Author Topic: La caja negra de Ikea (+18)  (Read 9854 times)


Shura

La caja negra de Ikea (+18)
« Topic Start: September 19, 2014, 05:07:42 PM »
Bienvenidas a la caja negra de Ikea! -Porque en una caja negra de Ikea, tus Doujinshi siempre estarán a salvo

¿Qué es la caja negra de Ikea?
Pues una noche de cartas y poker, se estableció un Pacto de Caballeros, las damas correspondientes no se jugaron dinero... se jugaron historias, en papel esta escrito lo que cada una reclamó como premio a la otra.
Y como buenas damas que somos Kora y yo, toca pagar la retribución, y subir todo el bara de Jojo´s Bizarre Adventure que se prometieron.

Así que para no llenar el patio de nabos (porque esa noche se nos fue la mano, oiga), aquí abrimos la caja.

Próximamente- lo que el sillón de Ikea me contó, o, porque un Jojo no se acerca a un bar y otros cuentos para cuando tocas el brazo antes de dormir.

* Indice -
A Little Party Never Killed Nobody -Johnny/Gyro-
The Great Below -Dio/mob-
« Last Edit: September 19, 2014, 06:06:20 PM by Shura »


Shura

Re: La caja negra de Ikea (+18)
« Reply #1: September 19, 2014, 05:58:16 PM »
Estoy desentrenada con las advertencias... pero aquí un Johnny-Gyro ♥



A Little Party Never Killed Nobody

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-Wow, Gyro, felicidades. Te has ganado ser el primero de la etapa.

No es que Johnny estuviera molesto porque no hubieran celebrado juntos la primera y segunda plaza de la etapa, su monótona voz sencillamente era la expresión de su deseo por marcharse a descansar. Gyro Zeppeli regresaba de su baño de masas por el ansiado logro, aspirando grandes bocanadas de aire por el esfuerzo de la carrera y por la subida de adrenalina que le había provocado el grito de victoria del público cuando cruzó la meta. Acercándose a su compañero, Johnny miró a los ojos de Gyro, y algo en su interior se agitó, saltando al descifrar por su mirada, que aquella noche no iba a ser de descanso.

Gyro se mordió el labio inferior con apetito y sus ojos centelleaban guardando un deseo primario, acercándose a Johnny para que le escuchara claramente y sólo él.
-Esta noche tenemos que celebrarlo. -Deslizó las yemas por el interior del muslo del americano apañandoselas para disimular su atrevimiento en público al continuar su recorrido como si sólo hubiera estado acariciando la crin de su caballo.
Nadie pareció darse cuenta, Gyro se retiró dejando a Johnny hipnotizado por la promesa y con una vibrante mezcla de vergüenza y excitación por todas las miradas que podian delatarlos, ahogando un gruñido de impaciencia.
Se inclinó hacia delante para disimular su erección, silbando órdenes al agitado caballo para dirigirse hacia el establo del hotel asignado por la competición, quería calmarse antes de que le ayudaran a bajar del caballo. Los dos jinetes pasarian la noche en el hotel juntos, pero la tarde aún podía resultar demasiado larga para constantes insinuaciones como aquella, con las que ya estaba fantaseando, deseando que cayera la noche y esta les diera la intimidad que necesitaban.

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Pero al llegar la noche, toda la magia se había esfumado.
-Uf, estoy agotado, tenemos que ir a descansar para mañana a primera hora estar frescos.
-¿Descansar? -Johnny llevaba un rato sospechando que aquello podía pasar, sentado en la cama contra el cabecero, sólo con un pantalón ajustado que hacía las veces de pijama, había estado esperando toda la tarde por aquel momento, pero el vaquero parecía más atento de presumir sobre un ficticio titular anunciando su victoria en la etapa.

Gyro bostezo cansado como respuesta y su compañero soltó un bufido de fastidio que sorprendió a este.
-¿Qué te pasa?
-Nada. -Que encima no se acordase, era la gota que colmaba el vaso, le giró la cara para no tener que dirigirle una palabra más.
Pero la curiosidad de Gyro pareció activar sus sentidos, percatándose de la llamada del cuerpo de Johnny, sin camisa con el pecho descubierto y de su marcada entrepierna. Sólo un ciego no lo hubiera notado, aquello le hizo espabilarse y recordar su anterior promesa, mordiéndose el labio y acercándose a la cama de su compañero con los andares insinuantes propios de un felino.

-Nyo~ho ya sé lo que te pasa. -Estaba convencido de que no era tarde, se sentó a su lado aprovechando que este le giraba la cara para besarle en la mejilla y por el cuello.
Su intención era resistirse, le puso la mano en la barbilla para empujarlo lejos de su lado, pero Gyro le comenzó a besar las yemas de los dedos, y el orgullo no iba a calmar el deseo por su Gyro, el cual comenzaba a excitarle con su insistencia. Johnny le pasó el brazo por detrás, acariciandole el pelo y empujandole para que se acercase aún más.

-¿Quieres más?
-Sigue.
A veces Johnny no soportaba aquella faceta de Gyro, en la intimidad, cuando esperaba que fuese intuitivo y se lanzará, en vez de preocuparse por molestarle, o vanagloriarse de lo bien que lo hacía.
Gyro cambió los besos en el cuello por suspiros en su oído y mordiscos en el lóbulo, atrapando entre los labios su saliva, haciendo que escalofríos de placer recorrieran a su amante, al principio ahogando suspiros para liberar gruñidos de impaciencia cuando la mano de Gyro bajo por su estómago… sólo para subir rápidamente hacia el pecho y rozar sus sensibles pezones, acariciarle la cara con la misma mano, intentando girarla para buscar un beso de su boca.

Johnny se lo permitió dejando que el pulgar de Gyro se introdujera en su boca para abrirla aún más, chupándolo con la punta de la lengua y recibiendo la boca de Gyro que sonreía complacido porque le correspondiera aquel beso, creyendose el mejor amante solo con sus besos y por sus caricias.
Avanzando despacio mientras que Johnny iba desesperandose. Mordiendo el labio inferior de Gyro para que captase su provocación. Reaccionando al separarse de la boca de Johnny para descender por su cuello, y volver a subir hasta su boca y atrapar sus labios que se arrugaban en desacuerdo, besándole con fuerza y cierto rechazo para que se separase lo más rápido posible, pero obteniendo todo lo contrario cuando Gyro sólo aprovechaba para buscar la lengua de Johnny dentro de su boca, más pasional que instintivo.

