandonó por un momento la extinción del postre para mirarlo con profunda antipatía.
—De ninguna manera. No puedo ir. Tengo gripe. Sería una irresponsabilidad por mi parte exponer a nadie y menos a esas pobres criaturitas a una enfermedad tan contagiosa.
Wriothesley frunció el ceño.
—¿Tienes gripe?
—Estoy en ello. —Airin se encogió de hombros lamiendo el borde del cuenco antes de dejarlo en la mesa, y Wriothesley ahogó una risa contra su cabello. La muy caradura.
—Oh no, qué mala suerte, mi querida esposa se encuentra indispuesta. Por supuesto no soy tan canalla como para abandonarla en sus momentos de necesidad…
Wriothesley agarró su barbilla con delicadeza y ladeó su rostro hacia él para besarla perezosamente, saboreando el rastro de leche dulce en sus labios y persiguiendo su lengua cada vez con más interés.
El suspiro de su mujer sobre su regazo lo devolvió a la realidad de su ubicación y suspiró él también contrariado por la cantidad de cosas que aún tenía pendientes.
—Me temo que es posible que me haya contagiado yo también al atender a mi esposa. —dijo dejando un último beso sobre los labios de Airin y depositándola de nuevo en el suelo.— Por precaución deberé ausentarme durante varios días de todos los compromisos sociales, pero prometo hacer lo posible por una pronta recuperación.
—Mientes igual que los peces nadan. —Airin recompuso el estado de su ropa a algo mínimamente respetable pese a que habitualmente le resultaba indiferente la opinión de nadie.
—Lo que no te mata te hace más fuerte, —comentó Wriothesley con una sonrisa afilada,— y el estatus social es tan sólo otra arma más.
—¿Oh? ¿De verdad? ¿Cómo he podido ser tan tonta de no haberme dado cuenta todavía? —Airin cruzó el umbral de la puerta para mirarlo desde fuera de la oficina con un brillo extraño e inquietante en los ojos.— No estás satisfecho con haber usado tu posición para abusar de la ley, apresarme en contra de mi voluntad y mantenerme atada aquí como si fuera un animal domesticado por la fuerza, que también necesitas recordármelo, ¿es eso?
Wriothesley parpadeó, consciente de repente de la forma estrepitosa en la que había metido la pata hasta el fondo.
—No me refería a…
Dándose la vuelta, su mujer se alejó por el pasillo con pasos ligeros sin mirar atrás.
Wriothesley barrió todos sus papeles arrojándolos fuera de la mesa de un manotazo y dejó caer la cabeza contra la madera.
—Mierda.
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—¿Tienes la llave?
Airin abrió los ojos y lo observó con apatía sin levantar la cabeza del cojín.
—Voy a estar fuera por asuntos privados, volveré en unos días. —Wriothesley se ajustó el nudo de la corbata y repitió su pregunta.— ¿Tienes la llave?
—La tiré por ahí. Si tanto te preocupa, guárdala tú. —respondió su mujer dándose la vuelta sobre el diván y mirando la lluvia que caía con fuerza al otro lado del cristal.
—Necesito saber que la tienes y está a salvo.
—Te hago saber que conmigo nunca va a estar a salvo, porque tu estúpida mazmorra no me importa lo más mínimo.
—Airin. ¿La has usado? —Wriothesley apretó los labios intentando mantener su frustración a raya.
—¿Crees que soy tonta o mentirosa? Lárgate a ver si te parten la cara en tus peleas ilegales, a lo mejor cuando vuelvas me tienes que ir a buscar al fondo del lago.
Perdiendo la paciencia y renegando sobre niñatas dramáticas Wriothesley salió dando un portazo que hizo temblar el edificio.
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Sin prestar atención a las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor Airin se sentó en el murete junto a la fuente en forma de cascada del pequeño estanque artificial y metió los dedos desnudos en el agua, acariciando las hojas redondas de los nenúfares que flotaban junto a la roca.
Una carpa amarilla se acercó a investigar y curiosa hociqueó entre sus dedos esperando encontrar algo que comer. Airin movió los dedos sintiendo cómo los bigotes del pez temblaban al hacerse cosquillas mutuamente, y sonrió fugaz cuando notó a otro animal aparecer desde el otro lado.
—¿Tú también preferirías estar en cualquier otro sitio? —murmuró sin quitar la vista del agua.
