Uh, un fic y me vuelo la mitad de palabras. Aunque al menos está *sighs*
4
La velada de la noche, la Masquerade, había iniciado hace muy poco. Varios pasajeros de clase alta ya se encontraban disfrutando del alegre ambiente mediante bailes o si no conformándose tomando asiento en una de las mesas hacia los bordes del gran salón, desde donde podían observar a los demás, tomar alguna bebida o simplemente apreciar la festiva música con todas las comodidades.
Entre los recién llegados estaban las hermanas Altugle, quienes habían llegado listas con unos ornamentados antifaces para congeniar con el ambiente, por más que no planearan hacer más que observar.
“Hehe, qué divertido se ve, andar disfrazados y bailar estas melodías,” Nio se mostró entretenida y sonrió ampliamente. “Hermana, tenemos que bailar, por favor.”
“Ya te dije que mejor no, Nio,” le dijo su hermana con paciencia, aunque un dejo de preocupación. “No estamos aquí con nuestros parientes y preferiría que nos sentáramos y disfrutáramos de la atmósfera.”
“Uhh, eso es aburrido.”
“Mi Nio, te pido que seas paciente. Pese a la naturaleza de la velada, sigue siendo un evento formal y todavía eres muy joven como para mezclarte con las personas,” llevó una mano a su pecho, afligida. “Todavía no me recupero del susto que me diste más temprano.”
“Ay, pero sólo fue un corto paseo…”
“No se trata de un corto paseo, además que también importunaste al señor Keith. No podemos abusar de su nobleza por viajar con nosotras,” recalcó Ayesha con una muy ligera severidad y mayormente lamento. “Vamos, necesito que te comportes. Te prometo que ni bien lleguemos a Nueva York nos dedicaremos a pasear por todos lados, pero quiero que te comportes. Tampoco puedo permitirte gastar mucho tus energías. Es casi tu hora de dormir.”
“Sí, sí, yo sé…” rodó los ojos.
“¡Nio! Debes ser más respetuosa con tus mayores,” le resondró, y vio a la pequeña desviar su mirada con incomodidad.
“Perdón, fue involuntario. Creo que sólo ando aburrida por aquí…” dio un suspiro. Daría lo que sea con tal de que su hermana fuera a animarse a bailar con alguien para ir a buscar a su nuevo amigo Luso, pero conocía lo necia que era su pariente con sus planes e ideas.
“No te preocupes, voy a pedir unas tazas de té y pasteles para compartir,” le sonrió con dulzura. “Todo se soluciona con un poco de aperitivos, ¿cierto?”
“Bueno, no me puedo negar a eso,” Nio sonrió con alegría y timidez al verse a gusto por aquel mimo de parte de su hermana.
“Hay que buscar a un mesero,” Ayesha se puso alerta y tuvo la suerte de llamar la atención de uno que acababa de terminar de atender a otra mesa donde había tres personas, y este de inmediato acudió para tomarle la orden.
En esa mesa, Sterk movía su taza de té con una pequeña cuchara luego de introducirle un cubo de azúcar. No gustaba de ese sitio, pero no tenía nada mejor que hacer y necesitaba matar un poco del tiempo de noche… aunque volvía a preguntarse a sí mismo cómo así había decidido que ser acompañado por nada menos que Astrid y Celestia sería mejor que confinarse en su habitación por el resto de la noche.
“Bueno, para ser un barco lleno de pretenciosos, al menos saben cómo divertirse,” comentó Astrid, mientras apoyaba el filo de su mentón en una de sus manos y miraba distraída a las personas que bailaban. Ella se había puesto una máscara gigante con plumas largas que servían como pestañas y cubierta de brillos y lentejuelas. Aquella pelinegra que siempre desafiaba y se burlaba de la etiqueta social efectivamente había logrado que más de uno le mirara perdidamente o extrañado, y aparte de los mozos nadie más había intentado siquiera acercárseles, lo cual al menos no desagradaba mucho al hombre del grupo.
“Ahh, pero pudiste haberte puesto algo mejor parecido,” Celestia se notaba apesadumbrada. “Para alguien de tu familia, hubiera pensado que sabrías encajar mejor.”
