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Random => Patio de Juegos => Topic started by: Sayi on September 18, 2018, 11:16:44 PM

Title: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on September 18, 2018, 11:16:44 PM
El fin de semana arreglo el tema y dejo más detalles uwu pero de momento la introducción para empezar a escribir~

Agradecimientos a @Puri por escribir el intro <3

(https://i.imgur.com/85flI4U.jpg)

“¡Mamá! ¡Mamá, dónde estás!”

Aquel grito cortó la relativa paz que se vivía aquella mañana en la casa de la familia Bennet, haciendo que la gran mayoría dejara de hacer sus quehaceres para enterarse de lo que estaba ocurriendo. Incluso el perro de Mery, Leon, comenzó a aullar desde el patio. Se escucharon varios pasos rápidos bajando de las escaleras y Sheryl, quien se encontraba en el estudio leyendo, salió a ver qué pasaba.

Al abrir la puerta se encontró con Camille, quien intentaba recuperar el aliento después de haber corrido tanto.

“¿Has visto a mamá?”
“No. Pero ¿qué sucede?” Justo en aquel momento llegó Sayi, curiosa también por enterarse de lo que estaba sucediendo.
“¡Emilia!” Gritó con una gran sonrisa. “¡Ya está aquí!”

Las tres hermanas, emocionadas, se tomaron de la mano y dieron un par de saltos soltando unos grititos. Camille les informó que desde la ventana de su habitación había visto acercarse el carruaje de papá, quien había ido a recoger a Emilia a la estación del tren. Era cuestión de minutos para que las gemelas finalmente se encontraran después de tantos meses separadas.

“Sheryl, anda y avisa a la cocina que papá y Emilia están de vuelta, papá querrá que se sirva el almuerzo lo más pronto posible”, la rubia asintió, pero apenas quiso irse, la mayor le jaló del brazo. “Espera, espera. Primero anda a buscar a Cho, creo que quería hacer un arreglo floral para la mesa ahora que Emilia está de vuelta”. La menor asintió y esta vez sí se fue. Habiendo solucionado esto, la mayor de las hermanas se dirigió a Camille. “Te ayudo a buscar a mamá, que yo también tengo que hablar con ella”.
“¡Vamos, vamos!” Le apremió esta y comenzaron a buscar juntas en el primer piso.

La casa de la familia Bennet era una casa grande, por lo que era algo común que de vez en cuando alguien se “perdiera” y no le encontraran. Pero esta vez la urgencia era apremiante. Mamá se enojaría mucho con ellas si es que no saludaba a Emilia a su llegada. Últimamente no hacía más que hablar de lo cambiada que volvería Emilia de Londres, de los hermosos vestidos y zapatos que traería de vuelta y cómo se convertiría en un ejemplo de dama de sociedad para todas sus hermanas. La tía Miranda, después de todo, era una gran dama de sociedad y seguramente se habría encargado de enseñarle a Emilia su lugar como una mujer de apellido respetable.

Sayi, sin embargo, dudaba que un par de meses en Londres fueran suficientes para doblegar el espíritu de Emilia. No pudo evitar reírse por lo bajo, sería muy divertido ver la cara de mamá cuando se diera cuenta de esto.

Después de haber recorrido toda el ala derecha del primer piso, volvió a las escaleras y se encontró con Camille, quien le dijo que tampoco había visto a mamá por el otro lado. Justo en eso llegaron Cho y Sheryl.

“¿Aún no encuentran a mamá?” Preguntó la rubia.
“No”, respondió Camille cruzándose de brazos. “¿Mencionó algo de salir al pueblo hoy día?”
“No, no dijo nada”, suplió Cho, quien siempre estaba al tanto de las órdenes de mamá. “Si mal no recuerdo, ayer llegaron los zapatos para Mery y Shura. ¿Tal vez estará con ellas, probando qué vestidos combinan mejor?”

Apenas dijo esto, Camille empezó a correr hacia arriba, a lo que las demás hermanas empezaron a seguirla. Por lo general, era raro ver a la callada Camille gritando emocionad y corriendo de un lado a otro, pero la vuelta de Emilia significaba mucho más para ella que para el resto. Es muy difícil separar dos caras de una misma moneda, después de todo.

“¡Mamá!”, llamó Camille mientras abría de golpe la puerta del cuarto de Shura. Ahí dentro se encontraban no solo ellas dos, sino que también sus hermanas Kora y Mery.
“¡Dios santo! ¡Qué es esto, muchachas!” exclamó la señora Bennet, llevándose una mano al pecho. “¿Acaso quieren darme un susto de muerte? ¡Hablen! ¿Qué ha sucedido?”

Justo en ese instante, se escuchó la puerta principal abrirse y la voz del señor Bennet.

“¡Señora Bennet! ¡Mire quién está aquí!”
“¡Es Emilia!” Finalmente le dijo Camille con una gran sonrisa.

Apenas dijo esto, la señora Bennet se abrió entre ellas y bajó corriendo las escaleras. Todas las hermanas, emocionadas, fueron corriendo tras ella.

En la puerta principal se encontraba Emilia Bennet, ataviada con un elegante sombrero para el sol, una capa de viaje y una amplia sonrisa.

“¡Oh, mi tesoro!” Exclamó la señora Bennet apenas vio a su hija y fue rápidamente a tomar sus manos y darle un beso en la mejilla. A su lado, el señor Bennet fue ayudado por Cho, quien tomó su saco y sombrero y se los llevó dentro, con este siguiéndole. “¡Mírate! ¡Qué bella que estás! ¿Cómo se encuentra tu tía Miranda? ¿Le agradeciste por todo?”
“Por supuesto que sí, mamá”.
“¡Niñas! ¿Ya avisaron a la cocina?”
“Sí, mamá”, se apresuró en responder Sheryl. “Hemos avisado que deben de apresurarse en servir el almuerzo”.
“Muy bien. Oh, querida, no creas que no estoy feliz de tenerte de vuelta, pero dime, ¿no habrá algún tipo de razón por la que quieras quedarte en Londres…?”
“Mamá, acaba de regresar, no la marees tan rápido preguntándole por hombres”, dijo Sayi.
“Por favor, Sayi, Emilia ha estado viviendo en la alta sociedad todo este tiempo, y con su belleza, sería imposible que no haya llamado la atención de más de uno en los salones de baile”. Mientras decía esto, tanto Emilia como Camille cruzaron miradas y se mordieron los labios de la risa. Si tan solo mamá supiera los secretos que habían compartido en cartas sobre la vida de Emilia en Londres…
“Bueno, bueno, pero deja entonces que sea ella quien nos lo cuente todo, mamá”, Intervino Kora, deseosa por escuchar de las aventuras que su hermana había vivido.
“¡Emilia, Emilia!” Interrumpió Shura, “¡Tienes que enseñarme todo lo que has visto para mi baile!”
“¡Es cierto! Tenemos que prepararte para tu debut en sociedad. ¿Cuándo será eso?”
“Es la próxima semana”, agregó Mery, también emocionada por el tema de conversación. Si había una de las Bennet que fuera excelente en el baile, esa era Mery, por lo que toda conversación sobre evento social era importante para ella. “Tienes que enseñarle a Shura también los bailes que están de moda en Londres, para que sea la mejor preparada de todo el condado”.
“Me ayudarás con los pasos, ¿no?”
“¡Por supuesto!” Dijo riéndose.
“Niñas, ya dejen en paz a Emilia, ¿no ven que Camille quiere saludarla?” Reclamó Kora.
“¡Ni que fueras la mayor!” Le respondió Shura y Kora le sacó la lengua.
“¡Kora! ¡No hagas esos gestos!” Le reprendió la señora Bennet, a lo que la aludida simplemente se cruzó de brazos. Camille aprovechó la oportunidad y finalmente se acercó para abrazar fuertemente a Emilia.
“Es bueno tenerte de vuelta”.
“Igualmente”.

En ese momento el señor Bennet apareció de vuelta en la entrada de la casa.

“¿Planeamos almorzar aquí? ¿O qué?”
“Oh, señor Bennet, ¡no sea tan malhablado! ¡Niñas!”, les reprendió. “¡Vamos a la mesa!” Apenas dijo eso levantó la cabeza y comenzó a contar a sus niñas, quienes ya se iban adentrando en la casa hablando entre ellas… Y se dio cuenta que, como usualmente pasaba, faltaba una. “¿Y a dónde se ha ido a esconder esa muchachita de Sayaka ahora?”
“Seguramente Sir Puma Tiger Scorpion se escapó de nuevo”, le dijo Sayi, quien se había quedado atrás.
“No sé cómo puede soportar a ese demonio, ¡jamás se dejará domesticar!” Respondió enojada. “Ya es hora de que esa niña se deje de juegos, ya es toda una mujer y no debería estar fuera de la casa. ¡Qué van a decir las buenas señoras de nuestras vecinas!”
“Mamá”, le cortó Sayi, asiéndose de la manga del vestido de la mayor. “Tengo que hablar de algo muy importante contigo. Es sobre una carta que llegó ayer”.
“¿Una carta? ¿De quién?”

Sayi no pudo evitar el sonrojo. La señora Bennet, al ver esto, se emocionó y se tapó la boca con las manos.

“De Terry”. Respondió con una sonrisa tímida. “Viene a Bloomington en dos semanas y me ha pedido que conversemos de manera privada. Que tiene algo muy importante que pedirme”.
“¡Oh, santo Dios en el cielo!”, exclamó la señora Bennet y tomó las manos de Sayi, besándoselas. “¡Mi niña y el señor Terry!”
“Lo sé, mamá”, respondió Sayi también emocionada, aún sin creérselo ella misma. Había leído y releído la carta más de una vez ayer, pero era tanta la emoción que no se permitió creérselo. Tuvo que esperar al día siguiente y despertarse para corroborar que la carta verdaderamente estaba ahí y no la había soñado. En verdad Terry se la había enviado.
“¡Cuántas bendiciones! ¡Mi pequeña Shura ya es toda una mujercita, Emilia ya llegó hecha toda una dama desde Londres y ahora mi Sayi finalmente se casará!” La mujer alzó los brazos al cielo riéndose y luego tomó el rostro de su primogénita en manos para besarle ambas mejillas. “¡Tenemos que ir a decírselo a tu padre en este momento! Las noticias de Emilia pueden esperar, ¡esto es maravilloso!”
“¡Oh, mamá!” Rio.

Ambas mujeres se dirigieron hacia el comedor mientras conversaban en todos los preparativos que tendrían que hacer hasta que llegara Terry. La señora Bennet le prometió que hablaría con su padre para comprarle un nuevo vestido y que estuviera listo para la conversación que tendría con Terry. Tendrían que asegurarse también de la dote, por lo que debería recordarle el revisar todas las finanzas para ver cómo se las arreglarían.

Pero antes que pudieran decir algo apenas llegaron al comedor, la puerta de los criados se abrió y apareció ante ellos Sayaka, agitada y sonrojada de tanto correr.

“¡Emilia!” gritó sorprendida al ver que su hermana se encontraba ahí sentada con todos.
“¡Sayaka!” Le reclamó su madre antes que Emilia pudiera siquiera corresponder el saludo. “¿Qué son estos modales? ¡Y mírate! ¡Pareciera que fueras una chiquilla huérfana, todas tus medias están enlodadas y llenas de pasto!”
“¡Oh, mamá, créeme que me perdonarás apenas te cuente las noticias!”
“¿Qué noticias?” Preguntó Mery.

Todos miraron a Sayaka, incluso el señor Bennet.

“Vengo de la casa del tío Robert y justo llegaba de la ciudad junto al doctor Smith. ¡Ambos estaban discutiendo sobre la llegada de varias familias de renombre que vendrán a pasar el verano aquí a Bloomington!”
“¡¡Cómo!!” Gritaron todas.
“¡Sí! ¡Y no solo eso!”, La señora Bennet tomó asiento ante tantas noticias. “¡Van a venir a Bloomington porque la milicia estará estacionada aquí por todo el verano y los más altos mandos ingleses harán su parada aquí!”

Apenas terminó de decir esto todas empezaron a hablar y a gritar por la noticia. Bloomington se volvería, ese verano, en el centro social de todo Inglaterra y los hombres más importantes (y solteros) de todo el país estarían ahí, a su entera disposición.

“¡Oh, señor Bennet! ¡Cuántas bendiciones hemos recibido!”
“Mi querida señora Bennet, ¿de qué está hablando?”
“¡Ahora todas mis niñas podrán buscar un buen marido, como Sayi!”
“¿¡Qué!?” Gritaron todos, incluso el señor Bennet.
“¡Mi Sayi! ¡El señor Terry le escribió una carta! ¡Quiere hablar con ella de manera privada y hacerle una importante proposición!”

Apenas terminó de decir esto la algarabía se resumió y Sayaka fue corriendo desde la entrada, gritando, a lanzarse sobre su hermana mayor. El resto de las hermanas también se paró y se acercaron a abrazarla, felicitándola y hablando una por sobre la otra con ideas para la celebración, el compromiso, los vestidos, el lugar donde se llevaría a cabo la boda…

El señor Bennet no pudo evitar sonreír con ternura ante aquella escena. Si bien no se preocupaba tanto como su esposa por casar a sus niñas siempre había esperado lo mejor para ellas. Que todas tuvieran un techo donde vivir y un buen esposo que las quisiera y cuidara cuando él no pudiera hacerlo. Y Terry era un muy buen muchacho a quien tenía en gran estima, por lo que no dudaba que su pequeña estaría en muy buen cuidado. Ya sería cuestión de un par de meses para que el resto se pusiera también en marcha y así poder descansar contento.

“Mi querido señor Bennet, tenemos que hacer demasiadas preparaciones. Todas nuestras niñas tienen que prepararse, los solteros más importantes de Inglaterra no sabrán lo que les pasó apenas las vean”.
“Mi amada señora Bennet, pareciera que, para usted, es una verdad universalmente conocida que todo hombre soltero poseedor de una gran fortuna necesita una esposa”.
“¿Acaso no es así como funciona el mundo, señor Bennet?”

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on September 22, 2018, 10:43:03 PM
First Chapter

Emilia sonrió suavemente invadida por la emoción de un agradable sentir de felicidad al ver como sus hermanas, dichosas y curiosas, iban abriendo una tras otras las cajas de regalos que tía Miranda había enviado para sus sobrinas. Vestidos, guantes, sombreros y chocolates iban desfilando ante la mirada ansiosa de los presentes en la sala, donde la mayoría se encontraban después de haber compartido el almuerzo que celebraba la espectacular y prometedora carta que Sayi había recibido, y, el propio retorno de Emilia a la casa familiar.
La señora Bennet daba un par de aplausos cada vez que una de sus hijas terminaba de abrir un obsequio, sus ojos brillaban especialmente cuando veía que se trataba de algún fino vestido que sus hijas pudieran utilizar para deslumbrar a un gentilhombre que pudiese posteriormente cortejarlas con el propósito de proponerles matrimonio. Mientras su madre se sumergía en esa fantasía, la cual la expresaba y la hacía saber libremente, su padre, el señor Bennet, se mantenía sentado en su mecedora leyendo concentradamente el periódico de ese día el cual lo había dejado rezagado en la sala para cuando había ido a buscar a Emilia a la estación de tren. De vez en cuando, el señor Bennet asentía ante alguna pregunta de su esposa pese a que no le prestaba atención a dicha pregunta, y en una u otra ocasión alzaba la vista por sobre el periódico para observar el por qué alguna de sus hijas expresaba un grito de emoción.
El gato de Sayaka había entrado a la sala a curiosear, entrando en las cajas vacías apoderándose de ellas como si fueran su propio reino. Emilia pensó en llamarlo, pero supuso que la ignoraría después de tanto tiempo.
“¡Todas mis niñas lucirán como hermosas damas de alta sociedad! Señor, Bennet, ¿Qué opina usted?”
“Sin duda, señora Bennet, ellas lograran llamar la atención de los jóvenes y así calmar los nervios de su madre.”
“¡Señor Bennet! No juegue con mis pobres nervios. Son algo serio.”
“Lo sé, querida, he convivido con ellos por más de veinte años.”
“Bueno, bueno, será mejor hablar de otros temas. Por ejemplo, con Emilia aquí de regreso y habiendo recibido una educación pagada por vuestra tía Miranda para ser toda una dama, nos trae más que jubilo al poder compartir con sus demás hermanas todos los conocimientos adquiridos para que ellas se vuelvan igual de fina que tía Miranda.”
“Puedo compartir todo lo aprendido con cada una de mis queridas hermana, mamá.” Emilia asintió, sonriendo delicadamente. Hablaba con un tono de voz pausado, sereno y suave lo que la hacía escucharse como una dama que, además de fina, podía ser como una flor delicada.
“Me gustaría escuchar sobre las cosas que conociste en la alta sociedad, Emilia” Dijo Sayi, quien estaba sentada más cercana a ella en el sillón. Algo en su hermana Emilia había cambiado pero sentía que no podía haber un cambio drástico en tan poco tiempo. Siendo la mayor de las hermanas, Sayi era la que más tiempo las había conocido.
“¡¿Conociste algún príncipe o princesa?! ¡He escuchado que incluso han llegado nobles rusos buscando amparo por la invasión Napoleónica!” Sayaka soltó el sombrero que la tía Miranda le había enviado, invadida por la emoción de escuchar lo que Emilia pudiese comentar al respecto.
“¿Asististe a los bailes a los cuales tía Miranda es recurrentemente invitada? ¡Me puedes enseñar los bailes más novedosos!” Ahora era Shura la que quería resolver dudas.
“Niñas, no sofoquen a Emilia, acaba de llegar.” Les dijo Kora, quien aprovechó de que algunas de sus hermanas estaban despistadas para picar uno de los chocolates suizos de una caja. No sabía si eran parte del regalo de Mery o Sheryl.
Cho, quien había salido de la sala momentáneamente, había ya regresado al sitio de reunión llevando una bandeja que portaba una tetera con agua caliente. Detrás de ella le seguía Jacob quien consigo traía otra bandeja con varias tazas.
“He preparado té de hierbas por si alguien quiere.” Informó la recién llegada, quien posteriormente se sentó en un sitial libre para escuchar cual era el tema de conversación.
“Quisiera una taza de té, por favor.” Pidió Emilia. Poco después Jacob le sirvió del té que Cho había preparado con los productos de su propio jardín. La muchacha de cabellos plateados esperó a que se disipara brevemente el vapor para dar un corto sorbo al brebaje. Cerró los ojos y probó con gusto aquel té que tanto extrañaba de Cho. “Estoy en casa” se dijo mentalmente, sintiendo una extrañable paz.
“¿Y bien?” Preguntó Mery, quien no recordaba haber probado sus  chocolates como para que faltara uno en su caja. Kora magistralmente fingió que nada pasaba y se fue a sentar cerca de la ventana.
“Pues, eventualmente me vi involucrada en la vida social de elite de tía Miranda. En efecto, asistí a algún baile, casi escasamente para ser franca, puesto que mis estudios me requerían bastante tiempo.” Se permitió una pausa para beber té antes de continuar calmadamente. “Felizmente conocí gente maravillosa de Londres, siendo alguno de ellos miembros de la nobleza. Lady Charleston, puedo decir que es una de las más destacadas, junto con su hija Lady Cecil, quienes no repararon en su gentil amabilidad. También conocí al señor Lancaster, al segundo, Henry Lancaster, de quien pese apenas crucé dos palabras con él y no compartí más que un efímero saludo pude comprender que es bendecido con modales y culturas propias de un señor de su índole.” Emilia repasó brevemente, habían más personas que conoció durante su estancia en Londres pero estimaba que no era necesario invocar sus presuntuosos nombres.  “Sobre realeza rusa, escuché rumores pero personalmente no coincidí en presencia con ningún noble de Rusia.”
“Mi hija ha conocido a un gran número de personas importantes del país. ¡Que orgullosa estoy!” Celebró la señora Bennet.
“Estoy agradecida de que hayas hablado con tía Miranda para que ayudase en mi educación, mamá.” Emilia asintió, elegantemente. Luego buscó la mirada de Camille con quien disimuladamente intercambiaron una risa cómplice.
Emilia entonces recordó cuando había iniciado todo, meses atrás.

* * *
La joven estaba libremente tendida en el sillón de la sala, ojeando un libro que de pertenencia correspondía a Cho, intentaba conectarse con la historia que allí destacaba pero la hora del próximo té le distraía enormemente. En la sala también se encontraba Sheryl, tan hermosa y fina como siempre, Emilia la observó de reojo mientras bordaba tranquilamente en su sitial. El cabello rubio ondulante de su hermana brillaba con la luz del sol que entraba a través de la ventana a su costado. Emilia estaba segura de que el hombre que se casara con Sheryl sería el más afortunado del mundo.
En ese momento, la señora Bennet entró en la sala y Emilia inmediatamente se sintió hostigada por su mirada.
“¿Mamá, pasa algo?” Preguntó Emilia sin mucho interés al ver que no anunciaba precisamente la hora del té.
“¡Emilia, niña! En una hora más llegará la señora Dawling a nuestro hogar.”
“Oh” Susurró. “Felizmente me encuentro apropiadamente vestida.”
“Emilia…” Sheryl la observó inquieta, dejando de bordar y preocupándose por su hermana. “Tiene listo ya el vestido de la señora Dawling, mamá. Sólo que no lo ha empacado en su caja.”
Cuando Sheryl dijo eso, Emilia sintió que la sangre se le congelaba. Había olvidado el encargo que su madre le había pedido tan arduamente. Debía preparar el vestido de aquella ilustre señora ya que la señora Bennet había sufrido calambres en las manos durante los últimos días. Emilia le había ofrecido a su madre su ayuda a la que la señora Bennet aceptó conmovida por el gesto de amabilidad de Emilia. No era que la señora Bennet necesitase hacer encargos de tipo tan serviciales y humildes como el de coser un vestido de la hija de una noble dama, pero la señora Bennet era astuta y sabía que esa emblemática dama tenía un sobrino muy bien dotado de fortunas y, por sobre todo, se encontraba soltero. Ganarse el voto de aquella mujer podría acercar a aquel soltero sobrino a alguna de sus hijas.
“¡Ve a buscarlo!” Indicó la señora Bennet, revoloteando de un lado a otro. “¡Sheryl! ¡Sheryl! Dile a los criados que terminen de prepara la tarta de fruta.”
“Sí, mamá.” Sheryl asintió y se levantó cuidadosamente del sitial.

Emilia en tanto había subido las escaleras corriendo hasta el cuarto que compartía con Camille.
“¡Camille! ¡Camille!” Llamó a su hermana pero evidentemente no se encontraba por el sector. Fugazmente recordó que su gemela le comentó sobre pasar la tarde con su amiga Katie en la casa que aquella joven. Emila pensó en buscar alguna otra hermana disponible para usarlas de modelo para los últimos detalles de la confección pero temía que su madre entrase de improvisto y las descubriera.
La joven tomó la caja donde contenía las telas y los hilos, corrió bajando las escaleras y salió de la casa a toda prisa. Unos cuantos minutos le tomaron hasta llegar a la casa de uno de sus vecinos, donde tuvo que entrar como una profana ratera por una de las ventanas traseras y entrar en el maltrecho cuarto de uno de los criados de esa casa ¡Si tan solo Eren trabajara para el tío Robert en vez de ese otro vecino!
“¿Eren? ¿Eren estás por allí?” Susurró Emilia llamando al criado de esa casa, quien coincidentemente era uno de sus mejores amigos.
“¿Señorita Emilia?”
“Eren, necesito de tu ayuda.”
“Ah, veo que es una emergencia, Emilia.” Dijo el pelicastaño, al ver que ella venía en solitario no requería la formalidad que se les exigía. Emilia inmediatamente sacó las telas de la caja y cubrió a Eren con ellas. “¿Me quieres amortajar en vida?”
“Tengo que terminar un vestido para la hija de la señora Dawling, y no tengo en quien probarlo. Por favor, permanece quieto, trataré de terminar prontamente.” La joven coció y corto, una y otra vez, uno y otro lado para intentar dar forma.
“Pero, Emilia, la hija de la señora Dawling es… precisamente una dama. Realizar un vestido en base a mi silueta es, por lo demás, demasiado confuso.” Inconscientemente las mejillas de Eren se prendieron en un adorable color rosa. Nunca en su vida se esperó verse a si mismo usando una especie de vestido. Le rezaba a Dios que ni su patrón ni otra persona lo viera en tales fachas.
“Creo que ha quedado presentable.”
“…”
“Luces como una hermosa joven brillante que espera una pieza de baile de su futuro esposo.”
Eren se vio en el pobre reflejo que daba el trozo de espejo que estaba en ese cuarto. Además de sentir vergüenza propia, sentía que Emilia estaba perdida. “Si la hija de la señora Dawling tiene cuerpo de tronco y su futuro esposo está miope, creo que no le quedará mal.”

”Por favor, no seas cruel.” Dijo Emilia, sin mucha variedad en su rostro más que estar absorta en la próxima excusa que debería dar en caso de que todo fallara. Por un momento, casi estuvo tentada a decirle a Eren que “no jugara con sus propios nervios” “Permiso.” Le quitó el vestido a Eren y lo guardó en la caja.
Para mala fortuna de Emilia, los comentarios tan inquietantes de Eren se cumplieron como profecías. La señora Dawling quedó consternada cuando vio el vestido que la señora Bennet se había ofrecido a mejorar y la señora Bennet se deshacía en excusas que no lograron calmar las lágrimas de la señora Dawling. Ante tal bochorno, eventualmente la señora Bennet suplicó por auxilio a su familiar, la buena señora Miranda, quien emitió un acuerdo de protección y una solución rentable para ambas incluyendo a Emilia.
El acuerdo entre sus padres y su tía Miranda a Emilia le parecía completamente injusto y más que un beneficio lo sentía como un gran castigo a su existencia. Cometió errores, pero no concebía en que fueran tan magnos como para, prácticamente, esconderla como si fuera la vergüenza de la familia. Pese a los repliques de Emilia, sus padres le ordenaron partir a Londres donde su tía Miranda se había comprometido a darle educación. Ambos progenitores coincidían en que sería una gran oportunidad para Emilia.
Antes de partir se aferró en un fuerte abrazo a su gemela quien era la única conocedora de la verdadera razón de la partida de Emilia a Londres. Se prometieron que el tiempo pasaría rápidamente y en el transcurso de que esto pasara ambas se mantendrían comunicadas con cartas confidenciándose todo lo que sucedía en sus vidas.
De aquel modo Emilia se enteró por una carta de Camille unas semanas después de llegar a Londres, que su amigo Eren Jaegger había sido enlistado para ser parte de la milicia inglesa y que había partido para iniciar su entrenamiento militar. Aquello le angustiaba enormemente ya que Eren era un chico bastante iluso y con un corazón bastante bondadoso como para ir a una gran guerra. Sospechaba que el patrón de Eren lo había enlistado para deshacerse de él y ya no ser su protector.

* * *

“Lo importante es que Emilia está de regreso.” Profesó Camille jubilosa, había muchas cosas que debían conversar personalmente y por fin la habitación que compartían no se sentiría tan solitaria.
“¿Qué otras cosas aprendiste, querida?” La señora Bennet tenía el pecho inflado de orgullo.
“Pues, la tía Miranda fue mi gran benefactora y financió, además de la refines de mis modales, mis estudios de enfermería.”
“¿¡QUE!?” Fue el grito de sorpresa de todas las hermanas al mismo tiempo. Poco después de esa gran consternación, se escuchó como el cuerpo de la señora Bennet caía al suelo y quedaba tendida en ese sitio tras desmayarse por un colapso de sus nervios.
“Enhorabuena, mi querida Emilia, puedes practicar tus conocimientos con tu pobre madre.” Dijo el señor Bennet, ayudando a Jacob a levantar a su esposa y tenderla en el sillón. Cruzó mirada con su hija Emilia y ambos se sonrieron en un gesto complice.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on September 27, 2018, 11:01:27 PM
Perdón por el testamento ;_; es que es el primer fic y no quería a postergar los eventos. Trate de usar a todas las Bennet, espero que sus personajes no me hayan quedad out of character D:

tl;dr: Robb Stark y Jamie Fraser llegan a Bloomfield por invitación del tío Robert un día después del regreso de Emilia. Ese mismo día Sheryl sale a pasear al campo pero de accidentalmente conoce a Jamie y sale huyendo de él. La quererle devolver el canasto que dejo atrás el y Robb llegan a la casa de los Bennet, anunciando así la llegada de los primeros bachelors al pueblo.


1

(https://i.imgur.com/xw7vJuP.png)(https://i.imgur.com/wRBmqgt.png)(https://i.imgur.com/UcwlimD.png)

En Inglaterra no había un hombre de buena fortuna que no hubiera escuchado alguna vez que tenía que casarse con una buena dama.

Hacía tiempo que los matrimonios por amor estaban siendo aceptados dentro de las normas de la sociedad (por lo menos en la burguesía), pero parecía aún que la motivación más grande para casarse era el dinero. Todo parecía girar en torno a  tener estabilidad económica, recibir una herencia o dote. Y el valor de los caballeros solía medirse por la cantidad de renta que recibían al año, si es que acaso tenían la fortuna de recibir una.

Por aquellos tiempos, la definición de lo que era una buena dama era subjetiva. Para algunos bastaba que una mujer en edad casadera gozara de buena salud y belleza. Otros, más exigentes claro, tenían estándares más estrictos y su lista pasaba por una variedad de cualidades desde el arte, el baile, la conversación, el bordado, la música y el manejo del hogar.

A sus 25 años de edad Jamie Fraser aún no tenía una idea clara de lo que era su “buena dama”. Había conocido a buenas dibujantes y pianistas, a excelentes bailarinas, a mujeres que manejaban con inteligencia la economía de sus hogares y, por su puesto, a jóvenes de gran belleza. Pero él se negaba a casarse con una dama solo porque sus cualidades encajaran con los siempre cambiantes estándares de su tiempo, así como se negaba a ser uno de los tantos caballeros que portaban un letrero de £10,000 al año sobre su cabeza.

-¿En qué piensas Jamie?- le interrogó Robert Baratheon, sentado frente a él en el carruaje.

-De seguro se está muriendo de aburrimiento- rio Robb Stark a su lado. –Es que a Jamie no le gusta viajar en carruaje, preferiría andar a caballo.

-¡Ah! Vamos muchacho, ir a recogerlos es lo menos que puedo hacer por ustedes después de obligarlos a pasar la temporada conmigo.

-No, no es eso señor Baratheon. Es que me impresionó lo vivaz que esta el campo en Bloomfield. Si pareciera que apenas salimos del invierno - intentó defenderse Jamie.

-Nada de eso Jamie- le interrumpió el mayor- llámame tío Robert. Y esto no es nada comparado a los jardines de Keyfield Park. Las nomeolvides y jazmines están floreciendo ya, y mande a plantar árboles frutales por toda la propiedad que de seguro estarán dando frutos pronto. Además de que el invernadero está lleno de todo tipo de rosas ya.

-Lo que me intriga es ¿por qué compraste Keyfield Park tío?  ¿Es que acaso ya no quieres vivir en Shirenewton Hall?- interrogó Robb.

-Shirenewton Hall ha sido el hogar de los Baratheon por 4 generaciones y seguirá así hasta que yo muera- negó energéticamente el tío Robert y luego apunto a Robb con el dedo –tú, muchacho has sido una de las razones por las cuales he comprado y remodelado Keyfield Park. Ya va a ser hora de que vayas buscando una muchacha para casarte y necesitas una residencia de campo alegre.  Winterfell me parece muy lúgubre y con tus padres viviendo ahí espantaran a la chica. Sin mencionar que los jardines en Keyfield Park son los más hermosos en todo el condado y ahora me puedo pasear por ellos sin que nadie me moleste. Espero haya invitado a muchos de sus amigos, tendremos bastante para hacer este verano.

Robb y Jamie no pudieron evitar sonreír entre ellos. El tío Robert tenía razón, tanto como Winterfell, como típica residencia medieval, era lúgubre aún en verano. Jamie había estado ahí y no le sorprendió cuando los hermanos menores de Robb se acercaron para advertirle que el castillo estaba lleno de espectros. Hasta la fecha Robb insistía que habían sido bromas, pero tras pasar una noche en Winterfell Jamie estaba convencido de lo contrario.

No obstante, ninguno de los dos tenían planes de matrimonio aún y mucho menos la intención. Cada uno tenía propósitos, aunque muy diferentes, sobre lo que querían hacer con su vida. Y para Robb al menos la visita al tío Robert era más que eso.

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(https://i.imgur.com/Xiv7o4L.png)(https://i.imgur.com/HqWHURp.png)(https://i.imgur.com/xw7vJuP.png)(https://i.imgur.com/wRBmqgt.png)(https://i.imgur.com/RoQTE30.png)(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

Con todo el ajetreo desde el regreso de Emilia y las noticias recibidas el día anterior todos los Bennet habían estado ocupados. Primero con todos los regalos y noticias que traía Emilia desde Londres. Una vez la señora Bennet despertó de su desmayo, causado por Emilia quien se ocupó ella misma de procurarle los cuidados básicos a su madre, rogó a Emilia utilizar sus nuevos conocimientos de forma discreta y enseguida dispuso hacer planes para que la casa Bennet estuviera preparada para el verano.

Al día siguiente con el prospecto de la visita de Terry y otros personajes importantes la señora Bennet había ordenado que se limpiaran de pies a cabeza la sala de visitas, el salón de lectura y costura, el comedor y la biblioteca del señor Bennet. Durante el transcurso de la mañana los sirvientes se encargaron de lavar los pisos, las alfombras se sacaron al patio para sacudirlas, se clasificaron y desempolvaron libros bajo la supervisión de las jóvenes Bennet. Cuando por fin acabaron después de mediodía cada una de las hermanas pudo tomar un respiro.

En el caso de Sheryl, eso significaba dar un paseo antes del té de la tarde. Por toda la casa buscó a alguien que quisiera acompañarla en vano. Emilia y Camille charlaban en la sala de lectura con la típica complicidad de gemelas, olvidándose del mundo a su alrededor. Kora también se encontraba en la sala, acurrucada en un diván ensimismada en un libro sobre astrología que Emilia le había llevado de Londres de contrabando. Sayi y Shura se encontraban en el vestíbulo preparándose para ir al pueblo junto a su madre, quien ya estaba recuperada del susto del día anterior, para comprar y encargar lo que les hiciera falta para sus días especiales.

Cuando Sheryl se disponía a salir por la cocina se encontró a Mery, que también estaba ocupada haciendo unas tartaletas para la tarde y quien le encargó frutos para decorar sus tartaletas. Finalmente, se encontró a Cho que trabajaba con dedicación en su jardín de hierba.

-Lo siento Sheryl, no puedo acompañarte. Quisiera trabajar en el jardín de hierbas y el huerto, les he dejado desatendidos desde ayer.

-Bien- se resignó Sheryl –si ninguna de vosotras me quiere acompañar me iré sola.

-Creo que Sayaka andaba por el pozo jugando con Sir Puma Tiger Scorpion- Cho continuó trabajando sin inmutarse por el berrinche de su hermana –Pregúntale si quiere acompañarte.

Sin perder el tiempo Sheryl se fue en busca de Sayaka, si alguien no podría resistirse a un paseo por el campo era ella. La encontró en la parte de atrás de la casa tratando de convencer a su gato para que bajase del techo de la cocina. Como era de esperarse, su hermana mayor no declino su invitación.

-Deja que baje a Sir Puma Tiger Scorpion e iré por mi sombrero, solo será un momento.

-Como quieras- le respondió Sheryl–me iré adelantando.

Sheryl estaba convencida de que Sayaka tardaría un buen rato en prepararse y le preocupaba no estar de vuelta para el té de las 4. Segura de que su hermana la alcanzaría en cualquier momento se adentró en el bosque que estaba detrás de la propiedad de los Bennet.

Era un sendero agradable donde pasear y encontrar frutillas, sin preocuparse de las carretas y caballos que tenían su propio camino zanja abajo. No tardó mucho en encontrar fresas salvajes, que ya lucían un color rojo que invitaba a comérselas. En el bosque apenas se oían ruidos, excepto por los pájaros que cantaban y revoloteaban entre los árboles. 

Cuando junto suficientes fresas en su canasto y como Sayaka no llegaba, Sheryl se preguntó si ya habría llegado la hora para tomar el té. Se volvió para regresar por el mismo camino pero una llamativa flor roja llamó su atención. Se encontraba en la zanja que dividía el sendero y el camino de los caballos, y si no estaba mal era una flor de jengibre. Como se sentía mal por haberle reclamado a Cho por no haberle acompañado y su hermana aún no había plantado jengibre en su jardín pensó que apreciaría la raíz para alguna de sus infusiones.

Se aseguró de que no hubiera nadie a su alrededor que pudiera verla,  y con la mano derecha se sostuvo del tronco de un árbol mientras que con la izquierda tomo el tallo de la planta intentando arrancarla con todo y raíz. Pero sus fuerzas le fallaron y resbaló zanja abajo, aterrizando en los pies de alguien.

-¿Se encuentra bien señorita?- una voz masculina le preguntó.
Sheryl levantó la mirada y se encontró con un hombre pelirrojo que le ofrecía gentilmente su mano para ayudarla a levantarse. Algo en el la turbo tanto, que sin reparo alguno se puso de pie sola.

-Dis-Disculpe usted-  fueron las únicas palabras que pudo articular antes de darse la vuelta y huir corriendo, dejando atrás su canasto.

Avergonzada por su reacción Sheryl siguió  andando hasta que se topó con Sayaka que apenas iba por la entrada del bosque. La rubia le tomó la mano y la jaló consigo.

-Sheryl ¿Qué ha pasado?- la interrogó la mayor sin interrumpir la marcha, sorprendida de que la usualmente serena Sheryl estuviera tan turbada -¿Es que acaso ha pasado algo en el bosque?

-No, no. Yo solo… vi- la rubia sintió que las mejillas le ardían. Se daba cuenta de lo impropio de sus acciones y le daba vergüenza confesarle a su hermana lo que había pasado.

-¿Qué viste?  Por Dios Sheryl me estas asustando.

Sayaka no logro sacarle ninguna respuesta concreta a su hermana por más que preguntara, y para cuando regresaron a casa se sentía alarmada. Entraron por la cocina donde Mery sacaba las primeras tartaletas del horno y las colocaba sobre el mostrador.

-Sheryl ¿me has traído las frutillas que te he pedido?

-Parece que no las ha encontrado, Mery- se adelantó Sayaka –Sheryl ha visto algo que le ha dejado impresionada.

-Podrá haber sido un animal- sugirió Mery.

-¿Qué era Sheryl? ¿Un zorro?

-No lo creo, los zorros son muy pequeños y Sheryl ya los ha visto antes.

-Un lobo- adivinó Sayaka –Si hay un lobo por los alrededores debemos avisarle a papá y al tío Robert.

-Nada de eso- Sheryl finalmente había recuperado el aliento y la compostura, y quería aclarar el malentendido con sus hermanas. Y quizá Sayaka supiera quien era aquel hombre pelirrojo y Sheryl pudiera pedirle una disculpa.

Pero antes de poder continuar fue interrumpida por un joven que se asomó por la puerta de la cocina saludándolas.

-Señoritas Bennet.

-¡Robb!- gritaron Sayaka y Mery mientras hacían una reverencia al recién llegado.

Sheryl, quien hasta ese momento le había estado dando la espalda a la puerta se volvió para copiar el saludo de sus hermanas pero sintió como se le helaba la sangre. En el umbral de la puerta, atrás de Robb, se encontraba el pelirrojo al cual le había hecho el desplante.

-Señoritas- sin perder el tiempo el pelirrojo imitó a Robb saludando a las jóvenes con un movimiento de cabeza y acercándose a Sheryl –creo que perdió esto en el bosque señorita…

-¡Sheryl!- contestó Mery con quizá demasiado entusiasmo. Sayaka a su lado le dio un suave codazo medio disimulado y ambas soltaron una pequeña risilla.

Afortunadamente, justo en ese momento entro el señor Bennet a la cocina para pedir su té y tarta de la tarde.

-Robb, que sorpresa- le saludó con una leve reverencia que ambos jóvenes respondieron acorde –tenías tres años sin venir. Y veo que traes compañía.

-Señor Bennet me alegra verlo de nuevo. Permítame presentarle al señor James Alexander Malcolm Fraser. Señor Fraser, él es el señor Bennet, padre de las señoritas aquí presentes.

El pelirrojo miró a Robb y este le respondió con una sonrisa cómplice. Sabía que su compañero no era fanático de que le llamasen por su nombre completo o de las presentaciones tan formales.

-Es un gusto señor Bennet, puede llamarme Jamie. He oído bastante de ustedes.

-Ah, ese tuvo que haber sido tu tío Robert, Robb. Díganme ¿Cuándo han llegado?

-Justamente hoy señor. Acabamos de almorzar en Shirenewton Hall, cuando Jamie ha querido salir a pasear y se ha encontrado con la señorita Sheryl que olvidó su canasto.

Intrigado el señor Bennet miro a Sheryl de reojo, pero sin darle demasiada importancia al asunto invitó a los dos jóvenes a tomar el té con él, pidiéndole a Mery que les enviará una infusión y una tartaleta a su biblioteca. De manera pronta jóvenes prepararon todo en una bandeja y enviaron a Jacob a dejarla.

Sin perder el tiempo Sayaka se colocó en el pasillo esperando oír un poco de la charla de los caballeros mientras Sheryl y Mery se acomodaron el vestíbulo esperando a su madre y hermanas. Por alguna razón que no comprendía, a la rubia no se le apetecía tomar su acostumbrado té en ese momento.

-Parece que se quedaran en Keyfield Park- anunció Sayaka las buenas nuevas –y será por toda la temporada ¡papá los acaba de invitar al baile de Shura también!

Las jóvenes aplaudieron emocionadas. La presencia de Robb siempre era bienvenida en Bloomington, en especial por todo el tiempo que llevaba sin visitarlas. Como típicos compañeros de juegos cada una tenía recuerdos especiales de su infancia con el señor Stark.

-¿No les pareció que el señor Fraser fue muy gentil al traerle su canasto a Sheryl?- preguntó Mery.

-Por supuesto-  concordó Sayaka –parece muy gentil. Cuando se despedía de papá le prometió traerle una botella de whisky escocés la próxima vez que venga.

-¿Entonces volverá?- Sheryl aún no se había podido disculpar con el señor Fraser por haber huido de él.

Antes de que Sayaka pudiera confirmarlo el carruaje con la señora Bennet, Sayi y Shura apareció. Justo al mismo tiempo salían los dos jóvenes acompañados del señor Bennet. Se despidieron de las hermanas que estaban en el vestíbulo, solo para toparse con la señora Bennet en la entrada y de nuevo Robb procedió a presentar a Jamie y a intercambiar unas palabras con las recién llegadas para luego despedirse otra vez.

-¡Oh señor Bennet, me alegra tanto que Robb haya vuelto!- la sonrisa de la señora Bennet al entrar era amplia. Parecía que el solo ver a un buen señor soltero saliendo de su casa la hacía olvidar el enojo que tuvo con Emilia el día anterior –Espero le habéis tratado bien mis niñas. Mery, ayúdame a subir la caja con el vestido de Shura. Le ha quedado precioso, seguro querrás verlo.

Sin dejar de hablar ni un instante sobre solteros y vestidos, la señora Bennet desapareció en el segundo nivel seguida por Mery y Shura.

-Por cierto papá… dice Sheryl que cree haber visto un lobo- recordó Sayaka.

-¿A si? Sheryl ¿has visto un lobo?- el señor Bennet estaba incrédulo. Sonaba a alguna de las travesuras de sus hijas.

Sayi, que seguía en el vestíbulo colgado los sombreros de las recién llegadas se acercó a su hermana menor que se había quedado sin palabras. Sheryl nunca había afirmado que había visto un lobo, no obstante Sayaka parecía segura de que lo había hecho.

-Sheryl…- interrumpió la conversación, Sayi conocía lo suficiente a su hermana como para saber que no se trataba de un lobo -¿De casualidad tu lobo no tiene pelaje rojo y es de ojos azules?
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Shura on September 30, 2018, 08:17:36 PM
Buenas.
Dejo aporte introductorio para explicar un poco más a mi personaje, por favor si hay cualquier problema con sus personajes cambio el fic o directamente ignorenlo, tenía muchas ganas de escribir con esta ambientación y no podía esperar.

Para este fic, creo que se me contagio el querer tener un personaje con el pelo blanco, así que he elegido al personaje de Diamond (Houseki no Kuni)

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.

Editaré esta información para llevarla a mi perfil.
Muchas gracias por haber incluido a mi personaje en sus historias!!




#1.

Shura estaba deseando cumplir los quince años para su presentación en sociedad, pese a ser la pequeña, su madre no la había descuidado mal que le pesase a la más joven de las hermanas Bennet y le había dado una estricta educación sobre la etiqueta que debe mantener una dama. Ya desde la cuna le habían enseñado que lo peor que podía sucederle era quedarse como una solterona, e incluso la protección de su madre y hermanas le habían limitado en juegos que pudieran accidentarla y producirle una cicatriz permanente y desastrosa, pero al contrario que su madre, sus hermanas le habían enseñado a ser ingeniosa incluso para sus juegos y travesuras. En mayor o menor medida, Shura sabía que era una privilegiada y que al cuidado de todas las mujeres Bennet, había sido la más mimada exigiendosele menos que a las más mayores. Pero como todo, ser la hermana pequeña tenia sus cosas buenas y su cara mala.
Amaba a todas sus hermanas por encima de cualquier otro miembro de la familia, pero siendo la menor, sabía que le costaría mucho más que a ninguna encontrar un buen marido, pues, ¿qué dote le iba a quedar cuando todas sus hermanas se hubieran casado?

Por supuesto, su hermana Kora le había aconsejado no preocuparse por eso y le recomendó centrarse en su baile. Shura estaba extasiada por el acontecimiento, la vida de una dama podía ser muy aburrida, estaba cansada de aprender trucos de cartas y se devanaba los sesos para ahorrar e ingeniar materiales para sus nuevas miniaturas, así que la llegada de Emilia resultó en lo más feliz y emocionante que había pasado en mucho tiempo.

Emilia para ella era un modelo a seguir, su hermana siempre estaría más unida a su melliza que a ninguna, pero Shura sentía más respeto hacía ella que hacía su propia madre, porque en los ojos de Emilia se encontraba la madurez y la rebeldía que podrían doblegar a cualquier hombre o mujer.
Pero lo que se avecinaba, supero una vez más todas sus expectativas.

“Pues, la tía Miranda fue mi gran benefactora y financió, además de la refines de mis modales, mis estudios de enfermería.”

Camille le pellizco en el brazo antes de que a Shura se le escapase la risa al ver a su madre caer cuan larga era del patatús que le había provocado la noticia.
-Ve a traer agua para madre.
Camille le asignó la tarea más pesada de las que Emilia había dado.
-¡Pero si Kora también se ha reído! 
“Acusica cara de mica” -Kora movió los labios para que solo ella la entendiese mientras colocaba unos cojines para elevar los pies de la señora Bennet.
-No te estoy castigando, ve y hazlo.

Estaba claro que Camille no era especialista en divertirse. Shura salio del salón dándose aires de dignidad, acercándose al riachuelo de la propiedad para llenar la lechera de agua fresca.
-Por favor Shura -Cho se acercó a ella con un balde de metal-, lleva esto lleno para madre y dejame la lechera con agua para preparar una infusión para cuando despierte.
-Esto tendrían que hacerlo los criados... a madre volverá a darle una lipotimia cuando se enteré de que nosotras también estamos trabajando, aunque sea llevando agua -sonrió traviesa, apreciaba a su hermana Cho, sabía que si hubiera sido otra de sus hermanas, le hubiera hecho dar dos vueltas para el agua, pero Cho se había molestado ella misma en colaborar.
-Hemos podido ser más rápida que los criados por nuestra cuenta, ¿no te parece?
-Claro que sí... -le hubiera gustado responder algo más, pero permaneció en silencio cargando el agua y viendo su turbio reflejo sobre esta. Ya no es que fuera por ser la más pequeña de todas, pero es que tenía todavía la cara de cuando tenía diez años, incluso Kora que solo le sacaba un par de años ya era toda una mujer.
Esperaba que al menos algo cambiase en su presentación en sociedad, pero aquello era una fantasía. Quizás si se comportaba con rectitud, como Camille o Cho pudiera parecer más madura, pero ya solo con pensarlo, le resultaba agotador.



Al día siguiente, fue de compras junto con Sayi y su madre.
Shura aun pensando en lo del día anterior, miraba su reflejo en el cristal del carruaje, también se conformaría con ser guapa como Sheryl, ese mismo año, le había tomado prestado sin su consentimiento una de sus pulseras de plata, esperando que las joyas le hicieran resaltar de algún modo. Pero Sayaka la había delatado y lo que a Shura más le dolió por encima del pertinente castigo de su madre, fue que se riera de ella llamándola tonta por pretender ocultar algo en la casa donde todas vivían.   
Razón no le faltaba, Shura sabía que había sido un impulso estúpido, quizás aprovechase para comprarle un regalo a Sheryl a modo de disculpa y un regalo para el gato, el animal sentía más apego por Sayaka, así que si la mujer lucia al gato el regalo pudiera interpretarse que era para los dos.
En mitad de aquella tontería infantil, Sayi rompió el silencio con su madre.
-Supongo que advertirás a Emilia sobre que no diga que practica la enfermería.
-Ya se lo dije ayer a esa desconsiderada... mira que abusar así de la hospitalidad de tu tía, que vergüenza, ¿y con que cara la miro cuando la vea?
Shura apreció que Sayi alzaba las cejas incrédula, su madre siempre había mirado por las apariencias, pero había cosas más importantes en aquel momento.
-Creo que seria mejor prevenirla si se avecina una guerra, entre los heridos se aprecian más a los sanitarios que a los soldados.
-¡No me digas eso que me matas a disgustos!
-Pues a mi me gustaría ver algún muerto -la patada a la espinilla de parte de Sayi no se hizo esperar y Shura tuvo que morderse el labio hasta que el dolor pasase, su madre en plenos aspavientos parecía no haberse dado cuenta o fingir que no la había escuchado-. ¿Qué? ¿¡Qué he dicho!?
-Cierra la boca si no quieres morderte la lengua -el consejo de Sayi vino acompañado del traqueteo del carro, estaban a punto de llegar a su destino.
Al bajar, Shura quiso desviarse para ver tiendas, pero Sayi se aseguro que caminase por delante, recogerían el vestido y nada más, tenían visitas que atender en casa.
-Pero yo quería una boa de plumas para mi vestido -Shura intentó hacer pucheros, pero su hermana aun estaba molesta por su comentario y no lo permitió.
-Bueno... pues ya me pondré plumas en tu boda. 
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on October 11, 2018, 08:00:35 PM
*Disculpen lo largo
* Gracias @Eureka por prestarme tus personajes :3
* Nota: Tuve que modificar los nombres asiáticos por nombres más "anglos"

Second Chapter
Flash Back

El vestido color azul que la tía Miranda le regaló para usarlo esa noche lucía perfecto en la silueta delgada de la chica de cabellos platinados. Estaba de pie a un lado de su tía quien conversaba con unas mujeres refinadas de alta sociedad. Emilia observaba como algunos conversaban y otros bailaban. Otros invitados que no controlaban sus impulsos y directamente seguían asechando las mesas con comidas, otros iban por su cuarta copa de vino.
Emilia se sentía invadida por una sensación de emoción y expectación por todas las cosas que estaba viviendo en su estadía en Londres y sobre todo en relación a la vida de alta alcurnia de tía Miranda pero a la vez sentía un halo de angustia porque era la única de sus hermanas que se encontraba allí y por tanto le daba tristeza que ellas no pudieran compartir ese bello momento con ella.

“Emilia, acércate.” Ordenó Lady Miranda
“Sí, tía”
“Tengo entendido que tu primo Neil Leagan está muy interesado en la herencia de tu padre. Seguramente buscará casarse con alguna de ustedes para conseguir aumentar la dote de su hermana. Por favor, te pido a ti y a mis sobrinas que no accedan a sus intenciones”
“Oh, tranquila tía Miranda. Nuestro querido primo Neil no ha sido discreto en manifestar el interés por la herencia de nuestro amado padre por lo que estamos precavidas en cuanto a sus verdaderas intenciones. Desde hace unos años que ya hemos sido víctimas de su irrelevante e inesperado aprecio que de pronto se gestó de la nada” sonrió discretamente. “Me temo que la más afectada con sus eufemismos es la pobre Sheryl”
“Esa alimaña no descansará hasta lograr su propósito.”
“Tendremos cuidado” Emilia se sorprendió de ver y escuchar a su tía expresar con disgusto un comentario hacia otra persona. Cuando la pieza de baile cambió, la joven volvió a observar hacia el frente y vio a una hermosa joven pelirroja que lucía un vestido blanco y una tiara de diamantes. Emilia había quedado deslumbrada al ver tal belleza y luego se emocionó al reconocerla “¡Celica!” la llamó. A su lado, su tía la miró con reproche “Disculpe, tía.” Se excusó ante el arrebato.
La muchacha pelirroja sonrió al ver quien la llamaba. Fue más fina y educada al recepcionar el llamado, se abrió paso con delicadeza entre los presentes hasta llegar a donde estaba la joven Bennet. Celica Elphinstone era una amiga de Emilia desde que eran niñas, ambas crecieron juntas y desde pequeñas habían sido amigas de Eren Jaeger siento un trío bastante peculiar.
“Emilia, que grato encontrarte aquí. No sabía que estabas en Londres”
“Me es más que grato verte, Celica. Tampoco tenía conocimiento de que te encontrabas aquí”
“Me encuentro de viaje con mis padres” Celica notó a Miranda quien se encontraba de perfil a ella. “Lady Miranda” le hizo una reverencia, Miranda le hizo un gesto de inclinación con la cabeza.
“Emilia, iré a saludar a mi amiga la señora Thirrel. Trata de ser delicada” Le indicó su tía antes de retirarse con elegancia.
“Me quedó en casa de mi tía Miranda, es una larga historia.” Ella y Celica se tomaron de las manos y rieron felices “Me alegro de verte”
“¡A mi mucho más! Estos días han sido una agonía. A mi hermano se le ha subido los humos a la cabeza después de ir al regimiento militar por lo que escucharlo hablar es aún más tortuoso que antes, peor todavía, es que mi otra actividad en Londres es estar presente en interminables reuniones que mis padres me han programado con futuros prometidos.” Dijo Celica, con una expresión de preocupación “Cuál de todos es más aburrido o más abstracto.”
“Lamento que tengas que vivir esa situación, querida amiga.” Emilia jugó inconscientemente con sus manos. Le había puesto atención a su desahogo, pero la joven se perdió especialmente en el tema de la militancia.
“¿Hay algo que te preocupa, Emilia?”
“Celica, ¿Has sabido algo de Eren? Desde que me entenré que se enlistó para la guerra no he tenido noticias de él. He acosado a Camille por información de él a través de nuestra correspondencia pero ella tampoco ha conseguido mucho.”
“…” Celica se vio afectada por la pregunta. “Estoy igual que ustedes. He tratado por mis contactos de saber algo de él, pero nadie le conoce.”
“Incluso he escrito una carta para él… Pero no he sabido cómo hacerle llegar”
“Perdón por no poder ayudarte con eso, Emilia”
“No te preocupes.” Emilia sonrió forzosamente. “Mejor conversemos de algo más animado”
 “Cuéntame, ¿Qué haces en Londres? ¿Están tus hermanas aquí?”
“No. Sólo estoy yo. Mis padres me enviaron a casa de tía Miranda para recibir educación para ser una dama.” Dio un paso hacia atrás cuando un señor mayor y rico casi las pasa a llevar. “No esperaba que alguien tan adinerado fuera tan amante de los fermentados”
“Emilia, la gente rica tiene los mismos vicios y perdiciones que la gente pobre sólo que a ellos no los discriminan ni los castigan socialmente.”  Celica, a diferencia de Emilia, conocía más de aquel mundo puesto que sus familias estaban en un escalón más arriba que los Bennet.
“Siento que no pertenezco a esta sociedad. No conozco a nadie aquí salvo a tía Miranda y a ti. Todo es tan distinto de las fiestas en Bloomington, allí la gente rica, los nobles y todos nosotros podemos convivir un poco más si bien de todos modos crean su distancia, aquí… siento que las personas son más clasistas, ariscas y frívolas. Lo peor es que no conozco a nadie y no logro recordar los nombres que tía Miranda me dicta” 
“Puedo presentarte a algunas personas si quieres.” Celica observó su entorno “¿Quién te llama la atención para que vayamos a saludar?”
La muchacha comenzó a observar a los invitados sin mucho interés. La mayoría los consideraba viejos y no le llamaban la atención. “¿Quiénes son esas señoras?” señaló disimuladamente hacia el este, donde dos mujeres conversaban con un par de señores. A Emilia le había llamado la belleza y elegancia de ambas.
“Son Lady Mauve Rothschild y Lady Leonora Väring. Si no me equivoco ambas son inglesas-germanas, pero llevan varios años viviendo aquí. Sus esposos son dueños de una importantísima firma de Bancos internacionales. El que conversa con ellas es el Duque Wellington, Lady Mauve y él han hecho buenas relaciones. El otro señor creo que es un amigo del Duque.”
“Se escucha como gente muy importante”
“Tienes razón en ello. Si bien ellas son las esposas de los dueños del banco, es sabido que ellas influyen mucho en el progreso del negocio. Lady Mauve Rothschild es una persona muy culta e ilustrada, es bien admirada por su inteligencia aunque igualmente temida porque se cree que es muy estricta. Lady Leonora von Väring es muy popular en la solialité de alta clase, suele ir siempre vestida a la vanguardia de la moda por lo que es un icono para las jóvenes las cuales se visten conforme lo que luzca ella. Las dos son muy buenas en generar recursos sociales para sus esposos.”
“¿Ellos no están aquí?”
“Déjame ver” Celica comenzó a buscar con la mirada. “Aquel, el hombre alto y de excelente postura es Lord Michael Rothschild. Está conversando con el marqués de Montt…  No veo a Lord Ässa Väring. Los dos no son mucho de eventos sociales, aunque bien los usan para buscar contribuyentes para sus negocios.” Celica encontró a alguien más entre los presentes. “Emilia, mira allí, cerca de la orquesta. Ellos son Chrom Rothschild y Marth Väring, los hijos de estos señores. He conversado con ambos en el bautizo del hijo de la duquesa, son bastante cordiales y respetuosos. No sería irrespetuoso hacer contacto visual con ellos.”
Justo como lo había propuesto, Celica hizo intercambio de miradas con ellos dos los cuales al notarla y notar a Emilia dedicaron una reverencia con un gesto de inclinación de cabezas en forma de cortes saludo. Las dos chicas hicieron un gesto similar, pero tomando sus vestidos.
“Espero que tengamos la oportunidad de conversar con ellos”
“Parecen amigables.”
“Lo son” Celica afirmó, segura de lo que decía. “Te ofrecería presentarte directamente con ellos pero veo que Hubert Rothschild, el hermano mayor de Chrom Rothschild los ha abordado para conversar con ellos. Él me da un poco de miedo… Lo siento, Emilia.”
“Descuida. Buscaré otras víctimas” No podía negar internamente que se había desilusionado respecto a no presentarse ante aquellos dos elegantes jóvenes. Los dos habían llamado su atención enormemente, puesto lo bien parecidos que eran. <<Tengo que contarle a Camille de ellos>> y fantaseó con la idea de que algún día su hermana gemela y ella podrían tener a esos dos hermosos jóvenes como pretendientes. <<Soñar no cuesta nada>>
Los vio detenidamente, encontró que el chico de cabellos azulados y ojos del mismo tono era hermoso y todo un caballero, lucía de vez en cuando distante, pero de todos modos se apreciaba cortés, era como ver a un verdadero miembro de la realeza. El otro joven, quien se llamaba Chrom por lo que le explicó Celica, era igualmente atractivo y más risueño, la sonrisa de ese chico tenía un encanto único y lo hacía perfecto. Pensó que haría bonita pareja con Camille, porque así complementaría con su sonrisa las veces que su gemela era más sensata.
Celica tomó del gancho a Emilia y comenzaron a caminar entre la muchedumbre. La platinada buscó a quien intrigar con preguntas sobres sus vidas para Celica. Fue así que se percató de unos hermosos jóvenes que estaban de pie regios y bien rectos uno al lado del otro en un sitio especial que parecía una tarima. Emilia quedó absorta en la visión que le brindaban sus ojos, si su madre estuviera allí la estaría empujando por la espalda para que fuera a hablar con ellos puesto que parecían unos príncipes sacados de la corte real para estar en el baile de esa noche. Las mejillas de Emilia se ruborizaron sin poder evitarlo, eran muy lindos.
Se dio vergüenza de sí misma al verse prendada de ellos ¡Que superficial! ¿Desde cuando actuaba como una niña que se quedaba anonadada con todos los chicos del baile? Ni sus hermanitas más pequeñas mostrarían tan infantil  impulso. 
Después que los mirara parecían bastante suntuosos. El que le había llamado la atención era un joven alto de expresión seria, era su piel bastante blanca y a Emilia se le hizo tan hermoso como un ser mágico de libros, pero notó que, si bien parecía cordial al saludar a los señores que se le acercaban, Emilia sentía que sólo lo hacía por formalidad pues luego lo notó distante y un tanto apático. Incluso le pareció que hizo un frívolo gesto de despreció soberbio y silencioso cuando una persona de inferior rango social intentó hablarle. Era un comportamiento digno de un tipo muy adinerado.
A su lado había un muchacho que parecía mucho menor que los otros que compartían en ese sitio, era rubio y tenía una expresión igual de gélida que el otro, recibía comentarios del antes descrito quien parecía recatarlo y prevenirlo de quien sabe que, el muchachito rubio asentía y se comportaba similar en todo momento que el primero, pero Emilia estudió que había más bien correspondía a una obediencia y timidez antes que una indiferencia e hipocresía que revelaba su acompañante.
Seguidamente estaba un muchacho muy rubio quien se encontraba conversando con otro rubio, parecía alto y muy bien vestido lo cual delataba una posición de alta alcurnia. Lamentablemente Emilia no pudo ver bien su rostro porque una dama frente a él le tapaba la visibilidad. Sólo podría definir que parecía ser alguien agradable, porque escuchaba que de vez en cuando las personas a su alrededor reían por alguno de sus comentarios. Entendió de debía ser alguien fascinante de conocer.
Quien conversaba con el joven anterior también era rubio y era también alto, bastante bello, y podía verlo como menos dificultad puesto que notó que tenía unos ojos calipsos que parecían sacados del mismo arrecife. Usaba el uniforme del servicio militar con unas cuantas medallas en la pechera.
“¿Quiénes son esos tan galardonados? Parece que vienen a lucirse como joyas preciosas. El de la esquina parece un villano de novelas.”
“Oh, Emilia, que cosas dices” Rio Célica con esos comentarios. “Ése es Richard Cain Lancaster, Conde de Lancashire y Yorkshire del norte. El que le sigue es su hermano menor, Slaine Lancaster, quien si no estoy equivocada tiene dieciséis años de edad y ya se unió a la milicia al igual que sus hermanos mayores. Es primera vez que veo a Slaine en un baile... Son hijos de Sir Richard Gilbert Lancaster, Duque del ducado real de Lancaster, quien es familiar directo del rey. Los hijos de su ilustrísima no pasan grandes temporadas en Londres, ellos tienen residencias en todo el país pero la corona los requiere aquí dado los títulos y sus servicios militares.”
“Eso te iba a preguntar… Por lo que he leído, esa familia tiende a permanecer más tiempo en Lancashire… Increíble que tengan su propio condado”
“¿Te imaginas que tu familia o la mía tengan ese poder? ¿Cómo sería?” Celica jugueteó “Bienvenidos a Elphinshire. Condado vecino de Benneton” La pelirroja suspiro. “Bueno, te sigo chismoseando. Viene la mejor parte. El joven rubio que está al lado de Slaine si no me equivoco es el primogénito del socio en Alemania de Lord Rothschild y Lord Väring… No sé mucho respecto a él pese a que me encantaría sabes más detalles de su vida, pero sé que es dueño de muchas tierras en su país de origen y su fortuna es una de las más grandes por lo que las señoritas de la aristocracia lo ven como un excelente candidato a esposo. Por lo que se ha dicho ha pasado una temporada en el Lancania Palace, la residencial principal de los Lancaster en Londres. Su estadía con ellos ha llamado mucho la atención puesto que la familia Lancaster es muy… hermética y reservada. No he tenido el agrado de conocer personalmente a él joven extranjero, pero dicen que es una persona muy amable, culta y educada. De momento los Lancaster parecen no soltarlo, pero las personas ajenas a esa familia que han tenido la dicha de conversar con él no tienen más que buenos comentarios sobre su persona” Celica se propondría cruzar al menos una palabra con ése joven en alguna ocasión “El que conversa animadamente con el alemán es Sir Henry Lancaster. Como ves, muchas personas se acercan para declarar admiración por su persona puesto que es un gran combatiente que da todo por su país en esta guerra contra la codicia de Napoleón. A diferencia de sus hermanos, él no resulta ser tan… Aterrador. Podemos ir a saludarle, si gustas.”
“Yo… eh, bueno” Emilia se sentía confundida con tanta información de gente tan distinguida, desde la familia de esas bellas damas esposas de bancarios hasta aquellos miembros de sangre azul.
Emilia fue conducida por Celica hasta ese sitio, donde la pelirroja tomó su distancia cuando vio que Hubert Rothschild se aproximó al joven extranjero, algo le dio a entender a la pelirroja que pese a que se demostraban cordialidad entre ellos en el fondo no había muy buen ambiente. Ellos dos se excusaron y fueron a conversar más allá, seguramente algo relacionado con el negocio de sus padres. Las dos siguieron avanzando hasta que llegaron hasta donde ahora, estaban los hermanos Lancaster.
“Sir Lancaster” Celica hizo una reverencia y Emilia le imitó
“Señorita Elphinstone” El joven le respondió el saludo inclinando su cabeza.
“Estimado señor, espero que perdone mi indiscreción en abordarlo apenas ha terminado de conversar con su amigo, pero el deseo de que mi amiga conozca a tan ilustre persona ha gobernado por sobre mi sensatez. Le he hablado de usted y de sus admirables hermanos, por lo que la he ilusionado incondicionalmente con vuestra historia. La dama a mi lado es la señorita Emilia Bennet, sobrina de Lady Miranda, quien ha venido desde Bloomington”
“Es un honor conocer a tan magnífica persona, señor” Emilia se irguió, mirando con atención a los dos que conversaban entre ellos. Su corazón latía fuertemente sintiéndose demasiado pequeña frente a aquel joven tan regio y alto. Era un príncipe, a sus ojos. Era hermoso. 
“Señorita Bennet.” Recibió la mano de la joven con su mano enguantada. Seguidamente le dio un suave beso en la parte superior de la mano de Emilia. Efímero el tacto, le soltó con delicadeza. “Espero que esté pasando una agradable velada” El rubio se mantuvo tranquilo, sonrió brevemente. Después notó cierta insistencia en la mirada de Celica y entendió su deseo, pero Henry no estaba seguro si debía acceder a ellos. Dudoso, se movió un poco al costado para permitir la visión hacia sus otros hermanos, pero Henry buscó a quien le correspondía ese protocolo indigno para un noble “Señor Grahnbell, no nos ha presentado a las damas” Le dijo con voz clara para captar la atención de sus hermanos también quienes parecieron dedicar concentración a esa escena albergados por cierta curiosidad.
Un señor de unos cuarenta y algo apareció inmediatamente cerca de ellos, Emilia entendió que era un lacayo de los Lancaster.
“Lamento mi torpeza, señor Lancaster.” El hombre observó a las damas y se aclaró la voz “La señorita Celica Elphinstone, hija de Lord Ewan Elphinstone de Escocia, y la señorita Emilia Bennet, sobrina de Lady Miranda” era su deber estar informado. Las damas se inclinaron sincrónicamente hacia los jóvenes presentes.
“El señor Richard Cain Lancaster, conde Lancashire y Yorkshire del norte, a su lado, su hermano menor el señorito Slaine Lancaster, y a su lado, el señor Henry Lancaster. Todos miembros de La Casa Lancaster.” Los mencionados inclinaron su cabeza como el protocolo de modales lo sugería.
“Parece que el baile ha sido un evento muy bien organizado, estando los hijos de la nobleza presente.” Expresó Celica. “Me alegra que un gran número de personas estén presentes hoy”
“Por desgracia, la invitación se extendió demasiado compasiva. No fueron egoísta en invitar incluso a personas que dogmáticamente son más bien un ornamento suntuoso en vez de una ilustre presencia con quien interactuar.”
“¿Puedo atreverme a preguntar que el señorito Lancaster siente que alguien sobra?” Preguntó Emilia, ocultando su repentina molestia, la cual era disimulada perfectamente por su amable sonrisa.
“¿Perdón?”
“Emilia…”
“Naturalmente, no todas las personas nos pueden fascinar, celebro la honestidad del más joven de los Lancaster. Aunque a bien me preocupa no estar dentro de su calificación de adorno más que ilustración"   
“…” El adolescente brevemente bajo la mirada tal que casi pasa desapercibida esa imprudencia. La nobleza no debe bajar la mirada jamás. Sin duda alguna, la señorita Bennet le había dejado sorprendido con su inteligencia y astucia. Casi se sentía incómodo de haberla ofendido si ese era el caso. Unos segundos de silencio le bastaron para articular su respuesta “Señorita Bennet, no me refería a vuestra persona ni la de su amiga, deseo aclarar” El joven había errado en su comentario malinterpretándose. Sentía enfado ante la presencia de miembros de la realeza y otros hombres ricos que preferían estar en la comodidad y seguridad de sus casas antes de apuntarse para ir a la guerra.
“Mi hermano se refiere a quienes no comparten su profesada efervescencia por defender nuestra patria” Aclaró Henry. Slaine agradeció a su hermano mayor internamente.
“Me alegra, señorito Lancaster, porque me lastimaría causar molestia en alguien como usted. Quien es correcto y admirable al tener tal amor por su país.”  Ella observó al hermano mayor, éste no les había vuelto a prestar atención apenas terminada la presentación. A Emilia le llamaba la atención ese curioso ser.
En ese instante, una nueva pieza de baile comenzó a resonar por el salón. Casi por arte de magia tres chicas bien rimbombantes se acercaron a Henry Lancaster para preguntarle si quería bailar con una de ellas, a Emilia le causó gracia esa escena porque generalmente es el hombre el que debe pedir la pieza del baile. El joven intentó dilatar la situación pero al ver que no se apartaban de él escogió a una de ellas y la sacó al centro del salón para satisfacerla en su petición. Las dos sobrantes de todos modos se quedaron allí, esperando a ver si otro de los Lancaster se compadecía aunque bien sabían que esos dos no eran como Henry.
“Con su permiso.” Dijo Cain, dando unos pasos hacia delante. Slaine le siguió. Para él, su hermano mayor era su maestro y ejemplo a seguir en todo momento. Quería aprender todo de él. 
“¿Ustedes no bailan? Habiendo cuatro chicas sin poder disfrutar de tan selecta pieza de baile, y habiendo dos jóvenes que se retiran” Sugirió una de los dos sobrantes que había dejado atrás Henry.
“Precisamente así evitamos enfrascarnos en momentos innecesarios e intolerablemente sinuosos con personas absurdas e insostenibles quienes tienen más tiempo propenso al ocio.” El Lancaster mayor sonrió con un halo de soberanía y pedantería “Permiso” hizo un gesto de despido con inclinar su cabeza y se retiró.
“…” Slaine imitió el gesto de despedida y siguió al mayor.
“…” Emilia y Celica se les quedaron viendo, con estupor e indignación.
“El señor Conde es una persona inquietante...” No pudo evitar exclamar Emilia. Pensó que sería secundada, pero en cambio lo que escuchó la consternó.
“Aaahh, el conde Lancaster es tan hermoso. ¡Lo amo tanto! Esa personalidad tan digna de un noble y ese espíritu invadido por sus deberes”
“Es tan inalcanzable y tan admirable”
“¿Tan siquiera han recibido algo gratificante de una persona como él?” Emilia las quedó mirando, indignada. Apostaba que un tipo como él ni siquiera se digna en saludarlas.
“Con su mero desprecio nos basta para ser feliz. Hay quienes ni eso tienen...”
“...” La joven Bennet no podía creer lo que escuchaba. Ni la chica más tonta de su pueblo tendría una actitud tan lame botas y patética como esas chicas. “Si le analizan con mayor profundidad, es un sujeto frívolo y mal educado, quien no merece tal afecto que ustedes profesan. Es agraciado con un nacimiento en una cuna de alta alcurnia al igual que fascinante su deber como protector de Inglaterra, pero esas características van en desmedro con sus pocos valores y su hipocresía. Sanamente, nadie debería estar cerca de un tipo como él.”
“¿Perdón? ¿Pero quién eres tú para criticar al conde Lancaster? Por tu opaca presencia se entiende que por tu sangre no hay nada de realeza sino más bien eres una adepta por cortesía a estas ceremonias” Una de ellas la miró con repulsión “Vamos, Thomacine, no perdamos tiempo con gente envidiosa y poca clase.” agarró a su compañera del brazo y se fueron a asechar a otros jóvenes ricos.
“…” 
“Tranquila, Emilia, no malgastes tiempo y energía en gente así. Esas chicas seguramente no buscan más que asegurar su futuro.”
“¿Pero viste como se comportaron esos dos? Primero el mayor es demasiado petulante y el otro tonto que le sigue como discípulo”
“Emilia…”
“Lo único rescatable es que tienen a Henry Lancaster por hermano. Pero… Pero… ¿Y si éste también es hipócrita y suntuoso como su hermano Cain y sólo finge ser buena persona?" Emilia bajó levemente la mirada, soltando un suspiro desilusionada. "Odio a los nobles, pensé que eran mejores personas. Caballeros y príncipes azules con modales, damas de respetada inteligencia... Las novelas literarias me han mentido descaradamente.”
“Yo también tuve esa desilusión. Pero felizmente ellos viven en otra esfera y nos excluyen liberándonos de su hastiante convivir.” Sonrió Celica, tranquilizando a su amiga.
“Celica, Emilia” Una joven de cabellos celestes y ojos del mismo tono terminó por acercarse a ellas. “Que pequeño es el mundo para encontrarnos aquí”
“¿Lyria?” Emilia quedó sorprendida de ver a esa persona a quien no veía desde que tenía unos ocho años de edad cuando su familia se trasladó a Londres. Era Lyria Lockhart.
“Sí, Emilia. Que honor que aún me recuerdes” Sonrió, enternecida. “A Celica la había visto el año pasado en sus vacaciones con sus padres, pero a ti no te había visto en muchos años. Que gusto.”
“Que gusto, realmente” Dijo Emilia con toda sinceridad.
“¿No bailan?”
“Creo que he destruido toda posibilidad de baile con una insinuación glacialmente pisoteada” rio Emilia ahora tomándolo con gracia.
“¿Por alguno de los hermanos Lancaster? Emilia, ellos no bailan. Dicen que satanás no los dotó con la gracia del ritmo musical cuando nacieron así que evitan hacer el ridículo social.” Bromeó la jovencita, quien era unos dos o tres años menor que Celica y Emilia.
“L-Lyria..” Celica se impactó por la habladuría de la peliceleste.
“A mí me ha causado en gracia su comentario. Aunque parece que a Henry Lancaster no se le da mal el baile.”
“Ése es hijo de Dios. Por tanto es distinto a sus hermanos... Quizá sea bastardo”
“¡Lyria ya basta...!” Susurró Celica.
“Uh…” Ahora Emilia se incomodaba. 
“Estoy entre amigas. Hay confianza. Además no es algo que venga de mi... Mi hermano mayor ha dicho más de una vez que Henry Lancaster no es hijo del Duque...” Ella giró los ojos. “En fin, esos Lancaster rechazaron bailar, pero yo si quiero” Las tomó de las manos y las llevó a la pista de baile.
“¡Lyria, espera!” Aunque las dos se habían puesto tensa con la osadía de Lyria, no bastaron más que unos cuantos segundos para comenzar a bailar con ella como las amigas que eran. Reían y bailaban al ritmo de la balada.

Un poco más allá, Slaine las observaba con curiosidad. No entendía si esa actitud era aceptable o era algo que debía refutar. Conocía a cierta persona que era tan libre, pura y risueña como esas chicas y de quien Slaine profesaba un gran cariño. Slaine sólo sabía que debía seguir la actitud de su hermano Cain tal como le ordenaba su señor padre, el Duque de Lancaster.
“Concibo aflicción por cual prudencia era un decoro en las damas de antes...” Comentó su hermano Cain. Arqueando una ceja al ver a ese trio.
“…” Slaine bajo la mirada. Seguramente Cain rechazaría también la inocente actitud de la persona que evocaban los pensamientos del rubio lo cual era una lástima dado el destino que se avecinaba.
“La sensatez no es una cualidad propia de las mujeres.” Le respondió un joven elegante quien conversaba con los hermanos.
“Lelouch, querido hermano, espero que luego desmientas esos comentarios. No toda mujer es imprudente y claramente la actitud de esas jovencitas no es un delito del cual debas tener una condición punitiva.” Comento Marie, negando brevemente. “Y dichos comentarios los hace escuchar a ambos como un par de hombres muy viejos y desagradables” La joven sonrió divertida. Aunque admitía que era gracioso ver a su hermano Lelouch compartir con Cain, los dos eran como ¿Amigos? a la vista de la sociedad y así lo percibían ellos mismos, pero también podían ser ¿rivales? dependiendo si el objeto de interés era el mismo para ambos.   
“Bueno, hermana, reflexiono sobre tu apreciación y aclaro que mis comentarios están destinado al gentío prosaico en específico. Es evidente que ellas no son miembros de la realeza sino más bien gente de adhiere”
El lozano Slaine permaneció taciturno en tanto su consanguíneo conversaba con aquellos dos jóvenes. A Ambos observó con especial atención; Lelouch vi Britannia era un rico de alta aristocracia y por tanto era directo miembro de la realeza, ligado a la corona. Los vi Britannia al igual que su propia familia eran unas de las familias más antiguas de Inglaterra de las cuales fueron los pilares desde el inicio de Gran Bretaña. Lelouch lucía un traje que rendía honor a su estatus social y las insignias de los escudos de su La Casa vi Britannia en su traje indicaba que era poseedor de un título noble real por herencia y de aquellos que se dan por gracia y que no mueren con el individuo.
A su lado estaba su hermana Marie vi Britannia, indómita y a la vez impredecible. Era una de las más hermosas damas presentes en el baile. En Inglaterra era muy mencionado que las mujeres de esa casta eran las más preciosas de todo el país y Slaine pensó que los comentarios no estaban errados.
Lelouch y su hermano Cain hablaban respecto a la guerra lo cual era un tema de conversación muy ferviente entre los hombres ingleses. Fue en eso que notaron que las chicas que bailaban entre ellas eran invitadas a bailar una pieza de baile.
“Rothschild y Väring… No me esperaba que se atrevieran a bailar con ellas.” Comentó Marie, sorprendida. No le causaba consternación que aquellos dos futuros bancarios bailaran con esas chicas, sino que lo hicieran después de que éstas llamasen tanto la atención. Los pensaba demasiado reservados y estrictos como sus padres.
“Los erráticos hijos de Lord Rothschild y Lord Väring” Bufó con ironía, Lelouch.
“Que no te escuche Lady Mauve…”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Eureka on October 13, 2018, 10:37:14 PM
PERDÓN

Kana y yo estamos muy emocionadas :'c

Es un fic compartido con ella! Kana estará en este color y yo en el común.

Gracias por permitirme usar tus personajes, también ;;

TL;DR: Wolfgang von Einzbern es uno de los bachelors que llega a Bloomington en el verano. Es un banquero, hijo de uno de los dueños del banco V&R. El fic explica las dinámicas familiares de los von Einzbern, así como introduce a miembros de los Rothschild, otra de las familias dueñas de aquel banco. Aquellas familias, junto a los Väring, han planeado quedarse parte del verano en Chatsworth, una de las residencias más costosas de la zona de Bloomington.
Por otro lado, Camille y Emilia aprovechan el reencuentro para ponerse al día con los sucesos más recientes de sus vidas: el viaje de Emilia a Londres, sus estudios de enfermería y su encuentro con dos jóvenes de buena presencia en uno de los bailes de la realeza, así como el matrimonio de Katie, amiga de Camille. Durante su pequeño picnic en su escondite favorito dentro del bosque, conocen a Wolfgang, quien llama la atención de ambas.






Con el pasar de los años, Wolfgang se había acostumbrado a los ataques de ira de su padre.

Ser el primogénito en tan importante familia como era la Von Einzbern había sido —y seguía siendo— una cruz con la que cargaría por el resto de sus días, pero poco a poco, el peso del título había comenzado a alivianarse gracias a su propia madurez y al apoyo de sus coetáneos, quienes pasaban por situaciones similares a la suya. Varios de sus amigos alemanes eran también hijos de bancarios emergentes, nobles de las más altas alcurnias o herederos de negocios importantes, todos con la misma presión de seguir los pasos de sus padres y, además, lograr resaltar más que ellos.

Su caso en específico era más problemático que el resto, tomando en cuenta la importancia de su padre, König von Einzbern, uno de los socios originarios del banco V&R y propietario de varios terrenos en Frankfurt. König había sido, inicialmente, un accionista, y luego pasó a ser la cabeza de la filial en Alemania, su país de origen.

Por más de que ambos deseaban lo mejor para el negocio, sus personalidades opuestas ocasionaban un sinfin de problemas entre ellos. Eso, sumado al mal temperamento de König, había ocasionado que Wolfgang se acostumbrara a vivir lejos de él para evitarse más inconvenientes. Y así, pasaba varios meses al año en residencias de distintas localidades alemanas donde contaban con filiales, o incluso en Inglaterra, de visita a las familias de los socios u otros accionistas.

Ese era el motivo de su breve estadía en la residencia principal de los Lancaster, en Londres. Para su suerte, la familia lo había recibido con los brazos abiertos: en especial, había conseguido conectar con Henry y Cain, los hermanos mayores. Aquel par de meses que había compartido con ellos habían sido maravillosos, pero su familia había quedado en encontrarse con los Rothschild y los Väring en Bloomington para inicio del verano, y debía cumplir con ello. Todo indicaba que se discutirían los lineamientos principales de la estrategia bancaria de V&R para los años que seguían, tomando en cuenta la guerra contra Napoleón y la oportunidad de expandirse a otros territorios del continente europeo.

“Wolfgang, fue maravilloso contar con tu presencia en nuestra residencia,” le dijo Henry, con una sonrisa muy sincera. “Tan sólo espero que volvamos a coincidir en un futuro muy cercano. Sin duda, tus relatos y anécdotas alegraron todas las reuniones sociales y harán falta en este hogar.”
“Te prometí que regresaría, y así será.” Wolfgang le devolvió el gesto. “Además, hace poco me informaron de la reunión de los accionistas del banco. Tengo entendido que sus padres también estarán presentes en ella. Se llevará acabo en Bloomington.”
“En efecto.” Cain asintió, con una pequeña sonrisa. “Nos veremos en ese entonces.”
“Saludan de mi parte a Slaine y a Ciel, por favor.”
“Les haremos presente, descuida. Es una pena que no hayan alcanzado a despedirse de ti.”
“No hay problema con ello.” Wolfgang sonrió. “Entonces, me retiro.”

Los hermanos Lancaster hicieron una leve reverencia con la cabeza, que fue respondida por Wolfgang de la misma manera. Y sin más, agarró su equipaje y se dirigió al carruaje que lo esperaba en la puerta de la villa.



Los Rothschild habían adquirido, a último minuto, una de las más importantes residencias en la zona de Bloomington: Chatsworth. Era una villa preciosa con jardines inmensos y habitaciones que podían albergar a varias familias enteras, ubicada a un par de kilómetros del pueblo.

Era de suponerse que, además de su familia, se hospedarían los Väring, pero aún no sabía si llegarían después o antes que él. Esperaba encontrarlos allí a su llegada, porque si bien se llevaba de maravillas con Chrom y Felix, el hermano mayor de los Rothschild, Hubert, era insufrible. Wolfgang odiaba su sutil hipocresía y el visible desdén y arrogancia que exudaba. Hubert estaba completamente seguro de ser el heredero de todo el imperio bancario, ignorando la existencia de Marth Väring y la suya.

Por eso rogaba encontrarse con Marth, puesto que así existía la posibilidad de excusarse de las invitaciones o reuniones. De lo contrario, iba a tener que soportar la compañía de Hubert, aún en contra de su voluntad.

El carruaje se detuvo frente a la majestuosa residencia, y Wolfgang se apresuró en recoger su equipaje de la parte trasera. En cuestión de minutos, ya estaba atravesando el pequeño camino que lo llevaba al portón de ingreso. Tocó la puerta un par de veces, y le abrieron inmediatamente.

Para su mala suerte, se encontró justo con la persona que no quería ver ni en pintura.

Al menos la tirria era mutua.

“Bienvenido,” le dijo Hubert, con una expresión neutral.
“…” Wolfgang se permitió rodar los ojos, aún a pesar de indicar malos modales. “Supongo que mis hermanos y mis padres aún no han llegado.”
“En efecto. Mi familia y los Väring ya se encuentran completos, eso sí.”
“Bueno, era de esperarse. Es un largo viaje desde Frankfurt…”
“…” Hubert asintió, en silencio.
“¡Wolfgang!” se escuchó desde adentro de la residencia. Al cabo de unos instantes, se apareció Lord Michael, al lado de su hijo. Wolfgang lo saludó con una leve reverencia de su cabeza. “Es un honor contar con su presencia.”
“Lord Michael, no tengo más que agradecerle por su cordial invitación.”
“Al contrario, gracias a ti por tomarte la molestia de venir desde Londres. Tengo entendido que tus padres y tus hermanos estarán aquí mañana en la tarde.”
“Sí, justo Sir Hubert me comentó acerca de ello.”
“Me alegra que así sea. Hubert, ¿te parece si lo acompañas?”
“Por supuesto.”
“Mis más sinceras disculpas, puesto que no podré quedarme más tiempo. Tal parece que ha surgido un par de problemas en el hospital.”
“Disculpe mi impertinencia, pero contaba con la noción de que usted estaba en contra del proyecto,” dijo Wolfgang, confundido.
“Y es acertada. Puede que haya sido más indulgente al inicio, tomando en cuenta que Marth también estaba involucrado. Sin embargo, no pretendo seguir avalando las estulticias de mi hijo.”
“No quiero imaginarme cuál es el motivo de su disgusto en esta ocasión.”
“Espero que no exista la necesidad de enterarse.” Lord Michael frunció el ceño, disgustado. Tal parecía que había recordado las miles de maneras en que Chrom le daba la contra. “Los veré más tarde.”

Hubert y Wolfgang lo despidieron con una leve reverencia de sus cabezas.

“¿Te parece si damos un paseo por el bosque?”
“Por supuesto,” dijo Wolfgang, aún a pesar de su falta de interés. Tal vez Hubert podría comentarle acerca de lo que había sucedido con Chrom y Marth. Y eso en sí era suficiente motivo como para acceder a tal invitación.





Cuando al fin consiguieron tener unos momentos a solas, las gemelas Bennet de manera pronta y albergadas por la emoción del reencuentro, se encaminaron apresuradas a la habitación que ambas compartían desde que eran unas niñas pequeñas, pues tenían muchas cosas de las cuales conversar.

Camille fue la primera en llegar hasta la habitación y se apresuró en abrir la puerta e invitar a su gemela a entrar en el cuarto que por tanto tiempo no había habitado. Emilia lució asombrada de estar nuevamente en la habitación que compartía con su hermana Camille, casi sentía como si se encontrara en un lugar nuevo, pero sumamente familiar.

Después de los meses en que estuvo en Londres, Bloomington casi se le hacía como un pequeño pueblo de cuentos de hadas y su cuarto en la casa de sus padres era apenas una fracción de la alcoba que tía Miranda le había ofrecido para hospedarse, pero pese a que ya no contaba con todos esos detalles ostentosos, Emilia no cambiaba por ningún motivo el calor de su hogar y el espacio que compartía con Camille.

La habitación estaba impecablemente ordenada y desbordaba en hermosos detalles que Camile había preparado el orden y los detalles en la habitación para el retorno de su hermana los cuales ella muy bien sabía que eran del gusto de Emilia tales como las ramitas de flores de lavanda sobre el escritorio que las gemelas no tardaron en acercárseles para oler la agradable fragancia que invadía todo el lugar. Otro delicado detalle era que sobre la cama de Emilia se encontraba el libro favorito que Emilia había perdido en el pueblo y que Camille secretamente había recuperado con ayuda de uno de sus conocidos.

Después del breve recorrido de anécdotas y recuerdos que encontraban en la habitación, las dos hermanas organizaban las cosas de la maleta de Emilia en el armario y también charlaban entre ellas poniéndose al día con los temas más candentes del pueblo y aledaños.

“Me gusta la idea de que tío Robert sea el nuevo dueño de Keyfield Park” Dijo Emilia, quien se había arrimado a la ventana para observar hacia el exterior.
“Eso nos da una selectiva oportunidad de recorrer los jardines libremente cuando el lugar esté sin sus inquilinos.” Camille se había situado del otro extremo de la ventana, inconscientemente las gemelas apoyaron los codos en el marco de la ventana y el rostro en las palmas de sus manos mientras contemplaban el paisaje. Camille se ilusionaba pensando en la idea de pasear por aquellos jardines y poder memorizar cada detalle para plasmarlo y proyectarlo en uno de sus cuadros.
Fue en ese momento que escucharon cierto barullo proveniente de la plana inferior de la casa. Como ambas estaban tan absortas en su charla en la habitación no se habían percatado que dos jóvenes señores habían llegado a la casa poco después de que Sheryl y Sayaka retornaran del paseo al bosque.
“¿Es el señor Stark?” Dijo Camille. Hace tres años que la familia no tenía el gusto de ver a aquel joven. “Parece que no sólo tú estás de regreso, Emilia” Apuntó la otra joven, haciendo énfasis en que el joven Stark venía acompañado de un muchacho de cabellos pelirrojos.
“En parte eso me tranquiliza porque no seré el único tema de conversación entre las damas más afanadas a las intrigas, pero en parte me desilusiona porque inmediatamente dejaré de ser la novedad en casa. Esencialmente porque mamá estará fervorosa en saber más detalles de aquellos jóvenes que en fascinarse por escuchar sobre la estadía en Londres de su desastrosa hija.”  Bromeó la peliplateada. “Al menos, tengo el consuelo que puedo compartir mis experiencias contigo y con mis hermanas”
“Sobre eso, Emilia” Camille dejo de observar hacia los jardines donde centró su atención en las tonalidades de las flores que habían abierto sus pétalos ese día. “Quiero conocer cada detalle de lo que puedas contarme sobre tu vida en Londres y, al mismo tiempo, tengo muchos deseos de contarte todo lo que ha sucedido aquí mientras no estabas.” Antes de que Emilia pudiese decir lo muy entusiasmada de conocer todas las noticias de Bloomington, Camille continuó “Espera, espera” meneó una mano para calmar los ánimos de su gemela “Estaba pensando… Que podíamos ir a nuestro lugar secreto” La joven sonrió afectuosamente al pensar en aquel sitio que habían adecuado como un lugar privado y personal en medio del bosque. ¿Tenían siete? O tal vez ocho años cuando lo habían creado como una especie de club donde podían liberarse del día a día.
“Me fascina esa idea, Camille”

Las gemelas se miraron entre ellas y eso bastó para entender que debían poner el plan en marcha inmediatamente ante de que sus padres reclamaran su presencia en la cena. Bajaron a la cocina donde Mery se encontraba sacando el último pastel para el té de las cuatro, mientras la menor estaba concentrada en los detalles del postre, las gemelas tomaron una canasta y comenzaron a acomodar cosas en su interior, desde un frasco de mermelada, pan recién horneado, un jarrón que llenaron con té y esencia de canela, menesteres y todo lo necesario.

“¿No estarán para el té de las cuatro?” Las cuestionó Mery, extrañada por la fugaz idea de las gemelas de ausentarse.
“No. Pero volveremos para antes de la cena la cual compartiremos en familia” Dijo Camille, con su tono de voz pausado y suave. “Sólo daremos un paseo por el bosque. Regresaremos temprano”
“Pero… Mamá se estresará si no las ve aquí”
“Estaremos puntuales y dignas para la cena, querida Mery” Dijo Emilia “Y procuraremos traer frutos del bosque para tus tan placenteros pastelillos”
“Bien, pero no crean que me pueden convencer tan a la ligera de distraer a mamá si pregunta insistentemente por ustedes.”
“Creo que mamá estará más abstraída en otros temas que en reclamar nuestra presencia” Bromeó Camille, y las dos gemelas rieron secuaces entre ellas. 

Tras la recolección exitosa de merienda en el canasto, ambas salieron de la casa por la puerta trasera y se encaminaron al bosque. Al principio a un paso lento y recatado, como era esperabo de toda dama, después el ritmo fue más intenso conforme se acercaban al lugar secreto.

Finalmente llegaron hasta una especie de cabaña en miniatura y fabricada con materiales reciclables que sobraban de la casa de los Bennet y de sus vecinos. Estaba rodeada por forestación por lo que el escondite era de una naturaleza pura y auténtica. La habían construido primero entre ellas dos cuando eran unas niñas, pero fue inevitable llamar la atención de sus otras hermanas cuando acarreaban materiales hasta el bosque por lo que sus hermanas también habían cooperado con el bastimento. En sí, el lugar al menos tenía una década de antigüedad. Si bien había nacido como un proyecto de escondite secreto entre ambas, no significara que fueran las únicas que acudían al lugar. Sus hermanas conocían la ubicación y tal vez más de alguna vez utilizaron el sitio para desahogarse de las exigencias que instaura la sociedad sobre todo si se nace mujer. Además, Camille y Emilia habrían invitado a sus conocidos, bajo un estricto código de confidencia, al lugar secreto para charlar, planear y pasar el tiempo.

Movieron la trabada “puerta” e ingresaron, vieron que el interior se encontraba un tanto empolvado por el tiempo en que el sitio no fue utilizado. Los dibujos, las simulaciones de muebles y demás cosas personales que habían dejado en el interior permanecía intacto.

“Creo que por un tiempo un zorro estuvo usando este lugar de guarida. Pero no destrozó nada” Comentó Camille.

Emilia sacó del canasto unas ramitas de lavanda que había traído consigo y las dejó en un florero vacío sobre una roca. Lo llenó de agua de uno de los frascos que estaban en el canasto. Después de que las hermanas ordenaran un poco y acomodaran las cosas para merendar, se miraron entre ellas llenas de expectación y ansiedad.

“Ahora es hora de ponernos al día con todo.” 
“¡Tienes que contarme todo lo que viviste allá!” Mencionó Camille, llena de emoción. Por unos instantes, pareció andar un tanto pensativa, y continuó. “…Sé muy bien que hemos compartido varios detalles de nuestras vidas en las cartas que intercambiamos, pero…”
“Sí, te entiendo.” Emilia sonrió, enternecida. “No es lo mismo que contar las anécdotas y vivencias en persona. Sobretodo… cuando son tan peculiares.”
“Discúlpame,” comenzó Camille, un tanto apenada. “Siento que tuviste que pasar por todo esto por mi culpa, en parte. Por no apoyarte con el vestido aquella vez…”
“Por supuesto que no,” Emilia negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en su rostro, a la vez que servía té en las pequeñas tazas. “Era mi deber. Y sólo a mí se me pudo ocurrir la grandiosa idea de hacer de Eren mi conejillo de indias. Pero estaba desesperada. Me encontré entre dos opciones: recurrir a eso o no entregar el vestido... y me ví obligada a hacerlo.” Emilia suspiró. “Fue un desastre, lo sé.”
“Pudo… ser mejor.” Intentó consolarla Camille, a lo que Emilia rio.
“Aun así, en retrospectiva, me parece que no fue tan negativo como podrías imaginar. Londres es otro mundo… y agradezco haber contado con la oportunidad de vivir en la capital por unos cuantos meses.”
“¿En serio? ¿Cómo sucedió lo de los estudios? No recuerdo mucho a la tía Miranda, pero de lo que viene a mi memoria, siento que era una mujer muy cerrada de mente y aferrada a sus convicciones. Me sorprendió escuchar que había tomado esa decisión... Temía que te casara con alguien sin tu permiso.”
“Oh, no. Eso sí lo tuvo en mente siempre. La verdad es que, en un inicio, intentó forzarme a ver el mundo justo como ella. Y supongo que, hasta cierto punto, lo consiguió, con las clases de etiqueta. Pero creo que de haberme quedado aquí, nunca habría tenido la oportunidad de estudiar una profesión. Le debo mucho a la tía Miranda.”
“¿Te puso una institutriz, no?”
“Fue de lo peor. Esa mujer parecía haber nacido para torturarme.”
“Tú nunca has sido mucho de seguir las reglas al pie de la letra.” Camille sonrió de lado.
“Exacto.” Emilia rio. “Prueba de ello son las miles de travesuras que hicimos de pequeñas. O… haberle ocasionado un desmayo a nuestra madre ni bien regresé.”
“Nada dice “¡Estoy de vuelta!” mejor que aquel susto que le diste.” Camille sonrió. “Debo admitir que me sorprendió lo que me dijiste. Tenía una ligera idea de lo difícil que debía ser estudiar enfermería para gente fuera de nuestra clase social, pero no pensé que estaba reservado exclusivamente para hijas de la realeza.”
“La tía Miranda consiguió lo imposible.” Emilia se veía muy complacida. “Y ahora soy enfermera. Aún me incomoda no poder aspirar a una profesión más completa como la de doctor, pero supongo que hay cosas realmente inalcanzables.” Suspiró. “Por cierto… ¿Cómo va el hospital que inauguraron hace un par de meses?”
“Ha contado con unos problemas, más que nada relacionados a la administración.” Mencionó Camille, y se llevó la taza a los labios. Luego de un sorbo, retomó la conversación. “Parece que hay una disputa respecto a los pacientes y el servicio. Así dicen los rumores que Sayaka escuchó…”
“Mm…”
“¿Deseas trabajar allí?”
“Es uno de los lugares a los que envíe mi carta de recomendación, así que sólo me queda esperar. Sería ideal, si te soy sincera.”
“Por el Doctor Erwin, supongo.”
“…N-no. No sé si él esté trabajando allí, siéndote sincera.”
“Oh. Igual, tu reacción me dijo todo.” Camille sonrió ampliamente. “…Y yo que creía que conocerías a alguien en Londres.”
“Bueno… Entre los bailes a los que asistí, hubo uno…”
“¿Ese baile sumamente importante que mencionaste en una de tus cartas? ¡¿El de la realeza!?”
“Sí.”
“¡¡¡¡Ahhhh!!!” Camille no cabía en su felicidad. “¡Cuéntamelo todo, ahora sí, con lujo de detalles!”
“No sucedió nada extraordinario, más allá de la majestuosa residencia y de la presencia de miembros de la realeza por doquier. Aunque…”
“¿Conociste a alguien grandioso, no?”
“Me encontré con Celica y me presentó a unos jóvenes de familias anglo-alemanas. Fueron sumamente amables conmigo. Eran los hijos de los dueños del banco V&R.”
“Me alegra que te hayas reencontrado con ella pero… ¡Emilia!” Camille se indignó “¡Me muero! Dime que conversaste con ellos. ¡Dime que se volverán a ver! ¡Alguno de ellos debió interesarte!”
“No puedo negar que ambos llamaron mi atención. Su trato era cálido y sincero… pero dudo volver a cruzarme con ellos. La sede del banco V&R está en Lóndres, y como miembros de las familias a cargo, deben quedarse junto a sus padres.”
“¡Nunca digas nunca!” Camille sonrió. “Ojalá también formen parte de aquellas familias que van a venir a pasar el verano en Bloomington…”
“…Tú suenas más emocionada que yo, Cami.” Emilia la observó con sospecha.
“¡Es que debieron encontrarse por un motivo en especial! Nada es gratuito.”
“Bueno, la tía Miranda tiene buenos contactos—”
“¡No! Me refiero a algo futuro. De seguro volverán a cruzarse. ¡Lo presiento!”
“Me suena a que deseas que te los presente.”
“N-No.” Camille desvió la mirada, avergonzada. “¡No!” Repitió, un poco más decidida. “Tal vez hace un tiempo lo habría deseado. Ahora… estoy un poco decepcionada del amor luego de lo que le sucedió a Katie.”
“Oh, me comentaste sobre ello. Es realmente una pena inmensa. Me parece que el señor Campbell es un hombre despreciable.”
“Lo peor es que con la gente de su entorno se muestra distinto. Cuando lo conocí, percibí a un caballero muy cordial y noble. Yo no comprendo lo sencillo que se le hace engañar a la gente. Según las cartas de Katie, cada vez se le hace más complicado compartir su vida con él. Hasta… me ha confesado que anda dándole vueltas a la posibilidad de escapar de allí.”
“No puedo culparla.” Emilia probó uno de los bocadillos, apenada. “Cualquier mujer en su posición concebiría aquella idea, por más riesgosa que es. Sé que, de escucharnos, mamá y el resto de nuestras hermanas pondrían el grito al cielo, pero siento que la situación es mayor que el orgullo o el honor. Supongo que su familia es el único motivo por el que aún no ejecuta su plan.”
“Es lo mismo que pienso yo.” Camille suspiró. “Sólo espero que su situación mejore. Tal vez… el señor Cambpell cambia para mejor.”
“Esperemos que así sea.”
“A mí… me preocupa la posibilidad de que, eventualmente, yo tenga que estar en los zapatos de ella. O alguna de nuestras hermanas. O tú…”
“Tranquila.” Emilia le sonrió, muy segura. “Eso no va a ocurrir. Recuerda que los padres de Katie andaban desesperados, y bueno, cometieron el peor error en esa situación. Sé que mamá a veces puede ser un poco… complicada de tratar, y tiende a cerrarse con ciertos temas, pero no la veo capaz de hacer algo así. Igual, de hacerlo, dudo que papá lo avale. Él siempre está de nuestro lado.”
“Tienes razón. Papá nunca lo permitiría.” Camille sonrió. “Él nos quiere ver felices. Al igual que mamá, por supuesto.”
“Claro.” Emilia asintió. “Y—”

La mayor de las gemelas se detuvo en seco ni bien escuchó los fuertes resoplidos de un caballo a poca distancia de la cabaña en la que se encontraban. Emilia, inmediatamente, hizo a un lado su taza de té, y con cuidado, se acercó a la puerta para observar de quién se trataba. Desde la pequeña ventana en la puerta pudo divisar cómo un joven rubio de buena apariencia y vestimenta sumamente sofisticada andaba peleando por control con el caballo que montaba. Sin embargo, no demoró nada en domarlo, con un par de palmadas en su lomo y unos sonoros silbidos. En cuestión de segundos, ya se encontraba atravesando el bosque sin ninguna preocupación… hasta que pareció notar algo y se detuvo en el acto.

“¿Qué sucede, Emilia?”
“¿Recuerdas lo que mencionó Sayaka? Lo que le contó el tío Robb.”
“¿Mm?”
“Tal parece que es completamente cierto.”
“Bueno, no lo dudab—” Camille se paró a sí misma cuando notó algo. “¿Por qué lo dices?”
“Ven.” La llamó su hermana, y la menor asintió, acercándose junto a ella para observar por la ventana.

Camille logró observar lo mismo que su hermana: aquel joven rubio que, definitivamente, se trataba de un miembro de las familias de alta alcurnia que venían de visita a Bloomington por el verano. Parecía un tanto mayor que las gemelas, y andaba distraído, observando sus alrededores en busca de algo.

“¡Emilia! ¡Parece perdido! ¡Debemos ayudarlo! De paso que le damos la bienvenida.”
“…Alguien está muy emocionada,” comentó Emilia, en tono burlón.
“B-Bueno, es lo más cordial, ¿no?” dijo Camille, un tanto cohibida.
“Tus botas están enlodadas.”
“¡Las tuyas también!”
“¡Con mayor razón!”
“¡No me vengas con eso! ¡Nunca le has dado importancia a nimiedades como esa!”
“…Es cierto.” Emilia suspiró, derrotada.
“¿Por qué no te gustaría ir a saludarlo?”
“Tengo un mal presentimiento.” Emilia sonaba pensativa, mientras observaba al joven. “No obstante, debo admitir que me causa intriga su presencia. Esta zona se encuentra lejos de las residencias más adineradas.”
“Oh, ¿las de los exteriores de Bloomington?” preguntó Camille, sin despegar la vista del joven.
“Sí. No hay motivo para pasear por aquí. Además, los campos privados de aquellas residencias están equipados para practicar equitación.”
“¿Por qué traería su caballo hasta acá, entonces?”
“No es su caballo,” corrigió Emilia. “Antes de que te acercaras, los ví peleando por control, hasta que el señor logró salir victorioso.”
“Deberíamos salir y ofrecerle ayuda,” sugirió Camille.

Emilia la observó en silencio por unos instantes, un tanto dudosa. Sin embargo, accedió, luego de suspirar hondamente.

“Está bien,” dijo ella, y abrió la puerta sin mucho cuidado.
“La curiosidad mató al gato,” comentó Camille, a la vez que cerraban la puerta.
“…” Emilia rodó los ojos, con una sonrisa en el rostro.

El rubio no se había alejado de su posición inicial, por lo que alcanzarlo no fue difícil para las gemelas. Sin embargo, la repentina aparición de Emilia y Camille asustó al caballo, quien se alzó en dos patas y botó a su jinete al suelo. El joven soltó, sin mucho cuidado, un par de lisuras, llamando la atención de las hermanas Bennet.

“Desde ya, me cae bien,” comentó Emilia, en voz baja.
“¡Emilia!” le reclamó Camille, a lo que su gemela rio. Ambas corrieron a auxiliarlo, cuidando no alterar al caballo.
“…No, no tienen por qué preocuparse,” les aseguró el joven, levantándose en un salto. “Ese caballo lo hace a propósito. Ni bien siento que nos empezamos a llevar mejor, se manda una de estas.” El rubio rodó los ojos, enojado. “Ah, mi más sinceras disculpas. Debí presentarme antes.” Y les sonrió. “Mi nombre es Wolfgang von Einzbern, es un placer conocerlas,” dijo, con una pequeña reverencia. Las gemelas le devolvieron el gesto.
“Mi nombre es Emilia, y ella es Camille, mi hermana menor. Somos de la familia Bennet, dueña de la residencia a unos quince minutos de aquí. El placer es un nuestro.”
“Si no es mucha molestia, señoritas Bennet, ¿podrían indicarme cómo regreso a Chatsworth?”

Las Bennet intercambiaron miradas, confundidas.

Chatsworth era una de las residencias más costosas de la zona de Bloomington. Había pertenecido a una familia adinerada, siendo la casa de verano de unos nobles, hasta que compraron un terreno al norte de Sussex, un par de años atrás.

“¿Alguien compró Chatsworth? Estaba sin dueño cuando me fui—” comentó por lo bajo Emilia.
“No sabía nada sobre ello—” le susurró de vuelta Camille. “A-ah. Por supuesto,” dijo, ni bien notó la expresión risueña en el rostro de Wolfgang. Tal parecía que el rubio las había observado fijamente mientras cuchicheaban entre ellas. “Disculpe nuestra impertinencia…”
“No hay problema.” Wolfgang sonrió. “Me imagino que debe causarles sorpresa que aquella propiedad haya sido adquirida hace poco tiempo.”
“Nuestra hermana menor siempre se entera de todo, pero al parecer, el rumor sobre Chatsworth ha pasado desapercibido.”
“El socio de mi padre la compró hace dos semanas. Parte de su familia llegó el lunes pasado. Yo llegué hoy día, y salí a pasear con su hijo pero…” Wolfgang miró de reojo al caballo. “Como les comenté, el caballo me tiene una tirria inmensa y me llevó por otro sendero…”

Camille y Emilia estuvieron a punto de comentar al respecto, pero el estridente galope de otro caballo irrumpió a lo lejos. Por el sendero, apareció un majestuoso corcel blanco con un jinete de buena presencia que, sin duda, se trataba del allegado de Wolfgang.

Por unos instantes, Camille juró ver algo de enojo en la expresión de Wolfgang, pero el rubio sonrió de lado y se apuró en montar de nuevo a su caballo.

Por su lado, su conocido tiró de las riendas de su caballo para detenerse a unos metros de Wolfgang y las Bennet. El hombre obligó al caballo a darles la espalda, y por sobre el hombro, observó con atención a Wolfgang.

“Disculpen, señoritas. Parece que me encontraron.” Wolfgang suspiró, divisando de reojo a su socio.
“…” Emilia lo observó en silencio.
“Espero que nos crucemos una vez más en otra oportunidad, señor von Einzbern,” le dijo Camille.
“Yo también ruego que suceda lo mismo, señorita Bennet. Hasta luego, fue un placer conocerlas,” les dijo él, con una sonrisa encantadora.

Wolfgang no demoró en alcanzar a su socio, y ni bien se encontraron lado a lado, ambos aumentaron la velocidad. Las Bennet los observaron hasta que, finalmente, se perdieron entre los árboles y arbustos.

“…¡Ah!” exclamó Camille, decepcionada.
“¿Qué sucede?” Emilia se veía confundida.
“¡Debimos invitarlo al baile!”
“Tranquila. De seguro le llegará igual la invitación de todas maneras. Dudo que al tío Robb se le pase, tomando en cuenta lo importante que se veía el señor von Einzbern. Y ni qué decir de su socio y los nuevos dueños de Chatsworth.”
“Me da curiosidad…” comentó la menor, ensimismada.
“¿El señor von Einzbern? ¿Te atrae?”
“¡N-No! Es sólo curiosidad. Sentí que… había algo que nos escondió en su relato. Como si, realmente, no se había perdido, sino que—”
“Lo había fabricado como una mentira, sí.” Emilia se giró hacia ella. “También me da curiosidad ese detalle.”
“Bueno, ojalá nos crucemos de nuevo con él. ¡Y con esos jóvenes anglo-alemanes que mencionaste!” mencionó Camille, a la vez que regresaban a la cabaña.

“Eso está más difícil, Cami,” dijo Emilia, detrás de ella. “Mucho más difícil.”

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on October 21, 2018, 07:19:23 PM
***¿Nadie más postea? :'(
*En el perfil iré subiendo imágenes e información de los personajes para quien quiera hacerse una idea de como son.
*Fic un poco de dinámica familiar (?)

Third Chapter

“Él no va a condescender” cuchicheó Chrom a su socio, despacio para no ser escuchado por el otro individuo presente en la oficina.
“Es el único otro doctor con buena reputación en este territorio. Contratarlo es una carta de confianza para los habitantes del lugar.” El peliazul bajo la mirada, un poco desanimado.  “El otro doctor disponible es un señor muy mayor y chapado a la antigua. Está interesado en aceptar el empleo, pero ha manifestado indiscretamente ser reticente a procurar su servicio a la estratósfera menos pudiente.”
“Lo sé…”

El joven Chorm Rothschild, cuyas habilidades interpersonales aprendidas de su madre, Lady Mauve, logró persuadir a unos médicos provenientes de Londres y Liverpool para hacer firmar contrato, quienes ya se encontraban trabajando en el Hospital y parecían a gusto con su trabajo. No obstante, la plaza de personal médico seguía siendo diminutiva para la población de atención que se estimaba atender en el Hospital.
Pero tratar de que Erwin Smith, el doctor del pueblo, firmara para ser parte de los profesionales del Hospital parecía ser casi una misión imposible para Chrom.
El deseo de Chrom Rothschild y Marth Väring fue abrir las puertas de un Hospicio nuevo que ofreciera su prestación a todo aquel que lo necesitase sin importar su condición social. De una visión tan empática y puramente altruista se pensaría que las puertas se abrirían en todas partes para lograr sus intenciones. Sin embargo, desde que iniciaron con su obra caritativa no pudieron más que sufrir peripecias y problemas desde el comienzo.
El primogénito de Lord Ässa Varing y el segundo hijo de Lord Michael Rothschild desde muy pequeños siempre habían congeniado a bien, siendo desde entonces dos grandes e inseparables amigos. Era esperable que Marth tuviese una relación más compenetrada con Hubert , el hermano mayor de Chrom, pero el peliazul tenía clara predisposición por Chrom con quien desde siempre se había sentido a gusto a su lado percibiendo que podía confiar en él incluso temas más personales, a diferencia de Hubert  con quien tenía un trato más protocolar y escueto.
Eso se resumía en: estar cerca de Chrom era el querer ser y estar cerca de Hubert era el deber ser.
Significaba así, con la amistad, inteligencia y complementación de ambos, que la planeación del proyecto hubiese resultado sencilla. Pero del pensar al actuar existía una gran diferencia.
El primer problema fue cuando ambos acordaron comprar una vieja fortificación a las cercanías de Lincolnshire la cual fue del agrado de ambos. Unos trabajos de reconstrucción bastarían para que el lugar fuese ideal para convertirlo en un Hospital. Pero a último momento el vendedor se retractó y prefirió vender el lugar a un reverendo, hijo de una noble, para ser destinado a fines religiosos. Eso frustró a ambos jóvenes quienes posteriormente decidieron adquirir hectáreas de parcelas vírgenes a las cercanías de Bloomington y construir desde cero. Lo cual resultó en las finanzas de ambos un costo aún mayor.
El segundo obstáculo fue cuando sus familiares se enteraron de la obra caritativa de ambos que más que celebrarla la criticaron duramente y la tacharon como una pérdida de dinero y tiempo. Por supuesto, sus padres seguían siendo los mayores opositores a que continuaran con el Hospital.
El tercer problema fue cuando, ya por fin abierto el Hospital, la concesión de amparo irónicamente les había instaurado un gran hincapié en cual consistía en no ser gratuita la atención, instaurando costos que fueran acaudalado para la beneficencia del Hospital y otras instituciones. Con ello querían decir que los más precarios de recursos debían pagar o hipotecar sus bienes para ser atendidos.
Ya librados del tercer problema, les quedaba uno más liviano, pero igualmente estresante: Que St. Constantine se viese como un Hospital al cual se podía acudir y del cual las personas tuvieran la confianza de recibir atención médica de calidad. Porque para mucha era difícil creer que podían ser atendidos gratuitamente y salir caminando del Hospital. Muchos pensaban que sólo atendían estudiantes que ejercían sus prácticas en el Hospital o que era atendido por borrachos médicos que no tenían trabajo en otros lados.

Como estrategia se propusieron contratar a toda costa a Erwin Smith, el doctor del pueblo de Bloomington. Las personas se entregaban a su plena merced confiando en su profesionalismo. Especialmente las personas de más bajos recursos. Pero el tipo estaba muy cómodo teniendo una sencilla consulta médica en Bloomington atendiendo a los necesitados a cambio de lo que le dieran: ya sea huevos frescos, una pila de leños, pan, lo que quisieran.
No le interesaba trabajar en un Hospital donde tenía todos los recursos que pidiera. Tampoco le tentaba el sueldo. Mucho menos la obligación del horario laboral.
Chrom se giró, con una última oferta en mente.
“Señor Smith, ¿Qué tal si trabaja aquí y en Bloomington?”
“¿Cómo sería eso admisible?” El rubio lo observó sin inmutarse.
“Le propongo que tenga un horario bastante liviano aquí. Donde no estará obligado a estar todos los días de la semana presente pero sí los necesarios. Por ejemplo, puede estar en el St. Constantine de lunes a jueves. Así los viernes, sábado y domingo puede estar en su consulta particular.”
“…” Lo miró circunspecto. Los domingos no trabajaba a menos que hubiera una urgencia. Y no porque fuera a misa. Ese día lo dejaba para pescar en el lago o tallar muebles o vigilar el bosque, que eran sus pasatiempos. “Señor Rothschild, debe mejorar su oferta. De aceptar en algún caso, optaría por venir sólo el viernes a apoyar a algún otro médico como parte del equipo. Con suerte”
“Espere. Le indico que además dispondrá de todo lo que necesite para atender a los pacientes de aquí y Bloomington. Por ejemplo, si necesita una medicación para algún residente del pueblo usted tendrá libre derecho de retirarlo de la farmacia del Hospital y llevarlo a esa persona.”
“… No me convence.”
“Apostaría por contratar un número importante de médicos y enfermeras que compongan su equipo personal y que estén a su total orden. Así, en caso de que usted no esté en el servicio podrá dictar las ordenes necesarias para que su equipo personal atienda los casos del Hospital.”
“…”
“…” Marth los observó en silencio. Pensaba que Chrom perdería en esta ocasión, pero no dudaba en el talento de su amigo.
“Bien, es usted alguien difícil de convencer puesto que tiene un gran compromiso con la gente de Bloomington lo cual es admirable.” Chrom sonrió, sincero. “Me temo que se me acaban las ofertas que le puedan interesar. ¿Qué propondría usted para quedarse con nosotros?” Lanzó como tentativa táctica. Vio que Smith pareció pensarlo sin responder el rotundo –no- que había dado durante todo el día.
“Podría aceptar bajo estas condiciones: en efecto, puedo quedarme los días que usted me ha propuesto. No obstante, si hay una emergencia en Bloomington y me necesitan allá ustedes deberán entregarme autorización de abandonar el recinto sin objeciones”
“Me parece.” Total, antes de irse tendría que darle las órdenes oportunas a su equipo médico. Dudaba que Erwin Smith se fuera sin más.
“También tomaré el ofrecimiento de brindarme medicación de la farmacia para quien necesite en Bloomington. Por supuesto, no la vendería ni haría un uso indebido.” Resopló. “Necesitan urgente contratar más médicos y enfermeras, no solo ellos… Sino más personal, sí o sí deben cumplir esa parte más por ustedes que por mí. Por otro lado, deben asegurarme que nadie impondrá condiciones imposibles para los más necesitados, tampoco discriminaciones de atención por lo cual deberán educar a los médicos y enfermeras que aquí tienen para ser más aceptables de todo tipo de paciente.”
“Se realizará una inducción al respecto” Indicó Marth.
“Y como última condición, no permitirán que sus señores padres sean los que realicen los criterios de ingreso de pacientes al Hospital. Mucho menos que pongan en riesgo la sustentabilidad del Hospital. No trabajaré en un lugar motivando a mis pacientes para que al mes siguiente los echen a la calle porque cerrarán el Hospital por una orden de sus señores padres.”
“Señor Smith, no debe tener preocupación por eso puesto que no lo permitiremos así nos cueste la vida. Se lo prometo” Dijo Chrom, muy seguro en su hablar, aunque el fantasma de su padre y el socio de éste torturó inmediatamente su mente.
“…Bien.”
“Bien.”
“…”
“¿Hay algo más?”
“Me darán una de esas…Cada mes” Apuntó con el mentón una botella de fino whisky que descansaba en una mesa bar. “…Es para sanos usos” aclaró.
“S-sí. No lo dudo” Chrom se descolocó brevemente, pero se repuso. “¿Tenemos un trato?”
“Sí.” Les estrechó la mano a esos dos. Previo que se fuera, Chrom le pasó la botella sin abrir de whisky.
“Eso fue difícil. Te felicito, amigo.”
La puerta de la oficina se abrió y para sorpresa de ambos se trataba de Lord Rothschild. Esperaban que Smith no se cruzara antes con él porque significaría la renuncia del rubio en el primer día de su contratación.
“Señor Rothschild” Marth saludó educadamente a ese hombre a quien conocía desde el momento de nacer. Era el socio de su padre con quien éste comenzó la empresa bancaria. Podría decir que era su segunda imagen paterna y por muchos años su ideal a seguir. No era que Marth pensara que su padre biológico escasera en esas áreas, pero a Lord Rothschild lo sentía más amable de algún modo.
“Marth, que gusto encontrarle aquí.” Le saludó de igual modo, ofreciendo una leve sonrisa.
“Padre, ¿Qué le trae por aquí?” Chrom, a quien su padre pasó por alto, le preguntó directamente. Estaba acostumbrado a su frialdad y rechazo.
“¿Acaso no puede un padre visitar a su hijo querido?”
“Sí…” musitó, asimilando que se vendría algún problema. 
“Puedo dejarlos solos, para que hablen cómodamente”
“Oh, Marth, eres como un hijo más. No puedo pedir que te excluyas. Además, sé que eres muy amigo de Chrom. Seguramente él te comunicará todo.” Michael Rothschild se sentó en el sitial detrás del escritorio tomando directamente el rol de dueño del lugar.
“Señor Michael, ¿Se le ofrece a usted una copa de…” Marth miró rápidamente lo que quedaba. “¿Brandy inglés?”
“Acepto” Esperó que Marth le entregara la copa. Dio un breve sorbo aliviado al enterarse de que se trataba de un brandy de etiqueta cara y no alguna porquería que haya comprado Chrom en sus visitas al pueblo. “Antes que todo, quiero comunicarles a ambos el joven Wolfgang llegó sano y salvo a nuestra casa. Hubert se está encargando de darle un paseo por los alrededores”
 “No lo vemos desde la fiesta de los nobles en Londres” recordó Chrom. “Tengo entendido que se quedó en la casa de los Lancaster”
 “Bueno…” Marth se sentó en la silla en frente a Michael. “Wolfgang gusta de viajar consecutivamente. Ya sea por negocios o por placer. Por eso no lo vemos en buen tiempo. No es un secreto que, de todos nosotros, es él el que llega a simpatizar con nobles incluso inabordables como los Lancaster. Será agradable que pase una temporada aquí.”
Michael observó a ambos jóvenes en silencio, mientras ellos dos hablaban sobre los planes que le podrían ofrecer a Wolfgang en su estadía. El hombre de hace tiempo que había notado que Marth se llevaba mejor con su hijo Chrom que con Hubert. Pensó: <Pobre ave. Tiene personalidad, pero ciertamente lo abruma su inocencia que quiere ocultar con careta de seriedad y madurez. Chrom, pese que es mi hijo, es una mala influencia para éste. Preferiría que se dejara albergar más por Hubert que por Chrom…>

Michael analizó a los dos. Marth le había parecido hasta ahora un chico inteligente, hábil para los negocios, serio y sobre todo sensato. Quizá un joven demasiado callado, pero no podía culparlo de ello dado que Ässa no era precisamente un padre muy carismático ni comunicativo, siendo más bien silencioso, frío y déspota con sus hijos y esposa. Estimaba a su socio y respetaba su forma de ser, aunque Michael de modo sutil le aconsejaba que trabajara en una sonrisa que no pareciera la de un psicópata y en el beneficio de hacer de una esposa una cómplice (tal como su esposa, Mauve) y no un bonito adorno inútil como Leonora Väring.
También pensó en su segundo hijo, Chrom, quien era totalmente distinto a su primogénito Hubert. No entendía como de Chrom había nacido ese casi asfixiante sentimiento empático y altruista por los demás. No le bastaba con dar unos esterlines para la caridad… 
Michael pensaba que podía hacerle un favor a su socio y al mismo Marth si intervenía con él a tiempo. Debía evitar que Chrom siguiera influenciando de mala manera al primogénito Väring porque esto lo perjudicaba directamente a él.
Lord Rothschild tenía a Hubert, podía descansar en él. Pero, el día en que Ässa no estuviera más, el socio directo sería Marth y no estaba cómodo con la idea de que el socio de los Väring fuera un joven con ideas tan… poco sustentables (inducidas por Chrom, lamentablemente). Se traducía para Michael como un futuro socio despilfarrador.
“Chrom, señor Michael, me disculparan, pero tengo un compromiso con mi padre.” Se disculpó, espontaneo. Tras despedirse, se retiró dejando a los otros dos a solas.
“Quiero hablar con usted, Chrom.”
“¿Sobre qué, padre?”
“Dolorosamente me he enterado que acepta la hospitalización de pacientes cuyos recursos monetarios no son seguros de cubrir su deuda.”
“Padre, bien sabe que éste es un hospital de beneficencia.” Chrom suspiró
“Hijo mío, fui indulgente en permitir que abrieran este… lugar, para que se divirtieran un momento pensando que al menos lograrían recaudar con los pacientes lo invertido, pero ahora me salen con este nuevo malestar. Me debe muchas explicaciones…”
La mirada de Michael pasó de ser amable a una rotundamente seria, crítica y despectiva.

***
Marth estaba a punto de salir por la puerta de entrada del Hospital cuando divisó a una joven que se le hacía reconocible. Ella venía acompañada por un señor mayor, ambos parecían bastante curiosos al ver por primera vez el hospital. Se acercó a ellos.
“Señorita Bennet” Le increpó. Luego miró al mayor. “Señor” saludó cordial. Ambos le quedaron mirando sin saber quién era, así que aclaró con paciencia. “Soy Marth Väring, del baile de equinoccio de primavera en Londres.”
“Oh, bien estimado señor Väring” Emilia se inclinó. Así que ese baile tenía nombre también. “Que placer volver a verlo. Le presento a mi querido padre, el señor Bennet”
“Señor Bennet, es un honor”
“Igualmente” se reverenciaron.
“¿Puedo consultar a que se debe su visita en St. Constatine? Espero que ninguno de los dos sea aquejado por una enfermedad”
“Benditamente, no nos encontramos enfermos. Si no, ya sería un dolor adicional para la señora Bennet.” Dijo el señor Bennet. “Me acomete la compañía a una de mis hijas, quien consigo trae una carta de recomendación de Lady Miranda para entregarla al director del Hospital.”
“Que bien afortunado somos todos nosotros. Yo soy uno de los sostenedores. De directores, aún no hablamos.” Les sonrió. “¿Me permiten?”
“Claro” El señor Bennet le indicó con un gesto a Emilia que le pasara la carta. Marth la recibió y la leyó en silencio. “¿Y bien? ¿Qué opina de las recomendaciones hacia mi hija?”
“Me entero de que es bien recomendada por su protectora Lady Miranda y por la noble Lady Crown quien fue su maestra en enfermería.”
“Así es. Espero que no me vea como un progenitor exagerado, pero me enorgullece anunciar que mi hija Emilia tuvo muy buenas calificaciones y está bien interesada en brindar sus servicios a los más necesitados. Noto que este Hospital es nuevo, me preguntaba si habría espacio para una enfermera más.”
“Por supuesto” Marth no dudó en decirle. Normalmente se tomaría un tiempo para pensarlo más, pero tenía cierta corazonada si bien no era de guiarse por esas cosas. “Estamos en proceso de contrataciones. La señorita Bennet podría trabajar aquí si es su deseo.”
“Que emocionante revelación. Que agradecido estoy de su amabilidad.” El señor Bennet inclinó su cabeza. “Antes tengo que informarle que mi querida Emilia podrá trabajar primeramente un día a la semana. Por lo cual será una voluntaria sin tentativas de suelo. Esto porque la extrañaríamos mucho en nuestro hogar y porque la señora Bennet tiene muchos temores respecto a que ella trabaje, pensando que algo malo pudiese ocurrirle.”
“Puedo estar seguro de que no le ocurrirá nada malo, para tranquilidad de la señora Bennet. Pero si su deseo es trabajar sólo un día a la semana, lo respetaré. Tal vez sea ideal para un proceso de adaptación.”
“Gracias, señor Väring” Emilia le sonrió encantada.
“¿Cuándo podría empezar?”
“¿Le parece bien este mismo día de la semana? Puesto que hoy suelo visitar estos lugares así podría yo traerla muy temprano por la mañana y llevarla conmigo a mi retorno, explicándole a mi esposa que Emilia me acompaña en mis quehaceres.”
“Me parece bien.”
“Le agradezco su bondad, señor Väring” Dijo el señor Bennet. Hablaron un poco más y luego se despidieron.
Marth los observó irse. Parecía que el señor Bennet era muy cuidadoso con su hija, ya que en todo momento fue el mediador y se sintió analizado por el señor Bennet como si éste estudiara algún peligro en Marth para su hija.

***

Ese mismo día en la tarde, Marth visitó la sucursal bancaria de V&R en Lincolnshire. Su padre se encontraba hace unos días en visita de supervisión a la sucursal de dicha localidad, quedándose en Lincolnshire. Desde su llegada, los empleados V&R Lincolnshire brillaban por las horas extras laborales ¨voluntarias¨, hacer trabajo demás para estar más que al día, perfeccionamiento en sus acciones, ir y venir de un lado a otro para complacer a Ässa Väring.
Marth subió al segundo piso de la sucursal para entrar al despacho principal. Su padre estaba detrás del escritorio terminando de firmas algunos documentos.

“Padre” Observó en silencio a ese hombre frente a él. era un tipo pálido, de cabello negro azabache con la particularidad de tener un mechón cano que lo había tenido incluso cuando era niño, sus ojos eran de color negro intenso que no se distinguía la pupila del iris. Recordó que en una ocasión escuchó a un opositor de su padre decirle que Ässa parecía un tiburón en apariencia y actitud.
“…Marth” susurró Ässa, sin levantar la vista de los escritos. Su hijo se acercó, pidió autorización con la mirada para sentarse, el señor Väring le aceptó sin muchos ánimos. Pasaron varios minutos de silencio donde el hombre mayor seguía centrado en los documentos. Marth pudo ver que en su mayoría eran solicitudes de crédito que su padre rechazaba. El peliazul sintió pesar por esas personas, al ver que algunas pedían un crédito para salvar sus casas o incluso para poder costear la enfermedad de algún familiar.
“Padre, necesito su atención”
“…” Väring se tomó su tiempo. Luego, sin ánimos y sin mirarlo le preguntó “¿Qué quieres, Marth?” dijo con cierto halo de aburrimiento y molestia. “¿No ves que estoy ocupado?” No sólo con los asuntos del banco sino también con los preparativos para el compromiso oficial de Lavenza con Ciel of Lancaster, por lo que pudo notar Marth. Su padre seguramente se frotaba las manos esperando el día en que Lavenza terminase casada con un hijo de la alta aristocracia.
“Lo siento, padre, pero me es necesario conversar con usted”
“Será relacionado con los asuntos exteriores del banco, imagino. Espero que hayas trabajado con Daraen sobre el estudio de instalaciones rentables de sucursales en los países bajos.”
“Debo ser honesto y decir que Daraen es quien ha dedicado más estudio y análisis de las ciudades más propicias para la expansión del banco en otras partes de Europa…”
“Así que tu hermano menor ha trabajado más en los asuntos familiares que tú. Déjame suponer…” Ässa le sonrió con ironía y sátira. “Supongo que mi primogénito tiene toda su atención ese caro e innecesario hospital en vez de los negocios de la familia.”
“Padre, déjeme explicarle…”
“¿Qué me tienes que explicar tú a mí, niño?” el hombre siguió con la risa burlona. Había dado un pequeño golpe sobre el escritorio que hizo sobresaltarse a Marh “Mejor deja de hacer perder el tiempo de tu padre y retírate”
“Pero…señor”
“Ah, Marth.” Giró los ojos, cansado. “Hazme un favor y pasa más tiempo con Hubert y aprende algo de él, ¿Quieres? Harías feliz a tu padre si sigues los ejemplos del primogénito de mi socio.” 
“…” ¿Por qué Hubert? Era unos años mayor que él y, sí, podría pedirle consejos y dejarse guiar por él si se lo proponía, pero Marth lo consideraba alguien insoportable y petulante. Aunque no se lo decía a nadie. Ni siquiera a Chrom por respeto.
Sentía que Hubert todo el tiempo se burlaba de él y lo minimizaba con disimulo, y su propio padre tenía más afinidad con Hubert que con él. Eso le hacía sentir molesto y algo envidioso, puesto que Ässa Väring prefería conversar con Hubert que con cualquiera de sus hijos. Pero Hubert no tenía la culpa… Su padre era el enigma, quien era muy callado y distante con los suyos, pero con Michael y Hubert parecía sentirse en más confianza o, como él decía <el placer de platicar con gente con el mismo idioma y visiones> Indirectamente Marth sentía que su padre le decía a él, a sus hermanos y a su madre que eran demasiado estúpidos e indignos para mantener una charla con él.
Marth se ofuscaba en silencio, como el joven que quiere complacer a su padre y no lo logra de ningún método.
“Vete ya…” Su padre le echó, volviéndolo al presente.

El joven salió del despacho con la frustración escrita en todo su rostro. Debía encontrarse con Chrom y que le fue mal con el intento de solicitarle a su padre un recurso económico para el Hospital… Ni siquiera pudo decirle nada, en realidad. Pero antes de ir con Chrom iría con Hubert para pasar algo de tiempo de gracia con el heredero Rothschild tal y como era el deseo de su señor padre. No entendía por qué a estas alturas seguía siendo tan obediente de su padre si éste le trataba como un sirviente más.
Llegaría el día que se rebelaría a su padre, mandaría al infierno a Hubert y sus comentarios, desasearía el estúpido compromiso de su hermanita pequeña, Lavenza, con el crío maleducado Lancaster y le daría la opción de que fuera una niña libre sin la obligación de casarse por conveniencia o por complacer a su padre, y, por fin, él mismo se sentiría un hombre en paz consigo mismo.
Pero aún faltaba para que llegara ese día…
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Puri on October 22, 2018, 01:10:21 AM
Está súper #meh y corto porque no he podido sentarme a escribir en mucho tiempo debido a que mi vida es un trainwreck, pero quería dejar algo para ir avanzando ;; prometo que los demás fics serán mejores orz ignoren esto

@Sayi tkm4e my sweet jane



“¡Tuviste que haber visto a Sayi!”, exclamó Sayaka sin dejar de prestarle atención a su bordado, a la vez que sonreía emocionada para sí misma. “¡Estaba tan, pero tan feliz! ¡Y la pobre de mi madre! Creo que ya estaba perdiendo las esperanzas de que Sayi obtuviera algún prospecto de matrimonio, ¡estaba tan feliz como si le hubiesen pedido la mano a ella!”.

La joven incrustó la aguja a un costado para sacar el otro guante, el cual ya había acabado, y comparar el avance del que aún tenía por acabar. Una vez corroboró qué puntos debían de seguir en el diseño, lo dejó nuevamente dentro de su canasta y prosiguió con su labor.

“Y Sayi realmente se merece su final feliz, pero bueno, eso ya lo sabes. Es una persona muy gentil, trabajadora, amorosa y comprensiva. Estar a su lado es igual que el primer día de primavera, cuando ves brotar la primera flor. Sientes una sensación de calidez y emoción que llena cada parte de tu ser”. Sonrió pensando en su hermana. “Espero de todo corazón que sea muy feliz junto al señor Terry”.

Pasaron un par de instantes en cómodo silencio, interrumpido solo por el canto de las aves y el ruido de los animales al pastar. Era un día muy alegre de primavera, hacía sol, el cielo brillaba con un azul intenso y la temperatura había subido de manera muy agradable durante los últimos días.

“Aunque, ¿sabes…?” Paró su labor y se quedó mirando su bordado, aunque su mente se encontraba perdida en otros lugares. “Me dará mucha pena que tenga que irse a vivir lejos de casa. Supongo que vendrá junto al señor Terry a visitar en los veranos, pero no será lo mismo vivir sin ella”.

Escuchó unos pasos venir en su dirección y alzó la mirada. Otabek se sentó a su costado.

“En verdad la quieres demasiado, ¿no?” Sayaka asintió y recostó su mejilla en el hombro del mayor. “La ausencia hace que el corazón crezca. Esto solo las hará más fuertes en vuestro amor”.

Aquello le devolvió la sonrisa.

“Tu corazón ha de ser pequeñísimo entonces, con todo lo que te vengo a ver”.

El chico asintió suprimiendo una sonrisa y la chica bufó haciéndose la indignada, para luego echarse a reír. Apenas se aseguró que la joven ya se encontrara de mejores ánimos, se levantó de su costado para volver a sentarse en el montículo desde el cual podía observar mejor el valle y así a todos los animales de los cuales estaba encargado. Sayaka, por su parte, volvió a tomar el guante, inspeccionó el lugar donde se había quedado y siguió bordando.

Los días solían pasar así para los dos, desde hacía mucho tiempo.

Sayaka solía escaparse de su casa a eso de las nueve de la mañana, una vez acabado el ajetreo del aseo, del desayuno y de los primeros quehaceres en su casa. Otabek, por su parte, recién a esa hora se encontraba sacando a pastar a los animales después de haberse encargado toda la mañana de asearlos y ordeñarlos. Los dos jóvenes solían encontrarse en el sendero hacia el valle y comenzaban el día contándose alguna eventualidad o retomaban el tema de conversación del día anterior.

La joven tenía la costumbre de empacar algún refrigerio para ambos, por lo que apenas llegaban al lugar donde Otabek solía dejar que los animales pastaran, se sentaban a comer juntos. Además de la comida, Sayaka siempre solía traer en su canasta alguna cosa a la que dedicarse mientras Otabek hacía su trabajo, por lo que el resto del tiempo se la pasaban en un silencio amigable, ambos concentrados en su labor, si es que no había algo sobre lo que conversar o se echaban a jugar un partido de cartas.

A eso de las once de la mañana Sayaka solía retirarse para ir a ayudar a la hora del almuerzo a su casa y por lo general ya no volvía a verla hasta el día siguiente, puesto que ya ella se quedaba haciendo deberes en su casa o se escapaba a visitar a Leo para conversar. De vez en cuando se aparecía en el establo un par de horas antes de la hora del té junto a Leo y los tres se ponían a jugar cartas y a contarse los últimos sucesos.

Y así habían ido creado una rutina.

Sayaka se levantó de donde estaba y se acercó a Otabek, mostrándole los guantes en los que había estado trabajando.

“¿Qué te parece? La tela no es muy fina y se ve un poco opaca, pero creo que para usarlos en una cena o de noche no se ven tan mal”. El chico inspeccionó el trabajo y sonrió para sus adentros viendo el empeño que había puesto Sayaka en lograr que sus bordados fueran lo suficientemente finos.
“Creo que le van a encantar”.
“Eso espero”, suspiró algo nerviosa. “Se los hice para que los use durante su entrevista con Terry, así tendrá una parte de mí a su lado para que le dé fuerzas”.
“Hablas como si no fueras a estar pegando la oreja a la puerta junto a tu madre”.
“Oh, cállate”, rio y guardó los guantes dentro de su canasta. “Ya me voy, le prometí a Mery que le enseñaría hoy día cómo se hacen un par de zapatillas. Por cierto, ¿crees que mañana me puedas regalar un poco de leche? Ahora que Emilia está de vuelta me gustaría hacerle un postre, para agradecerle la consideración que tuvo de traernos los regalos de la tía Miranda”.
“Por supuesto, guardaré un poco para ti. ¿Te la dejo en el establo para que la recojas en tu regreso a casa? ¿O prefieres que te la dé aquí?”.
“Mejor aquí. El otro día mi hermana Cho me comentó que tu patrona me ha visto muchas veces rondando por el establo y no quiero darle más de qué hablar. Lo último que necesitamos es que mi madre empiece a sumar dos con dos.”. Otabek sintió como las orejas se le acaloraban ante esto, pero prefirió obviar el comentario de Sayaka. Carraspeó.
“Sí, será mejor que no te vea rondar por ahí”. La menor le sonrió y le dio dos pequeñas palmadas en el rostro.
“Entonces nos vemos mañana”. Dicho esto, Sayaka se inclinó levemente y Otabek hizo lo mismo, a modo de despido. La chica le regaló una última sonrisa y se fue caminando hacia el sendero que llevaba hacia su propiedad.

Que sumara dos y dos, por favor. Sí que era atrevida al decir ese tipo de cosas, pero su habilidad para fingir demencia después de decirlas era algo que no dejaba de divertir a Otabek.

Una vez su silueta hubo desaparecido por el sendero, se dedicó nuevamente a ver a los animales, pero su mente aún se encontraba turbada al saber que su patrona podría pensar mal de él. Gracias al cariño que su patrón le tenía se había salvado de ser reclutado para la guerra, por lo que no podía descuidarse en cuanto a mantenerse en sus buenas gracias y debería de ser mucho más cuidadoso.

Menos mal que pronto el pueblo se vería lleno de gentes nuevas e importantes, lo que evitaría que le prestaran atención a un simple pastor como él. Ahora que lo pensaba, Leo estaría más ocupado que nunca pronto, por lo que debería de hacerle una visita uno de estos días antes de perderle el rastro por un largo tiempo. De paso, podría… Sí. Eso era lo mejor, definitivamente podría salirse con la suya.

Con un mejor ánimo, volvió a lo suyo. Ya mañana sortearía el resto de detalles de la visita.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Cho on October 28, 2018, 12:23:47 PM
Hola a todas. Debo agradecerles por mencionar a mi personaje en sus fics, ha sido genial aww~ En verdad se nota que están escribiendo con muchas ansias.

Me costó horrores escribir este fic y no estoy del todo contenta con él, pero el primer paso siempre es el más difícil. Espero ponerme las pilas desde ahora.

1

En medio del tumulto hogareño en la residencia de los Bennet, la segunda hija se había excusado luego de la hora del té para continuar atendiendo su pequeño huerto. La vida y el bullicio eran de esperarse en su hogar lleno de parientes tan distintos y semejantes a la vez, y lo que solía saturarle o espantarle de venir de otros era algo que más bien Cho consideraba muy propio de sí y muy cercano. No era capaz de predecir las mil y un ocurrencias de sus hermanas o las indicaciones de sus progenitores todo el tiempo, pero esa misma incertidumbre era una de las pocas que disfrutaba. De aquel modo, luego de darse un respiro frente a su cosecha de manzanilla, Cho sonrió suavemente, se llevó una mano a su pecho e inmediatamente pasó a extrañar a sus parientes en esa pequeña burbuja que se había concedido.

Las pequeñas flores que se llevaban toda su atención le hicieron recordar brevemente a Camille. Habiendo sido su primera hermana colaboradora del huerto y una paciente persona con quien conversar, Cho le había dedicado el apodo de chamomile, en honor a aquella planta. Sonrió y miró hacia el rincón donde no hace mucho habían plantado las dos unos germinados de papa. Tomarían unos pocos meses en dar frutos.

Volvió a revisar su selección de plantas aromáticas e ingredientes predilectos y decidió que prepararía una infusión más experimental para el día siguiente. Se sentía agradecida de la atención y gusto que Emilia le daba a sus tés, y realmente quería dar lo mejor de sí para continuar apoyando a sus hermanas en su discreta forma.

Cho recogió unas hojas de menta junto con un poco de manzanilla y toronjil y pensó en el cambio de las estaciones. Las flores se dejaban ver y deslumbraban los paisajes de Bloomington. Pronto también comenzarían a aparecer los frutos del bosque por doquier. Supo que Sheryl se dedicaría a hacer sus paseos con mayor frecuencia para recolectarlos, y se hizo una nota mental de darse un tiempo para acompañarle la próxima vez. También, ni bien llegara el verano, podrían todos disfrutar de las fresas y otros frutos semejantes, y se sintió un poco impaciente de volver a degustar las tartas que Mery siempre alistaba con tanto cariño.

Dio un respiro amplio que le renovó las energías. Pensar en sus hermanas invocaba un sentimiento de tranquilidad y pertenencia por más que cada una de ellas se encaminara en un sentido distinto. Aquello le daba una incertidumbre desagradable, un temor de que sus vidas estaban por cambiar de manera irreparable.

Las insistencias permanentes de la señora Bennet sobre el desarrollo de sus hijas en damas de sociedad y en la búsqueda de dignos pretendientes comenzaban a tocar más fondo y a hincar la previamente estable burbuja dentro de la cual todas las hermanas habían vivido sus vidas. La llegada de esa carta a su hermana Sayi, el anuncio de Sayaka sobre los visitantes a Bloomington y la presentación de Shura, la menor de todas, a la sociedad confirmaban lo pequeña que era su familia en comparación con el mundo que les rodeaba, y que ya no podían resistirse ante la corriente.

Y, en medio de los anhelos o metas de las demás, Cho se sentía asfixiada y vacía, al no saber qué hacer ella con su propia existencia. La segunda hija estaba más que feliz asistiendo y acomodando a sus queridos parientes, pero no poseía la fuerza de voluntad que había visto en Sayaka, Emilia o Kora en la vida cotidiana. Más bien, gustaba comportarse con diplomacia y cumplir las expectativas sociales, pero carecía de una meta propia y sentía un constante desaire por su propia falta de aptitudes y deseos.

Sin embargo, no podía quedarse de pie y hundirse en aquel hoyo al cual ya conocía demasiado bien. Le tocaba ser un apoyo y quería animar a Shura, la más pequeña y de momento con la mayor atención de parte de la madre. Decidió que le prepararía un arreglo floral con el cual iluminar su habitación, y su vista rápidamente se enfocó en un arbusto de margaritas a poca distancia de su huerto.

Sonrió. Las margaritas blancas, símbolo de alegría y pureza, no podían irle mejor. Era también un momento oportuno para cortar esa planta y así fomentar un constante florecimiento hasta los meses de otoño.

Al tener una cantidad decente de margaritas ya cortadas, pudo oír unos pasos apresurados acercarse. Los conocía bien, y se giró para darle al mayordomo Jacob un apropiado saludo.

“Buenas tardes,” asintió.
“Señorita, no le sienta bien el trabajo manual, ¿cuántas veces debo repetírselo?” preguntó el atento y leal sirviente de la familia, con un gesto de severa preocupación. “Si desea recolectar más plantas, le ofrezco mi asistencia.”
“Pienso que he conseguido las suficientes, muchas gracias,” Cho sonrió apenada. Jacob era un criado muy sensible, preocupado y leal por todos los miembros de la casa, y se sentía infinitamente responsable por el bienestar de las hermanas, casi a un nivel paternal. La peliceleste sabía que le causaba un millón de preocupaciones por realizar tantas labores manuales, aunque no quería negarse a realizar sus acostumbrados pasatiempos.
“Señorita Cho, lamento la intromisión, pero vengo por el pedido de su estimada madre,” se reportó con su mano derecha sobre su pecho y una respetuosa venia. “Ella se encuentra recibiendo a su querida amiga, la señorita Altugle, en la biblioteca de su señor padre. Le pide que vaya inmediatamente.”
“¿Ayesha se encuentra aquí?” la joven Bennet mostró su asombro, y pasó a asentir. “Entendido, le agradezco el aviso. Iré enseguida.”

