Author Topic: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"  (Read 37885 times)


Sayi


Era una mañana fría en el puerto de Southampton, un 10 de Abril de 1912, y varios grupos empezaban a formarse frente al gigantesco barco que ocupaba el muelle.

Desde inmigrantes humildes y trabajadores, hasta gente acaudalada y famosa, no había persona que no se maravillase con el coloso transatlántico esperando frente a ellos.

Entonces sonaron las primeras campanas, y los pasajeros de tercera clase se apresuraron en formar filas para la inspección sanitaria. Y una vez estos fueron acomodados por la tripulación, fue el turno de los pasajeros de segunda y primera clase abordar el barco. Tras ser recibidos personalmente por el capitán, los sobrecargos los llevaron a sus lujosos camarotes, adornados desde estilos renacentistas hasta el opulento francés rococo de Luis XV.

Cuando el vapor en las chimeneas empezó a inundar el ambiente, los pasajeros se apuraron a las cubiertas a despedirse de los espectadores en el muelle. Los fotógrafos capturaban la imagen del lujoso RMS Titanic en su viaje inaugural… como su nombre denotaba, un buque tan titánico que empequeñecía el muelle del que partía esa mañana.

Al recibir la orden, el barco alzó anclas y los remolcadores empezaron a guiar el transatlántico fuera del muelle de Southampton. Entonces el RMS Titanic se alejó de las costas inglesas, cruzando el Canal de la Mancha en dirección a la primera de dos escalas —Cherburgo en Francia y Queenstown en Irlanda— antes de embarcarse rumbo a Nueva York. El Atlántico no tardaría en abrirse a su paso, y la promesa del primer vistazo a la Estatua de la Libertad era una imagen que muchos de sus pasajeros no pensaban olvidar en sus vidas.

El Titanic era llamado el barco de los sueños y sus amenidades lo demostraban. Construido por la naviera White Star Line para competir contra el RMS Mauretania, no se escatimaron gastos en su construcción, y diseñaron un palacio flotante con lujosos comedores, restaurantes, bibliotecas, baños turcos, un gimnasio y una piscina de agua salada. Los oficiales de cubierta eran los más respetados de la naviera, y algunas de las personas más acaudaladas del mundo no habían demorado en reservar pasajes apenas se anunció su primera travesía.

Todo ello había generado mucho interés alrededor del RMS Titanic y su viaje inaugural, el cual estaba programado a llegar a Nueva York en la mañana del 17 de Abril —7 días después de su partida desde Inglaterra. En el muy competitivo mundo de los transatlánticos, la expectativa para el Titanic era tan grande como su nombre. Y a los reporteros en Nueva York les picaba el dedo por capturar la fotografía más emblemática del barco más grande y lujoso del mundo.

Dentro del transatlántico, sus más de dos mil pasajeros disfrutaban de sus amenidades y del hermoso cielo que pintaba sobre ellos. Y hacia adelante, el vasto océano parecía llamarlos hacia lo eterno.

El Titanic era llamado el barco de los sueños...





Ahoy Bishoujos!

Este tema será editado una vez avance/termine el proyecto. :)

Recuerden que tenemos dos meses para terminar sus historias y, dado que somos un proyecto principal, contamos con un máximo de 10k mensuales cada mes. Pueden dividir sus palabras como gusten, pero pasadas las 10k no contarán más en el mes que sean posteadas. Este fic durará dos meses = 20k, así que por favor planeen acorde <3

Las invito a que empiecen a dejar sus aportes, hagan sus temas de comentarios, y la pasemos bien en este primer one-shot. A continuación dejo el horario de posts as an FYI:

Quote from: Horario
Sábado 5 de Agosto — Se deja el intro (El Titanic parte de Southampton, etc...)
Sábado 2 de Septiembre — Se deja el fic del Iceberg y el inicio de la evacuación
Sábado 16 de Septiembre — Interlude: Ya no hay botes salvavidas, el barco se esta hundiendo
Sábado 23 de Septiembre — Interlude: "El día después..."
Sábado 30 de Septiembre — Fic de cierre

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(o-s-project)-hear-ye-hear-ye/msg7298/#new

Happy writing~
« Last Edit: November 23, 2017, 12:51:41 AM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #1: August 07, 2017, 12:30:10 AM »
Luego edito porque mi corazón me pide que haga iconos también.


Bitácora #1 — Sky Blue Sky

Había sido un viaje inolvidable.

Hace dos meses que, junto a su padre, había zarpado de Nueva York rumbo a Europa, en su primera visita al viejo continente. Era la primera vez que había cruzado el puente de Londres, había visto la torre Eiffel y caminado por la ecléctica avenida Unter den Linden. Lastimosamente, su padre había tenido que regresar temprano por negocios, por lo que ella y un grupo de sirvientes habían continuado el viaje a través de Europa —mandándole postales a su padre en cada escala de su trayecto.

Y si bien se había divertido, así como explorado y aprendido, la visita de Sayi Darcey no era por mero turismo, sino para empezar a establecer su apellido en la alta sociedad.

Su familia había vivido común y cómodamente hasta hace unos años, pero la vida dio un giro de 180 grados el día que se descubrió petróleo en una de las propiedades de su padre. Y, combinando la asesoría necesaria junto a decisiones inteligentes y puntuales, las finanzas se habían catapultado hasta convertirlos en uno de los ‘nuevos millonarios’ ; aquellos que aparecían de la noche a la mañana en los selectos círculos de dinero viejo.

Sayi sentía que había hecho un buen papel incursionando en la alta sociedad, al menos en lo que cabían sus habilidades. Las cuantiosas clases de etiqueta y modales habían pulido su porte, y el quemarse los ojos con interminables listas de lectura habían elevado su vocabulario y dotes de conversación. No obstante, por más encantadora, agradable y complaciente que se mostrara, no podía evitar sentir una desconexión en los diálogos, o sentirse juzgada cada que posaban sus ojos en ella, y alzaban las cejas al examinarla.

Las damas de su edad entablaban conversación amena y superflua con ella, pero nunca la invitaban a unírseles en sus paseos después de la sobremesa. Su padre parecía haber tenido razón en sus advertencias: Que para ellos, los “dinero nuevo” eran como mala hierba creciendo en su jardín de rosas.

“¿Desea que le sirva otra taza de té?” su criada favorita estaba de pie junto a ella. Tan ensimismada estaba que no se había percatado de su presencia “He visto unas madeleines muy apetecibles en el último carrito de postres”

Sayi sonrió, y buscó la mirada de su sirvienta. A juzgar por su expresión, parecía ser ella la interesada en los dulces.

“Si se te antojan, trae una porción y me acompañas a degustarlos”
“Señorita, me temo que me será imposible acompañarla aquí. Usted sabe…”

Su padre le había contratado una sirvienta personal poco antes de embarcarse en su viaje a Europa. La muchacha era pronta a cumplir su rol, pero Sayi se había percatado que bajo su pinta de paciente y hacendosa, en verdad era bastante pícara y ocurrente, y durante la travesía había logrado entablar una relación más casual con ella. Acorde a sus clases de etiqueta, seguramente estaba rompiendo con los muy delimitados roles de dama y sirvienta, pero era agradable tener algo así como una cómplice en un asfixiante mundo de apariencias.

“Llévalas a mi habitación y te doy el alcance ahí” le dijo Sayi “De todas maneras, creo que ya cumplí con la cantidad de tiempo que necesitaba mostrar mi cara por estos lares”
“Como ordene señorita” respondió la rubia
“Gracias Panty”

Sayi la observó marcharse en dirección al carrito de postres, y tras verla irse rumbo a los camarotes, pensó en la cantidad de tiempo que sería propicio esperar antes de retirarse del comedor. La hora del té había ido y venido, pero aún quedaban unas parejas y grupos presentes.

Pero aún si se queda media o una hora más, no había garantía que alguien se acercara a socializar, y ya había tenido suficiente con mantener una sonrisa radiante en un grupo que no quería aceptarla. Entonces se retiró el pañuelo de su regazo, lo dobló en dos y cuatro antes de dejarlo sobre la mesa, y estuvo a punto de levantarse cuando un joven se detuvo a su costado.

“Disculpe mi imprudencia” se disculpó “Pero noté que estaba por marcharse y no quería perder la oportunidad de presentarme”


Sayi observó al muchacho. A juzgar por su apariencia y conducta parecía tratarse de alguien nacido con una cuchara de plata en la boca. Su cabello azabache estaba bien peinado, y sus ojos claros parecían penetrar los suyos cada que cruzaban miradas.

Y es que por más que había sido él el de la iniciativa de acercarse, no necesitaba de su experiencia codeándose con ricos para percibir cierta timidez y vergüenza en sus ademanes… algo que encogió su corazón como encantador y genuino.

“Mi nombre es Kaien Talmage-Atwood” se presentó, haciendo una pequeña reverencia.
“Sayi Darcey” respondió con una sonrisa.

Entonces mantuvieron la mirada por un corto tiempo más, lo suficiente para percatarse que aquella no era una introducción cualquiera.

“Perdone mi atrevimiento” el pelinegro se limpió ligeramente la garganta antes de continuar “Señorita Darcey, me preguntaba si, ¿le gustaría acompañarme a dar un paseo por la cubierta?”
« Last Edit: August 10, 2017, 12:05:44 AM by Sayi »

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Deidara

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #2: August 07, 2017, 06:35:28 AM »


#1. Southampton

Había dejado su equipaje atrás, se suponía que debería reencontrarse con él en su camarote. El calzado que llevaba le estaba matando – los tacones eran nuevos, y todavía no los había dado de sí. Nada más llegar a su habitación, no tardaría en descalzarse y relajarse.

Pasó frente a un alto espejo. Se dio un rápido vistazo a su propio reflejo. El largo vestido, negro y blanco, le dejaba un bonito escote. Había escogido el sombrero para que quedase bien con él; las rosas blancas que lo rodeaban las había escogido a mano. El paraguas rosado le daba el último toque elegante, que le hacía encajar con el despampanante ambiente del puerto de Southampton.

Tenía una pareja de pasajeros frente a ella, su turno para embarcar llegó. Le entregó la tarjeta con una sonrisa al bien vestido oficial, en la que aparecían su nombre completo y el destino de su viaje.

“Deidara Darwin… oh, ¿es usted familiar de…?”
La chica de cabellos rosados se tapó la boca con un pañuelo a juego con su color de cabellos, y dejó escapar una tímida risa. “Sí, así es. Charles Darwin fue mi tatarabuelo, por desgracia no tuve el placer de coincidir con él en vida…”
“Un gran hombre, sin lugar a dudas…” El oficial bajó la voz. “Si me permite decirlo… admiro la obra y teoría de su difunto tatarabuelo, estudié con ferviente pasión sus libros en la escuela, aunque no es algo que me guste decir en voz alta… No es algo bien visto por muchos…”
“No se preocupe. Le guardaré el secreto. Se me da bien guardarlos,” bromeó, guiñando un ojo.

*

Era la primera vez que viajaba en primera clase, pero eso nadie lo sabía. Fingir era parte de su trabajo, y en esta ocasión, le tocaba fingir ser una respetada señorita, y como tal, esta no debía ser su primera vez en primera clase. Pero lo era, al igual que su primera vez en un barco. Había escuchado a su tío, cuyo padre había sido pescador, lo horribles que habían sido los veranos, pues su padre siempre le llevaba de pesca con él en aquella época. Pero nada tenía que ver un barco de pesca con el asombroso RMS Titanic, ¿verdad? Un navío así no se dejaría intimidar tan fácilmente por la mala mar y el viento…

No tardó en llegar a su camarote, y cuando la puerta se cerró tras ella, los tacones salieron volando. El paraguas quedó olvidado a un lado, dejar caer el vestido al suelo no le costó tanto como ponérselo había hecho.

Se dejó caer sobre la cama, sonriendo. Era cómoda, mullida. Seguro que incluso con mala mar sería increíble dormir allí. Soltó un suspiro de satisfacción.

Primera parte de la misión, cumplida. Se había adentrado con éxito en el RMS Titanic, bajo el apellido falso de Darwin. La infiltración era siempre la parte más complicada.

Tomaría un pequeño descanso, y después continuaría. Tenía una semana por delante, antes de que la Estatua de la Libertad se visualizase desde lo lejos.

Para entonces, para el 17 de abril.

Deidara, asesina, espía a sueldo, tendría que haber acabado con su víctima.

Pero antes... había un problema.

¿Dónde estaba su equipaje?


Puri

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #3: August 07, 2017, 10:39:06 AM »
:-) todo esto es culpa de sayi y dori, QUERÍAN QUE FICKEARA?? PUES FICKEÉ A VER SI LES GUSTA PUES



Antes de abrir su joyero le echó una rápida mirada a su vestido, el cual reposaba sobre la gran y mullida cama de su camarote. Hacía tan solo tres horas que habían entrado al Titanic, pero su abuela ya había mandado llamar por ella para que acudiera al almuerzo en el comedor. Se mordió el labio inferior pensando en lo cama, en lo cómoda que había estado durante la rápida siesta que tomó apenas zarpó el barco para no sentirse muy mareada… No. No podía pensar en eso ahora, tenía un deber muy importante con ir y codearse con todos sus conocidos, de lo contrario, sólo haría que su familia y su prometido quedaran muy mal.

El vestido. Por tratarse del primer día había pedido algo cómodo y Mila le había presentado la opción de su vestido de algodón blanco favorito, el cual aceptó sabiendo que al menos podría sentirse así más a gusto lo que restase del día. El sombrero era también blanco y llevaba amarrada una cinta de color borgoña, y aunque no fuera su opción más ideal con el sol que brillaba fuera, no había más remedio por la maraña que llevaba de cabello al haber estado todo el día trajinando desde la madrugada por la partida. Finalmente, Mila le había puesto varias opciones de chales, todos de muselina, de diferentes tonalidades pasteles. Había uno celeste que quedaría muy bien con su cabello, pero no tenía sentido de usar porque contrastaría de manera horrible con la cinta de su sombrero. Tal vez el color durazno serviría mejor, pero no, hacía tan solo un par de días que lo había usado de visita en la casa de Isabella. Eso la dejaba con el blanco…

Estaba bien. así podría usar alguna joya que llamara más la atención.

Se volvió a su joyero y buscó por varios lados hasta que encontró lo que buscaba. Era un collar sencillo con un dije en forma de lágrima -un poco más largo de lo sutil que una dama debería de usar-, pero era su pieza favorita, heredada de su mamá. Optó por no usar pendientes y cerró el joyero, dejando el collar en la mesa. Se levantó y abrió la puerta de su recámara.

“¿Mila?” Llamó.
“Señorita Sayaka”, ésta se levantó de la esquina donde se encontraba zurciendo algo, probablemente de su abuela. “¿Está lista?”. Todo esto lo dijo en inglés, mientras las demás criadas la miraban de reojo.
“Sí, pasa por favor”. Contestó también en inglés. La pelirroja asintió y fue rápidamente a su lado, cerrando tras de sí la puerta. Abrió la boca, pero Sayaka la cortó antes. “¿Alguna razón por la que hables en inglés?” esto logró sonrojar a la mayor.
“Discúlpeme, señorita” dijo ahora en ruso. “Pensé que sería lo más apropiado considerando a las demás criadas en la habitación.
“Eres mi criada, Mila. Si te he pedido que me hables en ruso es porque así lo deseo”. Ambas sabían que eso era mentira. El acento ruso de Sayaka era para reírse, si ella deseaba hablar así era por conveniencia de Mila a quien aún se le hacía muy difícil hablar en inglés.
“Espero me disculpe”, hizo una rápida reverencia. “¿Desea que comencemos?”
“Sí, por favor.”

Sayaka comenzó a desvestirse y Mila fue cogiendo sus prendas, colgándolas en percheros y metiéndolas en el armario a lo que la otra comenzaba a ponerse su ropa interior. Una vez que ambas hubieron acabado, la criada tomó el corsé y Sayaka se dio la vuelta, tomó aire y Mila comenzó a apretar la prenda. Después de mínimos jadeos, Mila terminó de anudarla al final de su cintura y luego se paró frente a ella para cerciorarse que el trabajo estuviera bien hecho y Sayaka se viera bien en él.

“Sigue bajando de peso, señorita.”
“El nuevo cocinero es pésimo”, desestimó el comentario encogiéndose de hombros, un gesto horrible que solo se permitía hacer en frente de Mila o de su abuela. Alzó los brazos para que le metiera el vestido y la criada lo hizo así.
“Si me disculpa el comentario, yo encuentro su nueva sazón particularmente buena. Su abuela parece pensar lo mismo.”
“Mi paladar ha de ser más fino que el suyo, entonces.”

Mila terminó de ponerle el vestido y Sayaka se sentó en la mesa de su tocador para ponerse el collar frente al espejo. La criada le siguió para comenzar a ponerle el calzado en sus pies, y una vez acabado esto, fue por el cepillo para arreglar un poco los bucles que se habían salido de su lugar durante la siesta. Tampoco es que necesitara tanto, pensó, ya que su cabello de por sí era muy corto.

“¿No extraña su cabello largo, señorita?”, preguntó Mila como si le leyera el pensamiento. A lo mejor era capaz de hacerlo, considerando los años que tenían juntas.
“Sí, podría decirse. Pero es mucho más fresco llevarlo así. Además, tú también lo llevas así.”
“Yo nunca lo llevé largo en un inicio. El suyo era muy hermoso”, le sonrió a través del espejo y dejó el cepillo en el tocador. Caminó a la cama y tomó el sombrero. “¿Podría hacerle otra pregunta atrevida?” Le puso el sombrero y Sayaka se volteó para que le arreglara el flequillo.
“De acuerdo”, volvió a hacer ese horrible gesto y Mila le sonrió, cómplice.
“¿Cómo reaccionó su prometido al ver su nuevo corte?”
“No le gustó nada. Tampoco es que yo le guste mucho, ¿no?”
“¿Cómo va a decir eso? Usted es muy hermosa, señorita” le reprochó chasqueando su lengua. Sayaka se permitió sonreírle.
“Sabes muy bien que no soy mucho de su agrado. Además, ya lo había avergonzado demasiado con mi comportamiento durante el funeral, era de más esperarse su reacción frente a mi cabello corto.” Mila le miró triste.
“Perdóneme que me atreva, pero su prometido debería saber muy bien que usted se ve hermosa con cualquier corte de cabello.”
“Gracias.” Sonrió.
“Y…” Mila bajó la mirada, dudando, pero luego volvió a alzar la vista decidida. “Era de esperarse que usted se encontrara mal durante el funeral. No debió de haberla reprochado de esa manera llegando a la casa.”

