Author Topic: A Storm Is Coming — The Birth  (Read 29009 times)


Deidara

A Storm Is Coming — The Birth
« Topic Start: July 24, 2015, 11:47:40 AM »
hell's kitchen
season 1 - a storm is coming


Agarró con una mano su taza de chocolate caliente, con la otra un platito con un croissant relleno de crema mientras trataba de encontrar la postura adecuada en la incómoda silla, situada frente a una ventana. Fijó los ojos en el cielo.
 
“Hoy hace un buen día, ¿verdad?”
 
Asintió, una vez, con la cabeza. El sol brillaba, como lo había hecho durante el resto de la semana. Según los meteorólogos la situación no iba a cambiar en la siguiente semana, algo inusual para el otoño del país.
 
“Se avecina una tormenta.”

 
<a href="http://www.youtube.com/watch?v=2ctOMWAZLw4" target="_blank">http://www.youtube.com/watch?v=2ctOMWAZLw4</a>

# # #

Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.
 
Jue 16:5

Cuenta la Biblia la historia de Sansón, historia conocida por muchos. Cuenta cómo Dios ordenó que su cabello nunca se cortase, e hizo fuerte a Sansón— tan fuerte que fue capaz de matar a un león con sus manos desnudas.

“Vuelves a llegar tarde.”

La pelirroja suspiró y dejó caer las cosas sobre su escritorio, confinado en una alejada esquina de la oficina. Una de las desventajas de ser una de las becarias. La peor de todas: compartir escritorio.

“Ya lo sé.”
“La segunda vez de la semana. Y he perdido la cuenta de las veces que van en este mes”
“Por dios, han sido cinco minutos tarde… como me lo vuelvas a echar en cara, cambio todo lo que hay en el escritorio de sitio.”

Su amigo rió, ajustándose sus gafas. Matt Murdock sabía que Deidara no iba a hacerlo, y es que ya hacía unos cuantos años que se conocían y ninguno de los dos tenía problemas con bromear de vez en cuando sobre la ceguera de Matt. Una broma que repetía sin parar, y que sólo había llevado a cabo una vez… y es que, la vez que movió de lado los muebles de la habitación de Matt, éste acabó con cinco puntos en la cabeza.

(Lo cual pareció hacerle todavía más atractivo para algunas chicas del campus— como si la ceguera no le diese ya suficientes puntos). 

Tras haber acabado la carrera de periodismo, los dos amigos entraron de becarios para un conocido diario del país. Ya casi había pasado un año desde aquel día, y Deidara se preguntaba si algún día conseguiría un trabajo más serio. A este paso, lo más a lo que llegaría sería a cubrir la prensa rosa…

“Tendría que haber escuchado a mi padre y haber estudiado derecho,” suspiró Deidara, mientras se reclinaba sobre su asiento. “Al menos así tendría un trabajo asegurado en un bufete…” 
“Algo me dice que así la familia entera habríais acabado a tiros.”
“Mejor que este sufrimiento,” respondió la pelirroja, rodando los ojos.

Matt continuó a lo suyo, quien parecía ocupado escuchando varios artículos que tenía que editar. A Deidara, por su parte, le iba a tocar hacer unas cuantas visitas ese día… cubriendo el caso más interesante de su carrera. La historia del vagabundo que se coló en una residencia de ancianos con la intención de darse una ducha, acabó haciendo saltar la alarma de seguridad, salvando a los ancianos de un incendio que se había iniciado en una habitación en la que los detectores de humo no funcionaban.

"No vuelvas a llegar tarde," le recordó su compañero, bromeando. Soltó un bufido, mientras echaba un vistazo por la ventana. Su vida era una broma.

Al menos hacía un muy buen día.


Su secreto a nadie nunca contó, hasta que Dalila  por unas monedas de plata le sonsacó cuál era la fuente de su poder. Sin su cabello, perdió sus poderes, y así su melena, de donde provenía su fuerza, se hizo tan conocida como al león al que derrotó.

Yuuka abrió su sombrilla y entrelazo su brazo con el de Ion. Él miró hacia arriba con sorpresa. Sobre ellos el cielo era completamente gris, el aire revolvía las hojas en el suelo y levantaba el polvo, pero aun no caía ni una sola gota de lluvia.

“Todavía no está lloviendo, hermana.”
“Ya lo sé~~”
“¿Y… para qué abres tu paraguas?”
“Es una sombrilla”
“Una sombrilla te tapa del sol y un paraguas de la lluvia.No sería más bien--”
Yuuka hizo un gesto rápido con su mano atrapada entre el codo de su hermano pequeño.
“Que importa, la confiable sombrilla tapa el sol Y la lluvia. Habilidades mágicas únicas de la flor viviente más grande del mundo, disfrazada elegantemente de sombrilla rosada.”
“Hahaha, veo que sigues con eso.”
“Para siempre, querido <3”

Se abrieron paso entre los niños que regresaban corriendo a sus casas de las escuelas. Por alguna razón parecían no cruzarse en su camino a pesar de estar en todas partes. Ion había notado que eso le ocurría solo cuando iba con su hermana. Cuando caminaba solo, frecuentemente alguno de todos los niños que disfrutaban su libertad después de seis horas de estudios chocaba con él. Tal vez era por que era más alta que él.

(O tal vez era esa mirada que les lanzaba, la cual Ion podría jurar que no había recibido ni una vez en su vida.)

“Sabes, no tenías por qué venir por mi. Me gusta caminar contigo y agradezco que hayas traído tu paraguas--”
“Sombrilla.”
“--porque olvidé el mio--”
“¡De nuevo!”
“--pero aun así no tenías que hacerlo. Sé que estás ocupada con--”
“No importa Ion, no importa. Puedo cerrar la tienda una hora para venir por ti, en serio. No es como si se fuera a morir el presidente y toda la gente rica de la ciudad necesitara arreglos florales y perdiera la más grande oportunidad de negocios de mi vida solo por venir por ti a la escuela. Aunque ahora que lo digo, no sé, podría pasar.”
“Por favor no mates al presidente para vender flores.” Suspiró Ion.
“Mmmm, quien sabe, no tendría que ser yo.” Sonrió Yuuka
“Por favor no le pidas a tu novio que mate al presidente.”
“¡Mmmm!”

Ambos se rieron por lo bajo.

“Pero, gracias por venir por mi de todas formas.” Dijo Ion con una sonrisa radiante.
“Vamos, no iba a dejar que te mojaras en la lluvia.”
“Pero si el clima estaba perfecto cuando salimos de mi escuela.”
“Mi intuición de bruja me dijo que habría una ligera lluvia.”
“Pues ojalá se hubiera equivocado.”

El viento sopló entre ellos, revolviendo su cabello. Yuuka pudo sentir el escalofrío de Ion y apretó su brazo, apresurando un poco el paso.

“Además.” Yuuka apretó ligeramente su dedo contra la nariz de Ion. “Con este clima, puede que mis plantas necesiten un rayito de sol.”

Ion le sonrió, asintiendo. “En eso tal vez pueda ayudar.”


La Biblia, libro sagrado para muchos, un simple libro más con historietas para otros. No fue la Biblia la única fuente de historias de hombres con poderes. Conocidas son las leyendas de los Dioses griegos; Hades, el invisible, dios del inframundo. Zeus, dios del trueno y el cielo.

Sus planes del día se retrasaron luego de tomarse más tiempo con sus quehaceres de lo que hubiera deseado. Era en esos momentos en los cuales Cho se lamentaba por vivir en un departamento sola en medio de una ciudad sin familiares, pero siempre había un lado negativo para cada aspecto de la rutina.

Aunque un tirón en su mano siempre bastaba para despejar sus preocupaciones. Aun en esa gran ciudad nueva para ella, no se encontraba completamente sola. Su mascota, un shiba inu blanco de tamaño mediano, había llegado con ella desde su ciudad natal para así tener a un compañero en medio de sus estudios superiores.

“¡Woof!” el perro ladró una vez con energías, distraído por unas aves que merodeaban en un parque al costado del sendero. Este intentó correr hacia ellas, pero su dueña le haló.
“Un momento, Koromaru, no podemos distraernos,” le recordó la peliceleste con un tono de voz suave y pausado. Su mascota mostró tristeza con un corto lloriqueo, pero terminó por escuchar a la otra. “Lo lamento, pero estamos tarde. Todavía nos queda un largo camino de regreso. Otro día regresamos por aquí, ¿de acuerdo?”
“…” los ánimos de Koromaru incrementaron y comenzó a jadear, una acción que Cho tomó como una afirmación. Ella no dejaba de sorprenderse por lo inteligente que su perro se mostraba con frecuencia y se sentía muy afortunada por ello.

Cuando salió de su casa a enviar unas cartas, pagar unas cuentas y comprar víveres para el resto de la semana, imaginó que sería un tranquilo y brillante día, razón por la cual había decidido llevar a Koromaru consigo. Pero luego de salir de la tienda notó que el cielo se había oscurecido. No lo esperó ni fue predicho por el pronóstico del tiempo, pero ya no había punto de cuestionarse. Lo mejor era regresar porque el viento comenzaba a agitarse y no había llevado una casaca.

Caminó por más tiempo, pasó el parque y llegó a un camino angosto y rústico entre una avenida vacía y un río. Ese era su camino predilecto por la tranquilidad que le ofrecía, pero al ser un área abierta ya comenzaba a sentir frío. Cho agarró su bolsa de papel de víveres con más fuerza y aceleró un poco el paso. Felizmente Koromaru estaba colaborando y no se resistía a inspeccionar sus alrededores, ya que con la otra mano ocupada no podía ponerse a jalarle de ser necesario.

Y en eso ocurrió. Un estruendo entre las nubes resonó por toda la ciudad, alertando a la joven. Fue un trueno, uno muy cercano. No podía ser, ¿acaso se acercaba una tormenta? Mascota y dueña miraron hacia el cielo al unísono, comprendiendo su realidad. Pasaron a apurarse con la esperanza de regresar antes que comenzara.


Muchos soñaron con lo imposible, con ser dioses. Llegar a lo más alto, tener el poder. ¿Cuántos niños idolatraban a Superman, y soñaban con despertar algún día con fuerza sobrehumana? Superhéroes, les llamaban.

<a href="http://www.youtube.com/watch?v=bibXZUZVonw" target="_blank">http://www.youtube.com/watch?v=bibXZUZVonw</a>

Junto al rio que cruzaba la ciudad, había un enorme parque que sobre miraba los rascacielos de Hell’s Kitchen. Y, en una de las bancas con vista hacia el arroyo, tres ositos criminales pintaban la madera de negro a blanco.

Sus overoles naranjas contrastaban con el verde del pasto y lo nublado del día. Fue entonces que una de los infractores miró al cielo y aguzó la mirada.

“Ugh, ¿creen que empiece a llover?”, preguntó con amargura, chasqueando la lengua ante las nubes negras. “Sólo a gente insensible se le ocurre ponernos a pintar bancas un día así, como si la ciudad tuviera los suficientes fondos para invertir en pintura”. Dicho esto, la chica suspiró y lanzó la brocha de vuelta al balde de pintura con resignación. “Si empieza a llover, ¿nos vamos a casa o nos ponen otra tarea? Yo no puedo ni con mi vida y voy a estar pintando bancas bajo la lluvia”.
“Y con estos cepillos de dientes no terminaríamos hoy aunque quisiéramos”, la otra muchacha imitó a su compañera y también encestó la brocha.

El único que seguía trabajando era un pelirrojo, quién tarareaba una tonada alegre mientras seguía con el pincel en vaivén. No se dignó en compartir el malhumor de sus compañeras, y más bien optó por avivar una conversación que ellas ya consideraban perdida.

“Es una lástima que nos pidan cambiar las bancas de negro a blanco. Prefiero el color negro” aseveró con una sonrisa “Negro es el color del carbón, y el carbón alimenta al fuego”.
“Okay”.
“¿A ti no te mandaron aquí por quemar una casa?” le preguntó una de ellas, y el chico sonrió aún más en respuesta. “Como sea, somos dos contra uno. Consideremos terminado el trabajo y vámonos de aquí”.
“Pero yo quiero seguir pintando, así mañana podremos tener de seguro una mejor tarea”.
“Y si uno se queda pintando le arruina la defensa a las otras frente a nuestros ‘consejeros’, así que ya déjalo”. La chica suspiró y comenzó a buscar la tapa del bote de pintura.
“¿Qué otra mejor tarea podríamos tener, en todo caso?”, dijo la otra con cierto fastidio. “Ayer estuvimos cortando arbustos y me picó una araña, luego estuvo esa vez que tuvimos que cocinar para todo un albergue y nos saltó el aceite hirviendo, pero fue peor la semana pasada que nos mandaron a limpiar los baños públicos del tren y cuando encontramos a esas dos chicas teniendo sex— …No puede ser”.

En ese instante, después de un trueno que cortó lo que decía la joven, comenzó a llover a cántaros.

“Ahora sí deberíamos irnos”, comentó una vez los tres estuvieron resguardados bajo un árbol. “Esta es un área abierta y tenemos más chance que nos caiga un rayo, ¿no?”. El pelirrojo suspiró rendido.
“No quiero que me contagien su malhumor, así que iré a traer algo para cubrir la banca. Entonces nos iremos”.

Ninguna se opuso a su ofrecimiento, y mientras el muchacho subía corriendo la colina de regreso al centro de servicio comunitario, ambas jóvenes se quedaron de pie, una junto a la otra, observando la pintura correrse.

Pero eso perdió su encanto casi de inmediato.

“Y tú, ¿por qué estás aquí?”. Ante la pregunta, Kitty no pudo hacer más que reírse.
“¿Recuerdas la última marcha que hubo en contra de esa empresa minera que tiene malos manejos ambientales en otros países?”, su compañera asintió. “Bueno, yo fui la que hizo el graffiti en la estatua de la plaza y también sacó adoquines del suelo para lanzarle a los policías que fueron a contenernos. Oh y a mí me cayó la bomba lacrimógena cerca, así que mientras todos escapaban a mí me atraparon ahogándome”, se encogió de hombros. “Sentenciada a 4 semanas de servicio comunitario. ¿Y tú? No te ves tan mala ni loca activista, ¿qué hiciste?”.

Yukino tronó sus dedos amargamente.