—¡Ah! Yo… La verdad es… que sí. —la voz tímida a su espalda la pilló desprevenida por completo.
—Oh. —Airin levantó la cabeza y vio a la chiquilla que había comentado sobre su marido en aquel baile.
—Ah… me hablaba a mí, ¿verdad?
Airin palmeó el banco junto a sus piernas con gesto amable, y la chica se sentó a su lado.
—Me alegra ver que sigues bien, aún cuando ‘bien’ es algo muy relativo al lugar y la compañía. —comentó arqueando una ceja en dirección al grueso del barullo con ironía.
—Oh, puedo decir lo mismo entonces. —dijo la chica estirando de uno de los lazos de gasa de su vestido blanco.— Por lo menos el sitio es bonito.
Airin echó una ojeada al gran invernadero donde transcurría el té temprano. La verdad es que sí era bonito. Artificial, con parterres llenos de grandes palmeras, vegetación exótica y arbustos de flores de colores vivos mezclados a distintas alturas de forma muy estética como no ocurría en la naturaleza, pero hermoso a la vista. Y más relajante que un salón de baile. Al menos aquí podía desaparecer escondida entre las plantas.
—Y, dime…
—¡Oh! No me he presentado, mi nombre es Barbara. —la jovencita se llevó una mano al rostro poniéndose colorada.
—Un placer, no te apures cielo, la culpa es mía por no preguntar. —Airin se tapó la boca divertida con la mano que sujetaba los guantes y continuó.— Dime Barbara, ¿hay algo interesante de lo que quieras hablar desde la última vez que nos vimos?
La muchacha tironeó de sus lazos titubeando avergonzada.
—N-no me gusta participar del cotilleo… pero la verdad es que, uhm, —Barbara bajó la cabeza mirando hacia sus rodillas con fijeza y habló de corrido sin pararse a coger aire,— me alegro mucho de ver que está sana y salva porque las malas lenguas decían que el Duque la tenía prisionera.
Airin parpadeó varias veces, intentando descifrar las palabras de la chica.
—El Duque. Prisionera. Wriothesley… ¿a mí? —Y cuando por fin lo hubo hecho resopló por la nariz de una forma muy poco fina y femenina intentando sin éxito contener su risa que escapó a carcajadas brillantes.
Más de una cabeza se giró a mirar con sorpresa y Barbara se encogió sobre si misma como queriendo hacerse invisible.
—Oh, no, no no, corazoncito dulce. —Airin se dejó escurrir hasta quedar sentada a su lado en el banco y le agarró una mano entre las suyas, goteando sobre sus faldas y con los ojos húmedos.— No me río de tí, me río de la sola idea.
—Yo no… ¡no he creído una palabra de esos rumores tan horribles! —exclamó la muchacha levantando la vista con determinación.
—Por supuesto que no, —aseguró Airin haciendo esfuerzo por recuperar algo de seriedad,— porque además de tener ojos en la cara eres una jovencita sensata, educada y respetable.
Apaciguándose, Barbara asintió como si estuviera convenciéndose a sí misma.
—Es de muy mal gusto hacer ese tipo de comentarios sobre que gente que no conocen, y, —dijo mirando de reojo a un grupo multicolor de repollos engalanados como un premio de consolación que chismeaban sobrevolando la mesa de los postres como si fueran aves de carroña,— y si hubiera resultado ser cierto, es peor todavía regodearse en algo tan terrible como si fuera una novela de entretenimiento.
—Ay, que tesoro de niña estás hecha… —murmuró Airin dándole palmaditas en la mano con un suspiro.— ¿Qué se han pensado, que mi marido es Barbazul? ¿De dónde iba a sacar tantas esposas el pobre idiota si la que tiene lo justo le soporta los días impares?
Barbara se atragantó con su propia saliva ante la falta de respeto. No, definitivamente la mujer del Duque no parecía una pobre esposa indefensa y desvalida, sino más bien la clase de persona que se defendería a sartenazos si hiciera falta. Y no podía negar que en el fondo era un alivio.
—¿Y con qué llave mágica se supone que…? —Airin carraspeó cortando sus palabras. Ciertamente tenía una llave, pero no era mágica sino un pedazo de hierro abandonado entre calcetines en un cajón con el que su marido insistía en hostigarla regularmente cada luna nueva y que corría peligro de acabar en un pozo como volviese a nombrarla.— Como sea, disparates.
