Author Topic: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie  (Read 37178 times)


Sayi

Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
« Topic Start: September 18, 2018, 11:16:44 PM »
El fin de semana arreglo el tema y dejo más detalles uwu pero de momento la introducción para empezar a escribir~

Agradecimientos a @Puri por escribir el intro <3


“¡Mamá! ¡Mamá, dónde estás!”

Aquel grito cortó la relativa paz que se vivía aquella mañana en la casa de la familia Bennet, haciendo que la gran mayoría dejara de hacer sus quehaceres para enterarse de lo que estaba ocurriendo. Incluso el perro de Mery, Leon, comenzó a aullar desde el patio. Se escucharon varios pasos rápidos bajando de las escaleras y Sheryl, quien se encontraba en el estudio leyendo, salió a ver qué pasaba.

Al abrir la puerta se encontró con Camille, quien intentaba recuperar el aliento después de haber corrido tanto.

“¿Has visto a mamá?”
“No. Pero ¿qué sucede?” Justo en aquel momento llegó Sayi, curiosa también por enterarse de lo que estaba sucediendo.
“¡Emilia!” Gritó con una gran sonrisa. “¡Ya está aquí!”

Las tres hermanas, emocionadas, se tomaron de la mano y dieron un par de saltos soltando unos grititos. Camille les informó que desde la ventana de su habitación había visto acercarse el carruaje de papá, quien había ido a recoger a Emilia a la estación del tren. Era cuestión de minutos para que las gemelas finalmente se encontraran después de tantos meses separadas.

“Sheryl, anda y avisa a la cocina que papá y Emilia están de vuelta, papá querrá que se sirva el almuerzo lo más pronto posible”, la rubia asintió, pero apenas quiso irse, la mayor le jaló del brazo. “Espera, espera. Primero anda a buscar a Cho, creo que quería hacer un arreglo floral para la mesa ahora que Emilia está de vuelta”. La menor asintió y esta vez sí se fue. Habiendo solucionado esto, la mayor de las hermanas se dirigió a Camille. “Te ayudo a buscar a mamá, que yo también tengo que hablar con ella”.
“¡Vamos, vamos!” Le apremió esta y comenzaron a buscar juntas en el primer piso.

La casa de la familia Bennet era una casa grande, por lo que era algo común que de vez en cuando alguien se “perdiera” y no le encontraran. Pero esta vez la urgencia era apremiante. Mamá se enojaría mucho con ellas si es que no saludaba a Emilia a su llegada. Últimamente no hacía más que hablar de lo cambiada que volvería Emilia de Londres, de los hermosos vestidos y zapatos que traería de vuelta y cómo se convertiría en un ejemplo de dama de sociedad para todas sus hermanas. La tía Miranda, después de todo, era una gran dama de sociedad y seguramente se habría encargado de enseñarle a Emilia su lugar como una mujer de apellido respetable.

Sayi, sin embargo, dudaba que un par de meses en Londres fueran suficientes para doblegar el espíritu de Emilia. No pudo evitar reírse por lo bajo, sería muy divertido ver la cara de mamá cuando se diera cuenta de esto.

Después de haber recorrido toda el ala derecha del primer piso, volvió a las escaleras y se encontró con Camille, quien le dijo que tampoco había visto a mamá por el otro lado. Justo en eso llegaron Cho y Sheryl.

“¿Aún no encuentran a mamá?” Preguntó la rubia.
“No”, respondió Camille cruzándose de brazos. “¿Mencionó algo de salir al pueblo hoy día?”
“No, no dijo nada”, suplió Cho, quien siempre estaba al tanto de las órdenes de mamá. “Si mal no recuerdo, ayer llegaron los zapatos para Mery y Shura. ¿Tal vez estará con ellas, probando qué vestidos combinan mejor?”

Apenas dijo esto, Camille empezó a correr hacia arriba, a lo que las demás hermanas empezaron a seguirla. Por lo general, era raro ver a la callada Camille gritando emocionad y corriendo de un lado a otro, pero la vuelta de Emilia significaba mucho más para ella que para el resto. Es muy difícil separar dos caras de una misma moneda, después de todo.

“¡Mamá!”, llamó Camille mientras abría de golpe la puerta del cuarto de Shura. Ahí dentro se encontraban no solo ellas dos, sino que también sus hermanas Kora y Mery.
“¡Dios santo! ¡Qué es esto, muchachas!” exclamó la señora Bennet, llevándose una mano al pecho. “¿Acaso quieren darme un susto de muerte? ¡Hablen! ¿Qué ha sucedido?”

Justo en ese instante, se escuchó la puerta principal abrirse y la voz del señor Bennet.

“¡Señora Bennet! ¡Mire quién está aquí!”
“¡Es Emilia!” Finalmente le dijo Camille con una gran sonrisa.

Apenas dijo esto, la señora Bennet se abrió entre ellas y bajó corriendo las escaleras. Todas las hermanas, emocionadas, fueron corriendo tras ella.

En la puerta principal se encontraba Emilia Bennet, ataviada con un elegante sombrero para el sol, una capa de viaje y una amplia sonrisa.

“¡Oh, mi tesoro!” Exclamó la señora Bennet apenas vio a su hija y fue rápidamente a tomar sus manos y darle un beso en la mejilla. A su lado, el señor Bennet fue ayudado por Cho, quien tomó su saco y sombrero y se los llevó dentro, con este siguiéndole. “¡Mírate! ¡Qué bella que estás! ¿Cómo se encuentra tu tía Miranda? ¿Le agradeciste por todo?”
“Por supuesto que sí, mamá”.
“¡Niñas! ¿Ya avisaron a la cocina?”
“Sí, mamá”, se apresuró en responder Sheryl. “Hemos avisado que deben de apresurarse en servir el almuerzo”.
“Muy bien. Oh, querida, no creas que no estoy feliz de tenerte de vuelta, pero dime, ¿no habrá algún tipo de razón por la que quieras quedarte en Londres…?”
“Mamá, acaba de regresar, no la marees tan rápido preguntándole por hombres”, dijo Sayi.
“Por favor, Sayi, Emilia ha estado viviendo en la alta sociedad todo este tiempo, y con su belleza, sería imposible que no haya llamado la atención de más de uno en los salones de baile”. Mientras decía esto, tanto Emilia como Camille cruzaron miradas y se mordieron los labios de la risa. Si tan solo mamá supiera los secretos que habían compartido en cartas sobre la vida de Emilia en Londres…
“Bueno, bueno, pero deja entonces que sea ella quien nos lo cuente todo, mamá”, Intervino Kora, deseosa por escuchar de las aventuras que su hermana había vivido.
“¡Emilia, Emilia!” Interrumpió Shura, “¡Tienes que enseñarme todo lo que has visto para mi baile!”
“¡Es cierto! Tenemos que prepararte para tu debut en sociedad. ¿Cuándo será eso?”
“Es la próxima semana”, agregó Mery, también emocionada por el tema de conversación. Si había una de las Bennet que fuera excelente en el baile, esa era Mery, por lo que toda conversación sobre evento social era importante para ella. “Tienes que enseñarle a Shura también los bailes que están de moda en Londres, para que sea la mejor preparada de todo el condado”.
“Me ayudarás con los pasos, ¿no?”
“¡Por supuesto!” Dijo riéndose.
“Niñas, ya dejen en paz a Emilia, ¿no ven que Camille quiere saludarla?” Reclamó Kora.
“¡Ni que fueras la mayor!” Le respondió Shura y Kora le sacó la lengua.
“¡Kora! ¡No hagas esos gestos!” Le reprendió la señora Bennet, a lo que la aludida simplemente se cruzó de brazos. Camille aprovechó la oportunidad y finalmente se acercó para abrazar fuertemente a Emilia.
“Es bueno tenerte de vuelta”.
“Igualmente”.

En ese momento el señor Bennet apareció de vuelta en la entrada de la casa.

“¿Planeamos almorzar aquí? ¿O qué?”
“Oh, señor Bennet, ¡no sea tan malhablado! ¡Niñas!”, les reprendió. “¡Vamos a la mesa!” Apenas dijo eso levantó la cabeza y comenzó a contar a sus niñas, quienes ya se iban adentrando en la casa hablando entre ellas… Y se dio cuenta que, como usualmente pasaba, faltaba una. “¿Y a dónde se ha ido a esconder esa muchachita de Sayaka ahora?”
“Seguramente Sir Puma Tiger Scorpion se escapó de nuevo”, le dijo Sayi, quien se había quedado atrás.
“No sé cómo puede soportar a ese demonio, ¡jamás se dejará domesticar!” Respondió enojada. “Ya es hora de que esa niña se deje de juegos, ya es toda una mujer y no debería estar fuera de la casa. ¡Qué van a decir las buenas señoras de nuestras vecinas!”
“Mamá”, le cortó Sayi, asiéndose de la manga del vestido de la mayor. “Tengo que hablar de algo muy importante contigo. Es sobre una carta que llegó ayer”.
“¿Una carta? ¿De quién?”

Sayi no pudo evitar el sonrojo. La señora Bennet, al ver esto, se emocionó y se tapó la boca con las manos.

“De Terry”. Respondió con una sonrisa tímida. “Viene a Bloomington en dos semanas y me ha pedido que conversemos de manera privada. Que tiene algo muy importante que pedirme”.
“¡Oh, santo Dios en el cielo!”, exclamó la señora Bennet y tomó las manos de Sayi, besándoselas. “¡Mi niña y el señor Terry!”
“Lo sé, mamá”, respondió Sayi también emocionada, aún sin creérselo ella misma. Había leído y releído la carta más de una vez ayer, pero era tanta la emoción que no se permitió creérselo. Tuvo que esperar al día siguiente y despertarse para corroborar que la carta verdaderamente estaba ahí y no la había soñado. En verdad Terry se la había enviado.
“¡Cuántas bendiciones! ¡Mi pequeña Shura ya es toda una mujercita, Emilia ya llegó hecha toda una dama desde Londres y ahora mi Sayi finalmente se casará!” La mujer alzó los brazos al cielo riéndose y luego tomó el rostro de su primogénita en manos para besarle ambas mejillas. “¡Tenemos que ir a decírselo a tu padre en este momento! Las noticias de Emilia pueden esperar, ¡esto es maravilloso!”
“¡Oh, mamá!” Rio.

Ambas mujeres se dirigieron hacia el comedor mientras conversaban en todos los preparativos que tendrían que hacer hasta que llegara Terry. La señora Bennet le prometió que hablaría con su padre para comprarle un nuevo vestido y que estuviera listo para la conversación que tendría con Terry. Tendrían que asegurarse también de la dote, por lo que debería recordarle el revisar todas las finanzas para ver cómo se las arreglarían.

Pero antes que pudieran decir algo apenas llegaron al comedor, la puerta de los criados se abrió y apareció ante ellos Sayaka, agitada y sonrojada de tanto correr.

“¡Emilia!” gritó sorprendida al ver que su hermana se encontraba ahí sentada con todos.
“¡Sayaka!” Le reclamó su madre antes que Emilia pudiera siquiera corresponder el saludo. “¿Qué son estos modales? ¡Y mírate! ¡Pareciera que fueras una chiquilla huérfana, todas tus medias están enlodadas y llenas de pasto!”
“¡Oh, mamá, créeme que me perdonarás apenas te cuente las noticias!”
“¿Qué noticias?” Preguntó Mery.

Todos miraron a Sayaka, incluso el señor Bennet.

“Vengo de la casa del tío Robert y justo llegaba de la ciudad junto al doctor Smith. ¡Ambos estaban discutiendo sobre la llegada de varias familias de renombre que vendrán a pasar el verano aquí a Bloomington!”
“¡¡Cómo!!” Gritaron todas.
“¡Sí! ¡Y no solo eso!”, La señora Bennet tomó asiento ante tantas noticias. “¡Van a venir a Bloomington porque la milicia estará estacionada aquí por todo el verano y los más altos mandos ingleses harán su parada aquí!”

Apenas terminó de decir esto todas empezaron a hablar y a gritar por la noticia. Bloomington se volvería, ese verano, en el centro social de todo Inglaterra y los hombres más importantes (y solteros) de todo el país estarían ahí, a su entera disposición.

“¡Oh, señor Bennet! ¡Cuántas bendiciones hemos recibido!”
“Mi querida señora Bennet, ¿de qué está hablando?”
“¡Ahora todas mis niñas podrán buscar un buen marido, como Sayi!”
“¿¡Qué!?” Gritaron todos, incluso el señor Bennet.
“¡Mi Sayi! ¡El señor Terry le escribió una carta! ¡Quiere hablar con ella de manera privada y hacerle una importante proposición!”

Apenas terminó de decir esto la algarabía se resumió y Sayaka fue corriendo desde la entrada, gritando, a lanzarse sobre su hermana mayor. El resto de las hermanas también se paró y se acercaron a abrazarla, felicitándola y hablando una por sobre la otra con ideas para la celebración, el compromiso, los vestidos, el lugar donde se llevaría a cabo la boda…

El señor Bennet no pudo evitar sonreír con ternura ante aquella escena. Si bien no se preocupaba tanto como su esposa por casar a sus niñas siempre había esperado lo mejor para ellas. Que todas tuvieran un techo donde vivir y un buen esposo que las quisiera y cuidara cuando él no pudiera hacerlo. Y Terry era un muy buen muchacho a quien tenía en gran estima, por lo que no dudaba que su pequeña estaría en muy buen cuidado. Ya sería cuestión de un par de meses para que el resto se pusiera también en marcha y así poder descansar contento.

“Mi querido señor Bennet, tenemos que hacer demasiadas preparaciones. Todas nuestras niñas tienen que prepararse, los solteros más importantes de Inglaterra no sabrán lo que les pasó apenas las vean”.
“Mi amada señora Bennet, pareciera que, para usted, es una verdad universalmente conocida que todo hombre soltero poseedor de una gran fortuna necesita una esposa”.
“¿Acaso no es así como funciona el mundo, señor Bennet?”

« Last Edit: November 04, 2019, 12:10:20 AM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Kana

Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
« Reply #1: September 22, 2018, 10:43:03 PM »
First Chapter

Emilia sonrió suavemente invadida por la emoción de un agradable sentir de felicidad al ver como sus hermanas, dichosas y curiosas, iban abriendo una tras otras las cajas de regalos que tía Miranda había enviado para sus sobrinas. Vestidos, guantes, sombreros y chocolates iban desfilando ante la mirada ansiosa de los presentes en la sala, donde la mayoría se encontraban después de haber compartido el almuerzo que celebraba la espectacular y prometedora carta que Sayi había recibido, y, el propio retorno de Emilia a la casa familiar.
La señora Bennet daba un par de aplausos cada vez que una de sus hijas terminaba de abrir un obsequio, sus ojos brillaban especialmente cuando veía que se trataba de algún fino vestido que sus hijas pudieran utilizar para deslumbrar a un gentilhombre que pudiese posteriormente cortejarlas con el propósito de proponerles matrimonio. Mientras su madre se sumergía en esa fantasía, la cual la expresaba y la hacía saber libremente, su padre, el señor Bennet, se mantenía sentado en su mecedora leyendo concentradamente el periódico de ese día el cual lo había dejado rezagado en la sala para cuando había ido a buscar a Emilia a la estación de tren. De vez en cuando, el señor Bennet asentía ante alguna pregunta de su esposa pese a que no le prestaba atención a dicha pregunta, y en una u otra ocasión alzaba la vista por sobre el periódico para observar el por qué alguna de sus hijas expresaba un grito de emoción.
El gato de Sayaka había entrado a la sala a curiosear, entrando en las cajas vacías apoderándose de ellas como si fueran su propio reino. Emilia pensó en llamarlo, pero supuso que la ignoraría después de tanto tiempo.
“¡Todas mis niñas lucirán como hermosas damas de alta sociedad! Señor, Bennet, ¿Qué opina usted?”
“Sin duda, señora Bennet, ellas lograran llamar la atención de los jóvenes y así calmar los nervios de su madre.”
“¡Señor Bennet! No juegue con mis pobres nervios. Son algo serio.”
“Lo sé, querida, he convivido con ellos por más de veinte años.”
“Bueno, bueno, será mejor hablar de otros temas. Por ejemplo, con Emilia aquí de regreso y habiendo recibido una educación pagada por vuestra tía Miranda para ser toda una dama, nos trae más que jubilo al poder compartir con sus demás hermanas todos los conocimientos adquiridos para que ellas se vuelvan igual de fina que tía Miranda.”
“Puedo compartir todo lo aprendido con cada una de mis queridas hermana, mamá.” Emilia asintió, sonriendo delicadamente. Hablaba con un tono de voz pausado, sereno y suave lo que la hacía escucharse como una dama que, además de fina, podía ser como una flor delicada.
“Me gustaría escuchar sobre las cosas que conociste en la alta sociedad, Emilia” Dijo Sayi, quien estaba sentada más cercana a ella en el sillón. Algo en su hermana Emilia había cambiado pero sentía que no podía haber un cambio drástico en tan poco tiempo. Siendo la mayor de las hermanas, Sayi era la que más tiempo las había conocido.
“¡¿Conociste algún príncipe o princesa?! ¡He escuchado que incluso han llegado nobles rusos buscando amparo por la invasión Napoleónica!” Sayaka soltó el sombrero que la tía Miranda le había enviado, invadida por la emoción de escuchar lo que Emilia pudiese comentar al respecto.
“¿Asististe a los bailes a los cuales tía Miranda es recurrentemente invitada? ¡Me puedes enseñar los bailes más novedosos!” Ahora era Shura la que quería resolver dudas.
“Niñas, no sofoquen a Emilia, acaba de llegar.” Les dijo Kora, quien aprovechó de que algunas de sus hermanas estaban despistadas para picar uno de los chocolates suizos de una caja. No sabía si eran parte del regalo de Mery o Sheryl.
Cho, quien había salido de la sala momentáneamente, había ya regresado al sitio de reunión llevando una bandeja que portaba una tetera con agua caliente. Detrás de ella le seguía Jacob quien consigo traía otra bandeja con varias tazas.
“He preparado té de hierbas por si alguien quiere.” Informó la recién llegada, quien posteriormente se sentó en un sitial libre para escuchar cual era el tema de conversación.
“Quisiera una taza de té, por favor.” Pidió Emilia. Poco después Jacob le sirvió del té que Cho había preparado con los productos de su propio jardín. La muchacha de cabellos plateados esperó a que se disipara brevemente el vapor para dar un corto sorbo al brebaje. Cerró los ojos y probó con gusto aquel té que tanto extrañaba de Cho. “Estoy en casa” se dijo mentalmente, sintiendo una extrañable paz.
“¿Y bien?” Preguntó Mery, quien no recordaba haber probado sus  chocolates como para que faltara uno en su caja. Kora magistralmente fingió que nada pasaba y se fue a sentar cerca de la ventana.
“Pues, eventualmente me vi involucrada en la vida social de elite de tía Miranda. En efecto, asistí a algún baile, casi escasamente para ser franca, puesto que mis estudios me requerían bastante tiempo.” Se permitió una pausa para beber té antes de continuar calmadamente. “Felizmente conocí gente maravillosa de Londres, siendo alguno de ellos miembros de la nobleza. Lady Charleston, puedo decir que es una de las más destacadas, junto con su hija Lady Cecil, quienes no repararon en su gentil amabilidad. También conocí al señor Lancaster, al segundo, Henry Lancaster, de quien pese apenas crucé dos palabras con él y no compartí más que un efímero saludo pude comprender que es bendecido con modales y culturas propias de un señor de su índole.” Emilia repasó brevemente, habían más personas que conoció durante su estancia en Londres pero estimaba que no era necesario invocar sus presuntuosos nombres.  “Sobre realeza rusa, escuché rumores pero personalmente no coincidí en presencia con ningún noble de Rusia.”
“Mi hija ha conocido a un gran número de personas importantes del país. ¡Que orgullosa estoy!” Celebró la señora Bennet.
“Estoy agradecida de que hayas hablado con tía Miranda para que ayudase en mi educación, mamá.” Emilia asintió, elegantemente. Luego buscó la mirada de Camille con quien disimuladamente intercambiaron una risa cómplice.
Emilia entonces recordó cuando había iniciado todo, meses atrás.

* * *
La joven estaba libremente tendida en el sillón de la sala, ojeando un libro que de pertenencia correspondía a Cho, intentaba conectarse con la historia que allí destacaba pero la hora del próximo té le distraía enormemente. En la sala también se encontraba Sheryl, tan hermosa y fina como siempre, Emilia la observó de reojo mientras bordaba tranquilamente en su sitial. El cabello rubio ondulante de su hermana brillaba con la luz del sol que entraba a través de la ventana a su costado. Emilia estaba segura de que el hombre que se casara con Sheryl sería el más afortunado del mundo.
En ese momento, la señora Bennet entró en la sala y Emilia inmediatamente se sintió hostigada por su mirada.
“¿Mamá, pasa algo?” Preguntó Emilia sin mucho interés al ver que no anunciaba precisamente la hora del té.
“¡Emilia, niña! En una hora más llegará la señora Dawling a nuestro hogar.”
“Oh” Susurró. “Felizmente me encuentro apropiadamente vestida.”
“Emilia…” Sheryl la observó inquieta, dejando de bordar y preocupándose por su hermana. “Tiene listo ya el vestido de la señora Dawling, mamá. Sólo que no lo ha empacado en su caja.”
Cuando Sheryl dijo eso, Emilia sintió que la sangre se le congelaba. Había olvidado el encargo que su madre le había pedido tan arduamente. Debía preparar el vestido de aquella ilustre señora ya que la señora Bennet había sufrido calambres en las manos durante los últimos días. Emilia le había ofrecido a su madre su ayuda a la que la señora Bennet aceptó conmovida por el gesto de amabilidad de Emilia. No era que la señora Bennet necesitase hacer encargos de tipo tan serviciales y humildes como el de coser un vestido de la hija de una noble dama, pero la señora Bennet era astuta y sabía que esa emblemática dama tenía un sobrino muy bien dotado de fortunas y, por sobre todo, se encontraba soltero. Ganarse el voto de aquella mujer podría acercar a aquel soltero sobrino a alguna de sus hijas.
“¡Ve a buscarlo!” Indicó la señora Bennet, revoloteando de un lado a otro. “¡Sheryl! ¡Sheryl! Dile a los criados que terminen de prepara la tarta de fruta.”
“Sí, mamá.” Sheryl asintió y se levantó cuidadosamente del sitial.

Emilia en tanto había subido las escaleras corriendo hasta el cuarto que compartía con Camille.
“¡Camille! ¡Camille!” Llamó a su hermana pero evidentemente no se encontraba por el sector. Fugazmente recordó que su gemela le comentó sobre pasar la tarde con su amiga Katie en la casa que aquella joven. Emila pensó en buscar alguna otra hermana disponible para usarlas de modelo para los últimos detalles de la confección pero temía que su madre entrase de improvisto y las descubriera.
La joven tomó la caja donde contenía las telas y los hilos, corrió bajando las escaleras y salió de la casa a toda prisa. Unos cuantos minutos le tomaron hasta llegar a la casa de uno de sus vecinos, donde tuvo que entrar como una profana ratera por una de las ventanas traseras y entrar en el maltrecho cuarto de uno de los criados de esa casa ¡Si tan solo Eren trabajara para el tío Robert en vez de ese otro vecino!
“¿Eren? ¿Eren estás por allí?” Susurró Emilia llamando al criado de esa casa, quien coincidentemente era uno de sus mejores amigos.
“¿Señorita Emilia?”
“Eren, necesito de tu ayuda.”
“Ah, veo que es una emergencia, Emilia.” Dijo el pelicastaño, al ver que ella venía en solitario no requería la formalidad que se les exigía. Emilia inmediatamente sacó las telas de la caja y cubrió a Eren con ellas. “¿Me quieres amortajar en vida?”
“Tengo que terminar un vestido para la hija de la señora Dawling, y no tengo en quien probarlo. Por favor, permanece quieto, trataré de terminar prontamente.” La joven coció y corto, una y otra vez, uno y otro lado para intentar dar forma.
“Pero, Emilia, la hija de la señora Dawling es… precisamente una dama. Realizar un vestido en base a mi silueta es, por lo demás, demasiado confuso.” Inconscientemente las mejillas de Eren se prendieron en un adorable color rosa. Nunca en su vida se esperó verse a si mismo usando una especie de vestido. Le rezaba a Dios que ni su patrón ni otra persona lo viera en tales fachas.
“Creo que ha quedado presentable.”
“…”
“Luces como una hermosa joven brillante que espera una pieza de baile de su futuro esposo.”
Eren se vio en el pobre reflejo que daba el trozo de espejo que estaba en ese cuarto. Además de sentir vergüenza propia, sentía que Emilia estaba perdida. “Si la hija de la señora Dawling tiene cuerpo de tronco y su futuro esposo está miope, creo que no le quedará mal.”

”Por favor, no seas cruel.” Dijo Emilia, sin mucha variedad en su rostro más que estar absorta en la próxima excusa que debería dar en caso de que todo fallara. Por un momento, casi estuvo tentada a decirle a Eren que “no jugara con sus propios nervios” “Permiso.” Le quitó el vestido a Eren y lo guardó en la caja.
Para mala fortuna de Emilia, los comentarios tan inquietantes de Eren se cumplieron como profecías. La señora Dawling quedó consternada cuando vio el vestido que la señora Bennet se había ofrecido a mejorar y la señora Bennet se deshacía en excusas que no lograron calmar las lágrimas de la señora Dawling. Ante tal bochorno, eventualmente la señora Bennet suplicó por auxilio a su familiar, la buena señora Miranda, quien emitió un acuerdo de protección y una solución rentable para ambas incluyendo a Emilia.
El acuerdo entre sus padres y su tía Miranda a Emilia le parecía completamente injusto y más que un beneficio lo sentía como un gran castigo a su existencia. Cometió errores, pero no concebía en que fueran tan magnos como para, prácticamente, esconderla como si fuera la vergüenza de la familia. Pese a los repliques de Emilia, sus padres le ordenaron partir a Londres donde su tía Miranda se había comprometido a darle educación. Ambos progenitores coincidían en que sería una gran oportunidad para Emilia.
Antes de partir se aferró en un fuerte abrazo a su gemela quien era la única conocedora de la verdadera razón de la partida de Emilia a Londres. Se prometieron que el tiempo pasaría rápidamente y en el transcurso de que esto pasara ambas se mantendrían comunicadas con cartas confidenciándose todo lo que sucedía en sus vidas.
De aquel modo Emilia se enteró por una carta de Camille unas semanas después de llegar a Londres, que su amigo Eren Jaegger había sido enlistado para ser parte de la milicia inglesa y que había partido para iniciar su entrenamiento militar. Aquello le angustiaba enormemente ya que Eren era un chico bastante iluso y con un corazón bastante bondadoso como para ir a una gran guerra. Sospechaba que el patrón de Eren lo había enlistado para deshacerse de él y ya no ser su protector.

* * *

“Lo importante es que Emilia está de regreso.” Profesó Camille jubilosa, había muchas cosas que debían conversar personalmente y por fin la habitación que compartían no se sentiría tan solitaria.
“¿Qué otras cosas aprendiste, querida?” La señora Bennet tenía el pecho inflado de orgullo.
“Pues, la tía Miranda fue mi gran benefactora y financió, además de la refines de mis modales, mis estudios de enfermería.”
“¿¡QUE!?” Fue el grito de sorpresa de todas las hermanas al mismo tiempo. Poco después de esa gran consternación, se escuchó como el cuerpo de la señora Bennet caía al suelo y quedaba tendida en ese sitio tras desmayarse por un colapso de sus nervios.
“Enhorabuena, mi querida Emilia, puedes practicar tus conocimientos con tu pobre madre.” Dijo el señor Bennet, ayudando a Jacob a levantar a su esposa y tenderla en el sillón. Cruzó mirada con su hija Emilia y ambos se sonrieron en un gesto complice.
« Last Edit: September 24, 2018, 05:12:03 PM by Kana »


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Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
« Reply #2: September 27, 2018, 11:01:27 PM »
Perdón por el testamento ;_; es que es el primer fic y no quería a postergar los eventos. Trate de usar a todas las Bennet, espero que sus personajes no me hayan quedad out of character D:

tl;dr: Robb Stark y Jamie Fraser llegan a Bloomfield por invitación del tío Robert un día después del regreso de Emilia. Ese mismo día Sheryl sale a pasear al campo pero de accidentalmente conoce a Jamie y sale huyendo de él. La quererle devolver el canasto que dejo atrás el y Robb llegan a la casa de los Bennet, anunciando así la llegada de los primeros bachelors al pueblo.