“Tomé la falta por mi guardián. Soy buena con las computadoras y cubrí sus pasos tras una de sus ‘diversiones', pero fui descuidada y me encontraron esta vez. No tienen evidencias para enjuiciarlo a él, así que se la toman conmigo”.
La castaña chasqueó la lengua, “Atrapada aquí injustamente” observó la castaña, “Ya me parecía que no pertenecías aq—”
“Golpeé al oficial que me arrestó”
“Muy bien, that’s my girl”, le dio una palmada en la espalda y sonrió.

Una fuerte ráfaga de viento sacudió los árboles y el pasto a su alrededor. Las calles se inundaban rápidamente, y sin señal de su compañero a la vista, ambas jóvenes se cruzaron de brazos.

“¿Qué tanto le puede demorar traer un plástico? Jfc, ni que se haya ido a fabricarlo”
“Es buena persona, de seguro ha ido a traer algo para abrigarnos”
“¿Tú crees?”, ambas chicas elevaron la mirada al cielo y suspiraron rendidas.
“Maldito seas, Claire…”

Y otro trueno sonó, pero esta vez, sobre ellas.

 
Pero no todos eran vistos con buen ojo. Para muchos lo desconocido, era sinónimo de algo a temer, aquello a evitar y discriminar; aquellos pasaron a ser los villanos de las historias.

A pesar de que había comenzado como una ligera lluvia que terminaría pronto, había arreciado y ahora se encontraba atrapada en una parada de bus techada. Observaba con preocupación el evento meteorológico del que ahora víctima, por decirlo así y bajó la mirada a su celular.
 
Sin señal.
 
El último mensaje había sido de su hermano menor indicándole que debía pasar por un paquete a la oficina postal. Si tan solo hubiera hecho sólo eso  y no hubiese desviado su camino hacia la tienda de cómics más cercana, quizá habría alcanzado el camión y no estaría a merced del clima.
 
“Esto no salió en el reporte del clima…”

El viento era fuerte y podía sentir cómo, a pesar de encontrarse bajo el techo, las gotas de lluvia impregnaban rápidamente su ropa. Un escalofrío recorrió su cuerpo y abrazó la caja que tenía entre manos.
 
Se hacía cada vez más tarde y los truenos se dejaban escuchar. Wye siempre había odiado ese momento, cuando la luz del rayo caía en alguna parte del mundo y, dependiendo la distancia, un rugido se dejaba escuchar con toda la fuerza e intensidad comparable sólo a un monstruo de pesadilla.

Después de que el último rayo cayó bastante cerca para su gusto, se decidió. Abrió la caja y confirmó que, gracias a los dioses, el sistema de paquetería era lo suficientemente razonable como para envolver todo en plástico. Tomó el contenido en sus manos y abandonó el cartón en la parada. Sí, podría haber sido un buen paraguas pero cuando todo se empapara completamente sólo sería un estorbo así. Decidió que correr a otro sitio, uno con un techo más amplio y mejor recepción, era la única solución. Al menos podría llamar a su hermano mayor y pedir que la recogiera.

Antes de comenzar su carrera  para buscar un mejor refugio, los truenos comenzaron a ser más y más cercanos. Tenía que ser fuerte y correr sin dejar que el miedo la venciera pero, el viento y el agua no eran fáciles de vencer. Terminó atrapada en un vendaval que la hizo caer, soltando el paquete que terminó a unos metros de ella. Un nuevo rayo iluminó todo y el eco de los truenos más lejanos fue opacado por el que venía detrás de esa luz. Se cubrió los oídos y cerró los ojos aun en el suelo deseando que todo terminara pronto.


Pero todas aquellas historias pertenecían a las grandes obras maestras de la humanidad; bien en papel o en la gran pantalla. ¿Quién iba a creer que alguien pudiese tener semejantes poderes?




La luz de los rayos iluminó momentáneamente la habitación. Después, oscuridad, luces apagándose, hasta que la electricidad volvió.

Se llevó las manos a la cabeza, haciendo caer su taza de chocolate. El ardor en su pierna y el corte en su mano no fueron nada comparados con los pinchazos que sentía en la cabeza.

“¿¡L!? ¿L, qué ha pasado? ¿Necesitas que llame a alg--”
No respondió a la pregunta. No directamente, porque sus palabras fueron suficientes para hacer saltar la alarma. “Unos diez o más. Han aparecido de golpe.”
“Lla-Llamaré a Bruce.”

Salió corriendo, en busca de ayuda. L consiguió recuperar la postura, volviendo a sentarse en su cómodo sillón.

“¿De dónde habéis salido…?”


¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?
« Last Edit: July 24, 2015, 11:55:19 AM by Deidara »


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #1: July 25, 2015, 03:36:37 PM »
OOOPS perdón por abusar. es el hype, culpo al hype.
primer aporte, por primera vez empiezo un fic con icons :>! todo muy emocionante


#1 - not a good day.

Tras el día que había pasado, nada podría ir peor.

Tuvo que pasar horas dando vueltas por la residencia de ancianos, que olía a una mezcla de quemado (incluso tres días más tarde del incendio… aquello no debía ser muy seguro), a suciedad y a anciano que hacía una semana que no se duchaba. Los obreros todavía estaban de arriba abajo sacando cualquier cosa que hubiese quedado inservible tras el incendio, entrando muebles y camas nuevas. Como si soportar aquel olor no fuese suficiente, los ancianos de la residencia tuvieron a Deidara retenida y le hicieron dar vueltas alrededor de la salita de la televisión mientras ellos les contaban sus historietas de guerra, y ella trataba de sacar información interesante para su artículo; otros le hicieron jugar al parchís, y otros le confundieron con nietos o sobrinos. Un día un tanto surrealista. Al menos pudo sacar suficiente para acabar su artículo, incluso alguna que otra galleta recién horneada.

Revisó sus notas, decidió dejar la visita al vagabundo para el día siguiente. El cielo se había empezado a nublar, truenos se escuchaban a la lejanía, y lo último que quería era tener que volver a casa corriendo y sin paraguas. Además, encontrar al vagabundo sería una tarea difícil: las calles de Hell’s Kitchen podían no acabar nunca.

En el rato que Deidara tardó en beber un café de la máquina de la residencia, la lluvia empezó a caer sobre Hell’s Kitchen. Lo peor es que Deidara no llevaba consigo su tarjeta de autobús.

“Pero si se suponía que hoy no iba a llover…” Se dijo para sí misma, en la salida de la residencia, mientras observaba al cielo. Se abrochó bien la gabardina (regalo de sus padres, porque le daba un aire muy de ‘periodista profesional, de esas reporteras que salen en las películas y no dejan de perseguir al policía hasta que le sonsacan la información que necesitan’), y tras asegurarse que su libreta no iba a correr peligro, salió a correr calle abajo. Vivía a treinta minutos a pie de allí, pero por suerte, su amigo Matt vivía más cerca. Tenían una llave el uno del otro, ‘mi casa es tu casa’ y todas aquellas cosas bonitas de amigos para siempre. 

Tuvo que detenerse frente a un semáforo. Un árbol le resguardaba de la lluvia, aunque no parecía ser suficiente. Impaciente, esperó a que la luz se volviese a poner verde. Truenos se escuchaban a lo lejos, la lluvia caía más insistente.

Al menos no tendría que regar las plantas esta semana.

Fue cuando estuvo a punto de cruzar, semáforo por fin en verde, que un rayo cayó, sorprendentemente a escasos metros de ella. Un pequeño arbusto ardió, las llamas duraron poco con la cantidad de agua que caía. Deidara se quedó parada, en medio de la calle, observando la escena. Completamente empapada. ¿Que acaso no tenían pararrayos en Hell’s Kitchen?

“Mierda.”

Otro rayo cayó. Algo quemaba, su cuerpo entero dolía, notó como si todos sus músculos se contrajesen a la vez. Su cabeza parecía que iba a explotar, y lo único que veía era luz.

Tal vez era así como su vida acababa, fue lo último que pensó, antes de caer.

# # #


Húmedo.

No, más bien… mojado, se encontraba completamente empapada. Su cuerpo entero pesaba como dos quilos más. Despertó porque alguien le estaba sacudiendo, gritando su nombre. Al principio no distinguió de quién provenía aquella voz.

“Deidara, despierta… oh, por fin, ¿oye, me escuchas? Te he encontrado aquí en medio de la acera, no sabía qué…”
“¿Morrigan?”
“Menos mal. Porque yo no quería ser la que tuviese que contarle a Matt que su amiga estaba muerta en la calle a pocos metros de su apartamento.”

Deidara soltó un gruñido, mientras trataba de levantarse. Morrigan no le dejó.

“¿Adónde vas? Tú no te muevas. ¿Se puede saber qué ha pasado? Venía a visitar a Matt, y te he encontrado así, y no sabía qué hacer… pensaba que estabas muerta. Me había parecido que no respirabas.”

Morrigan, la hermana de Matt, le miraba con semblante preocupado. Algo que Morrigan no había hecho en muchas ocasiones por Deidara. A pesar que los hermanos tenían una relación bastante decente, Morrigan prefería ser algo más distante, no intimar mucho con la mejor amiga de su hermano. No estaba segura si había sido un milagro o no que Morrigan le encontrase.

Había nombrado cómo se había encontrado a la pelirroja en medio de la calle… casi sin vida. Deidara recordó en cómo había llegado a pensar que sí que había muerto. Le extrañaba seguir allí con vida. ¿No le había caído un rayo encima? Observó sus manos. Le temblaban. ¿O eran sus ojos los que temblaban? ¿Su cuerpo entero?

Su cabeza estaba dando vueltas. Se llevó una mano a ésta, intentando estabilizarla. Por el rabillo del ojo, echó un vistazo a la calle. Ya no llovía, pero toda la acera estaba mojada. Vio, a lo lejos, un hombre, empujando un carro de la compra, lleno de objetos de metal. Agudizó un poco la vista, se dio cuenta de quién era—

“Es— el vagabundo, estoy escribiendo un artículo, y, tengo, tengo que ir a hablar con él, si no mañana…”
Morrigan no le dejó acabar la frase. “¡Pero te estás volviendo loca? Espera, sí, no respondas. Lo estás. Creo que deberías ir al hospital.”

Tal vez sí que se había vuelto loca. A decir verdad, le había dado la sensación en la residencia, que en una de las habitaciones de los ancianos olía un poco a hierba (tal vez terapéutica, quién era ella para juzgar). Le podía haber subido, llevándola a desmayarse en medio de la calle cuando se dirigía camino a casa de Matt. Sí, seguro que había sido eso.

“No, creo que ha sido una bajada de azúcar. Creo, creo que una de mis tías tiene diabetes, seguro que es cosa genética,” mintió, mientras trataba de ponerse en pie. Por dios, daba asco. Estaba mojada de pies a cabeza, barro manchando su gabardina. Le tocaba ir a la tintorería pronto.
“Bueno, como tú digas.”

No tenía ni un solo rasguño. Nada. ¿Qué había pasado? Cuanto más lo pensaba, más confuso era.

“Creo que voy a irme a casa,” decidió al fin.
A Morrigan pareció no gustarle la idea. “Si mi hermano se entera que te has ido así a casa, me mata. ¿No ibas hacia su casa igualmente?”
“No, es sólo que me quedaba más cerca, y empezó a llover y… ahora que ha dejado de llover, creo que iré tirando. No hace falta que se lo digas a Matt, sólo se preocupará, y ya sabes cómo es cuando se preocupa…”
“Los amigos de mi hermano están locos,” decidió Morrigan, poniendo los ojos en blanco. Bueno, ahí no iba a quitarle la razón Deidara.
“Bueno, nos vemos, ya hablaremos, ¡hasta otra!”

Lo único que tenía ganas de hacer, era de salir tan corriendo como pudiese de allí.
« Last Edit: March 02, 2016, 08:40:43 AM by Deidara »


Sayi

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #2: August 02, 2015, 02:12:57 PM »
Fic compartido con Purinis -3-




Chapter 1 — Come Together

It’s unfortunate that when we feel a storm
We can roll ourselves over ‘cause we’re uncomfortable
Oh well, the devil makes us sin
But we like it when we’re spinning in his grip


. . .


Cuando recobró el conocimiento, el malestar que sentía no le dio fuerzas ni para abrir los ojos. La lluvia caía sobre ella y el agua se sentía helada en su piel.

Yukino se quedó echada un par de segundos más... hasta percatarse de lo que acababa de suceder.

¿Acaso le había golpeado un rayo?

Recordaba ser envuelta en una luz cegadora. Un remezón la sacudió de tal manera que no pudo ni siquiera gritar, y antes de pensarlo su cuerpo había golpeado el suelo con mucha fuerza.

El golpe y el shock la tenían con la cabeza dando vueltas, y cuando recordó que no estaba sola, la pelirroja se giró prontamente a su lado.

“¿¡Kitty!?"

Aún inconsciente, su compañera yacía a su derecha. Yukino temía que se encontrara muy lastimada, pero no se atrevía a tocarla por temor de pasarse el shock de una manera u otra.

“¿Pero que están haciendo?”

Por encima de la colina venía corriendo Claire, sujetando bajo el brazo el toldo que cubriría la ahora lavada banca. Con la conmoción inicial superada, la pelirroja logró ponerse de pie torpemente.

“¡Espera!”

Antes de que Claire pudiera acercarse a ella, Yukino levantó los brazos y le indicó que se quedara parado donde estaba, ya que aún no comprendía bien qué había sucedido y tenía miedo de hacerle daño si es que eso era posible.

“¿Qué sucede? ¿Qué le pasó a Kitty? ¿Por qué estabas ahí tirada?”
“C-Creo que un rayo nos impactó”
“Ok, entonces reanimemos a Kitty, sería peor si se queda así tirada a expensas de otro”.

A pesar que la pelirroja quiso detenerlo por miedo a que le pasara algo, Claire se le había adelantado y ya se encontraba arrodillado al costado de su compañera dándole palmadas en la cara, pero sin reacción alguna. Fue recién en ese momento que Yukino entró en pánico pensando que tal vez Kitty no había sobrevivido el impacto, pero tras unos instantes en que el chico se recostó sobre su pecho y le dijo que escuchaba sus latidos, se sintió mucho más calmada.