Con discreción estudió los distintos grupos repartidos por la plazoleta del invernadero, con la certeza absoluta de que varios de ellos no les habían quitado ojo de encima desde hacía un rato, y se inclinó hacia Barbara cuchicheando en confianza.
—Apunta mis palabras, lo siguiente que pretendan será hacer del Duque de Meropide poco más que la Bestia de Gévaudan.
—¡No! —La jovencita ahogó una exclamación tapándose la boca con ambas manos.
—Y cuando eso suceda… —dijo Airin con plena seguridad en el futuro,— te doy total y absoluto permiso para que te rías y les confirmes que yo te avisé de que dirían algo así.
—Oh, oh no. —murmuró Barbara, pero el brillo travieso en sus ojos desmentía claramente sus palabras.
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Las mantas se movieron y el colchón se hundió bajo un peso a su espalda, haciendo que Airin dejase de estar dormida pero no terminase de estar despierta del todo. Un brazo rodeó su cintura y la movió del nido perfecto que se había hecho en la cama y protestó hundiendo la cara contra la almohada. A cambio recibió una hilera intercalada de mordiscos y besos desafeitados a lo largo del cuello y una mano callosa apretando su cadera y apartándole el camisón para acariciar sus muslos.
—¿Wri’...? —preguntó confusa y sin poder despegar los ojos aún.
—Hmmn, —la voz grave de su marido sonó amortiguada contra su nuca.— Te he echado de menos.
Airin resopló una risita en silencio al notarlo firme y sólido presionando contra sus nalgas con insistencia.
—Seguro que sí. —murmuró con la voz espesa por el sueño.— Una niñata insoportable y dramática.
—Oh, vamos, no seas rencorosa. Cuando quieres también eres encantadora. —dijo Wriothesley acariciando su vientre y bajando poco a poco hasta escabullir una mano entre sus piernas.
—¿Sólo cuando quiero?
—Hm, no. —Él acalló la protesta hociqueando contra su cuello y succionando sobre su pulso.— Pero tengo que admitir que no soy imparcial.
Al ver que su mujer no rechazaba sus atenciones apretó la parte interior de su muslo masajeando intencionadamente, y ésta separó ligeramente la piernas con un suspiro, dándole espacio para deslizar los dedos hacia arriba al mismo tiempo que conseguía colarse entre sus nalgas y frotarse contra sus pliegues.
Airin dejó escapar el aire con un sonido agudo al notar su tamaño sobre ella y Wriothesley sonrió de costado contra su piel.
—¿Ves lo que pasa cuando te llevas bien conmigo? —dijo persuasivo recorriendo sus rincones con las yemas de los dedos.
—Oh, vete al infierno.
—Nah, lo tengo muy visto, te prefiero a tí. —su voz grave sonó ahogada cuando Airin cerró los muslos con fuerza a su alrededor, haciendo el espacio húmedo por el que se deslizaba aún más apretado.— Un día de estos…
Wriothesley gruñó cuando su mujer echó una mano hacia atrás por encima de su cabeza y estiró de su cabello sofocando un gemido contra la almohada, y mordió su hombro aumentando la velocidad de sus dedos cuando se arqueó contra su cuerpo sin poder contener los temblores que terminaron por arrastrarlo a él también.
Con los jadeos de ambos enturbiando el aire frío de la habitación, a Wriothesley se le olvidó ser agudo y hacer comentarios inoportunos que revolviesen más hostilidad entre los dos.
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A pesar de que los relámpagos iluminaban el camino cada pocos segundos, el agua caía en cortinas que oscurecían todavía más la noche y dificultaban el trayecto haciéndolo resbaladizo y traicionero. Y aunque había perdido el equilibrio varias veces al no saber dónde pisaba, Neuvillette no necesitaba ver para saber a dónde iba.
Llamarlo presentimiento habría sido quedarse corto hasta faltar a la verdad, se había despertado en mitad de la noche con la horrible seguridad de sus temores haciéndose reales y había salido echándose al campo sin prepararse para un tiempo que habría detenido a cualquiera que no fuera él.
Se apoyó sobre el tronco de un árbol cuando la senda embarrada volvió a tener losas que asomaban aquí y allá, y exhaló tembloroso. El aire helado de la noche convertía su aliento en vapor y la lluvia perforaba el vaho en jirones deshilachados. Corriendo colina arriba sólo podía pensar que llegaba tarde, llegaba demasiado tarde.
