Author Topic: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"  (Read 38765 times)


Sayi

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #60: November 23, 2017, 12:49:12 AM »
Luego edito para dejar el post más bonito~ pero esto tenía que dejarse ya. Muchas gracias a @Cho por escribir este interlude -3-


Abril 15, 1912

La interminable noche continuaba gobernando en medio de aquel helado mar al cual todos los pasajeros del Titanic se encontraban sujetos. El frío intenso corría como una suave brisa, y a las afueras de esa inestable obra maestra arquitectónica, todos sabían que les esperaba algo mucho peor a lo cual la mayoría no podría escapar.

La evacuación fue llevada a cabo muy pobremente, con el primer bote salvavidas partiendo una hora después del impacto contra el iceberg. En su mayoría, los trabajadores de White Star Line no recibieron la preparación ni información requeridas en relación a situaciones de emergencia, lo cual causó un desorden general y mal cálculo sobre la capacidad máxima de cada bote.

Sin embargo, se mantuvo fielmente el lema de abordar principalmente a mujeres y niños, y todos cooperaron como pudieron, por más que el destino por delante era muy incierto.

La presencia de muy pocos botes salvavidas que no cubrió a todos a bordo fue producto tanto del orgullo humano ante su última creación catalogada como ‘inhundible’, como el concepto y asunción que un barco decadente contaría con un navío auxiliar cercano que recibiría viajes de los botes salvavidas, los cuales no tardarían en retornar por más pasajeros y evitar cualquier catástrofe.

No obstante, aquel ideal no pudo ser más ajeno a la realidad. Dichos escasos botes se internaron en la noche sin un destino fijo ni información sobre cuánto les tomaría alcanzar a un barco lejano que luchaba contra el mal tiempo para rescatarles, y todos los pasajeros que vieron a los evacuados partir tampoco supieron si podían contar con que no habían sido abandonados.

Y, encima de todo ello, el Titanic no iría a esperar más tiempo por encima de las aguas. El aire atrapado dentro de su estructura luchó contra la inercia del mastodonte de metal que se hundía y, ante el estrés de flotar y hundirse, el imponente transatlántico se partió por la mitad con la parte posterior alzándose para mostrar sus propulsores.

Cientos de pasajeros se aferraron al barco hasta las últimas consecuencias. Lo importante era mantenerse fuera del agua y a flote, era muy evidente, y ello fue lo que hicieron hasta que ya no hubo oportunidad alguna, cuando el navío se derrumbó como la torre de Babel y se sumergió en las profundidades del océano para pasar al olvido.

El Titanic se hundió a las 2:20 am y los pasajeros restantes fueron presas de un mar a menos de cero grados. Luego de haber pasado alrededor de tres horas esperando una solución ante la presente emergencia, la gran mayoría no sería capaz de sobrevivir sumergida en el agua por más de veinte minutos.

La situación se volvió crítica, y el tiempo corrió para cada persona al igual que un reloj de arena, uno que dejaría de marcar los segundos ni bien el contenido cayera, y uno que, al terminar, no podría ser volteado por nadie…



Ahoy Bishoujos!

Este es el último llamado para el Titanic fic. El fic cerrará el Jueves 30 de Noviembre 11:59PM Hora México DF, es decir, la próxima semana. Una vez terminado el tema será cerrado y movido a la biblioteca.

Se va a abrir un tema en el patio para aquellas que gusten continuar con el aftermath y sus personajes. Aquellas interesadas por favor mándenme un privado para organizarnos. Tengan en cuenta que esto será aparte del fic, así que espero tengan tiempo de dar un último esfuerzo y terminar este tema con sus historias en buenos términos.

Una vez finalizado el fic, tendremos los Titanic Awards para premiar historias en diversas categorías. Más información una vez se cierre este tema.

Dejo el horario...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Jueves 30 de Noviembre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc" Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Happy writing~
« Last Edit: December 03, 2017, 11:40:53 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Sayi

Esto va antes que se hunda el barco. Y ya sería mi penúltimo i think


Bitácora #8 — Collapsible Boat B

Era conocimiento de toda alma abordo que el barco se estaba hundiendo. La evacuación había empezado con órdenes de los tripulantes, y el nerviosismo había sido exacerbado por el boca a boca. Pero el Titanic era tan colosal que no habían indicios de que algo estaba mal hasta que empezaron a acumularse las pequeñas señales… el ligero -pero creciente- desnivel, el cierre de las cubiertas ya inundadas y hasta las ratas empapadas que ignoraban los chillidos a su alrededor.

Sin embargo la verdadera amenaza no era el enorme barco desbaratándose a su alrededor, sino el mar que poco a poco comenzaba a reclamar el trasatlántico.

El agua helada, la cuál había empezado escociéndose por debajo de las puertas había terminado formando riachuelos y corrientes que ahora rompían puertas y ventanas, y dificultaban tanto la tarea de los tripulantes como de las personas todavía ideando alguna manera de sobrevivir aquella noche.

El último par de botes salvavidas se preparaban para zarpar, y aunque habían personas intentando subirse como pudieran, la mayoría de pasajeros en cubierta improvisaban alguna manera de mantenerse a flote aunado de los botes… pues el nivel del agua subía sin desistir, y aquel no era el momento de discernir entre ideas buenas o malas.

Ichigo observó una multitud barrer con toda silla y puerta que se encontrara en cubierta y lanzarlas por la borda. Entre el bullicio, habían algunas personas que se lanzaban al océano; asustados por la pronta presión del barco al hundirse, y esperanzados con poder mantenerse a flote hasta que los botes salvavidas regresaran por ellos.

Pero el agua debía estar bajo cero grados, y aquellos lanzándose al océano desde ya solo sobrevivirían al barco por pocos minutos. Ichigo les había pedido que se detuvieran, pero su voz se perdía entre el griterío. Entonces sintió alguien tirar de su brazo y se giró hacia Kaien: El pelinegro señalaba en dirección a la proa del barco, y varias otras personas se abrían paso en ese mismo sentido.

“He oído que hay dos botes plegables sobre las habitaciones de los oficiales” le dijo mientras corrían tras el grupo “Puede que esta sea nuestra última oportunidad”

Había sido poco menos de una hora desde que habían embarcado a Sayi en un bote salvavidas. En ese lapso de tiempo habían ayudado a un hombre a encontrar un bote para su numerosa familia, así como una dama que viajaba sola, y un par de niños de tercera clase que viajaban junto a su abuela.

Pero así como habían personas que aceptaban ser puestas a salvo, era desconcertante -o quizás admirable- observar aquellos que preferían no pelear su destino porque los requisitos para salvarse iban contra sus principios. Como la madre y sus cinco hijos que rehusaron un bote porque el padre no podía ir con ellos. O la pareja de ancianos que no querían separarse e intentaban -en lo posible- caminar tranquilamente por cubierta, informando sobre botes salvavidas o dando direcciones a quienes lo pidieran.

El religioso dando sermones a un grupo creciente de devotos.
El hombre en la sala de fumadores disfrutando de un último whisky.
El grupo de cuerdas tocando el danubio azul en cubierta.

O Franz…

Entre tanto desconsuelo y griterío no había tenido un momento de silencio para pensar, y quizás aquello era lo mejor. Sentía que, de no tener a Kaien a su lado, no habría podido mantenerse cuerdo entre toda esa catástrofe.

Y eso que lo peor estaba por venir.

El rumor que había escuchado Kaien era cierto: Habían dos botes plegables sobre los cuartos de los oficiales. Pero los pocos marinos presentes no podían organizar un despliegue efectivo considerando el desnivel, el agua, y la falta de equipo. Los pasajeros a su alrededor habían sido rápidos en intentar maneras de ayudar, pero el tiempo apremiaba y la situación no parecía llegar a ninguna parte.

Un grupo de hombres afianzaban tablas y sillas contra la pared, improvisando una especie de tobogán para deslizar los botes. Ichigo impulsó a Kaien hacia el techo de las habitaciones, y una vez arriba le siguió camino. Entonces se sumaron al grupo de personas intentando armar los botes.

“¡Necesito una navaja, o algo para cortar las sogas!” pidió Ichigo, mientras Kaien intentaba tirar del protector que cubría el bote. Estaba buscando algún objeto punzocortante en sus bolsillos cuando otro pasajero le alcanzó una cuchilla.

Se trataba de un joven delgado quien, así como ellos, intentaba zafar el bote de las sogas que lo envolvían. Tenía el cabello y ojos azules, y su inglés estaba marcado por un acento que Ichigo reconoció como ruso.

“Gracias”
“No hay problema” le respondió el joven; sus ojos fijos en el desplegable frente a ellos “Tenemos que apurarnos o esto será en vano”

En la cubierta más abajo, el agua empezaba a correr con más fuerza, y las palancas para deslizar el bote parecían correr peligro. Tenían que idearse una manera no solo de armar el bote, sino de moverlo a una posición que les permitiera abordarlo a tiempo.


Si bien el sonido del violonchelo hacía un buen trabajo distrayéndolo de la espera, no había nada que pudiera hacerse para esconder el agua que cubría la alfombra del comedor. Las ventanas ya no mostraban las estrellas, y Franz había resuelto que la habitación ya se encontraba bajo el nivel del mar.

El agua corría por las paredes, goteaba por el techo, y el empezaba a subir por sobre sus tobillos. Pensó en treparse en una mesa, pero ello le dificultaría seguir tocando.

Cuando se asentó junto al piano, el comedor todavía estaba lleno de pasajeros de primera clase. Entre sombreros de plumas, abrigos de pieles y conjuntos de vestir, lo único que habían tenido todos en común eran los chalecos salvavidas que los unía en víspera de la tragedia.

Pero ahora… silencio absoluto. Ya no podía escuchar el ajetreo, y Franz no quería imaginarse el espectáculo que habría en cubierta. Pensó en Ichigo, y quiso creer que se las había ingeniado para ponerse a salvo… a diferencia de él, solo unas cubiertas más abajo, pero ya dado por perdido para el resto del universo.

Elegy de Bottesini” dijo una voz “No lo había escuchado en violonchelo”

Franz se detuvo y observó al hombre que caminaba hacia él. Se movía con dificultad, pero aunado a eso parecía no importarle tener los pantalones mojados hasta las rodillas, o la vajilla flotando a su alrededor. Llevaba un vaso con whisky en la mano, el cual le ofreció apenas Franz posó los ojos en él.

Parecía haber aparecido de la nada, y por un segundo Franz se pregunto si aquel hombre se podía tratar de la mismísima muerte. ”No hay forma”, concluyó, al verlo tomar asiento en una silla junto a él. ”Tan solo se trata de otro anciano como yo”

“Justo lo que necesitaba” le agradeció, devolvíéndole el vaso con whisky. El hombre lo recibió y tomó un sorbo también.
“Por favor, siga tocando” respondió, y Franz honró su pedido.

Se había resignado a quedarse solo, y se había convencido que estaría bien… pero al parecer había subestimado la compañía de otra persona, aunque se tratase de un completo extraño. El hombre a su lado tenía los ojos cerrados, y se podía apreciar un esbozo de sonrisa bajo su tupido bigote. Debía tener unos diez años más que él, y, a juzgar por su acento, era evidente que se trataba de un americano.

Franz sonrió para si mismo. Luego de menospreciar tanto a los estadounidenses, era cómico lo agradecido que se encontraba de compartir ese momento con él.

“¿Es un concertista?” le preguntó mientras Franz se balanceaba al compás de la melodía “Usted es extraordinariamente bueno”
“Es muy amable” le respondió, y agregó: “Y aprecio mucho que disfrute de mi música”
“Por supuesto, aunque es una lástima que nos conozcamos en este momento”
“No diga eso, que mejor situación que esta, ¿cierto?”

El hombre rió ligeramente y le extendió una mano. Se trataba de una persona cálida, y Franz le devolvió la sonrisa.

“Mucho gusto”
“El placer es mío”

La madera a su alrededor crujía, y aquí y allá podía escuchar el casi imperceptible tronar del vidrio. No debía quedar mucho tiempo, y tras intercambiar pleitesías ambos se quedaron en silencio. Se sentía la urgencia de cuidar las palabras, pues cada momento podía ser el último.

Sin embargo, tampoco había mucho sentido en callar, pues el silencio también podía extenderse para siempre.

“¿Familia?” le preguntó Franz
“Una esposa esperándome en Nueva York, y tres hijos ya adultos, con familia” le respondió “Ella estará bien. Vivirá cómodamente, y tiene a toda la familia viviendo en la ciudad” Franz asintió. Era extrañamente tranquilizante escucharlo tan en paz con sus asuntos “¿Y usted?”
“No tan afortunado como usted, me temo. Solo dejo un par de familiares lejanos. Y mi pupilo, espero y ya a salvo” le respondió, alzando los ojos hacia el techo “Dejé las cosas en orden para él. Si todo sale bien, claro está”

El hombre tensó los labios y alzó el vaso, brindando por él.

“Entonces espero que todo salga bien”
“Repito, es usted muy amable. ¿Dónde se esconden los americanos como usted?” el hombre rió ligeramente al mismo tiempo que Franz retomaba el arco del violonchelo “¿Tiene algún pedido en particular?”

El ofrecimiento avispó al hombre, pues sus ojos se iluminaron como los de un niño. Estuvo por nombrar la melodía cuando el salpicar de unos pasos los interrumpió, así como el llamado del joven dirigiéndose hacia ellos.

“¡¡Tienen que salir de aquí!!” les urgió el rubio. Firme y decidido a ayudar como fuese, sin percibir la resignación en el lugar “¡¡Síganme por favor!!”

Lo último fue el estruendo en el techo, el quebrar de la madera, el frío que lo envolvió.

Y todo se volvió negro.


“¡¡Tenemos que empujarlo ya!!”
“¡Pero el otro bote no se ha podido armar!”
“¡¡No tenemos más tiempo!!”

La urgencia ya no era cuestionable. Habían hecho lo mejor posible y lo único que quedaba era poner el bote a prueba. El salvavidas que Ichigo y Kaien habían intentado liberar, el plegable B, estaba armado y listo para ser abordado. Debía tener sitio para más de treinta personas y, si jugaban bien sus cartas, era posible que todos los ayudantes tuvieran cupo a bordo.

Las personas en cubierta habían afianzado una especie de rampa para deslizarlo. El agua ya les llegaba a las rodillas, y entre el griterío los oficiales hicieron la cuenta regresiva para empujarlo desde su posición.

Kaien e Ichigo junto al resto de hombres lo lanzaron al llegar a tres… pero, como todo a bordo del trasatlántico, aquello no salió como se esperaban.

El peso del bote plegable fue demasiado para la rampa y esta se quebró en dos. El bote cayó de costado y terminó boca abajo sobre la cubierta.

Todos se abalanzaron sobre el bote para intentar voltearlo, pero tanto la inclinación del barco como las corrientes de agua les hacía imposible la tarea. Entonces se escuchó el quebrar de las sogas, y el chillar del metal alertaron a todos de un nuevo peligro.

Dos de las enormes chimeneas habían quedado sueltas, y una de ellas venía peligrosamente cerca.

“¡¡CUIDADO!!”

La enorme pieza de metal golpeó a un grupo pasajeros en el agua. Un sonido sordo que ahogó a un sin número de gritos en un instante.

En la cubierta, Ichigo tomó del brazo de Kaien con fuerza, en preparación por lo que estaba por venir. Ambos habían intentado voltear el bote junto a los demás, pero el tiempo se les había agotado.

La fuerza de la chimenea golpeando el océano creó una fuerte corriente que barrió con el bote plegable, mandándolo hacia el mar, lejos del trasatlántico.

Y, con él, a todos los que habían ayudado a armarlo.
« Last Edit: November 29, 2017, 11:07:14 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Mery

Me hundiré con el barco pero al menos lo voy a intentar :')



Durante el trayecto al comedor de primera clase, Alisha fue abordada por una cantidad considerable de personas, la mayoría jóvenes, con la intención de iniciar conversación con ella o al menos saludarla y recordarle así el apellido de sus familias. Por consecuencia, los saludos recaían en Alice también, seguidos de las preguntas más comunes dada su condición, tales como: ‘¿qué tal se siente?’, ‘¿qué la trae a bordo del Titanic?’ y, claro, ‘¿podría darle mis saludos a su padre?’. Por cortesía, Alice contestaba lo que consideraba adecuado y se aseguraba de agradecerle a cada uno por su preocupación. Alisha también les contestaba de manera cordial, pero era ella quien terminaba con el intercambio prontamente, siempre con una grácil sonrisa adornándole el rostro.
Alice le agradecía enormemente el gesto, dado que no tenía noción alguna de la identidad de ningún pasajero además de la propia Alisha y se sentía abrumada ante toda la atención.

(Coran le había enseñado fotos de familiares y figuras importantes del momento, pero ella no lograba grabar sus rostros en su memoria, y menos aún relacionarlos con nombres o acciones trascendentes.)

Alice no soportaba sonreír sin motivo aparente o pretender no escuchar los cuchicheos de las personas que la reconocían, así que llegar a su destino fue un alivio. Para su suerte, y aún con lo inmenso del lugar, encontrar a Coran fue bastante sencillo.

(No muchos lucían una cabellera tan colorada como la suya, aún menos con un bigote de semejante volumen haciéndole juego.)

“Espero sepa disculpar nuestra tardanza, Sr. Wimbleton.” Se apresuró a decir Alisha cuando lo alcanzaron.
“Apenas y me he percatado, Srta. Diphda, no tiene usted nada de qué preocuparse.” Sonrió Coran. “Imaginaba ya que ustedes dos necesitarían un momento para hablar.”
Alice notó la atención del hombre en ella y asintió. “De hecho, tío, hemos compartido una conversación muy amena y me alegra poseer la suerte de conocer y ser amiga de una persona tan atenta y amable como lo es Alisha.”

(Todo en orden, le dijo ella con los ojos.)

Coran estrechó los labios complacido con su respuesta y alzó apenas su copa vacía, en un instante un par de mozos aparecieron a su lado y uno de ellos llenó su copa mientras el otro le ofreció a las jovencitas algo de beber. Una vez que los tres tuvieron sus copas llenas, Coran las invitó a brindar.

“Por un nuevo inicio y un viaje placentero.” Exclamó con una sonrisa bonachona.

Tanto Alice como su rubia amiga habían pedido vino, pero lo que tenía Coran era algo más –whisky o alguna otra bebida con alcohol que Alice no era capaz de identificar–. De hecho, cuando ellas llegaron, su copa ya mostraba señales de haber sido usada. Al pensar en aquello, Alice reparó en que la mesa que había escogido Coran para ellos era pequeña en comparación a la mayoría, que contaban con espacio suficiente para ocho personas o más mientras que en la suya sólo habían cuatro sillas disponibles. ¿Habría Coran estado hablando con otras personas antes de que llegaran o se habría limitado a beber en soledad?
 
Coran procedió entonces a preguntarle a Alisha sobre su familia y los negocios, pero Alice no prestó demasiada atención. Aunque sabía que no encontraría ningún rostro familiar entre aquel mar de gente elegante y bien vestida, no pudo evitar dejar que sus ojos recorrieran la estancia rápidamente. Todos parecían estar enfrascados en conversaciones superficiales o degustando los platillos que iban llegando, nada fuera de lo normal, pero de algún modo se sintió desmotivada. Cuando la entrada le fue servida, Alice escuchó algo que llamó su atención.

“Me sorprende aquello, Srta. Diphda.” Comentó Coran. “No esperaba que su prima nos acompañara durante la travesía.”
“De hecho, comparto su sorpresa.” Confesó Alisha bajando por un breve segundo sus ojos a su plato. “Mis padres convencieron a Rika para que viniese, casi a último minuto, para así no dejarme sola.”
“Imagino que ha sido sobre todo a insistencia de John.” Dijo Coran con una sonrisa conciliadora.
Alisha sonrió un poco. “Mi padre es un hombre conservador en todo sentido, no sólo en el ámbito político.”
“Ya lo creo.” Asintió.
“Con respecto a Rika, lamentablemente no podrá acompañarnos hoy sino hasta la hora de la cena. Me atrevo a decir que se hallará hasta entonces en su habitación.” Empezó a explicar. “Verá, Rika presenta gran malestar ni bien pone un pie sobre cualquier embarcación, los viajes en alta mar no son lo suyo.”
“Oh no, pobrecilla.” Se lamentó Coran. Por su parte, Alice sólo suspiró. Ella había tenido la idea de ausentarse dando la misma excusa, así que saber que otra persona pudiese poner su plan en acción no la ponía de mejor humor.
“No se preocupe por ella, con descansar esta tarde estará bien.” Continuó Alisha. “Además, su prometido la acompaña, así que no se encuentra sola.”
“¿Tiene un prometido?” Intervino por fin Alice, Alisha pareció alegrarse de verla interesada.
“Sí, unos meses atrás se comprometieron formalmente. Te contaré todo mientras damos un paseo luego, si gustas, Mery.”
“Encantada.”

La conversión luego de aquello fue acaparada en gran parte por Coran, que les contaba historias de su juventud en su natal Irlanda, principalmente dirigidas a Alice, puesto que ella seguía desmemoriada. Alisha permanecía atenta y ella misma realmente no podía quejarse, escuchar los relatos de Coran era entretenido, ya que si bien éste mantenía una postura elegante, se notaba en su voz cuanta alegría le brindaba el poder compartir sus experiencias y la belleza de su tierra.

“Alguna vez quisiera ir a verlo con mis propios ojos.” El comentario de Alice surgió cuando Coran dio por terminada una anécdota y se disponía a dar el último sorbo a su segunda copa whisky.
“¡Vaya!” Coran se veía asombrado, pero por sobre todo satisfecho. “Te he de tomar la palabra entonces, no te arrepentirás.”
“Prometido.” Alice cerró el trato alzando su copa hacia él y Corán rió antes de imitar su acción. “Bueno, ahora tengo curiosidad por ver las cubiertas, he oído muchas cosas sobre el Titanic que quisiera comprobar. ¿Me acompañarías, Alisha?” Propuso volviendo su atención a su amiga.
“Con gusto, querida.” Aceptó ella.
“¿No querrías acompañarnos, tío Coran?” Tanteó Alice.
“No, pequeña, la juventud debe divertirse a su propio ritmo. Yo por mi parte iré a hablar con unos viejos amigos.”
Alice asintió. “De acuerdo, espero te diviertas.”
“Igualmente. Puedo esperar verlas en la cena, ¿cierto?”
“Por supuesto.” Contestó Alisha con una sonrisa. “Con su permiso.”
“Vayan con cuidado.”




“Y bien, ¿me decías que Rika tiene un prometido?”
Las jóvenes hicieron una parada en la sala común de la cubierta A, luego de visitar la sala de lectura. Alisha se veía más animada que antes y no tuvo problema en contestar.
“No debes recordarlo.” Casi rió ella. “A Rika le gustan mucho todas las representaciones artísticas existentes, música, arquitectura, actuación, entre otros. Hace unos años conoció a un joven en una exposición de arte, precisamente era el autor de una pintura que la dejó embelesada. Jihyun Kim se llama él, resulta que su familia tiene gran influencia en el campo artístico y se volvieron cercanos pronto.”
“Me alegro por ellos entonces.” Dijo Alice tratando de sonar lo más sincera posible.
Luego de pensarlo un momento, Alisha continuó. “De hecho, Mery, tú llegaste a conocer a Jihyun durante los preparativos para la exhibición internacional que se hizo hace un par de años en Londres.” Le explicó. “Tu padre, siendo miembro de la alianza anglo-japonesa, buscó hacerse de los mejores expertos para que la exhibición resultara un éxito y fue así que dio con los Kim.”

Alice se quedó congelada un momento, eso último no lo esperaba. Debía admitir que de su familia (o la de Mery, mejor dicho) tenía información limitada. La Sra. Baskerville había fallecido unos diez años atrás, por lo que no sabía nada de ella; con respecto a su padre, sabía que era embajador de Gran Bretaña en Japón y residía allí desde 1905, cuando la alianza con el país nipón se renovó, por lo que no había tenido oportunidad de verlo, y muchísimos menos aún de saber qué tipo de relaciones había forjado en esos intervalos de tiempo (él o Mery). Ahora no sólo tenía a la prima de Alisha entre las personas que ‘la conocían’ y con las que se vería obligada a interactuar, sino que a la lista debía añadir al tal Jihyun Kim.

(Al menos esperaba que la relación de Mery con los dos hubiese sido buena en su momento.)

“No estés nerviosa.” Habló Alisha, sobresaltándola. “Rika ya lo sabe y lo más seguro es que se lo haya contado a Jihyun.”
“Sí, gracias.” Alice intentó de sonreír de forma convincente, aunque dudó que Alisha lo creyera.
(Si supiera, pensó Alice con cansancio.)

Quizás tras ver su incomodidad, Alisha se apiadó de ella y por ello decidió invitarla al Café Parisien localizado en la cubierta inferior. Tal como su nombre prometía, la decoración respondía al estilo parisino y las ventanas daban una bonita vista al inmenso mar. El Café era ocupado por jóvenes, pero el ambiente en general era confortante. Tras ver la carta, Alice decidió elegir algo en su zona segura (lo que dedujo que era café macchiato), dado que no podía leer cerca del 50% de los nombres que se presentaban allí. Alisha ordenó una bebida y algo para ambas, lo que resultó ser panecillos rellenos con crema (éclairs los llamó ella). Cuando sus pedidos llegaron, Alice dio un sorbo y sonrió aliviada al sentir el gusto a leche por debajo de la espuma.

“Sabes, la primera vez que visitamos un café en París pediste lo mismo.” Señaló Alisha.
“¿Fue así?” Respondió ella sin poder creerlo.
“Sí, fuimos junto a mi madre y mi hermana mayor, Elizabeth.” Le contó animada. “Creo que hay cosas que no cambian.”
Escuchar eso era un alivio para Alice. No había mucho que pudiese ofrecerle a Alisha, pero si acaso podía darle por casualidad un pequeño rastro de la amiga que ella extrañaba, entonces lo intentaría.
“Espero que lo demás vaya cayendo en su lugar pronto.” Se animó a decir Alice antes de probar el postre.

Alisha no intentó presionarla a recordar, sus siguientes comentarios fueron acerca del trasatlántico, su opinión acerca de los lugares que acaban de ver, qué deseaba visitar o si tenía planes al llegar a Nueva York. Ésas eran cosas que Alice sí podía responder y Alisha era consciente de ello.
Mery realmente tenía una buena amiga.



Después de haber pasado varias horas fuera, Alice se halló nuevamente en la tranquilidad de su habitación y por poco se dejó desplomar sobre la cama.

“Sabes, Jaehee, tenías razón.” Dijo mientras se quitaba los zapatos. “No ha resultado tan mal.”
La criada cerró la puerta tras ella y se dirigió al closet. “Le dije que podría manejarlo.”
“Sí, gracias, de nuevo.” Repitió con algo de torpeza. “¿Vas a elegir el atuendo para la noche?” Jaehee movió la cabeza afirmativamente. “¿Tan pronto? Pensé que podría quedarme aquí dentro por un rato.”
“Puede dormir un poco si así lo prefiere, yo la despertaré cuando sea necesario.” Alice estuvo a punto de agradecerle a viva voz, pero Jaehee se giró para mirarla. “Pero primero, debe quitarse la peluca, por favor.”



Tal como había prometido, Jaehee la dejó dormir por al menos una hora. El vestido que la criada escogió fue uno de mangas largas en color beige suave con delicados bordados de flores. No parecía tan pomposo como el que usó en la mañana, pero aun así Alice seguía sin sentirse en su elemento. Antes de que salieran en camino al comedor, Jaehee le colocó un broche que complementaba el vestuario sobre la peluca y lo ajustó todo debidamente.

“Le queda muy bien.” Le animó Jaehee y ella rió un poco ante su reflejo.
“Bueno, mientras nadie se acerque demasiado a mí o a mi cabello, estaré más que bien.”

En esa ocasión no esperó a que alguien fuese a buscarla. Alisha le había comentado antes de que se separaran que iría a buscar a Rika y se encontrarían en el comedor a la hora de cenar.
Al menos tener a Jaehee cerca durante un tramo del trayecto le hacía sentirse más segura, ella no podría acompañarla en todo momento y no debían verlas hablando tan casualmente, lo cual seguía pareciéndole absurdo, pero ella estaría rondando cerca hasta que abandonara el gran salón.




“Mery.” Llamó su atención Coran poniéndose de pie cuando la vio llegar.
Alice se dirigió a él sin pasar por alto que la mesa escogida tenía dos asientos más que en el almuerzo.
“¿Alguna novedad?” Preguntó ella tras tomar asiento.
“No, en absoluto.”
“¿Y hablaste con tus viejos amigos?”
“Oh sí, pasamos la tarde juntos, gran parte de ella en la sala de fumadores, de hecho.” Sonrió Coran, lo que provocó que Alice arrugara la nariz.
“¿A tu edad, Coran? ¿No crees que deberías dejarlo?”
Coran se rió con ganas ante su comentario. “¿Vas a sermonearme, pequeña?”
“De ser necesario...”
“Aún no soy un anciano, no no, por el contrario, y aunque no lo creas, mis pulmones son muy fuertes. Puedo darme uno que otro gusto.”
Alice meneó la cabeza en desaprobación, pero el hombre sólo volvió a reír.
“Parece ser que se divierten.” La voz de Alisha anunció de pronto la llegada de sus demás invitados.


Junto a Alisha se encontraban dos figuras nuevas, la primera era una señorita de larga cabellera rubia y hermosos ojos verdes, apenas un poco más alta que la propia Alisha a su lado, luciendo un distinguido vestido de noche. Aún con dar un solo vistazo, no había forma de negar el parentesco entre ambas, ésa era Rika. Ésta sujetaba del brazo a un joven alto con el color de cabello más llamativo que Alice había visto en todo el día (y cabe decir que había visto incluso cabelleras rosas y celestes entre los pasajeros). No sabía decir si el cabello de Jihyun era color menta o aguamarina, pero definitivamente era un detalle curioso en su apariencia, lo hacía resaltar fácilmente.

“Jóvenes, es un placer tenerlos con nosotros esta noche.” Coran saludó a ambos tranquilamente y Alice esperó a que Alisha los presentara.
“Mery, ésta es Rika, mi prima de quien te hablé.” Dijo Alisha posando sus ojos en la mayor.
Rika se separó de su prometido para acercarse a ella y darle un beso en ambas mejillas. Jaehee ya le había dicho antes que ésa era una forma de saludar bastante común, pero de igual modo la tomó por sorpresa.
“Es grato ver que te estés recuperando, Mery. Mi prima ha estado muy preocupada por ti.”
Alice le sonrió. “Muchas gracias a ti, Rika.”
“Y él es Jihyun Kim.” Volvió a hablar Alisha, moviendo una mano enguantada para señalar a Jihyun.
El joven le dirigió una suave sonrisa e intercambió una mirada con su prometida antes de extender una mano hacia Alice. Reconociendo el gesto, la chica ofreció una mano propia y vio a Jihyun inclinarse para besar el dorso de ésta delicadamente.
“Creo que hablo por todos al decir que es un honor volver a gozar de tu compañía.” Dijo, logrando sonar sincero.
Alice se sintió un poco cohibida, pero logró sonreírle un poco. “Gracias, el honor es mío, Sr. Kim.”
(Y, de una forma algo retorcida, lo era.)
Jihyun correspondió a la sonrisa y en ese momento Alice recordó algo.

Jaehee era quien tenía la información más actual y precisa sobre Mery, siendo su criada favorita, y ella le había mencionado antes que a Mery le gustaba mucho la pintura, especialmente aquella que retrataba paisajes o escenarios llenos de color. Por ello la habitación de la chica tenía muchos cuadros colgados en las paredes, incluso recordó que Jaehee empacó un par de ellos antes de salir de Londres. Alice no le prestó demasiado interés, los cuadros eran estéticamente agradables y pensó que llevarlos con ella durante el viaje sería algo muy propio de Mery, así que aceptó sin chistar.

Ahora, aún sentada en el comedor, Alice rememoró un detalle que había notado en sus días en la casa Baskerville. Cuando trataba de recordar un dato que acababa de estudiar, sus ojos por inercia vagaban por la habitación y recaían sobre las pinturas enmarcadas. Al menos seis de ellas estaban firmadas por la misma persona: Kim.

Alice trató de disimular su asombro mientras los demás se sentaban.

Si estaba en lo correcto, Mery sí era amiga de Jihyun, o al menos era seguidora de sus trabajos, lo suficiente para haberle comprado media docena de ellos. ¿Pero qué tan cercanos habían sido? Contando cuadros no sacaría nada. ¿Debía felicitarlos por su reciente compromiso? Mery no tuvo oportunidad de hacerlo por el accidente, pero Alice no sabía en qué posición se hallaba con respecto a la relación de ellos.

Al final, Alice decidió dejarlo así. Si Jihyun o Rika fueron amigos suyos entonces sabrían incluso mejor que ella cuáles serían sus deseos acerca de su compromiso, ¿cierto?

“¿Cuánto tiempo tienen pensado quedarse en los Estados Unidos?” Preguntó Coran, dirigiéndose obviamente a la pareja y recuperando la atención de Alice.
“Unos dos meses, con un máximo de tres.” Respondió Jihyun. “Si todo va como lo planeamos, no nos tomará más que eso.”
“Visitarán muchos lugares, imagino.”
“Sí, Sr. Justamente por mi trabajo requiero hacerlo, espero hallar nueva fuente de inspiración allí.”
“¡Que Dios así lo quiera!” Vitoreó Coran sonriendo.

Mientras ellos conversaban, Alice se mantuvo quieta, observando. Coran miraba a ambos jóvenes cuando hablaba, pero sólo Jihyun respondía y mantenía contacto visual con él. Los labios de Rika formaban una sonrisa, pero ésta no le llegaba a los ojos. En realidad, se veía abstraída y miraba a su alrededor disimuladamente.

“Mery me comentó esta tarde que desea recorrer los lugares que visitamos juntas en otras ocasiones.” Se unió Alisha. “Tengo varias opciones en mente.”
“Sí, será divertido.” La siguió Alice.
“Me parece una idea estupenda.” Concedió Coran, acentuando la última palabra de forma graciosa.
“Ahora que lo pienso, tío Coran, ¿no vendrías con nosotras?”
El pelirrojo dejó escapar una risa. “Vaya, hace un momento me tratabas como a un abuelo, ¿qué te ha hecho cambiar de parecer, querida?”
“No lo sé.” Confesó con una sonrisa. “Compartir momentos así con la familia debe ser agradable, ¿no?”
Alice dijo eso pensando que Coran volvería a reírse, pero no lo hizo. Por un instante, el hombre se quedó viéndola con una expresión extrañamente triste. Muy tarde Alice se dio cuenta de que no había formulado muy bien esa oración, pero no tuvo tiempo de retractarse.
“¡Claro, claro! Tienes toda la razón, Mery, es una muy buena propuesta.” La felicitó volviendo a su actitud entusiasta. “Debes saber que soy un excelente guía.” Dijo mientras sujetaba uno de los extremos de su gran bigote con las puntas de los dedos. “Además, conozco Nueva York como si fuese la palma de mi mano.”
“Eso nos vendría bien.” Aceptó Alisha.
“¡Que no se diga más! Señoritas, acaban ustedes de ganarse la lotería.”

Alisha y Alice rieron por su entusiasmo, pero éste se vio apagado al ver que Rika se ponía de pie abruptamente, logrando que la atención se inclinara hacia ella.
“No estoy sintiéndome muy bien, por favor discúlpenme.” Dijo con ver a ninguno directamente. “Debo excusarme un momento.”
“Te acompaño.” Ofreció Jihyun levantándose al instante de su silla, pero Rika se negó.
“Te aseguro que no es necesario, por favor, volveré en un minuto.”
“Iré contigo.” Alisha dejó su lugar en la mesa y no dio lugar a discusión. “Sr. Wimbleton, Mery, no se preocupen, continúen por favor.”
Así las dos se retiraron rápidamente y en la mesa se hizo un silencio casi incómodo,
“¿Realmente se encontrará bien?” Preguntó Coran volteando a ver a Jihyun.
“Rika no lo pasa bien en este tipo de viajes, pero no deben alarmarse.” Les aseguró, algo abochornado. “Más bien lamento si esto les ha incomodado.”
“No, no, por favor, la salud de su prometida es más importante.”
Alice le dio la razón. “Podemos esperarlas de ser necesario.”
El joven sonrió a ambos, agradecido. “Aprecio su comprensión, pero debo insistir en que continúen, tal como pidió Alisha.”

