Yo siempre viviendo al límite 8'(
Esto va antes del baile porquesoyunaverguenza, edito para adornar luego.
*Yo estaría dispuesta a usar el template, quería agregar imágenes aunque fuesen pequeñitas porque no creo que la mayoría reconozca a los personajes que uso u_u
TL;DR: Rose lleva a Mery a pasear por Meryton con la intención de que vea a Shinya, un oficial que ha llegado con la milicia y por quien Mery guarda gran afecto.
2
Dreamy
Entre lecciones, deberes y los preparativos correspondientes al evento del baile de la menor de las Bennet, Mery casi no había puesto un pie fuera de Longbourn a menos que fuese necesario y, aunque no representaba un gran problema para ella, parecía sí haberlo sido para la repentina visita que halló en la sala apenas dos días antes del baile.
“Oh, Mery, pero si allí estás, justo iba a pedir llamar por ti.” Habló la señora Bennet al verla salir de la cocina e indicándole con un gesto que se acercara al sillón donde ella y Shura se hallaban. “Alguien vino a verte.”
La señora Bennet no necesitó anunciarla, con aquella característica cabellera roja era imposible no reconocer a la joven visitante. Rose Eusford, amiga íntima de Mery, era la hija menor del dueño de una de las tiendas más populares en Meryton. La última vez que habían hablado había sido por medio de una carta el día después de la llegada de Emilia, donde Rose le contaba que el escuadrón al que pertenecía su hermano mayor era parte del grupo de soldados que harían una parada en Bloomington. Mery le aseguró en su respuesta que pronto iría a verla para poder hablar, pero no fue capaz de cumplir con su promesa.
“Siento tomarlas tan de improvisto, pero últimamente tenemos las manos ocupadas en casa.” Se excusó Rose mientras le dirigía una sonrisa a Mery al ver su aspecto. “Evidentemente el caso es similar aquí, espero no haber interrumpido.”
Mery tenía aún puesto el delantal, había terminado unos bocadillos y se disponía a relajarse un poco. En ese momento Shura la miró y con disimulo hizo un gesto limpiándose una mejilla, lo que alarmó a Mery y la instó a imitarla, logrando con ello por error embarrarse de harina la mejilla que tenía limpia.
“Niña, Santo Cielo, ¿qué haces? Ve a asearte donde tengas un espejo.” La regañó su madre. Mery se disculpó brevemente y salió de su vista con pasos rápidos.
Rose sonrió un poco y dirigió su atención a la señora de la casa. “Tomaré la oportunidad para entregarles este pequeño presente.” Anunció colocando las manos sobre la caja alargada que tenía sobre su regazo. “Es de parte de mi madre, me ha pedido encarecidamente que se lo entregue a la pequeña Shura por su pronta presentación en sociedad.”
Shura sonrió entusiasmada y estuvo a punto de tomar el presente cuando Rose se lo extendió, pero la señora Bennet fue más veloz que ella. Los artículos más populares del negocio de los Eusford eran los vestidos y prendas de vestir para damas, era precisamente allí donde más acudía su familia y desde la presentación de Sayi fue que la señora Eusford tomó la costumbre de enviar un conjunto a la hija que cumplía años.
“Qué gesto tan generoso de la buena señora Eusford. Rose querida, dile por favor a tu madre que estamos muy agradecidos. A Shura definitivamente le encantará.”
“Si al menos me dejases verlo...” Murmuró la menor haciendo un mohín. La señora Bennet estuvo a punto de reprenderla, pero la moderada risa Rose la detuvo.
“Ansío que sea de tu agrado, Shura, ya me dirás tu opinión cuando vuelva a visitarlas.”
“Cuenta con ello, muchas gracias de antemano.”
“Es un gusto.”
Mery regresó con ellas pocos minutos después y Rose le indicó con una mano que no tomara asiento.
