Author Topic: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"  (Read 38762 times)


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #30: September 27, 2017, 11:24:33 PM »

Bitácora #5 — The Lengths

Dentro de lo que cabía, Panty podía jactarse que había tenido bastante buena suerte.

Su situación en casa se había vuelto insoportable cuando decidió recoger sus cosas y probar su suerte en Nueva York. Y aunque su natal New Jersey no quedaba a más de hora y media de distancia, esa misma hora y media era todo lo que había bastado para marcar la diferencia entre su trabajo de camarera, y su nueva posición como empleada de una familia millonaria. Era cierto, ambos trataban de servir a otras personas, pero muy diferente era limpiar fluidos humanos del piso de un bar, a preocuparse por conseguir las mejores hojas para preparar el más exquisito té Darjeeling.

Le había bastado con hacerle un par de favores al encargado de una agencia para conseguir la recomendación que necesitaba. Y así, con nula experiencia previa pero por algún motivo, con años de servicio a su nombre, era que había terminado como la criada favorita de la hija mayor de los Darcey. Y su primera tarea, acompañar a la joven por un tour al viejo continente, le sonó más a haberse ganado a la lotería que a otra cosa.

’De haber sabido que eran tan fácil cambiar su vida haciendo uso de mi belleza…’ la joven solía repetirse. ’¡Hace años hubiera dejado al vagoneta de mi marido!’

Era muy temprano en la mañana, y la brisa marina se sentía helada en sus mejillas. Las luces alumbrando las cubiertas y los interiores nunca se apagaban, pero con casi todo el barco aún durmiendo, lo vacío de los ambientes le daban un toque fantasmal. Y eso le agradaba. Menos oficiales de cubierta con quienes lidiar, preguntando qué tipo de encargo tendría una criada como ella a tan temprana hora, y en aquel remoto lugar. Pues si bien el Titanic, en teoría, se escuchaba como un barco de ensueño, era una historia algo diferente para los empleados a bordo.

Le causaba gracia cuando su ama se quejaba de lo presuntuosa y excluyente que solían ser los de la élite… pues cada noche, ella tenía que lidiar con cenar con los demás empleados de primera clase, y aquel ya era un nuevo nivel de patetismo. Pues en las cenas de los sirvientes no se trataba de quienes eran viejos o nuevos ricos, sino por cuánto tiempo tu familia había servido a sus dueños. No cuantas joyas tenía cada una, sino cuántas joyas tenía su ama… en fin, le era curioso como todas las personas, independientemente de la clase social, siempre buscaban alzarse sobre el resto ayudándose de cualquier excusa a su alcance.

Aún así, estaba agradecida con su puesto, y la oportunidad de haber visitado europa. Su ama era amable con ella, quizás algo indecisa para su gusto, pero no había demorado en ganarse su favor. Podía decir que había conseguido el billete premiado… pero había una pieza que aún le faltaba. La cereza que coronaría su pastel.

“¿Se encuentra perdida?”

La voz le erizó la piel, pues no se había dado cuenta que había una segunda persona en esa área del barco. No demoró en encontrarlo: Su gorra roja de cazador lo delató, y Panty se preguntó cómo era que no se había percatado de su presencia hasta que él se dirigió a ella.

Era un joven en sus veintes, cubierto con una gabardina negra y fumando un cigarrillo. Estaba apoyado contra la baranda, y ubicado entre dos de los botes salvavidas. Los ojos de Panty se posaron en el fuego, y en respuesta, el joven le extendió su cajetilla, ofreciéndole un cigarrillo.

Pero la rubia caminó hacia él y le quitó el cigarrillo de los labios. El castaño alzó las cejas, intrigado.

“Sería bastante tonto perderse en un barco”
“Sin embargo, hay gente ahogándose en vasos de agua”

Panty sonrió y tomó una bocanada del cigarrillo. El castaño extendió su mano, y ella se lo devolvió.

“¿Que hace por aquí a esta hora?”
“Es la única hora en la que no tengo que responder a nadie” dijo. Lo miró, y entonces agregó “O al menos esa era la intención”
“¿Sirvienta de primera clase?” continuó el joven.
“¿Cómo lo supo?”
“Te ves demasiada pulcra para ser otra cosa”
La rubia asintió, observándolo de pies a cabeza. “¿Pasajero de segunda?”
“Oh” le devolvió la pregunta “¿Cómo lo supo?”
“Tu ropa es algo fea para ser de primera clase”

El castaño rió y se despegó de la baranda. Y cuando intercambiaron miradas nuevamente, fue que Panty reconoció cierta coquetería en sus ojos.

Podría ser de segunda clase, y no tan atractivo como los caballeros de la alcurnia, pero sentía una conexión diferente con él. Y aquello no era algo con lo que se había cruzado muchas veces en su vida.

Al parecer, él parecía estar pensando en algo similar.

“¿Me haría el honor de caminar por la cubierta conmigo?”
Panty alzó las cejas, divertida. Pensó en las damas de trajes lujosos y sombreros con plumas, caminando a lo largo del transatlántico “¿Quiere que juguemos a ser ricos?”
“Algo así” respondió el joven, ofreciendo escoltarla “Al parecer, aquí esta de moda solidificar relaciones con paseos por cubiertas”
“Téngame paciencia” le respondió la rubia, tomando de su brazo “Me temo que soy inexperimentada en esto de las cubiertas”
“Pues si gusta…” dijo, guiñándole un ojo “Eso también podemos cambiarlo”

Panty pensó en que, quizás, y finalmente había encontrado lo que estaba buscando.


Aquella mañana Sayi se levantó con la intención de hacer alguna actividad física. Disfrutar de tantos exquisitos menús empezaban a preocuparla, y dado que ya se había recorrido el barco de pies a cabeza, recordó que había un gimnasio a bordo y decidió probarlo.

Usualmente, Panty se encargaría de preparar su atuendo y ayudarla a vestirse, pero la pelirrosa no había visto a su empleada desde la noche anterior. Decidió no preocuparse, pues Panty debía estar disfrutando del viaje a su modo, y consideró que se merecía los descansos que necesitara luego de hacerle tanta compañía los pasados meses.

Al ser la primera vez visitando el gimnasio, el entrenador a bordo la recibió apenas ingresó, y se apuró en darle un conciso tour del lugar. Se sorprendió al encontrarse a Deidara Darwin ocupando la máquina de pesas. Su amiga la recibió con una cordial sonrisa y, una vez terminó con sus repeticiones, se le unió en una de las bicicletas mecánicas. Sayi no se consideraba muy atlética— lo suficiente para agitarse de tanto en tanto, pero a simple vista era evidente que su acompañante se ejercitaba con frecuencia.

Le dieron ganas de preguntarle dónde había sacado tan buen físico, pero sintió que sería un atrevimiento hacerle una pregunta tan directa.

“¿Quiere que probemos la máquina de remar?” le preguntó Deidara, señalando los dos sitios vacíos.
Sayi se había cansado tras montar el caballo eléctrico, pero por no menospreciar la invitación, asintió a darle un último esfuerzo. Al menos, ello le daría cabida a poder comer un postre de más, ¿cierto?

Y dicho y hecho, una vez terminaron con el ejercicio ambas se apuraron en cambiarse, y se volvieron a encontrar una hora más tarde para un desayuno tardío en el Café Parisien. Deidara le había hablado maravillas de unos wafles de arándanos que había probado en Bruselas y, al escuchar por otro pasajero que habían unos similares en el menú del café… no necesitaron mejor excusa para probar otra de las tantas amenidades a bordo del transatlántico.

“Deidara, ¿qué me puede contar sobre las famosas expediciones de su abuelo?” le preguntó Sayi. Ya casi habían terminado con sus postres, pero los habían disfrutado tan rápido que casi no hubo cábida para la sobremesa  “¿Algo en particular que llame su atención?”
“Lamentablemente no tuve la oportunidad de conocer a mi abuelo y preguntarle de ellas, pues falleció antes de que yo naciera” le respondió la joven, llevándose un tenedor a los labios “Lo que encuentro más fascinante, y algo que me hubiera gustado preguntarle, hubiera sido más sobre su expedición a bordo del Beagle”
“Fue la expedición de cinco años, ¿cierto?” Sayi recordaba haber leído de ello en la escuela, y su compañera asintió “Debió haber sido fascinante, aunque algo difícil haber estado viajando por cinco años”
“Ello es lo que me pregunto… y el haber reunido todos esos especímenes a lo largo de la travesía y llevarlos consigo. Me cuesta imaginarme los 15 pinzones abordo de ese bergantín… debió ser bastante ruidoso” observó Deidara, y Sayi rió al hacerse la imagen “Me temo que, dado que no tuve la oportunidad de compartir nada con él salvo el apellido, no puedo ofrecerle revelaciones inesperadas. Me disculpo por ello”
“No diga eso. Es todo un honor poder compartir su opinión sobre su abuelo”
“Más bien, me interesa mucho escuchar de su viaje” le preguntó Deidara, cruzando sus brazos sobre la mesa “Sayi,
 ¿Que le pareció Europa?”
“Me encantó. Tenía una idea de que el viejo continente estaba lleno de historia, pero haber visto en primera mano la cantidad de historia fue impresionante. No puedo esperar a regresar” le explicó la pelirrosa, haciendo memoria “Se me hace fascinante como cruzando distancias tan cortas la cultura y los idiomas cambian radicalmente. En Estados Unidos uno puede cruzar el país y lo único que cambia es en que lado está la orilla del mar”
Deidara rió “¿Que le parecieron los círculos sociales allá, a comparación de Norteamérica?”
“No me siento muy conocedora para comentar con certeza… usted sabe que soy bastante reciente entre, bueno, la gente con dinero”
“Por eso me interesa saber su opinión, Sayi” continuó Deidara con una sonrisa “Dado que usted tiene una perspectiva nueva”
“Bueno, como nueva rica… considero que los círculos de ambos lados son bastante similares, al menos como los percibí yo. Pero me parece que los adinerados, y realeza Europa son aún más… -y por favor no se lo tome como una ofensa- elitistas que los americanos”
“¿A qué se refiere con ello?”
“Que los nuevos ricos para los viejos ricos son algo así como los norteamericanos para los europeos”
“Bueno, Norteamérica es el nuevo continente, después de todo” Deidara alzó las cejas y Sayi asintió con una sonrisa.

Cuando la cuenta estuvo saldada, Deidara le informó que se le estaba haciendo tarde para otro compromiso. Una vez se había retirado, Sayi pensó en seguir su ejemplo y regresar a su recámara a descansar por unos minutos.

Pero en ese momento notó la llegada de un conocido quien, por su lado, no tardó en reconocerla y en dirigirse directamente hacia ella.


Sayi le sonrió al duque von Stresemann, quien le devolvió el saludo antes de echarle un vistazo a la mesa que acababa de compartir con Deidara.

“Que sorpresa encontrarnos aquí, meine Liebling” dijo, tomando asiento. Al notar la llegada de un nuevo pasajero, un mesero se apuró en retirar la vajilla y alcanzarle un menú. Franz fue rápido en desistir, y solo pidió una taza de té “Casi parece obra del destino el habernos encontrado, ¿no le parece?”

Sayi asintió. Aún si había terminado en una reunión impromptu, era la primera vez que tenía oportunidad de conversar con Franz a solas, y tenía curiosidad de saber más sobre el mentor de Ichigo.

“Meine Liebling, espero que mi protegido la haya estado tratando bien” Franz colocó un par de cubos de azúcar en su té, y lo revolvió rápidamente mientras observaba, distraído, lo vasto del océano a través de las ventanas. Sayi no creía haber conocido a una persona con ojos tan claros como los de él “Me mortifica no haber tenido oportunidad a disculparme por mi exabrupto antes de que entablara más contacto con mi familia”
“Ichigo ha sido muy atento conmigo. Me agrada mucho pasar tiempo con él, pues la conversación es inherente” le respondió Sayi, y Franz sonrió complacido “Y me ha hablado maravillas de usted, señor, así que me halaga mucho que tenga interés de tomar té conmigo”
“Eres una chica muy correcta, Sayi. Se que damas como usted cargan con la faena de ser gráciles y memorables pero por favor, le pido que desista de llamarme señor, o tratarme con honoríficos, pues me gustaría ser su amigo”
“Oh, discúlpeme Franz” Sayi recordó el intercambio de la noche anterior, pero era difícil romper ciertos hábitos— sobretodo cuando tenían que ver con alguien de la realeza, tal y como él. No se sentía natural tutearlo, pero quería honrar su pedido. “Por favor, considérame su amiga también, y cuente conmigo para lo que necesite”
“¡Excelente! Me alegra que hayamos llegado a este acuerdo” respondió, antes de tomar un sorbo de su té. Entonces se limpió la garganta, giró en ambas direcciones, una vez cerciorado que no hubieran nadie escuchándolos, continuó “Y dado que somos amigos, hay un favor que me gustaría pedirle.”

Sayi abrió los ojos sorprendida, pues no esperó que el duque tuviera una agenda para ella. Considerando su secretismo, la pelirrosa también se cercioró que nadie los estuviera escuchando antes de acercarse a él.

“Por supuesto” le respondió “¿En que podría ayudarte?”
“No es tanto ayudarme a mí, sino ayudar en algo, que por extensión me afecta a mi también” le dijo, y al ver la confusión en los ojos de la pelirrosa, nombró su favor con una sonrisa “Me gustaría que pasaras más tiempo con Ichigo, si no es mucho pedir”
“¿D-disculpe?” le preguntó, pero Franz no retiró sus palabras. Sayi se preguntó como responder a esa petición. No solo era insólito que una dama busqué a un caballero, pero no entendía por qué el duque le pedía el favor a ella, y no a otra persona.
“Sayi” Franz tomó una de sus manos y la pelirrosa frunció el ceño, preocupada, al escuchar la tristeza en su voz “Ichigo no solo es mi empleado. Es mi pupilo, y alguien quien eventualmente me gustaría ocupe un rol más allá de sirviente”
“…”
“Pero el es testarudo, y no tiene ambiciones en la vida más que seguir ocupándose de mi familia, sin aspiraciones mayores para él” continuó “Y siento que usted es perfecta pasa avisparlo, y hacerle anhelar algo más allá de una vida de servidumbre”

Franz quería que Ichigo aspirara a tener una mejor vida, y estaba dispuesto a hacer lo necesario para lograrlo… al menos eso lo tenía claro. Era evidente el aprecio que el duque tenía con su empleado, pero ello no respondía el por qué había optado por venir a ella.

“Franz… ¿por qué cree que él va a tener un cambio de actitud por pasar tiempo conmigo?”

El hombre rió levemente.

“Meine Liebling, perdona mi franqueza” empezó disculpándose “Pero es evidente para mi, que mi pupilo tiene interés en usted, aún si no quiere percatarse de ello” Sayi sintió el color quemarle las mejillas, y sus ojos se alejaron de Franz, clavándose en el suelo “Y juzgando por su reacción, puedo deducir que siente algo similar por él”
“¡Duqu-Franz!” exclamó Sayi, sorprendiéndose a si misma por llamarle la atención a un duque, pero la vergüenza que la embargaba era demasiado a cargar. Entonces recordó a Kaien, y por un momento se sintió descompuesta.

Pensó en ponerse de pie, disculparse, y retirarse a su recámara, pero antes de poder hacerlo Franz habló, congelándola en el sitio.

“Su padre era mi sirviente favorito, pero falleció antes de que yo pudiera hacer algo por él. Dejo a un hijo, su único, destituido… una tarea que tomé como mía y la que pienso completar antes de que me sea muy tarde”

Sayi bajó la mirada, apenada. En un abrir y cerrar de ojos había aprendido una verdad, dolorosa e inesperada, y al pensar en el Ichigo hablándole de estrellas, tocando el piano y recitando música, la pelirrosa sintió la tristeza picarle los ojos.

Miró a Franz, y el hombre compartió su silencio por unos momentos. Era un pedido sincero, y originario en los mejores deseos de un mentor hacia su pupilo. No estaba segura de lo que sentía por el rubio, pero si de algo tenía certeza era que lo apreciaba, y que quería ayudarlo en lo que fuera posible. Diciéndose ello fue que finalmente aceptó.

“Pero por favor, dígame, que no estoy segura de cómo actuar… ¿hay algún tema del que deba hablar? ¿O algo específico a mencionar?” le preguntó Sayi “Dice que quiere que tenga la iniciativa de buscarlo, pero aunado a eso no sé como lograr lo que usted quiere para él”
“Meine Liebling… sólo sé tu misma, que el resto caerá por su cuenta” le indicó el duque “Y por favor, apreciaría que no le dijera una palabra a Ichigo sobre esta conversación”

Sayi volvió a aceptar, y entonces sintió ganas de preguntarle al rubio más sobre su pasado, y de entender mejor la consternación del duque. Le costaba asimilar las palabras de Franz sobre su relación, pero decidió que lo mejor sería dejar su confusión a un lado, y ayudarlos en lo que le fuera posible.

Aún si no terminaba de entender exactamente en qué podía ayudar. Mucho menos sin saber que tan prudente sería inmiscuirse en ese asunto, y qué consecuencias podría traer consigo.
« Last Edit: September 30, 2017, 03:01:31 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Puri

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #31: September 29, 2017, 04:36:58 PM »
@Sayi @Deidara IT'S HERE

ESTOY CORRIENDO A UN CUMPLEAÑOS ASÍ QUE NO PUEDO PONER NADA NI CORREGIR NADA OJALÁ TODO ESTÉ BIEN *LLANTO* YA MÁS TARDE EDITO IDK PERDÓN POR EXISTIR PERDÓN POR LANZARLES 8K A VER SI ASÍ LAS QUE ESTÁN EN EL HIME FIC ENTIENDEN CÓMO ME SIENTO YO INTENTANDO PONERME AL DÍA AHÍ (??)



Aquella noche le dejaría dos de los recuerdos más gratos de su vida.

El primero, por supuesto, era la cara de total sorpresa y horror de Howard al verla entrar al comedor del brazo de Charles y flanqueada por Erik.

“¡Howard!” Dijo Charles efusivamente mientras se acercaba hacia el otro. Erik iba detrás de ambos.
“Charles”, murmuró Howard sorprendido, intentando no mirar a Sayaka. La menor le dejó ir del brazo para que ambos pudieran darse la mano.
“Qué bueno poderte ver finalmente.” Se volteó a los invitados con quienes el otro había estado conversando. “Señores Cavendish, señorita Cavendish, qué gusto encontrarlos aquí.”

Si bien los Cavendish eran de las familias más importantes en el Reino Unido, el señor Cavendish presente en el viaje era el hermano menor del Duque de Devonshire, por lo cual no había tanto escándalo a su alrededor como uno esperaría de su título. Junto a él le acompañaban su única hija y su hijo menor, la primera de la edad de Sayaka y el otro apenas un joven de trece años.

“El gusto es nuestro, conde Xavier.” Ambos hombres se estrecharon la mano y luego el menor hizo lo mismo con Charles, su rostro todo enrojecido por ser tratado como un adulto. “Señorita Gracie, qué maravilloso poder verla finalmente.” El hombre tomó su mano y se la besó.
“Digo lo mismo, señor Cavendish.” Sonrió ampliamente.
“Déjenme presentarles al señor Lehnsherr, colega mío de mis años en Oxford.” Los Cavendish le dieron la mano a Erik, aunque con menos esmero que hacia los dos primos. El ser colega de Oxford no era un título importante, después de todo.
“Mucho gusto, señor Lehnsherr.”
“El gusto es mío, lord Cavendish.”
“Señor Lehnsherr”, le extendió Howard la mano y ambos las estrecharon rápidamente.
“Querida mía,” comenzó la hija mayor de lord Cavendish con las justas conteniendo su desagrado ante el camino que parecía haber tomado su velada. Sayaka aún no podía comprender cómo nadie había captado la rivalidad que ambas tenían desde hacía años con lo pésima actriz que era ésta. “Howard nos había contado que te encontrabas indispuesta, por lo que me temo que ya no hay espacio en nuestra mesa.”
“Eso puede arreglarse,” le respondió su padre, pero Sayaka les interrumpió.
“Mis estimados, no tienen por qué preocuparse. No puedo reprenderle a mi querido Howard el que me cuide con tanto esmero…” Le dirigió una amplia sonrisa a éste, quien se la devolvió forzada. “Pero Charles insistió en que tenía que acompañarle ya que el doctor no veía mayores inconvenientes. Es culpa nuestra el haber hecho un cambio tan repentino sin avisar, por lo que nos sentaremos en una mesa aparte.”
“No es molestia alguna, señorita Gracie.”
“Podemos sentarnos juntos.” Comentó Howard, finalmente recobrándose del cambio de planes e intentando tomar las riendas de su prometida.
“Al contrario, por favor, yo insisto. No toleraré que tengan que incomodar a los pobres mozos que ya muchas tareas han de tener preparándose para la cena. Aún nos quedan muchos días en nuestra travesía para vernos.”
“Si usted insiste, espero entonces poder contar luego con su grata presencia.” Accedió el mayor. “Estimado señor Link, espero que no le estemos privando de una agradable velada al costado de su princesa.” Rio.
“Pronto nos casaremos.” Recordó Howard, logrando una sonrisa más natural al ver lo mal que le sentaba el comentario a Sayaka. “Sabiendo que nos espera la eternidad, podré soportar la velada.”
“No nos dejen entretenerlos más, entonces.” Comenzó Charles antes que Sayaka tuviera oportunidad de responderle a su prometido. “Discúlpennos.” Todos dijeron sus despedidas y el trío finalmente pudo escurrirse hacia otro lado del salón. “Bien, ahora que estamos más tranquilos…” Empezó a hablar en ruso. “¿Ya ubicaste a tu víctima?”
“Aún n—Oh, ahí está. Pero está acompañada… Vaya, vaya. Finalmente, la suerte parece estar de mi lado.” Rio.
“¿A qué te refieres?” Sayaka se detuvo.
“Charles, cariño, hazme el favor de ir donde Isabella y pedirle que arregle una silla más para nuestra mesa. Seremos una partida grande, pero creo que mientras mayor atención tengamos será mejor.”
“No sé si confiar en ti ciegamente sea lo mejor.”
“Déjala, Charles.” Repuso Erik, divertido. “Si algo ha hecho tu prima durante todo el día ha sido sorprenderme gratamente. Déjala con sus planes, parece saber lo que hace.”
“Vaya, Erik, no me malacostumbre a darme la razón.” Ambos rieron y Charles se cruzó de brazos, pero les dedicó una sonrisa y le hizo un gesto a Erik para que le siguiera.

Una vez sola, Sayaka sonrió al ver a sus víctimas mientras se acercaba a ellos.

Si mal no recordaba, hacía un par de semanas había coincidido con Sayi Darcey en un almuerzo organizado por el conde de Lauderdale en su residencia en Thirlestane. Al tratarse de otra chica de la nueva burguesía intentando ascender socialmente como pudiera, Sayaka no le había prestado mucha atención. Además, en aquel entonces aún se encontraba de duelo, por lo que nadie le recriminaba su falta de modales. Ahora, sin embargo, necesitaba algo de ayuda si deseaba que Isabella tuviera la vida mucho más fácil y le perdonara el exabrupto de la tarde.

Sayi Darcey era la candidata perfecta. De lo poco que se había enterado de ella en aquel entonces, los negocios de su padre eran impecables y su familia no tenía ningún escándalo. La chica en sí mostraba buenas maneras, y aunque su postura podría mejorar, y todavía parecía hacerse líos con los títulos y nombres de otros, no había nada más que se le pudiera criticar. Vestía de manera sencilla, pero a la moda, y llevaba el cabello de una manera que hacía que la misma Sayaka se sintiera envidiosa. Pero lo mejor de todo no acababa ahí, sino que al parecer la extranjera había logrado captar la atención de Kaien Talmage-Atwood, un chico de su edad con el que se frecuentaba en varios círculos y venía de una de las familias más dignas del Reino Unido.

Sí, juntarse con ellos dos sin lugar a duda sería espectacular para la causa de Jean-Jacques e Isabella. Mientras más personas vieran que alguien como ella se juntaba con personas como Sayi Darcey, Isabella tendría un camino sin dificultades hacia la felicidad. Si Sayaka estaba condenada a un matrimonio sin amor y a perder su herencia y título, al menos Isabella podría ser feliz con su extranjero.

“Disculpe, ¿señor Talmage-Atwood?” Ambos se voltearon.
“¡Señorita Gracie! Es un placer verla”. Tomó su mano y se la besó. Sayaka notó el interés de Sayi en ella y le sonrió. Al menos eso le facilitaría las cosas.
“Lamento terriblemente el atrevimiento, pero me preguntaba” se detuvo, y entonces se giró hacia una mesa cercana, donde una pareja les sonreía con cierta timidez “¿Les apetecería unírsenos a cenar?” Charles y Erik habían desaparecido, pero notó que había más sillas en la mesa.
“Pues—” Kaien se volteó a ver a su acompañante, a la cual se le iluminó el rostro. Con una risa, se volteó a hablarle de nuevo. “Por supuesto que sí, sería un honor. ¿Ya conocía a la señorita Darcey?”
“Me temo que no, no he tenido el gusto. Soy Sayaka Gracie.” Dobló levemente las rodillas y alzó un poco su falda en forma de saludo, esperando que aquella formalidad llamara la atención de las personas en la sala.
“Sayi Darcey”, respondió de la misma manera, con una sonrisa más amplia. “El gusto es mío, señorita Gracie.”
“Vengan, por favor. Deseo que conozcan a mis amigos.”

Apenas llegaron a la mesa, Jean se levantó y ayudó a Isabella a hacer lo mismo. El mayor se apresuró a saludar a los recién llegados para poder darle tiempo a las dos amigas de saludarse.