Veinte minutos después, aquella resultó ser una petición difícil de cumplir. Coran procuraba mantener la conversación fluyendo con normalidad, pero era obvio que seguía preocupado. Alice bebió de su copa y se excusó de la mesa tan pronto como pudo, no sin antes convencer a un contrariado Jihyun.

“En ese caso, debo ser yo quien vaya a buscarlas.”
“Si no están por los pasillos, tal vez se encuentren en los servicios y, si ése es el caso, creo ser la más indicada para ello.” Trató de razonar la menor. “Sólo daré un vistazo, no tardaré nada, ya verá.”
“Deje que vaya, Sr. Kim.” La respaldó Coran. “Mi sobrina es una jovencita muy persistente, especialmente cuando tiene una idea fija en su mente.”
Jihyun suspiró dándose por vencido. “Creo saber a qué se refiere.”
“Exacto.” Alice dejó pasar por alto su comentario en favor de retirarse. “Señores, volveré enseguida.”

Una vez fuera de la vista de ambos, Alice apretó el paso. El gran salón era uno de los ambientes más grandes dentro del barco, pero Alice estaba convencida de que encontraría a las rubias enseguida. Sin embargo, no logró verlas al llegar a la gran escalinata ni en los pasillos aledaños al comedor. Siendo ya casi las nueve, buena parte de los distinguidos pasajeros debían estar cenando y no dando vueltas al rededor, por lo que Alice se aventuró hasta una de las puertas que daba a la cubierta para comprobar si habían decidido tomar aire fresco. Sólo un corto pasillo la separaba del exterior, por donde tendría que escoger entre izquierda o derecha, y cuando estuvo allí pudo ver a las dos jovencitas cerca. Alice alzó una mano y estuvo a punto de llamar su atención cuando una de ellas se movió bruscamente.

“Alisha, no.”

Alice se detuvo y retrocedió con cautela. La voz de Rika al otro lado sonó dura, casi cortante, y eso la dejó confundida. Tal vez se hallaban en medio de una conversación privada y el golpe de las olas contra el barco les había impedido oír sus pasos al llegar. Alice supo que salir a su encuentro en ese instante no sería apropiado, por lo que se dispuso a dar media vuelta hasta que a sus oídos llegó algo más.

“Es un irlandés.” Recalcó la mayor con cierta aversión.

Alice atrajo su mano hacia su cuerpo de golpe, incrédula. Estaba mal espiarlas, pero de igual modo se quedó inmóvil en su posición. Debía confirmar la sospecha que empezaba a esparcirse dentro de su pecho.

“Rika...” Susurró Alisha con cuidado. “¿No me dirás que es sólo por esto que te has rehusado tanto a acompañarnos a cenar?”
“¿Es que acaso te parece poco?”
La voz de Alisha cambió ligeramente. “En efecto, y me parece incomprensible que te comportes de forma tan intolerante.”
“Pues a mí me resulta inaudito que desees con tanta insistencia compartir la mesa con alguien como él.” Refutó Rika con énfasis.
Alisha tardó unos segundos en volver a hablar, cuidando moderar el volumen de su voz. “El Sr. Wimbleton es un caballero muy respetable, Rika. Por favor, no sigas con eso.”
“Lamento informarte que mis señores padres no comparten tu opinión, Alisha.” Continuó Rika sonando cansada. “Puede que tú siempre hayas sido una rebelde, pero no es el caso conmigo y estoy segura de que es por eso que me han encomendado ver por ti en esta ocasión.”
“Nuestra familia ha mantenido amistad con los Baskerville por décadas, querida prima.”
“De los Baskerville como un tronco sólido, sí, pero no de la rama torcida a la que él pertenece.”
“¡Rika!” Alisha trató de controlar su exaltación, flaqueando apenas. “¿Escuchas lo que dices? Esto es absurdo.”
“¿Absurdo? ¿Es que tú no has visto su comportamiento o escuchado cómo se expresa?” Alice escuchó a Rika resoplar. “Ni siquiera los dinero nuevo son tan escandalosos.”
“Exageras.”
“Me temo que no, Alisha, y será mejor que demos por terminada esta discusión. No pienso volver.”
Alisha se tomó unos segundos antes de proceder en un susurro. “¿De verdad le harías ese desplante a Mery?”
“Mi problema no es con tu amiga y lamento profundamente que esto pueda agobiarla, pero no tengo opción.”
“Sabes que sí, por favor, reconsidéralo.”
“No tengo la autoridad para detenerte, Alisha, pero yo no me quedaré allí a ver cómo se cae nuestro apellido a pedazos. Él se alejó de todo círculo de la alta aristocracia por años y eso se refleja dolorosamente en sus acciones.”
“Fue por luto y no puede reprochársele.” Insistió Alisha.
“Eso no cambia el resultado, Alisha.”
“¿No puedes intentar llevar la fiesta en paz aunque fue sólo hoy? Únicamente te pido esta noche.”
“No, ha sido suficiente con lo poco que vi... Hasta podía sentir las miradas críticas que dirigían hacia nuestra mesa.”
“No es como lo pintas, Rika.”
“Sabes lo que se dice de los irlandeses, Alisha. Y no estoy diciendo que eso esté bien, pero tu opinión o la mía no van a cambiar el concepto que la sociedad ya fijó para ellos.”
“No es justo juzgar a una persona por algo así.”
“Aún con esa forma de pensar no vas a cambiar el mundo, Alisha. No soy sólo yo quien opina así, escuché de otros pasajeros comentarios similares antes de llegar al gran salón y lo he comprobado. Puede que a ti no te importe, pero yo por mi parte no puedo dejar que vean a nuestra familia relacionándose con un troglodita.”

Esa fue la gota que derramó el vaso.

“¿Me harías el favor de repetirlo?”
Alice no pudo contenerse más y abandonó su escondite para encarar a las muchachas con una expresión dura en el rostro.
“Mery–” Alisha volteó primero a verla, notablemente pálida, pero Alice alzó una mano para que la dejase continuar.
“Tal vez no he escuchado bien, querida, por ello necesito esclarecer mi duda.” Prosiguió Alice mirando a Rika directamente. “Repítelo.”
“Rika aún no se encuentra bien, por favor perdona su falta de–”
“No, Alisha.” Dijo esta vez con una voz más fuerte. “Uno no suelta un comentario de tan mal gusto sólo por un mareo.”
Rika se recuperó casi al instante de su asombro inicial y alzó la barbilla antes de hablar. “Me parece que lo has olvidado en tu larga ausencia, querida Mery, pero te recuerdo que es de mala educación oír conversaciones ajenas.” Le recriminó con la calma propia de quien corrige a un niño malcriado.
“Y también lo es hablar mal de otros a sus espaldas.” Masculló Alice sintiéndose ofendida. “Pero, como tú misma señalaste tan amablemente, yo estuve enferma; así que dime, ¿cuál es tu excusa?”
Sin inmutarse, Rika sonrió. “No necesito una, no he hecho nada que se me pueda reprochar.”
Alice sintió su rostro acalorarse por la rabia. “Oh, ¡qué maravilla! Entonces te parece completamente aceptable lo que acabas de decir, ¿es eso?”
“Cuando uno habla con la verdad no tiene nada qué temer o por lo cual avergonzarse.”

Alice cerró los ojos para tomar aire y dejó que sus manos se cerraron en puños.
(Calma, se dijo ella mentalmente.)

Por supuesto.” La menor arrastró las palabras camuflando a duras penas su disgusto. “Vine porque estábamos preocupados por su tardanza, pero creo que ese asunto ya quedó resuelto. De cualquier modo, lo preguntaré sólo una vez para que todo esté claro,” dijo tomando aire lentamente “¿piensan ustedes volver?”
“Me pareció que ya lo habías escuchado, pero veo que no tienes mucha retención: por lo menos yo no volveré si debo compartir la mesa con ese hombre.” Y con esa última oración, Rika dejó muy en claro su rechazo.
“¡Rika!” Jadeó Alisha.

(Calma y un carajo.)

“Wow.” Alice colocó sus manos sobre su pecho, haciendo un ademán exagerado de sorpresa. “Ok, debo confesar que eso no me lo esperaba.” Rió. “O al menos no esperaba que me lo dijeses en la cara.”
“Mery, lo lamento tanto–” Alisha trató de acercase a ella, pero Alice la detuvo.
“Espera, espera, aún no termino.” Alice sacudió sus manos frente a ella y volvió su atención a la mayor. “Debo darle las gracias primero.” Dijo, asegurándose de señalar con el dedo índice a Rika.
La aludida alzó una ceja cruzándose de brazos. “Continúa.”
“Acabas de hacerme un gran favor, ¿sabes? Me ahorraste el disgusto de descubrir tardíamente ciertos aspectos de la sociedad que hasta hoy ignoraba.” Explicó con voz dulce. “Una lección de vida incluso, creo yo. Aunque esto es para beneficio de ambas partes, ya que tú también sales ganando porque no tendrás que lidiar más con nosotros luego de esto.”
Rika la observó con precaución. “¿A qué te refieres?”
Alice dio un paso hacia ella. “Te equivocas si crees que los Baskerville necesitan de la aprobación de tu familia para subsistir.” Dijo despacio. “No necesitamos favores tuyos o de cualquier Diphda. Así que ni siquiera te molestes en inventar una excusa, o hacer que la pobre Alisha se las ingenie por ti, como parece ser el caso.” Añadió con aire amargo. “Y ya que me has hecho un favor, yo misma te haré las cosas más fáciles.”
“¿Acaso estás intentando cortar–?”
No me interrumpas.” Advirtió Alice levantando la voz y sorprendiendo a la rubia. Al ver su reacción, la menor volvió a ofrecerle una sonrisa. “Escuché más que suficiente, gracias. Si es así como ves y hablas de mi familia a mis espaldas, entonces para mí será más que un placer evitar estar en tu presencia en lo que resta de este viaje.” Continuó mientras juntaba sus manos tras su espalda adoptando una postura inofensiva. “Es más, si por mi fuese, no volvería a verte la cara nunca más, pero por el momento con esto me basta. ¿No piensas igual, querida?”
Alisha estuvo a punto de intervenir otra vez, pero Rika la hizo callar colocando una mano sobre su hombro.
“Me parece lo más justo.” Respondió la mayor.
“Excelente.” Espetó Alice con desprecio. “Con su permiso.”

La joven se giró velozmente para darles la espalda, ignorando por completo la mirada suplicante de Alisha, y emprendió su camino de vuelta al comedor dando fuertes pisadas a su paso. Segundos después vio que Jaehee estaba detrás suya, casi pisándole los talones, y al recaer en ella se dio cuenta de lo rápido que iba. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento había aparecido, pero por su expresión podía asegurar que el altercado anterior no le había sido indiferente.

“No se lo menciones a Coran.” Murmuró cuando la música del gran salón volvió a hacerse presente en sus oídos. “Por favor.”
Jaehee no dijo nada, pero no era necesario. Era obvio que su criada sabía que la había embarrado en grande con una de las familias más influyentes con la que los Baskerville mantenían amistad, pero al menos su tío no se enteraría por su boca.




Estando nuevamente solas, Alisha sintió la pegada del viento helado de la noche y se frotó los brazos con las manos.
“¿Ves lo que has conseguido, Rika?” Acusó Alisha con la voz apagada. “Es precisamente lo que intentaba evitar.”
“Ella fue insolente conmigo.” Señaló su prima, pero Alisha movió la cabeza negativamente.
“No lo digas como si tú misma no la hubieses provocado.” Le recordó ella. “¿No podías ser un poco indulgente? ¿Qué ha pasado contigo? Casi no te reconozco.”
De pronto Rika se tornó colorada y su voz titubeó. “No lo sé, Alisha. De pronto no podía detenerme... Perdón.”
“Tranquila.” Alisha la vio temblar de frío y la rodeó con un brazo. “Será mejor que vayamos a tu habitación. No ha sido buena idea quedarnos a parlotear de algo tan delicado en plena cubierta.”
“He perdido los papeles, ¿verdad?” Murmuró Rika mientras dejaba que Alisha la guiara. “No apruebo aún que fraternices con un irlandés, pero... reconozco que se me ha ido de las manos.”
“El primer paso es que aceptes tu error.” Trató de animarla, pues ella seguramente sabía que si la relación entre sus familias se veía afectada de forma irreparable, la culpa recaería sobre sus hombros. “Aún tiene solución.”
“¿Tú lo crees?”

Alisha la miró a los ojos por unos segundos, tratando de hallar en ellos algo además de arrepentimiento, pero no halló nada. Sus tíos siempre se mostraron especialmente estrictos cuando se trataba de formar amistades o alianzas, algo que Rika había heredado, pero nunca al extremo de enfrentarse a alguien como lo hizo con Mery.

Últimamente Rika tenía ciertos arrebatos, su estado emocional tenía altos y bajos que terminaban en algunos casos en agresiones verbales. Jihyun se lo comentó la última vez que se vieron antes de abordar el trasatlántico, pero le pidió discreción, insistiendo en que al llegar a Nueva York irían con un especialista.

“Sí.”

Era lo que más deseaba, por su bien y el de todos los que la apreciaban.




“¿Mery?” Jihyun se puso de pie y se acercó a ella cuando por fin estuvo de vuelta. “¿Qué sucedió? ¿Te encuentras bien?”
Alice notó que el joven intentaba tomar su brazo y por reflejo se hizo a un lado.
“Sí, estoy bien.” Dijo dirigiéndose también a Coran. “Pero no puedo decir lo mismo de Rika.”
Los ojos de Jihyun se abrieron con notable angustia. “¿Pero qué hay de ti? No te ves bien, ¿te ha ocurrido algo?”
“No.” Reiteró ella, confundida. “Acabo de decirle que su prometida no se encuentra bien, Sr. Kim, ¿no cree que su pregunta debería ser otra?”
El joven retrocedió, como evaluando qué decir, hasta que puso sus pensamientos en orden. “Tiene razón.” Aceptó. “Pero por la amistad que le guardo no podía evitar preocuparme por usted.”
Alice se sintió un poco avergonzada tras oírlo, pero Coran le ahorró el tener que contestar.
“Querida, siéntate.” Le pidió. “Debes beber algo caliente, te ves pálida.”
“Iré a buscar a Rika y Alisha.” Les informó Jihyun. “Lamento tener que acabar así nuestra reunión, espero que puedan excusarnos.”
Coran asintió un par de veces y sonrió comprensivamente. “Siempre hay algo que se nos escapa de las manos, Sr. Kim, no se preocupe. Por el contrario, espero que la salud de la Srta. Rika mejore pronto.”
“Muchas gracias.”

La partida de Jihyun no pasó desapercibida y esta vez Alice sí pudo sentir cómo las miradas de los otros comensales le empezaban a atravesar la cabeza.
“¿Te has encontrado con alguien inoportuno en el camino, pequeña? ¿Te han hecho algo?” Le preguntó Coran de forma discreta.
“No, nada de eso.” Alice tenía una taza de café en sus manos, tratando de entibiarse con ella y a la vez terminarla cuanto antes.
“¿Deseas que nos vayamos?”

La voz que usó en ese momento Coran fue suave y amistosa al mismo tiempo. Alice elevó los ojos para verlo y se encontró con una sonrisa cálida y una mirada afectuosa dirigidas a ella por completo. Sin estar segura de porqué, aquello le resultó sobrecogedor, por lo que tuvo que volver su atención a la taza. No recordaba cuándo había sido la última vez que alguien la había mirado así y no sabía cómo responder, así que sólo atinó a asentir.



“Coran, ¿podrías llamar a Vanderwood? Quiero verlos.” Pidió Alice cuando el mayor estaba por retirarse para que ella descansara.
“...Se lo haré saber.” Dijo sin preguntar sus razones. “Que tengas buenas noches.”
“Buenas noches.” Alice se adentró a su alcoba y se sentó frente al espejo para acomodar su peluca.
“Son las diez, señorita.” Le informó Jaehee cerrando la puerta tras ella.
“No importa, algo me dice que están despiertos y yo realmente necesito despejar mi mente.”

Y eso era algo que no podría lograr estando metida en su papel de señorita burguesa. Si lo guardaba dentro de sí misma sólo terminaría por frustrarse aún más, así que se arriesgaría.




Jaehee la ayudó a salir sin llamar la atención de las demás criadas y le colocó un gran abrigo para protegerse del frío. Vanderwood envió una nota minutos antes donde le decía que se dirigiese a la galería de los pasajeros de segunda clase, por lo que allí se presentó. La cantidad de personas que aún permanecían en el lugar era poca, incluso si era allí donde la mayoría se albergaba luego de la sobremesa, pero Alice lo tomó como algo bueno.

Dejándose caer sobre una silla, Alice le indicó a Jaehee que se sentara a su lado y dejó que sus ojos se cerraran.

Seis meses atrás aún tenía 16 años y su futuro era incierto, por no decir desalentador. La escuela era lo único sobresaliente en su día a día, pero no porque ella resaltara, sino porque era al único lugar al que le permitían ir. Hasta los cinco años vivió con su madre, de la que poco o nada recordaba, pero ésta no podía mantenerla y Alice terminó en un orfanato humilde de Southampton. No se les permitía salir si no había una orden de por medio y a Alice nunca se le asignaba una labor que requiriese contacto con el exterior.

Un día, sin embargo, recibió una visita. La adopción no era una opción para ella, según le había informado una de las encargadas del lugar, así que recibir a un aristócrata que parecía tener interés en ella era, más que una buena nueva, una razón de preocupación. Mostrando una sonrisa afable, el hombre se presentó ante ella como Coran Hieronymus Wimbleton Baskerville y de pronto, hincando una rodilla en el suelo, le ofreció disculpas. Coran procedió entonces a explicarle la historia más extraña que había escuchado (aunque aquello lo atribuía principalmente a cómo la relataba él).

Según Coran, Revy Baskerville (su padre) había contraído matrimonio con una joven noble por un acuerdo mútuo para el beneficio de ambas familias, pero ellos no se amaban. Durante los primeros meses la pareja se mantuvo en paz, pero pronto empezaron las discusiones. Revy aún estaba enamorado de una jovencita de bajo estatus social a la que se le prohibió volver a ver luego de su compromiso, pero sin pensar en las consecuencias, Revy siguió frecuentándola a escondidas.

En resumidas cuentas, dicha joven quedó embarazada y se armó toda una odisea para evitar que el escándalo llegase a oídos de la sociedad. La Sra. Baskerville fingió su embarazo y luego de que su verdadera madre diera a luz, el matrimonio volvió a casa con una de las gemelas recién nacidas en brazos.

(“Espere, ¿tengo una hermana?”
“Sí, pero podría decirse que lo único que tienen de diferente es el color de cabello, el suyo es sumamente blanco, igual que el de Revy.”
“Déjeme ver si le sigo. Entonces, si yo hubiese nacido –digamos–
rubia, ¿mi padre me hubiese aceptado dentro de la familia?”
“No puedo negar que es una posibilidad.”
“¡Jamás me habían discriminado tanto!”)


Coran le explicó entonces que no fue sino hasta después del lamentable accidente de Mery que Revy se atrevió a contarle aquella historia y que por ello él mismo había viajado para encontrarla y hacerle una proposición en su nombre. Revy requería que Alice se hiciese pasar por su gemela y se presentara en una cierta cantidad de eventos sociales a cambio de que él corriera con los gastos de todo aquello que ella necesitara o anhelara, por más ridículo que fuese, además de compensarla con una pensión mensual para que ésta no tuviese que preocuparse de su futuro nunca más. Alice se escandalizó tras escucharlo y su primera reacción fue exigirle que se marchara, pero Coran picó su atención.

(“Comprendo su malestar, pero intente evaluar mejor sus posibilidades. Aquellos beneficios no sólo podrían aplicarse a usted. ¿No hay alguien a quién siempre haya deseado ayudar?”)

Un chasquido cerca a su rostro la hizo volver al presente y al abrir los ojos se encontró frente a un chico de cabello oscuro y expresión molesta, el mismo que no había visto en casi seis meses desde que dejó el orfanato para trasladarse a Londres.


“Si te ibas a dormir, ¿entonces para qué nos has hecho venir?” Inquirió el jovencito.
“Sí, a mí también me alegra verte, Gareki.” Sonrió ella rodando los ojos y cuando Gareki se hizo a un lado pudo ver a otra persona. “¡Nai!”
El muchachito estuvo a punto de abrir la boca para saludarla, pero Gareki se la cubrió de golpe. “Nai, te lo advierto, si dices la palabra con ‘a’ nos vamos todos al demonio.”
El menor subió un pulgar como respuesta y pareció sonreír detrás de la mano de Gareki, por lo que éste lo soltó.
¡Mery!” Dijo Nai con gran felicidad antes de darle un fuerte abrazo a la joven que acababa de ponerse de pie. “Te hemos extrañado mucho.”
“Yo igual.” Correspondió Alice, acariciando el cabello blanco del más joven y dándose cuenta de un detalle al hacerlo. “Has crecido bastante en estos meses, estás más alto que yo, me alegro mucho.”
Nai se rió tímidamente y Gareki no esperó para meter su cuchara.
“Tú por otro lado te ves innecesariamente vieja.” Comentó señalando su propia cabeza en alusión a la peluca que llevaba Alice.
“Sólo estás celoso porque ahora yo convino más con Nai.”

Mientras ellos hablaban, Vanderwood, que era uno de los criados de Coran, se acercó a Jaehee.
“¿Algo de lo que deba enterarme?” Preguntó él en voz baja.
“No.”
“Perfecto.”



“¿Problemas en el paraíso? ¿Tan pronto?”
Luego de consultarlo con Vanderwood, los tres pudieron escabullirse a la recámara que compartían Gareki y Nai para conversar más a gusto.
“No te imaginas.” Se rió Alice, sentada junto a Nai en su cama. “Uno pensaría que la gente rica se resguarda entre sí, pero en realidad no es así.”
“¿Cómo?” Nai la miró confundido e incluso también algo triste.
“Es más complicado, empezando con que no les agrada la gente que se vuelve rica de la noche a la mañana; puede que ellos tengan dinero, pero aún así los que llevan más tiempo en ese ambiente los ven como invasores.”
“Pensaba que ustedes tenían más de esas peleas pasivo-agresivas por ver quién tiene más números en su cuenta bancaria o terrenos esparcidos por el continente.” Se burló Gareki, ganándose un almohadón en la cara.
“De hecho, ellos hacen ver los insultos que recibíamos en la escuela por ser huérfanos como un juego de niños.”
“Suena a que hay algo detrás de eso, suéltalo ya que no tenemos toda la noche, Alice.” Exigió el pelinegro lanzando la almohada de regreso.

Alice les hizo un resumen de lo que había ocurrido durante el día, omitiendo nombres para no involucrarlos demasiado, y esperó tendida en la cama por la opinión de los otros.

“Sabes, Alice, veo por dónde va el asunto.” Empezó Gareki. “El tal Coran, aunque no lleves tanto de conocerlo, ES tu familia, la única que conoces hasta donde sé, así que no me extraña que te pusieras tan a la defensiva.”
/Gracias./
“Pero–” Alice alzó las manos con fastidio. “escúchame, ¿quieres? Se supone que estás aquí para afianzar lazos, no para romperlos.”
“¿Crees que debía tragármelo y dejar que siguiese ella tan campante?” Dijo Alice volviendo a sentarse.
“Mentiría si te dijese que no habría actuado de forma similar estando en tu lugar.” Confesó. “Siendo sincero, le habría dado un golpe en la nariz y la hubiera mandado a la mierda.”
“¡GAREKI, NO EN FRENTE DEL NIÑO!” Le reprendió Alice casi saltando a taparle los oídos a Nai.
“¡Tengo trece!” Se defendió el albino.
“DA IGUAL.”
“No me afecta, Ali, estoy acostumbrándome.” Sonrió Nai.
“¡Eso suena aún peor!” Chilló la mayor. “Gareki, ¿qué le has estado enseñando en mi ausencia?”
“No mucho.” Respondió el otro alzándose de hombros. “O al menos no más de lo que hemos escuchado hoy mientras visitábamos los ambientes de tercera clase.”
“¿Que ustedes qué?”
“Debemos ir juntos otro día, las personas son amables y en su mayoría también muy alegres y festivos.”
“¿Ves? A Nai le gustó.”
“Oh Dios.” Alice se sacudió la cabeza y luego se dirigió a Nai. “Tal vez mañana, ¿ok? Pero primero quiero escuchar qué piensas tú sobre lo que les conté, Nai.”
“¿Yo?” Alice asintió. “No soy como tú o Gareki, si hubiese estado allí habría tratado de hacerle entender a esa chica que es muy feo hablar así de alguien, en especial porque el Sr. Coran suena como una buena persona.” Dijo dirigiéndole una sonrisa. “Lo sé porque se nota que lo aprecias mucho, Alice. Pero también creo que deberías hablar con tu amiga.”
Alice ladeó la cabeza. “¿Eso crees?”
“Sí, ella fue amable contigo y trató de interceder por tu tío en medio de la discusión, ¿no? Yo pienso que debes darle una oportunidad.”
Viendo la expresión inocente y sincera de Nai, Alice se sintió de nuevo tranquila.
“Gracias, Nai, realmente necesitaba ver ese ángulo.”

Poco después apareció Vanderwood en la puerta para escoltar a Alice de regreso a su alcoba, pero no sin antes dejar que ellos acordaran verse más temprano al día siguiente.
« Last Edit: November 28, 2017, 09:35:46 PM by Mery »


Cho

Uno más... *se cachetea* (??)

9


Había sido mucho tiempo, bastante tiempo… por un instante, hasta dio la impresión que el tiempo había dejado de correr, y que los tripulantes del bote salvavidas se quedarían inmersos en aquella silenciosa oscuridad eternamente.

Conversaciones eran escasas y ocurrían en susurros, como si todos estuvieran expectantes de algún peligro mayor e incomprensible que englobaría y vulneraría sus vidas una vez más.

Ayesha había parado su llanto hace un buen rato, y contaba con un abrazo de costado de su nana. A su otro lado, la joven abrazaba a su hermana, quien estaba apoyada en su pecho y no había dicho ni una sola palabra en todo el trayecto. Ni siquiera se había puesto a llorar. Ello le preocupó de sobremanera porque su energética, amigable y risueña hermanita se encontraba extrañamente ‘ausente’.

“Nio…” le llamó en voz baja y con dulzura. Ayesha sintió a la menor mover su cabecita sobre su pecho para mirarle, lo cual apenas podía distinguir visualmente por la ausencia de luz.
“…” ella le miró expectativa por un rato, y bajó su mirada con leve cansancio y una apagada tristeza.
“…” notar dicha frustración tan real y poco característica para la edad de la menor le hizo sentirse muy apenada e impotente, y apretó su abrazo un poco más. “Estará bien, Nio. Estamos a salvo. Te prometo que llegaremos a nuestro destino y seguiremos con nuestras vidas. Tenemos el apoyo del señor Keith y de nuestros padres. Lo sabes.”
“…”
“Así que no te sientas triste. V-verás que regresaremos a nuestros planes y rutina,” su voz tembló al no poder esconder su propio miedo y tristeza, pero pese a lo duro del viaje, ella confiaba en sus palabras. Tarde o temprano, sin importar cuánto fuera a sufrir ni quién fuera a oponerse a su desarrollo como una digna mujer científica de clase alta, Ayesha seguiría adelante, y se aseguraría que su hermanita seguiría sus pasos. “Vamos, ni bien nos reencontremos con el señor Keith veremos qué hacer después y contactaremos a nuestros padres.”
“…” Nio bajó su cabeza y se quedó quieta y en silencio. Parecía casi en un trance, con una claridad mental que le hacía comprender la dureza de la realidad de esa situación, y el hecho que la vida no sería tan simple como alguna vez había pensado que lo era. “No creo que volvamos a ver al señor Hazeldine… hermana…”
“N-no digas eso, Nio,” Ayesha le respondió con rapidez y la meció un poco mientras la abrazaba al esperar desvanecer esa duda de su pequeña. “Yo sé que sí. N-no hay forma de saberlo, pero no hay que perder la fe.”
“…”
“Nio…”




Para aquellos dejados atrás por los garantizados sobrevivientes, el tiempo también se ralentizó sin precedentes, aunque de un modo muy distinto. Mientras los inquietos tripulantes de los botes salvavidas aguardaban una monótona y modesta espera hacia el barco que los recibiría, los abandonados a su suerte fueron más bien acogidos por el sentimiento de mortalidad que esperaba a todos al final de sus días. Sus vidas se infestaron de fragilidad, imperfección y auto-juicio en lo que muchos evaluaban sus trayectorias o eran absorbidos por la desesperanzadora realización de sus propias efímeras y prestadas existencias.

Caótico no alcanzó a describir el hundimiento del barco en su totalidad. Se oyeron gritos, el destrozo de la estructura, y eventualmente chapoteos de todos que intentaron nadar y mantenerse a flote en medio de esas aguas que les congelarían. El naufragio brindó escombros principalmente de madera que flotaron y por los cuales muchos desesperados trataron de pelear. El pánico incluso causó que varios trataran de empujar a otros por debajo de sí mismos, acto que no terminaría por ayudar a nadie. Y así, poco a poco, las masas inquietas fueron lenta y cruelmente silenciadas por el omnipotente mar, que absorbió la vitalidad de los desafortunados en forma de su calor corporal.



La caída al mar trajo consigo un nuevo nivel de realidad para Natsume. La gélida agua penetró hasta el centro de sus huesos y congeló sus articulaciones. Su propia mente se apagó momentáneamente, y fue despertada al sentir el aterrorizante arrastre del agua hacia sus profundidades causado por el barco al momento de hundirse. De no haber contado con el chaleco salvavidas, supo que no hubiera tenido fuerza ni destreza como para sobrevivir.

En ese estado, Sterk llevó a cabo su plan. Los cuatro del grupo se armaron principalmente de sogas y otros materiales secundarios que habían sujetado en sus cuerpos y chalecos antes del hundimiento del barco. Así, el líder instruyó que todos se mantuvieran juntos y poco a poco nadaran en busca de objetos flotantes y a su vez alejarse de los demás mientras arrastraban sus adquisiciones. La constante pelea por artículos grandes como puertas les hizo evitar el ajetreo, pero entre los cuatro fueron capaces de hacerse de algo de materia, aunque no la suficiente.

Por la presente actividad, tanto Sterk como el señor mayor optaron por quitarse sus chalecos en ocasiones para cubrir una mayor área al contar con más fuerza y experiencia en el agua que los más jóvenes, lo cual por poco y le cuesta la vida al padre cuando alguien trató de utilizarlo como flotador, ante lo cual Sterk no tuvo de otra que darle un golpe contundente al atacante. Si bien el señor sí logró aportar más a la búsqueda, desde ese punto ya no contó con las mismas fuerzas y tuvo que regresar a portar su chaleco.

Entonces, cuando se alejaron de las otras personas, ellos tuvieron la suerte de encontrar una puerta a la deriva de la cual se aferraron y donde Sterk utilizó sus habilidades a la intemperie para emplear las sogas que tenían y así construir una superficie donde apoyarse con los otros objetos. Los demás hicieron lo posible para ayudarle con aquella pesada faena, aunque fue evidente que no había mucho que podían hacer, y el propio Sterk no parecía estar dispuesto a aceptar ayuda.

Las ataduras no fueron del todo perfectas y Natsume decidió frenar a Sterk argumentando que ya era suficiente, y que no se excediera. Ante el respaldo de los otros dos a las observaciones del pelirrojo, el otro terminó por aceptar el pedido, y todos hicieron lo posible por subir y quedarse quietos.

Lo importante era mantenerse fuera del agua para evitar una mayor transferencia de calor, lo cual eran capaces de hacer encima de su improbable hazaña, y luego de que todos pudieran acomodarse siguió un silencio sepulcral y un adentramiento a los espaciosos alrededores en el mar y en las estrellas. Existía el miedo, pero también una esperanza diminuta, aunque brillante como las luces de los cuerpos celestes encima de ellos, y los sonidos a distancia de personas moviéndose se volvieron inteligibles para ellos. Sus existencias acapararon sus percepciones.



Pasó mucho tiempo. Nuevamente, fue incontable, y el frío se volvió un padecer permanente y amortiguado luego de su constante presencia. Sin embargo, la realización de que ellos se encontraban con vida y fuera de un certero peligro les sirvió para simplemente mantenerse tranquilos, y con las mentes vacías. Aparte de una muy ligera esperanza y deseo de seguir adelante, lo importante era mantener la calma y concentrarse de lleno en el presente.



La calma se volvió sepulcral… incluso luego de ignorar a las otras personas de las cuales se alejaron por motivos de seguridad, de repente recordarles, buscar auditivamente sus presencias y fallar haciéndolo les llenó de un poderoso recuerdo del peligro al cual estaban inmersos. Ello hizo renacer una gran impaciencia ante su situación, ante la eternidad de la noche y ante un mundo que parecía haberlos olvidado.

Sólo les tocaba mantenerse en sus posiciones y continuar esperando a que otras personas tomaran la posta de su mejor intento de sobrevivir, y finalmente los sacaran de ahí…



“Eso…” el señor habló repentinamente, y el sonido de su voz fue casi un martilleo en los oídos de todos, aunque una breve pausa del poderoso silencio que les infestaba. Ese señor intentó reclinarse un poco hacia una dirección en particular.
“N-no te muevas,” le recordó Natsume con leve impaciencia.
“Pero eso… v-vienen por nosotros… ¡c-creo que es un barco!”
“¿De qué hablas?”
“…” Sterk levantó su mirada y pareció observar lo mismo que el mayor. Ello le hizo moverse e, incomprensiblemente para cualquier otro, reingresar al frío mar.
“¿Q-qué haces?” el pelirrojo se angustió.
“Quédense quietos, les jalaré,” le aseguró inmutado mientras reunía las sogas que sostenían todos los objetos juntos.
“¿Pero qué-? ¡O-oye!”

El pelirrojo no pudo decir más porque el mayor empezó a nadar en lo que les jalaba. Ante esa situación, Natsume buscó señales de dicho barco hacia la dirección a donde iban, hasta que observó una luz por el horizonte.

En medio de esa noche sin luna, había una luz a distancia…

Pero era una esperanza vacía.

“¡Sterk! ¡Sal de ahí! ¡Sal!” comenzó a gritar y jalar las sogas para detenerle.
“Pero es un barco, joven,” le aseguró el señor.
“Tsk…” comprimió sus puños y terminó por apuntar a lo que se refería. “¡Eso que ves ahí no es un barco! ¡Y aun si lo fuera no hay punto de nadar hacia él! ¡Ayúdame a sacar a Sterk!”

Ante ello, Natsume continuó jalando, y notó que el chico le ayudó, por más que se mantuviera callado y temeroso. Entre los dos pudieron alertar a Sterk en medio de su intento de velar por todos ellos, quien se detuvo.

“¿Qué sucede? Van a desarmar la estructura,” les dijo.
“Sterk, no es un barco,” afirmó el pelirrojo. “Míralo bien. Ese lucero por el horizonte es un planeta. Los planetas se ven como estrellas que no parpadean. Sé que estarás familiarizado con Venus, al menos.”
“S-salga, por favor…” dijo el chico, bajando la mirada.
“L-lo siento, lo siento mucho…” el señor comprimió sus puños y se avergonzó.
“…” Sterk tomó un poco en negar con frustración, y empezó a regresar a subir con cuidado. “No, no te disculpes, yo también me convencí. Sigamos esperando. No debe tomar mucho más.”