Tras apurar la carrera por el camino enlosado por fin alcanzó la casa medio en ruinas junto a la pequeña fuente de roca. El manantial formaba una piscina con varias pozas en donde su lecho rebosaba hasta desbordarse, a partir de ahí se convertía en un arroyo que acababa en el lago montaña abajo.
Las lágrimas rodaban libremente por las mejillas de Neuvillette cuando rodeó el edificio y el estanque apareció ante sus ojos, con dos figuras inmóviles en él. Se precipitó hasta el agua enturbiada de rojo con la vista llena de puntos negros y el terror apretando sus pulmones, y sacó el cuerpo de la muchacha de vuelta a la superficie con un sollozo. Su vestido desgarrado ondeaba como una bandera blanca en la oscuridad de la corriente.
El cadáver del hombre se alejó flotando boca abajo, disolviendo la nube de sangre que brotaba de la herida en su cuello donde se clavaba un pequeño cuchillo de pelar.
Abrazó a la joven con un gemido herido y escondió su rostro contra la garganta llena de marcas amoratadas, dejando que sus lágrimas se mezclasen con el agua de la fuente.
¿De qué servía todo su poder, toda su autoridad? Por muy inquebrantable que fuera su voluntad, sus deseos no eran leyes capaces de vencer a la muerte. Había llegado tarde y ahora ya no podía hacer nada.
Neuvillette se despertó bañado en sudor frío, con la respiración entrecortada y las mejillas mojadas. La lluvia golpeaba contra su ventana y los truenos ocasionales hacían temblar los cristales. Tragó saliva y se pasó una mano temblorosa por la cara, limpiándose las gotas que escurrían por su barbilla mientras intentaba recuperar el aliento y calmar su corazón.
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Wriothesley interceptó a su mujer en el descansillo de las escaleras cuando volvía con el pelo suelto, las botas en una mano y las medias en otra.
—¿En serio? —No sabía por qué seguía sorprendiéndose, le había demostrado de sobra el absoluto desprecio que tenía por vestirse apropiadamente cuando estaba a solas y sin obligaciones.
—Deberías probar a tocar la hierba más a menudo, —dijo Airin encogiéndose de hombros,— te aseguro que además de sano es muy reconfortante.
Wriothesley rodó los ojos para esconder una sonrisa traicionera y la levantó por la cintura con un brazo como si fuera un saco. Airin dejó caer al suelo toda su carga nada más hubo cerrado la puerta de su oficina tras ellos.
—¿Y qué se supone que piensa hacer el Duque conmigo?
—Eso depende. —dijo él dejándola sobre la mesa y tamborileando sobre un par de sobres blancos y corrientes.— Tienes correo. ¿De qué se trata?
—¿A mí me lo preguntas? No soy yo quien se dedica a guardar secretos, sólo estoy aquí para decorar tus títulos. —Airin rasgó uno de los envoltorios sacando dos pequeños pliegos doblados y empezó a leer con curiosidad.— ¿Oh?
—¿Qué es?
Wriothesley se inclinó hacia delante tratando de leer del revés por encima del borde y su mujer puso una mano sobre su pecho intentando apartarlo sin éxito.
—Déjame leer, están hablando mal de tí. —dijo girándose de costado con una sonrisa traviesa.— Ooohh…
—¿Airin? —el tono era una advertencia, pero su mujer era más propensa a la ira que al miedo y no se dejaba amedrentar.
—Shush, Barbara me está poniendo al día de las últimas calumnias.
—¿Barbara? ¿Y qué calumnias son esas? —preguntó Wriothesley entrecerrando los ojos con frustración.
—Oh, ya sabes, las habituales de todos los eventos. Que has recogido a la primera puta bonita que te ha durado más de dos noches… bah, muy usado y lleno de envidia; que en realidad eres un bruto y un criminal y soy una más en una larga lista de víctimas… señor, qué fantasioso, ya se lo dije.
—Dame esa basura. —dijo él arrancando las hojas de entre sus dedos.
—¡Devuélvemela, es mía! —Airin le dio un manotazo y soltó los papeles que cayeron revoloteando.
Con una exclamación indignada Wriothesley estiró de sus piernas arrastrándola hasta el borde de la mesa, pero su mujer lo empujó con los pies haciéndolo caer sentado sobre su sillón. Como represalia la agarró tirando de ella hasta que acabó en sus rodillas con precariedad.