“Llevémosla dentro, acá morirá de neumonía”, Claire se posicionó detrás de la cabeza de Kitty y la alzó sujetándola de las axilas.
“Claire, nadie nos va a creer”, Yukino se abrazó a sí misma y comenzó a seguirle el paso, aún temblorosa, pero entrando ya en el plano histérico. “¿Acaso vamos a ir a la enfermera y decirle: 'Oh, le dejamos a nuestra amiga, le cayó un rayo, ¿y podría revisarme? A mí también me cayó uno, jaja, cosas que suceden'”.
“Si no te creen a ti pues me creerán a mí”, Claire le dedicó una sonrisa amplia y Yukino se repitió mentalmente 'quemó una casa', así que no comentó más al respecto.

El centro comunitario parecía estar vacío a excepción de ellos. Entre los dos recostaron a Kitty en la primera banca que encontraron, y a falta de una frazada Claire la cubrió con el toldo para que no se enfriase.

Otro rayo retumbó y Yukino se cubrió ambas orejas con las manos.

“Aquí no te pasará nada” le calmó el pelirrojo “Voy a llamar a una enfermera”
“Dude, espera”

Kitty parecía estar reaccionando, pues sus párpados temblaban y parecía murmurar incoherencias bajo su aliento. Claire tocó su hombro en el preciso momento que otro rayo tronaba, y en respuesta la joven se enderezo de improvisto y le propino un golpe en la cara.

“¿¡Estás bien!?”

La castaña se sobó el rostro con ambas manos. Parecía como si la hubieran despertado de un profundo sueño.

“¿Que demonios paso?” finalmente alcanzó a hilar sus ideas “¿Acaso…?"
“Nos golpeó un rayo” le confirmó Yukino, y seguidamente suspiró más tranquila “Menos mal que estás bien. Pensaba que terminarías en coma o algo así”
“¿Y a ti no te paso nada?”
“Igual que a ti, al parecer. La cabeza me sigue zumbando"
“No si, no hace falta que me agradezcan” comento Claire mientras aún se sujetaba la mejilla “Solo ayude a una y cargue a la otra, pero un golpe sirve supongo”

Aún confundida, Kitty atinó a agradecerle y con ayuda de Yukino se retiró el toldo de encima y se sentó.

“¿Deberíamos ir a un hospital?” comentó la castaña, pero inmediatamente agitó la mano en negativa “Olvídenlo, nadie nos creería”
“Así es. Creo que solo nos queda agradecer que no morimos” dijo su compañera revisando su cuerpo. Además de los overoles empapados, no había señal de daño alguno “Deberíamos cambiarnos”
“Pues ahora si nadie podrá pintar, así que vayámonos de una vez” Claire tomó el toldo y empezó a doblarlo toscamente “Aunque mejor esperamos a que deje de llover. Digo, ¿no?”
“¿¡Que creen que están haciendo!? ¿¡Descansando!?”

Desde el área de oficinas, su inspector se les acercaba a zancadas. Tenía la boca contraída en una línea severa, la cual les daba una idea del regaño que estaba por venir.

"Uh... ¿No se puede pintar con lluvia?", atinó a decir Kitty al ver al hombre hecho una furia.
"¿Y qué? ¿¡Creen que pueden dejar de cumplir actividades sólo porque llueve!? ¡Acá en el centro hay mucho que hacer, así que no les contaré ninguna de las horas de hoy!"
"¿¡QUÉ!?", tanto Yukino como Kitty gritaron indignadas y Claire se cruzó de brazos, enojado como ellas.
"Sí, tampoco tiene sentido que se pongan a hacer algo ahora porque están empapados y sólo ensuciarán más las salas. Váyanse a los baños y el lunes retomaremos lo de las bancas desde cero".
"Esto es injusto", reclamó el pelirrojo.
"Injusto es que otras personas hayan tenido que sufrir por culpa de ustedes y a eso se debe que estén aquí. Y sí, Pryde", comenzó a decir cuando esta empezó a requintar, "Dañar el ornato público también es un atentado contra el derecho de los demás ciudadanos, tu estancia aquí está plenamente justificada".

Puesto que ninguno de los tres tenía ganas de seguir hablando con el hombre, este suspiró cansadamente e intentó por enésima vez darles una charla motivacional como indicaba su trabajo; pero dado que el enojo por saber que habían tenido un día perdido, probablemente se enfermarían y dos tercios del grupo casi moría sin sentido, se limitaron a asentir sin chistar para que les dejara ir rápidamente. Cuando el inspector se dio cuenta que era inútil lo que hacía, chasqueó la lengua y sin siquiera despedirse, se fue del lugar.

"Y entonces... ¿Nos vamos?", preguntó Claire metiendo las manos en los bolsillos del overol y mirándolas atentamente.
"Pues supongo, ¿no? ¿Te sientes mejor?"
"Sí".

Kitty se aferró de la orilla de la banca y se sentó temblorosamente, para pararse con la ayuda de Claire. Así, los tres chicos se dirigieron en silencio hacia los baños y llegando las dos se metieron presurosas a las duchas para usar el agua caliente y evitar enfermarse como sea. Pasados unos cuantos minutos, Claire se despidió no sin antes pedirles que le avisaran si algo iba mal y estas le agradecieron.

"Tenía miedo de entrar a la ducha y que me pasara corriente por el termostato"
"¿Crees que si me seco el cabello con el secador de manos me pase algo?"
"Pues parece que no ha sido nada, a final de cuentas..."

Si bien en otras ocasiones habían encontrado fácilmente de qué hablar, esta tarde Kitty y Yukino se habían quedado mudas de la impresión, por lo que siguieron arreglándose en silencio durante media hora más. Al terminar, Kitty se dio con la sorpresa que Yukino le esperaba en la puerta del baño y ambas se fueron del lugar juntas, esperando a que la otra dijera algo, pero tuvieron que llegar hasta donde partían caminos para armarse de valor.

"No nos pasó nada"
"No, no pasó nada, seguimos igual".
"Y... ¿Estaremos bien?"

Silencio.

"Ok, esto es demasiado raro. Me voy a mi casa, ¿llámame? ¿Avísame? ¿Atenta contra el ornato de mi casa y déjame un mensaje en grafitti?"
"Ay sí, qué graciosa, señorita pegalona", Kitty rodó sus ojos. "Te aviso cualquier cosa, igual tú".

Y con un gesto de la mano a modo de despedida, ambas se fueron por su lado. Demasiados enredos se habían hecho para que, a final de cuentas, todo hubiese quedado exactamente igual que siempre.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #3: August 09, 2015, 02:51:16 PM »
ya tenía ganas de escribirrrr T_T

#2 - not an okay night.


El mundo se tambaleaba a su alrededor.

(Pero eso no iba a impedir que llegase a casa y por fin se quitase la ropa mojada).

¿O tal vez era ella la que no dejaba de tambalearse de lado a lado? ¿Por qué estaba todo moviéndose? ¿Era ella?

Le costó encontrar sus llaves en el bolso, todavía más atinar y encajar la llave en el cerrojo. Su fuerza al menos no se había ido, pero tan pronto como llegó a casa, se dejó caer al suelo.

Había varias posibilidades.

Una era que se estaba volviendo loca.

Otra, que alguien le había drogado cuando había caído rendida en medio de la calle.

La más improbable, que las cosas de verdad se estaban moviendo a su alrededor.

Logró quitarse la ropa—casi arrancársela de su cuerpo, ya que ésta insistía en pegarse a ella, abrazándose a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase. Acabó a un lado, en una pila junto a ella. Se agarró la cabeza con ambas manos, y apenas segundos más tarde, cuando las apartó de su rostro, pudo jurar que sus manos estaban borrosas, que apenas podía diferenciarlas.

Quedó dormida en la ducha.

# # #

Despertó, se puso su bata, alcanzó su bolso y agradeció mentalmente a la madre naturaleza que no hubiese decidido matar a su móvil. Sin lugar a dudas, el día ya había sido lo suficientemente malo, pero haberse encontrado con un móvil ahogado en agua de lluvia habría sido ya la gota que colmaba el vaso. El piloto LED no dejaba de parpadear, indicándole que tenía notificaciones. Matt le había escrito un mensaje, ortografía impoluta como siempre. Su amigo quería asegurarse que se encontraba bien, ya que Morrigan le había dicho que se había encontrado a Deidara por el camino. Por el camino. Al parecer, Morrigan no le había contado la escena con detalles, o habría tenido a Matt plantándose en su casa inmediatamente el día anterior.

Le contestó para asegurarle que todo iba bien, que simplemente se dirigía allí para resguardarse de la lluvia pero que acabó volviendo porque pronto dejó de llover. Todo mentira, pero contarle la verdad (‘hey, creo que un rayo me ha golpeado, y estoy igual de viva que ayer y me estoy volviendo loca, o puede que ya lo estuviese, o, no sé qué está pasando, seguro que es la medicación para la alergia’) no era la mejor de las ideas.

Dejó de lado el resto de notificaciones (spam, mails, aviso de capítulos nuevos de sus series preferidas), pero se apuntó mentalmente el no olvidarse de la cena que tenía a la noche siguiente con sus padres, como le indicaba el calendario.

Escuchó un ruido que provenía de su izquierda.

El ruido no le sobresaltó. Se trataba de su gato, Carboncito; por ser negro como el carbón, apodado también como ‘Cabroncito’ por muchos que habían pasado por su casa, por lo pesado y necesitado en atención que podía ser a veces el gato.

“Hey—oh, mierda,  no te he dado de comer hoy.”

Corrió hacia la cocina para prepararle su bol. Reparó en ese momento que el dolor de cabeza había desaparecido por completo. Uh. Tal vez sí que había sido una bajada de azúcar. O, lo que fuese, ya había perdido la cuenta de todas las teorías que había montado en su cabeza.

“¿Cómo iba a golpearme un rayo, eh, Cabroncito?” Le preguntó a su gato, agarrándolo y sentándolo sobre su regazo. El felino se quejó con un maullido, no tardó en intentar de arañarle para así poder correr a comer.

Deidara estaba también muerta de hambre. Pero el cansancio acabó superando al hambre, y, sumándole su vagancia, las ganas de prepararse algo para cenar se desvanecieron, favoreciendo la opción de quedarse dormida en la cama, sobre las sábanas. Había sido un largo día.

# # #


“Vuelves a llegar tarde.”

Se había despertado tarde. No había sido intencionadamente. Tras el incidente del día anterior, se le había pasado completamente por alto configurar el despertador para la mañana siguiente, resultando en levantarse con el tiempo justo para prepararse para ir al trabajo… aun así, no estaba segura cómo lo había logrado para tardar tan poco en prepararse. Y es que, se había despertado con un margen de veinte minutos para alistarse y llegar al trabajo… y sólo llegaba diez minutos tarde.

“Oh, vaya, dime algo que no sepa,” respondió Deidara sarcásticamente, ojos clavados en la nuca de su amigo Matt Murdock. Estaba concentrado escribiendo algo en su portátil, pero ella estaba segura que él podía escuchar la sonrisita en sus labios. “He tenido un contratiempo.”
“Pues has escogido un mal día para tener uno de esos. Por cierto, ¿cómo estás? La tormenta de ayer fue muy fuerte. ¿Llegaste bien a casa?”
Deidara se alegró que Matt no le preguntase muchos detalles sobre el encontronazo con su hermana, menos mal que ésta no le contó nada de lo extraña que fue la situación. Y, menos mal que su amigo era ciego, y no pudo ver la reacción de Deidara al sacar al tema. No creía que fuese el mejor momento para contarle a su amigo sobre el rayo… si es que algún momento era bueno para ello. “Sí, aunque tengo que llevar la gabardina a la tintorería, y casi pillo un constipado… pero, ¿qué quieres decir que no es buen día para tener uno, uno de qué?”
“Oh.” Matt se giró entonces, dirigiéndose hacia Deidara. “El jefe. Te estaba buscando hace un rato.”
“Mierda. ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Me has podido cubrir?”
Su amigo asintió, sonrisa volviendo a su rostro. “Le he dicho que te podría encontrar en el baño, pero que sería mejor que no se pasase por ahí durante un rato,” dijo, llevándose un dedo a la nariz.
Había veces en las que a Deidara le gustaría matar a su mejor amigo, y esa era una de ellas. Esa se la tendría que devolver. “A veces deseo que en lugar de ciego fueses mudo.”
“Perdería todo mi encanto,” bromeó, mientras Deidara se quitaba la chaqueta, y dejaba ésta y su cartera en su lado del escritorio.
“Si no salgo de ahí en diez minutos, llama a los G.I. Joe.”
“¿Y a quién se supone que digo que tienen que salvar? ¿A ti o al jefe?” Rió Matt.

El día no podía empezar de peor forma.
« Last Edit: March 02, 2016, 08:57:10 AM by Deidara »


Cho

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #4: August 10, 2015, 12:17:45 AM »
Aquí vengo con el primero~

Thanks Sayi for the icons, you're so pleasant

I - Cold Light


A pesar de los deseos de Cho, la tormenta comenzó antes de regresar a su departamento. Aquel día previamente pronosticado soleado trajo una severa tempestad, y la joven corría a través de la densa lluvia.

Sentía que su bolsa de papel se deshacía en su brazo y que todo su cuerpo se empapaba. Tal vez no había punto de correr a esas alturas, pero los retumbantes truenos le inspiraban miedo. Ella siempre había amado las lluvias torrenciales y los sorpresivos relámpagos, pero nunca los había sentido tan cercanos. Extrañamente, sentía un gran miedo, y por andar corriendo en un gran parque para cortar camino, sabía que podría estar bajo un riesgo mayor de aquella muy improbable fatalidad.

Koromaru le ayudaba corriendo sin parar, pero este era más rápido que ella, y su constante tirón en ocasiones le daba leve inestabilidad, aunque aun así le inspiraba a correr a pesar del cansancio. El tranquilo y juguetón perro parecía lo suficientemente alarmado como para no querer jugar en el presente clima, y Cho se sentía agradecida de ello. Sólo les quedaba cruzar el parque y un par de calles más y estarían de regreso.

Sin embargo, otro trueno la estremeció y le indicó que esa tormenta no sería una de las placenteras a las cuales estaba acostumbrada. Cho había corrido por un largo rato, pero era como si aquellos truenos persistieran en buscarle. Sería sólo una paranoia por la presente situación, pero no iba a quedarse a averiguarlo.