Todos estuvieron de acuerdo, y regresó una calma contagiada de inquietud y frustración, hasta que poco a poco la paz y el vacío regresaron para entumecerlos a todos, en lo que esperaban sin base ni noción del tiempo transcurrido…



“¿Por qué…?”
“…” Sterk oyó a Natsume quien yacía recostado a su lado preguntar en voz baja, y con un tono ausente. Le miró de reojo.
“¿Por qué nos ayudas? Tú eres capaz de salvarte a ti mismo… te has excedido tanto… y no hemos podido corresponderte…”
“…”
“Tú que eres el heredero de una respetable familia, que fue ofrecido un asiento en un bote.”
“Es mi decisión estar aquí. No debería decirlo,” le contestó con su inmutable resolución.
“…” Natsume entrecerró sus ojos. Miraba perdidamente al cielo encima de él y sentía una indescriptible culpa y un amargo sabor en su boca. “No lo entiendo…”
“…”
“De haber estado en tu lugar… seguro que la gran mayoría hubiera abordado al bote. E incluso sin hacerlo… ¿por qué nos ayudas…?” comprimió sus puños. “¿Por qué me salvaste de la tripulación cuando me metí en problemas con ellos? ¿Por qué haces todo esto?”
“Yo sigo mis convicciones, Natsume. Eso es todo. Nadie tiene obligación alguna de ser como yo, ni yo en actuar como otros actúan. Sé que lo entiendes.”
“…” hizo una breve pausa antes de continuar con un tono triste y apagado. “Ayudar a alguien como yo… mis superiores han sido los únicos que han sido tan buenos conmigo…”
“Estoy seguro que ellos también habrán sido buenos con otras personas, y tú con más personas de las que puedes contar en todo tu viaje. También debes haber sido dado pequeños favores de buena voluntad en tu trayecto. La solidaridad no es tan exclusiva como lo crees, y estoy seguro que esos superiores son seres excepcionales por el tipo de persona que tú mismo eres…” Sterk sonrió un poco. “Tengo fe en ti, en ustedes tres… yo quise ayudarles porque sé que son buenas personas. No hay nada de malo en ello.”
“…”
“Sigamos esperando. Todos saldremos de aquí, lo prometo.”



Las cosas terminan ocurriendo cuando uno menos lo espera y, así, ellos vieron el faro de un bote que regresó por los sobrevivientes, y fueron recogidos por los marineros. Contaron con unas frazadas que les resguardarían y les darían un poco de calor, aunque que era muy poco para toda la asistencia que realmente necesitaban. Natsume se mantuvo alerta e inquieto en todo el camino de regreso. Observó al chico a su costado acurrucarse al costado de su padre quien lo abrazaba, y también a Sterk meditando y cerrar los ojos con frecuencia, como quien necesitaba dormir desesperadamente.

El pelirrojo sintió una asfixiante angustia e incertidumbre. A pesar de estar con vida y de dirigirse hacia el barco, podía presentir que su pesadilla todavía no terminaba. Como un habilidoso vidente con un envidiable sexto sentido, él no paraba de estar atento a todo lo que le rodeaba, en un intento de ver por dónde llegaría la próxima jugada del destino, por más que supiera que no habría forma de anticiparlo correctamente.



De aquel modo, esa incierta noche cedió y llegó el siguiente día. Eran alrededor de las ocho de la mañana para cuando los últimos sobrevivientes fueron recogidos por el RMS Carpathia. La tripulación del barco de inmediato auxilió a los rescatados, quienes en su mayoría requirieron dicho apoyo, y también se transportaron varios que llegaron muy débiles o inconscientes a la brevedad posible para tratar de salvarles. Natsume fue capaz de caminar, aunque tambaleante, y vio al padre e hijo ayudarse mutuamente. Hasta ese punto, todo estaba bien.

“Señor, levántese, por favor,” pidió uno de los marineros. Natsume miró a Sterk, quien movió su cabeza muy perezosamente y abrió apenas los ojos, para asentir.
“Sterk, ya llegamos,” el pelirrojo le agitó. “Te ayudo.”
“Nosotros le ayudamos. Tú mantente quieto, por favor.”
“…” Natsume tuvo que oírle y aceptar aquel pedido ya que dudaba realmente tener la fuerza de levantar al mayor en su presente estado, por más de querer hacerlo.

Así, el pelirrojo acompañó a los dos marineros que ayudaron a Sterk, quien apenas tenía fuerzas restantes para caminar con ellos. Llegaron a cubierta y ahí Natsume miró con gran inquietud a todos los presentes, en su mayoría mujeres y niños, que se encontraban esperando posiblemente a fantasmas a esas alturas. Él no pudo mantener su mirada en alto y la bajó en lo que siguió a los marineros que se dirigían para buscar primeros auxilios, aunque no tardó en reconocer unas voces muy familiares…



“¡Sterk!”
“¡Natsume!”

Natsume volvió a levantar su mirada y notó al grupo que escapó con uno de los botes salvavidas, con quienes había pasado los últimos días, y a quienes por poco y olvida en medio de esa experiencia tan abrumadora. Ellos les rodearon al punto de detenerles.

“Ha-hagan espacio. Tenemos que llevarles a primeros auxilios,” dijo un marinero con inquietud al no saber cómo actuar ante aquellas personas aliviadas.
“¡Estás a salvo!” Luso fue el primero que rompió la distancia al abrazar con fuerza a Natsume, quien casi colapsa por aquel gesto. El pequeño pelimarrón derramó un par de lágrimas, aunque se las secó con rapidez y sonrió en pleno intento de no llorar más. “¡Te estuve esperando!”
“Ah, eh, sí…” él asintió un poco perdido, y atinó a darle palmaditas en la cabeza y devolverle una corta sonrisa. “Siento la demora…”
“…” Celestia negó, impaciente. “Despiértate un poco. Al menos no has dejado a tu mascota desamparada,” desvió su mirada, impaciente. “Cumplí el favor, ahora libérame de ella.”
“S-sí, sólo un poco más. Tenemos que llevar a Sterk a emergencias.”
“¿E-está todo bien?” preguntó Ayesha, afligida.
“A-alguien ayúdele, por favor,” pidió Nio, asustada. “Está muy pálido.”
“Sterk…” Astrid encaró a su amigo, quien había estado cediendo ante su debilidad y apoyándose más y más de los marineros que le traían. Ella le dio palmaditas en uno de los cachetes a manera de espabilarle ya que tenía sus ojos cerrados, y fue ahí que notó lo frío que este estaba. La pelinegra mayor rompió su inmutabilidad y se mostró impresionada y sorprendida. “Maldición, llévenselo de inmediato, atiéndanle.”
“Sí, enseguida,” respondió uno de los trabajadores.

Entonces, ocurrió algo indescriptible. Sterk apartó con sus brazos a los miembros de la tripulación que le apoyaban y se mantuvo de pie en su sitio. Entonces, él abrió sus ojos momentáneamente y miró directamente a Astrid, con su usual seriedad e inmutabilidad. Fue una mirada intensa y formal que declaró su presencia y llegada, y entonces Sterk cerró sus ojos y agachó su cabeza a manera de asentir… pero no logró completar dicho gesto.

Repentinamente, él se desmayó y colapsó para caerse de espaldas sobre la cubierta. Hubo una preocupación general y gran desconcierto, y los marineros fueron quienes se agacharon para asegurarse que estuviera bien, pero su repentina inacción al volver a entrar en contacto con ese sobreviviente delató que algo terrible acababa de suceder.

“…” Natsume apartó a Luso y abrió sus ojos de sobremanera. Fue capaz de comprender lo que sucedía porque su sexto sentido acababa de desaparecer y descargarse completamente dentro de la presente situación…

Y Celestia también lo entendió al tener tanta experiencia como el pelirrojo en leer y comprender a otras personas, y situaciones de la vida en general… Su usualmente tranquilo y elegante rostro se arrugó de impotencia y desagrado, y desvió su mirada al verse recordada de uno de los lemas más amargos de la vida, por considerar el tipo de persona desvivida que Sterk había sido…

No good deed goes unpunished.



“Lo sentimos, pero…” comenzó uno de los marineros.
“¿Qué sienten ustedes? ¿Lo van a dejar ahí?” reclamó Astrid, impaciente. “¡Ayúdenle!”
“H-hermana…” Nio abrazó a la mayor, quien le devolvió el gesto con la misma fuerza.
“E-esperen… va a estar bien, ¿no?” preguntó Luso, preocupado. “P-por favor…”
“No hay nada que podemos hacer, disculpen todos…” el segundo marinero terminó por contestarles con amargura y comprimiendo los puños. “L-lo sentimos…”
“…” Natsume tembló de pies a cabeza. “Imposible…”
“Acompáñanos, por favor, necesitas descansar,” dijo uno de los marineros. El otro continuaba mirando atentamente a quien había bajado del bote con él, quien ahora yacía sin vida en el suelo, en medio de todos. Ante la inacción del pelirrojo, el otro intentó jalarle de un brazo. “Vamos, esto es por tu bien…”
“¡Suéltame!” agitó su brazo para rechazarle y se arrodilló al costado de Sterk, para tratar de tomarle pulso. Ante una ausencia del mismo, Natsume sólo pudo recurrir a agitarle el torso. “Sterk, vamos. Despierta… Responde, haz algo…” aumentó el movimiento e incrementó su angustia. “N-no hagas esto… Tch, ¿por qué…? ¿Por qué? Por favor… ¡Sterk! ¡Sterk!”

Su voz le abandonó luego de la experiencia en el frío y de su propio estado deplorable de salud, y a Natsume sólo le quedó apoyarse en el pecho de quien le había salvado la vida y continuar velándole y maldecir la injusticia del mundo mientras su cargado estado anímico empezaba a desarmarse en un desesperado llanto, algo que en ningún otro momento hubiera salido a flote por el tipo de persona reservada que era. El chico había dejado su actitud orgullosa y autosuficiente de lado al haber perdido a alguien quien, pese a apenas conocerle, se había vuelto demasiado importante y cercano.

Los demás también se mantuvieron en silencio y shock, y no sabían ni cómo interactuar con el afligido pelirrojo por no comprender lo que había tenido que sobrevivir. Astrid se mostró inconforme e inmersa en un shock personal y profundo que los demás no serían capaces de detectar en medio del intenso desahogo de Natsume, pero que por más que aquella críptica pelinegra quisiera negar no era menos relevante ni asfixiante…

“N-Natsume…” Luso se arrodilló a su lado, sin poder contener sus lágrimas. “D-detente, por favor… te vas a lastimar… no quiero que te pase nada… por favor…”

Astrid sólo pudo atinar a notar a un padre e hijo sobrevivientes que habían caminado por delante de los otros dos, y quienes les observaban con gran aflicción mientras el menor lloraba desconsoladamente. Al imaginar que ellos muy probablemente también habían conocido y sido ayudados por Sterk, podía hacerse una idea sobre qué pudo haber transcurrido… pero era evidente que el momento de hablar con ellos aún no había llegado.



Esa escalofriante experiencia acababa de terminar y todos los sobrevivientes tenían mucho que resolver y también sus respectivos caminos que continuar, mientras que era el momento de dejar a aquellos cuyo tiempo había expirado descansar en paz y merecidamente.

El tiempo para reflexión y resoluciones se prestaría y extendería más allá del deseo o control de cada pasajero a bordo del RMS Carpathia en medio del limbo antes de que todos pudieran reanudar sus vidas. Faltaban todavía días para llegar al destino final…


Isumi

Y CON ESTO TERMINO EL SEGUNDO DÍA HAHAHA *maratón de escritura ahead*






Ch. 6



-Cuéntame la historia del diamante.-
Recién nos habíamos sentado a la mesa, repleta de gente tan importante que muy probablemente tendrían cosas más sofisticadas de las que hablar, y Hiro ya estaba reclamando con voz alta su premio por haber aceptado la invitación a la cena.
-¡Hiro!- Le regañé en voz baja para no hacer una escena, pero los demás solo se rieron de la inocencia del niño.
Entre ellos Isumi, quien al parar de reírse, miró a Hiro directo a los ojos y comenzó a hablar. -No tienes realmente restricciones tú, eh.-
-Soy un niño de clase baja, la libertad de palabra es lo que nos mantiene sanos de mente.- Hiro dijo esto con una sonrisa tan sincera que podía percibir la malicia debajo de ésta.
-Un niño tan pequeño y con unos pensamientos tan maduros.- Enseguida Isumi habló en voz alta para evitar las reacciones negativas de los demás invitados. -Puedo ver que en tu vida has sufrido mucho por culpa de gente de clase alta, tu comentario me hace entender que las personas que conociste tenían una visión del mundo muy estrecha. ¿No es correcto?-
-...- Por un momento Hiro se quedó sin palabras, seguramente sorprendido por cómo Isumi había dado vuelta la situación. -Es correcto.- Dijo finalmente.
-Te sorprenderá saber, entonces, que nosotros somos totalmente lo opuesto de esas personas que conociste, ¿no es cierto?- Esta vez ella se dirigió a los demás invitados quienes estaban empezando a pensar mal de Hiro, pero al escuchar las palabras de Isumi, enseguida comenzaron a asentir entre ellos, para que ninguno quedara fuera de lo que con pocas palabras de una joven se había convertido en ‘el modo correcto de ser una persona de clase alta’.
-Las palabras mueven al mundo…- Dejé esa frase escapar de mi boca mientras todos los demás hablaban entre ellos.
-Tú lo has dicho.- Y solo Hiro me había escuchado.
-De hecho,- Continuó entonces Isumi. -la historia del diamante tiene mucho que ver con este mundo lleno de gente con mentalidad estrecha y la imposibilidad de una mujer de dar su opinión como digna ciudadana de un país.-
-Yo diría que tiene más que ver con tu locura, pero son opiniones.- Dijo una Nui sonriente quien hasta el momento no había abierto la boca.
Y su hermana sonrió inocentemente. -Puede ser.-
-Hemos escuchado que eras una artista muy conocida pero no exactamente por tu arte.- Mencioné entonces lo que había escuchado cuando se habían subido al barco. -¿Acaso tiene que ver con eso?-
-Eres más perspicaz de lo que creí Isuzu. Tiene todo que ver con eso.- Y entonces Isumi comenzó a contar su historia, emocionada como si le hubiese pasado a otra persona. -Lo que sucedió fue que un día mis padres decidieron con quien pasaría el resto de mi vida sin mi permiso. Ya saben, arreglos matrimoniales. Por supuesto me opuse con toda mi fuerza a tal acuerdo, pero no había manera de hacerles cambiar de opinión. El joven con quien supuestamente me casaría no tenía nada de malo, todo lo contrario. Mis padres habían escogido a alguien que, según ellos, sería perfecto para su ‘excéntrica hija’, y por eso tardaron mucho en encontrarlo. Pero mi problema no era el hecho de casarme con él en sí. Yo no estaba y sigo no estando de acuerdo con este tipo de mentalidad medieval en la que el amor es algo que nace por conveniencia. Entonces decidí rebelarme. Si las palabras no funcionaban, tenía que empezar a tomar acción. Y eso hice.- Tras una voluntaria pausa que nos invitaba a hablar, pero que no fue eficaz ya que estábamos totalmente absorbidos en la historia, Isumi continuó. -Me encerré en mi habitación y no comí nada por más de quince días.- Y esta vez, la pausa la hizo para que sus palabras dieran más efecto.

No podía creer lo que había escuchado, casi no me parecía real, sobretodo porque lo decía con una sonrisa de una niña inocente que había hecho una travesura por la cual había sido castigada por sus padres pero no se arrepentía de haberla hecho en primer lugar.


-¿Es eso cierto?- Lo único que pude hacer fue pedir confirmación para poder aceptarlo.
-Totalmente.- Respondió Nui en su lugar. -Solo aceptaba agua de vez en cuando, pero todo lo que fuera comida lo rechazaba y no dejaba entrar a nadie a su habitación. De verdad que causó un gran escándalo.- A diferencia de la sonrisa inocente de su hermana mayor, a Nui parecía divertirle aquella historia, como si el escándalo del que hablaba fuese en realidad algo positivo para ella.
-Lo imagino... - Dije aun incrédula.
-Pero se podría decir que fue gracias a eso que ahora estoy aquí cenando con ustedes.- Continuó Isumi. -Verán, durante esos días que estuve encerrada, no tenía más que hacer que pintar. Y fue gracias al hambre que sentía cada vez más fuerte que logré pintar mi pieza más valiosa a la que llamé ‘Hunger’ por obvias razones. Nunca había estado tan satisfecha de una de mis obras y es justamente ésta la razón por la cual estoy yendo a los Estados Unidos: voy a presentarla y a exponerla.-
-Wow…- Quedé tan sorprendida con aquella historia que había olvidado un pequeño detalle que Hiro no dejó escapar.
-Te pedí la historia del diamante, no la historia de por qué estás en el barco.- Directo como siempre, Hiro siguió pidiendo la razón por la cual Isumi llevaba siempre su diamante bien a la vista.
-Lo siento pequeño, estoy llegando a eso, ten paciencia.- Le dijo ella tranquila, ignorando su rudeza. -Mis padres no tenían idea de como hacerme salir de la habitación y tenían miedo por mi salud obviamente. No querían que aquel escándalo llegara a oídos equivocados, así que tampoco tenían muchos recursos más allá de las tratativas. El problema era que ni ellos ni yo queríamos ceder, y por lo tanto las tratativas no eran más que discusiones a través de la puerta. Entonces, llegó el día que estaba tan concentrada en el cuadro que ya ni les respondía. Preocupados, mis padres decidieron arriesgarse a contactar a la persona que menos querían que se enterara de todo eso: mi supuesto prometido.-
-¿Por qué no querían que él se enterara de eso?- Preguntó Hiro con un tono totalmente inocente que me hizo sonreír al pensar que, después de todo, su mentalidad era la de un niño de doce años.
-Pues imagínate que te obligan a casarte con una loca que se encierra en su habitación y no come por días. Además del factor de personalidad, cualquier persona de clase alta evitaría a mujeres tan radicales para no causar problemas a sus familias.- Isumi le explicó de la manera más precisa y sin necesidad de tratarlo como un niño.
-Hmm, la gente rica realmente es muy rara. Yo preferiría a una chica con una personalidad fuerte a alguien que le tengo que decir qué hacer todo el tiempo.-
-Y esa es exactamente la razón por la cual mis padres llamaron a mi supuesto prometido.- Le respondió ella sonriendo entusiasmada, casi como si estuviera hablando de un libro que había leído y no de su propia vida. -Como mencioné antes, estuvieron bastante tiempo buscando a un candidato que pudiera soportar todas las rarezas de su hija. Lo escogieron porque les pareció que él también era bastante raro como persona y que probablemente se llevaría bien conmigo. Cuando recordaron ese hecho pensaron que ésta era la prueba definitiva: si el joven se presentaba luego de que le contaran lo que yo había hecho, significaba que a él no le molestaría estar con alguien como yo. Y al mismo tiempo habría sido el modo perfecto para hacerme salir de la habitación.-
-Me imagino que el chico fue, entonces.- Comentó Hiro totalmente sumergido en la historia.
-Así es, pequeño. Como mis padres anticiparon, a él no le importaba que hubiese hecho una locura como esa, todo lo contrario. Él estaba totalmente de acuerdo con mi decisión. Fue por eso que, a la semana de haber estado encerrada en mi habitación, el día que él llegó y habló conmigo a través de la puerta, le hice entrar.-
-¿Le hiciste entrar? ¿No saliste tú?- Esta vez las preguntas salieron de mi boca, ya que su modo de formular la frase me había parecido peculiar.
-No, como les dije antes, yo estuve encerrada por más de quince días. La segunda mitad de mi protesta la pasé junto con mi prometido.- Isumi dijo eso último con una sonrisa nostálgica.
-¡¿Se unió a tu protesta?!- Hiro exclamó casi levantándose de la silla.
-Así es, y eso tomó por sorpresa a todo el mundo, ya que a diferencia de mí, él es una persona muy tranquila y educada. Nadie se habría imaginado un acto como ese de su parte. Y mucho menos yo.- El entusiasmo de Isumi había desaparecido para dar lugar a un tono más nostálgico pero lleno de felicidad cuando hablaba.
Me hacía pensar en una joven adolescente enamorada, lo cual me llevó de inmediato a entender qué podría haber pasado durante esa semana encerrados los dos en su habitación.
-Hmm… ya veo.- Hiro se acomodó en su silla y se cruzó de brazos como analizando la situación. -Apuesto a que terminaron enamorándose.-
-Eres muy perspicaz, pequeño.- Isumi sonrió. -Como tú dices, y como mis padres planearon, terminé enamorandome del joven durante esa semana. Puede parecer muy abrupto llamarlo amor, ni yo misma pude creer al inicio que con tan poco tiempo de conocerlo podría nacer algo tan profundo. Pero definitivamente algo especial nació entre nosotros.-
-¿Entonces fue él quien te dio el diamante?- Le preguntó Hiro impaciente.
-Sí, al último día me hizo una propuesta de matrimonio.- Dijo ella y se rió.


-¡¿Eh?! ¡¿Después de una semana?!-
-Digamos que no fue exactamente una propuesta de matrimonio; ambos eramos tan testarudos que no queríamos admitir que nuestros padres estaban en lo correcto cuando decidieron juntarnos. Pero hubo un momento en el que mi cuerpo ya no soportaba más el hambre, y él comenzó a temer por mi vida. Entonces, al último día sacó de su bolsillo el broche con el diamante en él, el mismo que llevo puesto, y me lo obsequió. Al momento no estaba lo suficientemente lúcida como para entender el valor del objeto; mi visión había empeorado y estaba muy débil como para rechazarlo, así que solo lo acepté dejé que me lo pusiera en el cabello. Un momento después, él se acercó a mí y me susurró “Ya podemos salir de aquí.”- Hizo una pausa y luego se rió. -Como pueden imaginarse, me tomó totalmente por sorpresa. Verán, el diamante era pasado de generación en generación, no se sabe realmente quién fue la primera mujer en poseerlo, pero llegó a ser pertenencia de su madre, quien a su vez lo había recibido de su abuela el día de su matrimonio y así por generaciones fue entregado de madre a hija. Pero la madre de mi prometido no tuvo hijas y por eso decidió entregárselo a él, con la promesa de que se lo obsequiara a la persona con quien se casaría. Por supuesto yo no sabía nada de eso al momento y solo quedé inmóvil sin entender lo que estaba pasando. Después de salir de ahí, fuimos ambos hospitalizados y los doctores dijeron que de haber ido un poco más tarde probablemente yo no habría sobrevivido. Una vez que me enteré de lo que significaba el obsequio, le pregunté a mi prometido por qué había llevado el diamante aquel día si su intención no era comprometerse. Él me respondió que, si llegaba al extremo, sería su modo de salvarme. En pocas palabras, este diamante me salvó la vida.-
-Pero al final fuiste comprometida contra tu voluntad.- Se quejó Hiro. -Al final pasaste hambre por nada.-
-Inicialmente habría podido decir que fue contra mi voluntad. Pero llegados a ese punto, más que contra mi voluntad fue contra mi testarudez. Ya en el momento que mi prometido decidió encerrarse conmigo sabía que era alguien especial. Pero no iba a dejar que mis padres ganaran la batalla hahaha.- Isumi se rió de sí misma. -Y al final fue él quien dejó de lado su testarudez, o mejor dicho, estaba preparado a hacerlo desde el inicio. Fue mucho más maduro que yo y gracias a eso me salvó la vida.-
-Lo que yo no comprendo…- Comencé entonces a decir mis pensamientos en voz alta. -es como tus padres pudieron permitir eso. ¡Oh…!- Me tapé la boca al darme cuenta de lo irrespetuosa que había sido.
La expresión de Isumi se nubló por un momento, y Nui, borrando su típica sonrisa, miró hacia otro lado para evitar ser observada. Haru parpadeó lentamente, y tras un largo suspiro quiso comenzar a hablar solo para ser interrumpido por Isumi quien había recobrado su sonrisa.
-Ya sabes, una hija testaruda tiene que haber salido de padres testarudos ¿no crees?- Su sonrisa era forzada, pero podía entender que le incomodaba hablar del tema por lo que ni Hiro ni yo seguimos insistiendo, y fue él quien volvió al tema principal.
-Entonces usas ese diamante todo el tiempo porque te salvó la vida ¿no es así? Pero de ser así, ¿no es más el peligro que correrías por llevarlo tan a la vista que guardandolo?-
-Tienes toda la razón en eso, pequeño. Pero otra de las razones por la cual lo tengo tan a la vista, es para que la gente sepa enseguida que estoy comprometida. Verán, mi prometido está ahora en los Estados Unidos y él es muy celoso. Tiene miedo de que si los hombres piensan que estoy disponible no dudarían en hacer cualquier cosa para conquistarme hahaha.- Isumi se rió inocentemente. -Pero obviamente, son solo sus inseguridades y su miedo de perderme. Él me dijo una vez que se transmite una leyenda sobre este diamante. Se dice que todas las mujeres que lo llevaban, vivían una larga vida sin enfermarse. Cuando tuvimos que separarnos por cuestiones de su trabajo, me pidió que no me lo quitara hasta que nos volvieramos a ver. No tengo razón para no hacerlo, y considerando que ésta joya me salvó la vida una vez, no dudo en que lo hará de nuevo.-
-Realmente interesante.- Dije sonriendo. -Podría decir que parece una historia sacada de un libro.-
-Cualquier cosa que viva mi hermana parecerá sacada de un libro.- Dijo Nui volviendo a su expresión dulce e inocente que siempre me hacía pensar que escondía algo detrás. -Ella vive su vida de una manera muy extrema después de todo.-
-Haha… supongo.- Respondió la hermana mayor avergonzada. -Bueno, yo he cumplido con parte de mi trato, ahora les toca a ustedes.-

Y el momento que me temía había llegado. A diferencia de Hiro, yo nunca fui muy buena mintiendo y aunque ya tuviéramos la base de nuestra historia, no tuvimos ningún momento para planear respuestas a posibles preguntas que nos podrían hacer.
Fue por eso que me sentí aliviada al escuchar las palabras de Haru.
-Señorita, su historia fue tan larga que dentro de poco comenzará el baile y nuestros invitados aún no han probado su comida de lo atrapados que se encontraron escuchándola hablar.-
Me quedé sorprendida al escuchar eso de su parte. Si bien lo que decía era cierto, durante la historia de Isumi nadie había prestado atención a lo que estábamos haciendo, mucho menos se fijaban si comíamos o no. Sentí que había algo más detrás de eso, pero por el momento me sentí aliviada.
-Oh, tienes razón.- Isumi se tapó la boca con los dedos en sorpresa al ver nuestros platos casi llenos. -No me he dado cuenta de eso, por favor sientanse libres de comer.-
-Ah, muchas gracias.- Le respondí y comencé a comer mi, ahora fría, comida.
-Si no les molesta, pueden contarnos todo durante la cena de mañana.- Cuando dijo eso sentí como si todo hubiese sido un plan para que pudieran pasar más tiempo con nosotros… Hiro era realmente un niño particular e interesante, pero no entendía qué tanto se esperaban de mí.
Y entonces Hiro hizo una contrapropuesta. -Me es incómodo estar en medio de gente de alta clase. ¿Por qué no vienen ustedes al comedor de segunda clase?-
-¡Hi…!- Estuve a punto de regañarle, pero algo me detuvo. Tal vez al haber escuchado la historia de Isumi podía confiar más en ella, en el hecho de que no le importaban los comentarios de este niño. Sentí que tal vez el modo de Hiro de relacionarse no sería tan equivocado después de todo, y que yo estaba siendo demasiado estricta conmigo misma.
-Sinceramente…- Dije entonces siguiendo la propuesta. -Opino igual que él. Estar entre tanta gente rica me quita el aire.-
Isumi se quedó mirándome sorprendida, al igual que Haru, Nui y… prácticamente todos los invitados de la mesa.
-No te imaginé tan directa.- Dijo entonces Nui con una sonrisa maliciosa.
-Sinceridad sobre todo ¿no es así?- Pregunté dirigiéndome a Isumi quien entonces sonrió.
-Estás totalmente en lo correcto. Y creo que casi todos en esta mesa necesitamos cada tanto liberarnos de tantas reglas y modales ¿no es así?- Nuevamente Isumi definió el modo correcto en el que gente rica debía de comportarse y todos empezaron a reír junto con ella y comentar entre ellos.
Antes de que pudiera darle las gracias, Isumi me guiñó furtivamente el ojo.

-----



El masquerade estaba por comenzar, pero no podía encontrar a Hiro por ningún lado. Caminar con un kimono tan pesado y enorme era lo más incómodo que me había tocado hacer en toda la vida.
Estuve a punto de salir a la cubierta, no habiendo tenido suerte por dentro, pero sentí una mano que me agarró con fuerza del brazo obligándome a detenerme y girarme. Una escena que ya había vivido.
-Haru…- Dije casi susurrando.
-Es peligroso que salgas con ese vestido a la cubierta. Puedes tropezar y caerte.- Decía él con un tono muy calmado.
-Necesito encontrar a Hiro, llevo buscándolo desde que terminó la cena y desapareció. ¿Lo has visto?-
-Hiro se ha ido a dormir.-
-¿Eh? ¿Tan temprano? ¿No va a participar al baile?-
-Ponte esto, el baile está por comenzar.- Diciendo eso, Haru me entregó la máscara que Nui me había mostrado anteriormente. Aquella máscara tan particular que combinaba con el kimono como si hubiesen sido creados por la misma persona.
-...- Sentí que me escondía algo. Luego de que los dos volvieron del hospital no tuve tiempo de hablar con ninguno de los dos, y ahora Haru estaba evitando el tema.

Me dejé guiar por quien claramente se había convertido en mi caballero hasta la pista de baile.
El vals ya había comenzado y mucha gente alrededor nuestro ya estaba bailando. Comencé a sentir la ansiedad subir pues a pesar de ser una pianista, yo no era ninguna experta de baile y el único conocimiento que tenía y que podía servirme sobre el vals, era su tiempo de ¾.
Haru se alejó apenas de mí e hizo un gesto con los brazos indicándome que me acercara hacia él a brazos abiertos.
Apoyé mi mano derecha en la suya izquierda y luego intenté poner mi mano izquierda en su espalda, pero velozmente Haru puso su brazo bajo el mío y lo elevó hasta los hombros obligándome a agarrarme fuerte de su brazo. Aún no habíamos comenzado a bailar y ya estaba fallando en la base de la base.
Una vez que mi agarre era seguro, Haru bajó ligeramente la mano manteniendo el codo elevado como apoyo de mi brazo, y comenzó a trazar mi espalda con sus dedos hasta llegar a la zona lumbar en la cual puso apenas un poco más de presión de manera que me arqueara y pegara mi abdomen al suyo. Entonces volvió a subir la mano hasta quedar justo por encima de mi escápula para terminar de sostener la posición.
Nunca en mi vida había estado tan derecha como en ese momento. Y entendí por qué el baile no era lo mío.
Cuando Haru se aseguró de que la pose era fuerte y segura, comenzó a susurrar “One, two, three…” a repetición según el ritmo de la música. Sabía que yo era una pianista, así que supuse que lo hizo para tranquilizarme, siendo consciente de que aquel era mi único conocimiento sobre el vals.
-One, two, three…- Empecé a repetir junto con él y comenzamos a movernos al ritmo de la música.
Como me había esperado, bailar con ese kimono era mucho más difícil que caminar, pero el liderazgo de Haru era lo suficientemente bueno como para hacerme olvidar de lo pesado que era y admirar como se movía con cada vuelta que me hacía hacer.
Pero más que bueno, debía admitir que era excelente. Mi caballero parecía un bailarín profesional, no solo por sus movimientos, su pose y su compostura. Si no que también lograba hacerme bailar a mi de manera decente haciéndome parecer una profesional y al mismo tiempo lucir la obra de arte de Nui que llamaba la atención de todo aquel que se cruzara con nosotros.
Tenía la suerte de que por debajo el kimono era más suelto de cómo me los había imaginado tras la descripción de mi padre unos años atrás, y eso me permitía evitar que se vieran los errores que cometía y asimismo moverme más libremente. Nui realmente había pensado en todo.
Habían pasado unos minutos y ya me encontraba lo suficientemente cómoda al bailar con Haru que no prestaba atención a las miradas ajenas. Me hacía sentir protegida solo con su agarre. Y fue un momento antes de que la canción terminara que me encontré pensando en qué buen guardaespaldas debía de ser, para luego encontrarme con su rostro a centímetros del mío en el momento que la música se detuvo.
-H...Haru.- Mi mente estaba totalmente en blanco. Estaba esperando que algo sucediera para reaccionar.
-...- Haru comenzó a acercarse lentamente hacia mi sin decir nada. Estaba tan cerca que lograba ver sus ojos a través de la máscara. Sus ojos grises no se despegaban de los míos. Ojos que me paralizaban y al mismo tiempo me atrapaban, me cautivaban, me eliminaban.
Cerré los ojos y esperé lo inevitable. El ruido de las personas conversando alrededor mío había desaparecido y me encontraba en un espacio donde no había estado nunca. Un espacio donde la vulnerabilidad era la única regla y Haru era el único presente.
Y fue cuando la música comenzó a tocar nuevamente que dejé de sentir la respiración de Haru tan cercana. Abrí los ojos y allí se encontraba, enfrente mío, ligeramente inclinado, con su brazo izquierdo tras su espalda y su mano derecha invitandome a tomarla.
-Salgamos de aquí.- Dijo entonces en un susurro y sin pensarlo dos veces tomé su mano.

-----

Haru me había llevado hasta mi cabina sin decir una palabra.
Cuando abrí la puerta me giré nuevamente hacia él y en voz baja le dije: -Nos vemos mañana.-
-...- Tardó un momento en responder, momento en el que no dejaba de mirarme a los ojos, hasta que finalmente asintió con la cabeza. -Buenas noches.-
Sonreí y entré a mi cabina cuidadosamente para no despertar a Hiro.
« Last Edit: November 29, 2017, 09:28:32 AM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Eureka

ahh AHHHHHH

No sé como termino estoy hoy pero lo termino




2nd night






Una envidia sana lo invadió al notar lo espaciosa que era la suite de Keith.

Estaba seguro de que era así ya que sólo contaba con un huésped (a diferencia de la suya, que era para Mari y para él), pero en parte también se debía a las pocas pertenencias del joven. Keith y Mari eran completos opuestos: mientras que toda la decoración y los elementos visibles del cuarto de Keith pertenecían a White Star Line, Mari había redecorado gran parte del cuarto de ella y Lance. La rubia era una gran admiradora del arte, y consigo había traído un par de esculturas y unos tres cuadros de sus pintores favoritos. Eso, por supuesto, ocupaba gran parte de la sala principal de la suite de ambos. Y aunque le incomodaba tener que cuidar tanto su paso a la hora de cruzar la sala para llegar a su cuarto (por temor a quebrar algo), no podía reclamarle porque le enternecía ver cómo Mari se quedaba ensimismada con sus obras. Le conmovía ver a la gente disfrutando de sus hobbies o intereses favoritos, y le agradaba saber que Mari tenía los recursos para gastar en el suyo.

Llegar al cuarto de Keith había sido su propia sugerencia: le molestaba la idea de terminar la noche con la cena, y aunque habían paseado por la cubierta por un buen rato, Lance tenía la ligera sensación de que Keith y él no podían despegarse aún. Había sugerido, sin darle mucha importancia, terminar la noche con un whisky en la suite de Keith, entre conversación amena y un poco más de aquella conexión extraña que compartían. Lo que le sorprendió (y a la vez no) fue que Keith accedió sin problemas.

Y todo sucedió sin mayor percance. Keith dejó a Lance en su suite y fue por la botella de whisky al restaurante. Luego, volvió con esta y un par de vasos.

Se habían dedicado parte de la noche a conversar sobre sus familias, mientras daban sorbos a sus respectivas bebidas. En total libertad, hablaron sobre sus padres y los compararon, siempre en un tono despectivo, puesto que por más aprecio que les tenían, no podían negar que sus actitudes dejaban mucho que desear. Lance aprovechó para disculparse por algún comentario pasado que pudo haber hecho sobre los Duff-Gordon, sobretodo en aquellas pequeñas guerras de rumores a las que ambas familias estaban tan acostumbradas.

Nunca se había puesto a pensar en lo absurdo que era odiar con tanta intensidad a sus rivales sin una verdadera razón en concreto. Admitía que le sería difícil olvidar, puesto que los McClain lo habían criado con la idea de que ese odio formaba parte de su naturaleza. Pero lo cierto era que, a la hora de la hora, Los Duff-Gordon, al igual que ellos, sólo buscaban el éxito de su banco.

Keith, tal vez sin querer o a propósito, le había ayudado a notar aquello. Esas actitudes eran dañinas para ambos lados, y agradecía que Keith contara con un plan para darle fin a estas. Era muy ambicioso e idealista, pero confiaba en que él sería capaz de llevarlo a cabo. Keith era muy distinto a Jason, y no necesitaba más que el tiempo que habían pasado juntos para darse cuenta de ello.

