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Proyectos => One-Shot Project => La Biblioteca => Topic started by: Sayi on August 05, 2017, 11:54:28 PM

Title: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Sayi on August 05, 2017, 11:54:28 PM
(http://i.imgur.com/ikGovZQ.png)

Era una mañana fría en el puerto de Southampton, un 10 de Abril de 1912, y varios grupos empezaban a formarse frente al gigantesco barco que ocupaba el muelle.

Desde inmigrantes humildes y trabajadores, hasta gente acaudalada y famosa, no había persona que no se maravillase con el coloso transatlántico esperando frente a ellos.

Entonces sonaron las primeras campanas, y los pasajeros de tercera clase se apresuraron en formar filas para la inspección sanitaria. Y una vez estos fueron acomodados por la tripulación, fue el turno de los pasajeros de segunda y primera clase abordar el barco. Tras ser recibidos personalmente por el capitán, los sobrecargos los llevaron a sus lujosos camarotes, adornados desde estilos renacentistas hasta el opulento francés rococo de Luis XV.

Cuando el vapor en las chimeneas empezó a inundar el ambiente, los pasajeros se apuraron a las cubiertas a despedirse de los espectadores en el muelle. Los fotógrafos capturaban la imagen del lujoso RMS Titanic en su viaje inaugural… como su nombre denotaba, un buque tan titánico que empequeñecía el muelle del que partía esa mañana.

Al recibir la orden, el barco alzó anclas y los remolcadores empezaron a guiar el transatlántico fuera del muelle de Southampton. Entonces el RMS Titanic se alejó de las costas inglesas, cruzando el Canal de la Mancha en dirección a la primera de dos escalas —Cherburgo en Francia y Queenstown en Irlanda— antes de embarcarse rumbo a Nueva York. El Atlántico no tardaría en abrirse a su paso, y la promesa del primer vistazo a la Estatua de la Libertad era una imagen que muchos de sus pasajeros no pensaban olvidar en sus vidas.

El Titanic era llamado el barco de los sueños y sus amenidades lo demostraban. Construido por la naviera White Star Line para competir contra el RMS Mauretania, no se escatimaron gastos en su construcción, y diseñaron un palacio flotante con lujosos comedores, restaurantes, bibliotecas, baños turcos, un gimnasio y una piscina de agua salada. Los oficiales de cubierta eran los más respetados de la naviera, y algunas de las personas más acaudaladas del mundo no habían demorado en reservar pasajes apenas se anunció su primera travesía.

Todo ello había generado mucho interés alrededor del RMS Titanic y su viaje inaugural, el cual estaba programado a llegar a Nueva York en la mañana del 17 de Abril —7 días después de su partida desde Inglaterra. En el muy competitivo mundo de los transatlánticos, la expectativa para el Titanic era tan grande como su nombre. Y a los reporteros en Nueva York les picaba el dedo por capturar la fotografía más emblemática del barco más grande y lujoso del mundo.

Dentro del transatlántico, sus más de dos mil pasajeros disfrutaban de sus amenidades y del hermoso cielo que pintaba sobre ellos. Y hacia adelante, el vasto océano parecía llamarlos hacia lo eterno.

El Titanic era llamado el barco de los sueños...


(http://i.imgur.com/vaG2oRC.png)



Ahoy Bishoujos!

Este tema será editado una vez avance/termine el proyecto. :)

Recuerden que tenemos dos meses para terminar sus historias y, dado que somos un proyecto principal, contamos con un máximo de 10k mensuales cada mes. Pueden dividir sus palabras como gusten, pero pasadas las 10k no contarán más en el mes que sean posteadas. Este fic durará dos meses = 20k, así que por favor planeen acorde <3

Las invito a que empiecen a dejar sus aportes, hagan sus temas de comentarios, y la pasemos bien en este primer one-shot. A continuación dejo el horario de posts as an FYI:

Quote from: Horario
Sábado 5 de Agosto — Se deja el intro (El Titanic parte de Southampton, etc...)
Sábado 2 de Septiembre — Se deja el fic del Iceberg y el inicio de la evacuación
Sábado 16 de Septiembre — Interlude: Ya no hay botes salvavidas, el barco se esta hundiendo
Sábado 23 de Septiembre — Interlude: "El día después..."
Sábado 30 de Septiembre — Fic de cierre

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(o-s-project)-hear-ye-hear-ye/msg7298/#new

Happy writing~
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on August 07, 2017, 12:30:10 AM
Luego edito porque mi corazón me pide que haga iconos también.

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png)

Bitácora #1 — Sky Blue Sky

Había sido un viaje inolvidable.

Hace dos meses que, junto a su padre, había zarpado de Nueva York rumbo a Europa, en su primera visita al viejo continente. Era la primera vez que había cruzado el puente de Londres, había visto la torre Eiffel y caminado por la ecléctica avenida Unter den Linden. Lastimosamente, su padre había tenido que regresar temprano por negocios, por lo que ella y un grupo de sirvientes habían continuado el viaje a través de Europa —mandándole postales a su padre en cada escala de su trayecto.

Y si bien se había divertido, así como explorado y aprendido, la visita de Sayi Darcey no era por mero turismo, sino para empezar a establecer su apellido en la alta sociedad.

Su familia había vivido común y cómodamente hasta hace unos años, pero la vida dio un giro de 180 grados el día que se descubrió petróleo en una de las propiedades de su padre. Y, combinando la asesoría necesaria junto a decisiones inteligentes y puntuales, las finanzas se habían catapultado hasta convertirlos en uno de los ‘nuevos millonarios’ ; aquellos que aparecían de la noche a la mañana en los selectos círculos de dinero viejo.

Sayi sentía que había hecho un buen papel incursionando en la alta sociedad, al menos en lo que cabían sus habilidades. Las cuantiosas clases de etiqueta y modales habían pulido su porte, y el quemarse los ojos con interminables listas de lectura habían elevado su vocabulario y dotes de conversación. No obstante, por más encantadora, agradable y complaciente que se mostrara, no podía evitar sentir una desconexión en los diálogos, o sentirse juzgada cada que posaban sus ojos en ella, y alzaban las cejas al examinarla.

Las damas de su edad entablaban conversación amena y superflua con ella, pero nunca la invitaban a unírseles en sus paseos después de la sobremesa. Su padre parecía haber tenido razón en sus advertencias: Que para ellos, los “dinero nuevo” eran como mala hierba creciendo en su jardín de rosas.

“¿Desea que le sirva otra taza de té?” su criada favorita estaba de pie junto a ella. Tan ensimismada estaba que no se había percatado de su presencia “He visto unas madeleines muy apetecibles en el último carrito de postres”

Sayi sonrió, y buscó la mirada de su sirvienta. A juzgar por su expresión, parecía ser ella la interesada en los dulces.

“Si se te antojan, trae una porción y me acompañas a degustarlos”
“Señorita, me temo que me será imposible acompañarla aquí. Usted sabe…”

Su padre le había contratado una sirvienta personal poco antes de embarcarse en su viaje a Europa. La muchacha era pronta a cumplir su rol, pero Sayi se había percatado que bajo su pinta de paciente y hacendosa, en verdad era bastante pícara y ocurrente, y durante la travesía había logrado entablar una relación más casual con ella. Acorde a sus clases de etiqueta, seguramente estaba rompiendo con los muy delimitados roles de dama y sirvienta, pero era agradable tener algo así como una cómplice en un asfixiante mundo de apariencias.

“Llévalas a mi habitación y te doy el alcance ahí” le dijo Sayi “De todas maneras, creo que ya cumplí con la cantidad de tiempo que necesitaba mostrar mi cara por estos lares”
“Como ordene señorita” respondió la rubia
“Gracias Panty”

Sayi la observó marcharse en dirección al carrito de postres, y tras verla irse rumbo a los camarotes, pensó en la cantidad de tiempo que sería propicio esperar antes de retirarse del comedor. La hora del té había ido y venido, pero aún quedaban unas parejas y grupos presentes.

Pero aún si se queda media o una hora más, no había garantía que alguien se acercara a socializar, y ya había tenido suficiente con mantener una sonrisa radiante en un grupo que no quería aceptarla. Entonces se retiró el pañuelo de su regazo, lo dobló en dos y cuatro antes de dejarlo sobre la mesa, y estuvo a punto de levantarse cuando un joven se detuvo a su costado.

“Disculpe mi imprudencia” se disculpó “Pero noté que estaba por marcharse y no quería perder la oportunidad de presentarme”

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

Sayi observó al muchacho. A juzgar por su apariencia y conducta parecía tratarse de alguien nacido con una cuchara de plata en la boca. Su cabello azabache estaba bien peinado, y sus ojos claros parecían penetrar los suyos cada que cruzaban miradas.

Y es que por más que había sido él el de la iniciativa de acercarse, no necesitaba de su experiencia codeándose con ricos para percibir cierta timidez y vergüenza en sus ademanes… algo que encogió su corazón como encantador y genuino.

“Mi nombre es Kaien Talmage-Atwood” se presentó, haciendo una pequeña reverencia.
“Sayi Darcey” respondió con una sonrisa.

Entonces mantuvieron la mirada por un corto tiempo más, lo suficiente para percatarse que aquella no era una introducción cualquiera.

“Perdone mi atrevimiento” el pelinegro se limpió ligeramente la garganta antes de continuar “Señorita Darcey, me preguntaba si, ¿le gustaría acompañarme a dar un paseo por la cubierta?”
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Deidara on August 07, 2017, 06:35:28 AM
(http://i.imgur.com/AZXWDl4.png)

#1. Southampton

Había dejado su equipaje atrás, se suponía que debería reencontrarse con él en su camarote. El calzado que llevaba le estaba matando – los tacones eran nuevos, y todavía no los había dado de sí. Nada más llegar a su habitación, no tardaría en descalzarse y relajarse.

Pasó frente a un alto espejo. Se dio un rápido vistazo a su propio reflejo. El largo vestido, negro y blanco, le dejaba un bonito escote. Había escogido el sombrero para que quedase bien con él; las rosas blancas que lo rodeaban las había escogido a mano. El paraguas rosado le daba el último toque elegante, que le hacía encajar con el despampanante ambiente del puerto de Southampton.

Tenía una pareja de pasajeros frente a ella, su turno para embarcar llegó. Le entregó la tarjeta con una sonrisa al bien vestido oficial, en la que aparecían su nombre completo y el destino de su viaje.

“Deidara Darwin… oh, ¿es usted familiar de…?”
La chica de cabellos rosados se tapó la boca con un pañuelo a juego con su color de cabellos, y dejó escapar una tímida risa. “Sí, así es. Charles Darwin fue mi tatarabuelo, por desgracia no tuve el placer de coincidir con él en vida…”
“Un gran hombre, sin lugar a dudas…” El oficial bajó la voz. “Si me permite decirlo… admiro la obra y teoría de su difunto tatarabuelo, estudié con ferviente pasión sus libros en la escuela, aunque no es algo que me guste decir en voz alta… No es algo bien visto por muchos…”
“No se preocupe. Le guardaré el secreto. Se me da bien guardarlos,” bromeó, guiñando un ojo.

*

Era la primera vez que viajaba en primera clase, pero eso nadie lo sabía. Fingir era parte de su trabajo, y en esta ocasión, le tocaba fingir ser una respetada señorita, y como tal, esta no debía ser su primera vez en primera clase. Pero lo era, al igual que su primera vez en un barco. Había escuchado a su tío, cuyo padre había sido pescador, lo horribles que habían sido los veranos, pues su padre siempre le llevaba de pesca con él en aquella época. Pero nada tenía que ver un barco de pesca con el asombroso RMS Titanic, ¿verdad? Un navío así no se dejaría intimidar tan fácilmente por la mala mar y el viento…

No tardó en llegar a su camarote, y cuando la puerta se cerró tras ella, los tacones salieron volando. El paraguas quedó olvidado a un lado, dejar caer el vestido al suelo no le costó tanto como ponérselo había hecho.

Se dejó caer sobre la cama, sonriendo. Era cómoda, mullida. Seguro que incluso con mala mar sería increíble dormir allí. Soltó un suspiro de satisfacción.

Primera parte de la misión, cumplida. Se había adentrado con éxito en el RMS Titanic, bajo el apellido falso de Darwin. La infiltración era siempre la parte más complicada.

Tomaría un pequeño descanso, y después continuaría. Tenía una semana por delante, antes de que la Estatua de la Libertad se visualizase desde lo lejos.

Para entonces, para el 17 de abril.

Deidara, asesina, espía a sueldo, tendría que haber acabado con su víctima.

Pero antes... había un problema.

¿Dónde estaba su equipaje?
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Puri on August 07, 2017, 10:39:06 AM
:-) todo esto es culpa de sayi y dori, QUERÍAN QUE FICKEARA?? PUES FICKEÉ A VER SI LES GUSTA PUES



Antes de abrir su joyero le echó una rápida mirada a su vestido, el cual reposaba sobre la gran y mullida cama de su camarote. Hacía tan solo tres horas que habían entrado al Titanic, pero su abuela ya había mandado llamar por ella para que acudiera al almuerzo en el comedor. Se mordió el labio inferior pensando en lo cama, en lo cómoda que había estado durante la rápida siesta que tomó apenas zarpó el barco para no sentirse muy mareada… No. No podía pensar en eso ahora, tenía un deber muy importante con ir y codearse con todos sus conocidos, de lo contrario, sólo haría que su familia y su prometido quedaran muy mal.

El vestido. Por tratarse del primer día había pedido algo cómodo y Mila le había presentado la opción de su vestido de algodón blanco favorito, el cual aceptó sabiendo que al menos podría sentirse así más a gusto lo que restase del día. El sombrero era también blanco y llevaba amarrada una cinta de color borgoña, y aunque no fuera su opción más ideal con el sol que brillaba fuera, no había más remedio por la maraña que llevaba de cabello al haber estado todo el día trajinando desde la madrugada por la partida. Finalmente, Mila le había puesto varias opciones de chales, todos de muselina, de diferentes tonalidades pasteles. Había uno celeste que quedaría muy bien con su cabello, pero no tenía sentido de usar porque contrastaría de manera horrible con la cinta de su sombrero. Tal vez el color durazno serviría mejor, pero no, hacía tan solo un par de días que lo había usado de visita en la casa de Isabella. Eso la dejaba con el blanco…

Estaba bien. así podría usar alguna joya que llamara más la atención.

Se volvió a su joyero y buscó por varios lados hasta que encontró lo que buscaba. Era un collar sencillo con un dije en forma de lágrima -un poco más largo de lo sutil que una dama debería de usar-, pero era su pieza favorita, heredada de su mamá. Optó por no usar pendientes y cerró el joyero, dejando el collar en la mesa. Se levantó y abrió la puerta de su recámara.

“¿Mila?” Llamó.
“Señorita Sayaka”, ésta se levantó de la esquina donde se encontraba zurciendo algo, probablemente de su abuela. “¿Está lista?”. Todo esto lo dijo en inglés, mientras las demás criadas la miraban de reojo.
“Sí, pasa por favor”. Contestó también en inglés. La pelirroja asintió y fue rápidamente a su lado, cerrando tras de sí la puerta. Abrió la boca, pero Sayaka la cortó antes. “¿Alguna razón por la que hables en inglés?” esto logró sonrojar a la mayor.
“Discúlpeme, señorita” dijo ahora en ruso. “Pensé que sería lo más apropiado considerando a las demás criadas en la habitación.
“Eres mi criada, Mila. Si te he pedido que me hables en ruso es porque así lo deseo”. Ambas sabían que eso era mentira. El acento ruso de Sayaka era para reírse, si ella deseaba hablar así era por conveniencia de Mila a quien aún se le hacía muy difícil hablar en inglés.
“Espero me disculpe”, hizo una rápida reverencia. “¿Desea que comencemos?”
“Sí, por favor.”

Sayaka comenzó a desvestirse y Mila fue cogiendo sus prendas, colgándolas en percheros y metiéndolas en el armario a lo que la otra comenzaba a ponerse su ropa interior. Una vez que ambas hubieron acabado, la criada tomó el corsé y Sayaka se dio la vuelta, tomó aire y Mila comenzó a apretar la prenda. Después de mínimos jadeos, Mila terminó de anudarla al final de su cintura y luego se paró frente a ella para cerciorarse que el trabajo estuviera bien hecho y Sayaka se viera bien en él.

“Sigue bajando de peso, señorita.”
“El nuevo cocinero es pésimo”, desestimó el comentario encogiéndose de hombros, un gesto horrible que solo se permitía hacer en frente de Mila o de su abuela. Alzó los brazos para que le metiera el vestido y la criada lo hizo así.
“Si me disculpa el comentario, yo encuentro su nueva sazón particularmente buena. Su abuela parece pensar lo mismo.”
“Mi paladar ha de ser más fino que el suyo, entonces.”

Mila terminó de ponerle el vestido y Sayaka se sentó en la mesa de su tocador para ponerse el collar frente al espejo. La criada le siguió para comenzar a ponerle el calzado en sus pies, y una vez acabado esto, fue por el cepillo para arreglar un poco los bucles que se habían salido de su lugar durante la siesta. Tampoco es que necesitara tanto, pensó, ya que su cabello de por sí era muy corto.

“¿No extraña su cabello largo, señorita?”, preguntó Mila como si le leyera el pensamiento. A lo mejor era capaz de hacerlo, considerando los años que tenían juntas.
“Sí, podría decirse. Pero es mucho más fresco llevarlo así. Además, tú también lo llevas así.”
“Yo nunca lo llevé largo en un inicio. El suyo era muy hermoso”, le sonrió a través del espejo y dejó el cepillo en el tocador. Caminó a la cama y tomó el sombrero. “¿Podría hacerle otra pregunta atrevida?” Le puso el sombrero y Sayaka se volteó para que le arreglara el flequillo.
“De acuerdo”, volvió a hacer ese horrible gesto y Mila le sonrió, cómplice.
“¿Cómo reaccionó su prometido al ver su nuevo corte?”
“No le gustó nada. Tampoco es que yo le guste mucho, ¿no?”
“¿Cómo va a decir eso? Usted es muy hermosa, señorita” le reprochó chasqueando su lengua. Sayaka se permitió sonreírle.
“Sabes muy bien que no soy mucho de su agrado. Además, ya lo había avergonzado demasiado con mi comportamiento durante el funeral, era de más esperarse su reacción frente a mi cabello corto.” Mila le miró triste.
“Perdóneme que me atreva, pero su prometido debería saber muy bien que usted se ve hermosa con cualquier corte de cabello.”
“Gracias.” Sonrió.
“Y…” Mila bajó la mirada, dudando, pero luego volvió a alzar la vista decidida. “Era de esperarse que usted se encontrara mal durante el funeral. No debió de haberla reprochado de esa manera llegando a la casa.”

Sayaka se sonrojó al recordar que Mila, junto al resto de sirvientes, habían escuchado el grito de su prometido después del funeral… Y claro, los gritos con los que Sayaka le había respondido a su vez. Ni siquiera tenían que haberse casado para haber caído en un comportamiento tan impropio de un par de prometidos, y a pesar de que luego ambos se habían disculpado, se habían hecho regalos y habían salido varias veces de paseo para enmendarlo, Sayaka ya no podía verlo de la misma manera.

Su abuela simplemente le espetó que era una pena que se hubiera quitado la venda de los ojos antes de la boda, pero que esta proseguiría.

Antes que Mila pudiera disculparse al ver lo sonrojada que estaba Sayaka, tocaron la puerta.

“Adelante”, dijo, agradecida por haberse visto salvada.
“Señorita Sayaka”, dijo la ama de su abuela, “La señorita Isabella ha llegado y la espera en la sala.”
“Muchas gracias. Deja la puerta abierta, ahora saldremos”, se levantó de su asiento y Mila también. “¿Deseas recorrer el barco, Mila?”
“Sería impropio que lo haga sin algún tipo de encargo, señorita”, respondió ahora sonrojándose ella. Era obvio que deseaba ver todo el Titanic, pero su posición se lo impedía.
“Di que te encuentras buscando al señor Xavier de mi parte y no te detendrán.”
“Pero el señor Xavier se verá con ustedes en el comedor.”
“Bueno, entonces di que vas para allá y toma otro camino. De volver a encontrarte con la misma persona finge que te has perdido o que buscas a uno de mis demás criados.” Mila sonrió.
“Ya veré qué haré, entonces. Muchísimas gracias, señorita.”
“De nada.” Sayaka sonrió, se acomodó un poco el sombrero y salió de su habitación. Al salir se encontraba una pequeña recámara que daba luego a la sala comedor privados de la estancia, donde se encontraba Isabella con una de sus criadas esperándola.
“Querida”, Isabella se levantó con una gran sonrisa y le dio un beso en la mejilla.
“Bella”, Sayaka le sonrió, emocionada por ver a su mejor amiga. “¿Vamos?”
“Oh, antes quería presentarte a alguien…”, Isabella bajó la mirada sonrojada. “Está esperándonos fuera, no quiso interrumpir en tu suite por no ser de tus conocidos”, sonrió con dulzura, algo que Sayaka no muchas veces veía en su amiga a menos que hablara de su familia.
“Por supuesto. Cualquier conocido tuyo tiene que volverse mío también”, le sonrió. La criada de Isabella se apresuró entonces a abrir la puerta para que las dos jóvenes salieran y justo ahí se encontraron con un chico alto, de buen porte y con una amplia sonrisa. Sin embargo, eso no fue suficiente para engañar a Sayaka. Se podía notar el nerviosismo del joven.
“Muchísimo gusto, señorita Gracie”, el chico se quitó el sombrero, hizo una reverencia y Sayaka le ofreció su mano. La tomó y se la besó. “Mi nombre es Jean-Jacques Leroy, para servirla. La señorita Isabella me ha hablado solo maravillas de usted.”
“La señorita Isabella tiende a exagerar la verdad, señor Leroy.”
“Llámeme Jean, por favor.” Sayaka se controló de alzar una ceja, pero pudo ver de reojo que los labios de Isabella temblaban.
“Jean, entonces.” Asintió.
“Quería preguntarle si no sería mucha molestia que nos acompañara a dar un paseo antes de ir al banquete, señorita.” Notó las manos de Jean, arrugando el ala del sombrero. Nerviosismo y familiaridad, eso significaba…

Un momento.

“¿Un paseo, dice?”
“Si no es mucha molestia, por supuesto.” Asintió rápidamente.
“No, no es molestia alguna, pero creo que no es lo más conveniente hablar de banalidades aquí en el umbral de mi suite.” Al decir esto, ambos acompañantes se sonrojaron y asintieron, pidiendo disculpas. Los tres se pusieron entonces en camino con la sirvienta de Isabella cerrando el grupo a unos cuatro pasos de distancia. Si pensaban que Sayaka era una tonta que no se daba cuenta, habría sido más fácil el no haberla puesto en medio de ambos.
“Leroy es un apellido francés.”
“Mi familia es de Québec, de la provincia francesa en Canadá. Yo también nací allá, en Canadá, pero ahora todos vivimos en Nueva York. Yo me encontraba en Inglaterra, sin embargo, porque vine por mi educación.”
“¿A qué universidad asistió?”
“Cambridge, señorita.”
“Qué lugar más respetable”, Sayaka asintió. Antes solía pensar que persona que saliera de algún lugar que no fuera de Oxford, como su prometido, no valía ni su tiempo ni su consideración; pero ahora pensaba que cualquier lugar menos ese era de mejor reputación. “¿Y me podría decir qué estudió?”
“Negocios, para poder ayudar con el negocio familiar.” Jean no dijo nada más, así que decidió ella también morderse la lengua por el bien de su mejor amiga. Isabella no había dicho palabra en todo el trayecto y sus manos jugaban con sus guantes, algo demasiado atípico en ella.
“Ya veo. Asumo, entonces, que este paseo en el Titanic responde más a poder ir a ver a su familia, ¿o no es así?”
“Así es”, asintió orgulloso. “He cumplido con mis obligaciones y finalmente podré verlos después de varios años. Soy el mayor de diez hermanos, así que imaginará mi emoción de poder volver a ver a los más pequeños, que seguro no me recordarán. Espero esta vez quedarme una buena temporada y conocerlos bien, ya que les albergo mucho cariño.”

Sayaka se atrevió a desviar su mirada a su mejor amiga y vio que Isabella volvía a sonreír con dulzura ante las palabras del mayor. Nunca la había visto así, cuando ella solía ser más pícara y atrevida. De por sí, su silencio era algo raro. Pero como se había mencionado antes, Sayaka no era tonta y bien sabía que ambos estaban cortejándose el uno al otro, aunque le enojaba que su amiga no le hubiese contado de esto antes. Además de lo impropio de toda la situación. Con o sin criada de Isabella, Sayaka aún no estaba casada y seguramente alguien le diría algo a su prometido. O su abuela la encontraría antes.

Sintió el dolor de cabeza comenzar.

“Jean”, se paró de repente y ambos voltearon a verla. “¿Gustarías de acompañarnos a almorzar junto a nuestras amistades? Me gustaría que mi abuela te conozca.”

Si bien era verdad, estaba tentando su suerte -y la de Isabella- al presentar a Jean tan pronto en la sociedad. Pero quedaba más o menos una semana antes de que llegaran a Estados Unidos, ¿no? Conociendo a Isabella, le perjudicaría mucho más el que la sociedad no conociera a Jean si es que ella decidía irse con él a conocer a su familia, lo cual lucía cada vez como una posibilidad más grande.

“Oh…”, el chico la miró sin palabras, pero rápidamente se repuso. “¡C-Claro que sí!”, ahora sí Sayaka no pudo evitar la sonrisa agria, Jean tendría que aprender a comportarse y no expresarse de esa manera y con esos entusiasmos si quería ayudar a Isabella. “Pero no me encuentro vestido para la ocasión.” Murmuró avergonzado y bajando la mirada. En verdad que Isabella necesitaría un milagro si el otro iba a seguir con eso.
“Isabella y yo le esperaremos aquí. El aire marino nos hará muy bien antes de ingresar a almorzar. Discúlpeme por hacerle este tipo de preguntas, pero ¿ha traído algún criado consigo?”
“Sí, dos de mis criados vinieron conmigo.”
“Bien, traiga a uno de ellos con usted, será lo más propio.”
“¡Sayaka—!” comenzó a decir Isabella, sonrojada, pero enojada por el atrevimiento de su amiga.
“Isabella”, le miró frunciendo levemente el ceño. “No hay nada más que amor en mi corazón para contigo, así que, si deseas que te ayude, lo mejor será que me dejes llevar esto a mí.”
“No los presenté porque quisiera tu ayuda. Los presenté porque quería que conocieras a Jean.”
“Bella”, ambas amigas se callaron al escuchar a Jean. Sayaka se sorprendió al escuchar no solo el nombre familiar, sino el cariño y dulzura con el que Jean lo había dicho. No ayudó el ver su semblante, lleno de amor para con la joven. Fue un momento tan bello que Sayaka se sintió completamente ajena, como una mancha arruinando un hermoso vestido nuevo. “La señorita Gracie tiene razón, creo que me dejé llevar mucho por la emoción.” Isabella no hizo más que asentir, avergonzada. “Muchas gracias por su ayuda, en verdad la aprecio y en verdad la necesito, si he de confesar”, le dijo ahora a ella. “Iré entonces por mi criado, es lo más propio.” El semblante mostraba una determinación que solo hizo que el corazón de Sayaka le doliera aún más. ¿Así que eso era cuando alguien amaba? ¿Así se veía? ¿Así se sentía?
“No demores”, murmuró Isabella.
“No lo haré.” Le sonrió ampliamente. “Con su permiso”, se inclinó ante ambas, ante la criada de Isabella que aún se encontraba a varios pasos atrás, y se dirigió entonces hacia donde debía de estar su suite.

Ambas amigas se quedaron en silencio, sin saber que decir. Por su parte, Isabella seguro se encontraba avergonzada por lo que había sucedido, mientras que Sayaka se encontraba distraída y triste por lo que acababa de presenciar. Después de este viaje regresaría a organizar su boda y estaría casada en menos de un santiamén… Y acababa de ver de lo que se estaría perdiendo, del cariño, amor y respeto que quería y que sabía que no obtendría nunca más…

“Jean tiene razón, necesitamos de tu ayuda.” Confesó finalmente su amiga sin mirarla. Ambas comenzaron a caminar por la cubierta en dirección a la piscina, para hacer tiempo.
“No sé en qué estabas pensando al meterte con alguien de la nueva burguesía, Bella. Va a necesitar más de una clase de etiqueta si desea encajar y no tenemos mucho tiempo.”
“No, pero por eso la venia de la señorita Gracie sería muy importante para nosotros.”
“Ya estás hablando de ‘nosotros’, ¿no crees que es muy rápido?”

Isabella se volteó enojada y se la quedó viendo. Sayaka se sintió mal, no debería de haber hecho ese comentario de tan mal gusto a su amiga, considerando que ella había actuado antes así sobre su prometido. Antes de la escena que armó en el funeral y sus consecuencias.

“Lamentablemente tuve que fijarme en uno de ellos, Sayaka. Pero no creas, ni por un instante, que te voy a rogar a ti y a tu abuela su ayuda si es que vas a tratarme de esa manera.”

Y antes de darle momento para disculparse, Isabella llamó a su sirvienta con un gesto y le dio la espalda alejándose a zancadas. Solo fueron dos segundos en que se quedó dolida antes de recogerse el vestido para apurar el paso y pedirle que la escuchara, pero un grito cambió esto. Isabella había pisado una zona resbalosa por alejarse rápidamente cerca del borde de la piscina, y cayó de espaldas a esta. La criada comenzó a gritar por ayuda, pero antes de pensárselo mejor, Sayaka ya se había alzado la falda y se había lanzado a por su amiga, quien recordó justo en ese instante que no sabía nadar.

El agua salada le hizo arder los ojos, pero más le preocupaba el encontrar a Bella. La vio moviéndose fuertemente intentando salir a superficie y nadó rápido hacia ella, la abrazó de la cintura y la empujó hacia arriba. Sin embargo, su amiga ya se encontraba aterrada y cuando Sayaka salió a respirar a su lado, se agarró a ella como fuera y la ahogó sin querer por intentar mantenerse a flote. Sayaka tuvo que forcejear hasta salir de nuevo a la superficie y tuvo que usar toda su fuerza para sostenerla con ambos brazos de la cintura, intentando cargarla, para que esta no volviera a sumergirla.

“¡ISABELLA!”, le gritó, pero su amiga no respondía mientras sus dientes castañeaban y su mirada se encontraba perdida. Isabella movió las piernas y sin querer pateó a Sayaka, haciéndole perder la fuerza en sus brazos y de vuelta terminó sumergida mientras la otra gritaba pidiendo ayuda e intentando quedarse a flote. Forcejeó de nuevo contra su agarre e intentó subir, pero sintió en ese entonces que algo se llevaba a Bella de su agarre.

Al subir, desesperada, se encontró con un muchacho que había jalado a Bella y le había puesto un salvavidas alrededor de su cuerpo para luego acercarse a ella. En la orilla, Jean jalaba la soga para acercar a la chica hacia él.

“Señorita, está sangrando”. Sayaka parpadeó, con dolor por el escozor de la sal y la luz del sol, pero sintió entonces una calidez en el rostro. Su nariz sangraba. “Déjeme llevarla a la orilla”, asintió por el cansancio y dejó que el chico la rodeara de la cintura y la llevara de vuelta a la orilla. Al llevar sus brazos a su cuello, Sayaka sintió algo raro al pegarse a su pecho…
“Espere”, dijo jadeando, recuperando el aire, “Mi pendiente… Se ha caído, tengo que buscarlo…” El chico la miró seriamente, y cuando Sayaka estuvo a punto de llorar imaginándose la negativa y el tener que perder ese collar en específico, este la empujó en dirección a la orilla y se sumergió en el agua.
“¡Señorita Gracie!”, volteó y Jean le lanzó el salvavidas. Sayaka nadó en dirección a éste y se lo puso, para que Jean jalara de la soga al igual que hizo con Bella. Apenas la ayudaron a sentarse a la orilla, su amiga rompió en llanto y le pidió disculpas, mientras se congregaban ante ellas un círculo de señores, señoras, sirvientes, tenientes del barco y un doctor que veía el pulso de Bella.

Y Sayaka que había prometido que no habría más escenas…

“¿Se encuentra bien, señorita?”, preguntó otro médico que se había hecho camino en la multitud hacia ella. “Está sangrando, debemos de llevarla a su recámara.” Sacó un pañuelo y comenzó a presionárselo en su nariz.
“Por favor, déjeme llevarla, yo…”
“Señor Leroy”, Sayaka puso mucho énfasis en su apellido, aunque aún sentía que le faltaba el aire, temblaba, su voz sonaba nasal y lo último que quería era hablar. “Isabella necesita que la lleven a su recámara también.” Jean se veía consternado ante sus palabras, su significado, la multitud ahí presente…

Se escuchó entonces a otra persona salir de la piscina a espaldas de Sayaka y ésta se volteó a ver al chico que había terminado salvando a Isabella y a ella por defecto. En sus manos, llevaba el dije de Jaspe.

“Señorita, discúlpeme. No pude encontrar la cadena, pero el dije…”

Sayaka se lo quitó de las manos y lo apretó fuertemente contra sí, como si no quisiera que alguien más lo viera. Como si fuera un secreto, como si aquellas personas no fueran dignas de saber lo que significaba el dije para ella. Alzó la mirada y se encontró de vuelta con un semblante impenetrable, con ojos oscuros que no dejaban entrever nada. Se sentía perdida.

“Muchas gracias.” Aún sentía que se ahogaba al hablar, que era demasiado, pero el sentimiento podía más en ese instante. “En verdad, no tengo cómo agradecérselo.”
“Otabek”, Sayaka se volteó y vio que Jean se dirigía al hombre que le había ayudado a recuperar el dije. “Por favor, acompaña al médico y a la señorita Gracie a su suite para que la atiendan. Señorita Gracie”, le dijo ahora a ella, “Espero me disculpe por todos los inconvenientes causados, por favor acepte al menos que mi criado le sirva en mi nombre.”

Sayaka asintió en silencio y los médicos, habiéndose terminado de decidir quién iría con quién, se levantaron con sus pacientes y ordenaron a la multitud que se dispersara. Mientras Otabek la rodeaba por la cintura de costado, y Sayaka se reposaba a su lado y le tomaba del hombro con una mano -la que sostenía el dije-, no pudo evitar escuchar el cuchicheo de las señoras, diciendo lo valeroso que había estado aquel joven por haber mandado a su criado a que rescatara a las damas y luego haber visto rápidamente por su mejoría.

No es que le cayera mal Jean, pero Sayaka había sido quien había ido a por Bella. En todo caso, fue este tal Otabek el que las había terminado rescatando, y de no haber sido por ella también, Jean no habría sabido qué hacer con ellas luego.

El médico tenía una mano en su espalda y con la otra le tomaba su mano libre, intentando ayudarla también. Iba pidiendo que les dejaran el espacio libre y le iba informando de lo que iba a revisarle y tendría que verle en su recámara, además de informarle que él había conocido al señor Gracie una vez hacía varios años y que le hacía muy feliz el atender a su hija tanto tiempo después…

Pero Sayaka no escuchaba. Porque Otabek había aprovechado que el médico no les prestaba mucha atención en realidad para decirle algo.

“Aquello fue muy valeroso, señorita.”

No dijo nada más el resto del camino hasta que el doctor tocó la puerta y las criadas lanzaron gritos angustiados al verla de esa manera. La metieron rápidamente y pudo escuchar que la ama gritaba buscando por Mila y mandaba a que el mayordomo alertara a su abuela -que ya debía de encontrarse en el comedor-, para que volviera a verla. También mandó a alguien a buscar a su prometido, aunque no entendía por qué. No deberían fastidiarlo con esto.

Dos criadas empujaron a Otabek de su lado y la jalaron hacia dentro, ya que habría sido demasiado impropio que el muchacho entrara más allá del umbral de la puerta, sin importar que ya de por sí la había traído casi abrazada. Sayaka se volteó para verle y decir algo, pero la ama cerró la puerta apenas hicieron contacto visual y no le dejó opción. La llevaron al cuarto y comenzaron a atenderla.

Pero no se sentía en lo absoluto valiente. Se sentía estúpida.


Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Shura on August 07, 2017, 06:31:02 PM
Necesito icons.... :-*

#1. Bon Voyage!

El barco de los sueños.

Shura por fin lo tenía delante, había vendido prácticamente todas sus posesiones para hacerse con un pasaje en segunda clase. Por supuesto, primera clase estaba descartado, no hubiera podido pagar un pasaje ni aunque hubiera ahorrado hasta el último penique ganado en su vida, y tercera no era ni mucho menos admisible, ya que en aquel viaje Shura quería presentar su nueva imagen y ambición.
La mujer se había preparado siete años en Francia y ahora estaba preparada para atravesar el océano y conquistar el continente americano con sus dotes de actriz.
Se había ajustado el corpiño hasta quedar exuberante, se había pintado los ojos negros y los labios rojos hasta provocar que más de uno se detuviera a mirarla dos veces al pasar. Tenía seguridad en sí misma, talento y una voz prodigiosa, obligaría a todo el mundo a mirarla, a recordarla, arrasaria con Hollywood, los rumores de que aquel lugar sería la futura meca del cine ya circulaban por todos los locales de París, ir a rumbo del Titanic, el barco de los sueños, era una señal, el preludio de su nueva vida.

Subió dignamente, sosteniendo a su perrito carlino de nombre Apo, el animal estaba tranquilo en los brazos de su reciente dueña luciendo un collar de diamantes, obviamente falsos, pero salvo para un experto que los mirase de cerca, nadie notaba la diferencia.
Shura había recogido al perrillo, que tenía una graciosa marca en forma de corazón a un costado, lo había recogido de la calle el día mismo en que ponía rumbo al Titanic, hasta entonces el animal rondaba cerca del teatro donde ella trabajaba, alimentandole con los restos. Aquel perrillo sería la nota perfecta entre excentricidad y opulencia de la que quería aparentar.

Los camarotes de segunda clase eran compartidos, su equipaje ya estaba ahí, ahora sólo le faltaba conocer a su compañera de travesía…



Jesse McCree tenía un dolor de cabeza terrible, había estado bebiendo el fino whisky inglés durante toda la noche, había tumbado a aquel inglés de ancho bigote y aún había podido con una pelea de bar, eso aún estando lúcido, costaba mucho emborracharse con el licor inglés. No era por la resaca precisamente aquel dolor de cabeza, si no más bien…

-¡PAPÁ! ¡No encuentro mi vestido! -Lux McCree corría por toda la casa, haciendo un escándalo terrible a propósito para llamar la atención de todos y que reaccionasen para ayudarla con su problema.
-¡PAPAAAAÁ! -Nanami intentaba quedar por encima de su hermana, y aquel estruendo entre las dos era resultado de aquella locura de competición -.¿¡Por qué no nos has puesto una criada!? ¡Todo sería más fácil con una criada! ¡Contrata a una ahora mismo!
McCree no sabía si utilizar su revólver y pegarse un tiro en la cabeza, pero…
-Sois americanas, podéis hacer las cosas por vosotras mismas -y aunque era una bella lección, Nanami, la mayor de las hermanas, gritó exasperada.
-¡Sin criados cualquier nuevo rico de tres al cuarto nos mirará por encima del hombro! ¿¡Quieres que se rían de nosotras!? ¡Seremos la vergüenza! ¿¡Eso quieres!?
-Jesús, ¿no podéis bajar la voz? -Gwen ayudaba a su hermana Ann a llevar las maletas-. El taxi nos está esperando.
-En vez de discutir, podríais hacer algo para variar, vamos a perder el barco -Ann, señaló hacia Nanami, la cual se llevó la mano al pecho muy afectada.
-¡TE ODIO! ¡QUIERO CASARME Y DESAPARECER DE ESTA CASA! -Corrió escaleras arriba llorando y dando un portazo, igualmente sus berridos se escuchaban por toda la casa hasta con la puerta cerrada.

Ignorándola, por experiencia, sabían que Nanami tenía esos berrinches una vez por semana y los enfados se le olvidaban rápido, Lux se asomó por la barandilla del primer piso.
-¡Oye! ¡Papá! ¿¡Pero has visto mi vestido!?
-Si no lo encuentras, ya se encargaran de enviarnoslo… Dios… ¡espero que encontréis un marido que os aguante durante el viaje!

McCree había conseguido pases para todos en primera clase, era almirante de la marina americana, de permiso por Europa para que sus cinco hijas, y su hijo, conocieran el viejo continente. Desde que su esposa y madre de sus hijos falleciera, era el primer viaje que realizaban en familia, pero muy pronto McCree deseó volver al campo de batalla, antes que aguantar a sus escandalosas y rubisimas hijas.
Salió a la calle dando un portazo a que le diera un poco el aire, colocandose su viejo sombrero de cowboy, herencia de su abuelo que había sido un pionero. Y observó a su hija más pequeña junto con su hermano, Nero empujaba la silla de ruedas donde estaba Noel, la chiquilla estaba pálida y parecía agotada, pero mantuvo la compostura para dedicarle a su padre una sonrisa. 

-Hola cielo -verla así le conmovía y le dolía, como si la enfermedad de su hija fuera por su propia debilidad, impidiéndole tener una relación estrecha con su hija desde hace años, le dio unas palmaditas condescendientes en la cabeza- venga, volvemos a casa, ya verás que el aire marino te sienta bien.
Nero puso los ojos en blanco.
-Voy adentro a ayudar con las maletas -marchándose antes de que su padre pudiera replicar.

Dentro, Nero encontró a Ann con una pesada maleta a cada lado, aunque su hermana era bellísima y de apariencia delicada, tenía una fuerza oculta que superaba a la de muchos hombres.
-¿Les has dejado a los dos solos fuera?
-Si tenía que ver un solo momento más como la trata como un perro, iba a vomitar.
-¿Y qué dice Noel de todo eso?
La pregunta de Ann quedó en el aire, los dos hermanos guardaron un silencio incomodo, Noel era la más pequeña y después de la muerte de su madre, su admiración por su padre había crecido más de lo que Jesse se merecía, no es que no le quisieran, eran sus hijos al fin y al cabo, lo que pasa es que su padre tenía otras preferencias, y en el primer puesto, no estaban ninguno de ellos.

-¿Va todo bien? -Gwen se acercó cojiendo una de las maletas que aún sostenía Ann-. No os preocupéis por papá, lo de la familia le viene grande y necesita tiempo, lo que tenemos que estar unidos, y apoyar a Noel en todo, incluso en su admiración por papá -era la más conciliadora de los seis, la tercera hermana era el auténtico pegamento en la familia.
Lux bajo las escaleras riendo y dando saltitos, zarandeando un vestido largo hasta los pies de color marfil.
-¡Ya lo he encontrado! ¿No es ideal?
-¿Y piensas llevarlo en brazos hasta Nueva York? -Ann apostilló aquello, aprovechando para tocar la tela y disfrutar de la calidad de esta.
-Mi equipaje ya está lleno… -Lux miró a su hermano y se le iluminó la cara.
-¡Ah! ¡Eso no!
-¿Qué te cuesta? Hermano del alma, mi dulce Nero, ¿puedo ponerlo en tu equipaje? ¡Gwen! Porfa, diselo tu.
Aquella era la estrategia definitiva.
-Va, dejale ponerlo en tu maleta.
Nero iba a protestar, pero los chillidos de Nanami retumbaron hasta la entrada.
-Alguien tiene que subir a calmarla… -Lux y el resto de sus hermanos, miraron directamente hacía Ann, que también iba a protestar, pero cerró la boca a sabiendas de que era inútil.
-Está bien, iré a pedirle perdón, le diré que la quiero, que cuánto lo siento, que es muy guapa, que no lloré porque va a estar terrible cuando suba al Titanic, bla bla bla…

Se sabía el papel a la perfección, todos sabían que Nanami era la reina del drama, que nunca estaba realmente enfadada con ellos, pero le gustaba el teatro y que todos bebieran los vientos por ella.

-¿Vamos yendo al taxi? El barco tiene que estar a punto de zarpar.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Eureka on August 08, 2017, 08:10:41 AM
momento incómodo en que mi historia principal no es igual de buena que las dos adicionales que he planeado




1st noon



(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png)


Desde que tenía uso de razón, su madre le había exhortado a comportarse como la señorita que era: una joven de clase alta, heredera de una empresa automovilística y parte de una familia que, a los ojos de cualquiera, era simplemente perfecta. La etiqueta social, las conversaciones superfluas y frívolas, así como los lujos y grandes comodidades, formaban parte de su día a día.

Pero siempre había contado con un grado de rebeldía que, para su familia, era imposible de controlar. Eso la había llevado a juntarse con las sufragistas, lo que la impulsó a participar de varias protestas a favor de los derechos de las mujeres. La vergüenza de sus padres al sacarla de la cárcel en varias ocasiones los llevó a tomar medidas más drásticas, y resolvieron que lo mejor era mandarla a Estados Unidos para que se librase de esas ideas revolucionarias y que, de paso, acompañase a su novio, Wilhelm Gladstone, en un viaje de negocios. Wilhelm era el heredero de una de las más importantes industrias de metales de Inglaterra.

Eureka debió haber tomado la decisión de su madre como algo sumamente negativo, pero la vio por el lado optimista: el viaje significaba obtener un poco de libertad. Su madre no estaría día y noche repitiéndole cómo debía comportarse, criticándola por los más pequeños errores, resondrándola por su actitud rebelde y sus ganas por lograr un cambio en la sociedad londinense. Tal vez no podría continuar con su apoyo al movimiento feminista en su ciudad, pero nada le impedía ayudar al que también estaba surgiendo en Estados Unidos, por más de que no se tratara de su tierra natal.

Y más allá de todo, existía la certeza del regreso, puesto que los Gladstone tenían su imperio industrial centralizado en Londres, y aunque lo habían dejado en buenas manos, necesitaban volver a Inglaterra dentro de unos meses.

“Señorita,” Katie, una de sus criadas, la hizo aterrizar. Se encontraban en la suite que los Gladstone le habían conseguido a su hijo y a ella dentro del RMS Titanic: una recámara de primera clase, con dos cuartos, una pequeña sala, un baño, un vestidor y un comedor que daba para el lado de la cubierta lateral. “¿Está segura?” le preguntó. Al parecer, Katie andaba preocupada porque la hora del almuerzo se acercaba, y ella aún no estaba lista.

Eureka le sonrió y asintió, en silencio.

“Debo aprovechar que mi madre no está aquí conmigo.”
“Disculpe mi impertinencia pero…” Katie dudó en proseguir, preocupada por faltarle el respeto.
“Adelante, no hay problema.”
“Es que el joven Wilhelm y los señores Gladstone podrían tomarlo como un desaire.”
“Ya conversé con ellos. Wilhelm dijo que no tenía problema con que no asista.”

En parte, era cierto: habían discutido acerca del tema durante los breves momentos que tuvieron juntos, antes de que Wilhelm fuera a reencontrarse con sus padres para ir a saludar al resto de empresarios de su círculo social más cercano. Ella le había mencionado que se sentía un poco mareada, haciendo énfasis en la necesidad de descansar urgentemente. Su prometido no había hecho comentario al respecto, pero eso bastaba y sobraba para dar a entender que no era vital su asistencia.

Pero los padres de Wilhelm no sabían nada al respecto. La madre de su prometido era igual de escandalosa y alcahueta que la suya, por lo que estaba segura de que existirían comentarios negativos de su parte sobre aquella falta de respeto. Sin embargo, la Sra. Gladstone estaba maniatada: por más de que sentía una animosidad tremenda hacia ella, el matrimonio sería el inicio de una alianza estratégica entre ambas familias que sería de mucho provecho para ambas partes.

Y aunque aparentemente todo indicaba lo contrario, en el fondo Eureka sentía lo mismo que ella, por más irónico que fuese.

Lo que daría por librarse de aquel compromiso.

“Si usted desea, puedo llamar a algún mayordomo para que le traiga el almuerzo a la recámara.”
“Eso sería espléndido, gracias,” Eureka le sonrió. “Oh, y por favor, dígale a Mary que llame al resto de criadas. Prefiero que estén con Wilhelm y los señores Gladstone, no vaya a ser que necesiten algo. Ayúdenlos en lo que ellos vean necesario.”
“Por supuesto,” la criada asintió. “Pero… permítame hacerle notar que se quedará sola, señorita.”
“Sí, eso es justo lo que busco. Necesito un momento a solas.” Eureka soltó un suspiro. “Unos quince minutos serán suficientes. Quiero tomar una siesta.”
“Iré por su almuerzo, señorita. De ahí le avisaré a Mary. Ya regreso, entonces.”
“Ve con cuidado, Katie.”

La criada hizo una pequeña reverencia, y se excusó fuera del cuarto. Al cabo de unos segundos, Eureka escuchó otra puerta cerrarse: Katie había salido de la suite, para ese entonces.

Una vez a solas, Eureka no tuvo cuidado alguno con el vestido que portaba y se desplomó en la cama. Luego de un par de segundos llenos de arrepentimiento, recordó que su madre no estaba con ella y suspiró aliviada.

Se acomodó en la cama, observando el techo de su cuarto sin interés. Tuvo la intención de levantarse a apagar las luces, pero el cansancio la venció, y cerró los ojos. 

No pudo mantenerlos así por mucho tiempo. Unos minutos pasaron, y volvió a escuchar el sonido de una puerta abriéndose, lo que la sorprendió y la despertó de un salto.

“¿Katie?” llamó, tentativamente, pero al no recibir respuesta, se levantó y caminó hacia la puerta que daba a la sala.

Al salir de su cuarto, se encontró con que la sala estaba vacía. Sus ojos se posaron en la puerta del cuarto de su prometido, abierta de par en par.

Un mal presentimiento se apoderó de ella. El miedo la llevó a cuidar no hacer ruido al asomarse para revisar de quién se trataba.

Se encontró con una escena sumamente extraña a sus ojos: uno de los miembros de la tripulación de White Star Line estaba frente a la caja fuerte de su prometido, revisando los contenidos de los pequeños cajones dentro de esta.

Ignorando los grandes fajos de dinero en el compartimiento superior, que andaban completamente a su disposición.

Eureka sintió la necesidad de gritar, de alertar del robo a cualquier pasajero o sirviente que anduviese por aquella zona. Pero sólo alcanzó a soltar un suspiro, y se llevó una mano a la boca. El hombre notó su presencia y se giró a encararla: sus ojos cafés se posaron en su rostro, y se sintió hipnotizada por su mirada. Lo que fue un contacto visual de unos breves instantes, pareció durar una eternidad para ella.

Todo indicaba que lo mismo había sucedido con él, puesto que lo vio sacudiendo la cabeza para pisar tierra y despertar de aquella extraña hipnosis. El hombre deslizó su mirada hasta mantenerla fija en su cuello, y fue recién en esos momentos que Eureka se dio cuenta de lo que él había estado buscando.




(http://i.imgur.com/uOvOVHs.png)


Era imposible que todo estuviese yendo tal como lo esperaba.

Oikawa había sido contratado para robar un diamante valioso adquirido en marzo del año 1912 por Wilhelm Gladstone. No contaba con mucho tiempo para esto, puesto que debía entregarlo ni bien el barco llegara a Halifax, la última escala antes de llegar a Nueva York.

La infiltración al trasatlántico fue sencilla: había suplantado la identidad de un mayordomo que formaba parte de la tripulación contratada por White Star Line sin problema alguno. Encontró que, para su suerte, la zona del barco que le habían asignado quedaba muy cerca de la recámara de Gladstone y su prometida, Eureka Whitaker. Encima, estaba encargado de atender exclusivamente a los pasajeros de primera clase. 

Revisó su reloj de bolsillo, y notó que faltaban unos minutos para la hora de almuerzo. Sabía que se estaba arriesgando de más al intentar robar el diamante en el primer día de viaje, pero sentía que no iba a ganar nada con dejarlo para después, por lo que decidió salir de los camarotes de los empleados con destino a la suite de Gladstone.

Todo parecía ir a su favor: la tripulación que vigilaba las recámaras ni se inmutó al verlo ingresar; y antes de llegar a destino, logró ver a los mayordomos personales de Wilhelm, junto con el mismísimo Gladstone, saliendo hacia el comedor de primera clase. La puerta había quedado abierta, por lo que aprovechó de ingresar, no sin antes revisar que ningún otro pasajero o miembro de la tripulación estuviera cerca de allí.

Ahí empezó a darse cuenta de que no todo podía ser tan perfecto: escuchó dos voces que provenían del cuarto de Whitaker, y tuvo que correr a esconderse en el vestidor.

Si lo encontraban allí, terminaría siendo arrestado por los oficiales por su actitud sospechosa. Pero estaba atrapado, puesto que salir del vestidor delataría su presencia en la suite.

Optó por lo sano: ser paciente y no desesperarse. Eventualmente, Whitaker y su criada debían de salir rumbo al comedor de primera clase. En esos instantes, aprovecharía para robar el diamante de la caja fuerte de Gladstone.

Para su suerte, escuchó que la puerta del cuarto de Whitaker se cerró, y de ahí, le siguió la puerta principal de la suite. 

Oikawa se arriesgó, confiado de que nadie se encontraría dentro de la suite a esas alturas. Salió del vestidor y caminó hacia el cuarto de Gladstone, cuidando no hacer mucho ruido por precaución. Prendió con prisa las luces, y encontró la caja fuerte encima de una mesa de ébano con detalles muy recargados.

Tanteó unos cuantos minutos con la perilla de la caja fuerte, hasta que esta soltó un ‘click’ muy sonoro y la puerta se abrió. Revisó exhaustivamente cada rincón de la caja, sin éxito. Varios fajos de billetes estaban en el compartimiento superior, junto con unos archivos y documentos importantes que de seguro pertenecían a la industria de los Gladstone, pero no había rastro del diamante.

Se quedó estupefacto al escuchar un ruido detrás de él, acompañado por un suspiro muy suave. Al voltearse, reconoció a la mujer en el marco de la puerta como la prometida de Gladstone, Eureka Whitaker: era una joven muy bonita, arreglada de una manera muy sencilla y con un vestido negro que la hacía ver más pequeña de lo que ya era.

Eureka le devolvió la mirada, y el contacto visual le impidió notar el paso de los segundos. Por algún motivo, el mundo a su alrededor había desaparecido: todo se reducía a ese instante, el preciso momento en el que se habían encontrado el uno al otro.

Sacudió levemente la cabeza para pisar tierra y enfocarse de nuevo en su objetivo… el que encontró colgando del cuello de la mujer en frente suyo.

…Al menos el diamante carmín resaltaba los ojos de la joven.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Cho on August 08, 2017, 04:10:04 PM
Okay, luego de agonizar me salió algo remotamente decente... quiero dormir (?)

1

(http://i.imgur.com/7fRJ05C.png) (http://i.imgur.com/DnnDZ28.png) (http://i.imgur.com/wQna3UM.png)

Después de la partida del majestuoso Titanic y el inicio de la travesía, los pasajeros terminaban de acomodarse dentro de sus habitaciones y posteriormente salían para disfrutar de las instalaciones en aquel lujoso barco.

Al igual que varias áreas designadas específicamente para personas que viajaban en primera clase, la cubierta también se encontraba dividida, y un par de conocidos habían encargado el arreglo y la recepción de sus pertenencias al personal de White Star Line con tal de disfrutar de la vista disponible en la cubierta desde el inicio del viaje.

Por la dirección a la cual encaraban, no eran capaces de ver más que el borroso horizonte marítimo, mientras que el Titanic daba la espalda a tierra firme e iniciaba lo que debía ser un breve adiós en medio de su gloriosa primera travesía.

Uno de ellos, un hombre cercano a sus treinta años, observó a unas gaviotas volar a poca distancia al barco, y luego su vista pasó a presenciar a unos miembros de la tripulación realizando una labor de caminar a mascotas de pedigrí pertenecientes a otros pasajeros. Aquella imagen que no pudo ignorar por el hecho que pasaron frente a él le causó una tremenda frustración, por más que él mismo se considerara un amante de los animales. Ante su reacción, pudo notar cómo su acompañante sonrió y rió por lo bajo. Ella no necesitó mirarle para captar la desaprobación en él, y sin duda lo encontró muy gracioso.

“Si la gente tanto insiste en traer a sus mascotas, deberían ser ellos quienes las paseen,” comentó el hombre. “Es también lo mejor para ellas pasar más tiempo con sus dueños.”
“No discutiré contigo. Déjame apreciar los pequeños placeres de la vida,” contestó con un tono burlesco. El otro le miró con reproche, pero no llegó a decir más ya que un camarero que servía el área acababa de regresar con unos aperitivos y una botella de vino tinto para los dos.
“Les traigo nuestra mejor selección de panadería francesa y un cabernet sauvignon de reserva,” explicó el camarero con una impecable cortesía y etiqueta. Apoyó la cesta de panes encima de la mesa entre las dos sillas y procedió a servir la bebida alcohólica con gracia y delicadeza, para entonces posicionar las copas al costado de los dos pasajeros. “Permitan que el vino respire antes de degustarlo. ¿Se le ofrece algo más, señor Cranach?”
“Estamos bien, le agradezco,” dijo el hombre asintiendo y con suma paciencia.
“No, querido, quisiera disfrutar de uno de los rumoreados postres del chef,” le pidió la mujer con un tono reservado y delicado, aunque casi suplicante.
“¿Q-qué dices…?” el dirigido sintió a su piel erizarse por la forma en la que aquella lamentablemente conocida persona a su costado había decidido llamarle.
“¿Cómo no, señora Cranach? Tenemos disponible…”
“¡Hahahahaha!” la mujer dejó su acto para reírse con gusto. Su voz retumbó en esa área y causó que varias personas de su clase la miraran con recelo y cierto despecho.
“¿S-sucede algo…?” el camarero se congeló por aquella reacción, y estuvo por ser explicado lo que sucedía de parte del otro presente.
“Nosotros no estamos casados…” declaró el joven señor, pesadamente y mostrando un rostro lleno de gran frustración, indignación y cólera. Todo aquello no estaba para nada dirigido al pobre camarero envuelto en esa broma de mal gusto, aunque él no evitó temer por su empleo y su vida ya que ese semblante era traumatizante.
“M-mil disculpas a los dos,” dijo con una rápida reverencia. “L-les dejaré disfrutar de sus pedidos. Avísenme si en algún momento desearían algo más…”

El mozo continuó con su ronda donde fue a atender a una pareja de ancianos más adelante, mientras la supuesta ‘señora Cranach’ todavía reía por su ocurrencia.

“Sabía que reaccionaría así…” comentó.
“¿Cuál demonios es tu problema, Astrid?” le reclamó, colérico. “Pensé que manteníamos una distancia y disgusto mutuo. Nosotros nunca nos comprometeríamos de aquel modo.”
“Lo dices como si no me conocieras, Sterk,” la pelinegra se encogió de hombros. “Sabes que fastidiar e incomodar a todos es parte importante de mi comportamiento, y tú eres una de las personas más fácilmente incomodables. Después de todo, este viaje será principalmente para un goce personal.”
“…” dio un suspiro y le miró de reojo. “Sabes que no es cierto. Tu familia espera que tu llegada a Nueva York te permita entablar mejores relaciones con otras familias de gran estatus por el bien de tus intereses y para buscar a un pretendiente.”
“Tú también tienes la misión de conocer a una prometida de una familia en Estados Unidos bajo esperanzas de que finalmente encuentres a alguien, pero todos sabemos cómo va a terminar,” Astrid comenzó a comer uno de los panes, mientras mostraba una actitud de indiferencia y casi comedia que sin duda exasperaba a su acompañante.

Sterk tenía unas raíces alemanas, aunque había vivido mucho tiempo de su vida en Inglaterra por sus estudios. Era el mayor de cuatro hermanos, aunque el único sin planes para iniciar una familia y continuar con el legado de su apellido, lo cual era de suma preocupación para sus padres, quienes le habían apuntado como el legítimo heredero. Pese a ser un cortés e inteligente caballero adepto a diversas áreas y disciplinas, su personalidad críptica e inaccesible y aura aterradora nunca dejaba de darle problemas al momento de entablar relaciones más íntimas que las profesionales. Sumado a ello, era una persona con intereses inusuales y pasatiempos que no iban con su estatus, lo cual terminó tachando a muchas posibles familias que deseaban tener vínculos con él. Prácticamente, sus tres hermanos menores habían terminado siendo escogidos en su lugar.

Por otro lado, Astrid provenía de la Europa oriental, de una familia también reconocida en su entorno. Pese a no haber sido elegida como la heredera por su sexo femenino, siempre había sido apreciada debido a su atractiva apariencia. Sin embargo, ella era alguien inteligente y liberal (lo cual por ser mujer era un gran defecto ante los ojos de su tierra natal) y también poseía una personalidad problemática. Aquella era la razón por la cual Astrid se encaminaba hacia América, una tierra conocida como más ‘barbárica’ donde posiblemente podría encajar mejor y hacerse de aliados beneficiosos para sus padres.

Eventualmente, ellos dos cruzaron caminos cuando surgió la posibilidad de que ambos terminaran comprometidos. Aquello hubiera sido también muy positivo para ambas partes. Sin embargo, Sterk había declarado enfáticamente que no sería capaz de soportar a alguien como ella por el resto de su vida, y los dos más bien habían terminado convirtiéndose en unos bizarros e improbables amigos. De todos modos, el hecho que ellos hayan podido volverse moderadamente cercanos considerando sus problemas sociales del pasado era de interés para sus familias, y posiblemente podría significar una asociación a futuro.

Ambos se encontraban en un umbral de edad un tanto inaceptable para todavía ser solteros y podían sentir la presión de todos en su círculo de comportarse según la sociedad mandaba, pero sólo viajaban hacia Nueva York sin esperar que nada realmente cambiara en sus vidas. También, para agregar algo adicional al viaje, Astrid había sorprendido a Sterk con otra persona que, según ella, también provenía de una familia de clase alta de su tierra de origen, y quien se dirigía a Estados Unidos en búsqueda de una vida nueva.

Y justo la mencionada llegó frente a ellos.

“Les oí reírse y renegar, Astrid y Sterk, respectivamente,” comentó la jovencita, con una voz apagada e indiferente, aunque extrañamente endulzada de unos toques pícaros que apuntaban a originar aprobación en quienes le oían. Junto a la voz adornada, dicha joven de cabellos azabaches sonrió muy ampliamente y con una alegría que le hacía verse infantil.
“Astrid de nuevo fastidiándome, lo puedes esperar,” resumió Sterk, alzando una ceja. Aquella chica que acababa de conocer le daba mala espina, y sólo era derrotada por Astrid como la persona que más le ponía de mal humor. No dejaba de pensar que toda esa apariencia y palabras adornadas eran eso, adornos. Claro, a su costado, Astrid no dejaba de mirar a la recién aparecida en sus vidas con entretenimiento e interés. “Y lo mínimo que podrías hacer ahora es dejar de vestirte con vestidos negros. Ya pareces un espantapájaros.”
“Pero ya lo hemos hablado,” la joven llevó sus manos a su pecho y desvió su mirada hacia el piso para transmitir una angustia y delicadeza en su gesto lleno de desesperanza. “Lo siento… no es un deseo mío inquietar la hermosa vista, pero hace poco que mi estimado señor padre falleció y tengo que mantener el velo a señal de respeto,” acto seguido, llevó el filo de su índice izquierdo para secarse unas muy disimuladas lágrimas que podrían no haber estado ahí. “Ahh, por su ausencia no tuve más remedio que escapar de mi hogar. Nadie me comprendía como él.”
“Sí, linda historia, siempre he sido una fan,” comentó Astrid quien recibió una mirada de reproche de la menor. “¿Y cómo así nos quieres acompañar, Celestia? Asumí que éramos demasiado mayores y aburridos para ti.”
“Yo me junto con quienes me hacen sentir bienvenida, y con quienes pertenezco. Como personas de familias de tan alta gama, ustedes son la perfecta e ideal compañía para mí,” confesó con una muy delicada y presentable alegría en su expresión. “Casi diría que los dos son perfectos el uno para el otro. No dejo de observar lo mucho que me entretienen con sus intercambios.”
“Sí, ¿verdad?” preguntó Astrid. “Primero el mozo y ahora nuestra estimada Celestia. ¿Qué te parece, Sterk?”
“Deja ese tema de lado,” espetó el hombre, impaciente.
“Vamos, no duele considerarlo,” Celestia se sumó, con una sonrisa. “Incluso tú debes asumir lo ideal que suena Astrid Cranach. Es simplemente precioso, ¿cierto?”
“Ya tuve suficiente,” se quejó Sterk entre dientes y se levantó.
“¿A dónde vas?” le preguntó Astrid, un poco frustrada, y le sonrió. “Vamos, la broma ya pasó. Además, no puedes irte sin tomar el vino que pides. Ya le dejaste respirar.”
“Nadie puede respirar con ustedes dos a bordo,” él ignoró la invitación y continuó caminando. No debió haber aceptado a viajar con su insoportable amiga y su clon más joven. A ese ritmo, él muy probablemente podría saltar por la borda.

Iba a ser un viaje un tanto conflictivo, aunque también una oportunidad para conversar y vivir un poco más de lo usual.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Apple on August 08, 2017, 07:45:49 PM
Que emoción verlas a todas posteando. Prometo leer todas sus historias y dejarles comentarios (ahora no hay excusa ya que es nuevo proyecto o_ó). Also, introducing husbando #2

#1: Conjugal burns
(http://i240.photobucket.com/albums/ff158/Diva_Asakura/BT%202017/jamie-2.png) (http://i240.photobucket.com/albums/ff158/Diva_Asakura/BT%202017/sheryl-2.png)

10/4/1912

Sheryl POV


Cuando vi el Titanic por primera vez no traté de evitar emocionarme. Era magnifico. Mi esposo, a mi lado, soltó un silbido de admiración y mi hermana expresó lo hermoso que le parecía el barco. Sus ojos celestes se iluminaron y su semblante contrastaba con sus ropas de luto y la palidez de su rostro.

En su primer viaje, el Titanic iba de Inglaterra a Nueva York. Este iba a ser mi primer viaje desde mi luna de miel en Roma y a pesar de que en ese momento estamos pasando por circunstancias difíciles estaba ansiosa por llegar a América.

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Mientras más se acercaba la hora de zarpar los muelles alrededor del M.S. Titanic se atoraban de personas. Algunos era pasajeros y muchos eran curiosos que  iban despedir a algún familiar o amigo y de paso querían verlo hacerse a la mar.
Las filas para abordar en tercera clase fueron largas debido a las revisiones, pero en primera clase todos abordaron en cuestión de minutos y no paso mucho para que los tripulantes tuvieran una copa de champagne en una mano y con la otra saludaran al capitán. 