—¿Quieres un bruto? Podría doblarte sobre la mesa ahora mismo, darte una buena tunda de azotes como la malcriada que eres y tomarte por la fuerza, quisieras o no. —dijo Wriothesley enredando los dedos en su cabello y estirando de ellos hasta obligarla a echar la cabeza hacia atrás.
Airin lo miró muy seriamente y poniendo con suavidad la mano contra su cuello, clavó sus uñas cortas pero afiladas en la piel bajo su barbilla.
—Pero no lo harás.
Wriothesley soltó su cabello y acarició su espalda.
—No soy esa clase de hombre.
Airin sonrió despacio y se estiró contra el, mordiendo el tendón de su garganta y haciéndole tragar saliva.
—Y por eso te permito tus libertades, no te equivoques y seas desagradecido. —y después de lamer suavemente la parte abusada, se levantó de su regazo.
—Lo dices como si no disfrutases tú también de ellas.
—Con ese tamaño, algún tipo de utilidad tenías que tener. —Su mujer levantó una ceja con gesto satisfecho y salió del despacho con sus botas, sus medias, y sus cartas llenas de chisme.
—Ésta condenada va a acabar conmigo… —Wriothesley se llevó las manos a la cara y rió al mismo tiempo que murmuraba una sarta de maldiciones, obligándose a recuperar la compostura.
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Algo la sacó del sueño. Por un momento Airin habría jurado que había sentido golpes, pero salvo la tormenta aullando fuera y el temblor de los goznes por el viento no oía nada. Tanteó en la cama y la encontró vacía y fría.
—¿Qué demonios? —se levantó a mirar por la ventana, pero no había ninguna luz encendida que pudiera ver en ese lado del edificio.
Un relámpago cortó la oscuridad, y en la cola del trueno que siguió Airin volvió a notar lo que la había despertado. Una, dos, tres y cuatro veces. No era la violencia del temporal, sino las vibraciones que notaba desde el suelo, como si se extendiesen por los muros desde varios pisos más abajo.
En un momento de entendimiento que la hizo sentirse extrañamente lejos de sí misma, rebuscó en el cajón de los calcetines y sacó esa estúpida llave de hierro que tantos quebraderos de cabeza le había traído. No era más que un peso muerto a medio oxidar. Descalza y en camisón como estaba, apretó el trasto entre los dedos de forma ausente y se dirigió escaleras abajo hasta la misteriosa puerta en el sótano.
Airin se deslizó en silencio por los escalones, evitando los que crujían y parándose a escuchar los golpes cada vez más claros y más fuertes que casi sacudían el edificio. Cuando llegó al sótano, el aire allá abajo estaba tan frío que podía ver su respiración condensarse a su alrededor.
Se detuvo frente a la puerta de la mazmorra, pero apenas tuvo tiempo de apoyar la mano sobre la madera porque algo hizo impacto contra ella desde dentro con tal fuerza que hizo rechinar las bisagras.
Introdujo la llave en la cerradura como si estuviera en trance y le dio la vuelta con un sonido pesado que recorrió el quicio de arriba abajo como si fuera un mecanismo de engranajes en movimiento.
La puerta se abrió despacio con un chirrido lúgubre, y comprobó distraída que el pomo no tenía cerradura por la cara interior.
Algo gruñó desde dentro y Airin volvió de repente a donde estaba. Podía oír la lluvia fuera y el aire que entraba a través del ventanuco abierto, y con el destello de un relámpago divisó una figura que se alzaba amenazante y decidida hacia ella.
Echó a correr sin mirar atrás.
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El aire agitaba los árboles y la lluvia arreciaba en remolinos bruscos, pero ella volaba sobre la hierba desoyendo los elementos. Sospechaba que lo que la perseguía sin descanso era más peligroso que lo que la naturaleza pudiera escupirle. ¿Era así como se sentía una presa? Airin no tenía intención de convertirse en una.
La luz y el estallido repentino de un rayo cayendo cerca la desorientaron y tropezó, cayendo aturdida y rodando por los suelos. Podía oír sus pasos aproximándose, los notaba contra la tierra mojada como si fuera una estampida. Se levantó y siguió corriendo a sabiendas de que era más grande, más fuerte, y tenía las piernas más largas que ella. Tarde o temprano terminaría por darle caza, pero estaba decidida a que fuese más tarde que temprano, y cuanto más mejor.
Su camisón blanco brillaba en la noche como si fuera un faro. El lago se agitaba bajo la tormenta, sólo tenía que llegar hasta él.