“Heh, de ‘saber’ te aseguro que lo sé,” la mayor se encogió de hombros. “Pero, ¿cuál es el punto? Esta soy yo.”
“No, esa es una de tus bromas,” recalcó Sterk, mirándole de reojo. “Por más que tu yo sea desagradable y controversial, ahora sólo te encuentras exagerando a manera de generar reacciones.”
“Se nota que me conoces bien,” Astrid se encogió de hombros. “Pero mi rara presencia se encuentra alejando a gente con la que preferirías no hablar. Sin embargo, nuestra hermosa hija sí se ve muy afligida~”
“¿Por qué la llamas así?” el hombre se impacientó.
“La permanencia y obsesión a tus ocurrencias delata que Sterk se siente extrañamente identificado con tus ataques, Astrid,” Celestia se encogió de hombros e ignoró el entretenimiento en la mujer y la molestia en el hombre, para continuar. “Pero sí. Me será difícil atraer a un desesperado pretendiente que desee hablar conmigo y convidarme una serie de bocadillos o bebidas caras si tengo a tremendo espantapájaros a mi costado. Como una mujer joven, tengo que atraer con discreción y verme interesante, pero ni mis refinados dotes de la infancia compiten con el horripilante antifaz que te traes.”
“Lo asumo, perdón, perdón,” Astrid le restó importancia. “Aunque mientras tú tratas de atraer, yo intento repeler. Lo mejor sería que nos sentemos en distintas mesas.”
“Veo que no hay disponibles, y preferiría asociarme con otras personas de estatus alto como ustedes. Ello también inspira confianza para quienes desean entablar una conversación conmigo,” explicó con completa naturaleza. “Pero querida Astrid, como una persona que muy sinceramente se preocupa por tu bienestar y buenos intereses, sí te convendría intentar conocer a caballeros dispuestos a consentirte y dedicarse a ti.”
“Asumiendo que quisiera ello, lo cual es falso, preferiría que no ocurriera en medio de una fiesta. Y tengo más años que tú en esta ‘cacería de galanes’, Celestia. Créeme que se vuelve tedioso y repetitivo con el tiempo,” se encogió de hombros. Ella sonrió entretenida y miró a Sterk de reojo, quien se vio casi inquieto como quien no quería estar en la mira. “Hm, de todos modos tengo a mi plan B entre nosotros.”
“¿De qué hablas?” este sintió un tic en la ceja.
“Siempre asumí que por más que no esté en nuestros planes terminar juntos, podríamos hacerlo de todos modos si ya nos pasamos de cierta edad. Tú sabes, por intereses personales,” la pelinegra ensanchó su sonrisa al ver el rechazo de la idea en el semblante de su viejo amigo.
“No hay forma, me niego rotundamente,” negó. “Y ya dijiste que no ibas a tocar el asunto.”
“Perdón, es que me resulta tan divertido fastidiarte,” Astrid regresó su mirada hacia el frente y justo una pareja de prometidos cruzó su línea de visión, quienes le miraron. Para variar, ellos no sintieron repulsión por la máscara y le sonrieron con entretenimiento y curiosidad. “Buenas noches, ¿divirtiéndose?”
“Sí. Pensamos contraer matrimonio ni bien lleguemos a Nueva York,” dijo la chica, quien intercambió miradas con su avergonzado prometido y terminó sonriendo con torpeza. “Hehe, perdón, no pude contenerlo.”
“Vaya, les deseo la mejor de las felicidades,” comentó Celestia con gracia y amabilidad, por más de que para los dos que conocía era evidente por un muy discreto tic en la ceja delataba que estaba empalagada por esa actitud enamoradiza de la pareja.
“Gracias~” la muchacha abrazó el brazo de su futuro esposo y se dirigió a Astrid. “Y esperamos ser tan felices como ustedes dos.”
“Justo atinaste, esta es nuestra luna de miel~” Astrid no pudo evitar seguir el juego y también abrazó el brazo de Sterk con una sonrisa que luchaba la necesidad de partirse de risa. “Sigan divirtiéndose.”
Felizmente, los dos que pasaban asintieron y se despidieron de inmediato, lo que les hizo perderse de Sterk soltándose de Astrid con tanta brusquedad que la mujer casi termina en el suelo.