Había todo tipo de personalidades en esa pequeña fiesta de bienvenida oficiada por el Capitán, desde millonarios hasta nobles. Una de las presencias más notables era la del joven Conde de y líder del legendario Clan McKenzie de las Tierras Altas de Escocia, James "Jamie" Alexander Malcolm MacKenzie Fraser y su esposa, la condesa Sheryl MacKenzie Von Lohengramm. Iban de compañía de la hermana de Sheryl, Rangiku Stark.

Eran un trió curioso e interesante. El era alto y fornido como buen escocés, y para la ocasión había peinado desordenados risos pelirrojos hacia atrás lo que le daba un aspecto muy aristocrático. Las mujeres ambas altas, rubias y de ojos azules de familia austriaca. Su apellido de solteras era Von Lohengramm. Eran tan ricos y educados como la mayoría de pasajeros de primera clase, pero Sheryl sabía que los saludos y cortesías hacia ellos eran solo una fachada.

Un escocés y un par de austriacas no encajaban bien entre los ingleses y americanos.

Cuando la pequeña recepción de bienvenida terminó y el barco hubo salido a la mar los pasajeros se retiraron a sus camarotes. Un oficial escolto al trío a sus habitaciones, Jamie le ofreció su brazo a su esposa, pero ella lo rechazó con disimulo adelantándose al grupo. Estaba ansiosa por ver las habitaciones, y de nuevo la sorpresa y la alegría la invadieron cuando entró. Eran espacios decorados con mucho esmero y buen gusto, enormes como las del Ritz en París e incluso tenían su propia cubierta privada que seria el equivalente de un balcón donde se podía desayunar, leer y tomar el té. Las dos maids de Sheryl y Rangiku ya estaban ahí, desempacando la ropa que sus amas usarían para el viaje y tratando de poner orden entre el caos de maletas.

Sheryl no pudo evitar explorar el enorme camarote con la curiosidad de una niña. La mayor de igual manera exploró el lugar y critico la decoración del lugar por exagerada antes de retirarse a su propio camarote. Sheryl no se percató hasta ese momento de que solo había una habitación en el lugar. De repente la invadió el disgusto y el enojo. Tendría que dormir con Jamie.

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Mi matrimonio no iba bien en esos momentos. A decir verdad, nunca fue bien. En los últimos años había sido traicionada por mis dos hermanos. Rangiku se casó con el hombre a quien yo amaba y mi hermano Reinhard me obligó a entrar en un matrimonio arreglado. Como nuestros padres habían muerto y él era el nuevo jefe de la familia tuve que obedecerle. Obviamente me rehusé pero el llego al punto de amenazarme con enviarme a un convento o echarme a las calles. Supongo que se preocupaba por mi bien después de todo.

En cuanto a Rangiku, ella se casó con Robb Stark un joven norteamericano hijo de un magnate del petróleo enviado a Inglaterra por sus padres para buscar una novia digna de un heredero y que con su presencia pudiera subirle el status a la familia. Lo conocimos en una fiesta y mis hermanos trabaron amistad con el enseguida. Pero yo me enamoré de el en seguida, y por varios meses intenté llamar su atención. Pronto, el empezó a llegar seguido a casa a visitarnos y supuse que era cuestión de tiempo antes de que una confesión de amor llegara. Y claro que llegó junto con una propuesta de matrimonio, pero para mi hermana. Traté de no odiarla a ella, o a él, pero terminé odiándome a mi misma por no haber sido lo suficientemente buena.

Poco a poco fui recomponiéndome. Amaba a Robb, eso nunca cambiaria, pero era el esposo de mi hermana y me esforcé por desearles el bien. Tambien decidí que nunca me casaría y rechacé varias propuestas que me llegaron hasta el punto de llegar a disgustar y preocupar a mis hermanos. 

Y así paso un año y llegó el primer aniversario de bodas de Robb y Rangiku. Para celebrar arreglaron un viaje a Escocia e invitaron a mi hermano y a mí. Íbamos a quedarnos en con un conde que ellos conocieron en su viaje de luna de miel a París y con el que trabaron amistad. Según me dijeron, el vivía en un castillo que había pertenecido a su clan desde hacía cientos de años y estaba en un islote rodeado un largo. No me emocionaba la idea, pero de igual manera me encontré sobre un caballo pasando sobre el puente que conectaba la isla con tierra firme.

Era un lugar viejo, el castillo era una gran fortaleza de piedra y todavía no contaba con electricidad. El conde salió a recibirnos. Mi primera impresión de Jamie fue que era muy joven para ser conde. Sus tíos, ambos habían muerto un año atrás, y el era su heredo (aunque acepto el cargo de mala gana). La segunda impresión que me dio fue de que delante de mí, besando mi mano, tenia a uno de los solteros más codiciados de Gran Bretaña. Y no era en vano pues Jamie (como lo llamaban todos desde que era un niño) MacKenzie Fraser era un encanto. Aún así eso no fue suficiente para mí.

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“Sassenach, saldré a ver la cubierta exterior y a explorar el barco, ¿te gustaría acompañarme?” Jamie se había cambiado la ropa de viaje y ahora lucia mas relajado. Su peinado ya estaba casi deshecho y sus rizos empezaban a rebelarse.

“Me duele la cabeza. Lo siento” a Sheryl no le agradaba que Jamie la llamara así y él lo sabía muy bien, pero le gustaba usarla para irritarla. Sassenach era básicamente la palabra gaélica para designar a una persona extranjera y a veces podía sonar bastante despectivo. Fingió supervisar la labor de su maid que trataba de encontrarle lugar a todas sus cosas.

Jamie sonrió a medias y trató de que el enojo no se apoderara de él para evitar tirar el florero con rosas frescas que estaba a su lado. Aún no se acostumbraba a la frustración y al rechazo de su esposa.

“Ya veo… con que esa es tu nueva excusa”

“No es una excusa. Todo este desorden me da dolor de cabeza.”

“Es todo tu equipaje Sheryl. Toda tu ropa, sombreros, abrigos y zapatos. Como que te fueras a mudar a América.”

La rubia se levanto y lo miró a los ojos de manera desafiante.

“Pero sí nos mudamos a América.”

“Aún no esta decidido.” Le dijo el acercándose a ella, respondiéndole la mirada desafiante con otra aun mas desafiante.

“Tu lo prometiste. Ve a explorar o hacer lo que quieras, pero regresa a tiempo para cambiarte para la cena” dijo ella queriéndole quitar importancia al asunto y dándole la espalda volviendo a su tarea.

Sin decir nada el se fue. No le gustaba ese tonito con el que su esposa le hablaba y a pesar de que llevaba un mes hablándole de esa manera, tampoco se acostumbraba a eso. Sabía que nunca lo haría.  Un poco resignado, se dirigió al salón de fumadores. Quizás un poco de whiskey lo harían sentirse menos frustrado.
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Regresó al camarote media hora antes de que se sirviera la cena en el gran salón.

“Hueles un poco a Whiskey” le reclamó su esposa.

Y efectivamente, había ido al salón de fumadores pero no había bebido más que dos vasos de whiskey con hielo. En realidad Sheryl era una experta en encontrarle defectos y excusas para discutir. Pero Jamie decidió no seguirle la corriente hoy e ignorando el comentario fue hasta la habitación a cambiarse por algo más apropiado. El whiskey lo había relajado un poco, no lo suficientemente para hacerle olvidar que su esposa le odiaba pero si como para  ponerlo un poco juguetón y hacer salir a su  macho alfa interno. Solo para demostrar un poco quien mandaba.

Busco entre el su cofre de ropa su kilt más nuevo y fino. Sabía que su esposa odiaba cuando usaba kilt estando fuera de Escocia.

Cualquier mujer hubiera soltado suspiros de amor y admiración viendo a Jamie Fraser usando sus mejores ropas al puro estilo escocés; con su camisa de paño blanca, chaleco café, chaqueta azul marino, botas y el kilt con el patrón y colores del clan MacKenzie con sus respectivo cinturón de cuero atravesándole la cintura. Pero Sheryl no.

El se acerco a ella y sin preguntarle la tomo del brazo como cualquier caballero tomaría a su dama para caminar juntos al gran salón. Una sonrisa traviesa y encantadora se dibujo en los labios de el antes de susurrar al oído de su esposa: “Sabes querida… hoy me siento como un verdadero escocés”.

Sheryl, conociendo el significado de lo que era un verdadero escocés se sonrojó escandalizada. 
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Isumi on August 11, 2017, 02:29:54 AM
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Ch. 1

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Todo sucedió por culpa de un descuido.

Gracias a contactos que tenía mi padre, logré conseguir un trabajo como criada en una familia de mucho dinero. Y aunque diga criada, en realidad era solamente la niñera. Solo a veces hacía cosas extra como coser sus vestidos, ya que la costura era una de mis habilidades más desarrolladas, o tocar el piano durante sus fiestas.

La familia en cuestión se trataba de parientes no tan lejanos de William Pirrie, presidente de los astilleros Harland and Wolff, compañía para la cual trabajaba mi padre y en la cual era muy querido gracias a su personalidad extrovertida y carismática. De hecho fue gracias a eso que, cuando le pedí ayuda para conseguir trabajo, no tuvo mucha dificultad en encontrarlo.

Ahora, la razón por la cual estaba tan desesperada por trabajar, a pesar de no haber terminado mis estudios, era que me enteré sobre el hecho de que mi padre había sido empleado para trabajar en la construcción del Titanic. Entonces, comencé a juntar dinero con la esperanza de poder comprarle un billete para que pudiera tomarse unas vacaciones en Nueva York. Pero me di cuenta que, si quería lograr al menos el precio de la segunda clase, necesitaba un trabajo más rediticio del que había tenido en una fábrica textil hasta el momento.

Ya habían pasado cuatro años desde que comencé a trabajar con ellos y finalmente la construcción del Titanic había terminado.
Aquella mañana me dirigía a la mansión luego de haber comprado el billete; no iba a hacer a tiempo a volver a casa para dárselo a mi padre; por lo tanto tuve que ponerlo en mi cartera y esperar hasta la noche.

Y más que un error, aquello se trató de una desafortunada coincidencia.

Durante la tarde de aquel día, los padrones de la casa realizaron una fiesta de beneficencia dirigida hacia los niños huérfanos. Mi trabajo, como siempre, era entretener a la visita con música. Entre la gente se encontraban también muchos de los niños huérfanos protagonistas del evento.
Visto desde afuera, los comentarios sobre esta fiesta iban desde los muy negativos, criticando el hecho de que dejaran niños maleducados y mal vestidos participar a una fiesta de alta clase, a los muy positivos, apreciando la gentileza de los padrones. Pero ninguno habría estado en lo correcto.
La verdad era que querían simplemente que la gente hablara sobre ellos. No les importaba si bien o mal, el simple hecho de ser argumento de discusión les daba popularidad y eso era lo que buscaban.
Lo que hacían no era extremadamente escandaloso ni generoso; era algo que cualquier persona rica podría hacer en cualquier momento, pero no tenían el coraje de hacerlo por miedo de ser criticados.
Pero ellos no tenían miedo de nada, y aunque pudiese parecer algo admirable, en mi opinión era simplemente estúpido.

Porque fue gracias a ese coraje que perdí mi regalo.
El billete que iba a regalarle a mi padre, junto con muchas otras de mis pertenencias, fueron robados esa misma tarde por uno de los niños huérfanos. Y lo peor fue que todos lo vieron, pero nadie sospechó nada. Algunos comentaron que el niño decía que iba a llevarle la cartera que tenía en sus manos a la persona que se la había pedido. Me pregunté cuán idiotas podían ser la clase alta.

Decepcionada, esa noche volví a casa a pensar sobre mis decisiones de vida; sin imaginarme que iba a ser mi padre quien me la cambiara completamente.

-¡Isuzu! ¿Qué haces deprimida en la cama? ¡Tengo una gran sorpresa para ti!- Exclamó mi padre abriendo la puerta con el mismo entusiasmo de siempre.
-Perdón, pero la verdad es que no estoy con ganas de sorpresas... - le respondí sin levantar la cara de la cama.
-¿Ni siquiera si te digo que tiene que ver con el Titanic?-
-...- Esas palabras me hicieron levantar enseguida. ¿Era posible que de alguna manera el billete hubiese terminado en sus manos? -¿Qué hay con el Titanic?- Pregunté intentando esconder mis nervios.
-Pues, como ya te he contado varias veces, el Titanic es muy bonito y grande. Entonces papá pensó que, teniendo una hija muy bonita y pequeña, verla encima del Titanic ¡sería una vista para cuadro!- Hablaba moviendo los brazos hacia todos lados como si fuese italiano.
-Pero papá, no puedo subirme al Titanic sin un billete, por más que tú hayas ayudado a construirlo. Ya lo hemos hablado.-
-¿Y quién dijo que subirías sin billete?- Haciendome esa pregunta, sacó de su bolsillo y comenzó a ventilarse con lo que parecía ser un billete muy similar al que había comprado yo. Pero no era posible…
-Pero… pero… se supone que los billetes llevan el nombre de la persona…- Comencé a decir habiendo aceptado la teoría de que aquel era el billete que había comprado. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo me tapé la boca.
-¿Isuzu? ¿De qué hablas? Este billete te lo compró papá para tí, amor. Por supuesto que tiene tu nombre.-
Habiéndose calmado respondí. -Pero papá… no puedo ir a Nueva York sin tí. ¿Qué haré allí sola?-
Entonces, borrando por completo su sonrisa de siempre y reemplazandola por una triste, respondió. -Tu madre se encuentra en Nueva York.-
-...¿Qué?- No podía creer lo que había apenas escuchado.
-Me mandó una carta no hace mucho y me dijo que se arrepiente de todo lo que hizo y de las deudas que nos hizo pagar durante todos estos años por su culpa. Dijo que su marido la dejó, su hijo se escapó de casa y aun ahora está desaparecido. Está muy desesperada y sola;  le gustaría poder verte de nuevo, adulta y tan hermosa. Estoy seguro de que al perder otro hijo se dio cuenta de lo que perdió cuando te abandonó a tí.-
-Esa mujer es una racista.- Le dije sin medir mis palabras. -Tal vez tú hayas estado enamorado de ella, pero ella nunca quiso tener a una hija asiatica como yo. No sé por qué se puso contigo en primer lugar, pero si sus tan respetados ‘círculos sociales’ no pueden verla con una hija de otra raza, entonces no tengo razón para tenerle lástima.-
-Hija… sé cómo te sientes, y no te voy a obligar a ir a ver a tu madre. Pero aunque sea puedes aprovechar el viaje para relajarte, conocer ambientes nuevos y quien sabe, tal vez tu voz y tu talento musical te consigan una carrera en los Estados Unidos. Yo siempre creí en ti, pero nunca pude hacer nada para demostrarlo. Déjame demostrártelo esta vez.-
-Papá…- Lágrimas comenzaron a llenar mis ojos pensando en la posibilidad que me había perdido de corresponder tanta gentileza de parte de mi padre y en las palabras que se quedaron para siempre atoradas en mi garganta.


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Y fue así que la mañana del diez de Abril del 1914, cargando todas mis pertenencias en solamente dos maletas, me subí al lujoso RMS Titanic con un billete de segunda clase.

Mi padre estaba preocupado de que, al haber comprado el billete un poco tarde, ya no quedaban dormitorios individuales en la segunda clase; por lo tanto tendría que dormir con algún desconocido.
Por mi parte no se me hacía un problema tan grave, mientras que no se tratara nuevamente de un ladrón. Pero por supuesto, de haber ladrones solo tendrían como objetivo a la primera clase. Y de todos modos no llevaba nada valioso además de dinero y mi cuaderno de música con las composiciones que había escrito hasta el momento.

“Si voy a hacerlo, voy a hacerlo bien.” Pensé recordando las palabras de mi padre.

Una vez que subí al barco, sentí que no era la primera vez que me encontraba allí. Gracias a todas las historias que mi padre me contaba todos los días cuando volvía de trabajar, sentía como si poco a poco el barco iba tomando forma en mi cabeza y ahora lo veía terminado.
Por cortesía me dejé guiar por la tripulación, pero por cada rincón, cada escalera y cada sala por la que pasabamos, sabía ya hacia qué dirección el hombre me diría ‘por aquí por favor’, como si de mi casa se tratara; lo cual me hizo mantener una sonrisa durante todo el rato a pesar de que mi padre no estuviera allí conmigo para disfrutarlo.

El recorrido se hizo más corto de lo que me esperaba y en pocos minutos me encontraba en mi habitación. Solo tocaba ver con quién la compartiría.

-Muchas gracias.- Me dirigí al hombre con una reverencia y éste, imitandome, se fue por su camino.

Con mis dos maletas a los costados, procedí a abrir la puerta del dormitorio y lo que me encontré allí fue una imagen muy peculiar. Se trataba de un niño que, ni siquiera haber entrado, ya me miraba con una expresión que decir hostil era un eufemismo.

Y no pude evitar preguntarle. -¿Qué te sucede?-
-Nada.- Dijo el niño volteandose hacia otro lado.
-...- Su carácter se me hacía un tanto maleducado. Pero no iba a bajar a su nivel. Mientras acomodaba mis maletas, volví a hablar. -Mi nombre es Isuzu, ¿tú cómo te llamas?-
-...- El niño me miró de nuevo por un momento y volvió a voltearse. Sin mirarme a la cara respondió. -Hiro.-
Y me sorprendió. No solamente Hiro era un nombre japonés y este niño era evidentemente occidental. Si no que Hiro era el nombre de mi padre.
Hice mis observaciones públicas en busca de una aclaración. -¿Hiro? ¿Quién te puso ese nombre? Es muy particular ¿sabías?-
-Hm.- Casi ignorandome, el niño solo asintió con la cabeza y luego prosiguió. -Mi padre.-
-Oh, así que tu padre te puso ese nombre, eh. ¿Acaso le gustan los nombres japoneses?-
-Señorita.- Sin responderme se levantó de su cama y dirigiéndose hacia mí con una expresión aburrida dijo: -Si no tiene nada mejor de qué hablar, yo prefiero ir a caminar por el barco. Hasta luego.- Y dicho eso, pasó por al lado mío y salió del dormitorio.
-...- Dejando su malaeducación de lado, la corta conversación que tuvimos fue suficiente para sospechar de él. Y aunque se tratara solo de una sospecha, dentro de mí estaba segura que había sido este niño el ladrón del billete de mi padre.

Y se lo haría pagar.



Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on August 12, 2017, 12:00:21 AM
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Bitácora #2 — Ständchen

Sayi se apoyó contra la baranda y estudió el horizonte de Cherburgo extendiéndose a la distancia. Había tenido la ilusión de acercarse más y poder observar la arquitectura, pero el muelle había resultado ser poco profundo para ello. El Titanic echó anclas a una distancia segura, y se quedó a esperar a que los barcos nodriza hicieran su trabajo.

Mientras el primer barco, el SS Nomadic, se aproximaba a la zona de embarque, Kaien retiró su reloj de bolsillo y lo abrió.

“Son casi veinte para las siete. Deben haber pasajeros bastante irritados por la demora”

Sayi se asomó por sobre la baranda y extendió su cabeza fuera del barco. Pudo ver el compartimiento para el desembarque de los pasajeros abrirse. Dos miembros de la tripulación le hacían señas al Nomadic, el cual empezaba a disminuir en velocidad al aproximarse al transatlántico.

Se asomó aún más y sus pies resbalaron en el barandal, pero sus manos se sujetaron con más fuerza para no perder balance. Su acompañante, sin embargo, se alarmó por aquel desliz.

“Tenga cuidado” escuchó decir a Kaien. Estuvo por decirle que no se preocupara, cuando las manos de él rodearon sus hombros, y entonces sus pies regresaron a cubierta.

Sintió su espalda rozar contra su pecho, y el color se disparó en sus mejillas. Cuando se giró a agradecerle por su preocupación notó que estaban muy cerca. Y, al percatarse de su proximidad y de la timidez de la joven, el rostro de Kaien también se prendió.

“Disculpe mi imprudencia” dijo, y se alejó un par de pasos. Nerviosa, Sayi recogió un mechón de cabello y lo colocó tras su oreja derecha “Me preocupaba que resbalara, y se fuera por la borda”
“No se preocupe, más bien agradezco su preocupación” respondió sonriente, intentado hacer dos cosas a la vez: Restarle la necesidad de disculparse, así como camuflar su sonrojo “Me temo que asomarse no ha sido muy elegante de mi parte. Disculpe mi exabrupto”

Pero Kaien le sonrió con un cariño que aceleró su corazón, y obligaron a sus labios a imitar su sonrisa.

“No se disculpe por eso” le dijo “Se me hizo muy encantador”
“A-ah”

Ninguna de instructoras de etiqueta, y ni un extracto de los cuantiosos libros que había leído, le habían preparado para responder palabras como esas.

Habían caminado las anchas cubiertas de primera clase, contemplando el interminable océano que rodeaba el barco. La conversación entre ambos era sumamente amena, y esta fluía sin interrupciones… ello sin contar las frecuentes pleitesías intercambiadas con conocidos de su acompañante. Entonces Sayi no pudo evitar preguntarse si Kaien hacía sentir especial a toda persona que cruzara caminos con él.

Bruce Talmage, su abuelo, había sido uno de los precursores en la exploración y consecuente implementación de uno de los primeros sistemas ferroviarios con miras a la costa Oeste de Estados Unidos. Ello había dejado a su legado con una vasta fortuna, y con un monopolio de transporte en varios estados montañosos del país. Kaien, por su lado, acababa de ser designado como el principal benefactor cuando su padre decidiera dejar la responsabilidad en sus manos. Su viaje a Europa había sido para forjar relaciones con sus contrapartes europeas, así como investigar nueva tecnología que pudiera traer consigo a los Estados Unidos.

Y desde ya, el que alguien como Kaien Talmage-Atwood se haya acercado a pedirle compañía exclusiva era un suceso que le aún le costaba creer. Si bien no sabía sobre su linaje cuando se le acercó en el comedor, habían bastado las pasadas dos horas para percatarse que no solo se trataba de otro miembro de la alta sociedad. Kaien no solo tenía dinero y estatus, sino que poseía un carácter y disposición que inspiraban respeto y cariño.

El ver como le sonreía disparaba una pregunta en su cabeza: ¿Por qué prestarle atención a ella?
Pero Sayi temía que formularla podría sonar grosero y, en el peor de los casos, terminaría con su interés en ella.

“¿Se siente bien?” le preguntó Kaien.

Antes de poder responder las trompetas empezaron a sonar, anunciando la hora de la cena. Sayi sonrió apenada y bajo la mirada, pues ello marcaba el final de su paseo juntos. No obstante, Kaien pareció haberle leído la mente.

“Perdone si estoy sobrepasando mis límites. Y no se sienta obligada a decir que sí, por favor” dijo el joven “¿Me podría dar el gusto de su compañía durante la cena? Me gustaría presentarle a un par de conocidos, y seguir escuchando sobre usted, y su vida en Worcester”
“Es muy amable” respondió “Y me encantaría acompañarlo, muchas gracias por ser tan atento conmigo ¿Me permitiría una hora para alistarme?"
“¡Por supuesto!”

Kaien sonrió ante el favor y, una vez más, Sayi le devolvió la sonrisa. Tenía la impresión que a sus ojos le costaban despegarse de su rostro, y al parecer su acompañante parecía haber caído en una rutina similar.

Por más que el Titanic se tratara de un lujoso transatlántico, Sayi no había tenido grandes expectativas para él salvo el poder regresar a Estados Unidos y reencontrarse con su familia. No se había imaginado cruzarse con alguien como Kaien; alguien con quien le gustaría seguir conversando por el resto de la travesía.

Todo parecía marchar viento en popa, hasta que…

Un hombre mayor entro en escena, tambaleándose, y abriéndose paso entre los dos hasta terminar apoyándose contra el mismo lugar donde Sayi había estado minutos atrás. Entonces asomó su cabeza por sobre la baranda e, ignorando los pasajeros que se encontraban abordando el Titanic, empezó a vomitar con todo el desparpajo del mundo.

Una mujer gritó en disgusto al eludir el regurgite por unos pocos pies.

Era una imagen incómoda, pero no era la primera vez que Sayi veía a alguien vomitar. Kaien, por su lado, miró la escena sumamente perturbado.

“Señorita Darcey, permítame por favor” le extendió su antebrazo rápidamente, y apenas Sayi tomó de él, el pelinegro se apuró en escoltarla lejos del lugar.
“La falta de tacto de algunas personas” masculló el joven, y entonces se dirigió a ella “Siento mucho que haya tenido que presenciar eso”
“No se preocupe…” respondió, pero Sayi sentía que el espectáculo le había chocado más a él.

Antes de girar en uno de los pasillos, Sayi buscó al hombre por sobre su hombro. Notó que ahora había un joven a su costado, atendiéndolo. El no dejarlo solo la dejó algo más tranquila, y entonces siguió haciéndole conversación a Kaien mientras regresaban al área de las habitaciones.

(http://i.imgur.com/U94kaXH.png) (http://i.imgur.com/4ipBdBW.png)

“Le advertí que dejara de tomar si desde ya se sentía indispuesto”

Entonces alzó la cabeza, y buscó entre los pasajeros observando el espectáculo. Pero ya no había señal de ellos.

“Me temo que le arruinó el viaje a la pareja que estaba aquí”

El hombre tomó una gran bocanada de aire y finalmente se enderezó. Se dio media vuelta y apoyó su espalda contra la baranda. Entonces se llevó un cigarrillo a los labios, y bufó incómodo antes de prenderlo.

“Luego me disculparé con ellos. Me pareció haber visto a la muchacha en el salón”
“Bueno…”
“¿Trajiste mi abrigo?”

El joven asintió y le alcanzó tanto su abrigo como su bastón y sombrero de copa. El hombre los recibió de mala gana y, para frustración de su acompañante, empezó a caminar hacia donde había venido.

“Va a matar su apetito si sigue tomando”
“Planeo sobrevivir este fatigoso viaje ahogándome en brandy, si me disculpas” le espetó el hombre “¿Cómo esperas que este feliz dejando mi adorada Bern por… por Nueva York?” dijo con desdén, casi escupiendo el nombre “De entre todas las ciudades a las que podría ir…”
“Debería asistir a la cena de esta noche. Al menos a una. Es bueno para su familia hacer presencia, aunque sea para sacar cara entre los americanos” le sugirió el rubio. Intentaba persuadirlo a que no regresara a la sala de fumadores, y si tenía que colgarse de su desprecio por los estadounidenses pues era lo que tocaba hacer “Considerarían un desaire que un duque no participe en la sobremesa. Que usted se considera muy bueno para ellos”
“Pues es que soy, somos, muy buenos para ellos” respondió, hundiendo su dedo índice en el pecho de su compañero.

En respuesta, el rubio se encogió de hombros. El hombre suspiró y bajó la cabeza, rendido.

“Esta bien. Iremos a cenar con los americanos” respondió cansado “Ayúdame a cambiarme, ¿si? Y si tu necesitas ayuda para alistarte, por favor dile a…”

Pero Ichigo negó con la cabeza.

“Si me disculpa, creo que no es prudente que vaya a cenar con usted. No pertenezco al círculo de primera clase”
“Tonterías. Tienes un pasaje a tu nombre” le reprochó el hombre.

El rubio sonrió ante sus palabras, pero era una sonrisa tan complaciente que lo dejaron sin ganas de insistir.

“Bueno, como prefieras” accedió refunfuñando “Pero dime, ¿que planeas hacer por tu cuenta?”
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Kana on August 14, 2017, 09:23:32 PM
Southampton, el puerto de los sueños solían llamarle. De allí partían diariamente lujosos navíos cuyos pasajeros buscaban sus destinos en el extranjero ya sea para recorrer el mundo en busca de oportunidades o para huir de una idiosincrasia británica que contemplaban por agobiar. 
El céfiro marino era lozano y algo frío, que entregaba aquella sensación de empapar tenuemente las mejillas de un sutil tacto salado y besar sensiblemente el cabello dando un toque algo húmedo pero apaciguado.
Aroma que a muchos les llenaba el espíritu de júbilo mientras a unos tantos le generaba melancólicas nostalgias al recordar barajes de su vida que daban sensaciones agridulces.

En el muelle se podía encontrar muchos rostros atractivos cuyos dueños eran de linaje puro como también otros sujetos bastante llamativos que eran de orígenes más humildes. Hombres y mujeres, ricos y de apellidos más ordinarios, por doquier estaban reunidos en Southampton para iniciar un viaje inolvidable en la nave más avanzada y admirable del viejo mundo.
De los presentes, un hombre de cabellera rubia y de ojos azules como dos zafiros resaltaba por su gran estatura. Parecía esperar a alguien o a más de un alguien en Southampton pues pese a que llevaba más de treinta minutos esperando con equipaje, no abordaba el RMS Titanic.
A punto estuvo de encender un cigarrillo cuando notó a un joven aproximarse hacia él, así que el rubio guardó el mismo de donde lo había sacado. Al igual que él, el recién llegado llevaba puesto el uniforme de la marina británica.

—Teniente Smith…— El más joven, quien tenía el cabello oscuro, la tez pálida y ojos grisáceos, hizo un ademán de saludo militarizado.
—Marine.— Respondió, con serenidad. Si bien su rostro parecía severo, poseía una actitud relajada y distante. —Hoy viaja ligero.— Acusó, de gesto con la mirada alzando levemente el mentón en un fugaz movimiento.
—Planeo volver dentro de lo pronto.— De reojo, dirigió la mirada hacia el barco. Las personas comenzaban a subir animadamente a él como si estuvieran recorriendo los peldaños de una escalera hacia el Edén. Liberó un suspiro, sin ánimos, letárgico, abrumado. No gustaba de los eventos populares, mucho menos de los que involucraban a los de tan fina procedencia. Apretó la manilla de su valija pero antes de proceder a embarcarse, observó a su superior.
—Adelante, marine… Yo debo esperar a alguien más.—
Cruzaron nuevamente el gesto de saludo protocolar de perfil la mano en la frente, el subordinado obedeció y procedió a subir al barco pero mucho antes de llegar tan siquiera al anexo que unía el barco con el muelle, un marinero, de los miembros de la tripulación del RMS Titanic, le detuvo con una palma en lo alto.
—Señor, su boleto por favor… y su identificación.—
—…— El joven, eutímico y desentendido, sacó el boleto que guardaba celosamente en el bolsillo de su traje. Se lo entregó junto a su identificación.
—Disculpe… Está todo bien pero… Me temo que no podrá abordar en la segunda clase.—
—¿Por qué?— Sabía lo que vendría, pero fingió confusión.
—Por política de la embarcación.— Apuntó los documentos de identificación. —Deberá abordar los compartimientos de tercera clase. No se preocupe, nos encargaremos que el sitio que le sea otorgado cumpla con las necesidades básicas de su viaje.
—¿Qué ocurre?— Erwin Smith se acercó al par de marinos. Uno de embarcación turística, el otro, “su chico” marino de oficio militarizado. Estaba a una corta distancia por lo que podía deducir lo que estaba pasando. —El hombre aquí presente tiene boleto de segunda clase, a la cual deberá abordar.—
—Sí, señor. Sin embargo él…—
—Él ha dado los mejores años de su vida a la escuadra marina de Reino Unido.
—…— El marino guardó su orgullo en silencio. La diferencia que hacia el teniente, a quien identificaba por los grados en las insignia de su gorra y saco, le daba una sensación de amargura. —Señor… Sólo estoy dando cumplimiento a las leyes de inmigración.— respondió acorazado de estar haciendo lo correcto según las normas del RMS Titanic y sobre todo de las leyes británicas y americanas de navío. —En virtud de la legislación vigente de inmigración de los Estados Unidos de América, en conformidad con las leyes de inmigración del Reino Unido, se debe realizar el protocolo de mantener separados a los inmigrantes de los pasajeros regularizados de primera y segunda clase. Antes de que la nave RMS Titanic atraque en Manhattan, se hará una escala en la Isla de Ellis donde los inmigrantes deberán abandonar el barco para someterse a controles sanitarios y al proceso legal de inmigración.— Recitó memorizando los artículos estudiados. Esta vez, miró con despectiva actitud al más joven, guardando distancia como si éste fuese portador de una terrible enfermedad. —El señor Avilio Birdwhistle, que cuyo nombre lo ha obtenido tras iniciado su primer proceso de nacionalización, sigue figurando en los registros con su nombre nativo: Angelo Lagusa.
—…— Erwin disimuló el enfado, esta vez, enfocado hacia su pupilo. Conocedor del origen italiano del joven, lo había orientado sobre el proceso de nacionalización cuando demostró interés en la escuadra británica. Angelo Lagusa era un soldado indescriptiblemente magistral, con una perfecta puntería de francotirador, la responsabilidad y la disciplina del mejor de los soldados, el espíritu inquebrantable y la sangre fría, todas las características que los aspirantes admiraban. Sin embargo, también conocía su poco tino con los asuntos que involucraban trámites, y, por lo visto, Angelo había dejado estar su proceso de nacionalización. —¿El capitán a cargo es el capitán Smith?— pues por apellido, podría inventar que eran parientes.
—Uh..— El marinero de la tripulación experimentó incomodidad y cohibido de continuar con su actitud increpante… El porte de Erwin Smith podía intimidar al mismísimo Goliat.
—Señor, si me perdona… Por favor, no interceda por mi.— Habló al fin el italiano, ya sin reparos por ocultar el acento. El asunto estaba por terminar de fastidiarlo y si no subía (o bajaba completamente) del barco, terminaría por involucrarse en una situación aún más embarazosa. Hizo un gesto de respeto a su superior, arrancó violentamente sus documentos de la mano del marino y le dio un empujón con el hombro pasando de forma pedante y déspota por al lado de éste, abandonado a los dos y subiendo de una vez al barco.
—Señor, ¿usted es quien está a cargo del inmigrante?— Preguntó disimulando su enojo.
—Se comportará.— Le respondió escuetamente. Erwin no estaba a cargo de Angelo, no era un polizonte ni un criminal a quien escoltaba, Angelo iba por las suyas a Estados Unidos después de servir a la marina británica. Eran sus vacaciones, no un crimen de guerra que conllevara a tal estigmatización. Haberlo encontrado abordando RMS Titanic no había sido más que una mera coincidencia.

El gran teniente volvió a esperar en el muelle, sólo cinco minutos después diferenció un carro que, a su juicio, transportaba a las personas que sí esperaba.  Un mayordomo abrió la puerta del carro y rápidamente prestó servicio de lacayo a una dama dueña de los jubilosos años de la virtud y la juventud, los sensibles años de la inocencia. La muchacha depositó su mano enguatada en encaje de seda sobre la mano enguatada de blanco del mayordomo, salió cual elegancia y fineza del carro. La muchacha acaparó prontamente la atención de los más cercanos, quienes le observaban con una mezcla de curiosidad y asombro. Principalmente, atraídos por su cabello platinado.
Inmediatamente logrando su cometido con aquella joven, el mayordomo extendió nuevamente su mano, ahora sirviéndole a la otra dama. Ahora, una joven de rubios bucles de piel de porcelana, ojos azules, se asomó del vehículo. Tan siquiera poner su fino tacón sobre las piedras de la calle, la rubia abrió la sombrilla de encaje hecha de hilos de oro.
Las dos jóvenes caminaron rumbo a la embarcación, detrás de ella todo el séquito de servidumbre, aduladores y embaucadores esperables que arrastra la alta aristocracia.

—Señoritas.— Erwin se quitó la gorra y realizó una leve inclinación. 
—Señor Smith.— Lady Lana Canterbury de Gales fue la primera en responder a su saludo. La joven heredera hija de Eduard Canterbury de Gales, conde de Canterbury, hija única del aristócrata. La muchacha había enigmado fugazmente a los más despistados con su cabello platinado el cual había heredado de su madre; Lady Luise Karoline Lyksborg-Henssen duquesa Glücksburg de cuya procedencia originaba de la casa Glücksburg, de “los de islandia” por ello, sus característicos rasgos escandinavos.
—Estimado señor Smith, lamentamos haberlo importunado con tan agobiante espera. Mis deseos albergan la esperanza de que se haya encantado con la visión del magistral barco y los pintorescos tripulantes que lo abordan.— La dama más alta de las dos, la de los rizos hechos del mismo oro, le sonrió pícaramente al mayor. Gesto que no había pasado desapercibido por Lady Lana quien disimuló su reparo. Lady Maribelle Wessex resaltaba en belleza como también en soltura y desplante.
—Indudablemente, podría esperar toda una eternidad aquí por las jóvenes damas.— Había dicho, escuetamente. Maribelle curvó de modo disimulado el labio ocultando su espanto por lo frío y protocolar del hombre. En ese instante, la sirena del barco resonó por el muelle anunciando su primer llamado a bordo.
—Enhorabuena hemos llegado, estimados. Será mejor que abordemos antes de que, por despiste y desdicha, nos convirtamos en unos tristes rezagados y perdamos tan espléndido viaje.— Lady Wessex dio dos aplausos con sus manos enguatadas. La orden estaba clara para su servidumbre, quienes comenzaron a transportar el sinfín de equipaje de la dama de vestido color perla rosa.  Ella no esperó a nadie, pues era de hacerse esperar, no de esperar, comenzó a subir al barco escoltada por su séquito personal.
—Lady Lana, hoy luce bastante saludable y de buen semblante.— Habló suavemente el hombre de cabellos rubios y cuerpo fornido. Conocía a Lady Lana desde que era una niña pues el padre de ella era un gran financiador de las fuerzas militares del Reino Unido. Richard Canterbury de Gales, como en otras ocaciones, le encargaba el cuidado de su hija, a Erwin Smith. Entre Lady Landa y el Teniente Smith, Lord Canterbury de Gales no recordaba el rostro de ni del hombre ni de la chica.
—Espero que la luz me acompañe durante todo el viaje.— Respondió con disimulo.

Lady Lana Canterbury de Gales sacó su rosario de plata y besó la cruz del señor orando por un buen viaje. Era la primera vez que ella, y la dama inglesa Maribelle Wessex, viajaban al “nuevo continente” y si bien Maribelle no empatizaba con los americanos, a Lady Wessex no le quedaba otra opción y Lady Lana, en un acto de enternecida amistad, había acompañado a su amiga en su viaje. Cuando Lady Lana alcanzó a Lady Maribelle una vez ambas estuvieron a bordo del barco, la rubia le habló a su compañera oportunando el momento que el Teniente Smith les otorgaba su espacio para cosas de “damas” de todos modos, las sirvientas la acompañaban. Éponine, la sirvienta más cercana en confianza de Lana no se apartaba de ellas respetando distancia prudente.

—Lana…— Le llamó, apoyada a la baranda del barco. Su amiga se situó a su lado. Esperó unos segundos de silencio mientras las dos contemplaban a las personas que transitaban en el puerto. —Aprecio el sacrificio que realizas al acompañarme.—
—Oh, Maribelle…— Entrecerró sus ojos cubriéndolos con sus largas pestañas. —Cuanto percibo que me arrepentiré cuando los bochornos y los mareos me atosiguen.— Sonrió por lo bajo. —Pero acompañarte en tu travesía, mi liberal amiga, será lo más admirable y aventurero que haga en mi absurda vida.
—Querida, al menos tu padre mandó a buscar por ti… Muy distinto del mío quien me ha mandado en exilio lo más lejos de casa.— Lady Maribelle había pronunciado con burla su propio destino.
Lana se acomodó las flores del sombrero antes de continuar. —Ciertamente, contemplo que mi señor padre ha pedido por mi presencia por asuntos de negocio.—Su señor padre había partido de Inglaterra cuando Lady Lana tenía dos meses de edad dejándola al cuidado de las nodrizas cuando él se asentó en Estados Unidos de América para expandir sus negocios. Hasta la fecha, ninguno de los dos se había visto. —¿Recuerdas al señor De’Ath?
—¿Aquel hombre contemporáneo a nuestros padres?—
—Aquel mismo, quien ostenta la misma edad de nuestros padres. Padre estima que es excelente candidato para desposarme.—
—¿Ese anciano?— El rostro de Maribelle era una poesía de espanto. No disimuló su repulsión. —Bien en juego le hará su apellido pues está a un paso del patíbulo de los muertos.— Tomó la mano de su par. —Lana, no puedes casarte con él. No. Estarás condenada a la desdicha. ¡Debes rehusarte! ¡Huir si la situación lo amerita!—
—Bien me temo que no tengo un espíritu libre y rebelde como el vuestro, estimada.—
—…— Lady Maribelle acarició la mano de su amiga un segundo más, luego la observó con resignación y terminó el contacto. Un momento largo de silencio invadió a ambas antes de que la rubia volviera a iniciar el dialogo. —Pero bueno, siempre te gustaron los mayores.—
—¿Q-qué?—
—Erwin Smith, siempre lo has amado. Desde que eras una niña.—
—Maribelle, basta…— Las mejillas de Lady Lana se tintaron de un rubor que la vulneraba adorable en su rostro pálido delatándola de sentirse abochornada. —Sólo eran ilusiones de niña. No por que lo hayas leído en mi diario cuando teníamos siete iba a convertirse en un sentimiento perpetuo.—
—Querida, no necesité leer los secretos de tu diario para comprenderte.— Susurró, divertida con la incomodidad de su amiga.
—Maribelle… Basta…— Repitió.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Shura on August 18, 2017, 08:33:34 PM
Estos días le iré dando caña a los coments, pero así ya dejo cerrada mi intro.



#2. Careles Whisper

En su camarote, Shura dejo a Apo en el suelo explorando libremente mientras ella hacía lo mismo. Era una estancia cómoda, su escaso equipaje se encontraba a los pies de la cama, se apresuró en colgar los vestidos en el armario para que no se arrugasen, y acabo por acercarse a la cama bacía de su próxima acompañante para juzgar si era más cómoda que la suya y apropiársela al ser la primera en el camarote.
Larga como estaba sobre la colcha, se abrió la puerta del camarote sin ningún tipo de delicadeza, entrando un carrito que cargaba un enorme baúl seguido por un tipo igualmente enorme que lo empujaba a duras penas y que le dedico una mirada resentida, Shura se recostó de costado apoyando graciosamente el mentón sobre su mano y sonriendo burlonamente como respuesta a esos ojos enojados y cobrizos.
-Ha traído usted mucho equipaje.
-¿Usted cree? –El empleado debía equivocarle con su otra acompañante y dueña del baúl, pero le hacía gracia aquel tono enojado velado como palabras formales, iba a ser un buen entretenimiento para empezar el viaje-. Yo opinó que nunca es suficiente.
-Esperó que este a tiempo de ponerse todos sus vestidos antes de llegar a puerto.
Shura deslizó sus piernas por el costado de la cama, estirándose sinuosa como un gato y mostrando algo de piel de sus piernas de forma deliberada. No iba a permitir que aquel tipo la tachase de caprichosa, así que uso sus armas aprendidas en el teatro.
-¡Ah! Pero es que una nunca llega a sentirse cómoda con sus vestidos, le confieso señor, que muchas veces me siento desnuda incluso con la prenda más recatada, y otras… -guardó un segundo de silencio deliberado-, con un simple collar cubriendo mi piel, puedo ser la más elegante y digna de las damas.
Aquello llamó la atención de aquel hombre, cambiando su actitud, observando a la mujer de abajo a arriba para encontrar la sonrisa satisfecha de esta.
-No me cabe la menor duda, tiene que ser un privilegio verla sin duda, señorita.
Shura quiso reír con el atrevimiento de aquel hombre que aunque parecía imperturbable, era él, el único atento a cada movimiento de ella. La mujer se puso en pie, caminando lentamente hacía él y deteniéndose a pocos centímetros de este.
-¿Me permite pasar?
El hombre se hizo a un lado, sonriendo intrigado mientras ella pasaba dignamente por su lado sin mirarle.
-Mi nombre es Sol Badguy, ¿puedo conocer el suyo?
-¿Por qué debería decírselo? No deseo una atención personalizada -.Fue el momento de Shura de mirarle de abajo a arriba, aquel tira y afloja tan repentino parecía divertirle también a él.
-Cortesía de la casa.
-Tendrá que hacer mucho más que darme su nombre para ganarse saber el mío. 
-Esperó no decepcionarle, tenga un buen viaje, señorita.

Shura salió del camarote, dándole la espalda a Sol para evitar que la viera sonreír, las damas no revelan sus auténticos sentimientos a las primeras de cambio, pero la escena que se encontró fuera la hizo perder la sonrisa y levantar la ceja suspicaz.
Una desconfianza primaria, la que se adquiere con la experiencia de caminar a solas por el mundo, el característico escalofrío que te hace dar la  vuelta o desviarte del camino, un grupo de hombres rodeaban a una chica, todos parecían serios y con aire intimidante mientras ella parecía afligida, disculpándose con ellos, hasta que Shura salió del camarote, que todos dirigieron su mirada hacía ella.
No entendía lo que pasaba, pero aquella mirada dura, recriminatoria y acusadora, como si la hubieran pillado robando en la mismísima iglesia, la dejo paralizada unos segundos donde la adrenalina corría por su cuerpo preparada para lo que fuera. Los ojos de uno de los hombres desvió su mirada a algo que tenía que estar a su espalda, Shura se alegró de que aquel Sol Badguy pareciera un tipo enorme y acabará de salir detrás de ella. El hombre que había reparado en la presencia del trabajador, habló con su compañero y se marcharon, mientras la chica corría a toda velocidad por el pasillo, obligando a la pareja a hacerse a un lado, entró en el camarote de Shura.

La mujer miró a Sol que le devolvió la mirada sin comprender, Shura entró en su camarote cerrando la puerta, para ver a la recién llegada inspeccionando el baúl, suspirando aliviada, al contrario que Shura que descubrió a la que iba a ser su compañera de camarote.
-¿Estas bien? –La pregunta de Shura pilló desprevenida a la otra chica que dio un respingo, girándose nerviosa.
-Sí, sí.
-¿Conocías a esos tipos? ¿Te han hecho algo? –Era una experiencia con la que la mujer deseaba no estar familiarizada… pero algunas de sus compañeras del teatro habían sufrido abusos, palizas o extorsiones, era una profesión menospreciada e incluso por debajo de ello, estaban las actrices.
-No, no, no los conozco para nada –forzó una sonrisa innecesaria, Shura tenía claro que mentía, pero deducía que tendría sus razones.
-Me alegro de que estés bien entonces, mi nombre es Shura, puedes contar conmigo para lo que sea, vamos a ser compañeras de camarote-, Apo había salido a saludar a su dueña, diez segundos fuera debían haber sido demasiado tiempo para él-. Él se llama Apo, dime ¿te gustan los perros?
-Me encantan las cositas monas–sonrió de manera aliviada, suspirando tranquila después de aquel inició de viaje-, mi nombre es Mei.
-Un placer Mei –Shura tenía clara una cosa, que lo que tenías que hacer era tener una amistad con un hombre como si este fuera un perro, ofreciéndole sin llegar a dar del todo; pero con una mujer, la amistad debía ser como la que le darías a una hermana, leal y desinteresada, las mujeres debían apoyarse entre ellas.
-¿Quieres que te ayude a deshacer tu equipaje, Mei? –Señaló hacía el baúl-, puedo hacerte hueco en mi armario si lo necesitas.
-No, no, no tengo tanto equipaje, esto son… -aquellos momentos en los que tardó en responder, causaron un escalofrío en la espalda de Shura, ¿Cómo no podía recordar lo que llevaba en su equipaje? –Libros, son libros.
Mei abrió el baúl, provocando que Shura retuviera la respiración un segundo hasta confirmar lo que veía. Estaba claro porque pesaba tanto, estaba llevo hasta el borde de libros, Mei le alargo uno a su compañera.
-¿Sabes leer? ¿Quieres algo de lectura para el viaje?
Examinó el título que le había pasado, “El naufragio del Titan”, que lectura tan poco apropiada para este viaje.
-Se leer, pero no estoy demasiado interesada en la literatura, pero gracias –le devolvió el libro que pareció guardar satisfecha en el baúl.

La bocina del barco anunciaba que iban a zarpar, Shura sintió como recuperaba los ánimos, cargo a Apo entré sus brazos que había comenzado a ladrar asustado por el ruido.
-Voy a salir a cubierta para ver cómo se aleja el barco y despedir a la gente del puerto, ¿quieres que vayamos juntas?
-No gracias, prefiero… estoy cansada y prefiero quedarme en mi camarote, pero gracias Shura.
-Como quieras querida, nos vemos luego –de nuevo la respuesta de Mei la había desconcertado, pero no iba a permitir que aquello arruinase su humor.
La cubierta estaba llena de gente, se hizo sitio entre todos para asomarse por la borda y quedo extasiada por todo el público, todo el jolgorio y la emoción que flotaba en el ambiente. En el puerto los fotógrafos tomaban instantáneas del barco, Shura se despedía de nadie en concreto y lanzaba besos a todos en el puerto.

Todos estaban ahí, aquel era su mundo, la opulencia, la clase, el clamor, la admiración, el amor, abrazó todo aquello en la partida del Titanic rumbo hacía el brillante futuro que le aguardaba.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Deidara on August 22, 2017, 09:16:18 AM
quería hacerlo más largo pero pensé que sería más fácil de leer si lo cortaba, así que, segundo aporte :3 os tengo a todas leídas pero me falta dejar comentarios!

#2 change of plans

(http://i.imgur.com/AZXWDl4.png)

“Disculpe, ¡disculpe!”

Deidara corrió hasta alcanzar al trabajador. Llevaba un uniforme negro, debería ser capaz de ayudarle. Parecía algo molesto, con prisa, así que no muy feliz de haber sido parado por la joven.

“Disculpe la molestia,” dijo con una sonrisa, “pero es que… llegué a mi camarote y mi equipaje no se encontraba allí, me habían dicho que me lo llevarían hasta allí, y, verá, en él tengo un vestido muy importante, que había llevado mi madre la noche que conoció a mi padre…”
“Disculpe, señorita, pero yo no puedo ayudarle en ese aspecto, soy un simple vigilante, y me esperan en mi puesto. Deberá preguntarle a uno de los botones que se encargaban de transportar el equipaje. Estoy seguro que ellos le ayudarán gratamente.”

Y, sin más, salió corriendo.

Su sonrisa desapareció de inmediato. “Maldito.”

Como buena agente infiltrada, se le daba bien actuar. Pero eso no significaba que le gustase.

La historia del vestido había sido una mentira. Si necesitaba tan urgentemente encontrar su equipaje, era por lo que podían encontrar si abrían sus contenidos por accidente… entre diferentes prendas, adecuadas para diferentes ocasiones, se encontraba una pequeña colección de cuchillos y navajas, suficientes para hacer su trabajo de la forma más sencilla posible.

Lo bueno de encontrarse en alta mar era que, una vez hecho el trabajo, podría fácilmente tirar el cuerpo por la borda.

Aunque… eso también estaba teniendo sus consecuencias.

Se agarró a la barandilla del barco con fuerza, llevando la otra mano a la cabeza. Siendo su primera vez en un barco… estaba notando los efectos de viajar en alta mar. No debería estar mareándose, teniendo en cuenta que se suponía que era una señorita (por si fuera poco, familiar del gran Charles Darwin) y que, como tal, debería estar acostumbrada a viajar en barco.

Aguantó las arcadas, y siguió su nueva e importante misión.

*

Llevaba una media hora dando vueltas por toda la cubierta, preguntando a diferentes trabajadores. Mayordomos, cocineros, vigilantes… nadie tenía ni idea de qué hacer. No podía darse por vencida – si alguien encontraba su equipaje y lo relacionaba con ella, estaba perdida. Pronto llegarían a Francia y allí podrían deportarla.

Suspiró, tomando un pequeño descanso sentándose sobre un banco. ‘Estoy perdida’, pensó para sí misma. Cómo había podido ser tan descuidada…

*

Volvió a su cuarto. Cerró la puerta tras ella. Algo iba mal. Podía notar que…

Su sombrero. Lo había dejado en la cama, y ahora se encontraba sobre una silla, en la esquina de la habitación.

Por suerte, siempre llevaba encima una pequeña cuchilla, esta vez, escondida en sus medias… la alcanzó, lentamente, y…

Notó una presencia.

Apenas segundos más tarde, tenía un bastón contra su cuello, y ella la pequeña cuchilla a escasos milímetros del cuello de su acompañante.

“Mierda… ¡Matt!”

(http://i.imgur.com/Z20ZiMj.png)

Soltó la cuchilla y tomó un paso hacia atrás, liberando a su momentáneo enemigo.

“¿Qué haces aquí?”

Suspiró. Frente a ella, se encontraba Matt Murdock. Matt, amigo de la infancia, ciego, compañero de muchas aventuras. Jefe. Su actual superior.

“Tenía que hablar contigo,” respondió, con una sonrisa.

Golpeó su palo contra el suelo, guiándose hasta volver a encontrarse con la cama. Se habría sentado antes allí, y por eso el sombrero no se encontraba en su sitio. Sacó de su bolsillo un paquete de cigarrillos, y prendió uno. Le ofreció uno a Deidara, y ésta lo tomó, pero no lo encendió.

“¿Qué es tan importante que no podía esperar? Hablamos ayer, Matt.” Cuando se despidió de ella, además de darle el pasaje para el Titanic, y una bolsa con ropa adecuada para la situación.

¿Cuántos años hacía que conocía a Matt? Probablemente ya se conocían cuando aprendieron a dar sus primeros pasos. Su padre y el de Matt, amigos, también de toda la vida, habían heredado de sus padres la, como ellos la llamaban, ‘compañía’. Compañía, y también familia que se encargaba de no hacer mucho ruido ni llamar mucho la atención, pues a lo que se dedicaba era al espionaje y al asesinato de forma profesional.

Eran pocos los que formaban parte de dicha banda, siendo el resto de miembros familiares o amigos muy cercanos, discretos, que sabían guardar el secreto. Como cuartel, un horno de pan, haciendo creer al resto que su oficio era el de panaderos. Nadie sospechaba nada, y es que después de muchos años de experiencia, se habían convertido en expertos en el arte de mentir.

Tras el fallecimiento del padre de Matt, debido a una extraña gripe, que se rumoreaba que había iniciado en Rusia, la banda se vio con un solo líder. Y así, el padre de Deidara Shelby, pasó a tomar el mando del grupo, y a tomar bajo su cuidado a un pequeño de cuatro años Matthew, junto a su viuda madre.

Los años pasaron con un solo líder en el grupo, en el cual Matt no tardó en mostrar interés y unirse. Por su parte, Deidara también quiso seguir los pasos de su abuelo y su padre. Su abuelo, entonces retirado, le animaba a seguir sus sueños, incluso si esos incluían unirse a una banda de asesinos a sueldo. Idea que a su padre no le hacía mucha gracia, pues en todos los años de activo del grupo ninguna mujer había formado parte de éste. Ser asesina a sueldo no era trabajo para una joven dama, aunque a su padre no le quedó más remedio que morderse la lengua y dejar a Deidara hacer, pues a pesar de estar retirado, la palabra del más anciano de la familia siempre tenía más peso que la del resto.

Deidara y Matt eran buenos en su trabajo – muy buenos, algo sorprendente para una mujer y para un chico que había perdido el sentido de la vista con el paso de los años, hasta quedarse casi completamente ciego.

La sorpresa llegó cuando la cabeza del señor Shelby llegó empaquetada en una hermosa cesta. En medio de un trabajo, habían acabado con la vida del padre de Deidara. Su madre empezó con un luto interminable. El deseo de venganza no tardó en aparecer en muchos de ellos. Toda la familia estaba devastada, excepto Deidara.

Deidara, quien, después de muchos años, siendo recriminada por haber nacido mujer, vio entonces su momento de libertad.

El cual duró poco, pues su padre había escrito claramente en su testamento que el líder de la compañía debería pasar a ser Matthew.

Y nadie alzó la voz, ni se opuso a las palabras del señor Shelby. Era su voluntad, y a pesar de ser Deidara su hija, ésta había quedado, de nuevo, relegada a segundo plano. Incluso tras su muerte, su padre continuaba haciéndole la vida imposible.

Ya habían pasado tres años de aquellos eventos, y Matt había sabido sacar la compañía adelante. Todos le respetaban, todos le escuchaban. Lo que no sabía el resto de la familia, era que Matt también escuchaba a Deidara. Durante los primeros meses, Deidara había querido odiar a Matt, por haberse quedado él con todo el control de lo que se suponía que era de ambos por sangre. Eran la tercera generación. Pero Matt, en la intimidad, escuchaba y pedía consejo a Deidara, le tenía en cuenta, la trataba como a una igual. Al fin y al cabo, igual que sus padres, ellos también habían crecido como hermanos. A Matt le era imposible tratar a Deidara como alguien de rango menor.

(Aunque nunca perdía la oportunidad de meterse con ella.)

Deidara siempre había admirado a Matt. Cómo alguien con su discapacidad, había sido capaz de usar ésta a su favor, de no darse nunca por vencido, de aunque ciego, ser capaz de hacer el trabajo igual que el resto de la familia.

Aunque, no todo era admiración. En ocasiones, Matt era impulsivo, y estúpido. Pero Deidara suponía que eso formaba parte del paquete ‘hombre’.

“Matt. No me digas que has comprado un billete…”

Aunque de tercera clase, los billetes más baratos seguían siendo caros. Y Deidara esperaba que Matt no hubiese sido lo suficientemente estúpido como para comprar uno porque, aunque económicamente, la familia no se podía quejar, era un gasto inútil e incomprensible.

“No digas tonterías,” rió Matt. “Me he colado.”
“Si te hubiesen pillado…”
“Pero por eso somos profesionales, ¿no?” Preguntó, con una sonrisa. Sí, definitivamente, en ocasiones Deidara quería golpear a su amigo.

Deidara sí que había accedido al Titanic con un billete, obviamente. Un billete, a nombre de Deidara Darwin. Apellido falso, pero billete original, que Deidara no quería saber cómo habían conseguido, pues de seguro que algún chanchullo había de por medio. Lo que sí que sabía era que tener un apellido reconocido podía resultar en ocasiones más efectivo que tener uno típico, pues nadie sospecharía que algún familiar del reconocido Charles Darwin podría ser algún asesino infiltrado, ¿verdad?

“Es igual,” sacudió la mano, tratando de dejar el asunto de lado. Ya se preocuparían por eso más tarde… “¿Por qué te has tomado la molestia?”
“Los términos del contrato han cambiado,” expuso Matt, sacando un papel doblado del bolsillo de su chaqueta.
“¿Cómo?” Deidara odiaba los cambios a última hora. Era una persona cuidadosa, meticulosa. Cuando se adentraba en un trabajo, tenía hasta el mínimo detalle de éste pensado y determinado. Por lo que el cambio le hacía salirse de su plan.
“Sí… al parecer, nuestros clientes quieren que, además de acabar con la vida del objetivo, debes… tomar un objeto.”
Robar. “Mat:, robo vidas, no posesiones valiosas.”
“Han ofrecido una considerable cuantía de dinero a cambio de que les entreguemos ese objeto, además de prueba de la muerte del objetivo.”
Deidara suspiró. Al fin y al cabo, aparte de la dedicación a su trabajo, lo que le motivaba era el dinero. Tomó el papel, y leyó su contenido.

«Shushui (El agua clara de otoño). Espada (katana) de apariencia negra, con un borde rojo distintivo, y empuñadura similar a estos.»

Junto a la descripción del objeto, se encontraba un boceto de éste.

“Esto… tiene que ser una broma. ¿Una espada?” Preguntó, casi escupiendo las palabras.
“Me temo que no es una broma,” rió Matt.
“P-Pero…”

Poco sabían del objetivo. Los clientes habían ofrecido poca información de éste, tan sólo un nombre, un lugar y una fecha – siendo estos dos últimos, el puerto del que zarpaba el Titanic, y el día 10 de abril. Sólo pidieron prueba de su muerte el día de la llegada del navío a Nueva York… aunque parecía que no se había quedado sólo en eso, y que ahora además querían poseer aquella… espada. ¿Quién demonios viajaba a Nueva York con una espada en un crucero?

“Este trabajo empieza a darme mala espina,” confesó Deidara, palabras que le sorprendieron, pues ella estaba siempre dispuesta a enfrentarse al mayor de los retos.
“Sabes que siempre hay peticiones que nos pueden gustar más o menos, pero debemos cumplir con cada uno de los trabajos para los que nos contratan.”
“A veces suenas como mi padre,” murmuró Deidara, rodando los ojos.

De un salto, se levantó de la silla sobre la que se había dejado caer, y empezó a cambiarse delante de Matt. No iba a verle, al fin y al cabo – era ciego. Escogió un vestido ceñido a la cintura, rosa y negro, con un escote ligeramente sugestivo. No tenía mucho pecho, pero nada que unos hombros hacia atrás y la ropa adecuada no arreglara. Pidió ayuda a Matt para apretar su vestido a la cintura.

“¿Es tu vestido rosa?” Le preguntó.
Deidara hizo un sonido afirmativo. “Voy a tener que ganarme la confianza de unos cuantos mozos si quiero llegar hasta nuestra víctima. Sin un retrato, esto es más complicado…”
“Al parecer no nos lo pudieron ofrecer… pero no te quejes. Yo siempre voy a ciegas también,” bromeó Matt.
“Ja, ja,” rió de forma sarcástica. “¿Qué vas a hacer ahora?” Preguntó a Matt. ¿Iba a llegar hasta Nueva York o iba a acabar su viaje antes?
“Pensaba aprovechar la parada a Cherbourg para bajar…”
“Ya, es buena idea. Seguro que con todo el ajetreo de gente no te cuesta salir de aquí.”
“Por otro lado… sonabas bastante angustiada antes.”
Deidara recordó el motivo de su preocupación. “Oh, ¡eso! ¡Es cierto! Mi equipaje… debería haber estado aquí, esperándome, pero… ¿no habrá sido cosa tuya, verdad?”
Matt negó con la cabeza. “Pues vas a tener que hacer algo pronto… porque como alguien lo abra, y—”
“Ya, ya, encuentren lo que tengo dentro… no hace falta que me lo recuerdes.”

Iba siendo hora de moverse, y de dejar a Matt a su suerte.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Cho on August 30, 2017, 11:30:48 PM
Faltan unas introducciones más, pero al menos voy avanzando con algo.

(Y gracias por los icons a Sayi, como siempre~ *sponsored by Sayi*)

2

(http://i.imgur.com/XPTcoN6.png) (http://i.imgur.com/osESBZH.png) (http://i.imgur.com/EtlKrrI.png)

No hacía mucho que el barco había zarpado hacia aguas más profundas. En su mayoría, los pasajeros que habían ingresado se encontraban organizando sus objetos personales y acomodándose en sus habitaciones o suites, o quizás dando una siesta antes de realmente admirar las instalaciones que sus boletos les habían cubierto.

Sin lugar a dudas, quienes podrían disfrutarlo a gran plenitud eran los de primera clase, los cuales contaban con acceso a las áreas más exclusivas y de mejor vista de la embarcación, además de tener bajo su disposición al personal del Titanic y a sus propios sirvientes para encargarse de todas las responsabilidades durante el placentero viaje.

Entre dichos asistentes, un joven de cabellos azules caminaba entre los ilustres pasajeros de primera clase que ocupaban la cubierta en búsqueda de sus dos superiores. Conforme avanzaba, notaba que recibía más miradas que la mayoría de personas, algo que le tocaba ignorar. Eso se debía a dos motivos, siendo el primero el simple hecho que era un sirviente a la deriva que no merecía degustar la vista por su cuenta. Y el segundo y quizás más importante se trata de su etnicidad, la cual difería de la gran mayoría de personas y era ligera, aunque definitivamente, notoria.

Almaz von Almadine Adamant era un joven que provenía de una familia rusa, una que en sus mejores épocas hace unas generaciones conformó parte de la aristocracia rusa, pero que con el tiempo había caído en desprestigio y la pobreza por la irreverencia e irresponsabilidad de algunos de sus predecesores. En el presente día, el nombre de su familia no causaba nada más que simpatía o vergüenza ajena en su previo círculo, razón por la cual le convino mucho más a él pretender buscar una oportunidad para despedirse de Rusia y comenzar una nueva vida en otro lugar.

Ello había ocurrido ya hace unos años, cuando todavía había sido bastante joven, aunque contó con la suerte de que otro par de herederos con su misma trágica historia le reclutaron con el fin de enseñarles las costumbres occidentales, puesto que, pese a que Rusia se encontraba al este de Europa, sus dos presentes señores provenían del lejano oriente.

Almaz no terminaba de oír historias referentes a la ilustre familia Genji, y sabía que ni toda su vida bastaría para comprenderlo, principalmente porque el Japón continuaba siendo un gran misterio para la mayoría de extranjeros. Mucho de lo que oyó se asemejaba a historias de héroes con elementos místicos y seres mitológicos que sólo pintaban más la importancia que esa familia significó para su tierra natal hacía ya varios siglos. Los dos a su cuidado venían de un linaje impecable de guerreros y políticos que tuvieron grandes influencias en sus raíces. Sin embargo, con la mayor presencia de otras familias de renombres similares y mayor control sobre sus antiguas tierras, los Genji se habían visto neutralizados tanto en voz como en poder, y los herederos optaron por migrar del Japón hacia las bastas tierras desconocidas donde encontrar prosperidad sería un desafío, pero uno con mayor viabilidad a largo plazo.

Ellos habían buscado información del exterior y suerte en Rusia en un mero inicio, lugar donde le conocieron, pero muy pronto un reconocido empresario estadounidense los convocó con el interés de volverse asociados y realizar negocios. Muchas dificultades no tuvieron los herederos Genji porque su nombre yacía impecable y, en caso de haber dudas por una muy común y entendible xenofobia de parte de los occidentales, ellos contaron con una basta cantidad de oro y riquezas.

Esos recientes años habían sido una apresurada aunque ideal aventura al punto en el cual los dos hermanos se habían adaptado a su nueva realidad y contaban con un futuro estable a cargo de múltiples fábricas por todo el país americano. Ellos lograron entablar buenas y convenientes relaciones con otros magnates por sus formas de ser y gran sentido de la responsabilidad y acababan de terminar con otro viaje de negocios por el continente Europeo para regresar a casa y volver a atender sus deberes.



Y bueno… esa era la increíble historia que Almaz había vivido fielmente al lado de los hermanos que habían roto con todas las expectativas. Él mismo también había sido ofrecido empleos u oportunidades luego de ser atribuido parte del triunfo de los Genji, aunque Almaz siempre negó por considerarse en una deuda eterna con los dos por su nueva vida.