“Gracias”, le susurró mientras le besaba la mejilla. Sayaka le apretó la mano de manera discreta y le sonrió. “Mucho gusto, soy Isabella Hunter-Blair.” Dijo dirigiéndose a Sayi y después de haber saludado rápidamente a Kaien, quien ya había entablado una conversación con Jean. “Espero no le incomode nuestra invitación de último minuto.”
“No, al contrario…” Comenzó Sayi. “Es un halago, señorita Hunter-Blair.”
“Vaya, veo que la nuestra será una fiesta muy animada”. Sayaka se volteó al escuchar a Charles llegar, pero lo que le sorprendió fue la chica de cabello rosa que iba con él y con Erik. “Mis estimados amigos, déjenme presentarles a la señorita Deidara Darwin, tataranieta del gran Charles Darwin”. La joven les sonrió y se inclinó ante todos.
“¡Cuánto placer, señorita Darwin!” Dijo Sayaka emocionada. “Mi querida Isabella me contó que se nos uniría hoy a cenar, aunque sospecho que lo hizo para quedar bien con Charles y dejarme mal a mí. Todos en esta mesa admiramos la valía de su tatarabuelo, independientemente de si le creamos o no, claro está”.
“Es usted muy amable por halagarlo”. Le sonrió. “Quería agradeceros por invitarme a vuestra mesa, así sea solo para entreteneros”.
“Oh, qué bonito acento (¿?)”
“Siempre me pareció bello escuchar a personas hablando con el acento del inglés antiguo y pronunciando las zetas y ces (¿?)”
“Bueno, pero es que solo de pronunciar todo como eses no vive el hombre (¿?)”
“Estimados, quiero presentarles a la señorita Darcey y al señor Talmage-Atwood”, dijo Sayaka acercándose a ellos. “Los dos han tenido la gentileza de unírsenos esta noche para finalmente poder descansar de conversaciones superfluas con gente que conocemos desde que tenemos memoria.”
“Si dicha memoria no me falla, usted y yo nos conocemos desde niños también, señorita Gracie”, repuso Kaien sonriendo.
“Pues agradézcale a la señorita Darcey el haberse vuelto más interesante de la noche a la mañana como para invitarlo a mi mesa, entonces”. Todos rieron.
“Quiero agradecerle públicamente por haber elevado mi estatus ante los ilustrísimos ojos de nuestra señorita Gracie, Sayi”. La joven se sonrojó por el comentario, pero le sonrió de la misma manera atrevida.
“No hay de qué, Kaien. Para cuando lo requiera”. Ahora sí Sayaka rio con el resto cuando fueron cortados por la entrada en el comedor de los mozos y ayudantes. Estaba pronta a sentarse cuando Charles le tomó de la muñeca.
“Por favor, disculpen la rudeza y excúsennos un momento. Volveremos en seguida”, les anunció a todos y llevó a Sayaka a la salida del comedor.
“¿Qué sucede?” Preguntó con cierto enfado, pero siguiéndole fuera del recinto. “Todos en el comedor nos verán regresar y se preguntarán por qué salimos”.
“Te aseguro que para cuando veas la sorpresa que te tengo te olvidarás de ello”.
“¿Sorpresa? Charles, odio las sorpresas—”
“¿Debería retirarme entonces?”

Sayaka se volteó al escuchar la voz y se quedó sin habla. Ante ella se encontraba Scorpius Malfoy, su mejor amigo después de Isabella y su primo.

“¡Scorpius!” Repuso emocionada, pero sin atreverse a abrazarlo estando tan cerca del comedor. “¿Qué haces aquí?” Al diablo con no acercarse. Su felicidad pudo más y le tomó de las manos, estrechándoselas de vuelta el otro con una gran sonrisa.
“Abordé en Cherburgo hace un par de horas. Charles me escribió hace semanas contándome que ambos irían a Nueva York y decidí venir a verte”.
“No tenías por qué hacerlo, cariño. Ya te había escrito diciendo que tengo planeado ir de Nueva York a París para comprar mi vestido de bodas, no tenías por qué hacer el esfuerzo de venir al Titanic”.
“Claro que sí. Charles no irá a París contigo y ya me imagino que nuestro conocido no querrá dejarme visitarte sin estar él presente en todos nuestros encuentros. Y por más que insistas en invitarme a tu boda, te quiero y estimo mucho como para añadir una pelea tonta en tu primer día de mujer casada, por lo que sabes que no iré”.

El buen ánimo de Sayaka menguó un poco al darse cuenta de que lo que decía Scorpius era cierto. Mientras Howard sabía lo importante que era tener a Charles en su buena gracia, lo mismo no sucedía lo mismo con Scorpius, quien era francés y de una familia aristócrata que venía en picada desde hacía varios años. El simple hecho que el chico no se atreviera a entrar al comedor denotaba que había venido con un pasaje de segunda clase.

“Scorpius, no debiste, en verdad”. Apretó nuevamente sus manos. Abrió los labios para decirle lo mucho que significaba su sacrificio, pero el rubio la calló.
“Ya te he retrasado demasiado. Además, aún estoy mareado y deseo descansar, así que ya tendremos tiempo de sobra para vernos mañana, ¿te parece?”
“Mañana tengo que desayunar y almorzar con Howard”.
“Escuché que el baile de máscaras tendrá a los comedores de primera y segunda clase juntos”, le sonrió emocionado. “Ahí podremos vernos. Si mal no recuerdo, hace mucho tiempo que no bailamos”.
“No tienes idea de cuántos bailes me debes”, rio, finalmente feliz de ver que algo bueno sucedía en el día. “Ve a descansar entonces”, se volteó a ver a Charles, quien intentaba cubrirlos para darles privacidad. “Esta es la sorpresa más bella que me has dado en mucho tiempo, querido”.
“Tomaré que mi llegada sorpresa a tu habitación no fue tan importante como esta”.
“Jamás le ganarías a Scorpius y lo sabes”. El rubio rio y soltó las manos de Sayaka. “Nos veremos luego, entonces. Hasta mañana, Charles”.
“Cuídate, Scorpius”. Le respondió este. El chico se fue y la menor volvió a tomar el brazo de su primo para entrar al comedor. Como había vaticinado, todas las miradas se giraron hacia ellos, pero la chica estaba aún muy feliz como para que le importara.
“Disculpen la interrupción”. Un ayudante se apresuró a mover la silla para que se sentara. “Veo que tenemos una discusión muy animada. ¿De qué estamos conversando?”
“Pues la señorita Darcey nos contaba sobre los negocios de su familia en Estados Unidos y descubrí que tenemos más de un conocido”, contó Jean entusiasmado. “Estábamos pensando que sería ideal que nuestros padres se conozcan”.
“Me temo que Jean secuestró la conversación”, se disculpó Isabella y el pobre se quedó callado ante la sutil reprimenda, pero sus hombros se relajaron al ver la sonrisa que le dedicaba la chica. “Pero en efecto, la señorita Darcey tiene muchas historias interesantes sobre el nuevo continente”.
“Es la primera vez que voy a Estados Unidos”, contó Sayaka. “¿Se parece en algo al Reino Unido?”
“Me temo que no es tan bello, señorita Gracie. Y las personas y modales son muy distintos a los de aquí, me temo. Aunque es mi hogar, uno siempre prefiere a su hogar por sobre todas las cosas”.
“Estoy seguro de que de donde viene es un lugar hermoso”, le dijo Kaien. Isabella y Sayaka intercambiaron miradas y le sonrieron a Sayi con ojos conocedores.
“Yo fui hace años, de niña”, dijo Isabella salvando a la pelirosa de tener que responder aquel halago. “Para visitar a mi abuela que en aquel entonces vivía en Cincinatti”, contó Isabella. “Ahora vive en Nueva York, pero me temo que no recuerdo casi nada de cuando estuve por ahí. Debo decir que siento algo de miedo, con todo lo que he escuchado sobre la ciudad”.
“Ha crecido mucho en este tiempo”, contó Sayi, “Últimamente ha habido mucha migración, así que se ha urbanizado muchísimo, pero entiendo su preocupación ya que algunas zonas sí tienden a ser inseguras. Aún así, varias zonas son bellas y le recomendaría que las visitara, después de todo, varios arquitectos están migrando allí también y se ven nuevas construcciones empezando en varios lugares”.
“Eso llama mi atención”, acotó Charles. “Sería interesante poder conversar con algún arquitecto de América, me gustaría ponerme en contacto con la academia científica de allá”.
“Charles fue a Oxford a estudiar biología, pero no pudo terminar sus estudios por sus deberes. Sin embargo, aunque no nos dio un título, nos trajo a cambio al señor Lehnsherr. Debo decir que fue un buen intercambio”.
“Me halaga más de lo debido, señorita Gracie”, le sonrió Erik. “Charles no necesita un título de Oxford, su conocimiento e interés por las ciencias ha sobrepasado lo que la casa de estudios podría haberle ofrecido, a mi parecer”.
“Y me disculpará el atrevimiento”, cortó Isabella, “Pero por eso mismo le pedí que se nos uniera esta noche, señorita Darwin. Esperaba que pudiera entretenernos con alguna historia de su difunto tatarabuelo”. Todas las miradas se pusieron en la chica y esta les sonrió amablemente.
“Por favor, estamos entre amigos. Me gustaría que me llamaran por mi nombre si es que no abuso de vuestra confianza”.
“No, no abusa para nada. Además, el señor Xavier siempre fue mi padre, aún no me acostumbro a ser llamado de aquella manera”.
“También te podríamos llamar Conde”. Sugirió Isabella riéndose.
“No, pero me parece bien. No somos un grupo muy común, así que me parece que lo más adecuado sería que nos tratáramos de una manera más informal”, dijo Kaien y Sayi asintió, aunque temerosa.
“Suena divertido”, comentó Sayaka. “Así siempre recordaré a mis queridos amigos del Titanic, aquellos locos informales que tuve que soportar una semana”.
“¿Soportar? Sayaka, mira lo que dices. A mí me deberían pagar por ser tu amiga”.
“Pásame tu cheque apenas puedas, Bella, no me gusta estar en deudas con mis empleados”. Todos rieron y se sintió en aquel entonces que la atmosfera se había vuelto mucho más amena entre ellos. En aquel momento se retiraron los platos de entrada y los ayudantes se acercaron con bandejas para ofrecerles los platos de fondo a cada uno.
“Señorita Deidara, entonces”, comenzó ahora Erik. “Creo que nos desviamos un poco del tema. ¿Nos iba a hablar de su tatarabuelo?” La aludida se vio sorprendida por un instante, pero sonrió y asintió.
“Claro que sí. Como se imaginarán, no pude conocerlo, pero crecí con historias de sus aventuras por América…”
“Ajá”.
“Y… Sí…”.
“…”
“…”
“¿Y sabe cuál fue su país favorito a estudiar?” Preguntó Charles.
“Pues… Ya sabe, Sudamérica en general…”
“…”
“…”
“…Según tengo entendido siempre le gustó la amabilidad de los latinos”.
“…”
“…”
“Escuché por ahí que Perú, esa antigua colonia española, le pareció maravillosa…”
“¿En serio?” Preguntó Charles emocionado por este pedazo de información. “Me gustaría muchísimo ir ahí algún día, a lo mejor podría ver con mis propios ojos lo que le gustó tanto a su tatarabuelo… Me pregunto qué habrá inspirado sus paisajes en la producción de su libro…”
“…Ajá”.
“Pero me imagino que Brasil también le habrá gustado, ¿no?” Prosiguió Charles, quien no dejaba de ver a Deidara como si la navidad se hubiese adelantado. “Recuerdo leer mucho de Brasil en sus libros, sus aportes sobre la Amazonía fueron indudablemente los más importantes para la ciencia biológica de hoy en día”.
“…Sí, claro, recuerdo que le gustaba mucho Brasil”.
“¿Recuerda alguna ciudad en particular?”
“Pues…”
“…”
“…”
“Vale, ¿no deseáis mejor que os diga algo muy importante sobre él?”
“Sí, por favor, díganos”.
“Pues que me parece muy irrespetuoso que mi tatarabuelo haya abierto un campo tan importante en la biología y aún se enseñe creacionismo en los colegios. ¿No os parece?” Ahora pasó al revés, que todos se quedaron callados sin saber qué decir, pero Deidara prosiguió. “Me parece muy falso que el país, como tal, siga creyendo que la religión tenga un peso mucho más importante que la ciencia dura”.
“¡Y eso es verdad!” Asintió Charles emocionado, sin importarle lo delicado del tema. “¡Concuerdo completamente! Charles Darwin es una de las mentes más grandes y es un insulto a su memoria el quedarnos callados sobre el evolucionismo”.
“Pero, aunque el señor Darwin haya tenido la razón, ¿no creen difícil negar a la población que no accede a la educación sus creencias?” Comentó Erik.
“Puede ser”, prosiguió la joven, “En un inicio, claro está. Pero la verdad no ha de ser tapada con un solo dedo, la iglesia no puede seguir callándolo. ¿O sí?”
“Tendrán que perdonarme, pero como católico, no creo que el señor Darwin esté en lo correcto y por eso no sería lo adecuado que se enseñe de él en las escuelas”. Todos se callaron y vieron a Jean-Jacques que portaba un semblante serio.
“¿Es usted católico?” Dijo Sayaka alzando una ceja y mirando luego a Isabella, quien intentaba evitar su mirada. Una cosa era ser un nuevo burgués, otra que fuera católico.
“¿Hay algún problema con las religiones?” Preguntó Erik sin mirarla.
“No, claro que no”, repuso ofuscada. Sí, era hipócrita de su parte, pero Charles y Erik eran hombres. Nadie haría problema de que dos amigos fueran de religiones distintas, incluso siendo Erik un judío; pero Isabella era una mujer y su familia la acosaría si es que no bautizaba a sus hijos como anglicanos.
“A ver, creo que nos hemos desviado un poco del tema”, comenzó Charles para apaciguar todo. “No quiero asumir, y tampoco le preguntaré, pero supongo que la señorita Darcey tampoco es anglicana. Cada uno tiene derecho a sus opiniones, pero a mí me gustaría saber un poco más de la vida del señor Darwin”. Se volteó a ver a Deidara. “Así que cuéntenos, por favor”.
“…”
“…”
“¿…Qué, exactamente?”
“¡Cualquier cosa!” Charles rio. “Algo que no salga en los libros”.
“…Vale. Creo que ya sé qué contaros. ¿Recordáis que os dije que a mi tatarabuelo le gustó mucho Perú?”
“Claro”.
“Pues no solo eso. Estando en Perú se hizo muy buen amigo de un nativo de allá, tanto así que volvió a casa con él luego de todas sus expediciones”.
“¿Es en serio?”
“Por supuesto, jamás os mentiría”. Respondió con una risita. “Este buen nativo, quien llegó como amigo y ayudante suyo, terminó enamorando a mi tía tatarabuela”.
“No sabía que Charles Darwin tuviera una hermana”, dijo Charles frunciendo el ceño.
“Por eso os digo que es una historia que no está en los libros sobre su vida”, le guiñó el ojo. “Este hombre se volvió mi tío tatarabuelo y hasta hoy en día nos seguimos relacionando con su familia. ¿Podríais creéroslo?”
“¡Qué bonito!” Dijo Isabella. “Esa sí es una bella historia de amistad”.
“Debo decir que es muy placentero conocer más de Charles Darwin como persona y no solo como académico”, asintió Charles, satisfecho con este pedazo de información.
“Sin embargo…”
“¿Sin embargo?” Preguntaron viendo que el semblante de Deidara se había ensombrecido.
“No, no es nada…”
“No, por favor, díganoslo. No queremos incomodarla”. Le dijo Kaien, siempre tan galante.
“Verán…” Cuando Deidara subió la mirada, todos pudieron ver que estaba llorando. “Hace apenas unos días falleció mi prima latina, la tataranieta de este hombre… No quería incomodaros y por eso no fui sincera con la señorita Isabella, pero estoy viajando a dejar sus cenizas a Perú… Siempre quiso viajar a conocer… Y la pobre nunca pudo…” comenzó a llorar y Sayaka, quien se había sentado a su costado, la tomó del hombro y le acarició la espalda para calmarla.
“Por favor, señorita Darwin, acepte todas nuestras disculpas por haberla entristecido de este modo. De haber sabido que hablar de su tatarabuelo la pondría así…”
“No, no es vuestra culpa, y vosotros habéis sido tan amables… Es solo que hablar de mi tatarabuelo Darwin… Oh, amigos míos, no tienen idea de TODAS las historias que conozco y que quisiera contaros, pero se me parte el corazón de recordar a mi dulce y alegre Fátima…” La joven sollozó y Sayaka miró a Charles y este asintió, sabiendo que de ahora en adelante no habría que mencionar el tema, por más que se muriera de la curiosidad.
“Descuide, ya usted nos contó una bellísima anécdota y ya le hicimos sufrir mucho con nuestra desmedida curiosidad”.
“Es cierto”, acotó Sayi. “Además, aún tenemos mucho de qué conversar entre todos. Señor Leroy, ¿es verdad que usted estudió en Cambridge?”
“Claro que sí, señorita Sayi”, comenzó el otro, animado por poder brillar finalmente. “Llegué hace un par de años al Reino Unido para estudiar administración y matemáticas. Como heredero es mi deber entender el negocio familiar, ¿no le parece a usted lo mismo?”
“Oh, pues bueno, creo que nuestras situaciones son un poco diferentes… Pero créame que le entiendo”.
“Ustedes dos me parecen muy valientes, si me permite el halago, señorita Sayi. Nuestras costumbres son muy distintas a las americanas, pero tanto usted como Jean son personas muy decentes e inteligentes que buscan dejar muy bien la nueva reputación de sus familias”. Tanto Jean como Sayi le sonrieron a Isabella, pero la sonrisa de Jean era para alumbrar toda la habitación.
“No podría concordar más con la señorita Isabella”, asintió Kaien. “Y no me cansaré de repetírselo, Sayi”.
“Son muy halagadores, los dos”, respondió la aludida, aún enrojecida.
“Y me gustaría conocer más sobre usted, señor Jean-Jacques”. Comenzó Sayaka y justo en aquel momento se les comenzó a retirar a todos los platos del segundo para que pudieran servirse de las bandejas de postres. “Según tengo entendido su familia es muy prominente allá en el nuevo continente. ¿Nos cuenta sobre sus negocios?”



La velada, dejando de lado el triste momento en que la señorita Deidara recordó a la difunta señorita Fátima, fue un éxito.

Se divirtieron, rieron, contaron diversas anécdotas, chistes y Sayaka sintió sinceramente que este era un muy buen grupo de amigos. Al final no había mentido cuando dijo que recordaría siempre con cariño a sus amigos del Titanic, ya que hacía tiempo que no se sentía tan feliz y dejaba de estar tan a la guardia a todo momento. Si tan solo Scorpius hubiera estado ahí con ellos, habría sido perfecto, pero ya tendría tiempo de presentarlo a sus amigos a la noche siguiente durante el baile.

Siguieron conversando luego tomando café hasta que Deidara vio la hora y se excusó del resto, ya que tenía planes para temprano en la mañana. El grupo se disolvió, entonces, con Kaien y Sayi yéndose por su lado y Erik despidiéndose también para irse a su habitación. Charles decidió acompañarlo a la puerta para buscar su abrigo y el de Sayaka, cuando…

“Sayaka”. Se volteó a ver a Howard, quien se acercaba a ella junto al señor Cavendish. Al menos no había traído a su estúpida hija con él.
“Querido Howard. Señor Cavendish”, les sonrió. “Espero que hayan tenido una agradable velada”.
“La tuvimos, señorita Gracie. Habría sido espectacular de haber tenido su deliciosa presencia con nosotros, pero así es la vida de injusta”.
“La ausencia solo hace crecer el corazón, señor Cavendish. Quiero creer que cuando podamos tener la oportunidad de volver a juntarnos será mucho más disfrutable para ambos”.
“Definitivamente”.
“Me preguntaba si podía acompañarte a tu habitación”. La menor miró a Howard, pero se sentía muy feliz como para amargarse en el camino.
“No tienes por qué preocuparte. Charles me trajo y Charles me llevará, tú no tienes por qué extenuarte”.

Si tan solo no fuera una estúpida, Sayaka se habría dado cuenta que Howard había cedido y esa era su manera de pedir tregua. Pero solo fue hasta ver el gesto que hicieron sus ojos ante su negativa que Sayaka se dio cuenta y se arrepintió. No debió de haberle dicho eso, al menos no frente al señor Cavendish.

“Ya veo. Supongo que prefieres otros tipos de compañía, ¿no?” Howard alzó la mirada hacia otro lado y tanto Sayaka como quien los acompañaba miraron hacia donde él veía. A la chica se le vino el alma a los pies, Howard estaba mirando a Sayi Darcey. “Nueva burguesa americana. Supongo que su exoticidad es lo que llama tu atención, aunque nunca entendí por qué te gustarían los modales americanos. ¿Qué opina usted, señor Cavendish?”
“Pues no la conozco, pero debo concordar con usted que los modales americanos…” Y bufó como respuesta.
“Si yo fuera el señor Talmage-Atwood me lo pensaría dos veces. Una cara bonita no es suficiente cuando no se nace en el lugar adecuado”. Al decir esto miró a Sayaka, claramente en un reto. Y la menor sabía que podía salir victoriosa de este si se atrevía, ya que Howard era exactamente una cara bonita que no había nacido en el lugar adecuado… Pero ya se sentía lo suficientemente humillada como para negarle esa victoria.
“No creo que el señor Talmage-Atwood sea tan arriesgado”, murmuró el señor Cavendish sin darse cuenta aún de lo que transpiraba entre la pareja.
“Una pérdida de tiempo”. Para Kaien si no le hacía una propuesta a Sayi, claro.
“Bueno, no te quitaré más tiempo”. Howard se acercó y le dio un beso en la frente. “Ve con Charles, cariño. Mañana nos vemos en el desayuno. ¿Me acompaña, señor Cavendish?”
“Por supuesto. Señorita Gracie”, inclinó su cabeza y esta hizo lo mismo.

Apenas la dejaron sola, fue hacia donde la estaban esperando, pero llamó su atención el que Isabella y Jean siguieran hablando aún cuando estos ya habían sido atendidos y tenían puestos sus abrigos encima.

“¿Deseas que te llevemos a tu habitación?” Sayaka se volteó al escuchar a Charles. Lo propio sería irse con él como le dijo a Howard que haría, pero si ella jugaba nuevamente de Celestina como en la mañana, les daría más tiempo juntos. Además, necesitaba una distracción después de lo transcurrido y ya era demasiado tarde como para que alguien estuviera rondando por la cubierta y viera algún posible nuevo escándalo.
“No. Iré con Bella, para regalarle un par de minutos más”. Charles asintió. “¿Te veo mañana en el desayuno?”
“Por supuesto”.
“Intenta no enojarte con Howard. Mañana te quiero ver venir de su brazo y calmada, dejando atrás lo que acaba de pasar”. Así que lo había escuchado todo. Sayaka frunció el ceño y quiso replicar, pero Charles la calló con una mirada seria. “Lo digo en serio, Sayaka. Sabes que siempre, siempre estaré de tu lado, querida, pero tienes que poner de tu parte. A menos que desees perder Drumlanrig y te vengas a vivir conmigo, tienes que casarte con él”.
“¿Y no podría ser así?” Preguntó en ese momento, con cierta esperanza. “¿No podría irme a vivir contigo…? A lo mejor debería estarme casando contigo, en realidad. Eso arreglaría nuestros problemas, ¿no lo crees?” Charles suspiró y la miró con ternura, pero la línea de su boca era firme.
“Claro que no. Incluso si de verdad hiciéramos esa locura, jamás podría perdonarme el no darte lo que quieres. El atraparte de otra manera”.
“¿A qué te refieres?”
“Que tú quieres tu propia familia, Sayaka. Y eso es algo que yo no podría darte. No sería justo”.
“Tú eres mi familia”, musitó resignada. “Y no te equivoques. Howard jamás podrá darme eso tampoco. No tiene sentido alguno tener una familia con él, no dejaré que use a mis propios hijos en mi contra”. Ambos se quedaron en silencio, mirando el mar romperse abajo contra el barco. Pasó un largo rato hasta que Charles vio de reojo a Sayaka secarse una lágrima. Antes de poder decir algo, la menor ya se había volteado y se había encaminado hacia sus amigos sin siquiera despedirse de él. “¿Qué les parece si los acompaño, estimados? Así podremos seguir conversando. Esta ha sido una velada hermosa”.
“Por supuesto que sí, señorita Sayaka. Espero que no le moleste la presencia de mi valet, el señor Otabek Altin. Ya lo conocieron en la mañana, aunque bajo peores circunstancias”. Fue ahí que la chica reparó en la presencia del joven de la mañana que les había salvado a las dos en la piscina. Al parecer Jean había tenido la inteligencia de mandarlo llamar para que no le vieran solo con Isabella, aunque Sayaka dudaba de que ayudara el que fuera un hombre y no una criada. Bueno, al menos era un giro en la dirección adecuada.
“Es un gusto volver a verlo, señor Altin”, asintió y el joven hizo lo mismo.
“Por favor”, interrumpió Isabella, mirando al recién llegado. “Espero que acepte mis más grandes disculpas por mi comportamiento de hoy, señor Altin. Y quiero agradecerle también su atención para conmigo y mi amiga, la señorita Gracie”.
“No lo mencionen, por favor. Sólo cumplí con mi deber, señorita”.
“Es usted muy amable”.
“Otabek es mi más apreciado trabajador”, Jean le dio unas palmadas en la espalda. “No solo ha salvado mi vida más de una vez, sino que ahora ayudó a salvar la de aquellas personas que se han ganado un lugar importante en mi corazón”. Isabella se sonrojó y Sayaka le devolvió la sonrisa a Jean. Si bien en la mañana había albergado demasiadas dudas, el chico no había hecho nada más que demostrar ser una persona muy dulce. “Espero que sepas cuánto te aprecio, Otabek, porque no solo eres un trabajador. Eres un muy buen amigo”.
“Mi señor es muy amable”, su rostro seguía serio, pero Sayaka observó cómo sus ojos se relajaban y un amago de sonrisa se escondía en ellos. “En verdad aprecio trabajar con usted”.
“Y eso es un halago. Bueno, señoritas, ¿vamos?”

Los tres se pusieron en ruta, con Sayaka en medio de ambos, pero a un paso atrás, para que pudieran hablar con más soltura. En un inicio intentó seguir los temas de conversación y hacer uno que otro comentario, pero cuando Jean comenzó a contar historias de sus hermanos menores, la menor dejó de prestar atención. No le apetecía mucho enterarse sobre la familia de Jean, al menos no por el momento. Siguió caminando junto a ellos en silencio, con Otabek detrás, escuchando las olas romper nuevamente contra el barco… No solo era relajante, sino que era un ruido bienvenido, evitaba que pensara en otras cosas por el momento…

“Блядь!!”

Un ruido en seco, aquella lisura, y Sayaka se volteó a ver a Otabek saltando en un pie. Al parecer el joven no había visto en la oscuridad que varias cuerdas gruesas habían sido apiladas en un monte y terminó golpeándose al dar un paso, casi quedando en el piso. Apenas se dio cuenta que todos le veían, se recompuso rápidamente, apoyándose en el pie bueno.