Ante ese llamado, tuvo que depositar las flores a un costado de su huerto y se dirigió hacia la biblioteca una vez cambio sus zapatos para evitar ensuciar el interior del hogar. Se trataba de su querida amiga de la infancia, por lo cual sabía que no necesitaba velar más por su apariencia. De todos modos, no dejaba de preguntarse sobre el porqué de su visita.

La respuesta no tardó en llegar ni bien ingresó a la biblioteca. Observó a su simpática y hermosa amiga de cabellos y ojos miel, tez pálida y ligeramente rosácea, y semblante dulce y pacífico, en lo que ojeaba uno de los libros que seguramente fue permitida de revisar por la dueña del hogar. Cho siempre había sentido admiración por su amiga por su personalidad formal y gentil y apariencia prístina, pese a que ella fuera de una clase social menor.

Los Altugle eran una familia de comerciantes que rentaban una cantidad considerable de tierras al señor Bennet para la agricultura y ganadería. Riqueza no les faltaba, pero su profesión y carencia de tierras propias les bajaba un peldaño en la jerarquía de la zona. Pese a ello, Cho había congeniado con la hija mayor, quien fue la que le despertó el amor por la agricultura y le enseñó a cuidar de las plantas desde la niñez.

Cho no tardó en notar que su madre no estaba presente, y en medio de su confusión, la rubia despertó de su ensimismamiento.

“Oh, Cho, mil disculpas por no percatarme de tu presencia,” dijo Ayesha con leve torpeza y sonriendo amablemente. Dejó el libro en la mesita a su costado y se puso de pie, para agarrar a su querida amiga de ambas manos. “Es muy grato verte. ¿Cómo te encuentras?”
“Me encuentro bien, Ayesha, y lo mismo digo,” asintió y le devolvió la sonrisa. Apretó un poco las manos de su amiga y finalmente se soltó. “¿A qué se debe tu visita? No esperaría que fueras a visitarme tan intempestivamente, y menos venir a dialogar con mi madre.”
“No es para que lo encuentres extraño,” la jovencita sonrió animada. “Tu simpática madre me extendió el llamado para acudir a visitarte después del té de la tarde.”
“¿A qué se debe ello?” preguntó, perpleja. “Además, mi madre no se encuentra aquí.”
“Ella se disculpó, pero se encuentra atendiendo a tus hermanas menores con el vestido que acaban de comprar y me dijo que teme que fueran a escaparse sin su supervisión,” reportó Ayesha, tranquilamente. “Fue breve en pedirme un favor, el cual gustosamente le concederé.”
“¿Favor?”
“Comprendo que pronto es el tan esperado evento de tu hermana menor, ¿no es así? Tu señora madre expresó su preocupación sobre tu incomodidad en desenvolverte ante desconocidos, y quisiera que practiquemos estos días en preparación para el baile,” comentó animada. “Mañana tengo unas obligaciones que cumplir y te invito para que paseemos juntas por el pueblo. ¿Te parece bien?”
“Ayesha…” Cho se vio un poco intimidada, pero entendía que no le quedaba de otra. Realmente no quería importunar más a su amiga luego de que ella misma haya sido ya importunada por su madre. “Lo comprendo…”
“No te preocupes,” la rubia juntó sus palmas, maravillada. “Te aseguro que te divertirás.”

Ante esa revelación, Cho sintió que no debió haberse sentido intrigada. En muchos aspectos, Ayesha era una jovencita que la señora Bennet hubiera querido tener como hija propia, al ser tan presentable, digna, sociable y también pensar en la importancia de las etiquetas sociales y del matrimonio. Había sido cuestión de tiempo para que la madre utilizara esa amistad de su reservada hija a manera de incentivarle a comportarse de manera más ‘correcta’, aunque, para variar, Cho pensó que tenía un poco de sentido.

Confiaba mucho en el juicio de Ayesha, y sí le tocaba hacer un intento para adaptarse a cómo su entorno familiar estaba cambiando…

…sólo esperaba que a ella misma fuera a gustarle ese cambio, para variar.

Las amigas acordaron en el plan del siguiente día y degustaron de un discreto bocadillo y una infusión antes de que Ayesha se despidiera.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on October 31, 2018, 08:00:14 PM
Mood: viendo *de nuevo* la primera temporada de Outlander. De una vez les pido perdón por lo largo del fic (y a Mery por abusar tanto del uso de su personaje, pero se me hace tan adorable que sea la menor ;_; ). Les pido a todas que avisen donde puedo dejar los comentarios de sus fics (si van a hacer un tema nuevo o van a utilizar el viejo pero quieren hacerle una división). Editare mi perfil en cuanto tenga tiempo para que vean a los pjs si quieren ;_;

tldr; Nuevos invitados de Keyfield Park: el coronel Ike Middleton, Char y Cherche Spencer. También una nueva llegada algo royal a Shirenewton Hall.



2

(https://i.imgur.com/W7cUL0P.png)(https://i.imgur.com/XsNbM5E.png)(https://i.imgur.com/T6dstpF.png)

-¡Oh coronel Middleton no puedo esperar a llegar a Keyfield Park!- la dama no disimulaba su emoción. Tenía una gran sonrisa en el rostro y no podía dejar de ver por la ventana del carruaje –Bloomington luce ya tan primaveral; es el lugar perfecto para vacacionar después de un largo y aburrido invierno ¿no lo crees Char?

-Ya lo creo señora Spencer- la respuesta de Char Spencer no se hizo esperar, tan distante como siempre. No separó sus ojos ni un instante de su periódico.

Este tipo de interacciones no dejaban de entretener y sorprender al coronel Ike Middleton. La pareja Spencer era sin duda singular, la señora tan vivaracha y elocuente y el señor siendo todo lo contrario.

-Vera coronel- continuo ella, sin prestarle mucha atención a la frialdad de su esposo –mi tío es conocido de la señora Keysworth. La antigua dueña de Keyfield Park. Su esposo y su hijo murieron en la guerra dejándola sola ¡pobrecilla! Dicen que es muy agradable pero malísima para la economía del hogar y terminó por abandonar la propiedad cuando no pudo mantenerla más.

-¿Así?- al coronel le interesaban poco los chismes de señoras, pero al final la curiosidad y sus modales ganaron.

-Ahora vive con unos primos lejanos en Londres. Me imaginó que le cayó de perlas que el señor Baratheon comprara la propiedad. Eso de vivir de la caridad de familiares es muy trágico- la señora hizo una pausa para volverse hacia su esposo que a su lado seguía leyendo el periódico sin inmutarse – por eso le he dicho a mi querido Char que debemos tener muchos hijos ¡una dama debe de asegurarse bien!

El coronel no pudo evitar reír un poco. Para ser una dama de su nivel la señora Cherche Spencer era demasiado franca; no obstante era más una cualidad que un defecto. 

Tan entretenidos iban en su charla que apenas se dieron cuenta de que ya iban llegando a su destino. El carruaje atravesó la vereda de cedros que daban paso a la entrada de Keyfield Park. La señora Spencer dejó de nuevo la conversación para ver por la ventana la fachada de la casa con el atardecer de fondo. En la entrada tres personajes los esperaban.

Apenas les había tomado un par de días instalarse en Keyfield Park y Robb y Jamie ya estaban recibiendo a sus primeras visitas. Si bien ya les había llegado el aviso de que algunos de sus conocidos de Londres habían llegado, la llegada de sus amigos íntimos de Cambridge les entusiasmaba bastante.  Tener la casa llena los alegraría a todos, en especial al tío Robert que se les había unido en recibir a los recién llegados.

(https://i.imgur.com/HQzjm7H.png)

(https://i.imgur.com/k7zURaK.png)(https://i.imgur.com/IDus6dG.png)(https://i.imgur.com/UcwlimD.png)(https://i.imgur.com/wRBmqgt.png)(https://i.imgur.com/OnNeesc.png)(https://i.imgur.com/d9a0e8l.png)(https://i.imgur.com/hSo59Pt.png)

No habían transcurrido muchos días desde que los Bennet tuvieron la visita improvisada del señor Stark y el señor Fraser. Sayi, con ayuda de Sayaka claro, cuestionó a Sheryl sobre su encuentro con el supuesto lobo; que por supuesto no resulto ser otro que el señor Fraser.

Aclarado ya el mal entendido a sus hermanas menores, Sheryl por recomendación de Sayi fue a contarle a Mery y Shura lo que había sucedido. Las  menores reaccionaron como era de esperarse pues les emocionaba la presencia de los jóvenes en el pueblo y  el hecho de que hubieran sido la primera familia con el honor de tenerlos de visita.
La euforia de las menores y las bromas de las mayores levantaron sospechas en el resto de hermanas y a Sheryl no le quedó más remedio que confesar.

-Por favor, les ruego que no le digan nada a mamá- la rubia había aprovechado una tarde en que todas las hermanas se encontraban en la salita de costura y sus padres estaba ausentes. –Me he caído y he ido a parar a los pies del señor Fraser, y cuando él quiso ayudarme me asusté y me fui corriendo.

Las reacciones de sus hermanas fueron diversas. Camille y Emilia no pudieron evitar soltar una risilla, mientras que Cho cubrió delicadamente su boca con la mano y se ruborizó ligeramente. Su hermana menor había roto todas las normas de civilidad y cortesía que su madre con tanto esmero les había inculcado.  Kora, menos pragmática, tomo las manos de Sheryl entre las suyas y no dudo en asegurarle que era su destino conocer al señor Fraser y así reencontrarse con Robb Stark de nuevo.

Al final todas acordaron que era mejor guardar el secreto de su hermana, que de lo contrario correría con el riesgo de recibir una rabieta de su madre y casi terminaron por olvidarse del asunto que se perdió entre las labores cotidianas de cada una.

Un buen día de ocio, en el que ninguna de las hermanas estaba a la vista a excepción de Sheryl llego a casa de los Bennet una invitación de Shirenewton Hall para tomar el té. El tío Robert probablemente tendría los primeros reportes de los recién llegados a Bloomington y querría compartirlos con la señora Bennet.

-¡Mery! Mery querida ¿Dónde estás niña?

-¡Aquí mamá!- la más pequeña de las Bennet asomó su pequeña cabeza de la cocina donde seguro estaba preparando postres para el té.

La señora Bennet no tardó mucho en darle instrucciones a su hija para que llevara la primera torta que saliera del horno a la casa del tío Robert y que no se le ocurriera ir toda manchada de  harina y con el delantal puesto. Y sin más perder la señora tomó a Sheryl del brazo con rumbo Shirenewton Hall.

-¡Mi estimada señora Bennet! ¡Y Sheryl! Que alegría tenerlas aquí.

Las dos mujeres hicieron una leve reverencia y devolvieron el saludo al señor Baratheon. Este las hizo pasar al salón de té donde su invitado esperaba.

-¡Oh Robb, que alegría verte de nuevo!- la señora Bennet no se molestaba en ser menos efusiva con sus saludos.
En especial si se trataba de algún soltero bien parecido y en buena situación.

El joven se levantó de su asiento y las saludó con una reverencia que las damas correspondieron. Sin perder el tiempo la señora Bennet abordó al muchacho.

-¿Cómo has estado Robb? ¿Y tu familia? ¿Me imagino que tu padre sigue en el parlamento? Tenía mucho tiempo sin que ustedes vinieran por acá.

-Todos hemos estado muy bien, le agradezco mucho por preguntar señora Bennet- Robb respondía a sus preguntas de buena gana. Consideraba a la señora Bennet como una tía lejana excéntrica, pero sincera a la que le tenía mucho aprecio. –Mi señor padre aún se encuentra en la cámara de lores en el parlamento, lo que lo mantiene en Londres la mayoría del tiempo y apenas visita Winterfell ahora. Es precisamente la  razón por la que no he podido venir a vacacionar ya que mis energías ahora se enfocan en la administración de Winterfell y el cuidado de mi familia.

-Debes enviarle mis recuerdos a tus padres Robb. Me parece muy bien que ahora cuides de tu hogar, me parece que eso te ha hecho madurar si me lo permites decir ¿no cree tío Robert?

La atención de la señora Bennet se desvió al tío Robert. Ya sabía que Robb estaba ahí y era un buen candidato para sus hijas pero quería saber de los demás prospectos. Aislados de la conversación de los mayores Robb y Sheryl entablaron conversación en un rincón junto a la ventana. La rubia aún se creía en riesgo de que Robb Stark le pudiera contar a su madre o al tío Robert lo que había pasado con el señor Fraser, si es que este se lo había contado.

-¿Cómo le ha parecido Keyfield Park señor Stark?

-Está muy bien señorita Sheryl. Las remodelaciones que mi tío ordenó fueron muy acertadas y la propiedad es preciosa. Debe venir algún día a visitarnos, planeamos organizar muchos picnics en los jardines.

-Me encantaría acompañarlos ¿se encuentra bien el señor Fraser?

-Jamie les está mostrando la propiedad a nuestros amigos que llegaron ayer de Londres y Lincolnshire a visitarnos. Planeamos visitar a su padre pronto para entregarle la botella de whisky que le prometimos.

-Oh… tienen invitados- esa noticia de seguro llenaría de júbilo a la señora Bennet. En especial si esos invitados estaban tan solteros como Robb. 

-Sí, y faltan algunos más. Esperamos presentarle los que ya están a su familia durante el baile de debutantes. Son amigos nuestros de Cambridge.

-Estaremos encantados de conocerlos- Sheryl fue interrumpida por el ruido de caballos frente a la casona. Pudo ver a lo lejos como un carruaje perdía el control de los caballos y casi se volteaba. Afortunadamente el cochero recuperó el control de los animales y no pasó un accidente grave.

Rápidamente Robb se levantó de su asiento y fue a contarle al tío Robert lo que pasó. Ambos hombres se disculparon antes de salir casi topándose con Mery que entraba precipitada al salón. 

-¡Una princesa!- dijo la menor de las Bennet mientras trataba de recuperar el aliento.

-¿Qué dices querida? No hay princesas por aquí- la regañó la señora Bennet.

-Claro que si ¡la vi salir del carruaje! Tenía una tiara y una admirable capa de terciopelo y seda ¡vamos mamá, puede necesitar nuestra ayuda!

Olvidándose de su canasta con pastelillos la menor jaló a su madre del brazo que no se resistió demasiado pues la curiosidad le ganó. Sheryl salió atrás de ellas también llamada por la curiosidad.

Cuando llegaron al lugar del accidente Clark Kent, ya estaba revisando la rueda del carruaje y hablando con el cochero. El tío Robert y Robb hablaban con un joven de apariencia extranjera que les relataba como paso el accidente. Apartada del grupo una joven admiraba la campiña inglesa ajena a todo lo que pasaba mientras su sirvienta a su lado parecía más asustada por todo lo que había sucedido. Tal como Mery había dicho usaba una hermosa capa, pero el tocado de su cabeza estaba lejos de ser una tiara.

-Mery esa no es una tiara- le explicó Sheryl a su hermanita en voz baja.

-Pero si tiene perlas y piedras preciosas en la cabeza.

-Lo sé, pero no es una tiara. Sino estoy mal ese tocado se llama kokoshnik y es de Rusia.

-¡¿Rusia?!

Sheryl dio un pequeño codazo a Mery para que guardara silencio mientras el joven con el que hablaban el tío Robert y Robb tomaba la palabra.

-Mi nombre es Siegfried Kircheis. Permítanme presentarles a Lady Aika Romanova, hija menor de su excelencia el Barón Vladimir Romanov.

La suntuosidad de la presentación le causo gracia a Sheryl que hasta ahora nunca se había encontrado en una situación así. Buscó la mirada de Robb, que también le encontró gracia al asunto y sonrieron disimuladamente. Sin saber muy bien que hacer todos los presentes hicieron la mejor reverencia que pudieron, la cual Lady Aika devolvió con un movimiento de cabeza. 

-Como les decía, nos dirigíamos a Bath donde Lady Aika fue invitada a pasar la temporada pero como ven nuestro carruaje sufrió desperfectos.

-¿Es muy grave el daño Clark?

-La rueda se abolló totalmente señor Baratheon- el joven mozo del tío Robb había sido el primero en llegar y después de inspeccionar a los caballos reviso el estado del carruaje –habrá que mandar a hacer una nueva rueda.

-Oh no ¿llevará eso mucho tiempo?-

-Si la mandamos a hacer con urgencia podría estar lista para mañana- aseguró el tío Robert- Clark, muchacho, ¿Por qué no te vas al pueblo con el cochero y le piden al herrero que trabaje toda la noche para tener la rueda lista después de medio día?

-¿Medio día?- el señor Kircheis parecía mortificado. En lo que el respectaba se encontraba en medio del bosque junto a su señora en un país extranjero. La ayuda de los extraños lo confortaba poco y nada; su prioridad era la seguridad de Aika y no tenía idea de cómo proceder. 

-No se angustie señor Kircheis. Mi nombre es Robert Baratheon, y el joven aquí a mi lado es mi sobrino Robb Stark, hijo de lord Stark. Las señoras aquí presentes son la señora Bennet y sus hijas, mis vecinas. Estoy a sus servicios para ayudarlo a usted y su señora. Permítanme invitarles a pasar la noche en Shirenewton Hall, estarán seguros y  tendrán  una morada a la altura del rango de lady Aika. Mañana tendrán su carruaje listo y podrán continuar con su viaje.

La elocuencia del tío Robert dejo encantados a los presentes. Robb pensó que no por nada había sido uno de los caballeros más galantes de su época en Londres. Agradecido y ya menos desconfiado el señor Kircheis aceptó la invitación del tío Robert; todos emprendieron camino a Shirenewton Hall.

-¿Estás segura de que no es una princesa?- pregunto entre susurros Mery a su hermana mayor. La rubia le hizo una seña de nuevo para que guardara silencio pues aún no sabían si Lady Aika sabía inglés.

-Le aseguro que no soy una princesa señorita Bennet- Lady Aika que hasta entonces había permanecido en silencio, se volvió a las hermanas con un marcado acento ruso- lo sería si mi padre fuera hermano y no primo del zar Alexander. 
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Shura on October 31, 2018, 08:27:55 PM
*nota mental, no dejar las cosas para el ultimo segundo :´)*



Shura cerró su cuaderno de geografía dejándolo con recato encima del resto de su tarea, la hora de estudio había terminado. Muchas chicas de su edad ya habían dejado los estudios ya fuese por dedicarse a otras labores o por prudencia de que estos no les acarreasen prematuras arrugas en el rostro, pero la pequeña había confesado a sus hermanas que quería continuar por su cuenta y a todas les había parecido una excelente idea. Sayi le había proveído en los últimos dos meses de libros de geografía y un buen modelo para estudiarlos, en aquellos momentos la mayor entró por la puerta del estudio puntual y sonriente.
-¿Has podido terminar tus tareas? ¿Has logrado entenderlo todo?
Shura le extendió el cuadernillo abierto por la última pagina para que lo revisará, Sayi diletante lo revisó en silencio, sonriendo antes de volver a dejarlo con el resto de tareas.
-Esta todo perfecto, veo que tendré que poner más hincapié si quiero plantearte un reto, ¿qué tal si la semana que viene empezamos con el continente americano?
-¡Sí! -Shura se mostró más excitada de lo que su hermana se esperaba acabando por reír.
-Créeme, cuando creas haberlo aprendido todo, esos yankees habrán cambiado todo el mapa. Y ahora, ¿por qué no sales a dar una vuelta antes de merendar?
La hermana pequeña retiró la silla asegurándose de no arrastrarla, plantándose delante de su hermana doblando la rodilla y levantando la falda en una inclinación reverencial.
-Hoy te estas comportando como toda una señorita, pero no gastes todas tus fuerzas antes de la fiesta.
Shura hizo un mohín de fastidio.
-¡Siempre me comporto como una señorita!   
-Claro -Sayi rodó los ojos-, ve a aprovechar el día y ven puntual para la merienda.

El entusiasmo juvenil fue lo que la saco de la habitación, en una rápida carrera bajó las escaleras de la casa, tomando su sombrero amarillo y atando el lazo de este por detrás de su cabeza, salió al camino pasando en puente en un par de zancadas y siguiendo el camino del riachuelo abajo, disfrutando del olor del pasto.
Cuando su respiración se agito y sus mejillas enrojecieron por el esfuerzo de la carrera, se sentó entre las flores y la hierba.
Todo estaba en silencio, se escuchaban algunas aves y el sonido del riachuelo, pero aquel era el lugar idoneo.
-Una dama, de oro sus cabellos, blanca como el lirio... -Shura quería improvisar una canción para su presentación en sociedad, le gustaba ensayar aunque nunca llegaba a estar satisfecha.
Se aclaró la garganta optando por afinar con una poesía.
-Caminaba el Conde Olinos, mañanitas de San Juan...
Aquello era casi peor, se dio por vencida aquella vez, ¡pero que todos esperasen a su presentación! Estaba dispuesta a fascinarlos con su voz.
El sol de la tarde era agradable, se quitó el sombrero y empezó a decorarlo con flores.
-Cabecitas en el agua... colitas en el aire, nadan en el lago... -suspiró, sólo parecía darsele bien las canciones infantiles.

Pero su voz, había avisado de su presencia a algo, que se acercaba a ella silencioso.
Shura reparó en que algo extraño sucedida cuando dejo de escuchar cantar a los pájaros, miro a su alrededor distraída cuando entonces lo vio... ¡un oso se acercaba a ella!
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on November 25, 2018, 06:47:10 PM
Fourth Chapter

“¡Pero niña!” La señora Bennet iba detrás de Emilia persiguiéndola por la casa. “Te digo que es una excelente oportunidad para hacerte notar y también para conocer a gente de respetada casta”
“No, mamá. Te dije que no quiero” Emilia le dio la misma respuesta que le estuvo dando durante la mañana. Detrás suyo escuchaba como su madre se quejaba y seguía sus pasos sin dejarla en libertad. La peliblanca abandonó el corredor y entró a una sala que conectaba dos sectores de la casa. Debido al bullicio de su madre y sus propios reclamos, no se percató que Sheryl se encontraba en la estancia, de casualidad chocó suavemente con ella. “Perdón, Sheryl. Estaba un poco distraída”
“No te preocupes, Emilia.” La rubia le sonrió, con esa gracia y educación que caracterizaba a su hermana.

Emilia la contempló unos segundos en calma, su hermana Sheryl era la dama más perfecta que conocía y eso, aunque suene irónico, la enorgullecía. Temía que en algún momento su pureza de corazón le jugara una mala pasada, pero le tranquilizaba el hecho de que Sheryl, además de bella y educada, era una persona muy inteligente. La peliblanca enmarcó una sonrisa dedicándosela a su hermana.

“Sheryl, Sheryl, dile a tu hermana Emilia la importancia que tiene codearse con personas tan respetables como lo son los nobles de sangre.”
“¿A qué nueva situación te refieres, madre?” Preguntó Sheryl, un poco confundida por la repentina exigencia de su madre.
“Pues Emilia no quiere aceptar una gran oportunidad que su pobre y sufrible madre le ha conseguido con tanto esfuerzo. ¡Cómo puede ser así de fría!” La mujer sacó un pañuelo blanco de entre las mangas de su vestido, fingió secarse unas lágrimas inexistentes.
“Madre, por favor…” Emilia la observó sin expresión, inmutada por su aparente sufrimiento.
“¡A esto me refiero cuando digo que algo o alguien le robó el corazón! Aparentemente su estancia en Londres la volvió una persona fría e insufrible. Incapaz de conmoverse incluso con el pesar de su propia madre.”
“…” Emilia y Sheryl intercambiaron miradas, acostumbradas a las dramatizaciones de la progenitora de ambas.
“¿Ha ocurrido algo malo?” La joven rubia observó con preocupación a ambas.
“Madre, sería sensato que hablaras claramente para no confundir más a Sheryl.” Emilia entrecerró los ojos, un poco cansada de la situación. No llevaba más de dos días en casa y su madre ya la hacía sentir superada con sus exigencias, dramatizaciones y con su afán de ¨ocultar¨ ciertos detalles de la vida de Emilia. “Lo que sucede, mi querida hermana, es que nuestra madre piensa que, ante el hecho de nuestra tía Miranda me haya beneficiado con la ilustración de una afortunada educación más allá de la de una dama sino también la de una labor profesional como lo es la enfermería, ella ha traducido que estas enseñanzas me han trastornado y convertido en una persona déspota y carente de sentimientos. Por tanto, no sólo lo atribuye a mi estadía en Londres sino también a este hecho el cual ella se aferra en omitir u ocultar aún cuando es evidente que todas aquí sabemos que estudié una profesión que, de todos modos, sigue siendo una sumisión al dominio del patriarcado.”
“¡No! ¡No más! ¡No!” La señora Bennet le sacudió el pañuelo en la cara a Emilia, como reprimenda. “No quiero escuchar en esta casa esos discursos ácratas que parecen más bien salidos de la grosera boca de un francés.”
“Madre…” Emilia giró los ojos, pero se rió con ironía. “Pero, en fin, no es por mi aparente falto de afecto o radicalización de mi pensamiento por lo que madre quiere que me persuadas, Sheryl… Sino más bien porque, en su misión de ¨ocultar¨ mis estudios en la sociedad de Bloomington, ha buscado para mi una labor de… sirvienta en ¨Blossomhouse¨ con la finalidad de que no enfoque mi energía a ejercer la enfermería sino más bien insertarme en esa diabólica mansión del mal con el pretexto de ser una sirvienta pero con el objetivo real de embaucar sentimentalmente a uno de los insufribles Lancaster… Si es que eso puede ser posible.”
“¡Si es señor Bennet te escuchara decir tantas desfachateces!” La mujer se dejo caer sobre el sillón, echándose aire. Emilia la observó unos segundos pensando realmente que mejor se hubiera quedado en Londres, pero de todos modos le tenía afecto a esa mujer, por lo que le sirvió un vaso de agua para apaciguar su melodrama.
“Madre, respetuosamente, no creo que lo correcto sea que Emilia se dedique a ser sirvienta.”
“No, no, nada de eso, mi pequeña.” La madre saltó, después de beber un sorbo de agua. “Emilia me ha mal interpretado. No he buscado para ella el oficio de una sirvienta, ¡Nunca buscaría que una de mis queridas hijas terminase haciendo las labores de nuestros empleados en otras casas! No me crean como una mala madre que no piensa en cada una de ustedes, mis niñas. Les explico la situación a ambas, para que nos entendamos mejor.”
“…” Sheryl y Emilia se sentaron en los sitiales que quedaban en frente de su madre. Ambas adoptaron una pose de atención, muy bien sentadas.
“Me enteré por buena fuente que la respetable Lady Lancaster, quien se encuentra en Londres, busca desesperadamente una persona nutrida de educación, refines y conocimientos para ser la institutriz del más joven de sus hijos. Le pedí a mi amiga, quien es mi fuente, que interceda por nosotras y hablara de Emilia de quien pienso que es la candidata más idonea para ser la institutriz.” la señora Bennet soltó un suspiro. “Yo me he puesto en el lugar de esa desafortunada madre. La pobre Lady Lancaster se encuentra con el alma en un hilo al tener a sus otros hijos en servicio de guerra y tener que enviar al menor de sus hijos a la estancia de vacaciones de la familia como modo de prevenir que, ante los aires de guerra, sucedan situaciones de riesgo para el niño. Él se encuentra viviendo aquí, en las cercanías de Bloomintong, en Blossomhouse, un sitio que ustedes han escuchado muy bien.”
“¿La casa encantada que tío Robert nos contaba cuando pasábamos por fuera?” 
“Sí, Sheryl. Esa enorme mansión que se veía a lo lejos más allá de la rivera. ¡Pero de embrujada, nada! A veces el buen Robert le gusta jugarle broma a los más jóvenes.”
“Entonces no sería sirvienta, sino que niñera.”
“Institutriz, hija. Institutriz de francés, de hecho.” Le corrigió la mayor. “Y con un horario bastante grato. Casi es visitarlo por las mañanas los días de semana, puesto que los fines de semana y por las tardes de los otros días el jovencito está a cargo de su otra institutriz. Emilia tendrá la responsabilidad de reforzarle su francés, ya que tanto le gusta, educarlo en otros temas y tratar de que el joven, quien es muy tímido, mejore sus habilidades sociales.”
“No suena tan malo” meditó Sheryl.
“No. Pero madre quiere que me gane el favor de los hermanos mayores…”
“Oh, Emilia ¡A veces eres muy suspicaz!” Le recriminó la madre “Yo sólo te sugerí que fueras amable con ellos y que te hicieras notar ya que son unas personas muy destacadas en nuestro reino… Si uno de ellos se fija en ti no estarí—“
“¡Madre!”
“¿Te imaginas a tu hermana Emilia prometida con un joven y apuesto Lancaster?”
“Eh…” Sheryl bajó la mirada, incómoda por la situación.
“Yorkshire sería prácticamente nuestra estancia de veraneo.”
“¡Madre, por favor!” Emilia se ruborizó, por la vergüenza.
“Tendría nietos rubios, de buen porte y con las características de esa familia.”
“¿Acaso sabes cómo son tan siquiera? Puede que los Lancaster sean tuertos, cojos, jorobados, hemofílicos y ni sabes…”
“No creo que sean así.”
“Endogamia, madre, endogamia” Emilia sonrió con sarcasmo. Meditó un poco en sus palabras, pensativa. “Lo cual me deja directamente fuera como candidata a prometida ya que no soy Lancaster.”
“¡Niña, que cosas dices!” la señora Bennet se dejó caer sobre el espaldar del sillón, fatigada por los esfuerzos que le provocaba lidiar con su hija Emilia. No llevaba ni tres días en la casa y, si bien estaba cambiada, se notaba que de todos modos le haría salir unas cuantas canas en su cabellera. “Veo como buena oportunidad de desarrollo personal y crecimiento que aceptes auxiliar a Lady Lancaster. Acordé una presentación para las cuatro de la tarde en Blossomhouse”
“…” Emilia desvió la mirada, indecisa.

Pensaba más en el trabajo de medio tiempo que tendría en el Hospital St. Constantine. Quizá si aceptaba lo de su madre, cuando ésta se enterase de su trabajo en el Hospital no tendría como refutarle porque también le estaba cumpliendo a ella en cuanto al hijo de los Lancaster. Pero también pensaba en su tiempo libre, el cual se vería reducido y de compartir con sus hermanas todos los días sería algo más acortado. Aunque, por lo visto siempre tendría las tardes libres en ambas partes.
Pero seguía intranquila. Muy en el fondo debía admitir que imaginar entrando en la mansión de los Lancaster le daba miedo. Había conocido a los mayores y no eran personas muy amigables, eran extraños y sentía que constantemente mentían usando máscaras de simpatía social. Le daba miedo que se burlaran de ella o que la tratasen demasiado mal. Se sentía fuerte, pero todavía existía en ella una parte de sí que necesitaba la protección de su padre y la compañía de Camille.

“Si voy, ¿Puede ser con Camille?”

Después de un largo trayecto desde Bloomington a las afueras del pueblo, alejados hacia la rivera, llegaron a la entrada de la imponent Blossomhouse. Ya de lejos ambas hermanas admiraron la gigantesca construcción medieval que se escondía entre la montaña y el lago.

“Recuerdo que hace unos años pasamos por aquí en el carro de tío Robert. Me parecía que en ese tiempo había muchas más flores que ahora.” Memorizó fugazmente Camille.
“Quizá han descuidado esta propiedad” Emilia pensó que podía ser una opción ya que, pese a magnífica y cara, para esa familia era una minúscula propiedad sin mucha importancia. “Camille, gracias por aceptar acompañarme. La verdad no me veía a mí misma entrado aquí sola. Perdón por arrastrarte hasta aquí”
“No te preocupes, hermana. Recuerda que siempre nos acompañamos mutuamente. Además, tenía curiosidad de ver cómo era este lugar por dentro. Nadie de afuera ha podido entrar aquí según dicen los pueblerinos.”
En ese momento, el carro se detuvo de improvisto llamando la atención de las gemelas. Las hermanas se asomaron por las ventanillas para enterarse de lo que pasaba. “¿Qué sucede?”
“Un centinela” Dijo Camille, entrecerrando los ojos. “Nadie lo vio venir.”
“¿A qué viene?” Le preguntó un guardia al chofer, de forma cortante. 
“La señorita Bennet viene a presentarse con el joven Lancaster de quien será su institutriz.”
“De aquí, deberá caminar. No está permito el paso de personas no autorizadas.” Advirtió, refiriéndose al chofer.
“…” Las dos hermanas se miraron entre ellas.

Como había anunciado ese guardia, las dos tuvieron que caminar hasta la entrada de Blossomhouse lo cual las había ofendido bastante ya que la distancia era amplia y nadie las había salido a recibir en coche o caballo para aproximarlas. Tras una caminata que por suerte se volvió corta gracias a las atracciones visuales, al fin llegaron a la entrada de la mansión.

“¿Señorita Bennet?” Preguntó un hombre alto, de cabello negro y ojos carmesí.
“Sí” Respondieron las dos al mismo tiempo. Sonriéndole y luego riéndose entre ellas.
“¿Emilia?”
“Yo.”
“¿Y usted es?”
“Camille.” se presentó la otra muchacha.
“Deben ser las hijas gemelas de los señores Bennet” El hombre sonrió, asintiendo. “Mucho gusto. Mi nombre es Sebastian Michaelis. Soy el mayordomo en jefe de la casa y mayordomo personal señorito Ciel Lancaster.” El pelinegro les hizo una reverencia.
“Mucho gusto, señor Michaelis.”
“Ha de ser un largo recorrido desde la casa de los señores Bennet hasta aquí. Me disculpo si a eso se le sumo la caminata que deben realizar los afuerinos.”
“¿Sabe dónde queda nuestra casa?” Camille quedó sorprendida.
“Algo así. Conozco a un mayordomo de la casa de los señores Bennet, el buen Jacob, a quien hace meses me presenté para darle un volante de invitación al gremio de los mayordomos.”
“Oh, tienen su propia organización. Ojalá que Jacob se una.” Dijo Emilia, luego sintiéndose un poco irrespetuosa por su comentario ignorante “…”
“Así es. Algunos temen unirse y sufrir las represalias de sus patrones, pero sé que Jacob no tiene necesidad de pertenecer ya que sus patrones no son una amenaza. Aun así, me pareció cordial extenderle una invitación.” Sebastian abrió la enorme puerta. “Síganme, por favor.”

Al ingresar al lugar, las dos hermanas se quedaron atónitas al ver lo enorme que era el lugar sintiéndose ellas mismas muy pequeñas al estar allí. Contemplaron también que era un sitio muy lujoso y que al parecer había sido remodelando conforme evolucionaban los años para no quedarse estancado en el pasado. Vieron unos maestros constructores antes de ingresar y luego les vieron adentro acarreando unos materiales por lo que el sitio seguía siendo remodelado o adecuado a algo más.
Sin embargo, las dos sintieron la misma percepción: una soledad inminente invadiendo todo el lugar la cual sólo se asociaba con un halo de melancolía.
Tal vez, pese a todo el lujo y hermosura, no era el mejor lugar para que un niño se criara.
 
“Les daré un breve recorrido antes de presentarle al señorito.”
“¿No será uno de los jóvenes que conociste en la fiesta que fuiste con tía Miranda?” le susurró Camille a su hermana.
“No. Ellos eran como de nuestra edad… Éste por lo que dijo madre es el menor de los hermanos.” A menos que a Lady Lancaster se le ocurriera que cuidasen de esos dos más grande y Emilia esperaba que no fuera así después del déspota presentación del Conde Cain Lancaster hacia su persona. “Debe ser menor que Shura, incluso.”
“Por aquí está el ala central donde se ubica la sala de estar y el salón de música y baile está por esa dirección. La biblioteca está en el segundo piso y será el lugar que la señorita Emilia ocupará para las enseñanzas del señorito Ciel.”
“Este lugar es bastante bonito y grande.” Comentó Camille, observando con atención los cuadros de la sala los cuales impresionaban por sus paisajismos. Ella se quedó unos momentos absorta en esa visión realista y bien colorida de óleo sobre lienzo.
“Veo que la señorita Camille es amante del arte.”
“S-si”
“Me parece de buen gusto que una dama tenga el aprecio que usted demuestra por las obras de arte. Es pertinente entonces que pasemos a este siguiente salón” Sebastian las guío por otra dirección donde pasaron por una sala vacía la cual estaba con algunos materiales de construcción y luego a una sala más iluminada la cual era una ¨pequeña¨ galería artística. “Señorita Camille, señorita Emilia, esta es la pequeña galería de la familia en esa propiedad. Fue construida por Lady Berenguela Lancaster, condesa de Normandia, tatarabuela del señorito Ciel. Ella quería tener un espacio artístico aquí, que la distrajera de los compromisos de su austero esposo nórdico, por lo que ella pasaba sus cortas vacaciones en este sitio contemplando las obras que adquiría.”

Sebastian señaló algunas como las más antiguas mientras que las más modernas explicó que eran adquisiciones de las siguientes generaciones de Lancaster que deseaban aportar con esa pequeña galería. Explicó que, de todos modos, la galería era pequeña en comparación a la que existía en Lancannia Palace de Londres o la galería del Lancaster Castle de Yorkshire.
Camille quedó anonadada con toda esa información y con la buena suerte de haber visto con sus propios ojos todas esas obras artísticas. Felizmente su padre le había adaptado un pequeño espacio en su casa para que ella pudiese pintar sus propias obras. Tal vez un día tendría una pequeña galería también.
Después de ello, Sebastian les fue presentando otros lugares ¨habilitados¨ y otros que eran prohibidos los señalaba como sitios que no debían ir.
Finalmente, salieron al jardín donde el mayordomo tenía asumido que estaría su joven señor.

“¿Dónde está el señorito Ciel?” Le preguntó al jardinero.
“El amo Ciel fue con el señorito von Einzbern colina arriba, con sus caballos.” El pobre trabajador sentía un nudo en el estómago cuando los vio partir, saltar bayas, obstáculos naturales y perdérsele de vista.

El viento golpeando su rostro y el cabello que se le escapaba del casco se mecía con la misma intensidad de velocidad con la que galopaba. Estaba en una carrera de velocidad con su acompañante, quien llegase primero a la punta de la colina era el vencedor de esa tarde. Había hecho desacato de la solicitud de sus cuidadores de no alejarse, pues hacía lo que él quería ya que era el ¨dueño¨ de casa temporalmente. Sentir el galopar de su caballo, la velocidad, la adrenalina y la libertad hacía que Ciel sintiera que era otra persona. Esas mezclas de sensaciones le hacían sentir bien incluso al ver que era el segundo en llegar a la meta.

“Te gané.” Dijo el ganador, quien desmontó. No usó casco refiriendo que no lo necesitaba, por lo que su cabellera plateada se lucía libremente. Ciel llegó a su lado, desmontando y quitándose el casco. Él era más protocolar.
“Sólo por poco, von Einzbern” Musitó.

Posteriormente ambos se quedaron contemplando el horizonte desde esa altura donde sentían que podían ver mucho más allá que cualquier otro. Se quedaron unos minutos más admirando el paisaje de Inglaterra mientras sus mentes divagaban en sus pensamientos. Ciel Lancaster no pudo evitar pensar en la situación que hoy en día vivía su país, en guerra con Francia, y que, por consiguiente, sus hermanos mayores tenían la buena fortuna de ir a luchar por la patria mientras que a él lo mandaban como si fuese un lisiado inútil a una casa olvidada de su familia para su protección.
Miró de reojo a Killua von Einzbern, el joven peliplateado, a su lado, parecía un gato curioso contemplando este nuevo país que por lo visto sería su lugar de estadía por un tiempo.
Era oriundo de Alemania, pero estaba allí por negocios de sus familiares.
Killua y Ciel se habían conocido por medio de sus hermanos mayores, ya que Wolfgang von Einzbern se había quedado una temporada en el Lancannia Palace, en Londres.
Por ese tiempo, Ciel también había estado allí y le llamaba mucho la atención la personalidad del joven Wolfgang von Einzbern quien era muy distinto a sus hermanos mayores, pero lo sentía como una persona bastante grata, culta e interesante. Lamentablemente los espacios que pudo compartir con él eran minúsculos y casi inexistentes ya que sus odiosos hermanos mayores lo abordaban durante toda su estancia como sanguijuelas, según la percepción de Ciel.
Tiempo después Wolfgang le presentaría a Ciel a su hermano menor, Killua, para que compatibilizaran tan bien como él con los hermanos mayores de Ciel. El menor de los Lancaster era quisquilloso y obstinado, no le parecía bien la compañía de alguien de su edad ya que él no se llevaba bien con gente de su mismo ciclo etario. Prefería estar con adultos. Al conocerlo más, Killua le resultaba un poco distinto a su hermano mayor, aunque los dos parecían ser bastante agradables. Era más arriesgado que Ciel y más diestro en los deportes, le parecía que incluso sabía manejarse bien en cuanto a defensa personal. Por otro lado, era más espontáneo y, de algún modo, lo sentía más libre.
Pero Ciel no se esperó que Killua tuviera a un lacayo como mejor amigo lo cual eso era algo ¨novedoso¨ para él. Sebastian era su protector indiscutible, pero no lo consideraba su mejor amigo. En cambio, Killua podía romper libremente esa línea y sostenerla en presencia de otros (aunque con disimulo)
Pensaba que si él hacía algo semejante seguramente su padre lo enviaría al internado de St. Judas como cuando sus hermanos mayores se subordinaban al progenitor y este los enviaba por meses a donde ¨Las hermanas¨ para que aprendieran la lección de respeto. Quien sabe que aplicaría su padre para el que fuese de más baja clase social que se atreviese a mezclar con un Lancaster. A veces pensaba que las bromas de su padre con sus amigos nobles eran ciertas cuando decía sobre la guerra y un pobre bufón de turno <Pónganlo en la primera fila, estimados míos. Como escudo para los cañones de Napoleón.>
Conforme pasaban los días la interacción entre Killua y él fue mejorando. Pese a las personalidades distintas, ambos compartían de todos modos ciertas cosas que los volvía semejantes. No sólo el tener hermanos mayores con alta responsabilidad con su familia, un padre a quien debían complacer y enorgullecer, vidas de niños ricos superficiales manejadas a conveniencia por sus progenitores, también compartían el gusto por la equitación, la esgrima, por la lectura de ciertos autores y, por qué no, ciertas travesuras de niños.


Montaron nuevamente sus caballos y retornaron a las caballerizas. Allí un muchacho de cabellos negros los esperaba, curioso y lleno de incertidumbre de saber cómo les fue.

“Gané.” Dijo un orgulloso Killua. “Creo que es la segunda vez que le gano a Lancaster.”
“Oh, pensé que sería un empate.” Dijo Gon, sorprendido.
“¿Qué hiciste mientras tantos?”
“¡Ah! Me entretuve acompañando a un potrillo. Es pequeñito y tenía dificultades para caminar solo, así que lo estuve ayudando.”
“…” Ciel los escuchó hablar detrás de él, inmutado.

Recordó que Sebastian Michaelis le indicó por la mañana que tendría una cita con su nueva institutriz a esa hora. Ese detalle le fastidió internamente. Sentía que no necesitaba una, mucho menos con la finalidad que buscaba su madre quien para él aún esperaba que lo cuidasen niñeras como si fuera un niño de cinco años. Su madre y sus hermanos lo tenían reducido a un subyugo donde lo infravaloraban constantemente.
Fue hasta la parte de tiro al blanco donde tomó su arco. Apuntó a su arco y flecha, lanzó un perfecto tiro.

“Ohw, cualquiera diría que imaginaste la cara de alguien que odias al momento de acertar.”
“Mhh.” Ciel musitó. Lamentaba no habérsele ocurrido esa estrategia.
“Es un perfecto tiro, señor Lancaster.”

Ciel no respondió de forma verbal, aunque sí intercambió mirada con ese joven asintiendo brevemente. Todavía le costaba trabajo dejar de lado años y años de enseñanzas de su familia (la cual era bastante clasista y no se permitía interacciones con personas del ¨proletariado¨) de un momento a otro. 
Lo peor era que, por más que intentó sentir desprecio y rechazo por aquel joven amigo de Killua llamado Gon, no podía odiarlo libremente, como sí lo hacía con facilidad con el resto de personas. Lo cual era raro.
Ese muchacho tenía un algo especial, tal vez su natural inocencia y bondad de la cual Ciel no estaba acostumbrado a ver en otros y lo cual lo hacía sentir desencajado.

“Hoy celebraremos el equinoccio de estación. En mi familia es habitual que se celebre con rituales y tradiciones, una cena y regalos para los invitados. Si gustas, puedes quedarte hasta esa hora… tu lacayo puede estar presente también. Este año muchos están comprometidos por el asunto de la guerra.” Dijo Ciel, recordando las fechas. Le daba vergüenza admitir que no tenía a quien invitar además de ellos. Lanzó otra flecha en otro blanco, acertando también.
“G-gracias, señor Lancaster.” Respondió tímidamente Gon, con una pequeña reverencia.
“…” Ciel, al estar dándole la espalda a ambos, sonrió un poco. Gon era el único que le llamaba como ¨señor¨ y no ¨señorito¨ lo cual lo hacía sentir más maduro.
“¿Quieres intentar…? Oh, vaya…” Ciel negó con la cabeza al ver que Killua terminaba de desenvolver una barra de chocolate. Por eso estaba tan callado “¿De nuevo? Toda esa azúcar es perjudicial para tu salud.”
“Me lo dice un inglés el cual vive en el país de los dulces más azucarados del mundo.”
“Pero yo no tengo tal adicción”
“Ahh…” Killua rodó los ojos. Luego se acercó a él y le metió unas cuantas barras de chocolate envueltas en los bolsillos del pantalón de hípica de Ciel. Notó que éste iba a refutar. “Son chocobot (?) con la edición de los caballeros de la mesa del Rey Arturo (??)”
“No… No quiero. No me gustan los chocolates” Dijo Ciel. Sacando uno y analizando su envoltura notando de que en efecto era esa edición.
“Adentro traen un armable. Ábrelo.”
“…” Ciel lo abrió, solo por curiosidad.
“Lancelot of the Lake. Vaya, que suerte.” Killua se quejó, justo le faltaba ese caballero.
“Le puedo dar el mío.” Dijo Gon, al ver que a él también le tocó el mismo caballero.
“Te lo cambio por estos dos, Tristan y Palameres, que los tengo repetidos.”
“…” Ciel notó que más allá se aproximaban su mayordomo con dos chicas que eran muy parecidas entre ellas. Supuso que una venía por el trabajo de institutriz.
“¿Otra más?” Comentó Killua, al notar hacia donde veía Ciel
“Será la sexta en el mes. Creo que no se dan por vencidos” Murmuró Ciel, entrecerrando los ojos. “Estimado amigo, me temo que necesitaré de tu ayuda.” el chico sonrió con un deje de perversidad.
“No me puedo negar a la propuesta.” Dijo Killua, sonriendo del mismo modo.
“A ver cuánto dura ésta…” Ciel volvió a apuntar con su arco, acertando flecha sobre flecha.

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on November 30, 2018, 01:15:58 AM
FINALMENTEEEE ;_; No saben como costó pero el primer paso siempre es el más difícil, quiero creer :_ siento haber estado tan MIA. Muchas gracias a todas las que usaron a Sayi ;_; me encanto, espero hacerle justicia a sus personajes más adelante <3

Luego edito con iconos y toda la cosa hermosa. Aún ando debatiendo si les cambio el nombre a mis personajes o no...



1

Sayi miró su reflejo y estudió sus facciones. No creía haberse visto tan arreglada en toda su existencia. El polvo en su rostro le daba una cualidad reluciente, y la pomada en sus mejillas era mínima, pero cumplía su cometido. Dulce y recatada, con un brillo rosáceo y suaves labios rojos. Su cabello estaba levantado en un complejo peinado, y su nuevo vestido se encargaba de resaltar lo celeste de sus ojos.

Su madre se había encargado de la cereza del pastel, al prestarle la mismísima medalla que había llevado puesta el día que el señor Bennett le pidió la mano.

“Déjame ver bien” le pidió su hermana menor, tocando su brazo.

Sayi se puso de pie y se giró hacia Sayaka. La menor sonrió de oreja a oreja, y al sentir la felicidad llegarle a los ojos guardó la sonrisa en sus labios.

“Apenas el señor Terry te vea esa rodilla va a golpear el suelo”

¡Cuánto disfrutaba de la llegada del verano! Con lo verde de los campos, el cielo azul y la tranquilidad inigualable de una tarde de verano, cálida y perezosa… pero más aún, con la llegada del señor Terry Grandchester a Longbury, y las subsecuentes caminatas por el campo, las cenas, y los bailes de sociedad que iluminaban los mejores meses del año.

Los Grandchester habían vivido en Longbury Manor tanto tiempo como los Bennet en Bloomington, por lo que no fue sorpresa que su primogénito siguiera la tradición y entablara amistad con las hijas de los Bennet, en particular con la mayor de ellas. Una vez considerados como extraoficialmente ‘prometidos’, fue casi una tragedia el día que Terry dejó Bloomington para estudiar leyes en Eton, y posteriormente unirse a un notable bufete de abogados en Londres.

No obstante, el heredero de Longbury se permitía una larga visita anual durante los meses de verano con la excusa de visitar a sus padres. Pero, considerando las atenciones que le prestaba a una señorita en particular, parecía ser otra la razón que no le permitía abandonar sus raíces.

¿Acaso era cierto que la distancia hacia crecer el afecto? Todo Bloomington estaba seguro de que la Bennett mayor era el motivo de tanto viaje. Pero todo Bloomington también estaba confundido que con tantos años aún no hubiera anuncio de compromiso, con ambos ya entrados en sus veintes.

Crecer con la pseudo promesa de un prometido había sido tan fantasioso como desgarrador. Pero, aún cuando ninguna correspondencia parecía apaciguar sus expectativas, Sayi aún había albergado esperanzas, carta tras carta, hasta que llego la final, la ganadora, aquella que validaba tanto anhelo sin dejarlo caer en vano.

“Mira, te tengo el último detalle” le dijo Sayaka, retirando una caja que escondía tras el cobertor. Se la alcanzó a su hermana, quien retiró el lazo que lo envolvía y abrió el regalo; sus ojos creciendo ante el par de guantes que su hermana le había confeccionado. “Para que me lleves contigo en un momento tan importante” continuó, mientras Sayi dejaba la caja en el tocador y evaluaba el bordado entre sus dedos.
“Eres toda una artista” dijo, poniéndoselos en un instante, para seguidamente envolver el rostro de la menor y plantarle un beso en cada mejilla “Como te puedo devolver tanto cariño”
“Tu sonrisa es suficiente” le respondió “Y que me cuentes cada detalle de tu entrevista, que tan nervioso estaba, cómo iba vestido, cómo formuló la pregunta…”
“¿Pero es que no te cuento todo a ti?”
“¡Cómo me gustaría ir contigo! ¡Estaría bien esperando en el carruaje!” se lamentó “Todo porque estoy castigada…”
“Sayaka…” Sayi tomó un porte más disciplinario “Es que no debiste robar el collar de Kora”
“¡Pero me quedaba bien!” Sayaka se cruzó de brazos “Mamá es el epítome de exagerada”
“¡Ay! ¡Pero cómo he fallado con esta niña!” se quejó la señora Bennet al entrar a la habitación, la mirada fija en la menor. Sayaka giró el rostro en la dirección opuesta y se mordió la lengua entre risas.

El resondre amenazaba con seguir, pero la imagen de Sayi lista para su entrevista sirvió para distraer la atención de su madre.

“¡Mi hija! ¡Preciosa! ¡Viva imagen mía a cuando era más joven!” la señora Bennet se abanicó con su pañuelo “Aunque claro, yo ya estaba felizmente casada a tu edad”
“Mamá…”
“¡Pero querida! ¡Finalmente! ¡Oh, cómo podré con tanta alegría!” continuó, caminando de un lado al otro de la habitación “¡Los empleados ya están preparando una exorbitante cena! ¡Todos los detalles que nos irás a contar!”
“Pero mamá, si tu ya exigiste en acompañarme hasta Longbury…”
“¡Si, pero no podré estar a tu lado en la audiencia! ¡Tienes que recordar todo, con lujo de detalles!”

Sayi miró a Sayaka y la peliceleste puso los ojos en blanco ante las palabras de su mama. Sin embargo, si Sayi se atrevía a hacer la comparación entre ambas, Terry se quedaría viudo antes de siquiera hacer la pedida de mano.

“¡Mamá, yo quiero ir en el carruaje también!” exigió Sayaka. La señora Bennett puso los ojos en blanco y Sayi a duras penas pudo aguantar la risa “¡Me puedo quedar en el carruaje esperando! ¡Aunque sea eso!”
“¡Muchacha necia! ¡Hasta que mejores tus modales no te permito nada!” le resondró “¡Si solo el otro día te escuché hablando de…  de los tobillos de alguien! ¡Imagínate!” y dicho esto se persignó “La falta de recates y prudencia…”
“Mamá, ¡pero si hablaba del mismo señor Terry! ¡Y solo le comenté a Sayi que se le veían bien!” la señora Bennett se cubrió el corazón con una mano, mientras fingía afligirse del espanto “Solo porque a ella le importa, ¿si o no, Sayi?
“B-bueno…”
“¡El carruaje esta aquí!” anunció Sheryl, asomándose en la habitación.

La casa entera entró en pánico apenas la señora Bennett anunció que era hora; el escándalo de los tobillos oportunamente dejado de lado. La señora Bennett le instruyó a Sayi que bajara al cuarto de lectura mientras ella iba a recoger su sombrero. Sheryl y Sayaka le siguieron el paso a Sayi, asegurándose que ningún detalle de su traje se desarreglara hasta llegar al primer piso. Kora, quien venía practicando música durante la pasada hora, cerró la tapa del piano y se apresuró a darle el alcance a sus hermanas. Se giró en busca de Shura pero no encontró rastro de ella; su libro de geografía yacía boca abajo en el sofa, pues la menor de las Bennett había salido corriendo en busca de su padre el instante en que la casa retumbó con la voz de su madre.

La puerta de la cocina se abrió y el señor Bennett apareció seguido por Shura, Cho, Emilia y Camille. Finalmente, Mery Bennett hizo aparición con delantal en mano.

“¡Justo a tiempo!” anunció la penúltima de las Bennett “¡Que ya me había cansado de hornear pasteles!”

El señor Bennett contempló a la primogénita de sus nueve hijas y sonrió complacido. Se acercó con cuidado y le plantó un beso en cada mejilla. Las hermanas observaron aquella singular expresión de afecto en silencio, solo siendo interrumpidas por el llanto de la señora Bennett cuando esta llegó al pie de las escaleras.

“¡Oh señor Bennett!” lloró la mujer “¡Cómo podremos con tanta felicidad!”
“Ya querida, en marcha, que si continúas así te quedaras sin exclamaciones que dar por el resto de la tarde”

Entre risas y buenos deseos, el grupo de hermanas acompañaron a Sayi y la señora Bennett fuera de la residencia, donde el carruaje esperaba. En anticipación a tan importante evento, la dueña de casa había hecho limpiar la calesa por dentro y fuera, había mandado a bañar a los caballos, y hasta había ordenado un nuevo traje para el cochero. En sus ojos no había detalle a escatimar, pues quería impresionar a todo Longbury cuando su futura señora se abriera paso entre sus puertas.

“¡Mery, hija! ¡Asegúrate de hornear dos pies de limón para la cena, es el favorito de tu hermana!” pidió la señora Bennett apenas se cerró la puerta del carruaje. Mery hizo la cabeza para atrás, pero tanto Emilia como Camille se apiadaron de ella y le prometieron ayudarla con tal de levantarle el ánimo.

El carruaje empezó a moverse y las hermanas agitaron sus manos y pañuelos como despedida. Sayaka optó por correr al lado de la calesa hasta que este tomó velocidad y dejó la residencia. Entonces se quedó en la entrada, retomando aire con las manos en sus rodillas, y observando el carruaje empequeñecerse a la distancia. Esperando ansiosa, como todas las Bennett, por el retorno de su hermana mayor.

El señor Bennett se giró hacia Cho.

“Espero que hayas plantado suficiente valeriana en tu jardín” le comentó a su hija “O genuinamente temeré por la supervivencia de tu madre este verano”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Shura on November 30, 2018, 07:21:38 PM
Distraída recogiendo flores, Shura se quedo paralizada cuando la bestia babeante se abalanzó sobre ella.
“¡UN OSO!” Inevitablemente no pudo pensar en otra cosa cuando se cubrió con los brazos la cabeza para protegerse, sintiendo que la derribaban yéndose de espaldas contra el pasto. Con un susto terrible encima, fue percatándose de que el animal rondaba a su alrededor, atreviéndose a mirar y cruzando su vista con el enorme perrazo de raza san bernardo. El animal lanzó un ladrido que la dejo paralizada aun cuando este la golpeaba con el hocico olisqueándola, deteniendose y alzando la cabeza para escuchar las pisadas de su dueño que se acercaba a la carrera.
-¡Chico! ¿Qué has...? -El dueño se quedo petrificado cuando vio a la chica en el suelo-. ¡Atrás! ¡Quita chico quita!
El san bernardo se despidió de Shura con un lametón en el brazo antes de ir a sentarse detrás del hombre.
-Criatura tonta... ¿se encuentra usted bien? -Le tendió la mano a la joven que empezaba a recomponerse pasando del susto a ocultar una sonrisa al percatarse de haber sido participe de los juegos del perro.
Shura no conocía al hombre, tendría alrededor de los veinte o veintidós, se notaba que debía ser de buena cuna por sus modales y sus vestimentas, pero tenía el blanco cabello revuelto y desaliñado. Le tomo de la mano y pudo comprobar que era fuerte cuando de un solo tirón la ayudo a levantarse.
-¿Le ha echo daño?
-Estoy bien -no mentía,  echándose un vistazo la ropa se había ensuciado un poco pero ni siquiera tenía un descosido.
-Tengo que pedirle disculpas, esta entrenado para cazar... quizás haya escuchado algo que lo haya alterado, de normal es un animal muy tranquilo.
Shura recordó que justo un momento antes estaba ella cantando, sintiendo como enrojecía de vergüenza.
-Por aquí suele haber muchos conejos y algunos zorros. Seguro que ha visto alguno, pero le recomendaría cazar por aquí cerca, más arriba esta la casa de mi familia y prodría provocar un accidente.
-No quisiera tal cosa, señorita.
-Mi nombre es Shura Bennet.
-Dante Sparda, hace poco nos hemos mudado al campo, siguiendo hacía el oeste unas seis leguas.
Shura conocía la casa de la que le hablaba, hace años había conocido a sus dueños, pero no tenían aquel extravagante apellido, la casa, que más bien era una mansión, no estaba abandonada ya que el servicio seguía cuidándola, pero los dueños hace años que no aparecían. Por no mostrarse curiosa frente al hombre, Shura tomo la determinación de investigar por su cuenta, pero en aquel momento lo que más le distraía era el perro lamiendole la mano. 
Dante quiso apartarlo agarrándolo del pescuezo, pero no tenía fuerza para dominarlo.
-No se preocupe, no me estaba haciendo nada -Shura ensimismada le acercaba la mano al perro para acariciarlo, haciendo que el animal se animase más.
-¿Se le dan bien los perros?
-No hasta donde yo se, con permiso, pero debo irme.
-Espero verla pronto señorita Bennet.
Con una reverencia formal, y una caricia en la cabezota del perro totalmente informal, Shura regresó a casa frotándose con la manga las manchas de tierra, pero definitivamente, necesitaria un buen baño para quitarse el olor del perro.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Cho on December 31, 2018, 08:21:56 PM
Hola, chicas, vengo con un fic compartido con Puri. Ha sido un gusto escribir contigo~



La mañana siguiente había llegado y luego de tener un agradable desayuno en familia, Cho recibió la visita de Ayesha, quien estaba muy encantada de poder salir a realizar sus quehaceres con su vieja amiga. Entonces, al estar prontas a partir, la señora Bennet se había aparecido junto con Sayaka.

“Hermana, ¿todo bien?” Cho ladeó su cabeza. Notaba que su hermana menor se encontraba incómoda. El simple hecho de verla junto a su madre tendía a no ser buenas noticias ya que las dos solían caer en desacuerdos con mucha frecuencia.
“No quisiera decir que lo estoy, pero nuestra estimada madre piensa que sí mejoro mi estado cuando intenta someterme a sus pareceres…” regañó la otra, desdichada.
“Sayaka, por favor, te ruego que te comportes ante nuestra querida visitante,” le resondró sin romper su melodioso tono de voz. Habiendo cortado el reclamo de su hija, la señora Bennet dibujó una de sus más anheladas sonrisas en su rostro y se dirigió a Ayesha como si apreciara a una fina obra de arte. “Ah, lamento mucho cualquier incomodidad y espero no estarte retrasando.”
“Descuide, estimada señora,” la joven sonrió halagada y con torpeza por el buen trato. “Me siento muy a gusto en su hogar por el tiempo que nos conocemos. ¿Se le ofrece algo?”
“Eres muy atinada, querida Ayesha,” juntó sus palmas. “No quisiera imponerme, aunque me encantaría si mi hija Sayaka pudiera unírseles en este paseo. Pienso que es usted una señorita de quien mis hijas deberían aprender.”
“Ehh, me siento afortunada por sus múltiples consideraciones, pese a no considerar que las merezco,” Ayesha sonrió avergonzada y movió una de sus palmas. “Sin embargo, no me opongo a su pedido. Contar con más compañía esta mañana sería muy producente para nosotras. ¿No es verdad, Cho?”
“Sí, es muy cierto,” ella asintió cortésmente y miró a su hermana quien dio un suspiro y se resignó a lo impuesto. Se aseguraría de preguntarle lo que ocurrió cuando estuvieran lejos de casa.
“Ehm, te agradezco por tu paciencia, Ayesha,” dijo la hermana menor, quien hizo una leve venia principalmente para apaciguar a su vigilante madre ya que la familiaridad con Ayesha le permitía ser informal con ella. “¿Cuál vendría a ser el itinerario de esta mañana?”
“He recibido un llamado de la esposa de un allegado de mi padre, quien desea dialogar con nosotras,” contestó sonriendo tranquilamente. “Les aseguro que es una persona muy carismática y les agradará. Había tenido otra visita planeada, pero fue cancelada, por lo cual aprovecharemos el resto de la mañana en realizar unas compras.”
“Vayan de inmediato, jovencitas, que el tiempo se acaba cuando menos lo esperan,” les pidió la señora Bennet. Ella sonrió con dulzura. “Todavía recuerdo el ajetreo dentro de esta residencia durante la niñez de mis hijas. Ahora no hay nada que ansío más que ayudarles a encontrar dignos pretendientes y casarse como damas funcionales de la sociedad.”
“…” Cho se sintió nerviosa al oír una muy discreta queja de Sayaka, la cual felizmente pasó desapercibida.
“Es lo que mi querida madre quiere para mí también. Ocurrirá pronto, estoy segura,” observó Ayesha con cordialidad y alegría. Ella hizo una pronunciada reverencia ante la señora. “Le agradezco su hospitalidad hacia mí. Iremos en camino.”
“Les deseo un provechoso paseo. Y no tomen mucho tiempo, que seguramente aquel sirviente de tu familia debe estarles esperando bajo el sol,” comentó la señora Bennet, con cierto humor.
“Otabek sí es muy paciente. De todos modos, no deberíamos aprovecharnos de su nobleza,” Ayesha sonrió incómoda al notar un poco de desdén en la señora, pero la damita nunca sería alguien quien respondería negativamente. “Con permiso.”

Luego de despedirse de su madre, las dos hermanas siguieron a Ayesha hacia el modesto carruaje que les llevaría a su próximo destino. El joven Otabek, al percatarse de las jovencitas, dejó de atender a los caballos para ayudarles a subir. Fue evidente para las tres la sorpresa del mismo ante la inesperada asistencia de Sayaka, quien sonrió de manera pícara ante su confusión, pero el profesional joven carraspeó y se concentró en su labor de conductor.

Ya en camino y lejos de los oídos de la señora Bennet, Cho preguntó a Sayaka sobre los acontecimientos que habían llevado al implícito castigo de la madre de forzarle al paseo. Con las formalidades de lado, la hermana menor ya no tuvo reservas y se expresó con todo lujo de detalles.

“Queridas mías, ambas saben muy bien lo sensible de los nervios que está mi muy querida madre últimamente”, Cho le reprendió con la mirada, pero Sayaka agitó la mano restándole importancia. “En realidad no es nada del otro mundo, sino que ayer fui a recoger unos cuantos pedidos a la ciudad y llevé puesto el collar de Kora ya que iba muy bien con mi vestido. Pero como se imaginarán, al llegar de vuelta a la casa la señorita ya me había denunciado por robo, cuando en realidad planeaba devolverlo a su sitio apenas estuviera de vuelta. Además, no es como si ella lo usara mucho, creo que se lo he visto un par de veces nomás desde que se lo regaló nuestro padre”.
“Bueno, pero no deberías de haberlo tomado sin su permiso. ¿Acaso no recuerdas que tú misma delataste a Shura por tomar las pulseras de Mery?”
“¡Pero eso fue hace tiempo, ya ni siquiera lo recordaba!” Reclamó cruzándose de brazos. “¡Además, tomar una joya prestada es mucho menos escandaloso que el comentario que hice sobre los tobillos del señor Terry y por eso no me hizo tanto escándalo!”
“¿Comentario de los tobillos…?” Preguntó Ayesha, mientras Cho palidecía.
“Oh, es que el otro día nuestra madre comentó lo buenmozo que habría de verse el señor Terry cuando llegara de Londres y yo simplemente comenté que el verano pasado pude apreciar lo blanco de sus tobillos cuando se recogió un poco sus pantalones después de la lluvia para no ensuciarlos, y que eran en realidad muy bellos”.

Sayaka se dio cuenta de lo que estaba hablando cuando vio que el mismo Otabek se volteaba a mirarla de reojo desde el taburete en el que iba sentado controlando a los caballos. Al fijar la mirada en sus dos acompañantes vio que Ayesha miraba por la ventana intentando evitar el contacto, y que Cho la reprendía nuevamente en silencio.

A lo mejor su madre tenía la razón con eso de civilizarla.

Pero es que los tobillos de Terry en realidad eran muy blancos y delicados. Una cosa era ser vulgar y otra era tener un par de ojos completamente funcionales.

“Ayesha”, comenzó Cho, intentando disipar la tensión en el aire después de un par de minutos en silencio. “¿Por qué no nos cuentas un poco sobre la señora a la que visitaremos?”
“¡Por supuesto!” El cambio de conversación la alivió visiblemente, “La señora Cranach es una buena amiga mía y estoy segura de que la encontrarán muy encantadora. Es una persona muy fuerte e independiente, por lo que estoy feliz de que se haya dado la oportunidad de presentársela a Sayaka, quien estará contenta de tenerla dentro de su círculo de amistades”. La menor se ruborizó y bajó la mirada al entender qué es lo que Ayesha verdaderamente le quería decir. “Pero como les comenté, iremos a su casa todavía más tarde ya que primero debemos de hacer algunas compras. Encargué un par de sombreros nuevos a la tienda y me gustaría que ustedes puedan ver los modelos recién llegados”.
“Por supuesto”, asintió Cho y Sayaka hizo lo mismo. “Sería bueno que nos pudieras guiar en temas de estilo, ya que tu modo de vestir siempre me ha parecido impecable”. Ayesha sonrió ante el cumplido.
“Por favor, ni lo menciones”. Fue en ese momento en que la calesa se detuvo.
“Señoritas, hemos llegado”, anunció Otabek desde su asiento al frente.

Bloomington le hacía honra a su nombre, sobre todo en aquella época del año. Todos los árboles se encontraban en flor y la fresca brisa arremolinaba los pétalos creando una bella imagen salida de sueños. La calle estaba rebosando de gente y las calesas con los caballos transitaban rápidamente de un lado a otro sin parar, llegando a marear a aquellos no acostumbrados al ritmo citadino. A lo lejos, en la puerta de la parroquia, se veía al Ministro Ky hablando con un grupo de personas y dándoles la bendición, como era usual a aquella hora de la tarde.

Una vez Otabek terminó de ayudarlas a bajar, Ayesha le instruyó que llevara la calesa al establo para que pudieran atender a los caballos mientras ellos se encontraban en Bloomington. A las chicas les quedó entonces esperar a que este volviera para que las ayudara con todos sus paquetes.

“¿Me parece, o la tienda de listones tiene cosas nuevas en su escaparate?” Preguntó Sayaka al voltear su vista en dirección a esta.
“Creo que tienes razón”, le respondió Ayesha mirando también. “¿Vamos a ver?”
“¡Sí, por favor!” Le pidió la menor con emoción, ya que quería aprovechar de comprar unos cuantos para hacer unas confecciones que se le habían ocurrido hacía un par de días.
“Entonces andando”, le dijo con una sonrisa.

El problema de haber aceptado tan rápidamente a la petición de Sayaka fue que Ayesha no contaba con la vitalidad de la chica, a quien apenas se le dio permiso, fue corriendo hacia la tienda. Esto, por supuesto, sucedió sin que la menor se detuviera a mirar si alguna calesa venía en su dirección, lo cual fue un grave error.

Un chillido de parte de los caballos, una rápida frenada de parte del conductor y el grito de su hermana se mezclaron.

“¡Joven, por favor!” Le gritó con furia el conductor, mientras Sayaka, que se había caído al piso de la impresión, se quedaba muda de la impresión. El hombre se bajó rápidamente para calmar a los caballos, pero se notaba que tenía todas las intenciones de ir a reprender a Sayaka apenas terminara con su tarea.
“¿Qué ha sucedido aquí?” Preguntó alguien cuya voz Sayaka no reconocía, pero aún se encontraba demasiado angustiada como para voltearse a ver.
“¡Señor policía, como verá, esta niña saltó a la pista de manera arrebatada! ¡Debería llevarla con sus padres o con su esposo para que se enteren de su comportamiento!” Sin embargo, en vez de responderle, el policía se inclinó al costado de Sayaka y le murmuró:
“Señorita, ¿se encuentra bien?”
“¡Señor policía!”
“Disculpe, caballero, pero me parece de muy mala cortesía que ante una persona herida usted se preocupe más por sus caballos”, esto hizo enfurecer al hombre, quien empezó a murmurar cosas por lo bajo antes de subirse de vuelta a su calesa y alejarse.

Sayaka finalmente se volteó a ver al policía, un hombre joven de piel más o menos morena, cabello negro y ojos azules profundos.

“Sí, señor…”, le respondió.
“Muchas gracias, señor”, dijo Cho mientras se agachaba a ayudar a Sayaka, pero el otro no la dejó, ayudándole él solo a pararse.
“Disculpe por las molestias, señor policía”, dijo Ayesha quien ya se había acercado a la escena.
“No tienen por qué disculparse”, respondió con una sonrisa a la recién llegada, sin soltar aún las manos de Sayaka, quien ya comenzaba a ruborizarse por la atención del otro. “Ha sido tan solo un pequeño incidente, pero estoy feliz de que no haya pasado a mayores”.
“Muchas, muchas gracias”, reiteró Cho. “En serio le agradezco mucho que le haya respondido al conductor de la calesa por nosotras”.
“No hay de qué”. En eso, se volteó a Sayaka y le dedicó una sonrisa aún más grande. “Y usted, señorita, ¿cómo se llama?”
“Sayaka… Bennet”, respondió sorprendida.
“Oh, ¿de la familia Bennet? He escuchado muchas cosas sobre ustedes”, dijo feliz.
“Cho Bennet, señor”, se apresuró en decir su hermana y le ofreció la mano al policía, quien soltó las de Sayaka para estrechar su mano. Sayaka reconoció la ayuda de su hermana y cruzó sus brazos rápidamente, además de dar un paso hacia atrás para acercarse a la mayor.
“Y yo soy Ayesha Altugle, señor”, dijo ofreciéndole también la suya. “Usted ha llegado recientemente a Bloomington, ¿no es así?”
“En efecto, tengo tan solo un mes encargándome del departamento policial”. A pesar de que hablaba con todas, sus ojos no se despegaban de la menor. “Oh, ¡qué desconsiderado de mi parte! Soy el señor Jean Leroy”.
“Leroy”, murmuró Ayesha.
“No piense nada mal de mí, señorita”, dijo levantando sus manos. “Uno no puede elegir el apellido con el que nace, pero sí puede elegir la lealtad a su propia patria, como lo ha sido siempre Inglaterra”.
“Tiene mucha razón en lo que dice, señor Leroy”, asintió Cho. “Pero tendrá que disculparnos, ya que debemos de ir a recoger unos encargos antes de ir a visitar a una conocida”.
“No hay ningún problema, señoritas. Espero verlas pronto en una mejor situación”, y para escándalo de las tres, le guiñó el ojo a Sayaka. “El trabajo me llama también, así que debo irme. ¡Nos vemos!” Y sin más preámbulo, se fue por una de las calles principales.
“Oh, dios santo”, murmuró Sayaka. “Te debo la vida”, le dijo a Cho, quien frunció la boca.
“Conversaremos sobre esto más tarde. Ayesha, por favor, ya te hemos atrasado demasiado con tu itinerario por culpa de la impaciencia de mi hermana. Discúlpanos”.
“No, no, por favor, mis amigas. Este fue un incidente infortunado, pero ya, sigamos hacia adelante. ¿Nos sigues, Otabek?” Fue recién en ese momento que la menor se dio cuenta que el criado ya había vuelto y la miraba con una expresión que no podía descifrar. Pestañeó y se volteó hacia Ayesha.
“Por favor, señora Altugle”.

Y con esto, el grupo se fue caminando hacia la tienda de sombreros sin mayores incidentes.

Habiendo terminado con una muy iluminadora y agradable visita a las tiendas de Bloomington, las hermanas Bennet acompañadas por Ayesha se despidieron de aquel centro comercial para continuar con su siguiente obligación.

Llegaron las once de la mañana y las tres jovencitas fueron transportadas por Otabek a la casa de los Cranach, donde les esperaba la señora de la casa. Astrid Cranach era una señora de procedencia alemana que había llegado al país hace casi dos años. Sin embargo, pese a sus ajenos orígenes, la joven mujer de cabellos negros lacios y penetrantes ojos verdosos exhibía un orgullo inquebrantable y una habilidad con el idioma que no envidiaba nada al de los locales. Ella recibió a las tres y las hizo pasar a su sala de estar donde tendrían un breve diálogo en lo que degustaban de té y unos aperitivos.

“Bennet, he escuchado ese apellido un buen puñado de veces desde mi llegada a Bloomington, aunque creo sólo haber conocido a sus señores padres en el tiempo que llevo aquí,” observó la dueña de casa, mientras sonreía con una picardía e ironía particulares. “Soy apenas unos años mayor que ustedes y más cercana a la edad de ustedes, aunque mi estatus de casada y nivel socioeconómico parece ir en contra de mi juventud.”
“Ehh, no es para que diga eso, más bien me encuentro muy impresionada por su forma de ser y su gran clase social,” observó Ayesha, sonriendo incómoda. “Como le dije, he traído a mis amigas a quienes conozco desde temprana edad. Le agradezco por su gentileza en recibirnos tan afectuosamente.”
“Eh, sí, espero no estarnos imponiendo ante usted, señora Cranach,” dijo Cho, incómoda. A lo mucho, Astrid habría tenido una idea de su propia presencia, pero Sayaka fue una invitada de último minuto, y si bien no dudaba en la habilidad de su madre de excusarse (e imponerse) ante cualquier impulso o imprevisto, ella misma carecía de su atrevimiento.
“Mis comentarios sobre mi edad fueron para dejarte saber que gusto de informalidad y de hacer contactos con otras personas, y también que siempre he querido tratar con otras damas más semejantes a mí que gente de edad mucho mayor a la mía,” explicó Astrid. Ello vino acompañado de una sonrisa frustrada en lo que se encogía de hombros e incluso cruzaba sus piernas. Ante ello, ella observó fijamente a las tres. “No deseo intimidar a tres damas tan lindas y prometedoras como ustedes, aunque díganme si me encuentro haciéndolo, si son tan amables.”
“N-no, está bien…” pese a sus palabras, Cho se hizo un poco hacia atrás. Ella sí estaba un tanto impresionada por aquella soltura en su forma de ser, pero a su vez, Astrid le inspiraba confianza. Era una persona honesta cuyas palabras no tenían segundas intenciones.
“Ya que estamos en confianza, me alivio mucho de encontrarme con una persona como usted,” por su parte, Sayaka sonrió animada e intrigada por aquella señora. “Temía que visitar a una dama de clase alta de Bloomington sólo nos llevaría a escuchar una y otra vez ese cuento de modales y matrimonios que nuestra propia señora madre nunca dejará de recitar.”
“P-pues, estoy convencida que la señora Bennet sólo tiene los mejores intereses para sus encantadoras hijas,” Ayesha sonrió apenada. “Espero que no haya problemas entre ustedes, querida Sayaka…”
“No quiero preocuparte, Ayesha. Es sólo un poco de incompatibilidad,” la hermana menor negó y resopló. Podría tener más que decir al respecto, pero prefirió reservarse, aparte que notó cómo Cho la tenía en la mira.
“Sí, verdad que aquella cuestión es uno de los principales motivos por los cuales el nombre Bennet se me hizo tan familiar,” Astrid sonrió comprensivamente. “Son una familia de señoritas muy estimadas en nuestra comunidad, quienes lastimosamente no son elegibles para heredar la residencia de su padre.”
“Sí, así es,” Cho asintió, solemne. “Nuestra madre se preocupa por nuestro bienestar. Sus pobres nervios han estado muy sensibles estos últimos meses. La presentación de nuestra hermana menor a la sociedad le brindará de un respiro, espero.”
“Creo haber tratado con la señora Bennet lo suficiente para comprender que es una dama particular, y seguramente sí será muy carismática cuando la situación y sus nervios se lo permiten, aunque al igual que tus palabras sobre tu progenitora, deseo velar por sus intereses. He pasado por la incertidumbre de no saber en qué dirección iría mi vida. Y tal y como terminé consiguiendo un esposo y una vida predilecta, les deseo una prosperidad futura donde no haya ausencia de dicha, felicidad y elección para ustedes,” declaró Astrid. “Velen por ustedes. A pesar de los nervios de su madre, ella en el fondo también deseará sus bienestares.”
“¡Ohh, me encantaría oír sobre tu propia experiencia de vida, señora Cranach!” dijo Sayaka, quien había sido gratamente impresionada por las palabras de la mayor.
“No tendremos suficiente tiempo en esta presente reunión. Sé que desearé explayarme,” sonrió traviesamente. “Y llámenme Astrid. También quisiera llamarles por sus nombres.”
“Entendido, así será,” Cho asintió.
“Es un tremendo gusto conocerte, Astrid,” dijo la hermana menor.
“Hehe, me alegro mucho de que hayan congeniado tan bien, chicas,” observó Ayesha, gustosamente.
“Siéntanse libres de visitarme cuando necesiten de algún consejo. También mi esposo y yo ya nos hemos comprometido a asistir al evento de su hermana menor. Nos veremos ahí.”
“Con mucho gusto, y nos tienes que presentar al señor Cranach la próxima vez,” dijo Sayaka.
“Heh, será inevitable, aunque él no es tan carismático como yo, te advierto.”
“S-seguramente que no es así…” Cho se incomodó por aquel comentario, y luego vio a su hermana ahogar una breve risita. “Sayaka, sé más cordial, por favor.”
“El señor Cranach es una muy buena persona. Se llevarán de maravilla con él,” les aseguró Ayesha.
“Sí, nadie le puede sacar su espíritu solidario,” Astrid se encogió de hombros. “Ahora quisiera recordarles que los bocadillos nos esperan. Comámoslos antes de que el té se enfríe.”

De aquel modo, las cuatro damas siguieron dialogando mientras se conocían mejor, y la breve reunión terminó con la promesa de futuros encuentros. En poco tiempo, las tres menores se despidieron gratamente de Astrid y partieron de regreso a la residencia de los Bennet, donde se unirían a sus familiares para la hora del almuerzo.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on December 31, 2018, 09:42:35 PM
Feliz año nuevo a todas!

3

(https://i.imgur.com/k7zURaK.png)(https://i.imgur.com/A6YZZHR.png)(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/hSo59Pt.png)

Ver el carruaje con Sayi y su madre partir despertó muchas ilusiones en Sheryl, que se sentó en el porche y dejo volar su imaginación. Se imaginó a Sayi y su madre regresando acompañadas del señor Terry, quien entonces pediría una audiencia con el señor Bennet antes de anunciar su compromiso formalmente con la familia.

¡Y lo que vendría después! El té de compromiso para anunciar a las señoras de Bloomington la felicidad de Sayi. Y probablemente un baile organizado por el tío Robert en los salones de Shirenewton Hall en honor a los novios ¡Y otro baile en Longbury por supuesto! Organizado por los padres de Terry, dándole la bienvenida a la futura señora de la mansión.

Y luego una hermosa boda ¿Cuando? ¿En ese mismo verano? Tendrían a los invitados más distinguidos entonces. O esperarían al siguiente verano para organizar elaborados preparativos. O quizá Sayi preferiría casarse en primavera... sí, definitivamente los finales de primavera eran los mejores tiempos para casarse. No llovía y tampoco hacía mucho calor.

Luego la luna de miel. El señor Terry no escatimaría para tener a su Sayi contenta y seguro se irían al extranjero. Al regresar se establecerían en Londres para que el señor Terry pudiera continuar con su trabajo y los bebés no tardarían en llegar... ¡los bebés! Esa era la parte que más emocionaba a Sheryl, que le rogaría a Sayi dejarla ayudar con la crianza de sus sobrinos. Después de todo su hermana sería una señora de sociedad y necesitaría tiempo para sus deberes de esposa.

Tan pérdida estaba en sus pensamientos que no se percató que Thomas regresaba del pueblo junto a Clark Kent.

-Señorita Sheryl- le llamó Thomas entregándole una carta. A Sheryl no le costó mucho reconocer el sello de los Leagan.

-oh Thomas, gracias- recibir una carta de los Leagan no le entusiasmaba mucho y decidió leerla más tarde  -Y Clark ¿qué te trae por aquí?-

-El señor Baratheon les envía un saco de azúcar de buena calidad. Y de paso, unas libras de carne de cordero. Le hubiera gustado venir pero se encuentra atendiendo a Lady Aika, que por cierto, les envía una invitación a usted y sus hermanas para tomar el té.

El intercambio de regalos no era algo raro entre los Bennet y el tío Robert. Y el azúcar se encontraba escasa por la guerra, lo cual la hacía un regalo tan valioso como la seda y plata. De seguro era uno de tantos presentes de compromiso que recibiría Sayi. Sheryl se recordó a si misma escribir una nota de agradecimiento para el tío Robert mientras Clark descargaba los paquetes de su caballo y se los entregaba a Thomas.

-¿Se encuentra bien Lady Aika?

-Sin duda señorita Sheryl. Está encantada con Bloomington y ya que su madre la invitó al baile de su hermana ha postergado su estadía para entonces.

-Creí que ya habían arreglado su carruaje.

-Sí, su carruaje fue la causa del desvelo del herrero. No obstante, los anfitriones de Lady Aika en Bath serían los duques de Devonshire y la perspectiva de pasar la temporada con dos personajes tan mayores no llamó la atención de su señoría- confesó Clark con la típica familiaridad que tenía a Sheryl, pues se conocieron desde niños cuando él llegó a trabajar para el tío Robert. Por su forma de expresarse no había duda de que el joven Kent había tomado un par de hábitos del tío Baratheon.

-Entiendo. Porque no acompañas a Thomas y beben algo mientras yo escribo una nota de agradecimiento para el tío Robert.

Después de que los dos mozos se retiraron, Sheryl se dirigió a la cocina donde Mery trabajaba en los pies de limón que su madre había encargado en compañía de Kora que comía unos frutos secos que estaban en la mesa. La rubia les recordó no escatimar en el uso del azúcar pues el tío Robert les había enviado un saco y sugirió hacer un sheperd’s pie para utilizar la carne de cordero y ofreció para ayudar a prepararlo.

Pero antes tomó lugar junto a Cho, que había ocupado un rinconcito para hacer bouquets y saquitos de té para la tarde. La rubia escribió una tarjeta de agradecimiento para el tío Robert y otra para lady Aika. Les prometió a ambos visitarlos pronto y tras tener la aprobación de su hermana mayor, se las dio a Clark Kent quien emprendió su regreso a Shirenewton Hall.

Sheryl tomó asiento junto a Kora, y empezó su labor de pelar papas y zanahorias para el Sheperd’s pie, dejando la carta de los Leagan relegada en una esquina. La mayor al ver el sello de la carta no pudo contener su curiosidad.

-Sheryl ¿no abrirás esa carta?

-Es del primo Neil. De seguro no dice nada importante.

-¿Va dirigida solo a ti?- la interrogó Cho, que noto que Sheryl no tenía reparos en negare a abrir la carta.

-Si… -confeso la rubia avergonzada, no le gustaba cuando su primo le prestaba especial atención a ella.

Las demás hermanas interrumpieron sus labores y se vieron entre ellas nerviosas. No querían pensar en el contenido de esa carta. Sheryl notó las miradas nerviosas de sus hermanas y no queriendo arruinar la alegría del día tomó la carta, sea cual fuera su contenido lo mejor era abrirla y acabar con el suspenso. Pero al mismo tiempo se dio cuenta de que no podía abrirla.

-Toma- le dio la carta a Kora –Sea lo que sea que el primo Neil tiene que decir, nos concierne a todas.
Kora dudó un poco antes de abrirla y leerla para sus hermanas.

Querida señorita Sheryl Bennet,
Me complace anunciarle que mi hermana y yo tendremos la dicha de anunciarle que hemos decidido para una temporada con nuestra familia en Bloomington. Nada nos alegraría más que hospedarnos con ustedes, por lo cual me tomo la libertad de recordarle acomodar y preparar unas habitaciones para mi hermana y mi persona. Confió en que se esmerara en la tarea y anunciara nuestra llegada a sus señores padres y sus hermanas. Si todo sale bien pensamos llegar en xxxx…
Neil Leagan


Apenas termino de leer la carta, una mueca de disgusto se dibujó en la cara de Kora y Sheryl. No obstante ni Cho ni Mary se mostraron complacidos. Al contrario, según la carta los indeseables primos Neil y Eliza Leagan llegarían a Bloomington al día siguiente.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on December 31, 2018, 09:57:07 PM
yaaaaaaaaas feliz año -3-

EDIT: Reposteo para que el @Apple este antes porque 1) esta BELLO y 2) queda mejor que este antes que el mio en el hilo narrativo <3

2

La señora Bennet movía la cabeza en todas direcciones, estudiando cada detalle de la sala de estar de los Grandchester y calculando su valor. Cuando estuvo por medir que tan grande era la chimenea fue que Sayi la tomó del antebrazo, pidiéndole compostura.

“¡Ay querida! ¡Pero si todo esto será tuyo en nada de tiempo!” dijo, restándole importancia al rubor en las mejillas de su hija “Para la próxima primavera ya estarás felizmente casada… y de aquí a dos primaveras más…”
“¡Mamá!” le rezondró la joven, ante lo cual su madre rio para si misma. “Te pediría que no te precipites, que Terry no ha dicho nada todavía”
“La modestia siempre ha sido una de tus virtudes” respondió la señora Bennet, abriendo su abanico y empezando a airearse “Para qué mas te habría escrito ello de hacerte una pregunta importante si no fuera para pedir matrimonio… ay pero ¿dónde esta el señor Grandchester?”

En efecto, era la primera vez que Terry había sido tan directo y formal con ella, por lo que Sayi sabía debía ser algo de suma importancia. Y, para tratarse de amigos que habían compartido todo, sin ningún tapujo a lo largo de interminables correspondencias… aquella carta no era nada menos que un hincapié a algo nuevo; una sentencia a que su relación actual estaba por terminar, y renacer en algo que siempre había pensado tendría sentido.

Compartieron una infancia juntos, y habiendo estado tan ligados todas sus vidas era concluyente que el formar una familia debía ser la evolución natural de las cosas. Sayi siempre había sentido algo por Terry, y considerando el trato del castaño, esto era recíproco. En Terry había encontrado un confidente, un igual en su manera de ver las cosas, y una persona amable y razonable, dispuesta a mantener una relación estable pese a las dificultades y distancia.

Pero, aunado de todas sus expectativas…

“¿De verdad ira a pedirme matrimonio?” se preguntó en voz alta, ante lo cual la señora Bennet golpeó su brazo con el abanico.
“¡Las cosas que dices!” respondió “¡Pondría mi mano al fuego! Bueno, normalmente hubiera esperado que él hubiera venido a nuestra casa… pero es un detalle pequeño. Seguro esperaba presentarte como su prometida a mi estimada amiga, la señora Grandchester, y luego iría a hablar con tu padre, pero como te digo, ¡detalles!”

La puerta se abrió en ese instante, lo que obligó a la señora Bennet a erguir su espalda y limpiarse la garganta.

“Señora Bennet y Señorita Bennet” anunció el mayordomo, haciéndose a un lado “El señor Terry Grandchester de Longbury”

Pero nisiquiera habían terminado las introducciones cuando el mismísimo Terry entró a la habitación y no se detuvo hasta tener las manos de Sayi entre las suyas. A su lado, la joven notó a su madre guiñándole por encima del intercambio.

Era agradable ver a Terry luego de tanto tiempo, y solo ello le ayudó a bajar un poco los nervios, aunque fuera por un instante. Pero el motivo de esa entrevista…

“¡Señor Grandchester!” celebró la señora Bennet, pues las pleitesías habían quedado de lado considerando la cercanía de ambas familias. No obstante, ella no despegó los ojos de la mira “¿A que Sayi no se ve preciosa? ¡La alistamos solo para usted!”
“¡Mamá!”
“Tan hermosa como siempre, más radiante que nunca” respondió el castaño, y el rostro de la joven era color hormiga.
“Bueno, bueno… me imagino que ustedes tendrán mucho de qué hablar” se excusó la señora Bennet, abanicándose rápidamente “Me retiraré a dar una vuelta por el jardín… oh pero, ¿por favor me mandan a llamar apenas terminen?”

Sin embargo, Terry sonrió incrédulo ante aquellas palabras.

“Querida señora Bennet, me encantaría que se quede a escuchar” dijo, invitándola a tomar asiento nuevamente. Madre miró a su hija, quién señalo la puerta con los ojos.
“Pero… señor Grandchester… esto es algo que debería ser privado, ¿creo yo?”

Era la primera vez en su vida que Sayi veía a su madre actuar con recato, y curiosamente, fue en vano. Terry estaba decidido a que la señora Bennet se quedara a escuchar lo que tuviera que decir, pues, en sus palabras ‘eran noticias tan importantes para ella como para Sayi’.

Y Sayi pensó que aquello no podía ser más cierto.

“Tenemos tanto en lo que ponernos al día… pero, antes que nada, quería dirigirme a la última correspondencia que le envié hace dos semanas, pues me temo que fui bastante reservado. Me odiaría si la dejé en suspenso solo por ser incapaz de contenerme, pero ahora que ya estoy aquí, puedo finalmente ser directo”

La joven juntó ambos labios en una línea, intentando contener la sonrisa que amenazaba con iluminar su rostro. A su lado, el abanico de la señora Bennet parecía haberse convertido en una libélula, considerando la velocidad en la que se agitaba.

“Mi queridísima Sayi… nos llevamos conociendo todas nuestras vidas, y no podría imaginar mi futuro sin ti. Mi mayor confidente, mi cómplice a pesar de la distancia… la hermana que nunca tuve…”

La señora Bennet se congeló en su sitio.

Y por su lado, Sayi se preguntó si había escuchado bien. Su rostro logró contener su confusión, pero nada la preparo para lo que estaba por venir.

“¡Hace apenas un mes le pedí matrimonio a la señorita Susana Marlowe, hija de un compañero de mi bufete! ¡Nos casaremos el próximo mes!” le dijo, emocionado “Como mi amiga más cercana, aquella que considero familia… ¡Susana estaría encantada si fueras su dama de compañía!”



“Sayi, ¿me harías el honor?”

Pero no hubo tiempo de pretender una respuesta, pues la señora Bennet, desmayándose y cayendo de su silla causó suficiente distracción para poder llamar la calesa y abrirse paso a la respectiva huída de Longbury Manor, un dulce lugar de infancia al cual Sayi se prometió no volver mientras estuviera viva.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Mery on December 31, 2018, 10:59:42 PM
Yo debí llegar antes pero no tenía luuuuz 8'D -cries-
Gracias a todas por mencionar a mi personaje, son tan lindas ;; ♥ 



El regreso de Emilia, el prospecto de nuevos visitantes a Bloomington, la carta del señor Grandchester dirigida a Sayi, ¡tantas buenas noticias en tan poco tiempo! Los ánimos en la casa de los Bennet se habían elevado con notoriedad y así también lo habían hecho las tareas dentro de ella.

Mery estaba muy emocionada con la pronta llegada del baile de Shura y todo lo que ello conllevaba, pero no hallaba mucho tiempo para hundirse en sus ensoñaciones. Últimamente se hallaba más dentro de la cocina que fuera de ésta. Le gustaba encargarse de la preparación de los postres, pero también deseaba terminar el libro que tenía pendiente e ir a darle un merecido y largo baño a Leon, su fiel corgi, que luego de la limpieza general el día siguiente de la llegada de Emilia, había sido exiliado al patio por su madre.

La menor estaba convencida de que si lograba hacer al can oler a flores y brillar de limpio la señora Bennet lo dejaría tranquilo. Aunque en el fondo sospechaba que lo que más le molestaba a la mujer era escucharlo ladrar, especialmente cuando se cruzaba con Sir Puma Tiger Scorpion.

“No es su culpa, son sus instintos.” Murmuró para sí mientras buscaba un rodillo.

“No te angusties, acabaremos más pronto de lo que crees.” La animó Emilia y Camille asintió a su lado, entregándole el utensilio que buscaba.

“Gracias.” Mery sonrió un poco y asintió. Era cierto, además sólo podía culparse a sí misma por acabar en aquella situación.



Aún lo recordaba con cierta claridad. Tiempo atrás, Mery se había retirado a descansar a su habitación por un malestar, quedando dormida casi al instante. Sin embargo, aquello no duró mucho, puesto que una terrible pesadilla logró despertarla. Aún un poco desorientada y asustada por el mal sueño, Mery fue en busca de su madre o alguna de sus hermanas en los pasillos y la sala de estar, pero no al no encontrarlas asumió que habían salido o estaban ocupadas en otros asuntos y ella no tenía el valor de ir a interrumpirlas.
 
Con la idea de ir a dar una vuelta al patio y así despejarse, la menor decidió escabullirse por la cocina y salir desde allí, pero al llegar se encontró a Cho ingresando justamente por la misma puerta que ella había pensado utilizar. Su hermana no tardó en notar la expresión triste en su rostro y la hizo sentarse a la mesa junto a ella.

"¿Te encuentras bien?" Preguntó la mayor pacientemente y Mery asintió.
"Sí, es sólo que tuve un mal sueño."

Mery pensó en ese momento que era innecesario molestar a su hermana con algo tan insignificante como una pesadilla, por lo que al final prefirió no ahondar en detalles y mantuvo la cabeza baja, por suerte Cho era muy reservada y no intentaría hacerla hablar si veía que ella no deseaba hacerlo.

Mientras su mente vagaba entre lo que aún lograba recordar de aquel sueño, pudo escuchar a Cho levantarse y moverse por la cocina. Unos minutos después, percibió un aroma dulce y la voz de su hermana nuevamente cerca de ella.

"Tómalo, te hará sentir mejor." Le indicó colocando una taza y un plato frente a ella.

Aquella era una infusión hecha con las hierbas obtenidas en el jardín de la propia Cho, Mery no estaba segura de cuál era específicamente, siendo que ella misma no tenía mucho conocimiento sobre el tema, pero sí que reconocía lo que estaba encima del plato.

"¿Pero...?" Mery abrió los ojos confundida.

Una pequeña tartaleta se hallaba inocentemente frente a ella. Era parte de los bocadillos que su mayordomo había pedido hacer para la hora del té de esa tarde. De hecho, no les dejaban probarlos hasta que fuese la hora acordada, especialmente por culpa de Mery, que adoraba los postres y en otras ocasiones había intentado hacerse de uno, provocando que los colocaran fuera de su alcance.

"Está bien." Aseguró la mayor con una sonrisa suave y comprensiva. "Jacob no lo notará."

Aquel gesto amable de parte de la peliceleste le hizo olvidar su pesar y le devolvió la sonrisa. Luego de asentir con vigor, Mery le dio un sorbo a su té y en seguida le dio un mordisco al aperitivo.

El sabor a manzana fresca le endulzó el paladar y la llenó de tanta infantil alegría que Mery se terminó la tartaleta de dos veloces bocados que habrían escandalizado a la señora Bennet y seguidamente le agradeció a su hermana con un fuerte abrazo.

Aquel acto de amabilidad le recordó a Mery cuán considerada y atenta a los detalles era Cho. Así mismo, se dio cuenta del efecto positivo que podían tener los postres en el estado de ánimo de las personas. Ese mismo día Mery decidió que deseaba poder replicar la reacción que había tenido y compartirla con otros, lo que resultó en horas de práctica dentro de la cocina con muchos experimentos y fallos. Como la vez que recolectó unas bayas en el bosque y Kora, que quiso probarlos primero, resultó con un retortijón de panza tremendo... pero también había tenido momentos agradables en el proceso y se sentía satisfecha al ver que otros disfrutaban lo que preparaba.




Recordando aquello, Mery se sintió con renovados ánimos y se remangó la camisa. Debía preparar los mejores pies de limón que jamás había hecho para el regreso de Sayi, con toda la alegría que traería a casa era lo menos que podía hacer por ella.

"¡Ya no puedo esperar a que regresen!"
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on January 13, 2019, 03:25:03 PM
* El primer párrafo para quienes leyeron el libro se les hará conocido pues es un escrito exacto de un capítulo de P&P, que se me hizo particularmente útil para poder iniciar este fic u_u

5

Los bienes del señor Bennet consistían casi únicamente en una propiedad que rentaba dos mil libras al año, la cual, desgraciadamente, estaba vinculada, en ausencia de un heredero varón, a un pariente lejano, y la fortuna de la señora Bennet, aunque adecuada para su situación social, no compensaba la insuficiencia de la de su marido. 
El padre de la señora Bennet había ejercido la abogacía en Meryton, y su hija heredó cuatro mil libras.

Pero no era suficiente para hacer de sus hijas una tentadora posibilidad de matrimonio dada sus dotes que debían repartirse entre tantas muchachas. 

Las posibilidades de que las hermanas Bennet sucumbieran a un matrimonio auténticamente romántico y de afecto mutuo se iban reduciendo conforme las oportunidades actuales las cuales no eran por lo demás catastróficas. 

Emilia y Camille se miraron entre ellas al escuchar las últimas noticias que Mery compartía con ambas. Las gemelas se encontraban en el jardín de la casa cortando algunas rosas entre otras flores para guardar en sus libros personales o como decorativos del hogar, para cuando Mery había aparecido ante ellas con el alma en un hilo.



“Así que los primos Neil y Eliza llegarán pronto en Bloomington.” Repitió Camille, con la vaga esperanza de que su hermana pequeña añadiera una palabra alentadora en su desolación. Tal vez un ¨Pero según la carta, se quedarán en tal sitio…¨ 

“Lamentablemente, así es.” Mery asintió a su pesar confirmando lo que Camille no quería que fuese ratificado. “Es lo que escribió el primo Neil a Sheryl.”

“Oh, Sheryl…” Camille miró a sus dos hermanas, las cuales pensaron cabalmente lo mismo.

“Seguramente buscará la posibilidad de pedir la mano de Sheryl…” Mery soltó un prolongado suspiro. 

“Afortunadamente Sheryl tiene posibilidades de encontrar un mejor prospecto de esposo, y madre así lo sabe por lo que buscará la manera de comprometerla con un señor de mayor importancia antes de pensar en el señor Leagan.” Emilia cortó una rosa roja que particularmente se le hizo más llamativa que el resto. 

“Como el señor Stark. Nuestra madre no deja de hablar de él y lo bien que se lleva con Sheryl” La más joven de las Bennet sonrió. 

“Si bien es cierto que nuestro primo Neil nos visitará con la iniciativa de recibir a Sheryl por esposa, no abandonará la posibilidad de encontrar una prometida entre una de nosotras si no logra nada concreto con ella.” Camille despejó su frente de un mechón de su cabello que de pronto se dejó caer tras un suspiro del viento.

La puerta de la casa y que daba al jardín trasero donde se encontraban se abrió dejando ver a Sayaka quien salía por ella y se acercaba a las hermanas. Ella tenía un rostro tan poético que delataba las contradicciones de sus emociones.

“Sayaka, ¿Estás bien?” Le preguntó Emilia con suavidad para cuando llegó.

“Hermanas, mis queridas hermanas…” Sayaka las miró como si no hubiera un mañana. Ella acababa de llegar de su agradable paseo con Cho y, la amiga de ésta, Ayesha presentando el mejor de los ánimos para luego ser derrumbados al enterarse de tan desagradable noticia. “Kora me acaba de contar que nuestros primos Leagan vendrán a visitarnos.”

“Lo siento, Sayaka, me gustaría decirte que es todo lo contrario, pero, al parecer, es ya un hecho.” Camille le dio unas suaves palmadas en la espalda. 
“Madre te solicitará que permanezcas más tiempo en casa y evites tus salidas a los alrededores como habitúas”

“Eso es lo peor de todo. Me veré forzada a estar en casa y fingir que Neil me agrada cuando siento totalmente todo lo contrario por éste y su suntuosa hermana. ¡Por favor escondan todas las biblias para que no nos ¨deleite¨ con sus lecturas de sermones” 

“Procuremos ser sensatas y correctas.” 

“Emilia, ¿Cómo puedes mantenerte tan apacible en esta situación?” Mery la miró confundida mientras miraba a la peliblanca sin comprender. Aquella Emilia no se parecía en nada a la Emilia antes de ir a Londres. La Emilia de antes ya estaría pidiéndole al señor Bennet que se excusara con el señor Leagan e inventara cualquier cosa que lo limitase de visitarlos. 

“Mary…”La joven dejó de cortar flores, dejando las que ya había cortado dentro de su canasto. Se acomodó el sombrero antes de volver a hablar. “Esta situación me trastorna tanto como a cada una de nosotras. No concibo siquiera la idea de imaginar a alguien como el señor Leagan comprometido con alguna de mis queridas hermanas…” No sabía si incluirse entre las posibles prometidas puesto que el primo Neil siempre había preferido pasar por alto a Emilia sintiendo que no congeniaban en nada y encontrándola poco interesante “Pero creo que, al igual que en todas sus anteriores visitas, no logrará una situación provechosa. Pese a que siempre insinúa sus intenciones a Sheryl, hasta la fecha no ha concretado una audiencia con nuestro padre para tales fines.”

“Pero no significa que en su próxima presencia corramos con el mismo fortunio.” Camille se mostró menos optimista que su hermana.

“Lo sé.” Emilia asintió. “Pero es a lo único que podemos aferrarnos como última esperanza. Felizmente el señor Stark parece mantener su interés en Sheryl como lo ha sido por años, y, si todo sale bien, el señor Grandchester expresará su admiración y afecto por nuestra hermana Sayi, lo cual libra a nuestras hermanas de tan desgraciado posible compromiso con el señor Leagan. No puedo más que sentirme llena de felicidad por ellas, y desear que mis otras hermanas corran con una suerte similar.”

“¡Cierto!” Sayaka pareció esta vez más animada. “Entiendo tu punto. Sayi pronto llegará con esas maravillosas noticias desde la mansión del señor Grandchester y eso, además de darnos tanta dicha, distraerá a madre de las proposiciones del señor Leagan puesto que estará muy absorta y emocionada con las buenas noticias de nuestra hermana mayor. Por lo que no será tan persistente con nosotras de que aceptemos los sentimientos del señor Leagan.” Sayaka observó a Emilia para confirmar si había dado en el punto, ésta asintió. “¡Entonces dependemos de Sayi, lo cual sé que nos traerá buenas noticias! ¡Es más! ¡Debo esperarla en la entrada para ser la primera en enterarme!” La joven, abordada por la emoción y al recordar su meta impuesta de ser la primera en recibir a Sayi en la casa, salió en esa dirección para esperar a la hermana mayor tal como anunció.

“Sólo espero que el señor Stark también demuestre sus buenos sentimientos hacia Sheryl para que así nuestra madre no tenga nada más que pensar que en esos dos compromisos.” Dijo Mary, quien de pronto divisó a Leon, su fiel canino. “Debo bañar a Leon. Debe estar presentable para cuando Sayi regrese así madre no lo exiliará del hogar.” 

“Te ayudaremos apenas terminemos aquí” Ofreció gentilmente Camille.

“¡Gracias!” La chiquilla corrió detrás de su corgi antes de que éste sospechara sobre su próximo baño.

“Emilia, ¿Crees que… Sayi regrese con una propuesta de matrimonio?” Camille, al igual que sus otras hermanas, había celebrado llena de felicidad cuando Sayi les comunicó las letras de la última carta que el señor Grandchester le había enviado, pero, aunque no quería ser negativa, de todos modos ella se permitía pensar en un ¨ ¿y si es otra cosa y nos estamos apresurando?¨ temiendo que debiesen consolar a su hermana (y a su madre, de paso) en vez de celebrar las buenas nuevas mientras el señor Bennet habría una botella de sidra para compartir con la señora Bennet. 

“Sayi y el señor Grandchester comparten una unión muy especial que ha trascendido con los años. No más puedo y me obligo a pensar en una confirmación de un compromiso de una tan eterna devoción…” se levantó, sacudiendo las hojas sobre su delantal.

“¿Pero?” La otra joven la imitó, sacudiendo los restos de hojas y sujetando el canasto con diversas flores. Conocía tanto a Emilia que sabía que ella tenía algo más que añadir.

“Pero los afectos de los varones son una interrogante aún en nuestros días y, por lo demás, menguan cambiando mas de lo tolerable. Me rompería el corazón ver a nuestra hermana y nuestra madre afectada si la situación se torna a una inesperada, pero si el señor Grandchester presenta una negativa hacia los hermosos sentimientos de Sayi, puedo afirmar que ese señor no merece ser recibidor ni de un milímetro de los afectos de alguien tan admirable y sensata como lo es nuestra hermana mayor. Por lo tanto, entre nosotras, si eso pasa, yo me le alegraría que Sayi no se case con alguien que no le puede corresponder tan intensamente y que además la condene a un matrimonio tortuoso y monótono.” La joven reflexionó unos segundos. “Pero no pensemos en la opción más catastrófica. Debemos dar por sentado de que Sayi volverá con las mejores noticias.”  

“Comparto contigo cada una de tus palabras, Emilia. No nos queda más que esperar que aquella carta llene de felicidad a Sayi y a nuestra madre.” Pero si era lo contrario, Camille y todas sus hermanas apoyarían incondicionalmente a la mayor de las Bennet. Le entregó el canasto a su hermana quien lo recibió un poco confundida. “Entraré a casa después. Primero iré a ver si Mery necesita ayuda.” 

“Está bien. Iré a reponer de flores los floreros. No me quedará hermoso como los arreglos de Cho pero si tengo suerte ella los pondrá en orden antes de que llegue Sayi. Dejaré unas cuantas flores para guardarlas en nuestros cuadernos.” 

“¡No olvides que las lilas son mías!” Su hermana le respondió con una sonrisa dibujada en el rostro. “Emilia, por cierto, ¿Nuestra madre aún no sabe que ejercerás como enfermera?”

“…” Emilia se complicó notoriamente. Era un tema que la venía aboliendo de hace unos días. Mentirle a su madre jamás estuvo en sus propósitos pero la progenitora de todas ellas tenía una peculiar manera de reaccionar que condicionaba incluso al alma más apacible. “N-no le he contado, aún.” desvió la mirada inocentemente hacia el suelo, cómo si fuera una niña pequeña que aún no le contaba a sus padres que acababa de romper un jarrón importante. 

“Entiendo… Aunque me preocupa cómo se lo tomará conforme pase más el tiempo. Por mi parte mantendré el secreto cómo prometí y trataré de ayudarte en todo lo que necesites.”

“Gracias, Camille. Nuestro padre también lo mantendrá en secreto al menos estos días pero me advirtió que debo confesar a nuestra madre sobre este tema en la brevedad puesto que no es saludable para ninguna de las partes desconocer esto.” 


Hasta ahora, las únicas personas que sabían de este pequeño secreto, al menos en su familia, era Camille y su padre. Pero Bloomington era pequeño, al igual que los aledaños donde la mayoría de habitantes se conocían al menos de nombre por lo que sería cuestión de tiempo de que alguien le reconociera y en un acto no malicioso le comentara a su madre sobre haberla visto en el hospital.

Las dos atravesaron la puerta de la casa e ingresaron a ésta por el área posterior. Camille pareció buscar algo en la cocina y luego salió en busca de Mery para ver si necesitaba una mano auxiliadora con Leon, en cambio, Emilia comenzó a dejar flores reponiendo los floreros y sacando las que ya se visualizaban desojadas y marchitas. Justo entonces divisó a Cho quien caminaba por el pasillo, Emilia llamó su atención antes de que la joven siguiera con sus actividades.


“Cho, que gusto verte antes de que llegue Sayi.” señaló las flores que acababa de poner en el florero. “Con Camille recolectamos unas cuantas del jardín para decorar el hogar, pero, francamente, la especialista en este hermoso trabajo decorativo en cuanto a flores se trata eres sin duda tú. Me preguntaba si tenías unos minutos para que me dieras unos consejos  si no estás muy ocupada.” 

“Claro, será un gusto.” Cho sonrió levemente, se acercó más al arrimo donde yacía un gran florero del cual Emilia acababa de agregar flores. Ella tocó con delicadeza los morados pétalos de las frescas orquídeas. “Los arreglos florales tienen una íntima conexión con el momento especial para el cual son confeccionados. Siempre es aconsejable iniciarlos con las flores de estación porque entregan una vitalidad especial al entorno del hogar armonizando la habitación. Una orquídea es una excelente elección, Emilia, y tal parece que el tallo lo han cortado del largo perfecto.”
Cho acomodó las flores de un modo que le dio mayor refines y gracia. Emilia le prestaba mucha atención, absorta en sus enseñanzas. Siempre había admirado la inteligencia de su hermana Cho, tal como admiraba otras características de sus demás hermanas. Pensó entonces que cada una de ellas eran una flor en particular, distintas pero similares, hermosas y admirables. Cho investigó el canasto que cargaba Emilia y encontró lo que buscaba, se lo mostró a la joven antes de agregarlo al florero.
“Siempre es bueno aumentar el adorno floral con un poco de follaje, el sutil nada mas para que no se torne en algo burdo y cargado. Generalmente se parte primero agregando el follaje, luego las flores, pero en este florero hay mucho espacio así que no fue estrictamente necesario.” acomodó una última flor. “¿Crees que necesite algo más?” le preguntó a su hermana.

“Creo que ha quedado perfecto tal como lo has creado.” sonrió con gratitud. “Muchas gracias, Cho.”

“No tienes que agradecerlo.” la joven también le sonrió. 

“Por cierto, en este preciso momento todas estamos conmocionadas y movilizadas haciendo actividades a la espera de Sayi, pero quería preguntarte si existe la posibilidad que uno de estos días pueda acompañarte en el huerto y me enseñes sobre las propiedades de tus cultivos.” 

“Me parece una idea fantástica.” asintió amablemente, le agradaba la idea de que su hermana sintiera aquella curiosidad por el huerto que tanto amaba Cho. “Nos ponemos de acuerdo entonces.”

“Si. ¡Muchas gracias!” 
Ambas tomaron rumbos distintos, Emilia terminó subiendo las escalares para decorar un par de floreros más siguiendo los consejos de su hermana Cho.

Finalmente, llegó a su cuarto donde dejó las flores que había apartado para ella y para Camille. Cómo no había muestras de que el carruaje de su madre y su hermana Sayi regresasen aún, Emilia se arrodilló en el suelo, levantó un tablón flojo y sacó un libro que atesoraba secretamente junto con otro más pequeño. El que sacó era un libro de medicina que ella no se permitía por ningún motivo dejar de repasar, el segundo era su diario personal guardado en una caja pequeña de forraje duro. Compartía el escondite con su hermana Camille pero, por lo visto, la otra gemela había sacado su diario seguramente para escribir alguna anotación en él.

Antes de leer el libro de postulado de medicina, inspeccionó la caja y dejó unas flores en ella. Después plenamente se dedicó a la lectura de sus lecciones. Aún le frustraba el hecho de que una mujer sólo aspirara a ser enfermera y jamás médico, pero sentía que en un futuro no muy lejano eso podía variar. 
Mientras leía, recordó la charla con Camille sobre contarle a su madre respecto a su actividad. Programó mentalmente los pasos previos a esto para que su madre no terminara en un colapso y para que, en esta ocasión, en vez de mandarla donde tía Miranda terminase enviándola a un pueblo desolado en Siberia como escarmiento (aunque eso sería imposible y eso bien lo sabía Emilia, porque su misma madre, luego de perder el control con las amenazas verbales, se echaría a llorar diciendo que no podría tolerar la vida sin una de sus hijas cerca)


“Primero iré a la consulta del Doctor Smith… Para familiarizarme con él y algunos temas relacionados. En los próximos días iré al Hospital para comenzar a trabajar y cuando lleve ya unos tres días de haber iniciado en el Hospital le contaré a mamá para que luego no tenga más alternativa que asimilarlo como un hecho, sin poder prohibirlo. Mh…”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Puri on January 31, 2019, 11:00:35 PM
Ni en sus pesadillas más terribles se hubiera imaginado vivir algo tan horrible y doloroso como esto.

Había pasado un par de días desde que la puerta de la casa se abrió de golpe y sus sonrisas se borraron en un santiamén. En vez de encontrarse a una Sayi radiante de la mano del señor Terry, había llegado ésta sosteniendo a la madre de todas ellas cayéndose a cada paso que daba, llorando a más no poder y preguntándose cómo es que podría dar la cara en el baile de Shura siquiera, maldiciendo a todos los habitantes de Longbury y al señor Terry.

Cuando se enteraron de lo que había sucedido, Sayaka por primera vez en su vida entendió perfectamente a su madre. Ella también sintió cómo se le bajó la presión de golpe y casi se cae al piso, de no ser porque Sheryl le sostuvo rápidamente a ella también y Mery le pellizcó fuerte en el brazo. Aquel no era el mejor momento para otra loca.

Y también maldijo mil y un veces a los Grandchester, pero no se atrevió a decirlo una vez que vio el semblante de Sayi, completamente rojo y surcado por lágrimas.


De ello ya habían pasado tres días. Tres días en los que Sayaka no salió de su habitación, intentando consolar a Sayi. Las pocas veces que había salido lo había hecho para buscar algo que comer, despachar bien lejos al mayordomo del señor Terry diciéndole que su hermana se encontraba descompuesta, conversar con su padre sobre su hermana y para pelearse a gritos como nunca lo había hecho con su madre.

Y es que en serio. Sayaka no podía aguantarla y ya le había dejado bien en claro a sus hermanas que, si no alejaban a su madre de su cuarto, iba a lanzarle un florero de ser necesario.

Lo que había comenzado como un gran dolor y vergüenza hacia su hija, rápidamente se había transformado en un gran enojo que cambiaba su origen cada instante. Primero el culpable había sido el señor Terry, por haber ilusionado a la pobre de Sayi tanto tiempo. Luego, la culpable era Sayi, por haber malinterpretado la misiva y por haberlas convertido en el hazmerreir de todo Bloomington. Incluso el señor Bennet también era el culpable, por no haber tenido mano más dura al criar a sus hijas y haberles buscado marido antes, para evitar situaciones como estas.

Lo terrible era cuando la culpable era Sayi. A la noche de haber vuelto de Longbury, su madre había entrado a la fuerza al cuarto que ambas compartían para empezar a reclamarle por la carta para leerla ella, ya que seguramente ahí mismo dejaba en claro sus intenciones pero que Sayi, por ser una estúpida enamoradiza, había omitido. Obviamente aquello terminó en un gran fiasco, con Sayi echándose a llorar aún más fuerte, Sayaka chillando e intentando empujar a su madre fuera del cuarto y ésta gritándole a Sayaka mil y un cosas que jamás se había atrevido a decirle antes. Al final, su padre tuvo que venir a llevársela y hacer uso de su autoridad, dejándolas a las dos nuevamente solas para lamerse las heridas.

Darle de comer a Sayi había sido una batalla perdida todos esos días. Apenas tomaba algo de agua para refrescar su garganta, pero se rehusaba a comer, incluso cuando las demás hermanas se esforzaron en hacer tartaletas de limón, sus favoritas.

Sayaka se sentía tremendamente culpable, ya que no sabía siquiera qué decirle a su hermana para hacerla sentir mejor. Sobre lo sucedido en Longbury no habían dicho nada, Sayi era una tumba y más allá del recuento de su madre, ninguna sabía qué había sucedido. Sayaka se limitaba simplemente a sentarse en la cama de Sayi para ofrecerle su regazo y acariciarle la cabeza, y en las noches, se deslizaba a su costado y la abrazaba fuertemente contra su pecho para que supiera que estaba ahí y que la amaba, aunque no sabía cómo remediar tanto mal.

Y esto la estaba partiendo en pedazos a ella también. Apenas sentía que la respiración de Sayi cambiaba al quedarse dormida, Sayaka se echaba a llorar también, triste y desesperada.

¿Cómo podía ser tan cruel y despiadado el señor Terry?

Desde que Sayaka tenía memoria recordaba a los dos juntos, jugando desde pequeños. Se acordaba de cuando Sayi la llevaba de la manito en sus paseos con él. El señor Terry siempre había sido bueno con ambas, regalándoles dulces que sacaba a escondidas envueltos entre sus pañuelos. Y la manera en que Sayi lo miraba…

Se dio cuenta entonces que, por estar ensimismada en su hermana, jamás se había volteado a ver en qué manera miraba el señor Terry a Sayi de vuelta. Y si aquello la hacía sentir como una gran tonta, no quería ni pensar cómo la haría sentir a Sayi.

No. No importaba que él nunca hubiese sentido lo mismo por su hermana. Seguía siendo cruel el haberla tenido esperando por tanto tiempo, sin haber tenido la cortesía de rechazarla como lo haría cualquier caballero con una pizca de decencia. No era más que un infame, un cruel hombre que había jugado con su hermana y encima había venido a burlarse en su cara y en su propio pueblo.

Cuánto daría por tirarle la bofetada que se merecía.

Al tercer día, Sayi se encontraba más calmada, pero fue entonces que Sayaka tuvo que darle la otra mala noticia, que los Leagan vendrían de visita. Después de un largo momento en silencio, mientras observaba el paisaje desde su asiento en la ventana, finalmente habló.

“Al menos Eliza estará feliz con mi miseria”.

Sayaka dejó de lado su bordado, porque de seguir, habría terminado rasgando toda la tela de la furia y lo mucho que le temblaban las manos. Escuchar a la fuerte y buena de Sayi menospreciarse de tal manera no le sentaba para nada en absoluto. Quería gritar, llorar, arrancarse los cabellos… Pero sabía que ello sería demasiado egoísta de su parte. La que se encontraba sufriendo en esos momentos era Sayi y no ella.

¿Qué podía hacer? Lo único que quería en esos momentos era levantarse y montar el caballo de Jacob hasta Longbury y zarandear al señor Terry hasta que entrara en razón y anulara su matrimonio para casarse con Sayi. Pero al mismo tiempo, también quería zarandear a Sayi, quería que entrara en razón y se diera cuenta que ella era demasiado valiosa como para llorar por aquel malagradecido, que era mucho más bella y buena que la desagradable de Eliza, que su mamá jamás comprendería lo profundo que era su corazón…

“¿Sayaka?” Al alzar la vista, se dio cuenta que Sayi la miraba con cierta sorpresa, pero su emoción al ver a su hermana finalmente con otro semblante que no fuera melancólico se arruinó al darse cuenta de que lo hacía porque estaba llorando. “Oh, Sayaka…”
“¡No!”, susurró entre sollozos mientras se llevaba las manos a la cara para secársela. “Por favor, discúlpame… Soy una tonta por ponerme así cuando eres tú la que está sufriendo…”
“No digas eso…”, Sayi se levantó y se sentó a su costado, pero la menor se movió hacia atrás, alejándose y negando con la cabeza.
“En serio, no…”. Alzó la mirada al techo y respiró hondamente para calmarse. La mayor aprovechó de tomar sus manos entre las suyas y entrelazar sus dedos.
“Dices que soy yo la que sufre, pero claramente tú también. No comparemos sufrimientos, que las dos terminaremos mucho más miserables”. Sayaka asintió bajando la mirada, demasiado disgustada con ella todavía por la escena que estaba montando. Sayi, sin embargo, se mantuvo a su lado y acarició sus manos con sus pulgares. “Gracias por estar aquí para mí, estos días”.

Y a pesar de que sabía que su hermana estaba siendo sincera, igual no podía evitar el sentirse mal por haberse puesto a llorar y hacerla sentir culpable. Sayi ya tenía demasiado encima como para tener que consolarla de todas las cosas.

Se mordió sus labios y apretó las manos que la sostenían. Esperaba que, al menos, su hermana pudiera entender lo arrepentida que estaba con ese gesto.

“Veamos el lado positivo. ¿Qué cara crees que pondrá Eliza cuando se entere que su adorado Terry está comprometido?”

Sayaka abrió la boca de la sorpresa al ver que su hermana hacía una broma así, pero al ver cómo sus ojos se reían, no pudo evitarlo más.

“Tendré que rezar por la sanidad mental de Emilia. No creo que la pobre pueda con tanta mujer histérica…”

Las dos se echaron a reír. Y se sentía tan, pero tan bien, que Sayaka quería volver a echarse a llorar de la emoción de tener nuevamente ante ella a su hermana feliz y calmada.

“Querida mía”, dijo Sayi entre risas y abrazándola, para luego besarla en la frente. “Voy a estar bien. Las dos vamos a estar bien. Te agradezco el haber estado conmigo estos días, no tienes idea de cuánto ha significado para mí…”.
“No, ni lo menciones”, se apresuró en decirle. “Siempre estaré para ti, no lo dudes”.
“Oh, pequeña”, Sayi rio y le besó las dos mejillas. “Quiero que sepas algo importante. Te agradezco también que seas tan honesta de sentimientos, porque creo que de no haberme dado cuenta de cómo te sentías, no habría podido salir de tanto ensimismamiento”. Sayaka se ruborizó avergonzada y quiso replicar, pero su hermana le tapó la boca. “No se diga más. Es verdad que… Es verdad que es muy duro aún el tener que aceptar lo que sucedió en Longbury, pero no puedo esconderme para siempre. Nuestros primos llegarán pronto y si hay algo de lo que todas las Bennet podemos estar orgullosas es el no caer en sus juegos ni darles el gusto. Además, pronto será el baile de Shura y no sería prudente de mi parte robarle el protagonismo en un momento tan importante de su vida”. Suspiró y nuevamente le apretó sus manos. “Me gusta que seas honesta, jamás pienses que te quiero de otra manera, ¿de acuerdo?”
“Sí”, dijo ahora con una sonrisa y finalmente sintiéndose tranquila. “Oh, Sayi…”.
“No se diga más”, rio levemente y se levantó. “A decir verdad, me da muchísimo miedo verme en un espejo, pero creo que sería lo más adecuado el asearme antes de ir a hablar con papá. Deseo conversar con él antes que su pobre corazón no dé más, solo dios sabe qué es lo que mamá le habrá estado diciendo”.
“Las demás han intentado encargarse de mamá, sobre todo Shura y Mery con las preparaciones, pero creo que tienes razón. Hoy en la mañana lo vi demasiado preocupado”.
“Bien, entonces iré a hacer eso”. Se volteó hacia la puerta y suspiró. “Deséame suerte”. Sayaka le sonrió y Sayi le guiñó el ojo antes de retirarse hacia el baño.

Apenas se cerró la puerta, Sayaka sintió toda la tensión que le recorría el cuerpo y se recostó en la cama, pero luego pensó que lo mejor sería irse, ya que Sayi gustaría de tener la habitación para ella sola una vez saliera de darse un baño.

Después de cambiarse rápidamente de blusa, decidió aprovechar de ir a la biblioteca a avisarle a su padre de que Sayi iría a hablar con él en un rato, pero apenas terminó de bajar las escaleras…

“Señorita Sayaka”, la chica pegó un salto al escuchar de manera tan repentina que la llamaban.
“¡Jacob! ¡Me asustaste!” Dijo llevándose una mano al pecho. La tensión acumulada de los días pasados no le sentaba nada bien.
“Discúlpeme señorita, no fue mi intención…”.
“Descuida, descuida… ¿Qué sucede?”
“Venía a informarle que el joven Leo se encuentra en la cocina preguntando por usted”.
“Oh… Muchas gracias, Jacob. ¿Podrías dejarnos a solas, por favor?”

El mayordomo le miró con alarma, dado que nunca le había parecido bien que Sayaka mantuviera una relación de amistad con un joven tan informal como Leo, pero asintió a regañadientes. Sayaka se apresuró en ir a la cocina para encontrarse con su amigo. Estaba segura de que el pobre Leo debía de estar preocupado tras haberse esfumado de la faz de la tierra por tantos días, pero ahora tampoco tenía tiempo como para sentarse a explicárselo. Al menos podría calmarlo un poco mientras tanto.

“¡Sayaka!”, Leo se levantó de su asiento apenas esta entró a la cocina y se apresuró a alcanzarla y tomarla de las manos. “¿Estás bien? ¿Qué sucedió con…?”
“Querido Leo…”, suspiró. Soltó sus manos y se sentó en la mesa, a lo que Leo hacía lo mismo en frente de ella. “Quisiera poder sentarme a conversar contigo y explicártelo todo, pero me temo que este no es el mejor momento. Te prometo que te lo contaré todo… ¿Podrías venir mañana? Te dejaré una carta con Jacob donde detallaré todo lo sucedido. Pero quiero que sepas que yo estoy bien, no hay de qué preocuparse”.
“De acuerdo…”, dijo, aunque no convencido del todo. “Mañana estaré ocupado con las preparaciones que ha encargado mi señor para atender a sus invitados, así que procuraré escaparme antes del desayuno”.
“Tendré la carta para antes, madrugaré escribiéndola y se la dejaré a Jacob con órdenes específicas”. Leo asintió.
“Antes de que me vaya, he de confesarte que Otabek vino ayer a verme en la noche. Estaba muy preocupado por ti y fue él quien me insistió en que viniera a verte. ¿Deseas que le diga algo?”, al escuchar estas palabras, Sayaka tuvo que morderse los labios para evitar sonreír.
“Descuida, planeaba pedirte que leyeras la carta junto a él, ya que no tengo demasiado tiempo para poder escribirle por separado. Una vez que termine el ajetreo de la presentación de mi hermana te enviaré una misiva para reunirnos los tres. ¿Te parece bien?”
“Me parece perfecto”. Asintió y se levantó. “Pues bueno, ya debo de irme. Estoy muy contento de ver que te encuentras bien y no ha pasado nada malo. Agradécele por favor al señor Jacob la taza de té”.
“Lo haré. Muchas gracias por venir, Leo”.
“No hay de qué”, el chico sonrió ampliamente y se puso su sombrero. “¡Después de todo, finalmente obtendré el chisme!”
“¡Cállate!”, dijo riéndose y lanzándole el secador en el rostro. Leo simplemente se echó a reír también y se fue rápidamente por la puerta trasera.

Sayaka suspiró por enésima vez en el día. Alzó la vista y vio el reloj…

Ya luego se detendría a procesar todo lo acontecido. Ahora no tenía tiempo que perder.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on January 31, 2019, 11:01:03 PM
(https://i.imgur.com/51hZJ3t.png)

Candace Hall

Había sido mucho tiempo desde que el Candace Hall había relucido con tanto fervor. A las afueras del local se encontraban esperando los jinetes y las calesas, mientras los asistentes se apresuraban a entrar a donde habitaban la música y la animada conversación.

Los bailes eran sin duda alguna los eventos más excitantes para las familias provincianas, tal y como los Bennet de Longbourn. Pero aparte de los detalles más anticipados —los bailes, conversación y música— aquella ocasión especial cobraba más importancia que nunca para la numerosa familia Bennet: Y era que Shura, la menor de las hijas, sería presentada ante la autoridad local en nombre del rey y la reina y, finalmente, saldría a sociedad.

Era una práctica poco común tener todas las hijas en sociedad con ninguna de ellas estando casada, pero la señora Bennet no dejaría que los que dirán la influyeran a dejar pasar oportunidad alguna en presentar a sus hijas a todo soltero codiciado. Y aunque los Bennet eran burgueses y vivían cómodamente, la señora Bennet había gastado más de lo esperado para la salida a sociedad de la más joven —una de las más simpáticas y vivarachas de sus hijas, con gran potencial de llamar la atención de un caballero adinerado y bien posicionado.

Vestidos y zapatos nuevos, un sin número de lazos y hasta el contrato con un profesor de danza para que las hermanas Bennet destacaran entre todos los vestidos blancos que adornaban el salón eran unas de las tantas atenciones que la señora Bennet había invertido en esa noche. Y particular atención se había vertido en Shura, quien ya estaba en fila para ser presentada frente a la autoridad del evento.

Su familia, a una poca distancia, sonreía en orgullo ante el rito de paso de la engreída de la familia.




Con la presentación y el anuncio de Shura, el primer baile estaba a punto de empezar. El salón estaba repleto de gente lo que empequeñecía el lugar, pero no por ello se mermaban los buenos ánimos. Las hermanas Bennet reían entre si, se entretenían con sus amistades, y prestaban atención a las personas de su interés presentes aquella noche.

Pero la llegaba de la milicia a Meryton había exacerbado la algarabía a niveles inesperados tanto para las familias de la zona como para las jovencitas disponibles… pero no tanto como para el alcalde Trump, quien sin pensarlo dos veces invitó a todo regimiento a que se entretuvieran con ellos aquella noche en el Candace Hall.

Una decisión un tanto audaz e imprudente… pero la señora Bennet no se molestó en lo más mínimo. Es más, le ahorró el rogarle al señor Bennet a que les extendiera la invitación.

¡Que conveniente giro de acontecimientos! Candace Hall brillando como nunca, suficientes soltados disponibles para sacar a todas las damas a bailar, y su mismísima hija, recién presentada, con el honor de liderar el primer baile de la noche.

“¡Es una noche espléndida señor Bennet!” celebraba triunfante la señora Bennet, abanicándose velozmente “¡Oh mire! ¡Los músicos van a empezar a tocar!”

Las parejas se apresuraron a formarse apenas se escuchó el reverberar de las cuerdas. Un breve silencio entre murmuros, y entonces  la música comenzó.

Y, junto a ella, el primero de una serie de eventos que cambiarían el destino de la familia Bennet para siempre.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on February 06, 2019, 07:23:44 PM
Esto es un flash back, luego vendrá otro flash back y ya luego de ese pretendo dejar algo del baile D:
Disculpen lo largo.


Flash Back
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Lo conocía desde que ambos tenían siete u ocho años, pese al tiempo que llevaban siendo amigos, él seguía siendo orgulloso y le costaba compartir con ella sus preocupaciones.
La joven se arremangó las mangas de su vestido, un traje nuevo que le compró su padre hace una semana, el cual hacía juego con los listones blancos que llevaba en el cabello. Untaba en agua un paño esterilizado el cual con mucho cuidado iba posando sobre las marcas de la espalda descubierta del chico. Poco a poco y con dedicación iba limpiando las magulladuras.

“¿Quieres que conversemos?” Preguntó Emilia, sin dejar su labor. Era dificultoso, puesto que el sitio donde a Eren le permitían ¨descansar¨ era un cuartucho muy oscuro y limitado. Vio que el otro negó con la cabeza. “Sea lo que sea, no te lo merecías.”
Emilia dejo el paño dentro de cuenco con agua, fue hasta al frente de su amigo y lo observó. Notó que éste la miró con enojo puesto que no quería que estuviera acompañándolo, pero Emilia era tan terca como él y no se iría así no más.
Vio que Eren mantenía el ceño fruncido, sentado en el suelo y con las piernas flectadas a su pecho, abrazándolas. Podía ver que sus enormes ojos parecían cristalizados, evitando con mucha energía que el llanto de frustración saliera.
El patrón le había dado unos golpes con su fusta a modo de ejemplo para los demás sirvientes para que aprendieran que nadie debía robarle ni siquiera una migaja de pan. A Eren lo había culpado de robarle unos pendientes a la señora de la casa y lo peor fue cuando el adolescente le contestó delante de todos: "¡Usted mismo me envió a la casa de su amante para entregárselos como obsequio!" Esto hizo que el patrón, además de acusarle de ladrón, lo indicara como un mentiroso y mal agradecido.
Emilia junto su frente con la de su amigo, para luego abrazarlo. Eren no estaba solo.


Lamentaba que fueran esos los recuerdos que más le venían a la mente sobre Eren.
Ese día Emilia se había levantado muy temprano para hacer unos pendientes en el pueblo. Antes de ir a la consulta del Doctor Smith, en Bloomington, pasaría a la casa de correspondencia, en el pueblo.
Preguntó por alguien en específico, pero le dijeron que estaba tomando sus quince minutos en cierto local… La peliblanca estaba inquieta, por lo que le fue a buscar.

“Signorina, Cosa stai facendo qui? " Avilio se levantó de la barra de la taberna cuando vio que a su lado estaba la señorita Bennet. "Non è un posto per una bambina" el joven de cabellos negros y ojos color olivo tenía un muy marcado acento italiano. 
“Sig. Lagusa, potremmo parlare?
“…non qui” Negó con la cabeza, apuntando hacia la salida. Ambos fueron al exterior, donde la calle lucía iluminada y sociable a diferencia de aquella taberna. “¿En qué puedo ayudarla?”
“¿No ha tenido correspondencia de Eren?” Le habló con más confianza cuando estuvieron tranquilos. Emilia, Eren y Avilio solían juntarse años atrás. El italiano trabajaba en la misma casa que Eren pero, a diferencia de Eren, Avilio sí robaba descaradamente con el objetivo de juntar dinero y cuando pudo se fue al pueblo donde consiguió trabajo de cartero. Avilio ofreció la misma opción a Eren, pero éste tenía menos recursos ya que no poseía amigos o familiares en el pueblo. Avilio, en cambio, vivía en una pensión con unos familiares italianos. Eren era demasiado orgulloso para incomodarlo y aceptar ayuda.
“Nada, Emilia. Tampoco nadie le escribe. Excepto tú” El cartero negó con la cabeza.  “Y todas tus cartas que envío son devueltas porque no encuentran al remitente…”
“…Eren me preocupa mucho.”
“Prometo avisarte inmediatamente cuando tenga novedades sobre el sciocco ése… Lo siento, signorina… No puedo ayudarla en más.”
“No te preocupes. Pero… Si puedes ayudarme en otra cosa. ¿Puedes acercarme en la draisiana a la consulta del doctor Smith?” Era volver a Bloomington y entendía que Avilio no tenía tiempo, pero no veía otra opción más accesible.
“C-Claro…” pensando como poder llevarla sin que ocurriera un accidente. Dejo que ella se sentara en el asiento y él tuvo que arreglárselas para ubicarse adelante y manejar. Emilia se sujetó a sus hombros. Disfrutaba sentir la brisa en su rostro cada vez que le pedía a Avilio que la trasladase en la draisiana. 
Minutos después, llegaron a la consulta del doctor Smith.
“¿No está?” Emilia se sorprendió de ver que el lugar estaba cerrado. Aquello era algo demasiado difícil de creer puesto que el Doctor Smith no abandonaba su oficio para con los pueblerinos.
“Después de que esos ricachones lo convencieron de unirse a su hospital, hay días en que ése hombre no está aquí. Nunca esperé que ese tipo se vendiera…”
“Eh” La joven notó a una carroza pasar por la calle en frente de la consulta del Dr. Smith. “¿Qué pasa con todos esos niños?”
“Son los huérfanos del Orfanato Hill” El italiano encendió un tabaco, comenzando a fumar. “Pobres infelices… Yo estuve en ese lugar hasta los ocho…” Prefirió omitir mayores detalles. Notó que la otra continuaba curiosa “Esperan al Doctor Smith, también. Ofreció atenderlos gratuitamente antes de que se los lleven. Creo que el hombre también les dará una bonificación monetaria para el viaje.”
“¿Qué se los lleven= ¿A dónde se los llevan?” Observó que los pequeños lucían tristes, enfermos y desolados. “¿Y qué pasó con el Orfanato Hill? Porque pensé que estaba muy bien… O al menos mejor que otros orfanatos.”
“Los llevan… Hm, nadie sabe en realidad. El Orfanato Hill fue comprado por el Conde Lancaster. Desalojó a los huérfanos y a la señora que los cuida, porque en el terreno se va a construir un recinto de milicia para los soldados de rey”
“…” Emilia sabía que el corazón se le consumaría si seguía observando a esos pobres niños “Que hombre más ruin y nefasto.” Si alguna vez pensó que aquel tipo era un héroe principezco, esa imagen cada vez se desfiguraba más y lo ilustraba como un ser desgraciado y sin alma.
“No puedo estar más en acuerdo.” Observó hacia el carruaje. “¿Vas a esperar al doctor?”
“No. Creo que tardará bastante con cada niño y no quiero quitarle su tiempo.”
“¿Le acerco a otro lado?”
“Gracias. Pero estoy muy cerca de mi siguiente punto.”
“Está bien. Con su permiso.” Se tocó la punta de su boina en gesto de despedida. “Tengo que dejar unas cuantas cartas. Que esté bien, Emilia.”
“Adiós, Avilio. Muchas gracias.” Le vio marcharse en aquella extraña inversión que usaban los carteros para movilizarse. La joven caminó hacia el carruaje de los niños, sacó unas bolsas con caramelos que había comprado en el pueblo y se las entregó a los dos que estaban en la ventana. “Tomen, repártanlas para todos.”
“¡Gracias, señorita!” dijo uno de los mayores, quien comenzó a repartir.
En ese momento, el galope de un corcel blanco llamó la atención de los que se encontraban en el lugar. Emilia vio a aquel hombre alto, fuerte y de cabellos tan rubios que parecían tintados por el mismísimo sol. El doctor Erwin Smith se le hizo desde siempre muy atractivo, convirtiéndose desde su infancia hasta el día actual en su primer amor platónico.
El recién llegado jaló las riendas de su caballo para que el animal se detuviera, después de relinchar el caballo obedeció. El rubio se bajó de un ágil movimiento y le ató en su lugar, el animal comenzó a beber agua.
“¡Doctor!” Gritó uno de los niños. Algunos comenzaron a empujarse entre ellos para ser de los primeros en bajar. El chofer les reprendió y les pidió que se comportaran para cuando les abrió la puerta.
“Señor Smith, que gusto encontrarle.” Le saludó Emilia, llegando a su lado.
“…” El rubio la observó por unos momentos, con aquella seriedad que le caracterizaba. Emilia le miró fijamente, convenciéndose de que amaba las cejas de aquel hombre, centrada en su propia fantasía. “Señorita Bennet.”

Erwin le reconoció como una de las tantas hijas del señor Bennet. De hace tiempo que no veía particularmente a ésta, pero no la olvidaba. ¿Cómo olvidar a aquella niña intrusa que terminaba siempre por romperle alguno de sus implementos con su curiosidad? Tampoco olvidaba el grito de corrección de la señora Bennet cuando las niñas se descontrolaban en la consulta. Esencialmente a una de las chicas que era muy inquieta, de cabellos azules y si no mal recordaba su nombre era Sayaka.

“¿Está enferma o algún familiar lo está?”
“Afortunadamente esa no es la situación. Realmente yo deseaba hablar con usted. Aunque ahora veo que está muy ocupado”
“Hm..” Asintió “Tal vez otro día.” Hizo un gesto de despedida y fue a la puerta la cual abrió. Unos cuantos mocosos entraron precipitadamente.
“P-Pero” Emilia le siguió de todos modos. Era testaruda. “No me puedo ir sin antes decirle lo bendecida que me siento al poder tener la oportunidad de asistirlo en el hospital.”
“¿Qué?” estaba extrañado.
“Oh, ¿no está enterado, señor Smith?” La joven sonrió. “Dedicaré mis labores de auxilio como enfermera en el Hospital de St. Constantine. Espero rendir en el oficio fiel a sus deseos.”
“Particularmente trabajo en solitario. No preciso de ayuda de enfermeras u otros a menos que sea estrictamente necesario.” Dijo indiferentemente. “Usted parece demasiado joven para ser enfermera…”
“Le suplico que no dude usted de mi capacidad por mi juventud, por favor. Lady Miranda es mi benefactora y es quien ha decidido que aprenda el oficio de una enfermera bajo la custodia e instrucción estricta de Lady Wolter, marquesa dedicada al dulce oficio del amparo de otros.” Emilia sacó de entre sus cosas una carta de recomendación. Se la entregó a Erwin. “Puede ver usted mismo mis recomendaciones de la letra de Lady Wolter.”
“…” Erwin leyó por encima la carta, luego miró a la joven. “Señorita Bennet, ¿Entiende usted el peso profundo que conlleva ser una enfermera especialmente en estas temporadas?”
“Comprendo que nuestras tierras necesitan aún más profesionales sobre todo en estos tiempos de tempestad de guerra y gripes.”
“Me temo que no ha reflexionado del todo en el significado de su introducción a este sistema” le devolvió la carta. “La veré en acción en el hospital, pero le pido que piense si de verdad esto es lo que quiere.” Vio que la chica iba a asentir. “No me responda ahora. Decisiones así de cruciales ameritan contemplación en tiempo. Con su permiso.” ahora sí, le despidió y se introdujo en la vivienda.

Por la tarde ya se encontraba en Blossomhouse. Pese a estar en una maravillosa biblioteca repleta de libros únicos y esplendidos, con la presencia del joven niño Lancaster frente a ella, Emilia no podía concentrarse del todo en las lecciones de francés que le dedicaba al menor de la casta. Continuaba anonadada por la iluminada presencia de Erwin Smith, y pese a que sus palabras pudiesen sonar duras, ella entendía que eran sabios consejos de un hombre inteligente como él.
Sólo volvió al presente cuando notó que Ciel se veía aburrido, mirando hacia un lado y pensativo. Seguramente un poco cansado de la larga instrucción de esa tarde.

“¿Ya terminó el señorito Ciel la traducción del capítulo?”
“…” deslizó las hojas traducidas.
“…” Le parecía que la actitud de ese niño era demasiado petulante y pesada. Revisó y corrigió. “Si usted nota aquí, suele tener un error frecuente en ciertas tildes que no existen, pero me gustaría escuchar su pronunciación de las palabras que le destaqué.”
“Estoy cansado.” Ciel se puso de pie. “Le pediré que se retire por hoy.”
“Pero…” pero el chico se fue ni bien la joven tomó los escritos. Lo maldijo mentalmente. Si la gente se quejaba de la crianza que su padre y su madre le dieron a ella y sus hermanas, ¿por qué nadie se quejaba de lo malcriados que podían ser los hijos de la riqueza? Emilia se puso de pie y tomó sus cosas en tranquilidad, pero sintió un gran rencor cuando al pasar por uno de los pasillos vio por la ventana como Ciel se iba a montar a caballo con un chico de cabellos albinos. “¿No qué estaba cansado?” susurró.
“Mi estimada señorita Bennet, ruego a usted perdonar el ímpetu del joven amo Ciel.”
“S-Sebastian…” No se dio cuenta de su presencia sino hasta que le habló.
“Mi amo, aunque aparente madurez, sigue siendo un niño.” El mayordomo le sonrió “Le ruego paciencia.”
“Trataré de ser lo más paciente que se me permita.” suspiró.
“Le acompaño hasta el carruaje.”
“Muchas gracias, Sebastian.” Pensaba a sus adentros cómo Ciel no se impregnada de algo de la personalidad de ese gentil y encantador sirviente.

Antes de que la noche se pronunciara llegó a su casa. El ambiente en el hogar seguía siendo silencioso y de cuidado debido a lo sucedido con Sayi. Emilia maldijo otra vez en el día a una persona: esta vez, el señor Terry. Esperaba que su matrimonio fuese una agónica convivencia inundada por conversaciones soeces y días llenos de aburrimiento sin fin, para que el señor Terry se lamentase cada tarde frente a la chimenea de su lujoso hogar el haber despreciado a alguien tan divina como Sayi.
Por supuesto, no emitía ni una palabra de esto en casa. Emilia se mantuvo particularmente silenciosa y distante, sin participar de los reclamos de su madre contra el señor Terry y, posterior, contra la misma Sayi a quien tildaba de insensata, tampoco se acercó mucho a Sayi en esos días. Pero Emilia apoyaba a Sayi de un modo discreto, escribiéndole cartas donde profesaba su incondicional amparo hacia ella y dedicándole las más comprensivas poesías donde la heroína de todas ellas era Sayi.
También agradecía internamente a Sayaka su presencia y apoyo incondicional con Sayi, estaba tentada de ir y contarle a Sayaka sobre lo bien que luce el señor Smith montando a caballo para alegrarla un poco con ello y uno que otro chisme, pero no lo hacía puesto que no quería interrumpir el espacio entre Sayi y Sayaka.