Cho sintió otro fuerte jalón de Koromaru que casi le hace tropezarse con el césped, y al dar un paso forzado para estabilizarse, notó que un objeto se cayó de su bolsa. Una de sus botellas de yogurt saltó y rodó a un costado. Alarmada, Cho pretendió ir a recogerla, pero por la inercia de su mascota, tuvo que dejar a este ir para darse una vuelta e ir por su bebida.

“¡Woof!” el perro blanco corrió un poco más, pero al dejar de sentir la presión de su dueña se giró. Él se tensó al presenciar los cielos encima de ambos iluminarse de un fuerte destello. Koromaru aceleró su marcha de regreso a su dueña, pero él no fue más rápido que el rayo.

Cuando estuvo a punto de agarrar el yogurt, Cho se asustó por la repentina luz y soltó su bolsa por la sorpresa. En ese instante, vivenció un evento sin precedentes.

Sintió una parálisis general y su mente se apagó. Su cuerpo perdió flexibilidad y se sacudió a una oscilación de rapidez inconcebible. Pero fue fugaz, porque al igual que la luz, la consciencia de la joven se apagó en una fracción de segundo.



El despertar fue duro e incómodo. Por un instante, Cho había olvidado su ubicación y circunstancias, pero muy lentamente sus pensamientos volvieron a armarse a sí mismos.

“¡Woof! ¡Woof!” escuchó un ladrido cercano, seguido de silencio, y del lloriqueo de un animal cercano.
“…” Cho tensó levemente sus manos y sintió el césped húmedo en el cual se encontraba apoyada. Seguido de eso, su cuerpo se cubrió de escalofríos al recién asimilar el frío en el cual estaba sumergida. Ella recordó la tormenta y abrió sus ojos como platos, para ver a Koromaru mirarle fijamente. “K-Koromaru…”

Este se acercó y olfateó a su dueña, lo cual hizo que esta se sentara en el piso. Con esa acción tan simple, Cho percibió que su cuerpo estaba demasiado pesado. Era una sensación de agotamiento peor que la de un sobreesfuerzo físico. Pasó a mirarse, sin notar ningún daño. Luego miró a sus compras y todas yacían en el piso, mezcladas con la bolsa mojada que ya no tenía utilidad. Finalmente, alzó su mirada hacia los cielos. Apenas caían unas últimas discretas gotas. Llevó su mano a su frente y su cabello, sintiéndolos completamente húmedos.

“He estado inconsciente un rato…” Cho abrió sus ojos ampliamente, sorprendida. “¿Cuánto tiempo ha sido?”
“…” Koromaru ladeó su cabeza con una mirada perdida.
“N-no sé qué ha ocurrido,” la peliceleste bajó su mirada y se puso a pensar. Imposible, por más que lo pareciera y que lo haya sentido tan real, no podía haber sido impactada por un rayo. Pero se había desmayado. De todos modos, no tenía ningún daño visible en su cuerpo y ni había marcas del impacto cerca o en sus pertenencias. Tal vez el entumecimiento en su cuerpo se debía únicamente a su improvisado ‘descanso’ en pleno parque. Sí, era lo más lógico. Se negaba a darle más vueltas al asunto, así que regresó a su mascota y le acarició un poco en la cabeza. “Pobre, debo haberte preocupado.”
“…” este entrecerró levemente sus ojos en gesto de disfrutar la atención, pero ni bien esta terminó, persistió en su actitud de observar a su dueña fijamente. En su propia forma discreta de expresarse, Koromaru estaba más atento al suceso que Cho.
“Pues, tenemos que regresar, n-ni bien vea cómo cargar esto sin la bolsa…” la peliceleste se lamentó por su suerte. La mayoría de compras estaban cubiertas de plástico, pero iba a tener que despedirse de algunos postres. “Cuando regresemos tengo que darte tu comida.”
“…” con esa mención, el perro dejó de estar tenso y meneó un poco su cola. Por experiencia pasada, ya había hecho la relación entre la palabra y el alimento. Cho sonrió un poco al notarle de mejor humor y se apresuró a recoger sus pertenencias. Tendría tiempo más tarde para seguir lamentándose de su suerte.

Con la tormenta terminada, ella pronto tendría mucho más que atender.


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #5: August 16, 2015, 03:48:36 PM »
yay nuevo aporte :3 he tenido este psj durante siglos en mi lista y por fin lo uso en algo decente T_T

#3 - worst day ever


El despacho de su jefe siempre le había parecido un sitio aburrido y sin nada en especial. Las paredes estaban pintadas de lo que podía deducir había sido un blanco en sus buenos días, pero ahora más bien parecía un gris apagado. No le iría mal una pasada de pintura.

Su jefe tampoco parecía haber salido del siglo pasado, y es que lo poco que tenía decorando su despacho podría haberse encontrado fácilmente en una película policíaca de unos años atrás. Un corcho, con varios recortes de periódicos, imágenes a blanco y negro y post-its con los márgenes arrugados, algunos hasta parecían mojados. Tres diplomas en otra de las paredes, dos portadas enmarcadas del periódico, unas estanterías llenas de archivadores, y una planta medio muerta en la esquina del despacho, que no recibía suficiente luz del sol, eran la poca decoración que se podía observar. Todo demasiado vintage, aunque el toque final lo ponía la vieja pantalla de tubo de ordenador que reposaba sobre el escritorio, junto a varios cuadernos y hojas, y un pequeño marco de fotos que no alcanzaba a ver del todo.

Tras el escritorio, sentado en una cómoda silla (probablemente lo único moderno del despacho, y es que ni el jefe parecía de este siglo), Kyle Hyde estaba concentrado, apretando furiosamente teclas en su teclado. No parecía muy fan de la tecnología.

“Hace un rato que te he llamado,” fue la forma en la que le saludó.
“Lo siento, he tenido un imprevisto.”
“Eso cuenta tu amigo Matt.”

(Deidara se preguntaba quién saldría en esa fotografía. Sospechaba que se trataba de la foto de stock.

Porque su jefe era una persona horrible.)


Deidara esperó a que Hyde le indicase que se sentase, pero éste seguía tecleando algo en su ordenador. Viendo que no iba a recibir tal oferta en el cercano futuro, decidió tener decisiones propias y sentarse por su propio pie en la silla frente a él.

“Así que…” Como Kyle no hablaba, fue ella quien trató de obtener algún tipo de respuesta. “Quería hablar conmigo. ¿De qué se trata?”
Hyde por fin levantó su mirada de la interesante pantalla del ordenador. “Sí. Simplemente, quería que nos pusiéramos un poco al día. Tanto tú como Murdock lleváis siendo becarios desde hace unos meses, y creo que esto no vendría mal… al fin y al cabo, cuando acabe vuestro contrato como becarios, no sé qué pasará con vosotros dos.”

Tanto Deidara como Matt esperaban que les ofreciesen un puesto serio de trabajo. Sabían que era algo complicado, ya que la competencia era alta, y siempre habría alguien mejor que ellos. Pero la experiencia ya la tenían, algo difícil de conseguir recién salidos de la universidad. Lo peor que podría pasarles, era que Hyde sólo ofreciese un puesto fijo, y que ambos tuviesen que competir con él… Deidara esperaba que, cuando acabasen sus contratos, ambos se encontrasen con plazas libres y con los brazos abiertos a seguir en la empresa. No querría tener que luchar por ese puesto contra su amigo, y no estaba segura que aceptase un puesto de esa manera. No quería creerse superior, pero era realista. Ambos eran buenos en su trabajo, los dos tenían notas similares, pero sabía que si tuviesen que buscar trabajo, Deidara lo tendría ligeramente más sencillo que Matt. Había gente con muchos prejuicios, y sabía que muchos tendrían reservas a contratar a un ciego.

“Claro, sin problema. Uh… ahora mismo estoy trabajando en un artículo que debería entregar mañana, que será publicado en la sección ‘Ciudadanos de Hell’s Kitchen’. Se trata del incendio de la residencia, ¿recuerda?”
“Ah, sí. Pasó la semana pasada. ¿Cómo van tus avances?”
“Bien, tengo escrita la mayor parte. Sólo me queda encontrar al vagabundo, hacerle unas cuantas preguntas, y acabar de ligar todo.”
Hyde asintió, apoyando su barbilla en una mano. “Bien, está bien. Podrías llevarte a Parker cuando salgas, unas fotografías para acompañar el artículo no irían mal. ¿Y después de ese artículo, en qué te pondrás a trabajar?”
Deidara no había pensado mucho en cuál sería su siguiente tarea. Tanto Matt como ella habían estado buscando ideas, nada muy interesante hasta el momento. “Al parecer, un pez gordo está interesado en poner varias franquicias de una pastelería local, ‘Glazé’, en el extranjero. Pensaba ponerme a ello, ya sabe, a Hell’s Kitchen le encanta que se hable de nosotros fuera de la isla.”
Hyde frunció el cejo, pareció pensar durante unos segundos. A Deidara no le gustó mucho ese gesto. “Ya veo… no suena mal, pero yo estaba pensando en asignarte otro tipo de tarea.”
Definitivamente, Deidara no gustar. “¿De qué se trata?”
“Han llegado a mis oídos una información que desconocía. No tenía ni idea que tu padre era abogado. Al parecer, uno de los importantes… está trabajando en el caso de Natchios, ¿verdad?”

El caso de Natchios se trataba de uno de corrupción política. Algo de lo que últimamente se hablaba mucho, con una gran trama por detrás y varios imputados. Su padre estaba convencido de la inocencia de Natchios, sospechaba que se trataba de un complot para culparle de todo a él, y estaba trabajando en demostrarla y poder librar a Natchios de todos los cargos que se le imputaban. Al parecer, era de los pocos que creían en su inocencia. Pero Deidara sabía que su padre era bueno en su trabajo, y que si le estaba defendiendo, sus razones tendría.

“Eso creo. No estoy al tanto de en qué trabaja mi padre a cada momento.” Se arrepintió al instante de su forma de responder, pero a Hyde no pareció importarle.
“Me gustaría entrevistarle. Tener sus declaraciones en nuestro periódico sería muy importante para la empresa. Al fin y al cabo, nosotros pudimos filtrar parte de los documentos que incriminaban a Natchios, y disponer de sus declaraciones sobre ellos sería buena publicidad… sobre todo teniendo en cuenta que tu padre prefiere mantenerse al margen de la prensa.”
“Espere… ¿quiere que entreviste a mi padre? Eso… sería raro.”
“No hace falta que le entrevistes tú. Nos vale con que consigas información sobre el caso, alguna que otra declaración, tal vez convencerle para que nos ofrezca una entrevista si tú no te sientes cómoda en la situación.”
A Deidara no le atraía mucho la idea, y es que prefería mantenerse al margen del trabajo de su padre. Pero sabía que no le iba a quedar otra que aceptar. “Bueno… haré lo que se pueda, mientras que no me pida que le espíe,” bromeó.
“Esperemos que eso no haga falta,” contestó, con su intacto semblante serio.

Al parecer Hyde no se lo había tomado a broma.

# # #


“Pregúntame lo mal que está yendo mi día.”

Matt rió mientras la pelirroja se dejó caer sobre su silla.

“¿Cómo de bonito está siendo tu día?”
“Horrible,” suspiró, “es el peor día de mi vida.”
“Venga ya, si no son las diez todavía. Tan horrible no puede haber sido tu conversación con el jefe.”
Se encogió de hombros. “Me ha pedido que le consiga declaraciones o una entrevista con mi padre. ¿Qué puede haber peor que tener que escribir sobre tu padre? Si no me hice abogada, fue porque no quería convertirme en una enchufada. Ahora va a resultar que estoy aquí porque mi padre es abogado y eso puede serles útil…”
“Oh. Es sobre el caso en el que trabaja, ¿verdad?”
Ella asintió. “Sí, no les iría mal poder publicar algo nuevo al respecto. Soy su mejor enlace, o algo así. ¿Por qué no podría ser mi padre panadero o algo así? Nadie me pediría que entrevistase a mi padre el panadero.”
“Venga, ya verás cómo eso te dará puntos.” Matt sonrió, dirigiéndose hacia Deidara. No podía verle los ojos, pero estaba segura que la situación le divertía. Aunque en el fondo parecía alegrarse por ella, por tener la oportunidad de hacer algo importante por el periódico. Sólo esperaba que eso no perjudicase a su amigo.
“¿Seguro que no quieres hablar tú con él?” Preguntó Deidara, mientras tecleaba en su móvil. “Creo que mis padres les caes tú mejor que yo. Con tu cara  y tus encantos serías capaz de hacerles contar hasta su más oculto secreto.”
“Pero así no sería divertido.”

A veces, Matt podía ser peor que el propio satán.

“¿Qué haces?” Preguntó Matt, cuando Deidara tardó en contestar.
“Ah, estaba enviando un mensaje a mi padre… imagino que me toca cenar allí. ¿Puedes pasarme luego la receta de aquel pastel que hiciste la última vez que viniste a cenar? Les gustó mucho, podría llevarlo.”
“Vale, pero promete no compartir mi secreto.”
“Prometido.” Medio minuto más tarde, recibió la confirmación de su padre. “Vale, cena confirmada… a trabajar pues. Voy a buscar a Peter, a ver si lo puedo encontrar para llevármelo a hacer unas cuantas fotos. Te llamo más tarde, ¿eh?”

Deidara cogió su chaqueta y su bolsa, con su cuaderno y tablet lista.

“Vale, hablamos. Y ya verás que el día irá a mejor.”
« Last Edit: October 25, 2015, 11:05:09 AM by Deidara »


Ekha

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #6: August 29, 2015, 01:53:42 AM »
- 01 .  Stories to be told -


Cuando admites que tu familia es lo menos normal y funcional posible es que es un hecho confirmado. L-elf no tenía problemas con ello, exceptuando que su antiguo tutor legal tenía demasiada injerencia en su vida  y la de sus hermanos. Entendible en la de los últimos, no en la de él.

Ese hombre sabía exactamente cuándo, dónde y cómo localizarlos a todos, incluido, lo cual le crispaba los nervios de vez en cuando. Posiblemente era un rasgo de la familia que era posible heredar y le habría gustado haberlo adquirido para sobrevivir a su absolutamente incontrolable hermana.

Wye solía ser un caso aparte en lo que se refería a la familia. Era astuta, siempre un paso adelante de todos (excepto de él) y era una caprichosa sin remedio.