Sayaka se sonrojó al recordar que Mila, junto al resto de sirvientes, habían escuchado el grito de su prometido después del funeral… Y claro, los gritos con los que Sayaka le había respondido a su vez. Ni siquiera tenían que haberse casado para haber caído en un comportamiento tan impropio de un par de prometidos, y a pesar de que luego ambos se habían disculpado, se habían hecho regalos y habían salido varias veces de paseo para enmendarlo, Sayaka ya no podía verlo de la misma manera.

Su abuela simplemente le espetó que era una pena que se hubiera quitado la venda de los ojos antes de la boda, pero que esta proseguiría.

Antes que Mila pudiera disculparse al ver lo sonrojada que estaba Sayaka, tocaron la puerta.

“Adelante”, dijo, agradecida por haberse visto salvada.
“Señorita Sayaka”, dijo la ama de su abuela, “La señorita Isabella ha llegado y la espera en la sala.”
“Muchas gracias. Deja la puerta abierta, ahora saldremos”, se levantó de su asiento y Mila también. “¿Deseas recorrer el barco, Mila?”
“Sería impropio que lo haga sin algún tipo de encargo, señorita”, respondió ahora sonrojándose ella. Era obvio que deseaba ver todo el Titanic, pero su posición se lo impedía.
“Di que te encuentras buscando al señor Xavier de mi parte y no te detendrán.”
“Pero el señor Xavier se verá con ustedes en el comedor.”
“Bueno, entonces di que vas para allá y toma otro camino. De volver a encontrarte con la misma persona finge que te has perdido o que buscas a uno de mis demás criados.” Mila sonrió.
“Ya veré qué haré, entonces. Muchísimas gracias, señorita.”
“De nada.” Sayaka sonrió, se acomodó un poco el sombrero y salió de su habitación. Al salir se encontraba una pequeña recámara que daba luego a la sala comedor privados de la estancia, donde se encontraba Isabella con una de sus criadas esperándola.
“Querida”, Isabella se levantó con una gran sonrisa y le dio un beso en la mejilla.
“Bella”, Sayaka le sonrió, emocionada por ver a su mejor amiga. “¿Vamos?”
“Oh, antes quería presentarte a alguien…”, Isabella bajó la mirada sonrojada. “Está esperándonos fuera, no quiso interrumpir en tu suite por no ser de tus conocidos”, sonrió con dulzura, algo que Sayaka no muchas veces veía en su amiga a menos que hablara de su familia.
“Por supuesto. Cualquier conocido tuyo tiene que volverse mío también”, le sonrió. La criada de Isabella se apresuró entonces a abrir la puerta para que las dos jóvenes salieran y justo ahí se encontraron con un chico alto, de buen porte y con una amplia sonrisa. Sin embargo, eso no fue suficiente para engañar a Sayaka. Se podía notar el nerviosismo del joven.
“Muchísimo gusto, señorita Gracie”, el chico se quitó el sombrero, hizo una reverencia y Sayaka le ofreció su mano. La tomó y se la besó. “Mi nombre es Jean-Jacques Leroy, para servirla. La señorita Isabella me ha hablado solo maravillas de usted.”
“La señorita Isabella tiende a exagerar la verdad, señor Leroy.”
“Llámeme Jean, por favor.” Sayaka se controló de alzar una ceja, pero pudo ver de reojo que los labios de Isabella temblaban.
“Jean, entonces.” Asintió.
“Quería preguntarle si no sería mucha molestia que nos acompañara a dar un paseo antes de ir al banquete, señorita.” Notó las manos de Jean, arrugando el ala del sombrero. Nerviosismo y familiaridad, eso significaba…

Un momento.

“¿Un paseo, dice?”
“Si no es mucha molestia, por supuesto.” Asintió rápidamente.
“No, no es molestia alguna, pero creo que no es lo más conveniente hablar de banalidades aquí en el umbral de mi suite.” Al decir esto, ambos acompañantes se sonrojaron y asintieron, pidiendo disculpas. Los tres se pusieron entonces en camino con la sirvienta de Isabella cerrando el grupo a unos cuatro pasos de distancia. Si pensaban que Sayaka era una tonta que no se daba cuenta, habría sido más fácil el no haberla puesto en medio de ambos.
“Leroy es un apellido francés.”
“Mi familia es de Québec, de la provincia francesa en Canadá. Yo también nací allá, en Canadá, pero ahora todos vivimos en Nueva York. Yo me encontraba en Inglaterra, sin embargo, porque vine por mi educación.”
“¿A qué universidad asistió?”
“Cambridge, señorita.”
“Qué lugar más respetable”, Sayaka asintió. Antes solía pensar que persona que saliera de algún lugar que no fuera de Oxford, como su prometido, no valía ni su tiempo ni su consideración; pero ahora pensaba que cualquier lugar menos ese era de mejor reputación. “¿Y me podría decir qué estudió?”
“Negocios, para poder ayudar con el negocio familiar.” Jean no dijo nada más, así que decidió ella también morderse la lengua por el bien de su mejor amiga. Isabella no había dicho palabra en todo el trayecto y sus manos jugaban con sus guantes, algo demasiado atípico en ella.
“Ya veo. Asumo, entonces, que este paseo en el Titanic responde más a poder ir a ver a su familia, ¿o no es así?”
“Así es”, asintió orgulloso. “He cumplido con mis obligaciones y finalmente podré verlos después de varios años. Soy el mayor de diez hermanos, así que imaginará mi emoción de poder volver a ver a los más pequeños, que seguro no me recordarán. Espero esta vez quedarme una buena temporada y conocerlos bien, ya que les albergo mucho cariño.”

Sayaka se atrevió a desviar su mirada a su mejor amiga y vio que Isabella volvía a sonreír con dulzura ante las palabras del mayor. Nunca la había visto así, cuando ella solía ser más pícara y atrevida. De por sí, su silencio era algo raro. Pero como se había mencionado antes, Sayaka no era tonta y bien sabía que ambos estaban cortejándose el uno al otro, aunque le enojaba que su amiga no le hubiese contado de esto antes. Además de lo impropio de toda la situación. Con o sin criada de Isabella, Sayaka aún no estaba casada y seguramente alguien le diría algo a su prometido. O su abuela la encontraría antes.

Sintió el dolor de cabeza comenzar.

“Jean”, se paró de repente y ambos voltearon a verla. “¿Gustarías de acompañarnos a almorzar junto a nuestras amistades? Me gustaría que mi abuela te conozca.”

Si bien era verdad, estaba tentando su suerte -y la de Isabella- al presentar a Jean tan pronto en la sociedad. Pero quedaba más o menos una semana antes de que llegaran a Estados Unidos, ¿no? Conociendo a Isabella, le perjudicaría mucho más el que la sociedad no conociera a Jean si es que ella decidía irse con él a conocer a su familia, lo cual lucía cada vez como una posibilidad más grande.

“Oh…”, el chico la miró sin palabras, pero rápidamente se repuso. “¡C-Claro que sí!”, ahora sí Sayaka no pudo evitar la sonrisa agria, Jean tendría que aprender a comportarse y no expresarse de esa manera y con esos entusiasmos si quería ayudar a Isabella. “Pero no me encuentro vestido para la ocasión.” Murmuró avergonzado y bajando la mirada. En verdad que Isabella necesitaría un milagro si el otro iba a seguir con eso.
“Isabella y yo le esperaremos aquí. El aire marino nos hará muy bien antes de ingresar a almorzar. Discúlpeme por hacerle este tipo de preguntas, pero ¿ha traído algún criado consigo?”
“Sí, dos de mis criados vinieron conmigo.”
“Bien, traiga a uno de ellos con usted, será lo más propio.”
“¡Sayaka—!” comenzó a decir Isabella, sonrojada, pero enojada por el atrevimiento de su amiga.
“Isabella”, le miró frunciendo levemente el ceño. “No hay nada más que amor en mi corazón para contigo, así que, si deseas que te ayude, lo mejor será que me dejes llevar esto a mí.”
“No los presenté porque quisiera tu ayuda. Los presenté porque quería que conocieras a Jean.”
“Bella”, ambas amigas se callaron al escuchar a Jean. Sayaka se sorprendió al escuchar no solo el nombre familiar, sino el cariño y dulzura con el que Jean lo había dicho. No ayudó el ver su semblante, lleno de amor para con la joven. Fue un momento tan bello que Sayaka se sintió completamente ajena, como una mancha arruinando un hermoso vestido nuevo. “La señorita Gracie tiene razón, creo que me dejé llevar mucho por la emoción.” Isabella no hizo más que asentir, avergonzada. “Muchas gracias por su ayuda, en verdad la aprecio y en verdad la necesito, si he de confesar”, le dijo ahora a ella. “Iré entonces por mi criado, es lo más propio.” El semblante mostraba una determinación que solo hizo que el corazón de Sayaka le doliera aún más. ¿Así que eso era cuando alguien amaba? ¿Así se veía? ¿Así se sentía?
“No demores”, murmuró Isabella.
“No lo haré.” Le sonrió ampliamente. “Con su permiso”, se inclinó ante ambas, ante la criada de Isabella que aún se encontraba a varios pasos atrás, y se dirigió entonces hacia donde debía de estar su suite.

Ambas amigas se quedaron en silencio, sin saber que decir. Por su parte, Isabella seguro se encontraba avergonzada por lo que había sucedido, mientras que Sayaka se encontraba distraída y triste por lo que acababa de presenciar. Después de este viaje regresaría a organizar su boda y estaría casada en menos de un santiamén… Y acababa de ver de lo que se estaría perdiendo, del cariño, amor y respeto que quería y que sabía que no obtendría nunca más…

“Jean tiene razón, necesitamos de tu ayuda.” Confesó finalmente su amiga sin mirarla. Ambas comenzaron a caminar por la cubierta en dirección a la piscina, para hacer tiempo.
“No sé en qué estabas pensando al meterte con alguien de la nueva burguesía, Bella. Va a necesitar más de una clase de etiqueta si desea encajar y no tenemos mucho tiempo.”
“No, pero por eso la venia de la señorita Gracie sería muy importante para nosotros.”
“Ya estás hablando de ‘nosotros’, ¿no crees que es muy rápido?”

Isabella se volteó enojada y se la quedó viendo. Sayaka se sintió mal, no debería de haber hecho ese comentario de tan mal gusto a su amiga, considerando que ella había actuado antes así sobre su prometido. Antes de la escena que armó en el funeral y sus consecuencias.

“Lamentablemente tuve que fijarme en uno de ellos, Sayaka. Pero no creas, ni por un instante, que te voy a rogar a ti y a tu abuela su ayuda si es que vas a tratarme de esa manera.”

Y antes de darle momento para disculparse, Isabella llamó a su sirvienta con un gesto y le dio la espalda alejándose a zancadas. Solo fueron dos segundos en que se quedó dolida antes de recogerse el vestido para apurar el paso y pedirle que la escuchara, pero un grito cambió esto. Isabella había pisado una zona resbalosa por alejarse rápidamente cerca del borde de la piscina, y cayó de espaldas a esta. La criada comenzó a gritar por ayuda, pero antes de pensárselo mejor, Sayaka ya se había alzado la falda y se había lanzado a por su amiga, quien recordó justo en ese instante que no sabía nadar.

El agua salada le hizo arder los ojos, pero más le preocupaba el encontrar a Bella. La vio moviéndose fuertemente intentando salir a superficie y nadó rápido hacia ella, la abrazó de la cintura y la empujó hacia arriba. Sin embargo, su amiga ya se encontraba aterrada y cuando Sayaka salió a respirar a su lado, se agarró a ella como fuera y la ahogó sin querer por intentar mantenerse a flote. Sayaka tuvo que forcejear hasta salir de nuevo a la superficie y tuvo que usar toda su fuerza para sostenerla con ambos brazos de la cintura, intentando cargarla, para que esta no volviera a sumergirla.

“¡ISABELLA!”, le gritó, pero su amiga no respondía mientras sus dientes castañeaban y su mirada se encontraba perdida. Isabella movió las piernas y sin querer pateó a Sayaka, haciéndole perder la fuerza en sus brazos y de vuelta terminó sumergida mientras la otra gritaba pidiendo ayuda e intentando quedarse a flote. Forcejeó de nuevo contra su agarre e intentó subir, pero sintió en ese entonces que algo se llevaba a Bella de su agarre.

Al subir, desesperada, se encontró con un muchacho que había jalado a Bella y le había puesto un salvavidas alrededor de su cuerpo para luego acercarse a ella. En la orilla, Jean jalaba la soga para acercar a la chica hacia él.

“Señorita, está sangrando”. Sayaka parpadeó, con dolor por el escozor de la sal y la luz del sol, pero sintió entonces una calidez en el rostro. Su nariz sangraba. “Déjeme llevarla a la orilla”, asintió por el cansancio y dejó que el chico la rodeara de la cintura y la llevara de vuelta a la orilla. Al llevar sus brazos a su cuello, Sayaka sintió algo raro al pegarse a su pecho…
“Espere”, dijo jadeando, recuperando el aire, “Mi pendiente… Se ha caído, tengo que buscarlo…” El chico la miró seriamente, y cuando Sayaka estuvo a punto de llorar imaginándose la negativa y el tener que perder ese collar en específico, este la empujó en dirección a la orilla y se sumergió en el agua.
“¡Señorita Gracie!”, volteó y Jean le lanzó el salvavidas. Sayaka nadó en dirección a éste y se lo puso, para que Jean jalara de la soga al igual que hizo con Bella. Apenas la ayudaron a sentarse a la orilla, su amiga rompió en llanto y le pidió disculpas, mientras se congregaban ante ellas un círculo de señores, señoras, sirvientes, tenientes del barco y un doctor que veía el pulso de Bella.

Y Sayaka que había prometido que no habría más escenas…

“¿Se encuentra bien, señorita?”, preguntó otro médico que se había hecho camino en la multitud hacia ella. “Está sangrando, debemos de llevarla a su recámara.” Sacó un pañuelo y comenzó a presionárselo en su nariz.
“Por favor, déjeme llevarla, yo…”
“Señor Leroy”, Sayaka puso mucho énfasis en su apellido, aunque aún sentía que le faltaba el aire, temblaba, su voz sonaba nasal y lo último que quería era hablar. “Isabella necesita que la lleven a su recámara también.” Jean se veía consternado ante sus palabras, su significado, la multitud ahí presente…

Se escuchó entonces a otra persona salir de la piscina a espaldas de Sayaka y ésta se volteó a ver al chico que había terminado salvando a Isabella y a ella por defecto. En sus manos, llevaba el dije de Jaspe.

“Señorita, discúlpeme. No pude encontrar la cadena, pero el dije…”

Sayaka se lo quitó de las manos y lo apretó fuertemente contra sí, como si no quisiera que alguien más lo viera. Como si fuera un secreto, como si aquellas personas no fueran dignas de saber lo que significaba el dije para ella. Alzó la mirada y se encontró de vuelta con un semblante impenetrable, con ojos oscuros que no dejaban entrever nada. Se sentía perdida.

“Muchas gracias.” Aún sentía que se ahogaba al hablar, que era demasiado, pero el sentimiento podía más en ese instante. “En verdad, no tengo cómo agradecérselo.”
“Otabek”, Sayaka se volteó y vio que Jean se dirigía al hombre que le había ayudado a recuperar el dije. “Por favor, acompaña al médico y a la señorita Gracie a su suite para que la atiendan. Señorita Gracie”, le dijo ahora a ella, “Espero me disculpe por todos los inconvenientes causados, por favor acepte al menos que mi criado le sirva en mi nombre.”

Sayaka asintió en silencio y los médicos, habiéndose terminado de decidir quién iría con quién, se levantaron con sus pacientes y ordenaron a la multitud que se dispersara. Mientras Otabek la rodeaba por la cintura de costado, y Sayaka se reposaba a su lado y le tomaba del hombro con una mano -la que sostenía el dije-, no pudo evitar escuchar el cuchicheo de las señoras, diciendo lo valeroso que había estado aquel joven por haber mandado a su criado a que rescatara a las damas y luego haber visto rápidamente por su mejoría.

No es que le cayera mal Jean, pero Sayaka había sido quien había ido a por Bella. En todo caso, fue este tal Otabek el que las había terminado rescatando, y de no haber sido por ella también, Jean no habría sabido qué hacer con ellas luego.

El médico tenía una mano en su espalda y con la otra le tomaba su mano libre, intentando ayudarla también. Iba pidiendo que les dejaran el espacio libre y le iba informando de lo que iba a revisarle y tendría que verle en su recámara, además de informarle que él había conocido al señor Gracie una vez hacía varios años y que le hacía muy feliz el atender a su hija tanto tiempo después…

Pero Sayaka no escuchaba. Porque Otabek había aprovechado que el médico no les prestaba mucha atención en realidad para decirle algo.

“Aquello fue muy valeroso, señorita.”

No dijo nada más el resto del camino hasta que el doctor tocó la puerta y las criadas lanzaron gritos angustiados al verla de esa manera. La metieron rápidamente y pudo escuchar que la ama gritaba buscando por Mila y mandaba a que el mayordomo alertara a su abuela -que ya debía de encontrarse en el comedor-, para que volviera a verla. También mandó a alguien a buscar a su prometido, aunque no entendía por qué. No deberían fastidiarlo con esto.

Dos criadas empujaron a Otabek de su lado y la jalaron hacia dentro, ya que habría sido demasiado impropio que el muchacho entrara más allá del umbral de la puerta, sin importar que ya de por sí la había traído casi abrazada. Sayaka se volteó para verle y decir algo, pero la ama cerró la puerta apenas hicieron contacto visual y no le dejó opción. La llevaron al cuarto y comenzaron a atenderla.

Pero no se sentía en lo absoluto valiente. Se sentía estúpida.



Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Shura

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #4: August 07, 2017, 06:31:02 PM »
Necesito icons.... :-*

#1. Bon Voyage!

El barco de los sueños.

Shura por fin lo tenía delante, había vendido prácticamente todas sus posesiones para hacerse con un pasaje en segunda clase. Por supuesto, primera clase estaba descartado, no hubiera podido pagar un pasaje ni aunque hubiera ahorrado hasta el último penique ganado en su vida, y tercera no era ni mucho menos admisible, ya que en aquel viaje Shura quería presentar su nueva imagen y ambición.
La mujer se había preparado siete años en Francia y ahora estaba preparada para atravesar el océano y conquistar el continente americano con sus dotes de actriz.
Se había ajustado el corpiño hasta quedar exuberante, se había pintado los ojos negros y los labios rojos hasta provocar que más de uno se detuviera a mirarla dos veces al pasar. Tenía seguridad en sí misma, talento y una voz prodigiosa, obligaría a todo el mundo a mirarla, a recordarla, arrasaria con Hollywood, los rumores de que aquel lugar sería la futura meca del cine ya circulaban por todos los locales de París, ir a rumbo del Titanic, el barco de los sueños, era una señal, el preludio de su nueva vida.

Subió dignamente, sosteniendo a su perrito carlino de nombre Apo, el animal estaba tranquilo en los brazos de su reciente dueña luciendo un collar de diamantes, obviamente falsos, pero salvo para un experto que los mirase de cerca, nadie notaba la diferencia.
Shura había recogido al perrillo, que tenía una graciosa marca en forma de corazón a un costado, lo había recogido de la calle el día mismo en que ponía rumbo al Titanic, hasta entonces el animal rondaba cerca del teatro donde ella trabajaba, alimentandole con los restos. Aquel perrillo sería la nota perfecta entre excentricidad y opulencia de la que quería aparentar.

Los camarotes de segunda clase eran compartidos, su equipaje ya estaba ahí, ahora sólo le faltaba conocer a su compañera de travesía…



Jesse McCree tenía un dolor de cabeza terrible, había estado bebiendo el fino whisky inglés durante toda la noche, había tumbado a aquel inglés de ancho bigote y aún había podido con una pelea de bar, eso aún estando lúcido, costaba mucho emborracharse con el licor inglés. No era por la resaca precisamente aquel dolor de cabeza, si no más bien…

-¡PAPÁ! ¡No encuentro mi vestido! -Lux McCree corría por toda la casa, haciendo un escándalo terrible a propósito para llamar la atención de todos y que reaccionasen para ayudarla con su problema.
-¡PAPAAAAÁ! -Nanami intentaba quedar por encima de su hermana, y aquel estruendo entre las dos era resultado de aquella locura de competición -.¿¡Por qué no nos has puesto una criada!? ¡Todo sería más fácil con una criada! ¡Contrata a una ahora mismo!
McCree no sabía si utilizar su revólver y pegarse un tiro en la cabeza, pero…
-Sois americanas, podéis hacer las cosas por vosotras mismas -y aunque era una bella lección, Nanami, la mayor de las hermanas, gritó exasperada.
-¡Sin criados cualquier nuevo rico de tres al cuarto nos mirará por encima del hombro! ¿¡Quieres que se rían de nosotras!? ¡Seremos la vergüenza! ¿¡Eso quieres!?
-Jesús, ¿no podéis bajar la voz? -Gwen ayudaba a su hermana Ann a llevar las maletas-. El taxi nos está esperando.
-En vez de discutir, podríais hacer algo para variar, vamos a perder el barco -Ann, señaló hacia Nanami, la cual se llevó la mano al pecho muy afectada.
-¡TE ODIO! ¡QUIERO CASARME Y DESAPARECER DE ESTA CASA! -Corrió escaleras arriba llorando y dando un portazo, igualmente sus berridos se escuchaban por toda la casa hasta con la puerta cerrada.

Ignorándola, por experiencia, sabían que Nanami tenía esos berrinches una vez por semana y los enfados se le olvidaban rápido, Lux se asomó por la barandilla del primer piso.
-¡Oye! ¡Papá! ¿¡Pero has visto mi vestido!?
-Si no lo encuentras, ya se encargaran de enviarnoslo… Dios… ¡espero que encontréis un marido que os aguante durante el viaje!

McCree había conseguido pases para todos en primera clase, era almirante de la marina americana, de permiso por Europa para que sus cinco hijas, y su hijo, conocieran el viejo continente. Desde que su esposa y madre de sus hijos falleciera, era el primer viaje que realizaban en familia, pero muy pronto McCree deseó volver al campo de batalla, antes que aguantar a sus escandalosas y rubisimas hijas.
Salió a la calle dando un portazo a que le diera un poco el aire, colocandose su viejo sombrero de cowboy, herencia de su abuelo que había sido un pionero. Y observó a su hija más pequeña junto con su hermano, Nero empujaba la silla de ruedas donde estaba Noel, la chiquilla estaba pálida y parecía agotada, pero mantuvo la compostura para dedicarle a su padre una sonrisa. 

-Hola cielo -verla así le conmovía y le dolía, como si la enfermedad de su hija fuera por su propia debilidad, impidiéndole tener una relación estrecha con su hija desde hace años, le dio unas palmaditas condescendientes en la cabeza- venga, volvemos a casa, ya verás que el aire marino te sienta bien.
Nero puso los ojos en blanco.
-Voy adentro a ayudar con las maletas -marchándose antes de que su padre pudiera replicar.

Dentro, Nero encontró a Ann con una pesada maleta a cada lado, aunque su hermana era bellísima y de apariencia delicada, tenía una fuerza oculta que superaba a la de muchos hombres.
-¿Les has dejado a los dos solos fuera?
-Si tenía que ver un solo momento más como la trata como un perro, iba a vomitar.
-¿Y qué dice Noel de todo eso?
La pregunta de Ann quedó en el aire, los dos hermanos guardaron un silencio incomodo, Noel era la más pequeña y después de la muerte de su madre, su admiración por su padre había crecido más de lo que Jesse se merecía, no es que no le quisieran, eran sus hijos al fin y al cabo, lo que pasa es que su padre tenía otras preferencias, y en el primer puesto, no estaban ninguno de ellos.

-¿Va todo bien? -Gwen se acercó cojiendo una de las maletas que aún sostenía Ann-. No os preocupéis por papá, lo de la familia le viene grande y necesita tiempo, lo que tenemos que estar unidos, y apoyar a Noel en todo, incluso en su admiración por papá -era la más conciliadora de los seis, la tercera hermana era el auténtico pegamento en la familia.
Lux bajo las escaleras riendo y dando saltitos, zarandeando un vestido largo hasta los pies de color marfil.
-¡Ya lo he encontrado! ¿No es ideal?
-¿Y piensas llevarlo en brazos hasta Nueva York? -Ann apostilló aquello, aprovechando para tocar la tela y disfrutar de la calidad de esta.
-Mi equipaje ya está lleno… -Lux miró a su hermano y se le iluminó la cara.
-¡Ah! ¡Eso no!
-¿Qué te cuesta? Hermano del alma, mi dulce Nero, ¿puedo ponerlo en tu equipaje? ¡Gwen! Porfa, diselo tu.
Aquella era la estrategia definitiva.
-Va, dejale ponerlo en tu maleta.
Nero iba a protestar, pero los chillidos de Nanami retumbaron hasta la entrada.
-Alguien tiene que subir a calmarla… -Lux y el resto de sus hermanos, miraron directamente hacía Ann, que también iba a protestar, pero cerró la boca a sabiendas de que era inútil.
-Está bien, iré a pedirle perdón, le diré que la quiero, que cuánto lo siento, que es muy guapa, que no lloré porque va a estar terrible cuando suba al Titanic, bla bla bla…

Se sabía el papel a la perfección, todos sabían que Nanami era la reina del drama, que nunca estaba realmente enfadada con ellos, pero le gustaba el teatro y que todos bebieran los vientos por ella.

-¿Vamos yendo al taxi? El barco tiene que estar a punto de zarpar.
« Last Edit: August 07, 2017, 06:37:14 PM by Shura »


Eureka

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #5: August 08, 2017, 08:10:41 AM »
momento incómodo en que mi historia principal no es igual de buena que las dos adicionales que he planeado




1st noon





Desde que tenía uso de razón, su madre le había exhortado a comportarse como la señorita que era: una joven de clase alta, heredera de una empresa automovilística y parte de una familia que, a los ojos de cualquiera, era simplemente perfecta. La etiqueta social, las conversaciones superfluas y frívolas, así como los lujos y grandes comodidades, formaban parte de su día a día.

Pero siempre había contado con un grado de rebeldía que, para su familia, era imposible de controlar. Eso la había llevado a juntarse con las sufragistas, lo que la impulsó a participar de varias protestas a favor de los derechos de las mujeres. La vergüenza de sus padres al sacarla de la cárcel en varias ocasiones los llevó a tomar medidas más drásticas, y resolvieron que lo mejor era mandarla a Estados Unidos para que se librase de esas ideas revolucionarias y que, de paso, acompañase a su novio, Wilhelm Gladstone, en un viaje de negocios. Wilhelm era el heredero de una de las más importantes industrias de metales de Inglaterra.

Eureka debió haber tomado la decisión de su madre como algo sumamente negativo, pero la vio por el lado optimista: el viaje significaba obtener un poco de libertad. Su madre no estaría día y noche repitiéndole cómo debía comportarse, criticándola por los más pequeños errores, resondrándola por su actitud rebelde y sus ganas por lograr un cambio en la sociedad londinense. Tal vez no podría continuar con su apoyo al movimiento feminista en su ciudad, pero nada le impedía ayudar al que también estaba surgiendo en Estados Unidos, por más de que no se tratara de su tierra natal.

Y más allá de todo, existía la certeza del regreso, puesto que los Gladstone tenían su imperio industrial centralizado en Londres, y aunque lo habían dejado en buenas manos, necesitaban volver a Inglaterra dentro de unos meses.

“Señorita,” Katie, una de sus criadas, la hizo aterrizar. Se encontraban en la suite que los Gladstone le habían conseguido a su hijo y a ella dentro del RMS Titanic: una recámara de primera clase, con dos cuartos, una pequeña sala, un baño, un vestidor y un comedor que daba para el lado de la cubierta lateral. “¿Está segura?” le preguntó. Al parecer, Katie andaba preocupada porque la hora del almuerzo se acercaba, y ella aún no estaba lista.

Eureka le sonrió y asintió, en silencio.

“Debo aprovechar que mi madre no está aquí conmigo.”
“Disculpe mi impertinencia pero…” Katie dudó en proseguir, preocupada por faltarle el respeto.
“Adelante, no hay problema.”
“Es que el joven Wilhelm y los señores Gladstone podrían tomarlo como un desaire.”
“Ya conversé con ellos. Wilhelm dijo que no tenía problema con que no asista.”

En parte, era cierto: habían discutido acerca del tema durante los breves momentos que tuvieron juntos, antes de que Wilhelm fuera a reencontrarse con sus padres para ir a saludar al resto de empresarios de su círculo social más cercano. Ella le había mencionado que se sentía un poco mareada, haciendo énfasis en la necesidad de descansar urgentemente. Su prometido no había hecho comentario al respecto, pero eso bastaba y sobraba para dar a entender que no era vital su asistencia.

Pero los padres de Wilhelm no sabían nada al respecto. La madre de su prometido era igual de escandalosa y alcahueta que la suya, por lo que estaba segura de que existirían comentarios negativos de su parte sobre aquella falta de respeto. Sin embargo, la Sra. Gladstone estaba maniatada: por más de que sentía una animosidad tremenda hacia ella, el matrimonio sería el inicio de una alianza estratégica entre ambas familias que sería de mucho provecho para ambas partes.

Y aunque aparentemente todo indicaba lo contrario, en el fondo Eureka sentía lo mismo que ella, por más irónico que fuese.

Lo que daría por librarse de aquel compromiso.

“Si usted desea, puedo llamar a algún mayordomo para que le traiga el almuerzo a la recámara.”
“Eso sería espléndido, gracias,” Eureka le sonrió. “Oh, y por favor, dígale a Mary que llame al resto de criadas. Prefiero que estén con Wilhelm y los señores Gladstone, no vaya a ser que necesiten algo. Ayúdenlos en lo que ellos vean necesario.”
“Por supuesto,” la criada asintió. “Pero… permítame hacerle notar que se quedará sola, señorita.”
“Sí, eso es justo lo que busco. Necesito un momento a solas.” Eureka soltó un suspiro. “Unos quince minutos serán suficientes. Quiero tomar una siesta.”
“Iré por su almuerzo, señorita. De ahí le avisaré a Mary. Ya regreso, entonces.”
“Ve con cuidado, Katie.”

La criada hizo una pequeña reverencia, y se excusó fuera del cuarto. Al cabo de unos segundos, Eureka escuchó otra puerta cerrarse: Katie había salido de la suite, para ese entonces.

Una vez a solas, Eureka no tuvo cuidado alguno con el vestido que portaba y se desplomó en la cama. Luego de un par de segundos llenos de arrepentimiento, recordó que su madre no estaba con ella y suspiró aliviada.

Se acomodó en la cama, observando el techo de su cuarto sin interés. Tuvo la intención de levantarse a apagar las luces, pero el cansancio la venció, y cerró los ojos. 

No pudo mantenerlos así por mucho tiempo. Unos minutos pasaron, y volvió a escuchar el sonido de una puerta abriéndose, lo que la sorprendió y la despertó de un salto.

“¿Katie?” llamó, tentativamente, pero al no recibir respuesta, se levantó y caminó hacia la puerta que daba a la sala.

Al salir de su cuarto, se encontró con que la sala estaba vacía. Sus ojos se posaron en la puerta del cuarto de su prometido, abierta de par en par.

Un mal presentimiento se apoderó de ella. El miedo la llevó a cuidar no hacer ruido al asomarse para revisar de quién se trataba.

Se encontró con una escena sumamente extraña a sus ojos: uno de los miembros de la tripulación de White Star Line estaba frente a la caja fuerte de su prometido, revisando los contenidos de los pequeños cajones dentro de esta.

Ignorando los grandes fajos de dinero en el compartimiento superior, que andaban completamente a su disposición.

Eureka sintió la necesidad de gritar, de alertar del robo a cualquier pasajero o sirviente que anduviese por aquella zona. Pero sólo alcanzó a soltar un suspiro, y se llevó una mano a la boca. El hombre notó su presencia y se giró a encararla: sus ojos cafés se posaron en su rostro, y se sintió hipnotizada por su mirada. Lo que fue un contacto visual de unos breves instantes, pareció durar una eternidad para ella.

Todo indicaba que lo mismo había sucedido con él, puesto que lo vio sacudiendo la cabeza para pisar tierra y despertar de aquella extraña hipnosis. El hombre deslizó su mirada hasta mantenerla fija en su cuello, y fue recién en esos momentos que Eureka se dio cuenta de lo que él había estado buscando.






Era imposible que todo estuviese yendo tal como lo esperaba.

Oikawa había sido contratado para robar un diamante valioso adquirido en marzo del año 1912 por Wilhelm Gladstone. No contaba con mucho tiempo para esto, puesto que debía entregarlo ni bien el barco llegara a Halifax, la última escala antes de llegar a Nueva York.

La infiltración al trasatlántico fue sencilla: había suplantado la identidad de un mayordomo que formaba parte de la tripulación contratada por White Star Line sin problema alguno. Encontró que, para su suerte, la zona del barco que le habían asignado quedaba muy cerca de la recámara de Gladstone y su prometida, Eureka Whitaker. Encima, estaba encargado de atender exclusivamente a los pasajeros de primera clase. 

Revisó su reloj de bolsillo, y notó que faltaban unos minutos para la hora de almuerzo. Sabía que se estaba arriesgando de más al intentar robar el diamante en el primer día de viaje, pero sentía que no iba a ganar nada con dejarlo para después, por lo que decidió salir de los camarotes de los empleados con destino a la suite de Gladstone.

Todo parecía ir a su favor: la tripulación que vigilaba las recámaras ni se inmutó al verlo ingresar; y antes de llegar a destino, logró ver a los mayordomos personales de Wilhelm, junto con el mismísimo Gladstone, saliendo hacia el comedor de primera clase. La puerta había quedado abierta, por lo que aprovechó de ingresar, no sin antes revisar que ningún otro pasajero o miembro de la tripulación estuviera cerca de allí.

Ahí empezó a darse cuenta de que no todo podía ser tan perfecto: escuchó dos voces que provenían del cuarto de Whitaker, y tuvo que correr a esconderse en el vestidor.

Si lo encontraban allí, terminaría siendo arrestado por los oficiales por su actitud sospechosa. Pero estaba atrapado, puesto que salir del vestidor delataría su presencia en la suite.

Optó por lo sano: ser paciente y no desesperarse. Eventualmente, Whitaker y su criada debían de salir rumbo al comedor de primera clase. En esos instantes, aprovecharía para robar el diamante de la caja fuerte de Gladstone.

Para su suerte, escuchó que la puerta del cuarto de Whitaker se cerró, y de ahí, le siguió la puerta principal de la suite. 

Oikawa se arriesgó, confiado de que nadie se encontraría dentro de la suite a esas alturas. Salió del vestidor y caminó hacia el cuarto de Gladstone, cuidando no hacer mucho ruido por precaución. Prendió con prisa las luces, y encontró la caja fuerte encima de una mesa de ébano con detalles muy recargados.

Tanteó unos cuantos minutos con la perilla de la caja fuerte, hasta que esta soltó un ‘click’ muy sonoro y la puerta se abrió. Revisó exhaustivamente cada rincón de la caja, sin éxito. Varios fajos de billetes estaban en el compartimiento superior, junto con unos archivos y documentos importantes que de seguro pertenecían a la industria de los Gladstone, pero no había rastro del diamante.

Se quedó estupefacto al escuchar un ruido detrás de él, acompañado por un suspiro muy suave. Al voltearse, reconoció a la mujer en el marco de la puerta como la prometida de Gladstone, Eureka Whitaker: era una joven muy bonita, arreglada de una manera muy sencilla y con un vestido negro que la hacía ver más pequeña de lo que ya era.