“Sí que no eres nada delicado,” ella tuvo que reajustarse su máscara y le miró con cansancio, aunque no estaba afectada por el movimiento. Ya se había acostumbrado a esas alturas.
“Mejor caminaré por la cubierta. Regreso más tarde,” se anunció el pelimarrón, quien se levantó sin quejarse o decir más porque bien sabía que todo lo que salía de su boca podría ser usado en su contra.
“Aish, él mismo debe entender que no había forma que yo perdiera esa oportunidad,” Astrid negó.
“Negando culpa o responsabilidad,” Celestia sonrió con ironía. “Así somos las mujeres. Nos resulta divertido. Pero en serio, quítate esa horrible máscara.”
“Ya me expliqué, Celestia.”
“Pero querida, todo hombre que intercambia dos oraciones contigo se espanta por tu forma de ser, ¿o es que acaso quieres perderte la oportunidad de molestar a más personas?”
“Hm, buen punto,” Astrid accedió sin pensarlo dos veces y se quitó la máscara. Ello hizo sentir a Celestia más a gusto, quien regresó su mirada a los alrededores.
Por otro lado del barco, en una grande y elegante suite, los hermanos Genji se encontraban leyendo periódicos y documentos en lo que esperaban que su sirviente regresara con el encargo que le habían pedido. A pesar de ya llevar unos años en el nuevo mundo y haber podido adaptarse bien tanto en costumbres como en idioma, los dos mantenían el interés de siempre informarse más y aprender constantemente sobre aquel nuevo mundo. Ambos se habían culturizado en distintos temas que muchas veces no tenía nada que ver con sus profesiones, y Almaz siempre terminaba teniendo algo más que comentarles, por más superficial que fuera.
Entonces, el tiempo de lectura se cortó por el regreso del joven, quien traía consigo una bandeja donde había dos antifaces blancos muy discretos.
“Oh, bienvenido, lacayo,” dijo Higekiri con la mejor de las sonrisas. “Puedo ver que tu búsqueda por los antifaces ha sido fructífera.”
“Sí. Felizmente, un trabajador de White Star Line tenía unos ejemplares disponibles, aunque sólo contaban con el estilo más básico,” reportó.
“Será más que suficiente,” Hizamaru asintió con seriedad. “Mi hermano sólo desea observar la actividad brevemente y estaremos pronto de regreso.”
“Ehh, en verdad no creo que las máscaras sean necesarias…” insistió Almaz, incómodo.
“Pero no estamos seguros, ¿cierto? En fin, no que importe portarlas o no,” el mayor restó importancia y dejó su periódico a un costado para ponerse de pie. “Ya comenzaba a cansarme de esperar, por lo cual opino que salgamos de inmediato. Hermanito, ¿estás listo?”
“Por supuesto,” el peliverde se levantó y asintió. “Sólo espero que no tengas la intención de participar en este evento.”
“Es inconcebible para mí pensar en participar en un baile, de ello no te preocupes,” sonrió a su hermanito amenamente. “Mientras podamos compartir un tranquilo momento degustando algún aperitivo estaré satisfecho. No puedo dejar que te tenses tanto con tus estudios o te saldrán más arrugas a que mí.”
“N-no digas tonterías, hermano. Tú no tienes arrugas…” Hizamaru se inquietó.
“Bromeo,” el mayor se vio entretenido por la incomodidad en su menor, y pasó a mirar a Almaz. “Ah, pero por supuesto que no vamos a ir sin ti. Como nuestro fiel y joven lacayo, también te viene bien acompañarnos. Es parte de tu deber, después de todo.”
“Iba a acompañarles, de eso no se preocupe,” le aseguró el asistente.
“Pero es necesario que tengas una máscara también, ¿no es así? Espera un momento. Recuerdo tener una que es perfecta para la ocasión…” dicho esto, él comenzó a buscar en uno de sus baúles.
“E-está bien…” Almaz se confundió y miró a Hizamaru, para sorprenderse en notar que él justo le había mirado, lo cual delataba que ambos estaban igual de confundidos por aquel detalle del mayor.
“No, no, somos responsables por ti, y creo comprender que la relación entre un señor y un lacayo también existe en el mundo occidental desde tiempos de antaño, ¿cierto?” preguntó el hermano mayor mientras movía sus pertenencias en el baúl con toda la paciencia del mundo.