El juego de provocarle estaba ascendiendo a unos niveles insoportables para Johnny que comenzaba a perder la paciencia y a dejar paso a sus instintos.
Tomando la mano de Gyro que le apretaba por la nuca para profundizar el beso, y llevandola directamente sobre su endurecida entrepierna.
-Joder Gyro, date prisa y tocame la polla. -Lo agarro de la pechera, separándose mareado y recuperando el aire antes de atraerlo, forzandole para que quedara sobre su boca, invadiendo con su lengua sin darle tregua.
Aunque Gyro intentase corresponderle, no llegaba a su ritmo. Y la impaciencia de su amante, aunque excitante, le resultaba divertida.

Con la mano libre de cada uno de ellos, Gyro le ayudó a bajarse el pantalón, apretando la erección y dejando que la mano de Johnny sobre la suya marcase el ritmo que prefería.
-Estabas impaciente por esto ¿verdad? -Se le escapó su característica risilla mientras Johnny bajaba la cabeza buscando oxígeno extra, el cabello rubio se le pegaba a la frente a causa de un velo de sudor, observando a Gyro acelerando el ritmo de la masturbación para mejor disfrute visual de ambos.

Enseguida sintió como el calor explotaba desde la punta de su pene y se quedaba ahí para mandar placer a todo su cuerpo, llenando las manos de Gyro de líquido preseminal que le servía para deslizar su mano aún más rápido. Johnny se dejó llevar por aquella mano, sabía bien donde tocaba, cuando estirar los dedos para tocar por debajo de la base mientras con la palma no dejaba de martillearle el pene, sabía cuándo cambiar el ritmo de masaje por la excitante tensión para darle una nueva sensación de placer que le hacía perderse entre el calor de aquella mano y su cuerpo, de las exclamaciones que salían de su boca y de los mordiscos de Gyro en su cuello y boca.
Le echó los brazos por detrás cuello para abrazarle, a punto de terminar… pero algo pasó.

Se sintió ahogado y embotado de excitación, confundido, Gyro había parado de golpe de masturbarlo, tenía que haber estado un rato hablándole pero no lo había escuchado.

-Johnny tranquilizate. Esta vez no estamos en el desierto, y si sigues gritando así, van a pensar que te estoy matando. -Pero más allá de estar preocupado, Gyro parecía bastante divertido.
Al contrario que Johnny que con el rostro ardiente, entre el velo de excitación de sus ojos, aún podía verse que estaba enfadado.
-¿Y por eso paras? -Le avergonzaba haberse descontrolado para que le reprendieran, pero por otra parte, Gyro podría haber gastado el esfuerzo en avisarle, en haber continuado cuando le quedaba tan poco para correrse.
-Uno de los dos tiene que tener dos dedos de frente, y como el mejor jinete de este hotel es mi obligación, podrían espiarnos para descubrir si hicimos trampas para ganar la etapa.
-Oh, no tienes porque preocuparte , Gyro. Nadie piensa que seas el mejor jinete, pensaran que has tenido una suerte de escándalo, y que pierden el tiempo si quieren espiarte.

Gyro arrugó el labio en una forzada sonrisa, apartándose unos centímetros de Johnny y cruzándose de brazos resuelto.
-Voy a hacer como que no sabes lo que has dicho, y lo que voy a hacer es que si admites que soy el mejor jinete de la Steel Ball Run, terminaré lo que he empezado contigo y te dejaré correrte, -dejo un instante de silencio lleno de insinuación-, donde tu pidas, Johnny. -Se pasó la punta de la lengua por el labio inferior para provocarle del todo.

Pero Johnny se enfadó tanto con aquel juego del demonio, que no pensaba ni entrar en ello. Llevó su mano rápidamente a su entrepierna para terminar él mismo el trabajo, pero Gyro le retuvo la mano por la muñeca por encima de su cabeza, acercándose sobre Johnny para lamerle el pecho y tener el otro brazo de este atrapado por  el peso de su cuerpo.
-No se vale hacer trampas, Johnny, sólo tienes que admitirlo y esto terminará. -Le sostuvo la mirada, acercándose poco a poco para volver a besarle el cuello con besos dulces y largos con los labios contra su piel, jugando para que confesara.
-Tienes suerte de que no te hayas caído nunca porque no sabes ni atar la silla de montar. Diego al menos  parece un jinete y no un espantapájaros que han subido a un caballo.

Quizás se hubiera pasado con aquello, estaba demasiado desesperado por las atenciones de Gyro y cansado por sus juegos, que se alargaban más de lo que una persona como él podía aguantar.
El italiano se echó atrás, sorprendido por aquellas palabras, liberando sus manos sin que este hiciera nada salvo desafiarlo con la mirada.

Gyro se apartó de la cama dejando a Johnny aguantando el tipo, cuando realmente se sentía como una mierda por lo que le acababa de decir.
Pero el desasosiego, dejó paso rápido a la sorpresa cuando Gyro sacó de la bolsa de equipaje un repuesto de tiras de cuero para la carrera, deteniendose un momento para disfrutar de su sorpresa y dejar a la imaginación de Johnny lo que iba a ocurrirle.
-Te voy a dar unas lecciones de como atar a tu caballo, y cuando termine, tendrás que admitir quién es el mejor jinete, Johnny.

Se lanzó contra la cama haciendo que el cabecero de madera golpease con fuerza contra la pared, apoyándose con la rodilla rozando la entrepierna de Johnny que ahogó un grito de dolorosa excitación sobre la boca de Gyro, que aplastaba la lengua contra la suya haciendo que la saliva de ambos les manchase la comisura del labio.
Johnny se dejó llevar, resistiéndose lo justo como para que aumentase el calor y la excitación de ambos. Notaba las manos de Gyro apretarle las muñecas, llevarlas a la espalda para atarlas juntas, el vaquero le aplastaba tumbado sobre él, con el pecho de ambos subiendo y bajando. Gyro le iba mordiendo la clavícula reduciendo sus fuerzas cuando Johnny intentaba sacárselo de encima, mordiéndose el labio inferior frustrado porque Gyro aun no le daba el alivio que tanto iba ansiando, prefiriendo separarse de su lado y admirar la obra que había creado.

-¿Qué tienes que decir a esto? Te tengo bien atado.
“Estas ataduras son una mierda, has usado demasiada correa y se aflojan.” Se guardó aquel pensamiento dentro, sólo por la curiosidad de a donde iba a llegar aquella situación. Acabando por tragar saliva, sintiendo un escalofrío nervioso ante el siguiente movimiento de Gyro.

