Estoy 100% segura que hacía 1 año que no escribía tanto and yet siguen siendo menos de 3k jajajaja***
“¡No me dejes!”, le gritó a su espalda mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. Todo zumbaba a su alrededor, no dejaba de escuchar un murmullo que venía de todos lados y sonaba cada vez más fuerte, haciéndole doler absolutamente todo. Cayó al piso llorando y gimiendo de miedo, pero aún así no se volteó a mirarle.
“¿Para qué dejarte?”, rió de una manera que jamás le había escuchado. “Si eres tú quien me empujas cada vez más lejos”.
“¡NO!”, gritó—
Y despertó en un lugar desconocido, con un sudor frío y viscoso recorriéndole todo el cuerpo además de tener el rostro empapado en lágrimas. Parpadeó y solo bastó eso para que su cabeza explotara nuevamente con miles de murmullos que se mezclaban en un zumbido incesante y abrumador— Y gritó. Empezó a gritar mientras se cogía nuevamente de la cabeza y se retorcía porque ese sonido no se callaba y le amedrentaba cada parte de su cabeza, le acribillaba y le dolía y no podía hacer nada más que gritar llorando para que parara. Varias personas se congregaron a su alrededor, pero esto sólo fue peor ya que el sonido aumentaba y aumentaba y aumentaba—
Sintió que le inyectaban algo y finalmente todo se volvía negro. Pero el zumbido no se iba.
Volvió a abrir los ojos aún sin comprender nada y nuevamente el zumbido volvió de golpe, pero antes que pudiese siquiera tomar aire para gritar, este se fue. En tan solo un instante su cabeza volvió a quedar en silencio.
Se quedó temblando y no pudo evitar abrazarse a sí mismo y volver a llorar, pero esta vez de alivio. Finalmente se había ido…
“Charles Xavier”, se volteó con cuidado y vio que al costado de la cama en la que estaba, había un hombre sentado en una silla con las rodillas recogidas y los talones de los pies en el filo del relleno. Su mente registró rápidamente tras otra mirada a la estancia que se encontraba en una habitación de hospital. “Mi nombre es L Lawliet y aunque estés extenuado me veo en la obligación de hablar contigo debido a lo que te encuentras experimentando aquí” y con el dedo índice señaló su cabeza.
“¿Qué me pasó?”, preguntó y sintió cómo le dolía la garganta y su voz se oía raspada. El tal L alcanzó de la mesa de noche el que parecía ser el reporte médico.
“No te abrumes, pero según lo que veo fuiste impactado por un rayo. Luego de ser internado estuviste varios días dormido hasta que despertaste…”, alzó la muñeca y se fijó la hora, “Ayer, técnicamente”. El chico volvió a dar una mirada alrededor y pudo corroborar que tras la ventana se alzaba la oscuridad de la noche y en el otro brazo tenía conectada una vía.
“No es hora de visitas”, murmuró dándose cuenta que varias cosas sobre este sujeto L no encajaban del todo, pero lo que más miedo le daba era que hubiese señalado desde un inicio lo que pasaba dentro de su cabeza ya que no tenía pinta de médico para nada.
“No lo es”.
“Agua, por favor”.
“Oh, claro”.
L se levantó del asiento y cruzó la habitación hacia una mesa donde Charles supuso las enfermeras habían dejado agua. Volvió la mirada hacia la mesa de noche y con frustración se dio cuenta que su teléfono celular no estaba ahí. Al escudriñar aún más la mirada pudo ver un armario con la puerta media abierta y dentro colgada su ropa, a lo mejor ahí se encontraba el teléfono en alguno de sus bolsillos. Ahora, si tan solo tuviese fuerzas para poder buscarlo y llamar a su hermana…
“Toma”, L se sentó nuevamente en la silla a su costado y le alcanzó un vaso con agua. Charles se incorporó levemente sobre su brazo derecho y tomó toda el agua en un instante.
“Disculpa”, dijo aún con la voz raspada, “¿Podrías traerme más si no es mucha molestia? Mi garganta en verdad se siente fatal”.