“Disculpe, señor Leroy”.
“No, no, no tienes por qué disculparte. Es comprensible”.
“¿Se encuentra bien, señor Altin?”
“Sí, señorita Black-Hunter, disculpe el barullo”.
“¿Pero puede caminar?”
“No hay problema. Sigan, por favor”.
“¿Habla usted ruso?” Preguntó Sayaka sorprendida aún y en ruso. El joven se sonrojó al darse cuenta de que le había entendido y Sayaka se sorprendió de lo feliz que se sentía al haber logrado cambiar ese rostro tan serio que parecía portar siempre.
“Disculpe mi exabrupto, señorita”, dijo rápidamente en inglés. Esto atrajo la atención de Jean-Jacques, quien los miró con curiosidad. Isabella le sonrió.
“Sayaka habla ruso, Jean.”
“Wow, nuestra señorita tiene muchas habilidades escondidas”, rio este. “¿Algún otro idioma del que deba enterarme?”
“Francés y alemán.” Le suplió Isabella.
“Mi familia materna proviene de allá, por eso también hablo ruso”, comentó Sayaka, quien aún seguía mirando con curiosidad a Otabek, aunque el otro intentaba evitar su mirada. Estaba tan ensimismada con su descubrimiento que no le importó el que Jean-Jacques no estuviera al tanto de la historia de las familias importantes en el Reino Unido.
“Otabek también es de Rusia, ¿no es así?” Este asintió levemente, sin mirarlo. “Apuesto que podrían compartir historias. ¿Alguna vez fue a Rusia, señorita Sayaka?”
“No, la verdad es que nunca fui.” Esto último lo dijo mirando a Isabella pidiéndole con la mirada que la ayudara. Jean era dulce y buena persona, pero eso no quitaba el hecho que hablara como si le pagaran por ello.
“Jean”, le llamó Isabella, comprendiendo a su amiga, “¿Qué te parece si nos sentamos en aquellas bancas? Quería conversar contigo antes de tener que partir caminos”. Se volteó hacia los otros dos. “¿No habrá problema en esperarnos un momento?”
“Descuiden, sus secretos están a salvo conmigo”. Les respondió Sayaka con una sonrisa. “Señor Altin, ¿me acompaña?” Indicó unas bancas más alejadas de donde la pareja se iría a sentar, para darles privacidad. Otabek asintió y la siguió. Después de un par de segundos en silencio, la joven no se pudo contener más y comenzó a hablar, cambiando el idioma de vuelta. “Perdóneme el atrevimiento, pero estoy feliz de que finalmente nos encontremos solos y de saber que no pueden espiar nuestra conversación. Isabella ya habló por mí, pero quería agradecerle personalmente todo lo que hizo en la mañana por nosotras, en especial por haberse arriesgado por recuperar mi dije cuando no tenía por qué hacerlo”.
“No tiene por qué agradecerme, señorita. De no haber sido por usted, yo habría llegado muy tarde a ayudar a la señorita Black-Hunter”. El ruso de Otabek era pausado porque se notaba que su cerebro buscaba las palabras, pero el acento era idéntico al de su abuela. Seguramente hacía años que no tenía con quien practicarlo.
“Tonterías, usted bien vio que mi amiga estaba a punto de ahogarme sin querer. Usted fue quien lo evitó y nos puso fuera de daño a ambas, además de ser tan gentil de llevarme a mi habitación, así que se merece el crédito.” Sayaka sonrió y Otabek finalmente dejó de mirarle todo serio y le dedicó una pequeña sonrisa también.
“Como le dije en la mañana, igual creo que usted fue muy valiente, señorita”.

Sayaka recordó sus palabras y luego recordó lo estúpida que se había sentido a lo largo del día por todo lo que pasó. Y no es que se arrepintiera de haber saltado por Isabella, porque bien sabía que lo haría una y otra vez sin dudar.

Pero con cada paso que daba, Howard la arrinconaba. Cada vez que creía que podía cimentar su posición social, Howard estaba ahí para quitarle protagonismo, para esparcir rumores en su ausencia, para quedar él como el dulce amante de una pobre alma perdida y degenerada. Sus palabras al final de la cena ante el señor Cavendish, cuando sugirió que Sayaka buscaba otro tipo de amistades al verla junto al grupo, solo habían provocado que creciera dentro de ella ese miedo inmenso al verse cerca de ser eliminada del único juego en el que había sido instruida desde niña. Charles lo sabía, Isabella y Scorpius también lo sabían, Erik lo sabía ahora, y su abuela lo sabía y no dejaba de aconsejarla como sea que podía. Pero nadie podía hacer nada por ella en realidad. Y por más que ella seguía intentando, Howard siempre iba medio paso por delante.

Recordó el funeral. Ese día había amanecido llorando la pérdida de su padre. Pero esa noche, después de la pelea con Howard, se había acostado llorando la pérdida de su vida y maldiciendo al difunto por haberla puesto en esa situación.

A la mañana siguiente, amaneció maldiciéndose a sí misma y yendo a la peluquería de la ciudad para cortarse todo su cabello con miras de castigarse a sí misma y castigar a Howard. Amargo fue el recibir una carta de una de sus conocidas apenas un par de días después, recomendándole doctores en Londres que podían curar la histeria de manera discreta y que le deseaba lo mejor en su recuperación mental. Por supuesto que donde ella veía un ataque, Howard veía una oportunidad.

Sayaka solía jactarse ante su abuela que su prometido era un estúpido, pero éste en realidad no lo era. La verdad era que cada día que pasaba, le temía aún más y más.

En ese momento, sentada sola con Otabek y rodeada por la oscuridad total del cielo y el mar, se sintió pequeña e indefensa como no se había sentido en tantos años. Incluso aún más bajo las palabras de Charles, quien la amaba tanto pero no entendía el miedo que sentía y acorazaba bajo rebeldía.

“No”, murmuró bajando la mirada y jugando con sus manos. “No soy valiente, señor Altin, le ruego que no repita esas cosas”.

Una mujer valiente ya se habría casado con Howard y no habría retrasado lo inevitable.

Otabek se quedó en silencio por un largo rato y Sayaka no se atrevió a corresponderle la mirada. Ya se había avergonzado demasiado en un día y ahora buscaba avergonzarse ante los empleados. Toda una joyita.

“Señorita”, comenzó nuevamente, “¿Me contaría por qué aquel dije significa tanto para usted?”

No pudo evitar mirarle sorprendida y con la boca abierta por aquel rápido cambio en la conversación. Al subir la mirada, el joven todavía le sonreía levemente, animándola con la mirada.

“Era de mi madre”, le contó, agradecida por haberla salvado de humillarse más. “El cariño viene de saber que era su favorito”.
“Era jaspe, ¿no?”
“Sí”.
“Nunca había visto a una señorita británica usando jaspe. Me pregunto por qué su madre la habría preferido por sobre otras piedras”.
“Mi madre tuvo un pretendiente antes de casarse con mi padre”, le confesó. En cierta parte se sentía aun en deuda con Otabek, y si éste quería hacerle preguntas, entonces ella respondería hasta sentir que la cuenta estaba saldada. “Ella nació y se crio en Rusia, pero por diversas circunstancias su familia se mudó al Reino Unido. Antes de partir, su pretendiente le hizo aquel regalo para que le recordara, ya que era muy probable que jamás volvieran a verse”.
“¿Y jamás se volvieron a ver?”
“En efecto. Mis padres se casaron y aquel hombre también se casó allá en San Petersburgo”. Después de eso ambos se quedaron en silencio. Otabek parecía pensar en la historia que Sayaka le había contado y esta no sabía qué más agregar. El silencio, sin embargo, fue uno más cómodo que el anterior.
“Señorita, si no es de mi incumbencia retiraré las preguntas, ¿pero podría saber cómo se llegó usted a enterar de la historia?”
“No se preocupe, no veo nada de malo en su pregunta. La historia me la contó mi madre cuando era niña, ella solía contarme historias sobre su tiempo en Rusia. Sin embargo, nunca supe si mi padre se enteró de la historia del dije. Su matrimonio fue arreglado, pero llegaron a amarse mucho, así que no sé si mi madre vio conveniente contarle una historia de un amorío de joven”.
“¿Qué otras historias le contaba su madre?” Preguntó con un tono divertido. Sayaka no pudo negarse, a pesar de que sabía que era estúpido divulgar sus cosas con los empleados, Otabek era muy respetuoso y se veía realmente interesado en lo que decía.
“Me contaba sobre lo magnífica que era la calle Bolshaya Morskaya… Caminar luego por la avenida Nevsky, cruzar el Moyka…” sonrió al recordar. “Una vez vio a una mujer lanzar a su esposo al Moyka en pleno invierno”.
“¿En serio? ¿Qué pasó?”
“Ese día había salido a pasear en coche con mi abuelo, y al ver la escena, éste salió apresurado a ayudar a la policía. Cuando interrogaron a la mujer ahí mismo, esta dijo que podía soportar que el hombre le engañara, que se acostara con su hermana y que apostara. Pero que no iba a tolerar que se llevara el dinero con el que ella se compraba su vodka”. Otabek rió levemente y la sonrisa de Sayaka se ensanchó al escucharlo. Se reía suavemente y su voz era profunda, como el bramido del mar. “¿Dónde vivía usted en Rusia, si me permite saber?”
“Viví en Moscú, pero sí llegué a conocer San Petersburgo por trabajo”.
“¿Y cuál de las dos ciudades le gustó más?” Otabek se quedó callado ante esta pregunta y su semblante se volvió serio y cerrado otra vez. Miró de costado hacia donde Jean e Isabella estaban sentados, enfrascados en su propia conversación. El Otabek de antes, el que había reído ante la anécdota, parecía algo que la misma Sayaka había imaginado. Pues bueno, si él había sido lo suficientemente considerado de cambiar el tema antes por ella, Sayaka debía devolverle la cortesía. “¿Conoce usted a la familia Leroy?”
“Trabajo para ellos desde hace varios años”.
“¿Son buenos?” ¿Querrán a mi Bella como yo la quiero?
“Son muy buenas personas, señorita”.
“¿Y Jean-Jacques?” ¿La cuidará? ¿La amará? ¿Le dará lo que siempre soñamos de niñas?
“El señor Jean-Jacques…” Otabek miró a este con una sonrisa. “Tiene una de las almas más nobles en el mundo. La señorita Black-Hunter no podría estar en mejores manos”.
“Gracias…” Y en verdad le creía. Su tono sincero, su amabilidad, su interés. Por supuesto que le creía. “¿Y cómo así llegó de Rusia a Canadá?” Pero de la nada, cuando intentó retomar la otra conversación, Otabek se levantó, interrumpiéndola. Le ofreció la mano para ayudarla y Sayaka la tomó, quedando ambos cerca y frente al otro.
“Ya es muy tarde. No creo que favorezca a la causa de la señorita el estar levantada a estas horas con mi señor”. La chica se lo quedó mirando por un buen rato, pensando en que…
“Tiene razón, señor Altin”. Asintió, cambiando al inglés y elevando su voz para que Isabella se diera cuenta y pudiera irse despidiendo. “Perdone haber abusado de su paciencia”. Se volteó para ir hacia sus amigos, pero sintió la mano de Otabek tomarla de la muñeca. Giró, sorprendida, y vio que el otro le miraba de la misma manera, soltándola rápidamente.
“Discúlpeme”. Sayaka tomó su muñeca con la otra mano, pero siguió mirándolo, esperando. Al darse cuenta de que ella no iba a ceder, prosiguió. “No quería… No quiero que piense que no he disfrutado nuestra conversación, señorita”.
“Eso es muy inoportuno, señor Altin”, respondió aún enojada por el desplante, pero al ver cómo sus ojos se veían incómodos, pudo saber que en verdad se sentía arrepentido.
“Lo sé, pero ello no le quita verdad. Quiero agradecerle el haber compartido un pedazo de usted conmigo. Discúlpeme”. No supo qué responder a eso, pero en ese momento se acercó la otra pareja.
“Pasaremos primero por mi habitación si está bien contigo, Sayaka. Luego Jean te dejará en la tuya”.
“No hay problema. Será mejor así. Vayamos”.

El camino hacia la habitación de Isabella fue horrible para la joven. Cualquier intento de conversar con sus amigos fue en vano, ya que no dejaba de pensar en lo último que le había dicho Otabek. Se sentía como una maleducada al haber tenido aquella conversación, aquellas disculpas sinceras, y no haberle dicho nada a cambio. ¿Qué pensaría él? Seguramente ya no la veía como una joven valiente, sino como otra joven británica más a la que solo le importaba la compostura. Pero eso era ella en realidad, ¿no? De no importarle nada de eso, no estaría en el embrollo en el que estaba metida.

Llegaron a la puerta de la habitación de Isabella.

“Será mejor que entre por un momento”, les dijo Sayaka. “¿Me esperarían?”
“Por supuesto. Tómese su tiempo”. La chica aceptó y tocó la puerta de la habitación. Isabella le dio un último apretón de manos a Jean y se alejó de él justo cuando una de sus sirvientas abrió la puerta. Las dos entraron y esta se cerró.
“Vengo a dejar aquí a mi buena amiga. Tuvimos una velada muy agradable, espero que la suya también haya sido así”, dijo Sayaka entrando junto a Isabella. Las criadas presentes le agradecieron y le invitaron a quedarse por un momento, pero se negó.
“Gracias por todo, querida”. Isabella le dio un fuerte abrazo. “¿Nos veremos mañana?”
“No estaré libre hasta el baile de la noche. Será mejor que esperemos… Oh, me olvidé de contarte. Charles tuvo una linda sorpresa conmigo, Scorpius está en el Titanic”.
“¿Scorpius está aquí?” Sonrió, igual de emocionada que Sayaka al ver a su amigo. “No les perdonaré el habérmelo ocultado, pero lo dejaré pasar por ahora. Estoy muy feliz de verlo después de tanto tiempo como para enojarme”.
“Me parece muy bien de tu parte”.
“Debiste de haberte casado con Scorpius cuando pudiste”.
“¿E irme a vivir a Francia? No sabía que me guardabas tanto rencor”. Isabella rio y apretó sus manos.
“¿Seguiremos mañana con el plan que trazamos?”
“¡Oh! ¡Me había olvidado de eso!” rio. “Sí, antes de dormir se lo repetiré a Mila, pero definitivamente seguiremos con el plan. ¿Cuento con que tus criadas son confiables?”
“Lo son. Tienen instruido tomar el té aquí para esperarte apenas llegues en el momento en que tú veas más oportuno”.
“Muy bien. Finalmente algo de diversión”.
“Ahora ve, ya te entretuve demasiado. Jean y el señor Altin han de estar congelándose allá fuera”. Ambas se besaron en la mejilla e Isabella llamó a una de sus criadas para que le abriera la puerta a la otra.
“Disculpen la demora, ya podemos ir”. Jean le ofreció su brazo a Sayaka y se enrumbaron hacia su habitación, con Otabek atrás de ellos.
“Quiero que sepa que estimo muchísimo a Isabella”. Ok, Sayaka no esperaba que esa conversación llegara tan rápido. “Y sé cuánto la estima Isabella a usted. Por ello quiero que seamos amigos, señorita Sayaka. Debo decir que tenía miedo de usted por lo que me había contado Isabella, sobre su fuerte personalidad, pero puedo decirle sinceramente que deseo ser amigo suyo más allá de mi interés por ella”.
“Jean…” Sayaka se detuvo y lo miró. Aquella franqueza y dulzura… Recordó la mañana, cuando se sintió increíblemente celosa de su amiga por esto. No pudo evitar sentirse así nuevamente, pero se tragó el trago amargo y se sintió honestamente feliz por Isabella. “Haré todo lo posible por ayudarlos, no tengo duda. El señor Altin”, se volteó a mirar al aludido, quien se veía ligeramente sorprendido de haber sido incluido en la conversación. “Solo ha tenido buenas palabras sobre usted y le creo. Así que yo también deseo ser su amiga”. Jean rio emocionado y miró a Otabek.
“De haber sabido que serías la clave para tener la aprobación de la señorita Gracie, te habría mandado a ti en la mañana a que la conocieras en vez de haber ido yo”. El valet se encogió de hombros y los otros dos se echaron a reír.
“Seguramente eso habría sido más rápido, es verdad”, miró a Otabek a los ojos, sonriéndole. “Yo también disfruté conversar con usted esta noche, señor Altin. Gracias por compartir algo de usted conmigo”.

Antes de ver siquiera su reacción, le dio la espalda y apresuró el paso con Jean para llegar a su habitación. Una vez tocó la puerta, se despidió rápidamente y entró con pasos apresurados hacia su habitación.

Haberle agradecido a Otabek había sido lo único valiente que había hecho aquel día. Y se sentía bien sentirse un poquito valiente.

Ese, sería el segundo recuerdo más grato de la noche.



Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Cho

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #32: September 29, 2017, 10:45:19 PM »
Un fic más... al menos ando avanzando.

5


Los vigilantes del Titanic fueron rápidos en dirigir a Natsume a una oficina donde le hicieron sentarse, le esposaron, y procedieron a realizarle varias preguntas. No faltaba decir que él se encontraba en grandes problemas por el caos que había ocasionado, aunque sobre todo por el hecho de haber traído consigo a una paloma sin haberla declarado, y sin duda sin tener el permiso o posibilidad.

El joven apenas les había dado unas breves respuestas y no pensaba colaborar mucho más. A su parecer, realmente no tenía nada que decir, porque estaba metido en un embrollo donde a nadie le importaban los detalles, si debían ser sinceros.

“¿Cuál es la procedencia de este animal?” preguntó nuevamente uno de los oficiales mientras apuntaba a la paloma que estaba apresada en un display pequeño de vidrio donde normalmente se apreciarían postres. El trabajador miró con molestia a ese joven que los desafiaba por desviar su mirada con un gesto hastiado. “¡Debes colaborar con nosotros o te meterás en aún más problemas!”
“Tsk…” Natsume se limitó a chasquear la lengua.
“¿Acaso no te importa?” le insistió otro, impaciente. “¡Contéstanos!”
“¿Qué más quieren de alguien como yo?” terminó por decir, mirando al último en hablar con molestia y casi de modo desafiante. “Esta ave es mi mascota y ocasionó un desastre en el evento. Es todo lo que importa, ¿cierto?”
“¿Y por qué acudió si el Masquerade está más allá de sus libertades?” preguntó el primer guardia, quien se impacientó al ver al joven nuevamente desviar su mirada. “¡O-oye! ¡Te advierto que esta falta de respeto te costará caro!”
“…”
“Maldito engreído…” el segundo guardia comprimió sus puños en lo que se aguantaba las ganas de darle un merecido golpe al muchacho, pero todos ellos fueron interrumpidos por un tercer guardia que había intentado detener a un pasajero en vano.
“D-disculpe, esta zona esta fuera de límites,” dijo con leve temor, aunque un hombre mayor que este y de apariencia imponente entró a la sala de interrogación y miró a los presentes.
“¿Qué sucede aquí?” preguntó uno de los guardias de dicha habitación.
“Buenas noches…” Sterk asintió en señal de respeto, y rápidamente miró a Natsume inmutado. Este le miró con leve incomprensión. “Dime, ¿te has explicado? ¿Les has dicho a estos guardias la verdad?”
“…” este le miró analizándole y con desconfianza, y volvió a desviar la mirada. “Esto no les incumbe. Déjame en paz…”
“No, me incumbe a mí,” Sterk pasó a mirar a los trabajadores e hizo una reverencia. “Tendrán que disculparme, pero este joven es un conocido mío que se encontraba haciéndome el favor de cuidar a una de mis mascotas.”
“¿Qué dice?” preguntó un guardia, quien intercambió miradas con sus compañeros.
“…” por su lado, Natsume le miró y ladeó la cabeza, pero supo que posiblemente le convendría ver hacia dónde iba dicha persona.
“Lo más probable es que no estén familiarizados con mi familia, pero los Cranach siempre hemos sido ávidos cazadores con destreza a entrenar palomas y aves de presa. Este joven me ha asistido en un par de ocasiones en el pasado y también ha aprendido mis dotes, pero fallé en informarle sobre los procedimientos necesarios para poder viajar con un animal a bordo. Es su primera vez viajando con una mascota, por lo cual espero que lo excusen.”
“A-aún así, él entró a una velada que no le correspondía,” argumentó otro guardia.
“Me estuvo buscando porque íbamos a compartir una conversación. Yo también intenté dar con su paradero, pero al final terminamos cruzándonos y ocurrió el lío con el ave que le obligó a ingresar a la fiesta. Nuevamente, les debo mis disculpas.”
“…” todo ello dejó en blanco a los trabajadores, quienes volvieron a mirarse mutuamente sin saber cómo considerarlo. Finalmente, el guardia recién llegado tomó la palabra.
“Pues, no tengo mucha experiencia con este trabajo, pero también tengo descendencia alemana, y sí conozco a los Cranach…” mencionó con cierta duda. “No tengo por qué no creerle, sobre todo a él, quien si no me equivoco es el principal heredero de su familia.”
“…de todos modos esperamos que formalice los datos del ave y certifique que se encuentra saludable y libre de pestes,” recalcó otro. “Informaremos lo sucedido a la tripulación.”
“Lo comprendo,” Sterk asintió. “Agradezco su dedicación y el empeño que realizan a sus posiciones, y les pido que liberen a mi conocido de los problemas. Él no causó ningún daño.”

Aquel inconveniente fue resuelto sin mayores problemas y, en menos de otros cinco minutos, tanto Sterk como Natsume y su paloma se encontraban caminando hacia los ascensores que les llevarían de regreso hacia la zona de habitaciones, con la única necesidad de que Sterk repitiera su veredicto y testificara por el animal a bordo el próximo día.

En plena caminata, el pelirrojo seguía al mayor, a quien miraba con incomprensión y cierto recelo. Ni en todo ese trayecto que habían estado a solas este se había dignado a siquiera mirarle. Decidió que no iba a ser paciente y optó por dirigírsele de una buena vez.

“Tú… aparte de algún ‘Cranach’, ¿quién se supone que eres?” le preguntó.
“Vamos a cubierta,” se limitó a decir Sterk, quien continuaba caminando.
“…” frunció el ceño aunque estuvo de acuerdo. Como un piso donde había dichos trabajadores, quizás lo mejor era resurgir hacia la superficie del barco donde tendrían menos oídos al pendiente de ellos.

Y así fue, los dos tomaron el ascensor hasta el piso superior y caminaron hacia la cubierta. Sterk fue directamente hacia las barandas más cercanas, sabiendo que el otro le seguiría de cerca por búsqueda de razones.

“¿Y bien?” preguntó el pelirrojo, quien se detuvo a su costado y le miró de reojo.
“…” Sterk dio un suspiro antes de explicarse con su mirada perdida al oscuro horizonte. “No te ves como una persona malvada y, a diferencia de muchos pretenciosos que pueden darse todos los lujos de viajar con sus mascotas, sí mostraste una genuina preocupación por tu ave.”
“¿Eso es todo?”
“¿Hm?” miró hacia el menor con una pizca de interés. “Te cuesta creer que te extendí la mano sólo por un parecer. Seguramente has experimentado varias dificultades durante tu camino.”
“En mi vida en general, no que importe,” Natsume se encogió de hombros y volvió a mirarle inmutado. “Es sólo que este tipo de repentinos y ‘milagrosos’ favores suenan a la perfecta oportunidad de aprovecharse de alguien como yo. Estoy en deuda contigo.”
“Eso tiene sentido.”
“Sí, tiene sentido,” se mostró cansado por aquella lentitud en la realización del otro. “No somos conocidos ni amigos, y no me fiaré por más que parezcas ser algún señor de primera clase que seguramente nunca necesitará de nada de parte de escoria como yo.”
“Mi nombre es Sterkenburg Cranach, pero llámame Sterk.”
“¿Ah?” el pelirrojo se confundió por esa repentina introducción.
“Ahora que supuestamente nos conocemos, es bueno que lo sepas.”
“…Sterk, será. No recordaré tu nombre completo…” negó ofuscado. “Yo soy Natsume Sakasaki. Mi nombre está bien.”
“Entendido,” asintió mínimamente, y siguió un corto momento de silencio.
“…” Natsume sintió tensión. En verdad sentía que se encontraba prendido de dicha persona por el favor que le había hecho y que le tocaba esperar a ver qué tenía este que decirle. Sterk pareció comprender lo que sentía.
“¿Te haría sentir mejor si te pidiera algo a cambio?”
“¿Qué tienes en mente?”
“Cuéntame cómo así un viajero proveniente del oriente como tú viajaría acompañado de un ave amaestrada,” fue directo al grano. “No mentí con el detalle de mi familia de amaestrar aves. Tengo varias palomas mensajeras en casa a las cuales llevo cuidando desde hace años. Será eso parte de la razón por la cual me sentí identificado contigo, y por ello quiero saber la historia detrás de esta ave.”
“…es justo…” Natsume desvió su mirada con leve culpabilidad. “Tampoco quiero actuar como si no apreciara tu ayuda… es sólo que es incómodo…”
“…” asintió.
“…en Japón, tengo a varios superiores a mí que siempre me han cuidado desde temprana edad,” narró, con la mirada pegada al mar debajo de él. “Uno de ellos también amaestra palomas, y cuando decidí viajar por el mundo fue muy testarudo en no dejarme ir solo, y me prestó a su paloma favorita, como su modo de cuidarme, y de prometerle que regresaría.”
“…” Sterk se vio un poco sorprendido por el relato.
“Uhh sonará ideal y adorable, pero no sabes lo insufrible y limitante que ha sido viajar con una paloma a todos lados,” Natsume negó repetidamente. “Al menos puede volar, así que pasar fronteras o abordar barcos no ha sido mayor problema hasta ahora. Aunque bueno…” miró al animal en su hombro de reojo y le rascó el cuello con un dedo. “Sí ha sido una compañera leal, y muchas veces me he sorprendido hablándole. Mi superior tuvo razón en algo…”
“…” el mayor asintió y se tomó la libertad de recibir al ave en sus manos para observarle de cerca. Ello hizo a Sterk romper su serio semblante, y sonrió con calidez. “Son buena compañía, créeme que lo comprendo.”
“…” le miró atentamente.
“Ven conmigo a mi suite. Si deseas, puedo ayudarte a cuidar de esta paloma durante el viaje. También debo tener un poco de alimento para ella.”
“¿Seguro?” alzó una ceja.
“No tienes por qué dudar de mis palabras. Vamos.”
“Sí… gracias por tu ayuda…”
“No lo menciones.”


Mientras tanto, las hermanas Altugle habían podido ubicar un momento en el cual los vigilantes se distrajeron para conducir a Luso fuera del Masquerade con ellas y así poder huir sin llamar la atención. Los tres caminaron por los pasillos hasta alcanzar unas escaleras que conducirían al pequeño de regreso a su habitación.