Sin perder la sonrisa, Gyro sacó de la bolsa la fusta de jinete, atrapando golpecitos en la palma de su mano mientras sonreía a Johnny.
-Nyo~ho, aun estas a tiempo de admitir quién es el mejor de los dos.
-Ten cuidado y no te golpees en la cara con eso. -Ahora era Johnny el que se regodeaba por dentro de la reacción de Gyro.
-¿Por qué tienes que ser así, Johnny? -Ahogó una protesta mientras rodaba los ojos, pasando la punta de la fusta por su lengua para humedecerla.

El americano prefirió no contestar, intentando permanecer inmutable cuando la punta de la fusta se deslizó lamiendo su pecho, a lo largo del esternón hasta su mandíbula, levantando el rostro forzado por esta.
La mirada de Gyro había cambiado, muy similar a la que le había brindado al ganar la etapa, echando el aire largamente mientras sus ojos le recorrían hambrientos y empañados por la excitación, con Johnny mirándole desde la cama, con la piel brillante por el sudor y el esfuerzo que le suponía estar atado, con los labios llenos de saliva y su sexo rojo impaciente y dominado por las reacciones de Gyro.

-Tendrías que verte desde aquí, pero que bueno estas cariño. -Se inclinó para besarle, Johnny abrió la boca todo lo que pudo para recibirle, mezclando sus lenguas tan húmedas que cuando Gyro se separó, un hilo de saliva aún les unía, rompiéndose y cayendo sobre los labios de Johnny.
Gyro restregó contra el pecho del americano su erección aún atrapada por el pantalón, levantándose la camisa para que Johnny pasara su lengua por su estómago, recorriendo hacia abajo el camino de pelito que llevaba hacía su entrepierna aun encerrada, mordiendo el bulto cubierto por la tela, seguro de que así no le hacía daño, pero seguro de que Gyro captaria lo hambriento de deseo que se encontraba.
 -Qué cachondo me pones Johnny. -Su voz cada era cada vez más pastosa por la excitación, volvió a descender hasta su boca, bajando esta vez con su lengua marcando un recorrido por su barbilla, bajando hasta el bajo vientre y sin detenerse hasta que atrapó la erección de Johnny en su boca.

El momento de alivio que había estado esperando, estaba tan caliente que la húmeda boca de Gyro fue como un oasis, atrapando entre la lengua y el paladar, cada terminación nerviosa se tensaba y relajaba a su movimiento mandando olas de placer que le hicieron echar la cabeza hacía atrás y liberar gemidos húmedos. Retorciéndose con dificultad por mantener las manos atadas y que el juego no terminase tan rápido, Gyro marcaba su propio ritmo sacandola y metiendola en la boca, apretando con su mano la base o haciendo que esta le acompañase en el movimiento.
Johnny echó la cabeza hacía delante cuando su mirada y la de Gyro se encontraron, sacandosela de la boca, y tan húmeda y caliente como estaba, llena de saliva y líquido preseminal, comenzando a frotar y golpearse la mandíbula y los labios con el pene.
-¿No decías que tuviera cuidado y no me golpease la cara con “eso”?
-No es el momento para chistes malos. -¿Qué había hecho Johnny para merecer eso?

Por suerte Gyro lo volvió a traer a la línea del placer y el éxtasis, con su lengua llenando su pene de saliva, restregandolo contra sus mejillas, su dura mandíbula y acabando en los ardientes, suaves y húmedos labios. Johnny no tuvo tiempo de avisarle cuando la corriente de excitación le recorrió desde el estómago hasta la punta de su miembro, liberando su esencia que fue a parar sobre el pecho y la boca de Gyro, recogiendo con su lengua y saboreando el resultado del éxtasis que él mismo había provocado.
Johnny respiraba entrecortadamente hipnotizado por la escena, Gyro acariciaba suave y distraídamente su pene mientras se bajaba los pantalones hasta los tobillos masajeando también su sexo al mismo ritmo, aliviando con placer, el ansia que había provocado ver a Johnny en aquel estado, sosteniendose la mirada aún excitados.
-Entonces, Johnny, ¿admites que soy el mejor?
-¿Eh…? -Hubiera querido preguntar “¿qué?”, pero aún estaba intentando conectar con la realidad después de aquel subidón de placer.
-Qué soy el mejor jinete de todos.

Johnny aterrizó de golpe. Cuando aún estaba disfrutando del momento tenía que venir Gyro con aquello y cortar el rollo, haciendo que, más rápido de lo que creía posible, se sintiera enfadado.

Gyro no pudo evitar una mueca de disgusto cuando reconoció la llama que ardía en los ojos de Johnny, aquella que indicaba que además de enfadado, no tramaba nada bueno para quien hubiera creado aquel sentimiento, que en aquel caso, era él.
Una risa entrecortada y nerviosa salió de sus labios cuando Johnny se soltó las manos de la espalda y le enseñó la correa de cuero suelta.
-Si quieres ser el mejor jinete… primero hay unas lecciones que tienes que aprender. -Con sus manos tensó de golpe la correa que por el golpe restalló poniendo los pelos de punta a Gyro.

Con cada extremo en una mano, Johnny lanzó la tira de cuero por detrás del cuello de Gyro, acercandolo a su lado, teniendo que apoyar las manos en el colchón a los lados de Johnny, a cuatro patas, para mantener el equilibrio, con sus rostros muy cerca.
-Te recomiendo que seas obediente Gyro, no quieres que haga esto por las malas.
-Nyo~ho ¿y qué tengo que hacer? -Le sonreía casi restándole, nada de lo que Johnny pudiera hacerle iba a asustarle, y si le ataba, seguro que podía liberarse igual que lo había hecho Johnny.
O eso esperaba.

-Ponte de rodillas.
A Johnny no le pasó desapercibida la erección de Gyro estaba tan húmeda que parecía que prácticamente se había corrido antes de bajarse los pantalones. Cuando se puso de rodillas a su lado, el calor que desprendía el pene de Gyro, llamaba a su propia sexualidad sintiendo como su sexo volvía a endurecerse, pero aún no era el momento de aliviarse a ambos y menos de aliviar a Gyro después del calvario por el que le había hecho pasar.

Hizo una señal con las manos y Gyro las junto delante de su cuerpo, aprovechando entonces para atar las muñecas con una sola tira de cuero, dejando un extremo que controlaba Johnny y el otro atado a uno de los tobillos de Gyro.
Johnny observó su trabajo, sonriendo peligrosamente. Era simple, pero resultaría eficaz para Gyro, que lo miraba con una expresión de insatisfacción, propia de que no terminaba de creer que aquello fuera suficiente.
-Menudas ataduras, puedo soltarme en cuanto… !