Cada vez que la señora Bennet veía regresar a Emilia de Blossomhouse, la mujer saltaba de su ¨lecho de muerte¨ y le asaltaba con preguntas del tipo “¿Estaba su excelencia el conde en la mansión?” “¿Has cruzado palabra con el joven Henry?” “¿Y cómo es la bajilla de la casa? ¿Los cuadros? ¿Las habitaciones? ¿Cuántas especias almacenan en la cocina?” Emilia siempre le respondía que los señores Lancaster no llegaban a esa mansión y se encontraban en campaña militar, que los cubiertos eran de plata, que la familia almacenaba oro y joyas en la mansión, y todo lo que quisiera escuchar para ensoñarla y que dejara de fastidiarla. Ciertamente, tenía ganas de responderle un “¡Y a ti que más te da!”  pero supuestamente los meses en Londres le habían borrado esos arrebatos.

Después de cenar, asearse, ir a la cama y tener aquellas largas charlas con Camille en su cuarto, Emilia sacó una hoja y una pluma. Acercó la luz de la vela.

“¿Vas a escribir a esta hora?”
“Me ayuda a despejarme. Quizá sea bueno que tú también le escribas a alguien, tal vez a Kattie” le sonrió.
“Me gustaría… Pero no sé exactamente su dirección.”
“Podríamos preguntarle a Avilio, quizá él tenga algo más de información.” era cartero, lógicamente manejaba direcciones y demás.
“Podría ser.” La joven gemela asintió. Luego sacó un cuadernillo para leer quizá que cosa que no comentó cuando Emilia le pregunto, posiblemente Camille estuvo muy ensimismada en su lectura.

«Miss Emilia Bennet a Miss Mina Longburton,
Bloomington, Kent, 1 de …, 18…

Mi querida y dulcísima Mina:

Sinceramente confieso que siento una mezcla de sensaciones al posar la punta de esta pluma sobre este papel. Alegría por retomar el contacto con una vieja amiga, y, vergüenza, por el tiempo que ha transcurrido desde mi última carta a vuestra merced.
Mi excusa es insuficiente a tal desmedro. No obstante, la falta de tiempo que hoy en día me aborda me ha mantenido distante de la escritura y todo tipo de actividades. Incluso el contacto a distancia con una querida amiga.
Me alegra saber que tu hermana menor ha recibido elogios como cantante, pese a que vuestros padres desaprueben tajantemente el talento y pasión que ella manifiesta por el canto.
Me permito también felicitarte por tu siempre admirable astucia, esta vez, al utilizarla para librarte de un posible compromiso con aquel señor que mencionaste del cual sólo puedes sentir desafecto y antipatía. Lamento que tus padres estén en desacuerdo con tu decisión de no contemplar ese matrimonio y preferir dedicarte a la escritura como tus progenitores.
Por último, me queda comentar que me tranquiliza saber que tu siempre fiel sabueso ha vuelto sano y salvo después de su extravío.
Respecto a mis últimos acontecimientos, ¿recuerdas que te comuniqué en mi última carta que mi madre tomó la decisión de exiliarme a Londres con mi soltera tía, Lady Miranda, a modo de escarmiento para que aprendiera a ser dama y, a la vez, para que sintiera miedo de la soltería que se puede padecer tal como lo padece Lady Miranda?
Finalmente, esto culminó en estudios de enfermería, que hoy en día planeo poner en práctica en el nuevo hospital, el St. Constantine.
A tu pregunta, si he conocido a alguien tan maravilloso para encantarme y del cual pueda contar, pues me temo tristemente que debo comunicar lo contrario: No existe ser más miserable de alma, ambiciosos y codicioso de fortuna, empobrecido de carisma y espíritu, quien es más aliado del demonio que de Dios, que el “Señor C.L” (como lo apodaré)
Éste despiadado señor, digno de ser un villano de novela, se encarga de destruir todo a lo que pone el ojo. Tal es el caso del hogar de los huérfanos de Hill, el cual ha comprado para dedicarlo a fines bélicos. ¿Recuerdas cuando me invitabas aquellas veces que ibas con tu familia a donar regalos de navidad para los huérfanos? Pues, debo comunicarte que eso ya no será posible.
Existen otros seres miserables de alma que no mencionaré porque son aún más despreciables. Quienes piensan que por su fortuna pueden despreciar de un día a otro el afecto de una joven de alma pura e inocente. 
Pero, mi querida Mina, no quiero agobiarte únicamente con palabras pintadas de fastidio. Puedo decir que de todos modos Bloomington es encantador, y que últimamente ha recibido visitas de personas de otros países, personas que son realmente encantadoras y cuyas historias te hacen divagar en paisajes maravillosos.
Deseo que un día de estos, tus pasos te lleven a Bloomington para que conozcas de tu propia persona todas las cosas bonitas que hoy ocurren aquí.
Eso es todo lo que puedo contarte en esta carta.

Se despide,
Tu incondicional Emilia.»
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on February 28, 2019, 08:06:54 PM
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Con la ansiedad a flor de piel, de tanto en tanto sus ojos se despegaban de la conversación para rastrear el salón a su alrededor. No había rastro de él todavía, pero sabía que tarde o temprano haría aparición… pues siendo amigo de tantos años, el rescindir de la invitación a los Grandchester daría mucho de qué hablar, y fácilmente traería a la luz a la decepción que aún calaba en ella.

A su lado, Sayaka le hacía un favor enorme al mantener la conversación fluyendo, ayudándole tanto a ella como a sus bajos ánimos a pasar desapercibidos. La ocasión era especial; era la salida a sociedad de la menor de sus hermanas, la más despierta y aguerrida de todas… pero aún con el orgullo en el pecho le había costado casi toda su entereza solo estar de pie ahí.

Sayi, junto a Sayaka y Ayesha, observaban a Shura culminar el baile inaugural seguido de una ovación de los presentes. Mientras los músicos se alistaban a tocar la siguiente pieza, la rubia aprovecho la pausa para retomar el hilo de conversación.

“Sayaka, querida, me preguntaba…” indagó “¿Cuál era la sorpresa que tanto ansiaba por revelar la Sra. Bennet?”

La peliceleste esbozó una sonrisa cautelosa. A su lado, Sayi apenas estiró los labios.

“Me temo que no sé a qué te refieres… ah, ¿quizás la costura del vestido de Shura?” continuó la joven “Verás, es que mi madre le encargó a la señora Elizabeth, la mejor de todo Meryton, a que preparara un acabado sumamente intricado y…”
“Oh no, es que si no mal recuerdo, la señora Bennet había comentado a la señora Lucas que un compromiso sumamente anhelado había llegado a su familia… pero no se volvió a escuchar al respecto”

Terry aún no hacía aparición, pero Sayi sentía que su corazón iba a explotar antes de tener que enfrentarlo. Antes de saberse la verdad tras la misteriosa carta del castaño, la señora Bennet se había encargado de dejar correr los rumores en la esperanza de un anuncio más dramático, convencida de que un compromiso venía en camino…

Como si leyera su mente, Sayaka descansó una de sus manos en el hombro de su hermana antes de volver a hablar.

“No sabría qué decirte Ayesha, lo siento, pero ten por sentado que le preguntaré a mi madre y te dejaré saber a que se refería con sus palabras”

Sayi no podía contar sus bendiciones por contar con la presencia de Sayaka. El carácter despreocupado de su hermana camuflaba cualquier indicio de problema, y su mente perspicaz le garantizaban tener las mejores respuestas en la punta de la lengua.

Las tres se giraron hacia la señora Bennet, quien estaba ocupada hablando con dos hombres que no conocían. Y apenas Sayaka preguntó de quienes se trataban, la nueva persona se coló en la conversación.

“Buenas noches señoritas” saludo Jean Jacques Leroy, el sheriff del pueblo. Las tres bajaron la cabeza en saludo, aunque tanto Ayesha como Sayi notaron que las atenciones del joven iban fijas en Sayaka “Me alegro verla esta noche señorita Bennet. Quería agradecerle nuevamente por su tan generosa ayuda por el beneficio de Meryton”
“Ah” la peliceleste sonrió para sí misma “Pero si se trata de nada. Más bien, me alegra mucho saber que le fui de ayuda”
Jean Jacques sonrió ampliamente “Tan bondadosa, y yo tan egoísta, viniendo a pedirle otro favor”
“¿Oh?”
“Verá, ¿me preguntaba si me haría el favor de ofrecerme el siguiente baile?” dijo, girándose hacia la señora Bennet "Su generosa madre dijo que usted gusta mucho de bailar”

Sayaka miró en dirección a su mamá. A la distancia, la señora Bennet sonrió de oreja a oreja y los saludo con su pañuelo en mano, bendiciéndoles a lo lejos. Sayaka sonrió, a duras penas ocultando la obligación, y extendió su mano para tomarse del brazo del señor Leroy.

Antes de marcharse le preguntó a su hermana mayor si se encontraría bien por excusarse.

“Por supuesto, que en estos momentos nada me haría más feliz que verte divertirte”

Ayesha y Sayi observaron a Sayaka unirse al grupo de bailarines. Sayi notó que Sheryl también había sido solicitada para un baile. ‘Pero por supuesto’ pensó con alegría ‘Uno tendría que estar ciego para no reconocer la cautivadora belleza de Sheryl’.

El pañuelo de su madre llamó su atención. La señora Bennet le estaba haciendo aspavientos para que se le uniese a ella y a los dos caballeros con los que estaba conversando. Sayi supuso que acababa de conocer a algún soltero digno de conocer, pero apenas estuvo por pedirle a Ayesha que la acompañara vio cómo el rostro de su madre se descompuso en temor, y antes de que pudiera caer en cuenta del motivo…

Su visión se vio bloqueada por la presencia de Terry, de pie frente a ella.

“¡Señor Grandchester! ¡Tanto tiempo sin verlo!” saludo cordialmente Ayesha.
“Señorita Altugle” le devolvió la pleitesía en una reverencia. Inmediatamente después, le pidió disculpas “¿Estaría bien si invito a la señorita Bennett a bailar esta pieza?”

Ayesha negó con una sonrisa, y Sayi supo que no tenía escapatoria. El brazo de Terry la esperaba para escoltarla, y la pelirrosa tomó de él sin intercambiar palabra.

Se las había arreglado para escapar todas sus invitaciones, y caer enferma para todas las veces que había llamado a visitar. Y si bien sabía que tendría que dar alguna explicación por ausentarse a los preparativos de su boda, Sayi había esperado tener más tiempo para poder prepararse en elocuencia.

El castaño no había tomado su ausencia como una señal de querer espacio, tal y como ella lo había deseado.

No. Él quería respuestas.

“¿Por qué me has estado evitando?” comenzó “Sayi, ¿te he ofendido de alguna manera?”

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Eureka on March 17, 2019, 08:37:38 PM
Hola! Vengo con un fic compartido con Kana. Ella estará en el color neutro del foro y yo en este color :3c




Del baile era de lo único que se habló en casa durante esos días. La llegada de Emilia ya no era la novedad en la casa de los Bennet, las bromas por el ¨lobo¨ de Sheryl comenzaron a disminuir, y el asunto con Sayi y el señor Terry se había tornado en un tema discreto del que no se discutía en casa. Incluso la tortuosa llegada de los Leagan a Bloomington quedó completamente en segundo plano frente a la dicha de un baile.

Más aún si se trataba del baile donde Shura, la más pequeña y enérgica de las Bennet, saldría a su tan ansiada presentación en sociedad. Por tanto, las hermanas Bennet se prepararon arduamente durante todos esos días. Intercambiando broches, preparando sus vestidos, auxiliándose con sus peinados.

Cada una de ellas había llegado al baile con la mejor presentación posible, promocionadas por su fascinada madre, sin más.

Camille y Emilia, como era de esperarse, permanecían juntas durante todo el baile. Las gemelas solían ser toda una distracción en aquellos eventos. Los más adultos recordaban lo especialmente unidas y fundamentalmente traviesas que solían ser: dos gemelas que hablan un idioma sólo compartido por ellas y que siempre parecían tramar algo, a algunos adultos les costaba trabajo dejar de verlas como tal. Mientras que los más jóvenes tendían a deleitarse con las chicas que ya no eran unas niñas.

Después de que las gemelas cuchichiaran entre ellas riéndose discretamente del peinado del alcalde Trump, y tras presenciar el maravilloso baile de apertura de Shura como presentación ante la sociedad, las hermanas prontamente quedaron sin mucho más que hacer que permanecer juntas observando al resto de invitados.

“¿Será que el alcalde Trump tuvo la delicadeza de primero consultar con sus allegados sobre la intrusión de los soldados en este evento?”
“Francamente, creo que el señor Trump ha actuado dejándose llevar por la emoción y admiración que le provoca la milicia que protege sus fronteras.” Le respondió Camille a Emilia. Era imposible no notar como algunas chicas se alborotaban por la presencia de los soldados en el lugar.
“¿Rezagadas sin pretensiones en un rincón a tan temprana hora de la ceremonia, queridas primas?” Neil Leagan apareció cerca de las butacas donde Camille y Emilia permanecían. Apareció de pronto perturbando la paz de ambas hermanas. “Después de bailar con la hija de la señora Lucas, me preguntaba si alguna de mis primas aceptaría una pieza de baile. Especialmente considerando que ningún joven las ha invitado incluso avanzado el festejo. Aunque… Es entendible que no se aventuren a pedirles un baile.” Neil las observó en turnos. “Gemelas, sin embargo, una bastante insensata y otra… Hm, demasiado anulada.” Negó con la cabeza.
“…” Las hermanas sólo sonrieron amablemente, aunque por dentro deseaban la peor de las pestes para ese fastidioso familiar.
“Sheryl luce maravillosa, como siempre. Tempestivamente su bailarín la ha liberado.” Neil les hizo una reverencia. “Con su permiso.” La intención era sacar a bailar a Sheryl, quien políticamente se había librado de él durante la noche.
“Oh, qué pena… Justo moría por bailar una pieza con el primo Neil.” Camille fingió angustia. Emilia y ella soltaron una risita disimulada.

Desde otro lado del salón, un par de jóvenes se permitían la libertad de observar a esas dos damas, pero no se atrevían tan siquiera a cruzar al otro extremo para entablar una pequeña platica.

“¿Recuerdas a la señorita Bennet?” Marth le habló a su mejor amigo, sin dejar de observar en la dirección donde estaban las hermanas.
“Sí, la enfermera que hemos contratado para un esporádico turno en el Hospital.” Le contestó Chrom, sosteniendo una copa de forma elegante.
“No sabía que tenía más hermanas… Extrañamente tenía el falso concepto que eran unas tres… Resulta que son nueve.”
“¿Sabes el nombre de la joven que le acompaña?”
“Desafortunadamente no cuento con tal preciada información… Quizá si…” justo cuando el peliazul le iba a entregar la propuesta a su amigo de acercarse a las chicas y conversar con ellas, notó que las madres de ambos se les aproximaron. “Madre, señora Rothschild” hizo una reverencia a su llegada.
“Queridos míos.” Lady Rothschild saludó finamente a ambos. Ellas estaban acompañadas de Hubert, el hijo mayor de Lady Mauve Rothchild “Tengo la franca convicción que ya habrán notado la presencia de las hijas del coronel. Junto con ello, tengo la seguridad de que ya se están retando entre ustedes sobre quien irá primero a pedirles una pieza de baile.”
“Considerando que toda relación con un directo del coronel es un bien ventajoso para nuestro negocio bancario.” Dijo Lady Leonora Väring. Ella y su amiga lucían simplemente divinas, como las respetadas damas enriquecidas que eran.
“…” Hubert permanecía en silencio, observando. Algo le decía a Chrom que su hermano mayor intuía que ni él ni Marth habían reparado en la presencia de las hijas del coronel y el despiste de ambos le daba cierto júbilo a su insuperable hermano.
“…” Chrom y Marth se miraron entre ellos, luego a sus madres, y luego a las hijas del coronel. No eran tan siquiera agraciadas puesto que habían heredado la dureza de los rasgos de su progenitor, pero eso no era el motivo por el cual no se interesaban en invitarlas a bailar ya que, al igual que sus madres, eran habidos participantes de las estrategias familiares para acaparar amistades ventajosas para el banco, sino más bien el interés estaba centrado en otras hermanas.
Justo cuando parecía que no tenían escapatoria, las dos mujeres reconocieron a un conocido y fueron a saludarle, librándose además de la presencia de Hubert.
“Marth… Finalizada esta pieza de baile, ¿Te animas que nos aproximemos a las señoritas Bennet? Creo que me causa curiosidad la naturaleza de su origen y sería ameno conversar con ellas para conocer un poco más a la gente oriunda de esta zona.”
“Me parece una excelente idea.”



El alcalde Trump no parecía tener tregua con su lengua ni piedad con los oyentes de su charla. El hombre se le había pegado durante casi el inicio de la ceremonia, lleno de falacias llenándole de halagos irracionales. ¿Cuántas veces ya le había dicho que deseaba que todos los jóvenes de Bloomington fueran tan adiestrados y magníficos como él? Henry bebió un poco de su copa de brandy, asintiendo a lo que Donald Trump le hablaba, aunque simplemente el joven no escuchaba nada de lo que le decía.

“Ahhhh, ¡Cómo me conmueve su amor por la patria!” el viejo le codeó. “¡Y cómo me tiembla el cuerpo al recordar los años en que serví en las líneas del rey! ¡Dios sabe que si no fuera por mi responsabilidad como alcalde volvería a las viejas hazañas! ¿Se lo imagina, joven Lancaster? ¡Usted y yo a la par volando cabezas francesas y haciendo respetar nuestra nación!”
“…” Henry mantuvo la mirada hacia el frente, pensando en lo emocionante que era contar cuantos pares de zapatos azules veía en distinción de los negros… Así de divertida era su existencia en ese momento. Bebió otro sorbo.
“Me encanta, joven Lancaster, ese carácter reservado y silencioso digno del más hábil de los guerreros.” El hombre luego miró al hermano mayor de éste, quien al aparecer había causado cierto revuelo en la muchedumbre por su presencia. “Y mi estimado conde de Lancashire, mi honorable señor, ¿Se imagina que compartiéramos aventuras juntos en el campo de batalla?”
“Vibro de la emoción de sólo imaginarlo…” Cain respondió con sarcasmo impregnado en esa voz monótona y ausente de todo sentimiento. El alcalde le agasajó más, pero el mayor de los Lancaster le ignoró como al resto de los invitados. Observó a su hermano. “Mi presencia aquí ha llegado a su culmine. Ya conversé con quien debía conversar, como se me solicitó. Ahora, es oportuno que me retire para continuar con las contingencias del rey.”
“Querido hermano, ¿Acaso no es un desaire que te retires en tan interesante festejo con tan distinguidas personas y en presencia de nuestro más amado y anhelado amigo?” Parecía que Henry había resucitado de pronto. Sólo de pronto. Porque seguía mirando hacia el frente, con aquella expresión de ausencia y frialdad.
“Querido hermano.” Repitió Cain “Francamente prefiero estar rodeado de fuego, a punto de sucumbir a la más tortuosa de las muertes, en el sitio más nefasto que te puedas imaginar más allá del propio infierno, a continuar en este…” el joven alzó una ceja, observando el sitio tan poco digno de su eminencia. “¿Pueblo…le llaman? En presencia de nada más ni nada menos que siervos soeces, precarios de intelecto, absurdos en su totalidad. Sólo hay seres simples aquí. Lo único que ilumina esta sinuosa repulsa es justamente nuestro bien amado amigo…” el conde se giró hacia el joven extranjero que les acompañaba. “Mi bien preciado amigo von Einzbern” continuó Cain “Espero que perdones mi desánimo en general y mi repentino deseo de auto exiliarme de tan… ¨conmovedora¨ situación social” Al joven rubio al que le hablaba le pareció que el conde hizo un gesto de sutil y fría repugnancia hacia los presentes. “Pero como sabes, sólo asistí para hacer un favor al Rey y trasmitir su mensaje a cierto señor. Hecho el acometido, no me queda más que retirarme y continuar en mis labores aún a estas horas de la noche.”
“Mi estimado amigo. Pese al breve tiempo, agradezco haberos podido ver, aunque sea menguante.” Aquel joven rubio llamado Wolfgang von Einzbern, le sonrió con aquella sonrisa admirable del cual era dueño.
“Opino lo mismo.” Cain le hizo una sutil reverencia, se despidió con familiaridad de aquel joven que insólitamente parecía de su gracia, no prestó mayor atención a la existencia de Henry, y se fue sin más, dejando a Donald Trump hablando solo.
“¿Qué tal si baila con mi hija Ivanka, joven Lancaster?” Preguntó el alcalde a Henry, ya que el otro se le había escapado. ¡No importaba! Ese sujeto dejaba mucho que desear.  “¿O tal vez su joven amigo desea concederle esta pieza a mi hermosa hija?”
“Oh, señor Trump, no hay nada que me llene más de felicidad que estar en su distinguida presencia… Pero, si nos disculpa… Necesito conversar un tema puntual con mi cercano” Dijo Wolfgang, haciendo gala de sus intrépidas estrategias para desvincularse de alguien. El hombre se fascinó con sus modales y les permitió su espacio a solas. 
“Sin duda alguna, mi estimado, es usted el más astuto joven que Dios me ha permitido conocer en esta vida.” Le festejó Henry.
“Nada más es persuasión, Henry.”
“¿Me enseñas un poco…? Parece que me falta del todo.” Sonrió, divertido. “Vamos más allá…” los dos fueron a un espacio más apartado.

Henry se sentía la persona más afortunada en ese momento. Por fin se había podido reencontrar con su amigo Wolfgang por muy efímero que fuera el instante, porque sabía que dentro de poco debía partir a la guerra nuevamente y no sabría cuando lo podría volver a verle. Desde que Wolfgang se alojó en Lancania Palace, en Londres, Henry aprovechaba toda instancia para compartir con el extranjero. Literalmente, Wolfgang era su mundo, puesto que, a través de los relatos del rubio, Henry podía conocer otro tipo de experiencias más allá del sesgado mundo al que estaba sumido por su casta.

Wolfgang viajaba por el continente por negocios de su familia, conocía muchas personas y culturas, y pese a que le había mencionado que la relación con su padre no era la que deseaba, Wolfgang de todos modos tenía las agallas de tomar sus propias decisiones en cierto modo, aunque se tornaran sutilmente súbitas. Sabía lo que era vivir un poco más y en cierto modo era libre. Henry, en cambio, no conocía más que los falsos elogios de los siervos, la disciplina militar que le inculcaron de pequeño, la eterna soledad e infelicidad a la que los Lancaster parecían destinados como una maldición, y la obediencia a las órdenes que dictaba su padre para con su propio destino. Se sabía limitado de ¨vida¨, entregado puramente a su país y a la imagen de su linaje real.

Por eso amaba estar con Wolfgang, porque sentía que a través de él podía ser un poco libre y nada hacía presagiar que le tomara tanta confianza, que sintiera que podía contarle sus vivencias y dudas, y que le pidiese al extranjero que le hablara un poco más de sus propias experiencias como si fuera una especie de guía. Era el único que conocía cierto tema de su vida que lo incomodaba al punto de no tolerar a su propia familia.

“¿Cómo vas con el asunto de tu… compromiso?”
“¿Qué compromiso?” Henry fingió incredulidad, aunque la mirada de Wolfgang le indicaba que estaba hablando en serio. “… Lo hablé con mi hermano, pero dice que nada puede hacer puesto que mi padre ya lo ha consignado con la bendición del rey.” El rubio siempre sonriente de pronto pareció serio y hastiado. “Pero no pretendo tolerar que me arrebaten mi vida de tal modo. Mi prometida no es más que una niña de quien no siento afecto más que el cariño que le puedo tener a alguien que se conoce desde… que nació.” Comenzó a analizar a los presentes, despreocupadamente, como si buscara algo en particular. “¿Por qué complacer a mi señor padre cuando ya he cumplido con todas expectativas y con todo lo que se me pide como servidor del Rey? Tal vez es hora de que me presente como un insurrecto a sus solicitudes opresoras.”
“Vaya, parece que estos días en el campo de batalla te han vuelto un tanto revolucionario.” Rio brevemente.
“Tal vez…” Y tal vez los franceses tenían razón en sus discursos. No veía a nadie de su interés. Tampoco veía a ningún miembro de la familia Vi Britannia y eso último era bueno. Luego vio que cierto joven observaba a Wolfgang con intensidad. “¿Quién es él? Parece que desea efervescentemente platicar con vuestra merced.”
“Ah, ¿te refieres a Hubert Rothschild?” Para Wolfgang era complicado no revelar ciertas discrepancias hacia ese joven. “Es el hijo mayor de un socio de mi padre. ¿No conoces a la familia Rothschild? ¿O a los Väring?”
“¿Tengo cara de conocer a estar personas?” Henry le bromeó, sonriendo divertido y alzando una ceja. De pronto se parecía a su hermano Cain, aunque menos arrogante y ciertamente más puro en inocencia. Wolfgang sabía que el reducido mundo social de Henry se debía más bien a su linaje de realeza. “Creo que, salvo de ti y del señor Trump… No conozco a nadie más. Por cierto, si deseas conversar con él te libero de mi presencia.” Le ofreció con gentileza.
“¡No! Por favor, realmente no. Seguramente Rothschild tiene mejores tentativas que hacer para esta noche.”
“Entonces vas a tener que acompañarme a…a…” siguió buscando con la mirada, algo tedioso. Wolfgang comprendió pronto que Henry buscaba una especie de excusa para algo, pero no sabía que era ese algo. “¡A bailar con esas chicas!” apuntó a dos jóvenes que estaban conversando entre ellas.
“¿Henry, estás bien? Pareces de pronto impulsivo… Y eso no es típico en ti.”
“No. No es típico.” Negó. “Pero si me quedo aquí, me consumiré con elogios innecesarios que sólo me dicen para ser de mi agrado y tener algo de mí.” Ya tenía suficiente de eso en la vida “Deseo pedirle una pieza de baile a la joven de la izquierda y nada en esta noche me lo impedirá.”
“…” Wolfgang pensó en persuadir a Henry, pero simultáneamente notó que Hubert, al parecer, intentaba en efecto acercársele para conversar con él. Lo que menos quería esa noche era que precisamente fuera agriada por esa persona. Vio hacia donde se dirigía Henry y pensó en la oportunidad de sacar a bailar a la otra muchacha, la cual era bastante bella, de paso también para no quedarse solo a la deriva de Hubert.



El baile parecía estar en el mejor momento de la noche: las parejas habían llenado el salón y danzaban al suave compás de la melodía, moviéndose en arcos e intercambiando sus posiciones ágilmente. Emilia y Camille lograron discernir entre la fila de las jóvenes a algunas de sus hermanas, quienes, a diferencia de ellas, habían contado con la oportunidad de bailar con los invitados.

Camille, siendo la más pesimista de ambas, imaginaba que la situación continuaría así hasta el fin del evento. Ya se andaba lamentando por ello cuando notó que su gemela analizaba la multitud de invitados: parecía buscando a una persona en específico.

Su mirada se desvió de vuelta a Camille.

“¿Estás esperando a alguien?” preguntó Camille, curiosa.
“¿Doy esa sensación?” Emilia se veía un tanto preocupada.
“Llevas unos minutos observando a los invitados con sumo detenimiento. Supuse que buscabas a alguien en especial. ¡Ah!” Camille se llevó una mano a la boca cuando cayó en cuenta de todo. Una idea se formó en su cabeza: conocía muy bien a su gemela e intuía cuál era su deseo en esos momentos. “¿Él…?”
“Sí.” Emilia asintió. “Sin embargo, sé que es en vano. Él nunca aceptaría una invitación de este tipo. Es inútil contar con la esperanza de verlo: no voy a encontrarlo aquí.”
“Lo siento, Emi.” Camille le dedicó una mirada preocupada, a la vez que tomaba sus manos. Le dio un par de palmaditas y le sonrió, apenada.
“Descuida.” Emilia suspiró. “Yo sé que es ilógico. Supongo que se me pasará conforme la noche llegue a su fin.”
“No veo la hora de eso.” Camille imitó a su hermana, soltando un suspiro lleno de resignación. “¿Te soy sincera? Tenía… altas expectativas del evento. Pensé que me encontraría con alguien… ¿especial? Pero tal parece que no sucederá.”
“¿El señor von Einzbern?”
“No hablaba de él en específico, pero hubiera sido muy grato volver a verlo.” Camille sonrió, esperanzada.
“Tal parece que tenemos cierta fijación con los amores imposibles.” Emilia soltó una risita. Camille se le sumó… hasta que se dio cuenta de lo que su gemela proponía.
“¿¡A-Amores!? ¿¡Quién dijo que gusto del señor—!?”
“A mi no me engañas.” Emilia sonrió.
“B-bueno, es inútil negar lo innegable. Guardo cierto interés por él. Por… sus dramas familiares, sobretodo.”

Emilia contempló la posibilidad de hacerle ver a su hermana de que aquella era una terrible excusa para disimular su interés: Camille no engañaba a nadie, ni a sí misma, de seguro. Con una suave risa, Emilia decidió que lo mejor sería guardarse sus comentarios.


“Sí. Fue sumamente extraña su actitud.”
“Igual, es inútil ilusionarme con que lo volveremos a ver.” Camille se permitió un suspiro. “Y ya me aburrí de suspirar y esperar que algo pase. Voy a—”

La menor de las gemelas hizo el ademan de pararse, pero Emilia la interrumpió, colocando un brazo sutilmente en frente de ella.

“Camie, espera.”

Un joven muy apuesto se acercó a ellas progresivamente. Se detuvo a menos de un metro e hizo una leve reverencia, sonriéndoles de una manera muy cálida. Emilia logró reconocerlo: se trataba de Henry Lancaster, a quien había tratado en uno de los bailes a los que asistió en Londres, cuando anduvo bajo el tutelaje de su tía Miranda. Solo habían podido intercambiar unas pocas palabras porque Henry había sido abordado por unas muchachas visiblemente interesadas en él, obligándolo a alejarse del pequeño grupo de conversación que se había formado en ese evento. Sin embargo, lo recordaba muy amable y cordial y, sin duda, era grato volver a verlo.

Las hermanas hicieron una leve reverencia con la cabeza. Al alzarla, se encontraron con otra sorpresa: en cuestión de segundos se había acoplado el señor Wolfgang Von Einzbern, de quien habían estado conversando minutos atrás. Su característica expresión confiada se transformó en sorpresa pura al reconocerlas.

“¡Señoritas Bennet!” anunció Wolfgang, sorprendido. “Me alegra volver a toparme con ustedes,” dijo Wolfgang, con una sonrisa.
“Wolfgang, no sabía que vuestra merced conocía a la señorita Bennet y a su hermana.”
“Yo no sabía que tú las conocías,” dijo Wolfgang, sonriéndole de lado a su amigo. Luego, pareció notar algo en particular que lo hizo suspirar. “Ah, lo siento.” Wolfgang no tardó en hacer una leve reverencia dirigida a las Bennet. “Tengo la ligera sensación de que es un poco tarde para este tipo de pleitesías,” mencionó, a la vez que alzaba la cabeza. “Qué terribles modales los míos. Tengo que pedirles mis más sinceras disculpas.”
“No tiene de qué disculparse, señor von Einzbern,” le dijo Camille, entre risas.

Algo le decía que aquel comentario suyo no había sincero, justo como que las excusas que había lanzado en su primer encuentro en el bosque.

Era curioso, viniendo de un noble como él.

“Mm. Les agradezco por su comprensión.”
“Luego dices que yo soy el que actúa extraño…” comentó Henry, en un susurro. Wolfgang rio sutilmente.
“Somos dos, entonces. Disculpen, señoritas,” dijo Wolfgang, respecto a sus comentarios privados con Henry.
“Una vez más, no tiene de qué disculparse, señor von Einzbern,” dijo Emilia. “Sin embargo, si usted desea enmendar sus errores… cuento con una sugerencia, si me permite.”
“¿Se puede saber cuál es?” preguntó Wolfgang, curioso.
“Podría concederle una pieza de baile a mi hermana.”
“¿¡QUÉ!?” gritó Camille, y luego tosió, intentando ocultar su exabrupto. “Digo. ¿Qué?”
“Ah, descuide, señorita Bennet.” Wolfgang sonrió. “Eso estaba en mis planes desde el momento en que ví a su hermana.”
“…” Camille quería desaparecer de aquel vergonzoso momento.

A su lado, su hermana parecía disfrutar de la situación con mucha emoción. Sabía que no se había equivocado en sus suposiciones: Camille había captado la atención del señor von Einzbern. Y aunque no le gustaba jugar de celestina como su madre lo hacía, Emilia supo que debía ayudar a su gemela cueste lo que cueste.

“Eso, sin embargo, lo dejo al criterio de la señorita en cuestión,” mencionó Wolfgang, mirando a Camille a los ojos. “Si gusta, yo encantado. No pretendo incomodarla.”
“…” Camille negó con la cabeza. “Al contrario, me halaga saber que llamé su atención, señor von Einzbern.”
“…” Wolfgang sonrió y le extendió su mano. Camille la tomó y se dirigió junto a él al centro del salón, donde las parejas andaban danzando al ritmo de una melodía alegre.

Henry y Emilia los observaron hasta perderles el rastro cuando se mezclaron con el resto de bailarines. Hubo un silencio entre ambos hasta que Henry se armó de valor y se giró hacia Emilia con una sonrisa.

“¿Me concedería esta pieza?” le preguntó.

Emilia asintió.

“Por supuesto.”


Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on March 17, 2019, 08:44:46 PM
Vengo con la segunda parte del fic del baile! Gracias @Eureka por este fic :3 ella estará en el color azul marino y yo en neutro.
@Sayi siéntete orgullosa de nuestro posteo por el baile -3- (?)

Segunda Parte

Al igual que Wolfgang, Henry no demoró en ofrecerle su mano. Emilia la tomó y fue conducida por su pareja de baile hasta llegar al salón, donde se apuraron en colocarse en sus posiciones, cada uno en la fila que le correspondía. Aquellos breves momentos en que les costó adaptarse al ritmo del resto de parejas fueron suficientes para hacerse una idea del carácter de Henry: el muchacho se aguantaba las risas bajo la mano y parecía muy despreocupado en sus movimientos. Sin duda, era un joven encantador… y hasta podía afirmar que su actitud se le hacía un tanto tierna: había un poco de timidez en su mirada pero se notaba su esfuerzo por adecuarse al ritmo del resto. Sumado a su presencia majestuosa y su hermosa apariencia, Emilia no pudo evitar sentirse dichosa en esos momentos.

Eventualmente, lograron sincronizar sus movimientos con el resto de parejas, danzando al compás de la melodía y compartiendo sonrisas aliviadas ante esto.

“Debo confesar que me alegra volver a encontrarme con usted, señor Lancaster,” comentó Emilia en pleno baile.
“El sentimiento es mutuo. Me apenaba enormemente no haber contado con la oportunidad de conocerla mejor aquella vez que coincidimos en Londres. Fue una sorpresa muy grata encontrarla aquí.”
“Igualmente, aunque… bueno, si le soy sincera, no puedo negar que me da curiosidad saber el motivo de su visita a Bloomington. Disculpe mi impertinencia, pero… ¿estará vinculado a su familia?”
“¡Ah! ¡No, no! Le puedo asegurar que mi presencia no se debe a temas relacionados a mi familia. Estoy sirviendo a nuestra patria en el campo de batalla y nuestro regimiento se detuvo en Bloomington por el momento.”
“Y el alcalde Trump los invitó, ¿si no me equivoco?”
“Así es.”

Emilia se detuvo en seco, sorprendiendo un poco a Henry.

“Disculpe… ¿Le incomodaría tomar asiento por unos breves momentos? Me gustaría hacerle una consulta y siento que aquí será un poco incómodo continuar con la conversación.”
“Oh, por supuesto.” Henry asintió, un poco preocupado por aquella reacción de la señorita Bennet. Emilia le agradeció con una sonrisa y tomó su mano para llevarlo fuera del salón. La bulla y la música, de un momento a otro, habían comenzado a incomodarla un poco.

Fue en plena búsqueda que Emilia cayó en cuenta de sus acciones, soltando el agarre en la mano de Henry. Se detuvo en seco y al girarse, se chocó con él. Emilia hizo una leve reverencia con su cabeza, muy avergonzada.

“Le pido disculpas, no me había percatado…”
“No hay problema, señorita Bennet.” Henry sonrió, un tanto tímido. “Más bien, iba a sugerirle la posibilidad de llevar a cabo nuestra conversación en alguno de los balcones. Disculpe si me equivoco, pero la siento un poco cansada del ambiente.”
“…No se equivoca, señor Lancaster.” Emilia sonrió.

Caminaron juntos a uno de los balcones del segundo piso, donde, predeciblemente, se podía observar a pocos invitados. Alguna que otra pareja conversaba animada en los sillones del salón que daba para el balcón, y se podían observar uno que otro grupo de mujeres conversando mientras bebían una copa de vino. Pero más allá de aquellos invitados, el segundo piso andaba vacío.

Al llegar al balcón, Emilia se apoyó en la baranda y observó el jardín de la mansión, ensimismada. Henry se quedó a su lado, aprovechando el momento para observar la belleza de Emilia. La joven resaltaba entre todas las mujeres del baile y Henry no podía evitar sentir una dicha tremenda al poder contar con la oportunidad de conocerla mejor y compartir un momento con ella.

“El ambiente me agotó un poco,” explicó Emilia, volteando hacia él. “Le pido mis más sinceras disculpas por arrastrarlo hasta acá…”
“¡No tiene por qué disculparse! Puedo entenderla. Llega un momento durante la noche en que vemos necesario salir a tomar un poco de aire.”
“Sí.” Emilia asintió. Se quedó observándolo, tomando en cuenta sus facciones y su sonrisa calmada.
“¿Tenía que consultarme algo?” le preguntó Henry, curioso.
“¡Ah!” Emilia saltó, recordando ese *pequeño* detalle. “¡Sí! Me olvidé por unos instantes de ello. Verá, contaba con la esperanza de que usted sepa algo sobre un amigo mío que también está luchando por nuestra patria. Su nombre es Eren Jaeger, y hace mucho tiempo que no sé nada de él… no puedo evitar sentirme preocupada por su bienestar.”
“Disculpe, señorita Bennet. No conozco a ningún señor con aquel nombre. Sin embargo, si usted gusta, podría averiguar al respecto.”
“¡Se lo agradecería enormemente!” dijo Emilia, muy animada. “¿En serio podría hacerme ese favor? Espero no incomodarlo con ello.”
“¡No me incomoda en lo absoluto!” Henry le sonrió. “Estoy seguro que su amigo se encuentra bien de salud.”
“Gracias, señor Lancaster.” Emilia le sonrió de vuelta.



Era muy difícil esconder su curiosidad, si Camille era sincera consigo misma.

Llevaban bailando un par de piezas y Wolfgang no había musitado palabra alguna:  más que desinteresado, se le veía un tanto distraído, realmente. Si bien sus movimientos seguían el ritmo de la melodía, su mirada parecía enfocada en la multitud de invitados que rodeaban el salón, con la intención de encontrar —¿o evadir?— a alguno de ellos.

No le costó nada hacer las conexiones pertinentes y supuso que se trataba de aquel hombre frío y altanero que había visto en el bosque junto a él.

“¿Busca a alguien, señor von Einzbern?” preguntó Camille. Cuando notó la impertinencia, se sonrojó y desvió la mirada. “Disculpe—”
“Ah, no se preocupe, señorita Bennet,” le aseguró Wolfgang. “No me incomoda. Entiendo su curiosidad, de hecho.”
“Me alegra que no se haya ofendido con mi impertinencia.” Camille suspiró.
“No debería pedir disculpas por algo así,” le dijo Wolfgang y luego sonrió. “Antes de responderle, quería decirle que puede llamarme por mi nombre, no hay problema.”
“¡Ahhh!” Camille se veía muy avergonzada. “¡Por supuesto que no!”
“¿Eso es porque no quiere…?” Wolfgang arqueó una ceja, curioso.
“¡No! Me encantaría, de hecho. Sin embargo, siento que implicaría tomar una confianza con usted que no debería…”
“Comprendo si le incomoda, pero debo insistir.”

Cuando se encontraron al dar la vuelta, Wolfgang la tomó de la mano y le sonrió, deteniéndose repentinamente.

“Aún así, no pretendo incomodarla con esto. Discúlpeme si mi insistencia es—”
“¡Nonono!” dijo Camille y luego, cuando cayó en cuenta de lo que había hecho, se tapó la boca.

Wolfgang rio.

“Señ— Wolfgang, disculpa por interrumpirle.”
“Le dije que no debe—” Wolfgang se interrumpió a sí mismo y sonrió, emocionado.
“Se me hará un tanto complicado adecuarme, pero intentaré respetar sus deseos.”
“…” Wolfgang sonrió: la timidez de Camille se le hacía tierna. “Gracias, señorita Bennet.”
“¡No tiene que agradecerme! Y puede llamarme por mi nombre, si no le incomoda.”
“Por supuesto.” Wolfgang asintió.

Al notar que aún la tomaba de la mano, el rubio soltó el agarre sutilmente y retomó el baile, un tanto avergonzado. A ambos les costó sincronizarse al ritmo una vez más, pero alcanzaron su cometido al cabo de unos instantes. En una de las vueltas, Wolfgang retomó la palabra.

“Ahora que tenemos resuelto eso, puedo contestar su pregunta. Estaba buscando a alguien, es cierto. Pero tal parece que ya no se encuentra en el presente salón, lo que me llena de alivio.”
“¿Quiere evadir a esa persona?”
“Es mi fin, sí. ¿Le soy sincero? No lo soporto.”
“Por casualidad… ¿es el señor con el que lo vimos mi hermana y yo? Cuando lo conocimos, en el bosque.”
“Ese mismo.” Wolfgang suspiró. “Su nombre es Hubert, es el hijo mayor de un socio de mi padre… ¿Le hablé sobre la familia Rothschild? Creo que sí la mencioné aquella vez, en el bosque. Son los nuevos dueños de Chatsworth.”
“No sabría decirle… aunque sí recuerdo que hablamos sobre aquella propiedad.”
“No quiero que se lleve la peor parte de mí con nuestra primera interacción, pero debo admitir que no soporto a aquel señor. Sus hermanos menores son mucho más agradables.”
“Me llevé la impresión de que era poco tratable.”
“Y no está equivocada. Lo peor es que, por algún motivo, siente que soy un ejemplo para su hermano menor y el hijo del otro socio de mi padre, que son menores que nosotros. Lo que no sabe es que soy igual de alocado y rebelde que ellos.” Wolfgang soltó una risa ante la ironía.
“¿Y cómo… cómo es que supone eso de usted?”
“Me imagino que se debe al poco tiempo que me ve al año. Si Hubert viajara conmigo, notaría que su concepción de mí no puede estar más errada. No soy nada parecido a él o a su padre, Lord Michael Rotshchild. Aunque… Lord Assa Väring es mucho más temerario y frío que ambos.”
“¿No son ellos los dueños del hospital que acaban de inaugurar en el pueblo?”
“¿Ellos? No. Sus hijos Marth y Chrom son los que tuvieron la iniciativa del hospital. Para ser más exactos, Lord Michael y Lord Assa se opusieron a la idea… pero tal parece que sus hijos lograron su cometido de alguna forma.”
“Y me alegra que haya sido así. Mi hermana, Emilia, cuenta con un trabajo en aquel hospital. Fue el señor Marth quien la contrató.”
“Marth es muy agradable. No he contado con la oportunidad de tratarlo más a fondo por cuestión de tiempo, pero me gustaría compartir más con él a futuro. A todo esto, Chrom y él también han asistido. Deben encontrarse por aquí… ¿Gustaría conocerlos?”
“¡Por supuesto! ¡Encantada!”
“De paso aprovechamos en juntarnos de nuevo con Henry y la señorita Emilia.”

Camille asintió. En completa sincronización, se detuvieron al dar la vuelta, justo frente a frente. Sonrieron y Wolfgang le ofreció su mano, para conducirla fuera del salón e iniciar la búsqueda de sus socios, su amigo y la hermana de su acompañante.

La travesía de encontrar a sus conocidos entre la multitud presente del baile fue un hecho épico. Wolfgang logró una magistral sincronía con Camille, moviéndola sutilmente entre las personas tanto para que no se separasen como también para evitar encontrarse con Hubert quien, para su desgracia, aún se encontraba presente en la velada. Camille soltó una sonrisita adorable cuando el rubio buscó su mirada para darle una explicación del porque se había movido más de prisa, de pronto. Sin embargo, para la chica no fue necesaria palabra alguna para darle una explicación a sus acciones por lo que no pudo más que dejar escapar una risa suave y adorable, de la cual su acompañante se contagió.
Finalmente, Camille divisó a su hermana Emilia a unos metros más allá. Salía del sector del balcón, en compañía de Henry Lancaster. Camille en esta ocasión fue ella quien dirigió a su acompañante hacia los otros dos para reunirse con ellos.

“¿Qué tal estuvo el baile, Camie?” Le preguntó Emilia a su hermana para cuando la vio llegar. Al ver a Camille y Wolfgang notó que existía cierta armonía en la atmosfera de ambos por lo que intuía que todo marchó bien. Sin embargo, le preocupaba tenerlos frente a ella tan pronto porque le llevaba a pensar que quizá algo no concordaba entre los dos o bien algún evento externo los había dificultado de mantenerse en prolongada compañía.
“Fue una grata pieza musical con un excelente compañero de baile.” Respondió con delicadeza y con cierto tinte de timidez.
“Estimado señor von Einzbern, gracias por permitirle a mi hermana Camille ser su compañera de baile.” Ella hizo una pequeña reverencia al susodicho, sonriéndole con gratitud.
“No tiene que agradecerlo, señorita Bennet. Ha sido toda una dicha.” Wolfgang le devolvió el gesto, sonriendo con sinceridad. “Asimismo, tuve la oportunidad de compartir espacios bastante amenos donde pude platicar con la señorita Camille” en ese momento, el joven cayó en cuentas de lo fácil y sincero que fue conversar de ciertos temas con la señorita Camille como si fueran grandes conocidos de toda una vida. Se había sentido tan cómodo y tan a gusto hablando con ella, sin recibir una negativa de su parte o un gesto cínico de halago. Ella era verdaderamente natural. Recordó “Por cierto, me encantaría presentarles a unos conocidos míos. Tengo entendido que la señorita Emilia ya conoce al señor Chrom Rotshchild y al señor Marth Väring”
“Ciertamente.” Ella asintió. “Al señor Väring lo conozco un poco más, puesto que ha sido su amabilidad el contratarme directamente para el Hospital St. Constantine. Al señor Chrom Rotshchild lo he conocido sólo de referencia y una que otra vez lo he visto de lejos.”
“Permítanme el agrado de presentárselos formalmente, entonces”
“Claro, será maravilloso conocer a dos personas que han contribuía con el bienestar de Bloomington” agregó Camille.
“Lamento excluirme de aquella interacción” Intervino Henry “En estos momentos me es preciso acudir a una pequeña reunión con unos conocidos en este mismo lugar. Disculpen.”  El joven articuló un gesto de inclinación breve en señal de despedida. “Hasta luego.”
“Que tenga buena noche, señor Lancaster.” Dijo Camille.
“Espero vernos pronto.” Agregó Wolfgang, un poco confundido por el mensaje de Henry. Pareció que de pronto quiso marginarse de todo mientras que unos minutos atrás buscaba como hacerse parte de la situación. Supuso que Lancaster tenía demasiados compromisos por doquier los cuales debía atender. Lo comprendía, puesto que a él mismo le sucedían situaciones similares.
“El señor Lancaster es alguien muy solicitado.” Mencionó Emilia. Recordó el baile en Londres donde muchas personas insistían por su atención.
“¿Me acompañan?”
“Sí” Las gemelas asintieron y acompañaron al señor von Einzbern a otro sector.

Pasaron de la gran sala del baile para salir de esta e ingresar a un hall más despejado donde algunas personas se encontraban conversando, vieron que otras tantas permanecían sentadas en los divanes platicando, y otros pocos con las copas alzadas haciendo un pequeño brindis interno del cual seguramente las Bennet se enterarían del motivo del festejo por medio de la señora Bennet o por los reportes de Sayaka.
El joven Wolfgang buscó con la mirada a sus conocidos entre los rostros presentes, hasta encontrar a Chrom Rotshchild y Marth Väring en uno de los divanes, Chrom permanecía de pie con una copa de champagne y Marth estaba sentado en un diván a un lado de Chrom. Los dos hijos de los socios de su padre siempre habían congeniado bien entre ellos dos por lo que no era extraño verlos allí, juntos, no obstante, lo que se le hizo en particular extraño fue ver a ambos ajenos de la situación social puesto que solían ser de las personas que prefieren compartir antes de aislarse.
Chrom fue el primero en notar a Wolfgang aproximarse, le indicó a Marth lo que sus ojos veían y el peliazul reaccionó un tanto sorprendido al igual que su amigo Chrom. Aquel gesto no pasó desapercibido por Wolfgang, como si aquellos dos reaccionaran ante una ironía de vida, pensó que tal vez se sintieron incómodos al ser descubiertos por él de esconderse de Hubert.

“Marth, Chrom. Que gusto verlos.” Dijo Wolfgang, estrechándoles la mano a cada uno. Marth se había puesto de pie cuando el grupo llegó hacia ellos. “Me complace poder presentarles a las señoritas Bennet.” El joven se hizo a un lado, presentando a las dos jóvenes. “La señorita Emilia Bennet le deben conocer del Hospital St. Constantinte.”
“Mucho gusto, señorita Bennet. Al fin le puedo conocer directamente en persona.” Dijo Chrom.
“El gusto es mío.” Ella les sonrió. “Al señor Väring tengo la dicha de conocerle”
“En efecto, he tenido la ventaja de coincidir un poco más con la señorita Bennet” dijo Marth, luego miró a la otra muchacha. “Me alegra conocer a otra de las hermanas Bennet. En Bloomington son una familia muy conocida” Hizo una reverencia breve. Chrom le dio un toque disimulado por sus palabras. Sabía que Marth no daba un doble mensaje con sus palabras, pero a veces su inocencia pecaba de imprudencia. Lo que en sus palabras Marth diría como un hecho que es real, otra persona con mente más torcida podría interpretar como que se estaba burlando de la infamia de la familia. Más si alguna de las hijas podría ser de personalidad más paranoica. Tal suerte era que, al parecer, ninguna de las dos jóvenes resultaba tener esa reacción.
“Ella es la señorita Camille Bennet” Le presentó Wolfgang.
“Mucho gusto, señorita Bennet.”
“El gusto es mío, señor Rotshchild”

Chrom disimuló el sentirse absorto de la joven que estaba justo en frente de él. Momentos antes, ya la misma joven había cautivado persistentemente su atención y se tornó en su obsesión visual durante toda la noche. Legítimamente junto a Marth se propusieron ir a pedirles gentilmente una pieza de baile; él a la señorita Camille Bennet y Marth a la señorita Emilia Bennet. Sin embargo, ambos quedaron postergados con una mezcla de sentimientos de propia vergüenza, confusión y disimulada resignación de perdida cuando vieron que el socio de su padre, y uno de los amigos más preciados para ambos, Wolfgang von Einzbern, junto con uno de los hijos del marqués de Lancaster, se adelantaron a sus pretensiones y pidieron la pieza de baile a ambas hermanas, acaparando luego la atención de ellas por un prolongado momento posterior.
Aquel gesto no pasó desapercibido para la madre de Chrom, Lady Mauve, quien con ojo de faraón siempre se percataba de todo. Chrom prefirió, antes de ser invadido por su madre sobre sus observaciones, pedirle a Marth que abandonaran el salón de baile para ir a conversar a una sala más tranquila.
Pero gracias a la presentación que hizo Wolfgang von Einzbern de las hermanas Bennet ante ellos, los otros dos jóvenes tuvieron la grata oportunidad de conversar un poco más con aquellas dos hermanas. Hubo temas en común y en general se conversó de mucha cultura con delicadeza, ninguno se atropellaba en palabras por sobre el otro y las damas eran de lo más educadas y cultas.
El apellido Bennet para ambos jóvenes de pronto significó prudencia, inteligencia, y delicadeza.

“¡Mis niñas!” Se escuchó gritar con energía. En poco tiempo, la señora Bennet llegó hasta donde estaban sus hijas quienes compartían espacio con aquellos elegantes jóvenes. “Que gusto ver que se encuentran en tan buena compañía”
“Madre…” Camille musitó, un poco incomoda por la intervención de su progenitora.
“Me complace decirles que ustedes son afortunados de tener la atención de mis dos hijas, ¡Apuesto que se están divirtiendo enormemente en sus compañías!”
“Ha sido un espacio de lo más agradable.” Asintió Marth con sutileza.
“El señor Bennet me ha hablado muy bien de cada uno de ustedes. ¡Que crueldad que el señor Bennet ya se haya reunido con ustedes antes y sin anunciarme de tan magnífico encuentro!” dijo la mujer, expresando un gesto lastimero.
“El señor Bennet es un hombre muy culto y con una amplia biblioteca personal. Es un honor poder compartir pensamientos con él.” Comentó Chrom.
“¡Ah, señor von Einzbern!” la mujer se giró hacia el joven de cabellos rubios. “Usted es recién llegado a Bloomington y no ha tenido oportunidad de visitar nuestro hogar o reunirse en otro sitio con nuestra familia, ¡Pero es más que bienvenido en nuestra casa y por favor no olvide extendernos una invitación cuando usted realice una ceremonia!”
“Gracias por la invitación, señora Bennet. Procuraré tenerlo siempre en cuenta.” Sonrió brevemente, pese a estar un poco ambiguo por la conducta aquella mujer. Si bien la señora Bennet había demostrado admiración por sus amigos Chrom y Marth, sentía que de pronto recibía mucha insistencia de parte de ella hacia él.
“¡Déjeme felicitarle por lo buen bailarín que es usted! Mi querida y hermosa hija Camille lucía ensoñada en sus brazos danzando como una princesa dentro de un cuento de hadas.”
“…” Wolfgang miró a Camille, quien bajo la mirada y la desvió a un costado suplicando porque en ese mismo momento se abriera la tierra en dos y se la tragara. Sus mejillas se habían tintado de un leve rubor rosa, avergonzada por la presencia de la madre.
“Madre.” Emilia le musitó, indignada. “Los señores preferirían en este momento conversar sobre asuntos de negocios, sería prudente que les permitamos este espacio.”
“Oh, claro, claro.” Asintió. “Nosotras podemos ir a conversar con el joven señor Lancaster.”
“Madre…”
“El más ilustre de los hijos del marqués Lancaster no ha sido disimulado en ocultar el creciente interés que siente por mi hija Emilia.”
“…Madre.” Emilia la miró, molesta.
“Y digo sin reparos que es el más ilustre y respetable de los hijos del señor marqués porque si conversamos sobre el hermano mayor…”
“¡Madre, ya basta!” Le dijo Emilia, jalando a su madre disimuladamente del brazo. “Será mejor que volvamos con Shura, ella necesita de nuestra presencia.” Sonrió fingidamente, para llevarse a su madre con esa condición. “Con su permiso” ella y la señora Bennet hicieron una reverencia antes de retirarse. Camille entendió que estaba a cargo de dar la despedida final en nombre de ambos.
“Soy sincera en expresar por mí y por mi hermana Emilia que ha sido magnífico el poder compartir parte de esta velada en presencia de ustedes, amables señores. Espero que las instancias de reencuentro sean propicias y prontas para poder conversar nuevamente.”
“El honor es nuestro al conocerlas, señorita Camille.” Dijo Chrom, mirándola a los ojos.
Los presentes se despidieron con modales de protocolos y permitieron que Camille retornara junto a su hermana y madre.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Cho on March 31, 2019, 01:41:24 AM
Uhh, es antes de baile, pero necesitaba escribirlo. Espero venir pronto con el fic del baile en sí (...)

Flashback

Era la víspera del tan esperado evento por los Bennet, en el cual la última hija sería presentada a la sociedad. Era un momento de emoción e inquietud en casa, y cada miembro de la familia tenía sus propios pareceres y anhelos, pero concordaban en que sería un momento importante y les tocaba prepararse debidamente.

Dicho esto, Cho no pudo encontrar mejor pasatiempo que visitar a Ayesha y pasear junto a ella y su hermana menor por un valle cercano a la granja de los Altugle. El día era brillante y agradable, aunque sutil por la fresca brisa y los pétalos de flores que soplaban por doquier. La mejor preparación de la segunda hija de los Altugle, además de aceptar su realidad, era vaciar su usualmente ocupada mente, y un diálogo ameno con su amiga junto a los brincos de la pequeña por el camino no podían curar sus obsesiones mejor. Sayaka con frecuencia le había hecho la observación de que había heredado los nervios de su querida madre y Cho poco a poco comenzaba a creerse esa lamentable sentencia.

“Tu hermana Shura debe encontrarse ya lista para su gran velada,” observó Ayesha con suma alegría y juntando sus palmas, para alzar su mirada al cielo despejado. “Y pensar que todas ustedes ya están en la edad de participar en nuestra sociedad,” sonrió incómoda. “Los años se nos han pasado muy velozmente.”
“Es cierto, me cuesta mucho creerlo,” Cho le devolvió una frustrada sonrisa. “Recuerdos vagos vienen a mi mente de mi propia introducción a la sociedad hace ya varios años, pero nunca lo consideré un suceso tan importante. Siento que el baile de mañana tiene mucha más trascendencia para todos nosotros.”
“Es tu hermana menor, te entiendo perfectamente,” la rubia asintió y observó a su pequeña que saltaba de un pie entre unas piedras en el camino. “Cuando le llegue el momento a mi Nio, sé que me sentiré igual que tú. Mi hermanita cada vez está más grande, pero no quisiera nunca que llegue a los quince años.”
“Estoy segura que Nio tendrá un brillante futuro. La han criado bien,” comentó la peliceleste en un intento de animarle.
“Aprecio tus palabras, pero siempre será una pequeña ante mis ojos…”
“Ay, hermana,” la pequeña le oyó y rodó sus ojos, para acudir donde su mayor y poner sus manos sobre sus caderas. “Yo seré muy feliz ese día. Tendré la atención de todos y podré bailar todo lo que se me plazca. Ya quisiera poder atender este evento de mañana que no han dejado de hablar de él.”
“El próximo será el tuyo, Nio, no te impacientes,” le pidió Cho.
“Ahh, no sé cómo te has convertido en una pequeña tan decidida. Me alegro por tu fortaleza, pero recuerda mantener tu gracia y la postura de una propia dama,” le rogó su hermana con un tono frustrado.
“No te preocupes, hermana,” luego de expresar su reclamo, la menor sonrió tranquilamente y escuchó su pedido al enderezar su postura. “Estamos sólo con Cho y no en una situación formal. Te prometo que me presentaré mejor cuando sea necesario. Sólo ten fe en mí, ese es mi único deseo.”
“Lo tendré, mientras te portes bien.”
“Mientras confíes en mí,” ensanchó su sonrisa.
“Ay, Nio…”

Cho observó a las hermanas dialogar con aquel sencillo y tranquilo diálogo. Era habitual ver sea precisa situación de Ayesha frustrándose por Nio y la pequeña escuchándole y fastidiándole a la vez. Si bien concordaba un poco con la mayor de que la pequeña debía comportarse con mayor prudencia, era la chispa de Nio lo que bien podría ayudarle mucho en el futuro, y quizás le esperaba un mejor futuro que sus mayores.

Las tres damitas continuaron caminando por el amplio valle y fueron cuesta arriba en una colina ya familiar para ellas. Una vez en la cima se sentarían para admirar la vista y tomar un breve descanso antes de encaminarse de regreso. Nio regresó a revolotear su andar frente a sus mayores, mientras las amigas continuaban conversando.

“Ah, cierto, finalmente podrás conocer al señor Cranach en la velada,” observó Ayesha con entusiasmo. “Es un señor prudente y amable, tal vez su expresión te intimide inicialmente, pero su formalidad y gentileza son propias de una gran persona. Sin duda es muy distinto de su esposa, pero pienso que son una dupla muy peculiar.”
“Estoy convencida que será un encuentro agradable por la forma que hablas sobre él,” Cho se animó. “Lo esperaré. Astrid me dio buena impresión, pese a intimidarme un poco.”
“Es cuestión de acostumbrarse, diría yo. He tratado varias veces con ella, y es muy informal. Asumo que eso puede ser intimidante.”
“Oh, Astrid es muy divertida,” comentó Nio, sonriendo. “Quiero ser alguien directo y valiente como ella cuando sea grande.”
“Hehe, estoy convencida que estás yendo por un buen camino,” le animó Cho.
“Muchas gracias por la bendición~” canturreó y regresó a distraerse con el camino.
“Si bien le tengo el mayor respeto a Astrid, espero que mi Nio sea una persona un poco más formal y prudente que ella, con toda honestidad,” comentó Ayesha, un tanto inquieta. “Pero me sabe tan mal decirlo…”
“Sólo deseas lo mejor para Nio y no tienes malas intenciones. Lo puedo apreciar.”
“Agradezco tu comprensión,” asintió. “Algo más que quería mencionar es que el señor Cranach es una persona de gran estatus y proveniente de Alemania. Por su linaje y poder, suele entablar relaciones con diversas personas y hacer negocios con varias familias. Astrid me comentó que esperaban la visita de unos contactos de confianza dentro de muy pronto,” sonrió un poco. “Así que pienso que es una buena oportunidad para ti.”
“¿Para mí?” Cho mostró gran sorpresa. “¿A qué te refieres, Ayesha?”
“Astrid suele tratar con tantas personas por las conexiones de su marido y al esperar a varias personas en un futuro cercano podría ser un buen momento para aprender a entablar relaciones formales con otros,” explicó con simpleza y naturalidad. “Soy una visitante frecuente en la casa de los Cranach, y sé que sería un gusto para ellos contar con tu presencia también. Sin duda lo sería para mí, querida Cho.”
“Es realmente un honor grande y una oportunidad sin precedentes, ni sé qué decir,” la peliceleste desvió su mirada en conflicto. “Pero yo…”
“Entiendo que es un poco inesperado, pero estaremos juntas, y Astrid ya expresó su deseo de apoyarte. Es sólo natural,” observó Ayesha. “También pensé en tu querida madre y sé que le daría gran dicha.”
“Ciertamente le aliviaría sus nervios…” sí era alentador pensar en que desempeñaría una labor y rutina más apropiada en los ojos de sus padres, por más inquietante que fuera.
“Sólo quería compartirlo contigo. Ya podremos meditarlo después. Primero nos toca el tan esperado evento de mañana.”
“Tienes mucha razón.”

Las chicas continuaron su camino a la muy próxima cima en un corto silencio. Cho apreció el tranquilo y profundo vacío de aquella soleada pradera con el pasto meciéndose con el viento. Era un momento con el cual podría soñar todas las noches por el resto de su vida…

Su vida estaba pronto a moverse más allá de su concepción. Desde hace varios años y con una mezcla de expectativa y nerviosismo, Cho había imaginado que ese momento comenzaría con un evento como el que le esperaba la noche siguiente. Si no, podría ser con la presentación de un invitado a su hogar. Posiblemente el cambio de su vida, si se tardaba lo suficiente, daría inicio de forma más trágica, tal vez con el fallecimiento de su padre o en un matrimonio forzado y propulsado por su señora madre.

Si se fuera a mirar en ese punto desde un futuro todavía no existente, Cho sonreiría al entender que no hubo forma de predecir que, al parecer, el primer y sutil suceso en una larga línea de eventos empezó con un silbido traído por el viento.

Ni bien las tres llegaron a la cima, Nio captó aquel sonido llamativo y sosegado.

“¿Hm? ¿Quién está silbando?” se cuestionó la pequeña. Ella vio un cabello pastando cerca de ellas, en el otro lado de la colina, y a una persona a su costado, apoyado sobre una roca. Se trataba de un joven de cabellos negros largos, atados en una cola. Era el productor de la melodía y miraba perdidamente al cielo mientras aprovechaba su descanso.
“Oh, dudo mucho verle visto anteriormente,” observó Ayesha, impresionada. “¿Será un visitante en Bloomington? ¿Habrá venido por la velada?”
“Pues, no sé,” Cho desvió su mirada. Si su correcta amiga no sabía quién era, ella no tendría nada que aportar.
“Se ve buena gente,” observó Nio, quien se tomó la libertad de correr cuesta abajo.
“¡N-Nio!” su hermana quiso detenerle, pero no llegó a hacerlo, motivo por el cual tanto ella como Cho tuvieron que seguirle.

La pequeña Altugle llegó donde esa persona, quien se reincorporó al oírle.

“¡Buenos días! Ehh…” Nio le saludó, aunque rápidamente le miró con curiosidad y de muy cerca.
“Buenos días, pequeña,” le saludó el chico amenamente, quien sabía precisamente por qué recibía esas miradas confundidas de la menor. “Dime, ¿mi apariencia te llama la atención?”
“Hm, bueno…” se puso a pensar. “No debería ser tan directa, pero…”
“Hahaha, no te preocupes,” el otro se rió tranquilamente y mantuvo su sonrisa. “Asumo que nunca has visto a una persona de ascendencia asiática, ¿cierto?”
“Nio, compórtate, por favor,” dijo Ayesha ni bien les dio el alcance, quien dio una pronunciada reverencia. “Mis disculpas. Espero que mi hermana menor no le haya faltado el respeto de ningún modo. Ehm, mi nombre es Ayesha Altugle, es un placer.”
“No, no, para nada. No conozco esta ciudad, así que temo si me encuentro invadiendo algún territorio,” dijo el pelinegro, con leve torpeza.
“No se preocupe, no es el caso,” le aseguró Cho, haciendo una venia. Sí tenía una apariencia distinta propia de una persona asiática, aunque su inglés tenía más bien un dejo germánico, semejante al que Astrid demostraba a la hora de dialogar. “Mi nombre es Cho Bennet. Mucho gusto de conocerle.”
“El gusto es mío, damiselas,” dijo con gracia e hizo una venia pronunciada con cierto aire juguetón. “Mi nombre es Namazuo Toushirou.”
“Nama… ehm, ¿perdón?” Nio ladeó su cabeza.
“Namazuo. Comprendo que tendré que repetirlo algunas veces, ¿verdad?” comentó entretenido. “Estoy de visitante en la ciudad por asuntos de negocios, y debo mencionar que me gusta mucho este sitio,” dicho esto, se dirigió al caballo que lo acompañaba y le acarició en su cabeza. “Incluso los ganados son tan amigables y encantadores. Ya quisiera llevarme este semental de regreso conmigo.”
“Ehm, es cierto que es un ambiente muy próspero donde vivir…” comentó Ayesha, sonriendo incómoda al no saber cómo seguirle la corriente con ese comentario.
“Ohh, estoy completamente de acuerdo,” por su parte, Nio sonrió contenta y asintió. “Mi familia tiene una granja y los animales son muy bellos y pacientes. Seguramente tenemos los mejores animales de todo el país.”
“Ahh, espero que sea así, pequeña,” el chico se animó. “¿Me concedes tu nombre?”
“Oops, cierto,” Nio se llevó sus manos a su boca y sonrió con leve travesura antes de contestarle. “Nio Altugle, siento la demora.”
“Ha sido un placer, pequeña Nio. Lo mismo digo de ustedes, Ayesha, Cho,” Namazuo hizo una venia y montó su caballo. “Lamentablemente me deben estar esperando, así que tengo que irme. Dicen que habrá un baile mañana, ¿cierto? Hemos sido dados una invitación, así que posiblemente nos veamos ahí.”
“Sería un honor para nosotras,” Ayesha asintió. “Le deseo un buen camino de regreso.”
“Sí, nos vemos mañana,” Cho hizo una reverencia, y al observar al chico se confundió por notar que este le miraba la cima de su cabeza. “Ehm…” ella se incomodó y se llevó una mano con torpeza a sus cabellos. “E-espero no tener nada…”
“¡Ah, n-no, mis disculpas!” el chico aguantó unas ganas de reír y negó un par de veces. “Me distraje, siento la alarma. Nos vemos. Que tengan un próspero día.”
“Hehe, igualmente,” Nio se despidió con una mano.

Esa persona partió a velocidad y se perdió en poco tiempo en plena cabalgada. No sería la última vez que lo verían, según lo que les había dicho.

“No sabía que los asiáticos tenían ojos distintos…” Nio se puso a pensar, y sonrió. “Hehe, pero es muy bueno y sencillo. Me recuerda a Otabek, así que me cae bien.”
“Ahh, no esperé que alguien de su raza apareciera en Bloomington tan intempestivamente, y justo antes de un evento,” observó Ayesha, nerviosa. “¿Cómo era su apellido? Ehh…”
“Se llama Namazuo…” recordó Cho, también meditativa.
“S-sí, me acuerdo de eso, lo repitió, p-pero…” la rubia se puso inquieta. “¡Ahh! ¡Una apropiada dama debería saber cómo dirigírsele apropiadamente! ¡Su apellido es muy importante!”
“Está bien, hermana,” Nio se encogió de hombros y sonrió tranquila. “Él mismo está consciente que su nombre es raro, así que lo volverá a repetir.”
“¡P-pero no podemos contar con eso, Nio! ¡Es una falta de consideración!”
“Ahh…” dio un suspiro. “Pues, no lo sabemos. ¿Qué más quieres que te diga?”

Cho observó a su amiga continuar haciendo memoria y desesperándose por su presente predicamento, y observó nuevamente en la dirección donde el joven se había marchado. No sabía a quiénes más verían, pero acababa de comprobar que el evento que les esperaba no tenía precedentes. Tendría que prepararse mentalmente con mayor urgencia.

La caminata se terminó y fueron de regreso mientras continuaban dialogando sobre la próxima obligación social que les esperaba.

Fin del Flashback
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on March 31, 2019, 05:28:14 PM
Mi fic del baile *por fin*. Lo pondré en dos partes para que no quede tan largo ni tedioso tengo que terminar de escribir la segunda parte antes del stop. Por si acaso, aquí esta el playlist (https://www.youtube.com/watch?v=YkQzq5fOEK4) del fic(?)

(https://i.imgur.com/TABr0Tu.png)

Regency Ball, Sonnet I

Say, what abridgement have you for this evening?
What masque, what music? How shall we beguile
The lazy time if not with some delight?
-William Shakespeare

Flasback

La llegada de los Leagan no pudo haber sido en peor momento. El estado anímico de la familia no era el mejor el día que Neil y Eliza Leagan llegaron a Bloomington.

Ninguna de las hermanas había procurado ocultar su molestia ante la poca anticipación de la visita y las molestias que esto les causaba. Si de por sí el espacio en su casa era limitado para la numerosa familia, ahora estarían más apretados.

La única que no se mostró tan molesta con la visita fue la señora Bennet, que desesperada ante la situación no perdió el tiempo en insinuarle a sus hijas que si el señor Leagan les proponía matrimonio no se atrevieran a rechazarlo. En su cabeza, la situación era crítica y el desplante de Sayi era en realidad un desplante para todas sus hijas.

"Oh mis niñas, cuando todos se enteren de lo que ha pasado ¿Quién querrá casarse con ustedes?" Fueron las palabras de la señora durante los días precedentes al baile de Shura.

Y si bien, la situación los había afectado a todos, el señor Bennet y sus hijas creyeron que la señora exageraba como siempre. En cambio hubieran preferido enviar a los Leagan a la posada del pueblo por unos días y ocuparse de su querida Sayi en cambio.

A su regreso de Longbury la señora Bennet no tardó en pedir sus sales y relatar lo desdichada que era, lanzando maldiciones que incluso harían que un marinero se sonrojara. Sus lágrimas hubieran podido hacer que el Támesis se desbordara y sus lamentos se escucharon toda la noche, atravesando los muros del hogar Bennet tal cuál alma en pena.

Sayi en cambio supo llevar la desventura con más dignidad. Encerrada en su habitación con Sayaka cuidándola, logró recuperarse antes del baile. Y de la llegada de sus odios primos Leagan.

"Por supuesto, nuestra Sayi no le daría el gusto a Eliza de verla en un estado deplorable" pensó Sheryl la mañana que las Bennet se arreglaban para el baile.

Todas se reunían en una habitación para ayudarse en sus rituales de belleza; se acicalaban unas a otras, con esmero recogían sus largos cabellos con lazos y colocaban un ligero rubor en sus mejillas. Su madre les había mandado a hacer vestidos blancos a todas, aunque el estilo individual de cada hermana prevalecía.

Sheryl optó por elegir un vestido de algodón recubierto con una capa de encaje. Los tirantes, también de encaje eran lo suficientemente delgados para dejar al descubierto sus brazos pero cubrían sus hombros. Para enmarcar su pecho, detalle que estaba de moda en la época, se había incorporado un listón de seda rosa pálido. Cuando terminó de vestirse, dejo que Cho se encargará de recogerle el cabello en un chignon mientras ella ayudaba a Shura con su nuevo corsé.

-Ouch, no lo aprietes tanto por favor hermana- se quejaba la menor.

-No lo estoy apretando tanto ¿Es que acaso has olvidado que tienes que hacer el primer baile con papá y todo el mundo te estará viendo?

Shura quiso protestar, pero fue interrumpida por Emilia.

-Nuestra hermana solo quiere que te veas bien hoy- le recordó a la menor mientras le quitaba el exceso de carmín de los labios con un pañuelo -No querrás que comenten sobre lo desaliñada que te veías en tu baile de debutante.

-O que el único que bailo contigo fue tu padre porque los demás caballeros no quisieron bailar contigo por el mismo motivo- bromeó Kora antes de que Camille a su lado le diera un codazo y una mirada de desaprobación.

-Habrán suficientes caballeros para que todas bailen- la intervención de Sayi llamó la atención de todas las hermanas pues en ese momento creían que lo último que le interesaba a la mayor eran los caballeros.

-Como el señor Stark- aseguró Sayaka al mismo tiempo que le lanzaba una mirada cómplice a Sheryl. Era como que si el buen humor de Sayi hubiera traído consigo el de Sayaka -¿Recuerdas que te decía que bailaría contigo en tu baile? Es una lástima que sus asuntos en Winterfell le impidieran venir.

Sheryl apartó la mirada, no quiso que sus hermanas vieran el sonrojo que apareció en sus mejillas. Últimamente sus hermanas habían puesto bastante interés en su amistad con el señor Stark.

-¡Mis niñas! Los carruajes ya están listos, apresúrense- la señora Bennet irrumpió en la habitación. Su alegría e ímpetu habían regresado antes del baile, y ahora estaba más dispuesta que nunca a casar a sus hijas - Thomas acaba de regresar del salón, fue a dejar el vino y me ha dicho que ya varios soldados se han asomado.

/flashback


(https://i.imgur.com/TABr0Tu.png)

La llegada de los Bennet a Candance Hall fue seguida a la llegada del alcalde Trump y Lady Melania, su esposa. La señora Bennet saludó, quizá, con demasiado entusiasmo al alcalde agradecida de que gracias a este el baile fuera a estar colmado de soldados. El señor Bennet fue menos efusivo, la invitación de sir Trump le costó otros 10 barriles de vino y quien sabe cuántas cosas más para el banquete de la noche. Solo esperaba que los invitados no llegaran tan hambrientos y que el banquete de alguna forma, tal vez con la ayuda de Dios, abundara. Por lo demás, no le molestaba complacer a su esposa y a sus hijas.

Los Leagan como familiares inmediatos de los anfitriones no perdieron la ocasión para abordar a los Trump, Eliza elogiando a Lady Melania por su rico atuendo y Neil presentándose como el heredero del señor Bennet. Su intención, aparentemente, era dejar en claro que las tierras del señor Bennet le pertenecerían algún día y quería cimentar su influencia desde ya.

El tío Robert Baratheon no se hizo esperar tampoco y llegó acompañado de Lady Aika y su guardián Siegfried. La señora Bennet estaba extasiada, no cualquiera podría decir que una aristócrata rusa estaba en su baile. Lady Aika por su parte no dejaba de estar entusiasmada, seguía prolongando su estadía en Bloomington indefinidamente disfrutando de todas las bondades y entretenimientos de la campiña inglesa.

Cuando Robb Stark llegó, unos minutos antes de que iniciara el primer baile,  con sus amigos muchas cabezas se volvieron a verlos. Eran un grupo joven y atractivo, y de  modales refinados. Se acercaron a los Bennet con la intención de saludarlos y agradecerles por la invitación; además de presentar a los nuevos habitantes de Keyfield Park: el ya conocido señor Fraser, el coronel Middleton y Sir y Lady Spencer de Althorp. Todos presentaron sus respetos a los señores Bennet y su intención de formar una amistad.

Pronto los músicos afinaron sus instrumentos y se anunció el inicio del primer baile. Todos despejaron el espacio designado para los bailarines y el señor Bennet ofreció su brazo a su hija para llevarla al centro de la pista de baile. En medio de murmullos y halagos a la debutante y a sus padres, la música inició.

-Oh Robb, es una alegría tenerlo aquí de nuevo, después de haberse perdido el baile de nuestra Sheryl- la señora Bennet no perdió el tiempo y se posicionó junto a Robb. 

Sheryl vio a su madre incrédula, ¿acaso le estaba pidiendo a Robb que bailara con ella de forma sutil?

-Si su hija me lo permite, me atreveré a pedirle su primer baile de hoy.

-Oh no debe ser tan formal Robb, estoy segura que Sheryl estará encantada de bailar con usted, ¿no es así querida? 

Poco de después de que le señor Bennet y Shura comenzaron a bailar, otros se les unieron. Entre ellos estaban Sheryl y Robb. La joven no podía evitar sentirse avergonzada del comportamiento de su madre pero por otro lado estaba aliviada, de haberle tenido que conceder el primer baile al primo Neil este hubiera aprovechado la situación para abarcarla toda la noche. Y al estar con un caballero de mayor rango el primo Neil tendría que guardar mayor recato si quisiera bailar con ella.

No podía estar más equivocada sobre la impertinencia de Neil cuando al terminar el baile se acercó a interrumpir de imprevisto su conversación con Robb, presentarse con todos los aires de un señor importante y arrebatarla del brazo para llevarla a la pista de baile.

-Es un baile adorable… aun con la sencillez de sus medios se nota que se esforzaron en organizarlo prima Sheryl.
La rubia no supo si eso era un halago o un insulto, pero no pudo evitar defenderse.

-Contamos con los medios suficientes para organizar un gran baile señor Leagan. Las tierras de mi padre nos han proporcionado de manera satisfactoria y nos apena que alguna de nosotras son haya sido un varón para que se queden en la familia.

-Yo creo que hay oportunidad de que las tierras se queden en familia Sheryl- contestó Neil tomando la mano de su prima y depositando un beso poco bienvenido en ella. Sheryl se alegró de haber usado guantes ese día.

Suprimiendo sus ganas de salir corriendo del salón Sheryl se zafó del agarre  de Neil y con una escueta reverencia dio por finalizado su baile, salió de la pista con la excusa de ir a refrescarse.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on March 31, 2019, 07:43:38 PM
Segunda parte y última parte de mi fic del baile :3

(https://i.imgur.com/TABr0Tu.png)

Regency Ball, Sonnet II

El soberano de mi pecho está alegremente
sentado en su trono y durante todo el día, un espíritu
desacostumbrado me eleva por encima del suelo con pensamientos animosos.
-William Shakespeare

El jardín de Candance Hall se encontraba vacío, a excepción de un par de personas que charlaban y se refugiaban del calor del salón. Era una noche sin luna, por lo cual se había mandado a poner unas antorchas para alumbrar el lugar aunque no fueron de mucha ayuda. Por su falta de luz sería el mejor momento para esconderse del primo Neil que seguramente la buscaría para un segundo baile y de esa manera dejar en claro sus intenciones.

El lugar que una vez había sido un jardín al estilo francés, ahora era estilo inglés más rustico por orden del alcalde Trump, sin ningún espacio para sentarse. Sheryl no quería ensuciar su vestido ni dejarse ver sola y recordó que tras una hilera de robles había quedado un gazebo francés donde podía tomar refugio por un momento.

El camino era oscuro y tuvo que guiarse por el tacto para llegar a la estructura que empezaba a caerse en ruinas. La oscuridad, la frescura del aire y el olor de los azahares la distrajeron lo suficiente como para no percatarse de la presencia de alguien más.

-Señor Fraser- Sheryl logró identificarlo, después de haberse topado con el corpulento hombre.

-Señorita Bennet, ¿se encuentra bien?

Sheryl se dio cuenta de lo extraño de su posición, estaba sola en un lugar alejado mientras el baile de su hermana transcurría. ¿Pero que hacia el señor Fraser también afuera?

-Si, por supuesto- atinó a responder la dama- necesitaba un lugar donde refrescarme, el calor del baile me ha consumido un poco.

-¿Necesita que le traiga algo o que llame a sus padres?

-No, no por favor- rogó ella –el aire fresco me repondrá.

Si el señor Fraser regresase al baile y llamase a alguno de sus padres o hermanas la pondría en una situación incómoda y las preguntas comenzarían. El pareció darse cuenta también y decidió esperar a que la dama le pidiera algo para refrescarse o que se retirara. En cambio un profundo silencio invadió el lugar.

-Señorita Bennet - no quiso perder la ocasión de abordarla cuando se encontraron ya solos, definitivamente no quería causarle problemas con sus padres. -Me temo que la asusté el otro día en el sendero. Le pido disculpas por mi falta de delicadeza, no debí abordarla de esa manera.

La disculpa repentina tomo a Sheryl por sorpresa.  Inesperadamente, y contrario a su apariencia, el señor Fraser se expresaba de una manera muy educada propia de su posición. Si bien su voz era grave y firme con crudos matices norteños y escoceses también era cálida y gentil. Sheryl percibió honestidad en sus palabras y supo que sus disculpas eran genuinas.

Decidida a mantener su compostura y a evitar otro malentendido Sheryl se excusó de la mejor forma que se le ocurrió en ese momento.

-Se equivoca señor Fraser. Me asusté al ser descubierta comportándome de forma escandalosa. Nada de lo que paso fue su responsabilidad, por lo cual le ruego que acepte mis disculpas.

Jamie sonrió aliviado. Nunca había estado tan al sur de Inglaterra y temió haber causado una mala impresión ofreciendo su ayuda sin que lo hayan pedido. La charla con la joven se prolongó unos momentos hasta que se volvió aparente que la ausencia de la joven empezaría a ser cuestionada.

-Si me permite regresaré yo primero al salón. Le pediré a Lady Spencer que salga en su búsqueda para evitar malas impresiones.

-Se lo agradezco señor Fraser. Estar en compañía de una dama me evitara  malos entendidos.

Jamie partió primero y Sheryl espero unos minutos para acercarse de nuevo al jardín de Candance Hall y encontrarse con Cherce Spencer que ya estaba ahí esperándola. Al parecer Lady Spencer era alguien de confianza para los señores Stark y Fraser; y sin saberlo Sheryl también había presenciado toda la escena con Neil y sabía que si tomaba a la joven Bennet bajo su protección nadie podría bailar con ella sin su permiso- una de las principales ventajas de su posición.

-Espero que no le aburra estar conmigo señorita Sheryl. Debo tomar un descanso antes de seguir bailando, y estoy segura que usted también lo necesita.

-Al contrario señora Spencer, agradezco su compañía.

-Es que tenía muchas ganas de conocerla. Robb me había comentado sobre usted y su familia; y ahora que por fin nos han presentado espero que podamos ser amigas- Lady Spencer la tomo el brazo y le susurro al oído-  Jamie me ha contado que la encontró aquí y después de presenciar la escena con su primo Neil Leagan entiendo porque. No se preocupe, puede confiar en mí.

-¡Sheryl querida, al fin te encuentro!- a su regreso del salón se encontraron con la señora Bennet que se abanicaba con fuerza –el primo Neil te ha buscado, quiere que le dispenses un segundo baile.

-Mi muy querida señora Bennet- intervino Lady Spencer –me temo que Sheryl y yo estamos agotadas por el ajetreo del baile. El señor Leagan tendrá que excusar a Sheryl mientras estamos con nuestros amigos en los divanes de arriba, sino me equivoco el señor Baratheon está ahí entreteniendo a mi marido y a los demás. 

La señora Bennet se olvidó al instante de Neil ante el prospecto de que Sheryl estuviera en compañía de tan finas personas. No solo el señor Stark estaba ahí, sino el señor Fraser, el coronel Middleton, los Spencer y Lady Aika ¡Que no diría la gente de que Sheryl estuviera en tan selecto circulo!

-Por supuesto Lady Spencer, el señor Leagan puede esperar si mi Sheryl se encuentra cansada. Le ruego que cuide de ella por mí.

-No dude que lo haré señora, su hija queda en buenas manos.

A pesar de que la Lady Spencer no parecía un par de años mayor que ella, Sheryl se dio cuenta de que conocía todas las reglas de sociedad al pie de la letra y la usaba con maestría a su antojo. No obstante no parecía ser caprichosa ni manipuladora, y mucho menos de malas intenciones.

Se unieron al grupo del tío Robert que tenían bebidas en las manos y reían animadamente.  A diferencia del primer piso donde hacía calor y el ruido era casi insoportable, arriba legaba un rumor de la música y la brisa fresca de los balcones donde unos cuantos conversaban. Sheryl logro divisar a algunas de sus hermanas bailando en la multitud desde arriba y a Emilia conversando con un caballero en el balcón. Se sintió aliviada que ellas estuvieran pasando un buen rato sin la compañía del señor Leagan.

Por todo lo demás la velada transcurría con normalidad pero para los estándares de la señora Bennet era un éxito. Tenía muchos invitados ilustres, muchos de los cuales eran jovenes solteros y  de buena fortuna ¡Hasta había una noble rusa! La señora Bennett estaba segura que sería la envidia de sus vecinas por mucho tiempo ya que nadie había tenido tales honores como su pequeña Shura.

(https://i.imgur.com/TABr0Tu.png)

-Tiene un aspecto algo salvaje, se ve poco refinado.

-¡Y su cabello pelirrojo, por Dios! Es demasiado corpulento para ser un caballero.

-He escuchado que vivió en Francia y su tío abuelo fue un jacobita. Probablemente tiene esas locas ideas revolucionarias o independentistas

-No entiendo que hace un joven como Robb con el ¿Acaso lord Stark aprobará la amistad?

-Es un aventurero, mi marido escuchó en Londres que ha viajado tal cual marinero los últimos cuatro años. Puede que conozca a varias mujeres también.


Desde su asiento Sheryl pudo escuchar ese tipo de comentarios que no daban tregua al pobre señor Fraser y estaba segura que él los podía escuchar también. Ahora se daba cuenta la razón por la cual había preferido huir del baile por unos instantes. No entendía los ataques al señor Fraser, que si bien eran un poco corpulento sus modales eran impecables y su manera de actuar no era menos fina que la de los demás. Si acaso, era el más educado de todos saludando a todo el mundo con una sonrisa y respeto aún a los que no lo merecían. Para la ocasión, había peinado sus rizos pelirrojos hacía atrás con esmero y con su apariencia había hecho suspirar a no pocas doncellas ya.

Era el grupo que menos había bailado, los que se habían atrevido a un par de piezas fueron los Spencer. Robb se había limitado a bailar una pieza con Sheryl hasta el momento. El señor Fraser al parecer no había bailado ni una pieza al igual que el coronel Ike, que el joven pelirrojo no bailara angustiaba a muchas jóvenes solteras pero aliviaba aún más a sus madres.

Antes de la media noche llegó la hora del banquete, y posteriormente la segunda parte del baile (que solo Dios sabía a qué hora terminaría). Los invitados seguían bailando sin cansancio, el ponche seguía fluyendo y la conversación continuaba siendo amena. En algún punto de la noche el señor Stark se animó a pedirle un segundo baile a Sheryl, lo que hizo a la señora Bennet dichosa. Para cuando Sheryl bailó no solo una, sino dos veces con el señor Fraser también, su madre estaba lista para llorar de alegría. Sheryl por su parte encontró al señor Fraser mejor bailarín que al señor Stark, talvez porque le pelirrojo había aprendido algunos pasos en Francia o quizá era la inteligencia y elegancia que acompañaban a sus movimientos.

El baile se extendió hasta las horas de la madrugada del día siguiente, y el sol estaba saliendo cuando los habitantes de Shirenewton Hall y Keyfield Park se despedían de los Bennet y Lady Spencer hacia prometer a Lady Aika y a Sheryl Bennet que llegarían pronto a tomar el té con ella. A diferencia de sus hermanas, Sheryl no tenía amigos fuera del núcleo familiar y la compañía de aquellas damas la hacía dichosa. Por primera vez se sintió expectante por lo que fuera a venir durante la primavera y el verano de ese año.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on March 31, 2019, 09:00:00 PM
@Kana MUY ORGULLOSA por el posteo de todas por el baile -3-3-

Este fic super angsty continúa con el de Puri.


4

El vals comenzó, y junto él, el interrogatorio que había estado temiendo. La música vibraba con alegría, pero era imposible que resonara con ella en ese momento.

Sayi había evitado a Terry durante días. Sabía que no iba a poder postergar el encuentro para siempre, pero no se esperó tener que explicarse en pleno evento, a vista de su familia, conocidos, y de todo Meryton.

“Me he sentido indispuesta últimamente, lo siento” se disculpó Sayi, esperando que la respuesta lo satisficiera.

No fue así. La expresión sombría de Terry le dieron a entender que su explicación no bastaba. Pero en su corazón no encontraba palabras para explicar su situación sin caer en sentimentalismos.

Su mirada buscaba algún rostro familiar entre la multitud. Uno que la salvara de ese momento. Pero no había señal de Sayaka, o de Emilia, o de Sheryl, o de cualquiera de sus hermanas. Ni siquiera podía ubicar a su madre.

Así que las preguntas continuaron.

“Jamás recibí una respuesta formal de tu parte” le preguntó Terry “¿Si aceptaste ser mi dama de honor, o me equivoco?”

Era echarle sal a la herida. Sintió un ápice de indignación, barrido por una ola de tristeza.

“Me honras, mas no siento que haría un buen papel. No puedo, lo siento”

Fue una respuesta algo despectiva, pero no había forma de explicarse. Terry no podía saber que esperaba que la propuesta de matrimonio fuera para ella. Que había tenido esa expectativa por tanto tiempo, y que la habían mantenido esperando, cada año, su regreso a Longbourn.

La música continuó y ello sirvió para llenar el silencio. Sayi no despegaba la mirada del resto de bailarines, de sus trajes y vestidos, o detalles del salón… de todo, menos de la mirada del castaño, la cual podía sentir fija en ella.

“Ya veo” su voz era dura, y Sayi no se atrevió a contemplar su rostro “¿Y puedo preguntar por qué? Si hemos sido amigos desde que tengo memoria. Prácticamente familia. Asumí que, tratándose de un evento tan especial para mi, te gustaría ser parte de él”

Sayi quedó en silencio.

“Te he llamado tantas veces, he preguntado por tu salud, pero no he recibido ni una carta de tu parte. Ni siquiera una palabra” continuó “Mi madre comentó que el que la señora Bennet se desmayara apenas te pedí que fueses mi dama de honor podría ser parte del motivo”
“…”
“Pero no entendí por qué. Fue una reunión perfectamente cordial hasta ese momento. Estaba tan feliz de verte luego de tantos meses, y poder darte la noticia de mi compromiso con Susana, y tu respondes plantando un abismo entre nosotros”

La melodía terminó, y entre los aplausos y la algarabía llenando el salón, muy pocos se percataron de la sombría pareja en el medio de los bailarines.

“No entiendo qué pude haber dicho para ofenderte a ti, o a tu madre, cuando no guardo nada más que afecto y respeto a tu familia. Y en especial, a ti”

El no tenía idea de su decepción, y no había forma de aclarar sus sentimientos sin que se enterarse de su humillación por tan terrible malentendido…

Pero sus preguntas, incisivas y despiadadas, solo destruían lo último que restaba de su relación. Eran la gota que colmó el vaso, y ella sintió que necesitaba dar por cerrado el encuentro.

Sayi finalmente alzó la mirada, y Terry se percató del brillo en sus ojos.

“No tengo corazón suficiente para lamentarme por no poder ser parte de tu día especial. Pero espero tu tengas corazón suficiente para perdonarme” le rogó, su voz quebrándose con cada palabra “Espero no te quepa duda de que les deseo toda la felicidad del mundo”

Su rostro se compungió en llanto, pero no dejó que la viera quebrarse. Sayi se dio media vuelta, y empezó a abrirse paso entre la multitud, dejándolo solo en la pista de baile.

Ofendido, Terry se retiró en busca de conocidos que entendieran su enfado, pero Sayi no pudo escuchar sus comentarios. Solo quería desaparecer, y esperaba que la calesa familiar se encontraba fuera del recinto para llevarla a casa.

En su apuro por retirarse, Sayi trastabilló y por poco cayó al suelo.

La joven agradeció a la persona que la tomó del brazo, impidiendo que terminara de derrumbarse en el sitio. Se trataba de un caballero, vestido en traje de oficial. No pudo reconocer más facciones pues no podía encararlo en ese momento.

“¿Necesita ayuda?” le preguntó.
“No, gracias, lo siento” atinó a responder, y continuó camino fuera del recinto.

La brisa fresca de la noche golpeó sus mejillas, y se limpió las lágrimas al mismo tiempo que dejaba las escaleras del pórtico. Por su sanidad, debía dar por sentado que su relación con Terry Grandchester estaba perdida para siempre.

Y probablemente, era lo mejor. Se había cegado a base de sus expectativas, construido un futuro en el aire, y, por último, le había fallado por el egoísmo de sus propios sentimientos, imposibilitándose alegrarse por el día más importante de su vida.

Sayi esperó que sus hermanas la perdonaran por despedirse del baile en semejante manera. En especial la pequeña Shura, quien tanto había esperado por aquella noche.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Puri on March 31, 2019, 11:00:05 PM
Hacía varios años, cuando eran niñas, Sayaka y Sheryl se metieron en problemas. O, mejor dicho, Sayaka se metió en problemas y arrastró con ella a su dulce e inocente hermana. En aquella época, Sayaka convenció a Sheryl de que la ayudara a buscar círculos de hadas en el campo y las dos, tras robarse el bolso de Cho y llenarlo con los pastelillos y hogazas de pan que habían hecho los cocineros esa mañana, se lanzaron a la aventura. Estuvieron horas caminando en busca de las dichosas hadas, hasta que llegó la tarde y Sheryl se puso a llorar porque habían estado caminando por horas y no habían encontrado nada. Sayaka, enojada, le gritó que se volviera a los brazos de mamá si tan cobarde era, y Sheryl, que desde entonces ya era mucho más sensata que ella, lo hizo, dejándola sola.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Sayaka se dio finalmente por vencida y decidió volver a casa, pero al parecer fue en ese momento en que las hadas decidieron vengarse de ella por haber querido encontrar su escondite, ya que trastabilló sin motivo aparente y se cayó en un charco de lodo, arruinando por completo el vestido que su papá le había regalado en su último cumpleaños. Llorando, logró ponerse de pie al momento en que escuchó a una calesa viniendo por el camino en el que se encontraba hacia su casa…

…Para darse cuenta, con horror, que dentro de la calesa iban Neal y Liza, que al parecer venían de visita de manera inesperada, y empezaron a reírse desde dentro sin siquiera parar para ofrecerse a llevarla.

Sayaka, llena de coraje y vergüenza, se juró a sí misma que nunca nadie más le haría desear que la tierra se la tragase. Nunca más se pondría en una situación así.

O eso pensaba, hasta que se encontró envuelta por las manos del señor Leroy guiándola en la pista de baile.

“Discúlpeme lo directo, pero la encuentro muy hermosa esta noche, Señorita Bennet”.

Sayaka siempre, toda su vida, había tenido una respuesta para todo. Pero al parecer, las respuestas habían decidido irse de vacaciones en ese momento, las muy desgraciadas. Se limitó a asentir con la mirada gacha, avergonzada por el sonrojo que sabía que había invadido todo su rostro.

“Antes que se me olvide, por favor envíele mis más sinceras felicitaciones a su hermana menor. La señorita Bennet estuvo esplendorosa en su presentación y se pudo apreciar la buena enseñanza que ha recibido de su familia. Es toda una dama”. Ante esto, Sayaka no pudo evitar subir la mirada y sonreírle, sintiéndose un poco más segura. Si había algo que adoraba con todo el corazón era a sus hermanas.
“Shura ha estado muy emocionada desde hace meses. Ella y mi hermana Mery se la han pasado practicando sin parar para el baile en nuestra casa”. Jean asintió con una gran sonrisa, emocionado al ver que Sayaka finalmente le hablaba.
“Qué deleite, puedo imaginarme lo bella que ha de haber sido esa escena, dos hermosas señoritas ilusionadas con el amanecer de sus vidas”. Sayaka tuvo que morderse la lengua para no echarse a reír. El señor Leroy era demasiado cursi. “También me enteré hace poco que su hermana Emilia Bennet se ha enlistado como enfermera. Debo decir que su familia no deja de sorprenderme, no solo son bellas señoritas, sino también muy inteligentes”. Sayaka se sentía un poco incómoda por el comentario, pero asintió con una sonrisa cortés. Todos los hombres hablaban de la misma manera, después de todo. O casi todos. Pero no, no era momento de divagar. “¿Tiene usted planes de estudiar algo como su hermana, señorita Bennet?”
“¿Estudiar? Oh no, señor Leroy, me temo que eso no está en mis planes. Eso se lo dejo a mis hermanas más capaces”.
“Entonces planea quedarse a vivir aquí”.
“Siendo honesta, no creo que haya un lugar más bello que Meryton. No lo cambiaría ni por el mejor departamento de soltera en Londres”. El mayor rio.
“Me agrada mucho su sentido del humor, señorita”.
“No se sienta tan cómodo, señor Leroy”, dijo riéndose y sintiéndose un poco más en confianza. Después de todo, el joven la había tratado bien hasta ahora. “Mi madre siempre dice que, si en los primeros cinco minutos no he espantado a alguien, los próximos cinco minutos sin duda lo harán”.

Jean se echó a reír fuertemente en ese momento, distracción en la cual Sayaka aprovechó para buscar con la mirada a alguna de sus hermanas que la auxiliara, pero lamentablemente se encontró con la mirada de su madre, quien le hacía un montón de muecas para que pusiera la espalda recta y luego le sonrió abiertamente con un gran brillo en sus ojos. Esto horrorizó a Sayaka, después de la semana que había tenido no aguantaba la idea de que su madre comenzara a hacerse a la idea de emparejarla con el señor Leroy.

“Me agrada mucho cómo piensa, señorita Bennet”. Sayaka le devolvió la atención y asintió avergonzada y en silencio, a sabiendas de que su madre estaba observándola cual halcón. “Verá…”, comenzó nuevamente, “Debo confesarle que le pedí a su buena hermana que me dejara bailar con usted porque tenía un favor que pedirle, si fuera tan amable”.
“¿Un favor?” Preguntó curiosa.
“Sí. Quisiera saber si me concedería el gran honor de permitirme a ir a visitarla a su casa”.

Por supuesto que la reacción natural ante ello fue pisar mal, doblarse el tobillo y caerse al piso.

Mientras Jean se apresuraba a ayudarla a ponerse de pie nuevamente, su mente estaba a mil por hora. ¿Por qué? ¿Por qué se había fijado en ella de esa manera? Sayaka no solo era la hermana del medio de su familia, la más olvidada, sino que además de ello era la más simple de todas, pero con una personalidad detestable, según su madre, para compensar tal hecho. Tal como se lo había dicho a Jean, no tenía aspiración alguna para el futuro y tampoco le llamaba mucho la atención los grandes lujos y el relacionarse con la sociedad, por lo que su madre prefería enfocarse en sus otras hijas que tenían muchas más posibilidades de casarse. Incluso sus odiosos primos bromeaban a sus espaldas que seguramente ella era hija de algún campesino cualquiera y no hija de su padre, el señor Bennet.

Su vida adulta siempre había sido tranquila y apreciaba eso, ya que todos los pretendientes que pudo haber tenido huían espantados tras mantener una conversación con ella, como ya se lo había insinuado al señor Leroy. Y por eso no comprendía su fijación en ella desde el momento en que la vio en Meryton.

Pero lo más importante aquí era que el concepto de que el señor Leroy llegara y arruinara la calma que había logrado encontrar en su vida diaria la atemorizaba como nada más lo había hecho. Que alguien empezara a cortejarla seriamente sería lo peor… Si bien nadie lo sabía, ella ya había decidido qué quería en su vida y estaba dispuesta a conseguirlo, pero no lo lograría con alguien pretendiéndola. No podría cumplir con su parte si alguien la ataba de esta manera. Y, sobre todo, ¿por qué ella? ¡Nunca habían hablado hasta hoy día! Nunca se habían sentado a hablar sobre qué pensaban de la vida, la guerra, el país, o de las personas en general. Jamás la había llevado de la mano por el campo a mostrarle dónde florecían las flores silvestres más bellas. Nunca la había consolado en algún momento abrazándola sin pedirle explicaciones. Jamás le había hecho reír hasta caerse de espaldas y quedarse sin aire, quedándose ensimismada viendo el cielo azul, dándose cuenta de que eso, en ese momento, era el amor.

Él no era…

El señor Leroy la llevó hasta uno de los asientos y le pidió que por favor la esperara mientras él iba a buscar al doctor Smith para que viera su tobillo. Si bien en cualquier otro momento esto le habría emocionado, la pobre no tenía cabeza para nada. Estaba tan aterrada, tan avergonzada, y al mismo tiempo…

“…Después de todo el cariño que le he guardado todos estos años, desde que éramos niños, jamás me habría imaginado que la señorita Sayi Bennet me lo pagaría con tanta mezquindad”.

Sayaka se volteó y vio que, a su costado, dándole la espalda, se encontraba el señor Terry. Quien era el que estaba hablando.

Y vio rojo.

En ese momento no le importó el dolor del tobillo, simplemente se levantó, se sacó los guantes, le tocó la espalda a Terry para llamar su atención y apenas se volteó el desgraciado, le estampó una buena cachetada con sus guantes.

“¡INSENSIBLE!”, le gritó y fue ahí que se dio cuenta de que estaba llorando, pero no le importó en lo más mínimo. “¡SAYI TE ABRIÓ SU CORAZÓN Y TÚ LO DESTROZASTE, EL MEZQUINO ERES TÚ!”

El baile a su alrededor se interrumpió y reinó el silencio. Terry se había llevado una mano a su mejilla, la cual se había tornado roja por la fuerza del golpe. Sayaka no pudo evitar enorgullecerse de sí misma por haber usado los guantes que tenían gemas incrustadas para el baile.

“¡Señorita!” Gritó el hombre que acompañaba al señor Terry. “¿¡Qué está diciendo!? ¡El señor Grandchester es una persona decent—!”
“¡Un completo mentiroso!” Le respondió Sayaka. Sintió que alguien le tomó de los brazos por detrás, pero se zafó rápidamente y se acercó a Terry con toda la furia guardad que tenía de la semana pasada. “¡No hay persona más ruin en este mundo que usted, señor Terry! ¡Maldigo el día en el que creí ver en usted a un hermano!”
“N-No entiendo—”, intentó hablar el acusado, pero no le dejó.
“¡Claro que no lo entiende, porque usted no tiene corazón! ¡Se la ha pasado años ilusionando a mi hermana, haciéndole creer que estaba enamorado de ella, para luego irse a casar con una cualquiera por su dinero, seguramente!”. Escuchó a su alrededor a un montón de personas asombrarse. “¡Y encima viene hasta aquí a lanzar sal en la herida!” Sayaka alzó las manos y lo empujó, lo cual hizo que Terry trastabillara y un montón de personas acudieran a ayudarlo.
“Sayaka…”, se volteó y vio que quien había intentado detenerla era Emilia, la cual tenía un semblante sumamente preocupado. Fue en ese momento en que vio a su familia y vio la cara de horror y sorpresa que tenían.

Se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

Y sin más ni menos, se dio media vuelta y se fue corriendo del lugar, sin importarle las miles de veces que la llamaron para que volviera.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Cho on April 01, 2019, 06:08:28 PM
El fic de baile, yay~ Menos mal lo pude terminar en un tiempo decente *dead*


La noche había comenzado, los invitados hicieron acto de presencia y el ostentoso Candace Hall relucía su elegancia y clase, con la cual dio la bienvenida a todos los asistentes. El señor Bennet fue atinado en saludar y dialogar con algunos de los recién llegados a Bloomington a manera de darles la bienvenida, mientras la señora Bennet inició la velada monitoreando a sus hijas y dándoles cortos e insistentes, aunque sutiles, consejos. Fuera de su incansable labor como madre, la señora resplandecía de alegría e ilusiones por el idóneo evento en el cual participaba. Era una reunión que tuvo gran anticipación, y los frutos empezaban a mostrarse.

Una vez el baile dio inicio, Cho no tuvo dificultades en pasar desapercibida en medio de la multitud. Observó orgullosa a Shura dar el primer baile y finalmente acaparar la libertad y atención que había estado anhelando. A su alrededor, vio a Emilia y Camille juntarse y caminar entre las personas mientras hablaban animadamente sobre sus expectativas. Sayaka se encontraba muy cautivada en lo que recibía las atenciones del señor Leroy. Mery y Kora lograron escaparse de llamar la atención para deambular por su cuenta. Como esperó, Cho sonrió con torpeza al ver a su madre dirigir su atención a Sheryl, su hija adorada, y la comprometió a dar un baile con Robb. Pese a la imposición, su hermana no se notó en desacuerdo, y se alegró de aquel pacífico desencadenante.

Y fue ese triunfo lo que le hizo notar a Cho que mejor se alejaba de su progenitora antes de que llegara su turno. La peliceleste se abrió camino en búsqueda de Ayesha, con quien esperaba pasar el resto del baile en paz y tranquilidad.

Caminó entre el mar de personas que observaban a las parejas bailar o apreciaban la música del recinto. Cho caminó con sigilo y en ocasiones bajando su mirada para no interrumpir el campo de visión de otros, pero entonces se detuvo al reconocer a Sayi a cierta distancia. La observó bailar con Terry Grandchester, aquel que había sido un amigo tan cercano para ella en la infancia, aquel que su hermana esperó terminara siendo alguien muy importante en su vida, y aquel que tan inconscientemente le había partido el corazón. Cho deseó acercarse a romper ese compromiso para no ver a su hermana desdichada por más tiempo, pero sabía que no podría solucionar nada de aquel modo. Quizás terminaría empeorando la situación

Resignada, Cho se apenó tremendamente y aceleró el paso para continuar caminando, pero su repentino andar le hizo chocarse ligeramente con una persona.

“Ehh… ¡l-lo lamento!” dijo apurada y tensa, mientras hacía una profunda venia. Cho ni llegó a observar a dicha persona, sólo le importaba arreglar el asunto cuanto antes. “S-siento mucho mi torpeza y precipitada acción, ehh, yo…”
“Mi estimada dama, ¿por qué se acongoja tanto?” preguntó una cálida y humilde voz. “Yo más bien me apeno que mi sola presencia le represente tanto estrés. ¿Le habré fallado tremendamente?”
“¿P-perdón?” Cho se confundió y finalmente alzó su mirada. Observó a un joven de impresionante altura, cabellos rubios y ojos celestes como el hielo, quien le sonreía con torpeza y atención. Esa persona cerró sus ojos y le correspondió con una venia impecable.
“Es criminal que una persona como yo le cause tanta inquietud, y le ruego que no se minimice así,” habiendo terminado con su venia, le observó atentamente y se presentó. “Mi nombre es Camus Clizzard. Soy un noble de ascendencia rusa que reside en Londres. Es un placer conocerle.”
“Sí…” se impresionó. Aquel aura sutil y etérea, pero fuerte, esa apariencia casi de otro mundo, sus moderadas palabras y porte gentil pero intimidante. No tenía por qué dudar de su presentación. “C-cierto, mi nombre es Cho Bennet, mucho gusto.”
“¿Cho, dices?” ello intrigó a Camus, quien sonrió entretenido y llevó una mano a su mentón. “Un nombre realmente inesperado.”
“S-supongo…”
“Pero se le atribuye bien. Un nombre único para una damisela única, si me permite decirlo.”
“M-muchas gracias, ehh…” Cho no sabía ni qué decirle, y desvió su mirada al sentirse saturada. Nunca en su vida había sido dirigida por un hombre y recibido esa mezcla de ocurrencias y cumplidos. Ojalá alguna de sus hermanas pudiera aparecerse en ese instante para decirle qué podía contestar.
“Sólo deseo comunicarle que no ha cometido ninguna falta hacia mi persona, más bien me sentiría defraudado si soy el causante de su incomodidad,” concluyó el rubio, llevando una mano a su pecho. “No le entretendré más, joven damisela. Continuemos con nuestros caminos. Espero tener la dicha de un próximo reencuentro.”
“Sí, con permiso, le agradezco por su gentileza,” Cho hizo una reverencia y siguió con su camino. Ella esperó un poco y se volteó, para observar a aquella persona todavía alejándose, apenas sobresaliendo de la multitud por su altura. Su corazón le latía a mil por la impresión de encontrarse tan inesperada y torpemente con esa persona, y por la inusual atención que le había dado, y realmente no podía creer su gran clase al momento de hablar. Le era extraño, pero también muy admirable.
“Oh, Cho, finalmente te encuentro,” Ayesha se detuvo frente a ella.
“Ayesha, te ves animada,” observó Cho. “¿A qué se debe?”
“No es nada, no te inquietes, más bien son buenas noticias,” ella miró hacia el baile y divisó a la pareja de sus sueños. “Estuve hablando con tu hermana Sayi, y Terry Grandchester se apareció para pedirle un baile. Me alegro infinitamente por este tan esperado momento.”
“Ayesha…” Cho se entristeció, lo cual no fue visible para su amiga por lo pendiente que se encontraba del baile. No podía explicárselo…
“Ah, pero vengo a buscarte por otro motivo,” regresó su atención a su amiga. “El señor Cranach se encuentra junto a su esposa al otro lado del Hall. Sígueme, debes conocerlo.”

De aquel modo, el par de jovencitas se abrieron paso con una modesta rapidez hasta que llegaron a un área más espaciosa y menos concurrida por encontrarse un poco más alejada de la pista de baile. Cho reconoció de inmediato a Astrid, quien estaba sentada sobre un cómodo sillón y con una copa de champagne en su mano. Entonces, vio a un señor de cabellos marrones oscuros y firmes ojos grises que observaba a sus alrededores con severidad. Él estaba de pie al costado de la señora, por lo cual asumió que era el señor del cual había escuchado tanto hablar.

“Señor Cranach, le presento a mi estimada amiga, Cho Bennet,” dijo Ayesha, haciendo una reverencia.
“…” él observó a Ayesha y le asintió, para dirigirse a la peliceleste.
“Ehm, e-es un gusto, señor Cranach, me han comentado muchas cosas sobre usted,” dijo Cho, apresuradamente y asintiendo.
“Igualmente…” él se mostró curiosamente cansado. “Llámame Sterk, señorita Bennet. No necesitas ser formal conmigo.”
“¿Sterk…?” Cho se confundió.
“El señor Cranach aquí odia su nombre completo, fin del cuento,” comentó Astrid, entretenida y con un tono irrelevante. Ella miró a su esposo de reojo y sonrió entretenida. “Es una buena estrategia. Su porte y semblante siempre ha intimidado a todos, así que al menos con este apodo pareces menos aterrador.”
“Deja de decir eso, Astrid,” le reclamó, frustrado.
“Ehh, el señor Cranach posee muchas tierras en Bloomington y los alrededores y tiene contactos con diversas personas, con quienes realiza negocios,” explicó Ayesha a Cho, sonriendo incómoda. “Es gracias a él que algunos contactos de otros países han llegado a Inglaterra y se han interesado en darnos una visita.”
“Es impresionante,” Cho se sorprendió.
“Por ello termino hablando con tanta gente que pasa por mi casa,” concluyó Astrid, encogiéndose de hombros. “Sterk es muy bueno con todo el mundo y leal a su palabra. Por algo tantos confían en él.”
“No necesitan alagarme, es importante llevarse bien con todos en la sociedad,” el mayor asintió. “Cuento con unos conocidos que nos están visitando y han decidido asistir a este baile. Asumo que ya habrán llegado.”
“Ahh, anhelo poder conocerles,” Ayesha juntó sus manos.

Entonces, una quinta persona llegó a un paso acelerado que podría ser reprendido por los presentes más correctos. Cho y Ayesha se sorprendieron al reconocerle.

“¡Sterk, Astrid, conque aquí estaban!” exclamó Namazuo, quien también mostró gran asombro por ver a las chicas. “¡Ohh, son Cho y Ayesha!” dicho esto, él dio una reverencia. “Es muy grato verlas aquí, jovencitas.”
“N-Namazuo…” Cho llegó a hacer memoria de su nombre a tiempo. “¿De casualidad es usted un invitado del señor… de Sterk?”
“No necesitas ser formal conmigo, y de paso no quisiera serlo con ustedes,” él asintió con energías y sin borrar su sonrisa. “Sí, Sterk y Astrid son amigos de hace unos años y se quedaron con nosotros en Rotterdam una temporada antes de emigrar a Inglaterra.”
“Ehh, ¿en serio?” Ayesha ladeó su cabeza.
“Buena respuesta, pero quizás te toque responder algunas preguntas por tu soltura, Namazuo,” dijo Astrid, entretenida. “Ustedes los Toushirou son una familia asentada en Holanda. Fue ahí que tu padre llegó desde el Japón.”
“Sí, debo agradecerte por resumir la historia,” el joven pelinegro sonrió con torpeza, y pasó a dirigirse a Sterk. “Pero antes que se me olvide, mi hermano mayor ha llegado y deseaba agradecerte por la invitación. Él ha sido entretenido por unas personas, así que vine a buscarte.”
“Debe encontrarse atareado, como es de esperarse,” Sterk asintió. “Dirígeme hacia él, por favor.”
“Sí, por aquí,” Namazuo se detuvo y miró a las demás. “¿No desean acompañarnos?”
“¿Podemos?” preguntó Ayesha, intrigada. “Quisiera conocer a un tan estimado amigo del señor Cranach, si es posible.”
“Me encantaría que vinieran con nosotros. ¿Qué dices, Cho?”
“E-está bien, si lo dices…”
“¿Y tú, Astrid?”
“Estoy bien, ya lo veré más tarde, no quiero que nadie me gane el asiento.”
“¿Qué tonterías dices, mujer?” se quejó Sterk, amargamente y con desaprobación. La otra sólo mostró más diversión en su rostro.
“Sin embargo, prométeme que regresaras a mí, amado Sterk, cuando dejes de ser un miembro funcional de la sociedad,” dijo con un tono dramático.
“Tsk, déjate de tonterías,” el señor Cranach se amargó y caminó rápido para marcharse.
“Ehh, es por aquí, Sterk,” Namazuo le dirigió en otra dirección.

Las amigas intercambiaron miradas y no se quedaron atrás para encontrarse con aquel visitante. Sterk las esperó y caminó a la par con ellas, para así darles una pequeña explicación.

“Como Astrid dijo, ellos son una familia allegada a nosotros y el primogénito es un buen amigo mío,” explicó Sterk, con la vista al frente. “Pese a sus nombres, llevan todas sus vidas en Holanda y cuentan con la fortuna que su padre llegó a amasar ni bien llegó a Rotterdam. Holanda tiene conexiones mercantiles con Japón, después de todo.”
“Lo comprendo. Aprecio mucho la explicación, señor Cranach,” agradeció Ayesha, sonriente.
“Es Sterk, aunque comprendo que no podré detener tu cortesía,” negó.
“Había leído en uno de los libros de mi padre que Rotterdam cuenta con un puerto de gran importancia internacional,” observó Cho, meditativa.
“Sí, es verdad,” Namazuo se giró y asintió, animado. “Es por ello que estamos ubicados en un sitio propicio para desenvolvernos en los negocios. Mi hermano mayor es una persona muy hábil y carismática, y ya se ha ganado una buena y merecida reputación por su profesionalismo,” sonrió incómodo. “Eh, claro, nuestra apariencia distinta de la usual ha contribuido, pero no se le puede quitar mérito. Tienen que conocerlo y verán a qué me refiero.”
“Ciertamente, tu hermano es una persona intachable,” Sterk sonrió un poco.
“Me alegra que lo pienses, Sterk.”
“Será un honor si es alguien que recibe tantos halagos de parte de ustedes,” comentó Ayesha, con mucho gusto.
“El placer es mío~” canturreó Namazuo, quien miró hacia Cho. “Ayer que nos vimos me recordaste un poco a él, siendo sinceros.”
“¿Cómo así?” preguntó la chica, confundida. No podía imaginar cómo una persona tan simple y diminuta como ella pudiera compararse con alguien como él.
“Tienen el mismo color de cabello,” dijo alegremente.
“Ehm, ¿perdón?” Cho se extrañó. Supuso esa trivial respuesta contestaba su interrogante.
“También porque me pareces una persona muy amable.”

Ni bien terminó, Namazuo les dirigió a un área donde había un peliceleste alto de ojos miel quien dialogaba con algunos miembros de la milicia. Cho me miró detenidamente y se impresionó por sus ademanes sencillos y amables y gentileza en el trato, como quien rendía atención y respeto a quienes se le dirigían. Su impecable apariencia le hizo recordar a Camus, pero a diferencia de él, había algo más asequible en el peliceleste.

“Hermano, aquí está Sterk,” dijo Namazuo, quien entonces reparó en que había cortado a uno de los militantes. “Ahh, mis disculpas, no era mi intención entrometerme en la conversación.”
“Buenas noches con todos, es un honor tenerles presentes en esta ocasión,” dijo Sterk, dando un paso hacia delante y manteniendo su firmeza e inmutabilidad. “Mi nombre es Sterkenburg Cranach, para servirles.”
“Le agradecemos la bienvenida, señor Cranach. Hemos escuchado sobre usted,” dijo un oficial. “Desearíamos conversar con usted, si se encuentra disponible.”
“Les concederé mi atención en un instante. Vengo a saludar a mi viejo amigo, el señor Toushirou, les pido paciencia.”
“Por supuesto, se lo agradecemos,” otro militar asintió, y dio un paso hacia atrás, a manera de  abrirle camino.
“Presumo que pudieron llegar al evento sin contratiempos, Ichigo,” observó Sterk, acercándose al peliceleste.
“Efectivamente…” este hizo una pronunciada reverencia y sonrió con humildad. “Siempre has sido una persona intachable y deslumbrante, estimado Sterk. No llego ni a tus talones. Me siento halagado de contar con tu atención.”
“No necesitas ser tan formal,” el pelimarrón negó frustrado, y sonrió un poco. “Aunque vuelvo a decirles que me alegro de verlos nuevamente. Tenemos aún muchas cosas de qué hablar, pero de momento sólo te pido que disfrutes de este baile. Conversaremos en mi hogar a partir de mañana.”
“Muchas gracias, aprecio tus palabras.”
“Con permiso,” Sterk asintió y dirigió su atención a los militares, con quienes comenzó a dialogar para darles la bienvenida en Bloomington.
“Heh, Sterk es tan profesional que supo cómo limpiarnos el camino,” comentó Namazuo, con leve entretenimiento.
“Querido hermano, me apena que tengas una actitud tan trivial ante nuestra situación,” observó Ichigo, con pesar.
“Ah, no era mi intención, perdón. Es sólo que no hubiera podido llamar tu atención por mi cuenta sin faltarle el respeto a nadie,” luego de explicarse, se dirigió a las chicas. “Ayesha, Cho, él es mi hermano mayor y el heredero de nuestra familia. Hermano, estas encantadoras damas son amigas de Sterk y Astrid. Las conocí ayer mientras paseaba por los alrededores.”
“Ah, les agradezco de todo corazón por ser tan atentas con Namazuo,” el peliceleste llevó su mano derecha al pecho y sonrió amablemente. “Mi nombre es Ichigo Hitofuri Toushirou. Me alegro de conocer a amigas de Sterk, es un honor.”
“El honor es nuestro, señor Toushirou,” Ayesha hizo una reverencia. “Yo soy Ayesha Altugle.”
“Mi nombre es Cho Bennet,” dijo la susodicha, haciendo una venia.
“Bennet…” Ichigo se puso a pensar. “Si mal no recuerdo, este evento ha sido organizado y financiado principalmente por su padre, y es la presentación de su hija menor. Debe ser un baile especial para usted.”
“Lo es, estoy muy feliz por mi querida Shura. Bailes nunca han sido una especialidad mía, lamentablemente, pero es el evento lo más importante, y deseo que mis hermanas se encuentren disfrutándolo a lo grande.”
“Preciso en su observación, señorita,” Ichigo asintió. “A pesar de la elección de un evento tan pomposo, no existe un mayor alivio y bienestar que aquel que uno comparte con su propia familia. Aplaudo sus palabras.”
“No es nada, sólo era honesta…” Cho desvió su mirada.
“Yo también…”
“Ah, hermano, una canción está pronto a comenzar,” dijo Namazuo, con unas grandes y repentinas energías. “¿Por qué no aprovechas para dar un baile? Todavía no te concedes un poco de diversión.”
“Me encuentro bien, Namazuo,” sonrió con torpeza. “Ya iba diciendo que los bailes no me sientan del todo. Sería más una imposición para mi compañera.”
“Cho acaba de decir que tampoco es afín a los bailes, ¿verdad? Así que pienso que les iría muy bien si se juntan.”
“¿Eh?” ella se inquietó.
“Ehh, u-un momento…” incluso Ayesha estaba un tanto sorprendida por la soltura del pelinegro.
“Namazuo, no deberías causar tales incomodidades,” observó Ichigo, alarmado.
“Sólo deseo que se diviertan un poco. Se ve que los dos son demasiado modestos para su bien, y significaría mucho para mí,” argumentó el chico. “Pero está bien. No quiero forzarles. Fue sólo una sugerencia.”
“…” el mayor se mostró levemente cansado, y se puso a pensar. “Sin embargo, es cierto que debería honorar el presente evento debidamente, pero no quisiera importunar a nadie.”
“Sería imposible que alguien como usted fuera a importunar a otras personas, señor Toushirou,” le aseguró Ayesha, sonriendo.
“Es cierto que no puedo evadir el baile del todo. Sí ha sido muy esperado en mi propio hogar,” admitió Cho, incómoda. No sabía lo que estaba diciendo, pero aquel señor frente a ella le inspiraba familiaridad y confianza.
“Señorita Cho, me avergüenza pedírselo luego de las incomodidades que le he podido causar, pero,” le extendió su mano. “¿sería tan amable de concederme esta pieza, por favor?”
“Sí, es usted quien es muy amable, señor Toushirou,” Cho sonrió y le correspondió. Acto seguido, los dos caminaron hacia la pista de baile.
“…” Ayesha se había quedado sorprendida al ver a su amiga animarse a bailar tan espontáneamente. Era predecible verle aceptar bajo presión o expectativa, pero no la vio cumpliendo un favor. Sí se notó cómoda al dar esa respuesta.
“Lo sabía, pude detectar un espíritu similar en ella cuando nos conocimos ayer. No sólo fue un parecido~” comentó Namazuo, alegremente.
“Namazuo, ¿a qué se refiere?”
“Mi hermano es muy formal y pasivo en ocasiones, por eso es tan difícil verle aprovechar reuniones como esta. De igual forma, tú también eres una joven muy amigable, Ayesha,” asintió. “Y gracias por ser tan amable con mi hermano.”
“No es nada,” ella se vio intrigada. “Ciertamente se cuidan entre ustedes.”
“Somos una familia muy unida. De por sí, no deberíamos quedarnos atrás. ¿Te gustaría bailar conmigo?” sonrió incómodo. “Aunque yo sí soy un poco atolondrado…”

Un vals tranquilo y marcado comenzó y las parejas se movieron al son de la melodía. Cho se sorprendió por la habilidad del señor Toushirou. En ningún momento creería que no le gustaba el baile, ya que le dirigía excelentemente.

“Señorita, si me permite preguntar, quisiera saber un poco sobre su familia,” observó Ichigo, en pleno baile.
“Sí, no es un inconveniente, aunque…” ella se confundió. “¿Sucede algo?”
“Lamento si mi pregunta le inquieta o está abierta a ser malinterpretada,” expresó con humildad, y le sonrió. “Por la forma por la cual habla de sus hermanas, y por lo que he podido observar, usted viene de una familia numerosa. Eso es algo que tenemos en común.”
“¿Usted cuenta con muchos hermanos?”
“Así es, y todos son tan preciados para mí,” dijo conmovido y con gran afecto. “No deseo precipitarme a comentar algo indebido, pero ello es lo que me impulsó a pedirle esta pieza, señorita Cho. Contemplé un espíritu simple y preocupado por sus parientes, y aquello es algo que significa mucho para mi persona.”
“M-muchas gracias…” sintió un leve rubor en sus mejillas y desvió su mirada de inmediato.
“…” Ichigo sonrió comprensivamente. “No tenemos que hablar ahora mismo. Seré un invitado de honor en la residencia de los Cranach en las próximas semanas. Quisiera que me conceda el agrado de su presencia, de ser posible.”
“Gracias… nuevamente…” no tenía palabras para responderle. Se encontraba bailando con una persona tan sencilla y admirable a la vez. Cho sentía que no estaba en su derecho, pero sí le gustaría conocerle un poco más. No solía conectar fácilmente con nosotros fuera de su familia, y eso era algo que le hacía sentirse sola en ocasiones. “Iré a visitarles, muchas gracias.”
“Me alegro…”



“Una lástima, ya se encuentra entreteniendo a alguien más, ¿quién lo diría?”
“…” Sterk, al costado de Camus, le observó de reojo. “No hubiera esperado que se animara a bailar tan rápido, conociéndole. Seguramente su hermano le empujó a hacerlo.”
“Como un modo de participar en la presente velada y rendirle homenaje a los organizadores, es de esperarse que reduzca su presencia así. Es digno de mérito,” el rubio sonrió, una sonrisa corta y perspicaz, y entonces pasó a tensar su rostro, para formar un frío y desaprobador semblante. Su tranquila y melodiosa voz se transformó a una profunda y casi hiriente. “Sin embargo, está bailando con una de los Bennet. Me dediqué a observarles, y sólo juzgaría que la joven de cabellos rubios es alguien digno de hombres de nuestra estatura. Aun así, ella misma parece encontrarse ya comprometida con alguien, por lo cual me traen sin cuidado.”
“Hmhm…” Astrid, todavía sentada en su sillón, sonrió con ironía. “Eres demasiado arrogante, Camus.”
“…” este le miró de reojo.
“Las más bonitas y agraciadas saben que lo son. Si realmente buscas a una de ellas, tendrás que rebajarte a cortejar eventualmente. De lo contrario, conténtate con una que te ofrezca mucho dinero o con alguna de menor rubro que esté desesperada en casarse con alguien como tú.”
“Me insultas, Astrid,” sentenció, mirándole desde arriba. “No me casaría por dinero. Mi estatus y riquezas evaden que cometa semejante atrocidad. Buscaré a alguien que esté a mi nivel, a quien apruebe indudablemente. Por más que aprecie tu intelecto y fortaleza, sigo pensando que fuiste afortunada de casarte con Sterk.”
“Ya somos dos,” ella rió para adentro y tomó un sorbo de su champagne.
“Vives en Londres, donde podrías encontrar muchas más mujeres del estatus que apruebas, Camus,” observó Sterk, un tanto agobiado. “¿Qué te trae de visita?”
“Reconoceré que tu manera de hacer negocios te ha traído muchas riquezas, viejo amigo,” se explicó, indiferente. “He aprovechado tu gentileza para estudiar tu forma de operar y aprender de la misma. La guerra con Napoleón está pronto a terminar, según los pareceres de todos en Londres, y es el momento para aprovechar la inercia de la recuperación para establecer lazos de negocios invaluables.”
“De no ser tu amigo, podrías verte en aprietos por admitir tus fines tan abiertamente.”
“Eres muy cómico, estimado Sterk,” Camus dejó su sequedad y frialdad y sonrió con aquella encantadora sonrisa, para hablar nuevamente con un tono gentil y suave con el cual conquistaría a cualquier dama. También cambió sus ademanes a la par. “Es verdad que cometo una imprudencia en ser tan abierto, pero conozco tu espíritu, y pese a las dificultades que presento al lidiar con otros, no me atrevería a traicionar a un amigo tan valioso como tú. Nunca en la vida podría vivir con una falla semejante.”
“…” Sterk alzó una ceja. Conocía a Camus de hace varios años, pero nunca se acostumbraría a sus cambios bifacéticos tan espontáneos. Al menos confiaba que Camus efectivamente viviría con la creencia de que era un ser perfecto, lo cual le salvaría de cometer ligerezas. “No tengo mucho que enseñarte. Sólo es cuestión de vivir en armonía con los demás. Por algo no somos los únicos que existimos en el planeta.”
“Compartimos este mundo con los inferiores, para más mal que bien,” recalcó Camus, regresando a su tono grueso y despectivo de voz. “Pero alguien habilidoso como tú es de los pocos quien le saca provecho, y pretendo convertirme en tu igual,” sonrió con ironía en lo que se daba media vuelta. “Sería de esperarse que un noble como yo pueda darle motivos y habilidades a los comunes, siempre y cuando ellos estén dispuestos a cooperar…”

Él se marchó y regresó a sumergirse en la celebración, donde adoptó nuevamente aquel perfecto y amable semblante con el cual todos le reconocerían de manera grata.

“Supongo no tengo que preguntarte si él es uno de tus amigos de la juventud con quienes fuiste de cacería,” comentó Astrid al aire, entretenida.
“No, él nunca aguantaría la intemperie,” Sterk negó.
“Haha, por algo no te lo pregunté.”
“Asumo que querrá hacer negocios con Ichigo también.”
“Pese a su habla de ser un espía de negocios, los dos tienen áreas y países de comercios distintos,” observó Astrid, indiferente. “No es que se vayan a pelear por eso.”
“Me trae sin cuidado, Astrid,” observó Sterk. “Sólo espero que Camus se despierte más temprano que tarde.”
“Sí, ¿verdad? Me pregunto si llegará a conocer a una mujer que le saque de su nube, asumiendo que él posee algo semejante a un corazón,” sonrió entretenida.

El baile continuó con su ritmo y sería recordado como una velada especial, de donde iniciarían muchos hilos y acontecimientos conforme pasara el tiempo.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Puri on April 02, 2019, 01:41:38 AM
Llego con el fic de fin del baile:



Si bien hubo momentos abruptos, el baile en Candace Hall había sido en verdad un éxito. Tanto el alcalde Trump como Lady Melania hicieron gala de sus dotes como anfitriones y lograron que las personas volvieran a concentrarse en el baile y no tanto en los cuchicheos, para la felicidad de todos los involucrados. Las jovencitas que se habían presentado ante la sociedad fueron invitadas nuevamente a bailar con las autoridades y luego con sus padres, para enfocar así la atención en ellas nuevamente.

Sin embargo, en un rincón del salón, oculta por la mayoría de sus hijas, la acongojada señora Bennet se limpiaba las lágrimas con un pañuelo mientras Cho le prestaba su mano para que pudiera descargar sus nervios en ella.

“¡Oh, mis niñas! ¡Mi pobre Shura!”, volvió a sonarse la nariz. “¡Tan bella y hermosa! ¡Y vuestras hermanas la han avergonzado de la peor manera posible en su noche tan especial! ¡Jamás se los podré perdonar!”
“No digas esas cosas, mamá—”, comenzó Sheryl, pero fue rápidamente interrumpida.
“¡No te atrevas, Sheryl! ¡Y tú que estabas rodeada de tan grata e importante compañía! ¡Todas han tenido que pagar por la malcriadez de otras! ¡Ay, mis niñas!”, se siguió lamentando y llorando a lágrima viva.

Sheryl se volteó a ver si alguna de sus hermanas la ayudaba en calmar a su madre, pero Kora simplemente se hundió de brazos y las gemelas esquivaban su mirada. La pobre Mery miraba con tristeza la pista de baile, notándose lo infeliz que era de estarse perdiendo la oportunidad de bailar una vez más.

Pero tenían que mantenerse juntas si deseaban evitar que los demás observaran el estado de su madre. De haber sido una ocasión normal ya se la habrían llevado a casa, sin embargo, no podrían perdonarse el acabar de manera tan intempestiva la noche de su querida hermana menor.

“Mamá”, volvió a intentar Sheryl, armándose de valor. “No te olvides que el regimiento recién ha llegado y las noticias sobre el frente serán mucho más importantes que lo que ha ocurrido aquí”.
“Es cierto”, asintió Emilia. “Con tanto movimiento y con tantas personas importantes, todo esto pasará a un segundo plano”.
“Y no te olvides que el regimiento se quedará aquí todo el verano. Habrán muchísimas oportunidades de relacionarnos con gente tan importante y demostrar nuestros modales”, añadió Camille con una sonrisa al ver que su madre parecía calmarse. Después de todo, el camino al corazón de la señora Bennet, era recordarle que aún había hombres ricos e importantes cerca y con los que podría intentar juntar a sus hijas.
“¡Mi querida Camille, qué inteligente que eres!”, se apresuró en decir su madre, limpiándose el rostro con su pañuelo. “Tienes muchísima razón, el buen clima definitivamente derretirá los corazones de todos estos buenos hombres ante sus encantos”. Kora rodó los ojos, pero se la notaba mucho más calmada a ver que su madre finalmente se calmaba y dejaba de llamar la atención de las demás personas que intentaban acercarse a escuchar lo que pasaba en su grupo. “¡Kora!”, le llamó la atención. “¡No hagas esos gestos, por favor! ¡Ten piedad de mi pobre corazón!”
“Disculpa, querida madre”, dijo con voz cantarina y Sheryl tuvo que fingir su risa con un ataque de tos.
“Mamá, ¿podría ir a bailar hasta que Shura termine?”, dijo Mery, aprovechando el cambio que se había dado.
“¡Por supuesto, mi tesoro! ¡Es más, todas ustedes deberían irse a bailar! ¡No dejaré que las insensatas de sus hermanas arruinen su noche también! ¡Hoy es una noche para celebrar!”

Todas asintieron algo incómodas, temerosas de dejar a su madre sola puesto que podría ser abordada en cualquier momento por alguien inoportuno, pero justo en ese momento llegaron tanto su padre como Shura.

“¡Por favor, vengan a bailar conmigo!”, les exigió la menor, más bella que nunca con la felicidad dibujada en su rostro. “¡Ya no aguanto que quienes me saquen a bailar me pregunten por lo que pasó con el señor Grandchester, necesito de ustedes!”
“Vayan, queridas”, comenzó su padre. “Vuestra madre y yo iremos despidiéndonos de nuestros conocidos. Bailen una última pieza con su hermana y luego reunámonos para partir a casa”.
“¡Señor Bennet, por favor! ¡Deje que las niñas puedan quedarse un poco más a bailar con tan importante gente!”
“Me temo que no, mi querida señora Bennet. ¿No cree que la mejor estrategia para cautivar a aquellos gentiles caballeros es dejarlos con la intriga sobre nuestras hijas? Ya ellas han demostrado sus encantos esta noche, es hora de que se hagan extrañar”, dijo, y sutilmente se volteó a ver a sus hijas para guiñarles un ojo. Todas sonrieron encantadas, su padre era un verdadero héroe.
“¡Qué buen plan, señor Bennet! ¡Entonces vayan, mis amadas!”, las corrió a todas con su abanico. “¡Vayan a darle el gusto a su hermana!”

Las hermanas se miraron entre todas y sonrieron, tomándose de la mano y yendo a la pista de baile. Al ver al grupo de jovencitas acercarse, los músicos se apresuraron en cambiar la tonada a una música más alegre y movida. Y si bien al comenzar el baile sentían todas cierta vergüenza al verse observadas más de lo usual por lo que había acontecido antes con sus hermanas ausentes, eventualmente se relajaron y disfrutaron del baile con su hermana menor, quien no cabía en sí de felicidad. Esta era la noche de Shura y todas querían que tuviera el recuerdo más precioso posible.

De una u otra manera, todas las hermanas Bennet habían dejado su huella. Y el verano recién comenzaba.



Ahora nos encontramos en verano. Feliz fickeo♥
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Puri on April 12, 2019, 12:24:57 AM
yo: llego con el fic de fin del baile
also yo: jeje esto va antes del fin del baile jeje


Nunca se había sentido tan mortificada en su vida que al darse cuenta de lo que había hecho en frente de todos al tirarle una cachetada al señor Terry. Y no porque se arrepintiera de haber hecho eso, ya que este se lo merecía, pero no podía perdonarse a sí misma el haber avergonzado a todas sus hermanas con sus acciones. No quería imaginarse siquiera cómo se sentiría la pobre Shura al verse eclipsada frente a su malcriadez, o sus demás hermanas, quienes habían estado tan entusiasmadas bailando toda la noche.

Apenas recordó esto, se echó a llorar nuevamente, tapándose el rostro.

Había salido corriendo del baile a pesar de las voces que le gritaban que volviera, y tanto había sido el afán de escapar que no le importó adentrarse en el camino hacia su casa, a pesar de la oscuridad y el dolor de tobillo que aún tenía tras caerse cuando Jean le pidió empezar a visitarla a su casa.

De tan solo pensar en eso, las lágrimas volvieron a agolparse a su rostro.

Lo único positivo de su infame actuar sería que Jean no quisiera cortejarla más. Y no podía negar de que parte de su corazón se sentía triste por ello por más que fuera lo mejor que podría pasar, ya que casi nunca nadie en su vida se había sentido interesado por ella. Pero el llevar a sus pensamientos por ese rumbo solo reavivaron sus sollozos, ya que estaba siendo demasiado egoísta con todos. No era más que una niña caprichosa que quería llamar la atención y por eso ahora estaba perdida en medio de la oscuridad y se arriesgaba a arruinar aún más la noche cuando su familia se diera cuenta de que no estaba en casa; además, se exponía a que alguien la encontrara así llegada la mañana y que empezaran a correr los rumores de que no había pasado la noche con su familia, lo cual terminaría de arruinar la reputación de todas sus hermanas y sumirla en la desgracia infinita. Es decir, si tan solo fuera ella la que se arruinaba se sentiría menos culpable, pero jamás podría perdonarse el hacer lo mismo a sus hermanas.

Era una horrible persona. Y lo peor de todo es que recién se daba cuenta de que, dejando de lado a sus hermanas, su actuar manchaba el nombre de otras personas. Su actuar manchaba su futuro, manchaba lo que buscaba construir para ella, manchaba sus sueños, manchaba a quienes estaban a su alrededor. Era irónico que tan solo unos cuantos meses atrás se hubiera sentido toda una mujer tomando decisiones importantes sobre su vida y haciendo planes sobre cosas que ninguna de sus hermanas siquiera había empezado a soñar… Pero bastaban un par de minutos para arruinarlos por completo. Porque ¿qué ganaba Sayi con su pelea con el señor Terry? Absolutamente nada, solo más habladurías que terminarían deprimiéndola de nuevo. Ni siquiera sabía si lo había afrentado por el honor de la misma Sayi o por lo enojada que estaba de que le hubiesen quitado a su hermana querida. Mientras más lo pensaba, más se daba cuenta de lo equivocada que había estado y de lo mucho que se odiaba a sí misma.

Se levantó e intentó dar unos cuantos pasos más guiándose con la tenue luz de la luna, pero tras andar unos cuantos metros se dio por vencida por el dolor y encontró otro árbol bajo el cual recostarse y buscar cobijo del viento. Lo mejor sería dar una pequeña cabeceada para que su tobillo descansara y así de paso esperaba a que clareara un poco para llegar a casa. Tan solo rezaba que nadie la viera hasta entonces…

Escuchó a lo lejos los cascos de un caballo y no pudo evitar encogerse del miedo. Si alguien la veía así…

En eso escuchó que quien lo montaba gritaba su nombre, buscándola. Y era la voz de la única persona a la que quería escuchar en ese momento.

“¡Beka!”

Gritó, saltando hacia el camino sin importarle el dolor para que el hombre pudiera verla mejor. Este se acercó con su caballo lo que faltaba del tramo que los separaba y apenas se detuvo, Sayaka tomó la linterna que llevaba en su mano para que pudiera bajar y así sostenerla fuertemente apenas se aventó a sus brazos. Finalmente aliviada, la joven hundió el rostro en su cuello y se echó a llorar otra vez. El mayor la sostuvo en silencio, limitándose a acariciar su espalda para que se calmara.

Pasados unos cuantos minutos así, Sayaka se deshizo del abrazo rápidamente, mirando al otro con una gran pena y escándalo.

“¡Qué haces aquí! ¡Los Altugle aún estaban en el baile cuando…!”
“No te preocupes. No vine inmediatamente porque esperé a que mi señor me pidiera que los llevara antes. Después de dejarlos paré primero por tu casa y el señor Jacob me indicó que solo la señorita Sayi había retornado, así que imaginé que aún estabas por el sendero”. Sayaka suspiró aliviada y se llevó las manos al rostro para secarse las lágrimas.
“Gracias, muchísimas gracias…”. Otabek simplemente sonrió de lado y la tomó del brazo para acercarla al caballo y ayudarla a subirse en él. Al hacerlo, notó cómo Sayaka cojeaba de un pie y alzó a una ceja, a lo que la otra sintió cómo el calor se subía a su rostro. “Me lo doblé bailando”, ofreció escuetamente, pensando si sería lo correcto contarle sobre Jean. Otabek no dijo nada y le dio la lámpara para subirse tras de ella al caballo y luego tomó las riendas, comenzando un trote tranquilo y ligero. Sayaka lo conocía muy bien para saber que esto significaba que esperaba hablar con ella antes de llevarla de vuelta a su casa.
“Leo me trajo la carta que le enviaste. Lo lamento muchísimo por tu hermana”. Sayaka suspiró y no pudo evitar recostarse sobre su pecho, a lo que Otabek apretó con una de sus manos su cadera, en señal de aceptación.
“No creo poder haber podido captar en la carta lo realmente miserable que fue toda la situación”.
“¿Es por eso por lo que retornó tempranamente del baile?”. Sayaka asintió levemente y así se quedaron en silencio por un tiempo, hasta que reunió coraje para seguir hablando.
“El señor Grandchester la encaró en el baile. Yo… A mí me sacaron a bailar, así que no pude ver nada de lo que pasó… Pero luego, cuando fui a sentarme por haberme doblado el tobillo, lo escuché hablar. La llamó mezquina”, en este punto, se le quebró la voz nuevamente. “Nunca había escuchado mayor mentira que esa sobre mi hermana. Sayi nunca ha sido una mezquina, es una persona muy amorosa y amable, ella jamás…”, se ahogó en un sollozo.
“¿Y por eso abandonaste el baile?”.
“Sí…”, y tras unos cuantos segundos, lo admitió: “Y porque le tiré una cachetada al señor Grandchester tras encararlo por sus calumnias”. Otabek suspiró con exasperación, pero en ningún momento se alejó de ella. Sayaka sentía que no lo merecía para nada. “Perdón”.
“No tienes por qué pedirme perdón a mí, Sayaka”.
“Claro que sí… Tú… Tú sabes que… Tú sabes por qué”. Ambos se quedaron en silencio. Si bien entre ellos no existían los silencios incómodos, este era un tipo de silencio especial. Aquel que se daba cuando no deseaban hablar de lo que más deseaban hablar. La incomodidad surgía, en realidad, de su desesperación por querer ser honestos.

Finalmente, el perfil de la casa de Sayaka se erigió entre la oscuridad, con diminutas luces a lo lejos de las velas que Jacob aún mantenía prendidas a la espera de la familia.

“Fue el señor Leroy quien me sacó a bailar cuando me doblé el tobillo”, comenzó a contarle, envalentonada al darse cuenta del poco tiempo juntos que les quedaba. Era muy probable que su madre la encerrara en su casa por un buen tiempo como castigo. “Me lo doblé porque me preguntó si podía venir a visitarme a casa y me tomó por sorpresa”.

Tal como esperaba, Otabek se quedó un buen rato en silencio y solo volvió a hablar cuando llegaron a la puerta de la casa y se bajó del caballo. Sería cuestión de segundos para que Jacob apareciera tras escuchar el ruido del animal al llegar, pero el mayor la miró fijamente mientras la tomaba de la cintura para ayudarla a descender.

“¿Tengo algo por lo cuál preocuparme?”, preguntó de manera directa mientras la depositaba en el suelo.
“No”, respondió con un tono de voz que no daba lugar a duda y sin romper la mirada. La puerta de la casa se abrió y se separaron rápidamente.
“¡Señorita Sayaka!”, le saludó Jacob. “¡Joven Otabek!” Saludó con cierto reproche.
“¡Oh, Jacob! Otabek me hizo el gran favor de traerme. Mi tobillo está completamente hinchado y ya no aguanto el dolor… Sé bueno y ayúdame a subir a mi habitación”, Jacob se olvidó por completo de Otabek apenas Sayaka dijo esto y se acercó a ayudarla.
“¿Desea que le ayude?”, preguntó Otabek.
“No, por favor, no se preocupe, joven Otabek. No sería propio que entrara a la casa, pero le agradezco de todo corazón el haber cuidado de mi señorita. Si no es mucha molestia, espéreme por favor en la cocina para invitarle un poco de té”.
“No se preocupe por mí, señor Jacob. Lo mejor será que regrese cuanto antes donde mi señor”.
“Si eso es lo que usted desea…”.
“Muchísimas gracias por todo, Otabek”, le dijo Sayaka. Este le devolvió una pequeña sonrisa.
“No es nada, señorita Sayaka. Buenas noches”.
“Buenas noches”, dijeron los otros dos y vieron cómo el otro tomaba su linterna y se montaba rápidamente en su caballo, para desaparecer en dirección hacia la finca de los Altugle.

