Author Topic: A Storm Is Coming — The Birth  (Read 29458 times)


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #15: October 25, 2015, 03:01:32 PM »
algún día dejaré de abusar C:
algo que quería escribir de hace tiempo, me quedé sin espacio para encajar otras cosas que quería escribir... así que ya veré cómo lo hago para seguir sin abusar
Y AL PARECER ESTRENO NUEVA PÁGINA el bebé es mayorrrr


6 – meet the parents


(Antes de llegar a casa, había tirado sus Converse al contenedor).

Se encontraba desnuda, frente a un espejo de cuerpo entero en el pasillo de su apartamento. A sus pies, una pila con la ropa que había llevado en ese día. A metros de ella, su gato, Carboncito, observaba curioso la escena. Intentaba buscar algún cambio en su reflejo, y es que todavía estaba tratando de buscar alguna explicación a lo sucedido. La explicación más plausible era  que el rayo le había cambiado de alguna forma inexplicable, y esperaba ver algún cambio físico, pero no lo encontraba. Sus piernas no se habían vuelto de la noche a la mañana más musculosas, sus tatuajes seguían en su sitio, no se había vuelto de ningún extraño color ni le había aparecido ninguna nueva extremidad. Lo cual era de agradecer, porque no estaba segura de cómo hubiese reaccionado al respecto.

Ni una marca había dejado el impacto del rayo en su cuerpo. No es que esperase un souvenir de parte del rayo, pero le sorprendió no encontrar ningún recordatorio de lo sucedido en su cuerpo.

Tal vez los efectos eran temporales. Como en los cuentos de los niños— tenía un número determinado de usos que le podía dar a ese extraño poder, y lo mejor sería no desaprovecharlos. O tal vez a medianoche se acababan los efectos.

(O se despertaba de la pesadilla).

Como no quería volverse loca antes de la cena con sus padres, ni quería abusar de las extrañas capacidades, decidió que ya las testaría y pondría en prueba más adelante. Por el momento, iba a concentrarse en la noche que tenía por delante… “¡Mierda!” Y en el postre que debería haber acabado una hora atrás.

“Me pregunto si podría hacer ir el horno más rápido…”

Por desgracia, dudaba que funcionase así.

# # #

Llevaba en una bolsa de papel el pastel que había hecho apenas una media hora atrás, bien envuelto y todavía caliente. Apenas había acabado el pastel, Deidara se había dado cuenta que llegaba tarde… unos quince minutos tarde, para ser exactos. Odiaba ser impuntual, pero que lo fuese no era ninguna novedad. Sólo que… había decidido probar suerte, ver qué tal iba esa habilidad suya nueva, con la excusa de estar ‘probándola’ y, en cierta manera, entrenando.

Al menos le había encontrado un buen uso a esa nueva velocidad suya: gracias a ella, había conseguido ducharse, vestirse y llegar a casa de sus padres en quince minutos.

Lo que no había tenido en cuenta, era que correr tanto le hacía verse un tanto impresentable. Además, que no controlaba mucho, y por el camino, en alguna que otra ocasión había acabado chocándose con diferentes paredes y todo tipo de superficies.

“¿Vienes de la guerra?” Fueron las primeras palabras de su padre cuando le abrió la puerta, alzando una ceja.
Deidara forzó una risa. “No, es que, eh, he usado las escaleras,” mintió.
“Vivimos en un doceavo…”
“Ya sabes que me gusta mantenerme en forma.” La pelirroja se hizo paso, dejando en manos de su padre el pastel, quien se sorprendió un poco por la alta temperatura del recipiente. “He traído pastel de queso.”
“¿Desde cuándo el pastel de queso se come caliente?”
“Lo he hecho a última hora, casi me quedo sin tiempo— ¿Dónde está Papá?”
Se escuchó otra voz masculina desde la cocina. “Haciendo la comida, salvándote de una muerte segura. No quería que tu padre nos intoxicara una vez más.”
“Ja, ja, muy gracioso. Eso fue una vez, hace diez años.”
“Una Navidad,” remarcó Deidara, dirigiéndose a la cocina— una cocina americana con muebles de Ikea con los que Deidara todavía tenía pesadillas, cuando recordaba la tarde que prometió ayudar a sus padres a montarla. “Nick, las Navidades en hospitales, nunca se olvidan,” bromeó, apoyándose contra la nevera, mientras robaba un trozo de pan recién hecho.
“Os odio a los dos,” fue la respuesta de Nick, provocando la risa de Deidara.


Las cenas con sus padres sucedían una vez por semana. Nunca lo admitiría en voz alta, pero era una niña de papá; o de papás, en este caso. Phoenix Wright y Miles Edgeworth para los amigos, Nick y Papá para Deidara. La pelirroja fue adoptada a los dos años de edad por la pareja, y a pesar que no recordaba nada de su previa vida, al haber sido demasiado pequeña, no podría estar más agradecida de haber acabado en sus brazos. Nick y Papá eran dos personas completamente distintas, pero que de alguna manera curiosa pero divertida se compenetraban, haciéndose uno e inseparables. Más bien curioso que nada, y es que, sus padres eran, respectivamente, abogado y fiscal. Algo que muchos que lo veían con ojos exteriores no llegaban a entender, cómo dos personas con profesiones contrarias habían acabado juntas, pero que a Deidara no le parecía nada del otro mundo. Y es que, tras haber visto interactuar a sus padres durante (cientos de) años, no le quedaba duda que los dos estaban hechos el uno para el otro. Siempre y cuando evitasen hablar de trabajo, ya que los dos eran bastante competitivos…

“Deidara, deja de darle cuerda a tu padre y empezad a poner la mesa. La comida estará lista en un momento.”
“Vale— Nick, ayúdame con los platos.”

A muchos les resultaba extraño que Deidara llamase a su padre Phoenix ‘Nick’. Pero así había empezado a llamarle de pequeña. A su yo pequeña le pareció buena idea que, en lugar de llamar ‘Papi’ (como insistía en hacerse llamar) a aquel señor enorme con pelos de punta que parecía convivir con ella, le empezaría a llamar ‘Nick’, y es que el otro señor enorme no dejaba de llamarle ‘Phoenix’, y como Phoenix sonaba muy complicado, se quedó en Nick. Y a Nick pareció hacerle gracia la idea, y Papá probablemente puso esa cara que ponía cuando se avergonzaba de Nick y Deidara y se preguntaba qué había hecho mal para merecerse a aquellos dos idiotas, pero al final acabó accediendo, porque en el fondo les quería.

(Y Papá se quedó en Papá aunque Nick intentó enseñarle a Deidara decir ‘señor mayor y aburrido’ de pequeña.)

Deidara y Nick se quedaron solos en la sala, ordenando la mesa. A la pelirroja le pareció el momento adecuado para preguntarle por aquello que le había pedido su jefe Hyde unos días atrás, así que aprovechó para sacar algo de información. Nick no pareció muy dispuesto a hablar, y es que conocía el interés de la prensa por el caso y sabía las intenciones de su hija.

Nick interrumpió las cuestiones de la pelirroja. “¿Por qué estás preguntando, igualmente? ¿No trabajas en la sección de deporte?”
Deidara se mordió el labio inferior mientras se distraía siguiendo con la mirada la decoración del mantel. “Bueno… más bien soy una mandada.”
“No me cae bien tu jefe.”
“Bueno,” se encogió de hombros, “es raro. Pero paga a finales de cada mes puntual. Y tampoco está tan mal.” Menos cuando vivía episodios extraños, como correr a algo cercano a mil quilómetros por hora detrás de un vagabundo.

Miles no tardó en llegar a la mesa con la comida, un risotto de setas y pollo al horno en salsa. La conversación pasó del trabajo de Deidara al trabajo en los juzgados. Y es que, Edgeworth y Phoenix eran, respectivamente, fiscal y abogado. Allí fue donde se conocieron, al fin y al cabo, cuando ambos tomaban partes contrarias en un juicio (el cual Nick nunca se cansa de recordar cómo ganó). Una historia de amor un tanto extraña, una relación todavía más, considerando que ambos habían acabado enfrentados en alguna que otra vez en un juicio.

La conversación les llevó de un lugar a otro, la típica conversación de una cena en familia, hasta que Nick sacó un tema que hizo que se le erizaran los pelos a Deidara.

“Me he enterado hoy que a la frutería de la esquina se les inundó el almacén por culpa de la tormenta del otro día.” Fue escuchar la tormenta ser nombrada y a Deidara le costó trabajo tragar, teniendo que recurrir a un buen vaso de agua. “Duró poco pero fue una tormenta bastante intensa, ¿eh?”
“Es una pena, creo que habían acabado de reformar,” añadió Miles, “tuve suerte de que me pillara todavía en la oficina, porque no llevaba paraguas conmigo. ¿No empezó a llover a la hora a la que tú salías del trabajo?” Preguntó.
Deidara tal vez respondió demasiado rápido. “No.” La respuesta rotunda y repentina de la pelirroja pareció sorprenderles. “No, eh, quiero decir… que ya estaba llegando a casa. Por suerte no me pilló.” Porque contarle a sus padres que un rayo de la tormenta le había tocado y tirado al suelo, y que desde aquel momento creía que su cuerpo estaba cambiando, y que algo iba mal con ella… sonaba muy surreal.
“Tuviste suerte. Al parecer ni estaba prevista para el día.”
“¡Bueno!” Deidara creyó que iba siendo hora de dejar el tema, antes de ponerse más nerviosa. “Creo que es hora de ir probando el postre.”
“¿Postre? Pero si seguro que el pastel sigue caliente,” observó Nick.
Una nueva voz irrumpió en escena. “¿Quién ha dicho pastel?”

Deidara giró la cabeza a la vez que la puerta principal se cerraba, y entraba el nuevo intruso. Parecía como invocado por la simple mención del postre. “Clint, llegas tarde.”


“Ya lo sé, pero al menos he llegado a tiempo para el pastel por lo que veo,” dijo Clint con una sonrisa. “He tenido un maldito problema de humedades en mi apartamento… al parecer es culpa de la tormenta del otro día.”
“Justo eso estábamos comentando ahora,” dijo Nick, quien prosiguió a contarle sobre la inundación de la señora de la frutería, y Deidara rodó los ojos, viendo que el tema le iba a perseguir hasta el fin del mundo.

Decidió ir a buscar el resto de platos para comer el pastel, aunque todavía estuviese templado. Desde la cocina, observó cómo Nick y Clint, conversaban sobre la tormenta y los gastos que iba a tener por culpa de las humedades que tenía que arreglar. Se sorprendió al ver lo maduros por un momento que parecían Nick y Clint, su hermano mayor. Era difícil de creer que Clint era el mayor. Clint era hijo biológico de Phoenix. Una larga historia, que, resumida: la mejor amiga de Nick quería hijos, sólo confío en Nick para pedirle ser el donante, el embarazo se complicó y Nick no pudo negarse a abandonar a aquel niño, que nació huérfano de madre. Al menos en ese caso la genética explicaba por qué los dos eran igual de inmaduros.

La pelirroja seguía distraída, observando a padre e hijo discutir sobre fábricas de bolígrafos Bic (no quería ni preguntarse cómo el tema había llegado hasta allí) cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por Miles. “¿Va todo bien?”
“¿Eh?”
“Estás un poco rara hoy,” preguntó Papá, mientras alcanzaba unos platos. Deidara había tenido una semana movidita, y el suceso de la tormenta no se le iba de la cabeza. Que Nick y Clint hablasen de ello no ayudaba. Papá no era muy bueno con las charlas profundas, en ese sentido se le parecía más a Deidara; a ninguno de los dos se les daba bien hablar de sentimientos ni de ellos mismos. Eso era algo que dejaban para Nick. Aun así, Deidara agradecía que Papá al menos lo intentase. Sólo que, no creía que ese fuese el tópico más apropiado de conversación. ‘Hola, un rayo me golpeó, y sigo viva, y creo que soy más rápida que Usain Bolt’, no sonaba como el mejor inicio de conversación.
Dio una sacudida con la cabeza, decidiendo dejar de lado el tema por el día. “Nah. Todo bien. Vamos a ver qué tal está el pastel de queso caliente.”
Papá no pareció creerle, pero la pelirroja agradeció que él no insistiese. “Va. Vamos, antes de que tu padre y tu hermano empiecen sus discusiones sobre si hay vida en Marte o no.”
“No tendrías que dejarles ver documentales cuando están solos.”

Todavía quedaban muchas cuestiones abiertas, pero por el momento, Deidara iba a concentrarse en pasarlo bien en familia.
« Last Edit: October 25, 2015, 03:08:29 PM by Deidara »


Sayi

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #16: October 31, 2015, 02:50:23 PM »

Chapter 3 — Never going back again

El desorden lo sorprendió lo suficiente como para dejarlo inmóbil en la puerta. Habían papeles, vajilla, dinero, y todo tipo de objetos desperdigados por la sala. Spike pensó por un momento que acababan de ser asaltados… hasta que sus ojos se posaron en la culpable de aquel pandemonio.

Yukino estaba sentada en un extremo de la habitación, balanceando entre sus dedos el reloj de bolsillo de su abuelo. Sus rodillas estaban contraídas, pegadas a su pecho. Su mirada estaba fija en la puerta, en él, pero parecía que miraba hacia el infinito.

“¿Que sucedió? ¿Tu hiciste todo esto?”

La pregunta sacó a la pelirroja de su ensimismamiento. Dejó el reloj en el estante junto a ella y entrelazó las manos nerviosamente.

“Creo que me estoy volviendo loca”

Spike alzó las cejas y se decidió a entrar, cerrando la puerta tras él. Prendió la lámpara de piso y la luz mostró cuán desordenada estaba la sala. El castaño optó por ignorar el alboroto y se abrió paso hasta el sillón cercano a la joven.

Acercó su rostro al de ella para estudiarla mejor.

“Pensé que alguno de los malandros de tu servicio comunitario te había invitado drogas, pero tus pupilas se ven normales” Yukino negó con la cabeza “¿Entonces que te pasa?”
“Cuando toco objetos por mucho tiempo, empiezo a ver cosas” sus ojos miraron los de él “También me paso con una persona. Pude ver cosas cuando toque su mano”

Siempre había pensado que su protegida había estado algo tocada, pero lo que describía ya parecía estar en otra liga de locura.
Sin embargo se le veía bastante perturbada, y descartar su preocupación como una broma no la ayudaría a calmarse.

“¿Como qué cosas?” la pelirroja tensó los labios “¿Qué paso hoy?”
“No me lo vas a creer”

Y en efecto, Spike no creyó que le había golpeado un rayo. No cuando estaba sana y salva frente a él… sin contar la crisis existencial que parecía estar viviendo, claro está.

Yukino le contó de la otra muchacha que pasó lo mismo que ella, y como ambas dejaron el centro de servicio con nada más que el susto llevado. Narró como llegó al barrio y se detuvo a comprar el pimiento rojo para preparar la cena. Le contó de la primera moneda que le hizo ‘ver cosas’, y lo extraña que se sintió cuando rozó la mano de la cajera al recoger su vuelto.

Y por último, como empezó a vaciar cajones y tocar todo objeto que se le cruzara apenas llegó a casa. Algunos estaban vacíos, pero otros tenían mucho dentro.

“El reloj de tu abuelo” dijo, alzándolo de la cadena y usando sus dedos como pinzas “Pude ver a tu abuelo, o al menos eso creo. Lo vi cuando era joven. Pude escuchar explosiones y sentir miedo”
Spike tomó el reloj “Mi abuelo fue a la guerra, si eso te ayuda” y parecía que si, pues los ojos de Yukino se abrieron como platos “¿Que otras cosas viste?”
“Veo sitios, como lugares donde el objeto estuvo” le explicó, sobándose las manos "Personas que lo tocaron. Conversaciones que sucedieron cerca. Como si el objeto fuera una cámara de video”
“…”
“Y me deja ver… extractos de situaciones” Yukino bajó la mirada “Cuando rozé la mano de la cajera, vi a su novio golpeándola. Golpeándome”
“¿Le dijiste algo?”
“Le dije que lo denunciara, pero sin más contexto me miró como si estuviera loca”

Y probablemente lo estaba, pensó Spike. Pero Yukino parecía estar sobrecargada, al borde de las lágrimas. Todo lo que decía sonaba imposible, pero ¿que clase de guardián era si no le daba el beneficio de la duda?

El castaño estiró su mano, invitándola a tomarla. La pelirroja lo miró con miedo.

“Vamos a hacer una prueba” le dijo “Deténte cuando veas algo, y me dices que es”

Yukino se acercó con recelo y se detuvo cuando su mano estuvo a centímetros de la de Spike. Miró de soslayo al castaño y él la miró a ella. Pero él no la esperó más, y rápidamente rodeó su mano con las suyas.

El golpe fue inmediato.

Lo vio salir de la casa y caminar en retroceso. La gente eran manchas borrosas a su alrededor. Ahora estaba en el metro, con una mujer de abrigo verde sentada a su lado. Cruzaron miradas y ella le sonrió. En su puesto de trabajo, había jugado solitario. En el almuerzo fue con Jet, un compañero, a comer un estofado algo carente de carne, a su gusto…

Estaba viendo a Spike comprar su café antes de entrar al trabajo cuando una suave y profunda voz se coló en su mente.


“Finalmente te encontré”

Yukino había cerrado los ojos con fuerza cuando él la tomó de la mano, y Spike se sorprendió cuando la pelirroja los abrió de golpe. Su respiración se contuvo al notar que sus pupilas ahora pintaban de un color que no era el suyo.

“¿Qué estas viendo?”

Ya no había un ápice de duda en su cabeza.