El asunto de Jason era un enigma muy grande aún. Y sabía que el joven había fallecido, estaba muy claro por la necesidad de Keith de evadir el tema, pero no podía ofrecerle ayuda si no estaba enterado de la situación.

“Keith,” Lance mencionó su nombre con suma seriedad. Dejó su vaso de whiskey en la mesa de cristal de la sala, y lo miró fijamente. “Disculpa. Sé que me dijiste que no insista, pero en serio siento curiosidad por lo de tu hermano… Sé que te afecta, y por eso mismo quiero ayudarte, en lo más mínimo que pueda.”

Keith pareció dudar por unos instantes. Lance no lo culpaba, puesto que la posibilidad de traición aún permanecía dentro de su mente también.

Lance podía aprovechar lo de Jason para usarlo a su favor, y era un argumento muy válido que el lado lógico de Keith podía estar resaltándole en esos momentos. Pero Lance era el mismo chico con el que había pasado la noche entera, entre risas, comentarios de vivencias pasadas y burlas de sus propias familias. Era muy sincero como para estar fingiendo, como para que todo fuese una farsa.

“Okay,” accedió Keith, luego de un suspiro. “Como te comenté hace unas horas, es algo que aún nadie sabe, más que los miembros de mi familia. Porque…” Keith observó el whiskey en su vaso, moviéndolo ligeramente a la vez que escogía con cuidado sus palabras. “Porque es un escándalo, si así podrías decirlo.”
“¿Cómo así? ¿Qué le paso a Jason?”
“Jay estaba comprometido con una joven de nuestra clase social. Una hija de una familia bien posicionada, con un negocio familiar próspero y una vida planeada. Pero mi padre le pidió a Jay que se encargue de nuestros bancos en Francia, y constantemente viajaba hacia París. Por la insistencia de sus amigos, una noche asistió al Moulin Rouge... y allí conoció a una de las bailarinas más populares. Se enamoraron…”
“Y... tu padre se enteró, de seguro.”
“Se decepcionó completamente luego de que noticias del romance de mi hermano con esta mujer llegaron a sus oídos. Le prohibió ir a Francia, pero Jay buscó la forma de seguir visitando a su amante. Lamentablemente, por esa época contrajo tuberculosis… y falleció al cabo de unas semanas. Había planeado escaparse con ella, pero nunca concretaron sus planes por su muerte.”

Lance se quedó sin palabras. La pérdida de su abuelo hace unos años atrás le recordó cómo se sentía pasar por una situación similar, y pudo comprenderlo hasta cierto punto, pero imaginaba que no podía comparar ambas situaciones aún a pesar de esto. Jason y Keith parecían haber tenido una relación muy cercana. Las reacciones de Keith al tema eran suficientes como para concluir esto.

“Lo siento mucho, Keith. Yo no tengo hermanos, y justo por ese factor, nunca podré entender tu dolor por completo, pero unos años atrás perdí a mi abuelo, y comprendo al menos algo de lo que estás sintiendo ahorita,” Lance colocó una mano en su hombro, a manera de apoyo. “Es difícil… y más aún porque tú ahora estás en su reemplazo. Puedo imaginarme lo mucho que te debe estar afectando todo esto. Más bien, lo siento, creo que pequé de entrometido desde que nos conocimos hasta ahora, y entiendo por qué no me querías contar esto.”
“No hay problema,” la temblorosa voz de Keith era un gran indicio de su estado emocional. Lance sentía que faltaba poco para que el muchacho se quebrara en frente de sus ojos.
“No seré la persona más indicada para brindarte apoyo, pero aquí estoy para ti. Y lo digo en serio. No… no creas que haré público esto o le contaré a mi familia. Este secreto se queda entre nosotros.”
“Gracias, Lance,” le dijo, y le sonrió. Pareció notar que un par de lágrimas caían de sus ojos, y sutilmente se las limpió, sin hacer mayor comentario al respecto. Pese a esto, Lance no sentía que la situación era incómoda. Al contrario, era muy íntima… y daba la sensación de que se conocían por varios años. “Por fin encuentro a alguien que me escuche sin quejarse o criticar a Jason. Damian hace oídos sordos al tema, igual que mi padre y mi madre. Los tres continúan creyendo que Jay deshonró a la familia con sus acciones… y yo no entiendo por qué. Jason ya no está con nosotros. ¿Por qué siguen… por qué siguen criticándolo?” Y sus manos se comprimieron en puños por pura rabia, arrugando sus pantalones.
“Porque las apariencias son lo más importante para ellos,” aseguró Lance. “Lo sé porque mi familia es igual. Y la de Mari también.”
“¿Y cómo hacen tú y tu esposa para lidiar con eso?”
“Nos las arreglamos como podemos.” Lance sonrió. “Mari es mi mejor cómplice, realmente.”
“¿Cómo así?” Keith se veía muy confundido.
“Justo de eso quería hablarte hace unas horas. Pero no me parece que sea pertinente desviar el tema tan importante de la partida de tu hermano a algo mío. De ahí podemos hablar sobre eso.”
“…Como desees. Aunque no hay más que contarte sobre lo de Jason.” Keith desvió la mirada a un lado, un poco entristecido.
“¡Claro que sí! Podrías contarme anécdotas sobre ustedes dos. Tengo la peor concepción de tu hermano, pero estoy seguro de que contigo era otra persona. Me gustaría oír más sobre él… de paso que te ayuda un poco a ti también. Digo, porque es mejor recordar los buenos momentos… ¿No?”
Keith se quedó mirándolo por unos instantes. “Heh, tienes razón.”

Se acomodó mejor en el sofá, y Lance, a su lado, no dejó de observarle, entusiasmado por la idea de oír más sobre la vida de Keith.







No le sorprendía el aburrimiento que sentía en esos instantes. Un baile de máscaras rodeado de la misma gente de siempre era la receta perfecta para mandarla a dormir en instantes. Pero entre invitaciones de baile de socios de la familia o amigos de los Gladstone y Whitaker, Eureka no podía encontrar descanso en ningún momento.

Y lo único que quería era sentarse y dormir en alguna mesa, por más que sería mal visto por todos los presentes. Igual, cabía la mínima posibilidad de que no la reconocieran por el antifaz que portaba... o eso esperaba.

La canción de aquellos momentos se terminó, y Eureka sonrió ante el prospecto de tomar asiento. Ya se estaba excusando con su pareja de baile, el hijo de un socio de los Whitaker, cuando una mano tomó la suya y tiró de ella hasta llevarla al extremo opuesto del salón. Recién cuando la persona se detuvo, obligándola también a detenerse, pudo notar de quién se trataba: era Oikawa, quien portaba un antifaz azul marino y un terno del mismo color.

“¿Qué?”
“¿Sorprendida? Yo sé, yo sé. El uniforme de White Star Line no me hace justicia. Deberían darnos ternos como este…”
“¿Qué haces aquí? Es muy riesgoso. Si mi familia te ve…”
“Para alguien que no le da importancia a lo que dice el resto de ti, te preocupas en exceso por ello…” le reclamó él en un tono burlón.
“Es distinto, Tooru. Esta vez no se trata de mí. No sé, te pueden arrestar por hacerte pasar por un pasajero o algo así. Debes estar enterado de lo exagerada que es la gente de primera clase.”
“Sí, lo sé, pero es necesario, sólo tomaré unos segundos de tu tiempo,” comentó, tomándola de la cintura para bailar junto a ella. Eureka fue rápida en adaptarse a su paso, y juntos se movieron al compás de la suave melodía que inundaba el salón. “Me he enterado de algo que te pone en peligro a ti. Disculpa por no poder avisarte antes, intenté verte durante el día pero me fue imposible.”
“No hay problema. ¿Qué sucedió?” mencionó, y se le acercó un poco más para poder hablar en voz baja y sin llamar la atención del resto de parejas en el salón.
“Tengo las sospechas de que hay alguien más detrás de objetos de valor, ya sean diamantes como el tuyo u obras de arte. Esta mañana, una pasajera de primera clase reportó una pintura robada. Sucedió lo mismo con otra mujer, que reportó un par de joyas de oro, en su caso. Ambas estaban completamente seguras de que el ladrón era externo a sus círculos sociales, puesto que sus mucamas eran de suma confianza y sólo ellas podían acceder a la suite, aparte de las dueñas, por supuesto.”
“Y temes que suceda lo mismo con el diamante.”
“No sólo temo por el diamante. Temo por tu seguridad. Quién sabe lo que aquel ladrón es capaz de hacer para conseguirlo. Sin embargo, aún no estoy completamente seguro de que está enterado de que posees aquella joya. Te quiero pedir que no la saques. Que la escondas, si es posible, en un lugar que ni tus sirvientas ni tu prometido sepan. Todo por tu seguridad.”
“Está bien.”
“Quería proponerte mi compañía durante el resto del viaje. Como un guardaespaldas, tal vez. No durante todo momento, porque tengo que realizar mis labores para no levantar sospechas, pero andaré siempre por las zonas que frecuentes. Y si aún no confías en mí, tienes el derecho entero de no decirme dónde guardas el diamante. No te juzgaré por ello, está bien que tomes tus precauciones.”
“Entiendo tu preocupación, pero me temo que será un tanto sospechoso que coincidamos en varios lugares…”
“Fácilmente podemos venirnos con alguna excusa, al menos en el caso de tu familia. Soy un mayordomo de la empresa detrás de este barco, así que tampoco suena tan extraño que esté pendiente de sus pasajeros.”
“Solo intenta pasar desapercibido. Podríamos reunirnos de vez en cuando en la cubierta de paseo, por si te hace sentir más tranquilo.”
“Sí, mejor. ¿Te parece todos los días luego de la cena? Igual me verás durante el día, así que si ocurre algo, me avisas.”
“Gracias por la advertencia y tu preocupación, Tooru.” Eureka aprovechó para mirarlo y sonreírle.
“No hay problema,” le aseguró él. “¿Ves? Era algo muy corto. Ahora sí, termina esta canción y te dejo.”
“Respecto a eso... ¿No gustarías quedarte conmigo al menos por una canción más?”
“¿Qué pasó con los riesgos?”

Acurrucándose en su pecho, Eureka suspiró, contenta.

“Me importan poco en estos momentos.”

Oikawa sonrió para sí mismo.

“Una canción más, entonces.”







Keith y Jason habían sido un equipo perfecto en squash, el deporte favorito de ambos. En varias ocasiones le dieron un dolor de cabeza a su padre cuando vencieron sin dificultad alguna a distintos posibles socios del banco. Su sed de victoria era indiferente a los colegas, futuros colaboradores o accionistas, y primaba antes que cualquier trato o convenio.

Pero no sólo habían compartido el amor por el deporte, sino también por la música. Jason era un violinista increíble, y Keith aprendió a tocar aquel instrumento gracias a él. Juntos iban a conciertos cuando Jason tenía disponibilidad de tiempo. Hubo una vez que el cuarteto de cuerdas invitó a Jason y a Keith a participar con ellos en vivo, puesto que el violonchelista era viejo amigo de los Duff-Gordon.

Y así como esa, Keith tenía varias historias sobre su hermano mayor. Lance no podía negar lo entretenido que se le hacía escuchar sobre esa faceta oculta de su antiguo rival: contra todo pronóstico, Jason había sido un buen hermano mayor, con Keith y con el menor, Damian. Podía entender, entonces, por qué le había dolido tanto su partida.

Sin embargo, en plena anécdota, el cerrojo de la puerta empezó a sonar, y Keith y Lance intercambiaron miradas, muy preocupados. Lance fue rápido en actuar, corriendo al vestidor a esconderse allí. Desesperado, Keith no encontró mejor manera de esconder uno de los vasos que tirándolo al suelo y rompiéndolo, pero luego notó su error y lo hizo entrar en más desesperación. Volteó a mirar a Lance, quien se había llevado una mano a la cara.

Para cuando la puerta principal se abrió, Keith andaba caminando de un extremo de la habitación al otro, con el ceño fruncido.

“¿Joven? ¿Se encuentra bien?” Keith se detuvo al escuchar la tranquila voz de su mayordomo. Alfred cerró la puerta tras de sí. Lo primero que llamó su atención fue el vaso roto en el suelo alfombrado de la suite. “¿Un accidente, supongo?”
“Sí, sí. Fue un accidente.”
“…” Alfred observó las manchas en la alfombra con curiosidad. “Por casualidad, ¿está con alguna visita?”
“Uh… ¿no? ¿Por qué lo dices?”

Los ojos de Alfred indicaban que sabía más de lo que pretendía decir. Pero Keith agradeció que se hiciera indiferente, puesto que luego de un suspiro, retomó su mirada tranquila de siempre.

“Su padre me mandó a llamarlo. Damian se quedó dormido en el baile, y esperan que usted lo traiga de vuelta aquí.”
“Oh, por supuesto. Voy a limpiar este desorden e iré.”
“Yo puedo hacer eso por usted, joven. No hay problema.”
“¡Insisto! No te preocupes, Alfred.”
 Alfred asintió, en silencio. “Entonces, si me disculpa. Con su permiso. Buenas noches, joven.”
“Buenas noches, Alfred.”

Y el mayordomo se retiró. Ni bien la puerta se cerró, Lance salió apurado del vestidor.

“¿¡Por qué no me dijiste que tu hermano duerme también aquí!?”
“No, el duerme con mis padres. Pero tal vez está haciendo un berrinche, y por eso quieren que yo me encargue de él.”
“…Okay, confiaré en tu palabra. ¿Tú crees que tu mayordomo se dio cuenta de que había alguien más aquí?”
“Sí, pero no está enterado de que eres tú. Así que debemos ser más cuidadosos de ahora en adelante.”
“Yo creo que descartamos pasar tiempo en nuestras suites desde ya,” dijo Lance, y suspiró. “Es muy riesgoso. Pensé que la tuya no lo era, pero tu familia es igual de entrometida que la mía. O al menos demanda mucho de ti.”
“Es cierto. Bueno, encontraremos un lugar donde conversar a solas. Ahora…”
“Sí, tienes que recoger a tu hermano. No te preocupes.”

Lance caminó hacia la puerta, con Keith detrás de él.

“Saldré primero, para que no nos vean juntos. ¿Está bien?”
“Sí.”
“Buenas no—”
“Lance, espera. Quería agradecerte por lo de hoy. Gracias por invitarme a cenar, y por todo.”
Lance colocó una de sus manos en el hombro de Keith. “No hay problema. ¿Te veo mañana?”
“Claro, en el desayuno coordinamos como en la cena de ayer.”
“Ah, con los mayordomos de White Star Line. Buena idea. Nos vemos, Keith.”

Y le dedicó una última sonrisa antes de irse.






Le sorprendió encontrar la puerta de su suite medio abierta. Supuso que había sido Mari, quien a veces andaba tan despistada que ni notaba que dejaba la puerta así.

Pero encontró el cuarto con una tenue luz. Y una silueta, al fondo, que desmontaba uno de los cuadros de Mari: un pequeño retrato de un lago rodeado de flores en el campo. La pintura era de un tal Monet. Su instinto fue lanzarse a forcejear por ella, puesto que sobre su cadáver le robarían objetos tan preciados de su amiga.

Pero el ladrón fue rápido en sus movimientos, y supo cómo reaccionar a sus ataques. El ladrón soltó el cuadro y cogió uno de los adornos de la mesa, con el que golpeó a Lance en la cabeza.

Todo se tornó negro, y cayó inconsciente al suelo.

« Last Edit: November 30, 2017, 10:20:35 PM by Eureka »


Cho

Con esto termino ahh *corre en círculos*

10

Después de que el tiempo se detuviera aquella fatídica noche, una vez los sobrevivientes al hundimiento del Titanic se aclimataron al RMS Carpathia, los segundos volvieron a correr con la velocidad usual, y la realidad siguió con su curso a un ritmo natural y al mismo tiempo frío y distante, ya que el andar temporal nunca velaría por nadie.

Dentro del barco que salvó a los cientos de sobrevivientes existió una acogida muy cálida y placentera, donde todos pudieron cerciorar sus supervivencias personales y comprender de lleno la empatía propia entre seres humanos. El ambiente fue un tanto incomprensible e inesperado, y marcó una experiencia inigualable e inolvidable para todos. Una mezcla de alegrías y lamentos, esperanzas y desolaciones, energías y cansancio… un toque de dulce y amargo muy esperado de la completa e imperfecta vida…

Y, en medio del viaje, llegó el último día en el mar. Eran las once de la mañana del dieciocho de abril del 1912, y corrió voz sobre la esperada llegada a Nueva York hacia el anochecer. El presente capítulo en la vida de todos se cerraría según el horario propio del RMS Carpathia, y a partir de aquel momento le tocaría a cada uno continuar con su camino a su propio modo.

Sólo quedaba ese día para darse unas últimas meditaciones en lo que se vivía en aquel hiato mientras el sol estuviera por encima…




“Llegamos hoy…” comentó Luso con un vacío en su voz en lo que miraba hacia el resplandeciente océano desde la cubierta. El pequeño se veía meditativo.
“¿Qué sucede, Luso? Tenía la impresión que estuviste impaciente por volver a ver a tu tía,” comentó el pelirrojo, con tranquilidad.
“Sí lo estoy, en serio. Es sólo que…” él bajó su mirada con leve tristeza. “Después de este viaje… es muy posible que ninguno de nosotros nos volvamos a ver, ¿cierto?”
“Es lo más probable…”
“…” Luso tensó su expresión. “Luego de todo esto… luego de pasar tantos momentos juntos… luego de que me salvaras…”
“No dejes que todo esto te quite los ánimos. Es sólo como las cosas son realmente,” Natsume le sonrió paciente. Vio que el niño no se veía tranquilo y dio un suspiro. “Yo tengo que continuar con mi viaje, aunque en un inicio puede que me quede por la ciudad a manera de reunir recursos. Si te vas a encontrar libre, podemos encontrarnos.”
“¡Eso es definitivo!” asintió con grandes energías. “También quiero que conozcas a mi tía. Seguramente ella tiene un montón de Nueva York que enseñarnos.”
“Tienes razón…” ensanchó su sonrisa.
“Pero, después de pasar el tiempo con nosotros y marcharte… ¿estarás bien?” preguntó el pequeño con leve inquietud. “No quiero que te vaya a pasar nada…”
“No te inquietes,” el pelirrojo negó con leve frustración y le revolvió los cabellos. “Supongo no te he mostrado mi lado más responsable, pero sé cómo cuidarme. Tienes mi palabra.”
“B-bueno, sí te ves muy independiente…”

Después de aquel cruel destino que le deparó a Sterk en su llegada al barco, Natsume terminó desahogándose en aquel llanto impotente, y luego se quedó postrado en cama el primer día y medio al verse desposeído de fuerzas. Los doctores atribuyeron su inesperada recaída a tanto la exposición a las frías temperaturas como al impacto emocional, pero después de reposar con paciencia y constante visita de la mayoría de conocidos, el pelirrojo se recobró súbitamente y se unió a los demás sobrevivientes para pasar el mejor tiempo posible. De todos modos, daba la impresión que seguía un poco débil y estaba bajo monitoreo del personal médico del barco.

“También tienes que reconocer que el ambiente en este barco es muy saludable,” comentó el pelirrojo, un poco animado. “Todas las clases nos hemos mezclado y estamos en contacto mutuo y constante. La tripulación se ha esmerado en apoyarnos en lo posible y no han sido discriminatorios de ningún modo…” él tomó a su paloma que le acompañaba fielmente en su hombro y la miró de manera afectiva. “Y pese a las regulaciones y el tabú de muchos, todos se han visto contentos en ver a mi mascota, y ella misma ha alegrado el ambiente.”
“Hehe, muy cierto. Creo que a todos los niños nos gustan las aves,” Luso asintió. “Y tú también has entretenido a muchos con tus trucos de magia.”
“Es extraño ponerme a entretener a tantas personas sin demandar nada a cambio…” se encogió de hombros. Luego de hacer una función improvisada a un grupo de niños a manera de animarles, Natsume notó que llamó la atención de algunos sobrevivientes de primera clase quienes tuvieron la curiosidad de verle actuar, al igual que otros adultos. No recibió más que cumplidos y mucho interés en sus anécdotas de viaje o de su país natal, pero para variar el pelirrojo se vio contento con ese simple contacto humano.
“Pero has animado a tantas personas. Siento que podría aprender mucho de ti,” el pequeño sonrió. “Ahora que lleguemos a Nueva York, ¿podrías enseñarme algún truco?”
“Supongo que haré una excepción contigo, me caes bien.”
“¡Genial! ¡Me alegro que haya podido convencerte!” dio un brinco. “Sabía que lo haría, se los dije a Nio y Peter y tengo que contarles cuando les vea.”
“¿Hm? ¿Quién sería ese Peter del que hablas?”
“¿No lo sabes?” Luso se confundió, y desvió su mirada con cierta incomodidad al no saber si explicárselo, pero terminó haciéndolo. “T-tú sabes, ese chico que sobrevivió contigo, que fue ayudado por… tú sabes quién… Nio y yo nos hemos hecho amigos de él…”
“Hmhm,” el pelirrojo rió por lo bajo. “No temas decir su nombre, Luso. No existe ningún misticismo ni tabú detrás de Sterk.”
“S-sólo no sabía si era bueno mencionarle…” bajó su mirada. “Perdón.”
“No te disculpes, entiendo,” le sonrió comprensivamente. “En fin, quédate disfrutando de la cubierta.”
“¿Eh? ¿A dónde vas?”
“Los médicos querían darme otra revisión.”
“V-voy contigo.”
“No, sólo te aburrirás, y ya es lo suficientemente tedioso que tenga que hacer esto,” movió una mano con leve exasperación. “Pronto es la hora del almuerzo, nos vemos ahí.”
“Sí…” Luso asintió dubitativo y observó al mayor irse hacia las escaleras más cercanas. Le sabía mal dejarle de lado, pero prefería no insistirle. El pequeño caminó por si divisaba a alguien que conocía ya que no le gustaba quedarse solo, y sin duda no le gustaría por un buen tiempo.


“Así que finalmente esta travesía llegará a su fin,” comentó Celestia. “La tempestad de hace dos días no fue más que un susto adicional.”
“Un susto para quienes no viajan mucho, supongo,” Astrid sonrió con ironía. “El clima no se va a dignar a sonreír a nadie, eso es normal.”
“Nervios de acero como siempre. Eres demasiado relajada, Astrid. Incluso alguien como yo podría aprender mucho de ti,” se encogió de hombros.
“Yo más bien diría que nuestros estilos de ser son ligeramente distintos. No hay por qué compararnos.”
“Cierto…” la menor alzó una ceja con leve inquietud. “Hasta para mí eres aterrorizante.”
“Oh, y yo que pensaba que nos estábamos volviendo amigas,” rió un poco.
“Pero yendo al grano, ¿cuáles son tus planes ahora que lleguemos?”
“¿Hm?” Astrid mostró confusión. “Creo ya haberte respondido esa pregunta. Tengo que inmiscuirme con la alta sociedad de Nueva York, aunque pretendo tomar un tiempo personal a manera de aclimatarme.”
“Ciertamente ya te lo había preguntado,” para variar, Celestia arrugó su frente y mostró una leve incomodidad y tristeza. “Sólo me preguntaba si los últimos acontecimientos habían alterado tu agenda de viaje.”
“Hmm, deberían, ¿no?” se puso a pensar. “Creo que este ‘tiempo personal’ se extenderá un poco más de lo que había concebido,” negó frustrada. “No sé qué más esperas de mí, Celestia.”
“No que espere mucho…” ella desvió su mirada. Su acompañante no iba a ser abierta, pero sabía muy bien que las noticias le habían impactado, ya que había permanecido aislada todo el primer día y todavía no salía de su distancia, lo cual era un poco preocupante. Celestia decidió no darse más rodeos y tocar el tema de fondo. “¿Cómo se lo tomaron?”
“¿Quiénes?” preguntó con una supuesta inocencia, aunque Astrid podía saber por dónde iba la pregunta.
“La familia de Sterk, ni bien recibieron el mensaje de su fallecimiento. Sé que lo reportaste.”
“No pensé que te causaría interés como para que me expíes,” Astrid frunció el ceño con impaciencia, y se cruzó de brazos. Ella prefirió no evadir la conversación por más que no le apetecía participar. Supuso que tendría que acostumbrarse a narrar el destino de su viejo amigo ya que le preguntarían una y otra vez en un futuro cercano. “No les pude decir mucho, sólo les recalqué que falleció protegiendo a otras personas. De igual manera, ellos me contestaron con un mensaje muy breve. Seguramente detrás de este se encuentra una gran desolación…”
“…” le miró atentamente.
“Ellos únicamente me extendieron el pésame…” Astrid sonrió con ironía. “Heh… sé que nunca les agradé por no estar a la altura de su heredero, pero incluso esa glorificada familia expresaría sus condolencias hacia mí, por más que yo haya sido quien propuso el viaje… quizás sí tienen algo de la personalidad de Sterk después de todo.”
“Comprendo…” Celestia cerró sus ojos momentáneamente a manera de asentir y procesar lo que había oído.
“Apreciaría que no me preguntes más por ahora. Sigue siendo un poco pronto, incluso para alguien irreverente como yo,” sonrió con simpleza, y luego dio un suspiro. “Es también cansado cómo Sterk se ha unido al grupo de pasajeros legendarios por su hazaña, y el hecho que haya oído su nombre mencionado hasta por la tripulación de este barco.”
“Este lugar ha tenido un ambiente muy humano y caritativo desde que hemos sido rescatadas,” Celestia se puso a pensar. “Lo consideraría molesto e insoportable, pero creo haber oído rumores que algunos pasajeros de primera clase se han ofrecido a apoyar a los de menores recursos monetariamente. Ojalá que sea verdad.”
“Se arruinará la sorpresa de Pascua,” bromeó Astrid, y se encogió de hombros. “Sí, aunque como viajera de segunda clase no esperes un gran apoyo.”
“Espero que sí haya algo para mí, y si tengo que descuidar un poco mi apariencia para llamarles la atención, lo haré. A diferencia de otros pasajeros, yo no tengo solvencia económica fija,” negó al considerarlo no muy importante, ya que Celestia en ningún momento se arriesgó de dejar su dinero en su habitación y siempre lo traía consigo entre sus ropas, pero sabía que dicha riqueza era efímera.
“No puedo culparte por esa actitud caprichosa, sabiendo tu situación, aunque alguien como tú estará bien en nuestro destino. Tengo el presentimiento que sabrás coexistir con los demás.”
“Aprecio tu observación, y no dudo lo mismo de ti,” asintió. “Sinceramente, espero que lo ocurrido no te afecte a largo plazo.”
“No temas tanto por mí,” negó con leve impaciencia. “Es frustrante, ¿qué puedo decir? Pero tampoco es algo que me dejará paralizada ni me hará concentrarme en pensamientos negativos o temores. Ya he podido despejar mis mayores lamentos y estoy casi en paz con lo ocurrido.”
“Me alivia oírlo,” asintió, y desvió su mirada. “Había asumido que le guardabas un poco de rencor a Natsume o a quienes fueron salvados por Sterk por lo que pasó…”
“¿Por qué?” Astrid encontró esa mención un poco graciosa y ridícula. “¿Lo dices porque no me he dignado a visitar al enfermo mientras estuvo convaleciente? Yo tenía mis propios asuntos que atender.”
“Eso lo entiendo bien ahora que he hablado contigo. No necesitas convencerme,” negó con paciencia. “Sólo decía.”
“Pero… supongo que tienes razón,” sonrió rendida. “Me caería bien cerrar este asunto por completo, de una vez por todas.”
“Sí has resultado más funcional de lo que pensé,” comentó Celestia, entretenida.
“Lo mismo digo de ti, por estar a gusto en este positivo ambiente después de todo.”
“En fin, tienes todo el día.”


“Ahh, hace un precioso día…” Ayesha sonrió mientras alzaba su mirada hacia el cielo despejado y cubría su visión con una mano. “Por ello teníamos que salir a tomar aire, Nio.”
“Sí, aunque nana no gusta de salir al sol…” comentó Nio. “Se va a quedar sola.”
“Ella está muy a gusto con otras señoras de su edad en la sala común,” le aconsejó. “Aparte que tú necesitas pasear un poco. Vamos, siempre has sido aventurera y este barco está precioso.”
“Lo sé, lo sé… a ver si veo a alguien por aquí, entonces,” Nio forzó una sonrisa, algo que su hermana pudo leer y le hizo recordar el conflicto principal que afrontaron ni bien fueron recogidas por el RMS Carpathia.
“Sé que estás triste, Nio. Yo también lo estoy. Pero no es excusa para mantenernos tan quietas y depresivas. La vida continúa,” dijo, pero pese a ello bajó su mirada y se mostró apenada. “Eso es lo que el señor Keith hubiera querido.”
“Lo sé bien, hermana, perdón…” Nio dio un suspiro.

No era un recuerdo agradable comprobar que su mal presentimiento se volvió realidad, pero principalmente fue el hecho que vio a su hermana mayor correr de un lado al otro para buscar al mentor de ambas durante todo el primer día, sin importar cuántas veces hubiera ido al mismo ambiente, hasta que la tripulación tuvo que calmarla y dejarle ver la lista de pasajeros rescatados, donde no pudo ubicar el nombre del señor.

La pequeña vio a su hermana asentir y disculparse por causar tantos inconvenientes, para entonces partirse en llanto y caer al piso sentada. Nio le consoló como pudo y felizmente la nana no tardó en llegar para ayudarle.

De todos modos, Ayesha probó ser fuerte para recomponerse con la frente en alto e intentar ver lo positivo de esa cruel situación.

“Bueno… el señor Keith nos dejó muchas tareas. Nos toca encargarnos de ellas, ¿no?” le recordó a su hermanita con una sonrisa.
“Hermana…” Nio bajó su mirada con leve pena. “Quisiera ser tan fuerte como tú.”
“¿Eh?”
“Esto es difícil para las dos, sobre todo para ti, lo sé. Yo apenas conocía al señor Hazeldine mientras que tú has tenido su tutoría por más tiempo,” sacudió su cabeza con fuerza al impacientarse a sí misma por dar tantos rodeos. “L-lo que intento decir es que eres muy valiente, hermana. P-pero tampoco quiero que te fuerces a serlo por mí. Sólo… quiero que estés bien…”
“Tranquila, Nio…” Ayesha sonrió conmovida y dio un abrazo a su menor. Notó que su hermanita lo había necesitado, al igual que ella misma, pese a que Nio solía ser independiente y rechazar la mayoría de sus mimos. “Estoy triste, pero también muy feliz de estar aquí contigo. Recuerda que no podemos enfocarnos en todo lo malo. Tenemos tanto de lo cual estar agradecidas. Y también, mientras permanezcamos unidas, confío en que estaremos bien, y velaremos por cargar con el legado tanto del señor Keith como de nuestros padres.”
“Sí…” Nio asintió. El abrazo terminó y la pequeña vio a su hermana dedicarle otra sonrisa.
“Hay que animarnos. El día está precioso así que demos una vuelta por cubierta.”

Las hermanas empezaron con ese paseo, y no tardaron en reconocer a Luso, quien de inmediato les pasó la voz y corrió hacia ellas.


“¡Hola!” saludó efusivamente en lo que llegaba. “Me alegra verlas por aquí. Pensaba que seguirían estudiando.”
“Hehe, tampoco es saludable quedarnos en el interior todo el tiempo,” Ayesha se tapó la boca en lo que reía con torpeza.
“Nos viene bien un descanso,” Nio asintió. “Aunque no sé qué hacer por aquí. Este barco no tiene instalaciones listas…”
“Siempre hay algo que hacer,” Luso sonrió decidido. “¡Ya sé! Vamos a la proa del barco. Si nos paramos en los barandales y extendemos nuestros brazos, se sentirá como si volamos.”
“¡S-s-suena peligroso!” Ayesha se aterró.
“Ehh…” Nio sonrió incómoda tanto por la ocurrencia de Luso como la esperada reacción de su hermana, y se vio animada. En verdad sí tenía mucho de lo que alegrarse y estar agradecida. “Ehehe, mejor no hago eso por el bienestar de mi hermana, aunque no me molestaría asomarme a la vista. Dicen que a veces se ven delfines nadando con el barco.”
“Sí, yo vi un par al inicio del viaje,” Luso asintió. “No es una vista común, pero podemos fijarnos por si algo aparece.”
“Ohh, sí me gustaría ver delfines,” Ayesha se emocionó. “No sé qué tan probable sea observarlos ahora que lleguemos a Nueva York, así que hay que aprovechar.”
“Seguro que habrá algún zoológico, aunque no sería lo mismo,” dijo Nio.
“Zoológico… ese lugar donde tienen animales salvajes, ¿cierto?” preguntó Luso.
“¿Nunca has ido a uno?” Ayesha se quedó en shock.
“Ehm… no, no he tenido la oportunidad.”
“¡Tenemos que ir en Nueva York!” declaró Nio. “Dijiste que vas a vivir ahí y nosotras también lo haremos, así que tenemos que quedar.”
“Hehe me gustaría…” Luso llevó una mano a su nuca y sonrió con torpeza. “Pero no sé… entiendo que ustedes están en una categoría distinta…”
“¿Por qué dices eso?” la pequeña llevó sus manos a sus caderas. “No me parece. Lo importante aquí es que somos amigos y debemos mantenernos unidos. ¿O es que no lo somos?”
“¡P-por supuesto que sí!” el niño se asustó al verla molesta. “No que no lo piense… sólo que no sé si va a ser posible…”
“Lo será, en serio,” Ayesha le aseguró. “Siento que todos nos hemos vuelto amigos aquí.”
“En verdad. Eres mi primer amigo en este lado del mundo, y nunca he tenido la oportunidad de conocer a un chico que me trata como amiga y no como una damita intocable,” dijo Nio, quien pasó a apenarse. “Puede que sea raro que diga esto, pero pese a lo duro que este viaje ha sido no quiero que se esfume sin más, ni que todos a quienes he conocido desaparezcan…” ella repentinamente sollozó y sus ojos se inundaron de lágrimas. “No quiero que esto sea más duro de lo que ya es…”
“V-vamos, no llores, Nio. P-perdón…” Luso se apenó, y sonrió incómodo. “Ehh, sí sigues llorando creo que yo lloraré también…”
“Ahh, y si ustedes lloran terminaré haciendo lo mismo…” dijo Ayesha, conmovida.
“Sí, entiendo,” Nio secó sus lágrimas y sonrió más tranquila. “Entonces es una promesa. Iremos al zoológico, a Manhattan, a donde sea que podamos pasear, y seguiremos siendo amigos.”
“Sí, lo prometo,” Luso asintió con grandes ánimos.




No pasó mucho tiempo y Astrid se vio sola ya que Celestia no gustaba de tener que caminar bajo el sol por mucho tiempo. Ella dio un paseo sin rumbo y con la mente en blanco por la cubierta y, entonces, observó a Natsume sentado y apoyado contra una pared que le daba una sombra, mientras se distraía con su paloma que estaba parada en una de sus manos. La pelinegra sonrió con ironía y se resignó a atender ese asunto de una buena vez, por lo cual caminó al chico.

El pelirrojo le detectó y luego de verse levemente sorprendido se levantó de su descanso para atenderle.