Eureka le devolvió la mirada, y el contacto visual le impidió notar el paso de los segundos. Por algún motivo, el mundo a su alrededor había desaparecido: todo se reducía a ese instante, el preciso momento en el que se habían encontrado el uno al otro.

Sacudió levemente la cabeza para pisar tierra y enfocarse de nuevo en su objetivo… el que encontró colgando del cuello de la mujer en frente suyo.

…Al menos el diamante carmín resaltaba los ojos de la joven.
« Last Edit: November 30, 2017, 11:16:33 PM by Eureka »


Cho

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #6: August 08, 2017, 04:10:04 PM »
Okay, luego de agonizar me salió algo remotamente decente... quiero dormir (?)

1


Después de la partida del majestuoso Titanic y el inicio de la travesía, los pasajeros terminaban de acomodarse dentro de sus habitaciones y posteriormente salían para disfrutar de las instalaciones en aquel lujoso barco.

Al igual que varias áreas designadas específicamente para personas que viajaban en primera clase, la cubierta también se encontraba dividida, y un par de conocidos habían encargado el arreglo y la recepción de sus pertenencias al personal de White Star Line con tal de disfrutar de la vista disponible en la cubierta desde el inicio del viaje.

Por la dirección a la cual encaraban, no eran capaces de ver más que el borroso horizonte marítimo, mientras que el Titanic daba la espalda a tierra firme e iniciaba lo que debía ser un breve adiós en medio de su gloriosa primera travesía.

Uno de ellos, un hombre cercano a sus treinta años, observó a unas gaviotas volar a poca distancia al barco, y luego su vista pasó a presenciar a unos miembros de la tripulación realizando una labor de caminar a mascotas de pedigrí pertenecientes a otros pasajeros. Aquella imagen que no pudo ignorar por el hecho que pasaron frente a él le causó una tremenda frustración, por más que él mismo se considerara un amante de los animales. Ante su reacción, pudo notar cómo su acompañante sonrió y rió por lo bajo. Ella no necesitó mirarle para captar la desaprobación en él, y sin duda lo encontró muy gracioso.

“Si la gente tanto insiste en traer a sus mascotas, deberían ser ellos quienes las paseen,” comentó el hombre. “Es también lo mejor para ellas pasar más tiempo con sus dueños.”
“No discutiré contigo. Déjame apreciar los pequeños placeres de la vida,” contestó con un tono burlesco. El otro le miró con reproche, pero no llegó a decir más ya que un camarero que servía el área acababa de regresar con unos aperitivos y una botella de vino tinto para los dos.
“Les traigo nuestra mejor selección de panadería francesa y un cabernet sauvignon de reserva,” explicó el camarero con una impecable cortesía y etiqueta. Apoyó la cesta de panes encima de la mesa entre las dos sillas y procedió a servir la bebida alcohólica con gracia y delicadeza, para entonces posicionar las copas al costado de los dos pasajeros. “Permitan que el vino respire antes de degustarlo. ¿Se le ofrece algo más, señor Cranach?”
“Estamos bien, le agradezco,” dijo el hombre asintiendo y con suma paciencia.
“No, querido, quisiera disfrutar de uno de los rumoreados postres del chef,” le pidió la mujer con un tono reservado y delicado, aunque casi suplicante.
“¿Q-qué dices…?” el dirigido sintió a su piel erizarse por la forma en la que aquella lamentablemente conocida persona a su costado había decidido llamarle.
“¿Cómo no, señora Cranach? Tenemos disponible…”
“¡Hahahahaha!” la mujer dejó su acto para reírse con gusto. Su voz retumbó en esa área y causó que varias personas de su clase la miraran con recelo y cierto despecho.
“¿S-sucede algo…?” el camarero se congeló por aquella reacción, y estuvo por ser explicado lo que sucedía de parte del otro presente.
“Nosotros no estamos casados…” declaró el joven señor, pesadamente y mostrando un rostro lleno de gran frustración, indignación y cólera. Todo aquello no estaba para nada dirigido al pobre camarero envuelto en esa broma de mal gusto, aunque él no evitó temer por su empleo y su vida ya que ese semblante era traumatizante.
“M-mil disculpas a los dos,” dijo con una rápida reverencia. “L-les dejaré disfrutar de sus pedidos. Avísenme si en algún momento desearían algo más…”

El mozo continuó con su ronda donde fue a atender a una pareja de ancianos más adelante, mientras la supuesta ‘señora Cranach’ todavía reía por su ocurrencia.

“Sabía que reaccionaría así…” comentó.
“¿Cuál demonios es tu problema, Astrid?” le reclamó, colérico. “Pensé que manteníamos una distancia y disgusto mutuo. Nosotros nunca nos comprometeríamos de aquel modo.”
“Lo dices como si no me conocieras, Sterk,” la pelinegra se encogió de hombros. “Sabes que fastidiar e incomodar a todos es parte importante de mi comportamiento, y tú eres una de las personas más fácilmente incomodables. Después de todo, este viaje será principalmente para un goce personal.”
“…” dio un suspiro y le miró de reojo. “Sabes que no es cierto. Tu familia espera que tu llegada a Nueva York te permita entablar mejores relaciones con otras familias de gran estatus por el bien de tus intereses y para buscar a un pretendiente.”
“Tú también tienes la misión de conocer a una prometida de una familia en Estados Unidos bajo esperanzas de que finalmente encuentres a alguien, pero todos sabemos cómo va a terminar,” Astrid comenzó a comer uno de los panes, mientras mostraba una actitud de indiferencia y casi comedia que sin duda exasperaba a su acompañante.

Sterk tenía unas raíces alemanas, aunque había vivido mucho tiempo de su vida en Inglaterra por sus estudios. Era el mayor de cuatro hermanos, aunque el único sin planes para iniciar una familia y continuar con el legado de su apellido, lo cual era de suma preocupación para sus padres, quienes le habían apuntado como el legítimo heredero. Pese a ser un cortés e inteligente caballero adepto a diversas áreas y disciplinas, su personalidad críptica e inaccesible y aura aterradora nunca dejaba de darle problemas al momento de entablar relaciones más íntimas que las profesionales. Sumado a ello, era una persona con intereses inusuales y pasatiempos que no iban con su estatus, lo cual terminó tachando a muchas posibles familias que deseaban tener vínculos con él. Prácticamente, sus tres hermanos menores habían terminado siendo escogidos en su lugar.

Por otro lado, Astrid provenía de la Europa oriental, de una familia también reconocida en su entorno. Pese a no haber sido elegida como la heredera por su sexo femenino, siempre había sido apreciada debido a su atractiva apariencia. Sin embargo, ella era alguien inteligente y liberal (lo cual por ser mujer era un gran defecto ante los ojos de su tierra natal) y también poseía una personalidad problemática. Aquella era la razón por la cual Astrid se encaminaba hacia América, una tierra conocida como más ‘barbárica’ donde posiblemente podría encajar mejor y hacerse de aliados beneficiosos para sus padres.

Eventualmente, ellos dos cruzaron caminos cuando surgió la posibilidad de que ambos terminaran comprometidos. Aquello hubiera sido también muy positivo para ambas partes. Sin embargo, Sterk había declarado enfáticamente que no sería capaz de soportar a alguien como ella por el resto de su vida, y los dos más bien habían terminado convirtiéndose en unos bizarros e improbables amigos. De todos modos, el hecho que ellos hayan podido volverse moderadamente cercanos considerando sus problemas sociales del pasado era de interés para sus familias, y posiblemente podría significar una asociación a futuro.

Ambos se encontraban en un umbral de edad un tanto inaceptable para todavía ser solteros y podían sentir la presión de todos en su círculo de comportarse según la sociedad mandaba, pero sólo viajaban hacia Nueva York sin esperar que nada realmente cambiara en sus vidas. También, para agregar algo adicional al viaje, Astrid había sorprendido a Sterk con otra persona que, según ella, también provenía de una familia de clase alta de su tierra de origen, y quien se dirigía a Estados Unidos en búsqueda de una vida nueva.

Y justo la mencionada llegó frente a ellos.

“Les oí reírse y renegar, Astrid y Sterk, respectivamente,” comentó la jovencita, con una voz apagada e indiferente, aunque extrañamente endulzada de unos toques pícaros que apuntaban a originar aprobación en quienes le oían. Junto a la voz adornada, dicha joven de cabellos azabaches sonrió muy ampliamente y con una alegría que le hacía verse infantil.
“Astrid de nuevo fastidiándome, lo puedes esperar,” resumió Sterk, alzando una ceja. Aquella chica que acababa de conocer le daba mala espina, y sólo era derrotada por Astrid como la persona que más le ponía de mal humor. No dejaba de pensar que toda esa apariencia y palabras adornadas eran eso, adornos. Claro, a su costado, Astrid no dejaba de mirar a la recién aparecida en sus vidas con entretenimiento e interés. “Y lo mínimo que podrías hacer ahora es dejar de vestirte con vestidos negros. Ya pareces un espantapájaros.”
“Pero ya lo hemos hablado,” la joven llevó sus manos a su pecho y desvió su mirada hacia el piso para transmitir una angustia y delicadeza en su gesto lleno de desesperanza. “Lo siento… no es un deseo mío inquietar la hermosa vista, pero hace poco que mi estimado señor padre falleció y tengo que mantener el velo a señal de respeto,” acto seguido, llevó el filo de su índice izquierdo para secarse unas muy disimuladas lágrimas que podrían no haber estado ahí. “Ahh, por su ausencia no tuve más remedio que escapar de mi hogar. Nadie me comprendía como él.”
“Sí, linda historia, siempre he sido una fan,” comentó Astrid quien recibió una mirada de reproche de la menor. “¿Y cómo así nos quieres acompañar, Celestia? Asumí que éramos demasiado mayores y aburridos para ti.”
“Yo me junto con quienes me hacen sentir bienvenida, y con quienes pertenezco. Como personas de familias de tan alta gama, ustedes son la perfecta e ideal compañía para mí,” confesó con una muy delicada y presentable alegría en su expresión. “Casi diría que los dos son perfectos el uno para el otro. No dejo de observar lo mucho que me entretienen con sus intercambios.”
“Sí, ¿verdad?” preguntó Astrid. “Primero el mozo y ahora nuestra estimada Celestia. ¿Qué te parece, Sterk?”
“Deja ese tema de lado,” espetó el hombre, impaciente.
“Vamos, no duele considerarlo,” Celestia se sumó, con una sonrisa. “Incluso tú debes asumir lo ideal que suena Astrid Cranach. Es simplemente precioso, ¿cierto?”
“Ya tuve suficiente,” se quejó Sterk entre dientes y se levantó.
“¿A dónde vas?” le preguntó Astrid, un poco frustrada, y le sonrió. “Vamos, la broma ya pasó. Además, no puedes irte sin tomar el vino que pides. Ya le dejaste respirar.”
“Nadie puede respirar con ustedes dos a bordo,” él ignoró la invitación y continuó caminando. No debió haber aceptado a viajar con su insoportable amiga y su clon más joven. A ese ritmo, él muy probablemente podría saltar por la borda.

Iba a ser un viaje un tanto conflictivo, aunque también una oportunidad para conversar y vivir un poco más de lo usual.
« Last Edit: August 30, 2017, 11:32:43 PM by Cho »


Apple

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #7: August 08, 2017, 07:45:49 PM »
Que emoción verlas a todas posteando. Prometo leer todas sus historias y dejarles comentarios (ahora no hay excusa ya que es nuevo proyecto o_ó). Also, introducing husbando #2

#1: Conjugal burns

10/4/1912

Sheryl POV


Cuando vi el Titanic por primera vez no traté de evitar emocionarme. Era magnifico. Mi esposo, a mi lado, soltó un silbido de admiración y mi hermana expresó lo hermoso que le parecía el barco. Sus ojos celestes se iluminaron y su semblante contrastaba con sus ropas de luto y la palidez de su rostro.

En su primer viaje, el Titanic iba de Inglaterra a Nueva York. Este iba a ser mi primer viaje desde mi luna de miel en Roma y a pesar de que en ese momento estamos pasando por circunstancias difíciles estaba ansiosa por llegar a América.

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Mientras más se acercaba la hora de zarpar los muelles alrededor del M.S. Titanic se atoraban de personas. Algunos era pasajeros y muchos eran curiosos que  iban despedir a algún familiar o amigo y de paso querían verlo hacerse a la mar.
Las filas para abordar en tercera clase fueron largas debido a las revisiones, pero en primera clase todos abordaron en cuestión de minutos y no paso mucho para que los tripulantes tuvieran una copa de champagne en una mano y con la otra saludaran al capitán. 

Había todo tipo de personalidades en esa pequeña fiesta de bienvenida oficiada por el Capitán, desde millonarios hasta nobles. Una de las presencias más notables era la del joven Conde de y líder del legendario Clan McKenzie de las Tierras Altas de Escocia, James "Jamie" Alexander Malcolm MacKenzie Fraser y su esposa, la condesa Sheryl MacKenzie Von Lohengramm. Iban de compañía de la hermana de Sheryl, Rangiku Stark.

Eran un trió curioso e interesante. El era alto y fornido como buen escocés, y para la ocasión había peinado desordenados risos pelirrojos hacia atrás lo que le daba un aspecto muy aristocrático. Las mujeres ambas altas, rubias y de ojos azules de familia austriaca. Su apellido de solteras era Von Lohengramm. Eran tan ricos y educados como la mayoría de pasajeros de primera clase, pero Sheryl sabía que los saludos y cortesías hacia ellos eran solo una fachada.

Un escocés y un par de austriacas no encajaban bien entre los ingleses y americanos.

Cuando la pequeña recepción de bienvenida terminó y el barco hubo salido a la mar los pasajeros se retiraron a sus camarotes. Un oficial escolto al trío a sus habitaciones, Jamie le ofreció su brazo a su esposa, pero ella lo rechazó con disimulo adelantándose al grupo. Estaba ansiosa por ver las habitaciones, y de nuevo la sorpresa y la alegría la invadieron cuando entró. Eran espacios decorados con mucho esmero y buen gusto, enormes como las del Ritz en París e incluso tenían su propia cubierta privada que seria el equivalente de un balcón donde se podía desayunar, leer y tomar el té. Las dos maids de Sheryl y Rangiku ya estaban ahí, desempacando la ropa que sus amas usarían para el viaje y tratando de poner orden entre el caos de maletas.

Sheryl no pudo evitar explorar el enorme camarote con la curiosidad de una niña. La mayor de igual manera exploró el lugar y critico la decoración del lugar por exagerada antes de retirarse a su propio camarote. Sheryl no se percató hasta ese momento de que solo había una habitación en el lugar. De repente la invadió el disgusto y el enojo. Tendría que dormir con Jamie.

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Mi matrimonio no iba bien en esos momentos. A decir verdad, nunca fue bien. En los últimos años había sido traicionada por mis dos hermanos. Rangiku se casó con el hombre a quien yo amaba y mi hermano Reinhard me obligó a entrar en un matrimonio arreglado. Como nuestros padres habían muerto y él era el nuevo jefe de la familia tuve que obedecerle. Obviamente me rehusé pero el llego al punto de amenazarme con enviarme a un convento o echarme a las calles. Supongo que se preocupaba por mi bien después de todo.

En cuanto a Rangiku, ella se casó con Robb Stark un joven norteamericano hijo de un magnate del petróleo enviado a Inglaterra por sus padres para buscar una novia digna de un heredero y que con su presencia pudiera subirle el status a la familia. Lo conocimos en una fiesta y mis hermanos trabaron amistad con el enseguida. Pero yo me enamoré de el en seguida, y por varios meses intenté llamar su atención. Pronto, el empezó a llegar seguido a casa a visitarnos y supuse que era cuestión de tiempo antes de que una confesión de amor llegara. Y claro que llegó junto con una propuesta de matrimonio, pero para mi hermana. Traté de no odiarla a ella, o a él, pero terminé odiándome a mi misma por no haber sido lo suficientemente buena.

Poco a poco fui recomponiéndome. Amaba a Robb, eso nunca cambiaria, pero era el esposo de mi hermana y me esforcé por desearles el bien. Tambien decidí que nunca me casaría y rechacé varias propuestas que me llegaron hasta el punto de llegar a disgustar y preocupar a mis hermanos. 

Y así paso un año y llegó el primer aniversario de bodas de Robb y Rangiku. Para celebrar arreglaron un viaje a Escocia e invitaron a mi hermano y a mí. Íbamos a quedarnos en con un conde que ellos conocieron en su viaje de luna de miel a París y con el que trabaron amistad. Según me dijeron, el vivía en un castillo que había pertenecido a su clan desde hacía cientos de años y estaba en un islote rodeado un largo. No me emocionaba la idea, pero de igual manera me encontré sobre un caballo pasando sobre el puente que conectaba la isla con tierra firme.

Era un lugar viejo, el castillo era una gran fortaleza de piedra y todavía no contaba con electricidad. El conde salió a recibirnos. Mi primera impresión de Jamie fue que era muy joven para ser conde. Sus tíos, ambos habían muerto un año atrás, y el era su heredo (aunque acepto el cargo de mala gana). La segunda impresión que me dio fue de que delante de mí, besando mi mano, tenia a uno de los solteros más codiciados de Gran Bretaña. Y no era en vano pues Jamie (como lo llamaban todos desde que era un niño) MacKenzie Fraser era un encanto. Aún así eso no fue suficiente para mí.

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“Sassenach, saldré a ver la cubierta exterior y a explorar el barco, ¿te gustaría acompañarme?” Jamie se había cambiado la ropa de viaje y ahora lucia mas relajado. Su peinado ya estaba casi deshecho y sus rizos empezaban a rebelarse.

“Me duele la cabeza. Lo siento” a Sheryl no le agradaba que Jamie la llamara así y él lo sabía muy bien, pero le gustaba usarla para irritarla. Sassenach era básicamente la palabra gaélica para designar a una persona extranjera y a veces podía sonar bastante despectivo. Fingió supervisar la labor de su maid que trataba de encontrarle lugar a todas sus cosas.

Jamie sonrió a medias y trató de que el enojo no se apoderara de él para evitar tirar el florero con rosas frescas que estaba a su lado. Aún no se acostumbraba a la frustración y al rechazo de su esposa.