Saltó como un ciervo por encima de unos arbustos pese a sus pies descalzos y le pareció notar cómo algo le rozaba la ropa al deshacerse del obstáculo en su camino. Ya casi al alcance de las aguas se atrevió a mirar por encima de su hombro, pero al voltear un peso sólido hizo impacto contra ella, tirándola al suelo. La fuerza del golpe sacó todo el aire de sus pulmones, y el mundo le dio vueltas bajo la lluvia.
La respiración acalorada que resoplaba con intensidad sobre ella pareció temblar.
—¿Wriothesley? —atinó mareada por el esfuerzo y la caída.
—Te dije. Que nunca. Abrieras la puerta. —el ser que hasta hacía horas había sido su marido, la agarró por los hombros y la agitó contra el suelo con voz ronca.— ¡Nunca! ¡NUNCA! ¡Podíamos haber tenido algo bueno! ¿Ves lo que has hecho, estúpida?
Airin sintió cómo el aire y la lluvia se volvían fríos, cada vez más fríos. La sangre ardía en sus venas buscando guerra y se dejó llevar por la ira, harta de tener que controlar sus primeros instintos. Arremetió contra Wriothesley golpeándolo en la sien con un puño cerrado en torno a una piedra que éste no vio venir y lo tumbó de lado.
—¿Estúpida? ¿Estúpida, yo? —Airin se levantó a trompicones ignorando los arañazos que cubrían sus piernas.— ¡Maldito majadero, no tienes idea de nada! ¡Debería haberte ahogado con la almohada!
Wriothesley se limpió la sangre que manchaba su cara y soltó una carcajada llena de acritud.
—¿Y qué crees que ibas a hacer contra mí? —Sus ojos relucieron de forma antinatural y enseñó los dientes mostrando colmillos demasiado largos para un humano.— No sabes lo que soy, no sabes de lo que soy capaz.
Airin entrecerró los ojos retrocediendo lentamente hacia la orilla.
—¡No lo entenderías nunca! No te haces idea de lo que es perder tu humanidad, saber que te has convertido en un monstruo y no has podido hacer nada para evitarlo. —Wriothesley dejó escapar un gruñido de rabia que resonó como una caverna, acercándose poco a poco a ella.— ¡Dejar de ser quien eres porque esa persona ya no existe!
Con el agua más arriba de los tobillos, Airin le dio la espalda y se echó a reír descontroladamente. El tono desquiciado de su voz hizo que Wriothesley se detuviera desconcertado. Ella siguió adentrándose en el lago entre risitas agudas; bajo la tormenta y al reflejo oscuro de las olas su piel pálida parecía volverse azulada por momentos.
—¡Airin!
—Eres tan idiota… —dijo ella dándose la vuelta. Su sonrisa brilló pequeña pero afilada y sus pupilas invadieron sus ojos tornándolos negros e inhumanos por completo.— ¿Cómo voy a saber lo que es perder algo que nunca he tenido?
—¿Qué? —Wriothesley tragó saliva con un ruido confuso.
—¿Qué humanidad puede perder alguien que no lo ha sido nunca? —Airin ladeó la cabeza con un gesto que pareció melancólico.— ¿Si ese alguien ya no existe, cómo puedes echar de menos una persona que nunca has sido?
Sus uñas afiladas apretaron la tela a la altura de su pecho, rasgando los hilos en su descuido, y su voz sonó triste y ahogada cuando se giró dándole la espalda de nuevo.
—Podías haber tenido algo bueno, pero yo soy un monstruo que no recuerda haber sido otra cosa.
Y con el agua más arriba de los muslos y el camisón flotando a su alrededor como una nube blanca en la oscuridad, su mujer se hundió en el lago y no volvió a salir.
La luz del día encontró a Wriothesley arrodillado frente a la orilla, a solas.
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—Wriothesley.
Neuvillette apretó la mano sobre su hombro, sintiendo cómo se evaporaba gran parte de sus temores al encontrarlo a salvo. Wriothesley lo miró sin comprender.
—Ella... Yo… —Dijo señalando al agua con un gesto vago y aire perdido.
Neuvillette asintió, y lo ayudó a levantarse con cierta dificultad. Lo adecentó como pudo, con la ropa rota y manchada de hierba y barro, y todavía mojado bajo la lluvia que no había cesado de caer.