No, no podía soltarse.
Estar atado con una sola tira hacía que esta no cediera cuando forcejeaba por soltarse, y estar atado al tobillo, le retenía a él mismo para facilitar el movimiento.
-Si tienes ganas de hablar, te recomiendo que aproveches para sentarte aquí, voy a enseñarte a montar. -Con el extremo del cuero, tiraba de Gyro mientras que con la otra mano se sujetaba la base separando el pene hasta apuntar hacía su amante.
-Johnny, no creas que esto que haces no me gusta… -tragó saliva nervioso y excitado, pero el sentido común le recomendaba no hacer caso a Johnny mientras se mantuviera en aquel estado donde sus ojos brillaban con aquella llama incontrolable, fría y dominante-, pero no puedo moverme tanto como me gustaría si me tienes así atado.
-¿Tu crees?

No iba a dejar que Gyro se negase por las buenas, tomando la fusta, apretando a Gyro aún más fuerte con la correa cuando se revolvió nervioso. Controlaba perfectamente como tenía que golpear para no hacer daño, y quizás aquella vez, le golpeo un poco más fuerte de la cuenta en el costado de la pierna.
Gyro alzó en exclamación el nombre de su amante, que apretó aún más fuerte de la correa cuando volvió a golpear en el mismo sitio ya sensibilizado por el primer golpe. Cuando Gyro enfadado y avergonzado, comenzó a obedecer y a duras penas comenzaba a arrastrarse sobre Johnny hasta acomodarse sobre las puntas de sus pies, en un precario equilibrio sobre la entrepierna de su amante.

Johnny abandonó el extremo de la correa para dejar a Gyro toda la libertad de movimiento de la que pudiera valerse, agarrando el aceite del cajón de la mesilla que había preparado para la noche y extendiendolo sobre su pene, mientras con la fusta daba leves indicaciones de hacia donde tenía que moverse Gyro.
-Tendrías que verte desde aquí, Gyro.
Con las rodillas separadas, y totalmente expuesto haciendo un esfuerzo considerable para mantenerse sobre el pene de Johnny, el pecho le subía y bajaba rápidamente por el esfuerzo, apretando los dientes y con la cara teñida de rubor y el sudor que le pegaba el pelo a las mejillas, le brillaba el rabillo del ojo por una lágrima que se le había saltado a causa del golpe, pero su erección, cada vez más húmeda y enrojecida, delataba que aquel juego no le disgustaba.
-¿Te das cuenta de que, antes o después, me desataré y te daré una ostia que te va a sacar el sagrado cadáver bailando?
Johnny tomó la tira de cuero de su mano, dio una vuelta por su cuello y todas las que pudo por alrededor de la boca de Gyro que gruñía enfadado, no por lo humillante de la situación, si no porque no podía hablar. 
-Ya esta bien de chistes.
“No es un chiste.” -Gyro ahogó una exclamación de excitación cuando Johnny lo agarró del pene, tirando hacia arriba para que alzase la cadera y pudiera ver con más facilidad la entrada de Gyro, las rodillas le temblaban por el esfuerzo de mantener el equilibrio.
-Aguanta.

Con sus dedos llenos de aceite, comenzó a explorar entre las nalgas de Gyro al que recorrían espasmos de excitación y dolor por la situación, apretando los párpados cuando le temblaban las rodillas y los gemidos ahogados escapaban de entre las tiras de cuero de su boca que comenzaron a humedecerse por su saliva. Hasta que empezó a acostumbrarse al ritmo marcado por Johnny y a disfrutar del movimiento, de como entraba en él y en cómo se dedicaba a prepararle para lo que estaba por venir.

La primera falange entró en su interior sin problemas, dando vueltas para dilatarlo, cuando entró el segundo, el aceite y aquel masaje permitía que lo dos dedos explorasen finalmente sin problemas. Apretando las húmedas paredes con las yemas, sacandolos de su interior en una abierta tijera que hizó que Gyro comenzase a gemir ahogado por el cuero que le tapaba la boca, sudaba y se sacudía deseando que Johnny terminase con aquella tortura o que por lo menos le permitiera ponerse un poco más cómodo para no tener que lidiar con el placer y la resistencia de su cuerpo.
Pero ahí era donde quería llegar Johnny, los dedos abandonaron el interior de Gyro, tomando su pene desde la base y dejando que la punta se juntase con la entrada. Johnny tiró de la tira de la boca para obligarle a empezar a bajar.

Gyro abrió los ojos mirándolo suplicante, no estaba acostumbrado a que entrasen en su interior, aunque Johnny se había asegurado de que era suficiente y estaba preparado, Gyro estaba demasiado nervioso como para no temer que aquello le fuera a doler.
La punta del pene de Johnny entró con facilidad, Gyro temblaba sobre ella gimiendo más nervioso que excitado, casi sin respirar. Pero el contacto había sido suficiente como para que Johnny, experimentase un placer jamás conocido.
Gyro apenas entró un centímetro para detenerse, decidido a abandonar aquella aventura y utilizando sus últimas fuerzas para salir.

En cuanto Johnny sintió el amago, tomó la fusta golpeando las nalgas de Gyro, que tembló, relajandose un instante para que pudiera entrar la mitad, se asustó el tiempo justo para saber que su cuerpo se adaptaba con facilidad y prácticamente le dolía más el golpe y el orgullo, que el sexo de su amante entrando en su interior, que era un dolor llevadero y que lo inmovilizaba del placer de sentirse lleno.
El golpe había servido para relajarse, centrándose y mirando a los ojos de Johnny, ya sin miedo en ellos mientras se concentraba, relajandose para que entrara cada vez más.

-Aprendes rápido, Gyro. -Soltó la fusta para llevar sus manos a las nalgas, pellizcando y masajeandolas, acelerando que su pene cada vez quedase más enterrado en ellas y que Gyro comenzase a acompasar su respiración que salía sonora porque Gyro mordía las tiras de cuero, Johnny le besaba por los hombros y el cuello agradeciendo aquel placer e intentando distraer a Gyro del dolor.
Por fin dentro, Gyro pudo acomodarse sobre sus rodillas con la espalda llena de un velo de sudor por el esfuerzo y los nervios, el alivio se vio acompañado de sentirse lleno, Gyro se balanceaba hacia delante y atrás deslizándose sobre Johnny que entraba y salía a su ritmo, comprobando lo sensible que resultaba Gyro, al pellizcarle sobre la zona dolorida y morderle los pezones cuando el pecho de este se quedo a su altura.