“Uhh, estuvo cerca,” Nio hizo el ademán de limpiarse sudor de su frente.
“Ahh, yo casi me muero de nervios…” mientras que Ayesha quería caerse de rodillas al descargar la atención de la huida.
“Ehh… disculpen por el desastre…” dijo Luso, apenado y desviando la mirada. “Todo esto pasó porque yo quería ver el Masquerade… espero que Natsume esté bien…”
“T-tranquilo, sabes lo genial que es. Seguro que sí lo está,” le animó Nio, quien de todos modos tampoco estaba muy convencida.
“Eh, y no admitas culpa. Sé que no quisiste importunar a nadie,” dijo Ayesha, decidida y asintiendo. “Eres un buen chico.”
“Gracias a las dos, en verdad son muy simpáticas,” Luso les sonrió un poco más animado. “Me alegro de haberles podido conocer.”
“Lo mismo digo,” Nio asintió. “Pero tampoco lo digas como si no nos volviéramos a ver, ¿sí? Todavía tenemos como una semana juntos en esta prisión.”
“N-Nio…” pese a que Ayesha le había simpatizado dicho pequeño, tampoco sabía lo prudente que era que su hermanita intentara pasar tanto tiempo con él porque conocía lo impulsiva que Nio podía ser en ocasiones.
“¿Prisión?” Luso ladeó su cabeza. “Pero si estamos en el Titanic. Por más que estemos limitados en el barco, pienso que todos aquí deberíamos estar agradecidos de este paseo.”
“P-pienso lo mismo,” Ayesha asintió. “Es que Nio es muy intrépida y ya se aburrió.”
“Bueno, sí que no hay mucho que hacer. También ando aburrido, aunque yo más bien estoy feliz por tener esta oportunidad de viajar a los Estados Unidos,” dijo el niño.
“Ah, sí, me habías dicho que te estabas mudando de Irlanda,” recordó la menor, con ánimos. “¿Cómo así? ¿Y por qué estás viajando solo? Sé que no estás relacionado con Natsume y no he visto a otros conocidos tuyos por la sala común donde nos conocimos.”
“Sí, eh…” Luso sonrió un poco incómodo. “N-no sé cómo decir esto sin inquietarles…”
“¿Qué cosa?”
“Pues… mis padres fallecieron por una influenza hace casi un año, y tomó tiempo para que mi tía pudiera enviar dinero y pedir mi traslado para que viviera con ella en Nueva York.”
“No…” Ayesha se conmovió y notó cómo su hermanita se había quedado en blanco. “L-lo siento mucho…”
“E-está bien, ya ha sido un tiempo… tampoco quiero incomodarles por esto…” Luso les sonrió. Se le veía resignado por esa realidad, aunque también en paz. “E-es un poco solitario… aunque sé que no soy el único…” ensanchó su sonrisa. “Natsume me dijo que él también es un huérfano y lo cuidaron superiores a él, y en verdad que es muy genial y ha logrado tanto por su cuenta. Es una inspiración a seguir.”
“…” Nio llevó una mano a su pecho y asintió.
“También estoy feliz por estar en este barco. No vengo de una familia rica y sé que quizás nunca más tenga la posibilidad de gozar de algo como esto, por ello sé que tengo tanto de lo que estar agradecido. Mirar todos los lujos que nos rodean y reconocer lo gigante de este barco me lo hace recordar. Eso en cierta forma hace el monótono viaje divertido.”
“Tiene sentido…” Ayesha sonrió un poco. “Hehe, creo que podrías enseñarle tu paciencia un poco a mi Nio.”
“Hermana…” ella infló sus cachetes.
“Bueno, ya debo retirarme. Ojalá me encuentre con Natsume abajo. Gracias nuevamente,” Luso asintió. “Y también por invitarme esos dulces.”
“Sí, de nada, nos vemos,” se despidió la menor. Las hermanas caminaron hacia su suite en lo que el niño tomó las escaleras y luego de un corto silencio, Nio expresó una inquietud. “Hm… siento que tomo muchas cosas por sentado, hermana.”
“¿Nio?”
“O sea… Luso no pudiendo entrar al Masquerade como nosotras, tampoco teniendo recursos para comprarse esos postres… y diciendo que todo a nuestro alrededor le llama la atención, y le hace apreciar su vida…” bajó su mirada. “Dice que tiene mucho que agradecer… pese a su situación, y a haber perdido a sus padres…”
“Nio…”
“¿Será que yo soy muy egoísta, hermana?” negó, ofuscada. “Me aburro con la etiqueta social, con ser una señorita… tampoco me mostré interesada en nada de lo que nos han ofrecido, ni en los lujos de la suite aparte de que todo es muy bonito… de inmediato huí a la zona de la tercera clase a ver si podía divertirme con algo…”
“Ehh, no es que no aprecies las cosas, sólo que es diferente, y por como eres tiene sentido que busques algo que no sea formal. Tú eres muy energética y tienes gustos distintos,” Ayesha le sonrió. “Y lo que más importa es que seas una buena persona, y lo eres. Eres mi linda Nio y alguien quien no discrimina y trata a todos por igual y calidez. Por eso siempre te cuido y te mantengo vigilada.”
“Hermana…”
“Este amiguito tuyo también es como tú pese a ver las cosas distinto, te lo aseguro,” se puso a pensar y se vio un poco inquieta. “Sólo espero que no sientas la necesidad de fugarte con él y desaparecer de nuestra familia.”
“¿Ehh? ¿Hablas de esas escenas románticas de libros?” Nio resopló. “No digas tonterías, hermana. Si alguien se prestaría para eso serías tú porque estás más en la edad.”
“Vaya, pero nunca lo haría,” Ayesha sonrió por notar lo incómoda y adorable que su hermanita se mostraba. “Perdón, sólo decía.”
“Creo que mejor vamos a dormir antes que sigas diciendo disparates así.”
“Uhh, no seas cruel, estaba bromeando…”

Las hermanas continuaron hasta llegar a la suite, donde la ama de casa les ayudó para alistarlas para poder conciliar el sueño.


Sterk dirigió a Natsume a su suite, y por el camino le tocó reasegurar a los trabajadores del barco que era su acompañante y estaba en todo su permiso de transitar el área de dormitorios de los pasajeros de primera clase. Finalmente, el señor Cranach abrió la puerta de su suite y lamentablemente los dos se toparon con otras dos personas presentes.

Astrid había decidido ir detrás de Celestia para invitarle a la suite y pedirle una taza de té que calmaría sus nervios, pero pese a su buena voluntad, la joven volvió a indignarse y enfurecerse ni bien posó sus ojos sobre el pelirrojo y su ave sobre uno de sus hombros.

“¿Qué hace este inmundo animal aquí?” preguntó iracunda.
“Vaya…” Astrid se encogió de hombros. “No me sorprende mucho que hayas ido en su rescate, Sterk. Tú que siempre has simpatizado con los animales, sobre todo con las aves.”
“Nunca hubiera pensado que un Cranach tuviera esos gustos rústicos,” Celestia entrecerró sus ojos, decepcionada.
“Eso es porque no conoces a mi familia,” Sterk negó. “No apoyaré una actitud infantil y conflictiva de parte de nadie. Espero que dejen sus diferencias de lado y convivan en paz en lo que queda de este viaje.”
“Por mi parte, bien. Yo no tengo pleitos aquí,” Natsume se encogió de hombros y, pese a sus palabras, miró a Celestia con severidad y una sonrisa irónica. “Pero obviamente esta señorita se cree demasiado importante como para menospreciar a quien sea.”
“Hm, bueno, ha hecho un buen punto,” Astrid asintió, inmutada.
“No les des cuerda,” y Sterk se impacientó.
“Es obvio para mí que alguien indigno que viaja en tercera clase tiene prohibido traer a un animal. ¿Qué tal si nos contagia de alguna peste?”
“¿Y qué clase de miembro de la nobleza te crees tú para andar insultándome así?”
“Para tu información, yo soy una dama que proviene de una familia de clase alta de Suiza y me encuentro en momentos difíciles por el reciente fallecimiento de mi señor padre,” ella dejó su molestia a un lado para explicarse y hacer el ademán de aflicción. “Alguien sin tacto como tú debería comprender mi sufrimiento antes de hacerme pasar tan mal rato…”
“¿Suiza, dices?” Natsume alzó una ceja, y ensanchó su sonrisa. “¿De qué parte de Suiza?”
“Provengo de una ciudad sureña muy cercana a Italia. ¿Por qué preguntas?”
“¿Y acaso tu linaje es de ese país?”
“Entre Suiza y Alemania. Sinceramente me siento indignada de que cuestiones mis propias raíces y mi vida personal. Tampoco esperes que divulgue más.”
“Lástima, porque en verdad ando muy interesado en oírlo…”
“Párenla los dos…” Sterk se notaba un poco incómodo por la intensidad de la conversación de los menores. No entendía qué hacía Natsume con tantas preguntas, pero tenía la impresión que ello podría desencadenarse en una discusión.
“No te impacientes. Hay que ver qué va a ocurrir aquí,” por su parte, Astrid se notaba particularmente entretenida, lo cual sólo comprobaba más a su viejo amigo que algo estaba muy mal en el fondo.
“Tu pedido de oír sobre mi vida es una falta de respeto hacia mí y mi linaje,” mencionó Celestia, incómoda y desafiante.
“Estoy seguro que te sabes bien los nombres de tus progenitores y hermanos que puedas tener, y también aquella ciudad sureña en Suiza con quizás hasta nombres de calles y su dedicación económica. Sí, te ves inteligente,” Natsume negó y se dio la libertad de apuntarle. “Pero por tu desproporcionada reacción hacia mi mascota te desenmascaraste a ti misma. Perdiste tu semblante y perfecta actuación, y te oí hablar en un dialecto propio del este de Inglaterra que se asocia puramente con la escoria de tu verdadero país de origen. ¿No es así?”
“Tsk, mientes, maldito…”
“¿Qué dices?” Sterk se sorprendió. Él miró hacia Astrid, quien sólo había ensanchado su sonrisa. “¿Qué ocurre aquí?”
“Sterk, espero sinceramente que no te encuentres creyendo las barbaridades que salen de la boca de este mentiroso asiático que no merece tu consideración,” recalcó la joven. “Mi nombre es Celestia Ludenberg y provengo de una familia de muchos recursos. De lo contrario, no habría podido costear un pasaje de segunda clase.”
“Y yo soy un extranjero de otra parte del mundo que logró pagar un pasaje de tercera con poca anticipación,” Natsume se encogió de hombros. “Nada es imposible aquí.”
“Sospecharía que tu dinero ha sido mal habido…” Celestia entrecerró sus ojos.
“Me dedico a entretener a otros, principalmente con magia, pero también tengo habilidades de vidente y hace poco ayudé a resolver un caso policial en Londres de una familia de clase alta cuyo hijo menor había sido secuestrado. La paga que recibí se fue al pasaje, en resumen.”
“Oh, sí recuerdo haber leído sobre ello,” Astrid se impresionó y vio cómo su amiga le miraba con molestia. “¿Qué? ¿Acaso no puedo hablar?”
“Yo más bien me preguntaría por qué una jovenzuela como tú que habla en dialecto cockney y muy probablemente viene de áreas pobres y mercantes de Inglaterra ha podido generarse la imagen que te traes,” comentó el pelirrojo. “Tú pareces más bien la que utilizó alguna artimaña para intentar convertirse en alguien que no eres e incluso cambiar tu identidad.”
“No dejaré que me acuses de falsedad, extranjero ignorante. ¿Tú qué sabes de nuestro continente como para juzgarnos?”
“Seré extranjero, pero no idiota,” Natsume entrecerró sus ojos. “Y como un anfitrión con vocación de entretener a otros he conocido a muchos que se dedican a mi profesión. Siendo nosotros mayormente pobres necesitamos apoyarnos, y por ello he conocido a mucha gente en Inglaterra, y algunos de descendencia germánica. Sin lugar a dudas, no tienes ninguna característica de ellos, mucho menos la forma de hablar. Tus terminaciones de palabras y entonaciones son finamente inglesas. Ahora mismo que te ando impacientando estás volviendo a adoptar una forma de hablar que nunca se observaría en alguien de clase alta.”
“¡No me insultes!”
“Y también, no vuelvas a combinar un apellido germánico con un nombre de procedencia del latín para una identidad falsa. Ello solo levanta sospechas,” se encogió de hombros. “Sin contar el hecho que yo pude reconocer tu dialecto. En este barco con gran mayoría inglesa e irlandesa, te aseguro que los pasajeros y trabajadores en la Masquerade ya saben lo farsante que eres.”
“Tsk…” Celestia se estremeció y ello fue la gota que derramó el vaso. Ella se preparó para lanzarse encima del chico. “¡Es tu maldita culpa, miserable!”
“¡Suficiente, no se peleen!” Sterk se puso en el medio y se sorprendió de tener que recurrir a sostener a Celestia de los hombros ya que ella no pensaba continuar con su actuación de dama y en verdad quería agarrarse con el chico a golpes.
“¡Quítate, Sterk!”
“¡Es de noche, despertarán a todos!”
“¡Todo es culpa de esa maldita ave y este imbécil asiático!”
“No me culpes por tus propios problemas. Si tanto quieres jugar a la niña rica, al menos no te bases completamente en mentiras,” opinó Natsume, impaciente.
“¡Tampoco lo sigas!” le reclamó Sterk.
“Oh, pero si esto está interesante. Y yo que todavía no había deducido de dónde mi querida Celestia había salido. Siempre supe que mentía, eso sí,” Astrid sonrió. “Pero hay que aprovechar la verdad para todos amenizar. Justo somos dos hombres y dos mujeres. ¿Les apetece una guerra para ver la supremacía de géneros?”
“¡Cállate!” le gritaron Sterk y Celestia a la vez.
“Uff, ustedes no soportan ni una broma, ¿ah?” la mayor negó.
“Ya, no pienso aguantar esta discusión por más tiempo,” Sterk había podido contener a Celestia, quien se había resignado a mantener su distancia y bajar su mirada al piso, insatisfecha. “Natsume, por más que Celestia no se haya comportado correctamente contigo, debes reconocer que la aparición de tu ave en la fiesta sí le causó muchas incomodidades.”
“Sí, supongo…” negó frustrado. No le quedaba de otra que admitirlo.
“Y Celestia, pese a que te viste incomodada por el ave, también le causaste muchos problemas a Natsume y prácticamente intentaste condenar a esa ave a que la exterminen. Deberías tener más consideraciones con otros.”
“Hm…” ella se cruzó de brazos y desvió su mirada.
“Les aviso que he decidido hacerme cargo de esta ave también y ya resolví el problema para evitar incomodidades a todos aquí. Lo único que les pido es que lo dejen detrás y continúen con el viaje de manera pacífica. No más pleitos. Ustedes mismos se lastimarán antes de lograr herirse mutuamente y pretendo velar por los dos, lo quieran o no. ¿Han comprendido?”
“No tienes que hacerlo…” Natsume se mostró un poco incómodo y terminó dando un suspiro. “Está bien, como me ayudaste con mi paloma, es lo menos que puedo hacer.”
“Mientras tu inmunda ave no vuelva a tocarme, acepto…” dijo Celestia mirando al pelirrojo con molestia. Este entrecerró los ojos.
“Ya, no se peleen. Chico, entiende que no puedes esperar nada mejor de Celestia, ¿sí?” comentó Astrid, levemente frustrada.
“¿Y cómo así la conociste?” le preguntó Sterk.
“La encontré en uno de mis paseos para comprar ropas una semana antes del Titanic. Terminamos hablando porque congeniamos bien y como ambas íbamos a viajar aquí le sugerí que nos acompañara ocasionalmente. Es todo,” Astrid le restó importancia. “Ciertamente no me convenció al cien por ciento de su cuento por su poco conocimiento de estilos y materiales de ropa y algunas elecciones a la hora de vestirse, pero Celestia se me hizo tan interesante que sólo quise seguirle el juego.”
“También supuse que no te había llegado a convencer, aunque claramente pude confiar en ti. Ambas somos rebeldes,” dijo la menor.
“Exacto.”
“Creo que mejor me voy. Algo me dice que las dos me darán dolores de cabeza,” Natsume rodó los ojos.
“No estás equivocado en esa observación, Natsume, pero deja que tu ave se quede conmigo esta noche,” le pidió Sterk. “Mientras no formalice su presencia en el barco, es mejor que yo la tenga para prevenir posibles complicaciones con la tripulación.”
“Cierto…” el pelirrojo tomó al ave en una de sus manos y la miró con leve inquietud.
“Descuida, estará bien. Ven antes del desayuno para visitarle.”
“Esta ‘Celestia’ no le hará nada, ¿cierto?”
“Tsk, ya dije que no quiero tocarla,” le regañó, impaciente.
“Celestia no es de nuestra suite, está en segunda clase. Tú tranquilo,” dijo Astrid.
“Bueno, si lo dicen…”

Luego de ponerse de acuerdo, los menores se retiraron, con Natsume partiendo con anticipación para así prevenir que ellos dos tuvieran que ocupar el pasillo al mismo tiempo. Aquel accidentado día acababa de terminar y, con el incidente resuelto, cada uno de ellos podría estar un poco más en paz durante lo que restaba del viaje… al menos de momento.


Arence

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #33: September 30, 2017, 12:17:59 AM »
"Cierra los ojos."
"¿Eeeeh? ¡pero mira el atardecer!"
"Cierra los ojos. Toma mi mano."
"¿Q-qué? y-yo, uh--"
"Da un paso más. Sostén el barandal."
"Char, yo-- ¡Eeep!"
"Tranquilo. Sube tu pie al barandal. Sostente. Sostente."

Su voz segura pero suave lo guiaba. Su aliento acariciando su oído. Sus manos rodeaban su cintura con firmeza. El viento del océano lo empujaba contra su espalda. Garma podía sentir su corazón latir velozmente dentro de su pecho. ¿Ésto estaba pasando? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Sus hermanos le advirtieron varias veces acerca de dejarse llevar por la gente de las clases bajas pero Char no era como los demás. Era rápido e inteligente, y le había salvado la vida. Todas las grandes cosas que había hecho, las había hecho con él a su lado. ¿Acaso sería esto el inicio de algo más? Un paso más en el sendero completamente inesperado en el que Char lo llevaba siempre, levantándolo como un tornado sin su permiso y llevándolo a tierras desconocidas.

"Sostente, mantén los ojos cerrados."
Su voz lo era todo.
"¿Confías en mi?"
Tomó sus dos manos en las suyas.
"Confío en ti."
Lo dijo desde el alma.

Char levantó sus manos lentamente, hasta que ambos se sostenían únicamente con sus pies atorados entre el barandal, con los brazos completamente extendidos. Después movió sus manos sobre sus hombros y él permaneció así, brazos abiertos, desequilibrado y más enfocado que nunca, meciéndose en el viento.

"Bien." Dijo su voz. Su voz que aun lo era todo. "Abre los ojos."

El panorama se extendió frente a él; el agua se acercaba hacia él bajo sus pies, el cielo y el mar se fusionaban en una sola extensión de cobre resplandeciente bajo el sol que desaparecía y la presión del aire sobre sus dedos lo hacían creer que él tenía el control total de todo movimiento. El barco, la cubierta, su futuro incierto. Ya nada existía, solo él y el calor del pecho de Char detrás de él.

"¡Estoy volando!" Su risa se le escapó de entre los labios como a un niño. No era la risa calculada que sacaba cuando necesitaba encantar a una chica, fue algo incontenible, se sentía puro y único. Invencible.

Junto a Char, siempre era invencible.

 "...contigo soy invencible."
"¿Qué?"
"Cuando estoy contigo. Soy invencible. Somos invencibles, Char. El mundo podría ser nuestro. Junto con los prototipos de mi padre, no habrá nadie que--"
Las manos de Char bajaron a su cintura de nuevo y lo tomaron con fuerza, estabilizándolo.
"Garma... fuiste un muy buen amigo. No es personal."

Su voz lo era todo... espera, ¿qué?

"Puedes culpar a tu padre. O a tu mala suerte al nacer."
Estaba volando. Sus pies se habían separado del barandal. Char lo sostenía con fuerza en el aire. Completamente por sobre el barandal
"¡Char! ¡¡Tú!! Me has t--!"

Y siguió volando, hasta que chocó contra el agua.

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El sonido de algo estrellándose contra la superficie del mar los hizo saltar a ambos, casi haciendo que Haru soltara la caña de pescar.

"¡Wao! ¿Qué fue eso?"
"No lo sé..." Index se puso de pie rápidamente, asomándose por el barandal. No pudo ver nada fuera de lo normal, solo el mar, el mar, y más mar. "Sonó como alguien que se caía del--"
"OOOH OH ALGO PICÓ SE MUEVE SE MUEVE"
"TRANQUILÍZATE, YA TE DIJE QUE NO JALES LA CAÑA ASÍ"
"¡¡OOOOH!"
"VAS A ROMPER LA LINEA"

Un silbato sonando agudamente atrajo la atención de las pocas personas que se encontraban en la cubierta hacia ellos, ocultos detrás de un bote salvavidas volteado.

"NIÑOS CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRLES QUE NO SE PUEDE PESCAR AQUÍ"

Y los gritos emocionados de los chicos distrajeron a todo el mundo del sonido que creyeron haber escuchado hace solo un segundo.


Eureka

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #34: September 30, 2017, 01:34:14 AM »
*GASP* what an unexpected turn of events! okya este plot twist es muy obvio asi que ni cuenta como twist /pena

Dejo esto antes de morir. Idealmente mañana vengo con el cierre del primer y segundo día... idealmente :'v





1st evening






La cena en el restaurante de primera clase aún no iniciaba, para suerte de Lance. Las parejas y familias aún ingresaban por el vestíbulo principal, bajando las escaleras hacia el comedor. Mientras buscaba a su propia familia, Lance saludó con reverencias y breves intercambios de palabras a ciertos conocidos y amigos de los McClain y O’Hara. Se encontró, incluso, con Marian Cross y Neah D. Campbell, sus rivales de la partida de squash de la tarde. Esperó toparse con Keith, pero no había rastro de él. Imaginaba que tal vez luego lo vería, en las típicas juntas en la sala de fumadores luego de la cena.

Una vez dentro del comedor, logró localizar a su familia y a varios de los socios del banco, sentados en una amplia mesa con algunos asientos vacíos. Todo indicaba que su padre había invitado al resto de accionistas y miembros de la junta directiva a participar de la cena en compañía de ellos. Encontró a Mari sentada al lado de los señores O’Hara, y saludó a todos los presentes, uno por uno, hasta llegar a ella.

En el trayecto, sin embargo, su padre lo detuvo por unos instantes más que el resto.

“Nuestros socios quieren saber qué estrategia utilizaremos para asegurar el trato,” le dijo el Sr. McClain, mientras estrujaba su mano a manera de saludo. “Espero que tengas algo planeado.”
“Sí, no se preocupe,” le aseguró Lance, sonriendo. “No lo decepcionaré.”

Su padre asintió, y soltó el agarre en su mano. Lance continuó saludando al resto de presentes.

“Disculpa, se me hizo tarde en la cancha de squash,” dijo Lance, ni bien saludó a Mari. “¿Qué tal te fue por tu cuenta?”
“¡Muy bien! Conocí a una pianista maravillosa.” Mari se le acercó al oído. “De hecho, me invitó a una fiesta en la cantina de tercera clase. ¿Espero que no haya problema con eso?” le habló en una voz diminuta, por temor a ser escuchada por el resto de su familia.
“Mari, no me tienes que pedir permiso. Cuidaré que nuestras familias no se enteren.” Lance le esbozó una sonrisa. “Espero que te vaya bien,” y le guiñó un ojo.
“¡No es como crees!”
“Sí, claro~” Lance rio. “Bueno, ya luego me contarás todo con lujo de detalles.” Ambos tomaron asiento, y se dispusieron a observar a los miembros de primera clase que ingresaban al comedor. Su posición en la mesa les permitía ver con completa precisión la puerta del restaurante. “Oh, mira, ahí van los Astor.”
“¿Creo que la señorita está embarazada?”
“Sí, me parece. Al menos eso dicen los rumores… Se me hace muy extraña la diferencia de edad, si te soy sincero.”
“Idem.” Mari asintió. “¿…Y tú?”
“¿Yo?”
“No me has contado nada de tu tarde.”
“Ah, tuve un partido contra otros dos señores de nuestra clase. Y… un chico me ayudó.”
“¿Un chico?”
“Se llamaba Keith—”

Lance se cortó a sí mismo, al ver al mencionado ingresando por la puerta principal del restaurante.

“Y ahí est—”

Justo cuando codeaba sutilmente a Mari para indicarle que ahí estaba su cómplice de aquella tarde, su rostro empalideció al reconocer a la familia Duff Gordon detrás de él. El jefe de la familia, el Sr. Duff Gordon, entró con su esposa, y detrás de ambos, el mayordomo principal ingresó junto a un adolescente.

“¿…Esos no son…?”
“Sí.”

A unos asientos a la derecha, el Sr. McClain se veía a punto de explotar, mientras observaba a los recién llegados. Lance se excusó con Mari y aprovechó que justo había un asiento vacío al lado de su padre para acercarse a él.

“Esos dos jóvenes con los Duff Gordon y el mayordomo… ¿son sus hijos?” le preguntó, confundido por lo que veía.
“Así parece… Pensé que sólo era Jason, pero tal parece que estoy equivocado.”
“Y él… ¿dónde está?”

Para las familias McClain y Duff Gordon era una tradición que los representantes de cada generación sean rivales en el negocio, y así como sus padres, Jason y Lance habían seguido sus pasos. Por ello, coincidían en varios lugares y viajes. Pero hacía un buen tiempo que no lo veía. Cuando su padre mencionó la presencia de la familia rival a bordo del Titanic, Lance imaginó que eso incluiría a Jason. Su ausencia era algo sumamente peculiar.

“Si te soy sincero, no estoy seguro. Pero espero que alguno de nuestros socios esté enterado de algo. Si le pasó algo al mayor… No sé si sea de nuestra conveniencia inmediatamente, pero podría jugar a nuestro favor en un futuro. Puede que Bruce se vea afectado por ello de alguna manera,” comentó el Sr. McClain.
“Sí,” y aunque asintió, su mente parecía andar en otro lugar.

Por un lado, la ausencia de Jason no lo dejaba en paz. Por otro, su primer encuentro con Keith le impedía concentrarse en el tema del banco, dándole prioridad a buscar una forma de racionalizar sus acciones. Suponía que había ocultado su verdadera identidad en un intento de llevar la fiesta en paz y conocer más sobre los McClain’s, porque a diferencia de su hermano mayor, Keith nunca había interactuado con ellos (y era mutuo: incluso, hasta ese entonces, Lance nunca había oído de él). Lo había visto antes en un par de celebraciones por parte de allegados de ambas familias, y sentía que a eso se debía la sensación de que lo había conocido antes. Tal vez habían intercambiado algunas palabras en aquellas ocasiones: algo muy simple, de seguro, sin necesidad de introducciones.