Por eso tenía antecedentes criminales, no graves, claro. Uno por intentar conducir un auto clásico a la edad de 14 años, otro  por una grúa, por decidir crear una revista BL sin los permisos adecuados y publicarla clandestinamente no una sino dos veces (en realidad tenía que ver con el público al que llegó esa revista, detalles) y otros arrebatos menores como entrar a un museo de historia natural a medianoche por culpa de una película que había visto en esa ocasión.

Con esos antecedentes no esperaba mucho de ella. Desaparecer un par de horas era normal, llegar eufórica por equis o ye razón también lo era pero llegar a la casa, ignorar el hecho de que Mikleo le preguntó si pudo ir  a la oficina postal, y observar todo como si fuese la primera y última vez que lo hacía superaba las expectativas de L-elf en más de una forma.

La susodicha hermana sandwich (y única mujer de lo que quedaba de la familia) había ido a la cocina, bebido un vaso de leche o algo parecido y se quedó ausente frente al refrigerador por varios minutos. Luego procedió a inclinar la cabeza levemente y darse cuenta que algo estaba mal con ella (o eso creía su hermano).

Después de una carrera hasta su habitación (planta alta, segunda puerta a la izquierda, con acceso privilegiado al baño) y un azotar de cosas (presumiblemente libros y novelas) el silencio volvió a reinar en la casa, sólo interrumpido por el hermano menor cuestionando al mayor “¿Y ahora qué tiene?”

L-elf alzó ligeramente los hombros y continuó bebiendo su café (sin azúcar) mientras que el hermano menor observaba cómo un rastro de agua era lo que quedaba del recorrido que su hermana había hecho por la casa.

“Al parecer alguien olvidó su paraguas…”, dijo al fin. El mayor observó de reojo el piso y se preguntó por qué la chica había decidido regresar caminando en vez de llamarle como  siempre cuando pasaba algo como eso. Sabía que la lluvia y los rayos no eran remotamente sus amigos. Cuando terminó su bebida pensó nuevamente en lo que había ocurrido. Quizá tendría tiempo de intentar entablar una conversación coherente con Wye.



La paciencia la abandonó cuando el auto de L-elf abandonó el garage y se dirigió a la avenida principal. Recordaba que Mikleo asistía a clases extra en el centro a esa hora y él y L-elf no estarían de vuelta sino hasta dentro de un par de horas más a lo mucho.

Hizo un nuevo recuento de los hechos en su cabeza. Revisó nuevamente el celular. Muerto. Se preguntó si en alguna parte del mundo construirían aparatos a prueba de descargas eléctricas marca dios, lo cual le llevó a, rápidamente, quitarse la ropa mojada y checar cada parte de su cuerpo.

Ni un rasguño.

A sabiendas que no había nadie en casa, abrió la puerta del pasillo y corrió a la habitación de enfrente, donde guardaban un sinfín de chucherías, entre ellas un espejo de cuerpo completo.  De un jalón, quitó la sábana que lo cubría y se observó en él. Dos brazos, dos piernas, cabeza y cabello completo.  Vamos, ambas cejas estaban ahí lo que le parecía extremadamente raro. Su cabello no se había chamuscado siquiera.

Tocó el espejo con su mano derecha, sintiendo el frío del material, pudo ver cómo el propio calor que emanaba de su cuerpo empañaba ligeramente el espejo en los alrededores de sus dedos.

“¿Segura…?”, preguntó a si misma. Podía dudar completamente que un rayo la había alcanzado en el momento de idiotez más grande de su vida.

Pero podía recordar el miedo y el dolor. Por un instante, vino a su mente todo lo que había pensado en ese momento. Muerte, su familia, miedo, esos benditos libros que no iba a entregar a tiempo.

Negó con la cabeza una y otra vez, confirmando cómo su cabello chocaba con su rostro, lo que le decía que nada era un sueño.

“Esto no es conmigo ni con nadie en este universo…”, murmuró mientras observaba a su otro yo del mundo del espejo directamente a los ojos. Se preguntó por un segundo si realmente la persona que veía era ella misma o era un mundo paralelo como siempre había imaginado. Sonrió para sí. Al menos el rayo no le había quemado las neuronas.

“¿Cuáles son las posibilidades de sobrevivir a un rayo, Wye?”, sonrió mientras señalaba a su reflejo como si le hubiera elegido para responder. Cambió su actitud a una un poco más insegura mientras se respondía a sí misma.

“Eh… ¿Muy pocas, Wye?”
“¡Exacto, Wye!”, se respondió. “Lo cual significa que alguien quiere que sigamos con vida y contemos esta anécdota ‘SOBREVIVÍ A UN RAYO’ en los años venideros. Pues bien…”
Tomó la sábana y volvió a cubrir el espejo. Cerró la puerta de la habitación de chucherías y corrió a la suya propia.

“Los primeros en enterarse siempre son la familia.”

Se sentó frente al ordenador e introdujo torpemente su password antes de alejar los dedos como si el teclado quemara. El aparato electrónico seguía intacto, lo cual era bueno por que indicaba que no se había vuelto un conductor eléctrico o una planta de energía ambulante. Presionó ENTER con una sonrisa de triunfo y entró a su red social favorita buscando a la persona que más odiaba L-elf.

“¡Dek, tengo algo que contarte y no lo vas a creer!”
ʎɐpoʇ ǝƃɐd ʍǝu ɐ ƃuıuɹnʇ


Arence

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #7: August 30, 2015, 01:16:26 PM »
Entrada 101
Dia xx Mes xx Año xxxx
Diario de Observación de Flora Doméstica 0158


Normalmente no pondría cosas de mi irrelevante vida de ser humano en este diario, si necesitara algo así tendría un Diario de Introspección de Eventos Diarios o algo así, pero creo que esto definitivamente concierne a la flora doméstica, tal vez más que cualquiera de las entradas que he escrito en estos 158 diarios a lo largo de mi productiva vida dedicada a la botánica. (Aunque haré mi documentación usual al final de esta historia)

¿Cómo puede una sola entrada, que además ya dije será una historia y no solo notas de observación, superar en importancia a 158 diarios?

Tal vez descubrí una nueva especie de flor carnívora, tal vez por fín logré que el injerto de girasol y delphinium produzca un girasol color azul (sí lo hice, detalles al final de la entrada), o tal vez encontré el remedio natural perfecto contra esa plaga que tiene semanas atacando a la lavanda (podría simplemente hacer que la planta sea resistente a la plaga en lugar de tratar de eliminar a la plaga en si, necesitará algo de experimentación más tarde, después de que termine de tomarme este té pensaré en ello.)

Incluso si todas esas cosas hubieran pasado, no hubieran sido tan relevantes como la historia de hoy.

Esto fue lo que sucedió, trataré de conservar el formato regular de las entradas de este diario, en la medida de lo posible:

Participantes:

Yo <3
Accelerator, ñoño con apodo ridículo.
Con una breve aparición de Ion, hermanito adorable

Estuvo así (al diablo el lenguaje científico, no puedo narrar así. Contar cómo fue que sobrevivimos a que nos cayera un rayo no es lo mismo que listar mililitros de agua administrados a un montón de macetas con tierra que parece que siguen vacías. Bueno, así estaban ayer, insisto, más al final cuando haga el reporte normal.)

Bueno, sí, nos cayó un rayo. La historia breve es que mientras regresaba con Ion de la escuela se nubló bastante feo, lo dejé en la casa, subí al techo a mover las macetas con plantas frágiles al invernadero y me pasé toda la tarde dibujando margaritas en los márgenes de las notas de Ion, esparcidas sobre el mostrador después de que terminamos de comer. Llovía bastante fuerte, subí dos veces a comprobar que la puerta del invernadero estuviera bien cerrada. Ion subió a dormir más en la tarde y estaba a punto de cerrar, claro que no hubo ni un cliente con esa lluvia, cuando Acce entró por la puerta, mojado y enojado como gato después de un baño.

En serio, estaba hermoso, pensé que se iba a esponjar como los personajes de esas películas de caricatura que se les levanta el cabello cuando se molestan o que me iba a arañar cuando me reí de él. Luego imprimo la foto y la pego aquí, aunque salió algo borrosa <3

Ah, sí, el rayo. Entonces, estuvimos platicando un rato, no quiso subir a bañarse o algo para no despertar a Ion, solo se secó con una toalla y se quitó la chamarra para colgarla un rato (...de hecho debe de seguir por aquí en algún lugar. Mmmm. La voy a lavar y a impregnar de agua de rosas para que huela precioso, le va a encantar a sus amigos los maleantes hehehehe). Hubo un momento donde parecía que la lluvia iba a bajar, tomé a la confiable sombrilla rosa y decidí acompañarlo a la parada de autobús.

Caminando, lo convencí (no que cueste mucho trabajo convencerlo de nada) de pasar por el parque, quería revisar si los árboles frutales habían sufrido mucho daño. Apenas habíamos avanzado una cuadra cuando la lluvia volvió con fuerza, los autos avanzaban lentamente en el tráfico estancado, pero no había nadie caminando. Decidimos cortar camino pasando por la construcción abandonada, grave error (o, no, no lo sé aún.)

¿Cuánto tiempo toma cruzar la construcción corriendo? Dos, cuatro minutos tal vez. ¿Cuántas veces lo hemos hecho? Mil.

Pero en ese pequeño espacio nos cayó un rayo.

Tal vez fueron las varillas o la sombrilla. Tal vez solo un poco de suerte.

No sé bien qué pasó, no lo recuerdo. El ruido fue tan fuerte que lo escuché un segundo y luego no escuché nada. A partir de aquí no pude ver nada, todo eran esas luces de colores que no te dejan ver nada cuando te deslumbras.

No estoy segura si absolutamente todo me dolió, como si cada vena transportara fuego, o si no sentí absolutamente nada, o si pasaron las dos cosas al mismo tiempo.

Accel cayó en el cemento cuarteado junto a mi, por supuesto que  no pude verlo pero lo último que recuerdo es que escuché un quejido grave y el sonido de algo inerte tirado cerca de mi.

Pasaron al menos dos horas (supongo, entre la hora que era cuando salimos de la tienda y la hora a la que revisé el celular cuando regresé a casa. Por cierto, mi reloj de mano está frito. Maravilloso. Al menos olvidé el celular). Desperté muy lentamente, como en esas mañanas con neblina donde solo has dormido tres horas y tu cuerpo simplemente se rehúsa a funcionar. No podía abrir los ojos, así que me quedé escuchando el viento y oliendo la naturaleza húmeda a mi alrededor. Las hojas del pasto picaban junto a mi cara.

Lentamente, decidí ver que había a mi alrededor y en dónde estaba. Lo primero que vi fue la el ceño fruncido de Accel sobre mi, y dijo "Pensé que te habías muerto ¿Por qué te tardaste tanto?" pero la verdad no se veía tan taaan preocupado.

En verdad que todo olía muy bien.

Me senté y miré a mi alrededor.

Todo a nuestro alrededor era verde, flores de todos tipos crecían sobre los ladrillos abandonados, flores de verano sobre los costales de cemento vacíos, flores de invierno en los montecitos abandonados de tierra, enredaderas con flores de un rosa brillante subiendo sobre las vigas oxidadas.

Nos quedamos sentados ahí, viendo a nuestro alrededor, viéndonos el uno al otro, tratando de hablar y sin ni idea de como empezar, tal vez nos besamos un poquito.

Hey, nos cayó un rayo.

Y luego se levantó un jardín en lo que había sido un lote baldío y sombrío por años.

Urgh, eso no fue nada breve, pero fue lo que pasó. Accel está durmiendo en mi cama abajo de todas las cobijas que encontré en mi cuarto. Juro que su cabello está extrañamente claro, pero no es realmente el color sino un reflejo raro, más blanco de lo normal.

Subí al invernadero en pijamas para revisar todo y poder escribir la entrada de siempre del diario, he aquí el reporte regular:

Plantas con cambios en el día: Todas.
Metodología: No sé por qué lo hice, pero metí los dedos en la tierra de todas las macetas, una por una, cada uno de los dedos lentamente hasta que tenía media palma de ambas manos bajo la tierra.
Cambios observados: Todas las flores florecieron. Todos los tallos crecieron hasta que les salió aunque sea una flor, incluso en las macetas donde sólo había tierra. Sí, también el injerto imposible del girasol azul.
Registro gráfico: Fueron muchas, mañana saco las fotos.
Metodología planeada para el día siguiente: Ay, no sé. Es más, no sé que dije que iba a hacer después de esto allá arriba. Se me cae la pluma de la mano. Me voy a dormir, alguien debe robarle cobijas a Accel toda la noche, el deber me llama.


Puri

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #8: September 22, 2015, 02:43:20 AM »

Ciertamente no podía culpar al calentamiento global de su mala suerte, pero en sí, Stephanie ya no podía encontrar a quién echarle la culpa ya; en la mañana el sol estaba brillando de lo más lindo y aunque se había levantado tarde, esto no le importó porque ya de por sí se había levantado feliz. Tuvo un buen desayuno, encontró asiento en el bus y al comprar un snack en la máquina expendedora del instituto le cayó doble producto. Todo pintaba para un buen día hasta que de la nada, cual episodio de los padrinos mágicos, el clima se fue al diablo y una tormenta cayó sobre la ciudad.
A partir de ahí se desencadenó una serie de eventos desafortunados: Llegó tarde al trabajo porque hubo un accidente de tráfico producto de la fuerte lluvia, llegó empapada porque no se le pasó por la cabeza sacar ese día el paraguas, el hijo de mil putas de su supervisor le miró con una cara de desaprobación total y luego, para coronar, al salir del edificio pisó un escalón inexistente y la mitad del tramo de escaleras fue un viaje directo a contusiónlandia. Añadir a la mezcla el hecho de que terminó en la comisaría porque un idiota se pasó de gracioso al querer tocarla dentro del atestado bus y nada más, hornear el pastel.
Así que encontrar a Kitty llorando en la puerta de la casa era lo último que necesitaba en su maldita vida, pero hey, tu mejor amiga terminó en probación porque tú pudiste correr más rápido y los policías no te capturaron después de haber graffiteado el monumento de la plaza… Por lo que hasta cierto punto existía un cierto mea culpa que no podía evitar.

Suspiró apesadumbradamente y se sentó recostando su espalda en la pared opuesta a la que estaba Kitty. Cuarto piso, pasillo a la derecha, departamento 4B. Kitty tenía la espalda para la pared del edificio y Stephanie para el balcón hacia la calle. Eran las 10:30 de la noche y si no había comprendido mal, Kitty debía de haber salido de probación hacía horas.