1


En Inglaterra no había un hombre de buena fortuna que no hubiera escuchado alguna vez que tenía que casarse con una buena dama.

Hacía tiempo que los matrimonios por amor estaban siendo aceptados dentro de las normas de la sociedad (por lo menos en la burguesía), pero parecía aún que la motivación más grande para casarse era el dinero. Todo parecía girar en torno a  tener estabilidad económica, recibir una herencia o dote. Y el valor de los caballeros solía medirse por la cantidad de renta que recibían al año, si es que acaso tenían la fortuna de recibir una.

Por aquellos tiempos, la definición de lo que era una buena dama era subjetiva. Para algunos bastaba que una mujer en edad casadera gozara de buena salud y belleza. Otros, más exigentes claro, tenían estándares más estrictos y su lista pasaba por una variedad de cualidades desde el arte, el baile, la conversación, el bordado, la música y el manejo del hogar.

A sus 25 años de edad Jamie Fraser aún no tenía una idea clara de lo que era su “buena dama”. Había conocido a buenas dibujantes y pianistas, a excelentes bailarinas, a mujeres que manejaban con inteligencia la economía de sus hogares y, por su puesto, a jóvenes de gran belleza. Pero él se negaba a casarse con una dama solo porque sus cualidades encajaran con los siempre cambiantes estándares de su tiempo, así como se negaba a ser uno de los tantos caballeros que portaban un letrero de £10,000 al año sobre su cabeza.

-¿En qué piensas Jamie?- le interrogó Robert Baratheon, sentado frente a él en el carruaje.

-De seguro se está muriendo de aburrimiento- rio Robb Stark a su lado. –Es que a Jamie no le gusta viajar en carruaje, preferiría andar a caballo.

-¡Ah! Vamos muchacho, ir a recogerlos es lo menos que puedo hacer por ustedes después de obligarlos a pasar la temporada conmigo.

-No, no es eso señor Baratheon. Es que me impresionó lo vivaz que esta el campo en Bloomfield. Si pareciera que apenas salimos del invierno - intentó defenderse Jamie.

-Nada de eso Jamie- le interrumpió el mayor- llámame tío Robert. Y esto no es nada comparado a los jardines de Keyfield Park. Las nomeolvides y jazmines están floreciendo ya, y mande a plantar árboles frutales por toda la propiedad que de seguro estarán dando frutos pronto. Además de que el invernadero está lleno de todo tipo de rosas ya.

-Lo que me intriga es ¿por qué compraste Keyfield Park tío?  ¿Es que acaso ya no quieres vivir en Shirenewton Hall?- interrogó Robb.

-Shirenewton Hall ha sido el hogar de los Baratheon por 4 generaciones y seguirá así hasta que yo muera- negó energéticamente el tío Robert y luego apunto a Robb con el dedo –tú, muchacho has sido una de las razones por las cuales he comprado y remodelado Keyfield Park. Ya va a ser hora de que vayas buscando una muchacha para casarte y necesitas una residencia de campo alegre.  Winterfell me parece muy lúgubre y con tus padres viviendo ahí espantaran a la chica. Sin mencionar que los jardines en Keyfield Park son los más hermosos en todo el condado y ahora me puedo pasear por ellos sin que nadie me moleste. Espero haya invitado a muchos de sus amigos, tendremos bastante para hacer este verano.

Robb y Jamie no pudieron evitar sonreír entre ellos. El tío Robert tenía razón, tanto como Winterfell, como típica residencia medieval, era lúgubre aún en verano. Jamie había estado ahí y no le sorprendió cuando los hermanos menores de Robb se acercaron para advertirle que el castillo estaba lleno de espectros. Hasta la fecha Robb insistía que habían sido bromas, pero tras pasar una noche en Winterfell Jamie estaba convencido de lo contrario.

No obstante, ninguno de los dos tenían planes de matrimonio aún y mucho menos la intención. Cada uno tenía propósitos, aunque muy diferentes, sobre lo que querían hacer con su vida. Y para Robb al menos la visita al tío Robert era más que eso.



Con todo el ajetreo desde el regreso de Emilia y las noticias recibidas el día anterior todos los Bennet habían estado ocupados. Primero con todos los regalos y noticias que traía Emilia desde Londres. Una vez la señora Bennet despertó de su desmayo, causado por Emilia quien se ocupó ella misma de procurarle los cuidados básicos a su madre, rogó a Emilia utilizar sus nuevos conocimientos de forma discreta y enseguida dispuso hacer planes para que la casa Bennet estuviera preparada para el verano.

Al día siguiente con el prospecto de la visita de Terry y otros personajes importantes la señora Bennet había ordenado que se limpiaran de pies a cabeza la sala de visitas, el salón de lectura y costura, el comedor y la biblioteca del señor Bennet. Durante el transcurso de la mañana los sirvientes se encargaron de lavar los pisos, las alfombras se sacaron al patio para sacudirlas, se clasificaron y desempolvaron libros bajo la supervisión de las jóvenes Bennet. Cuando por fin acabaron después de mediodía cada una de las hermanas pudo tomar un respiro.

En el caso de Sheryl, eso significaba dar un paseo antes del té de la tarde. Por toda la casa buscó a alguien que quisiera acompañarla en vano. Emilia y Camille charlaban en la sala de lectura con la típica complicidad de gemelas, olvidándose del mundo a su alrededor. Kora también se encontraba en la sala, acurrucada en un diván ensimismada en un libro sobre astrología que Emilia le había llevado de Londres de contrabando. Sayi y Shura se encontraban en el vestíbulo preparándose para ir al pueblo junto a su madre, quien ya estaba recuperada del susto del día anterior, para comprar y encargar lo que les hiciera falta para sus días especiales.

Cuando Sheryl se disponía a salir por la cocina se encontró a Mery, que también estaba ocupada haciendo unas tartaletas para la tarde y quien le encargó frutos para decorar sus tartaletas. Finalmente, se encontró a Cho que trabajaba con dedicación en su jardín de hierba.

-Lo siento Sheryl, no puedo acompañarte. Quisiera trabajar en el jardín de hierbas y el huerto, les he dejado desatendidos desde ayer.

-Bien- se resignó Sheryl –si ninguna de vosotras me quiere acompañar me iré sola.

-Creo que Sayaka andaba por el pozo jugando con Sir Puma Tiger Scorpion- Cho continuó trabajando sin inmutarse por el berrinche de su hermana –Pregúntale si quiere acompañarte.

Sin perder el tiempo Sheryl se fue en busca de Sayaka, si alguien no podría resistirse a un paseo por el campo era ella. La encontró en la parte de atrás de la casa tratando de convencer a su gato para que bajase del techo de la cocina. Como era de esperarse, su hermana mayor no declino su invitación.

-Deja que baje a Sir Puma Tiger Scorpion e iré por mi sombrero, solo será un momento.

-Como quieras- le respondió Sheryl–me iré adelantando.

Sheryl estaba convencida de que Sayaka tardaría un buen rato en prepararse y le preocupaba no estar de vuelta para el té de las 4. Segura de que su hermana la alcanzaría en cualquier momento se adentró en el bosque que estaba detrás de la propiedad de los Bennet.

Era un sendero agradable donde pasear y encontrar frutillas, sin preocuparse de las carretas y caballos que tenían su propio camino zanja abajo. No tardó mucho en encontrar fresas salvajes, que ya lucían un color rojo que invitaba a comérselas. En el bosque apenas se oían ruidos, excepto por los pájaros que cantaban y revoloteaban entre los árboles. 

Cuando junto suficientes fresas en su canasto y como Sayaka no llegaba, Sheryl se preguntó si ya habría llegado la hora para tomar el té. Se volvió para regresar por el mismo camino pero una llamativa flor roja llamó su atención. Se encontraba en la zanja que dividía el sendero y el camino de los caballos, y si no estaba mal era una flor de jengibre. Como se sentía mal por haberle reclamado a Cho por no haberle acompañado y su hermana aún no había plantado jengibre en su jardín pensó que apreciaría la raíz para alguna de sus infusiones.

Se aseguró de que no hubiera nadie a su alrededor que pudiera verla,  y con la mano derecha se sostuvo del tronco de un árbol mientras que con la izquierda tomo el tallo de la planta intentando arrancarla con todo y raíz. Pero sus fuerzas le fallaron y resbaló zanja abajo, aterrizando en los pies de alguien.

-¿Se encuentra bien señorita?- una voz masculina le preguntó.
Sheryl levantó la mirada y se encontró con un hombre pelirrojo que le ofrecía gentilmente su mano para ayudarla a levantarse. Algo en el la turbo tanto, que sin reparo alguno se puso de pie sola.

-Dis-Disculpe usted-  fueron las únicas palabras que pudo articular antes de darse la vuelta y huir corriendo, dejando atrás su canasto.

Avergonzada por su reacción Sheryl siguió  andando hasta que se topó con Sayaka que apenas iba por la entrada del bosque. La rubia le tomó la mano y la jaló consigo.

-Sheryl ¿Qué ha pasado?- la interrogó la mayor sin interrumpir la marcha, sorprendida de que la usualmente serena Sheryl estuviera tan turbada -¿Es que acaso ha pasado algo en el bosque?

-No, no. Yo solo… vi- la rubia sintió que las mejillas le ardían. Se daba cuenta de lo impropio de sus acciones y le daba vergüenza confesarle a su hermana lo que había pasado.

-¿Qué viste?  Por Dios Sheryl me estas asustando.

Sayaka no logro sacarle ninguna respuesta concreta a su hermana por más que preguntara, y para cuando regresaron a casa se sentía alarmada. Entraron por la cocina donde Mery sacaba las primeras tartaletas del horno y las colocaba sobre el mostrador.

-Sheryl ¿me has traído las frutillas que te he pedido?

-Parece que no las ha encontrado, Mery- se adelantó Sayaka –Sheryl ha visto algo que le ha dejado impresionada.

-Podrá haber sido un animal- sugirió Mery.

-¿Qué era Sheryl? ¿Un zorro?

-No lo creo, los zorros son muy pequeños y Sheryl ya los ha visto antes.

-Un lobo- adivinó Sayaka –Si hay un lobo por los alrededores debemos avisarle a papá y al tío Robert.

-Nada de eso- Sheryl finalmente había recuperado el aliento y la compostura, y quería aclarar el malentendido con sus hermanas. Y quizá Sayaka supiera quien era aquel hombre pelirrojo y Sheryl pudiera pedirle una disculpa.

Pero antes de poder continuar fue interrumpida por un joven que se asomó por la puerta de la cocina saludándolas.

-Señoritas Bennet.

-¡Robb!- gritaron Sayaka y Mery mientras hacían una reverencia al recién llegado.

Sheryl, quien hasta ese momento le había estado dando la espalda a la puerta se volvió para copiar el saludo de sus hermanas pero sintió como se le helaba la sangre. En el umbral de la puerta, atrás de Robb, se encontraba el pelirrojo al cual le había hecho el desplante.

-Señoritas- sin perder el tiempo el pelirrojo imitó a Robb saludando a las jóvenes con un movimiento de cabeza y acercándose a Sheryl –creo que perdió esto en el bosque señorita…

-¡Sheryl!- contestó Mery con quizá demasiado entusiasmo. Sayaka a su lado le dio un suave codazo medio disimulado y ambas soltaron una pequeña risilla.

Afortunadamente, justo en ese momento entro el señor Bennet a la cocina para pedir su té y tarta de la tarde.

-Robb, que sorpresa- le saludó con una leve reverencia que ambos jóvenes respondieron acorde –tenías tres años sin venir. Y veo que traes compañía.

-Señor Bennet me alegra verlo de nuevo. Permítame presentarle al señor James Alexander Malcolm Fraser. Señor Fraser, él es el señor Bennet, padre de las señoritas aquí presentes.

El pelirrojo miró a Robb y este le respondió con una sonrisa cómplice. Sabía que su compañero no era fanático de que le llamasen por su nombre completo o de las presentaciones tan formales.

-Es un gusto señor Bennet, puede llamarme Jamie. He oído bastante de ustedes.

-Ah, ese tuvo que haber sido tu tío Robert, Robb. Díganme ¿Cuándo han llegado?

-Justamente hoy señor. Acabamos de almorzar en Shirenewton Hall, cuando Jamie ha querido salir a pasear y se ha encontrado con la señorita Sheryl que olvidó su canasto.

Intrigado el señor Bennet miro a Sheryl de reojo, pero sin darle demasiada importancia al asunto invitó a los dos jóvenes a tomar el té con él, pidiéndole a Mery que les enviará una infusión y una tartaleta a su biblioteca. De manera pronta jóvenes prepararon todo en una bandeja y enviaron a Jacob a dejarla.

Sin perder el tiempo Sayaka se colocó en el pasillo esperando oír un poco de la charla de los caballeros mientras Sheryl y Mery se acomodaron el vestíbulo esperando a su madre y hermanas. Por alguna razón que no comprendía, a la rubia no se le apetecía tomar su acostumbrado té en ese momento.

-Parece que se quedaran en Keyfield Park- anunció Sayaka las buenas nuevas –y será por toda la temporada ¡papá los acaba de invitar al baile de Shura también!

Las jóvenes aplaudieron emocionadas. La presencia de Robb siempre era bienvenida en Bloomington, en especial por todo el tiempo que llevaba sin visitarlas. Como típicos compañeros de juegos cada una tenía recuerdos especiales de su infancia con el señor Stark.

-¿No les pareció que el señor Fraser fue muy gentil al traerle su canasto a Sheryl?- preguntó Mery.

-Por supuesto-  concordó Sayaka –parece muy gentil. Cuando se despedía de papá le prometió traerle una botella de whisky escocés la próxima vez que venga.

-¿Entonces volverá?- Sheryl aún no se había podido disculpar con el señor Fraser por haber huido de él.

Antes de que Sayaka pudiera confirmarlo el carruaje con la señora Bennet, Sayi y Shura apareció. Justo al mismo tiempo salían los dos jóvenes acompañados del señor Bennet. Se despidieron de las hermanas que estaban en el vestíbulo, solo para toparse con la señora Bennet en la entrada y de nuevo Robb procedió a presentar a Jamie y a intercambiar unas palabras con las recién llegadas para luego despedirse otra vez.

-¡Oh señor Bennet, me alegra tanto que Robb haya vuelto!- la sonrisa de la señora Bennet al entrar era amplia. Parecía que el solo ver a un buen señor soltero saliendo de su casa la hacía olvidar el enojo que tuvo con Emilia el día anterior –Espero le habéis tratado bien mis niñas. Mery, ayúdame a subir la caja con el vestido de Shura. Le ha quedado precioso, seguro querrás verlo.

Sin dejar de hablar ni un instante sobre solteros y vestidos, la señora Bennet desapareció en el segundo nivel seguida por Mery y Shura.

-Por cierto papá… dice Sheryl que cree haber visto un lobo- recordó Sayaka.

-¿A si? Sheryl ¿has visto un lobo?- el señor Bennet estaba incrédulo. Sonaba a alguna de las travesuras de sus hijas.

Sayi, que seguía en el vestíbulo colgado los sombreros de las recién llegadas se acercó a su hermana menor que se había quedado sin palabras. Sheryl nunca había afirmado que había visto un lobo, no obstante Sayaka parecía segura de que lo había hecho.

-Sheryl…- interrumpió la conversación, Sayi conocía lo suficiente a su hermana como para saber que no se trataba de un lobo -¿De casualidad tu lobo no tiene pelaje rojo y es de ojos azules?
« Last Edit: November 12, 2019, 10:09:30 PM by Apple »


Shura

Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
« Reply #3: September 30, 2018, 08:17:36 PM »
Buenas.
Dejo aporte introductorio para explicar un poco más a mi personaje, por favor si hay cualquier problema con sus personajes cambio el fic o directamente ignorenlo, tenía muchas ganas de escribir con esta ambientación y no podía esperar.

Para este fic, creo que se me contagio el querer tener un personaje con el pelo blanco, así que he elegido al personaje de Diamond (Houseki no Kuni)

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.

Editaré esta información para llevarla a mi perfil.
Muchas gracias por haber incluido a mi personaje en sus historias!!




#1.

Shura estaba deseando cumplir los quince años para su presentación en sociedad, pese a ser la pequeña, su madre no la había descuidado mal que le pesase a la más joven de las hermanas Bennet y le había dado una estricta educación sobre la etiqueta que debe mantener una dama. Ya desde la cuna le habían enseñado que lo peor que podía sucederle era quedarse como una solterona, e incluso la protección de su madre y hermanas le habían limitado en juegos que pudieran accidentarla y producirle una cicatriz permanente y desastrosa, pero al contrario que su madre, sus hermanas le habían enseñado a ser ingeniosa incluso para sus juegos y travesuras. En mayor o menor medida, Shura sabía que era una privilegiada y que al cuidado de todas las mujeres Bennet, había sido la más mimada exigiendosele menos que a las más mayores. Pero como todo, ser la hermana pequeña tenia sus cosas buenas y su cara mala.
Amaba a todas sus hermanas por encima de cualquier otro miembro de la familia, pero siendo la menor, sabía que le costaría mucho más que a ninguna encontrar un buen marido, pues, ¿qué dote le iba a quedar cuando todas sus hermanas se hubieran casado?

Por supuesto, su hermana Kora le había aconsejado no preocuparse por eso y le recomendó centrarse en su baile. Shura estaba extasiada por el acontecimiento, la vida de una dama podía ser muy aburrida, estaba cansada de aprender trucos de cartas y se devanaba los sesos para ahorrar e ingeniar materiales para sus nuevas miniaturas, así que la llegada de Emilia resultó en lo más feliz y emocionante que había pasado en mucho tiempo.

Emilia para ella era un modelo a seguir, su hermana siempre estaría más unida a su melliza que a ninguna, pero Shura sentía más respeto hacía ella que hacía su propia madre, porque en los ojos de Emilia se encontraba la madurez y la rebeldía que podrían doblegar a cualquier hombre o mujer.
Pero lo que se avecinaba, supero una vez más todas sus expectativas.

“Pues, la tía Miranda fue mi gran benefactora y financió, además de la refines de mis modales, mis estudios de enfermería.”

Camille le pellizco en el brazo antes de que a Shura se le escapase la risa al ver a su madre caer cuan larga era del patatús que le había provocado la noticia.
-Ve a traer agua para madre.
Camille le asignó la tarea más pesada de las que Emilia había dado.
-¡Pero si Kora también se ha reído! 
“Acusica cara de mica” -Kora movió los labios para que solo ella la entendiese mientras colocaba unos cojines para elevar los pies de la señora Bennet.
-No te estoy castigando, ve y hazlo.

Estaba claro que Camille no era especialista en divertirse. Shura salio del salón dándose aires de dignidad, acercándose al riachuelo de la propiedad para llenar la lechera de agua fresca.
-Por favor Shura -Cho se acercó a ella con un balde de metal-, lleva esto lleno para madre y dejame la lechera con agua para preparar una infusión para cuando despierte.
-Esto tendrían que hacerlo los criados... a madre volverá a darle una lipotimia cuando se enteré de que nosotras también estamos trabajando, aunque sea llevando agua -sonrió traviesa, apreciaba a su hermana Cho, sabía que si hubiera sido otra de sus hermanas, le hubiera hecho dar dos vueltas para el agua, pero Cho se había molestado ella misma en colaborar.
-Hemos podido ser más rápida que los criados por nuestra cuenta, ¿no te parece?
-Claro que sí... -le hubiera gustado responder algo más, pero permaneció en silencio cargando el agua y viendo su turbio reflejo sobre esta. Ya no es que fuera por ser la más pequeña de todas, pero es que tenía todavía la cara de cuando tenía diez años, incluso Kora que solo le sacaba un par de años ya era toda una mujer.
Esperaba que al menos algo cambiase en su presentación en sociedad, pero aquello era una fantasía. Quizás si se comportaba con rectitud, como Camille o Cho pudiera parecer más madura, pero ya solo con pensarlo, le resultaba agotador.



Al día siguiente, fue de compras junto con Sayi y su madre.
Shura aun pensando en lo del día anterior, miraba su reflejo en el cristal del carruaje, también se conformaría con ser guapa como Sheryl, ese mismo año, le había tomado prestado sin su consentimiento una de sus pulseras de plata, esperando que las joyas le hicieran resaltar de algún modo. Pero Sayaka la había delatado y lo que a Shura más le dolió por encima del pertinente castigo de su madre, fue que se riera de ella llamándola tonta por pretender ocultar algo en la casa donde todas vivían.   
Razón no le faltaba, Shura sabía que había sido un impulso estúpido, quizás aprovechase para comprarle un regalo a Sheryl a modo de disculpa y un regalo para el gato, el animal sentía más apego por Sayaka, así que si la mujer lucia al gato el regalo pudiera interpretarse que era para los dos.
En mitad de aquella tontería infantil, Sayi rompió el silencio con su madre.
-Supongo que advertirás a Emilia sobre que no diga que practica la enfermería.
-Ya se lo dije ayer a esa desconsiderada... mira que abusar así de la hospitalidad de tu tía, que vergüenza, ¿y con que cara la miro cuando la vea?
Shura apreció que Sayi alzaba las cejas incrédula, su madre siempre había mirado por las apariencias, pero había cosas más importantes en aquel momento.
-Creo que seria mejor prevenirla si se avecina una guerra, entre los heridos se aprecian más a los sanitarios que a los soldados.
-¡No me digas eso que me matas a disgustos!
-Pues a mi me gustaría ver algún muerto -la patada a la espinilla de parte de Sayi no se hizo esperar y Shura tuvo que morderse el labio hasta que el dolor pasase, su madre en plenos aspavientos parecía no haberse dado cuenta o fingir que no la había escuchado-. ¿Qué? ¿¡Qué he dicho!?
-Cierra la boca si no quieres morderte la lengua -el consejo de Sayi vino acompañado del traqueteo del carro, estaban a punto de llegar a su destino.
Al bajar, Shura quiso desviarse para ver tiendas, pero Sayi se aseguro que caminase por delante, recogerían el vestido y nada más, tenían visitas que atender en casa.
-Pero yo quería una boa de plumas para mi vestido -Shura intentó hacer pucheros, pero su hermana aun estaba molesta por su comentario y no lo permitió.
-Bueno... pues ya me pondré plumas en tu boda. 
« Last Edit: September 30, 2018, 08:22:37 PM by Shura »


Kana

*Disculpen lo largo
* Gracias @Eureka por prestarme tus personajes :3
* Nota: Tuve que modificar los nombres asiáticos por nombres más "anglos"

Second Chapter
Flash Back

El vestido color azul que la tía Miranda le regaló para usarlo esa noche lucía perfecto en la silueta delgada de la chica de cabellos platinados. Estaba de pie a un lado de su tía quien conversaba con unas mujeres refinadas de alta sociedad. Emilia observaba como algunos conversaban y otros bailaban. Otros invitados que no controlaban sus impulsos y directamente seguían asechando las mesas con comidas, otros iban por su cuarta copa de vino.
Emilia se sentía invadida por una sensación de emoción y expectación por todas las cosas que estaba viviendo en su estadía en Londres y sobre todo en relación a la vida de alta alcurnia de tía Miranda pero a la vez sentía un halo de angustia porque era la única de sus hermanas que se encontraba allí y por tanto le daba tristeza que ellas no pudieran compartir ese bello momento con ella.