“Sí, claro, por supuesto,” Almaz asintió. “Asumo que en el Japón también.”
“Sí, es natural,” Hizamaru se encogió de hombros, no muy interesado en el tema. “Y estamos acostumbrados. Nuestra familia es de alto estatus y también fuimos guerreros.”
“Por el continente Europeo he oído los términos de ‘squire’ o ‘page’ para referirse a lacayos como tú,” comentó Higekiri, en plena búsqueda. Él hizo una pausa en la cual terminó por no ubicar dicha máscara y se levantó para encarar a Almaz con una paciente sonrisa. “Supongo un término que te llamaríamos en Japón sería wakashu.”
“Wa…kashu…” Almaz ladeó la cabeza.
“Sí, denomina a un joven aprendiz sin experiencia y que muchas veces tiene a un superior a quien asiste y de quien aprende, por lo cual es adecuado para ti, a mi parecer,” asintió. “Claro, por el hecho de referirse a un joven, el término en sí tiene otros detalles adicionales que se le suman al significado.”
“Pero ello no es relevante, hermano…” le recordó el menor.
“Ah, pero es nuestro deber educar e iluminar a nuestro lacayo, hermanito,” Higekiri sonrió con gusto y repentinamente se tomó la libertad de agarrar los cabellos de Almaz ubicados por encima de su frente. Este se quedó en shock sin saber si debía decir o hacer algo.
“A-anija, ¿qué haces?” preguntó Hizamaru, sorprendido e inconforme, lo cual se reflejó por la manera en que se refería a su pariente.
“A los wakashu se le reconoce por portar una cola de caballo que se ata justo en esta parte de la cabeza. Para la ceremonia de la adultez, dicha cola es cortada y la calvicie reconoce a un hombre maduro,” continuó con su explicación mientras acariciaba los cabellos de su asistente, quien sentía constantes escalofríos y no sabía cómo salirse de ese instante. “Otro detalle divertido y que imagino diferirá de la cultura occidental es que a los wakashu se les consideraba como un tercer género hasta hace unas pocas décadas.”
“¿Q-q-qué significa e-eso?” preguntó Almaz, asustado y temblando ligeramente.
“S-suficiente, anija…”
“Por la apariencia andrógina de los jóvenes, además de ser llamativos para mujeres de toda edad, los wakashu eran con frecuencia un objeto de deseo para sus propios maestros, y relaciones entre hombres adultos y wakashu no eran impensables, por más que no fueran siempre bien vistas,” comentó perfectamente inmutado y todavía sonriendo como quien compartía un divertido dato curioso.
“¿Q-q-qué quieres decir con r-r-relaciones…?” a Almaz casi se le iba el alma del cuerpo y se había vuelto pálido. El hecho que Higekiri continuara acariciándole el cabello no ayudaba en lo absoluto.
“¿Oh? ¿Es que acaso no eres lo suficientemente mayor como para usar tu imaginación?” le preguntó con una pizca de confusión, aunque todavía inocentemente entretenido.
“¡Iiiihhh!”
“¡Suficiente, anija!” Hizamaru se hartó y jaló el brazo de su hermano para que liberara al pobre y traumado Almaz.
“¿Qué sucede, hermanito?” le preguntó de buenos ánimos. “¿Hm? ¿Por qué te ves avergonzado? Oh, y nuestro lacayo también. Hmm…” se puso a pensar un poco y volvió a sonreír. “Aunque ahora que lo pienso, por mi imposibilidad de recordar nombres de persona, puedo llamarle wakashu a partir de este momento…”
“¡Por favor, apreciaría mucho que lo hicieras!” exclamó Almaz todavía consternado y haciendo una rápida reverencia. Pese a que sin duda era la primera mención de una posiblemente depravada relación homosexual hecha en su presencia, el asistente ya no podía ni contar las veces que había sido presa de la tan dispersa mente de Higekiri.
“N-no lo va a hacer, te lo aseguro. Siento las molestias…” Hizamaru desvió su mirada, sumamente frustrado. Tampoco culpaba que Almaz no hubiera sido más defensivo por su cuenta porque conocía muy bien a su hermano mayor y era demasiado impredecible cuando alguien le daba la contra, siendo él el único que se atrevería a hacerlo. “Anija, lo mejor sería marcharnos de inmediato. Quisiera despejar mi mente, por favor.”