“Había asumido que también eras huraño a la luz, como Celestia,” comentó la pelinegra.
“No particularmente, aparte que me viene bien por todos los chequeos que esos doctores me obligan a hacer,” se encogió de hombros. “Hubiera esperado que tú no serías de pasear.”
“Entonces no me conoces,” Astrid sonrió con ironía. “Es evidente que no nos conocemos.”
“…” asintió y desvió su mirada. “Ustedes no están familiarizados conmigo y no pienso quedarme mucho tiempo en nuestro destino como para conocerlos bien a ustedes… pero es inevitable decir que nunca les olvidaré.”
“Son palabras muy ciertas…” la mayor dio un suspiro y negó, para mostrar cansancio y una muy ligera frustración.
“No soy el mejor en estas cosas tampoco… sólo espero que estés bien,” dijo, bajando su mirada y con incomodidad.
“Yo no soy quien sobrevivió en el helado mar por horas como para que preguntes eso,” dijo Astrid, con una mezcla de gracia e impaciencia.
“Pues el bienestar es mucho más que físico, aunque obviamente no te gusta ser sincera,” Natsume rodó los ojos. “Pero entiendo cómo eres. Yo tampoco soy del todo honesto…”
“Vaya…” la pelinegra sonrió frustrada y miró hacia el mar. “En general me gustaría dejar la conversación en una apreciación de nuestros intercambios o el hecho que nos gusta ser difíciles, aunque sé que no es el mejor momento para ello.”
“…” le miró atentamente.
“Estoy bien. Sin duda es más que molesto perder a un buen amigo, pero me tocará lidiar con ello, y ya he llegado a la realización que es real, y que no hay punto de darle mayores vueltas,” comentó con resignación y una extraña añoranza. Astrid se cruzó de hombros y cerró sus ojos, mientras su sonrisa comunicaba alguna gracia interna hacia sí misma. “Hm, este sería un buen momento para mostrar mi molestia, o querer desplazar la impotencia que siento en algo. Al menos hubiera podido esperar no volverle a ver y tener toda la libertad de odiarle por no cumplir con su promesa de darme el alcance y salvarse. Heh, pero como siempre Sterk resultó ser muy testarudo y especial, y sí cumplió con esa promesa para luego desvanecerse,” se encogió de hombros. “Así que él ni me dejó el placer de molestarme…”
“…”
“Por hablar así, tienes todo el derecho de molestarte conmigo. Soy extremadamente caprichosa, ¿no lo crees?”
“Yo entiendo lo que dices. También sé que no sólo reniegas por no tener nada que reclamarle,” era obvio que la mayor no sería sincera al verse en paz con lo sucedido, y quizás viendo el único lado bueno de haber podido verle a salvo y una vez más… Natsume sonrió frustrado. “De todos modos, no es que pueda decirte nada. Tú debes estar al menos mínimamente culpándome por lo que le sucedió…” desvió su mirada. “No que te culpe. Me siento así, personalmente.”
“No es tu culpa.”
“…” le miró algo confundido.
“Ese Sterk…” Astrid negó ofuscada. “Una vez fuimos a una cacería en un bosque y él terminó con un brazo fracturado por pelear contra un oso.”
“¿E-en serio?”
“Me tocó ayudar a las sirvientas y otros hombres con los que viajamos para atarlo a la cama y permitirle reposar su brazo, de lo contrario no habría sanado bien,” volvió a negar y sonrió amargamente. “Por ello fue él mismo quien se condenó. Nunca supo medirse, y menos si se trató de ayudar a otra persona. No fue por ti. En verdad… Sterk era sacado de otro mundo.”
“…” ante esa mención, Natsume apretó sus dientes y bajó su mirada. No podía todavía creer lo que había sucedido, y la tristeza y amargura le acompañaría por bastante tiempo.
“Ahora deja de sentirte miserable. No nos ayudará en nada…”
“Lo mismo te digo, entonces…”
“Tú no me verás siendo miserable, te lo aseguro.”
“Aun así…” él sonrió frustrado y le miró con leve incomprensión. Recordaba a Celestia mencionarle lo mismo sobre ella. No que no fuera a sentir nada en lo absoluto, pero Natsume comprendía bien la necesidad de aparentar inmutabilidad, sólo que todavía le faltaban varios años para lograrlo como su presente acompañante…

“Eh, disculpen…”

Ellos se giraron y vieron al padre e hijo que habían sido auxiliados por Sterk. Los dos se notaban incómodos, aunque decididos a hablar con ellos.

“Esperamos no interrumpir nada…” mencionó el joven, bajando su mirada.
“No te inquietes,” Natsume le sonrió. “Es bueno verte expresándote, luego de nuestra travesía.”
“S-sí… sus amigos… Luso y las señoritas… han sido muy amables conmigo…” el pequeño asintió. “Queríamos agradecerles por todo.”
“No, no me agradezcas,” negó frustrado. “Aquí el que nos salvó fue Sterk. Yo no podría haber hecho nada ni por mí mismo, sólo sobrevivimos juntos.”
“Pese a ello, en verdad queremos agradecerte,” dijo el padre, quien pasó a mirar a Astrid. “Y también hablar brevemente con usted, si es posible.”
“¿Yo?” la pelinegra se mostró confundida.
“Les dejaré a solas…” Natsume se fue caminando rápidamente antes de ser detenido por los demás, al comprender que su presencia ya no era necesaria.
“…” Astrid quiso detenerle por sentirse un poco paralizada ante los otros dos, pero dio un pesado suspiro por comprender que su presente situación era parte de la ‘etiqueta’ e inevitable.
“El señor Sterk, él pareció ser cercano a usted. Sentimos venir con esto ahora, aunque no hay otra forma para nosotros de expresar nuestro agradecimiento, a estas alturas,” hizo una venia. “Él realmente fue alguien único, alguien quien mereció vivir, y alguien que ha marcado nuestras vidas. Nunca olvidaremos lo sucedido, y nos sentiremos eternamente agradecidos.”
“E-en verdad…” el menor asintió. “Es una fortuna haberle conocido… usted también tuvo mucha suerte, por lo mismo…”
“…” Astrid desvió su mirada hacia el mar, con una sonrisa amarga. “Tienen razón… esto es todo lo que pueden hacer a estas alturas…”
“S-señorita…” el señor se inquietó.
“Por más que sea difícil de oír, les agradezco por sus palabras. Pienso igual que ustedes,” asintió. “Sé que nunca volveré a encontrar a alguien como él en toda mi vida.”
“Ehm…” el pequeño se incomodó, pero terminó atreviéndose a hacer una pregunta. “¿D-de casualidad… ustedes dos eran esposos o prometidos…?”
“¿Hm?” Astrid se sorprendió por dicha pregunta, y sólo le quedó sonreír con ironía. Después de haber explotado dicha apariencia social para su entretenimiento, la vida se encontraba devolviéndole esa sucia jugada con un peso mayor… “No… sólo éramos amigos…”




El tiempo pasó y, luego de un almuerzo en conjunto en el interior del barco, las horas pasaron al punto en el cual inició el atardecer.

Luego de haber estado buscando a su señor de un lado a otro, Almaz pudo dar con Hizamaru quien se había ido hacia la proa para observar el mar. El sirviente se acercó con cuidado como quien esperaba no perturbarle, y notó que el hermano sobreviviente traía consigo ese par de katanas que había podido rescatar de sus pertenencias. Las agarraba con firmeza y era evidente que no las dejaría ir por nada del mundo por su fijación en portarlas, incluso si fuera a causar gran impresión y nerviosismo en otras personas.

De repente, Almaz notó que el otro se percató de su presencia y le miró de reojo.

“Con que estás aquí…”
“S-sí, me había preocupado no encontrarle en su recámara…”
“Luego de lo sucedido, no quisiera que tú tuvieras que preocuparte por mí,” confesó Hizamaru, quien volvió a mirar al mar frente a él. “…cuando definitivamente está en mi deber ser yo quien se preocupe por tu bienestar.”
“Ehh estoy bien, pese a todo…” el menor sonrió incómodo, sin saber qué más hacer para disipar la tensión que su superior claramente cargaba encima de sus hombros. Almaz no pudo sonreír por mucho y se contagió de una leve tristeza. No había nada que podía hacer para cambiar la realidad. “Lo siento mucho…”
“¿De qué te disculpas?” el otro se extrañó.
“Si tan solo hubiera podido convencer a su hermano de acompañarme…”
“¿Insinúas que eras capaz de hacerlo, Almaz?” le preguntó, con leve exasperación.
“Ehh, p-pues…”
“Anija siempre ha sido complicado, y ni yo le hubiera hecho cambiar de parecer como para forzarle a pelear por su vida…” Hizamaru bajó su mirada y comprimió sus puños. “Tsk… desde el momento que declaró con firmeza que aceptaba su muerte, ya no había nada que podíamos hacer por él…”
“H-Hizamaru…” el asistente se entristeció. “A-aun así… lo siento… siento que lo haya perdido, y que no le volveremos a ver…”
“…” el mayor asintió y guardó silencio en lo que mantenía la compostura. Hizamaru sentía todo el peso de su hermano y del nombre de su familia como para permitirse actuar con debilidad, por más que en el fondo todavía quisiera desahogarse. Regresó a hablar con un tono de voz rendido y apagado. “Sabía que no haría nada y se quedaría en el barco… que no le vería regresar con los sobrevivientes… que ni lo intentaría… aun así…” apretó los dientes mientras se contenía. “Es frustrante e ilógico que la esperanza es lo último que te abandona…”
“…” Almaz asintió mínimamente. “No puedo evitar preguntarme… qué hace alguien como yo sobreviviendo en lugar de alguien como él…”
“¿Qué cosas dices?” el mayor cortó con sus quejas y miró al lacayo con intensidad y reproche, a manera de llamarle la atención por haber dicho alguna ridiculez. “Tú estás vivo porque así lo quisiste, tuviste la suerte, y luchaste como pudiste. Por ello mismo, no existe nadie que lo merezca más que tú. Almaz, está en tu deber seguir adelante, siempre y cuando quieras hacerlo, y como tu superior no dejaré que te recrimines por algo ilógico.”
“E-está bien… entiendo…” asintió un poco incómodo.
“…creo que eso es lo que anija me dijo antes de partir… nosotros somos el futuro mientras creamos y luchemos por él, y no defraudaré esta creencia,” declaró mientras alzaba sus ojos hacia el firmamento. El conflicto no pasaba y él se sentía todavía sin base y en shock luego de perder a su muy cercano hermano que siempre había liderado en su vida, pero era por el mismo afecto hacia él que haría todo lo posible con tal de vivir bajo sus estándares.

Entonces, los dos se vieron interrumpidos por una persona que se acercó, alguien quien Hizamaru no tardó en reconocer pese a haberla visto sólo en una ocasión…


“Ehm… disculpe…” Ayesha estaba inquieta y retraída, e hizo una venía a manera de respeto. “Espero no incomodarles…”
“Tú eres una de las aprendices de aquel científico…” recordó Hizamaru, levemente impresionado.
“S-sí, ehh, buenas tardes,” la joven volvió a hacer una reverencia con gran torpeza. “Es sólo… s-siento mucho lo sucedido. Lamento que haya perdido a su hermano mayor.”
“…” asintió con solemnidad y manteniéndose inmutado. “Gracias por el gesto. Escuché que su mentor también pereció en el naufragio…” desvió la mirada. “Lo lamento por ustedes…”
“Sí…” Ayesha se notó triste, pero ella pasó a negar con rapidez. “Ehh, siento traer este tema, es sólo que… en verdad, quería expresar mi apreciación hacia su hermano.”
“¿A qué se refiere?”
“En aquella noche en que compartimos una cena, tuve una breve oportunidad de hablar con él. No solamente era una persona habilidosa en sus talentos como un magnate. Definitivamente no…” negó y sonrió con tristeza en lo que mantenía su cabeza gacha. “En verdad siento que me inspiró. Me hizo recordar lo más importante y que no deje de apuntar hacia mis metas y respaldar mis principios… en medio de un momento tan incierto en mi vida esclareció muchas dudas, y estoy cometida a seguir su mensaje. Le estoy muy agradecida.”
“Me alegra oír ello…” sonrió un poco, lo cual aligeró su usualmente severo semblante, y asintió. “Muchas gracias por compartirlo conmigo.”
“No hay de qué…” Ayesha hizo otra venia y sonrió pacíficamente. “También les deseo lo mejor a ustedes dos y que sigan con sus planes. Su hermano mayor se expresó con grandes esperanzas y confianza en usted, y estoy convencida que los dos son igual de excepcionales.”
“…” Almaz miró un poco incómodo a Hizamaru, quien no pudo ocultar una triste sorpresa por aquel mensaje.
“Ehm, nuevamente gracias, con permiso.”

La joven se despidió con rapidez y dejó al par nuevamente solos. Sus palabras habían resultado en un mensaje muy agridulce que regresó a ambos a la realidad, del cual podían rescatar lo positivo y también lo cruel de la vida. Almaz temía por su superior, aunque Hizamaru comprimió sus puños en un intento de reanimarse, y regresó su mirada hacia el cielo como si se encontrara desafiando lo que tenía por delante.

“Anija…” su voz tembló, pero se llenó de coraje. “Tú que siempre me has dado los desafíos más severos… este es el peor de todos…”
“…”
“Obsérvame, y verás que tu sacrificio no fue en vano.”

Almaz miró a Hizamaru declarar su meta con tanto fervor. El lacayo, siguiendo el último pedido de Higekiri de continuar sirviendo a su hermano, presenciaría en los próximos años que su superior se convertiría en un ser tan eficaz como compasivo, y que se desarrollaría al punto de volver a sorprender a todos los demás en su entorno. Sin embargo, él nunca abandonaría el recuerdo de su hermano mayor, y siempre viajaría con ambas katanas a todos lados, para rendir homenaje a su sangre y mantener lo único que quedaba de su pariente muy cerca de él.

De aquel modo, aquellos que simbolizaban el futuro continuarían a toda marcha.


Con la intensa luz del día más tenue, Celestia se invitó a sí misma a caminar por la cubierta antes de que cayera la noche. El ambiente a su alrededor, por más armonioso que fuese, traía consigo una gran pesadez e incertidumbre, especialmente por la próxima despedida del sol que se acercaba a uno de los horizontes.

Mientras salía se topó con otros pasajeros que más bien iban de regreso hacia el interior por ser la hora del té, y ella se recordó no tardarse mucho para así concederse dicho placer. Entonces, ubicó a Natsume apoyado en una baranda junto con su paloma, mirando perdidamente al mar. La pelinegra había pensado en ignorarle, pero se sintió casi obligada de al menos ver qué hacía. Odiaba admitirlo, pero por su reacción y recaída sentía una muy ínfima preocupación por él, y la manía del pelirrojo de aislarse tampoco ayudaba.

“Sería bueno que dejes de andar solitario y te reintegres a la humanidad,” observó la pelinegra con un dejo de protesta y reclamo, mientras entrecerraba los ojos. “Ya ni das pena.”
“¿Dices que mi actitud es depresiva y antisocial?” Natsume rió por lo bajó y le miró de reojo al verse entretenido. Aquel gesto de su parte pudo informar a la pelinegra que no tenía de qué preocuparse. “No eres la única que prefiere la soledad. Astrid es igual, ¿cierto?”
“Por tu estado de ánimo supongo que ya estás bien.”
“Sí, lamento las molestias,” se encogió de hombros en lo que regresaba su atención al mar. “Gracias por el gesto, y debo decir que es un poco sorprendente que te des el trabajo de saber cómo me encuentro.”
“Eres bueno haciéndome arrepentir de mi cortesía, sin lugar a dudas,” rodó los ojos.
“Lo dije como un cumplido, y realmente lo aprecio,” confesó, sonriendo con simpleza. “También he podido notar que no te has mantenido tan al margen en este barco, e incluso has compartido tu real historia de vida con algunas personas.”
“Para mi gran pena, no puedo negar que este lugar ha sido muy acogedor, y tienes razón al decir que existen almas caritativas a nuestros alrededores…” negó, un poco ofuscada. “Me avergüenzo de admitirlo.”
“Es el mejor momento para conocer el lado más empático y sensible de las personas, luego de todo lo ocurrido,” negó. “También ha sido un buen recordatorio para mí…”
“…” Celestia le miró fijamente. Por más que Natsume se encontrara bien y en paz, era evidente que traía una gran resignación y tristeza por dentro por cómo todo había terminado, aunque no era nada que no pudiera manejar.
“¿Ahora qué planes tienes en nuestro destino?” preguntó el chico, volviéndole a mirar.
“Tengo que amasar otra fortuna antes de continuar con mi camino. No me queda más que seguir adentrándome en las apuestas,” contestó con simpleza y una confiada sonrisa. “Pese a ser nueva en este lado del mundo, confío mucho en mis habilidades, y siempre puedo perseguir a Astrid como un apoyo monetario y de estatuto social, ¿no es así?”
“Vaya, casi lamento de preguntar,” negó.
“Es mi estilo de vida, no me juzgues.”
“No es que lo haga,” se encogió de hombros.
“Por mi parte podría juzgarte por escoger viajar con esa paloma que te traes. Debe limitarte bastante, aparte que siempre tienes que alimentarla y cuidar de ella,” Celestia se estremeció mínimamente. “Fue lo suficientemente tortuoso para mí sostener su jaula en la evacuación.”
“Dirás que no me juzgas, aunque sé que no estás siendo sincera,” pese a su observación, el pelirrojo se vio animado. Él tomó a la paloma en una de sus manos y la miró atentamente con cierto afecto. “Por más que haya sido una gran incomodidad en varias ocasiones, también fue mi compañera, y siento que le debo bastante… heh… y podrías decir que esta paloma, de un complejo modo, salvó mi vida…”
“Si estás delirando, adelante, dilo…” Celestia rodó sus ojos.
“No…” Natsume miraba al ave con una sonrisa y unos ojos fijos y casi fascinados. “Sterk fue quien me salvó… esta paloma fue la que me permitió conocer a esta persona tan increíble… y ahora mi mascota significa mucho más para mí, porque será mi único recuerdo de este momento tan real en mi propia vida. Un recuerdo de lo que significa vivir, de no rendirme… de no creer tan obstinadamente en la crueldad de la humanidad…”
“…”
“…” bajó a su paloma y miró hacia el mar que reflejaba la calidez del sol de la tarde, con una sonrisa cansada y frustrada. “Aunque diría que mi largo viaje está por terminar.”
“¿De qué hablas? Tenía entendido que esperabas darte una gira por este continente.”
“Tengo cosas más importantes que hacer que perder mi tiempo en un viaje sin esencia…” se encogió de hombros, mostrando entretenimiento por aquellas palabras que nunca habría dicho previo a abordar el Titanic. “Ni bien lleguemos a tierra firme, haré lo posible para regresar a mi hogar cuanto antes,” le miró de reojo, mostrando su resolución. “Tengo a personas esperando mi retorno, personas que quiero ver antes de perder dicha oportunidad… y tengo que regresarle a mi superior su mascota favorita…”
“Cualquiera diría que este viaje te ha quitado muchas energías…”
“No precisamente. Es más, pienso que ahora siento la vida mucho más palpable que antes,” Natsume se mostraba iluminado e inspirado, y regresó su mirada al mar. “¿No lo sientes? La velocidad de este barco surcando el océano, la intensidad del sol sobre cada uno de nosotros, la fluidez de la brisa que impacta contra todo. Heh… en medio de este caos… la vida continúa con furia hacia delante… y eso mismo debemos hacer, a partir de ahora…”
“…”
“Sterk lo haría… yo lo quiero hacer también… y así será.”



El telón bajó en forma de la oscuridad de la noche, pero los actores no habían terminado. Ni bien el Carpathia llegara al muelle, sería el turno de sus pasajeros de zarpar.


Arence

(wew, increible, terminé)
« Reply #67: November 30, 2017, 02:01:41 PM »
          "¡CIERREN LA BOCA LOS DOS!" Index y Haru quedaron en silencio inmediatamente, aunque aún seguían en las mismas poses ridículas y con los brazos en el aire de su ataque de gritos, que consistió principalmente de VAMOS A MORIR y QUE IMPORTA PORQUE SI SE ESCAPA MORIMOS TODOS DE TODAS FORMAS en diferentes expresiones.

Esa última parte llamó la atención de Asch. "Tú." Dijo, apuntando a Index con su mano libre de la caña de pescar. "Explica muy detalladamente para qué me quieres y qué me hicieron. Ahora."

Index lo miró, incrédula "¡¿Sí entiendes que el barco se hunde?!"
Asch tan solo resopló "Tu bote de pesca es el trasatlántico más grande del mundo, fue solo un empujón, no se va a hundir. Ahora explica."

Index y Haru se miraron, inseguros, pero debieron encontrar alguna respuesta en la expresión del otro y asintieron al mismo tiempo.

"Mira, sé que no vas a creer en nada de esto de todas formas, así que la versión resumida es que un pez del espacio vive en el mar y ha estado alterando las corrientes de energía mágica de todo el planeta para convertirlo todo en un gran océano. O algo así." Explicó Index mientras Haru asentía rápidamente a su lado.

"¡Pero no es malo! Solo creo que no le gusta la gente... ¡porque no los conoce como yo! Si lo pescamos y hablamos con él seguro aceptará regresar conmigo a nuestro planeta y arreglar su pelea con mi hermana y todo estará bien y--"

 "Haru, Haru cállate lo vas a espantar, no, no." Index intentó taparle la boca mientras Haru continuaba con su discurso.

Asch tan solo los miró un minuto más antes de separarlos. "Basta, basta. Ya. Está bien. Tienes razón en que no te creo absolutamente nada. Francamente es una estupidez." Intentó cruzarse de brazos pero la caña que aún sostenía le estorbó, pero no quería soltarla en caso de que... "¿Y qué es esto? ¿Por qué pierdo la conciencia cuando la suelto?"

 "¿Eh?... ¡Ah! No, tonto, no, la caña no tiene naaada que ver, hehehe." "¡Ese fui yo!" Dijo Haru, mojando a Index con la jeringa llena de agua que sacó rápidamente de un bolsillo. El cambio fue inmediato; Index se relajó por completo, dejó caer sus brazos de su pose sobre las caderas en donde los tenía, su rostro perdió por completo la expresión burlona que tenía y sus ojos se desenfocaron.

"¡Y ahoraaaa, baila!" dijo Haru, e Index comenzó un baile extraño, moviendo ambos brazos por sobre su cabeza, dos veces a un lado y luego al otro. "¡Woooooo! Hehehe. ¿Ves?" dijo a Asch, acercándose a Index y sacudiéndola ligeramente de los hombros hasta que claramente despertó.

Index parpadeo lentamente, mirando a Haru y luego tocando una parte ligeramente mojada de su túnica

"¡¿CUANTAS VECES TE HE DICHO QUE NO ME HAGAS ESO A MI?! MAS TE VALE QUE NO ME HAYAS HECHO BAILAR."
"¡Baila, baila!"
"NO CORRAS COBARDE TE VOY A ARRANCAR ESOS DEDOS."
"¡BAILA!".

Observándolos dar vueltas en círculos, Asch pensaba en su situación. Definitivamente era algún ridículo y complicado juego de niños, pero al mismo tiempo... ¿tal vez alguna forma de hipnosis? ¿cómo sabrían estos dos mocosos estúpidos algo así? Además, seguramente requeriría algún proceso más complicado que lo que había visto... o acaso--

"¡Hey hey!" Index dijo, soltando a Haru de la llave de lucha en la que lo tenía atrapado mientras mordía su mejilla con fuerza. "Ni lo pienses tanto niño bonito, de todas formas no tienes elección." Sonrió de manera desagradable, imitando el movimiento de empujar el émbolo de una jeringa con su mano. "Solo te elegimos porque aparentemente los peces del espacio tienen una fijación por el color rojo."

"¡Mmmh!" comentó Haru, estirando su mano para tocar el cabello de Asch, quien lo interceptó rápidamente. A Index le causó gracia por alguna razón.

Se quitó la toca con cuidado sacó algo de ella: un anzuelo de color rojo brillante que le entregó a Asch con lo que le pareció demasiado cuidado. Aun así, lo tomó cuidadosamente.

"Inténtalo, solo una vez. Si lograste atraerlo tan solo con tu cabello y un anzuelo normal, esto lo va a volver loco. Podemos pescar a la cosa, regresas en paz a tus asuntos de niño rico, y nadie tiene que morir" El tono completamente serio de la voz de Index lo tomó completamente por sorpresa. ¿Será que en verdad no estaba mintiendo?

Nononono. Imposible, imposible. Abrió la boca para dejarle saber lo idiota que era todo éso cuando sonó la alarma del barco. A través del altavoz, se dio la orden de evacuación total.

El barco se hundía.

"¡VAMOS A MORIIIIR!"
"'¡No empieces con eso otra vez!" Index golpeó a Haru en la cabeza casi distraída. Seguía mirando a Asch intensamente.

La expresión de Asch se oscureció. "A quién le importa tu maldito juego." Cerró el puño con fuerza sobre el anzuelo, pero Index no dejó de mirarlo.

"Lo digo en serio, es nuestra última oportunidad. Olvida que se hunda ésto, en el tiempo que nos tomará llegar a tierra y volver a tomar otro barco para regresar al Atlántico, será demasiado tarde y el huracán más grande jamás visto habrá comenzado. Repito, no es como si tuvieras opción."

Ante semejante confrontación Asch respondió como solía hacerlo. Sin pensar. Y lanzó el anzuelo con todas su fuerzas hacia el mar.

Antes de que el grito de "¡NO!" de Index dejara de sonar en el aire, Haru había saltado tras él, entrando con sorprendente elegancia en el agua y perdiéndose por completo en la noche.

Index sacó la mitad de su cuerpo por sobre el barandal y miró desconcertada la superficie del agua. Aunque se habían detenido los motores del barco, no se encontraban inmóviles, y era imposible saber exactamente en dónde había desaparecido Haru. Asch se acercó despacio. Nunca pensó que.... ¿pero por qué--?

¿Acababa de enviar a un tonto a su muerte?

Afortunadamente, no.

La cabeza rubia de Haru rompió la superficie del agua, claramente visible pero lejos de ellos; lo habían dejado atrás, aunque no por mucho. Index salió a toda velocidad del escondite tras el bote y corrió hacia la cubierta, Asch la alcanzó rápidamente, pero pronto se encontraron en medio del caos de la gente tratando de subir a los botes salvavidas, inquietos y alterados, una nota de pánico empezaba a levantarse lentamente entre las voces. Escuchó, sin prestarle atención, un grito pidiéndoles que usaran un chaleco salvavidas, avanzando mientras esquivaban a la gente y trataba de mantener el pequeño punto que era Haru en el agua a la vista.

Lograron hacerse un lugar junto al barandal, ambos mirando aun a Haru, quien levantó ambas manos, aparentemente reconociéndolos de entre la multitud. Una lámpara lo iluminó de repente, y un grito de "¡hombre en el agua!" se repitió entre los marinos y después, con mucha más histeria, entre los pasajeros. Index se abrió paso a codazos hasta el bote salvavidas más cercano.

"¡Es mi hermano!" Gritó al primer oficial de cubierta que vio. en su rostro tenía la expresión más triste e inocente que se pudiera imaginar. ¿Esas eran lágrimas? Asch se vio forzado a actualizar su idea respecto a ella. Haru tenía toda la razón, era una mujer peligrosa. "Por favor, señor, déjenos bajar en el bote por él." jaló la manga del oficial como si fuera una niña pequeña perdida en el mercado.

Y así fue como Asch se encontró, a salvo, en un bote salvavidas después de haber adquirido dos hermanos ficticios gracias a una monja mentirosa. Y hace unas horas pensaba que tan solo sería un viaje solitario y aburrido.

Haru había empezado a nadar hacia ellos en cuanto tocaron el agua, perdiéndose por largos periodos en la oscuridad antes de salir de nuevo, seguido por la luz de las lámparas en cubierta. Al acercarse más a él, Asch notó que tenía el anzuelo rojo sujeto firmemente entre los dientes.

¡Maldito imbécil pero qué demonios--" Lo levantó de la ropa y lo depositó en un solo movimiento sobre el barco, empapando a todas las personas que se encontraban cerca, quienes le dejaron un lugar para sentarse entre quejas y reclamos. Haru no parecía molesto, todo lo contrario, en cuanto estuvo sentado tomó la mano de Asch y puso el anzuelo sobre ella, proclamando orgullosamente "¡Se acerca otra vez!

"¿De vedad?" tras una pausa, el rostro de Index se iluminó desagradablemente. "Haz el nudo, Haru." dijo dándose la vuelta y moviéndose entre la gente con trabajo hasta llegar al oficial a cargo del pequeño barco. "Señor... perdón pero..." el hombre la miró, preocupado pero a punto de pedirle que regresara a su asiento, cuando Index lo pateó con una agilidad sorprendente para alguien usando la ropa menos adecuada para ello. Cayó al agua sin decir una sola palabra.

Muy, muy peligrosa

"¡Les voy a pedir a todos que desalojen la nave por favor! ¡Haru!"

"¡A la orden!" La gente que se había mojado cuando Haru entró al barco se puso de pie de inmediato y, con la mirada vacía, saltaron de inmediato al agua. Una mujer gritó, Haru empezó a mojar a otros con su jeringa, el oficial trataba de volver a subir al bote sin éxito y Asch se quedó sentado, atónito, en medio del caos, hasta que solo eran ellos tres en el bote.

Haru puso la caña con fuerza entre sus manos, sonriendo, antes de tomar un remo y sentarse, del lado opuesto a Index, quien ya estaba en posición, y empezaron a remar. "Anda, ponte de pie, en cuanto estemos más lejos de la gente tienes que lanzar. No tenemos mucho tiempo."

Aun algo aturdido, Asch obedeció sin decir nada. Avanzaron lentamente sobre el agua. Su única fuente de luz, el brillo del Titanic que se alejaba lentamente, se reflejaba sobre la superficie mojada del anzuelo.

"Bien, ahora!" Copió un movimiento que hacía Haru con sus brazos y la línea se extendió en un gran arco por el aire. "Y... ahora hay que esperar."

Le temblaban las manos y notó de repente que tenía las mangas mojadas hasta el codo. No sentía los dedos. Miró de reojo a Haru, quien tenía las manos en los bolsillos, seguramente sosteniendo la jeringa....

"Les juro que si esto es una broma, los mato a los dos." Los chicos solo sonrieron.

¿Por qué hacía ésto? Perdió la noción del tiempo, hasta que algo brillaba a la distancia, pero en la dirección equivocada, llamó su atención. ¿Acaso otro barco que venía a ayudarlos?... no. El brillo venía de abajo del agua. Y se acercaba, serpenteando entre las olas. Cada vez se hacía más más grande.

"¡Se acerca!"
"Sí, Haru, lo vemos."
"Se acercaaaaaaa."

Las olas empezaron a crecer, su pequeño bote se mecía cada vez más y le costaba trabajo mantener el equilibrio. Index se colgó de su cintura, gritando "¡Sujétalo fuerte!" De no haber sido por la advertencia, el fuerte tirón de la línea tensándose hubiera arrancado la caña de sus manos. Haru la sostuvo por encima de sus propias manos. "¡Levánta, levántala! ¡Déjalo que jale!" El brillo se convirtió en una enorme ¿criatura? que saltó como un delfín por sobre el agua, el anzuelo rojo dentro de su boca. Definitivamente un pez. Definitivamente NO un pez.

"Lo admito, les creo."

Y regresó al agua con una gran ola que amenazó con voltear su bote. "¡Ahora!" Grito Index, y Asch empezó a girar la manivela para regresar la línea. La criatura se resistió.

"¡No, no, se va a romper"
"Bien, ¡jala otra vez!"
"¡Suéltalo, suéltalo!"

El juego de recoger la línea y dejarlo jalarla de nuevo parecía eterno, ¿Cómo iban a sacar a esa cosa del agua siquiera? Pero lo estaban acercando... lentamente se acercaba a ellos. Sin ninguna advertencia, Haru lo soltó, gritando "¡JALA Y NO TE DETENGAS!" antes de entrar al agua.

"¡No te voy a volver a sacar, me oyes!"
"¡Jala tonto, jala!" gritó Index, muy cerca de su oido.
"¡ESO HAGO!"
"JALAAAA."

La línea se rompió.

 El pez saltó una vez más, con Haru subido sobre su lomo, abrazado a él con una gran sonrisa.

"¡Vamos a casa, hermano!"

 El bote se volteó.

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 "Ahhh, en verdad lo siento." Dijo la voz suave y un poco tímida del pez (a Asch no le importaba si tenía nombre, era El Pez, punto). Apenas empezaban a despuntar los primeros rayos del sol, pero el calor que irradiaba junto con el brillo fosforescente de su cuerpo los había mantenido relativamente secos durante lo que era definitivamente el viaje más extraño e incómodo en la vida de Asch. Y, aparentemente, sólo de la suya, porque en algún punto de la noche Index había dicho "Meh, he tenido peores." antes de quedarse dormida sobre su espalda.

"Ahhh, ¡no hay problema, no hay problema! " Dijo Haru, dando palmadas amistosas al pez.

 Una gaviota surcó el cielo sobre ellos. Y luego otra.

"¡Ooooh, por fin llegamos!" gritó Haru, despertando a Index. Los tres miraron en silencio, hasta que apareció tierra firme en el horizonte, acercándose lentamente. Altas palmeras se mecían en el viento sobre la playa blanca y, debajo de ellos, muchos peces de todos colores se veían claramente a través del agua completamente transparente.

"Ésto no es Nueva York."

(Les tomó una semana completa poder regresar a la civilización, pero ésa es otra historia.)


Sayi

Ok el próximo sería el ultimo for sure si me da el tiempo


Bitácora #9 — For Those in Peril on the Sea

Aún recordaba el ajetreo en el puerto de Southampton. Las carrozas rebalsando de equipaje, y los niños en brazos de sus madres. Hacía memoria de las personas en cubierta, despidiéndose con pañuelos en mano. De las chimeneas humeantes, de las animadas charlas en el salón de primera clase…

El sonar de la vajilla cuando golpeaba entre si. Los atardeceres en la cubierta. El vibrato de los violines. Los besos en manos. Las sonrisas de los meseros…


Su mente parecía jugarle trucos, de gritarle lo cruel que era rememorar notas afables cuando veía el casco del Titanic alzarse en su última bocanada de aire.

Había presenciado su descenso desde su bote, a metros de distancia. Un espectáculo que los sobrevivientes habían sido obligados a observar; en todo momento rogando que se apareciera una salvación. Otro barco. Alguna solución. Sin embargo solo pudieron ver la situación empeorar hasta que el trasatlántico desapareció lentamente de vista, siendo sepultado por el mar.


Ahora, el barco de los sueño había dado paso a un horror que no habían podido imaginarse: Las cientos de voces gritando en el océano. La angustia, la agonía, el resentimiento y la desesperación. 


A merced de la noche, y del frío.


“Tenemos que regresar por ellos” pidió una voz.

Los oficiales no respondieron, y fue hasta que más pasajeros empezaron a corear el pedido que solo replicaron con reparos: Que eran demasiadas personas. Que no tardarían en volcar el bote en el desespero…


Que lo mejor sería esperar.


“¿Esperar a qué?” murmuró la mujer a su costado.
“A que sean menos personas” respondió otra en la fila del frente. Sus palabras marcaban el viento de blanco “Pero no puede decirlo”

Limpió las lágrimas de sus mejillas, y su voz se unió a las demás personas que pedían regresar. Regresar, por aquellos sentenciados por su irresolución.

Sayi no sabía que había sido de los sirvientes que habían venido con ella, y mientras los traía a mente rogaba que hubieran encontrado alguna salida al pandemonio que acababa de presenciar.

Tampoco se había encontrado con las personas que había conocido a bordo. Solo sabia de Franz… y el recuerdo de verlo sentado en su traje de noche, violonchelo entre sus rodillas, le apretaba el corazón con dolor.


Pensó en Kaien y en Ichigo, obligándola a subir en el bote y despidiéndose de ella desde la cubierta. El que hubieran pensado en su bienestar primero, y la hayan puesto a salvo antes que a ellos mismos era un acto tan noble que no podría devolverles con suficientes creces. Bajó la cabeza, buscando contener el llanto una vez más.

Solo podía esperar, y desear con todo su ser que estén a salvo.

Le vinieron escalofríos, por lo que se arropó con más fuerza. Tenía puesto el abrigo que Ichigo le había dado antes de embarcarla en el bote salvavidas. El mismo que le había prestado la noche que lo conoció, cuando observaron las estrellas en la cubierta del Titanic.

Entonces alzó la mirada al cielo, y sus ojos se abrieron al ver la luminiscencia de las estrellas. Era un cielo espectacular, y el más brillante que podía recordar en su vida. Reconoció a Polaris y a continuación sus ojos pasaron a the Big Dipper. Y a Mizar. Y a la voz de Ichigo.

Viendo las estrellas también recordó a su padre, y el calor de su hermana arropada junto a ella. Recordó la brisa fría en sus mejillas, y el sonido del agua en sus oídos.


Solo que no se encontraba a orillas del lago Quinsigamond, y aquella no era una tranquila noche de verano. Era el medio del atlántico con la muerte rondando a metros de ella, sin nada que pudiera hacer para remediarlo.