Por fin en el juego que el italiano se dejó llevar, gracias a la saliva que había hecho deslizarse las tiras de cuero, sacando la lengua entre estas para alcanzar la boca de Johnny que tiraba para que sus lenguas se juntaran, sacudiendo la erección de Gyro al ritmo del galope que le daba Johnny al sacudir sus caderas, la posición de Gyro hacía que cayera totalmente sobre su pene con el placer de que Johnny llegase totalmente a su interior, abriendole hasta creer que de puro placer se podía partir en dos.
La presión en la base de sus sexos, y la fricción de Gyro estaba a punto de hacerle llegar al extasis, gimiendo con el nombre de Gyro en los labios, esperó a que su amante estuviera totalmente ensartado para apretarle las nalgas dolorosamente clavándole los dedos, y viniendose en su interior. Gyro no se lo esperaba, y cuando el calor le hizo sentirse lleno, echó la cabeza hacía atrás con el nombre de Johnny entrecortado entre suspiros apasionados, sintiendo como su esencia salía también humedeciendo su propio miembro y el vientre de Johnny.

Aun con el pene del americano dentro, cayó de rodillas con la cara sobre la curva de su cuello, respirando el mismo aire viciado y lleno de sexo que respiraba Johnny. Con la tira de la boca que ya estaba caída a la altura de la barbilla, Johnny aspiro el aroma de Gyro instándole a girar la cara y besarle, pero cuando metio la lengua dentro de la boca de Gryo, esta quedó atrapada por los dientes que le apretaban lo suficiente como para no devolvérsela hasta que Johnny le puso la mano en el pecho apartandole.
-Ese es tu castigo por el rato que me has hecho pasar.
No era para tanto, y más porque Gyro enseguida sonreía satisfecho con aquella travesura, como si aún se hubiera salido con la suya. Johnny dibujó una media sonrisa para no quedarse atrás ahora que el momento seguía siendo tan placentero.
-No eres tan mal jinete como esperaba Gyro.

No era toda la victoria que Gyro esperaba, pero de boca de Johnny, aquello era todo un halago. Y los halagos en la cama eran mucho más satisfactorios.

----

A la mañana siguiente, dio comienzo la nueva etapa.
-¡Gyro! ¡Date prisa! Diego nos adelanta. -Johnny azuzó a su caballo inclinándose sobre este para ganar velocidad al galope y dejando a Gyro atrás en un suspiro.
-Jodido Johnny… -Gyro intentó inclinarse y darle vida a su caballo… pero un dolor muy característico le impedía dar todo su potencial haciendo que una lágrima le asomara por el extremo del ojo, tapando su expresión bajando el ala de su sombrero.
“La tiene tan dura que no se da cuenta de como me ha dejado…”
Si Johnny tenía más arranques como los de la otra noche, se le iba a acabar a Gyro el llegar primero a la meta.


Kora

Re: La caja negra de Ikea (+18)
« Reply #2: September 19, 2014, 06:02:59 PM »
-
« Last Edit: August 31, 2021, 04:15:46 PM by Kora »


Kora

Re: La caja negra de Ikea (+18)
« Reply #3: December 28, 2014, 11:44:58 AM »
Ideas que salen y tienes que escribirlas sí o sí... y como no tengo otro sitio en el que dejarlo, aquí va.


Coming Up Tails
Joseph/Caesar

Quiero volver atrás.
Déjame ir a aquel día, ¿qué no daría por verte una vez más…? Esta vez, haré las cosas bien.


Joseph se despertó respirando ajetreadamente, con el corazón martilleándole en el pecho tan fuerte que parecía que iba a romperle las costillas desde dentro. Su pecho, desnudo y cubierto en sudor, subía y bajaba a un ritmo acelerado, y se incorporó para retomar el aliento, pasándose una mano por el pelo. No recordaba qué había soñado, pero el miedo tardó unos segundos más en aflojar su abrazo.

¿Cuántos años hacía que no tenía una pesadilla tan intensa? La última vez que se había despertado así, aún era excusable que fuera a buscar a su abuela para que le consolara. Tal vez la idea de que el anillo en su corazón podría matarlo en unos días le estaba afectando más de lo que creía… y aún más de lo que quería admitir.

A su lado, un bulto se removió por debajo de las mantas. Incluso de buena mañana, Caesar tenía un aspecto encantador: el pelo rubio revuelto, los párpados ligeramente caídos por el sueño y una media sonrisa. En cuanto lo miró, su respiración volvió a un ritmo más relajado, pero era una calma incierta, tensando la presión en su pecho.

- Buenos días, Jojo.

Aún tumbado sobre su costado, Caesar alargó la mano y deslizó los dedos sobre el antebrazo de Joseph, sacándole un suspiro corto. Frunció ligeramente el ceño al mirarle a la cara.

- ¿No has dormido bien?
- N-no. Quiero decir, sí… - Joseph suspiró, frotándose la cara con ambas manos. - He tenido un sueño raro, no pasa nada.
- Ya eres mayor para tener pesadillas.

La condescendencia en su tono era sólo de broma. Caesar se incorporó, y rodeó el cuerpo de Joseph con un brazo, apoyando la cabeza en su hombro después de dejar un beso en la piel.

- No te preocupes, hoy termina todo. - Susurró, moviendo los labios hacia su cuello. Joseph sintió como se le erizaba el vello por todo su cuerpo. - Mmmh, todavía tenemos un rato hasta que amanezca…

Algo parecía haberlo poseído, llevando inmediatamente las manos a ambos lados del rostro de Caesar y acercándolo hasta poder besarlo. Gimió nada más sus bocas se encontraron, sorprendiendo al otro por un instante.

Pero Caesar enseguida se acogió al ritmo, y Joseph se dejó empujar sobre la cama, con los brazos del otro rodeándole la espalda al mismo tiempo que profundizaba el beso. Se separaron para tomar aire poco después, aún unidos por las manos que recorrían sus cuerpos, lentas pero sin dejar de moverse por la piel en ningún momento. Caesar le sonrió con los ojos entreabiertos.

- Vaya, Jojo, ¿seguro que no has tenido otro tipo de sueño? - Dejó ir una risa suave, acariciando su costado. - Da igual, me da que voy a tener que calmarte de todas formas…

Tan hábil como era Caesar, no tardó en relajarlo en más de un sentido, pero seguía sintiendo sobre sus hombros aquella inquietud que lo había apresado desde el momento en que se había despertado.

- Deberías volver a tu habitación antes de que el resto se despierte. - Le recordó Caesar, aún jadeando.

Joseph asintió, y recibió un beso en la barbilla. Abrazó a Caesar, apretándolo contra sí mismo.