“Enseguida, hermanito,” Higekiri asintió y empezó a caminar hacia la salida. Él fue seguido de los otros dos, pero se detuvo frente a la puerta y alzó su cabeza meditativamente. Casi dio la impresión de haberse quedado en blanco y perdido en alguna laguna mental, lo cual por tratarse de él era casi una certeza. Este se giró sonriente. “Oh, cierto, tú también necesitas una máscara, lacayo. Espérate un momento, que tengo una máscara ideal para ti en uno de mis baúles.”
Dicho esto, él regresó a su baúl abierto para reiniciar su búsqueda. Los otros dos intercambiaron miradas y Hizamaru dio un pesado suspiro para ayudar a su hermano.
“Anija, ya revisaste este baúl,” observó. “Déjame darte una mano.”
Ellos se tardarían un poco más en salir.
Por otro lado del barco, Luso caminaba entre pasillos que no le correspondían con la misión de al menos asomarse a ver la elegante Masquerade que estaba fuera del alcance de pasajeros de tercera clase.
“Hm, por aquí,” señaló Luso con una sonrisa, quien apuntó a un pasillo según lo que le dictaba su intuición.
“No…” Natsume le agarró de un hombro. “Es por aquí. Ya memoricé el mapa del barco…”
“Oh, gracias,” él asintió. “Vamos, anímate, estamos yendo a una fiesta.”
“No deberíamos estar aquí, ya intenté detenerte,” le recalcó. “Nos vamos a meter en problemas si no nos damos media vuelta.”
“Sé que es riesgoso, pero es parte de la aventura,” comentó el pequeño. “Y no tenías que acompañarme si no querías.”
“No, pero sé que te podrías meter en más problemas si no te vigilo,” dio un suspiro. “Nos regresamos rápido, eso sí. No confío en que mi paloma se quedará quieta.”
“¿Eh? Pero nuestros compañeros de cuarto prometieron que la cuidarían.”
“Sí y confío en ellos, pero una paloma no es fácil contener, y tiene el mal hábito de seguirme,” dio un pesado suspiro.
“Hm…” Luso se extrañó al ver al pelirrojo tan estresado por su mascota, pero de inmediato recordó lo que estaban haciendo. “¡Oh, eh! ¿Cuánto falta?”
“Ya casi llegamos, pero baja la voz…”
Había pasado un rato y las hermanas Altugle habían disfrutado de sus postres con toda paciencia mientras oían la ligera música del evento. Ayesha justo acababa de rechazar a otro pasajero que había querido bailar una pieza con ella y volvió a tomar asiento al costado de su hermanita. Ahí observó a Nio aburrida que apoyaba su cabeza sobre una mano y con la otra marcaba el compás de la presente pieza musical con la ayuda de su índice. Ayesha le miró un poco apenada al comprender que ella no estaba pasando el mejor viaje pese a tener la fortuna de ser parte del primer recorrido del majestuoso Titanic. No sabía si bailar una pieza con ella a manera de entretenerle, pero también recordó que su pequeña debía de conciliar el sueño pronto.
Sin embargo, no llegó a tomar una decisión porque Nio abrió sus ojos a plenitud al ver a alguien que le regresó las energías, y no tardó en sonreír.
“¡Hermana, mira!” apuntó la pequeña hacia el frente. “¡Ese es el amigo del que te hablé!”
“¿P-perdón?” Ayesha se extrañó. “¿No era un niño de tercera clase? ¿Qué hace aquí?”
Por su parte, Luso y Natsume acababan de infiltrarse luego de aprovechar de que unos pasajeros se encontraran haciendo preguntas a los porteros, pero lo que iba a ser una pequeña mirada por el entorno terminó por prolongarse cuando Luso vio que Nio le agitaba un brazo.
“¡Es Nio!” exclamó él, quien corrió donde las hermanas.
”¡O-oye!” Natsume no pudo detenerle y se rindió a seguirle. Vio a los dos pequeños encontrarse con gran alegría.
“¡Qué bueno! ¡Esperaba verte!” dijo la pequeña.