Pero, de todos modos, la convivencia con el par no era del todo estelar. Más allá de ser personas muy eficientes y competentes, los dos eran un tanto particulares y con frecuencia le trataban con poco tacto o de modo autoritario, sea de manera inconsciente o por alguna diferencia cultural. Sin embargo, no le daba mucha atención porque sabía que en el fondo recibía gran consideración de parte de ellos… de parte del hermano menor, al menos.

Y finalmente los divisó. Ambos caminaban cerca de una de las enormes chimeneas, con el hermano menor siendo seguido por el mayor, quien mostraba un tranquilo gusto ante la emoción de su pariente por encontrarse a bordo de aquel lugar.

“Las chimeneas son más altas de lo que pensé. ¿Has visto, hermano?” le preguntó el menor, quien se volteó para observar a su acompañante.”
“Sí, sí. Te ves a gusto, hermanito,” le contestó con simpleza y una pizca de entretenimiento. Sin lugar a dudas, pese a que su hermano menor trataba de mantener un trato y apariencia inmutadas y presentables, sus emociones con mucha frecuencia lo delataban. De todos modos, no era como si fuera impaciente con él. Más bien solía ser todo lo contrario. “Sigamos caminando. Seguramente nos aguardan muchas sorpresas a bordo, y eso que sólo hemos observado esta cubierta.”
“Es muy cierto. Debo felicitar a los ingenieros responsables por esta majestuosa obra,” asintió con gusto y ya más tranquilo luego de su inicial sorpresa. Entonces, él observó que Almaz se acercaba hacia ellos.
“Señores, vengo a reportarles que todos sus asuntos se encuentran en orden. Su suite también les espera,” les informó rápidamente, aunque con cierta torpeza que le caracterizaba.
“Gracias, aunque te hemos dicho varias veces que basta con que nos llames por nuestros nombres, ¿no es así?” le preguntó el mayor con su perpetua sonrisa aunque adoptando un leve reproche en su muy tranquilo tono. “Creo que tenemos la suficiente familiaridad contigo a estas alturas, lacayo.”
“Ehh, s-sí…” Almaz dio un pesado suspiro. Bien podía escuchar esas palabras con frecuencia de su parte, pero aquel hermano mayor nunca perdía la oportunidad de recordarle su lugar.
“N-no le tomes en serio, Almaz,” el menor negó con leve frustración. “Tú sabes que mi hermano mayor no es bueno con los nombres…”
“Sí, descuida, Hizamaru, lo entiendo bien…” asintió. Sin lugar a dudas, era el hermano menor quien solía comportarse de manera más correcta y profesional por más que se mostraba más severo y seco que su encantador y tranquilo hermano mayor, aunque sólo bastaba conocerles un poco para comprender que Hizamaru sí era a su manera el más considerado e incluso social del par.
“He sido maldecido por mi pobre memoria y selecta inhabilidad de recordar nombres de personas. A veces hasta dudo saber el mío propio,” el mayor sonrió amenamente y alzó su mirada como quien trataba de recordar algún dato curioso. “¿Hi…gekiri? ¿Será mi nombre?”
“Lo es. Por favor no bromees con ello, anija…”
“Ohh, hermanito, no te olvides que no debes decir palabras en japonés tan abiertamente,” le aconsejó con una sonrisa entretenida. “Vas a hacer tornar muchas miradas hacia ti.”
“C-cierto, mis más sinceras disculpas,” Hizamaru se tensó y dio una reverencia rápida.
“Tranquilo, es propio de gente joven cometer equivocaciones cuando se emocionan de algún modo,” comentó pausadamente. Por otro lado, Higekiri tenía el don de conseguir recursos y entablar relaciones con personas de posible interés, para luego hacerse a un lado y dejar que su formal hermano menor fuera quien dialogara y se comunicara. De todos modos, el mayor era el más observador y sabía cómo manejarse en situaciones conflictivas, además de lidiar con contactos difíciles y siempre salir ganando contra ellos. Pese a la primera impresión que transmitía, él era conocido como el más complicado y difícil de impresionar de los dos, y era de suma importancia llevarse bien con él al ser el líder de su familia.
“Ehm…” Almaz se sintió un poco fuera de lugar, como solía ser ya que los dos eran hermanos muy cercanos, y decidió retomar la conversación. “Disculpen, pero, ¿necesitan que me encargue de algo más? Puedo ir a conseguirles una merienda o reservarles un área en la piscina.”
“No descansas de tu rol de lacayo, ¿no es así?” le preguntó el mayor, perfectamente inmutado e irradiando aquella aura cordial y encantadora que Almaz sabía bien que podría no significar nada en lo absoluto. “En fin, aprecio tu dedicación. Podríamos ir a revisar la suite sólo para saber de antemano dónde nos hospedamos. ¿Qué piensas, hermanito? ¿O preferirías seguir inspeccionando nuestros alrededores?”
“No, me encuentro conforme. Es cierto que es de importancia saber dónde se ubican nuestras habitaciones, hermano,” le contestó llevándose una mano al pecho, en gesto de respeto, y regresando a su usual serio semblante.
“Está decidido…” Higekiri le miró de reojo y se volteó para mirar a Almaz. “Lacayo, entonces haznos el servicio de escolta. Tú debes saber cómo llegar cuanto antes.”
“Por supuesto,” asintió. “Si necesitan más artículos como para tomar una siesta o si desean una infusión, también les atenderé cuanto antes.”
“No te inquietes con tantas formalidades, acabamos de llegar,” dijo Hizamaru, restándole importancia.
“Ciertamente mi hermanito se encuentra muy joven como para andar pensando en la comodidad, aunque un vejestorio como yo lo pensará dos veces,” comentó el mayor con una pizca de entretenimiento.
“Hermano, no digas cosas ridículas como esas. Apenas nos diferenciamos en la edad por un año,” le reclamó con más frustración e incomprensión que molestia.
“Entiendo. Tranquilo, hermanito…” le contestó moviendo una mano para dejar el asunto de lado. El par de inmediato caminó hacia las escaleras más cercanas que dirigían hacia el interior del barco.
“Ehh, p-por aquí,” Almaz se tuvo que apurar para dirigirles al ver a ambos nuevamente dejarle en un plano aparte.

Sería un viaje diferente a los muchos otros que ya habían realizado, y que podría cambiar sus vidas dramáticamente.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Ekha on August 31, 2017, 04:43:40 AM
La verdad quería entrar a este proyecto con una idea diferente pero soy fácilmente comprable. A la mejor termino implementando ambas o no sé. Veamos qué sale de esto


-When we Were Young –



Nunca había querido dejarse llevar por la falsa promesa del dichoso Sueño Americano. Quizá un par de generaciones antes habría podido disfrutar todavía de alguna oculta y ahora despilfarrada fortuna familiar o algo semejante. Pero su presente no tenía fortuna, sólo deudas pendientes y hambre la mayor parte del tiempo.  Un pequeño sacrificio si quería lograr su meta, la cual, para su estatus social,  era más lejano que el Sueño Americano.

Sí, era pobre y sí, era imposible tener una buena educación con su calidad actual de vida. Sus padres murieron hace mucho tiempo atrás y sus únicos familiares vivos (en realidad el hermano de su padre solamente) sintieron un gran alivio cuando decidió probar suerte por su parte. No fue tan bien como esperaba. Comenzó a trabajar en los muelles de carga durante las madrugadas, haciendo mandados pequeños para los puestos comerciales cercanos durante una buena parte de la tarde y ayudando en el pub más cercano al pequeño cuarto que rentaba. Gracias a todo el esfuerzo tenía ahorros pero una cantidad demasiado pequeña como para poder cumplir su sueño.

“Se necesita mano de obra en América”, había mencionado un amigo suyo. Normalmente lo habría ignorado porque le parecía algo semejante a un sacrilegio abandonar su madre patria para probar suerte en el desastroso país llamado Estados Unidos de América.

“Ven conmigo”, le había dicho, “Vayamos juntos”.

Y claro que se había negado. ¿Cómo iban a llegar a un país del otro lado del océano con los  ahorros que poseían? Sólo Dios (y ellos) sabían que era menos que una miseria y  no cubrían ni siquiera un boleto en cualquier barco que viajara a América por más viejo, destartalado y casi hundido que fuera.

El 10 de abril de 1912, sin embargo, estaba junto a su amigo quien, no sabía cómo rayos y no estaba realmente seguro de querer saberlo, les había conseguido a ambos un empleo decente en las calderas del nuevo juguete de la White Star Line, el RMS Titanic. ¿Quién contrataría a alguien como ellos dos para trabajar en las calderas de un barco tan grande y lujoso como ese?

La pregunta siguió en su cabeza hasta el último momento.

Sus aposentos se encontraban en la cubierta de máquinas y el espacio era compartido por más de 200 personas, probablemente más, había escuchado por ahí  un número parecido a 345 personas. Sabía que 148 de ellos compartían el mismo trabajo que él y Kota, el cual consistía en alimentar alguna de las 29 calderas en el barco que se encontraban entre 6 salas. En definitiva sus aposentos no iban a ser remotamente más lujosos o con más privilegios que la clase más baja de pasajeros. No sabía siquiera cómo podían ser los de tercera clase. Primera clase estaría colmada de los lujos actuales y de servidumbre. Segunda clase… ¿Qué habría en segunda clase? Quizá, si su vida hubiese sido diferente, habría podido viajar en tercera o, con suerte, en segunda clase.

Por ahora se conformaba con sobrevivir a los sueños y esperanzas de su amigo  a quien, debido a sus horarios asignados, no podía ver más que cuando era el momento de descansar. Kota pertenecía a la gente asignada al turno contrario así que no tenían exactamente mucho tiempo para intercambiar más que un par de palabras, incluido el saludo y la despedida. William tenía la sospecha de que, una vez en América, cada uno buscaría su propio camino, habían sido amigos desde hacía ya un tiempo y se había acostumbrado su optimismo y, a cambio, su amigo soportaba su actitud realista, cruda y, en veces, un tanto oscura sobre las cosas. Despedirse no podría ser fácil si ambos compartieran turno y quizá era mejor así

La paga era suficientemente decente como para considerar regresar a Southampton aunque el tipo de trabajo no era la especialidad de William. Era algo más parecido a un intento de académico, tenía la suficiente energía y fuerza para hacer trabajos que no requirieran una gran cantidad de esfuerzo físico así que, trabajar en las calderas de  un monstruo tan grande como el Titanic le sobrepasaba en muchos aspectos. No sólo era mantenerlas encendidas, era transportar el material necesario para ello  y soportar la jornada laboral que no era exactamente una delicia. Su primer turno en calderas había sido no exactamente fácil pero había tenido las energías para cumplir con todo lo que se le pedía, incluso más, había comenzado a considerar las posibilidades y las herramientas que se tenían para poder agilizar el trabajo. Cuando Kota llegó para relevarlo de su turno, sintió cómo todas sus energías se desvanecían y ni siquiera intentó reclamar por el trabajo o contarle sobre sus ideas. Se limitó a mostrarle una cansada sonrisa y caminar hacia las habitaciones que le correspondían.

Hablaría con Kota después, cuando recordara qué era lo que quería decirle.

Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Nanami on August 31, 2017, 05:54:22 AM
De alguna manera terminé arrastrando a Ekha con mi idea y ahora aquí estoy llorando porque mi pj cree un futuro que su mejor amigo no comparte. La pena será real


Su vida jamás se había resumido como fácil o tranquila, esas eran etiquetas que nunca había tenido el honor de poseer. Aunque habían tantas más que estaba seguro que sus ojos no verían junto a algo que suyo llegase a ser. Entre esas etiquetas estaba incluso aquello que la gente con dinero llamaba 'Etiqueta', así con mayúscula, esos modales tan educados que hacían sufrir a los niños de dichas familias desde temprana edad. Él no era para esa clase de vida, él prefiría tener control de su vida, incluso si esa vida era miserable.

Sería una mentira decir que le gustaba su vida; el trabajar todo el día por un trozo de pan y un café amargo por culpa de la falta de azúcar. Sin embargo, de una u otra forma, la prefería a vivir encerrado en una eterna jaula. Al menos él podía alzar sus manos al cielo y bromear que un día volaría, que un día tendría su propio negocio y sería él quien diera trabajo a los demás. Sería él quien ayudaría a cumplir sueños.

No obstante faltaba mucho para eso. Y él lo sabía. A sus 17 años lo único que podía hacer de momento era corretear de un lado a otro haciendo trabajo que estuviese a su alcance. Si no estaba haciendo recados por las calles portuarias, estaba limpiando algunas letrinas. Si no estaba siendo camarero en algún bar de pescadores, estaba subiendo carga a alguno de los barcos que ahí tiraban ancla por unos cuandos días. Quizás no le gustaba su vida, pero podría ser mucho peor. Podría haber muerto años atrás de una enfermedad pulmonar como su hermana menor, podría haber sido asesinado como su padre en una pelea de ebrios. Los escenarios eran tantos que de simplemente pensarlo, ya estaba otra vez aceptando un nuevo trabajo.

A fin de cuentas cada uno se hace el ánimo para enfrentar a la vida, o al menos eso respondía cada vez que alguien le preguntaba qué cómo aguantaba tanto. La vida era corta y nadie aseguraba nada, lo menos que podía hacer era tomar todas las oportunidades que se presentaban frente a él: fuese para bien o para mal, al menos podría decir que lo había intentado.

Por ello cuando el rumor comenzó a pasarse de boca en boca, no dudó en creer que era una buena idea. Podría empezar de nuevo en el país de las oportunidades, en esa tierra donde el mérito te podía llevar más lejos que el dinero o el apellido. A nadie le importaría que fuese hijo de inmigrantes porque en las tierras de la libertad, todos eran hijos de ella sin haber nacido en América.

Sí, era un buen plan. Era un sueño. Era la esperanza. Era perfecto. Sólo había un pero, y uno quizás tan grande como para hacer que todo se derrumbara: tenía que convencer a su mejor amigo. Misión quizás aún más difícil que lograr conquistar a una señorito de la nobleza, lo cual tomando en cuenta las metas y gustos de William, no era tan lejano a la realidad. De todas maneras no perdía nada con intentarlo, rendirse no existía en su vocabulario. Y para su sorpresa, sólo había hecho falta insistir varios días con sonrisas encantadoras y largas charlas sobre las posibilidades para los dos. Vender un sueño. Vender el futuro. Vender una vida que esperaba continuaran juntos.

William había aceptado y eso era todo lo que necesitaba para mover todo el puerto para conseguir el trabajo. No le fallaría, jamás se lo perdonaría.

Diez días después, durante los últimos días de marzo, ambos recibían lo más cercano a un entrenamiento. Diecinueve días después, durante los primeros días de abril, ambos recibían órdenes del Jefe de máquinas. El Jefe Ulric era una persona que le gustaban las cosas bien hechas y, de cierto modo, se divertía a costa de él. Con una sonrisa le había sido anunciado que no podría compartir turno con su mejor amigo y que todo contacto sería reducido a un par de palabras. Pero estaba bien, sólo era una semana.

Una semana de trabajo forzoso, del calor de los hornos y no poder pensar con claridad por las altas temperaturas. Una semana y el futuro les sonreiría. Podía hacerlo, o mejor dicho, no le quedaba otra.

ー ¡Yosh! ¡No me ganarás horno, ya verás que te mantendré tan atendido como una madre a su hijo recién nacido!ー Exclamó asustando a su compañero de caldera y rió iniciando su primer turno nocturno.

El RMS Titanic era el barco de los sueños después de todo, ¿cómo se iba a rendir ahora que ya estaba en él?
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Deidara on August 31, 2017, 10:48:43 AM
aunque quería escribir más, dejo esto por ahora y a ver si antes del stop me salen más cosas TAT
[edit] al final sí escribí más, edito y lo dejo aquí ya~


#3 say your goodbyes


(http://i.imgur.com/AZXWDl4.png)  (http://i.imgur.com/Z20ZiMj.png)

“¡No, éste no es su camarote! ¡Disculpe, señor! Necesito ayuda… encontré a este señor en mi camarote, creo que se ha perdido…”
“Oh,  ¿éste no es el barco que se dirige hacia tierras españolas? ¿Dónde puedo encontrar la salida?”
“Lo ve, lo que le decía… creo que este señor se ha confundido de navío…”
“Vaya, puede ser.” Risas. “Es que, como puede ver, mi visión…”

Deidara se acercó al mozo de seguridad, y susurró en su oído.

“Me temo que es ciego de verdad… el pobre se ha tropezado varias veces con las cosas que había en mi cuarto…”
“¡O-oh! Señor, no se preocupe, buscaremos a algún oficial y trataremos de buscar alguna solución… ¿tal vez podría bajarse en Francia y allá encontrar alguna forma de llegar hasta España?”
Deidara agarró con fuerza el brazo de Matt. “Oh, ¿ha oído, señor? ¡Eso es magnífico! Seguro que así podrá acabar llegando a su destino.”
“Sí, oí… soy ciego, no sordo.”
“¡V-Vaya, disculpe!” Dijo mientras reía avergonzada.
“No se preocupe, tan sólo bromeaba. Estoy acostumbrado a este tipo de reacciones… después de tanto tiempo, sé cómo llevarlo.”
“Bien, entonces… me alegro tanto que haya encontrado una solución, señor…”
“Campbell,” acabó Matt por ella, “Martin Campbell.”
“Un placer, señor Campbell. Entonces, me temo que llegó el momento de separarnos… tenga cuidado en su viaje a España, y asegúrese de no volver a aparecer en el cuarto de ninguna joven dama de nuevo… si no me hubiese dado cuenta que usted era ciega, ¡segurísimo hubiese pensado que se trataba de un ladrón!”
“Siento el susto que le he dado.” Matt tomó la mano de Deidara, y se la besó con delicadeza. “Un placer, señorita Darwin. Espero que disfrute de su viaje a Nueva York, y que encuentre en el viejo continente lo que busca.”

Vio a Matt alejarse, agarrado del brazo del mozo de seguridad.

Por suerte, el teatro había funcionado, y Matt podría hacer parada en Francia.

Que encontrase lo que buscaba.

En ese momento, sólo pudo pensar en que a Matt le fuese bien la vuelta a casa, y en que con un poco de suerte en poco más de una semana volverían a reunirse para celebrar el éxito del trabajo.

*

Cuando volvió a su suite, reparó en la presencia de un objeto que antes no estaba antes allí.

“Pero qué—”

Sobre su cama, se encontraba envuelta en fina seda una navaja con empuñadura de oro y motivos plateados, que reconoció de inmediato como de su abuelo. Él se la había regalado a Matt en uno de sus cumpleaños.

Además, una nota, en la desordenada caligrafía de su amigo Matt.

’Espero que te dé suerte, y que la tenga de vuelta en dos semanas. Disfruta de Nueva York – Matt’

“Vaya idiota,” suspiró, rodando los ojos.

Pero luego sonrió. Era un objeto que había pertenecido a su abuelo, y luego había regalado a Matt – dos de las personas más importantes de su vida. Sabría que le daría suerte, y que le ayudaría a llevar a cabo su tarea.

Y Nueva York. Porque sí, ya que hacía el viaje, tendría que aprovecharlo, ¿no? No iba a cruzar el océano, cambiar de continente, sólo para matar a un desconocido. Quería comprobar qué era aquello tan interesante que tenía la ciudad de la que tanto hablaban, si de verdad merecía la pena.

Esperaba que los cinco días en el crucero valiesen la pena. Su habitación era enorme, lujosa, llena de objetos que le parecían innecesarios. No sabía qué hacer con tanto espacio, tanto lujo al que no estaba acostumbrada. Necesitaba (aparte de recuperar su equipaje) algo de aire, y esperaba que en la cubierta el vaivén no fuese tan pronunciado.

*

(http://i.imgur.com/CwNr1et.png)

Había sido un largo viaje, el de Liverpool a Southampton, en el que todo lo que podría haber ido mal, había sucedido. No llevaban ni un tercio del camino, cuando el motor del coche empezó a fallar. A mitad del camino, se quedaron sin gasolina, teniendo que arrastrar el coche hasta dos kilómetros para llegar al pueblo más cercano, y poder llenar el depósito del coche. Kilómetros más tarde, se encontraron con terrenos cortados debido a un incendio. Se perdieron en busca del camino principal. Y cuando lo encontraron, de alguna forma, se volvieron a perder.

Zoro Thorne llegó hasta proponer coger una bicicleta para llegar a Southampton, y es que el camino se estaba haciendo demasiado largo. Por suerte, llegaron justo a tiempo de que el Titanic partiese.

La despedida con su padre, quien le había acompañado en todo el viaje, fue fría. Sacó por él su equipaje del maletero, se lo entregó, le dio una palmadita en la espalda, le deseó un buen viaje, le pidió que escribiese cuando llegase a su destino y que no hiciese nada estúpido.

“Recuerda mantener en buena posición el nombre de la familia, Zoro.”

Y poco más le había dicho antes de partir de vuelta a Liverpool.

Con su pasaje de segunda clase, Zoro al enorme crucero. No era la primera vez que viajaba en barco, pero sí en uno como este. La gente en el puerto les despedía, y estaba seguro que muchos de aquellos que les observaban desde tierra firme eran simples curiosos, que se habían acercado al puerto para observar la belleza y grandeza del navío. Muchos, probablemente también, eran envidiosos, que deseaban poder tomar el lugar de alguno de los que se encontraban en lo alto del barco. Si tuviese la oportunidad, Zoro se cambiaría de lugar con cualquiera de aquellos meros espectadores. Daría cualquier cosa por poder volver a casa, no tener que hacer aquel viaje.

Estaba mostrando su pasaje a uno de los revisores, cuando su compañero señaló su equipaje.

“Señor… ¿puedo preguntarle qué hay en el interior de su equipaje?” Preguntó. Dicha bolsa de equipaje era larga, de piel.
“Ah… llevo un instrumento de viento conmigo. En Liverpool toco en una banda. Practicar me ayuda a relajarme.”
“Vaya, nunca había visto un instrumento de tales dimensiones,” murmuró el revisor, sorprendido.
Zoro le dedicó una sonrisa. “Una pena que no vaya a subir a bordo con nosotros, que si no, no tendría ningún problema en mostrarle mis dotes musicales en algún momento. Aunque no me gustaría dejar mal a la banda…”

Agarró con fuerza su equipaje, y por fin, pudo considerarse oficialmente un pasajero más del Titanic.

*

Sabía que no iba a encontrar grandes lujos en su habitación de segunda clase, pero lo que sí que no esperaba, era encontrarse con algo que no le pertenecía allí.

Y, sabiendo cuál era la situación, cuál era su familia, cuáles eran sus enemigos, el objeto desconocido le hizo ponerse en guardia.

Una bolsa de equipaje, que nunca antes había visto. El olor a piel era muy fuerte, la bolsa era grande, de un oscuro color granate. Zoro llevaba dos bolsas – dejó una sobre el suelo, la menos importante, y agarró con fuerza la otra, la alargada. Se acercó cuidadosamente a la bolsa. Cuando la tomó, se sorprendió al ver lo pesada que era. La abrió con cuidado, esperando encontrarse lo peor, pero en su interior sólo había… ropa. Ropa de mujer. ¿Cómo es que era tan pesada entonces? Removió un poco, con cuidado, cuando algo afilado rozó su dedo.

“¡Au!”

Retiró rápidamente la mano, se había hecho un corte. ¿Qué tipo de vestimenta llevaba una dama, que… cortaba?

Había una pequeña navaja, que se debería haber abierto sin querer.

Cerró de inmediato el equipaje.

Encontró una cuerda, atada a la bolsa, de la cual colgaba una etiqueta. Marcaba un número de habitación, y un, ‘Primera clase’. El número coincidía con el de la suya. ¿Tal vez se habían confundido?

Lo más sencillo, sería buscar a alguno de los empleados del crucero, y contarles el problema. Pero sentía demasiada curiosidad por saber qué tipo de mujer llevaba esa clase de complementos en su viaje.

*

(http://i.imgur.com/AZXWDl4.png)

Había escuchado que había una cena de gala aquella noche, pero, ¿cómo iba a aparecer, cuando ni siquiera tenía todavía localizado su equipaje? Era el principal de sus problemas... Aunque la idea de asistir a dicha cena no le hacía mucha gracia, pues suponía estar constantemente en modo Deidara Darwin, fingiendo ser una señorita, a la vez que estaba alerta y al tanto, en busca de su víctima. Hacía tiempo que no se enfrentaba a un trabajo tan pesado como éste, y el tener que estar haciendo un papel le suponía demasiado esfuerzo mental.

Por si fuera poco, el barco – por Dios, era ella, ¿o de verdad se estaba moviendo tanto? Dio un rápido vistazo a su alrededor… el resto de pasajeros no parecían encontrarse mal. Así que el mareo, era solamente algo suyo.

El transatlántico era enorme, y el haberse estudiado los planos de éste poco le estaba sirviendo, una vez se hubo subido en el real, pues mucho le estaba costando situarse. Le tocaría dar un repaso a estos cuando volviese a su suite… pero por ahora, tocaba –

Un momento…

Vio a un hombre, con una bolsa entre sus brazos. Parecía tan perdido como ella. Lo cual, en una situación normal, no le llamaría mucho la atención. De no ser porque… aquella bolsa de equipaje…

(http://i.imgur.com/CwNr1et.png)

“¡U-Un momento!”

Le costó horrores arrancar, y dirigirse, dando largas zancadas, hacia el desconocido.

¿Qué hacía aquel hombre con su bolsa?

“¡Eso es mío! ¿¡Qué haces con mi equipaje?!”

Por un momento, se le olvidaron las supuestas formas de Deidara Darwin. Pero, que le diesen a dichas formas.

“¿Es tuyo?” Preguntó el chico, alzando una ceja.
“¡S-Sí!” Rodeó con una mano un asa de la bolsa. Trató de recuperar la compostura. Difícil con el enfado, los nervios. El mareo. “Es… es mío, yo, llevo buscándolo un buen rato, lo extraviaron, y…”
“Estaba en mi habitación. Creo que se confundieron. Tenemos el mismo número, sólo que yo soy de segunda clase.”
“Um.” Así que, segunda clase. ¿Debería fingir rechazo, fingir sentirse superior? No. Innecesario. No le valía la pena. “Bueno. Pues. Me la llevaré de vuelta.”

El chico la observó. Fijaba su mirada en ella. Deidara se sentía incómoda a medida que pasaban los segundos.

“¿Cómo te llamas?” Le preguntó el chico.
“¿P-Perdón?”
“Tu nombre.”
“… Deidara. Deidara Darwin.”
“Darwin. Mh.”

Le dedicó una sonrisa. Se giró, y empezó a alejarse.

Deidara fue más rápida. Algo le decía que…

“Espera.”

Corrió tras él. Le agarró de la muñeca, con fuerza. Deidara podría parecer poca cosa, pero no era una simple y frágil mujer.

“¿Has abierto mi equipaje?” Preguntó. Era Deidara Shelby quien preguntaba. No Deidara Darwin. Nada de falsa timidez, nada de modales.

El chico no dijo nada.

Sólo volvió a mostrarle esa misteriosa sonrisa. Esta vez, cuando se alejó, Deidara no le paró.

Mierda. Seguro que había visto… Tenía que descubrir quién era, hacer algo al respecto. Asegurarse que su secreto no correría peligro… pero no en un sitio tan público.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Arence on August 31, 2017, 07:36:14 PM
El valiente explorador Haru, o sea yo, ¡reportándose a la aventura! En este hermoso 10 de abril me encuentro junto con mi asistente, la igualmente valiente niña de nombre extrañamente largo que no será registrado en esta bitácora, porque aparentemente ¿es un secreto?. Nombre clave Index.

Hoy abordamos el confiable bote en el cual salvaremos al mundo, ¡Vamos!

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"Entonces solo hay que… pescarlo."
"¡Así es!"
"Suena tonto. ¿Estás seguro que no requerirá alguna barrera de aislamiento o romper algún sello mágico o algo así?"
"¡Para nada! Solo hay que sacarlo. Le explicaré que le puede hacer daño a los humanos y que no está bien ¡y regresaremos juntos a nuestro planeta!"
"Ah, claaaaro." Index levantó los brazos y empezó a caminar hacia la plataforma con nuestros boletos del barco en la mano. A veces creo que no me cree cuando digo que soy un alien. ¡Pero ella dice que es una bruja! ¿Quien le va a creer eso si dice que es como una bruja y que sabe cosas de bruja pero no puede hacer magia? Una bruja sin magia no es bruja. "¡Pues un alien sin nave espacial no es un alien!" es lo que me dice en respuesta, pero ya le dije que mi hermana se la llevó para seguir buscando en el otro mar grande, y además un alien es un alien porque es de otro planeta y ya.

En serio, una bruja sin magia. Seguro es solo que no me quiere enseñar sus trucos de bruja. Boo.

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Bitácora del capitán de la misión Pesca Fabulosa Alienígena Mágica. Index insiste en tachar la parte de Alienígena, y en que ella es la capitana porque "¡empezó a investigar la anomalía en el flujo de maná con sus amigos mucho antes de tú aparecieras!".

No sé por qué no me quiere contar de sus amigos, dice que ellos eran los magos que sí podían hacer magia.

(¿Eran?)

Escribo la primera entrada oficial de nuestra aventura desde nuestro camarote. El capitán de la misión debería tener la cama de arriba, pero Index muerde muy fuerte así que la deje quedarse con ella. Hay otra litera aparte de la nuestra en el camarote en la que viaja una pareja con un niño. Nos preguntaron por qué dos niños viajaban solos y tan lejos así que ¡les expliqué la misión! Dicen que les parece lindo, nos desearon suerte y partieron un chocolate muy pequeño y me dieron la mitad a mí y la mitad a Index. Ella dice que se veían tristes, ¡para nada!, solo apoyaban a los héroes. Le expliqué al niño cómo reconocer las señales de que El Pez está cerca y me puso mucha atención.

Todo indica que nuestro éxito está asegurado y nada podría salir mal.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Eureka on August 31, 2017, 09:21:42 PM
ESTO ESTA MUY FEO pero ya es muy tarde (#clichéswhere)
 
Advertencia: quería explorar historias con otras parejas, así que va a haber un par de parejas del mismo sexo. Uhhh, yo sé que no es el cup of tea de muchas así que son libres de ignorarlo, pero las historias que giran alrededor de ese tipo de romances son las de Mari y Lance. Los pueden ignorar y ya (?)




1st noon



(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png) (http://i.imgur.com/uOvOVHs.png)


Oikawa soltó los papeles que sostenía, colocándolos de regreso en la caja fuerte. Cerró la puerta, sin desligar su mirada de Eureka, y luego, alzó las manos, en una señal de derrota.

No iba a rendirse tan fácilmente, pero esperaba que su carisma lo salvara de pasar el resto del viaje esposado a una tubería en el cuarto del sargento de marina.

“Puede llamar al sargento de armas, si desea,” comentó, con una pena fingida. “Al contrario, tiene todo el derecho de hacerlo. Debe ser terrible encontrarse con un ladrón como yo en su…”
“Espere,” Eureka lo interrumpió. “No piense por un instante que me causa temor esta situación. He visto mucha gente de su clase en la cárcel, después de todo.”

Oikawa no pudo evitar la curiosidad que surgió en su interior al escuchar las palabras de la joven.

“¿Usted? ¿En la cárcel? ¿Cómo terminó allí?”
“¿Conoce del movimiento sufragista? Formé parte de él, en Londres. Este viaje a Nueva York es un castigo por parte de mis padres, para calmar mis impulsos rebeldes. Pero…” Eureka pareció notar que se había desviado del tema. “Eso ahorita no es de importancia. Lo único que quiero hacerle ver es que no me va a intimidar de ninguna manera.”
“No pretendía hacerlo,” dijo, y se le acercó a pasos calmados.

Aún a pesar de sus palabras y de la postura decidida con la que había contado hasta ese entonces, Eureka retrocedió unos pasos, intimidada por la estatura y el físico del desconocido. No demoró en sentir cómo su espalda se golpeaba suavemente con el marco de la puerta, y aunque vio la oportunidad de salir corriendo y escapar, recordó que no podía darle el gusto al extraño, y volteó la mirada hacia él, sin titubeos. Ya no tenía más espacio para retroceder, por lo que se quedó a la expectativa de lo que él haría.

Oikawa supo que, si se quedaba un segundo más allí, cavaría su tumba: lo más probable era que alguna de las criadas regresara en cualquier momento. La tentación de arrancarle el collar era muy grande, pero sabía que, de hacer eso, no tendría excusas para volver a encontrarse con ella. El conflicto entre su deber y su interés por la joven lo desconcertó, y en aquel lapso de segundos, sintió que no había escapatoria.

No tenía oportunidad de estar con alguien de la clase de Whitaker. No había forma y lo sabía muy bien.

Era inaceptable posponer el robo del diamante.

Aun así, su cuerpo actuó antes que él siquiera lo pensara, y se encontró a sí mismo acortando la distancia restante.

Eureka se mostró sorprendida, más aun cuando vio que el objetivo de Oikawa nunca había sido besarla, sino susurrarle al oído.

“¿Habrá algo que usted desee por sobre todas las cosas?”

Oikawa no estaba muy seguro de que aquel plan funcionase: todo dependía del estereotipo asociado a la mujer en frente de él. Su comentario acerca de la cárcel había sido suficiente como para darle a entender de que odiaba los paradigmas que regían a su clase social y su posición dentro de esta.

Significaba agarrarse de un clavo ardiendo porque sólo estaba actuando en base a lo que había oído, pero esperaba estar en lo cierto.

“Algo que… ¿De qué está—?”
“Libertad, ¿tal vez?” la interrumpió.

La expresión en el rostro de Whitaker disipó sus dudas: parecía haber dado en el blanco.

“No voy a darles el gusto de hacer lo que quieran con mi vida. Voy a ser libre a mi manera.”
“Pero… de todas maneras se casará con Gladstone.”
“…” Eureka desvió la mirada a un lado. “Usted… está muy bien enterado de las cosas.”
“¿No ha considerado alguna vez la posibilidad de cancelar el compromiso?”
“Eso es imposible. No hay forma de que pueda evitar el matrimonio. La boda ya está planeada y se llevará a cabo dentro de un par de meses.”
“Siempre hay una salida. Y podría ofrecérsela, a cambio del diamante.”

Dicho esto, se alejó de ella, y caminó hacia la sala de la suite, dándole la espalda.

“Si está interesada, estaré en la cubierta de paseo luego de la cena, alrededor de las 9. Ahí podremos discutir con más calma sobre mi propuesta.”

Oikawa le sonrió de lado a la vez que abría la puerta principal. Sin darle chance a responder, salió de la habitación, dejándola sola.
 

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Eureka se llevó una mano al diamante, por acto reflejo. No sentía ningún tipo de apego hacia el collar: el diamante no significaba nada para ella, porque había sido un regalo de Wilhelm por compromiso.

Wilhelm sólo buscaba la alianza entre su familia y la de ella. No sentía nada por ella. Y no podía culparlo, porque ella tenía las mismas intenciones.

Por ello, no le importaba perder el diamante. Pero se encontró dudando acerca de las palabras del ladrón. ¿Valdría la pena arriesgarse? ¿Qué tan probable era que le estuviese diciendo la verdad?

Resolvió que no ganaría nada con simples suposiciones. La curiosidad le ganaba, y en esos momentos, supo que le haría caso. Supo que iría a encontrarse con él luego de la cena.

No confiaba en sus palabras, pero no perdía nada con darle una oportunidad.




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Era casi imposible encontrarse con gente noble y de buenos sentimientos en el mundo en que vivía. Lo había aprendido de la peor forma, creciendo en círculos sociales cerrados llenos de conversaciones aburridas y mujeres hipócritas por doquier. Y aunque quería negarlo, su madre también formaba parte de este grupo, forzándola a seguir sus pasos desde una temprana edad.

Adoraba a su familia. Su padre era un hombre muy inteligente y de buen corazón, y su madre, aunque estricta, buscaba siempre darle lo mejor, pero… no podía negar que en varias ocasiones se había encontrado a sí misma deseando tener una vida distinta. Una vida más tranquila, lejos de toda esa gente pretenciosa y altanera que decían llamarse amigos de su familia y de ella.

Lance había sido un cambio interesante en su rutina. Agradecía que su suerte fuera tanta como para que los destinos de ambos se hubieran cruzado, porque Lance era la pareja que siempre había soñado tener.

Futuro heredero del imperio bancario de los McClain, el chico parecía otro más de los suyos, con un corazón sincero y una sonrisa que inspiraba mucha confianza. Su personalidad era encantadora, un auténtico caballero de primera, galante y sensato. Estaba claro que no era perfecto: muchas veces se pasaba de arrogante y charlatán, pero Mari sabía que esas eran nimiedades. Después de todo, Lance era la primera persona con la que compartía muchísimas cosas en común.

En especial, un secreto muy importante en el caso de ambos: ninguno estaba interesado por el sexo opuesto. Hasta que se conocieron, habían contado con una terrible carga por eso: la posibilidad de que estuviesen enfermos y que se tratase de un síndrome psicológico era tan alta que los había obligado a esconder esa importante característica de sus vidas en lo más profundo de su ser, sin comentarle a nadie respecto al tema.

Pero un día sus padres los presentaron, con el objetivo de formar una alianza entre ambas familias gracias al futuro compromiso de los dos. Y se conocieron, y Lance le confesó aquel secreto tan importante para él, como si hubieran sido amigos de toda la vida. Mari recordaba haberlo abrazado por la alegría de encontrar a alguien como ella. Con gusto había hecho a un lado la etiqueta sólo por la emoción de hallarlo. A él, a Lance McClain. Un joven de su edad que, además de no dejarse llevar por la hipocresía de su clase, también pasaba por una situación similar a la suya.

Y tenían el plan perfecto. El matrimonio les serviría para encubrir las relaciones que formarían con sus futuras parejas.

Sus familias no se enterarían de nada.

“Admiro a la hija de los Whitaker,” la voz de Lance en su oreja la sacó de sus pensamientos. “Si estuviera en sus zapatos, no me atrevería a retar a los Gladstone.”

Mari no conocía a Whitaker, pero sabía de sus andanzas en el movimiento sufragista. Hasta se habían encontrado en las conferencias y motines en varias ocasiones.

Pero todo se remitía a saludos cordiales. No habían formado ningún tipo de relación, y sus familias lo impedían aún más porque competían en el mismo rubro del mercado: la venta de automóviles.

Aun así, al igual que Lance, Mari sentía cierta admiración por la joven. Los Gladstone formaban parte del círculo más conservador de Londres, y dudaba que aquella falta de respeto pasara desapercibida.

“Pero querido, tú harías lo mismo de estar en un compromiso como ese,” comentó Mari.

Se decía que Wilhelm y Eureka se odiaban, pero todo era rumores. De todas formas, la animosidad entre ambos era palpable cuando se encontraban en el mismo salón. Y no necesitabas interactuar con ellos: sus gestos, acciones y miradas eran suficientes como para llegar a una conclusión.

Lance aprovechó que nadie los observaba en esos instantes para gruñir y rodar los ojos, aunque le sonrió de lado.

“Si me hubiese tocado una esposa pesada, tal vez.”
“Estuve a punto de enojarme y luego entendí a qué te referías. Gracias por el halago, Lance.”
“De nada, querida.” Lance le sonrió.
“Pero al menos no eres mujer. El estigma es mayor en nuestro caso.”
“Sí, y siento que es injusto.” Lance suspiró, mientras con su brazo la dirigía hacia la mesa de sus familias. Mari no soltó su agarre.

Los padres de ambos andaban conversando, pero se detuvieron en seco cuando los vieron llegar. Se alzaron de sus puestos, con grandes sonrisas en sus rostros, y se les acercaron. Ambos grupos se dieron el encuentro a medio camino.

“Llegaron a tiempo,” comentó la madre de Mari.
“Te ves preciosa, Mari,” comentó la madre de Lance.
“Ah, ¡Muchas gracias!”
“Lance,” su padre lo llamó. “Tengo que hablar contigo a solas un momento. Discúlpennos,” dijo, mirando a su esposa, sus consuegros y nuera.

Padre e hijo se separaron del grupo, mientras que la madre de Lance y la familia O’Hara tomaron asiento en la mesa reservada.

“¿Sucedió algo?” preguntó Mari, dirigiéndose a la madre de Lance.
“No estoy enterada, si te soy sincera. Pero parece que mi esposo ha visto un fantasma.”
“Ojalá que no sea nada malo,” comentó la Sra. O’Hara.
“Sí,” dijo Mari, sin desprender la mirada de Lance.


Mari vio cómo él empalideció de un momento a otro. La mirada de Lance se paseó por la estancia, al parecer buscando a alguien en específico, pero falló y se resignó a prestarle atención a su padre una vez más. Luego de un intercambio breve de palabras, ambos regresaron a la mesa de los McClain-O’Hara, donde se acomodaron al lado de sus esposas.

“¿Qué pasó?” le susurró Mari.
“Hay un… pequeño problema,” le dijo Lance. “De ahí te cuento.”
“Bueno,” la potente voz del Sr. McClain llamó la atención de los presentes. “Disculpen la demora. Necesitaba hablar con Lance sobre un tema de negocios.”
“Oh, no se preocupe,” dijo el Sr. O’Hara. Aprovechó que uno de los mozos andaba cerca de la mesa para llamarlo con un ademan de su mano. “Por favor,” el mozo no necesitó más para entenderle, y corrió hacia el interior de la cocina para servirles. “Tomando en cuenta lo que les espera en Nueva York, yo considero que es pertinente tratar los puntos más importantes por más de que tengan días de anticipación.”
“Sí,” Lance asintió, nervioso. Justo para su suerte, varios mozos aparecieron con los platos de entrada.

La conversación sobre el trato que los McClain cerrarían en Nueva York dominó completamente el almuerzo, seguida de un par de banalidades y comentarios acerca del futuro de la joven pareja. Lance y Mari ya se habían entrenado entre ellos para esquivar las preguntas como si se tratase de balas: tenían la respuesta más adecuada para cada una, sin ser irrespetuosos ni levantar sospechas.

Una vez terminada la sobremesa, los jefes de las familias O’Hara y McClain se juntaron con amigos de otras mesas para charlar y tomar brandy en la sala de fumadores. Las esposas optaron por juntarse para charlar mientras daban un paseo. Ambos grupos invitaron a sus hijos, pero Lance y Mari se excusaron inmediatamente, comentando que, así como sus madres, querían pasear por el barco, pero a solas.



“¿Recuerdas lo de mi padre? Que estaba medio raro antes del almuerzo.”
“Sí.”
“Pues… Me dio las peores noticias.”
“¿Qué?”

A simple vista, parecían andar paseando muy tranquilos por la cubierta, pero Mari podía sentir mediante el agarre en su brazo que Lance temblaba sutilmente.

“Nuestra competencia está aquí. Mi padre está a punto de perder los papeles, porque todo indica que quieren cerrar el mismo trato que nosotros… con la misma compañía americana, por supuesto.”
“¿Los Duff-Gordon?”
“Sí, ellos mismos. No se aparecieron en el almuerzo, pero estoy seguro de que se trata del papá y del hijo mayor. Más bien, disculpa, voy a tener que dejarte un tiempo sola. Necesito despejar mi cabeza y venirme con un plan para salvar la situación. Mi padre está al borde del colapso… no puedo permitir que él sólo se encargue de esto.”
“Sí, lo entiendo.”
“Y además, quién sabe~ En este tiempo a solas, ¿fácil encuentras al amor de tu vida?” dijo, mientras le guiñaba un ojo.
Mari se sonrojo. “No digas eso, Lance.”
“¿Por qué no? Puede pasar. Suerte con eso,” y sus palabras fueron sumamente sinceras, al igual que la sonrisa que le esbozó.
“Lo mismo va para ti, entonces.” Mari le sonrió de vuelta.
“Gracias, pero lo dudo…” Lance desvió la mirada, y luego, soltó un suspiro. “Con el tema del banco en juego, eso es lo de menos importancia ahorita.”
“Lo sé, pero no te cierres a la posibilidad.” Esta vez, fue ella la que le guiñó un ojo.
Lance intentó mantenerse serio, pero fue en vano: soltó una pequeña risa, y le sonrió. “Cierto. Te veo luego, entonces,” y le dio un beso en la mejilla.

Mari le ondeó la mano a manera de despedida. Poco a poco, Lance se perdió entre la gente que ingresaba al salón principal de la cubierta.




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Había perdido la cuenta de las veces que llevaba dándole vueltas a la cubierta. Estaba cansada, los pies le dolían y sentía que el aburrimiento la estaba matando lentamente.

Quería su cama, y una taza de té de su criada favorita. 

Con aquel pensamiento en su mente, caminó decidida hacia el ingreso al salón. Ya estaba planeando cómo iría su tarde cuando escuchó las primeras notas de una melodía que capturó su atención totalmente. Sus piernas se movieron antes de que pudiese contemplar la idea misma de esforzarse en buscar la fuente de la música, y cuando reaccionó, estaba frente a una puerta de vitrales de colores. La abrió con sumo cuidado para no distraer al intérprete.

Se encontró con que había dado con la capilla del barco. En una esquina de la estancia, yacía un bellísimo piano de cola, de dónde provenía la música.

Mari se acercó con calma, disfrutando de la canción. No se percató de que llegó a estar lo suficientemente cerca como para entrar en el rango de visión del pianista, quien dejó de tocar al verla.

“Ah, ¡Disculpa!” dijo Mari, rodeando el piano para poder ver la cara del intérprete. “Yo no quise…”

Se interrumpió a sí misma al mirarla. Era una chica, la pianista. De cabellos oscuros, finas facciones y ropa desgastada, parecía ser de tercera clase, y se mostraba sumamente preocupada por haber sido encontrada en la capilla que pertenecía a la primera clase.

La conversación con Lance se le vino a la mente, y una idea tonta se coló en sus pensamientos: ¿y si tal vez era ella el amor de su vida?

Mari sacudió la cabeza. No había forma.

“No quise sorprenderle.”
“Yo no debería estar aquí, entiendo si es que usted le avisa a—”

Mari negó con la cabeza, tomando asiento a su lado en la banca del piano.

“No, no se preocupe. Quiero oírla tocar más, de ser posible.”
“Pero…”
“¿Por favor?” le suplicó Mari.
“…” la mujer pareció dudar por unos instantes, pero terminó asintiendo. “Está bien.”
“¡Gracias!” Mari le sonrió, emocionada.
“Mn, no, gracias a usted,” la pianista le sonrió de vuelta. “Tiene… ¿algún pedido, tal vez?”
“No. Toque lo que usted desee.”

La pianista asintió, y luego de un suspiro, volvió a tocar su instrumento.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on August 31, 2017, 09:33:37 PM
SUPER CORTO pero al menos algo que la vida no me dio a más t_t el próximo mes si con todo PURI SI TE DESAPARECES HASTA FIN DE MES >(...

Me alegra ver a varias chicas escribiendo -3- no se olviden de abrir sus temas de comentarios para poder darle amor a sus historias <3

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

Bitácora #3 — Poet and Peasant (Part I)

El reloj de la Gran Escalera marcaba las ocho de la noche cuando Sayi llegó al comedor. Kaien la esperaba al pie de estas y, apenas le dio el alcance, la recibió con una sonrisa y su antebrazo para escoltarla hacia una mesa.

Sayi aceptó el ofrecimiento y le devolvió una sonrisa aún mas amplia. Su vestido de seda negra, estilo eduardiano y cintura imperio estilizaba su figura y, como aditivo, complementaba elegantemente el conjunto de vestir de su pareja. Sayi agradeció mentalmente a Panty y su impecable tino para vestirla: Y es que para ojos de un ajeno parecían tratarse de una pareja prometida a casarse, y la sola idea le hacía volar de ahí hasta el infinito. 

A diferencia del paseo por la cubierta, el estar en un espacio más cerrado le hicieron percatarse con mejor claridad que tan popular era Kaien. El pelinegro estrechaba y besaba manos a diestra y siniestra, intercambiaba pleitesías y mandaba y recibía saludos a su familia por doquier. Mas de uno preguntó por Sayi, y el pelinegro era pronto a introducirla por nombre y apellido. Y si bien ella sabía que su nombre solo delataba su status como nueva en la adinerada élite, se sentía agradecida con Kaien por introducirla con orgullo.

En más de una ocasión le pareció sentir algo quemarle la nuca. Al voltearse, solía tratarse de alguien mirándole a la distancia, usualmente, hablando por lo bajo con una segunda persona. Entonces intercambiaban miradas con ella, y el gesto era suficiente para confirmar sus sospechas. A lo largo de su viaje por Europa se había acostumbrado a desestimar los comentarios de la vieja burguesía, y había aceptado el que jamás pertenecería a ellos. Pero estar a bordo del Titanic, en su viaje inaugural y chocando hombros con algunas de las personas más poderosas del mundo, era exacerbar su exposición a un nuevo nivel.

‘Bueno, será algo así como la prueba de fuego’ se dijo a si misma. Pero también pensó en Kaien, y cómo por su parte él hacía caso omiso a nadie que no este frente suyo, o a su lado. Y si a él, habiendo sido criado bajo el ojo crítico de la gente acomodada, no le importaba el qué dirán, entonces ella tampoco tenía por qué prestarle tanta atención.

Sin embargo, ya le dolían las mejillas de estar sonriendo tanto…

“Disculpe, ¿señor Talmage-Atwood?”

Kaien y Sayi se giraron hacia una refinada dama. Un vestido de noche carísimo, y elegantes joyas adornaban su impecable porte. La joven era tan delicada y distinguida, que Sayi no pudo evitar pensar que aquella era la imagen de realeza a la que debía aspirar.

Caballeroso como siempre, Kaien asintió y los introdujo a ambos. Sayi esperó a que la mirara con decepción al percatarse de su trasfondo, pero por algún motivo resultó lo contrario. Y aquello picó su interés.

“Lamento terriblemente el atrevimiento, pero me preguntaba” se detuvo, y entonces se giró hacia una mesa cercana, donde una pareja les sonreía con cierta timidez “¿Les apetecería unírsenos a cenar?”
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Cho on August 31, 2017, 09:39:24 PM
Yay, no soy la única posteando a toda carrera~ (?) Proud of myself for finishing intros *pats her head* ahora a estudiar para mañana (...))

3

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El transcurso del viaje había resultado muy placentero para los afortunados que eran parte del primer cruce del Titanic por el Atlántico. Su estatus y gran reputación no dejaba sin sorprender ni a los más neutrales y demandantes entre la clase alta. Todos se encontraban muy a gusto. Aquellos de tercera clase podían brindarse un lujo normalmente fuera del alcance de sus manos, y los pasajeros de clases altas tenían la oportunidad de romper un poco con sus usuales y restrictivas rutinas.

Entre ellos, una muy elegante y refinada joven proveniente de una reconocida familia inglesa también se había acoplado sin inconvenientes, y pasaba su tiempo caminando con la compañía de sus damas asistentes o con su pequeña hermana menor, o si no en su recámara donde contaba con gran variedad de obras y libros académicos, al ser una persona muy culta a pesar de su deslumbrante apariencia y muy buenos modales.

Su habitación personal dentro de la elegante suite reflejaba su estatus y pulcra y delicada personalidad. Ella había sido bendecida desde nacimiento con unos cabellos ondulados y rubios que se asemejaban a los de querubines, al igual que su piel de porcelana mínimamente ruborizada en las mejillas, y poseía unos ojos miel que brillaban con el sol y cautivaban a más de un hombre lo suficientemente dichoso como para concederse una conversación breve con ella. Sin embargo, la joven seguía considerándose muy joven como para pretender contraer matrimonio y el motivo de su viaje era por motivos personales y de suma importancia para sí misma: volverse una dama muy inteligente y reconocida en el todavía machista mundo de las ciencias.

De padre científico y madre enfermera, ella había optado por continuar con la vocación de sus parientes y había sido apoyada por todos los cercanos a ella al confiar plenamente en sus habilidades. Sin embargo, sabía que fuera de su círculo le esperaba un mundo que todavía apuntaba en su contra. Incluso la venerada y reconocida Marie Curie a quien todos los que sabían de ella respetaban y catalogaban como una genio continuaba siendo una sombra de su igualmente talentoso esposo, trágicamente desterrado del presente mundo hace pocos años, y recientemente ni ella se había podido librar de discriminación y varios intentos malvados de infamia.

Por ello y otros motivos, la joven contó con las conexiones de su familia para continuar con sus estudios privados en el nuevo mundo durante unos años, y ella fue acompañada de su hermana menor, quien sin lugar a dudas ansiaba con seguir sus mismos pasos.

“Disculpe, señorita…” una criada llegó para observar a su preciada y benévola ama leer uno de sus muy valorados libros en una mecedora. Pese a ser una vista bastante tradicional, la sirvienta no dejaba de maravillarse por la idónea, delicada y casi maternal apariencia que la joven emanaba al encontrarse estudiando, mientras agarraba las páginas con suavidad y casi de manera afectiva.
“Sí, ¿se le ofrece algo?” le preguntó con una modesta sonrisa y calma.
“Se ha enfocado en su lectura por ya casi una hora. ¿Quisiera que le trajera una taza de té? ¿O quizás unas galletas le serían de mayor agrado?”
“Me encuentro bien, muchas gracias por su dedicación,” le sonrió con dulzura y asintió decidida. “Una hora me sirve para refrescar los últimos conceptos, pero si quiero continuar con mi aprendizaje necesito dedicarme aún más. Prometo que le avisaré cuando necesite algo más.”
“Oh, de todos modos, regresaré para mantenerle vigilada. No quisiera que una trasnochada arruine su impecable rostro,” la criada se persignó ante un recuerdo desagradable y angustiante. “Y pensar que le he encontrado dormida encima de sus apuntes más de una vez en el pasado.”
“Le prometo que eso no volverá a suceder,” la joven llevó una palma frente a su boca en un ademán de reírse con torpeza. “Por más que desee seguir los pasos de mi padre, también reconozco la importancia de mantener mi rol como una señorita de clase alta.”
“Me alegra que lo entienda. ¿Segura que no se le ofrece algo más, señorita Ayesha?”
“Pues…” ella finalmente dejó su libro a un lado al recordar algo muy importante. “¿Cómo se encuentra mi Nio? Me sorprende no haberle sentido caminar por la suite.”
“La señorita continúa durmiendo en su habitación,” reportó la empleada, pausadamente. “Pobrecita. Seguramente sigue cansada por haberse dado tantas caminatas por el barco en lo que va del viaje. Sus energías a veces pueden ocasionarle muchos malestares…”
“Eso me preocupa,” Ayesha se levantó y caminó a una mesita donde había una lámpara y un marco que contenía una foto. En esta, se vio a sí misma junto con su hermanita y sus padres en lo que fue una visita a una granja de ganados. La dama tomó la foto y la alzó para observar a su pequeña y hermosa hermanita, quien en dicha foto se encontraba abrazando el cuello de una grande y mansa vaca. “En aquel viaje de ensueño hace unos meses, mi Nio no dejó de alimentar al ganado y fue difícil hacerle soltar a esa vaca cuando fue nuestro tiempo de retornar a casa. A veces me preocupo de que no siga los estándares que se esperan de ella.”
“Sea paciente. Tengo fe en que la señorita Nio crecerá en una dama igual de correcta y educada como usted.”
“Aprecio su parecer,” le sonrió, agradecida, aunque volvió a mostrar preocupación en su semblante. “Sin embargo, para que mi Nio ande durmiendo en plena luz del día… ya abordaron los pasajeros de Irlanda y habría esperado que me pidiera pasear para observarles de lejos…”

Ello palideció el rostro de la hermana mayor, quien se giró rápidamente a su asistenta.

“Nio no habrá ido por su cuenta, ¿cierto?”
“No, señorita, he estado muy al pendiente,” le aseguró.
“De todos modos, tengo que revisar su habitación.”
“¿Segura? La señorita insistió que le dejáramos dormir tranquila.”
“No puede decirle que no a su hermana mayor, descuide.”

Ayesha le sonrió y fue a paso veloz para entrar a la habitación de su hermanita. Al entrar, observó el cuerpo de la pequeña ocupar su cama por cómo se levantaban las mantas y contornaban su pequeña figura. De todos modos, la hermana mayor decidió al menos acercarse y verle el rostro… y cuando levantó los cobertores, encontró para su gran pesar una serie de cojines y almohadas que habían hecho una excelente impresión hasta el momento.

“¡Ahhh! ¡Nio!” Ayesha levantó sus palmas a la altura de su rostro sin saber qué hacer, sumamente angustiada.
“¡¿C-cómo así?! ¡Estuve al tanto!” exclamó la criada. “¿Se habrá ido con la atención a la habitación? ¿O tal vez cuando recibimos la visita por uno de los ingenieros del barco?”
“¡¿Q-qué voy a hacer?! ¡¿Qué será de mi hermana?!” la joven temblaba y no dejaba de exclamar y caminar en círculos, al punto de dar una apariencia frágil que muy probablemente desfallecería ante la presente incertidumbre.
“¡S-señorita, tranquilícese, por favor! ¡S-seguro está en cubierta degustando de pastelería francesa! ¡N-no debe estar muy lejos!”
“¡M-mi Nio!”



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Por una sala común oscura, rústica y sin ventanas donde sólo las personas más ruidosas y sociales de la tercera clase andarían, estaba por terminar un improvisado espectáculo de parte de uno de los pasajeros…

“Presten atención, que este acto sólo se los concederé una vez…”

Un joven pelirrojo de ojos filosos y una sonrisa sabia y misteriosa habló con autoridad, aunque manteniendo un tono de voz moderado y suave. Con su mirada fugaz y migratoria mantenía la atención de una media luna de espectadores como quien hacía contacto hipnotizador, mientras sus ágiles manos traían hacia el frente el sombrero de un mago de manera fluida. A un costado, todos pretendían ignorar una ruidosa conversación entre dos pasajeros visiblemente borrachos. Uno de ellos dio un sonoro erupto para entonces aclararse la garganta y escupir al suelo. Si bien dicha serie de acciones trajo cierto disgusto en algunos, el joven mago realizó un acto adicional de sacar un pañuelo del mismo aire y ofrecérselo como un obsequio, a lo cual el borracho lo recibió perplejo y decidió mantener una distancia como gesto de agradecimiento.

“¡Ohh!” entre todos ellos, una jovencita de cabellos marrones contenidos en una simple boina se maravilló por aquel acto de magia que sin duda no había estado en el programa. Ella intercambió miradas de asombro con un jovencito de tercera clase de quien acababa de hacerse amiga, puesto a que él era uno de los pasajeros provenientes de Irlanda.
“Miren,” anunció el pelirrojo, quien dio un par de giros a su sombrero en copa para que todos pudieran verlo. “Se trata de un sombrero simple y común, ¿verdad?”

Él se dio la libertad de ponérselo a la pequeña de la boina momentáneamente, quien agarró los lados del sombrero con delicadeza mientras lo miraba, y notó al mago volver a llevárselo para pasar una palma por encima y decir las palabras mágicas.

“Hocus Pocus, Abracadabra… Voilá!”

De la nada, todos vieron a una paloma surgir desde las profundidades del sombrero y sobrevolar al público, para aterrizar rápidamente en el hombro de su dueño. Este dio una pronunciada reverencia mientras los espectadores le aplaudían con algarabía. Algunos curiosos en el bar que observaron a distancia también le dedicaron unos cuantos silbidos o unos golpes en la barra con sus palmas.

“¡Eres simplemente genial!” exclamó el pequeño amigo de la niña, mientras la muchedumbre empezaba a esparcirse todavía fascinada y confundida por lo que acababan de ver. “¡Yo también quiero ser como tú! ¿Me enseñas? ¿Cómo hiciste que tu paloma apareciera?”
“Un mago nunca revela sus secretos, Luso,” le aclaró con su usual tono misterioso y manteniendo su sonrisa. Él entonces observó a la pequeña con un gesto un poco más cálido. “Amiga del pequeño Luso, ¿no es así? Pero, ¿qué hace una señorita de primera clase entre los comunes como nosotros?”
“Ehh…” ella presionó su boina encima de su cabeza en un intento de esconderse más, y desvió su mirada con ligera incomodidad.
“Estás a salvo con los dos, sólo pregunto,” le aseguró el mago. ¿Cuál es tu nombre?”
“Ehm, Nio Altugle…”
“Mucho gusto,” el pelirrojo hizo otro rápido movimiento de su mano para originar una diminuta flor, la cual se la ofreció con un guiño y una sonrisa pícara. “Para ti.”
“¡Ohh, muchas gracias, señor Natsume!” lo recibió y dio un par de reverencias apresuradas.
“Puedes quitar lo de ‘señor’. Seré mayor que tú, pero sigo siendo joven,” se encogió de hombros.

Ese mago se había presentado como un viajero que había dado un rápido, aunque extenso, tour por el mundo desde ese lejano país llamado Japón, y en su trayectoria había estado aprendiendo diversas técnicas de entretenimiento, principalmente para hacerse de dinero a manera de continuar y subsistir. Sin lugar a dudas, le iba considerablemente bien como para haber podido costearse un ticket del Titanic, pese a sólo ser de tercera clase.

“Sé que llegaré a convencerte que me enseñes,” declaró Luso, con energías. “Tengo la suerte de compartir habitación contigo, así que espero que me digas todo lo que sabes de magia y también del mundo fuera de Inglaterra.”
“Hm~ nunca pensé verme en un rol de mentor,” Natsume se cruzó de brazos y sonrió con ironía.

De repente, una persona se les acercó quien no dio rodeos y caminó donde la pequeña, para quitarle su boina sin pensarlo dos veces.

“¡A-ahh!” ella se asustó y levantó su mirada para reconocer a una persona muy familiar para ella.
“A tu hermana y a tu madre les daría un infarto si te vieran aquí,” comentó un señor alto y mayor de edad, con un tono severo y el ceño fruncido, aunque bastante inmutado a pesar de encontrarse llamándole la atención. “Te culpo por hacer entrar a tu hermana mayor en una crisis de histeria que entorpeció mi silenciosa sesión de estudio en la suite.”
“Ehh, ya se dio cuenta, ¿eh?” Nio sonrió incómoda y dio una reverencia al mayor. “Lo siento mucho, señor Hazeldine. De inmediato regreso.”
“Sí, vas a venir conmigo,” negó exasperado y finalmente miró a los otros dos. “Serán nuevos amigos de la menor. A Nio le gusta conocer a todo el mundo. Al menos parecen decentes.”
“¿Decentes?” Luso alzó una ceja.
“Claro, no sería descortés ni desagradable ante niños,” Natsume se encogió de hombros. Ya estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de personas así que adoptó una actitud indiferente. “La pequeña sí es muy atrevida e intrépida, aunque es una buena persona. Cuídala bien.”
“No debería ser yo quien la cuide,” negó el mayor, levemente exasperado. “Aunque debo mantenerle un ojo encima.”
“Uhh, pero, ¿podemos regresar más tarde?” le pidió la pequeña al anciano mientras le jalaba de una manga de su largo abrigo. “Ya me aburrí de la elegancia. Aquí la gente sabe divertirse.”
“No va conmigo personalmente. Al menos procura no angustiar más a tu hermana. Ella tiene un corazón muy débil,” negó impaciente. Sabía que la pequeña encontraría un modo u otro de regresar a visitar a ese par pese a que no debía.
“Puedo ir a conocerle y asegurarle que te protegeré,” se ofreció Luso, sonriente.
“Es posible que los trabajadores del barco no te dejen, así es la vida,” Hazeldine negó. No había punto de tratar de explicárselo a un niño. Entonces, pasó a mirar al mago. “Por cierto, te notas inteligente y habilidoso, pero cuidado con tu paloma. Si es vista por la tripulación o si recibes una queja de parte de otro pasajero, puede que te la confisquen y te metas en problemas.”
“Gracias por la advertencia,” Natsume sonrió entretenido. Obviamente lo sabía, y no había mucho punto en oírlo de alguien más, aunque apreció notar que dicho señor de clase alta parecía ser más considerado de lo que su cortante actitud daba a entender.
“Bueno, espero que nos volvamos a ver,” se despidió el pequeño.
“¡Por supuesto, Luso! ¡Todavía quiero que me sigas hablando de tus tierras de origen!” Nio asintió con energías.
“Ahora te toca seguir estudiando,” recalcó el mayor a la pequeña damita. “Tu padre se molestará conmigo si no cumples con tus deberes asignados para cuando lleguemos a nuestro destino.”
“Lo sé…”

La despedida fue breve y Nio fue escoltada por el mayor. Trató de enfocarse en pensar en su impuesta tarea y no tanto en lo mucho que su hermana podría llamarle la atención cuando pisara la suite, aunque a esas alturas ya estaba un poco acostumbrada a dicha rutina.

Keithgriff Hazeldine era otro científico de renombre y hasta más famoso que el padre de las hermanas Altugle, al punto de haberse hecho en una celebridad por toda Europa. Era un colega cercano a la familia de las jóvenes quien tuvo la paciencia de ofrecerse a viajar con ellas a los Estados Unidos y servirles de tutor por un corto tiempo en lo que se aclimataba al otro continente. Por ello, era admirado y tratado con respecto por las damitas, a pesar del modo severo, impaciente y frío con el que este solía tratar a todo el mundo.

Aún quedaba bastante más que experimentar en dicho barco, y a las privilegiadas e inocentes hermanas les tocaría ponerse en contacto con todo tipo de personas durante el impredecible e inevitable viaje.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Isumi on September 02, 2017, 06:24:54 PM
(por qué siempre termino posteando después de la 1 de la mañana?)
Antes que nada quería agradecerles a todas las que me han comentado <3 espero que sigan teniendo ganas de leer mi historia ghei -3- (also Puri, I will deliver ;B)

(http://i.imgur.com/vXiTbvn.png)
(http://i.imgur.com/ZkCQWvv.png)
(http://i.imgur.com/439lGmI.gif)


Ch. 2


(http://i.imgur.com/aiHsCoq.png)

La primera idea que tuve fue la de perseguirlo, pero enseguida la abandoné. Conociendo los largos pasillos del Titanic, las enormes salas y las escaleras a la vista de todos... ¡y ni hablar de los ascensores!, hasta llegar afuera no había manera que no se diera cuenta que lo estaba siguiendo. Además que tarde o temprano volvería a la habitación y podría volver a hablar con él cuando llegara el momento.
Entonces decidí cambiar mi vestido y alistarme como lo haría cualquier señorita de segunda clase: con modesta elegancia.
Pero cuando me dirigí hacia mi maleta, me di cuenta que la de Hiro estaba también ahí. Era la oportunidad perfecta.
El chico se había ido solo unos momentos atrás, y bastante irritado por lo que pude notar. No era plausible que volviera tan pronto a su cabina. Además, llevaba solo una maleta consigo, no habría sido difícil encontrar algo que pudiese ser una pista para descubrir su verdadera identidad con tan pocas posesiones.
No perdí más tiempo y enseguida me puse a hacer algo no muy digno de una dama.
Antes de deshacer toda su maleta, observé bien como se encontraba todo y a medida que iba sacando ropa, la acomodaba en la cama de manera que luego la pudiera poner en el mismo orden de como estaban originalmente. Me sentía como una espía profesional, pero eso no me hacía para nada feliz. Solo que era absolutamente necesario no dejar pruebas de lo que estaba haciendo, ya que el chico, fuera quien fuera, había logrado embarcar sin que le dieran problemas por viajar solo. A pesar de ser un niño.
Y no solo eso, también había logrado infiltrarse en la fiesta de beneficencia de mis padrones. Esto lo descubrí luego de haber declarado que alguien me había robado mi cartera, y la dueña del orfanato juntó a todos los niños para cuestionarlos y revisarlos, pero ninguno de ellos la tenía. Por lo cual seguramente había sido un externo. Y cada vez estaba más convencida de que éste era el niño que buscaba.