“Ya veo… con que esa es tu nueva excusa”

“No es una excusa. Todo este desorden me da dolor de cabeza.”

“Es todo tu equipaje Sheryl. Toda tu ropa, sombreros, abrigos y zapatos. Como que te fueras a mudar a América.”

La rubia se levanto y lo miró a los ojos de manera desafiante.

“Pero sí nos mudamos a América.”

“Aún no esta decidido.” Le dijo el acercándose a ella, respondiéndole la mirada desafiante con otra aun mas desafiante.

“Tu lo prometiste. Ve a explorar o hacer lo que quieras, pero regresa a tiempo para cambiarte para la cena” dijo ella queriéndole quitar importancia al asunto y dándole la espalda volviendo a su tarea.

Sin decir nada el se fue. No le gustaba ese tonito con el que su esposa le hablaba y a pesar de que llevaba un mes hablándole de esa manera, tampoco se acostumbraba a eso. Sabía que nunca lo haría.  Un poco resignado, se dirigió al salón de fumadores. Quizás un poco de whiskey lo harían sentirse menos frustrado.
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Regresó al camarote media hora antes de que se sirviera la cena en el gran salón.

“Hueles un poco a Whiskey” le reclamó su esposa.

Y efectivamente, había ido al salón de fumadores pero no había bebido más que dos vasos de whiskey con hielo. En realidad Sheryl era una experta en encontrarle defectos y excusas para discutir. Pero Jamie decidió no seguirle la corriente hoy e ignorando el comentario fue hasta la habitación a cambiarse por algo más apropiado. El whiskey lo había relajado un poco, no lo suficientemente para hacerle olvidar que su esposa le odiaba pero si como para  ponerlo un poco juguetón y hacer salir a su  macho alfa interno. Solo para demostrar un poco quien mandaba.

Busco entre el su cofre de ropa su kilt más nuevo y fino. Sabía que su esposa odiaba cuando usaba kilt estando fuera de Escocia.

Cualquier mujer hubiera soltado suspiros de amor y admiración viendo a Jamie Fraser usando sus mejores ropas al puro estilo escocés; con su camisa de paño blanca, chaleco café, chaqueta azul marino, botas y el kilt con el patrón y colores del clan MacKenzie con sus respectivo cinturón de cuero atravesándole la cintura. Pero Sheryl no.

El se acerco a ella y sin preguntarle la tomo del brazo como cualquier caballero tomaría a su dama para caminar juntos al gran salón. Una sonrisa traviesa y encantadora se dibujo en los labios de el antes de susurrar al oído de su esposa: “Sabes querida… hoy me siento como un verdadero escocés”.

Sheryl, conociendo el significado de lo que era un verdadero escocés se sonrojó escandalizada. 


Isumi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #8: August 11, 2017, 02:29:54 AM »





Ch. 1

Todo sucedió por culpa de un descuido.

Gracias a contactos que tenía mi padre, logré conseguir un trabajo como criada en una familia de mucho dinero. Y aunque diga criada, en realidad era solamente la niñera. Solo a veces hacía cosas extra como coser sus vestidos, ya que la costura era una de mis habilidades más desarrolladas, o tocar el piano durante sus fiestas.

La familia en cuestión se trataba de parientes no tan lejanos de William Pirrie, presidente de los astilleros Harland and Wolff, compañía para la cual trabajaba mi padre y en la cual era muy querido gracias a su personalidad extrovertida y carismática. De hecho fue gracias a eso que, cuando le pedí ayuda para conseguir trabajo, no tuvo mucha dificultad en encontrarlo.

Ahora, la razón por la cual estaba tan desesperada por trabajar, a pesar de no haber terminado mis estudios, era que me enteré sobre el hecho de que mi padre había sido empleado para trabajar en la construcción del Titanic. Entonces, comencé a juntar dinero con la esperanza de poder comprarle un billete para que pudiera tomarse unas vacaciones en Nueva York. Pero me di cuenta que, si quería lograr al menos el precio de la segunda clase, necesitaba un trabajo más rediticio del que había tenido en una fábrica textil hasta el momento.

Ya habían pasado cuatro años desde que comencé a trabajar con ellos y finalmente la construcción del Titanic había terminado.
Aquella mañana me dirigía a la mansión luego de haber comprado el billete; no iba a hacer a tiempo a volver a casa para dárselo a mi padre; por lo tanto tuve que ponerlo en mi cartera y esperar hasta la noche.

Y más que un error, aquello se trató de una desafortunada coincidencia.

Durante la tarde de aquel día, los padrones de la casa realizaron una fiesta de beneficencia dirigida hacia los niños huérfanos. Mi trabajo, como siempre, era entretener a la visita con música. Entre la gente se encontraban también muchos de los niños huérfanos protagonistas del evento.
Visto desde afuera, los comentarios sobre esta fiesta iban desde los muy negativos, criticando el hecho de que dejaran niños maleducados y mal vestidos participar a una fiesta de alta clase, a los muy positivos, apreciando la gentileza de los padrones. Pero ninguno habría estado en lo correcto.
La verdad era que querían simplemente que la gente hablara sobre ellos. No les importaba si bien o mal, el simple hecho de ser argumento de discusión les daba popularidad y eso era lo que buscaban.
Lo que hacían no era extremadamente escandaloso ni generoso; era algo que cualquier persona rica podría hacer en cualquier momento, pero no tenían el coraje de hacerlo por miedo de ser criticados.
Pero ellos no tenían miedo de nada, y aunque pudiese parecer algo admirable, en mi opinión era simplemente estúpido.

Porque fue gracias a ese coraje que perdí mi regalo.
El billete que iba a regalarle a mi padre, junto con muchas otras de mis pertenencias, fueron robados esa misma tarde por uno de los niños huérfanos. Y lo peor fue que todos lo vieron, pero nadie sospechó nada. Algunos comentaron que el niño decía que iba a llevarle la cartera que tenía en sus manos a la persona que se la había pedido. Me pregunté cuán idiotas podían ser la clase alta.

Decepcionada, esa noche volví a casa a pensar sobre mis decisiones de vida; sin imaginarme que iba a ser mi padre quien me la cambiara completamente.

-¡Isuzu! ¿Qué haces deprimida en la cama? ¡Tengo una gran sorpresa para ti!- Exclamó mi padre abriendo la puerta con el mismo entusiasmo de siempre.
-Perdón, pero la verdad es que no estoy con ganas de sorpresas... - le respondí sin levantar la cara de la cama.
-¿Ni siquiera si te digo que tiene que ver con el Titanic?-
-...- Esas palabras me hicieron levantar enseguida. ¿Era posible que de alguna manera el billete hubiese terminado en sus manos? -¿Qué hay con el Titanic?- Pregunté intentando esconder mis nervios.
-Pues, como ya te he contado varias veces, el Titanic es muy bonito y grande. Entonces papá pensó que, teniendo una hija muy bonita y pequeña, verla encima del Titanic ¡sería una vista para cuadro!- Hablaba moviendo los brazos hacia todos lados como si fuese italiano.
-Pero papá, no puedo subirme al Titanic sin un billete, por más que tú hayas ayudado a construirlo. Ya lo hemos hablado.-
-¿Y quién dijo que subirías sin billete?- Haciendome esa pregunta, sacó de su bolsillo y comenzó a ventilarse con lo que parecía ser un billete muy similar al que había comprado yo. Pero no era posible…
-Pero… pero… se supone que los billetes llevan el nombre de la persona…- Comencé a decir habiendo aceptado la teoría de que aquel era el billete que había comprado. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo me tapé la boca.
-¿Isuzu? ¿De qué hablas? Este billete te lo compró papá para tí, amor. Por supuesto que tiene tu nombre.-
Habiéndose calmado respondí. -Pero papá… no puedo ir a Nueva York sin tí. ¿Qué haré allí sola?-
Entonces, borrando por completo su sonrisa de siempre y reemplazandola por una triste, respondió. -Tu madre se encuentra en Nueva York.-
-...¿Qué?- No podía creer lo que había apenas escuchado.
-Me mandó una carta no hace mucho y me dijo que se arrepiente de todo lo que hizo y de las deudas que nos hizo pagar durante todos estos años por su culpa. Dijo que su marido la dejó, su hijo se escapó de casa y aun ahora está desaparecido. Está muy desesperada y sola;  le gustaría poder verte de nuevo, adulta y tan hermosa. Estoy seguro de que al perder otro hijo se dio cuenta de lo que perdió cuando te abandonó a tí.-
-Esa mujer es una racista.- Le dije sin medir mis palabras. -Tal vez tú hayas estado enamorado de ella, pero ella nunca quiso tener a una hija asiatica como yo. No sé por qué se puso contigo en primer lugar, pero si sus tan respetados ‘círculos sociales’ no pueden verla con una hija de otra raza, entonces no tengo razón para tenerle lástima.-
-Hija… sé cómo te sientes, y no te voy a obligar a ir a ver a tu madre. Pero aunque sea puedes aprovechar el viaje para relajarte, conocer ambientes nuevos y quien sabe, tal vez tu voz y tu talento musical te consigan una carrera en los Estados Unidos. Yo siempre creí en ti, pero nunca pude hacer nada para demostrarlo. Déjame demostrártelo esta vez.-
-Papá…- Lágrimas comenzaron a llenar mis ojos pensando en la posibilidad que me había perdido de corresponder tanta gentileza de parte de mi padre y en las palabras que se quedaron para siempre atoradas en mi garganta.


~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~


Y fue así que la mañana del diez de Abril del 1914, cargando todas mis pertenencias en solamente dos maletas, me subí al lujoso RMS Titanic con un billete de segunda clase.

Mi padre estaba preocupado de que, al haber comprado el billete un poco tarde, ya no quedaban dormitorios individuales en la segunda clase; por lo tanto tendría que dormir con algún desconocido.
Por mi parte no se me hacía un problema tan grave, mientras que no se tratara nuevamente de un ladrón. Pero por supuesto, de haber ladrones solo tendrían como objetivo a la primera clase. Y de todos modos no llevaba nada valioso además de dinero y mi cuaderno de música con las composiciones que había escrito hasta el momento.

“Si voy a hacerlo, voy a hacerlo bien.” Pensé recordando las palabras de mi padre.

Una vez que subí al barco, sentí que no era la primera vez que me encontraba allí. Gracias a todas las historias que mi padre me contaba todos los días cuando volvía de trabajar, sentía como si poco a poco el barco iba tomando forma en mi cabeza y ahora lo veía terminado.
Por cortesía me dejé guiar por la tripulación, pero por cada rincón, cada escalera y cada sala por la que pasabamos, sabía ya hacia qué dirección el hombre me diría ‘por aquí por favor’, como si de mi casa se tratara; lo cual me hizo mantener una sonrisa durante todo el rato a pesar de que mi padre no estuviera allí conmigo para disfrutarlo.

El recorrido se hizo más corto de lo que me esperaba y en pocos minutos me encontraba en mi habitación. Solo tocaba ver con quién la compartiría.

-Muchas gracias.- Me dirigí al hombre con una reverencia y éste, imitandome, se fue por su camino.

Con mis dos maletas a los costados, procedí a abrir la puerta del dormitorio y lo que me encontré allí fue una imagen muy peculiar. Se trataba de un niño que, ni siquiera haber entrado, ya me miraba con una expresión que decir hostil era un eufemismo.

Y no pude evitar preguntarle. -¿Qué te sucede?-
-Nada.- Dijo el niño volteandose hacia otro lado.
-...- Su carácter se me hacía un tanto maleducado. Pero no iba a bajar a su nivel. Mientras acomodaba mis maletas, volví a hablar. -Mi nombre es Isuzu, ¿tú cómo te llamas?-
-...- El niño me miró de nuevo por un momento y volvió a voltearse. Sin mirarme a la cara respondió. -Hiro.-
Y me sorprendió. No solamente Hiro era un nombre japonés y este niño era evidentemente occidental. Si no que Hiro era el nombre de mi padre.
Hice mis observaciones públicas en busca de una aclaración. -¿Hiro? ¿Quién te puso ese nombre? Es muy particular ¿sabías?-
-Hm.- Casi ignorandome, el niño solo asintió con la cabeza y luego prosiguió. -Mi padre.-
-Oh, así que tu padre te puso ese nombre, eh. ¿Acaso le gustan los nombres japoneses?-
-Señorita.- Sin responderme se levantó de su cama y dirigiéndose hacia mí con una expresión aburrida dijo: -Si no tiene nada mejor de qué hablar, yo prefiero ir a caminar por el barco. Hasta luego.- Y dicho eso, pasó por al lado mío y salió del dormitorio.
-...- Dejando su malaeducación de lado, la corta conversación que tuvimos fue suficiente para sospechar de él. Y aunque se tratara solo de una sospecha, dentro de mí estaba segura que había sido este niño el ladrón del billete de mi padre.

Y se lo haría pagar.



« Last Edit: September 13, 2017, 05:53:41 PM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #9: August 12, 2017, 12:00:21 AM »

Bitácora #2 — Ständchen

Sayi se apoyó contra la baranda y estudió el horizonte de Cherburgo extendiéndose a la distancia. Había tenido la ilusión de acercarse más y poder observar la arquitectura, pero el muelle había resultado ser poco profundo para ello. El Titanic echó anclas a una distancia segura, y se quedó a esperar a que los barcos nodriza hicieran su trabajo.

Mientras el primer barco, el SS Nomadic, se aproximaba a la zona de embarque, Kaien retiró su reloj de bolsillo y lo abrió.

“Son casi veinte para las siete. Deben haber pasajeros bastante irritados por la demora”

Sayi se asomó por sobre la baranda y extendió su cabeza fuera del barco. Pudo ver el compartimiento para el desembarque de los pasajeros abrirse. Dos miembros de la tripulación le hacían señas al Nomadic, el cual empezaba a disminuir en velocidad al aproximarse al transatlántico.

Se asomó aún más y sus pies resbalaron en el barandal, pero sus manos se sujetaron con más fuerza para no perder balance. Su acompañante, sin embargo, se alarmó por aquel desliz.

“Tenga cuidado” escuchó decir a Kaien. Estuvo por decirle que no se preocupara, cuando las manos de él rodearon sus hombros, y entonces sus pies regresaron a cubierta.

Sintió su espalda rozar contra su pecho, y el color se disparó en sus mejillas. Cuando se giró a agradecerle por su preocupación notó que estaban muy cerca. Y, al percatarse de su proximidad y de la timidez de la joven, el rostro de Kaien también se prendió.

“Disculpe mi imprudencia” dijo, y se alejó un par de pasos. Nerviosa, Sayi recogió un mechón de cabello y lo colocó tras su oreja derecha “Me preocupaba que resbalara, y se fuera por la borda”
“No se preocupe, más bien agradezco su preocupación” respondió sonriente, intentado hacer dos cosas a la vez: Restarle la necesidad de disculparse, así como camuflar su sonrojo “Me temo que asomarse no ha sido muy elegante de mi parte. Disculpe mi exabrupto”

Pero Kaien le sonrió con un cariño que aceleró su corazón, y obligaron a sus labios a imitar su sonrisa.

“No se disculpe por eso” le dijo “Se me hizo muy encantador”
“A-ah”

Ninguna de instructoras de etiqueta, y ni un extracto de los cuantiosos libros que había leído, le habían preparado para responder palabras como esas.

Habían caminado las anchas cubiertas de primera clase, contemplando el interminable océano que rodeaba el barco. La conversación entre ambos era sumamente amena, y esta fluía sin interrupciones… ello sin contar las frecuentes pleitesías intercambiadas con conocidos de su acompañante. Entonces Sayi no pudo evitar preguntarse si Kaien hacía sentir especial a toda persona que cruzara caminos con él.

Bruce Talmage, su abuelo, había sido uno de los precursores en la exploración y consecuente implementación de uno de los primeros sistemas ferroviarios con miras a la costa Oeste de Estados Unidos. Ello había dejado a su legado con una vasta fortuna, y con un monopolio de transporte en varios estados montañosos del país. Kaien, por su lado, acababa de ser designado como el principal benefactor cuando su padre decidiera dejar la responsabilidad en sus manos. Su viaje a Europa había sido para forjar relaciones con sus contrapartes europeas, así como investigar nueva tecnología que pudiera traer consigo a los Estados Unidos.

Y desde ya, el que alguien como Kaien Talmage-Atwood se haya acercado a pedirle compañía exclusiva era un suceso que le aún le costaba creer. Si bien no sabía sobre su linaje cuando se le acercó en el comedor, habían bastado las pasadas dos horas para percatarse que no solo se trataba de otro miembro de la alta sociedad. Kaien no solo tenía dinero y estatus, sino que poseía un carácter y disposición que inspiraban respeto y cariño.

El ver como le sonreía disparaba una pregunta en su cabeza: ¿Por qué prestarle atención a ella?
Pero Sayi temía que formularla podría sonar grosero y, en el peor de los casos, terminaría con su interés en ella.

“¿Se siente bien?” le preguntó Kaien.

Antes de poder responder las trompetas empezaron a sonar, anunciando la hora de la cena. Sayi sonrió apenada y bajo la mirada, pues ello marcaba el final de su paseo juntos. No obstante, Kaien pareció haberle leído la mente.

“Perdone si estoy sobrepasando mis límites. Y no se sienta obligada a decir que sí, por favor” dijo el joven “¿Me podría dar el gusto de su compañía durante la cena? Me gustaría presentarle a un par de conocidos, y seguir escuchando sobre usted, y su vida en Worcester”
“Es muy amable” respondió “Y me encantaría acompañarlo, muchas gracias por ser tan atento conmigo ¿Me permitiría una hora para alistarme?"
“¡Por supuesto!”

Kaien sonrió ante el favor y, una vez más, Sayi le devolvió la sonrisa. Tenía la impresión que a sus ojos le costaban despegarse de su rostro, y al parecer su acompañante parecía haber caído en una rutina similar.

Por más que el Titanic se tratara de un lujoso transatlántico, Sayi no había tenido grandes expectativas para él salvo el poder regresar a Estados Unidos y reencontrarse con su familia. No se había imaginado cruzarse con alguien como Kaien; alguien con quien le gustaría seguir conversando por el resto de la travesía.