Finalmente solos, Jacob cerró la puerta de la casa y ayudó a Sayaka a subir los escalones lentamente, mientras que esta le contaba en susurros los pormenores del baile para evitar que este le hiciera algún tipo de preguntas sobre por qué Sayi había regresado antes o sobre ella en general. Puso un montón de detalle en describir la presentación de Shura, el decorado del salón que ordenó Lady Melania, la milicia, los caballeros que sacaron a bailar a Camille y a Emilia…

Llegaron a la habitación y entraron con cuidado, ya que Sayi ya estaba dormida. Jacob la dejó un momento sentada en la cama para traer una vela prendida y otras cosas, tiempo que Sayaka aprovechó para la dolorosa tarea de quitarse sus zapatos y medias, observando de paso la hinchazón. No quería ni imaginarse cómo mañana su madre aprovecharía que no podía moverse para decirle absolutamente de todo. El mayordomo volvió tras un par de minutos y en silencio le ayudó a vendarse el tobillo con paños calientes y hojas de llantén, lo cual la relajó inmediatamente. Luego, dejó unas cuantas toallas calientes a su costado y le deseó las buenas noches, antes de salir prontamente de la habitación.

Sayaka se acercó cojeando a la cómoda y sacó su bata para dormir. Una vez sentada en su cama, lentamente se deshizo de todas sus ropas, el intrincado peinado y se cambió. Luego, tomó una de las toallas húmedas que Jacob le había traído y se limpió el rostro del carmín y el rubor. Acabado todo esto, se quedó observando a Sayi quien dormía dándole la espalda a su cama. Su cuerpo estaba iluminado por la luz de la vela, y entre las sombras, se veía mucho más pequeña que de costumbre. Se preguntó entonces en qué momento había dejado de alzar la vista para hablar con su hermana…

Se acercó lentamente y con sumo cuidado, depositó un beso en sus cabellos, pidiéndole perdón entre susurros. Se irguió, sopló la vela y se metió bajo las sábanas, escondiéndose por completo de todo el mundo.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on April 30, 2019, 09:34:26 PM
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La boda del señor y la señora Grandchester fue un evento sumamente memorable… o al menos eso fue lo que sobre escuchó hablar al jardinero con Jacob unos días después del compromiso. En solidaridad con su decepción y humillación, todas sus hermanas habían optado por desistir del evento aún si ello conllevaba no ser parte de las conversaciones del pueblo. Ni siquiera la señora Bennet se dignó en aparecer… obligando al pobre señor Bennet, el más ajeno a toda actividad social, a hacer acto de presencia con el solo propósito de salvaguardar lo que quedara de la relación de los Bennet con los Grandchester.

Después de todo lo sucedido en el baile, Terry había desistido de toda comunicación con ella, y una vez pasada la vergüenza, Sayi se percató de lo triste que era aquello. Era agridulce dejar de lado una amistad tan duradera, aún si tenía paz consigo misma al estar libre de aquel secreto. La distancia le ayudaría a sobrellevar sus sentimientos por el, así que solo le quedaba ser paciente y distraer la mente lo más posible.

Habían transcurrido un par de semanas desde la boda cuando la señora Bennet la llamó desde del pórtico. Sayi acababa de ponerse su delantal con la intención de ayudar a Cho a limpiar sus hierbas, pero al parecer su madre tenía otros planes para ella.

“¡Sayi! ¡Los rumores de la señora Eames han sido verdad!” le contó mientras se colocaba los guantes de seda. A través de la puerta, Sayi se percató que el carruaje estaba afuera, listo para salir “¡Hay una familia mudándose a Pembroke Cottage! ¡Una madre y sus dos hijas! ¡Acompáñame a saludarlas!”
“Mamá, me temo que estaríamos importunándolas de aparecer en plena mudanza…” respondió la muchacha, pero la señora Bennet no escuchaba razón. Ya le había dado media vuelta para desatarle el delantal de trabajo.
“¡Ve por tu sombrero y te espero en la carroza! ¡No acepto un no como respuesta!”

Su madre había intentado despegarla de Longbourn, con tal que retomara su vida social tras la decepción del señor Grandchester. No había día en que no hubiera una invitación, ya sea de ella o de sus hermanas, para visitar Bloomington o Keyfield, a entretenerse con la conversación del tío Robert. Pero Sayi había desistido de invitación tras invitación, y su madre había entendido su deseo de reserva… hasta ese día.

El cielo estaba más azul que nunca, y el clima pintaba excelente como para no disfrutar el sol tan siquiera unos minutos.

Y no quería aceptarlo, pero a ella también le picaba la curiosidad de conocer a los nuevos residentes de Pembroke Cottage, una residencia que jamás había sido habitada de manera permanente. Al menos, no desde que tenía memoria.

“Esta bien” asintió, y la señora Bennet sacudió los brazos de alegría “Pero por favor, no vayamos con las manos vacías. A cambio de conocerles, me parecería propio invitarlas a cenar en la próxima semana”
“¡Pero por supuesto!” exclamó su madre “¡Tratándose de tres damas viviendo solas una invitación a cenar les caerá de maravilla!”
“Mamá…”

Su madre podía ser bastante desatinada sin percatarse de ello, y Sayi se preocupó de la impresión que podría causarles. Quizás lo más sensato sería hacerle desistir de la visita hasta que su padre pudiese acompañarlas… pero en ese preciso momento su ángel de la guarda hizo aparición, y con ella abordo sabía que no tendría que preocuparse ella sola. 

“¿¡Han escuchado!?” exclamó Sayaka, quien apenas regresaba del pueblo con Sir Puma Tiger Scorpion en brazos “¡Hay una familia mudándose a Pembroke Cottage!”



Pembroke Cottage era una cómoda casa de campo a solo cinco millas de Longbourn. Se trataba de la residencia secundaria de Pembroke Abbey, una casona cercana a Bloomington. Las hermanas Bennett no habían sido introducidas a los dueños— al parecer, se trataba una familia que se habían mudado a Londres hace mucho tiempo, y pasado la residencia de herencia en herencia sin intención de volver a visitar la campiña.

Los rumores que Sayaka había escuchado le agregaron sazón a lo dicho por la señora Bennet. Si, había una familia mudándose a Pembroke Cottage –una viuda de apellido Hann, junto a sus dos hijas. Pero aquello no era todo. Al parecer los empleados de Pembroke Abbey se encontraban ocupados arreglando la residencia… un claro indicio que esta sería habitada dentro de poco.

“El carnicero me contó que la señora Beatty le pidió tres cerdos enteros a recoger este fin de semana”
“¡Todo un banquete!” exclamó la señora Bennet
“Pero eso no es todo” continuó Sayaka “Resulta que la señora Beatty ha estado comprando carne regularmente… y al carnicero ni se le ocurrió preguntar aunque le pareciese extraño. Según sospecha, al parecer Pembroke Abbey lleva siendo habitada hace semanas
“¡¿Semanas?!” no había moviento en Bloomington que se le escapara a la señora Bennet, y el que alguien se hubiera instalado y pasado desapercibido era todo un escándalo “¿¡Pero quién!? ¡Tenemos que avisarle al Señor Bennet de inmediato!”
“Mamá…” le suplicó Sayi “Por favor, abstente de hacerle preguntas a la señora Hann. Si bien ella puede saber quienes son los dueños, este no sería el momento oportuno para indagar”
“Sayi tiene razón” agregó Sayaka. Llevaban un buen rato en la carroza, y ya no debían estar lejos de Pembroke “Debe ser una situación complicada el instalarse en una nueva residencia”
“¡Pero que dicen ustedes! ¡Yo vengo con las intenciones mas humildes, y honestas!” anunció la señora Bennet, abanicándose con fuerza “Entiendo perfectamente el momento por el que están pasando”
“Bien” dijeron las dos
“¡Si se trata de mi peor pesadilla!” continuó, su voz alzándose en preocupación “Si algo le pasa al señor Bennet terminaré igual a la señora Hann”
“…Solo que con nueve hijas en lugar de dos” dijo Sayaka, y Sayi le hincó con el brazo, mientras la menor alzaba las cejas, entretenida ante las exageraciones de su madre.



Pembroke Cottage era una residencia pequeña, pero Sayi la encontró encantadora. Si bien se notaba un poco desgastada por el desuso, la vista desde el pórtico era preciosa, y los árboles que la rodeaban eran sumamente frondosos y vivos con el trinar de los jilgueros. Desde la sala de estar se podía ver un enorme lago, y al otro extremo de este, Pembroke Abbey se veía minúsculo a la distancia.

Era evidente que la mudanza no había terminado, pero la señora Hann pareció feliz de recibir la inesperada visita de la señora Bennet y sus hijas. Apenas intercambiadas las pleitesías, la conversación fluyó alegremente entre las Bennet y la dueña de casa, a tal punto que Sayi no se sintió tan incómoda cuando fueron invitadas a tomar un té.

La señora Hann era una mujer esbelta, inteligente, y muy abierta a sonreír. Era un carácter muy distinto al de su madre, pero parecían llevarse bien. Apenas tomaron asiento en el sofá, la señora Hann se apresuró a llamar a sus dos hijas a hacerles compañía mientras ella preparaba el té.

Las señoritas Hann eran mucho más tímidas que su madre, pero tanto Sayaka como Sayi concordaron en que era sumamente agradables y dulces, por lo que disfrutaron la conversación con las dos. La menor de las dos apenas y tenía ocho años, mientras que la mayor, con veinte años, era una potencial adición a su circulo de amistades.

“Señora Hann, para nosotros sería un honor invitarlas a almorzar este sábado. Sería un placer para mi el presentarles al resto de mi familia y pasar una tarde agradable”

La señora Hann sonrió ante la invitación, y sus dos hijas hicieron una pequeña reverencia.

“Es un honor para nosotras aceptar su invitación” respondió, mirando a sus hijas “Desde ya, jamás podríamos agradecerles lo suficiente por ser tan prontas en darnos la bienvenida a Bloomington”
“¡Es todo un placer!” exclamó la señora Bennet, dejando su taza de té en la mesa.

Con la invitación hecha, Sayi se alegró de haberse hecho conocida de personas tan agradables como ellas.

Sayi se percató que la mayor de las Hann, Hagumi, la mirada atentamente. Sayi le sonrió y, en respuesta, ella esbozó una tímida sonrisa.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Kana on May 28, 2019, 05:28:17 PM
FlashBack. Posterior a la ceremonia de presentación.

Los últimos días, en casa, Emilia se esforzaba por lucir linda.
Aunque durante toda su vida intentó verse bonita, logrando verse en la mayoría de las veces como una elegante e interesante señorita, ella siempre terminaba luciendo como un ciervo destartalado.
Emilia no podía calmar las ganas de salpicarse de agua del río cuando salía con su familia a un picnic al fiordo, o las ganas de correr entre la hierba sosteniendo su sombrero y riendo a la vida mientras disfrutaba de un día de campo junto a su amigo Eren. O salir de casa corriendo para caminar bajo la lluvia cuando habían precipitaciones. Por eso, tanto sus cintas para el cabello, sus vestidos, su peinado y sus accesorios terminaban siendo un alboroto.

Pero ahora era distinto. Emilia ya no era una chiquilla. Ella ya era toda una señorita educada y decía representarse como tal.
Por eso, cuando sabía que a cierta hermana suya le podía tocar la visita de cierto señor, la muchacha se esmeraba en presentarse tan regia como una de las mismísimas princesas del reino. Se preocupaba de cada detalle de su apariencia, como también de perfumarse e incluso esperar que su propia casa estuviese presentable.
Ese día Emilia llevaba un vestido blanco, con unas cincas de color azules entrelazada en su plateado cabello el cual estaba perfectamente peinado con una corona de trenza que su hermana Sheryl le había hecho. Se roció el perfume más caro que tenía en su poder, aquella fina botellita que su tía Miranda le regaló y por la cual Emilia regañó sutilmente a Kora cuando se la tomó sin su permiso. Sólo quedaba preocuparse de los últimos detalles de la decoración de la sala. Por tanto, la muchacha que vivía aún de sus sueños de chiquilla pese a que por fuera diera una imagen de señorita, se encontraba en esos momentos introduciendo un poco más de ramilletes de anemonas en el florero.

Si sus cálculos estaban bien. Ese día a Sayaka le podría tocar la visita del doctor Smith. Por ese motivo Emilia estaba más que preparada para recibirlo en casa.

Emilia le había reclamado a Sayaka “¡Tienes toda la atención del señor Smith para ti!” entre broma y entre misma preocupación.
Bromeaba con su hermana porque la menor tenía mucha más atención de parte del rubio hombre en los últimos días en comparación de la atención que le pudiese dedicar a Emilia en todos esos años. “Tal vez te hizo falta enfermarte o accidentarte más, Emilia” le respondió Sayaka siguiéndole la broma.
Siendo el único doctor de los alrededores y habiendo sido el médico de la familia Bennet desde hace años, Smith iba a visitar la casa de los Bennet cada vez que sucedía algo con algún miembro de esa familia. Siendo Sayaka la última persona que necesitaba cuidados médicos, Smith visitó la casa de los Bennet últimamente para ver como progresaba el afectado tobillo de Sayaka, quien se había accidentado en la ceremonia de presentación de Shura.
Pero también le preocupaba. Sabía que sólo era un tobillo lastimado y que se iba a recuperar con normalidad. Así lo había dicho Erwin Smith y ella creía en su palabra. Pero ver a Sayaka en menos movimientos le hacía ser un poco fatal de mente y no podía evitar pensar “¿Y si hubiera pasado algo más grave?” Era cierto, Sayaka quizá estuvo menos activa por su tobillo, y Emilia exageraba en preocuparse de verla en cama y pensar que sería si una enfermedad grave afectara a Sayaka o cualquiera de sus hermanas.
¿Y si Sayaka se enfermaba de algún virus y caía postrada? ¿O si a Sayi le afectaba la melancolía y fallecía en cama debido a su dolor de alma?

“Simplemente yo no podría sobrellevar ver a una de mis hermanas en desahucio o muy afectada”

Fue lo primero que pensó. Pero inmediatamente se regañó a si misma de tener pensamientos tan dramáticos. “Emilia, ¡No será que te estás contagiando de las exageraciones de tu fatigosa madre!” pensó.

Pero toda la angustia se disipó ese día porque sabía que Smith podría llegar a la casa en cualquier momento y eso la mantenía emocionada.

“Señorita Emilia, le buscan en la entrada”
“Debe ser el señor Smith…”
“Señorita…” Jacob intentó seguirle el ritmo, pero la señorita caminaba demasiado aprisa. En vano pudo prevenirla porque ella ya había abierto la puerta para recibir a esa ansiada persona por ella, pero Emilia abrió los ojos enormemente y balbuceó torpemente, volteó a mirar a Jacob buscando una explicación sobre esta persona inesperada en la entrada de su casa.
“Señorita, intenté informarle de que se trataba del señor Lancaster…” El mismo Jacob parecía complicado por el desatino de Emilia, puesto que habían ignorado todo protocolo de recibir en la sala de estar a una persona como el señor Lancaster y en vez de eso lo recibían en la puerta como un simple cartero.
“Señor Lancaster.” Emilia volteó a mirar al visitante, hizo una reverencia de cabeza para rendirle respeto. Jacob le había imitado.
“Señorita Bennet, lamento si la inoportuno.”
“N-No, no lo hace. Por favor, sea bienvenido a entrar”
“Gracias.” El rubio embozó una sonrisa. “Pero ciertamente me atreví a llegar hasta aquí para preguntarle, respetuosamente, si gusta dar un paseo conmigo por los alrededores.”
“…” Emilia parpadeó, confundida. No esperaba una invitación para pasear, pese a estar vestida para una ocasión como tal. Tampoco esperaba encontrar a Henry Lancaster en la entrada de su casa con la extraña proposición de que lo acompañase a dar un paseo por los alrededores. Emilia sólo esperaba que llegase Erwin Smith. Acompañarlo en la habitación de Sayaka mientras se entretenían las hermanas con comentarios entre ellas a la vez que distraían la visión mirando al atractivo doctor y después de eso seguir con sus propias obligaciones.

No tenía pensado en su vida que uno de los hijos del duque le solicitara que lo acompañara en una tarde soleada.
Jacob la miró de reojo, comprendiendo la inseguridad e incomodidad de la joven, tampoco esperaba la llegada a la casa de los Bennet de alguien tan importante como el señor Lancaster, y en ese momento ni el señor ni la señora Bennet estaban en casa para ser de chaperones de Emilia. Entendía que la señora Bennet estaría más que contenta de saber que su hija acompañó al joven Henry en su paseo, pero el señor Bennet era otro pensar.
Tampoco había una hermana cerca. Sayaka podría recibir la visita del doctor y estaba en el cuarto con Sayi. Camille y Cho estaban en el invernadero y tardarían en alistarse… De las otras hermanas, no tenía registro.
Un par de voces desagradables se escucharon retumbar desde dentro de la casa. Era la señorita Eliza junto a su hermano Neil quienes se mofaban de la decoración del hogar. Emilia sabía que si veían a Henry, no se le despegarían y hablarían estupideces sobre su familia.
Quizá era mejor abandonar la ilusión de esperar al doctor Smith y llevarse al señor Lancaster de las cercanías de sus primos.

“Jacob, mi sombrero por favor…”
“Sí, señorita.” El mayordomo le alcanzó el sombrero blanco y se lo entregó. Un tanto contrariado por dejarla ir a solas con el joven Lancaster.
“…” Emilia se acomodó el sombrero y salió de la casa. “Estoy lista.”
“Gracias por aceptar”

Emilia asintió, suavemente. Se veía a si mismo de pronto un tanto tímida y cohibida de cómo actuar con Henry. Si bien no era la primera vez que se encontraba con él, no dejaba de jerarquizar extremamente su interacción. Cualquier gesto mal educado de su parte en presencia de un noble podía significar una mala fama para su familia.
Caminó en silencio al lado del joven rubio. Llegaron hasta el corcel pura sangre de Henry, quien esperaba a su amo con la gracia de un corcel distinguido. No había visto caballo con patas más largas y pelaje más blanco que el corcel de Henry. El dueño le tomó las riendas y caminaron con el animal a un lado.

El paseo inició de ese modo. En silencio, caminando sin prisa por el sendero. Emilia se sentía intranquila y nerviosa al lado de Henry. Era curioso que se sintiera así ya que las veces anteriores había conversado con él con total naturalidad. No entendía por qué ahora se sentía tan nerviosa.

“Bloomington siempre me ha gustado… Templado, amigable, rodeado por prados. Muy desemejante a Londres.”
“…” Emilia asintió. Sólo después de una pausa de silencio, agregó: “¿No le gusta Londres?”
“No me desagrada… Pero elijo evadir estar en Londres.” Prefería incluso mantenerse en constante traslado de la milicia a la que pertenecía que pernoctar demasiado tiempo en Londres. Había más guerra entre las palabras de su padre enmascarada con amabilidad que la agresividad de las balas de los rifles del enemigo “Es bastante placentero que la compañía permanezca aquí por un periodo.”
“Espero que se sienta muy a gusto en Bloomington.” Le miró de reojo. “Y espero que no le presionen tan prontamente de volver a sus gestiones”
“Francamente, eso espero yo también.” Asintió, embarcando una sonrisa agradable. Emilia sintió que quizá Henry mal interpretaba sus palabras.
"..." Emilia se acongojó. Era imposible que alguien tan importante y sofisticado como Henry Lancaster se dejase influenciar erróneamente por mal interpretaciones, ¿cierto? pero sentía que el joven se sentía demasiado cercano a ella y Emilia no quería  darle esa sensación. Prefirió cambiar de tema. “Por cierto, perdón que insista, ¿Pero ha tenido usted noticias sobre mi buen amigo, el señor Jaeger?”
“¿Ja-?” Henry se mostró sorprendido. Casi tentado de decir que jamás había escuchado ese apellido. Pero recordó oportunamente que días atrás, en aquella ceremonia que los invitó el alcalde Trump, Emilia le había suplicado como favor personal investigar sobre el paradero de ese soldado. “Lamentablemente, no he tenido mayores reportes de él. El hecho que no se encuentre con la compañía en esta estancia en Bloomington me hace pensar que puede estar en el frente de fuego… Pero, al ser un novato, lo más seguro es que esté en Birmingham. Pues en mis conocimientos está que, todos los voluntarios de Bloomington y sus alrededores, son dirigidos a Birmingham para su alistamiento oficial y entrenamiento de inicio.”
“…Espero que lo estén tratando con amabilidad. Eren no era voluntario… Su patrón lo envió como represaría. Cualquier siervo que es enviado en contra de su voluntad es rechazado por los soldados que se alistan de corazón”
“…Hm.” Henry prefirió no profundizar en ello, puesto que Emilia tenía toda la razón. Lo mejor sería contactar a Netwhart para solicitar información de aquel sujeto.
Emilia, en tanto, tenía la incómoda sensación de que Henry en realidad no había estado interesado en investigar nada al respecto. De todos modos, ¿Por qué un aristócrata perdería el tiempo preguntándole a otros por el paradero de un campesino? Pero no quería mal juzgarlo.
El paseo continuó con tranquilidad, los temas de conversación fueron variando un poco más pese a la resistencia e ímpetu de Emilia y a la tendencia de volverse hermético y frío de Henry. Eran un par muy peculiar.
El atardecer se dejó caer y a ese punto Emilia se sentía un poco cansada de tanto caminar. Admiraba el buen porte y el bien mantenerse regio de Henry quien se notaba que tenía una muy buena resistencia física. Una simple caminata no podía cansar a un hombre de guerra como él.
Ahora que lo miraba con más confianza, notó en su uniforme militar varias insignias de las cuales algunas pudo traducir y las otras no alcanzó a interpretarlas bien. Seguramente para Henry y para todo militar era unorgullo lucir ese uniforme y las medallas e insignias que lo fueran decorando.
Se ilusionaba con la idea de imaginar a su amigo Eren Jaeger llevando alguna medalla o insignia en su propio uniforme, sintiéndose a gusto quizá con su nueva situación de vida y, hasta tal vez, sintiendo que esa era su verdadera vocación. Quizá Emilia era demasiado entrometida en pensar directamente que Eren no quería ese destinto y manipularse por su parte en un destino mejor para su amigo. Quizá Eren no odiaba ser militar y en cambio le habría gustado… y quizá solo era ella la que se oponía a que su amigo pudiese llevar esa vida puesto que eso significaba separarse de ella y de Bloomington.

“En el fondo… está haciendo lo que siempre deseó: salir de Bloomington. Y yo sólo he tratado de manejar su vida obligándolo a quedarse aquí…”


“Señorita Bennet, luce algo cansada, ¿prefiere usted retornar sobre el caballo?”
“Oh, señor Lancaster… Perdón si no le puedo acompañar más. Si desea, puede seguir con su paseo y yo vol…-” quedó en asombro cuando fue alzada por la cintura, quedando breves momentos suspendida en el aire mientras que Henry la observaba detenidamente, sosteniéndola alzada como si fuera una niña pequeña. Emilia no era específicamente bajita, pero lucía como una niña al lado del porte de Henry (y como un gromo al lado de Erwin Smith, quien era un tanto más alto que Henry.)
Después de que el rubio le sonriera con soberanía, él la dejo sobre el lomo del caballo en la posición que una dama debe montar (de lado). El joven prefirió caminar al lado del caballo, digiriendo la ruta del animal.

A Emilia se le tintaron las mejillas de carmesí en una mezcla de timidez y vergüenza, tanto por el gesto de Henry tomándola desprevenidamente, como la culpa de sentirse casi a gusto con la escena digna de una novela romántica. Pero también se sentía contrariada, por una mezcla de irritabilidad. Le molestó que el otro se tomara esas confianzas para con ella.
El retorno fue un poco más silencioso.
Incluso parecía que Henry en algún momento quiso volver lo antes posible sin cruzar palabras. Preocupado tal vez por otros compromisos. 
Después de despedirse cordialmente entre ambos. Emilia vio a Henry montar su caballo, con el cual salió a toda velocidad en un frenesis que no se esperaba de tal joven. Aquella acción era muy contraria al del joven que la acompañaba por el sendero caminando pausadamente al lado de su caballo. Ahora, sí parecía alguien fuerte, decidido, varonil y enérgico. Con el cabello rubio golpeándole en el rostro y el viento agitando su gabardina que llevaba sin abrochar. Después de perderlo le vista, Emilia entró.
Todavía podía existir la esperanza de que Erwin se encontrase adentro atendiendo a Sayaka.

“¡Me enteré de todo, hija mía!”
“…” se quedó en el primer peldaño de la escalera al ser capturada por su madre. “¿De qué?”
“¡El joven Lancaster! ¡Que ilusión! Yo sabía que él había quedado prendado de ti. Era solo cosa de tiempo para comenzar a cortejarte. Ha sido un poco atrevido al no solicitar nuestro consentimiento. No importa. No importa. Es más que bienvenido a visitar nuestro hogar." 
“Madre, el señor Lancaster no tiene esos propósitos… Sólo desea sentirse acompañado por alguien que conoce el pueblo” dio un paso al segundo peldaño, pero su madre continuó.
"Tienes que contarme todo con cada detalle.”
“Voy a ver a Sayaka…”
“¡Como si yo no supiera! Pretendes ver si está ese doctor de pacotilla aún está atendiéndola. Es hora de que vayas dejando esos sueños tontos de niña de lado junto con la ilusión relacionada hacia ese medicucho de pueblo. Tu deber es centrarte en un compromiso con el hijo del duque Lancaster.”
“…” apretó los dedos sobre el barandal de la escalera. “¿A quién le dices doctor de pacotilla? Antes de menospreciar a una persona tan noble y admirable como el doctor Smith deberías pensar que ése gran hombre se toma las molestias de atender a viejas hipocondriacas y desesperantes de ¨este pueblucho¨ sin cobrarles lo que se debería cobrar por tolerarlas tan siquiera un segundo de su vida” dicho esto, la miró específicamente a ella para que se diera por aludida. Porque sabía que: si Smith venía a ver a Sayaka por su tobillo; su madre saltaba encima solicitando su atención para que la atendiera por sus nervios. Si Smith venía a ver a Sheryl por un resfrío, su madre le demandaba atención para ella misma, que si Smith venía a ver por qué Emilia seguía con fiebre su madre le lloraba que ella tenía una fiebre peor. Y así sucesivamente...
“¡Que cosas dices!”
“…” Emilia siguió subiendo las escaleras. Ya no sabía si ir a ver a Sayaka y preguntarle si vino el doctor Smith. Todo lo sucedido en el día la tenía bastante agotada.

Sólo quería… irse a Londres. Volver. “Tía Miranda… Te extraño. Me gustaría tanto estar contigo.” Pensó mientras miraba hacia la habitación de Sayaka. Sólo escuchaba la voz de sus hermanas Sayi y Sayaka. Tenía unas ganas enormes de entrar allí y compartir con ellas, o ir en busca de Camille… Pero ya no quería molestar a nadie más.

Emilia se encerró en su cuarto.
Quizá mañana acosara a Sayaka con preguntas.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on May 31, 2019, 07:03:51 PM
Me falta header bonito, pero este es el fic de inicio de verano. Siento la demora chicas :c

Esto marca el inicio de verano que según el calendario durará un mes (hasta probaciones de Junio). Si quieren extender verano por un mes adicional (hasta fin de Julio), por favor pídanlo en el tema de planeación ;D

Y dicho eso, aquí llega la tía Miranda~



La puerta principal se abrió de golpe, y la menor de las hermanas, Shura Bennet, anunció a toda voz que la tía Miranda había llegado.

En preparación por la llegada de su hermana, la señora Bennet había tenido a los criados dándole vuelta y media a Longbourn. No había detalle que podía desestimarse, pues Miranda venía de un adinerado barrio capitalino y estaba acostumbrada a la pulcritud y elegancia en su propia vivienda… elementos que solían quedar algo rezagados en la comodidad y complacencia de la vida provinciana.

Cual calma antes de la tormenta… el aviso de Shura avispó a los residentes de la vivienda y en menos de un minuto las hermanas Bennet corrían del segundo piso al primero, terminando de atar cabos sueltos para recibir a su tía favorita.

“¡Mery, limpia tus manos que aún tienen harina en ellas! ¡Kora, tus partituras son un desastre anda y organízalas, rápido querida! ¡Oh, Sheryl!” exclamó la señora Bennet al verla descender por las escaleras “¡Ayúdame con Cho y Sayaka que deben estar cubiertas de tierra! ¡Cómo se les ocurre ponerse a limpiar las malas hierbas sabiendo que su tía esta en camino!”
“La tía Miranda debe haber estado presurosa por llegar” Emilia pensó en voz alta. Habían al menos unos cuatros donde descansar, pero considerando la hora la tía Miranda parecía apenas haberse detenido para dejar respirar a los caballos.
“¡Seguro y quería pillarme desprevenida!” Le respondió su madre, y Emilia le lanzó una sonrisa cómplice a Camille.

La calesa se escuchó a la distancia, y la familia Bennet se apuró en alinearse en la entrada de la residencia. Todos en sus mejores atuendos, estirando el cuello y en su mejor porte… cuando en eso Cho se percató que aún tenía su delantal puesto. Sayi le ayudó a retirárselo y se lo pasaron de hermana a hermana hasta que Mery atinó a lanzárselo a la cocinera para que lo guardara fuera de vista.

La enorme carroza se detuvo, y uno de los cocheros se apuró a abrir la puerta de la cabina. La tía Miranda descendió y las hermanas Bennet rompieron fila al no poder aguantar más la emoción.

La tía Miranda había enviado una postal anunciando una breve estadía en su camino al distrito de los lagos, su lugar favorito para veranear. Su visita iría a ser breve, unos tres días para ponerse al tanto con sus numerosas sobrinas, su hermana, el señor Bennet, así como hacer presencia en la sociedad de Bloomington, la cual rebosaba de vida en esos momentos considerando la milicia acampada cerca a la ciudad.

Ver a su tía siempre era motivo de ilusión, pero ninguna de ellas sería honesta si no se referían al contenido de la postal como la razón para emocionarse. Y es que la tía Miranda había ofrecido a todas sus sobrinas la oportunidad de visitarla en Londres tras terminar su excursión por el distrito de los lagos.

Londres, la capital. Llena de la mejor sociedad de Inglaterra, donde no escaseaban las invitaciones a bailes y donde la última moda adornaba cada uno de los miles de escaparates. Era una oportunidad única. Una quincena para el recuerdo.

“¡Tía Miranda! ¡Debe estar exhausta! ¡Déjeme servirle té con galletas!” le ofreció Mery, corriendo dentro de la casa.
“¡Tía Miranda! ¡Ha sido demasiado tiempo!” Le ofreció Sheryl “¿Le gustaría quedarse en mi habitación? ¡Tiene la mejor vista al lago!”
“Tía Miranda, ¿necesita que le guarde esa bufanda?” se le arrimó Kora, tomándola de un extremo. No se percató que Puri había tenido exactamente la misma idea, y ambas terminaron envueltas en un tira y afloja por el lujo de hacerle ese favor.

Ello fue suficiente para la señora Bennet, teniendo en cuenta la razón para deshacerse en favores.

“¡Por favor, dejen a su tía en paz!” Les rezondró, ante lo cual la tía Miranda sonrió entretenida “Su tía Miranda les ofreció llevarlas a TODAS a Londres. ¡No tienen razón para pelearse!”

Dicho esto se giró hacia su hermana.

“Aunque aún no entiendo como planeas hacer para llevarte a todo este rebaño”
“Oh hermana” Miranda esbozó una sonrisa “Es buen momento de que todas tus hijas vayan a Londres, sobretodo ahora, con Shura ya en sociedad”
“¡Pero todas…!”
“Si, serán varias… pero es una bendición tener un círculo tan cercano cuidándote la espalda, ¿no te parece?”

La señora Bennett asintió, aunque a regañadientes. Nueve jóvenes viajando juntas sonaba a toda una travesía, pero si Miranda estaba dispuesta a ofrecerles un viaje gratis encima de ocuparse de ellas… pues no sería propio de ella negarse a tal oferta.

Es más, a lo mejor y alguna de sus hijas regresaba con un prospecto a matrimonio. Y con lo mucho que necesitaban una esperanza como esa…

Pero Miranda aún tenía su viaje por el distritos de los lagos antes de encaminarse de vuelta a Londres. Con los oficiales aún presentes en Bloomington quizás y alguna sorpresa se asomaría a la vuelta de la esquina, y así no tendría que estar privada de todas sus hijas por una quincena entera.

Nunca lo aceptaría pero, a diferencia del señor Bennet, no podía concebir sobrevivir tanto tiempo sin ellas.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on June 30, 2019, 07:40:20 PM
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Cuando se giró hacia la ventana, Sayi se percató que el cielo empezaba a mostrar tonos de naranja, anunciando que era hora de partir. Entonces miró hacia el canvas en el que Hagu estaba trabajando y se alegró de que haya hecho tanto progreso.

Terminó la canción que llevaba tocando y bajó su violín. Sus brazos y hombros estaban algo doloridos, pero era lo de menos: Las sesiones de música y pintura que había iniciado con Hagu debía tratarse del mejor uso de su tiempo.

Al no escuchar la música empezar de nuevo, su amiga se asomó por encima de su caballete.

“Creo que es hora de irme, Hagu” le informó con una sonrisa “Me toca caminar a casa esta vez, y si me quedo más tiempo me temo terminaré caminando a oscuras”
“Por supuesto” respondió la rubia de manera cortés, pero sin poder ocultar muy bien la tristeza en su voz “Muchas gracias por venir, Sayi”
“Gracias a ti. Me impresiona ver lo que pintas, tienes mucho talento” dijo, y Hagu sonrió sonrojada “¿Volvemos a repetirlo la próxima semana?”

La sonrisa de Hagu fue suficiente respuesta, pero Sayi tenía otra propuesta en mente.

“¿Te gustaría visitar Bloomington mañana? Creo que sería buena idea llevarte a ti y a Kisa a conocer el pueblo”

Pero Hagu se mostró mucho menos entusiasta ante esa invitación, tensando los labios en una línea. Sayi estuvo por rescindir de la oferta en afán de no incomodarla, pero en ese momento la señora Hann entró en la habitación.

“Sayi, ¿escuché que ya planeabas retirarte?” preguntó con una sonrisa “Me apena escucharlo, pero tu madre no me perdonaría si regresaras muy tarde”
“Mi madre tiene ocho hijas más por quienes preocuparse” respondió Sayi, cerrando el estuche de su violín “Muchas gracias nuevamente por su hospitalidad”

Dicho esto Sayi se despidió de Hagu, quien le devolvió la reverencia y atino a decirle que iría a Bloomington mañana, aún si no tan entusiasta como a la peliazul le hubiera gustado.

La señora Hann insistió en acompañarla parte del camino.

“Sayı, te estoy muy agradecida por visitar tanto a mi Hagu” confió en ella, una vez dejaron Pembroke Cottage “Tanto ella como Kisa te han tomado mucho afecto, y el contar contigo luego del fallecimiento de su padre y la consecuente mudanza ha sido nada corto de una bendición”

Sayı sonrió, apreciando la sinceridad de la señora Hann, quien siempre solía mostrarse alegremente deliberada por el bienestar de sus hijas.

“No me agradezca. Su amistad ha sido liberadora y sumamente bienvenida” dijo, pensando en cuánto había ayudado en sus esfuerzos por sobrellevar su decepción con Terry “No puedo devolverles tanta hospitalidad” La señora Hann le pidió que no pensara en ello, pero Sayi intercedió “Espero no haber molestado a Hagu con mi invitación. No fue mi intención presionarla, pero se que aún no ha visitado Bloomington, y pensé que sería una buena idea…”
“Concuerdo contigo. Mis hijas se han vuelto mucho más introvertidas desde la mudanza, y lo entiendo perfectamente, pues es su manera de sanar… pero unas horas paseando en el pueblo les caería muy bien, sobretodo si es en tu compañía”

La señora Hann no pudo acompañarla más allá, pero antes de despedirle, le aseguró que escucharían de ellas mañana temprano para coordinar la excursión.

Una vez sola Sayi apuró el paso, pues no consideró que lo frondoso del bosque oscurecería tanto el camino. La última vez que le toco caminar de vuelta había estado acompañada de Sayaka, y recordó que su hermana le había mostrado un atajo cruzando el bosque.

Decidió aventurarse e intentarlo por su cuenta. No recordaba ningún desvió o cambio de dirección muy brusco por lo que debería ser fácil… pero unos cuantos minutos más dentro de la caminata y empezó a cuestionar su memoria.

Recordaba haber estado envuelta en una conversación sobre el próximo viaje con la tía Miranda, y los museos que visitarían. ¿Acaso había estado tan distraída como para que su memoria le estuviera fallando?

“Oh no…”

El cielo pintaba de un naranja fuerte, y los árboles a su alrededor no se le hacían familiares. Ni siquiera podía ver el camino para las calesas, por lo que tampoco había manera de regresar por el camino largo. Pensó en volver por donde vino cuando en eso escuchó el sonido de hojas moviéndose.

“¿Quién anda ahí?” preguntó, intentando mantener la calma. Pero la respuesta, o la falta de esta, no la tranquilizo.

De entre los árboles emergió un lince, el cual se detuvo a observarla a unos metros de distancia. Sayi intentó moverse, lentamente, pero el animal tenía su mirada fija en ella. Recordó a su padre decirle que los linces no atacaban personas, pero no por ello había que hacerles enfadar. Pero era difícil saber qué hacer cuando una se encontraba sola, sin gente a su alrededor y con un inmutable animal bloqueando su camino.

Escuchó el galopar de caballos, y entonces el lince salió corriendo hacia ella. Sayi gritó, se hizo a un lado, y el animal siguió de largo, no sin antes mandándola al suelo de la impresión— su violín volando por lo aires. Dos jinetes se detuvieron a su lado.

“¿Se encuentra bien?” le preguntó un hombre, dejando su caballo “¿Se lastimó el tobillo?”

Dicho esto se apresuró en alzarla en brazos pero, avergonzada, Sayi le aseguró que se encontraba bien.

“¡No tengo cómo agradecerles! Aquel debió ser el momento inquietante de mi vida” atinó a decir, llevándose una mano al pecho “Sé que los linces no atacan… pero…”
“No puedo imaginarme el susto… ¿qué hace caminando por su cuenta?” le preguntó el segundo jinete, un joven rubio, con la preocupación en su rostro. Entonces se giró a su compañero “Deberíamos llevarla a un médico”

El primer jinete, un hombre alto de largos cabello negros le ofreció llevarla en su caballo.

Sayi sentía que ya los había importunado demasiado, pero ambos insistieron en acompañarla y ella no supo como negarles. Lo único a lo que asintieron fue a llevarla a Longbourn en lugar de al doctor Erwin, y con ello pudo respirar más tranquila.

No recordaba la última vez que había montado a caballo, pero se sintió segura en compañía de sus rescatistas.

“Lamento muchísimo importunarles” se disculpó Sayi, pero el rubio le sonrió alegremente.
“En lo absoluto. Nada me hace sentirme más útil que poder ayudar a una dama en peligro” le respondió. Por su contextura y voz, Sayi pensó que no debía tener más de dieciocho años.

Les agradeció nuevamente, y cuando se volteó a mirar el camino pudo ver las luces de Longbourn a la distancia.

“Les puedo preguntar… ¿qué les trae a Bloomington? ¿Acaso es la cacería?”

Sayi sabía que no eran de la zona, pero ello no la preparó para la respuesta que iría a recibir.

“Vinimos para visitar a la señora y señoritas Hann” le respondió el pelinegro “Nos estamos hospedando en Pembroke Abbey”

Sayi abrió los ojos en sorpresa, y el joven llevándola le sonrió amablemente.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on October 20, 2019, 08:05:59 PM
Vamos chicas, tenemos que apurar el paso ;D

7

El llanto de la señora Bennett al escuchar que alguien traía a Sayi en brazos convirtió en júbilo al ver que se trataba no de uno, sino dos caballeros quienes ingresaron a Longbourn y depositaron a su primogénita en el sofá. Sheryl y Mery acompañaron a su madre, mano sobre el corazón, mientras la mayor de la Bennet les narraba su encuentro con un lince en su caminata de regreso a casa. De no haber sido por aquellos dos caballeros, el animal no hubiera salido corriendo y quién sabe lo que hubiera sido de ella.

Una invitación a cenar le siguió al recuento de eventos, y ambos caballeros aceptaron entusiasmados. Y si bien la fecha quedó pactada para la próxima semana, al enterarse que los Bennett estaban en el círculo de amistades de la señora Hann y sus hijas, ambos aceptaron la invitación de Sayi de unírseles a su visita a Bloomington el mismo día siguiente.

El joven de cabellos rubios, joven y vivaracho era Lord Momiji Souton, y su compañero, aquel que llevo a Sayi en su caballo era conocido como Lord Shinobu Morewood. El señor Morewood era el viudo de Emma Morewood, nacida como Emma Hann, quien había sido la hermana mayor de Hagumi y Kisa. El señor Souton, por su parte, era sobrino de la señora Hann.

Por este movido, las hermanas Hann se vieron sumamente sorprendidas cuando dos carruajes llegaron a recogerlas para su expedición a Bloomington. La señora Hann tenía un compromiso previo, por lo que solo atinó a saludar a su yerno y su sobrino y escuchar el relato de cómo Sayi había venido a conocerlos.

“Pero Sayi, ¿te encuentras bien?” le preguntó Hagu.

Después de recoger a las hermanas, Sayi insistió en visitar la casa de té más popular de Bloomington. Una vez ahí, el grupo continuó conversación sobre la merienda, con pasteles dulces a la orden del día.

“Si, estoy bien, gracias por preocuparte” le respondió con una sonrisa “Me doblé el tobillo un poco, pero hoy amanecí perfecta. Todo gracias a tu familia, que fueron sumamente atentos conmigo”

Ambas se giraron hacia el señor Souton y el señor Morewood; ambos ocupados entreteniendo a Kisa con sus relatos de cacería. El señor Souton se percató que Sayi y Hagu le observaban, por lo que se acercó a ambas.

“Su madre ha sido muy amable en invitarnos a cenar. Estoy muy ilusionado de poder conversar con su padre, y así como conocer al resto de sus hermanas”
“Es lo mínimo que podríamos hacer luego de tanta caballerosidad” le respondió Sayi “¿Planean quedarse mucho tiempo en Bloomington?”
“Shinobu tiene pensado quedarse por unas semanas, que quiere asegurarse que mi tía y primas estén asentadas en Pembroke Cottage” dijo, y Hagu sonrió ligeramente “Por mi lado, pienso quedarme una quincena más, y después partiré a Londres por unos asuntos de familia”
Sayi sonrió contenta “Yo también estaré yendo a Londres en un par de semanas. Nuestra tía nos ha invitado a visitarla a mi y a mis hermanas”
“Que excelente coincidencia. Será un honor contar con su presencia en la sociedad londinense”

Sayı le sonrió agradecida y el señor Souton aprovechó para extenderle un plato de pastel de frutas, al notar que el suyo propio estaba vacío. Aún si era joven, tanto en apariencia como en disposición, los modales del rubio eran impecables, y su soltura y perspicacia eran propias de un lord bien asentado, quien ya hasta se ejercía como la cabeza de su propia familia. Pero ello no lo engrandecía, sino que era pronto a tratar con suma cortesía y prontitud a toda persona a su alrededor.

En pocas palabras, se trataba de alguien que se sentía como un amigo, y por su lado Sayi se consideraba afortunada de tenerlo en su círculo de amistades.

“Si me permite la indiscreción, señor Souton” le pregunto Sayi en un susurro “¿Me podría decir quienes son los dueños actuales de Pembroke Abbey? Dijo usted que son huéspedes ahí”
“Así es”
“Mi madre… y bueno, mentiría si no me incluyese, nos da mucha curiosidad por saber quienes son los dueños de la propiedad. Familiares suyos, ¿me imagino?”

El señor Souton estuvo por responderle pero su acompañante alzó la voz, llamando la atención de la mesa.

“Señorita Bennett, la señorita Hann y yo nos preguntábamos si podríamos jugar Vingt-un luego de la cena en Longbourn” le preguntó, y al lado de este, Kisa dio saltitos en su asiento “Es que mi nuera no sabe jugar, y le ha hecho mucha ilusión de que le enseñe”
“¡Pero por supuesto!” respondió Sayi, y dicho esto se giró hacia la menor “Vamos Kisa, que entre las dos vamos a ganarles a todos”

La pequeña rió ante la promesa, y el señor Morewood alzó las cejas.

“Vaya, debo decir que me sorprende, señorita Bennett” dijo, con una sonrisas suspicaz “Jamás pensé en encontrar aquí a un prospecto tan interesante como usted”

Sayi rió ante el halago, y luego de acordar en los juegos que le enseñarían a Kisa fue que Sayi se giró hacia Hagu, para preguntarle si estaría dispuesta a preparar un dueto para la ocasión.

Pero entonces notó que la rubia no se encontraba en su sitio, y cuando la buscó con la mirada la vio saliendo del salón. La joven se disculpó con el señor Souton, y salió en busca de su amiga.

¿Se habrá sentido indispuesta? ¿Habrá ido a buscar la calesa?

Dejó el local, pasó por la tienda de listones favorita de Puri, y al no encontrarla ahí decidió ir a la tienda de flores, sabiendo cuánto le gustaban a la rubia. Pero tan ocupada estaba al retomar camino que no miró antes de cruzar una calle, y un joven soldado chocó contra ella por poco y mandándola al suelo.

El soldado la tomó de un brazo, ayudándola a retomar el balance. Entonces recogió su sombrero, que se había caído al suelo en el encuentro.

“¡Discúlpeme por favor!” se excusó con una corta reverencia, y seguidamente limpió el sombrero con un par de manotazos “Tan apurado estaba por encontrarme con mi teniente que no fui cuidadoso, ¿se encuentra usted bien?”
“Perfectamente” respondió la joven, observando cómo su sombrero de soldado se sentaba en sus cabellos rojos “No se preocupe, yo también iba distraída en busca de alguien”
“Espero le encuentre pronto, señorita…”

Sayi rió ante la manera tan furtiva de sonsacarle el nombre.

“Bennett. Sayı Bennett”
“Señorita Bennett. Si algún día necesita un favor, yo le debo al menos dos. Pregunte por Claire Stanfield, y estaré a su servicio”

Y dicho esto juntó ambas piernas en saludo militar, y continuó caminando hacia su campamento. Sayi lo observó marcharse, y estuvo por seguir su propia búsqueda cuando la misma Hagu apareció frente a ella, viniendo en dirección contraria.

“¿Te encuentras bien Hagu?” le preguntó la peliceleste “Te fuiste tan de improvisto que me asustaste”
“No me siento muy bien, lo siento Sayi, pensé que un poco de aire me caería bien, por lo que salí por una caminata, pero…”
“¡Aquí estaban!” exclamó una tercera voz, y el señor Morewood apareció atrás de ellas. En ese momento, Hagu perdió balance y Sayi a las justas y pudo sostenerla antes que se desvaneciera.

“¡Hagu!” exclamó, y la rubia apenas y abrió los ojos “¿¡Dónde esta la calesa!?”
“Esta un par de calles más abajo” respondió el pelinegro mientras tomaba a Hagu entre brazos “La llevaré de vuelta a Pembroke Cottage. Por favor, regrese con los demás explicándoles lo sucedido, pero tenga cuidado con Kisa. No quiero que se preocupe”
“Por supuesto”

La expresión del señor Morewood era una de fastidio, y Sayi se sintió apenada que la visita a Bloomington no le haya sentado bien a su amiga. Pero el señor Morewood buscó su mirada y se disculpó. Y por alguna razón, a ella le pareció percibir tristeza en sus ojos.

“Siento despedirme tan pronto. Esperaré ansioso la cena en Longbourn” dijo.

Entonces se giró en dirección a los caballos, y Sayi no se movió hasta verlos partir.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Apple on October 27, 2019, 10:26:06 PM
Estoy taaaaan atrasada ;_; sino termino este fic pueden colgarme de un poste ponerme en probaciones por 3 meses si quieren y profanar mis listas a su antojo u_ú

4

(https://i.imgur.com/Xiv7o4L.png)(https://i.imgur.com/HqWHURp.png)(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

El día siguiente a un baile Bloomington dormía hasta pasado el mediodía. Para el señor Bennet, que por más tarde que se fuera a dormir no soportaba estar en la cama pasadas las 7, esas mañanas eran de calma y serenidad. Aprovechaba a encerrarse en su biblioteca en compañía de los poetas griegos y latinos sin interrupciones de su esposa o hijas, además del lujo de desayunar solo. Este ritual le servía de preparación para la ola de chismes, anécdotas y comentarios sobre lo sucedido la noche anterior.

Sheryl despertó de su sueño sintiéndose lánguida y con una mezcla de emociones. La felicidad de haber hecho nuevas amistades y la forma tan cortés en la que fue tratada por el señor Fraser; pero también la desilusión de enterarse de que el baile no había sido tan estupendo para algunas de sus hermanas y por su puesto los avances poco bienvenidos del primo Neil.

La noche anterior mientras conversaba con Lady Spencer y Lady Aika, una de sus hermanas llamó por ella para contarle de los enfrentamientos de Sayi y Sayaka con el señor Terry y sus posteriores huidas; tuvo que interrumpir su charla para ir a consolar a su madre por supuesto. La idea de que algunas de sus hermanas no disfrutaran del tan esperado baile como ella le partía el corazón, y por un momento le hizo sentir egoísta por su propia felicidad.

Se levantó de la cama, se envolvió en su bata y verificó que su hermana con la que compartía habitación estuviera bien cubierta. La mañana era fría y empezaba a caer una suave lluvia característica del intervalo entre primavera y verano. Toda la casa estaba en silencio, solo el murmullo de los sirvientes en el primer piso se oía.

Sin perder el tiempo correteo a la habitación que compartían Sayi y Sayaka. Tocó y entro sin esperar respuesta, cerrando la puerta tras de sí y acurrucándose junto a Sayaka. No estaba segura de sí sus hermanas dormían aún, pero quería estar ahí para animarlas, escuchar su versión de los hechos y contarles sobre su pequeña escapada de la que al parecer nadie se había dado cuenta.
Lo único que podía interrumpir el cuchicheo unas hermanas que tenían mucho que contarse eran los gritos jubilosos de su madre llamando a Sheryl. Una carta de Keyfield Park había llegado.

(https://i.imgur.com/3TH1hMP.png)

(https://i.imgur.com/xw7vJuP.png)(https://i.imgur.com/wRBmqgt.png)(https://i.imgur.com/T6dstpF.png)(https://i.imgur.com/XsNbM5E.png)(https://i.imgur.com/W7cUL0P.png)(https://i.imgur.com/WB0Nz9Y.png)

En Keyfield Park los caballeros empezaban a tomar un rústico desayuno de tocino, pan, huevos y haggis (este último cortesía del señor Fraser). Aprovechaban que Cherche seguía en su habitación, víctima del agotamiento post baile que atacaba a las señoras, para conversar de sus asuntos menos delicados: la caza, caballos, whigs contra torys, negocios, la guerra, Napoleón y el príncipe de Gales.

Por el momento no tenían ningún plan para el día. Robb sugirió ir a casa de su tío más tarde a jugar cartas.

-Los Bennet son vecinos del tío Robert ¿No es así?- preguntó Jamie.

-¿No pensarás en visitarlos tan pronto?- intervino Char -todas las señoras estarán indispuestas hoy.

-Le prometí que le llevaría al señor Bennet una botella de mi mejor escocés.

-¿No será que te interesa la compañía de las señoritas Bennet?- bromeó Robb.

- No más de lo que a ti estimado Robb, no te equivocabas cuando decías que las Bennet eran muy bien parecidas.

-Ustedes dos juran que nunca se casaran pero al final siempre terminan hablando de mujeres- continuó bromeando el coronel Ike.

El resto del desayuno pasó sin ninguna novedad, los hombres ya se habían resignado a pasar un día más de ocio en el campo sin ningún provecho pero mientras que los criados recogían los platos y  los jóvenes revisaban sus correspondencias de Londres un carruaje se adentró en la propiedad hasta llegar a la entrada principal. Una de las mucamas se acercó al grupo para avisar la llegada de una señorita Fraser.

Jamie fue el primero en saltar de su asiento contento, los demás salieron tras de él complacidos de que la novedad de la visita ahuyentara un poco el aburrimiento.

La joven que se bajaba del carruaje era rubia, de fina figura, con la típica palidez que caracterizaba a las doncellas de las tierras altas escocesas. No obstante no lucia frágil ni débil, pues sus ojos revelaban un carácter y determinación fuertes y sus manos no eran tan suaves como las de las jóvenes en su posición. Sus gestos eran independientes, como dando a entender que era soberana de sí misma, casi ignorando la ayuda de su paje y la de su hermano mayor.

Jamie no podía evitar desaprobar un poco la actitud de su hermana aunque eso le hiciera caer en la hipocresía; debido a las circunstancias en las cuales crecieron los dos Fraser tenían algo de autonomía y distancia en su carácter. Para fortuna de Jamie, siendo hombre esas características solo generaban comentarios fáciles de ignorar pero para Éowyn Fraser las críticas habían sido más severas.

Debido a esto la joven se apartaba de la sociedad, en especial la siempre prejuiciosa y exigente sociedad londinense para refugiarse en el castillo Leod junto a su madre y otros familiares escoceses. No obstante, las constantes preguntas de su madre y la presión de parte de su tío, líder del clan Mackenzie, por encontrar un esposo habían hecho que aceptara la invitación de su hermano y Robb para pasar con ellos una temporada en Inglaterra.

Su pequeña comitiva era conformada por Adrien Agreste, un joven huérfano por la guerra que Jamie había traído consigo de Francia y  Treize Khushrenada quien era el encargado de administrar Fraser’s Ridge y otros bienes de los Fraser en su ausencia.

Jamie introdujo los nuevos invitados a los que ya habitaban en la casa y el ambiente de la casa se sintió más festivo. Los grititos de alegría de Cherche Spencer fueron los más fuertes por cierto, cuando despertó se topó con la agradable sorpresa de que no era más la única dama en la casa. Con la buena voluntad que le caracterizaba y queriendo hacer sentir a Éowyn bienvenida, llamó a los sirvientes para que prepararan una habitación especial y abrieran uno de los salones de dibujo disponibles en Keyfield Park y lo prepararan para recibir invitadas esa misma tarde.

(https://i.imgur.com/3TH1hMP.png)

En la casa de los Bennet reinaba el pánico de su  madre, la alegría de las hermanas y los celos de Eliza. La última no pudo ocultar su malestar y sorpresa al enterarse de que Sheryl había sido invitada a tomar el té y a cenar  a Keyfield Park junto con lady Spencer y lady Aika y no ella que supuestamente era más refinada e interesante que su prima pueblerina. En vano intentó unírsele a la visita a Sheryl, y la señora Bennet en un momento de claridad invitó a Eliza a tomar el té con unas señoras de Bloomington (una invitación que de haber rechazado la hubiera hecho parecer impertinente además de insultar a sus anfitriones). Así fue como mientras la señora Bennet se encargaba de entretener a su desagradable sobrina con unas vecinas, las jóvenes Bennet ayudaron a Sheryl a estas presentable para su visitar a Keyfield Park.  Y los esfuerzos de las Bennet no fueron en vano. Durante su estadía en Keyfield Park conoció a la señorita Fraser, además de poder conversar con lady Spencer y lady Aika en un ambiente más informal.

Para la alegría de la señora Bennet esas visitas fueron bastante frecuentes durante el transcurso del verano. Las cuatro jóvenes habían formado una amistad entrañable en poco tiempo, y aunque apenas pasaban tiempo con los caballeros la señora Bennet podía estar tranquila pues la amistad con Cherche Spencer garantizaba el acceso a solteros de buena cuna y fortuna.

Las nuevas amistades de Sheryl le causaban tanta alegría como un poco de agitación. Pronto se dio cuenta de que su grupo de amigas eran aristócratas con grandes fortunas lo que las hacía tener modales refinados y un gusto exquisito para la moda, el arte y la comida. Incluso Éowyn Fraser con su carácter escandaloso era una joven bastante a la moda. Deseó, que como a Emilia, la tía Miranda la llevara a Londres para instruirla y convertirla en alguien de sociedad. Sus deseos se vieron cumplidos, pues la misma tía Miranda en persona les extendió una invitación para pasar con ella el otoño.

Lo que nadie se imaginaba era como durante ese verano sucederían una serie de eventos increíbles, casi fantásticos que no solo cambiarían el destino de Europa sino el de cada una de las personas que habitaron Bloomington ese verano.


Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on October 27, 2019, 10:43:36 PM
me: yay terminé mi siguiente fic pero no quiero dejar un cuarto fic de corrido ;_;
apple: *very sheryl, a literal angel, deja fic al siguiente refresh*
me:



8

Aún con la partida temprana del señor Woodmore y la señorita Hann, la conversación había sido tan entretenida que Sayi no se sorprendió cuando tanto el señor Souton como el señor Woodmore llamaron a Longbourn el mismo día siguiente —esta vez, para invitar al señor Bennet a pescar en un área cercana a Pembroke Abbey. Y aunque la señora Bennet lanzó sus mejores insinuaciones para ganarse una invitación a la famosa mansión, Sayi agradeció que ninguno de los dos se percatara de las segundas intenciones de su madre.

Y es que aún con la invitación a cenar a Longbourn, ambos caballeros parecían ansiosos por afable compañía, y así familiarizarse con lo que Bloomington y sus alrededores tuvieran por ofrecer.

A la pesca en compañía del señor Bennett le siguió una hora de té en Pembroke Cottage, donde la señora Hann les deleitó con un concierto en el piano recién instalado cortesía del señor Woodmore. Y aunque lo manera más efectiva de llegar a Bloomington era en calesa, Sayi había disfrutado el par de veces que el señor Souton le había pedido caminar hasta la ciudad en compañía de su caballo favorito, Sugarplum, a quien Sayi le había tomado un particular cariño.

La señora Bennet se culpaba a si misma de no haberlos invitado a cenar al mismo día siguiente de conocerlos, de tan solo haber sabido de lo amigables (y solteros) que eran. Y considerando la manera tan rápida en la que habían ingresado al círculo de su hermana mayor, las hermanas Bennet estaban curiosas por conocerlos mejor durante la cena.

Cuando Jacob anunció la llegada de ambos caballeros en compañía de la señora Hann, los Bennet se pusieron de pie e intercambiaron pleitesías, mientras Sayi se preguntaba si Hagumi se había sentido indispuesta de nuevo. A duras penas la había visto las pasadas dos semanas —la última vez, conversaron brevemente durante el té en Pembroke Cottage— y extrañaba su compañía. Había pensado que no se perdería la tan esperada cena en Longbourn, pero entendía que su salud tomaba prioridad.

“Lamento que Hagu no haya podido venir. Espero que se encuentre bien” le dijo Sayi a la señora Hann, y ella agradeció sus buenos deseos.
“Hagu lamentó no venir, pero se empezó a sentir mareada esta misma tarde y lo mejor era que descansara junto con Kisa. Hagu me mando decir que extrañaba conversar y pintar contigo, y que esperaba verte antes de que partieras a Londres”

A dos días de partir, ello le daba poco tiempo de organizarse para visitar Pembroke Cottage, pero Sayi prometió hacer su mejor esfuerzo por visitarla antes de su viaje a la capital.

La señora Bennet fue rápida en presentar a sus hijas y, como si lo hubiera practicado, fue sorprendentemente elocuente en enfatizar sus virtudes tanto en el tour por la propiedad como durante la cena. Longbourn no era la mansión más majestuosa en el condado, pero tanto el señor Woodmore como el señor Souton se deshacían en cumplidos por todo detalle que la señora Bennet mostraba.

“Nuestra querida Camille es sumamente talentosa. ¡El detalle en este retrato de Emilia!” anunció la señora Bennet mientras presumía los trabajos de su hija. Camille, en cambio, se escondía al fondo del salón, esperando a que su madre se hartara de dárselas de guía de museo “¿Camille? ¡Cuéntanos de tu inspiración para esta obra en la pared! ¡Pero es que es muy modesta! Aunque para muchos una virtud digna de una esposa sensata…”
“Mamá…” Emilia salió al rescate de su gemela, tomando a su madre de los hombros y escoltándola fuera del estudio “¿Por qué no bajamos al comedor? Jacob dijo que la entrada estaban por terminar de cocinarse..."

Pero la señora Bennet no fue disuadida en su misión de vanagloriar a cada una de sus hijas, pues entonces decidió mostrarles el bordado más intricado en el que Sheryl se encontraba trabajando, o los arreglos florales en la mesa del comedor que Cho tan delicadamente había preparado.

Y mientras la señora Bennet les explicaba cuales eran los platos que degustarían aquella noche (uno de ellos preparado por su talentosa Mery), Sheryl y Emilia hicieron a Sayi a un lado para preguntarle si había más que una relación amical con alguno de los dos caballeros. Pero su hermana se negó.

“Me parece demasiado interés y consideración para tratarse de simple afabilidad…” contempló Emilia.

Una vez sentados, la charla se mantuvo alegre mientras los sirvientes servían las entradas y llenaban las copas. Entonces Sheryl compartió un relato de una cena posterior en compañía de Lady Aika, y todos terminaron por alzar sus copas y cantar -en ruso- a la salud de los presentes.

“Na zdrovia!”

La señora Hann pidió un segundo brindis para agradecer la amabilidad del señor Woodmore, quien no solo había instalado un piano en Pembroke Cottage, sino que les había abastecido de muebles, su propia calesa, unos tres sirvientes, y suficientes recursos para pasar un muy cómodo invierno. La señora Bennet también lo celebró, declarándolo un ejemplo de caballerosidad al mantener en tanto cuidado y estima a la familia de su difunta esposa.

Sayaka le susurró a Sayi “Dice eso y sin embargo aquí está, pretendiendo no quererlo casar con una de nosotras…”

Camille se atragantó con un trozo de pan al sobre escuchar la ocurrencia, y el señor Bennet le dio un par de palmadas en la espalda para ayudarle a camuflar el exabrupto.

“Señorita Bennet, me olvidé de decirle ayer” Sayi alzó la mirada, y el señor Souton le sonreía al otro lado de la mesa. La luz de las velas prendía su cabello en un rubio aún más dorado “Cuando esté en Londres me gustaría invitarle a tomar té en la residencia de un conocido mío. Creo que le será de sumo interés acompañarme a la ocasión”
“Estaría encantada, muchas gracias” respondió con una sonrisa “¿Y de sumo interés por qué?”
“¡Mi estimado señor Souton! ¿Escuché que va a estar usted en Londres al mismo tiempo que mis hijas?” la señora Bennet se lanzó sobre la conversación, trayéndola a la atención de la mesa “¡Oh pero las honraría de sobremanera con su patrocinio en los círculos londinenses! Y si sabe de alguna reunión con la alta alcurnia…”
“Mamá…” esta vez fue Cho quien tomó responsabilidad de detener a su madre antes de sacar otro atrevimiento “Estoy segura que suficiente tendremos con acompañar a nuestra tía Miranda…”

Pero la señora Bennet optó por no escuchar a su hija, y pasó a dirigirse al señor Woodmore.

“¿Y usted, señor Woodmore? ¿Nos hará el honor de beneficiar a mis hijas con su compañía en la capital?”
“Me encantaría, mi estimada señora Bennet, pero me temo que me toca ir a Devonshire por una quincena, y luego regresaré a Pembroke Abbey. Pero estaré esperando el regreso de sus hijas para escuchar todos los detalles de su visita a Londres” se excusó con tanto detalle que la señora Bennet asintió con entendimiento “Tengo algunos pendientes en Bloomington, un par de detalles más con mi familia” concluyó, sonriéndole a la señora Hann.
“Mi hija Hagumi siempre ha sido algo delicada de salud” continuó la señora Hann, aprovechando la ocasión para excusar su ausencia “Si no mejora pronto, pensábamos llevarla un par de días a St. Clementine”
“¡Mi dulce Hagumi!” exclamó apenada la señora Bennet “Y si así llega a ser, por favor avísennos mi querida señora Hann, para llevarle flores frescas para que se sienta como en casa”

El señor Bennett cruzó miradas con Emilia, quien asintió al predecir qué era lo que estaba pensando. A ella también le tocaría estar atenta a la ocasión, aún si era para evitar cruzarse con su madre en el lugar menos deseado.

“Quiero visitar a Hagumi antes de partir a Londres, que me ha hecho falta estos días” dijo Sayi, ante lo que el señor Woodmore alzó una copa en su dirección.
“Señora Bennet, si me permite decir, he quedado sumamente sorprendido por el carácter de su hija mayor. Tan considerada y amable… he quedado cautivado por ella”

Tal declaración dejó estupefacta a las hermanas Bennet, y la señora Hann atinó a alzar su copa e imitar los halagos de su nuero.

“En efecto, hemos sido sumamente afortunadas en contar con Sayi en nuestras vidas” declaró la señora Hann, y la mesa entera alzó las copas en un tercer brindis.

La señora Bennet intercalaba tantas miradas entre Sayi y el señor Bennet que parecía se le iban a salir los ojos. La peliceleste, sonrojada por las atenciones dadas, se giró hacia el señor Souton, quien sonreía algo apenado.

“Le ruego disculpe al señor Morewood. A veces suele ser demasiado cándido…”

Sheryl se giró hacia Emilia y ambas asintieron, habiendo confirmado cuál de los dos caballeros era a quién tocaba prestarle un poco más de atención.





Con la cena concluida, el grupo se trasladó a la sala de estar donde la señora Bennet prácticamente forzó a Sheryl a deleitarlos con un Aria italiana. La señora Hann se apresuró en acompañarla en el piano, gesto que la rubia agradeció, pues se sentía mucho más valerosa si no tenía que entretener ella sola.

Mientras Sheryl entonaba una suave melodía, Sayi descansaba del acoso al que su madre le había sometido apenas dejaron la mesa. No, la atención del señor Morewood no era más que simple cortesía, un halago a la primogénita de sus anfitriones y nada más. Pero su madre ya estaba tratando de convencerla de olvidarse de Londres y quedarse en Longbourn, con tal de dedicarle más tiempo al señor Morewood y así incrementar su afecto por ella.

Estaba segura que apenas los invitados se marchasen las preguntas le lloverían cuál diluvio, no solo de su madre sino de sus hermanas, por lo que Sayi decidió salir al pasillo y descansar del grupo. Aprovechó que todos se encontraban absortos por el dueto de Sheryl y la señora Hann, y logró dejar la sala sin levantar sospechas. Caminó hacia un sillón en la sala contigua y tomó asiento, buscando componer sus respuestas a fin de no alzarle ilusiones a su familia.

Pero entonces el señor Morewood dejó la sala también, y Sayi solo pudo observarlo caminar hasta ella y sentarse a su costado.

Su aspecto era uno descompuesto. Cargaba con suma preocupación en el rostro, muy diferente al entretenido señor Morewood que había conocido hasta ese momento.

Sayi aún no se había recuperado de la atención recibida, y verlo en tal estado solo la contrariaba más. Y es que si bien el carácter del señor Morewood era divertido, con picardía en su conversar, Sayi no había percibido sus atenciones como algo más allá de amigables.

Sino hasta esa noche.

“Le ruego le disculpe mi impertinencia, pero es que… me temo que estoy desesperado” su voz era baja, y hablaba con suma rapidez “No tengo más vueltas para dar, y creo que es usted la única que puede ayudarme a mendar esta brecha”
“Me temo que no lo entiendo, señor Morewood” atinó a decir, su corazón latiendo a mil por hora, intentando procesar lo que estaba sucediendo.

Entonces envolvió su mano entre las suyas, y la apretó con fuerza.

“Sayi, necesito que…”

La sala de estar rompió en aplausos, y el señor Morewood se levantó de un brinco. No tardarían en notar la ausencia de ambos, y de encontrarlos juntos y en tal estado sería demasiado espectáculo, inclusive para él.

“Estaré esperando su pronto regreso de Londres” dijo. Dejó ir su mano, y entonces se apuró en dejar el lugar, camino al comedor.

Su respiración seguía agitada y sus mejillas debían delatar lo que había sucedido aún si el señor Morewood ya no se encontraba presente. Sayi agradeció a todos los santos el que Sayaka fuera la siguiente en asomarse, diciéndole que su madre le exigía que tocara una pieza en el violín.

Nadie la conocía tanto como ella, por lo que al escuchar la pregunta Sayi le prometió contarle que acababa de suceder apenas la visita se hubiese marchado.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on October 31, 2019, 09:24:00 PM
Este fic iba a ser mucho más corto y tener más escenas pero veo que era imposible :rene:

Lamento tanto fic pero tengo que ganarle palabras a Octubre con todo lo que me falta por escribir haha... ha... si hago un template simple de iconos para que todas compartamos en este fic, ¿lo usarían?


9

El señor Bennet no se imaginaba cómo Jacob podía mantener la calma, y es que con el retorno de la tía Miranda confirmado en el correo del día, Longbourn se encontraba patas arriba en preparaciones.

Cuál autoproclamada jueza de estilo, la señora Bennet pasaba de habitación en habitación, opinando sobre los vestidos, sombreros y zapatos que sus hijas estuvieran empacando para llevar consigo a Londres. Y es que si bien la capital prometía entretenerlas con la más novedosa moda y actividades, ello conllevaba exponerse a nuevos círculos sociales, por lo que la señora Bennet no dejaba de recordarles el mantener los ojos en la mira:

“Tienen que dar su mejor imagen, con exquisitos modales y prestas a cualquier oportunidad” les recordó, mientras agregaba un par de sombreros más al equipaje de Mery “Pues no faltaban solteros codiciados a los que impresionar…”

La tía Miranda había escrito que llegaría pasadas las cinco de la tarde, y debido a compromisos previos, pensaba partir hacia Londres a más tardar a las 10 de la mañana del día siguiente, lo que les dejaba menos de un día para dejar sus asuntos en orden. Sheryl, tan preparada como siempre ya había dejado su equipaje impecable junto a la entrada de su habitación, y había decidido aceptar la invitación de pasar la tarde en Shirenewton Hall. Cho se encontraba en el jardín junto a Jacob— tenía su equipaje casi listo, pero más que ello le preocupaba que el mayordomo tuviera el conocimiento necesario para encargarse de sus plantas por una quincena entera. Emilia estaba tan ansiosa de regresar a Londres que ya tenía su equipaje listo desde hace días, por lo que se encontraba en el hospital, ayudando cuantas horas pudiera antes de sus vacaciones en la capital. Mientras tanto, aún si Camille no había empezado con su maleta, había declarado que sabía exactamente qué llevar, por lo que había optado por terminar la pintura en la que llevaba trabajando los pasados días.

Según ella, no quería darle vueltas mientras estuviese en Londres… pero ninguna de sus hermanas se atrevía a sugerirle que mejor regresara a empacar, pues anticipaban el colapso que sufriría una vez empezara a cuestionar sus decisiones de atuendos a última hora.

“Sayi querida, ¿dónde esta el equipaje de Sayaka?” le preguntó su madre al no encontrar nada debajo de la cama “Veo que tu hermana salió a una de sus caminatas, pero quería asegurarme que tuviera todo en orden”
“Mamá, tu y yo, y Sayaka, sabemos que planeas re organizarle el equipaje con cosas que ella no vestiría en doscientos años” le respondió cerrando su propia valija y dando el asunto por zanjado “Me temo que esta vez ha sido más lista que tú. Ha escondido su equipaje ya hecho donde tu no lo vas a encontrar”
“¡Esta chiquita será el fin de mi!” se quejó la señora Bennet, viendo a su primogénita ponerle el seguro a su maleta “Y tú, ¿ya estás lista?”
“Así es” respondió, mientras sacaba su sombrero de sol favorito “Voy a darle una visita rápida a Hagu. Aún me da tiempo de caminar ida y vuelta a Pembroke Cottage antes que se ponga el sol”

La señora Bennet observó a su hija arreglarse el cabello y colocarse el sombrero con cuidado. Se echó un poco de polvos, se pellizcó las mejillas, y caminó hacia el clóset en busca de zapatos para caminar.

“Ay hija, normalmente estaría feliz ante la oportunidad de que vayas a Londres” dijo su madre “Pero me parece que cometes un error. Tu mayor oportunidad a la felicidad está aquí. Vamos, si te quedas, puedo convencer a tu padre de invitar al señor Morewood… y creo que un par de ocasiones más…”
“Mamá…” No sentía que era necesario recordarle lo reciente que aún era la decepción por Terry, por lo que optó por cambiar el tema “Llevo teniendo ganas de ir a Londres desde que Emilia fue a visitar a la tía Miranda. No pienso dejar ir esta oportunidad solo por un quizás con alguien. Ya he esperado sentada mucho tiempo”

La señora Bennet no se convenció de sus palabras. Le parecía insensato que desperdiciara una oportunidad tan obvia por diversión capitalina, pero tampoco pensó que necesitaba reincidir. Las atenciones que el señor Morewood le había prestado durante la cena, las efusivas palabras que le había dedicado por sobre la mesa, y la promesa de esperarla a que regresara de Londres…

No le cabía duda. Una admiración de ese calibre no desaparecería en pocas semanas.

La señora Bennet canturreó para si misma “Esperemos que sea cierto ese dicho, y que la distancia vuelva el amor más fuerte...”
“¡Mamá!” se escuchó a Mery exclamar desde su habitación “¿¡Por qué metiste a mi maleta el sombrero que no me gusta!?”
“¡¡Pero qué dices, si te queda divino!!”

Sayi tomó un respiro largo al abandonar Longbourn, y emprendió camino hacia la residencia de las Hann. Corría una brisa fresca como presagio al otoño venidero, refrescante y elevadora, y la sombra de los árboles era marcada por el fuerte sol que alumbraba sobre ella.

Luego de su encuentro con el lince, y su posterior introducción al señor Morewood y al señor Souton, Sayi ya no se atrevía a dejar el camino mejor transitado mucho más allá de unos metros. Al menos, lo suficiente para no estar en el camino de alguna galopante calesa. Al parecer no había mucha gente transitando el camino a Pembroke salvo por ella y otra persona a la distancia.

Conforme se fue acercando, Sayi reconoció el uniforme militar, y unos cabellos rojos que se le hicieron familiares. Apuró el paso para darle el alcance, y cuando este se volteó hacia ella, sus sospechas fueron confirmadas.

Era el soldado con quien había topado mientras buscaba a Hagu, en esa primera visita a Bloomington con el señor Morewood.

“Señor Stanfield, ¿cierto?”
“¡Señorita Bennet! ¡Qué grata sorpresa encontrarla por aquí!”
“Lo mismo digo” respondió Sayi, mirando más adelante “¿Se dirige hacia Pembroke?”
“¿Yo? Oh no, un pobre soldado poco tiene que hacer ahí” respondió con una sonrisa “Hay una granja por aquí cerca donde estoy trabajando a medio tiempo por algo de dinero. No tengo mucho que hacer mientras espero órdenes”

Sayi sonrió entretenida. El señor Stanfield se deshacía en sonrisas y buenos modales. Parecía ir a donde el viento le llevara, con una libertad envidiable.

“¿Se dirige usted hacia Pembroke, entonces?”
“Así es. Voy camino a visitar a una querida amiga”
“¿Me permite acompañarla parte del camino?” se ofreció, extendiéndole el brazo “Sería un honor para mí”

Sayi no tuvo que pensarlo mucho, pues le vendría bien la compañía camino a Pembroke Cottage.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Mery on October 31, 2019, 10:59:15 PM
Yo siempre viviendo al límite 8'(
Esto va antes del baile porquesoyunaverguenza, edito para adornar luego.

*Yo estaría dispuesta a usar el template, quería agregar imágenes aunque fuesen pequeñitas porque no creo que la mayoría reconozca a los personajes que uso u_u

TL;DR: Rose lleva a Mery a pasear por Meryton con la intención de que vea a Shinya, un oficial que ha llegado con la milicia y por quien Mery guarda gran afecto.


2
Dreamy

(https://i.imgur.com/dyJ6IDN.png)

Entre lecciones, deberes y los preparativos correspondientes al evento del baile de la menor de las Bennet, Mery casi no había puesto un pie fuera de Longbourn a menos que fuese necesario y, aunque no representaba un gran problema para ella, parecía sí haberlo sido para la repentina visita que halló en la sala apenas dos días antes del baile.
 
“Oh, Mery, pero si allí estás, justo iba a pedir llamar por ti.” Habló la señora Bennet al verla salir de la cocina e indicándole con un gesto que se acercara al sillón donde ella y Shura se hallaban. “Alguien vino a verte.”

La señora Bennet no necesitó anunciarla, con aquella característica cabellera roja era imposible no reconocer a la joven visitante. Rose Eusford, amiga íntima de Mery, era la hija menor del dueño de una de las tiendas más populares en Meryton. La última vez que habían hablado había sido por medio de una carta el día después de la llegada de Emilia, donde Rose le contaba que el escuadrón al que pertenecía su hermano mayor era parte del grupo de soldados que harían una parada en Bloomington. Mery le aseguró en su respuesta que pronto iría a verla para poder hablar, pero no fue capaz de cumplir con su promesa.

“Siento tomarlas tan de improvisto, pero últimamente tenemos las manos ocupadas en casa.” Se excusó Rose mientras le dirigía una sonrisa a Mery al ver su aspecto. “Evidentemente el caso es similar aquí, espero no haber interrumpido.”

Mery tenía aún puesto el delantal, había terminado unos bocadillos y se disponía a relajarse un poco. En ese momento Shura la miró y con disimulo hizo un gesto limpiándose una mejilla, lo que alarmó a Mery y la instó a imitarla, logrando con ello por error embarrarse de harina la mejilla que tenía limpia.

“Niña, Santo Cielo, ¿qué haces? Ve a asearte donde tengas un espejo.” La regañó su madre. Mery se disculpó brevemente y salió de su vista con pasos rápidos.
Rose sonrió un poco y dirigió su atención a la señora de la casa. “Tomaré la oportunidad para entregarles este pequeño presente.” Anunció colocando las manos sobre la caja alargada que tenía sobre su regazo. “Es de parte de mi madre, me ha pedido encarecidamente que se lo entregue a la pequeña Shura por su pronta presentación en sociedad.”

Shura sonrió entusiasmada y estuvo a punto de tomar el presente cuando Rose se lo extendió, pero la señora Bennet fue más veloz que ella. Los artículos más populares del negocio de los Eusford eran los vestidos y prendas de vestir para damas, era precisamente allí donde más acudía su familia y desde la presentación de Sayi fue que la señora Eusford tomó la costumbre de enviar un conjunto a la hija que cumplía años.

“Qué gesto tan generoso de la buena señora Eusford. Rose querida, dile por favor a tu madre que estamos muy agradecidos. A Shura definitivamente le encantará.”
“Si al menos me dejases verlo...” Murmuró la menor haciendo un mohín. La señora Bennet estuvo a punto de reprenderla, pero la moderada risa Rose la detuvo.
“Ansío que sea de tu agrado, Shura, ya me dirás tu opinión cuando vuelva a visitarlas.”
“Cuenta con ello, muchas gracias de antemano.”
“Es un gusto.”

Mery regresó con ellas pocos minutos después y Rose le indicó con una mano que no tomara asiento.

“Qué oportuno, Mery, justo le comentaba a tu querida madre que deseaba que me acompañases a dar una vuelta, siendo que hace tanto que no nos vemos.” Dijo Rose con voz triste. “No ha de preocuparse, señora Bennet, le aseguro que estaremos de vuelta antes de que se ponga el sol.”
“¿Saldremos?” Mery le dirigió una mirada sorprendida a Rose, pero ella no se inmutó.
“Oh, Rose, descuida.” Respondió la señora Bennet, al fin entregándole su caja a Shura. “Mery, lleva unos bocadillos con ustedes.”
“Sí, querida, pero primero busca un sombrero, no querrás que el sol maltrate tu piel.” Aconsejó Rose viéndose satisfecha.

La señora Bennet no mostró objeción, para sorpresa de Mery, y antes de despedirlas le recordó a Rose que era bienvenida a tomar el té cuando deseara. La calesa de Rose estaba afuera esperándolas y pronto estuvieron en camino a Meryton.


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“Eso fue inesperado...” Musitó Mery cuando estuvieron ya dentro de la calesa.
“Han sido muchos días sin saber de ti.” Le reprochó la pelirroja sentándose más a gusto. “Con lo emocionada que has estado por el próximo evento y sabiendo cómo reaccionarías con la noticia de la llegada de ciertas personas, yo estimaba que estarías saltando de un pie y contando las horas de su llegada."

Mery se sintió el enrojecer ante su último comentario, comprendiendo a qué se refería. "H-he estado ocupada, realmente no me detuve a meditarlo."

Lo cierto era que, aunque la idea de ver a los soldados la llenó de ilusión desde el primer minuto, la tragedia que había abordado su hogar días atrás no le permitía pensar en otra cosa. Su madre había sido un dolor de cabeza y hacerla entrar en razón era una tarea casi titánica. Además, apenas había vuelto a ver a Sayi recobrar algo de su habitual brillo, Mery prefería mantenerse al margen por el momento y hablar al respecto con Rose cuando las aguas se calmaran.

“Bueno, no se puede evitar cuando es una de tus hermanas quien va ser presentada en sociedad.” Dijo Rose con una sonrisa. “Por cierto, ¿cómo le va a Shura con sus preparativos? No tuve oportunidad de preguntarle mucho. Se le ve de lo más animada.”
Mery asintió con más confianza. “Por supuesto, le ha puesto mucho empeño a sus lecciones. Lo hará estupendamente, no tengo dudas.”

Así Mery pasó a relatarle a Rose las diferentes actividades y preparativos que habían hecho para el gran día. Rose movía la cabeza mientras la escuchaba y una vez hubo terminado, le dirigió una sonrisa sospechosa.

“Bueno, querida, estando próximas a nuestro destino creo que es tiempo de que te comunique la otra razón por la cual te he, casi literalmente, secuestrado el día de hoy.”
“¿Otra?” Repitió Mery.
“Sí, y no es que no me alegre de verte o crea que tú no aprecias mi presencia, pero tengo el presentimiento de que te emocionará mucho más encontrarte con otra persona.”
Mery abrió los ojos espantada. “Oh no, Rose, no me digas que—”
“Arréglate bien ese vestido, querida.” Canturreó Rose. “No querrás que el señor Lebedev te vea de otro modo que no sea con tu mejor aspecto.”

Mery empezó a repasar su vestuario con movimientos nerviosos y apresurados. La persona a la que Rose se refería era Shinya Lebedev, un joven de ascendencia rusa cuya familia más próxima radicaba en Londres, era también un viejo amigo suya y ahora oficial en la milicia. Mery no estaba segura si podría señalar por qué, pero estaba segura de que albergaba en su corazón un gran cariño por él y siempre era dichosa al tener noticias suyas. Shinya solía visitar Bloomington cada verano, pero luego de alistarse al ejército no se presentó por dos años consecutivos y los ánimos de Mery habían menguado con su ausencia. Fue una gran fortuna que Shinya hubiese podido estar presente para la presentación de Mery en sociedad el año pasado, pero desde entonces no le había vuelto a ver.

“¡Oh, Rose! ¿Cómo puedes hacerme esto?” Se lamentó Mery alisándose el cabello bajo el sombrero.
“Agradecimientos luego, querida, apresura esas manos.” La apremió Rose. “Iremos a la librería primero, sé de alguien que estará allí y, aunque en este caso no será tanto como a cierto oficial, sé que estarás feliz de verle también.”

El nerviosismo le hizo imposible a Mery preguntar más y dejó que Rose la guiara fuera de la calesa y entre las calles rebosantes de gente que tenía Meryton en ese momento. La librería a la que se dirigían era una bastante particular y un poco alejada de la calle principal, pero llegaron sorpresivamente rápido gracias a Rose y su veloz caminar.


(https://i.imgur.com/dyJ6IDN.png) (https://i.imgur.com/XdArZH2.png)(https://i.imgur.com/ZkZfNJ4.png) (https://i.imgur.com/WDX53jP.png) (https://i.imgur.com/UueGzhf.png)

Al abrir la puerta se oyeron unas campanillas tintinear, pero las pocas personas presentes no prestaron atención. La luz era abundante en su interior por las largas ventanas que adornaban las paredes, los estantes de libros eran grandes y gracias a ello no podían ver a las personas que hablaban tras uno de ellos.

“Éste me gusta, estoy segura de no haberlo visto la última vez.” Exclamó una voz femenina.
“Qué atenta, aquel ejemplar lo he conseguido hace apenas tres meses.” Le contestó amablemente otra persona.
“¿Me lo presta? Sé lo traeré la próxima semana.”
Una tercera persona resopló. “Deja eso ya, Alice, no lo importunes.”
“¡Pero, nana!”
“Dime nana otra vez y te enviaré de regreso con tu padre en la próxima diligencia.”

Al acercarse mejor, Mery visualizó al dueño del lugar, el señor A. Zira Fell, y otras dos figuras conocidas.
“¿Alice?” Le llamó Mery con emoción en la voz. La jovencita, de un impresionante y largo cabello castaño, se giró de golpe y se apresuró a ella para darle un efusivo abrazo.
“Mery Bennet, ¡qué agradable sorpresa!” Dijo Alice al soltarla, el hombre tras ella movió la cabeza con cansancio.
“Eso debería decirlo yo.” Rió Mery. “No sabía que ya habías llegado.”
“De hecho, yo le dije que vendríamos.” Declaró Rose. “¿Lo olvidaste, Alice?
“¿Hm?” Alice se quedó pensando. “¿Supongo que sí?”
“Por ese comportamiento inapropiado es que estás aquí, Alice.” Habló el hombre pelirrojo que estaba con ella.
“¡No necesariamente!” Se defendió Alice. “¡Deberías estar de mi lado, tío!”
“Tenle paciencia, Crawly.” Pidió amablemente el señor Fell apareciendo a su lado.
“Lamentamos el alboroto, señor Fell.” Se disculpó Rose.
“¡Señor Fell!” Le saludó Mery con una gran sonrisa. “He traído unas galletas, me pregunto si querrá algunas.”
“Oh, querida.” El hombre sonrió enternecido. “Si no es molestia, estaría más que encantado.”

Tanto el señor Fell como el señor Crawly se retiraron a la parte posterior de la tienda para degustar los dulces, mientras tanto las féminas aprovecharon para saludarse apropiadamente y hablar del tema apremiante del momento.

“Justamente estaba aquí con Glen y su grupo hace unos diez minutos, muchos soldados son nuevos en el pueblo así que les gusta recorrer las tiendas.”
“¿Shinya estaba con él?” Se adelantó a preguntar Rose.
“¡Rose!” Mery la miró avergonzada.
Alice soltó una risa. “Shinya siempre está con él. No deben andar lejos.”
“Con eso basta.” Asintió Rose. “Alice, nos disculparás con el señor Fell, tenemos asuntos importantísimos que atender.”
Alice simuló un saludo militar. “Que tengan suerte entonces, las veré en el baile.”

Rose tomó del brazo a Mery y ambas salieron a paso moderadamente rápido.
“Vas a marearme, Rose, no sé si esto es buena idea.” Mery empezaba a dudar. “Después de todo, el alcalde Trump ha invitado a todo el regimiento, lo puedo ver en un par de días.”
“Patrañas, está cerca y nosotras libres y dispuestas a encontrarle.”
“Pero, Rose, no es apropiado.”
“Sígueme, apuesto que no—¡Oh!” Rose se detuvo de pronto al identificar a su objetivo sólo cruzando la calle. “Já, ¿ves? No estaba lejos.”


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Era casi como si le hubiesen invocado, Mery sintió que no podía ni hablar. El joven señor Shinya realmente estaba allí y, gracias al efusivo agitar del brazo de Rose, las había divisado y venía a su encuentro. A los ojos de Mery y bajo los brillantes rayos del sol, Shinya se veía resplandeciente y encantador, tal como lo recordaba.

“Señor Lebedev, qué coincidencia encontrarlo hoy de nuevo.” Le saludó Rose y el joven rió sutilmente.
“Ya le he dicho que el señor Lebedev es mi padre, señorita Rose, me hace sentir al menos dos décadas mayor.”
“Pues no se le notan.”
“Muchas gracias por el halago. Y veo que no viene sola.” Dijo desviando los ojos hacia Mery, embelesada y muda al lado de Rose. Felizmente, su preciada amiga le brindó su ayuda en la forma de una risa disimulada y un codazo en las costillas.
Las mejillas de Mery se colorearon ligeramente al reaccionar. “Me alegra mucho verlo de nuevo, señor Shinya.”
“El gusto es mío, señorita Mery.” Aseguró Shinya con una sonrisa afable. “Déjeme decirle que se encuentra usted tan reluciente como siempre.”
“¿L-lo cree?” Dijo ella con la voz apenitas audible.
“Lo digo de corazón, de hecho, me parece que ha crecido un poco desde la última vez que la vi.” Tras decir aquello, su rostro se vio algo afligido. “Lamento no haberla acompañado en su gran noche tanto como hubiese querido.”
“¡N-no se preocupe! Sé que es un hombre ocupado.”
“Sin embargo, es usted una buena amiga mía, casi como una hermanita, aún me lo recrimino.” Insistió él. “Pero no se preocupe, esta vez estaré allí hasta el final, lo prometo.” Aseguró Shinya firmemente. “No olvide guardarme una pieza.”
Mery asintió animosamente. “Por supuesto.”
“Excelente. Me apena tener que decirlo, pero mis camaradas me esperan y debo dejarlas ahora.”
“No hay problema, espero que pasen una tarde agradable.”
“Dígale a mi hermano que no olvide que lo esperamos para la cena.” Agregó Rose.
“Claro que sí, y gracias, así será. Hasta pronto, señoritas.”

El joven hizo una última reverencia sin dejar de lado su sonrisa y se alejó con el grupo de soldados que seguía en el mismo lugar donde los dejó. Rose observó a Mery mirar con ensoñación y tristeza hacia la dirección en la que Shinya se había ido mientras sostenía una mano contra su pecho.

“Verdaderamente espero que tenga razón.” Murmuró Mery bajando los ojos por un momento. “Me gustaría ser más alta, así como tú Rose.”
La mayor se quedó pensativa un instante e hizo un sonido de aprobación. “Ya lo creo que sí, querida mía, de lo contrario, ¡imagínate! Vas a necesitar un taburete para alcanzar su rostro en la boda.”
De inmediato todas las tonalidades de carmín desfilaron velozmente por el rostro de Mery mientras ésta intentaba balbucear una respuesta. “¡N-no, ¿q-qué es—ROSE!”
La pelirroja rió sin tratar de disimularlo. “Oh, querida, ¿será que no es por eso que deseas crecer? Mis más sinceras disculpas.” Dijo ella, pero era evidente que no lo sentía. Mery le dio un golpecito en el brazo que hizo reír aún más a su amiga, quien finalmente tomó compasión por ella y dejó tema de lado, por el momento.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Cho on November 01, 2019, 12:51:48 AM
Luego del stop aunque debía postearlo antes de dormir o me comenzará la neurosis (?)


Pasaron los días luego del baile en Candance Hall y la rutina siguió con su curso. Los días siguientes gozaron de una temperatura más cálida y agradable por el verano venidero y los humores en el hogar de los Bennet se encontraban en lo alto.

Ese baile había sido un éxito en la mayoría de casos. Las señoritas Bennet habían podido desenvolverse como bellas damitas que aprovecharon la oportunidad para conocer a otras personas y a visitantes o recién llegados a Bloomington. Comentarios y pareceres corrieron entre las hermanas, quienes más que nunca se preguntaban qué depararía el futuro para ellas, aunque no todo se trató de alegría, puesto a que la hermana mayor había sufrido un gran rechazo y vergüenza en esa misma velada.

Cho al igual que sus hermanas se mantuvo al pendiente de la desconsolada primogénita en un inicio y entre los desatinados comentarios de la señora Bennet sobre el evento, quien pese a su forma de ser realmente quería lo mejor para sus hijas.

De repente, cada una procedió a ocuparse de sus labores y objetos de atención, y Cho no tardó encontrándose a sí misma de regreso en su huerto con el afán de sembrar nuevas plantas de la estación. Las noticias de la tía Miranda ofreciendo un viaje a Londres para todas le había agarrado de sorpresa, pero al regresar a su burbuja, dudaba sentirse lo suficientemente cómoda como para atreverse a salir nuevamente.

Sin embargo, ello cambió en una temprana mañana, cuando vio a su estimada amiga Ayesha llegar a su huerto acompañada de la señora Bennet, quien sonreía de oreja a oreja.

“…” Cho aspiró para guardarse las ganas de protestar o mostrar desgano. Esa combinación delató las intenciones de ambas.
“No te me quedes callada, Cho, si se trata de tu encantadora amiga,” dijo la madre apresurada. “Ayesha ha venido con el principal propósito de invitarte a la residencia de los Cranach. Dice que la señora Cranach las espera con los más exquisitos aperitivos, y también cuenta con un par de invitados en su hogar.”
“Sí, he estado yendo a visitarles ocasionalmente desde la noche del baile. Más bien los hermanos de Rotterdam han preguntado por ti,” informó Ayesha, sonriendo radiantemente y juntando sus palmas. “Pienso que sería una visita muy propicia para todos.”
“Es verdad, y sinceramente todavía no he expresado mis agradecimientos a la señora Cranach por sus atenciones… sólo me sorprende que sea tan repentino,” admitió la peliceleste.
“Pero si no es repentino para nada, hija,” la madre cortó con las formalidades y expresó urgencia y molestia. “Vivimos en sociedad y está en nuestro deber atender a otros, aparte que salir de este huerto te hará mucho bien. ¿No es uno de esos hermanos con el cual bailaste? ¡No deberías dejar que se olvide de ti!”
“¿Q-qué cosas dices, madre?” Cho se ofuscó por su soltura en decirlo.
“N-no es para que te inquietes, Cho,” Ayesha sonrió comprensivamente. “De por sí, son personas maravillosas y me encantaría que aprovecharas a conocerlos mejor. Por favor, alístate. Te espero para ir contigo.”

Así selló sus actividades del día, y en poco tiempo salió de su hogar para encontrarse con el carruaje de los Altugle. Cho se sorprendió al ver que Nio les estuvo esperando junto con Otabek, con la pequeña bailando divertidamente y siendo observada y monitoreada por su criado. Al verse todos listos para partir, el joven las llevó a su destino, donde se despidió para venirles a recoger pasada la hora del almuerzo.

Las visitantes no llegaron a ingresar a la residencia puesto a que se encontraron con la misma Astrid en el jardín delantero del hogar. Cho de inmediato se intrigó por la atención que la señora Cranach le brindaba a unas plantas de romero, actividad que Astrid dejó al observar a las tres damitas frente a ella.

“Finalmente llegan, bienvenidas,” les saludó amenamente aunque sin dejar de lado su gran orgullo y trivialidad. “Ya comenzaba a olvidar que les había extendido la invitación.”
“Sentimos la tardanza, usted ha sido muy amable,” dijo Ayesha con una reverencia.
“No es nada, no lo dije para llamarles la atención,” comentó con naturalidad y observó a Cho quien tenía su mirada en sus plantas. “Por cierto, Ayesha me dijo que tienes un huerto en tu hogar, Cho. ¿No es así?”
“Sí, lo es,” Cho asintió. “Tu romero ha crecido bastante, lo cuidas bien.”
“Me alegro de no ser la única jardinera en mi entorno. Podría invitarte otro día para pasearte por mis sembríos, pero ahora no es el momento,” Astrid llegó donde Nio y le acarició los cabellos. “Y buenos días a ti también, pequeña Nio. ¿Lista para jugar?”
“¡Sí, muchas gracias!” exclamó la pequeña contenta.
“¿Jugar? ¿Qué actividad tenemos en mente?” preguntó Cho, ladeando su cabeza.
“Vayamos a los establos. Si no te apetece una cabalgada, hay suficientes bancas bajo enredaderas para proveerte de sombra y brisa,” Astrid se puso a caminar y fue seguida de sus invitadas. “Seguro se preguntarán por qué no las llevo adentro. Los hombres andan hablando de negocios y no quisiera ni distraerlos ni estresarles a ustedes. Ya se aparecerán cuando bajen de sus nubes.”
“Ellos siempre andan tan laboriosos, sólo espero que no tengan problemas por todo el asunto de la guerra,” observó Ayesha.
“Tienes un espíritu noble, pero más bien son años de oportunidad,” declaró la pelinegra, con una sonrisa perspicaz. “Los tres hombres en mi hogar andan aprovechando las conexiones que pueden establecer justamente por la caída del imperio de Napoleón. Por conocerles, yo no me preocuparía mucho.”
“Sí, supongo…” entonces, Nio hizo un puchero con leve inconformidad. “Aunque ese noble o lo que sea me cae chinche.”
“¡N-Nio!” Ayesha se escandalizó por la soltura de su hermana.
“¡Hahahaha!” por su parte, Astrid rió a carcajadas. “Aprecio tu honestidad, pequeña. Yo también tengo mis reservas con él, pero no seas tan pronta a tacharlo. Aunque sin duda serás una damita que conquiste a más de un joven por tu manera de ser.”
“Ehh…” la mención de ello hizo que la rubia se inquietara. “Pues, mi Nio todavía tiene varios años para crecer…”
“…” Cho se preguntó por dentro a quién Nio se habría referido así.

Dieron la vuelta a la estructura principal y no tardaron en llegar a la amplia pradera a espaldas de la mansión, donde se veían los establos a poca distancia. Aparte de un par de jardineros trabajando en el césped, Cho reconoció a Namazuo con aquel caballo con el cual lo había visto la primera vez. Ese chico se animó al verles y corrió para darles el alcance.

“¡Bienvenidas, chicas!” exclamó este. “¡Y Cho, qué sorpresa! ¡Sé que mi hermano estará muy feliz de verte!”
“Sí, gracias, un gusto de verte nuevamente, Namazuo,” la peliceleste hizo una reverencia.
“Tenemos el gusto de gozar otro día más en compañía…” dijo Ayesha amablemente.
“¡Namazuo! ¡Mira!” Nio se le acercó y comenzó a dar pasos de baile. “¡Otabek me enseñó otro truco esta mañana! ¡Es divertido!”
“¡Wow, ese ayudante de ustedes es muy habilidoso!” el chico se impresionó. “¡Haha, me puedes enseñar y bailamos juntos!”
“¡Sí, hay que hacerlo!” Nio asintió contenta. “¡Vamos donde los caballos!”

Así ambos se apuraron al establo en lo que el pelinegro jalaba al suyo de sus riendas.

“Mi Nio ha estado obsesionada con aprender a bailar después de todo lo que escuchó sobre la velada que tuvimos,” observó Ayesha con una mano sobre un cachete, mientras observaba a su hermanita caminar feliz de la vida. “Temo que mi pequeña desee adelantarse, ella que sigue siendo tan joven.”
“Déjala disfrutar. No hay nada mejor que aprovechar de la libertad de la vida y Nio es todo un rayo de sol,” comentó Astrid. Ella se dirigió hacia Cho. “Pero sigámosles. Prestemos atención a los caballos, y de paso seguro hay alguien ahí a quien debes conocer.”
“Ah sí, verdad,” Ayesha tomó a su amiga de las manos y la jaló consigo. “Vayamos.”
“Eh…” Cho se dejó jalar con intriga en su expresión.

Los establos lucían más amplios desde adentro, y los Cranach poseían diversos caballos, todos a la disposición de los dueños o sus visitantes. Cho llegó a ver al par frente a otro caballo, el cual se encontraba siendo alistado para cabalgar por Namazuo y un peliblanco que no había visto previamente. Por sus rasgos faciales y unos ojos muy similares a los del pelinegro, supuso se trataba de un pariente.

“¿Se van de paseo?” preguntó Astrid.
“Sí, Nio quiere trotar, así que la acompañaré,” reportó Namazuo, quien dejó de ayudar con la montura para dirigirse a Cho. “¡Ah sí! Te presento a Honebami, mi mellizo.”
“Mucho gusto, mi nombre es Cho Bennet,” la peliceleste dio una reverencia, aunque aquel peliblanco se mantuvo en su labor de ajustar la silla de montar sin siquiera dirigírsele.
“Oye…” su hermano se impacientó y le detuvo en lo que hacía. Le vio perdido y dio un suspiro. “Sólo un momento, no te cuesta presentarte. De ahí sigues con lo que haces.”
“…” hizo una pausa mientras ajustaba su cognición a prestar atención a otra persona, y observó a Cho, para asentirle levemente. “Honebami Toushirou, un gusto…”
“Me alegro de conocer a otro de ustedes,” le peliceleste le sonrió y apenas le vio asentir nuevamente, para así regresar a finalizar con las preparaciones en el caballo.
“Fue un buen primer encuentro,” comentó Astrid a manera de informar a su visitante que el asunto estaba terminado.
“El caballo está listo, Nio,” informó Namazuo animado. “Ven, te ayudo a subirte.”
“Procura no irte muy lejos, Nio,” le pidió su hermana. “Ten mucho cuidado.”
“Estaré bien, no es la primera vez que monto un caballo,” le aseguró ya encima del cuadrúpedo. “Seguiré el trayecto de Namazuo.”
“Yo me encargo, Ayesha, tú tranquila,” el chico le sonrió y fue a subirse sobre su caballo. Así, en poco tiempo, ambos se retiraron del establo y salieron hacia las praderas.

“No me animaría a seguirles el ritmo apurado que tienen, pero una cabalgada no nos vendría mal ahora, ¿no les parece?” sugirió Astrid.
“Podría ser…” Cho entonces miró a sus alrededores y divisó que el silencioso peliblanco ya no les acompañaba, y se encontraba cuidando de otro caballo a una prudente distancia.
“Es normal que te preguntes sobre él,” la señora Cranach se encogió de hombros. “Este hermano ha sido muy reservado desde su llegada y todavía no cede en su forma de ser. Ni gusta de pedir favores a mis criados, pero parece estar muy a gusto en los establos. Será de esas personas que conectan mejor con los animales.”
“Namazuo se ha expresado muy amablemente sobre él y nos ha pedido comprensión. Estoy segura que se trata de alguien tan agradable como sus hermanos, sólo debemos ser pacientes,” opinó Ayesha, con una sonrisa.
“Sí, es verdad. Siempre has sido una persona muy cálida, Ayesha,” Cho se animó por sus palabras. “Estoy de acuerdo. Supongo por ello no lo vimos durante el baile.”
“Sonaría a una tortura para alguien como él, y eso que yo tampoco lo pasé tan bien que digamos,” dijo la pelinegra. Ella se vio intrigada al observar que los hombres finalmente se aparecieron. “Vaya, qué sorpresa. No imaginé que coincidiríamos.”
“Hace un día apropiado para un debido paseo, Astrid, es sólo natural,” se expresó Camus con un tono de voz fuerte y profundo y cierto desdén en sus palabras. Cho se impresionó al verle. Era esa misma persona con la cual se había tropezado durante el baile, aunque carecía toda su gracia y gentileza. Más bien, se le hacía frío e insensible.
“Ah, señorita Bennet, muy buenos días,” Ichigo le dedicó una reverencia con una sonrisa dichosa. “Han sido varios días. Me alegro de que nos volvamos a encontrar. ¿Cómo ha estado?”
“He estado muy bien, señor Toushirou,” Cho le imitó con cierta torpeza, al sentirse un tanto intimidada y en falta. “Puede que me haya ausentado demasiado luego del baile. Le agradezco por su amabilidad.”
“No, no es nada, y puedes llamarme Ichigo. El señor Toushirou es mi padre, después de todo, y mi nombre me resulta más natural,” admitió con humildad y sencillez. “Como Camus bien ha atinado, es un día excelente para un paseo por los campos. Me sentiría honorado si decide acompañarnos, por favor.”
“Hm…” el mencionado le miró de reojo con cierto recelo. “A pesar de su observación sobre mi persona, temo que haya decidido que sea partícipe en una actividad que no pretendía, Ichigo.”
“Oh, espero que no haya ningún problema, lamento las posibles incomodidades,” el joven peliceleste asintió aunque no inmutó su actitud servicial y alegre. “¿Se le apetece una cabalgada solitaria? No habría nada de malo en ello tampoco.”
“No, olvídalo…” a pesar de su reclamo, Camus negó y pasó a adoptar su presentación más dulce y atenta, la cual dirigió a las jóvenes visitantes. “Lamento haberme presentado de manera desagradable ante ustedes, jóvenes damas. Es verdad que es propio de alguien como yo tratar con mayor decoro y dedicación a personas merecedoras como ustedes.”
“Es usted muy amable, pero no debe inquietarse,” respondió Ayesha, sonriente. “Si ustedes desean, les acompañaré también. No suelo montar con frecuencia, aunque la compañía lo hará mucho más placentero.”
“Ello es muy cierto. Gracias por su buena disposición, señorita Altugle,” dijo Sterk, con su severidad de siempre. “El paseo servirá como relajo y para abrirnos el apetito. También podríamos conversar con respecto a nuestra próxima visita a Londres.”
“¿Londres?” preguntó Cho, con leve sorpresa. Ella se inquietó al notar a los demás dirigírsele. “Ehm, siento precipitarme…”
“No te preocupes, Cho. Si mal no recuerdo, el señor Cranach y el señor Clizzard mencionaron una breve visita a la capital por asuntos de negocios,” le informó Ayesha. “Aunque ello te va muy bien. Tu señora madre me informó que irás de visita a Londres también, ¿no es cierto?”
“Pues, sí, puedes decirlo…” Cho asintió por inercia, aunque se frustró. Ya veía que su madre había decidido por ella.
“Es una gran coincidencia,” por su parte, Ichigo se alegró. “Mis hermanos y yo también iremos unos días debido a que recibiremos la visita de un pariente. Ojalá nos encontremos por allá.”
“Ojalá que sí…” dijo un tanto apenada y bajando su mirada.
“Vamos, no te retraigas,” Astrid le dio unas palmaditas en un hombro. “Podemos dialogar más al respecto en el camino.”
“Iré a llamar a unos criados para que nos asistan,” dijo Sterk.

El grupo procedió a dar aquel paseo, durante el cual hubo un ligero diálogo sobre aquel viaje a Londres que les esperaba. Cho se mantuvo atenta y oyendo lo que los demás decían. Pese a sentirse mayormente cómoda, le faltaban las palabras. No podía evitar pensar que no responder a la invitación de visitarles más pronto seguía siendo una falta suya.

De todos modos, haría un esfuerzo para apreciar aquel momento que poseía y que, fuera de las formalidades, quizás sí se merecía.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on November 03, 2019, 08:41:31 PM
Intro fic a otoño dentro de poco~

(https://i.imgur.com/6aoZnWk.png) (https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

IX. Part II

En el trayecto hacia Pembroke Cottage, Sayi sintió que llegó a conocer bastante bien al señor Stanfield. Y es que el pelirrojo fue un libro abierto con ella: Nació y creció en Everton, una pequeña comunidad a las afueras de Liverpool, y sus padres tenían una granja que tuvieron que vender para saldar deudas. Desde entonces, su madre fue profesora de infantes hasta que falleció cuatro veranos atrás, y su padre y él probaron suerte en Birmingham, donde su padre consiguió trabajo en una fábrica. Pero él tenía intención de hacer una carrera en la milicia en lugar de la manufactura, por lo que se enlistó en la armada apenas un recluta se le cruzó en el camino.

Y desde entonces había estado conociendo Inglaterra; acampando a donde le ordenara el regimiento.

Sayi sonreía fascinada ante los relatos del señor Stanfield. Uno tras otro, era evidente cómo había hilado una vida llena de aventuras y recuerdos. Ella, en cambio, sentía que no tenía mucho que contar. Si bien su vida en sociedad era una a quienes la gente de procedencia humilde solían admirar, pero se sentía tan inconsecuente y disatisfactoria si comparaban cuanta entereza había traído a su experiencia de vida.

“Yo he nacido y vivido en Longbourn, con visitas a Bloomington en lo regular” Pensó en Longbury, pero no quería mencionar ese detalle “He visitado a Londres dos veces, y visitamos Bath un verano en compañía de mi tía favorita”
“¿La que reside en Londres?”
“La misma. Estoy muy ilusionada de verla… aunque tras ocuparse por las siete de nosotras por una quincena, no dudo que ella termine ilusionada por vernos partir” el oficial rió “Pero me temo que no he tenido una vida tan excitante como la suya. Cómo me gustaría ver más de Inglaterra, de Europa…”
“Es posible que próximamente me manden fuera del país, y de ser así prometo contarle al respecto”
“Es usted muy amable. Pero sinceramente espero verlo en Bloomington, sano y salvo, cuando regrese de Londres. Me encantaría invitarlo a algún evento. Tiene muchas experiencias que contar y estoy segura que a mi familia y conocidos les encantaría escucharlas”

El oficial asintió entusiasmado ante el ofrecimiento, y poco después llegaron a una bifurcación que marcó el final de su caminata juntos. Tras asegurarle que conocía el camino, y que estaría bien continuando sola, el señor Stanfield se marchó, girándose cada cuantos pasos y despidiéndose con una mano hasta perderse de vista.

(https://i.imgur.com/zasDitC.png) (https://i.imgur.com/3ssfUx8.png) (https://i.imgur.com/ZldOqeH.png) (https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

La señora Hann salió a darle la bienvenida apenas la vio aparecer en el camino. Le agradeció efusivamente que haya podido acomodar una visita con su viaje a Londres tan próximo, y ambas se sentaron a conversar en la sala de estar mientras la ama de casa les preparaba una pequeña merienda. Entonces la señora Hann se excusó un momento, diciéndole que iría a fijarse si Hagu estaba lista para recibirla.

Apenas su amiga entró al salón, Sayi notó que se le veía bastante decaída a comparación de la última vez que fue a visitarla. Su piel estaba aún más pálida, y sus ojos se veían apagados. Le lanzó una mirada preocupada a la señora Hann, y esta sonrió algo apenada. Hagu siempre había tenido una salud algo delicada, no obstante, parecía haber empeorado mucho en las pasadas semanas.

Sayi esperaba que no hubiera nada en Pembroke o Bloomington que le hiciera mal. En su deseo por ayudar, incluso le ofreció invitarla a Londres con ella, un detalle sumamente apreciado por la señora Hann, pero que Hagu ni siquiera pensó en entretener.

“Eres muy amable Sayi, siempre velando por mi… pero mi sitio esta aquí, con mamá y con Kisa. No me sentiría bien que tengas que ocuparte de mi en lugar de pasear por la capital” se disculpó, esbozando una ligera sonrisa “Más bien, espero te diviertas muchísimo, y regreses con varias anécdotas que contarme”

La joven asintió, no sin antes prometerle que pensaría en ella, y que le traería regalos solo con tal de verla sonreír. La señora Hann agradeció el gesto, y Sayi aprovechó para contarles que se encontraría con su sobrino, el señor Souton, para tomar el té una vez este en Londres.

“El señor Souton es la amabilidad en persona. Me siento muy afortunada de haberle conocido” dijo, y al recordar el evento con el señor Morewood, hizo la mirada a un lado con la intención de no mostrar su vergüenza “Y del señor Morewood también, por supuesto”
“Mi ahijado ha sido una bendición para nosotras” respondió la señora Hann “Luego del fallecimiento de mi hija… Shinobu continuó velando por nosotros, aún si no teníamos nada que recriminarle. Fue el mejor esposo para Emma, y el mejor hijo para mí. Y cuando falleció mi marido, y tuvimos que dejar Danbury Place, el se hizo cargo de nosotras de inmediato”

Sayi asintió ante la confidencia de la señora Hann. Sus amigas habían pasado por temporadas difíciles, y esperaba de todo corazón que Pembroke Cottage ofreciera un asilo donde sobreponerse a la partida de sus seres queridos, y sea el lugar donde puedan disfrutar de dulces eventos a futuro.

Las testigos al carácter del señor Morewood era uno mejor que el otro, y lo que ella había visto de él parecía ser fiel al testamento de sus allegados. Parecía dedicado a salvaguardar el bienestar de la familia de su esposa, ahora su familia también, y sus acciones hablaban de sus buenas intenciones… no obstante, ese evento tan arrebatado con ella, y la sorpresiva promesa de esperarla a su retorno de Londres… parecía una pieza sin sitio en la imagen del señor Morewood.

“Y tal y cómo Shinobu, tu también has sido una bendición para nosotras, Sayi” le dijo la señora Hann “Somos afortunados de tenerte, y te extrañaremos estas semanas”

Sayi sonrió enternecida ante el gesto, y justo en ese momento entró la ama de casa cargando con té y galletas. Entonces continuaron conversando de los eventos en Bloomington en las próximas semanas, sobretodo todas las actividades organizadas alrededor de las navidades.

Kisa apareció con un ramo de flores silvestres en mano. El ama de llames pidió disculpas por no fijarse en su aspecto (el dobladillo estaba lleno de barro) antes de dejarla entrar en la sala de estar, pero la señora Hann le pidió que no se preocupara. Kisa caminó hasta su hermana y las depositó en su regazo, diciendo que eran para que se sintiera mejor pronto.

Hagu sonrió ante el gesto de su hermana, y se apresuró a ponerlas en un florero de plata. Y la señora Hann no tardó en presentarlo como otro de los regalos del señor Morewood para con ellas.

Sayi no esperó a que el cielo se tornara cálido para anunciar su partida. La tía Miranda no debería tardar en llegar, y ella quería estar en casa para recibirla, así como para ayudar a sus hermanas en lo que necesitaran arreglar antes de partir a Londres.

En el pórtico de Pembroke Cottage, Sayi abrazó a cada una de sus residentes y prometió venir a visitarlas apenas regresara a Longbourn. La señora Hann no la dejó partir sin una cesta con duraznos de su propio árbol, pues sabían que eran un favorito del señor Bennet.

Una vez Sayi se le perdió de vista, la señora Hann se llevó una mano al pecho, aún buscándola entre los árboles.

“Es una chica tan dulce” le confió a Hagu “Y Shinobu parece encantado con ella. No le había visto prestarle tanta atención a una dama desde nuestra querida Emma…”
“Así parece”
“Quiero a Sayi como si fuera una hija. Y quién sabe, quizás y pronto lo sea.”

Con la ilusión de su madre resonando en sus oídos, Hagu observó a la señora Hann cerrar la puerta frente a ella.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter I: Welcome to Bloomington
Post by: Sayi on November 04, 2019, 12:03:17 AM
(https://i.imgur.com/qjjaED8.png)

1815, Autumn

“¡Tía Miranda! ¡Necesito de su ayuda!”

El regreso de la tía Miranda a Longbourn trajo consigo el climax al caos en preparación a Londres. Todas las hermanas le pidieron a su tía que actuara como curadora de sus vestidos y accesorios, algo que la señora Bennett observó desde una esquina, preguntándose por qué sus hijas bienvenian los consejos de su hermana mientras menospreciaban los suyos.

“Hermana, te pido que no te lo tomes personal” le rogó Miranda, una vez se percató de la desazón de la señora Bennet “Tu gusto es impecable ¿Recuerdas cuántas veces robé tus sombreros y listones cuando éramos pequeñas?”

Convencida que el admirable buen gusto de la tía Miranda no sería posible sin su temprana influencia, la señora Bennet se quedó contenta mientras sus hijas terminaban de cerrar sus baúles y encargárselos a Jacob. La cena familiar no se hizo esperar, donde la tía Miranda les narró sus aventuras paseando por el distrito de los lagos, y sobretodo de lo maravillada que había quedado con Hellvelyn, el tercer punto más alto de Inglaterra.

Con su partida a Londres a primera hora, las hermanas Bennet a duras penas pudieron descansar. Entre planes intercambiados debajo de sábanas, diarios y cartas siendo escritos, y con sus atuendos de viaje siendo replanteados cada ciertas horas… la noche dio rápido paso al día que tanto estaban esperando.

La señora Bennet les plantó un beso en la frente a cada una de sus hijas, mientras el señor Bennet dejaba ir consejos exclusivos a cada una de ellas. Emilia fue la primera en asentarse en una calesa, emocionada por regresar a la exuberante Londres, esta vez, en compañía de su gemela. Cho trajo consigo unos tres libros recomendados por la señora Cranach, los cuales pensaba terminar antes de regresar a Longbourn. Sayaka y Sayi planeaban qué tiendas y restaurantes visitarían apenas se asentaran en Londres, y Mery fue la última en subirse a la calesa tras haber repartido suficientes meriendas para que sus hermanas aguantaran el hambre hasta el próximo descanso.

Fuera de su calesa, la señora Bennet le daba consejo tras consejo a su querida Sheryl, quien los recibía con una sonrisa triste tras verse separada de su madre por las próximas semanas. La tía Miranda le prometió a su hermana que no se preocupara de sus hijas, pues cuidaría de ellas como si fueran suyas propias.

Una vez las calesas iniciaron marcha, las hermanas Bennet observaron a sus padres desaparecer a la distancia, junto a Longbourn, Jacob, y Bloomington alejarse atrás de ellas. Había pesar en abandonar su hogar, y la gente que tanto querían, pero todas concordaban en que el cambio de escenario y círculo social les vendría bien.

La promesa de un Londres elegante y exhilarante creció en intensidad conforme intercambiaban la campiña por transitadas calles. Las hermanas Bennet observaban la gente adornar las veredas con la última moda e impecables modales, y la emoción por integrarse a ese mundo apenas y pudo contenerse cuando las calesas se detuvieron frente a una residencia.

Una que Emilia recordaba muy bien.

“Bienvenidas a Londres” anunció la tía Miranda, mientras sus mayordomos recibían a las invitadas “Espero y estas semanas les sean inolvidables”



Ahoy bishoujos!

Con esto damos inicio tanto al viaje a Londres como a la estación de otoño. Tengan presente que otoño (y el viaje a Londres + eventos) durará todo este mes, así que aprovechen cuanto puedan para escribir~

El fic de inicio a invierno (de vuelta en Longbourn/Bloomington) será dejado el domingo 8 de Diciembre. Muchos eventos se vienen en el fic, así que no se olviden de pasarse ya sea por el tema de planeación o la conversa grupal en facebook para coordinar ;D

Also, iconos gratisssss: http://write.btproject.org/52/(pride-and-prejudice)-i-declare-after-all-there-is-no-enjoyment-like-reading!'/msg9181/#msg9181

Happy writing~
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on November 06, 2019, 08:11:13 PM
Esto es antes del viaje a Londres.
Edito con iconos. Gracias @Eureka  <3 !
(https://external.fanf3-1.fna.fbcdn.net/safe_image.php?d=AQA2ehJQqx5VX2nO&w=120&h=250&url=https%3A%2F%2Fi.imgur.com%2FqCa82s2.png&_nc_hash=AQAZwR4az8HgrsOn)
Lady Aristia La Moniquè, sobrina del duque de Lancaster, se hospedaba por esa temporada de otoño en la mansión de su pequeño primo Ciel Lancaster, en Bloomington, por motivos de salud y protección. Su padre en Londres, Sir Keirean La Moniquè, estaba pronto a volver a sus servicios en el campo de batalla junto a su hijo Kiel y sus sobrinos Cain, Henry y Slaine. De este último, los varones de la familia celebraban su primera participación en una guerra, pero Lady La Moniquè no dejaba de sentir perturbación al ser enviado a fines bélicos a tan corta edad.
Los primeros días en Blossomhouse resultaron ser meramente pacíficos para Lady La Moniquè, en compañía de un primo de trece años de edad a quien habían hecho crecer a la fuerza. Para júbilo de la joven su primo pequeño resultó ser un muy educado anfitrión, dándole la atención que una dama como ella requiere. Pero, aunque Ciel Lancaster fuera un niño extremadamente brillante y de modales muy refinados, trascendía ser distante y frío al igual que todos sus hermanos mayores. Eso no era inconveniente para Lady La Moniquè, habituada al poco afecto de sus familiares.
Ciel de todos modos era un excelente señor, pero no dejaba de ser un niño pequeño que prefería mantenerse alejado de una joven femenina de su edad.
Afortunadamente Lady La Moniquè por asares de la vida compartía residencia temporal con Lady Historia Reiss del Imperio Austriaco, quien era hija de un noble en sucesión de la corona de su país. Si bien Lady Reiss era discreta y distante, podía charlar con la joven rubia temas que involucrasen intereses más femeninos, sin necesidad de apelar al conflicto de soldados actual.
Ambas deseaban despejarse de esos temas que inquietaban sus corazones. Lady La Moniquè tenía a casi todos los varones de su familia participando activamente del conflicto de las guerras de Inglaterra y Francia. Lady Reiss corría una suerte distinta puesto que su familia se mantenía en su país, pero ella misma fue enviada a Inglaterra a Blossomhouse para su protección al ser una mansión ubicada en una zona segura. Más allá de su seguridad, ella fue enviada por su padre para ser escogida como esposa para uno de los primos mayores de Lady La Moniquè en un acuerdo de ventajoso matrimonio. El duque del Imperio Austriaco prefería que su hija contrajera nupcias con Cain Lancaster o con Henry Lancaster, cualquiera de los dos, puesto que eran los mayores y a sus jóvenes edades ya poseían propios títulos nobiliarios.
Lady Historia Reiss, siendo su naturaleza femenina, no era directa heredera a la corona de su país ya que su primo mayor era el actual heredero, pero si éste llegase a fallecer posiblemente se habría esa oportunidad y el Duque Lancaster acariciaba ese “privilegio”. Posiblemente el Duque de Lancaster, quien tenía la última palabra sobre ese matrimonio, se decidiría por casar a su hijo mayor, Cain, con Lady Reiss y así podría posicionar a su primogénito dentro de los nobles del Imperio Austriaco directamente. Era poco probable que el primo de Lady Reiss sufriera un infortunio a esas alturas, porque rebosaba de salud y estaba pronto a comprometerse con una bella joven, pero al menos el Duque Lancaster se aseguraría de integrar a su hijo en la corte del Imperio Austriaco.

En Blossomhouse, Lady La Moniquè y Lady Reiss por razones forzosas pudieron conversar más y conocer esos detalles de sus vidas. Pero lamentablemente, Lady Reiss era demasiado débil de salud y pasaba mucho más tiempo dentro de su alcoba descansando y recobrando su frágil salud. Lady La Moniquè entonces conoció a alguien más en la mansión de su primo, una jovencita de buenos modales llamada Emilia Bennet quien en ocasiones visitaba la estancia para enseñar a su primo Ciel a manejar fluidamente en idioma francés. Notó con desaprobación como la mayoría de las veces su primo escapaba de las lecciones y dejaba a solas a la señorita, pero Lady La Moniquè, llena de soledad y deseos de distraer su mente, aprovechó ese descuido de su primo para acercarse a la joven y conversar. Primero de cosas triviales como el clima, los lugares de intereses y los frutos de la zona, para luego tener charlas más profundas en relación a reflexiones sobre las lecturas de los libros de la biblioteca de su primo.
(https://external.fanf3-1.fna.fbcdn.net/safe_image.php?d=AQA2ehJQqx5VX2nO&w=120&h=250&url=https%3A%2F%2Fi.imgur.com%2FqCa82s2.png&_nc_hash=AQAZwR4az8HgrsOn)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)
“Lady La Moniquè, espero que, a mi retorno de Londres, la pueda encontrar aún aquí.” dijo Emilia, después de contarle a la peliplatinada sobre el viaje que realizaría con sus hermanas y su tía Miranda Lotto. Emilia observó a Lady La Moniquè, quien era muy distinta a sus primos Lancaster. La joven frente a ella lucía una hermosa cabellera color plata en un tocado alto y adornada con una tiara de plata con incrustaciones de zafiros azules. Sus ojos eran de color ámbar tan únicos que Emilia juraba no haberlos visto en nadie más. 
“Posiblemente mi estancia se prolongue hasta ese entonces, señorita Bennet.” le causaba tristeza que Emilia tuviera que irse, pero la promesa de un retorno le llenaba de calidez el corazón. “Ha sido una gran compañera, señorita Bennet, en estos momentos de desolación que nos abruma a todos los ingleses. No sólo ha sido buena conmigo, sino también ha sido muy dedicada con Lady Reiss a quien ha cuidado durante sus momentos más delicados.”
Las jóvenes se encontraban en la salita de estar que Ciel Lancaster había dispuesto para uso de su prima, pronto se serviría el té de la tarde y era prudente invitar a Lady Reiss, quien se había sentido mejor, a compartir ese momento con ellas. La rubia resultaba ser muy esquiva y con tendencia a aislarse, ni Emilia ni Lady La Moniqué comprendían ese motivo y pensaban que quizá Lady Reiss tenía secretos que prefería guardar, pero sorpresivamente fue la misma rubia quien solicitó estar presente en el té para despedirse de Emilia quien partiría a Londres el día de mañana.
“Iré por Lady Reiss.” Lady La Moniquè se puso de pie suavemente al notar que Sebastian coordinaba a los sirvientes preparando todo para el té en el salón. “Usted puede ir al salón de té mientras tantos, señorita Bennet.”
“Les esperaré en el salón, entonces.” se puso de pie delicadamente y caminó en esa dirección mientras que la otra joven se dirigió a los aposentos de Lady Reiss.
Pero Emilia se vio en la necesidad de modificar su camino. Entendía que el señorito Ciel aún estaba en el jardín trasero y sería prudente notificarle que ella permanecería con Lady La Moniquè y que las lecciones de francés terminarían por ese día y que las retomarían a su regreso. Cuando llegó hasta el jardín, no encontró a Ciel Lancaster, pero sí a Henry Lancaster apoyado en una vieja y abandonada fuente “de los deseos” del jardín. El color verdoso trepando por los adoquines indicaba que esa fuente posiblemente llevaba más de un siglo instalada allí.
Se percató de que Henry Lancaster estaba más bien recortado sobre los adoquines de ésta, con la mirada perdida en el agua y una mano dentro de la fuente haciendo movimientos circulares. Se le asemejó a las esculturas de ángeles desfallecidos sobre sus pilares, con la mirada vacía. Era tan distinto de aquel caballero regio e imponente que ella y todos conocían, frente a ella tenía la imagen de un joven melancólico que su único disfrute existencial era la soledad y la paz de esos momentos.
Emilia se inquietó en perturbar esos momentos de paz del joven que debían ser pocos. Se agitó más al ver que llevaba puesta una especie de túnica romana de descanso por lo que seguramente no esperaba la presencia de ninguna dama cerca. Cuando la joven intentó retirarse en silencio, recibió la mirada del rubio. Emilia se quedó paralizada.

(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://i.imgur.com/R1hKhw5.png)
“Señor Lancaster, d-discúlpeme. No quería perturbarlo. P-perdón por interrumpir sus cortos espacios de soledad y tranquilidad.”
“…Señorita Bennet” no notó su presencia hasta unos segundos atrás, pero no parecía perturbado. “Acérquese, por favor.”
“…” Emilia estaba llena de vergüenza y timidez. Se acercó muy dudosa hasta él, el rubio se sentó en el borde de la fuente y le invitó a hacer lo mismo. Le ponía nerviosa que alguien los viera compartiendo juntos, estando el joven en vestuarios no apropiados o ¨paños menores¨ frente a una dama.  Emilia sólo accedió a esa cercanía por una sensación que la angustiaba “¿Está usted bien?”
“Sí” respondió escuetamente, mirando hacia un punto frente a ellos. “¿Es acaso que parece lo contrario?”
“N-no.” negó, intencionalmente. “Sólo que parecía bastante sumido en sus pensamientos hace unos momentos.”
“Hoy en la tarde tengo que ir con el regimiento para volver a la guerra.”
“Lo lamento.”
“¿Por qué lo lamenta?” sonrió cansado. “Es la dicha más maravillosa que todo hombre puede gozar…”
“Usted parece ajeno a esa dicha.” dijo con honestidad. “Su hermano mayor parece disfrutar de esa dicha, incluso su hermano Ciel, quien por lógicas razones no puede asistir a la guerra, parece anhelar aspirar los aires de la batalla, pero usted… parece ajeno a esas voluntades.”
“…” se mantuvo tranquilo, sin varios en expresión y movimientos.
Emilia continuó. “Lamento mi imprudencia y mi temeridad. Sólo he dicho aquello porque usted ocasión anterior me bendijo con los honores de sus cumplidos por hablarle con franqueza y alabarme al decir que soy la única persona que le habla con honestidad.”
“Lo recuerdo.”
“Por eso he dicho lo de hace un momento.”
“Señorita Bennet, usted está cuestionando toda mi existencia…” la miró a los ojos, con aquellos orbes color calipso intenso.
“Y-yo… Disculpe.” Emilia no sabía cómo interpretar esas palabras. El joven Lancaster era tan sereno e inexpresivo que no sabía si lo había molestado o lo había gratificado con sus palabras.
“No debe disculparse por su acierto. Usted es una persona única, que puede ver a través de mi máscara tan fácilmente que no puedo mantenerla frente a usted. Pero al mismo tiempo, es cruel, porque se muestra distante pese a mi situación. Rehúsa de mí, se aleja, me evita, no es cuando ve que estoy vulnerable que se acerca a mí en los últimos días.” haciendo referencia a su permanencia en la estancia de su hermano Ciel, donde se topó en más de una ocasión con la señorita Bennet después de ese incómodo paseo que ambos tuvieron por el campo y la joven parecía esmerarse con evitarlo en la mansión prefiriendo más la compañía de su prima Aristia La Moniquè.
“Permita compensar mi falta de modales.”
“Yo ya me voy, señorita Bennet.” sonrió nostálgico. “Ya no hay tiempo para ello. He sido yo el desatento, me disculpo.” 
“Señor Lancaster, usted es tan atento y amable conmigo que soy yo la que debe disculparse con usted.” porque era increíble lo distinto que era de los demás Lancaster.
“¿Cómo puedo compensar su paciencia conmigo?”
“Con su bienestar, señor Lancaster, con su bienestar” lo miró fijamente a los ojos. “Prométame que volverá a salvo de la guerra. ¡Por favor, prométamelo!” Emilia se dejó llevar por la conmoción de un arrebato pasional, aferró las manos del señor Lancaster con las suyas afectuosamente. Estaba tan afligida por efemérides agresivas del contexto que pensar en que algo le pasara al joven Lancaster, o a Eren Jaeger o a cualquiera de los jóvenes ingleses que partían a esa guerra, la mantenían con las emociones latentes. El haber estado en el Hospital St. Constantine ayudando al Doctor Smith a atender a jóvenes que retornaban de la guerra debido a bajas por lesiones provocó en Emilia sentirse acongojada al ver como ellos y sus familias sufrían “¡Prométame que volverá sano y salvo a su hogar y qué será feliz cada día de su vida!”
“…S-señorita Bennet.” el rubio mantuvo los ojos abiertos enormes, sorprendido por las intensas palabras de aquella joven. Jamás en su vida, ni siquiera de su propia familia, alguien había demostrado tal preocupación por él. Jamás. Nadie en su familia le dijo alguna vez lo mucho que ansiaban verlo bien a su retorno.
“Por favor, prométame aquello y yo le estaré agradecida eternamente.”
“Se lo prometo.” asintió, después de unos segundos de silencio. “Volveré y estaré bien.” sujetó su mano. “Prométame usted que me esperará entonces.” Emilia parpadeó, atónita. El señor Lancaster continuó. “Porque el único consuelo y esperanza que puedo llevar conmigo a ese lugar es saber que usted me esperará. Si tengo la bendición de ser esperado por usted tendré mayores ilusiones de volver.”
“S-señor Lancaster.” la joven estaba muy confundida y adormecida con las palabras del rubio.
“Señorita Bennet, anhelo el delirio que a mi regreso acepte mi petición de matrimonio con usted.”
“S-eñor Lancaster, ¿¡Q-qué cosas dice!? Creo que está confundido. Usted es un hijo de la realeza, yo soy una dama de sociedad campestre. La unión no es más que imposible.”
“¿No siente afecto hacia mí?”
“No es eso, señor Lancaster.” Pero no era el tipo de afecto que estaba malinterpretando. “Es usted una persona muy apreciada para mí.”
“No me importa que venga de una familia humilde.” le embozó una sonrisa “Es usted la única persona que ha podido ver a través de mí. Entiendo que no es auténtico amor lo que experimenta hacia mi persona sino una sentida lástima conmovedora, pero eso me es suficiente para alegrar mi alma. Si usted se casa conmigo, tendrá todo y su vida y la de sus hermanas estará completamente asegurada.
“Se—“
“Le permitiré ser libre como un ave sin jaula. No pido que sea una esposa de casa, ni piense que le prohibiré cumplir sus metas. A diferencia de otro hombre, yo dejaré hacer sus funciones de enfermera y permitir su empoderamiento incluso apoyándola en cada sueño que usted mantenga. Usted, a la vez, me permitirá lograr mi propia libertad permitiéndome conocer otros mundos sin presionarme para formar familia ni a quedarnos aquí eternamente repitiendo una y otra vez las historias de nuestros antepasados. Usted quiere ir más allá, ¿verdad? Yo también así lo quiero.” No quería ser el tipo pusilánime que era hasta entonces, gobernado por su padre y sentenciado a la misma infelicidad a la cual su madre fue condenada a cumplir con tal de mantener la imagen de familia feliz. Pensaba que con una mujer moderna y de pensamiento libre como Emilia Bennet, podría lograr romper con esas cadenas. Un matrimonio no era lo más idóneo para ser libre, pero ambos estaban obligados a cumplir esa presión social tarde o temprano y era más favorable para ambos un compromiso entre ellos, que no se exigirían nada, que con otras personas que limitarían sus esperanzas y sueños. “Usted podría heredar todos mis bienes a mi muerte. No pasarán a mis hermanos, me ilustraré con un abogado para ampararla en un testamento de herencia.”
“¡Señor Lancaster! no se confunda.” Emilia se respingó, alejándose de él. “No piense que siento lastima de usted o que su oferta de heredar sus tesoros me haga anhelar la idea del compromiso. Sabe perfectamente que su familia no aprobaría esta unión. El hecho que me realice esta propuesta de un modo tan improvisto y poco sensato me hace pensar que se ha dejado llevar por la emocionalidad del momento. Discúlpeme si lo he confundido. No ha sido mi intensión engañarlo para ganar un beneficio de usted, en ninguna instancia. Mi preocupación respecto a su seguridad es auténtica, sin buscar un ¨premio¨ a cambio.”
“Lo siento… No quise ofenderla.” desvió la mirada, ofendido tanto por su actitud excelsa como por la respuesta de la señorita Bennet. Pero se esperaba aquella reacción de una mujer tan digna como ella, eso le encantó. “Es usted la causante de la emocionalidad en un alma tan fingida y apagada como la mía. Discúlpeme si he reaccionado de tal modo. Soy inexperto en el camino del sentir y no sé cómo interpretar señales ni cómo debo comportarme cuando se me demuestra un afecto auténtico y no manipulado para conseguir mi gracia.” 
“Descuide, señor Lancaster. Es mi culpa esta situación. Ha sido primero mi intromisión y después mi atrevimiento hacia usted lo que ha causado esto.”
“No se disculpe, señorita Bennet. Es más, le agradezco que me permita estos momentos. Gracias, señorita Bennet. Es primera vez que alguien da un trato tan dulce y a la vez tan honesto conmigo.”
“Siempre seré honesta y gentil con usted, señor Lancaster.” le sonrió, ya más templada.
“Mi reacción ha sido un desacierto. No obstante, la propuesta matrimonial ha sido tan pura como inocente. Realmente deseo mantener esa propuesta.”
“P-pero”
“Señorita Bennet al menos prométame que lo pensará mientras yo me encuentre en la guerra. Que al volver usted me tendrá una respuesta; no importa cuál y no se culpe por cual, pero al menos me iré con una ilusión a la que aferrarme”
“Yo…” Emilia bajo la mirada.

Se aturdió de ver sus propias manos temblar. Ella lograba conservar la calma sin titubeos cuando enfrentaba situaciones complicadas, pero el señor Lancaster había logrado desconcertar su temple. No se sentía capaz de decirle que no. No sentía amor que se anhela por una pareja hacia el señor Lancaster, pero se veía imposibilitada de nublar sus ánimos. ¿Cómo podría ser tan cruel con un hombre que debía partir a un destino incierto? No creía casarse con él fuera una opción. Pero tampoco era tan desalmada de decirle inmediatamente una negativa.

“Yo… lo pensaré”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Eureka on November 10, 2019, 08:18:06 PM

(https://i.imgur.com/kONlT0j.png) (https://i.imgur.com/y4I89dO.png)

Si bien la emoción por el ansiado viaje a Londres la mantenía despierta a tan altas horas de la noche, Camille admitía que su falta de sueño se debía, también, a la actitud ida de su hermana mayor. Desde que tenía uso de razón, recordaba haber confiado todo en Emilia y haber recibido el mismo trato por parte de ella: eran cómplices de por vida y eso nunca cambiaría.

Esta situación no era distinta a lo usual: Camille sabía que su hermana, eventualmente, le contaría lo que había sucedido aquel día. Sin embargo, parecía ser un asunto un tanto delicado, a juzgar por su expresión un tanto perdida. A veces, Camille encontraba que su expresión se tornaba un tanto preocupada, durante aquellos fugaces momentos en los que la mayor creía que su gemela andaba muy ensimismada en perfeccionar su retrato.

“¿El libro lo tenía a esta altura?” preguntó Emilia.
“Mm…” Camille alzó la mirada y la observó por unos instantes. “¿Creo que estaba ligeramente más arriba?”
“Oh, okay.” Emilia corrigió su pose rápidamente.
“Emi…” empezó Camille, sombreando con grafito el vestido de su hermana.

Nunca había visto un problema con ensuciarse, pero en esos instantes, sus manos llenas de carboncillo le producían una sensación similar al asco. Tal vez las palabras de su madre y sus sermones sobre cómo debía ser una mujer —limpia, refinada y respetuosa— estaban calando dentro de ella, después de todo. 


“Sí, te voy a contar, descuida.” Emilia interrumpió sus pensamientos y Camille agradeció mentalmente por ello. Ya estaba a punto de entrar en un terrible hilo de ideas, culpándose por no ser una jovencita ideal. De seguro ese era el motivo por el que el Sr. von Einzbern no había hecho esfuerzo alguno por contactarse con ella luego del baile.
“¿No iba a preguntarte—?”
“Haha. Eres una terrible mentirosa.” Emilia rio… y luego suspiró. “Lo siento. Debí hablarte al respecto ni bien regresé, pero no pude evitar darle vueltas al asunto por mi cuenta.”
“¿Qué sucedió?” Camille dejó de dibujar para prestarle atención por completo. “¿Todo bien? ¿El mocoso de los Lancaster te dio problemas?”
“Siempre me los da, pero descuida.”
“Me preocupa que se queje o algo. Podría dejarte mal frente a sus hermanos…”
“Creo haber aprendido a manejarlo. No significa que no sea difícil, pero la experiencia me ha ayudado a lidiar con él. Aún así, debo aprovechar el pequeño descanso que tendré gracias al viaje.”
“¡La pasaremos genial!” anunció Camille, emocionada. “Ay, espero que nos inviten a algún baile importante. De seguro gracias a tía Miranda saldrá algo por ahí~”
“Yo también.” Emilia sonrió.
“Bueno, me ibas a contar.”
“Es sobre el señor Lancaster…”
“Oh, ¿qué sucedió?”
“…Me propuso matrimonio.”
“¿¡QUÉ!?” Camille saltó en su sitio de la emoción.

Las barras de carboncillo, su libreta y su borrador volaron por los aires y, al siguiente instante, Emilia la encontró en la puerta de la habitación, sosteniendo la manija con la intención de salir. En eso, todo calzó perfectamente: su hermana tuvo la intención de correr a anunciar las buenas nuevas, pero sacudió la cabeza a último momento y desisitió de aquella idea.

Camille giró a enfocar su mirada en Emilia, con una sonrisa enorme y un brillo singular en los ojos. No era difícil notar la emoción que sentía: Emilia no pudo evitar sonreír al sentir la sinceridad en las emociones de su gemela. Cualquiera que observara la escena desde afuera podría decir, sin mucho esfuerzo, que la casi comprometida parecía la menor en vez de ella.

“¡Ahhhhh!” Camille corrió a tomar a Emilia de las manos, tomando asiento a su lado. “¡Estoy tan feliz por ti, hermana! Sabía que sucedería pronto. Estaba segura de que el Señor Lancaster te estaba evitando por su propia timidez… no había forma de que se tratase por otro motivo. ¡Siempre se mostró muy interesado en ti! ¡Recuerdo el baile y me emociono mucho! Ahhh, es como un sueño~ Pero espera. ¿Cómo vamos a irnos a Londres ahora?”
“Me alegra tanto verte así, Camie, pero la realidad es distinta.” Emilia suspiró. “No puedo dejar de lado el mal presentimiento que tengo. Siento que… el Señor Lancaster no fue sincero del todo con sus palabras. No pretendo decir que me engañó. Esa proposición sonaba muy genuina, pero me parece que sus intenciones no son las que una esperaría en cualquier otra situación.”
“Pero llamaste su atención. Le interesas: eso lo dejó claro siempre—” Camille se detuvo en seco al caer en cuenta de un pequeño detalle. “Espera. No me has dicho que le dijiste. ¿No… lo rechazaste, o sí?”
“Le dije que lo pensaré.” Emilia entrecerró los ojos, un tanto apenada. “Pero siento que no será suficiente para traerlo de regreso…”
“¿A qué te refieres?”
“Parece como si el Señor Lancaster no tuviera intenciones de volver de la guerra. Lo pude notar en su mirada, en su voz… Por eso me lancé a pedirle que regrese sano y salvo. Siento que mi preocupación lo confundió, y malinterpretó mis intenciones. Lo tomó como si guardara interés por sus bienes, cuando nunca ha sido así…”
“Oh, Emi, lo siento…”
“Lo único que deseo es que vuelva con buena salud.” Emilia suspiró. “Lo del matrimonio… bueno, ese tema se resolverá cuando nos volvamos a encontrar. Si te soy sincera, para mí su bienestar emocional y físico son mucho más importantes que cualquier cosa.”
“Aw, Emi.” Camille sonrió, enternecida con las palabras de su hermana. Emilia era, sin lugar a dudas, una de las personas que más admiraba, junto a su padre. “Sé de muchas señoritas que habrían aceptado en el acto. Creo que… yo hubiera hecho eso, así de poco considerada soy.”

“No.” Emilia negó con la cabeza. “No es cuestión de consideración. Creo que es un tema de prioridades… tal vez yo debería preocuparme más por nuestra situación familiar. De ser así, también hubiese aceptado sin pensarla dos veces.”
“Mmmmmm.” Camille infló las mejillas en un gesto infantil. “¡Te estaba halagando! ¡No me devuelvas el cumplido!”
“Haha~” Emilia sólto un par de risitas. “Gracias, Camie. Me siento mejor luego de hablarlo contigo.”
“Bueno, aquí estaré para ti, elijas lo que elijas. Y descuida, no le diré a nadie más lo que me acabas de contar. Puede que a madre le de un ataque si se entera que casi rechazas al Señor Lancaster…”
“A ninguna de las dos nos conviene escuchar sus dramáticos sermones.” Emilia rio. “Por cierto, sé que has intentado esconderlo, pero lo del Sr. von Einzbern te tiene un tanto acongojada, ¿no?”
“No,” dijo Camille, agachándose a recoger sus cosas. “Bueno, sí…” Suspiró. “Fue extraño. Sentí que el interés era mutuo, pero nunca más escuché algo de él.”
“Tal vez tuvo que regresar a Alemania por su negocio. Eso explicaría por qué no lo he visto por la mansión de los Lancaster… el Señor Lancaster y él se veían muy cercanos.”
“Mm…” Camille colocó su libreta y sus utensilios en su mesita de noche. “Puede ser. Sin embargo, no me sirve de nada seguir ahogándome en vasos con agua. Si el destino lo quiere, nos volveremos a ver.”
“Hehe”

“¡Emi!”
“¡No me estoy burlando de ti!” dijo Emilia, aunque sus risas la traicionaban. “Me estoy riendo porque… bueno, iremos a Londres.”
“¿Y?”
“¿Qué pasa si se encuentra por allá?”
“Ay, claro que sí.” Camille rodó los ojos. “De seguro regresó a Alemania, como dijiste.”
“Bueno, de todas formas, no te rindas. La otra vez ya estabas a punto de hacerlo y apareció en el baile de Shura.”

“…Y me invitó a bailar.”
“Y bailaron.”

“Hm.” Camille tomó asiento en su cama. “…Tienes razón.”
“¿Ves?” Emilia le sonrió. Luego, se levantó para comenzar a prepararse para dormir. “No deberías perder las esperanzas tan rápido. En cualquier otra situación, te diría que lo dejes ir. Pero ví lo interesado que estaba en ti…”
“No lo alucine, ¿no?”
“No,” Emilia se echó en su cama, tapándose con las sábanas. Camille la imitó, en la suya.
“Bueno, guardaré cero expectativas porsiacaso.”
“Ahora, a descansar que nos espera un gran día.”

“Tienes razón.” Camille sonrió para sí misma, emocionada. “Descansa, Emi.”
“Descansa, Camie.”

Luego de dedicarle una última sonrisa a su hermana, Emilia se alzó hasta llegar a la mesa entre sus camas para apagar la luz de la vela.

Aquel gesto no se desvaneció aún cuando se situó de nuevo bajo las sábanas: agradecía a su gemela por escucharla. Aún permanecía un tanto preocupada por el señor Lancaster, pero una sensación de calma la había invadido luego de conversar con Camille sobre la situación.

Esperaba, de todo corazón, volver a verlo sano. Era su único deseo.

Con aquel pensamiento en su mente, Emilia sucumbió al mundo de los sueños.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on November 10, 2019, 08:36:53 PM
Primer fic en Londres! Todo lo gris del inicio fue escrito por Apple. Lo que está de negro es mío. Gracias @Apple por acoplarte a mi fic zonzo <3

tl;dr: Las hermanas Bennet llegan a Londres, emocionadas por visitar la capital así como por encontrarse con su primo Albert, el único hijo de Miranda. Sheryl está ansiosa por reunirse con sus amistades de Bloomington en la capital, y sobretodo por visitar a los Fraser, quienes tienen una residencia a solo una calle de distancia. La tía Miranda lleva a sus sobrinas a una boutique de vestidos, donde Sayi piensa en su relación con el señor Morewood y sus verdaderas intenciones tras su último encuentro. De regreso en Gracechurch, las hermanas se reencuentran con su primo Albert, mientras Miranda anuncia que han sido invitadas a un baile cuyo anfitrión es nada menos que el príncipe regente.