“Emilia, acércate.” Ordenó Lady Miranda
“Sí, tía”
“Tengo entendido que tu primo Neil Leagan está muy interesado en la herencia de tu padre. Seguramente buscará casarse con alguna de ustedes para conseguir aumentar la dote de su hermana. Por favor, te pido a ti y a mis sobrinas que no accedan a sus intenciones”
“Oh, tranquila tía Miranda. Nuestro querido primo Neil no ha sido discreto en manifestar el interés por la herencia de nuestro amado padre por lo que estamos precavidas en cuanto a sus verdaderas intenciones. Desde hace unos años que ya hemos sido víctimas de su irrelevante e inesperado aprecio que de pronto se gestó de la nada” sonrió discretamente. “Me temo que la más afectada con sus eufemismos es la pobre Sheryl”
“Esa alimaña no descansará hasta lograr su propósito.”
“Tendremos cuidado” Emilia se sorprendió de ver y escuchar a su tía expresar con disgusto un comentario hacia otra persona. Cuando la pieza de baile cambió, la joven volvió a observar hacia el frente y vio a una hermosa joven pelirroja que lucía un vestido blanco y una tiara de diamantes. Emilia había quedado deslumbrada al ver tal belleza y luego se emocionó al reconocerla “¡Celica!” la llamó. A su lado, su tía la miró con reproche “Disculpe, tía.” Se excusó ante el arrebato.
La muchacha pelirroja sonrió al ver quien la llamaba. Fue más fina y educada al recepcionar el llamado, se abrió paso con delicadeza entre los presentes hasta llegar a donde estaba la joven Bennet. Celica Elphinstone era una amiga de Emilia desde que eran niñas, ambas crecieron juntas y desde pequeñas habían sido amigas de Eren Jaeger siento un trío bastante peculiar.
“Emilia, que grato encontrarte aquí. No sabía que estabas en Londres”
“Me es más que grato verte, Celica. Tampoco tenía conocimiento de que te encontrabas aquí”
“Me encuentro de viaje con mis padres” Celica notó a Miranda quien se encontraba de perfil a ella. “Lady Miranda” le hizo una reverencia, Miranda le hizo un gesto de inclinación con la cabeza.
“Emilia, iré a saludar a mi amiga la señora Thirrel. Trata de ser delicada” Le indicó su tía antes de retirarse con elegancia.
“Me quedó en casa de mi tía Miranda, es una larga historia.” Ella y Celica se tomaron de las manos y rieron felices “Me alegro de verte”
“¡A mi mucho más! Estos días han sido una agonía. A mi hermano se le ha subido los humos a la cabeza después de ir al regimiento militar por lo que escucharlo hablar es aún más tortuoso que antes, peor todavía, es que mi otra actividad en Londres es estar presente en interminables reuniones que mis padres me han programado con futuros prometidos.” Dijo Celica, con una expresión de preocupación “Cuál de todos es más aburrido o más abstracto.”
“Lamento que tengas que vivir esa situación, querida amiga.” Emilia jugó inconscientemente con sus manos. Le había puesto atención a su desahogo, pero la joven se perdió especialmente en el tema de la militancia.
“¿Hay algo que te preocupa, Emilia?”
“Celica, ¿Has sabido algo de Eren? Desde que me entenré que se enlistó para la guerra no he tenido noticias de él. He acosado a Camille por información de él a través de nuestra correspondencia pero ella tampoco ha conseguido mucho.”
“…” Celica se vio afectada por la pregunta. “Estoy igual que ustedes. He tratado por mis contactos de saber algo de él, pero nadie le conoce.”
“Incluso he escrito una carta para él… Pero no he sabido cómo hacerle llegar”
“Perdón por no poder ayudarte con eso, Emilia”
“No te preocupes.” Emilia sonrió forzosamente. “Mejor conversemos de algo más animado”
 “Cuéntame, ¿Qué haces en Londres? ¿Están tus hermanas aquí?”
“No. Sólo estoy yo. Mis padres me enviaron a casa de tía Miranda para recibir educación para ser una dama.” Dio un paso hacia atrás cuando un señor mayor y rico casi las pasa a llevar. “No esperaba que alguien tan adinerado fuera tan amante de los fermentados”
“Emilia, la gente rica tiene los mismos vicios y perdiciones que la gente pobre sólo que a ellos no los discriminan ni los castigan socialmente.”  Celica, a diferencia de Emilia, conocía más de aquel mundo puesto que sus familias estaban en un escalón más arriba que los Bennet.
“Siento que no pertenezco a esta sociedad. No conozco a nadie aquí salvo a tía Miranda y a ti. Todo es tan distinto de las fiestas en Bloomington, allí la gente rica, los nobles y todos nosotros podemos convivir un poco más si bien de todos modos crean su distancia, aquí… siento que las personas son más clasistas, ariscas y frívolas. Lo peor es que no conozco a nadie y no logro recordar los nombres que tía Miranda me dicta” 
“Puedo presentarte a algunas personas si quieres.” Celica observó su entorno “¿Quién te llama la atención para que vayamos a saludar?”
La muchacha comenzó a observar a los invitados sin mucho interés. La mayoría los consideraba viejos y no le llamaban la atención. “¿Quiénes son esas señoras?” señaló disimuladamente hacia el este, donde dos mujeres conversaban con un par de señores. A Emilia le había llamado la belleza y elegancia de ambas.
“Son Lady Mauve Rothschild y Lady Leonora Väring. Si no me equivoco ambas son inglesas-germanas, pero llevan varios años viviendo aquí. Sus esposos son dueños de una importantísima firma de Bancos internacionales. El que conversa con ellas es el Duque Wellington, Lady Mauve y él han hecho buenas relaciones. El otro señor creo que es un amigo del Duque.”
“Se escucha como gente muy importante”
“Tienes razón en ello. Si bien ellas son las esposas de los dueños del banco, es sabido que ellas influyen mucho en el progreso del negocio. Lady Mauve Rothschild es una persona muy culta e ilustrada, es bien admirada por su inteligencia aunque igualmente temida porque se cree que es muy estricta. Lady Leonora von Väring es muy popular en la solialité de alta clase, suele ir siempre vestida a la vanguardia de la moda por lo que es un icono para las jóvenes las cuales se visten conforme lo que luzca ella. Las dos son muy buenas en generar recursos sociales para sus esposos.”
“¿Ellos no están aquí?”
“Déjame ver” Celica comenzó a buscar con la mirada. “Aquel, el hombre alto y de excelente postura es Lord Michael Rothschild. Está conversando con el marqués de Montt…  No veo a Lord Ässa Väring. Los dos no son mucho de eventos sociales, aunque bien los usan para buscar contribuyentes para sus negocios.” Celica encontró a alguien más entre los presentes. “Emilia, mira allí, cerca de la orquesta. Ellos son Chrom Rothschild y Marth Väring, los hijos de estos señores. He conversado con ambos en el bautizo del hijo de la duquesa, son bastante cordiales y respetuosos. No sería irrespetuoso hacer contacto visual con ellos.”
Justo como lo había propuesto, Celica hizo intercambio de miradas con ellos dos los cuales al notarla y notar a Emilia dedicaron una reverencia con un gesto de inclinación de cabezas en forma de cortes saludo. Las dos chicas hicieron un gesto similar, pero tomando sus vestidos.
“Espero que tengamos la oportunidad de conversar con ellos”
“Parecen amigables.”
“Lo son” Celica afirmó, segura de lo que decía. “Te ofrecería presentarte directamente con ellos pero veo que Hubert Rothschild, el hermano mayor de Chrom Rothschild los ha abordado para conversar con ellos. Él me da un poco de miedo… Lo siento, Emilia.”
“Descuida. Buscaré otras víctimas” No podía negar internamente que se había desilusionado respecto a no presentarse ante aquellos dos elegantes jóvenes. Los dos habían llamado su atención enormemente, puesto lo bien parecidos que eran. <<Tengo que contarle a Camille de ellos>> y fantaseó con la idea de que algún día su hermana gemela y ella podrían tener a esos dos hermosos jóvenes como pretendientes. <<Soñar no cuesta nada>>
Los vio detenidamente, encontró que el chico de cabellos azulados y ojos del mismo tono era hermoso y todo un caballero, lucía de vez en cuando distante, pero de todos modos se apreciaba cortés, era como ver a un verdadero miembro de la realeza. El otro joven, quien se llamaba Chrom por lo que le explicó Celica, era igualmente atractivo y más risueño, la sonrisa de ese chico tenía un encanto único y lo hacía perfecto. Pensó que haría bonita pareja con Camille, porque así complementaría con su sonrisa las veces que su gemela era más sensata.
Celica tomó del gancho a Emilia y comenzaron a caminar entre la muchedumbre. La platinada buscó a quien intrigar con preguntas sobres sus vidas para Celica. Fue así que se percató de unos hermosos jóvenes que estaban de pie regios y bien rectos uno al lado del otro en un sitio especial que parecía una tarima. Emilia quedó absorta en la visión que le brindaban sus ojos, si su madre estuviera allí la estaría empujando por la espalda para que fuera a hablar con ellos puesto que parecían unos príncipes sacados de la corte real para estar en el baile de esa noche. Las mejillas de Emilia se ruborizaron sin poder evitarlo, eran muy lindos.
Se dio vergüenza de sí misma al verse prendada de ellos ¡Que superficial! ¿Desde cuando actuaba como una niña que se quedaba anonadada con todos los chicos del baile? Ni sus hermanitas más pequeñas mostrarían tan infantil  impulso. 
Después que los mirara parecían bastante suntuosos. El que le había llamado la atención era un joven alto de expresión seria, era su piel bastante blanca y a Emilia se le hizo tan hermoso como un ser mágico de libros, pero notó que, si bien parecía cordial al saludar a los señores que se le acercaban, Emilia sentía que sólo lo hacía por formalidad pues luego lo notó distante y un tanto apático. Incluso le pareció que hizo un frívolo gesto de despreció soberbio y silencioso cuando una persona de inferior rango social intentó hablarle. Era un comportamiento digno de un tipo muy adinerado.
A su lado había un muchacho que parecía mucho menor que los otros que compartían en ese sitio, era rubio y tenía una expresión igual de gélida que el otro, recibía comentarios del antes descrito quien parecía recatarlo y prevenirlo de quien sabe que, el muchachito rubio asentía y se comportaba similar en todo momento que el primero, pero Emilia estudió que había más bien correspondía a una obediencia y timidez antes que una indiferencia e hipocresía que revelaba su acompañante.
Seguidamente estaba un muchacho muy rubio quien se encontraba conversando con otro rubio, parecía alto y muy bien vestido lo cual delataba una posición de alta alcurnia. Lamentablemente Emilia no pudo ver bien su rostro porque una dama frente a él le tapaba la visibilidad. Sólo podría definir que parecía ser alguien agradable, porque escuchaba que de vez en cuando las personas a su alrededor reían por alguno de sus comentarios. Entendió de debía ser alguien fascinante de conocer.
Quien conversaba con el joven anterior también era rubio y era también alto, bastante bello, y podía verlo como menos dificultad puesto que notó que tenía unos ojos calipsos que parecían sacados del mismo arrecife. Usaba el uniforme del servicio militar con unas cuantas medallas en la pechera.
“¿Quiénes son esos tan galardonados? Parece que vienen a lucirse como joyas preciosas. El de la esquina parece un villano de novelas.”
“Oh, Emilia, que cosas dices” Rio Célica con esos comentarios. “Ése es Richard Cain Lancaster, Conde de Lancashire y Yorkshire del norte. El que le sigue es su hermano menor, Slaine Lancaster, quien si no estoy equivocada tiene dieciséis años de edad y ya se unió a la milicia al igual que sus hermanos mayores. Es primera vez que veo a Slaine en un baile... Son hijos de Sir Richard Gilbert Lancaster, Duque del ducado real de Lancaster, quien es familiar directo del rey. Los hijos de su ilustrísima no pasan grandes temporadas en Londres, ellos tienen residencias en todo el país pero la corona los requiere aquí dado los títulos y sus servicios militares.”
“Eso te iba a preguntar… Por lo que he leído, esa familia tiende a permanecer más tiempo en Lancashire… Increíble que tengan su propio condado”
“¿Te imaginas que tu familia o la mía tengan ese poder? ¿Cómo sería?” Celica jugueteó “Bienvenidos a Elphinshire. Condado vecino de Benneton” La pelirroja suspiro. “Bueno, te sigo chismoseando. Viene la mejor parte. El joven rubio que está al lado de Slaine si no me equivoco es el primogénito del socio en Alemania de Lord Rothschild y Lord Väring… No sé mucho respecto a él pese a que me encantaría sabes más detalles de su vida, pero sé que es dueño de muchas tierras en su país de origen y su fortuna es una de las más grandes por lo que las señoritas de la aristocracia lo ven como un excelente candidato a esposo. Por lo que se ha dicho ha pasado una temporada en el Lancania Palace, la residencial principal de los Lancaster en Londres. Su estadía con ellos ha llamado mucho la atención puesto que la familia Lancaster es muy… hermética y reservada. No he tenido el agrado de conocer personalmente a él joven extranjero, pero dicen que es una persona muy amable, culta y educada. De momento los Lancaster parecen no soltarlo, pero las personas ajenas a esa familia que han tenido la dicha de conversar con él no tienen más que buenos comentarios sobre su persona” Celica se propondría cruzar al menos una palabra con ése joven en alguna ocasión “El que conversa animadamente con el alemán es Sir Henry Lancaster. Como ves, muchas personas se acercan para declarar admiración por su persona puesto que es un gran combatiente que da todo por su país en esta guerra contra la codicia de Napoleón. A diferencia de sus hermanos, él no resulta ser tan… Aterrador. Podemos ir a saludarle, si gustas.”
“Yo… eh, bueno” Emilia se sentía confundida con tanta información de gente tan distinguida, desde la familia de esas bellas damas esposas de bancarios hasta aquellos miembros de sangre azul.
Emilia fue conducida por Celica hasta ese sitio, donde la pelirroja tomó su distancia cuando vio que Hubert Rothschild se aproximó al joven extranjero, algo le dio a entender a la pelirroja que pese a que se demostraban cordialidad entre ellos en el fondo no había muy buen ambiente. Ellos dos se excusaron y fueron a conversar más allá, seguramente algo relacionado con el negocio de sus padres. Las dos siguieron avanzando hasta que llegaron hasta donde ahora, estaban los hermanos Lancaster.
“Sir Lancaster” Celica hizo una reverencia y Emilia le imitó
“Señorita Elphinstone” El joven le respondió el saludo inclinando su cabeza.
“Estimado señor, espero que perdone mi indiscreción en abordarlo apenas ha terminado de conversar con su amigo, pero el deseo de que mi amiga conozca a tan ilustre persona ha gobernado por sobre mi sensatez. Le he hablado de usted y de sus admirables hermanos, por lo que la he ilusionado incondicionalmente con vuestra historia. La dama a mi lado es la señorita Emilia Bennet, sobrina de Lady Miranda, quien ha venido desde Bloomington”
“Es un honor conocer a tan magnífica persona, señor” Emilia se irguió, mirando con atención a los dos que conversaban entre ellos. Su corazón latía fuertemente sintiéndose demasiado pequeña frente a aquel joven tan regio y alto. Era un príncipe, a sus ojos. Era hermoso. 
“Señorita Bennet.” Recibió la mano de la joven con su mano enguantada. Seguidamente le dio un suave beso en la parte superior de la mano de Emilia. Efímero el tacto, le soltó con delicadeza. “Espero que esté pasando una agradable velada” El rubio se mantuvo tranquilo, sonrió brevemente. Después notó cierta insistencia en la mirada de Celica y entendió su deseo, pero Henry no estaba seguro si debía acceder a ellos. Dudoso, se movió un poco al costado para permitir la visión hacia sus otros hermanos, pero Henry buscó a quien le correspondía ese protocolo indigno para un noble “Señor Grahnbell, no nos ha presentado a las damas” Le dijo con voz clara para captar la atención de sus hermanos también quienes parecieron dedicar concentración a esa escena albergados por cierta curiosidad.
Un señor de unos cuarenta y algo apareció inmediatamente cerca de ellos, Emilia entendió que era un lacayo de los Lancaster.
“Lamento mi torpeza, señor Lancaster.” El hombre observó a las damas y se aclaró la voz “La señorita Celica Elphinstone, hija de Lord Ewan Elphinstone de Escocia, y la señorita Emilia Bennet, sobrina de Lady Miranda” era su deber estar informado. Las damas se inclinaron sincrónicamente hacia los jóvenes presentes.
“El señor Richard Cain Lancaster, conde Lancashire y Yorkshire del norte, a su lado, su hermano menor el señorito Slaine Lancaster, y a su lado, el señor Henry Lancaster. Todos miembros de La Casa Lancaster.” Los mencionados inclinaron su cabeza como el protocolo de modales lo sugería.
“Parece que el baile ha sido un evento muy bien organizado, estando los hijos de la nobleza presente.” Expresó Celica. “Me alegra que un gran número de personas estén presentes hoy”
“Por desgracia, la invitación se extendió demasiado compasiva. No fueron egoísta en invitar incluso a personas que dogmáticamente son más bien un ornamento suntuoso en vez de una ilustre presencia con quien interactuar.”
“¿Puedo atreverme a preguntar que el señorito Lancaster siente que alguien sobra?” Preguntó Emilia, ocultando su repentina molestia, la cual era disimulada perfectamente por su amable sonrisa.
“¿Perdón?”
“Emilia…”
“Naturalmente, no todas las personas nos pueden fascinar, celebro la honestidad del más joven de los Lancaster. Aunque a bien me preocupa no estar dentro de su calificación de adorno más que ilustración"   
“…” El adolescente brevemente bajo la mirada tal que casi pasa desapercibida esa imprudencia. La nobleza no debe bajar la mirada jamás. Sin duda alguna, la señorita Bennet le había dejado sorprendido con su inteligencia y astucia. Casi se sentía incómodo de haberla ofendido si ese era el caso. Unos segundos de silencio le bastaron para articular su respuesta “Señorita Bennet, no me refería a vuestra persona ni la de su amiga, deseo aclarar” El joven había errado en su comentario malinterpretándose. Sentía enfado ante la presencia de miembros de la realeza y otros hombres ricos que preferían estar en la comodidad y seguridad de sus casas antes de apuntarse para ir a la guerra.
“Mi hermano se refiere a quienes no comparten su profesada efervescencia por defender nuestra patria” Aclaró Henry. Slaine agradeció a su hermano mayor internamente.
“Me alegra, señorito Lancaster, porque me lastimaría causar molestia en alguien como usted. Quien es correcto y admirable al tener tal amor por su país.”  Ella observó al hermano mayor, éste no les había vuelto a prestar atención apenas terminada la presentación. A Emilia le llamaba la atención ese curioso ser.
En ese instante, una nueva pieza de baile comenzó a resonar por el salón. Casi por arte de magia tres chicas bien rimbombantes se acercaron a Henry Lancaster para preguntarle si quería bailar con una de ellas, a Emilia le causó gracia esa escena porque generalmente es el hombre el que debe pedir la pieza del baile. El joven intentó dilatar la situación pero al ver que no se apartaban de él escogió a una de ellas y la sacó al centro del salón para satisfacerla en su petición. Las dos sobrantes de todos modos se quedaron allí, esperando a ver si otro de los Lancaster se compadecía aunque bien sabían que esos dos no eran como Henry.
“Con su permiso.” Dijo Cain, dando unos pasos hacia delante. Slaine le siguió. Para él, su hermano mayor era su maestro y ejemplo a seguir en todo momento. Quería aprender todo de él. 
“¿Ustedes no bailan? Habiendo cuatro chicas sin poder disfrutar de tan selecta pieza de baile, y habiendo dos jóvenes que se retiran” Sugirió una de los dos sobrantes que había dejado atrás Henry.
“Precisamente así evitamos enfrascarnos en momentos innecesarios e intolerablemente sinuosos con personas absurdas e insostenibles quienes tienen más tiempo propenso al ocio.” El Lancaster mayor sonrió con un halo de soberanía y pedantería “Permiso” hizo un gesto de despido con inclinar su cabeza y se retiró.
“…” Slaine imitió el gesto de despedida y siguió al mayor.
“…” Emilia y Celica se les quedaron viendo, con estupor e indignación.
“El señor Conde es una persona inquietante...” No pudo evitar exclamar Emilia. Pensó que sería secundada, pero en cambio lo que escuchó la consternó.
“Aaahh, el conde Lancaster es tan hermoso. ¡Lo amo tanto! Esa personalidad tan digna de un noble y ese espíritu invadido por sus deberes”
“Es tan inalcanzable y tan admirable”
“¿Tan siquiera han recibido algo gratificante de una persona como él?” Emilia las quedó mirando, indignada. Apostaba que un tipo como él ni siquiera se digna en saludarlas.
“Con su mero desprecio nos basta para ser feliz. Hay quienes ni eso tienen...”
“...” La joven Bennet no podía creer lo que escuchaba. Ni la chica más tonta de su pueblo tendría una actitud tan lame botas y patética como esas chicas. “Si le analizan con mayor profundidad, es un sujeto frívolo y mal educado, quien no merece tal afecto que ustedes profesan. Es agraciado con un nacimiento en una cuna de alta alcurnia al igual que fascinante su deber como protector de Inglaterra, pero esas características van en desmedro con sus pocos valores y su hipocresía. Sanamente, nadie debería estar cerca de un tipo como él.”
“¿Perdón? ¿Pero quién eres tú para criticar al conde Lancaster? Por tu opaca presencia se entiende que por tu sangre no hay nada de realeza sino más bien eres una adepta por cortesía a estas ceremonias” Una de ellas la miró con repulsión “Vamos, Thomacine, no perdamos tiempo con gente envidiosa y poca clase.” agarró a su compañera del brazo y se fueron a asechar a otros jóvenes ricos.
“…” 
“Tranquila, Emilia, no malgastes tiempo y energía en gente así. Esas chicas seguramente no buscan más que asegurar su futuro.”
“¿Pero viste como se comportaron esos dos? Primero el mayor es demasiado petulante y el otro tonto que le sigue como discípulo”
“Emilia…”
“Lo único rescatable es que tienen a Henry Lancaster por hermano. Pero… Pero… ¿Y si éste también es hipócrita y suntuoso como su hermano Cain y sólo finge ser buena persona?" Emilia bajó levemente la mirada, soltando un suspiro desilusionada. "Odio a los nobles, pensé que eran mejores personas. Caballeros y príncipes azules con modales, damas de respetada inteligencia... Las novelas literarias me han mentido descaradamente.”
“Yo también tuve esa desilusión. Pero felizmente ellos viven en otra esfera y nos excluyen liberándonos de su hastiante convivir.” Sonrió Celica, tranquilizando a su amiga.
“Celica, Emilia” Una joven de cabellos celestes y ojos del mismo tono terminó por acercarse a ellas. “Que pequeño es el mundo para encontrarnos aquí”
“¿Lyria?” Emilia quedó sorprendida de ver a esa persona a quien no veía desde que tenía unos ocho años de edad cuando su familia se trasladó a Londres. Era Lyria Lockhart.
“Sí, Emilia. Que honor que aún me recuerdes” Sonrió, enternecida. “A Celica la había visto el año pasado en sus vacaciones con sus padres, pero a ti no te había visto en muchos años. Que gusto.”
“Que gusto, realmente” Dijo Emilia con toda sinceridad.
“¿No bailan?”
“Creo que he destruido toda posibilidad de baile con una insinuación glacialmente pisoteada” rio Emilia ahora tomándolo con gracia.
“¿Por alguno de los hermanos Lancaster? Emilia, ellos no bailan. Dicen que satanás no los dotó con la gracia del ritmo musical cuando nacieron así que evitan hacer el ridículo social.” Bromeó la jovencita, quien era unos dos o tres años menor que Celica y Emilia.
“L-Lyria..” Celica se impactó por la habladuría de la peliceleste.
“A mí me ha causado en gracia su comentario. Aunque parece que a Henry Lancaster no se le da mal el baile.”
“Ése es hijo de Dios. Por tanto es distinto a sus hermanos... Quizá sea bastardo”
“¡Lyria ya basta...!” Susurró Celica.
“Uh…” Ahora Emilia se incomodaba. 
“Estoy entre amigas. Hay confianza. Además no es algo que venga de mi... Mi hermano mayor ha dicho más de una vez que Henry Lancaster no es hijo del Duque...” Ella giró los ojos. “En fin, esos Lancaster rechazaron bailar, pero yo si quiero” Las tomó de las manos y las llevó a la pista de baile.
“¡Lyria, espera!” Aunque las dos se habían puesto tensa con la osadía de Lyria, no bastaron más que unos cuantos segundos para comenzar a bailar con ella como las amigas que eran. Reían y bailaban al ritmo de la balada.

Un poco más allá, Slaine las observaba con curiosidad. No entendía si esa actitud era aceptable o era algo que debía refutar. Conocía a cierta persona que era tan libre, pura y risueña como esas chicas y de quien Slaine profesaba un gran cariño. Slaine sólo sabía que debía seguir la actitud de su hermano Cain tal como le ordenaba su señor padre, el Duque de Lancaster.
“Concibo aflicción por cual prudencia era un decoro en las damas de antes...” Comentó su hermano Cain. Arqueando una ceja al ver a ese trio.
“…” Slaine bajo la mirada. Seguramente Cain rechazaría también la inocente actitud de la persona que evocaban los pensamientos del rubio lo cual era una lástima dado el destino que se avecinaba.
“La sensatez no es una cualidad propia de las mujeres.” Le respondió un joven elegante quien conversaba con los hermanos.
“Lelouch, querido hermano, espero que luego desmientas esos comentarios. No toda mujer es imprudente y claramente la actitud de esas jovencitas no es un delito del cual debas tener una condición punitiva.” Comento Marie, negando brevemente. “Y dichos comentarios los hace escuchar a ambos como un par de hombres muy viejos y desagradables” La joven sonrió divertida. Aunque admitía que era gracioso ver a su hermano Lelouch compartir con Cain, los dos eran como ¿Amigos? a la vista de la sociedad y así lo percibían ellos mismos, pero también podían ser ¿rivales? dependiendo si el objeto de interés era el mismo para ambos.   
“Bueno, hermana, reflexiono sobre tu apreciación y aclaro que mis comentarios están destinado al gentío prosaico en específico. Es evidente que ellas no son miembros de la realeza sino más bien gente de adhiere”
El lozano Slaine permaneció taciturno en tanto su consanguíneo conversaba con aquellos dos jóvenes. A Ambos observó con especial atención; Lelouch vi Britannia era un rico de alta aristocracia y por tanto era directo miembro de la realeza, ligado a la corona. Los vi Britannia al igual que su propia familia eran unas de las familias más antiguas de Inglaterra de las cuales fueron los pilares desde el inicio de Gran Bretaña. Lelouch lucía un traje que rendía honor a su estatus social y las insignias de los escudos de su La Casa vi Britannia en su traje indicaba que era poseedor de un título noble real por herencia y de aquellos que se dan por gracia y que no mueren con el individuo.
A su lado estaba su hermana Marie vi Britannia, indómita y a la vez impredecible. Era una de las más hermosas damas presentes en el baile. En Inglaterra era muy mencionado que las mujeres de esa casta eran las más preciosas de todo el país y Slaine pensó que los comentarios no estaban errados.
Lelouch y su hermano Cain hablaban respecto a la guerra lo cual era un tema de conversación muy ferviente entre los hombres ingleses. Fue en eso que notaron que las chicas que bailaban entre ellas eran invitadas a bailar una pieza de baile.
“Rothschild y Väring… No me esperaba que se atrevieran a bailar con ellas.” Comentó Marie, sorprendida. No le causaba consternación que aquellos dos futuros bancarios bailaran con esas chicas, sino que lo hicieran después de que éstas llamasen tanto la atención. Los pensaba demasiado reservados y estrictos como sus padres.
“Los erráticos hijos de Lord Rothschild y Lord Väring” Bufó con ironía, Lelouch.
“Que no te escuche Lady Mauve…”
« Last Edit: November 12, 2019, 05:06:44 PM by Kana »


Eureka

PERDÓN

Kana y yo estamos muy emocionadas :'c

Es un fic compartido con ella! Kana estará en este color y yo en el común.

Gracias por permitirme usar tus personajes, también ;;

TL;DR: Wolfgang von Einzbern es uno de los bachelors que llega a Bloomington en el verano. Es un banquero, hijo de uno de los dueños del banco V&R. El fic explica las dinámicas familiares de los von Einzbern, así como introduce a miembros de los Rothschild, otra de las familias dueñas de aquel banco. Aquellas familias, junto a los Väring, han planeado quedarse parte del verano en Chatsworth, una de las residencias más costosas de la zona de Bloomington.
Por otro lado, Camille y Emilia aprovechan el reencuentro para ponerse al día con los sucesos más recientes de sus vidas: el viaje de Emilia a Londres, sus estudios de enfermería y su encuentro con dos jóvenes de buena presencia en uno de los bailes de la realeza, así como el matrimonio de Katie, amiga de Camille. Durante su pequeño picnic en su escondite favorito dentro del bosque, conocen a Wolfgang, quien llama la atención de ambas.






Con el pasar de los años, Wolfgang se había acostumbrado a los ataques de ira de su padre.

Ser el primogénito en tan importante familia como era la Von Einzbern había sido —y seguía siendo— una cruz con la que cargaría por el resto de sus días, pero poco a poco, el peso del título había comenzado a alivianarse gracias a su propia madurez y al apoyo de sus coetáneos, quienes pasaban por situaciones similares a la suya. Varios de sus amigos alemanes eran también hijos de bancarios emergentes, nobles de las más altas alcurnias o herederos de negocios importantes, todos con la misma presión de seguir los pasos de sus padres y, además, lograr resaltar más que ellos.

Su caso en específico era más problemático que el resto, tomando en cuenta la importancia de su padre, König von Einzbern, uno de los socios originarios del banco V&R y propietario de varios terrenos en Frankfurt. König había sido, inicialmente, un accionista, y luego pasó a ser la cabeza de la filial en Alemania, su país de origen.

Por más de que ambos deseaban lo mejor para el negocio, sus personalidades opuestas ocasionaban un sinfin de problemas entre ellos. Eso, sumado al mal temperamento de König, había ocasionado que Wolfgang se acostumbrara a vivir lejos de él para evitarse más inconvenientes. Y así, pasaba varios meses al año en residencias de distintas localidades alemanas donde contaban con filiales, o incluso en Inglaterra, de visita a las familias de los socios u otros accionistas.

Ese era el motivo de su breve estadía en la residencia principal de los Lancaster, en Londres. Para su suerte, la familia lo había recibido con los brazos abiertos: en especial, había conseguido conectar con Henry y Cain, los hermanos mayores. Aquel par de meses que había compartido con ellos habían sido maravillosos, pero su familia había quedado en encontrarse con los Rothschild y los Väring en Bloomington para inicio del verano, y debía cumplir con ello. Todo indicaba que se discutirían los lineamientos principales de la estrategia bancaria de V&R para los años que seguían, tomando en cuenta la guerra contra Napoleón y la oportunidad de expandirse a otros territorios del continente europeo.

“Wolfgang, fue maravilloso contar con tu presencia en nuestra residencia,” le dijo Henry, con una sonrisa muy sincera. “Tan sólo espero que volvamos a coincidir en un futuro muy cercano. Sin duda, tus relatos y anécdotas alegraron todas las reuniones sociales y harán falta en este hogar.”
“Te prometí que regresaría, y así será.” Wolfgang le devolvió el gesto. “Además, hace poco me informaron de la reunión de los accionistas del banco. Tengo entendido que sus padres también estarán presentes en ella. Se llevará acabo en Bloomington.”
“En efecto.” Cain asintió, con una pequeña sonrisa. “Nos veremos en ese entonces.”
“Saludan de mi parte a Slaine y a Ciel, por favor.”
“Les haremos presente, descuida. Es una pena que no hayan alcanzado a despedirse de ti.”
“No hay problema con ello.” Wolfgang sonrió. “Entonces, me retiro.”

Los hermanos Lancaster hicieron una leve reverencia con la cabeza, que fue respondida por Wolfgang de la misma manera. Y sin más, agarró su equipaje y se dirigió al carruaje que lo esperaba en la puerta de la villa.



Los Rothschild habían adquirido, a último minuto, una de las más importantes residencias en la zona de Bloomington: Chatsworth. Era una villa preciosa con jardines inmensos y habitaciones que podían albergar a varias familias enteras, ubicada a un par de kilómetros del pueblo.

Era de suponerse que, además de su familia, se hospedarían los Väring, pero aún no sabía si llegarían después o antes que él. Esperaba encontrarlos allí a su llegada, porque si bien se llevaba de maravillas con Chrom y Felix, el hermano mayor de los Rothschild, Hubert, era insufrible. Wolfgang odiaba su sutil hipocresía y el visible desdén y arrogancia que exudaba. Hubert estaba completamente seguro de ser el heredero de todo el imperio bancario, ignorando la existencia de Marth Väring y la suya.

Por eso rogaba encontrarse con Marth, puesto que así existía la posibilidad de excusarse de las invitaciones o reuniones. De lo contrario, iba a tener que soportar la compañía de Hubert, aún en contra de su voluntad.