Todo parecía marchar viento en popa, hasta que…

Un hombre mayor entro en escena, tambaleándose, y abriéndose paso entre los dos hasta terminar apoyándose contra el mismo lugar donde Sayi había estado minutos atrás. Entonces asomó su cabeza por sobre la baranda e, ignorando los pasajeros que se encontraban abordando el Titanic, empezó a vomitar con todo el desparpajo del mundo.

Una mujer gritó en disgusto al eludir el regurgite por unos pocos pies.

Era una imagen incómoda, pero no era la primera vez que Sayi veía a alguien vomitar. Kaien, por su lado, miró la escena sumamente perturbado.

“Señorita Darcey, permítame por favor” le extendió su antebrazo rápidamente, y apenas Sayi tomó de él, el pelinegro se apuró en escoltarla lejos del lugar.
“La falta de tacto de algunas personas” masculló el joven, y entonces se dirigió a ella “Siento mucho que haya tenido que presenciar eso”
“No se preocupe…” respondió, pero Sayi sentía que el espectáculo le había chocado más a él.

Antes de girar en uno de los pasillos, Sayi buscó al hombre por sobre su hombro. Notó que ahora había un joven a su costado, atendiéndolo. El no dejarlo solo la dejó algo más tranquila, y entonces siguió haciéndole conversación a Kaien mientras regresaban al área de las habitaciones.


“Le advertí que dejara de tomar si desde ya se sentía indispuesto”

Entonces alzó la cabeza, y buscó entre los pasajeros observando el espectáculo. Pero ya no había señal de ellos.

“Me temo que le arruinó el viaje a la pareja que estaba aquí”

El hombre tomó una gran bocanada de aire y finalmente se enderezó. Se dio media vuelta y apoyó su espalda contra la baranda. Entonces se llevó un cigarrillo a los labios, y bufó incómodo antes de prenderlo.

“Luego me disculparé con ellos. Me pareció haber visto a la muchacha en el salón”
“Bueno…”
“¿Trajiste mi abrigo?”

El joven asintió y le alcanzó tanto su abrigo como su bastón y sombrero de copa. El hombre los recibió de mala gana y, para frustración de su acompañante, empezó a caminar hacia donde había venido.

“Va a matar su apetito si sigue tomando”
“Planeo sobrevivir este fatigoso viaje ahogándome en brandy, si me disculpas” le espetó el hombre “¿Cómo esperas que este feliz dejando mi adorada Bern por… por Nueva York?” dijo con desdén, casi escupiendo el nombre “De entre todas las ciudades a las que podría ir…”
“Debería asistir a la cena de esta noche. Al menos a una. Es bueno para su familia hacer presencia, aunque sea para sacar cara entre los americanos” le sugirió el rubio. Intentaba persuadirlo a que no regresara a la sala de fumadores, y si tenía que colgarse de su desprecio por los estadounidenses pues era lo que tocaba hacer “Considerarían un desaire que un duque no participe en la sobremesa. Que usted se considera muy bueno para ellos”
“Pues es que soy, somos, muy buenos para ellos” respondió, hundiendo su dedo índice en el pecho de su compañero.

En respuesta, el rubio se encogió de hombros. El hombre suspiró y bajó la cabeza, rendido.

“Esta bien. Iremos a cenar con los americanos” respondió cansado “Ayúdame a cambiarme, ¿si? Y si tu necesitas ayuda para alistarte, por favor dile a…”

Pero Ichigo negó con la cabeza.

“Si me disculpa, creo que no es prudente que vaya a cenar con usted. No pertenezco al círculo de primera clase”
“Tonterías. Tienes un pasaje a tu nombre” le reprochó el hombre.

El rubio sonrió ante sus palabras, pero era una sonrisa tan complaciente que lo dejaron sin ganas de insistir.

“Bueno, como prefieras” accedió refunfuñando “Pero dime, ¿que planeas hacer por tu cuenta?”
« Last Edit: September 18, 2017, 10:11:47 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Kana

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #10: August 14, 2017, 09:23:32 PM »
Southampton, el puerto de los sueños solían llamarle. De allí partían diariamente lujosos navíos cuyos pasajeros buscaban sus destinos en el extranjero ya sea para recorrer el mundo en busca de oportunidades o para huir de una idiosincrasia británica que contemplaban por agobiar. 
El céfiro marino era lozano y algo frío, que entregaba aquella sensación de empapar tenuemente las mejillas de un sutil tacto salado y besar sensiblemente el cabello dando un toque algo húmedo pero apaciguado.
Aroma que a muchos les llenaba el espíritu de júbilo mientras a unos tantos le generaba melancólicas nostalgias al recordar barajes de su vida que daban sensaciones agridulces.

En el muelle se podía encontrar muchos rostros atractivos cuyos dueños eran de linaje puro como también otros sujetos bastante llamativos que eran de orígenes más humildes. Hombres y mujeres, ricos y de apellidos más ordinarios, por doquier estaban reunidos en Southampton para iniciar un viaje inolvidable en la nave más avanzada y admirable del viejo mundo.
De los presentes, un hombre de cabellera rubia y de ojos azules como dos zafiros resaltaba por su gran estatura. Parecía esperar a alguien o a más de un alguien en Southampton pues pese a que llevaba más de treinta minutos esperando con equipaje, no abordaba el RMS Titanic.
A punto estuvo de encender un cigarrillo cuando notó a un joven aproximarse hacia él, así que el rubio guardó el mismo de donde lo había sacado. Al igual que él, el recién llegado llevaba puesto el uniforme de la marina británica.

—Teniente Smith…— El más joven, quien tenía el cabello oscuro, la tez pálida y ojos grisáceos, hizo un ademán de saludo militarizado.
—Marine.— Respondió, con serenidad. Si bien su rostro parecía severo, poseía una actitud relajada y distante. —Hoy viaja ligero.— Acusó, de gesto con la mirada alzando levemente el mentón en un fugaz movimiento.
—Planeo volver dentro de lo pronto.— De reojo, dirigió la mirada hacia el barco. Las personas comenzaban a subir animadamente a él como si estuvieran recorriendo los peldaños de una escalera hacia el Edén. Liberó un suspiro, sin ánimos, letárgico, abrumado. No gustaba de los eventos populares, mucho menos de los que involucraban a los de tan fina procedencia. Apretó la manilla de su valija pero antes de proceder a embarcarse, observó a su superior.
—Adelante, marine… Yo debo esperar a alguien más.—
Cruzaron nuevamente el gesto de saludo protocolar de perfil la mano en la frente, el subordinado obedeció y procedió a subir al barco pero mucho antes de llegar tan siquiera al anexo que unía el barco con el muelle, un marinero, de los miembros de la tripulación del RMS Titanic, le detuvo con una palma en lo alto.
—Señor, su boleto por favor… y su identificación.—
—…— El joven, eutímico y desentendido, sacó el boleto que guardaba celosamente en el bolsillo de su traje. Se lo entregó junto a su identificación.
—Disculpe… Está todo bien pero… Me temo que no podrá abordar en la segunda clase.—
—¿Por qué?— Sabía lo que vendría, pero fingió confusión.
—Por política de la embarcación.— Apuntó los documentos de identificación. —Deberá abordar los compartimientos de tercera clase. No se preocupe, nos encargaremos que el sitio que le sea otorgado cumpla con las necesidades básicas de su viaje.
—¿Qué ocurre?— Erwin Smith se acercó al par de marinos. Uno de embarcación turística, el otro, “su chico” marino de oficio militarizado. Estaba a una corta distancia por lo que podía deducir lo que estaba pasando. —El hombre aquí presente tiene boleto de segunda clase, a la cual deberá abordar.—
—Sí, señor. Sin embargo él…—
—Él ha dado los mejores años de su vida a la escuadra marina de Reino Unido.
—…— El marino guardó su orgullo en silencio. La diferencia que hacia el teniente, a quien identificaba por los grados en las insignia de su gorra y saco, le daba una sensación de amargura. —Señor… Sólo estoy dando cumplimiento a las leyes de inmigración.— respondió acorazado de estar haciendo lo correcto según las normas del RMS Titanic y sobre todo de las leyes británicas y americanas de navío. —En virtud de la legislación vigente de inmigración de los Estados Unidos de América, en conformidad con las leyes de inmigración del Reino Unido, se debe realizar el protocolo de mantener separados a los inmigrantes de los pasajeros regularizados de primera y segunda clase. Antes de que la nave RMS Titanic atraque en Manhattan, se hará una escala en la Isla de Ellis donde los inmigrantes deberán abandonar el barco para someterse a controles sanitarios y al proceso legal de inmigración.— Recitó memorizando los artículos estudiados. Esta vez, miró con despectiva actitud al más joven, guardando distancia como si éste fuese portador de una terrible enfermedad. —El señor Avilio Birdwhistle, que cuyo nombre lo ha obtenido tras iniciado su primer proceso de nacionalización, sigue figurando en los registros con su nombre nativo: Angelo Lagusa.
—…— Erwin disimuló el enfado, esta vez, enfocado hacia su pupilo. Conocedor del origen italiano del joven, lo había orientado sobre el proceso de nacionalización cuando demostró interés en la escuadra británica. Angelo Lagusa era un soldado indescriptiblemente magistral, con una perfecta puntería de francotirador, la responsabilidad y la disciplina del mejor de los soldados, el espíritu inquebrantable y la sangre fría, todas las características que los aspirantes admiraban. Sin embargo, también conocía su poco tino con los asuntos que involucraban trámites, y, por lo visto, Angelo había dejado estar su proceso de nacionalización. —¿El capitán a cargo es el capitán Smith?— pues por apellido, podría inventar que eran parientes.
—Uh..— El marinero de la tripulación experimentó incomodidad y cohibido de continuar con su actitud increpante… El porte de Erwin Smith podía intimidar al mismísimo Goliat.
—Señor, si me perdona… Por favor, no interceda por mi.— Habló al fin el italiano, ya sin reparos por ocultar el acento. El asunto estaba por terminar de fastidiarlo y si no subía (o bajaba completamente) del barco, terminaría por involucrarse en una situación aún más embarazosa. Hizo un gesto de respeto a su superior, arrancó violentamente sus documentos de la mano del marino y le dio un empujón con el hombro pasando de forma pedante y déspota por al lado de éste, abandonado a los dos y subiendo de una vez al barco.
—Señor, ¿usted es quien está a cargo del inmigrante?— Preguntó disimulando su enojo.
—Se comportará.— Le respondió escuetamente. Erwin no estaba a cargo de Angelo, no era un polizonte ni un criminal a quien escoltaba, Angelo iba por las suyas a Estados Unidos después de servir a la marina británica. Eran sus vacaciones, no un crimen de guerra que conllevara a tal estigmatización. Haberlo encontrado abordando RMS Titanic no había sido más que una mera coincidencia.

El gran teniente volvió a esperar en el muelle, sólo cinco minutos después diferenció un carro que, a su juicio, transportaba a las personas que sí esperaba.  Un mayordomo abrió la puerta del carro y rápidamente prestó servicio de lacayo a una dama dueña de los jubilosos años de la virtud y la juventud, los sensibles años de la inocencia. La muchacha depositó su mano enguatada en encaje de seda sobre la mano enguatada de blanco del mayordomo, salió cual elegancia y fineza del carro. La muchacha acaparó prontamente la atención de los más cercanos, quienes le observaban con una mezcla de curiosidad y asombro. Principalmente, atraídos por su cabello platinado.
Inmediatamente logrando su cometido con aquella joven, el mayordomo extendió nuevamente su mano, ahora sirviéndole a la otra dama. Ahora, una joven de rubios bucles de piel de porcelana, ojos azules, se asomó del vehículo. Tan siquiera poner su fino tacón sobre las piedras de la calle, la rubia abrió la sombrilla de encaje hecha de hilos de oro.
Las dos jóvenes caminaron rumbo a la embarcación, detrás de ella todo el séquito de servidumbre, aduladores y embaucadores esperables que arrastra la alta aristocracia.

—Señoritas.— Erwin se quitó la gorra y realizó una leve inclinación. 
—Señor Smith.— Lady Lana Canterbury de Gales fue la primera en responder a su saludo. La joven heredera hija de Eduard Canterbury de Gales, conde de Canterbury, hija única del aristócrata. La muchacha había enigmado fugazmente a los más despistados con su cabello platinado el cual había heredado de su madre; Lady Luise Karoline Lyksborg-Henssen duquesa Glücksburg de cuya procedencia originaba de la casa Glücksburg, de “los de islandia” por ello, sus característicos rasgos escandinavos.
—Estimado señor Smith, lamentamos haberlo importunado con tan agobiante espera. Mis deseos albergan la esperanza de que se haya encantado con la visión del magistral barco y los pintorescos tripulantes que lo abordan.— La dama más alta de las dos, la de los rizos hechos del mismo oro, le sonrió pícaramente al mayor. Gesto que no había pasado desapercibido por Lady Lana quien disimuló su reparo. Lady Maribelle Wessex resaltaba en belleza como también en soltura y desplante.
—Indudablemente, podría esperar toda una eternidad aquí por las jóvenes damas.— Había dicho, escuetamente. Maribelle curvó de modo disimulado el labio ocultando su espanto por lo frío y protocolar del hombre. En ese instante, la sirena del barco resonó por el muelle anunciando su primer llamado a bordo.
—Enhorabuena hemos llegado, estimados. Será mejor que abordemos antes de que, por despiste y desdicha, nos convirtamos en unos tristes rezagados y perdamos tan espléndido viaje.— Lady Wessex dio dos aplausos con sus manos enguatadas. La orden estaba clara para su servidumbre, quienes comenzaron a transportar el sinfín de equipaje de la dama de vestido color perla rosa.  Ella no esperó a nadie, pues era de hacerse esperar, no de esperar, comenzó a subir al barco escoltada por su séquito personal.
—Lady Lana, hoy luce bastante saludable y de buen semblante.— Habló suavemente el hombre de cabellos rubios y cuerpo fornido. Conocía a Lady Lana desde que era una niña pues el padre de ella era un gran financiador de las fuerzas militares del Reino Unido. Richard Canterbury de Gales, como en otras ocaciones, le encargaba el cuidado de su hija, a Erwin Smith. Entre Lady Landa y el Teniente Smith, Lord Canterbury de Gales no recordaba el rostro de ni del hombre ni de la chica.
—Espero que la luz me acompañe durante todo el viaje.— Respondió con disimulo.

Lady Lana Canterbury de Gales sacó su rosario de plata y besó la cruz del señor orando por un buen viaje. Era la primera vez que ella, y la dama inglesa Maribelle Wessex, viajaban al “nuevo continente” y si bien Maribelle no empatizaba con los americanos, a Lady Wessex no le quedaba otra opción y Lady Lana, en un acto de enternecida amistad, había acompañado a su amiga en su viaje. Cuando Lady Lana alcanzó a Lady Maribelle una vez ambas estuvieron a bordo del barco, la rubia le habló a su compañera oportunando el momento que el Teniente Smith les otorgaba su espacio para cosas de “damas” de todos modos, las sirvientas la acompañaban. Éponine, la sirvienta más cercana en confianza de Lana no se apartaba de ellas respetando distancia prudente.

—Lana…— Le llamó, apoyada a la baranda del barco. Su amiga se situó a su lado. Esperó unos segundos de silencio mientras las dos contemplaban a las personas que transitaban en el puerto. —Aprecio el sacrificio que realizas al acompañarme.—
—Oh, Maribelle…— Entrecerró sus ojos cubriéndolos con sus largas pestañas. —Cuanto percibo que me arrepentiré cuando los bochornos y los mareos me atosiguen.— Sonrió por lo bajo. —Pero acompañarte en tu travesía, mi liberal amiga, será lo más admirable y aventurero que haga en mi absurda vida.
—Querida, al menos tu padre mandó a buscar por ti… Muy distinto del mío quien me ha mandado en exilio lo más lejos de casa.— Lady Maribelle había pronunciado con burla su propio destino.
Lana se acomodó las flores del sombrero antes de continuar. —Ciertamente, contemplo que mi señor padre ha pedido por mi presencia por asuntos de negocio.—Su señor padre había partido de Inglaterra cuando Lady Lana tenía dos meses de edad dejándola al cuidado de las nodrizas cuando él se asentó en Estados Unidos de América para expandir sus negocios. Hasta la fecha, ninguno de los dos se había visto. —¿Recuerdas al señor De’Ath?
—¿Aquel hombre contemporáneo a nuestros padres?—
—Aquel mismo, quien ostenta la misma edad de nuestros padres. Padre estima que es excelente candidato para desposarme.—
—¿Ese anciano?— El rostro de Maribelle era una poesía de espanto. No disimuló su repulsión. —Bien en juego le hará su apellido pues está a un paso del patíbulo de los muertos.— Tomó la mano de su par. —Lana, no puedes casarte con él. No. Estarás condenada a la desdicha. ¡Debes rehusarte! ¡Huir si la situación lo amerita!—
—Bien me temo que no tengo un espíritu libre y rebelde como el vuestro, estimada.—
—…— Lady Maribelle acarició la mano de su amiga un segundo más, luego la observó con resignación y terminó el contacto. Un momento largo de silencio invadió a ambas antes de que la rubia volviera a iniciar el dialogo. —Pero bueno, siempre te gustaron los mayores.—
—¿Q-qué?—
—Erwin Smith, siempre lo has amado. Desde que eras una niña.—
—Maribelle, basta…— Las mejillas de Lady Lana se tintaron de un rubor que la vulneraba adorable en su rostro pálido delatándola de sentirse abochornada. —Sólo eran ilusiones de niña. No por que lo hayas leído en mi diario cuando teníamos siete iba a convertirse en un sentimiento perpetuo.—
—Querida, no necesité leer los secretos de tu diario para comprenderte.— Susurró, divertida con la incomodidad de su amiga.
—Maribelle… Basta…— Repitió.
« Last Edit: October 01, 2017, 12:26:34 PM by Kana »


Shura

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #11: August 18, 2017, 08:33:34 PM »
Estos días le iré dando caña a los coments, pero así ya dejo cerrada mi intro.