 “¿Qué pasa?”, le preguntó tras unos instantes en que su amiga se la quedó mirando en silencio, secándose las lágrimas.

Si alguna certeza tenía Stephanie en la vida es que después de ella la persona más habladora del mundo era Kitty, así que su silencio la desconcertó.

“¿Ocurrió algo malo?”.
“No lo sé”, Kitty siguió llorando y abrazó sus piernas en un amago de que sus rodillas ocultaran su rostro.
“¿Olvidaste tus llaves?”.
“No”.
“¿Y por qué no estás adentro?”.
“Tenía miedo de…”

Tuvieron que pasar varios segundos hasta que la rubia se diera cuenta que Kitty se sentía demasiado mal como para seguir hablando, a pesar que no entendía a qué podría tenerle miedo su amiga. Stephanie se levantó y tras rebuscar unos instantes sus llaves, abrió la puerta del departamento y prendió la luz. Al dar una mirada rápida vio que todo estaba en orden y no era como si alguien estuviera ahí esperándolas para que Kitty tuviera miedo… Y si Kitty hubiese sospechado que algo estaba mal la habría llamado, pero eso tampoco había sucedido.

Stephanie se volteó y vio que Kitty se encontraba parada en el umbral de la puerta, abrazando la mochila que había llevado ese día; pero su mirada indicaba que seguía mal, estaba mirando a todos lados, inspeccionando algo. Finalmente, tras unos incómodos segundos en silencio, Kitty entró, dejó la mochila en el piso y se dirigió a una banca de madera donde ambas habían puesto una maceta con un helecho de manera decorativa. Lo raro fue que la chica tomó esta misma maceta, la sacó de su sitio y se sentó ahí, para luego volver a romper en llanto.

“Stephanie, yo…”

Kitty murmuró entre sollozos y la rubia se le acercó aunque se mantuvo a una distancia prudente, de acercarse tal vez la otra ya no quisiera hablar y siendo honesta, nunca la había visto así en su vida y no sabía en verdad cómo consolarla… Esta era una Kitty desconocida para ella. Nunca había visto a Kitty con tanto miedo en su vida.

“¿Qué pasó, Kitty? Dímelo, todo va a estar bien…”, esta alzó su mirada… Y cedió.
“No podía… No podía…”, respiró hondo, “No podía tocar la manija ni mis llaves. Tenía miedo, Steph. Tenía miedo de… Bueno, me cayó un rayo durante la probación y tenía mied-”
“¿¡QUÉ!?”, gritó la rubia llevándose las manos horrorizada a la boca, pero las sacó rápidamente al ver a la otra romper en llanto de nuevo, mientras se tapaba el rostro. “¡No! ¡Kitty no te pongas así, mírame!”, la rubia le tomó a la otra de las muñecas y aunque seguía llorando a lágrima viva, Stephanie pudo reconocer la desesperación de su amiga por tener a alguien ahí que le ayudara. “¿Qué sucedió? ¿Fuiste al doctor? ¿Cómo es que no estás hospitalizada? ¿¡Y por qué no me llamaste, maldita sea!?”, dijo esto último ya más enojada, “¿¡Para qué mierda voy a ponerme a estudiar enfermería si no me llamas para estas cosas!?”
“N-No fui a ningún lado… ¿No me pasó nada? P-Pero Steph, tuve mucho miedo, yo…”, con un movimiento de ambas manos se deshizo de ambos agarres y abrazó de manera intempestiva a su amiga con mucha fuerza. Stephanie correspondió el abrazo de igual manera y con su mano derecha empezó a masajear su cabeza.

Si bien era muy inverosímil su relato, Stephanie no podía decir nada hasta que Kitty se calmara del todo; y aunque la menor ya había accedido a sentarse en el sofá, aún temerosa de que cualquier cosa le pudiera pasar corriente, todavía estaba muy frágil emocionalmente como para tener esa discusión. Entonces, recapitulando, un rayo le había caído a Kitty, este rayo la dejó inconsciente pero no tuvo secuela de ningún tipo en ella, al mismo tiempo le cayó a otra chica en probación y esta tampoco sufrió ninguna quemadura. ¿Y luego Kitty siguió con su vida hasta ese instante?

…De seguro era que aún estaba en tercer ciclo y no llevaba aún el curso de Introducción a Milagros Inexplicables para la Medicina 1.

“En verdad no tienes nada”, le dijo después de haber revisado su cuerpo por completo con lo poco que sabía aún de ser enfermera. “Bueno, tienes la presión baja y estás helada por haberte quedado horas ahí fuera sentada, pero… No, no tienes nada”.
“¿En serio?”, hasta Kitty sonaba incrédula sobre lo que estaba viviendo. “¿Segura?”.
“Segura. Pero igual creo que deberíamos ir mañana a que te revise un doctor”.
“No”, negó rápidamente la cabeza. “Igual tengo que ir al servicio comunitario y tampoco creo que un doctor me crea ni nada”, se encogió de hombros. “Ya de por sí nadie le va a creer nada a alguien en probación, mucho menos a una que ni un rayo la pudo matar”.
“Vamos”, Stephanie rodó los ojos. “Lo que te resta puntos en el curriculum de decir que estuviste en probación te los suma el hecho de que ni la naturaleza puede borrarte del mapa”. Kitty sonrió un poco por primera vez en la noche y la rubia decidió que ese era el único triunfo del día en verdad.
“No estoy loca, ¿no?”, le preguntó apenas se irguió y quiso irse a la cocina a servirse algo caliente de tomar.
“Katherine Pryde, estamos haciéndole gastar al Estado aproximadamente veinte mil dólares por concepto de recuperación del patrimonio. Y eso si es que llegan a borrar el grafitti, porque si no tendremos qué mostrarle a nuestros nietos muy orgullosas. Nunca estuviste cuerda”.
“Cállate”, le respondió divertida y Stephanie le hizo un saludo militar.

Después de salir del baño ya lista para dormir, la rubia no mencionó nada al encontrar a Kitty ya metida en su cama y esperándola con miedo, simplemente se limitó a abrir ambos brazos y atraerla hacia sí para que la pobre se sintiera segura. En aquel momento Kitty necesitaba más que nunca que alguien la quisiera y se ocupara de ella, así que Stephanie no se lo iba a negar. Kitty había vivido un evento muy raro, pero traumático, para ella y no encontraba dentro de sí misma ninguna objeción a terminar uno de los peores días de su vida durmiendo en una posición que le mataría la espalda apenas se levantara en la mañana.

Si la otra necesitaba un ancla en aquel momento, Stephanie definitivamente lo sería.
« Last Edit: September 30, 2015, 01:15:38 AM by Puri »

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Sayi

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #9: September 29, 2015, 11:54:50 PM »
*reúne todo el cosmos cósmico para poder escribir siquiera algo*


Chapter 2 — I can almost see you

   

Woke up and wished that I was dead
With an aching in my head
I lay motionless in bed
I thought of you, and where you'd gone
and let the world spin madly on


. . .

Parecía que el recuerdo de la estruendosa tormenta era lo único que había quedado en la ciudad. El cielo seguía nublado y la humedad se respiraba en el aire, pero las calles habían vuelto a verse transitadas en la rutina de todos los días.

Yukino no podía sacarse lo sucedido de la cabeza. Acababa de ser golpeada por un rayo, ¿cierto? Mientras se cambiaba en los vestidores del centro comunitario, la pelirroja había esperado despertar de lo que parecía ser un sueño. O una pesadilla. Pero nada.

Simplemente estaba viva. Bien. Caminando a casa después del servicio comunitario tal y como lo llevaba haciendo el pasado par de semanas.

Quizás lo mejor era dejar el asunto en el olvido. Si se sentía mal podría acudir a un doctor. Y si todo seguía tal cual, tendría una anécdota a contar en reuniones. Aunque no era como si alguien fuera a creerle…

La campanilla de la puerta timbró cuando entró a la bodega. Esa noche le tocaba cocinar y si no mal recordaba le faltaba un pimiento rojo. Con el vegetal en mano se apuró a la caja, en el camino tomando una bolsa de papitas con sabor a sal y vinagre y unas mentas de sandía.

Una anciana se tomaba su regalado tiempo conversando con la cajera. No fue un problema para ella, pues recordó la cantidad de monedas que llevaba cargando y pensó en que sería buena idea deshacerse de varias. Empezó a sacar quarters, dimes, nickles y hasta centavos y apilarlos en grupos. Seguramente tendría que pagar adicional con los taxes, así que se quedó con un quarter en mano.

Mientras balanceaba la moneda entre sus dedos, su mente nuevamente regresó al parque, al rayo, y a su cuerpo golpeando el suelo.

Las voces de la cajera y la cliente apenas se escuchaban sobre la música en sus oídos. Pero entonces sonidos o sensaciones —cosas completamente ajenas a ella, rebasaron sus sentidos y aparecieron en su cabeza.

Vio a un niño. Luego a unas manos ancianas. Escuchó el sonido de una golpear a otras.

Vio una moneda golpear el suelo y girar, girar y tambalearse antes de quedar inmóbil en el asfalto.

"¿Señorita?"

Dejó de balancear la moneda cuando la tendera la regresó al presente. Aún confundida, Yukino se disculpó y señalo sus tres objetos. La casera los escaneó, los colocó en una bolsa, y tomó el montón de monedas apiladas frente a ella.

"El total es 4.87. Le faltan 17 centavos"

Con un poco de recelo, Yukino le entregó la moneda en mano. La cajera terminó la transacción y le extendió unos pocos centavos junto a la boleta.

"Gracias por su compra" le dijo con una sonrisa de oreja a oreja "Por favor vuelta pronto"
"Gracias"

Pero al recoger el cambio de la mano de la mujer, sus dedos rozaron su piel y lo que tenía frente a ella se desvaneció. En su lugar vio imágenes ajenas, en desorden e inconexas… pero que no tardaron ni un segundo en hacer perfecto sentido.

La cajera no entendía porque la pelirroja la miraba con preocupación mientras echaba los centavos dentro de su bolso.

Ni siquiera la susodicha terminaba de entender lo que acababa de suceder. Pero la visión seguía a flor de piel, y junto a ella, aquella horrible sensación. No podía no decir nada.

"Aléjese de él, denúncielo" atinó a decirle en voz baja "No deje que la trate así, por favor"

La mujer perdió el color de inmediato, y al darse cuenta de lo que podía venir tras sus palabras, Yukino tomó la bolsa con sus cosas y salió corriendo del lugar.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Ekha

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #10: September 30, 2015, 12:53:26 PM »
- 02 .  Stories already told -


Vivir con las mismas personas en la misma casa durante tantos años te hacen, inconscientemente, acostumbrarte tanto a ciertos aromas que no es fácil captarlos a menos que la costumbre se pierda y empieces de nuevo.

Ese aroma que aun podía oler en su propia casa lo estaba volviendo loco. Lo conocía. Sabía qué era y a la vez no podía encontrar la palabra para relacionarlo en su gran archivo mental. No era un producto nuevo, no era exactamente algo exótico tampoco... pero no era algo común para él. Había zonas en específico donde podía percibirse mejor que en otras zonas e hizo su mejor esfuerzo para encontrar qué era lo que había ocurrido con ese aroma antes de que desapareciera.

----

Obviamente, después de publicado el status en la red social preferida de media ciudad, los contactos de Wye la interrogaron una y otra vez tratando de descifrar, entre otras cosas, qué tanto de la historia podían conseguir. Dek, por su parte, sólo le había pedido que se hiciera un par de estudios para asegurarse que realmente estuviese bien pero, fuera de eso, había logrado parte de su objetivo: su anécdota para contar, de fama efímera, había tenido el suficiente éxito entre su red de conocidos.

Obvio las preguntas fuera de lugar y de toda lógica venían en el paquete. "¿Ahora ves el futuro?" "¿Viajaste en el tiempo y descubriste el origen de la especie o algo así cuando el rayo te tocó?" "¿Adquiriste poderes superfantabulosos fuera de lo ordinario?" "¿Viste la luz y cuando te acercaste te cerraron la puerta en la cara?"

----

L-elf casi asesina a su hermana cuando, por fin, después de días, notó el estado viejo en la red social. Tenía sentido. Si a la loca e idiota de su hermana le había caído un rayo, ese extraño e inconfundible aroma que impregnaba su casa (y que al parecer era indistinguible para sus otros dos habitantes) tenía que ver con el bendito ozono. Aunque había que admitir que otro detalle debería importarle más que los aromas que volaban  en casa: a su hermana, la de en medio, la que supuestamente tenía que cuidar (al igual que a su hermano menor o más por que era más impredecible) había sido alcanzada por un rayo… aunque, pensándolo un poco más, la chica parecía tan energética y animada como siempre, o incluso más.

Milagro que su guardián no le había fastidiado la existencia con llamadas y mensajes respecto a la calidad de su cuidado y protección hacia sus hermanos.

Justo cuando pensó eso, su teléfono vibró y maldijo su suerte. Desbloqueó la pantalla y se sorprendió al leer que no era Derek el que escribía sino su podría-decirse-que-casi amigo de media vida al menos.

Y por un instante podría jurar que una migraña amenazó con atacarlo debido al exceso de estupidez en el universo.


¿Cuál era la posibilidad de que los dos idiotas atrajeran rayos durante la misma tormenta?

ʎɐpoʇ ǝƃɐd ʍǝu ɐ ƃuıuɹnʇ


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #11: September 30, 2015, 03:59:36 PM »
Maldita sea todo a última hora T_T esto me recuerda a la época dz
Mañana edito, que no lograba acabar este aporteeee


# # #

#4


Peter Parker era el más joven de la oficina. Un chico con pintas de pardillo, que no tenía nada en especial, pero con mucho a sus espaldas. Científico frustrado, había decidido dedicarse a la fotografía. Había tenido un don innato para ella en el instituto que muchos se rifaron. En el instituto, compaginó sus clases con pequeños trabajos que iba consiguiendo del boca a boca. Trabajó de dependiente en varios supermercados, como repartidor de periódicos, reponedor… estuvo casi dos años dividiendo su tiempo entre el instituto y los pequeños trabajos que le iban saliendo, para así poder salir del instituto con, aparte de matrícula de honor, el dinero suficiente para apuntarse a la escuela de fotografía con la que tanto había soñado ser un estudiante de.. Más tarde, con un título oficial en fotografía y varios cursos bajo el brazo, había acabado con un trabajo en el periódico. Que en el fondo fuese tan buena persona no le había ido del todo a su favor, ya que eso hacía más fácil que se llevase las tareas que nadie quería: Peter nunca decía que no. Eso, sumado al hecho que, ser el nuevo tampoco te daba mucha voz ni voto… como bien Deidara sabía, por muy buenos que fueran en su trabajo, les iba a tocar pringar hasta que consiguiesen hacerse un hueco en la empresa.