El carruaje se detuvo frente a la majestuosa residencia, y Wolfgang se apresuró en recoger su equipaje de la parte trasera. En cuestión de minutos, ya estaba atravesando el pequeño camino que lo llevaba al portón de ingreso. Tocó la puerta un par de veces, y le abrieron inmediatamente.

Para su mala suerte, se encontró justo con la persona que no quería ver ni en pintura.

Al menos la tirria era mutua.

“Bienvenido,” le dijo Hubert, con una expresión neutral.
“…” Wolfgang se permitió rodar los ojos, aún a pesar de indicar malos modales. “Supongo que mis hermanos y mis padres aún no han llegado.”
“En efecto. Mi familia y los Väring ya se encuentran completos, eso sí.”
“Bueno, era de esperarse. Es un largo viaje desde Frankfurt…”
“…” Hubert asintió, en silencio.
“¡Wolfgang!” se escuchó desde adentro de la residencia. Al cabo de unos instantes, se apareció Lord Michael, al lado de su hijo. Wolfgang lo saludó con una leve reverencia de su cabeza. “Es un honor contar con su presencia.”
“Lord Michael, no tengo más que agradecerle por su cordial invitación.”
“Al contrario, gracias a ti por tomarte la molestia de venir desde Londres. Tengo entendido que tus padres y tus hermanos estarán aquí mañana en la tarde.”
“Sí, justo Sir Hubert me comentó acerca de ello.”
“Me alegra que así sea. Hubert, ¿te parece si lo acompañas?”
“Por supuesto.”
“Mis más sinceras disculpas, puesto que no podré quedarme más tiempo. Tal parece que ha surgido un par de problemas en el hospital.”
“Disculpe mi impertinencia, pero contaba con la noción de que usted estaba en contra del proyecto,” dijo Wolfgang, confundido.
“Y es acertada. Puede que haya sido más indulgente al inicio, tomando en cuenta que Marth también estaba involucrado. Sin embargo, no pretendo seguir avalando las estulticias de mi hijo.”
“No quiero imaginarme cuál es el motivo de su disgusto en esta ocasión.”
“Espero que no exista la necesidad de enterarse.” Lord Michael frunció el ceño, disgustado. Tal parecía que había recordado las miles de maneras en que Chrom le daba la contra. “Los veré más tarde.”

Hubert y Wolfgang lo despidieron con una leve reverencia de sus cabezas.

“¿Te parece si damos un paseo por el bosque?”
“Por supuesto,” dijo Wolfgang, aún a pesar de su falta de interés. Tal vez Hubert podría comentarle acerca de lo que había sucedido con Chrom y Marth. Y eso en sí era suficiente motivo como para acceder a tal invitación.





Cuando al fin consiguieron tener unos momentos a solas, las gemelas Bennet de manera pronta y albergadas por la emoción del reencuentro, se encaminaron apresuradas a la habitación que ambas compartían desde que eran unas niñas pequeñas, pues tenían muchas cosas de las cuales conversar.

Camille fue la primera en llegar hasta la habitación y se apresuró en abrir la puerta e invitar a su gemela a entrar en el cuarto que por tanto tiempo no había habitado. Emilia lució asombrada de estar nuevamente en la habitación que compartía con su hermana Camille, casi sentía como si se encontrara en un lugar nuevo, pero sumamente familiar.

Después de los meses en que estuvo en Londres, Bloomington casi se le hacía como un pequeño pueblo de cuentos de hadas y su cuarto en la casa de sus padres era apenas una fracción de la alcoba que tía Miranda le había ofrecido para hospedarse, pero pese a que ya no contaba con todos esos detalles ostentosos, Emilia no cambiaba por ningún motivo el calor de su hogar y el espacio que compartía con Camille.

La habitación estaba impecablemente ordenada y desbordaba en hermosos detalles que Camile había preparado el orden y los detalles en la habitación para el retorno de su hermana los cuales ella muy bien sabía que eran del gusto de Emilia tales como las ramitas de flores de lavanda sobre el escritorio que las gemelas no tardaron en acercárseles para oler la agradable fragancia que invadía todo el lugar. Otro delicado detalle era que sobre la cama de Emilia se encontraba el libro favorito que Emilia había perdido en el pueblo y que Camille secretamente había recuperado con ayuda de uno de sus conocidos.

Después del breve recorrido de anécdotas y recuerdos que encontraban en la habitación, las dos hermanas organizaban las cosas de la maleta de Emilia en el armario y también charlaban entre ellas poniéndose al día con los temas más candentes del pueblo y aledaños.

“Me gusta la idea de que tío Robert sea el nuevo dueño de Keyfield Park” Dijo Emilia, quien se había arrimado a la ventana para observar hacia el exterior.
“Eso nos da una selectiva oportunidad de recorrer los jardines libremente cuando el lugar esté sin sus inquilinos.” Camille se había situado del otro extremo de la ventana, inconscientemente las gemelas apoyaron los codos en el marco de la ventana y el rostro en las palmas de sus manos mientras contemplaban el paisaje. Camille se ilusionaba pensando en la idea de pasear por aquellos jardines y poder memorizar cada detalle para plasmarlo y proyectarlo en uno de sus cuadros.
Fue en ese momento que escucharon cierto barullo proveniente de la plana inferior de la casa. Como ambas estaban tan absortas en su charla en la habitación no se habían percatado que dos jóvenes señores habían llegado a la casa poco después de que Sheryl y Sayaka retornaran del paseo al bosque.
“¿Es el señor Stark?” Dijo Camille. Hace tres años que la familia no tenía el gusto de ver a aquel joven. “Parece que no sólo tú estás de regreso, Emilia” Apuntó la otra joven, haciendo énfasis en que el joven Stark venía acompañado de un muchacho de cabellos pelirrojos.
“En parte eso me tranquiliza porque no seré el único tema de conversación entre las damas más afanadas a las intrigas, pero en parte me desilusiona porque inmediatamente dejaré de ser la novedad en casa. Esencialmente porque mamá estará fervorosa en saber más detalles de aquellos jóvenes que en fascinarse por escuchar sobre la estadía en Londres de su desastrosa hija.”  Bromeó la peliplateada. “Al menos, tengo el consuelo que puedo compartir mis experiencias contigo y con mis hermanas”
“Sobre eso, Emilia” Camille dejo de observar hacia los jardines donde centró su atención en las tonalidades de las flores que habían abierto sus pétalos ese día. “Quiero conocer cada detalle de lo que puedas contarme sobre tu vida en Londres y, al mismo tiempo, tengo muchos deseos de contarte todo lo que ha sucedido aquí mientras no estabas.” Antes de que Emilia pudiese decir lo muy entusiasmada de conocer todas las noticias de Bloomington, Camille continuó “Espera, espera” meneó una mano para calmar los ánimos de su gemela “Estaba pensando… Que podíamos ir a nuestro lugar secreto” La joven sonrió afectuosamente al pensar en aquel sitio que habían adecuado como un lugar privado y personal en medio del bosque. ¿Tenían siete? O tal vez ocho años cuando lo habían creado como una especie de club donde podían liberarse del día a día.
“Me fascina esa idea, Camille”

Las gemelas se miraron entre ellas y eso bastó para entender que debían poner el plan en marcha inmediatamente ante de que sus padres reclamaran su presencia en la cena. Bajaron a la cocina donde Mery se encontraba sacando el último pastel para el té de las cuatro, mientras la menor estaba concentrada en los detalles del postre, las gemelas tomaron una canasta y comenzaron a acomodar cosas en su interior, desde un frasco de mermelada, pan recién horneado, un jarrón que llenaron con té y esencia de canela, menesteres y todo lo necesario.

“¿No estarán para el té de las cuatro?” Las cuestionó Mery, extrañada por la fugaz idea de las gemelas de ausentarse.
“No. Pero volveremos para antes de la cena la cual compartiremos en familia” Dijo Camille, con su tono de voz pausado y suave. “Sólo daremos un paseo por el bosque. Regresaremos temprano”
“Pero… Mamá se estresará si no las ve aquí”
“Estaremos puntuales y dignas para la cena, querida Mery” Dijo Emilia “Y procuraremos traer frutos del bosque para tus tan placenteros pastelillos”
“Bien, pero no crean que me pueden convencer tan a la ligera de distraer a mamá si pregunta insistentemente por ustedes.”
“Creo que mamá estará más abstraída en otros temas que en reclamar nuestra presencia” Bromeó Camille, y las dos gemelas rieron secuaces entre ellas. 

Tras la recolección exitosa de merienda en el canasto, ambas salieron de la casa por la puerta trasera y se encaminaron al bosque. Al principio a un paso lento y recatado, como era esperabo de toda dama, después el ritmo fue más intenso conforme se acercaban al lugar secreto.

Finalmente llegaron hasta una especie de cabaña en miniatura y fabricada con materiales reciclables que sobraban de la casa de los Bennet y de sus vecinos. Estaba rodeada por forestación por lo que el escondite era de una naturaleza pura y auténtica. La habían construido primero entre ellas dos cuando eran unas niñas, pero fue inevitable llamar la atención de sus otras hermanas cuando acarreaban materiales hasta el bosque por lo que sus hermanas también habían cooperado con el bastimento. En sí, el lugar al menos tenía una década de antigüedad. Si bien había nacido como un proyecto de escondite secreto entre ambas, no significara que fueran las únicas que acudían al lugar. Sus hermanas conocían la ubicación y tal vez más de alguna vez utilizaron el sitio para desahogarse de las exigencias que instaura la sociedad sobre todo si se nace mujer. Además, Camille y Emilia habrían invitado a sus conocidos, bajo un estricto código de confidencia, al lugar secreto para charlar, planear y pasar el tiempo.

Movieron la trabada “puerta” e ingresaron, vieron que el interior se encontraba un tanto empolvado por el tiempo en que el sitio no fue utilizado. Los dibujos, las simulaciones de muebles y demás cosas personales que habían dejado en el interior permanecía intacto.

“Creo que por un tiempo un zorro estuvo usando este lugar de guarida. Pero no destrozó nada” Comentó Camille.

Emilia sacó del canasto unas ramitas de lavanda que había traído consigo y las dejó en un florero vacío sobre una roca. Lo llenó de agua de uno de los frascos que estaban en el canasto. Después de que las hermanas ordenaran un poco y acomodaran las cosas para merendar, se miraron entre ellas llenas de expectación y ansiedad.

“Ahora es hora de ponernos al día con todo.” 

“¡Tienes que contarme todo lo que viviste allá!” Mencionó Camille, llena de emoción. Por unos instantes, pareció andar un tanto pensativa, y continuó. “…Sé muy bien que hemos compartido varios detalles de nuestras vidas en las cartas que intercambiamos, pero…”
“Sí, te entiendo.” Emilia sonrió, enternecida. “No es lo mismo que contar las anécdotas y vivencias en persona. Sobretodo… cuando son tan peculiares.”
“Discúlpame,” comenzó Camille, un tanto apenada. “Siento que tuviste que pasar por todo esto por mi culpa, en parte. Por no apoyarte con el vestido aquella vez…”
“Por supuesto que no,” Emilia negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en su rostro, a la vez que servía té en las pequeñas tazas. “Era mi deber. Y sólo a mí se me pudo ocurrir la grandiosa idea de hacer de Eren mi conejillo de indias. Pero estaba desesperada. Me encontré entre dos opciones: recurrir a eso o no entregar el vestido... y me ví obligada a hacerlo.” Emilia suspiró. “Fue un desastre, lo sé.”
“Pudo… ser mejor.” Intentó consolarla Camille, a lo que Emilia rio.
“Aun así, en retrospectiva, me parece que no fue tan negativo como podrías imaginar. Londres es otro mundo… y agradezco haber contado con la oportunidad de vivir en la capital por unos cuantos meses.”
“¿En serio? ¿Cómo sucedió lo de los estudios? No recuerdo mucho a la tía Miranda, pero de lo que viene a mi memoria, siento que era una mujer muy cerrada de mente y aferrada a sus convicciones. Me sorprendió escuchar que había tomado esa decisión... Temía que te casara con alguien sin tu permiso.”
“Oh, no. Eso sí lo tuvo en mente siempre. La verdad es que, en un inicio, intentó forzarme a ver el mundo justo como ella. Y supongo que, hasta cierto punto, lo consiguió, con las clases de etiqueta. Pero creo que de haberme quedado aquí, nunca habría tenido la oportunidad de estudiar una profesión. Le debo mucho a la tía Miranda.”
“¿Te puso una institutriz, no?”
“Fue de lo peor. Esa mujer parecía haber nacido para torturarme.”
“Tú nunca has sido mucho de seguir las reglas al pie de la letra.” Camille sonrió de lado.
“Exacto.” Emilia rio. “Prueba de ello son las miles de travesuras que hicimos de pequeñas. O… haberle ocasionado un desmayo a nuestra madre ni bien regresé.”
“Nada dice “¡Estoy de vuelta!” mejor que aquel susto que le diste.” Camille sonrió. “Debo admitir que me sorprendió lo que me dijiste. Tenía una ligera idea de lo difícil que debía ser estudiar enfermería para gente fuera de nuestra clase social, pero no pensé que estaba reservado exclusivamente para hijas de la realeza.”
“La tía Miranda consiguió lo imposible.” Emilia se veía muy complacida. “Y ahora soy enfermera. Aún me incomoda no poder aspirar a una profesión más completa como la de doctor, pero supongo que hay cosas realmente inalcanzables.” Suspiró. “Por cierto… ¿Cómo va el hospital que inauguraron hace un par de meses?”
“Ha contado con unos problemas, más que nada relacionados a la administración.” Mencionó Camille, y se llevó la taza a los labios. Luego de un sorbo, retomó la conversación. “Parece que hay una disputa respecto a los pacientes y el servicio. Así dicen los rumores que Sayaka escuchó…”
“Mm…”
“¿Deseas trabajar allí?”
“Es uno de los lugares a los que envíe mi carta de recomendación, así que sólo me queda esperar. Sería ideal, si te soy sincera.”
“Por el Doctor Erwin, supongo.”
“…N-no. No sé si él esté trabajando allí, siéndote sincera.”
“Oh. Igual, tu reacción me dijo todo.” Camille sonrió ampliamente. “…Y yo que creía que conocerías a alguien en Londres.”
“Bueno… Entre los bailes a los que asistí, hubo uno…”
“¿Ese baile sumamente importante que mencionaste en una de tus cartas? ¡¿El de la realeza!?”
“Sí.”
“¡¡¡¡Ahhhh!!!” Camille no cabía en su felicidad. “¡Cuéntamelo todo, ahora sí, con lujo de detalles!”
“No sucedió nada extraordinario, más allá de la majestuosa residencia y de la presencia de miembros de la realeza por doquier. Aunque…”
“¿Conociste a alguien grandioso, no?”
“Me encontré con Celica y me presentó a unos jóvenes de familias anglo-alemanas. Fueron sumamente amables conmigo. Eran los hijos de los dueños del banco V&R.”
“Me alegra que te hayas reencontrado con ella pero… ¡Emilia!” Camille se indignó “¡Me muero! Dime que conversaste con ellos. ¡Dime que se volverán a ver! ¡Alguno de ellos debió interesarte!”
“No puedo negar que ambos llamaron mi atención. Su trato era cálido y sincero… pero dudo volver a cruzarme con ellos. La sede del banco V&R está en Lóndres, y como miembros de las familias a cargo, deben quedarse junto a sus padres.”
“¡Nunca digas nunca!” Camille sonrió. “Ojalá también formen parte de aquellas familias que van a venir a pasar el verano en Bloomington…”
“…Tú suenas más emocionada que yo, Cami.” Emilia la observó con sospecha.
“¡Es que debieron encontrarse por un motivo en especial! Nada es gratuito.”
“Bueno, la tía Miranda tiene buenos contactos—”
“¡No! Me refiero a algo futuro. De seguro volverán a cruzarse. ¡Lo presiento!”
“Me suena a que deseas que te los presente.”
“N-No.” Camille desvió la mirada, avergonzada. “¡No!” Repitió, un poco más decidida. “Tal vez hace un tiempo lo habría deseado. Ahora… estoy un poco decepcionada del amor luego de lo que le sucedió a Katie.”
“Oh, me comentaste sobre ello. Es realmente una pena inmensa. Me parece que el señor Campbell es un hombre despreciable.”
“Lo peor es que con la gente de su entorno se muestra distinto. Cuando lo conocí, percibí a un caballero muy cordial y noble. Yo no comprendo lo sencillo que se le hace engañar a la gente. Según las cartas de Katie, cada vez se le hace más complicado compartir su vida con él. Hasta… me ha confesado que anda dándole vueltas a la posibilidad de escapar de allí.”
“No puedo culparla.” Emilia probó uno de los bocadillos, apenada. “Cualquier mujer en su posición concebiría aquella idea, por más riesgosa que es. Sé que, de escucharnos, mamá y el resto de nuestras hermanas pondrían el grito al cielo, pero siento que la situación es mayor que el orgullo o el honor. Supongo que su familia es el único motivo por el que aún no ejecuta su plan.”
“Es lo mismo que pienso yo.” Camille suspiró. “Sólo espero que su situación mejore. Tal vez… el señor Cambpell cambia para mejor.”
“Esperemos que así sea.”
“A mí… me preocupa la posibilidad de que, eventualmente, yo tenga que estar en los zapatos de ella. O alguna de nuestras hermanas. O tú…”
“Tranquila.” Emilia le sonrió, muy segura. “Eso no va a ocurrir. Recuerda que los padres de Katie andaban desesperados, y bueno, cometieron el peor error en esa situación. Sé que mamá a veces puede ser un poco… complicada de tratar, y tiende a cerrarse con ciertos temas, pero no la veo capaz de hacer algo así. Igual, de hacerlo, dudo que papá lo avale. Él siempre está de nuestro lado.”
“Tienes razón. Papá nunca lo permitiría.” Camille sonrió. “Él nos quiere ver felices. Al igual que mamá, por supuesto.”
“Claro.” Emilia asintió. “Y—”

La mayor de las gemelas se detuvo en seco ni bien escuchó los fuertes resoplidos de un caballo a poca distancia de la cabaña en la que se encontraban. Emilia, inmediatamente, hizo a un lado su taza de té, y con cuidado, se acercó a la puerta para observar de quién se trataba. Desde la pequeña ventana en la puerta pudo divisar cómo un joven rubio de buena apariencia y vestimenta sumamente sofisticada andaba peleando por control con el caballo que montaba. Sin embargo, no demoró nada en domarlo, con un par de palmadas en su lomo y unos sonoros silbidos. En cuestión de segundos, ya se encontraba atravesando el bosque sin ninguna preocupación… hasta que pareció notar algo y se detuvo en el acto.

“¿Qué sucede, Emilia?”
“¿Recuerdas lo que mencionó Sayaka? Lo que le contó el tío Robb.”
“¿Mm?”
“Tal parece que es completamente cierto.”
“Bueno, no lo dudab—” Camille se paró a sí misma cuando notó algo. “¿Por qué lo dices?”
“Ven.” La llamó su hermana, y la menor asintió, acercándose junto a ella para observar por la ventana.

Camille logró observar lo mismo que su hermana: aquel joven rubio que, definitivamente, se trataba de un miembro de las familias de alta alcurnia que venían de visita a Bloomington por el verano. Parecía un tanto mayor que las gemelas, y andaba distraído, observando sus alrededores en busca de algo.

“¡Emilia! ¡Parece perdido! ¡Debemos ayudarlo! De paso que le damos la bienvenida.”
“…Alguien está muy emocionada,” comentó Emilia, en tono burlón.
“B-Bueno, es lo más cordial, ¿no?” dijo Camille, un tanto cohibida.
“Tus botas están enlodadas.”
“¡Las tuyas también!”
“¡Con mayor razón!”
“¡No me vengas con eso! ¡Nunca le has dado importancia a nimiedades como esa!”
“…Es cierto.” Emilia suspiró, derrotada.
“¿Por qué no te gustaría ir a saludarlo?”
“Tengo un mal presentimiento.” Emilia sonaba pensativa, mientras observaba al joven. “No obstante, debo admitir que me causa intriga su presencia. Esta zona se encuentra lejos de las residencias más adineradas.”
“Oh, ¿las de los exteriores de Bloomington?” preguntó Camille, sin despegar la vista del joven.
“Sí. No hay motivo para pasear por aquí. Además, los campos privados de aquellas residencias están equipados para practicar equitación.”
“¿Por qué traería su caballo hasta acá, entonces?”
“No es su caballo,” corrigió Emilia. “Antes de que te acercaras, los ví peleando por control, hasta que el señor logró salir victorioso.”
“Deberíamos salir y ofrecerle ayuda,” sugirió Camille.

Emilia la observó en silencio por unos instantes, un tanto dudosa. Sin embargo, accedió, luego de suspirar hondamente.

“Está bien,” dijo ella, y abrió la puerta sin mucho cuidado.
“La curiosidad mató al gato,” comentó Camille, a la vez que cerraban la puerta.
“…” Emilia rodó los ojos, con una sonrisa en el rostro.

El rubio no se había alejado de su posición inicial, por lo que alcanzarlo no fue difícil para las gemelas. Sin embargo, la repentina aparición de Emilia y Camille asustó al caballo, quien se alzó en dos patas y botó a su jinete al suelo. El joven soltó, sin mucho cuidado, un par de lisuras, llamando la atención de las hermanas Bennet.

“Desde ya, me cae bien,” comentó Emilia, en voz baja.
“¡Emilia!” le reclamó Camille, a lo que su gemela rio. Ambas corrieron a auxiliarlo, cuidando no alterar al caballo.
“…No, no tienen por qué preocuparse,” les aseguró el joven, levantándose en un salto. “Ese caballo lo hace a propósito. Ni bien siento que nos empezamos a llevar mejor, se manda una de estas.” El rubio rodó los ojos, enojado. “Ah, mi más sinceras disculpas. Debí presentarme antes.” Y les sonrió. “Mi nombre es Wolfgang von Einzbern, es un placer conocerlas,” dijo, con una pequeña reverencia. Las gemelas le devolvieron el gesto.
“Mi nombre es Emilia, y ella es Camille, mi hermana menor. Somos de la familia Bennet, dueña de la residencia a unos quince minutos de aquí. El placer es un nuestro.”
“Si no es mucha molestia, señoritas Bennet, ¿podrían indicarme cómo regreso a Chatsworth?”

Las Bennet intercambiaron miradas, confundidas.

Chatsworth era una de las residencias más costosas de la zona de Bloomington. Había pertenecido a una familia adinerada, siendo la casa de verano de unos nobles, hasta que compraron un terreno al norte de Sussex, un par de años atrás.

“¿Alguien compró Chatsworth? Estaba sin dueño cuando me fui—” comentó por lo bajo Emilia.
“No sabía nada sobre ello—” le susurró de vuelta Camille. “A-ah. Por supuesto,” dijo, ni bien notó la expresión risueña en el rostro de Wolfgang. Tal parecía que el rubio las había observado fijamente mientras cuchicheaban entre ellas. “Disculpe nuestra impertinencia…”
“No hay problema.” Wolfgang sonrió. “Me imagino que debe causarles sorpresa que aquella propiedad haya sido adquirida hace poco tiempo.”
“Nuestra hermana menor siempre se entera de todo, pero al parecer, el rumor sobre Chatsworth ha pasado desapercibido.”
“El socio de mi padre la compró hace dos semanas. Parte de su familia llegó el lunes pasado. Yo llegué hoy día, y salí a pasear con su hijo pero…” Wolfgang miró de reojo al caballo. “Como les comenté, el caballo me tiene una tirria inmensa y me llevó por otro sendero…”

Camille y Emilia estuvieron a punto de comentar al respecto, pero el estridente galope de otro caballo irrumpió a lo lejos. Por el sendero, apareció un majestuoso corcel blanco con un jinete de buena presencia que, sin duda, se trataba del allegado de Wolfgang.

Por unos instantes, Camille juró ver algo de enojo en la expresión de Wolfgang, pero el rubio sonrió de lado y se apuró en montar de nuevo a su caballo.

Por su lado, su conocido tiró de las riendas de su caballo para detenerse a unos metros de Wolfgang y las Bennet. El hombre obligó al caballo a darles la espalda, y por sobre el hombro, observó con atención a Wolfgang.

“Disculpen, señoritas. Parece que me encontraron.” Wolfgang suspiró, divisando de reojo a su socio.
“…” Emilia lo observó en silencio.
“Espero que nos crucemos una vez más en otra oportunidad, señor von Einzbern,” le dijo Camille.
“Yo también ruego que suceda lo mismo, señorita Bennet. Hasta luego, fue un placer conocerlas,” les dijo él, con una sonrisa encantadora.

Wolfgang no demoró en alcanzar a su socio, y ni bien se encontraron lado a lado, ambos aumentaron la velocidad. Las Bennet los observaron hasta que, finalmente, se perdieron entre los árboles y arbustos.

“…¡Ah!” exclamó Camille, decepcionada.
“¿Qué sucede?” Emilia se veía confundida.
“¡Debimos invitarlo al baile!”
“Tranquila. De seguro le llegará igual la invitación de todas maneras. Dudo que al tío Robb se le pase, tomando en cuenta lo importante que se veía el señor von Einzbern. Y ni qué decir de su socio y los nuevos dueños de Chatsworth.”
“Me da curiosidad…” comentó la menor, ensimismada.
“¿El señor von Einzbern? ¿Te atrae?”
“¡N-No! Es sólo curiosidad. Sentí que… había algo que nos escondió en su relato. Como si, realmente, no se había perdido, sino que—”
“Lo había fabricado como una mentira, sí.” Emilia se giró hacia ella. “También me da curiosidad ese detalle.”
“Bueno, ojalá nos crucemos de nuevo con él. ¡Y con esos jóvenes anglo-alemanes que mencionaste!” mencionó Camille, a la vez que regresaban a la cabaña.

“Eso está más difícil, Cami,” dijo Emilia, detrás de ella. “Mucho más difícil.”

« Last Edit: December 28, 2019, 02:26:06 AM by Eureka »


Kana

***¿Nadie más postea? :'(
*En el perfil iré subiendo imágenes e información de los personajes para quien quiera hacerse una idea de como son.
*Fic un poco de dinámica familiar (?)

Third Chapter

“Él no va a condescender” cuchicheó Chrom a su socio, despacio para no ser escuchado por el otro individuo presente en la oficina.
“Es el único otro doctor con buena reputación en este territorio. Contratarlo es una carta de confianza para los habitantes del lugar.” El peliazul bajo la mirada, un poco desanimado.  “El otro doctor disponible es un señor muy mayor y chapado a la antigua. Está interesado en aceptar el empleo, pero ha manifestado indiscretamente ser reticente a procurar su servicio a la estratósfera menos pudiente.”
“Lo sé…”

El joven Chorm Rothschild, cuyas habilidades interpersonales aprendidas de su madre, Lady Mauve, logró persuadir a unos médicos provenientes de Londres y Liverpool para hacer firmar contrato, quienes ya se encontraban trabajando en el Hospital y parecían a gusto con su trabajo. No obstante, la plaza de personal médico seguía siendo diminutiva para la población de atención que se estimaba atender en el Hospital.
Pero tratar de que Erwin Smith, el doctor del pueblo, firmara para ser parte de los profesionales del Hospital parecía ser casi una misión imposible para Chrom.
El deseo de Chrom Rothschild y Marth Väring fue abrir las puertas de un Hospicio nuevo que ofreciera su prestación a todo aquel que lo necesitase sin importar su condición social. De una visión tan empática y puramente altruista se pensaría que las puertas se abrirían en todas partes para lograr sus intenciones. Sin embargo, desde que iniciaron con su obra caritativa no pudieron más que sufrir peripecias y problemas desde el comienzo.
El primogénito de Lord Ässa Varing y el segundo hijo de Lord Michael Rothschild desde muy pequeños siempre habían congeniado a bien, siendo desde entonces dos grandes e inseparables amigos. Era esperable que Marth tuviese una relación más compenetrada con Hubert , el hermano mayor de Chrom, pero el peliazul tenía clara predisposición por Chrom con quien desde siempre se había sentido a gusto a su lado percibiendo que podía confiar en él incluso temas más personales, a diferencia de Hubert  con quien tenía un trato más protocolar y escueto.
Eso se resumía en: estar cerca de Chrom era el querer ser y estar cerca de Hubert era el deber ser.
Significaba así, con la amistad, inteligencia y complementación de ambos, que la planeación del proyecto hubiese resultado sencilla. Pero del pensar al actuar existía una gran diferencia.
El primer problema fue cuando ambos acordaron comprar una vieja fortificación a las cercanías de Lincolnshire la cual fue del agrado de ambos. Unos trabajos de reconstrucción bastarían para que el lugar fuese ideal para convertirlo en un Hospital. Pero a último momento el vendedor se retractó y prefirió vender el lugar a un reverendo, hijo de una noble, para ser destinado a fines religiosos. Eso frustró a ambos jóvenes quienes posteriormente decidieron adquirir hectáreas de parcelas vírgenes a las cercanías de Bloomington y construir desde cero. Lo cual resultó en las finanzas de ambos un costo aún mayor.
El segundo obstáculo fue cuando sus familiares se enteraron de la obra caritativa de ambos que más que celebrarla la criticaron duramente y la tacharon como una pérdida de dinero y tiempo. Por supuesto, sus padres seguían siendo los mayores opositores a que continuaran con el Hospital.
El tercer problema fue cuando, ya por fin abierto el Hospital, la concesión de amparo irónicamente les había instaurado un gran hincapié en cual consistía en no ser gratuita la atención, instaurando costos que fueran acaudalado para la beneficencia del Hospital y otras instituciones. Con ello querían decir que los más precarios de recursos debían pagar o hipotecar sus bienes para ser atendidos.
Ya librados del tercer problema, les quedaba uno más liviano, pero igualmente estresante: Que St. Constantine se viese como un Hospital al cual se podía acudir y del cual las personas tuvieran la confianza de recibir atención médica de calidad. Porque para mucha era difícil creer que podían ser atendidos gratuitamente y salir caminando del Hospital. Muchos pensaban que sólo atendían estudiantes que ejercían sus prácticas en el Hospital o que era atendido por borrachos médicos que no tenían trabajo en otros lados.