#2. Careles Whisper

En su camarote, Shura dejo a Apo en el suelo explorando libremente mientras ella hacía lo mismo. Era una estancia cómoda, su escaso equipaje se encontraba a los pies de la cama, se apresuró en colgar los vestidos en el armario para que no se arrugasen, y acabo por acercarse a la cama bacía de su próxima acompañante para juzgar si era más cómoda que la suya y apropiársela al ser la primera en el camarote.
Larga como estaba sobre la colcha, se abrió la puerta del camarote sin ningún tipo de delicadeza, entrando un carrito que cargaba un enorme baúl seguido por un tipo igualmente enorme que lo empujaba a duras penas y que le dedico una mirada resentida, Shura se recostó de costado apoyando graciosamente el mentón sobre su mano y sonriendo burlonamente como respuesta a esos ojos enojados y cobrizos.
-Ha traído usted mucho equipaje.
-¿Usted cree? –El empleado debía equivocarle con su otra acompañante y dueña del baúl, pero le hacía gracia aquel tono enojado velado como palabras formales, iba a ser un buen entretenimiento para empezar el viaje-. Yo opinó que nunca es suficiente.
-Esperó que este a tiempo de ponerse todos sus vestidos antes de llegar a puerto.
Shura deslizó sus piernas por el costado de la cama, estirándose sinuosa como un gato y mostrando algo de piel de sus piernas de forma deliberada. No iba a permitir que aquel tipo la tachase de caprichosa, así que uso sus armas aprendidas en el teatro.
-¡Ah! Pero es que una nunca llega a sentirse cómoda con sus vestidos, le confieso señor, que muchas veces me siento desnuda incluso con la prenda más recatada, y otras… -guardó un segundo de silencio deliberado-, con un simple collar cubriendo mi piel, puedo ser la más elegante y digna de las damas.
Aquello llamó la atención de aquel hombre, cambiando su actitud, observando a la mujer de abajo a arriba para encontrar la sonrisa satisfecha de esta.
-No me cabe la menor duda, tiene que ser un privilegio verla sin duda, señorita.
Shura quiso reír con el atrevimiento de aquel hombre que aunque parecía imperturbable, era él, el único atento a cada movimiento de ella. La mujer se puso en pie, caminando lentamente hacía él y deteniéndose a pocos centímetros de este.
-¿Me permite pasar?
El hombre se hizo a un lado, sonriendo intrigado mientras ella pasaba dignamente por su lado sin mirarle.
-Mi nombre es Sol Badguy, ¿puedo conocer el suyo?
-¿Por qué debería decírselo? No deseo una atención personalizada -.Fue el momento de Shura de mirarle de abajo a arriba, aquel tira y afloja tan repentino parecía divertirle también a él.
-Cortesía de la casa.
-Tendrá que hacer mucho más que darme su nombre para ganarse saber el mío. 
-Esperó no decepcionarle, tenga un buen viaje, señorita.

Shura salió del camarote, dándole la espalda a Sol para evitar que la viera sonreír, las damas no revelan sus auténticos sentimientos a las primeras de cambio, pero la escena que se encontró fuera la hizo perder la sonrisa y levantar la ceja suspicaz.
Una desconfianza primaria, la que se adquiere con la experiencia de caminar a solas por el mundo, el característico escalofrío que te hace dar la  vuelta o desviarte del camino, un grupo de hombres rodeaban a una chica, todos parecían serios y con aire intimidante mientras ella parecía afligida, disculpándose con ellos, hasta que Shura salió del camarote, que todos dirigieron su mirada hacía ella.
No entendía lo que pasaba, pero aquella mirada dura, recriminatoria y acusadora, como si la hubieran pillado robando en la mismísima iglesia, la dejo paralizada unos segundos donde la adrenalina corría por su cuerpo preparada para lo que fuera. Los ojos de uno de los hombres desvió su mirada a algo que tenía que estar a su espalda, Shura se alegró de que aquel Sol Badguy pareciera un tipo enorme y acabará de salir detrás de ella. El hombre que había reparado en la presencia del trabajador, habló con su compañero y se marcharon, mientras la chica corría a toda velocidad por el pasillo, obligando a la pareja a hacerse a un lado, entró en el camarote de Shura.

La mujer miró a Sol que le devolvió la mirada sin comprender, Shura entró en su camarote cerrando la puerta, para ver a la recién llegada inspeccionando el baúl, suspirando aliviada, al contrario que Shura que descubrió a la que iba a ser su compañera de camarote.
-¿Estas bien? –La pregunta de Shura pilló desprevenida a la otra chica que dio un respingo, girándose nerviosa.
-Sí, sí.
-¿Conocías a esos tipos? ¿Te han hecho algo? –Era una experiencia con la que la mujer deseaba no estar familiarizada… pero algunas de sus compañeras del teatro habían sufrido abusos, palizas o extorsiones, era una profesión menospreciada e incluso por debajo de ello, estaban las actrices.
-No, no, no los conozco para nada –forzó una sonrisa innecesaria, Shura tenía claro que mentía, pero deducía que tendría sus razones.
-Me alegro de que estés bien entonces, mi nombre es Shura, puedes contar conmigo para lo que sea, vamos a ser compañeras de camarote-, Apo había salido a saludar a su dueña, diez segundos fuera debían haber sido demasiado tiempo para él-. Él se llama Apo, dime ¿te gustan los perros?
-Me encantan las cositas monas–sonrió de manera aliviada, suspirando tranquila después de aquel inició de viaje-, mi nombre es Mei.
-Un placer Mei –Shura tenía clara una cosa, que lo que tenías que hacer era tener una amistad con un hombre como si este fuera un perro, ofreciéndole sin llegar a dar del todo; pero con una mujer, la amistad debía ser como la que le darías a una hermana, leal y desinteresada, las mujeres debían apoyarse entre ellas.
-¿Quieres que te ayude a deshacer tu equipaje, Mei? –Señaló hacía el baúl-, puedo hacerte hueco en mi armario si lo necesitas.
-No, no, no tengo tanto equipaje, esto son… -aquellos momentos en los que tardó en responder, causaron un escalofrío en la espalda de Shura, ¿Cómo no podía recordar lo que llevaba en su equipaje? –Libros, son libros.
Mei abrió el baúl, provocando que Shura retuviera la respiración un segundo hasta confirmar lo que veía. Estaba claro porque pesaba tanto, estaba llevo hasta el borde de libros, Mei le alargo uno a su compañera.
-¿Sabes leer? ¿Quieres algo de lectura para el viaje?
Examinó el título que le había pasado, “El naufragio del Titan”, que lectura tan poco apropiada para este viaje.
-Se leer, pero no estoy demasiado interesada en la literatura, pero gracias –le devolvió el libro que pareció guardar satisfecha en el baúl.

La bocina del barco anunciaba que iban a zarpar, Shura sintió como recuperaba los ánimos, cargo a Apo entré sus brazos que había comenzado a ladrar asustado por el ruido.
-Voy a salir a cubierta para ver cómo se aleja el barco y despedir a la gente del puerto, ¿quieres que vayamos juntas?
-No gracias, prefiero… estoy cansada y prefiero quedarme en mi camarote, pero gracias Shura.
-Como quieras querida, nos vemos luego –de nuevo la respuesta de Mei la había desconcertado, pero no iba a permitir que aquello arruinase su humor.
La cubierta estaba llena de gente, se hizo sitio entre todos para asomarse por la borda y quedo extasiada por todo el público, todo el jolgorio y la emoción que flotaba en el ambiente. En el puerto los fotógrafos tomaban instantáneas del barco, Shura se despedía de nadie en concreto y lanzaba besos a todos en el puerto.

Todos estaban ahí, aquel era su mundo, la opulencia, la clase, el clamor, la admiración, el amor, abrazó todo aquello en la partida del Titanic rumbo hacía el brillante futuro que le aguardaba.


Deidara

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #12: August 22, 2017, 09:16:18 AM »
quería hacerlo más largo pero pensé que sería más fácil de leer si lo cortaba, así que, segundo aporte :3 os tengo a todas leídas pero me falta dejar comentarios!

#2 change of plans


“Disculpe, ¡disculpe!”

Deidara corrió hasta alcanzar al trabajador. Llevaba un uniforme negro, debería ser capaz de ayudarle. Parecía algo molesto, con prisa, así que no muy feliz de haber sido parado por la joven.

“Disculpe la molestia,” dijo con una sonrisa, “pero es que… llegué a mi camarote y mi equipaje no se encontraba allí, me habían dicho que me lo llevarían hasta allí, y, verá, en él tengo un vestido muy importante, que había llevado mi madre la noche que conoció a mi padre…”
“Disculpe, señorita, pero yo no puedo ayudarle en ese aspecto, soy un simple vigilante, y me esperan en mi puesto. Deberá preguntarle a uno de los botones que se encargaban de transportar el equipaje. Estoy seguro que ellos le ayudarán gratamente.”

Y, sin más, salió corriendo.

Su sonrisa desapareció de inmediato. “Maldito.”

Como buena agente infiltrada, se le daba bien actuar. Pero eso no significaba que le gustase.

La historia del vestido había sido una mentira. Si necesitaba tan urgentemente encontrar su equipaje, era por lo que podían encontrar si abrían sus contenidos por accidente… entre diferentes prendas, adecuadas para diferentes ocasiones, se encontraba una pequeña colección de cuchillos y navajas, suficientes para hacer su trabajo de la forma más sencilla posible.

Lo bueno de encontrarse en alta mar era que, una vez hecho el trabajo, podría fácilmente tirar el cuerpo por la borda.

Aunque… eso también estaba teniendo sus consecuencias.

Se agarró a la barandilla del barco con fuerza, llevando la otra mano a la cabeza. Siendo su primera vez en un barco… estaba notando los efectos de viajar en alta mar. No debería estar mareándose, teniendo en cuenta que se suponía que era una señorita (por si fuera poco, familiar del gran Charles Darwin) y que, como tal, debería estar acostumbrada a viajar en barco.

Aguantó las arcadas, y siguió su nueva e importante misión.

*

Llevaba una media hora dando vueltas por toda la cubierta, preguntando a diferentes trabajadores. Mayordomos, cocineros, vigilantes… nadie tenía ni idea de qué hacer. No podía darse por vencida – si alguien encontraba su equipaje y lo relacionaba con ella, estaba perdida. Pronto llegarían a Francia y allí podrían deportarla.

Suspiró, tomando un pequeño descanso sentándose sobre un banco. ‘Estoy perdida’, pensó para sí misma. Cómo había podido ser tan descuidada…

*

Volvió a su cuarto. Cerró la puerta tras ella. Algo iba mal. Podía notar que…

Su sombrero. Lo había dejado en la cama, y ahora se encontraba sobre una silla, en la esquina de la habitación.

Por suerte, siempre llevaba encima una pequeña cuchilla, esta vez, escondida en sus medias… la alcanzó, lentamente, y…

Notó una presencia.

Apenas segundos más tarde, tenía un bastón contra su cuello, y ella la pequeña cuchilla a escasos milímetros del cuello de su acompañante.

“Mierda… ¡Matt!”


Soltó la cuchilla y tomó un paso hacia atrás, liberando a su momentáneo enemigo.

“¿Qué haces aquí?”

Suspiró. Frente a ella, se encontraba Matt Murdock. Matt, amigo de la infancia, ciego, compañero de muchas aventuras. Jefe. Su actual superior.

“Tenía que hablar contigo,” respondió, con una sonrisa.

Golpeó su palo contra el suelo, guiándose hasta volver a encontrarse con la cama. Se habría sentado antes allí, y por eso el sombrero no se encontraba en su sitio. Sacó de su bolsillo un paquete de cigarrillos, y prendió uno. Le ofreció uno a Deidara, y ésta lo tomó, pero no lo encendió.

“¿Qué es tan importante que no podía esperar? Hablamos ayer, Matt.” Cuando se despidió de ella, además de darle el pasaje para el Titanic, y una bolsa con ropa adecuada para la situación.

¿Cuántos años hacía que conocía a Matt? Probablemente ya se conocían cuando aprendieron a dar sus primeros pasos. Su padre y el de Matt, amigos, también de toda la vida, habían heredado de sus padres la, como ellos la llamaban, ‘compañía’. Compañía, y también familia que se encargaba de no hacer mucho ruido ni llamar mucho la atención, pues a lo que se dedicaba era al espionaje y al asesinato de forma profesional.

Eran pocos los que formaban parte de dicha banda, siendo el resto de miembros familiares o amigos muy cercanos, discretos, que sabían guardar el secreto. Como cuartel, un horno de pan, haciendo creer al resto que su oficio era el de panaderos. Nadie sospechaba nada, y es que después de muchos años de experiencia, se habían convertido en expertos en el arte de mentir.

Tras el fallecimiento del padre de Matt, debido a una extraña gripe, que se rumoreaba que había iniciado en Rusia, la banda se vio con un solo líder. Y así, el padre de Deidara Shelby, pasó a tomar el mando del grupo, y a tomar bajo su cuidado a un pequeño de cuatro años Matthew, junto a su viuda madre.

Los años pasaron con un solo líder en el grupo, en el cual Matt no tardó en mostrar interés y unirse. Por su parte, Deidara también quiso seguir los pasos de su abuelo y su padre. Su abuelo, entonces retirado, le animaba a seguir sus sueños, incluso si esos incluían unirse a una banda de asesinos a sueldo. Idea que a su padre no le hacía mucha gracia, pues en todos los años de activo del grupo ninguna mujer había formado parte de éste. Ser asesina a sueldo no era trabajo para una joven dama, aunque a su padre no le quedó más remedio que morderse la lengua y dejar a Deidara hacer, pues a pesar de estar retirado, la palabra del más anciano de la familia siempre tenía más peso que la del resto.

Deidara y Matt eran buenos en su trabajo – muy buenos, algo sorprendente para una mujer y para un chico que había perdido el sentido de la vista con el paso de los años, hasta quedarse casi completamente ciego.

La sorpresa llegó cuando la cabeza del señor Shelby llegó empaquetada en una hermosa cesta. En medio de un trabajo, habían acabado con la vida del padre de Deidara. Su madre empezó con un luto interminable. El deseo de venganza no tardó en aparecer en muchos de ellos. Toda la familia estaba devastada, excepto Deidara.

Deidara, quien, después de muchos años, siendo recriminada por haber nacido mujer, vio entonces su momento de libertad.

El cual duró poco, pues su padre había escrito claramente en su testamento que el líder de la compañía debería pasar a ser Matthew.

Y nadie alzó la voz, ni se opuso a las palabras del señor Shelby. Era su voluntad, y a pesar de ser Deidara su hija, ésta había quedado, de nuevo, relegada a segundo plano. Incluso tras su muerte, su padre continuaba haciéndole la vida imposible.

Ya habían pasado tres años de aquellos eventos, y Matt había sabido sacar la compañía adelante. Todos le respetaban, todos le escuchaban. Lo que no sabía el resto de la familia, era que Matt también escuchaba a Deidara. Durante los primeros meses, Deidara había querido odiar a Matt, por haberse quedado él con todo el control de lo que se suponía que era de ambos por sangre. Eran la tercera generación. Pero Matt, en la intimidad, escuchaba y pedía consejo a Deidara, le tenía en cuenta, la trataba como a una igual. Al fin y al cabo, igual que sus padres, ellos también habían crecido como hermanos. A Matt le era imposible tratar a Deidara como alguien de rango menor.

(Aunque nunca perdía la oportunidad de meterse con ella.)

Deidara siempre había admirado a Matt. Cómo alguien con su discapacidad, había sido capaz de usar ésta a su favor, de no darse nunca por vencido, de aunque ciego, ser capaz de hacer el trabajo igual que el resto de la familia.

Aunque, no todo era admiración. En ocasiones, Matt era impulsivo, y estúpido. Pero Deidara suponía que eso formaba parte del paquete ‘hombre’.

“Matt. No me digas que has comprado un billete…”

Aunque de tercera clase, los billetes más baratos seguían siendo caros. Y Deidara esperaba que Matt no hubiese sido lo suficientemente estúpido como para comprar uno porque, aunque económicamente, la familia no se podía quejar, era un gasto inútil e incomprensible.

“No digas tonterías,” rió Matt. “Me he colado.”
“Si te hubiesen pillado…”
“Pero por eso somos profesionales, ¿no?” Preguntó, con una sonrisa. Sí, definitivamente, en ocasiones Deidara quería golpear a su amigo.

Deidara sí que había accedido al Titanic con un billete, obviamente. Un billete, a nombre de Deidara Darwin. Apellido falso, pero billete original, que Deidara no quería saber cómo habían conseguido, pues de seguro que algún chanchullo había de por medio. Lo que sí que sabía era que tener un apellido reconocido podía resultar en ocasiones más efectivo que tener uno típico, pues nadie sospecharía que algún familiar del reconocido Charles Darwin podría ser algún asesino infiltrado, ¿verdad?

“Es igual,” sacudió la mano, tratando de dejar el asunto de lado. Ya se preocuparían por eso más tarde… “¿Por qué te has tomado la molestia?”
“Los términos del contrato han cambiado,” expuso Matt, sacando un papel doblado del bolsillo de su chaqueta.
“¿Cómo?” Deidara odiaba los cambios a última hora. Era una persona cuidadosa, meticulosa. Cuando se adentraba en un trabajo, tenía hasta el mínimo detalle de éste pensado y determinado. Por lo que el cambio le hacía salirse de su plan.
“Sí… al parecer, nuestros clientes quieren que, además de acabar con la vida del objetivo, debes… tomar un objeto.”
Robar. “Mat:, robo vidas, no posesiones valiosas.”
“Han ofrecido una considerable cuantía de dinero a cambio de que les entreguemos ese objeto, además de prueba de la muerte del objetivo.”
Deidara suspiró. Al fin y al cabo, aparte de la dedicación a su trabajo, lo que le motivaba era el dinero. Tomó el papel, y leyó su contenido.

«Shushui (El agua clara de otoño). Espada (katana) de apariencia negra, con un borde rojo distintivo, y empuñadura similar a estos.»

Junto a la descripción del objeto, se encontraba un boceto de éste.