“Cuando Hyde me dijo que tenía algo interesante para mí… no me esperaba esto,” dijo Peter con un suspiro, mientras agarraba con fuerza la mochila en la que llevaba su cámara. Deidara no entendía mucho de cámaras, pero sabía que la de Peter era una de las buenas, y que su último sueldo, había ido destinado a un nuevo objetivo para ésta. Las calles por las que pasaban no eran de las más seguras en Hell’s Kitchen, así que no le extrañó que Peter pareciese tan preocupado por el contenido de su bolsa más que por su propia vida.
“¿Entrevistar al héroe de Hell’s Kitchen no te parece lo suficientemente excitante?” Bromeó Deidara. Deberían encontrar al vagabundo que se encontraba durante el incendio de la residencia para poder entrevistarlo cuanto antes, no fuese a ser que la historia pasase pronto de ‘moda’.
“Ojalá tuviésemos algo más interesante en lo que trabajar. Por cierto, ¿tú no estabas especializada en periodismo deportivo?”

El deporte era una de las pasiones de Deidara, así que nunca hubo mucha discusión cuando tuvo que decantarse por alguna rama del periodismo, a pesar que el periodismo de investigación siempre le había atraído (mientras no se tratase de investigar historias locales aburridas como ésta…). Si bien aquella había sido la especialización de la pelirroja, poco había podido escribir al respecto en el Daily Bugle, el periódico para el que trabajaban. El periódico tenía una sección de deporte importante, con mucho renombre, pero le había sido difícil hacerse hueco allí. Como becaria apenas había podido trabajar en deporte, pero sabía que si lograba hacerse con el puesto fijo, se le acabarían los artículos sin sentido y por fin podría trabajar en aquella sección.

“Según Hyde, tengo que coger primero experiencia en el campo, trabajar en otras áreas para hacerme una idea de cómo funciona el periódico… resumiendo, que me tienen trabajando en lo que a nadie le interesa. Si al menos fuese ciega como Matt no tendría que hacer estas cosas,” murmuró.
Peter pareció estremecerse un poco ante tal comentario. “Vale, creo que nunca voy a entender tu humor y el de Matt.” Deidara sonrió para sí misma; sabía que eso era algo que no todo el mundo pillaba, y tampoco era necesario.

Continuaron caminando durante unos minutos más en silencio, silencio que Deidara agradeció durante lo poco que duró. Recordó el día anterior, el rayo que le había caído, y como había salido ilesa de aquel episodio. Los dolores de cabeza de la noche anterior fueron horribles, pero de vez en cuando, volvían aquellos pinchazos. La pelirroja pensaba que, tal vez, pilló un constipado por culpa de la lluvia y el viento de la noche anterior. Los dolores eran pesados, pero al menos duraban poco, y definitivamente, se sentía como si su cuerpo estuviese incubando algo.

Pero parecía ser que Peter no era de aquellos que apreciaba los largos silencios, ya que tuvo la necesidad de hablar tras cruzar de calle, deteniendo los pensamientos de Deidara.
“¿Y cómo se supone que vamos a encontrar a ese vagabundo? Las calles de Hell’s Kitchen son enormes, tiene que haber como cientos de sin techo.”
“Según varios de los ancianos de la residencia, no era la primera vez que le veían. Algunos le reconocieron, dijeron que de vez en cuando hablaba, muy poco, y comentaba que pasaba el día por esta zona. También tenemos una descripción algo básica…” Deidara removió los contenidos de su bolso, hasta que encontró su ‘libretita de periodista’. Otro regalo de sus padres tras graduarse; una libreta de tamaño pasaporte, con la cubierta de cuero, y una goma que la mantenía cerrada. Sus padres hasta habían escrito una dedicatoria dentro, algo que ella encontraba muy cursi, y que siempre se aseguraba de esconder cuando la abría delante de cualquier que no fuese ciego (Matt). “Blanco, alto. Cabello moreno, recogido en un pequeño moño… no parece muy mayor. Siempre lleva sudadera y tejanos viejos. No es mucho, pero…”
“Si al menos tuviésemos un nombre…”

Las siguientes horas se la pasaron caminando por aquellas callejuelas, preguntando a otros sin techo si conocían al chico de la descripción. A Deidara le sorprendió que fueran mucho más amables que la gente que podría encontrarse en el centro de la ciudad; todos sonreían, intentaban ayudar, preguntaban por su día y les deseaban suerte. A algunos les resultaba familiar la descripción; el chico había pasado por la zona alguna que otra vez, sin cruzar muchas palabras con el resto de vagabundos.
“Aunque es muy amable,” comentó una señora, que empujaba un carrito lleno de garrafas de agua. Seguro las traía de la fuente más cercana.
“Pero, si acaba de comentarme que no habla—”
“No, no, quiero decir… sólo le he visto un par de veces, pero suele traernos comida. Las pocas palabras que dice son para asegurarnos que no es robada, poco más. A veces come con nosotros, y luego se va. No suele pasar las noches por la zona. Es silencioso, pero muy buena gente. No me extraña que ayudase a todos aquellos pobres ancianos en la residencia.”

Deidara le dio las gracias a la señora, Peter le preguntó si le importaba que le hiciese una foto (al menos podrían poner el testimonio de todas aquellas personas en el artículo…) y minutos más tarde, acabaron por dejarse caer en un banco. Lo cual la chica agradeció; empezaba a notarse cansada. ¿Era ella, o hacía mucho calor?
“Empiezo a creer que este es el peor trabajo del mundo,” suspiró el fotógrafo, mientras le echaba un vistazo a todas las instantáneas que había tomado, y eliminaba las que no le acababan de convencer. En el tiempo que habían pasado en la zona, al menos, habían descubierto que el nivel de seguridad no era tan malo.

(Y que, si tenían problemas, podrían ir a avisar a Bud. Bud era uno de los sin techo con los que habían hablado, grande y gordo, con cuerpo de luchador de sumo. Al parecer, se habían ganado su cariño, ya que Bud les dijo que, si tenían problemas con alguien de la zona, no ‘dudéis en venir a decírmelo, que yo me encargaré de hacérselo pagar. ¡Todo por unos chavales encantadores como vosotros!’).

Deidara se pasó una mano por la frente, empezaba a sudar, y los dolores volvían. Ya ni estaba segura qué le pasaba. ¿Constipado? ¿Resfriado, gripe? No, no le tocaba que le bajase la regla… “Ya me estoy imaginando la cara de Hyde cuando le digamos que esto ha servido de nada. ¿Crees que nos echará?” La pelirroja echó un vistazo a las anotaciones de su libreta, tratando de ignorar cómo empezaba a sentirse. “Alto, blanco, coleta… como no nos traigan al SWAT, creo que nunca vamos a encontrar a este—”
“Um, aquel tío de allí…”
La periodista levantó su mirada. En la acera frente a ellos, un hombre les observaba. Llevaba una sudadera, la capucha sobre su cabeza. No se lo pensó mucho… algo le decía a Deidara que ese era el hombre que buscaban.

Y le recordó. Lo había visto, era el mismo hombre que vio arrastrando un carro tras la tormenta, cuando Morrigan le encontró tras haber sido alcanzada por el rayo, al cual había reconocido como el vagabundo. Era él.
“Hey, ¡hey! Perdone, pero, ¿le importaría dedicarnos unos minutos? Somos del Daily Bugle, y nos gustaría hablar con usted sobre el incidente de hace unos dí—”

Deidara no acabó la frase, porque el hombre salió corriendo.

Y oh, no. Deidara no había pasado un día entero en aquellas calles, pasando hambre, calor y malestar, para que ahora ese tío saliese corriendo y dejase escapar su oportunidad de escribir un buen artículo (o medio decente, teniendo en cuenta la temática de éste). Deidara cogió su bolso, echó un vistazo atrás a Peter, y exclamó, “¡corre, que se va!”

La idea no pareció hacerle mucha gracia a Peter, que tenía su cámara fuera y su bolsa medio abierta.

Pero eso no iba a parar a Deidara. Corrió, cruzando la acera, viendo cómo se escapaba aquel vagabundo. Giró la esquina, lo divisaba a lo lejos. Le costaría atraparlo, si seguía corriendo así, él no tardaría en perderla de vista… seguro que conocía aquellas calles mejor que ella. Tal vez, sólo, si apretaba un poco más, si pudiese acelerar ni que fuera un poco… podía ver cómo el artículo se escapaba lentamente, y no quería dejar que aquello pasase… sólo le faltaba—

Y no supo cómo pasó. Ni qué fue lo que sucedió. Pero en un segundo, estaba viendo como el desconocido giraba la esquina, desapareciendo de su campo de visión. Tenía la distancia de un campo de fútbol por delante. Al siguiente segundo… Deidara estaba al final de aquella calle, chocándose contra la pared de ladrillo. 

Era como si hubiese dejado atrás todos aquellos metros que le separaban de su presa, como si el mundo hubiese rodado y ella se hubiese quedado en el sitio. ¿O tal vez había sido al revés?

No sabía qué había pasado, cómo había sido capaz de materializarse de un momento a otro a la otra punta de la calle. No tenía sentido. Pero tampoco tenía tiempo para darle más vueltas al asunto— se giró, encontrándose con un callejón sin salida. Y ni rastro del vagabundo. ¿Adónde había ido?

Miró hacia todos lados, como si la respuesta estuviese en algún rincón de aquella calle… “Cómo te has logrado escap—”Con lo único que se encontró, fue con que alguien se le pegaba por la espalda, y le atrapaba contra la pared más cercana por sorpresa.
No había mucha duda en quién era que tenía pegada a su espalda. “He visto lo que has hecho. No me suenas… ¿de parte de quién estás?”
“¿¡De qué estás hablando?!” Exclamó Deidara, intentando soltarse, pero él no parecía que iba a dejarla ir. “No tengo ni idea de— somos periodistas del Daily Bugle, sólo queremos hacerte unas preguntas referente a…”
No le dejó continuar. “Esa no es la pregunta que te he hecho,” insistió, y fue a decir algo más, pero de lejos, la voz de Peter se hizo escuchar, jadeante, “¿¡Deidara?!”
“Mierda…”

El vagabundo le dio un empujón, haciéndola caer al suelo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, y para cuando pudo levantarse, se encontró con la sorpresa que estaba sola en medio del callejón. “Mierda, se puede saber qué…”
“¡Deidara! ¿Qué haces? Saliste corriendo y no pude alcanzarte… ¿dónde está el amigo?” Preguntó Peter, alzando una ceja, mientras dejaba su bolsa en el suelo y ayudaba a Deidara a levantarse. “¿Y por qué estás en el suelo?”
“El… el sprint, que me ha dejado cansada,” mintió. No iba a contarle lo que había pasado— ni la extraña reacción del vagabundo, ni… lo que quisiera que hubiese hecho antes. “Y no lo sé, creo que lo he perdido. Conoce mejor las calles que nosotros.”
Peter suspiró. “Entonces… ¿Tenemos que darlo por perdido?”
La pelirroja cogió su bolsa, que su compañero le alcanzaba. “Al menos tenemos algo de material con el que trabajar…”

# # #

El Héroe Por Accidente

Hace unos días, nos sorprendíamos al leer sobre el estremecedor accidente que tuvo lugar en una residencia de ancianos del centro de la ciudad. Un incendio en una habitación en la que los detectores de humo estaban inoperativos, que podía haber llegado a más, de no ser por la presencia en escena de un vagabundo que se había colado en la residencia para, según algunos, usar las duchas del edificio.

El aviso del héroe logró detener el fuego y a evacuar a los residentes. Pero, las andadas de este desconocido no acaban aquí. Daya, una veterana sin techo, nos explica cómo ha cruzado caminos con nuestro héroe en alguna que otra ocasión—


“Esto es una mierda.” Deidara apagó la pantalla de su ordenador. “Este artículo es una mierda. Hyde quería que encontrase al vagabundo y hablase con él, y lo único que tengo, son… malditas declaraciones de desconocidos.”
“Pero es interesante. ¿Quién se iba a esperar que alguien con tan poco, tuviese tanto que dar?”
Deidara frunció el ceño ante el comentario filosófico de Matt. “Si tú lo dices…”
“¿Lo has acabado? Sigue leyéndomelo.” 
Deidara movió la cabeza de lado a lado, para rápidamente añadir, “no, tengo todavía que retocarlo.”

Lo tenía que entregar para la edición de mañana, y le quedaban pocas horas. Además, a pesar que Matt era su amigo, a veces le ponía nerviosa mostrarle su trabajo sin editar, y más aún, leérselo en voz alta. Y tampoco podía sacarse de la cabeza lo que había pasado en el callejón… quería contárselo a su amigo. Que alguien le dijese que no se estaba volviendo loca—o que tal vez sí, porque no tenía sentido que eso hubiese sucedido. Las últimas veinticuatro horas habían sido tan confusas… el rayo, el callejón, las extrañas palabras del vagabundo… no podía dejar de darle vueltas a su pregunta. Necesitaba despejarse, más si tenía esta noche cena con sus padres.

“Creo que me voy a volver a casa a acabar el artículo,” decidió de golpe, sorprendiendo incluso a Matt. “Dile a Peter que me envié las fotos, que le enviaré yo todo a Hyde.”
“¿No es pronto? ¿Estás bien?” Preguntó, preocupado.
“Sí.” Se le daba mal mentir a su mejor amigo, pero esperaba que esta vez no hubiese ido tan mal. “Es sólo que, tengo cena con mis padres, y, bueno, tengo que hacer el postre. Nos vemos mañana, ¿eh?”

Matt no tuvo la oportunidad de decir mucho más, ya que la pelirroja no tardó mucho en recoger sus cosas y salir de allí disparada. Corriendo.