Keith era un completo extraño para él, aunque… debía admitir que le tenía cierta simpatía, a diferencia de la animosidad que sentía hacia el resto de su familia. Por ello mismo, más que decepción o enojo, aquel intento de ocultar su identidad le había dado un tanto de curiosidad. Si era, realmente, hijo de los Duff Gordon, él debía saber lo que le había ocurrido a su hermano mayor. Y, en parte por el trato, en parte por la intriga, Lance sabía que debía indagar respecto a aquel tema de cualquier manera. La perspectiva fría de su padre de ver el asunto desde el lado de los negocios no le parecía la correcta, pero tenía razón: podía ser de utilidad para ellos.

Luego de dedicar una última mirada en dirección a los Duff Gordon, Lance se prometió encarar a Keith luego de la cena.





Intentó ser de lo más sutil, sabiendo que si sus familias los encontraban interactuando sería peligroso para ambos: decidió que lo mejor sería hacerle llegar el mensaje mediante uno de los mozos, quien mediante lo indicado, se acercó a Keith y aprovechó la acción de retirar sus platos para señalarle un lugar de encuentro y una hora. Aún a pesar de la distancia entre sus mesas, lograron intercambiar miradas, y Keith asintió, en silencio. Su mirada volvió hacia los socios de su familia rápidamente, y Lance lo imitó, haciendo lo mismo con los presentes en su mesa.

Parecía que la suerte seguía de su lado, porque la cena terminó sin ningún inconveniente: consiguió convencer a los socios y miembros de la junta de que todo estaba bajo control. Uno de los socios invitó al resto a seguir la conversación en la sala de fumadores con un brandy, pero el Sr. McClain resaltó su cansancio, y se excusó junto a su esposa. Lance se ancló de la misma excusa, y con Mari, se retiraron luego de despedirse de los presentes.

“Okay, acá nos separamos,” dijo Lance, ni bien llegaron a la cubierta. “Tengo que arreglar unos asuntos con Keith.”
“Suerte,” dijo Mari, un tanto preocupada. “¿Ten cuidado, sí?”
“Tranquila, no creo que pase nada. Keith es muy distinto a su hermano, lo presiento. ¿Te veo más tarde?”
“Sí, justo estoy a tiempo para ir a la fiesta. Tengo que encontrarme con la Señorita Matsuura en la puerta de la capilla.”
“Mucha suerte,” le deseó Lance. “Me cuentas luego qué tal.”
“Si preguntan por mí las criadas—”
“No, tranquila. Se me ocurrirá una excusa para ello.” Lance le sonrió. “Igual, dudo mucho de que alguna vaya a contarle el chisme a tus padres o a los míos… Al menos eso espero.”

Lance no pudo evitar el suspiro que se escapó de sus labios. Hasta ahora, no había habido ningún problema con mantener apariencias, pero siempre existía la posibilidad de que la lealtad de las criadas y sirvientes no fuera hacia ellos, sino hacia sus verdaderos patrones, los padres de Mari y Lance.

“Yo también.” Mari suspiró al igual que él. “Pero no sirve de nada darle muchas vueltas a aquel asunto. Tengo al menos una media hora a mi favor, mientras hablas con Keith.” La rubia se acercó y le dio un beso en la mejilla. “Cuídate, Lance. ¡Nos vemos luego~!” Le canturreó, y se alejó mandándole besos volados. Lance le ondeó la mano, mientras observaba cómo poco a poco se alejaba, hasta perderse en la multitud de pasajeros que paseaban por la cubierta a aquellas horas de la noche.




   

Cuando se acercó al lugar pactado, pensó por unos instantes que Keith había desertado.

Y no le hubiese afectado –o al menos intentaba convencerse de ello—. Al contrario, lo entendía: eran de familias rivales y él no le debía ninguna explicación. Lance había sido el primero en llegar a la cancha de squash, Keith le veía más atractivo a jugar el deporte según las reglas establecidas y sólo habían coincidido en el mismo lugar al mismo tiempo. Nada del otro mundo.

Verlo en la banca al lado del gimnasio le devolvió el alma al cuerpo, y ahí recién notó la excesiva importancia que le estaba dando a aquel encuentro. Era cierto que Keith era un extraño, pero tenía un buen presentimiento sobre él. Lo percibía muy distinto de su familia, completo opuesto del estereotipo que regía a los Duff Gordon: hombres serios, fríos, de pocas palabras y acciones metódicas. No era muy jalado de pelos suponer que, en un futuro, si había un cambio positivo en la familia rival, se podría atribuir a él. Era suponer demasiado a partir de lo poco que lo había tratado, pero Lance estaba confiado de ello. Desde ya, que aceptara juntarse con él sin titubear y le rindiera honor a su palabra decía mucho de él.

Lance le sonrió cuando intercambiaron miradas, y tomó asiento a su lado.

“Te agradezco por venir,” le dijo, luego de un breve silencio.
“Era lo mínimo que podía hacer,” dijo Keith.
“Eres… hijo de los Duff Gordon, ¿no?”
“Sí.” Keith no lo encaró mientras habló, optando por observar a los pasajeros de primera clase que paseaban por la cubierta de paseo. “Debí contarte, pero temí que reaccionaras de una manera negativa. Sé sobre la tremenda rivalidad que tienen nuestras familias: tu padre y el mío se llevan de lo peor. Y Jay me contó que lo mismo sucedía entre ustedes.”
“…Eso no te lo puedo negar.” Lance suspiró: debía admitir que Keith tenía razón.

Por un lado, estaba justificado. Ambas familias competían en el mismo negocio y sus bancos sobresalían por encima del resto, por lo que era natural que existiera una rivalidad entre ellas. Sin embargo, Lance sentía que a veces iban más allá de eso. La rivalidad se había convertido en un odio inmesurable y… no le veía mucho sentido a eso.

“Pero… me da curiosidad, ¿por qué no te he visto antes? Te recuerdo de un par de fiestas, pero de ahí… no creo haberte visto en alguna otra ocasión.” Lance lo encaró, y Keith también se giró hacia él.
“Es por mi hermano menor. Damian siempre fue difícil de mantener bajo control. Ningún sirviente o criada ha podido con él… Así que, naturalmente, esa se convirtió en mi responsabilidad.”
“¿Y tu madre?”
“Ah.” A Keith se le subieron los colores a la cara. “Tiene… una empresa peculiar, y eso le demanda mucho tiempo. Me sorprende que no sepas nada sobre esta.”
“Lencería, ¿no?” Lance le guiñó un ojo.
“¿…Por qué preguntas si ya sabes?” le reclamó Keith, avergonzado.
“Lo siento, lo siento.” Lance se permitió un par de risas. “Quería ver tu expresión.”
“…” Keith rodó los ojos.
“Pero sí lograste asistir a un par de fiestas, supongo.”
“Sí, junto con Damian, fuimos a unas cuantas. Creo haberte visto en alguna de ellas hace unos años, hasta incluso hablamos por un rato. Me acerqué a ti en la cancha de squash justo porque sentía que te conocía de algún lado.”
“Quién imaginaría…” Lance rio. Keith lo miró de reojo y se le unió al cabo de unos instantes.
“Sí,” dijo entre risas. “Fue una coincidencia muy particular.”
“Sé que es muy impertinente de mi parte preguntarte pero… ¿Qué le sucedió a Jason? ¿Por qué no está con ustedes?”
“Disculpa, pero no me siento muy cómodo hablando de eso en estos momentos,” Keith sonaba muy apenado, por lo que Lance asintió sin titubeos, optando por no insistirle. “Lo que sí… debo decirte que ahora yo soy la mano derecha de mi padre. Por ende, soy tu rival, en reemplazo de mi hermano.”
Lance suspiró. “Ya sabía que vendrías con malas noticias.”
“No, no lo tomes así. No es una declaración de guerra. Yo…” Keith desvió la mirada hacia su regazo, pero pareció armarse de valor y volvió a observar a Lance en cuestión de segundos, esta vez con una expresión llena de decisión. “No pienso continuar con la guerra entre mi familia y la tuya. Me encantaría una competencia sana, de ser posible. Quiero pelear contigo por ese trato de la manera más sencilla y honesta.” Keith extendió su mano. “El cambio puede iniciar con nosotros, Lance.”
“Sí, tienes razón,” dijo, y estrujó su mano. Lance vio cómo los ojos de Keith se iluminaron, y le sorprendió notar que, gracias a la luz tenue y cálida del pasillo, sus pupilas parecían de un color lavanda. Era una tonalidad sumamente singular, pero muy llamativa.
“¿Lance?”
“¿Qué?”
“Ya puedes soltar mi mano.”
“A-Ah, sí.” Lance rio, nervioso, y soltó el agarre. “Hey, Keith.”
“¿Mm?”

En esos instantes, una idea cruzó su mente, y Lance tuvo todas las intenciones de sentarse a analizarla. Pero abrió la boca antes que se permitiese balancear los pros y contras de aquella propuesta.

“¿Qué tal si cenamos juntos mañana?”

Keith parpadeó varias veces, procesando la invitación de Lance. Cuando finalmente entendió lo que implicaba, sus ojos se abrieron como platos, y pasó de sorpresa a indignación en un lapso de segundos.

“¿¡Estás loco!?”
“Sí, sé que nuestros padres pegarían el grito al cielo. Pero, ¿no crees que sería una buena manera de iniciar con ese cambio que propones? Demostrarles que podemos llevarnos bien, como las personas civilizadas que somos.”
“…” Keith guardó silencio. “Tienes razón, no lo niego. Sin embargo, eso implica una preparación previa. No puede ser de un día para otro. Los vas a matar de un paro, Lance.”
“…Mm, buen punto.” Lance suspiró. “Pero… igual podríamos cenar sólo nosotros. Si te parece, claro,” sugirió Lance.
“Es riesgoso. Si nos encuentran juntos…”
“¡Para eso está el Masquerade!”
“¿…Qué?”
“El Masquerade. ¿El baile de máscaras organizado por White Star Line?”

Lance había escuchado a su madre hablando muy emocionada sobre el baile de máscaras organizado por la empresa detrás del Titanic, el cual se llevaría a cabo durante la segunda noche del viaje. En esos instantes, no le había dado mucha importancia, pero ahora se presentaba como la perfecta oportunidad para pasar un tiempo de calidad con Keith sin levantar las sospechas de sus familias.

“…Recién me entero de eso.”
“Podemos aprovecharlo. Ahí si pasaremos desapercibidos de cualquier manera.”
“…” Keith lo observó, en silencio. “Okay, confiaré en ti,” dijo, luego de un suspiro.
“Gracias.” Lance le sonrió. “Espera. Pensé que te negarías.”
“¿A cenar contigo?”
“Sí, es una propuesta muy repentina. Y encima, viene de tu nuevo rival, así que… bueno, puedes tomarla de distintas formas.”
“Lo haría, si me dieras mala espina. Pero tengo la sensación de que tienes buenas intenciones. Ahora… ¿estoy en lo cierto?” le preguntó, arqueando una ceja.
“Lo estás,” rio.

Keith asintió, complacido con su respuesta. Lance parecía una persona sumamente sincera, por lo que no veía sentido a desconfiar de él.

“Debo irme. Puede que manden a alguien por mí…” dijo Keith, y se levantó de la banca.
“Los mayordomos de tu familia.”
“Exacto. Se les hará extraño que no me encuentre en mi recámara.”
“Mm.” Lance asintió.
“¿Dónde nos encontramos mañana?”
“¿Te parece si en este lugar de nuevo?”
“Sí,” Keith asintió. “No veo problema con ello. Te veo mañana, entonces.”
“Buenas noches, Keith.”
“Buenas noches.”

Se sonrieron el uno al otro, y por unos instantes, intercambiaron miradas en completo silencio. Keith pareció darse cuenta de que se le hacía tarde, y se giró de un momento a otro, corriendo en dirección a las habitaciones. Lance lo observó desde su posición, hasta perderlo completamente de vista cuando dobló en la esquina del pasillo de la cubierta.

No sabía de dónde había salido la propuesta de la cena, realmente. Lance no se consideraba un loco de los planes y el orden, pero sí le había agarrado desprevenido encontrarse a sí mismo sugiriendo algo así.

Sin embargo, lo que más le intrigaba era que, a diferencia de sus intenciones previas a aquel breve encuentro con Keith, ahora sólo buscaba pasar un buen rato con él. Su curiosidad por el asunto de Jason aún no se había disipado, pero no le era una prioridad. Si durante el transcurso de la cena lograba indagar algo sobre él, perfecto. Pero si no ocurría aquello, sentía que no había problema.

Esperó unos momentos, y luego, imitó a Keith, levantándose de su sitio para caminar hacia las recámaras. Una vez a solas, sintió todo el cansancio de aquel día, y hasta percibió un poco de dolor en ciertas zonas de su cuerpo por los partidos de squash que había jugado en la tarde.

Pero le importó poco: le esperaba un gran día mañana.

Y tenía un muy buen presentimiento de este.


« Last Edit: November 30, 2017, 11:18:32 PM by Eureka »


Shura

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #35: September 30, 2017, 12:53:40 PM »
Buenas, luego por la noche vendré a poner la segunda parte para cerrar el baile, que todo de vez es demasiado estomagante.
La verdad que me hubiera gustado poder leerlas, pero así me aplicaré que ahora viene una semana de fiestas en mi ciudad. Regresar a la rutina es pfffffffffffffffff



Shura salió a la cubierta del Titanic para fumar un cigarrillo, segunda clase había comenzado a llenarse de un desagradable aroma a cigarrillo, siendo que solo era el segundo día de travesía del Titanic. Ya no era porque su acompañante Mei no fumase y no quisiera importunarla, era porque no quería que el olor se impregnase en su ropa, ya que no estaba muy segura de cuándo podría llevar su ropa al tinte, prefiriendo ahorrar ese dinero para viajar por el continente americano.

Sacó una larga boquilla y colocó en el extremo su cigarrillo, gracias a la experiencia, consiguió encenderlo con una sola cerilla pese al aire, dando largas caladas y observando a la gente que paseaba por cubierta.
La mayoría eran niños, podrías diferenciar a los de tercera clase con los de segunda por lo negros que tenían los dientes por la falta de calcio, por todo lo demás, eran prácticamente iguales, ya se debían de haber ensuciado lo mismo de sabe Dios donde se habían metido.
De entre los niños, el resto de paseantes, una pareja atrapó su atención, la anciana iba del brazo del que debía ser su esposo por la similitud de edad, debían de ser de primera clase por la calidad de sus ropas, pero lo que más llamaba la atención entre ambos, eran las sonrisas que se dedicaban. No podía escuchar su charla, pero seguro que no tenía nada que ver, era la devoción que el uno sentía por la otra.

Una mujer rolliza que también fumaba, se apoyó en la barandilla al lado de Shura, sin que la sacase de su contemplación hasta que comenzó a hablar.
-El señor Isidore Straus y su esposa Ida Straus… sólo podrás encontrar una pareja como ellos en algún cuento de fantasía.
-Será por eso que verlos caminar así me maravilla, la amargura no ha podido con los años.
La mujer soltó una risotada ahogada.
-Y serán los rumores de que él nunca le puso la mano encima en toda su vida lo que los hace más admirables. Fantásticos como unicornios.
-¿Eso que dice es cierto? -Shura por fin se giró hacía la mujer, ciertamente sorprendida por el dato. No estaba a favor de aleccionar a la mujer mediante el castigo físico, aunque por aquellas épocas, y muchísimo antes, era el pan nuestro de cada día y se encontraba en todos los estratos sociales.
-Cierto como que me llamo Margaret Tobin Brown, pero si sabe lo que le conviene, me llamará Molly Brown -por el tono y el desparpajo de la mujer, Shura enseguida adivinó que era americana.
-Un placer, y gracias por aclararme sobre los Straus. Saber que existen personas así, hace que por un instante se pueda fantasear de encontrar el amor de verdad.
Shura se presentó enseguida atraída por la mujer, era de primera clase, pero quizás fuera por su origen humilde que se había convertido en una filántropa, y sobre todo por su carácter, no temía mezclarse con el resto de clases.

Pasearon por la cubierta charlando y conociendose la una a la otra, escuchando como uno de los trabajadores anunciaba el baile de máscaras en los comedores de primer y segunda clase para aquella misma noche.
-Suena delicioso -Molly pese a sus cuarenta y tantos largos años, tiró a Shura de la manga para llamar su atención emocionada como una colegiala-. Dígame que asistirá.
-Me encantan los bailes, pero busco que mi cara sea conocida y taparla con una máscara no es lo que más me conviene.
-Querida, tiene usted más encantos que su cara.
-Le seré sincera entonces, -se inclinó hacía ella de manera teatral y confidencial-, a su lado no podría resaltar, con una sola palabra suya, el resto quedamos eclipsados-. A Shura se le contagió la risa de Molly Brown, halagada por el comentario venido de alguien mucho más joven que ella en apariencia, porque su espíritu seguía siendo el de una veinteañera.
-La buscaré durante el baile, asista querida, no me defraude -le guiñó un ojo adivinando que ya se había salido con la suya.
-¡Que abrumadora responsabilidad! Pero no puedo negarle nada, cuando busque algo de diversión, esperó verla en el salón de segunda clase.



Mei había permanecido todo el día en su camarote, leyendo libros y tomando apuntes en un cuaderno. Podía pasarse horas recolectando datos, y realmente, se sentía agradecida por su compañera de camarote que se había preocupado por traerle su almuerzo y le prestaba la compañía de su perro salvo cuando lo sacaba a pasear.
Intentaba no fijar la vista en aquel maldito baúl, distrayéndose todo lo que pudiera en cualquier estudio. Cuando Apo comenzó a ladrar, sabía que aquello iba a volver a ocurrir.

Tocaron a la puerta, dos toques rítmicos, pero la única respuesta que iba a obtener eran los ladridos del perro. Ya le habían advertido a Mei que aquello podría suceder, y que bajo ningún concepto debía abrir la puerta.
Los dos golpes se convirtieron en tres, el último de ellos más vehemente que el anterior, y después algo que nunca había sucedido y que la colmó de ansiedad. Quien fuera que estaba al otro lado de la puerta, intentó girar el pomo, forcejeando aun topándose con que estaba cerrado con llave. 
Mei cerró los ojos fuertemente, tapandose los oidos como una niña asustada, recitando para sus adentros el último capítulo que acababa de leer de su actual libro “Los Miserables”, Mei tenía una memoria prodigiosa y centrarse en aquello parecía ayudarle a sobrepasar aquel momento. Pero ni con esas, podía evitar un funesto pensamiento, rezaba para que Shura no volviera en aquel preciso instante y se topase con quien intentaba entrar en la habitación.

Cuando aún estaba concentrada, dejo de escuchar como forcejeaban con la puerta, pero apenas habíendo pasado un minuto, que reconoció a Shura intentando abrir la puerta.
-¿Mei? ¿Estas dentro? -La mujer extrajo la llave de su bolso y la hizo girar entrando en la habitación, reconociendo a su compañera que la miraba estupefacta y con la frente perlada en sudor, paralizandola también a ella-. ¿Te encuentras bien?
-¿Había alguien en el pasillo?
-¿Quién? -Shura no comprendía nada de lo que le decía, agachándose para acariciar a su agitado perro-. ¿Has escuchado algo raro? ¡No habrán intentado entrar a robar!
-No no, es solo que... -Mei habló atropelladamente para después cortarse de hablar y crear un incómodo silencio.
Shura se sentó a su lado en la cama llena de libros, colocando un mechón descuidado de pelo detrás de la oreja y tomándola maternalmente de las manos.
-Mei, estar aquí encerrada no te está haciendo ningún bien, necesitas que te dé el aire.
-Tienes razón… tengo que darte las gracias, habría caído enferma si no llegas a traerme algo de comer.
-Esta noche hay una fiesta, un baile de máscaras y me encantaría que me acompañases.
Mei sintió un nudo en la garganta, se sentía muy culpable, pero tenía que cumplir con su obligación si quería que como china pudiera entrar a Estados Unidos, se disculpó interiormente con Shura, pero sabía que debía aguantar aquel cautiverio, ya quedaba menos de una semana.
-No me gusta estar rodeada de gente.
Shura le soltó las manos, Mei no era mala persona, pero sí demasiado extraña y cada vez lo demostraba más, ni siquiera ella sentía deseos de insistirle demasiado ni mucho menos obligarla para que estuviera incómoda.
-Por lo menos sal a  la cubierta, podrías aprovechar para pasear a Apo.
-Vale -mintió de nuevo mientras Shura se dirigía a su armario para prepararse para el baile.

Prácticamente no tenía demasiada elección en aquel armario, pero guardaba su mejor atrezzo en falsos diamantes, aquel blanco quedaría bien con un traje negro, hubiera preferido el color del oro, pero la única máscara disponible era una de cartón piedra, blanca con la forma de un cordero con una media luna negra en la frente. Era uno de sus papeles favoritos del teatro, se complementeba con una máscara de lobo negra con una media luna blanca en la frente y que no había podido llevarse. Eran las caras de cordera, la muerte piadosa y el lobo, la muerte despiadada, prefería aquella que tenía entre sus manos, bailar en el escenario y moverse con gracilidad y sutileza, susurrar palabras de aliento mientras apuntaba con un arco directa al corazón de la actriz que hacía de víctima… las representaciones de muerte eran las más populares y por las que el público llenaba el teatro, y salirse del concepto de la parca siempre arrancaba aplausos.   
Para cuando se hubo terminado de preparar, el baile debía estar a punto de comenzar.
-Nos vemos luego, Mei.

Salió de su camarote ya con su máscara puesta, pero había alguien que le esperaba oculto entre las sombras, el destino parecía gastar una curiosa broma, si Shura sólo fingía ser una muerte piadosa, aquel hombre era la representación del lobo cruel. Quien acechaba tras la puerta, había regresado para terminar lo que había estado intentando durante todo el día. Justo a tiempo de encontrar a su ocupante saliendo y cerrando la puerta con llave, no podía verle la cara, pero había visto aquella llave y era lo que necesitaba para entrar. En su trabajo, la discreción lo era todo, y aquello era un regalo que no se iba a permitir desaprovechar.



Lux estaba tumbada en la cama leyendo junto a Noel, que descansaba después de su paseo con Ann, la cual estaba duchándose en el baño del camarote de primera, Lux compartía el suyo con Nanami, pero se volvía insoportable y prefería estar con sus hermanas menores. 
-¿Qué estás leyendo? -Noel tenía mucho mejor color, el aire marítimo le sentaba bien y lo notaba en sus renovadas energías.
-Primicia mathematica.
Noel suspiró fingiendo cansancio que realmente sentía al escuchar aquel título, prefería la faceta infantil y nerviosa de Lux que  no aquella de empollona, ahora sabía porqué había venido a la habitación, a Nanami tampoco le gustaba verla estudiar cosas tan complejas, decía que le provocarían arrugas.
-Hoy en el paseo, no hemos visto gaviotas…
-Las gaviotas no vuelan hasta mar adentro.
Noel desistió de tener una conversación, Lux había entrado en modo rata de biblioteca, cuando casi suplicaba por una distracción, Gwen llamó entrando a la habitación, mirando a sus dos hermanas sobre la cama con gesto divertido, a sabiendas de que guardaba una gran noticia.

-¿Qué hacéis en la cama a estas horas? -Arrancó una sonrisa a sus hermanas al reconocer el tono de su madre-. Deberiaís prepararos para esta noche.
-Aún es pronto para prepararse para cenar.
-¿Quién ha hablado de la cena?
Ann salió del baño vistiendo una camisa interior y unos pololos blancos llenos de encajes, aún con el cabello mojado atusándose con una toalla para secarlo, y observando a sus tres hermanas expectantes.
-¿Qué pasa? 
-¡Habla ya Gwen! No nos tengas en ascuas.
-Pues resulta, que esta noche hay una fiesta de máscaras en el barco -Gwen sonrió ante la emoción de las tres hermanas.
-Bueno, era de esperarse un evento social visto la cuna de algunos pasajeros -Lux pese aquel tono de marisabidilla, saltó directa a su armario para comenzar a elegir un traje. 
-¡Genial! Mi cuerpo pedía algo de dulce -Ann no le importaba tanto la etiqueta como permitirse un capricho-. ¿Pero de dónde sacaremos las máscaras?
-Para eso tenemos a nuestra hermanita más dulce- Gwen saltó a la cama entre risas, siendo imitada por sus dos hermanas, las tres le hacían cosquillas por la cara y le acariciaban el pelo como hacían cuando eran más niñas y querían jugar con ella a papás y mamás, ahora el juego había cambiado a una diversión nostálgica, pero Noel sentía su pecho hincharse de amor por sus hermanas explotando en carcajadas que le quitaban el aliento.
-Va, dejame la máscara roja con orejas -Ann le besó la mejilla adelantándose en peticiones.
-¿La de gato?
-¡Es la de una pantera!
Noel a raíz de su enfermedad, tenía un buen número de máscaras para sus juegos, y por supuesto, se las había llevado en su equipaje.
-¡Vale!
-¡La hermanita más dulce! -Ann la beso en la nariz.

La última hermana, Nanami, entró en el dormitorio conteniendo el aliento al reconocer a sus hermanas alrededor de Noel, obviamente, se habían enterado del baile y se le iban a adelantar para pedir una máscara.
-¿¡Qué haces besando a la lisiada!? -Ni todo el dramatismo podía arruinar aquel momento, y el comentario, no le dieron importancia al ser una broma personal. Nanami entró en la cama apartando a sus hermanas y sentándose en las almohadas donde podía acariciar la cabeza de Noel-. ¿A tu hermanita favorita le darás la máscara de cerámica veneciana?
Por supuesto, la máscara más engalanada y dorada, la de reina, iba a ser la petición de Nanami.
-¡Has llegado la última! ¡Te toca esperar! -Lux le recrimino, pero recibió que su hermana mayor le arrojase un cojín a la cara.
-¡Soy la mayor y elijo primero!

Gwen se acomodó en la otra cabecera junto a Nanami, acariciando el suave pelo rubio de Noel, suspirando melancólicamente.
-Siempre has sido tan bonita y suave Noel, ¿te acuerdas de que mamá te llamaba su pollito?
-Fue Nero quien le puso el apodo de pollito -Ann dibujó una sonrisa, recostandose boca arriba junto a Noel y apoyando la cabeza en las piernas de Gwen.
Aunque tuviera cuatro años, Ann reconoció que aquella piel de bebé se Noel, no se había perdido. 
-Todos los hermanos queríamos dormir contigo, porque siempre has sido suave y calentita como un pollito- Lux, más mayor lo recordaba todo vívidamente-, pero mamá no nos dejaba, porque te quería sólo para ella.
-Por eso ahora eres nuestro pollito -Nanami le golpeó suavemente en la nariz con la yema del dedo, reposando las cinco hermanas juntas y en paz.