En silencio, L le extendió la botella y se quedó mirándolo fijamente, Charles aprovechó de cerrar los ojos para evitar esa mirada que parecía escudriñar por respuestas a preguntas que ni él entendía. ¿Quién era este tipo? ¿Qué hacía ahí en la madrugada? ¿Por qué mencionó lo de su cabeza? Y además—
“¿D-Dijiste que me alcanzó un rayo?”, preguntó con los ojos abiertos como platos al recordar ese pedazo de información. En ese instante un dolor agudo volvió a su cabeza y cerró sus ojos con fuerza, pero así como vino en un santiamén, el dolor se fue. Sin embargo, Charles notó que L, al igual que él, hizo una mueca con los ojos, como si hubiese sentido ese aguijonazo también.
“En teoría te alcanzó un rayo”, dijo tras unos instantes.
“¿Cómo sigo vivo entonces? Es imposible que—”.
“No te puedo dar una respuesta certera, Charles, pero sobreviviste. Lo que importa es lo que te sucedió después del rayo”.
“Dijiste que quedé varios días en coma, ¿no?”.
“No en coma exactamente. Tus signos cerebrales estuvieron más ocupados que nunca”, dicho esto L volvió a tomar el reporte médico y esta vez se lo pasó. Al hojear rápidamente, Charles llegó a las pruebas de los escáneres y con asombro pudo observar que era cierto. Su actividad cerebral… Dios.
“¿Qué significa todo esto?”, murmuró para sí mismo aún intentando comprender los gráficos.
“Las escuchas, ¿no?”.
“¿Qué cosa?”.
“Las voces”.
Charles se quedó mudo y pudo escuchar claramente en el sensor que vigilaba su ritmo cardíaco que este había bajado. Tenía cierta certeza de haberse despertado una que otra vez desde la última vez que estuvo consciente, corriendo bajo la lluvia hacia el estacionamiento de autos -donde al parecer le había caído un rayo-; y si mal no recordaba, aquel zumbido maldito, aquellos murmullos…
Incluso en el sueño. Todas eran voces.
Se recostó nuevamente en sus almohadas y se quedó pensando un poco más sobre eso. Ahora no podía recordar bien, pero algo le decía que en efecto, eran voces. Sin embargo, desde que había visto a L—
“Ya no puedes oírlas”.
“¿Disculpa?”.
“Que ahora no puedes oír nada, ¿no es cierto?”. Charles asintió. “Dime Charles, ¿qué tan familiarizado estás con los mutantes?”.
Raven.
Recordó nuevamente como una cachetada cómo le había gritado, llorando, en la puerta de la casa hacía ya un par de años. Cómo le prometió que jamás volvería a verla, que nunca más buscaría relacionarse con una persona tan hipócrita como él. Que para qué quería ella estar cerca de alguien que por más que decía quererla lo empujaba más y más sin dirección clara.
“Al parecer conoces la situación”.
Todas las alarmas se prendieron nuevamente en su mente. Era cierto que existían más como Raven, pero este hombre, L… Si estaba relacionado a Raven ya lo habría dicho antes, pero si no…
“Creo que dada tu situación podrás comprender mejor el término: “Telepatía”, ¿no es cierto?”.
“¿Telepatía?”, dijo aún sin comprender. Corrección, aún sin querer comprender—
Escuchar cosas en la mente, ya sabes.Se escuchó el fuerte respingo que dio en la sala como un golpe. L sonrió de lado.
Además de escuchar en la mente un telepata puede jugar varios trucos, Charles. Siguió observando en silencio el calmado semblante de L y el disturbador hecho de que sus labios no se moviesen ni un milímetro.
Como que, temporalmente, no puedas usar tus poderes mutantes por tu propio bien. Sé lo que se siente, empezar a escuchar voces desde joven no es muy buen augurio, pero no podría imaginármelo de adulto.“Yo no puedo ser un mutante”, respondió en voz alta, negando enfáticamente. “No entiendes, no es discriminación ni nada, pero es imposible.
¿Por qué? ¿Por tu hermana?“No mires eso”, pidió horrorizado dándose cuenta que todo lo que pensaba era un libro abierto para L.
Pero si tú deseas, Charles, yo puedo ser un libro abierto para ti también.“Necesito más agua, por favor”, dijo agachando la mirada.