Si encontraba cosas como una gran cantidad de dinero, o joyas o, con mucha suerte, incluso pertenencias mías, iba a estar segura que era él el culpable.

Pero a pesar de haber estado buscando por un buen rato y por todo bolsillo que pudiese tener la maleta, el único objeto peculiar que encontré fue un reloj despertador.

-¿Un despertador?- Me pregunté a mí misma en voz alta mientras inspeccionaba el objeto de forma redonda.
Era raro que un niño de su edad usara despertadores, y sobretodo que se lo lleve en un viaje donde supuestamente no hay responsabilidades por las cuales se necesitaría despertar a un cierto horario.
Raro, pero supuse que no sería nada importante y lo volví a poner en su lugar.

Muy probablemente si tenía algo de valor, lo habría llevado consigo. Cuando me percaté de eso, me di cuenta de cuán estúpida fui y el tiempo que perdí.
Y entonces proseguí a hacer lo que iba a hacer inicialmente y me alisté para salir a pasear por el Titanic.

Nuestra cabina era la número E-22, saliendo de allí encontrabas un largo pasillo que se extendía tanto que no lograbas ver qué había al final de cada lado. Yo me dirigí hacia el lado donde encontraría las escaleras más rápidamente y subí hasta llegar a la gran escalera de la Cubierta A. Lugar reservado a la primera clase y donde no debería estar, pero desde que llegué fue lo primero que quise ver, después de todos los halagos que recibió esta escalera por parte de mi padre.
Y debía decir que efectivamente era muy bonita, pero en mi opinión era solo una escalera.

Ya era casi hora del almuerzo y decidí alejarme del lugar antes de que alguien me viera y entendiera que no pertenecía a la alta sociedad. Aunque más que eso, al ver mi raza enseguida me mandarían a tercera clase por más bien vestida que estuviera.
Y de hecho, a pesar mío, lo más importante de mi vestimenta en ese momento era mi sombrero. Intentaba que de alguna manera con el sombrero no se vieran enseguida mis razgos asiáticos.
Y ya empezaba a tener miedo por la reacción de la gente en el comedor. Una chica sola, de diferente raza pero bien vestida. Me pregunto qué clase de impresión daría.

Y más me lo preguntaba y menos quería saber la respuesta.
Sin darme cuenta terminé alejándome más y más del comedor de segunda clase hasta llegar al paseo afuera en la cubierta. El cansancio de tanto caminar y la falta de energía causada por el hambre no me dejaron otra alternativa que sentarme en una de las bancas. El lugar estaba casi vacío, ya que probablemente todos se encontrarían almorzando en ese momento. Así que decidí quitarme el sombrero para poder apoyarme mejor. El cansancio me ganaba, intentaba mantener la mente ocupada pero el sonido calmante del viento y del mar me obligaron a cerrar los ojos, hasta que caí dormida.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~


(http://i.imgur.com/03116x4.png)
Cuando me desperté ya no estaba en el mismo lugar. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero definitivamente me encontraba en mi habitación. Cuando intenté pararme, mi cabeza empezó a dar vueltas y por el mareo volví a caer en la cama. Ésto llamó la atención de la persona a mi lado.

-¿Te has despertado?- Era la voz preocupada de Hiro. Lo había escuchado solo pronunciar pocas palabras, pero podía reconocer su voz de niño.
-Hiro…- Dije casi murmurando. -¿Por qué estoy en mi habitación?- Le pregunté girando mi cabeza para verlo. Su expresión era completamente diferente a la que me mostró antes, hasta parecía preocupado.
-Te encontré en una banca afuera. Pensé que te habías sentido mal o algo y por eso te dormiste ahí.-
-¿...acaso…?-
-Por supuesto que no te cargué yo hasta la cabina, ¿eres estúpida?- Se apresuró a decir con un falso enojo. Ahora sí lo reconocía. -Llamé a un miembro de la tripulación y le expliqué la situación. Te llevaron al hospital y dijeron que era anemia.-
-Ah… sí, sufro de anemia cada tanto.-
-¡¿Sufres de anemia y no comes?! ¡Eres realmente retardada!- Quería responderle de la misma manera, pero estaba totalmente en lo correcto. Y el hecho de no tener siquiera la fuerza para responderle probaba aún más su punto.

Luego de unos momentos de silencio incómodo, Hiro volvió a hablar.

-¿Tienes miedo de hacerte ver en público?- Preguntó con un tono diferente, pero no realmente de preocupación.
-Nunca lo había pensado hasta ahora. Nací y crecí en Inglaterra. En mi ciudad todos me conocían y pocas veces sufrí las consecuencias del racismo. Pero en un lugar nuevo, mi cara dice otra historia para la gente. Al pensar en eso me dio cada vez más miedo de mostrarme en público y terminé yendo a un lugar apartado.-
-Efectivamente…- Dijo Hiro abriendo los ojos en sorpresa. -El lugar donde estabas era bastante apartado. Creo que fui el único que te encontró porque me gusta buscar ese tipo de rincones en lugares llenos de gente.- Mientras decía eso podía ver un pequeño brillo en sus ojos. -¿Cómo encontraste ese lugar?-
-Si debo serte sincera, mis piernas me guiaron solas, creo. No lo pensé mucho pero tampoco debo decir que no fue deliberado.-
-¿Qué quieres decir?-
-Verás…- Estuve a punto de contarle sobre mi padre cuando mi estómago comenzó a rugir poniéndome en una situación bastante embarazosa.
-¿Vamos a cenar?- Propuso Hiro extendiendo su mano hacia mi. Gesto totalmente inesperado.
Tomé su mano sin decir nada y sus mejillas se sonrojaron. Enseguida evitó mi mirada volteando la cabeza hacia el costado pero sin soltar mi mano.
-Si el caballero es tan generoso de escoltar a esta estúpida señorita, con mucho gusto.- Le respondí con una sonrisa.


A diferencia de nuestra conversación en la cabina privada, durante la cena Hiro era otra persona. Su expresión y sus movimientos eran los de un niño bien educado. No hacía nada en exceso, ni se quejaba de la comida. Y por sobretodas las cosas, no dijo una palabra durante toda la cena.
Por mi lado me sentí bastante observada, pero al parecer la compañía de Hiro lograba que la gente tuviera sus dudas y no pudiera realmente criticar en modo negativo mi presencia. Negarme a mí en ese momento era negar también a aquel señorito, blanco y educado que bien habría podido pasar por uno de primera clase, considerando también su vestimenta.
Era increíble. Por primera vez en mi vida me sentí necesitada de la presencia de un niño. Sentí que si Hiro se excusaba de la mesa, me tenía que excusar yo también aunque no hubiese terminado de comer. Si Hiro se movía, yo me tenía que mover. Si Hiro hablaba, yo le tenía que responder. Este niño se había convertido en mi salvación dentro de un lugar lleno de miradas despreciativas.

Y a pesar de todo, yo seguía sospechando de él.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on September 03, 2017, 02:44:17 AM
Este fic viene después de cierto aporte de Purini uwu

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

Bitácora #3 — Poet and Peasant (Part II)

La cena había resultado ser inesperadamente animada. La conversación había fluido tranquilamente entre risas y, por primera vez en mucho tiempo, Sayi había sentido que la había pasado bien. Y es que si bien debía mantener la postura y cordialidad, sus compañeros de mesa habían resultado ser sumamente agradables y elocuentes y, lo mejor de todo: sin miradas de soslayo hacia ella, o alguna observación negativa sobre su procedencia.

Para su sorpresa, luego de degustar el postre las damas de la mesa le habían invitado a un breve paseo por la cubierta. Tratándose de aristócratas, nacidas en riqueza y con altas expectativas sociales, Sayi sentía que ese había sido su primer triunfo en sus incursiones dentro del círculo acaudalado.

Y todo se lo debía a su acompañante.

“¿Hasta aquí esta bien?”

Sayi asintió a la pregunta y Kaien sonrió. Si fuera por ella, le gustaría seguir acompañándolo hasta que el barco atraque en el muelle neoyorquino, pero tratándose del heredero de una fortuna ferroviaria, el pelinegro también tenía responsabilidades con otros pasajeros a bordo.

Era por ello que una vez terminada la sobremesa había sido momento para Kaien de partir hacia la sala de fumadores. Pero antes a dejarla sola, había insistido en escoltarla cerca a su cabina.

“Muchas gracias por acompañarme” agradeció con una leve reverencia. Su cabina estaba unas cuatro puertas más abajo, y Sayi le echó un vistazo rápido antes de volver a girarse hacia él “Y por la cena, por supuesto. La pase muy bien”
Kaien sonrió a ello “Señorita Darcey, si no estoy siendo demasiado atrevido…”

Sayi rió y el pelinegro se detuvo. Solo supo sonreír cuando la pelirrosa sonrió para si misma.

“Es usted muy gentil, señor Talmage. Siempre preguntando si esta sobrepasando sus límites conmigo” respondió, mirando hacia abajo. Y entonces alzó la mirada hacia él “Aún cuando es evidente que yo no puedo negarle un solo favor”

Le gustó ver cómo se sonrojaba, y como vaciló un par de segundos en busca de palabras. Finalmente, el pelinegro se limpió la garganta antes de preguntar.

“Señorita Darcey, ¿le gustaría asistir conmigo al baile de máscaras?”
“Sería un honor” respondió “Con una sola promesa”
“Oh, ¿y cuál es?”
“Que dejemos las pleitesías a un lado, si no le parece que este siendo muy atrevida” le pidió “Llámeme por mi primer nombre, por favor”
“Me parece bien” le respondió “Pero hay algo que me gustaría hacer antes, señorita Darcey”
Sayi alzó las cejas “¿Y de qué se trata?”

Kaien esperó un momento antes de tomar la mano de la pelirrosa con delicadeza. Entonces se agachó, y la beso rápidamente antes de dejarla ir.

“Eso” respondió, y le dedicó una última sonrisa antes de marcharse “Buenas noches, Sayi”

La pelirrosa rió ante el gesto y, una vez los pasos de Kaien dejaron de escucharse, se dio media vuelta y empezó a dirigirse a su camerino. Bailó para si misma un poco, y se llevó las manos a las mejillas antes de apoyarse contra la puerta de su cabina.

Eran casi las nueve de la noche, y aunque consideraba que era prudente el irse a dormir, al parecer sus labios no querían dejar de sonreír. Entonces recordó que se encontraba sin nada que hacer, de noche y en el Atlántico norte, y decidió que no había tenido suficiente por una noche.

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png)

Si le preguntaban por sus primeras memorias, lo primero en saltar a mente era las noches a orillas del lago Quinsigamond, en su natal Worcester. Desde siempre, en las noches de verano, su padre gustaba de sacarlas a ella y a su hermana a pasear en su automóbil. Y, cuando el sol se escondía, el señor Darcey las arropaba en abrigos y mantas, y los tres juntos observaban el cielo a orillas del lago.

Recordaba vívidamente la brisa fresca en sus mejillas, los abrigos gruesos, la voz de su padre y lo más importante: El cielo estrellado. Fue por eso que cuando llegó a la popa del barco, lejos de los perpetuamente encendidos faroles, Sayi sintió la nostalgia encoger su corazón, y formar una sonrisa en sus labios.

Las estrellas en altamar brillaban con un esplendor extraordinario, y el sonido de las olas romper contra el casco del Titanic le inspiraban una profunda tranquilidad. Si no fuera por las bajas temperaturas se quedaría ahí por horas, admirando el cielo que parecía brillar para ella esa noche.

Se sobó los brazos y dejó ir una bocanada de aire. La condensación formó niebla de su aliento mientras caminaba hasta la última banca libre de su hilera. Sayi tomó asiento y se puso a estudiar las estrellas; las mismas que acostumbraba a ver con su padre, pero exacerbadas en luminosidad por el cielo despejado.

Debieron pasar unos cuantos minutos cuando escucho alguien suspirar atrás suyo. La presencia de una segunda persona la sobresaltó, y la pelirrosa se giró en un brinco. A primera vista no parecía haber nadie, hasta que se asomó por sobre la banca que reposaba junto a la suya, y se encontró con un joven recostado, observando el cielo con cigarrillo humeando en mano.

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/4ipBdBW.png)

Sayi no podía evitar mirarlo con interés pero, por su lado, el muchacho parecía ignorar la atención. Se llevó el cigarrillo a la boca y tomó una bocanada de él, exhaló, y se limpio la garganta. Entonces sus ojos se clavaron en los de ella, en un movimiento tan audaz que la pelirrosa se apresuró en mirar a otro lado.

“Disculpe si la estoy molestando, señorita” dijo el rubio, tomando asiento. Su acento denotó que no era americano o inglés. Apagó su cigarrillo en un posa brazos, antes de continuar “Solo quería ver el cielo esta noche”
“No se preocupe. No me esta molestando” atinó a responder Sayi “Yo también vine a ver las estrellas”
“Ya veo”

Volvieron a caer en silencio, durante el cual Sayi no pudo evitar mirar de reojo a la persona a su costado. No había mucha luz presente, pero traía puesto un traje que se veía muy caro para tratarse de un pasajero de tercera o segunda clase. Sin embargo, había un aire más informal en él a comparación del resto de europeos a bordo.

Estuvo por introducirse cuando el rubio volvió a recostarse en su banca, y se acomodó en la madera para volver a poner sus ojos en el cielo.

“Las estrellas se aprecian mejor cuando uno se recuesta, ¿no le parece?”

Sayi sonrió ante su franqueza. Le daría la razón, pero si algún otro pasajero u oficial de cubierta la encontraba echada en una banca, junto a un extraño y entrada la noche, ello sería una vergüenza a cargar por el resto de la travesía.

No lo imitó, pero viendo que su acompañante no tenía planes a introducirse, intentó entablar conversación de otro modo.

“Big Dipper se ve inusualmente brillante esta noche” pero en respuesta, el joven dejó ir un suspiro burlón “Disculpe, ¿dije algo?”
“Nunca dejara de entretenerme como a los americanos y británicos les gusta simplificar las cosas” dijo el rubio “Big Dipper, The Plough…”
“¿Que tiene de malo?” pregunto Sayi, intentando camuflar su irritación con interés.
“Ursa Mayor es un oso, no una carreta o un cucharón. Se me hace curioso que se perdone la falta de imaginación con simplificación”
“No creo que sea necesariamente algo punible. Es como ver animales en las nubes, rostros en algunos objetos, mensajes en melodías…”
“A eso se le llama Pareidolia, y funciona de manera diferente”
“Bueno… las siete estrellas más luminosas de Ursa Mayor parecen formar una carreta, o un cucharón, y no me parece que sea algo equivocado. De la misma forma que pareció formar un oso para los griegos. Percepción de cada quien, supongo” concluyó la pelirrosa. Y, tras un momento de silencio, se acordó de agregar la cereza de cortesía “Si me disculpa la opinión”

El rubio rió para si mismo.

“Disculpe si la estoy molestando, señorita” repitió, pero esta vez Sayi se quedó cruzada de brazos.
“A mi, en cambio, nunca dejará de entretenerme lo rápido que los europeos menosprecian a los americanos” respondió, tomando sus palabras contra él.

El rubio volvió a sentarse, y esta vez se deslizó hasta estar lado a lado con su acompañante.

“Creo que puede estar en lo cierto, si me permite decir. Traducciones como estas son reflejo de su tiempo. Para los griegos lo más importante a reconocer pudo ser el oso, para los americanos fue una carreta… quizás para otra civilización sea algo diferente”
“Exactamente” respondió la pelirrosa, aceptando su reivindicación “Gracias por eso”
“No quiero molestarla, y lo digo en serio. Pero, sin afán de ofender, ¿me permite hacerle una corrección?” Sayi asintió, y el joven señalo hacia el cielo “¿Sabía que, técnicamente, no son siete estrellas en su Big Dipper, sino ocho?”
La pelirrosa lo miró extrañada, aguzó la mirada y evaluó cada una de ellas “Son siete”
“No, son ocho” respondió, y entonces señalo a lado derecho de la constelación “¿Ve a Mizar? Mizar en verdad esta conformada por dos estrellas, Mizar y Alcor, su acompañante, y visualmente forman una sola”
“No sabía…”
“A decir verdad, para los guerreros espartanos, una prueba de visión era poder distinguir la una de la otra”

Sayi despegó la mirada del cielo y observó el perfil del rubio. Sus ojos saltaban de estrellas a constelaciones, y las señalaba con una facilidad digna de un astrónomo. Parecía que su conocimiento le robaba protagonismo a los cuerpos celestes, y se le veía tan maravillado con lo vasto sobre ellos, que la pelirrosa no pudo pensar en un mejor acompañante para apreciar el cielo esa noche.

“Debo decir que he aprendido mucho” dijo la joven, sonriente “He observado el cielo desde que era una niña, pero usted me hace quedar como una amateur”
El rubio agradeció agachando su cabeza “Me halaga demasiado, señorita…”

Parecía que, finalmente, se había ganado su introducción.

“Darcey, Sayi Darcey”
“Ichigo Langel”
“Langel…” repitió la pelirrosa “Me gusta su apellido, señor Langel”
“¿En serio?” respondió, interesado “Entonces, debo informarle que el puesto de señora Langel esta disponible”

Sayi no pudo esconder su sorpresa ante tal insinuación, pero empezó a reír al percatarse de la sonrisa burlona en el rostro de Ichigo.

“Señor Langel…”
“Llámeme Ichigo, por favor” le pidió.
“Entonces llámeme Sayi también” el rubio asintió, y Sayi continuó con su pregunta “¿Que lo trae a bordo del Titanic?”
“Vengo acompañando a mi amo, el duque von Stresemann, a Nueva York”
“¿Su amo?” le preguntó. Había asumido que Ichigo era un pasajero de primera clase, pero al parecer se había equivocado. Aún así, se percató tarde de lo atrevida que había sido en su pregunta “Lo siento, no quise…”
“No se preocupe, es una ocurrencia común. El duque es muy bueno conmigo y me incluye en su círculo familiar” le respondió “Es un arreglo extraño, pues no siento que pertenezco al círculo de mi amo, pero tampoco me dejan viajar con los sirvientes de primera clase. Y por eso en eventos sociales, me siento más cómodo en sitios como este”
“Entiendo a que se refiere”
“Con todo respeto, dudo que lo sepa” Ichigo sonrió para si mismo “Usted podrá ser nueva entre los burgueses, pero aunado a lo ‘nuevo’ del asunto, usted terminará haciéndose de un lugar entre ellos. El tiempo pasará, su círculo crecerá y asentará a usted y a su familia donde pertenecen. Porque el dinero lo tiene y nadie puede quitárselo, y por ende nadie puede decirle que no pertenece aquí”

Sayi sonrió al escuchar las palabras de Ichigo, pues casi parecían dirigidas a su yo hace unos años, aún vulnerable ante la crítica de los viejos ricos.
Y probablemente tenía razón, pues pensó en Kaien, en las señoritas Sayaka, Deidara e Isabella, y en Jean-Jacques. Su círculo si iba creciendo y, el escuchar que podría cumplir con la encomienda de su padre, era lo más alentador que había escuchado en varios meses.

Aún así, el que la persona a su lado, aquella que le dedico palabras tan amables, pareciera no cargar con la esperanza de pertenecer a algún lado… era algo que le entristecía de sobremanera.

“Ichigo…”

Y, al parecer, el silencio había plantado una duda en el rubio.

“¿Aún se siente cómoda con que la llame por su primer nombre?”

A Sayi le dolió la pregunta. Quizás porque, probablemente, era producto de encuentros pasados. Momentos en los que pasaba de ser un igual a un inferior al saber su procedencia, y Sayi quería dejar en claro que nunca sería el caso con ella.

“Por supuesto que si…” le respondió la pelirrosa, buscando las palabras adecuadas “Permítame decirle que, en todo mi viaje por Europa, es la primera vez que me encuentro a alguien como usted. Tan abierto, honesto, y genuino. Ha sido un honor conocerlo”

Y si bien había dicho la verdad, Sayi se sintió avergonzada de haberse dejado llevar por su franqueza. Pues no se suponía que una muchacha digna fuera tan pronta a alabar a alguien, o profesar admiración apenas conociéndolo. Sintió el corazón acelerarse y el rubor en sus mejillas. Había intentado dejar en claro su aprecio, pero ser tan poco sutil la habían dejado sintiéndose ridícula.

Ichigo no respondió a sus palabras, y ambos se quedaron en silencio por unos segundos que parecieron eternos. Sayi pensó en excusarse con él por el resto de su existencia… pero el rubio la interrumpió antes que pudiera decir algo.

“Sayi, ¿por qué le gusta ver las estrellas?”
La pelirrosa sonrió, más tranquila “Porque mi padre me llevaba a verlas desde que era pequeña. El me enseño todo lo que se de ellas" entonces agregó: “Y debo decir que ahora tengo un par de cosas que enseñarle a él, gracias a usted”
“Interesante”

Estuvo por preguntarle a qué se refería cuando un escalofrío subió por su espalda hasta hacerla estornudar. Al parecer había pasado suficiente tiempo afuera como para enfriarse.

“Lo siento” se disculpó por el exabrupto, y entonces vio a Ichigo quitarse su abrigo y colocarlo sobre sus hombros.
“Se esta haciendo tarde, ¿gusta que le acompañe a su cabina?”
Sayi asintió, y llevó ambas manos al abrigo que la envolvía “Es muy amable, pero usted se va a enfriar”
“Quédeselo puesto hasta que este cómoda en su habitación, por favor. No vaya a ser que se enferme”
“Estaré bien. Tenemos inviernos muy fríos en Massachusetts”

Ichigo sonrió ante las palabras de su acompañante, pero se rehusó a recibir su abrigo. Cuando estuvieron cerca de su cabina Sayi se detuvo, señalando el final de su recorrido.

“Espero verlo en el baile de máscaras, por más que no le gusten esos eventos” le aconsejó “Yo pensaba pasar la travesía en mi habitación, pero sin pensarlo terminé exponiéndome y me he cruzado con personas excepcionales”
“Hm…”
“Uno nunca sabe a quien puede conocer, ¿no le parece?”
“En eso le doy la razón”

Entonces le guiño un ojo y retrocedió unos pasos, aún encarándola. La imagen de Sayi, con su abrigo cubriéndole y viéndole marcharse, le regalaron una última sonrisa antes de retirarse por esa noche.

Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on September 03, 2017, 12:18:48 PM
(https://i.imgur.com/RCUMq2Z.png)

En medio de aquel viaje de ensueño para los pasajeros, y de una ocupada faena para la tripulación, el recorrido del Titanic había llegado a la noche de su segundo día. El horario de la cena ofrecida para aquellos que viajaban en primera y segunda clase había terminado hace apenas un cuarto de hora, pero los trabajadores de White Star Line no contaban con un momento de respiro con tal de seguir con la cuidadosamente planeada serie de eventos y entretenimiento a bordo, a manera de satisfacer las necesidades de los distinguidos viajeros.

La vajilla había sido recogida, al igual que los manteles, y las mesas y sillas eran trasladadas con tal de hacer espacio para el inicio del masquerade que iría a empezar en treinta minutos. Y mientras los muy dedicados mozos y sirvientes realizaban sus tareas con impecable destreza y profesionalismo, los músicos que participarían en el evento ya habían sido ubicados en sus posiciones.

Debido a ello, en medio de la labor que permitiría dar la bienvenida a los participantes del elegante Masquerade, los finos comedores fueron inundados de diversas notas y vibraciones producidas por los instrumentos que eran cuidadosamente afinados. Lo que comenzó como una aleatoria e interrumpida cacofonía, poco a poco adoptó un carácter más fluido y armonioso. Los músicos iban dando el visto bueno conforme terminaban alistando sus sofisticadas herramientas de trabajo, y entre ellos acordaron tocar fragmentos de valses y otros géneros musicales a manera de calentamiento y práctica.

De aquel modo, la fiesta iba iniciando antes de la llegada de los pasajeros. Los propios sirvientes que terminaban de atender los ajustes en el ambiente también disfrutaban con modestia la preparación musical, y se sorprendieron a sí mismos tarareando o marcando el ritmo con sus pasos.

En poco tiempo, el lugar del tan esperando baile se encontraba listo para recibir a la multitud, y dar dicho evento alegre y refinado por empezado.

(https://i.imgur.com/gjBkgMp.png)

Como FYI: El masquerade se llevara a cabo en los comedores de primera y segunda clase para tener a la mayoría de nuestros personajes en un solo escenario. Las dos salas se encontraban divididas por un pasillo, pero estaban lo suficientemente cerca para salirnos con esta libertad creativa kk. Personajes de tercera clase o staff personal pueden asistir bien por invitación, o por métodos más sneaky :>~ Lo dejamos a su imaginación.



Ahoy Bishoujos!

Agradecimientos a su @Cho -jestad por escribir el intro <3

¡Hemos llegado a la segunda noche! ;D Sin embargo, si tienen aportes que aún corresponden al primer día, o temprano en el segundo día, solo dejen una nota al inicio de su aporte.

No habrá un fic de cierre para el masquerade, para así dejar a su criterio como organizar sus historias. Tienen todo Septiembre para escribir de este evento, así como del tercer y cuarto día (hasta la noche), así que por favor planeen acorde.

El sábado 30 de Septiembre se estará dejando el fic de introducción al Iceberg, así que les pido por favor usen su tiempo sabiamente no como yo para que le saquen provecho a esta historia -3-

Dejo el calendario for tracking...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Sábado 7 de Octubre — Interlude: Pocos botes salvavidas/el Titanic se esta hundiendo...
Sábado 14 de Octubre — Interlude: El barco se hunde. Gente en los botes y gente en el agua.
Sábado 21 de Octubre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc"
Sábado 28 de Octubre — Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Happy writing~
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Puri on September 07, 2017, 07:24:34 PM
yo: hamigas ya pronto voy a postear el aporte en que salimos todas jijiji :B
also yo: *escribe casi 6k que no tienen nada que ver* :B PERDÓN YA LO TRAIGO ESTA SEMANA IS2G


PERDÓN POR ESCRIBIR TANTO Y PERDÓN PORQUE SE VIENE MÁS PERO YA NO ME IMPORTAN LOS LÍMITES SOY UNA ANARQUISTA LAS LEYES HAN DE ROMPERSE SI ES QUE NO SIRVEN A LOS INTERESES DEL PUEBLO

btw ya voy a acabarme la segunda temporada de downton abbey, quiero estrangular a la ingenua fátima del pasado que dijo "veré un capítulo o dos para escribir bien este fic" U LIL SHIT




“Tienes idea de lo que significa habernos perdido el primer almuerzo en el Titanic, ¿no es así?”

Ninguna de las tres mujeres en la habitación le respondió. Ninguna de las tres le devolvía la mirada tampoco, aunque por motivos distintos. El silencio sólo se rompía por las acciones de Mila, quien atizaba el fuego en la estufa.

“Sayaka”, siguió, con su tono frío y a las justas capaz de contenerse el disgusto, caminando de un lado al otro de la habitación, “Teníamos acordado almorzar con los Cavendish. De hecho, al momento de recibir la noticia, me dirigía a encontrarme con ellos y no quiero imaginarme el disgusto que han de haber tenido de tremendo desplante al no mostrarnos ninguno de los tres. Ahora que el barco se ha detenido a recoger el resto de pasajeros en Cherburgo, ellos ya no tendrán tiempo para mí por tener seguramente acordadas otras reuniones con sus conocidos franceses. Sabes qué significa eso para nuestro futuro, ¿no?” Le miró con furia y alzó la voz. “Sabes qué significa para el futuro de Drumlanrig, ¿no? El trabajo de toda la vida de tu padre, el que me encomendó antes de morir, ¿no?” Sayaka le devolvió la mirada ahora sí, aunque desafiante… Y siguió sin responderle. El hombre no pudo hacer más que estampar una y otra vez la suela de su zapato frente al piso, esperando algo, sosteniendo su mirada con una igual de furiosa… Pero la chica no cedió. “¿No vas a responderme? ¿No crees que me merezco una respuesta a tu comportamiento?”
“No tuviste que entretenerte hablando con el doctor”, respondió con su tono más educado y cordial, a sabiendas de que esto sólo lo enojaría más. Lo único que logró fue que la mano de su abuela, la cual sostenía su izquierda, le apretara fuertemente en señal de advertencia. “Bien sabes que se trataba de algo por lo que no había que preocuparse.” Su prometido rio con amargura.
“Por supuesto que tu arrebato histérico no era algo por lo que debería de haberme preocupado. De hecho, ambos sabemos que ese tipo de cosas son predecibles de tu personalidad.” Ahora sí su abuela alzó la mirada hacia el otro. “Pero sólo crearía un problema aún mayor de no haber hablado con el doctor, de no haberme quedado aquí a tu lado, fingiendo preocupación por tu salud. Además, el hombre estaba demasiado emocionado por atender a su majestad Gracie”, vio de reojo cómo le temblaba levemente el labio a su abuela y la espalda de Mila se ponía rígida, “Por lo que no pude zafármelo antes.” Se acercó a la silla de su escritorio y se sentó en ella, cruzándose de piernas y sacando su pipa para fumar.
“Aún nos queda la cena, Howard.” Esta vez intentó ser más conciliadora y le suplicó con la mirada, ya que, si éste seguía metiendo la pata, Sayaka tendría que lidiar con el mal humor de su abuela. “Los pasajeros de Cherburgo probablemente estén lo suficientemente cansados por el trajín del abordaje como para distraer mucho a nuestros amigos, además que la bienvenida oficial no será hasta la fiesta de mañana. Iremos ahora juntos y no me desprenderé de tu lado hasta que pueda retirarme con las demás damas.”
“No, estoy pensando que lo mejor sería que te quedes en tu habitación esta noche.” Su abuela le estrujó nuevamente la mano, pero esta vez era claramente por otra cosa, para que esté vigilante… Como si Sayaka no lo estuviera alrededor de él desde el funeral. “Todos quienes son alguien en el Titanic saben que aún te encuentras indispuesta desde el funeral, así que es mejor. Tan solo hace un par de semanas dejaste de vestir de luto, y sí que fue uno larg—”
“He de recordarle, señor Link, que quien murió era su futuro suegro.”

Se hizo el silencio en la sala tras las palabras de la mayor. Su abuela miraba fijamente a Howard, pero Sayaka no podía atreverse a verlo. De hacerlo, estaba segura de que se le lanzaría encima e intentaría hacerle cualquier cosa para callarlo para siempre.

“Discúlpeme, madame Baranovskaya”, finalmente un asomo de rubor en su rostro. “No era mi intención hablar de esa manera sobre nuestro estimado señor Gracie. Creo que usted comprenderá la amargura que pesa sobre mí el no poder haberme desposado con Sayaka frente a él como habíamos soñado y son justamente esos sentimientos los que hablan por mí.”
“Por supuesto que lo comprendo a usted y a sus sentimientos. Tan solo le pido que en el futuro sea un poco más delicado para con mi familia.”
“De todas maneras, madame.” Sacó su reloj de bolsillo para evitar seguir hablando del mismo tema. “Me perdonarán ambas, pero debo volver a mi recámara para comenzar con las preparaciones de la cena. Vendré mañana en la mañana para acompañarlas al desayuno, si así les parece.”
“Mañana teníamos acordado desayunar con Charles y su invitado.”
“Pues así se mantendrá. Pasaré primero por la recámara de él, entonces, para así poder partir todos juntos.” Cerró el reloj y asintió su cabeza leve y rápidamente. “Con su permiso, entonces.”

El hombre no esperó a que Mila llegara a la puerta y la abrió, atravesando rápidamente el pequeño salón hacia el vestíbulo de la habitación. Afuera, varias criadas bajaron la vista e hicieron parecer que no habían estado intentando escuchar la conversación, pero claramente habían fallado al ver la severidad en el rostro de su abuela.

“Mila, retírate.”

La pobre criada quiso decir algo, pero su abuela recargó toda su mirada severa en ella. La chica asintió, pálida como una hoja, y salió de la estancia a encontrarse con las demás sirvientas… Pobre Mila. No era su culpa el haberse visto sorprendida en medio de todo el escándalo paseando por el Titanic en vez de estar al lado de su señorita, sobre todo cuando Sayaka le había dado permiso. ¿Pero quién le creería a ella frente a la imagen a cuidar de la familia Gracie? Lo único que podía hacer Sayaka era esperar que la ama no la resondrara más de lo estrictamente debido… Ya luego intentaría compensar a la pobre chica.

“El descaro que tienen algunos de creerse iguales a sus superiores.” Las palabras de su abuela iban cargadas de veneno, pero Sayaka no pudo evitar sentirse reconfortada por ellas. Todo esto lo dijo en ruso, dejando en claro que lo que iban a conversar debía permanecer estrictamente entre ellas. “Conténtate con saber que cada día se torna más estúpido, querida. Sólo un hombre completamente cegado por el brillo ajeno podría tener la desfachatez de referirse de esa manera hacia ti en mi presencia. O, mejor dicho, de hablarme a mí sin ningún tipo de modales.”
“Quisiera poder contentarme”, suspiró. “Pero he de casarme con él, abuela. Su estupidez lo hace más manipulable, es cierto, pero a la vez lo vuelve altamente impredecible.” Se levantó y deshizo de las tres batas que la abrigaban para servirse un vaso de brandy. Volteó y miró a su abuela, y al ver que el disgusto permanecía, le sirvió un vaso a ella también. Las ventajas de la orfandad y la soltería, no había papá o esposo que se opusieran a las botellas de brandy dentro del cuarto.
“Debes mantenerte cauta, querida. Tu padre hizo lo que pudo para asegurarse que Drumlanrig no pasara al legítimo heredero. Mucho dinero corrió para poder convencer a ese hombre que no ganaría nada con acceder a un estado sin tener un título o siquiera una pizca de sangre real como la tuya… Hemos invertido demasiado en tu futuro como para que el primer igualado venga a intentar usurparlo.” Sayaka se acercó y le dio el vaso a su abuela.
“¿Usurparlo? Pero él se volverá eventualmente en el señor de Drumlanrig. Es cuestión de semanas para que legalmente no solo mi vida, sino mis cosas, sean suyas.” Tomó un sorbo de su brandy. “Ya lo escuchaste cómo habla, como si todo fuera ya suyo y yo simplemente un papel molesto que aún no puede firmar.”
“Déjalo hablar, que lo hace por envidia pura a tu situación. Podrá tener todo el dinero del mundo para haber convencido a tu padre de comprometerlo contigo, podrá volverse el señor de Drumlanrig, pero eso jamás lo volverá un Gracie.” Ella también tomó un sorbo de la bebida. Sayaka volvió a sentarse a su costado.
“No, jamás será un Gracie, pero pronto yo tampoco lo seré.” Movió el licor y lo observó. “¿Cuál es entonces, la diferencia, en que un sin nombre me hubiera arrebatado mi casa y mi posición de que lo haga él?”
“Querida”, su abuela suspiró. “Cuánto daría para que te hubieses quedado estúpida y ciega con la ilusión del matrimonio.” Sayaka bufó y tomó un nuevo trago, recordando por enésima vez el funeral. “No miento. La vida te habría sido más fácil de haber seguido creyendo que el matrimonio solucionaría todo entre ustedes dos… Sin embargo, es por eso mismo que te digo que no puedes darte por vencida. Nadie te quitará el ser la hija del gran señor Gracie, así como nadie te quitará la sangre real de tu madre.”
“No es como si tu abuelo pudiera salir de la tumba para llamar al ejército ruso y defender el honor de una de las miles de tataranietas que ha de tener.”
“No hables con tanta insolencia. Seguirás siendo la señora de Drumlanrig, eso es lo que importa. Según la ley es el hombre el que gobierna, pero bien sabes que estos no pueden ver más allá de dos dedos de distancia. La verdadera gobernadora eres tú y por eso mismo tienes que ser cauta de que él no se posicione en contraposición tuya. Ya lo escuchaste hablar, está esperando el más mínimo descuido tuyo para entrar él a brillar y menospreciarte ante los demás para consolidarse en el poder que le confiere Drumlanrig. Sayaka, tú no estás a su nivel y no puedes dejar que él abuse del tuyo para igualarse.” Todo esto era verdad y lo sabía… Si quería sobrevivir, no podía quedarse dormida.
“Hablas como si Howard fuera un nuevo burgués, abuela, pero bien sabes que él también es un aristócrata.”
“Sí, pero tú, Sayaka, eres una princesa.” La chica sonrió divertida y no pudo evitar hacer una mueca que su abuela reprochó.
“Por favor, eso sí que no lo soy. Hija, de la hija, de la hija, de la hija… Charles tiene más chances de acceder a ese trono que yo y ambos tenemos de ruso lo que tenemos de nativos americanos…” Antes que su abuela pudiera reprocharle, escucharon voces provenientes de fuera a la par que tocaban la puerta de la habitación. Sayaka dio la orden y Mila asomó la cabeza.
“Discúlpenme, mis señoras, pero ha llegado el señor Xavier.” Sin decir nada y sin pensarlo mucho, Sayaka salió disparada de la habitación y corrió al vestíbulo.
“¡Charles!”
“¡Sayaka!”

La menor apenas le dio un segundo al otro de que terminara de sacarse su abrigo para saltar a sus brazos entre risas. Charles trastabilló un poco hacia atrás al aceptar el abrazo en el aire y cargarla, pero no dejó de reír junto a ella y darle varias vueltas emocionado. Si bien ambos primos habían tomado el Titanic en el mismo lugar, no habían tenido oportunidad de encontrarse en la mañana con el ajetreo de la partida; y antes de eso, Charles no había tenido tiempo de ver a Sayaka desde hacía varias semanas.

Charles la depositó en el piso, pero no la dejó ir y mantuvo su agarre en la cintura. Sayaka le tomó el rostro con sus manos y le besó fuertemente en cada mejilla antes de depositar sus manos en sus hombros.

“Debiste haberme venido a ver antes.”
“¿Cómo?” Dijo cambiando el inglés por ruso, algo inusual en él. “¿Y dejarte sin la oportunidad de dejar una buena impresión con el resto de pasajeros?” rio. Con razón había cambiado de idiomas, sólo quería fastidiarla.
“Eres de lo peor”, le respondió en inglés y le dio unas leves palmadas en su mejilla.
“¿Dónde está mi abuela?”
“Charles, querido”, llamó esta desde el umbral de la puerta de Sayaka.

Éste finalmente la dejó ir de la cintura mientras iba a saludar alegremente a la abuela de ambos… Y fue ahí que la menor se dio cuenta que en el mismo salón con ellos se encontraba un hombre, quien bajó la mirada rápidamente para darle privacidad. El hombre era alto y contrastaba fuertemente comparado con su primo: Mientras Charles tenía facciones suaves, como las de su madre y la de Sayaka, este hombre tenía facciones duras y rígidas. Llevaba también el cabello peinado hacia atrás de manera estricta, tenía los hombros anchos, rostro lampiño y su boca era una línea fuerte y severa. Charles era mucho más suave en todo, con su cabellera peinada de lado, la barba incipiente, las arrugas en la comisura de los labios y ojos de tanto sonreír. Su ropa también era completamente diferente, ya que si bien era de un gusto impecable se podía notar que el material no era tan fino como el traje de su primo.

¿De dónde habría sacado Charles a este hombre?

Sin darse cuenta, ya tenía a Mila en frente suyo con una de sus batas que había dejado en la habitación… Y la menor se ruborizó al tomar consciencia de lo impropia que debía de verse, vistiendo solo una camisola y gritando como una niña frente a la llegada de su primo.

“Discúlpeme, señor…” comenzó apresurada, poniéndose la bata.
“¡Erik!” Dijo Charles emocionado, sin importarle el estado de su prima. El desconocido finalmente alzó la vista y Sayaka sólo pudo corroborar que su mirada también era fría y severa. “Éste es el señor Erik Lehnsherr, abogado de Oxford y buen amigo mío.”
“Disculpe las niñerías de mis nietos, señor Lehnsherr.” Su abuela se apresuró a caminar hacia él y tenderle la mano. Erik se la estrechó y luego se la llevó a los labios. “Lilia Baranovskaya.”
“El placer es mío, su alteza real.” Esto dejó contenta a la abuela, quien sonrió a su nieto.
“Finalmente algo de modales en este barco.”
“Sayaka Gracie”, se apuró en darle la mano apenas terminó de anudar el cinturón de la bata. Erik repitió para con ella el mismo gesto que tuvo con su abuela.
“Señorita Gracie, mucho gusto.”
“Sayaka, querida, ponte presentable, ¿quieres?” La menor enrojeció otra vez y llamó a Mila con la mirada para que la acompañara. Las dos se fueron corriendo a la habitación. Lilia los dirigió hacia la pequeña sala de estar y les indicó que se sentaran. “Espero que disculpe a mi nieta, seguro habrá escuchado ya el incidente en el que se vio involucrada hace un par de horas. La pobre aún estaba reposando para cuando llegaron ambos, pero no puedo reprocharle su emoción al ver a Charles.” Le sonrió a su nieto.
“Puedo afirmar que el carisma de Charles es algo a lo que difícilmente muchas personas se pueden resistir.” Sonrió Erik levemente.
“Precisamente”, respondió el aludido. “Pero ¿qué pasó, exactamente? En la piscina, me refiero.”
“Isabella se cayó a la piscina y nuestra querida Sayaka se vio obligada a ayudarla. Ya sabes cómo son las dos de unidas, aunque el señor Link le reprochara una y otra vez, ella volvería a hacer lo mismo de ser necesario.”
“¿Isabella se encuentra bien?” Preguntó preocupado, ignorando lo otro por el momento.
“Sí, según tengo entendido el mayordomo de un tal señor Leroy les ayudó.”
“Ciertamente deberé de acercarme a agradecerle de parte de nuestra familia. ¿Le conoces?”
“No, es la primera vez que escucho el apellido. Según tengo entendido, es conocido de Isabella y fueron a dar un paseo por la cubierta junto a Sayaka. Asumo que será alguien de Nueva York, puesto que no he escuchado aquel apellido entre mis conocidos franceses…”
“Hablando de conocidos franceses, tengo una sorpresa para Sayaka. ¿A qué hora iremos a cenar?”
“Querido, eso deberás consultarlo con ella. El señor Link le sugirió que lo mejor sería que se quedara a descansar en su recámara después de lo sucedido.”
“¿Y el doctor qué dijo? Porque le veo buen color de piel, no me parece que tanto reposo sea necesario.”
“El doctor dijo que mientras no se expusiera más al frío y se mantuviera cerca de una estufa, no tendría mayores problemas el resto de la travesía.”
“Disculpen la demora”, Sayaka volvió donde ellos, esta vez vistiendo un vestido con mangas largas de color marrón que llevaba un cuello alto de encajes crema. “¿De qué estamos hablando?” Dijo intentando sentarse, pero Charles se levantó y le indicó con un gesto de mano que no lo hiciera.
“Abuela, disculpa la rudeza, pero Erik y yo vinimos a llevarnos a Sayaka a tomar aire, y ahora que sabemos que aún no ha almorzado, creo que deberíamos llevarla a que lo haga.” La chica sonrió y se volteó a ver a la mayor.
“Creo que un poco de aire no me haría mal. Estar encerrada aquí solo sería contraproducente para todos, ¿no lo crees?” Su abuela le devolvió la sonrisa, captando sus verdaderas intenciones.
“Opino lo mismo. Deberías salir con Charles, ya que se ha ofrecido tan amablemente. Señor Lehnsherr, espero que no le fastidie el tener que ocuparse de mis queridos nietos.”
“Al contrario, será un placer, su alteza.” Lilia sonrió nuevamente complacida.



El Titanic era, sin lugar a duda, espléndido. Ya no se sentía tan tensa como cuando salió a pasear con Isabella e intentaba que Jean no se saliera de raya frente a todo el mundo, y tampoco se sentía tensa como en la mañana cuando subió al barco del brazo de Howard… Caminando del brazo de Charles se sentía segura y feliz, por lo que podía mirar a donde quisiera sin temor a que le reprocharan su falta de interés en la conversación. Su primo, además, ya mantenía una conversación amena con su acompañante sobre la ingeniería del barco como para prestarle mucha atención, así que Sayaka siguió con lo suyo.

Entraron a uno de los cafés del barco y la menor se sintió maravillada con el decorado de la sala. Por lo general solía ser muy quisquillosa con esos asuntos, pero el lugar tenía un gusto fino por el oro y los colores tierra, creando una bonita sensación de hogar. Se sentaron en una mesa muy pequeña para los tres, pero esto no le importó porque el hambre a causa del disgusto de aquel día era mucho más grande que perder tiempo esperando una mesa más amplia. El único problema ahora era que, puesto que la hora de comer había pasado, el menú sólo contemplaba pequeños tentempiés; pero Charles le susurró que ella podía quedarse con sus porciones sin ningún problema, así que asintió entusiasmada e hicieron el pedido.

“Bueno”, comenzó Charles nuevamente en ruso una vez que trajeron los platos. “No te preocupes por Erik, él también nos entiende.” Sayaka alzó una ceja y miró al hombre, el cual simplemente sonrió de lado y asintió.
“Su primo es un perfecto tutor.” Respondió con el mismo acento que tenían los dos primos al hablar el idioma de su abuela. Al decir esto miró a Charles con una sonrisa y por primera vez la menor sintió que algo severo se esfumaba de su mirada.
“Por supuesto que no. Erik ya conocía las bases del idioma, lo único que faltaba era ponerlo en práctica y yo sinceramente necesitaba alguien con quien hacerlo o me lo habría olvidado. Me imagino que eso habría sido lo que finalmente llevara a la abuela a la tumba, así que no me lo podía permitir.”
“Dios no quiera.” Bromeó Sayaka también y comenzó a partir su comida en trozos pequeños. “Pero no entiendo por qué hemos de hablar en ruso si todos aquí manejamos el inglés más que bien. Aunque su acento delata que usted no es de aquí, ¿verdad, señor Lehnsherr?”
“Soy alemán, señorita, aunque ya llevo un buen tiempo sin haber vuelto al continente. Volviendo a la pregunta, creo que Charles prefiere el ruso para evitar que alguien pueda escuchar nuestra conversación.”
“¿No sería mejor que nos esperemos a volver a la recámara, entonces?” Se metió el pequeño pedazo de sándwich en la boca y masticó.
“No, la abuela no puede enterarse de esto.” El semblante de su primo se volvió serio e intercambió miradas con Erik, quien parecía alentarlo a que hablara. Sayaka esperó… “Erik es mi pareja.”

Por supuesto que Sayaka sabía de las tendencias de Charles.

Si bien había crecido más recluida de lo normal, Sayaka tenía amigos cercanos. Dos amigos cercanos, para ser concreta, e Isabella era uno de ellos. Pero Charles era diferente a ellos, porque él había sido muchísimo más durante su vida. Charles había sido su hermano, su mejor amigo, su compañero de aventuras, su confidente, su mayor admirador, su todo.

Sus madres habían sido hermanas muy unidas, y como ninguna pudo tener más de un hijo, les pareció que lo más natural fuera que ambos primos se criaran en lo posible como hermanos, aprovechando lo cerca que vivían del otro. Charles se volvió así en una de las personas con las que ella podía sentirse bien, tranquila y libre, sin temor de hablar aquello que le habrían censurado sus familiares, o de aquello que le daba demasiado temor de compartir incluso con sus amigos.

Cuando el mayor se lo confesó, la noche que se quedaron en vela conversando antes de su partida a Oxford, para Sayaka fue muy fácil explicarle por qué no le tenía miedo o por qué no le creía enfermo.

“Absolutamente nada que venga de ti podría ser malo, Charles. Maldeciría mi alma una y otra vez antes que repudiar siquiera una de tus pisadas.”

Cuando Charles asumió el señorío de Blairquhan, dos años atrás, tuvo que interrumpir sus estudios. El día del sepelio su primo le confió, entre lágrimas, que terminó dejando allá a alguien muy importante para él. Que no estaba seguro de si le esperaría hasta terminar su educación, que era mucho más probable que terminara encontrando a otra persona o que renegara de su condición y buscara esposa. Después de ese momento de debilidad, no volvió a mencionar más el tema por mucho que Sayaka intentó hablar con él de ello.

Y ahí estaba, finalmente frente a ella. Años después y mirándola fijamente.

“Oh…” No pudo evitar exclamar mientras dejaba sus cubiertos sobre la mesa. Charles se tensó por un instante, pero Sayaka fue rápida y jaló el brazo de Erik hacia debajo de la mesa para poder estrechar su mano entre las suyas sin que le vieran. Lo último que necesitaba ahora eran más chismes sobre su persona, pero esto era demasiado importante. “Señor Lehnsherr, disculpe lo directa que seré, y espero que no se asuste de mi persona ya que he sido llamada histérica muchas veces, pero en estos momentos daría de todo para poder abrazarlo.” Le dijo emocionada. “Cuánto quisiera poder darle la bienvenida a mi familia de manera pública, créame, pero le digo de todo corazón que ya lo es para mí aquí dentro. Usted ya es mi familia.”

Y es que absolutamente nada en el mundo la detendría de amar a Charles como lo hacía. Y si Erik Lehnsherr era quien lo hacía feliz, lo más lógico era amarlo también.

Erik le sonrió de la misma manera que le había visto sonreír a su primo hacía un par de instantes.

“Señorita Gracie, me alegro muchísimo de saber que Charles estaba en lo correcto sobre su persona, ya que debo admitir que tenía cierto recelo de que le contara sobre nuestra situación. Y déjeme recordarle que estamos hablando ruso, no tiene por qué llamarme ‘Señor Lehnsherr’ cuando nadie nos comprende. Erik está más que bien.”
“Erik tiene razón, deberías llamarle así. Al menos entre nosotros.” Charles respondió secándose los ojos con la punta de la servilleta. Tanto Erik como Sayaka lo miraron sorprendidos.
“¿Estás llorando? ¿Por qué llorarías, Charles?” Dejó la mano de Erik y ahora tomó la de su primo, esta vez sobre la mesa, ya que no habría problema en hacerlo. “Sabes que te amo más que a nadie, ¿de qué tenías miedo?”
“No lo sé”, respondió ahora riéndose, aunque un par de lágrimas cayeron. “No lo sé. Es sólo que se siente bien… Se siente bien poder ver junta a mi familia.” Sayaka se acercó y le dio otro beso en la mejilla. Volteó a ver a Erik y se rio al ver el sonrojo que habían adquirido la punta de sus orejas.
“Aunque mataras al rey seguirías siendo de los míos.”
“No digas idioteces”, rio, le dio una palmada a su mano y le soltó. “Tienes que comer.”
“Eso sí no lo discuto.” Se llevó un nuevo bocado a la boca, entre sonrisas, sin dejar de voltear a ver a uno y a otro con la emoción de una niña.
“Ahora que hemos dejado de lado lo importante”, comenzó Charles mientras comenzaba a partir en pedazos su porción para poder ponerla de manera más fácil en el plato de Sayaka. “Quisiera entender este asunto de la piscina de una buena vez. ¿Qué pasó exactamente?”
“No tienes idea.” Rodó los ojos. “Isabella y yo tuvimos una pequeña pelea.  Ahora en la mañana, al llegar a nuestra habitación, trajo a un conocido suyo nuevo…”
“El señor Leroy, mencionó mi abuela.”
“En efecto. Es un nuevo burgués de Nueva York que la está cortejando.”
“El padre de Isabella estará lívido cuando se entere.”
“Lo sé, por eso mismo es que quiero ayudarla, pero me temo que me haya malinterpretado cuando hablamos sobre el asunto.” Suspiró. “Por ello se fue enojada, pero no se dio cuenta de lo cerca que estábamos de la piscina en ese momento y cayó dentro de esta al resbalarse.”
“Pobre Bella. Imagino que aún le tiene pavor al agua.”
“Así es.”
“Si tiene pavor al agua,” comenzó Erik, “¿Por qué se encuentra viajando en el Titanic?”
“La abuela de Isabella es de Nueva York y hasta que los humanos aprendamos a nadar como peces no hay otra manera de ir hasta allá, ¿no? Pero descuide, es fuerte y sabe que es un sacrificio que tiene que hacer.”
“Pero se cayó a la piscina, y conociéndote, seguro que te lanzaste al agua a rescatarla.”
“No me parece que sea justo de tu parte el decir eso. Quiero decir, cualquiera que supiera de la historia de Bella habría saltado a ayudarla. Es más posible que se muera de un paro cardiaco que ahogada.” Sayaka volvió a meterse otro bocado para zanjar el tema.
“Tiene razón, cualquiera lo habría hecho.” Asintió Erik.
“Bueno. Siguiendo, terminé arrojándome a la piscina para ayudarla, pero la pobre tuvo un ataque de histeria y no se dejaba, casi ahogándome en su pánico. De no haber sido por el señor Otabek, el mayordomo del señor Leroy, Bella habría terminado ahogándome a mí sin querer.”
“Se me hiela la sangre de pensar que te habría podido perder de una manera tan banal.” Charles le tomó la mano, pero Sayaka negó su cabeza y rodó los ojos.
“No seas un paranoico.”
“Tu bienestar no es un—”
“Charles se preocupa mucho por usted, Sayaka.” Le cortó el otro. “Aunque ahora que la conozco creo que es muy exagerado, usted parece ser más fuerte de lo que aparenta.” Sayaka se sonrojó ante el cumplido y recordó las palabras de Otabek. En verdad no se sentía valiente ni fuerte, pero las palabras de estos dos casi desconocidos le reconfortaban.
“Gracias, Erik.”
“¿Y el doctor? ¿Qué te dijo?”
“Ni siquiera lo escuché. Howard se encargó de todo eso para luego tener qué contar a nuestros conocidos.” Charles frunció el ceño.
“¿Howard sigue dándote problemas?”
“¿Tú qué crees?” Y se llevó la copa de vino a la boca para dejar en claro su punto.
“¿Howard Link es su prometido?” Lo recuerdo de mis clases en Oxford, pero nuestros círculos sociales nunca coincidieron.”
“Charles es el culpable,” Sayaka se encogió de hombros. “¿Cómo cree que le conocí?”
“Por más que sigo firme en que la decisión de comprometerte la tomaste tú, créeme que igual me arrepiento.” El chico suspiró y miró a su pareja. “En aquel entonces tú y yo aún no nos habíamos conocido y mi tío se encontraba preocupado por la herencia de Drumlanrig, por lo que me pidió en una carta que buscara a alguien de confianza para la tarea. El hijo de su prima, quien era el más cercano a heredar, había fallecido recientemente en un accidente de equitación, por lo que el castillo iba a terminar en las manos de un desconocido de la familia. Howard, sin embargo, pudo encontrar una salida legal…”
“Técnicamente logró que Drumlanrig pasara a sus manos y no a las mías.” Le interrumpió.
“No tergiverses los hechos, Sayaka.”
“Pero en el fondo es así.”
“Bueno,” volvió a dirigirse a Erik. “Howard formuló un contrato legal para que el heredero renunciara a sus derechos a favor del futuro esposo de la señorita Gracie, a cambio claro está, de una fuerte suma de dinero que pagó mi difunto tío. Ya que Sayaka no podía heredar, esta fue la situación más conveniente para todos. Y aunque la señorita aquí presente lo niegue, hubo un momento en que sí se enamoró de Howard, así que no le importó mucho que Drumlanrig pasara a sus manos.” La aludida bajó la mirada y volvió a sonrojarse, aunque esta vez de ira. “En aquel entonces Howard pasaba mucho tiempo en Drumlanrig y ambos comenzaron un cortejo durante lo que duraba el papeleo. Mi tío aprobó la relación…”
“Como si su fortuna no hubiera sido la que terminó convenciendo a mi papá”, murmuró Sayaka. Charles prosiguió como si no hubiese interrumpido.
“…Aunque Howard fuera de una posición social menor porque había mostrado su destreza en la tarea y logró rescatar el castillo… Pero claro, todo estuvo bien hasta el funeral.”
“Eso lo recuerdo de tus cartas.” Se dirigió a la menor. “Sé que ha pasado tiempo, pero acepte mi más profundo pésame por la muerte de su padre.”
“Gracias”, respondió con una sonrisa pequeña. “No sé si Charles se habrá tomado la confianza…”
“Claro que no, eres mi hermana del corazón, no podría haberle contado de estas cosas a Erik sin tu consentimiento.”
“Pero,” le cortó, “Usted, como le dije, ya es de mi familia.” Ambos le sonrieron. “Así que no veo por qué no contárselo. Después del funeral Howard y yo nos encontramos en un impasse. No quisiera entrar en muchos detalles porque aún me duele recordarlo, pero a él le disgustó muchísimo mi falta de compostura en la ceremonia. Tuvimos una fuerte pelea sobre varias cosas, una pelea que me abrió los ojos, y desde ahí no puedo evitar reprenderme lo estúpida e ingenua que fui al creerle.”
“Sayaka descubrió que las verdaderas intenciones de Howard siempre fueron para con Drumlanrig y no con ella.” Charles suspiró. “Y si bien, como dije, Sayaka tomó sus propias decisiones al aceptar el compromiso, igual me arrepiento de haber llevado ese hombre a la puerta de su casa.”
“Pero si hablamos en términos legales, ¿no se supone que Drumlanrig irá al esposo de la heredera y no a Howard?”
“Para aquel entonces ya ambos estaban comprometidos, así que no hubo problema en que los dos firmaran el documento. La firma de Howard está ahí, y de anularse el contrato, tendría que haber una separación del patrimonio, aunque no hubiera matrimonio de por medio.”
“Fui una tonta, debí haber visto que estaba detrás de ello todo ese tiempo.” Suspiró y dejó la servilleta sobre el plato, indicando que ya no tenía hambre. Charles le miró con reproche. “Ahora hace uso del título que adquirirá al casarse conmigo para hacerse de un nombre en la sociedad; por ello me prohibió salir a cenar hoy día, aprovechándose del incidente.”
“Con mayor razón tendrá que venir a sentarse con nosotros durante la cena.” respondió Erik enojado al haberse enterado de todo el asunto. “No creo que se niegue a verla ahí si su primo es quien la lleva, ¿o sí?”
“Sí, pero le prometí a Isabella que la ayudaría a introducir al señor Leroy en sociedad. No creo que ustedes quieran ser terriblemente incomodados con mis intentos de celestina.”
“Nada de eso. Usted misma mencionó que es mi familia, así que estaré ahí para apoyarle.” Erik le sonrió nuevamente y miró luego a Charles. “¿Qué dices?”
“Howard conoce mejor que meterse en problemas con el señor de Blairquhan, ¿verdad?” Agregó Sayaka mirando con expectativas a su primo.
“Está bien.” suspiró Charles. “Irás con nosotros e invitaremos a Isabella y al señor Leroy. No deseo meterme en la guerra que Howard y tú están llevando,” hizo un gesto para callarla cuando Sayaka abrió su boca en enojo. “No porque no esté de tu lado, sino porque no deseo que se ensañe aún más contigo y te haga mayor daño. Pero no está en mis planes que te pierdas de la primera cena en el Titanic, después de todo.”
“Eres un tesoro”, respondió feliz.
“Disculpen la molestia, mis señores.” Los tres se callaron y voltearon a ver a uno de los mozos del local. “Llegó esta carta para la señorita Gracie, de parte de la criada de la señorita Isabella Hunter-Blair.”
“Muchísimas gracias.” Respondió en inglés. Sayaka tomó la carta y el hombre se retiró tras una pequeña reverencia. Cogió un cuchillo de untar y comenzó a abrirla. “Debería de haberle escrito antes a ver si ya se encontraba mejor, no puedo permitir que el enojo nuble mis deberes.” Murmuró. La esquela dentro era pequeña y la leyó rápidamente, dejándola con una gran sonrisa dirigida hacia Charles. “Mi queridísimo primo, me parece que tendremos que agregar un par de sillas más. ¿Qué opinas de cenar con la nieta del mismísimo Charles Darwin?”



yo amo a link pero es que vi mi lista y nadie calzaba para prometido malvado ;___; PROMETO RESARCIRME CON ÉL SOMEDAY


me: proofreads
me: posts
typos: appear
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Kana on September 09, 2017, 08:27:21 PM
Esto es antes de la fiesta de masquerade (...) y muero porque me van a quedar como 500 palabras para escribir el fic de la fiesta D; pero tenía que hacer esto. 