- ¿Por qué tengo que ser yo el que se levante? - Exageró la queja en su voz, sin soltar al otro. - Ahora quiero dormir un rato más.
- Jojo, vamos… - Caesar se deshizo de su agarre, apoyándose en las manos para levantarse. - Hay muchas cosas que hacer hoy.
- Ugh. Si me vas a echar, vale. - Joseph se levantó con un aspaviento, no sin antes recibir un codazo en las costillas.

Volvió a su habitación terminando de ponerse el pijama, procurando que nadie lo viera salir de la habitación de Caesar, y se dejó caer en la cama, hecha a medias. No la había usado mucho la noche anterior, precisamente, nada más que para esperar unas horas hasta que entrara la noche.

Iba a considerar que era inútil ponerse el pijama si iba a cambiarse apenas unos minutos después, pero un zumbido interrumpió sus pensamientos, retumbando en sus oídos. Se llevó las manos a las sienes, frotando para intentar que desapareciera, y después, sólo hubo silencio.

Algo terrible iba a pasar aquel día.

No sabía cómo había llegado a aquella conclusión, simplemente, al sentarse sobre su cama para buscar su ropa, las palabras se habían colado en su mente, como agua entre las fisuras de una pared. El miedo volvió a apoderarse de él, levantándose sin darse cuenta, buscando algo sin saber el qué. Sacudió la cabeza, tratando de volver en sí mismo.

Creía que podría dejarlo como un extraño arranque de pesimismo hasta que al lavarse la cara, su cabeza se inundó con la misma sensación de alerta, una voz que intentaba avisarle de algo pero que no podía entender. El mundo pareció tambalearse a su alrededor, obligándole a apoyarse en el borde del lavabo a riesgo de perder el equilibrio.

Caesar… ¡¡Caesar!!

Jadeando, se echó más agua al rostro. La idea de que Caesar iba a morir aquel día se había instalado en su mente, golpeándole como una ola. Son sólo nervios, se regañó a sí mismo, casi avergonzado por hasta qué punto había dejado que el arrogante y pretencioso italiano se hubiera vuelto tan esencial en su vida.

Era, además, un insulto para ambos. Después del tiempo que habían estado entrenando, no podía menospreciar sus habilidades de tal forma. Saldrían vivos de aquel encuentro, podía dejar sus miedos a un lado. Podía confiar en Caesar, en Lisa Lisa, en sí mismo. Y sin embargo…

¿Por qué sabía que Caesar no llegaría vivo al final del día?

No era una premonición. Lo sabía, como si lo hubiera leído en alguna parte, grabado en piedra. Caesar no estaría con él cuando terminara la batalla, y era aterrador. Cerró los ojos, respirando hondo. Son sólo nervios, repitió mentalmente, sólo algo que quizá le confesaría a Caesar una vez hubiera terminado todo, quien probablemente se burlaría de él.

Terminó de vestirse, y llegó al comedor del hotel, donde el resto del grupo estaba esperándolo ya. Lisa Lisa le dirigió una mirada molesta, frunciendo el ceño.

- Jojo, no está la cosa como para que te tomes toda la mañana para prepararte. - Le dijo la mujer, sujetando una taza de café humeante con ambas manos.

Desde luego, esperaba que Lisa Lisa no tuviera nunca hijos, por el bien de éstos. Cuando su maestra se giró para seguir hablando con Messina, Caesar le dedicó una media sonrisa.

- La maestra tiene razón, Jojo. - Sentado al lado de Lisa Lisa, Caesar le miró, arqueando una ceja y dedicándole una media sonrisa. - Es de mala educación hacernos esperar para el desayuno.
- ¡Pero si habéis empezado sin mí! - Joseph chasqueó la lengua. Era preferible que nadie sospechara nada, aunque a veces estaba seguro de que Caesar lo pinchaba por pura diversión.

Joseph se sentó en una de las sillas, y se sirvió un plato entero de cruasanes recién hechos. Aunque su cuerpo le pedía, o más bien, le exigía un montón de comida al empezar el día, cada trago parecía casi imposible. Por un momento, echó de menos el anillo de ACDC en su garganta, ya que al menos con él hubiera tenido una buena excusa.

Después de pasar la mañana calentando junto a Caesar y Messina, el grupo finalmente empezó a preparar la ofensiva. Joseph aún estaba terminando su almuerzo, un plato de marisco que para cualquier persona normal hubiera sido una cena de lujo.

Aunque había sido cruel haberle hecho tal gamberrada al gato, Joseph se sintió mejor una vez se hubo distraído un poco. El animal se levantó con un giro muy poco grácil y salió corriendo, sacando una risita a Joseph.

Sin embargo, era algo superficial, no podía olvidar el momento crítico en el que estaban. La hora de enfrentarse a Cars y Wham se acercaba, y Lisa Lisa se encargó de recordárselo, llamándolo para terminar de revisar sus planes.

- ¡Vale, vale, ya voy! No hace falta que grites.

La mujer arqueó una ceja, no se le había escapado la tensión en su voz, aunque nunca se dejaba ofender por las palabras o tono de Joseph.

No era la posible venganza de Lisa Lisa en un futuro lo que más le preocupaba. De reojo, cruzó su mirada con Caesar. Sus párpados estaban entrecerrados en una expresión que no era capaz de descifrar, mirando más allá de él, y su corazón se encogió al pasar por su lado, palpitando aceleradamente.

Messina había empezado a hablar, aunque no estaba prestando mucha atención. Ya sabía lo que dirían. La dirección a la que estaba dirigida la piedra de Aja era un hotel atrancado hasta las ventanas, el escondite perfecto. Era una explicación que ya sabía, y simplemente, desconectó.

El hotel, irguiéndose a lo lejos, entre la nieve, era más amenazador de lo que hubiera podido creer en un principio.

 - ¿Es que no es obvio? ¡Atacaremos ya mismo!

Un escalofrío recorrió su espalda como una descarga eléctrica, tensando cada músculo a su paso. Joseph se apoyó sobre la barandilla de mármol, encarando a Caesar.

- ¡No!

Todos, incluyendo Caesar, se giraron hacia él. Había sido una respuesta visceral, impulsado como por un resorte ante la propuesta de Caesar. Era una locura, lo sabía, sabía que iba a salir mal. Sabía que aquel plan iba a matarlo, y tenía que detenerlo antes de que echara raíces.

Las miradas del grupo estaban fijas en él, esperando una explicación por la súbita negativa. Pero no era sólo el miedo irracional que habitaba dentro de él desde el mismo momento en que había despertado: el plan de Caesar era un suicidio visto desde cualquier punto de vista.

- Cars ha sobrevivido miles de años en los que le habrán atacado durante el día. ¿No os dáis cuenta? Creemos que la ventaja es nuestra porque el sol está en lo alto, ¡pero eso es exactamente lo que quiere!