FYI: La casa de la tía Miranda está ubicada en Gracechurch Street, en Kensington, un barrio londinense.



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X.

El camino a Londres estuvo lleno de suspiros y risitas emocionadas. La tía Miranda les lanzaba miradas divertidas, recordando sus tiempos de juventud y su primer viaje a Londres.

Sheryl que había logrado tomar un espacio junto a la ventana, estaba acurrucada junto a las gemelas y Mery. Por momentos las escuchaba cuchichear y cuando querían que Sheryl viera algo que les llamaba la atención apretaban su mano suavemente. Frente a ellas Sayi hacía planes junto a Sayaka, mientras Cho y la tía Miranda conversaban sobre los paisajes de la campiña inglesa.

Por un momento, al salir de los límites de Bloomington, Sheryl sintió que la nostalgia la invadía. Había sido un verano inolvidable, nunca había estado rodeada de tantos amigos hasta entonces. La nostalgia quedó atrás cuándo recordó que pronto el 'Keyfield Posse' (como los habitantes de Bloomington habían apodado al grupo de amigos) se volverían a reunir en Londres.

Los primeros en partir de Bloomington fueron los Spencer que planeaban pasar unas semanas del verano con la familia de Lord Spencer en Althorp. Se llevaron junto a ellos a Lady Aika- para decepción del coronel Middleton que encontró en sus deberes militares una excusa para escoltarlos la mitad del camino. La guerra en el continente estaba en su punto más acalorado y todos los militares de alto rango estaban siendo llamados a Londres donde el general Wellington estaba planeando la ofensiva contra el ejército Napoleónico. Si todo salía bien, de acuerdo a Cherche Spencer, pronto se reunirán en Spencer House.

Los Fraser acababan de partir también hacia unos días, tras una larga ausencia Jamie debía encargarse de los negocios y finanzas familiares y aunque el señor Treize había hecho lo que podía estos asuntos necesitaban la atención del señor Fraser. Pero eso no era lo interesante de su partida; lo que llamó la atención de todos fue que Clark Kent se había ido con ellos. El joven mozo fue parte de su posse durante el verano y nunca dejó de destacar por su fineza lo que llevó al grupo a especular que el joven podría ser parte de alguna familia prominente. Fue Éowyn Fraser la que tomó la tarea de resolver el misterio y realizar las averiguaciones correspondientes para no aburrirse tanto en Londres y pagarle de alguna forma a Clark por sus servicios como guía en Bloomington. Para alegría de Sheryl, los Fraser tenían una propiedad en Kensington a una calle de la casa de la tía Miranda.

Ante el prospecto de un otoño aburrido y varios asuntos pendientes en la capital, el tío Robert también se enlisto para Londres y partiría junto a Robb esa misma mañana.  Ambos se alojarían en sus respectivas residencias en St. James.

En algún punto del verano que no podía recordar los Leagan abandonaron Bloomington desairados y completamente ignorados. Habían intentado colarse en varios eventos y en varias casas como Pemberley Abbey, Keyfield Park, Blossomhouse y Shirenewton Hall pero en ninguna encontraron la popularidad que tanto deseaban.

Para todas las hermanas, en especial Sheryl, la partida de los primos Leagan había supuesto un gran alivio. Principalmente porque el primo Neil no soltó ninguna proposición de matrimonio en público y porque ya no estaban obligadas a llevar a su prima Eliza a todos lados para que no se aburriera. Lamentablemente las Bennet no les habían podido ocultar su visita a Londres y probablemente los Leagan harían acto  de presencia pronto.

Afortunadamente, según les había contado la tía Miranda, el primo Albert estaría en la ciudad. Solo la mención del joven Albert haría suspirar a cualquier joven y las Bennet no eran la excepción.
Ya en el barrio de Kensington, en Londres, Sheryl empezó a sentir como su corazón latía con fuerza. ¿Era la emoción de su primera visita a la ciudad? ¿La expectativa de ver al primo Albert por fin después de mucho tiempo? ¿O era acaso el deseo de ver a los Fraser cuanto antes?

Cuando la calesa llegó a Gracechurch Street Sheryl se asomó por la ventana con los ojos bien abiertos por si acaso podría ver a los Fraser, o al menos tratar de adivinar cuál sería su casa en esa sucesión de residencias enormes y hermosas.  Tan distraída estaba la rubia que no se dio cuenta de que la calesa se había detenido frente a una de las casonas y Sayi la estaba tomando de la mano.

-Sheryl, ya llegamos.

Su mayordomo y ama de llaves ya habían recibido a la tía Miranda y los lacayos se ocupaban de su equipaje. Las Bennet bajaron en procesión, guiadas por Emilia que como ya conocía la casa y a los empleados se sentía más confiada. Sheryl vio a su alrededor, impresionada por la gran cantidad de personas que caminaban con apuro por la calle; los señores con su sombrero de copa alta y algunos con bastón y las damas cubiertas con sus sombreros y parasoles. También nanas que paseaban carruelas o con niños pulcramente vestidos y peinados tomados de la mano. Las calesas no hacían falta tampoco y abundaban de igual manera las carretas con víveres para las casas y tiendas del área.

-Señoritas Bennet, lady Miranda desea que entren al salón de dibujo a tomar un refresco mientras subimos sus equipajes a las habitaciones-  les indicó el mayordomo cuando las jóvenes no dieron señal de moverse de la entrada.

Ansiosas por conocer la casa de la tía Miranda, no perdieron el tiempo y se adentraron a la mansión que por supuesto no les decepcionó. La decoración era exquisita con retratos, pinturas, floreros con rosas y muebles finos todo en colores claros y acogedores. Lo que les decepcionó fue la ausencia del primo Albert que según el ama de llaves aún no había hecho acto de presencia.

Después de un pequeño refrigerio de biscuits y té importado de la India, las jóvenes fueron conducidas a sus habitaciones. Antes de acomodar su ropa en los armarios, las mucamas habían llenado las respectivas jarras con agua tibia con su respectiva palangana de porcelana para que las Bennet se lavaran las manos y la cara. También habían puesto toallitas de lino suave, polveras y frasquitos de perfume de Francia y Rusia que las jóvenes no tardaron en probar. Mientras se acicalaban y arreglaban sus peinados el mayordomo paso de puerta en puerta avisando que la tía Miranda les estaba esperando de nuevo en el salón de dibujo y se alistaran para salir.

Una vez estuvieron reunidas, la siguiente tarea a la orden del día fue poner al grupo de acuerdo sobre qué tiendas y restaurantes visitarían primero. Miranda tenía un par de invitaciones de té preparadas, las cuales serían excelentes oportunidades para introducir a sus sobrinas a la sociedad de Londres. Asimismo, pensaba preguntarle a sus amistades si habría algún evento de interés llevándose a cabo en la próxima quincena… pero no tuvo tiempo a siquiera revisar su correo, al percatarse de lo ilusionadas que estaban sus sobrinas por ver lo que la capital tuviera por ofrecer.

“Me encantaría visitar algunas boutiques” pensó Emilia en voz alta “Los estilos deben haber cambiado en los meses que estuve fuera de Londres”
“¿Y después podemos visitar una tienda de utensilios de arte?” le siguió Camille
“Me pareció ver una pastelería muy cerca a la casa de la tía” comentó Mery “¿Alguna se anima a pasear conmigo?”

Gracechurch Street, la residencia de la tía Miranda, era una calle bastante céntrica, y se encontraba a muy poca distancia de un sinnúmero de tiendas, boutiques y teatros. Habían suficientes distracciones para satisfacer los hobbies de todas las hermanas… pero la tía Miranda le había prometido a la señora Bennet que su principal cometido sería el instruir a sus sobrinas en el delicado porte e inteligente conversar de la sociedad londinense— lo que fuese necesario en con tal de elevar su posición y ponerlas en el camino de relaciones provechosas.

Pero el andar de celestina, a diferencia de su hermana, no era realmente su estilo, por lo que aún si Miranda tenía toda la intención de mantener la promesa, pensaba aconsejar a sus sobrinas de una manera más sutil, a diferencia del estilo tan abrasivo de su madre.

Por ese motivo fue que sugirió empezar con una nueva boutique de vestidos: Una que acababa de abrir un par de calles abajo, y había probado ser muy popular con damas de su edad. Pues para eventos sociales capitalinos, donde la vestimenta era muy observada y criticada, era primordial ponerle extra detalle a estar impecable, por lo que le parecía importante familiarizar a sus sobrinas con lo último en la moda londinense lo antes posible.

Y, camino a la tienda, las hermanas Bennet pudieron observar a su tía dando el ejemplo de modales en sociedad al verla intercambiar pleitesías con al menos unas cinco personas, damas o caballeros todos, con tal elegante soltura que todas apuraron en anotar los detalles para usarlas en alguna próxima oportunidad.

“Sayi, ¿acaso no planeas buscar algo para ti?”

La joven le sonrió a su tía, y ambas se voltearon a seguir observando al resto de sus hermanas pasearse por los escaparates de la boutique, y llenar de preguntas a las dependientas del local.

“Empiezo a sentir que la última moda ya deja de ser para mí” le confesó “¿No le parece que me toca adoptar un vestir un poco más recatado?”
“Querida, no hables como si tuvieras mi edad” le pidió Miranda “Que apenas y tienes veintidós”
“Así es, pero…” se detuvo, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que llevaba pensando desde hace un tiempo “Empiezo a aceptar que mi rol de aquí en más será de animadora de mis hermanas, y oradora por su buena fortuna”
“¿Pero acaso no es cierto lo que me dijo tu madre? ¿Que tienes un admirador esperando tu regreso en Longbourn?”
“Sin duda alguna el actuar del señor Morewood parecía indicativo de… algo pasional, más tengo el presentimiento que no es lo que mi madre tanto desea” continuó “Y luego de lo sucedido con el señor Grandchester… no pienso permitirme otra ilusión sin una demostración que me deje sin duda alguna”
“¿Y el que te haya dicho que esperaría tu regreso no fue suficiente para ti?”
“Hay algo que no logro descifrar del señor Morewood, algo que me confunde, pero no puedo concluir que se trate de afecto”

La tía Miranda estuvo por decir algo más, pero justo en ese momento vio una de las dependientas llamarla desde el otro extremo de la tienda. Al parecer, Sheryl tenía un par de vestidos que se encontraba contemplando en el vestidor, y necesitaba la opinión de su tía al respecto.

Aunado si sus palabras resonaban con ella o no, Sayi pensó que sería una desazón de su parte el no disfrutar de la primera salida organizada por su querida tía. Se acercó a un grupo de perchas con toda la intención de encontrar algo para ella… pero apenas estuvo por sortear los vestidos, una mano se posó sobre la suya.

Se trataba de Sayaka, su hermana más querida, quien cargaba con una expresión perpleja en el rostro.

“No pude evitar sobre escuchar tu conversación con la tía Miranda, discúlpame por ello. Pero Sayi, ¿es cierto lo que dices?”

Había tenido todo el trayecto de Longbourn a Londres para pensar tanto en su relación con el señor Morewood, como en lo sucedido la última vez que lo vio. Y es que por más amable y espontáneo que era en sus expresiones y su pensar, Sayi no podía recordar siquiera una conversación que justificara un amor tan fulminante.

No le terminaba de cuadrar que el señor Morewood haya desarrollado un afecto de tal calibre en apenas un par de semanas. Y, cuanto más lo pensaba, Sayi se acercaba a la conclusión que si bien aquella súplica había sido dirigida hacia ella, ello no significaba que había sido por ella.

“Me temo que nuestra madre es la más ilusionada con el señor Morewood, mi querida Sayaka” le confió “Hay algo que no termino de entender, o que quizás y no entiendo en lo absoluto, y ello no me deja confiar en sus motivos, por más amables que seguramente puedan ser”
“No es la primera vez que nuestra madre se adelanta a acontecimientos” respondió su hermana “Pero si algo no te termina de convencer, me alegra que lo reconozcas y lo dejes guiarte. Siempre has sido muy pronta a satisfacer las expectativas de nuestros padres, y me gusta escuchar que estás cuidando tus sentimientos primero, y velando por tu bienestar”
“Me temo que no estoy tan acorde con mis sentimientos como tu con los tuyos” le dijo Sayi “Cuánto me gustaría ver las cosas mediante tu perspectiva, siempre tan despierta con franca sabiduría”

Sayaka le sonrió, agradeciéndole el afecto, antes de tomarle de la mano y guiarla hacia el resto de sus hermanas. Todas se encontraban embelesadas con la pintura que era Sheryl, luciendo un hermoso vestido de paseo.

Entre los halagos de sus hermanas, y las sugerencias de accesorios para elevar aún más la imagen de perfección que era su hermana, Sayi observó a su hermana más querida sonreír de tal manera que colmó su corazón de cariño.

“Sheryl hace un vestido de novia de todo vestido puesto en ella” dijo Sayaka, con el orgullo brillando en sus ojos.

Si su predicción se hacía realidad, y su futuro era quedarse soltera y velar por sus hermanas y sus familias, Sayi deseó de todo corazón que la primera en encontrar esa dicha fuese su querida Sayaka, quien siempre llevaba la felicidad de todas como prioridad suya.


(https://i.imgur.com/p0ygBtN.png)

Apenas fueron recibidas por el mayordomo, la segunda persona en aparecer al pie de las escaleras fue nada menos que el primo Albert. Las hermanas corrieron a saludarlo, a preguntarle por acontecimientos recientes o simplemente a sonreírle, contentas por que se les haya podido unir. La tía Miranda lo reprochó por la demora, y Albert se disculpó con tal amabilidad que nadie tuvo algo más que recriminar.

“Londres cambia tanto cada vez que vengo, que termino perdiéndome siempre que visito a mamá” dijo con una sonrisa “Me alegra muchísimo que hayan podido venir todas, mis queridas primas Bennet”

El primo Albert vivía en el campo, así como ellas, pero visitaba Londres con frecuencia por lo que se alojaba con su madre cada vez que tenía asuntos en la capital. El coincidir con una de sus visitas era otro de los motivos por las que las Bennet tanto habían esperado la oportunidad de visitar Londres. El primo Albert era de carácter sumamente bondadoso, delicado con ellas y pronto a cuidarlas. Jamás habían recibido una palabra soez de él, y no lo creían capaz de maldad alguna: Él iluminaba cada habitación con su sola presencia, y estaban seguras sería igual con su visita a Londres.

Mientras las hermanas Bennet se ponían al día con la vida de su primo favorito, la tía Miranda aprovechó para empezar a revisar la pila de correspondencia que venía reuniéndose desde que se marchó a visitar el distrito de los lagos. Pero una invitación llamó su atención más que el resto, al estar blasonada con el sello de la familia real.

La emoción no pudo esperar a que se terminara de leer el contenido de la misiva. El salón de dibujo estalló en grititos emocionados, planes siendo discutidos y suspiros incrédulos. El primo Albert intentó calmar a sus primas, pero su madre, con una sonrisa, le dijo que ello sería en vano.

Y es que la tía Miranda había sido invitada a nada menos que al baile de inauguración por la renovación del palacio de Buckingham, organizada por la mismísima corona. Cuál había sido su suerte que la invitación incluía al remitente y a su sociedad más cercana— detalle que expondría a las hermanas Bennet a uno de los mayores eventos de ese año.

Ante tal invitación, la tía Miranda no se esperó nada menos que el completo júbilo de sus sobrinas. Ello, claro está, no contaba con la reacción que la señora Bennet tendría al recibir la carta explicando lo sucedido.

“Mamá, ahora te tocará visitar todas las boutiques de vestidos en Londres”
“Creo que estás en lo cierto, Albert, y me alegra mucho que justo estés de visita para que ayudes a todas tus primas” le dijo la señora Lotto, ante lo cual Albert arrugó los labios. La imagen de si mismo cargando paquetes no era necesariamente su idea de una divertida reunión familiar.

Una vez pasada algo de la conmoción, la tía Miranda logró rescatar una carta dirigida a la mayor de sus sobrinas.
Sayi sonrió al ver el nombre del señor Souton en el remitente, y se alegró aún más al leer que se trataba de una invitación para pasear con él.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Apple on November 11, 2019, 11:36:02 PM
Editaré cuando termine mis topes no sé porque se me ocurrió meter tantos personajes t_t ps: Gracias @Sayi por los topes tan bonitos de Sheryl! :3

6


(https://i.imgur.com/wRBmqgt.png)(https://i.imgur.com/UcwlimD.png)

Robb Stark no estaba seguro de si su tío estaba enojado o no. Esa mañana mientras cargaban su equipaje y se acomodaba en la calesa Robert Baratheon había estado callado, algo poco característico de él. Robb por supuesto ya no era el niño pequeño que se asustaba cuando su tío favorito le regañaba, pero el profundo respeto que sentía por el tío Robert le impedía no sentir un malestar ante la frialdad del mayor.

Robb estaba destinado a heredad la riqueza y propiedades no solo de su padre, sino también del tío Robert. Lo único que le pedían ellos a cambio era una existencia disciplinada y encontrar a una doncella hermosa, ni siquiera tenía que ser rica pues él tenía más que suficiente,  para casarse y continuar con el legado de su familia. De él se esperaba una carrera en la política como su padre, en la Cámara de los Lores como otro tory más al servicio de la corona. Lo que Robb quería en realidad era iniciar una carrera en la milicia.

Naturalmente su padre se negó a apoyarlo y el tío Robert fue el mismo caso. Ambos temían por la vida del buen Robb y el impacto que el campo de batalla pudiera tener en él. Era un joven serio pero de buen corazón que lo caracterizaba. El tío Robert que siempre fue su cómplice en todas sus aventuras y  estaba más que encantado de cumplir sus caprichos desde que era un niño fue el que más se negó argumentando que nunca había podido tener un hijo y que Robb era lo más cercano a uno para él.

A pesar de tener el apoyo de sus amigos Robb no podía abandonar a su familia, de haberse ido solo así el deshonor de haber desobedecido a su padre le hubiera seguido por el resto de su vida. Creyó que teniendo la bendición del tío Robert podría convencer a Lord Stark de dejarlo pelear en el continente.

-Ahora que regresemos a Londres, no pretenderás insistirle a tu padre para que te deje ir a la guerra.

-Ese era exactamente mi plan tío- respondió Robb. Era un tema incomodo pero le alegraba que su tío por fin le dirigiera la palabra.

-Eres un muchacho obstinado. Y muy tonto por lo visto ¿Qué pretendes muchacho? ¿Terminar como un pastel de picadillo por una bola de cañón?

-Es solo que me gustaría hacerme un nombre por mismo, no por ser un Stark o por ser tu heredero. Además hay otros jóvenes británicos arriesgando sus vidas en el campo de batalla y es gracias a ellos que no hemos sido invadidos por los franceses; esta es una gran causa y quisiera ser parte de algo más grande que yo.

Robert Baratheon chasqueó los labios. Si bien Robb tenía argumentos convincentes y entendía a donde quería llegar, después de todo él había sido joven también, su temor como viejo no le dejaba apoyar a su sobrino como debería.

-¿No habrá nada que te haga cambiar de opinión? ¿Ni una joven hermosa dispuesta a casarse contigo cuanto antes?

-No, ni aunque la misma Princesa Charlotte me pidiera matrimonio.

-Bien- el tío Robert soltó un gran respiro –lo consideraré en el transcurso del viaje. Ya me había imaginado que no venias al campo solo por una simple invitación pero no me imagine que me fueras a causar tanto pesar. Hablaremos cuando lleguemos a Londres.

Y con eso el tío Robert empezó a dormitar en la calesa y mientras Robb se entretenía con el paisaje del sur de Inglaterra.

(https://i.imgur.com/3TH1hMP.png)


(https://i.imgur.com/k7zURaK.png)(https://i.imgur.com/CuLnTtW.png)(https://i.imgur.com/p0ygBtN.png)(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.pnghttps://i.imgur.com/y4I89dO.png)(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/hSo59Pt.png)(https://i.imgur.com/HqWHURp.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)

Desde el inicio la tía Miranda dejó en claro las reglas, en especial en cuanto a las visitas. Si las Bennet querían visitar a alguien en Londres debían enviarle su tarjeta de presentación para anunciar su presencia en la ciudad y esperar una subsecuente invitación. No podían aparecerse en las casas sin invitación formal y mucho menos salir solas; idealmente tendrían que tener la compañía de una señora aunque la compañía de otra señorita o su primo Albert bastaría para evitar los malos entendidos y calumnias.

Londres era una ciudad enorme, pero el círculo social donde estarían a veces parecía muy diminuto y los chismes corrían como el vino y coñac. Lo último que una señorita en edad casadera necesitaba era que desprestigiaran su honor; y peor aún si los errores de una hermana repercutirían en todas.

Nada más tuvo tiempo libre Sheryl envió sus tarjetas de presentación a las casas de sus conocidos pero la tía Miranda le dijo que posiblemente las invitaciones tardarían en llegar. Después de un tiempo afuera las personas usualmente se ocuparían en poner orden en sus casas y sus asuntos financieros, estos últimos en particular requerían especial cuidado estos últimos tiempos cuando la corona recaudaba impuestos y donaciones para la guerra.

Los primeros días en Londres consistieron en pulir los modales y aprender esas reglas silenciosas e implícitas de la complicada sociedad londinense. Las Bennet practicaron sus reverencias por si se topaban con el Príncipe de Gales y el primo Albert les explicó que se deberían dirigir a él como "su alteza real" seguido de un "Príncipe George", y lo mismo aplicaba para cualquier miembro de la familia real. También les habló de los favoritos de la complicada situación del rey, de los favoritos del príncipe regente  como Beau Brummell y como la mejor manera se sobrevivir en Londres era manteniendo un perfil bajo. 

Las compras tampoco se hicieron esperar, y junto a su tía Miranda y Albert las Bennet recorrieron Regent Street, Bond Street y Covent Garden en busca de sus atuendos para el baile, además de accesorios, joyas, perfumes y cosméticos.

El primo Albert fue muy atento en todo momento. Además de relacionarse con sus propias amistades y ayudar a su madre con los affaires del hogar encontraba tiempo para sus primas. Había paseado con Cho por los jardines de la casa, posado para Camille que pinto un retrato de él, tocó en varias ocasiones un dúo de violines con Sayi, se comió todos los postres que le preparo Mery sin chistar y acompañó a Sheryl en su té de las cuatro. A Emilia la llevó a una librería para comprar libros de anatomía y acompañó a Sayaka a largas caminatas por los jardines de Kensington hasta llegar al Palacio de Kensington.

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Jamie Fraser recibió la noticia de que Sheryl estaba ya en Londres con bastante entusiasmo. Le hubiera enviado una invitación de no haber sido porque su casa se encontraba en las condiciones más deplorables y menos adecuadas para recibir a una dama. Incluso le apenaba que Éowyn tuviera que vivir ahí.

-No me lo tome a mal monsieur, pero vuestra casa es una pocilga- le había comentado inocentemente Adrien apenas llegaron.

-¿Y de que otra forma podría tomármelo Adrien?

El jovenzuelo se sonrojo y bajó la mirada, pero Jamie sonrió y revolvió sus cabellos con la mano. Le gustaba la franqueza del chico y  además tenía toda la razón. Se reprochó a sí mismo por su descuido y por haber dejado que su propiedad de Londres se volviera una pocilga.

A pesar de que el señor Treize había tratado de mantener la casa en pie y la fachada y los jardines se encontraban en un estado aceptable, no tenía la autoridad (y Jamie nunca le dio el permiso) para contratar personal para el interior. En sus años de ausencia Treize apenas pudo convencer a Jamie de contratar a un capataz que se encargaba de mantener a los ladrones y malandros alejados, y a unas mujeres que de vez en cuando llegaban a limpiar los pisos y quitar telarañas.

Lo que había llevado a que su residencia terminará así no había sido tacañería, sino un deseo de que esta se callera a pedazos y se llevara todos los malos recuerdos. La última vez que habían habitado el lugar todos los Fraser habían estado presentes y el demonio que había poseído a su padre les había hecho pasar varios malos momentos. El señor Fraser padre había pasado toda esa temporada en Londres en un estupor de licor y apuestas lo que lo llevo a ser violento con la señora Fraser, el personal de servicio y sus propios hijos. Ese solo fue el inicio del fin de su vida familiar; y esa casa con decoración sombría y olor a humedad se lo recordaba todo. 

Avergonzado con el estado de su vivienda le pidió disculpas a Treize por nunca haberle escuchado y le rogó que buscara un ama de llaves y un mayordomo cuanto antes. Y a Éowyn y Clark, era un invitado después de todo, les ofreció hospedarlos en un hotel hasta que la casa estuviera más aceptable. Los dos se negaron rotundamente e insistieron en quedarse, Éowyn aludiendo que ese también era su hogar.

Treize Khushrenada, tan competente como siempre, no perdió el tiempo y al día siguiente haber llegado la mansión Fraser de Gracechurch Street tenía ya un ama de llaves, un mayordomo y una docena de sirvientes. La primera orden de Jaime fue para que quitaran los retratos de sus padres que estaban al pie de la escalera y se habían dañado por la humedad y el polvo. Pidió que enviaran el de su madre con un restaurador y que pusieran el de su padre en su oficina. Esa misma noche mientras todos dormían, junto a Éowyn lo hecho a la chimenea y los dos vieron con cierto alivio como la imagen de su padre iba desapareciendo entre las llamas. 

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on November 13, 2019, 08:42:46 PM
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Volver a Londres fue toda una mezcla de júbilo, ilusión y fascinación para Emilia. No sólo le alegraba regresar a la ciudad donde fue tan feliz junto con la tía Miranda y el primo Albert en la mansión de su familiar, sino también se sentía afortunada enormemente de estar acompañada por sus hermanas en esta ocasión.

La primera actividad realizada en familia fue ir a visitar una serie de boutiques y tiendas de la ciudad, donde ella y sus hermanas se entusiasmaban con la idea de renovar vestuarios y accesorios con diseños más novedosos correspondiente a la moda de estación. La tía Miranda fue muy amable en acompañarlas y agasajar a sus sobrinas cada vez que compraba un atiendo, sombrero, guante o accesorio para cada una de ellas. Las hermanas Bennet en un principio se mostraron cohibidas y rehacías a aceptar que la tía Miranda les comprara esos bonitos atuendos, pero la mujer fue enfática en el deseo auténtico que ella profesaba por consentir a sus sobrinas en esos detalles. Ante la amable insistencia de la tía, varias comenzaron a probarse vestidos y accesorios, siendo comprados los que las convencieron después de una larga selección.

Era increíble lo hermosa que lucía Sheryl con todo lo que se probara, parecía que cada prenda y cada sobrero o guante de encaje fue especialmente diseñado para ella. Emilia pensaba en lo afortunado que sería el gentil hombre que pidiera la mano de su hermana Sheryl. Mientras caminaba con sus hermanas y la tía Miranda por el boulevard, Emilia iba recordando los lugares los cuales visitó cuando estuvo en Londres en la temporada anterior. Algunos parecían no haber experimentado remodelaciones, pero otros tantos habían variado al menos en la ornamentación, agregando flores de estación a las macetas decorativas.
Extrañaba esas calles, como también había añorado la vida londinense. Ella amable Bloomington pero, aunque no quería admitirlo, mientras permaneció con la tía Miranda en Londres fantaseó con la idea de vivir en la gran ciudad. Ella misma se sorprendía de lo muy bien que se había adecuado a ese estilo de vida, sintiendo como si de toda una vida habría coexistido en Londres. La sociedad era toda una variopinta de características interesantes, algunos más conservadores, otros más revolucionarios, casi todos cultos y afectuosamente vinculados a las literaturas. Algo que amaba de Londres era lo pronto de la exposición de las novedades litúrgicas. Podía encontrar el libro que quisiera en la ciudad.

Al volver a la mansión de la tía Miranda, algunas hermanas comenzaron a conocer con mayor detalle la mansión y otras se dedicaron a otras actividades mientras esperaban ser llamadas a almorzar. Cho se encontraba en el jardín, anonadada con la botánica de la casa y acompañada por el primo Albert. Sayi y Sayaka iban visitando cada salón y cada rincón de la mansión de los Lotto, recordando algunos lugares del edificio cuando lo visitaron de pequeñas y conociendo unos nuevos. Mery en ese momento se encontraba conociendo la sala de música, acompañada por un pequeño corgi gales mascota de la tía Miranda y quien seguía a Mery a donde fuera desde que la joven le había acariciado.
Sheryl estaba en la sala escribiendo unas notificaciones a sus conocidos indicando que se encontraba en Londres. Emilia y Camille pensaron que debían hacer lo mismo, tanto por modales como para no hacer ofender a algún conocido enterándose por terceros de su presencia en Londres.
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“Camie, ¿le escribirás al señor von Einzbern? Posiblemente se encuentre en Londres” le habló en voz baja a Camille, para no distraer a Sheryl quien se encontraba entusiasmada escribiendo sus cartas en la otra mesita. “Sería una buena ocasión para notificarlo”
“Lo he estado pensando, de hecho.” Respondió la joven, quien mantenía los ojos posados sobre la carta en blanco. Llevaba un par de minutos así, analizando si escribirle o no a ese noble señor. El deseo y la ilusión estaban presente, pero sentía que le faltaba el coraje para atreverse. “Pero siento dudas al respecto y me da algo de temor. ¿Qué tal si me ensueño de más y en realidad el señor von Einzbern ha incluso olvidado mi nombre?”
“No creo que el señor von Einzbern sea de las personas que olvidan un nombre de una joven tan encantadora como tú.” Emilia recordó un detalle. “Debo confesarte que en un principio experimenté cierto recelo y percato hacia su persona, especialmente por el modo en que lo conocimos en la cabaña del bosque donde parecía huir de alguien, pero en el baile de Mary su actitud y modales me hicieron ver que estaba equivocada. Parecía encantado con tu persona. Yo creo que debes escribir, al menos, para notificarle que te encuentras en Londres, de este modo tienes dos ventajas: la posibilidad de un encuentro con él y la precaución de no ofenderlo si no le avisas.”
“Me parece totalmente coherente.” Camille asintió, regalándole una sonrisa a su hermana. “Será una carta recatada pero también cordial.”
“Es una buena presentación.” Asintió.
Emilia prestó atención a su propia escritura, tenía una carta escriba para su querida amiga Mina Shelley notificándole de su presencia en Londres y demostrando la motivación de acertar la posibilidad de un encuentro con la joven. Emilia y Mina se volvieron muy buenas amigas a lo largo de los años. La señorita Shelley veraneaba con su familia todos los años en una de las casas aledañas a la casa de los Bennet donde tenían una pequeña propiedad, desde ese entonces se conocieron con Emilia y de pequeñas jugaban, de adolescentes fantaseaban con nobles príncipes y en el presente seguían manteniendo una relación muy afectuosa pese a que Mina Shelley se mudó definitivamente a Londres y las visitas en Bloomington ya no eran tan constantes. Eso no significaba que ni una y la otra no estuvieran al tanto del cotidiano y las ideas de cada una, puesto que cada semana se escribían contándose sus días y reflexionando sobre sus vidas y la sociedad.
A Emilia le admiraba la impecable escritura de Mina, su letra era hermosa y el contenido de sus cartas era fascinante. Contaba una historia detallada y apasionada, sumergiendo a Emilia en una fantasía mental que pedía continuación cada vez que llegaba al final del relato. Y no era por menos, puesto que Mina se dedicaba a la escritura de novelas anónimas que publicaba en la editorial de Londres bajo un seudónimo que encubría, a su pesar, su identidad. La familia de Mina era conocida por ser cuna de escritores y dramaturgos, por lo que el talento de una de sus hijas nunca fue oprimido sino, todo lo contrario, potenciado.
Anhelaba poder visitar a Mina.
También escribió una carta a la señorita Aristia La Monique, contándole que había llegado sin novedades a Londres y que siguió su recomendación de visitar la librería Hatchards, comentándole que encontró todos los títulos que aspiraba a conseguir y que su primo Albert fue muy gentil de acompañarla en todo momento. La joven se llevó la grata sorpresa de que el primo Albert conocía a Lady La Moniquè cuando Emilia le comentó que ésta misma señorita fue quien le recomendó visitar Hatchards. Según le contó el primo Albert, conocía a la joven londinense (que ahora se encontraba temporalmente en Bloosomhouse) de algún evento social donde los hijos de los nobles estuvieron presentes, entre ellos, Lady La Moniquè y el hermano de ésta, Kiel de Alfierce.
Escribió una carta a sus padres, relatándole lo experimentado el primer día de su llegada de regreso a Londres. Fue más esmerada y cercana en escribirle referencia a su señor padre, con quien compartía un vínculo más cercano que con su madre. Su padre era esencial en la vida de Emilia, se sentía agradecida y apoyada por él en todo sentido, por ello no escatimaba en afecto hacia su progenitor.
Escribió una nota más pequeña para el señor Smith notificándole la fecha tentativa de su regreso al pueblo. El doctor se encontraba en Bloomington, atareado de pacientes aquejados por enfermedad o por lesiones, y estaba pronto a ser notificado, de ser requerido, de un traslado para atender a los soldados en el campo de batalla. Emilia deseaba que eso no sucediera. No era secreto el amor platónico que Emilia profesaba por aquel hombre, y si bien era recatada en sus muestras frente a él, de todos modos, le daba pistas de sus sentimientos, pero el señor Smith no demostraba experimentar los mismos afectos por ella. Tal vez seguía viéndola como la niña hija de los Bennet a quien atendía desde pequeña.
Oportunamente recordó escribirle una carta dirigida a la residencia del joven Väring en Londres. Se avergonzó de no recordar al señor Väring sino hasta caber en cuenta de que éste mismo le avisó que estaría unas semanas en Londres por motivos de negocios y por la misión de recaudar fondos para el St. Constantine Hospital. El señor Väring se había portado muy cordial y amable con ella en todo momento, facilitándole la oportunidad de trabajar en un horario flexible en su Hospital como también perimiéndole acudir a sus compromisos sin objeciones.
Emilia recién cabía de cuentas de lo amable y bien educado que era ese señor, muy distinto a lo esperable que fuera dada su afortunada realidad. Esperaba que el señor Väring se encontrara bien, y le deseaba buenos deseos en sus objetivos. También esperaba que algún día encontrara una joven hermosa que fuera buena con él.
Escribió notificándolo de que estaba en Londres y le deseaba buena fortuna en sus propósitos, como también le encargaba un saludo afectuoso de su parte al señor Chrom Rotschild, el socio del señor Väring, quien también había sido muy amable en cuando a las condiciones laborales de Emilia en el hospital, del cual también era dueño junto con Marth Väring.

Tras terminar esas cartas Emilia se quedó en un trance momentáneo, pensando en cierto señor que mantenía toda su vida remecida en el presente. El viaje y el paseo le permitieron disipar los recuerdos y pensamientos vinculados hacia su persona, pero ahora que estaba en esos momentos escribiendo con sus hermanas, se le hizo imposible negar su presencia.
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¿Debería escribirle una carta al señor Henry Lancaster?

“¿Ya terminaste, Emilia?” Preguntó Sheryl, ella y Camille terminaron sus escrituras y sólo faltaba Emilia. Notó que su hermana parecía ensimismada en su mundo. “¿Pasa algo de lo que no me he enterado?” preguntó la joven, con curiosidad y un poco de preocupación.
Las gemelas intercambiaron miradas cómplices. La única que sabía sobre lo sucedido con el señor Lancaster era Camille. Le había contado todo, porque era necesario, porque Camille además la leía como un libro abierto y porque durante toda su vida habían compartido todo y no existían secretos entre ellas dos.
“No pasa nada.” Emilia le sonrió a Sheryl, tratando de transmitirse tranquilidad. “Sólo que no me he logrado inspirar para escribir esta carta. Creo que daré un paseo para encontrar esa inspiración que ahora me falla.”

Con la excusa de aspirar un poco de aire para inspirarse, se puso de pie y salió del salón con papel y pluma en mano, buscó un sitio en el jardín hallando una banca de mármol bajo la sombra de un árbol. Tomo asiento y alzó la mirada hacia el cielo azul y hermoso, distrayéndose con el baile de los pétalos de flores que iban cayendo desde el árbol hasta encontrar su fin en el césped. Los pétalos caer le recordaron esa tarde en el que él se fue.

El joven Lancaster antes de partir a acuartelamiento urgente le dio una dirección donde escribirle. Recordaba el día en que él se fue. Emilia, Camille y Sayaka se encontraban en el pueblo y se habían integrado a la gente locataria que se ubicaba a cada lado de las calles despidiendo a los soldados que pasaron una pequeña temporada en Bloomington antes de volver a sus oficios. La gente les aclamaba y les deseaba buena salud y protección, lanzándoles pétalos de flores rojas a su paso.
Entre los soldados estaba el señor Henry Lancaster, sobre su fino corcel blanco y luciendo su uniforme militar investido con medallas y emblemas de reconocimiento. Lucía como un hermoso príncipe. Todavía se preguntaba si el padre del señor Lancaster, el Duque de Lancaster, estaba en lo correcto de enviar a sus hijos mayores, su sangre y herencia, a una guerra que podían librarlas otros en sus nombres. Era extraño pensar que un noble fuera tan arriesgado con su familia, pero parecía que el honor, la gloria y el nacionalismo era más importante que la descendencia.
Sólo se dedicaron una mirada fugaz al cruzar miradas, no hubo saludos ni despedidas efervescentes, pero a Emilia le bastó para intuir que se la dedicaba a ella.

A Emilia le daba seguridad convencerse de que no sentía sentimientos amorosos hacia el señor Lancaster. Se convencía una y otra vez que el señor Lancaster había confundido sus palabras. Ella estaba segura de que lo veía como un amable señor que podía ser un buen amigo, no un esposo. Pero… Era imposible no fantasear con la idea.

El señor Lancaster era bello, innegablemente bello. Afortunadamente no compartía la personalidad déspota y desagradable de Sir Cain Lancaster, su hermano mayor, ni la ambición y el clasismo de su señor padre, el Duque de Lancaster. Henry Lancaster era un caballero enigmático, pero puro. Parecía compartir una personalidad similar que su prima Lady La Moniquè, ambos con buenos modales y elegancia, pero sin mirar como escoria a los que se encontraban en menor jerarquía.
Emilia apreciaba al señor Lancaster por la persona, no por la riqueza. Tal vez por eso no le dio un no rotundo a su petición de esperarlo volver de la guerra. Le dolía destruir ese pequeño halo de esperanza del joven de aferrarse a una vida menos ingrata en lo interaccional.
Pensó en su propia fortuna. Emilia parecía no tener mucha suerte en la competencia por convertirse en la esposa de un hombre importante. Su afecto hacia el señor Smith era unilateral, y aunque fuera bilateral no sería aprobado por su madre puesto que el señor Smith para ella era solo un “medicucho de pueblo”.
Hace cuatro años atrás, Emilia había rechazado la propuesta de matrimonio de un burgués italiano que estuvo de pasada en Bloomington y se había encantado por la joven. A Emilia no le pareció su actitud pasional y efusiva, puesto que jamás ella le dio señales de interés ni mucho menos ya que, las pocas veces que lo vio, ella lo evitó. Su madre hasta el presente le seguía recriminando su falta de modales y la oportunidad valiosa que despreció
“Ahora estarías en Italia, siendo una señora respetable y acomodada en una mansión” Tal vez sería una señora en una mansión, pero una muy amargada señora dentro de su mansión. Intuía que el señor italiano era tan romántico como apasionado y por tanto tendría que compartir “su amor” con otras señoritas más. Emilia no se arrepentía, obstinada como era, de su decisión.
Con un hombre que no la amaba como el señor Smith y con una propuesta de un hombre adinerado que ella rechazó hace años, ¿Qué posibilidades existían para Emilia? La idea de casarse le espantaba, pero tampoco era ajena a ella. Quería ser independiente y libre, pero tampoco quería ser una solterona que muriera sola e infeliz en una casa.
Estaba segura que sus hermanas siempre estarían con ella y con los años ella siempre estaría también para sus sobrinos futuros. Pero conocía como era la soledad, muchas mujeres terminaban solteronas y olvidadas en alguna habitación de un sitio que le han dado sus familiares por caridad.

¿Estaba mal si soñaba un poco como sería si se casara con el señor Henry Lancaster?
¿Cómo sería si, al volver, Emilia le dijera que sí?

Sin duda su madre sería la más eufórica si esa situación se diera. Casarse con un hombre rico, bueno y hermoso. Hijo del Duque, por lo demás. Emilia tendría una vida tranquila, acompañada por alguien quien apoyaba sus sueños y con la tranquilidad de que nunca debía temer por la soledad o el desfortunio.
No solo sería moderadamente feliz junto a alguien que apreciaba por quien era. El hecho que no experimentara sentimientos amorosos y románticos por él, ahora, no significaba que podrían nacer a futuro. Y si no nacían, siempre podía estar casada con un buen amigo.
Por otro lado, el señor Lancaster fue enfático en asegurar a las hermanas de Emilia, refiriéndole que podría aportar fortuna a sus dotes matrimoniales y lo que necesitaran los señores Bennet lo tendrían prontamente. No sólo Emilia tendría una vida grata de vivir, sino también sus hermanas quienes podrían estar en el privilegio de escoger con quien casarse y no ser forzadas a hacerlo con el primer apostador.

Pero todo era demasiado fantasioso…

“Emi, ¿Estás pensando en la propuesta del señor Lancaster?”
“Sí.” Emilia cerró los ojos, sonriendo. Sabía que Camille llegaría a su lado intuyendo todo. “No sé si debo escribirle una carta. Sería dar más esperanzas a su propuesta sin estar segura si la voy a rechazar o no. Pero pienso en lo solo que debe estar con su escuadrón y quizá lo bienvenida que sería una carta deseándole buenos deseos. Estoy en un dilema, Camie” la joven la observó con súplica. “¿Debo o no debo escribirle?”
“Pues…” Camille analizó la situación. Cualquier palabra podía ser malinterpretada como una muestra de afecto de Emilia por parte del señor Lancaster, era cierto. Pero también pensó en lo duro que era ser soldado en un tiempo de guerra. “Yo creo que deberías escribirle una carta para que se distraiga un poco de lo que está pasando. Ser prudente con las palabras, pero sin dejar de ser amable y darle ánimos. Me pongo a pensar, si estuviera en su lugar, que sería muy feliz de recibir correspondencia.”
“Tienes razón.” Asintió. “A mí también me gustaría recibir una carta si estuviera en su condición. Sea de quien sea. Le escribiré una carta, entonces.” Tomó la hoja y la apoyó en el cuadernillo, comenzó a escribir. Camille se sentó a su lado y Emilia apoyó la cabeza en su hombro mientras seguía escribiendo, Emilia le pidió ayuda para escribir la carta y Camille le daba algunas opciones. “Ya está.”
Las dos hermanas volvieron a la mansión y se encontraron con Sheryl quien, a la vez, las estaba buscando puesto que el sirviente a quien se le encargaban las cartas le informó que estaba a punto de entregar la correspondencia de la casa al servicio mensajero. Las jóvenes encontraron al sirviente justamente conversando con el cartero. Emilia se sorprendió fascinamente al ver que el cartero era Avilio Lagusa, su amigo de Bloomington.
No fue sino hasta cuando el sirviente de la tía Miranda le entregó sus cartas y se retiró, que la joven se acercó al cartero. Camille y Sheryl se quedaron en la puerta, integradas prudentemente a ese pequeño grupo.
Las hermanas conocían a ese joven de lejos, sabiendo que era el cartero de Bloomington y sus cercanías, pero también le conocían porque Emilia era cercana a él.

“Avilio, ¿Qué haces en Londres?” le preguntó animadamente Emilia. Ella, Avilio Lagusa y Eren Jaeger compartían trato amistoso pese a que los dos últimos eran sirvientes de otras casas.
“La compañía se está quedando sin carteros. Varios han sido llamados a reclutamiento para rendir como soldados.” Avilio sería la excepción por ser italiano, seguramente. “Soy de los pocos que quedan, es por ello que en las últimas semanas he sido enviado de ciudad en ciudad recolectando correspondencia.”
“Debes estar agotado.” Lamentó Emilia el trabajo excesivo de Avilio. “¿Quieres que traiga un poco de agua?”
“Permiso.” Dijo haciendo alusión a las hermanas de Emilia, sacó un cigarrillo armado y lo encendió. Emilia estaba acostumbrada a ese vicio del italiano. “No te preocupes. Llevo una botella llena.” Agradeció.
“Me alegra que no hayas sido reclutado.”
“Es bueno que los ingleses no tengan fe en la capacidad militar actual de los italianos.” Una ventaja, después de todas las mofas. “Pero no estoy del todo libre. A mi jefe le llegó una carta pidiéndole que facilite un cartero para enviar y recibir la correspondencia de la milicia. Ya no le queda nadie más que yo en la oficina así que es casi absoluto que me enviará a mí.”
“Pero puedes rehuzarte. Es injusto que te manden a un destino incierto.”
“No pasará nada…”
“Pero si un objetivo del rival históricamente es boicotear la correspondencia y enterarse del contenido de las cartas.”
“Lo sé. Pero soy muy bueno para pasar inadvertido.” Sostuvo orgullosamente.
Emilia se preocupó de todos modos. En efecto Avilio era el más talentoso en pasar desapercibido, también era muy ávido en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo si lo requeriría, y tenía otras cualidades indignas de sigilo y hurto que podía usar en esos casos. Pero eso no garantizaba su seguridad.
“Voy a estar bien, si eso pasa. Además, si estoy dentro puedo tener noticias directas de Jaeger quien desde que fue reclutado no sabemos nada de él.”
“Cierto…” sintió angustia.
“Tengo que entregarte algo…” Bajó el tono de voz, para que las hermanas no escucharan el trato familiarizado que tenía el italiano con la señorita. “Nos llegó esto a la oficina… y no tenemos a quien entregárselo ya que no tiene familia. Su patrón no está interesado en recibir esta correspondencia.” Avilio le enseñó un sobre de carta sellado. Se lo entregó.
“¿Qué es?” Emilia lo recibió con temor. Leyó que estaba dirigida a familia o relacionados del joven Jaeger.
“Es una notificación militar.”
“¿Es correcto que la reciba yo?”
“Nadie más la reclamará...” dudó si continuar o no “Y quien la envió indicó notificación a los Bennet. Es lo que más me sorprende, porque Jaeger no era sirviente de tu casa. ¿Me puedes ilustrar?” preguntó suspicaz y extrañado.
“Es una historia larga, que te contaré cuando volvamos a Bloomington.”
“Emilia.” Avilio iba a decirle otra cosa importante que le preocupaba. “Si yo fui llamado a prestar servicios de correspondencia a la milicia es probable que a ti tamb—“
“¿Qué significa esto?” preguntó la joven, aterrada al terminar de leer el comunicado.
“¿Qué dice?” notoriamente Emilia en ese momento no escucharía la preocupación que trato de advertirle Avilio antes de ser interrumpido. El contenido de esa carta pareció perturbarla de pronto.
MIA. Infórmese a familiares y allegados a la brevedad.”  Emilia notó que la carta estaba firmada por el mismísimo señor Lancaster. Finalmente había cumplido su promesa de averiguar sobre Eren Jaeger y hacerla saber. Por eso seguramente anexó la dirección de la casa de los Bennet.
“…” Avilio se quedó en silencio. Sabía que significaba.
“¿Qué? ¿Qué es?” le insistió Emilia.
“¿Emilia, que pasa?” Camille se acercó a ellos, después de que Sheryl fuera solicitada en el salón.
“¿Qué es ¨MIA¨?” Emilia les entregó el mensaje a Camille.
“Missed in action” respondió finalmente Avilio.
“¿Y eso que significa?”
“Significa que el soldado dejo de ser visto por los miembros de su unidad o se perdió todo el contacto con él en el transcurso de una operación militar de peligro, generalmente en territorio controlado por el enemigo” instruyó Avilio. “No son noticias alentadoras…Señorita.” Hablando con más formalidad al estar presente la hermana de Emilia. “Lo siento.”
“…” Emilia sintió como se le paralizaba el corazón. El contenido de esa carta no se lo esperaba.
“Pero dice que no ha sido visto y está desaparecido. No que esté muerto.” Camille puso una mano en el hombro de Emilia. Entendía que podía estar angustiada por el destino del amigo de ésta. “Está la posibilidad de que tal vez ser perdió y lo puedan encontrar.”
“Es cierto.” Emilia asintió, aferrándose a las palabras de su hermana. “No siento que el joven Jaeger esté muerto. No está en su naturaleza morir fácilmente. Ha sobrevivido a tantas otras cosas, que luchará por sobrevivir a esto.” El joven sobrevivió al maltrato de su patrón, a la enfermedad no cuidada, a reponerse a la muerte de su padre y a muchas cosas más. Eren podía estar pedido, sólo eso. Volver no sería un desafío para él.
“Yo tampoco creo que Jaeger esté muerto. Lo intuiría de algún modo.” Avilio apagó el cigarrillo. “Estaré pendiente de las novedades respecto a él y se las informaré, señorita Bennet.” Miró a ambas hermanas y les hizo una reverencia de cabeza. “con vuestro permiso.” Dicho esto, se retiró del lugar. No era apropiado que un sirviente conversara por más tiempo con dos señoritas de clase social.
“Todo estará bien, Emilia. Seguramente las próximas noticias que tengas del joven Jaeger es que ha vuelto bien.” Tomó su mano dándole apoyo.
“Tengo esa esperanza, Camie.”  Sujetó su mano y le agradeció con una sonrisa. La carta no la desmotivaba, todo lo contrario, sabía que Eren estaba bien. Tenía la confianza en sus capacidades. “Volvamos adentro. Nos deben estar esperando.”
“Sí.” Asintió su hermana.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on November 14, 2019, 01:35:37 AM
Luego agrego el tl;dr~

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XI.

Tras un par de coordinaciones en cuanto al día y la hora, Sayi le confirmó al señor Souton que lo ideal sería quedar una mañana temprano para un paseo por Hyde Park. En preparación por el baile en Buckingham Palace, así como visitas planeadas a distintas amistades, las hermanas Bennet tenían las horas contadas, por lo que Sayi pensó que robar la atención su tía un par de horas antes de desayunar no afectaría los horarios de las demás.

La mañana acordada para salir, Sayi se levanto antes que el resto de sus hermanas, se alistó en su habitación y bajó las escaleras hasta encontrarse con la tía Miranda y el primo Albert, quienes estaban esperándole en la sala de dibujo.

Pancake, el corgi galés de su tía, también parecía haberse anotado al paseo, considerando las correderas que se mandaba entre ellos y la puerta de la residencia.

Con la tía Miranda reservada como su chaperón, Sayi no esperó que el primo Albert también se sumara a la excursión. Y es que según él, además de honrar el paseo matutino de Pancake, había una excelente pastelería en High Street, y pensaba que sería una buena idea comprar pasteles en el camino de regreso.

“Estoy seguro que todas apreciarán un desayuno tradicional con kedgeree. Y crumpets, claro está” pensó en voz alta el primo Albert, antes de cruzar otra calle junto a su madre y prima “No puedo esperar para probar unos cuantos…”

Y dicho esto bostezó tan abiertamente que la tía Miranda le dió una disimulada estocada en el costado.

“Compórtate” le resondró su madre, a lo que Albert se encogió de hombros, restándole importancia.
“Mamá… pero si a duras penas somos los únicos en la calle”

La tía Miranda le lanzó una mirada de soslayo, pero no volvió a mencionar el asunto y continuó camino a Hyde Park. Sayi sonrió para sí misma. Si bien la tía Miranda no sería capaz de juzgar a una persona por algo tan superfluo como modales, ella sabía muy bien la importancia de un impecable porte y presentar por lo que nunca escatimaba su propia apariencia. El primo Albert, sin embargo, era más relajado que su madre, y si bien contaba con un carisma y carácter que ganaba amigos donde fuese, su comportamiento a veces era un poco espontáneo para las rígidas reglas de los círculos donde se movía.

Pero ello era una de las muchas razones por las que su primo siempre le había caído tan bien.

“Sayi, y esta invitación del señor Souton” le preguntó Albert “¿Acaso está interesado en conocerte más?”

La mirada reprochadora de la tía Miranda lo dijo todo. Pero Sayi simplemente rió ante la pregunta tan expedita de su primo.

“No es lo que piensas Albert. El señor Souton es un muy buen amigo” le explicó a ambos “Es como el hermano menor que nunca tuve”
“Me da mucha curiosidad conocer a esta amistad tuya” agregó la tía Miranda. A la distancia, ya se veían las copas de los árboles asomarse por sobre las casas aledañas al parque “¿Dices que tomó su rol como cabeza de familia cuando tenía dieciséis años?”
“Así es. Y dueño de el negocio familiar también” agregó su sobrina “Pero tiene el carácter más amable que he conocido. Es gracioso, y adorable, y una excelente persona. Es un gusto tratar con él, ya verán.”
“Ya veremos si tantas cualidades son ciertas” rió Albert “Pero no estoy seguro que a un lord le guste que lo describan como adorable”

No tuvieron que esperar una vez llegaron a los jardínes del palacio de Kensington, pues Sayi enseguida ubicó al señor Souton leyendo un libro cerca a unos arbustos de rosas. El joven se apuró a darle el encuentro al grupo, le dio unas cuantas palmadas a Pancake, y Sayi introdujo a su amigo como el señor Souton de Woburn Abbey.

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La joven compartió una mirada con su tía, quien tenía los labios formando una línea mientras observaba al joven lord guiarles hacia Hyde Park. No tuvieron que intercambiar palabra: Sabía que su tía encontraba el carácter ameno y entusiasmado del señor Souton tan encantador como ella.

La brisa fresca de otoño calaba un poco al ser tan temprano, pero la caminata ayudaba a sobrellevar el frío. Mientras caminaban por el Round Pound, el señor Souton les contaba sobre Woburn Abbey, su residencia a cuarenta millas de Londres. El organizar el negocio heredado por su padre significaba frecuentes viajes a la capital para mantener todo en orden, por lo solía quedarse con su abuelo, quien vivía en Chelsea. Fue entonces que el señor Souton les hizo saber que su abuelo era el verdadero dueño de Pembroke Abbey, la mansión cerca a Longbourn.

“Es a mi abuelo a quien quiero que conozca, señorita Bennet, viendo que tanto usted como la señora Bennet han tenido curiosidad de saber de quién se trataba tal misterioso dueño” le dijo “¿Le gustaría acompañarnos a tomar el té el próximo domingo?”

Sayi aceptó gustosa la invitación luego que la tía Miranda le aseguró que verían una forma de coordinar su compañía. Cuando le contaron al señor Souton que el día anterior tenían el baile en el palacio de Buckingham, él sonrió complacido ante la coincidencia.

“Entonces tendré el gusto de contar con su compañía todo el próximo fin de semana” celebró el rubio “¡A duras penas y podré esperar!”

Las aves habitando Hyde Park parecían despertar de su letargo y piaban conforme el sol comenzaba a brillar con fuerza. El cielo estaba pintado de un fuerte azul hilado por unas delicadas nubes. Cuando llegaron al lago Serpentine, un grupo de cisnes les dieron el encuentro, pero rápidamente perdieron el interés al no ser ofrecidos comida por los visitantes.

“Sabía que debía haber comprado algo de pan en el camino, ¡qué pasada la mía!” se lamentó el primo Albert. El amaba cuidar de los animales, y verse privado de la satisfacción de alimentar a esos cisnes pareció mucho por soportar “Iré a buscar algo de comida para ellos”

La tía Miranda no parecía muy confiada de dejar ir a su primogénito, pero Albert estaba encomendado en su misión. Lo único que su madre logró rescatar fue a Pancake, pues no pensaba dejar a su preciado Corgi deambular con él.

Mientras esperaban el regreso de Albert, el grupo continuó conversando sobre el clima, sobre los posibles invitados al baile en el palacio, así como los planes de las hermanas Bennet durante su estadía en Londres. La conversación probaba divertida con los comentarios del señor Souton, pero ello no borró la preocupación de la tía Miranda al sentir pasar el tiempo sin noticia de su hijo.

“Me temo que debo ir a buscarlo” dijo la tía Miranda “Le di mucho mérito a su habilidad de ubicarse. A este punto debe estar buscando los dichosos cisnes por la abadía de Westminster, o peor”
“Estará contemplando el Tamesis y preguntándose donde están las aves hambrientas”
“Exactamente lo que pienso”

Sayi rió ante la imagen, y la tía Miranda miró un par de segundos al señor Souton antes de decidir excusarse. Si no confiara tanto en la buena opinión de su sobrina con él no se atrevería a dejarlos solos, pero en la pasada hora ella misma había formado una buena imagen del caballero. Lo suficiente para confiársela por unos minutos.

Aún así, percepciones eran percepciones, y sabía que debía apurarse en encontrar a su hijo cuanto antes. Entonces le dio la correa de Pancake a su sobrina.

“Voy a buscarlo un momento, y si no aparece les volveré a dar el alcance e iremos a comprarles pasteles para tus hermanas” dijo la tía Miranda “Y que Albert se divida el pan con los cisnes. Con su permiso”

Y dicho esto se excusó, alzando ligeramente el dobladillo de su vestido para caminar más a prisa. Por su lado, Sayi y el señor Souton optaron por caminar una pequeña sección del lago, intentando mantener a la tía Miranda a la vista.

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Sayi tiraba de la correa cada que Pancake amenazaba a perseguir a los cisnes, y el señor Souton se agachaba a rascarle las orejas de tanto en tanto.

“Muchísimas gracias por la invitación a conocer a su abuelo” le agradeció nuevamente “Será una tarde divertida”
“Por supuesto” dijo el rubio, y entonces agregó “Pero me ha alegrado mucho saber que atenderá el baile en Buckingham. ¿Sería tan amable de otorgarme un baile?”
Sayi sonrió ante el ofrecimiento “Estaría encantada. Prometí bailar el primero con Albert, y el primo Neil pidió el siguiente… pero no planeo cumplir con esa última promesa. Preferiría bailar mil veces con usted” el señor Souton rió ante esas palabras “Por cierto, ¿planea regresar pronto a Bloomington?”
“Tengo asuntos que atender aquí, por lo que no planeo ir en las próximas semanas. Pero apenas pueda, y si el camino permite, lo haré” dijo “Me preocupa la salud de Hagu. ¿Tuvo la oportunidad de verla antes de partir?”

Sayi contó que Hagu parecía seguir indispuesta, pero con las visitas del doctor Smith esperaba que mejorara pronto. Compartió su preocupación de que algo en Pembroke le este haciendo mal… pero el señor Souton le pidió que no se preocupara: Que la salud de Hagu solía ser inestable y, que si bien este episodio estaba durando más de lo normal, seguramente estaría mucho mejor dentro de poco.

El señor Morewood cruzó su mente y Sayi deseó preguntarle al rubio sobre el carácter de su amigo. Pero ser muy abierta a compartir lo sucedido podría generar una mala impresión suya con el señor Souton, por lo que no se atrevió a preguntar si algo molestaba al señor Morewood, o si solía ser tan directo con otras damas… por lo que optó por usar otro ángulo. Uno que no se alejara de la conversación que llevaban entreteniendo.

“Si me permite preguntar, señor Souton, ¿cómo era su prima, la señora Morewood?”

El señor Souton quedó en silencio unos segundos, dibujando una sonrisa apagada en sus labios. Sayi detuvo su caminar y se disculpó por el atrevimiento, pero su amigo le pidió que no se preocupase. En cambio, honró su pregunta y empezó a hablar de Emma Morewood: La hermana mayor de su querida Hagu, y una de las personas mas importantes para él.

“La prima Emma era una excelente persona. Amable, hermosa, grácil… muy admirada por todos los que la conocían. Su hermana, la señorita Sheryl Bennet, me hizo acordar un poco a ella. Al llevarme diez años tomó un rol de madre cuando la mía propia falleció, cuando yo tenía solo ocho años. La seguía a todos lados. Su opinión y su afecto era de suma importancia para mí”
“Suena a una persona cálida y maravillosa. No me imagino cuánto deben extrañarla la señora Hann, Hagu y Kisa” El rubio asintió ante sus palabras “¿Me imagino que su amistad con el señor Morewood fue inmediata, una vez él se casó con ella?”
“Algo por el estilo” rió el señor Souton “Si soy honesto, al inicio no me agradaba el señor Morewood en lo absoluto” Aquello sorprendió a Sayi, pero su amigo fue pronto en explicar “Verá, mi prima lo adoraba, y con la bendición de mi tío se casaron con mucha prisa. Pero el señor Morewood viajaba mucho por trabajo, por semanas de corrido, y yo sentía que no había hecho ni hacía nada para merecer tal afecto de mi querida Emma. Y lamentablemente, mi prima tenía una salud delicada que llegó a un punto de no retorno“ dijo, y Sayi juntó los labios en una línea, honrando el silencio que le siguieron a esas palabras “Tras su fallecimiento,  el señor Morewood se sintió culpable por su ausencia, y mentiría si no dijera que sentí que su sufrimiento era merecido. Pero cuando asumí que cargaría con esa culpa lejos de nosotros fue que tuvo un actuar inesperado: Siguió frecuentándonos aún tras el fallecimiento de Emma, en honor a su memoria. Y, cuando murió el señor Hann esta pasada primavera, y su esposa e hijas se vieron obligadas a dejar Danbury Place a falta de un heredero varón, el señor Morewood fue inmediato a velar por ellas. Y ello es lo que terminó de impresionarme. Su bondad y dedicación con mi tía y primas a raíz de la memoria de mi querida Emma fue el motivo por el que se ganó mi amistad. Me ayudó a convencer a mi abuelo de dejarles ocupar Pembroke Cottage, y el resto es historia”

Sayi sonrió, enternecida por tal relato de sacrificio donde, una vez más, el señor Morewood era pintado como un ejemplo de persona. Conocer su carácter afable y entretenido en Bloomington había sido todo un placer, pero escuchar tantos grandiosos relatos sobre su carácter, proviniendo de tan diferentes y confiables fuentes le hacían pensar en los motivos y el honor, el dolor y su redención, y de conocer la profundidad de cada persona, algo que uno fácilmente podía perderse si se dejaba llevar por la superficialidad del día a día.

Y, de lo que probablemente se perdería si iba contra los deseos de su madre, y optaba por rechazar al señor Morewood de hacerle una proposición.

Pues aún así, para ella, tal relato de lealtad solo levantó más preguntas que respuestas.

Pancake corrió hacia la tía Miranda y el primo Albert apenas y los vio dirigirse hacia ellos. Luego de cumplir el deseo de su primo y alimentar a las aves, el señor Souton miró su reloj de bolsillo y lamentó tener que excusarse. Asuntos previos requerirían su presencia en la cámara de un abogado, por lo que partió con ellos en el lago Serpentine, no sin antes anunciar que contaría las horas hasta coincidir nuevamente en el baile del palacio.

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La opinión del señor Souton fue, tal como se lo esperó Sayi, arrolladoramente positiva. La tía Miranda la felicitó por haberse hecho de tal buena amistad que, aunque algo joven, seguramente le introduciría a excelente sociedad en futuros eventos. El primo Albert concordó que el adjetivo adorable le sentaba a la perfección, y que apreció su carácter abierto y humilde, algo no muy frecuente en los círculos de dinero.

Llegaron a High Street y entraron en la pastelería de la que tanto les habló el primo Albert. Mientras la tía Miranda escogía los pasteles para sus sobrinas, Sayi notó cómo una de las reposteras agregaba una bandeja de pasteles de Shrewsbury recién horneados a una de las vitrinas.

Sonrió al recordarlos como uno de los favoritos de Emilia, por lo que pidió le prepararan una orden. Tras haber escuchado de la carta sobre Eren, Sayi esperó que los pasteles ayudarán, aunque sea un poco, a alimentar las esperanzas de su hermana.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on November 14, 2019, 05:38:31 PM
Todavía me falta uno antes del baile, pero ese será super corto. Trataré ;_;
Sayiii me encanta el nombre del corgi <3

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Emilia se sentía bendecida. Era dichosa entre dichosa de tener a esas magníficas hermanas. Las amaba a todas y cada una de ellas, y pensaba que no podía estar más agradecida de la vida por tenerlas por familia.
Estar en Londres con ellas era una experiencia que atesoraría en su corazón eternamente con mucho afecto, pero, por sobre todo, el sentirse siempre acompañada y apoyada por ellas era lo que más apreciaba.
Después de haber recibido la carta sobre la situación actual del joven Jaeger fue notorio para todas sus hermanas que algo le sucedía a Emilia. Preocupadas, se le acercaron para preguntarle que le sucedía y Emilia no tuvo las agallas de ocultarle lo que pasaba, sintiéndose totalmente culpable de, en las últimas semanas, ocultarles secretos vitales a sus hermanas.
La situación de la carta sobre Eren Jaeger en cierto modo le permitía ocultar a sus hermanas su segunda inquietud: la propuesta de matrimonio. Pero Emilia sabía que era cuestión de tiempo para que sus hermanas intuyeran que había algo más allá de su preocupación por el joven campesino.
En parte contarles sobre la noticia de que el joven Jaeger se encontraba desaparecido en acción le alivianaba, porque inmediatamente sintió el apoyo de sus hermanas quienes la animaron con la idea de que posiblemente el joven Jaeger aparecería dentro de pronto y sorprendería a todos.

“Tengo entendido que varias familias reciben esa clase de mensaje sobre los soldados, pero afortunadamente gran número de los combatientes perdidos en acción logran aparecer.” Dijo Cho, con ánimos de estregar paz al corazón de Emilia.
“Y seguramente los que tienen más experiencia y capacidades estarán cuidando de él.” Sayi puso una mano en el hombro de Emilia, mirándola a los ojos y trasmitiéndole tranquilidad. Afortunadamente escuchó ese comentario del joven Stanfield en aquella caminata que estuvo acompañada de él camino a Pembroke Cottage.
“Yo creo que tal vez quiso volver a Bloomington y al no encontrarlo lo han dado por desaparecido en acción.” Algunas de las Bennet se quedaron mirando confundidas a Sayaka. “Yo habría hecho lo mismo en su lugar y estaría en todo su derecho” le parecía injusto que obligaran a alguien a ir a la guerra cuando no estaba en sus deseos.
“Me gustaría creer en esa hipótesis.” Dijo Emilia, pero bajó la mirada preocupada. “Sin embargo, sería acusado de desertor y eso es mucho peor.”
“Perdón, Emilia, no recordé que le daban esa sanción a los soldados que abandonaban su oficio.” Sayaka bajo la mirada, apenada. “Lo siento.”
“No te disculpes, mi querida hermana, sólo has querido darme tranquilidad.” Le sonrió.
“¿Quieres un poco más de los pasteles de Shrewsbury que trajo Sayi?” le preguntó Sheryl a su hermana, era el modo de gratificar a la afligida.
“Por favor.” Asintió Emilia, adornando su rostro con una sonrisa encantada. Juntó sus palmas, feliz y expresando su agradecimiento. “Gracias, Sayi, has sido muy certera en mis gustos.”
“Supuse que te contentaría probar de esos pasteles porque son tus favoritos.” Sayi sonrió, complacida de haber atinado.
“Me alegro de que Camille haya estado junto contigo al momento de recibir la carta.” Mery agradeció ese detalle mientras acariciaba a Pancake detrás de su oreja. El corgi se sentía afortunado de recibir tantas atenciones de las hermanas Bennet y se turnaba entre los brazos de varias de ellas.
“También estoy agradecida de ello.” Emilia le sonrió a Camille, sujetando su mano.
“El primo Albert también fue muy oportuno en notar nuestra preocupación cuando nos encontró en la salita de música. Fue muy amable en transmitirnos tranquilidad con sus palabras indicándonos que, justamente, el contenido de esa carta no significa rotundamente un destino desafortunado, señalándonos las probabilidades de que el joven aparezca con vida.”
Las hermanas, todas, guardaron complicidad cuando un sirviente anunció su intromisión. Ellas lo miraron con atención.
“Correspondencia.” Comenzó a nombrar a las Bennet que recibieron correspondencia. Emilia se sorprendió de recibir cartas tan pronto.
“Seguramente debe ser de Mina.” Dijo después de recibir las cartas que le pasó el sirviente. Sonrió al leer el nombre en una de las cartas. “Sí, en efecto, he recibido respuesta de Mina.” Luego vio la segunda carta recibida, la cual le sorprendió enormemente porque no esperaba que aquel señor le respondiera tan apresuradamente.
“Pareces asombrada, Emilia.” Observó Mary.
“He recibido una carta del señor Väring. Me sorprende lo pronto que ha respondido a mi notificación.” Considerando que la carta fue enviada por la mañana, seguramente cuando Avilio hizo entrega de esta, el señor Väring le habría pedido que le esperase mientras escribía una respuesta. Pobre Avilio, debía estar colapsado de ir de un lado para otro entregando cartas. Leería su carta después, por lo pronto, Emilia estaba muy emocionada por la carta de su amiga Mina Shelley.
Mientras las hermanas leían la correspondencia o platicaban entre ellas, Emilia leyó el contenido del sobre. Su querida amiga Mina la invitaba para el día de pasado mañana al té de la tarde en su casa. Emilia estaba tan emocionada con esa respuesta que pronto le pediría a un sirviente que notificara su confirmación con la señorita Shelley.
Después de la conmoción inicial por la invitación de Mina, prosiguió a leer la carta del señor Väring quien, curiosamente, la invitaba a pasear el día de mañana a temprana hora del día.
Dos compromisos podían ser agobiador para la tía Miranda o el primo Albert quienes hacían de chaperones. Tendría que ponerse de acuerdo con ambos para poder consultarles si le podían acompañar o disponer de algún sirviente para ello. Tampoco podía ser egoísta y acaparar el tiempo de la tía Miranda y el primo Albert de un modo tan exacerbados. Además, sus hermanas también tenían derecho de ser acompañadas por ellos en sus compromisos.
La tercera carta no pudo tan siquiera abrirla. Las manos le temblaron y se sintió tonta de su actitud cuando ocultó la carta como si se tratase de un crimen. No le daba vergüenza el posible contenido de la carta, sino que sus hermanas le preguntaran al respecto.
Era una carta del señor Lancaster y, hasta el presente, la única que sabía de la propuesta matrimonial de aquel joven señor era su hermana Camille. Sabía que tarde o temprano tendría que contarles a sus hermanas al respecto, pero no quería echar humos en un terreno que no era seguro.
Decirle que sí al señor Lancaster se estaba convirtiendo en una posibilidad tan cercana como decirle que no.
Le daba miedo contarles a sus hermanas sobre esta situación para después decirles que “He decidido no casarme con él porque lo pensé y no es lo que quiero”. Se sentiría injusta e incluso cruel de su frivolidad y superficialidad, puesto que su hermana Sayi, hace tan poco, había salido de la situación angustiante en referencia al señor Grandchester.
Y también estaba la posibilidad de darle una afirmativa a la propuesta del señor Lancaster… Aquella opción aún le daba vueltas en la cabeza una y otra vez, a cada minuto convenciéndose más de ello como a cada hora dudando un poco más al respecto.
Tal vez sería bueno hablarlo con sus hermanas, luego. Escuchar sus opiniones le ayudaría a aclarar su mente.
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A muy temprana hora de la mañana Emilia y la tía Miranda estaban listas para acudir a la cita con el señor Väring. La tía Miranda se había apuntado a ser la chaperona de su sobrina no sólo por la atractiva actividad programada sino también al escuchar quien sería su anfitrión. Curiosamente, la tía Miranda conocía al señor Väring desde aproximadamente un año atrás. Le contó a su sobrina que, si bien había sido más bien reticente en acercarse al joven hijo de Lord Väring, presidente del V&R Bank, pensando que el joven habría heredado la conducta ambiciosa de su señor padre, la mujer se retractó de su primera opinión.
El joven resultó ser todo lo contrario al conocerlo en uno de los bailes de Londres. La había sorprendido en ese entonces con sus excelentes modales y etiqueta, como también con su trato amable incluso con los de más baja situación económica. Era muy bien ilustrado en la filosofía y literatura, por lo que la mujer se había encantado con la pequeña charla que tuvieron respecto a los escritores más contemporáneos.
Bajaron de la calesa y en poco tiempo divisaron al señor Väring quien las esperaba gustoso de iniciar esa mañana con ambas damas. Inmediatamente saludó de modo cordial a la señora Lotto, para luego saludar a su joven sobrina con el mismo trato elegante. Comenzaron a pasear por el Regent’s Park, disfrutando del cantar de las aves y la poca presencia humana que había a esa hora.

“Me alegra que haya escogido ese lugar, señor Väring. En su visita anterior a Londres, mi sobrina Emilia no conoció el Regent’s Park ni mucho menos el atractivo que nos quiere mostrar.”
“Entonces no puedo más que sentirse jubiloso de mi acierto.” Les sonrió, fascinado.
Conversaron mientras caminaban sin prisa por el sendero. La tía Miranda se percató de que su sobrina y el señor Väring compartían temas en común lo cual le llamó la atención. En poco le explicaron toda la anécdota que les hacía conocidos entre ellos, desde la ocasión en que el señor Marth Väring conoció a la señorita Emilia Bennet en el baile (del cual no se atrevió a invitarla a una pieza de baile y tan siquiera hablarle más que un saludo cordial. Situación que se repitió en el baile del Alcalde Trump) a su sorpresiva oferta de incorporación al St. Constantine Hopsital, lugar de caridad que había fundado el señor Väring con su amigo y socio Chrom Rothschild.
El señor Väring agradeció y felicitó a la tía Miranda por la iniciativa que tuvo con Emilia sobre instruirla y educarla más allá de los finos modales que debe recibir una dama sino también educarla en estudios superiores que, hoy en día, la convertían en una enfermera que él mucho admiraba.
A la tía Miranda le hacía gracia como el “jefe” de su sobrina se deshacía en elogios y admiraciones hacia su empleada.
Miranda Lotto conocía a muchos jefes, pero ninguno de ellos mostraba tal encanto hacia sus empleados. Generalmente era al revés, el empleado no escatimaba en elogios hacia su jefe. 
“Hemos llegado.” Señaló el joven Marth Väring.
“Es hermoso.” Emilia abrió sus ojos grandes, al ver el divino jardín de rosas en frente de ella. No podía caber en su éxtasis, tan así que no pudo articular una nueva palabra.
“El Queen Mary’s Rose Garden.” Le habló el señor Väring, sacándola de su ensueño. “Aquí hay una colección de más de cuatrocientas especies distintas de rosas. Pueden percatarse que el jardín tiene rosas de diversos colores y es el corazón vivo del Regent’s Park. Muchos escritores se han inspirado en su belleza para escribir sus poesías e historias.”
“Señor Väring, le estoy muy agradecida de hacerme conocedora de tan espléndido lugar.” La peliblanca le sonrió de modo encantador, a lo que el joven sonrió un poco tímido desviando la mirada.
“Me siento afortunado de darle tal revelación, señorita Bennet.” Le dijo, mirando unas rosas rojas a su costado. “Lady Lotto es fiel seguidora de este lugar. En una ocasión coincidimos amenamente en este sitio. Recuerdo que estaba leyendo una obra de Shakespeare en este momento.”
“Lo recuerdo bien. Como también recuerdo la plática reflexiva que tuvimos sobre sus versos.” Asintió la dama.
Platicaron mientras deambulaban por el Queen Mary’s Rose Garden dejándose hechizar por su maravillosa belleza. Si bien las rosas y la hermosura del lugar era un evento en que Lady Lotto solía ensimismarse en su contemplación, no pudo evitar estar pendiente del señor Väring percatándose de la atención y dedicación que dedicaba a su sobrina Emilia.
Lo curioso era que Emilia no parecía estar al tanto de las atenciones, si bien tímidas y recatadas, del señor Väring. Ella parecía estar pensativa en otros dilemas.
La mañana concluyó con aquel paseo. El señor Väring debía reunirse con su socio y atender los últimos detalles del evento de caridad que se estaba organizando para el St. Constantine Hospital por lo que debía retirarse, se excusó y se despidió de ambas.
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Por su parte, la tía Miranda y Emilia debían encontrarse con el primo Albert en un atractivo turístico de Londres donde el joven se encontraba con las hermanas Bennet. Le dieron el alcance llegando oportunamente cuando Albert y las primas estaban a punto de entrar a una hermosa galería de arte dentro de una construcción parecida a un castillo antiguo remodelado.

“Gran parte del lugar está hecho de mármol blanco y detalles en oro.” Fue contando Albert.
“Es hermoso.” Mery miraba de un lado a otro, no creyendo lo que sus ojos veían.
“Oh, deberían hacer un busto de Sheryl.” Indicó Sayaka, mirando las estatuas de mármol.
“Seguramente el hombre afortunado que se case con la prima Sheryl tendrá lo mismo en mente y nos deleitará con aquella obra encargada.” Sonrió Albert, a lo que Sheryl no pudo sentirse más alagada por sus comentarios.

Las hermanas Bennet, la tía Miranda y el primo Albert comenzaron a recorrer el enorme lugar deleitándose con las piezas de artes en su interior, algunas de ellas databan de siglos y sorprendía lo bien preservadas que se encontraban.

“Esto es admirable.” Dijo Camille, contemplando una enorme pintura retrato colgada en la pared. Era tan real que podía imaginar que la dama ilustrada en el cuadro estaba frente a ella observándola. “Nunca podría pintar así de hermoso.”
“Claro que puedes, Camie.” Le animó Emilia. Las dos hermanas se habían distanciado del grupo al tomar un ala distinta. Estaban un poco preocupadas por perderse, pero suponían que en algún punto se reencontrarían.
“Uh.” Negó con la cabeza. “Ese trabajo requiere años de estudios y perfeccionamiento para lograr una técnica hiperrealista. Yo… Sólo soy aficionada que ha aprendido autodidácticamente.”
“Puede que sólo hayas aprendido por tus medios, pero aun así tus trabajos son magníficos. Si recibes educación al respecto, apuesto que el mismo Rey llamará por ti para que realices sus retratos.”
Camille le sonrió ante sus palabras. Era estupendo estar en Londres con sus hermanas y ahora podía entender por qué Emilia se había enamorado de la ciudad.
“Creo que escucho a la tía Miranda. Es por aquí.” La joven comenzó a caminar en esa dirección.
“Espera Emilia, creo que ese camino nos aleja más.” Camille la iba siguiendo y estaba empeñada en estar junta con su hermana, pero un retrato titulado ¨Los príncipes¨ captó su atención dejándola pasmada en el lugar admirando el trabajo.
“¿O es por aquí?” Emilia entró a otro pasillo. Para cuando se giró ya no escuchaba a la tía Miranda, tampoco veía a Camille. “¿Camie?”  siguió recorriendo el lugar, buscando a sus familiares.
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Por obvios motivos no podía llamarlos con sus nombres porque sería una falta de educación. Fue prudente y caminó con calma hasta encontrar a alguien. En algún punto, entró en la galería de estatuas de mármol. Emilia se quedó un poco en ese sitio observando las obras. Un busto de una dama con un velo en el rostro captó especialmente su atención. Parecía melancólica detrás de ese velo, como si padeciera de un gran sufrimiento el que debía ocultar. No comprendió por qué, pero las facciones de esa dama le recordaban en cierto modo al joven Lancaster. ¿Sería el busto de algún antepasado? Poniendo atención al lugar, las figuras compartían caracterologías estéticas entre ellas, tal vez alguien se inspiró en los Lancaster o bien la persona que las creó tenía un estilo muy definido de facetas.
Salió de la sala y encontró una puerta que daba hacia la salida. Suspiró. Al parecer estaba más perdida de lo que creía y se sentía avergonzada puesto que ella ya había estado antes en ese lugar.
Caminó por el camino de piedras y se apoyó en el muro que separaba la construcción de lo verde del jardín. Era un bonito lugar para contemplar y distraerse un poco. Podría estar allí toda la tarde sintiéndose conectada con el entorno y en armonía de la naturaleza del sector…
Pero se sintió contrariada por una extraña sensación que perturbaba su paz interior (que por fin había logrado) de pronto se sentía observada, incluso como si estuviera siendo asechada. Miro a un costado disimuladamente pero no halló nada ni nadie. No. La mirada la sentía en su nuca. Se volteó sigilosa y atrapó la mirada de aquella persona que la vigilaba en silencio.

“¿Su excelencia, Conde de Lancaster…?” parpadeó incrédula al encontrarlo a un lado de un pilar en forma de columna, observándola al asecho como si se tratase de una presa. Emilia no pudo evitar mostrarse ofendida. “¿Puedo saber el motivo de su interés en observarme prolongadamente sin tener la delicadeza de saludarme tan siquiera?”
“No la observaba a usted… ¿Bennet, cierto? No recuerdo su nombre, espero que disculpe mi falta de memoria.” El Conde Cain Lancaster se mostró, curiosamente, contrariado. Al parecer no esperaba ser descubierto por la joven. “Observaba el jardín, ameno en mi propia soledad y silencio, hasta que vuestra merced apareció quebrantando la soledad. Si me ha descubierto mirándola, ha sido casualidad, puesto que pensaba pedirle que se retirara para así continuar con mi momento de templanza.”
“Lamento interrumpir su momento de soledad y paz. Pero me parece que el lugar, al ser público, me permite estar aquí sin temor a incomodar a un gentil hombre.” Porque no era dueño del lugar como para prohibirle su presencia.

A Emilia le caía mal de hace un buen tiempo el Conde de Lancaster. Era soberbio, arisco, extraño y malo. Había sido él quien desalojó a los huérfanos del histórico Orfanato Hill sólo para construir en el terreno una caballería para los soldados con fines bélicos. También fue él quien decidió no subvencionar los insumos hospitalarios ni apoyar la caridad del St. Constatine Hospital cuando el señor Väring y el señor Rothschild le solicitaron cooperación.
Para ayudar al prójimo más humilde era tacaño, pero para financiar los conflictos de guerra era todo un bondadoso. Tampoco era secreto que el señor conde no sentía aprecio por Bloomington, su comentario en el baile del alcalde Trump había dejado más que convencido a los habitantes de Bloomington sobre el desprecio del señor Conde a sus tierras. “Establo de campesinos e ignorantes.” Había sido el titular de los folletos de difusión por un par de días en Bloomington. Muchos se sentían en desacuerdo que, aquel ilustre señor, les representara como noble.
Y era una suma y sigue. Aquel ser era malo incluso con su gente. Permitiéndole a Ciel Lancaster, su hermano menor, amistad con el señorito Killua von Einzbern (quien se las ideaba para hacerle la vida imposible a Emilia junto a Ciel) pero prohibiéndole la amistad y cercanía con el niño Gon Freecss, quien era la dulzura reencarnada en humano, pero el Conde no permitiría que su hermano cruzara palabras con un “criado”
Emilia tenía jurado que aquel señor se ganó su territorio en el infierno con todos esos “méritos”

A continuación, el noble señor, con su porte y su regia presencia, apuntó una escritura en un cartel de chapa dorada incrustado en la pared. Emilia leyó las letras, molestándose por enterarse de ello.

¨Galería de los Reyes de Lancaster¨
En honor a los que alguna vez fueron los reyes de Inglaterra siglos atrás.
Perfecto. Su excelencia el Conde era dueño de todo lo que ella pisaba.

Emilia hizo una reverencia al señor y procuró retirarse, pero él volvió a hablarle.
“Si bien es una galería de mi familia, es también un sitio público para familias cultas. Intuyo que la dama Lotto y su hijo están aquí también, han de ser bienvenidos, al igual que sus familiares.” Pese a las palabras elegantes y halagadoras, su expresión indiferente no indicaba sentirse precisamente admirado por la presencia de la familia. ¿O tal vez sí? Para Emilia era imposible interpretar al Conde de Lancaster. En el baile, el Blossomhouse, y en donde lo viera seguía siendo una persona extraña y hermética. “Señorita Bennet, me permite consultarle a qué se debe su presencia en Londres”
Emilia notó que el Conde de Lancaster se posicionó estratégicamente delante de ella, obstruyéndole el paso. Era extraño, porque generalmente evitaba el contacto con otros por “indignos” ¿Quería conversar? Eso era aún más extraño.
“Nuestra afectuosa tía Miranda nos ha hecho una hermosa invitación para una estancia en Londres.”
“¿Todas las Bennet?” elevó una ceja.
“Alguna de mis hermanas y yo.” ¿Y qué le importaba a él? En ese momento le gustaría ser un hombre cualquiera y responderle de ese modo. Pero era una señorita y no podía darse ese gusto.
“Es muy gentil la dama Lotto, entonces.”
“Su excelencia ¿Puedo preguntarle el motivo de su estancia en Londres?” y esperaba que no le diera una respuesta tonta e imposible como ¨soy dueño de Londres también¨
“¿Perdón?”
“Pues pensaba que usted, tan dedicado y apasionado por la guerra y por defender la patria, ya se encontraría en el campo de batalla como vuestros hermanos el señor Henry y el señorito Slaine.” Le sonrió dulcemente.
“He de partir en los próximos días. Si es posible, mañana mismo. Lamento defraudarla con mi atrasada aproximación a la muerte, pero tenía asuntos que resolver en la contraloría.”
“Señor…” Emilia bajo la mirada, confundida y contrariada. Le desagradaba el Conde de Lancaster, pero en ningún momento le deseaba la muerte. ¿Por qué daba estocadas tan graves y crueles como respuestas? ¿Siempre era así o era un alma perturbada por la sombra de la muerte? La madre biológica de Cain y Henry, los primeros hijos del Duque Lancaster, había fallecido cuando ellos eran pequeños, Cain habría estado acompañándola en su letargo y los sirvientes rumoreaban que desde entonces el niño se contagió de la lúgubre presencia de la muerte. ¿Tal vez era poético? Emilia alzó una ceja, más confundida. Negó suavemente. “No piense jamás que anhelo que algo malo le suceda a usted. Comprendemos y somos honestos que, en estos escasos momentos de contacto, tenemos altas diferencias de opiniones. Pero ni en esta vida ni en otra desearía verlo mal.”
“Me está mintiendo.”
“¿Perdón?”
“No. Le pregunto. No lo expresé el tono correcto; me corrijo: ¿me está mintiendo?”
“¡Claro que no!”
“Hm”
“¿No debería vuestra gracia decirle a esta dama alguna palabra amable ante esta situación?” le sonrió, divertida por la expresión de incredulidad del conde. Éste se ensimismó más, y Emilia sonrió más. Parecía que no estaba acostumbrado a la honestidad de los otros ni a una extraña amabilidad. ¨Pobrecito. Tan ilustrado y enseñado a dar respuesta a todo y conocer todo, pero no sabe cómo responder amablemente a nada porque no conoce de ello. No puede ganar.¨
“¿Estará en el baile de inauguración por la renovación del palacio de Buckingham?”
“Afortunadamente mi tía Miranda recibió una invitación la cual presenta también una extensión a sus familiares. Sí, iré.” Alzó la mirada al cielo, estaba despejado y hermoso. “¿Usted?”
“No.” Concluyó, haciéndose a un lado. “Dios me ha librado de tal momento.” Extendió un brazo invitándola a pasar al interior de la galería.
“A usted no le gustan los bailes, ¿verdad?”
“No le veo sentido alguno. Es una situación únicamente rimbombante para mujeres ávidas en chismes.” Omitió el comentario que tenía en mente ¨Me sorprende que su madre no esté presente allí¨
“…”
“Señorita Bennet.” Volvió a hacer un gesto para que ella entrara.
“¿Me está echando, su excelencia?” le preguntó divertida.
“Sería una lástima que se enfermara por el clima frío de la intemperie. Si es tan amable, le aconsejo que entre y se reúna con sus familiares.”
Excelente excusa fingir preocuparse por su bienestar para volver a estar solo.
“¿Emilia?” el primo Albert se asomó para ver con quien conversaba Emilia. Al reconocer la figura, hizo una leve reverencia. “Su excelencia.”
“Señor Lotto” hizo un ademán de reverencia. Seguidamente los miró esperando algo puntual de ellos, pero al parecer no entendían su intención. “…” finalmente, tuvo que ceder. Hizo una reverencia a ambos. “Con vuestro permiso.” Dicho esto, se fue del lugar.
“¿Interrumpí algo, querida prima?” Albert miró muy confundido a una sonriente y triunfante Emilia.
“No. Mi querido primo, me has dado la victoria.”
Albert se confundió más, pero se tranquilizó cuando su prima le dijo que luego le comentaría al respecto.

Mientras Emilia caminaba, pensó:“¿Se imaginan tener a ese ser humano por familiar?” si es que se casaba con el joven Henry Lancaster, no tendría más remedio.

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La noche había llegado y toda las Bennet y los Lotto estaban exhaustos después del itinerario de ese día. Mientras todos se dispensaban por la mansión, Emilia fue a buscar la carta que el joven Lancaster le escribió. Al leerla, le encantó saber que él se encontraba bien y estaba agradecido de sus buenos deseos en la carta que ella le envió. Le pedía disculpa si en su carta no tenía el tacto y la delicadeza para referirse a una dama fina como ella puesto que jamás le escribía cartas a nadie salvo las cartas que sagradamente le enviaba a su buen amigo, el señor von Einzbern.
Emilia recordó cuando Avilio le mencionó, en sus incidencias, que le llamaba la atención que ningún Lancaster se escribía entre ellos ni a otros, salvo el joven Henry Lancaster quien escribía únicamente al señor von Einzbern y viceversa.
Pero para escribirle a una sola persona, Emilia sentía que a ella se dedicaba en delicadeza y con fragmentos que parecían dignos de una hermosa poesía. “Es un príncipe” susurró.

Pero su trato la confundía más.
Fue a la sala de estar donde encontró a todas sus hermanas reunidas. La tía Miranda y el primo Albert aún se estaban alistando para reunirse todos para cenar. Emilia entendió que ya no podía ocultarles a sus hermanas más lo que le pasa.

“Tengo algo que contarles…Y necesito que me ayuden con sus consejos pero que prometan, por, sobre todo, no le contaran a nadie. Especialmente a madre”
“Emilia, ¿tuviste otra respuesta sobre el joven Jaeger?” Sheryl se puso de pie, preocupada y lista para dar apoyo a su hermana.
“Aún no.” Negó suavemente.
“Es otro tema, ¿verdad?” Sayi la observó detenidamente. Hace unos días que había notado algo novedoso en Emilia y sentía que se lo estaba guardando.
“…” Camille cruzó miradas con Emilia, descifrando si era lo que tenía en mente. Emilia asintió indicándole que justamente era eso.
“Hermanas. Estoy muy confundida… En los últimos días he recibido una revelación inesperada. Hay una persona, a quien considero inalcanzable y que solo espero su amistad, pero que últimamente ha aclamado otras expectativas.”
“¿¡El doctor Smith!?” Sayaka saltó de su asiento, emocionada.
“Que más dichosa sería yo si así fuera.” Sonrió un poco, todas sus hermanas sabían de su amor ilusorio por el doctor Smith.
“Emila, ¿entonces?” preguntó Cho, con incertidumbre.
“¿Quién?” Mery estaba muy confundida pensando quien podría ser esa persona.
“Bueno, Camille sabe porque le conté a ella hace unos días, pero para ustedes será novedoso e inesperable cuando les diga quién.” Miró a su gemela. “He recibido una propuesta de matrimonio del señor Lancaster.”
“¿¡Qué!?” Las hermanas Bennet se respingaron en sus asientos, se pusieron de pie y fueron hasta donde Emilia para invadirla con preguntar de cómo cuando y muchas más.
“No sé qué responderle. Necesito que me ayuden con sus consejos.” Dijo Emilia. Posteriormente le fue relatando a sus hermanas toda la historia con lujos de detalles.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on November 19, 2019, 07:45:17 PM
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“El señor Lotto y la señorita Bennet” anunció el mayordomo de la casa ante la llegada de la esperada visita. Les llevó hasta la sala de estar, donde estaba la señorita Shelley aguardando su llegada.
Mina Shelley se puso de pie e hizo una reverencia formal la cual recibió una respuesta similar de parte de los dos visitantes. La rubia no podía disimular su emoción al volver a ver a Emilia Bennet, su querida amiga, y no fue recatada en darle un efusivo abrazo desbordante en afecto.
“¡Emilia! Que gusto volver a verte.” Expresó, llena de felicidad. “Señor Lotto, ¡Qué agradable sorpresa!” le sonrió al joven rubio. “Ambos sean bienvenidos a mi hogar.”
“Mina, he anhelado tanto este reencuentro.” Emilia le sonrió, encantada.

Su querida amiga Mina era una joven de cabellos rubios y ojos azules, hija de una familia que se dedicaba a la literatura y al comercio de libros. Sus padres eran escritores y tenían una tienda de libros en Londres, conocida porque a ella acudían escritores contemporáneos a beber un poco de brandy mientras buscaban inspiración en los escritos del lugar. Si bien su amistad era bien instruida en los modales y elegancias que debe tener una joven de su edad, era naturales que se tomase ciertas libertades con sus más conocidos. Conducta que sus padres no desaprobaban pues también la compartían.
Inmediatamente la anfitriona guio a Emilia y a Albert en un recorrido por su casa enseñándoles su hogar.
La casa de Mina era tal como la recordaba Emilia desde su estancia en la mansión de su tía Miranda cuando estuvo en Londres. Sólo había un novedoso detalle que llenó de asombro tanto a Emilia como a su primo, la construcción de una pérgola de vidrio en la terraza del último piso (en total, era una casa de tres pisos) la cual fue convertida en un observatorio astronómico.

“Por las noches, la visión de las estrellas es magnífica en este punto de la casa. Me gusta subir a menudo a distraerme y a buscar inspiración mientras veo las estrellas.” Comentó Mina.
“Que esplendida vista, señorita Shelley.” Comentó Albert, anonadado. Todavía era muy temprano para ver estrellas en el cielo, pero desde esta perspectiva y esa altura, la vista de Londres era increíble.
“Gracias, señor Lotto.” Mina asintió, dedicándole una hermosa sonrisa a aquel joven quien, cuando era pequeña, había sido su amor platónico de niña. Cuando niña quedó prendada de su belleza y buenos modales, y en el presente seguía maravillándose de lo hermoso y amable que era el joven Albert. Pese a que dejo de ser su amor platónico, seguía sintiendo un afecto amistoso por él si bien no era un amigo cercano pero el tiempo que convivió con él cuando iba a visitar a las Bennet a Bloomington les vinculaba de todos modos.
La llegada a la casa del padre de Mina y su hermano mayor, Jean, instó a la anfitriona y a sus invitados a encontrarles para saludarlos. El padre alabó el buen porte que apreció en el joven Albert Lotto a quien lo recordaba de pequeño y admiró la delicadeza y conocimientos de la señorita Emilia de quien tenía recuerdos afectuosos.
Jean era más reservado y poco comunicativo, pero apenas dispuso de un espacio de acercamiento, se aproximó a Albert para invitarlo al salón junto con su padre para enseñarle una atractiva “ave de babilonia”
Los varones se retiraron a dicha sala de artefacto a admirar la criatura echa de engranajes y metales que presentaba la particularidad moverse cuando se le daba cuerda. Fascinados por su construcción, comenzaron a debatir sobre la nueva tecnología que podía nacer. 
Mina aprovechó los momentos a solas con Emilia y la invitó a su jardín, donde le enseñó un pequeño estanque artificial donde tenía unos llamativos peces koi.

“Mi madre se los compró a un comerciante japonés. Ha sido un poco complicado mantenerles, pero sin duda alguna estoy muy encariñada con ellos.” La rubia les lanzó un poco más de comida para que volverán a asomarse. Eran criaturas muy confiadas y a Emilia le hacía gracia como parecían lanzar ¨besos¨ a la superficie con la intención de comer.
Conversaron un poco más, luego fueron hasta una pequeña banca bajo la sombra de un árbol y continuaron con su plática. Estaban tan animadas y emocionadas que saltaban de un tema a otro para ponerse al día en lo posible.
Finalmente, cuando la tarde estaba por extinguirse y las conversaciones más importantes comenzaban a difuminarse, las jóvenes se tomaron unos segundos para contemplarse y sonreírse.
A Emilia le dio la impresión de que Mina quería conversarle de algo que estaba aguardando hasta el momento indicado. Podía notar en su expresión lo ansiosa y expectante que estaba.

“Mina, dime ya, ¿qué es lo que me quieres preguntar desde hace rato?”
“Ah, mi Emilia, ¡cómo me conoces!” Mina rio suave, cubriéndose el rostro. Intuía que los varones pronto se manifestarían en el jardín, seguramente indicando que pronto caería la noche y Albert señalaría que sería prudente volver a casa y dejar a los señores Shelley descansar. Debía aprovechar el momento. “Tengo tanta curiosidad, Emilia. En tus cartas me contaste de que vas a menudo a Blossomhouse a instruir al joven Ciel sobre lecciones de francés; y que, en dicho lugar y en otros, has tenido la ocasión de interactuar con los otros jóvenes Lancaster. ¡Me causa tanta gracia especialmente cuando me comentas sobre el Conde Lancaster! ¿No tienes otra situación que compartirme sobre él?”
“Mina, ¿por qué tienes de pronto tanta curiosidad sobre aquel personaje? Creo que es por quien más me preguntas en nuestras cartas.”
“¿No te hace gracia estar tan cerca de su excelencia y conocerlo directamente? No es algo que suceda todos los días a todas las personas.”
“Pues… No lo pensé así.” Emilia parpadeó, confundida. No sentía que fuera especialmente afortunada de conocerle ni que tampoco fuera algo tan imposible. Ciertamente el Conde Lancaster no era un diamante que irradiaba felicidad y amabilidad, pero dudaba que fuera posible que nadie le pudiese hablar.
“Cuéntame más de él, por favor.” Mina la observó con ojos brillosos y suplicantes.
“Bueno…” Emilia esperaba que su amiga no sufriera de un espantoso enamoramiento por ese sujeto. “Como comenté, le conocí en el baile de Londres y fue mucho menos que grato. Posteriormente, en el baile de presentación de Shura, él mantuvo su postura apática y emitió unos comentarios desafortunados que le valió el repudio de ciertos habitantes de Bloomington. Las pocas ocasiones que lo vi en Blossomhouse cuando el batallón se encontraba en el pueblo y él tenía descanso, resultó ser una persona evitativa con todos y un tanto déspota con sus hermanos… No sé qué decirte realmente, Mina. Hay muy poco que te puedo contar de él a diferencia de sus otros hermanos.” Recordó entonces el encuentro en la galería. “Puedo contarse sobre que lo descubrí asechándome en la galería de Los Reyes de la Rosa Roja. Me pareció curiosa y divertida la situación.” La joven no pudo evitar reírse al recordar. “Si quieres te cuento de ello antes que venga mi primo Albert y me indique de debemos partir.”
“¡Me encantaría escuchar eso!” Mina festejó esa revelación. “Y con detalles, Emilia.”
Entonces Emilia prosiguió a narrarle la historia con lujos de detalles a su amiga, pidiéndole toda la discreción posible. Mina Shelley era discreta y nunca contó nada de lo que Emilia le contaba, así que podía estar segura de confesarle esa extraña anécdota a su amiga.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Apple on November 20, 2019, 09:31:43 PM
Me costó horrores escribir hoy ;_;

7

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Por más que trato, Sheryl apenas pudo conciliar el sueño. Al día siguiente tendría que hacer una visitar a Spencer House junto a Lady Aika. Para fortuna de su tía y su primo la presencia de la dama rusa y Cherche Spencer, una señora casada, hacían que Sheryl no requiera escolta ese día y los Lotto podrían descansar o acompañar a alguna de sus hermanas.

La emoción por visitar la casa de Cherche y la propuesta de matrimonio de Emilia le impedían dormir así que aprovecho el tiempo eligiendo su vestuario para el día siguiente y escribiendo en su diario. Si hubiera tenido que, hubiera admitido que estaba dolida.

Ese día en la calle mientras esperaban a la tía Miranda y a Emilia, vio a Jamie Fraser caminar entre la multitud junto a su secretario. Sheryl intentó llamarlo disimuladamente pero no la escuchó o talvez la ignoro. De todas las cartas que había enviado de los únicos que no había recibido respuesta eran los Fraser. Tanto como los Spencer, el coronel Middleton, Robb Stark y Lady Aika habían respondido a su misiva con invitaciones para comer, tomar el té o simplemente pasar el rato.

Apenas terminó de escribir la sustanciosa entrada del día en su diario se volvió al espejo del tocador de su habitación. A pesar de recibir halagos y mimos de parte de sus hermanas, de sus padres, de su tía y primo ella no se sentía tan extraordinaria. Su madre siempre le había dicho que sería la primera en conseguir una propuesta de matrimonio pero para ella era natural que sus hermanas, más talentosas y amigables recibieran una primero. En especial Emilia con su talento extraordinario para cuidar de los demás.

Sí acaso su hermana aceptaba propuesta de matrimonio del señor Lancaster, quitaría un gran peso de sus espaldas. Por supuesto, ninguna de las hermanas estaba dispuesta a presionar y mucho menos obligar a Emilia a aceptar. Pero si acaso lo hiciera…

Sheryl se dio unas palmaditas en la mejilla. Ya hasta estaba pensando como su madre. Se volvió al reloj de pared y vio que la media noche se acercaba. Sería mejor meterse en la cama e intentar dormir, si es que quería levantarse temprano al día siguiente a arreglarse para su reunión en Spencer House.

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(https://i.imgur.com/Xiv7o4L.png)(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/HqWHURp.png)

Sheryl apenas se despertó a tiempo el día siguiente para tomar un rápido desayuno y arreglar su cabello.

–Afortunadamente has elegido tu ropa con anterioridad, o tal vez estarías más atrasada– la regañó Sayi.

–Bueno, lo más importante ahora es arreglar este cabello- Sayaka batallaba con los largos mechones rubios de Sheryl. Se habían enredado irremediablemente cuando Sheryl se lavó el cabello esa mañana. Mientras Sayaka trataba de desenredar el lado derecho, Cho cepillaba con delicadeza el lado izquierdo.

A Sheryl le apenaba que sus hermanas mayores tuvieran que cuidarle de esa manera cuando podrían estar ocupadas en sus propios asuntos, pero buscaría como recompensarlas después.

–¿A qué hora pasará el carruaje con Lady Aika por ti? – preguntó Cho.

–Al medio día en punto.

–Son las 10:30 y apenas terminamos de desenredarle el cabello– se quejó Sayaka –hay que esperar a que seque para poder peinarlo.

Sheryl por un momento se sintió enormemente abrumada, sus manos jugueteaban nerviosamente con un listón de seda.

–Creo que aún hay tiempo para excusarme con Lady Cherche y Lady Aika…

–Nada de eso, lograremos arreglarte a tiempo– le aseguró Sayi. –Ahora ve a vestirte, pediremos toallas de lino para secar más rápido tu cabello.

Cuando Sheryl desapareció en el vestido junto a Cho, Sayi mandó a pedir paños de lino para secar el cabello de Sheryl.

– ¿Qué pasa con Sheryl hoy? – quiso saber Sayaka.

–Creo que está nerviosa. Me parece que le afecto bastante que el señor Fraser no respondiera su correspondencia y encima que no la viera el otro día– explicó la mayor de las Bennet considerando que también sería prudente pedir un té de manzanilla para calmar los nervios de su hermana.

Sheryl salió acompañada por Cho justo cuando llegaron los paños y el té. Para la ocasión había elegido un bonito vestido de tafeta verde esmeralda que recién le había comprado su tía. El corte imperio se ceñía a su pecho con un listón de seda del mismo color y para acompañarlo utilizaría pendientes de perlas de la colección de la tía Miranda. También tendría ocasión de utilizar un fino brazalete de perlas pequeñas que el tío Robert le había obsequiado para su presentación en sociedad y que parecía bastante extravagante para Bloomington pero que en Londres sería un accesorio apropiado para la tarde.  Usualmente no se vestiría así de llamativa, pero su tía Miranda había insistido: los Spencer eran de las familias más prominentes de Londres y posiblemente de los linajes más icónicos de Gran Bretaña.

Sayaka lanzó un gritito de emoción cuando la vio.

– ¡Luces tan hermosa! ¡Deberías de usar ese vestido para el baile de Buckingham!

–Cho me ayudó a elegir los accesorios ayer. Y ya tengo otro vestido para el baile– le explicó Sheryl. – ¿No creen que es mucho?

–Para nada, recuerda lo que dijo la tía Miranda: debes tratar de encajar– intervino Sayi mientras envolvía el cabello de la rubia en una toalla –Y deja de sentirte mal por lo del señor Fraser.

La rubia se sonrojó al verse descubierta por su hermana mayor y solo asintió con la cabeza; ella misma no se había percatado de que el asunto del señor Fraser le había molestado tanto.

Mientras esperaban a que su cabello estuviera listo para ser peinado Sheryl tomó un poco de té herbal con sus hermanas y hablaron del tan esperado baile. Faltaban un par de días y era el tema de conversación en Londres, además de la guerra. Las damas ansiosas recorrían las tiendas en Regent Street atareando a los modistos que no se daban abasto con tanto vestido por confeccionar y buscando accesorios para complementar sus atuendos. No hacía falta afluencia en los boticarios y perfumerías donde la demanda de carmines, polvos y perfumes no cesaba. Por su parte los caballeros acudían a los famosos sastres de Bond Street; el mismo primo Albert ya les había enseñado su atuendo recién comprado para el baile.

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Por algún milagro, o quizá por la mera fuerza de voluntad de sus hermanas Sheryl estuvo lista a tiempo. Su cabello iba recogido de manera impecable cuando se subió a la calesa donde lady Aika Romanova y su protector, Siegfried Kircheis la fueron a recoger. Sheryl abrazó con alegría a su amiga, tenía varias semanas sin verla y lucia como siempre regia. Llevaba también un vestido de tafeta pero de color rojo y un tocado estilo kokosnik de tamaño discreto pero decorado con zafiros y rubíes.  El señor Kircheis la saludo respetuosamente, él iba con el uniforme de la corte rusa. La pomposidad de ambos alivió a Sheryl porque de ninguna forma se miraba demasiado extravagante y pensó que debía agradecerle doblemente a sus hermanas por su ayuda.  También se dio cuenta de que a pesar de solo ser una visita informal el código de vestimenta en Londres era mucho más estricto.

Lady Aika le contó que se estaba hospedando en el palacio de Kensington y su anfitrión era el príncipe Eduardo, duque que Kent. Añadió que probablemente después del baile se hospedaría con los Spencer de nuevo, pero debía partir a Rusia antes del invierno. Sheryl por su parte le contó todas sus nuevas experiencias en Londres. Probablemente para Lady Aika eran cosas mundanas de su día a día, pero escucho a Sheryl con atención.

La calesa atravesó todo Kensington hasta llegar al área de St. James, en pleno centro de Londres, donde Spencer House se ubicaba. Era un edificio hermoso estilo neoclásico rodeado de otros edificios hermosos. Lady Aika y Sheryl trataron de adivinar cuales serían las casas del tío Robert y los Stark entre risitas. Cuando por fin estacionaron en la entrada principal de Spencer House, lord Spencer salió a recibirlas. Él iba de salida pero se les uniría para la cena junto a los demás caballeros, el señor Kircheis lo acompañaría a hacer sus recados.

Un lacayo las escoltó hacía uno de los múltiples salones de dibujo, donde Cherche Spencer ya las esperaba.
Contenta, le dio la bienvenida a sus amigas con un abrazo y les confirmó las buenas noticias: estaba esperando a un niño que llegaría la próxima primavera. Después de darle las respectivas congratulaciones Sheryl le preguntó sí iría al baile de Buckingham.

–Me temo que estoy obligada querida– explico la dama mientras pedía refrescos y canapés para sus invitadas. –El príncipe regente no me perdonaría si me pierdo del baile. Se le ha ocurrido que si el baile es un éxito, el coronel Wellington volverá victorioso del continente. Cuando una idea se le mete a su majestad a la cabeza, no hay forma de que la abandone. 

–Y probablemente sea la última vez que podamos ver al coronel Middleton– agregó Aika con pesar.

–Antes partir a la guerra sí. Confiemos en que nuestro querido coronel regrese con bien– la animo Cherche.

– ¿Vendrá el coronel hoy? – preguntó Sheryl.

–Por supuesto, junto con Jamie, Éowyn y su pequeño sequito. Aunque no creo que Robb se nos pueda unir, su padre lo tiene atareado con varios asuntos.

– ¿Qué acaso ya le confesó que quiere servir en el ejército?

–Por supuesto. Y es la razón por la cual lo mantiene bajo su cuidado ahora, pues lord Stark teme que Robb pueda huir a Bélgica a pelear.

–Es una lástima, apenas he podido escribirle al señor Stark– confesó Sheryl. Tenía bastantes ganas de ver a Robb, difícilmente se había podido comunicar con él; sus misivas eran breves como las de alguien que precisamente carece de tiempo. –Tampoco he podido comunicarme con los Fraser.

–Ah los Fraser– suspiró Cherche. –De ellos no me sorprende. El coronel Middleton los ha visitado y le pareció que Jamie estaba hasta el cuello con los asuntos de la casa aquí en Londres y Fraser’s Ridge, el pobre apenas anda aprendiendo como administrar sus propiedades… afortunadamente tiene al señor Kushrenada. Y Éowyn sigue ayudando a Clark con lo de su familia.

A Sheryl le tomó por sorpresa lo que acababa de decir Lady Spencer, pues tenía la idea de que los padres usualmente enseñaban a sus hijos varones sobre los asuntos de administración y la economía de sus propiedades y negocios.

–¿Qué el padre del señor Fraser no le instruyó en eso? –preguntó con curiosidad, sintiéndose un poco mal por haberse molestado con Jamie.

Cherche Spencer de mordió el labio inferior en gesto de duda, no estaba segura sí era apropiado de su parte contar la historia de la familia Fraser. Decidió que era historia para otro día al final.

–Me parece mi estimada señorita Bennet que es prudente que el mismo señor Fraser le explique. Pero ¿Por qué no pasamos al comedor? He pedido un almuerzo ligero, para que disfrutemos la cena cuando todos estén presentes.

El almuerzo consistió en pequeños platillos como sopas, carnes blancas y rojas acompañadas de vegetales de la época. Todas las damas optaron por tomar agua y al finalizar té. Para variar la charla se desvió hacia el famoso baile, tiendas de ropa y accesorios y  otras trivialidades.

Cuando llegó la tarde el señor Spencer llegó y tras él los demás invitados. El coronel Middleton tan galante en su casaca roja y el señor Fraser acompañado del joven Adrien excusando a Éowyn, el señor Kushrenada y a Clark por su ausencia ya que su trabajo detectivesco los había alejado un poco de la ciudad.

Cherche Spencer los llevó a un salón diferente a conversar y ponerse al día mientras la cena estaba lista. De nuevo la conversación inevitablemente se volvió al baile, el coronel Middleton como miembro prominente del ejército de su  majestad estaba invitado. Al igual que los Fraser por algún milagro dada su ineptitud social.

Mientras la conversación se desenvolvía Jamie no pudo evitar las miradas insistentes y casi heridas de la señorita Bennet. Pensó en su falta de cortesía por no haberla invitado a su casa, pero esta apenas estaba volviéndose presentable. No imaginaba a un ser de tan etérea belleza sentada en medio de los muebles viejos y arruinados de sus padres en el salón de dibujo tan deprimente. Discretamente se acercó a ella y se sentó a su lado.

–Señorita Bennet, me alegra mucho verla aquí en Londres.

–Señor Fraser, quisiera decir lo mismo. Me sorprende que no nos hayamos topado antes dado que residimos en la misma calle.

–Lo sé, recibí su misiva. Esperaba responderle pero el mantenimiento de la casa  y la revisión de mis libros contables me han impedido responderle apropiadamente o incluso extenderle una invitación. Pero me parece que mi hermana le escribió explicándole la situación.

–Me temo señor que no he recibido ninguna carta de la señorita Éowyn– Sheryl trato de no parecer demasiado sorprendida o culpable por su falta de tacto al responderle de tan manera al señor Fraser.

–Oh Éowyn… – Jamie pasó su mano por sus melena pelirroja exasperado. Por supuesto que Éowyn no escribió, estaba ocupada jugando a los detectives.

Sheryl por su parte se llevó cubrió su boca con la mano avergonzada.

–Oh señor Fraser, que mal entendido. Creí que había ignorado mi carta y cuando lo salude en la calle en aquella ocasión…

–Me temó que no la vi señorita Bennet, mi cabeza ha estado inundada por varias preocupaciones estos días. Debo confesarle que Robb me preocupa bastante, pero no solo eso. En palabras de Adrien, mi casa era una pocilga cuando llegamos a Londres. No hemos estado ahí en mucho tiempo y la he descuidado bastante. Definitivamente no estaba en estado para recibir visitas, mucho menos de alguien como usted…

– ¿Alguien como yo señor Fraser?

–Una joven tan distinguida y fina como usted– continuó Jamie antes de aclararse la garganta –Sin embargo debo admitir que todo esto ha sido mi culpa, es mi responsabilidad responder a todas las cartas que lleguen a mi casa sin excepción ¿hay alguna forma en la que pueda compensarle?

–No se me ocurre ninguna, señor– sí Jamie se sentía avergonzado, Sheryl se sentía aún más. Por supuesto que el señor Fraser se encontraba ocupado, apenas había regresado de un viaje muy largo. Se regañó a si misma por haber sido dura con él sin conocer antes su circunstancias.

–Sí me permite entonces, me gustaría pedirle el primer baile en la velada en Buckingham. Eso, hasta que se me ocurra una mejor forma de compensarla.

–En absoluto señor Fraser– sonrió Sheryl. –No creo merecer ninguna compensación, y si acaso la mereciera, concederle el primer baile es más que suficiente. 

El señor Fraser sonrió satisfecho y la escoltó hacía el comedor cuando por fin estuvo lista la cena. El resto de la velada transcurrió con la alegría de todos los presentes esperando el anticipado baile del príncipe regente.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on November 20, 2019, 11:05:06 PM
(https://i.imgur.com/yjmTvxB.png)

1815, London

El ser invitadas a un baile era una ocurrencia común en la sociedad de las hermanas Bennet, pues a pesar de vivir en una ciudad mucho más resumida que Londres, los eventos sociales nunca habían escatimado en Bloomington. Estaban acostumbradas a las preparaciones que cada invitación conllevaba, y al protocolo que debían seguir en estos.

Sin embargo, una invitación al mismísimo palacio de Buckingham era tan especial, tan fuera de su propio contexto, que hacía dudar si acaso las mismas reglas aplicaban en ese mundo de ostentosidad. Y, aunque la tía Miranda les aseguraba que pensarlo demasiado solo afectaría su semblante, era inevitable la ansiedad y expectativa que empezaba a sentirse conforme la fecha se acercaba.

No ayudó que apenas la señora Bennet fuera comunicada del evento, Avilio apareciera con nada menos que siete cartas -una para cada hija- cargadas de sugerencias y preparativos que ella consideraba debían pulir para lucir el apellido familiar. Y, acompañando las misivas: Una larga y detallada carta a su querida hermana Miranda, rogándole que usara su status y ayudara en lo que pudiera a sus pobres sobrinas pueblerinas.

La tía Miranda se lo tomó con humor. Pese a tener personalidades diferentes, sus sobrinas eran perfectamente capaces de integrarse a la sociedad capitalina: Eran sociales, de carácter agradable, y podían sostener conversaciones tanto amenas como inteligentes. La preocupación de la señora Bennet no tenía más fundamento que lo imaginado por su propia paranoia… pero con tal de satisfacer a su hermana y entretener a sus sobrinas, tuvo una idea que hizo la espera algo más llevadera.

Entre pruebas de vestido, así como las compras de zapatos, lazos, abrigos y guantes, la tía Miranda contrató un maestro de danza para que reforzara las posiciones de baile, así como para practicar aquellos pasos más complicados. Al asegurarse que la etiqueta a seguir en un baile capitalino era indiscernible a lo que estaban acostumbradas en Bloomington ayudó a aplacar los nervios, desestimar las advertencias de su madre, y finalmente reemplazar la ansiedad con las ansias de que llegara el evento en cuestión.

Por las tardes, aquellas hermanas que no estuvieran ocupadas con visitas aprovechaban las habitaciones más grandes de Gracechurch para practicar la danza, ya sea entre ellas, o turnándose al primo Albert. Sayi acompañaba con el violín de tanto en tanto, y Pancake ladraba mientras perseguía a las bailarinas cruzando el salón de extremo a extremo.

Todo ayudaba en la misión de pulir su destreza— después de todo, debían asegurarse de desarrollar suficiente stamina para bailar todo lo que su corazón deseara.

“Por favor… ya… suficiente…” rogó el primo Albert, desplomándose en una de las sillas cercanas “No hemos dejado de bailar en dos horas”
“¡Pero Albert! ¡Aún tenemos que practicar el cotillion!” le azuzó Mery. La menor de las hermanas Bennet era sin duda la bailarina más prodigiosa, y aquella que más disfrutaba de la danza “Y no te olvides que Cho quería practicar el Minuet contigo”
“Quizás… ¿y si practicamos el Boulanger?” dijo Albert, poniéndose de pie “Algo un poco más tranquilo, para recuperar el aliento”
“El único al que le falta aliento es a ti, primo” dijo Sayaka con una sonrisa “¿Cómo piensas impresionar a una buena dama si no das abasto como bailarín?”

La tía Miranda disfrutaba de su casa rebosando con las risas de su familia, y deseó que esos días duraran mucho más tiempo…

Pues el haber sido bendecida con siete lindas sobrinas, disponibles todas, solo podía darle una certeza: Que aquel sería, muy probablemente, el último otoño que disfrutarían todas juntas bajo un mismo techo.



El palacio de Buckingham era un edificio formidable. Por mucho, el inmueble más grandioso que hubieran visto en sus vidas.

Tras dejar las calesas en la entrada, la tía Miranda, el primo Albert, y las siete hermanas Bennet fueron escoltadas por un asistente de palacio hasta el gran salón de baile, no sin antes maravillarse por las galerías y los tesoros adornando el camino a su destino.

El gran salón ya se encontraba rebosando de gente, pero el grupo permaneció unido mientras el maestro de ceremonias tomaba el nombre de todos. Entonces se excusó y, para su gran sorpresa, la mismísima princesa Charlotte apareció a darles la bienvenida. Tan hermosa y elegante como se le describía, las hermanas Bennet no pudieron creer su suerte al ser bienvenidas tan cordialmente por la misma princesa, aquella destinada a convertirse en reina en un futuro no muy lejano.

Antes de seguir dandole la vuelta al salón, la princesa les agradeció por asistir, y deseó de todo corazón visitar pronto su natal Bloomington. Anunció que, si todos sus habitantes eran tan encantadores como lo eran ellas, entonces Bloomington merecía ser conocida como una de las ciudades más gratas de Inglaterra.

“Es un ángel en persona” dijo el primo Albert, mientras le observaba saludar a otro grupo de recién llegados “Tan amable, y tan pronta a recibir a cada uno de sus invitados. Lamentablemente una cualidad que suele perderse en la realeza”

Sabían a quién se refería: Por aquí y allá escuchaban comentarios referentes al príncipe regente, y cómo tanto lujo y pomposidad no era propio de un país lidiando con la amenaza Napoleónica. Aún así, a caballo regalado no se le miraba el diente, y lo mejor que podían hacer ellas era sacarle provecho a un evento de perfil tan alto como aquel.

La orquesta ya inundaba el salón y el centro estaba ocupado de parejas ensimismadas en un pulido country dance. Los pies de las hermanas picaban por lucir todo lo practicado en Gracechurch, y la tía Miranda estaba segura que dentro de poco el grupo se vería más esparcido, una vez los caballeros se percataran de tantas damas dispuestas a socializar.

A la distancia, una querida amiga de la tía Miranda y el primo Albert les saludó, y ella fue pronta en introducirla a su grupo de sobrinas.

Era el primero de muchos encuentros que las hermanas Bennet mantendrían esa noche.




Ahoy bishoujos!

Con esto damos inicio al baile en el palacio de Buckingham~ este será el último fic introductorio que se dejará hasta el inicio de invierno (de vuelta en Longbourn/Bloomington) el cual será posteado el domingo 8 de Diciembre. Dependerá de cada una cuantos fics dejan en el baile o en Londres en lo que quede de tiempo en otoño uwu también pueden saltar a su regreso a Bloomington si así lo desean. Depende de cada una como organizan lo que quede de su otoño/visita a Londres.

Muchos eventos se vienen en el fic, así que no se olviden de pasarse ya sea por el tema de planeación o la conversa grupal en facebook para coordinar ;D

Also, iconos gratisssss: http://write.btproject.org/52/(pride-and-prejudice)-i-declare-after-all-there-is-no-enjoyment-like-reading!'/msg9181/#msg9181

Happy writing~
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on November 30, 2019, 08:47:51 PM
Fic del baile parte I

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XI. (Part 1)

No habían transcurrido ni diez minutos cuando apareció Ayesha en el gran salón y, para alegria de Cho, optó por unirseles para así ponerse al día con los últimos sucesos.

Siendo una de las hermanas más tímidas de las Bennet, Sayi agradecía la buena relación que Cho había formado con Ayesha, pues gracias a su sociedad era que su hermana podía disfrutar de un círculo más amplio, y descansar un poco de su huerto y de todos los hobbies a los que se dedicaba.

Uno de esos círculos a los que su hermana había ingresado era el de el grupo de japoneses que visito a los Cranach de Bloomington hace apenas unas semanas, y Ayesha venia contando su expectativa sobre un conocido suyo.

“¿Es relacionado al caballero que te invito a bailar?” Les interrumpió Sayi, y Ayesha asintió alegremente.
“Al parecer un pariente suyo ha prometido venir al baile. Me lo contó Astrid en su última carta” dijo la joven, ansiosa “¿No les da curiosidad? Estos caballeros extranjeros han traído un aire tan fresco y rejuvenecedor a nuestras conversaciones, me pregunto cómo será esta persona...”
“Si se parece en algo al señor Namazuo o al señor Ichigo seremos afortunadas de volvernos sus conocidas” asintió Cho
“Y quien sabe, si es un caballero quizás y también te inviten a bailar, querida Cho” bromeo Ayesha y Cho tuvo que esconder el punzón de vergüenza que sintió. Ayesha se apuró a disculparse entre risas.
“Y hablando de bailar...” anunció una cuarta voz.

Se trataba del primo Albert, quien tras saludar a Ayesha e intercambiar pleitesías, se dirigió hacia su prima Sayi, recordándole la promesa de esa noche.

Albert le extendió la mano derecha y la mayor de las Bennet supo que era el momento de su primer baile. Tras dejar a Cho y Ayesha continuando su conversación, ambos se pusieron en posición, y Sayi le dedicó a su primo una pequeña sonrisa junto a la reverencia que marcaba el inicio de la pieza.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/p0ygBtN.png)

Mientras danzaba con Albert, Sayi notó a Sheryl bailando con el señor Fraser a unas parejas de distancia, y su rostro se iluminó ante la escena. Su hermana y el escocés hacían una pareja de pintura, y si bien Sheryl siempre era sumamente cuidadosa en esconder sus preferencias, Sayi la conocía bien, e intentaba hacer memoria si alguna vez la había visto tan feliz en compañía de un caballero.

Y le debía una disculpa a su hermana si se equivocaba, pero no podía rememorar tal evento.

Como si le hubiera leído la mente, Sheryl también se percató de ella y la saludo con una sonrisa. Su corazón se alegró al ver el semblante de la rubia tan animado, ahora que podía desestimar por completo el malentendido con el señor Fraser.

“Me alegra que Londres haya traído tanta felicidad a mis hermanas” le comentó a su primo “Aún con noticias agradables, o con aquellas lejos de ello, estoy muy agradecida a mi tía por habernos invitado” continuó, pensando en Emilia y en la misiva del señor Lancaster “Confiemos en que Eren regrese sano y salvo, pero no puedo concebir un lugar mejor a este para que Emilia reciba la noticia de su desaparición. Te ha tenido a ti y a mi tía, a nosotras, a la señorita Shelley, y hasta a Avilio como consuelo”
“Y no te olvides de los Lancaster, querida prima” agregó Albert con una sonrisa pícara “Uno de ellos, al menos”

Emilia y Camille, inseparables como siempre, conversaban con un pequeño grupo de caballeros, al parecer introducido a ellas por el maestro de ceremonias. Las gemelas se veían preciosas lado a lado, y para Sayi era divertido notar que tan afines eran la una de la otra. Y es que por encima a la conversación que entretenían, aquellos que las conocían íntimamente podían reconocer el idioma de detalles y gestos que solo compartían entre las dos.

“Yo no descontaría al conde tan rápido, querido primo”
Albert alzo las cejas, intrigado “¿Acaso crees que Emilia acepte al señor Henry?”
“No se si me refiero exactamente a eso” respondió Sayi, mirando en dirección a la entrada del salón. Se preguntaba si, pese a haber dicho lo contrario, el conde haría acto de presencia esa noche “Pero creo que me harías un favor si ignoraras mis ideas, que me temo Emilia no me volvería a dirigir la palabra si las nombrara”
“Me parece que tienes razón, mejor no entretengamos más el pensamiento” acepto Albert, trayendo una pregunta diferente a colación “Dime Sayi, así como esta visita le ha hecho tanto bien a todas tus hermanas, ¿acaso puedes decir lo mismo de ti?”

Sayi se tomó un momento para pensar su respuesta, pero no demoro en asentir.

“La felicidad de mis hermanas es la mía propia, querido primo”
Sin embargo aquello no convenció al rubio “Sayi, me gustaría que así cómo estás tan al pendiente de tus hermanas, también veles por tu propia felicidad. Temo que lo sucedido con el señor Grandchester haya cambiado las expectativas de tu sociedad, y me rompería el corazón si pensaras que una pareja no esté en tu futuro, y te niegues a entretener prospectos por ello”
“No sabes cómo agradezco tu preocupación” le dijo Sayi. Era el mismo sentimiento que su querida Sayaka le repetía a menudo pero, esta vez, de parte del primo que tanto admiraba. No pudo evitar preguntarse si Sayaka o la tía Miranda le habían pedido que interviniera por ellas “Te prometo tener presente tus palabras siempre, pero te pido que por favor no te preocupes. Creo que mi corazón solo se está dando un merecido descanso luego de entretener una ilusión un muy largo tiempo”
El primo Albert sonrió “Yo también estaré aquí para cualquier cosa que necesites. También quiero que recuerdes eso”

Apenas la pieza terminó, Mery fue pronta en tomar su lugar como la próxima pareja de Albert, y Sayi se fue en busca de Sayaka, su fiel acompañante en eventos como ese. No obstante, apenas se vieron reunidas, el primo Neil apareció de la nada a reclamar el segundo baile con ella, y Sayi pensó que se vería obligada a mantener su promesa cuando en eso divisó al señor Souton caminar hacia ellas.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/HqWHURp.png) (https://i.imgur.com/hiEmx9M.png) (https://i.imgur.com/8GgXSx5.png)

“¡Señor Souton!” Sayaka y Sayi hicieron una reverencia, y la mayor le presentó a su primo no querido “Primo Neil, le presentó a mi buen amigo el señor Souton. Señor Souton, el es mi primo, Neil Leagan” bastó una mirada a su primo para ver que reconocía al señor Souton de algún otro lado “Me temo que le debo una disculpa, señor Souton, al aceptar su pedido de un segundo baile se me olvidó que le había ofrecido la siguiente pieza a mi primo Neil, y me temo que tendremos que pedirle nos espere...”
“Querida prima por favor, no tenemos que incomodar al señor Souton en lo absoluto” las palabras eran como miel en boca de su primo. Era evidente que buscaba ubicarse en el favor de su nueva sociedad “Señor Souton, por favor, permítame cederle esta pieza con mi queridísima prima Sayi. Nos haría un gentileza impagable”

Aún si le revolvía el estómago que Neil se refiriera a ambos juntos, la joven sintió gran alivio al haberse salido con le suya. El señor Souton aceptó con una sonrisa, pero cuando Sayi pensó que se había librado del primo no querido fue que este le recordó que le debía un baile, y la joven tuvo que aceptar que aquel era un mal que tendría que no podría escapar para siempre.

“Dado que me encuentro disponible, ¿prima Sayaka? ¿Me haría el honor?”

Del brazo del señor Souton, Sayi a duras penas pudo esconder su espanto al ver las consecuencias de sus actos golpear de semejante manera. Pero Sayaka era mucho más perspicaz que ella, y ya tenia una respuesta lista por disparar.

“Me temo que le prometí el siguiente baile a... oh, ¡donde se fue! Oh, ¡allá lo veo! Con permiso”

Y tras la reverencia más diminuta su hermana salió rápidamente hacia el otro extremo del salón. El señor Souton y Sayi también se excusaron, y una vez estuvieron lejos de Neil fue que Sayi se permitió las risas que llevaba conteniendo.

“El ingenio de tu hermana es admirable” río también el señor Souton, una vez empezaron a bailar “Así que ese era tu primo no querido, ¿aquel que heredara Longbourn de tu padre?” Sayi asintió “Parecía muy interesado en ti”
Pero Sayi desestimó ello con una mano “Le gusta hacer eso con todas, pero el premio en su mira siempre ha sido Sheryl” dijo, y buscó a su hermana con la mirada. La ubicó en compañía de  la señora Spencer y el resto del Bloomington Posse “Me alegra tanto que Sheryl se haya hecho tan cercana de un circulo social que la merezca. Todos tan amables y elegantes como ella”
“Oh, me perdonaran el error pero, me parece que la señorita Bennet no estaba mintiendo”

Sayi siguió la mirada del señor Souton y para su sorpresa ubicó a Sayaka al otro lado del grupo de baile, con una pareja que Sayi no reconoció. Cuando finalmente cruzó miradas con su hermana, la inquisitiva fue tácita y la respuesta fue un ligero encoger de hombros que dibujó una sonrisa en el rostro de la mayor.

El baile terminó y el grupo pudo reunirse, pero el caballero que bailó con Sayaka fue rápido en pedirle el próximo baile a su hermana. Era un cumplido enorme, uno que la señora Bennet hubiera aplaudido, pero de la manera más amable Sayaka le prometió cumplir con otra pieza antes de terminar la noche, más no en ese momento porque necesitaba descansar. El caballero se excusó feliz, prometiendo buscarla mas tarde, pero Sayi sabía leer las intenciones de su hermana para saber que ello no iba a concretarse.

Una pareja se acercó al señor Souton, y este fue rápido en presentarles a las señoritas Bennet. Si bien los dos eran tan amables como su amigo, fue evidente que el señor Souton no había disfrutado de su compañía en mucho tiempo y, dado que el tema de conversación no era uno que las incluía mucho, ello permitió a las hermanas cederles el reencuentro y tener una conversación aparte.

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Sayi quería saber porque la negativa de su hermana a ese caballero, pero ni siquiera tuvo que formular la pregunta.

“Luego del ofrecimiento de Neil, le dije al maestro de ceremonias que me urgía un compañero de baile y el me introdujo al señor Florence” le explicó, mientras observaba el siguiente baile empezar sin ellas “Llegó en el momento preciso y cumplió con el cometido, pero siendo franca, querida hermana, no encuentro la sociedad de Londres como una que me llame la atención. Y mucho menos pienso entretener los sentimientos de alguien con quien no compartiría mi futuro”

Sayaka continuó observando el baile en silencio, y Sayi se pregunto si su imposibilidad de verse en la capital iba de la mano con cierto castaño de regreso en Bloomington.

Desde hace mucho tiempo que Sayi cargaba con varias preguntas al respecto, y apenas estuvo por lanzarle la primera fue que su mirada se dirigió a la entrada del salón, pero en lugar del duque de Lancaster, o el pariente de los japoneses, fue Terry quien acababa de ingresar al recinto del brazo de una dama que Sayi solo dedujo cómo la nueva señora Grandchester.

Sayaka, tan perceptiva como siempre, no tardó en juntar dos con dos cuando vio a su hermana dejar el gran salón en dirección a una de las galerías. Cuando Sayi se vio algo más alejada de la multitud, y fuera de la vista de Terry, fue que dejo de correr y tanto Sayaka como el señor Souton le dieron el alcance.

“¿Se encuentra bien?” el señor Souton se veía sumamente preocupado y Sayi se sintió culpable, pues aún no se había animado a confiarle lo sucedido con el señor Grandchester “No se le ve nada bien. Me preocupa lo pálida que se ha puesto”

¿Cómo no pudo prevenir que Terry haría aparición? En su cabeza, luego de contraer nupcias, los Grandchester deberían haberse mudado a Longbury Manor, su casa ancestral... pero no Sayi contempló la posibilidad de que los Grandchester hayan optado por asentarse en Londres, y por ende ser invitados al baile. Y tan nula había sido la comunicación entre los Grandchester y los Bennet -inclusive su madre, quien hacía oídos sordos a cualquier chisme proveniente de Longbury- que no habían anticipado este bochornoso escenario, de la misma manera que no había preparado una manera de lidiar con el.

Sayi agradeció al señor Souton por su preocupación antes de dirigirse a Sayaka.

“Me temo que tendré que retirarme” dijo, las lágrimas empezándole a picar los ojos “Ya les cause demasiado problemas a todas en el último baile en Bloomington por mi encuentro con él. No soportaría angustiarlas de nuevo. Lo mejor sería que me retirara sin levantar sospechas”
“¿Y huir de cada evento donde aparezca Terry? No mereces hacerte tu a un lado cada vez que el se manifieste. El no es un fantasma, no le des ese poder sobre ti” respondió Sayaka “Hermana, y si nosotras nos angustiamos en el baile anterior era precisamente porque te fuiste. ¿Como se supone que disfrutemos de todo corazón si tu no estas con nosotras? ¿Si estás lejos, y te sientes miserable?”

Las palabras de Sayaka golpeaban con razón, pero aún si quería sobrellevar esa desazón y dejar a sus hermanas disfrutar del baile sin pensar dos veces en ella, no creía poder sobrevivir otro encare de Terry, mucho menos en el evento más ilustre que atendería en su vida.

“¿Que podríamos hacer?”
“Voy a buscar a la tía Miranda y al primo Albert, ellos sabrán cómo comunicarse con él. Lo haría yo pero, me temo que terminaría dándole en la otra mejilla” Sayi sonrió y Sayaka se dirigió al señor Souton “No me demoraré, ¿podría quedarse con ella un momento?”
“Por supuesto”

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/hiEmx9M.png)

Sayaka regresó al salón de baile y Sayi y el señor Souton la siguieron parte del camino, aún manteniéndose a distancia del resto y fuera de vista del señor Grandchester, quien se encontraba ocupado con un grupo de caballeros de cabello blanco. Sayi lo contempló un momento, entristeciéndose al no encontrarlo cambiado, y por encima de la vergüenza y la decepción... sintiendo nostalgia por no poder acercarse más a él.

“Señorita Bennet”

Sayi se giró hacia el señor Souton, quien también observaba al señor Grandchester pero inseguro sobre qué debía sentir.

“Quiero pensar que he conversado suficiente con usted para darme una buena idea de su persona, pero esta noche le confieso que he quedado en blanco” Sayi juntó los labios, preparándose para la explicación que le debía a su amigo “No le preguntaría si no supiera de antemano lo sinceras que siempre son sus respuestas, y si no desea compartir no volveré a tocar el tema y todo quedará como siempre, pero...”
Sayi sonrió, agradeciéndole su delicadeza “Señor Souton, no solo deseo compartir, sino siento que le debo la respuesta más resuelta que pudiera darle. Usted que presenció mi repudiable reacción, y que aun así está a mi lado, dispuesto a escuchar”

Entonces Sayi le contó de su relación con el señor Grandchester, de su infancia creciendo juntos y del prospecto que se formó alrededor de ellos. Sintió el color subirle a las mejillas, y evitó mirar al señor Souton directamente al contarle de manera breve -pero honesta- de los sentimientos que había albergado por Terry, y la subsecuente decepción ante la expectativa no reciprocada, así como la posición de los Bennet con el señor Grandchester y su familia a partir de los hechos que siguieron.

“Cuesta creer que apenas y han pasado unos pocos meses desde el baile de primavera, pues siento que ha transcurrido una vida con todo lo sucedido este año. Para mi, conocer a Hagu, Kisa y la señora Hann, así como a usted y al señor Morewood. Entre nuevas amistades y tiempos placenteros he podido sanar y pensar mejor lo sucedido... pero me temo que aún no consigo manejar el protocolo al cruzarme con el en sociedad”
“Señorita Bennet... muchas gracias por sincerarse conmigo. Su entereza ante tal decepción no es nada menos que admirable, y puedo decir que comparto la opinión de su hermana: Usted no merece esconderse del señor Grandchester. No si desea sobrellevar lo sucedido por completo, y disfrutar de su vida sin mirar sobre sus hombros”
“Agradezco de todo corazón sus palabras. Es difícil pensar quien seré o a que aspiraré una vez suficiente tiempo haya transcurrido pues, como usted sabrá, una expectativa y decepción cómo está tacha la imagen de una dama irrevocablemente, sobretodo en un círculo tan pequeño como el mío” continuo Sayi “No me animo a romperle las esperanzas a mi madre, pero estoy haciendo las paces con volverme la tía favorita de todos sus nietos, aquella que puede dedicarse a ellos al no tener propios por los que velar”
“¡Señorita Bennet!” exclamó el señor Souton, frustrado por escucharla darse por vencida, y entretenido por la precipitada imagen que pintaba de su futuro “No diga eso favor. Usted haría feliz a un afortunado caballero, uno que la merezca, y uno que hará feliz a la señora Bennet, pues según veo esa es la clave para un matrimonio exitoso en su familia”

Ambos rieron y Sayi se sintió afortunada. No podía contar sus bendiciones por tener su amistad. Pues si bien compartir lo sucedido con Terry había sido tan complicado como embarazoso, el señor Souton no la juzgaba negativamente por ello, y todavía hacia un punto en animarle... dejando claro que estaba ahí para apoyarla incondicionalmente.

Y con esa certeza fue que finalmente se animó a preguntar por el señor Morewood, y contarle lo sucedido durante la última cena que compartieron en Longbourn, antes de partir a Londres.

“¿Que fue lo que le dijo exactamente?”
“Me dijo que disculpara su impertinencia, pero que estaba desesperado...” le contaba, intentando recordar las palabras exactas que el señor Morewood dijo aquella noche “Que no tenía más vueltas que dar, y que solo yo podía mendar una brecha?”
“Ya veo”
“Me tomo de las manos y estaba por pedirme un favor, pero entonces dijo que me esperaría al regresar de Londres” Sayi frunció el ceño, preocupada “Mi madre piensa que me va a hacer esa propuesta, pero estaba tan fuera de si que dudo esa haya sido su intención. No puedo no darle cierta razón a mi madre, sin embargo, pues su actuar conmigo fue tan intimo... me es difícil pensar a que vino esa actitud”
“Oh Shinobu...” murmuró el señor Souton, y entonces quedó en silencio.
“Mi intención no es menospreciar al señor Morewood, por supuesto que no” se apuró en decir Sayi ante la contemplación del rubio “Así como usted, él es un buen amigo mío, y la razón que se lo cuento es solo para esclarecer el porqué de tal preocupación”
“No se preocupe por eso, señorita Bennet. Más bien, gracias por su sinceridad. Y viendo que usted ya ha sido inmiscuida en los planes de mi amigo, me temo que debo empezar esta explicación con una disculpa de parte mía”
“¿Suya? ¿A que se refiere con ello?”

A la distancia, los amigos del señor Souton lo ubicaron entre la gente, y este les saludo de regreso con una sonrisa apenada.

“¿Me puede esperar unos minutos? Me temo que por la llegada del señor Grandchester me aleje de ellos sin explicación alguna, y me gustaría enmendar ello” Sayi se disculpó por lo ocasionado, pero el señor Souton le pidió que no se preocupara “No demoraré mucho, y entonces prometo contarle todo con tal que el señor Morewood no la vuelva a tomar por sorpresa”

Entonces Sayi lo dejo ir, con la curiosidad a mil de saber que era lo que tenía por contarle, para así poder descansar del recuerdo del señor Morewood.

A la distancia podía ver a sus hermanas conversar y divertirse y, armada con las palabras de Sayaka, deseo poder unírseles cuanto antes. Ubicó a Terry todavía conversando con su grupo de amistades, cuando en eso vio al primo Albert abrirse paso hacia él, de seguro para hacerle saber de su presencia esa noche.

No deseó ver su rostro cuando recibiera la noticia, por lo que optó por retirarse una vez más hacia una de las galerías, para entretenerse un poco con la colección de arte mientras esperaba a Sayaka volver con el plan de acción.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Apple on November 30, 2019, 10:37:11 PM
Terminaré dividiendo el fic del baile como en tres partes Dx como me imagino el baile:
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.

(https://i.imgur.com/HQzjm7H.png)

State Ball at Buckingham Palace: Part I

There was a star danced, and under that was I born.
-William Shakespeare

El día del baile toda Londres estuvo paralizada. Todos los habitantes estuvieron a la expectativa del baile; los que asistirían y los que no habían planeado veladas en compañía de otros no invitados. Esa noche nadie se quedaría sin bailar. Aún en los sectores más marginales se desplegaron espacios y se improvisaron orquestas para que las personas pudieran festejar.

La fiesta en honor a la nueva renovación del Palacio de Buckingham se había vuelto una celebración a la armada. Pronto varios regimientos con jóvenes solados, experimentados veteranos y los altos mandos del ejército de su Majestad partirían para hacer frente a Napoleón y apoyar a las demás tropas que ya estaban en el frente. Los ánimos en Londres no podían ser mejores.

Sheryl Bennet aún no podía creer que ella y sus hermanas tuvieran tan buena fortuna. Apenas eran unas recién llegadas a Londres pero ya estaban en un baile organizado por el príncipe Regente en un palacio siendo recibidas por la hermosa princesa que algún día se sentaría en el trono de Inglaterra.

Los bailes en Bloomington eran muy bonitos, pero en Londres, en el recién renovado Palacio de Buckingham eran un sueño. Por todos lados se paseaban damas y caballeros en sus mejores vestidos. Era obvio que las señoras no habían escatimado en sus vestidos; por todos lados se escuchaban los rumores de las faltas de tafeta, seda y crepe. No hacían falta los encajes y tules.

Lo que más le gustaba a Sheryl era ver a las señoras con tiaras. Era un privilegio reservado a las mujeres casadas (y que lo pudieran costear). La tía Miranda tenía una de diamantes y turquesas, que lucía orgullosa en su cabeza erguida. Había sido un regalo de bodas de su esposo y mientras les arreglaban el cabello esa tarde la tía Miranda dejó a sus sobrinas probarse la tiara Lotto.

Las damas más jóvenes se tenían que conformar con adornar sus cabecitas con trenzas, broches, plumas y listones. Sheryl disimuladamente se cercioró frente a un espejo de que su peinado con broches dorados estuviera en su lugar. Su tía, siempre tan precavida, había arreglado una cita con un peinador desde que recibieron su invitación al baile. Algo exagerado según el primo Albert, pero necesario, pues dicho peinador era uno de los estilistas más solicitados de Londres. Su nombre era Loui, aprendiz de Léonard Autié quien había sido el peinador y peluquero favorito de María Antonieta. Loui le había relatado a Sheryl sobre sus experiencias peinando a la reina y a media corte en Versailles siendo aún un crio de 13 años bajo la tutela de Léonard. Esa mañana el peinador se había presentado puntual a las diez para peinar a las Bennet y a la tía Miranda acompañado de su aprendiz y cinco asistentes. Arreglaron un metódico sistema: mientras Loui conversaba con alguna sobre el estilo que querían llevar, los asistentes lavaban el pelo de las demás con una mezcla de huevo y brandi, lo enjuagaban con agua de rosas y lo secaban con toallas de lino.

-Te ves bien- le aseguró Sayaka, haciendo que la menor se sobresaltara ligeramente.

Sheryl se volvió a su hermana, sonrojada por haber sido descubierta y por el cumplido que acababa de recibir.

Como todas sus hermanas, Sheryl había puesto bastante empeño en su vestuario para ese día. Su vestido había sido mandado a hacer a la medida y Sheryl había sido paciente en el proceso de selección de las telas y asistió sin falta a todas las pruebas de vestido. También se había tomado su tiempo eligiendo los accesorios. El resultado había deleitado a su tía, hermanas y primo.

Con todo, la intención era dar la mejor impresión posible.

Después de recorrer los salones recién inaugurados del palacio y saludar a varios conocidos Sheryl se encontró con los Fraser. Charlaban animadamente con el coronel Middleton y lady Aika que lucía impresionante esa noche. Contraria a la costumbre inglesa, las damas de la rusa si tenían permitido utilizar tiaras desde que eran introducidas a la sociedad. Lady Aika había optado por una estilo kokoshnik adornada únicamente con diamantes pero lo suficientemente llamativa para demostrar a los ingleses el lujo y riqueza de la corte rusa. Además usaba un bonito vestido color crema que dejaba al descubierto sus hombros, con una banda color celeste y una estrella en la cintura que indicaban que era gran dama de la orden de San Andrés en su natal Rusia.

La señorita Éowyn había optado por un vestido dolor azul cielo de seda y encajes, con un listón negro en su cabello que enmarcaba su bonito rostro. Era un estilo sencillo y práctico, ideal para una dama que llamaba la atención solo con la belleza de su rostro. El coronel Middleton iba con su casaca roja y luciendo sus medallas de guerra. A diferencia del baile de Bloomington ahora parecía más relajado e incluso se había atrevido a pedirle a Lady Aika el primer baile. El señor Fraser, como en todas las ocasiones formales, había peinado sus salvajes rizos pelirrojos hacia atrás y estaba tan encantador como siempre. No tardó mucho en recordarle a Sheryl que bailaría el primer baile con ella.

Mientras el grupo se preguntaba donde estarían los Spencer, Robb Stark apareció y se les unió rápidamente. Lucía un poco cansado pero como siempre estaba afable y apenado por no haber podido visitar a sus amistades durante su tiempo en Londres.

-¿Es que acaso tu padre te ha mantenido como prisionero?- bromeó el señor Fraser.