-Hoy… quiero ir a la fiesta sin la silla, puedo sentarme en cualquier silla, pero no quiero llevar la mía, eso es todo.   
Aún con lo último, que claramente era una excusa acelerada, las hermanas entendieron que la niña comenzaba a hacerse una mujercita y le daba importancia  las apariencias, a fin de cuentas, la silla era para ayudarla a salir sin que se agotase en sus paseos, si sentía que no la necesitaba, era una cuestión de celebración.
-Como tu quieras.
-...Creéis… -Noel sentía la boca seca al querer decir aquello-. ¿Qué alguien querrá bailar conmigo?
-Seguro que si -Ann lo decía de corazón además de motivarla, su hermana era muy bella.
Gwen torció el gesto mirando hacía su hermana Lux que tenía la misma expresión preocupada, no sólo era por las apariencias, como cualquier otro, Noel quería encajar y gustar a más gente, y quizás eso la sobre exigiera más de lo que su enfermedad iba a permitirle. 
-No puedes bailar con los chicos como hacías con papá subida a sus pies, ya eres toda una mujercita-. Nanami más directa, habló sin tapujos ofendiendo justo donde debía a Noel, prefería hacerla sentir como una niña a como una enferma.
-Eso ya lo sé… no me trates como a un bebé.
-Ahora vamos a arreglarnos, tenemos mucho trabajo antes de la fiesta- Gwen se desplazó fuera de la cama seguida por Nanami.
-¡Gwen! ¡Peiname tu!

Ojalá su padre hubiera contratado alguna criada…





Deidara

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #36: September 30, 2017, 03:45:42 PM »
au en el que posteo a tiempo :<
voy atrasadíiiisima

tw gays

*

Deidara observaba el nombre escrito a mano en aquel importante papel. El nombre de su víctima, y el nombre del objeto a recuperar. ¿Qué podía tener de tan importante aquella katana? Deidara no entendía mucho de espadas japoneses, pero bien podía estar cubierta de diamante, o bañada en oro, porque iba a arriesgar mucho por aquellos clientes. No sólo iba a cometer un asesinato en un importante barco, sino que también iba a robar un objeto que llamaba demasiado la atención.

Zoro Thorne.

Por algún motivo, el nombre le resultaba familiar, pero no acababa de situarlo.

Los últimos acontecimientos le habían dejado demasiado descolocada, y ya había pasado casi un día entero, que ahora consideraba perdido. Haber perdido su equipaje, y haberse encontrado con un infiltrado Matt habían supuesto perder valioso tiempo, que podría haber usado para investigar.

Y por si fuera poco… ahora tenía que preocuparse de aquel desconocido que se había encontrado con su equipaje, el cual probablemente había husmeado. Sólo esperaba que no fuese lo suficiente chismoso como para contarle a cualquier alto cargo de la tripulación cuáles eran los contenidos de su bolsa. Dejaría de lado el inoportuno suceso; ya se preocuparía por ello en caso de que fuese necesario. Por ahora, se centraría en el asunto principal.

Un rápido vistazo a su reloj de bolsillo le hizo ver que empezaba a hacerse tarde – se acercaba la hora de la cena, y sería buena idea aprovecharla para recabar información. Tal vez allí descubría algo de interés.

Buscó en su (recuperado) equipaje alguna vestimenta, adecuada para la ocasión, y se alistó en poco menos de diez minutos. Deidara tenía sus prioridades claras, y aunque era necesaria una buena imagen, sabía cómo gastar el mínimo tiempo posible en arreglarse y parecer presentable. Su tiempo era mejor invertido en investigar, en aquella ocasión.

Sólo esperaba que de verdad encontrase algún tipo de información válida.

*

Era la primera noche en el Titanic, y Dean ya tenía encandilada a más de una dama. El comedor de los tripulantes de segunda clase estaba lleno de viajeros en la primera noche del crucero, disfrutando de la deliciosa cena (si bien no tan espectacular como la de los viajeros de primera clase) y Dean había despertado el interés en alguna que otra soltera dama.

Era lo que se le daba bien – hablar, llamar la atención de las mujeres, decirles cosas bonitas que querían escuchar. Parecía haber nacido con un don para ello, era la envidia de muchos hombres que lo único que recibían de parte de las mujeres eran ‘no’ tras ‘no’. ¿De dónde lo sacaba? A saber.

Lo que sí que sabía Castiel, era que Dean no era así en la realidad. Todo era una fachada, y es que el chico podría haberse dedicado fácilmente a actuar de teatro en teatro, pues mentir era lo suyo.

Porque, quién diría que Dean en verdad –

“Oh, mira, te presento a mi amigo, Castiel…”

La joven dama caminaba junto a Dean. Castiel se había perdido en sus pensamientos, no dándose cuenta que la pareja se acercaba hacia él.

“Dean. Creo que voy a salir un rato a tomar el aire. Empiezo a marearme, el ambiente…”

Castiel dirigió una mirada a la mujer, le dedicó una sonrisa, de cortesía puramente, y se retiró.

Estaba acostumbrado a tener que presenciar escenas de ese estilo, pero eso no significaba que lo aguantase.

La brisa de aire fresco no ayudó mucho. Al menos le daba una excusa para salir del lugar.

Se apoyó sobre el pasamanos. Ya había oscurecido, así que aunque se escuchaba el ruido de las olas chocando contra el crucero, era difícil vislumbrarlas. Aun así, el fuerte, pero agradable olor a mar, se colaba en su nariz.

Distraído, no se dio cuenta que tenía compañía. Una mano se coló entre su brazo, llamando su atención.

“Cas.”

Dean.

Castiel suspiró, girándose para quedar frente a frente con su amigo. La luz en el exterior era suficiente como para distinguir la preocupación en su rostro.

Porque Dean podía parecer todo halagos y palabras endulzadas, pero todo aquello era una fachada, que desaparecía cuando estaban a solas.

“¿Estás bien?”
“Sí, Dean.” Mintió. Él también sabía hacerlo. Pero nunca engañaba a Dean, no era tan bueno como él.
“Déjate de… ¿qué pasa?”
Castiel soltó un bufido. “¿Qué pasa? Dean, sabes – es siempre lo mismo… ¿crees que es sencillo verte con otras mujeres, ver cómo les dices palabras bonitas en el oído, delante de un amplio público?”

Dean pareció alarmado. Echó un vistazo rápido alrededor. No había nadie cerca que pudiese haber escuchado las palabras. Pareció más calmado.

Castiel odiaba tener que estar siempre en alerta.

“Ángel, sabes que…”
“No,” le interrumpió Castiel. “No intentes ahora comprarme a mí con palabras bonitas. Es… Dean, no es sencillo. Es… es innecesario.”

Era una conversación que habían tenido en más de una ocasión.

Porque sí, todo el mundo sabía de Dean y Cas, los dos mejores amigos, juntos a todas partes. Uña y carne, no hacen nada el uno con el otro. Comparten vivienda para ahorrar en gastos, llevan el mismo coche, frecuentan los mismos bares y tienen el mismo círculo de amistades. Inseparables.

Lo que no saben, es que ello va a más. Que no queda ahí.

Que Dean y Cas, son más que mejores amigos.

Desde un principio ambos habían sido que no iba a ser sencillo esconderse, que nadie más que ellos lo iban a entender. Los pocos que les habían descubierto, los habían rechazado, con mínimas excepciones. ¿Quién iba a aprobar de hombres a los que les gustaban otros hombres?

El rechazo había sido el mayor detonante de que tomaran la decisión de marcharse a tierras americanas. Tras un duro año ahorrando, consiguieron comprar dos pasajes de segunda clase para el Titanic. El enorme buque les llevaría a Nueva York. En Nueva York nadie les conocía, era un lugar en el que había mucho por descubrir, en el que seguro que la gente sería más abierta que el pequeño pueblo en el que residían. Castiel y Dean eran dos jóvenes con mucho futuro por delante, dos jóvenes que podían convertirse en grandes promesas del fútbol, un deporte que empezaba a tomar más importancia en América del Norte. Cuando llegasen allí, los clubs se pelearían por poder tener en sus equipos a dos jóvenes europeos, con ganas de jugar, con experiencia y éxitos a sus espaldas.

Era un plan arriesgado, pero era un plan por el que estaban dispuestos a jugársela. Si sus carreras deportivas no se disparaban, siempre podrían buscar trabajo en cualquier fábrica. Eran jóvenes, tenían toda la vida por delante.

Pero sí, se jugaban tanto, dejaban tantas cosas atrás…

Y Castiel lo sabía. Sabía que Dean, podría parecer la persona más segura del mundo, pero… tenía dudas. Y sueños. Sueños que no podría cumplir con Castiel.

“Cas.”

Dean siempre sabía usar el tono, esa forma de decir su nombre que le erizaba los pelos de la nuca, que llamaba su atención, que hacía que Castiel concentrara todos sus sentidos en Dean. ¿Cómo podía ser tan fácil?

El chico de ojos verdes se le acercó. Castiel se alarmó. ¿Había alguien cerca? ¿Les estaban observando?

“Dean,” susurró Castiel, avisándole.
“Siento… siento que te molestase. Pero sabes que esto, está siendo… vamos a pasar cinco días encerrados en este sitio. Sí, el barco es enorme, pero… hay que mantener las apariencias. ¿Qué crees que pensará la gente, si ve a dos jóvenes, solteros, que pasan demasiado tiempo juntos?”
“No tienen que pensar nada,” respondió Castiel. “Podríamos ser dos hombres que van a reencontrarse con sus prometidas en Nueva York. Podemos estar casados. Podemos estar buscando el amor, pero no aquí. O simplemente, no estar interesados en asuntos del corazón.”

A Dean le importaban más las apariencias que a Castiel. Si por Castiel fuera… besaría a Dean allí mismo. Le pediría que fuese a cenar con él, cogidos de la mano. Le pediría encender las velas de su mesa, le miraría a los ojos mientras cenasen. Luego, le pediría un baile, y le llevaría más tarde a ver las estrellas. Le hablaría de cada una de ellas, todavía cogidos de la mano, para luego invitarle a una última copa, y más tarde, acabar la velada en su cabina.

Ignorando las miradas de odio y repugnancia de todos aquellos alrededor suyo.

Ojalá pudiese cumplirse aquel sueño.

*

Sentía cómo había perdido aquella noche.

Si bien había pasado una velada agradable… había tenido la oportunidad de cenar con varios tripulantes del Titanic, incluso hacer buenas migas con damas como Sayaka Gracie y Sayi Darcey. Sí, Deidara había hecho un buen papel al meterse en la piel de una Darwin, incluso aquel tal Charles, biólogo primo de Sayaka, se lo había tragado… pero por otra parte, se había sentido tan fuera de lugar. Deidara no era para nada una dama bien vestida, una chica criada entre algodones, con todas las facilidades del mundo. No, no era nada como aquella gente de primera clase con la que había tenido la oportunidad de pasar la velada. Ella había literalmente tomado vidas con sus manos para llegar donde estaba, para ganarse la vida y sobrevivir en la dura Inglaterra. En cambio, todos aquellos de los que se rodeaba, o gran parte de ellos, parecían tener la vida resuelta…

Se dejó caer sobre un banco, a escasos metros de uno de los salvavidas. Sí, tenía una misión por cumplir, pero… ¿quién le decía que eso no le permitía disfrutar un poco del crucero? Tenía un billete pagado, que le permitía pasar 5 días en aquel enorme navío, ir allá donde quisiera sin pega alguna. Por una vez, sí, joder, iba a disfrutarlo. Iba a hacer su papel, a tomárselo bien en serio. Iba a ser Deidara Darwin, asesina tras las cortinas, pero también nieta del famoso científico inglés, dama con pasaje de primera clase que se encontraba rumbo a Nueva York para hablar en universidades y escuelas de los viajes de su difunto abuelo.

¿Que había perdido una velada, hablando de tonterías con otros pasajeros de primera clase? Pues hecho estaba, y sin remordimientos ninguno. Era parte del trabajo, pasar desapercibida. Más extraño hubiese sido que Deidara Darwin se hubiese pasado la noche encerrada en su camarote, o yendo de arriba abajo, en busca de un desconocido.

Que, pensando en desconocidos, pensó en otro cierto desconocido. Y en cómo no tenía ni idea de a qué clase pertenecía aquel tal Zoro Thorne. Había casualmente colado en la conversación el nombre de su víctima, pero ninguno de sus acompañantes había parecido reconocer el nombre, así que tal vez Zoro Thorne podía tratarse de un pasajero de segunda, o incluso tercera, clase… Sabía que el chico que había encontrado su equipaje pertenecía a segunda clase, así que podría usarle como excusa para colarse en zonas dedicadas a pasajeros de menores clases, y así investigar. Chico que, por algún extraño motivo, le había llamado la atención – y no sólo porque probablemente, sabía ahora que Deidara portaba armas en su bolso.

El reloj de bolsillo que tanto chequeaba había pertenecido a su padre, y cada vez que lo revisaba, su imagen venía a su mente. Si él estuviese allí, sin duda estaría juzgándole, echándole en cara el no haber encontrado todavía a su víctima.

Pero sabía que lo conseguiría. En ocasiones, se necesitaba un tiempo de cocción más largo para obtener mejores resultados.

*

 

 



Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #37: September 30, 2017, 04:07:39 PM »

Bitácora #6 — A Real Party (Part I)

Le era extraño ser ella quien estaba de pie, sola, y esperando en el vestíbulo del restaurante. Algunos pasajeros se detenían a saludarla, pues tras haber sido introducida por Kaien, al parecer finalmente empezaba hacerse de un nombre a bordo del Titanic.

No obstante, aquello no le hacía sentir bien, considerando que era a Ichigo a quien estaba esperando esa noche, y no a Kaien.

Honrando el pedido del duque von Stresemann, Sayi le había pedido a Franz que por favor le extendiera una invitación a Ichigo para cenar los dos. Y, si bien ella no entendía cómo el hablar con el rubio le ayudaría a cambiar su actitud, aún así tenía ganas de preguntar más sobre él.

Kaien no había demorado en pedir su compañía esa noche, y aún le sabía mal el haberle informado que tenía otros planes. El pelinegro había sido tan amable como siempre, aún aceptando su negativa, y se había ido satisfecho con la promesa de desayunar juntos la mañana siguiente.

Sayi aún no le había dado una respuesta a su invitación de visitarlo en Nueva York, y ello, junto a las palabras de Franz, resonaban en su cabeza. Hace dos días hubiera aceptado sin pensarlo dos veces, sin embargo… ahora dudaba. Y por una razón que aún no podía señalar.

Ichigo ingresó al vestíbulo y Sayi se apresuró en darle el alcance. No entendía por qué pero se encontraba nerviosa. Supuso que debía tratarse de lo poco convencional que era el haber sido ella quien le extendió la invitación.

El rubio hizo una pequeña reverencia antes de hablar.

“Debo suponer que esto fue obra del duque, ¿cierto?”

Considerando el secretísimo con el que Franz le había hablado hace unas horas, Sayi dudaba mucho que supiera el verdadero motivo de su invitación. Por lo tanto, decidió seguirle el juego.

“Algo así” le respondió “Pero yo también tenía ganas de conversar, ¿tu no?”

Ichigo le sonrió, y Sayi se giró hacia el restaurante. À la Carte era uno de los lugares para cenar más recurridos abordo del barco y, al tratarse de una concesionaria, este se jactaba de tener un menú de alta cocina francesa el cual la pelirrosa tenía curiosidad por probar.

Sin embargo, el lugar se veía bastante lleno, y quizás no podrían conversar con la libertad que quisieran.

“¿Tienes mucha hambre?” le preguntó Ichigo, y el primer instinto de la pelirrosa fue negarse. Lo más importante para ella no era la cena… al menos no en ese momento “Conozco otro lugar que me gustaría visitar antes”
Sayi alzó las cejas en interés “Vayamos a donde gustes” le respondió, mostrándole una sonrisa “Siendo yo quien te invité, quiero que estés a gusto”
“Vaya, si eres toda una dama”

Sayi rió ante su ocurrencia y entonces Ichigo le ofreció escoltarla. Ella tomó de su antebrazo con ambas manos, y dejó que la guiara fuera del vestíbulo.

“Sin embargo” le mencionó, camino a los ascensores “He de advertirle que este lugar podría ser… algo inortodoxo para una dama como usted”



El ascensor los dejó en la cubierta D, y bastó un corto recorrido para llegar al área abierta de tercera clase. La cantidad de gente aumentaba considerablemente conforme se adentraban en el lugar, y la melodía amenizando aquella reunión era compuesta por gaitas, tambores, y risas. Risas sin remordimientos; muy diferente a las apariencias que debían resguardarse en las reuniones a las que se había acostumbrado.

Los pasajeros de tercera clase conformaban la mayoría de personas abordo del trasatlántico. Sumaban los pasajeros de primera y segunda, y algo más… no obstante, no tenían meseros atendiendo cada capricho, ni músicos a cargo de entretenerlos.

Pero parecía que no lo necesitaran, pues ellos solos se organizaban para divertirse a bordo. Había cerveza disponible por doquier, juegos de cartas y dados esparcidos por las mesas, y dos podios que las parejas bailando se alternaban por ocupar. A diferencia del baile de mascaras a la que habían asistido la noche anterior, la algarabía y diversión se respiraba en el lugar. Esto era una verdadera fiesta, donde las personas podían bajar la guardia y relajarse por un tiempo.

Ichigo tomó un par de vasos con cerveza y señalo dos sillas vacías al otro lado de la sala. Una vez se sentaron, Sayi aceptó una de las bebidas y tomó un largo sorbo de esta. El alcohol se sintió amargo y le hicieron encoger su rostro. Las risas de Ichigo le hicieron girarse hacia su acompañante.

“¿Súcede algo?”
“Tu cara es graciosa” le respondió. Sayi pretendió ofenderse, pero acabo riendo también.
“Pensé que no te gustaban las reuniones”
“No me gustan. Al menos, no las de primera clase” dijo, alzando las cejas “Estas son mucho más divertidas, aunque sea para observar a la gente”

Y tenía razón, era divertido solo sentarse en silencio y absorber lo que trascendía a su alrededor. No había ni una cara larga entre los danzantes, y abundaban los rostros colorados por el alcohol y las risas. Había una niña de cabellos rizados bailando con una muñeca. Un sonoro golpe llamaron su atención a una mesa, donde un joven acababa de sacar la mejor mano y se había hecho de las apuestas echadas en el tablero. Una anciana le sonreía a su marido, quien a su vez marcaba impecablemente el ritmo con su pie y bastón. Probablemente era un músico, sin instrumento para acompañar al grupo de turno pero no por ello divirtiéndose menos que el resto.

Sayi tomó otro sorbo de su cerveza y se limpió la garganta.

“Ichigo, ¿que planeas hacer cuando llegues a Nueva York?”
“Estamos viajando para asistir a una cita con un doctor, un buen amigo de la familia, quien vive en la gran manzana. Han tenido dificultad diagnosticándole un malestar al duque, y él tiene mucha confianza en que su amigo llegará a la raíz del asunto“ le explicó Ichigo “Aunado a ello, Franz quiere ver un par de obras en Carnegie Hall. Y después quiere alejarse de la ciudad lo más posible hasta que sea hora de regresar”
“¿El duque está enfermo?” le preguntó Sayi, e Ichigo asintió con una sonrisa forzada. No recordaba haber notado algún indicio de que algo estaba mal “No es nada grave, ¿verdad?”
“No parece serlo. Si bien no sabemos de que se trata, no irrumpe con su ritmo de vida. Y se que él odia que diga esto, pero yo creo que es por la edad…”

La pelirrosa rió ante el comentario. Era admirable cómo Ichigo era totalmente devoto al duque y cómo, por su lado, el duque se preocupaba en demasía por el rubio. Era un lazo muy estrecho, que aunque no uno hecho por sangre, parecía trascender más allá de roles o clases sociales.

“Y tu, ¿que planeas hacer cuando llegues a Nueva York?”

Sayi recordó la invitación de Kaien… pero no pudo comentar sobre ello teniendo a Ichigo frente a ella.

“Pasear por la ciudad un par de días antes de tomar un tren a Massachusetts” le respondió “Si el duque quiere conocer Boston, son más que bienvenidos a venir conmigo. El conservatorio es uno de los mejores del país”

Se sintió fatal de haber obviado a Kaien sin haberle dado una respuesta, pero entonces Ichigo le sonrió de una manera diferente a la que estaba acostumbrada. Y Sayi se preguntó si aquel era el cambio al que se refería Franz.

“Le haré llegar tu invitación al duque, pero tengo la impresión que aceptara gustoso”

Ichigo le había contado que su linaje siempre sirvió a los von Stresemann, una familia que si bien iba en declive, todavía era considerada parte importante de la nobleza Suiza, al ser descendientes directos de los von Erlach de Berna. Ichigo se mostraba orgulloso al hablar de su amo, pero Sayi recordaba su conversación con el duque con un tono diferente. Y es que Franz, el último con el título en hombros y con ningún descendiente bajo el brazo, presentía el final de su dinastía con él, y sin un posible futuro que ofrecer a su sirviente favorito.

Era un tema difícil a tratar, pues Sayi no tenía relación con los antiguos nobles ni con Europa, salvo los tres meses que acababan de terminar y las personas que había conocido en el camino. ¿Cómo era que el duque pretendía que le ayudara con Ichigo?

Intentaba pensar en qué preguntar a continuación cuando el rubio dejó su asiento. Sayi lo observó quitarse su abrigo, y dejar su bebida en su silla.

“¿Me concede esta pieza?” le preguntó, y Sayi asintió, algo nerviosa. No sabía como bailar esa música, pues no se trataba de ragtime, o de valses.

Pero Ichigo fue rápido en calmar su ansiedad.

“Solo sigue mi ritmo y estarás bien”
« Last Edit: September 30, 2017, 04:12:28 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Isumi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #38: September 30, 2017, 06:33:34 PM »
Y yo así de 'ok con este aporte termino al menos la cena del segundo día' YEAH RIGHT.






Ch. 4


“Soy su hermano.”

Esa fue la frase con la cual Hiro justificó de manera astuta el hecho que tuviéramos el mismo apellido. Me quedé con la boca abierta sin saber qué decir, mientras observaba como este niño se salía con la suya todo el tiempo como si fuese la cosa más natural del mundo.

-¿Enserio?- Isumi preguntó de manera incrédula, pero enseguida se dio cuenta de lo irrespetuoso que sonó su tono y luego de aclarar su garganta, continuó. -Quiero decir… es la primera vez en mi vida que veo dos hermanos tan... diferentes.- Dijo sin poder encontrar otra palabra que no sonara racista.
-Digamos que tenemos nuestras circunstancias. ¿Te gustaría saber al respecto?- Hiro le preguntó con un tono totalmente calmado mientras que yo me esforzaba en lo más posible para no demostrar en mi rostro el pánico que me consumía.
-¡Por supuesto!- Exclamó ella entusiasmada.
Hiro sonrió maliciosamente y le respondió: -Podrás escucharlo todo esta noche durante la cena, si así lo deseas.-
Una parte de mi quería comportarse como su hermana y darle un buen golpe en la cabeza, pero así como él se metió en esa situación, logró también escapar, aunque solo por el momento. Por lo tanto también me sentí aliviada de no haber perdido la compostura.
-¡Hahahaha!- Al contrario de mi, la señorita Isumi no pudo contener una carcajada al escuchar el comentario de Hiro. -Este niño es super interesante.- Le comentó a Haru quien miraba incrédulo la escena. -Entonces los espero esta noche.- Dijo ya con una voz más calmada y comenzó a darse la vuelta para irse cuando recordó algo. -Ah, Isuzu a ti te espero esta tarde para escoger el vestido adecuado para la cena ¿de acuerdo?-
-...De acuerdo.- Dije tímidamente. La verdad era que me sentía muy fuera de lugar solo con tomar prestado un vestido suyo, pero no podía declinar su oferta, ya que parecía muy contenta al respecto.

Una vez solos, agarré a Hiro con fuerza de la muñeca y lo arrastré al paseo cubierto como lo haría cualquier madre enojada con su hijo.
-¡Oye ¿qué haces?!- Hiro protestaba e intentaba soltarse; pero era ya mucho lo que le costaba llevar el paso apurado al que estaba yendo yo y al final se rindió y se dejó llevar por todo el largo del paseo cubierto hasta llegar afuera.
Seguí arrastrándolo hasta que encontré el lugar perfecto para tener una conversación privada con él: detrás de las chimeneas.
Lo senté en el banco que se encontraba allí y, mirándolo con autoridad, comencé finalmente a hablar en voz baja, pero enojada.

-¿Qué se supone que significa eso? ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ¿Cómo se supone que les vamos a explicar ésto?-
A mi ráfica de preguntas, Hiro volteó el rostro hacia el costado para evitar mirarme a los ojos, y después de unos segundos y con un tono irritado en su voz, me respondió: -No me gusta cuando la gente se hace la astuta conmigo.-
¿Se refería acaso a cómo Isumi nos invitó a la escena con la excusa de contarnos su historia? No me parecía que hubiese pasado otra cosa además de eso.
-Y como no te gusta la gente astuta, ¿tuviste que hacerte el astuto tú también?-
-...- Sin decir nada, siguió evitando mi mirada con una expresión frustrada.
Después de largar un fuerte suspiro, me senté a su lado y con un tono más calmado le pregunté: -¿Tienes un plan ya?-
Al escucharme, Hiro volteó nuevamente su rostro y ahora miraba a sus pies. -Simplemente decimos que tenemos el mismo padre y diferentes madres.-
-Eso significaría que ambas madres cometieron adulterio. O al menos la tuya. Aunque de todas formas es impensable que un hombre asiático tenga hijos con mujeres blancas, mucho menos que se case, así que… ¿algún plan más elaborado?-
-Hmm…- Hiro se puso a pensar. Luego de haber dicho lo que dije me di cuenta que tal vez él no sabía el significado de la palabra ‘adulterio’, pero al no haberme preguntado al respecto, supuse que no era ese el caso.
-Aunque…- Y entonces seguí hablando antes de que él encontrara otra solución. -Técnicamente mi madre cometió adulterio cuando se juntó con mi padre. Por lo que supe, ella estaba comprometida con otra persona cuando lo conoció. De alguna manera se enamoraron y ella quedó embarazada de mi. Cuando su familia se enteró, la echaron de la casa y ella fue a vivir con mi padre. Nunca se casaron, claro está. En cualquier tipo de clase social a la que pertenezcas, no son muy bien vistos los matrimonios interraciales.-
-¿Así que eres mestiza?- Me preguntó interesado a la historia. -Ya me parecía que eras muy bonita como para ser enteramente asiaticOUCH.- Le di un golpe en la cabeza antes de que terminara.
-No te permito hacer esa clase de comentarios racistas.- Le dije con un tono severo como si realmente fuera su hermana.
-¡Era una broma!- Se quejó él sosteniéndose la cabeza.
-¡Pues mucho menos! Tú puedes no decirlo enserio, pero el hecho de que la consideres una broma, vuelve el asunto racista. Tal vez tú no te rías, pero otros sí lo harían.-
-Tsk, exagerada.-
-Si no fueras un perfecto niño blanco, no pensarías lo mismo.-
-¿Y si no lo fuera?- Preguntó nuevamente mirando sus pies, pero esta vez su rostro estaba pintado de una expresión algo melancólica.
-¿Qué quieres decir?-

Y entonces esa expresión desapareció haciendo ver de nuevo una sonrisa satisfecha. -¿Qué tal si les decimos que simplemente tú naciste más asiática y yo más blanco? Así como no se nota que tú eres mestiza, yo podría ser mestizo también. Mis ojos son bastantes pequeños después de todo.-
Estaba apunto de darle otro golpe, pero ese comentario me hizo sonreír y tuve que contener una pequeña risa.
Pero Hiro se dio cuenta y no perdió tiempo para molestarme. -¡Ah! ¿ves? Hice un comentario racista y te hizo reír.-
Enseguida cambié expresión a una más seria. -Cállate enano estúpido.-
-¡Soy un niño! ¡Obvio que soy enano!-
-O tal vez sean tus genes asiáticos.- Le dije con una sonrisa maliciosa.
A lo que él me respondió con la misma expresión. -¡Mira quien hace los comentarios racistas ahora!- Y diciendo eso se me lanzó encima y comenzó a hacerme cosquillas.
-¡¿Pero qué haces?! ¡AHAHA! ¡DETENTAHAHAHA! ¡YAA!- Esta vez me lancé yo encima suyo y comencé a hacerle cosquillas.
Hiro no paraba de reír y patalear para todos lados y estuvimos de esa manera hasta que escuchamos a una persona aclararse la garganta fuertemente para hacernos entender que se encontraba en frente nuestro.