Como estrategia se propusieron contratar a toda costa a Erwin Smith, el doctor del pueblo de Bloomington. Las personas se entregaban a su plena merced confiando en su profesionalismo. Especialmente las personas de más bajos recursos. Pero el tipo estaba muy cómodo teniendo una sencilla consulta médica en Bloomington atendiendo a los necesitados a cambio de lo que le dieran: ya sea huevos frescos, una pila de leños, pan, lo que quisieran.
No le interesaba trabajar en un Hospital donde tenía todos los recursos que pidiera. Tampoco le tentaba el sueldo. Mucho menos la obligación del horario laboral.
Chrom se giró, con una última oferta en mente.
“Señor Smith, ¿Qué tal si trabaja aquí y en Bloomington?”
“¿Cómo sería eso admisible?” El rubio lo observó sin inmutarse.
“Le propongo que tenga un horario bastante liviano aquí. Donde no estará obligado a estar todos los días de la semana presente pero sí los necesarios. Por ejemplo, puede estar en el St. Constantine de lunes a jueves. Así los viernes, sábado y domingo puede estar en su consulta particular.”
“…” Lo miró circunspecto. Los domingos no trabajaba a menos que hubiera una urgencia. Y no porque fuera a misa. Ese día lo dejaba para pescar en el lago o tallar muebles o vigilar el bosque, que eran sus pasatiempos. “Señor Rothschild, debe mejorar su oferta. De aceptar en algún caso, optaría por venir sólo el viernes a apoyar a algún otro médico como parte del equipo. Con suerte”
“Espere. Le indico que además dispondrá de todo lo que necesite para atender a los pacientes de aquí y Bloomington. Por ejemplo, si necesita una medicación para algún residente del pueblo usted tendrá libre derecho de retirarlo de la farmacia del Hospital y llevarlo a esa persona.”
“… No me convence.”
“Apostaría por contratar un número importante de médicos y enfermeras que compongan su equipo personal y que estén a su total orden. Así, en caso de que usted no esté en el servicio podrá dictar las ordenes necesarias para que su equipo personal atienda los casos del Hospital.”
“…”
“…” Marth los observó en silencio. Pensaba que Chrom perdería en esta ocasión, pero no dudaba en el talento de su amigo.
“Bien, es usted alguien difícil de convencer puesto que tiene un gran compromiso con la gente de Bloomington lo cual es admirable.” Chrom sonrió, sincero. “Me temo que se me acaban las ofertas que le puedan interesar. ¿Qué propondría usted para quedarse con nosotros?” Lanzó como tentativa táctica. Vio que Smith pareció pensarlo sin responder el rotundo –no- que había dado durante todo el día.
“Podría aceptar bajo estas condiciones: en efecto, puedo quedarme los días que usted me ha propuesto. No obstante, si hay una emergencia en Bloomington y me necesitan allá ustedes deberán entregarme autorización de abandonar el recinto sin objeciones”
“Me parece.” Total, antes de irse tendría que darle las órdenes oportunas a su equipo médico. Dudaba que Erwin Smith se fuera sin más.
“También tomaré el ofrecimiento de brindarme medicación de la farmacia para quien necesite en Bloomington. Por supuesto, no la vendería ni haría un uso indebido.” Resopló. “Necesitan urgente contratar más médicos y enfermeras, no solo ellos… Sino más personal, sí o sí deben cumplir esa parte más por ustedes que por mí. Por otro lado, deben asegurarme que nadie impondrá condiciones imposibles para los más necesitados, tampoco discriminaciones de atención por lo cual deberán educar a los médicos y enfermeras que aquí tienen para ser más aceptables de todo tipo de paciente.”
“Se realizará una inducción al respecto” Indicó Marth.
“Y como última condición, no permitirán que sus señores padres sean los que realicen los criterios de ingreso de pacientes al Hospital. Mucho menos que pongan en riesgo la sustentabilidad del Hospital. No trabajaré en un lugar motivando a mis pacientes para que al mes siguiente los echen a la calle porque cerrarán el Hospital por una orden de sus señores padres.”
“Señor Smith, no debe tener preocupación por eso puesto que no lo permitiremos así nos cueste la vida. Se lo prometo” Dijo Chrom, muy seguro en su hablar, aunque el fantasma de su padre y el socio de éste torturó inmediatamente su mente.
“…Bien.”
“Bien.”
“…”
“¿Hay algo más?”
“Me darán una de esas…Cada mes” Apuntó con el mentón una botella de fino whisky que descansaba en una mesa bar. “…Es para sanos usos” aclaró.
“S-sí. No lo dudo” Chrom se descolocó brevemente, pero se repuso. “¿Tenemos un trato?”
“Sí.” Les estrechó la mano a esos dos. Previo que se fuera, Chrom le pasó la botella sin abrir de whisky.
“Eso fue difícil. Te felicito, amigo.”
La puerta de la oficina se abrió y para sorpresa de ambos se trataba de Lord Rothschild. Esperaban que Smith no se cruzara antes con él porque significaría la renuncia del rubio en el primer día de su contratación.
“Señor Rothschild” Marth saludó educadamente a ese hombre a quien conocía desde el momento de nacer. Era el socio de su padre con quien éste comenzó la empresa bancaria. Podría decir que era su segunda imagen paterna y por muchos años su ideal a seguir. No era que Marth pensara que su padre biológico escasera en esas áreas, pero a Lord Rothschild lo sentía más amable de algún modo.
“Marth, que gusto encontrarle aquí.” Le saludó de igual modo, ofreciendo una leve sonrisa.
“Padre, ¿Qué le trae por aquí?” Chrom, a quien su padre pasó por alto, le preguntó directamente. Estaba acostumbrado a su frialdad y rechazo.
“¿Acaso no puede un padre visitar a su hijo querido?”
“Sí…” musitó, asimilando que se vendría algún problema. 
“Puedo dejarlos solos, para que hablen cómodamente”
“Oh, Marth, eres como un hijo más. No puedo pedir que te excluyas. Además, sé que eres muy amigo de Chrom. Seguramente él te comunicará todo.” Michael Rothschild se sentó en el sitial detrás del escritorio tomando directamente el rol de dueño del lugar.
“Señor Michael, ¿Se le ofrece a usted una copa de…” Marth miró rápidamente lo que quedaba. “¿Brandy inglés?”
“Acepto” Esperó que Marth le entregara la copa. Dio un breve sorbo aliviado al enterarse de que se trataba de un brandy de etiqueta cara y no alguna porquería que haya comprado Chrom en sus visitas al pueblo. “Antes que todo, quiero comunicarles a ambos el joven Wolfgang llegó sano y salvo a nuestra casa. Hubert se está encargando de darle un paseo por los alrededores”
 “No lo vemos desde la fiesta de los nobles en Londres” recordó Chrom. “Tengo entendido que se quedó en la casa de los Lancaster”
 “Bueno…” Marth se sentó en la silla en frente a Michael. “Wolfgang gusta de viajar consecutivamente. Ya sea por negocios o por placer. Por eso no lo vemos en buen tiempo. No es un secreto que, de todos nosotros, es él el que llega a simpatizar con nobles incluso inabordables como los Lancaster. Será agradable que pase una temporada aquí.”
Michael observó a ambos jóvenes en silencio, mientras ellos dos hablaban sobre los planes que le podrían ofrecer a Wolfgang en su estadía. El hombre de hace tiempo que había notado que Marth se llevaba mejor con su hijo Chrom que con Hubert. Pensó: <Pobre ave. Tiene personalidad, pero ciertamente lo abruma su inocencia que quiere ocultar con careta de seriedad y madurez. Chrom, pese que es mi hijo, es una mala influencia para éste. Preferiría que se dejara albergar más por Hubert que por Chrom…>

Michael analizó a los dos. Marth le había parecido hasta ahora un chico inteligente, hábil para los negocios, serio y sobre todo sensato. Quizá un joven demasiado callado, pero no podía culparlo de ello dado que Ässa no era precisamente un padre muy carismático ni comunicativo, siendo más bien silencioso, frío y déspota con sus hijos y esposa. Estimaba a su socio y respetaba su forma de ser, aunque Michael de modo sutil le aconsejaba que trabajara en una sonrisa que no pareciera la de un psicópata y en el beneficio de hacer de una esposa una cómplice (tal como su esposa, Mauve) y no un bonito adorno inútil como Leonora Väring.
También pensó en su segundo hijo, Chrom, quien era totalmente distinto a su primogénito Hubert. No entendía como de Chrom había nacido ese casi asfixiante sentimiento empático y altruista por los demás. No le bastaba con dar unos esterlines para la caridad… 
Michael pensaba que podía hacerle un favor a su socio y al mismo Marth si intervenía con él a tiempo. Debía evitar que Chrom siguiera influenciando de mala manera al primogénito Väring porque esto lo perjudicaba directamente a él.
Lord Rothschild tenía a Hubert, podía descansar en él. Pero, el día en que Ässa no estuviera más, el socio directo sería Marth y no estaba cómodo con la idea de que el socio de los Väring fuera un joven con ideas tan… poco sustentables (inducidas por Chrom, lamentablemente). Se traducía para Michael como un futuro socio despilfarrador.
“Chrom, señor Michael, me disculparan, pero tengo un compromiso con mi padre.” Se disculpó, espontaneo. Tras despedirse, se retiró dejando a los otros dos a solas.
“Quiero hablar con usted, Chrom.”
“¿Sobre qué, padre?”
“Dolorosamente me he enterado que acepta la hospitalización de pacientes cuyos recursos monetarios no son seguros de cubrir su deuda.”
“Padre, bien sabe que éste es un hospital de beneficencia.” Chrom suspiró
“Hijo mío, fui indulgente en permitir que abrieran este… lugar, para que se divirtieran un momento pensando que al menos lograrían recaudar con los pacientes lo invertido, pero ahora me salen con este nuevo malestar. Me debe muchas explicaciones…”
La mirada de Michael pasó de ser amable a una rotundamente seria, crítica y despectiva.

***
Marth estaba a punto de salir por la puerta de entrada del Hospital cuando divisó a una joven que se le hacía reconocible. Ella venía acompañada por un señor mayor, ambos parecían bastante curiosos al ver por primera vez el hospital. Se acercó a ellos.
“Señorita Bennet” Le increpó. Luego miró al mayor. “Señor” saludó cordial. Ambos le quedaron mirando sin saber quién era, así que aclaró con paciencia. “Soy Marth Väring, del baile de equinoccio de primavera en Londres.”
“Oh, bien estimado señor Väring” Emilia se inclinó. Así que ese baile tenía nombre también. “Que placer volver a verlo. Le presento a mi querido padre, el señor Bennet”
“Señor Bennet, es un honor”
“Igualmente” se reverenciaron.
“¿Puedo consultar a que se debe su visita en St. Constatine? Espero que ninguno de los dos sea aquejado por una enfermedad”
“Benditamente, no nos encontramos enfermos. Si no, ya sería un dolor adicional para la señora Bennet.” Dijo el señor Bennet. “Me acomete la compañía a una de mis hijas, quien consigo trae una carta de recomendación de Lady Miranda para entregarla al director del Hospital.”
“Que bien afortunado somos todos nosotros. Yo soy uno de los sostenedores. De directores, aún no hablamos.” Les sonrió. “¿Me permiten?”
“Claro” El señor Bennet le indicó con un gesto a Emilia que le pasara la carta. Marth la recibió y la leyó en silencio. “¿Y bien? ¿Qué opina de las recomendaciones hacia mi hija?”
“Me entero de que es bien recomendada por su protectora Lady Miranda y por la noble Lady Crown quien fue su maestra en enfermería.”
“Así es. Espero que no me vea como un progenitor exagerado, pero me enorgullece anunciar que mi hija Emilia tuvo muy buenas calificaciones y está bien interesada en brindar sus servicios a los más necesitados. Noto que este Hospital es nuevo, me preguntaba si habría espacio para una enfermera más.”
“Por supuesto” Marth no dudó en decirle. Normalmente se tomaría un tiempo para pensarlo más, pero tenía cierta corazonada si bien no era de guiarse por esas cosas. “Estamos en proceso de contrataciones. La señorita Bennet podría trabajar aquí si es su deseo.”
“Que emocionante revelación. Que agradecido estoy de su amabilidad.” El señor Bennet inclinó su cabeza. “Antes tengo que informarle que mi querida Emilia podrá trabajar primeramente un día a la semana. Por lo cual será una voluntaria sin tentativas de suelo. Esto porque la extrañaríamos mucho en nuestro hogar y porque la señora Bennet tiene muchos temores respecto a que ella trabaje, pensando que algo malo pudiese ocurrirle.”
“Puedo estar seguro de que no le ocurrirá nada malo, para tranquilidad de la señora Bennet. Pero si su deseo es trabajar sólo un día a la semana, lo respetaré. Tal vez sea ideal para un proceso de adaptación.”
“Gracias, señor Väring” Emilia le sonrió encantada.
“¿Cuándo podría empezar?”
“¿Le parece bien este mismo día de la semana? Puesto que hoy suelo visitar estos lugares así podría yo traerla muy temprano por la mañana y llevarla conmigo a mi retorno, explicándole a mi esposa que Emilia me acompaña en mis quehaceres.”
“Me parece bien.”
“Le agradezco su bondad, señor Väring” Dijo el señor Bennet. Hablaron un poco más y luego se despidieron.
Marth los observó irse. Parecía que el señor Bennet era muy cuidadoso con su hija, ya que en todo momento fue el mediador y se sintió analizado por el señor Bennet como si éste estudiara algún peligro en Marth para su hija.

***

Ese mismo día en la tarde, Marth visitó la sucursal bancaria de V&R en Lincolnshire. Su padre se encontraba hace unos días en visita de supervisión a la sucursal de dicha localidad, quedándose en Lincolnshire. Desde su llegada, los empleados V&R Lincolnshire brillaban por las horas extras laborales ¨voluntarias¨, hacer trabajo demás para estar más que al día, perfeccionamiento en sus acciones, ir y venir de un lado a otro para complacer a Ässa Väring.
Marth subió al segundo piso de la sucursal para entrar al despacho principal. Su padre estaba detrás del escritorio terminando de firmas algunos documentos.

“Padre” Observó en silencio a ese hombre frente a él. era un tipo pálido, de cabello negro azabache con la particularidad de tener un mechón cano que lo había tenido incluso cuando era niño, sus ojos eran de color negro intenso que no se distinguía la pupila del iris. Recordó que en una ocasión escuchó a un opositor de su padre decirle que Ässa parecía un tiburón en apariencia y actitud.
“…Marth” susurró Ässa, sin levantar la vista de los escritos. Su hijo se acercó, pidió autorización con la mirada para sentarse, el señor Väring le aceptó sin muchos ánimos. Pasaron varios minutos de silencio donde el hombre mayor seguía centrado en los documentos. Marth pudo ver que en su mayoría eran solicitudes de crédito que su padre rechazaba. El peliazul sintió pesar por esas personas, al ver que algunas pedían un crédito para salvar sus casas o incluso para poder costear la enfermedad de algún familiar.
“Padre, necesito su atención”
“…” Väring se tomó su tiempo. Luego, sin ánimos y sin mirarlo le preguntó “¿Qué quieres, Marth?” dijo con cierto halo de aburrimiento y molestia. “¿No ves que estoy ocupado?” No sólo con los asuntos del banco sino también con los preparativos para el compromiso oficial de Lavenza con Ciel of Lancaster, por lo que pudo notar Marth. Su padre seguramente se frotaba las manos esperando el día en que Lavenza terminase casada con un hijo de la alta aristocracia.
“Lo siento, padre, pero me es necesario conversar con usted”
“Será relacionado con los asuntos exteriores del banco, imagino. Espero que hayas trabajado con Daraen sobre el estudio de instalaciones rentables de sucursales en los países bajos.”
“Debo ser honesto y decir que Daraen es quien ha dedicado más estudio y análisis de las ciudades más propicias para la expansión del banco en otras partes de Europa…”
“Así que tu hermano menor ha trabajado más en los asuntos familiares que tú. Déjame suponer…” Ässa le sonrió con ironía y sátira. “Supongo que mi primogénito tiene toda su atención ese caro e innecesario hospital en vez de los negocios de la familia.”
“Padre, déjeme explicarle…”
“¿Qué me tienes que explicar tú a mí, niño?” el hombre siguió con la risa burlona. Había dado un pequeño golpe sobre el escritorio que hizo sobresaltarse a Marh “Mejor deja de hacer perder el tiempo de tu padre y retírate”
“Pero…señor”
“Ah, Marth.” Giró los ojos, cansado. “Hazme un favor y pasa más tiempo con Hubert y aprende algo de él, ¿Quieres? Harías feliz a tu padre si sigues los ejemplos del primogénito de mi socio.” 
“…” ¿Por qué Hubert? Era unos años mayor que él y, sí, podría pedirle consejos y dejarse guiar por él si se lo proponía, pero Marth lo consideraba alguien insoportable y petulante. Aunque no se lo decía a nadie. Ni siquiera a Chrom por respeto.
Sentía que Hubert todo el tiempo se burlaba de él y lo minimizaba con disimulo, y su propio padre tenía más afinidad con Hubert que con él. Eso le hacía sentir molesto y algo envidioso, puesto que Ässa Väring prefería conversar con Hubert que con cualquiera de sus hijos. Pero Hubert no tenía la culpa… Su padre era el enigma, quien era muy callado y distante con los suyos, pero con Michael y Hubert parecía sentirse en más confianza o, como él decía <el placer de platicar con gente con el mismo idioma y visiones> Indirectamente Marth sentía que su padre le decía a él, a sus hermanos y a su madre que eran demasiado estúpidos e indignos para mantener una charla con él.
Marth se ofuscaba en silencio, como el joven que quiere complacer a su padre y no lo logra de ningún método.
“Vete ya…” Su padre le echó, volviéndolo al presente.

El joven salió del despacho con la frustración escrita en todo su rostro. Debía encontrarse con Chrom y que le fue mal con el intento de solicitarle a su padre un recurso económico para el Hospital… Ni siquiera pudo decirle nada, en realidad. Pero antes de ir con Chrom iría con Hubert para pasar algo de tiempo de gracia con el heredero Rothschild tal y como era el deseo de su señor padre. No entendía por qué a estas alturas seguía siendo tan obediente de su padre si éste le trataba como un sirviente más.
Llegaría el día que se rebelaría a su padre, mandaría al infierno a Hubert y sus comentarios, desasearía el estúpido compromiso de su hermanita pequeña, Lavenza, con el crío maleducado Lancaster y le daría la opción de que fuera una niña libre sin la obligación de casarse por conveniencia o por complacer a su padre, y, por fin, él mismo se sentiría un hombre en paz consigo mismo.
Pero aún faltaba para que llegara ese día…
« Last Edit: November 12, 2019, 05:11:56 PM by Kana »


Puri

Está súper #meh y corto porque no he podido sentarme a escribir en mucho tiempo debido a que mi vida es un trainwreck, pero quería dejar algo para ir avanzando ;; prometo que los demás fics serán mejores orz ignoren esto

@Sayi tkm4e my sweet jane



“¡Tuviste que haber visto a Sayi!”, exclamó Sayaka sin dejar de prestarle atención a su bordado, a la vez que sonreía emocionada para sí misma. “¡Estaba tan, pero tan feliz! ¡Y la pobre de mi madre! Creo que ya estaba perdiendo las esperanzas de que Sayi obtuviera algún prospecto de matrimonio, ¡estaba tan feliz como si le hubiesen pedido la mano a ella!”.

La joven incrustó la aguja a un costado para sacar el otro guante, el cual ya había acabado, y comparar el avance del que aún tenía por acabar. Una vez corroboró qué puntos debían de seguir en el diseño, lo dejó nuevamente dentro de su canasta y prosiguió con su labor.

“Y Sayi realmente se merece su final feliz, pero bueno, eso ya lo sabes. Es una persona muy gentil, trabajadora, amorosa y comprensiva. Estar a su lado es igual que el primer día de primavera, cuando ves brotar la primera flor. Sientes una sensación de calidez y emoción que llena cada parte de tu ser”. Sonrió pensando en su hermana. “Espero de todo corazón que sea muy feliz junto al señor Terry”.

Pasaron un par de instantes en cómodo silencio, interrumpido solo por el canto de las aves y el ruido de los animales al pastar. Era un día muy alegre de primavera, hacía sol, el cielo brillaba con un azul intenso y la temperatura había subido de manera muy agradable durante los últimos días.

“Aunque, ¿sabes…?” Paró su labor y se quedó mirando su bordado, aunque su mente se encontraba perdida en otros lugares. “Me dará mucha pena que tenga que irse a vivir lejos de casa. Supongo que vendrá junto al señor Terry a visitar en los veranos, pero no será lo mismo vivir sin ella”.

Escuchó unos pasos venir en su dirección y alzó la mirada. Otabek se sentó a su costado.

“En verdad la quieres demasiado, ¿no?” Sayaka asintió y recostó su mejilla en el hombro del mayor. “La ausencia hace que el corazón crezca. Esto solo las hará más fuertes en vuestro amor”.

Aquello le devolvió la sonrisa.

“Tu corazón ha de ser pequeñísimo entonces, con todo lo que te vengo a ver”.

El chico asintió suprimiendo una sonrisa y la chica bufó haciéndose la indignada, para luego echarse a reír. Apenas se aseguró que la joven ya se encontrara de mejores ánimos, se levantó de su costado para volver a sentarse en el montículo desde el cual podía observar mejor el valle y así a todos los animales de los cuales estaba encargado. Sayaka, por su parte, volvió a tomar el guante, inspeccionó el lugar donde se había quedado y siguió bordando.

Los días solían pasar así para los dos, desde hacía mucho tiempo.

Sayaka solía escaparse de su casa a eso de las nueve de la mañana, una vez acabado el ajetreo del aseo, del desayuno y de los primeros quehaceres en su casa. Otabek, por su parte, recién a esa hora se encontraba sacando a pastar a los animales después de haberse encargado toda la mañana de asearlos y ordeñarlos. Los dos jóvenes solían encontrarse en el sendero hacia el valle y comenzaban el día contándose alguna eventualidad o retomaban el tema de conversación del día anterior.

La joven tenía la costumbre de empacar algún refrigerio para ambos, por lo que apenas llegaban al lugar donde Otabek solía dejar que los animales pastaran, se sentaban a comer juntos. Además de la comida, Sayaka siempre solía traer en su canasta alguna cosa a la que dedicarse mientras Otabek hacía su trabajo, por lo que el resto del tiempo se la pasaban en un silencio amigable, ambos concentrados en su labor, si es que no había algo sobre lo que conversar o se echaban a jugar un partido de cartas.

A eso de las once de la mañana Sayaka solía retirarse para ir a ayudar a la hora del almuerzo a su casa y por lo general ya no volvía a verla hasta el día siguiente, puesto que ya ella se quedaba haciendo deberes en su casa o se escapaba a visitar a Leo para conversar. De vez en cuando se aparecía en el establo un par de horas antes de la hora del té junto a Leo y los tres se ponían a jugar cartas y a contarse los últimos sucesos.

Y así habían ido creado una rutina.

Sayaka se levantó de donde estaba y se acercó a Otabek, mostrándole los guantes en los que había estado trabajando.

“¿Qué te parece? La tela no es muy fina y se ve un poco opaca, pero creo que para usarlos en una cena o de noche no se ven tan mal”. El chico inspeccionó el trabajo y sonrió para sus adentros viendo el empeño que había puesto Sayaka en lograr que sus bordados fueran lo suficientemente finos.
“Creo que le van a encantar”.
“Eso espero”, suspiró algo nerviosa. “Se los hice para que los use durante su entrevista con Terry, así tendrá una parte de mí a su lado para que le dé fuerzas”.
“Hablas como si no fueras a estar pegando la oreja a la puerta junto a tu madre”.
“Oh, cállate”, rio y guardó los guantes dentro de su canasta. “Ya me voy, le prometí a Mery que le enseñaría hoy día cómo se hacen un par de zapatillas. Por cierto, ¿crees que mañana me puedas regalar un poco de leche? Ahora que Emilia está de vuelta me gustaría hacerle un postre, para agradecerle la consideración que tuvo de traernos los regalos de la tía Miranda”.
“Por supuesto, guardaré un poco para ti. ¿Te la dejo en el establo para que la recojas en tu regreso a casa? ¿O prefieres que te la dé aquí?”.
“Mejor aquí. El otro día mi hermana Cho me comentó que tu patrona me ha visto muchas veces rondando por el establo y no quiero darle más de qué hablar. Lo último que necesitamos es que mi madre empiece a sumar dos con dos.”. Otabek sintió como las orejas se le acaloraban ante esto, pero prefirió obviar el comentario de Sayaka. Carraspeó.
“Sí, será mejor que no te vea rondar por ahí”. La menor le sonrió y le dio dos pequeñas palmadas en el rostro.
“Entonces nos vemos mañana”. Dicho esto, Sayaka se inclinó levemente y Otabek hizo lo mismo, a modo de despido. La chica le regaló una última sonrisa y se fue caminando hacia el sendero que llevaba hacia su propiedad.

Que sumara dos y dos, por favor. Sí que era atrevida al decir ese tipo de cosas, pero su habilidad para fingir demencia después de decirlas era algo que no dejaba de divertir a Otabek.

Una vez su silueta hubo desaparecido por el sendero, se dedicó nuevamente a ver a los animales, pero su mente aún se encontraba turbada al saber que su patrona podría pensar mal de él. Gracias al cariño que su patrón le tenía se había salvado de ser reclutado para la guerra, por lo que no podía descuidarse en cuanto a mantenerse en sus buenas gracias y debería de ser mucho más cuidadoso.

Menos mal que pronto el pueblo se vería lleno de gentes nuevas e importantes, lo que evitaría que le prestaran atención a un simple pastor como él. Ahora que lo pensaba, Leo estaría más ocupado que nunca pronto, por lo que debería de hacerle una visita uno de estos días antes de perderle el rastro por un largo tiempo. De paso, podría… Sí. Eso era lo mejor, definitivamente podría salirse con la suya.

Con un mejor ánimo, volvió a lo suyo. Ya mañana sortearía el resto de detalles de la visita.

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Cho

Hola a todas. Debo agradecerles por mencionar a mi personaje en sus fics, ha sido genial aww~ En verdad se nota que están escribiendo con muchas ansias.

Me costó horrores escribir este fic y no estoy del todo contenta con él, pero el primer paso siempre es el más difícil. Espero ponerme las pilas desde ahora.