(http://i.imgur.com/uzAbgC4.jpg)
En consenso los tripulantes y los turistas que se encontraban a bordo del RMS Titanic declaraban que la travesía había sido una deliciosa y deslumbrante experiencia ya sea cual fuese la categorización que los destinaba a distintas unidades dentro de la nave. Especialmente los de la clase plebeya que aún no cabían de sí y no conectaban el hecho de estar viajando en tan magnífica nave.
Sin duda alguna, las almas de todos los viajeros se encontraban llenas de un júbilo fidedigno que los mantenía en un ensueño del cual nadie quería despertar.
Era mágico.
Pero para Avilio era todo lo contrario. Él había vivenciado el lado más nefasto de todo ese maldito viaje. Primero, haber sido reducido a tercera clase sólo por ser un extranjero sin pasaporte regulado de trabajo ni pertenencia definitiva en Inglaterra que, por ende, lo convertía en un potencial migrante que podría estar en busca de un mejor destino en Estados Unidos. Como si no fuera poco, desde apenas llegar al sitio de la tercera clase tuvo que permanecer retenido en aquel cuarto que debía compartir con cinco personas más ante la sospecha y acusación de hurto sigiloso. El RMS Titanic era un barco cuyo nombre significaba progreso y futuro, pero también una buena oportunidad para los charlatanes y ladrones de adquirir bienes ajenos a base de “malas prácticas”. Seguramente ladrones internacionales lo abordaron con esos propósitos.
La primera víctima había sido una dama de alta clase, quien había acusado el robo de su costosa sortija heredara. Y, por supuesto, por donde primero incoara los guardias a realizar peritaje fue por los camarotes de los turistas de tercera clase. Avilio se mantuvo sin decir palabra alguna en todo momento, a diferencia de las personas con las que compartía cuarto quienes se desesperaban ante la idea de ser deportados antes de tiempo. Él estaba tranquilo, porque sabía que los ladrones de objetivos más refinados no se encontraban entre los menos pudiente. Al contrario, esos tipos de “profesionales” curiosamente coexistían con los ricos.
De este modo estuvo encerrado en la habitación, en custodia, hasta que la misma mujercita adinerada avisó a uno de los guardias de la superficie que encontró su joya la cual ella misma dejo en el bolsillo de su chal y que al cambiarse de atuendo lo había olvidado.
El italiano sacó del bolsillo de su vieja y gastada gabardina un cigarrillo el cual no tardó en encender. El joven era de aquellos que fácilmente consumían unos diez a doce cigarrillos diarios, así que si algo le servía de consuelo agradecía que en la tercera clase existiera el comercio ilegal de estos. Exhaló el humo, sintiéndose mucho mejor con este acto. Posteriormente se acercó a la baranda de seguridad de la popa para observar con serenidad el inmenso y negro mar que el barco iba dejando atrás. No era nada novedoso para él, siendo un marine, pero el sonido del mar, aquel aroma salado y esa sensación húmeda de melancolía le apaciguaba el alma y le llegaba a ser adictivo.
Había escogido la popa del barco pues a esa hora donde la noche ya había caído y todo el océano entregaba un escenario oscuro y silencioso, lo único que iluminaba como una mágica gala eran las luces de la fragata. La popa, al menos, estaba más tranquila y yerma. Sólo que de pronto sintió la molesta mirada de alguien clavársele en la nuca. Al mirar de reojo notó que se trataba del tripulante que le había puesto condiciones para subir al barco. Por lo visto, el tipo había tenido la misma idea que él de ir a fumar un cigarrillo en la popa.
Lo ignoró, pese a que entendía que existía un tipo de insistencia de parte de éste para tener una respuesta de Avilio. Como esperando la más mínima señal de provocación para proceder.
—Querido, los luceros se aprecian mucho mejor desde esta parte del barco.—
—Así es, Fanny.—
Una pareja de casados había tenido al misma idea que el tripulante y el marine de ir a ese sector. Ellos caminaban por el área de la popa sin fijarse realmente por donde circulaban pues sus miradas estaban focalizadas en el cielo sideral contemplando los astros que iluminaban aquella noche. El aroma a tabaco despertó el instinto de consumo del esposo quien mecánicamente buscó su pipa en el bolsillo de su saco. Este pequeño acto sumado al seguir contemplando el cielo generó que el tipo ejecutara un movimiento torpe y que chocara sin intencionalidad con Avilio. Como estaba a punto de sacar su pipa, un par de cosas se cayeron de su bolsillo.
—Por poco tropiezas, cariño.—
—Faltó poco.—
El matrimonio habló entre ellos, comentando el despiste. Ignorando por completo la existencia de Avilio, omitiéndolo como ser humano. Negando su existencia como si fuera un objeto, un instrumento, parte del barco. Un gesto completamente esperable de gente de sociedad alta. Tampoco se fijaron de la presencia del tripulante que observaba todo con atención.
—¿Estás bien?— Preguntó la dama al ver que su esposo se palpaba con ansiedad los bolsillos.
—…— el hombre llevó la mirada hacia el italiano, desconfiado y reticente. —Me falta mi billetera.—
—¿Pero cómo?— su esposa giró los ojos disimuladamente.
—¿Está todo bien?— Era la oportunidad del tripulante para entrar en escena.
—Mi billetera, no la encuentro.— dijo más seguro de su pérdida al no encontrarla en sus bolsillos. —la traía conmigo justo ahora y al tropezar con este sujeto la perdí. Me parece un hecho sumamente sospechoso e inadmisible de ser en realidad una fechoría concretada por él.—
—Estimado señor, lamento el momento incómodo en que se ve involucrado lamentablemente.— dijo el chico que trabajaba como tripulante de la nave, haciendo una reverencia hacia el adinerado señor. —Procederé a realizar una inspección del sospechoso para requisar la pertenencia usurpada.—
—Me parece lo mínimo. No quiero pensar que la seguridad del Titanic se ve abrumada por gestos tan decadentes provenientes de sujetos con malas prácticas.— observó a Avilio con suspicacia. —Ni exponer a mi esposa a tales bajezas.—
—…¿Está seguro que no está en el suelo, señor Richemond?— su señora le llamó por su apellido pues al estar con testigos debía adoptar ese protocolo. —La oscuridad de la noche tal vez no nos permite ver si se encuentra por aquí.
—Cariño, sé que no está en el piso…— pronunció reprochador.
—Acompañeme.— indicó el joven a Avilio.
—Yo no la tengo.— dijo seco, frío y en oposición a la petición del tipo.
—No es ventajoso que se oponga pues una actitud como esta genera que las sospechas incrementen.— hizo el ademan de agarrarle por el brazo pero el italiano se quitó el contacto sacudiéndoselo de encima. —Me temo, además, que usted ha olvidado el reglamento interno que prohibe a los pasajeros de tercera clase acceder a la cubierta del barco.
—No iré.— retifico.
—Entonces, ante su conducta cuestionable, me veré forzado de esposarlo y llevarlo a custodia por sospecha de hurto.
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—Un momento.— intervino una persona más, quien tal vez había llegado algo tarde o bien había contemplado todo el espectáculo desde la lontananza. Ella se interpuso entre el pasajero de tercera clase y el tripulante. —No puede proceder a realizar una acusación tan grave desde la arrogancia de su persona sin pruebas algunas. ¿Esposar a un pasajero sin siquiera tener la certeza realmente de que haya cometido tal acto? Actitudes así de parte de la tripulación de este barco no hacen más que hacerme sentir en un ambiente violento y de imputación sin fundamentos.—
—¿Mi lady?— el hombre del objeto perdido alzó una ceja ante tan incrédula intromisión. No reconocía bien a esa persona por la oscuridad de la noche pero justo en ese momento la luz de luna iluminó el rostro juvenil y pálido de una muchacha joven.
—Lady Canterbury.— el empleado realizó un gesto de reverencia al reconocerla. Era una muchacha muy joven pero demasiado adinerada y miembro de la familia real como para ser tajante con ella. —Sólo cumplo con mi deber. No es mi intención que vuestra persona se sienta intimidada abordo del barco.—
—Justamente es como me siento en estos momentos. Reitero.— Lana no era una persona que se involucrara en conflictos ajenos. Irónicamente era del tipo de personas que hacían vista gorda a las injusticias o así había sido gran parte de su vida pero Maribelle, quien si era defensora de causas ajenas, le había contagiado su espíritu justiciero los últimos meses. Si bien Lana estaba más potenciada por su amiga, sus intervenciones eran como la presente: pequeñas y sin mucho público que pudiera comentar.
—Es necesario que deba anunciar que mi lord es víctima de un cruel acto.— dijo el joven trabajador del barco.
—¿Mi señor?— Lana se volteó hacia el hombre que acusaba. Lo inspeccionó con curiosidad y una pizca de inocencia. —¿Acaban de blandir una arma afilada contra usted? ¿Acaso usted ha sufrido un corte en el rostro?— y comenzó a recorrer su rostro con la mirada como buscando tal injusticia. —Porque al profesar este joven que usted es víctima de un acontecimiento cruel no puedo pensar menos que eso.—
—…— El hombre se quedó en un silencio incómodo.
—¡Pero que barbaridad!— Exclamó su esposa. Los presentes supusieron que la mujer iba a dejar un reclamo hacia Lana, hacia Avilio y hacia el tripulante. Pero para sorpresa de todos ella sonrió empática, sacó del bolsillo del pantalón de su esposo la billetera y la exhibió ante todos. —Me temo que el señor Richemond olvidó donde dejó su pertenencia. Ruego que nos disculpen.—
—…— y el caballero se llenó de un rubor en las mejillas, tanto por la vergüenza a la que era sometido gracias a su esposa como también por la rabia de que su torpeza se viera expuesta ante esa gente. —Mejor volvamos a nuestra alcoba—
—…— Avilio observó con frialdad a su rival.
—Puede irse si gus-— pero antes de que terminara, Avilio le dio la espalda y se retiró. —Mi lady.— hizo una reverencia a Lana y se marchó resignado.
Lana por su parte soltó un suspiro dejando escapar el aire retenido por la ansiedad. Ella, pese a sus jóvenes años, era una mujer de carácter y decidida pero recién comenzaba a realizar ese tipo de actos insurrectos e imprudentes proveniente de una mujer. Era recatada en ese sentido, con imagen de conservadora, pues sabía que a las mujeres no les iba muy bien si hacían ese tipo de cosas… Maribelle, quien sí defendía con pasión a los que sufrían de injusticias, había corrido la suerte del juzgo social y por ese motivo su padre la había desterrado de Inglaterra y la enviaba a un viaje sin retorno de Estados Unidos.
La joven se acercó al borde de la popa y apoyó sus manos enguantadas sobre las barandas de seguridad. Permaneció varios minutos en ese lugar contemplando la vastedad del mar. Sólo cuando sintió que el cuerpo se le entumecía por el frío retornó en sus pasos. Pero sin notarlo pisó una acumulación de humedad marida del suelo y resbaló perdiendo el equilibrio. En el peor de los casos habría golpeado el costado de su cabeza contra la misma baranda que instantes atrás le brindo seguridad. Afortunadamente para la dama alguien la sujetó de la cintura desde atrás evitando que ocurriera tal fatalidad.
—¡Ah!— exclamó llevándose una mano al corazón y la otra cubriéndose la boca ante el espanto. Su corazón le golpeaba violentamente en el pecho por el miedo que había experimentado hace unos momentos. Al notar que no había caído al mar, se giró prontamente en un gesto agitado para agradecerle a su salvador. Pero como el otro no se esperaba esa reacción tan precipitada, Lana chocó su frente contra el mentón del más alto produciendo un golpe doloroso entre ambos. —¡Disculpe!— se hizo hacia atrás, llenando de angustia y rabia interna hacia sí misma por cometer tantos errores. Imperdonable.
—No es para tanto…— Dijo el tipo, sobándose disimuladamente el mentón que ardía.
—Hm— Lana se dio cuenta que, cuando iba cayendo, había agitado los brazos con el fin se sujetarse a algo y en eso había dado palmetazos a aquel joven botándole algunas pertenencia. —Lamento tan bochornoso incidente.— ella se agachó y tomó las pertenencias del otro que había hecho caer. Vio que era una billetera y un atractivo reloj. Como la billetera estaba abierta era inevitable haberse fijado en la fotografía e identificación “William Sullivan” decía, y anunciaba que era tripulante de la navegación. En la fotografía, el joven rubio sonreía bobalicón… era la credencial del tripulante que antes había intentado arrestar al joven. El otro objeto era un reloj de oro puro, que antes lo había visto en el traje del señor que caminaba con su esposa hace un momento. Cuando levantó, se enteró de que su salvador era… justamente el joven que ella misma había librado de un “juicio inadecuado” Lana sólo abrió los ojos enormemente al darse cuenta de que aquellas cosas no eran de él. En cualquier otra escena habría reprochado su actuar allí mismo, pero se sintió avergonzada y tímida de golpe. Le entregó las cosas y se fue sin más. Sin explicarse como debía actuar. No lo acusaría, no lo recriminaría pero… simplemente no sabía como reaccionar.
Volvió al interior del barco, inmediatamente iluminandose por la luz amarilla del interior. Recorrió los pasillos con su postura refinada y elegante, manteniendo la respingada nariz en lo alto aunque por dentro se sentía todo un manojo de nervios. Llegó hasta los comedores del RMS Titanic y buscó la mesa que antes estuvo compartiendo con Maribelle en la primera cena a bordo del barco. Sólo esperaba que Erwin Smith hubiese llegado a esas alturas de la noche.
Para su calma, aún estaba Maribelle en aquella mesa. Pero para su desconcierto y desilusión, Erwin Smith aún no se presentaba. Eso le causó una mezcla de decepción y molestia. Había estado esperándolo para cenar y no había llegado, así que ella y Maribelle no le aguardaron más pero siempre le quedaba la esperanza de que hubiese llegado más tarde. En cambio, dos extraños acompañaban a Maribelle en la mesa.
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—Oh, Lana.— La rubia le llamó, invitándola a sentarse. —Veo que ya tomaste el fresco de la noche.— y lucía muy pálida, más de lo normal. Pero por obvios motivos no la interrogaría delante de otros. — ¿Qué tal tu pequeño paseo?
—Sin mucho atractivo, estimada.— Ella se sentó. Como una persona mecanizada, pareciendo incluso algo borde por no conectarse con los demás. Es que el evento de hace un momento seguía invadiendo en su mente… Entonces, aquel joven si era un ladrón. ¡Que tonta había sido de defender lo indefendible!
—Querida, te presento a Nathan Prescott— Lady Maribelle le indicó con la mirada hacia un chico a su lado.
—…— Lana lo observó. Lucía apuesto, con rubio cabello en un perfecto orden, era alto y pese a estar sentado daba una aire de imponente y de admiración. Él le sonrió carismático y galante, a Lana le llamó la atención las ojeras rojizas del joven pues en él lucían muy bien.  —Mucho gusto.—
—El gusto es mio.— con delicadeza tomó la delicada mano de la dama y depositó un beso en ella.
—Y Victoria…— Maribelle le dio menos importancia. —A ella la conoces.—
—Hm…— Lana llevó la mirada esta vez hacia una chica fina, de piel blanca y con la punta de la nariz rojiza. ¿Victoria había dicho? ¿Victoria cuanto? Le estaba costando trabajo recordarla. Y cuando Victoria la miró con desaprobación y jactancia, casi parecida a la mirada de Maribelle, la recordó fugazmente. La había conocido cuando las tres eran unas infantas y Victoria había sido la eterna émula de Maribelle. Siendo dos chiquillas consentidas y caprichosas siempre discutían por “quien tenía la muñeca más cara” “el vestido más bonito” “el padre más adinerado” y superficialidades como esas. Lana se alejaba de esos conflictos en esos tiempos, esperaba que las dos hubiesen madurado para entonces. —Victoria Chase.— recordó.
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—Prescott.— Corrió Victoria. Alzando su dedo anular enseñando una hermosa sortija de oro. Estaba casada con aquel joven rubio.
—Prescott— Repitió Lana sin muchos ánimos de corregirse. 
—¿Sólo eso?— Victoria arrugó la nariz haciéndola parecer aún más niña de lo que lucía.
—¿Y que quieres? ¿Que te felicite?— Maribelle soltó una risita burlona interrumpiendo entre las dos. —Nathan es una exquisitez pero el hecho que estés casada no te convierte en objeto de canonización.—
—¿Perdón? ¿Sabes en qué mundo vives Maribelle?— Victoria negó con la cabeza. El libertinaje de su eterna rival le causaba repulsión y vergüenza ajena. Primero había aborrecido algo tan sagrado y un logro tan admirable como estar casada. Segundo, había llamado “exquisitez” a su esposo. Eso era más que descarado. —Una mujer que no está casada es significativo a un fracaso personal por si no te has ilustrado.—
—…— Lana y Maribelle cruzaron miradas entre ellas. Maribelle mofándose y Lana sintiéndose incómoda por la apreciación de Victoria.
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—Señoritas, espero que disculpen el exalto de Victoria… Con estos temas es algo apasionada.— Dijo Nathan, quien forzó una sonrisa. A Lana le dio la impresión que a Nathan no le gustaba la actitud de Victoria, quizá, incluso, el tema del matrimonio en sí. El rubio se puso de pie. —Y deseo profundamente que disculpen mi retirada pero tengo que conversar con uno de mis potenciales socios. Deseo profundamente tener la dicha de desayunar o contemplar un almuerzo el día de mañana con vuestras mercedes.— Se fue precipitado sin esperar respuesta, ansioso, angustiado de pronto. Ni Victoria había alcanzado a decirle algo antes de irse porque simplemente no tenía tiempo de escuchar. La actitud de Nathan causó extrañeza en las damas.
—Si me disculpan, yo también debo retirarme.— Lana imitó a Nathan aprovechando que éste había dejado desorientadas a las otras dos. Se levantó de su silla pero a diferencia del rubio se despidió adecuadamente de las dos. Era evidente que Erwin no llegaría. No sacaba nada de seguir esperando y sinceramente no estaba de ánimos para conversar cosas sin profundidad con Maribelle y Victoria. Las otras dos se quedaron un poco más en el comedor degustando del postre de limón mientras discutían banalidades justamente.
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Lady Lana llegó en solitario hacia su alcoba en la suite privada. Al ingresar a la habitación se quedó de pie unos momentos estática como terminando de procesar todo lo que había experimentado durante el día. Debería sentir que el viaje era ameno, el clima era grato y la socialité parecía interesante a estas alturas pero la chica de cabellos color plata no sentía verdaderamente que lo estuviera pasando bien pese a estar con las personas que conformaban su área de confort.
Quería escapar
Llevó una mano a la gargantilla de oro que pendía de su fino cuello. Entendió que su sensación de angustia se debía a los comentarios de Victoria pues con tan pocas palabras había logrado hacerla sentir errática. Victoria Chase, ahora, Victoria Prescott, aquella chica americana que visitaba de vez en cuando Inglaterra en su infancia era hoy una mujer casada que se jactaba de ello. Le había dicho prácticamente en el rostro que ella había fallado como ser humano por no estar casada aún. Eso la había malhumorado.
Por otro lado el tema tenía relación con su propio viaje. Mientras Maribelle viajaba a Estados Unidos al ser desterrada por su padre por alborotadora pública, Lana viajaba por petición de su señor padre después de quince años de ausencia. No recordaba su rostro, ni su voz, ni tan siquiera una sola muestra de su afecto. Intuía que la había mandado a buscar no por otro motivo que para sacar un beneficio de su única hija (quien, por lo demás, había fallado como hija pues había nacido siendo eso; hija. No hijo. No un heredero.) al casarla con un socio que incrementaría su arca personal.
Volvió a sentirse angustiada y estresada. Fingir que era perfecta era ya de por sí cansador, ¿cómo sería fingir, además de la perfección, que era feliz cuando en realidad era infeliz? Sintió ganas de gritar en un gesto impulsivo de rabieta infantil, de escapar, de lanzarse por la borda y nadar hasta un destino donde nadie la conociera. Por su mente cursó la loca idea de fugarse en el siguiente puerto y cambiar de identidad para no tener que seguir viviendo la tragedia que vivía. Sujetó su cabeza con ambas manos tratando de silenciarse.
¿Cuál era su significado en la vida? ¿Estar esperando en una salita eternamente a su esposo mientras bordaba? ¿Olvidar su nombre y pasar a ser parte de una propiedad de un otro? ¿Criar niños y ser la esposa perfecta? Eso de pronto le produjo nauseas. A Lana la habían dejado de lado por mucho tiempo como si soslayaran o incluso omitieran su existencia por lo que nadie le había enseñado a prepararse para convertirse en una buena esposa. Su infancia, solitaria y extraña, la había vivido aprendiendo cosas más masculinas que femeninas al estar cerca de Erwin Smith y preguntándole todo sobre cómo usar un arma, cómo se organiza a un pelotón o cómo lo pasaba él en las misiones militarizadas. La institutriz de la casa le había enseñado a ser una damita, a amar la más sagrada entretencion de una lady que era dedicarse a escoger vestuario, pero tampoco le había dicho mucho más sobre la vida de una mujer y su propósito. Sólo le había dictado; “Las mujeres existimos para parir los hijos de nuestro hombre.” y Lana había arrugado la nariz dibujando una expresión de aversión en el rostro cuando la escuchó.
Prolongó un suspiro de decepción. No le gustaba pensar en esos temas que correspondían a los "sueños de una dama" a lo que suponía el matrimonio. Observó su alcoba por unos instantes, una gran sala que tenía para ella todo lo necesario y mucho más. Derechamente un sitio de lujo preparado para la hija del conde de Shaftesbury. ¿Pero de qué servía tener toda la riqueza del mundo si por dentro se sentía el ser más pobre de todos? Lo peor de todo era que ya no era una niña que vivía en una gran castillo sin más que sus sirvientes y que Erwin. Que cada día si se sentía estresada corría a su jardín y trepaba los árboles sabiendo que nadie le retaría porque no estaban preocupados de ella. Ahora no podía ir por allí trepando al mártir del barco... Por ejemplo, sin ser vista como una loca desalineada.
Pero sí tenía otro recurso que le reconfortaba más que todo en la vida. Caminó de regreso a la puerta y salió de su alcoba ingresando a la salita de estar la cual estaba vacía a esas horas. Una de sus sirvientas que tenía su misma edad se le aproximó, llevaba unas sábanas recién planchadas con ella, Lady Lana notó que ella estaba acompañada por un niño pequeño que recordaba como el hermano menor de la chica. En cualquier protocolo aristócrata a la doncella no le hubiesen permitido ir con su pequeño hermano pero Lana tenía un afecto especial por ella pues era una persona de mucha confianza para la hija del conde por lo que le concedía ciertas permisibilidad. Ella le preguntó por Erwin Smith y la sierva le respondió que se encontraba en su alcoba.
Era extraño, porque le creía aún inserto en la socialité conversando con sus camaradas sobre historias de soldados que eran las cosas que le gustaban. Fue hasta el cuarto de su protector y golpeó un par de veces, él mismo le abrió la puerta y la dejo entrar. La sirvienta no se horrorizó al ver que una dama ingresaba al cuarto de un hombre en solitario por la noche pues sabía que su señora y el capitán Smith compartían una hermandad desde que su señora era una niña.
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—¿Cómo estuvo la cena?— Le preguntó el rubio después de que la chica se sentara en un diván.
—...— La peliplateada lo observó entrecerrando los ojos, algo molesta con la pregunta que sabía casi a burla. Ya solos, había más confianza y no era necesario tanto protocolo. —Sinceramente, mi cena fue como ingerir vidrio molido, querido Erwin. Primeramente, la gente que me rodeaba en la mesa sólo hablaban de riquezas propias y denigraciones hacia otros así que salí por un poco de aire fresco.— Mejor ni le contaba lo del tipo ladrón. —Al volver, Maribelle conversaba con Victoria... No la recordaba, luce algo cambiada. Bueno, está casada y eso...— curvó las cejas, llevándose una mano al pecho. Dejo pasar un par de segundos de silencio. —Lo peor de todo fue el bochorno de esperarte eternamente y no recibir ni un sólo mensaje de tu ausencia.
—Hm...— El rubio aumentó un poco más la luz de la lampara sobre el escritorio. Había estado centrado en algunos papeles antes de recibir a Lady Lana. —Lo siento, realmente. No tengo excusa alguna más que la insensibilidad que tengo hacia las personas que integran la más alta casta... Verme allí, con gente tan refinada, ¿de qué cosas podría hablar con ellos?—
—Pero estaba yo...— Lana dijo secamente.
—Sí. Pero si hablablamos, temo que haría verte mal... Pues terminaríamos hablando sobre tiros y aves y otras cosas imprudentes para los demás.—
—Pues— Lana sonrió libremente. Pues era cierto, los temas de conversación que tenía con Erwin eran más auténticos y libres, hablaban sobre lo que hacían en lo cotidiano. Erwin Smith le había enseñado a usar un rifle y la llevaba al bosque a practicar con esas pobres aves. A menudo iban a cazar a caballo con otros nobles y la había educado en integrarse en eventos caritativos para la sociedad más vulnerable.  —Puedo perdonarte esta noche. Pero mañana.. Espero que sí asistas.—
—Me mentalizaré durante toda la noche.—
Comenzaron a conversar sobre qué había hecho cada uno en su primer día en el RMS Titanic siendo ambos dos puntos opuestos en cuanto a la actividad. Mientras charlaban, Lana recordaba los días de su infancia junto a él y cómo este había sido además de su protector la persona que más le había enseñado en la vida. Ella expresaba una admiración y sentimiento de afecto platónico hacia el mayor mientras que él la miraba como una especie de hermana pequeña.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Isumi on September 13, 2017, 05:58:55 PM
Nota: este fic es del segundo día pero por la mañana so aun no es del baile </3 *atrasada*



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Ch. 3


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A la mañana del segundo día en el Titanic, fui despertada por el sonido atronador de un despertador; lo cual me hizo pensar por un momento que era hora de ir a trabajar, hasta que recordé dónde me encontraba y a quién pertenecía aquel despertador tan ruidoso. 

Una vez se detuvo el sonido escuché la voz de un recién despierto Hiro quien frotándose los ojos me dijo. -Olvidé avisarte sobre ésto.-
-Diría que sí.- No podía enojarme con él ya que, a pesar de saber de antemano sobre el aparato por haber revisado en su maleta, igualmente fui sorprendida.
-Pues eso, me despierto todas las mañanas con despertador, es una costumbre.-
-Hmm… ya veo.- Por alguna razón no me convencía su explicación, pero tenía demasiado sueño como para ponerme a pensar al respecto.

Media hora antes del mediodía, el titanic hizo su última parada en Queenstown para recoger a más pasajeros. Hiro y yo habíamos desayunado juntos y durante toda la mañana me hizo compañía y escuchó algunas de mis anécdotas y trivia sobre el barco que sabía gracias a mi padre. Aunque curiosamente no me había preguntado por qué sabía esas cosas.
Y fue cuando empezaron a embarcar los nuevos pasajeros que Hiro y yo escuchamos a varias personas, sea de segunda que de tercera clase, hablar de cierta artista expresionista que viajaba por el mundo y aparentemente era más famosa por su personalidad que por sus cuadros.
Por lo que logramos escuchar, ésta persona era pasajera de primera clase, y se me hizo curioso cómo una artista había podido permitirse un boleto tan caro.

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-Será de alguna familia rica.- Comentó Hiro mientras bajábamos hacia el vestíbulo en la cubierta C.
-Se me hace raro que una joven de familia rica se dedique a la pintura.- Le respondí recordando los comentarios sobre la edad de la chica. -¿Crees que de verdad tendrá dieciocho años?-
-Si los rumores son ciertos, entonces podría ser… oh.- Hiro detuvo sus pasos y con el dedo señaló delante suyo. -¿Ese no es uno de los pianos que mencionaste esta mañana?-
Miré hacia donde indicaba y efectivamente aquel era el Steinway de segunda clase que se encontraba en el vestíbulo en la cubierta C.
-Sí, ese es uno de los dos pianos accesibles a la segunda clase. No es como el del comedor que podría pasar por uno de primera clase, pero seguramente tiene un buen sonido.-
-¿Crees que podemos tocarlo o será solo decoración?- Me preguntó acercándose al instrumento.
-No he escuchado a nadie que dijera que estaba prohibido tocarlos…- Dije acercándome también y sentándome en el taburete.
-¿Por qué no tocas algo?- Hiro se sentó a mi lado y pude ver un pizco de emoción y expectativa en su rostro.
Supongo que no se dio cuenta de lo que dijo, pero en mi mente resonó enseguida. -¿Cómo sabes que sé tocar el piano?-
-...- Hiro abrió los ojos en sorpresa, pero sin dejar pasar siquiera un segundo, retomó la compostura y mirándome a los ojos como si nada, dijo: -Yo solo propuse que tocaras algo, no tenía idea de que sí sabías tocar el piano.-
Este niño sabía salirse con la suya en cualquier momento, y cada vez me convencía más que había sido él el ladrón del boleto.
-De acuerdo, entonces tocaré algo para ti.-
De nuevo pude ver los ojos de Hiro brillar con expectativa y, una vez que comencé a tocar, los cerró para poder escuchar mejor.

A pesar de las sospechas que tenía hacia el niño, del hecho de que me encontraba en un barco de lujo y de que ni siquiera estaba segura si estaba o no permitido tocar el piano; de alguna manera ese momento fue uno de los más relajantes que tuve en mucho tiempo.
Hiro se balanceaba de un lado a otro siguiendo la música aun con los ojos cerrados, y mis dedos se movían con tanta libertad y ligereza que sentí que estábamos solos en ese inmenso barco en el medio del océano.

Pero cuando terminé de tocar, esa sensación desapareció por completo.
Al escuchar un primer aplauso mi mente volvió a la realidad y un susto improviso me paralizó.
Por lo que me decían mis oídos, habían varias personas aplaudiendo y exclamando ‘¡Bravo!’, pero mis ojos no dejaban de fijar el teclado.
-Oye, ¿qué te sucede?- Me preguntó Hiro en voz baja y alterado. Pero no pude responderle.

¿Qué me sucedía? No era la primera vez que tocaba en público ni que recibía aplausos. En parte podría haber sido el miedo de haber hecho algo que iba contra las reglas del barco, pero si simplemente me estaban aplaudiendo no tenía por qué reaccionar así.

...No.

El miedo que tenía y la razón por la cual no me volteaba era porque no quería mostrar mi cara. No quería que esos aplausos desaparecieran por culpa de mi cara, de mi raza.
Si bien gracias a Hiro ahora podía caminar tranquilamente por la cubierta, comer en el comedor y no preocuparme por las miradas de la gente, ésto se trataba de mis habilidades como pianista, se trataba del futuro en el que mi padre creyó tanto como para mandarme a otro continente confiando en que tendría éxito.

¿Y si lo arruinaba todo por culpa de mi rostro?

De repente sentí la mano de Hiro agarrar mi muñeca firmemente y tirando con fuerza me arrastró fuera del lugar y comenzó a correr hacia el paseo cubierto.

Detrás mío pude escuchar la confusión de la gente por la escena que les había apenas mostrado y de repente, entre las bajas voces de los demás, una en particular se hizo escuchar bien fuerte.

-¡Haru, atrápala!- Gritó una voz joven con energía y enseguida escuché unos pasos apurados ir acercándose hacia nosotros.
Y en el momento que Hiro ralentizó su paso para abrir la puerta hacia el paseo cubierto, sentí como mi otra muñeca había sido agarrada por alguien tan fuerte que me obligó a girarme en el instante.

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Era un joven alto, bello y sobretodo de excéntricos cabellos que eran blancos la mitad de arriba y negros la de abajo. Pude ver cómo en ese momento cómo sus ojos se habían abierto en sorpresa cuando me giré y enseguida con su mano libre se cubrió la boca y evitó mi mirada por alguna razón, pero sin dejar ir el agarre.
Hiro comenzó a impacientarse y cuando vio al joven gritó. -¡Oye ¿qué haces?!-
-Son órdenes de la señorita.- Dijo él sin girar su cabeza hacia nosotros, aun con la mano cubriendole mitad de la cara. Me pregunté si se había sorprendido por mi etnia, pero me pareció una reacción muy exagerada.
-¿Qué acaso esa señorita tiene derecho a decidir la vida de los demás?- Preguntó Hiro irritado -¿No te das cuenta que la chica quiere irse? ¿Sabes que lo que estás haciendo es un acto totalmente descortés y por no decir criminal? ¿Eres tan idiota como para…?-
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-¡Hiro!- Grité para detenerlo cuando vi a una joven señorita, claramente pasajera de primera clase, acercarse hacia nosotros. La joven de cabellos rubios y largos llevaba un elegante vestido de color amarillo que, sin necesidad de ser ajustado, adhería a su perfecta figura y caía hacia el fondo abriéndose como la cola de una sirena. En sus brazos llevaba puestos unos guantes de encaje blancos y en su mano derecha un hermoso abanico en tela decorado con dibujos de flores del oriente. Y para completar su aspecto, mitad de su cabello lo había recogido con un broche que al centro contenía una joya que, si mis ojos no me engañaban, se trataba de un diamante de color naranja.
-Muchas gracias Haru.- Dijo la joven que parecía haber sido la modelo de un cuadro de afrodita. -Puedes soltarla.-
-Cómo ordene.- Respondió el joven de nombre Haru y procedió a soltar mi muñeca aun sin mirarme a la cara.
Hiro hizo lo mismo, pero en vez de soltarme por completo, esta vez tomó mi mano en la suya.
-¿Hiro…?- Murmuré pero el niño solo miró hacia el costado y no me respondió.
Haru retrocedió e hizo paso a la joven de cabellos rubios quien enseguida habló con un tono majestuoso y noble. -Disculpe.- Dijo acercándose hacia mi sin reserva. -¿Es usted por casualidad la pianista que toca en las fiestas de los Turner? La escuché antes tocar y su estilo me parece muy similar a la que escuché anteriormente en sus fiestas. Aunque si le debo ser sincera me gustó mucho más como tocó esa pieza hace unos momentos.- Y entonces la señorita comenzó a perder su compostura. -Es decir, antes también su técnica era impecable y lograba transmitir emociones a través de la música a pesar de que la mayor parte de las veces se tratase solo de música de fondo, ¡pero yo la he escuchado atentamente! Y puedo decir con seguridad que ésta vez usted tocó esa misma pieza con mucha más libertad y sin la presión de ser juzgada por su técnica. Y debo decir que me ha cautivado como nunca nadie antes lo había hecho con su música, y la verdad es que…-
-Señorita.- Haru interrumpió el discurso de la joven quien ya se había sobre emocionado y entonces ésta se aclaró la garganta y, de nuevo con tono solemne, continuó a hablar.
-Disculpe mi imprudencia. No me he presentado aun, mi nombre es Isumi Lovelette.-
-La artista…- Dijo Hiro en voz baja fijando su mirada en la señorita.
-¿Enserio?- Le pregunté con el mismo tono de voz y él me respondió asintiendo con la cabeza.
 -Él es Haru, mi guardaespaldas.- Continuó la artista señalando al joven que me había ‘atrapado’ antes.
-¿Guardaespaldas?- Sin querer dejé que mis pensamientos salieran por mi boca y, aunque inútilmente, me la tapé enseguida.
-No se preocupe, entiendo la confusión.- Dijo Isumi divertida. -Necesito un guardaespaldas porque desde que he recibido este diamante como regalo no he salido nunca de mi casa sin él.-
-...- Estuve a punto de preguntarle por qué pero me pareció muy descortés de mi parte así que mantuve la boca cerrada.
-¿Por qué?- Cosa que Hiro no hizo.
-Pues… es una larga historia.- Dijo ella abriendo su abanico y escondiendo su avergonzado rostro tras él. Y con una mirada pícara hacia mí, dijo: -Podrían escucharla esta noche durante la cena, si así lo desean.- Una invitación totalmente furtiva que no dejaba mucha opción de ser rechazada. Sobretodo cuando ya a ambos nos había picado el interés sobre dicha joya.
Pero por más interés que tuviera por la historia, había algo que no podía no mencionar en estas circunstancias. -Sería un honor para mí cenar con usted señorita, pero como verá yo soy…-
-¿Pasajera de segunda clase? No es ningún problema para mi.- Estuve a punto de decir que el problema podría ser el hecho de que no era exactamente occidental en cuanto a mi aspecto, pero Isumi me interrumpió enseguida con un comentario totalmente inocente. -Si no posee ropa digna del comedor de primera clase, estoy segura que si le presto algo le quedaría perfecto, ¿no es así Haru?- Al escuchar el nombre de su guardaespaldas me giré de inmediato hacia él y pude ver cómo en el momento que sus ojos encontraron los míos, enseguida los desvió y sus mejillas cobraron un color rojizo.
-Si usted lo dice, Señorita.- Respondió él con un tono algo avergonzado lo cual se me hizo curioso.
En ese momento Hiro tiró de mi mano para acercarme más hacia él y luego habló. -Si eso es todo, entonces aceptamos su invitación.- Decía él con un tono ligeramente molesto en su voz. -Nos vemos esta noche…-
-Un momento.- Le dije a Hiro antes de que comenzara a caminar. -Disculpe mi imprudencia. Hasta ahora no me he presentado.- Dije tomando palabras de su diccionario. -Mi nombre es Isuzu Sohma y él es Hiro…- Detuve mi discurso y me giré hacia el niño.
-¿Hiro…?- Preguntó la artista.
Sin darme cuenta, me encontré en una situación perfecta para delatar a Hiro. Isumi lo miraba impaciente esperando que éste le dijera su apellido.
Después de unos segundos y de manera titubeante, Hiro respondió lo que yo esperaba. -So… Sohma. Mi nombre es Hiro Sohma.-
Y ya no habían más dudas.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Eureka on September 23, 2017, 10:55:01 PM
adivinen quien sigue en el primer día y ni HA LLEGADO A LA CENA
yelicebergllegaenunasemana
rip fiorella



1st noon




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)
   

Cuando llegó, encontró la cancha de squash vacía, y no pudo evitar sonreír para sí mismo.

Si bien era cierto que el deporte implicaba varios jugadores, le encontraba más diversión a practicar por su cuenta. No soportaba jugar junto a su padre o cualquier otro jugador porque nunca estaban a su nivel, y por ello siempre perdían ante el equipo rival. Le era difícil coordinar sus movimientos con los de otra persona.

La opción de uno contra uno tampoco le complacía, pero de elegir entre ambas, prefería esta última. Al menos tenía completa libertad para decidir sus jugadas y movimientos.

Pero, aún cuando adoraba el sabor de la victoria, jugar a solas le permitía contar con un tiempo de calma y reflexión, sumamente valioso e inusual en su agitada vida llena de responsabilidades. Su posición como mano derecha de su padre y futuro heredero implicaba un inmenso peso sobre sus hombros. Y el Señor McClain esperaba lo mejor de él, eso le quedaba claro. Tenía la certeza de que Lance se vendría con una solución al reciente conflicto que había surgido: la simple presencia de los Duff Gordon en el transatlántico era una clara amenaza al sueño de expandir el banco más allá de las fronteras europeas. Había sido tan complicado coordinar una cita con la compañía americana que pretendía darles la oportunidad de llegar a sentar nuevas raíces en Estados Unidos.

Definitivamente, no planeaban dejar que el banco rival les quitara el trato.

Removió su saco y lo dejó en una banca al lado de la cancha. Luego de remangarse la camisa, se dirigió hacia el pequeño estante con pelotas y raquetas para coger una de cada una.

Lanzó la pelota por los aires, y la golpeó con la raqueta, desviándola hacia el lado izquierdo del frontón. Mientras corría para recibirla antes de que impacte contra la pared detrás de él, escuchó que la puerta se abrió, pero optó por ignorarlo. Su velocidad le permitió alcanzar la pelota en el momento preciso, y con otro golpe, la lanzó hacia la parte derecha del fronton.

Le sorprendió que una persona más la recibiera. No sabía en qué momento el intruso había cogido una raqueta, pero se había auto-invitado a la partida de squash y Lance no podía perdonarle eso.

“¿Qué clase de modales son esos, disculpe?” le preguntó Lance, irritado.
“Eso nunca ha sido lo mío, si le soy sincero.”

Lance rodó los ojos al ver una sonrisa traviesa dibujada en el rostro del intruso, un joven que parecía ser coetáneo suyo, de ojos claros y cabellos negros. Una parte de sí mismo creyó haberlo visto antes en algún otro lado, y el pensamiento lo distrajo: le impidió evitar que la pelota pasara por su lado, impactando en la pared de atrás. Para cuando reaccionó, ya era muy tarde: no logró alzarla de nuevo, puesto que ya había rebotado varias veces en el piso.

Aprovechando la pausa en el juego, se giró para poder observar con detenimiento a su contrincante. Al igual que él, andaba sin saco, con la camisa remangada. A juzgar por su vestimenta, todo indicaba que pertenecía a la misma clase que él, lo que era natural, considerando que sólo los pasajeros de primera clase contaba con acceso a la cancha de squash.

“Uh… ¿Sucede algo?” preguntó el intruso, con una ceja arqueada.
“Nada.” Lance recogió la pelota y se la entregó. “Quiero proponerle algo: si gano, me dejará usar la cancha por un par de horas.”
“No tiene sentido jugar squash de uno…”
“No. Pero me da una excusa para evadir responsabilidades por un rato,” dijo Lance, y retomó su posición. “Y un tiempo de calma. Son tantas expectativas sobre uno… no sé cómo hay gente que puede hacerlo sin titubear.” Cuando notó que se estaba quejando sin cuidado, Lance suspiró. “Mis más sinceras disculpas. No debería hablarle sobre esos temas.”
“Ah, no se preocupe. No me incomoda.” El chico le sonrió.
“Entonces…” Lance giró su raqueta entre sus manos. “¿Le parece? Mi apuesta.”
“Sí, estoy de acuerdo. Aunque no sabría qué pedirle a usted, si es que gano.”
“¿No quiere la cancha para usted solo?”
“No, sinceramente. Esperaba encontrarme con alguien más para jugar, de hecho.”
“…” Lance asintió. “Entonces, si gana, me quedo a jugar un par de horas contra usted. ¿Le parece?”
“Sí, suena perfecto. Por cierto… ¿Cuál es su nombre?”
“Oh, disculpa. Recién noto que nunca me presenté. Soy Lance McClain,” se introdujo, extendiendo la mano que tenía libre.
“Keith… Wayne,” dijo, estrujando su mano. “Un placer, Lance.”
“Igualmente.”

Justo cuando se colocaban en sus posiciones, la puerta se abrió una vez más, y ambos se giraron para ver de quién se trataba. Dos hombres ingresaron a la cancha, seguidos de un par de sirvientes. Lance los reconoció inmediatamente: los había visto a la hora del almuerzo, en el restaurante de primera clase. Sus caras de pocos amigos y sus miradas arrogantes fueron suficientes para que Lance notara que sólo significaban grandes y tediosos problemas.

Y pensar que quería la cancha para sí mismo.

“Disculpen, pero la cancha está reservada,” dijo uno de los recién llegados. Era un noble de cabellos rojizos y aspecto elegante, con un antifaz que cubría parte de su rostro. 
“¿En serio?” Lance arqueó una ceja. “El instructor me dijo que no hacía falta reservarla…”
“Yo también escuché lo mismo,” dijo Keith.
“Tal parece que se equivocaron,” comentó el hombre. “La reservamos cuando el barco zarpó. Desde las 5 hasta las 7, así lo indica este papel,” y a la vez que hablaba, sacó el papel de su bolsillo. Se lo extendió a Lance para que lo revisara.

Efectivamente, decía que la cancha estaba reservada a nombre de Marian Cross por dos horas, desde las 5 hasta las 7 de la tarde aquel día, el diez de abril de 1912. El sargento encargado de aquella zona de la cubierta había firmado en la parte inferior del papel, junto a la firma del Señor Cross.

“Señor Cross, es un error de la tripulación, porque como le digo, me reiteraron varias veces que no era necesario reservar la cancha si es que deseaba usarla.”
“Y está equivocado.”
“Marian, tranquilo,” lo intentó calmar su acompañante. Luego, se dirigió hacia Lance y el otro chico. “¿Qué les parece si lo resolvemos con un partido?”
“¿Disculpe?” Keith sonaba un poco sorprendido.
“Quien gana el primer set se queda con la cancha por las horas que siguen. Jugaríamos Marian y yo contra ustedes dos.”
“Me parece una buena idea.” Keith miró a Lance. “De ahí podemos arreglar lo de nosotros. ¿Qué dice usted?”
“…” Justo Lance se había quejado en su mente de este escenario minutos antes que Keith llegara. Era como si él atrajera todo tipo de mala suerte. “Está bien.”



Keith había iniciado siendo el peor compañero de squash que había tenido. En completa descoordinación, muchas veces se chocaron por intentar alcanzar la pelota al mismo tiempo y hasta tropezaron y cayeron de bruces al suelo en unas cuantas ocasiones, para mofa y diversión del equipo rival. Al igual que él, parecía que Keith estaba acostumbrado a jugar por su cuenta, puesto que pensaba en sí mismo como el único jugador, por más de que se había mostrado a favor de luchar junto a él por el derecho de ocupar la cancha por aquel par de horas.

Pero a la mitad del partido, algo cambió. Lance dejó de insistir en buscar la pelota en todo momento, cediéndole la oportunidad a Keith. En respuesta, Keith aprendió a abrirse paso para permitir que Lance contestara el servicio con más fluidez y agilidad. Poco a poco, empezaron a congeniar.

Sin embargo, los errores de la primera mitad le costaron caro, y la victoria fue de Cross y Campbell. Lance no pudo evitar el largo suspiro que soltó: ahí iban sus planes de quedarse en la cancha durante la tarde.

Para su sorpresa, los señores Cross y Campbell colocaron sus raquetas de nuevo en el estante, y alistaron sus cosas. Sus sirvientes los ayudaron a arreglarse para estar de nuevo presentables.

“Disculpe, pero ustedes ganaron, no comprendo…” empezó Lance, pero fue cortado por la risa de Campbell.
“No se preocupe,” Campbell sonrió. “Es sólo por hoy. Para la próxima, recuerden que se debe reservar la cancha con anticipación.”
“Considérenlo un regalo. Neah se siente muy bondadoso hoy.”
“Sí,” Campbell les esbozó una sonrisa. “Bueno, nosotros nos retiramos. Ha sido un placer compartir con ustedes nuestro primer partido a bordo. Los veremos en la cena.”
“Igualmente.” Lance sonrió. “Hasta luego.”
“Hasta luego,” se despidió Keith de ellos.

Cross y Campbell salieron de la cancha, seguidos de sus sirvientes. Por unos breves instantes, Keith y Lance intercambiaron miradas llenas de confusión, sin poder procesar lo que había sucedido.

“Supongo que… ¿el partido fue suficiente para ellos?” ofreció Keith, inseguro.
“Sí,” dijo Lance. “Pensé que lucharían más por su reserva…”
“Es cierto. Al inicio, el Señor Cross se veía empeñado en quedarse con la cancha. Me pregunto qué le habrá hecho cambiar de opinión…”
“Mm…” Lance pareció notar, en esos instantes, que el tiempo corría y que debían aprovechar las horas restantes de la reserva. Y aunque existía la posibilidad de jugar por su cuenta si ganaba el partido contra Keith, notó que no le molestaba en lo absoluto tener que compartir esas horas con él, si es que perdía. Si el muchacho era tan hábil jugando dobles, no quería ni imaginar el reto que sería tenerlo como rival. “¿Le parece si empezamos?”
“Cierto, cierto.”
Lance recogió una de las pelotas del estante y se la entregó. “Te toca el primer servicio, ¿okay?”
“…” Keith lo miró de reojo.
“A-ah, lo siento,” Lance se sonrojó al darse cuenta de su error. “Disculpa por la falta de respeto…”
“No hay problema.”
“Entonces… ¿puedo tratarte con más confianza?”
“Me sentiría más comodo, si te soy sincero,” dijo Keith.

Lance le esbozó una sonrisa, y luego, ambos regresaron a sus posiciones para dar inicio al partido.




(http://i.imgur.com/5K7Wcwx.png) (https://i.imgur.com/01fvEgQ.png)


La pianista dio por finalizada su canción con un suave toque en una de las teclas más agudas del piano de cola. Sus manos se quedaron sobre el teclado por unos instantes, y sus ojos, que hasta entonces habían permanecido cerrados por su concentración, se abrieron lentamente. Los fuertes aplausos a su lado la descolocaron, y recordó en esos instantes que no estaba sola: una bella señorita de primera clase había ingresado a la capilla unas cuantas canciones atrás y se había quedado a su lado, observándola desde ese entonces.

“¡Estoy maravillada!” le dijo la rubia, sin dejar de aplaudir. Su rostro reflejaba su inmensa curiosidad por el don de la pianista, y ella no pudo evitar el sonrojo sutil ante la vergüenza de tener un espectador tan peculiar. “Sus melodías son preciosas. Aunque... no tan conocidas, debo decir.”
“Son… son composiciones originales,” le respondió Kanan, un tanto avergonzada. 

Por más de que estaba acostumbrada a tener audiencia que pertenecía a la primera clase, nunca había visto a una señorita de tan refinados gustos como parte de su público. Y eso, que trabajar en el Moulin Rouge por varios años le había permitido ver de todo. París se ha vuelto un amalgama de culturas y cada visitante era más extravagante que el anterior. Pero nadie había captado su atención. Nadie como la rubia a su lado.   

“¿Dónde aprendió a tocar el piano?” la señorita la trajo de vuelta a la realidad, y Kanan tuvo que sacudir levemente su cabeza para hacer a un lado sus pensamientos. Ese no era el momento ni el lugar para admirarla. Ya luego, cuando estuviera paseando por la cubierta a solas o en compañía de sus amigos, podría recordar a la amable mujer que le permitió tocar el piano sin inconvenientes.
“Mi madre me enseñó lo básico, pero aprendí el resto por mi cuenta,” contó Kanan.
“Usted tiene un don muy grande, le aseguro.”
“Me halaga, muchísimas gracias.”
“¿Me podría decir su nombre? Si no es mucha molestia, claro.”
“Oh, no. Más bien, disculpe por no haberme presentado desde antes. Me llamo Kanan Matsuura.”
“Mi nombre es Mari O’Hara, es un placer.”
“Igualmente.” Kanan le sonrió. “De nuevo, muchas gracias por dejarme tocar el piano. Le estoy eternamente agradecida.”
“¡No se preocupe!” Mari le sonrió.
“Agradezco que haya sido usted la persona que me escuchó. No sé que hubiese sucedido si se trataba de alguien más…”
“Lo dudo, la gente de primera clase siempre anda con la cabeza en otro lado. Por andar ahogándose en sus problemas, no se detienen a apreciar las cosas más bellas de la vida.” Mari rio.
“Creo que eso sucede con cualquier persona, más allá de la clase social en la que se encuentre,” dijo Kanan.

Y hablaba por experiencia propia. Su estado emocional permanente era de preocupación y angustia, y parecía que nunca cambiaría: ni bien salía de un problema, se metía en otro. Así había sido: necesitaba trabajar para poder valerse por sí misma, puesto que había hecho lo imposible para mudarse a Europa en busca de una vida mejor. Y por un golpe de suerte, consiguió trabajo en el Moulin Rouge. Contra todo pronóstico, no como una bailarina, sino como parte de la banda.

Muchos de los visitantes regulares se quejaban de su presencia, puesto que les era inconcebible ver a una mujer tocando el piano. Pero varios artistas y bailarines salieron en su defensa, y por un buen tiempo, se encontró en calma consigo misma… hasta que se volvió amiga de dos de las bailarinas y cantantes principales, Dia y Allura. Ambas eran damas cortesanas y hacían lo indispensable por manetener la lealtad de ciertos espectadores, puesto que contribuían al financiamiento del cabaret.

Y ahí vino el siguiente problema. Nunca imaginó que involucrarse con ellas la llevaría hasta donde se encontraba en esos instantes: el Titanic. Allura captó la atención de un millonario duque que insistió en quererla acaparar para sí solo, aún a pesar de las advertencias del personal de que las bailarinas no eran propiedad de nadie. Junto con eso, su amiga se había enamorado de un banquero famoso, con quien tenía un romance a escondidas. Pero las cosas no funcionaron: el hombre contrajo una enfermedad muy grave en uno de sus viajes y falleció a las semanas. Su familia ocultó el escándalo para no llamar la atención de su círculo de allegados y de toda la nobleza inglesa y francesa, pero este suceso, sumado a la insistencia del duque, las llevaron a escapar de allí. Con la ayuda de otro bailarín, Souji Seta, el grupo partió rumbo al puerto de Cherburgo.

El viaje fue exhaustivo, pero lograron llegar a tiempo, unos días antes de la escala del Titanic en aquel puerto. Utilizaron todos sus ahorros para conseguir un boleto para cada uno, y felizmente, tuvieron la increíble suerte de coincidir en la misma habitación. Nueva York era el sueño americano y el grupo estaba seguro de que prometía mucho para ellos.

Kanan sentía que su encuentro con Mari servía como afirmación de esto. Y aunque una parte de sí no podía dejar de lado la preocupación de que su ciclo de suerte indicaba que algo malo debía ocurrir pronto, optó por ignorarlo en esos momentos. 

“Aunque pensé que los de primera clase vivían más tranquilos,” dijo Kanan.
“Así parece, pero muchas mujeres de primera clase están a punto de casarse con hombres que odian. O hay familias que estan pendiendo de un compromiso para poder continuar con su estatus social, y… otras tienen miles de preocupaciones por sus negocios…” Mari se cortó al cruzar miradas con ella. “Disculpe. Creo que eso de todas formas no se puede comparar con la preocupación de no poder llevar pan a la mesa uno de estos días.”
“Es cierto, pero no se preocupe,” Kanan le sonrió. “La entiendo. Es muy extraño que los de clase alta tengan que interactuar con los más pobres. Es… difícil ponerse en los zapatos de alguien que uno no conoce.”
“Usted tiene mucha razón. Me gustaría que fuese distinto, eso sí…” Mari hizo una pausa breve, perdida en sus pensamientos. Luego, volvió a hablar, con un brillo de curiosidad en sus ojos. “¿Podría preguntarle algo? Espero no suene impertinente.”
“No hay problema.”
“¿Tiene algún motivo en especial para viajar en el Titanic?”
“…” Kanan concibió la idea de contarle acerca de su vida en el Moulin Rouge… pero sabía que eso cambiaría totalmente la concepción que Mari tenía sobre ella. “Busco mejores oportunidades. En todos lados es difícil, pero… tengo un buen presentimiento acerca de Estados Unidos. ¿Y usted?” Justo ahí cayó en cuenta del anillo de oro que poseía Mari y supuso que era casada. “¿Por su esposo?”
“Exacto, tiene que resolver unos asuntos en Estados Unidos. Quiere que el banco de su familia llegue a expandirse más allá de Francia e Inglaterra.” Mari sonrió. “Espero que todo le vaya bien.”
“Suena a que lo aprecia un montón.”
“Oh, por supuesto. Pero no es como usted cree, puesto que mi relación con él es muy especial. No estamos enamorados el uno del otro, pero somos mejores amigos. Y eso no es negativo, al contrario, siento que es genial poder compartir una vida con alguien así. Eso no significa que me he resignado a ese compromiso. Yo seguiré buscando a esa persona con la que podré formar una familia.”
“Me alegra que, pese a todo, ustedes han conseguido adaptarse a la situación.”
“Sí, no sé que hubiese hecho si se trataba de otra persona. Lance es único, y justo está pasando por lo mismo que yo, así que compartimos lo mismo…” Kanan notó que Mari se quedó mirando al vacío, hasta que se volteó hacia ella. “Por cierto, señorita Matsuura… ¿Podría pedirle un favor?”
“Oh, por supuesto.”
“Si no es mucha molestia… ¿Usted cree que nos podamos ver a menudo durante el viaje? Disculpe, de seguro le suena extraño, pero es que…” Mari desvió la mirada hacia un lado, un tanto preocupada. “No cuento con amistades, y no quiero distraer a mi esposo de sus asuntos laborales y familiares. Puede sonar muy egoísta, pero me gustaría pasar tiempo con usted. Claro, si es que no le incomoda.”
“No tengo problemas,” dijo Kanan. Una voz en su interior, sin embargo, le repetía que existían varios. Para empezar, su grupo de amigos estaría en contra de la idea. “Lo único que me preocupa es que una señorita de su clase no debería aparecer al lado de alguien como yo. No creo que su círculo social lo vea pertinente.”
“¡No diga eso sobre usted! No se subestime, por favor.” Mari la tomó de las manos. “Usted es muy valiosa y no debería hablar así sobre su persona. Sé que no puedo sacar conclusiones a partir del poco tiempo que he pasado con usted, pero me inspira mucha confianza. Y así como usted, hay varias personas que me dan la misma sensación, aún a pesar de la clase en la que se encuentren. Por lo que no se preocupe por esos detalles. A mi no me afectará lo que digan de mí o de nosotras.” Mari le sonrió. “Sólo… me gustaría asegurarme de que no se vea comprometida por este favor que le pido. No tiene que aceptar, si no desea. La verdad es que me encantaría conocerla más y por eso se me ocurrió aquella idea.”
“…” Kanan se quedó en silencio por unos instantes, procesando las sinceras palabras de la rubia. No había ningún tinte de malicia o rastro de malas intenciones en lo que le había dicho, por lo que dudar de ella carecía de sentido. Aún no estaba segura de lo que su grupo había planeado hacer durante el viaje, y realmente, las opciones para los pasajeros de tercera clase eran muy escasas, así que la opción de acompañarla le abría un mundo de posibilidades.

La mención de su intención principal, sin embargo, era lo que la había convencido. Las ganas de conocerse más eran mutuas.

Aunque no sabía hasta qué punto podía compartir su pasado con ella, bastaba con eso por mientras. Ya luego vería cómo se las arreglaría.

“No me siento comprometida en lo absoluto. De hecho, también quiero conocerla más, de ser posible.”
“¿En serio? ¡Me alegra!” Kanan vio como Mari soltó el agarre en sus manos e hizo el ademan de atraerla a sí misma en un abrazo, pero sus brazos se quedaron estáticos en el aire antes de entrar en contacto con ella, y los regresó a sus lados rápidamente, con un sonrojo. “Ah, disculpe.”
Kanan le sonrió, enternecida. “¿Qué le parece si hoy día me acompaña usted a mí? Hay una fiesta en la cantina de tercera clase. Podríamos pasarla bien junto a mi grupo de amigos. Claro, si usted desea.” ofreció. Ya podía ver las caras llenas de decepción de Souji, Dia y Allura. “No le ofrezco que el evento sea refinado, per—”
“¡Vamos!” Los ojos de Mari tenían un brillo singular. “¡Suena espléndido!”

La pianista no esperó aquella respuesta, considerando lo delicada y elegante que se veía Mari, pero le alegró la sorpresa. Y aunque no sabía cómo reaccionaría frente a los borrachos, la música estridente y el resto de particularidades de las festividades de los pasajeros de tercera clase, contaba con la posibilidad de que tal vez… tal vez Mari la sorprendería una vez más.

“¿Le parece si nos encontramos fuera de la capilla luego de la cena? Alrededor de las 9, si está de acuerdo.”
“Claro que sí, muchísimas gracias,” le repitió la rubia. “En serio, no puedo agradecerle lo suficiente. Soy una completa extraña y vengo a pedirle algo así…”
“No.” Kanan negó con la cabeza. “Como le dije, no me incomoda, al contrario, es un placer.”
“Muchas gracias, una vez más.” La rubia se levantó de su asiento al lado de Kanan, y luego de arreglarse el vestido, se volvió a dirigir a la pianista. “Debo alistarme para la cena, pero… la vere luego, entonces. Estaré esperando ansiosa a la noche.”
“…C-Claro,” le respondió Kanan, un poco sonrojada. “Por supuesto.”
“Nos vemos, Señorita Matsuura,” Mari le ondeó la mano, a la vez que se alejaba, camino a la puerta de la capilla.

El golpe suave de la puerta al cerrarse la trajo de vuelta a la tierra, y Kanan tuvo que golpearse con las palmas en las mejillas para cerciorarse de que no estaba soñando. Había sido un encuentro peculiar, sin lugar a duda. Pero suponía que la compañía de la Señorita O’Hara cambiaría totalmente su rutina en el viaje.

Ahora, sólo quedaba conversar con su grupo sobre lo que había ocurrido.




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Keith resultó ser mejor de lo que Lance esperaba. En completa sincerdidad consigo mismo, nunca imaginó que se le haría tan complicado darle pelea a alguien en su deporte favorito, pero sabía aceptar cuando alguien más lo superaba, y estaba claro que el nivel de Keith era muchísimo mejor que el de él. Como supuso, perdió el primer partido, pero esto no lo desanimó. Al contrario, Lance hizo a un lado su orgullo para darle más prioridad a su propia curiosidad: deseaba ver más de la habilidad de su rival. Keith le recordó la apuesta, y por primera vez en mucho tiempo, a Lance no le importó en lo absulto su derrota. 

Las horas transcurrieron entre partido y partido, y Lance consiguió ganar en un par de ocasiones. Por aquel breve intervalo de tiempo, se olvidó del drama familiar y del negocio. Se olvidó de los Duff Gordon y de la amenaza que representaban.

Estaban en la mitad de un partido cuando la corneta de la cena los detuvo en plena jugada. El cansancio los llevó a desplomarse en el suelo, y permanecieron sentados por unos instantes, recobrando el aliento.

Allí, Lance aterrizó de golpe: se encontraría con su padre en una cuestión de minutos, y no tenía nada preparado. Debía arreglarse y planear lo que le iba a decir. No podía llegar tarde y sin ningún tipo de plan.

“Keith, te agradezco por estas horas,” dijo Lance, mientras corría a dejar la raqueta en el estante. Se giró hacia el chico, y lo vio levantándose para hacer lo mismo que él. Keith no demoró nada en alcanzarlo, y cuando estuvieron lado a lado, Lance volvió a hablar. “Puede que hayas cambiado un poco mi noción sobre el squash. Jugar con alguien más es divertido… a veces.”
Keith sonrió de lado. “Yo te dije.”
“Y tenías razón.” Lance suspiró. “Estamos tarde para la cena. ¿Te veo luego?”

Keith desvió la mirada. Parecía preocupado por algo.

“Lance…”
“¿Sí?” Lance aprovechó para volverse a colocar el saco.
“…” Keith pareció desistir de su propia idea. “Nada. Te veo luego,” le dijo, y luego, le sonrió, un poco apenado.
“Claro,” Lance le devolvió la sonrisa, aunque confundido por la actitud extraña de Keith.

Le ondeó la mano a la vez que se alejó de él, hasta salir de la cancha de squash.

Y corrió, enérgico, inspirado. No había duda que esas horas de deporte lo iban a ayudar para venirse con algo grandioso. Algo que salvaría a su familia de todo el rollo en el que se habían metido, y por culpa de los Duff Gordon.

Sin embargo, nada lo preparó para lo que se venía.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on September 26, 2017, 11:41:14 PM
Hola si leen esto espero que no sean alérgicas a los lácteos porque este fic es CHEESY AF
Also, el stress de sentir que no vAS A TERMINAR A TIEMPO (ノಥДಥ)ノ

Segundo día y Masquerade~

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png)

Bitácora #4 — Reverie

En la mañana del siguiente día el Titanic hizo su última parada en Queenstown, donde tocaba recoger el último grupo de personas antes de finalmente zarpar rumbo a Nueva York. A diferencia de Cherburgo y los adinerados pasajeros que embarcaron en Francia, solo había un puñado de viajeros de segunda clase y cuantiosos de tercera esperando abordar el buque desde el puerto irlandés.

Sayi se había asomado a ver el abordaje junto a un grupo de curiosos. Y es que si bien las naves auxiliares se encargaban de trasladar a los nuevos pasajeros, había un puñado de mercaderes que habían conseguido permiso para vender artefactos abordo. La pelirosa curioseó, compró un par de recuerdos, y entonces volvió a observar el evento en silencio. El Titanic había anclado a unas dos millas del puerto, y aún si no podía apreciar la ciudad desde el transatlántico, había suficiente barullo abordo para entretenerse. Los irlandeses eran sonrientes y amigables, su acento se le hacía divertido, y admiraba la valentía de las familias que parecían abordar con todas sus pertenencias a cuestas —listos para iniciar una nueva vida en norteamérica.

Cuando observó el último barco auxiliar regresar a su puerto, Sayi estuvo por retirarse cuando escuchó el inconfundible sonido de una gaita una cubierta más abajo. Un joven, aún con sus maletas al lado, observaba la costa alejándose mientras tocaba el instrumento, al parecer para si mismo.

‘El lamento de Erin’, un señor a su costado nombró la pieza, mientras los pasajeros aledaños se limitaron a escucharlo tocar tan solemnemente.



Sayi ya estaba bastante familiarizada con el gran salón, pero había algo diferente en los arreglos de esa noche. La iluminación era mucho más sutil y habían menos cantidad de mesas, dándole paso a una amplia área, al parecer para poder dar oportunidad a bailar. Pero lo que más le gustaba era el toque de las máscaras cubriendo los rostros de todos los invitados, pues no solo se era más sencillo pasar desapercibido, sino que al ser una cena tanto para primera como segunda clase, ello le quitaba el factor de juzgar quién era quién, o si pertenecían a su círculo social o no.

Sayi no reconocía a Kaien entre los presentes, por lo que optó por dar un par de vueltas intentando encontrarse con algún conocido. Al ver que era inútil, la pelirrosa consideró sentarse a esperar cuando entonces reconoció la melodía que amenizaba la sala. Uno de los grupos de músicos estaba al otro extremo del lugar, por lo que la pelirrosa empezó a caminar en esa dirección.

En ese momento alguien tocó su hombro y Sayi se giró hacia la persona quien, así como ella, llevaba una máscara cubriéndole el rostro. La pelirrosa reconoció los ojos de Kaien, y le sonrió.

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

“La he estado buscando por todos lados” el joven se veía algo agitado “Asumí que descendería por la gran escalera así que la espere ahí. Lamento muchísimo haberla dejado a deambular por su cuenta”
“Oh, no se disculpe. Decidí dar un paseo por cubierta antes de venir” le respondió, llevándose una mano a la cabeza. Seguramente la brisa marina la había despeinado un poco “Perdone el no haberle avisado de antemano. Debí mandar a uno de mis criados”
Kaien sonrió ante sus palabras “Dado que ambos estamos apenados por como empezamos esta noche, ocupémonos de remediar ello, ¿no le parece?”
“Eres muy amable Kaien” le respondió la pelirrosa.
“¿Le apetecería que nos sentemos a conversar?” le ofreció “Me gustaría que me cuente que hizo el día de hoy”
“Antes de eso…” dijo Sayi, girando la cabeza hacia el fondo del salón “¿Podríamos ver a los músicos por un momento? Me gusta mucho Fauré, y me da la impresión que uno de los violoncelistas esta tocando sus piezas”

Kaien accedió a su pedido y le ofreció su antebrazo. Sayi poso su mano en él, y juntos retomaron camino hacia el área donde provenía la música.

El Titanic contaba con dos conjuntos a bordo, los cuales se habían dividido para amenizar ambos salones durante la fiesta de máscaras. En el salón de primer clase había un piano disponible, por lo que el violín y cello le hacían compañía en un trio de cuerdas.

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Pero una vez estuvo cerca, Sayi pudo notar que los tres músicos estaban de pie junto a los presentes, como observadores más no como partícipes. Eran dos pasajeros los que habían tomado posesión del piano y del cello, y ambos eran los que tocaban la canción que había reconocido: Après un rêve de Gabriel Fauré. (https://www.youtube.com/watch?v=XTOkWD6xvTI)

Cual fue su sorpresa al reconocer al pianista como Ichigo, el joven con quien había conversado en la popa la noche anterior. Y no pudo evitar sonreír al descubrir una nueva faceta suya —la de un pianista, acompañando fielmente al hombre que tocaba el cello.

Pero si bien Ichigo era muy bueno, el violoncelista era espectacular. Sayi asumió que debía tratarse del duque von Stresemann, y la pelirrosa se preguntó si se habría perdido un recital suyo a lo largo de su viaje por Europa, pues se le hacía imposible que un sonido como aquel no sea reconocido internacionalmente.

Sayi cerró los ojos y nuevamente pensó en su familia, esperándola en Massachusetts. Especialmente en su madre, quien había sido profesora de piano. Y aunque ahora ya no necesitara de dar lecciones para subsistir, la señora Darcey no se había alejado de su pasión, y gustaba visitar el conservatorio de Boston a menudo.

La melodía terminó y Sayi abrió los ojos… solo para encontrarse con Ichigo mirándola, él aún sentado en la butaca. Sayi agradeció tener la máscara cubriéndole medio rostro, para así no hacer evidente el rubor que se le subió a las mejillas.

Los tres músicos se acercaron al violoncelista a conversar con él. Se les veía extasiados con su interpretación, y el hombre les devolvió el cello mientras respondía preguntas e intercambiaba pleitesías. Sayi se acercó a Ichigo, e intercambió miradas entre el piano y él antes de saludarle.

“No sabía que eras pianista”
“Es parte de ser un sirviente: Toca saber de todo un poco” respondió “Es bueno verte hoy también Sayi”

La pelirrosa sonrió.

“Igualmente. Me alegra que te animaras a venir al Masquerade”
Ichigo asintió feliz, y entonces se giró al joven de pie junto a ella. Le extendió su mano y se presentó “Ichigo Langel, mucho gusto”
“Kaien Talmage-Atwood, encantado” respondió, intercambiando miradas entre él y Sayi “¿Se conocían con anterioridad?”
“Nos conocimos ayer. Quise dar un paseo para ver las estrellas, e Ichigo al parecer tuvo la misma idea que yo”
“Ya veo”

Sayi se percató de algo distinto en la voz del pelinegro, pero antes de poder preguntar si sucedía algo, el violoncelista apareció de improvisto y le tomó de ambas manos.

“¡Usted! ¡Pretendía disculparme con usted por mi exabrupto del día de ayer!”
“¿Señor?” esta vez fue Ichigo quien intercedió, ante la total confusión en el rostro de la pelirrosa “¿Sucede algo?”
“¡Y usted también!” continuó el hombre, dirigiéndose a Kaien. Entonces dejó ir las manos de Sayi e hizo una ligera reverencia “El día de ayer me sentí indispuesto mientras paseaba por la cubierta, y me temo que interrumpí su caminata con un espectáculo bastante indecoroso…”

Kaien y Sayi intercambiaron miradas, y entonces recordaron la escena del hombre vomitando por sobre la cubierta mientras el Titanic hacía la escala en Cherburgo.

“Aprecio mucho sus palabras. No tiene por qué disculparse” Kaien fue pronto en responder con elegancia y estima “Me temo que todos estamos a merced del océano y sus efectos”
“¿Se siente mejor?” le preguntó Sayi “Eso es lo más importante”
“Oh sí, mucho mejor. Ahora que tengo el gusto de haberme disculpado con ustedes” respondió con una sonrisa. Se pasó una mano por su cabellera blanca y continuó “¿Cuál es su nombre, señorita…?”
“Darcey, Sayi Darcey”
“¡Oh!” exclamó, esta vez mirando a Ichigo “¡Así que usted es la famosa Sayi de la que Ichigo tanto me habló el día de hoy!”

Esta vez fue Sayi quien notó la incomodidad en el semblante el rubio. La pelirrosa sonrió divertida mientras Ichigo se puso de pie, y se apuró en ponerse su máscara.

Entonces Kaien se dirigió al hombre.

“Soy Kaien Talmage-Atwood. Es usted un habilidoso violoncelista, señor…”
“Franz, Duque von Stresseman” le presentó el peliblanco “Es usted muy educado, joven Talmage-Atwood”
“Señor… duque…” empezó Sayi, pero Franz la detuvo.
“Llámeme Franz, por favor meine Liebling” le pidió, y la pelirrosa asintió antes de continuar.
“¿Es usted un músico? ¿Un compositor?” le preguntó “Su Après un rêve fue el arreglo más hermoso que he escuchado”

El hombre le devolvió una sonrisa cordial pero apenada, tanto así que Sayi se arrepintió de haber hecho la pregunta en primer lugar. Sayi miró a Ichigo, y su expresión confirmó que debía tratarse de un tema difícil.