“Esto… tiene que ser una broma. ¿Una espada?” Preguntó, casi escupiendo las palabras.
“Me temo que no es una broma,” rió Matt.
“P-Pero…”

Poco sabían del objetivo. Los clientes habían ofrecido poca información de éste, tan sólo un nombre, un lugar y una fecha – siendo estos dos últimos, el puerto del que zarpaba el Titanic, y el día 10 de abril. Sólo pidieron prueba de su muerte el día de la llegada del navío a Nueva York… aunque parecía que no se había quedado sólo en eso, y que ahora además querían poseer aquella… espada. ¿Quién demonios viajaba a Nueva York con una espada en un crucero?

“Este trabajo empieza a darme mala espina,” confesó Deidara, palabras que le sorprendieron, pues ella estaba siempre dispuesta a enfrentarse al mayor de los retos.
“Sabes que siempre hay peticiones que nos pueden gustar más o menos, pero debemos cumplir con cada uno de los trabajos para los que nos contratan.”
“A veces suenas como mi padre,” murmuró Deidara, rodando los ojos.

De un salto, se levantó de la silla sobre la que se había dejado caer, y empezó a cambiarse delante de Matt. No iba a verle, al fin y al cabo – era ciego. Escogió un vestido ceñido a la cintura, rosa y negro, con un escote ligeramente sugestivo. No tenía mucho pecho, pero nada que unos hombros hacia atrás y la ropa adecuada no arreglara. Pidió ayuda a Matt para apretar su vestido a la cintura.

“¿Es tu vestido rosa?” Le preguntó.
Deidara hizo un sonido afirmativo. “Voy a tener que ganarme la confianza de unos cuantos mozos si quiero llegar hasta nuestra víctima. Sin un retrato, esto es más complicado…”
“Al parecer no nos lo pudieron ofrecer… pero no te quejes. Yo siempre voy a ciegas también,” bromeó Matt.
“Ja, ja,” rió de forma sarcástica. “¿Qué vas a hacer ahora?” Preguntó a Matt. ¿Iba a llegar hasta Nueva York o iba a acabar su viaje antes?
“Pensaba aprovechar la parada a Cherbourg para bajar…”
“Ya, es buena idea. Seguro que con todo el ajetreo de gente no te cuesta salir de aquí.”
“Por otro lado… sonabas bastante angustiada antes.”
Deidara recordó el motivo de su preocupación. “Oh, ¡eso! ¡Es cierto! Mi equipaje… debería haber estado aquí, esperándome, pero… ¿no habrá sido cosa tuya, verdad?”
Matt negó con la cabeza. “Pues vas a tener que hacer algo pronto… porque como alguien lo abra, y—”
“Ya, ya, encuentren lo que tengo dentro… no hace falta que me lo recuerdes.”

Iba siendo hora de moverse, y de dejar a Matt a su suerte.


Cho

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #13: August 30, 2017, 11:30:48 PM »
Faltan unas introducciones más, pero al menos voy avanzando con algo.

(Y gracias por los icons a Sayi, como siempre~ *sponsored by Sayi*)

2


No hacía mucho que el barco había zarpado hacia aguas más profundas. En su mayoría, los pasajeros que habían ingresado se encontraban organizando sus objetos personales y acomodándose en sus habitaciones o suites, o quizás dando una siesta antes de realmente admirar las instalaciones que sus boletos les habían cubierto.

Sin lugar a dudas, quienes podrían disfrutarlo a gran plenitud eran los de primera clase, los cuales contaban con acceso a las áreas más exclusivas y de mejor vista de la embarcación, además de tener bajo su disposición al personal del Titanic y a sus propios sirvientes para encargarse de todas las responsabilidades durante el placentero viaje.

Entre dichos asistentes, un joven de cabellos azules caminaba entre los ilustres pasajeros de primera clase que ocupaban la cubierta en búsqueda de sus dos superiores. Conforme avanzaba, notaba que recibía más miradas que la mayoría de personas, algo que le tocaba ignorar. Eso se debía a dos motivos, siendo el primero el simple hecho que era un sirviente a la deriva que no merecía degustar la vista por su cuenta. Y el segundo y quizás más importante se trata de su etnicidad, la cual difería de la gran mayoría de personas y era ligera, aunque definitivamente, notoria.

Almaz von Almadine Adamant era un joven que provenía de una familia rusa, una que en sus mejores épocas hace unas generaciones conformó parte de la aristocracia rusa, pero que con el tiempo había caído en desprestigio y la pobreza por la irreverencia e irresponsabilidad de algunos de sus predecesores. En el presente día, el nombre de su familia no causaba nada más que simpatía o vergüenza ajena en su previo círculo, razón por la cual le convino mucho más a él pretender buscar una oportunidad para despedirse de Rusia y comenzar una nueva vida en otro lugar.

Ello había ocurrido ya hace unos años, cuando todavía había sido bastante joven, aunque contó con la suerte de que otro par de herederos con su misma trágica historia le reclutaron con el fin de enseñarles las costumbres occidentales, puesto que, pese a que Rusia se encontraba al este de Europa, sus dos presentes señores provenían del lejano oriente.

Almaz no terminaba de oír historias referentes a la ilustre familia Genji, y sabía que ni toda su vida bastaría para comprenderlo, principalmente porque el Japón continuaba siendo un gran misterio para la mayoría de extranjeros. Mucho de lo que oyó se asemejaba a historias de héroes con elementos místicos y seres mitológicos que sólo pintaban más la importancia que esa familia significó para su tierra natal hacía ya varios siglos. Los dos a su cuidado venían de un linaje impecable de guerreros y políticos que tuvieron grandes influencias en sus raíces. Sin embargo, con la mayor presencia de otras familias de renombres similares y mayor control sobre sus antiguas tierras, los Genji se habían visto neutralizados tanto en voz como en poder, y los herederos optaron por migrar del Japón hacia las bastas tierras desconocidas donde encontrar prosperidad sería un desafío, pero uno con mayor viabilidad a largo plazo.

Ellos habían buscado información del exterior y suerte en Rusia en un mero inicio, lugar donde le conocieron, pero muy pronto un reconocido empresario estadounidense los convocó con el interés de volverse asociados y realizar negocios. Muchas dificultades no tuvieron los herederos Genji porque su nombre yacía impecable y, en caso de haber dudas por una muy común y entendible xenofobia de parte de los occidentales, ellos contaron con una basta cantidad de oro y riquezas.

Esos recientes años habían sido una apresurada aunque ideal aventura al punto en el cual los dos hermanos se habían adaptado a su nueva realidad y contaban con un futuro estable a cargo de múltiples fábricas por todo el país americano. Ellos lograron entablar buenas y convenientes relaciones con otros magnates por sus formas de ser y gran sentido de la responsabilidad y acababan de terminar con otro viaje de negocios por el continente Europeo para regresar a casa y volver a atender sus deberes.



Y bueno… esa era la increíble historia que Almaz había vivido fielmente al lado de los hermanos que habían roto con todas las expectativas. Él mismo también había sido ofrecido empleos u oportunidades luego de ser atribuido parte del triunfo de los Genji, aunque Almaz siempre negó por considerarse en una deuda eterna con los dos por su nueva vida.

Pero, de todos modos, la convivencia con el par no era del todo estelar. Más allá de ser personas muy eficientes y competentes, los dos eran un tanto particulares y con frecuencia le trataban con poco tacto o de modo autoritario, sea de manera inconsciente o por alguna diferencia cultural. Sin embargo, no le daba mucha atención porque sabía que en el fondo recibía gran consideración de parte de ellos… de parte del hermano menor, al menos.

Y finalmente los divisó. Ambos caminaban cerca de una de las enormes chimeneas, con el hermano menor siendo seguido por el mayor, quien mostraba un tranquilo gusto ante la emoción de su pariente por encontrarse a bordo de aquel lugar.

“Las chimeneas son más altas de lo que pensé. ¿Has visto, hermano?” le preguntó el menor, quien se volteó para observar a su acompañante.”
“Sí, sí. Te ves a gusto, hermanito,” le contestó con simpleza y una pizca de entretenimiento. Sin lugar a dudas, pese a que su hermano menor trataba de mantener un trato y apariencia inmutadas y presentables, sus emociones con mucha frecuencia lo delataban. De todos modos, no era como si fuera impaciente con él. Más bien solía ser todo lo contrario. “Sigamos caminando. Seguramente nos aguardan muchas sorpresas a bordo, y eso que sólo hemos observado esta cubierta.”
“Es muy cierto. Debo felicitar a los ingenieros responsables por esta majestuosa obra,” asintió con gusto y ya más tranquilo luego de su inicial sorpresa. Entonces, él observó que Almaz se acercaba hacia ellos.
“Señores, vengo a reportarles que todos sus asuntos se encuentran en orden. Su suite también les espera,” les informó rápidamente, aunque con cierta torpeza que le caracterizaba.
“Gracias, aunque te hemos dicho varias veces que basta con que nos llames por nuestros nombres, ¿no es así?” le preguntó el mayor con su perpetua sonrisa aunque adoptando un leve reproche en su muy tranquilo tono. “Creo que tenemos la suficiente familiaridad contigo a estas alturas, lacayo.”
“Ehh, s-sí…” Almaz dio un pesado suspiro. Bien podía escuchar esas palabras con frecuencia de su parte, pero aquel hermano mayor nunca perdía la oportunidad de recordarle su lugar.
“N-no le tomes en serio, Almaz,” el menor negó con leve frustración. “Tú sabes que mi hermano mayor no es bueno con los nombres…”
“Sí, descuida, Hizamaru, lo entiendo bien…” asintió. Sin lugar a dudas, era el hermano menor quien solía comportarse de manera más correcta y profesional por más que se mostraba más severo y seco que su encantador y tranquilo hermano mayor, aunque sólo bastaba conocerles un poco para comprender que Hizamaru sí era a su manera el más considerado e incluso social del par.
“He sido maldecido por mi pobre memoria y selecta inhabilidad de recordar nombres de personas. A veces hasta dudo saber el mío propio,” el mayor sonrió amenamente y alzó su mirada como quien trataba de recordar algún dato curioso. “¿Hi…gekiri? ¿Será mi nombre?”
“Lo es. Por favor no bromees con ello, anija…”
“Ohh, hermanito, no te olvides que no debes decir palabras en japonés tan abiertamente,” le aconsejó con una sonrisa entretenida. “Vas a hacer tornar muchas miradas hacia ti.”
“C-cierto, mis más sinceras disculpas,” Hizamaru se tensó y dio una reverencia rápida.
“Tranquilo, es propio de gente joven cometer equivocaciones cuando se emocionan de algún modo,” comentó pausadamente. Por otro lado, Higekiri tenía el don de conseguir recursos y entablar relaciones con personas de posible interés, para luego hacerse a un lado y dejar que su formal hermano menor fuera quien dialogara y se comunicara. De todos modos, el mayor era el más observador y sabía cómo manejarse en situaciones conflictivas, además de lidiar con contactos difíciles y siempre salir ganando contra ellos. Pese a la primera impresión que transmitía, él era conocido como el más complicado y difícil de impresionar de los dos, y era de suma importancia llevarse bien con él al ser el líder de su familia.
“Ehm…” Almaz se sintió un poco fuera de lugar, como solía ser ya que los dos eran hermanos muy cercanos, y decidió retomar la conversación. “Disculpen, pero, ¿necesitan que me encargue de algo más? Puedo ir a conseguirles una merienda o reservarles un área en la piscina.”
“No descansas de tu rol de lacayo, ¿no es así?” le preguntó el mayor, perfectamente inmutado e irradiando aquella aura cordial y encantadora que Almaz sabía bien que podría no significar nada en lo absoluto. “En fin, aprecio tu dedicación. Podríamos ir a revisar la suite sólo para saber de antemano dónde nos hospedamos. ¿Qué piensas, hermanito? ¿O preferirías seguir inspeccionando nuestros alrededores?”
“No, me encuentro conforme. Es cierto que es de importancia saber dónde se ubican nuestras habitaciones, hermano,” le contestó llevándose una mano al pecho, en gesto de respeto, y regresando a su usual serio semblante.
“Está decidido…” Higekiri le miró de reojo y se volteó para mirar a Almaz. “Lacayo, entonces haznos el servicio de escolta. Tú debes saber cómo llegar cuanto antes.”
“Por supuesto,” asintió. “Si necesitan más artículos como para tomar una siesta o si desean una infusión, también les atenderé cuanto antes.”
“No te inquietes con tantas formalidades, acabamos de llegar,” dijo Hizamaru, restándole importancia.
“Ciertamente mi hermanito se encuentra muy joven como para andar pensando en la comodidad, aunque un vejestorio como yo lo pensará dos veces,” comentó el mayor con una pizca de entretenimiento.
“Hermano, no digas cosas ridículas como esas. Apenas nos diferenciamos en la edad por un año,” le reclamó con más frustración e incomprensión que molestia.
“Entiendo. Tranquilo, hermanito…” le contestó moviendo una mano para dejar el asunto de lado. El par de inmediato caminó hacia las escaleras más cercanas que dirigían hacia el interior del barco.
“Ehh, p-por aquí,” Almaz se tuvo que apurar para dirigirles al ver a ambos nuevamente dejarle en un plano aparte.

Sería un viaje diferente a los muchos otros que ya habían realizado, y que podría cambiar sus vidas dramáticamente.


Ekha

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #14: August 31, 2017, 04:43:40 AM »
La verdad quería entrar a este proyecto con una idea diferente pero soy fácilmente comprable. A la mejor termino implementando ambas o no sé. Veamos qué sale de esto


-When we Were Young –



Nunca había querido dejarse llevar por la falsa promesa del dichoso Sueño Americano. Quizá un par de generaciones antes habría podido disfrutar todavía de alguna oculta y ahora despilfarrada fortuna familiar o algo semejante. Pero su presente no tenía fortuna, sólo deudas pendientes y hambre la mayor parte del tiempo.  Un pequeño sacrificio si quería lograr su meta, la cual, para su estatus social,  era más lejano que el Sueño Americano.

Sí, era pobre y sí, era imposible tener una buena educación con su calidad actual de vida. Sus padres murieron hace mucho tiempo atrás y sus únicos familiares vivos (en realidad el hermano de su padre solamente) sintieron un gran alivio cuando decidió probar suerte por su parte. No fue tan bien como esperaba. Comenzó a trabajar en los muelles de carga durante las madrugadas, haciendo mandados pequeños para los puestos comerciales cercanos durante una buena parte de la tarde y ayudando en el pub más cercano al pequeño cuarto que rentaba. Gracias a todo el esfuerzo tenía ahorros pero una cantidad demasiado pequeña como para poder cumplir su sueño.

“Se necesita mano de obra en América”, había mencionado un amigo suyo. Normalmente lo habría ignorado porque le parecía algo semejante a un sacrilegio abandonar su madre patria para probar suerte en el desastroso país llamado Estados Unidos de América.

“Ven conmigo”, le había dicho, “Vayamos juntos”.

Y claro que se había negado. ¿Cómo iban a llegar a un país del otro lado del océano con los  ahorros que poseían? Sólo Dios (y ellos) sabían que era menos que una miseria y  no cubrían ni siquiera un boleto en cualquier barco que viajara a América por más viejo, destartalado y casi hundido que fuera.

El 10 de abril de 1912, sin embargo, estaba junto a su amigo quien, no sabía cómo rayos y no estaba realmente seguro de querer saberlo, les había conseguido a ambos un empleo decente en las calderas del nuevo juguete de la White Star Line, el RMS Titanic. ¿Quién contrataría a alguien como ellos dos para trabajar en las calderas de un barco tan grande y lujoso como ese?

La pregunta siguió en su cabeza hasta el último momento.

Sus aposentos se encontraban en la cubierta de máquinas y el espacio era compartido por más de 200 personas, probablemente más, había escuchado por ahí  un número parecido a 345 personas. Sabía que 148 de ellos compartían el mismo trabajo que él y Kota, el cual consistía en alimentar alguna de las 29 calderas en el barco que se encontraban entre 6 salas. En definitiva sus aposentos no iban a ser remotamente más lujosos o con más privilegios que la clase más baja de pasajeros. No sabía siquiera cómo podían ser los de tercera clase. Primera clase estaría colmada de los lujos actuales y de servidumbre. Segunda clase… ¿Qué habría en segunda clase? Quizá, si su vida hubiese sido diferente, habría podido viajar en tercera o, con suerte, en segunda clase.

Por ahora se conformaba con sobrevivir a los sueños y esperanzas de su amigo  a quien, debido a sus horarios asignados, no podía ver más que cuando era el momento de descansar. Kota pertenecía a la gente asignada al turno contrario así que no tenían exactamente mucho tiempo para intercambiar más que un par de palabras, incluido el saludo y la despedida. William tenía la sospecha de que, una vez en América, cada uno buscaría su propio camino, habían sido amigos desde hacía ya un tiempo y se había acostumbrado su optimismo y, a cambio, su amigo soportaba su actitud realista, cruda y, en veces, un tanto oscura sobre las cosas. Despedirse no podría ser fácil si ambos compartieran turno y quizá era mejor así

La paga era suficientemente decente como para considerar regresar a Southampton aunque el tipo de trabajo no era la especialidad de William. Era algo más parecido a un intento de académico, tenía la suficiente energía y fuerza para hacer trabajos que no requirieran una gran cantidad de esfuerzo físico así que, trabajar en las calderas de  un monstruo tan grande como el Titanic le sobrepasaba en muchos aspectos. No sólo era mantenerlas encendidas, era transportar el material necesario para ello  y soportar la jornada laboral que no era exactamente una delicia. Su primer turno en calderas había sido no exactamente fácil pero había tenido las energías para cumplir con todo lo que se le pedía, incluso más, había comenzado a considerar las posibilidades y las herramientas que se tenían para poder agilizar el trabajo. Cuando Kota llegó para relevarlo de su turno, sintió cómo todas sus energías se desvanecían y ni siquiera intentó reclamar por el trabajo o contarle sobre sus ideas. Se limitó a mostrarle una cansada sonrisa y caminar hacia las habitaciones que le correspondían.

Hablaría con Kota después, cuando recordara qué era lo que quería decirle.

ʎɐpoʇ ǝƃɐd ʍǝu ɐ ƃuıuɹnʇ