“¿Quién eres?” se atrevió a preguntar. El Spike que veía en fragmentos seguía caminando en retroceso, de vuelta al metro. Pero esa voz no era producto de ella, ni de él.

La tercera voz se volvió a escuchar una vez más, antes que Spike la dejara ir y ella volviera a su realidad.


“Estaré ahí pronto”
« Last Edit: November 23, 2015, 01:02:58 AM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Sayi

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #17: November 23, 2015, 01:02:09 AM »
Vamos a calentar este teclado por el mes (??) tengo que resubir todos los iconos y mi vida entera porque min.us apesta >(


Chapter 4 — Yer a mutant, Yukino

Spike intentaba disfrutar de su comida pero era difícil con la pelirroja caminando de un lado a otro. Yukino se sobaba los brazos con ambas manos y de tanto en tanto giraba la cabeza hacia la ventana. El tallarín saltado descansaba en la mesa, pero la muchacha estaba demasiado nerviosa como para comer algo.

“Se te va a enfriar”
“No tengo hambre” respondió. Entonces cerró las persianas rápidamente y se sentó en el sofá, cruzándose de piernas. Observó a Spike llevarse un wantan entero a la boca antes de preguntar.

“¿Crees que vaya a venir alguien?"

El pelinegro masticó su galleta con una parsimonia que irritó a Yukino, quien estaba con los nervios de punta. Spike pasó la comida y se limitó a pedirle que le pasara la salsa de anguila.

“¡SPIKE!”
“¿Qué quieres que te diga? No lo se” le respondió “Hace un día no había nada fuera de lo ordinario contigo y ahora hablas cosas extrañas”
“Pero te di un resumen de tu día solo con tocarte la mano, ¿cierto?”
“Sí, pero si bien admito que hay algo raro contigo, el que una persona ajena pueda comunicarse en tu cabeza ya es… algo distinto” Yukino bajó la mirada “¿Quizás es una conversación que sacaste de algún otro lado? Quizás sea parte de tu confusión y nada más”

Era probable. Yukino respiró hondamente y de pronto su tallarín se le hizo más apetitoso. Spike tenía un punto en que todo le era muy confuso ahora. Quizás era una secuela de alguna otra visión -o lo que sea que esas fueran- y lo había confundido al momento de tocar a Spike. En retrospectiva, el tener contacto con personas era más intenso que tocar objetos, y probablemente eso la había alterado aún más.

Trajo la caja con su comida hacia si y tomó el tenedor con sus manos. Observó el metal contrastar con los enormes guantes de hule que había tomado de la cocina.

“Te ves ridícula con esos guantes”
“Gracias, pero son los únicos que tenemos” la pelirroja enredó su tenedor en los fideos “Al menos con estos tengo la tranquilidad que no ‘veré’ nada”
El hombre sonrió y puso los ojos en blanco “Lo que te haga sentir mejor”

Yukino imitó su sonrisa. Esa noche había sido una montaña rusa de emociones y confusiones, pero Spike se había mantenido abierto a lo que tuviera que decirle. Cualquier otra persona hubiera optado por no creerle o, en el peor de los casos, llamar a un asilo, pero él no. Spike se había mantenido objetivo y trataba de ayudarle a encontrar algo de razón al asunto. Hasta había ordenado su comida favorita en un intento de calmar sus nervios.

Se llevó los tallarines a la boca y su sabor le subió el ánimo. Sin embargo, estos perdieron todo encanto el momento en que alguien tocó a la puerta.

Ambos cruzaron miradas. Ninguno de los dos solía recibir visitas a esa hora.

Yukino perdió todo color en el rostro, pero Spike no se inmutó. El castaño dejó su plato en la mesa y sin hacer ruido se puso de pie. La joven hizo lo mismo, pero con la intención de detenerlo.

“Spike no” le susurró “Cualquier cosa puede esperar” se moría de miedo. Su corazón latía a mil, pero él parecía decidido a ir a ver de quién se trataba.
“No puede ser nadie peligroso si se anuncia así” La puerta volvió a sonar. Spike tomó a la pelirroja de los hombros y le aseguró “Bien puede ser alguien que conozcamos. Y en caso que sea alguien malo, ¿no crees que podría lidiar con él?”

No se trataba de eso, pues Yukino sabía que Spike era invencible en una pelea cuerpo a cuerpo. Pero si de verdad se trataba de alguien que entraba a tu cabeza... no había manera de saber el daño que podía causar.

Pero él ya se había decidido. Spike tocó la punta de su nariz y se abrió paso. La pelirrosa caminó hasta el sillón más alejado y se quedó detrás de él, observando con cautela cómo el castaño quitaba el seguro de la puerta.


Había una sola persona frente a él, y un rápido vistazo le convenció que no se trataba de un policía o un delincuente.

Pero sí que se trataba de alguien fuera de lo común.

Vestía un jean y un sweater blanco. Estaba descalzo. Estaba inclinado hacia adelante y lo observaba fijamente con unos enormes ojos negros, del mismo color que su cabello desordenado. Su dedo índice estaba a milímetros de su boca, como si estuviera por preguntar algo, pero Spike se le adelantó.

“¿Se le ofrece algo?”
“¿Podría hablar con Yukino?”

Dentro del apartamento la pelirroja sintió escalofríos. No había duda, era la voz que había escuchado en su cabeza.

Spike vaciló un par de segundos, pero había confirmado que ese hombre no cargaba nada peligroso consigo. Se hizo a un lado, lo suficiente para que Yukino y el extraño se vieran entre sí.

“¿Conoces a este sujeto?”
“No” respondió la joven “Pero es la persona que escuché antes”

Un silencio colgó entre los tres, durante el cual solo Spike intercambiaba miradas entre la pelirroja y el hombre en la puerta.

Yukino examinaba al hombre al otro extremo de la habitación. Este bajó la mirada solo para observar los guantes de hule. Su rostro no cargaba expresión.

Pero por algún motivo ella se sentía como un libro abierto frente a él.

“¿Quién eres?” se animó a preguntarle “¿Por qué te escuché en mi cabeza?”

El hombre no reaccionó ante lo extraña de esa aserción y ello la convenció: El sabía qué le estaba sucediendo.

“Mi nombre es L Lawliet, y soy un profesor en Banner’s School” dicho esto retiró su billetera, sacó una tarjeta de esta y se la extendió a Yukino, todavía de pie al otro extremo de la sala.

Estando a su costado, Spike intentó tomar la tarjeta pero el hombre la alejó de él. Viendo esto, la joven supuso que se trataba de algo que le correspondía a ambos, por lo que se animó a cruzar la habitación y tomar la tarjeta de sus dedos.

El membrete tenía su nombre, su posición, y el logo de lo que parecía ser una escuela: Banner’s School For The Practical Learning of Enhanced Abilities. También había información de contacto, y Yukino se preguntó que tenían que ver estos datos con ella.

“Sabemos por lo que estas pasando. Lo que estás experimentando es una habilidad, y no significa que estés 'perdiendo la cabeza' o algo por el estilo. Al menos por ello quería empezar”
“Eso da tranquilidad” comentó Spike
“Pero por más que busques una explicación, también debo advertirte que no debes comentar esto con cualquier persona. Es peligroso ser un mutante y no tener cuidado. Por eso vine a advertirte apenas te encontré”
Spike y Yukino compartieron miradas “¿Mutante?” pero el pelinegro señalo la tarjeta que acababa de darle.
“Somos una institución que ayuda a gente como tu. Contáctanos si tienes preguntas, y si puedes, visítanos cuando tengas oportunidad. Lo entenderás mejor cuando estés ahí”
“Pero…”
“Usa la información que te di, pues debo irme ya. Me temo que no soy el mejor para explicar cosas, pero necesitaba al menos advertirte”

Dicho esto el hombre dio un paso hacia atrás. Pero antes de irse, agregó.

“Tengo una última pregunta que hacer, sin embargo” dijo el pelinegro “¿Son nuevos en la ciudad?”
“He vivido aquí toda mi vida”
“¿Y hace cuanto tiempo te percataste de tu habilidad?”
Yukino miró a Spike, quién observaba fijamente a L “Esta tarde”
“¿Esta tarde?”

Por primera vez, la joven pudo ver algo de sorpresa cruzar los ojos del hombre. Parecía que iba a preguntar algo más, pero optó por no continuar. Entonces bajó un poco la cabeza en señal de despedida.

“Gracias por su tiempo”

L se marchó y Spike cerró la puerta. En silencio, ambos miraron la tarjeta que Yukino tenía entre sus dedos.

La pelirroja estuvo por preguntar la opinión del castaño cuando volvió a escuchar aquella voz, ahora familiar, colarse de nuevo en su cabeza.

“Por favor, búscanos. Por tu bien”

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Puri

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #18: November 30, 2015, 02:36:15 AM »

Después del incidente en la estación del tren, nada más raro ocurrió. Kitty siguió corriendo para llegar a tiempo, pero se detuvo como lo hacía religiosamente todos los días en un café de la esquina para comprarse un pastel de brócoli para el almuerzo. La comida del centro no era tan mala, pero al menos saber que tenía algo que le gustaba le ayudaba a sobrellevar tanta tortura junta (e injustificada, en serio el gobierno no debió jamás aceptar el contrato con esa minera si no querían que ella terminara graffitteando una estatua que resultaba ser monumento histórico encima).

Llegó entonces al lugar, fue directo a firmar en el padrón su entrada (gracias a dios solo llegaba tarde unos quince minutos y no le harían tanto escándalo luego al pasar la revisión) y corrió hacia el salón donde se reunían siempre con su consejero. Ahí fue que reconoció a su compañero pelirrojo que apenas la vio alzó la mano para saludarla.

“¡Hola!”, Kitty le sonrió a Claire y se acercó corriendo hacia él. “¿Ya te encuentras mejor?”.
“Sí, mucho mejor. Al parecer no era nada, pero dime, ¿ya llegó Yukino?”.
“Sí, se está cambiando, pero apúrense que prefiero que estemos juntos cuando llegue el encargado”.
“Nah, prefiero que tú te encargues solo de él”, Kitty rió y se fue rápidamente hacia los baños.

Esta era la prueba de fuego, así que todo tenía que salir bien.

“Hola, hola~”, canturreó Kitty intentando que su saludo pareciera normal y no algo nervioso, algo casual, súper casual y súper chill. “¿Cómo estás?”. Su determinación flanqueó un momento cuando vio que la pelirroja le miraba extrañada y con un poco de cautela, pero luego le dio una sonrisa. Si esa sonrisa parecía frágil, la mente de Kitty haría todo lo posible para obviarlo.
“He estado mejor. ¿Y tú cómo estás? ¿Algo…?”, la chica carraspeó. “¿Te pasó algo?”.
“Pues mi celular se malogró esta mañana”, decidió evitar la mirada de su compañera y movió su mirada hacia su casillero y se ocupó de abrirlo y comenzar a cambiarse en el uniforme probacional (en serio no tenía nada en contra del naranja, pero el naranja chillón era un insulto a la humanidad). “No creo que me compre uno nuevo porque no tengo mucho dinero, tampoco es como que muchas personas me llamen, así que así será mejor. Estoy lista, ¿vamos?”.

Kitty cerró el casillero y volteó a mirar a Yukino, quien le miraba contrariada de cierta manera. Si Kitty se había dedicado a dar una respuesta que no tenía mucho que ver con lo que asumía que la pelirroja asumía; y encima de eso cerró de manera tan tajante la conversación, ese sería otro detalle que su cerebro y cordura omitirían.

“Sí, vamos”, sin dar mayor oportunidad, Kitty le dio la espalda y salió de la habitación.

El consejero ya había llegado donde Claire y al ver a las chicas simplemente les señaló los nuevos botes de pintura que había traído para las bancas y se fue. Su compañero les explicó que debían nuevamente empezar el pintado de todas las bancas del mismo parque en el que habían trabajado y por haber desertado el día de ayer encima tenían que quedarse luego a podar arbustos; pero eso no desmejoró el ánimo que con tanto esfuerzo su cerebro le había engañado que había recobrado, así que Kitty cogió dos baldes y salió contenta del lugar, contándoles una anécdota sobre la vez que jugando en el alféizar se cayó encima de los geranios de su tía y que después de haberse golpeado todo lo que se llamaba cuerpo, tuvo que quedarse toda la tarde con ella podando las ramas que había roto.

Si Yukino no estuvo muy animada y le mandaba miradas furtivas de vez en cuando, Kitty tampoco se haría la aludida.

“Oigan, en vez de estar los 3 pintando una banca al mismo tiempo, ¿no sería mejor si uno de nosotros comienza a podar los arbustos?”, Yukino y Claire asintieron, pero en eso también los 3 se dieron de golpe con la frustrante realidad en que habían olvidado las tijeras en el centro. “Bueno, yo les entretuve con lo de los geranios, así que lo haré yo”, Kitty soltó la brocha en la cubeta, se levantó, estiró su cuerpo, dio dos pequeños saltos y sonrió. “¡Vengo!”.

Este día tenía un clima mucho más precioso que el de ayer y todos los pajaritos cantaban y la vida seguía. Kitty se la pasó yendo de salto en salto hacia el centro porque todo había salido bien ese día, así que ya no tenía por qué preocuparse. En el centro puso en un bolso las tres tijeras y agarró el asa con la mano derecha, miró el reloj de pared y vio que en media hora sería el almuerzo, así que corrió y corrió y ya cuando estuvo a punto de llegar…

“Por fin logro ponerme en contacto con usted, seño—”
“¡¡AAAAHHHHHH!!”, Kitty gritó aterrorizada como si el gobierno hubiera aceptado que ninguna minera pagara indemnizaciones por contaminación ambiental y tiró el bolso al suelo, por lo que las tijeras resonaron y llamaron aún más la atención de sus compañeros.
“¿Sucede algo?”, preguntó Claire y Yukino se le acercó.
“¿Alguno de ustedes me habló, o me llamó, o dijo algo?”, sentía como si la presión se le hubiese bajado de golpe y posó las manos cerca de su vientre. Podía jurar que había escuchado algo dentro de su mente, pero ahora no escuchaba absolutamente nada.
“Estábamos hablando entre nosotros, pero no te llamamos ni nada”, Yukino le respondió preocupada.
“Qué raro. Ha… ¡Ha de ser el viento!”, dijo levantándose rápidamente, aún creyendo que podía salvar el día, “Sí, de seguro escuché alguna conversación de alguna parte del parque, sucede a veces, ¿no?”.
“...”, tanto Claire como Yukino (y ella también, rayos, por qué tuvo que seguirles la corriente) miraron a lo lejos y se dieron cuenta que no había nadie en el parque, así que era imposible que algo así hubiese sucedido.
“Será, ¿no?”, Claire se encogió de hombros, “O puede ser que hayas desarrollado de la noche a la mañana un don para escuchar cosas en tu cabeza”, dijo sonriendo con toda la normalidad del mundo, pero antes que Kitty pudiera salir corriendo al doctor, Yukino levantó su brocha cargada de pintura y la agitó para lanzarle gotas a Claire en la cara.
“Oh, cállate”, le dijo con una sonrisa al chico, aunque pudo notarse claramente el enojo por debajo.
“En fin, volvamos a lo nuestro”, Claire rió y levantó ambas manos en señal de paz. Así fue que tanto él como Yukino se agacharon para seguir pintando por debajo de la banca y Kitty se agachó para recoger las tijeras tiradas en el jardín…

… Y al intentarlo, sus dedos atravesaron el metal como si fuera aire.
« Last Edit: November 30, 2015, 02:38:54 AM by Puri »

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #19: November 30, 2015, 09:00:16 AM »

#7 high voltage

Echó una mirada hacia atrás mientras buscaba en su mochila las llaves de su coche. Divisó a alguien a lo lejos.

Suspiró. Allí estaba otra vez.

Sabía que durante esta última semana no se lo había estado imaginando. Que, por muy locura que sonase, tenía un acosador. Le había estado viendo alrededor del hospital durante la última semana semana y media (o tal vez dos semanas, o más, ya había perdido la cuenta), y aunque al principio había pensado que se trataba de algún paciente o alguien que trabajaba allí, pronto había descubierto que no se trataba ni de uno ni de otro.

No tenía ni idea de quién era, pero siempre (o casi siempre) lo encontraba allá donde fuera. La primera vez, lo encontró cerca de la sala de descanso, fuera de lugar, como si estuviese perdido. Siendo un recién graduado enfermero, Dean había gente que todavía no conocía en el hospital, así que pensó que se trataba de algún doctor o celador, teniendo en cuenta que ya le habían presentado a la mayoría de enfermeras. Cuando le preguntó si necesitaba algo, el chico simplemente negó con la cabeza, sonrió, le deseó un "y muy buenos días, Dean" (y sabía su nombre— algo que luego había contado a Robin y Maya, dos de las enfermeras con las que mejor se llevaba. Maya simplemente había rodado los ojos, “Dean, seguro que vio tu credencial”, aunque él estaba seguro que en aquel momento no la llevaba), y luego desapareció en la dirección contraria. Al día siguiente, se lo volvió a encontrar, esta vez cerca de su coche. Dean volvió a preguntarle si necesitaba algo, si se había perdido, pero esta vez, notó como el chico tenía un semblante más serio, pareciendo incluso una persona totalmente distinta.

Y así continuó durante el resto de la semana, encontrándoselo en cada rincón del hospital. Hasta creía poder verlo cuando llegaba a su apartamento, a altas horas de la noche, después de un duro día de trabajo. Pero tal vez aquello era fruto del cansancio, y eso sí que se lo imaginaba. ¿Por qué iba a encontrárselo tan tarde fuera de su puesto de trabajo?