“Hehe, lo mismo digo. Qué coincidencia.”
“¿C-cómo así has entrado?” preguntó Ayesha un tanto nerviosa.
“¿Importa?” le preguntó su hermanita. “¡Lo importante es que están aquí! ¡Este es Luso, y este es Natsume! ¡Él es un mago increíble!”
“¿En serio?” Ayesha estaba un tanto en shock por estar frente a dos personas que no debían haber ingresado. No tenía nada contra ellos, pero su propio instinto de hacer las cosas según las reglas le ponía un poco nerviosa y casi como cómplice de ambos… “Ehh…”
“Pues, ¿qué más da?” Natsume sonrió frustrado e hizo una breve reverencia. “Mucho gusto. Su hermana es una persona encantadora. Espero que estén disfrutando del Masquerade.”
“Ah, eh, sí…” Ayesha asintió. Al menos ese joven se mostraba servicial y respetuoso. “Ehm… es del oriente, ¿cierto? Noto su apariencia distinta…”
“Sí, llevo mucho tiempo viajando, pero soy originario del Japón. Me encuentro en un viaje por el mundo.”
“Ohh…” Ayesha se impresionó y le sonrió un poco. “Es admirable. Yo apenas ando cruzando el Atlántico y tengo ciertos nervios.”
“Es entendible, aunque no existe nada más enriquecedor que un cambio de rutina, y sólo es necesario un poco de prudencia para embarcarse a lo desconocido, según yo,” comentó. “Por como están sentadas, asumo que se encuentran cansadas de bailar.”
“Uhh, ojalá fuera eso…” Nio se frustró.
“Ya te dije que no vamos a bailar esta noche, Nio,” le recordó su hermana, con paciencia.
“¿Eh? ¿Por qué no?” preguntó Luso.
“¿P-por qué…?” Ayesha se mostró en blanco al verse cuestionada por el pequeño, ya que no había esperado una observación ajena.
“Ella tendrá sus razones,” comentó Natsume, quien observó a la mayor. “De todos modos, sería lo mejor que intentaran disfrutar de este placer, eh… si me concede su nombre…”
“¡C-cierto, mis disculpas!” dio una reverencia. “Mi nombre es Ayesha Altugle. Pues… Nio es muy pequeña… y todos son muy mayores… a-ademas yo soy demasiado atolondrada como para bailar…” desvió su mirada.
“Hmhm, entiendo, no se preocupe,” el pelirrojo se mostró entretenido. “Aunque si no es mucha molestia me ofrezco a bailar una pieza con la pequeña, ¿le parece?”
“¿P-perdón?” Ayesha se alertó.
“¡Sí! ¡Por favor, hermana!” le suplicó Nio.
“¡Yo también quiero bailar!” se sumó Luso.
“B-bueno, sólo una… pero cuidado, por favor.”
“No se preocupe,” Natsume le sonrió con confianza. “Les mantendré un ojo encima.”
“¡Gracias!” exclamó Nio.
Por otro rincón del enorme salón, Keithgriff estaba ubicado en la barra en donde tomaba una bebida alcohólica de su agrado y fumaba un cigarro mientras ocasionalmente dignaba una que otra mirada a la fiesta de la juventud. Era un ambiente demasiado ruidoso para su agrado pero había decidido acudir con tal de darse el gusto de la bebida antes de continuar con sus estudios. No le faltaba mucho para terminar cuando escuchó a unas personas inquietas y a un par de señoras soltar un leve grito de impresión luego de haber visto algo supuestamente aterrador, lo cual le hizo volver a mirar a las otras personas…
Los hermanos Genji se abrían paso por el ambiente y portando aquellos antifaces que Almaz había podido conseguirles, mientras este tercero les seguía su paso. Para su pesar, Higekiri pudo ubicar la máscara, la cual resultó ser una máscara de cerámica roja de un oni, con una nariz alargada y una expresión aterradora para todos aquellos no familiarizados con la cultura. Era por ello que varios se asustaban por aquella máscara que el joven lacayo debía soportar indefinidamente.
“Ehm, en verdad dudo altamente que sea obligatorio usar máscaras…” se lamentó Almaz por enésima vez por cómo asustaba a los demás.