Ahora eran las estrellas, y los gritos que calaban en sus oídos. Las estrellas, y la imagen del trasatlántico hundiéndose en sus pupilas. Las estrellas, y el recuerdo de la persona que más quería a su lado en ese momento. A salvo.


Se llevó las manos a su bolsillos buscando algo de calor, y entonces sintió algo arrugarse.

Retiró una carta firmemente doblada. En un lado reconoció el nombre de Ichigo en impecable caligrafía. Y en el otro, un elaborado sello de cera negra guardando su contenido.
« Last Edit: November 30, 2017, 09:53:16 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Isumi

Ésto es lo que sucede cuando tu madre ve series policiales 24/7

Ya con ésto me queda solo un aporte and I'm done omg no puedo creerlo.






Ch. 7

No recordaba la hora a la que había ido a dormir la noche anterior, pero estaba segura de que habían pasado más de las doce de la noche cuando finalmente logré dormirme, ya que no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido el día anterior.
Desde el encuentro con Isumi y Haru, el discurso de Hiro en las chimeneas y su repentino desmayo, usar un vestido tan lujoso y excéntrico que no me hacía pasar desapercibida hasta la historia de amor de Isumi y… aquel baile con Haru. Me parecía increíble que todo hubiera pasado en un día, y fue tan agotador que cuando la alarma de Hiro sonó aquella mañana, sentí que no había dormido lo suficiente como para enfrentar el nuevo día.

Y considerando que estábamos viajando hacia el oeste…

-Oye, Hiro…- Intenté hablar con la voz más despierta que podía conseguir en aquel momento. -¿No has cambiado la hora de tu despertador?-
-¿Hm?- Hiro, quien ya se encontraba despierto y listo para el nuevo día, me miró con una expresión confundida. -¿Por qué debería?-
-Porque estamos viajando hacia el oeste… y la hora cambia.- No lograba formular frases que pudieran explicar mejor el concepto de huso horario.
-Sí, sé que la hora cambia, pero pues no puedo saber exactamente cuánto ir atrasando el reloj cada día. Lo haré cuando llegue a los Estados Unidos.-
-Puedes ver los relojes en las salas, los oficiales de la tripulación cambian la hora todos los días a media noche.-
-...- Hiro quedó callado un momento. -De todas formas no puedo hacerlo, el reloj es viejo y está trabado. Puede romperse si intento cambiarle la hora.- Hiro era muy convincente cuando hablaba, pero el silencio inicial me hizo pensar que sería otra de sus mentiras para huir de la verdad.
Así que decidí presionarlo. -Pero si no cambias la hora, te despertarás cada día una hora más temprano, para cuando lleguemos a los Estados Unidos te estarás despertando ehm…- Los cálculos no eran lo mío, mucho menos tan temprano por la mañana.
-A las cuatro de la mañana, lo sé.- Respondió entonces como si ya hubiese hecho el cálculo tiempo atrás. -Es tan fácil como irse a dormir cada día más temprano y ya está.-
-Pero tampoco puedes estar merodeando por el barco a las cuatro de la mañana.- Seguí insistiendo. -Tal vez haya alguien a bordo que sepa reparar los relojes, deberías…-
-¡No!- Gritó él interrumpiendo mi sugerencia. Su negación fue tan fuerte y seca que me quedé un momento sorprendida y sin saber qué responder. Luego de un corto silencio, Hiro volvió a hablar retomando la calma. -No voy a cambiarle la hora así que no sigas insistiendo.-
-De acuerdo.- No pensé que se pondría en ese estado solo por este tema, pero si estaba así no había nada que pudiera decir, y seguir insistiendo habría sido totalmente inoportuno. Me senté a la cama y tras haberme estirado un poco, continué. -En todo caso, gracias a tu despertador ya no puedo volver a dormirme, así que… ¿desayunamos juntos?-
Hizo un fuerte suspiro y evitando mi mirada, asintió.

-----

A diferencia del día de ayer en el que lo había encontrado bastante locuaz, hoy Hiro parecía haber vuelto al primer día en el Titanic. A pesar de que desayunáramos juntos, no estaba dispuesto a abrir la boca para otra cosa que no fuera ingerir comida.
Siguió de esa manera hasta que nos dirigimos hacia la popa para disfrutar de la brisa marina y de la casi ausencia de gente debido a que muchos aún se encontraban desayunando, siendo que nos habíamos levantado una hora antes.

Allí nos encontramos con algo inesperado. Isumi estaba en la punta del barco, con su vestido arremolinado por el viento y su descontrolable cabellera rubia que era sostenida solo por el broche con el diamante.

Nos miramos un momento en silencio y luego devolvimos la mirada a la joven señorita. No nos parecía que estuviese haciendo nada peligroso, más allá de observar el horizonte. Pero la ausencia de Haru era algo preocupante, tratándose de su guardaespaldas y todo.

Hiro y yo volvimos a mirarnos y sin decirnos nada nos sentamos en uno de los bancos centrales de la popa y seguimos observando a Isumi.

Por un rato la joven permaneció estática, solo recibiendo el viento como si de una estatua se tratase. Observaba fijamente el horizonte como si lo estuviera estudiando.

No pasó mucho tiempo antes de que se volteara y cruzara nuestras atentas miradas.

-Oh, Isuzu y Hiro.- Exclamó ella sorprendida y comenzó a dirigirse hacia nosotros. -¡Qué placer verlos aquí!- Entusiasmada hizo los últimos pasos corriendo hasta llegar a donde nos encontrábamos.
-Buenos días, Isumi.- Tras saludarla intenté levantarme del banco, pero ella me empujó hacia atrás obligándome a sentarme nuevamente.
-No no no, quédate sentada. Estaba esperando la oportunidad de verlos a solas sin tanta gente insoportable merodeando siempre alrededor mío solo porque tengo dinero.- Decía haciendo un gesto con su mano como espantando al aire. Y entonces se sentó entre medio de nosotros apoyándose contra el respaldo. -A veces creo que nací en la clase social equivocada.-
El modo de hablar y de portarse de la Isumi que tenía ahora enfrente era casi opuesto a lo que había visto hasta ahora. La refinada señorita con perfecta postura y modales que a veces se le escapaba un poco de entusiasmo, había desaparecido para dejar lugar a lo que parecía ser una campesina que había apenas terminado de cosechar.

Hiro no pudo contener la risa.
-HAHAHAHA, así que ésta es tu verdadera forma.- Se reía mientras se sostenía el estómago y con su pie golpeaba el suelo.
Isumi sonrió ante su reacción  y esperó a que se detuviera para responderle. -No la llamaría forma…- Le respondió ella pensando en una respuesta. -Más bien diría que así me comporto cuando me siento libre de ser yo misma.-
-Entiendo a lo que te refieres.- Saliendo del shock inicial, me dirigí a ella con interés. -Donde trabajaba debía de comportarme siempre de manera respetuosa con todos y no podía realmente decir lo que pensaba sobre ciertos argumentos. Pero siempre pensé que lo mio era solo trabajo, mientras que para ellos se trataba de un estilo de vida. Algo de lo que no pueden despegarse a menos que se encuentren solos o con alguien de confianza. Y claro, puede que haya muchos que están tan acostumbrados a ello que les resulta natural, pero también hay personas como tú que necesitan respirar cada tanto.-
En vez de responderme, Isumi se levantó del respaldo y me mostró una sonrisa traviesa. -Tengo que hablarte de algo en privado.-
-Está bien, yo me largo.- Hiro se levantó del banco y comenzó a alejarse de nosotras.
-...- Quería detenerlo. En realidad había querido hablar con él sobre lo de ayer, pero no encontraba las palabras para empezar esa conversación. O tal vez tenía miedo de la respuesta.

-¿A ti te gusta Haru verdad?- Pero ahí estaba Isumi para hacerme olvidar del problema y recordar el otro.
-¿Por qué me preguntas eso?- Alterada le respondí con una pregunta.
-¿Quién crees que le dio permiso a Haru de dejarme sola durante el masquerade?-
-Ah…- Debí imaginarlo que su guardaespaldas no estaba en servicio en ese momento.
-Y por supuesto, he visto todo.- Hizo una pausa esperando mi reacción. Solo la miré de reojo. -Eres muy buena bailarina.-
Suspiré aliviada por dentro. -Para nada, fue todo gracias a Haru que supo guiarme. Él merece todos los elogios, no pensé que sería tan buen bailarín.-
-Haru es bueno guiando eh…- Decía mientras jugueteaba con su cabello enroscandolo en sus dedos. -¿Fue él quien te guió a eso también?-
-¿A qué te refieres con ‘eso’?-
-Al casi beso, obviamente. Todos los que se encontraban alrededor de ustedes lo vieron.-
-¿QUÉ?- Mi rostro comenzó a enrojecerse. -N-no puede ser.-
-Querida, con ese vestido y esa máscara eras la que menos pasó desapercibida en un baile creado para disfrutar del incógnito. Donde fuera que te encontraras, tenías los ojos de alguien sobre ti.-
-Qué vergüenza…-
-De hecho muchos empezaron a decir que la escena entre ustedes fue un pequeño espectáculo. “Después de una hermosa danza de despedida, los amantes no pueden siquiera darse un último beso. Atrapados entre el deseo de estar juntos y el deseo de no hacer sufrir al otro.”
-¿Es así como lo interpretaron?-
-Totalmente.-
-Por Dios…- Me tapé la cara con las dos manos de la vergüenza.
-Dime, entonces ¿qué fue eso en realidad?-
-No lo sé…- Hice una pausa y me quité las manos de la cara. -Nunca me ha pasado algo así en mi vida. Cuando Haru se detuvo me sentí aliviada y triste al mismo tiempo.-
-Pero inicialmente te entregaste totalmente a él, ¿no es así?-
-Pues si… no fue algo planeado, supongo que sucedió porque debía suceder.-
-Pero aun así una parte de tí se sintió aliviada cuando él se detuvo, ¿por qué?-
-No lo sé, ¿miedo tal vez? después de todo conocí a Haru solo ayer, es impensable para una persona como yo llegar a tanto en solo un día.-
-A veces esas cosas no se controlan. Tal y como les conté ayer, cuando conocí a mi prometido, todo su ser me capturó enseguida. Me atrajo sea su apariencia que su personalidad. Así como yo me enamoré de tu música, creo que Haru vio algo en ti que no vio nunca en nadie, algo que va más allá de la apariencia. He notado como te mira a los ojos, es la primera vez que mira a una mujer de esa manera, ¿sabes?-
-¿Qué quieres decir? ¿Nunca ha mirado a una mujer a los ojos?-
-No es exactamente eso… pero pongámoslo desde otro punto de vista. ¿Has mirado a alguien a los ojos como Haru te miraba a ti?-
-...- Ya sabía la respuesta, pero no pude admitirlo enseguida. -No… de hecho, lo mismo vale para mi.-
-Es lo que me imaginé. Y eso es a lo que yo llamo ‘amor a primera vista’ a pesar de ser una fuerte creyente de que eso no existe hahaha.-
-¿No existe pero… eh?-
-En mi opinión, no existe lo que es llamado ‘amor’ a primera vista, amar es algo que va mucho más allá. Pero sí creo en la química entre las personas, y eso es lo que sucedió entre Haru y tú. Hay una fuerte atracción que puede o no desarrollarse más adelante en amor.-
-Ya veo…- Las palabras de Isumi no parecían las de una artista. Siempre me imaginé a los artistas como personas que vivían según sus sentimientos y emociones, más que de lógica.
-Lo que quería decirte es que no te preocupes, vive lo que sientes ahora sin presión. No te preocupes de su deber como guardaespaldas ni pienses en el futuro. Si quieres ver a Haru, ve a verlo. Si quieres besarlo, bésalo. Si tú tomas la iniciativa, él no tendrá miedo.-
-¿Miedo? ¿Haru tiene miedo?-
-Haha… creo que hablé un poco de más. Aunque estoy segura de que él nunca te lo diría. Digamos que es algo que deberás lograr que él te cuente. No es una historia tan bonita como la mía.-
Las palabras de Isumi, a pesar de ser pronunciadas como si fueran una broma, estaban cubiertas por un velo de oscuridad que sentí que no debía descubrir en ese momento.

-----

Aquel día no vi a Hiro hasta llegada la noche cuando debíamos ya encontrarnos con los Lovelette en el comedor de segunda clase para cenar, nuevamente, con ellos.

Cuando lo vi en el vestíbulo, llamé su atención y el niño se acercó a mí a paso acelerado.
-¿Dónde estuviste todo el día? Teníamos que planear lo de hoy.-
-Tranquila, ya sé cómo responder a todo lo que nos pregunten.-
-Tal vez tú, pero yo no.- Intenté decir eso con la expresión más enojada que podía mostrar en voz baja, pero solo logré hacerle reír.
Y antes de que pudiera enojarme más, Isumi hizo su aparición. -Queridos Sohma, un placer verlos nuevamente.- Ésta vez vestía un atuendo elegante pero no llamativo, ideal para estar en segunda clase. Pero aquello hacía de gran contraste con el diamante que llevaba en su cabeza, pasando aun menos desapercibida.
-Veo que llevarías ese diamante hasta con ropajes si fuese necesario.- Como siempre, Hiro no se guardaba nada.
-Si estuviera en una situación en la que me vería obligada a vestirme con ropajes, no habría dudado en vender este diamante.- Y como siempre, Isumi tenía una respuesta a todos sus comentarios. -Pero creo que no sería una persona digna de esta joya si me permitiera caer tan bajo como para vender mis posesiones más preciosas.-
-Creo que tiene toda la razón, señorita.- Le respondió entonces Hiro. -¿Me permite acompañarla hasta la mesa?- Y entonces, extendió su corto brazo con la intención de escoltar a Isumi, quien tras una sonrisa divertida que no pudo evitar, tomó su brazo.
-Es usted un señorito educado, Sohma Hiro.-
-Es lo natural.- Decía él mientras caminaban por delante de nosotros.
Se me hacía raro escuchar el nombre completo de mi padre cuando se referían a Hiro. Pero intenté no hacerlo ver más de lo suficiente.
-Te han quitado el trabajo.- Me giré entonces hacia Haru.
-No realmente.- Dijo él levantando su brazo. -Mi trabajo ésta noche es escoltarla a usted.-
-Oh…- No pude evitar sonrojarme al escuchar esas palabras. Estaba segura que había sido obra de Isumi. -La… señorita Nui…. no la he visto llegar con ustedes.- Intentaba romper el silencio mientras nos dirigíamos a la mesa con palabras triviales.
-La señorita Nui tenía una cita con otras personas esta noche, debido a su trabajo como modista.-
-Ya…. ya veo.- Y así como si nada, la conversación había terminado. Isumi decía que teníamos química, pero yo no lograba encontrar una mejor manera de acercarme a él.
Y además… aún quería preguntarle sobre lo que pasó con Hiro en el hospital.
-Haru.- Me encontré entonces a pronunciar su nombre sin pensarlo. Él se volteó hacia mí en respuesta. -¿Más tarde podemos hablar?-
-Lo siento.- Dijo él rechazando mi propuesta sin pensarlo dos veces. -Tengo que estar con la señorita Isumi.-
-Oh… cierto.- Por un momento estuve a punto de mentirle y decirle que Isumi le había dado permiso, pero era tan obvia como mentira que no quise parecer una estúpida.
Me pregunté cómo se suponía que debía tomar iniciativa si él se negaba a verme.

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-He aprendido de mi error, y quiero que esta vez coman antes de contarme la historia de cómo llegaron a ser hermanos.- Dijo Isumi una vez nos encontramos los cuatro en la mesa.
-No se preocupe, nuestra historia no es tan larga.- Comenzó entonces Hiro a hablar y decidí no abrir la boca a menos que fuera necesario. -Su curiosidad nació del hecho que Isuzu es de raza asiática y yo soy blanco, ¿no es así?-
-Pues si debo ser sincera, es exáctamente así. No quiero parecer ruda, creo que eso ya ha quedado bastante claro durante los eventos del día de ayer, pero es ciertamente una combinación un tanto extraña.-
-Lo es, ciertamente que lo es.- Hiro hablaba como si de un hombre mayor se tratase. -Pero verá, la combinación rara no es la nuestra, si no la de nuestros padres. Nuestra madre es una señora inglesa que se enamoró perdidamente de un señor japonés, nuestro padre. Por supuesto su familia estaba en contra de su relación, pero ellos no podían dejar de amarse porque les obligaran, así que simplemente se escaparon, ella renunció a todas sus riquezas y fueron a vivir una vida humilde y trabajadora. Y eso fue cuando ella estaba embarazada de Rin.-
-¿Rin?- Preguntó por suerte Isumi antes que yo, pero eso no evitó que lo mirara confundida.
-Oh, lo siento. Rin es un apodo que hemos usado siempre en familia para referirnos a mi hermana. Verán, en japonés la palabra ‘Suzu’ significa campana, y se podría decir que ‘Rin’ es el sonido que emiten.- No podía creer que había pensado hasta en eso. Sobretodo no podía creer que supiera palabras en japonés. Me pregunté si habría pasado el día en la biblioteca para estudiar eso.
-¡Oh! Es realmente adorable.- Dijo Isumi mirándome con ojos brillantes. -Podrías habérmelo dicho antes, Rin.- Comenzó entonces a usar mi nuevo apodo.
-Lo siento, al momento no me pareció adecuado con una señorita como usted…- Otra excusa no podía inventar.
-Pero de todas formas, qué historia interesante. Lo que más me fascina es que sean hermanos pero no se parezcan en lo más mínimo. Considerando las circunstancias es inevitable, claro. Pero se siente como si fueran el exacto opuesto del concepto de gemelos.- Cada vez que remarcaba lo diferentes que éramos, me costaba más mantener una expresión que no revelara toda la verdad.
-Es algo con lo que tuvimos que vivir toda la vida.- Siguió entonces Hiro. -No es fácil ser hijos de una pareja tan inusual y que la gente alrededor no se haga preguntas. Muchos pensaban que Rin había sido adoptada, pero la verdad es que en ella corre sangre inglés también.-
-Y es por eso que soy bella ¿verdad?- Le pregunté a Hiro en modo travieso. Él me miró sorprendido y no supo responder enseguida.
-Yo creo que eres bella sin depender de qué sangre corra por tus venas.- El comentario ésta vez fue de quién había estado en silencio hasta ahora.
Sorprendido, Hiro se volteó a ver a Haru, pero éste tenía ojos solo para mi.
Aquel comentario que había dicho en broma para aparentar una relación de hermanos normal, se había convertido en un arma de doble filo.
Nunca pensé que Haru podría ser tan directo.
-Lo siento, pero si quieres a mi hermana tendrás que obtener mi aprobación antes.- Hiro lanzó entonces un comentario más atrevido.
-¡Hiro!- Le regañé sin creer la vuelta que había tomado ésta conversación.
-Hahaha- Isumi no pudo contener la risa. -Tienes a dos hombres peleando por tí, Rin.-
-No es cierto.- Le respondió Haru. -Yo no estoy peleando por nadie, solo estaba señalando una obviedad.-
-Oops, lo siento.- Su señorita se cubrió la boca con los dedos alzando las cejas como quién sabe cuándo es oportuno detenerse.
Pero Hiro no iba a dejarlo ir tan fácilmente. Y cada vez se ponía más directo con sus palabras. -Si para tí eso es obvio, significa que te gusta.- Y a mi casi me da un ataque.
-No es cierto.- le respondió enseguida su contrincante. -Que la señorita Rin sea bella es tan cierto como que la señorita Isumi es bella.- Y ya empezaba a llamarme por mi nuevo apodo también.
-Pero no es como si estuvieras diciendo todo el tiempo que Isumi es bella ¿no es así?-
-Tampoco estoy todo el tiempo diciendo que Rin es bella, solo lo he mencionado ahora como parte de la conversación.-
-Pues tu comentario fue un tanto directo, eso es a lo que se llama estar interesados en alguien a nivel físico. Además es obvio que te gusta solo por como la miras, es como si la desvistieras con la mirada.-
-¡Hiro!- Llamé su atención esta vez en voz alta.
-...- Haru se quedó callado por un momento.
-Oh no.- E Isumi puso una expresión de pánico que nunca había visto hasta el momento. -¿Ha… Haru?- Lo llamó nerviosamente.
-Oye, mocoso.- Habló él en voz alta. -¿Quieres saber lo que es pelear realmente?-
No creí lo que había apenas escuchado.
-¿Qu-qué?- Hiro le contestó con voz temblorosa pero con enojo y sorpresa a la vez.
No entendí lo que estaba sucediendo. Haru se levantó de la mesa abruptamente y se dirigió hacia Hiro.
-¡Haru!- Isumi gritó pero en vano.
Haru tomó a Hiro de su camisa y lo levantó con la fuerza de su silla.
-¡¿QUÉ HACES?!- Le grité levantándome yo también. -¡Haru!-
-¿Quieres pegarle a un pobre niño indefenso?- Lo provocó Hiro.
-No tienes idea de lo que significa ser indefen…-
-¡HARU!- Lo interrumpió Isumi con una voz autoritaria y sobretodo fuerte.
Y fue entonces que Haru soltó a Hiro y se giró hacia mí. En ese momento vi que sus ojos no eran los de siempre, me estaba mirando fijamente, pero parecía estar perdido en un vacío inalcanzable.
De todos modos, no pude controlar mis acciones y sin pensarlo dos veces levanté mi mano y le pegué un cachetazo que se escuchó en toda la sala.
-¿Cómo te atreves a tratar así a un niño?-
Haru apoyó su mano donde le había golpeado, y sin mirarme a los ojos, respondió. -Lo siento.-
-Perdón, Rin.- Se apresuró Isumi a mi lado y me tomó de la mano. -Perdónalo por favor.-
No sabía qué hacer. Por un lado Haru parecía sentir realmente lo que había hecho, Isumi no me había nunca faltado el respeto y sinceramente no podía creer que la persona enfrente mío fuera aquel Haru.
Pero entonces ocurrió algo inesperado.
-Si lo perdonas no te hablaré nunca más en mi vida.- Sentenció Hiro con ojos llenos de rencor.

Y en ese momento perdí. Ya no podía buscar una solución al problema, ya no había problema en el qué pensar, todo había sido decidido con esa frase.

Me volteé hacia Isumi, y forzando las palabras de mi boca, comencé a decir que lo sentía, sólo para ser interrumpida por ella y su sonoro…
-¡NO!- Me tomó entonces de las dos manos y continuó a hablar. -¡Por favor, Rin! Hay una razón para ésto, déjame explicarte.- Y entonces miró a Hiro. -Hiro, por favor.-
Nunca en mi vida me habían rogado tanto como Isumi esa vez. Por un momento no supe qué hacer, y cuando Hiro comenzó a hablar para rechazar nuevamente su propuesta, Haru me agarró de la muñeca y comenzó a arrastrarme fuera del salón.
-¡Espera! ¡Un momento! ¡Haru!- Gritaba en vano.
Haru siguió caminando hasta que salimos nuevamente al vestíbulo y entonces me soltó.
-Perdón, ¿te hice daño?-
-No…- Dije mientras tomaba mi muñeca con mi otra mano. -¿Pero por qué hiciste eso?-
-Porque si debes de escucharlo, quiero que sea yo quien te lo diga.-
-Haru…-
-Pero no aquí, la gente aun nos está mirando.-

Caminando por delante mío, Haru se dirigió hasta la popa del barco y fue a pararse en el mismo lugar en donde había estado Isumi esa mañana. La única diferencia era que ahora la oscuridad no dejaba ver el horizonte.

Tenía miedo de acercarme. Mientras él miraba el océano con ojos distantes, yo no podía quitarle los ojos de encima. Su imágen en aquel momento era bella y aterradora al mismo tiempo. Sentí que si me acercaba un poco más, ambos caeríamos a lo profundo del mar. Sea metafóricamente que físicamente.

-¿Alguna vez conociste a una prostituta?- Y con esa pregunta tan inesperada, Haru comenzó su discurso.
-No… al menos, creo que no.-
-Por supuesto, no es como si las mujeres se presentaran de esa manera, a menos que las obliguen.-
-...-
-Cuando era pequeño, mi madre y mi hermana fueron secuestradas para ser vendidas como prostitutas. El objetivo original eramos solo mi hermana mayor y yo, mi madre quiso sacrificarse por ambos, pero la engañaron y solo yo logré escapar de esa situación.-
Haru entonces hizo una pausa y se volteó hacia mi. -Lo sé, es terrible.- Dijo al verme con los ojos abiertos y la mano en la boca, incrédula de lo que había apenas escuchado.
-No sabía ni de la existencia de un problema tan grave como la trata de personas hasta que me sucedió personalmente. Cuando volví a mi casa y le conté todo a mi padre, el hombre dejó su sanidad mental e intentó matarme, culpandome de no haber sido lo suficientemente hombre como para defender a sus preciadas mujeres.-
El modo tan directo en el que Haru relataba lo sucedido se sentía como agujas al corazón cada vez que pronunciaba una palabra. Me costaba respirar solo por escucharlo.
-Obviamente me escapé de la casa. Unos días más tarde supe que se había suicidado.-
-Haru…- Pronuncié su nombre casi en lágrimas aún incapaz de acercarme a él.
-Viviendo en la calle, llegué a trabajar para una persona degenerada, con dinero que podía usarlo hasta para limpiarse el trasero y que no le importaba que un crío le ayudara con sus necesidades. Todos los días había una prostituta nueva en su casa, y todos los días me obligaba a ver cómo trataba a esas mujeres durante el sexo, porque por alguna razón le excitaba que un niño lo viera mientras lo hacía.-
Comencé a temblar, en parte era por el frío, pero por otro lado me había hecho ya una idea de donde podría haber terminado esa historia.

-El día que abandoné ese lugar, fue el día que fui obligado a ver las atrocidades que ese hombre cometió contra mi hermana. Nunca podré olvidar esa noche. Mi hermana me rogó que no revelara nuestra relación, porque sabía que si se enteraba me haría hacer algo mucho peor que solo mirar, y no estaba equivocada. Mientras lo hacían no pude evitar gritar que la dejara en paz, y eventualmente gracias a eso descubrió que éramos hermanos. Solo eso le dio la idea de que sería excitante verme perder la virginidad con mi hermana y…-
-¡Haru!- Sin pensarlo, interrumpí a Haru y mis piernas cedieron haciéndome caer arrodillada al piso. Mi visión se había totalmente nublado por mis lágrimas y con las manos me cubría con fuerza la boca intentando no devolver, pero en vano.
-Lo siento. Fue demasiado.- Haru dijo acercándose a mí y acariciándome la espalda. -Estás temblando.- Y entonces se sacó su chaqueta y me la apoyó en la espalda.
-Perdón…- Cuando ya había dejado de devolver, intenté levantarme y él me ayudó. -Hay que limpiar…-
-No te preocupes, luego llamo a alguien de la tripulación.- Dijo él acompañándome hacia un banco en donde nos sentamos. -¿Estás mejor?-
-Haru… tu hermana…- A pesar de lo mal que me había hecho escuchar esa historia, necesitaba escuchar el final feliz en donde Isumi lo rescataba de alguna manera.
-¿Estás segura que quieres saber?- Me preguntó preocupado.
-Sí, cuéntame por favor.-
-De acuerdo.- Haru entonces se acomodó a mi lado y siguió narrando los eventos de aquella noche. -Como sabía lo que él haría aquella noche con mi hermana, antes de ir a su habitación, tomé la pistola que tenía en su oficina. En ese momento había decidido que lo mataría. Pero desgraciadamente no sucedió como planeado. Cuando él me obligó a tener sexo con mi hermana, fingiendo que me desnudaba, saqué la pistola y se la apunté a la cabeza. El hombre comenzó a desesperarse y mi hermana me gritaba que no lo hiciera, no quería que me manchara las manos de sangre por ella.
Yo tenía miedo, nunca en mi vida había sostenido una pistola en la mano y no pensé que sería tan pesada. Tenía miedo de fallar y matar a mi hermana. Él, aprovechando ese miedo, se acercó lentamente hacia mi hasta que me vi obligado a disparar, pero no había quitado el seguro, porque no sabía que existía algo como eso, y el disparo no salió. El hombre se largó a reír incontroladamente y mi hermana aprovechó esa oportunidad para quitarme la pistola de las manos y dispararle, matándolo. Esa noche escapé con ella, robando todo el dinero que pudimos encontrar en su mansión que no estuviera en caja fuerte.-
-Pero entonces… tu hermana…-
Haru negó con la cabeza. -Mi hermana no pudo soportar el peso del crimen que había cometido, su estado mental iba empeorando día a día. Y entonces, una mañana como cualquier otra, mientras cruzábamos un puente repleto de gente, tras gritarme que me amaba, se lanzó al río y murió por el impacto. La gente alrededor mío comenzó a gritar por lo que había ocurrido y yo quedé inmóvil en el lugar sin haber del todo comprendido lo que había sucedido. Fue entonces que alguien me tomó de la mano y me arrastró fuera de aquel lugar. Era Isumi quien había visto la escena y no quería que la policía me encontrara. Actuó creo que por instinto, porque ella también era una niña de solo unos años más que yo. Pero sabía lo que significaría para un niño de doce años estar en una situación como esa.-
-...Lo siento mucho.- No tenía otras palabras más adecuadas con las cuales expresar el dolor que sentía por él.
-Desde entonces Isumi me adoptó en su familia, pero he tenido problemas para adaptarme a la sociedad de alta clase. Y como lo que sucedió antes, a veces me dan ataques de ira incontrolable que no me dejan pensar con claridad en lo que estoy haciendo. Isumi ha estado ayudándome y apoyándome todos estos años, logrando que disminuyan cada vez más. Pero cómo has podido notar, no es algo que puede curarse. Siento lo que le hice a Hiro. Él solo quería protegerte, porque se habrá dado cuenta de quien soy realmente.-
-No, Haru. Tú no eres esa persona.- Le dije posando mis manos sobre sus mejillas y obligándole a mirarme. -Esa persona es solo la consecuencia de eventos que estaban más allá de lo que podías controlar. Tu verdadero yo es el Haru amable que se arrepiente de las veces que se ha comportado así y quiere vivir una vida sin tener que herir a nadie. Esos son tus sentimientos reales, ese es tu verdadero ser.-
-Rin…- Haru encerró mi rostro entre sus manos y comenzó a acercar su rostro lentamente hacia el mío.
-¡E-espera…!- Lo detuve poniendo mis dedos sobre sus labios. Haru me miró confuso. -Pues antes… he vomitado.-
-No me interesa.- Dijo él con mis dedos aun en sus labios y siguió acercándose.
-¡A mi sí!- Le dije entonces empujándolo más fuerte hasta que se detuvo. -Si vamos a hacerlo, quiero hacerlo bien.-
-De acuerdo.- Haru me soltó y se levantó del banco. -¿Crees que puedes comer? No quisiera que vuelvas a desmayarte por tu anemia.-
-Hiro te contó eso, ¿verdad?-
-Es un niño poco sincero con sus sentimientos, pero es un buen hermano.- Dijo extendiéndome la mano.
-Lo sé.- Sonriendo tomé su mano y nos dirigimos hacia adentro.

-----

Al día siguiente, me desperté nuevamente gracias al despertador de mi ‘hermano’, que si mis cálculos eran correctos, significaba que nos habíamos despertado a las seis de la mañana según la hora del barco.

Hiro se despertó, dirigió una fugaz mirada hacia mi cama y sin decir nada comenzó a vestirse.
-Buenos días.- Hablé entonces sorprendiendolo y haciéndole saltar en el lugar.
-...Buenos días.- Me respondió de manera casi forzada.
-¿Vas a empezar tu día tan temprano?-
-Si quieres seguir durmiendo puedes hacerlo.-
-Es exactamente lo que pienso hacer.-
-De acuerdo.-
-Pero no desayunes sin mi.-
-...de acuerdo.-

Y dicho eso Hiro salió de la habitación.

Cuando desperté, Hiro se encontraba sentado en su cama y me miraba como si hubiese hecho algo malo.

-¿Hiro?- Lo llamé mientras me sentaba en mi cama. -¿Qué sucede?-
-Son las diez y media pasadas, ya no sirven más el desayuno.-
-¡Oh!- No pensé que habría dormido tanto. -Lo siento ¿has comido verdad?-
-No, pero tienes suerte que tu hermano es inteligente y considerado y te ha traído el desayuno en la cama.-
Mis labios se curvaron automáticamente en una sonrisa. -Gracias, hermanito.-
-No pongas esa cara de tonta y tómate el té antes de que se enfríe.-

-----

Luego de desayunar, Hiro me había pedido que tocara el piano para él, así que nos dirigimos al vestíbulo en la cubierta C donde habíamos estado la primera vez.

Decidí tocar Pavane pour une infante défunte de Ravel. Entendí que Hiro necesitaba escucharme tocar para poder sentirse en paz y no pensar en otras cosas. Me di cuenta que, a pesar de ser un niño, había algo que no le hacía estar tranquilo por dentro, y si con la música lograba hacer que se olvidara por un momento de sus problemas, tocaría para él cuanto quisiera.
Pero entonces, Hiro comenzó a hablar mientras seguía tocando.
-Isumi me ha contado sobre Haru.-
-...-
-Supongo que Haru te lo ha contado a tí también.-
-Sí.-
-Nunca podría haber imaginado algo así.-
-Yo tampoco.-
-...- Por un momento, el único sonido que se escuchaba era el del piano. Hasta que Hiro volvió a hablar. -Tengo que disculparme con él.-
-Él también quiere disculparse contigo.-
-Hm.- Entonces cerró los ojos y apoyó su cabeza en mi hombro. -Es una buena persona, si te gusta no impediré que se junten.-
-Es usted muy considerado.- Le dije sonriendo.

Estuvimos un rato más así, acompañados por la música de Ravel que nos transportaba a otro mundo. Un mundo en donde aquella niña podría haber vivido una vida feliz si aquel día no se hubiese encontrado en el lugar equivocado con la gente equivocada.
« Last Edit: November 30, 2017, 04:33:49 PM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Eureka

Dos más y terminooo, ¿se logra? se logra :v



3rd morning





Lo encontró sentado en una banca frente a la piscina. A aquellas horas de la mañana, el sol pintaba toda la cubierta de paseo de sus tonalidades cálidas, y los pasajeros podían olvidarse un poco del frío presente. Era un día perfecto para pasear, y justo por ello, muchas familias, parejas y amigos habían salido a la cubierta a dar una vuelta luego del desayuno. Gracias a esto, Eureka estaba confiada de que su reunión pasaría desapercibida. Pero, por precaución, se vistió con un sombrero grande y un saco largo. Llevaba el cabello amarrado, y contaba con un pañuelo que le tapaba parte del rostro y el mentón.

Tomó asiento a su lado, y Oikawa no demoró en reconocerla.

“Gracias por venir. Asumo que mi mensaje llegó sano y salvo a ti.”
“Sí, un mozo me lo dio. ¿Cómo hiciste?”
“Nos hemos vuelto medios amigos, por así decirlo. Es mi compañero de habitación, y cuando le pedí que me hiciera ese favor, aceptó luego de renegar por unos momentos.” Oikawa rio, haciendo memoria de ello. “Se llama Iwaizumi. Espero que no se decepcione si se entera de quién soy realmente.”
“Oh, me alegra mucho saber eso. Esperemos que nunca tengas que sincerarte con él, eso sí.”
“Esperemos. Bueno, supongo que ya sabes de qué te quiero hablar.”
“¿Lo de McClain?”

Lance McClain, un pasajero de primera clase, había sido encontrado inconsciente y herido la madrugada pasada, en su propia suite. Fue un escándalo a bordo, y el rumor se esparció rápidamente a la hora del desayuno. Parecía que ya se encontraba estable, pero aún no despertaba. Eureka suponía que eso tomaría un buen tiempo.