En silencio, L se levantó y caminó a la mesa. Cuando la tuvo en sus manos ni siquiera tomó el líquido, solo se limitó a apretar la botella con ambas manos. Necesitaba un ancla a la realidad como nada en ese instante.
“¿Qué haces aquí?”.
Pude sentir cuando despertaste, Charles. Es difícil que un telépata se escape de otro telépata, sobre todo cuando este aparece tan repentinamente en el panorama. De un momento a otro pude sentir tu dolor y déjame decirte que me dejaste con un buen dolor de cabeza que me imposibilitó hacer mis quehaceres por varias horas.“Sigo sin saber qué haces aquí, L”. Aún no se atrevía a mirarlo a los ojos de nuevo.
Vengo a ayudarte. De telépata a telépata, Charles. A ayudarte a controlar tus poderes. ¿Alguna vez escuchaste sobre la Banner’s School for the Practical Learning of Enhanced Abilities? Charles negó.
Nos dedicamos a ayudar a todos los jóvenes mutantes a tener una mejor vida tras aprender a usar sus poderes de la manera correcta. Les brindamos apoyo en una comunidad que ha vivido lo mismo que ellos y puede ayudarles a convivir con tan grande responsabilidad.“Dices que soy un telépata”, L asintió. “Y que no puedo por el momento usar mis poderes gracias a tu control”, otro asentimiento. “Bien, pues deseo que quites ese filtro”.
No te lo recomendaría, apenas has comenzado a—.“¿Quieres que crea que soy un mutante? Pues déjame sentirme como uno”.
Silencio.
Y luego, el horror.
Miles de voces comenzaron a escucharse y Charles gritó llevándose ambas manos a la cabeza y retorciéndose en su cama, pero por más que le suplicó a L que le ayudara, este ni siquiera le daba la cara. Miraba aburridamente una caja de medicamentos que se encontraban en la mesa de noche. Charles comenzó a desesperarse y con sus manos intentó alcanzarlo, pero L simplemente se paró y dio unos pasos hacia atrás, dándole la espalda.
¡POR FAVOR, DETÉNLO!Y se detuvo.
Hasta que por fin hablas.Te lo repetí miles de veces—.Sí. L se volteó y le sonrió.
Pero no aquí. Señalando de vuelta su sien con el dedo índice.
Charles comenzó a llorar en ese instante y L se sentó de vuelta en la silla.
“¿Cómo voy a poder controlar algo como esto?”, murmuró miserablemente después de un tiempo.
“Créeme”, L volvió a usar su voz, “Aprenderás con el tiempo. No será fácil, pero llegaremos a ese punto”. Llevó entonces su mano izquierda al bolsillo de su jean y sacó una especie de collar grueso de plástico y de color blanco. Charles pudo notar varias incisiones en este y su curiosidad quedó picada. Nunca había visto algo así. “Es un dispositivo anti-psiónico. Sirve para evitar los ataques telépatas, pero también sirve para que los telépatas no puedan usar sus poderes su mayoría. Te será muy útil hasta que puedas controlar tus habilidades, mira, se pone de esta manera”, L le enseñó y luego se lo dejó en sus manos.
“Aún no he dicho que me uniré a tu escuela”, murmuró.
Será interesante ver dónde consigues un maestro telépata, entonces. L se levantó de su sitio. “Vendré mañana. Tómate tu tiempo y descansa, pero piensa en la propuesta, por favor. Esos aparatos tampoco son tan baratos como para regalarlos, Charles”.
“¿Acaso me estás amenaz—?”
Pero antes que pudiera acabar la pregunta, L le había tocado la cabeza y el sueño se apoderó de él. Finalmente uno profundo, sin murmullos, sin nada.
“Charles, por el amor a dios, despierta ahora…”.
Parpadeó ante aquella voz y cuando se encontró con el rostro afligido y lloroso de Raven, no pudo evitar quedarse mudo del asombro. La rubia, sin embargo, no perdió tiempo y lo abrazó fuertemente, a lo que él respondió con igual fuerza. Era horrible saber que había tenido que pasar todo esto para que ella se dignara a venir a verle, pero aún así…
“¿¡Cómo es eso que te cayó un rayo!?”, preguntó enojada y zarandeándole. “¿¡Cómo sobreviviste siquiera!? Si no fuera porque estaba de visita en este hospital jamás me habría enterado y yo, yo—”.