El chico— alto, moreno, ojos azules, probablemente de su edad o no mucho más mayor, mostraba… serios signos de algún tipo de trastorno de personalidad múltiple. Y es que, lo mismo un día sonreía a Dean, que más tarde, cuando se lo volvía a encontrar en algún lugar distinto, le miraba desde lo lejos con el ceño fruncido, con un semblante confuso.

Después de comprobar que no se trataba de ningún trabajador del hospital (preguntando a diferentes compañeras, e incluso a algunos de los doctores) empezó a plantearse si se trataba de algún paciente. Siendo que él trabajaba en el ala de pediatría, no solía tratar con los adultos, así que tal vez era alguien que se le había pasado de largo, tal vez algún familiar de los niños con los que trataba... pero nadie parecía reconocer la descripción del chico.

¿Y si era algún loco de la zona de psiquiatría que se había escapado? Tendría sentido, de ahí podría explicarse que sufriese esos cambios de personalidad, que un día estuviese sonriente y al siguiente no. Actuaba muy distinto de un día a otro.

“Dean, estás empezando a obsesionarte con el chico ese,” comentó un día Robin, mientras tomaban un descanso tras una dura y larga mañana. “Seguro que son imaginaciones tuyas. Debe ser casualidad que te lo encuentres en todas partes.”
“O tal vez no.” A su lado, Maya reía, mientras esperaba a que su té se enfriase un poco. “¿No te has planteado que podría ser un admirador tuyo? Tal vez salvaste la vida a su hermano o primo y ahora está locamente enamorado de ti. O a su hijo. A lo mejor es padre joven. Qué bonito, seguro que no sabe cómo acercarse a darte las gracias.”
Dean rodó los ojos. No iba a admitirlo, pero se le había pasado esa idea por la cabeza. Sólo que después le había parecido descabellada. Ese tío no tenía pinta de estar enamorado de él. “Sea lo que sea, ese tío está loco. No es normal que me lo encuentre en todas partes… creo que debería denunciarlo. O al menos hablarlo con el jefe de seguridad del hospital. Empieza a cansarme un poco.”

Robin le dijo que tomase la decisión que él creyese más conveniente, y Maya siguió teorizando sobre el tema el resto del descanso. Después de aquella conversación, Dean no volvió a encontrarse con el desconocido el día siguiente.

Hasta aquel mismo momento. Estaba listo para volverse a casa después de un largo día, cuando lo divisó a lo lejos, llaves ya en mano.

Una cosa era que se lo encontrase en todo rincón del hospital, y otra era ya que se lo cruzase a escasos pasos de su apartamento.

No estaba seguro de cuántos días habían pasado desde que la situación empezó, pero lo que sí que sabía es que ya estaba un poco harto de ella, que tenía que ponerle punto y final. Asegurarse de que su… acosador, o lo que fuese, no volviese a seguirle.

El desconocido le estaba observando, como solía hacer cada vez que se lo encontraba. Esta vez, tenía aquel semblante confuso que ya se le hacía familiar. Así que esta vez, parecía que iba a tener que lidiar con el lado raro del chico, y no con el que parecía ligeramente más amable.

“¡Eh!” Gritó. Había olvidado la lluvia que empezaba a caer. A lo lejos, el cielo se iluminó, y escuchó un trueno. “¡Eh, tú! ¿¡Se puede saber qué quieres?!” Gritó Dean, tratando de hacerse escuchar, porque parecía que aquel tío le estaba ignorando. Al tercer intento se giró, como si recién se diese cuenta que Dean y él eran los únicos que estaban en aquella calle. “Llevas semanas apareciendo en todas partes, y ya empiezan a llamarme loco… ¿se puede saber quién eres y qué te pasa conmigo? ¿Va a hacer falta que intervenga la policía, o qué?”

El chico no contestó. Le miró, fijamente. Se encontraban a una distancia de unos diez metros, pero Dean podía notar la mirada del chico clavada en él, curioso. Parecía estar pensando en algo. Siempre parecía hacerlo, pero nunca llegaba a hacer más.

El desconocido abrió la boca, como para decir algo. Pensó que tal vez, por fin, iba a obtener algún tipo de respuesta.

Y Dean no pudo llegar a escucharlo, porque justo en ese momento, un rayo cayó del cielo.

Sobre él.
« Last Edit: December 04, 2015, 04:01:23 PM by Deidara »


Cho

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #20: November 30, 2015, 04:05:44 PM »
III. The Queen...


El día se le hizo eterno, pero felizmente estaba pronto a terminar. Cho miraba por la ventana al costado de su sitio en el aula de su última clase del día. A esas horas luego del ocaso, ya no podía distinguir mucho más aparte de los postes de luz que levemente iluminaban la vista del campus que tenía.

Ya no entendía por qué había decidido ser cumplida pese a la maraña en su mente de la noche anterior, ya que no pudo concentrarse en toda la clase. Y no era sólo eso, pero al igual que los extraños choques y coincidencias que tuvo con desconocidos en el supermercado, lo mismo le había ocurrido camino a la universidad. Se cruzó con peatones, e incluso un estudiante terminó intentando abrir su propio locker, para luego disculparse por la muy rara confusión de su parte.

Fueron dos largas horas de matemática que bien pudieron no haber existido, y aun si el profesor ya había anunciado el final de la clase y algunos comenzaban a irse, Cho se sentía atrapada en su lugar. Una solución que había descubierto para evitar los encuentros con las personas era mantener su cabeza agachada y evitar contacto con otros a todo costo, y por ello pensó en esperar a que los demás se fueran, pero por siempre tener la costumbre de salir disparada de clases, no había esperado lo tardones que algunos podían ser. Volvió a mirar al ambiente, e incluso notó que el profesor ya se había ido, y todavía había gente presente. Seguían siendo muchos, pero no tanto como antes, así que decidió probar su suerte y finalmente salir. No podía hacer a Koromaru esperarle en casa por más tiempo.

Para su mala suerte, un número considerable de estudiantes sentados más cerca de la puerta también optó por marcharse en ese momento, pero a diferencia de la peliceleste, ellos no tenían prisa, y se movilizaron sumergidos en una conversación grupal, a un paso de tortuga. Cho se sintió en conflicto por ver a esa pared humana que claramente estaban muy ensimismados como para tenerle consideración, y su incomodidad incrementó al notar que ellos también fueron en el mismo sentido del pasillo, y decidieron plantarse para seguir hablando y algunos para sacar sus celulares. La peliceleste vio cómo otro chico de la clase llegó a escabullirse entre el grupo y continuó con su camino, pero antes de intentar hacer lo mismo, un par de chicas se reacomodaron y ocuparon el poco espacio del pasillo que había estado disponible para pasar.

Ciertamente, Cho se consideraba muy irracionalmente impaciente con otros y sabía que no siempre les iba a entender, pero aquella libertad del grupo de ocupar por completo un pasillo tan grande le estaba colmando la paciencia. Tampoco pensaba darse una tremenda vuelta, y no tenía ni la seguridad de acercárseles para pedirles que se hicieran a un lado. Eran un grupo demasiado grande y extrovertido, simplemente era mucho pedir. Sin embargo, una cólera interna hacia sí misma no dejaba de incrementar, y Cho se frustró tremendamente por notar que algo tan mundano le saturaba. Y al final, como sus acciones mudas eran su modo primario de comunicarse, decidió caminar hacia aquella ruidosa pared con leve cólera, esperando que algunos miembros se dignaran a moverse lo suficiente como para dejarle pasar.

Como a una fracción de segundo antes de invadir el espacio personal de los otros, ella sintió nuevamente esa extraña ‘torpeza’ que había sentido varias veces en todo el día, sólo que esta vez hubo algo distinto. Ya no fueron las otras personas metiéndose en su camino y entorpeciéndole, más bien fue lo contrario. Cho se confundió al notar que ese grupo cortó su conversación al seco, e incluso todos se abrieron a las paredes para dejarle pasar por el mismo centro del pasillo. Ella se extrañó de sobremanera, y por aquella reacción tan inesperada del grupo, sintió un miedo indescriptible que le hizo acelerar su paso.

“¿Acaso les asuste? ¿Estarán enojados conmigo? ¿Debería irme ya y desaparecer?” pensamientos así surcaron en su cabeza y Cho trató de caminar rápido para marcharse cuanto antes. Su indignación por todas esas personas cubriendo su paso seguía presente, pero de nuevo se preguntaba si su acción de simplemente lanzarse a cruzarse con ellos había sido muy injustificable. A veces se preguntaba cómo sobreviviría al mundo laboral si no paraba de tener estas dudas existenciales e inquietantes con otros…

Pero ella no llegó muy lejos porque, al cruzar una intersección, una persona se le dirigió.


“Oye tú, espera un momento,” dijo la voz de una chica. Era una voz elegante.
“…” Cho se estremeció y se volteó. Vio a una estudiante muy peculiar que era seguida por otros cuatro, con algunos cargando sus pertenencias. Ya la había visto antes y muchos sabían de ella. Aquella pelinegra de ojos rojos, cabellos ensortijados y ropas gothic lolita era la hija de un empresario multimillonario, y por lo tanto, la heredera de la compañía. Nunca se reservó a comunicarle a todos de su tan alto estatus social, y muchos de su propia carrera siempre iban detrás de ella para tener posibles oportunidades de empleo. Y precisamente por todo ello, la peliceleste no podía ni imaginarse por qué esta resaltante joven había decidido dedicarle una pizca de atención.
“Te ves como un deer in headlights,” la otra dio un par de pasos hacia Cho y la observó detenidamente con una modesta sonrisa entretenida en su rostro. “¿A qué se debe tu asombro y sobresalto? No te queda bien.”
“Eh, es que…” Cho estaba sin palabras.
“Sobre todo luego de haberte abierto paso con tanta dignidad entre aquella muchedumbre,” la pelinegra miró hacia el grupo y Cho le imitó. Notó que esos estudiantes habían seguido hablando felices de la vida, y se sintió levemente fracasada por haberse torturado de lo que hizo en primer lugar. Tal vez le daba demasiado importancia a las cosas.
“Ehem,” la pelinegra volvió a llamarle la atención, y luego de verse muy sutilmente disgustada de que la otra haya mirado a los otros estudiantes por tanto tiempo, volvió a sonreír para seguir con su pulcra apariencia. “Te encuentro interesante. Dime, ¿cuál es tu nombre?”
“M-mi nombre…” no recordaba que algún estudiante se lo haya preguntado. “Ehh, me llamó Cho…C-Cho Ayanami, mucho gusto.”
“Celestia Ludenberg, un placer,” ensanchó su sonrisa para verse levemente amigable. “Algún día me encantaría tomar un té contigo y hablar un poco para conocernos más. Ahora, si me disculpas, debo continuar con mis quehaceres. Mis seguidores y yo tenemos mucho que atender.”
“Eh, s-sí…” Cho dio una leve reverencia, y la susodicha líder del grupo continuó caminando sin inmutarse, con completo control y soberanía sobre los estudiantes que la siguieron de muy cerca. La peliceleste volvió a extrañarse por aquella tan inesperada conversación, y luego de convencerse en no darle importancia, retomó su camino de regreso. Ya tenía demasiado en su mente como para preocuparse por más.

“Celes…” uno de los seguidores se le dirigió. “¿Qué pudo notar en aquella joven? Ella no es parte de nuestra facultad, al menos no recuerdo haberla visto por ahí.”
“Son asuntos que no entenderías,” la pelinegra sonrió con leve altanería para restarle importancia al caso, pero entonces miró hacia el frente con gran intensidad, una no dirigida a quienes la acompañaban. Ella había visto algo especial en lo ocurrido, lo cual aquella chica atolondrada trató con completa torpeza y confusión. Y si no se había tratado de una presencia o energía demandante de la estudiante, entonces con más razón merecía toda su atención. “Concentrémonos en nuestro presente proyecto. Los dos que den un mejor desempeño se ganarán muchos puntos a favor, ¿han entendido?”

Era recién el inicio de mucho más por suceder.


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #21: December 30, 2015, 03:59:32 PM »
#8



’nos vemos esta tarde, misma hora, mismo lugar?’
‘ok!’
‘+2’
‘ya diré algo más tarde, no estoy seguro si voy a poder ir’
‘buuu, aburrido’


Deidara revisó los casi 50 mensajes nuevos que tenía en una de sus conversaciones en grupo de Whatsapp. Desde pequeña, el deporte había sido una de sus pasiones, siendo el fútbol el que decidió dedicarle más de su tiempo libre. A día de hoy, Deidara seguía con el fútbol como vía de escape, una afición convertida en pasatiempo, y una excusa para pasar más tiempo con viejos amigos de toda la vida.

Solían reunirse alguna que otra vez a la semana para jugar. Conseguir reunir al grupo entero era cada vez más complicado, porque con el paso de los años todos habían madurado y crecido, teniendo más responsabilidades y otras tareas que atender. Deidara no solía faltar a las quedadas, pero… no podía dejar de pensar en ello.

¿Qué pasaría si hacía uso de sus poderes por accidente, delante de todos sus amigos?

Habían pasado ya dos días, tiempo suficiente para rechazar la teoría de que todo era fruto de su imaginación. Sí, no se estaba volviendo loca. Sí, podía correr a la velocidad de la luz. Sí, no tenía sentido. Pero podía hacerlo.

Y no se lo había contado a nadie… y no sabía cómo reaccionaría la gente si se enterase.

Seguro que eso era algo que tenía que guardarse para ella misma.

Mierda.

Había llegado a pensar que eso había sido, simplemente, algún efecto secundario de haber sido golpeado por un rayo (aunque en internet no encontró a gente con sus mismas experiencias) pero… ¿qué haría si no podía cambiar? ¿Qué iba a hacer? ¿Debía escondérselo? ¿Huir del país, vivir a escondidas, para no correr el peligro de ser descubierta, y ser usada como conejillo de indias?

“Te noto muy tensa…”



Mierda.

Había olvidado, que estaba en la cocina de la oficina, preparándose un chocolate caliente. Tan distraída que estaba, ni se había dado cuenta que su amigo Matt acababa de hacer acto de presencia.

(Algo que nunca entendería, era como el ciego de Matt sabía siempre tanto sobre ella.)

Y, tal fue la sorpresa, que se le resbaló a la taza de sus manos, rompiéndose en pedazos. “Au— se me ha caído todo.” Nerviosa, se agachó corriendo a recoger los pedazos de la taza, con tal mala pata que se hizo un corte al coger uno de los trozos. Volvió a dejar caer uno de los trozos, soltando un pequeño gemido a modo de queja mientras veía la sangre aparecer.
“¿Estás bien?” Preguntó Matt, quien había parecido materializarse frente a ella. “Siento haberte asustado, pensaba que me habías visto.” Estaba arrodillado frente a Deidara, esperando a que la chica le diese la mano en la que se había hecho el corte. Sabiendo de buena mano que su amigo, quien estaba ahora mismo demasiado cerca para su gusto, ocupando su burbuja de espacio personal, era bastante bueno con los primeros auxilios, decidió dejarle a Matt encargarse del corte. “¿Sangra mucho?”
“Un poco,” murmuró, haciéndose la fuerte, y es que el corte sangraba demasiado para su gusto y dolía. Parecía no querer dejar de sangrar, y el momento en el que Matt apretó un pañuelo alrededor del corte le hizo ver las estrellas.
“Espérate aquí.” Matt volvió a incorporarse, ayudando a la pelirroja a levantarse con él. “Voy a buscar el botiquín. No te muevas, y deja la taza en el suelo.”

Deidara asintió, apoyándose contra una de las sillas. Apretó sobre su nueva herida, el pañuelo blanco tiñéndose de rojo. Había sido muy descuidada, y se golpeó mentalmente por no haber estado prestando atención.

Matt no tardó en aparecer, llevando en su mano el botiquín. Lo abrió sobre la mesa, y le pidió a Deidara que le alcanzase el agua oxigenada. Ella, de nuevo, la valiente, le tendió en su lugar el alcohol. Total, Matt no veía la diferencia, hasta que abrió el bote y el olor le hizo soltar un suspiro de exasperación. Conocía a la pelirroja demasiado bien.

“Esto va a escocer,” murmuró mientras destapaba la herida de la pelirroja con cuidado.

Y… deseó que Matt no notase lo tensa que se había puesto, de un segundo para otro.

No podía creérselo.

La herida todavía seguía abierta, su dedo de un tono rojizo por culpa de la sangre, pero… no era para nada lo profunda que hacía unos minutos atrás.

¿Cómo se había curado tan rápido?

“¿Escuece?”

Deidara reparó entonces en que su amigo estaba echando alcohol sobre la herida. Apenas lo había notado. Asintió, fingió que le estaba molestando con un quejido, y agradeció mentalmente que su amigo fuese ciego y no se hubiese dado cuenta. Luego se sintió mal por haber pensado eso.

“¿Crees que es muy profundo?” Preguntó Matt, mientras removía el botiquín en busca de esparadrapo y gasas para tapársela.
“N-No, no lo parece. Sobreviviré sin desangrarme,” bromeó, sin dejar de mirar al recién curado corte. El mundo se estaba volviendo loco.