“Me hubiera gustado mucho. Pero mi título conlleva ciertas responsabilidades que no me permitieron hacerlo”
“Oh…” Sayi miró incómoda hacia el suelo, no segura si disculparse u obviar la reacción. Pero como un cambio de noche a la mañana, la actitud de Franz se iluminó en un instante.
“Pero… ¿le gustó cómo interpreté a Fauré? Meine Liebling, ¡usted me ha hecho la noche!” respondió satisfecho “Debo invitarla a almorzar con nosotros un día de estos”
“Es usted muy amable” respondió la pelirrosa “Si no estoy siendo muy atrevida, me gustaría mucho escucharlos tocar de nuevo en otra ocasión”

Franz golpeó el brazo de Ichigo rápidamente y el rubio sonrió ante su efusividad.

“Bueno pues, prepararemos un recital digno de usted” respondió feliz “Pero por ahora debo retirarme. Ha sido un gusto poder conocerlos, y aprecio que hayan aceptado mis disculpas”

Ichigo hizo una pequeña reverencia, también en afán de despedirse, pero Franz extendió su bastón frente a él en señal de desaprobación.

“No, quiero que te quedes aquí, y disfrutes del baile” le pidió “Ven a buscarme una vez te hayas divertido”

Su tono de voz era amable, pero había cierta disposición que daba a entender que aquella no era una sugerencia, sino una orden. Y si bien Ichigo tenía una relación muy estrecha con el duque, al final del día tenía que obedecer lo que él mandara.

“De acuerdo”
“Excelente. Buenas noches a ustedes”

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Kaien y Sayi se despidieron con una leve reverencia, y Franz continuó camino fuera de la sala. Una vez se marchó, Ichigo alzó las cejas, algo incómodo al haber sido dejado al aire. Los músicos habían retomado sus posiciones, por lo que ya no había sitio para él en el piano, y aunado a Franz y a ella, no tenía conocidos presentes abordo del transatlántico.

Si bien Sayi había aceptado venir al baile con Kaien, le sabía mal dejar al rubio por su cuenta, sabiendo muy bien cómo le incomodaban ese tipo de eventos. Entonces se giró en su sitio, y cual fue su suerte de encontrar a las señorita Deidara y el joven Xavier sentados en una mesa cercana.

“¿Le gustaría unirse a nuestra mesa?” le preguntó Sayi a Ichigo. Sintió la mirada de Kaien posarse sobre ella, pero decidió que se disculparía después “Le garantizo una conversación divertida que pueda reportar a Franz”
Ichigo sonrió, agradecido por la oferta “Ello estaría muy bien, muchas gracias”

Entonces cruzaron la sala hacia la mesa, intercambiando saludos con conocido en el camino. Mientras Kaien era pronto en responder pleitesías, a Sayi le hacía gracia como en eventos como bailes o cenas a duras penas se podía dar dos pasos sin tener que reconocer a alguien.

Y cuando llegaron a la mesa, Kaien y Sayi se presentaron ante una invitada que no conocían, la cual fue pronta en responderles en un idioma que no les fue familiar.

“удивленная сука”
“¿Disculpe?”
“Ah, quise decir que soy yo, Sayaka Gracie, mis estimados amigos” respondió la joven guiñando un ojo. La princesa estaba usando una peluca rubia sobre su cabello peliceleste, y ello sumándole la máscara la habían hecho pasar desapercibida. Charles rió ante la confusión de los recién llegados, y entonces se apuro en ponerse de pie y se presentarse con el joven al que no conocía.

Ichigo se introdujo como empleado del duque von Stresemann. Y aunque la palabra ‘empleado’ era casi garantía de ser menospreciado, los presentes fueron muy amables, y curiosos en preguntar por su trasfondo y motivos de viaje.

“Mi familia es originaria de Bern, y hemos servido a los von Stresemann por siglos. El duque es muy apasionado por la música, por lo que me ha enseñado a tocar el piano, el violín y el cello” les explicó Ichigo.
“Me enternece su historia, señor Langel” le respondió Charles. El castaño intercambio miradas con su prima, Sayaka, quien también sonreía ante el relato “El duque se escucha como una persona extremadamente bondadosa. Le pido el favor de introducirnos cuando tenga oportunidad”
“Por supuesto, para el duque será un placer el poder conocerlos”

Mientras Ichigo continuaba familiarizándose con el resto de presentes, Sayi aprovechó la oportunidad para llamar la atención de Kaien. El pelinegro se inclino hacia ella para poder escucharla mejor.

“Kaien, siento mucho si le incomodé invitando a Ichigo a unírsenos. Es solo que no quería dejarlo por su cuenta en un lugar extraño para él” se explico “Y bueno, lamento muchísimo si lo hice sentirse dejado de lado. No ha sido mi intención, sobretodo cuando usted fue tan amable para invitarme a venir al baile contigo”

El pelinegro sonrió ante sus palabras, y con una expresión rápida le hizo entender que no se preocupara. Sayi asintió más tranquila, y Kaien estuvo por decirle algo más cuando una pareja se detuvo detrás de él, y no tardaron en introducirse como viejos conocidos de los Talmage. Sayi sobreescuchó sus nombres como Maka Andrews y Soul Blackwell, personas con perfiles ilustres, pero desconocidos para ella. Y, a considerar por la reacción de Kaien, aquella conversación demoraría más tiempo de lo debido, pues el pelinegro parecía estarles poniendo al día con eventos familiares.

Sayi volvió a girarse hacia el grupo de presentes, y se percató que la señorita Sayaka se veía envuelta nuevamente en una acalorada discusión sobre el recientemente descubierto Machu Picchu. Cuando cruzó miradas con Ichigo, este se puso de pie y caminó hasta su sitio.

“¿Ya se divirtió lo suficiente?” le preguntó Sayi. Le había parecido muy poco tiempo, pero ella no era nadie para juzgar.
“Casi” respondió el rubio y, para sorpresa de la pelirrosa, el joven le extendió una mano “¿Me concede esta pieza?”

Sayi se giró hacia Kaien, quién aún parecía ocupado entreteniendo a la pareja de conocidos. Supuso que no haría daño concediéndole un baile, por lo que colocó su mano sobre la de él, y dejó que la guiara hacia la zona de baile.

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Sayi posó su mano izquierda en su hombro, mientras Ichigo tomó de su espalda baja con su mano derecha, trayéndola hacia sí. El rubio le sonrió, y Sayi no pudo evitar sentir algo de bochorno al tenerlo tan cerca. Entonces juntaron sus manos libres y comenzaron a bailar al compás del trio de cuerda.

Juin Charmant de Godin (https://www.youtube.com/watch?v=N_-Fe_FworM)” reconoció Ichigo, y Sayi rio ligeramente “¿Sucede algo?”
“Me parece que estás lleno de sorpresas” respondió la pelirrosa “Astrónomo, músico…”
“Ah, te digo que son cosas del oficio, Sayi” se explicó “Tu tampoco deja de sorprenderme. No esperé que estuvieras familiarizada con Fauré”
“Mi madre es pianista, así que música nunca ha faltado en mi casa”
“Oh, ¿entonces sabes tocar el piano?” preguntó, y al ver la expresión de la pelirrosa, el rubio sonrió aún a falta de respuesta “Si sabes. Nadie se pondría así de nervioso si es que no supiera”
“No he practicado hace muchos meses. Me temo que será un martirio escucharme tocar”
“En lo absoluto” respondió Ichigo, y entonces preguntó “¿Cuál es su compositor favorito?”

Los ojos se Sayi se iluminaron ante la pregunta.

“Mi favorito es Elgar” le respondió, sus ojos como estrellas “Cuando mi padre y yo arribamos a Londres hace unos meses, asistimos a una gala donde tuvimos la oportunidad de conocerlo” Sayi rió para si misma, algo avergonzada “Me temo que no fui muy elocuente. Estaba tan conmovida de tenerlo frente que el caballero debió haber pensado que era una burda campesina”
Ichigo rió ante la observación “Si te sirve de consuelo, Elgar es inglés. Y los ingleses piensan que todos somos unos burdos campesinos”
Sayi sonrió ante sus palabras “Pero Fauré también me gusta mucho. No me esperé que el duque y tu eran quienes estaban tocándolo” continuó la pelirrosa “A mi madre le gusta mucho Sicilienne. Hace unos años hizo un arreglo para el piano”
“El Après un rêve que escuchaste hoy fue un arreglo también, a decir verdad” agregó Ichigo “Considerando que ni el duque ni yo somos tenores, el cello tenía que ser”
“Hace unos años escuché a Enrico Caruso cantarla en la Opera Metropolitana de Nueva York” le contó Sayi, e Ichigo alzó las cejas en interés “Me conmovió muchísimo escuchar Après junto a las otras dos melodías… aunque debo confesar que no se francés, por lo que no pude entender lo que cantaba”
“¿Y te gustaría saber?” le preguntó “Yo si hablo francés, y me se la canción de memoria”

Ella asintió complacida, e Ichigo sonrió ante la felicidad de la pelirrosa. Por un momento, pareció meditar lo que estaba por decir… y entonces presionó la mano en su espalda, y pegó a la joven hacia él.
Sayi aguantó la respiración al sentir su pecho contra el suyo. Sintió su corazón acelerarse y volvió a respirar con mucho cuidado, intentando calmar sus latidos.

El rubio tarareó la melodía por un momento antes de empezar.

“En un sueño que tenía tu imagen hechizada… soñé con felicidad, un milagro apasionado” Ante el silencio de la joven, Ichigo continuó recitando la canción en un susurro “Tus ojos eran suaves, tu voz pura y sonora. Brillabas como un cielo iluminado por el amanecer. Me llamaste y dejé la tierra, para huir contigo hacia la luz”
“…”
“Los cielos abrieron sus nubes para nosotros. Esplendores desconocidos, luces divinas vislumbraron… pero, no” Sayi pudo sentir a Ichigo reír ligeramente, y la pelirrosa pegó su oído contra su corazón “No… un triste despertar. Te llamo, noche, a que me regreses tus mentiras. Regresa, regresa radiante. Regresa, oh noche misteriosa”

Sayi sonrió al sentir que el pecho del rubio retumbaba con tanta o más fuerza que el de ella. El color volvía a pintar su rostro, pero aún con el nerviosismo encima, había una sensación serena en su corazón.

Ichigo la dejó ir y ambos se quedaron de pie uno frente al otro, detenidos en medio de la pista de baile.

“Après un rêve trata de un sueño en que la persona huye con su amante, lejos de la tierra, hacia la luz. Pero despierta, y entonces anhela regresar a su sueño” le terminó de explicar con cierta pena en su expresión, y Sayi supo que no olvidaría esa imagen por el resto de su vida “Muchas gracias por hacerme compañía esta noche”

Ella le deseo buenas noches, y entonces Ichigo le sonrió una última vez antes de alejarse y dejar el salón.

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Cuando la pelirrosa tomó asiento se percató que los amigos de Kaien ya se habían marchado. El pelinegro había entablado conversaron con la señorita Deidara y el joven de cabello verde que la acompañaba, pero una vez notó que Sayi había regresado, se excusó para volverse hacia la joven.

“¿El señor Langel tuvo que retirarse?”
Sayi asintió “Así es, pero me pidió bailar con él antes”

Kaien desvió la mirada un momento y la pelirrosa se sintió culpable. No tuvo mucho tiempo para pensar, sin embargo, pues el pelinegro se apuró en hacerle una inesperada proposición.

“Sayi, me gustaría invitarla a quedarse conmigo en Nueva York una vez lleguemos a puerto” La pelirrosa abrió los ojos sorprendida, y Kaien se acercó más a ella “Esta mañana le he mandado un telegrama a mi familia. Le he contado de usted y pues… me haría un honor si acepta mi invitación. Hay una gala el próximo fin de semana en los Hamptons, y me encantaría presentarla a mi círculo más íntimo de amistades”



“Dígame que lo pensará, ¿por favor?”

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Era sabido que una de las áreas más ostentosas en el Titanic era la sala de fumadores de primera clase. Había sido diseñado para imitar un elegante club de caballeros y, siendo pensado para los hombres más poderosos a bordo, no se habían escatimado gastos en sus finos acabados. Numerosos vitrales adornaban el salón, y el techo había sido elevado para aumentar la grandiosidad del área.

La sala de fumadores se jactaba de tener la única chimenea a bordo del transatlántico, y por ello había sido construido en una forma especial no solo para ventilar el humo de la chimenea, sino para apaciguar la humareda de los cigarros importados. Y si bien no faltaba entretenimiento a cargo de los juegos de azar, así como de instruida charla sobre política y negocios, Ichigo detestaba codearse con el tipo de millonarios que frecuentaban esa área.

Pero, para su mala suerte, aquella sala se había convertido en el sitio favorito de su amo a bordo del Titanic.

Y precisamente fue ahí donde lo encontró. Sentado, solo, con un vaso con brandy en las rocas en la mesa y un cigarro en su mano. Le bastó un vistazo para percatarse que, nuevamente, se había excedido bebiendo, y que su humor había decaído notablemente a comparación de su aparición en el baile de máscaras.

Ichigo se sentó en la butaca a su derecha y lo observó en silencio. Franz miraba al suelo, al parecer a ningún punto en particular.

“¿Me pediste que me quedara en el baile para que te deje beber?”

Franz hecho la cabeza para atrás y observó los detalles del intrincado techo de caoba sobre él.

“No” giró su rostro hacia él, y le sonrió levemente “Me preguntaba por qué aceptaste acompañarme esta vez. A un baile, de entre todas las cosas. Y me gustó ver el por qué”

Ichigo no preguntó a qué se refería, pues sabía que el duque era muy observador. Y que el no había sido tan sutil como le hubiera gustado.

“Es linda, esa Sayi”
“Eso no responde…”
“Si ella esta logrando que empieces a salir de tu zona de comfort pues…” soltó una risa corta “Quería que pasaras más tiempo con ella. Es una buena influencia para ti”

Lo observó tomar una bocanada de su cigarro que se le hizo eterna, pues ya tenía la refutación lista para lanzar.

“Es algo efímero. Es una chica agradable, pero dudo verla de nuevo una vez lleguemos a Nueva York” respondió. Entonces pensó en las líricas de Après, y sonrió para si mismo.
“Ichigo” le llamó Franz, y dejando el cigarro a un lado se inclinó hacia él “Si tan solo te animaras a tomar lo que tienes a tu alcance…”
“Tengo todo a mi alcance. Lo tengo a usted, al palacio. Y la música”

Franz frunció el ceño, e Ichigo supo que habían llegado al mismo lugar, una vez más.

“No quiero que solo seas el hijo de tu padre”

El rubio se puso de pie, y con una dulce sonrisa y estilizado perfil, le extendió su antebrazo al encorvado anciano frente suyo. Franz lo miró, entre suplicante y frustrado, pues nuevamente había terminado hablando con una pared.

“Se está haciendo tarde. Déjeme acompañarlo a su recámara” le ofreció, pero su tono de voz, tan ensayado, solo frustró más al duque “Dejé la estufa calentando su habitación antes de venir por usted”

Pero era tarde y estaba cansado. Y si bien esperaba lograr aunque sea un nimio cambio en su actitud, no había oportunidad para intentarlo con la cabeza ida por el alcohol.

Mientras le ayudaba a subir las escaleras, Franz observó el semblante solemne del joven. Muy concentrado en ocuparse de él, tanto así que no tenía intención de ocuparse de si mismo.

“Quiero que seas tu propia persona” murmuró, tan bajo que no supo si lo habría escuchado o no.

No que hiciera mucha diferencia, tampoco.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Cho on September 27, 2017, 10:52:27 PM
Uh, un fic y me vuelo la mitad de palabras. Aunque al menos está *sighs*

4

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La velada de la noche, la Masquerade, había iniciado hace muy poco. Varios pasajeros de clase alta ya se encontraban disfrutando del alegre ambiente mediante bailes o si no conformándose tomando asiento en una de las mesas hacia los bordes del gran salón, desde donde podían observar a los demás, tomar alguna bebida o simplemente apreciar la festiva música con todas las comodidades.

Entre los recién llegados estaban las hermanas Altugle, quienes habían llegado listas con unos ornamentados antifaces para congeniar con el ambiente, por más que no planearan hacer más que observar.

“Hehe, qué divertido se ve, andar disfrazados y bailar estas melodías,” Nio se mostró entretenida y sonrió ampliamente. “Hermana, tenemos que bailar, por favor.”
“Ya te dije que mejor no, Nio,” le dijo su hermana con paciencia, aunque un dejo de preocupación. “No estamos aquí con nuestros parientes y preferiría que nos sentáramos y disfrutáramos de la atmósfera.”
“Uhh, eso es aburrido.”
“Mi Nio, te pido que seas paciente. Pese a la naturaleza de la velada, sigue siendo un evento formal y todavía eres muy joven como para mezclarte con las personas,” llevó una mano a su pecho, afligida. “Todavía no me recupero del susto que me diste más temprano.”
“Ay, pero sólo fue un corto paseo…”
“No se trata de un corto paseo, además que también importunaste al señor Keith. No podemos abusar de su nobleza por viajar con nosotras,” recalcó Ayesha con una muy ligera severidad y mayormente lamento. “Vamos, necesito que te comportes. Te prometo que ni bien lleguemos a Nueva York nos dedicaremos a pasear por todos lados, pero quiero que te comportes. Tampoco puedo permitirte gastar mucho tus energías. Es casi tu hora de dormir.”
“Sí, sí, yo sé…” rodó los ojos.
“¡Nio! Debes ser más respetuosa con tus mayores,” le resondró, y vio a la pequeña desviar su mirada con incomodidad.
“Perdón, fue involuntario. Creo que sólo ando aburrida por aquí…” dio un suspiro. Daría lo que sea con tal de que su hermana fuera a animarse a bailar con alguien para ir a buscar a su nuevo amigo Luso, pero conocía lo necia que era su pariente con sus planes e ideas.
“No te preocupes, voy a pedir unas tazas de té y pasteles para compartir,” le sonrió con dulzura. “Todo se soluciona con un poco de aperitivos, ¿cierto?”
“Bueno, no me puedo negar a eso,” Nio sonrió con alegría y timidez al verse a gusto por aquel mimo de parte de su hermana.
“Hay que buscar a un mesero,” Ayesha se puso alerta y tuvo la suerte de llamar la atención de uno que acababa de terminar de atender a otra mesa donde había tres personas, y este de inmediato acudió para tomarle la orden.

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En esa mesa, Sterk movía su taza de té con una pequeña cuchara luego de introducirle un cubo de azúcar. No gustaba de ese sitio, pero no tenía nada mejor que hacer y necesitaba matar un poco del tiempo de noche… aunque volvía a preguntarse a sí mismo cómo así había decidido que ser acompañado por nada menos que Astrid y Celestia sería mejor que confinarse en su habitación por el resto de la noche.

“Bueno, para ser un barco lleno de pretenciosos, al menos saben cómo divertirse,” comentó Astrid, mientras apoyaba el filo de su mentón en una de sus manos y miraba distraída a las personas que bailaban. Ella se había puesto una máscara gigante con plumas largas que servían como pestañas y cubierta de brillos y lentejuelas. Aquella pelinegra que siempre desafiaba y se burlaba de la etiqueta social efectivamente había logrado que más de uno le mirara perdidamente o extrañado, y aparte de los mozos nadie más había intentado siquiera acercárseles, lo cual al menos no desagradaba mucho al hombre del grupo.
“Ahh, pero pudiste haberte puesto algo mejor parecido,” Celestia se notaba apesadumbrada. “Para alguien de tu familia, hubiera pensado que sabrías encajar mejor.”
“Heh, de ‘saber’ te aseguro que lo sé,” la mayor se encogió de hombros. “Pero, ¿cuál es el punto? Esta soy yo.”
“No, esa es una de tus bromas,” recalcó Sterk, mirándole de reojo. “Por más que tu yo sea desagradable y controversial, ahora sólo te encuentras exagerando a manera de generar reacciones.”
“Se nota que me conoces bien,” Astrid se encogió de hombros. “Pero mi rara presencia se encuentra alejando a gente con la que preferirías no hablar. Sin embargo, nuestra hermosa hija sí se ve muy afligida~”
“¿Por qué la llamas así?” el hombre se impacientó.
“La permanencia y obsesión a tus ocurrencias delata que Sterk se siente extrañamente identificado con tus ataques, Astrid,” Celestia se encogió de hombros e ignoró el entretenimiento en la mujer y la molestia en el hombre, para continuar. “Pero sí. Me será difícil atraer a un desesperado pretendiente que desee hablar conmigo y convidarme una serie de bocadillos o bebidas caras si tengo a tremendo espantapájaros a mi costado. Como una mujer joven, tengo que atraer con discreción y verme interesante, pero ni mis refinados dotes de la infancia compiten con el horripilante antifaz que te traes.”
“Lo asumo, perdón, perdón,” Astrid le restó importancia. “Aunque mientras tú tratas de atraer, yo intento repeler. Lo mejor sería que nos sentemos en distintas mesas.”
“Veo que no hay disponibles, y preferiría asociarme con otras personas de estatus alto como ustedes. Ello también inspira confianza para quienes desean entablar una conversación conmigo,” explicó con completa naturaleza. “Pero querida Astrid, como una persona que muy sinceramente se preocupa por tu bienestar y buenos intereses, sí te convendría intentar conocer a caballeros dispuestos a consentirte y dedicarse a ti.”
“Asumiendo que quisiera ello, lo cual es falso, preferiría que no ocurriera en medio de una fiesta. Y tengo más años que tú en esta ‘cacería de galanes’, Celestia. Créeme que se vuelve tedioso y repetitivo con el tiempo,” se encogió de hombros. Ella sonrió entretenida y miró a Sterk de reojo, quien se vio casi inquieto como quien no quería estar en la mira. “Hm, de todos modos tengo a mi plan B entre nosotros.”
“¿De qué hablas?” este sintió un tic en la ceja.
“Siempre asumí que por más que no esté en nuestros planes terminar juntos, podríamos hacerlo de todos modos si ya nos pasamos de cierta edad. Tú sabes, por intereses personales,” la pelinegra ensanchó su sonrisa al ver el rechazo de la idea en el semblante de su viejo amigo.
“No hay forma, me niego rotundamente,” negó. “Y ya dijiste que no ibas a tocar el asunto.”
“Perdón, es que me resulta tan divertido fastidiarte,” Astrid regresó su mirada hacia el frente y justo una pareja de prometidos cruzó su línea de visión, quienes le miraron. Para variar, ellos no sintieron repulsión por la máscara y le sonrieron con entretenimiento y curiosidad. “Buenas noches, ¿divirtiéndose?”
“Sí. Pensamos contraer matrimonio ni bien lleguemos a Nueva York,” dijo la chica, quien intercambió miradas con su avergonzado prometido y terminó sonriendo con torpeza. “Hehe, perdón, no pude contenerlo.”
“Vaya, les deseo la mejor de las felicidades,” comentó Celestia con gracia y amabilidad, por más de que para los dos que conocía era evidente por un muy discreto tic en la ceja delataba que estaba empalagada por esa actitud enamoradiza de la pareja.
“Gracias~” la muchacha abrazó el brazo de su futuro esposo y se dirigió a Astrid. “Y esperamos ser tan felices como ustedes dos.”
“Justo atinaste, esta es nuestra luna de miel~” Astrid no pudo evitar seguir el juego y también abrazó el brazo de Sterk con una sonrisa que luchaba la necesidad de partirse de risa. “Sigan divirtiéndose.”

Felizmente, los dos que pasaban asintieron y se despidieron de inmediato, lo que les hizo perderse de Sterk soltándose de Astrid con tanta brusquedad que la mujer casi termina en el suelo.

“Sí que no eres nada delicado,” ella tuvo que reajustarse su máscara y le miró con cansancio, aunque no estaba afectada por el movimiento. Ya se había acostumbrado a esas alturas.
“Mejor caminaré por la cubierta. Regreso más tarde,” se anunció el pelimarrón, quien se levantó sin quejarse o decir más porque bien sabía que todo lo que salía de su boca podría ser usado en su contra.
“Aish, él mismo debe entender que no había forma que yo perdiera esa oportunidad,” Astrid negó.
“Negando culpa o responsabilidad,” Celestia sonrió con ironía. “Así somos las mujeres. Nos resulta divertido. Pero en serio, quítate esa horrible máscara.”
“Ya me expliqué, Celestia.”
“Pero querida, todo hombre que intercambia dos oraciones contigo se espanta por tu forma de ser, ¿o es que acaso quieres perderte la oportunidad de molestar a más personas?”
“Hm, buen punto,” Astrid accedió sin pensarlo dos veces y se quitó la máscara. Ello hizo sentir a Celestia más a gusto, quien regresó su mirada a los alrededores.

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Por otro lado del barco, en una grande y elegante suite, los hermanos Genji se encontraban leyendo periódicos y documentos en lo que esperaban que su sirviente regresara con el encargo que le habían pedido. A pesar de ya llevar unos años en el nuevo mundo y haber podido adaptarse bien tanto en costumbres como en idioma, los dos mantenían el interés de siempre informarse más y aprender constantemente sobre aquel nuevo mundo. Ambos se habían culturizado en distintos temas que muchas veces no tenía nada que ver con sus profesiones, y Almaz siempre terminaba teniendo algo más que comentarles, por más superficial que fuera.

Entonces, el tiempo de lectura se cortó por el regreso del joven, quien traía consigo una bandeja donde había dos antifaces blancos muy discretos.

“Oh, bienvenido, lacayo,” dijo Higekiri con la mejor de las sonrisas. “Puedo ver que tu búsqueda por los antifaces ha sido fructífera.”
“Sí. Felizmente, un trabajador de White Star Line tenía unos ejemplares disponibles, aunque sólo contaban con el estilo más básico,” reportó.
“Será más que suficiente,” Hizamaru asintió con seriedad. “Mi hermano sólo desea observar la actividad brevemente y estaremos pronto de regreso.”
“Ehh, en verdad no creo que las máscaras sean necesarias…” insistió Almaz, incómodo.
“Pero no estamos seguros, ¿cierto? En fin, no que importe portarlas o no,” el mayor restó importancia y dejó su periódico a un costado para ponerse de pie. “Ya comenzaba a cansarme de esperar, por lo cual opino que salgamos de inmediato. Hermanito, ¿estás listo?”
“Por supuesto,” el peliverde se levantó y asintió. “Sólo espero que no tengas la intención de participar en este evento.”
“Es inconcebible para mí pensar en participar en un baile, de ello no te preocupes,” sonrió a su hermanito amenamente. “Mientras podamos compartir un tranquilo momento degustando algún aperitivo estaré satisfecho. No puedo dejar que te tenses tanto con tus estudios o te saldrán más arrugas a que mí.”
“N-no digas tonterías, hermano. Tú no tienes arrugas…” Hizamaru se inquietó.
“Bromeo,” el mayor se vio entretenido por la incomodidad en su menor, y pasó a mirar a Almaz. “Ah, pero por supuesto que no vamos a ir sin ti. Como nuestro fiel y joven lacayo, también te viene bien acompañarnos. Es parte de tu deber, después de todo.”
“Iba a acompañarles, de eso no se preocupe,” le aseguró el asistente.
“Pero es necesario que tengas una máscara también, ¿no es así? Espera un momento. Recuerdo tener una que es perfecta para la ocasión…” dicho esto, él comenzó a buscar en uno de sus baúles.
“E-está bien…” Almaz se confundió y miró a Hizamaru, para sorprenderse en notar que él justo le había mirado, lo cual delataba que ambos estaban igual de confundidos por aquel detalle del mayor.
“No, no, somos responsables por ti, y creo comprender que la relación entre un señor y un lacayo también existe en el mundo occidental desde tiempos de antaño, ¿cierto?” preguntó el hermano mayor mientras movía sus pertenencias en el baúl con toda la paciencia del mundo.
“Sí, claro, por supuesto,” Almaz asintió. “Asumo que en el Japón también.”
“Sí, es natural,” Hizamaru se encogió de hombros, no muy interesado en el tema. “Y estamos acostumbrados. Nuestra familia es de alto estatus y también fuimos guerreros.”
“Por el continente Europeo he oído los términos de ‘squire’ o ‘page’ para referirse a lacayos como tú,” comentó Higekiri, en plena búsqueda. Él hizo una pausa en la cual terminó por no ubicar dicha máscara y se levantó para encarar a Almaz con una paciente sonrisa. “Supongo un término que te llamaríamos en Japón sería wakashu.”
“Wa…kashu…” Almaz ladeó la cabeza.
“Sí, denomina a un joven aprendiz sin experiencia y que muchas veces tiene a un superior a quien asiste y de quien aprende, por lo cual es adecuado para ti, a mi parecer,” asintió. “Claro, por el hecho de referirse a un joven, el término en sí tiene otros detalles adicionales que se le suman al significado.”
“Pero ello no es relevante, hermano…” le recordó el menor.
“Ah, pero es nuestro deber educar e iluminar a nuestro lacayo, hermanito,” Higekiri sonrió con gusto y repentinamente se tomó la libertad de agarrar los cabellos de Almaz ubicados por encima de su frente. Este se quedó en shock sin saber si debía decir o hacer algo.
“A-anija, ¿qué haces?” preguntó Hizamaru, sorprendido e inconforme, lo cual se reflejó por la manera en que se refería a su pariente.
“A los wakashu se le reconoce por portar una cola de caballo que se ata justo en esta parte de la cabeza. Para la ceremonia de la adultez, dicha cola es cortada y la calvicie reconoce a un hombre maduro,” continuó con su explicación mientras acariciaba los cabellos de su asistente, quien sentía constantes escalofríos y no sabía cómo salirse de ese instante. “Otro detalle divertido y que imagino diferirá de la cultura occidental es que a los wakashu se les consideraba como un tercer género hasta hace unas pocas décadas.”
“¿Q-q-qué significa e-eso?” preguntó Almaz, asustado y temblando ligeramente.
“S-suficiente, anija…”
“Por la apariencia andrógina de los jóvenes, además de ser llamativos para mujeres de toda edad, los wakashu eran con frecuencia un objeto de deseo para sus propios maestros, y relaciones entre hombres adultos y wakashu no eran impensables, por más que no fueran siempre bien vistas,” comentó perfectamente inmutado y todavía sonriendo como quien compartía un divertido dato curioso.
“¿Q-q-qué quieres decir con r-r-relaciones…?” a Almaz casi se le iba el alma del cuerpo y se había vuelto pálido. El hecho que Higekiri continuara acariciándole el cabello no ayudaba en lo absoluto.
“¿Oh? ¿Es que acaso no eres lo suficientemente mayor como para usar tu imaginación?” le preguntó con una pizca de confusión, aunque todavía inocentemente entretenido.
“¡Iiiihhh!”
“¡Suficiente, anija!” Hizamaru se hartó y jaló el brazo de su hermano para que liberara al pobre y traumado Almaz.
“¿Qué sucede, hermanito?” le preguntó de buenos ánimos. “¿Hm? ¿Por qué te ves avergonzado? Oh, y nuestro lacayo también. Hmm…” se puso a pensar un poco y volvió a sonreír. “Aunque ahora que lo pienso, por mi imposibilidad de recordar nombres de persona, puedo llamarle wakashu a partir de este momento…”
“¡Por favor, apreciaría mucho que lo hicieras!” exclamó Almaz todavía consternado y haciendo una rápida reverencia. Pese a que sin duda era la primera mención de una posiblemente depravada relación homosexual hecha en su presencia, el asistente ya no podía ni contar las veces que había sido presa de la tan dispersa mente de Higekiri.
“N-no lo va a hacer, te lo aseguro. Siento las molestias…” Hizamaru desvió su mirada, sumamente frustrado. Tampoco culpaba que Almaz no hubiera sido más defensivo por su cuenta porque conocía muy bien a su hermano mayor y era demasiado impredecible cuando alguien le daba la contra, siendo él el único que se atrevería a hacerlo. “Anija, lo mejor sería marcharnos de inmediato. Quisiera despejar mi mente, por favor.”
“Enseguida, hermanito,” Higekiri asintió y empezó a caminar hacia la salida. Él fue seguido de los otros dos, pero se detuvo frente a la puerta y alzó su cabeza meditativamente. Casi dio la impresión de haberse quedado en blanco y perdido en alguna laguna mental, lo cual por tratarse de él era casi una certeza. Este se giró sonriente. “Oh, cierto, tú también necesitas una máscara, lacayo. Espérate un momento, que tengo una máscara ideal para ti en uno de mis baúles.”

Dicho esto, él regresó a su baúl abierto para reiniciar su búsqueda. Los otros dos intercambiaron miradas y Hizamaru dio un pesado suspiro para ayudar a su hermano.

“Anija, ya revisaste este baúl,” observó. “Déjame darte una mano.”

Ellos se tardarían un poco más en salir.

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Por otro lado del barco, Luso caminaba entre pasillos que no le correspondían con la misión de al menos asomarse a ver la elegante Masquerade que estaba fuera del alcance de pasajeros de tercera clase.

“Hm, por aquí,” señaló Luso con una sonrisa, quien apuntó a un pasillo según lo que le dictaba su intuición.
“No…” Natsume le agarró de un hombro. “Es por aquí. Ya memoricé el mapa del barco…”
“Oh, gracias,” él asintió. “Vamos, anímate, estamos yendo a una fiesta.”
“No deberíamos estar aquí, ya intenté detenerte,” le recalcó. “Nos vamos a meter en problemas si no nos damos media vuelta.”
“Sé que es riesgoso, pero es parte de la aventura,” comentó el pequeño. “Y no tenías que acompañarme si no querías.”
“No, pero sé que te podrías meter en más problemas si no te vigilo,” dio un suspiro. “Nos regresamos rápido, eso sí. No confío en que mi paloma se quedará quieta.”
“¿Eh? Pero nuestros compañeros de cuarto prometieron que la cuidarían.”
“Sí y confío en ellos, pero una paloma no es fácil contener, y tiene el mal hábito de seguirme,” dio un pesado suspiro.
“Hm…” Luso se extrañó al ver al pelirrojo tan estresado por su mascota, pero de inmediato recordó lo que estaban haciendo. “¡Oh, eh! ¿Cuánto falta?”
“Ya casi llegamos, pero baja la voz…”

Había pasado un rato y las hermanas Altugle habían disfrutado de sus postres con toda paciencia mientras oían la ligera música del evento. Ayesha justo acababa de rechazar a otro pasajero que había querido bailar una pieza con ella y volvió a tomar asiento al costado de su hermanita. Ahí observó a Nio aburrida que apoyaba su cabeza sobre una mano y con la otra marcaba el compás de la presente pieza musical con la ayuda de su índice. Ayesha le miró un poco apenada al comprender que ella no estaba pasando el mejor viaje pese a tener la fortuna de ser parte del primer recorrido del majestuoso Titanic. No sabía si bailar una pieza con ella a manera de entretenerle, pero también recordó que su pequeña debía de conciliar el sueño pronto.

Sin embargo, no llegó a tomar una decisión porque Nio abrió sus ojos a plenitud al ver a alguien que le regresó las energías, y no tardó en sonreír.

“¡Hermana, mira!” apuntó la pequeña hacia el frente. “¡Ese es el amigo del que te hablé!”
“¿P-perdón?” Ayesha se extrañó. “¿No era un niño de tercera clase? ¿Qué hace aquí?”

Por su parte, Luso y Natsume acababan de infiltrarse luego de aprovechar de que unos pasajeros se encontraran haciendo preguntas a los porteros, pero lo que iba a ser una pequeña mirada por el entorno terminó por prolongarse cuando Luso vio que Nio le agitaba un brazo.

“¡Es Nio!” exclamó él, quien corrió donde las hermanas.
”¡O-oye!” Natsume no pudo detenerle y se rindió a seguirle. Vio a los dos pequeños encontrarse con gran alegría.
“¡Qué bueno! ¡Esperaba verte!” dijo la pequeña.
“Hehe, lo mismo digo. Qué coincidencia.”
“¿C-cómo así has entrado?” preguntó Ayesha un tanto nerviosa.
“¿Importa?” le preguntó su hermanita. “¡Lo importante es que están aquí! ¡Este es Luso, y este es Natsume! ¡Él es un mago increíble!”
“¿En serio?” Ayesha estaba un tanto en shock por estar frente a dos personas que no debían haber ingresado. No tenía nada contra ellos, pero su propio instinto de hacer las cosas según las reglas le ponía un poco nerviosa y casi como cómplice de ambos… “Ehh…”
“Pues, ¿qué más da?” Natsume sonrió frustrado e hizo una breve reverencia. “Mucho gusto. Su hermana es una persona encantadora. Espero que estén disfrutando del Masquerade.”
“Ah, eh, sí…” Ayesha asintió. Al menos ese joven se mostraba servicial y respetuoso. “Ehm… es del oriente, ¿cierto? Noto su apariencia distinta…”
“Sí, llevo mucho tiempo viajando, pero soy originario del Japón. Me encuentro en un viaje por el mundo.”
“Ohh…” Ayesha se impresionó y le sonrió un poco. “Es admirable. Yo apenas ando cruzando el Atlántico y tengo ciertos nervios.”
“Es entendible, aunque no existe nada más enriquecedor que un cambio de rutina, y sólo es necesario un poco de prudencia para embarcarse a lo desconocido, según yo,” comentó. “Por como están sentadas, asumo que se encuentran cansadas de bailar.”
“Uhh, ojalá fuera eso…” Nio se frustró.
“Ya te dije que no vamos a bailar esta noche, Nio,” le recordó su hermana, con paciencia.
“¿Eh? ¿Por qué no?” preguntó Luso.
“¿P-por qué…?” Ayesha se mostró en blanco al verse cuestionada por el pequeño, ya que no había esperado una observación ajena.
“Ella tendrá sus razones,” comentó Natsume, quien observó a la mayor. “De todos modos, sería lo mejor que intentaran disfrutar de este placer, eh… si me concede su nombre…”
“¡C-cierto, mis disculpas!” dio una reverencia. “Mi nombre es Ayesha Altugle. Pues… Nio es muy pequeña… y todos son muy mayores… a-ademas yo soy demasiado atolondrada como para bailar…” desvió su mirada.
“Hmhm, entiendo, no se preocupe,” el pelirrojo se mostró entretenido. “Aunque si no es mucha molestia me ofrezco a bailar una pieza con la pequeña, ¿le parece?”
“¿P-perdón?” Ayesha se alertó.
“¡Sí! ¡Por favor, hermana!” le suplicó Nio.
“¡Yo también quiero bailar!” se sumó Luso.
“B-bueno, sólo una… pero cuidado, por favor.”
“No se preocupe,” Natsume le sonrió con confianza. “Les mantendré un ojo encima.”
“¡Gracias!” exclamó Nio.

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Por otro rincón del enorme salón, Keithgriff estaba ubicado en la barra en donde tomaba una bebida alcohólica de su agrado y fumaba un cigarro mientras ocasionalmente dignaba una que otra mirada a la fiesta de la juventud. Era un ambiente demasiado ruidoso para su agrado pero había decidido acudir con tal de darse el gusto de la bebida antes de continuar con sus estudios. No le faltaba mucho para terminar cuando escuchó a unas personas inquietas y a un par de señoras soltar un leve grito de impresión luego de haber visto algo supuestamente aterrador, lo cual le hizo volver a mirar a las otras personas…

Los hermanos Genji se abrían paso por el ambiente y portando aquellos antifaces que Almaz había podido conseguirles, mientras este tercero les seguía su paso. Para su pesar, Higekiri pudo ubicar la máscara, la cual resultó ser una máscara de cerámica roja de un oni, con una nariz alargada y una expresión aterradora para todos aquellos no familiarizados con la cultura. Era por ello que varios se asustaban por aquella máscara que el joven lacayo debía soportar indefinidamente.

“Ehm, en verdad dudo altamente que sea obligatorio usar máscaras…” se lamentó Almaz por enésima vez por cómo asustaba a los demás.
“Pero por tus palabras, comprendo que no podemos estar seguros,” mencionó Higekiri, inmutado y sonriendo como siempre.
“Pudimos haber preguntado…” Hizamaru dio otro suspiro. No entendía cómo así su hermano mayor había decidido traerse esa máscara desde el Japón entre todas las cosas que pudieron haber portado a su saluda y, especialmente, cómo así había decidido empacarla para el presente viaje, pero en fin…

Ellos se vieron interrumpidos por Keithgriff quien se levantó y se dirigió a los tres. Ante ello, el líder se detuvo y optó por dedicarle atención.

“Buenas noches a usted,” mencionó Higekiri. “¿Necesita algo de nosotros?”
“Creo reconocerles por lo que he oído,” dijo el erudito. “Sé sobre unos hermanos provenientes del Japón que han logrado el tan llamado sueño americano en pocos años, y que ahora son magnates del nuevo continente con varias fábricas bajo su comando.”
“Pues, dudo que haya otros hermanos como nosotros, aunque de ser el caso esperaría que me ilumine,” sonrió entretenido. “Está en lo correcto. Y usted es…”
“Mi nombre es Keithgriff Hazeldine. Soy un científico y vengo de Inglaterra.”
“Ya veo…” se mantuvo inmutado.
“Eh, hermano, esta persona es aquel científico del cual hemos leído hace poco,” le informó Hizamaru al saber bien que su hermano sería incapaz de recordar a él, o a quien sea, por nombre. “Ha realizado contribuciones importantes a la investigación de propiedades básicas de distintas sustancias químicas.”
“Lo comprendo, muchas gracias,” Higekiri asintió a su hermanito y volvió a mirar a dicho desconocido frente a él con una sonrisa ligeramente más amable. “No será un magnate, pero en su propio círculo debe encontrarse por un nivel encima del de nosotros, ¿cierto? Parece ser bastante importante.”
“Espero que no te importe considerar una inútil competencia de quién está por encima de quién,” Keithgriff se mostró hastiado.
“¿Por qué? ¿Acaso debería hacerlo?” Higekiri alzó una ceja y contagió su semblante de un humor ácido. “Apenas mencionaba una curiosidad que muchos otros considerarían como un elogio o inicio de plática.”
“Entiendo entonces que a ti también te llegan dichas formalidades,” Keithgriff se encogió de hombros. “Me he acercado porque me han causado curiosidad desde que oí sobre ustedes, y quisiera invitarles a una cena el día de mañana para dialogar, si no es un inconveniente.”
“No eres el único que encuentra un show en otras personas,” el mayor asintió y regresó a una sonrisa cordial. “Acepto. Quizás pueda iluminarnos sobre sus más recientes estudios, al menos hasta algún punto en el cual no le aburra a usted mismo.”
“La ciencia es una de las pocas cosas que no considero aburrida, aunque ciertamente los negocios no son de mi agrado.”
“Hmhm, ya somos dos. El sueño americano le pertenece al tío Sam, no a mí,” se encogió de hombros con una pizca de diversión.

Luego de ese intercambio, Hizamaru se vio aliviado ya que por las palabras intercambiadas su hermano bien pudo haberse puesto complicado e iniciado una discusión, pero dicho científico parecía ser también difícil y extrañamente compatible con él.

“Y a todo esto…” Keithgriff miró hacia Almaz. “¿Por qué tu acompañante está usando esta máscara que espanta a la gente?”
“Es la imagen de lo que conocimos como un oni en Japón,” explicó Higekiri. “Mi lacayo no contaba con un antifaz, y comprendo que este evento puede requerir uno.”
“Es opcional. No uso uno, por ejemplo.”
“Ah, ya veo,” se alegró y de inmediato se quitó su propia máscara, para entonces dirigirse a Almaz. “¿Oíste? Es opcional después de todo. No tienes que avergonzarte más. Adelante, quítatela.”
“L-lo había dicho antes…” se lamentó el menor mientras le hacía caso.
“Pero no estuviste seguro, ¿cierto?”

En eso, Keithgriff notó que algo acababa de atravesar la puerta por el aire, y reconoció a una muy familiar paloma que acababa de entrar al ambiente de la Masquerade. Dio un cansado y pesado suspiro ya que sabía que ello podría causar un gran desastre.

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Mientras tanto, Celestia había podido ganarse a un joven pasajero quien había sido atraído por sus pasajeras miradas, y se encontraba hablando amenamente con ella luego de haberle convidado un muy caro y refinado vino. La joven pintaba un perfecto rol de una dama inocente y dudosa que estaba prendida a todo lo que su pretendiente decía, lo cual sin duda le servía para enganchar más a aquel incauto. Por su lado de la mesa, Astrid reía para sus adentros en lo que bebía sola y observaba a aquella muy estimada farsante hacer de las suyas. Después de todo, su querida nueva amiga de clase noble de un país de la Europa oriental había fabricado su ficha de vida con esperanzas de tomar un camino distinto en América…

Sin embargo, esa encantadora conversación llegó a su fin cuando la despistada paloma que estaba acostumbrada a la gente aterrizó encima de la cabeza de la jovencita, quien no tardó en entrar en pánico.

“¡AHHH! ¡Quítenmelo, quítenmelo!” exclamó, levantándose y llamando la atención de todas las personas cercanas. Ella estaba espantada y otras personas también se aterraron al ver a aquel animal salvaje sobrevolar y amenazar en entrar en contacto con más gente.

A poca distancia, ello no pasó desapercibido para Natsume y los niños.

“¿Es la ave de antes?” preguntó Nio.
“No, ¿cómo llegó?” Luso se preocupó.
“Tsk…” Natsume dio una rápida mirada a sus alrededores y detectó a meseros y los porteros correr hacia el lugar de los hechos. De inmediato miró a Luso. “Ve a esconderte, Luso. Que no te vean conmigo.”
“¿Eh?” este no llegó a reaccionar porque el pelirrojo corrió hacia su mascota.

Había sido un corto rato, pero Celestia estaba indignada e histérica por lo recién vivido. Entre dos meseros, lograron atrapar a la paloma por lanzarle un mantel grande.

“¡Desháganse de esa peste!” gritó la joven con los ojos desorbitados por la ira. “¡Esa inmundicia me atacó! ¡No quiero volverla a ver!”
“¡Esperen!” Natsume llegó y logró quitar el mantel a los trabajadores. Rápidamente revisó y felizmente su paloma no estaba lastimada, aunque sí asustada y la mantuvo entre sus manos. “Es una mascota y está acostumbrada a estar cerca de humanos, por eso se acercó. Tienen que entenderlo.”
“¡Una criatura así está prohibida a bordo!” recalcó Celestia. “¡Estoy en mi derecho de reclamar!”
“S-señorita, tranquilícese, por favor,” le pidió el joven que le había estado acompañando, quien le agarró de un brazo, pero ella se lo arrebató.
“¡Tú no entiendes! ¡Y no me toques, imbécil!” espetó, colérica.
“Oye, tranquila…” Astrid movió su mano. “Es sólo una paloma…”
“¡A ti no te tocó así que no te metas!”
“¡¿Qué está pasando aquí?!” exclamó uno de los porteros, quien miró a Natsume. “¡Usted no luce como un pasajero de primera o segunda clase! ¡No debería estar aquí!”
“¡Tiene un ave! ¡Desháganse de eso!” insistió Celestia.
“Está en problemas,” declaró un guardia, quien agarró a Natsume de un brazo. “Ha infringido muchas reglas del viaje. Le espera un severo castigo.”
“Tsk…” este entrecerró los ojos y miró con ira hacia Celestia, quien le devolvió el gesto. Al pelirrojo no le tocó de otra que ser paciente y dejarse ser llevado porque comprendía bien que no había nada que podía hacer.

Luego de aquel momento, los meseros se esmeraron en tranquilizar a los testigos y retornar el evento a la normalidad. Celestia agarró con una mano temblorosa su cabeza donde el ave había revoloteado. Ella comprimió sus puños y optó por retirarse sin decir una palabra más. Por culpa de esa interrupción había perdido su impecable presencia, así que le tocaba recobrar su impecable actuación antes de volver a inmiscuirse con las personas.



Y, por otro lado, Sterk justo había regresado para ver el suceso y observar cómo se llevaban a aquel joven y su ave. Él decidió seguir a esos guardias de lejos para ver qué era lo que iba a suceder…
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on September 27, 2017, 11:24:33 PM
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Bitácora #5 — The Lengths

Dentro de lo que cabía, Panty podía jactarse que había tenido bastante buena suerte.

Su situación en casa se había vuelto insoportable cuando decidió recoger sus cosas y probar su suerte en Nueva York. Y aunque su natal New Jersey no quedaba a más de hora y media de distancia, esa misma hora y media era todo lo que había bastado para marcar la diferencia entre su trabajo de camarera, y su nueva posición como empleada de una familia millonaria. Era cierto, ambos trataban de servir a otras personas, pero muy diferente era limpiar fluidos humanos del piso de un bar, a preocuparse por conseguir las mejores hojas para preparar el más exquisito té Darjeeling.

Le había bastado con hacerle un par de favores al encargado de una agencia para conseguir la recomendación que necesitaba. Y así, con nula experiencia previa pero por algún motivo, con años de servicio a su nombre, era que había terminado como la criada favorita de la hija mayor de los Darcey. Y su primera tarea, acompañar a la joven por un tour al viejo continente, le sonó más a haberse ganado a la lotería que a otra cosa.

’De haber sabido que eran tan fácil cambiar su vida haciendo uso de mi belleza…’ la joven solía repetirse. ’¡Hace años hubiera dejado al vagoneta de mi marido!’

Era muy temprano en la mañana, y la brisa marina se sentía helada en sus mejillas. Las luces alumbrando las cubiertas y los interiores nunca se apagaban, pero con casi todo el barco aún durmiendo, lo vacío de los ambientes le daban un toque fantasmal. Y eso le agradaba. Menos oficiales de cubierta con quienes lidiar, preguntando qué tipo de encargo tendría una criada como ella a tan temprana hora, y en aquel remoto lugar. Pues si bien el Titanic, en teoría, se escuchaba como un barco de ensueño, era una historia algo diferente para los empleados a bordo.

Le causaba gracia cuando su ama se quejaba de lo presuntuosa y excluyente que solían ser los de la élite… pues cada noche, ella tenía que lidiar con cenar con los demás empleados de primera clase, y aquel ya era un nuevo nivel de patetismo. Pues en las cenas de los sirvientes no se trataba de quienes eran viejos o nuevos ricos, sino por cuánto tiempo tu familia había servido a sus dueños. No cuantas joyas tenía cada una, sino cuántas joyas tenía su ama… en fin, le era curioso como todas las personas, independientemente de la clase social, siempre buscaban alzarse sobre el resto ayudándose de cualquier excusa a su alcance.

Aún así, estaba agradecida con su puesto, y la oportunidad de haber visitado europa. Su ama era amable con ella, quizás algo indecisa para su gusto, pero no había demorado en ganarse su favor. Podía decir que había conseguido el billete premiado… pero había una pieza que aún le faltaba. La cereza que coronaría su pastel.

“¿Se encuentra perdida?”

La voz le erizó la piel, pues no se había dado cuenta que había una segunda persona en esa área del barco. No demoró en encontrarlo: Su gorra roja de cazador lo delató, y Panty se preguntó cómo era que no se había percatado de su presencia hasta que él se dirigió a ella.

Era un joven en sus veintes, cubierto con una gabardina negra y fumando un cigarrillo. Estaba apoyado contra la baranda, y ubicado entre dos de los botes salvavidas. Los ojos de Panty se posaron en el fuego, y en respuesta, el joven le extendió su cajetilla, ofreciéndole un cigarrillo.

Pero la rubia caminó hacia él y le quitó el cigarrillo de los labios. El castaño alzó las cejas, intrigado.

“Sería bastante tonto perderse en un barco”
“Sin embargo, hay gente ahogándose en vasos de agua”

Panty sonrió y tomó una bocanada del cigarrillo. El castaño extendió su mano, y ella se lo devolvió.

“¿Que hace por aquí a esta hora?”
“Es la única hora en la que no tengo que responder a nadie” dijo. Lo miró, y entonces agregó “O al menos esa era la intención”
“¿Sirvienta de primera clase?” continuó el joven.
“¿Cómo lo supo?”
“Te ves demasiada pulcra para ser otra cosa”
La rubia asintió, observándolo de pies a cabeza. “¿Pasajero de segunda?”
“Oh” le devolvió la pregunta “¿Cómo lo supo?”
“Tu ropa es algo fea para ser de primera clase”

El castaño rió y se despegó de la baranda. Y cuando intercambiaron miradas nuevamente, fue que Panty reconoció cierta coquetería en sus ojos.

Podría ser de segunda clase, y no tan atractivo como los caballeros de la alcurnia, pero sentía una conexión diferente con él. Y aquello no era algo con lo que se había cruzado muchas veces en su vida.

Al parecer, él parecía estar pensando en algo similar.

“¿Me haría el honor de caminar por la cubierta conmigo?”
Panty alzó las cejas, divertida. Pensó en las damas de trajes lujosos y sombreros con plumas, caminando a lo largo del transatlántico “¿Quiere que juguemos a ser ricos?”
“Algo así” respondió el joven, ofreciendo escoltarla “Al parecer, aquí esta de moda solidificar relaciones con paseos por cubiertas”
“Téngame paciencia” le respondió la rubia, tomando de su brazo “Me temo que soy inexperimentada en esto de las cubiertas”
“Pues si gusta…” dijo, guiñándole un ojo “Eso también podemos cambiarlo”

Panty pensó en que, quizás, y finalmente había encontrado lo que estaba buscando.

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Aquella mañana Sayi se levantó con la intención de hacer alguna actividad física. Disfrutar de tantos exquisitos menús empezaban a preocuparla, y dado que ya se había recorrido el barco de pies a cabeza, recordó que había un gimnasio a bordo y decidió probarlo.

Usualmente, Panty se encargaría de preparar su atuendo y ayudarla a vestirse, pero la pelirrosa no había visto a su empleada desde la noche anterior. Decidió no preocuparse, pues Panty debía estar disfrutando del viaje a su modo, y consideró que se merecía los descansos que necesitara luego de hacerle tanta compañía los pasados meses.

Al ser la primera vez visitando el gimnasio, el entrenador a bordo la recibió apenas ingresó, y se apuró en darle un conciso tour del lugar. Se sorprendió al encontrarse a Deidara Darwin ocupando la máquina de pesas. Su amiga la recibió con una cordial sonrisa y, una vez terminó con sus repeticiones, se le unió en una de las bicicletas mecánicas. Sayi no se consideraba muy atlética— lo suficiente para agitarse de tanto en tanto, pero a simple vista era evidente que su acompañante se ejercitaba con frecuencia.

Le dieron ganas de preguntarle dónde había sacado tan buen físico, pero sintió que sería un atrevimiento hacerle una pregunta tan directa.

“¿Quiere que probemos la máquina de remar?” le preguntó Deidara, señalando los dos sitios vacíos.
Sayi se había cansado tras montar el caballo eléctrico, pero por no menospreciar la invitación, asintió a darle un último esfuerzo. Al menos, ello le daría cabida a poder comer un postre de más, ¿cierto?

Y dicho y hecho, una vez terminaron con el ejercicio ambas se apuraron en cambiarse, y se volvieron a encontrar una hora más tarde para un desayuno tardío en el Café Parisien. Deidara le había hablado maravillas de unos wafles de arándanos que había probado en Bruselas y, al escuchar por otro pasajero que habían unos similares en el menú del café… no necesitaron mejor excusa para probar otra de las tantas amenidades a bordo del transatlántico.

“Deidara, ¿qué me puede contar sobre las famosas expediciones de su abuelo?” le preguntó Sayi. Ya casi habían terminado con sus postres, pero los habían disfrutado tan rápido que casi no hubo cábida para la sobremesa  “¿Algo en particular que llame su atención?”
“Lamentablemente no tuve la oportunidad de conocer a mi abuelo y preguntarle de ellas, pues falleció antes de que yo naciera” le respondió la joven, llevándose un tenedor a los labios “Lo que encuentro más fascinante, y algo que me hubiera gustado preguntarle, hubiera sido más sobre su expedición a bordo del Beagle”
“Fue la expedición de cinco años, ¿cierto?” Sayi recordaba haber leído de ello en la escuela, y su compañera asintió “Debió haber sido fascinante, aunque algo difícil haber estado viajando por cinco años”
“Ello es lo que me pregunto… y el haber reunido todos esos especímenes a lo largo de la travesía y llevarlos consigo. Me cuesta imaginarme los 15 pinzones abordo de ese bergantín… debió ser bastante ruidoso” observó Deidara, y Sayi rió al hacerse la imagen “Me temo que, dado que no tuve la oportunidad de compartir nada con él salvo el apellido, no puedo ofrecerle revelaciones inesperadas. Me disculpo por ello”
“No diga eso. Es todo un honor poder compartir su opinión sobre su abuelo”
“Más bien, me interesa mucho escuchar de su viaje” le preguntó Deidara, cruzando sus brazos sobre la mesa “Sayi,
 ¿Que le pareció Europa?”
“Me encantó. Tenía una idea de que el viejo continente estaba lleno de historia, pero haber visto en primera mano la cantidad de historia fue impresionante. No puedo esperar a regresar” le explicó la pelirrosa, haciendo memoria “Se me hace fascinante como cruzando distancias tan cortas la cultura y los idiomas cambian radicalmente. En Estados Unidos uno puede cruzar el país y lo único que cambia es en que lado está la orilla del mar”
Deidara rió “¿Que le parecieron los círculos sociales allá, a comparación de Norteamérica?”
“No me siento muy conocedora para comentar con certeza… usted sabe que soy bastante reciente entre, bueno, la gente con dinero”
“Por eso me interesa saber su opinión, Sayi” continuó Deidara con una sonrisa “Dado que usted tiene una perspectiva nueva”
“Bueno, como nueva rica… considero que los círculos de ambos lados son bastante similares, al menos como los percibí yo. Pero me parece que los adinerados, y realeza Europa son aún más… -y por favor no se lo tome como una ofensa- elitistas que los americanos”
“¿A qué se refiere con ello?”
“Que los nuevos ricos para los viejos ricos son algo así como los norteamericanos para los europeos”
“Bueno, Norteamérica es el nuevo continente, después de todo” Deidara alzó las cejas y Sayi asintió con una sonrisa.

Cuando la cuenta estuvo saldada, Deidara le informó que se le estaba haciendo tarde para otro compromiso. Una vez se había retirado, Sayi pensó en seguir su ejemplo y regresar a su recámara a descansar por unos minutos.

Pero en ese momento notó la llegada de un conocido quien, por su lado, no tardó en reconocerla y en dirigirse directamente hacia ella.

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Sayi le sonrió al duque von Stresemann, quien le devolvió el saludo antes de echarle un vistazo a la mesa que acababa de compartir con Deidara.

“Que sorpresa encontrarnos aquí, meine Liebling” dijo, tomando asiento. Al notar la llegada de un nuevo pasajero, un mesero se apuró en retirar la vajilla y alcanzarle un menú. Franz fue rápido en desistir, y solo pidió una taza de té “Casi parece obra del destino el habernos encontrado, ¿no le parece?”

Sayi asintió. Aún si había terminado en una reunión impromptu, era la primera vez que tenía oportunidad de conversar con Franz a solas, y tenía curiosidad de saber más sobre el mentor de Ichigo.

“Meine Liebling, espero que mi protegido la haya estado tratando bien” Franz colocó un par de cubos de azúcar en su té, y lo revolvió rápidamente mientras observaba, distraído, lo vasto del océano a través de las ventanas. Sayi no creía haber conocido a una persona con ojos tan claros como los de él “Me mortifica no haber tenido oportunidad a disculparme por mi exabrupto antes de que entablara más contacto con mi familia”
“Ichigo ha sido muy atento conmigo. Me agrada mucho pasar tiempo con él, pues la conversación es inherente” le respondió Sayi, y Franz sonrió complacido “Y me ha hablado maravillas de usted, señor, así que me halaga mucho que tenga interés de tomar té conmigo”
“Eres una chica muy correcta, Sayi. Se que damas como usted cargan con la faena de ser gráciles y memorables pero por favor, le pido que desista de llamarme señor, o tratarme con honoríficos, pues me gustaría ser su amigo”
“Oh, discúlpeme Franz” Sayi recordó el intercambio de la noche anterior, pero era difícil romper ciertos hábitos— sobretodo cuando tenían que ver con alguien de la realeza, tal y como él. No se sentía natural tutearlo, pero quería honrar su pedido. “Por favor, considérame su amiga también, y cuente conmigo para lo que necesite”
“¡Excelente! Me alegra que hayamos llegado a este acuerdo” respondió, antes de tomar un sorbo de su té. Entonces se limpió la garganta, giró en ambas direcciones, una vez cerciorado que no hubieran nadie escuchándolos, continuó “Y dado que somos amigos, hay un favor que me gustaría pedirle.”

Sayi abrió los ojos sorprendida, pues no esperó que el duque tuviera una agenda para ella. Considerando su secretismo, la pelirrosa también se cercioró que nadie los estuviera escuchando antes de acercarse a él.

“Por supuesto” le respondió “¿En que podría ayudarte?”
“No es tanto ayudarme a mí, sino ayudar en algo, que por extensión me afecta a mi también” le dijo, y al ver la confusión en los ojos de la pelirrosa, nombró su favor con una sonrisa “Me gustaría que pasaras más tiempo con Ichigo, si no es mucho pedir”
“¿D-disculpe?” le preguntó, pero Franz no retiró sus palabras. Sayi se preguntó como responder a esa petición. No solo era insólito que una dama busqué a un caballero, pero no entendía por qué el duque le pedía el favor a ella, y no a otra persona.
“Sayi” Franz tomó una de sus manos y la pelirrosa frunció el ceño, preocupada, al escuchar la tristeza en su voz “Ichigo no solo es mi empleado. Es mi pupilo, y alguien quien eventualmente me gustaría ocupe un rol más allá de sirviente”
“…”
“Pero el es testarudo, y no tiene ambiciones en la vida más que seguir ocupándose de mi familia, sin aspiraciones mayores para él” continuó “Y siento que usted es perfecta pasa avisparlo, y hacerle anhelar algo más allá de una vida de servidumbre”

Franz quería que Ichigo aspirara a tener una mejor vida, y estaba dispuesto a hacer lo necesario para lograrlo… al menos eso lo tenía claro. Era evidente el aprecio que el duque tenía con su empleado, pero ello no respondía el por qué había optado por venir a ella.

“Franz… ¿por qué cree que él va a tener un cambio de actitud por pasar tiempo conmigo?”

El hombre rió levemente.

“Meine Liebling, perdona mi franqueza” empezó disculpándose “Pero es evidente para mi, que mi pupilo tiene interés en usted, aún si no quiere percatarse de ello” Sayi sintió el color quemarle las mejillas, y sus ojos se alejaron de Franz, clavándose en el suelo “Y juzgando por su reacción, puedo deducir que siente algo similar por él”
“¡Duqu-Franz!” exclamó Sayi, sorprendiéndose a si misma por llamarle la atención a un duque, pero la vergüenza que la embargaba era demasiado a cargar. Entonces recordó a Kaien, y por un momento se sintió descompuesta.

Pensó en ponerse de pie, disculparse, y retirarse a su recámara, pero antes de poder hacerlo Franz habló, congelándola en el sitio.

“Su padre era mi sirviente favorito, pero falleció antes de que yo pudiera hacer algo por él. Dejo a un hijo, su único, destituido… una tarea que tomé como mía y la que pienso completar antes de que me sea muy tarde”

Sayi bajó la mirada, apenada. En un abrir y cerrar de ojos había aprendido una verdad, dolorosa e inesperada, y al pensar en el Ichigo hablándole de estrellas, tocando el piano y recitando música, la pelirrosa sintió la tristeza picarle los ojos.

Miró a Franz, y el hombre compartió su silencio por unos momentos. Era un pedido sincero, y originario en los mejores deseos de un mentor hacia su pupilo. No estaba segura de lo que sentía por el rubio, pero si de algo tenía certeza era que lo apreciaba, y que quería ayudarlo en lo que fuera posible. Diciéndose ello fue que finalmente aceptó.

“Pero por favor, dígame, que no estoy segura de cómo actuar… ¿hay algún tema del que deba hablar? ¿O algo específico a mencionar?” le preguntó Sayi “Dice que quiere que tenga la iniciativa de buscarlo, pero aunado a eso no sé como lograr lo que usted quiere para él”
“Meine Liebling… sólo sé tu misma, que el resto caerá por su cuenta” le indicó el duque “Y por favor, apreciaría que no le dijera una palabra a Ichigo sobre esta conversación”

Sayi volvió a aceptar, y entonces sintió ganas de preguntarle al rubio más sobre su pasado, y de entender mejor la consternación del duque. Le costaba asimilar las palabras de Franz sobre su relación, pero decidió que lo mejor sería dejar su confusión a un lado, y ayudarlos en lo que le fuera posible.

Aún si no terminaba de entender exactamente en qué podía ayudar. Mucho menos sin saber que tan prudente sería inmiscuirse en ese asunto, y qué consecuencias podría traer consigo.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Puri on September 29, 2017, 04:36:58 PM
@Sayi @Deidara IT'S HERE

ESTOY CORRIENDO A UN CUMPLEAÑOS ASÍ QUE NO PUEDO PONER NADA NI CORREGIR NADA OJALÁ TODO ESTÉ BIEN *LLANTO* YA MÁS TARDE EDITO IDK PERDÓN POR EXISTIR PERDÓN POR LANZARLES 8K A VER SI ASÍ LAS QUE ESTÁN EN EL HIME FIC ENTIENDEN CÓMO ME SIENTO YO INTENTANDO PONERME AL DÍA AHÍ (??)



Aquella noche le dejaría dos de los recuerdos más gratos de su vida.

El primero, por supuesto, era la cara de total sorpresa y horror de Howard al verla entrar al comedor del brazo de Charles y flanqueada por Erik.

“¡Howard!” Dijo Charles efusivamente mientras se acercaba hacia el otro. Erik iba detrás de ambos.
“Charles”, murmuró Howard sorprendido, intentando no mirar a Sayaka. La menor le dejó ir del brazo para que ambos pudieran darse la mano.
“Qué bueno poderte ver finalmente.” Se volteó a los invitados con quienes el otro había estado conversando. “Señores Cavendish, señorita Cavendish, qué gusto encontrarlos aquí.”

Si bien los Cavendish eran de las familias más importantes en el Reino Unido, el señor Cavendish presente en el viaje era el hermano menor del Duque de Devonshire, por lo cual no había tanto escándalo a su alrededor como uno esperaría de su título. Junto a él le acompañaban su única hija y su hijo menor, la primera de la edad de Sayaka y el otro apenas un joven de trece años.