“Qué oportuno, Mery, justo le comentaba a tu querida madre que deseaba que me acompañases a dar una vuelta, siendo que hace tanto que no nos vemos.” Dijo Rose con voz triste. “No ha de preocuparse, señora Bennet, le aseguro que estaremos de vuelta antes de que se ponga el sol.”
“¿Saldremos?” Mery le dirigió una mirada sorprendida a Rose, pero ella no se inmutó.
“Oh, Rose, descuida.” Respondió la señora Bennet, al fin entregándole su caja a Shura. “Mery, lleva unos bocadillos con ustedes.”
“Sí, querida, pero primero busca un sombrero, no querrás que el sol maltrate tu piel.” Aconsejó Rose viéndose satisfecha.
La señora Bennet no mostró objeción, para sorpresa de Mery, y antes de despedirlas le recordó a Rose que era bienvenida a tomar el té cuando deseara. La calesa de Rose estaba afuera esperándolas y pronto estuvieron en camino a Meryton.
“Eso fue inesperado...” Musitó Mery cuando estuvieron ya dentro de la calesa.
“Han sido muchos días sin saber de ti.” Le reprochó la pelirroja sentándose más a gusto. “Con lo emocionada que has estado por el próximo evento y sabiendo cómo reaccionarías con la noticia de la llegada de ciertas personas, yo estimaba que estarías saltando de un pie y contando las horas de su llegada."
Mery se sintió el enrojecer ante su último comentario, comprendiendo a qué se refería. "H-he estado ocupada, realmente no me detuve a meditarlo."
Lo cierto era que, aunque la idea de ver a los soldados la llenó de ilusión desde el primer minuto, la tragedia que había abordado su hogar días atrás no le permitía pensar en otra cosa. Su madre había sido un dolor de cabeza y hacerla entrar en razón era una tarea casi titánica. Además, apenas había vuelto a ver a Sayi recobrar algo de su habitual brillo, Mery prefería mantenerse al margen por el momento y hablar al respecto con Rose cuando las aguas se calmaran.
“Bueno, no se puede evitar cuando es una de tus hermanas quien va ser presentada en sociedad.” Dijo Rose con una sonrisa. “Por cierto, ¿cómo le va a Shura con sus preparativos? No tuve oportunidad de preguntarle mucho. Se le ve de lo más animada.”
Mery asintió con más confianza. “Por supuesto, le ha puesto mucho empeño a sus lecciones. Lo hará estupendamente, no tengo dudas.”
Así Mery pasó a relatarle a Rose las diferentes actividades y preparativos que habían hecho para el gran día. Rose movía la cabeza mientras la escuchaba y una vez hubo terminado, le dirigió una sonrisa sospechosa.
“Bueno, querida, estando próximas a nuestro destino creo que es tiempo de que te comunique la otra razón por la cual te he, casi literalmente, secuestrado el día de hoy.”
“¿Otra?” Repitió Mery.
“Sí, y no es que no me alegre de verte o crea que tú no aprecias mi presencia, pero tengo el presentimiento de que te emocionará mucho más encontrarte con otra persona.”
Mery abrió los ojos espantada. “Oh no, Rose, no me digas que—”
“Arréglate bien ese vestido, querida.” Canturreó Rose. “No querrás que el señor Lebedev te vea de otro modo que no sea con tu mejor aspecto.”
Mery empezó a repasar su vestuario con movimientos nerviosos y apresurados. La persona a la que Rose se refería era Shinya Lebedev, un joven de ascendencia rusa cuya familia más próxima radicaba en Londres, era también un viejo amigo suya y ahora oficial en la milicia. Mery no estaba segura si podría señalar por qué, pero estaba segura de que albergaba en su corazón un gran cariño por él y siempre era dichosa al tener noticias suyas. Shinya solía visitar Bloomington cada verano, pero luego de alistarse al ejército no se presentó por dos años consecutivos y los ánimos de Mery habían menguado con su ausencia. Fue una gran fortuna que Shinya hubiese podido estar presente para la presentación de Mery en sociedad el año pasado, pero desde entonces no le había vuelto a ver.