Le tendió la mano a su amigo, dejándole terminar su trabajo. No había mucho que hacer ahora que la herida estaba medio curada, pero no iba a decírselo a Matt…

“¿Seguro que todo va bien?” Preguntó Matt, su rostro algo preocupado. Deidara se sentía mal por mentirle. Quería contárselo a Matt, pero ¿era lo mejor? Podía confiar en él, era su mejor amigo. De hecho, era una de las personas en las que más confiaba, por no decir la que más. Matt se llevaría un secreto de la pelirroja hasta la tumba si fuese necesario. Por mucho habían pasado ya juntos, al fin y al cabo. Pero… ¿cómo reaccionaría si se enterase que su mejor amiga había ganado poderes después de una trágica tormenta? Sonaba a cuento de ciencia ficción.
“Oye,” empezó Deidara, pegando un tirón a su mano para que Matt le dejase ir. “Tú crees en cosas como Dios, los alienígenas…”
Su amigo rió. “Que crea en Dios no tiene nada que ver con que crea en la vida extraterrestre.” Si algo  había chocado a Deidara al poco de conocer a Matt, era que el chico fuese creyente. Incluso de aquellos que iban a la iglesia de vez en cuando. Deidara, contraria a cualquier aspecto relacionado con la religión, había tenido que tomarse un tiempo para acostumbrarse a aquella faceta de su amigo. Con el tiempo, había llegado a acostumbrarse a ello y a aceptarlo. Aunque todavía le costaba entender según qué cosas.
“Vale, vale, no tiene nada que ver, pero crees también en ello. Crees… ¿crees que puede haber más cosas fuera de lo común, aparte de eso? Cosas que no conozcamos, como, qué sé yo…  gente con superpoderes, por decir algo.”
Matt frunció el entrecejo, confuso. “¿Superpoderes? ¿Es una pregunta trampa?” Sonrió un poco ante la pregunta de Deidara, divertido.
Deidara suspiró. “No, es sólo que… no importa, déjalo estar.” Sacudió una mano, tratando de sacarle importancia al asunto. “No pasa nada. Voy a, voy a seguir con lo mío…”
“No, espera.” Matt la detuvo en el sitio, agarrándole de la muñeca. “¿Pasa algo? Te noto algo extraña desde hace unos cuantos días. ¿Ha sucedido algo fuera de lo normal?”

‘Sí, joder, sí, no tengo ni idea de en qué me estoy convirtiendo.’

Deidara se mordió el labio. Si no podía confiar en Matt, ¿en quién iba a confiar?

“Matt, desde el día de la tormenta… creo que—”
“¡Wright!” La voz de Hyde, su jefe, le reclamó desde su despacho. Menudo buen momento para llamarle. “Necesito hablar contigo sobre un asunto.”
La pelirroja suspiró, mirando a Matt, quien esperaba, paciente. “Hablamos más tarde, ¿vale?”

Matt asintió, dejándole ir.

“¿Deidara?”
“¿Sí?” Se giró, ya de camino al despacho de Hyde.
“Sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa.”
Forzó una sonrisa. Eso se escapa del terreno de cualquier cosa. “Claro, Matt.”

* * *



El día no hacía nada más que empezar, y ya tenía ganas de volver a irse a dormir.

Tenía libre en el hospital, lo que significaba que era momento de ponerse a trabajar en casa. El apartamento estaba hecho un desastre; no sólo necesitaba una limpieza extrema sino que también llenar la nevera. En una hora había limpiado el polvo, y después de tanto trabajo decidió que continuaría con la casa más tarde y que al menos ir a comprar al supermercado le serviría para despejarse…

Y nada más poner un pie en la calle, había sido recordado de la tormenta de la noche pasada.

Los charcos de agua todavía se acumulaban en acera, se había encontrado con alguna que otra bicicleta tumbada en el suelo por el viento.

Y, cómo no, era recordado del rayo que le había golpeado. Todavía no se lo creía.

Habiendo estudiado enfermería, sabía de los milagros de la ciencia y la medicina. Sabía que salir vivo después de haber sido golpeado por un rayo, era posible. Pero, ¿salir vivo totalmente ileso? No, algo fallaba.

Pero después de un intenso examen, no había encontrado ningún cambio físico en su cuerpo. Psicológicamente, se encontraba igual… sólo que tal vez algo paranoico y confuso, sí.

No se sacaba aquello de la cabeza, cuando pasó por un parque, de vuelta a casa, con las bolsas de la compra en mano. Escuchó unos gritos, una voz de mujer pidiendo ayuda. Dean no dudó en acudir a la llamada, dejando las bolsas atrás cuando vio que se trataba de una mujer arrodillada frente a un niño.

“Soy enfermero,” dijo Dean mientras se arrodillaba junto a la mujer, echando un vistazo al niño. “¿Qué ha sucedido?”
“Cr-creo que ha sido una de las chocolatinas que le ha ofrecido un niño, es alérgico a los frutos s-secos,” dijo, la voz entrecortada, mientras pasaba la mano por el cabello de su hijo. “Ayúdelo, por favor, yo sólo soy su prima, hoy le estaba haciendo un favor a mi tía…”

El niño, de unos cuatro años, tenía la cara hinchada y roja. Se trataba con toda seguridad de un choque anafiláctico, pero a Dean le sería imposible tratar algo así en la calle.

“¿Ha llamado a una ambulancia?” La mujer alcanzó a asentir, visiblemente nerviosa. “¿No tiene ningún tipo de medicación? ¿No le ha dado nada su madre?” Esta vez, negó. Sería difícil sin un antihistamínico. Pidió ayuda a la mujer para colocar al niño en una posición más adecuada, tumbado, con las piernas en el aire para mejorar la circulación. Mientras la mujer— Tina, le había dicho que se llamaba, entre sollozos, aguantaba las piernas del niño, Dean volvió a arrodillarse frente a él, tomándole la muñeca.

No podía sentirle el pulso.

“Mierda.”

No tenía ni idea de cuánto tardaría la ambulancia, así que no le quedaba más remedio que hacer algo. Cuanto antes.

Colocó sus manos sobre el pecho del niño, empezando con el masaje cardíaco. Que entrase en acción sólo hizo que la mujer se pusiera más nerviosa todavía si cabía, lo cual no ayudaba mucho a Dean. Por dios, que era un enfermero prácticamente recién salido de la facultad, no tenía la experiencia necesaria ni mucho menos para esas cosas.

“Va, va,” murmuró Dean entre dientes.

Se mordió el labio, concentrándose en la tarea frente a él. No iba a dejar que un niño muriese por una maldita alergia. Los nervios estaban pudiendo con él, como no llegase pronto una ambulancia…

Notó un tirón en su brazo. Un cosquilleo le recorrió desde la espalda hasta la punta de los dedos. Soltó un pequeño quejido, confuso. ¿Qué estaba pasando ahora? ¿Estaban los nervios pudiendo con él?

El cosquilleo no le abandonó. De hecho, se intensificó, recorriéndole el cuerpo entero. Tuvo que abrir los ojos lo máximo que sus párpados le permitiesen, porque lo siguiente que sabía, era que pequeñas chispitas estaban saliendo de las puntas de sus dedos.

¿Pero qué…?

Notó un pequeño calambrazo. Electricidad. Y no supo ni qué, ni cómo lo hizo, pero logró dirigir era descarga hacia el cuerpo del pequeño.

Y sus ojos se abrieron como platos.

Las sirenas por fin se escuchaban a lo lejos.


Cho

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #22: January 23, 2016, 11:44:28 PM »
IV. Person of Interest



Era una mañana que podría estar dedicada a cualquier actividad de recreación o estudio deseada, pero tres jóvenes habían sido citados inesperadamente por su asesora, quien requirió sus presencias para una extraña ‘misión’, según su mensaje.

Por ello, los planes de un día libre para los chicos fueron arruinados, y se resignaron a responder el llamado y evitarse problemas con su impredecible profesora. Al menos ella en general no estaba detrás de los tres todo el tiempo, para bien o para mal.

Los muchachos tomaron las escaleras que les llevó a un laboratorio amplio y bien equipado levemente bajo tierra, con unas delgadas ventanas horizontales pegadas al techo y al ras del jardín externo siendo la única fuente de luz natural en el ambiente. En la entrada encontraron a su instructora concentrada en uno de sus cuadernos mientras tomaba ocasionalmente de una taza de café. Era una mujer pelinegra en sus treinta con cabello largo, lentes y una apariencia bastante intelectual, aunque también relajada. Ella les escuchó entrar y detuvo su lectura para dirigírseles personalmente.

“Están tarde, les convoqué hace más de veinte minutos,” fue lo primero que les dijo, con un tono medianamente estricto, pero ella les sonrió con un muy esperado cansancio que delataba su poca fe en ellos. “En fin, no que les haya esperado mucha lealtad.”
“Pues, perdón por la tardanza,” dijo un pelinaranja, partido entre una leve incomodidad y cierta frustración por la actitud de la mayor. “Pero nos habías dicho que ibas a estar ocupada todos estos días y que no te molestáramos.”
“En serio,” otro chico que usaba una gorra se mostró más molesto. “Justo estábamos camino a la ciudad para comer algo e ir a una función de cine en una hora. Hasta tenemos los tickets comprados.”
“Eso es lo de menos, Junpei,” la instructora sonrió con ironía. “Ya debes saber cómo las cosas funcionan aquí. Deben encontrarse listos a reaccionar ante cualquier emergencia imprevista y reportarse con mayor rapidez y más profesionalismo.”
“Ehh, ¿estamos bajo una emergencia?” preguntó un pelinegro de ojos celestes con cierta duda y curiosidad.
“No, pero es más importante que su cine pre-almuerzo. En verdad, ¿qué hacen yendo al cine de día? No son ancianos cansados del mundo ni niños fugados del colegio.”
“Tenemos planes de videojuegos más tarde, Astrid…” el pelinaranja negó repetidamente, impaciente. Sabía que la discusión de quién tenía la razón podría durar por horas sin definirse nada, así que no les quedaba de otra que rendirse y atender lo que fuera que su supervisora tuviera que decirles. “Pero dejemos esto de lado. ¿Por qué nos has llamado en medio de días ocupados?”
“Cierto, lo mejor es ir al grano, les aseguro que tampoco me gusta estar perdiendo tiempo para mis quehaceres,” Astrid les miró con mayor seriedad. “Escuchen bien. Hace un par de días ocurrió un evento anormal dentro de Hell’s Kitchen. Hubo la aparición repentina de personas especiales en plena ciudad.”
“¿A qué se refiere con ‘personas especiales’?” preguntó el pelinegro.
“A seres como nosotros, por supuesto,” contestó la mayor. Vio que él le miró inmutado, lo cual le indicó que necesitaba compartir más con ellos. “No te ves sorprendido, Ryoji. Tendré que recalcar que, a diferencia de tener a personas con capacidades innatas entrando o saliendo de la ciudad como cualquier individuo, estos seres se originaron a la par de la misma tormenta, y sus presencias salieron de la misma nada.”
“¿Eh? ¿Eso es posible?” preguntó el pelinaranja. “¿Se originaron en la tormenta? ¿Cómo funciona eso?”
“Lamentablemente no tengo explicaciones al respecto, Yosuke,” le contestó Astrid, quien mantuvo su suave sonrisa. “Pero como todo misterio, es un paso a la vez. Nuestra institución se ha comprometido a investigar más del caso, y lo primero a hacer es ubicar a estas personas especiales y convocarlas. Es ahí donde entran ustedes.”
“¿Qué tenemos que ver en esto?” preguntó Junpei, extrañado.
“Es simple. La directiva me ha encargado con la labor de buscar e invitar a una de las personas, sin embargo,” la pelinegra sonrió con autoridad y sacó un file de un casillero, para soltarlo frente a sus tres estudiantes. “Mi tiempo es demasiado valioso y escaso, por lo cual les estoy dando esta misión a ustedes.”
“¿Q-qué?” Yosuke dio un paso hacia atrás. “¿Por qué tenemos que hacerlo?”
“¡Seguro sólo nos estás lanzando algo que no quieres hacer!” exclamó Junpei, amargado.
“En cierta forma tienes razón, ¿pero cuál es el problema? Ya es hora que salgan al mundo a ser disciplinados y hacer algo útil,” la instructora se encogió de hombros. “Yo tengo una serie de experimentos por llevar a cabo, y ayer me quedé todo el día preparando los ingredientes necesarios, los cuales son inestables y se desintegran al son de nuestra conversación,” ella se levantó de su sitio con su cuaderno en una mano y su taza de café en la otra, y les miró con mayor severidad. “Mientras que ustedes pueden ir a ver la película otro día. No es jueves, así que sé que no se pierden de algún esperado estreno.”
“¿Y cómo se supone que vamos a dar con el paradero de la persona?” preguntó Ryoji, levemente preocupado.
“Toda la información básica se encuentra en el sobre que les dejé, además de algunos breves tips, pero su blanco es una chica de aproximadamente su edad. En teoría, este trabajo debería ser mucho más natural para ustedes que para mí,” Astrid dio un suspiro, cansada de todavía estar hablando con los tres. “Y tienen que darme resultados hoy, tengo que reportar algo a los otros profesores. Bueno, les deseo toda la suerte. Ahora necesito que se vayan. Necesito concentrarme.”

La instructora corrió a sus estudiantes, quienes sólo pudieron alcanzar a tomar el sobre y se marcharon. La puerta del laboratorio no tardó en cerrarse detrás de ellos.

“Sabía que la promesa de tantos días de descanso era demasiado buena,” comentó Yosuke, desanimado.
“Ahh, qué cólera, y seguro que ni querrá reponernos las entradas,” se quejó Junpei.
“Pues, no tenemos de otra…” Ryoji dio un suspiro y sonrió un poco. “Hay que terminar con esto cuanto antes, así podremos todavía tener la tarde libre, ¿qué les parece?”

Los tres amigos terminaron estando de acuerdo, y fueron a la ciudad para cumplir con la labor rápidamente. Tenían el viaje en el bus para ponerse a leer los datos de aquella chica y decidirse en cómo encontrarse con ella.


Arence

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #23: January 28, 2016, 10:52:01 PM »
Entrada 104
Dia xx Mes xx Año xxxx
Diario de Observación de Flora Doméstica 0158


Ahora, más que nunca, hay experimentación muy detallada que realizar. Todo debería ser cuidadosamente medido y registrado antes y después de cada experimento, como normalmente lo hago.

Lo que sucede es que no puedo controlar el factor que varía. Eso que.. lo que sea que hago. Y lo que sea que hice ese día después del rayo, no se ha vuelto a repetir de la misma manera.

Factores estudiados:
-Meter los dedos en la tierra
-Meter toda la mano en la tierra
-Todos los anteriores tras un largo día y antes de dormir
-Todos los anteriores tras un largo día, antes de dormir, maldiciendo generosamente
-Tocar las hojas
-Tocar las flores
-Suplicar
-Todos los anteriores con los ojos cerrados
-Todos los anteriores con los ojos cerrados y conteniendo la respiración
-Todos los anteriores con Accel gritando 'ya ríndete, ¡por dios!' desde las escaleras
-Suspirar medio distraida
-Estornudar

Resultados:
Aparentemente aleatorios. Sobre todo ausentes. Aún no hay nada que pueda llamarse una respuesta consistente.

Metodología alterna propuesta:

Creo. Que es un asunto de sentimiento.
Me refiero a. Es dificil de explicar. A veces funciona un poco cuando estoy muy concentrada: un botón florece, una hoja marchita reverdece un poco. A veces funciona cuando estoy completamente enfocada en alguna otra cosa, por ejemplo, escribiendo un recibo de un cliente

No se trata de qué haga. No hay palabras mágicas ni movimientos de manos exactos, creo. He intentado hacerlo como él lo hace. Ojos cerrados, manos levantadas, ceño ligeramente fruncido.

Obviamente no funciona.

Esta mañana caminaba unto con con Accel saliendo del nuevo parque de ¡Ah! El parque.

La compañía dueña del predio abandonado donde tuvimos nuestro interesante accidente tomó el crédito por la instalación, de un día a otro, de un maravilloso jardín de estilo silvestre. Salvaje. Se permite caminar en el pasto. Salieron en las noticias y todo. Ahora sí están hablando de recuperar el paisaje urbano y no se que más. Seguro hasta les disminuyen los impuestos o algo así. Aprovechados.

La gente fue a maravillarse los primeros días, hubo muchas fotos. También hubo muchos niños heridos. El follaje es denso y extraño en algunas partes, es un terreno bastante grande. Las que parecen apacibles colinas miniatura eran originalmente pilas de arena o grava abandonada. O costales de cemento amontonados. Es imposible saber en donde habrá una trampa para un pie desprevenido hasta que cae en ella.

Acordonaron ambas entradas, por ahora. Se ha hablado de enrejar. Un par de personas entrevistadas por los noticieros juraron que las plantas los habían jalado. ¿Tal vez solo se enredó su pie señora? No, no, yo ví como esa hiedra subió por la pierna de mi hijo y tiró de él ¡Casi queda enterrado entre los ladrillos!

Y ¿sabes? Es perfecto.

Ayer fuimos a investigar. En donde antes estaba el esqueleto incompleto de lo que iba a ser un gran edificio, ahora quedó un verdadero bosque. O una selva. Esos árboles son de zonas diferentes y no tienen nada que hacer juntos. En cuanto empiecen los cambios de clima morián los tropicales, ya verán.

Sobre la estructura se levanta la hiedra más densa. Enredaderas que van desde coloridas flores hasta calabazas que crecen a diez metros de altura. Un rosal colosal cubre casi todo un lado, entrelazado con delicadas hojas de menta para que no lo notes hasta que caes de cara en él, como ese reportero del otro día. Creo que el video está por llegar a las diez mil vistas. La verdad es muy divertido.

Accel y yo nos acercamos, lámparas en mano a la una de la mañana. Nunca tropezamos o encontramos siquiera terreno inestable. Junto en la esquina del edificio que queda completamente oculta de la calle, hay una entrada. Al menos cinco grupos de 'especialistas' investigaron todo el lugar y nunca pudieron entrar en entre las columnas de acero. Pero. Pero hay una entrada.

Adentro, es un paraíso. No corre casi el viento y la temperatura es agradable. La maleza se apoderó de lo que quedaba de los andamios. Como a las cuatro de la mañana llevamos a los chicos. Kuroko puede seguir pretendiendo que no le interesa, pero estaba ahí y le encanta, se le notaba en la cara.