“Exacto.”
“¿Tú crees que fue el mismo ladrón del que me hablabas ayer?”
“El modus operandi es muy similar: la puerta estaba abierta, no hubo testigos ni muestras de forcejeo en el cerrojo. Podría ser sólo una coincidencia. Quién sabe a ciencia cierta cuántos ladrones hay abordo. Pero es muy curioso que suceda esto luego de las quejas de ayer de las dos señoras.”
“Tienes razón. Pobre McClain, realmente.”
“Tuvo la mala suerte de regresar en el peor momento. Estoy seguro de que aquel intruso había planeado que su regreso se diera luego de realizar su crimen. Justo sobre algo relacionado a eso te quería hablar. ¿Tú y tus sirvientas tienen patrones reconocibles de salidas y llegadas a la suite? Horas exactas o momentos concretos del día en que entran o salen.”
“Pues… sí, al menos en el caso de ellas. Sólo están conmigo antes del desayuno y la cena. De ahí les pido que ayuden a la señora Gladstone, porque no me gusta tenerlas detrás de mí todo el día. Además, yo tengo un ritmo indiscriminado de salidas. Y Wilhelm nunca está… siempre anda con sus socios o su padre.”
“Eres el blanco perfecto de este ladrón. ¿Guardaste el diamante?”
“Fue lo primero que hice ayer ni bien regresé a mi cuarto. No te preocupes, está a salvo.”
“Perfecto. Sólo… quiero que te cuides, por favor. Como te dije ayer, andaré cerca de ti sólo por precaución. No quiero que te pase nada.”
“Gracias. Te aviso cualquier cosa, entonces.”
“Nos vemos, debo regresar a trabajar.”

Y le dio un beso en la mejilla. Para cuando Eureka finalmente reaccionó, Oikawa ya estaba caminando hacia la entrada del salón, ondeándole la mano a manera de despedida.





3rd evening



Se le hizo pesado abrir los ojos, pero luego de intentar varias veces, lo logró. Le costó enfocar su vista, y cuando cayó en cuenta de que sus alrededores le eran desconocidos, se asustó por unos momentos. Al voltear levemente, sin embargo, vio a Mari, y una tremenda tranquilidad lo invadió, calmándolo en instantes. La rubia andaba leyendo, sentada en una silla al lado de su camilla. Por los colores del cuarto (o falta de estos, porque todo era blanco), se dio cuenta de que estaba en el hospital del trasatlántico.

“¿Cómo te sientes?” le preguntó Mari. Por más de que sonreía, Lance identificó un tinte de preocupación muy claro en sus ojos y su voz.
“Terrible, pero podría ser peor.” Lance le esbozó una sonrisa adolorida, mientras se sentaba en la cama. “¿Qué… qué pasó ayer? Recuerdo que llegué a la suite, y vi que estaban robando tu Monet favorito… No sé, no pude quedarme parado. Me lancé a pelear por él.”
“Lance, no me molestaría que me roben todas las esculturas y pinturas que colecciono si es que puedo asegurar tu bienestar y salud. Aprecio muchísimo lo que quisiste hacer por mí ayer, pero… los doctores me dijeron que estuviste a punto de quedar en coma. Si el golpe hubiese contado con sólo una pizca más de intensidad, no estaríamos conversando ahorita.”
“Lo siento. Sé que fue muy impulsivo de mi parte pero… ¿Qué pasó al final? Supongo que si lo robaron, ¿no?”
“Sí. Ese Monet era un cuadro pequeño, así que de seguro no le fue difícil sacarlo de la suite y llevárselo consigo. Me enteré luego de que no es la primera pintura robada: ayer, se han dado un par de robos. Uno de joyas, otro de una pintura. El mismo modus operandi.” Mari suspiró. “Hay que tener cuidado.”
“No te puedo dejar sola… ¿Crees que me dejen regresar a la suite más tarde?”
“¿Estás loco? Has perdido un montón de sangre… los doctores han establecido que te quedes acá por el resto del viaje.”
“¡No puedo estar postrado en una cama por cerca de una semana, Mari!”
“No me importa, Lance. No tienes idea de lo difícil que fue para mí verte ahí, ensangrentado, inconsciente… Yo pensé lo peor.” Mari lo abrazó, y lo estrujó muy cerca de sí. “Por favor, deja que te cuiden bien. Yo iré a dormir en el cuarto de mis padres. No me molesta que el ladrón se lleve el resto de mis cosas, realmente. Llevaré conmigo sólo lo necesario. Por mí no te preocupes.”
“¿Estás segura?”
“Claro que sí,” Mari le sonrió. “Tú enfócate en mejorarte, que ni bien lleguemos a Nueva York, tendrás un montón de trabajo por hacer.”
“Mis padres… se pasaron por acá?”
“Oh, sí, estuvieron contigo toda la mañana. Mis padres también te visitaron en la mañana. Y muchos de los socios de nuestra familia preguntaron por ti.”
“Ah.”

Mari notó la decepción en el rostro de Lance, y lo miró, muy curiosa.

“¿Esperabas a alguien más?”
“¿Q-qué? No, claro que no.”
“Si es que es por Keith, estoy segura de que si se enteró de lo que sucedió. El rumor, según lo que me contaron, se ha esparcido rápidamente durante el desayuno. Dudo que no haya llegado hasta los Duff Gordon. Imagino que no ha venido por el riesgo que supone encontrarse con tu familia.”
“Sí, tienes razón.” Lance suspiró. “Espero poder verlo de nuevo antes de que el viaje termine.”
“Wow, realmente te gusta.” Mari soltó una risita burlona.
“¡Mari!” le reclamó, sonrojado hasta las orejas.
“¿Qué cosa? Yo sólo te digo la verdad.”
“¿Qué tal la pasaste con Kanan y sus amigos ayer?” preguntó Lance, para cambiar el tema de conversación.

Lance se había enterado de la pianista y de los nuevos amigos de Mari la primera noche, cuando ambos se juntaron a conversar sobre sus días. Le alegraba ver que Mari no andaba sola, y que había encontrado un lindo grupo con el que podía compartir lindos momentos durante el viaje.

“¡Fue maravilloso! Supieron encajar muy bien con el resto de invitados. Mis padres creen que son hijos de magnates empresarios o dueños de cadenas de hoteles.”
“¿Y Kanan?”
“¿Qué de ella?”
“¿Pasó algo entre ustedes?” Y Lance le esbozó una sonrisa juguetona.
“¿Q-Qué? N-no, claro que no. Aún no nos conocemos tan bien…”
“Huh. Y con lo que hablabas de ella el primer día.”
“Me gusta, Lance. Pero no voy a arruinar todo. Tengo que… esperar a que pase el tiempo y pueda confirmar si siente lo mismo por mí.”
“¿Creo que es un poco obvio?”
“¡Lance, no—!”

Su conversación fue interrumpida por un sutil toque en la puerta. Ante la falta de respuesta, el sonido se repitió rítmicamente por tres veces. Mari y Lance intercambiaron miradas, confundido,s y la rubia se paró para revisar de quién se trataba.

Su sorpresa fue grande al abrir la puerta, puesto que Keith andaba ahí, como un poste, sumamente incómodo. Parecía que se había preparado, hasta cierto punto, para el peor escenario, y por eso andaba tan tieso y nervioso. Al ver a Mari, sin embargo, soltó un suspiro, pero luego se avergonzó, y su cara se tornó de un carmín muy vivo.

“A-ah, disculpen. Parece que he interrumpido algo muy importante…”
Mari arqueó una ceja. Se demoró en captarla, y luego soltó una risita. “No, nada, pase, pase.”

Aún a pesar de mostrarse inseguro de ingresar, Keith entró a la habitación, y su mirada se fijó inmediatamente en Lance, quien le saludó con la mano y una sonrisa radiante.

“Hola, Lance. Disculpa si interrumpo algo… Espero no incomodarlos.”
“¿Lance? No le has dicho nada, ¿no?” le preguntó Mari a su esposo, mientras caminaba para sentarse de nuevo a su lado. La rubia invitó a Keith a tomar asiento en la silla disponible a su izquierda, y Keith aceptó.
“Nunca tuve la oportunidad de hacerlo.” Lance suspiró.
“¿Decirme qué?” preguntó Keith, con una ceja arqueada.
“Prepárate, Keith. Porque esto será fuerte. Y discúlpame por la confianza, por cierto.” Mari le sonrió.
“No hay problema. Pero… no entiendo qué es lo que sucede.”
“Bueno. Es muy simple, realmente. Lance y yo somos amigos. Muy buenos amigos. Los mejores, de hecho.”
“Claro, tiene sentido, dicen que los esposos también deben ser mejores amigos.”
“Nonono, no Keith. Sólo somos amigos,” aclaró Lance.
“¿Qué? Pero si están casados…” La cara de Keith era un poema. No podía comprender lo que sus oídos escuchaban.
“Estamos casados por nuestras familias. Nunca estuvimos enamorados el uno del otro. De hecho, yo estoy enamorada de una bella pianista de tercera clase, y Lance está enamorado de t—” Lance se lanzó a taparle la boca.
“OKAY MARI. SUFICIENTE, ya entendió de seguro, j-jaja.” Lance le esbozó una sonrisa nerviosa a Keith. “Pero sí, básicamente lo que ella dijo. No estamos en una relación. Esto es más… una estrategia, porque realmente queremos pasar el resto de nuestras vidas con personas… de nuestro mismo sexo, lo que… tú sabes… es un poco complicado de hacer si es que estás soltero. Levantarías todas las sospechas si no tienes cuidado de tus acciones.”
“¡No nos juzgues!” suplicó Mari.
“Uh, no. Está bien. Yo… soy como ustedes. Pensé que estaba enfermo…”
“¡Claro que no!”

Mari le esbozó una sonrisa inmensa.

Y Keith, que nunca se había hecho mucho problema por su orientación, sintió aún así que la sonrisa de Mari le quitó un gran peso de encima.




Flashback: 1st night



A esas horas, la cubierta de paseo carecía de pasajeros, y el único ruido que las acompañaba provenía del mar a su alrededor. Parecía que toda la tripulación se había retirado a sus recámaras, porque no había ni un alma en el lugar. Estaban completamente a solas.

Una vez llegaron a las escaleras que daban hacia el asensor, Kanan se detuvo, obligando a Mari a hacer lo mismo. Aquella pequeña caminata por la cubierta les había ayudado despejarse un poco sus mentes, y aunque había sido una excusa para pasar más tiempo juntas, había cumplido su efecto de permitirles lucidez luego de tantos vasos de cerveza.

Kanan sabía que no podía acompañarla más desde allí. Sería riesgoso que algún miembro de la tripulación que aún andaba por esos lares las viera juntas. Por ello, pensó decirle eso mismo, pero al voltearse, la encontró sonriendo de oreja a oreja.

“Kanan, tú y tus amigos me han tratado con un inmenso cariño, aún siendo una extraña para ustedes. Eso nunca lo había experimentado: son pocas las personas verdaderamente sinceras que he podido encontrar dentro de mi círculo social. Me sorprende aún lo honestos, alegres y abiertos que son.”
“Si te soy sincera, tuve varias dudas al respecto de juntarte con ellos. Temía que no se llevaran bien… pero me alegra haberme equivocado. Tú misma te ganaste la confianza de todos. No pensé que Allura llegaría a contarte lo de Jason, pero se abrió contigo, y eso demuestra que te considera una amiga suya. Lo mismo con Dia y Souji.”
“¡Pero si son personas tan lindas! Era natural que nos llevaríamos de mil maravillas. Siento que nunca podré agradecerles lo suficiente por incluirme en su grupo y dejarme pasar con ustedes mi primera noche a bordo del Titanic.”
“No hay problema, Mari,” le aseguró Kanan. “Te lo dije en la tarde, y te lo repito: es un honor que quieras pasar conmigo y con el resto este viaje.”

Mari se dio unos segundos para observarla, agradeciéndole en silencio con una gran sonrisa.

“No tienes idea de cuán agradecida estoy por tu compañía. Ahora es mi turno de invitarte a ti.”
“¿Qué?”
“Quiero que vengan conmigo al masquerade. White Star Line organizó un baile de máscaras para los pasajeros de primera y segunda clase y no sé cómo, pero yo los voy a meter allí.”
“¿A todos nosotros?”
“Claro, pero sólo si es que Dia y el resto están de acuerdo,” mencionó, un poco nerviosa. Tal parecía que Mari no había tomado en cuenta la posibilidad de que Dia y el resto tuvieran planes propios.
“Les consultaré. Por mí no hay problema.” Kanan le sonrió.
“Me alegro.”
“Sólo… ten cuidado, ¿sí? No vaya a ser que tu familia diga algo por nosotros. Más aún, porque no andarás con Lance…”
“No te preocupes.” Mari tomó su mano, y se le acercó para mirarla a los ojos. “Igual, siempre podemos salir de allí y tomar un paseo.”

Kanan lo dudó por unos instantes, preocupada por Mari. Accedió, sin embargo, asintiendo con la cabeza y sonriéndole.

“Tienes razón.”
“¿Te parece si desayunamos juntas? Me puedo escapar temprano con alguna excusa. Prometo que no me causará problemas.”
“Okay, genial. ¿Te veo a las 8 frente a la capilla?”
“Sí” Mari asintió.

Kanan se distrajo por unos instantes, pensando emocionada en el día que le esperaba. Sólo esperaba que el resto del viaje transcurriera sin mayores inconvenientes. Y es que aún le sorprendía lo bien que iba todo hasta ese entonces.



3rd evening




Todo indicaba que su ciclo de buena y mala suerte estaba a punto de finalizar. Aquella noche del masquerade, todo había fluido sin problema alguno, y ese evento parecía ser el mejor indicio de esto.

Muchísimas cosas podían haber salido muy mal. Pero la suerte estuvo del lado del grupo, y todo transcurrió sin percances. Había sido un tanto complicado infiltrar a su grupo entero al baile, pero Mari lo consiguió aún a pesar de la presencia de varios mozos y mayordomos en la puerta y dentro del salón.

Con anticipación, Mari les había conseguido antifaces y pelucas para que pasaran desapercibidos en el mar de gente con atuendos parecidos. Dia y Allura habían llegado con sus vestidos más finos y aunque no eran de la talla de los invitados, sabían cómo manejarse en multitudes de ricachones por sus trabajos pasados, por lo que supieron encajar con mucha facilidad. Lo mismo sucedió con Souji, quien llamó la atención de más de una jovencita de clase alta.

Kanan, tomando de ejemplo a sus amigos, se adaptó a la situación poco a poco, y el grupo supo pasarla bien pese a todo. Para la familia de Mari, Kanan y sus amigos habían sido hijos de empresarios de distintos países que viajaban a Estados Unidos en busca de expandir los horizontes de sus negocios, justo como sucedía con Lance y su familia.

Sus modales no eran los mejores, pero Dia, Allura, Souji y Kanan contaban con un carisma inigualable, que cautivó a los padres de Mari y a los socios de los O'Hara.

Pero lamentablemente, no todo podía ser tan perfecto. Cuando Kanan fue a dejar a Mari en su suite, ambas encontraron a Lance herido en el suelo. Las dos se apuraron en alertar a los doctores y el personal médico fue muy rápido en sus acciones, consiguiendo llevar al joven al hospital a bordo del barco, para tratarlo y monitorear sus vitales. Kanan la acompañó durante la madrugada, pero tuvo que dejarla a solas para que la familia McClain estuviese con ella.

Y así había pasado casi todo un día, preocupada por los sucesos de la noche anterior. Su grupo también andaba en la misma situación, desanimados por completo y ansiosos por el estado de Lance. No lo conocían, pero sabían que era muy importante para Mari, y eso bastaba para justificar su preocupación.

Esperaba poder encontrarse con ella, pero sabía que no podía interrumpirla mientras velaba el descanso de Lance. Ya luego encontrarían un momento para verse.





3rd night





“¿En serio?”
“Sí. Debías ver la cara de mi padre. Era enojo, decepción, y rabia mezcladas en una misma expresión. Jason y yo no podíamos dejar de reír.”
“Tu familia, a pesar de todo, suena muy entretenida, Keith.”
“Lo era, cuando estaba Jason. Ahora… es todo lo contrario.” Y su expresión se tornó un tanto enojada.
“¿Qué le sucedió a tu hermano?” preguntó Mari, preocupada.
“Es… una larga historia. Pero luego habrá oportunidad para hablar sobre ello,” le aseguró Keith.
“Huh. Se conocen de unas horas y ya se han contado anécdotas muy personales. Siento un poco de celos,” se quejó Lance, quien los observaba desde su posición en la camilla.
“Querido, no es para tanto. Nadie te lo va a robar.” Y Mari soltó una risa.
“¿Qué cosa?” Keith arqueó una ceja.
“Nada, nada. Por cierto, Keith, ¿podrías contarle tus planes a Mari? Es de confianza, lo prometo.”
“¿…Estás seguro?”
“Me ofende, señor Duff Gordon,” le bromeó ella, sonriendo.
“Lo siento. Es natural que desconfíe un poco de todos los socios de los McClain. Pero supongo… que tú eres distinta, Mari.” Keith le devolvió la sonrisa.
“¡Muchas gracias!”

Keith fue rápido en resumirle su estrategia de negocios. Era disparatada, idealista y muy difícil de realizar, pero Mari había visto de todo en los negocios de su familia. Ideas aún más locas que las del Duff Gordon, por lo que le tenía fe a la propuesta de Keith. Siendo muy sincera, había esperado que alguna persona cuerda de cualquiera de las dos familias se venga con algo tan esencial como esa estrategia, y agradecía poder ser capaz de oírla por fin. La rivalidad entre ambas familias podía cesar con algo tan simple como una unión, pero Mari sabía que era más que eso. Era ceder. Era aceptar que el otro no era el villano de la historia. Era llevar la fiesta en paz y dejar el rencor a un lado. Lo que parecía ser muy difícil para los miembros de ambas familias. Pero Keith tenía razón en que los cambios no sucedían de un día para otro. Poco a poco, estarían más cerca de aquella meta. Lo único que quedaba era truncar las reuniones de cada familia con Marine Midland, puesto que si se hacía el trato antes de jungar el banco McClain con el Duff Gordon, ahí habrían graves problemas.

Tenían unos cuantos días, y aunque Lance se sentía un poco impotente por no poder apoyar del todo por su condición física, Mari le prometió poner todo de su parte para lograr lo que se había propuesto.

“Cuentas con mi apoyo, Keith. Sé que las reuniones demorarán unos cuantos días luego de que lleguemos a Nueva York, así que tenemos el resto del viaje para ello.”
“Muchísimas gracias, Mari.”
“Déjame a mí, que se me ocurrirá algo. Estaba pensando… ¿Si te invitamos a cenar sólo a ti con nosotros?”
“¿Cómo así?”
“Bueno, eres un miembro nuevo de los Duff Gordon. Con esto me refiero a que nunca has aparecido anteriormente junto a tu padre y a tu familia en eventos, fiestas o banquetes. Podríamos aprovechar eso para intentar convencer al padre de Lance de que eres una cara fresca, nueva, y que significas un cambio en el negocio de tu familia.”
“Esa… suena como una muy buena idea,” dijo Keith, sorprendido.
“Yo pienso lo mismo.”
“Pero por supuesto. No se preocupen, mañana lo sugeriré durante el almuerzo. ¿Por dónde andaras a esas horas, Keith?”
“De seguro estaré acá. A esas horas nadie vendrá a visitar a Lance, así que puedo aprovechar.”
“Perfecto. En algún momento me escaparé para venir a confirmártelo.”
“Así quedamos, entonces.”
“Mari, querida. ¿No quieres ir a despejarte un poco? Aprecio que hayas estado conmigo en todo momento, pero siento que es un poco… injusto que te quedes sin hacer tus actividades por mí.”
“Oh, cierto. No me he encontrado con Kanan en todo el día. Debe andar preocupada, ella me ayudó a lidiar con todo en la madrugada.”

Lance y Mari intercambiaron miradas cómplices, que Keith no logró entender del todo.

“Entonces me voy, los dejo.” Y se acercó a darle un beso en la cabeza a Lance. Repitió lo mismo con Keith, pero reaccionó muy tarde. “Ah, discúlpame, es un hábito mío…” dijo, avergonzada. Pero Keith no se inmutó.
“No me incomodó, no te preocupes.” Keith le sonrió, y Mari le devolvió el gesto.
“Cuídense,” les dijo Mari, sonriendo. “Volveré más tarde~” Y les guiñó un ojo antes de salir de la habitación.
“…Uh… ¿Qué significa eso?” preguntó Keith, con clara confusión en su mirada.
Lance, sonrojado, se tapó la cara de la vergüenza. “…Nada. Sólo… ignóralo.”
« Last Edit: November 30, 2017, 10:40:16 PM by Eureka »


Eureka

UNO MÁS, HÁGANME BARRA




4th Day






Para cuando se levantó, encontró a Keith apoyado en la cama, durmiendo plácidamente a su lado. Se veía muy calmado, apacible, claro opuesto del Keith que conocía. Aunque tímido a veces, Keith era increíblemente impulsivo, audaz, de increíbles ideas y charla amena. Sus anécdotas con su hermano le habían permitido conocer una faceta muy distinta de Jason, que nunca imaginó que existía.

Sin darse cuenta, se encontró a sí mismo acariciando los cabellos del muchacho. Agradeció, sin embargo, que esto no había levantado a Keith.

O sí.

Un movimiento sutil de su cabeza, y sus ojos se abrieron de par en par. Keith sintió las caricias en su cabello, y cuando alzó la mirada, la suya encontró a la de Lance. La reacción inmediata de ambos fue girarse hacia el lado, muy avergonzados.

“Buenos… días.”
“Buenos días,” respondió Keith. “¿Qué hora es?”
“No estoy muy seguro. Pero mejor regresa a tu suite antes de que tu familia vaya a buscarte… o venga la mía a visitarme.”
“Tienes razón. Vendré luego de nuevo,” le aseguró Keith. “Nos vemos.”
“Keith, antes de que te vayas… quería agradecerte por venir. Sé lo riesgoso que es para tí, y aún así me has acompañado durante toda la madrugada… yo… no sé cómo agradecerte, la verdad.”
“No hay problema Lance. Era natural que venga a verte de todas maneras.” Y le sonrió. “Volveré más tarde, un poco antes del almuerzo. Pero si no vengo es porque…”
“Sí, sí, entiendo. Igual. Estaré aquí…”
Keith rio. “No te puedes mover, Lance. Son órdenes del doctor.”
“Por eso. Te espero,” y le sonrió.

Keith se aguantó la risa, mientras le ondeaba la mano y salía del cuarto.






El grupo de Kanan se había mostrado muy preocupado por ella. Sabían lo difícil que se le hacía lidiar con la situación de Lance, y justo por eso, la habían invitado a tomar un paseo por la cubierta junto a ellos luego del desayuno.

Una idea había estado rondando por la cabeza de Mari desde el día anterior, pero antes había querido confirmar que el estado de Lance continuaba mejorando como para poder sugerirla. Lo cierto era que, desde que Keith empezó a visitarlo, el proceso de mejora de su esposo había acelerado considerablemente.

Pero le molestaba que Lance aún no había tenido oportunidad de conocer a Kanan y al resto. Y ella quería que eso sucediera de cualquier forma.

“¿Les sería problemático si invito a Lance a almorzar con nosotros mañana?” soltó Mari, mientras paseaban en grupo por la cubierta. Preocupada por la posibilidad de recibir una respuesta negativa, cerró los ojos, esperando lo peor. No sabía qué tanto estarían dispuestos a incluir a alguien más, sobretodo si se trataba de alguien de clase alta, como ella. Lance era encantador, y dudaba que él y el grupo tuvieran una mala relación, pero le parecía importante preguntarles aquello antes de actuar sin su consentimiento.

“Oh, pero por supuesto,” aseguró Allura. “De hecho, desde hace un tiempo siento curiosidad por conocerlo.”
“Estaba esperando que lo sugirieras, Mari,” dijo Souji, y le sonrió.
“Yo igual” Dia también le esbozó una sonrisa. “Dependiendo de cómo sea, podríamos llevarlo a la cantina a celebrar. Creo que justo como te conocimos a ti, el alcohol y el ambiente desinhibido de aquel lugar podría ayudarle a soltarse. Aunque no sé qué tan bien le caiga, considerando su estado…”
“Oh, no creo que Lance necesite eso,” Mari rió. “Es muy extrovertido, pero siento que sería más cómodo para todos, como tú dices, Dia. No creo que Lance se queje. ¿Sería hoy en la noche, entonces?”
“Exacto,” dijo Kanan. “Aunque me contaste que…”
“Sí,” Mari no necesitó escuchar el resto de su frase para notar lo que quería decir. Pero tal parecía que el resto si andaba perdido al respecto.
“¿De qué hablan? Si se puede saber, claro,” dijo Allura.
“Lance… parece estar interesado de un joven de primera clase.”
“No, Kanan. No parece. Está interesado,” Mari rio. “Por más de que me lo quiera negar. Pero bueno, creemos que por eso puede que no quiera reunirse con nosotros en la noche. Fácil ya planeó algo con él. Keith lo ha estado visitando varios momentos al día. Puede que quieran pasar la noche a solas.”
“No sería problema si viene con él. Mientras más somos, creo que mejor aún,” sonrió Dia.
“Yo también pienso lo mismo. Deberías sugerirle esto, Mari.”
“Se lo haré saber. Muchas gracias a todos por mostrarse tan dispuestos a aceptar a Lance.”
“Por supuesto, Mari. Considera a Lance parte del grupo. Más bien, nos alegra saber sobre su continua mejoría,” dijo Dia.
“Gracias, Dia” Mari le sonrió.




4th noon


 


Keith encontró un terrible obstáculo en su camino de regreso a la suite. Se topó con Alfred, quien justo había estado buscándolo durante todo el día anterior, pero nunca pudo dar con su paradero. Alfred le recalcó, además, que había visitado su suite a altas horas de la noche, pero nunca encontró rastro de él. Con la sospecha de que se relacionase a lo de la noche del baile, Keith fue rápido en crear una excusa: había conocido a una jovencita de primera clase a la que quería conquistar. Y eso… no estaba muy lejos de la realidad, a excepción por el sexo de su interés… amoroso. Qué peculiar era pensar sobre ello, cuando sentía que nunca antes alguien le había interesado en su vida.

Alfred pareció tragarse la excusa, pero se quedó con una ligera sospecha por sus acciones. Sin embargo, no le hizo mayor comentario al respecto, y Keith logró tomar un baño y cambiarse de ropa en su suite, sin mayor problema.

Tal parecía que Damian había regresado con sus padres, ante la ausencia de su hermano mayor. Keith estaba seguro de que luego, cuando se encontrara con su padre, este le reclamaría por ello.

Pero eso no era de importancia ahora. Debía regresar al cuarto de Lance, puesto que había quedado en encontrarse allí con Mari a la hora del almuerzo.

El camino al hospital era muy peculiar: se encontraba justo al lado del comedor de segunda clase, lo que le parecía muy extraño, pero suponía que la empresa contaba con una buena justificación de la ubicación de sus facilidades. No demoró en ver que, a lo lejos, los padres de Lance ingresaban al hospital, y suspiró, desganado.

Cuando se volteó para caminar de vuelta al asensor, encontró a Mari a metros de él, y le sonrió.

“¡Qué linda coincidencia!” exclamó Mari. “Justo estaba a punto de ir a buscarte al hospital. Pero acabo de ver a los señores McClain… así que supongo que luego probarás tu suerte.”
“Intentaré, luego. En algún momento irán a almorzar, supongo.”
“Exacto. Bueno, quería mencionarte que ya tengo todo planeado. Le comentaré al señor McClain que tengo preparada una visita especial para la cena, sin decir tu nombre, claro. En la cena, llegaré de tu brazo. Y de ahí todo queda en tus manos. Sé que marcarás una buena impresión con los McClain, Keith.”
“Gracias, Mari. Y gracias por tu ayuda.”
“Es un placer ayudarte. Por cierto, le comenté a Kanan y a mis amigos… ¿Te los mencioné ayer, recuerdas?”
“Oh, los bailarines de tercera clase.”
“Mm…” Mari se llevó una mano al mentón, pensativa. “Bueno, la gran mayoría son bailarines, así que tienes razón. ¡En fin! Les comenté que sería lindo pasar todos juntos una noche. Hay una fiesta en el salón de tercera clase, y sé… sé que Lance aún no está del todo bien como para bailar y tomar, pero al menos podríamos sacarlo del hospital por una hora. Para que se despeje un poco y respire… aunque no se cuánto puedes respirar en un ambiente como ese. Al menos le subirá los ánimos. ¿Te parece?”
“…Sí, yo creo que está bien. Al menos una hora, porque debe estar estresado de andar entre cuatro paredes blancas todo el día.”
“Si llegas a visitarlo, le dices. Sino, cuando nos encontremos más tarde para ello, le comentamos la idea juntos.”
“Perfecto.”
“Iré a ver a Lance. Si quieres, puedes quedarte por acá, para que veas cuando yo salgo junto a sus padres.”
“…Gracias, Mari.”
“¡No te preocupes! Lo veo luego, señor Duff Gordon,” e hizo una reverencia, alzando levemente su vestido.

Mari corrió hacia las puertas del hospital, y Keith sonrió.

Lance tenía una suerte tremenda: sin duda, Mari era una amiga inigualable.




4th evening




Lance se levantó por el sonoro golpe de la puerta al cerrarse. Mari y Keith ingresaron al cuarto con expresiones llenas de decepción y rabia, y supo que se traían malas noticias.

No los había visto por el resto del día: en el caso de Mari, cuando lo dejó para ir a la cena. En el caso de Keith, desde la mañana. A este último no lo culpaba por ello, puesto que sabía que se trataba por los señores McClain.

“No hace falta comentarlo, porque creo que nuestros rostros dicen absolutamente todo, pero te lo confirmamos de todas maneras: la cena no pudo salir peor,” dijo Mari, y se desplomó en su asiento. Keith la imitó, soltando un suspiro y sentándose a su lado.
“¿Qué sucedió?”
“Tu padre no tiene solución. Es tan cerrado al cambio. Tan… cegado por su odio a sus rivales, que ni bien vio a Keith y escuchó su apellido, hizo un escándalo en la cena. Me maldijo, en frente de todos, pensando que yo estaba buscando traicionar a la familia mediante mis acciones. No… pude contenerme, y le respondí.”
“Y no fueron palabras delicadas y bellas, precisamente,” comentó Keith. “Fue muy desatinado de tu parte, Mari. Quién sabe lo que habría hecho el padre de Lance.”
“¿Qué iba a hacer? Ya estoy casada con su hijo, no puede hacer nada.”
“No, Keith. Me alegra que Mari haya retado a mi padre.”
“…¿Qué?” Mari y Keith comentaron al unísono, y lo miraron, extrañados. Esa respuesta no era la que esperaban, definitivamente.
“Ya era hora de que alguien lo encarara,” dijo Lance. “Ninguno de sus socios o sus miembros de su familia se atreven. Ni yo lo he hecho, realmente. Pero… ¿Qué le dijiste?”
“Que su odio le haría pagar muy caro en el futuro…”
“Okay, eso es un poco… subido de tono,” admitió Lance.
“Luego de eso, Keith y yo salimos del restaurante y vinimos para acá. Aquella cena no era nuestro único plan para la noche, después de todo,” Mari le sonrió a Lance.
“¿Por qué lo dices?”
“Mari. Tu estuviste toda la tarde acá, ¡¿y nunca le contaste?!”
“¡No podía! ¿Acaso te olvidas de que su familia estaba con nosotros? ¿¡Cómo le iba a mencionar que lo sacaríamos de aquí para llevarlo al salón de tercera clase!?”
“Que van a HACER QUÉ”
“Te llevaremos al salón a pasar una hora fuera de tu celda hospitalaria,” dijo Mari, como si se tratase de una simple tarea: regar las plantas, pasear al perro, cambiarse de ropa.
“Eh, no. Gracias. Sé que buscan hacerme un favor con eso, porque necesito un poco de aire, pero… creo que me pondré peor en un lugar como ese.”
“No seas clasista, Lance,” le dijo Keith.
“No es eso. No quiero que se arriesguen en sacarme de aquí, si al final puede que ni aguante dos minutos en aquel ambiente…”
“Bueno, ese es nuestro problema. Keith podría traerte de vuelta, ya vemos cómo hacemos.”
“¿Te puedes parar?” le preguntó Keith.
“Creo que sí,” dijo Lance, e intentó levantarse. Luego de unos segundos, logró flexionar sus piernas, y se bajó de la camilla. “No estoy perfecto, pero sobreviviré.”
“Sólo será una hora, tranquilo,” dijo Mari. “Y te cuidaremos con nuestras vidas. Te lo juro.”
“…Okay, me convencieron,” dijo Lance. Soltó un suspiro, a la vez que iba por su ropa. “Cualquier lugar es mejor que este cuarto. Ya estoy harto.”
“¡Perfecto!”

Y los tres se apresuraron en ayudar a Lance a alistarse, porque les esperaba una noche magnífica: el tiempo era muy valioso.




4th night




Tal como había esperado, el ladrón ingresó a su suite en el momento indicado: luego de la cena, casi a las nueve de la noche.

A diferencia de días anteriores, Eureka había optado por quedarse en su cuarto en vez de asistir con los Gladstone a la cena. Y agradecía haberlo hecho, porque estaba determinada a descubrir quién era la persona detrás de los robos.

Estaba segura de que no se trataba de Oikawa. Era imposible, considerando que habían pasado la noche del masquerade bailando y luego, compartiendo historias y anécdotas sobre sus familias en la cubierta de paseo. Le sorprendió oír más sobre los orígenes del joven, quien hasta ese entonces, se había cerrado a la idea de intercambiar información sobre sus pasados. Había sido una linda noche.

Se despidieron a las tres de la mañana, y los reportes de McClain había indicado que él se había topado con el ladrón una hora antes de eso.

Miedo y curiosidad la habían llevado a esperar a que el ladrón diese con su suite, en busca de desenmascarar su identidad. No le había comentado nada al respecto a Oikawa, y esperaba que él nunca se llegara a enterar de sus acciones, porque estaba segura de que, de ser el caso, recibiría un larguísimo sermón de su parte. Por su seguridad, y más que nada, por la seguridad del diamante. Porque al parecer, eso era lo más importante para él.

Su puerta andaba junta, lo que le permitía ver parte de lo que transcurría en la sala principal de la habitación. El ladrón acababa de entrar, y desde su posición, podía observar su perfil.

Se le escapó un grito silencioso al notar que se trataba de Gibson, el supuesto reemplazo del señor Abott a bordo del Titanic.

Con razón se le había hecho un tanto extraña y ajena su presencia.

De la sorpresa, retrocedió unos pasos, y el candelabro en sus manos chocó con la mesa de cristal de su cuarto, alertando al ladrón de la presencia de una persona más dentro de la estancia.

Por la ranura de la puerta, pudo ver cómo Gibson se acercó hacia su cuarto. Antes de llegar, sin embargo, fue embestido por Oikawa, quien había ingresado de golpe a la habitación. Eureka abrió la puerta, y se encontró con el rostro enojado del joven, quien no le hizo mayor pregunta, sino que la tomó de la mano y se la llevó lejos del lugar.

Para la mala suerte de ambos, Lelouch fue detrás de ellos.






La promesa de Mari de, citando, ‘cuidarlo con su propia vida’, se había esfumado ni bien sus ojos encontraron los de Kanan en el salón de tercera clase. Lance permaneció apoyándose sólo de Keith, mientras ambos observaban el ambiente con extrañeza. No demoraron en ser jalados a una mesa por los que, suponían, eran los amigos de Kanan. Mari y ella fueron muy rápidas en presentarlos: eran Souji, Dia y Allura, amigos de Kanan de su trabajo antiguo.

“Diles que es el Moulin Rouge de una vez, Mari,” comentó Dia, quien andaba muy *extrovertida*, producto de la cerveza en sus manos. Le invitó una ambos, y aunque en un inicio se mostraron un tanto en contra de ello, terminaron probando la bebida.
“Bueno, ella misma lo dijo, así que no tengo la culpa de nada,” se defendió Mari.
“Ustedes… ¿trabajaron en el Moulin Rouge?” preguntó Keith, muy interesado en el tema. A su lado, Lance estaba seguro de que se relacionaba a lo que le había contado sobre Jason dos noches atrás.
“Sí, yo era una pianista, Souji era un bailarín del elenco principal, y Dia y Allura eran las bailarinas más populares,” comentó Kanan.
“¿Alguien de ustedes conoció a Blanche-Neige?” dijo Keith, y dio un sorbo a su cerveza.
“…Sí. Yo soy ella,” dijo Allura. “¿Me conoces de algún lado?” preguntó, muy curiosa.
“N-No, nada. Me pareció escuchar tu apodo entre los socios de mi familia.”
“De seguro. Allura era la más popular de todas las bailarinas, a mi parecer,” dijo Dia.