“¡Oh, Rose! ¿Cómo puedes hacerme esto?” Se lamentó Mery alisándose el cabello bajo el sombrero.
“Agradecimientos luego, querida, apresura esas manos.” La apremió Rose. “Iremos a la librería primero, sé de alguien que estará allí y, aunque en este caso no será tanto como a cierto oficial, sé que estarás feliz de verle también.”
El nerviosismo le hizo imposible a Mery preguntar más y dejó que Rose la guiara fuera de la calesa y entre las calles rebosantes de gente que tenía Meryton en ese momento. La librería a la que se dirigían era una bastante particular y un poco alejada de la calle principal, pero llegaron sorpresivamente rápido gracias a Rose y su veloz caminar.
Al abrir la puerta se oyeron unas campanillas tintinear, pero las pocas personas presentes no prestaron atención. La luz era abundante en su interior por las largas ventanas que adornaban las paredes, los estantes de libros eran grandes y gracias a ello no podían ver a las personas que hablaban tras uno de ellos.
“Éste me gusta, estoy segura de no haberlo visto la última vez.” Exclamó una voz femenina.
“Qué atenta, aquel ejemplar lo he conseguido hace apenas tres meses.” Le contestó amablemente otra persona.
“¿Me lo presta? Sé lo traeré la próxima semana.”
Una tercera persona resopló. “Deja eso ya, Alice, no lo importunes.”
“¡Pero,
nana!”
“Dime nana otra vez y te enviaré de regreso con tu padre en la próxima diligencia.”
Al acercarse mejor, Mery visualizó al dueño del lugar, el señor A. Zira Fell, y otras dos figuras conocidas.
“¿Alice?” Le llamó Mery con emoción en la voz. La jovencita, de un impresionante y largo cabello castaño, se giró de golpe y se apresuró a ella para darle un efusivo abrazo.
“Mery Bennet, ¡qué agradable sorpresa!” Dijo Alice al soltarla, el hombre tras ella movió la cabeza con cansancio.
“Eso debería decirlo yo.” Rió Mery. “No sabía que ya habías llegado.”
“De hecho, yo le dije que vendríamos.” Declaró Rose. “¿Lo olvidaste, Alice?
“¿Hm?” Alice se quedó pensando. “¿Supongo que sí?”
“Por ese comportamiento inapropiado es que estás aquí, Alice.” Habló el hombre pelirrojo que estaba con ella.
“¡No necesariamente!” Se defendió Alice. “¡Deberías estar de mi lado, tío!”
“Tenle paciencia, Crawly.” Pidió amablemente el señor Fell apareciendo a su lado.
“Lamentamos el alboroto, señor Fell.” Se disculpó Rose.
“¡Señor Fell!” Le saludó Mery con una gran sonrisa. “He traído unas galletas, me pregunto si querrá algunas.”
“Oh, querida.” El hombre sonrió enternecido. “Si no es molestia, estaría más que encantado.”
Tanto el señor Fell como el señor Crawly se retiraron a la parte posterior de la tienda para degustar los dulces, mientras tanto las féminas aprovecharon para saludarse apropiadamente y hablar del tema apremiante del momento.
“Justamente estaba aquí con Glen y su grupo hace unos diez minutos, muchos soldados son nuevos en el pueblo así que les gusta recorrer las tiendas.”
“¿Shinya estaba con él?” Se adelantó a preguntar Rose.
“¡Rose!” Mery la miró avergonzada.
Alice soltó una risa. “Shinya
siempre está con él. No deben andar lejos.”
“Con eso basta.” Asintió Rose. “Alice, nos disculparás con el señor Fell, tenemos asuntos importantísimos que atender.”
Alice simuló un saludo militar. “Que tengan suerte entonces, las veré en el baile.”
Rose tomó del brazo a Mery y ambas salieron a paso moderadamente rápido.