1

En medio del tumulto hogareño en la residencia de los Bennet, la segunda hija se había excusado luego de la hora del té para continuar atendiendo su pequeño huerto. La vida y el bullicio eran de esperarse en su hogar lleno de parientes tan distintos y semejantes a la vez, y lo que solía saturarle o espantarle de venir de otros era algo que más bien Cho consideraba muy propio de sí y muy cercano. No era capaz de predecir las mil y un ocurrencias de sus hermanas o las indicaciones de sus progenitores todo el tiempo, pero esa misma incertidumbre era una de las pocas que disfrutaba. De aquel modo, luego de darse un respiro frente a su cosecha de manzanilla, Cho sonrió suavemente, se llevó una mano a su pecho e inmediatamente pasó a extrañar a sus parientes en esa pequeña burbuja que se había concedido.

Las pequeñas flores que se llevaban toda su atención le hicieron recordar brevemente a Camille. Habiendo sido su primera hermana colaboradora del huerto y una paciente persona con quien conversar, Cho le había dedicado el apodo de chamomile, en honor a aquella planta. Sonrió y miró hacia el rincón donde no hace mucho habían plantado las dos unos germinados de papa. Tomarían unos pocos meses en dar frutos.

Volvió a revisar su selección de plantas aromáticas e ingredientes predilectos y decidió que prepararía una infusión más experimental para el día siguiente. Se sentía agradecida de la atención y gusto que Emilia le daba a sus tés, y realmente quería dar lo mejor de sí para continuar apoyando a sus hermanas en su discreta forma.

Cho recogió unas hojas de menta junto con un poco de manzanilla y toronjil y pensó en el cambio de las estaciones. Las flores se dejaban ver y deslumbraban los paisajes de Bloomington. Pronto también comenzarían a aparecer los frutos del bosque por doquier. Supo que Sheryl se dedicaría a hacer sus paseos con mayor frecuencia para recolectarlos, y se hizo una nota mental de darse un tiempo para acompañarle la próxima vez. También, ni bien llegara el verano, podrían todos disfrutar de las fresas y otros frutos semejantes, y se sintió un poco impaciente de volver a degustar las tartas que Mery siempre alistaba con tanto cariño.

Dio un respiro amplio que le renovó las energías. Pensar en sus hermanas invocaba un sentimiento de tranquilidad y pertenencia por más que cada una de ellas se encaminara en un sentido distinto. Aquello le daba una incertidumbre desagradable, un temor de que sus vidas estaban por cambiar de manera irreparable.

Las insistencias permanentes de la señora Bennet sobre el desarrollo de sus hijas en damas de sociedad y en la búsqueda de dignos pretendientes comenzaban a tocar más fondo y a hincar la previamente estable burbuja dentro de la cual todas las hermanas habían vivido sus vidas. La llegada de esa carta a su hermana Sayi, el anuncio de Sayaka sobre los visitantes a Bloomington y la presentación de Shura, la menor de todas, a la sociedad confirmaban lo pequeña que era su familia en comparación con el mundo que les rodeaba, y que ya no podían resistirse ante la corriente.

Y, en medio de los anhelos o metas de las demás, Cho se sentía asfixiada y vacía, al no saber qué hacer ella con su propia existencia. La segunda hija estaba más que feliz asistiendo y acomodando a sus queridos parientes, pero no poseía la fuerza de voluntad que había visto en Sayaka, Emilia o Kora en la vida cotidiana. Más bien, gustaba comportarse con diplomacia y cumplir las expectativas sociales, pero carecía de una meta propia y sentía un constante desaire por su propia falta de aptitudes y deseos.

Sin embargo, no podía quedarse de pie y hundirse en aquel hoyo al cual ya conocía demasiado bien. Le tocaba ser un apoyo y quería animar a Shura, la más pequeña y de momento con la mayor atención de parte de la madre. Decidió que le prepararía un arreglo floral con el cual iluminar su habitación, y su vista rápidamente se enfocó en un arbusto de margaritas a poca distancia de su huerto.

Sonrió. Las margaritas blancas, símbolo de alegría y pureza, no podían irle mejor. Era también un momento oportuno para cortar esa planta y así fomentar un constante florecimiento hasta los meses de otoño.

Al tener una cantidad decente de margaritas ya cortadas, pudo oír unos pasos apresurados acercarse. Los conocía bien, y se giró para darle al mayordomo Jacob un apropiado saludo.

“Buenas tardes,” asintió.
“Señorita, no le sienta bien el trabajo manual, ¿cuántas veces debo repetírselo?” preguntó el atento y leal sirviente de la familia, con un gesto de severa preocupación. “Si desea recolectar más plantas, le ofrezco mi asistencia.”
“Pienso que he conseguido las suficientes, muchas gracias,” Cho sonrió apenada. Jacob era un criado muy sensible, preocupado y leal por todos los miembros de la casa, y se sentía infinitamente responsable por el bienestar de las hermanas, casi a un nivel paternal. La peliceleste sabía que le causaba un millón de preocupaciones por realizar tantas labores manuales, aunque no quería negarse a realizar sus acostumbrados pasatiempos.
“Señorita Cho, lamento la intromisión, pero vengo por el pedido de su estimada madre,” se reportó con su mano derecha sobre su pecho y una respetuosa venia. “Ella se encuentra recibiendo a su querida amiga, la señorita Altugle, en la biblioteca de su señor padre. Le pide que vaya inmediatamente.”
“¿Ayesha se encuentra aquí?” la joven Bennet mostró su asombro, y pasó a asentir. “Entendido, le agradezco el aviso. Iré enseguida.”

Ante ese llamado, tuvo que depositar las flores a un costado de su huerto y se dirigió hacia la biblioteca una vez cambio sus zapatos para evitar ensuciar el interior del hogar. Se trataba de su querida amiga de la infancia, por lo cual sabía que no necesitaba velar más por su apariencia. De todos modos, no dejaba de preguntarse sobre el porqué de su visita.

La respuesta no tardó en llegar ni bien ingresó a la biblioteca. Observó a su simpática y hermosa amiga de cabellos y ojos miel, tez pálida y ligeramente rosácea, y semblante dulce y pacífico, en lo que ojeaba uno de los libros que seguramente fue permitida de revisar por la dueña del hogar. Cho siempre había sentido admiración por su amiga por su personalidad formal y gentil y apariencia prístina, pese a que ella fuera de una clase social menor.

Los Altugle eran una familia de comerciantes que rentaban una cantidad considerable de tierras al señor Bennet para la agricultura y ganadería. Riqueza no les faltaba, pero su profesión y carencia de tierras propias les bajaba un peldaño en la jerarquía de la zona. Pese a ello, Cho había congeniado con la hija mayor, quien fue la que le despertó el amor por la agricultura y le enseñó a cuidar de las plantas desde la niñez.

Cho no tardó en notar que su madre no estaba presente, y en medio de su confusión, la rubia despertó de su ensimismamiento.

“Oh, Cho, mil disculpas por no percatarme de tu presencia,” dijo Ayesha con leve torpeza y sonriendo amablemente. Dejó el libro en la mesita a su costado y se puso de pie, para agarrar a su querida amiga de ambas manos. “Es muy grato verte. ¿Cómo te encuentras?”
“Me encuentro bien, Ayesha, y lo mismo digo,” asintió y le devolvió la sonrisa. Apretó un poco las manos de su amiga y finalmente se soltó. “¿A qué se debe tu visita? No esperaría que fueras a visitarme tan intempestivamente, y menos venir a dialogar con mi madre.”
“No es para que lo encuentres extraño,” la jovencita sonrió animada. “Tu simpática madre me extendió el llamado para acudir a visitarte después del té de la tarde.”
“¿A qué se debe ello?” preguntó, perpleja. “Además, mi madre no se encuentra aquí.”
“Ella se disculpó, pero se encuentra atendiendo a tus hermanas menores con el vestido que acaban de comprar y me dijo que teme que fueran a escaparse sin su supervisión,” reportó Ayesha, tranquilamente. “Fue breve en pedirme un favor, el cual gustosamente le concederé.”
“¿Favor?”
“Comprendo que pronto es el tan esperado evento de tu hermana menor, ¿no es así? Tu señora madre expresó su preocupación sobre tu incomodidad en desenvolverte ante desconocidos, y quisiera que practiquemos estos días en preparación para el baile,” comentó animada. “Mañana tengo unas obligaciones que cumplir y te invito para que paseemos juntas por el pueblo. ¿Te parece bien?”
“Ayesha…” Cho se vio un poco intimidada, pero entendía que no le quedaba de otra. Realmente no quería importunar más a su amiga luego de que ella misma haya sido ya importunada por su madre. “Lo comprendo…”
“No te preocupes,” la rubia juntó sus palmas, maravillada. “Te aseguro que te divertirás.”

Ante esa revelación, Cho sintió que no debió haberse sentido intrigada. En muchos aspectos, Ayesha era una jovencita que la señora Bennet hubiera querido tener como hija propia, al ser tan presentable, digna, sociable y también pensar en la importancia de las etiquetas sociales y del matrimonio. Había sido cuestión de tiempo para que la madre utilizara esa amistad de su reservada hija a manera de incentivarle a comportarse de manera más ‘correcta’, aunque, para variar, Cho pensó que tenía un poco de sentido.

Confiaba mucho en el juicio de Ayesha, y sí le tocaba hacer un intento para adaptarse a cómo su entorno familiar estaba cambiando…

…sólo esperaba que a ella misma fuera a gustarle ese cambio, para variar.

Las amigas acordaron en el plan del siguiente día y degustaron de un discreto bocadillo y una infusión antes de que Ayesha se despidiera.


Apple

Mood: viendo *de nuevo* la primera temporada de Outlander. De una vez les pido perdón por lo largo del fic (y a Mery por abusar tanto del uso de su personaje, pero se me hace tan adorable que sea la menor ;_; ). Les pido a todas que avisen donde puedo dejar los comentarios de sus fics (si van a hacer un tema nuevo o van a utilizar el viejo pero quieren hacerle una división). Editare mi perfil en cuanto tenga tiempo para que vean a los pjs si quieren ;_;

tldr; Nuevos invitados de Keyfield Park: el coronel Ike Middleton, Char y Cherche Spencer. También una nueva llegada algo royal a Shirenewton Hall.



2


-¡Oh coronel Middleton no puedo esperar a llegar a Keyfield Park!- la dama no disimulaba su emoción. Tenía una gran sonrisa en el rostro y no podía dejar de ver por la ventana del carruaje –Bloomington luce ya tan primaveral; es el lugar perfecto para vacacionar después de un largo y aburrido invierno ¿no lo crees Char?

-Ya lo creo señora Spencer- la respuesta de Char Spencer no se hizo esperar, tan distante como siempre. No separó sus ojos ni un instante de su periódico.

Este tipo de interacciones no dejaban de entretener y sorprender al coronel Ike Middleton. La pareja Spencer era sin duda singular, la señora tan vivaracha y elocuente y el señor siendo todo lo contrario.

-Vera coronel- continuo ella, sin prestarle mucha atención a la frialdad de su esposo –mi tío es conocido de la señora Keysworth. La antigua dueña de Keyfield Park. Su esposo y su hijo murieron en la guerra dejándola sola ¡pobrecilla! Dicen que es muy agradable pero malísima para la economía del hogar y terminó por abandonar la propiedad cuando no pudo mantenerla más.

-¿Así?- al coronel le interesaban poco los chismes de señoras, pero al final la curiosidad y sus modales ganaron.

-Ahora vive con unos primos lejanos en Londres. Me imaginó que le cayó de perlas que el señor Baratheon comprara la propiedad. Eso de vivir de la caridad de familiares es muy trágico- la señora hizo una pausa para volverse hacia su esposo que a su lado seguía leyendo el periódico sin inmutarse – por eso le he dicho a mi querido Char que debemos tener muchos hijos ¡una dama debe de asegurarse bien!

El coronel no pudo evitar reír un poco. Para ser una dama de su nivel la señora Cherche Spencer era demasiado franca; no obstante era más una cualidad que un defecto. 

Tan entretenidos iban en su charla que apenas se dieron cuenta de que ya iban llegando a su destino. El carruaje atravesó la vereda de cedros que daban paso a la entrada de Keyfield Park. La señora Spencer dejó de nuevo la conversación para ver por la ventana la fachada de la casa con el atardecer de fondo. En la entrada tres personajes los esperaban.

Apenas les había tomado un par de días instalarse en Keyfield Park y Robb y Jamie ya estaban recibiendo a sus primeras visitas. Si bien ya les había llegado el aviso de que algunos de sus conocidos de Londres habían llegado, la llegada de sus amigos íntimos de Cambridge les entusiasmaba bastante.  Tener la casa llena los alegraría a todos, en especial al tío Robert que se les había unido en recibir a los recién llegados.



No habían transcurrido muchos días desde que los Bennet tuvieron la visita improvisada del señor Stark y el señor Fraser. Sayi, con ayuda de Sayaka claro, cuestionó a Sheryl sobre su encuentro con el supuesto lobo; que por supuesto no resulto ser otro que el señor Fraser.

Aclarado ya el mal entendido a sus hermanas menores, Sheryl por recomendación de Sayi fue a contarle a Mery y Shura lo que había sucedido. Las  menores reaccionaron como era de esperarse pues les emocionaba la presencia de los jóvenes en el pueblo y  el hecho de que hubieran sido la primera familia con el honor de tenerlos de visita.
La euforia de las menores y las bromas de las mayores levantaron sospechas en el resto de hermanas y a Sheryl no le quedó más remedio que confesar.

-Por favor, les ruego que no le digan nada a mamá- la rubia había aprovechado una tarde en que todas las hermanas se encontraban en la salita de costura y sus padres estaba ausentes. –Me he caído y he ido a parar a los pies del señor Fraser, y cuando él quiso ayudarme me asusté y me fui corriendo.

Las reacciones de sus hermanas fueron diversas. Camille y Emilia no pudieron evitar soltar una risilla, mientras que Cho cubrió delicadamente su boca con la mano y se ruborizó ligeramente. Su hermana menor había roto todas las normas de civilidad y cortesía que su madre con tanto esmero les había inculcado.  Kora, menos pragmática, tomo las manos de Sheryl entre las suyas y no dudo en asegurarle que era su destino conocer al señor Fraser y así reencontrarse con Robb Stark de nuevo.

Al final todas acordaron que era mejor guardar el secreto de su hermana, que de lo contrario correría con el riesgo de recibir una rabieta de su madre y casi terminaron por olvidarse del asunto que se perdió entre las labores cotidianas de cada una.

Un buen día de ocio, en el que ninguna de las hermanas estaba a la vista a excepción de Sheryl llego a casa de los Bennet una invitación de Shirenewton Hall para tomar el té. El tío Robert probablemente tendría los primeros reportes de los recién llegados a Bloomington y querría compartirlos con la señora Bennet.

-¡Mery! Mery querida ¿Dónde estás niña?

-¡Aquí mamá!- la más pequeña de las Bennet asomó su pequeña cabeza de la cocina donde seguro estaba preparando postres para el té.

La señora Bennet no tardó mucho en darle instrucciones a su hija para que llevara la primera torta que saliera del horno a la casa del tío Robert y que no se le ocurriera ir toda manchada de  harina y con el delantal puesto. Y sin más perder la señora tomó a Sheryl del brazo con rumbo Shirenewton Hall.

-¡Mi estimada señora Bennet! ¡Y Sheryl! Que alegría tenerlas aquí.

Las dos mujeres hicieron una leve reverencia y devolvieron el saludo al señor Baratheon. Este las hizo pasar al salón de té donde su invitado esperaba.

-¡Oh Robb, que alegría verte de nuevo!- la señora Bennet no se molestaba en ser menos efusiva con sus saludos.
En especial si se trataba de algún soltero bien parecido y en buena situación.

El joven se levantó de su asiento y las saludó con una reverencia que las damas correspondieron. Sin perder el tiempo la señora Bennet abordó al muchacho.

-¿Cómo has estado Robb? ¿Y tu familia? ¿Me imagino que tu padre sigue en el parlamento? Tenía mucho tiempo sin que ustedes vinieran por acá.

-Todos hemos estado muy bien, le agradezco mucho por preguntar señora Bennet- Robb respondía a sus preguntas de buena gana. Consideraba a la señora Bennet como una tía lejana excéntrica, pero sincera a la que le tenía mucho aprecio. –Mi señor padre aún se encuentra en la cámara de lores en el parlamento, lo que lo mantiene en Londres la mayoría del tiempo y apenas visita Winterfell ahora. Es precisamente la  razón por la que no he podido venir a vacacionar ya que mis energías ahora se enfocan en la administración de Winterfell y el cuidado de mi familia.

-Debes enviarle mis recuerdos a tus padres Robb. Me parece muy bien que ahora cuides de tu hogar, me parece que eso te ha hecho madurar si me lo permites decir ¿no cree tío Robert?

La atención de la señora Bennet se desvió al tío Robert. Ya sabía que Robb estaba ahí y era un buen candidato para sus hijas pero quería saber de los demás prospectos. Aislados de la conversación de los mayores Robb y Sheryl entablaron conversación en un rincón junto a la ventana. La rubia aún se creía en riesgo de que Robb Stark le pudiera contar a su madre o al tío Robert lo que había pasado con el señor Fraser, si es que este se lo había contado.

-¿Cómo le ha parecido Keyfield Park señor Stark?

-Está muy bien señorita Sheryl. Las remodelaciones que mi tío ordenó fueron muy acertadas y la propiedad es preciosa. Debe venir algún día a visitarnos, planeamos organizar muchos picnics en los jardines.

-Me encantaría acompañarlos ¿se encuentra bien el señor Fraser?

-Jamie les está mostrando la propiedad a nuestros amigos que llegaron ayer de Londres y Lincolnshire a visitarnos. Planeamos visitar a su padre pronto para entregarle la botella de whisky que le prometimos.

-Oh… tienen invitados- esa noticia de seguro llenaría de júbilo a la señora Bennet. En especial si esos invitados estaban tan solteros como Robb. 

-Sí, y faltan algunos más. Esperamos presentarle los que ya están a su familia durante el baile de debutantes. Son amigos nuestros de Cambridge.

-Estaremos encantados de conocerlos- Sheryl fue interrumpida por el ruido de caballos frente a la casona. Pudo ver a lo lejos como un carruaje perdía el control de los caballos y casi se volteaba. Afortunadamente el cochero recuperó el control de los animales y no pasó un accidente grave.

Rápidamente Robb se levantó de su asiento y fue a contarle al tío Robert lo que pasó. Ambos hombres se disculparon antes de salir casi topándose con Mery que entraba precipitada al salón. 

-¡Una princesa!- dijo la menor de las Bennet mientras trataba de recuperar el aliento.

-¿Qué dices querida? No hay princesas por aquí- la regañó la señora Bennet.

-Claro que si ¡la vi salir del carruaje! Tenía una tiara y una admirable capa de terciopelo y seda ¡vamos mamá, puede necesitar nuestra ayuda!

Olvidándose de su canasta con pastelillos la menor jaló a su madre del brazo que no se resistió demasiado pues la curiosidad le ganó. Sheryl salió atrás de ellas también llamada por la curiosidad.

Cuando llegaron al lugar del accidente Clark Kent, ya estaba revisando la rueda del carruaje y hablando con el cochero. El tío Robert y Robb hablaban con un joven de apariencia extranjera que les relataba como paso el accidente. Apartada del grupo una joven admiraba la campiña inglesa ajena a todo lo que pasaba mientras su sirvienta a su lado parecía más asustada por todo lo que había sucedido. Tal como Mery había dicho usaba una hermosa capa, pero el tocado de su cabeza estaba lejos de ser una tiara.

-Mery esa no es una tiara- le explicó Sheryl a su hermanita en voz baja.

-Pero si tiene perlas y piedras preciosas en la cabeza.

-Lo sé, pero no es una tiara. Sino estoy mal ese tocado se llama kokoshnik y es de Rusia.

-¡¿Rusia?!

Sheryl dio un pequeño codazo a Mery para que guardara silencio mientras el joven con el que hablaban el tío Robert y Robb tomaba la palabra.

-Mi nombre es Siegfried Kircheis. Permítanme presentarles a Lady Aika Romanova, hija menor de su excelencia el Barón Vladimir Romanov.

La suntuosidad de la presentación le causo gracia a Sheryl que hasta ahora nunca se había encontrado en una situación así. Buscó la mirada de Robb, que también le encontró gracia al asunto y sonrieron disimuladamente. Sin saber muy bien que hacer todos los presentes hicieron la mejor reverencia que pudieron, la cual Lady Aika devolvió con un movimiento de cabeza. 

-Como les decía, nos dirigíamos a Bath donde Lady Aika fue invitada a pasar la temporada pero como ven nuestro carruaje sufrió desperfectos.

-¿Es muy grave el daño Clark?

-La rueda se abolló totalmente señor Baratheon- el joven mozo del tío Robb había sido el primero en llegar y después de inspeccionar a los caballos reviso el estado del carruaje –habrá que mandar a hacer una nueva rueda.

-Oh no ¿llevará eso mucho tiempo?-

-Si la mandamos a hacer con urgencia podría estar lista para mañana- aseguró el tío Robert- Clark, muchacho, ¿Por qué no te vas al pueblo con el cochero y le piden al herrero que trabaje toda la noche para tener la rueda lista después de medio día?

-¿Medio día?- el señor Kircheis parecía mortificado. En lo que el respectaba se encontraba en medio del bosque junto a su señora en un país extranjero. La ayuda de los extraños lo confortaba poco y nada; su prioridad era la seguridad de Aika y no tenía idea de cómo proceder. 

-No se angustie señor Kircheis. Mi nombre es Robert Baratheon, y el joven aquí a mi lado es mi sobrino Robb Stark, hijo de lord Stark. Las señoras aquí presentes son la señora Bennet y sus hijas, mis vecinas. Estoy a sus servicios para ayudarlo a usted y su señora. Permítanme invitarles a pasar la noche en Shirenewton Hall, estarán seguros y  tendrán  una morada a la altura del rango de lady Aika. Mañana tendrán su carruaje listo y podrán continuar con su viaje.

La elocuencia del tío Robert dejo encantados a los presentes. Robb pensó que no por nada había sido uno de los caballeros más galantes de su época en Londres. Agradecido y ya menos desconfiado el señor Kircheis aceptó la invitación del tío Robert; todos emprendieron camino a Shirenewton Hall.

-¿Estás segura de que no es una princesa?- pregunto entre susurros Mery a su hermana mayor. La rubia le hizo una seña de nuevo para que guardara silencio pues aún no sabían si Lady Aika sabía inglés.

-Le aseguro que no soy una princesa señorita Bennet- Lady Aika que hasta entonces había permanecido en silencio, se volvió a las hermanas con un marcado acento ruso- lo sería si mi padre fuera hermano y no primo del zar Alexander. 
« Last Edit: November 12, 2019, 10:12:23 PM by Apple »


Shura

*nota mental, no dejar las cosas para el ultimo segundo :´)*



Shura cerró su cuaderno de geografía dejándolo con recato encima del resto de su tarea, la hora de estudio había terminado. Muchas chicas de su edad ya habían dejado los estudios ya fuese por dedicarse a otras labores o por prudencia de que estos no les acarreasen prematuras arrugas en el rostro, pero la pequeña había confesado a sus hermanas que quería continuar por su cuenta y a todas les había parecido una excelente idea. Sayi le había proveído en los últimos dos meses de libros de geografía y un buen modelo para estudiarlos, en aquellos momentos la mayor entró por la puerta del estudio puntual y sonriente.
-¿Has podido terminar tus tareas? ¿Has logrado entenderlo todo?
Shura le extendió el cuadernillo abierto por la última pagina para que lo revisará, Sayi diletante lo revisó en silencio, sonriendo antes de volver a dejarlo con el resto de tareas.
-Esta todo perfecto, veo que tendré que poner más hincapié si quiero plantearte un reto, ¿qué tal si la semana que viene empezamos con el continente americano?
-¡Sí! -Shura se mostró más excitada de lo que su hermana se esperaba acabando por reír.
-Créeme, cuando creas haberlo aprendido todo, esos yankees habrán cambiado todo el mapa. Y ahora, ¿por qué no sales a dar una vuelta antes de merendar?
La hermana pequeña retiró la silla asegurándose de no arrastrarla, plantándose delante de su hermana doblando la rodilla y levantando la falda en una inclinación reverencial.
-Hoy te estas comportando como toda una señorita, pero no gastes todas tus fuerzas antes de la fiesta.
Shura hizo un mohín de fastidio.
-¡Siempre me comporto como una señorita!   
-Claro -Sayi rodó los ojos-, ve a aprovechar el día y ven puntual para la merienda.

El entusiasmo juvenil fue lo que la saco de la habitación, en una rápida carrera bajó las escaleras de la casa, tomando su sombrero amarillo y atando el lazo de este por detrás de su cabeza, salió al camino pasando en puente en un par de zancadas y siguiendo el camino del riachuelo abajo, disfrutando del olor del pasto.
Cuando su respiración se agito y sus mejillas enrojecieron por el esfuerzo de la carrera, se sentó entre las flores y la hierba.
Todo estaba en silencio, se escuchaban algunas aves y el sonido del riachuelo, pero aquel era el lugar idoneo.
-Una dama, de oro sus cabellos, blanca como el lirio... -Shura quería improvisar una canción para su presentación en sociedad, le gustaba ensayar aunque nunca llegaba a estar satisfecha.
Se aclaró la garganta optando por afinar con una poesía.
-Caminaba el Conde Olinos, mañanitas de San Juan...
Aquello era casi peor, se dio por vencida aquella vez, ¡pero que todos esperasen a su presentación! Estaba dispuesta a fascinarlos con su voz.
El sol de la tarde era agradable, se quitó el sombrero y empezó a decorarlo con flores.
-Cabecitas en el agua... colitas en el aire, nadan en el lago... -suspiró, sólo parecía darsele bien las canciones infantiles.

Pero su voz, había avisado de su presencia a algo, que se acercaba a ella silencioso.
Shura reparó en que algo extraño sucedida cuando dejo de escuchar cantar a los pájaros, miro a su alrededor distraída cuando entonces lo vio... ¡un oso se acercaba a ella!


Kana

Fourth Chapter

“¡Pero niña!” La señora Bennet iba detrás de Emilia persiguiéndola por la casa. “Te digo que es una excelente oportunidad para hacerte notar y también para conocer a gente de respetada casta”
“No, mamá. Te dije que no quiero” Emilia le dio la misma respuesta que le estuvo dando durante la mañana. Detrás suyo escuchaba como su madre se quejaba y seguía sus pasos sin dejarla en libertad. La peliblanca abandonó el corredor y entró a una sala que conectaba dos sectores de la casa. Debido al bullicio de su madre y sus propios reclamos, no se percató que Sheryl se encontraba en la estancia, de casualidad chocó suavemente con ella. “Perdón, Sheryl. Estaba un poco distraída”
“No te preocupes, Emilia.” La rubia le sonrió, con esa gracia y educación que caracterizaba a su hermana.

Emilia la contempló unos segundos en calma, su hermana Sheryl era la dama más perfecta que conocía y eso, aunque suene irónico, la enorgullecía. Temía que en algún momento su pureza de corazón le jugara una mala pasada, pero le tranquilizaba el hecho de que Sheryl, además de bella y educada, era una persona muy inteligente. La peliblanca enmarcó una sonrisa dedicándosela a su hermana.