Cuando lo escuchamos nos detuvimos bruscamente y por alguna razón yo me paré como si fuese un soldado clavando mi mirada al suelo.

-Señorita Isuzu.- El joven en frente mío llamó mi atención y al levantar la mirada vi que se trataba de Haru, el guardaespaldas de Isumi.
-Oh, eres tú.- Le respondí mirándole a los ojos. A lo que él reaccionó de una manera inesperada. A diferencia de nuestro primer encuentro, Haru fijó sus ojos en los míos y parecía no querer mirar hacia ningún otro lado.
-Disculpe si la interrumpo… la señorita Isumi me ha mandado a informarle sobre el número de su cabina, para que esta tarde pueda encontrarla sin problemas.-
-Oh, cierto. No había pensado en eso. Muchas gracias.- Avergonzada, aparté mi vista hacia un lado.

Haru nos comunicó el número y una vez terminado su cometido, se retiró lo más velozmente posible del lugar. Probablemente porque debía estar con su señorita en todo momento.

Aunque Hiro no pensaba eso.
-Ese chico está perdidamente enamorado de tí.- Soltó aquel comentario al aire como si fuese algo extremadamente evidente.
-¿De qué hablas? Es imposible.-
-¿Por qué debería ser imposible?-
-Porque…- La verdad era que no tenía una respuesta a esa pregunta, pero al mismo tiempo sentía que no podía ser verdad. Durante toda mi vida no había recibido amor de parte de ningún otro hombre que no fuese mi padre. Ni yo misma me había sentido atraída por nadie. Pensé que eventualmente encontraría a alguien y dejé ese asunto completamente enterrado en mi lista de preocupaciones.
-Te digo, es tan evidente que me da asco.- Decía él con una expresión molesta.
-Pero aunque fuese verdad, no puede.... no puede ser.- Sin darme cuenta, apoyé mis manos en mis mejillas y sentí que estaban un poco calientes.
Pero por alguna razón aquel gesto me alteró y enseguida aparté las manos y tomé un tono más rudo antes de volver a hablarle a Hiro.

-De todos modos no es algo que pueda suceder. Es estúpido estar imaginando este tipo de cosas arriba de un barco.- Hiro me miraba con una expresión confusa. -...no quiero hablar más del tema.-
Y entonces Hiro se levantó y se acercó hacia mi. -¿Qué te sucede?- Mirándome preocupado y confundido a la vez, Hiro tomó mi mano casi instintivamente.
-Suéltame.- Le dije sacudiendo la mano y apartando la suya.
-Isuzu.- Pero él seguía insistiendo. -No es normal este comportamiento.-
-¿Acaso ahora tú decides lo que es normal y lo que no?- Poco a poco comencé a tomar un tono más enojado. -No me conoces, y no tengo por qué explicarte cada detalle de mi vida.- Y con esa frase, me di la media vuelta y comencé a caminar hacia el lado opuesto.
Pero entonces Hiro me detuvo. -¿Acaso es porque no quieres cometer el mismo error de tu padre?-

La pregunta fue tan directa, tan precisa y tan cierta, que sentí que este niño me había leído la mente, palabra por palabra, y había exteriorizado mis peores miedos.
Sin encontrar una manera de responder a tal pregunta, Hiro siguió hablando tomando mi silencio como una afirmación.

-Tu padre se enamoró de una mujer blanca y por eso te tuvieron a tí. ¿Tu madre te abandonó por ser asiática no es así? ¿Acaso crees que si no hubieras nacido tu padre habría vivido una vida feliz con tu madre? ¿Crees que tu existencia le costó su felicidad?-
Cada pregunta que Hiro hacía no solamente eran increíblemente acertadas, sino que más que preguntas parecían afirmaciones de su parte.
Yo seguía dándole la espalda sin el coraje de responderle.
-¡Respóndeme!- Gritó con su voz llena y no pude evitar explotar de la misma manera.
-¡No quiero convertirme en una racista como ella!- Grité manteniendo mi posición dándole las espaldas.
-Entonces no lo seas.- Dijo Hiro acercándose a paso lento. -Y deja de separar a las personas por su raza, empezando por la tuya. No eres inferior a nadie, y si te crees inferior, así es como te verán todos. Si realmente quieres ser capaz de vivir en un mundo que no hace distinciones entre diferentes razas, debes dejar de considerarte distinta, por más que los demás te vean así. Tú eres Isuzu, nadie más ni nadie menos.-

Mis rodillas cedieron.
Un niño de doce años había logrado destruir todas las paredes que había creado durante estos años. Solo con un poco de información logró entender todo de mi, analizarme y reprochar mis métodos.
Y lo peor de todo era que tenía razón.

-Hiro… lo siento.-

Después de decir eso, escuché un ruido detrás mío.
-¿Hiro?- Entonces me volteé para verlo, y lo que vi me hizo olvidar todo lo que había sucedido hasta el momento y cambiar mis prioridades a lo que tenía enfrente. -¡¿HIRO?!- El niño que hasta hacía un momento había estado gritando con todo su ser, se encontraba ahora inconsciente en el suelo.
« Last Edit: October 25, 2017, 02:31:21 PM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Apple

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #39: September 30, 2017, 08:02:45 PM »
Voy muy atrasada :@ *pánico* edito pronto con los headers

Cap #2: Lonely Hearts Club

10/4/1912

El día de la partida del Titanic de Southampton, era obvio que los muelles estaban destinados a volverse un caos. Los pasajeros intentaban entrar lo más rápido para ir a relajarse a sus camarotes y explorar la majestuosa nave. La entrada de primera clase no había sufrido de ningún retraso... hasta ahora. Freyja Knightley lucia visiblemente avergonzada mientras Athos Wentworth discutía con el oficial a cargo de recibir a los de primera clase.

"Lo siento señor, la señorita tiene un pasaje de tercera clase. Debe entrar por la puerta de tercera clase para pasar por las inspecciones"

Athos torció la boca. No le habían gustado nada las palabras de aquel hombre.

"Escúcheme caballero, la dama aquí presente es la hija de Lord Reginald Knightley de Oxfordshire, no puedo permitir que se le trate de esa manera"

El oficial se asomó para ver a Freyja que estaba atrás de Athos. El hombre había visto a varias damas de alta alcurnia entrar por la puerta ese día y la chica definitivamente no lucia como una. Su cabello mal cortado a la altura de la nuca, su porte tímido y su sencillo vestido la hacían lucir más como una campesina que como una hija de un Lord.

"Lo siento señor, no puedo hacer ninguna excepción..." se disculpó el oficial negándose a hacer una excepción que bien hubiera hecho si la dama en cuestión luciera como alguien de primera clase.

Athos estaba a punto de ofrecerle algunas libras al oficial para que los dejara pasar, pero su acompañante se le adelantó.

"Bah, yo tomaré su lugar en tercera clase" el hermano menor de Athos, Adrien, le arrebató el boleto tercera clase de la mano al oficial.

Antes de que lograra salir para ir a formarse a la fila de tercera clase, Athos tomo a su hermano por el brazo.

"¿Estás seguro?" Athos estaba seguro de que el oficial los dejaría pasar si lo sobornaban.

"Si si, no me importa" el chico miro de reojo a Freyja que se sonrojó al encontrarse con los ojos de el "Encontrémonos en una hora en la cubierta principal para decidir qué haremos"

"Sir Adrien" Freyja que había permanecido callada durante todo el tiempo por fin hablo "muchas gracias"
El chico visiblemente sonrojado se fue al instante sin decir nada.

"Solo es un crio" murmuró Athos reprobando la actitud de su hermano "ten" Athos le entregó el pasaje de primera clase que hasta hace unos segundos era de su hermano a Freyja.

"¿Supongo que esto arregla el problema?" le preguntó a continuación al oficial, que sin más remedio los dejo entrar a ambos.

Ya en el camarote los dos decidieron tomar té para hacerle tiempo a Adrien de abordar. Athos les pidió a las camareras servir todo en la cubierta privada, donde Freyja se acomodó esperando a que él se le uniera pronto. Pero no fue así, aún después de servido el té Athos no llegó, y Freyja pudo comprobar que se había quedado dentro examinando unos papeles en la salita del camarote. La chica prudentemente se quedó dónde estaba, tomando pequeños sorbos del té negro que le acaban de servir pensando en todos los eventos que la habían llevado hasta donde estaba.

Conocía a Athos desde que eran pequeños, eran vecinos después de todo, y no podía evitar sorprenderse por el gran cambio de él. Siempre había sido serio y estoico, pero cuando lo llegaban a conocer bien podían darse cuenta de que era un chico virtuoso; siempre generoso y dispuesto a ayudar a los demás. No obstante, desde que regreso de su primer año en la universidad de Oxford el joven se había vuelto aún más distante y frio. Tenía la cabeza metida en sus estudios y en los negocios de la familia. Y por añadidura, su madre había muerto el año anterior lo que hacía que Athos deliberadamente se alejara de su hogar tomando las responsabilidades que requerían hacerlo viajar.

Freyja por su puesto se había dado cuenta del gran cambio de su amigo, no solo por la cercanía y amistad de sus familias sino por el profundo amor que le tenía a Athos. Este amor había evolucionado, desde el más tierno cariño de su amistad desde la infancia hasta ahora que ella había florecido en una señorita. No era una mujer del todo, puesto que sus acciones en las últimas semanas habían sido poco calculadas y con la caótica planificación propia de una chica de 16 años. 

Después de que su padre le anunciara su decisión y la de Sir Wentworth de comprometerla con Athos ella huyó de su casa. De no ser porque ella conocía tan bien a Athos hubiera estado encantada con la idea. Pero sabía que el joven no lo iba a tomar bien. Él hubiera aceptado por obediencia a su padre, pero en esos momentos lo que más deseaba Athos era alejarse de la casa paternal y abrirse su propio camino; en el había existían inquietudes y Frejya sospechaba que durante su estancia en la Universidad de Oxford se la había presentando una revelación que lo cambió y lo distanció de todo lo conocido.

Huir de casa había sido complicado. Tuvo que robar dinero de su padre en el transcurso de tres días y no tenía idea de a donde iría a parar. Pensó en huir a Francia o a Italia, no importaba realmente; estaba enfocada en huir de un matrimonio donde ella amaba, pero él no lo hacía. Como era una romántica irremediable tenía la creencia de que solo existía el amor que nacía instantáneamente y que aquellos que se casaban sin amor, nunca lo sentirían y que con suerte llegarían a experimentar una monótona amistad.   

Sus planes de emigrar al continente se frustraron cuando recién llegando a Londres se enteró de la salida de un gran transatlántico que se dirigía a Nueva York. Se olvidó en ese mismo instante de Roma y París, y sin dudarlo se compró un boleto con el poco dinero que le quedaba. No obstante, un boleto de tercera clase costaba 7 libras que era todo el dinero que la chica. No se dio cuenta de este detalle cuando unas horas después de comprar su boleto le dio hambre y se encontró con su monedero vacío. Tuvo que vender el único vestido fino que llevaba para poder almorzar y pagar una habitación para pasar la noche. Ya se las arreglaría para el desayuno del día siguiente.

Afortunadamente, o talvez desafortunamente, Freyja se encontró a los hermanos Wentworth en Londres. Era muy de madrugada y se preparaban también para ir a Southampton de donde partiría el Titanic al día siguiente. Ambos se sorprendieron de ver a la chica disfrazada de campesina y sin ninguna compañía. Ella les contó cómo había huido de su casa y se rehusó a regresar cuando Athos la instó a hacerlo. Su intención era ir a América a iniciar una nueva vida y no habría forma de persuadirla para regresar a casa. Los dos hermanos se resignaron y pensaron que sería mejor ayudar a la chica durante el viaje y ya en América intentar de nuevo convencerla de regresar a casa.

A punto estaba Freyja de terminar su segunda taza de té cuando Athos entró a la cubierta privada.

“Iré a buscar a Adrien, ¿te gustaría acompañarme?”

“Claro, sería impropio quedarme en un camarote que no es mío”

“No es así” le replicó Athos al mismo tiempo que afectivamente le paso la mano por el cabello desordenándolo aún más

“Te quedaras en la segunda habitación, Adrien y yo dormiremos juntos”

Caminando por las instalaciones de primera clase Freyja se sintió aliviada de haber encontrado a Athos y Adrien. De lo contrario se hubiera perdido de la belleza y elegancia de los pasillos, restaurantes y cubierta destinados a los más privilegiados. Las quejas de Adrien sobre lo pequeño y asignado que parecía todo en tercera clase solo afianzaron más su alivio.

Pero no paso mucho tiempo antes de que la joven se volviera a sentir intimidada. Se perdieron el primer almuerzo en el gran comedor debido a las miradas insistentes de los demás comensales, que no se apartaban de Freyja y no disimulaban su reprobación “¿Qué hacía una joven de tercera clase en el comedor de primera clase?”.

Después de un sencillo almuerzo en su camarote, los tres decidieron que querían explorar aún más las cubiertas del barco. Aparentemente había anclado en Cherburgo para recoger a más pasajeros. El ambiente del barco se empezó a sentir más festivo conforme se subían más personas y se corrían los rumores de un supuesto baile.

“¿Athos? ¿Athos Wentworth?” una voz femenina los llamó por detrás.

Athos enseguida se volvió, su semblante estoico se turbó expresando una alegría poco característica en él.

“¿Éowyn?”

El joven abandono a sus acompañantes para acercarse a la dama que lo había llamado. Entre ellos parecía haber intimidad y la confianza de amigos cercanos; además del gozo de aquellos que no se han visto en algún tiempo. Después de un breve intercambio de palabras Athos regreso acompañado de la dama y el acompañante de ella.

“Disculpen por mi impertinencia, no quise dejarlos solo así” se puso el puño sobre los labios y aclaró su garganta antes de continuar con las presentaciones, obviamente emocionado “Freyja, Adrien… permítanme presentarles a Lady Éowyn Fraser y a su acompañante, Herr Siegfried Kircheis”


Ekha

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #40: September 30, 2017, 08:38:59 PM »
02 - Cambio de Turno



¿Qué es dormir?, se preguntó mientras se levantaba nuevamente, varias horas antes del inicio de su turno. Trabajar en las calderas era un trabajo pesado.

“¿Escuchaste lo de la fiesta?”
“Primera fiesta del viaje de inauguración No es de sorprenderse. Tendremos suerte si nos toca algo decente de comer, dicen que las sobras de los de primera clase son tan buenas que  morirías por comer algo decente por primera vez en tu vida”, se burló un segundo mientras  regresaban a su trabajo.

No era algo para personas como ellos. No tenían nada qué ver ni pertenecían a ese ambiente. Lo suyo era cumplir con su trabajo. No se les pagaba para soñar con un  día ser un pasajero del barco en vez de parte de la tripulación y William no tenía interés, al menos en ese momento, de soñar con semejante idea. Le dolía la cabeza, bastante pero ya había hecho la petición a su jefe y no era el momento de echarse para atrás. Recordando el ataque de risa del jefe Ulric cuando llegó con él e hizo la petición le hacía sentir tonto. Se había empecinado en decirle que era capaz de hacerlo y que todo estaría bien y el hombre simplemente había soltado tremenda carcajada de pronto. Varios compañeros de su misma área habían volteado a verles y William se sintió morir por un momento.  Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, Ulric, intentando contener la risa, había aprobado su petición.

Aun así se sentía tonto y se reprochaba mentalmente por la idea ahora, cuando su cuerpo le pedía a gritos un par de horas más de sueño, un poco más para descansar después de la jornada anterior. Al menos la persona con la que cambiaría de turno tendría un montón de tiempo libre.

¿Lo valía siquiera?, se preguntó mientras caminaba a la caldera que le correspondía.

El calor de la zona, el vapor escapando por algunos tubos, el olor a carbón, el brillo del fuego en las calderas  y el cambio de luz parecieron recibirle como un golpe en el rostro. Le sirvió un poco para despertar al menos, no tardaría mucho en sentirse adormilado. Esperaba que fuese lo contrario, sinceramente, el calor de las calderas no era una brisa tropical o un pequeño cuarto de vapor (como si supiera cómo se siente estar dentro de uno), eran un pequeño infierno en miniatura en realidad, uno que era difícil de olvidar pero presente siempre que tuvieras la mala suerte de recordarlo.

Se preguntó por un momento si Kota estaría extrañado por verle a él en su turno en vez de su compañero habitual, quizá ya se habían hecho amigos y había cometido un error al pedir el cambio. Quizá por eso el jefe Ulric se había burlado de él y… Detuvo su línea de pensamiento por un momento. Él era la víctima aquí. Su (mejor) amigo le había  convencido de la peor forma de aceptar su descabellada idea (que había funcionado hasta ahora y no quería admitir), él había descubierto el límite de todos sus pequeños músculos, huesos y articulaciones por ello. Si Kota prefería a su compañero de turno sobre él poco le importaría en ese momento. Si él tenía que sufrir con esto, claro que iba a verlo sufrir también.

Claro que su adorable idea de venganza creada  con pocas horas de sueño encima y un humor terrible por la falta de descanso se fue a pique cuando Kota lo vio y, por un momento, William juraría que vio los ojos de su amigo brillar de emoción un momento antes de soltar esa pala del demonio y saltar sobre él para derribarlo  gracias a  un abrazo (y a su falta de sueño).

Ojalá y se hundiera el barco en ese momento.

ʎɐpoʇ ǝƃɐd ʍǝu ɐ ƃuıuɹnʇ


Shura

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #41: September 30, 2017, 09:37:57 PM »
A la pues, ya puede llegar el iceberg que la coca cola no se va a enfriar sola



La fiesta era terriblemente aburrida, ni en una celebración se podía dejar la etiqueta a un lado y nadie parecía divertirse de verdad. Nero se sentó en la mesa que compartía con sus hermanas, Nanami se había encontrado con unos conocidos y ella parecía encantada por las atenciones.
-¿Y vuestro padre que tal, señorita Nanami?
-Está hablando con el capitán, no ha podido venir a la fiesta.
-Nos hubiera gustado mucho hablar con él… dicen que pronto dirigirá un nuevo y moderno navío para la guerra, y nos encantaría poder saber más de él.
Nanami bufó hastiada por el comentario.
-¡No me hables de guerra! Es una conversación horrible, ¿y de qué sirve en tiempos de paz? Es aburrida como ver secarse la pintura y no lo toleraré en una fiesta como esta.
Los hombres se disculparon sonriendo complacidos, la guerra efectivamente era un tema de hombres, y que Nanami la repudiase sólo servía para resaltar aún más su feminidad. Pero Nero que la conocía bien, sabía que lo que Nanami no toleraba era una conversación que no girase en torno a ella, no es que intentase seducir a alguno de esos dos hombres, era que Nanami aspiraba a que todos los hombres suspirasen y se pelearan por ella.

Ann le pico en el hombro, la máscara resaltaba aún más aquel brillo azul travieso de sus ojos, aunque su amorosa madre las hubiera educado con la disciplina propia para una dama, no había podido cambiar los ojos de Ann, que eran sólo suyos.
-Vamonos a la fiesta en segunda clase.
Asegurándose de que Noel tuviera diversión suficiente con sus otras dos hermanas Gwen y Lux, ambos salieron a segunda clase, donde acordaron fingir un encuentro aprovechando el anonimato y bailar con todos los que pudieran. Nero tenía una máscara de alambre lacado, aunque revelase mucho más que la de su hermana Ann, estaban convencidos de que el plan saldría bien.


El ambiente en segunda clase era más distendido, muchos eran emprendedores que buscaban hacer fortuna en Nueva York y familias acomodadas que buscaban algo más económico que primera clase para viajar, así que las charlas eran animadas y el ambiente más familiar.
Ann enseguida buscó la mesa de los postres sirviéndose un par de tartaletas de frutas, Nero ya se suponía que ambas eran para ella.
-Ten cuidado en no engordar -la pincho sólo por lo divertido que se sentía verla saltar enfadada.
-Ya lo sé, después bailaré para bajar la comida, ¿has visto qué bien se siente estando aquí?
La banda principal estaba en el salón de primera clase, pero el piano y el violín acompañados de la voz masculina, invitaba a la gente a la pista de baile.

Shura se mezclaba entre la gente, era algo divertido, el anonimato volvía a los presentes atrevidos y compartió risas y bailes con un hombre alto vestido de negro que osadamente había asegurado conocerla y la llamaba Sophie, retandole a enseñarle la cara para confirmarle que no era ella. Shura se divirtió bastante con él, ofreciéndole que a cambio de enseñarle la cara, le trajera una copa de champagne y aprovechando que estaba sóla, para escaparse a cubierta, al aire libre para refrescarse después de aquel baile.

El aire nocturno era fresco, justo lo que esperaba, sacó un cigarrillo de su pitillera escuchando a alguien que se acercaba por su espalda y sorprendiendose a sí misma al reconocer perfectamente de quién se trataba sin haberle visto la cara. Quizás su único encuentro le había marcado más de lo que esperaba, no podía estar segura.
-Debería abrigarse señorita, el aire de la noche puede ser muy frío.
-Lo es, pero yo estoy caliente -se giró colocandose el cigarrillo entre los labios, reconociendo a Sol Badguy, que se deslizó a su lado sacando su encendedor y acercando la llama hasta el extremo del cigarrillo de ella, sin apartar la mirada de sus ojos casi en gesto retador, ambos disfrutaron de aquella cercanía hasta que Shura aspiró el tabaco, tomándolo entre sus dedos y  apartando el rostro para expulsar el humo lentamente lo más lejos que pudiese.
-¿Me dirás ahora cual es tu nombre?
-¿Por qué? ¿Acaso me tengo que contentar con que sólo me des fuego?
-Tengo métodos para saber cómo te llamas.
-Pero eso sería demasiado aburrido, ¿no te parece? -Shura le ofreció su cigarrillo, invitandole a fumar de el.
Sol observó la marca de carmín que había dejado de sus labios, pero le siguió el juego aceptandolo y dándole una calada.
-El tabaco de mujeres es demasiado blando -lanzó el humo a la noche.
-Pensaba que te gustaría, tabaco blando para una mujer dura, si lo mirás así resulta hasta poético -Shura se quitó la máscara mirando hacia la negrura infinita de la noche y su cielo plagado de estrellas.
-Parece que es lo único que conozco de ti, que eres dura.
-¿Y para qué quieres conocer más? -Tomo de vuelta el cigarrillo, el ambiente estrecho e íntimo le hacía augurar lo que vendría a continuación.
-No permaneceré toda la vida en este barco, cuando lleguemos a Nueva York desembarcaré y viajaré hacia el oeste. Y quiero que me acompañes.
La mujer alargó su mano hasta alcanzar la del hombre y colocarla sobre la barandilla del barco a su lado, era grande pero aquellos dedos parecían habilidosos y acostumbrados a trabajar, Sol no dijo nada esperando que fuera Shura quien aceptase su proposición.
-Los hombres sois todos iguales, buscáis vino para beber, una mujer mala para divertiros y una mujer buena para cortejar, y yo se que yo estoy en el primer grupo.
-Te equivocas en una cosa- Sol la cortó antes de que se hiciera una idea errónea- como hombre por supuesto que tengo inclinación por el vino, pero no he conocido a una mujer más ideal para mi que la que tengo ahora mismo en frente.
-¿Y qué gano yo estando a tu lado? ¿Arena y polvo? -Shura le encaró levantando la barbilla retadora.
-He heredado una granja de caballos, regresó a Estados Unidos a reclamar lo que es mio.
-Mejor me lo pones, arena y mierda de caballo es lo que me propones -echo el pecho hacia delante mirandole desdeñosa-. Yo no seré lo primero que domes antes de tocar tierra, debo decirle que nuestros caminos corren por senderos diferentes.
-Pues háblame sobre lo que quieres mujer y deja de volverme loco.
-Mi destino está en las estrellas, yo me convertiré en la joya del cine como actriz- lo dijo dignamente, aunque sentía que si Sol se reía de aquello, no se lo perdonaría jamás… pero, para su grata sorpresa, él asintió.
-Y podrías conseguirlo, podrías volverte una pionera inmortal, estoy convencido de que podrías seducir a todos los hombres que cruzasen una mirada contigo. Pero ninguno te amará como lo haré yo si me acompañas.

Shura tembló al escuchar aquello, apartando la mirada de él abrumada y sintiendo una oleada de calor por todo su cuerpo tan repentina como nunca había sentido. Nadie hasta ahora había logrado sacarle así de sus casillas, la enfadaba y al segundo siguiente estaba temblando de emoción por sus palabras, no era el primero en declararle su amor, una mujer a fin de cuentas debía tener un buen número de admiradores para hacerse valer. Pero nunca un compromiso la había puesto en jaque como aquel.
Pero por supuesto, había más en lo que desconfiar… quizás, cuando la conociera del todo, el amor se acabaría tan fugazmente como parecía haberse encendido entre ambos. Miró sus manos, ahora sin imperfecciones, si le seguía, el trabajo duro haría mella en ella y perdería todas sus oportunidades. Debía rechazarle por la realización de su futuro.

