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El día siguiente llegó sin que Raven llegase, pero Charles no se había hecho muchas esperanzas con que efectivamente cumpliera su promesa, por más desesperada que se hubiese visto en un inicio al verlo en ese estado. Y así pasó un día más y otro más y otro más. Aún así, el chico tenía igual muchas cosas en las que pensar y muchas cosas con las que mantenerse ocupado, como ayudar a las enfermeras con su papeleo legal, hacer unas cuantas llamadas para justificar su desaparición y bueno, sí, las visitas de L en medio de la madrugada. A pesar que L había insistido, Charles se había negado tajantemente a dejar de usar el dispositivo que le había prestado, por lo cual aún no tenía ningún tipo de control sobre su… Mutación. Porque sí, al parecer el primer paso debía de ser aceptarlo primero por su nombre: Mutación. Al parecer esa tormenta había catalizado algún posible gen mutante dormido dentro de él y todo este embrollo había empezado…
“Lo peor que puedes hacer es no aceptar el hecho de que ahora eres un mutante, Charles, y uno con una mutación muy poderosa encima de todo. Solo conseguirás hacerte daño si crees que aún existe un ápice de normalidad dentro de ti”.Aquellas habían sido las últimas palabras de L antes de retirarse la noche de anteayer, ya que ayer no había vuelto a venir a verle. Lo peor de todo es que se parecían mucho a todas las cosas que Raven le había dicho con anterioridad en varias ocasiones durante sus peleas, sobre cómo era importante para ella que él aceptara que era una mutante y jamás sería normal para nadie, que nadie podría aceptar a una chica azul y orgullosa de haber nacido así.
No es que él no lo aceptase, en realidad, jamás podría no aceptar a la persona a la que más adoraba en el mundo; pero por el mismo hecho que se trataba de una persona tan importante para él no podía dejar de tener miedo que el resto quisiera hacerle daño de algo que le hacía tan feliz a ella. No quería que nadie le arrebatara esa felicidad, esa seguridad y ese carácter propio de ella; pero Raven lo había entendido todo mal como siempre. No podía ver cómo para él era una persona preciosa y hermosa, alguien a quien admirar y con una mutación bellísima e interesante, pero que también debía proteger y resguardar. No es que no la aceptase, pero nadie más iría a aceptarla como él estaba dispuesto a hacerlo.
En verdad todo esto era muy irónico. Que él, de todas las personas posibles, hubiese desarrollado una mutación de la noche a la mañana y en un par de días ni su cuerpo pudiese soportar lo que Raven soportaba desde la infancia. Aún recordaba cuando de niños se escondían en una habitación y él mismo era su “entrenador” y le pedía que transformase su rostro en rasgos tan distintos y le ayudaba a perfeccionar sus poderes… Recordaba cómo en ese entonces todo era risas más que nada y lo orgulloso que estaba de tener a una hermana como ella. Y ahora él se encontraba desamparado, sin nadie que pudiese… Bueno, claro que estaba la opción de recurrir a la ayuda que L le ofrecía, pero no era como había sido con Raven, alguien cercano a ella, alguien en quien estaría dispuesto a confiar.
Y él tampoco era un iluso, no iba a engañarse que por haber desarrollado una mutación su hermana volvería corriendo a su lado dispuesta a atender sus problemas. No, eso no sucedería, si ya de por sí no había vuelto por más que él le había rogado dada su condición.
El doctor entró al cuarto y le sacó de sus cavilaciones, informándole que sólo tendría que quedarse una noche más para vigilarlo y luego le darían de alta. Al parecer, L también había manipulado sus mentes y nadie había comentado sobre el raro dispositivo en su cuello, y además de los reportes que le habían dado a firmar sobre haber recibido un rayo en medio de la tormenta, no existía alusión referente a los “ataques” que había tenido. En fin, ya de por sí la excusa de “oh sí me cayó un rayo en la tormenta” era suficiente para que todos le disculpasen por su ausencia, las migrañas no eran necesarias para apoyar su caso.
Esa noche tampoco llegó L, pero Charles igual no pudo dormir. Se quedó pensando en qué haría ahora que saliera del hospital, ¿seguir con su vida normal? Volver a la universidad como si nada, seguir con su trabajo como asistente del profesor… O ir a buscar ayuda donde la escuela Banner’s. Siendo honesto, no le atraía ir a Banner’s, ya que eso significaría que tendría que dedicar horas de su vida a, bueno, entrenar su mutación, ¿no? pero esas horas nadie se las reconocería e igual no tendría suficiente tiempo para hacer todo a lo que había estado acostumbrado hasta ese entonces. Sin embargo, considerando el otro lado, si no buscaba ayuda pues terminaría eventualmente destruido por su poder, ¿no es cierto? Después de todo, L le había dicho que era una mutación muy poderosa y que si no recibía entrenamiento sería un camino difícil y ya Charles había experimentado qué tan difícil. Ese dispositivo, además, no sería eterno ni se lo regalarían cuando él lo quisiera, ya que era obvio que era un préstamo de buena fe de la institución para que los considerara como una opción. Y su tercera alternativa, Raven, estaba tachada.