-No me sorprendería si le  ha conseguido un par de niñeras- continuo el coronel Middleton.
Robb rió con ganas antes de contestarles.

-Ya casi. Me ha echado a su mayordomo a las espaldas y no he encontrado ocasión para escapar. Me aburre mucho estar en casa atendiendo los asuntos de Winterfell y encima acompañar a mi padre a las reuniones del parlamento.

-¿Aún no ha convencido a su padre de dejarle unirse al ejército?- pregunto Sheryl.

-Aún no. Y con el general Wellington preparando ya a sus tropas siento que nunca los alcanzaré.

-¿Pero usted ya tuvo entrenamiento militar señor Stark?- intervino Lady Aika.

-Sí, se me permitió asistir a la academia militar. Pero no sé qué le ha picado a mi padre y no quiere que me una formalmente a las fuerzas.

-Tendrás que escaparte- le aconsejó Jamie en broma mientras le giñaba el ojo.

-Suena muy tentador mi amigo. Talvez el coronel Middleton deseé llevarme con el cuándo parta a Normandía la siguiente semana.

-Oh no, puedo enfrentarme al ejercito de Napoleón yo solo pero no creo poder soportar la furia de Lord Stark sobre mí.

El grupo rió al unísono y se percataron que la orquesta anunció que iniciarían con la primera pieza.

Todos se acercaron a la pista con sus respectivas parejas, después de que Robb le pidiera bailar a Éowyn y así evitarle la molestia de que otro caballero se acercara a pedirle que bailara con él.

Pronto la música comenzó dando inicio al primero de muchos bailes de la noche. Sheryl no podía sentirse más contenta: lucía un vestido y un peinado hermosos, estaba rodeada de sus queridas hermanas y familiares, sin contar a sus amigos y se encontraba en un baile real. Aún no había visto a los Leagan pero esperaba que el primo Neil mantuviera su distancia cuando se diera cuenta de que estaba bailando con el señor Fraser.

Se percató de que Sayi también estaba en el grupo de bailarines junto al primo Albert, y aunque los perdió rápidamente de vista se sintió dichosa de que su hermana decidiera sacarle provecho a la noche.

La primera pieza terminó tan pronto como inició y los bailarines aplaudieron deleitados por el fino trabajo de la orquesta real. El grupo de amigos decidió que no estaría de más ir a buscar una bebida fría antes de continuar bailando y de paso buscar a los Spencer que de seguro estarían ocupados con el grupo del príncipe Regente pero que pronto se les unirían. La noche apenas comenzaba y ya parecía bastante prometedora.

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Cho on November 30, 2019, 10:59:50 PM
Okay ya no ando con el apuro del stop...

Muchas gracias a todas por incluirme en sus fics~ Vengo con un fic antes del baile, y seguramente vendré con uno más que debe ser más pequeño, lo siento (...)



(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)
Su estadía en la residencia de la tía Miranda no podía serle más placentera, ya que luego de tantos sucesos en Bloomington bajo la constante presión de su madre había necesitado un respiro. Salir de la rutina no era lo suyo y prefería quedarse en casa cuidando de su huerto o leyendo en la biblioteca de su padre, pero llegar a Londres probó ser más placentero de lo que había pensado en un inicio. Incluso con el próximo baile y la necesidad de presentarse ante la sociedad local, el tiempo compartido en familia le brindaba de las energías y ánimos para conllevar su responsabilidad.

Faltaban pocos días para el baile y Cho aprovechaba el mediodía para disfrutar de su estadía con toda tranquilidad. Estuvo leyendo los libros que la señora Cranach le había prestado para su viaje, aunque la lectura comenzó a hacérsele pesada y optó a distraerse en la cocina. Había visto a su hermana Emilia compartiendo espacio con Camille y también inmersa en uno de sus nuevos libros de medicina, por lo cual decidió darles una corta visita.

Se apareció en la pérgola del jardín donde las gemelas estaban ocupadas con sus pasatiempos llevando una bandeja con té negro y tazas para las dos.

“No se dejen absorber demasiado,” les recordó amablemente y con una corta sonrisa. “Se han ausentado de adentro por ya mucho. Les viene bien concederse algo de tomar.”
“Te lo agradezco, hermana,” Emilia se vio contenta por la sorpresa y puso su separador en la página que leía para darse un breve descanso. Entonces, observó la bandeja atentamente. “Sólo son dos. ¿No deseas té también?”
“Vengo de la cocina, ya tomé mi ración, muchas gracias,” asintió. “Nos esperará el almuerzo ni bien la tía Miranda regrese con nuestras hermanas. Podría ser pronto.”
“Lo dudo, han salido hace poco,” observó Camille, quien limpiaba sus manos del carboncillo en sus dedos con un pañuelo antes de tomar la tetera para servir la infusión. “Más bien, hace un día muy agradable en el jardín. ¿No te apetece disfrutarlo?”
“Tienes razón. Tengo un deber pendiente donde las hortensias,” Cho sonrió con cierto anhelo y miró hacia esa dirección. Tendría que darse la vuelta al perímetro de la mansión para acudir a esa zona de aquellas deslumbrantes flores. “La tía Miranda ha notado lo mucho que las he admirado, y me dijo que me regalará mi hortensia favorita para llevarla de regreso a Bloomington.”
“¡Ah, esas son buenas noticias!” Camille se emocionó y sus ojos brillaron.
“Somos dichosas de la generosa tía que tenemos,” observó Emilia, sonriente. “Podemos ayudarte a cuidar de esa flor si gustas.”
“Sería un placer,” contestó Cho asintiendo. “Nuestros padres podrían apreciarla si llega a prosperar… tal vez nuestra madre espere que regrese a casa con algo distinto a una flor ornamental, pero sigue siendo muy grato para mí.”

Las hermanas se vieron entretenidas ante el constante recuerdo de las imposiciones de la señora Bennet sobre buscar a algún caballero apropiado y pudieron divagar un poco sobre sus reclamos ante la elección de una flor por Cho por encima de buscar la compañía de un joven señor, lo cual fue fácil de recrear dentro de sus mentes. Así, la hermana mayor se despidió de sus hermanitas y fue hacia esa zona del jardín para observar las plantas.

(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/p0ygBtN.png)
Llegó a los abundantes arbustos y se sentó frente al área más floreada. Los bultos de flores planas y congregadas en formas esféricas le hipnotizaron una vez más, y acercó su rostro para apreciarlas e intentar distinguir el aroma. Eran unas flores bellas, de las cuales había podido leer precisamente de los libros de la señora Cranach. Fueron introducidas a Francia hace apenas unas cuatro décadas, pero comenzaban a hacerse populares pese a continuar siendo exquisitas. El libro también detalló los estudios de botánicos sobre dicha especie y la rumoreada existencia de más variedades en lugares más recónditos del planeta. Era un privilegio observarlas a esa cercanía y más aún ser dichosa de poseerla en su jardín.

Su relajo le hizo pensar en la atareada mañana que había tenido junto a sus otras hermanas. Esperaba que Sheryl estuviera pasando un día muy grato junto a Lady Aika y se maravillaba del alcance y presencia de su querida hermana para incluso conocer a una noble rusa. Luego de ayudarle para su salida, Sayi y Sayaka se sumaron a Mery y la tía Miranda para salir a hacer unas compras previo al almuerzo, y así Cho se quedó para recuperar sus energías. Iría a utilizarlas todas en el tan esperado evento y debía preservarlas.

De repente, observó a su primo Albert acercarse a su punto. Este le sonrió amablemente y le extendió una mano para ayudarle a levantarse.

“¿Qué te trae por aquí en plena soledad, prima?” le preguntó. “Veo que te has maravillado por las flores de mi madre.”
“Así es, estimado primo,” asintió y sonrió con torpeza. “No me estoy comportando del modo más correcto, ¿no es así? Podría recibir un par de llamadas de atención de mi propia progenitora si se encontrara aquí.”
“Pero no lo está, y no hay por qué mantener apariencias entre nosotros,” comentó con cierta diversión. “Eres una joven muy delicada, y sabes comportarte debidamente cuando la situación lo amerita. Confío en tu parecer.”
“Eres muy amable.”
“No obstante, te haría bien salir. Mi madre te ha visto muy enclaustrada y me pidió que te acompañe. No te llamó la atención ir a ver tiendas, así que podríamos hacer algo distinto, ¿qué te parece?”
“¿Cómo así?” Cho mostró una genuina confusión en su rostro y cierto desgano. “¿No deberíamos quedarnos para no llegar tarde al almuerzo?”
“De ello no te preocupes. En todos estos días, la hora para comer ha sido todavía en un largo rato,” le aseguró sin apuros. “Saquemos a Pancake a pasear. Regresaremos enseguida.”

Cho no se hizo de rogar y de aquel modo se retiraron de la mansión para acudir al parque predilecto del primo Albert. Dicho lugar estaba adornado por las personas de la alta sociedad de los alrededores, aunque la presencia del campo verde y distancia entre peatones permitía a la señorita Bennet a tomar un poco de aire y relajarse. Era cierto que le faltaba más por hacer. Continuaba sintiéndose como un pez fuera del agua.

Durante el camino, su primo le realizó una amena conversación que camufló sus intenciones de saber más sobre ella y sus pareceres. Albert anduvo oyendo distintas versiones sobre lo ocurrido durante la presentación de la hermana Bennet más joven y también sobre cada suceso de cada una de ellas, y se dedicó a oír lo que la tranquila y reservada Cho tenía para decirle. Ella le narró sobre su visita a los Cranach, a quienes conoció por medio de su amiga Ayesha, y también sobre aquellos hermanos provenientes de Rotterdam de ascendencia asiática. Así, el mayor pudo averiguar apenas lo que le había llamado más al respecto.

“Aquel primogénito suena como un gentil señor. Te ha dado una impresión grata,” concluyó.
“Así es, ha sido muy amable conmigo. Es un poco extraño,” admitió.
“¿Por qué habría de serlo?”
“Soy la que nunca tiene nada que contar, siempre me he visto así,” dijo con torpeza y cabizbaja. “No esperaría que fuera a bailar conmigo esa noche, aunque tuvo la cortesía de hacerlo. De igual modo, por encontrarme con él donde los Cranach, ha seguido demostrando que tiene un espíritu noble y humilde. Se siente muy natural. Admiro su manera de ser.”
“Dices que también está en Londres. ¿Te gustaría volver a coincidir con él durante el baile?”
“¿Perdón?” Cho estuvo casi escandalizada por dicha pregunta tan directa. Casi podía imaginar a su tía reprenderle, pero al tratarse de su querido primo no había ningún problema en recibirla. De todos modos, la peliceleste pasó a incomodarse y ponerse a pensar. “En verdad me siento un poco incómoda con él. No logro comprenderle.”
“¿Por qué dirías eso?”
“Esa amabilidad… me gusta que las personas sean cuidadosas y delicadas, aunque a la vez no me agrada no conocerlos a plenitud…” se lamentó. “Siento decirte que tienes a una prima llena de contradicciones, querido primo. A este paso quizás nunca llegue a conocer a nadie del modo en el cual mi madre espera que lo haga.”
“No seas tan dura contigo misma,” le dijo aunque no llegó a ocultar cierta confusión por sus palabras. “Siento que no te estas expresando a plenitud, Cho.”
“Tal vez sea cierto,” sonrió incómoda. “Al mismo tiempo, al pensar en el señor Toushirou y apreciar su aura y buenos modales, no puedo evitar pensar que sería el hombre ideal para mi querida amiga Ayesha. Me resultan muy semejantes. A ella sólo le desearía lo mejor y se lo merece. Es precisamente una dama al calibre de nuestra sociedad.”
“La recuerdo. Estaré feliz de verla en el baile,” dijo alegremente. “Y comparto tu observación sobre cuánto realmente se merece, aunque tampoco podrías hablar por otros, prima. A su vez, es el momento en el cual deberías comenzar a velar por ti también. Ayesha te ayudaría grandemente a conocer a más personas en esta basta ciudad.”
“La veré recién en el baile. Tengo entendido que se encuentra ocupada…” al decir esto, bajó su mirada con cierto desaire. “Como siempre, yo no tengo nada más que hacer. Conocer a los señores de nuestra sociedad resulta ajeno para mí, y los bailes me estresan… ¿por qué debería aferrarme a las normas sociales tan al pie de la letra? Quisiera tener la oportunidad de conocer a otras personas en mis propias faenas en el jardín. Un baile no debería ser el sitio para todos.”
“Hay mucha razón en lo que dices, pero…” él se vio entretenido ante su inquietud. “De no haberlos, damitas reservadas como tú nunca tendrían la oportunidad de conocer a los demás. Aquel señor del cual me has hablado se ha vuelto conocido por ti por un baile.”
“Pero…” Cho frunció el ceño con incomodidad, pero su primo habló por encima de ella.
“Y si tanto piensas que él debe ser afín a la deslumbrante Ayesha, ¿por qué fue él quien decidió bailar contigo?”

Al oír dicha pregunta, la peliceleste casi sintió que su cabeza dio vueltas. Su corazón palpitó más acelerado con miedo, confusión y tal vez algo más que no deducía. Negó para despejarse y pretendió cambiar la conversación.

Pero no tuvo que hacerlo, ya que ambos no se habían percatado la repentina y angustiante desaparición de Pancake debido al desbarate de la correa. El usualmente sosegado Albert palideció de pánico y ambos se apresuraron en caminar por el área para ubicar al preciado corgi de Miranda Lotto.

Tuvieron la suerte de detectarlo siendo acariciado por un transeúnte, y cuando se acercaron Cho se impresionó considerablemente. Era aquel peliblanco hermano del señor Toushirou, quien al percibirles se levantó y se les dirigió. Su originalmente tranquilo semblante dirigido a la mascota se endureció y observó a ambos con frialdad y reserva.

“Buenas tardes…” dijo haciendo una reverencia. Él llevaba unos paquetes de una panadería cercana consigo.
“Muy buenas tardes, eh, señor Toushirou,” fallaba en recordar su nombre en aquel momento. Cho se sintió abrumada por su inexpresión y entonces miró a su primo. “C-cierto, le presento a mi primo, Albert Lotto.”
“…” volvió a hacer la misma reverencia. “Un placer… soy Honebami Toushirou.”
“Lo mismo digo,” le saludó el rubio amablemente. “He oído de ustedes. No es frecuente escuchar sobre la presencia de personas de su ascendencia en nuestro círculo. Espero que Londres les sea de su agrado.”
“…” asintió y finalmente desvió su mirada con cierto conflicto y pena. “Discúlpenme. Tengo prisa. Les deseo un buen día… debo retirarme…”
“Sí…” Cho asintió. La joven Bennet recién recapacitó en que pudo haberle pedido el contacto de su hermano al verle marcharse, y no tardó en tener una reacción instintiva de auto reproche. ¿Por qué pediría semejante favor para empezar? La vergüenza se apoderó de su persona.
“Es una persona reservada. Sin embargo, me parece amable,” observó Albert. Este cargó al corgi con alivio y buenos ánimos. “Se llevó mejor con Pancake. Por ello solo le daré crédito.”
“Es cierto…” la chica sonrió incómoda. Parte de ella siguió preguntándose si iría a encontrarse con los hermanos durante ese evento. Tal vez estaban ocupados por la visita de dicho familiar.

Luego de ese pasajero susto, ambos fueron de regreso a la residencia de los Lotto bajo juramento que la dueña no iría a enterarse de lo que acababa de suceder con su mascota.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on December 05, 2019, 07:53:34 PM
Esto es antes del baile. Lo siento ):
Aww y agradezco a todas las que han incluido a mi bishoujo en sus fics <3

(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)
Su excelencia, el señor Richard Cain Lancaster, era natural de Yorkshire, y había nacido bienafortunado en el seno de una familia de linaje honorable que en el curso de los últimos siglos había ido acrecentando su nobleza y su fortuna muy a pesar de las consecuencias de la caída de los Reyes de Lancaster a causa de la guerra de los cien años y de la guerra de las dos rosas. Tal parecía, que el linaje se resistía a extinguirse y perder poderío.
Desde que era un infante, había recibido una buena educación, pero al tener ya desde una edad muy temprana una cierta independencia y visibles ilustraciones que denotaban su inteligencia, su padre, el Duque de Lancaster (de quien tiene el mismo nombre) decidió instruirlo con maestros honoríficos en distintos conocimientos, ciencias y destrezas en la batalla. Empoderándolo como un digno Emperador, pero privándolo de una infancia grata.
La madre biológica del conde y de su hermano Henry había fallecido cuando ambos eran unos niños pequeños. En poco tiempo, el padre contrajo nupcias con otra miembro de la nobleza y pronto tuvo otros seis hijos de este matrimonio. Pronunciado el fallecimiento de su segunda esposa, el Duque tomó por tercera esposa a lady Evangeline con quien tuvo a su último hijo, Ciel Lancaster. Toda la cosecha de hermanos no obstaculizaron la gloria de Cain Lancaster, puesto que se sabía y sentía que ninguno de ellos se le comparaba.
Un futuro prometedor y lleno de grandeza parecía reposar en los hombros rectos del regio heredero de la dinastía Lancaster. Tenía todo el mundo en la palma de su mano y todo lo que no alcanzaba lo destruía, lo construía de nuevo y así lo tenía para sí mismo.
Lo tenía todo.
Pero la señorita Emilia Bennet sabía que aquel carecía de amor hacia otros y no existía en el mundo alguien que profesase amor auténtico hacia su persona. La gente más que respetarlo, le temía. Eso era bastante triste.
Simplemente era imposible adorar a tan pérfido y villanezco personaje como su señoría.
Mientras la señorita Bennet estaba de pie, en el gran salón, siendo observada por su señoría y su acompañante, el conde permanecía recto y enigmático en su sitial destruyéndola con su mirada tan fría. Sin duda alguna, aquel individuo estaba hecho para ser un Rey, pero la proterva desdicha de la caída de sus antepasados le condenó a estar alejado del trono y conformarse con servir a la corona.
 “Señorita Bennet, acérquese.” La dama que estaba sentada en el sitial al lado del conde Lancaster se dirigió a ella con un tono de voz suave y melodioso.
Emilia hizo una reverencia protocolar, alzando levemente su vestido por las puntas, y obedeció a la petición de aquella mujer elegante.
La señora sentada en el sitial con la gracia y fineza propia de una reina era Lady Evangeline Lancaster, esposa (tercera) del duque de Lancaster, madre biológica de Ciel Lancaster y madrastra de Cain Lancaster.
Era una joven de tez pálida, cabello negro azabache y ojos color marrón, en su mejilla alta destacaba un atractivo lunar que hacía ver su rostro como digno de ser plasmado en una obra de arte. En sí, ella era muy bonita y Emilia no podía evitar sorprenderse por lo joven que era para ser una señora y madre.

“Entiendo que es usted a quien se le ha profesado la confianza de instruir a mi querido hijo, Ciel. Mis cercanos me han elogiado especialmente por la notable perfección del francés de mi hijo. Puedo darle ese mérito a usted y estarle agradecida de ello” agradeció, mientras se abanicaba pausadamente.
“Mi Lady, si bien he aportado un grano de arena en la instrucción del señorito Lancaster, ha sido su inteligencia innata la que le ha permitido ser más diestro y fluido en el francés.” Respondió Emilia, suavemente. Si bien pensaba que Ciel era un crío irresponsable con las clases y pedante en lo máximo, no podía hacer ojos ciegos a la inteligencia propia del niño lo que le impulsaba a brillar cada día.

Emilia miró de reojo al conde, éste no inmutaba en su expresión. Estaba contrariada. No entendía por qué la familia Lancaster le citó a su majestuoso castillo en Londres para tener una plática con ella. Sabía que nadie, a excepción del señor von Einzbern, era invitado al hogar de la familia en Londres. Aquello la mantenía nerviosa e inquieta, puesto que podía deducir que no la citaban especialmente para agradecer sus servicios.

“Recuerdo que mi amado esposo especificó al tutor de Ciel en Bloomington a que contratase a un maestro de naturaleza francesa para este oficio. Pero francamente, yo no podía confiar en que un francés estuviera cerca de mi pequeño sabiendo que puede correr un gran peligro. Cuénteme usted, ¿ha sido grata su estancia Blossomhouse?”
“Más que grata, su gracia. Todo en Blossomhouse, desde la atención de la servidumbre hasta el destacado comportamiento noble de vuestro hijo, ha sido más que perfecto.”
“Me alegro.” La pelinegra asintió. Fue en ese instante que notó que la joven en frente suyo, pese a lo incómoda que estaba, permanecía bastante digna frente a ella. Situación muy distinta a la mayoría de las jóvenes a las que se postraban a sus pies. Pero un detalle llamó la atención. Pese a que la señorita Emilia Bennet pudiese estar nerviosa por estar ante la esposa del Duque, dirigiéndose a ella con respeto y con una mirada dócil, la misma cambiaba de actitud cuando observaba de soslayo al joven sentado a su lado, a quien miraba con cierto rechazo. Tal parecía que existía una tensión que trataban de disimular. “Veo que ya conoce usted a mi querido hijo Cain, ¿verdad?” Lady Evangeline sonrió con pillería, con la intención de incomodar a ambos jóvenes “Él me jura que jamás ha cruzado palabra alguna con usted antes, pero presiento, por cómo usted lo mira, que no es así.”
“Y-yo” la pregunta y la información la desconcertó.
“¿Qué me puede decir de mi adorado hijo?” ella articuló una sonrisa escondida detrás de su abanico. Seguidamente, tuvo el acto de extender su fina mano y solicitar la de Cain. Éste accedió en reflejo y ella sostuvo su mano dándole una disimulada caricia. “Como debe saber, el conde de Lancaster es el hijo mayor de mi esposo y ha sido desde muy pequeño la imagen a seguir de todos sus hermanos. Me causa curiosidad que opinión pueda tener la gente más humilde respecto a quién los representa ante la corona.”

Emilia se paralizó. Por primera vez, no sabía que decir. Por un momento se quedó en blanco porque no se le ocurrió nada, pero la cosa empeoró cuando se le ocurrieron cosas; puesto que todas y cada una de ellas era negativa: malo, desprecia a la gente, ambicioso, y, sin duda, es un pésimo ejemplo para todos sus hermanos. Y el detalle de: En Bloomington la mayoría de los pueblerinos lo odia porque ha subido el impuesto, ha condenado a varios a despropiarlos de sus bienes y se refiere al pueblo como “el chiquero de un pordiosero que nadie quiere visitar”
Pero, aunque a Emilia se le ocurrieron cosas buenas (inventadas, por supuesto), no podía articular palabras. Aquel sujeto que parecía evitar todo contacto de humanos, parecía familiarizado y cercano al tacto de su ¨madre¨ lo que le hacía ver un poco más humano. Eso la confundió.

“Madre, no perdamos tiempo en simplezas…” dijo Cain, salvando irónicamente a Emilia.
“Lo siento, querido.” Suspiró, soltando su mano. Volvió a mirar a Emilia. “Señorita Bennet, estoy agradecida de su notable paciencia y responsabilidad con las enseñanzas del señorito Lancaster, evidencia de sus buenas lecciones son los resultados en él hoy. Dado que esto ya ha obtenido los resultados esperados, no queda más que librarla de su compromiso con él.” Anunció.
“Agradezco haber podido ayudar.” Emilia reverenció, manteniendo su semblante templado. Si bien era un alivio librarse de esa obligación, sentía que de todos modos extrañaría los días en Blossomhouse e incluso a Ciel.
“Y otra cosa más…”
“…” Emilia prestó atención a la dama.
“¿Cómo es su relación con mi otro hijo, Henry Lancaster?”
“¿Su gracia?”
“He escuchado que últimamente mi hijo ha demostrado un interés particular en su persona. Algo inusual en él, quien jamás ha dado indicios de interesarse por alguna joven.” Continuó. “Incluso se rumorea que la relación entre ustedes ha sido tanto cercana como afectiva.”
“Lady Lancaster—“
“Comprenda usted que estamos hablando con la honestidad total ante un miembro de la corte y alguien que ha sido elegido por Dios para guiar a nuestro monarca. Ni usted ni yo podemos mentir ante su presencia.”
“…” Emilia observó a Cain. Así que esa era su función, actuar de juez. Se sintió contra la espada y la pared, y también lastimada al confiar una imagen dulce y pura en Lady Lancaster cuando en el fondo tenía otras intenciones más inquisitivas.
“El silencio otorga, niña.” Sonrió. “Me ha contado una sirvienta que ha escuchado al joven Henry hacerle una propuesta en el jardín de Blossomhouse. Una propuesta de matrimonio, para ser exacta. No me juzgue mal. No creo que usted sea una persona arribista o de malas intenciones, su angelical presencia me distancia de esa opinión. No pienso que usted se le haya acercado con esas finalidades… Pero mi señor esposo y… otros familiares, siempre temen que así sea.”
Supuso que lo decía por el señor sentado a su lado. Emilia se sentía morir. El corazón le golpeaba fuerte en el pecho y presentía que en cualquier momento desfallecería. Sentía que había cometido un pecado grave e imperdonable y que debía ser sentenciada y castigada por su falta. Pero no entendía por qué. ¿Tanto poder tenían los Lancaster que la hacían sentir tan vulnerable y culpable de algo de lo que no tenía la culpa?
 “¿Es cierto lo que me informó aquella sirvienta?”
“Señora, yo…” Emilia se sintió pequeña y sola. ¿Por qué fue sola a esa cita? ¿Por qué no fue con su tía Miranda, o Camille o una de sus hermanas? No. No podía involucrarlas en sus errores y problemas. “En efecto el señor Lancaster me ha propuesto matrimonio.”
“¿Y usted que le ha dicho?”
“Le he dado mi negativa en primera instancia, pero ante su desilusión y falta de motivación por volver después de la guerra, le he mantenido la promesa de que pensaré en su propuesta hasta que él regrese. Mi intención no ha sido embaucar al joven Lancaster en ningún sentido perjudicial. Lo vi tan abatido y ausente, que al hacer esa promesa apenas vi un halo de esperanza en su rostro para motivarlo a volver.”
“Entiendo. Entonces es compasión.”
“…”
“¿Qué le dirá para cuando vuelva?”
“Sé mi posición, Lady Lancaster, Sir Lancaster.” Les dijo. “Sé que no puedo aceptar tal compromiso por el origen de mi cuna. Pero les agradecería que no informen de esto al señor Lancaster para que no abandone su interés de regresar a salvo de la guerra.”
“Querida, es muy bondadosa. Lamento haberla puesto en esta situación, pero, créame, era mejor que tuviera esta citación conmigo y con el conde antes que la tuviera con mi esposo, el Duque. Por supuesto que no le diremos nada a Henry ni a otros. Evitemos manchar la reputación de ambos.”
“…”
“Henry Lancaster, además, tiene en otras cosas que pensar más allá de su promesa. Su señor padre ya le prometió como esposo para la señorita Nunnally vi Brittania. A su retorno, tendrá la mente ocupada en su matrimonio con la señorita vi Brittania.”
“…Entiendo.” Emilia se culpó por ser tan ingenua y precipitada, ¿qué les diría ahora a sus hermanas? Sabía que no era seguro lo del matrimonio con el señor Lancaster y que supuestamente ella tenía en sus manos elegirle o no, pero, ahora que estaba oficializado el compromiso con la señorita vi Brittania parecería una tonta. Por supuesto, ante sus hermanas ninguna tendría esa percepción de ella, pero Emilia se sentiría estúpida por el resto de su vida. “No puedo más que desearle todo lo mejor al señor Lancaster y a la señorita vi Brittania.” Se mantuvo serena. Emilia tenía cartas donde el mismo Henry Lancaster le contó de aquel compromiso del cual él no estaba de acuerdo y que rechazaba. Le solicitaba que, por favor, mantuviera la promesa de esperarle pues estaba dispuesto a incluso ser desheredado si era ese el costo. Por lo que no la pilló descolocada.
“Es usted realmente un ángel.” Asintió Evangeline. Lamentaba ser el rostro malvado, pero sabía que, si su marido (quien estaba enterado de la situación) hubiese sido el que llevase la reunión a cabo con la señorita Bennet, ella probablemente saldría destrozada del castillo.
Después de una parca despedida, Emilia pudo salir de Lancannia Castle, al fin. Los Lancaster no tuvieron la sutileza de preparar alguna calesa para su traslado, y ella misma le había solicitado a su tía Miranda y primo Albert que no se preocuparan por ese detalle.

Prefirió retornar a pie pese a la distancia y los paisajes de bosques que rodeaban el castillo. Eso le permitiría pensar. Cuando estuviera cerca de la civilización, abordaría una carroza que la llevase hasta la mansión de la tía Miranda.
No estaba preocupada ni dolida por las palabras de Lady Lancaster. En cierto modo, se había preparado para esa situación gracia a las cartas del señor Lancaster. Pero sí estaba con una sensación de molestia por el trato despreciativo que daban esas personas hacia ella, muy bien disimulado en una hipócrita y cínica actuación. Sabía que detrás de esto estaba el conde y no pudo más que sentir repudio por su cobarde actuar. Seguramente había ido corriendo hasta donde su padre para informarle sobre las insensateces de su hermano Henry.

No pudo evitar darle vuelta esa imagen tan extraña de Lady Lancaster y su acción de tomar la mano de su “hijo” Cain. No había nada del otro mundo. La mujer tuvo aquel reflejo materno hacia él como toda madre cariñosa haría. Pero había algo que no pasó desapercibido por los ojos de Emilia y era la respuesta casi anhelada de Cain por recibir su toque. ¿Quizá no era tan mala persona y podía sentir aprecio por su “madre”? tal vez, sin su madre biológica, aquel ruin se había aferrado a la imagen de una madre proyectándola en Lady Evangeline.
¿Tal vez la amaba? Negó con la cabeza sacándose ese pensamiento. Mina Shelley le llenaba de ideas raras cuando le narraba sus novelas de amores imposibles.

Emilia iba concluyendo en su mente varias cosas: estaba tranquila porque, a pesar de la advertencia disimulada de guardar distancia de Henry Lancaster, no debía culparse salvajemente por estas situaciones y, en el último caso, tenía la honestidad del joven para con la situación. De todos modos, seguía en Emilia decidir y probablemente lo que atesoraba sobre todo era la amistad con el joven. Segunda conclusión era que ya no debía darle lecciones de francés a Ciel Lancaster lo cual le alegraba porque tendría más tiempo libre. Tercero, sabía que el rumor no se esparciría sobre la propuesta del señor Lancaster ya que esta familia se encargaría de que nadie pronunciara nada al respecto.
Finalmente, estaba el tema del baile lo cual le servía para distraerse y divertirse despejándose de los Lancaster. Sabía que a su retorno a Bloomington su mente estaría ocupada con saber más información sobre Eren Jaeger, que era lo que más le preocupaba.

“¡Ah!” estaba tan ensimismada en sus pensamientos que la consternó el relinchar de un caballo que pasó a toda velocidad por el camino. Emilia, al estar bordando el sendero, se hizo instintivamente a un lado para cuando el animal pasó por su lado salpicando su vestido de barro. “¡Tenga cuidado!” gruñó, indignada. El jinete se detuvo a poca distancia y ella lo observó con rencor. Para su mayor desagrado y desconcierto, era el mismísimo conde Cain Lancaster. “¿Usted?” ya estaba harta de verlo. “Pensé que ya se habló de todo lo que quería hablarse en su hogar.” En ese momento notó que no sólo su vestido estaba enlodado, sino también su rostro y cabello.
“Señorita Bennet, ¿qué le hace pensar que la busco para conversar con usted?” tiró las riendas del animal para comenzar a rodear a la joven. “Estaba en mi camino. Ha sido una mera casualidad.”
“Señor. Estoy rodeando el camino, respetando el paso de los caballos y los carros.” Se sacudió con molestia el barro de su vestido, apuntando con su mirada el camino. “Si su intención era pasar por encima de las personas para arrollarlas por gusto, es otra situación.”
“¿Cómo se atreve todo el tiempo a ser tan altanera e insolente conmigo?”
“¿Qué?”
“Es su actuar. Su falta de temor hacia mí. Su pomposa presencia que no respeta límites. Desde el comienzo se ha referido a mí con diálogos repugnantes y manchados de desprecio sin tener tan siquiera la delicadeza de disimular.”
“Señoría, no comprendo el trasfondo de su molestia. Es usted quien por poco me pasa por encima con su caballo, ¿y es usted el ofendido?” ya estaba cansada de tener que ser suave y precavida con él sólo por ser rico y noble. No podía permitir más atropellos y abusos a su persona. Una cosa era que soportara sus diálogos filosos y llenos de rechazos, pero otra situación muy distinta era ser pisoteada, literalmente, por él porque ¨estaba en su camino¨
“¿Qué pretende usted con mi hermano Henry? ¿Es por el dinero? Sepa usted que puedo pagar una mejor oferta para que usted se aleje definitivamente de él.”
“¡Señor, basta de ofenderme!”
“Desista de esa tontería pseudo romántica que tienen ambos. Totalmente es imposible. ¿Cuánto dinero pide para alejarse?”
“…”
“Apúrese, no tengo todo el tiempo. ¿No sabe de matemáticas? Si quiere lo consulta con su ambiciosa madre y proponen entre ambas un monto para detener este disparate.” 
¨Emilia, relájate… Recuerda todo lo que te enseñó la tía Miranda. Todo el tiempo y dinero que invirtió en ti por tu educación.¨
“…” Emilia se mantuvo tranquila e indiferente.
“O pregúntele a su padre. Seguro estará motivado en tener algo de dinero con tantas hijas solteronas que mantener…”
“¡Ah!” Emilia explotó. “¡No se atreva a hablar de ese modo de mis padres y mis hermanas!”
“…” la reacción de la señorita Bennet perturbó al siempre regio y frío conde. Hasta parecía que su caballo dio un paso atrás.
Emilia Bennet, formada por una educación para convertirse en una dama fina gracias a la protección de su tía Miranda, se inclinó, tomó un gran puñado de lodo en su colérico estado y se lo lanzó con rabia al conde. Éste tiró las riendas del caballo para evadir, pero el caballo fue lento en cumplir la orden y algo de barro le cayó (muy poco) al rostro.
“Insolente y salvaje hija de la miseria.” Le dijo.
“Venga aquí y dígamelo al rostro.”
“…” Cain se bajó del caballo sin mas, y se acercó a esa descarriada criatura con toda la intención de corregirla.
“¡Aléjese!” Ella se asustó. Parecía un enviado de satanás que venía hacia ella. Temió lo peor, tal vez la golpearía incluso. Pero no escapó. Ella nunca escapaba. Menos de alguien como él. Sólo lamentaba defraudar a su familia con su insolencia, ¿cómo se tomaría Inglaterra que una plebeya actuara así contra un representante de la corona? “¡No se me acerque!” le amenazó. Pero el otro no se detuvo. Emilia cerró los ojos, amenazándolo con el poco de barro que le quedaba en la mano.
“¿No me retó a que se lo dijera al rostro, mujer?” sujetó del mentón a aquella demente. “Antes de hacer tal desafío, al menos debería tener la decencia de presentarse con el rostro limpio.” Con el dedo pulgar sacó unas manchas de barro del rostro de la joven, limpiándolo. “Sucia.”
“¡Ahh!” Emilia estaba en shock. Ni escuchó sus palabras puesto que se había aterrado con su presencia. Con el resto de lodo que le quedaba en la mano ensució el rostro del señor conde. ¡Que Dios la salvara! ¡Porque si estuviera cerca de una guillotina, seguramente sería condenada a ser decapitada en esta por su falta de respeto! “¡Aléjese de mí y de mi familia!”
“…”
“…”
“…”

El silencio los invadió. Emilia no entendía por qué seguía pisando la faz de la tierra y Cain no entendía cómo una persona se atrevía a faltarle tanto el respeto. Fue entonces que una intensa lluvia se dejó caer sobre ellos, despistándolos de sus obstinamientos.

“Será mejor que retornemos a nuestros hogares, señor…”  dijo Emilia “la lluvia parece intensa. Con su permiso, su señoría.” Emilia intentó escapar tanto de él como la lluvia, pero el señor se lo evitó.
“La acercaré a su hogar.”
“¿Por qué haría eso usted con alguien a quien profesa tal desprecio?”
“Si se muere en el camino, ¿Qué fama me darán? Peor de la que usted me da, lo dudo…Pero se debe ser precavido.”
“No necesito que tenga obligaciones conmigo.” Continuó caminando.
“Testaruda.” La maldijo internamente. La agarró y la obligó a subir bruscamente a su caballo pese a la resistencia.

El trato dictatorial y brusco era muy distinto al que profesaba Henry Lancaster hacia ella. Sin duda, ir en el caballo del conde, a una marcha violenta y siendo tratada como objeto de carga era la de un villano mal educado y ese ser no merecía el trato de noble. A diferencia del paseo en caballo con Henry Lancaster quien siempre fue principesco y suave con ella. 
Se detuvieron a las cercanías de Gracechurch Street, porque no se arriesgaría a ser visto por otros junto a la señorita Bennet. La ayudó a bajar del caballo y no hubo una despedida ni una disculpa. Tiró las riendas de su caballo y desapareció del lugar.
Emilia se abrazó a sí misma al sentir que estaba hecha un desastre. Era mejor entrar por la ala trasera y evitar ser vista para no causar vergüenza ajena en sus familiares.



Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Cho on December 08, 2019, 10:56:10 AM
Uhh lo siento pero esto también va antes del baile (...) espero venir con el evento en sí pronto.


“Esperamos que su habitación sea de su agrado, señor Cranach,” dijo una mucama atentamente.
“Lo es, realmente es más de lo que podría esperar,” dijo Sterk, asintiendo atentamente y con su inmutable seriedad. “Agradezco la atención.”
“Descuide, señor. Sólo sigo las indicaciones del generoso señor Clizzard. No dude en contactarme si necesita alguna atención adicional.”
“Eso haré,” volvió a asentir y miró a la empleada retirarse de la habitación que ocuparía durante su estancia en Londres. No pasaron ni dos minutos y observó a su viejo amigo darle el alcance.
“Hm, observo que ya has terminado de desempacar,” mencionó Camus, observándole atentamente y con una mano en su mentón. “Eficiente como esperaría de ti.”
“Presumo que esperas salir de paseo.”
“Más bien es mi deber enseñarte la ciudad,” declaró con su tono grave y frío de siempre, pero su intimidante sequedad desistió para mostrarse ameno y sonreír con placer. “Te enseñaré mi pastelería favorita. La he echado de menos en estas semanas en Bloomington. Incluso alguien como tú que no disfruta de postres lo apreciaría.”
“Lo disfrutaré si efectivamente es merecedor de tus elogios, Camus,” se encogió de hombros. Su conocido era tan especial como exigente, aunque poseía un gran gusto por los dulces. No le sorprendía que dicha primera visita en Londres fuera a saciar su inesperado vicio. “Astrid lo disfrutaría también de estar aquí, aunque si vamos a dicho lugar, sería cordial llevar a la señorita Altugle con nosotros.”
“Tienes razón,” se puso a pensar. “Admito que he fallado en considerarla. Sigo olvidando que es una inquilina más.”
“Te agradezco por acceder que nos acompañara,” dijo Sterk, haciendo una reverencia. “Lamentablemente, no poseo una residencia en Londres. De lo contrario no te habría importunado a ti.”
“Somos amigos y el señor Altugle es un potencial contacto de negocios. Su familia no se encuentra a nuestro mismo nivel, aunque cortesías de este tipo son esperadas de un noble como yo,” miró al otro de reojo. “Debo comenzar a mostrar mi buena voluntad a los residentes de Bloomington si pretendo expandir mis intereses a dicha área.”
“Como digas…” disimuló su cansancio. Era evidente que seguía considerándose por encima de la mayoría, aunque no pretendía darle la contra al siempre haber sido así. “Vayamos en marcha. La hora del té se acerca.”
“Tienes razón.”

El par de hombres caminaron hacia las escaleras que les llevaría al primer piso de la mansión.

“Con respecto a visitantes, además de devolverte la cortesía de alojamiento, había esperado poder entretener a Ichigo y sus hermanos,” comentó Camus, meditativo. “Los mellizos son un tanto peculiares, aunque el señor Toushirou exhibe las características propias de alguien digno de nuestra amistad, y un confiable contacto de negocios.”
“Sin duda lo es, tengo gran fe en mi amigo,” Sterk asintió. “Sólo le hace falta fortaleza en su espíritu, pero sabía que congeniarías bien con él.”
“Suena a que me conoces bien, Sterk,” sonrió complacido. “Más bien, me han impresionado. Ha sido el propio príncipe regente quien les extendió una invitación para conocerles personalmente. Ello sólo demuestra el calibre que poseen pese a su ascendencia.”
“Por lo que he oído del príncipe, puede ser precisamente su etnicidad lo que resultó en la invitación,” comentó Sterk con leve frustración. “No es con frecuencia que presenciamos a asiáticos en la vida cotidiana y menos como parte de nuestro círculo. Sin embargo, espero que Ichigo reciba merecida atención por sus cualidades más que por su apariencia.”
“Tu parecer es comprensible, Sterk, pero esta oportunidad de recibir atención de la nobleza de este país es inigualable. Incluso si fuera a tratarse de un caprichoso parecer, lo importante es que se da, tiene sentido absoluto,” declaró animado y con cierto gusto.
“Ahh…” por su parte, el pelimarrón negó frustrado. “Comprendo por qué Astrid no quiso acompañarme esta vez…”

La conversación les llevó a la amplia sala principal de la residencia. Previo a llegar, los dos escucharon una suave y tranquila melodía en el piano de cola de la casa. Sterk sonrió levemente al recordar a la joven Ayesha tocar el piano en su propio hogar en alguna de sus visitas, y notó cómo Camus se vio intrigado por esa apacible música.

Efectivamente, Camus observó a la jovencita rubia tocar el piano con agilidad y delicadeza. La señorita Altugle tocaba con una sonrisa y sus ojos cerrados mientras sus manos se movían de lado a otro con impresionante habilidad. Por un instante falló en reconocer a esa joven de aquel pueblo rural donde había estado hospedado durante el verano. Fuera de su elemento en esa sociedad de menor calibre, la chica había podido adaptarse en porte y elegancia como si siempre hubiera vivido en Londres.

Era una joven atractiva, y a su vez Camus no evitaba observarle con cierta lástima. El mundo podía ser tan injusto como para dejar que una doncella como ella naciera de una familia de provincia carente de tierras propias. La calidad de esa mujercita palidecería ante lo poco que tendría que ofrecer a su futuro esposo. Quizás su estancia en Londres no tardaría en darle dichas malas noticias.

“Oh, señor Cranach, señor Clizzard,” Ayesha se detuvo y procedió a levantarse para darles a ambos una modesta y educada reverencia. “Siento mucho no prestarles atención. Vuelvo a agradecerles por su intachable hospital en darme la bienvenida,” dijo de todo corazón y les sonrió con una mezcla de dicha y torpeza. “¿En qué puedo atenderles?”
“El señor Clizzard desea invitarnos a su pastelería predilecta,” informó Sterk. “Estás invitada a acompañarnos si gustas.”
“¡Ah, son noticias muy gratas!” los ojos de Ayesha se iluminaron y juntó sus palmas. “Si no es una imposición de mi parte, me encantaría. Gracias nuevamente.”
“Al contrario, es mi mayor honor entretener a una dama como usted a un agradable paseo por Londres, señorita Altugle,” se expresó Camus haciendo una reverencia con un tono adornado de voz y la mejor de sus sonrisas. “Fallaría en mi propia identidad como un noble si fuera a portarme con negligencia ante uno de mis invitados de honor. Además de la pastelería, nos gustaría que sugiriera otro destino a visitar, en caso el tiempo en la tarde nos sobre.”
“Soy dichosa con su dedicación. Más bien preferiría oír sus preferencias. Ustedes conocen Londres mucho mejor que yo,” dijo la menor.
“Dejémoslo en manos del señor Clizzard. Confío que no nos decepcionará,” observó Sterk.
“Llámame Camus, por favor,” dijo el dueño de casa, con leve frustración aunque sin romper su actitud encantadora. “En compañía de amigos y fuera de eventos, no tienes por qué dirigirte de manera formal ante mí.”
“Me alegra oírlo, así será,” se encogió de hombros. Ya veía que su quisquilloso amigo no era tan inflexible como lo parecía.
“Pero cuida tu postura, Sterk. Ello es más ruidoso que muchas palabras,” observó el rubio, quien utilizó su voz más seca para demostrar fastidio y hastío. “Nunca vas a cambiar…”

Ayesha se vio entretenida ante el intercambio y los tres no tardaron en salir. La joven Altugle se sentía un tanto intimidada al no contar con la presencia de su familia o la señora Cranach, pero luego de recibir la invitación al baile, una carta proveniente de su hogar llegó para informarle que su padre vendría a visitarle por unos cortos días a manera de acompañarla por la ciudad y otros eventos importantes. Sin duda era lo mejor para no dar impresiones equivocadas.

El baile estaba a la vuelta de la esquina, y la jovencita se alegraba de saber que las Bennet se encontraban en la ciudad. Sentía que ya tenía mucho de qué hablar con Cho, quien sin duda tendría bastante que compartirle por su lado.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on December 09, 2019, 05:48:57 PM
Fic del baile.
Eureka estará en este color y yo en neutro :3

(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)(https://i.imgur.com/VuqRmiR.png)
Wolfgang observó el salón con visible desgano. Un suspiro se escapó de sus labios, angustiado, mientras intentaba prestar atención a lo que una señorita andaba contándole al grupo en el que se encontraba.

Era imposible tomar en cuenta lo que decía, puesto que su mente andaba en otro lado, aún a pesar de su deber. Sin embargo, entendía que era predecible: nunca había hecho caso a esos detalles como cumplir con las pleitesías del caso. Su rebeldía y su falta de compromiso eran, justo, los motivos detrás de aquella terrible relación con su padre.

Wolfgang siempre había ido a su propio ritmo. Cumplía, a su manera, pero lo hacía y para él, eso era suficiente. Por eso encontraba innecesario hacer vida social y fingir a diestra y siniestra. Conocía gente rescatable, como el primogénito de los Väring o los menores Rothschild, pero le parecía innecesario tener que compartir con gente hipócrita como la del grupo reunido a su alrededor.

Suspiró una vez más, al recordar al motivo principal de su angustia. Con Henry a su lado, era más sencillo encontrarle diversión a los bailes. Henry nunca se valoraba lo suficiente, pero su compañía era de lo más agradable y era difícil no extrañar su amenidad.

Su querido amigo había partido a la guerra. Henry había argumentado que era su deber, pero había algo en su mirada…

“¿Qué opina usted, señor Einzbern?”

La pregunta lo sacó de sus pensamientos y Wolfgang esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Ya estaba a punto de hablar, cuando una suave palmada en el hombro lo detuvo.

“¡Ah! Mis mas sinceras disculpas,” dijo Chrom, apareciéndose a su lado. El resto del grupo le sonrió. “Me temo que tengo que llevarme al señor Einzbern conmigo por unos instantes.”
“No se preocupe, señor Rothschild,” le dijo una de las señoritas del grupo. Wolfgang no necesitó desviar su mirada para comprender que andaba visiblemente interesada en su amigo: su tono era suficiente para delatarla.
“Volveremos a la brevedad posible,” aseguró Chrom y les hizo una reverencia.

Con ello, se giró hacia el lado opuesto del salón. Wolfgang no demoró en hacerle una reverencia al grupo y lo imitó, siguiéndolo de cerca hasta alcanzarlo.

“Debo agradecerte por ello.”
“Tu cara lo decía todo, Wolfgang.” Chrom le sonrió. “Aproveché que mi hermano se distrajo un rato. Parece que alguien ha llamado su atención, aunque no lo creas.”
“¿Cómo así?” Wolfgang arqueó una ceja, curioso. “Juraba que Hubert estaba hecho de piedra.”
“Bueno, eso no lo niego.” Chrom rio… y se arrepintió inmediatamente de sus palabras. “Ah, qué terrible.”
“Tranquilo. Entiendo.” Wolfgang le sonrió. “No dudaría en expresarme así de mi hermano mayor si este fuese Hubert Rothschild. Me alegra, aún así, que su interés en una joven nos permita ser libre en estos instantes.”
“…No es una joven.” Chrom desvió la mirada. “Bueno, luego te comentaré al respecto. Sólo quería salvarte de aquella conversación innecesaria. Estoy seguro de que, por tu cuenta, lo habrías hecho, pero te ves un tanto ido desde la partida del señor Lancaster.”
“Es curioso.” Wolfgang rio. “No nos veíamos seguido tan a menudo por mis viajes, pero ahora lo siento más lejos que nunca. Mi actitud distraída se debe un tanto a eso.”
“Me imaginaba.” Chrom sonrió, apenado. “Debe ser angustiante pensar en él. Con los cercanos que son… y los eventos que podrían suceder en una situación como esa.”
“Eso es justo lo que me preocupa.” Wolfgang suspiró. “Creí ilusamente que un baile me ayudaría a despejar mi mente, pero veo que es imposible.”
“…”

Wolfgang esperó escuchar palabras alentadoras por parte de Chrom, pero estas nunca llegaron: su amigo había enfocado sus ojos en un punto específico del salón y parecía no querer despegar la vista de ello. El rubio siguió la línea de su mirada y encontró a la persona culpable de aquella distracción: era la señorita Camille Bennet, quien junto a su gemela, conversaban entre ellas ignorando el baile a su alrededor.

Wolfgang le tocó el hombro a Chrom para retomar su atención, y este se mostró un tanto avergonzado cuando cayó en cuenta de todo.

“¡A-ah! Mis más sinceras disculpas, Wolfgang. Yo—”
“Tranquilo, entiendo.” Wolfgang sonrió. “¿Gustarías ir a saludarlas?”
“Debería avisarle a Marth—”
“Ya luego las encontrará, también. No pierdas tu oportunidad.”

Chrom se mostró confundido por unos instantes, pero eventualmente captó las intenciones del rubio. Caminaron en silencio hacia las gemelas, esperando que nadie les ganara la oportunidad de conversar con ellas.

Wolfgang debía ser sincero consigo mismo: Camille había llamado su atención aquella vez, en el baile de un tiempo atrás. Sin embargo, no había encontrado la oportunidad de ubicarla después de eso. Era una bendición encontrarla de nuevo, pero no podía ser egoísta con Chrom, cuando había sido tan considerado de salvarlo de una situación social nada agradable.

Cuando llegaron a un metro de las Bennet, Wolfgang encontró la mirada de Camille y sonrió, aliviado: la joven parecía guardar interés en él, pese a todo, y no podía evitar sentirse agradecido por ello.

Sin embargo, ese momento no era para él. Era para Chrom.

(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)(https://i.imgur.com/VuqRmiR.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)
“Señoritas Bennet,” saludó Wolfgang. “Es un placer volver a verlas.”
“¡Wolfgang—! ¡Ah! Señor Einzbern,” se corrigió Camille, un tanto avergonzada.
“No se preocupe.” Wolfgang rio. “Recuerdo haberle dicho que podía llamarme por mi nombre.”
“Es… cierto.” Camille se llevó una mano al mentón, desviando su mirada hacia Chrom. “Un gusto volver a verlo, señor Rothschild. Disculpe, nuevamente, aquel exabrupto con nuestra madre.”
“Ya lo había olvidado,” comentó Emilia, un tanto avergonzada por ello.
“No tienen por qué disculparse, descuiden.” Chrom sonrió. “De hecho, también lo había olvidado.”
“¿Qué sucedió?” Wolfgang se mostró curioso.
“No le gustaría saber sobre ello.” Camille suspiró.
“Basta decir que nuestra madre habló de más cuando tuvimos la oportunidad de compartir junto al señor Väring y al señor Rothschild,” dijo Emilia.
“Oh, puedo comprenderlas. En mi caso, el problema es mi padre, a veces. Por ello agradezco cada segundo fuera de Frankfurt.” Wolfgang se mostró pensativo, pese a todo. Sin embargo, pareció caer en cuenta del motivo de aquella conversación, y tosió levemente, dedicándole una mirada cómplice a Chrom.
“¡Ah!” Chrom saltó en su sitio, como iluminado de un momento a otro. Extendiendo su mano en dirección a Camille, habló: “Señorita Bennet, ¿me concedería esta pieza?”

Rojo hasta las orejas y un tanto nervioso, Chrom esperó escuchar una respuesta negativa por parte de la joven. Sin embargo, Wolfgang sabía que no ocurriría.

“Por supuesto.” Camille sonrió, accediendo a tomar su mano. Se retiraron hacia la pista de baile, conversando un poco en el camino.
“Señor Einzbern…” empezó Emilia, un tanto confundida. “Discúlpeme, pero… ¿qué pretende?” preguntó, recelosa.

Y Wolfgang podía entenderla: desde una perspectiva externa, su actitud carecía de sentido.

“¿Yo?” habló Wolfgang, observando a Camille y a Chrom a lo lejos. “Le aseguro que no es nada dañino para su hermana. Mis intenciones son las mejores.”
“No ha hecho más que confundirme y, de seguro, confundir a Camille.”
“Debería ser sincero con usted.” Wolfgang se giró hacia ella, un tanto apenado. “Discúlpeme si digo algo más allá de lo esperado, pero no puedo negar el interés que siento por Camille. Sin embargo, no me siento en el mejor momento como para acercarme a ella. No me gustaría que sienta la tristeza que me acongoja en estos instantes. Y… sé que Chrom también está interesado en conocerla. Lo más natural era intervenir y unirlos a ambos.”
“No puede decidir todo por su cuenta.”
“Sí, es cierto. Es egoísta. Pero… bueno, tengo mis motivos. Estoy seguro de que usted me entiende.”

(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)

“Francamente, puedo comprender sus motivos. Aunque no comparto que involucre a mi hermana y al señor Rothschild en una estrategia para evadir su emocionalidad interna. Sobre todo, por Camille.” Dijo Emilia, muy protectora de su gemela. Había notado lo ilusionada que Camille reaccionó al ver al señor Einzbern llegar, el interés y el brillo en sus ojos enternecieron a la gemela mayor puesto que nunca vio a Camille demostrar interés por algún otro joven. Pero Emilia sólo estaba preocupada por el bienestar de Camille, no pretendía ser una correctora de conductas o una persona agria con el señor Einzbern quien, por lo demás, era un buen señor. “¿Le parece si caminamos por el salón? Prometo no regañarlo más. Juro que mis intenciones y mis palabras, aunque suenen severas, siempre están enfocadas en plan protector hacia mi hermana” Articuló una sonrisa pasiva.
“No se preocupe en justificar, señorita Emilia. Es más, me fascina que tanto usted como Camille tengan ese vínculo tan especial.” Sonrió gratamente “Encantado de acompañarla a pasear por el salón.”
El rubio ofreció su brazo, Emilia se enganchó a él y juntos caminaron hacia el salón de las galerías. Mientras observaban las obras de arte decorativas del palacio, conversaban sobre las últimas puntualidades. Se detuvieron frente a un enorme cuadro de retrato, observando los detalles de la técnica al óleo. Ambos concluyeron que, si bien el artista tenía un mérito increíble, Camille podía hacer un trabajo mucho más perfeccionado en sus obras incluso si ella no estaba instruida en lecciones de arte particulares.
Llegó un momento que permanecieron en silencio, Emilia observó discretamente al joven a su lado notando que, pese al esfuerzo de disimular júbilo, permanecía cierto semblante melancólico que perturbaba sus pensamientos y emociones.
“Señor Einzbern, creo que intuyo el por qué se encuentra afectado emocionalmente.” Emilia había notado la fuerte amistad que unía al señor Einzbern con el señor Lancaster.
“Me temo que es el mismo motivo por el cual usted está distraída y preocupada. Henry me ha puesto al tanto de los últimos acontecimientos” Notó la expresión de asombro en la joven, a lo que le respondió con una sonrisa. “No se debe preocupar por mí, jamás diré una palabra del acuerdo que ambos tienen. Me parece un hermoso gesto el que usted se preocupe tanto por él.”
“Lo noté muy taciturno…” Emilia supuso que podía hablar en confianza con Wolfgang, él conocía mucho más que ella al señor Lancaster puesto que habían compartido intensamente durante la estadía del alemán en Lancania Castle, el palacio principal de la familia Lancaster en Londres. “Me fue imposible no permitir complacer su voluntad. Desde que lo conocí entendí que es un hombre fuerte y con un futuro brillante, pero aquella tarde parecía… un frágil espectro de sí mismo. Perdón si de mi escucha percepciones poco propias del señor Lancaster, entiendo que débil es lo que menos es, pero es imposible para mí no preocuparme por su bienestar.”
“Comprendo y comparto su angustia, señorita Emilia. No pretendo justificar mi actitud distante y distraída hacia su querida hermana por medio de la situación actual que a ambos nos afecta. Le soy sincero cuando le digo que me he animado a asistir este baile con la única emoción e ilusión de volver a encontrarme con Camille, de quien profeso un inocente interés. Al verla aquí, he sido tan dichoso y le agradezco que por efímeros momentos me haya hecho tan feliz en estos tiempos tan crueles. Pero mi mente y alma están demasiado conectadas a mi preocupación hacia Henry.”
“Somos dos. Al menos, nos podemos acompañar en estos momentos de angustia y rezar para que el señor Lancaster y todos nuestros compatriotas vuelvan a salvo.”
“Sí, es mi deseo más intenso en estos momentos.” Wolfgang suspiró. Permanecía angustiado, pero conversar con Emilia le hizo sentir un poco aliviado y presentía que lo mismo sucedía con la joven.
Era una situación en la que, curiosamente, se podían acompañar.
El alemán estaba agradecido de que su querido amigo Henry contara con el entusiasmo y apoyo de Emilia Bennet. Emilia, por su parte, notó gratamente que el señor Einzbern profesaba de forma auténtica buenos sentimientos hacia el señor Lancaster, demostrando preocupación que ni siquiera había notado en los hermanos y familiares de Henry hacia éste.
“¿Volvemos al salón? Tal vez su hermana y mi estimado amigo Chrom ya han finalizado sus piezas de baile y posiblemente nos estén buscando ahora.”
“Tiene razón.” Asintió. Volvieron al salón de baile y en efecto notaron a Camille y a Chrom buscándolos con la mirada. Junto a ellos, estaba el joven Marth Väring.
(https://i.imgur.com/AuMRoRA.png)(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)(https://i.imgur.com/VuqRmiR.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)
“Marth” le saludó el rubio cuando se acercaron a ellos.
“Wolfgang, que dicha encontrarte aquí. Pensé erróneamente que no asistirías.”
“Estuve a punto de no hacerlo, pero felizmente me animé.”
“Es una alegría.” Marth miró a Emilia, anonadándose por su presencia. “Señorita Bennet, la noche no se detiene en darme sorpresas encantadoras” Le sonrió un poco torpe.
Chrom y Wolfgang cruzaron miradas entre ellos, riendo disimuladamente por la reacción tímida de su amigo Marth ante la joven. Era un joven que sabía lidiar con toda situación social, pero con aquella muchacha parecía volverse un completo neófito en las interacciones.
“Parece que no eres el único con cierto interés por alguna de las jóvenes Bennet.” Le dijo discretamente Wolfgang a Chrom.
Éste, estando en su ensueño después de bailar con Camille Bennet (al fin) respondió inocentemente:
“Marth está enamorado de la señorita Emilia.” Dijo, contento por su amigo quien por fin podía conversar con la joven enfermera. Luego Chrom cayó en cuentas de lo que acababa de confesar. Miró preocupado a su socio alemán, pensando que lo encontraría en sorpresa por la revelación que acababa de escaparse de su boca, pero parecía muy tranquilo.
“No te preocupes, es algo que yo mismo noté hace un tiempo.” Sonrió, encantado, recordando la vez que visitó el Hospital para conversar de negocios con Marth pero este estaba demasiado distraído observando con admiración a cierta enfermera. “El secreto está a salvo conmigo.”
Una nueva pieza de baile inició. Las gemelas y los jóvenes se miraron entre ellos, como poniéndose de acuerdo en quien invitaba a quien a bailar la pieza que se presentaba. Wolfgang se excusó con pedirles un momento para salir a tomar aire al balcón y se comprometió a esperarlos allí para conversar con las hermanas Bennet y sus socios, pidiéndole a Camille que le prometiera su última pieza de baile con él.
El señor Rothschild comprendió que el señor Einzbern nuevamente le daba la señal de que aprovechara la oportunidad de sacar a bailar a Camille Bennet en las siguientes piezas mientras él esperaba en el balcón.
El señor Väring sorprendió a sus dos socios siendo inexplicablemente lento. Sólo se había conformado con conversar brevemente con Emilia Bennet. Sus socios no aceptarían esa conformidad mediocre y le instaron a que sacara a bailar a Emilia Bennet. Sólo entonces Marth Väring le pidió la pieza de baile a Emilia, quien afortunadamente aceptó su invitación.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on December 15, 2019, 05:21:56 PM
Segunda parte del baile uwu
Me toca dejar un último fic en Londres pero tendrá que ser luego del inicio de invierno :c oh well


(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

XI. (Part 2)

Las galerías de arte estaban mucho menos concurridas que el salón, y mientras esperaba el regreso de su hermana, Sayi empezó a estudiar los varios cuadros y se preguntó si se encontraría con Camille deambulando las galerías. La colección real británica era conocida como la colección más grande del mundo, y Sayi se pregunto con cuánta frecuencia estas serían rotadas, y si alguna vez tendría la oportunidad de verla por completo.

Una pintura la llevó a otra, una sala a otra, cuando en eso ingresó a una galería que llamo su atención, pues a diferencia de las demás, esta estaba centrada alrededor de nueva pinturas que Sayi no demoró en reconocer como una sola pieza. Debía tratarse de la pintura más grande que había visto en su vida, mostrando lo que parecía ser una parada militar. Una descripción cerca a la entrada dictaba su nombres: Los triunfos de César. Era el triunfo romano en la guerra de las Galias.

Aunado a ella, Sayi notó que había una sola persona presente con la mirada fija en la última pintura. Empezó su recorrido, estudiando los personajes representados y sus expresiones, la complejidad de la composición de una pintura a otra, el detalle al carruaje dorado del emperador romano y toda la grandiosidad extendiéndose de un extremo a otro.

Se encontró compartiendo la pintura con el oficial, aún estudiando la última de las secciones y se detuvo ahí, en silencio. El hombre a su lado vestía un uniforme de la marina real, y ello le hizo recordar la salida a sociedad de Shura; el último baile donde se codeó con los oficiales.

El hombre era más bajo que ella, tenía una expresión severa y a Sayi tenía curiosidad de saber la razón de tal fijación… pero no habían sido introducidos propiamente, por lo que le tocaría guardar las preguntas para una siguiente ocasión.

Pero en ese momento los ojos del oficial pasaron del cuadro a los suyos, haciéndola erguirse en sorpresa. Su expresión severa no cambió, y su mirada era tan penetrante como la había anticipado.

El hombre no dijo nada, sin embargo, y a menos que el maestro de ceremonias no se manifestara del aire…

“Buenas noches” atinó a decir. El hombre volvió a girarse al cuadro, pero el hielo y el protocolo ya había sido quebrado, por lo que se animó a continuar, refiriéndose a las pinturas “¿Es este uno de sus favoritos?”
“Si. El único motivo por el que decidí asistir” le respondió “En vista del escape de Napoleón y la reanudación de la guerra, esperé que el rey considerara apropiado tenerlo en exposición. Al menos tuvo este buen tino…”

Sayi se giró en busca de un oficial de palacio, pero a falta de alguno pudo respirar más tranquila. El oficial notó la cautela de la joven y sonrió ligeramente.

“¿Partirá hacia Francia dentro de poco?” le preguntó la joven.
“Cuando la flota parta iré con ella, pero antes de eso me toca asentarme en Manchester por unas semanas”
“Ya veo”

Nadie había escuchado su interacción, por lo que Sayi pensaba que nadie se enteraría si le preguntaba por su rango o nombre. Al menos para reportar a su madre que hizo bien y siquiera conversó con alguien nuevo en el baile del palacio…

“¿Qué la trajo a Londres desde Bloomington?”

…cuando en eso la pregunta la tomó fría, y sus ojos se abrieron en sorpresa. El oficial había vuelto a mirarla.

“¿Cómo sabe que vengo de Bloomington?”
“Hubo un baile al que asistí cuando visité el campamento. Uno donde su alcalde insistió terriblemente que asistiera el regimiento entero”
’La puesta en sociedad de Shura’, pensó Sayi “¿Y nos introdujeron en el baile? Que pésima memoria la mía, le debo una disculpa por no reconocerlo. Me temo que no recuerdo mucho de aquella noche”
“No nos presentaron, así que no tiene de qué disculparse. Pero no me sorprende su falta de memoria, considerando el estado en que se encontraba cuando tropezó en su frantica retirada aquella noche”

Sayi se cubrió la boca con ambas manos. Recordó, en medio de la vergüenza y el deseo de huír lo más lejos posible, cómo había trastabillado y por poco caído al suelo de no ser por la intervención de un hombre que la había tomado de un brazo. No había llegado a ver su rostro, pero recordaba su traje de oficial, y la pregunta…

“¿Necesita ayuda?”

Sayi negó con la cabeza; sus mejillas coloradas al encontrarse con alguien presente en tan deshonroso evento.

“Lo siento muchísimo. Le pido por favor disculpe el exabrupto” se disculpó efusivamente “Yo…”
“¡Sayi! ¡Aquí estabas!” llamó Sayaka desde la entrada del salón.

La mirada de su hermana fue directo hacia el oficial a su lado, pero sin una introducción de por medio la joven no tenía nombre con qué presentarlo, y no había forma de pedírselo en ese momento.

Sayi se disculpó una última vez y se apresuró en darle el encuentro a su hermana y dejar el salón atrás suyo. Cuando Sayaka le preguntó qué había sucedido, Sayi le prometió ponerle al tanto después, pero que de momento estaba ansiosa por regresar con el resto de sus hermanas, su tía Miranda y el primo Albert.

Terry había sido informado de su presencia, y aunque le confió a Albert que tenía muchas preguntas por hacer, al parecer había optado por guardárselas y hacerse de la vista gorda si se cruzaba con la mayor de las Bennett. Ello con tal de que ninguno de los dos sientan como si no pudieran divertirse.

Sayi pensó que ello había sido muy amable de parte del castaño, pero la percepción de Sayaka no se había suavizado. Su lealtad era demasiada para dejar olvidada la decepción tan pronto, pero si ello permitía a su hermana mayor divertirse pues ella aceptaría los términos.

Cautelosa por no cruzarse con los Grandchester fue que Sayi se permitió disfrutar de la conversación con su grupo cercano, bailar numerosas piezas más, así como finalmente poner a descansar sus preguntas sobre el señor Morewood, una vez el señor Souton confió en ella lo que en verdad sucedía en la mente de su amigo.

El recuerdo del oficial en la sala de las pinturas la ponía nerviosa de tanto en tanto, pero la noche terminó y no volvió a verlo en el palacio. Quizás, para su buena suerte y se había ido del baile poco después de su encuentro, y entonces solo quedaba lamentarse al no haberle deseado buena suerte en la guerra por venir.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on December 16, 2019, 11:26:52 PM
(https://i.imgur.com/HyUmVUW.png)

1815, Winter

La primera nevada de la estación llego a los dos días de que las hermanas Bennet regresaran a Bloomington; un alivio para la taquicardia de la señora Bennet, quien llevaba el corazón al pecho a la espera de las calesas regresándole a sus preciadas hijas.

El grupo londinense llego rebosante de buenos recuerdos, novedosas noticias, y cuantiosos regalos para el señor el señora Bennet así como para sus amistades más cercanas. Asimismo, también traían consigo varios vestidos y abrigos de invierno para lucir durante la temporada navideña, donde no escaseaban las invitaciones a fiestas y reuniones de fin de año.

La señora Bennet no podía con su curiosidad y, mientras cada una de sus hijas desempacaba sus baúles, pasó de habitación en habitación a escuchar detalles de sus visitas a amistades, o de sus encuentros sociales, como el baile en el palacio de Buckingham. Aun con unas más prestas que otras a compartir sus experiencias, todas fueron prontas en ponerla al tanto de sus eventos con tal de tenerla lo suficientemente satisfecha como para dejarlas asentarse en paz.

De regreso en Londres, tanto la tía Miranda como el primo Albert recibieron una carta por cada una de las hermanas Bennet. En las misivas, cada una agradecía, a su manera, la atención que les habían prestado y los preciados recuerdos que habían compartido junto a ellos, y cómo ninguna de ellas podía esperar a su próximo reencuentro, ya sea en Londres o el Bloomington.

Con Jacob decorando la casa para las festividades, las hermanas practicando sus cánticos navideños y Mery sumiéndose en su entrañable búsqueda por llegar al nirvana de los postres festivos… fue que Longbourn revivió en el más puro espíritu navideño, ahora que las hermanas habían regresado a asentarse en casa, y a disfrutar de un acogedor invierno en familia.



Ahoy bishoujos!

Con esto damos inicio tanto a navidad, el invierno, y lo que sería la batalla de Waterloo (Winter Ed.)

El fic de inicio de primavera, el último fic intermediario antes del final del fic, será dejado el domingo 19 de Enero. Es momento de llevar sus historias al clímax e ir planeando cómo sera el término del fic llegada la primavera uwu

El fic de conclusión será dejado el Sábado 1 de Febrero, así que planeen bien lo que queda de tiempo. Cualquier cosa, a la grupal en Facebook <3

Happy writing~
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on December 26, 2019, 02:07:31 PM
(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)(https://i.imgur.com/Tc922tL.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://i.imgur.com/k7zURaK.png)
(https://i.imgur.com/qqYkjDw.png)(https://i.imgur.com/HqWHURp.png)(https://i.imgur.com/BBdvHDZ.png)(https://i.imgur.com/RoQTE30.png)

Una de las actividades más adorables entre las hermanas Bennet, además de compartir muchas situaciones especiales, era la preparación del canto de villancicos que cada año preparaban para presentarlo en la noche buena y deleitar a sus señores padres.

Se encontraban ensayando los tonos altos en la sala de estar, mientras Cho tocaba ya muy memorizada pieza musical en el viejo piano de los Bennet, Sayi la acompañaba con el violín y Jacob hacía de maestro guía. Esa navidad sería evidentemente similar a todas las navidades pasadas, conservando las preciadas costumbres.
Al dar término al ensayo, las hermanas se dispersaron por la casa algunas a retomar sus actividades que dejaron en suspenso mientras atendían la práctica del canto, otras prefirieron salir de casa y otras tantas iniciaron una nueva tarea.
Jacob, en tanto, fue a atender la puerta al escuchar que alguien tocaba.

“Emilia, hija mía.” la señora Bennet intervino en el camino de la joven. “Ahora que no tienes que ir a la mansión de los Lancaster, me preocupa que pierdas vinculo con esa familia. ¿Será posible que los puedas visitar estos días? Podrías llevarles unos presentes por navidad.”
“Oh, madre…” Emilia no podía pensar en nada qué pudiesen comprar que fuese del agrado de aquella familia de adinerados. Sin embargo, era mejor calmar los nervios de su madre. “No te preocupes, mantengo contacto por correo con uno de los señores. Le escribiré sobre los buenos deseos para Navidad de parte de nuestra familia.”
“¡Qué buena idea, Emilia!” la señora brilló de felicidad. “Estoy muy orgullosa de tus buenos modales. Sin duda, mi hermana logró mucho contigo.”
“Señorita Bennet, el señor Smith solicita poder conversar con usted y sus padres.” interrumpió Jacob. Ambas mujeres lo observaron, notando cierta incomodidad en el rostro del mayordomo.
“¿Pasa algo malo?” La señora Bennet miró a Jacob y luego a Emilia, con preocupación. “¡Por favor! No me digan que alguna de mis amadas hijas está enferma. ¡Oh, el señor Bennet! ¡Su salud no ha estado muy buena!”
“Será mejor que escuchemos lo que el señor Smith tiene que decirnos.” dijo Emilia. Intuía que podía ser una noticia que a sus padres les traería bastante pesar y preocupación.
“¡Jacob, avísale al señor Bennet que necesitamos que nos reciba en su despacho!”

En poco tiempo, Jacob condicionó el despacho privado del señor Bennet. Los señores Bennet y Emilia recibieron al señor Erwin Smith en el despacho, intrigados por la necesidad urgente de tener una entrevista con ellos.
El doctor fue breve y claro, explicó la situación puntual por la que venía y resumió en que Emilia Bennet, al ser de las pocas enfermeras que quedaban disponibles, debía partir junto a él a servir a la cruz roja para atender a los soldados lesionados.

“¡No, no, no!” Exclamó la señora Bennet, secándose las lágrimas con un pañuelo. Muchas veces la señora Bennet tenía lágrimas de cocodrilo, pero estas eran auténticas. “No puedo permitir que mi pequeña parta a un lugar tan peligroso. ¡Señor Bennet, debe impedirlo! ¡Dígale a este hombre que no se puede llevar a nuestra hija!”
“Señora, comprendo muy bien su angustia y preocupación, pero la señorita Emilia hizo un voto de servicio al escoger ser enfermera.”
“¡No puedo permitirlo!”
“Emilia…” el señor Bennet habló a su hija. “He sido muy accesible a apoyarte en todos tus pasos y metas, pero me temo que no puedo permitir que partas de nuestro lado a un lugar donde puedes correr grandes riesgos.”
“Padre… Me temo que no tengo opción. Incluso si pidiera quedarme con ustedes, un acto de desapoyo a la milicia inglesa sería visto como una insurrección y podría traer complicaciones para nuestra familia.”
“Eso no importa, hija. Hemos salido de otras situaciones y aquí estamos.”
“Pero no quiero que sea por mi culpa que la familia se sumerja en la oscuridad.” lo que menos quería era que las personas los señalaran con el dedo indicándolos como una familia cobarde y deshonrosa.
“Señor Bennet, señora Bennet.” Erwin Smith levantó del sillón y fue hasta ellos, inclinándose con una rodilla en el piso y una mano apoyada en la zona del corazón. “Juro por Dios que protegeré a la señorita Emilia con mi propia vida. Tanto ella como yo tenemos un juramento de proteger la salud de otros a toda costa, les pido que nos permitan llevar esta lealtad a cabo.”

Los señores Bennet no se convencieron. Entendían que Emilia debía cumplir con su deber, pero por ningún motivo podían permitir que corriera tales riesgos. Emilia trató de disuadir a su padre, constándole gran trabajo poder lograr obtener su permiso. Finalmente, el señor Bennet permitió que Emilia partiera a la cruz roja sólo con la promesa de que el señor Smith la protegiera a toda costa y la regresara a casa sana y salva. La señora Bennet, en tanto, no estaba de acuerdo y se sumergió en un mar de lágrimas de auténtico dolor.
Estaba demasiado preocupada y con mucho temor de que a Emilia le sucediera algo. Emilia se sentó unos minutos a solas con ella, tomó sus manos y trató de consolarla. Le explicó que era algo que debía hacer y necesitaba su bendición para poder partir tranquila. La madre no se calmó después de todo. Entonces Emilia usó su último recurso: le explicó que necesitaba encontrarse con el señor Henry Lancaster para estar a su lado y apoyarlo, puesto que en los últimos tiempos ambos se habían hecho muy buenos amigos y que incluso el señor Lancaster le había hecho una proposición de matrimonio. Por tanto, era imperioso reencontrarse con él.
La señora Bennet iluminó su rostro ante esa revelación. Su hija, siendo cortejada ni nada más ni nada menos que el hijo de un importante noble. No había estado preparada para ello, pero era un sueño hecho realidad.
De este modo, la señora Bennet pudo soltar a Emilia y permitirle el viaje con su bendición. Haciéndola jurar que volvería sana y salva a casa, donde la estarían esperándola para recibirla a ella y al bendito señor Lancaster.

La parte más difícil fue comunicar la situación a sus hermanas. Apenas el señor Bennet terminó de explicarle lo que vendría con Emilia, las hermanas se pusieron de pie y corrieron a abrazar a Emilia sin deseos de soltarle. Algunas de ellas, incluso soltando lágrimas. Después de un largo momento emotivo con ellas, y donde Emilia se despidió de cada una de sus hermanas de modo particular, fue a alistar sus cosas.

El carruaje de la cruz roja la esperaba afuera junto al señor Smith. Su familia la despidió en la puerta de su casa. Después de que los señores Bennet la abrazaran con afecto y preocupación, la primera en despedirse de Emilia fue Sayi. Como hermana mayor, era imposible para ella tomar un rol protector hacia su hermana: era cierto, ya no era una niña pequeña y vulnerable, había crecido mucho y estaba orgullosa de la señorita en que se había convertido, pero para Sayi, sus hermanas siempre seguirían siendo sus hermanitas.

“Prométeme que volverás con nosotras apenas termine todo.” le dijo Sayi.
“Así será.” asintió, abrazándola.
“Lleva esto contigo.” Sayi le entregó un relicario muy preciado de su pertenencia.
“Pero, Sayi, esto es tuyo y lo amas.”
“Lo sé. Por eso llévalo contigo y me lo devolverás cuando vuelvas. Así tienes que volver sí o sí.”
“Lo cuidaré como el tesoro que es” le sonrió, colgándose el relicario al cuello.
“También tengo algo para ti.” dijo Cho, quién fue la segunda en despedirse. Ella había preparado en una caja de madera un pequeño set de hierbas medicinales que le podían servir a Emilia. “He hecho unas anotaciones de cómo debes preparar cada hierba.”
“Oh, Cho.” Emilia se sintió conmovida. Le abrazó afectuosamente. “Gracias. Lo aprecio bastante.
“Emilia, espero que puedas encontrar al señor Jaeger.” dijo Sheryl. “Seguro se contentará al verte.”
“Espero poder tener noticias directas de él.” asintió, esperanzada. Sheryl le dio un suave abrazo el cual Emilia correspondió. Luego miró a otra de sus hermanas. “Sayaka, ¿estás…llorando?”
“C-claro que no.” aguantó la angustia. Sayaka prefería no evidenciarse como tal. Abrazó a su hermana y ella le devolvió el gesto. Ambas se sonrieron y prometieron que, al regreso de Emilia, se pondrían al día sobre las aventuras del doctor Smith.
“He preparado unos postres para el camino.” Dijo Mery, quien le entregó el canasto a Jacob y este lo acomodó dentro de la carroza. “Los he hecho con tus frutos favoritos…” miró con cierto temor al doctor Smith. “Aunque, no sé si sean del agrado del señor Smith.”
“Gracias Mery. Tus preparaciones me mantendrán tranquila durante el camino. Es un lindo detalle.”
“…” Camille había permanecido en un mutismo intenso desde que se había enterado de la noticia. Apenas se había acercado a Emilia para comentarle algo al respecto. Estaba ensimismada y sin poder aceptar la partida de su gemela.
“…” Emilia entendía perfectamente a Camille. Si ella estuviera en su posición habría reaccionado del mismo modo. Para ambas, siempre había resultado muy difícil estar separadas la una de la otra por mucho tiempo. “Camille, te escribiré cada día y así estaremos juntas a distancia.”
“Lo sé…” asintió, con tristeza. “Pero me cuesta aceptar que te vayas. Tengo miedo de que algo malo te suceda.”
“No pasará nada malo. Cuanto antes intentaré volver y estaremos de nuevo juntas.” Emilia se le acercó a Camille y la abrazó fuertemente. Camille tardó unos segundos pero imitó a su hermana. “Te quiero, hermana.” le sonrió Emilia al separarse.
“Ya debemos partir.” indicó Erwin Smith.
“Esta bien.” asintió Emilia. Después de un último intercambio de palabras con sus familiares, subió al carruaje junto al doctor.
“¡Emilia, estaremos esperándote!” gritó Camille cuando el carruaje partió. Corrió un tanto detrás del carruaje viendo como este se alejaba pero vio a su hermana Emilia asomándose por la ventana y despidiéndose con la mano. El cabello plateado de ambas gemelas danzó con la ráfaga de viento que sopló en ese momento.

Seria la primera navidad que Emilia estaría sin su familia.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on December 27, 2019, 09:13:28 PM
Flash Back

“Hay un tipo….Un soldado novato, que no quiere entender palabra alguna.” dijo uno de los soldados cuando Henry Lancaster se integró al grupo. “Le hemos dicho que no se meta en el punto crítico y va una y otra vez a traer a los caídos para ponerlos a salvo aquí.” masculló enojado. “Sólo hará que descubran nuestra ubicación.”
“…” el señor Lancaster no comentó nada.
“El un fastidio…” musitó otro militar. Era un hombre de cabello negro y mirada fría. Su nombre correspondía a Levi Ackerman, y era la persona más respetada del batallón. “Pero es de los pocos que entienden el concepto de ¨hasta el último hombre¨” se puso de pie. “Le daré encuentro a ese mocoso antes que termine muerto…”

Desde que había llegado parecía que todo lo que hacía estaba mal. No entendía procedimientos, apenas distinga los códigos, y el entrenamiento en la base había sido tan corto y pobre que apenas tenía noción de lo que debía hacer. Como si fuera poco, desde que llegó lo ubicaron en “primera línea” y era un milagro que siguiera con vida. Varios de sus compañeros de la primera línea no corrieron con esa suerte y yacían fallecidos.
Eren Jaeger la pasó muy mal desde el primer día. Con un cúmulo de situaciones que le ocurrieron desde el inicio que le hacía inconcebible entender por qué seguía vivo. Tanto por los enemigos e incluso por los propios aliados.

La primera bala en el brazo le había ardido como si el mismo demonio le diera un mordisco. Le dijeron que no fuera exagerado y siguiera peleando, y eso hizo. Una tarde, uno de los cañones de Napoleón impactó cerca de dónde se encontraba, dejándolo sordo momentáneamente y mareado mientras con horror veía a sus compañeros caídos. En otra ocasión, incluso perdió el conocimiento y despertó en una tienda de campaña inglesa que correspondía a otro escuadrón. En esa ocasión le dieron por “perdido en acción”

Así sumaron situaciones más complejas.

Sí. Había intentado desertar. Lo descubrieron, por supuesto, y le dieron una paliza tan brutal que lo tuvo varios días inconsciente en el suelo donde lo dejaron tirado. El castigo para los desertores era la muerte por fusilamiento, y no le quedó de otra que aguardar ese momento.

Pero ella… Ella había intercedido por él.

Recordaba bien esa tarde. Estaban por el camino que unía los países del norte con tierras más cercanas de Inglaterra. Jaeger, estando contra su voluntad como soldado, vio la oportunidad de escapar cuando se escuchó ruido de balas a lo lejos y comenzó el movimiento. Soltó su fusil y corrió por el camino con la idea ilusa de no detenerse hasta llegar a un país neutral y liberarse de todo ese compromiso. Sólo un salto de una baya que obstruía su camino le permitiría salir del perímetro de visibilidad al perderse entre la hierba.
Pero chocó con algo que, al parecer, tenía las mismas intenciones de huir. Tal vez un animal salvaje o algún guerrillero en su misma condición. Cayó al piso con esta criatura, y al alzarse se encontró con… una chica.

¿Qué hacía una muchacha allí?

Jaeger quedó desconcertado por lo que veía. Era una chica delgada, de enormes ojos azules intensos y cabello rubio. Era pequeña en porte, pero parecía tener fuerza.

“¿Estás bien?” le preguntó el pelicastaño. Ella lo miró con desconfianza y le dio un empujón apartándolo y partió a correr. “¡Espera, es peligroso por allí!” salió tras ella al ver que corría en dirección hacia un foco crítico. El joven vio que justamente un soldado francés se apareció en frente de la rubia y apuntó a ambos con el fusil. No lo pensó dos veces y se lanzó encima de la chica y rodaron colina abajo escapando momentáneamente del enemigo.

Al llegar abajo, dolidos por los golpes, se puso de pie y la tomó de la muñeca obligándola a correr junto a él. Sólo cuando estuvieron alejados del peligro y ya no se escuchaban las balas del francés clavarse cerca de sus pies, pudieron detenerse frente a un lago donde bebieron un poco de agua.

“¿No hablas inglés?”
“…”
“…”
“Estás sangrando.”
“¿Qué? Ah, no es nada…” se palpó la frente, donde sintió que un poco de sangre caía hacia abajo.
“…” la joven rasgó una parte de su vestido y armó una venda que la puso alrededor de la cabeza a aquel soldado. “Por lo visto eres del ejercito británico…”
“Algo así…”
“¿Cómo?” ella lo miró con sospecha al terminar de hacer el nudo de la venda. Tenía un acento distinto a las personas que Jaeger conocía.
“Pertenezco a la milicia inglesa, pero no soy precisamente un soldado… Como puedes ver, parece que hago todas las cosas al revés.” él la miró unos instantes. Pensó que quizá era una campesina que huyó al escuchar estragos en sus campos, por lo que el trato que le dio no era jerárquico. Pero ahora que la observaba bien, parecía demasiado fina como para ser una campesina obrera. “Señorita… Disculpe si le pregunto qué hace aquí, pero me alerta bastante su presencia en estos lugares sobre todo después de iniciarse una pequeña batalla hace unos momentos.”
“No ha sido una batalla…” ella bajó la mirada, un poco molesta. “O tal vez ahora ya lo es.”
“…”
“El estruendo que se escuchó fue un ataque incendiario a la caravana que me trasladaba a mí y a mis sirvientes hasta Inglaterra. Esos animales destruyeron todo y saquearon lo que pudieron incluso tomando rehenes, pero yo alcancé a escapar y corrí sin rumbo para tratar de ponerme a salvo. En ese momento choqué contigo.” sólo para asegurarse, volvió a inspeccionar el uniforme de ese sujeto ratificando que, en efecto, era un militar inglés.
“Lo lamento.” se cohibió un poco al conocer el origen de clase alta de la joven. Si venía en una caravana con sirvientes, obviamente no era ninguna campesina. “Ahora estamos lejos del camino y del escuadrón.”
“Pero puedes guiarme hasta ellos…”
“N-no creo poder.”
“¿Por qué no?”
“…”
“…”
“…”
“¿Estás desertando?”
“N-no.” desvió la mirada.
“…” la rubia suspiró. Parecía que su mala suerte no pretendía acabarse. “Escucha… No es necesario que me acompañes, pero si me das coordenadas de dónde se encuentra la próxima base puede que llegue hasta ella.”
“Es peligroso y el camino es confuso…” Jaeger suspiró, poniéndose de pie. “La llevaré hasta allá. Es lo menos que puedo hacer después del incidente que ha tenido y yo ser responsable de que perdiera el camino.”
“…” ella se puso de pie, dudando. No parecía un mal chico pero tampoco confiaba en él del todo. “¿Cómo te llamas?”
“Jaeger Eren.” le respondió con pesar, sabiendo que acababa de firmar su propia condena. Seguramente ella lo delataría ante sus superiores y daría su nombre.
“Jaeger Eren… Yo también estoy huyendo.”
“…” Era obvio pensar que huía de las balas del enemigo, pero profundizando en el azul de sus ojos entendió que aquella chica huía de su destino. No quiso preguntarle más, por respeto.

El camino hasta la base a lo menos demoró una noche y un día entero. No porque fuera muy largo, sino porque estaba atestado de enemigos y no podían exponerse libremente. Finalmente, logró vincular a la señorita hasta aquel lugar y ponerla a salvo. Se despidió escuetamente de la rubia y cuando se disponía a volver con su grupo de compañeros fue que un alto mando lo increpó y lo interrogó sobre sus sospechosos últimos pasos.
Lo declaró sospechoso de desertar, le golpearon cómo escarmiento y lo encerraron.

Pero fue ella, aquella rubia, quien tuvo la atención de preguntar sobre aquel soldado apellidado Jaeger y al enterarse de la situación en la que lo mantenían declaró a su favor indicando que, en todo momento, la nobleza del soldado Jaeger brilló enormemente protegiéndola después de salvarla del enemigo. Sólo así (y por el peso del apellido de la rubia) soltaron al joven Jaeger y lo reintegraron en sus funciones.


“Jaeger, a tu posición.”
“¡Señor!” exclamó volviendo al presente y notando que el superior Ackerman apareció a su lado. En esos momentos, Jaeger cargaba a un compañero caído con intenciones de ponerlo a salvo. “No puedo dejar a mi compañero aquí.”
“…” Notó que Jaeger sintió miedo de sus reacciones. “A tu posición.” volvió a ordenar. “Yo me encargaré del soldado.”
“¡Sí, señor!” obedeció. Dejo a su compañero con el señor Ackerman, el hombre de cabello negro lo puso a salvo en un sitio escondido para volver por él posterior a que terminara el fuego y se preparó para el siguiente ataque. “No te despistes, Jaeger…” le indicó cuando estuvo cerca, al ver que dudaba en soltar el tiro. Vio en la dirección de la mira de Jaeger, comprendiendo sus titubeos: el rival era incluso más joven que él.
“…”
“…” El hombre se mantuvo estoico, pero entendía que la guerra era así de cruel para ambas partes. “Esto acabará en algún momento, niño.”

Fin del flash back

Slaine observaba atento cómo su hermano Henry se alistaba el uniforme en la tienda de campaña, dispuesta para los combatientes de más alto linaje. Era la primera vez que el joven Slaine era enviado directamente a la zona crítica de conflicto y estaba orgulloso de sí mismo y de sus hermanos mayores a los cuales admiraba profundamente.
Si bien los demás soldados eran de trato grato hacia él, Slaine anhelaba tener la atención de sus hermanos mayores quienes, lamentablemente, apenas le dirigían la palabra debido las contingencias de guerra que los involucraban.

“Slaine…”
“¿Sí?” por fin Henry le hablaba. Slaine sintió emoción. Desde que habían llegado al punto crítico no le había dirigido la palabra más que para darle alguna instrucción de dónde ubicarse o una orden de qué hacer.
“Soñé contigo.”
“…” La frustración lo albergó. Era su primera charla con su hermano y era una charla innecesaria. Pensaba que Henry le halagaría por cómo Slaine estaba llevando a cabo sus deberes. Se sintió un poco molesto por lo que le decía, no estaba seguro si su hermano no lo tomaba en serio o se estaba burlando de él. “¿Qué?”
“Era un sueño donde habían pasado muchos años, y te veía feliz… Vivías libre y feliz. Residías en un país de Europa, después de que estudiaras y viajaras por los continentes… Estabas con tu esposa, y conocía a mis sobrinos. Parecía una gran vida.”
“¿A qué viene esto, Henry?” preguntó con indignación.
“A que sería hermoso que vivieras tu propia vida sin estar bajo las órdenes de nuestro señor padre. O de los sueños de otros…” ni tratar tortuosamente de cumplir las expectativas de otros. 
“No digas esas cosas…”
“La guerra no es para ti. No deberías estar aquí…” se terminó de arreglar el cuello de la casaca. “Tu futuro deberías estar muy lejano a este infierno”
“¿Crees que no sirvo?” preguntó con indiferencia, aunque internamente se sentía muy irritado por sus comentarios. “¿Me estás expulsando del frente de guerra?”
“No es eso…” suspiró, desilusionado. Apreciaba a su hermano menor, pero resultaba ser un gran necio (incluso más que él) cegado con tratar de enorgullecer a su padre “Sólo que, a veces, debes tratar de alcanzar sueños que te hagan sentir en paz contigo mismo que sumergirte en deseos de otros que te sumergen en un infierno del que no puedes salir.”
“No.” negó tajantemente. “No podemos hacer las cosas de otro modo. No entiendo por qué dices esas tonteras sin asunto. Si esto es un infierno, es el infierno que yo quiero. Son las llamas que yo mismo acepto que me quemen. Nosotros tenemos nuestro destino forjado, si no lo quieres cumplir es un deshonor. Yo no dejaré de seguir el camino que nuestro padre ha preparado para mí, porque es un camino de honor y es lo que debo hacer.”
“Lo sé…” sonrió brevemente. “También… Es mi deber.” Y no dejaría de hacerlo. Pero tal vez al ser Slaine menor que él, tenía la oportunidad de luchar porque fuera lo contrario. Lamentablemente, no tenía esa intención. “Slaine, ve con el escuadrón…” dio término a su compañía.
“…” supuso que Henry ya no deseaba hablar más con él. “Espero no escuchar nuevamente algo como esto ni qué sigas pensando del mismo modo. Me has defraudado, hermano, y siento que me has traicionado. Siempre te he admirado y aspirado a ser tan siquiera la cuarta parte de lo que eres, pero la charla de hoy no me hace más que verte como un tonto demente…” le atacó con algo que podía ofenderlo, puesto que el padre de ambos solía hostigar a su hermano mayor con la idea de que se volvería loco algún día. “Será mejor que Cain no se entere de esta charla.” felizmente, su hermano Cain era todo lo que deseaba ser y se mantenía esa imagen intacta.
Slaine estaba dolido, como se debe estar ante la imagen de un ídolo caído. 
“…” sólo lo observó indiferente, su hermano le hizo una reverencia y se retiró.
El rubio terminó de alistarse y fue con su grupo de compañeros y juntos partieron a enfrentarse al enemigo. Sería un largo día.

Después de ayudar al señor Smith a atender a los soldados heridos en la tienda de campaña, Emilia salió unos instantes de la tienda para despejarse brevemente. A la tienda llegaban los soldados heridos en la batalla un tanto mas lejos, y por suerte la ubicación de la cruz roja no estaba en un perímetro peligroso.
Ella pudo cumplir adecuadamente las funciones otorgadas y resultó ser una muy buena asistenta para el Doctor Smith, y fue cuando ya tuvieron todo en orden que el rubio le dio un espacio de libertada para que pudiera tomar algo de aire.

Al salir de la tienda la joven se distrajo viendo a los soldados que deambulaban por los alrededores. Un grupo de ellos jugaba una partida de cartas, riendo divertidos, muy ajeno a sus propias lesiones y a la guerra en sí. Emilia sonrió feliz de que ellos se pudieran distraer aunque sea un poco en momentos como esos. Más allá un grupo de soldados acababa de retornar de la zona crítica, era un grupo pequeño y por lo que escuchó de uno de los soldados que jugaba cartas aquel montón había sido un grupo mucho más amplio antes de irse. Lo único que calmaba a los hombres es que ese grupo había logrado avanzar y destruir a un núcleo importante de los enemigos.
Emilia buscó con curiosidad algún rostro conocido, notando que entre ellos iba el señor Lancaster. Las miradas de ambos se entrecruzaron y reaccionaron notando lo sorprendidos que estaban los dos de encontrarse a cada uno en ese sitio. Eventualmente cuando el grupo de soldados se disipó, Emilia se acercó tímidamente hasta el señor Lancaster y buscaron un espacio de privacidad lejos de la mirada de curiosos.

“Emilia, viniste a mí.” le dijo el joven rubio, sujetando el rostro de la platinada con ambas manos y mirándola fijamente a los ojos.
“Señor Lancaster, estoy feliz de volver a verlo.” masculló con cierta dificultad. No había esperado aquel tacto tan cercano de su parte. Su mirada y sus ojos calipsos eran muy intensos. “Es una bendición saber que está bien. ¿No se ha lastimado en el encuentro de hoy?”
“Estoy bien.” suspiró, sonriéndole un tanto desilusionado. Emilia mantenía su distancia de él y eso era lo correcto y era el comportamiento esperado por parte de una dama como ella, aunque habría gustado de sentirla más  familiarizada consigo. “Por favor, sólo llámame por mi nombre.” le soltó el rostro suavemente. “¿Cómo es que has llegado…? Ah, la cruz roja.” negó con su cabeza, torpemente. “Lamento ser tan despistado”
“No tienes por qué disculparte, Henry…” a Emilia le costó llamarlo por su nombre, pero se sintió bien poder quebrar la jerarquía de trato. “Estaré contigo por un tiempo hasta que todo esto acabe.” le sonrió.
“Es peligroso…”
“Pero es mi deber.”
“Lo sé.” asintió. “Te protegeré con mi vida, como sé que tú me protegerás del mismo modo.” porque Emilia Bennet no era una dama débil que esperaba protección de un príncipe y se le prometiera cuidarla unilateralmente. Ella era una mujer fuere que entregaba una condición igualitaria.
“G-Gracias.” ella abrió enormemente sus ojos, conmovida. “¡Prometo que cuidaré de ti, Henry!” exclamó, impulsiva. “Y trataré de pasar tiempo contigo cuando vuelvas de tus enfrentamientos bélicos para conversar de cosas más amenas y puedas distraerte cada momento que estemos juntos.”
“…” la espontánea efusividad de Emilia le dejo un tanto confundido. Era una de las únicas persona que se empeñaba en querer cuidarle y sentirlo feliz. Era algo a lo que no estaba acostumbrado. Embozó una sonrisa inocente. “Gracias, Emilia. Esperaré con anhelo esos momentos.” seguidamente, indicó con la mirada a los demás soldados “Debo irme ahora. Quédate en la tienda de la cruz roja y no te acerques a los perímetros peligrosos, por favor.”
“Me quedaré en el punto seguro.” pero sí le tocaba acompañar al señor Smith a atender soldados en pleno campo de batalla, no se negaría. Pero ese detalle no tenía que saberlo el señor Lancaster.
Ambos se despidieron con un gesto escueto pero con una sonrisa jovial en sus rostros que nadie ni nada podía borrar.

En medio de ese ambiente turbulento, oscuro y angustiante, podía haber un halo de felicidad.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Eureka on December 29, 2019, 01:15:56 AM
yo: no pondré jotitos
yo, ahora: failed step one




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(https://i.imgur.com/R1hKhw5.png) (https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)


La refrescante brisa en su rostro estuvo a punto de adormecerlo, pero Wolfgang se levantó de golpe al recordar sus pendientes: había acordado en reunirse en la tarde con Lord Assa en la mansión de los Väring para coordinar aspectos relacionados al banco. Involucraba unos temas delicados respecto a la pronta expansión del banco a otros países del continente y no podía dejar de lado sus responsabilidades.

Sin embargo, la calma que sentía en esos instantes lo motivaba a quedarse un rato más en aquel inmenso descampado a unos kilómetros de la residencia de los Lancaster. Sumado a esto, Henry yacía dormido a su lado y le costaba contemplar la posibilidad —y el deber— de despertarlo de aquel agradable sueño que tenía. Su expresión pacífica le impedía atreverse a perturbarlo.

Llevaba un par de meses viviendo junto a los Lancaster y se había convertido en una rutina escaparse unas horas con Henry para explorar los alrededores al menos una vez a la semana. Uno de los caballos de su propiedad había congeniado de maravillas con él, tanto así que hasta lo había bautizado con un nombre: Aaron. A cambio, el corcel había desarrollado un fuerte apego hacia él, pese al terrible primer acercamiento que habían tenido.

Aún podía recordar las risas de Henry cuando el caballo se alzó y ocasionó su estrepitosa caída directa al lodo del establo. Sin duda, había sido una terrible manera de iniciar con esa breve alianza. Pero Aaron había dejado a lado su inicial rencilla para acomodarse a su ritmo y, eventualmente, lo había reconocido como un jinete digno de guiarlo.

Wolfgang observó de reojo a Aaron mientras pastaba junto al caballo de Henry, a unos metros de allí. Sonrió levemente, y volvió a echarse en el campo, observando las nubes sin prestarles mucha atención.

Momentos como ese parecían tan extraños y disonantes en su vida agitada: estaba tan acostumbrado a moverse de un lado a otro o a enfocarse enteramente en su puesto para evitar tener que lidiar directamente con su padre, que al final del día, no se permitía contar con el tiempo libre como para socializar o dedicarse a sí mismo. Había sido al lado de Henry que Wolfgang había empezado a tomar en cuenta ese aspecto de su vida: la vida en casa ajena lo había obligado a interactuar más con sus anfitriones y así había terminado siendo buen amigo de Henry, por sobre todos los hermanos Lancaster. 

Por inercia, su mirada se desvió hacia él, y lo contempló en silencio por unos instantes.

“¿Wolfgang?”

La voz de Henry lo hizo saltar en su sitio, un tanto asustado y sorprendido. Sin embargo, su amigo aún seguía en la misma posición, con los ojos cerrados y la mejilla apoyada en sus manos.

“Mis disculpas, Henry. Tal parece que terminé perturbando tu sueño.”
“Ando despierto desde hace un buen rato.” Henry sonrió. “Es sólo que te sentí observándome en varios momentos.”
“Bueno, no es novedad.” Henry rio levemente ante aquel comentario. “Siempre tengo la misma disyuntiva: levantarte o no. No miento cuando admito lo terrible que me siento al pensar en despertarte.”
“…Y por ello nunca lo haces.” Henry abrió los ojos, aún con una sonrisa en el rostro. Se giró levemente hasta imitar la pose de su amigo, con el rostro frente a las nubes que se movían perezosamente en el cielo. “El día está muy tranquilo. Tengo el presentimiento de que me he olvidado de algo.”
“Me sucede lo mismo.” Esta vez, fue Wolfgang el de la risa. “Lo más probable es que esté relacionado a mi regreso a Frankfurt, pero me alegra poder despejarme un poco de los asuntos relacionados al banco. Tengo suficiente con la reunión pendiente con Lord Väring, no necesito complicarme más la vida.”
“¿Tienes que partir pronto?” Henry se mostró preocupado.
“Sí, la idea inicial había sido quedarme con ustedes tan solo por un par de meses.” Wolfgang se veía un tanto conflictuado con ello. “Sin embargo, extendí mi permanencia y por ello debo pedirte mil disculpas.”
“No, no tienes nada de que disculparte. Al contrario, ha sido realmente grato contar contigo todos estos meses.”
“…Digo lo mismo del tiempo que he pasado contigo y los tuyos. Han sido los meses más bonitos de mi vida, sin exagerar.”
“Lo míos también.” Henry sonrió.
“Sin embargo, me preocupa mi hermano.” Wolfgang no pudo esconder su ansiedad. “Te comenté acerca de él, ¿no?”
“Por supuesto. Killua suena muy ameno.” Henry le sonrió.
“Lo es. Espero contar con la oportunidad de regresar con él, para que pueda conocerte a ti y a tus hermanos. Se que se llevaría de mil maravillas con Ciel.”
“Con lo que me has hablado de él, estoy seguro de que ese sería el caso.”
“Sí.” Wolfgang asintió. “La verdad es que me preocupa que esté solo con mi padre, si te soy sincero. Te hablé sobre él… es un hombre detestable y rechazo la simple posibilidad de que este inculcándole sus valores. Sólo conmigo allí es que Killua puede tener un mejor ejemplo del hombre que debe ser cuando crezca. No significa que me considere tan digno y admirable, pero—”
“Oh, descuida.” Henry rio suavemente. “Si entiendo a lo que te refieres. Y si es por mí, puedo afirmar con mucha certeza que lo eres. No me agradaría que tomes mis halagos como banales, pero no puedo evitar recordarte siempre lo majestuoso y agradable que eres. La persona que más admiro, si te soy sincero.”
“¡Henry!” Wolfgang se tapó la cara de la vergüenza.
“Pero es cierto. Estoy seguro de que Killua te admira muchísimo, también. Tiene un hermano mayor increíble.”
“…Gracias. No soy merecedor de tan lindas palabras.” Wolfgang le sonrió. “Pero soy la única persona que puede mostrarle el camino correcto. Es mi deber volver con él.”
“Se que no te agrada la idea de volver con tu padre, pero es realmente enternecedor que pongas a tu hermano por sobre tu incomodidad.”
“No es nada grandioso. Se que tú harías lo mismo de estar en mi posición.”
“Nunca sería capaz de desafiar a mi padre como lo haces tú, querido amigo.” Henry sonrió, apenado. “Creo que tu actitud decidida es una de las cualidades que más admiro de ti.”
“Henry, me preocupa que no me veas defecto alguno.” Wolfgang rio.
“Te puedo asegurar que ese no es el caso. A veces tu impulsividad—”
“¡NO!” Wolfgang se tapó los oídos. “¡Déjame vivir aquella ilusión!”
“Conste que yo sólo intento ser sincero contigo.” Henry rio.
“Lo sé, nunca me mentirías…” Wolfgang hizo una breve pausa y continuó, desviando su mirada hacia el cielo. “Me sorprende el poco tiempo que me tomó acercarme tanto a ti. Estoy tan acostumbrado a la hipocresía… y encontrarte ha sido maravilloso. Eres la persona más sincera que conozco.”
“¿Ahora soy yo el que recibe halagos?”
“Nunca son suficientes, Henry. Siento que es realmente valioso encontrar gente como tú en el mar de personas falsas y artificiales que nos rodean. Existe una autenticidad en tu trato que admiro enormemente.”
“Ah, te expresas de una manera tan bonita sobre mi persona, cuando yo siento que es todo lo contrario.” Henry sonrió apenado. “Tú eres sumamente auténtico. Debo admitir que extrañaré compartir contigo y, en especial, estos momentos de calma a tu lado.”
“Digo lo mismo.”
“Me gustaría que continúen…”
“Lo harán, cuando regrese.” Wolfgang le sonrió, mientras se incorporaba en su sitio y limpiaba su vestimenta sin mucho cuidado. Luego de alzarse y levantarse, se giró hacia Henry y le ofreció su mano. Su amigo la tomó y Wolfgang lo ayudó a pararse.
“¿Regresarás?” preguntó Henry, esperanzado.
“Por supuesto, te dije que Killua necesita conocer a Ciel.” Wolfgang rio. “¿Bloqueaste aquel comentario de tu mente?”
“Creo que no lo procesé del todo.”
“Bueno, por si necesitas escucharlo una vez más, volveré.” Wolfgang sonrió de lado. “Aunque no niego la posibilidad de que seas tú quien vaya a verme en un futuro. Sería hermoso llevarte conmigo a Frankfurt en alguna oportunidad, ahora que lo pienso.”
“¡Esa idea suena maravillosa!”
“Apuesto a que te encantaría.” Wolfgang asintió. “Tenemos que coordinar eso.”
“Temo lo que diga mi familia, eso sí.”
“Veremos cómo lidiar con eso. Pero de mí no te escapas.” Wolfgang le dio un par de palmadas en su hombro, con una sonrisa socarrona. Luego, corrió hacia los caballos, subiéndose a Aaron luego de apoyarse en su lomo y saltar sin mucho problema. Henry lo imitó, aunque a su propio ritmo.

Pronto se vieron regresando a la mansión, compartiendo risas y conversación amena en el trayecto. Wolfgang casi se distrae lo suficiente como para olvidar la reunión con Lord Assä, pero felizmente tenía a Henry a su lado para recordarle sobre aquel pendiente. Para ciertas cosas, su amigo tenía una memoria perfecta. 



No sucedía lo mismo con otras, pero Wolfgang estaba decidido a cambiar ese detalle.



***


(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png) (https://i.imgur.com/z6cA5xw.png)

 
“¿Wolfgang?”

La voz de Lord Michael lo sacó de sus pensamientos.

Wolfgang salió de su trance, sacudiendo levemente la cabeza para hacer ese recuerdo a un lado por completo.

“Disculpe aquella falta de respeto, Lord Rothschild.” Wolfgang inclinó la cabeza levemente. “Es completamente válido que me juzgue por andar tan distraído. Estamos conversando sobre temas de suma importancia y yo ando con la cabeza en otro lado.”
“No se preocupe,” le aseguró Lord Michael. “Sin embargo, debo admitir que en efecto, lo he notado muy ido. ¿Es por su regreso a Frankfurt?”
“…Sí,” respondió Wolfgang, ido. “Debe ser por eso.”
“Descuide. Si eso lo tiene preocupado, debo informarle que es usted libre desde este momento.” Lord Michael sonrió. “No tengo nada más que decirle. Sólo debo hacer hincapié en mis saludos a Lord König.”
“Por supuesto, le haré llegar sus saludos.” Wolfgang se levantó de su sitio, e hizo una reverencia. “Hasta pronto, Lord Rothschild.”
“Hasta pronto, Wolfgang.” Lord Michael sólo atinó a inclinar levemente su cabeza, sin dejar su posición en su escritorio.
“Quedo agradecido con usted. Sin más, me retiro.”

Michael sólo le sonrió: con ese gesto, Wolfgang supo que el mayor le permitía librarse de sus deberes por el resto del día. Al menos podría descansar unas horas antes de su regreso a Frankfurt la mañana siguiente.

Habían sido semanas atareadas con las conversaciones y negociaciones sobre la pronta expansión del banco a paises aledaños. Una serie de accionistas se oponían al arriesgado movimiento, pero Wolfgang, Assä y Michael habían defendido su postura. VR no podía permanecer sólo en Inglaterra y Alemania.

Los accionistas no estaban equivocados en su recelo, pero era ilógico aguardar durante meses sin una acción concreta: nadie estaba seguro de lo que el futuro les deparaba y existía la pequeña posibilidad de que el banco se viera afectado por el desenlace de la guerra.

Gracias a aquellos engorrosos asuntos, Wolfgang se había olvidado por completo de que Chrom le debía una charla hasta que el muchacho lo interceptó antes de poder retirarse a su habitación.


(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png) (https://i.imgur.com/VuqRmiR.png)


“¡Wolfgang!” Chrom corrió hacia él ni bien lo divisó a lo lejos. Por curiosidad y sorpresa, Wolfgang se quedó quieto y lo esperó, un tanto interesado en su urgencia.
“Chrom, ¿te encuentras bien?”
“¡Sí!” le dijo el peliazul, ni bien lo alcanzó. “Mejor que nunca. Necesitaba conversar contigo antes de que regreses a Frankfurt. Espero no incomodarte si ya contabas con otros planes.”
“Oh, no, descuida. Estoy libre por el resto del día.”
“¡Perfecto!” Chrom sonrió. “¿Me acompañas a dar un paseo en caballo? Es un poco tarde pero conozco los senderos a la perfección.”
“Por supuesto.” Wolfgang asintió, un tanto emocionado con aquel plan.





(https://i.imgur.com/HFWsyxp.png) (https://i.imgur.com/VuqRmiR.png)


La vista desde aquella loma era espectacular: el sol se ponía en el horizonte y bañaba todo el panorama de sus tonalidades carmines y naranjas. Wolfgang se sintió muy dichoso al poder observar la hermosa vista frente a sus ojos, quedándose ensimismado con el paisaje por unos breves momentos.

Chrom lo sacó de sus pensamientos al bajar de su corcel y tomar asiento a unos metros de allí. Wolfgang lo imitó, un tanto curioso por la enigmática actitud de su amigo. Tal parecía que Chrom andaba guardándose algo y no podía seguir escondiéndolo.

“Ante todo, debo reiterar mi agradecimiento por lo de la señorita Bennet. Sé…” Chrom desvió la mirada, un tanto apenado. “Sé que también le guardas interés a Camille. Lo pude notar en el baile de su hermana. Y también me di cuenta de que era mutuo, por lo que nunca esperé que—”
“Descuida, Chrom.” Wolfgang le sonrió. “Esto nunca fue una competencia. No niego lo que dices, pero debo recalcar que mis ilusiones eran en vano. Ahora sé que no puedo otorgarle lo que ella merece. Por el contrario, estoy seguro de que a tu lado será inmensamente feliz. No pierdas la oportunidad de compartir con ella.”
“Disculpa mi impertinencia, pero no puedo llegar a comprender por qué te rendirías así de fácil. ¿Debo suponer que no es por su familia?”
“Y supones correctamente.” Wolfgang asintió. “Esos factores son detalles a mis ojos. Camille es perfecta. Es una mujer con la que me casaría, de ser posible. Sin embargo, no quiero someterla a una vida amargada como la mía. No pretendo negar los problemas que los tuyos tienen, pero mi familia es un tanto más complicada.”
“¿Esas no son excusas?”
“Tal vez.” Wolfgang observó el atardecer, pensativo. “Tengo miedo, Chrom. Aún no sé bien de qué, pero lo siento… y eso me está cegando por completo.” El rubio se giró hacia su amigo. “Sin embargo, mis buenas intenciones son genuinas. Quiero que tú y ella sean felices. Lo merecen, y se los deseo de todo corazón.”
“No hables así, por favor.” Chrom se mostró preocupado. “Agradezco muchísimo lo que haz hecho por mí, pero no puedo quedarme tranquilo mientras observo cómo sufres al prohibirte ser feliz. Yo también te deseo lo mejor, Wolfgang. Por ello, preferiría que le dejemos a Camille la opción de decidir.”
“…” Wolfgang se giró a dedicarle una sonrisa pequeña. “Gracias, Chrom.”
“No hay problema, querido amigo.” Chrom le devolvió la sonrisa. “Más bien, quería comentarte acerca de algo que me tiene un tanto preocupado. No es un tema de conversación que tendría con cualquier persona, pero sé que harás un esfuerzo por entender lo que te contaré a continuación. Si alguien me puede escuchar, de seguro eres tú.”
“¿A qué te refieres?” Wolfgang no pudo ocultar su curiosidad.
“Es sobre mi hermano mayor. De seguro habrás notado que Hubert anda un poco distinto.”
“Lo he visto de mejor humor. ¿Está relacionado al baile en el palacio?”
“Sí. Allí… conoció a un noble, el señor von Aegir,” comentó Chrom, desviando su mirada hacia el atardecer. “Me enteré que tuvieron una terrible primera impresión del otro, pero para el final de la noche, se permitieron compartir un momento juntos y encontraron varias cosas en común. Se llevan de mil maravillas. Sospecho… que no es una relación normal de allegados.”
“…” Wolfgang demoró en conectar los hechos, hasta que todo le cayó de golpe.

Nadie hablaba del tema.

Era un tabú y la sociedad hacía lo imposible por no visibizarlo, más aún cuando existía pena de muerte por ello. Sin embargo, era predecible que Wolfgang hubiese escuchado rumores al respecto en sus viajes por el continente: llegaban a sus oídos historias de hombres o mujeres que se enamoraban de una persona de su mismo sexo.

La mayoría de personas lo veía como un tipo de enfermedad, si es que salía a la luz. Sin embargo, Wolfgang pensaba distinto. Era inusual, por supuesto, pero no le causaba repulsión en lo absoluto. Era cierto que, al final del día, Wolfgang se guardaba sus comentarios, pero en su interior, no le veía conflicto al tema. Aún así, entendía sus límites como miembro del comité del banco y, pese a su rebeldía, prefería no entromerse en asuntos tan delicados como aquel.



Sin embargo, escuchar los rumores de que aquel tipo de relación podía estar ocurriendo en su entorno social era un tanto —por no decir muy— sorprendente.

Más aún, tratándose de Hubert. Si no estaba equivocado, el hombre tenía prometida.

“¿Estás sugiriendo que…?”
“Precisamente. No quiero levantar falsos testimonios, pero así lo siento. No tengo pruebas, y justo por ello no he querido acercarme a Hubert a conversarle al respecto.” Chrom volvió su mirada hacia Wolfgang, un tanto asustado. “Quién sabe lo que me haría en caso esté equivocado.”
“No bromeo al plantear que no vivirías para contarlo.”
“Lo sé.” Chrom suspiró. “Mi hermano es de temer… Aunque tú has sido mucho más osado con él durante estos últimos meses.”
“Lo siento. Creo que eso terminó influyendo en su trato contigo. Sin embargo, tengo un límite y Hubert lo propasó varias veces. Es… insoportable. Disculpa mi impertinencia.”
“Descuida, no te juzgo por expresarte de esa forma. Yo me siento igual. El único que nos comprende es Marth, que también lo sufre de vez en cuando.”
“Dios nos salve de Hubert Rothschild.” Wolfgang rio. “Sin embargo, Chrom… Debo admitir que me encuentro un poco sorprendido. Eres un hombre muy agradable, pero es de esperarse que las personas de nuestro entorno tomen actitudes desagradables cuando se trata de estos temas tan delicados. Vivimos en una sociedad tan cuadriculada donde todo está establecido de cierta forma y es imposible ir en contra de la norma. A la gente que intenta vivir a su manera la mandan lejos, como es mi caso. Y yo no he hecho más que rebelarme en contra de mi padre. Por Dios, condenamos a las parejas que se escapan. Es ridículo.” Wolfgang bufó, enojado. “De solo pensar en lo que le hacen a esos pobres hombres…”
“Para la sociedad son actos viles. No creo que sea así, si te soy sincero. No es tan sencillo categorizar todo de una manera positiva o negativa. No sabemos qué pasa por sus mentes o cómo se sienten.” Chrom suspiró. “Estas semanas le he dado vuelta al asunto y he encontrado que no debería importar lo que tú, yo o el resto de nuestras familias y socios piensa. No tenemos derecho a opinar o a entrometernos. Sin embargo, si su bienestar está en juego, apoyaré a mi hermano pese a todo.”
“Es muy noble de tu parte.” Wolfgang sonrió. No se había equivocado al creer fervientemente que Chrom era una buena persona, a diferencia de su padre y su círculo social. “Más aún, con el trato que tiene Hubert hacia ti.”
“No creo que sea noble.” Chrom le sonrió. “Tan solo me importa la felicidad de mi hermano. Es cierto que no hemos contado con una relación ideal, pero no significa que no me importe su bienestar. Por eso… llegué a contemplar la opción de que se fueran a otro país.”
“Me sorprende lo planeado que tienes todo.” Wolfgang rio. “Y ni siquiera has confirmado tus sospechas.”
“Bueno, estoy esperando a que llegue el momento en que Hubert no aguante más y venga a mí. No hay nadie en nuestro entorno dispuesto a ayudarlo… Estoy seguro de que, por ello, lo hará, eventualmente. Y aquí estaré para él. Lo escucharé y le otorgaré mi apoyo. Siéndote sincero, planeo plantearlo como parte de los directivos que iniciarán el banco desde cero en otros países.”
“Es una oportunidad perfecta, realmente.” Wolfgang asintió, emocionado. “Estoy enterado de que en Francia las leyes son mucho más lenientes, pero sería cuestión de averiguar e informarse al respecto si es que existen casos similares en otros países del continente. Mientras la guerra siga su curso, no podemos incluirlo como opción.”
“Huh.” Chrom soltó una carcajada. “Me divierte cómo te incluyes en el problema como si Hubert fuese uno de los tuyos.”
“Ustedes son como familia, Chrom.” Wolfgang le sonrió. “Tal vez por ello rechazo tanto a Hubert. Es como el hermano mayor insoportable que nunca tendré.”
“Y vaya dicha la que tienes.”
“Eso no te lo niego.”

Los dos se permitieron un par de risas al respecto, y luego, continuaron compartiendo un momento tranquilo en medio de todas las preocupaciones que los aquejaban.

El tema de la guerra era el que Wolfgang aborrecía más. Una mención al respecto y su mente desviaba todos sus pensamientos hacia Henry… como si no fuese suficiente pensar en él día y noche sin cesar. 

Le había sorprendido distraerse a tal punto de sumirse en sus recuerdos durante una reunión de negocios aquel día, pero suponía que su ansiedad iba por sobretodo. Tan sólo esperaba que se encontrara bien. 



Pese a las revelaciones de aquel día y al viaje inminente que debía realizar, Wolfgang regresó a la mansión de los Rothschild con una misión clara: redactarle una carta a su buen amigo, rogando que llegara a él lo más pronto posible.




Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Apple on December 31, 2019, 09:16:42 PM
El último fic del año omg ;_;

Lo que esta en cursiva es un flashback.

7

(https://i.imgur.com/T6dstpF.png)

El día habia llegado, era tiempo de partir al Reino de los Paises Bajos donde el duque de Wellington esperaba a varios regimientos ingleses, rusos y prusos para la batalla contra las tropas francesas.

El Coronel Ike Middleton permanecia impacible, observando el turbio mar de otoño que atacaba el barco con olas imponentes. A su lado Robb trataba de mantener la misma serenidad de su amigo, Ike se percato de su nerviosismo tipico de un soldado que parte por primera vez a la batalla. Y por añadidura, Robb se había escabullido al barco de su regimiento sin avisarle a nadie. Eso  le pesaba bastante y sabia que a su regreso se las tendría que ver con Lord Stark.

Le  sorprendía bastante que Robb hubiera tomado una desición tan precepitada e irreponsable, sin el consentimiento de su familia. No lo culpaba por querer algo de aventuras y desear hacer su propia fortuna sin estar a la sombra de su padre pero aún siendo bastante sensato, Robb no tenía idea de a que se enfrentaba. Lo que fueran a vivir en Waterloo iba a ser un infierno.

Cuando el primer oficial del barco pasó avisandoles que desembarcarian en una hora, el coronel Middleton decidió bajar a su camarote y escribir unas cartas. La primera era para su padre, la segunda era para sus superiores en Ingleterra explicando la situación con Robb Stark y la última era para Lady Aika Romanova.

(https://i.imgur.com/T6dstpF.png)(https://i.imgur.com/OnNeesc.png)

El coronel Ike Middleton no esperaba tener que hacerla de niñera durante su estadía en Bloomington. Pero tras los ruegos del obstinado alcalde Trump y la promesa de otro día de ocio en Keyfield Park no tuvo otra opción más que aceptar.

El, a diferencia de sus amigos, no era parte del grenty o la aristocracia. Su padre era un comerciante que con mucho esfuerzo, y desde que era muy joven, trabajó de sol a sol para sacar adelante sus empresas y convertirse en un hombre de fortuna. El coronel heredó esas virtudes y fue lo que le permitió escalar los rangos del ejército de su majestad. Tras pelear en el continente por un par de años, pronto de encontró siendo coronel con una comisión en Berkshire, donde se encargaba de resolver problemas internos dentro de Inglaterra y entrenar a los futuros soldados del rey; tan excepcional era su trabajo que en su uniforme ya se lucían unas medallas y un par de ordenes.

Estas reducían bajo el sol de medio día en su casaca roja mientras escoltaba a lady Aika Romanova al ayuntamiento de Bloomington donde el alcalde Trump les esperaba para un almuerzo con los concejales del pueblo. Ike usualmente rehuia de esas situaciones demasido formales, lo suyo era el campo de batalla y las ocasiones mas rústicas. Pero el alcalde Trump temía de un ataque de los deplorables franceses a la señora, y lo consideró la mejor escolta para hacer el trabajo.

Claro... como que si la armada de Napoleón fuera a invadir Bloomington en cualquier momento. El alcalde no se daba cuenta que su paranoia injustificada resultaba absurda, casi graciosa. Ike que había estado en el campo de batalla y peleado cara a cara con los galos sabía que eran enemigos temibles, pero la amenaza de una invasión era absurda. La guerra ya llevaba un par de años en estado de hibernación, con pequeñas batallas por aquí y allá pero ninguna significativa. Napoleón parecía tener dificultades aún para afianzar su poder en Francia como para atreverse a invadir el Reino Unido.

Los pensamientos de Ike cuando estaba solo casi siempre eran en torno a la guerra y lo que había visto en el continente. Cuando veía a los jóvenes, casi niños, cadetes no podía evitar verse reflejado en ellos cuando era apenas un crío del verano que no había experimentado el invierno de la guerra con el retumbe de los cañones y el llanto de agonía de los hombres que quedaban esparcidos por los suelos. Esas imagenes nunca parecían abandonarlo e incluso lo visitaban mientras dormía en forma de grotescas pesadillas que preocupaban a sus familiares y amigos. En algún momento Ike creyó que tras aceptar la comisión que le otorgó la corona y vivir placidamente en Berkshire aullentaria esos horribles sueños, pero estos se negaban a dejarlo en paz y en ocasiones pensaba que hubiera sido mejor quedarse en el campo de batalla y esperar la muerte inminente.

-Coronel Middleton ¿se encuentra bien?

La pregunta de la noble lo saco de sus pensamientos y le sorprendió un poco ¿desde cuando las princesas de reinos lejanos se preocupaban por soldados como él?

-Sí, por su puesto. Solo admiraba el paisaje de Bloomington.

-Es un hermoso lugar, ¿no le parece? En Moscu usualmente es muy frio y no tenemos tantas flores silvestres. Al igual que San Petersburgo. Planeo quedarme aquí todo el verano.


Las palabras que salian de la boca de lady Aika eran francas y amables siempre. El coronel Middleton nunca se imaginó que le llegaría a tener tanta estíma a una joven de noble cuna, menos a una  aristocrata rusa. Todo el verano que paso junto a ella el coronel se permitió olvidar los horrores de la guerra por un momento y disfrutar de la languidez y complacencia de unas comodas vacaciones en el campo. Solo hasta que desembarcaron y monto su caballo con el objeto de llegar a Waterloo se dio cuenta de lo mucho que amaba a lady Aika y su deseo de volver a verla. Era la primera vez en mucho tiempo que no deseó morir en batalla.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Mery on December 31, 2019, 10:57:08 PM
Una de mis metas para el 2020 es escribir más ;;;;
debo recuperar mis notas, IMSOSORRY



3
An eventful night part 1


Era el día que tanto habían esperado, Shura parecía tener luz propia y su sonrisa desprendía tanta dicha e ilusión que era contagioso. El hogar de los Bennet estaba en constante movimiento y los preparativos de las jóvenes hijas se desarrollaron entre risas y armonía. Para Mery, que adoraba los bailes, parecía que el tiempo no podía ir más a prisa.

Cuando la ceremonia comenzó y la pequeña Shura tuvo la oportunidad que tanto deseaba de brillar frente a todos, Mery casi vibraba de emoción. Recordaba con añoranza su propio baile el año anterior y deseaba que su hermana lo disfrutara tanto como ella lo hizo. Una vez que notó que sus familiares empezaban a dispersarse, tomó la oportunidad para encontrar a sus amistades

“Te ves muy bella, Rose.” Dijo la menor muy sonriente al hallarla. La joven pelirroja llevaba puesto un vestido blanco entallado que relucía su figura.
“Puedo decir lo mismo de ti, querida.” Contestó ella a su vez mientras se abanicaba con ligereza. “Te veo notablemente feliz, por cierto.”
“Imposible no estarlo.”
“Por supuesto.” Rose asintió y la guiaba entre los asistentes mientras buscaban a Alice, quien no debía estar lejos.
“Siento que hay más personas de las que esperaba.”
“Luego de la invitación del alcalde Trump, ya lo veía venir.”
“Pero se lo agradezco mucho.” Dijo Mery con cierta timidez, Rose sonrió.
“Es una bella noche, todo saldrá bien, lo verás. Aunque me pregunto qué sorpresa nos vendrá hoy Alice.”
“¿Hoy? ¿Por qué lo dices?”
“Oh, querida, es cierto que no estuviste allí para presenciarlo.” Recordó Rose mientras se formaba una sonrisa pícara en su rostro. “Verás, el día que viste a Alice fue precisamente el mismo día en que ella llegó a Bloomington. A pesar de que estuvimos juntas unas horas antes que tú, no tuvimos la oportunidad de hablar mucho; sin embargo, me comentó que más adelante nos dirá la razón de su tardía llegada.” Explicó con rapidez. “El punto es que esa mañana vimos pasar a varios grupos de oficiales en Meryton, hay muchos por todas partes a decir verdad. Todo transcurría con normalidad, pero ingresamos a una tienda de accesorios y algo cambió. Yo no había notado nada fuera de lo común y Alice no compartió sus intenciones conmigo, sólo se encaminó con rapidez a unos jóvenes uniformados en el interior. Fue sólo entonces que reconocí al señor Hakaze entre ellos.”

Mery sonrió al escuchar ese nombre. Kaoru Hakaze era un londinense amigo de la infancia de Alice, quien solía visitar Bloomington durante el verano y había sido presentado tanto a ella como a Rose unos años atrás por medio de la propia Alice. Kaoru no llevaba mucho tiempo en la milicia, un año y medio quizás, pero desde su ingreso no lo habían visto y únicamente tenían noticias suyas a través de las cartas escritas por Alice.

“Debe haberse alegrado mucho al encontrarlo.” Dijo Mery ilusionada.
Rose se abanicó con gracia. “Vaya que lo creo.” Canturreó antes de proseguir. “La tienda no era muy grande, por lo que a Alice no le tomó mucho llegar hasta él y, aquí es donde incluso yo fui tomada por sorpresa, le llamó por su nombre y procedió a otorgarle un muy largo y sentido abrazo.”
“¡¡!!” Mery se sobresaltó y se cubrió la boca con ambas manos.
“Logré escuchar a Alice decirle cuánto le había echado de menos mientras ésta reía, ¿pero el señor Hakaze? Él quedó pasmado, algo entendible dada la situación aunque igualmente gracioso; y en un abrir y cerrar de ojos, Alice divisó al capitán Ichinose pasando por la acera de afuera, soltó al señor Hakaze y salió de la tienda a darle encuentro.”
“Oh, Alice...” Mery sonrió con nerviosismo.
“Es una gran, gran lástima que no hayas podido ver la reacción del pobre hombre con tus propios ojos, querida, ¡su rostro era todo un poema!” Era evidente que Rose hacía esfuerzos por no reír, pero se contuvo. “¿Te imaginas al siempre altivo y gallardo señor Hakaze, viéndose cohibido y titubeante luego de ser arremetido por nuestra pequeña amiga? Confieso que era algo que no esperaba ver.”
“Alice es siempre muy ocurrente y transparente en sus acciones.” Comentó Mery más tranquila. “Debió ser un encuentro conmovedor.” Dijo soltando un suspiro.
Rose dudó, pero finalmente sonrió. “No creo que otros pudiesen describirlo de la misma forma, Mery. En realidad, aquello puede calificarse como una acción inadecuada, especialmente viniendo de una señorita.”
Mery se mostró preocupada. “Oh no, ¿en verdad podría ser malo?”
“Bueno, a ella no parece importarle, así que no debe ser algo que nos preocupe.” Le tranquilizó. “Sabes que Alice no tiene un interés particular por la etiqueta.”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on December 31, 2019, 11:03:14 PM
Pasada flashhhh luego dejo grafiquitos uwu aún tengo como 10 fics que escribir antes de fin de mes, tengo que ver como condensar todo ;_;

Este es mi último fic en Londres, así que debería ir antes del intro a invierno pero c’est la vie~/conchuda

(https://i.imgur.com/prvmU6C.png) (https://i.imgur.com/p0ygBtN.png)

XII.

El baile en el palacio de Buckingham fue, en ojos tanto de su madre como de la propia tía Miranda, todo en éxito para la sociedad de las hermanas Bennett. Entre encuentros amicales -algunos más que otros-, animada danza e introducciones a nuevos círculos de amistades… era muy pronto para decir, pero todo parecía haber andado viento en copa, y la impresión causada por las hermanas provenientes de Bloomington pintaba como una muy positiva.

Lamentablemente, por más agradable que hubiesen sido los pasados días, su residencia en Londres venía llegando a su fin. Las hermanas se ocupaban en organizar sus últimas visitas a conocidos capitalinos, así como comprar detalles que se les hubiese olvidado adquirir. Entre las primeras se encontraba Sayi, quien en compañía de su primo Albert se disponía a cumplir la promesa hecha al señor Souton.

“¿Así que este es el abuelo del señor Souton, el elusivo dueño de Pembroke Abbey?” le preguntó Albert, mientras ambos cruzaban calle y se adentraban en el distrito de Chelsea. Sayi asintió “Vaya, recuerdo haber visitado esa abadía cuando era pequeño, pero el dueño no se encontraba en casa; al parecer eso ha sido lo normal desde hace décadas…”
“Yo también he visitado esa residencia, pero jamás he conocido al dueño. Ni siquiera mamá o papá. Siento que estoy por conocer a una leyenda”
“Pembroke Abbey es un edificio espectacular, así que tengo altas expectativas sobre este famoso dueño”

Llegaron a un bloque de residencias en el clásico ladrillo rojo, y Sayi fue pronta en encontrar el número listado en la invitación. Albert fue quien llamo a la puerta, y el valet fue inmediato en recibirlos y pedirles que esperaran en la sala de dibujo mientras llamaba a los dueños de casa.

Mientras Albert y Sayi esperaban a sus anfitriones, la joven estudió los muebles y la decoración, y sintió una punzada de nostalgia. Aún no cruzaba palabra con el señor pero, a juzgar por lo clásico de los accesorios, antiguos y con el aroma a guardado inundando el ambiente, los detalles a su alrededor habían sido más que suficientes para recordar a sus propios abuelos. Aferrados a tiempos mejores, con una pulcritud envidiable aún si la habitación rebosaba de memorabilia.

El valet anunció al señor Souton y el señor Momiji Souton, y ambos ingresaron a la sala de estar. Sayi extendió una amplia sonrisa al ser introducida por su buen amigo, y el señor Souton senior le devolvió la cortesía con el mismo entusiasmo. A primera vista parecía tener el mismo carácter ameno de su nieto, y aún con varias décadas encima era evidente el parecido físico del uno con el otro.

“Es un honor conocerlo, señor Souton” le sonrió Sayi “Su nieto me ha hablado maravillas de usted, y me siento sumamente afortunada de finalmente conocer al señor de Pembroke Abbey. Mi madre estará muy contenta cuando se entere que tuve el honor de ser recibida en su hogar”
“Finalmente me conoció eh” rió el anciano, y seguidamente le dio una palmada en el hombro a su nieto “Seré el señor de Pembroke Abbey en este momento, pero en poco tiempo Momiji será el legítimo heredero. Y me imagino que la señora Bennet se pondrá contenta al saber que ya se le tiene en tan buena estima”
“Abuelo, no diga eso por favor…” le rezondró el rubio, y el abuelo respondió con una carcajada abierta antes de romper en tos.

Al asegurarle al grupo que se encontraba bien, el anciano tomó asiento mientras carraspeaba. Sayi le sonrió a su amigo, el señor Souton, y él a ella, y entonces un brillo a la distancia llamó la atención de la joven.

Se trataba de un enorme ventanal un par de habitaciones más abajo. El sol hacía destellar los vidrios por sobre lo que parecía ser un hermoso cerco vivo, rebosante de flores.

Sayi no pudo ocultar su asombro, algo que no pasó desapercibido por el dueño de casa.

“Tiene buena mira, señorita Bennet, veo que mi jardín le ha llamado la atención” dijo el anciano, y Sayi sonrió apenada “Por favor, pasee por él. Aunque me temo que tendrá que compartirlo con un visitante un tanto indeseado”
“¿Visitante indeseado?” preguntó la joven, pero el anciano negó con la cabeza
“Un hombre sumamente taciturno, pero dudo interrumpa su paseo” dijo, antes de azuzarla “Por favor vaya, que me gustaría su opinión sobre mis espuelas de caballero”

Sayi aceptó la invitación, y tras prometerle al grupo que solo demoraría unos minutos se perdió pasillo abajo. El dueño de casa se giró hacia su nieto, con una sonrisa dibujada en su rostro.

“Así que ella es la famosa señorita Bennet” murmuró, y el señor Souton se limpió la garganta y se dirigió a Albert.
“Señor Lot” le dijo el joven a su otro invitado “¿Le interesaría un juego de Piquet?” ofreció.

Albert fue pronto a aceptar y, mientras barajaban las cartas, el primo aprovechó para preguntar más sobre sus anfitriones, interesado en conocer mejor a la familia desaparecida de Bloomington; los dueños fantasma de la gran Pembroke Abbey.



El pasillo terminaba en una terraza que daba hacia el jardín del señor Souton. Tal y como lo esperaba, el lugar estaba rebosante de flores, muchas desconocidas para ella. Era evidente que el pasatiempo de su acaudalado dueño de casa era atender a su preciado jardín. Sayi deseó poder mostrárselo a Cho, quien sin duda apreciaría esa escena mil veces más que ella.

Tan anonadaba se encontraba caminando alrededor de la casa que se había olvidado de la advertencia del señor Souton sino hasta que vio a un hombre de espaldas a ella, agachado mientras parecía estudiar el grupo de flores. Sayi las reconoció como las espuelas de caballero que había mencionado el anciano, por lo que se acercó con cuidado, con tal de no interrumpir al otro visitante.

Unos cuantos pasos bastaron, sin embargo, para notar algo familiar en el hombre frente a ella. Y cuando este alzó la cabeza fue que Sayi reconoció su cabello, su porte… y el uniforme naval que llevaba puesto.

Era el oficial que la había reconocido en el palacio de Buckingham. Aquel presente en la puesta en sociedad de Shura.

Pensó en dejar el jardín y apresurarse en reunirse con su grupo… pero este no era el palacio de Buckingham y no había forma de perderse entre cuatro personas. Una retirada en ese momento claramente llamaría la atención del hombre… ¿acaso podría pretender que nada había sucedido? ¿El señor Souton podría introducirle al oficial? Era demasiado tarde para ello, pero si podía guardar tan solo migajas de su honor…

Pero antes de deducir un plan de acción el oficial se giró hacia ella, con aquella mirada tan incisiva que recordaba tan bien.

”Quizás y lo mejor si sea marcharme…” pensó.

El hombre se puso de pie con ayuda de un bastón sin despegar los ojos de ella. Sayi bajó la mirada, sumamente incómoda, y estuvo por disculparse por esa y los pasados dos encuentros, cuando él decidió hablar primero.

“Señorita Bennet, ¿cierto?”
“S-si… señor…”

Y quedó en silencio, esperando que el oficial fuera tan amable de darle su nombre, para poder dirigirse a él apropiadamente. El hombre le hizo el favor.

“Capitán Ackerman”


Así fue que finalmente pudo empezar a cumplir su penitencia.

“Capitán Ackerman, me apena muchísimo haberle demostrado tal falta de modales, no solo en una, sino en dos ocasiones” arrugó la falda de su vestido con ambas manos y bajó la cabeza “Y todo ello sin tan siquiera haber sido introducidos. No habrá forma de sobrellevar tanta vergüenza no importa cuantas veces me disculpe con usted”

El castaño no se movió de su sitio, pero parecía haberla escuchado.

“Y muchísimas gracias por el favor de ayudarme en Bloomington” dijo, recordando esa noche, luego del intercambio que había tenido con Terry “Lamento haber sido tan inoportuna, entonces y ahora. Y…”
“No creo tener nada que perdonar. No se ha portado de una u otra manera a causa mía” respondió. Su voz era tranquila, y sus palabras llenas de franqueza “Simplemente fueron ocasiones donde nos toco coincidir, y eso es todo”

Los oficiales que solían visitar Bloomington con los regimientos solían tener su edad, o ser menores que ella, y Sayi estaba acostumbrada a sus personalidades curiosas y corteses; tal y como el oficial Stanfield.
Por eso mismo era que no recordaba haber conocido a un oficial como el capitán Ackerman; un hombre educado por la guerra, endurecido en facciones ásperas y con una mirada que parecía perforar sus pensamientos.

Sayi no supo qué responder, pero el capitán se hizo a un lado, dejándole ver las espuelas de caballero atrás de él. La joven tomó ello como invitación a que se acercara, lo cual hizo con cautela.

Sus ojos, sin embargo, pasaron de las flores hacia el bastón que llevaba el oficial.

“Un accidente hace unos seis meses” dijo, respondiendo a la pregunta no formulada. Sayi no se había percatado del bastón durante el baile. Debía usarlo únicamente en ocasiones no formales.
“¿Y aún con su lesión planea partir a Francia?” se atrevió a preguntar, recordando su breve conversación en la galería.
“Es mi deber. En tiempos de guerra no hay lesión que justifique la inacción”
“Me parece muy honorable de su parte, capitán”

El trino de un grupo de aves pasó por sobre ellos, y Sayi alzó la cabeza. Sus ojos se fijaron en la hiedra que cubría el ladrillo rojo.

“¿Cuál es su opinión de Londres?” le preguntó el capitán.

Sayi sonrió para si misma, observando el azul de las flores y sintiendo el frio londinense en sus manos. La ventaja de conversar con alguien tan franco como ese hombre era que no necesitaba cuidar tanto sus palabras.

“Me gusta visitar Londres, o mejor dicho, la familia y amistades que tengo en la ciudad. Son ellos quienes lo hacen especial. Pero yo he crecido en la campiña, y una vida tranquila en el campo es donde aspiraría vivir”
El hombre pareció dejar que sus palabras se asentaran antes de responder “Comparto su sentimiento. Aunque yo le tengo menos estima a Londres que usted”
“Entonces espero que visite Longbourn de nuevo, capitán” se animó a decir Sayi “Si ha sido tan amable como desestimar mis exabruptos, lo menos que puedo ofrecerle es hospitalidad en mi hogar”
“Quizás después de la guerra” respondió el capitán
“¿Quizás en su camino a Manchester?” dijo Sayi con una sonrisa, recordándole la ciudad donde dijo se asentaría antes de partir hacia el canal de la mancha.

El hombre observó su rostro unos segundos antes de bajar la cabeza en despedida.

“Debo marcharme, señorita Bennet”
“Ha sido un gusto verlo en mejores términos, capitán” le respondió “Rezaré por usted y por su regimiento, y de verdad espero verlo visitar Bloomington a futuro”

Sayi lo observó marcharse del jardín, y cuando el capitán Ackerman estaba por ingresar a la residencia fue que se cruzó con el abuelo del señor Souton. Intercambiaron una despedida algo abrupta y el capitán desapareció de vista.

El señor Souton caminó hasta Sayi con una sonrisa, y se detuvo frente a sus espuelas.

“¿Y? ¿A que no son hermosas?”
“Si señor Souton. Son un espécimen precioso” dijo Sayi “Una de mis hermanas tiene su propio jardín, y estoy segura estaría sumamente impresionada”
“¡Oh! ¡Tendrás que llevarle una de mi parte!” dijo, entusiasmado por escuchar de alguien que apreciaría a una de sus hijas “Déjame buscar un… algo… donde pueda enviarle una de ellas. Así la puede llevar consigo a Bloomington”
“Es usted demasiado amable” agradeció Sayi, mientras observaba el anciano hurgar entre un grupo de herramientas “Pero… ¿le puedo ayudar en algo?”

El hombre hizo como si no la escuchara, y optó por cambiar el tema.

“Espero que ese oficial no le haya importunado demasiado” dijo el abuelo.
“En lo absoluto” respondió Sayi, y por primera vez iba en serio. Ae alegraba de haber hecho las paces con el recuerdo de ese oficial “Es un militar, un hombre bastante franco, pero en cierta manera amigable”
“¿Amigable? Es usted demasiado amable, señorita Bennet” dijo el señor Souton “Esta es la tercera vez que ese caballero ha venido a visitarme. Sin importar cuántas veces le he dicho que no. Es sumamente insistente, a mi parecer grosero en su contradicción, cuando un anciano como yo ha sido bastante claro en expresar sus deseos”
“¿A qué se refiere, señor Souton?”

El anciano tomó asiento en su banca y con suma parsimonia, empezó a buscar el ejemplar ideal para mandar con ella a Bloomington.

“No deja de venir a pedirme que le deje adquirir Pembroke Abbey. Y por más dinero que venga a ofrecer, y por más que le diga que no, sigue insistiendo…”

Sayi alzó las cejas, sorprendida. Pembroke Abbey era una mansión enorme, con más de ciento cincuenta habitaciones y sentada en hectáreas de la más hermosas praderas y bosques cercanos a Bloomington.

¿Cómo podía concebir adquirir todo ello?

“Es de esos capitanes que han hecho una fortuna por capturar barcos enemigos… y lo aplaudo por el éxito logrado. Sin embargo, he sido muy enfático sobre mantener tan preciada abadía en mi familia. Debería conocer su sitio, y guardar más respeto…”


Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on January 05, 2020, 08:42:51 PM
Tengo que terminar con miles de fic antes de fin de enero. Espero lograr terminar antes de que muevan el P&P al patio y bueno, sólo queda abreviar todo y chan! nada que quede como mi final del Titanic todo crash.
Este fic me quedó super kk pero era mejor terminarlo de una vez.


(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://i.imgur.com/R1hKhw5.png)
Los primeros días estuvieron lleno de controversia y actividad para el equipo médico de la Cruz Roja al mando del Dr. Smith. Ninguno de ellos había tenido tiempo para descansos o tan siquiera lograr escribir una mínima nota informando que estaban bien para sus familiares. La baja de soldados en el último encuentro lamentablemente fue significativa y los heridos no paraban de llegar.
Todo se tornó más complicado cuando los insumos médicos comenzaron a acabarse, quedando sin suministro de estos. La respuesta felizmente llegó oportuna por una donación de insumos y materiales médicos necesarios, la cual había sido enviada por el joven señor Väring. Posiblemente, el señor Väring tendría problemas con su padre por hacer ese tipo de donativos sin esperar nada a cambio, pero el inmenso corazón bondadoso del joven no escatimaba en las consecuencias de sus acciones.
Conforme avanzaba la milicia, la tienda de la Cruz Roja les seguía. Otras veces sin tiempo para montar la tienda, el equipo de trabajadores de la salud debía hacerse con alguna construcción deshabitada la cual condicionaban paupérrimamente para recibir a los heridos.
Emilia se estremecía al sentir que se había adecuado de tratar fracturas expuestas, amputaciones e incluso ver morir a los hombres. Si bien se mantenía serena, por dentro sufría enormemente.
La primera noche, cuando por fin pudo retirarse a descansar, permaneció largó tiempo frente a la vela encendida, en silencio, y estática como si fuera una escultura tan pálida como el mármol. De un momento a otro sus lágrimas rodaron en silencio por sus mejillas. Lloró tanto que los ojos le ardían como si quemaran. No pudo más que llorar en silencio por todos aquellos soldados caídos.
Nunca pensó que le afectara tanto. Ella se creía fuerte. Pero, al fin y al cabo, seguía siendo una niña débil. El señor Smith lamentablemente notó ese detalle, y aquella primera noche le ordenó que se retirara a descansar.
Deseó en ese momento ser abrazada y consolada por su padre. O ir corriendo con Camille para pedirle que la escondiera hasta que todo pasara. Pero eso era imposible. No podía fallar a su profesión, a su familia ni a los dolientes. Era ella quien había escogido ese camino y debía llevarlo del modo más honorable posible.

Pero el paso de los días la iba volviendo más fuerte. No indolente pero sí con mayor fortaleza. Incluso el señor Smith, quien se había llevado una desaprobadora imagen de ella, la elogió por su dedicación y trabajo. Aunque también la regañó por pasar tiempo con el señor Lancaster y generar comentarios de otros soldados respecto a los “privilegios” de aquel oficial.
La joven sólo asintió y prometió evitar el encuentro, el señor Smith creyó en su palabra pues él mismo había notado que era el señor Lancaster quien buscaba la compañía de la enfermera mientras que ella tímidamente trataba de evadirle.