-Usted lo ha dicho, no pretendo seducir a un solo hombre, quiero seducirlos a todos -se colocó la máscara lista para volver al baile-. Gracias por sus palabras, ahora sé que me acompañarán toda la vida, recuerde también las mías…
Se acercó a su oído susurrandole.
-Usted ya ha tocado mi corazón, ahora le pertenece… jamás podré hacer una actuación sincera sin pensar en sus palabras y esta noche. Aunque sea por el dolor que me ha ocasionado, no vuelva a buscarme en lo que queda de travesía, por favor se lo pido. 
Shura busco sus ojos esperando un juramento por su parte, pero los ojos de Sol no parecían satisfechos con aquello, no después de sus palabras, se sentía agitado, deseando preguntarle si era sincera y preguntándose, casi infantilmente, si las cosas no pudieran ser más sencillas.
La mujer le demostró la veracidad de sus palabras, tomandole de la barbilla y poniendose de puntillas hasta rozar sus labios con los de él en un suave beso que se volvió pasional cuando Sol la agarró por la cintura de manera posesiva, alargando el momento de separarse el cual marcó Shura cuando le empujó el pecho para obligarle a soltarla.
-Adiós.
Sin más, se alejó rumbo a la fiesta.

Shura sentía la cabeza dándole vueltas, mareada por aquel remolino de emociones, los invitados y la música giraba como si se tratase de un caleidoscopio, le invitaron a bailar y no se percató de nada aceptando la invitación de aquel niño de pelo blanco.
-¿Cómo dices? -Shura regresó de sus emociones y pensamientos al momento actual, dándose cuenta de que aquel chico que se había presentado como Nero, le estaba hablando.
-Que conozco la máscara que estas utilizando, la vimos durante las vacaciones en Europa en una obra de teatro, ¿es la de cordera, “la muerte piadosa”?
La mujer se sorprendió de que alguien tan distinguido la reconociera, pero le ayudó a sentirse animada y reconfortada por el futuro que ella buscaba, lleno de fama y gloria.
-Así es… -se retiró la máscara revelando su rostro sonriente, quizás estuviera rompiendo la etiqueta propia de un baile de máscaras, pero nada le importaba-. Y esta es la actriz que se oculta debajo de ella.

Aquel desliz por parte de Shura, no pasó desapercibido para el alto hombre de negro al que anteriormente había dado esquinazo… él podía esperar un poco más, ahora conocía el rostro de la persona a la que debía dar caza.
 



Mery

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #42: September 30, 2017, 09:59:10 PM »
Uds: –en medio de la fiesta–
Yo: –recién subiendo al barco– NIIIICE





Parado frente al trasatlántico más grande jamás construido y con un boleto a su nombre en segunda clase dentro del mismo, Gareki aún no podía creer que estaba allí y que realmente sería parte de aquello. Se sentía fuera de lugar y, en cierta forma, lo estaba.

“¡Increíble! ¡Es inmenso!”

Aunque Nai, pequeño e ingenuo, parecía tener la mente en algo diferente.

La cantidad de gente reunida en el puerto de Southampton durante esa mañana era simplemente apabullante, casi sofocante. En sus quince años de vida, Gareki sólo había visto semejante aglomeración y algarabía durante el viaje inaugural del RMS Olympic a mediados del año anterior, pero esa experiencia no se comparaba en nada a lo acontecía en ese preciso momento.

¿Cómo hubiese podido adivinar que meses después se encontraría a punto de abordar el segundo barco de la clase Olympic que había visto zarpar de aquel mismo puerto?

Nai eligió ese momento para alzar ambos brazos al ver a algunas personas ya en la cubierta saludando con entusiasmo a todo quien los viera… e ignorando de paso que al hacerlo, su boina irlandesa –demasiado grande para su tamaño– se le resbalaba, dejando que su delicada piel blanquecina quedara expuesta al sol. Gareki sólo rodó los ojos, pues no había forma de que pudiese culparlo por su comportamiento.

Al no tener con qué entretenerse, Gareki colocó las manos en los bolsillos de su pantalón nuevo. No necesitaba llevar nada consigo al abordar, su equipaje había sido encargado a parte del personal del Titanic en cuanto él y sus dos acompañantes llegaron al puerto. Sin embargo, en vez de sentirse más ligero y aliviado, aquello le resultaba algo incómodo; Gareki se sentía completamente capaz de llevar sus pertenencias por su propia cuenta sin la necesidad de prestar los servicios de nadie. Además, la totalidad de sus posesiones, aún contando con las de Nai, difícilmente ocupaban una valija. ¿Pero qué más podía esperarse de un par de huérfanos? Las otras cinco maletas que les pertenecían habían sido llenadas de ropa ‘a la altura’ por Vanderwood, el mismo hombre que miraba su reloj de bolsillo con aprehensión cada dos por tres.

“Ya es hora.” Le oyó anunciar en voz alta, mas Nai seguía inmerso en su propio mundo, agitando sus manos y sonriendo hacia el barco.

Si bien hacía sólo un par de meses que conocían a Francis Vanderwood, algo que los dos habían notado del joven de cabellos castaños era que poseía poca paciencia. A Gareki esto le resultaba conveniente, pero Nai seguía teniendo dificultades.

Compórtate, Nai.” Ordenó Vanderwood con autoridad, lo que logró que éste bajara los brazos y se pusiera derecho como un soldado.
“¡Lo siento, Vanderwood!” Susurró el menor tratando vagamente de disimular la emoción en su rostro. “Pero…”

Los ojos rubí de Nai rebosaban de un brillo que jamás había visto antes. Nai no sólo observaba la elegante embarcación frente a ellos, en realidad, sus ojos parecían querer capturar todo a su alrededor: el vaivén infinito del mar, las aves surcando el cielo sobre sus cabezas, la intensa claridad que brindaba el sol de la mañana, las innumerables personas en el puerto; todo aquello que se movía llamaba su atención. Esa vista, nueva y plagada de vida, sin duda le quitaba el aliento.

“Es… tan hermoso.” Murmuró maravillado.

Gareki no pudo seguir viéndolo. Lo que Nai decía era cierto –él mismo admitía que el RMS Titanic era realmente espléndido–, pero la reacción de Nai, llena de sincera curiosidad, le recordaba dolorosamente que ésa era la primera vez que el niño salía del orfanato durante el día.

“…¿Okay?” Vanderwood lo miró sin comprender por completo y luego se ajustó el saco. “Podrás seguir apreciando todo lo que desees en cuanto subamos al barco, pero no aquí. No podemos llegar tarde. Ahora, camina.”

Nai bajó la cabeza, un poco desanimado, y Gareki aprovechó el momento para ajustarle bien el gorro y lograr que le cubriera hasta la punta de la nariz.

“Si crees que la vista es buena desde aquí, espera a ver lo que será desde allí arriba con la brisa marina refrescándote el rostro.” Le dijo sonriendo de lado, los ojos de Nai volvieron a llenarse de dicha al instante.

“¡Suena estupendo!” Exclamó encantado con la idea. “¡Vamos, Gareki!”

El menor lo tomó por el brazo y lo atrajo a él antes de apretar el paso y alcanzar a Vanderwood, que ya estaba a los pies de la escalera para subir al trasatlántico.





“Esto va terminar muy mal.”

Dijo, no por primera vez, una jovencita frunciendo las cejas mientras dejaba que su criada de mayor confianza le maquillara el rostro.

“No diga eso, srta.” Trató de calmarla la muchacha. “Y por favor, no se mueva.”

A Alice nunca le había gustado que le dijesen qué hacer, tampoco le prestaba demasiada atención a su apariencia y no veía la necesidad de colocarse polvos en la cara. Eso la tenía sin cuidado, pero en aquella ocasión no tenía más remedio que acatar todo lo que indicaran (especialmente con respecto a aspecto físico).

Una vez dada por terminada la sesión de maquillaje, siguió el vestuario. Si se trataba de vestidos y accesorios en general, Alice no podía opinar demasiado, así que dejó que Jaehee, su sirvienta personal, siguiera haciéndose cargo.

Desde que subieron al barco no había hecho más que seguirla a ella y al botones que les mostró la suite en la que se quedaría durante los siguientes días. Evitó ir a la cubierta pretendiendo tener náuseas y dejó que Coran se encargara de tener todo en orden.

“Parece pensativa, srta. ¿Hay algo que la molesta?” Preguntó Jaehee.
“Siento que no hayas podido quedarte a cuidar a Mery en casa, Jaehee.” Contestó ella sin pensar, antes de que la criada volviese a ajustarle el corpiño. “…Sé que la aprecias mucho y apuesto que eso la habría animado.”

Por un momento, Alice no sintió más presión sobre sus pulmones y se permitió tomar una bocanada aire.
(Le preocupaba que Jaehee no respondiera rápido, pero una oportunidad era una oportunidad.)

“Srta. Alice…” Dijo ella en un susurro sorprendido, pero su voz cambió al volver a hablar. “En realidad es usted una joven muy amable.”

Aquello la tomó por sorpresa, logrando que sus mejillas se tornaran cálidas. “¡¿Hah?! Pero si nisi–” Trató de disimular su reacción fingiendo toser y asumiendo una voz más elegante. “Quiero decir, es por causa mía que estás aquí ahora mismo, si fuese tan amable como dices, tú estarías aún con ella.”

Jaehee dejó escapar una ligera risa. “Amable, pero no precisamente elocuente.” Bromeó. “Si me permite recordarle, srta. Alice, como la criada principal de la stra. Mery, era mi deber acompañarla en este viaje y, de no estar presente, el resto de la servidumbre lo habría encontrado extraño. El sr. Coran no quería que se levantase ninguna sospecha, por más mínima que fuese, dentro y fuera de la residencia de los Baskerville.” Le explicó pacientemente. “Muy a pesar de sus buenas intensiones, esa decisión no estaba en sus manos.”

“Oh. Bueno, sí, es cierto.” Aceptó Alice haciendo un mohín.
“Pero aprecio la intensión.”

Alice pudo notar la sonrisa en su voz y rió torpemente.

“Ahora, respire profundo.”

Y así la tortura continuó. Alice se limitó a seguirle la corriente y mover los brazos si Jaehee necesitaba arreglar algo. El vestido que la muchacha le había escogido, a sus ojos, le hacía parecer un mullido copo de nieve. Incluso el collar que le hacía juego le parecía muy pálido, pero no hizo ningún comentario.

Una vez listo el atuendo, Jaehee le permitió sentarse y Alice sostuvo entres sus dedos la punta de su apretada trenza francesa. Su reflejo en el gran espejo le mostraba que cada uno de sus cabello había sido acomodado con sumo cuidado para no escaparse.

“Creo que es una suerte que usted tuviese el cabello tan largo desde un inicio.” Comentó Jaehee. “Así no le será difícil adecuarse al peso o la presencia de éste tras su espalda.”
“Sí, no lo siento tan forzado, al menos.”

Alice cerró los ojos y Jaehee procedió a colocarle el último accesorio que necesitaba para estar lista.

“Lo hará muy bien.”

La voz de Jaehee la tranquilizaba, así que intentó distraerse con ella haciéndole preguntas tontas, las mismas que ya le había hecho al menos una docena de veces, pero que la sirvienta le volvía a contestar con la misma serenidad que había mostrado desde el día en que la conoció.

No quería darle más vueltas al asunto, ya se había subido en un barco exageradamente pomposo en rumbo a Nueva York y no había marcha atrás.

“Listo.” Anunció Jaehee al cabo de unos minutos.

Alice abrió los ojos nuevamente y soltó el aire que había retenido. Los flequillos cómodamente arreglados sobre su frente, aunque suaves, le daban cosquillas. El cabello casi rozaba con el suelo, pero ella sabía cuando se pusiera en pie éste sólo le llegaría hasta las rodillas.

Todavía no lograba acostumbrarse a su nueva imagen.

“Es casi lo mismo, ¿no? Sólo… blanco.”
“Le aseguro que le queda estupendamente, srta.”
Alice soltó un suspiro cansado. “Bueno, si tú lo dices.”

La chica que le devolvía la mirada tenía el cabello totalmente blanco cayendo en ondas sobre sus hombros; delicada y elegante. Alice ya no existía, desde ese momento era Mery Baskerville.
« Last Edit: October 27, 2017, 11:58:48 PM by Mery »


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #43: October 01, 2017, 11:17:50 PM »

Bitácora #6 — A Real Party (Part II)

Si había algún evento con alcohol gratis, era para dar por sentado que él estaría ahí. Con un vaso en cada mano, el castaño se abrió paso entre bailarines y borrachos hasta ubicar a su cita, sentada sobre una mesa y observando el área de baile con una sonrisa en sus labios.

Panty recibió su bebida y señalo con el mentón a una de las parejas bailando polka.

“Ella es mi ama. La señorita Sayi Darcey” le dijo al joven a su costado. El castaño, por su lado, alzó las cejas en incredulidad.
“¿No era que trabajabas para una familia rica? ¿Que hace ella en una fiesta de tercera clase?”
“Ve tú a saber… lo que no sé es quién es la persona con la que está bailando” dijo, sonriente “No es el mismo del que me habló el primer día, cuando andaba tan emocionada de ir a cenar con él”
“Pues al parecer le gusta jugar el campo, eh” respondió su compañero, sentándose a su lado “¿De tal empleada, tal ama?”
“Cállate, Holden”

El castaño rió y entonces dejó su bebida a un lado.

“¿Qué planeas hacer apenas llegues a Nueva York?”
Panty se encogió de hombros “Renunciaré, probablemente. He podido viajar gratis y eso me basta. Además, los Darcey viven en Worcester, y no tengo ganas de lidiar con tanta nieve en invierno”

Holden se arrimó a ella hasta estar pegados, uno al lado del otro. Entonces Panty rodó los ojos, pues podía apostar una pierna a que sabía lo que estaba por decirle.

“¿Te gustaría venir conmigo?” le preguntó el castaño “Tengo que visitar a mis padres por unas semanas, pero luego regresaré a Londres a continuar con mis estudios. Puedes vivir conmigo, si quieres”

Ahí estaba, ¿por qué los hombres insistían con regalarle cosas tan fácilmente?

Maldita belleza.


Panty se pasó los dedos por su larga cabellera, y entonces optó por hacerse la desinteresada.

“Lo pensaré, ¿te parece?”


Estaba segura que su profesora la miraría con desaprobación pura si veía el espectáculo que estaba haciendo. Su intento de polka debía ser una pobre excusa en ojos de un conocedor, pero se estaba divirtiendo tanto que se sentía desinhibida. Quizás era la música, el alcohol, o quizás el joven que la hacía girar en su sitio, y la paseaba y traía hacia sí al ritmo de la música.

Era imposible mantener una conversación entre los vaivenes de tan animado baile, pero entre cada pirueta podía reconocer una sonrisa en el rostro de Ichigo. El rubio estaba disfrutando mucho de la danza… y mientras ella hacía lo que podía por improvisar los pasos, su pareja parecía un natural en el zapateo, y muy cómo en guiarla

“¡Me estoy mareando!” atinó a decirle Sayi en una doble vuelta. En respuesta, el rubio la hizo girar en sentido contrario, y cambió lugares con ella.
“¿Pero te estás divirtiendo?” le preguntó. Y la pelirrosa le respondió riéndose.

La música se detuvo y los danzantes dejaron de bailar. Por un momento, el salón entero pareció detenerse a aplaudir a los músicos, quienes devolvieron unas cuantas reverencias antes de empezar con la siguiente canción.

Sayi seguía riéndose y, aún tomada de manos con su pareja, apoyó su frente en el pecho de él antes de alzar la mirada. Ichigo suspiró con una sonrisa en su rostro.

Pudo jurar que el rubio le echó una mirada rápida a sus labios, pero antes de poder ponerse nerviosa, una pregunta llegó a sus oídos.

“Sayi, ¿por qué me invitaste a cenar hoy?”
“Quería saber más de ti” le respondió con la verdad más sencilla, pues el trasfondo aún la eludía. No sabía cómo, ni por qué, se había visto tan comprometida tan rápido, con él “Disfruto mucho de tu compañía”

Las parejas a su alrededor habían retomado la danza. Pero ellos dos, uno frente al otro, se habían detenido en su sitio.
Ichigo bajó la mirada un momento. Cuando la volvió a alzar, sus ojos parecieron buscar un seguimiento entre la demás gente.

“¿Y por qué yo?”

Sayi parpadeó un par de veces. Entonces los ojos del rubio se clavaron en ella, y la joven no pensó haberse sentido tan observada en su vida.

“¿Por qué?” ¿Qué era lo que él buscaba en su respuesta? La intensidad de su mirada le ponían nerviosa “Pues… porque me agradas…”

Solo el decirlo hizo que su corazón se acelerara tanto como un motor. Sintió el bochorno en sus mejillas, y presionó sus labios en una línea. Le había costado decirlo, pero lo más frustrante era que, una vez dicho, se había percatado que no solo era eso.

Franz tenía razón. Al menos, sobre ella. Pero, sobre él…

Buscó su reacción, pero, a diferencia suya, el perfil del rubio se había endurecido. Sayi sintió una piedra formarse en el estómago.

“¿Ichigo?” preguntó, en un hilo de voz. En respuesta, el rubio giró la mirada hacia donde estaban sus asientos.
“Sera mejor que no se haga muy tarde” dijo, y entonces empezó a caminar, en línea recta, sin prestarle más atención.

Sayi se quedó dónde estaba, intentando asimilar lo que acababa de suceder.

¿Había estado mal en decir que le agradaba? Había tenido cuidado en no ser muy efusiva, pero a juzgar por su reacción parecía haberle ofendido. Vio a Ichigo llegar a la silla y volver a colocarse su abrigo. Retiró su reloj de bolsillo, miró la hora, y volvió a guardarlo. Entonces se quedó de pie, quieto, sin voltearse a ver que había sido de ella.

Hace unos minutos había visto sonreírle ante su invitación a acompañarla a Boston. Y ahora, parecía que esta sería la última vez que lo vería por el resto del viaje.
Sayi pensó en que de un segundo a otro se iría del salón y la dejaría ahí de pie, sin entender en qué había fallado. Su corazón dejó el nerviosismo y lo reemplazó por tristeza, y deseó desaparecer en ese instante.

“Ichigo…”

Un hombre, ebrio hasta la coronilla, trastabilló con su propio pie y cayó al suelo, no sin antes llevarse a dos personas consigo. Sayi sintió su cabeza golpear el suelo, y por unos instantes se desubicó en tiempo y espacio. Le pareció sentir húmedo en su cabello, y se llevó la mano a la cabeza, asustada de que se tratara de sangre.

Una persona le extendió una mano para que se pusiera de pie, pero antes de que pudiera extender la suya, Sayi se vio rodeada por dos brazos y ser levantada del suelo.

“¡¿I-Ichigo?!” pudo exclamar en su sorpresa.

Sin decir palabra alguna, el rubio empezó a caminar lejos de la multitud, con ella a cuestas. Sayi optó por cubrirse el rostro con ambas manos pues, por más acto de caballerosidad que fuera, le era vergonzoso ser escoltada en brazos de un hombre.

“Estoy bien, por favor, bájame”

El rubio atendió su pedido lejos del área de baile, de la gente, y de la música. Estaban cerca de una de las salidas del salón, y no había nadie en esa esquina que pudiera verla en tal deplorable estado.

Sayi se llevó una mano a la cabeza y tocó su cabello. Observó sus dedos y no vio rojo. Entonces olió su mano… y descubrió que había sido bautizada en cerveza.

“Oh, vaya…” dijo, y entonces sonrió para ella misma “Esto sí que ha sido una fiesta”
“¿Estás segura que estás bien?” le preguntó él. Su expresión era seria, y sus ojos saltaban de un lado a otro, buscando que algo no estuviera bien.
“Estoy bien, solo me temo que oleré a cerveza el resto del viaje”

Ichigo retiró un pañuelo de su bolsillo, y empezó a limpiarle el rostro con él. Sayi cerraba los ojos de tanto en tanto, observando la parsimonia con la que el joven intentaba secarla.

“Lo siento, Ichigo”

Por primera vez, los ojos del rubio volvieron a prenderse de ella. Frunció el ceño, consternado.

“¿Por qué te disculpas?” le preguntó “Me debería disculpar yo, que insistí en traerte a este lugar. Y que te descuidé por un momento. No debí haber hecho eso”

Y volvió a concentrarse en limpiarla, pero Sayi no estaba contenta con eso. Empezaba a percatarse de lo fácil que le era a Ichigo obviar un tema con otro, y esta vez, no iba a dejar que se saliera con la suya.

“Ichigo, ¿por qué aceptaste mi invitación a cenar?”
“Porque tú me invitaste” respondió, esta vez sin cruzar miradas “Y siempre debo aceptar si me invita alguien de parte del duque”

Sayi se sintió frustrada... y su molestia debió traducirse a su rostro, pues Ichigo retrocedió un poco al leer su expresión.

“¿Dije algo?”
“¿Solo aceptaste porque sí?” le preguntó. Se sentía como una idiota tras haberle dicho que le agradaba, y todo el lío mental que su reacción ocasionó en ella “¿Nada más?”

Por primera vez desde que lo conocía, Ichigo parecía carecer de palabras. Era curioso como alguien que podía ser tan erudito, parecía ignorar olímpicamente otros aspectos de sí mismo.

“¿Qué quieres que te diga?”

Sayi bufó ante la pregunta.

“Nada. Olvídalo”
“No. Estás molesta y quiero saber por qué”

¡El nervio de este hombre! pensaba Sayi ¿Es que de verdad podía ser tan denso? La pelirrosa suspiró cansada, y lo observó por unos segundos antes de continuar.

“¿Acaso te daría igual si no te volviera a buscar?” le preguntó, encogiéndose de hombros “No sé, ¿quizás yo soy la única que se divierte? ¿Quizás me haces el simple favor de entretenerme? ¿Quizás y ni siquiera te agrado?”
“¿Qué quieres que te diga, Sayi?” le preguntó “¿Quieres que te diga si me agradas?”
“Quiero que dejes de preguntar que quiero escuchar yo” le respondió, “Y me digas lo que quieras decirme”

Se quedaron sumergidos en un silencio que se sintió eterno. La música de fondo se sentía atenuada. Las conversaciones eran ininteligibles, y Sayi solo tenía ojos para el joven frente a ella. Ichigo parecía debatir algo en su cabeza, a juzgar cómo su rostro cavilaba, y cómo sus ojos temblaban ante su imagen.

Entonces sintió cómo tomó de su mano, con cuidado, y enredó sus dedos en los de ella. Sorprendida, Sayi lo buscó con la mirada, pero los ojos del rubio estaban fijos en su mano, y como sus dedos acariciaban a los suyos.

“Me gustas, Sayi” le respondió. Era un hilo de voz y sus palabras, delicadas como cristal “No sé cómo, pero me gustaría tenerte cerca. Tan cerca cómo me lo permitas”

En respuesta, la pelirrosa apretó su mano y la llevó a sus labios, besándole con cuidado. Entonces le sonrió, tan abiertamente, que Ichigo sintió su corazón bailarle en el pecho.
« Last Edit: October 01, 2017, 11:55:46 PM by Sayi »

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Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #44: October 02, 2017, 12:16:12 AM »

Abril 14, 1912

Eran poco pasadas las diez de la noche cuando el Titanic entro en rango de la estación de Cape Race, en Terranova, Canadá. La radio se había malogrado el día anterior, por lo que el operador tenía un largo historial de mensajes que conectar con tierra firme.

A unas millas de distancia, el SS Californian había optado por cesar la marcha. “Oye viejo, estamos detenidos y rodeados de hielo” fue el aviso enviado al barco más cercano.

Pero en el cuarto de radio del Titanic había mucho ajetreo por mandar los mensajes cuanto antes. Su operador, exhausto y abrumado por limpiar su reserva, no recibió la interrupción a su tarea con oídos sensatos.

”¡Cállate! ¡cállate! ¡Estoy trabajando Cape Race!”

El operador del Californian, tras un largo turno sin descanso, dio su tarea por cumplida y apagó la radio por lo que quedaba de la noche.



Los vigías en el nido del cuervo no podían haber rezado por un mejor clima. Las estrellas brillaban con un resplandor admirable, sin una nube a la vista. No se veía ni un alma en la distancia, y los marineros se preguntaban si todas las advertencias de témpanos no eran más que una simple paranoia de altamar. Ni siquiera habían necesitado usar los no habidos binoculares, los cuales no habían sido vistos desde que el Titanic dejó Belfast.

Pero entonces una sombra pareció emerger del mismo océano. Su obscuridad acechaba el barco como una amenaza ineludible, y los vigías no podían entender cómo se les había escapado el gigantesco témpano en una noche tan perfecta como esa.

La campana se escuchó tres veces, y casi de inmediato sonó el teléfono en el puente.

“Iceberg! Right Ahead!”

Pero treinta segundos era muy poco tiempo para desviar a un barco yendo a veintitrés nudos. El oficiales reaccionaron de inmediato, ordenando el motor en reversa y girando el timón a su extremo.

Pero era muy tarde, y el costado del navío golpeó el témpano perforando seis compartimientos en una nave que pudo haber sobrevivido con cuatro inundados.

El barco se detuvo en medio del atlántico. En cuestión de minutos sus salas de máquinas dejaron de funcionar, y el Titanic dejó de latir minutos antes de la medianoche.

Los oficiales de cubierta tenían el trabajo hecho para ellos.

No iba a ser tarea fácil convencer a los pasajeros de cambiar los cálidos interiores de un coloso navío, por un desprotegido bote en pleno mar abierto, a unos cuantos grados bajo cero…



Ahoy Bishoujos!

Llegó el momento de la verdad: Empieza el último mes del proyecto, y a partir de ahora se estarán dejando fics cada semana para agilizar la trama hacia su final.

Por favor, sean sensatas a la hora de planear sus historias. Como estipulan las reglas del One-Shot Project, una vez se llegue al último día este fic se cerrará y se moverá a la biblioteca para la posteridad.

Asimismo, ¡hagan un intento por leer los fics de las demás chicas! Una vez finalizado el fic, tendremos los Titanic Awards para premiar historias en diversas categorías :D

Dejo el tentativo horario...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Sábado 7 de Octubre — Interlude: Pocos botes salvavidas/el Titanic se esta hundiendo...
Sábado 14 de Octubre — Interlude: El barco se hunde. Gente en los botes y gente en el agua.
Sábado 21 de Octubre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc"
Sábado 28 de Octubre — Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Para las interesadas: Se esta considerando abrir un tema en el Patio para aquellas que quieran continuar sus historias post Titanic...

Happy writing~

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