“El gusto es nuestro, conde Xavier.” Ambos hombres se estrecharon la mano y luego el menor hizo lo mismo con Charles, su rostro todo enrojecido por ser tratado como un adulto. “Señorita Gracie, qué maravilloso poder verla finalmente.” El hombre tomó su mano y se la besó.
“Digo lo mismo, señor Cavendish.” Sonrió ampliamente.
“Déjenme presentarles al señor Lehnsherr, colega mío de mis años en Oxford.” Los Cavendish le dieron la mano a Erik, aunque con menos esmero que hacia los dos primos. El ser colega de Oxford no era un título importante, después de todo.
“Mucho gusto, señor Lehnsherr.”
“El gusto es mío, lord Cavendish.”
“Señor Lehnsherr”, le extendió Howard la mano y ambos las estrecharon rápidamente.
“Querida mía,” comenzó la hija mayor de lord Cavendish con las justas conteniendo su desagrado ante el camino que parecía haber tomado su velada. Sayaka aún no podía comprender cómo nadie había captado la rivalidad que ambas tenían desde hacía años con lo pésima actriz que era ésta. “Howard nos había contado que te encontrabas indispuesta, por lo que me temo que ya no hay espacio en nuestra mesa.”
“Eso puede arreglarse,” le respondió su padre, pero Sayaka les interrumpió.
“Mis estimados, no tienen por qué preocuparse. No puedo reprenderle a mi querido Howard el que me cuide con tanto esmero…” Le dirigió una amplia sonrisa a éste, quien se la devolvió forzada. “Pero Charles insistió en que tenía que acompañarle ya que el doctor no veía mayores inconvenientes. Es culpa nuestra el haber hecho un cambio tan repentino sin avisar, por lo que nos sentaremos en una mesa aparte.”
“No es molestia alguna, señorita Gracie.”
“Podemos sentarnos juntos.” Comentó Howard, finalmente recobrándose del cambio de planes e intentando tomar las riendas de su prometida.
“Al contrario, por favor, yo insisto. No toleraré que tengan que incomodar a los pobres mozos que ya muchas tareas han de tener preparándose para la cena. Aún nos quedan muchos días en nuestra travesía para vernos.”
“Si usted insiste, espero entonces poder contar luego con su grata presencia.” Accedió el mayor. “Estimado señor Link, espero que no le estemos privando de una agradable velada al costado de su princesa.” Rio.
“Pronto nos casaremos.” Recordó Howard, logrando una sonrisa más natural al ver lo mal que le sentaba el comentario a Sayaka. “Sabiendo que nos espera la eternidad, podré soportar la velada.”
“No nos dejen entretenerlos más, entonces.” Comenzó Charles antes que Sayaka tuviera oportunidad de responderle a su prometido. “Discúlpennos.” Todos dijeron sus despedidas y el trío finalmente pudo escurrirse hacia otro lado del salón. “Bien, ahora que estamos más tranquilos…” Empezó a hablar en ruso. “¿Ya ubicaste a tu víctima?”
“Aún n—Oh, ahí está. Pero está acompañada… Vaya, vaya. Finalmente, la suerte parece estar de mi lado.” Rio.
“¿A qué te refieres?” Sayaka se detuvo.
“Charles, cariño, hazme el favor de ir donde Isabella y pedirle que arregle una silla más para nuestra mesa. Seremos una partida grande, pero creo que mientras mayor atención tengamos será mejor.”
“No sé si confiar en ti ciegamente sea lo mejor.”
“Déjala, Charles.” Repuso Erik, divertido. “Si algo ha hecho tu prima durante todo el día ha sido sorprenderme gratamente. Déjala con sus planes, parece saber lo que hace.”
“Vaya, Erik, no me malacostumbre a darme la razón.” Ambos rieron y Charles se cruzó de brazos, pero les dedicó una sonrisa y le hizo un gesto a Erik para que le siguiera.

Una vez sola, Sayaka sonrió al ver a sus víctimas mientras se acercaba a ellos.

Si mal no recordaba, hacía un par de semanas había coincidido con Sayi Darcey en un almuerzo organizado por el conde de Lauderdale en su residencia en Thirlestane. Al tratarse de otra chica de la nueva burguesía intentando ascender socialmente como pudiera, Sayaka no le había prestado mucha atención. Además, en aquel entonces aún se encontraba de duelo, por lo que nadie le recriminaba su falta de modales. Ahora, sin embargo, necesitaba algo de ayuda si deseaba que Isabella tuviera la vida mucho más fácil y le perdonara el exabrupto de la tarde.

Sayi Darcey era la candidata perfecta. De lo poco que se había enterado de ella en aquel entonces, los negocios de su padre eran impecables y su familia no tenía ningún escándalo. La chica en sí mostraba buenas maneras, y aunque su postura podría mejorar, y todavía parecía hacerse líos con los títulos y nombres de otros, no había nada más que se le pudiera criticar. Vestía de manera sencilla, pero a la moda, y llevaba el cabello de una manera que hacía que la misma Sayaka se sintiera envidiosa. Pero lo mejor de todo no acababa ahí, sino que al parecer la extranjera había logrado captar la atención de Kaien Talmage-Atwood, un chico de su edad con el que se frecuentaba en varios círculos y venía de una de las familias más dignas del Reino Unido.

Sí, juntarse con ellos dos sin lugar a duda sería espectacular para la causa de Jean-Jacques e Isabella. Mientras más personas vieran que alguien como ella se juntaba con personas como Sayi Darcey, Isabella tendría un camino sin dificultades hacia la felicidad. Si Sayaka estaba condenada a un matrimonio sin amor y a perder su herencia y título, al menos Isabella podría ser feliz con su extranjero.

“Disculpe, ¿señor Talmage-Atwood?” Ambos se voltearon.
“¡Señorita Gracie! Es un placer verla”. Tomó su mano y se la besó. Sayaka notó el interés de Sayi en ella y le sonrió. Al menos eso le facilitaría las cosas.
“Lamento terriblemente el atrevimiento, pero me preguntaba” se detuvo, y entonces se giró hacia una mesa cercana, donde una pareja les sonreía con cierta timidez “¿Les apetecería unírsenos a cenar?” Charles y Erik habían desaparecido, pero notó que había más sillas en la mesa.
“Pues—” Kaien se volteó a ver a su acompañante, a la cual se le iluminó el rostro. Con una risa, se volteó a hablarle de nuevo. “Por supuesto que sí, sería un honor. ¿Ya conocía a la señorita Darcey?”
“Me temo que no, no he tenido el gusto. Soy Sayaka Gracie.” Dobló levemente las rodillas y alzó un poco su falda en forma de saludo, esperando que aquella formalidad llamara la atención de las personas en la sala.
“Sayi Darcey”, respondió de la misma manera, con una sonrisa más amplia. “El gusto es mío, señorita Gracie.”
“Vengan, por favor. Deseo que conozcan a mis amigos.”

Apenas llegaron a la mesa, Jean se levantó y ayudó a Isabella a hacer lo mismo. El mayor se apresuró a saludar a los recién llegados para poder darle tiempo a las dos amigas de saludarse.

“Gracias”, le susurró mientras le besaba la mejilla. Sayaka le apretó la mano de manera discreta y le sonrió. “Mucho gusto, soy Isabella Hunter-Blair.” Dijo dirigiéndose a Sayi y después de haber saludado rápidamente a Kaien, quien ya había entablado una conversación con Jean. “Espero no le incomode nuestra invitación de último minuto.”
“No, al contrario…” Comenzó Sayi. “Es un halago, señorita Hunter-Blair.”
“Vaya, veo que la nuestra será una fiesta muy animada”. Sayaka se volteó al escuchar a Charles llegar, pero lo que le sorprendió fue la chica de cabello rosa que iba con él y con Erik. “Mis estimados amigos, déjenme presentarles a la señorita Deidara Darwin, tataranieta del gran Charles Darwin”. La joven les sonrió y se inclinó ante todos.
“¡Cuánto placer, señorita Darwin!” Dijo Sayaka emocionada. “Mi querida Isabella me contó que se nos uniría hoy a cenar, aunque sospecho que lo hizo para quedar bien con Charles y dejarme mal a mí. Todos en esta mesa admiramos la valía de su tatarabuelo, independientemente de si le creamos o no, claro está”.
“Es usted muy amable por halagarlo”. Le sonrió. “Quería agradeceros por invitarme a vuestra mesa, así sea solo para entreteneros”.
“Oh, qué bonito acento (¿?)”
“Siempre me pareció bello escuchar a personas hablando con el acento del inglés antiguo y pronunciando las zetas y ces (¿?)”
“Bueno, pero es que solo de pronunciar todo como eses no vive el hombre (¿?)”
“Estimados, quiero presentarles a la señorita Darcey y al señor Talmage-Atwood”, dijo Sayaka acercándose a ellos. “Los dos han tenido la gentileza de unírsenos esta noche para finalmente poder descansar de conversaciones superfluas con gente que conocemos desde que tenemos memoria.”
“Si dicha memoria no me falla, usted y yo nos conocemos desde niños también, señorita Gracie”, repuso Kaien sonriendo.
“Pues agradézcale a la señorita Darcey el haberse vuelto más interesante de la noche a la mañana como para invitarlo a mi mesa, entonces”. Todos rieron.
“Quiero agradecerle públicamente por haber elevado mi estatus ante los ilustrísimos ojos de nuestra señorita Gracie, Sayi”. La joven se sonrojó por el comentario, pero le sonrió de la misma manera atrevida.
“No hay de qué, Kaien. Para cuando lo requiera”. Ahora sí Sayaka rio con el resto cuando fueron cortados por la entrada en el comedor de los mozos y ayudantes. Estaba pronta a sentarse cuando Charles le tomó de la muñeca.
“Por favor, disculpen la rudeza y excúsennos un momento. Volveremos en seguida”, les anunció a todos y llevó a Sayaka a la salida del comedor.
“¿Qué sucede?” Preguntó con cierto enfado, pero siguiéndole fuera del recinto. “Todos en el comedor nos verán regresar y se preguntarán por qué salimos”.
“Te aseguro que para cuando veas la sorpresa que te tengo te olvidarás de ello”.
“¿Sorpresa? Charles, odio las sorpresas—”
“¿Debería retirarme entonces?”

Sayaka se volteó al escuchar la voz y se quedó sin habla. Ante ella se encontraba Scorpius Malfoy, su mejor amigo después de Isabella y su primo.

“¡Scorpius!” Repuso emocionada, pero sin atreverse a abrazarlo estando tan cerca del comedor. “¿Qué haces aquí?” Al diablo con no acercarse. Su felicidad pudo más y le tomó de las manos, estrechándoselas de vuelta el otro con una gran sonrisa.
“Abordé en Cherburgo hace un par de horas. Charles me escribió hace semanas contándome que ambos irían a Nueva York y decidí venir a verte”.
“No tenías por qué hacerlo, cariño. Ya te había escrito diciendo que tengo planeado ir de Nueva York a París para comprar mi vestido de bodas, no tenías por qué hacer el esfuerzo de venir al Titanic”.
“Claro que sí. Charles no irá a París contigo y ya me imagino que nuestro conocido no querrá dejarme visitarte sin estar él presente en todos nuestros encuentros. Y por más que insistas en invitarme a tu boda, te quiero y estimo mucho como para añadir una pelea tonta en tu primer día de mujer casada, por lo que sabes que no iré”.

El buen ánimo de Sayaka menguó un poco al darse cuenta de que lo que decía Scorpius era cierto. Mientras Howard sabía lo importante que era tener a Charles en su buena gracia, lo mismo no sucedía lo mismo con Scorpius, quien era francés y de una familia aristócrata que venía en picada desde hacía varios años. El simple hecho que el chico no se atreviera a entrar al comedor denotaba que había venido con un pasaje de segunda clase.

“Scorpius, no debiste, en verdad”. Apretó nuevamente sus manos. Abrió los labios para decirle lo mucho que significaba su sacrificio, pero el rubio la calló.
“Ya te he retrasado demasiado. Además, aún estoy mareado y deseo descansar, así que ya tendremos tiempo de sobra para vernos mañana, ¿te parece?”
“Mañana tengo que desayunar y almorzar con Howard”.
“Escuché que el baile de máscaras tendrá a los comedores de primera y segunda clase juntos”, le sonrió emocionado. “Ahí podremos vernos. Si mal no recuerdo, hace mucho tiempo que no bailamos”.
“No tienes idea de cuántos bailes me debes”, rio, finalmente feliz de ver que algo bueno sucedía en el día. “Ve a descansar entonces”, se volteó a ver a Charles, quien intentaba cubrirlos para darles privacidad. “Esta es la sorpresa más bella que me has dado en mucho tiempo, querido”.
“Tomaré que mi llegada sorpresa a tu habitación no fue tan importante como esta”.
“Jamás le ganarías a Scorpius y lo sabes”. El rubio rio y soltó las manos de Sayaka. “Nos veremos luego, entonces. Hasta mañana, Charles”.
“Cuídate, Scorpius”. Le respondió este. El chico se fue y la menor volvió a tomar el brazo de su primo para entrar al comedor. Como había vaticinado, todas las miradas se giraron hacia ellos, pero la chica estaba aún muy feliz como para que le importara.
“Disculpen la interrupción”. Un ayudante se apresuró a mover la silla para que se sentara. “Veo que tenemos una discusión muy animada. ¿De qué estamos conversando?”
“Pues la señorita Darcey nos contaba sobre los negocios de su familia en Estados Unidos y descubrí que tenemos más de un conocido”, contó Jean entusiasmado. “Estábamos pensando que sería ideal que nuestros padres se conozcan”.
“Me temo que Jean secuestró la conversación”, se disculpó Isabella y el pobre se quedó callado ante la sutil reprimenda, pero sus hombros se relajaron al ver la sonrisa que le dedicaba la chica. “Pero en efecto, la señorita Darcey tiene muchas historias interesantes sobre el nuevo continente”.
“Es la primera vez que voy a Estados Unidos”, contó Sayaka. “¿Se parece en algo al Reino Unido?”
“Me temo que no es tan bello, señorita Gracie. Y las personas y modales son muy distintos a los de aquí, me temo. Aunque es mi hogar, uno siempre prefiere a su hogar por sobre todas las cosas”.
“Estoy seguro de que de donde viene es un lugar hermoso”, le dijo Kaien. Isabella y Sayaka intercambiaron miradas y le sonrieron a Sayi con ojos conocedores.
“Yo fui hace años, de niña”, dijo Isabella salvando a la pelirosa de tener que responder aquel halago. “Para visitar a mi abuela que en aquel entonces vivía en Cincinatti”, contó Isabella. “Ahora vive en Nueva York, pero me temo que no recuerdo casi nada de cuando estuve por ahí. Debo decir que siento algo de miedo, con todo lo que he escuchado sobre la ciudad”.
“Ha crecido mucho en este tiempo”, contó Sayi, “Últimamente ha habido mucha migración, así que se ha urbanizado muchísimo, pero entiendo su preocupación ya que algunas zonas sí tienden a ser inseguras. Aún así, varias zonas son bellas y le recomendaría que las visitara, después de todo, varios arquitectos están migrando allí también y se ven nuevas construcciones empezando en varios lugares”.
“Eso llama mi atención”, acotó Charles. “Sería interesante poder conversar con algún arquitecto de América, me gustaría ponerme en contacto con la academia científica de allá”.
“Charles fue a Oxford a estudiar biología, pero no pudo terminar sus estudios por sus deberes. Sin embargo, aunque no nos dio un título, nos trajo a cambio al señor Lehnsherr. Debo decir que fue un buen intercambio”.
“Me halaga más de lo debido, señorita Gracie”, le sonrió Erik. “Charles no necesita un título de Oxford, su conocimiento e interés por las ciencias ha sobrepasado lo que la casa de estudios podría haberle ofrecido, a mi parecer”.
“Y me disculpará el atrevimiento”, cortó Isabella, “Pero por eso mismo le pedí que se nos uniera esta noche, señorita Darwin. Esperaba que pudiera entretenernos con alguna historia de su difunto tatarabuelo”. Todas las miradas se pusieron en la chica y esta les sonrió amablemente.
“Por favor, estamos entre amigos. Me gustaría que me llamaran por mi nombre si es que no abuso de vuestra confianza”.
“No, no abusa para nada. Además, el señor Xavier siempre fue mi padre, aún no me acostumbro a ser llamado de aquella manera”.
“También te podríamos llamar Conde”. Sugirió Isabella riéndose.
“No, pero me parece bien. No somos un grupo muy común, así que me parece que lo más adecuado sería que nos tratáramos de una manera más informal”, dijo Kaien y Sayi asintió, aunque temerosa.
“Suena divertido”, comentó Sayaka. “Así siempre recordaré a mis queridos amigos del Titanic, aquellos locos informales que tuve que soportar una semana”.
“¿Soportar? Sayaka, mira lo que dices. A mí me deberían pagar por ser tu amiga”.
“Pásame tu cheque apenas puedas, Bella, no me gusta estar en deudas con mis empleados”. Todos rieron y se sintió en aquel entonces que la atmosfera se había vuelto mucho más amena entre ellos. En aquel momento se retiraron los platos de entrada y los ayudantes se acercaron con bandejas para ofrecerles los platos de fondo a cada uno.
“Señorita Deidara, entonces”, comenzó ahora Erik. “Creo que nos desviamos un poco del tema. ¿Nos iba a hablar de su tatarabuelo?” La aludida se vio sorprendida por un instante, pero sonrió y asintió.
“Claro que sí. Como se imaginarán, no pude conocerlo, pero crecí con historias de sus aventuras por América…”
“Ajá”.
“Y… Sí…”.
“…”
“…”
“¿Y sabe cuál fue su país favorito a estudiar?” Preguntó Charles.
“Pues… Ya sabe, Sudamérica en general…”
“…”
“…”
“…Según tengo entendido siempre le gustó la amabilidad de los latinos”.
“…”
“…”
“Escuché por ahí que Perú, esa antigua colonia española, le pareció maravillosa…”
“¿En serio?” Preguntó Charles emocionado por este pedazo de información. “Me gustaría muchísimo ir ahí algún día, a lo mejor podría ver con mis propios ojos lo que le gustó tanto a su tatarabuelo… Me pregunto qué habrá inspirado sus paisajes en la producción de su libro…”
“…Ajá”.
“Pero me imagino que Brasil también le habrá gustado, ¿no?” Prosiguió Charles, quien no dejaba de ver a Deidara como si la navidad se hubiese adelantado. “Recuerdo leer mucho de Brasil en sus libros, sus aportes sobre la Amazonía fueron indudablemente los más importantes para la ciencia biológica de hoy en día”.
“…Sí, claro, recuerdo que le gustaba mucho Brasil”.
“¿Recuerda alguna ciudad en particular?”
“Pues…”
“…”
“…”
“Vale, ¿no deseáis mejor que os diga algo muy importante sobre él?”
“Sí, por favor, díganos”.
“Pues que me parece muy irrespetuoso que mi tatarabuelo haya abierto un campo tan importante en la biología y aún se enseñe creacionismo en los colegios. ¿No os parece?” Ahora pasó al revés, que todos se quedaron callados sin saber qué decir, pero Deidara prosiguió. “Me parece muy falso que el país, como tal, siga creyendo que la religión tenga un peso mucho más importante que la ciencia dura”.
“¡Y eso es verdad!” Asintió Charles emocionado, sin importarle lo delicado del tema. “¡Concuerdo completamente! Charles Darwin es una de las mentes más grandes y es un insulto a su memoria el quedarnos callados sobre el evolucionismo”.
“Pero, aunque el señor Darwin haya tenido la razón, ¿no creen difícil negar a la población que no accede a la educación sus creencias?” Comentó Erik.
“Puede ser”, prosiguió la joven, “En un inicio, claro está. Pero la verdad no ha de ser tapada con un solo dedo, la iglesia no puede seguir callándolo. ¿O sí?”
“Tendrán que perdonarme, pero como católico, no creo que el señor Darwin esté en lo correcto y por eso no sería lo adecuado que se enseñe de él en las escuelas”. Todos se callaron y vieron a Jean-Jacques que portaba un semblante serio.
“¿Es usted católico?” Dijo Sayaka alzando una ceja y mirando luego a Isabella, quien intentaba evitar su mirada. Una cosa era ser un nuevo burgués, otra que fuera católico.
“¿Hay algún problema con las religiones?” Preguntó Erik sin mirarla.
“No, claro que no”, repuso ofuscada. Sí, era hipócrita de su parte, pero Charles y Erik eran hombres. Nadie haría problema de que dos amigos fueran de religiones distintas, incluso siendo Erik un judío; pero Isabella era una mujer y su familia la acosaría si es que no bautizaba a sus hijos como anglicanos.
“A ver, creo que nos hemos desviado un poco del tema”, comenzó Charles para apaciguar todo. “No quiero asumir, y tampoco le preguntaré, pero supongo que la señorita Darcey tampoco es anglicana. Cada uno tiene derecho a sus opiniones, pero a mí me gustaría saber un poco más de la vida del señor Darwin”. Se volteó a ver a Deidara. “Así que cuéntenos, por favor”.
“…”
“…”
“¿…Qué, exactamente?”
“¡Cualquier cosa!” Charles rio. “Algo que no salga en los libros”.
“…Vale. Creo que ya sé qué contaros. ¿Recordáis que os dije que a mi tatarabuelo le gustó mucho Perú?”
“Claro”.
“Pues no solo eso. Estando en Perú se hizo muy buen amigo de un nativo de allá, tanto así que volvió a casa con él luego de todas sus expediciones”.
“¿Es en serio?”
“Por supuesto, jamás os mentiría”. Respondió con una risita. “Este buen nativo, quien llegó como amigo y ayudante suyo, terminó enamorando a mi tía tatarabuela”.
“No sabía que Charles Darwin tuviera una hermana”, dijo Charles frunciendo el ceño.
“Por eso os digo que es una historia que no está en los libros sobre su vida”, le guiñó el ojo. “Este hombre se volvió mi tío tatarabuelo y hasta hoy en día nos seguimos relacionando con su familia. ¿Podríais creéroslo?”
“¡Qué bonito!” Dijo Isabella. “Esa sí es una bella historia de amistad”.
“Debo decir que es muy placentero conocer más de Charles Darwin como persona y no solo como académico”, asintió Charles, satisfecho con este pedazo de información.
“Sin embargo…”
“¿Sin embargo?” Preguntaron viendo que el semblante de Deidara se había ensombrecido.
“No, no es nada…”
“No, por favor, díganoslo. No queremos incomodarla”. Le dijo Kaien, siempre tan galante.
“Verán…” Cuando Deidara subió la mirada, todos pudieron ver que estaba llorando. “Hace apenas unos días falleció mi prima latina, la tataranieta de este hombre… No quería incomodaros y por eso no fui sincera con la señorita Isabella, pero estoy viajando a dejar sus cenizas a Perú… Siempre quiso viajar a conocer… Y la pobre nunca pudo…” comenzó a llorar y Sayaka, quien se había sentado a su costado, la tomó del hombro y le acarició la espalda para calmarla.
“Por favor, señorita Darwin, acepte todas nuestras disculpas por haberla entristecido de este modo. De haber sabido que hablar de su tatarabuelo la pondría así…”
“No, no es vuestra culpa, y vosotros habéis sido tan amables… Es solo que hablar de mi tatarabuelo Darwin… Oh, amigos míos, no tienen idea de TODAS las historias que conozco y que quisiera contaros, pero se me parte el corazón de recordar a mi dulce y alegre Fátima…” La joven sollozó y Sayaka miró a Charles y este asintió, sabiendo que de ahora en adelante no habría que mencionar el tema, por más que se muriera de la curiosidad.
“Descuide, ya usted nos contó una bellísima anécdota y ya le hicimos sufrir mucho con nuestra desmedida curiosidad”.
“Es cierto”, acotó Sayi. “Además, aún tenemos mucho de qué conversar entre todos. Señor Leroy, ¿es verdad que usted estudió en Cambridge?”
“Claro que sí, señorita Sayi”, comenzó el otro, animado por poder brillar finalmente. “Llegué hace un par de años al Reino Unido para estudiar administración y matemáticas. Como heredero es mi deber entender el negocio familiar, ¿no le parece a usted lo mismo?”
“Oh, pues bueno, creo que nuestras situaciones son un poco diferentes… Pero créame que le entiendo”.
“Ustedes dos me parecen muy valientes, si me permite el halago, señorita Sayi. Nuestras costumbres son muy distintas a las americanas, pero tanto usted como Jean son personas muy decentes e inteligentes que buscan dejar muy bien la nueva reputación de sus familias”. Tanto Jean como Sayi le sonrieron a Isabella, pero la sonrisa de Jean era para alumbrar toda la habitación.
“No podría concordar más con la señorita Isabella”, asintió Kaien. “Y no me cansaré de repetírselo, Sayi”.
“Son muy halagadores, los dos”, respondió la aludida, aún enrojecida.
“Y me gustaría conocer más sobre usted, señor Jean-Jacques”. Comenzó Sayaka y justo en aquel momento se les comenzó a retirar a todos los platos del segundo para que pudieran servirse de las bandejas de postres. “Según tengo entendido su familia es muy prominente allá en el nuevo continente. ¿Nos cuenta sobre sus negocios?”



La velada, dejando de lado el triste momento en que la señorita Deidara recordó a la difunta señorita Fátima, fue un éxito.

Se divirtieron, rieron, contaron diversas anécdotas, chistes y Sayaka sintió sinceramente que este era un muy buen grupo de amigos. Al final no había mentido cuando dijo que recordaría siempre con cariño a sus amigos del Titanic, ya que hacía tiempo que no se sentía tan feliz y dejaba de estar tan a la guardia a todo momento. Si tan solo Scorpius hubiera estado ahí con ellos, habría sido perfecto, pero ya tendría tiempo de presentarlo a sus amigos a la noche siguiente durante el baile.

Siguieron conversando luego tomando café hasta que Deidara vio la hora y se excusó del resto, ya que tenía planes para temprano en la mañana. El grupo se disolvió, entonces, con Kaien y Sayi yéndose por su lado y Erik despidiéndose también para irse a su habitación. Charles decidió acompañarlo a la puerta para buscar su abrigo y el de Sayaka, cuando…

“Sayaka”. Se volteó a ver a Howard, quien se acercaba a ella junto al señor Cavendish. Al menos no había traído a su estúpida hija con él.
“Querido Howard. Señor Cavendish”, les sonrió. “Espero que hayan tenido una agradable velada”.
“La tuvimos, señorita Gracie. Habría sido espectacular de haber tenido su deliciosa presencia con nosotros, pero así es la vida de injusta”.
“La ausencia solo hace crecer el corazón, señor Cavendish. Quiero creer que cuando podamos tener la oportunidad de volver a juntarnos será mucho más disfrutable para ambos”.
“Definitivamente”.
“Me preguntaba si podía acompañarte a tu habitación”. La menor miró a Howard, pero se sentía muy feliz como para amargarse en el camino.
“No tienes por qué preocuparte. Charles me trajo y Charles me llevará, tú no tienes por qué extenuarte”.

Si tan solo no fuera una estúpida, Sayaka se habría dado cuenta que Howard había cedido y esa era su manera de pedir tregua. Pero solo fue hasta ver el gesto que hicieron sus ojos ante su negativa que Sayaka se dio cuenta y se arrepintió. No debió de haberle dicho eso, al menos no frente al señor Cavendish.

“Ya veo. Supongo que prefieres otros tipos de compañía, ¿no?” Howard alzó la mirada hacia otro lado y tanto Sayaka como quien los acompañaba miraron hacia donde él veía. A la chica se le vino el alma a los pies, Howard estaba mirando a Sayi Darcey. “Nueva burguesa americana. Supongo que su exoticidad es lo que llama tu atención, aunque nunca entendí por qué te gustarían los modales americanos. ¿Qué opina usted, señor Cavendish?”
“Pues no la conozco, pero debo concordar con usted que los modales americanos…” Y bufó como respuesta.
“Si yo fuera el señor Talmage-Atwood me lo pensaría dos veces. Una cara bonita no es suficiente cuando no se nace en el lugar adecuado”. Al decir esto miró a Sayaka, claramente en un reto. Y la menor sabía que podía salir victoriosa de este si se atrevía, ya que Howard era exactamente una cara bonita que no había nacido en el lugar adecuado… Pero ya se sentía lo suficientemente humillada como para negarle esa victoria.
“No creo que el señor Talmage-Atwood sea tan arriesgado”, murmuró el señor Cavendish sin darse cuenta aún de lo que transpiraba entre la pareja.
“Una pérdida de tiempo”. Para Kaien si no le hacía una propuesta a Sayi, claro.
“Bueno, no te quitaré más tiempo”. Howard se acercó y le dio un beso en la frente. “Ve con Charles, cariño. Mañana nos vemos en el desayuno. ¿Me acompaña, señor Cavendish?”
“Por supuesto. Señorita Gracie”, inclinó su cabeza y esta hizo lo mismo.

Apenas la dejaron sola, fue hacia donde la estaban esperando, pero llamó su atención el que Isabella y Jean siguieran hablando aún cuando estos ya habían sido atendidos y tenían puestos sus abrigos encima.

“¿Deseas que te llevemos a tu habitación?” Sayaka se volteó al escuchar a Charles. Lo propio sería irse con él como le dijo a Howard que haría, pero si ella jugaba nuevamente de Celestina como en la mañana, les daría más tiempo juntos. Además, necesitaba una distracción después de lo transcurrido y ya era demasiado tarde como para que alguien estuviera rondando por la cubierta y viera algún posible nuevo escándalo.
“No. Iré con Bella, para regalarle un par de minutos más”. Charles asintió. “¿Te veo mañana en el desayuno?”
“Por supuesto”.
“Intenta no enojarte con Howard. Mañana te quiero ver venir de su brazo y calmada, dejando atrás lo que acaba de pasar”. Así que lo había escuchado todo. Sayaka frunció el ceño y quiso replicar, pero Charles la calló con una mirada seria. “Lo digo en serio, Sayaka. Sabes que siempre, siempre estaré de tu lado, querida, pero tienes que poner de tu parte. A menos que desees perder Drumlanrig y te vengas a vivir conmigo, tienes que casarte con él”.
“¿Y no podría ser así?” Preguntó en ese momento, con cierta esperanza. “¿No podría irme a vivir contigo…? A lo mejor debería estarme casando contigo, en realidad. Eso arreglaría nuestros problemas, ¿no lo crees?” Charles suspiró y la miró con ternura, pero la línea de su boca era firme.
“Claro que no. Incluso si de verdad hiciéramos esa locura, jamás podría perdonarme el no darte lo que quieres. El atraparte de otra manera”.
“¿A qué te refieres?”
“Que tú quieres tu propia familia, Sayaka. Y eso es algo que yo no podría darte. No sería justo”.
“Tú eres mi familia”, musitó resignada. “Y no te equivoques. Howard jamás podrá darme eso tampoco. No tiene sentido alguno tener una familia con él, no dejaré que use a mis propios hijos en mi contra”. Ambos se quedaron en silencio, mirando el mar romperse abajo contra el barco. Pasó un largo rato hasta que Charles vio de reojo a Sayaka secarse una lágrima. Antes de poder decir algo, la menor ya se había volteado y se había encaminado hacia sus amigos sin siquiera despedirse de él. “¿Qué les parece si los acompaño, estimados? Así podremos seguir conversando. Esta ha sido una velada hermosa”.
“Por supuesto que sí, señorita Sayaka. Espero que no le moleste la presencia de mi valet, el señor Otabek Altin. Ya lo conocieron en la mañana, aunque bajo peores circunstancias”. Fue ahí que la chica reparó en la presencia del joven de la mañana que les había salvado a las dos en la piscina. Al parecer Jean había tenido la inteligencia de mandarlo llamar para que no le vieran solo con Isabella, aunque Sayaka dudaba de que ayudara el que fuera un hombre y no una criada. Bueno, al menos era un giro en la dirección adecuada.
“Es un gusto volver a verlo, señor Altin”, asintió y el joven hizo lo mismo.
“Por favor”, interrumpió Isabella, mirando al recién llegado. “Espero que acepte mis más grandes disculpas por mi comportamiento de hoy, señor Altin. Y quiero agradecerle también su atención para conmigo y mi amiga, la señorita Gracie”.
“No lo mencionen, por favor. Sólo cumplí con mi deber, señorita”.
“Es usted muy amable”.
“Otabek es mi más apreciado trabajador”, Jean le dio unas palmadas en la espalda. “No solo ha salvado mi vida más de una vez, sino que ahora ayudó a salvar la de aquellas personas que se han ganado un lugar importante en mi corazón”. Isabella se sonrojó y Sayaka le devolvió la sonrisa a Jean. Si bien en la mañana había albergado demasiadas dudas, el chico no había hecho nada más que demostrar ser una persona muy dulce. “Espero que sepas cuánto te aprecio, Otabek, porque no solo eres un trabajador. Eres un muy buen amigo”.
“Mi señor es muy amable”, su rostro seguía serio, pero Sayaka observó cómo sus ojos se relajaban y un amago de sonrisa se escondía en ellos. “En verdad aprecio trabajar con usted”.
“Y eso es un halago. Bueno, señoritas, ¿vamos?”

Los tres se pusieron en ruta, con Sayaka en medio de ambos, pero a un paso atrás, para que pudieran hablar con más soltura. En un inicio intentó seguir los temas de conversación y hacer uno que otro comentario, pero cuando Jean comenzó a contar historias de sus hermanos menores, la menor dejó de prestar atención. No le apetecía mucho enterarse sobre la familia de Jean, al menos no por el momento. Siguió caminando junto a ellos en silencio, con Otabek detrás, escuchando las olas romper nuevamente contra el barco… No solo era relajante, sino que era un ruido bienvenido, evitaba que pensara en otras cosas por el momento…

“Блядь!!”

Un ruido en seco, aquella lisura, y Sayaka se volteó a ver a Otabek saltando en un pie. Al parecer el joven no había visto en la oscuridad que varias cuerdas gruesas habían sido apiladas en un monte y terminó golpeándose al dar un paso, casi quedando en el piso. Apenas se dio cuenta que todos le veían, se recompuso rápidamente, apoyándose en el pie bueno.

“Disculpe, señor Leroy”.
“No, no, no tienes por qué disculparte. Es comprensible”.
“¿Se encuentra bien, señor Altin?”
“Sí, señorita Black-Hunter, disculpe el barullo”.
“¿Pero puede caminar?”
“No hay problema. Sigan, por favor”.
“¿Habla usted ruso?” Preguntó Sayaka sorprendida aún y en ruso. El joven se sonrojó al darse cuenta de que le había entendido y Sayaka se sorprendió de lo feliz que se sentía al haber logrado cambiar ese rostro tan serio que parecía portar siempre.
“Disculpe mi exabrupto, señorita”, dijo rápidamente en inglés. Esto atrajo la atención de Jean-Jacques, quien los miró con curiosidad. Isabella le sonrió.
“Sayaka habla ruso, Jean.”
“Wow, nuestra señorita tiene muchas habilidades escondidas”, rio este. “¿Algún otro idioma del que deba enterarme?”
“Francés y alemán.” Le suplió Isabella.
“Mi familia materna proviene de allá, por eso también hablo ruso”, comentó Sayaka, quien aún seguía mirando con curiosidad a Otabek, aunque el otro intentaba evitar su mirada. Estaba tan ensimismada con su descubrimiento que no le importó el que Jean-Jacques no estuviera al tanto de la historia de las familias importantes en el Reino Unido.
“Otabek también es de Rusia, ¿no es así?” Este asintió levemente, sin mirarlo. “Apuesto que podrían compartir historias. ¿Alguna vez fue a Rusia, señorita Sayaka?”
“No, la verdad es que nunca fui.” Esto último lo dijo mirando a Isabella pidiéndole con la mirada que la ayudara. Jean era dulce y buena persona, pero eso no quitaba el hecho que hablara como si le pagaran por ello.
“Jean”, le llamó Isabella, comprendiendo a su amiga, “¿Qué te parece si nos sentamos en aquellas bancas? Quería conversar contigo antes de tener que partir caminos”. Se volteó hacia los otros dos. “¿No habrá problema en esperarnos un momento?”
“Descuiden, sus secretos están a salvo conmigo”. Les respondió Sayaka con una sonrisa. “Señor Altin, ¿me acompaña?” Indicó unas bancas más alejadas de donde la pareja se iría a sentar, para darles privacidad. Otabek asintió y la siguió. Después de un par de segundos en silencio, la joven no se pudo contener más y comenzó a hablar, cambiando el idioma de vuelta. “Perdóneme el atrevimiento, pero estoy feliz de que finalmente nos encontremos solos y de saber que no pueden espiar nuestra conversación. Isabella ya habló por mí, pero quería agradecerle personalmente todo lo que hizo en la mañana por nosotras, en especial por haberse arriesgado por recuperar mi dije cuando no tenía por qué hacerlo”.
“No tiene por qué agradecerme, señorita. De no haber sido por usted, yo habría llegado muy tarde a ayudar a la señorita Black-Hunter”. El ruso de Otabek era pausado porque se notaba que su cerebro buscaba las palabras, pero el acento era idéntico al de su abuela. Seguramente hacía años que no tenía con quien practicarlo.
“Tonterías, usted bien vio que mi amiga estaba a punto de ahogarme sin querer. Usted fue quien lo evitó y nos puso fuera de daño a ambas, además de ser tan gentil de llevarme a mi habitación, así que se merece el crédito.” Sayaka sonrió y Otabek finalmente dejó de mirarle todo serio y le dedicó una pequeña sonrisa también.
“Como le dije en la mañana, igual creo que usted fue muy valiente, señorita”.

Sayaka recordó sus palabras y luego recordó lo estúpida que se había sentido a lo largo del día por todo lo que pasó. Y no es que se arrepintiera de haber saltado por Isabella, porque bien sabía que lo haría una y otra vez sin dudar.

Pero con cada paso que daba, Howard la arrinconaba. Cada vez que creía que podía cimentar su posición social, Howard estaba ahí para quitarle protagonismo, para esparcir rumores en su ausencia, para quedar él como el dulce amante de una pobre alma perdida y degenerada. Sus palabras al final de la cena ante el señor Cavendish, cuando sugirió que Sayaka buscaba otro tipo de amistades al verla junto al grupo, solo habían provocado que creciera dentro de ella ese miedo inmenso al verse cerca de ser eliminada del único juego en el que había sido instruida desde niña. Charles lo sabía, Isabella y Scorpius también lo sabían, Erik lo sabía ahora, y su abuela lo sabía y no dejaba de aconsejarla como sea que podía. Pero nadie podía hacer nada por ella en realidad. Y por más que ella seguía intentando, Howard siempre iba medio paso por delante.

Recordó el funeral. Ese día había amanecido llorando la pérdida de su padre. Pero esa noche, después de la pelea con Howard, se había acostado llorando la pérdida de su vida y maldiciendo al difunto por haberla puesto en esa situación.

A la mañana siguiente, amaneció maldiciéndose a sí misma y yendo a la peluquería de la ciudad para cortarse todo su cabello con miras de castigarse a sí misma y castigar a Howard. Amargo fue el recibir una carta de una de sus conocidas apenas un par de días después, recomendándole doctores en Londres que podían curar la histeria de manera discreta y que le deseaba lo mejor en su recuperación mental. Por supuesto que donde ella veía un ataque, Howard veía una oportunidad.

Sayaka solía jactarse ante su abuela que su prometido era un estúpido, pero éste en realidad no lo era. La verdad era que cada día que pasaba, le temía aún más y más.

En ese momento, sentada sola con Otabek y rodeada por la oscuridad total del cielo y el mar, se sintió pequeña e indefensa como no se había sentido en tantos años. Incluso aún más bajo las palabras de Charles, quien la amaba tanto pero no entendía el miedo que sentía y acorazaba bajo rebeldía.

“No”, murmuró bajando la mirada y jugando con sus manos. “No soy valiente, señor Altin, le ruego que no repita esas cosas”.

Una mujer valiente ya se habría casado con Howard y no habría retrasado lo inevitable.

Otabek se quedó en silencio por un largo rato y Sayaka no se atrevió a corresponderle la mirada. Ya se había avergonzado demasiado en un día y ahora buscaba avergonzarse ante los empleados. Toda una joyita.

“Señorita”, comenzó nuevamente, “¿Me contaría por qué aquel dije significa tanto para usted?”

No pudo evitar mirarle sorprendida y con la boca abierta por aquel rápido cambio en la conversación. Al subir la mirada, el joven todavía le sonreía levemente, animándola con la mirada.

“Era de mi madre”, le contó, agradecida por haberla salvado de humillarse más. “El cariño viene de saber que era su favorito”.
“Era jaspe, ¿no?”
“Sí”.
“Nunca había visto a una señorita británica usando jaspe. Me pregunto por qué su madre la habría preferido por sobre otras piedras”.
“Mi madre tuvo un pretendiente antes de casarse con mi padre”, le confesó. En cierta parte se sentía aun en deuda con Otabek, y si éste quería hacerle preguntas, entonces ella respondería hasta sentir que la cuenta estaba saldada. “Ella nació y se crio en Rusia, pero por diversas circunstancias su familia se mudó al Reino Unido. Antes de partir, su pretendiente le hizo aquel regalo para que le recordara, ya que era muy probable que jamás volvieran a verse”.
“¿Y jamás se volvieron a ver?”
“En efecto. Mis padres se casaron y aquel hombre también se casó allá en San Petersburgo”. Después de eso ambos se quedaron en silencio. Otabek parecía pensar en la historia que Sayaka le había contado y esta no sabía qué más agregar. El silencio, sin embargo, fue uno más cómodo que el anterior.
“Señorita, si no es de mi incumbencia retiraré las preguntas, ¿pero podría saber cómo se llegó usted a enterar de la historia?”
“No se preocupe, no veo nada de malo en su pregunta. La historia me la contó mi madre cuando era niña, ella solía contarme historias sobre su tiempo en Rusia. Sin embargo, nunca supe si mi padre se enteró de la historia del dije. Su matrimonio fue arreglado, pero llegaron a amarse mucho, así que no sé si mi madre vio conveniente contarle una historia de un amorío de joven”.
“¿Qué otras historias le contaba su madre?” Preguntó con un tono divertido. Sayaka no pudo negarse, a pesar de que sabía que era estúpido divulgar sus cosas con los empleados, Otabek era muy respetuoso y se veía realmente interesado en lo que decía.
“Me contaba sobre lo magnífica que era la calle Bolshaya Morskaya… Caminar luego por la avenida Nevsky, cruzar el Moyka…” sonrió al recordar. “Una vez vio a una mujer lanzar a su esposo al Moyka en pleno invierno”.
“¿En serio? ¿Qué pasó?”
“Ese día había salido a pasear en coche con mi abuelo, y al ver la escena, éste salió apresurado a ayudar a la policía. Cuando interrogaron a la mujer ahí mismo, esta dijo que podía soportar que el hombre le engañara, que se acostara con su hermana y que apostara. Pero que no iba a tolerar que se llevara el dinero con el que ella se compraba su vodka”. Otabek rió levemente y la sonrisa de Sayaka se ensanchó al escucharlo. Se reía suavemente y su voz era profunda, como el bramido del mar. “¿Dónde vivía usted en Rusia, si me permite saber?”
“Viví en Moscú, pero sí llegué a conocer San Petersburgo por trabajo”.
“¿Y cuál de las dos ciudades le gustó más?” Otabek se quedó callado ante esta pregunta y su semblante se volvió serio y cerrado otra vez. Miró de costado hacia donde Jean e Isabella estaban sentados, enfrascados en su propia conversación. El Otabek de antes, el que había reído ante la anécdota, parecía algo que la misma Sayaka había imaginado. Pues bueno, si él había sido lo suficientemente considerado de cambiar el tema antes por ella, Sayaka debía devolverle la cortesía. “¿Conoce usted a la familia Leroy?”
“Trabajo para ellos desde hace varios años”.
“¿Son buenos?” ¿Querrán a mi Bella como yo la quiero?
“Son muy buenas personas, señorita”.
“¿Y Jean-Jacques?” ¿La cuidará? ¿La amará? ¿Le dará lo que siempre soñamos de niñas?
“El señor Jean-Jacques…” Otabek miró a este con una sonrisa. “Tiene una de las almas más nobles en el mundo. La señorita Black-Hunter no podría estar en mejores manos”.
“Gracias…” Y en verdad le creía. Su tono sincero, su amabilidad, su interés. Por supuesto que le creía. “¿Y cómo así llegó de Rusia a Canadá?” Pero de la nada, cuando intentó retomar la otra conversación, Otabek se levantó, interrumpiéndola. Le ofreció la mano para ayudarla y Sayaka la tomó, quedando ambos cerca y frente al otro.
“Ya es muy tarde. No creo que favorezca a la causa de la señorita el estar levantada a estas horas con mi señor”. La chica se lo quedó mirando por un buen rato, pensando en que…
“Tiene razón, señor Altin”. Asintió, cambiando al inglés y elevando su voz para que Isabella se diera cuenta y pudiera irse despidiendo. “Perdone haber abusado de su paciencia”. Se volteó para ir hacia sus amigos, pero sintió la mano de Otabek tomarla de la muñeca. Giró, sorprendida, y vio que el otro le miraba de la misma manera, soltándola rápidamente.
“Discúlpeme”. Sayaka tomó su muñeca con la otra mano, pero siguió mirándolo, esperando. Al darse cuenta de que ella no iba a ceder, prosiguió. “No quería… No quiero que piense que no he disfrutado nuestra conversación, señorita”.
“Eso es muy inoportuno, señor Altin”, respondió aún enojada por el desplante, pero al ver cómo sus ojos se veían incómodos, pudo saber que en verdad se sentía arrepentido.
“Lo sé, pero ello no le quita verdad. Quiero agradecerle el haber compartido un pedazo de usted conmigo. Discúlpeme”. No supo qué responder a eso, pero en ese momento se acercó la otra pareja.
“Pasaremos primero por mi habitación si está bien contigo, Sayaka. Luego Jean te dejará en la tuya”.
“No hay problema. Será mejor así. Vayamos”.

El camino hacia la habitación de Isabella fue horrible para la joven. Cualquier intento de conversar con sus amigos fue en vano, ya que no dejaba de pensar en lo último que le había dicho Otabek. Se sentía como una maleducada al haber tenido aquella conversación, aquellas disculpas sinceras, y no haberle dicho nada a cambio. ¿Qué pensaría él? Seguramente ya no la veía como una joven valiente, sino como otra joven británica más a la que solo le importaba la compostura. Pero eso era ella en realidad, ¿no? De no importarle nada de eso, no estaría en el embrollo en el que estaba metida.

Llegaron a la puerta de la habitación de Isabella.

“Será mejor que entre por un momento”, les dijo Sayaka. “¿Me esperarían?”
“Por supuesto. Tómese su tiempo”. La chica aceptó y tocó la puerta de la habitación. Isabella le dio un último apretón de manos a Jean y se alejó de él justo cuando una de sus sirvientas abrió la puerta. Las dos entraron y esta se cerró.
“Vengo a dejar aquí a mi buena amiga. Tuvimos una velada muy agradable, espero que la suya también haya sido así”, dijo Sayaka entrando junto a Isabella. Las criadas presentes le agradecieron y le invitaron a quedarse por un momento, pero se negó.
“Gracias por todo, querida”. Isabella le dio un fuerte abrazo. “¿Nos veremos mañana?”
“No estaré libre hasta el baile de la noche. Será mejor que esperemos… Oh, me olvidé de contarte. Charles tuvo una linda sorpresa conmigo, Scorpius está en el Titanic”.
“¿Scorpius está aquí?” Sonrió, igual de emocionada que Sayaka al ver a su amigo. “No les perdonaré el habérmelo ocultado, pero lo dejaré pasar por ahora. Estoy muy feliz de verlo después de tanto tiempo como para enojarme”.
“Me parece muy bien de tu parte”.
“Debiste de haberte casado con Scorpius cuando pudiste”.
“¿E irme a vivir a Francia? No sabía que me guardabas tanto rencor”. Isabella rio y apretó sus manos.
“¿Seguiremos mañana con el plan que trazamos?”
“¡Oh! ¡Me había olvidado de eso!” rio. “Sí, antes de dormir se lo repetiré a Mila, pero definitivamente seguiremos con el plan. ¿Cuento con que tus criadas son confiables?”
“Lo son. Tienen instruido tomar el té aquí para esperarte apenas llegues en el momento en que tú veas más oportuno”.
“Muy bien. Finalmente algo de diversión”.
“Ahora ve, ya te entretuve demasiado. Jean y el señor Altin han de estar congelándose allá fuera”. Ambas se besaron en la mejilla e Isabella llamó a una de sus criadas para que le abriera la puerta a la otra.
“Disculpen la demora, ya podemos ir”. Jean le ofreció su brazo a Sayaka y se enrumbaron hacia su habitación, con Otabek atrás de ellos.
“Quiero que sepa que estimo muchísimo a Isabella”. Ok, Sayaka no esperaba que esa conversación llegara tan rápido. “Y sé cuánto la estima Isabella a usted. Por ello quiero que seamos amigos, señorita Sayaka. Debo decir que tenía miedo de usted por lo que me había contado Isabella, sobre su fuerte personalidad, pero puedo decirle sinceramente que deseo ser amigo suyo más allá de mi interés por ella”.
“Jean…” Sayaka se detuvo y lo miró. Aquella franqueza y dulzura… Recordó la mañana, cuando se sintió increíblemente celosa de su amiga por esto. No pudo evitar sentirse así nuevamente, pero se tragó el trago amargo y se sintió honestamente feliz por Isabella. “Haré todo lo posible por ayudarlos, no tengo duda. El señor Altin”, se volteó a mirar al aludido, quien se veía ligeramente sorprendido de haber sido incluido en la conversación. “Solo ha tenido buenas palabras sobre usted y le creo. Así que yo también deseo ser su amiga”. Jean rio emocionado y miró a Otabek.
“De haber sabido que serías la clave para tener la aprobación de la señorita Gracie, te habría mandado a ti en la mañana a que la conocieras en vez de haber ido yo”. El valet se encogió de hombros y los otros dos se echaron a reír.
“Seguramente eso habría sido más rápido, es verdad”, miró a Otabek a los ojos, sonriéndole. “Yo también disfruté conversar con usted esta noche, señor Altin. Gracias por compartir algo de usted conmigo”.

Antes de ver siquiera su reacción, le dio la espalda y apresuró el paso con Jean para llegar a su habitación. Una vez tocó la puerta, se despidió rápidamente y entró con pasos apresurados hacia su habitación.

Haberle agradecido a Otabek había sido lo único valiente que había hecho aquel día. Y se sentía bien sentirse un poquito valiente.

Ese, sería el segundo recuerdo más grato de la noche.


Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Cho on September 29, 2017, 10:45:19 PM
Un fic más... al menos ando avanzando.

5

(http://i.imgur.com/2fVgbWY.png) (http://i.imgur.com/7fRJ05C.png)

Los vigilantes del Titanic fueron rápidos en dirigir a Natsume a una oficina donde le hicieron sentarse, le esposaron, y procedieron a realizarle varias preguntas. No faltaba decir que él se encontraba en grandes problemas por el caos que había ocasionado, aunque sobre todo por el hecho de haber traído consigo a una paloma sin haberla declarado, y sin duda sin tener el permiso o posibilidad.

El joven apenas les había dado unas breves respuestas y no pensaba colaborar mucho más. A su parecer, realmente no tenía nada que decir, porque estaba metido en un embrollo donde a nadie le importaban los detalles, si debían ser sinceros.

“¿Cuál es la procedencia de este animal?” preguntó nuevamente uno de los oficiales mientras apuntaba a la paloma que estaba apresada en un display pequeño de vidrio donde normalmente se apreciarían postres. El trabajador miró con molestia a ese joven que los desafiaba por desviar su mirada con un gesto hastiado. “¡Debes colaborar con nosotros o te meterás en aún más problemas!”
“Tsk…” Natsume se limitó a chasquear la lengua.
“¿Acaso no te importa?” le insistió otro, impaciente. “¡Contéstanos!”
“¿Qué más quieren de alguien como yo?” terminó por decir, mirando al último en hablar con molestia y casi de modo desafiante. “Esta ave es mi mascota y ocasionó un desastre en el evento. Es todo lo que importa, ¿cierto?”
“¿Y por qué acudió si el Masquerade está más allá de sus libertades?” preguntó el primer guardia, quien se impacientó al ver al joven nuevamente desviar su mirada. “¡O-oye! ¡Te advierto que esta falta de respeto te costará caro!”
“…”
“Maldito engreído…” el segundo guardia comprimió sus puños en lo que se aguantaba las ganas de darle un merecido golpe al muchacho, pero todos ellos fueron interrumpidos por un tercer guardia que había intentado detener a un pasajero en vano.
“D-disculpe, esta zona esta fuera de límites,” dijo con leve temor, aunque un hombre mayor que este y de apariencia imponente entró a la sala de interrogación y miró a los presentes.
“¿Qué sucede aquí?” preguntó uno de los guardias de dicha habitación.
“Buenas noches…” Sterk asintió en señal de respeto, y rápidamente miró a Natsume inmutado. Este le miró con leve incomprensión. “Dime, ¿te has explicado? ¿Les has dicho a estos guardias la verdad?”
“…” este le miró analizándole y con desconfianza, y volvió a desviar la mirada. “Esto no les incumbe. Déjame en paz…”
“No, me incumbe a mí,” Sterk pasó a mirar a los trabajadores e hizo una reverencia. “Tendrán que disculparme, pero este joven es un conocido mío que se encontraba haciéndome el favor de cuidar a una de mis mascotas.”
“¿Qué dice?” preguntó un guardia, quien intercambió miradas con sus compañeros.
“…” por su lado, Natsume le miró y ladeó la cabeza, pero supo que posiblemente le convendría ver hacia dónde iba dicha persona.
“Lo más probable es que no estén familiarizados con mi familia, pero los Cranach siempre hemos sido ávidos cazadores con destreza a entrenar palomas y aves de presa. Este joven me ha asistido en un par de ocasiones en el pasado y también ha aprendido mis dotes, pero fallé en informarle sobre los procedimientos necesarios para poder viajar con un animal a bordo. Es su primera vez viajando con una mascota, por lo cual espero que lo excusen.”
“A-aún así, él entró a una velada que no le correspondía,” argumentó otro guardia.
“Me estuvo buscando porque íbamos a compartir una conversación. Yo también intenté dar con su paradero, pero al final terminamos cruzándonos y ocurrió el lío con el ave que le obligó a ingresar a la fiesta. Nuevamente, les debo mis disculpas.”
“…” todo ello dejó en blanco a los trabajadores, quienes volvieron a mirarse mutuamente sin saber cómo considerarlo. Finalmente, el guardia recién llegado tomó la palabra.
“Pues, no tengo mucha experiencia con este trabajo, pero también tengo descendencia alemana, y sí conozco a los Cranach…” mencionó con cierta duda. “No tengo por qué no creerle, sobre todo a él, quien si no me equivoco es el principal heredero de su familia.”
“…de todos modos esperamos que formalice los datos del ave y certifique que se encuentra saludable y libre de pestes,” recalcó otro. “Informaremos lo sucedido a la tripulación.”
“Lo comprendo,” Sterk asintió. “Agradezco su dedicación y el empeño que realizan a sus posiciones, y les pido que liberen a mi conocido de los problemas. Él no causó ningún daño.”

Aquel inconveniente fue resuelto sin mayores problemas y, en menos de otros cinco minutos, tanto Sterk como Natsume y su paloma se encontraban caminando hacia los ascensores que les llevarían de regreso hacia la zona de habitaciones, con la única necesidad de que Sterk repitiera su veredicto y testificara por el animal a bordo el próximo día.

En plena caminata, el pelirrojo seguía al mayor, a quien miraba con incomprensión y cierto recelo. Ni en todo ese trayecto que habían estado a solas este se había dignado a siquiera mirarle. Decidió que no iba a ser paciente y optó por dirigírsele de una buena vez.

“Tú… aparte de algún ‘Cranach’, ¿quién se supone que eres?” le preguntó.
“Vamos a cubierta,” se limitó a decir Sterk, quien continuaba caminando.
“…” frunció el ceño aunque estuvo de acuerdo. Como un piso donde había dichos trabajadores, quizás lo mejor era resurgir hacia la superficie del barco donde tendrían menos oídos al pendiente de ellos.

Y así fue, los dos tomaron el ascensor hasta el piso superior y caminaron hacia la cubierta. Sterk fue directamente hacia las barandas más cercanas, sabiendo que el otro le seguiría de cerca por búsqueda de razones.

“¿Y bien?” preguntó el pelirrojo, quien se detuvo a su costado y le miró de reojo.
“…” Sterk dio un suspiro antes de explicarse con su mirada perdida al oscuro horizonte. “No te ves como una persona malvada y, a diferencia de muchos pretenciosos que pueden darse todos los lujos de viajar con sus mascotas, sí mostraste una genuina preocupación por tu ave.”
“¿Eso es todo?”
“¿Hm?” miró hacia el menor con una pizca de interés. “Te cuesta creer que te extendí la mano sólo por un parecer. Seguramente has experimentado varias dificultades durante tu camino.”
“En mi vida en general, no que importe,” Natsume se encogió de hombros y volvió a mirarle inmutado. “Es sólo que este tipo de repentinos y ‘milagrosos’ favores suenan a la perfecta oportunidad de aprovecharse de alguien como yo. Estoy en deuda contigo.”
“Eso tiene sentido.”
“Sí, tiene sentido,” se mostró cansado por aquella lentitud en la realización del otro. “No somos conocidos ni amigos, y no me fiaré por más que parezcas ser algún señor de primera clase que seguramente nunca necesitará de nada de parte de escoria como yo.”
“Mi nombre es Sterkenburg Cranach, pero llámame Sterk.”
“¿Ah?” el pelirrojo se confundió por esa repentina introducción.
“Ahora que supuestamente nos conocemos, es bueno que lo sepas.”
“…Sterk, será. No recordaré tu nombre completo…” negó ofuscado. “Yo soy Natsume Sakasaki. Mi nombre está bien.”
“Entendido,” asintió mínimamente, y siguió un corto momento de silencio.
“…” Natsume sintió tensión. En verdad sentía que se encontraba prendido de dicha persona por el favor que le había hecho y que le tocaba esperar a ver qué tenía este que decirle. Sterk pareció comprender lo que sentía.
“¿Te haría sentir mejor si te pidiera algo a cambio?”
“¿Qué tienes en mente?”
“Cuéntame cómo así un viajero proveniente del oriente como tú viajaría acompañado de un ave amaestrada,” fue directo al grano. “No mentí con el detalle de mi familia de amaestrar aves. Tengo varias palomas mensajeras en casa a las cuales llevo cuidando desde hace años. Será eso parte de la razón por la cual me sentí identificado contigo, y por ello quiero saber la historia detrás de esta ave.”
“…es justo…” Natsume desvió su mirada con leve culpabilidad. “Tampoco quiero actuar como si no apreciara tu ayuda… es sólo que es incómodo…”
“…” asintió.
“…en Japón, tengo a varios superiores a mí que siempre me han cuidado desde temprana edad,” narró, con la mirada pegada al mar debajo de él. “Uno de ellos también amaestra palomas, y cuando decidí viajar por el mundo fue muy testarudo en no dejarme ir solo, y me prestó a su paloma favorita, como su modo de cuidarme, y de prometerle que regresaría.”
“…” Sterk se vio un poco sorprendido por el relato.
“Uhh sonará ideal y adorable, pero no sabes lo insufrible y limitante que ha sido viajar con una paloma a todos lados,” Natsume negó repetidamente. “Al menos puede volar, así que pasar fronteras o abordar barcos no ha sido mayor problema hasta ahora. Aunque bueno…” miró al animal en su hombro de reojo y le rascó el cuello con un dedo. “Sí ha sido una compañera leal, y muchas veces me he sorprendido hablándole. Mi superior tuvo razón en algo…”
“…” el mayor asintió y se tomó la libertad de recibir al ave en sus manos para observarle de cerca. Ello hizo a Sterk romper su serio semblante, y sonrió con calidez. “Son buena compañía, créeme que lo comprendo.”
“…” le miró atentamente.
“Ven conmigo a mi suite. Si deseas, puedo ayudarte a cuidar de esta paloma durante el viaje. También debo tener un poco de alimento para ella.”
“¿Seguro?” alzó una ceja.
“No tienes por qué dudar de mis palabras. Vamos.”
“Sí… gracias por tu ayuda…”
“No lo menciones.”

(http://i.imgur.com/eNi2TYv.png) (http://i.imgur.com/wlRB1tE.png) (http://i.imgur.com/6H0qagq.png)

Mientras tanto, las hermanas Altugle habían podido ubicar un momento en el cual los vigilantes se distrajeron para conducir a Luso fuera del Masquerade con ellas y así poder huir sin llamar la atención. Los tres caminaron por los pasillos hasta alcanzar unas escaleras que conducirían al pequeño de regreso a su habitación.

“Uhh, estuvo cerca,” Nio hizo el ademán de limpiarse sudor de su frente.
“Ahh, yo casi me muero de nervios…” mientras que Ayesha quería caerse de rodillas al descargar la atención de la huida.
“Ehh… disculpen por el desastre…” dijo Luso, apenado y desviando la mirada. “Todo esto pasó porque yo quería ver el Masquerade… espero que Natsume esté bien…”
“T-tranquilo, sabes lo genial que es. Seguro que sí lo está,” le animó Nio, quien de todos modos tampoco estaba muy convencida.
“Eh, y no admitas culpa. Sé que no quisiste importunar a nadie,” dijo Ayesha, decidida y asintiendo. “Eres un buen chico.”
“Gracias a las dos, en verdad son muy simpáticas,” Luso les sonrió un poco más animado. “Me alegro de haberles podido conocer.”
“Lo mismo digo,” Nio asintió. “Pero tampoco lo digas como si no nos volviéramos a ver, ¿sí? Todavía tenemos como una semana juntos en esta prisión.”
“N-Nio…” pese a que Ayesha le había simpatizado dicho pequeño, tampoco sabía lo prudente que era que su hermanita intentara pasar tanto tiempo con él porque conocía lo impulsiva que Nio podía ser en ocasiones.
“¿Prisión?” Luso ladeó su cabeza. “Pero si estamos en el Titanic. Por más que estemos limitados en el barco, pienso que todos aquí deberíamos estar agradecidos de este paseo.”
“P-pienso lo mismo,” Ayesha asintió. “Es que Nio es muy intrépida y ya se aburrió.”
“Bueno, sí que no hay mucho que hacer. También ando aburrido, aunque yo más bien estoy feliz por tener esta oportunidad de viajar a los Estados Unidos,” dijo el niño.
“Ah, sí, me habías dicho que te estabas mudando de Irlanda,” recordó la menor, con ánimos. “¿Cómo así? ¿Y por qué estás viajando solo? Sé que no estás relacionado con Natsume y no he visto a otros conocidos tuyos por la sala común donde nos conocimos.”
“Sí, eh…” Luso sonrió un poco incómodo. “N-no sé cómo decir esto sin inquietarles…”
“¿Qué cosa?”
“Pues… mis padres fallecieron por una influenza hace casi un año, y tomó tiempo para que mi tía pudiera enviar dinero y pedir mi traslado para que viviera con ella en Nueva York.”
“No…” Ayesha se conmovió y notó cómo su hermanita se había quedado en blanco. “L-lo siento mucho…”
“E-está bien, ya ha sido un tiempo… tampoco quiero incomodarles por esto…” Luso les sonrió. Se le veía resignado por esa realidad, aunque también en paz. “E-es un poco solitario… aunque sé que no soy el único…” ensanchó su sonrisa. “Natsume me dijo que él también es un huérfano y lo cuidaron superiores a él, y en verdad que es muy genial y ha logrado tanto por su cuenta. Es una inspiración a seguir.”
“…” Nio llevó una mano a su pecho y asintió.
“También estoy feliz por estar en este barco. No vengo de una familia rica y sé que quizás nunca más tenga la posibilidad de gozar de algo como esto, por ello sé que tengo tanto de lo que estar agradecido. Mirar todos los lujos que nos rodean y reconocer lo gigante de este barco me lo hace recordar. Eso en cierta forma hace el monótono viaje divertido.”
“Tiene sentido…” Ayesha sonrió un poco. “Hehe, creo que podrías enseñarle tu paciencia un poco a mi Nio.”
“Hermana…” ella infló sus cachetes.
“Bueno, ya debo retirarme. Ojalá me encuentre con Natsume abajo. Gracias nuevamente,” Luso asintió. “Y también por invitarme esos dulces.”
“Sí, de nada, nos vemos,” se despidió la menor. Las hermanas caminaron hacia su suite en lo que el niño tomó las escaleras y luego de un corto silencio, Nio expresó una inquietud. “Hm… siento que tomo muchas cosas por sentado, hermana.”
“¿Nio?”
“O sea… Luso no pudiendo entrar al Masquerade como nosotras, tampoco teniendo recursos para comprarse esos postres… y diciendo que todo a nuestro alrededor le llama la atención, y le hace apreciar su vida…” bajó su mirada. “Dice que tiene mucho que agradecer… pese a su situación, y a haber perdido a sus padres…”
“Nio…”
“¿Será que yo soy muy egoísta, hermana?” negó, ofuscada. “Me aburro con la etiqueta social, con ser una señorita… tampoco me mostré interesada en nada de lo que nos han ofrecido, ni en los lujos de la suite aparte de que todo es muy bonito… de inmediato huí a la zona de la tercera clase a ver si podía divertirme con algo…”
“Ehh, no es que no aprecies las cosas, sólo que es diferente, y por como eres tiene sentido que busques algo que no sea formal. Tú eres muy energética y tienes gustos distintos,” Ayesha le sonrió. “Y lo que más importa es que seas una buena persona, y lo eres. Eres mi linda Nio y alguien quien no discrimina y trata a todos por igual y calidez. Por eso siempre te cuido y te mantengo vigilada.”
“Hermana…”
“Este amiguito tuyo también es como tú pese a ver las cosas distinto, te lo aseguro,” se puso a pensar y se vio un poco inquieta. “Sólo espero que no sientas la necesidad de fugarte con él y desaparecer de nuestra familia.”
“¿Ehh? ¿Hablas de esas escenas románticas de libros?” Nio resopló. “No digas tonterías, hermana. Si alguien se prestaría para eso serías tú porque estás más en la edad.”
“Vaya, pero nunca lo haría,” Ayesha sonrió por notar lo incómoda y adorable que su hermanita se mostraba. “Perdón, sólo decía.”
“Creo que mejor vamos a dormir antes que sigas diciendo disparates así.”
“Uhh, no seas cruel, estaba bromeando…”

Las hermanas continuaron hasta llegar a la suite, donde la ama de casa les ayudó para alistarlas para poder conciliar el sueño.