“Sheryl, Sheryl, dile a tu hermana Emilia la importancia que tiene codearse con personas tan respetables como lo son los nobles de sangre.”
“¿A qué nueva situación te refieres, madre?” Preguntó Sheryl, un poco confundida por la repentina exigencia de su madre.
“Pues Emilia no quiere aceptar una gran oportunidad que su pobre y sufrible madre le ha conseguido con tanto esfuerzo. ¡Cómo puede ser así de fría!” La mujer sacó un pañuelo blanco de entre las mangas de su vestido, fingió secarse unas lágrimas inexistentes.
“Madre, por favor…” Emilia la observó sin expresión, inmutada por su aparente sufrimiento.
“¡A esto me refiero cuando digo que algo o alguien le robó el corazón! Aparentemente su estancia en Londres la volvió una persona fría e insufrible. Incapaz de conmoverse incluso con el pesar de su propia madre.”
“…” Emilia y Sheryl intercambiaron miradas, acostumbradas a las dramatizaciones de la progenitora de ambas.
“¿Ha ocurrido algo malo?” La joven rubia observó con preocupación a ambas.
“Madre, sería sensato que hablaras claramente para no confundir más a Sheryl.” Emilia entrecerró los ojos, un poco cansada de la situación. No llevaba más de dos días en casa y su madre ya la hacía sentir superada con sus exigencias, dramatizaciones y con su afán de ¨ocultar¨ ciertos detalles de la vida de Emilia. “Lo que sucede, mi querida hermana, es que nuestra madre piensa que, ante el hecho de nuestra tía Miranda me haya beneficiado con la ilustración de una afortunada educación más allá de la de una dama sino también la de una labor profesional como lo es la enfermería, ella ha traducido que estas enseñanzas me han trastornado y convertido en una persona déspota y carente de sentimientos. Por tanto, no sólo lo atribuye a mi estadía en Londres sino también a este hecho el cual ella se aferra en omitir u ocultar aún cuando es evidente que todas aquí sabemos que estudié una profesión que, de todos modos, sigue siendo una sumisión al dominio del patriarcado.”
“¡No! ¡No más! ¡No!” La señora Bennet le sacudió el pañuelo en la cara a Emilia, como reprimenda. “No quiero escuchar en esta casa esos discursos ácratas que parecen más bien salidos de la grosera boca de un francés.”
“Madre…” Emilia giró los ojos, pero se rió con ironía. “Pero, en fin, no es por mi aparente falto de afecto o radicalización de mi pensamiento por lo que madre quiere que me persuadas, Sheryl… Sino más bien porque, en su misión de ¨ocultar¨ mis estudios en la sociedad de Bloomington, ha buscado para mi una labor de… sirvienta en ¨Blossomhouse¨ con la finalidad de que no enfoque mi energía a ejercer la enfermería sino más bien insertarme en esa diabólica mansión del mal con el pretexto de ser una sirvienta pero con el objetivo real de embaucar sentimentalmente a uno de los insufribles Lancaster… Si es que eso puede ser posible.”
“¡Si es señor Bennet te escuchara decir tantas desfachateces!” La mujer se dejo caer sobre el sillón, echándose aire. Emilia la observó unos segundos pensando realmente que mejor se hubiera quedado en Londres, pero de todos modos le tenía afecto a esa mujer, por lo que le sirvió un vaso de agua para apaciguar su melodrama.
“Madre, respetuosamente, no creo que lo correcto sea que Emilia se dedique a ser sirvienta.”
“No, no, nada de eso, mi pequeña.” La madre saltó, después de beber un sorbo de agua. “Emilia me ha mal interpretado. No he buscado para ella el oficio de una sirvienta, ¡Nunca buscaría que una de mis queridas hijas terminase haciendo las labores de nuestros empleados en otras casas! No me crean como una mala madre que no piensa en cada una de ustedes, mis niñas. Les explico la situación a ambas, para que nos entendamos mejor.”
“…” Sheryl y Emilia se sentaron en los sitiales que quedaban en frente de su madre. Ambas adoptaron una pose de atención, muy bien sentadas.
“Me enteré por buena fuente que la respetable Lady Lancaster, quien se encuentra en Londres, busca desesperadamente una persona nutrida de educación, refines y conocimientos para ser la institutriz del más joven de sus hijos. Le pedí a mi amiga, quien es mi fuente, que interceda por nosotras y hablara de Emilia de quien pienso que es la candidata más idonea para ser la institutriz.” la señora Bennet soltó un suspiro. “Yo me he puesto en el lugar de esa desafortunada madre. La pobre Lady Lancaster se encuentra con el alma en un hilo al tener a sus otros hijos en servicio de guerra y tener que enviar al menor de sus hijos a la estancia de vacaciones de la familia como modo de prevenir que, ante los aires de guerra, sucedan situaciones de riesgo para el niño. Él se encuentra viviendo aquí, en las cercanías de Bloomintong, en Blossomhouse, un sitio que ustedes han escuchado muy bien.”
“¿La casa encantada que tío Robert nos contaba cuando pasábamos por fuera?” 
“Sí, Sheryl. Esa enorme mansión que se veía a lo lejos más allá de la rivera. ¡Pero de embrujada, nada! A veces el buen Robert le gusta jugarle broma a los más jóvenes.”
“Entonces no sería sirvienta, sino que niñera.”
“Institutriz, hija. Institutriz de francés, de hecho.” Le corrigió la mayor. “Y con un horario bastante grato. Casi es visitarlo por las mañanas los días de semana, puesto que los fines de semana y por las tardes de los otros días el jovencito está a cargo de su otra institutriz. Emilia tendrá la responsabilidad de reforzarle su francés, ya que tanto le gusta, educarlo en otros temas y tratar de que el joven, quien es muy tímido, mejore sus habilidades sociales.”
“No suena tan malo” meditó Sheryl.
“No. Pero madre quiere que me gane el favor de los hermanos mayores…”
“Oh, Emilia ¡A veces eres muy suspicaz!” Le recriminó la madre “Yo sólo te sugerí que fueras amable con ellos y que te hicieras notar ya que son unas personas muy destacadas en nuestro reino… Si uno de ellos se fija en ti no estarí—“
“¡Madre!”
“¿Te imaginas a tu hermana Emilia prometida con un joven y apuesto Lancaster?”
“Eh…” Sheryl bajó la mirada, incómoda por la situación.
“Yorkshire sería prácticamente nuestra estancia de veraneo.”
“¡Madre, por favor!” Emilia se ruborizó, por la vergüenza.
“Tendría nietos rubios, de buen porte y con las características de esa familia.”
“¿Acaso sabes cómo son tan siquiera? Puede que los Lancaster sean tuertos, cojos, jorobados, hemofílicos y ni sabes…”
“No creo que sean así.”
“Endogamia, madre, endogamia” Emilia sonrió con sarcasmo. Meditó un poco en sus palabras, pensativa. “Lo cual me deja directamente fuera como candidata a prometida ya que no soy Lancaster.”
“¡Niña, que cosas dices!” la señora Bennet se dejó caer sobre el espaldar del sillón, fatigada por los esfuerzos que le provocaba lidiar con su hija Emilia. No llevaba ni tres días en la casa y, si bien estaba cambiada, se notaba que de todos modos le haría salir unas cuantas canas en su cabellera. “Veo como buena oportunidad de desarrollo personal y crecimiento que aceptes auxiliar a Lady Lancaster. Acordé una presentación para las cuatro de la tarde en Blossomhouse”
“…” Emilia desvió la mirada, indecisa.

Pensaba más en el trabajo de medio tiempo que tendría en el Hospital St. Constantine. Quizá si aceptaba lo de su madre, cuando ésta se enterase de su trabajo en el Hospital no tendría como refutarle porque también le estaba cumpliendo a ella en cuanto al hijo de los Lancaster. Pero también pensaba en su tiempo libre, el cual se vería reducido y de compartir con sus hermanas todos los días sería algo más acortado. Aunque, por lo visto siempre tendría las tardes libres en ambas partes.
Pero seguía intranquila. Muy en el fondo debía admitir que imaginar entrando en la mansión de los Lancaster le daba miedo. Había conocido a los mayores y no eran personas muy amigables, eran extraños y sentía que constantemente mentían usando máscaras de simpatía social. Le daba miedo que se burlaran de ella o que la tratasen demasiado mal. Se sentía fuerte, pero todavía existía en ella una parte de sí que necesitaba la protección de su padre y la compañía de Camille.

“Si voy, ¿Puede ser con Camille?”

Después de un largo trayecto desde Bloomington a las afueras del pueblo, alejados hacia la rivera, llegaron a la entrada de la imponent Blossomhouse. Ya de lejos ambas hermanas admiraron la gigantesca construcción medieval que se escondía entre la montaña y el lago.

“Recuerdo que hace unos años pasamos por aquí en el carro de tío Robert. Me parecía que en ese tiempo había muchas más flores que ahora.” Memorizó fugazmente Camille.
“Quizá han descuidado esta propiedad” Emilia pensó que podía ser una opción ya que, pese a magnífica y cara, para esa familia era una minúscula propiedad sin mucha importancia. “Camille, gracias por aceptar acompañarme. La verdad no me veía a mí misma entrado aquí sola. Perdón por arrastrarte hasta aquí”
“No te preocupes, hermana. Recuerda que siempre nos acompañamos mutuamente. Además, tenía curiosidad de ver cómo era este lugar por dentro. Nadie de afuera ha podido entrar aquí según dicen los pueblerinos.”
En ese momento, el carro se detuvo de improvisto llamando la atención de las gemelas. Las hermanas se asomaron por las ventanillas para enterarse de lo que pasaba. “¿Qué sucede?”
“Un centinela” Dijo Camille, entrecerrando los ojos. “Nadie lo vio venir.”
“¿A qué viene?” Le preguntó un guardia al chofer, de forma cortante. 
“La señorita Bennet viene a presentarse con el joven Lancaster de quien será su institutriz.”
“De aquí, deberá caminar. No está permito el paso de personas no autorizadas.” Advirtió, refiriéndose al chofer.
“…” Las dos hermanas se miraron entre ellas.

Como había anunciado ese guardia, las dos tuvieron que caminar hasta la entrada de Blossomhouse lo cual las había ofendido bastante ya que la distancia era amplia y nadie las había salido a recibir en coche o caballo para aproximarlas. Tras una caminata que por suerte se volvió corta gracias a las atracciones visuales, al fin llegaron a la entrada de la mansión.

“¿Señorita Bennet?” Preguntó un hombre alto, de cabello negro y ojos carmesí.
“Sí” Respondieron las dos al mismo tiempo. Sonriéndole y luego riéndose entre ellas.
“¿Emilia?”
“Yo.”
“¿Y usted es?”
“Camille.” se presentó la otra muchacha.
“Deben ser las hijas gemelas de los señores Bennet” El hombre sonrió, asintiendo. “Mucho gusto. Mi nombre es Sebastian Michaelis. Soy el mayordomo en jefe de la casa y mayordomo personal señorito Ciel Lancaster.” El pelinegro les hizo una reverencia.
“Mucho gusto, señor Michaelis.”
“Ha de ser un largo recorrido desde la casa de los señores Bennet hasta aquí. Me disculpo si a eso se le sumo la caminata que deben realizar los afuerinos.”
“¿Sabe dónde queda nuestra casa?” Camille quedó sorprendida.
“Algo así. Conozco a un mayordomo de la casa de los señores Bennet, el buen Jacob, a quien hace meses me presenté para darle un volante de invitación al gremio de los mayordomos.”
“Oh, tienen su propia organización. Ojalá que Jacob se una.” Dijo Emilia, luego sintiéndose un poco irrespetuosa por su comentario ignorante “…”
“Así es. Algunos temen unirse y sufrir las represalias de sus patrones, pero sé que Jacob no tiene necesidad de pertenecer ya que sus patrones no son una amenaza. Aun así, me pareció cordial extenderle una invitación.” Sebastian abrió la enorme puerta. “Síganme, por favor.”

Al ingresar al lugar, las dos hermanas se quedaron atónitas al ver lo enorme que era el lugar sintiéndose ellas mismas muy pequeñas al estar allí. Contemplaron también que era un sitio muy lujoso y que al parecer había sido remodelando conforme evolucionaban los años para no quedarse estancado en el pasado. Vieron unos maestros constructores antes de ingresar y luego les vieron adentro acarreando unos materiales por lo que el sitio seguía siendo remodelado o adecuado a algo más.
Sin embargo, las dos sintieron la misma percepción: una soledad inminente invadiendo todo el lugar la cual sólo se asociaba con un halo de melancolía.
Tal vez, pese a todo el lujo y hermosura, no era el mejor lugar para que un niño se criara.
 
“Les daré un breve recorrido antes de presentarle al señorito.”
“¿No será uno de los jóvenes que conociste en la fiesta que fuiste con tía Miranda?” le susurró Camille a su hermana.
“No. Ellos eran como de nuestra edad… Éste por lo que dijo madre es el menor de los hermanos.” A menos que a Lady Lancaster se le ocurriera que cuidasen de esos dos más grande y Emilia esperaba que no fuera así después del déspota presentación del Conde Cain Lancaster hacia su persona. “Debe ser menor que Shura, incluso.”
“Por aquí está el ala central donde se ubica la sala de estar y el salón de música y baile está por esa dirección. La biblioteca está en el segundo piso y será el lugar que la señorita Emilia ocupará para las enseñanzas del señorito Ciel.”
“Este lugar es bastante bonito y grande.” Comentó Camille, observando con atención los cuadros de la sala los cuales impresionaban por sus paisajismos. Ella se quedó unos momentos absorta en esa visión realista y bien colorida de óleo sobre lienzo.
“Veo que la señorita Camille es amante del arte.”
“S-si”
“Me parece de buen gusto que una dama tenga el aprecio que usted demuestra por las obras de arte. Es pertinente entonces que pasemos a este siguiente salón” Sebastian las guío por otra dirección donde pasaron por una sala vacía la cual estaba con algunos materiales de construcción y luego a una sala más iluminada la cual era una ¨pequeña¨ galería artística. “Señorita Camille, señorita Emilia, esta es la pequeña galería de la familia en esa propiedad. Fue construida por Lady Berenguela Lancaster, condesa de Normandia, tatarabuela del señorito Ciel. Ella quería tener un espacio artístico aquí, que la distrajera de los compromisos de su austero esposo nórdico, por lo que ella pasaba sus cortas vacaciones en este sitio contemplando las obras que adquiría.”

Sebastian señaló algunas como las más antiguas mientras que las más modernas explicó que eran adquisiciones de las siguientes generaciones de Lancaster que deseaban aportar con esa pequeña galería. Explicó que, de todos modos, la galería era pequeña en comparación a la que existía en Lancannia Palace de Londres o la galería del Lancaster Castle de Yorkshire.
Camille quedó anonadada con toda esa información y con la buena suerte de haber visto con sus propios ojos todas esas obras artísticas. Felizmente su padre le había adaptado un pequeño espacio en su casa para que ella pudiese pintar sus propias obras. Tal vez un día tendría una pequeña galería también.
Después de ello, Sebastian les fue presentando otros lugares ¨habilitados¨ y otros que eran prohibidos los señalaba como sitios que no debían ir.
Finalmente, salieron al jardín donde el mayordomo tenía asumido que estaría su joven señor.

“¿Dónde está el señorito Ciel?” Le preguntó al jardinero.
“El amo Ciel fue con el señorito von Einzbern colina arriba, con sus caballos.” El pobre trabajador sentía un nudo en el estómago cuando los vio partir, saltar bayas, obstáculos naturales y perdérsele de vista.

El viento golpeando su rostro y el cabello que se le escapaba del casco se mecía con la misma intensidad de velocidad con la que galopaba. Estaba en una carrera de velocidad con su acompañante, quien llegase primero a la punta de la colina era el vencedor de esa tarde. Había hecho desacato de la solicitud de sus cuidadores de no alejarse, pues hacía lo que él quería ya que era el ¨dueño¨ de casa temporalmente. Sentir el galopar de su caballo, la velocidad, la adrenalina y la libertad hacía que Ciel sintiera que era otra persona. Esas mezclas de sensaciones le hacían sentir bien incluso al ver que era el segundo en llegar a la meta.

“Te gané.” Dijo el ganador, quien desmontó. No usó casco refiriendo que no lo necesitaba, por lo que su cabellera plateada se lucía libremente. Ciel llegó a su lado, desmontando y quitándose el casco. Él era más protocolar.
“Sólo por poco, von Einzbern” Musitó.

Posteriormente ambos se quedaron contemplando el horizonte desde esa altura donde sentían que podían ver mucho más allá que cualquier otro. Se quedaron unos minutos más admirando el paisaje de Inglaterra mientras sus mentes divagaban en sus pensamientos. Ciel Lancaster no pudo evitar pensar en la situación que hoy en día vivía su país, en guerra con Francia, y que, por consiguiente, sus hermanos mayores tenían la buena fortuna de ir a luchar por la patria mientras que a él lo mandaban como si fuese un lisiado inútil a una casa olvidada de su familia para su protección.
Miró de reojo a Killua von Einzbern, el joven peliplateado, a su lado, parecía un gato curioso contemplando este nuevo país que por lo visto sería su lugar de estadía por un tiempo.
Era oriundo de Alemania, pero estaba allí por negocios de sus familiares.
Killua y Ciel se habían conocido por medio de sus hermanos mayores, ya que Wolfgang von Einzbern se había quedado una temporada en el Lancannia Palace, en Londres.
Por ese tiempo, Ciel también había estado allí y le llamaba mucho la atención la personalidad del joven Wolfgang von Einzbern quien era muy distinto a sus hermanos mayores, pero lo sentía como una persona bastante grata, culta e interesante. Lamentablemente los espacios que pudo compartir con él eran minúsculos y casi inexistentes ya que sus odiosos hermanos mayores lo abordaban durante toda su estancia como sanguijuelas, según la percepción de Ciel.
Tiempo después Wolfgang le presentaría a Ciel a su hermano menor, Killua, para que compatibilizaran tan bien como él con los hermanos mayores de Ciel. El menor de los Lancaster era quisquilloso y obstinado, no le parecía bien la compañía de alguien de su edad ya que él no se llevaba bien con gente de su mismo ciclo etario. Prefería estar con adultos. Al conocerlo más, Killua le resultaba un poco distinto a su hermano mayor, aunque los dos parecían ser bastante agradables. Era más arriesgado que Ciel y más diestro en los deportes, le parecía que incluso sabía manejarse bien en cuanto a defensa personal. Por otro lado, era más espontáneo y, de algún modo, lo sentía más libre.
Pero Ciel no se esperó que Killua tuviera a un lacayo como mejor amigo lo cual eso era algo ¨novedoso¨ para él. Sebastian era su protector indiscutible, pero no lo consideraba su mejor amigo. En cambio, Killua podía romper libremente esa línea y sostenerla en presencia de otros (aunque con disimulo)
Pensaba que si él hacía algo semejante seguramente su padre lo enviaría al internado de St. Judas como cuando sus hermanos mayores se subordinaban al progenitor y este los enviaba por meses a donde ¨Las hermanas¨ para que aprendieran la lección de respeto. Quien sabe que aplicaría su padre para el que fuese de más baja clase social que se atreviese a mezclar con un Lancaster. A veces pensaba que las bromas de su padre con sus amigos nobles eran ciertas cuando decía sobre la guerra y un pobre bufón de turno <Pónganlo en la primera fila, estimados míos. Como escudo para los cañones de Napoleón.>
Conforme pasaban los días la interacción entre Killua y él fue mejorando. Pese a las personalidades distintas, ambos compartían de todos modos ciertas cosas que los volvía semejantes. No sólo el tener hermanos mayores con alta responsabilidad con su familia, un padre a quien debían complacer y enorgullecer, vidas de niños ricos superficiales manejadas a conveniencia por sus progenitores, también compartían el gusto por la equitación, la esgrima, por la lectura de ciertos autores y, por qué no, ciertas travesuras de niños.


Montaron nuevamente sus caballos y retornaron a las caballerizas. Allí un muchacho de cabellos negros los esperaba, curioso y lleno de incertidumbre de saber cómo les fue.

“Gané.” Dijo un orgulloso Killua. “Creo que es la segunda vez que le gano a Lancaster.”
“Oh, pensé que sería un empate.” Dijo Gon, sorprendido.
“¿Qué hiciste mientras tantos?”
“¡Ah! Me entretuve acompañando a un potrillo. Es pequeñito y tenía dificultades para caminar solo, así que lo estuve ayudando.”
“…” Ciel los escuchó hablar detrás de él, inmutado.

Recordó que Sebastian Michaelis le indicó por la mañana que tendría una cita con su nueva institutriz a esa hora. Ese detalle le fastidió internamente. Sentía que no necesitaba una, mucho menos con la finalidad que buscaba su madre quien para él aún esperaba que lo cuidasen niñeras como si fuera un niño de cinco años. Su madre y sus hermanos lo tenían reducido a un subyugo donde lo infravaloraban constantemente.
Fue hasta la parte de tiro al blanco donde tomó su arco. Apuntó a su arco y flecha, lanzó un perfecto tiro.

“Ohw, cualquiera diría que imaginaste la cara de alguien que odias al momento de acertar.”
“Mhh.” Ciel musitó. Lamentaba no habérsele ocurrido esa estrategia.
“Es un perfecto tiro, señor Lancaster.”

Ciel no respondió de forma verbal, aunque sí intercambió mirada con ese joven asintiendo brevemente. Todavía le costaba trabajo dejar de lado años y años de enseñanzas de su familia (la cual era bastante clasista y no se permitía interacciones con personas del ¨proletariado¨) de un momento a otro. 
Lo peor era que, por más que intentó sentir desprecio y rechazo por aquel joven amigo de Killua llamado Gon, no podía odiarlo libremente, como sí lo hacía con facilidad con el resto de personas. Lo cual era raro.
Ese muchacho tenía un algo especial, tal vez su natural inocencia y bondad de la cual Ciel no estaba acostumbrado a ver en otros y lo cual lo hacía sentir desencajado.

“Hoy celebraremos el equinoccio de estación. En mi familia es habitual que se celebre con rituales y tradiciones, una cena y regalos para los invitados. Si gustas, puedes quedarte hasta esa hora… tu lacayo puede estar presente también. Este año muchos están comprometidos por el asunto de la guerra.” Dijo Ciel, recordando las fechas. Le daba vergüenza admitir que no tenía a quien invitar además de ellos. Lanzó otra flecha en otro blanco, acertando también.
“G-gracias, señor Lancaster.” Respondió tímidamente Gon, con una pequeña reverencia.
“…” Ciel, al estar dándole la espalda a ambos, sonrió un poco. Gon era el único que le llamaba como ¨señor¨ y no ¨señorito¨ lo cual lo hacía sentir más maduro.
“¿Quieres intentar…? Oh, vaya…” Ciel negó con la cabeza al ver que Killua terminaba de desenvolver una barra de chocolate. Por eso estaba tan callado “¿De nuevo? Toda esa azúcar es perjudicial para tu salud.”
“Me lo dice un inglés el cual vive en el país de los dulces más azucarados del mundo.”
“Pero yo no tengo tal adicción”
“Ahh…” Killua rodó los ojos. Luego se acercó a él y le metió unas cuantas barras de chocolate envueltas en los bolsillos del pantalón de hípica de Ciel. Notó que éste iba a refutar. “Son chocobot (?) con la edición de los caballeros de la mesa del Rey Arturo (??)”
“No… No quiero. No me gustan los chocolates” Dijo Ciel. Sacando uno y analizando su envoltura notando de que en efecto era esa edición.
“Adentro traen un armable. Ábrelo.”
“…” Ciel lo abrió, solo por curiosidad.
“Lancelot of the Lake. Vaya, que suerte.” Killua se quejó, justo le faltaba ese caballero.
“Le puedo dar el mío.” Dijo Gon, al ver que a él también le tocó el mismo caballero.
“Te lo cambio por estos dos, Tristan y Palameres, que los tengo repetidos.”
“…” Ciel notó que más allá se aproximaban su mayordomo con dos chicas que eran muy parecidas entre ellas. Supuso que una venía por el trabajo de institutriz.
“¿Otra más?” Comentó Killua, al notar hacia donde veía Ciel
“Será la sexta en el mes. Creo que no se dan por vencidos” Murmuró Ciel, entrecerrando los ojos. “Estimado amigo, me temo que necesitaré de tu ayuda.” el chico sonrió con un deje de perversidad.
“No me puedo negar a la propuesta.” Dijo Killua, sonriendo del mismo modo.
“A ver cuánto dura ésta…” Ciel volvió a apuntar con su arco, acertando flecha sobre flecha.

« Last Edit: December 22, 2018, 04:17:56 PM by Kana »


Sayi

FINALMENTEEEE ;_; No saben como costó pero el primer paso siempre es el más difícil, quiero creer :_ siento haber estado tan MIA. Muchas gracias a todas las que usaron a Sayi ;_; me encanto, espero hacerle justicia a sus personajes más adelante <3

Luego edito con iconos y toda la cosa hermosa. Aún ando debatiendo si les cambio el nombre a mis personajes o no...



1

Sayi miró su reflejo y estudió sus facciones. No creía haberse visto tan arreglada en toda su existencia. El polvo en su rostro le daba una cualidad reluciente, y la pomada en sus mejillas era mínima, pero cumplía su cometido. Dulce y recatada, con un brillo rosáceo y suaves labios rojos. Su cabello estaba levantado en un complejo peinado, y su nuevo vestido se encargaba de resaltar lo celeste de sus ojos.

Su madre se había encargado de la cereza del pastel, al prestarle la mismísima medalla que había llevado puesta el día que el señor Bennett le pidió la mano.

“Déjame ver bien” le pidió su hermana menor, tocando su brazo.

Sayi se puso de pie y se giró hacia Sayaka. La menor sonrió de oreja a oreja, y al sentir la felicidad llegarle a los ojos guardó la sonrisa en sus labios.

“Apenas el señor Terry te vea esa rodilla va a golpear el suelo”

¡Cuánto disfrutaba de la llegada del verano! Con lo verde de los campos, el cielo azul y la tranquilidad inigualable de una tarde de verano, cálida y perezosa… pero más aún, con la llegada del señor Terry Grandchester a Longbury, y las subsecuentes caminatas por el campo, las cenas, y los bailes de sociedad que iluminaban los mejores meses del año.

Los Grandchester habían vivido en Longbury Manor tanto tiempo como los Bennet en Bloomington, por lo que no fue sorpresa que su primogénito siguiera la tradición y entablara amistad con las hijas de los Bennet, en particular con la mayor de ellas. Una vez considerados como extraoficialmente ‘prometidos’, fue casi una tragedia el día que Terry dejó Bloomington para estudiar leyes en Eton, y posteriormente unirse a un notable bufete de abogados en Londres.

No obstante, el heredero de Longbury se permitía una larga visita anual durante los meses de verano con la excusa de visitar a sus padres. Pero, considerando las atenciones que le prestaba a una señorita en particular, parecía ser otra la razón que no le permitía abandonar sus raíces.

¿Acaso era cierto que la distancia hacia crecer el afecto? Todo Bloomington estaba seguro de que la Bennett mayor era el motivo de tanto viaje. Pero todo Bloomington también estaba confundido que con tantos años aún no hubiera anuncio de compromiso, con ambos ya entrados en sus veintes.

Crecer con la pseudo promesa de un prometido había sido tan fantasioso como desgarrador. Pero, aún cuando ninguna correspondencia parecía apaciguar sus expectativas, Sayi aún había albergado esperanzas, carta tras carta, hasta que llego la final, la ganadora, aquella que validaba tanto anhelo sin dejarlo caer en vano.

“Mira, te tengo el último detalle” le dijo Sayaka, retirando una caja que escondía tras el cobertor. Se la alcanzó a su hermana, quien retiró el lazo que lo envolvía y abrió el regalo; sus ojos creciendo ante el par de guantes que su hermana le había confeccionado. “Para que me lleves contigo en un momento tan importante” continuó, mientras Sayi dejaba la caja en el tocador y evaluaba el bordado entre sus dedos.
“Eres toda una artista” dijo, poniéndoselos en un instante, para seguidamente envolver el rostro de la menor y plantarle un beso en cada mejilla “Como te puedo devolver tanto cariño”
“Tu sonrisa es suficiente” le respondió “Y que me cuentes cada detalle de tu entrevista, que tan nervioso estaba, cómo iba vestido, cómo formuló la pregunta…”
“¿Pero es que no te cuento todo a ti?”
“¡Cómo me gustaría ir contigo! ¡Estaría bien esperando en el carruaje!” se lamentó “Todo porque estoy castigada…”
“Sayaka…” Sayi tomó un porte más disciplinario “Es que no debiste robar el collar de Kora”
“¡Pero me quedaba bien!” Sayaka se cruzó de brazos “Mamá es el epítome de exagerada”
“¡Ay! ¡Pero cómo he fallado con esta niña!” se quejó la señora Bennet al entrar a la habitación, la mirada fija en la menor. Sayaka giró el rostro en la dirección opuesta y se mordió la lengua entre risas.

El resondre amenazaba con seguir, pero la imagen de Sayi lista para su entrevista sirvió para distraer la atención de su madre.

“¡Mi hija! ¡Preciosa! ¡Viva imagen mía a cuando era más joven!” la señora Bennet se abanicó con su pañuelo “Aunque claro, yo ya estaba felizmente casada a tu edad”
“Mamá…”
“¡Pero querida! ¡Finalmente! ¡Oh, cómo podré con tanta alegría!” continuó, caminando de un lado al otro de la habitación “¡Los empleados ya están preparando una exorbitante cena! ¡Todos los detalles que nos irás a contar!”
“Pero mamá, si tu ya exigiste en acompañarme hasta Longbury…”
“¡Si, pero no podré estar a tu lado en la audiencia! ¡Tienes que recordar todo, con lujo de detalles!”