Tenemos una cueva secreta. Un escondite fantástico, mucho mejor que los callejones oscuros del centro. Tenemos una guarida del mal, mwahaha.

Y parece que se defiende sola.

Oh, mi teléfono suena… ¿Eso es skype? Yo no tengo skype instalado.

¿Quién es L?


Ekha

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #24: January 30, 2016, 12:35:16 AM »
No morí, sólo estaba de parranda -?- ya quisiera...

- 03 .  There is something about you...-

Los resultados algunos (varios) días de observación eran más que claros: ni un sólo signo de alguna alteración física o mental en su hermana.

Seguía molesto por haberse enterado mediante una red social que Wye había sido víctima de un rayo. Se molestó aún más consigo cuando analizó la situación del día en cuestión, la forma en que su hermana entró por la puerta, hizo lo que hizo y él, por su parte, no se inmutó.

"Wye siempre ha sido muy extravagante, no creo que deberías estar tan molesto.", había dicho Mikleo cuando se dio cuenta, un par de días después de que L-elf notara el estado en la página de la hermana. Obvio que se daría cuenta, tenía como hermanos a un par de personas con patrones de comportamiento demasiado específico y singular e incluso él había fallado en dar qué había de raro con su hermana mayor. El tema no había trascendido más, si su hermano menor no notaba nada fuera de lugar, entonces confiaría en él. Después de todo, tenía asuntos pendientes qué atender y, por más que quisiera asegurarse (especialmente para no tener a Derek detrás de él metiendo su cuchara en todo) no contaba con el tiempo suficiente para estar en dos lados al mismo tiempo.

A pesar de su frustración, estaba aliviado en cierta forma. Su demente hermana menor estaba a salvo y libre de peligro. Obviamente sí la había obligado a hacerse estudios para eliminar cualquier duda o sospecha y ella se había negado rotundamente pero, al final,  todo estaba bien y en su debido orden.

Al menos ella lo estaba.

Podría no preocuparse tanto por su familia y enfocarse en el problema real. Revisó su celular, hizo un par de anotaciones en un papel que guardó en el  bolsillo y, cuando decidió que todo estaba lo suficientemente  en orden, salió de su casa para dirigirse a investigar el que se volvía el problema principal una vez descartada Wye.



A pesar que de Michael (el nombre real de su hermano mayor y uno que rechazaba olímpicamente) parecía estar conforme con la situación actual, él  definitivamente no. Había algo extraño sucediendo. No lo suficientemente extraño como para ser alarmante y pedir auxilio al número de emergencia (tenía un muy mal recuerdo al respecto) pero sí lo suficiente como para que él, quien pasaba más tiempo en casa, se percatara del cambio, a diferencia de su hermano mayor, siempre preocupado por hacer lo correcto para que Derek no se metiera en su camino y en sus vidas y tenía una agenda demasiado activa.

“¿Mikleo? ¿Me estás escuchando? Heeey, Tierra a Mikleo.”

El albino  regresó de su pequeño análisis familiar para prestar atención a su mejor amigo, quien había estado estudiando con él para los próximos exámenes durante los últimos días.

“Lo siento, Sorey, me distraje un poco.”
“Sólo un poco, claro. Llevo un par de minutos intentando sacarte de tus pensamientos. Vaya amigo…”
“... ya dije que lo siento. ¿No es suficiente?”
“Mmm, no. Un buen postre sería suficiente.”
Mikleo suspiró resignado. Se levantó de su asiento y se acercó al refrigerador para sacar una copita de cristal con helado  ya preparado.

“Sabía que dirías algo así.”

La emoción de Sorey no se dejó esperar para aparecer en su rostro. Desde siempre, o al menos desde que Mikleo comenzó a preparar postres, los mejores sabores siempre los encontraba en los dulces  que preparaba su mejor amigo. Más tardó en dejar la cuchara el albino sobre la mesa que el castaño en tomarla y comenzar a devorar el bocadillo.

“Al menos respira…”
“Eph queeph muh phuennnoph”

El albino suspiró mientras le observaba condescendiente antes de esbozar una sonrisa.

“Si no te conociera, diría que siempre pides que las sesiones de estudio sean en mi casa porque te gusta comer postres”, lo cual era absolutamente cierto.

Sorey no tomó un respiro hasta que llevaba más de la mitad de la copita de helado. Satisfecho con su victoria, decidió dejar, sólo por un momento, la cuchara a un lado.

“Y si yo no te conociera, diría que algo te preocupa”, lo cual también era cierto. La sonrisa de Mikleo se desvaneció para permitir el paso de una mueca de frustración.

“¿Recuerdas ese status de mi hermana donde decía que le había caído un rayo?”

Sorey parpadeó un par de veces mientras ladeaba ligeramente la cabeza intentando recordar.

“¡Ah! sí, ese sobre el rayo y que no se había convertido en un generador por suerte o algo así, ¿No?”

Sí, bueno, su hermana era todo un caso escribiendo cosas en su página.

“Exactamente ese”, admitió. “Las cosas han sido un poco extrañas desde ese día.”, tomó asiento junto al albino para robar su cuchara y, por consiguiente, un poco del postre que él mismo había preparado. Al inicio parecía que Sorey iba a reclamar por el hurto pero su curiosidad era mayor.

“¿Pasa algo con el mensaje?”
“No. En sí, no ha sucedido nada extraño con Wye, de por sí es extraña y lo sabes…”, una sonrisa nerviosa pasó por el rostro de Sorey antes de que Mikleo continuara. “Lo extraño es la actitud de mi hermano. A pesar de que se aseguró de que Wye está bien, parece como si tuviera algún proyecto nuevo en proceso.”
“¿Proyecto?”
“Sí, algo así. En sus días libres hace espacio para algo y sale de casa por horas. No es que no lo hiciera antes, pero es en horas en específico.”

Sorey observó a su amigo durante un instante que a los dos les pareció una eternidad, uno esperando una respuesta y el otro analizando la situación.

“¿No te parece que exageras?”

Bueno, no era la respuesta que esperaba.

“‘Exagero… ¿Por qué habría de exagerar?”
“Oh, vamos… L-elf siempre está haciendo cosas distintas, hace tres meses no le viste para nada y no se te hizo raro. Estos últimos dos meses te ha acompañado a todos lados y te ha llevado a cursos y tampoco te ha sorprendido, pero tiene una actividad que no comparte contigo y es el fin del mundo.”
“¡No es el fin del mundo! S-sólo pienso que están relacionados.”, se defendió.
“¿Y por qué habrían de estar relacionados? Sí, quizá los tiempos entre el asunto del rayo que le cayó a tu hermana y su nueva actividad sospechosa coinciden pero no por eso pueden estar ligados. ¿Tienes alguna prueba?”

Mikleo negó con la cabeza mientras bajaba la mirada, derrotado. No tenía pruebas, sólo una corazonada que le decía que esta historia no tenía coincidencias. Por su parte, Sorey suspiró al ver el rostro de su amigo. Le quitó de las manos la cucharita de postre.

“Quizá tenga una novia recientemente, tal vez la chica tiene un horario de trabajo definido y sólo pueden verse cuando sale del mismo durante los días libres de tu hermano.”

“... ¿En serio crees eso?”

Sorey asintió antes de devorar el postre. Una vez terminado, se levantó de la mesa.

“Hey, todavía nos falta revisar material para el ensayo, ¿Quieres ir a la biblioteca ahora o esperamos hasta mañana?”

Eso sí que había sido un cambio de tema bastante notorio pero Mikleo lo agradeció, no le convencía del todo la idea de que su hermano estuviese saliendo con alguien, existía la posibilidad pero… Bueno, tenía que admitirlo, quizá sí era una gran posibilidad. Tendría que dejarlo para después de momento.

“Uhm, mejor hoy. Si lo posponemos más terminaremos con poco tiempo para incluir información, como la vez anterior.”

“Hey, no fue mi culpa”, reclamó Sorey mientras se sentía señalado.
“No dije que lo fuera, sólo dije que no quiero que pase lo mismo.”
“... entendí, entendí. Geez, a veces te pareces demasiado a tu hermano.”

Mikleo suspiró resignado. “¿Por qué será?”, dijo mientras caminaba hacia la salida con Sorey detrás de él continuando con su discusión.



Una vez que su hermano menor y su amigo se marcharon, Wye bajó las escaleras, asegurándose de que no había moros en la costa.

“Así que una novia… “, sonrió. “Lo siento, querido hermanito, sé que tienes fe en L-elf pero dudo que exista una chica en este universo que sea capaz de soportarlo.”

Wye investigaría, oh, claro que lo haría porque, después de todo y descartando la posible existencia de una novia, su hermano mayor traía algo entre manos y no sería la última en enterarse.
ʎɐpoʇ ǝƃɐd ʍǝu ɐ ƃuıuɹnʇ


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #25: January 30, 2016, 04:32:37 PM »


#9


Después de lo ocurrido en el parque, Dean volvió corriendo a casa.

Eso no podía estar sucediendo.

Sabía que algo iba mal desde el momento en el que sobrevivió sin secuelas (aparentes) a un rayo que le cayó encima. De ahí, a que de la yema de sus dedos saliese electricidad… había un buen trecho. Estaba claro que uno de los efectos secundarios de haber sido golpeado por un rayo no era ‘echar chispas como si te hubieses convertido en un microondas’, o al menos eso creía él.

Sus manos temblaban cuando rebuscó en su bolsillo las llaves de su apartamento, y cuando abrió la puerta y después la cerró tras él, soltó las llaves al suelo. ¿Sería peligroso para él tocar objetos que condujesen la electricidad?

Sólo por asegurarse, decidió desconectar todos los aparatos eléctricos de su apartamento. Y, por si acaso, apagó el suministro eléctrico.

Algo había pasado en aquella tormenta, algo había cambiado en su cuerpo. Lo podía notar.

Levantó su mano, y movió sus dedos con cuidado. Juntó las yemas del dedo índice y pulgar, y un calambrazo recorrió su cuerpo. “¡Au!” Se quejó involuntariamente.

Justo en ese momento, alguien golpeó a la puerta.

Dean pensó en fingir que no estaba en casa, pero algo le dijo que no colaría.

“¿Quién es?”
“Dean Winchester,” dijo una voz desconocida. “Tenemos que hablar.”



Y no estuvo seguro qué fue lo que le hizo correr hacia la puerta—si la desesperación con la que quería respuestas, o el tono de voz convencido de quien se tratase que estuviese al otro lado… pero corrió hacia la puerta, y abrió de par en par.

Por algún motivo, no le sorprendió encontrarse a quien estaba al otro lado.

“Tú. Tú. Sabía que… tú. ¿Qué me está pasando? ¿Has hecho algo?”
“Dean, me temo que yo no tengo nada que ver con lo que…”
“¿¡Dean?! ¿¡Encima sabes mi nombre?! ¿Se puede saber quién eres?”

Poco sabía Dean, sólo que se trataba de él. El chico que había estado apareciendo en las esquinas del hospital, allí donde fuese él. Lo había visto durante una semana en todas partes. Lo seguía, sabía que no se había estado volviendo loco (Ema y Robin no se lo creerían si se lo contase). Y allí estaba, como si nada. Con su estúpida gabardina, confusión en su rostro, como si no supiese de qué le estaba acusando Dean. De nada le serviría hacerse el loco, porque era demasiado casualidad que él apareciese justo cuando empezaba a… a volverse loco.

Lo recordaba. Él había sido lo último que había visto la noche de la tormenta, antes de caer inconsciente. Allí había estado él. Como si nada.

“¡No busques excusas! Apareces tú, y luego me pasa esto… Las casualidades no existen. ¿Qué has hecho? He— he tocado a ese niño, y he notado… electricidad. Y ahora, puede sentir algo recorrer mi cuerpo, y no creo que me atreva a volver a tocar un aparato eléctrico en mi vida. ¿Y si toco a alguien sin querer y…? ¿Qué has hecho?” Estaba balbuceando, y lo sabía, pero no podía dejar de hablar.
“Dean,” volvió a decir, y la forma en la que decía su nombre le ponía de los nervios. “Me temo que eso que has sentido, son tus poderes.”
“Mi… ¿mis qué?” Vale. Así que no sólo él mismo se estaba volviendo loco, sino que había otros que estaban más locos que él. La cosa empezaba a empeorar.
“Tus poderes, Dean. Aquella noche, algo sucedió. Esto no es algo que suele pasar, nosotros, los mutantes, nacemos así—“
“Espera, ¿mutantes?” Le interrumpió Dean. Por la mirada que recibió en respuesta, pudo deducir que al chico no le había gustado que le interrumpiesen.
“Los mutantes somos distintos al resto de humanos, por el hecho de nacer con habilidades diferentes, avanzadas. Poderes, como le llamaría un humano normal y corriente… control de objetos, curación, adivinación… y un largo infinito. Pero… algo sucedió en aquella tormenta. No estamos seguros de qué es, pero… hay más como tú. No estás solo, Dean. En otros lugares de la ciudad, más gente está descubriendo sus nuevos poderes. En Banner’s School, podemos ayudarte a controlar tus poderes.”
“Poderes, Banner’s School… no entiendo nada. ¿De qué me estás hablando? ¿Quién eres tú? ¿Por qué me llevas siguiendo toda la semana, de dónde sales?”
El chico suspiró, como cansado y hastiado con Dean, por no estar entendiendo nada de lo que le estaba contando. “Volveré a empezar desde el principio. Mi nombre es Castiel Novak.”   

*



“¿Dónde estabas? Llevo toda la tarde buscándote.”

Tener un hermano no era lo peor que le podría haber sucedido a Castiel. Tener como Jimmy a hermano, en cambio, sí que podría serlo. Si se tenía en cuenta que no sólo era su hermano, sino que también su hermano gemelo… las cosas cambiaban.

“Tenía cosas que hacer, Jimmy.” Castiel continuó caminando, pero Jimmy parecía dispuesto a no dejarle avanzar hasta que le contase qué era lo que estaba sucediendo.
“¿Cosas que hacer? ¿Como qué? Eres un aburrido, tú no tienes cosas que hacer, nunca. Se suponía que esta tarde íbamos a— espera. Cas, no me digas que… que has vuelto a… ¡no me lo puedo creer! ¡Habías dicho que dejarías estarlo! Lo que viste no tenía sentido, Cas, sabes muy bien que—”
“Lo he visto. Le he visto hacerlo. Ha salvado a un niño con sus poderes.”
“E-Espera. ¿Qué?”

*

Las visiones empezaron una semana atrás.

No, las visiones. La visión. Y es que Castiel no recordaba un día de su vida en el que las visiones no hubiesen estado presentes. La primera visión que podía recordar, sucedió unos veinte años atrás. Castiel estaba a punto de cumplir los cuatro años, cuando vio a su mascota, un gato negro llamado Loki, ser atropellado por un coche. Cuando lloró a su madre sobre la muerte del pequeño gato, nadie le creyó, y es que al gato no le gustaba salir de casa, prefiriendo pasarse los días y noches sentado frente a la estufa. Días más tarde, la visión; o sueños, como aquellos a su alrededor prefirieron llamarlo, se cumplía. Aquella fue la primera visión de muchas por venir. Castiel veía algo, y a los pocos días se cumplía. Su probabilidad de acierto rozaba la perfección, y es que pocas veces había tenido una visión que no se cumpliese.

¿Cuando vio a un chico, un joven enfermero, descubriendo sus poderes de un día para otro? Su hermano no se lo creyó. Y es que, en Banner’s School, todos lo sabían. Era una de las lecciones básicas del primer día de los mutantes recién llegado. Uno nace mutante, nunca se hace. Como muchos bromeaban, lo contrario a la ley de la termodinámica; los mutantes ni se crean ni se transforman, sólo nacen.

Pero Castiel lo había visto, y sabía que aquella vez no se equivocaba. Que iba a pasar—que aquel chico desconocido, del que poco sabía, aparte de que era joven y vestía de blanco,  iba a pasar por un despertar de sus poderes. El cómo, y el cuándo, era lo que no sabía. Pero Castiel sabía que algo así no podía dejarlo pasar por alto.

Y fue así como más visiones llegaron, mostrándole más sobre el chico. Veía confusión, batas, tormentas, rayos. Electricidad. Veía un hospital, un hospital que pudo reconocer como el Hospital General de Hell’s Kitchen. Y un simple y rápido viaje fue lo que le costó dar con él.

Dean Winchester.

Joven, recién graduado. Enfermero, no paciente, como se había temido. Pasaba las mañanas y tardes en el hospital, las noches en su apartamento. Hacía la compra online y se la entregaban a última hora, alguna mañana salía a correr alrededor de la manzana. Todos los niños le querían en el hospital, podía notar el aprecio y el cariño en sus ojos, en los abrazos que siempre recibía el joven enfermero.

Parecía un chico normal. Un chico normal, que no se merecía lo que le iba a pasar. Y es que, ser mutante, era peor de lo que uno podía imaginarse.

Las miradas de reojo, el rechazo de tus seres queridos, el desprecio de los más cercanos… tu familia dejándote de lado, tratándote como un bicho raro. El deseo de muchos de usarte como conejillo de indias.

Un mal trago por el que nadie debería pasar. Y fue así, como Castiel decidió intentar proteger al chico de lo que estaba por venir. Incluso convenció a Jimmy para tomar turnos de vigilancia con él, ya que no podía pasarse el día desaparecido de la escuela. Eso sólo atraería las sospechas del resto.

Ser pillado por el chico no fue suficiente como para pararle los pies. La misión que se había impuesto iba a continuar, y a su hermano Jimmy, sabiendo lo cabezota que él era, no le quedó más remedio que escuchar a su hermano y cumplir todos los favores que le pedía. Incluso si eso significaba, según Jimmy, ‘actuar como un acosador psicópata peligroso’.