“Pero por tus palabras, comprendo que no podemos estar seguros,” mencionó Higekiri, inmutado y sonriendo como siempre.
“Pudimos haber preguntado…” Hizamaru dio otro suspiro. No entendía cómo así su hermano mayor había decidido traerse esa máscara desde el Japón entre todas las cosas que pudieron haber portado a su saluda y, especialmente, cómo así había decidido empacarla para el presente viaje, pero en fin…
Ellos se vieron interrumpidos por Keithgriff quien se levantó y se dirigió a los tres. Ante ello, el líder se detuvo y optó por dedicarle atención.
“Buenas noches a usted,” mencionó Higekiri. “¿Necesita algo de nosotros?”
“Creo reconocerles por lo que he oído,” dijo el erudito. “Sé sobre unos hermanos provenientes del Japón que han logrado el tan llamado sueño americano en pocos años, y que ahora son magnates del nuevo continente con varias fábricas bajo su comando.”
“Pues, dudo que haya otros hermanos como nosotros, aunque de ser el caso esperaría que me ilumine,” sonrió entretenido. “Está en lo correcto. Y usted es…”
“Mi nombre es Keithgriff Hazeldine. Soy un científico y vengo de Inglaterra.”
“Ya veo…” se mantuvo inmutado.
“Eh, hermano, esta persona es aquel científico del cual hemos leído hace poco,” le informó Hizamaru al saber bien que su hermano sería incapaz de recordar a él, o a quien sea, por nombre. “Ha realizado contribuciones importantes a la investigación de propiedades básicas de distintas sustancias químicas.”
“Lo comprendo, muchas gracias,” Higekiri asintió a su hermanito y volvió a mirar a dicho desconocido frente a él con una sonrisa ligeramente más amable. “No será un magnate, pero en su propio círculo debe encontrarse por un nivel encima del de nosotros, ¿cierto? Parece ser bastante importante.”
“Espero que no te importe considerar una inútil competencia de quién está por encima de quién,” Keithgriff se mostró hastiado.
“¿Por qué? ¿Acaso debería hacerlo?” Higekiri alzó una ceja y contagió su semblante de un humor ácido. “Apenas mencionaba una curiosidad que muchos otros considerarían como un elogio o inicio de plática.”
“Entiendo entonces que a ti también te llegan dichas formalidades,” Keithgriff se encogió de hombros. “Me he acercado porque me han causado curiosidad desde que oí sobre ustedes, y quisiera invitarles a una cena el día de mañana para dialogar, si no es un inconveniente.”
“No eres el único que encuentra un show en otras personas,” el mayor asintió y regresó a una sonrisa cordial. “Acepto. Quizás pueda iluminarnos sobre sus más recientes estudios, al menos hasta algún punto en el cual no le aburra a usted mismo.”
“La ciencia es una de las pocas cosas que no considero aburrida, aunque ciertamente los negocios no son de mi agrado.”
“Hmhm, ya somos dos. El sueño americano le pertenece al tío Sam, no a mí,” se encogió de hombros con una pizca de diversión.
Luego de ese intercambio, Hizamaru se vio aliviado ya que por las palabras intercambiadas su hermano bien pudo haberse puesto complicado e iniciado una discusión, pero dicho científico parecía ser también difícil y extrañamente compatible con él.
“Y a todo esto…” Keithgriff miró hacia Almaz. “¿Por qué tu acompañante está usando esta máscara que espanta a la gente?”
“Es la imagen de lo que conocimos como un oni en Japón,” explicó Higekiri. “Mi lacayo no contaba con un antifaz, y comprendo que este evento puede requerir uno.”
“Es opcional. No uso uno, por ejemplo.”
“Ah, ya veo,” se alegró y de inmediato se quitó su propia máscara, para entonces dirigirse a Almaz. “¿Oíste? Es opcional después de todo. No tienes que avergonzarte más. Adelante, quítatela.”
“L-lo había dicho antes…” se lamentó el menor mientras le hacía caso.
“Pero no estuviste seguro, ¿cierto?”
En eso, Keithgriff notó que algo acababa de atravesar la puerta por el aire, y reconoció a una muy familiar paloma que acababa de entrar al ambiente de la Masquerade. Dio un cansado y pesado suspiro ya que sabía que ello podría causar un gran desastre.