Ignoró la protesta de Caesar. Necesitaba convencerlo del error que estaban a punto de cometer.

- ¡No haremos otra cosa que ir directos a una trampa!

Joseph se cruzó de brazos, observando de reojo cómo la expresión irritada de Caesar se volvía en la máscara de falsa seguridad y condescendencia con la que cubría su enfado.

- Vamos, Joseph. ¿Estás asustado de verdad? - Dijo Caesar, acercándose hacia él, y Joseph se giró para encararlo. No le engañaba mirándolo con la barbilla alta y los párpados ligeramente caídos, todo desafío sutil. - ¡No pareces tú!

Había más inquietud dentro de él que molestia por la clara provocación de Caesar. Éste estaba dispuesto a apelar a cualquier cosa por seguir con su absurdo plan suicida, pero Joseph estaba seguro de que tenía que negarse ante la más mínima posibilidad.

- Lucha sólo cuando la victoria está asegurada. Eso dijo Sun Tzu, ¡y se aplica claramente aquí! - Negó con la cabeza, tratando de sacudir el zumbido que empezaba a resonar en sus oídos. - ¡He dicho que no vamos!

Caesar lo cogió del cuello de la camiseta interior, sobresaltándolo por unos momentos con su brusquedad. Toda la compostura que había intentado aparentar se había desmoronado, y su expresión ahora reflejaba una rabia que Joseph nunca había visto antes.

O tal vez sí.

- ¿¡Es que estás tan asustado, Jojo!? - Había acercado sus rostros, enseñando los dientes de forma casi feral.
- ¿Asustado…?

Sí, claro que lo estaba. El pitido que atravesaba su cabeza se había vuelto más agudo e intenso, casi doloroso. Caesar tenía que dejar a un lado su plan. Tenía que quedarse allí, con ellos, a salvo hasta que fuera más seguro atacar a Cars.

- ¡Claro que no! Sólo intento ser racional. - Rodeó la muñeca de la mano que lo sujetaba con sus dedos, apretando con un poco más de fuerza de lo que debería. - ¡He dicho que lo más seguro es atacar de noche! ¡Y lo sabes!
- ¡Lo que sé es que Cars está ahora solo! ¡Si atacamos los cuatro contra él ahora mismo, no tiene ninguna oportunidad! ¡Tenemos que ir, ahora mismo, antes de que Wham se una a la lucha!

Apartó la mano de Caesar, quien se deshizo del agarre con un manotazo. Aquel era un hombre completamente diferente, alguien de quien no sabía qué esperarse a excepción de la vaga sospecha de que saltaría en cualquier momento para ir él mismo a derrotar a los dos Pillar Men que quedaban si hacía falta.

- ¡Tienes que tranquilizarte, Caesar!
- ¡Estoy tranquilo! - Le gritó en respuesta. - ¿¡No lo entiendes!? ¡Esta es nuestra herencia! ¡Nuestro deber! ¡Lo que nuestros abuelos empezaron… termina con nosotros! ¡Hoy!

Había oído aquel argumento antes. La misma estúpida explicación que daba Caesar sobre la obligación para con su familia, y si en el pasado le había resultado molesta, en aquel momento la odiaba. El concepto de lealtad hacia un apellido y unos hombres que ni siquiera habían conocido era absurdo, para Joseph no tenía ningún sentido.

E iba a ser lo que matara a Caesar.

- ¿¡Y qué importa eso ahora!?

Él mismo estaba empezando a perder el control. Miedo, rabia, desesperación... su mente estaba nublada y lo único que quería era impedir que Caesar escapara. Cuando se enfrentase a Wham él solo, sería su final, y Joseph no podía aceptarlo. Tenía que impedirlo.

No vayas, Caesar, por favor, no vayas.

- ¡Nuestros abuelos llevan cincuenta años muertos! ¡Ni siquiera los hemos conocido!

Había una voz que le decía que él mismo tenía que calmarse, no decirle algo así a Caesar bajo ningún concepto. Pero estaba demasiado asustado, y no sabía qué hacer excepto gritar y gritar hasta que Caesar entrara en razón.

- ¿¡Qué van a importarme!? - Insistió Joseph, separando las manos en exasperación. - ¡No les debemos nada! ¡Nada!
- Jojo… si tienes lo que hay que tener, dime eso otra vez...

Caesar había bajado la voz, sonando grave y ronca, pura amenaza. Pero no era lo suficiente como para detener a Joseph.

- ¡Me importa una mierda su herencia! Y que tú consigas sólo matarte por cumplir con ella… ¡No voy a permitirlo!

Vio el puñetazo mucho antes de recibirlo. Caesar había retrocedido apenas unos centímetros, tan furioso que el hamon empezaba a recorrer su cuerpo con tal intensidad que podía verlo chispear a su alrededor.

Joseph respondió a los golpes con igual ferocidad y mayor desesperación, tenía que detenerlo a cualquier costa. Fue durante su lucha cuando lo vio. La sangre esparciéndose por el suelo bajo la cruz, la burbuja con la bandana, las lágrimas de Lisa Lisa.

Caesar iba directo a su muerte.

- ¡Ya basta!

Apenas fue consciente de que Messina lo estaba sujetando, del mismo modo en que Lisa Lisa empujaba a Caesar hacia atrás. Respiraba entrecortadamente, con el aire entrando difícilmente hacia sus pulmones, y no por el súbito enfrentamiento entre ellos.

- C-Caesar… - Empezó, sin saber apenas por dónde continuar. - Tienes que-
- Jojo, pensaba que entendías el peso de nuestro legado.

Caesar todavía estaba sujeto por Lisa Lisa, y retrocedió, con la mujer todavía delante de él. Entrecerró los ojos al mirarlo, y Joseph sintió la culpa atravesar su pecho. Cada vez que Caesar hablaba de su apellido, lo hacía tanto con orgullo y tristeza en su mirada. Joseph hacía lo que podía por fingir que prestaba atención, pero su interés en cosas tan abstractas como ‘herencia’ o ‘deber’ era superficial.

Tendría que haber escuchado más atentamente, debería haberse disculpado, cualquier cosa para evitar que marchara hacia el hotel y fuera derrotado por Wham.

- Voy a ir. -  Caesar habló con frialdad al apartarse de Lisa Lisa, encaramándose a la barandilla. - Esto es más grande que yo mismo. Es… es un asunto de los Zeppeli. Lo siento.

Ni siquiera la orden directa de Lisa Lisa lo detuvo, y para cuando Joseph se deshizo del agarre de Messina, Caesar se le escapó por centímetros. De un salto, había desaparecido de su vista.