Lo peor de todo es que, cuando sucedió Castiel no pudo hacer nada para detenerlo.

Tan pronto se despertó, sabía que algo iba mal aquel día. Que algo malo iba a suceder. Lo podía sentir.

Por segunda vez, cruzaron palabras. Sólo que esta vez Dean parecía estar cansado de tanto acoso, y buscaba respuestas, y…

Una tormenta nunca auguraba nada bueno… como bien pudo comprobar, cuando los rayos descendieron del cielo, y golpearon al chico hasta dejarle inconsciente, tirado en el suelo. Sin responder.

No, las tormentas no traían buenas noticias.

*

“¿Y has hablado con él? ¿No te ha tratado de loco, ni te ha echado de su casa? Vaya. La gente no suele reaccionar así cuando les cuentas que existen los mutantes.” Jimmy parecía incluso divertirse con la situación. Castiel no acababa de verle la gracia.
Castiel se apoyó sobre la pared, cruzándose de brazos. “Creo que cree que el loco es él por creerse todo lo que le conté. Pero… parece estar digiriéndolo.” 
“Así que… parece que es verdad, entonces.”
Castiel asintió. “Desde ayer que se escuchan rumores… pero nadie parecía querer creérselo. Parece que él no es el único. Algo sucedió en aquella tormenta… Los llaman Stormborns. No sé quién se ha inventado el nombre, pero seguro que idea de L no ha sido. Un nombre demasiado largo.” Jimmy rodó los ojos. Nunca entendería la gracia de su hermano. “Se despiertan de un día para otro, y les empiezan a pasar cosas raras. Ven cosas que no deberían ver, corren a la velocidad de la luz, son capaces de controlar las plantas… hasta dicen que pueden convertirse en el Big Foot. Pero creo que ese se lo han inventado.”
“Eso espero. No suena muy agradable,” dijo Jimmy, metiéndose las manos en los bolsillos.
“La verdad es que no.”
Jimmy se metió las manos en los bolsillos, pensativo. “¿Así que también viste al resto? ¿En tus visiones?”
Castiel negó con la cabeza. No le había contado nada a su hermano de las otras visiones hasta aquel entonces. “No exactamente… empecé a verles después de la tormenta. He visto a algunos de ellos, cómo consiguen sus poderes, como los descubren… todos están confusos y perdidos, Jimmy. Creo que ha sido buena idea por parte de Bruce querer ayudarles. Es nuestro deber como mutantes tenderles una mano.”

Jimmy suspiró. Castiel podía ver como a Jimmy no le acababa de gustar la idea.

“No sé si deberías haber hablado con ese tal Dean. Sabes cómo suele reaccionar la gente a estas cosas… los ajenos a este mundo no suelen tratarnos muy bien. Puede traernos problemas.”
“Jimmy. Sabes por lo que está pasando. Y sabes que a nosotros también nos hubiese gustado tener este tipo de ayuda en su momento. Además, creo que… creo que no tenemos que preocuparnos. Es de fiar.”
“Tú siempre sueles ver lo mejor en las personas.”

En eso Jimmy tenía razón. Pero Castiel quería tener fe, y pensar en que Dean (y el resto de Stormborns, también) podía ser alguien en quien confiar.
« Last Edit: March 04, 2016, 12:52:26 PM by Deidara »


Puri

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #26: February 24, 2016, 02:01:01 AM »

“¡BAÑO!”, gritó Kitty de la nada y empezó a saltar de un pie a otro. Yuki y Claire la miraban como si la pobre diabla ya hubiese perdido el rumbo. “¡ME ESTOY MEANDO, YA VENGO!”, no esperó respuesta alguna y salió corriendo de vuelta al centro.

Ok, había atravesado las tijeras con su mano cuando quiso agarrarlas y luego, después de decirse a sí misma que era una mera ilusión post sobreviví-la-caída-de-un-rayo, las había atravesado también con la mano izquierda. Todo eso después de haber escuchado una voz en su cabeza. O un murmullo del parque, sí, eso. UN PARQUE DESHABITADO PERO SSSH.

OK ESTÁ BIEN, ACTIVAR CÓDIGO ROJO. Kitty sentía unas ganas enormes de vomitar del puro miedo que sentía y fue corriendo hacia el centro, pero nuevamente sucedió que al intentar abrir la puerta, sus manos la atravesaron. Rápidamente su cerebro le dio dos alternativas: Podría quedarse ahí afuera y vomitar en los arbustos o podría dar toda la vuelta al centro hasta encontrar una—FUCK NO, llevándose una mano a la boca y cerrando todo tipo de razonamiento lógico, Kitty atravesó la puerta con todo su cuerpo y siguió corriendo hacia el baño. Una vez que llegó quiso asirse del lavadero para tener control sobre las arcadas de su cuerpo, pero sus manos lo atravesaron de vuelta; resignada, simplemente se abrazó a sí misma y vomitó ahí parada, empezando a llorar de la impotencia.

Lo peor de todo fue que una vez hubo acabado, ni siquiera pudo abrir el grifo para tomar agua y pasar el mal sabor de boca. Aún llorando pudo corroborar que no se trataba solo de sus manos, cualquier parte de su cuerpo que entrara en contacto con algo lo atravesaba. Estuvo varios minutos así, tocando todo lo que encontraba en el baño para cerciorarse; sin embargo, todo se mantenía igual. Fue así que un pensamiento fugaz pasó por su mente: ¿Por qué entonces sus pies no atravesaban también el piso? Y eso fue lo peor que pudo hacer. Apenas lo pensó sintió cómo se iba cayendo lentamente hacia abajo y no pudo evitar gritar en ese instante y empezar a intentar saltar como pudiera mientras sus manos intentaban agarrarse de cualquier cosa.

Y lo logró. Sintió finalmente cómo sus manos se asían del secador de manos y se impulsó con todas sus fuerzas para sacar sus piernas y estas finalmente volvieron a ser sólidas y tocaron el suelo. Como si nada. Sin embargo, por haber usado toda su fuerza, bastaron dos segundos para que el secador de manos cayera estrepitosamente al piso y miles de pedazos salieran disparados en toda dirección, con lo que Kitty notó que nuevamente su cuerpo había dejado atravesar aquellos que volaron hacia ella…

“¿¡QUÉ SUCEDE AQUÍ!?”, la puerta del baño se abrió de golpe y apareció el instructor. “’¿¡Qué pasó con el secador!?”, preguntó acercándose una vez comprobó con la mirada que a Kitty no le había pasado nada.
“S-Se cayó”, atinó a decir aún pasmada de todo lo que sucedía a su alrededor.
“¡Esto está nuevo, es imposible que se haya caído así como así!”, se agachó cerca de los restos y con sus manos levantó el aparato, corroborando algo y dando una risotada con sorna. “¡Ajá! ¡Las bisagras fueron forzadas!”, dicho esto la miró con cólera. “No basta con el patrimonio nacional, ¿ahora andas rompiendo propiedad privada?”.
“¡No!”, grito y comenzó a llorar nuevamente por la injusticia. “¡N-No quise hacerlo! ¡No fue mi culpa!”.
“¿“No quise hacerlo”, dices? No te creo”. El hombre se levantó y su altura intimidó por un instante a Kitty, pero esta se cruzó de brazos y le miró desafiante.
“¡Su maldito secador de manos no representa nada como para ir por ahí rompiéndolo! ¡Graffittear una maldita estatua, en cambio, es un claro desafío al gobierno corrupto que tenemos! ¡Y jamás me arrepentiré de eso aunque me haga pintar todas las bancas del país!”.
“Pues bien, creo que todo esto ameritará mucho más tiempo en detención”. Por más furia y rabia que sentía, la chica no pudo evitar cerrar sus ojos, contraerse hacia sí misma y dejar escapar un sollozo por su situación. Esto solo logró que el hombre sonriera aún más. “Deberías agradecer los esfuerzos que uno—”.

Silencio.

Kitty volvió a abrir los ojos con temor y observó cómo el instructor se había quedado paralizado unos segundos; pero el cambio en su mirada fue rápido y la expresión del hombre se suavizó. De pronto su mirada adquirió una profundidad y calma que la chica jamás había visto en el hombre y este le sonrió levemente.


“Disculpa la intromisión, Katherine. Lamentablemente esta es la única forma que he encontrado para hablar contigo, ya que al parecer tus habilidades interfieren con la mía”.

Aquello fue como un baldazo de agua fría para Kitty. Ese no era—

“¿Quién eres?”, preguntó comenzando a temblar nuevamente. Aquel tono de voz le recordaba a ese que había escuchado— “¡OMG ERES EL DEL PARQUE!”, dijo sorprendida y señalándolo con el dedo, para luego bajarlo rápidamente por su tonta reacción.
“En efecto intenté comunicarme contigo más temprano, pero como te vuelvo a repetir, tus habilidades interfieren con las mías”.
“¿Habilidades?”.
“Soy un telépata, Katherine. Quise conversar contigo a través de tu mente, pero al parecer es algo difícil. Es por ello que me encuentro utilizando momentáneamente a tu instructor”.

Si bien el hombre parecía esperar algún tipo de respuesta, Kitty no encontraba dentro de sí cómo responder ante la poca pero importante información que había recibido. Primero que nada, se encontraba hablando con un telépata que A. No debería existir. Segundo, este telépata no podía comunicarse directamente con ella porque sus “habilidades” no se lo permiten cuando estas A. No deberían existir. Y por último, toda esta situación A. No debería existir.

“Lo estás haciendo de nuevo”.
“¿Qué cosa?”.
“Volverte intangible”. El hombre se acercó y Kitty dio un respingo al mismo tiempo que daba un paso hacia atrás, pero al tocarla, su mano volvió a atravesar su cuerpo. “Al parecer, cuando te vuelves intangible, tu mente también se vuelve intangible a mis poderes. Es como si dejaras de existir momentáneamente, un momento puedo escuchar tu mente y al siguiente instante esta desaparece, por más que tenga evidencia física en frente de mí de que sigues existiendo”. El hombre sonrió fascinado. “Pocas personas pueden escaparse así a la telepatía, Katherine. Tienes una gran habilidad”.
“¿Q-Qué quieres de mí?”.
“No busco nada de ti, no te preocupes”, la vaga sonrisa que le ofreció logró calmarla un poco; pero en eso el hombre desvió la mirada a su alrededor y su mirada cambió rápidamente, como si hubiese hallado alguna respuesta. “Creo que no es el mejor momento para hablar. Al parecer te encuentras indispuesta”. Kitty miró en la misma dirección que hizo el hombre y se dio cuenta que… Oh dios. Kitty se sonrojó al recordar que aún no había limpiado todo el desastre que había hecho en el lavadero.  “Podemos hablar más tarde, si gustas podrías—”
“¡NO!”, interrumpió y en un arrebato corrió hacia él y le tomó fuertemente de las manos. “N-No te vayas, yo, yo…”.
“Tienes que concentrarte en esta sensación de firmeza, Katherine, tanto espiritual como material”, el hombre movió sus muñecas y rápidamente le tomó de vuelta las manos. Estas siguieron sólidas bajo su tacto. “De lo que puedo ver en tus memorias, el miedo te ha funcionado, pero el miedo no durará mucho como un ancla. No puedes depender del miedo para usar tus poderes, debes ser firme”.
“¿Por qué?”, apretó fuertemente las manos del hombre y tembló aguantando las lágrimas. “¿Por qué pasa esto? ¿Por qué a mí? Todo el día he estado normal y—”.

A lo mejor el haber amanecido debajo de la cama no era el mejor indicio. O las demás cosas raras que habían pasado en el día. El comentario del hombre en el tren, las miradas raras de la gente en la estación… A lo mejor hasta su teléfono tenía algo que ver también.

“No eres la única. Vine para decirte eso, Katherine, hay más como tú, como yo y podemos ayudarte. Tu habilidad no tiene que volverse una carga para ti, podemos entrenarte para que nunca más tengas que preocuparte por lo que has tenido que pasar hoy día. Tienes una habilidad interesante pero difícil de dominar sin entrenamiento, podemos ofrecerte ayuda con ello”.
“¿Quiénes son ustedes? ¿Quién eres tú?”.
“Soy L Lawliet, profesor en la Banner’s School for the Practical Learning of Enhanced Abilities. Es una escuela en la que—”

Antes que L pudiese seguir hablando, la puerta del baño se abrió pero la persona que intentó entrar se quedó petrificada. Kitty la reconoció como otra de las consejeras de la institución, pero al ver a L de vuelta pudo darse cuenta que estaba haciendo uso de su habilidad. La mujer, aún con la mirada en blanco, se dio la vuelta y salió del lugar sin decir nada, como si nunca los hubiese visto ahí. Un escalofrío recorrió su espalda, en verdad era karma que tras haber querido negar absolutamente todo, absolutamente todo lo imposible tendría que sucederle de vuelta.

“Me es incómodo tener que estar usando tantas personas de esta manera. Como te digo, es mejor que conversemos en otro momento—”.
“P-Pero no me dejes. ¿Qué pasa si vuelvo a volverme intangible?”, repuso desesperada y apretando aún más el agarre de manos.
“No te preocupes, me imaginé que dirías eso y mientras hablamos se dirige aquí al local una consejera de la escuela. Algunas habilidades son más inofensivas que otras y la tuya requiere de atención especial. Si no tienes problema alguno, la profesora Lorna Dane se apersonará en unos minutos y podrás irte con ella. Ella también se encargará de ayudarte hasta que podamos juntarnos a conversar”.
“Ella… Ella es también… Así, ¿no? Como nosotros”.
“Sí, lo es. Yo me encargaré de preparar todo para que nadie haga preguntas sobre ella y que tu instructor tampoco recuerde nada de este incidente. Es muy importante que recuerdes que no puedes comentar de esto con nadie. Después de todo, toda la mañana has intentado negártelo a ti misma por lo increíble que es, ¿no?”, Kitty se sonrojó de nuevo de la vergüenza y de aceptar dentro de sí misma que aún intentaba negarlo. “Sin embargo, si necesitas con quién conversar puedes hacerlo con Yukino”.
“¿Eh? ¿Yukino?”.
“Ella también ganó sus habilidades… recientemente”.
“¿…Ah?”.
“Debo irme, varias cosas apremian mi atención en estos momentos. Ya llegará el momento de poder conversar con profundidad. Hasta que llegue Lorna no olvides: Firmeza ante todo”. Dicho y hecho, L se deshizo del agarre de manos, le dio una palmada en el hombro y usando aún el cuerpo del supervisor, se fue del baño.

“¿Eh…?”.

Kitty se quedó ahí parada como idiota unos instantes más y luego, temerosa, se acercó de vuelta al lavatorio y finalmente pudo abrir el grifo de agua para limpiarse la boca. Aprovechó entonces de limpiar todo su desastre y luego, tras un par de instantes de indecisión, volvió a tocar el grifo. Esta vez lo traspasó. Intentó pensar en lo que le había dicho L, pero cómo rayos alguien ~pensaba con firmeza~, ese tipo de cosas solo sucedían en los mangas shounen y por más que Kitty intentara, solo podía sentir un miedo agudo que al parecer era lo único que la mantenía cuerda.

Finalmente, la puerta del baño se abrió.


“Kitty, ¿aún vives? Hace como media hora que nos dejaste, Claire no deja de fastidiar y ya no lo aguanto…”. Se dio la vuelta y se encontró con la pelirroja que miraba atentamente el secador destrozado y luego alzaba la mirada y… Ay dios, en serio que su cara debía de ser un poema para que su expresión se tornase tan sorprendida. “¿Qué te pasó—?”
“TÚUUUUU”, gritó Kitty señalándola y mandando al diablo la parte racional (ya no tan racional) de su cerebro que le recordaba que ir por ahí desarrollando poderes y llamando la atención no era muy inteligente. “¿¿Y NO ME IBAS A DECIR NADA??”
“¿DECIRTE QUÉ?”, preguntó la otra cruzándose de brazos y ofendida al no entender nada y no creerse digna de ese tono acusatorio.
“QUE TÚ TAMBIÉN, TÚ Y YO…”
“¿TÚ Y YO QUÉ?”
“YA TU SÁ”
“???”

Kitty respiró, acortó la distancia entre ambas y en un susurro:

“¿¿Tú también tienes poderes??”

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Deidara

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #27: February 28, 2016, 03:42:08 PM »
#10


Alguna vez se lo habían dicho: que pasaba más tiempo del necesario en el laboratorio. Pero desde que puso el pie en un laboratorio por primera vez, un par de décadas atrás, que supo que ese lugar estaba hecho para él. Su padre fue el que le inculcó la pasión por la ciencia, y a pesar de que éste estaba especializado en la física nuclear, él decidió decantarse más por la biología y la bioquímica. La genética era su especialidad, y es que después de por todo lo que había pasado, el poder entender más sobre lo que pasaba en su interior… la sabiduría era un poder, era su arma, y cuanto más poseyese, más respuestas obtendría y más podría ayudar al resto.

A pesar de haber pasado incontables horas en el laboratorio, el conocimiento de Bruce Banner era finito, y siempre aparecían nuevas preguntas sin resolver, nuevas incógnitas. Y Bruce quería la respuesta a todas esas preguntas, sabía que no había tiempo que perder… menos aún, cuando se trataba de algo tan nuevo y tan misterioso para todos. Algo nunca visto por ningún mutante anteriormente.

(O, al menos, eso era lo que declaraban los cientos de documentos y de informes de la biblioteca de la escuela que tenía más que memorizados).