“¿¡Aquí de visita!?”, preguntó alarmado. “¿Acaso te pasó algo—?”.
“No, no”, negó rápidamente. “Acompañaba a un amigo y escuché a unas enfermeras comentar tu caso, cómo era imposible que estés vivo, que era un milagro y tuve que venir corriendo…”.
“Oh, agradécele a tu amigo entonces, gracias a él mi contacto de emergencia se enteró de la emergencia. Días después”.
“Charles”, le respondió ofendida pero aún así cansada y triste. “No he venido a hablar de eso. Tampoco he venido a quedarme o pedir disculpas y que eso te quede claro, de una vez”. Silencio. “No debí venir”, dicho esto se levantó, pero Charles fue más rápido y le tomó de la muñeca.
“Espera, hay algo que debo decirte y no, no es nada que ver con lo otro. Por favor, quédate”. La rubia le miró de manera desconfiada, pero se sentó de vuelta y le miró expectante. “Raven, yo… después de ese impacto de rayo… Mira, por favor, no te lo tomes a mal, no te estoy mintiendo—”.
“Suéltalo”.
“Obtuve telepatía”.
“¿¡QUÉ!?”, preguntó enojada más que nada. “¡Mira!”, dijo, “¡No vengas a bromear con—!”
“¡Oh, por favor!”, gritó aún más enojado que su hermana. “¿¡Crees que me inventaría eso!? ¿¡Yo entre todas las personas!?”
“¿Quién sabe con qué vendrías con tal de “aceptarme”? ¿Eh?”, le espetó la otra y Charles volvió a sentir el mismo dolor que en el umbral de esa puerta tantos años atrás. Lo peor es que, al igual que en esa ocasión, Raven no mostraba signos de parar en ningún momento. “¿Tienes una maldita idea de lo que es esto, Charles?”, el chico comenzó a llorar, pero ella no se amilanó, enojándose aún más. “¿Una maldita idea de lo que es vivir de esta manera? ¿Una maldita idea de vivir rodeada de personas como tú que—?”
“Disculpa”. Ambos se voltearon bruscamente a ver a la persona en la puerta. Era L. “Señorita, creo que esa no es manera de tratar a una persona que ha recibido un golpe tan duro”. El silencio reinó por un par de instantes. “Vaya, no esperaba que se quedaran en silencio tanto tiempo”.
“Ah…”, L no dejaba de mirar fijamente a su hermana y Charles no pudo evitar incomodarse. Se secó rápidamente el rostro con el reverso de la mano. “Raven, él es—”.
“No te preocupes”, su hermana se levantó sin mirarle. “Vendré mañana a verte”.
“Espera—”, pero finalmente esta se volteó y le dirigió una mirada enojada, pero resignada.
“En serio vendré a verte”. Se agachó para darle un beso en la mejilla, pero aprovechó de acercarse y susurrarle al oído: “Ok, te creo” y le jaló levemente con sus dedos el dispositivo anti-psiónico que tenía en el cuello, el cual Charles no recordaba haberse colocado. Sin embargo, antes que él pudiera decirle algo, Raven ya se había alejado de él y se fue de la habitación sin decir absolutamente nada. L se volteó a mirarle finalmente.
“¿Cuál dijiste que era la mutación de tu hermana?”.
“Nunca dije cuál era”.
Silencio.
“Pues ha de ser muy interesante para no poder escuchar su mente”.
Una vez lejos del hospital, dentro de un taxi y ya a varios kilómetros, Raven se dirigió finalmente a su acompañante.
“L estaba en el hospital, con mi hermano”.
“¿¡Qué!?”, gritó este dejando de lado el periódico que leía y mirándole con incredulidad. “¿¡L!? ¿¡Acaso está preguntándole de—!?”.
“No, no sabía quién era”.
“¿Entonces?”.
“Estaba ahí por él, por Charles. Estaba reclutándolo”.
“¿Reclutándolo?”, dijo escéptico. “¿Desde cuándo reclutan humanos en Banner’s?”.
“Desde que los humanos empezaron a volverse mutantes de la noche a la mañana, aparentemente”.
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