Después le echó un brazo alrededor de los hombros y lo obligó a caminar junto a él, deshaciendo el camino de vuelta a la mansión de Meropide.
Nunca antes había encontrado a Wriothesley tan desconectado de todo a su alrededor.
—Tú lo sabías. —Dijo éste tras varios minutos largos de caminar en silencio.— Lo sabías desde el principio.
Neuvillette suspiró con gravedad.
—Y te lo advertí Wriothesley. Te dije una y mil veces que no lo hicieras, salvo encerrarte en un calabozo te puse todos los impedimentos que pude encontrar.
—Pero aún así fui más listo, y encontré una ley estúpida. —respondió el otro lleno de orgullo agridulce a pesar de todo.
—Qué puedo decir, eres como un perro con un hueso.
—Ouch.
Wriothesley se retrajo ante la pulla, pero el juez simplemente se encogió de hombros; aunque la comparación fuera un golpe bajo no la hacía menos cierta, y ahora que veía desenlace se sentía poco inclinado a la resignación tranquila.
—¿Es por eso que estabas siempre tan preocupado por ella?
Neuvillette asintió de nuevo, y Wriothesley se pasó una mano por la cara.
—Yo pensaba que lo que intentabas era protegerla de mí, y mantenerme a raya. —Se lamentó avergonzado.
—Oh eso sin duda, —refunfuñó Neuvillette rodeando la valla de entrada a la propiedad.— Tienes la horrible cualidad de ser como un moho. Si te dejan entrar te apropias del espacio discretamente hasta que no hay forma de deshacerse de ti.
Wriothesley se detuvo con el ceño fruncido.
—Me lo dijo desde el principio ¿verdad?
—¿Te lo dijo? —El juez lo observó intensamente con una mirada que habría hecho temblar a cualquier otro hombre.— Explícate.
—Muchas veces, de muchas formas. —viéndolo en perspectiva resultaba obvio; su atrevimiento, sus amenazas insolentes, todos los comentarios que no se había tomado en serio.— Pero nunca le presté atención.
Se llevó una mano a la sien, tocándose la herida a medio curar.
—¿Cuál es tu relación con ella?
Neuvillette lo estudió durante unos segundos, y se apoyó contra la valla inclinando la cabeza con gesto solemne.
—Existe por mi culpa. —admitió con remordimiento.
—¿Qué quieres decir?
—Hace mucho tiempo, había una joven. —su voz sonó lejana.
—¿La amabas? —preguntó Wriothesley sin poder controlarse.
—Como si fuera mi hermana. —Neuvillette cerró los ojos compungido.— Era lo más parecido que he tenido nunca, y no pude hacer nada por ella cuando fue asesinada.
Wriothesley agarró la valla con una exclamación ahogada de sorpresa.
—¿Airin?
El juez negó con la cabeza y se llevó una mano a los botones de su casaca.
—No, no. Ni siquiera se le parece. Pero nació de la misma fuente en la que la ahogaron. La misma fuente en la que intenté en vano devolverla a la vida.
—Entonces… —indagó pensando en las últimas palabras que le había dirigido su mujer. Se negaba a pensar en ella de otra forma.— ¿Es por eso que no recuerda su vida anterior?
—Wriothesley, —Neuvillette lo miró con gesto grave y lleno de cansancio,— debes comprender que cometí un error y le debo una responsabilidad por ello. No tiene ninguna vida anterior. Conoce la historia de lo ocurrido, yo mismo se la conté. Pero no es ella. Puede que lleve parte de su esencia pero no es ella; Airin es su propia persona.
Con una sensación de ardor en el estómago y un nuevo peso sobre los hombros, Wriothesley se dejó reconducir de vuelta a casa.
Distraído por el silencio, no podía dejar de pensar.
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El primer día de sol en varias semanas de lluvia había resultado ser un engaño, y Wriothesley deseó no sólo no haber dejado su chaqueta en la orilla, sino haber traído también una capa. Hacía rato que las nubes habían borrado todo rastro de calor y se había levantado un viento desapacible que zarandeaba el bote de forma molesta.
Pese a que disfrutaba de los retos, había una parte de él preguntándose si esta vez no estaría siendo demasiado temerario.
—¡Airin! —llamó a gritos desde la barca sin saber con seguridad si seguía allí.
El agua se agitó a su alrededor, pero no vio nada identificable y se puso en pie con cuidado.
—¡Airin! —reclamó encarándose hacia el interior del lago.— ¡Tienes correo!