Banner’s School For The Practical Learning Of Enhanced Abilities. Banner no estaba seguro de cuál de sus antepasados fue el que decidió bautizar a la escuela con semejante nombre, pero por suerte, a día de hoy Banner’s School era el nombre que usaban informalmente para referirse a la escuela. Banner’s se trataba de algo más que una escuela. Desde hacía siglos que Banner’s School se encargaba de ofrecer un techo, una serie de conocimientos, una mano a cualquiera que tuviese unas habilidades diferentes a las del resto de la raza humana. Mutantes, como eran conocidos por muchos. Y es que, el ser mutante, nunca había sido algo sencillo— el rechazo por parte de la sociedad siglos atrás fue lo que les llevó a crear la Banner’s School. Banner’s no buscaba aislarse de la sociedad, si no de ayudar a los mutantes a integrarse en ella, a llevar una vida normal a pesar de ser distintos que el resto de la raza humana. Desde ayuda para controlar sus poderes o habilidades, desconocidas para muchos, hasta un lugar para vivir para todo aquel que lo necesitase. Bruce Banner era el actual director de la escuela, situada en el norte de Hell’s Kitchen, desde la muerte, unos años atrás, de su padre. 

Se escuchó unos golpes en la puerta, y Bruce ni se giró para ver de quién se trataba. Todo el mundo sabía que no era buena idea interrumpirle mientras estaba ocupado en el laboratorio, y sólo había llamado a una persona para que se pasase cuanto antes.

“Bruce… ¿me llamabas?”

L no tardó en entrar al laboratorio, a paso lento. Bruce seguía sin apartar la mirada del microscopio.

“Es increíble, L… no había visto nunca algo así.”

L aguardó, paciente, reposando sobre una de las mesas, a que Bruce continuase.

Bruce, sentado sobre su silla, rodó hacia atrás, dejando el microscopio libre. Con un movimiento de mano indició a L que se acercara y que mirara por el microscopio.

“Échale un vistazo.”
L hizo como el genetista le indicó. Miró a través de la lente, sin estar del todo seguro de qué era lo que estaba frente a sus ojos. Sólo veía un fondo negro, y mucho verde.  “¿Qué estoy viendo?”
Banner no tardó en levantarse de su silla, empezando a dar vueltas alrededor del laboratorio mientras hablaba. “¿Ves eso de ahí? Son las muestras de los nuevos mutantes. Llevo aquí toda la noche, he hecho varias pruebas y experimentos y… es increíble. He usado anticuerpos para detectar el gen mutante en las muestras, obteniendo resultados positivos… y lo que es más interesante, el propio sistema inmunitario de estos individuos estaba formando anticuerpos contra este gen, por lo que debe ser nuevo en ellos… pero, a su vez, ¡su cuerpo está formando anticuerpos contra esos primeros anticuerpos! El sistema inmunitario de estos mutantes se está revelando contra sí mismo, tratando de parar la primera respuesta inmunitaria…”

Algo que le pasaba a Bruce era que, cuando empezaba a hablar sobre ciencia, se emocionaba, hasta llegar a ponerse nervioso, y no había quien le parara. Estuviese hablando con alguien que le entendiese o no.

“Suena fascinante, pero no estoy seguro de entenderlo,” dijo L, llevándose una mano a la cabeza, para juguetear con un mechón de pelo mientras se sentaba en la silla que había abandonado Bruce.
“¿Ese gen mutado? Es idéntico al que tenemos nosotros, L, el que indica la obtención de habilidades especiales. El cuerpo de estos individuos está reaccionando contra ese gen… lo que indica que es algo nuevo. Algo tuvo que haber en la tormenta que les transformase, que indujo la expresión de ese gen. Lo empezó a tratar como algo malo, como si de una infección se tratara, formando una serie de anticuerpos contra el gen, para tratar de cargárselo. Piensa en un virus de la gripe, la reacción que empezaría a dar el sistema inmunitario. Y a su vez—”
“Y a su vez su propio cuerpo está intentando contraatacar esa primera respuesta. Quiere parar primera respuesta, dejar que el cuerpo se adapte.” El doctor sonrió y asintió, emocionado. “Interesante.”
“¡Sí, esto es…! ¡Esto es increíble, L! Nunca habíamos visto algo así. Nuestro conocimiento sobre la genética mutante es limitado, pero… lo poco que sabemos hasta ahora de estos nuevos mutantes, es que, hasta hace apenas unos días, el gen mutante no estaba en sus cuerpos. Y es de bien sabido que mutante se nace, así que… algo en esa tormenta, indujo la formación del gen mutante. Esto es algo increíble, no puedo creerme que…”

Banner se llevó las manos a la cabeza, riendo. Nunca antes había hecho un descubrimiento similar. Estos nuevos— esos nuevos mutantes, si es que podía llamárseles así, eran un terreno totalmente nuevo y desconocido para la Escuela. Su lado amante de la ciencia y el conocimiento, le pedía a gritos estudiar y saber más del tema… pero sabía que no era correcto dejarse llevar por ese lado. Al fin y al cabo, estaban hablando de personas. De la vida de personas, una vida que, de un día para otro, había dado un vuelco de 180 grados. De seguro que por la mente de esos afectados estaban corriendo mil y una dudas tras el descubrimiento de esas nuevas habilidades, surgidas después de la misteriosa tormenta. Tormenta sobre la cual, hasta el momento, sabían bien poco. Bruce quería poner a su equipo experto a investigar sobre la tormenta, pero apenas había tenido tiempo con lo ocupado que había estado.

“¿Qué sabemos de ellos?” Preguntó Bruce. Sabía que L se había estado encargando de ello.
“Hemos mantenido contacto satisfactorio con algunos de ellos. La mayoría están siendo vigilados. Hasta ahora, creemos tener localizados a unos ocho nuevos mutantes… pero esperamos encontrar nuevos casos en una ventana corta de tiempo.”
Bruce suspiró. Ocho personas eran muchas, y si todavía quedaba más gente por descubrir…
“Las muestras que te facilité pertenecen a Kitty Pride, Yuki Spiegel y Dean Winchester. Ellos tres han sido contactados. Creo que no es necesario comentar que no fueron conseguidas de la forma más… ética, al haberlo hecho a escondidas.”
“Fue necesario.” La ética era una parte importante en el mundo de la ciencia, pero no podían arriesgarse a obtener un no por respuesta en el caso de haberles pedido muestras. “¿Cuál es su estado emocional?”
“Como consejera que es, creo que Lorna podría darte una evaluación más completa… pero de forma resumida. Me temo que están confusos y perdidos, lo cual es de esperar. Buscan respuestas.”
“Nosotros podemos dárselas.”
L asintió. “Y es por eso que esperamos que respondan a la llamada.”

Bruce se mordió el labio. Por supuesto que se interesaba por el lado científico de todo lo que estaba sucediendo, su curiosidad estaba a punto de estallar… pero no podía dejarse cegar por las ganas de querer saber más. Quería ayudar a aquellas personas, darles las respuestas que estaban esperando, guiarles en el camino correcto. Y no sólo eso…

“¿Tenemos noticias de Alliance?”
“No sabemos nada sobre ellos. Creemos que todavía no están al tanto de lo sucedido.”
“Y esperemos que siga así…”

The Alliance se trataba del polo opuesto a la Banner’s School. Vistos por muchos como los enemigos, reclutaban a mutantes con el propósito de aislarlos de la sociedad, enseñándoles cómo la raza humana era inferior, como ésta merecía sufrir por todo lo que había hecho pasar a los mutantes durante tanto tiempo. Querían hacerse con el poder. Y Bruce sabía que, de llegar sus nuevos descubrimientos a manos de The Alliance, la cosa acabaría mal. ¿Nuevos genes mutados? Seguro que de alguna forma u otra, The Alliance lograría explotar tales conocimientos.

Bruce golpeó la mesa con los nudillos, pensativo. “Tenemos que movernos y rápido, L. Cuanto más días pasan, más dudas surgen, y tenemos que actuar antes de que la noticia se expanda y no sólo se pongan en peligro a ellos mismos, sino que también a todos los estudiantes. Tenemos que brindarles nuestra ayuda.”
L asintió. “Estamos en ello.”
“Bien. Bien, no perdamos el tiempo. Desde hoy, ellos son de los nuestros, L.”

Banner’s School no iba a dejar de lado a unos jóvenes mutantes, por muy distintos que fuesen a lo conocido hasta el momento.
« Last Edit: March 04, 2016, 12:57:02 PM by Deidara »


Cho

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #28: March 03, 2016, 01:08:36 PM »
Avanzando para lo que viene *corre*

V. Hold Still



Se acercaba el mediodía y los tres amigos caminaban por los alrededores de un vecindario en la ciudad, buscando a una chica en específico sin resultados. Llegaron a un parque lleno de personas, donde fue evidente que el trabajo sería difícil.

“Esto es inútil…” Junpei negó, frustrado. “Ya fuimos a la casa de la chica y tocamos el timbre y no estaba ahí. ¿Qué más esperan que hagamos?”
“Necesitaríamos un equipo de inteligencia pero no hay nadie que nos ayude,” Yosuke se mostró impaciente. “No tiene sentido que nos toque esto a nosotros. Dicen que L es excelente ubicando a personas, ¿por qué no fue él?”
“Creo que Astrid dejó en claro que hubo varios casos. Si le llegó la responsabilidad de una persona es porque L y tal vez otros profesores tienen a otras personas que atender,” observó Ryoji. “Aunque… no sé qué podemos hacer ahora.”
“Lamentablemente no podemos rendirnos. Sé que Astrid no nos perdonaría si regresamos sin esa chica,” comentó Junpei.
“Siento que hoy ni podremos jugar videojuegos, chicos…” el pelinaranja se desanimó y dio un pesado suspiro.
“Supongo, pero nos toca ser optimistas,” el pelinegro sonrió a sus amigos. “Si todo sale bien, habremos completado una misión. Y quién sabe, quizás podamos ser amigos de esa chica.”
“Algo me dice que estás siendo muy positivo, Ryoji,” Yosuke negó. “Lo que más espero es que esta no nos trate como stalkers o llame a la policía.”
“No nos des mala suerte, bro,” se lamentó Junpei. Él volteó a un lado y cierta persona llamó su atención. “¡Miren, ahí está!”
“¿Eh?” los otros dos giraron sus miradas.

Cho se encontraba paseando a Koromaru por el parque. Había decidido ausentarse a una clase que tenía en ese instante para relajarse y ponerse a pensar. Tenía la ilusión de que había algo raro a su alrededor y que ello se volvía más presente. Por algún motivo, no dejaba de encontrarse con más gente que inconscientemente se metía en su camino. El regreso a su casa la noche anterior estuvo lleno de instantes de aquel tipo, y ya se atrevía a pensar que no era una coincidencia. Lo experimentado en el supermercado, en el bus, en la universidad, en la calle… casi comenzaba a sentir que algo la estaba asechando, y por el hecho que muchas personas habían decidido importunarle, temía que eso dijera algo de ella misma.

Pero ver a su mascota pasear con tanto entusiasmo y halar de ella constantemente le tranquilizaba y momentáneamente limpiaba sus pensamientos. Quizás no tenía nada de qué preocuparse y sólo le había tocado un par de días estresantes y desafortunados. Se recordó lo incómoda que siempre era con otras personas y después de ese evento en donde supuestamente le había caído un rayo bien podría seguir experimentando un prolongado ataque de histeria.

De repente, el perro blanco alzó su mirada, y con un repentino frenesí se puso a ladrar y correr a toda velocidad sin que su dueña le pudiera contener. La correa se escapó de las manos de la peliceleste, quien se asustó y miró de un lado a otro con temor de meterse en problemas, pero a otros transeúntes no pareció importarles. Koromaru intentó perseguir a una ardilla, la cual trepó a un árbol y miró cómo el perro le ladraba. Cho dio un suspiro y pensó en caminar hacia su mascota, pero unas personas se le acercaron…

“Eh, hola…” dijo Junpei, llegando con sus bros donde la chica.
“…” esta se volteó y se quedó en blanco. Para alguien que siempre pasaba desapercibida, no le gustaba la atención de otros, y menos de un grupo de tres chicos desconocidos en medio de un parque. Su nerviosismo fue evidente.
“Tranquila, venimos en buena fe,” Ryoji sonrió. “Sólo queremos hablar contigo un momento.”
“¿S-sucede algo?” preguntó la chica, con reserva.
“Es… complicado, pero te lo podemos explicar,” respondió el pelinaranja.
“Sí, aunque tal vez mejor no aquí,” Junpei miró a los alrededores. “Hay mucha gente. Vamos a algún lado más solitario.”
“Ehm…” Cho no evitó sentir escalofríos.
“Junpei, hemos hablado de esto,” Yosuke se impacientó. “No seas muy directo con las chicas, obvio que las vas a asustar.”
“¿Qué? Sólo estoy diciendo la verdad.”
“Ehem…” Ryoji se aclaró la garganta y se dirigió a la chica con un tono más amistoso. “Lamento mucho las inconveniencias, pero me gustaría que habláramos un poco. Puede que sea importante para ti.”
“…” Cho notaba que el chico hacía el mejor esfuerzo para parecer amigable, pero el contenido de sus palabras no le trasmitía lo mismo. Sentía que algo estaba fuera de lugar.
“Siento que debimos haberlo planeado mejor, chicos,” opinó Yosuke.
“Ya, ya, perdón por incomodarte,” se disculpó Junpei con leve frustración. “Aunque sí necesitamos hablar ahora.”
“Ehm, yo estoy ocupada…” Cho dio un paso hacia atrás con la intención de excusarse e irse. Eran demasiado sospechosos, porque si fuera un grupo de personas con intereses mundanos como preguntar direcciones (lo cual sería raro viniendo de ellos) ya habrían llegado al punto. No parecían malas personas y sólo el de gorra podría tener una apariencia sospechosa, pero aun así no pensaba oírles más. “Con permiso, tengo cosas que hacer.”
“¡O-oye!” Junpei se alarmó. Esa chica no podía escapárseles así nomás o se meterían en problemas con su profesora. Al verla comenzar a moverse, decidió detenerla agarrándole del brazo. “Espera un poco.”
“Ihh,” Cho se estremeció por el agarre, pero este no duró mucho.

“WOOF WOOF!” Koromaru corrió disparado hacia ellos y ladrando amenazadoramente a los chicos. Al ver eso, los tres se asustaron y corrieron en dirección opuesta.
“¡AHHH!” se alejaron una distancia prudente, pero entonces percibieron que el perro dejó de acercarse y se giraron, para ver que la dueña había recuperado la correa y se había agachado para tranquilizar a su mascota.
“Gracias, pero ya pasó, tranquilo,” dijo Cho a Koromaru en voz baja. Ella repentinamente miró a los tres chicos, quienes sintieron nervios como si le creyeran capaz de soltar la correa en cualquier momento.
“V-vaya, sí que nos sorprendió,” Yosuke sonrió nerviosamente, y al intentar acercarse, Cho volvió a pararse mientras el perro le miró inmutado. “Pues… linda mascota que tienes, ¿cómo se llama?”
“Grr…” al notar que el pelinaranja pretendió acariciarle, Koromaru frunció su expresión y rugió.
“O-okay, respeto tu distancia, pequeño,” el chico levantó sus palmas y retrocedió.
“Pues, no nos queda de otra que hablar aquí, ¿cierto?” Ryoji dio un suspiro. Al menos no había personas muy cerca, ya que los pocos transeúntes cercanos prefirieron alejarse al oír al perro ladrar. Volvió a dirigirse a Cho con una sonrisa. “L-lo lamento mucho, nuestro encuentro no debió ser así. Intentaré ser breve. Pues… trata de no asustarte, pero estamos al tanto de tu situación.”
“…” Cho le miró con mayor aprehensión.
“¡N-no es para que te alarmes! Hm, ¿cómo me explico?” alzó su mirada en busca de respuestas hasta que se le ocurrió un tema de conversación. “A ti te cayó un rayo hace unos días, ¿no es verdad?”
“…” eso le cayó como un balde de agua fría. ¿Cómo podían saber eso? ¿Acaso ellos eran unos stalkers? ¿O quizás sabían más de lo que ella pudo averiguar por su cuenta? No evitó sentirse intrigada pero seguiría manteniendo su distancia.
“Lo encontrarás difícil de creer, pero no eres la única. Esa tormenta del otro día fue rara e inesperada, y ningún pronóstico del tiempo la pudo predecir. Sabemos que hay otras personas como tú impactadas por un rayo que están aparentemente ilesas, y venimos de parte de un instituto que quiere ubicarlos para ayudarles.”
“¿I-instituto?” ella ladeó su cabeza. Casi le sonaba siniestro.
“Toma,” entonces, Ryoji le extendió una tarjeta. “El nombre del instituto está impreso aquí, junto con el contacto de nuestra profesora. Ella quisiera hablar contigo, por tu propio bien.”
“Qué pro con la tarjeta,” Yosuke se impresionó. “¿De dónde la sacaste?”
“La tomé del desk de Astrid antes que nos echara,” Ryoji sonrió incómodo.
“…” Cho se dio tiempo a leerla. Sí estaba ese tal instituto. Banner’s School For The Practical Learning of Enhanced Abilities. Aquel nombre le extrañó. “N-nunca escuché de este lugar…”
“Es que no es un instituto común y corriente,” explicó Junpei. “Más que educación académica, están ahí para ayudar a gente que tuvo vivencias extrañas, o anomalías, o habilidades supernaturales.”
“…"
“Ehh es posible que ella todavía no haya notado nada fuera de lugar, no te precipites,” dijo el pelinegro.
“Algo me dice que sí…” Yosuke miró a Cho, quien se había quedado levemente sorprendida luego de las palabras de Junpei. “Pero sí, tal vez no te inspiremos la mejor confianza, pero queremos ayudarte. Y sé que va a haber una reunión más tarde para gente como tú en ese lugar, así que recomiendo que vayas.”
“Las direcciones las puedes encontrar por google maps, no me sorprendería,” Junpei se encogió de hombros.
“Espero que sí lo consideres. No eres sólo tú o gente con tu misma experiencia en la tormenta,” Ryoji asintió convencido. “Banner’s School nos ha ayudado mucho en nuestras vidas, y sé que sería bueno para ti.”
“…”

Los tres chicos no tardaron en despedirse y marcharse del parque. Koromaru les miró fijamente hasta que se perdieron de vista, y luego alzó su mirada para ver a su dueña, quien tenía los ojos plantados en la tarjeta que había recibido.