Llegó la mañana con él aún despierto, pero las enfermeras parecieron tampoco notarlo y después de firmar varias cosas más, Charles estuvo libre de cambiarse, ordenar sus cosas e irse del hospital; pero al llegar a la puerta de este, una mujer con una gran sonrisa se acercó con los brazos abiertos hacia él.
“¡Charles!”.
“¡Moira!”, gritó entusiasmado al ver a su mejor amiga de la carrera y corresponderle el abrazo. “¿Qué haces aquí? ¿Te comentó el profesor—?”.
“No pude venir cuando te lo prometí, pero dije que vendría a verte, ¿no es así?”. Su sonrisa perdió un poco de su vitalidad cuando comprendió esas palabras: No era su amiga Moira, sino era Raven quien se ocultaba detrás de ese rostro. “Bueno, andando”, tomó su maleta con una mano y con la otra entrelazó sus dedos con los de Charles y echó a caminar. “Tenemos que hablar sobre muchas cosas que han pasado en tu ausencia, Charles”.
“Claro”, asintió y apretó fuerte la mano de su hermana. Al menos tomaría lo más que pudiese de esta oportunidad. “¿A dónde vamos?”.
“No te preocupes, iremos a tu departamento”. Llegaron al parqueo y Raven le condujo a un bonito automóvil escarabajo de color plateado.
“Oh, qué lindo”, dijo con una sonrisa. “¿Cuánto te costó?”.
“No es mío, me lo prestó un amigo para que estuvieses cómodo”, Raven abrió la puerta de copiloto, lanzó sus cosas a los asientos traseros y luego le dejó el espacio para que entrara a lo que ella caminaba al otro lado del carro. Después de que ambos abrocharon sus cinturones y el carro arrancó, la chica volvió a hablar. “En serio no miento, pasaron demasiadas cosas y no pude venir”, se volteó para retroceder, “Bueno, sí, de cierta manera me avergoncé por no haber venido el primer día y luego pensé en no venir, pero esto es importante, ¿no? Y alguien tiene que ser el adulto coherente y responsable de esta relación”. Charles rodó los ojos pero decidió no decir nada, ya que no se atrevía a romper el buen momento que estaban teniendo. “Así que averigüé cuándo salías y heme aquí”, se encogió de hombros y no agregó nada más.
“En serio te lo agradezco, como no tienes idea. Significa mucho para mí que hayas mantenido tu promesa de venir”. Raven sonrió pero no le miró a los ojos.
“Bueno, ha pasado un buen tiempo y supongo que ahora somos adultos civilizados con claridad sobre el mundo. Creo que podremos conversar sin exaltarnos tanto”. Charles asintió y ambos se quedaron en silencio por un rato. “Bueno, dices que ahora tienes telepatía”.
“Sí, pero este dispositivo me lo dio L Lawliet, un hombre de la escuela Banner’s, ¿lo conoces?”.
“Uhm, no somos conocidos, pero he oído de él, que también es un telépata”, Charles volvió a asentir. “¿Y? ¿Te ha pedido que te unas a su escuela?”.
“Sí, me dijo que podría ayudarme, pero siendo honesto desearía no ir”.
“¿Por qué?”, esta vez sí le miró de reojo.
“Pues, si me quedo con ellos no creo que en un futuro tendré suficiente tiempo para hacer todas mis actividades. Además de la universidad soy asistente de un profesor, asistente pagado, y pues asisto a dos clubes y tengo actividades… En verdad no tendría tiempo para poder unirme a esa escuela”.
“Si no lo haces no podrás controlar tus poderes, Charles”, Raven suspiró. “Es mucho más difícil de lo que crees”.
“Pero… ¿No podrías ayudarme tú? O bueno, no necesariamente tú… A lo que me refiero es que, tú, o algún conocido tuyo, no sé, ¿podrían ayudarme? Pero no todo el tiempo, sino… De vez en cuando, me refiero. Algo que… No sé, no nos quite mucho tiempo a ambas partes, que podamos reunirnos una o dos veces a la semana y empezar… ¿No tienes algún conocido telépata, al menos? ¿O no son comunes?”.
“¿Sigues viviendo en el mismo edificio?”.
“Sí”, Charles miró al frente y se dio cuenta que ya estaban cerca de donde vivía.
“Bien, siempre me gustó tu departamento”. Raven sonrió, pero sobre todo lo que Charles había dicho, no dijo nada más. Esto puso un poco inquieto al mayor, por lo general los silencios de su hermana eran algo mucho peor que sus gritos. “Ok, llegamos”, aparcó el carro y lo apagó, “Anda saliendo, sacaré tus cosas de atrás”.
Charles se resignó y salió del carro, entró al edificio y esperó a Raven en la puerta para dejarla entrar antes de cerrar la mampara de vuelta con llave. Su hermana ya había abierto las puertas del elevador y presionado el sexto piso, Charles entró y una vez las puertas de metal se cerraron—
“Charles, tienes que asistir a Banner’s. Y no, no ir no es una opción”.
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