Mientras tanto, Celestia había podido ganarse a un joven pasajero quien había sido atraído por sus pasajeras miradas, y se encontraba hablando amenamente con ella luego de haberle convidado un muy caro y refinado vino. La joven pintaba un perfecto rol de una dama inocente y dudosa que estaba prendida a todo lo que su pretendiente decía, lo cual sin duda le servía para enganchar más a aquel incauto. Por su lado de la mesa, Astrid reía para sus adentros en lo que bebía sola y observaba a aquella muy estimada farsante hacer de las suyas. Después de todo, su querida nueva amiga de clase noble de un país de la Europa oriental había fabricado su ficha de vida con esperanzas de tomar un camino distinto en América…
Sin embargo, esa encantadora conversación llegó a su fin cuando la despistada paloma que estaba acostumbrada a la gente aterrizó encima de la cabeza de la jovencita, quien no tardó en entrar en pánico.
“¡AHHH! ¡Quítenmelo, quítenmelo!” exclamó, levantándose y llamando la atención de todas las personas cercanas. Ella estaba espantada y otras personas también se aterraron al ver a aquel animal salvaje sobrevolar y amenazar en entrar en contacto con más gente.
A poca distancia, ello no pasó desapercibido para Natsume y los niños.
“¿Es la ave de antes?” preguntó Nio.
“No, ¿cómo llegó?” Luso se preocupó.
“Tsk…” Natsume dio una rápida mirada a sus alrededores y detectó a meseros y los porteros correr hacia el lugar de los hechos. De inmediato miró a Luso. “Ve a esconderte, Luso. Que no te vean conmigo.”
“¿Eh?” este no llegó a reaccionar porque el pelirrojo corrió hacia su mascota.
Había sido un corto rato, pero Celestia estaba indignada e histérica por lo recién vivido. Entre dos meseros, lograron atrapar a la paloma por lanzarle un mantel grande.
“¡Desháganse de esa peste!” gritó la joven con los ojos desorbitados por la ira. “¡Esa inmundicia me atacó! ¡No quiero volverla a ver!”
“¡Esperen!” Natsume llegó y logró quitar el mantel a los trabajadores. Rápidamente revisó y felizmente su paloma no estaba lastimada, aunque sí asustada y la mantuvo entre sus manos. “Es una mascota y está acostumbrada a estar cerca de humanos, por eso se acercó. Tienen que entenderlo.”
“¡Una criatura así está prohibida a bordo!” recalcó Celestia. “¡Estoy en mi derecho de reclamar!”
“S-señorita, tranquilícese, por favor,” le pidió el joven que le había estado acompañando, quien le agarró de un brazo, pero ella se lo arrebató.
“¡Tú no entiendes! ¡Y no me toques, imbécil!” espetó, colérica.
“Oye, tranquila…” Astrid movió su mano. “Es sólo una paloma…”
“¡A ti no te tocó así que no te metas!”
“¡¿Qué está pasando aquí?!” exclamó uno de los porteros, quien miró a Natsume. “¡Usted no luce como un pasajero de primera o segunda clase! ¡No debería estar aquí!”
“¡Tiene un ave! ¡Desháganse de eso!” insistió Celestia.
“Está en problemas,” declaró un guardia, quien agarró a Natsume de un brazo. “Ha infringido muchas reglas del viaje. Le espera un severo castigo.”
“Tsk…” este entrecerró los ojos y miró con ira hacia Celestia, quien le devolvió el gesto. Al pelirrojo no le tocó de otra que ser paciente y dejarse ser llevado porque comprendía bien que no había nada que podía hacer.
Luego de aquel momento, los meseros se esmeraron en tranquilizar a los testigos y retornar el evento a la normalidad. Celestia agarró con una mano temblorosa su cabeza donde el ave había revoloteado. Ella comprimió sus puños y optó por retirarse sin decir una palabra más. Por culpa de esa interrupción había perdido su impecable presencia, así que le tocaba recobrar su impecable actuación antes de volver a inmiscuirse con las personas.
…
Y, por otro lado, Sterk justo había regresado para ver el suceso y observar cómo se llevaban a aquel joven y su ave. Él decidió seguir a esos guardias de lejos para ver qué era lo que iba a suceder…