Luego de aquel encuentro, se sentía lo suficientemente abrumada como para pretender ir a sus otras clases del día. Todavía se sentía muy incómoda con todo el asunto, pero a fin de cuentas, esos chicos parecieron hablarles con honestidad, por lo cual decidió confiar en ellos. Tal vez sería lo mejor hacerles caso, pero la incertidumbre le estaría torturando por el resto del día.



Puri

Re: A Storm Is Coming — The Birth
« Reply #29: March 05, 2016, 02:20:36 AM »
Estoy 100% segura que hacía 1 año que no escribía tanto and yet siguen siendo menos de 3k jajajaja

***

“¡No me dejes!”, le gritó a su espalda mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. Todo zumbaba a su alrededor, no dejaba de escuchar un murmullo que venía de todos lados y sonaba cada vez más fuerte, haciéndole doler absolutamente todo. Cayó al piso llorando y gimiendo de miedo, pero aún así no se volteó a mirarle.
“¿Para qué dejarte?”, rió de una manera que jamás le había escuchado. “Si eres tú quien me empujas cada vez más lejos”.
“¡NO!”, gritó—



Y despertó en un lugar desconocido, con un sudor frío y viscoso recorriéndole todo el cuerpo además de tener el rostro empapado en lágrimas. Parpadeó y solo bastó eso para que su cabeza explotara nuevamente con miles de murmullos que se mezclaban en un zumbido incesante y abrumador— Y gritó. Empezó a gritar mientras se cogía nuevamente de la cabeza y se retorcía porque ese sonido no se callaba y le amedrentaba cada parte de su cabeza, le acribillaba y le dolía y no podía hacer nada más que gritar llorando para que parara. Varias personas se congregaron a su alrededor, pero esto sólo fue peor ya que el sonido aumentaba y aumentaba y aumentaba—

Sintió que le inyectaban algo y finalmente todo se volvía negro. Pero el zumbido no se iba.



Volvió a abrir los ojos aún sin comprender nada y nuevamente el zumbido volvió de golpe, pero antes que pudiese siquiera tomar aire para gritar, este se fue. En tan solo un instante su cabeza volvió a quedar en silencio.

Se quedó temblando y no pudo evitar abrazarse a sí mismo y volver a llorar, pero esta vez de alivio. Finalmente se había ido…


“Charles Xavier”, se volteó con cuidado y vio que al costado de la cama en la que estaba, había un hombre sentado en una silla con las rodillas recogidas y los talones de los pies en el filo del relleno. Su mente registró rápidamente tras otra mirada a la estancia que se encontraba en una habitación de hospital. “Mi nombre es L Lawliet y aunque estés extenuado me veo en la obligación de hablar contigo debido a lo que te encuentras experimentando aquí” y con el dedo índice señaló su cabeza.
“¿Qué me pasó?”, preguntó y sintió cómo le dolía la garganta y su voz se oía raspada. El tal L alcanzó de la mesa de noche el que parecía ser el reporte médico.
“No te abrumes, pero según lo que veo fuiste impactado por un rayo. Luego de ser internado estuviste varios días dormido hasta que despertaste…”, alzó la muñeca y se fijó la hora, “Ayer, técnicamente”. El chico volvió a dar una mirada alrededor y pudo corroborar que tras la ventana se alzaba la oscuridad de la noche y en el otro brazo tenía conectada una vía.
“No es hora de visitas”, murmuró dándose cuenta que varias cosas sobre este sujeto L no encajaban del todo, pero lo que más miedo le daba era que hubiese señalado desde un inicio lo que pasaba dentro de su cabeza ya que no tenía pinta de médico para nada.
“No lo es”.
“Agua, por favor”.
“Oh, claro”.

L se levantó del asiento y cruzó la habitación hacia una mesa donde Charles supuso las enfermeras habían dejado agua. Volvió la mirada hacia la mesa de noche y con frustración se dio cuenta que su teléfono celular no estaba ahí. Al escudriñar aún más la mirada pudo ver un armario con la puerta media abierta y dentro colgada su ropa, a lo mejor ahí se encontraba el teléfono en alguno de sus bolsillos. Ahora, si tan solo tuviese fuerzas para poder buscarlo y llamar a su hermana…

“Toma”, L se sentó nuevamente en la silla a su costado y le alcanzó un vaso con agua. Charles se incorporó levemente sobre su brazo derecho y tomó toda el agua en un instante.
“Disculpa”, dijo aún con la voz raspada, “¿Podrías traerme más si no es mucha molestia? Mi garganta en verdad se siente fatal”.

En silencio, L le extendió la botella y se quedó mirándolo fijamente, Charles aprovechó de cerrar los ojos para evitar esa mirada que parecía escudriñar por respuestas a preguntas que ni él entendía. ¿Quién era este tipo? ¿Qué hacía ahí en la madrugada? ¿Por qué mencionó lo de su cabeza? Y además—

“¿D-Dijiste que me alcanzó un rayo?”, preguntó con los ojos abiertos como platos al recordar ese pedazo de información. En ese instante un dolor agudo volvió a su cabeza y cerró sus ojos con fuerza, pero así como vino en un santiamén, el dolor se fue. Sin embargo, Charles notó que L, al igual que él, hizo una mueca con los ojos, como si hubiese sentido ese aguijonazo también.
“En teoría te alcanzó un rayo”, dijo tras unos instantes.
“¿Cómo sigo vivo entonces? Es imposible que—”.
“No te puedo dar una respuesta certera, Charles, pero sobreviviste. Lo que importa es lo que te sucedió después del rayo”.
“Dijiste que quedé varios días en coma, ¿no?”.
“No en coma exactamente. Tus signos cerebrales estuvieron más ocupados que nunca”, dicho esto L volvió a tomar el reporte médico y esta vez se lo pasó. Al hojear rápidamente, Charles llegó a las pruebas de los escáneres y con asombro pudo observar que era cierto. Su actividad cerebral… Dios.
“¿Qué significa todo esto?”, murmuró para sí mismo aún intentando comprender los gráficos.
“Las escuchas, ¿no?”.
“¿Qué cosa?”.
“Las voces”.

Charles se quedó mudo y pudo escuchar claramente en el sensor que vigilaba su ritmo cardíaco que este había bajado. Tenía cierta certeza de haberse despertado una que otra vez desde la última vez que estuvo consciente, corriendo bajo la lluvia hacia el estacionamiento de autos -donde al parecer le había caído un rayo-; y si mal no recordaba, aquel zumbido maldito, aquellos murmullos…

Incluso en el sueño. Todas eran voces.

Se recostó nuevamente en sus almohadas y se quedó pensando un poco más sobre eso. Ahora no podía recordar bien, pero algo le decía que en efecto, eran voces. Sin embargo, desde que había visto a L—

“Ya no puedes oírlas”.
“¿Disculpa?”.
“Que ahora no puedes oír nada, ¿no es cierto?”. Charles asintió. “Dime Charles, ¿qué tan familiarizado estás con los mutantes?”.

Raven.

Recordó nuevamente como una cachetada cómo le había gritado, llorando, en la puerta de la casa hacía ya un par de años. Cómo le prometió que jamás volvería a verla, que nunca más buscaría relacionarse con una persona tan hipócrita como él. Que para qué quería ella estar cerca de alguien que por más que decía quererla lo empujaba más y más sin dirección clara.

“Al parecer conoces la situación”.

Todas las alarmas se prendieron nuevamente en su mente. Era cierto que existían más como Raven, pero este hombre, L… Si estaba relacionado a Raven ya lo habría dicho antes, pero si no…

“Creo que dada tu situación podrás comprender mejor el término: “Telepatía”, ¿no es cierto?”.
“¿Telepatía?”, dijo aún sin comprender. Corrección, aún sin querer comprender—

Escuchar cosas en la mente, ya sabes.

Se escuchó el fuerte respingo que dio en la sala como un golpe. L sonrió de lado.

Además de escuchar en la mente un telepata puede jugar varios trucos, Charles. Siguió observando en silencio el calmado semblante de L y el disturbador hecho de que sus labios no se moviesen ni un milímetro. Como que, temporalmente, no puedas usar tus poderes mutantes por tu propio bien. Sé lo que se siente, empezar a escuchar voces desde joven no es muy buen augurio, pero no podría imaginármelo de adulto.
“Yo no puedo ser un mutante”, respondió en voz alta, negando enfáticamente. “No entiendes, no es discriminación ni nada, pero es imposible.
¿Por qué? ¿Por tu hermana?
“No mires eso”, pidió horrorizado dándose cuenta que todo lo que pensaba era un libro abierto para L.
Pero si tú deseas, Charles, yo puedo ser un libro abierto para ti también.
“Necesito más agua, por favor”, dijo agachando la mirada.

En silencio, L se levantó y caminó a la mesa. Cuando la tuvo en sus manos ni siquiera tomó el líquido, solo se limitó a apretar la botella con ambas manos. Necesitaba un ancla a la realidad como nada en ese instante.

“¿Qué haces aquí?”.
Pude sentir cuando despertaste, Charles. Es difícil que un telépata se escape de otro telépata, sobre todo cuando este aparece tan repentinamente en el panorama. De un momento a otro pude sentir tu dolor y déjame decirte que me dejaste con un buen dolor de cabeza que me imposibilitó hacer mis quehaceres por varias horas.
“Sigo sin saber qué haces aquí, L”. Aún no se atrevía a mirarlo a los ojos de nuevo.
Vengo a ayudarte. De telépata a telépata, Charles. A ayudarte a controlar tus poderes. ¿Alguna vez escuchaste sobre la Banner’s School for the Practical Learning of Enhanced Abilities? Charles negó. Nos dedicamos a ayudar a todos los jóvenes mutantes a tener una mejor vida tras aprender a usar sus poderes de la manera correcta. Les brindamos apoyo en una comunidad que ha vivido lo mismo que ellos y puede ayudarles a convivir con tan grande responsabilidad.
“Dices que soy un telépata”, L asintió. “Y que no puedo por el momento usar mis poderes gracias a tu control”, otro asentimiento. “Bien, pues deseo que quites ese filtro”.
No te lo recomendaría, apenas has comenzado a—.
“¿Quieres que crea que soy un mutante? Pues déjame sentirme como uno”.

Silencio.
Y luego, el horror.

Miles de voces comenzaron a escucharse y Charles gritó llevándose ambas manos a la cabeza y retorciéndose en su cama, pero por más que le suplicó a L que le ayudara, este ni siquiera le daba la cara. Miraba aburridamente una caja de medicamentos que se encontraban en la mesa de noche. Charles comenzó a desesperarse y con sus manos intentó alcanzarlo, pero L simplemente se paró y dio unos pasos hacia atrás, dándole la espalda.

¡POR FAVOR, DETÉNLO!

Y se detuvo.

Hasta que por fin hablas.
Te lo repetí miles de veces—.
Sí. L se volteó y le sonrió. Pero no aquí. Señalando de vuelta su sien con el dedo índice.

Charles comenzó a llorar en ese instante y L se sentó de vuelta en la silla.

“¿Cómo voy a poder controlar algo como esto?”, murmuró miserablemente después de un tiempo.
“Créeme”, L volvió a usar su voz, “Aprenderás con el tiempo. No será fácil, pero llegaremos a ese punto”. Llevó entonces su mano izquierda al bolsillo de su jean y sacó una especie de collar grueso de plástico y de color blanco. Charles pudo notar varias incisiones en este y su curiosidad quedó picada. Nunca había visto algo así. “Es un dispositivo anti-psiónico. Sirve para evitar los ataques telépatas, pero también sirve para que los telépatas no puedan usar sus poderes su mayoría. Te será muy útil hasta que puedas controlar tus habilidades, mira, se pone de esta manera”, L le enseñó y luego se lo dejó en sus manos.
“Aún no he dicho que me uniré a tu escuela”, murmuró.
Será interesante ver dónde consigues un maestro telépata, entonces. L se levantó de su sitio. “Vendré mañana. Tómate tu tiempo y descansa, pero piensa en la propuesta, por favor. Esos aparatos tampoco son tan baratos como para regalarlos, Charles”.
“¿Acaso me estás amenaz—?”

Pero antes que pudiera acabar la pregunta, L le había tocado la cabeza y el sueño se apoderó de él. Finalmente uno profundo, sin murmullos, sin nada.



“Charles, por el amor a dios, despierta ahora…”.

Parpadeó ante aquella voz y cuando se encontró con el rostro afligido y lloroso de Raven, no pudo evitar quedarse mudo del asombro. La rubia, sin embargo, no perdió tiempo y lo abrazó fuertemente, a lo que él respondió con igual fuerza. Era horrible saber que había tenido que pasar todo esto para que ella se dignara a venir a verle, pero aún así…

“¿¡Cómo es eso que te cayó un rayo!?”, preguntó enojada y zarandeándole. “¿¡Cómo sobreviviste siquiera!? Si no fuera porque estaba de visita en este hospital jamás me habría enterado y yo, yo—”.
“¿¡Aquí de visita!?”, preguntó alarmado. “¿Acaso te pasó algo—?”.
“No, no”, negó rápidamente. “Acompañaba a un amigo y escuché a unas enfermeras comentar tu caso, cómo era imposible que estés vivo, que era un milagro y tuve que venir corriendo…”.
“Oh, agradécele a tu amigo entonces, gracias a él mi contacto de emergencia se enteró de la emergencia. Días después”.
“Charles”, le respondió ofendida pero aún así cansada y triste. “No he venido a hablar de eso. Tampoco he venido a quedarme o pedir disculpas y que eso te quede claro,  de una vez”. Silencio. “No debí venir”, dicho esto se levantó, pero Charles fue más rápido y le tomó de la muñeca.
“Espera, hay algo que debo decirte y no, no es nada que ver con lo otro. Por favor, quédate”. La rubia le miró de manera desconfiada, pero se sentó de vuelta y le miró expectante. “Raven, yo… después de ese impacto de rayo… Mira, por favor, no te lo tomes a mal, no te estoy mintiendo—”.
“Suéltalo”.
“Obtuve telepatía”.
“¿¡QUÉ!?”, preguntó enojada más que nada. “¡Mira!”, dijo, “¡No vengas a bromear con—!”
“¡Oh, por favor!”, gritó aún más enojado que su hermana. “¿¡Crees que me inventaría eso!? ¿¡Yo entre todas las personas!?”
“¿Quién sabe con qué vendrías con tal de “aceptarme”? ¿Eh?”, le espetó la otra y Charles volvió a sentir el mismo dolor que en el umbral de esa puerta tantos años atrás. Lo peor es que, al igual que en esa ocasión, Raven no mostraba signos de parar en ningún momento. “¿Tienes una maldita idea de lo que es esto, Charles?”, el chico comenzó a llorar, pero ella no se amilanó, enojándose aún más. “¿Una maldita idea de lo que es vivir de esta manera? ¿Una maldita idea de vivir rodeada de personas como tú que—?”
“Disculpa”. Ambos se voltearon bruscamente a ver a la persona en la puerta. Era L. “Señorita, creo que esa no es manera de tratar a una persona que ha recibido un golpe tan duro”. El silencio reinó por un par de instantes. “Vaya, no esperaba que se quedaran en silencio tanto tiempo”.
“Ah…”, L no dejaba de mirar fijamente a su hermana y Charles no pudo evitar incomodarse. Se secó rápidamente el rostro con el reverso de la mano. “Raven, él es—”.
“No te preocupes”, su hermana se levantó sin mirarle. “Vendré mañana a verte”.
“Espera—”, pero finalmente esta se volteó y le dirigió una mirada enojada, pero resignada.
“En serio vendré a verte”. Se agachó para darle un beso en la mejilla, pero aprovechó de acercarse y susurrarle al oído: “Ok, te creo” y le jaló levemente con sus dedos el dispositivo anti-psiónico que tenía en el cuello, el cual Charles no recordaba haberse colocado. Sin embargo, antes que él pudiera decirle algo, Raven ya se había alejado de él y se fue de la habitación sin decir absolutamente nada. L se volteó a mirarle finalmente.
“¿Cuál dijiste que era la mutación de tu hermana?”.
“Nunca dije cuál era”.

Silencio.

“Pues ha de ser muy interesante para no poder escuchar su mente”.



Una vez lejos del hospital, dentro de un taxi y ya a varios kilómetros, Raven se dirigió finalmente a su acompañante.

“L estaba en el hospital, con mi hermano”.
“¿¡Qué!?”, gritó este dejando de lado el periódico que leía y mirándole con incredulidad. “¿¡L!? ¿¡Acaso está preguntándole de—!?”.
“No, no sabía quién era”.
“¿Entonces?”.
“Estaba ahí por él, por Charles. Estaba reclutándolo”.
“¿Reclutándolo?”, dijo escéptico. “¿Desde cuándo reclutan humanos en Banner’s?”.
“Desde que los humanos empezaron a volverse mutantes de la noche a la mañana, aparentemente”.

***
« Last Edit: March 05, 2016, 02:26:37 AM by Puri »

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue