“Nos quedamos sin dulces, y esos niños vienen hacia aquí.”
La noche de Halloween había resultado bastante atareada. Y es que siendo su primer año como propietarios de una casa, Sayi y Taikoubou había invertido en todo tipo de dulces para satisfacer el paladar de todos los niños que venían a su puerta. Habiendo vivido en apartamentos posteriormente, la advertencia de sus padres había sido bastante cierta: El tránsito de niños aumentaba exponencialmente una vez uno se mudaba a un condominio.
Sayi había comprado un par de bolsas fun size en el supermercado, pero Taikoubou, ilusionado con hacerse conocer como una de las ostentosas residencias que daban barras de chocolate king size, había terminado gastándose todo el dinero en paquetes de Hersheys, Milky Ways, Kit Kay, Snickers y Reese’s Cups.
“¡Estaremos bien!” se había explicado Taikoubou “Como son barras grandes le daremos una a cada niño, ¡y listo!”
Y la noche de Halloween pasó sin contra tiempos. Y una vez había pasado media hora sin nuevos visitantes, la pareja concluyó que la noche había terminado. Entre los dos se dividieron las tres barras restantes, apagaron las decoraciones en el pórtico, y se acomodaron en el sofá para ver Hereditary— una película recomendada por Ichigo.
Mientras Sayi buscaba la película en el televisor, Taikoubou había regresado a la cocina para preparar algo de popcorn. Con la canchita recién hecha y dos latas de coca cola en la mano, el peligris caminó de regreso a la sala, casualmente viendo a través de la ventana al notar movimiento afuera.
Y en eso cruzó miradas con una niña— uno de los niños quienes, en disfraces, venían a tocar su puerta.
"Oh no"
"¿Sucede algo?" preguntó Sayi desde el sofá.
"Nos quedamos sin dulces, y esos niños vienen hacia aquí”
La pelirrosa se puso de pie y se asomó a la ventana. En efecto, tres niños caminaban hacia ellos. La mayor era una pelirrosa como ella y traía un disfraz de bruja. Un segundo niño se llevaba una estrella por el esfuerzo en envolverse en papel higiénico, y la menor de los tres, una pequeña de cabellos rubios, venía vestida en lo que parecía ser hada madrina.
Ninguno de los tres debía tener más de seis años.
"Aw, son una ternura..." dijo Sayi. Entonces cerró la cortina de un manotazo "Ojos que no ven corazón que no siente"
"¡No podemos ignorarlos!" se quejó Taikoubou. La niña disfrazada de bruja me miró, así que sabe que estamos aquí.
"¿No hay nada de dulce? ¿Nada?" El peligris negó con la cabeza "Tenemos uvas en la cocina..."
Pero Taikoubou la miró espantado "No los insultes"
El timbre sonó, seguido por sus pequeñas voces cantando el característico
Trick or Treat.
"Estoy segura que entenderán... después de todo, son las nueve de la noche. Niños de su edad deberían estar durmiendo"
El peligris asintió. No quedaba de otra. Las barras de dulces ya se habían agotado y no había nada en su residencia que se asemejara a algo que un infante consideraría como una golosina. Rendido, Taikoubou abrió la puerta y se encontró con tres bolsas extendidas hacia él, con niños expectantes al otro lado de ellas.
Se giró hacia Sayi haciendo un puchero.
"Te dije que no compraras las barras grandes, oh czar de Halloween" le rezondro.
Y Bou le respondió sacándole la lengua.
"¡Trick or Treat!" volvió a exclamar la bruja, sacudiendo su bolsa para llamar la atención.
"Si, hola, feliz halloween" dijo Bou "¡Pero qué lindos disfraces! ¿Veo una bruja, una momia y un hada?"
"¡Asi es! ¿Y yo veo un señor con dulces para darnos?" respondió la niña. Desde la sala, Sayi no pudo ocultar una risa.
"Ehm... lo lamento mucho, pero nos hemos quedado sin dulces por hoy" se excusó Taikoubou. La momia y el hada pusieron dejaron caer sus bolsas en tristeza, pero la brujita pareció no entender las palabras que le acababan de decir
"¡Pero si me dijeron que aquí habían barras enteras!"
"Habían, pero se nos agotaron. Lo lamento mucho. Si vienes más temprano el año que viene te prometo que te tendré guardada cinco para compensar"
"¡Halloween no tiene horario de atención, señor!" continuó la brujita "¡Las últimas cinco casas nos han dicho lo mismo!"
"Es que... es algo tarde para niños de tu edad. Pero lo sentimos mucho" intercedió Sayi, al ver que Bou se había quedado sin palabras "Si vienes mañana te tendremos dulces. ¡A ti y a tus amigos, lo prometemos!"
Pero entonces la niña empezó a llorar, cada vez con más fuerza, y haciendo tanto bullicio que sus acompañantes se vieron contagiados de su desesperación. Taikoubou miró a Sayi espantado, y ambos se quedaron en silencio unos segundos hasta que una idea salvaje cruzó la cabeza de su pareja, quién corrió a su cartera.
"¡¡Toma!!" dijo Sayi, extendiéndole un billete de diez dólares a la niña, quien detuvo su llanto en el acto. Entonces le dio otros billetes a sus dos acompañantes, con el mismo efecto.
"¡Gracias!" dijo la brujita, ahora con una sonrisa de oreja a oreja como si nada hubiera sucedido. Y tras una reverencia los tres salieron corriendo hacia la calle.
Sayi se giró hacia Taikoubou.
"Ahí van treinta dólares... ¿cuánto te costaron esas malditas barras?"
"Bueno..." dijo el peligris viendo a los tres niños alejándose a brincos "Al menos ahora nos conocerán como la casa más generosa en Halloween..."
"O la casa más idiota" dijo Sayi, cerrando la puerta y regresando a la sala "Mejor hay que irnos de viaje el próximo año"