Intentó atisbar entre las olas sin éxito, no sabía si había visto algo moverse o era simplemente un reflejo.
—¡Barbara está preocupada! ¡Te manda saludos y espera que te recuperes pronto! —intentó de nuevo.
El bote se balanceó peligrosamente y Wriothesley se sentó agarrando ambos extremos de la borda con rapidez.
—¡Si vuelcas la barca perderás las cartas en el agua! —avisó precavido. Un golpe seco sonó contra la madera bajo sus pies, y no pudo evitar una sonrisa sesgada al ver en su mente el gesto de enfado de su mujer sabiendo que tenía razón. Decidió jugársela a una apuesta segura y puso el cebo metafórico.— Puedes subir a leerlas, prometo que no te haré nada.
—¿Tú? ¿A mí? —Ah, ahí estaba la furia con la que se había casado, mordiendo el anzuelo con un siseo incapaz de resistir una riña.— ¿Y qué crees que ibas a hacer contra mí?
Aunque no esperaba que citase su propias palabras contra él, Wriothesley oteó sucesivamente a ambos lados del bote, hasta que la encontró asomando en una de las vueltas. Levantó el montoncito de sobres que había traído hasta el lago y vio como los ojos ahora desconocidos de su mujer se abrían mucho por encima del borde del agua.
—¿Las has traído de verdad? —preguntó con voz tenue.
—No te he mentido. Las he leído, eso sí. —aclaró él apartando un remo y señalando el otro asiento del bote.
Su mujer se revolvió en el agua, claramente contrariada. Wriothesley decidió esperar, y tras varios minutos de idas y venidas, finalmente Airin se agarró al borde de la barca y se aupó por la borda con algo de esfuerzo y mucha agilidad.
—No tienes cola de pez. —Comentó con una sonrisa y ninguna elocuencia estudiando sus piernas desnudas.
Su mujer le miró como si fuera estúpido, y cogió las cartas cuidadosamente entre sus dedos afilados.
—Por qué habría de tenerla, eso son cuentos de marinos borrachos.
Wriothesley la observó con atención mientras leía. El pelo cobrizo suelto y enroscado contra su cuello, el camisón con el que había huido pegado a su cuerpo mojado escondiendo pocos de los detalles que ya conocía, su piel pálida y la extraña tonalidad casi azulada que adquiría en algunos lugares. La multitud de expresiones que pasaban fugaces por su rostro al enterarse de los comentarios que relataban las cartas. El colmillo agudo que atrapaba su labio inferior de la forma en que lo hacía siempre que tenía demasiados pensamientos al respecto de algo y no sabía qué hacer con ello.
—Vuelve conmigo. —pidió inclinándose hacia delante, y agarrando su mandíbula con suavidad sin poder contenerse, pasó el pulgar sobre sus labios, liberándolos del mordisco inconsciente.— Vuelve a casa, Airin.
Su mujer lo miró con los ojos de nuevo verdes y húmedos.
—¿Por qué querrías eso? —Preguntó intentando descifrar sus motivos.— Ya no me necesitas para mantener tu posición y tu secreto.
Una vez más en su vida, Wriothesley lamentó muchas de las cosas que quedaban fuera de su alcance, como no ser omnisciente, no ser todo lo prudente que debería, no confiar más en otras personas, o no tener siempre las palabras adecuadas a mano. Al final de todo lo único que había era un hombre honesto que no tenía otra cosa que ofrecer más que a sí mismo.
—Porque te echo de menos. —dijo con la voz ronca haciendo un intento de tragar el nudo de sinceridad que le apretaba la garganta.— Porque te quiero, Airin.
Su mujer arrugó la nariz con fuerza y apartó la cara, pero esta vez Wriothesley no la dejó ir sino que tiró de ella hasta apretarla contra su pecho y la abrazó acariciando su espalda.
—No llores, shhh, no llores, —murmuró besando su cabello mojado.— Podemos ser dos monstruos que no saben ser otra cosa, pero podemos serlo juntos.
Airin asintió contra su cuello, abrazándolo de vuelta y empapando su camisa no sólo de lágrimas.
—Ven aquí. —dijo enredando los dedos en su cabello y ladeando su rostro hacia él para besarla con anhelo.
Con los últimos rayos de luz de la tarde reflejando sobre la superficie oscura del lago, Wriothesley empezó a remar de regreso a la orilla.
ovo;;?