“El doctor Smith me ha advertido que deje de distraerte.” Dijo el señor Lancaster, con la mirada perdida en la oscuridad del cielo de aquella noche. Veía las estrellas, sentado a un lado de Emilia Bennet en los destruidos muros de una construcción.
Un par de compañeros suyos le silbaron desde más de tras, el señor Lancaster les ignoró dos veces, a la tercera les ya no pudo evadirlo, desganado se medio giró a ver que querían, sabiendo lo que querían:
“Eres un consentido, Lancaster.” Le guiñaron, haciéndole referencia a la joven a su lado.
“Parece que no tienen mucho que hacer…” musitó, taciturno.
“No dejarán sus bromas, ¿no?” Emilia negó con la cabeza. “Si bien deberíamos evitar ser visto por los demás, ya no se me ocurre qué lugar visitar más distante que este y, a la vez, que sea prudente.”
“...” El señor Lancaster entrecerró los ojos, volviendo a ver las estrellas. Con su dedo índice trazó la figura de la constelación que buscaba. Orion. “Quizá no debamos ocultarnos. No cometemos un crimen. Sólo apreciamos nuestra mutua compañía.”
“No es propio que vean a mi estimado señor en compañía de una dama de inferior clase de manera repetitiva en instancias como estas... Los rumores no siempre son bien intencionados y palabras crueles pueden llegar a los oidos de la señorita Nunnally.” Emilia bajo la mirada, apenada. “No me gustaría que ella se sienta lastimada por nuestra cercanía.”
“Emilia. Espero que nunca más te sientas menos a mi lado. Los dos somos iguales.” Dijo en relación a la mención de su origen. “En cuanto a mi prima, lo que menos deseo es buscar su sufrimiento.” sin dejar de mirar las estrellas. “Por eso no debe casarse conmigo. Es sólo una dulce niña a la que quieren condenar a un matrimonio con alguien mayor quién no puede amarla del modo que ella anhela.”
“...” la joven lo observó en silencio. Quién escuchara sin conocer, pensaría que Nunnally vi Britannia estaba comprometida con alguien muy mayor. Henry Lancaster tendría tan sólo unos veintitantos, era muy joven para cargar con un pensamiento tan melancólico sobre la vida (y la muerte, porque Emilia notó ese detalle también), pero comprendía su postura hacia su prometida. La niña tenía unos trece años de edad, la misma edad que el hermano menor del señor Lancaster, Ciel, era frágil de salud y delicada emocional. Aún conservaba sus muñecas favoritas en su alcoba según había escuchado. Sin embargo, era complicado pensar que el señor Lancaster rechazara ese afortunado compromiso para cortejar a una simple enfermera. Emilia sentía que quizá el señor Lancaster usaba esta estrategia para evitar su compromiso con la señorita vi Britannia.
“Mi querida dama, espero que no creas que deseo casarme contigo sólo para librarme del compromiso con mi pequeña prima” sonrío, adivinando sus pensamientos. Otra vez.
“N-No...” la joven se avergonzó, tiñendo sus mejillas de rosa. El señor Lancaster era muy bueno leyéndola así de fácil. Deseaba poder entenderlo del mismo modo que él lo hacía con ella. “B-Bueno, sí. Es que... es difícil creer que deseas casarte conmigo por otro motivo. No tengo nada de interesante.”
“Con anterioridad he dejado mis motivos claros con anterioridad. Desde el baile en Londres, tu personalidad me ha dejado encantado y tus ideales no hacen más que hacerte admirable. Contigo puedo ser más auténtico. En ti puedo encontrar paz y comprensión.” ¿Eso era amor? se preguntó a si mismo.
“G-Gracias. Siento que contigo tengo la fortuna de poder soñar. Abrir mis alas y volar libre por mi misma y a la vez ser sostenida por ti. S-sé que mis palabras suenan exageradas dado el corto tiempo desde que nos conocemos, pero recuerdo la primera vez que nos vimos y lo amable que fuiste conmigo. Aprecio cada momento en tu compañía.” Emilia sonrió al cielo. Luego se sintió en la inmensa necesidad de callarse definitivamente: hablaba como si diera un sí a la propuesta de matrimonio del señor Lancaster.
“Eso suena muy lindo” volvió a sonreírle, ahora con un deje de desilusión. <pero creo que no es amor lo que siente> pensó, melancólico. Las palabras de la señorita Bennet mas bien sonaban como las de una buena amiga. Definitivamente él no existía en el mundo para ser amado sino falsamente idolatrado o apreciado por compasión.
Pasaron unos minutos más contemplando las brillantes estrellas en silenciosa compañía. Era preciso disfrutar de esa instancia sin tener los cañones de Napoleón de fondo resonando de manera enloquecedora.
“Por cierto.” Fue Emilia la que rompió el silencio. Su naturaleza curiosa la llevaba a resolver sus dudas.
En la mañana, cuando llegó Avilio con la correspondencia de todos, a Emilia le tocó ver de casualidad como el señor Lancaster y el Conde Lancaster recibían su correspondencia. Le provocó gracia y ternura ver la reacción alegre del señor Lancaster al recibir cartas de su querido amigo el señor von Einzbern, las otras cartas recibidas simplemente las desestimó y posteriormente le entregó a Avilio las cartas que él había escrito para el señor von Einzbern.
Pero a Emilia un detalle usual le llamó la atención respecto al conde Lancaster.
Esté jamás le escribía a alguien y tal era el caso en esa ocasión. Las cartas que recibía las seleccionaba: las que eran del príncipe o de un alto mando las conservaba (para luego eliminarlas) y las de sus familiares u otros se las devolvía a Avilio porque no eran de su interés. Sin embargo, en esa oportunidad, recibió cartas de su prometida: Historia Reiss.
El Marqués había conseguido con ese compromiso entre su hijo primogénito y la hija del emperador la unión más codiciada, festejada y gloriosa de Inglaterra. Historia Reiss era la hija de un emperador. Si bien tenía un hermano mayor quién es el heredero de todo, si este moría las cosas podrían brillar aún más para su primogénito. De eso se jactaba el Conde Lancaster hasta los últimos días. Pero esa tarde, frente a la mirada de Avilio y el señor Lancaster, el Conde Lancaster miró con un gesto de repulsión las cartas de su bella prometida y las lanzó a las llamas del fuego que calentaban el sitio.
“Lamento haber sido testigo, pero no pude evitar notar que el señor Lancaster parecía molesto con sus cartas.”
“Mi hermano no es muy afecto a ese tipo de detalles.” una carta de su prometida no era más importante que las cartas de los líderes. De todos modos escatimó en ese detalle que no pasó por alto ni para él, ni para Emilia, ni para el cartero. Su hermano cambió su jactancia hacia su prometida por un rechazo notorio hacia ella lo cual no hacía más que confundir a los de su entorno. El rubio suspiró, sólo esperaba que su hermano y la señorita Reiss encontraran la felicidad en algún momento de su futuro y forzoso matrimonio.
“Oh, entiendo.” Emilia tenía su propia teoría. Compartió con la señorita Reiss un tanto y comprobó que su ‘delicada salud’ podría ser una ‘pequeña’ molestia para el señor Conde. Por eso, Emilia odió más al noble. Era un villano desalmado. “No obstante, me alegra que seas feliz con las cartas del señor von Einzbern.” cambió de tema.
“Soy afortunado de tener un amigo tan preciado como Wolfgang von Einzbern. Realmente es un tesoro del cielo.” asintió, más animado. “Dios lo ha puesto en mi vida para aprender los hermosos valores y conocimientos de una persona tan ilustrada como él. Espero que Dios siempre lo proteja y bendiga.” el rubio analizó esa oración, tal vez sí había divinidad en los aciertos del destino.
“Espero que vuestra amistad perdure eternamente.” Dijo Emilia, feliz. Poco a poco, entendía que aquellos dos caballeros congeniaban bien de forma auténtica y no netamente por protocolo cínico o negocios.
“Tengo el mismo deseo. Si... Si nos casamos, tal vez podríamos vivir en Alemania cerca de él. Puedo creer que seríamos buenos amigos todos.” Pero no quería hacer sentir presionada a Emilia con la insistencia sobre matrimonio. “Creo que ya he abusado de tu compañía. Te libero de mí, Emilia. Puedes volver y descansar. Yo me retiraré a dar un recorrido para hacer guardia”
Emilia río suavemente. Henry la observó confundido.
“Creo que se a dónde va”
“¿Sí?”
“¿Te puedo acompañar?”
Era demasiado peligroso arriesgarse a entrar en el pueblo que había sido abandonado por sus habitantes ante el paso devastador del enemigo. Si bien incluso los invasores, después de saquear y hacer daño, se habían retirado, era jugar con la suerte entrar en un sitio así y alejarse del campamento.
“¿Cómo supiste…?”
“Espero que no genere conflictos con esta revelación, pero el señor Allendis de Verita me contó que te ofreces muy seguido para realizar la guardia nocturna y esperar la amanecida de este modo. El señor de Verita también me contó que la otra noche te encontró aquí en compañía de ese abandonado piano.” Señaló con la mirada el maltratado instrumento.
“El señor de Verita tiene bastante tiempo libre para ir divulgando detalles innecesarios.” El rubio entrecerró los ojos. La familia de Verita no estaba en gracia con los Lancaster y aunque el señor Allendis no era mala persona, no sentía que podía compartir mucho más con él que un escueto saludo.
“Es un lindo detalle que le des a este piano sus últimos días de gloria.”
“No sé tocar nada digno de recordar.” Le miró, sentado en el taburete.
“Si hacemos un dueto a bajo volumen tal vez creemos recuerdos hermosos para atesorar. O, por lo menos, tendremos una anécdota divertida que mencionar en el futuro si hacemos el ridículo con nuestro dueto.” Emilia se sentó a su lado, decidida.
Por obvios motivos, debían ser lo más discretos posibles. Tocaron un dueto que empezó torpe pero que finalmente les divirtió por muy breve que fuera el momento. Coordinaron perfectamente en sincronía, el joven Lancaster por supuesto mentía cuando dijo que no sabía tocar el piano, Emilia, por su parte tuvo que ser animada por el rubio para que cantara un pequeño fragmento de la canción.

El efímero momento culminó. Era prudente y necesario que la señorita Bennet volviera a la tienda de la Cruz Roja para que descansara. El señor Lancaster escoltó su camino, en silencio. Emilia era un caso distinto, hablaba por los dos y parecía inspirada en su discurso. A Henry Lancaster no le molestaba que Emilia Bennet hablara tanto, todo lo contrario, se sentía interesado en las historias que ella le contaba sobre las estrellas, sobre Bloomington o sobre las historias de su niñez con sus queridas hermanas.
Su mundo parecía muy distinto al suyo. Parecía feliz, pleno y lleno de hermosos detalles que recordar.

El señor Lancaster se sintió un completo ente vacío cuando Emilia Bennet le pidió que le contara algo sobre su niñez. Simplemente no tenía nada interesante que contar. De este modo, le pidió que retomara sus historias y Emilia no se hizo de rogar.

Emilia tenía muchas historias maravillosas que él amaba escuchar. Permanecía callado, asintiendo de vez en cuando con la cabeza cuando ella se volteaba a chequear si la estaba escuchando, quizá hasta parecía que la dejaba de oír, pero ciertamente trataba de imaginar ese mundo bello que ella le narraba.

Ella y Wolfgang eran las dos únicas personas a las que Henry adoraba escuchar. Sus historias y opiniones eran francamente interesantes y cada uno tenía su brillo propio. Emilia tenía una hermosa historia familiar y una opinión moderna de la vida la cual la llevaba de este modo. Era distinta a las otras chiquillas, Emilia tenía una personalidad versátil pues era tan correcta como llena de carácter y autonomía.

Wolfgang en tanto era dueño de todo un mundo. Al ser un joven de negocios había viajado prácticamente por todo Europa y era la persona más culta que conocía. Su personalidad era igualmente magnética, podía ser tan firme como impulsivo y ese detalle le causaba gracia a Henry. Le extrañaba enormemente. Desde que se habían separado, producto de la guerra, Henry pensaba constantemente en él y en los divertidos momentos vividos con el alemán. Esperaba poder reencontrarse con Wolfgang pronto.

En cierto modo, aquellos dos cercanos suyos tenían muchas cosas en común. En poco tiempo se habían ganado su afecto y ambos eran personas sumamente maravillosas.

Si bien la noche era oscura, la luna les iluminaba y pudieron llegar sin problemas hasta las cercanías del campamento. Al detenerse para despedirse, Emilia se giró para desearle buenas noches al señor Lancaster. Antes que dijera algo, el rubio sostuvo su pequeño rostro con ambas manos y la miró firmemente. Los segundos en silencio fueron eternos en ese momento y Emilia no sabía qué hacer o qué decir, el señor Lancaster siempre la confundía mucho con su incongruente forma de ser. A veces se mostraba alegre y cercano, otras veces era tan serio y distante como se manifestaba justo ahora. A veces le llenaba de emociones positivas. Otras veces le daba miedo.

Pensó en la teoría de que tal vez el joven señor Lancaster le pediría que se distanciaran definitivamente, arrepentido de sus últimas conductas ¨desastrosas y deshonestas¨ como había dicho su familia.

Pero parecía que deseaba hacer algo de lo que no estaba seguro, y sólo al ver qué Emilia no rehusaba de su contacto se atrevió a aproximarse a su rostro y darle un tenue, efímero y casi ilusorio beso en los labios.

Emilia por supuesto sintió que la presión se le bajó por completo, quedando paralizada y atontada en su posición. No esperaba esa situación. Era su primer beso.
Antaño, habría ilusionado que su primer beso sería con el Dr. Smith en su fantasía de adolescente. Incluso pensó que la probabilidad de que su primer beso fuera con un muchacho de Bloomington era la más real. Pero jamás llegó a pensar que su primer beso fuera con un connotado señor como lo era Henry Lancaster.
La joven cerró los ojos, tímida y temblorosa. Pensó en separarse, puesto que no era correcto besar a un joven sin tener un compromiso formal. Henry entendió sus miedos, se apartó de ella y sólo se limitó a sostener el rostro de Emilia con suavidad.

“Lo siento tanto.”
“Y-yo…” Emilia balbuceó. “Perdón. No supe qué hacer.” dijo, con las mejillas muy rojas. “Por favor. No te disculpes. He sido yo…Sólo, no sabía qué… Uh.” apenas podía articular palabras. “No pienses que me hiciste sentir mal, por favor. Sólo que he quedado sorprendida.”
“Lo sé.” asintió, sonriéndole breve “Creo que no fue el modo más adecuado de despedirme. He sido demasiado imprudente.”
“Fue bonito…” susurró, bajando la mirada. “Sólo que… Oh, ¡Yo no sé qué decir!”
“Dejémoslo así.” río. Después se separó de ella, pero prontamente buscó algo en el bolsillo de la casaca roja. “Iba a decirte buenas noches entregándote esto, pero parece que no soy tan coherente con mis pensamientos y planes como me gustaría serlo.”
“…” Emilia extendió su mano para recibir lo que Henry le daba. Era una cadena de oro con un hermoso colgante con un dije de diamante. “Señ— Henry, no puedo aceptar tan hermosa joya.”
“Por favor, te pido que aceptes este presente como una muestra de mi agradecimiento por estar aquí y ayudarnos a todos.”
“Oh, es muy lindo.” Emilia no podía dejar de ver el obsequio con atención. Parecido a las estrellas que hace unos momentos estuvieron contemplando. Después de una segunda insistencia del rubio, finalmente Emilia lo aceptó y se colocó el collar en su cuello.
“Lo adquirí en una joyería de las pocas ciudades que permanecen en pie. Pensé en comprarlo para ti ya que, si no acabamos pronto con la guerra, la probabilidad de pasar navidad aquí es muy alta y me preocupaba el hecho de que tu navidad lejos de tu familia fuera triste.”
“Lo cuidaré con aprecio. Es muy lindo. ¡Muchas gracias!” acarició el dije. Luego miró al señor Lancaster con tristeza “Perdón por no tener nada para darte como presente previo de navidad.”
“No te preocupes, Emilia.” le restó importancia. “Tu compañía y tus historias me bastan como un preciado regalo.”
Lo que decía era auténtico. Emilia Bennet lo hacía sentir como en el hogar cálido y afectuoso que jamás experimentó tener.

Posteriormente, cada uno se despidió con un gesto amistoso y se fueron a sus respectivos sitios.

Emilia tenía tantas cosas que escribir en sus cartas y si bien se sentía llena de emociones positivas, no podía evitar sentir miedo por todo lo que estaba sucediendo con el señor Lancaster. Hasta ahora, se había convertido en un buen amigo para ella y pensar en un matrimonio con él le seguía resultando imposible. Pero era demasiado difícil en ese punto tratar de evitar sentir sentimientos más afectuosos por él.

Debía comunicarle todo ello a Camille, ella le ayudaría a aclarar sus pensamientos.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on January 09, 2020, 09:36:50 PM
No escatimé tanto en detalles históricos así que más de un dato debe estar errado, pero me propuse a terminar antes de fin de mes con esta historia.
No puedo ser mas dramaqueen, lo séeeeeskfdsk pero,en fin, me gusta todo oscuro en la vida (?)

En los Países Bajos, ese día el comandante Arthur Wellesley, duque de Wellington arengó a sus soldados con carne fresca, ginebra y galletas al mismo tiempo que los llenaba de coraje y valor para afrontar la batalla más clave de esa angustiante guerra.

Era un hecho de que el bando que ganara la batalla de Waterloo le daría el definitivo triunfo a su país. Las fuerzas de Napoleón habían menguado en los últimos acontecimientos al punto de que Napoleón se doblegó y retiró sus tropas. Pero también se fortaleció y volvió con sus aliados a dar el final digno que buscaba enaltecerlo como el gobernante de Europa.
Pero el Duque de Wellington también había trabajado arduamente para conseguir la gloria para su amado país, buscando aliados y preparando estrategias de batalla que le garantizasen el tan anhelado triunfo y traer la tan esperada paz.

Soldados novatos y de estrato social bajo generalmente eran puesto en la primera línea. Ese era el caso de Eren Jaeger quien hasta el momento había sobrevivido a las balas y a la enfermedad invernal que se llevó a varios.
Después de escuchar los discursos de los comandantes y los nobles a caballos que alentaban a los hombres en las primeras líneas, el silencio se hizo inminente entre ambos bandos. Era cierto que no era su primer enfrentamiento y quizá los anteriores le habían otorgado algo de experiencia, pero estaba tan tenso y lleno de emociones encontradas como la primera vez. Sentía que respiraba muerte y que estaba muy cerca de ella, como también se sentía emocionado y motivado por empezar pronto y, a la vez extrañamente experimentaba una sensación de angustia que antes no le puso atención.

Allendis de Verita era uno de los nobles que estaban en la caballería. Sobre su caballo pinto podía ver a las tropas enemigas en la misma posición que ellos: esperando a ver quién daba el primer paso. El Conde de Lancaster, montando a su conocido caballo negro azabache, decidió posicionarse al frente de todo, en compañía de su hermano Henry Lancaster. Al menor, Slaine Lancaster, habían ordenado ubicarlo en las líneas apartadas, para que no fuera ¨carne de cañón¨ y dada su inexperiencia no confiaban en que saldría vivo en la primera línea.
Allendis agradecía ser hijo único y no tener que vivir la experiencia de tener a un hermano presente en el campo de batalla. No quería pensar en lo difícil que sería estar en esa situación. Tocó con sus dedos índices la placa de su colgante, la cual besó poco después. Era un preciado regalo dado por su amiga, Lady Aristia la Monique, quien era prima del Conde Lancaster. Su único deseo era llevarse la gloria y volver siendo digno a los ojos del padre de la joven para así, por fin, poder pedir su mano sin ser rechazado por su progenitor nuevamente.

¨No hasta que seas un hombre digno¨ era el requerimiento de Sir Keirean la Monique.

El joven peliverde pensó en la mala fortuna que tuvo de enamorarse de la hija del barón de La Monique. Aquel hombre noble y honorable era demasiado sobreprotector con su única y amada hija. Pensó en que, si Aristia hubiese sido hija del hermano de Sir Keirean, el marqués Richard Lancaster, Allendis habría tenido mayores oportunidades de hostentar su mano: el Barón no aceptaba riquezas por su hija sino demostraciones de ser un hombre digno para ella. Su hermano el Marqués, en cambio, podría dar la mano de Aristia al que ofreciera más dinero y poder. Pero Allendis entendía que Aristia era afortunada de tener un padre tan bueno como el suyo, en vez de alguien como su tío.

Tiró las riendas de su caballo y fue hasta donde los Lancaster. Sabía que ni uno ni el otro le estimaban y preferían marginarlo de su compañía, pero de todos modos él les tenía aprecio, aunque el afecto fuera unilateral.

“Señores, será un honor servir a su lado.”
“…” el conde sólo lo ignoró, mientras su hermano miró en silencio a Allendis sin emitir comentario más que un gesto con su cabeza.

El viento sopló, siendo el único en emitir sonido. Daba una extraña sensación de paz que duró un chasquido de dedos hasta que ambas tropas comenzaron a avanzar después de la señal de sus líderes.

El sonar de los cañones alteraba más el ritmo cardiaco de los jóvenes combatientes. Dándole más coraje de luchar y a otros aterrándolos hasta el punto de traumarlos. Varios sucumbieron ante las primeras bolas de los cañones y las bajas comenzaron a ser inminentes para el bando inglés.

Parecía que la balanza se estaba equilibrando a favor de los franceses.

Al sonido de los cañones se sumó el de los fusiles y el de las espadas, acompañadas por los gritos de los soldados quienes con euforia atacaban a los rivales. Gran parte de la primera línea de ambos bandos desapareció dejando un camino de cadáveres en el terreno.  A eso de las dos de la tarde, la estrategia británica comenzó a entregar resultados favorables.

Sin embargo, la clave que les podía dar el triunfo seguía siendo arriesgada y mortal: la resistencia. Debían resistir lo más que pudieran hasta que los refuerzos aparecieran sorpresivamente y dieran el golpe de gracia a los franceses.

El muchacho novato y cegado por el amor a su patria vio la oportunidad de posicionarse en un punto más álgido de combate. Slaine Lancaster avanzó hasta donde se estaba dando el fuego puro de la batalla. Estaba bien. Lo estaba haciendo bien. No le tembló el pulso ni dudó en atacar a sus rivales sabiendo que debía darles muerte. Ya habían rezado por su salvación y sabía que estaba haciendo lo correcto ante los ojos de Dios. Se debía detener al anticristo que era Napoleón y si eso significaba aniquilar a sus hombres así sería.

En el caso de Eren Jaeger, cerca de él, todavía tenía controversia con ser demasiado activo en la guerra. No era inglés puro sino hijo de migrantes irlandeses. Sentía que Inglaterra le había marginado más que integrado y los últimos años no logró juntar ni una esterlina por el trabajo duro. Pero debía proteger a ese país. Su país. Porque muchos inocentes y gente ya habían muerto por la guerra y necesitaba que la paz llegase pronto.

Un soldado francés le derribó y estuvo a punto de acertarle un tiro en la frente, pero Slaine fue veloz y fue él quien le dio el tiro de gracia al enemigo.

“…Gracias.”
“No estorbes.” Dijo Slaine con frialdad.
Slaine siguió combatiendo. Mirando de vez en cuando a sus dos hermanos mayores para ver cómo estos iban. Esperaba ser digno ante los ojos de los mayores. 
“Permiso.” Dijo un sujeto pasando por un costado de Slaine. Este, con ayuda de un segundo, trasportaba a un herido en una camilla para ser llevado con el Dr. Smith.

Allendis y Henry estaban en un punto específico donde había mucha acción. Ambos fueron posicionados en esa ubicación por uno de los tiradores más certeros del batallón. Si bien tenían la orden de eliminar al rival, optaban por derribarlos e incapacitarlos, pero no necesariamente matarlos. Ya habría otros que hicieran esa acción.

“Espero que no seamos castigados por arrebatar estas vidas. Que Dios nos ampare.”
“…” Henry escuchó a Allendis a su lado. “Iremos directo al infierno…” le respondió con franqueza. Todo lo rezado no los libraría del castigo que merecían.
“Oh, querido amigo, tan crueles palabras para este momento histórico” Allendis sonrió un poco apenado. “Un poco de entusiasmo y optimismo no me vendría mal.” No tuvo más respuestas. “Bueno, si usted no puede darme ese consuelo, lo haré yo por los dos. Presiento que nosotros seremos lo de la victoria y nos esperaba una larga y hermosa vida para nuestra redención con Dios.” El joven había dicho aquello alzando la mirada hacia el cielo y observando el azul manto con tranquilidad. “Venceremos…”

La rueda de la victoria rodaba a cada instante. En unos momentos parecía que el triunfo sería para el bando de Francia. Otras veces para el bando de Inglaterra. Así una y otra vez. Las fuerzas comenzaban a fatigarse para todos, y los caídos iban en aumento progresivo.

“Vas a morir…” le dijo Slaine Lancaster a ese soldado nefasto e idiota que no cesaba en su acción de ir y venir una y otra vez con algún compañero caído sobre sus hombros.
“Ellos nos necesitan.” Respondió Eren. Cansado de tanto esfuerzo con cada compañero que había cargado. Dejo al caído en el suelo y en poco tiempo los camilleros lo subieron a la camilla y se lo llevaron.
“Son débiles que se dejaron dar por el enemigo. Nosotros debemos seguir con nuestras órdenes.” El rubio dio otro tiro hacia el frente, tumbando a un francés.
“…” el pelicastaño de ojos verdes miró a ese chico. Le dio coraje sus palabras. Era cruel y sin sentimientos y había tenido ganas de darle un puñetazo más de una vez. “Somos compañeros y debemos apoyarnos entre todos.”
“Estamos en guerra y debemos eliminar al enemigo.” Miró el arma de Eren. “Si no la vas a ocupar con ellos, deberías ocuparla contigo por desacato.”
“…”
“O cargar nuestras armas para que las usemos. Al menos, sirve para algo…”
“No importa que digas cosas tan frías. Sé que en el fondo estas dando lo mejor de ti para proteger Inglaterra y a los tuyos.”
“…”
“¿Me equivocó?”
Slaine no le contestó, pero su mirada le dio a entender a Eren que estaba en lo cierto. “Sólo no estorbes.” Puntuó el rubio.
“Hasta el último hombre.” Afirmó el pelicastaño.

Pasó algo más de una hora cuando vio a Eren Jaeger ir por otro compañero caído. Slaine vio el terrible error que cometió el otro al meterse en un punto donde los tiros iban a cada segundo. “Idiota…”

Y Slaine no se esquivó lamentablemente en predecir lo siguiente: Eren se arriesgó en vano. Una bala de cañón llegó hasta donde el compañero caído y le dio muerte instantánea. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron más enemigos y Jaeger no tuvo más opción que abrir fuego contra ellos, lleno de rabia por haber matado a uno de sus compañeros. Pero un capitán enemigo apareció frente a él y lo tumbó dándole un golpe con la culata de su arma en el rostro aturdiendo a Jaeger. Slaine Lancaster pensó en dejarlo a su suerte porque él mismo se había buscado ese final.

“Tks…”

El rubio corrió hasta donde estaba Eren. No llegó a tiempo para cuando el enemigo le dio un tiro que Eren evitó que le diera en el corazón al rodar, pero finalmente se alojó en su pierna. Al estar a tan poca distancia el estallido de la bala le había destruido la rodilla en cosa de segundo y el joven soltó un alarido doloroso. Slaine se inclinó buscando una perspectiva de un hueco entre los combatientes, cerró un ojo y apuntó a ese alto mando enemigo y le dio en la frente, justo antes de que este descubriera su punto.

“¡AHH!” gritó de dolor Jaeger. Slaine llegó hasta él, inclinándose a su lado.
“¡Muévete!” ordenó Slaine. Vio que Eren trataba de ponerse de pie, pero era imposible, cayó un par de veces al suelo y Slaine notó como la rodilla se le trituraba aún más en cada intento. Tomó a Eren de los hombros y lo arrastró por el terreno hasta una trinchera. El rubio estaba consciente de que su acción destruyó aún más la casi perdida pierna de Eren pero al menos le había librado de la muerte segura. “Arrástrate hasta el camillero y deja de ponerte en nuestro camino.” Slaine siguió apuntando a los enemigos, dándole tiros desde su posición. Iba a partir cuando Eren le agarró del brazo.
“No vayas allá. Ponte a salvo aquí, tus hermanos no querrán perderte.”
“…” el joven lo observó sorprendido por su comentario, pero reaccionó mal: interpretó como si el otro dijera que él era una carga para sus hermanos mayores quienes debían protegerlo por ser un inútil. Le dio un golpe con su arma en el rostro, finalmente quebrándole la nariz. “Cállate.” Saltó del lugar seguro y fue al punto crítico nuevamente.

“Han caído demasiado de los nuestros.” Le dijo Allendis a Henry mientras observaba a sus compañeros fallecidos. Los de la resistencia eran cada vez menos y Allendis no sabía cuánto más podrían resistir antes que llegaran los refuerzos. En eso, notó que el Lancaster menor estaba en medio de todo el caos. Sonrió y estuvo a punto de decirle al Lancaster a su lado lo glorioso que era su pequeño hermano dando una magnífica batalla, pero su sonrisa se borró al ver como un tiro lo mandó a caer de espaldas. “¡H-Henry, tu hermano!” balbuceó con horror.
“¿Slaine?” al verlo caer y ser atacado por los rivales, Henry se impactó. Apuntó hacia el tipo que estaba a punto de darle un tiro a su hermano, pero por desgracia comprobó al tirar del gatillo que se quedó sin balas. Allendis estaba cargando su fusil para dispararle a aquel tipo, pero entre cargar y correr hasta allá no habría tiempo.
“¡Espera!” gritó Allendis cuando vio que Henry Lancaster fue corriendo hasta donde su hermano.
“…” Slaine sostenía con su mano la hemorragia en su hombro. El hombre en frente suyo lo miraba con burla.
“Tu vas mourir, mon garçon”
“Diablos…” masculló Slaine, humillado por caer tan miserablemente. No cerró sus ojos cuando vio que el otro tiró del gatillo, por lo que vio perfectamente cuando su hermano mayor se antepuso entre él y su enemigo posiblemente recibiendo el impacto por él. El mayor tumbó al francés consigo mismo. “¡Henry!” Slaine vio a esos dos luchar y como su hermano al final usó una roca para darle un sorpresivo golpe en la cabeza al francés para terminarlo.
Slaine se acercó con dificultad hacia su hermano mayor, comprobando que estaba ensangrentado.
“H-hermano…”
“Ponte a salvo, Slaine.” Le ordenó.
“¡Esto ha sido mi culpa!” Slaine, quien siempre trataba de mostrarse frío y fuerte, soltó a llorar.
“Estoy bien…” alzó una mano llamando a los camilleros. Estos llegaron hasta ellos”Llévenlo con el doctor y—”
“¡No te voy a dejar!” Slaine se sujetó a él, abrazándolo desesperado. “¡Déjame acompañarte! ¡Déjame sentir que puedo ser tan digno de ti!” las lágrimas del joven recorrían su rostro mientras se aferraba a su hermano. Sintió que Henry le puso una mano en su cabeza y le acarició sus cabellos.
“Eres el más digno de todos, Slaine. Estoy orgulloso de ti y te admiro.”
“…” el menor sollozó lleno de dolor y asombro por sus palabras. Nunca pensó que su hermano lo considerada de tal modo. Henry le sonrió, acariciándolo un poco más.
“Llévenselo y pónganlo a salvo.” Le ordenó a los camilleros, quienes tuvieron que ejercer presión para llevarse a Slaine con ellos quien intentaba en vano volver con su hermano.
“¿E-estás bien?”Allendis llegó a su lado, preocupado.
“Sí.” Asintió, poniéndose de pie.
Ambos observaron a su alrededor en silencio. Cientos de soldados yacían en su entorno y estaban reducidos en números.
“Creo que seremos la línea primera, la resistencia y el señuelo.” Dijo el peliverde con una sonrisa irónica.
“Moriremos aquí” Henry asintió. “Pero daremos lo mejor hasta el final.” Recibió el fusil que Allendis le pasó.
“¿No tienes algo heroico que narrar antes de nuestro final? Algo de Shakespeare, tal vez, o digno de tu familia.”
“No.”
“Cualquier cosa estará bien.”Allendis se percató que dentro de poco ellos iban a ser rodeados y sus compañeros caerían con ellos.
“¿Shakespeare?” aquel autor había hecho poesía sobre los Lancaster pero usándolo como locos ambiciosos por la gloria y el poder. “Algo digno de Shakespeare… Creo que se alegraría de que un Lancaster delirara con esto…” miró hacia el frente, viendo la gran masacre adelante.  Caminó un par de pasos, sujetándose disimuladamente la zona que dolía y manteniendo la mirada fría. <Algo digno de Shakespeare> se dijo mentalmente. No costaba nada cumplirle ese último deseo al señor Allendis de Verita. El rubio pronunció con convicción: “Soy Henry, hijo de Richard Lancaster, hijo del linaje de los reyes de Lancaster, hijos del emblema de la rosa escarlata, la discordia y la promesa de Dios que terminó en la tragedia que nos condenó. Cuyo ancestro fue Henry el rey, a quien los suyos propios llamaban ¨Enrique el loco¨ que perdió el juicio de razón, y quien deliraba creyendo escuchar la voz de Dios, convencido de que seguía sus visiones susurradas a su oído. Rey que amaba sin ser amado y murió siendo villano y despreciado. Su sangre corre por mis venas maldiciéndome con la trágica desdicha de los Lancaster y hoy mi sangre será derramada sobre los campos de batalla, mi linaje termina conmigo, y juro por mi patria y mi nombre que resistiré y encontraré aquí o en la otra vida la gloria para mi amada Inglaterra” Sí. Estaba delirando y quizá venía delirando hace unas horas. Estaba seguro que padecía la enfermedad de sus ancestros, pero por una vez en su vida estaba en paz consigo mismo, con sus demonios y su propia “locura”
“Eso ha sido perfecto.” Allendis sonrió, extasiado por ese fragmento. “No puedo armar algo tan poético…” se posicionó a su lado, también contemplando la batalla. “Pero si vives, prométeme… prométeme que le dirás a Aristia la Monique cuanto la amé, cuanto la amo, y cuanto la amaré eternamente. Cuanto he anhelado ser un hombre digno de su amor y cuanto me esforcé. Que en mi corazón nunca hubo otra amada que no fuera ella desde nuestra tierna infancia. Que la protegeré eternamente y que me perdoné por no volver con ella como se lo prometí.”
“Lo haré, Allendis.”
“Gracias.” Cargó su fúsil. “Yo vine a la guerra para convertirme en un hombre digno para vuestra prima.”
“Has demostrado serlo”
“Siempre estuve muy seguro que aquí encontraría lo que me faltaba para estar con Aristia. ¿Por qué viniste tú, más allá de tu deber?”
“Porque…” el rubio cargó su arma. “Nunca estuve más confundido que ahora y escapé, incapaz de entenderme y totalmente cobarde, con el fin de buscar mi muerte y volverla tan innecesariamente poética.” Sonrió con irónica. “Espero que algún día me perdonen.”
 
La noche cayó. Los refuerzos habían llegado hace un par de horas y la balanza nuevamente se equilibró. La angustia invadió a todos ante la incertidumbre de no saber quién sería el vencedor y quien sería el perdedor. Finalmente, las cosas se tornaron a favor de Inglaterra y tras una ardua batalla la gloria fue para el país inglés.

El Conde de Lancaster, quien participó activamente de la batalla en todo momento, se desplazó por el campo observando a todos los caídos en batalla. Algunos soldados seguían vivos, así que el Conde iba indicando a los camilleros de estos soldados para que los llevaran con la cruz roja.
Más allá distinguió a su hermano Henry, arrodillado en el suelo observando la inmensidad del cielo estrellado. Cain llegó a su lado, tranquilo de verlo con vida. Le informaron anteriormente que Slaine fue trasladado de urgencia con la cruz roja debido a su lesión, pero saldría bien de ello.

“El señor Allendis de Verita falleció.” Le informó Henry para cuando Cain llegó a su lado.
“…” observó al joven peliverde tendido al lado de su hermano. Henry había cubierto con su casaca roja el rostro y la parte superior del joven. “Es una lástima.” Dijo escuetamente.
“Él dijo… dijo…” trató de memorizar todas sus palabras, pero le era imposible ser coherente en ese momento. “No recuerdo…”
“…”
“Pero pidió que le dijera a Aristia cuanto la amaba.”
“Ya veo…” Cain se inclinó al lado de su hermano, colocando una mano en su hombro. Pasó del tema. “Hemos ganado. Volvamos, debemos regresar a Inglaterra y recibir los honores. Nuestro padre estará orgulloso de nosotros. Slaine será tratado por profesionales dignos en nuestro país.”
“¿Está bien Slaine?”
“Harán todo lo posible para que no pierda la articulación de su brazo, según me informaron. Por lo demás, estará bien.”
“Me alegra que esté bien.” Asintió. 
“¿Estás…bien tú?” su hermano siempre había sido muy tranquilo y, en cierto punto, ido, pero ahora esas características estaban siendo más notorias. Sólo entonces se percató (cuando dejo de centrarse en la gloria y el honor) que la camiseta de su hermano estaba empapada en sangre. Había pensado que era sangre del enemigo, pero la posición que ocupó Henry junto con Allendis era la más crítica y casi todos los de ese batallón habían caído. Maldijo, al darse cuenta de que su hermano estaba herido. “¡Médico!” llamó fuertemente. “¡Médico!” insistió.

“Falleció.” Dijo el doctor Smith, dejando de reanimar al soldado. Era un joven que acababa de partir a mejor vida. Se secó el sudor de la frente con su mano, manchándola de sangre. A su lado una enfermera hizo la señal de la cruz y pidió que el alma del joven fuera recibida en el cielo. Emilia cubrió el cuerpo con una sábana.
Siguió al doctor Smith cuando se retiró, en el camino el hombre cruzó palabras con el otro médico.
“El hijo de Lady Endler falleció.” Le dijo el otro doctor. “También el mayordomo de la casa Daroch.” Comunicó frustrado por no lograr salvarlos. “Hace poco llegó el cuerpo del hijo único de los de Verita…Ha sido desgarrados. Será repatriado inmediatamente para que lo sepulten con honores”dijo con pesar.”¿Cómo vas con tus pacientes?” El otro doctor tenía un rostro que delataba su cansancio.
Emilia resistió las lágrimas al escuchar el destino del señor de Verita. No podía creerlo. Como pudo prestó atención a lo que diría el Sr. Smith, puesto que muchos pacientes fueron atendidos por el doctor Smith y otros voluntarios mientras Emilia y otra enfermera debían rotar con otros médicos. Quería enterarse de quienes ella no vio con el señor Smith esperando no identificar ningún conocido.
“Tengo a un soldado que recibió un tiro en la rodilla y se la destruyeron. Llegó a mí con su pierna pendiendo de un hilo. Probablemente habrá que amputarla debido la gravedad de su lesión. Pero vivirá… Tal vez no en las mejores condiciones, pero al menos estará vivo” El rubio se echó el cabello hacia atrás. “Es uno de los sirvientes de la casa Bell. Creo que se apellida Jaeger.”
“¡…!” Emilia se llevó ambas manos al rostro cubriéndose la boca. No podía creerlo. Por fin sabía con certeza de que Eren estaba vivo, pero la crueldad de la vida la informaban de su triste futuro.
“Llegó uno de los hijos del Marqués Lancaster… Creo.”
“Dos.” Dijo Smith. “El más joven tiene una lesión de gravedad en la zona del hombro. Posiblemente no pueda usar ese brazo de aquí en adelante pero no necesita amputación. Tiene buen pronóstico.”
“¿Cuál es el otro?”
“Uno de los mayores…” Smith detuvo sus pasos advirtiéndole con su postura a su colega que lo que a continuación le comunicaría era de cuidado. “Ese está muy grave y traté sus lesiones, pero perdió mucha sangre y sospecho que su daño interno es irreparable… Su diagnóstico es reservado.”
“Diablos… Suerte la tuya que te tocaron los hijos del Marqués. Será mejor que ambos vivan si no quieres que tu cabeza ruede por Inglaterra.” Apoyó una mano en el hombro del Dr. Smith, sonriendo con pesar.
“Lo envié al Hospital de aquí. No está en condiciones de ser trasladado a Inglaterra.”
Emilia empalideció drásticamente. Eran demasiadas noticias tortuosas para resistirlas. Pero debía mantenerse siempre firme. Esperaba que no fuera Henry Lancaster del que hablaban. Siguieron caminando y ella detrás de ellos. Pasaron por un sitio donde estaban las camillas montadas y antes de que el Dr. Smith se acercara a su paciente, Emilia corrió hasta él al reconocerlo.
“¡EREN!” se arrodilló a un lado de la camilla, sujetando su mano.
“¿E-Emilia…?” Eren abrió sus ojos con pesar. El dolor en su pierna lo tenía aturdido igual que el ardor del golpe en su rostro debido al golpe de Slaine. “¿…Qué haces aquí?” balbuceó con dificultad.
“Es una larga historia. Pero lo que importa es que todo esto ya terminó y te pondrás bien.”
“Me duele la pierna, creo que… me dijeron que la amputaran.”
“…” Emilia miró al doctor Smith, con súplica y reserva.
“Haremos lo posible para evitar esa operación.” El rubio se acercó a su paciente y comenzó a revisar la herida. Posteriormente le susurró a la enfermera. “Dentro de poco usted y yo seremos trasladado a una estancia privada. El señor Lancaster está gravemente herido y su hermano, el Conde Lancaster, me ha ordenado que dedique mis servicios en atender a su hermano. Mientras esperamos la carroza, usted se puede quedar cuidando de su amigo Jaeger.”
“Entiendo.” Asintió, conteniendo con mucha dificultad las ganas de llorar. Era Henry Lancaster. Era él quien estaba tan mal.


El triunfo no podía ser más doloroso para todos.
El duque de Wellington escribió:
“Al margen de una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on January 09, 2020, 09:38:29 PM
Segunda parte.



La grave condición del señor Lancaster imposibilitó su traslado a Inglaterra. El viaje en barco sería demasiado complicado de sobrellevar para alguien que estaba tan convaleciente. El doctor Smith tuvo que insistir tajantemente en que permaneciera en los Países Bajos y ser atendido allí. Le tocó discutir bastante con el Conde de Lancaster quien, obstinado, preparó todo para el retorno de él y sus hermanos a Inglaterra considerando que en su país podrían darles mejor atención médica a ambos. Finalmente, Cain Lancaster accedió a seguir el consejo del doctor, muy a resistencia.

Emilia mantenía la esperanza de que todo saldría bien. Ya había pasado un día desde que llevaron al señor Lancaster a una propiedad de su familia en aquel país y resistió a aquella noche que parecía ser clave para su evolución. Pensó que, si pasaba esa noche, seguro pasaría el resto de días y se sanaría.
Lo mismo con Eren Jaeger. Su amigo fue trasladado a un Hospital provisional instalado en la ciudad, su pierna estuvo a punto de ser amputada pero el señor Smith logró hacer un torniquete perfecto y una cirugía exitosa para poder conservarla. De allí a que pudiera usar esa pierna era otra historia.
Por la mañana, Emilia Bennet había visitado a su amigo Eren. Éste no era más que una sombra de lo que alguna vez fue un joven lleno de vida. Estaba tendido en una de las tantas camas, miraba el techo en silencio y no dijo ni una sola palabra pese a la insistencia de Emilia. Esperaba que Eren volviera a ser él mismo en algún momento.
Volvió a la residencia de los Lancaster en el país extranjero y permaneció en la silla junto a la cama de Henry Lancaster por el resto del día. El señor Smith estaba también en la alcoba del joven, montando guardia por si su condición empeoraba y debiese actuar.
El señor Lancaster estaba inconsciente desde la noche anterior. Producto del dolor y el cansancio, estimaba Emilia.

En otra alcoba, el joven Slaine Lancaster se recuperaba de su lesión en el hombro. La bala le había hecho el daño suficiente para perder la movilidad fina de ese brazo, pero fuera de ello se recuperaría. Slaine se maldecía a sí mismo por ser el causante del estado de su hermano Henry. Desde que el joven llegó a la residencia, no había hecho más que permanecer sentado en un sillón mirando hacia la abierta ventana, sin decir ni una palabra más que lo justo y necesario.

El Conde había escrito la noche anterior a su señor padre sobre la condición de ambos hermanos suyos, consciente de que su padre viajaría lo antes posible para estar con sus amados hijos. De allí a que la relación fuera desafectuosa con él, era otro tema, pero sabía que su padre sí quería a sus hermanos menores y que era así de duro con él porque quería lo mejor para él.

“Ha despertado.” El señor Smith se asomó en el despacho de Cain, sin molestarse en golpear la abierta puerta. Supuso que si permanecía abierta era porque esperaba ese tipo de mensajes.
“Bien.” Asintió. Iría a ver a su hermano pronto.

“No llores, Emilia...”
“Lloro de felicidad.” Sujetaba fuertemente su mano sobre su mejilla mientras sus lágrimas caían sobre esta. “¡Estoy feliz de que estés despierto!” ella sonrió, y el rubio también le sonrió, aunque con mayor dificultad debido al dolor corporal. “Te pondrás bien, mi ángel. Todo saldrá bien.”

Después de profesarle toda lo que sentía en ese momento, Emilia calmó sus emociones y comenzó a narrarle lo sucedido hasta ahora, que habían ganado la guerra, que su hermano Slaine estaba bien y que apenas él estuviera en condiciones más estable volverían a Inglaterra. Al escuchar que el hermano del rubio se aproximaba con el señor Smith, ella se separó de Henry y volvió a tomar su rol de enfermera. Salió junto al señor Smith para otorgarle privacidad al Conde con su hermano.
Suspiró por fin aliviada. Al menos el señor Lancaster estaba mejor. Eren se recuperaba y sólo quedaba esperar a que las cosas mejoraran.

Pero lejos de ser así, al día siguiente el señor Lancaster amaneció con mucho más dolor, la fiebre lo abatió y sudaba frío. Era pálido por herencia genética, pero ahora prácticamente no tenía colores en su piel más que unas mascadas ojeras rojizas. Emilia no podía entender lo que sucedía: el día anterior parecía mucho más recuperado y ahora estaba mucho peor.

“¿Por qué habla cosas tan incoherentes?” preguntó el Conde Lancaster al doctor Smith, fuera de la alcoba de su hermano. Hace unos minutos, su hermano no dejaba de hablar cosas que a Cain le parecían irrisorias y hasta burlescamente malignas, que no tenían sentido con la charla que mantenían.
“Su hermano delira, su excelencia. La fiebre no lo deja pensar con claridad y el dolor no le permite descansar. Pasó la noche sin casi dormir, quejándose por el dolor. He tratado sus heridas durante la madrugada, pero estas siguen sin mejoras.”
“¿Qué puede darle para que disminuya la fiebre y el dolor?”
“Tendré que aumentar la dosis de medicina.”
“Hágalo.” Afirmó, sereno. Luego se retiró. 
Erwin Smith asintió. Entró y aumentó la dosis. Pidió a Emilia que le ayudara con el cambio de vendaje. A Emilia le llamó la atención el como el señor Lancaster había resistido todas esas balas.
“Se pondrá bien y saldrá a cabalgar por los prados como a usted le gusta.” Le decía la joven, animándolo con una sonrisa tranquila. Henry la miraba a momentos, con una expresión ida como si no conociera a la señorita a su lado.
“Señor Lancaster, ¿cuándo está de cumpleaños?” le preguntó el señor Smith, mirando de cerca las pupilas del joven. La pregunta era para ver su nivel de consciencia.
“…” pasaron un par de minutos sin respuestas. “Octubre”

Erwin anteriormente consultó con el Conde la fecha de nacimiento de su hermano, le había dicho que era febrero. El doctor le pidió a Emilia que saliera unos momentos, sentía que su paciente se comportaba de un modo distinto cuando ella no estaba. Emilia aguardó afuera, intranquila, hasta que vio salir al señor Smith.

“Señor Smith, estaba pensando que tal vez sería bueno traer un poco de música para que el señor Lancaster se distraiga. Le gusta la música del piano y—“ Ella habló con ilusión y esperanza.
“Emilia…” la detuvo. Sostuvo sus hombros con ambas manos y la vio con seriedad y un poco de pesar. “El señor Lancaster… Es probable que no sobreviva más de un par de días”
“¿C-cómo? Señor Smith… usted, con todo respeto, se equivoca. Él ayer estuvo mejor.”
“Está muy grave” el rubio dijo con pesar. “Desde siempre. Ha estado muy grave. Lo de ayer ha sido un estado incluso normal en los más convalecientes. Repuntan, pero luego decaen drásticamente. Lamento decirle estas palabras tan duras cuando sé que ustedes compartían una amistad cercana.”
“…” la joven no pudo procesar bien lo que le decía.
“El Conde Lancaster está al tanto de la situación, pero se niega creerme, lo cual es lo más natural puesto que es un ser querido. Pero usted tiene que tener la firmeza para llevar los siguientes procesos médicos a cabo. Lo cual no son más que mantenerlo en lo posible sin dolor para que no sufra más hasta el momento de su muerte.” La joven seguía sin poder creer lo que él le decía.
“¿Por qué está tan mal?”
“Tiene hemorragia interna. Posiblemente sus órganos estén destruidos debido al impacto de las balas. Ha perdido mucha sangre y la fiebre no baja… Delira. Emilia, lamento que sea testigo de cómo la luz del señor Lancaster se va apagando lentamente.”
“…” Emilia desvió la mirada, observó una ventana abierta y como el cortinaje se mecía con el viento. Las aves cantaban en el jardín y parecía la melodía más melancólica del mundo pese a la armonía que irradiaban. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.
“No le pido que no sufra. Pero debe acompañarlo con firmeza en sus últimos momentos.”
“Entiendo…” dijo con dificultad, entre lágrimas.
“Le daré unos minutos a solas para que llore lo que tenga que llorar y se reponga. La esperaré aquí y juntos acompañaremos al señor Lancaster en su alcoba para asistirlo en todo.”
“Gracias.” Emilia caminó por el pasillo y como pudo llegó hasta la habitación que le habían facilitado. Allí, se sentó en el sillón a un lado de la mesita donde un florero con narcisos amarillos decoraba. Vio como un pétalo cayó de una flor. Emilia soltó a llorar en silencio.
Tenía que escribir, cuanto antes, a Camille. La necesitaba. No podía obligarla a cruzar el mar para estar con ella, pero una carta suya sería el apoyo suficiente. Emilia necesitaba la contención emocional de su gemela. “E-el señor… El señor von Einzbern. Oh… Pobre señor von Einzbern… No sabe. Él no sabe… Que su amigo…” se negó a pronunciar el destino que le esperaba al rubio “Nuestro querido señor Lancaster…” los ojos se le inundaron de nuevo en lágrimas. Esta vez, Emilia echó a llorar en un llanto desconsolado. De aquel llanto en que se ahogaba con sus propias lágrimas y falta de aire.
Después de varios minutos en llanto. La joven se intentó reponer como pudo y escribió una carta para Camille y en ella le pidió si le podía entregar una carta adjunta en el mismo sobre para el señor von Einzbern. Él merecía saber lo que sucedía.

“Resiste un poco más…” habló tranquilo el Conde mientras presionaba según lo indicado por el doctor Smith.
“¡Me duele, maldita sea!”
“Entiendo.” Siguió igual de calmado. “Pero será un momento. Debes ponerte bien, nuestro padre ya debe venir en camino. Debe verte firme.”
“Él no va a venir. Y prefiero morir a seguir aguantando este dolor.”
“…” Lo entendía, estaba sufriendo enormemente con el dolor y él le pedía en vano que se calmara. Su hermano deliraba, y por eso entendía también los insultos que le dijo hace un momento. El Henry real jamás le habría dedicado tales improperios.
“Ya está” dijo el señor Smith. Había tenido que pedirle al Conde su cooperación cuando Henry se descompensó sintomáticamente. Emilia recién acababa de ir a su habitación a petición del doctor, para cuando Henry se sintió peor. “Señor, ya puede retirarse.”
“Acompáñeme afuera.”
“Espera, no te vayas…”
“¿Qué pasa, Henry?” lo miró pasivo, mientras su hermano le agarraba el brazo.
“Lamento tratarte mal. No sé…” miró hacia la ventana “Vamos al jardín. Siento el aroma de los tulipanes de invierno del jardín. Quiero que los contemplemos juntos.”
“…” Cain miró al doctor Smith, este le negó disimuladamente con la cabeza. Era difícil para el Doctor darse cuenta que el Conde no entendía (o se negaba a creer) que la condición de su hermano era tan compleja que no podía moverse de esa alcoba. “Estarás allí.” Le dijo a su hermano.

Emilia vio a un montón de sirvientes llevar una tras otras jarras con tulipanes a la alcoba del señor Lancaster. “¿Qué pasa?” preguntó Emilia al doctor Smith, quien aguardaba en la puerta fuera de la alcoba.
“El conde pidió que los sirvientes llenaran la alcoba con flores de tulipanes. Su hermano quería ir al jardín y él llevó el jardín a su alcoba…” Erwin negó con la cabeza. Ahora sería mucho más problemático atender al moribundo.
“Oh, es un bonito gesto…” Emilia debía estar tan afectada que terminó por creer que algo de lo que hacía el conde era bueno.
“¿Te gustan los tulipanes?”
“Un poco…” le respondió Cain a su hermano. Le tocó la frente y comprobó que aún tenía mucha fiebre. “Debes descansar ahora.”
“Quiero estar despierto un poco más.”
“Está bien.” Asintió. “¿Qué puedo hacer por ti?”
“Mh…Has hecho mucho por mi toda la vida” le sonrió, sentándose un poco en la cama.
“Eh.” Cain le miró más tranquilo, le reconfortaba verlo un poco más animado.
“Estaba recordando a un animal que tuvimos…Herald. Era un perro negro grande. ¿Lo recuerdas? Cuando niños jugábamos con él todos. Era muy fiel y cariñoso. ¿Sí lo recuerdas?”
“Ah, recuerdo que lo botaba al patio porque era bastante… Hostigoso.”
“Se quebró una pata cazando liebres con nuestro padre. Estuvo unos días en casa y pensamos que se recuperaría, pero daba alaridos de dolor y no mejoró. Sólo estaba allí, tumbado, sufriendo. Nuestro padre lo llevó una noche al bosque y le dio un tiro para acabar con su agonía.” Sonrió.
“… ¿Por qué me cuentas estas cosas?” le perturbó la conducta de su hermano.
“Sí puedes hacer algo por mí, hermano.” Le dijo con serenidad, manteniendo la sonrisa.
“¡Ya basta, maldita sea!” Cain se levantó de la silla de forma violenta. Lo miró severamente. “Te prohíbo que vuelvas a hablas cosas así y tener ese tipo de pensamientos ¡No te atrevas!” salió indignado del cuarto. Al encontrarse al doctor Smith lo encaró. “Sigue delirando, sigue quejándose de dolor, sigue hablando cosas sin sentido. ¿Acaso usted nada puede hacer bien?” en ese momento, se escuchó desde el cuarto a su hermano quejarse por el dolor. “¿Lo ve? ¿Acaso cree que mi hermano en su vida ha dicho una grosería o blasfemado contra Dios? Ése que está allá adentro no es Henry, es un espectro de sí mismo.” 
“Puedo darle algo para calmar su dolor ahora… Pero no lo tendrá lúcido.”
“Al menos podrá descansar del dolor y se repondrá.”
“Señor, ya hablé con usted sobre el pronóstico de su hermano.”
“¿Entonces por qué se atrevió a insistirme en que no lo embarcara a Inglaterra y lo dejara aquí bajo una atención médica tan miserable que lo tiene sufriendo de este modo?”
“Debe entender que el viaje de todos modos lo habría matado, dentro de una tortuosa agonía de un trayecto lleno de dificultades que sólo maltratarían a su ya dañado cuerpo”
“…” El Conde no le bajo la mirada. El doctor Smith era más alto que cualquiera y le miraba severo sin temerle por su título noble, pero lejos de sorprenderse, el Conde se irritó con él. “Si mi hermano sigue sufriendo de ese modo y si se muere, le juro que su cabeza, señor Smith, rodará por toda Inglaterra.” Le amenazó.
“…”
Los dos hombres se miraron una última vez antes de que el Conde saliera a tomar nuevas cartas que activar.
“Señor Smith…”
“No se preocupe, Emilia. El Conde está en su derecho de reacción. Entremos con el paciente.” Los dos entraron en la alcoba. Henry los miró atento. El señor Smith preparó una mezcla que Emilia distinguió como una especie de aceite. “Joven Lancaster, beba esto. Le hará bien.” Le dio con una cuchara. “Sentirá menos dolor.”
“¿Qué es?” preguntó discretamente Emilia.
“Esencia de amapola. Es un sedante hipnótico natural. Ya no sentirá dolor, estará sedado y menos delirante… Aunque no estará del todo lúcido.”
Así fue, las próximas horas Henry decía no sentir dolor. Estaba allí de todos modos, pero no lo sentía al estar tan sedado. Comenzaba a conversar un poco más, aunque sí se apreciaba que la fiebre lo mantenía poco conectado pero lo suficiente para mantener el diálogo.
“Entonces cuando era bebé yo lo cargaba en mis brazos y dormía plácidamente. Era tan sereno como un pequeño ángel. Luego creció y se volvió más arisco y gruñón, como lo has conocido.” Bromeó el rubio en referencia a su hermano menor, Ciel.
“Ciel tiene su personalidad, pero se convertirá en un joven admirable.” Rio Emilia ante el relato de Henry. “He olvidado mencionarte, pero el cartero pasó hace unas horas y le he enviado una carta a mi hermana Camille.”
“Me contenta que retomen el contacto.”
“A mí también.” Asintió “Y le he pedido que contacte al señor von Einzbern para pedirle que pueda viajar a visitarte. Seguro su presencia te anima.” Cuando Henry estuvo más delirante, nombró a su amigo muchas veces y Emilia pensaba que su compañía lo alentaría.
“…” el rubio parpadeó incómodo, luego desvió la mirada hacia un costado.
“¿Pasa… algo malo?”
“Emilia, ¿por qué hiciste eso?” dijo Henry, mirando hacia ese costado.
“¿No quieres que venga el señor von Einzbern?”
“Lo que menos quiero es verlo.”
“Pero…”
“Le prohíbo que venga aquí, incluso.”
“Y-yo, no entiendo…”
“Me rehúso a volverlo a ver.” Lo que menos quería es que Wolfgang lo viera en esas condiciones paupérrimas. Un casi muerto postrado en cama. No. Se negaría hasta el final. Se prefería muerto antes de que su amigo se encontrara con ese despojo de humano. Eso le destruía el corazón, prefería que Wolfgang lo recordara como aquellos meses que compartieron juntos y no como lo que ahora era. Se había ido de Inglaterra por la guerra, pero también porque se resistía a encontrarse con Wolfgang en un estado tan confundido como lo había estado incluso antes de partir de su patria. No se entendía a sí mismo en ese entonces, ni a sus emociones ni lo que debía hacer, y se sentía avergonzado de estar cerca de su amigo quien siempre sabía qué hacer y entendía todo. Por eso prefirió huir antes que enfrentar. “Si viene, quiero que le prohíbas entrar aquí.”
“E-ntiendo. Perdón, Henry.” Dijo Emilia apenada.
“No te preocupes… Sé que lo has hecho sin maldad.” Se mantuvo con esa actitud rechazante por unos segundos, pero se suavizó luego y tomó la mano de Emilia. “Me gustaría que me contaras otra vez sobre aquella ocasión cuando tú y tus hermanas visitaron la feria cuando eran niñas.”
“Claro. Me encanta esa anécdota. Aunque…” lo miró con regaño. “No vuelvas a reírte de mí cuando cuente esa parte.”
“Está bien, lo prometo.” Le sonrió, encantado.

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on January 29, 2020, 03:51:04 PM
AHHHH. Yo quiero terminar este fic pero no creo que pueda lograrlo sdjsj.

El señor Lancaster partió en una mañana gris silenciosa. Una tenue capa de nevazón de estilo “plumaje” cayó aquel día cubriendo los alrededores. 
Emilia sumió desde entonces en un estado de inercia. Incapaz de poder conciliar en su mente y alma la partida de aquel joven que se volvió fundamental en su vida en los últimos meses.
Todo fue tan rápido. Una tarde lo había conocido regio y principesco en el baile de Londres cuando estuvo la joven bajo la tutela de tía Miranda. Emilia analizó que desde ese momento había quedado prendada de su dulce e inocente sonrisa. Posteriormente le volvió a ver en Bloomington para la ceremonia de Shura cuando el alcalde Trump invitó a las tropas al baile. El encuentro fue más cercano y menos jerárquico.
Ulteriormente una serie de momentos pequeños pero emotivos les acompañó durante las tardes en que Emilia instruía de lecciones al joven Ciel Lancaster en Blossomhouse. Aquella mansión que por muchos años para las Bennet fue símbolo de lúgubre misterio, para la platinada se tornó en una mansión llena de encanto propio donde pudo conocer una faceta más íntima de los Lancaster.
Especialmente del señor Lancaster en su estadía cuando la tropa estuvo en Bloomington.
La serie de encuentros “casuales” que el joven conseguía para con Emilia en la mansión creó en la chica una sensación tanto incómoda como tan deseada en cada encuentro.
Inclusive en su ausencia en el baile en el palacio de Buckingham al cual el señor Lancaster no asistió por retirarse incluso prematuramente a sus deberes militares. Aunque no estaba presente físicamente, en sus pensamientos sí lo estaba.
Siguió el emotivo encuentro en la misma batalla cuando Emilia prestó servicios para la Cruz Roja. Cada momento pequeño compartido tuvo un detalle que a Emilia le exprimía el pecho recordar.
Los últimos momentos, aunque fueron los más difíciles e insostenibles de llevar en su agónica estadía en los Países Bajos, brillaron con luz propia cuando ambos se quedaban conversando y tratando de distraerse de la verdad inevitable de su partida.
Al principio Emilia no entendía el por qué Henry le pedía que le constase una y otra vez las historias de su infancia, de cuan feliz era ella con sus hermanas y todas esas anécdotas ridículas que incluso ella comenzaba a pensar que no eran tan dignas de ser repetidas tantas veces, pero finalmente la platinada comprendió que, de ese modo, escuchándola una y otra vez, el joven podía imaginar una vida hermosa y llena de afecto de la que él careció.

Ser rico no te hace feliz. Comprendió Emilia, quien por muchos años había aborrecido ser pobre pensando que era infeliz por ello. Pero cuan equivocaba estaba.

La joven no estuvo en sus últimos respiros. Pese a que quería acompañarlo hasta el final, a Emilia la fuerza no la acompañaba y se veía incapaz de soportar verlo en ese sentido momento. El señor von Einzbern fue quien tomó esa difícil tarea de acompañar a su querido amigo hasta el último momento. Emilia sabía que debía ser así. Tenía que permitirles a ellos dos estar esos últimos momentos en compañía mutua. Si bien la joven al principio sintió culpa por involucrar al señor von Einzbern en sus determinaciones (del cual estaba segura que debía notificarlo y armar un escenario en que ambos estuvieran juntos) y hacerlo vividor de tan tristes emociones, sabía que, si no le decía nada al alemán, como había sido la voluntad del señor Lancaster, el señor von Einzbern jamás se lo perdonaría.
Entendía que el vínculo que los unía era mucho más intenso y que debía permitirles ese momento a ellos.

Apenas fallecido, Emilia se quitó el relicario que Henry le regaló como obsequio de navidad. Incapaz de poder verlo o tocarlo porque cada vez que lo hacía sentía que el corazón le quemaba y no podía evitar el llanto que amenazaba con dejarla muerta en vida. Lo guardó como un tesoro preciado del cual no se sentiría capaz de volver a verlo al menos por un tiempo.

El doctor Smith y ella volverían en la primera embarcación que saliera. Pero sorpresivamente el Conde de Lancaster le pidió a Emilia que embarcara en el mismo barco junto a él y el féretro de su hermano, porque le encomendaba la misión de poder ayudarlo a preparar el ataúd y la presentación del cuerpo cuando llegasen a Londres.
Emilia aceptó. Sin reclamos, sin peleas. Simplemente aceptó. Aun cuando sabía que eso la destruiría a ella como al mismísimo Conde.
Su cuerpo fue repatriado. Su hermano mandó a construir un sarcófago digno de un Rey. Dentro de el, el joven parecía que dormiría eternamente en paz, rodeado de flores blancas y luciendo un traje del mismo color. Fue la última vez que pudo acompañar a su querido señor Lancaster. Le dio un beso en la frente y se despidió de él para siempre.

El funeral era reservado sólo para los Lancaster y los allegados más cercanos a la familia. Emilia no tenía lugar allí así que volvió prontamente a Bloomington.

Allí sus hermanas y sus padres la recibieron, la abrazaron y varios lloraron en conjunto al saber que ella había vuelto a salvo a casa. Emilia se contuvo, aunque por fin sintió felicidad en su corazón. Sentía paz al estar con sus amadas hermanas y sus queridos padres.

Su madre la abrazó fuertemente, conmocionada de verla bien y a la vez sintiéndose apenada por la desdicha de su hija al perder al señor Lancaster. La familia y toda Inglaterra se había enterado de la muerte del hijo del Marqués apenas sucedido el acontecimiento.

“¡Que tragedia! ¡Que tragedia!” repitió la mujer entre lágrimas auténticas. “Un alma tan buena y tan joven. ¡Oh, mi querida Emilia! ¡Mi pobre niña! ¡Has perdido a tu prometido del modo más trágico!”
Las palabras de su madre la dejaron en una especie de catatonia. Un par de familias conocidas llegaron poco a visitar y felicitar la llegada de la hija de los señores Bennet.
Conducida por sus familiares a la sala mientras Jacob descargaba sus maletas y todos conversaban del jubiloso término de la guerra, Emilia tuvo un momento de despiste entre los suyos donde ella corrió en un arrebato al patio, harta de tanta gente que venía a recibirla como si fuera una especie de heroína. Corrió y corrió desesperada sin ser consciente de su entorno.
Se detuvo frente al riachuelo y apoyó una mano en el tronco de un árbol. No podía asimilar que todo acabó. 

Los días siguientes la casa estuvo más tranquila de visitantes. El único que la fue a visitar frecuentemente fue el señor Väring quien no le importaba permanecer bastante tiempo en el salón o en las afueras esperando a que Emilia saliera de su cuarto aún sabiendo que eso no sucedería.

La señora Bennet guardaba luto en su propia alcoba. Desde que se enteró de la muerte de su idealizado, querido y purísimo buen “yerno” se vistió de negro y se aisló en su cuarto entre llantos de lamentos y dolor. Cualquiera diría que un hijo de ella era el que había fallecido.

Emilia salía de su cuarto de vez en cuando para compartir la mesa con su familia, otros momentos se iba al jardín a sentarse en la silla de descanso mientras Cho atendía sus plantas, otros tantos se dejaban mimar por Sayi y Sheryl, y muchos momentos más compartía con su querida Camille quien le hablaba de cualquier tema que la pudiese distraer.
La joven estaba tranquila, a momentos compartía comentarios con los demás y simulaba una sonrisa serena. Pero por dentro sentía que el dolor estaba más fuerte que nunca.

“Emilia, el señor Väring está esperando en la sala. Quiere saber de ti personalmente.” Camille estaba de pie en la puerta del cuarto que compartían.
“Estoy cansada hoy. Tal vez mañana.” Le dijo desde la cama, acostada y dándole la espalda.
“Has dicho eso todos estos días.”
“Lo siento. Estoy indispuesta.”
“Está bien.” Su gemela expresó preocupación en su rostro. Bajó a disculparse con el señor Väring pidiéndole paciencia. El señor Väring le pidió que no se preocupara por él pues comprendía bien la situación y deseó que la señorita Bennet se repusiera de su pesar. “Emilia… Tenemos que hablar” le pidió su gemela, cuando volvió al cuarto. Se acercó a la cama de su hermana y se sentó en el borde. Emilia estaba usando camisón y el cabello lo llevaba desarreglado. Pasaba gran parte del día en cama.
Emilia se quedó en silencio. Sabía lo que quería conversar y ella le estaba evadiendo desde entonces. Camille era paciente y compasiva al darle su espacio para pasar el dolor de la pérdida a solas, pero estaba preocupada porque se estaba prolongando demasiado y sentía que poco a poco Emilia se iba consumiendo en la soledad y tristeza.
“La partida del señor Lancaster es reciente aún y… sé cuánto se apreciaban los dos. Pero él no desearía verte en esta condición por su causa. Intuyo que él habría querido todo lo contrario. El señor Lancaster te admiraba por, sobre todo. Amaba tu personalidad e inteligencia la cual él jamás quiso opacar. Incluso ahora que no está, estoy segura que sigue teniendo esos mismos sentimientos hacia ti y esperaría verte brillar.”
“El señor Lancaster ya no está, Camille… No creo que se sienta mal por mí a donde él este.” Le respondió aun dándole la espalda. “Somos las personas que quedamos en la vida terrenal las que sufrimos por su pérdida.”
“Entiendo tus palabras.” Asintió. “Pero, aun arriesgándome a que te sientas ofendida por las mías, debo insistir en que no es el deseo de nadie verte así. No es justo… Que te estés castigando. No fue tu culpa.”
“Sólo quiero dormir, Camille… y dejar que pase el invierno… la primavera, el verano, el otoño… Si es necesario, otro invierno.”
“Emilia…”
“Pero…” Emilia no pudo contener las lágrimas. “Aunque me pase la vida eterna en esta cama llorando por él… Él no volverá. Él…Él partió a un lugar lejano al que no lo puedo acompañar. Ya… Y-ya no lo puedo seguir. Se fue tan lejos.” Se tapó el rostro, soltando lágrimas. Ella lo pudo seguir a la guerra, pero no lo podía seguir al otro mundo. Ya no podía ayudarlo más.
“¡Oh, Emilia!” Camille le hizo sentarse en la cama y la abrazó, acompañándola en su dolor.
“Sé que esta angustia desaparecerá algún día, pero no sé por qué me duele tanto ahora. Me lastima el hecho de saber que fue infeliz y que murió tan joven. Él siempre me pedía que le contara las historias de nuestra infancia en familia… ¿Por qué vino a este mundo a sentirse solo y triste? ¡Yo no pude hacer nada para hacerlo feliz ni cambiar su destino! ¡Siempre fui tan tonta y lo puse en situaciones incómodas! ¡Soy tan ilusa, Camille! Pensaba que acompañándolo o uniéndolo a su amigo o hablándole de cosas bonitas podría retenerlo en este mundo, pero… pero… ¡De todos modos murió! ¡No pude hacer nada para evitarlo! ¡Ni siquiera pude sanar sus heridas! ¿Qué clase de ser humano soy?
“¡Emilia!” Camille aguantó sus propias lágrimas al escuchar los lamentos tan injustos de su hermana. “¡No digas cosas tan duras respecto a ustedes! El señor Lancaster fue feliz en todo el tiempo que te conoció. Hiciste que tu compañía fueran los momentos gratos que él tuvo en toda su vida. Tú, y el señor von Einzbern, hicieron que su solitaria vida vacía experimentara luz y felicidad.”
“¿Crees que este dolor que siento algún día se vaya? Oh, Camille, soy tan débil en el fondo, sólo quiero dormir y despertar cuando ya no sienta nada.”
“Dejarás de sufrir en algún momento, la huella siempre quedará en tu vida, pero aprenderás a vivir con ese recuerdo.” Camille la abrazó más fuerte. “Y siempre estaré aquí para ti, para acompañarte y apoyarte.”
“Gracias” la joven la abrazó de igual modo. “No veo como podría soportar esto sin ti. Por favor… No le digas a nadie que he llorado hoy. ¡No quiero que nadie se entere!” ella permitía que Camille fuera testigo de su debilidad, pero no podría vivir con la idea de que los demás la vieran vulnerable.
“No le contaré a nadie. No te preocupes.” Camille le sonrió, haciéndole gracia que su hermana quisiera mantener esa imagen serena y de bienestar que siempre quería demostrar. “Ahora, tenemos que hacer algo con esa maraña de cabello que tienes. Está hecho un desastre.”
“Eh… Ha crecido mucho y lo he descuidado.” Emilia sonrió torpemente, tocándose el cabello. “¿Me ayudas a ponerlo en orden?”
“¡Claro!”
Camille corrió a buscar un cepillo y una tijera para cortar las puntas. Emilia se sentó en una silla y dejó que su hermana se hiciera cargo de su cabellera.
“El señor Väring es alguien con mucha paciencia…” dijo Emilia después de un largo y cómodo silencio. Recordó que vino a visitarla también ese día.
“Viene todos los días aquí a saber de ti con la esperanza de verte en persona.”
“Ahá.” Asintió. “Además, él viajó a los Países Bajo para saber de mí. Como yo estaba ocupada con Henry, le pedí si podía hacerse cargo de Eren. No dejó de visitarlo en el Hospital y se encargó de su traslado a Inglaterra y de los costos de su tratamiento y rehabilitación.”
“Oh, el señor Väring es un hombre honorable.” Camille sonrió. Era demasiado evidente el afecto del señor Väring hacia su hermana aún cuando Emilia no se daba cuenta de los sentimientos del joven y lo mantenía en la condición de amigo.
“Sí. Es cierto. Es una buena persona… ¿Sabes? En Londres intenté que Mina y él se hicieran más íntimo con el objetivo de que se enamorasen. Los dos se ven bonitos juntos y sentía que el señor Väring era bueno para mi amiga. No sé por qué no logré que Mina y él terminasen juntos. En realidad… Apenas se hablaban más que lo protocolar. No congeniaron para nada.”
“Posiblemente Mina tenga otros intereses ahora, como escribir sus novelas.”

Al día siguiente, la nieve se dejó caer nuevamente. Emilia observaba desde la ventana del segundo piso al señor Väring esperando afuera de la casa, paseándose por el antejardín y conversando a momentos con Mery quien intentaba recolectar los últimos frutos invernales.

“Marth se ha hecho muy allegado a todos en la familia.” Dijo Emilia a Camille. “Es una buena persona, aunque no debería exponerse al frio sólo para acompañar a Mery.”
“¿Quieres que le diga que vuelva en otro momento?”
“Va a terminar enfermándose.” Emilia sonrió levemente, al ver la insistencia de ese señor. “Creo que aceptaré dar un paseo con él y será mejor que alguien más acompañe a Mery”
“¿Estás segura?”
“Sí.”
Emilia se colocó su gorro y un abrigo blanco. Salió y el señor Väring no pudo evitar contener su impresión de felicidad y asombro al verla.
“¡Emi…! ¡Señorita Bennet!” se corrigió, corriendo hacia ella. “Me llena de felicidad ver que se encuentra más repuesta.”
“Señor Väring, gracias por preocuparse por mi bienestar. He sido muy egoísta con usted todo este tiempo, le debo un paseo por lo menos.”
“No se preocupe, señorita Bennet, el verla bien es suficiente para mí.” Sonrió plenamente.
“Insisto en que me acompañe” le ofreció un brazo como gancho. El señor Väring fue un poco tímido y tardó, pero finalmente aceptó.
Mery rio disimuladamente desde su posición visible, divertida por las reacciones del señor Väring quien, desde las últimas semanas, se había hecho muy familiar y cercano en la casa de los Bennet.
“Su señor padre me ha compartido tardes hermosas en su biblioteca donde hemos charlado sobre la literatura de sus estanterías.” Comentó mientras caminaba del brazo de la joven. La nieve daba un ambiente totalmente blanco alrededor y las casas aledañas estaban cubiertas por el manto blanco.
“Mi padre es un señor notable y muy intelectual. Usted siempre encontrará charlas gratas en su compañía. Muchos jóvenes vienen aquí con la intención de tener una conversación intelectual con él. Al señor Lancaster…” Emilia bajo levemente la mirada. “Le gustaba visitar la casa y conversar con padre mientras me esperaba. No sé cómo lo logró, pero mi padre tuvo una excelente estrategia para sacarle mayores diálogos al señor Lancaster quien era muy callado.”
“El señor Lancaster fue bendecido con esos momentos.” Marth sonrió con auténtica dulzura. De verdad agradecía que ese joven hombre haya disfrutado esos momentos cuando estuvo en vida. Si bien había sido un digno oponente respecto a su objetivo amoroso, la noticia de su partida había aturdido a Marth quien incluso se planteaba lo cruel que era la vida al llevarse a alguien tan joven y saludable. “Lamento haber revocado sus recuerdos hacia el señor Lancaster.”
“Descuide. Muchas cosas me volverán a recordar a él, pero iré recordándolo con cariño y menos dolor.” Dijo ella, sonriendo más tranquila. Las palabras de Camille comenzaban a hacer efecto en ella.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on January 30, 2020, 10:07:40 PM
Mi último fic pre-patio life u_u este finde regreso a ponerle el título y los iconos <3

Tengo que ponerme al día también ;_;



(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/IDus6dG.png)

XIII.

La señora Bennet caminaba de un lado al otro, frustrada a mil por la aparente indiferencia de su primogénita.

Apenas la mayor cruzó la entrada de Longbourn, la señora Bennet no la recibió con un abrazo sino con una misiva del señor Morewood en manos. Carta con la que la señora Bennet no guardo recato en lo absoluto, y había optado por abrir y leer antes que la propia destinataria.

El señor Morewood le pedía conversar con ella en privado. Y la señora Bennet había estado celebrando desde que sus ojos dejaron la carta, hasta que la calesa proveniente de Londres hizo aparición a la distancia.

Pero para su sorpresa, la respuesta le había dejado sumamente confundida (y escandalizada): Sayi le había pedido al señor Morewood posponer su visita por unos cinco días. Y que solo entonces estaría más que bienvenido a una audiencia.

La señora Bennet se había mandado berrinche y medio desde el momento que la carta había dejado la residencia. Sayi le recordaba una y otra vez que una audiencia no significaba una propuesta de matrimonio (y habían aprendido ello de la peor manera…), pero la señora Bennet estaba confundida que esta era su última oportunidad a la felicidad marital y que ella lo estaba echando a perder con su orgullo.

El señor Bennet pretendió no haberse atragantado al escuchar las palabras felicidad marital.

“¡Cuánto egoísmo!” se quejó la señora Bennet “¡Si hubieras dejado venir al pobre señor Morewood apenas llegaste, en este momento estaríamos planeando tu boda!”
“Mamá…” Sayi ya no sabía cómo más consolarle “El señor Morewood aceptó venir el viernes, y entonces podremos conversar con él”
“¡TU! ¡Conversaras tú! ¡Y aceptarás lo que sea que te proponga!”
“Señora Bennet, por favor” intercedió el señor Bennet, y con un amago de reproche le pidió que dejara la lloradera.

La señora Bennet se limpió la garganta, frunció el ceño, y se arregló en su sitio.

“¿Y que se supone que vas a hacer de aquí hasta el viernes?”
“Quiero ir a visitar a Hagu. Y a la señora Hann, y a Kisa” le respondió Sayi “Tengo mucho que contarles”
“¡La señora Hann esta tan impaciente cómo yo en que te comprometas de una vez!” exclamó su madre, pero bastó una mirada del señor Bennet para que volviera a callarse.

Sayi pensó que había entretenido a su madre lo suficiente, por lo que dejó la sala de dibujo y se dirigió a la cocina. Ahí, junto a la ventana, descansaba una maceta con la espuela de caballero que el abuelo del señor Souton le había regalado.

Cho no podía esperar a que el frio se marchara para poder plantarla en su jardín, por lo que de momento la flor debía esperar dentro de la cocina, lo más cerca a la ventana para poder recibir siquiera algo del sol de invierno.

Sayi le echó un poco de agua, observó los pétalos azulados y sonrió, recordando la residencia del señor Souton con la hiedra trepando el ladrillo rojo, y las aves trinando y el viento frío golpeando su piel.

Entonces recordó el capitán Ackerman y se preguntó si ya se estaría en Manchester, o si ya se encontraría navegando por el canal de la mancha…

“Señorita Bennet”

La voz de Jacob la tomó por sorpresa. Sayi se encogió en su sitio y el mayordomo se disculpo por haberla asustado.

“Disculpe que la interrumpa, pero el cartero llegó con una carta dirigida a usted”

Sayi tomó la misiva y sus ojos se iluminaron al leer al remitente como el señor Souton. La joven le agradeció alcanzarle la carta y, tras pedirle que no le dijera nada a su madre, se apresuró a su habitación.


Apenas terminó de leer el mensaje, Sayi se hundió en su asiento.

Y por más que le había alegrado recibir una carta señor Souton, le dolía la noticia que su buen amigo le compartía: Al parecer, poco después de su partida de Londres, su abuelo había caído enfermo con una súbita dolencia; una que el doctor de confianza había diagnosticado como terminal. Y nada más había por hacer que esperar a lo inevitable.

El señor Souton había tomado un sabático de sus responsabilidades, para poder hacerle compañía a su abuelo en los últimos días que le quedaran juntos.

Sayi sintió cómo se le humedecían los ojos al recordar al abuelo Souton. Su amable sonrisa, su franco carácter, y el brillo en sus ojos al hablar de su jardín. La espuela de caballero hibernando en su cocina había cobrado suma importancia, pues no podía haberse imaginado que esa sería la primera y última vez que lo vería en persona.

Mientras la joven empezaba a elaborar una respuesta apropiada, sus ojos pasaron por sobre la postdata que su amigo había agregado después de su despedida.

‘Espero recibir buenas noticias pronto. Sería mi consuelo más grande en estos momentos”

Sayi sonrió algo nerviosa, recordando la tarea que tenía anotada para el día siguiente.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Mery on January 31, 2020, 10:57:26 PM
/dead


Como muchos otros asistentes, Alice se hallaba ubicada en una mesa junto al señor Crawly, quien había preferido degustar una copa de vino en compañía de su viejo amigo, el señor Fell, antes de disfrutar alguna otra actividad en Candance Hall. Normalmente aquello no hubiese sido un problema para la joven, puesto que disfrutaba de la compañía de ambos y las conversaciones que estos tenían, pero aquella noche Alice estaba ansiosa por separarse de ellos.

“¿Podría excusarme ahora?”
“No, te escoltaré yo mismo en cuanto haya terminado.” Habló el señor Crawly.
“¿Por qué? No es necesario, puedo hallar a mis amistades por mi cuenta sin problema.”
“Y no lo dudo, pero no deseo tentar la suerte. Entenderás que es lo más prudente, dadas las circunstancias.”
“El año pasado no fuiste tan estricto conmigo...”
“La homenajeada aquel día era una amiga íntima tuya.” Le recordó él. “Alguien que, por consecuencia, conoce tu peculiar forma de ser y puede permitirse tenerte por allí  deambulado a tus anchas con el riesgo de provocar un inminente desastre.” Explicó con toda calma. “No, Alice, hoy es diferente, tendrás que ser paciente.”
Alice resopló. “Exageras, tío.”
“Tus antecedentes dicen lo contrario, querida.”
“No deberías ser tan duro con ella, Crawly, es joven, ¿no es está en la época del error y el aprendizaje?” Trató de abogar por ella el señor Fell.
“Oh, no te pongas de su parte, Zira.” Se quejó el señor Crawly agitando su copa.
“Oh, pero claro que sí, alguien debe hacerlo.” Dijo éste con una suave sonrisa.
“Gracias, señor Fell, es muy amable. Desearía que usted fuese mi tío… también.” Agregó al final, notando la mirada desaprobatoria del señor Crawly.
“Pues no será necesario, ya han venido por ti.” Indicó el pelirrojo y Alice giró en la dirección que seguían sus ojos hasta ver a Rose y Mery acercándose.
“¿Soy libre entonces?”
El hombre suspiró. “Hasta donde sea debidamente posible, sí.”

“Muy buenas noches.” Saludaron ambas muchachas.
“Señoritas, qué agradable verlas.” Les saludó el señor Fell amablemente, a lo que ellas respondieron con una reverencia.
“Igualmente, caballeros.” Habló Rose y le dirigió una sonrisa a Alice. “Espero que no sea un inconveniente si nos retiramos con la señorita.”
“Por el contrario, me harían un favor.” Bromeó el señor Crawly. “Y espero que pueda darle mis felicitaciones a su joven hermana y sus padres, señorita Bennet, han hecho un gran trabajo aquí.”
“Muchas gracias, se los haré saber.”
“También espero que sepas comportarte, Alice.” Advirtió el hombre pelirrojo.
“Indudablemente, querido tío, no tendrás necesidad de preocuparte por mí.” Alice lo miró con notable confianza y luego le sonrió al señor Fell. “Disfruten la velada.” Agregó sosteniendo del antebrazo a sus dos compañeras y así alejarse de la mesa.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Eureka on February 08, 2020, 01:55:08 AM
Ay espero poder terminar esta historia este añooo T___T

Esto va antes del último fic de Kana!

Si quieren poner el mood escuchen listen before i go de billie eilish okya




***

(https://i.imgur.com/R1hKhw5.png) (https://i.imgur.com/HFWsyxp.png)


“¿Wolfgang?”

La voz apagada y cansada de Henry, sumada al panorama frente a sus ojos, fueron capaces de destruirlo en cuestión de segundos.

Wolfgang había esperado, pese a la magnitud de las noticias, que se tratase de algo leve, una herida tratable. Algo que tomaría tiempo en sanar, pero que eventualmente le permitiría recuperarse. Algo que se solucionaría, tal vez, en cuestión de semanas, con los respectivos cuidados y el pertinente descanso.

Camille había sido la de la misiva. Había demorado en llegar por tratarse de otro país, pero eventualmente, lo había alcanzado y Wolfgang no había perdido ni un segundo en tomar la ruta más rápida para darle el encuentro a su querido amigo.

El presentimiento de que algo sucedería lo había acompañado desde el preciso instante en que se enteró de las intenciones de Henry de partir a la guerra. Y se odiaba, hasta cierto punto, por ello, porque sentía que todo era su culpa.

Wolfgang debió haber anticipado que los motivos de Henry nunca se alinearon del todo con una causa política. Quedaba especialmente claro cuando analizaba la actitud de su amigo durante el tiempo que habían pasado juntos: Henry nunca se había mostrado partidario de algún ideal que lo llevara a luchar por su país, pese a prestar sus servicios en varias ocasiones. Era un muchacho un tanto distraído y amable, pero carecía de pasión por ciertas cosas. Entre ellas, el servicio militar y el deber de cumplir con Inglaterra.

Wolfgang se tragó las lágrimas al acercarse a la cama de su amigo. El nudo en su garganta pesó aún más cuando vio cómo Henry intentó, en vano, hacer a un lado las sábanas para darle el encuentro. El alemán le ganó en rapidez, evitando que se cayera de la cama y ayudándolo a reacomodarse entre las almohadas.



“No te preocupes,” le aseguró, tomando asiento a su lado y tomando su mano. “No dejaré tu lado.”
“Wolfgang, yo… debo pedirte mis más sinceras disculp—”
“No.” Wolfgang observó sus manos, pensativo, con una sonrisa apenada en sus facciones. La palidez de la piel de Henry era alarmante y confirmaba todas sus sospechas. “No hay de qué disculparse, querido amigo. Si alguien cometió un error aquí, fui yo.”
“Eso es imposible.” Henry se mostró frustrado ante ello, frunciendo ligeramente el ceño. “No comprendo del todo a lo que te refieres, pero… nunca me ofendiste. Entiendo que pienses así: mi decisión súbita de prestar mis servicios en el campo de batalla fue demasiado repentina e impulsiva. Puede que lo hayas tomado como una ofensa mía y lo comprendería a la perfección.”
“Henry, eso no tiene sentid—”
“Lo siento. Déjame terminar.”
“…” Wolfgang se sorprendió al escucharlo tan decidido. Aún cuando intentó evitarlas, un par de risas se escaparon de sus labios.
“¿Qué sucede?”
“Discúlpame. Nunca fue mi intención reír. Espero no haberte ofendido.” Wolfgang sonrió. “Es sólo que… veo que tenemos tantas cosas por decirnos. Y al parecer las tuyas son de imperiosa necesidad. Al menos eso es lo que concluyo por tu impertinencia al interrumpirme. Yo soy el que interrumpe, Henry. Tú nunca harías algo así.”
“…” Henry sonrió débilmente. “Siempre hay una primera vez, Wolfgang.”
“Así veo.”
“Por favor, permíteme explicarte todo.”
“Por supuesto.” Wolfgang sonrió. “Te escucho.”
“Gracias.”

Henry se tomó unos instantes en ordernar sus pensamientos. Luego de un leve suspiro, inició con sus explicaciones. Su mirada decidida enterneció a Wolfgang, quien se mostró sorprendido ante aquella inusual expresión en su rostro.

Una pena abrumadora lo invadió al notar que todo se debía al poco tiempo que le quedaba.

“Yo… Debo admitir que he contado con una confusión inmensa desde que te conocí. Esa sensación llegó a agobiarme de tal forma que me obligó a alejarme de ti y de toda posibilidad de compartir de nuevo contigo.”
“Yo—”
“No me ofendiste, Wolfgang. No fue tu culpa…” Henry bajó la mirada, apenado. “Siempre fui yo el problema. Y de no ser porque el tiempo es crucial en esos instantes, no me atrevería tan solo a mencionar una palabra al respecto en voz alta.”
“¿…A qué te refieres?” Wolfgang lo observó, confundido.
“Es un secreto que planeaba llevarme conmigo a la tumba. Sin embargo, estás aquí conmigo. No me preocupa saber cómo reaccionarás porque sé que pronto te dejaré.”
“No digas eso, Henry.” Wolfgang estrujó su mano.
“Lo siento.” Su sonrisa era tan débil y tan contenta: se notaba lo augusto que se sentía con la idea de compartir esos momentos finales con su amigo. Wolfgang se tragó el nudo en la garganta que amenazaba con quebrarlo en esos instantes. “No me puedo atrever a ser positivo en estos momentos. La verdad es otra… y, debo serte sincero, me alegra que sea así. Me siento más libre que nunca. No está presente mi familia, no tengo obligaciones, no hay nadie más que tú. Mis acciones no tendrán consecuencias.” Henry se detuvo en seco y rio. “No, eso no es cierto. Tan solo no estaré para vivirlas.”
“Henry, basta—”
“Te quiero”

Wolfgang intentó detener las lágrimas que surcaron sus ojos, pero era inevitable: dos palabras fueron capaces de romperlo en un instante. Su lado racional intentaba hacerle entrar en razón: Henry estaba mintiendo. Henry no se refería a ese amor. Henry estaba interesado en Emilia, después de todo.

Así como él había intentado engañarse con la idea de que Camille era la indicada para él. La charla con Chrom había ayudado a abrirle los ojos, pero esas dos palabras por parte de los labios de Henry habían logrado que procesara todo de golpe.

Él también lo quería.

Era la única forma de explicar por qué sólo había pensado en él desde el momento en que se separaron.

Henry siempre había sido su único pensamiento.

Sin duda, Wolfgang era el más grande idiota.

“Yo también te quiero,” le respondió Wolfgang, alzándose de su asiento para acercarse a su amigo. Una de sus manos pasó a acariciar su mejilla. Henry, llorando, se inclinó hacia el contacto, contento con la cercanía. “No… no puedo creer todo el tiempo que me tomó procesarlo.”
“Somos dos, entonces.” Henry sonrió y alzó su mano para limpiarle las lágrimas. “Nunca contemplé la posibilidad de que mis acciones encontraran sentido en este sentimiento. Pero no puedo negarlo cuando tengo la oportunidad de estar a tu lado una última vez. No me podría haber perdonado callar cuando viniste a verme.”
“Esto es injusto,” le reclamó Wolfgang, frunciendo el ceño. “No me puedes dejar. No… No lo puedes hacer. No después de esto, Henry. No.”
“Puede que sea lo mejor para ambos.” Henry entrecerró sus ojos, un tanto cansado. “No creo que sea posible continuar con el engaño, querido amigo. Si la situación fuese distinta, no veo la certeza… no creo poder haber sido tan valiente como lo he sido ahora. No creía… No creo que esto sea mutuo, tal vez estás siend—”
“Es mutuo. Sé cómo te sientes. Henry, me siento igual. No pienses que lo hago por pena. Nunca podría vivir tranquilo conmigo mismo si es que crees en ello. No es así.”
“Wolfgang…” Henry sonrió, aún a pesar de sus lágrimas.
“No puedes decirme algo así y dejarme.” Wolfgang se interrumpió a sí mismo con sus propios sollozos, apoyando su frente en la mano de Henry que andaba estrujando. “No puedo aceptar que me demoré tanto tiempo en ser sincero conmigo mismo… Esto es cruel.”
“No te culpes, querido amigo. La verdad es que nunca nos habríamos percatado de esto. Habríamos formado nuestras familias con las señoritas Bennet. Y habríamos sido felices, hasta cierto punto… con vidas tranquilas y futuros ciertos, pero nunca realmente contentos con nosotros mismos.”
“En efecto. Porque habríamos contado con un vacío inmenso dentro de nosotros… Lo sé.” 
“¿Sabes cuándo me di cuenta?” Henry le sonrió débilmente. Cada vez se le hacía más difícil hilar oraciones y mantener los ojos abiertos. “Cuando noté que la señorita Emilia me hacía recordar mucho a ti. Me costó ser sincero conmigo mismo, pero no pude hacer más que admitirlo en mi agonía. Estos días han sido insoportables. No podía añadirle ese tormento emocional a mi dolor físico… y encontré que siempre proyecté mis sentimientos hacia ti en ella. La estimo enormemente, es mi amiga más cercana. Sin embargo, si sentí atracción por ella, fue porque te veía en su actitud. Emilia es tan decidida, tan valiente… Le deseo lo mejor. Espero que pueda regresar sana a su hogar.”
“Henry…”
“Te quiero,” le dijo, cerrando los ojos. “Te quiero y lo siento. Debí notarlo antes. Pero es imposible admitir algo así… siempre he sido obediente y respetuoso y nunca me atreví a ir en contra de las reglas… Te admiro por ello…”
“¿Cuál es el punto de la rebeldía si soy un cobarde en el momento más importante?”
“No digas eso.” Henry abrió los ojos levemente. “No has sido cobarde. Tan sólo nunca consideraste esta posibilidad. Nadie lo haría. Es algo que nunca sucede. ¿Por qué tenía que sucedernos a nosotros?”
“No.” Wolfgang lo tomó de las mejillas. “Debí darme cuenta. Lo sospeché, pero nunca hice el esfuerzo de analizarlo. No tiene sentido hacerlo recién en estos instantes.”
“Pero es mejor que te hayas percatado de ello en estos momentos.” Henry posó su mano encima de la de Wolfgang. “No me arrepiento de haberte ayudado con ello. No me arrepiento de decírtelo.”
“Me alegra.” Wolfgang sonrió. “Yo tampoco me arrepiento de nada. Ni de conocerte, ni de quererte, ni de sentirme así.”
“Igualmente.” Henry hizo un esfuerzo por mantener su sonrisa. Las energías se le apagaban y las ganas de dormir lo abrumaban.

Pero aún no podía descansar.

“Tengo que pedirte un favor. Es cruel, pero me haría inmensamente feliz.”
“Por supuesto. Lo que me pidas.”
“¿Podrías acompañarme? Estoy muy cansado. Estoy consciente de lo difícil que serí—”
“No pienso dejarte, Henry. No soltaré tu mano. Estaré aquí a tu lado en todo momento.”
“Gracias. Te lo agradezco de todo corazón.”

Wolfgang volvió a tomar asiento a su lado, acercando la silla a la cama para estar lo más cerca posible de Henry. Tomó su mano y acarició sus nudillos, dibujando pequeños círculos en su piel.

“¿Podrías contarme sobre Frankfurt? Imagina que estamos juntos allí.”
“Por supuesto.”



Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on February 29, 2020, 10:45:11 PM
Si dejo un post al mes debería terminar mi historia a tiempo ;_;

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/zasDitC.png)

XIV. (Part 1)

Sayi apenas y había tomado asiento en la sala de estar cuando la señora Hann entro a la habitación con tanta prisa que por poco y trastabilló con la alfombra.

Una pequeña cortesía fue seguida por un efusivo abrazo, y la joven sonrió enternecida. Su recepción en Pembroke Cottage había resultado mucho más cálida que la organizada por su propia madre.

“¡Querida Sayi!” la señora Hann la tomó de los hombros, recorriendo su mirada por su rostro y su vestido. Sonrió de oreja a oreja al verla perfecta “No se si ha sido tu ausencia, o si Londres te ha caído muy bien, ¡pero te ves radiante! ¡Que alegría que nos hayas venido a visitar!”
“Las he extrañado mucho, y he regresado llena de ansias de pasar las navidades juntas” respondió Sayi “Le traje algunos regalos de Londres. Se los di a la señora Dickey apenas llegue”
“No te hubieras molestado, pero ya que lo hiciste no me queda más que agradecerte. Eres muy considerada con nosotras” dijo la señora Hann “A nosotros lo que más nos alegra es tenerte de vuelta”

Había mucho con lo que ponerse al día pero, por más que Sayi no quería nada más que continuar con la conversación con sus buenas amigas, tenía una misión colgando sobre ella.

“¿Cómo se encuentra Hagu?”
“Bien… las pasadas dos semanas estuvo mejorando mucho, pero me temo que desde hace una semana de nuevo se ha sentido indispuesta” respondió, bajando la mirada “Su dolencia es un enigma. No hay doctor que haya podido diagnosticar qué es lo que sucede”
¿El doctor Smith también ha venido a verla?”
“El doctor Smith es quien más me ha confundido. Y es que según él, parece que su enfermedad no es una dolencia física. ¿Qué podría ser, sino eso?”

Sayi asintió ligeramente antes de preguntar si podía visitarla, y la señora Hann asintió.

“Se encuentra en su habitación. Estuvo durmiendo casi toda la mañana así que ha descansado lo suficiente. ¡Estoy segura que se alegrara mucho de verte!”

Sayi sabía cómo llegar a la habitación de su amiga, y con permiso de la señora Hann se retiró hacia las escaleras. Apenas puso pie en un escalón, sin embargo, la señora Hann le dirigió un último comentario.

“¡Espero escuchar del señor Morewood pronto, Sayi! Tu madre esta muy ilusionada por tu audiencia, y mentiría si no te confesara que yo no”

Apenas subió las escaleras notó que la puerta de Hagu se encontraba entreabierta. Sayi tocó un par de veces.

“Adelante”

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/3ssfUx8.png)

La voz de Hagu se escuchó frágil y en efecto, su apariencia no había mejorado desde la última vez que la había visto. Aún así, la rubia la recibió con una sonrisa, y Sayi corrió a tomarle de las manos y plantarle un beso en cada mejilla.

Cuando tomó asiento frente a ella, Sayi estudio su cabello despeinado, su piel pálida, y la sonrisa que le dedicaba.

Sin embargo, esta vez, notó algo más.

Luego de hablar de su salud, y de ser asegurada que -aunado a su apariencia- en verdad se encontraba bien, Sayi honró el pedido de su amiga y le puso al tanto de su experiencia en Londres. Le contó de la tía Miranda y todo el ajetreo que vino al ser invitadas al baile en el palacio de Buckingham. Sobre todos los ensayo de danza, las visitas a tiendas de vestidos y zapatos, la coincidencia con Terry, todas las ocasiones y ocurrencias que pudo compartir con el señor Souton… y hasta los extraños encuentros que había tenido con el capitán Ackerman.

“Me da la impresión que es un hombre severo” dijo Hagu “Pero muy amable al mismo tiempo. Un tanto contradictorio”
“Mucho” rio Sayi “Pero al menos mi honor ha quedado a salvo”
Hagu bajó la mirada “Me da mucha pena saber que el abuelo de Momiji no se encuentra bien”
“A mi también, fue demasiado amable conmigo y con mi primo” respondió Sayi “Espero que solo sea un mal episodio, y que los doctores estén equivocados. Pero la carta no sonaba muy esperanzadora”

Ambos quedaron en silencio con el sol del atardecer inundando la habitación. Sayi observó a Hagu y recordó la postdata de su amigo.

“Hago, ¿puedo hacerte una pregunta?”
“Claro”

Los ojos de su amiga encontraron los suyos, pero Sayi no dijo palabra por unos momentos.

No le gustaba la situación en la que se encontraba, mucho menos entrometerse como estaba por hacerlo… pero tras lo sucedido con Terry, no le hubiera gustado nada más que alguien le haya hecho el favor de quitarle la venda de los ojos, y enfrentar las cosas por como no eran.

Este caso era muy diferente, sin embargo, y sentía que valía la pena arriesgar su relación si tan solo algo de bien salía de su conversación.

Su silencio confundió a su amiga, y Hagu le preguntó si se encontraba bien. En respuesta, Sayi respiró hondamente, y tomo sus manos entre las suyas.

“Espero me perdones por lo que voy a decir”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on March 31, 2020, 12:27:47 AM
yo @ sayi: sí, en un solo fic termino todo londres
yo @ yo a sabiendas de que escribo 100 palabras en una semana y de que ya no puedo más PIEDAD: dos fics it is




“¿Sabes? Hubo una época en la que no soñaba con otra cosa que salir de aquí. Y, sin embargo, ahora que tengo ese tipo de oportunidades a la mano, no hago más que pensar en volver a ti”.



La estadía en Londres había sido hasta ese momento muy placentera. Si bien Sayaka en un inicio había dicho que prefería quedarse en Bloomington, más le ganó el remordimiento de pensar que pronto sus hermanas estarían casadas y nunca más tendrían una ocasión como esta para estar juntas, por lo que se animó a ir al final.

A diferencia de las demás, quienes tenían diversas amistades en altos círculos y habían sido invitadas a diversas reuniones por doquier, Sayaka se la pasó más en la casa y siguiendo a su tía y a su primo. Considerando que los mayores debían de prestar su presencia a sus hermanas en diversas ocasiones, ella decidió ayudar entonces con las diligencias que dejaban de lado en el hogar… Y esto le emocionaba. Cuando la casa se vaciaba y se quedaba ella a cargo de las labores con la bendición de su tía, no podía evitar sentirse como una verdadera mujer. ¿Sería así la vida de casada? Solía preguntarse y se tapaba el rostro de la vergüenza y felicidad. Obviamente que no, porque ella nunca podría aspirar a tener la fortuna de su señora tía, pero aun así…

Cuando llegó la carta de su madre antes del baile en Buckingham Palace, tuvo emociones encontradas. Por un lado, su madre la felicitaba por su excelente comportamiento ayudando a sus hermanas y a su tía Miranda, quien había escrito a su hermana elogiándola por la pronta disposición de Sayaka y lo hacendosa que se había vuelto. Su madre le dijo, también, que esperaba ver pronto esas cualidades y que ya no se la pasara escapándose de casa como solía hacer. Y eso mismo era lo que la contrariaba, ya que sabía que si su pobre madre se enterase del por qué últimamente se encontraba tan interesada en lo que conllevaba volverse una regia dueña de hogar, jamás se lo perdonaría.

Peor aún sería si se enterara del último encuentro    que había tenido con el señor Leroy antes de partir…



“¡Señorita Bennet! ¡Espere!”.

Al voltearse, vio a lo lejos cómo el señor Leroy dejaba a un grupo de personas con quienes conversaba y trotaba hacia donde se encontraban ella con Jacob. Sayaka apenas tuvo unos segundos para pedirle en susurros al joven que ni se le ocurriera moverse de ahí y dejarla a solas con el Sheriff.

“¡Señor Leroy!”, saludó cuando éste se encontró frente suyo. “No tiene por qué dejar a sus acompañantes en ascuas solo por mí, por favor, le ruego que vuelva con ellos…”, trató de razonar con él para que pudiera dejarles ir. Y no es que le disgustara su compañía, pero aún recordaba su última conversación y la subsiguiente humillación frente al señor Grandchester…
“No diga eso, señorita Bennet. En buena hora mi día se ha visto iluminado con su presencia”. Sayaka batalló con todo lo que pudo para bajar el sonrojo que le subía mientras sentía cómo Jacob le miraba de reojo. “He escuchado que pronto tanto usted como sus hermanas partirán hacia Londres. ¿Es eso cierto?”.
“Así es. Estamos partiendo mañana con mi tía, la señora Lotto, por lo que vine a recoger unos pedidos de último minuto de mi querida hermana Mery”.
“¡Qué servicial es usted!”, dijo con una enorme sonrisa. “Me alegra conocerla más, pero veo que se encuentra atareada. No es mi deseo el quitarle más de su tiempo antes de su partida”.
“Descuide, señor Leroy”, dijo sintiéndose aliviada de que finalmente la dejaría ir.
“Sin embargo…”. O tal vez no… “Espero que a su retorno pueda usted ser tan gentil de aceptar el pedido que le hice durante nuestro baile en Candace Hall”.
“Oh…”, bajó la mirada avergonzada, aferrándose más a sus paquetes. “No creí que usted…”.
“¿Que aún quisiera visitarla después de lo que sucedió en el baile? Pues eso es lo que sucede, señorita Bennet”. Sayaka se atrevió a alzar la mirada, pero se arrepintió enormemente al ver cómo la observaba Jean-Jacques. El hombre realmente se veía muy interesado en ella. “Por supuesto que en su momento no comprendí lo que había tomado lugar, pero luego escuché de varias personas sobre la inminente boda del señor Granchester. Ante cualquier otra persona la conclusión jamás habría llegado, pero yo a usted la conozco”. Sayaka se mordió el labio para no objetarlo. “Y el amor tan puro y fuerte que usted tiene por sus hermanas fue el que la delató. Usted jamás habría permitido que alguien ofendiera a alguna de ellas, por lo que lo que sea que el señor Granchester haya hecho, estoy seguro de que se lo tuvo muy merecido. Su devoción no es algo que usted dé en vano. Y es esa fuerte devoción que usted mostró esa noche la me hace pensar en usted una y otra vez”. Y esto último lo dijo mirándola de una manera que le hacía recordar a… Oh no.
“Yo…”, bajó su mirada. No podía seguir viéndolo. “No sé qué decir”.
“No tiene por qué decirme nada”. ¿Era ella, o acaso el señor Leroy estaba muy cerca suyo…? “Ya hablaremos a su retorno”. Y esto último lo dijo con una suave sonrisa. “Espero que tenga un viaje seguro y que disfrute Londres”.
“…Gracias”, dijo casi en un susurro.

Apenas el señor Leroy le dio la espalda, Sayaka tomó a Jacob del brazo y le hizo hacer lo mismo, apurándolo en llegar a la calesa a como dé lugar. Después de hacerle prometer que no dijera ni una sola palabra del encuentro a su madre, Sayaka subió a la calesa y se desplomó en el asiento por unos instantes. No se sentía capaz de guardar la compostura después de tan acalorado momento… ¿Por qué, por qué, por qué? No entendía al señor Leroy o su insistencia y esto la preocupaba.

¿Qué quería insinuar con decir que la conocía? Él no la conocía para nada, porque si la conociese de verdad, sabría que no se puede otorgar aquello que ya ha sido regalado libremente. Que su devoción y cariño por sus hermanas no era tan puro como éste creía, que ella también tenía sus propios planes y aspiraciones… Y por más sucia que sintiera su alma por ello, por más egoísta, por más emociones encontradas que tuviese al respecto, existía también cierta sensación de libertad en ser quien era.

Escuchó el cantar de las aves y Sayaka sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos. ¡Cuánto quería volar lejos como ellas…!




La carta de su madre, sin embargo, terminó pidiéndole de manera explícita que no desaprovechara su estadía en Londres y que siguiera el ejemplo de sus demás hermanas en relacionarse con personas tan importantes. Sayaka bufó. No quería eso. No era que le disgustase el conversar con los demás y el hacer amigos… El señor Souton, a quien había visto en pocas ocasiones, y tratado aún menos, era un claro ejemplo de ello: un hombre caballeroso, humilde y cuya amistad era un verdadero regalo.

Pero había algo que temía. Y ese algo era causar mayor interés, el verse expuesta ante tantas personas. Mientras más desapercibida pasara, sería todo mejor, pensaba. Además, en tanto se mostrara más pueblerina, huraña y campechana, eso le daba chance a sus hermanas de brillar aún más fuerte en comparación.

Hablando de brillar… ¡Cuánta felicidad le había brindado la gran noticia de Emilia! Casada con un conde, algo que ni siquiera su santa madre se hubiese atrevido a soñar… Solo podía esperar que este baile sirviera a sus hermanas y sus buenas amistades para afirmarse aún más… Y que noticias como esa se replicaran en cuanto antes.

Porque mientras más rápido ellas– No. No estrujes más tu corazón. Ya habrá momento más tarde para pensar en él. Ahora tienes que ayudar a cepillar el hermoso cabello de Sheryl y a hacerla sonrojar para que se vea aún más hermosa a los ojos del señor Fraser.



El baile en Buckingham Palace comenzó como un sueño.

Sayaka no podía creer aún que había conocido a la mismísima princesa Charlotte. ¡Qué mujer más bella! La forma tan fácil con la que se desenvolvía y su carisma eran inigualables. ¡Si tan solo pudiese ser una pequeña fracción de lo bella, elegante y elocuente que era ella!

Pero, aunque hubiese querido conocerla más y estar en su compañía toda la noche, se dieron situaciones más apremiantes que tener su cabeza en las nubes. Como que el grosero y horrible señor Grandchester tuviera la desfachatez de presentarse en el baile junto a la horrorosa de su esposa. Y no, Sayaka no era dueña de Buckingham Palace como para reprocharle su presencia, pero al menos era una persona de buenos modales y sabía que se tenía que ser muy caradura para siquiera mostrar su rostro ante la sociedad.

“Embustero, frío, vanidoso…”, iba murmurando mientras buscaba dónde había ido a parar Sayi ahora. Ya había hablado con su tía y con su primo Albert y ambos le pidieron que trajera a su hermana de vuelta en lo que Albert conversaba con el señor Grandchester y le pedía su tolerancia ante la situación.

¡Y encima había que pedirle permiso, como si él fuese el Príncipe de Gales o qué! Todavía que había arruinado su oportunidad de conversar con el agradable señor Souton…

Pero Sayi no aparecía por ningún sitio. Nuevamente sentía que no podía culparla, si una vergüenza de ese tamaño le pasara a ella, Sayaka misma se habría ido caminando a Longbury de vuelta ahí mismo.

“¿Se encuentra perdida?”, le dijo alguien al final del pasillo, sacándola de sus pensamientos.
“¡Oh no! ¡No malentienda, señor! Simplemente me encuentro buscando a mi hermana que quiso tomar un descanso del baile”. En medio de la oscuridad no distinguía bien al dueño de esa voz, hasta que el joven se levantó de donde estaba sentado en un poyo bajo una ventana y pudo verlo mejor. Nunca lo había visto antes, pero sus brillantes ojos celestes se mostraban afables.
“Discúlpeme entonces por detenerla, señorita…”
“Bennet. Sayaka Bennet”.
“Mucho gusto”, le sonrió y Sayaka se sintió lo suficientemente cómoda como para devolverle el gesto. “No esperaba ver a nadie por esta parte del palacio. Si le soy sincero, yo también necesitaba un respiro del baile”.
“¡Me pregunto si tendrá algún hermano menor que haya dado con mi hermana, así como yo con usted!”, ambos rieron.
“No, ningún hermano mayor o menor, lamentablemente. Pero sí una prima que de niña me perseguía a todos lados como un patito”.
“Mire usted, lo entiendo a la perfección. Mi hermana Sheryl aún me sigue como un patito, pero le hago creer que no me doy cuenta”. El mayor rió nuevamente.
“No esperaba tener hoy una conversación que, por más pequeña que fuere, sería muy divertida y honesta, señorita Bennet”. Y al mencionar su nombre, Sayaka cayó en cuenta de que este no le había dicho aún quién era. “Por favor, no la retengo más. Estoy seguro de que su hermana necesita más de usted que yo”.
“Ha de estar en lo correcto, señor”. Esperó unos cuantos segundos, pero este no abrió la boca, así que se dio por vencida en intentar descubrir su nombre. Una lástima, era la primera vez que alguien en Londres se le hacía simpático. “Con su permiso”.

El joven asintió sin decir más y volvió a su asiento. Sayaka se volteó para salir de la galería y en la entrada se topó con otro señor, quien gruñó disculpas por lo bajo y se adentró. Dio una mirada de reojo y vio que el joven se levantaba a saludarlo… Oh, seguramente le había estado esperando para conversar y por eso le había pedido que fuera a seguir buscando a Sayi.

A la cual encontró dos galerías más tarde, conversando con un oficial desconocido. Al parecer, por el rostro compungido de su hermana, ella tampoco le conocía.

“¿Qué pasó?”
“Te contaré más tarde, querida”, dijo apresurando el paso. “Ahora mismo solo quiero terminar con esto”.
“Créeme que yo también, pero ambas tenemos ideas muy distintas de cómo terminarlo”.
“¿A qué te refieres?”
“Pues que preferiría terminar la noche volviéndome íntima de la otra mejilla del señor Grandchester”. Sayi se tapó la boca para no reír fuertemente, pero a pesar de ello le pellizcó a su hermana en el brazo. “¡Oye!”
“No seas grosera”, dijo entre risas. “¿Qué diría mamá?”
“Que hable con buenos señores en vez de estar malgastando mi aire hablando mal de él”.
“Ya, no sigas, que la vida da vueltas. Pero dime, ¿sabes qué le dijo a nuestro primo?”.
“Pues su santidad nos dio permiso de respirar en sus dominios”.
“Sayaka…”, se encogió de hombros. Sabía que su hermana no le reprochaba en verdad, sino que se impacientaba por la ansiedad de tan inesperado encuentro.
“Albert dice que dijo que tiene muchas preguntas que hacerte, pero que se quedará callado con tal de que ambos puedan disfrutar esta noche. Y que no te preocupes en caso de cruzarte con él, que se hará de la vista gorda”.
“¿Ves?”, dijo con cierto temblor en su voz. “Terry no es tan mala persona, no deberías ser tan dura con él”.
“¿¡Dura!?”, preguntó ofendida. “¡Duro es lo que le espera—!”
“Ya, ya”, le calmó Sayi riéndose. Ya habían llegado al salón principal. “No hablemos más de él, ¿de acuerdo? Esta es una de nuestras últimas veladas en Londres y no descansaré hasta verte disfrutar. ¿Hace cuánto que no aprovechas una ocasión como esta para bailar o hacerte lucir con tu conversación? Siento que han pasado años desde la última vez que te vi entablar conversación con algún joven”.

Había algo en la mirada de Sayi que le hacía entender que sabía más de lo que decía y esta no era la primera vez que lo notaba. Pero por más que quería confiar en su hermana favorita, las palabras la abandonaban cuando intentaba contarle todo. Porque todo era aún tan nuevo y tan delicado… Quería que fuera solo suyo por más tiempo. Suyo para sonreír y apreciar, suyo para soñar. Y por eso también sentía fuertemente la necesidad de protegerlo, de cuidarlo dentro de ella con ternura y alimentarlo con todo su amor… Porque de lo contrario, al más mínimo descuido, se esfumaría para siempre. Y la dejaría vacía y frágil. Desnuda.

No. Aún no era el momento.

“Querida hermana, ¡me asombras! ¡Tan joven y padeciendo de demencia senil! ¡Si me has visto conversar con jóvenes todo el día!”
“Por favor. Sabes a lo que me refie—”
“¡Señor Souton!”, gracias a dios el rubio se había acercado a ellas junto a su grupo. “¡No va a creer usted las cosas que dice mi hermana! ¡Pareciera como si tuviera cuarenta y no veinte!”, Sayi se acercó para pellizcarle sin ser vista y ambas sonrieron forzadamente.
“¿Cómo dice, señorita Bennet?”, preguntó este sin entender el tono de broma de la menor.
“Tendrá que disculparme, tanto usted como sus buenos amigos”. Decidió cortarle antes de que esto se convirtiera en algo más grande para lo que no tenía tiempo. “Justo acabo de ver a un joven al que le prometí una pieza. Con permiso…”. Y así, rápidamente, se deslindó del grupo.

Que, en retrospectiva, se daría cuenta que fue una mala decisión. Porque apenas avanzó y los perdió de vista, alguien la interceptó antes de que pudiera llegar donde se encontraban sus demás familiares.


Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on March 31, 2020, 10:45:00 PM
PURI OMG VOY A PREPARARME UN BANO CON BATHBOMB PARA LEERME TU ESCRITO <33333 YASSSS

Soy lo peor y debo medallas e iconos y todo pero AL MENOS ESCRIBI FIIIIIIIC luego dejo todo osito bonito

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/3ssfUx8.png)

XIV. (Part 2)

Si bien su relación con Hagu no era su más longeva amistad, en los meses que llevaba conociéndola, Sayi había crecido en afecto al punto de considerarla una hermana honoraria. Y es que con otras seis hermanas a costas, ello solo denotaba lo bien que habían conllevado en tan breve pasar de tiempo.

Era por ello que los detalles que el señor Souton había compartido con ella, aquella mañana paseando por Hyde Park, le habían caído como un balde de agua helada.

¿Cómo había sido posible el haberse guardado tal secreto? No tanto hacia ella, pero consigo misma.

“Hagu, se de tu relación con el señor Morewood” le confesó “O debería decir, aquella relación que te rehusas a iniciar”

En el segundo siguiente a enunciar esas palabras, la tierna y frágil Hagu, la misma que se escondía tras ella en sociedad desconocida, se había encogido en un nuevo extremo de pánico. Sus ojos saltaban de un extremo al otro, evitando la mirada de su amiga y cogiendo las sábanas con tanta fuerza que podía ver lo blanco de sus nudillos.

Y seguidamente las lágrimas empezaron a rodar, y Sayi se arrodilló junto a ella, tomándole de las manos e intentando suavizar su nerviosismo.

“Déjame ayudarte”

En respuesta, Hago arrancó sus manos de las suyas y por primera vez la miró a los ojos, con una inquisición que la tomó desprevenida. Decidió ser sincera, pues su amigo le había permitido mencionar su nombre.

“El señor Souton me lo confesó en Londres” Hagu se cubrió el llanto con una mano “Pero Hagu, él jamás lo hubiera mencionado sin la certeza que algo bueno saldría de ello. Y es porque puedo, y quiero ayudarte”
“No puede ser”
“¿Pero por qué no? Hagu…” Sayi intentaba hablarle con suavidad, pero no sabía cómo llegar a ella.

Y es que desde que el señor Souton le había confiado los detalles de su relación, el rompecabezas que era el señor Morewood había cobrado sentido. Aquella noche, en la que pensó que una pedida de mano había sido desviada, había sido en verdad una súplica de ayuda. Un acto desesperado del señor Morewood para poder llegar hacia la dueña de sus afectos. Y ella no era nadie más que Hagu. Su querida Hagu.

Aún no entendía cómo había podido ser tan ciega. El señor Morewood estaba siempre pendiente de su amiga, pero sin entender sus sentimientos había confundido sus expresiones, obviando el hecho que siempre estaba ahí por Hagu. Pero Hagu, por su lado, hacía lo humanamente posible por alejarse de él y excusarse de todo evento en el que coincidieran.

Pero cada vez que recordaba las contadas situaciones en las que se encontraran los dos…
Las miradas esquivas, el hecho que terminaban uno al lado del otro por insistencia del caballero, y los intentos de conversación fallidos que Sayi atribuía a la timidez de su amiga.

Era evidente ahora que no solo era el señor Morewood quien cargaba con sentimientos, pero sino que también era su querida amiga quien sin duda alguna los correspondía… siendo la unida tragedia su empeño por no sincerarse con ellos.

“Lamento haber sido tan ciega, Hagu” le dijo Sayi. Estaba segura que su salud decadente iba de la mano con sus esperanzas “Me temo que permití que los rumores de un compromiso entre el señor Morewood y yo se saliese de control. Créeme que su actuar siempre me dejo perpleja, pero tras entender cuales eran sus verdaderas intenciones fue que todo cobró sentido. Y es que Hagu, tienes la oportunidad de ser feliz picándote los dedos, pero te rehusas por…”

Su hermana mayor, la difunta señora Morewood.

“No puedo hacerle eso a Esmeralda” lloró Hagu. Su voz se rompía en un llanto que había traído guardado por años “Ella lo amaba”

Sayi recordó el rostro compungido del señor Souton mientras le contaba la verdad sobre la relación de los señores Morewood, y sintió su corazón encogerse con cada sollozo de su amiga.

Sayi volvió a buscar sus manos.

“Ella nunca supo que el señor Morewood y tú se habían enamorado. No tuvo idea, aún cuando se anunció el compromiso entre ellos” le recordó ”Pese a quererte a ti… él fue todo un caballero y cumplió con su deber. Y se casó con ella para no desairarlos…”
“Qué dirán mi madre, y Kisa... sería una deshonra a su memoria. Mi pobre hermana, cómo podría ser capaz de aceptar el afecto que ella tanto quiso”
“Hagu…”

Sayi besó su cabellera rubia, y una sonrisa se esbozó en sus labios. La lealtad que Hagu sentía por la memoria de su hermana mayor era enternecedora, y entendía perfectamente de dónde provenía, y por qué había ido a tales extremos para rechazar un amor que no sentía como suyo.

Pero aún si el cariño que su amiga le guardaba a su hermana resonaba tanto en ella…

“Déjame ayudarte, por favor” le pidió una vez más.

Hagu se había desgastado en llanto. Al menos ahora parecía escuchar lo que tenía que decir.

“Lo último que querría sería ver a mis hermanas sufrir por una memoria mía. Y si todos los relatos de la bondad y el carácter Esmeralda se asemejan aunque sea a su sombra, querida Hagu, te puedo asegurar que estaría de acuerdo conmigo”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on April 30, 2020, 09:04:57 PM
Estos pasados dos meses han sido una tragedia :_ espero que todas estén sobreviviendo, les mando ánimos a la distancia.

Debo mil medallas y varios iconos a este fic... y dado que es Abril, agoté mi cabida a postear solo aquí así que el próximo mes es #himereturns. Pedí un día libre de trabajo la proxima semana para ponerme al día con todo, perdonen lo desaparecida.

Pero por ahoraaaa



(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/WG0JbdM.png)

XV.

Sayi juntó las manos sobre sus piernas, y esperó por la respuesta del señor Morewood, sentado frente a ella.

Los ojos del caballero, sin embargo, delataban que este demoraría en encontrar las palabras necesarias para describir su sorpresa.


La joven sonrió.


“No esperó esta noticia de mi parte, ¿no es así?” dijo. El señor Morewood despegó los ojos del suelo “No pude contenerme más, espero me disculpe, pero me parece mejor ir…
“Directo a la yugular” respondió el caballero.

No eran las palabras que pensaba usar, pero el sentimiento era el mismo. Dicho esto, continuó, con un tono de voz que hilaba una renacida esperanza.

“¿Esta diciendo que… hay posibilidad que la señorita Hann… acepte mi propuesta?”
Sayi tensó los labios, dejando escapar una leve sonrisa entre ellos “Aún tiene muchas dudas, pero si nuestra conversación me dejo algo, fue la impresión de que era así”

El señor Morewood se puso de pie y caminó hasta la ventana, sobándose el mentón con una mano, inseguro de cómo continuar. Se giró hacia Sayi antes de volver a girarse hacia la ventana. Hizo lo mismo una vez más. A la tercera, tomó aire y se detuvo a pensar lo que iría a decir.

“¿Qué debería hacer?”
“A mi parecer… debería visitar a Hagu y sincerarse con su historia hasta el momento. Con mucha calma, y teniendo a la señora Hann y a Kisa como prioridad, pues es la impresión que ellas puedan tener lo que más le aterra a ella”
“Si no lo se yo…”
“Pero por sobre ello, me parece que debería sincerarse de sus sentimientos, y lo que su matrimonio con su hermana mayor significó para usted”
“Me temo que no hay palabra que pueda enunciar que la haga sentir menos culpable de nosotros con respecto a Esmeralda. Pero ella no quiere entender que yo hice lo mejor que pude…”
“Yo lo creo, y el señor Souton también. Cuándo empecé a hablar del tema con Hagu ella también parecía reacia a creerlo, pero creo que verme aceptándolo, y bendiciendo su relación aún sabiendo de su matrimonio con Esmeralda le hicieron percatarse que su percepción podía estar equivocada”

El señor Morewood tomó su sombrero. Estuvo por ponérselo, pero se detuvo, y volvió a bajar los brazos. La miró, esperando una respuesta a todas las dudas que cargaba en su corazón.

Desde su conversación con Hagu, Sayi se había dedicado a cavilar, sin descanso, sobre cómo debería contarle lo sucedido al señor Morewood. Si bien no estaba en los mejores modales el inmiscuirse tanto en la vida de otra persona, Sayi nunca había estado tan segura de que la felicidad de su amiga estuviera tan cerca a ella… dependiendo en una pequeña ayuda que ella podía ofrecer.

Pero luego de la decepción con Terry, lo último que Sayi quería era causarle dolor a otra persona por culpa suya, y por su errónea percepción de cómo eran las cosas. Por eso le había dado vueltas, una y otra vez a la relación del señor Morewood y de Hagu desde que el señor Souton le había puesto al tanto de los hechos.

Y era por eso que estaba dispuesta a arriesgarse una vez más, pues en esta oportunidad había escuchado la sinceridad en los sentimientos de ambos. Con tanto anhelo entre ellos, aún frente a todo obstáculo… no podía concebir un escenario en que no pudieran prevalecer.

“Debería ir ahora, señor Morewood, y no esperar más. El corazón de Hagu es frágil, y hacerla esperar solo aumentara sus dudas” le dijo “Me parece que no habrá mejor momento que ahora”

El señor Morewood asintió. Levemente al inicio, pero su efusividad empezó a hacerse presente al digerir las palabras de su amiga.

“Eso haré” la tomó de las manos “¿Cómo podría agradecerle?”

Sayi rió para si misma. Entonces dejó ir las manos del señor Morewood.

“Verá, mi madre…” empezó, imaginando a la señora Bennett bailando por toda la casa “…ha tomado la idea que su audiencia significaba un compromiso…”

La sonrisa del señor Morewood cambió a una expresión sorprendida. Le bastó un instante para darse cuenta de cómo pudo haber sido malentendido.

“Señorita Bennett… me temo que he sido terriblemente egoísta con usted” se disculpó “En mi afán de ganarme su amistad, y pedirle su ayuda con la señorita Hann… he sido efusivo de manera desvergonzada…”
“No se preocupe, señor Morewood. Si bien lo sucedido la última vez que nos vimos me dejo bastante perpleja, no cargaba con aspiraciones a un compromiso, sino con interés de descifrar a qué se había debido ese episodio…”
“Lo lamento muchísimo… cómo podría remediarlo…”
Pero Sayi no estaba apenada, ni dolida en lo más mínimo “Si me permite hacer una sugerencia, creo que hay un solo favor que me gustaría pedirle. Uno que servirá tanto de agradecimiento como remedio”
“¿De que se trata?”
“Cuando mi madre lo vea marcharse, en lugar de pedir una audiencia con mi padre… me gustaría poder decirle que hubo una propuesta, pero que opté por rechazarle”
“Señorita Bennet…”
“Hagu está al tanto de esto, pues la decepción de mi madre era otro motivo que le angustiaba. La verdad del asunto será un secreto entre los tres”

El señor Morewod lo pensó un par de segundos, pero casi de inmediato rompió en una risa abierta.

“¡Cómo puedo negarme a semejante ocurrencia! De acuerdo, puede decir que me rechazó, y pretenderé doler por una quincena entera” dijo, buscando sus guantes para cabalgar “Y apenas se cumpla la quincena regresaré más contento que nunca, a retomar nuestra amistad como si no hubiera sucedido nada…”

Le guiñó un ojo y Sayi rió. El señor Morewood hizo una profunda reverencia antes de retirarse en dirección a Pembroke Cottage, donde Hagu le estaba esperando.

“No tengo cómo agradecerle. Lo digo de todo corazón”

Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on May 10, 2020, 03:48:28 PM
(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://i.imgur.com/y4I89dO.png)

Colocó aquella última azulina flor en su cabello. La corazonada de que aquel color lo haría ver incluso más bello fue un acierto perfecto. El color azul resaltaba con el blanco de su traje, que a la vez lograba acentuar más el dorado rosario de oro entre sus manos y su rostro pálido parecía tener tintes vívidos entre la corona de flores azules que le armó.

Era perfecto.

Nunca pensó que la muerte sería tan bella.

Emilia abrió los ojos con dificultad, abrumada por ese sueño que insistía en repetirse cada cierto tiempo. Ya no era tan frecuente como los primeros días, pero aquel recuerdo se negaba a abandonarla por completo y se manifestaba en su mundo onírico.

“¿Otra vez el sueño del señor Lancaster?” Camille se removió entre su cobertor. Se había despertado unos minutos antes cuando escuchó a su gemela balbucear.
“Sí.” Emilia, ya sentada en la cama, asintió con vergüenza. “Pensé que ya lo había superado.”
“Tal vez…Hay algo que no te permites perdonar” Camille la imitó sentándose en su propia cama, acomodó su larga trenza hacia un costado. “Relacionado con él” Camille bajó su mirada, nunca era fácil asimilar la muerte de una persona tan joven y de quien no se esperaba que fuese cubierto por el velo oscuro de la muerte tan prematuramente. 
“...Fue su decisión.” Suspiró, sintiendo aquella angustia en el pecho que tanto le molestaba. “Pero no puedo dejar de sentirme culpable por no haber podido evitarlo. Era muy discreto, pero inconscientemente dejo tantas pistas respecto sus intenciones de abandonar la vida incluso antes de partir a cumplir su deber militar.” Miro el jarro lleno de flores sobre la mesilla auxiliar. Los pétalos habían comenzado a caer ya marchitos. La muerte era inevitable para todos. “Al final es cierto lo que dicen. Los que sufren son los que se quedan pues el que parte deja de hacerlo.”
“Es un proceso que toma su tiempo. Entiendo que quieres aparentar bienestar, pero todo duelo lleva un periodo para sufrirlo. Es normal que sientas tristeza por su muerte… Aún es demasiado reciente. No tiene nada de malo. De hecho, me preocuparía si te viera bien y campante conociendo lo empática que fuiste con ése joven señor.”
“Hm, hm.” Emilia asintió.
“Si te reconforta, además de rezar por su alma, podrías honrar su memoria dejándole las flores que le gustaban en su tumba.” Camille dijo lo último con mucho cuidado puesto que podría entregar tanto un resultado positivo como un resultado negativo, pero, desde su experiencia, vio que muchas personas lograban cerrar ciclos de duelo cuando visitaban las tumbas de sus seres queridos. Emilia no fue a su funeral puesto que era reservado para los familiares, pero tampoco manifestó intenciones de dejar flores en su tumba cuando ya había pasado tiempo.
“Dudo que los señores Lancaster me permitan deambular por sus propiedades para dejarle flores al hijo que casi se casa con una joven de clase inferior.”
“¡Emilia!” Sayaka irrumpió en la habitación de sus hermanas. Las dos gemelas se sobresaltaron por su interrupción. “El señor Lancaster está esperándote en la sala. Ha traído un majestuoso carruaje consigo y según pude escuchar está solicitando a nuestro padre que te permita ir con él a Londres.”
Emilia y Camille se observaron entre ellas, pasmadas.
“¿El Conde?” Emilia parpadeó incrédula.
“No. El infante.” Corrigió Sayaka, divertida por la expresión de desilusión de su hermana.

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“No se me permitió visitar a mi hermano en su lecho de muerte.” Ciel explicó. Caminando junto a Emilia ya en sus tierras, lucía orgulloso de enseñarle la “casa” principal de los Lancaster en Inglaterra.  “Usted sabe cuan era mi deseo de acompañarle en sus últimos momentos.” la herencia de su familia le daba aquel estatus, pero sus arcas personales se vieron en aumento cuando su hermano Henry falleció. El mayor había dejado en vida varios testamentos a beneficio de sus hermanos menores, con la proyección a largo plazo de protegerlos en su ausencia y que, al menos con el dinero que jamás disfrutó, ellos pudieran tener libre albedrío a la hora de escoger lo mejor para cada uno sin temor a las represarías de su padre.
“Cuando recibí vuestra carta intenté hacer lo posible para convencer al Conde para que autorizara su traslado, pero mis esfuerzos fueron en vano. Lo lamento.” Expresó Emilia apenada.
“Sé que abogó por mí, señorita Bennet, y le estoy agradecido.”
Emilia disimuló la sonrisa en su rostro. El cordial joven Lancaster que la escoltaba a su lado era muy distinto del mimado señorito Lancaster que conoció en Blossomhouse. Seguidamente sintió su corazón acongojado al asimilar que la repentina madurez del joven Ciel posiblemente fue un forzado cambio abrupto ante la muerte de su hermano mayor.
“El conde tiene decisiones misteriosas… Le confieso que al día de hoy me cuesta comprender sus lineamientos.” Ciel permaneció unos segundos en silencio, el rencor en sus palabras podía ser disimulado a la perfección, pero la expresión de liguera amargura en su rostro delataba el malestar hacia su familiar “Agradezco que me acompañe a dar honores a la tumba de mi señor hermano. Después de su funeral… No volví aquí.”
“No tiene que agradecer, joven Ciel. Es más, expreso mi más profundo agradecimiento por su invitación. Justamente he deseado poder dejarle flores al señor Lancaster.”

En el trayecto hasta el lugar de descanso, Ciel le fue contando ciertos detalles de los acontecimientos sucedidos desde el término de la guerra. Por orden de sus padres, Ciel había estado en confinamiento en Blossomhouse para su protección durante el periodo que durase la guerra por lo que en todo momento se había sentido muy ajeno al panorama bélico de su país. Pero cuando se enteró del grave estado de su hermano Henry, solicitó a su hermano, el conde, autorización para viajar hasta donde se encontraban con el fiero deseo de acompañar a su familiar
Sin embargo, por motivos que él consideraba egoístas, Cain Lancaster le había negado la oportunidad de despedirse de Henry.
 
Sólo Cain y Slaine, e incluso el señor von Einzbern, habían tenido la oportunidad de acompañar a Henry en sus últimos momentos.

Le contó a Emilia muchos más detalles dentro de lo prudentemente breve que era para comunicarse. Tal vez la falta de una persona con quien conversar sus preocupaciones lo llevaba en ese momento a confesarse con la persona que por mucho tiempo consideró una intrusa en su hogar.

De este modo le contó que incluso las cosas en su familia habían cambiado notablemente. Su padre y su hermano mayor estaban distante entre ellos. Esto se debía a que Cain solicitó en reiteradas ocasiones la presencia de su padre en los países bajos para acompañar en sus últimos momentos a su hermano, Henry, pero el padre desistió de la idea considerando que su traslado era innecesario sabiendo el fin que le esperaba a su segundo hijo.

Ciel había escuchado entre la puerta. Recordó esa discusión, pero por obvios motivos se la reservó para él y no le dio detalles a Emilia.

“Iba a morir de todos modos. Como su padre, mi deber más prudente era esperar la repatriación de mi amado hijo, preparar todo a su llegada y que se le hiciera una ceremonia honorable como héroe de Inglaterra que dio su vida por su país.”

El Marqués dijo esas palabras, con su sonrisa suave y su expresión serena de siempre.

“Pero no tardaste nada en recibir la medalla del Príncipe en honor a Henry y la compensación económica por su muerte.”

Desde ese momento, su padre y su hermano apenas cruzaban palabras.

“Mi prima, la dama de La Moniquè, está animada de reunirse con usted. Ella se encuentra en el palacio en este momento. Sería grato reunirse con ella después de…” Ciel bajo fugazmente la mirada, angustiado por lo que iba a decir. “De visitar a Henry…”
“…” Emilia sintió un nudo en su garganta. Ver abatido a Ciel Lancaster era algo que jamás esperó ser testigo. Durante el tiempo que conoció a esa familia le dio la percepción de que todos los Lancaster eran reptiles de sangre fría que no conocían de sentimientos ni emociones, pero claramente estaba en un error. La ausencia de uno de los hermanos afectaba de igual modo a los otros. La joven tocó sutilmente el hombro del menor y le sonrió amablemente cuando éste la observó. “Estaré gustosa de ver nuevamente a Lady La Moniquè.”

Emilia y el joven Ciel llegaron a los terrenos donde yacía el lugar de descanso de Henry Lancaster. El sitio expresaba una agradable paz y armonía, rodeado de sectores verdes cuyas flores silvestres desprendían un dulce aroma, adornado por un lago habitado por cisnes blancos donde el único sonido emitido era el cantar pacífico de las aves más pequeñas. La joven aspiró profundamente el aroma llenando sus pulmones de esa agradable fragancia, era dulce y tranquilizadora como si probara un poco de miel de verano.

Los dos se visualizaron sorprendidos de encontrar a una persona hincada en la tumba, colocando unas flores cerca de la lápida observando la escritura con calma y melancolía. Emilia se sorprendió de encontrarse con el señor von Einzbern en ese lugar. No era ilógico de todos modos, puesto que era esperable que visitara el lugar de sepulcro de su amigo, pero la coincidencia no dejaba de maravillarla.
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“Señor von Einzbern.” Saludó Ciel al llegar a su lado. Emilia imitó el gesto del menor.
“Joven Ciel, señorita Bennet.” Les respondió el saludo cuando alzó la mirada. Había estado tan inmerso en sus propios pensamientos que no se percató de sus presencias.
“Espero no interrumpir su momento de paz. No estaba al tanto de que se encontraba visitando la tumba de mi hermano.”
“No se preocupe.” Le sonrió con amabilidad. Luego miró a Emilia, dedicándole a ella otra sonrisa especial. Los dos habían compartido los últimos momentos con el señor Lancaster siendo testigos de su partida, haciéndolos cómplices y compañeros.

Los dos recién llegados dejaron las coronas de flores que traían consigo. Dialogaron brevemente con el joven alemán y éste respondía admirablemente a todos sus comentarios.
Wolfgang fijó su mirada en la señorita Bennet y le volvió a sonreír cuando respondió a uno de sus comentarios sobre sus admirables dotes de administración de empresas de los cuales el señor Väring no dejaba de hablar. Emilia le devolvió la sonrisa, pero internamente una mezcla de emociones distintas le hizo sentir realmente decaída. Veía al señor von Einzbern regio y firme como siempre había demostrado ser, pero su sonrisa lucía como una muestra forzada de bienestar social…
Quien estaba delante suyo era una sombra de lo que alguna vez fue Wolfgang von Einzbern.
La muerte de Henry Lancaster le había afectado de tal modo que ahora era un espectro en vida, sutilmente disfrazado para ser funcional para la sociedad, pero detrás de esa sonrisa existía una persona que se encontraba desfragmentada y vacía.

Ciel se excusó con ambos refiriendo que debía retirarse brevemente para conversar con su madre. Ese momento fue aprovechado por Emilia quien se hincó a un lado del señor von Einzbern y con todo respeto apoyó una mano en su hombro.

“Señor von Einzbern, la muerte de nuestro amado señor Lancaster nos ha afectado considerablemente, pero me temo que es a usted a quien más ha decaído su partida. Si desea una amiga con quien conversar, expreso mi disponibilidad e incluso, me atrevo a invocar, la voluntad de mi hermana Camille.”
“Gracias, señorita Bennet.” El rubio asintió sutilmente. “Usted también… puede contar conmigo si así lo desea.” Volcó su mirada hacia el lago donde los cisnes blancos nadaban serenos. Sin duda, el mejor lugar de descanso para Henry era ese sitio, rodeado de criaturas tan puras y frágiles como él. “Henry ha dejado un vacío en todos nosotros.”
“Es imposible superar a una persona que fue tan iluminada.” Suspiró Emilia. “Lo que más me duele es que…”
“¿Qué?” Wolfgang la observó, con interés, cuando ella pareció preferir callar.
“Creo que a usted también le sucedió… Él solía pedirme que le contara mis historias familiares para sentirse parte de un núcleo afectivo acogedor y cálido. Siento que su vida fue demasiado solitaria y austera, pese a estar rodeado de familiares y riquezas. Me duele pensar que no se sentía amado por sus padres y hermanos.”
“Él pensaba que su partida no afectaría a nadie… pero aquí estamos, sufriendo en cada respiro de vida… muriendo en vida...”
“…”
“Pero eso demuestra cuán amado fue. Incluso por sus hermanos.”
“Por Ciel.”
“Por todos. Incluso por el Conde.”
“…”
“Entiendo” el rubio soltó una sonrisa apenada. Le hubiera gustado que Henry estuviera presente para que fuera testigo de cómo su hermano se afectaba por su ausencia “Su reintegración pronta a sus deberes y su crudeza natural puede dar el sentido de que no se ha afectado en lo más mínimo con la muerte de su hermano… Pero él de algún modo también fue mi amigo y puedo descifrar ciertos aspectos de su personalidad.”
“¿Fue?”
“El Conde se ha vuelto más hermético, incluso. Sigue siendo educado y tolerante conmigo, pero es notorio que no desea el contacto conmigo… Ni con otros.”
“Me da la impresión de que siempre ha sido así.”
“Es lo que demuestra, pero, como le dije, en parte le conocí un poco más. Mi larga estadía en Lancannia me llevó a convivir bastante con él y con Henry. Incluso, fue al Conde a quien conocí primero y éste me presentó a su despistado y amable hermano Henry.” Recordó con una sonrisa melancólica el día en que conoció al rubio. “Puedo afirmar que está tan afectado por la muerte de su hermano que llega a ser dañino con él y con todos.” El alemán se quedó pensativo en esa última reflexión. Henry pensaba que su partida no causaría estragos, pero eso era inevitable y lo que menos habría querido era que uno de sus familiares se volcara a la autodestrucción. Wolfgang sabía que Henry no podría estar en paz consigo mismo si veía que el resultado de su ausencia era la pérdida de su hermano.
Debía evitarlo, pero el mismo Wolfgang tenía poco tiempo para hacerlo debido a lo que tenía planeado para su propia persona. “Señorita Bennet, usted… ¿Podría hacer algo por mí?”

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“Emilia, me alegra volver a verte.” Expresó fascinada Aristia La Moniquè al recibir a la joven en la sala que le dispuso su tío para ella en el palacio.
“Lady La Moniquè” pronunció la joven con mera dificultad. Tanto porque aún estaba confundida por la petición que le hizo el señor von Einzbern como por la deslumbrante nueva apariencia de Lady La Moniquè.
La joven había dejado los costosos y complicados vestidos de aristócrata de lado. En cambio, lucía una especie de uniforme de armada y su larga cabellera que siempre llevaba en un tocado perfecto ahora estaba atada en una cola alta.
“Mi nueva persona debe ser una gran confusión para usted.” Le sonrió, enternecida por la expresión de Emilia. “Pero tiene una historia coherente detrás de ella.”

Le invitó a sentarse a su lado y prontamente comenzó a contarle el origen de su cambio. Después de haberse enterado que su enamorado, Allendis de Verita, había muerto en el campo de batalla, Aristia La Moniquè volcó todo su dolor y rencor hacia su padre: el Barón Lancaster había sido, a su juicio, el único responsable de la muerte de su amado Allendis. Cuando Allendis de Verita pidió su mano, el Barón se la negó argumentando que era poco digno para su preciada hija pero que lo consideraría si defendía su patria en la guerra y volvía con honores.

Allendis volvió, pero en un féretro.

Aristia se sumió en el dolor y en el deseo de acompañar a su amado a donde había partido. Tal parecía que ese sitio que compartían Allendis y su primo Henry era mucho más grato que permanecer en el mundo de los vivos soportando la ausencia de ambos.

Su padre, arrepentido por sus acciones, trató de conciliarse con su hija. A Aristia le costó perdonarlo, pero consideró ir consolidando las cosas cuando le puso la condición de que la entrenara como cadete. El Barón Lancaster era conocido por entrenar a los guardias del palacio. Su padre a contra de su voluntad aceptó, y así Aristia se había entrenado en la esgrima y la defensa.

“Ya nunca más seré una dama que se sienta a bordar en la salita mientras espera que sus seres queridos la protejan y pierdan la vida por ello.”
“Lady La Moniquè, eso suena tan admirable.” Respondió con honestidad.
“Todo te lo debo a ti, Emilia. Haz sido mi inspiración. El saber que fuiste de voluntaria de la cruz roja para apoyar a los jóvenes y conocer que acompañaste a mi primo Henry hasta los últimos momentos pese a las discriminaciones no me hace más que convertirte en mi modelo a seguir.”
“Oh, señorita, eso es demasiado halagador para mí. No merezco su devoción.”
“Permiso.” Dijo la señorita Reiss, integrándose a la conversación. “Lamento la imprudencia al hacer oídos a sus últimas palabras, pero me temo que si no me integro a las palabras de Lady La Moniquè me arrepentiré para el resto de mis días. Pienso yo exactamente igual que ella.”
“¡Señorita Reiss!” Emilia se maravilló al verla allí. Tenía vergüenza por haber olvidado a esa persona que tanto estuvo rondando su mente antes de su partida a la guerra debido a la preocupación de su condición de salud. “¿Cómo está su salud?” preguntó con prudencia.
“Estoy bien, gracias.” Respondió, sonriéndole y asintiendo. “Ahora estoy mucho mejor. Ahora soy libre.”
“¿Libre?” Emilia la miró preocupada. Ella conocía cierto secreto de la joven que no se atrevía a confesarlo a nadie, ni siquiera a Historia Reiss aunque ya habían hablado sobre ello antes de que Emilia se fuera con el Dr. Smith a la cruz roja. Fue antes de ello que Emilia y el Dr. Smith, quienes atendieron la delicada salud de Lady Reiss, se dieron cuenta de otra realidad.
“Tranquila, Lady La Moniquè lo sabe. Ha sido una buena amiga y compañera en este proceso.”
“…” Emilia miró a Aristia. Todavía no sabía si hablaban el mismo idioma.
“Sé el secreto de Lady Reiss.” Asintió.
“¿Se lo…?”
“Bueno, mi padre me envió a un país donde estoy sola y si no me caso con el rico Conde quien codicia mi fortuna y título real, mi padre no desea volver a recibirme. Después de conversarlo con usted, señorita Bennet, entendí que debía buscar ayuda y el encontrar a una amiga como Lady La Moniquè ha sido bastante afortunado. Lamento si en un principio me comporté arisca y soberbia con ustedes, estaba pasando por momentos bastantes confusos.”
“Estoy un poco perturbada. Creo que me he perdido de varias cosas.”
“Han sido meses de ausencia.” Asintió Historia. “Pero todo está bien ahora, incluso hemos arreglado las cosas con el Conde. De hecho, en unos momentos se librará una tormenta en Lancannia, estoy feliz de que estén aquí para sentirme acompañada y lamento aprovecharme de la situación.”
“Estoy al tanto de todo, pero no del por qué podría producirse una tormenta en estos momentos. ¿Mi primo…?”
“No.” Negó la rubia con su cabeza. “Su señor padre.”
“…” Emilia empalideció. Casi sintió que la sangre se le iba a la cabeza y por un momento pudo haber sido testigo en persona de los ¨desmayos inoportunos de su madre¨
“¿Emilia, estás bien?” preguntó Aristia preocupada.
“¿D-del marqués? Yo pensaba que era del señor Conde.”
“¡Por favor, no!” las mejillas de la señorita Reiss se tintaron de rojo ante el bochorno. “Será mejor que les explique a ambas antes de generar mayores confusiones.”