Lance notó que Keith se veía un tanto incómodo, y fue rápido en sugerir que salieran a bailar. El resto del grupo accedió, comentando que justo esa había sido la mejor manera para ellos de conocer a fondo a Mari.

Pero Keith nunca vivió la celebración como el resto. Parecía ido, ensimismado en sus propios pensamientos. Lance no necesitaba confirmación de su parte para saber que se trataba sobre Jason y su amante, quien había resultado ser Allura, la mujer que acababan de conocer.

“Mari,” interrumpió a su amiga en pleno baile. “¿Sabes de algún lugar tranquilo a donde Keith y yo podemos ir? Estoy cansado, pero no me quiero regresar al hospital aún.”
“Mm… podrían ir a la capilla. Sé que es un poco lejos, pero les podría servir.”
“Perfecto, gracias. De ahí te veo.” Luego de sonreírle, se giró hacia a Kanan, con la misma sonrisa. ”Cuídala, por favor.”
“No te preocupes, Lance.”
“Estoy en buenas manos~” canturreó la rubia, y Lance rio por lo bajo, mientras iba por Keith.







“Con razón. Ya decía yo: estabas muy complaciente con todo lo que te decía.”
“¿Y cómo sabías que te escondía algo?”
“No sé, Eureka. Sólo lo supe y ya. No pensé que sería esto,” dijo, y se giró para señalar a Lelouch, quien los perseguía con un revólver por el barco.

Para suerte de Gibson, la mayoría del personal andaba descansando, y pocos pasajeros se encontraban despiertos por tratarse de altas horas de la madrugada.

El único recorrido que podían tomar era colarse por los salones de la segunda y tercera clase. A Eureka se le ocurrió probar con la segunda opción, puesto que imaginaba que andaban celebrando una fiesta en esos momentos. Oikawa suspiró, pero siguió su sugerencia, y se encontraron a sí mismos en un mar de gente humana, que danzaba y bebía como si no hubiese mañana.

Felizmente, el exceso de gente jugó a su favor, y lo perdieron al cabo de un tiempo. Para cuando salieron rumbo a los cuartos del personal, Lelouch ya no estaba detrás de ellos.

“Escucha, te vas a quedar conmigo y con Iwaizumi hoy. ¿Está bien?”
“Creo que eso será más escandaloso que regrese a mi suite, Oikawa.”
“No, no voy a permitir que regreses a ese lugar. Quién sabe lo que Lelouch pueda hacerte si te encuentra allí.”
“¿Te acuerdas que te comenté, aquel día que hicimos el trato, de que un hombre muy amable se puso de mi lado durante una discusión?”
“¿Sí? ¿Y eso cómo se relaciona a—?”
“Ese hombre era el que nos persiguió hasta hace un rato. Se llama Lelouch Gibson, y manifestó haber venido en reemplazo al señor Abott, un socio de mi familia.”
“Bueno, al igual que yo, se buscó la manera de subir al Titanic. Por eso no lo culpo. ¿Pero herir gente? Esa es otra cosa.”
“Estaba dispuesto a matarnos…”
“Sí, pero ya pasó. No sé cómo Iwaizumi reaccione a esto, pero sé que no estará nada contendo con lo que ha pasado.”
“¿Le contarás?”
“Omitiré la parte en la que yo también soy un ladrón y que me subí al Titanic en base a engaños al igual que Gibson, pero sí, le contaré el resto.”







“Disculpa, nunca imaginé que tremenda coincidencia sucedería así como si nada.”
“No es culpa de nadie, Lance,” dijo Keith, paseándose por al capilla.

La única luz que pintaba el lugar era la luz de la luna, la que dejaba la mayoría de la capilla en penumbras. Sin embargo, el lugar era de una belleza impresionante. Al igual que el resto del Titanic, su detallismo recargado parecía, en vez de verse alborotado, deslumbrar de una manera singular.

Lance no podía imaginarse lo que Keith andaba pensando, pero suponía que era una mezcla de sentimientos encontrados. Keith podía culpar a Allura por la muerte de su hermano, puesto que contrajo tuberculosis por sus continuas visitas a París, más específicamente, al Moulin Rouge. Pero no había sido culpa de ella, ni de Jason, de enamorarse. Y esperaba que, aunque le costara, Keith fuese capaz de darse cuenta de este detalle.

En vez de buscar las palabras indicadas, optó por hacer un bufón de sí mismo: un acto que siempre le salía a la perfección.

“¿Escuchas?” le dijo, y colocó una mano en su oreja, como intentando oír algo. “Te juro que escucho una canción. Un poco lejos de aquí, sí, pero es música al fin y al cabo.”
“Lance, estás loco.”
“No, no. En serio escucho música… de algún lado.” Lance corrió a pegar la oreja en una de las paredes de la capilla. “¿No será del salón de tercera clase?”
“Imposible que llegue hasta acá.”
“Mm, bueno, en todo caso, improvisaré.”

Y corrió a tomar a Keith de la mano. Guió su brazo hasta extenderlo, y con su mano libre, colocó la de Keith en su hombro. Luego, rodeó su cintura, y empezó a bailar al ritmo de un vals.

“¿Qué… qué es lo que haces?”
“Bailo. ¿Tú?”
“No entiendo… por qué bailamos.”

Era difícil hacerlo dentro de la capilla, pero había un espacio libre de bancas en frente del altar, y Lance aprovechó para dirigir a Keith, mediante el baile, hacia aquel lugar.

“Porque me debes un baile. No conseguimos hacerlo en el salón.”
“Yo no te debo un baile.”
“Bueno, entonces, tómalo como clases gratis de baile,” le dijo, y sonrió.

Empezó a tararear una canción en el oído de Keith, a la vez que dirigía sus pasos al compás de la música. Keith, como siempre, logró adaptarse al ritmo de Lance rápidamente. Y recordó, entonces, aquel partido de squash del primer día del viaje.

No entendía, cómo ese día, se le había hecho difícil seguirle la corriente, si era algo muy sencillo.

Pero tal vez se debía a todo el tiempo que habían pasado juntos desde ese entonces.

“Eres ridículo,” le dijo Keith, entre risas.

Tal vez era la cerveza que habían tomado, o la emoción del momento. Tal vez era el lugar en el que se encontraban: podían ser libres al fin en la intimidad de aquella capilla… pero lo cierto era que Lance ya no sentía vergüenza por nada. Y eso era estupendo, pero preocupante, considerando lo impertinente que era cuando se sentía muy cómodo y agusto con la compañía que tenía.

“Pero te gusto así,” le bromeó.

Lance esperó un sonrojo en sus mejillas, en el mejor de los casos. Esperó timidez, esperó una mirada cohibida.

Esperó de todo, menos una confesión.

“Sí, me gustas.” La respuesta de Keith fue firme, decidida. Sus palabras no hicieron más que confundir a Lance, quien se demoró en comprender lo que ocurría.
“Qué.”
“Que me gustas.” Keith se le acercó un poco más, hasta quedar a pocos centímetros de su boca. “¿Esperabas otra reacción?”

Por unos instantes, Lance estuvo a punto de sucumbir a la tentación de probar sus labios. Pero la impulsividad no era lo suyo: Keith era el amo y señor de esta. Lance era más de hablar hasta por los codos. Esa era su característica principal, además de su elegancia y buena apariencia.

“¡Cla-claro que sí! Tenías que cohibirte, mostrarte muy tímido. Desviar tu mirada a un lado, negarte. No… ¡No ganarme! ¡Yo quería decirte eso primero!”
“Ves, ahí vas de nuevo con tu ridiculez,” y a pesar de sus palabras, Keith sonreía de oreja a oreja, sin dejar de mirarlo. “¿Cuál es el problema? Es mutuo, ¿no?”
“Tienes… razón.”
“Me gustas, Lance,” dijo, en un susurro sólo para él.

Lance aprovechó la cercanía, y con sus manos, tomó las mejillas de Keith para acortar aún más la distancia entre ellos.
« Last Edit: November 30, 2017, 10:42:49 PM by Eureka »


Nanami

Recordé que tenía esto, y esto va justo cuando se están empezando a hundir/se están  hundiendo. VOY ATRASADA PERO AL MENOS VEAMOS SI ACABO ESTO. Tagwarning de #Drama


Las noches desde que William se había cambiado de turno eran de las mejores que el pelirrojo podía recordar. No había pasado tanto tiempo con alguien que él estimara desde que era un niño, y aunque el rubio escondía la gran mayoría de lo que sentía, Kota sabía que también le gustaba pasar tiempo con él.

O al menos le gustaba convencerse de ello. Bastaba con el sueño de los dos, con el tiempo juntos, con la mueca de cansancio en ambos rostros tras una larga noche y el sonido de sus nudillos golpeando los contrarios en un Buenas noches. ¿Qué importaba que todos los músculos reclamaran si cada día estaban más cerca? No se iba a quejar, tal como nunca se había quejado en su vida.

Por eso cada despertar era con una sonrisa a pesar de sentir que se moría de cansancio por dentro, porque tenía el objetivo tan grabado en su rostro que era imposible quitar la mueca de sus labios. Era esa clase de sonrisa contagiosa, manchada en humo y carbón, que brillaba más entre más quejas daba su mejor amigo sobre el sistema, la vida, sobre lo que sea que William estuviese quejándose en ese momento. Era la clase de sonrisa que seguía bailando invencible incluso cuando empezaron los gritos, las alarmas, las órdenes desesperadas, las miradas asustadas.

Si no sonreía iba a perder la esperanza. Y no podían ahora, estaban tan cerca. Demasiado cerca. Casi lo lograban. Si no sonreía y se dejaba controlar por el pesimismo que invadía a su rubio compañero...No quería pensar en eso.

ー ¡Will, sálgamos de aquí! ¡Ya a nadie le importan las calderas!ー Le cortó sin importar lo que fuese que el otro estuviese diciendo y le tomó de la manga tirando la pala lejos.ー Te vienes conmigo, no te voy a dejar solo. ¡Nada que te suelte! ¡Vente conmigo, Will! ¡Sí, Sí, lo sé, es mi culpa, lo sé! ¿Pero podemos hablar de eso cuando salgamos de aquí?ー

Dolía seguir sonriendo así pero no quedaba otra, el realismo de William era demasiado incluso para él. No quería escucharle decir todo eso que era verdad, no que se iban a morir en esas calderas sucias por la simple razón de seguir un sueño inútil que ni siquiera tenían garantizado. No quería ver la resignación en ese rostro. No, no iba a permitirlo. Aunque le tuviese que mentir, iba a seguir sonriendo para alentarle a huir.

ー Vamos Will, ¿de verdad quieres acabar aquí? No, nada de eso. ¡No pienses que nos vamos a hundir! ¡Es el grandioso Titanic! ¿Crees que lo han construido tan mal?ー Mentiras, más mentiras, más efusividad para ocultar el mismo miedo que le subía a la garganta mientras sentía el agua subir a sus pantorillas. Los gritos del Jefe Ulric se escuchaban como un zumbido, una orden clara de que fuesen a la salida. Que la iban a cerrar.

Si la cerraban, estaban perdidos. Si la cerraban, era igual a la muerte. Si la cerraban, no quedaba futuro ni sueño que perseguir.

ー Sé que podemos hacerlo, al menos sé que tú puedes hacerlo. Eres el mejor en todo Will, sólo cree en eso. ¿Si? ¡Sólo sígueme!ー ¿Seguirlo pedía? Por seguirlo estaban ahí ahora. Aún así no soltaría la manga de Will y se apresuraría a correr más rápido. Ya estaban cerca.

Tan cerca que el sonido fuerte del metal caer logró callar las réplicas de Will y envolvió todo en silencio.

« Last Edit: November 30, 2017, 09:10:09 PM by Nanami »


Eureka

TERMINÉ DENME MI ESTRELLITA

Esta asquito pero en fin




5th evening





Era de esperarse, realmente. Keith sabía que este momento llegaría, pero sólo esperaba que se demorara un poco más.

Llegó, finalmente, la tarde del quinto día de viaje.

Y sentía que su mundo se desmoronaba.

Los rumores del tiempo que pasaba junto a Mari y Lance llegaron a los oídos de su padre durante el almuerzo: algún hombre de primera clase manifestó haberlos visto a los tres en los salones comunes de tercera clase. Eso, junto al testimonio de Alfred, que contaba cómo Keith desapareció por días, calzaba perfectamente con su actitud durante el viaje. Sin embargo, su padre se aguantó hacer un escándalo en plena comida, optando por dejar el sermón para después. Y así fue: lo citó en su cuarto en la tarde, unas horas después.

Keith sabía lo que se venía.

La cachetada no le dolió tanto, realmente. Lo que realmente dolió fue escuchar las palabras que su padre espetó en referencia a los McClain. En referencia a la deshonra que Keith había sido al juntarse con Lance, traicionando al linaje Duff Gordon. En referencia a su hermano mayor, Jason, argumentando que Keith seguía el mismo ejemplo de su hermano.

Según el señor Duff Gordon, no había diferencia entre ambos. Jason y Keith eran iguales. Con sus acciones, habían decepcionado a su padre y manchado el nombre de su familia.

Y Keith, aún así, no entendía en qué se había equivocado. Su padre no se había enterado de la verdadera naturaleza de su relación con Lance, pero por sus palabras y acciones, tal parecía que ese era el caso.

Le prohibieron enteramente tener cualquier tipo de contacto con Lance o con Mari, y le obligaron a permanecer al lado de los Duff Gordon por el resto del viaje.

Keith suspiró, y asintió en silencio.

Antes que aceptar su destino, había algo muy importante que tenía que hacer.






No consiguió momento de escaparse de sus obligaciones hasta la hora justo después de la cena, cuando su padre le permitió regresar a su suite. Pero Keith aprovechó para bajar al salón común de tercera clase, con la esperanza de encontrar a Allura en alguna parte.

Parecía que el universo jugaba a su favor, porque ahí estaba la mujer, junto a la otra amiga de Kanan y Mari, Dia. Se les acercó a paso apresurado, y a ambas les sorprendió su presencia. Parecía que Kanan les había comentado lo que había sucedido con el padre de Keith.

“Keith, nos alegra verte bien,” comentó Allura, sin importarle aquella marca en su mejilla. “¿Necesitas algo?”
“¿Puedo hablar contigo, Allura? Es… urgente.”
“Por supuesto. ¿Qué tal si damos un paseo por la cubierta?”

Allura y Keith se excusaron con Dia, y fueron rápidos en coger el asensor, rumbo a la cubierta de paseo.

Una vez allí, Allura lo invitó a sentarse junto a ella en una de las bancas, observando el mar con tranquilidad.

“Sé quién eres realmente, Keith.”
“¿C…cómo?” Keith se mostró muy confundido.
“Mari mencionó tu apellido anoche, luego de que se fueron. Y me di cuenta del motivo detrás de tu curiosidad. Sí, yo fui la amante de tu hermano. Qué pequeño es el mundo, ¿No?” comentó, entre risas.
“Lo siento mucho…”
“No, no te preocupes. Yo también lo siento. Jay era tu hermano mayor, después de todo.”
“Pero… de lo que me contó, sé que ustedes tuvieron una relación muy cercana.”
“Sí, es cierto. No tienes idea de lo feliz que me hizo al proponerme escapar del Moulin Rouge junto a él. Fue el día más feliz de mi vida, y no cabía en mi alegría, día y noche pensaba en ello. Sólo esperaba el momento en que regresara, dispuesto a llevarme a Inglaterra con él. Pero… me enteré de lo que le sucedió, y al inicio, entré en negación. No podía creerlo.”
“Yo tampoco, te entiendo. Fue de un día para otro.”
“Pero se había mostrado enfermo antes. Sólo que lo escondía muy bien. Recuerdo que siempre llevaba un pañuelo consigo, de seguro para disimular la sangre que tosía. Lo extraño, Keith. Lo extraño como no te imaginas. Daría todo por volver a pasar aunque sea un segundo de mi vida con él.”
“…” Keith se quedó en silencio, observando el mar junto a ella.
“Tú tienes una oportunidad.”
“¿De qué?”
“De pasar tu vida con Lance.”
“…” Keith la miró, sorprendido. Fue rápido en desviar su mirada, avergonzado.
“No lo puedes esconder. Ayer, aunque interactuamos por poco tiempo, pude ver cómo lo mirabas. Y cómo te miraba a ti. Pensé que ya eran una pareja, realmente.”
“No… no lo somos.”
“No desperdicies esa oportunidad por lo que diga tu familia. Sé que suena extremadamente impulsivo, y me parece el peor consejo que he dado hasta ahora, pero si sientes que lo que tienen es especial, pues vale la pena arriesgarte por eso. Sólo para decirte un dato que Mari me dio… han amarrado a Lance a la camilla, porque no se cansa de intentar zafarse de todo e ir a buscarte.”
“…” Keith se mantuvo en silencio. De un momento a otro, se paró. Le sonrió a Allura en silencio, y le ondeó la mano, a la vez que caminaba hacia la escalera principal.





5th night




Lance suspiró. Había dejado de contar sus intentos, pero no estaba dispuesto a rendirse. Se liberaría a toda costa.

Mari le había contado lo que sucedió en el almuerzo. Además de que el padre de Keith se veía a punto de explotar, cuando lo vio luego, notó una marca en su mejilla. El pensamiento de que el hombre, lleno de rabia, le había golpeado a su propio hijo, lo llenó de ira, y se levantó de la camilla, dispuesto a decirle sus verdades. Los doctores, por supuesto, habían sido rápidos en sedarlo y acostarlo de nuevo, esta vez amarrado a la cama, para que no pudiese escapar.

Cuando abrieron la puerta, esperó ver a sus padres, preparándose para el sermón que ellos le darían. El rumor, después de todo, también había llegado a ellos, y ya estaban enterados de que Lance se había vuelto amigo de Keith. Felizmente, aún no sabían nada de su relación romántica, lo que le daba un gran alivio.

Le sorprendió ver a Keith en la puerta, quien corrió a su lado a liberarlo.

“Keith, si tu padre te ve acá, te va a matar. Me va a matar. Será un homicidio doble.”
“¿Eso es lo que me dices cuando vengo a rescatarte?” le reclamó.
“…Buen punto.”

Keith fue rápido en sus acciones, y en un par de minutos, Lance podía movilizarse sin problema. Corrió por su ropa, y Keith lo ayudó a cambiarse.

“¿A dónde nos vamos exactamente?”
“No sé. No planeé muy bien esto, si te soy sincero.”
“No me sorprende, pero gracias,” y le dio un beso. “Tres días en este lugar me han hecho odiar los hospitales de por vida.”







“¿Estás seguro?”
“Sí, te lo juro.”
“¿Y si te digo que tengo el diamante en un bolsillo escondido?”
“Eureka, no me importa a estas alturas,” Oikawa suspiró, estrujándola contra su pecho. “Puedes botarlo por la borda y me dará igual.”
“¿Qué te hizo cambiar tanto de opinión?”
“¿Te olvidas que ayer estuviste al borde de la muerte?”
“Oh, claro.”
“Ahora, descansa.”
“¿Te olvidas que mi familia me busca por el barco entero? No puedo descansar con ese pensamiento repitiéndose cada segundo en mi cabeza.”
“…” Oikawa suspiró. “Te entiendo, pero es muy riesgoso. Tengo miedo de que por decirle algo a alguna de tus criadas, Lelouch te encuentre. O me acuse de ser el ladrón. O no sé, ese hombre es muy inteligente.”
“Si puede abrir las puertas de las suites de primera clase, y maquinar estrategias tan detalladas para conseguir tantos objetos de valor, pues sí, lo es.”
“Lo mejor será dejar de cruzarnos con él. Y si para eso debemos quedarnos en mi cuarto por el resto del viaje, pues será así. Iwaizumi nos está ayudando con la comida, así que no me quejo. ”
“Me alegra que Iwaizumi sea tan cercano a ti como para que haya fabricado una excusa en tu nombre.”
“Es un buen amigo,” Oikawa rio. “Me da pena no poder decirle la verdad, pero si nos encontramos algún día nuevamente, lo haré si o si.”
“Por cierto, ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos bajamos en Halifax?”
“No, en Nueva York, de todas maneras. Halifax es muy peligroso ahora que no tengo el diamante. Igual… debo advertirte que por este incumplimiento del trabajo, nuestra vida será… un poco peligrosa de ahora en adelante.”
“Nuestra vida.”
“Sí, nuestra.”
“Por cierto.”
“¿Qué?”
“Sí tengo el diamante conmigo.” Y lo sacó debajo de su falda. “No mentí sobre el bolsillo secreto.”

Oikawa rodó los ojos, pero le sonrió al cabo de unos instantes.







“Kanan, no sé que tanto te guste la idea. Pero… pienso escaparme contigo luego de que lleguemos a Nueva York.”
“Mari, ¿Estás loca?” Kanan se veía muy preocupada por las palabras de la rubia. “No tengo un trabajo concreto, no te puedo dar seguridad económica… No hay forma de que tengamos una vida decente.”
“¡No seas así! Podemos encontrar trabajo juntas. Estoy segura de que si alguien te escucha tocar el piano, sí o sí te contratará. Y yo puedo conseguirme un trabajo como telefonista… Ya verás, juntas podemos solucionarlo. Y no estaremos solas.”
“¿Por qué lo dices?”
“Porque sé que Keith y Lance se vendrán con nosotras. Y Allura, Dia y Souji, por supuesto. Los siete podemos vivir juntos. Estaremos cerca y nos apoyaremos de todas maneras.”
“Lo haces sonar muy sencillo.”
“Lo sé, pero es lo que deseo. Mi familia… ya te conté cómo reaccionó cuando se enteró de que Lance y yo somos amigos de Keith. Y eso que ni saben que Keith y Lance son novios.”
“Sí. Ese ambiente no es bueno para ninguno de ustedes.”
“¡Por eso debemos huir! Y no me quiero ir con nadie más que contigo, Kanan.”

Kanan suspiró, pero le sonrió, y asintió.

“Tú ganas.”
“¡Perfecto! Hay que reunirnos con Lance y Keith. De seguro ya están saliendo del hospital ahora.”
“¿Para…?”
“¡Celebrar!” Vayamos al comedor de primera clase y celebremos. Sin importarnos lo que diga el resto.”
“Tienes unas ideas muy disparatadas, Mari,” le dijo Kanan, enternecida.
“Es mi encanto~” le canturreó, mientras tomaba su mano y la conducía al comedor de primera clase.







“¿Por qué Mari sugirió que nos reuniéramos en el comedor de primera clase?”
“No me preguntes a mí,” dijo Lance, encogiéndose de hombros. “Ella es igual que tú. Se le ocurren ideas disparatadas de vez en cuando.”

Aquel acto recibió una mirada de disgusto por una de las mujeres con las que compartían el asensor, pero Lance sólo rio ante su gesto, en vez de amargarse por él.

Les dieron unas ganas de agarrar a Keith y besarlo en frente de la mujer para darle un paro, pero tal vez eso podía ser en otra ocasión.

“Sólo espero que no se relacione a la cena de ayer. Con lo de mi padre, y lo que vimos del tuyo ayer, es suficiente decir que mi plan nunca sucederá.”
“Lo sé, y lo siento,” y estrujó su mano, aprovechando que nadie los veía.

En esos instantes, un remezón sacudió el asensor, deteniéndolo en el acto. El botonés encargado le aseguró la calma a los pasajeros, y pidió que le dieran unos minutos para que retomara su recorrido. Efectivamente, al cabo de unos minutos, el asensor subió de nuevo, y llegó finalmente al vestíbulo principal.

Allí, Lance y Keith observaron a los pasajeros alborotados, preguntándole al personal acerca de aquel extraño temblor que habían sentido. Los miembros de White Star Line, sin embargo, se mostraron muy calmados al decir que se trataba de seguro de un pequeño golpe que el barco realizó al ir a tan grandes velocidades. No había nada de qué preocuparse, según ellos.

Lance tiró de la mano de Keith, y lo llevó hasta la cubierta de paseo. El frío que asolaba la zona era devastador, pero ambos ignoraron aquel detalle para darle importancia a la vista en frente de sus ojos: toda la cubierta de paseo izquierda estaba llena de granizo y hielo.

Ese golpe que habían sentido fue producto de un iceberg.






Iwaizumi llegó al cabo de unos minutos del remezón, pidiéndoles que salieran a la cubierta y se pusieran los salvavidas que les había traído. Les comentó que parecía algo muy leve, pero que por precaución, salieran junto al resto de pasajeros.

“¿Y tú?” le preguntó Eureka.
“Tranquilos, no soy un idiota. Los veré luego, no se preocupen,” les aseguró, con una sonrisa.

Oikawa aprovechó su ropa de civil para encajar perfectamente con el resto de pasajeros en la cubierta. Ambos lograron ver que el personal de White Star Line ayudaba a despejar las zonas alrededor de los botes salvavidas, y luego de prepararlos para descenderlos, pedían que la gente se subiera a estos. Empezaron pidiendo a mujeres y niños, y Oikawa fue muy rápido en empujar a Eureka en dirección de los capitanes que subían a la gente a los botes.

Pero ella se aferró de él.

“No me voy sin ti,” le dijo ella.
“Eureka, tienes qué. No puedo permitir que te quedes sin bote. Yo luego buscaré uno. Acabo de oír por ahí que al otro lado de la cubierta están permitiendo que hombres se suban a los botes. Por favor, hazme caso.”
“…”

Eureka dudó. La gente no parecía muy desesperada por subirse, pero si habían empezado a sacar los botes era por algo.

“Ten,” y le entregó el diamante que había guardado en los bolsillos de su saco. “Tienes que devolvérmelo en Halifax. Donde quedamos. El 17, a las 5, en la plaza central. De ahí podrás reclamar tu dinero, no te preocupes, pero quiero verte ahí con el diamante. Por favor.”
“Te lo prometo,” le dijo, besando su mano. “Allí nos veremos.”







“¡Mujeres y niños primero¡” decía uno de los oficiales del barco, mientras pedía que se subiera más gente al bote salvavidas.

Keith, a su lado, parecía ido, y Lance tiró de su mano sutilmente para llamar su atención.

“¿Keith? ¿Estás bien?”
“El barco se va a hundir, Lance,” le susurró, para él. “Acabo de ver a su arquitecto al borde del llanto. No tiene sentido que nos pidan abordar los botes si es algo muy leve.”
“Bueno, entonces, con mayor razón, debemos buscar uno.”
“Mis padres. Lance, tengo que ir por ellos.”
“Keith… Keith, no nos podemos separar. Podría significar nunca vernos de nuevo. Si tienes que verlos, iré contigo.”
“No, Lance, es muy peligroso.”
“Keith,” Lance lo tomó de los hombros, y lo sacudió levemente. “Estoy contigo. No estás solo. No creas que no me di cuenta de lo que te hizo tu padre,” mencionó, acariciándole la mejilla. “No puedo permitir que lo vuelva a hacer. Sí quieres verlo, no hay problema, busquémoslo juntos.”
“¿Y si a tí te hace daño?”
“No hay forma. ¿Recuerdas que hace unos días me golpearon en la cabeza y sigo aquí?” Y sacó pecho, orgulloso de aquel logro. Keith rio, y asintió.
“Okay, vamos, entonces.”




Luego de una media hora de intensa búsqueda, lo encontraron en el comedor, negándose a salir al frío. Junto a él, la madre de Keith y Damian yacían sentados en una mesa. Los tres se sorprendieron al ver a Keith llegar junto a Lance.

“Padre, debe salir afuera. Los botes… hay muy pocos para todos los pasajeros. El barco se va a hundir, deben… por favor, salgan. Damian, madre, vayan, por favor.”

Damian reaccionó antes que su madre, corriendo hacia la salida del comedor. La mujer fue trás de él, igual de perturbada por las palabras de su hijo.

“Ya veo que te has decidido por los McClain, Keith,” dijo su padre, con una voz muy calmada. “Es una pena.”

Del bolsillo de su pantalón, sacó un revólver, y lo apuntó en dirección a su propio hijo.

“Desde un inicio, supe que cometí el peor error de mi vida al apuntarte como sucesor de Jason. Pero tendré que vivir con ello. Ahora, Damian tomará tu lugar.”
“Sus hijos no son fichas del tablero que puede reemplazar como le plazca, señor,” le reclamó Lance.
“¡Tú no eres nadie como para indicarme cómo debo criar a mis hijos!”

El señor Duff Gordon había perdido totalmente la razón. Se notaba que no se encontraba en sus cabales, temblando mientras sostenía su cabeza con su mano libre.

“Padre, cálmese,” le suplicó Keith. “Podemos tomar un respiro, y atender la situación de emergencia en la que nos encontramos. Debemos ir por un bote rápidamente, ya casi no quedan asientos en los pocos que hay.”
“No. No voy a permitir que te salves. Cómo mi sangre pudo hacer esto, cómo pudiste traicionarme. Justo como Jason, justo como él. No te importó nunca la familia.”
“Eso no es ci—”
“¡NO ME LO NIEGUES!”

El disparo retumbó por toda la estancia. Se sintió como una réplica del remezon que habían experimentado casi dos horas atrás.

Keith sólo vio sus propias manos llenas de sangre. Esperó sentir dolor, pero nunca llegó.

Cuando enfocó su mirada, notó que no había sido él quien había recibido el disparo.

Había sido Lance.





“¡NO, NO ME VOY A SUBIR!” los gritos desesperados de Mari se mezclaban con la cacofonía de alaridos desesperados del resto de pasajeros, quienes recién se enteraban del verdadero estado del barco. El Titanic iba a hundirse, y no había manera de detenerlo.

Y los botes eran muy pocos para las 2344 almas abordo.

“No me puedo subir sin Lance ni Keith, Kanan,” le lloró la rubia.
“Mari, tranquila. Ellos de seguro ya encontraron un bote y están a salvo. Ahora nosotras debemos hacer lo mismo. Allura y Dia, junto con Souji, subieron en el anterior.”
“…No puedo, Kanan. No puedo subirme sin contar con la certeza de que Lance y Keith esten a salvo. Por favor, te lo suplico. Déjame ir a buscarlos.”
“Mari,” Kanan la tomo de las manos mientras le hablaba. “Por favor. No tiene sentido que nos pongamos en riesgo. El barco se va a hundir. Tenemos que salvarnos. Estoy segura de que ellos quieren que lo hagamos, estén donde estén.”

Pensó en la brillante sonrisa de Lance. Pensó en lo que su amigo le diría en esos momentos. Pensó en Keith y sus ocurrencias, sus ideas disparatadas, similares a las suyas.

Y los sintió muy cerca, aunque de seguro estaban lejísimos de allí.

Mari asintió en silencio, y amargas lágrimas brotaron de sus ojos y rodaron por sus mejillas.







Come Josephine, in my flying machine…”
Up she goes, up she goes… ¿te sabías la canción que tarareé ayer?” le preguntó Lance, y Keith asintió, acariciándole los cabellos. Su otra mano sostenía la de Lance sobre el pecho de este.

Lance yacía echado en el piso, con su cabeza en el regazo de Keith. El piso, a su alrededor, se había teñido de una tonalidad carmín.

Su padre había abandonado la escena casi inmediatamente, y no le sorprendía en lo absoluto, si era sincero consigo mismo.

Siempre había sido un cobarde, siempre huía de sus problemas. Lo hizo con Jason, lo hacía ahora, con Lance y con él.

“Claro que sí. Es sumamente conocida, Lance.”
“…” Lance sonrió, y escupió sangre. “Keith, deberías… salvarte. Aún puedes lograrlo.”
“Ya te lo dije mil veces. No te puedo dejar aquí.”
“No tengo manera de sobrevivir. La bala…”
“No voy a soltar tu mano. Lo prometo.”

Lance quiso refutarle, pero ya ni contaba con las fuerzas para ello.

Aquellos quince minutos fueron los momentos más tranquilos de su vida. Dentro del comedor, la desesperación y los gritos de afuera no se escuchaban en lo absoluto. Sólo permanecía el silencio que los acompañaba, y las luces de la estancia que cada vez perdían más intensidad.

Y Lance pensó que era una bonita manera de morir. Acompañado de Keith, en completa tranquilidad, en el suelo del barco que le había dado la felicidad más grande de su vida.

Junto a Keith, realmente, no se podía quejar de nada.


« Last Edit: November 30, 2017, 11:44:33 PM by Eureka »


Nanami

Ok, no lo dejé en el cliffhanger, aunque lo pensé. Luego fue como no puedo dejar de escribir y aquí llegué con otro breve pedazo. Faltaría uno más. Podría poner todo junto pero fallo y voy tirando de a pocos[?]


El silencio resonó en sus oídos al grado que parecía llegar a doler. Y estaba oscuro, ni las lámparas del estrecho pasillo iluminaban ya. Le costó poder levantarse del suelo húmedo y ubicarse en el sitio. Seguramente había perdido el conocimiento por un momento al golpearse el hombro con el metal. Lo sentía sangrar, empapar la camisa gastada, adormilarse. Había detenido la puerta un momento sacrificando su hombro pero lo habían logrado: habían cruzado la salida aunque no fuese ilesos. Era más de lo que William esperaba.

Hablando del susodicho, ¿dónde estaba?, no podía ver bien pero notaba que no había mucho movimiento a su alrededor. Seguramente los otros ya habían logrado huir, se habían apresurado a los pisos superiores sin importarles que unos pobres niños quedaran atrás. Eran unas víctimas más. Víctimas como todos los que no habían cruzado la salida y habían quedado sellados con las calderas. Almas que ya no volverían a reír ni lograrían pisar la tierra del nuevo mundo. Era desalentador, sin embargo no tenía tiempo para pensar en ello si quería que tanto él como su rubio amigo no fuesen añadidos a esa lista.

ー ¿Will? Sé que estás ahí, dime algo.ー El tono de su voz comenzaba a sangrar la desesperación tal como su cuerpo lo hacía y sus manos buscaban en la oscuridad la manga a la cual se había aferrado con fuerzas. Estaba tan oscuro, tan oscuro y el agua estaba tan helada...

...¿Por qué el agua seguía subiendo? ¿Por qué tenía que pasar esto en el mejor sitio que en su vida había trabajado? ¿Por qué a ellos? ¿En qué se había equivocado esta vez?

No tuvo tiempo para pensar más porque un leve susurro pronunció su nombre a sus espaldas y del salto casi sintió que el hombro se le terminaba de dislocar.

ー ¡No me asustes así, idiota!ー No obstante había alivio en su reclamo y se volteó para buscar los ojos ajenos en la oscuridad. No iba a pronunciar el 'estás aún vivo' que tenía en la punta de la lengua pero la intención estaba. En su lugar fue una risita nerviosa la que pronunció al ser reprendido por su exagerado grito. Al menos ni siquiera en la desesperación su mejor amigo cambiaba, seguía criticando como tanto le gustaba.

Le daba tranquilidad, si era posible, el saber que eso no cambiaba. Tener algo estable a lo cual aferrarse, seguir anclándose a ello.

ー Mira, pasamos la puerta, sabía que lo haríamos.ー Agregó tratando de levantarse con la ayuda ajena y le restó importancia a la nueva reprimenda, volvería a detener la puerta sin dudarlo. Rompería todas las puertas de ser necesario, lo haría por aquel que le ayudaba a estar de pie nuevamente.ー Nunca exploramos los pisos de arriba porque no teníamos autorización, parece que por fin tendremos una oportunidad de ver cómo viven los ricos.ー Seguir buscando lo positivo entre la madeja de la tragedia, seguir mencionando panoramas, seguir usando el plural para no ser abandonado.

Will no lo dejaría ahora que estaba herido ¿verdad?, iban a escapar juntos ¿verdad? Le daba miedo que no fuese así, que de pronto la única esperanza que tenía también fuese ahogada.

ー Lo sé Will, lo sé. Es mi culpa, déjame arreglarlo. Déjame sacarte de ésta. ¿Te he fallado antes?ー Lo estaba haciendo ahora.ー No digas eso, sólo subamos. Subamos lo más que podamos...estas escaleras deben llevar a algún sitio. Todas las escaleras lo hacen.ー

Y esperaba no equivocarse en eso porque podía morir en ese sitio pero no soportaría el perecer sabiendo que había cortado las alas del que era único para él.