Si pudiese volver a correr como pasó horas atrás, hasta podría dejar de coger el bus…
« Last Edit: March 06, 2016, 12:01:48 PM by Deidara »


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #12: October 03, 2015, 03:24:20 PM »
#5 - usain bolt


Sabía que tendría que estar intentando hacer algo más productivo, como avanzar trabajo, intentar acabar el artículo que tenía que entregar para la noche. Preparar algún postre para la noche, que le tocaba cenar con sus padres. Incluso recoger un poco su apartamento, que estaba hecho una leonera. No recordaba cuándo fue la última vez que se dignó a recoger un poco su dormitorio.

En lugar de todo eso, de estar haciendo algo productivo, estaba en el descampado que había detrás de su viejo instituto. Había cogido el autobús hasta el colegio, se había bajado en la parada y había caminado hasta el descampado, desierto a aquellas horas. Después de la tormenta del día anterior, el terreno estaba mojado, haciendo difícil darle buen uso a las porterías de fútbol y a las canchas de baloncesto. Aquel había sido uno de sus lugares preferidos de pequeña, donde había empezado a darle patadas al balón, a aficionarse al deporte. Ella y su padre, siempre inseparables aquellos años.

Pero no estaba allí para pensar en los viejos tiempos, para recordar otra época de felicidad. No, estaba allí para un propósito completamente distinto.

Logró encontrar un rincón seco, un banco sobre el que pudo depositar su bolsa y su chaqueta. Tomó un poco de aire, caminó hasta la otra punta del descampado. Allí había suficiente espacio para que decenas de niños se reunieran a jugar, a divertirse después de un día cansado de escuela. Suficiente espacio para ella, para poder tratar de emular la experiencia vivida horas atrás en los barrios bajos.

Expulsó todo el aire de sus pulmones, volvió a coger una larga bocanada, se puso en posición de sprint, y empezó a correr.

Tardó un minuto en recorrerse el campo de punta a punta.

Algo iba mal. O bien se había imaginado lo sucedido por la mañana, o bien se habían pasado los efectos de lo que quisiera que tuviese el café de la oficina, que le dio la fuerza suficiente para correr aquella distancia en décimas de segundo.

(O, si se lo creía con suficientemente fuerza, los efectos del rayo milagroso que no le mató.)

O bien había sido pura adrenalina lo que le hizo correr tan rápido.

Pero no había dejado de sentirse… diferente. Y no sólo por los achaques que le entraban, sino porque de verdad sentía como si algo estuviese yendo diferente en su interior.

No quería darse por vencida tan pronto.

Se arremangó las mangas de la camisa. Volvió a colocarse en posición de sprint. Se concentró en un punto… eso había sido lo que había hecho antes, concentrarse en su presa. Ella decidió por marcar ese punto en una paloma, a suficiente distancia de ella, que estaba tratando de partir un trozo de pan, de un bocadillo abandonado por algún niño, del suelo.

“Si Usain Bolt puede hacerlo, yo también.”

No sabía cómo describir lo que pasó a continuación.

Pero podía notar como el oxígeno entraba de golpe a su cuerpo. Como sus células trabajaban más, como sus músculos se contraían de golpe, su sangre fluyendo rápidamente para poder llevar el oxígeno a todos los rincones de su cuerpo. Su cuerpo ardía, parecía como si iba a explotar, y corrió a tal velocidad que levantó polvo del suelo en su recorrido.

Esta vez, pudo notar como el tiempo pasaba más lentamente para ella. Pudo ver cada ínfimo detalle de su recorrido. Pudo ver las partículas de polvo levantarse, notó una mosca que volaba a escasos centímetros de ella. Vio a cámara lenta la marca que dejaban sus pisadas en el suelo, unas hormigas arrastrando una pipa hacia su escondrijo.

Y pasó por encima de la paloma que había fijado como diana.

“Oh— ¡mierda, mierda! Por dios, qué asco, oh, no, mis Converse, eran mis preferidas, la sangre no se va a ir tan… ugh.”

Se quitó las zapatillas de inmediato, tratando de no mirar mucho a la suela de su zapato. Sería mejor que saliese corriendo (no tan rápido) de allí, antes de que alguien apareciese, y le viese con media paloma en la mano.

Tratando de digerir lo que acababa (no, no lo de la paloma) de pasar.

Vale. Aquello era peor que volverse loca.

’Espero que en el seguro me entre el psicólogo.’
« Last Edit: October 18, 2015, 05:21:37 AM by Deidara »


Puri

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #13: October 07, 2015, 12:51:52 AM »



“Wow”.

¿Qué otra cosa se podía decir cuando uno amanecía debajo de la cama en la que había dormido? Pues eso.

“Wow…”.

Después de reptar con fastidio y dispuesta a gritarle su vida a Stephanie por haberla empujado de tal manera que hubiese terminado ahí, Kitty pudo salir de abajo de la cama y corroboró con aún mayor enojo que la rubia ya se había ido. Para ser la persona más demorona del planeta, sí que sabía escoger cuándo desaparecer sin dejar huella.

En fin. Kitty se levantó del piso, tomó su teléfono de la mesa de noche y…

“NO JODAAAAAAAAS”

Empezó a gritar enojada mientras estampaba una y otra vez el talón derecho sobre el piso; ahora su celular había decidido suicidarse en medio de la noche y por más que Kitty intentaba, este no prendía. Corrió a su habitación buscando el cargador, se sentó en la cama, lo conectó al interruptor cerca del respaldar y a pesar de eso, el celular no prendió en lo absoluto…

“POR QUÉ A MÍIIII”, dijo tapándose el rostro con ambas manos y enojada; para encima de todo eso, caerse de la cama y golpearse duramente contra el piso. Kitty se levantó exasperada, no podía creer que ahora era lo suficientemente estúpida para caerse de su cama; así que tomó el celular, en un arranque de furia lo estampó contra la pared y salió a zancadas directo a la ducha.

Una vez dentro de la ducha Kitty se dio cuenta que durante lo poco de día que había tenido, ya había tenido contacto con superficies de metal, un interruptor de electricidad, incluso ahora estaba bajo el agua; y no, no había sentido ninguna descarga ni nada le había pasado. Al parecer no le pasaría nada más peligroso… Y tal vez lo mejor sería dejarlo todo en el pasado y olvidarlo. Si tenía suerte, Yuki y Claire no lo volverían a mencionar y de aquí a 30 años tendría el suficiente valor de hablar en un documental de la National Geographic, pero por el momento solo se sentía satisfecha con haber superado sus miedos. Con una sonrisa, terminó de ducharse y comenzó a prepararse para ir a probación ese día.

20 minutos después, Kitty salió de casa más animada y hojeando un catálogo de celulares en lo que caminaba hacia la estación de tren. Se mordió el labio inferior al llegar a la sección de iPhones, por más bellos que fueran no estaba en condiciones de comprarse uno aún… Caer en probación le había arruinado la vida, tuvo que renunciar a su empleo para poder cumplir con los horarios que le habían impuesto y aunque ya no tenía que gastar en la universidad (porque sí, también tuvo que perder el semestre por los horarios); sí tenía que gastar en el alquiler y sus propias cosas. Sus ahorros eran mínimos y el dinero heredado de su abuelo eventualmente se acabaría; tampoco iba a pedirle a Stephanie que pagara sus cosas, por muy amigas que fueran sabía que existían límites y además apenas se conocían de hacía un año, no era que fueran tan cercanas aún… Y tampoco podía volver atrás.

Entre esos pensamientos, llegó el tren a la estación y Kitty entró al vagón, encontrando rápidamente un pequeño espacio vacío en el cual quedarse parada recostando su espalda. Sacó nuevamente el catálogo y con un suspiro abrió de frente la página con los modelos más económicos. Siempre podía comprarse un teléfono que solo tuviera tetris y ni siquiera cámara fotográfica… O a lo mejor podría no comprarse un teléfono tampoco. Kitty cerró la revista y se cruzó de brazos pensando sobre eso, después de todo no era mala idea, ¿no? Dejar de usar móvil por un tiempo para que todos dejaran de fastidiarla de una buena vez. Ya de por sí el móvil que tenía intentaba tenerlo siempre apagado y más que nada lo usaba para jugar, así que podría intentarlo.

Guardó el catálogo en su mochila y siguió pensando en los pros y contras de quedarse sin teléfono cuando anunciaron su parada. Se volteó a la derecha para salir por la puerta que tenía a su costado y lo hizo primera que nadie, pero,

“Wow, mutie”.
“¿Eh?”

Kitty se volteó, pero el chico simplemente siguió de largo después de empujarle con su hombro. Se quedó parada unos instantes al darse cuenta que otras personas también la miraban de manera rara, pero nadie más dijo nada y siguieron con su camino. Ni siquiera estaba segura de qué rayos había pasado y no le había escuchado bien al chico tampoco, después de todo, había sido sólo un murmullo.

Parpadeó extrañada y siguió caminando hacia las escaleras.
« Last Edit: October 07, 2015, 12:53:36 AM by Puri »

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Cho

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #14: October 17, 2015, 07:35:56 PM »
Vengo con un fic, finalmente. Pronto les estaré leyendo, lo prometo.

II - Prologue


La noche luego de la inesperada tormenta pasó sin más inconvenientes. Cho guardó sus compras rescatadas y se dio una ducha para luego dormir y dejar el raro acontecimiento detrás. Pensó brevemente en al menos ir a una posta médica para cerciorarse que se encontraba bien físicamente, o de la cabeza si es que lo había alucinado, pero en verdad no tenía tiempo ni ganas para hacer eso.

Quizás una descarga la cegó, y sintió algún efecto electrostático no relacionado a los rayos, y por como se despertó ilesa decidió descartar alguna muy desafortunada aparición de un cuadro epiléptico. No, eso ya debía ser su amiga paranoia atacándole, así que negó con fuerza y fue a dormirse lo antes posible.

Llegó la mañana siguiente y la peliceleste tuvo que resignarse a volver a comprar comida. Había reservado la mañana para estudiar y en la tarde tenía un par de clases en la universidad, pero por el incidente del día anterior tuvo que cortar parte del tiempo reservado a estudios y relajo. También decidió avanzar con las compras para la próxima semana y así compensar el tiempo perdido después.

Terminó yendo a una tienda más grande y cercana que del previo día. Ahí había mejor selección de productos y era la opción más conveniente, pero la menos preferida para la joven. La tienda estaba en medio de un par de calles concurridas y siempre llena de gente. No era una buena ruta para llevar a Koromaru a pasear y no podía dejarlo atado a un poste mientras compraba como en el otro lado, así que su compañero de siempre se tuvo que quedar en casa.

Como lo esperó, el supermercado estaba lleno de personas y muy ruidoso. Varios hablaban, algunos pedían ayuda a los trabajadores del lugar o se movían con facilidad entre los pasillos. Cho nunca podía hacer lo mismo, siempre se paralizaba ante la presencia de tantos y se incomodaba con la idea de abrirse camino en medio de personas paradas. Preguntar dónde tenían cierto producto era lo más que se atrevía a hacer.

Pero ya le faltaba poco, y sólo le quedaba lo último en su lista. Llegó a la zona de carnes congeladas, y vio los pollos empaquetados con plástico. Un par de pechugas en su nevera podría salvarle en esos días en que no tenía tiempo para salir. Se apresuró a agarrar un envase de plástico, pero al hacerlo, otra persona agarró el mismo recipiente con su misma rapidez.

“…” Cho se extrañó, y por instinto, lo soltó rápidamente. Curiosamente, la otra persona hizo exactamente lo mismo. La peliceleste levantó su mirada y notó a una señora mayor mirar el recipiente con perplejidad, para entonces dirigírsele.
“Ay, disculpa jovencita, ¿en qué estoy pensando?” la señora sacudió su cabeza con cierta incredulidad. “Estaba yendo a las reces y me detuve. A mí ni me gusta la pechuga,” ella se rió un poco y dio una palmadita a Cho en el hombro como un gesto de disculpa. “¿No detestas cuando estas cosas pasan?”
“Ehh…” Cho sólo alcanzó a sonreír con torpeza y la señora siguió con su camino. Entonces, pasó a ladear su cabeza y negó para disipar la sorpresa. Tenía que apurarse.

Pagó sus compras, y cuando salió de la tienda, decidió que sus compras eran muy pesadas como para ahorrarse el pasaje en el bus. No le gustaba pagar por una distancia que podía caminar, pero decidió que haría una excepción. El peso le hizo recordar por qué compraba con frecuencia, pero ya no había punto a lamentarse.

Cruzó la calle y se paró en el paradero frente a la tienda. Había una buena cantidad de gente, pero por ahí pasaban varias rutas así que deseaba que no todos estuvieran esperando el mismo bus.

Pasó uno de otra ruta, y luego otro. La gente apenas disminuyó y justo más cruzaron desde la tienda cuando observó a su bus acercarse a distancia. Cho dio un suspiro y miró sigilosamente a sus alrededores para ver si había varios prestando atención al vehículo. No le dio la impresión, pero de todos modos decidió apurarse para subir y asegurar un sitio.

El bus paró y un par de personas se bajaron. Cho entonces tensó el agarre de sus bolsas y se apresuró, pero sorpresivamente unas tres personas cerca tuvieron la misma urgencia de subir y se vio bloqueada por los tres, así que dio un paso hacia atrás. Entonces, notó a los tres detenerse frente al conductor, casi como si se hubieran quedado en blanco por una fracción de segundo.

“Eh, disculpen,” uno de los tres se disculpó por su gesto y procedió a pagar su pasaje.
“Esperen, este no es mi bus,” una chica parpadeó y se bajó rápidamente, junto con el tercero que también se vio extrañado.

Cho y otras dos personas más también subieron y el bus siguió con su marcha. La peliceleste se sentó, miró por la ventana y notó cómo la otra persona que se subió por accidente llegó donde un carro estacionado cerca del paradero y guardó sus compras. ¿Por qué habrá entrado al bus, aun por accidente?

El vehículo de transporte tenía pocas personas a bordo así que había espacio de sobra para todos los pasajeros. Al verlo, Cho se avergonzó por su urgencia de subir. La acción de las otras personas sin duda no se había visto bien y fue descortés, y sentía que de algún modo les había inspirado a esa ‘carrera’, quizás por su actitud o postura.

Ella pasó el camino de regreso recriminándose. Ciertamente no era la persona más sociable, pero ello tampoco fue justificable. Sentía que tenía mucho que aprender.