“Vas a marearme, Rose, no sé si esto es buena idea.” Mery empezaba a dudar. “Después de todo, el alcalde Trump ha invitado a todo el regimiento, lo puedo ver en un par de días.”
“Patrañas, está cerca y nosotras libres y dispuestas a encontrarle.”
“Pero, Rose, no es apropiado.”
“Sígueme, apuesto que no—¡Oh!” Rose se detuvo de pronto al identificar a su objetivo sólo cruzando la calle. “Já, ¿ves? No estaba lejos.”
Era casi como si le hubiesen invocado, Mery sintió que no podía ni hablar. El joven señor Shinya realmente estaba allí y, gracias al efusivo agitar del brazo de Rose, las había divisado y venía a su encuentro. A los ojos de Mery y bajo los brillantes rayos del sol, Shinya se veía resplandeciente y encantador, tal como lo recordaba.
“Señor Lebedev, qué coincidencia encontrarlo hoy de nuevo.” Le saludó Rose y el joven rió sutilmente.
“Ya le he dicho que el señor Lebedev es mi padre, señorita Rose, me hace sentir al menos dos décadas mayor.”
“Pues no se le notan.”
“Muchas gracias por el halago. Y veo que no viene sola.” Dijo desviando los ojos hacia Mery, embelesada y muda al lado de Rose. Felizmente, su preciada amiga le brindó su ayuda en la forma de una risa disimulada y un codazo en las costillas.
Las mejillas de Mery se colorearon ligeramente al reaccionar. “Me alegra mucho verlo de nuevo, señor Shinya.”
“El gusto es mío, señorita Mery.” Aseguró Shinya con una sonrisa afable. “Déjeme decirle que se encuentra usted tan reluciente como siempre.”
“¿L-lo cree?” Dijo ella con la voz apenitas audible.
“Lo digo de corazón, de hecho, me parece que ha crecido un poco desde la última vez que la vi.” Tras decir aquello, su rostro se vio algo afligido. “Lamento no haberla acompañado en su gran noche tanto como hubiese querido.”
“¡N-no se preocupe! Sé que es un hombre ocupado.”
“Sin embargo, es usted una buena amiga mía, casi como una hermanita, aún me lo recrimino.” Insistió él. “Pero no se preocupe, esta vez estaré allí hasta el final, lo prometo.” Aseguró Shinya firmemente. “No olvide guardarme una pieza.”
Mery asintió animosamente. “Por supuesto.”
“Excelente. Me apena tener que decirlo, pero mis camaradas me esperan y debo dejarlas ahora.”
“No hay problema, espero que pasen una tarde agradable.”
“Dígale a mi hermano que no olvide que lo esperamos para la cena.” Agregó Rose.
“Claro que sí, y gracias, así será. Hasta pronto, señoritas.”
El joven hizo una última reverencia sin dejar de lado su sonrisa y se alejó con el grupo de soldados que seguía en el mismo lugar donde los dejó. Rose observó a Mery mirar con ensoñación y tristeza hacia la dirección en la que Shinya se había ido mientras sostenía una mano contra su pecho.
“Verdaderamente espero que tenga razón.” Murmuró Mery bajando los ojos por un momento. “Me gustaría ser más alta, así como tú Rose.”
La mayor se quedó pensativa un instante e hizo un sonido de aprobación. “Ya lo creo que sí, querida mía, de lo contrario, ¡imagínate! Vas a necesitar un taburete para alcanzar su rostro en la boda.”
De inmediato todas las tonalidades de carmín desfilaron velozmente por el rostro de Mery mientras ésta intentaba balbucear una respuesta. “¡N-no, ¿q-qué es—ROSE!”
La pelirroja rió sin tratar de disimularlo. “Oh, querida, ¿será que no es por eso que deseas crecer? Mis más sinceras disculpas.” Dijo ella, pero era evidente que no lo sentía. Mery le dio un golpecito en el brazo que hizo reír aún más a su amiga, quien finalmente tomó compasión por ella y dejó tema de lado, por el momento.