No, esta vez no.

Lo detendría por la fuerza si era necesario. No le importaba el riesgo físico al que sometería a ambos si con ello lo alejaba de su destino.

Pero antes de que pudiera saltar él mismo, Messina volvió a sujetarlo.

- ¡Suéltame! - Se sacudió contra el enorme cuerpo, y se giró hacia Lisa Lisa. Ésta tenía la mirada perdida en la distancia, bajando la vista poco después. - ¡Lisa Lisa! ¡Va a matarse! ¡Tienes que-!
- Caesar ha tomado su decisión. 
- ¡Lisa Lisa!

Messina lo soltó, y Joseph aprovechó la oportunidad para salir tras Caesar. Pero la mujer lo sujetó por el brazo con un agarre férreo antes de que pudiera acercarse a la barandilla.

- ¡Tengo que ir!
- No.

Lisa Lisa se giró hacia él. Sus mirada había recuperado su fría compostura natural, aunque había algo en su expresión que delataba lo tensa que se sentía. Por mucho que Joseph supiera que lloraría la muerte de Caesar, necesitaba descargarse.

- ¿¡Es que no te importa, imbécil!?
- Jojo. - Lisa Lisa lo detuvo con un tono seco. - Caesar ha perdido el control. Has sacado a la luz su-
- ¡Ya lo sé! - Gritó en exasperación. - ¡Su padre y su pasado en la calle y Cars y toda esa historia! ¡No perdamos más tiempo!

Hubo unos momentos de silencio, eternos para Joseph. No recordaba que Caesar le hubiera contado jamás sobre aquello, siempre hablando del deber de sus familias para con la máscara sin especificar detalles. Pero lo sabía, sabía de la soledad de Caesar durante su juventud, y sabía lo fuerte que era el deseo de venganza en él por el padre que le habían robado.

Lisa Lisa lo miraba sorprendida, dejando pasar unos segundos antes de que hubiera elegido las palabras a usar.

- ¿Lo… lo sabes? - Giró la vista, recomponiéndose con falsa naturalidad. - Está bien, no voy a preguntar cómo. Pero, Jojo, escúchame. Caesar está descontrolado. No podemos entrar todos en desbandada. Nosotros nos quedaremos atrás, al menos hasta que tú también te calmes.

Iba a replicar que no necesitaba esperar tanto. El tiempo estaba corriendo contra ellos, y ya les llevaba una gran ventaja.

Por fin mostrando algo de sentido común, Lisa Lisa ordenó a Messina que fuera tras Caesar, y el hombre asintió, partiendo al instante. No era suficiente, no iba a serlo.

- Nosotros dos iremos juntos. - La voz firme de Lisa Lisa lo sacó de sus divagaciones. - No podemos arriesgarnos a separarnos. Confío en que Messina detenga a Caesar antes de que haga alguna locura.
- ¡Pues te equivocas!

Con el espacio suficiente, Joseph trató de saltar también. Pero momentos antes de que pudiera apenas moverse hacia delante, algo atrapó su cuello. Suave y a la vez dolorosa, la bufanda de Lisa Lisa se había enrollado sobre él, apretando sobre la tráquea lo suficiente como para tapar las vías respiratorias pero sin causar daño permanente.

Miró a Lisa Lisa con rabia. Estaba condenando a Caesar, cuando deberían estar centrando sus esfuerzos en detenerlo.

- Jojo… No puedes ir así. Tienes que controlar tus emociones, o también te perderé a ti. - A pesar de que había un tono de tristeza en la voz de Lisa Lisa, Joseph no podía sentir empatía por ella en aquellos momentos. - No necesito que tú también te pongas en peligro innecesariamente.

La bufanda se aflojó sobre su cuello tentativamente, y Joseph respiró hondo para mantener el control. Lisa Lisa no iba a marchar sin estar segura de que no haría ninguna locura, y cualquier segundo que perdían allí, era un segundo que los alejaba más de Caesar.

- De acuerdo. Vamos.

Caminar sobre la nieve era molesto, pero Joseph estaba impulsado por algo más fuerte que la resistencia que el suelo ofrecía. Lisa Lisa no parecía tener problemas en seguir su ritmo, vigilándolo de cerca.

Por favor, Caesar…

El hotel cada vez estaba más cerca, erigiéndose en la distancia, aunque a Joseph le parecía que se alejaba de ellos. Imposible de alcanzar. ¿Habría llegado ya Caesar? ¿Estaría enfrentándose a Wham? Messina no lo detendría.

- Jojo.

Sintió la mano de Lisa Lisa en el hombro. No se había dado cuenta de que le había alcanzado. Se giró hacia ella, y por mucho que lo intentaba, no podía fijar la vista en el rostro de la mujer. Podía ver la forma roja de sus labios moverse, pero el sonido llega distorsionado, como si estuviera a metros de él en lugar de a su lado.

Entonces, volvió el zumbido, más fuerte que las otras veces, atravesándole la cabeza desde cada lado hasta el centro de su cabeza. Llevó sus manos a las sienes, apretando con fuerza, y cayó de rodillas al suelo.

La voz de Lisa Lisa era lejana, distorsionada. Nada más que murmullos en la lejanía. Y en su cabeza, algo vibraba, tan intensamente que parecía haber creado un remolino dentro de su cráneo.


- C-Caesar…

Fue lo único que pudo balbucear antes de que a su alrededor se detuviera el tiempo, deformando la realidad en una fuerte succión que lo arrastraba hacia la oscuridad. Antes de que ésta lo envolviera, sólo pudo oír una voz que no conocía pero que era la suya.

Demasiado tarde.

*

Abrió los ojos, y la luz golpeó sus retinas con un puño de fuego.

Su cuerpo parecía haberse quedado sin huesos para que fueran reemplazados con tiras de gelatina, y no se atrevió a levantarse. Estaba en una cama, una cama que reconoció muy fácilmente así como la habitación en la que se encontraba, pero la razón dictaba que era imposible que estuviera allí.

El corazón le latía tan intensamente que iba a estallar, disparándose su ritmo cuando una calidez muy familiar rozó su costado. Con una mano temblorosa, acercó la punta de sus dedos al bulto bajo las sábanas, apretando con la poca fuerza que tenían sus brazos en aquel momento.

A su lado, el bulto se giró, y unos ojos verdes se encontraron con los suyos. El aire abandonó sus pulmones al reconocer aquellos rasgos, ocultos por unos momentos mientras Caesar se frotaba la cara.

- ¿Jojo…? ¿Pasa algo?