Sayi miró a Sayaka y la peliceleste puso los ojos en blanco ante las palabras de su mama. Sin embargo, si Sayi se atrevía a hacer la comparación entre ambas, Terry se quedaría viudo antes de siquiera hacer la pedida de mano.

“¡Mamá, yo quiero ir en el carruaje también!” exigió Sayaka. La señora Bennett puso los ojos en blanco y Sayi a duras penas pudo aguantar la risa “¡Me puedo quedar en el carruaje esperando! ¡Aunque sea eso!”
“¡Muchacha necia! ¡Hasta que mejores tus modales no te permito nada!” le resondró “¡Si solo el otro día te escuché hablando de…  de los tobillos de alguien! ¡Imagínate!” y dicho esto se persignó “La falta de recates y prudencia…”
“Mamá, ¡pero si hablaba del mismo señor Terry! ¡Y solo le comenté a Sayi que se le veían bien!” la señora Bennett se cubrió el corazón con una mano, mientras fingía afligirse del espanto “Solo porque a ella le importa, ¿si o no, Sayi?
“B-bueno…”
“¡El carruaje esta aquí!” anunció Sheryl, asomándose en la habitación.

La casa entera entró en pánico apenas la señora Bennett anunció que era hora; el escándalo de los tobillos oportunamente dejado de lado. La señora Bennett le instruyó a Sayi que bajara al cuarto de lectura mientras ella iba a recoger su sombrero. Sheryl y Sayaka le siguieron el paso a Sayi, asegurándose que ningún detalle de su traje se desarreglara hasta llegar al primer piso. Kora, quien venía practicando música durante la pasada hora, cerró la tapa del piano y se apresuró a darle el alcance a sus hermanas. Se giró en busca de Shura pero no encontró rastro de ella; su libro de geografía yacía boca abajo en el sofa, pues la menor de las Bennett había salido corriendo en busca de su padre el instante en que la casa retumbó con la voz de su madre.

La puerta de la cocina se abrió y el señor Bennett apareció seguido por Shura, Cho, Emilia y Camille. Finalmente, Mery Bennett hizo aparición con delantal en mano.

“¡Justo a tiempo!” anunció la penúltima de las Bennett “¡Que ya me había cansado de hornear pasteles!”

El señor Bennett contempló a la primogénita de sus nueve hijas y sonrió complacido. Se acercó con cuidado y le plantó un beso en cada mejilla. Las hermanas observaron aquella singular expresión de afecto en silencio, solo siendo interrumpidas por el llanto de la señora Bennett cuando esta llegó al pie de las escaleras.

“¡Oh señor Bennett!” lloró la mujer “¡Cómo podremos con tanta felicidad!”
“Ya querida, en marcha, que si continúas así te quedaras sin exclamaciones que dar por el resto de la tarde”

Entre risas y buenos deseos, el grupo de hermanas acompañaron a Sayi y la señora Bennett fuera de la residencia, donde el carruaje esperaba. En anticipación a tan importante evento, la dueña de casa había hecho limpiar la calesa por dentro y fuera, había mandado a bañar a los caballos, y hasta había ordenado un nuevo traje para el cochero. En sus ojos no había detalle a escatimar, pues quería impresionar a todo Longbury cuando su futura señora se abriera paso entre sus puertas.

“¡Mery, hija! ¡Asegúrate de hornear dos pies de limón para la cena, es el favorito de tu hermana!” pidió la señora Bennett apenas se cerró la puerta del carruaje. Mery hizo la cabeza para atrás, pero tanto Emilia como Camille se apiadaron de ella y le prometieron ayudarla con tal de levantarle el ánimo.

El carruaje empezó a moverse y las hermanas agitaron sus manos y pañuelos como despedida. Sayaka optó por correr al lado de la calesa hasta que este tomó velocidad y dejó la residencia. Entonces se quedó en la entrada, retomando aire con las manos en sus rodillas, y observando el carruaje empequeñecerse a la distancia. Esperando ansiosa, como todas las Bennett, por el retorno de su hermana mayor.

El señor Bennett se giró hacia Cho.

“Espero que hayas plantado suficiente valeriana en tu jardín” le comentó a su hija “O genuinamente temeré por la supervivencia de tu madre este verano”
« Last Edit: December 29, 2018, 06:22:56 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Shura

Distraída recogiendo flores, Shura se quedo paralizada cuando la bestia babeante se abalanzó sobre ella.
“¡UN OSO!” Inevitablemente no pudo pensar en otra cosa cuando se cubrió con los brazos la cabeza para protegerse, sintiendo que la derribaban yéndose de espaldas contra el pasto. Con un susto terrible encima, fue percatándose de que el animal rondaba a su alrededor, atreviéndose a mirar y cruzando su vista con el enorme perrazo de raza san bernardo. El animal lanzó un ladrido que la dejo paralizada aun cuando este la golpeaba con el hocico olisqueándola, deteniendose y alzando la cabeza para escuchar las pisadas de su dueño que se acercaba a la carrera.
-¡Chico! ¿Qué has...? -El dueño se quedo petrificado cuando vio a la chica en el suelo-. ¡Atrás! ¡Quita chico quita!
El san bernardo se despidió de Shura con un lametón en el brazo antes de ir a sentarse detrás del hombre.
-Criatura tonta... ¿se encuentra usted bien? -Le tendió la mano a la joven que empezaba a recomponerse pasando del susto a ocultar una sonrisa al percatarse de haber sido participe de los juegos del perro.
Shura no conocía al hombre, tendría alrededor de los veinte o veintidós, se notaba que debía ser de buena cuna por sus modales y sus vestimentas, pero tenía el blanco cabello revuelto y desaliñado. Le tomo de la mano y pudo comprobar que era fuerte cuando de un solo tirón la ayudo a levantarse.
-¿Le ha echo daño?
-Estoy bien -no mentía,  echándose un vistazo la ropa se había ensuciado un poco pero ni siquiera tenía un descosido.
-Tengo que pedirle disculpas, esta entrenado para cazar... quizás haya escuchado algo que lo haya alterado, de normal es un animal muy tranquilo.
Shura recordó que justo un momento antes estaba ella cantando, sintiendo como enrojecía de vergüenza.
-Por aquí suele haber muchos conejos y algunos zorros. Seguro que ha visto alguno, pero le recomendaría cazar por aquí cerca, más arriba esta la casa de mi familia y prodría provocar un accidente.
-No quisiera tal cosa, señorita.
-Mi nombre es Shura Bennet.
-Dante Sparda, hace poco nos hemos mudado al campo, siguiendo hacía el oeste unas seis leguas.
Shura conocía la casa de la que le hablaba, hace años había conocido a sus dueños, pero no tenían aquel extravagante apellido, la casa, que más bien era una mansión, no estaba abandonada ya que el servicio seguía cuidándola, pero los dueños hace años que no aparecían. Por no mostrarse curiosa frente al hombre, Shura tomo la determinación de investigar por su cuenta, pero en aquel momento lo que más le distraía era el perro lamiendole la mano. 
Dante quiso apartarlo agarrándolo del pescuezo, pero no tenía fuerza para dominarlo.
-No se preocupe, no me estaba haciendo nada -Shura ensimismada le acercaba la mano al perro para acariciarlo, haciendo que el animal se animase más.
-¿Se le dan bien los perros?
-No hasta donde yo se, con permiso, pero debo irme.
-Espero verla pronto señorita Bennet.
Con una reverencia formal, y una caricia en la cabezota del perro totalmente informal, Shura regresó a casa frotándose con la manga las manchas de tierra, pero definitivamente, necesitaria un buen baño para quitarse el olor del perro.


Cho

Hola, chicas, vengo con un fic compartido con Puri. Ha sido un gusto escribir contigo~



La mañana siguiente había llegado y luego de tener un agradable desayuno en familia, Cho recibió la visita de Ayesha, quien estaba muy encantada de poder salir a realizar sus quehaceres con su vieja amiga. Entonces, al estar prontas a partir, la señora Bennet se había aparecido junto con Sayaka.

“Hermana, ¿todo bien?” Cho ladeó su cabeza. Notaba que su hermana menor se encontraba incómoda. El simple hecho de verla junto a su madre tendía a no ser buenas noticias ya que las dos solían caer en desacuerdos con mucha frecuencia.
“No quisiera decir que lo estoy, pero nuestra estimada madre piensa que sí mejoro mi estado cuando intenta someterme a sus pareceres…” regañó la otra, desdichada.
“Sayaka, por favor, te ruego que te comportes ante nuestra querida visitante,” le resondró sin romper su melodioso tono de voz. Habiendo cortado el reclamo de su hija, la señora Bennet dibujó una de sus más anheladas sonrisas en su rostro y se dirigió a Ayesha como si apreciara a una fina obra de arte. “Ah, lamento mucho cualquier incomodidad y espero no estarte retrasando.”
“Descuide, estimada señora,” la joven sonrió halagada y con torpeza por el buen trato. “Me siento muy a gusto en su hogar por el tiempo que nos conocemos. ¿Se le ofrece algo?”
“Eres muy atinada, querida Ayesha,” juntó sus palmas. “No quisiera imponerme, aunque me encantaría si mi hija Sayaka pudiera unírseles en este paseo. Pienso que es usted una señorita de quien mis hijas deberían aprender.”
“Ehh, me siento afortunada por sus múltiples consideraciones, pese a no considerar que las merezco,” Ayesha sonrió avergonzada y movió una de sus palmas. “Sin embargo, no me opongo a su pedido. Contar con más compañía esta mañana sería muy producente para nosotras. ¿No es verdad, Cho?”
“Sí, es muy cierto,” ella asintió cortésmente y miró a su hermana quien dio un suspiro y se resignó a lo impuesto. Se aseguraría de preguntarle lo que ocurrió cuando estuvieran lejos de casa.
“Ehm, te agradezco por tu paciencia, Ayesha,” dijo la hermana menor, quien hizo una leve venia principalmente para apaciguar a su vigilante madre ya que la familiaridad con Ayesha le permitía ser informal con ella. “¿Cuál vendría a ser el itinerario de esta mañana?”
“He recibido un llamado de la esposa de un allegado de mi padre, quien desea dialogar con nosotras,” contestó sonriendo tranquilamente. “Les aseguro que es una persona muy carismática y les agradará. Había tenido otra visita planeada, pero fue cancelada, por lo cual aprovecharemos el resto de la mañana en realizar unas compras.”
“Vayan de inmediato, jovencitas, que el tiempo se acaba cuando menos lo esperan,” les pidió la señora Bennet. Ella sonrió con dulzura. “Todavía recuerdo el ajetreo dentro de esta residencia durante la niñez de mis hijas. Ahora no hay nada que ansío más que ayudarles a encontrar dignos pretendientes y casarse como damas funcionales de la sociedad.”
“…” Cho se sintió nerviosa al oír una muy discreta queja de Sayaka, la cual felizmente pasó desapercibida.
“Es lo que mi querida madre quiere para mí también. Ocurrirá pronto, estoy segura,” observó Ayesha con cordialidad y alegría. Ella hizo una pronunciada reverencia ante la señora. “Le agradezco su hospitalidad hacia mí. Iremos en camino.”
“Les deseo un provechoso paseo. Y no tomen mucho tiempo, que seguramente aquel sirviente de tu familia debe estarles esperando bajo el sol,” comentó la señora Bennet, con cierto humor.
“Otabek sí es muy paciente. De todos modos, no deberíamos aprovecharnos de su nobleza,” Ayesha sonrió incómoda al notar un poco de desdén en la señora, pero la damita nunca sería alguien quien respondería negativamente. “Con permiso.”

Luego de despedirse de su madre, las dos hermanas siguieron a Ayesha hacia el modesto carruaje que les llevaría a su próximo destino. El joven Otabek, al percatarse de las jovencitas, dejó de atender a los caballos para ayudarles a subir. Fue evidente para las tres la sorpresa del mismo ante la inesperada asistencia de Sayaka, quien sonrió de manera pícara ante su confusión, pero el profesional joven carraspeó y se concentró en su labor de conductor.

Ya en camino y lejos de los oídos de la señora Bennet, Cho preguntó a Sayaka sobre los acontecimientos que habían llevado al implícito castigo de la madre de forzarle al paseo. Con las formalidades de lado, la hermana menor ya no tuvo reservas y se expresó con todo lujo de detalles.

“Queridas mías, ambas saben muy bien lo sensible de los nervios que está mi muy querida madre últimamente”, Cho le reprendió con la mirada, pero Sayaka agitó la mano restándole importancia. “En realidad no es nada del otro mundo, sino que ayer fui a recoger unos cuantos pedidos a la ciudad y llevé puesto el collar de Kora ya que iba muy bien con mi vestido. Pero como se imaginarán, al llegar de vuelta a la casa la señorita ya me había denunciado por robo, cuando en realidad planeaba devolverlo a su sitio apenas estuviera de vuelta. Además, no es como si ella lo usara mucho, creo que se lo he visto un par de veces nomás desde que se lo regaló nuestro padre”.
“Bueno, pero no deberías de haberlo tomado sin su permiso. ¿Acaso no recuerdas que tú misma delataste a Shura por tomar las pulseras de Mery?”
“¡Pero eso fue hace tiempo, ya ni siquiera lo recordaba!” Reclamó cruzándose de brazos. “¡Además, tomar una joya prestada es mucho menos escandaloso que el comentario que hice sobre los tobillos del señor Terry y por eso no me hizo tanto escándalo!”
“¿Comentario de los tobillos…?” Preguntó Ayesha, mientras Cho palidecía.
“Oh, es que el otro día nuestra madre comentó lo buenmozo que habría de verse el señor Terry cuando llegara de Londres y yo simplemente comenté que el verano pasado pude apreciar lo blanco de sus tobillos cuando se recogió un poco sus pantalones después de la lluvia para no ensuciarlos, y que eran en realidad muy bellos”.

Sayaka se dio cuenta de lo que estaba hablando cuando vio que el mismo Otabek se volteaba a mirarla de reojo desde el taburete en el que iba sentado controlando a los caballos. Al fijar la mirada en sus dos acompañantes vio que Ayesha miraba por la ventana intentando evitar el contacto, y que Cho la reprendía nuevamente en silencio.

A lo mejor su madre tenía la razón con eso de civilizarla.

Pero es que los tobillos de Terry en realidad eran muy blancos y delicados. Una cosa era ser vulgar y otra era tener un par de ojos completamente funcionales.

“Ayesha”, comenzó Cho, intentando disipar la tensión en el aire después de un par de minutos en silencio. “¿Por qué no nos cuentas un poco sobre la señora a la que visitaremos?”
“¡Por supuesto!” El cambio de conversación la alivió visiblemente, “La señora Cranach es una buena amiga mía y estoy segura de que la encontrarán muy encantadora. Es una persona muy fuerte e independiente, por lo que estoy feliz de que se haya dado la oportunidad de presentársela a Sayaka, quien estará contenta de tenerla dentro de su círculo de amistades”. La menor se ruborizó y bajó la mirada al entender qué es lo que Ayesha verdaderamente le quería decir. “Pero como les comenté, iremos a su casa todavía más tarde ya que primero debemos de hacer algunas compras. Encargué un par de sombreros nuevos a la tienda y me gustaría que ustedes puedan ver los modelos recién llegados”.
“Por supuesto”, asintió Cho y Sayaka hizo lo mismo. “Sería bueno que nos pudieras guiar en temas de estilo, ya que tu modo de vestir siempre me ha parecido impecable”. Ayesha sonrió ante el cumplido.
“Por favor, ni lo menciones”. Fue en ese momento en que la calesa se detuvo.
“Señoritas, hemos llegado”, anunció Otabek desde su asiento al frente.

Bloomington le hacía honra a su nombre, sobre todo en aquella época del año. Todos los árboles se encontraban en flor y la fresca brisa arremolinaba los pétalos creando una bella imagen salida de sueños. La calle estaba rebosando de gente y las calesas con los caballos transitaban rápidamente de un lado a otro sin parar, llegando a marear a aquellos no acostumbrados al ritmo citadino. A lo lejos, en la puerta de la parroquia, se veía al Ministro Ky hablando con un grupo de personas y dándoles la bendición, como era usual a aquella hora de la tarde.

Una vez Otabek terminó de ayudarlas a bajar, Ayesha le instruyó que llevara la calesa al establo para que pudieran atender a los caballos mientras ellos se encontraban en Bloomington. A las chicas les quedó entonces esperar a que este volviera para que las ayudara con todos sus paquetes.

“¿Me parece, o la tienda de listones tiene cosas nuevas en su escaparate?” Preguntó Sayaka al voltear su vista en dirección a esta.
“Creo que tienes razón”, le respondió Ayesha mirando también. “¿Vamos a ver?”
“¡Sí, por favor!” Le pidió la menor con emoción, ya que quería aprovechar de comprar unos cuantos para hacer unas confecciones que se le habían ocurrido hacía un par de días.
“Entonces andando”, le dijo con una sonrisa.

El problema de haber aceptado tan rápidamente a la petición de Sayaka fue que Ayesha no contaba con la vitalidad de la chica, a quien apenas se le dio permiso, fue corriendo hacia la tienda. Esto, por supuesto, sucedió sin que la menor se detuviera a mirar si alguna calesa venía en su dirección, lo cual fue un grave error.

Un chillido de parte de los caballos, una rápida frenada de parte del conductor y el grito de su hermana se mezclaron.

“¡Joven, por favor!” Le gritó con furia el conductor, mientras Sayaka, que se había caído al piso de la impresión, se quedaba muda de la impresión. El hombre se bajó rápidamente para calmar a los caballos, pero se notaba que tenía todas las intenciones de ir a reprender a Sayaka apenas terminara con su tarea.
“¿Qué ha sucedido aquí?” Preguntó alguien cuya voz Sayaka no reconocía, pero aún se encontraba demasiado angustiada como para voltearse a ver.
“¡Señor policía, como verá, esta niña saltó a la pista de manera arrebatada! ¡Debería llevarla con sus padres o con su esposo para que se enteren de su comportamiento!” Sin embargo, en vez de responderle, el policía se inclinó al costado de Sayaka y le murmuró:
“Señorita, ¿se encuentra bien?”
“¡Señor policía!”
“Disculpe, caballero, pero me parece de muy mala cortesía que ante una persona herida usted se preocupe más por sus caballos”, esto hizo enfurecer al hombre, quien empezó a murmurar cosas por lo bajo antes de subirse de vuelta a su calesa y alejarse.

Sayaka finalmente se volteó a ver al policía, un hombre joven de piel más o menos morena, cabello negro y ojos azules profundos.

“Sí, señor…”, le respondió.
“Muchas gracias, señor”, dijo Cho mientras se agachaba a ayudar a Sayaka, pero el otro no la dejó, ayudándole él solo a pararse.
“Disculpe por las molestias, señor policía”, dijo Ayesha quien ya se había acercado a la escena.
“No tienen por qué disculparse”, respondió con una sonrisa a la recién llegada, sin soltar aún las manos de Sayaka, quien ya comenzaba a ruborizarse por la atención del otro. “Ha sido tan solo un pequeño incidente, pero estoy feliz de que no haya pasado a mayores”.
“Muchas, muchas gracias”, reiteró Cho. “En serio le agradezco mucho que le haya respondido al conductor de la calesa por nosotras”.
“No hay de qué”. En eso, se volteó a Sayaka y le dedicó una sonrisa aún más grande. “Y usted, señorita, ¿cómo se llama?”
“Sayaka… Bennet”, respondió sorprendida.
“Oh, ¿de la familia Bennet? He escuchado muchas cosas sobre ustedes”, dijo feliz.
“Cho Bennet, señor”, se apresuró en decir su hermana y le ofreció la mano al policía, quien soltó las de Sayaka para estrechar su mano. Sayaka reconoció la ayuda de su hermana y cruzó sus brazos rápidamente, además de dar un paso hacia atrás para acercarse a la mayor.
“Y yo soy Ayesha Altugle, señor”, dijo ofreciéndole también la suya. “Usted ha llegado recientemente a Bloomington, ¿no es así?”
“En efecto, tengo tan solo un mes encargándome del departamento policial”. A pesar de que hablaba con todas, sus ojos no se despegaban de la menor. “Oh, ¡qué desconsiderado de mi parte! Soy el señor Jean Leroy”.
“Leroy”, murmuró Ayesha.
“No piense nada mal de mí, señorita”, dijo levantando sus manos. “Uno no puede elegir el apellido con el que nace, pero sí puede elegir la lealtad a su propia patria, como lo ha sido siempre Inglaterra”.
“Tiene mucha razón en lo que dice, señor Leroy”, asintió Cho. “Pero tendrá que disculparnos, ya que debemos de ir a recoger unos encargos antes de ir a visitar a una conocida”.
“No hay ningún problema, señoritas. Espero verlas pronto en una mejor situación”, y para escándalo de las tres, le guiñó el ojo a Sayaka. “El trabajo me llama también, así que debo irme. ¡Nos vemos!” Y sin más preámbulo, se fue por una de las calles principales.
“Oh, dios santo”, murmuró Sayaka. “Te debo la vida”, le dijo a Cho, quien frunció la boca.
“Conversaremos sobre esto más tarde. Ayesha, por favor, ya te hemos atrasado demasiado con tu itinerario por culpa de la impaciencia de mi hermana. Discúlpanos”.
“No, no, por favor, mis amigas. Este fue un incidente infortunado, pero ya, sigamos hacia adelante. ¿Nos sigues, Otabek?” Fue recién en ese momento que la menor se dio cuenta que el criado ya había vuelto y la miraba con una expresión que no podía descifrar. Pestañeó y se volteó hacia Ayesha.
“Por favor, señora Altugle”.

Y con esto, el grupo se fue caminando hacia la tienda de sombreros sin mayores incidentes.


Habiendo terminado con una muy iluminadora y agradable visita a las tiendas de Bloomington, las hermanas Bennet acompañadas por Ayesha se despidieron de aquel centro comercial para continuar con su siguiente obligación.

Llegaron las once de la mañana y las tres jovencitas fueron transportadas por Otabek a la casa de los Cranach, donde les esperaba la señora de la casa. Astrid Cranach era una señora de procedencia alemana que había llegado al país hace casi dos años. Sin embargo, pese a sus ajenos orígenes, la joven mujer de cabellos negros lacios y penetrantes ojos verdosos exhibía un orgullo inquebrantable y una habilidad con el idioma que no envidiaba nada al de los locales. Ella recibió a las tres y las hizo pasar a su sala de estar donde tendrían un breve diálogo en lo que degustaban de té y unos aperitivos.

“Bennet, he escuchado ese apellido un buen puñado de veces desde mi llegada a Bloomington, aunque creo sólo haber conocido a sus señores padres en el tiempo que llevo aquí,” observó la dueña de casa, mientras sonreía con una picardía e ironía particulares. “Soy apenas unos años mayor que ustedes y más cercana a la edad de ustedes, aunque mi estatus de casada y nivel socioeconómico parece ir en contra de mi juventud.”
“Ehh, no es para que diga eso, más bien me encuentro muy impresionada por su forma de ser y su gran clase social,” observó Ayesha, sonriendo incómoda. “Como le dije, he traído a mis amigas a quienes conozco desde temprana edad. Le agradezco por su gentileza en recibirnos tan afectuosamente.”
“Eh, sí, espero no estarnos imponiendo ante usted, señora Cranach,” dijo Cho, incómoda. A lo mucho, Astrid habría tenido una idea de su propia presencia, pero Sayaka fue una invitada de último minuto, y si bien no dudaba en la habilidad de su madre de excusarse (e imponerse) ante cualquier impulso o imprevisto, ella misma carecía de su atrevimiento.
“Mis comentarios sobre mi edad fueron para dejarte saber que gusto de informalidad y de hacer contactos con otras personas, y también que siempre he querido tratar con otras damas más semejantes a mí que gente de edad mucho mayor a la mía,” explicó Astrid. Ello vino acompañado de una sonrisa frustrada en lo que se encogía de hombros e incluso cruzaba sus piernas. Ante ello, ella observó fijamente a las tres. “No deseo intimidar a tres damas tan lindas y prometedoras como ustedes, aunque díganme si me encuentro haciéndolo, si son tan amables.”
“N-no, está bien…” pese a sus palabras, Cho se hizo un poco hacia atrás. Ella sí estaba un tanto impresionada por aquella soltura en su forma de ser, pero a su vez, Astrid le inspiraba confianza. Era una persona honesta cuyas palabras no tenían segundas intenciones.
“Ya que estamos en confianza, me alivio mucho de encontrarme con una persona como usted,” por su parte, Sayaka sonrió animada e intrigada por aquella señora. “Temía que visitar a una dama de clase alta de Bloomington sólo nos llevaría a escuchar una y otra vez ese cuento de modales y matrimonios que nuestra propia señora madre nunca dejará de recitar.”
“P-pues, estoy convencida que la señora Bennet sólo tiene los mejores intereses para sus encantadoras hijas,” Ayesha sonrió apenada. “Espero que no haya problemas entre ustedes, querida Sayaka…”
“No quiero preocuparte, Ayesha. Es sólo un poco de incompatibilidad,” la hermana menor negó y resopló. Podría tener más que decir al respecto, pero prefirió reservarse, aparte que notó cómo Cho la tenía en la mira.
“Sí, verdad que aquella cuestión es uno de los principales motivos por los cuales el nombre Bennet se me hizo tan familiar,” Astrid sonrió comprensivamente. “Son una familia de señoritas muy estimadas en nuestra comunidad, quienes lastimosamente no son elegibles para heredar la residencia de su padre.”
“Sí, así es,” Cho asintió, solemne. “Nuestra madre se preocupa por nuestro bienestar. Sus pobres nervios han estado muy sensibles estos últimos meses. La presentación de nuestra hermana menor a la sociedad le brindará de un respiro, espero.”
“Creo haber tratado con la señora Bennet lo suficiente para comprender que es una dama particular, y seguramente sí será muy carismática cuando la situación y sus nervios se lo permiten, aunque al igual que tus palabras sobre tu progenitora, deseo velar por sus intereses. He pasado por la incertidumbre de no saber en qué dirección iría mi vida. Y tal y como terminé consiguiendo un esposo y una vida predilecta, les deseo una prosperidad futura donde no haya ausencia de dicha, felicidad y elección para ustedes,” declaró Astrid. “Velen por ustedes. A pesar de los nervios de su madre, ella en el fondo también deseará sus bienestares.”
“¡Ohh, me encantaría oír sobre tu propia experiencia de vida, señora Cranach!” dijo Sayaka, quien había sido gratamente impresionada por las palabras de la mayor.
“No tendremos suficiente tiempo en esta presente reunión. Sé que desearé explayarme,” sonrió traviesamente. “Y llámenme Astrid. También quisiera llamarles por sus nombres.”
“Entendido, así será,” Cho asintió.
“Es un tremendo gusto conocerte, Astrid,” dijo la hermana menor.
“Hehe, me alegro mucho de que hayan congeniado tan bien, chicas,” observó Ayesha, gustosamente.
“Siéntanse libres de visitarme cuando necesiten de algún consejo. También mi esposo y yo ya nos hemos comprometido a asistir al evento de su hermana menor. Nos veremos ahí.”
“Con mucho gusto, y nos tienes que presentar al señor Cranach la próxima vez,” dijo Sayaka.
“Heh, será inevitable, aunque él no es tan carismático como yo, te advierto.”
“S-seguramente que no es así…” Cho se incomodó por aquel comentario, y luego vio a su hermana ahogar una breve risita. “Sayaka, sé más cordial, por favor.”
“El señor Cranach es una muy buena persona. Se llevarán de maravilla con él,” les aseguró Ayesha.
“Sí, nadie le puede sacar su espíritu solidario,” Astrid se encogió de hombros. “Ahora quisiera recordarles que los bocadillos nos esperan. Comámoslos antes de que el té se enfríe.”

De aquel modo, las cuatro damas siguieron dialogando mientras se conocían mejor, y la breve reunión terminó con la promesa de futuros encuentros. En poco tiempo, las tres menores se despidieron gratamente de Astrid y partieron de regreso a la residencia de los Bennet, donde se unirían a sus familiares para la hora del almuerzo.