*
“Mi padre lo sabe.” A su progenitor jamás se le escapaba nada.
“…” Lady Reiss sentía como si un balde con agua fría le recorría desde la cabeza hacia los pies. Los mareos se incrementaron, sus piernas le temblaban y era oportuno sentarse para no caer desvanecida, pero era demasiado orgullosa para demostrarse tan débil.
“Pese a que yo he sido respetuoso con usted y usted es consiente que no la he tocado… Aun así, me ha ordenado que la despose… Se opone al quiebre de este compromiso. Me ha expresado que me responsabilicé de ¨eso¨” Su padre le explicó que ese matrimonio traía muchos beneficios para su familia y, pese a la deshonra, las ganancias eran más <Ella es una mujer frágil… vas a enviudar pronto y heredarás todo...> 
“Pero… Sería injusto para usted.”
“No me ofrezca su falsa compasión. Debió haber considerado la injusticia hacia mi persona antes de proponerse humillarme como ser humano.” Más cuando el futuro matrimonio entre los dos era el tema de momento en Inglaterra.
“Yo nunca tuve esas intenciones hacia usted, mi Lord.”
Historia era honesta en sus palabras. Pese a que todo el mundo le decía que el Conde Lancaster era el peor ser humano de todos y que mucho más agraciado era su hermano Henry que él, a Historia le llamaba la atención la personalidad del joven y admiraba su particular belleza estética.
Nunca en sus planes estuvo la intención de ofenderlo. Había llegado a Inglaterra engañada por los chismes de que el Conde era un tipo áspero, frívolo y horrible. Ella pensó que se trataba de un señor demasiado mayor, casi senil, de aspecto repugnante y personalidad despreciable.
Cain Lancaster no caía en esas clasificaciones. Incluso, su personalidad Historia podía justificarla porque era el hermano mayor y tenía demasiadas responsabilidades y considerando como era el padre del Conde era esperable que el hijo se mostrase tan frío.


Antes de llegar a Inglaterra había huido en el paso territorial con el fin de escapar de todo. Pero por poco se convierte en rehén de los enemigos. En un hecho afortunado chocó con aquel soldado aliado quien la ayudó y la puso a salvo de las balas enemigas, quien la acompañó durante todo el camino sin agua ni alimentos ni refugio y puso su bienestar por sobre el de él sin esperar nada a cambio. Historia estaba segura que ese joven era todo el prospecto de Príncipe, pero había nacido como hijo de la pobreza.
Amarlo fue inevitable, no porque estuviera agradecida por su protección, sino porque se había enamorado del espíritu leal y humilde de aquel joven.

Ambos habían sucumbido al efecto del amor contemporáneo entre guerras, el temor de no amanecer vivos al día siguiente y a la impetuosa juventud.

No era su propósito dañar ni humillar de tal modo a un hombre tan respetable.

“Lamento que las circunstancias de los hechos le perjudicaran… Yo, no sabía cómo era usted y al conocerlo me enteré de que era todo lo contrario a lo que habían forjado en mi mente. Esto no justifica mi actuar, estoy consciente de ello, pero quiero que sepa que nunca he querido dañarlo o burlarme de usted. Por mismo motivo fui yo quien le contó de mi condición actual” Le hablaba, aunque en todo momento el Conde le daba la espalda mientras él miraba las llamas del fuego de la chimenea. “Mi Lord, lamento no ser la esposa digna que usted ilusionó y mereció… Pero si usted desea cumplir con los deseos de su padre, prometo remendar todas mis acciones y ser una respetable esposa.”
“Lady Reiss, ¿en su frágil mente tan siquiera considera la idea de que me arrastraré hacia usted y aceptaré hacerme responsable de errores ajenos? Creo que he sido lo suficientemente prudente durante toda mi vida como para merecer hacerme cargo de las irresponsabilidades de los demás. No me ofenda. Ni la sumisión ni la resignación están en mi sangre.” Siguió mirando el fuego. “Mucho menos el conformismo.”
“…”

“No me haré cargo de esa cosa.” La señaló con desprecio. Aunque su padre le exigía lo contrario, sabiendo que el progenitor era otro, él no tenía que tolerar tal humillación.
“No me desaceré de él.” Historia fue firme, aunque le dolía causarle tanto malestar al Conde.
“No. Usted no entiende en absoluto.” Le observó distante y presumido. “Soy yo quien se desase de usted.”
“¿Mi lord?”
“Yo termino este nefasto compromiso. Historia Reiss, desde este momento te libero de mi ¨frívola¨ persona para hacer con tu vida lo que te plazca.”
“Entiendo su posición.” Asintió, derrumbada. “Usted siempre ha sido muy respetuoso y amable conmigo, merece todo lo mejor del mundo, mi Lord. Me retiraré de su palacio apenas encuentre alojamiento en otro sitio, prometo que será lo más apresurado posible.”
“No.” Le increpó. “Yo no esperaré nada. Usted se va ahora mismo.”
“…”
“Salga de mi vista. No quiero saber nada sobre su existencia.” Apuntó unos documentos sobre el escritorio.
Historia se aproximó, confundida, tal vez el Conde esperaba que firmara un acuerdo con él donde le entregaba sus ingresos para pagar sus ofensas. Estaba de acuerdo en hacerlo de todos modos, era lo menos que podía darle… El problema era que su padre se enteraría pronto del quiebre del compromiso y el porqué de ello y la desheredaría, dentro de poco no tendría como pagarle al Conde. Podía encarcelarla si así él lo deseaba, pues también hacía de juez de rentas del condado.
Sus ojos se abrieron enormemente en asombro al leer la ordenanza.
“Mi… Mi Lord, yo no puedo aceptar esto. No merezco nada de esto.”
“No. No lo merece. Pero es el único modo para sacarla ahora mismo de mi vida.”
“No puedo aceptarlo.” Imposible. No podía aceptar recibir pagos  (aunque fueran inferiores) mensuales y una casa a nombre suyo en un pueblo cerca de Bloomington. “Entiendo que no quiera verme más, pero me parece injusto que tenga que hacerse cargo de mi a cambio de ello. Incluso si lo acepto, déjeme tratar algo con usted dentro de lo pronto para poder compensarlo monetariamente. Tengo unos dineros a los cuales puedo acceder, solo necesito ver cómo recuperarlos. Prometo pagarle su bondad apenas los consiga.”
“Lo que haga con su vida no es asunto mío.” Dijo después de unos segundos de silencio. Se dio la vuelta y salió de oficina.


(https://i.imgur.com/kONlT0j.png)(https://external.fanf3-1.fna.fbcdn.net/safe_image.php?d=AQA2ehJQqx5VX2nO&w=120&h=250&url=https%3A%2F%2Fi.imgur.com%2FqCa82s2.png&_nc_hash=AQAZwR4az8HgrsOn)
“Así sucedieron las cosas.” Terminó Historia, contando tranquila lo que sucedió.
“Mi primo siempre ha tenido esa particular forma de hacer las cosas.” Aristia soltó una risita. “Siempre haciendo más dramáticas sus presentaciones… Afortunadamente ha sido gentil contigo, por el contrario, cuando alguien le ofende él los destruye.”
“Pero, yo no entiendo… Entonces, ¿es malo o no es tan malo?” Emilia todavía no se podía ordenar.
“Digamos que ¨no es tan malo¨” aseguró Historia. “Yo creo que si fuera otro en su situación habría aceptado casarse conmigo y luego habría buscado el modo de deshacerme de mi y del bebé para quedarse con todos mis bienes”
“…” Aristia y Emilia se miraron entre ellas, extrañamente ambas pensaron en el reiterativamente viudo padre de Cain.
“¿Qué va a hacer ahora, Lady Reiss?”
“Aquí es donde entras tú, Emilia.”
“¿Yo? Disculpe, pero no puedo entender.”
“Eres amiga del joven soldado Jaeger…” Historia le sonrió, aguantando las risitas al ver la reacción en shock de la señorita Bennet. 
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on May 25, 2020, 10:52:30 PM
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XVI.

Apenas vio a Emilia descender de la calesa, Sayi sintió el alma regresarle al cuerpo. Su hermana había cumplido con la misión de ayudar a los soldados de la mano del doctor Erwin, y aunque no había salido librada de daño —considerando lo sucedido con el jóven Lancaster– la mayor de las hermanas Bennet agradecía a todo lo alto que se hermana se encontrara físicamente bien.

Emilia depositó en sus manos el relicario que le había prestado aquella tarde en la que partió hacia el frente. Sayi sonrió enternecida, y abrazó a su hermana con fuerza, hundiendo su rostro en sus cabellos blancos. Si bien el relicario había regresado sano y salvo, Sayi esperaba que, con suficiente apoyo y tiempo, las heridas emocionales de su hermana sanaran, y regresara a su afable y ser.

Con la familia reunida, el prospecto de Navidad recuperaba ilusión en Longbourn. El árbol había sido decorado a excepción de la estrella en la cima— un detalle guardado para el retorno de Emilia, quien ahora podía cumplir con la tarea. Con las decoraciones navideñas terminadas, el árbol relucía a través de las ventanas y llamaba la atención de los transeúntes. La residencia de la familia Bennet estaba lista para recibir las fiestas, con el cálido tintinear de las velas, los cánticos navideños siendo practicados, y la cocina rebosando en preparaciones para la nochebuena.

La promesa de una amena navidad en familia, con la guerra finalizada y el próximo año pintando muy prometedor para varias de sus hermanas tenía a Sayi muy contenta con lo que venía a futuro. Y aún con el desaire de la señora Bennet por sus ilusiones fallidas con el señor Morewood, su primogénita se encontraba muy satisfecha consigo misma por el resultado de su intromisión.

Esa tarde, la mayor de las Bennet había aceptado la invitación de las Hann y había tomado prestada la calesa en dirección a Pembroke Cottage. En la habitación de la mayor de las Hann, Sayi observaba a su amiga caminar de un lado a otro, contándole lo sucedido con el señor Morewood y los planes para las nupcias con tal ilusión que Sayi sintió los ojos humedecerse.

Pero lo más impactante era la mejoría en su salud. Hagu había dejado su aspecto cansado y el comfort de su cama, y ahora parecía llena de vida, con una sonrisa tan ancha y ojos tan brillantes que confirmaban sus sospechas: Que todo se había debido a una aflicción emocional, y ahora que estaba resuelta, había sido lo mismo para la salud de su amiga.

“Nos casaremos en Abril” le dejo Hagu, tomando asiento y tomando de sus manos “Sayi, te debo mi vida entera”
Sayi le devolvió la sonrisa y suspiró “No me debes nada Hagu, es lo mínimo que pudiera haber hecho. Nada me hace tan feliz en este momento que verte tan contenta, y lista para empezar a vivir a plenitud”

Hagu se lanzó hacia ella y la abrazó con fuerza, en un gesto que se sintió muy similar al que compartía con sus hermanas. Y es que su amiga era casi como una honoraria, y verla tan feliz le llenaba de dicha.

“¡Y tienes que decirme que necesitas para tu celebración! Que estoy aquí para ayudarte en lo que pueda” dijo, tomando uno de sus rizos. Hagu le sonrió y entonces se sobó ambas mejillas.
“He estado sonriendo tanto que me ha empezado a doler el rostro”

Ambas amigas rieron, y en ese momento la señora Hann entro en la habitación para guiarlas a la sala de dibujo, donde el té y bocadillos les esperaban. Tras una animada conversa entre las tres, jugaron unas tres partidas de Piquet y a pedido de la señora Hann, Sayi tocó un par de sonatas en el violín antes de dejar la visita por terminada.

La menor de las Hann, Kisa, se había quedado dormida en el sofa, por lo que Hagu optó por quedarse en el salón. Tras despedirse de su amiga, fue la señora Hann quien acompañó a Sayi a abordar la calesa esperándola afuera de la residencia.

“Sayi… no tengo cómo agradecer todo lo que has hecho por mi querida Hagu”

Aunque las palabras expresaban agradecimiento, el tono de voz era uno apenado, y Sayi sabía dónde se encontraba el corazón de la señora Hann.

“Espero que tu madre no se encuentre muy desilusionada. Tanto ella como yo fuimos sumamente sorprendidas por la declaración del señor Morewood, y aunque fue una noticia muy bienvenida para nosotras, me temo que fue lo opuesto para tu madre. Pero créeme que no lo pude ver venir… de lo contrario no hubiera avispado sus esperanzas, o las tuyas, si es que alguna vez lo sintió así”
Sayi negó con la cabeza “El comportamiento del señor Morewood me tenía confundida, pero nunca albergue ilusiones de un compromiso con él. Fueron simplemente exabruptos de los que él se arrepiente, pero yo comprendo a la perfección. Y el favor de pretender que yo lo rechacé me ha permitido conservar mi honor frente a las ilusiones frustradas de mi madre, y las expectativas de nuestros allegados”
“Es lo mínimo que el señor Morewood pudo hacer, y tanto Hagu como nosotras lo mantendremos así. No es nada comparado a toda la felicidad que tus acciones han causado en nuestra familia” dijo la señora Hann, colocando ambas manos en sus hombros “Hemos sido bendecidas por tenerte en nuestras vidas. Gracias por ayudar tanto a Hagu, y por devolverme tanta felicidad luego del fallecimiento de mi esposo. Eres un ángel en nuestros ojos.”

Sayi sintió los ojos llenarse de lágrimas y la señora Hann la envolvió en un fuerte abrazo. No recordaba la última vez que se había sentido tan apreciada y feliz, y por primera vez, que había actuado correctamente.

La única víctima: Su madre, la señora Bennet, quien desde la audiencia con el señor Morewood no dejaba de vociferar su frustración para con ella.

Ahora que el compromiso entre la señorita Hann y el señor Morewood era el hablar del pueblo, Sayi solo podía regocijarse en la felicidad de su querida amiga, aún si su madre no terminaba de entender porqué su hija había rechazado a tan eligible caballero. Y, es que en sus ojos, el señor Morewood solo había cambiado su cariño a la señorita Hann por el rechazo de su primogénita.

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“Explíqueme señor Bennet, porque yo no entiendo, ¿por qué teniendo las atenciones de tan buen caballero nuestra hija optó por dejarlo ir?”

El señor Bennet alzó la vista de su periódico y miró a la mayor de sus hijas, leyendo un libro en el sofa. Sayi sonrió para si misma, sin levantar los ojos de su novela.

“Mamá, ¿no te parece que el hecho que el señor Morewood haya cambiado de parecer tan rápidamente hable mucho de su lealtad? Digo, si fue tan rápido en extenderle una propuesta a mi amiga, quiere decir que nunca se sintió tan cautivado por mi”
“¡Tonterías! Hombres con tanto estatus y dinero tienen que mantener su buen nombre, sobretodo cuando son rechazados. ¡¿Y es que quién en su buen juicio dejaría ir a un marido con seis mil libras al año?!”
“Ay mamá…” murmuró Sayi, ahora dirigiéndose al señor Bennet “¿No te parece cierto lo que digo, papá?”
“Es verdad que la decisión del señor Morewood de ir por la señorita Hann lo hace ver de carácter algo débil, pero creo que las quejas de tu madre son basadas en preocupación” su padre carraspeó, acomodando las hojas de su periódico “De haber aceptado su propuesta, todos en esta casa hubieramos respirado tranquilos al verte siendo bien cuidada… pero entiendo que tu prerrogativa no haya sido esa, sino en la sinceridad y fuerza de los sentimientos de tu futuro marido”
“¡Señor Bennet!” se quejó su madre, al escucharlo apreciar el punto de vista su primogénita. Dicho esto salió a zancadas de la sala de dibujo.

Sayi sonrió apenada, pero agradecida. No le agradaba ser un motivo de preocupación para sus padres, aún si no podía confiarles que el corazón del señor Morewood nunca hubiera apostado por ella.

Le tocaba fingir el haberle rechazado, pues era preferible a la verdad del asunto: Que se habían generado rumores sobre su inminente compromiso, cuando en verdad no había lazo romántico alguno formándose… una expectativa muy similar a la que había vivido con el señor Grandchester: Solo que esta vez, ella había logrado mantener la compostura, y se había salvado de pasar por una nueva vergüenza y proteger su nombre.

Sayi caminó hasta su padre y le dio un beso en la frente.

“Ten cuidado, Sayi. Los compromisos que formes jugarán mucho en la calidad de vida a la que aspirarás” le dijo su padre “Me gustaría poder decirte que siempre sigas a tu corazón, pero lastimosamente, yo no podré patrocinar tus decisiones para siempre”

Cuando dejó a que su padre leyera tranquilo, Sayi se cruzó con Jacob quien cargaba la correspondencia del día. El mayordomo le alcanzó una misiva, y ella se apuró en abrir la carta al leer al señor Souton en el remitente.

En su última correspondencia, Sayi le había contado sobre el compromiso de Hagu y el señor Morewood, así como los eventos que llevaron a esa conclusión. Le había mandado los mejores deseos para la pronta recuperación de su abuelo, y su agradecimiento por las amenas tardes que compartieron en Londres. Le puso al tanto de su hermana Emilia, quien había regresado sana y salva de frente, aún si con el pesar del fallecimiento del señor Lancaster. Y por último, sus mayores deseos a una agradable navidad, y que esperaba verlo pronto en Bloomington.

La respuesta del señor Souton empezaba alegre, rememorando lo vivido en Londres y deseando que repitiera su visita a Gracechurch en un futuro muy cercano. Expresó su alegría por el compromiso de su prima, la señorita Hann, y agradeció el rol que cumplió en facilitar la unión entre ambos. Mencionó a la señora Bennet, al anticipar su decepción por el compromiso que no la incluía y Sayi agradeció su atención.

Pero entonces la carta cambió de tono, y juzgando por la tinta Sayi reconoció que había sido escrita en un día diferente. Y leyendo el contenido; impulsada por un trágico evento.

La salud de su abuelo y dueño de Pembroke Abbey, el señor Souton, había dado un giro inesperado la noche, y en las primeras horas del día siguiente, el anciano había cumplido con su último sacramento en presencia de su nieto y su única hija. Y, tras despedirse de ambos, había sucumbido al sueño eterno.

Sayi se limpió las lágrimas mientras leía el resto de la carta, y aunque el señor Souton anunciaba que estaría en Bloomington antes de navidad, el causal de su visita afligía su corazón. Siendo el único heredero ahora él era el dueño de la imponente Pembroke Abbey, y cómo benefactor le tocaba poner orden a los asuntos de su fallecido abuelo.

La joven pensó en invitarlo a que celebrara navidades en Longbourn. También pensó en escribirle, pero considerando lo sucedido dudaba que una respuesta llegara a sus manos antes de que partiera a Bloomington. Insegura de cómo proceder, Sayi dejó su habitación y salió en búsqueda de Sayaka, pues estaba segura que ella sabría cómo actuar.

Cuando pasó por la cocina, Sayi ubicó la espuela de caballero que el fallecido señor Souton le había obsequiado antes de dejar Londres. Cho había cuidado muy bien de ella, junto a los crisantemos que ella también había traído de la capital. La joven acarició una de sus hojas antes de salir por la puerta trasera, en dirección al jardín y al camino a espadas de su residencia.

Sayaka solía regresar a casa a esa hora, y tan ansiosa estaba por conversar con ella que se quedó de pie en el umbral, esperando divisarla a la distancia. Pasaron unos minutos y el frío comenzó a calar en ella, y cuando estuvo por continuar con la espera dentro de su hogar, fue que Sayi escuchó una voz saludándole en la dirección opuesta.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/6aoZnWk.png)

La joven se giró y vio al oficial Stanfield a pocos metros de distancia. Su uniforme estaba bastante desgastado, considerando su trabajo en una granja aledaña. Sayi lo saludó con una pequeña reverencia y una amplia sonrisa, y el señor Stanfield bajó levemente la cabeza.

No era la primera vez que veía al oficial desde su regreso de Londres. En una visita a Bloomington, en compañía de Mery y Sheryl, había tenido la buena fortuna de habérselo cruzado a las afueras de la biblioteca.

Se alegraba que no lo hubieran mandado al frente, y que se encontrara sano y salvo en Bloomington, donde había continuado ganando dinero asistiendo a una pareja de ancianos en su humilde granja.
No obstante, ahora que la guerra había llegado a su fin, Sayi no evitaba preguntarse qué sería del oficial Stanfield.

“Este invierno pinta ser más crudo que el anterior, y me gustaría ayudar a los abuelos Lucas a sobrellevar las primeras tormentas del año. El general de mi regimiento ha dicho que en unas semanas me deberá llegar una liquidación por mis servicios durante la guerra, y entonces veré qué hacer”
“¿No planea continuar una carrera en la milicia?” le preguntó Sayi. Según tenía entendido, el oficial Stanfield no tenía intención de seguir los pasos de su padre en la manufactura.
“Creo que la guerra me ha hecho replantearme muchas cosas. No sé si poseo la entereza de dedicarme a la preparación para una futura guerra, sabiendo el dolor que causa en las personas”
“Lo entiendo muy bien” dijo Sayi, pensando en su querida Emilia “¿Qué planea hacer, entonces?”
“Aún lo estoy meditando, y tengo unas semanas hasta que reciba noticias de la armada… pero estoy planeando irme del país por unos meses”
“¿Cómo así?”
“Me gustaría mucho viajar y ver el mundo. Escuchar otros puntos de vista, y cuándo lo sienta apropiado, usar mis ganancias para empezar un proyecto del que valerme. Espero y uno que también ayude a reconstruir la vida de las personas ahora que Napoleón ya no es más”

El oficial Stanfield hablaba de sus sueños con grandiosas expresiones las cuales Sayi encontró divertidas. Se trataba de un hombre soñador, con un pie en la tierra y el otro al aire, pero con buenas intenciones sosteniéndoselos. Envidió la posibilidad que tenía él de viajar y salir de Inglaterra, algo que ella dudaba pudiera cumplir en esta vida.

“¿Extraña Londres?” le preguntó el oficial.
“Con todo mi corazón. Extraño a mi familia, mis amistades, y la gran ciudad y electrizante sociedad. Me temo que una quincena no fue suficiente para mi”
“Cuando parta de Bloomington planeo visitar Londres. Espero viva a todas las expectativas que usted ha planteado en mi”

Sayi rió ante la ocurrencia.

“Estoy segura que sí, pero por favor, prométame que no se marchará sin despedirse”
“Lo prometo” respondió el oficial. Entonces su vista se fijó en una tercera persona dándoles el alcance.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/6aoZnWk.png) (https://i.imgur.com/HqWHURp.png)

Sayaka había hecho aparición con Sir Puma Tiger Scorpion en brazos. La joven observaba al oficial Stanfield de pies a cabeza, y Sayi se apresuró en presentarlos.

Su hermana fue cordial con el oficial pero no habló mucho, sino se dedico a escucharle. Cuando su gato empezó a inquietarse, Sayaka se disculpó con ambos y empezó a caminar hacia la casa. Al ver que Sayi continuaba hablando con el oficial Stanfield fue que Sayaka tiró del vestido de su hermana, obligándole a cortar su conversación con el pelirrojo.

Sayi observó al oficial alejarse, y entonces se giró hacia la menor.

“¿Sucede algo?” le preguntó sorprendida ante la actitud de Sayaka “Eso fue algo grosero”
“¿De dónde le conoces?”
“Nos hemos hecho amigos tras cruzarnos varias veces. Es un oficial que trabaja en una granja cercana, y vive en el regimiento cerca a Bloomington. Es muy agradable tratar con él”

Ambas vieron al pelirrojo alejarse en dirección a la ciudad, y Sayi observó la expresión de su hermana. Se veía algo incómoda, y entonces se preguntó si algo había sucedido con Otabek, pero no resultó tratarse de eso.

“No me agrada ese oficial” dijo Sayaka.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on August 16, 2020, 09:38:29 PM
Último fic de Londres que me costó horrores sacar T_T no me gusta mucho como quedó, pero ya ahora que Sayaka vuelve a Bloomington y a su ambiente en general, estoy segura que la historia volverá a fluir.



Aquella persona que la interceptó había resultado ser el señor Florence, aquel caballero con quien había bailado su primera y única pieza de la velada para evitar al primo Neil, mucho antes que pasara todo el fiasco con el señor Grandchester.

“Disculpe, señorita Bennet. Quería saber si volvería a concederme una pieza”, dijo con una sonrisa que no le gustó para nada.
“Tendrá que disculparme, señor Florence, pero justo me dirigía hacia el balcón para tomar un poco de aire…”.
“No hay problema, permítame acompañarla”. Sayaka se mordió la lengua y asintió. Este le ofreció su brazo y la joven lo tomó en seguida, presta a irse rápido y evitar miradas.

Si bien fue un trayecto muy corto, el señor Florence se las ingenió para contarle sobre su familia, sus ancestros y sus rentas. Sayaka se limitaba a asentir, pensando que al menos al dejarle hablar, se evitaba tener contacto más íntimo con aquel sujeto.

Una vez llegaron al balcón, Sayaka se deshizo del agarre de su brazo y sacó rápidamente de su bolsillo su abanico para tener algo con qué excusar el gesto. El señor Florence no le tomó mayor importancia y siguió hablando a su costado, así que le restó mayor importancia y empezó a abanicarse mientras observaba el jardín del palacio en la oscuridad. Era en verdad muy hermoso… Pensó que debería de pedirle a su primo Albert que la trajera de paseo de día antes que volviera a casa.

“¿Ya se siente mejor?”.
“Oh, esto es muy común, señor”, respondió sin mirarle y agitando con más fuerza su abanico. “Padezco de sofocos en este tipo de escenarios tan llenos, así que no se preocupe por mí. Le ruego que vuelva dentro”.
“¿Será que no está muy acostumbrada a los bailes?”.
“No de esta magnitud, no”.
“Esa me parece una excelente cualidad suya, señorita. Que sea una persona hogareña”. Sayaka se tomó un segundo para asegurarse que su rostro no tuviera ninguna mueca de disgusto para voltearse a ver al joven.
“Tendrá que disculparme, creo que el calor me ha afectado más de lo pensado. No comprendí a qué se refiere”.

Florence sonrió de lado y se acercó más a ella. Sayaka no pudo evitar dar un pequeño paso hacia atrás.

“Su pasividad es de admirar también. Una mujer recatada es una verdadera joya”.
“Creo que está confundido, señor”, dijo bajando la mirada. No podía soportar seguir viendo cómo el mayor la miraba de arriba abajo sin pudor alguno. “Si algo en mi actuar le llevó a que pensara de manera errónea, espero acepte mis disculpas. No fue mi intención”.
“Seguramente quien está confundida es usted, señorita. Ya le he dicho quién soy y de dónde provengo”. Le tomó de la muñeca de la mano con la que había estado abanicándose y apretó ligeramente, en clara demostración de poder. “Alguien de su posición social debería agradecer el interés”.

Sayaka se quedó muda ante esto. Se sentía completamente avergonzada, pero, por sobre todo, furiosa. Y lo peor era que no podía permitirse ningún desliz en una reunión tan importante como esta, en frente de la Princesa Charlotte, sus invitados y toda la alta sociedad del país entero. Ni siquiera por ella, lo que le importaba en lo más mínimo, sino por sus hermanas. Pero… ¿Qué hacer?

“¿Sucede algo?”.

Ambos voltearon rápidamente y se encontraron con el joven que Sayaka había conocido hacía menos de una hora atrás mientras buscaba a Sayi. El joven que no le había confesado su nombre. Este se acercó con una sonrisa afable, pero lo que dejó a Sayaka aún más muda que en un principio, fue el rostro de puro terror que había puesto el señor Florence al ver al recién llegado.

“C-C—”, pero este levantó su mano, callándolo en un instante.
“Florence, ¿no es cierto?”, preguntó y este asintió. “Hace mucho que no lo veía en una reunión social, buen señor. ¿Ha estado ocupado en la guerra, asumo?”.
“Sí, mi señor…”, dijo, inflándose el pecho.
“Pues déjeme agradecerle por su noble servicio hacia nuestra gran nación”, al decir esto, le dio unas palmadas en su hombro. “Imagino que su señora madre está muy feliz de tenerlo de vuelta aquí en Londres. Hace mucho que no la veo a ella tampoco, y ahora que lo pienso, mi madre tampoco ha mencionado nada sobre ella últimamente. ¿Será que está mal de salud?”, preguntó con un semblante que denotaba sincera preocupación.
“…No. Se encuentra en el campo, señor. Pasando la temporada allá por el momento”.
“Ya veo. Qué suerte la de ella el poder tomarse un respiro, ¿no cree?”. Sayaka no entendía el por qué, pero esto último hizo que el señor Florence se pusiera rígido. “Y discúlpeme la grosería”, dijo finalmente dirigiéndose a ella. La joven notó cierta picardía en sus ojos. “Me dejé llevar por la emoción de ver nuevamente a mi conocido. Soy Charles Xavier, para servirle”.
“Sayaka Bennet, mi señor”. Dijo siguiéndole el juego. Xavier, Xavier… ¿Dónde había escuchado ese apellido antes…? Pero antes que pudiera cavilar más, el señor Xavier tomó su mano y se la besó, ante la mirada atónita de ella y el señor Florence.
“Un gusto, señorita Bennet”. Dijo mirándola fija e intensamente, lo cual hizo estremecer a Sayaka con cierto temor. No entendía las intenciones de este hombre.
“Tendrán que disculparme”, anunció abruptamente el señor Florence, con la mirada baja. “Acompañar a la señorita Bennet a tomar un poco de aire me hizo perder la noción del tiempo y le prometí al señor Gracie un juego de cartas. Seguramente, la señorita apreciará más su compañía que la mía, señor Conde”.

¿¡Conde!?

…Claro. Ahora que recordaba, el apellido Xavier era el apellido de la casa gobernante del Condado de Clarence.

Oh.

Sayaka tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para cerrar su boca abierta por la impresión. El supuesto conde simplemente rio.

“¡Téngase más confianza, estimado! Aunque descuide, cuidaré de nuestra amiga por usted. El señor Gracie es de temer cuando alguien es impuntual a una cita”.
“Con su permiso”.

Una vez se hubo asegurado que el señor Florence estuviese lo suficientemente lejos como para no escucharla, Sayaka se apresuró a disculparse haciendo primero una reverencia.

“¡Señor Conde! ¡Disculpe por favor mis modales! ¡No tenía idea que era usted cuando nos encontramos previamente en la galería…!”.
“Señorita Bennet, por favor, cómo iba usted a saber…”, pero Sayaka negó la cabeza con lágrimas en los ojos y prosiguió.
“¡Le ruego también que disculpe la escena que acaba de presenciar! ¡Por favor, mi señor! Yo no podría… No podría vivir con la vergüenza que traería a mi familia el que empezaran a hablarse chismes sobre mi carácter…”. Ante esto, el conde frunció el ceño y Sayaka no pudo evitar un sollozo al ver su rostro de disgusto.
“¡Señorita, cálmese, por favor!”, dijo procurando un pañuelo que la joven se negaba a aceptar. “Tenga por favor un poco de paciencia, creo que aquí ha habido un malentendido. No me encuentro disgustado con usted, sino con el señor Florence. Claramente usted se encontraba incómoda con sus avances, ¿o me equivoco?”. Sayaka simplemente bajó la cabeza, sin saber qué hacer o decir. El conde suspiró. “No sea terca y acepte el pañuelo. Le prometo de todo corazón que no estoy disgustado y que su honra está a salvo conmigo”. Sayaka tomó el pañuelo, pero siguió sin levantar la mirada. “Calmémonos, por favor. Si intervine en la situación fue para evitar que el señor Florence se aproveche de usted. Y lo habría hecho con cualquier otra persona, aquel hombre no merece ser llamado caballero”. Ante esto, la chica finalmente levantó la mirada. El conde le sonrió. “¿Recuerda cuando le pregunté por su señora madre? Los Florence perdieron su fortuna cuando el actual señor Florence asumió el mando de la familia. Y aprovechando la guerra, el señor se enroló y, estando lejos, vendió la casa familiar. Es por ello por lo que su madre tiene que vivir ahora en el campo junto a unos parientes que aceptaron acogerla”.
“Oh… No… No tenía idea”.
“Exactamente. Cuando nos conocimos brevemente en la galería, usted me dio la impresión de ser una persona honesta, así que no podía en buena consciencia dejar que ese hombre se propusiera ante usted”.
“Realmente se lo agradezco, señor Xavier…”.
“Llámeme Charles, por favor”. Sayaka sabía que lo correcto sería contradecirlo e insistir en usar su título, pero la gentil sonrisa y mirada que le daba aquel joven le inspiraba confianza. Y, después de todo, siempre se había jactado de ser muy buena leyendo las verdaderas intenciones de las personas.
“Señor Charles”. Este chistó.
“Sé escoger mis batallas, así que por el momento desistiré. Ahora que hemos aclarado el malentendido, quisiera pedirle por favor que no le mencione a ninguna persona de mi presencia hoy día. ¿Podría tener esa gentileza con mi persona?”.
“Por supuesto, señor”, asintió.
“¿No preguntará el por qué?”, preguntó divertido. Sayaka finalmente le sonrió, ya entrada más en confianza con su carisma.
“Si quisiera decirlo ya me lo habría dicho, señor… Y no tiene por qué justificarse ante mí. Aprecio mucho la ayuda de hoy día, así que quede seguro de que no diré nada. Pero dígame, ¿no tiene miedo de que el señor Florence diga algo sobre su presencia?”.
“Por supuesto que no. Florence es un cobarde, sabe muy bien que si menciona el haberme visto recientemente suscitará preguntas sobre él más que sobre mí. Confío lo suficiente en mi reputación por sobre la suya como para permitirme ese posible desliz”.
“Piensa muy bien sus estrategias, señor”.

El conde simplemente se limitó a sonreírle y luego miró hacia las ventanas, donde las personas seguían en el baile. Siguió un silencio cómodo, hasta que este le volvió a mirar.

“Discúlpeme, señorita Bennet. Pero es justamente por mis asuntos privados que debo de partir. Confío en usted, así como espero que usted confíe en mí”.
“Por supuesto”, dijo haciendo una pequeña reverencia. “Nuevamente le agradezco por todo…”.
“No hay de qué”. El hombre asintió y le dio la espalda, yéndose hacia las escaleras.

Sayaka se quedó ahí, mirándolo hasta que desapareció entre las sombras del jardín. ¡Cómo se iba a imaginar que ella, de todas las personas, iba a conocer al Conde de Clarence! Una persona tan importante, pero que a pesar de su título había demostrado ser tan genuino y caballeroso…

Una vez se hubo calmado, decidió volver al baile para no levantar más sospechas y que volvieran a sorprenderla estando a solas. Pero al querer guardar su abanico, se dio cuenta que aún sostenía en su mano el pañuelo del conde.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on October 31, 2020, 10:53:23 AM
(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

XVII.

Era media mañana cuando Sayi escuchó a su hermana descender por las escaleras. Sayaka se asomó a la sala de dibujo, ubicó su sombrero de sol y una vez en su cabeza dio zancadas fuera de la habitación. Todo sin un saludo a la que era su hermana favorita, quién se había limitado a observarla en silencio desde el diván.

A Sayi le irritaba la indiferencia de su hermana menor, pero no habían tenido oportunidad a hacer las paces desde la semana pasada. Y es que la sospecha de Sayaka con el amigo de su hermana, el oficial Stanfield, había terminado desencadenando un argumento tras otro, que había terminado ofendiendo a la mayor por su aparente ‘falta de criterio’ al juzgar nueva sociedad. La discusión provenía de preocupación y cariño para con ella, pero sumándole a los reparos de sus propios padres, Sayi había reaccionado mal y su relación se había visto seccionada desde entonces.

Sayaka era la única que tenía conocimiento de la verdad tras el compromiso de la señorita Hann y el señor Morewood, por lo que a diferencia de sus padres ello no le era de preocupación con respecto a los futuros prospectos de la mayor. Sin embargo, el que hubiera tenido tantos problemas con su amigo oficial, una relación tan ajena a lo sucedido había terminado por hastiarle. ¿Es que acaso lo único que le generaba a su familia era preocupación? Siendo la hermana mayor, ¿había fallado en su deber de actuar como un ejemplo de sensibilidad, sensatez y responsabilidad?

Tras la sucedido con el señor Grandchester, Sayi pensado que había logrado reivindicarse en ojos de sus padres y hermanas, pero el nerviosismo de su hermana más confidente le habían hecho ver que aún era motivo de preocupación.

Y así había pasados los días la mayor de las Bennet desde el conflicto con Sayaka: Pensando en cómo dejar ser motivo de ansiedad para sus seres queridos, así como prepararse un futuro en una sociedad que solo validaba a una mujer por los ingresos de su marido, la residencia que mantenía, y la vocación de su progenie.

Su mente regresaba a Londres, a Gracechurch, a la tía Miranda y el primo Albert, y los días tan especiales que habían pasado juntos en compañía de sus hermanas. Aquel había sido, muy probablemente, el último viaje que tendrían todas juntas como Bennett sin compromisos —pues podía pensar en prospectos para cada una de sus hermanas, quizás con la excepción de Sayaka y ella, pero considerando sus personalidades ello era de esperarse. Su misión ahora era encontrar una manera de asegurarse un futuro que no fuera una inconveniencia para sus hermanas.

¿Quizás su mejor apuesta sería regresar a Londres? Bajo la tutela de la tía Miranda estaría en mejor posición para conseguir prospectos en la capital. Sus padres, avergonzados por el rechazo de su hija con el señor Morewood, probablemente accederían sin mucha dificultad. Y en cuanto al desdén de Sayaka... quizás la distancia se encargaría de suavizar su corazón.

Tan ocupada se encontraba contemplando su plan de acción que no se había percatado de la visita llegando al porche de Longbourn. Solo cuando escuchó la voz de Jacob anunciando la llegada del señor Souton fue que Sayi se puso de pie en un brinco, siendo devuelta a la realidad por la algarabía de ver a su buen amigo.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/hiEmx9M.png)

El señor Souton ingresó con sombrero en mano a la sala de dibujo, y una vez posó la mirada en su amiga, su rostro se apaciguó en una leve sonrisa. Sus ojos se veían cansados, y a la mayor de las Bennet se le encogió el corazón al reconocer el motivo. El pasar del abuelo Souton, y todas las ocupaciones que habían caído en el regazo de su amigo, al mismo tiempo que lidiaba con la pena de haberlo perdido.

El rubio besó la mano de su amiga en saludo, y sus dedos demoraron en dejarla ir. Sayi sonrió entristecida. Su amigo debió haber extrañado las confidencias de una buena amistad.

"Por favor tome asiento, señor Souton" le invitó, tomando sitio junto a él "¿Le puedo ofrecer algo de tomar? ¿Un darjeeling quizás?"
El rubio sonrió "Me conoce muy bien señorita Bennet, pero desayuné apenas llegue a Pembroke esta mañana"
"Me honra mucho visitándome tan pronto. Espero que el viaje a Bloomington no le haya sido muy pesado. Escuché que ha nevado parte del camino a Londres"

El señor Souton le sonrió, bajó la mirada, pero no dijo más... algo no característico de un caballero que solía entretener cada uno de sus comentarios. Sayi pensó que probablemente se encontraba cansado, o pensativo por el reciente fallecimiento de su pariente. Pero entonces notó que, aunque sentado a su lado, su amigo tenía ambas rodillas flexionadas y con una ligera agitación sacudiendo sus pies.

Estaba ansioso. Sayi estuvo por preguntarle si se sentía bien cuando la señora Bennet entró campante a la sala de dibujo.

"¡Mi estimado señor Souton!" cantó la dueña de casa "¡Pero que alegría que haya podido venir a pasar navidades con nosotros!"

La interrupción de su madre espabiló al señor Souton, quien se deshizo en pleitesías para satisfacer a la señora Bennet. Sayi seguía al señor Souton con la mirada, su preocupación por él incrementando a cada momento. Había notado la palidez en su piel, y las ojeras bajo sus ojos. No había manera en que no se sintiera indispuesto.

Una vez más, estuvo por preguntarle si no deseaba descansar en la habitación de visita, cuando en eso...

"Señora Bennet. Me gustaría pedir una audiencia con la señorita Bennet, a solas"

Lo sucedido a continuación fue un torbellino de sorpresas y palpitaciones. La señora Bennet dejó su mandíbula colgar por lo que se sintió como un minuto antes de reunir las fuerzas suficiente como para excusarse de la habitación. Sayi vio la puerta cerrarse y sus ojos se volcaron al señor Souton, quien alzó la mirada hacia ella y, sin despegarse de su mirada, caminó hasta detenerse frente a ella.

Y entonces, su rodilla tocó el suelo.

"En vano puedo continuar con este juego, mi más estimada, mi queridísima Sayi. Desde aquel día que nuestros caminos se cruzaron, mi corazón se ha encontrado bajo su dominio exclusivo. Es mi deseo más exaltado, mi deber más ferviente, y mi honor más exquisito el pedir su mano en matrimonio"
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Apple on October 31, 2020, 09:31:05 PM
Me rendí con este fic, no obstante escribí un prologo cuando recién iniciábamos para no olvidarme como iba a terminar lol

Me disculpo de antemano con todas, como mencioné escribí el prologo cuando apenas iniciábamos lo que esta en el prólogo son mis ideas locas de como terminarían sus fics así que de seguro habrán cosas que nada que ver, así que no me odien ni me demanden por abuso de copyright please

Prologue

El calor de la chimenea hacía confortable la guardería de Fraser's Ridge, el otoño estaba finalizando y el frío estaba subiendo.

Sheryl acababa de leerle a sus dos niños, y ahora cada uno se disponía a hacer lo que quisiera. Alexander, el mayor, siempre buscando los cariños y cuidado de su madre subió a su regazo y se acomodó ahí mientras comía un pastelillo y veía con sus ojos bien despiertos las ilustraciones del libro que Sheryl les acababa de leer. Era un niño tierno y dulce que disfrutaba de las atenciones de sus padres y siempre buscaba su aprobación en forma de besos y abrazos.

Malcolm su hermano menor, por 5 minutos ni más ni menos, en cambio tomó su espada de juguete y se subió a su caballito de madera para embarcarse en una de sus tantas aventuras imaginarias. Era un niño activo e inteligente, de mente brillante y curiosa. Quería jugar, tocar, explorar y claro, seguir a su padre a donde fuera. Aunque los dos niños eran la viva imagen de Jamie, Malcom era el más parecido a él en cuanto a la personalidad se refería.

Eran una familia feliz con una vida cómoda y plácida. Ni Jamie ni Sheryl imaginaron alguna vez que el matrimonio traería una paz a sus vidas que solo se puede experimentar cuando se despierta con la persona querida todas las mañanas y se tiene el privilegio de pasar unos minutos acurrucados en la cama antes de que los niños y sus otras obligaciones los invadieran y ocuparan  sus días.

Pero aún en el frenesí de sus días a Sheryl y Jamie les bastaba con verse a los ojos y saber que se tenían el uno al otro. Y eso era mas que suficiente para satisfacer cualquier inquietud en sus corazones.

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Sheryl había pedido ya su típico té de las cuatro y esperaba que Jamie regresará a arreglar los asuntos relacionados a la administración de Fraser's Ridge en cualquier momento. Por lo pronto, la señora de la casa disfrutaba su precioso momento con sus hijos, antes de que el paso de tiempo se los quitara y una institutriz y luego un tutor y luego Eton college y la universidad arrebataran toda su atención.

Por supuesto, puede que futuros bebés vengan también pero la experiencia de ser madre por primera vez era única y extraordinaria. Cuando los gemelos nacieron tres años antes, el señor y la señora Bennet fueron llamados de Bloomington y llegaron sin perder el tiempo para conocer a sus primeros nietos.

El señor Bennet no pudo evitar sonreír ante la ironía, el destino nunca le había favorecido con un heredero varón y a Sheryl la había bendecido con dos a la vez. No obstante se sentía orgulloso y se había permitido darle a sus dos nietos los mimos y atención que apenas le había dado a sus hijas.

La señora Bennet en cambio, tras escuchar de las mucamas sobre el éxito del parto y lo buena ama que era Sheryl, se volvió a Jamie y exclamó:

"¡Señor Fraser le he dado una buena esposa, y en cambio usted me ha dado los niños que siempre deseé!"

El amor y afecto de las tías Bennet tampoco había faltado y Sheryl recibía regularmente trajecitos tejidos con hermosos bordados, juguetes, libros, entre otras chucherías para los niños.Shura, Mery y Kora los visitaban con frecuencia quedándose algunas temporadas con ellos incluso. Sayaka y Cho también eran unas visitantes constantes en Fraser’s Ridge e incluso habían acompañado a la pareja un par de veces a Escocia.

Las gemelas, Emilia y Camille, ya casadas habían estado entre las elegidas para ser madrinas de los gemelos. Intercambiaban cartas de manera constante con Sheryl, y sus reuniones eran más esporádicas considerando que cada una ocupaba su tiempo en asuntos de sus respectivas casas y sus maridos Chrome y Marth. Con Sayi la historia era diferente, y lamentablemente los gemelos aún no la conocían. Vivía en América con su esposo; y aunque intercambiaban cartas de manera constante Sheryl esperaba volver a ver a su querida hermana mayor de nuevo algún día.

Éowyn, la cuñada de Sheryl, y su esposo el conde de Kent también eran padrinos de los niños. La mismísima Éowyn que juró nunca casarse ahora estaba embarazada de su primer niño que la familia esperaba con ansias. Pero nadie más emocionada que la madre expectante que no dudaba en enviarle cartas de manera seguida a Sheryl para pedirle consejos de maternidad y cuidado de los niños.

Los amigos de la pareja tampoco estaban ausentes en la vida de los niños; los Fraser recibían visitas constantes de los Spencer y de igual manera Jamie y Sheryl visitaban Althorp tanto como podían. A pesar de que los niños Spencer eran un poco mayores, encontraban a los pequeños pelirrojos entretenidos y los sacaban a pasear en sus ponys. 

Los gemelos Fraser tampoco eran extraños en la casa de los Middleton en Londres, donde el retirado coronel Ike Middleton, veterano de guerra y héroe en la batalla de Waterloo, y su esposa Lady Aika Middleton se habían establecido en Kensington. Eran buenos amigos con su hija que era solo un poco más joven que ellos. Cuando los Fraser viajaban a Londres, aprovechando que su residencia en la ciudad estaba en Kensington pasaban tiempo con los Middleton, la tía Miranda y el primo Albert que nunca había decidido por casarse aunque prometía que algún día lo haría.

Pero lo que más le gustaba a los gemelos era visitar a sus abuelos en Bloomington y correr por las mismas praderas donde su madre y tías habían jugado y donde sus padres se habían conocido. En Bloomington también estaban el tío Robert y Robb quienes los llevaban a pasear en caballo y cumplian todos sus caprichos.

Sheryl y Jamie también encontraron una inexplicable felicidad en Bloomington, principalmente cuando arrendaban Keyfield Park.  Quizá porque era el lugar donde se habían conocido.


Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on April 30, 2021, 10:00:56 PM
“Querida, explíqueme por favor. ¿Por qué no ha querido salir a ninguna reunión desde su llegada? Inclusive declinó la invitación a la fiesta organizada por la Princesa Charlotte en Buckingham Palace… No lo entiendo”.
“El que venga aquí a Londres no significa que tenga que salir a dar el gusto a los demás, Irina”, repuso la mujer mientras dejaba su taza de té en la mesa y se quedaba mirando el paisaje por la ventana. “A esta edad que he llegado, prefiero que vengan a visitarme y no tener que salir yo a tener conversaciones y reuniones banales”. Antes que su compañera pudiera decirle algo, Madame le miró fijamente con la seriedad que le caracterizaba. “Tampoco me hace mucha emoción celebrar o cuchichear mientras Napoleón está llevando toda Europa a la ruina”.

Ambas se quedaron en silencio. Después de todo, la presencia de Madame en Londres se debía a que había escapado de París hacía meses cuando la situación se volvió completamente insostenible. No es como si estuviese en Londres para disfrutar de la temporada, como muchos otros.

“Madame”, interrumpió su mayordomo el breve silencio. Ambas mujeres le miraron expectantes. “Ha llegado un visitante. Pidió que le dé el encuentro en la biblioteca”.
“¿Qué son esos modales?”, preguntó Irina con enojo. “¿Acaso no le has informado que estamos tomando el té? Lo mejor sería que se nos uniese, ¿no cree?”.
“Cállate, Irina”, le cortó con fastidio y la pobre mujer se sonrojó. “El pobre John seguramente ya le dijo a esta persona que estamos juntas, no tienes por qué desahogarte con él”, se volteó a ver a su mayordomo. “Dígale que, así como llegó sin avisar, espero como mínima cortesía de su parte que espere hasta que terminemos nuestros asuntos y que Madame Medvedeva se vaya”.
“Por supuesto”, respondió con prontitud, dio una reverencia y se fue de la estancia, dejando nuevamente solas a las amigas.
“¿Acaso sabes quién es la persona que ha llegado? ¿No será que se trata de algo urgente?”. Madame alzó una ceja.
“¿Tanta es tu curiosidad, Irina? ¿Ya la vejez te está haciendo perder los modales?”. Irina torció la boca y no pudo evitar sonreír de lado, con sorna por la situación en la que había dejado a la otra. “No te pongas así. Si se trata de algo importante te lo contaré mañana. Vendrás a tomar el té conmigo de nuevo, ¿no es así?”.
“Por supuesto”, respondió de mejor ánimo ante el prospecto. “Sabes que no hay nadie en toda Inglaterra que no aprecie más que a ti, Lilia”.
“Oh, Irina. Qué triste ha de ser tu vida social, entonces”, respondió riéndose y llevándose nuevamente la taza a los labios.



Tuvo que pasar una hora más antes de que pudiera zafarse de Irina, la cual había hecho de todo para quedarse y así descubrir quién había llegado de manera tan inoportuna; pero en el juego de terquedad, ella le podía ganar incluso al más recio toro.

Una vez John volvió a la sala y le aseguró que el chófer había salido con Irina rumbo a su casa, fue que se paró y se dejó ayudar por el brazo de su mayordomo hacia la biblioteca.

Y fue ahí donde lo encontró, tranquilo y sin el más mínimo remordimiento, sentado en su sillón favorito y leyendo un libro.

“Duque. ¿Se puede saber de dónde aprendió tan terribles modales?”.

Charles se levantó y le regaló una gran sonrisa. Lilia le miró con fastidio y con ayuda de John se inclinó y levantó su falda a modo de saludo.

“Mis más grandes disculpas, mi querida Madame Baranovskaya”, le dijo sin culpa alguna. Tomó la mano que tenía libre y la besó. Luego, se dirigió al mayordomo. “Muchas gracias por traerla sana y salva, John. ¿Podría pedirte un poco más de té? Tengo mucho de qué conversar con Madame”. Dicho esto, le ofreció ahora él su brazo y lo tomó, para poder caminar hacia el sillón que estaba libre.
“¿Mucho de qué conversar?”.
“Por supuesto”, respondió ayudándola a sentarse y luego fue a su sitio. “No apareció en la velada de la Princesa Charlotte, así que vine a ponerla al tanto”.
“¿Y por qué me interesaría a mí saber lo que sucedió esa noche?”.
“Porque no vengo a contarle lo que sucedió, sino a quién conocí”.

Lilia sonrió expectante. Finalmente algo interesante en su aburrida semana.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on July 31, 2021, 07:39:59 PM
(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

XVIII.

Sayi entro a su habitación y azotó la puerta tras ella. La cabeza le latía de dolor y su corazón le apretaba más que nunca. En su vida había sentido una agonía similar, y no sabía si poseía la entereza para sobrevivirla.

Su querida amigo, el señor Souton, había hecho lo impensable y acababa de pedirle su mano en matrimonio. A Sayi le costaba recordar las palabras que había balbuceado, las explicaciones que le había dado, y la rapidez con la que se había excusado; ni siquiera tomándose un segundo para responderle al asombro de su madre.

Sayi hundió su cabeza en la almohada y lloro por lo que sintió como horas, hasta que sus ojos quedaron ardiéndoles del dolor, su garganta sedienta y sus pulmones faltos de aire. Y sentía que todavía le quedaba una vida de penitencia por cumplir.

La declaración le había quedado como un balde de agua helada, pero conforme el señor Souton explicaba su entendimiento en cuanto a la relación que tenían, Sayi no podía evitar sorprenderse de lo irresponsable que había sido.

Y es que mientras ella veía en el señor Souton a uno de sus más queridos amigos, el señor Souton veía en ella a la que sería su compañera de vida. Su quien indispensable, juzgando por las sensibles correspondencias que se mantenían con fervor, y las invitaciones a pasar tiempo con las familias de cada quién. Pero Sayi, si bien compartía la intención de ser confidentes de por vida, no había considerado por un segundo unirse al señor Souton en matrimonio. Su querido amigo, quien aunque cinco años menor que ella, jamás debió haber dado por entendido su corazón de caballero. Pues las atenciones que le había prestado contenían, ahora evaluadas en retrospectiva, un definitivo aire de cortejo.

No podía creerlo...
Acababa de engañar al pueblo entero haciéndoles pensar que había rechazado al señor Morewood, y ahora no tardaría en hacerse conocer de su más reciente rechazo hacia el señor Souton. Excepto que, a diferencia del primero, no se trataba de un plan del que había formado parte... sino que esta era una decepción genuina, generada por su propia irresponsabilidad y desatino para con un querido amigo.

Sayi jamás olvidaría el rostro de decepción del señor Souton al recibir su respuesta. De sus explicaciones, casi tratándose de súplicas, que le recordaban dónde y cuándo había alimentado sus esperanzas sin intención de llevarlas al altar. Y cómo su exaltación se había ido apagando, dejándolo como una sombra de si, a lidiar con el rechazo encima de el fallecimiento de su pariente más herido.

Apenas lo vio tener fuerza suficiente para cruzar el salón y dejarla de pie en la sala de dibujo. La señora Bennett, quien claramente había estado escuchando la conversación desde el pasillo, no tuvo corazón para dedicarle palabras al pretendiente, y se limitó a observarlo irse. Cuando el hombre se hubo marchado fue que cruzó miradas con su primogénita, y Sayi pudo ver que estaban colmados de lágrimas. Por primera vez, armada sin palabra alguna. Atónita por lo que acababa de presenciar.

Sayi respiraba con dificultad, sin soltar la mirada de su compungida señora Bennett. Se quedaron así por unos momentos, intercambiando presencias, hasta que la joven observó algo cambiar en la expresión de su madre, quien, casi imperceptiblemente, empezó a sacudir su cabeza, en negación ante las acciones de su hija. Y esta no dijo nada cuando el enojo terminó de cubrir su rostro, ni cuando finalmente se retiró, seguramente en dirección al estudio de su padre.

Después de eso, Sayi solo recordaba el retumbar de la puerta de su habitación.



El almuerzo había ido y venido, así como la hora del té. El cielo se había vuelto cálido en anticipación a la noche, y Sayi suponía que la señora Bennett le había prohibido a los empleados, y a ninguna de sus hermanas acercarse a ella, en preparación a la llamada de atención que debía estar en su camino. Su estómago le dolía de hambre, pero su cabeza le dolía aún más, preguntándose, ¿y ahora qué?

Si había pensado que su honor había sido renovado tras el rechazo al señor Morewood, el inesperado rechazo que le había tocado darle al señor Souton habían dejado un enorme signo de interrogación sobre sus aspiraciones. Era claro que, a partir de ahora, ningún joven en su sano juicio apostaría por su afecto, con su historial de rechazar a quien tuviera la insensatez de acercársele. Probablemente la única aspiración que le quedaba era volverse institutriz de los hijos de sus hermanas más afortunadas, y de ser así debía aceptar su destino lo antes posible.

Su mente aterrizó, nuevamente, en Londres.
¿Y si mejor, regresaba donde la tía Miranda? Podría ayudarle a mantener la casa a cambio de su estadía, mientras la tormenta se calmara y buscara como capacitarse como tutora.

Pero antes de poder entretener mucho más la idea, la señora Bennett ingresó, seguida del señor Bennett. Y la puerta de su habitación se cerró tras ellos dos.

Aquí estaban los resultados de sus acciones.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on August 31, 2021, 09:39:08 PM
(https://i.imgur.com/IDus6dG.png) (https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/5quDe6k.png)

XIX.

Pareciese que su madre había hablado por casi una hora entera, y ella jamás había sentido tal vergüenza, y tal corazón roto.

La señora Bennet no se había guardado reproche alguno, muchos de ellos desde antes de la decepción con Terry Grandchester. Había delineado, sin perder aliento, cada uno de los implicados en su tremenda decepción para con ella, y ni qué decir de sus acciones, cuestionadas como insensatas, egocéntricas y humillantes.

Sayi se limitada a seguirle con la mirada, mientras su madre daba vueltas, cuál tigre enjaulado. Gruesas lágrimas rodaban por las mejillas de ambas, madre e hija, pero ante los reclamos de su madre la joven tan solo respondió con su presencia.

“¡No solo te bastó con desilusionar al señor Morewood! ¡Ahora le rompiste el corazón al pobre señor Souton! ¡Debe estar maldiciendo el día que se hizo nuestro conocido!”

Sayi intentaba no recordar el rostro del señor Souton. Sentía que el mundo se le caía encima al hacerlo, y lo hubiera dado todo por salvarlo de tal sufrimiento.

“¡Dos! ¡Tuviste dos oportunidades de rehacer tu suerte tras la desilusión del señor Morewood! ¡Nadie creía que tenías esperanza, pero llegaron dos y las echaste a perder! ¡No hay nadie que te proteja ahora! ¿¡Que va a ser de mi primogénita… de mi…”

Y finalmente se había quedado sin voz, ni lágrimas a llorar, y tras un grito exasperado la señora Bennet dejó la habitación, azotando la puerta tras ella.

El llanto de la señora Bennet se colaba desde el pasillo, pero Sayi y el señor Bennet quedaron en silencio unos momentos más. Su padre, que no había dicho palabra alguna, carraspeó un par de veces antes de dar su parecer.

“Tu madre sobreactúa como siempre, pero lo hace desde un punto de preocupación. He de ser sincero, jamás la he visto tan afectada” dijo el señor Bennet antes de tomar asiento a su lado “Pero Sayi… dime, ¿en qué estás pensando?”

Podía decirle que lo sucedido con el señor Morewood había sido un plan para ayudar a Hagu, pero esa explicación, por más buen intencionada que hubiese sido, tan solo hubiese exasperado más a su padre.

Y en cuanto al señor Souton… pues no tenía explicación, pues ella misma se había perdido detalles tan evidentes para sufrimiento de todos los involucrados.

“Ya no lo se” se limitó a responder la pelirrosa, las lágrimas nuevamente asomándose a la comisura de sus ojos. En respuesta, el señor Souton la tomo del hombro y la acercó a sí. Un gesto breve, pero suficiente para hacerle saber que su padre la quería pese a lo sucedido.

“Me preocupas, Sayi. Yo disfruto de ser padre, tuyo y de tus hermanas, y vivo feliz compartiendo este hogar con ustedes y con tu madre” le dijo “Pero, entre la tranquilidad del día a día, la única preocupación que me aprieta el corazón es que ustedes encuentren a personas que cuiden de ustedes, y que las protejan y quieran cuando yo ya no esté presente.”
“…”
“Y, francamente, no sé que pensar de tí. Mi primera hija, aquella que me hizo padre, dejando pasar cada oportunidad de darnos esa tranquilidad… ¿qué es lo que quieres, hija?”
“Lo siento”

La pelirrosa volvió a llorar, y su padre supuso que no habría forma de llegar a ella ahora. Se le veía agotada por los sucesos del día, y probablemente lo que más necesitaba era ser dejada a solas, a evaluar sus acciones y entender su propio corazón.

"Voy a dejarte descansar" dijo, poniéndose de pie y caminando a la entrada de su habitación "Intenta dormir esta noche, Sayi"

La luz de las velas era lo único que alumbrada la habitación. Sayi continuó llorando unos momento más, pero cuando el rostro del señor Souton regresó a su mente fue que sintió la culpa ahogarle. Se puso de pie de un brinco y empezó a caminar de un lado a otro de su habitación, mano en el pecho para calmar su agitado corazón.

Siempre había sentido que Longbourn crecía cada vez más limitante... pero ahora que había, finalmente, eliminado todo prospecto matrimonial a causa de sus acciones, sentía que su futuro estaba decidido: Le tocaría ver a sus hermanas casarse, una a una, hasta que algún día su padre fallecería y el primo Neill la correría a ella y a su madre de Longbourn, a ideárselas por su cuenta, pues no había manera que esperar mejor prospecto que ese.

Su mente regresó a Gracechurch, a la casa de la tía Miranda y al primo Albert, y cuanto ansiaba poder alejarse de todo y regresar con ellos. No había forma que sus padres le costearan una visita como aquella, con la desilusión que les había causado...

Pero en eso recordó el dinero que la tía Miranda le había dado uno de sus primeros días en Londres. Aquel que debía usar para costearse un par de vestidos en año nuevo— su regalo de navidad de parte suya.

En su mente, sin embargo, había una sola cosa que quería más que nada en ese momento: Gracechurch, Londres, y al nuevo comienzo que podría hacerse allá, lejos de los que dirán en su pequeña ciudad, Bloomington.

Y, antes de seguir contemplándolo más ya había desenterrado su valija del closet y había empezado a empacar, con intención de decirle nada a nadie.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Mery on January 31, 2022, 10:50:51 PM
Edito con imágenes luego :c



Al verse libre de los ojos vigilantes de su tío, Alice Baskerville se veía aún más tranquila y ligera que antes. A decir verdad, estar en Bloomington era una dicha para ella, el cambio de aires era agradable y no tenía un solo día aburrido. Como esa misma noche.

Con pasos apresurados, Alice guió a sus jóvenes amigas hacia un rostro conocido. Un baile como aquel era sin duda la oportunidad dorada de cualquier joven para hacerse de nuevas amistades e incluso acercarse a una persona que despertara su interés, especialmente porque que fuera de ellos aquella se convertía en una misión laboriosa y llena de pasos demasiado engorrosos.

Una cantidad considerable de soldados adornaba el lugar, pero Alice sólo podía decir que conocía a un pequeño puñado de éstos, Kaoru Hakaze siendo uno de ellos. El rubio ya se hallaba hablando con un par de jóvenes, pero al reconocerlas se apresuró a disculparse con ellos y darles alcance.

Con un gesto cordial, Kaoru saludó a las tres. "Señoritas, qué gusto cruzarme con ustedes tan pronto." Tanto Rose como Alice ya habían tenido oportunidad de hablar con él antes de aquella noche, por lo que su atención cayó en Mery. "Señorita Bennet, ha pasado un tiempo desde la última vez que nos encontramos, permítame decirle que se ve encantadora."
"Es usted muy amable, señor Hakaze, me alegra tenerlo presente." Respondió Mery con sinceridad.
"Es un honor para mí." Respondió Kaoru. "Tener la compañía de tres bellas señoritas no es algo que de lo que pueda gozar cada día."
"Alagador." Le murmuró Alice a Rose ocultando con cuidado su rostro tras el abanico que traía con ella.
A pesar de ello, el rubio sonrió. "Sin embargo, lo que digo es cierto. Además, el blanco te queda muy bien."
Alice pareció querer protestar, pero finalmente sólo se abanicó con suavidad y soltó un suspiro. "Gracias, pero no olvides darle debida atención a todo lo que te rodea, no se escatimaron esfuerzos para esta celebración, ¿cierto?"
Mery sonrió gustosas. "Deseamos sólo lo mejor para Shura."
"Siendo que se agazaja a última de sus hijas, por supuesto que debía ser así." Aprobó Kaoru.
"Exacto, como por ejemplo, la comida, lo que me recuerda algo importante." Dijo Alice con nuevos ánimos. “Me imagino que para los bocadillos has debido dar tus propias recomendaciones, ¿cierto, Mery?”
La joven asintió. “Sí, de hecho sugerí tartas de frambuesa porque sé que son de tu agrado.”
“Qué maravillosa noticia.” Exclamó Alice juntando sus manos en anticipación. “En tal caso, iré a darles mi aprobación.”
“¿Ahora mismo?” Kaoru se vio ligeramente desconcertado. “No has puesto un pie en la pista de baile todavía.”
“Oh, querido, ¿no sabes que la principal razón tras mi presencia esta noche en Candance Hall se debe principalmente al delicioso banquete que con tanto esmero nos ofrecen los Bennet? No hay nada que desee en este momento más que ir a comprobar si esa tarta en particular está lista para ser degustada.” Explicó con voz alegre. “Pero no se restrinjan por mi ausencia, amigos míos. Adelántense por favor, en un momento estaré yo de nuevo con ustedes.”

Alice no le dio a nadie la oportunidad de detenerla, hizo una muy sutil reverencia y se marchó zigzagueando con pasos ágiles hacia la mesa principal.

“Oh, de verdad se fue.” Murmuró Rose sin poder ocultar la sorpresa en su rostro.
“Siempre ha amado las frambuesas.” Dijo Mery con una tímida sonrisa.
Kaoru suspiró dándose por vencido, pero enseguida se dibujó una nueva sonrisa en su rostro. “Tengo la impresión de que nuestra estima Alice prefiere escuchar primero a su estómago en lugar de a su corazón.”

Las jóvenes se miraron entre sí de inmediato, la mirada de Mery estaba llena de preocupación y Rose negó muy ligeramente antes de tomar aire y dirigirse a Kaoru.

"Es parte de su carisma, sin duda." Dijo ella. "Cuando un platillo delicioso está de por medio, nosotros quedamos en segundo lugar. Aunque creo eso usted ya lo sabe, ¿o me equivoco, señor Hakaze?"
Kaoru, para alivio de ambas, rió ante su comentario.
"Oh, por supuesto, y es así desde que era una niña. Estoy seguro de que la hubiesen adorado si la hubiesen conocido en ese entonces."

Rose recordaba las veces que el señor Crawly se había quejado de las travesuras de su sobrina durante su más tierna infancia, pero no lo contradijo, después de todo no le correspondía hacerlo y no podía confirmar nada sobre el tema. Por su parte, Mery se vio deseosa de escuchar lo que el joven pudiese compartir de la niñez de Alice y él no tenía problema en saciar su curiosidad.

Hablar con Kaoru era algo muy fácil, además éste era muy gentil al tratar con las damas y la conversación entre ellos fluyó sin problema después de aquello.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Kana on February 27, 2022, 04:46:30 PM
Las cosas en casa estaban agitadas los últimos días. A cada una de las hermanas Bennet le tocó alguna situación en particular que las mantenía u ocupadas o sumidas en un mar de emociones turbulentas.

Emilia era la excepción a la regla hasta ahora. Después de regresar de la guerra y haber perdido al señor Lancaster, los días de ella se volvieron muy tranquilos y sin sentido. Sólo pasaba las tardes leyendo con Camille, o bebiendo un poco de té en el jardín de Cho o escuchando los chismes que Sayaka lograba traer del pueblo. Las hermanas Bennet ya no salían a correr por los prados, tampoco iban al pueblo a ver a los nuevos soldados que llegaban, cada una estaba lidiando con un drama personal.
Y para Emilia sus días comenzaron a ser muy cotidianos y repetitivos, pero así estaba bien.

Pasaba mucho tiempo en su habitación, sentada en el marco de la ventana observando hacia el exterior, mirando como sus hermanas iban y venían, algunas muy animadas y otras notoriamente preocupadas por algo que las mantenía intranquilas.

Le preocupaba especialmente Sayi, a quien vio afectada por la tarde y no alcanzó a enterarse bien de lo que sucedió, pero algo escuchó, por los gritos de su madre, que era relacionado con el destacable amigo de Sayi, el señor Souton.

Deseaba ir a hablar con Sayi y demostrarle su apoyo, pero, tal parece, que sus padres no le estaban dando tregua. Emilia prefirió aguardar en su habitación, que pasara la tarde, que cayera la noche y se iniciara un día más esperado que los ánimos estuvieran más apaciguados para conversar con su hermana mayor.

Sabía que tarde o temprano un torbellino de malestar pronto la invadiría a ella también.
Los secretos no se podían llevar a la tumba, aunque quien la había involucrado en ese secreto trató de llevárselos consigo a su muerte.

Pero no tuvo que esperar más que un par de horas para que esa cotidiana y repetitiva paz se terminara para ella.

Antes de la hora de la cena, una carroza llegó hasta los terrenos de la familia Bennet. Se detuvo y tras una pausa de incertidumbre para las que observaban por sus respectivas ventanas de sus habitaciones, un elegante hombre de porte alto y traje oscuro descendió de la carroza y golpeó la puerta de los Bennet. 

Mientras la mayoría de los inquilinos se cuchicheaban entre ellos para dar una hipótesis de quien se podía tratar y el por qué venía a esas horas al hogar familiar, Emilia sólo observó indiferente desde su ventana. Sabía de qué podría tratarse al identificar el logo de la casa real en la carrosa.

Emilia suspiró, tratando de pensar en las palabras que podría usar a su defensa porque sabía a lo que se estaba enfrentando. Tardó más que sus hermanas en salir de su habitación y bajar por las escaleras, se asomó discretamente entre ellas viendo que sus padres se encontraban dialogando con aquel hombre de cabellera negra y ojos intensamente azules.
Aquel caballero se presentó como Sol Reilish, señor vasallo de la casa Lancaster y pedía expresamente entregar una notificación a la señorita Emilia Bennet. Las hermanas miraron a Emilia preguntándose qué estaba pasando, pero antes de que les pudiera decir algo su madre apareció emocionada y sacó a Emilia de las sombras para llevarla ante aquel apuesto hombre.

“¡Señor Reilish! Ella es mi hija Emilia. Es un honor que los señores Lancaster hayan mandado a buscarla, sobre todo porque la pobre ha tenido que sufrir bastante por la pérdida de su amado señor Lancaster. Oh, el señor Lancaster debió ser menos desconsiderado y no partir tan prematuramente de esta vida porque le quebró el corazón a la pobre Emilia. Ella no ha podido levantarse de su cama ante el dolor de haber visto morir a su prometido, ¡Pobre señor Lancaster! ¡Era tan joven y amable! Mientras vivió fue como un hijo para nosotros” la mujer soltó dos gruesas lágrimas.
“…” Emilia la observó molesta. Estaba segura que, en sus encuentros en secretos cuando el señor Lancaster la iba a visitar a su casa, ni siquiera cruzó palabra con sus padres salvo aquella ocasión donde se saludaron en la ceremonia del señor Trump. “Madre…”
“No es momento de ser tímida o humilde, mi niña. Todos fuimos testigos de cuanto se amaron.”
“Los señores Lancaster que le haga llegar este mensaje, señorita Bennet…” Sol la observó seriamente, penetrando con su mirada a Emilia quien por un momento se sintió un tanto cohibida por su presencia, dignamente era un súbito de los Lancaster porque traspasaba la misma frialdad y prepotencia. “¿Es correcto que la llame por su apellido de soltera?” soltó, con arrogancia.
“Oh, señor Reilish, usted se confunde. Mi hija aún sigue soltera” su madre se interpuso entre los dos, exigiendo una explicación. no podía permitir que la oportunidad de que su hija fuera cortejada por otro de los señores Lancaster se escapara de sus manos.
“No le ha comentado a su familia, por lo que veo.” El señor Reilish le entregó el sobre que llevaba. “La señora Lancaster solicita su presencia en la corte del tribunal de justicia.”
“¿Qué?” Emilia recibió el sobre y lo abrió. Se esperaba algo trágico, pero no de tal envergadura. “¿Me demandan por fraude y estafa? Eso carece de realidad” le encaró al pelinegro.
“Siga leyendo.”
“…” Emilia continuó. Por el contenido de la carta dudaba que fuera solo la señora Lancaster la que estaba detrás de esa fechoría. Estaba segura que el que movía los hilos de eso era ese viejo tirano del marqués de Lancaster, sintiéndose insultado por que su hijo y esa ¨campesina¨ pasaron los límites. Y no le extrañaba que aquel cuervo del conde de Lancaster también estuviera involucrado, como digno hijo de su padre.
“Señor Reilish, exigimos que nos aclare lo que está sucediendo. Mi familia y cada una de mis hijas son honestas y de buenos valores, no puedo permitir que traten a una de mis hijas de tal modo denigrador” Dijo el señor Bennet, posicionándose a un lado de Emilia al terminar de leer por encima la carta que su hija sostenía entre sus manos.
“La señora Lancaster no estima que sea de buenos valores engañar a un ser moribundo y aprovecharse de su vulnerabilidad a momentos de su muerte para estafarlo y quedarse con sus bienes. Me disculpo si el contenido de ese mensaje resulta ser ofensivo para la señorita Bennet y su familia, pero es esperable que la señora Lancaster reaccionara de este modo al enterarse del fraude que le hicieron a su adorado hijastro.”
“Yo no hice ningún fraude.”
“Deberá llevar pruebas ante el tribunal para demostrar lo contrario.” El señor Reilish hizo una escueta reverencia antes de ponerse la capa y retirarse de la casa de los Bennet.
Inmediatamente las hermanas que alcanzaron a ser testigo de aquel acontecimiento se pronunciaron en la sala y preguntaron a Emilia que estaba sucediendo, pero su padre les pidió que retornaran a sus habitaciones y no salieran hasta el día siguiente.

El señor Bennet le pidió a Emilia que fueran a su oficina, para aclarar qué es lo que estaba sucediendo.

“Emilia, esa familia te demanda bajo una etiqueta de gravedad. Puede incluso que, si ganan el juicio, te dejen en banca rota y tu honor sea perdido ante la sociedad, por lo poco. Porque incluso si son tan desalmados como pienso que son no se quedarán tranquilos hasta verte en la cárcel.” El señor Bennet se paseaba por la sala, abrumado. “¿Quién más sabe sobre esto?”
“Sólo Camille, el señor von Einzbern y supongo que el conde de Lancaster.”
“¿Supones?”
“Él se fue antes de ser parte del evento. No estuvo de acuerdo y prefirió marginarse. Pensé que con su ausencia sólo se resignaba a respetar la voluntad de su hermano, pero veo que me equivoqué. Lógicamente notificó a su padre tratando de evitar que yo y el señor Lancaster…”

Flash Back

“Deseo que sea así.” La fría mano sujetó con fragilidad la suave mano de Emilia, con ello tratando de impedir que se fuera de su lado.

La primera vez que se lo pidió ella había reaccionado del mismo modo: asustada, angustiada y se había excusado con él para salir de su cuarto donde yacía moribundo por sus heridas. Por supuesto que volvió después de un momento, para seguir cuidando de él y acompañándolo en su agonía, pero cuando el señor Lancaster trataba de traer el tema nuevamente, ella lo interrumpía con algún comentario que le distraía.
Emilia era la mujer más honesta y maravillosa que conocía y sabía muy bien que no aceptaría su petición porque sentiría que no era lo correcto estando él en ese estado.

“Perdóneme si le condeno a cargar con el peso de un muerto el resto de su joven vida. No es mi intención dejar en usted una etiqueta de luto que le limite a ser eternamente devota mía, de verdad que mis intenciones no son aquellas.”
“Ya lo hemos hablado antes.” Ella le esquivó la mirada por unos instantes, pero volvió a fijarla en sus ojos calipsos cuando le limpio con su pañuelo la frente. Cuanto le dolía verlo tan frágil. “No puedo aceptar. Son sus fortunas.”
“No me lo puedo llevar a la tumba, Emilia. La riqueza de nada sirve si la vida se va.”
“…” A Emilia se le cristalizaron los ojos con esas palabras. Pese al tono sereno y la expresión tranquila del señor Lancaster, no podía estar indiferente ante esas palabras tan ciertas.

Por unos momentos buscó la mirada del otro caballero presente en la sala, el señor von Einzbern, quien en todo momento se mantuvo mirando hacia fuera por la ventana, tan agobiado por las últimas horas que restaban del señor Lancaster que maldecía la vida por haberlos hecho vivir ese destino. Cuando al fin Emilia logró llamar su atención, el extranjero se acercó al lecho y se sentó en la silla del otro lado.

“Trate de persuadirlo, señor von Einzbern”
“Señorita Bennet.” El rubio le sonrió tratando de darle tranquilidad. “Usted sabe tan bien como yo que nuestro amigo es el más obstinado de todos…No hay palabra, dialogo o incluso oración que haga cambiar su parecer” llevó una mano al hombro de Henry y le dio un suave apretón, también ayudándolo a sentarse cuando notó que tenía dificultad de lograrlo. “¿No es así?” observó a su amigo.
“Si” Embozó una melancólica sonrisa. Debido a su obstinación y cobardía ahora estaba allí, muriendo y siendo una carga para sus amigos. De haber sido más sincero consigo mismo, con sus sentimientos, tal vez, sólo tal vez, su destino no sería el velo de la muerte. Después de darle una cálida mirada de cariño al señor von Einzbern, volvió a mirar a Emilia. “Aunque sea presuntuoso, siempre quise casarme. Muchas veces soñé cómo sería mi esposa, fantaseando con la idea de tener hijos a quien darles un beso en la frente antes de ir a dormir, una familia a la que amar y que me amara. Pasar los días en nuestro hogar… ser felices… Me habría encantado nacer en la familia Bennet y vivir todas las historias que me ha contado sobre sus hermanas y usted”
“…” Emilia se inquietó por la sinceridad inconscientemente dura del señor Lancaster, sobre todo porque en la habitación había una cuarta persona más que se mantenía en un rincón de brazos cruzados.
“Pero mi voluntad de casarme no es un mero capricho de un moribundo que desea experimentar el goce del matrimonio. Antes de partir deseo redimir mis actos. Señorita Bennet, sé que no tiene un precio y que ni toda la fortuna del mundo se equipara con sus valores, pero deseo que conserve los bienes a mi nombre a modo de compensación. Puede hacer que esas cosas materiales cobren un sentido en esta vida, darles una utilidad filantrópica. Usted y el señor von Einzbern me hicieron inmensamente feliz en el poco tiempo que compartí con ustedes. Por supuesto mi querido amigo no necesita mi fortuna así que sería en vano heredarle algo material. Pero ya hemos hablado largamente durante la noche de lo que he dejado para él.”
“Haberte conocido ha sido mi mayor tesoro.”
 “También has sido mi mayor tesoro” El señor Lancaster embozó una sonrisa al escuchar a su amigo. Volvió a ver a Emilia. “¿Puede hacer mi última voluntad, señorita Bennet?”
“…” Emilia dudó infinitamente y tardó bastante, tanto el señor Lancaster, como el señor von Einzbern e incluso el conde Lancaster pensaron que no daría su brazo a torcer. Finalmente, la dama asintió, en silencio, entristecida.
“Gracias. Y perdón por esto.”
“Si es su voluntad y eso le da paz, lo haré.” Le acarició la frente, sin soltar su mano.
“Hermano… Acércate.” Le pidió a su familiar. El conde Lancaster se acercó, pero mantuvo su distancia, quedando de pie a los pies de la cama. “No fuimos cercanos y no gané tu afecto en estos años, el peso de ser el primogénito y mantener el honor de nuestra familia te privó de una vida feliz. Sé que por ello también eres muy protocolar y estás en desacuerdo con mi voluntad, pero te pido que aceptes este deseo y me acompañes en mi unión con la señorita Bennet. El señor von Einzbern será nuestro testigo de fe. Me gustaría que estuvieras conmigo en este momento tan especial para mí, aunque no lo apruebes. Sólo quédate conmigo.”
Emilia sintió la mirada intimidante del conde Lancaster sobre ella, culpándola de seguir con la locura de su hermano.
“Voy por los frutos que te gustan, cuando vuelva quiero que este tema quede en el olvido”
“No necesito frutas. Necesito tu aprobación.”
“Nunca. No apruebo esta tonta fantasía.” Dio a entender que saldría, pero el señor Lancaster le volvió a hablar después de unos segundos de lapsus.
“Cain… No te vayas. Yo ya no estaré aquí… No te aferres a la idea de que me voy a recuperar. El doctor Smith ya lo conversó contigo.”
“Henry, eres un Lancaster, no un vulgar proletariado de sangre impura. Nuestra sangre es fuerte. Te vas a recuperar y olvidarás esta niñería. Evidentemente estás delirando.”  Fue tranquilo en decir aquello, aunque a los otros dos presentes le dio la sensación de que estaba molesto. Salió del cuarto y no lo volvieron a ver más durante esa tarde.

Tal como fue el deseo del señor Lancaster y en vista de que no había tiempo, inmediatamente se envió a buscar a un sacerdote el cual llegó a la habitación junto con un ministro. El señor von Einzbern fue el testigo de fe y la unión de sagrado matrimonio fue, por motivos claros, sencilla.
Emilia seguía con su traje de enfermera el cual sin el mandil era totalmente blanco, sólo se decoraba con algunas flores en su trenza y un ramo en sus manos, llevaba un velo que el sacerdote había improvisado de una de las cortinas de la habitación, conmovido por la desdichada pareja que deseaba dar sus votos a Dios antes de que el futuro esposo partiera a su encuentro.
El señor Lancaster llevaba su traje de militar, debido a su debilidad en todo momento fue ayudado por el señor von Einzbern. Emilia los observó conversar a solas, discreta, los dos se veían tan felices juntos que le dolía pensar que nunca más volverían a compartir momentos entre ellos. Lamentaba que el destino fuera tan cruel con esos dos jóvenes. 

El sacerdote realizó la ceremonia, dieron el sí y firmaron el acta de matrimonio.

Fin del flash back.


“Así sucedió.”
“Entonces, ¿eres Lady Lancaster?” el señor Bennet se frotó la sien.
“N-No lo digas así.” Emilia renegó, aborrecía ese apellido. “Si no fuera porque el señor Lancaster lleva la sangre de esa familia los maldeciría mil veces.”
“Emilia…”
“Pero no soy Lady Lancaster. Sigo siendo Emilia Bennet. El señor Lancaster me pidió esa voluntad para redimirse y hacer que sus posesiones materiales tuvieran un buen uso en la sociedad, también me pidió que, si uno de sus hermanos era desheredado por seguir sus sueños, yo estuviera allí y los pudiera apoyar económicamente.”
“¿De cuánto dinero estamos hablando?”
“N-No lo sé, ni siquiera he mirado el testamento.”
“Pero ¡cómo puedes ser tan descuidada! ¡Con tu familia pasando peripecias y tus hermanas solteras y tú guardando un secreto tan importante!” la señora Bennet no aguantó más e irrumpió en la oficina del señor Bennet. Escuchó todo.
“Querida…” trató de persuadir a su esposa.
“Pronto, ¡no! Ahora mismo, tenemos que revisar ese testamento, ¡Nuestra vida puede cambiar! Seremos más ricos que tu tía Miranda, viviremos en Londres y tendremos lujos.”
“Ni siquiera es tu dinero.” Emilia le escupió con rabia. No podía creer que su madre fuera tan interesada en lo material. “Ni mío. Es del señor Lancaster.”
“El señor Lancaster no necesita dinero en la otra vida. Él te lo dejo a ti para que lo uses.”
“¡Ya basta!” Emilia se enfadó. No era apacible ni mucho menos respetuosa, si todo ese tiempo se mantuvo taciturna y bajo perfil fue justamente por la muerte de su, ahora revelado, marido. Pero no podía tolerar las tonteras de su madre. “No es nuestro dinero y de nada nos servirá en la cárcel.” Dicho esto, salió de la sala.
“Niña malcriada.” Rechistó, pero lo cierto es que le preocupaba el destino de su hija. No quería que la señora Lancaster ganara su demanda y Emilia terminara en la cárcel, llena de infortunios y desdichando a toda su familia. “Nuestra Emilia no puede ir a la cárcel” dijo la mujer entre lágrimas.
“Buscaré los servicios de un abogado para que nos ampare.”

Ahora era Emilia quien caminaba de un lado a otro en su habitación, bajo la preocupada mirada de su hermana Camille. Su hermana era la única que conocía este secreto suyo y fue su mayor soporte todo ese tiempo.
Aunque Emilia tratara de lucir firme y resistente, los nervios se la estaban comiendo por dentro. No quería ser como su madre y ser una histérica, pero, ¡tampoco era feliz con la idea de irse a la cárcel!

“Que voy a hacer.” Expresó, afligida. Se mordió las uñas, frunciendo la frente.
“Emilia, no creo que el señor Lancaster te haya pedido esto sin resguardarte.”
“Me dijo que su testamento era suficiente prueba.”
“Ves.”
“Pero, ¿y si esta gente inventa que lo adulteré?”
“Pero tienes testigos de fe, ¿no?”
“El sacerdote dijo que se iría a peregrinar a tierra santa apenas terminara con la ceremonia.”
“¿Y el ministro?”
“Era conocido del señor Lancaster, por tanto, de su familia. Le pueden ofrecer dinero y puede decir que todo era una falsa.”
“¿Y el señor von Einzbern?”
“He pensado en él todos estos días. Es el único que puede ayudarme, pero…” miró a su hermana, apenada.
“Nadie sabe de él desde que el señor Lancaster falleció.” Camille suspiró, entristecida por no poder encontrar al estimado señor von Einzbern y darle consuelo alguno. “Seguiremos buscando. No permitiremos que termines en la cárcel por esta gente malvada.”
“Es mi única posibilidad de contrarrestar a la señora Lancaster.”




 
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on March 31, 2022, 08:56:15 PM
(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png)

XX.

La suave luz del la mañana empezaba a colarse a través de la ventana cuando se percató que todo estaba finalmente listo.

En su escritorio habían tres cartas selladas con cera: Una para Hagu, una para su papá, y otra para el señor Souton. Esta última iba a venir consigo, mientras las otras dos seguramente serían descubiertas una vez la familia se percatara de su partida.

Su compañera de habitación y hermana más querida, Sayaka, no había dormido en su cama desde su pelea dos semanas atrás. Sayi se preguntó si el llanto de su madre habría terminado por suavizarla lo suficiente para conversar… pero no había recibido visita alguna desde que su padre había optado por dejarla a solas. ’Es lo mejor’ se dijo a si misma. Pues no dudaba que alguna de sus hermanas hubiera intentado hacerla cambiar de parecer, y Sayi quería ahorrarse cualquier otro argumento.

Se había demorado unas pocas horas en empacar toda la ropa que podía en una sola valija que la esperaba junto a la puerta. Sayi guardó la correspondencia en su bolso, se coloco sus zapatos, guantes y abrigo, y tomó su equipaje antes de cerrar la puerta de su habitación tras ella.

Al pie de las escaleras, Sayi se detuvo a observar a Longbourn por unos segundos. La casa entera se encontraba durmiendo, sumida en un silencio antes que el sonido de pasos y charla inundara sus habitaciones. La joven sonrió para si misma, preguntándose cuando sería la próxima vez que volvería a ver su hogar.

Desde la cocina pudo observar que había empezado a nevar, con una ligera capa de nieve empezaba a cubrir el jardín que Cho cuidaba con tanta dedicación. La joven cerró la puerta con mucho cuidado, y una vez segura que nadie se había percatado de su salida, la pelirrosa apuró el paso y empezó así su camino hacia Bloomington.

Sayi sabía que sus padres estarían iracundos al enterarse de su partida impromptu, pero si el intentar ser cautiosa le daba los resultados adversos, quizás el tomar el asunto entre sus manos le traerían consecuencias positivas. Pensó en su hermana Emilia, y cuanto provecho había conseguido de su estancia en Londres: Una profesión que le dio orgullo y propósito, además de colocarla en el camino de personas respetables. ¿Quizás y podría descubrir un camino similar?

Pensó en lo ansiosa que se encontraba por ver a su tia Miranda y a su primo Albert. Se sentía mal por caerles de improvisto, y sabía muy bien que su improvisada estadía la eximia de cualquier atención o detalle: Estaba dispuesta a hacer labores domésticas, o lo que sea necesario para justificar su estadía. Quizás podría ayudar como secretaria, o tender de su jardín. Se imaginaba la negativa de su tía ante esas ideas, pero debía devolverle el favor de alguna manera.

Considerando la hora, la estación de correo debía estar por abrir, y su última tarea antes de dejar Bloomington era enviar la misiva al señor Souton: Una carta donde intentó, en lo más posible, disculparse por el malentendido y hacerle evidente su aprecio. Lo más probable sería que ni se limitara a abrirla, y no lo culparía por ello. Quizás en algunos años podrían reencontrarse como conocidos, y volver a azuzar su amistad una vez sus memorias hubiesen pasado a través del filtro del tiempo.

Tan distraída se encontraba en sus pensamientos que no se había percatado que el clima había crecido para mal, con el viento levantando la nieve y dificultándole el ver más allá de su nariz. Inclusive la luz de la mañana se veía opacada por el mal tiempo.

Se preguntó por un segundo si, para su mala suerte, las carrozas se negarían a partir con destino a Londres debido al mal tiempo. La ansiedad de verse obligada de regresar a Longbourn, y tener que lidiar con las quejas de su madre regresó a su corazón, y Sayi sintió como la angustia le devolvía las lágrimas a los ojos.

En eso, una sombra empezó a emerger a la distancia, procedente de Bloomington. Sayi sintió alivio al percatarse que se trataba de una carroza cargando equipajes... pero se sorprendió aun más al reconocer a la persona que llevaba rienda del vehículo.

(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/6aoZnWk.png)

Sayi hizo la cabeza a un lado en sorpresa mientras la carroza se detuvo frente a ella. Y así, el cochero se desmontó e hizo una breve reverencia.

Se trataba de nada menos que del oficial Stanfield. El joven la miraba como si se tratara de una visión.

"¡Señorita Bennett! ¿Qué hace usted aquí?" Sayi estuvo por responder, pero el oficial se le adelanto "Y yo pensando que era una locura asomarme a Longbourn esperando una despedida sin que su mayordomo me echara a patadas..."
Sayi sonrió levemente ante la idea, pero entonces reaccionó "¿Despedida?"
"Así es. Con la guerra finalizada, oficiales como nosotros debemos regresar a casa, o ver qué hacer de nosotros en este país. Mi liquidación llego antes de lo esperado, y los señores Lucas se encuentran bien asentados para sobrevivir el invierno. Así que he decidido partir."
"Ya veo"
"Pero como me hizo prometerle, no pensaba irme sin despedirme de usted" continuó "Aunque... creo que la pregunta más grande es usted, ¿qué hace aquí? A tan tempranas horas y en medio de una tormenta..."

Sayi meditó en sus palabras antes de hablar. No se sentía cómoda compartiendo su drama familiar, pero era necesario demostrar urgencia sin llamar la atención. Si apelaba a su lado como oficial, la joven temía que el señor Stanfield la obligara a regresar a casa.

El viento creció en intensidad y Sayi sintió escalofríos antes de que pudiera llegar a una respuesta satisfactoria. Entonces, el oficial le hizo la pregunta que más anhelaba recibir en ese momento.

"¿La puedo llevar a algún lado?"

...

Ella no pudo haberse imaginado las consecuencias tras esas palabras.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on April 30, 2022, 06:13:38 PM
(https://i.imgur.com/Tc922tL.png) (https://i.imgur.com/hSo59Pt.png) (https://i.imgur.com/HqWHURp.png)

XXI.

Era casi el mediodía cuando Cho y Mery, tras casi una hora de deambular en la tormenta, reconocieron una forma emerger de entre la nieve. Conforme se acercaron, no pudieron evitar acelerar el paso al percatarse de la creciente familiaridad de detalles: El color del abrigo y el vestido, y a unos pasos de distancia —el pelaje de Sir Puma Tiger Scorpion, inconfundible aún con la nieve cubriéndolo en una capa de nieve.

Una vez estuvieron cerca a él, el gato emitió un ligero ronroneo… debilitado por el frío y la ventisca que le impedía abrir bien los ojos. Cho se agacho junto a su dueña, con el corazón saliéndosele del pecho al no saber el estado en que se encontraba.

“Sa…¿Sayaka?”

Su hermana no respondió. Sus pestañas estaban cubiertas de hielo, y la peliazul se preguntó cuanto tiempo había estado aquí: Recostada en medio del camino.

Con el temporal que estaba haciendo, todo transporte había sido detenido proveniente de Bloomington, y ambas hermanas pensaron que se trataba de una bendición: En el estado que se encontraba Sayaka hubiera sido imposible para una carroza el no atropellarla.

Jacob les dió el alcance, y rápidamente recogió a Sayaka del suelo. Acercó su oído a su nariz, buscando un ápice de vida.

“Su respiración es muy trabajosa, y esta helada al tacto” declaró el mayordomo. 
“Voy a por el doctor Smith” dijo Cho, empezando su camino hacia Bloomington. Jacob le pidió que esperase, pero la peliazul le aseguro que estaba bien. Llevaba ropa apropiada para el frío, después de todo “Regresaré rápido. Emilia puede concentrarse en tratar a Sayaka”

Cho continuó abriéndose paso hacia Bloomington, mientras Jacob y Mery, con una delicada Sayaka a cuestas, se vieron obligados a regresar a Longbourn.

(https://i.imgur.com/IDus6dG.png) (https://i.imgur.com/5quDe6k.png) (https://i.imgur.com/y4I89dO.png) (https://i.imgur.com/kONlT0j.png) (https://i.imgur.com/k7zURaK.png) (https://i.imgur.com/hSo59Pt.png) (https://i.imgur.com/HqWHURp.png)

El señor Bennett había instruído a sus hijas, desde pequeñas, que cuando un temporal de magnitud golpeaba Bloomington, todas estaban obligadas a regresar a Longhorn inmediatamente. Sin excepción alguna. Era una verdad no dicha que la señora Bennett se volvía un temporal de nervios -tan o peor que la tormenta afuera- hasta que todas las hermanas Bennett estuviesen sanas y salvas junto a ella.

Era bien sabido que Sayaka, la hija más opinionada y rebelde, disfrutaba estar fuera de casa a no ser que le tocara satisfacer una de sus necesidades básicas: comer o dormir. Pero hasta ella sabía muy bien el no tentar la ira de su padre, y tras dos horas sin hacer aparición, cuatro de ellas -Mery, Cho, Sheryl y Camille- se habían adentrado a la tormenta para ubicar a Sayaka.

“¡Ay señor Bennett!” lloraba la señora Bennett “¿Y si algo terrible le ha sucedido a mi querida Sayaka? ¿¡Qué va a ser de nosotros!?”

La puerta hacia el patio se abrió de improvista, con Shura y Camille entrando a toda velocidad para preparar el sofá de la sala de estar. Entonces les siguieron Mery y Jacob, con Sayaka en brazos, y se apuraron a depositarla en el sillón. Apenas estuvo expuesta al calor, Sayaka comenzó a temblar de frío. Aunque su apariencia no había mejorado, verla moverse le daba más tranquilidad al mayordomo.

Un grito de espanto lleno la habitación. La señora Bennet corrió a arrodillarse junto a su hija, tocando su frente y mejillas, intentando calentarla con sus manos.

“¿¡Emilia!? ¿¿Dónde esta Emilia??” lloraba la señora Bennett.
“Cho fue a traer al doctor Smith” le dijo Mery a su papá. El señor Bennett asintió levemente, sumamente consternado ante la apariencia de su hija.

Emilia descendió por las escaleras, su mirada fija en su hermana hasta que pudiese diagnosticar su estado. La señora Bennett se hizo a un lado, y mientras Emilia estudiaba a su hermana, recordó de lo que se había percatado en el segundo piso.

“Mamá, Sayi no esta en su habitación” le dijo, sin despegar la vista de Sayaka “¿Sabes donde puede estar?”

La señora Bennett cruzó miradas con el señor Bennett, ninguno de los dos sin saber que decir. Entonces ella, aún con las lágrimas en ojos se puso de pie de un brinco, con la ira de la noche anterior regresándole a la sangre.

“¡¡Pues seguro esta escondida en algún lado!! ¿¡Cómo se le ocurre tal cosa en un momento tan delicado!?” gritó la señora Bennett, subiendo las escaleras a zancadas. El señor Bennett se pregunto si este sería el día en que los nervios de su mujer finalmente le darían un arresto cardiaco. “¿¡Sayi!? ¡¡Espera a que te encuentre!!”

Minutos que se sintieron horas pasaron, y mientras la señora Bennett buscaba cada recoveco de la vivienda, Emilia y sus hermanas habían preparado la cama de Sayaka, le habían cambiado las ropa, y la habían arropado en su recámara, lo más cómoda que pudiera estar. Fuera del frío, su fiebre se había disparado, y aunque no abriese los ojos, parecía estar sumida en una pesadilla considerando sus expresiones y los sinsentidos que mascullaba para si misma.

“Me pregunto que fue lo que paso…” comentó Camille, viendo acongojada el estado de su hermana “Deberíamos llamar a la policía, esto no parece un accidente”

(https://i.imgur.com/Tc922tL.png) (https://i.imgur.com/5quDe6k.png)

El doctor Smith ingresó a la habitación y corrió al lado de Emilia, quien fue rápida en ponerle al tanto de la situación. Entonces Cho también apareció, deteniéndose en la entrada de la recamara. El señor Bennet notó la confusión en su rostro y le preguntó si algo había pasado. La peliazul preguntó donde estaba Sayi.

“¿Escuchas eso?” le dijo, y los pasos y voz de la señora Bennett se colaron en la habitación “Tu madre esta buscándola. Al parecer se ha escondido muy bien”
“Papá… no creo que Sayi este aquí” respondió.

Y entonces mostró lo que traía en su otra mano. Era el violín de su hermana: El diapasón estaba partido en dos, las cuerdas rotas y clavijas faltantes. Era como si una carroza le hubiera pasado encima.

Por primera vez, el señor Bennett empezó a temer por la ausencia de su primogénita. La mayor de las Bennet adoraba su violín. Sin importar lo sucedido el día anterior, ella jamás se atrevería a hacerle daño. Cuando le preguntó dónde lo había encontrado, la respuesta solo asentó su temor.

“A unas yardas más allá de donde encontramos a Sayaka” le dijo, la preocupación marcando su rostro “Estaba en medio del camino… junto a una valija abierta, y sus pertenencias esparcidas”

Sería cuestión de minutos para que la familia encontrara las misivas en su escritorio, y unas horas más hasta que lograran hacer sentido de los delirios de Sayaka.

”No… por favor, no… te la lleves… Sayi”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on May 31, 2022, 03:39:50 PM
“Estimado Conde Señor Charles,

Primero que nada, quisiera agradecerle nuevamente por su fina atención en la noche del baile. Su caballerosidad es algo que no olvidaré nunca, incluso por encima de la belleza de la Princesa Charlotte. A pesar del poco tiempo compartido, me siento orgullosa de haberle conocido.

Segundo, le envío dentro de este sobre el pañuelo que me prestó tan gentilmente aquella noche. Busqué en los libros de la biblioteca de mi tía aquí en Londres el escudo bordado, pero parece que no pertenece a la casa de la familia Clarence. Encontré uno parecido, pero me habré… Tendrá que disculpar mis pocos conocimientos sobre heráldica, lamentablemente es algo en lo que nunca fui buena estudiante. Aún así, como era un bello escudo, decidí replicarlo y aquí le envío también un nuevo pañuelo a modo de agradecimiento y como recuerdo de nuestro encuentro. Espero sea de su agrado, al menos en bordado sí logré destacar.

Por último, ruego a los cielos que esta carta llegue a sus manos. No sabía si podía enviarle una carta considerando su estatus social, así que le pregunté a mi primo Albert cómo podía hacer llegar una carta a Clarence Manor porque en el baile había conocido a una joven que se encontraba visitando el sitio junto a su familia. En caso de que esta no llegue y nunca más nos veamos, ruego que perdone la pérdida de su pañuelo y que no me guarde rencor en su memoria. Pero en caso de que desee responder

Para cuando reciba esta carta, mis hermanas y yo ya habremos dejado Londres y estaremos de vuelta en Bloomington. Si algún día pasa por acá, sepa que siempre tendrá una amiga.

Recuerdos,

Sayaka




Una vez terminada de leer la carta, se volteó a ver a Charles.

“¿Qué insignia tienes en el pañuelo?”, preguntó. Charles sonrió y sacó de su bolsillo los dos pañuelos. Al verlos, Madame Baranovskaya abrió los ojos de sorpresa, algo inusual en ella.
“El príncipe elector…”.
“En efecto. Esa misma noche nos encontramos en el Palacio y luego, sin querer queriendo, le di su pañuelo a la señorita Bennet para consolarla mientras lloraba. No me di cuenta de mi equivocación hasta horas después”.

Madame volvió a leer la carta y luego la elevó hacia la luz de la vela para poder leer mejor lo que la niña había tachado.

“Encontré uno parecido, pero me habré…”

“¿Qué opina?”
“No hay ninguno parecido en el Reino Unido. Si dice que encontró uno parecido, tiene que haber encontrado el verdadero, el de la casa Anhalt”.
“Yo también pensé lo mismo. Pero si ambos estamos en lo correcto, eso significa que la señorita Bennet tuvo en sus manos el pañuelo del príncipe elector, y a sabiendas, me lo regresó. ¡Y con uno de repuesto!” dijo con una risa.
“Deberías apreciar siquiera que lo hayas recuperado”, respondió Madame con fastidio.
“Por supuesto, por supuesto…”.
“Pero volviendo al tema… Sería interesante conversar con esta señorita. Es una lástima que ya no se encuentre en Londres”.
“Podríamos organizar una pequeña excursión a Bloomington, si le apetece. De unas dos semanas, a lo mucho”.
“La idea de un viaje en esta época del año no me hace mucha gracia”. Madame dejó la carta y se dirigió con la mirada a Charles, quien no había dejado de sonreírle socarronamente desde que llegó. “Quisiera saber, sin embargo, por qué tanta insistencia en que conozca a esta joven”.
“Mi muy querida Madame, creo que usted sabe bien el porqué de mi insistencia. Una señorita que obtiene de manera accidental un pañuelo que vale más dinero que toda su casa, y aún así lo devuelve, no es algo que veamos todos los días. Y si mal no recuerdo, años atrás fue usted misma la que me dijo…”
“Ya, ya”, le cortó con cierto fastidio. “Recuerdo muy bien mis palabras, no estoy tan vieja aún”.
“Entonces…”
“Entonces nada”, sacó de su bolsillo una campana y la agitó para llamar a su mayordomo. En menos de un segundo, este se asomó por la puerta. “John, manda a preparar el coche del señor Charles”. Después de que el hombre asintiera y los dejara solos, se volteó hacia el Conde. “Y a usted, alguien debería de enseñarle modales”.
“Aprendí los míos de la mejor maestra que pude tener”, dijo tomándole de la mano y dándole un beso. “Haré preparativos solo para unos tres días. El aire de campo siempre viene bien”.
“Tres días”, dijo con un tono de advertencia. “Nada más”.
“Tres días”, asintió.
“Bien. Ahora, ayúdame a levantarme que voy a acompañarte a la puerta. Siempre es bueno asegurarse que los demonios queden fuera antes de irse a dormir”.

Charles se echó a reír y ayudó a su vieja institutriz a levantarse de su asiento.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on June 30, 2022, 07:31:08 PM
yo: tranquila yéndome a dormir
also yo: mmmmm qué se me estará olvidando.........




FIC DE ÚLTIMO MINUTO =D es la escena perdida de Charles y su misterioso encuentro en el Palacio de Buckingham.


“Conde.”
“Erik.”

En otras ocasiones, al ser llamado “Conde” por él, habría respondido el saludo con un “Mi príncipe”, a modo de burla. Sin embargo, ahora no se encontraba con ganas de reírse. Había pasado casi un año desde la última vez que se habían visto y, por más que Charles había viajado varias veces a Sajonia a verlo, este le había rechazado el encuentro.

Ahora que Napoleón se había metido en su dominio, forzando a Erik a viajar de incógnito hacia Inglaterra para negociaciones con el Rey, por supuesto que éste finalmente tenía “tiempo y disposición” para verle.

“Charles”, suspiró y se pasó una mano por el cabello. “No te comportes así.”
“¿Comportarme cómo?”
“Como a un niño al que no le han otorgado un capricho.” Ambos se miraron fijamente.
“Creo que estás equivocado, querido amigo”, no pudo evitar soltar algo de veneno en la última palabra. Al ver el gesto que hizo Erik, se alegró de que hubiese captado el mensaje subliminal. “La reacción de un niño maleducado y la reacción de una persona a la que vienen ilusionando desde hace meses es muy diferente. Una implica el ego, la otra implica una promesa rota.”
“Nunca te prometí nada, Charles.”
“Entonces jamás debiste de haberme enviado todas esas cartas.” Respondió elevando la voz, hasta que se dio cuenta de lo que hizo y calló rápidamente. Tras un silencio incómodo, Charles se dio la vuelta y se alejó dando unos cuantos pasos en el pasillo. “¿Para qué querías verme hoy, Erik?”, preguntó con cierta resignación.
“Hay hombres de Napoleón en Dessau, vigilando a mi familia,” Charles invocó toda su fuerza para evitar darse la vuelta y confortarlo. “No podía arriesgarme a que se enteraran que te había dado una audiencia.”
“¿Y cómo has hecho para llegar hasta acá sin que se den cuenta?”
“Pues me encuentro en mi recámara, enfermo. Los doctores han anunciado que es una enfermedad contagiosa y lo mejor es que nadie se acerque hasta que pase el peligro. Pero eso es lo de menos, te cité hoy porque necesitaba que sepas lo que está pasando: los demás príncipes electores están evaluando aliarse con Napoleón, Charles. Decidí venir para hablar con el Rey y evitar más conflicto en Europa.”
“El Rey es un inútil”, musitó.
“Un reverendo inútil, pero sigue siendo el inútil de turno que posee la corona.”
“Querido amigo, sí que nos encontramos en un problema,” suspiró y finalmente se volteó a ver a Erik de nuevo. “Gracias por confiar en mí. Si necesitas mayor ayuda con el Rey, no dudes en pedírmelo.” Se acercó y le dio unas palmadas en el brazo, antes de voltear su cuerpo hacia la salida; sin embargo, después de dar un paso en esa dirección, Erik le jaló hacia sí.
“No te hice ninguna promesa.”
“Así es, como te gusta recordarme.”
“Pero tampoco puedo negar que ya no podía seguir sin verte,” le susurró al oído, antes de apoyar su frente contra su sien. “No podía arriesgarnos. No podía arriesgarte.”

Charles se quedó en silencio, sin saber cómo responder. No sabía si Erik estaba siendo sincero, o si simplemente eran palabras al viento que buscaban ilusionarlo una vez más. Después de tantos meses de sufrimiento, no quería darle oportunidad, por más que su razonamiento y su actuar tuvieran lógica.

Erik suspiró, pero no le dejó ir aún. “Toma esto,” dijo, y depositó algo suave en la mano de Charles, pero antes de que éste pudiera ver de lo que se trataba, Erik tomó su mano con las suyas y la elevó hacia sus labios para besarla con amor. El Conde se sonrojó. “No soy bueno para esto, Charles. Nunca lo fui, nunca planeé serlo. Pero jamás te he mentido, y es por eso por lo que no te puedo hacer promesas, porque lo que más odiaría sería romperlas.”
Charles se volteó y le miró por un largo momento, antes de apoyar ahora su frente contra la de él, además de posar su mano libre encima de las de Erik. “¿Cuándo vuelves a Dessau?”
“En un par de horas.” Charles sintió que el mundo se le venía abajo nuevamente y cerró sus ojos. Nuevamente reinó el silencio por unos instantes. Al abrir los ojos, vio que Erik le miraba fijamente, con mucha tristeza. “Qué no daría… Por volver a esos días de universidad contigo, Charles.”
“Difiero contigo. Ese Erik no me escribía cartas.” El mayor rió.
“Parece que nunca encontraremos acuerdo. El Charles de la universidad solía sonreírme mucho más que el que tengo en frente.” Charles chistó.
“Pues no me has dado muchas razones últimamente.” Se alejó brevemente de su rostro y, tras posar una mano en uno de sus hombros, se acercó a darle un beso en la frente. “Hablaré con Charlotte para tener una audiencia con el Rey. Veré qué puedo hacer desde aquí, y en la medida de lo posible, intentaré contactarme con los demás príncipes electores para enviarles mis consejos.”
“Pronto le conoceré, ¿sabes? A Napoleón. Apenas lo haga te escribiré por el medio usual.”
“Perfecto. Pero no lo mates, Erik. Llevar la guerra a Dessau es lo último que necesitamos.”
“Pero entonces estaríamos en el mismo bando, ¿no?”, preguntó con una sonrisa. Charles finalmente se quebró y se la devolvió, riéndose.
“Tienes el humor más agobiante que conozco.”
“Pero por eso me amas, ¿no?” Había algo de vulnerabilidad en su tono, así que Charles se acercó nuevamente y le besó en los labios.
“Por supuesto.”

Erik se acercó y le dio otro beso más fuerte y apasionado, aunque más corto.

“Ya debo de irme. Espero tener noticias para ti pronto.”
“Yo también. Cuídate, por favor.”

Con una última mirada y otro beso en sus manos, Erik se dio la vuelta y se fue. Charles, con mil pensamientos en la cabeza, solo atinó a acercarse a una de las ventanas para sentarse en el banco del costado. Después de varios minutos en silencio, abrió la mano y vio lo que Erik le había dejado.

Su pañuelo, con sus iniciales, y el escudo de su casa.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on July 31, 2022, 05:47:09 PM
Tuve que cortar este fic a la mitad con el dolor de mi alma porque mujer precavida vale por dos, así que esta semana lo termino y ya tengo fic de agosto (?)

Post-London, pero más que nada introspection y flashback.




“¿Y saben qué fue lo que le dijo a mi primo Albert? Que no quería causar ningún escándalo, así que nos podíamos quedar ahí y que él haría lo mismo y evitaría acercarse a mi hermana… ¡Como si necesitásemos permiso de su santidad para quedarnos en el baile!”
“¿Estás segura de que esas fueron sus palabras?” preguntó Leo alzando una ceja.
“Lo dudo mucho,” atajó Otabek antes que Sayaka pudiese responder. “Seguramente el señor Grandchester le dijo al señor Lotto que la única vieja conocida que no deseaba volver a ver era la mano derecha de Sayaka.”
“¡OYE!” le reprimió Sayaka sonrojada, mientras Leo estallaba en carcajadas. Al final, Sayaka no pudo evitarlo y se echó a reír también, no solo por el chiste, sino de felicidad en general. Hacía mucho que los tres habían tenido tiempo para juntarse a conversar y lo había extrañado demasiado.

Desde que ella tenía recuerdos, Leo se encontraba trabajando en la casa más cercana, pero casi nunca habían conversado a pesar de ser de la misma edad; después de todo, Leo era simplemente un criado y Sayaka era una señorita (pobre, pero perteneciente a la sociedad, después de todo). Todo eso cambió con la llegada de Otabek y la curiosidad sinfín de Sayaka: Otabek y Leo se habían hecho muy buenos amigos apenas el mayor llegó a vivir a Bloomington, por lo que cuando Sayaka finalmente entabló amistad con él, fue cuestión de tiempo en que ella y Leo se volvieran amigos cercanos también.

Muchas veces no dejaba de pensar en eso y sentía que algo carcomía su corazón de a pocos. En cuestión de meses Leo se había vuelto uno de sus amigos más queridos y apreciados, tanto así, que Sayaka no podía imaginarse no tenerlo como uno de sus confidentes. Y pensar que siempre había estado ahí, toda su vida, pero jamás se había atrevido a hablarle porque su madre le había dicho que el muchacho pertenecía a un mundo distinto del de ellas… Hacía un año, estando a solas con él mientras buscaban a Sir Puma Tiger Scorpion que se había escapado nuevamente, había roto en llanto y le había pedido perdón por todos esos años que le había ignorado. Todos esos años que había hecho como si él no existiera, simplemente porque le habían dicho que no era propio de su estación fraternizar con Leo. Y Leo, dulce y comprensible Leo, se echó a reír y le dijo que eso no era algo que él hubiese pensado jamás.

“A lo mejor necesitábamos conocernos en el momento adecuado y no en aquel entonces,” le dijo dándole unas palmadas en el hombro y sacando del bolsillo un pañuelo para dárselo.

Al día siguiente de aquel momento, Sayaka le contó todo lo que había pasado a Otabek mientras le acompañaba a pastar lejos en el campo.

Su amistad con Otabek para ese entonces era algo raro, pero especial, que no sabía cómo definir. Otabek tenía la misma edad que su hermana Sayi, aunque era menor por un par de meses, por lo que le llevaba tres años. Desde que había llegado a Bloomington, hacía casi cuatro años atrás, Sayaka siempre buscaba alguna excusa para verlo de lejos, recordando cómo su primera impresión de él había sido que se lucía como todo un caballero. Pedidos hacia su hermana Cho de acompañarla a visitar a la familia Altugle, además de dejar convenientemente la puerta abierta para que su gato se escapara, fueron instancias que se volvieron más frecuentes. Mientras que la señora Bennet estaba emocionada de que su huraña hija quisiera finalmente codearse con una buena familia, Sayaka no hacía más que esperar el momento de la despedida, en que los Altugle les prestaban su calesa para volver y era el mismo Otabek quien montaba y dirigía esta.

Pero si ella pensaba que estaba siendo discreta, todo esto cambió un día en que Cho le mencionó, sin malicia alguna, que no debería estar mirando tan fijamente al muchacho por más curiosidad que su etnicidad le suscitase, ya que su madre podría darse cuenta y le reprendería sus malos modales.

Fue entonces que, llena de mortificación, Sayaka decidió que ya no lo haría más. Se la pasó meses en casa y solo salía a la ciudad cuando tenía que hacer algún recado o si acompañaba a alguna de sus hermanas o padres. No dejaba de pensar que, si Cho se había dado cuenta, entonces era más que obvio que el joven Otabek también. ¿Qué pensaría de ella? Seguramente que era una niña tonta y curiosa, después de todo. Él era todo un hombre y ella no era más que una niña que recién había cumplido los catorce, ni siquiera se había presentado en sociedad. No era más que una molestia ante sus ojos, seguramente. Pero también le mortificaba la idea de que este pensara, erróneamente como su hermana, que su atención solo se debía a la manera en que se veía, cuando en realidad su curiosidad se debía a toda su persona en general.

Es por eso por lo que se sorprendió un día cuando, aprovechando el sol para ir a leer bajo un árbol en el camino cerca de su casa, éste se le hubiese acercado.

“Señorita Bennet,” habló, y en un inicio Sayaka no se enteró de quién era porque nunca habían cruzado palabra antes, por lo que al voltearse y encontrárselo mirándola, se le cayó el libro del brinco que dio del susto.
“S-Señor Otabek…,” respondió sorprendida, y por el rostro del joven, éste también parecía sorprendido por la situación inusual en la que se encontraban. “B-buenos días…”.
“No soy un señor, no tiene por qué llamarme así.” Sayaka nuevamente se sintió sonrojar de la mortificación. Por supuesto que Otabek no era… Simplemente asintió y bajó la mirada, sintiéndose como la más grande de todas las tontas. A lo mejor su mamá tenía razón y era totalmente incorregible.
“Disculpe…,” murmuró.
“Yo… No quería interrumpirla, señorita. Simplemente quería saber si todo estaba bien, ya que hace tiempo que no viene a visitar a mis patrones.”
“Uhm… Todo está bien… Solo que… últimamente tengo muchas cosas que hacer en casa. Eso.” Respondió mirando a sus manos, con ganas de salir corriendo de ahí porque el joven acababa de confirmarle que había notado su inusual presencia.
“Uhm…,” asintió el otro. Pasó un momento de incómodo silencio hasta que Sayaka finalmente se aventuró a mirarle a los ojos y vio que este le sonreía como a veces Sayi y Cho le sonreían después de haberla encontrado en medio de una travesura, o involucrando a las pobres de Sheryl y Mery en una de sus locas ideas. Le veía como una niña pequeña cuyas acciones enternecían. Y si bien siempre se había sentido feliz y contenta de tener la atención de sus hermanas mayores de esa manera, por alguna razón ver que el otro le miraba también así le acongojaba. “Bueno, he de irme ahora. Solo quería saber cómo se encontraba, señorita Bennet. Tenga un buen día.”
“Usted también,” respondió de vuelta bajando la mirada y esperó a que este estuviera finalmente fuera de su vista para recoger todas sus cosas y volver corriendo a casa. Escuchó cómo su mamá le llamaba, pero fue corriendo a su habitación a encerrarse y a sufrir sólo como las niñas de catorce suelen sufrir a esa edad, por un mundo que no terminan de comprender, pero del cual empiezan a sospechar.

No sería hasta dentro de un año que finalmente se volverían amigos.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Puri on October 31, 2022, 07:21:26 PM
Meses antes de que Sayaka cumpliera quince, y de su inminente presentación en sociedad, sucedió que la señora Bennet, entre lágrimas, escribió una carta a su queridísima hermana Miranda pidiéndole auxilio para domar a su hija. Desde hacía tiempo que tanto ella como sus hijas mayores habían estado intentando ayudar a Sayaka con lo que se esperaba de ella: sus pasos de baile, sus modales, su gracia y sus temas de conversación. A pesar de los dos pies izquierdos con los que esta había nacido, habían logrado que aprendiera los pasos más básicos y le habían pedido que fingiera cansancio cuando alguna tonada más difícil empezara a sonar en el salón. Sus modales y etiqueta, que siempre habían dejado mucho que desear, al menos habían sido repasados hasta el cansancio.

El problema, sin embargo, eran su gracia y su conversación. Sayaka caminaba como si fuese dueña de todo el lugar y solía expresarse mucho con sus manos, gestos vistos de mala manera en una señorita de su talante. Incluso cuando se sentaba, no podía estar quieta nunca y solía meterse en conversaciones ajenas llevadas a cabo varios sitios lejos del suyo, faltando el respeto a los comensales más cercanos. Pero peor que todo eso era definitivamente su conversación; ya que, si bien Sayaka era muy lista, inteligente, y podía conversar de cualquier cosa, era muy apasionada, se metía en discusiones y usaba vocabulario impropio no solo de su género, sino también de su edad.

Fue por ello por lo que, una semana después, la menor se encontraba con todas sus cosas en maletas para ir a pasar casi un año entero con su tía Miranda en Londres. Si bien cumpliría los quince durante ese tiempo, no sería hasta unos meses después que Bloomington celebraría su presentación en sociedad anual frente a todas las familias del lugar. Así, entre lágrimas, y abrazando la jaula donde iba su gato (“Madre, si no va el gato conmigo, puedes asegurarte de que volveré a Bloomington caminando de ser necesario”), Sayaka se despidió de su madre, de todas sus hermanas, y se dirigió junto a su padre a Londres. En el camino, este no dejó de recordarle que debía de aprovechar esta oportunidad al máximo porque enviar a una hija por tanto tiempo a Londres era algo costoso, a pesar de la gran ayuda que representaba su tía Miranda. Esto le sentó un poco mal, ya que Sayaka no quería incomodar a su familia de ninguna manera y porque adoraba a su padre, por lo que le prometió de todo corazón que daría su mejor esfuerzo en enorgullecerlos cuando llegara el momento.

Si bien Londres era un lugar emocionante, los días de Sayaka se pasaban de una manera un poco más monótona. Su madre había rechazado la oferta de su hermana de contratar a una institutriz porque no quería deberle tanto dinero y aprovecharse de su hospitalidad, así que se llegó a un acuerdo de que Sayaka estudiaría en las mañanas y sería supervisada por su tía y primo en las tardes, cuando estos tuviesen tiempo libre. Los fines de semana, se dedicarían a pasear, ver atracciones culturales, visitar conocidos, o ir de compras. Es por esto por lo que Sayaka esperaba siempre los fines de semana, cuando había algo de cambio en su rutina, ya que durante las mañanas se la pasaba bajo el ojo atento de un par de criadas leyendo sobre etiqueta, repasando sus pasos de baile, y practicando el piano y el harpa. Cuando su familia llegaba, estos se cercioraban de que Sayaka hubiese hecho sus deberes y empezaban a tomar el té con ella y a conversar, prestos a ver cualquier error y hacérselo notar, a su mortificación. Su tía solía invitar también, una vez a la semana, a una de sus amigas más cercanas y discretas para que les ayudara también con la formación de la menor. Su primo, por su parte, solía ayudarla mucho con su baile y en esto rápidamente mejoró.

Pero incluso las actividades de fin de semana empezaron a perder su brillo también. Ir de compras se volvió, por un tiempo, en una especie de tortura. Sayaka siempre había amado la actividad, pero su tía le explicó que era muy diferente comprar ropa para una niña que para una señorita. De la nada, aparecieron mil reglas sobre el bien vestir, sobre revisar los catálogos de moda, sobre cómo mandar mensajes a través de ciertos colores y cortes, sobre cómo combinar accesorios, sobre decoro y propiedad, y mil cosas más. Hasta aquel entonces sus reglas habían sido “me gusta el color” y “qué bonito,” las cuales tuvieron que ser descartadas por completo.

Luego estaban los paseos al parque y las galerías. Actividades que siempre había amado se volvieron monótonas porque su tía no dejaba de recordarle que una niña podía tener una opinión, pero que una señorita sabía guardársela. Unos meses dentro de su estadía, su tía empezó a llevarla consigo a reuniones para tomar el té con sus amigas en las que Sayaka debía mantener la compostura y tocar un instrumento para las mayores. Era aquí donde se sentía más aprueba, pero, aunque mejoraba cada vez y su tía le solía expresar lo contenta que estaba con ella, Sayaka no dejaba de sentirse sofocada.

Pero todo rendiría fruto, no dejaba de decirse cada día pensando en su buen señor padre que tanto había confiado en ella. Todo rendiría fruto, se repetía a sí misma cuando empezaba a escribirles a sus hermanas y madre, refiriéndoles lo muy feliz que estaba en Londres y sobre el progreso que estaba haciendo. Se lo volvía a repetir en las noches, antes de dormir, cuando más sola y agobiada se sentía, cuando la ansiedad la embargaba con la idea de que nada de esto sería suficiente y que arruinaría todo el día de su presentación, el cual estaba cada vez más y más cercano.

Finalmente, una semana antes del más importante momento de su vida, Sayaka se despidió con mucho cariño de sus familiares y partió de vuelta a Bloomington. Si bien sus hermanas y padres le habían visitado en Londres cada vez que podían, Sayaka añoraba demasiado el caos de su casa, sentirse segura en su habitación, las oportunidades de perderse en el campo, las conversaciones hasta altas horas de la noche con sus hermanas, la sensación de que el tiempo duraba más… Pero al mismo tiempo no dejaba de preguntarse qué pasaría una vez que se presentara ante la sociedad, ya que lo más importante –según su madre– era darse a conocer para encontrar un buen marido. ¿Habría alguien que se interesara en ella? Si bien la costumbre dictaba que sus hermanas mayores se casaran antes, Sayaka sospechaba que sus padres estaban un poco desesperados y permitirían al primer caballero que se acercara a ella a que la desposase, así que “no habría problema.”

La señora Bennet echó a llorar de felicidad al verla bajar de la calesa. “¡Toda una señorita!”, lloró mientras tomaba su rostro y le besaba las mejillas, para luego besarle las manos. “¡Tu regia tía ha hecho un trabajo espléndido! ¡Mírate qué elegante y hermosa estás! ¡Y cuánto has crecido!” A decir verdad, Sayaka se sentía la misma de siempre, aunque suponía que había crecido unos cuantos centímetros y que su ropa, comprada en Londres, le daba un aire más refinado del usual. Le sonrió a su mamá y le devolvió los besos, pensando que no podía esperar el momento de ponerse sus vestidos de lino blanco que tanto le gustaban. Ojalá aún le quedaran, aunque sea por el tiempo en que le demorara confeccionarse un nuevo par.

Aquel día se la pasaron todos en la sala escuchando a Sayaka tocar el piano, servir el té de manera adecuada, y conversar con ellos… No fue hasta la noche, cuando subió a su habitación y Sayi le revolvió el cabello, que Sayaka finalmente le sacó la lengua. La mayor se echó a reír y le dijo que estaba contenta de que aún estuviese viva en el fondo, a lo que Sayaka echó a rodar los ojos. “Juro que me cortaré los dedos antes de tener que volver a tocar el piano una vez que me haya presentado”.
“¿Por qué cortarte los dedos si puedes cortar el piano en trozos?”
“Sí, pero si me corto los dedos tampoco tendré que servirle el té a nadie nunca más”.



Al día siguiente, su madre tenía planeado ir a la ciudad a enviar una carta a su hermana, contándole cómo había encontrado a Sayaka y agradeciéndole su ayuda. Estaba tan contenta por la velada anterior que incluso convenció a su esposo para que toda la familia fuera a tomar el té y a comer pasteles juntos. A decir verdad, esto le emocionaba mucho a Sayaka y ya había puesto encima de su cama el atuendo que iba a portar cuando escuchó la voz de Jacob llamándole a través de la puerta.

“Señorita, lamento informarle que su gato se ha escapado de nuevo…”

Si bien esto no era algo nuevo, Sayaka no pudo evitar sentirse un poco preocupada. Sir Puma Tiger Scorpion no había estado en la casa por muchísimos meses, ¿qué tal si en aquel espacio de tiempo alguno de sus vecinos hubiera adquirido un nuevo perro de caza? ¿O si emocionado por volver al campo, decidía no volver más a casa?

Por su buen comportamiento del día anterior, y tras haberle insistido lo cansada que estaba de ser el centro de atención, su señora madre aceptó que faltase a la reunión familiar para poder ir a buscar al animal (además, no era secreto que para lo mucho que se quejaba de él, adoraba rascarle el lomo en las noches al sentarse en su silla favorita mientras bordaba). Fue entonces que corrió a su cuarto, guardó sus finas ropas para sacar un sombrero y uno de sus vestidos de campo (que con las justas le entraba aún), y salió corriendo por la puerta trasera a buscar a su mascota.

Una vez adentrada en la campiña, Sayaka empezó a gritar el nombre del gato endemoniado, intercalando entre promesas de atún y amenazas de lo que haría apenas lo encontrara por haberle hecho perder la oportunidad de ir a comer pasteles con su familia. Pasó alrededor de una hora y este seguía sin aparecer, lo cual comenzó a preocupar a la joven y a ponerla inquieta. A lo mejor sí se había encontrado con algún problema… Qué tal si tanto tiempo en la capital lo había confundido y ya no sabía cómo regresar a casa… Sayaka siguió llamándolo, pero sentía cómo sus manos habían empezado a temblar del miedo al ver cómo el día seguía avanzando y no había rastros de Sir Puma Tiger Scorpion en ningún lado. Incluso las pocas personas con las que se había encontrado en el camino no lo habían visto tampoco. Decidió, entonces, alejarse un poco del sendero e ir a buscarlo más adentro del campo, recordando la única vez en que lo encontró aterrado y maullando por auxilio al enredarse con las ramas de un arbusto de arándanos.

Pero al llegar al sitio, tampoco lo encontró. Y fue al darse cuenta que ya se había pasado toda la mañana y que la tarde empezaba, que no pudo más y se echó a llorar ahí mismo. Empezó a culparse a sí misma por haberlo llevado a Londres, el pobre seguro estaba confundido y entusiasmado a la vez por volver a casa, que seguramente se había ido corriendo más que de costumbre. ¿Qué tal si había sido disparado al encontrarse husmeando en propiedad ajena? ¿O si un zorro le había encontrado muy cerca de su propiedad?

“Miau~”

Sayaka se volteó ahogándose en sus lágrimas.

“¡Ahí estás, condenado!” gritó y corrió a agarrarlo antes de que se le escapara nuevamente. Sir Puma Tiger Scorpion intentó escapar de su fuerte abrazo, pero Sayaka no lo dejó ir, dándole besos en todo su rostro. “¡Ahora entiendo a mi madre cuando dice que la envejecimos antes de tiempo!” Le reclamó. Como respuesta, el gato se lamió la pata. Sayaka se echó a reír y se secó las lágrimas con su piel, dándole más besos aún.

Finalmente, calmada y con gato asegurado, Sayaka empezó a caminar de vuelta a casa… Pero fue en ese momento en que cayó en cuenta que estaba finalmente en su hogar después de tantos meses, así que se dijo a sí misma que no haría daño darse una vuelta para admirar el paisaje, en el cual ni siquiera se había fijado en su premura por encontrar a su mascota.


Fue así, sin zapatos y sin medias, mojándose los pies en un pequeño arroyo y cantándole a Sir Puma Tiger Scorpion una canción sobre no matar a las palomas, que se encontraron de nuevo.

“¿Señorita Bennet?”

Sayaka se volteó y se encontró con Otabek Altin, en quien no había dejado de pensar pese a su ida a Londres. Seguía igual de apuesto y caballeroso como recordaba… Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos al darse cuenta que el joven había bajado la mirada hacia sus pies. Descalzos y probablemente llenos de barro. Fue en eso que, intentando agacharse para ocultarlos con su vestido que el condenado gato volvió a saltar de sus brazos.

“¡Oye!”, gritó Sayaka, pero Otabek fue más rápido y lo atrapó. “Ah… ¡gracias!” atinó a decir, avergonzada y buscando ponerse rápidamente las medias.

Fue entonces que lo escuchó reír por primera vez.

“No tiene por qué agradecer,” le dijo mientras rascaba la cabeza al gato y le regalaba una sonrisa calmada. El muy desgraciado se veía feliz y contento en sus brazos, como si lo hubiese hecho a propósito. “¿Cómo iba la letra? “¿No las mates, gatito lindo? ¿No las mates, por favor?”
“¡Es que luego llega a la casa arrastrando plumas!” respondió exasperada. “¡Una vez me trajo una medio muerta a la cama y casi me dio un ataque cuando se puso a volar en mi cabeza!”
“Alguna vez escuché que son regalos. Que como los humanos no cazamos nuestra presa, entonces ellos tienen que compensar por sus amos.” Sayaka terminó de ponerse los zapatos y se acercó al joven, el cual depositó a Sir Puma Tiger Scorpion en sus brazos. Miró al gato y cuando este maulló, mirándole con ojos de inocencia encarnada, no pudo evitar rodar los ojos y chasquear su lengua.
“Pues si eso es un regalo, tendré que encontrar alguna manera de que me odie.” Otabek se rio nuevamente.
“Qué ideas pasan por su cabeza, señorita.”

Pero si bien el chico se veía divertido, Sayaka se sintió nuevamente mortificada. Una voz muy parecida a la de su tía Miranda le susurraba que aquella no era manera de expresarse de una señorita, encima tomándose tantas confianzas con un desconocido. Estaba a punto de disculparse cuando el otro le ganó en hablar.

“Hace meses que no la veo,” dijo mientras se quitaba los zapatos y metía sus pies en el arroyo, como había hecho ella. “¿Estuvo fuera visitando a un familiar?” Al decir eso, Sayaka sintió algo en su estómago de la emoción que le daba el que el mayor hubiese notado su ausencia, el saberse reconocida por él.
“¡Estuve en Londres!” Respondió emocionada, olvidándose por completo del decoro. “Fui a visitar a mi tía para poder prepararme mejor para mi debut en sociedad.” Otabek alzó una ceja.
“Disculpe, no conozco esa tradición.”
“¡Oh!” Sayaka recordó en aquel momento que el joven era un forastero. “Pues, cuando las chicas cumplimos 15 años debemos presentarnos ante la sociedad, lo cual es una manera muy refinada y elegante de hacer oficial nuestra edad casadera,” dijo riéndose. “Aquí en Bloomington hacemos un baile al que las familias son invitadas y todos pueden presenciar nuestra salida, pero en Londres, las jóvenes se presentan ante el mismo rey. Aquí nos presentamos ante las autoridades y demás figuras importantes, lo cual lo hace menos interesante y más aburrido,” se encogió de hombros. “También nos vestimos de blanco y mostramos nuestros pasos de baile ante todos. Luego de eso es que finalmente podemos ser invitadas a veladas y a reuniones, en donde también se espera que entretengamos a los demás con conversación y otros talentos, como tocar algún instrumento, o recitar…”
“¿Y qué talento tiene usted?” Preguntó con cierta diversión en su mirada.
“Ninguno,” respondió sin pensarlo mucho y haciendo un ademán con la mano. “No sé tocar tan bien el piano y la lira como mis hermanas mayores, ni soy buena cantando o recitando; además de que mi conversación deja mucho que desear. Y mi madre dice que jugar a las cartas no es un talento, pero ni siquiera soy buena en eso como para que me importe.”
“No sé de qué habla, me parece que es buena conversando.”
“Oh, pues…,” respondió sonrojándose y bajando la mirada, recordando nuevamente que se había sobrepasado al tomarse tanta confianza con él. “Una señorita no debería expresarse de la manera en que lo hago yo… Es impropio tener tantas opiniones y responder impulsivamente, o hacer tantos gestos, como si fuera una niña…”
“…,” el chico se quedó en silencio por unos instantes, pensativo. “Si me permite la franqueza, señorita, no creo que sea algo infantil,” dijo mientras salía del arroyo y se secaba los pies con el pasto. “Simplemente tiene opiniones y es honesta. No hay nada impropio en la honestidad.”

Sayaka se quedó en silencio, observándole mientras se ponía los zapatos. Sintió como si un peso se levantara de sus hombros, al escuchar de sus labios aquello que su mente sentía, pero no había logrado formar en palabras: que simplemente quería hacerse escuchar ante los demás, no por ser impropia o por ser infantil, sino por ser una persona también. ¿Por qué estaba mal que dijera lo que pensaba, cuando tantos otros lo hacían? ¿Y por qué debía de evitar ser directa en vez de decir las cosas como eran? ¿Por qué debía de esconder sus emociones?

Saber que Otabek comprendía eso, la hacía feliz.

Pero antes de poder responderle, el gato aprovechó el momento para saltar de sus brazos y salir corriendo.

“¡Vuelve aquí!” Gritó, pero tras tomar un par de pasos en su dirección, se sintió conflictuada y se volvió hacia el joven. “¡Por favor, discúlpeme! ¡Quisiera conversar más, pero ya ve cómo me tiene esta criatura!”
“No se preocupe,” le dijo con una sonrisa y mirada cálidas. “Podemos conversar otro día.” Al escuchar esto, Sayaka sonrió abiertamente y corrió a tomarle de las manos.
“¡Espero eso con muchas ansias, entonces! ¡Nos vemos!” Le dijo y se volvió para ir corriendo detrás de Sir Puma Tiger Scorpion.



No sería hasta entrada la noche, con su gato durmiendo a los pies de su cama, cuando se dio cuenta de dos cosas. Primero, que había tomado de las manos a un hombre mayor que ella y casi un desconocido. Y segundo, que la mirada de Otabek no era la misma que recordaba de hacía casi un año, la última vez que le había visto.

Ya no le miraba como a una niña. Le miraba como a una igual.
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on February 28, 2023, 08:51:38 PM
(https://i.imgur.com/d4nZuOa.png) (https://i.imgur.com/6aoZnWk.png)

XXII.

Sayi despertó con los ojos ardiéndole de tanto llanto. La calesa continuaba galopando sin parar, tal y como lo había hecho las pasadas horas, apenas tuvo la terrible idea de subirse a ese carruaje.

En su desesperación por llegar a Londres, había tomado la invitación del oficial Stanfield —un conocido en el que confiaba como una amistad y de procedencia noble, considerando su historia en el regimiento- de llevarla hacia Londres.

Solo que… había desestimado las razones de su caridad.

Pues una vez estuvo a bordo de la calesa, el oficial Stanfield reveló su verdadera intención: Que su dirección había cambiado de Londres hacia Escocia, con Gretna Green como destino final, donde pensaba obligarla al matrimonio.

’Sayaka tenía razón’ fue lo primero que pensó, pero ni Sayaka se hubiera imaginado que el oficial había resultado el horror encarnado.

En medio de su espanto y su incredulidad, Sayi intentó explicar que era una proposición absurda e inútil. No tenía derecho a tomar su mano, y si lo que quería era dinero, su padre no tenía suficiente para cubrir un dote anual considerando a sus hermanas y el hecho que ninguna heredaría Longbourn. Pero el hombre era necio y se hizo de oídos sordos, feliz consigo mismo por haberla engañado y por tenerla a su merced.

Y empujándola dentro de la carroza, la encerró sin sus valijas… las cuales fueron tiradas a un lado con tanta violencia que se quebraron al tocar el suelo. Sayi solo pudo observar sus pertenencias esparcidas a vista del mundo, como una cruel huella del horror que había partido de aquí.

Sin una palabra más, el oficial tomó puesto del conductor y arreó los caballos a que empezaran a correr… con destino a norte, dejando Bloomington atrás sin tiempo que perder.




Así habían pasado horas, con el clima empeorando y el cielo cambiando tras horas sin parar. Ahí se encontraba la mayor de las Bennett, cuestionando su vida y decisiones, y deshaciéndose en llanto y suplicas que su raptor se negaba a oír.

Considerando que el cielo empezaba a oscurecer, la inminente noche solo la aterrorizaba más, ante la posibilidad que el oficial tomase su virtud a la fuerza… y dejando el matrimonio como su única esperanza para no terminar peor que nadie.

’Lo ideal sería caerme muerta en este momento.’ pensó, y las lágrimas volvieron a cubrir sus ojos. Se preguntaba si volvería a ver a su familia otra vez, culpándose por su ineptitud e ingenuidad.

El clima continuaba empeorando y Sayi pensó que seguro se detendrían en la próxima hora. Ella no contaba con el físico para hacerle pelea al oficial, por lo que tenía que hacer un último intento por escapar, ahí y ahora. Había intentado abrir la puerta por al menos un par de horas sin éxito… teniendo cuidado de no hacerse notar.

Pero, para su ventaja, el oficial había acelerado la calesa con tal de encontrar refugio por esa noche. Y con eso venía más movimiento, más distracción…

Su ‘ahora o nunca’.



Después de la última tanda de golpes y empujes, sintió la madera moverse y el aire frío erizar su piel. Entonces, una caída rápida, y el primer de varios golpes que le hicieron perder la razón.



No escuchó a la calesa detenerse, el peligro aún presente.

Ni tampoco el grito de un tercer hombre, para su buena suerte, a distancia suficiente para intervenir.

“¡¡Por dios!! ¿¡Qué está sucediendo!?”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on July 31, 2023, 06:37:10 PM
XXIII.

Sus ojos cruzaron de un lado al otro en el mapa frente suyo. Las tropas organizadas en Manchester, Leeds, Sheffield y Birmingham se encontrabas listas para partir, pero lo esperado era recibir la noticia después de las fiestas —una vez los soldados hubiesen celebrado y no quedase más que esperar el final del invierno, y de la guerra.

Las estatuillas cerca de la palabra ‘Birmingham’ formaban una sombra por la chimenea manteniéndolo cálido esa noche. Afuera de su tienda, los cánticos de los soldados en un humor más navideño llenaban el aire de celebración— los presentes azuzados por el alcohol que corría libremente en el campamento.

Era víspera de Nochebuena. Había optado por permitirle a sus oficiales un par de noches de relajo y diversión, considerando el frió y duro invierno que les esperaba cruzando el canal de la mancha.

Sus dedos se posaron sobre la sombra casteada y se percato como esta caía en la ciudad que había visitado el año anterior. Recordó, la abadía que había intentado comprar cerca a Bloomington; la misma ciudad donde había acampado hace casi un año atrás, donde se había encantado por la idea de vivir en la campiña…

Recordó a la joven con la que había conversado en Bloomington y en Londres. La señorita Bennett, si no se equivocaba.

“Capitán, ¿tiene un segundo?”

El canto fuera de su tienda se había apagado cuando uno de sus ofíciales llamó su atención. El aire frio se hizo presente, y el oficial hizo lo posible por limpiar sus botas de nieve antes de ingresar a la tienda.

“¿Sucede algo, Dustan?”
“Señor…” El oficial se limpió la garganta, escogiendo qué palabras usar. Ese teniente en particular era muy elocuente, así que verlo luchar por elegir cómo decir lo que quería compartir le sorprendió ”Verá, uno de mis oficiales tuvo un encuentro de lo más peculiar…’


El oficial lo condujo entre la gente hasta la tienda de uno de los doctores disponibles en el campamento. Un enfermero los dejó pasar, dentro, habían otros un oficial conversando con un policía, mientras una enfermera atendía al enfermo.

El Capitan Ackerman tuvo que parpadear un par de veces para cerciorarse de que no estaba imaginándose cosas.

“Déjame ver si entendí bien” dijo el policía, leyendo las anotaciones que había hecho “Su compañero estaba haciendo las rondas cerca a la via principal, cuando en eso vio una carroza yendo a gran velocidad, irresponsablemente, en medio de esta tormenta” ante la confirmación del oficial, continuó “En eso, esta jovencita abre la puerta de la carroza y se avienta sin reparo por su bienestar. Y el conductor de la carroza…”
“Se detiene, pero al verme acercarme decide abandonar a la jovencita y seguir camino al norte” concluyó el oficial “La jovencita solo atinó a pedir ayuda antes de perder la consciencia”
La enfermera agregó una cobija adicional encima de la paciente “Pobrecita. No deja de temblar”

El oficial se sobó el puente de la nariz, al no tener idea de cómo proceder.

“Por dónde empezar…”
“¿Podríamos mandar una misiva a Londres, preguntando por una lista de personas perdidas?” preguntó el soldado
“Capitán” el teniente Dustan se dirigió a su líder “Tenemos los hombres necesarios para mandar grupos a las ciudades cercanas, y preguntar si alguien conoce a la joven. Si usted lo permite, señor”

El capitán negó con la cabeza.

“No será necesario” respondió “Esta joven es de Bloomington. Una ciudad al sur de Birmingham”
“¿Señor?”

La enferma y los oficiales intercambiaron miradas, confundidos ante las palabras del capitán. Este, sin embargo, se dirigió a su oficial.

“Dustan, averigüe cuál es el hotel más cercano donde podríamos hospedar a esta joven hasta que se recupere”
Title: Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
Post by: Sayi on October 31, 2023, 09:30:21 PM
Cuando abrió los ojos y vio un techo que no reconoció sobre ella, Sayi se levantó de un salto… con tanta velocidad que la cabeza le dio suficientes vueltas para volver a echarla en la cama.

Una jaqueca intempestiva le obligaron a cerrar los ojos, y ocultándose tras sus párpados se vio obligada a recordar los sucesos en los pasados dos días.

La propuesta del señor Souton y su rostro al negarlo. Los gritos de su madre y la mirada decepcionada de su padre. La pelea con su hermana favorita, Sayaka, y la última imagen de ella en su mente… persiguiéndola en la nieve.

El oficial Stanfield y cuan ingenua había sido. La carroza yendo a toda velocidad. La nieve cayendo fuera de la ventana… el aventándose fuera y…

Abrió los ojos de nuevo, percatándose que había una brecha en su memoria, y no tenía idea de donde se encontraba. Tenía una pijama puesta, y tras ver su habitación se percató que su vestido se encontraba doblado sobre una silla junto a la chimenea. La idea de que el oficial Stanfield había sido responsable de todo ella caló en ella un horror tan terrible que pensó su corazón se rendiría en ese mismo momento.

Hubiera sido así, de no ser por una joven que se toco la puerta un par de veces antes de asomarse, llamándola por su nombre. Al verla con los ojos abiertos, y el terror reflejado en su rostro, la jovencita se apuró a entrar a la habitación e intentar apaciguarla.

"Señorita Bennett, que bueno que ha despertado. Todos en el regimiento estábamos preocupados por usted"

Mientras Sayi intentaba elegir cuál sería la primera pregunta que debería preguntar, la joven atendíéndola le dio la información que más quería saber.

"El capitán Ackerman pidió que la llevásemos a verlo apenas despertara. Eso si usted se siente dispuesta... ¿se encuentra bien?"
"Ackerman... ¿acaso estoy en ...Manchester?"
La joven atendiéndola parpadeó un par de veces "Así es... ¿escuchó a alguno de los oficiales? Perdone señorita, pero todos pensabamos que se encontraba inconsciente"
"Lo estaba..." respondió, cruzándose de brazos "No puede ser, Manchester... my familia..."

Había un ápice de esperanza al percatarse que parecía haberse librado del oficial Stanfield, y sin haber sido presionada a un compromiso indeseado. Aún así, el hecho de estar tan lejos de su familia, con sus mentes disparándose en todas direcciones ante su ausencia... debía avisarles, y pronto. Seguro su tía Miranda también se encontraba preocupada al no recibirla.

Recordó la oferta de la joven y le pidió su ayuda levantándose de la cama. Tras asegurarle que se encontraba bien, lo primero que hizo fue ir por su vestido, esperándola en la silla.

"Ayúdeme a vestirme, si tienes tiempo... necesito hablar con el capitán cuando antes"