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Sterk dirigió a Natsume a su suite, y por el camino le tocó reasegurar a los trabajadores del barco que era su acompañante y estaba en todo su permiso de transitar el área de dormitorios de los pasajeros de primera clase. Finalmente, el señor Cranach abrió la puerta de su suite y lamentablemente los dos se toparon con otras dos personas presentes.

Astrid había decidido ir detrás de Celestia para invitarle a la suite y pedirle una taza de té que calmaría sus nervios, pero pese a su buena voluntad, la joven volvió a indignarse y enfurecerse ni bien posó sus ojos sobre el pelirrojo y su ave sobre uno de sus hombros.

“¿Qué hace este inmundo animal aquí?” preguntó iracunda.
“Vaya…” Astrid se encogió de hombros. “No me sorprende mucho que hayas ido en su rescate, Sterk. Tú que siempre has simpatizado con los animales, sobre todo con las aves.”
“Nunca hubiera pensado que un Cranach tuviera esos gustos rústicos,” Celestia entrecerró sus ojos, decepcionada.
“Eso es porque no conoces a mi familia,” Sterk negó. “No apoyaré una actitud infantil y conflictiva de parte de nadie. Espero que dejen sus diferencias de lado y convivan en paz en lo que queda de este viaje.”
“Por mi parte, bien. Yo no tengo pleitos aquí,” Natsume se encogió de hombros y, pese a sus palabras, miró a Celestia con severidad y una sonrisa irónica. “Pero obviamente esta señorita se cree demasiado importante como para menospreciar a quien sea.”
“Hm, bueno, ha hecho un buen punto,” Astrid asintió, inmutada.
“No les des cuerda,” y Sterk se impacientó.
“Es obvio para mí que alguien indigno que viaja en tercera clase tiene prohibido traer a un animal. ¿Qué tal si nos contagia de alguna peste?”
“¿Y qué clase de miembro de la nobleza te crees tú para andar insultándome así?”
“Para tu información, yo soy una dama que proviene de una familia de clase alta de Suiza y me encuentro en momentos difíciles por el reciente fallecimiento de mi señor padre,” ella dejó su molestia a un lado para explicarse y hacer el ademán de aflicción. “Alguien sin tacto como tú debería comprender mi sufrimiento antes de hacerme pasar tan mal rato…”
“¿Suiza, dices?” Natsume alzó una ceja, y ensanchó su sonrisa. “¿De qué parte de Suiza?”
“Provengo de una ciudad sureña muy cercana a Italia. ¿Por qué preguntas?”
“¿Y acaso tu linaje es de ese país?”
“Entre Suiza y Alemania. Sinceramente me siento indignada de que cuestiones mis propias raíces y mi vida personal. Tampoco esperes que divulgue más.”
“Lástima, porque en verdad ando muy interesado en oírlo…”
“Párenla los dos…” Sterk se notaba un poco incómodo por la intensidad de la conversación de los menores. No entendía qué hacía Natsume con tantas preguntas, pero tenía la impresión que ello podría desencadenarse en una discusión.
“No te impacientes. Hay que ver qué va a ocurrir aquí,” por su parte, Astrid se notaba particularmente entretenida, lo cual sólo comprobaba más a su viejo amigo que algo estaba muy mal en el fondo.
“Tu pedido de oír sobre mi vida es una falta de respeto hacia mí y mi linaje,” mencionó Celestia, incómoda y desafiante.
“Estoy seguro que te sabes bien los nombres de tus progenitores y hermanos que puedas tener, y también aquella ciudad sureña en Suiza con quizás hasta nombres de calles y su dedicación económica. Sí, te ves inteligente,” Natsume negó y se dio la libertad de apuntarle. “Pero por tu desproporcionada reacción hacia mi mascota te desenmascaraste a ti misma. Perdiste tu semblante y perfecta actuación, y te oí hablar en un dialecto propio del este de Inglaterra que se asocia puramente con la escoria de tu verdadero país de origen. ¿No es así?”
“Tsk, mientes, maldito…”
“¿Qué dices?” Sterk se sorprendió. Él miró hacia Astrid, quien sólo había ensanchado su sonrisa. “¿Qué ocurre aquí?”
“Sterk, espero sinceramente que no te encuentres creyendo las barbaridades que salen de la boca de este mentiroso asiático que no merece tu consideración,” recalcó la joven. “Mi nombre es Celestia Ludenberg y provengo de una familia de muchos recursos. De lo contrario, no habría podido costear un pasaje de segunda clase.”
“Y yo soy un extranjero de otra parte del mundo que logró pagar un pasaje de tercera con poca anticipación,” Natsume se encogió de hombros. “Nada es imposible aquí.”
“Sospecharía que tu dinero ha sido mal habido…” Celestia entrecerró sus ojos.
“Me dedico a entretener a otros, principalmente con magia, pero también tengo habilidades de vidente y hace poco ayudé a resolver un caso policial en Londres de una familia de clase alta cuyo hijo menor había sido secuestrado. La paga que recibí se fue al pasaje, en resumen.”
“Oh, sí recuerdo haber leído sobre ello,” Astrid se impresionó y vio cómo su amiga le miraba con molestia. “¿Qué? ¿Acaso no puedo hablar?”
“Yo más bien me preguntaría por qué una jovenzuela como tú que habla en dialecto cockney y muy probablemente viene de áreas pobres y mercantes de Inglaterra ha podido generarse la imagen que te traes,” comentó el pelirrojo. “Tú pareces más bien la que utilizó alguna artimaña para intentar convertirse en alguien que no eres e incluso cambiar tu identidad.”
“No dejaré que me acuses de falsedad, extranjero ignorante. ¿Tú qué sabes de nuestro continente como para juzgarnos?”
“Seré extranjero, pero no idiota,” Natsume entrecerró sus ojos. “Y como un anfitrión con vocación de entretener a otros he conocido a muchos que se dedican a mi profesión. Siendo nosotros mayormente pobres necesitamos apoyarnos, y por ello he conocido a mucha gente en Inglaterra, y algunos de descendencia germánica. Sin lugar a dudas, no tienes ninguna característica de ellos, mucho menos la forma de hablar. Tus terminaciones de palabras y entonaciones son finamente inglesas. Ahora mismo que te ando impacientando estás volviendo a adoptar una forma de hablar que nunca se observaría en alguien de clase alta.”
“¡No me insultes!”
“Y también, no vuelvas a combinar un apellido germánico con un nombre de procedencia del latín para una identidad falsa. Ello solo levanta sospechas,” se encogió de hombros. “Sin contar el hecho que yo pude reconocer tu dialecto. En este barco con gran mayoría inglesa e irlandesa, te aseguro que los pasajeros y trabajadores en la Masquerade ya saben lo farsante que eres.”
“Tsk…” Celestia se estremeció y ello fue la gota que derramó el vaso. Ella se preparó para lanzarse encima del chico. “¡Es tu maldita culpa, miserable!”
“¡Suficiente, no se peleen!” Sterk se puso en el medio y se sorprendió de tener que recurrir a sostener a Celestia de los hombros ya que ella no pensaba continuar con su actuación de dama y en verdad quería agarrarse con el chico a golpes.
“¡Quítate, Sterk!”
“¡Es de noche, despertarán a todos!”
“¡Todo es culpa de esa maldita ave y este imbécil asiático!”
“No me culpes por tus propios problemas. Si tanto quieres jugar a la niña rica, al menos no te bases completamente en mentiras,” opinó Natsume, impaciente.
“¡Tampoco lo sigas!” le reclamó Sterk.
“Oh, pero si esto está interesante. Y yo que todavía no había deducido de dónde mi querida Celestia había salido. Siempre supe que mentía, eso sí,” Astrid sonrió. “Pero hay que aprovechar la verdad para todos amenizar. Justo somos dos hombres y dos mujeres. ¿Les apetece una guerra para ver la supremacía de géneros?”
“¡Cállate!” le gritaron Sterk y Celestia a la vez.
“Uff, ustedes no soportan ni una broma, ¿ah?” la mayor negó.
“Ya, no pienso aguantar esta discusión por más tiempo,” Sterk había podido contener a Celestia, quien se había resignado a mantener su distancia y bajar su mirada al piso, insatisfecha. “Natsume, por más que Celestia no se haya comportado correctamente contigo, debes reconocer que la aparición de tu ave en la fiesta sí le causó muchas incomodidades.”
“Sí, supongo…” negó frustrado. No le quedaba de otra que admitirlo.
“Y Celestia, pese a que te viste incomodada por el ave, también le causaste muchos problemas a Natsume y prácticamente intentaste condenar a esa ave a que la exterminen. Deberías tener más consideraciones con otros.”
“Hm…” ella se cruzó de brazos y desvió su mirada.
“Les aviso que he decidido hacerme cargo de esta ave también y ya resolví el problema para evitar incomodidades a todos aquí. Lo único que les pido es que lo dejen detrás y continúen con el viaje de manera pacífica. No más pleitos. Ustedes mismos se lastimarán antes de lograr herirse mutuamente y pretendo velar por los dos, lo quieran o no. ¿Han comprendido?”
“No tienes que hacerlo…” Natsume se mostró un poco incómodo y terminó dando un suspiro. “Está bien, como me ayudaste con mi paloma, es lo menos que puedo hacer.”
“Mientras tu inmunda ave no vuelva a tocarme, acepto…” dijo Celestia mirando al pelirrojo con molestia. Este entrecerró los ojos.
“Ya, no se peleen. Chico, entiende que no puedes esperar nada mejor de Celestia, ¿sí?” comentó Astrid, levemente frustrada.
“¿Y cómo así la conociste?” le preguntó Sterk.
“La encontré en uno de mis paseos para comprar ropas una semana antes del Titanic. Terminamos hablando porque congeniamos bien y como ambas íbamos a viajar aquí le sugerí que nos acompañara ocasionalmente. Es todo,” Astrid le restó importancia. “Ciertamente no me convenció al cien por ciento de su cuento por su poco conocimiento de estilos y materiales de ropa y algunas elecciones a la hora de vestirse, pero Celestia se me hizo tan interesante que sólo quise seguirle el juego.”
“También supuse que no te había llegado a convencer, aunque claramente pude confiar en ti. Ambas somos rebeldes,” dijo la menor.
“Exacto.”
“Creo que mejor me voy. Algo me dice que las dos me darán dolores de cabeza,” Natsume rodó los ojos.
“No estás equivocado en esa observación, Natsume, pero deja que tu ave se quede conmigo esta noche,” le pidió Sterk. “Mientras no formalice su presencia en el barco, es mejor que yo la tenga para prevenir posibles complicaciones con la tripulación.”
“Cierto…” el pelirrojo tomó al ave en una de sus manos y la miró con leve inquietud.
“Descuida, estará bien. Ven antes del desayuno para visitarle.”
“Esta ‘Celestia’ no le hará nada, ¿cierto?”
“Tsk, ya dije que no quiero tocarla,” le regañó, impaciente.
“Celestia no es de nuestra suite, está en segunda clase. Tú tranquilo,” dijo Astrid.
“Bueno, si lo dicen…”

Luego de ponerse de acuerdo, los menores se retiraron, con Natsume partiendo con anticipación para así prevenir que ellos dos tuvieran que ocupar el pasillo al mismo tiempo. Aquel accidentado día acababa de terminar y, con el incidente resuelto, cada uno de ellos podría estar un poco más en paz durante lo que restaba del viaje… al menos de momento.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Arence on September 30, 2017, 12:17:59 AM
"Cierra los ojos."
"¿Eeeeh? ¡pero mira el atardecer!"
"Cierra los ojos. Toma mi mano."
"¿Q-qué? y-yo, uh--"
"Da un paso más. Sostén el barandal."
"Char, yo-- ¡Eeep!"
"Tranquilo. Sube tu pie al barandal. Sostente. Sostente."

Su voz segura pero suave lo guiaba. Su aliento acariciando su oído. Sus manos rodeaban su cintura con firmeza. El viento del océano lo empujaba contra su espalda. Garma podía sentir su corazón latir velozmente dentro de su pecho. ¿Ésto estaba pasando? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Sus hermanos le advirtieron varias veces acerca de dejarse llevar por la gente de las clases bajas pero Char no era como los demás. Era rápido e inteligente, y le había salvado la vida. Todas las grandes cosas que había hecho, las había hecho con él a su lado. ¿Acaso sería esto el inicio de algo más? Un paso más en el sendero completamente inesperado en el que Char lo llevaba siempre, levantándolo como un tornado sin su permiso y llevándolo a tierras desconocidas.

"Sostente, mantén los ojos cerrados."
Su voz lo era todo.
"¿Confías en mi?"
Tomó sus dos manos en las suyas.
"Confío en ti."
Lo dijo desde el alma.

Char levantó sus manos lentamente, hasta que ambos se sostenían únicamente con sus pies atorados entre el barandal, con los brazos completamente extendidos. Después movió sus manos sobre sus hombros y él permaneció así, brazos abiertos, desequilibrado y más enfocado que nunca, meciéndose en el viento.

"Bien." Dijo su voz. Su voz que aun lo era todo. "Abre los ojos."

El panorama se extendió frente a él; el agua se acercaba hacia él bajo sus pies, el cielo y el mar se fusionaban en una sola extensión de cobre resplandeciente bajo el sol que desaparecía y la presión del aire sobre sus dedos lo hacían creer que él tenía el control total de todo movimiento. El barco, la cubierta, su futuro incierto. Ya nada existía, solo él y el calor del pecho de Char detrás de él.

"¡Estoy volando!" Su risa se le escapó de entre los labios como a un niño. No era la risa calculada que sacaba cuando necesitaba encantar a una chica, fue algo incontenible, se sentía puro y único. Invencible.

Junto a Char, siempre era invencible.

 "...contigo soy invencible."
"¿Qué?"
"Cuando estoy contigo. Soy invencible. Somos invencibles, Char. El mundo podría ser nuestro. Junto con los prototipos de mi padre, no habrá nadie que--"
Las manos de Char bajaron a su cintura de nuevo y lo tomaron con fuerza, estabilizándolo.
"Garma... fuiste un muy buen amigo. No es personal."

Su voz lo era todo... espera, ¿qué?

"Puedes culpar a tu padre. O a tu mala suerte al nacer."
Estaba volando. Sus pies se habían separado del barandal. Char lo sostenía con fuerza en el aire. Completamente por sobre el barandal
"¡Char! ¡¡Tú!! Me has t--!"

Y siguió volando, hasta que chocó contra el agua.

------

El sonido de algo estrellándose contra la superficie del mar los hizo saltar a ambos, casi haciendo que Haru soltara la caña de pescar.

"¡Wao! ¿Qué fue eso?"
"No lo sé..." Index se puso de pie rápidamente, asomándose por el barandal. No pudo ver nada fuera de lo normal, solo el mar, el mar, y más mar. "Sonó como alguien que se caía del--"
"OOOH OH ALGO PICÓ SE MUEVE SE MUEVE"
"TRANQUILÍZATE, YA TE DIJE QUE NO JALES LA CAÑA ASÍ"
"¡¡OOOOH!"
"VAS A ROMPER LA LINEA"

Un silbato sonando agudamente atrajo la atención de las pocas personas que se encontraban en la cubierta hacia ellos, ocultos detrás de un bote salvavidas volteado.

"NIÑOS CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRLES QUE NO SE PUEDE PESCAR AQUÍ"

Y los gritos emocionados de los chicos distrajeron a todo el mundo del sonido que creyeron haber escuchado hace solo un segundo.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Eureka on September 30, 2017, 01:34:14 AM
*GASP* what an unexpected turn of events! okya este plot twist es muy obvio asi que ni cuenta como twist /pena

Dejo esto antes de morir. Idealmente mañana vengo con el cierre del primer y segundo día... idealmente :'v





1st evening




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La cena en el restaurante de primera clase aún no iniciaba, para suerte de Lance. Las parejas y familias aún ingresaban por el vestíbulo principal, bajando las escaleras hacia el comedor. Mientras buscaba a su propia familia, Lance saludó con reverencias y breves intercambios de palabras a ciertos conocidos y amigos de los McClain y O’Hara. Se encontró, incluso, con Marian Cross y Neah D. Campbell, sus rivales de la partida de squash de la tarde. Esperó toparse con Keith, pero no había rastro de él. Imaginaba que tal vez luego lo vería, en las típicas juntas en la sala de fumadores luego de la cena.

Una vez dentro del comedor, logró localizar a su familia y a varios de los socios del banco, sentados en una amplia mesa con algunos asientos vacíos. Todo indicaba que su padre había invitado al resto de accionistas y miembros de la junta directiva a participar de la cena en compañía de ellos. Encontró a Mari sentada al lado de los señores O’Hara, y saludó a todos los presentes, uno por uno, hasta llegar a ella.

En el trayecto, sin embargo, su padre lo detuvo por unos instantes más que el resto.

“Nuestros socios quieren saber qué estrategia utilizaremos para asegurar el trato,” le dijo el Sr. McClain, mientras estrujaba su mano a manera de saludo. “Espero que tengas algo planeado.”
“Sí, no se preocupe,” le aseguró Lance, sonriendo. “No lo decepcionaré.”

Su padre asintió, y soltó el agarre en su mano. Lance continuó saludando al resto de presentes.

“Disculpa, se me hizo tarde en la cancha de squash,” dijo Lance, ni bien saludó a Mari. “¿Qué tal te fue por tu cuenta?”
“¡Muy bien! Conocí a una pianista maravillosa.” Mari se le acercó al oído. “De hecho, me invitó a una fiesta en la cantina de tercera clase. ¿Espero que no haya problema con eso?” le habló en una voz diminuta, por temor a ser escuchada por el resto de su familia.
“Mari, no me tienes que pedir permiso. Cuidaré que nuestras familias no se enteren.” Lance le esbozó una sonrisa. “Espero que te vaya bien,” y le guiñó un ojo.
“¡No es como crees!”
“Sí, claro~” Lance rio. “Bueno, ya luego me contarás todo con lujo de detalles.” Ambos tomaron asiento, y se dispusieron a observar a los miembros de primera clase que ingresaban al comedor. Su posición en la mesa les permitía ver con completa precisión la puerta del restaurante. “Oh, mira, ahí van los Astor.”
“¿Creo que la señorita está embarazada?”
“Sí, me parece. Al menos eso dicen los rumores… Se me hace muy extraña la diferencia de edad, si te soy sincero.”
“Idem.” Mari asintió. “¿…Y tú?”
“¿Yo?”
“No me has contado nada de tu tarde.”
“Ah, tuve un partido contra otros dos señores de nuestra clase. Y… un chico me ayudó.”
“¿Un chico?”
“Se llamaba Keith—”

Lance se cortó a sí mismo, al ver al mencionado ingresando por la puerta principal del restaurante.

“Y ahí est—”

Justo cuando codeaba sutilmente a Mari para indicarle que ahí estaba su cómplice de aquella tarde, su rostro empalideció al reconocer a la familia Duff Gordon detrás de él. El jefe de la familia, el Sr. Duff Gordon, entró con su esposa, y detrás de ambos, el mayordomo principal ingresó junto a un adolescente.

“¿…Esos no son…?”
“Sí.”

A unos asientos a la derecha, el Sr. McClain se veía a punto de explotar, mientras observaba a los recién llegados. Lance se excusó con Mari y aprovechó que justo había un asiento vacío al lado de su padre para acercarse a él.

“Esos dos jóvenes con los Duff Gordon y el mayordomo… ¿son sus hijos?” le preguntó, confundido por lo que veía.
“Así parece… Pensé que sólo era Jason, pero tal parece que estoy equivocado.”
“Y él… ¿dónde está?”

Para las familias McClain y Duff Gordon era una tradición que los representantes de cada generación sean rivales en el negocio, y así como sus padres, Jason y Lance habían seguido sus pasos. Por ello, coincidían en varios lugares y viajes. Pero hacía un buen tiempo que no lo veía. Cuando su padre mencionó la presencia de la familia rival a bordo del Titanic, Lance imaginó que eso incluiría a Jason. Su ausencia era algo sumamente peculiar.

“Si te soy sincero, no estoy seguro. Pero espero que alguno de nuestros socios esté enterado de algo. Si le pasó algo al mayor… No sé si sea de nuestra conveniencia inmediatamente, pero podría jugar a nuestro favor en un futuro. Puede que Bruce se vea afectado por ello de alguna manera,” comentó el Sr. McClain.
“Sí,” y aunque asintió, su mente parecía andar en otro lugar.

Por un lado, la ausencia de Jason no lo dejaba en paz. Por otro, su primer encuentro con Keith le impedía concentrarse en el tema del banco, dándole prioridad a buscar una forma de racionalizar sus acciones. Suponía que había ocultado su verdadera identidad en un intento de llevar la fiesta en paz y conocer más sobre los McClain’s, porque a diferencia de su hermano mayor, Keith nunca había interactuado con ellos (y era mutuo: incluso, hasta ese entonces, Lance nunca había oído de él). Lo había visto antes en un par de celebraciones por parte de allegados de ambas familias, y sentía que a eso se debía la sensación de que lo había conocido antes. Tal vez habían intercambiado algunas palabras en aquellas ocasiones: algo muy simple, de seguro, sin necesidad de introducciones.

Keith era un completo extraño para él, aunque… debía admitir que le tenía cierta simpatía, a diferencia de la animosidad que sentía hacia el resto de su familia. Por ello mismo, más que decepción o enojo, aquel intento de ocultar su identidad le había dado un tanto de curiosidad. Si era, realmente, hijo de los Duff Gordon, él debía saber lo que le había ocurrido a su hermano mayor. Y, en parte por el trato, en parte por la intriga, Lance sabía que debía indagar respecto a aquel tema de cualquier manera. La perspectiva fría de su padre de ver el asunto desde el lado de los negocios no le parecía la correcta, pero tenía razón: podía ser de utilidad para ellos.

Luego de dedicar una última mirada en dirección a los Duff Gordon, Lance se prometió encarar a Keith luego de la cena.





Intentó ser de lo más sutil, sabiendo que si sus familias los encontraban interactuando sería peligroso para ambos: decidió que lo mejor sería hacerle llegar el mensaje mediante uno de los mozos, quien mediante lo indicado, se acercó a Keith y aprovechó la acción de retirar sus platos para señalarle un lugar de encuentro y una hora. Aún a pesar de la distancia entre sus mesas, lograron intercambiar miradas, y Keith asintió, en silencio. Su mirada volvió hacia los socios de su familia rápidamente, y Lance lo imitó, haciendo lo mismo con los presentes en su mesa.

Parecía que la suerte seguía de su lado, porque la cena terminó sin ningún inconveniente: consiguió convencer a los socios y miembros de la junta de que todo estaba bajo control. Uno de los socios invitó al resto a seguir la conversación en la sala de fumadores con un brandy, pero el Sr. McClain resaltó su cansancio, y se excusó junto a su esposa. Lance se ancló de la misma excusa, y con Mari, se retiraron luego de despedirse de los presentes.

“Okay, acá nos separamos,” dijo Lance, ni bien llegaron a la cubierta. “Tengo que arreglar unos asuntos con Keith.”
“Suerte,” dijo Mari, un tanto preocupada. “¿Ten cuidado, sí?”
“Tranquila, no creo que pase nada. Keith es muy distinto a su hermano, lo presiento. ¿Te veo más tarde?”
“Sí, justo estoy a tiempo para ir a la fiesta. Tengo que encontrarme con la Señorita Matsuura en la puerta de la capilla.”
“Mucha suerte,” le deseó Lance. “Me cuentas luego qué tal.”
“Si preguntan por mí las criadas—”
“No, tranquila. Se me ocurrirá una excusa para ello.” Lance le sonrió. “Igual, dudo mucho de que alguna vaya a contarle el chisme a tus padres o a los míos… Al menos eso espero.”

Lance no pudo evitar el suspiro que se escapó de sus labios. Hasta ahora, no había habido ningún problema con mantener apariencias, pero siempre existía la posibilidad de que la lealtad de las criadas y sirvientes no fuera hacia ellos, sino hacia sus verdaderos patrones, los padres de Mari y Lance.

“Yo también.” Mari suspiró al igual que él. “Pero no sirve de nada darle muchas vueltas a aquel asunto. Tengo al menos una media hora a mi favor, mientras hablas con Keith.” La rubia se acercó y le dio un beso en la mejilla. “Cuídate, Lance. ¡Nos vemos luego~!” Le canturreó, y se alejó mandándole besos volados. Lance le ondeó la mano, mientras observaba cómo poco a poco se alejaba, hasta perderse en la multitud de pasajeros que paseaban por la cubierta a aquellas horas de la noche.




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)
   

Cuando se acercó al lugar pactado, pensó por unos instantes que Keith había desertado.

Y no le hubiese afectado –o al menos intentaba convencerse de ello—. Al contrario, lo entendía: eran de familias rivales y él no le debía ninguna explicación. Lance había sido el primero en llegar a la cancha de squash, Keith le veía más atractivo a jugar el deporte según las reglas establecidas y sólo habían coincidido en el mismo lugar al mismo tiempo. Nada del otro mundo.

Verlo en la banca al lado del gimnasio le devolvió el alma al cuerpo, y ahí recién notó la excesiva importancia que le estaba dando a aquel encuentro. Era cierto que Keith era un extraño, pero tenía un buen presentimiento sobre él. Lo percibía muy distinto de su familia, completo opuesto del estereotipo que regía a los Duff Gordon: hombres serios, fríos, de pocas palabras y acciones metódicas. No era muy jalado de pelos suponer que, en un futuro, si había un cambio positivo en la familia rival, se podría atribuir a él. Era suponer demasiado a partir de lo poco que lo había tratado, pero Lance estaba confiado de ello. Desde ya, que aceptara juntarse con él sin titubear y le rindiera honor a su palabra decía mucho de él.

Lance le sonrió cuando intercambiaron miradas, y tomó asiento a su lado.

“Te agradezco por venir,” le dijo, luego de un breve silencio.
“Era lo mínimo que podía hacer,” dijo Keith.
“Eres… hijo de los Duff Gordon, ¿no?”
“Sí.” Keith no lo encaró mientras habló, optando por observar a los pasajeros de primera clase que paseaban por la cubierta de paseo. “Debí contarte, pero temí que reaccionaras de una manera negativa. Sé sobre la tremenda rivalidad que tienen nuestras familias: tu padre y el mío se llevan de lo peor. Y Jay me contó que lo mismo sucedía entre ustedes.”
“…Eso no te lo puedo negar.” Lance suspiró: debía admitir que Keith tenía razón.

Por un lado, estaba justificado. Ambas familias competían en el mismo negocio y sus bancos sobresalían por encima del resto, por lo que era natural que existiera una rivalidad entre ellas. Sin embargo, Lance sentía que a veces iban más allá de eso. La rivalidad se había convertido en un odio inmesurable y… no le veía mucho sentido a eso.

“Pero… me da curiosidad, ¿por qué no te he visto antes? Te recuerdo de un par de fiestas, pero de ahí… no creo haberte visto en alguna otra ocasión.” Lance lo encaró, y Keith también se giró hacia él.
“Es por mi hermano menor. Damian siempre fue difícil de mantener bajo control. Ningún sirviente o criada ha podido con él… Así que, naturalmente, esa se convirtió en mi responsabilidad.”
“¿Y tu madre?”
“Ah.” A Keith se le subieron los colores a la cara. “Tiene… una empresa peculiar, y eso le demanda mucho tiempo. Me sorprende que no sepas nada sobre esta.”
“Lencería, ¿no?” Lance le guiñó un ojo.
“¿…Por qué preguntas si ya sabes?” le reclamó Keith, avergonzado.
“Lo siento, lo siento.” Lance se permitió un par de risas. “Quería ver tu expresión.”
“…” Keith rodó los ojos.
“Pero sí lograste asistir a un par de fiestas, supongo.”
“Sí, junto con Damian, fuimos a unas cuantas. Creo haberte visto en alguna de ellas hace unos años, hasta incluso hablamos por un rato. Me acerqué a ti en la cancha de squash justo porque sentía que te conocía de algún lado.”
“Quién imaginaría…” Lance rio. Keith lo miró de reojo y se le unió al cabo de unos instantes.
“Sí,” dijo entre risas. “Fue una coincidencia muy particular.”
“Sé que es muy impertinente de mi parte preguntarte pero… ¿Qué le sucedió a Jason? ¿Por qué no está con ustedes?”
“Disculpa, pero no me siento muy cómodo hablando de eso en estos momentos,” Keith sonaba muy apenado, por lo que Lance asintió sin titubeos, optando por no insistirle. “Lo que sí… debo decirte que ahora yo soy la mano derecha de mi padre. Por ende, soy tu rival, en reemplazo de mi hermano.”
Lance suspiró. “Ya sabía que vendrías con malas noticias.”
“No, no lo tomes así. No es una declaración de guerra. Yo…” Keith desvió la mirada hacia su regazo, pero pareció armarse de valor y volvió a observar a Lance en cuestión de segundos, esta vez con una expresión llena de decisión. “No pienso continuar con la guerra entre mi familia y la tuya. Me encantaría una competencia sana, de ser posible. Quiero pelear contigo por ese trato de la manera más sencilla y honesta.” Keith extendió su mano. “El cambio puede iniciar con nosotros, Lance.”
“Sí, tienes razón,” dijo, y estrujó su mano. Lance vio cómo los ojos de Keith se iluminaron, y le sorprendió notar que, gracias a la luz tenue y cálida del pasillo, sus pupilas parecían de un color lavanda. Era una tonalidad sumamente singular, pero muy llamativa.
“¿Lance?”
“¿Qué?”
“Ya puedes soltar mi mano.”
“A-Ah, sí.” Lance rio, nervioso, y soltó el agarre. “Hey, Keith.”
“¿Mm?”

En esos instantes, una idea cruzó su mente, y Lance tuvo todas las intenciones de sentarse a analizarla. Pero abrió la boca antes que se permitiese balancear los pros y contras de aquella propuesta.

“¿Qué tal si cenamos juntos mañana?”

Keith parpadeó varias veces, procesando la invitación de Lance. Cuando finalmente entendió lo que implicaba, sus ojos se abrieron como platos, y pasó de sorpresa a indignación en un lapso de segundos.

“¿¡Estás loco!?”
“Sí, sé que nuestros padres pegarían el grito al cielo. Pero, ¿no crees que sería una buena manera de iniciar con ese cambio que propones? Demostrarles que podemos llevarnos bien, como las personas civilizadas que somos.”
“…” Keith guardó silencio. “Tienes razón, no lo niego. Sin embargo, eso implica una preparación previa. No puede ser de un día para otro. Los vas a matar de un paro, Lance.”
“…Mm, buen punto.” Lance suspiró. “Pero… igual podríamos cenar sólo nosotros. Si te parece, claro,” sugirió Lance.
“Es riesgoso. Si nos encuentran juntos…”
“¡Para eso está el Masquerade!”
“¿…Qué?”
“El Masquerade. ¿El baile de máscaras organizado por White Star Line?”

Lance había escuchado a su madre hablando muy emocionada sobre el baile de máscaras organizado por la empresa detrás del Titanic, el cual se llevaría a cabo durante la segunda noche del viaje. En esos instantes, no le había dado mucha importancia, pero ahora se presentaba como la perfecta oportunidad para pasar un tiempo de calidad con Keith sin levantar las sospechas de sus familias.

“…Recién me entero de eso.”
“Podemos aprovecharlo. Ahí si pasaremos desapercibidos de cualquier manera.”
“…” Keith lo observó, en silencio. “Okay, confiaré en ti,” dijo, luego de un suspiro.
“Gracias.” Lance le sonrió. “Espera. Pensé que te negarías.”
“¿A cenar contigo?”
“Sí, es una propuesta muy repentina. Y encima, viene de tu nuevo rival, así que… bueno, puedes tomarla de distintas formas.”
“Lo haría, si me dieras mala espina. Pero tengo la sensación de que tienes buenas intenciones. Ahora… ¿estoy en lo cierto?” le preguntó, arqueando una ceja.
“Lo estás,” rio.

Keith asintió, complacido con su respuesta. Lance parecía una persona sumamente sincera, por lo que no veía sentido a desconfiar de él.

“Debo irme. Puede que manden a alguien por mí…” dijo Keith, y se levantó de la banca.
“Los mayordomos de tu familia.”
“Exacto. Se les hará extraño que no me encuentre en mi recámara.”
“Mm.” Lance asintió.
“¿Dónde nos encontramos mañana?”
“¿Te parece si en este lugar de nuevo?”
“Sí,” Keith asintió. “No veo problema con ello. Te veo mañana, entonces.”
“Buenas noches, Keith.”
“Buenas noches.”

Se sonrieron el uno al otro, y por unos instantes, intercambiaron miradas en completo silencio. Keith pareció darse cuenta de que se le hacía tarde, y se giró de un momento a otro, corriendo en dirección a las habitaciones. Lance lo observó desde su posición, hasta perderlo completamente de vista cuando dobló en la esquina del pasillo de la cubierta.

No sabía de dónde había salido la propuesta de la cena, realmente. Lance no se consideraba un loco de los planes y el orden, pero sí le había agarrado desprevenido encontrarse a sí mismo sugiriendo algo así.

Sin embargo, lo que más le intrigaba era que, a diferencia de sus intenciones previas a aquel breve encuentro con Keith, ahora sólo buscaba pasar un buen rato con él. Su curiosidad por el asunto de Jason aún no se había disipado, pero no le era una prioridad. Si durante el transcurso de la cena lograba indagar algo sobre él, perfecto. Pero si no ocurría aquello, sentía que no había problema.

Esperó unos momentos, y luego, imitó a Keith, levantándose de su sitio para caminar hacia las recámaras. Una vez a solas, sintió todo el cansancio de aquel día, y hasta percibió un poco de dolor en ciertas zonas de su cuerpo por los partidos de squash que había jugado en la tarde.

Pero le importó poco: le esperaba un gran día mañana.

Y tenía un muy buen presentimiento de este.


Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Shura on September 30, 2017, 12:53:40 PM
Buenas, luego por la noche vendré a poner la segunda parte para cerrar el baile, que todo de vez es demasiado estomagante.
La verdad que me hubiera gustado poder leerlas, pero así me aplicaré que ahora viene una semana de fiestas en mi ciudad. Regresar a la rutina es pfffffffffffffffff



Shura salió a la cubierta del Titanic para fumar un cigarrillo, segunda clase había comenzado a llenarse de un desagradable aroma a cigarrillo, siendo que solo era el segundo día de travesía del Titanic. Ya no era porque su acompañante Mei no fumase y no quisiera importunarla, era porque no quería que el olor se impregnase en su ropa, ya que no estaba muy segura de cuándo podría llevar su ropa al tinte, prefiriendo ahorrar ese dinero para viajar por el continente americano.

Sacó una larga boquilla y colocó en el extremo su cigarrillo, gracias a la experiencia, consiguió encenderlo con una sola cerilla pese al aire, dando largas caladas y observando a la gente que paseaba por cubierta.
La mayoría eran niños, podrías diferenciar a los de tercera clase con los de segunda por lo negros que tenían los dientes por la falta de calcio, por todo lo demás, eran prácticamente iguales, ya se debían de haber ensuciado lo mismo de sabe Dios donde se habían metido.
De entre los niños, el resto de paseantes, una pareja atrapó su atención, la anciana iba del brazo del que debía ser su esposo por la similitud de edad, debían de ser de primera clase por la calidad de sus ropas, pero lo que más llamaba la atención entre ambos, eran las sonrisas que se dedicaban. No podía escuchar su charla, pero seguro que no tenía nada que ver, era la devoción que el uno sentía por la otra.

Una mujer rolliza que también fumaba, se apoyó en la barandilla al lado de Shura, sin que la sacase de su contemplación hasta que comenzó a hablar.
-El señor Isidore Straus y su esposa Ida Straus… sólo podrás encontrar una pareja como ellos en algún cuento de fantasía.
-Será por eso que verlos caminar así me maravilla, la amargura no ha podido con los años.
La mujer soltó una risotada ahogada.
-Y serán los rumores de que él nunca le puso la mano encima en toda su vida lo que los hace más admirables. Fantásticos como unicornios.
-¿Eso que dice es cierto? -Shura por fin se giró hacía la mujer, ciertamente sorprendida por el dato. No estaba a favor de aleccionar a la mujer mediante el castigo físico, aunque por aquellas épocas, y muchísimo antes, era el pan nuestro de cada día y se encontraba en todos los estratos sociales.
-Cierto como que me llamo Margaret Tobin Brown, pero si sabe lo que le conviene, me llamará Molly Brown -por el tono y el desparpajo de la mujer, Shura enseguida adivinó que era americana.
-Un placer, y gracias por aclararme sobre los Straus. Saber que existen personas así, hace que por un instante se pueda fantasear de encontrar el amor de verdad.
Shura se presentó enseguida atraída por la mujer, era de primera clase, pero quizás fuera por su origen humilde que se había convertido en una filántropa, y sobre todo por su carácter, no temía mezclarse con el resto de clases.

Pasearon por la cubierta charlando y conociendose la una a la otra, escuchando como uno de los trabajadores anunciaba el baile de máscaras en los comedores de primer y segunda clase para aquella misma noche.
-Suena delicioso -Molly pese a sus cuarenta y tantos largos años, tiró a Shura de la manga para llamar su atención emocionada como una colegiala-. Dígame que asistirá.
-Me encantan los bailes, pero busco que mi cara sea conocida y taparla con una máscara no es lo que más me conviene.
-Querida, tiene usted más encantos que su cara.
-Le seré sincera entonces, -se inclinó hacía ella de manera teatral y confidencial-, a su lado no podría resaltar, con una sola palabra suya, el resto quedamos eclipsados-. A Shura se le contagió la risa de Molly Brown, halagada por el comentario venido de alguien mucho más joven que ella en apariencia, porque su espíritu seguía siendo el de una veinteañera.
-La buscaré durante el baile, asista querida, no me defraude -le guiñó un ojo adivinando que ya se había salido con la suya.
-¡Que abrumadora responsabilidad! Pero no puedo negarle nada, cuando busque algo de diversión, esperó verla en el salón de segunda clase.



Mei había permanecido todo el día en su camarote, leyendo libros y tomando apuntes en un cuaderno. Podía pasarse horas recolectando datos, y realmente, se sentía agradecida por su compañera de camarote que se había preocupado por traerle su almuerzo y le prestaba la compañía de su perro salvo cuando lo sacaba a pasear.
Intentaba no fijar la vista en aquel maldito baúl, distrayéndose todo lo que pudiera en cualquier estudio. Cuando Apo comenzó a ladrar, sabía que aquello iba a volver a ocurrir.

Tocaron a la puerta, dos toques rítmicos, pero la única respuesta que iba a obtener eran los ladridos del perro. Ya le habían advertido a Mei que aquello podría suceder, y que bajo ningún concepto debía abrir la puerta.
Los dos golpes se convirtieron en tres, el último de ellos más vehemente que el anterior, y después algo que nunca había sucedido y que la colmó de ansiedad. Quien fuera que estaba al otro lado de la puerta, intentó girar el pomo, forcejeando aun topándose con que estaba cerrado con llave. 
Mei cerró los ojos fuertemente, tapandose los oidos como una niña asustada, recitando para sus adentros el último capítulo que acababa de leer de su actual libro “Los Miserables”, Mei tenía una memoria prodigiosa y centrarse en aquello parecía ayudarle a sobrepasar aquel momento. Pero ni con esas, podía evitar un funesto pensamiento, rezaba para que Shura no volviera en aquel preciso instante y se topase con quien intentaba entrar en la habitación.

Cuando aún estaba concentrada, dejo de escuchar como forcejeaban con la puerta, pero apenas habíendo pasado un minuto, que reconoció a Shura intentando abrir la puerta.
-¿Mei? ¿Estas dentro? -La mujer extrajo la llave de su bolso y la hizo girar entrando en la habitación, reconociendo a su compañera que la miraba estupefacta y con la frente perlada en sudor, paralizandola también a ella-. ¿Te encuentras bien?
-¿Había alguien en el pasillo?
-¿Quién? -Shura no comprendía nada de lo que le decía, agachándose para acariciar a su agitado perro-. ¿Has escuchado algo raro? ¡No habrán intentado entrar a robar!
-No no, es solo que... -Mei habló atropelladamente para después cortarse de hablar y crear un incómodo silencio.
Shura se sentó a su lado en la cama llena de libros, colocando un mechón descuidado de pelo detrás de la oreja y tomándola maternalmente de las manos.
-Mei, estar aquí encerrada no te está haciendo ningún bien, necesitas que te dé el aire.
-Tienes razón… tengo que darte las gracias, habría caído enferma si no llegas a traerme algo de comer.
-Esta noche hay una fiesta, un baile de máscaras y me encantaría que me acompañases.
Mei sintió un nudo en la garganta, se sentía muy culpable, pero tenía que cumplir con su obligación si quería que como china pudiera entrar a Estados Unidos, se disculpó interiormente con Shura, pero sabía que debía aguantar aquel cautiverio, ya quedaba menos de una semana.
-No me gusta estar rodeada de gente.
Shura le soltó las manos, Mei no era mala persona, pero sí demasiado extraña y cada vez lo demostraba más, ni siquiera ella sentía deseos de insistirle demasiado ni mucho menos obligarla para que estuviera incómoda.
-Por lo menos sal a  la cubierta, podrías aprovechar para pasear a Apo.
-Vale -mintió de nuevo mientras Shura se dirigía a su armario para prepararse para el baile.

Prácticamente no tenía demasiada elección en aquel armario, pero guardaba su mejor atrezzo en falsos diamantes, aquel blanco quedaría bien con un traje negro, hubiera preferido el color del oro, pero la única máscara disponible era una de cartón piedra, blanca con la forma de un cordero con una media luna negra en la frente. Era uno de sus papeles favoritos del teatro, se complementeba con una máscara de lobo negra con una media luna blanca en la frente y que no había podido llevarse. Eran las caras de cordera, la muerte piadosa y el lobo, la muerte despiadada, prefería aquella que tenía entre sus manos, bailar en el escenario y moverse con gracilidad y sutileza, susurrar palabras de aliento mientras apuntaba con un arco directa al corazón de la actriz que hacía de víctima… las representaciones de muerte eran las más populares y por las que el público llenaba el teatro, y salirse del concepto de la parca siempre arrancaba aplausos.   
Para cuando se hubo terminado de preparar, el baile debía estar a punto de comenzar.
-Nos vemos luego, Mei.

Salió de su camarote ya con su máscara puesta, pero había alguien que le esperaba oculto entre las sombras, el destino parecía gastar una curiosa broma, si Shura sólo fingía ser una muerte piadosa, aquel hombre era la representación del lobo cruel. Quien acechaba tras la puerta, había regresado para terminar lo que había estado intentando durante todo el día. Justo a tiempo de encontrar a su ocupante saliendo y cerrando la puerta con llave, no podía verle la cara, pero había visto aquella llave y era lo que necesitaba para entrar. En su trabajo, la discreción lo era todo, y aquello era un regalo que no se iba a permitir desaprovechar.



Lux estaba tumbada en la cama leyendo junto a Noel, que descansaba después de su paseo con Ann, la cual estaba duchándose en el baño del camarote de primera, Lux compartía el suyo con Nanami, pero se volvía insoportable y prefería estar con sus hermanas menores. 
-¿Qué estás leyendo? -Noel tenía mucho mejor color, el aire marítimo le sentaba bien y lo notaba en sus renovadas energías.
-Primicia mathematica.
Noel suspiró fingiendo cansancio que realmente sentía al escuchar aquel título, prefería la faceta infantil y nerviosa de Lux que  no aquella de empollona, ahora sabía porqué había venido a la habitación, a Nanami tampoco le gustaba verla estudiar cosas tan complejas, decía que le provocarían arrugas.
-Hoy en el paseo, no hemos visto gaviotas…
-Las gaviotas no vuelan hasta mar adentro.
Noel desistió de tener una conversación, Lux había entrado en modo rata de biblioteca, cuando casi suplicaba por una distracción, Gwen llamó entrando a la habitación, mirando a sus dos hermanas sobre la cama con gesto divertido, a sabiendas de que guardaba una gran noticia.

-¿Qué hacéis en la cama a estas horas? -Arrancó una sonrisa a sus hermanas al reconocer el tono de su madre-. Deberiaís prepararos para esta noche.
-Aún es pronto para prepararse para cenar.
-¿Quién ha hablado de la cena?
Ann salió del baño vistiendo una camisa interior y unos pololos blancos llenos de encajes, aún con el cabello mojado atusándose con una toalla para secarlo, y observando a sus tres hermanas expectantes.
-¿Qué pasa? 
-¡Habla ya Gwen! No nos tengas en ascuas.
-Pues resulta, que esta noche hay una fiesta de máscaras en el barco -Gwen sonrió ante la emoción de las tres hermanas.
-Bueno, era de esperarse un evento social visto la cuna de algunos pasajeros -Lux pese aquel tono de marisabidilla, saltó directa a su armario para comenzar a elegir un traje. 
-¡Genial! Mi cuerpo pedía algo de dulce -Ann no le importaba tanto la etiqueta como permitirse un capricho-. ¿Pero de dónde sacaremos las máscaras?
-Para eso tenemos a nuestra hermanita más dulce- Gwen saltó a la cama entre risas, siendo imitada por sus dos hermanas, las tres le hacían cosquillas por la cara y le acariciaban el pelo como hacían cuando eran más niñas y querían jugar con ella a papás y mamás, ahora el juego había cambiado a una diversión nostálgica, pero Noel sentía su pecho hincharse de amor por sus hermanas explotando en carcajadas que le quitaban el aliento.
-Va, dejame la máscara roja con orejas -Ann le besó la mejilla adelantándose en peticiones.
-¿La de gato?
-¡Es la de una pantera!
Noel a raíz de su enfermedad, tenía un buen número de máscaras para sus juegos, y por supuesto, se las había llevado en su equipaje.
-¡Vale!
-¡La hermanita más dulce! -Ann la beso en la nariz.

La última hermana, Nanami, entró en el dormitorio conteniendo el aliento al reconocer a sus hermanas alrededor de Noel, obviamente, se habían enterado del baile y se le iban a adelantar para pedir una máscara.
-¿¡Qué haces besando a la lisiada!? -Ni todo el dramatismo podía arruinar aquel momento, y el comentario, no le dieron importancia al ser una broma personal. Nanami entró en la cama apartando a sus hermanas y sentándose en las almohadas donde podía acariciar la cabeza de Noel-. ¿A tu hermanita favorita le darás la máscara de cerámica veneciana?
Por supuesto, la máscara más engalanada y dorada, la de reina, iba a ser la petición de Nanami.
-¡Has llegado la última! ¡Te toca esperar! -Lux le recrimino, pero recibió que su hermana mayor le arrojase un cojín a la cara.
-¡Soy la mayor y elijo primero!

Gwen se acomodó en la otra cabecera junto a Nanami, acariciando el suave pelo rubio de Noel, suspirando melancólicamente.
-Siempre has sido tan bonita y suave Noel, ¿te acuerdas de que mamá te llamaba su pollito?
-Fue Nero quien le puso el apodo de pollito -Ann dibujó una sonrisa, recostandose boca arriba junto a Noel y apoyando la cabeza en las piernas de Gwen.
Aunque tuviera cuatro años, Ann reconoció que aquella piel de bebé se Noel, no se había perdido. 
-Todos los hermanos queríamos dormir contigo, porque siempre has sido suave y calentita como un pollito- Lux, más mayor lo recordaba todo vívidamente-, pero mamá no nos dejaba, porque te quería sólo para ella.
-Por eso ahora eres nuestro pollito -Nanami le golpeó suavemente en la nariz con la yema del dedo, reposando las cinco hermanas juntas y en paz.

-Hoy… quiero ir a la fiesta sin la silla, puedo sentarme en cualquier silla, pero no quiero llevar la mía, eso es todo.   
Aún con lo último, que claramente era una excusa acelerada, las hermanas entendieron que la niña comenzaba a hacerse una mujercita y le daba importancia  las apariencias, a fin de cuentas, la silla era para ayudarla a salir sin que se agotase en sus paseos, si sentía que no la necesitaba, era una cuestión de celebración.
-Como tu quieras.
-...Creéis… -Noel sentía la boca seca al querer decir aquello-. ¿Qué alguien querrá bailar conmigo?
-Seguro que si -Ann lo decía de corazón además de motivarla, su hermana era muy bella.
Gwen torció el gesto mirando hacía su hermana Lux que tenía la misma expresión preocupada, no sólo era por las apariencias, como cualquier otro, Noel quería encajar y gustar a más gente, y quizás eso la sobre exigiera más de lo que su enfermedad iba a permitirle. 
-No puedes bailar con los chicos como hacías con papá subida a sus pies, ya eres toda una mujercita-. Nanami más directa, habló sin tapujos ofendiendo justo donde debía a Noel, prefería hacerla sentir como una niña a como una enferma.
-Eso ya lo sé… no me trates como a un bebé.
-Ahora vamos a arreglarnos, tenemos mucho trabajo antes de la fiesta- Gwen se desplazó fuera de la cama seguida por Nanami.
-¡Gwen! ¡Peiname tu!

Ojalá su padre hubiera contratado alguna criada…



Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Deidara on September 30, 2017, 03:45:42 PM
au en el que posteo a tiempo :<
voy atrasadíiiisima

tw gays

*

Deidara observaba el nombre escrito a mano en aquel importante papel. El nombre de su víctima, y el nombre del objeto a recuperar. ¿Qué podía tener de tan importante aquella katana? Deidara no entendía mucho de espadas japoneses, pero bien podía estar cubierta de diamante, o bañada en oro, porque iba a arriesgar mucho por aquellos clientes. No sólo iba a cometer un asesinato en un importante barco, sino que también iba a robar un objeto que llamaba demasiado la atención.

Zoro Thorne.

Por algún motivo, el nombre le resultaba familiar, pero no acababa de situarlo.

Los últimos acontecimientos le habían dejado demasiado descolocada, y ya había pasado casi un día entero, que ahora consideraba perdido. Haber perdido su equipaje, y haberse encontrado con un infiltrado Matt habían supuesto perder valioso tiempo, que podría haber usado para investigar.

Y por si fuera poco… ahora tenía que preocuparse de aquel desconocido que se había encontrado con su equipaje, el cual probablemente había husmeado. Sólo esperaba que no fuese lo suficiente chismoso como para contarle a cualquier alto cargo de la tripulación cuáles eran los contenidos de su bolsa. Dejaría de lado el inoportuno suceso; ya se preocuparía por ello en caso de que fuese necesario. Por ahora, se centraría en el asunto principal.

Un rápido vistazo a su reloj de bolsillo le hizo ver que empezaba a hacerse tarde – se acercaba la hora de la cena, y sería buena idea aprovecharla para recabar información. Tal vez allí descubría algo de interés.

Buscó en su (recuperado) equipaje alguna vestimenta, adecuada para la ocasión, y se alistó en poco menos de diez minutos. Deidara tenía sus prioridades claras, y aunque era necesaria una buena imagen, sabía cómo gastar el mínimo tiempo posible en arreglarse y parecer presentable. Su tiempo era mejor invertido en investigar, en aquella ocasión.

Sólo esperaba que de verdad encontrase algún tipo de información válida.

*

Era la primera noche en el Titanic, y Dean ya tenía encandilada a más de una dama. El comedor de los tripulantes de segunda clase estaba lleno de viajeros en la primera noche del crucero, disfrutando de la deliciosa cena (si bien no tan espectacular como la de los viajeros de primera clase) y Dean había despertado el interés en alguna que otra soltera dama.

Era lo que se le daba bien – hablar, llamar la atención de las mujeres, decirles cosas bonitas que querían escuchar. Parecía haber nacido con un don para ello, era la envidia de muchos hombres que lo único que recibían de parte de las mujeres eran ‘no’ tras ‘no’. ¿De dónde lo sacaba? A saber.

Lo que sí que sabía Castiel, era que Dean no era así en la realidad. Todo era una fachada, y es que el chico podría haberse dedicado fácilmente a actuar de teatro en teatro, pues mentir era lo suyo.

Porque, quién diría que Dean en verdad –

“Oh, mira, te presento a mi amigo, Castiel…”

La joven dama caminaba junto a Dean. Castiel se había perdido en sus pensamientos, no dándose cuenta que la pareja se acercaba hacia él.

“Dean. Creo que voy a salir un rato a tomar el aire. Empiezo a marearme, el ambiente…”

Castiel dirigió una mirada a la mujer, le dedicó una sonrisa, de cortesía puramente, y se retiró.

Estaba acostumbrado a tener que presenciar escenas de ese estilo, pero eso no significaba que lo aguantase.

La brisa de aire fresco no ayudó mucho. Al menos le daba una excusa para salir del lugar.

Se apoyó sobre el pasamanos. Ya había oscurecido, así que aunque se escuchaba el ruido de las olas chocando contra el crucero, era difícil vislumbrarlas. Aun así, el fuerte, pero agradable olor a mar, se colaba en su nariz.

Distraído, no se dio cuenta que tenía compañía. Una mano se coló entre su brazo, llamando su atención.

“Cas.”

Dean.

Castiel suspiró, girándose para quedar frente a frente con su amigo. La luz en el exterior era suficiente como para distinguir la preocupación en su rostro.

Porque Dean podía parecer todo halagos y palabras endulzadas, pero todo aquello era una fachada, que desaparecía cuando estaban a solas.

“¿Estás bien?”
“Sí, Dean.” Mintió. Él también sabía hacerlo. Pero nunca engañaba a Dean, no era tan bueno como él.
“Déjate de… ¿qué pasa?”
Castiel soltó un bufido. “¿Qué pasa? Dean, sabes – es siempre lo mismo… ¿crees que es sencillo verte con otras mujeres, ver cómo les dices palabras bonitas en el oído, delante de un amplio público?”

Dean pareció alarmado. Echó un vistazo rápido alrededor. No había nadie cerca que pudiese haber escuchado las palabras. Pareció más calmado.

Castiel odiaba tener que estar siempre en alerta.

“Ángel, sabes que…”
“No,” le interrumpió Castiel. “No intentes ahora comprarme a mí con palabras bonitas. Es… Dean, no es sencillo. Es… es innecesario.”

Era una conversación que habían tenido en más de una ocasión.

Porque sí, todo el mundo sabía de Dean y Cas, los dos mejores amigos, juntos a todas partes. Uña y carne, no hacen nada el uno con el otro. Comparten vivienda para ahorrar en gastos, llevan el mismo coche, frecuentan los mismos bares y tienen el mismo círculo de amistades. Inseparables.

Lo que no saben, es que ello va a más. Que no queda ahí.

Que Dean y Cas, son más que mejores amigos.

Desde un principio ambos habían sido que no iba a ser sencillo esconderse, que nadie más que ellos lo iban a entender. Los pocos que les habían descubierto, los habían rechazado, con mínimas excepciones. ¿Quién iba a aprobar de hombres a los que les gustaban otros hombres?

El rechazo había sido el mayor detonante de que tomaran la decisión de marcharse a tierras americanas. Tras un duro año ahorrando, consiguieron comprar dos pasajes de segunda clase para el Titanic. El enorme buque les llevaría a Nueva York. En Nueva York nadie les conocía, era un lugar en el que había mucho por descubrir, en el que seguro que la gente sería más abierta que el pequeño pueblo en el que residían. Castiel y Dean eran dos jóvenes con mucho futuro por delante, dos jóvenes que podían convertirse en grandes promesas del fútbol, un deporte que empezaba a tomar más importancia en América del Norte. Cuando llegasen allí, los clubs se pelearían por poder tener en sus equipos a dos jóvenes europeos, con ganas de jugar, con experiencia y éxitos a sus espaldas.

Era un plan arriesgado, pero era un plan por el que estaban dispuestos a jugársela. Si sus carreras deportivas no se disparaban, siempre podrían buscar trabajo en cualquier fábrica. Eran jóvenes, tenían toda la vida por delante.

Pero sí, se jugaban tanto, dejaban tantas cosas atrás…

Y Castiel lo sabía. Sabía que Dean, podría parecer la persona más segura del mundo, pero… tenía dudas. Y sueños. Sueños que no podría cumplir con Castiel.

“Cas.”

Dean siempre sabía usar el tono, esa forma de decir su nombre que le erizaba los pelos de la nuca, que llamaba su atención, que hacía que Castiel concentrara todos sus sentidos en Dean. ¿Cómo podía ser tan fácil?

El chico de ojos verdes se le acercó. Castiel se alarmó. ¿Había alguien cerca? ¿Les estaban observando?

“Dean,” susurró Castiel, avisándole.
“Siento… siento que te molestase. Pero sabes que esto, está siendo… vamos a pasar cinco días encerrados en este sitio. Sí, el barco es enorme, pero… hay que mantener las apariencias. ¿Qué crees que pensará la gente, si ve a dos jóvenes, solteros, que pasan demasiado tiempo juntos?”
“No tienen que pensar nada,” respondió Castiel. “Podríamos ser dos hombres que van a reencontrarse con sus prometidas en Nueva York. Podemos estar casados. Podemos estar buscando el amor, pero no aquí. O simplemente, no estar interesados en asuntos del corazón.”

A Dean le importaban más las apariencias que a Castiel. Si por Castiel fuera… besaría a Dean allí mismo. Le pediría que fuese a cenar con él, cogidos de la mano. Le pediría encender las velas de su mesa, le miraría a los ojos mientras cenasen. Luego, le pediría un baile, y le llevaría más tarde a ver las estrellas. Le hablaría de cada una de ellas, todavía cogidos de la mano, para luego invitarle a una última copa, y más tarde, acabar la velada en su cabina.

Ignorando las miradas de odio y repugnancia de todos aquellos alrededor suyo.

Ojalá pudiese cumplirse aquel sueño.

*

Sentía cómo había perdido aquella noche.

Si bien había pasado una velada agradable… había tenido la oportunidad de cenar con varios tripulantes del Titanic, incluso hacer buenas migas con damas como Sayaka Gracie y Sayi Darcey. Sí, Deidara había hecho un buen papel al meterse en la piel de una Darwin, incluso aquel tal Charles, biólogo primo de Sayaka, se lo había tragado… pero por otra parte, se había sentido tan fuera de lugar. Deidara no era para nada una dama bien vestida, una chica criada entre algodones, con todas las facilidades del mundo. No, no era nada como aquella gente de primera clase con la que había tenido la oportunidad de pasar la velada. Ella había literalmente tomado vidas con sus manos para llegar donde estaba, para ganarse la vida y sobrevivir en la dura Inglaterra. En cambio, todos aquellos de los que se rodeaba, o gran parte de ellos, parecían tener la vida resuelta…

Se dejó caer sobre un banco, a escasos metros de uno de los salvavidas. Sí, tenía una misión por cumplir, pero… ¿quién le decía que eso no le permitía disfrutar un poco del crucero? Tenía un billete pagado, que le permitía pasar 5 días en aquel enorme navío, ir allá donde quisiera sin pega alguna. Por una vez, sí, joder, iba a disfrutarlo. Iba a hacer su papel, a tomárselo bien en serio. Iba a ser Deidara Darwin, asesina tras las cortinas, pero también nieta del famoso científico inglés, dama con pasaje de primera clase que se encontraba rumbo a Nueva York para hablar en universidades y escuelas de los viajes de su difunto abuelo.

¿Que había perdido una velada, hablando de tonterías con otros pasajeros de primera clase? Pues hecho estaba, y sin remordimientos ninguno. Era parte del trabajo, pasar desapercibida. Más extraño hubiese sido que Deidara Darwin se hubiese pasado la noche encerrada en su camarote, o yendo de arriba abajo, en busca de un desconocido.

Que, pensando en desconocidos, pensó en otro cierto desconocido. Y en cómo no tenía ni idea de a qué clase pertenecía aquel tal Zoro Thorne. Había casualmente colado en la conversación el nombre de su víctima, pero ninguno de sus acompañantes había parecido reconocer el nombre, así que tal vez Zoro Thorne podía tratarse de un pasajero de segunda, o incluso tercera, clase… Sabía que el chico que había encontrado su equipaje pertenecía a segunda clase, así que podría usarle como excusa para colarse en zonas dedicadas a pasajeros de menores clases, y así investigar. Chico que, por algún extraño motivo, le había llamado la atención – y no sólo porque probablemente, sabía ahora que Deidara portaba armas en su bolso.

El reloj de bolsillo que tanto chequeaba había pertenecido a su padre, y cada vez que lo revisaba, su imagen venía a su mente. Si él estuviese allí, sin duda estaría juzgándole, echándole en cara el no haber encontrado todavía a su víctima.

Pero sabía que lo conseguiría. En ocasiones, se necesitaba un tiempo de cocción más largo para obtener mejores resultados.

*

 

 

Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on September 30, 2017, 04:07:39 PM
(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/4ipBdBW.png)

Bitácora #6 — A Real Party (Part I)

Le era extraño ser ella quien estaba de pie, sola, y esperando en el vestíbulo del restaurante. Algunos pasajeros se detenían a saludarla, pues tras haber sido introducida por Kaien, al parecer finalmente empezaba hacerse de un nombre a bordo del Titanic.

No obstante, aquello no le hacía sentir bien, considerando que era a Ichigo a quien estaba esperando esa noche, y no a Kaien.

Honrando el pedido del duque von Stresemann, Sayi le había pedido a Franz que por favor le extendiera una invitación a Ichigo para cenar los dos. Y, si bien ella no entendía cómo el hablar con el rubio le ayudaría a cambiar su actitud, aún así tenía ganas de preguntar más sobre él.

Kaien no había demorado en pedir su compañía esa noche, y aún le sabía mal el haberle informado que tenía otros planes. El pelinegro había sido tan amable como siempre, aún aceptando su negativa, y se había ido satisfecho con la promesa de desayunar juntos la mañana siguiente.

Sayi aún no le había dado una respuesta a su invitación de visitarlo en Nueva York, y ello, junto a las palabras de Franz, resonaban en su cabeza. Hace dos días hubiera aceptado sin pensarlo dos veces, sin embargo… ahora dudaba. Y por una razón que aún no podía señalar.

Ichigo ingresó al vestíbulo y Sayi se apresuró en darle el alcance. No entendía por qué pero se encontraba nerviosa. Supuso que debía tratarse de lo poco convencional que era el haber sido ella quien le extendió la invitación.

El rubio hizo una pequeña reverencia antes de hablar.

“Debo suponer que esto fue obra del duque, ¿cierto?”

Considerando el secretísimo con el que Franz le había hablado hace unas horas, Sayi dudaba mucho que supiera el verdadero motivo de su invitación. Por lo tanto, decidió seguirle el juego.

“Algo así” le respondió “Pero yo también tenía ganas de conversar, ¿tu no?”

Ichigo le sonrió, y Sayi se giró hacia el restaurante. À la Carte era uno de los lugares para cenar más recurridos abordo del barco y, al tratarse de una concesionaria, este se jactaba de tener un menú de alta cocina francesa el cual la pelirrosa tenía curiosidad por probar.

Sin embargo, el lugar se veía bastante lleno, y quizás no podrían conversar con la libertad que quisieran.

“¿Tienes mucha hambre?” le preguntó Ichigo, y el primer instinto de la pelirrosa fue negarse. Lo más importante para ella no era la cena… al menos no en ese momento “Conozco otro lugar que me gustaría visitar antes”
Sayi alzó las cejas en interés “Vayamos a donde gustes” le respondió, mostrándole una sonrisa “Siendo yo quien te invité, quiero que estés a gusto”
“Vaya, si eres toda una dama”

Sayi rió ante su ocurrencia y entonces Ichigo le ofreció escoltarla. Ella tomó de su antebrazo con ambas manos, y dejó que la guiara fuera del vestíbulo.

“Sin embargo” le mencionó, camino a los ascensores “He de advertirle que este lugar podría ser… algo inortodoxo para una dama como usted”



El ascensor los dejó en la cubierta D, y bastó un corto recorrido para llegar al área abierta de tercera clase. La cantidad de gente aumentaba considerablemente conforme se adentraban en el lugar, y la melodía amenizando aquella reunión era compuesta por gaitas, tambores, y risas. Risas sin remordimientos; muy diferente a las apariencias que debían resguardarse en las reuniones a las que se había acostumbrado.

Los pasajeros de tercera clase conformaban la mayoría de personas abordo del trasatlántico. Sumaban los pasajeros de primera y segunda, y algo más… no obstante, no tenían meseros atendiendo cada capricho, ni músicos a cargo de entretenerlos.

Pero parecía que no lo necesitaran, pues ellos solos se organizaban para divertirse a bordo. Había cerveza disponible por doquier, juegos de cartas y dados esparcidos por las mesas, y dos podios que las parejas bailando se alternaban por ocupar. A diferencia del baile de mascaras a la que habían asistido la noche anterior, la algarabía y diversión se respiraba en el lugar. Esto era una verdadera fiesta, donde las personas podían bajar la guardia y relajarse por un tiempo.

Ichigo tomó un par de vasos con cerveza y señalo dos sillas vacías al otro lado de la sala. Una vez se sentaron, Sayi aceptó una de las bebidas y tomó un largo sorbo de esta. El alcohol se sintió amargo y le hicieron encoger su rostro. Las risas de Ichigo le hicieron girarse hacia su acompañante.

“¿Súcede algo?”
“Tu cara es graciosa” le respondió. Sayi pretendió ofenderse, pero acabo riendo también.
“Pensé que no te gustaban las reuniones”
“No me gustan. Al menos, no las de primera clase” dijo, alzando las cejas “Estas son mucho más divertidas, aunque sea para observar a la gente”

Y tenía razón, era divertido solo sentarse en silencio y absorber lo que trascendía a su alrededor. No había ni una cara larga entre los danzantes, y abundaban los rostros colorados por el alcohol y las risas. Había una niña de cabellos rizados bailando con una muñeca. Un sonoro golpe llamaron su atención a una mesa, donde un joven acababa de sacar la mejor mano y se había hecho de las apuestas echadas en el tablero. Una anciana le sonreía a su marido, quien a su vez marcaba impecablemente el ritmo con su pie y bastón. Probablemente era un músico, sin instrumento para acompañar al grupo de turno pero no por ello divirtiéndose menos que el resto.

Sayi tomó otro sorbo de su cerveza y se limpió la garganta.

“Ichigo, ¿que planeas hacer cuando llegues a Nueva York?”
“Estamos viajando para asistir a una cita con un doctor, un buen amigo de la familia, quien vive en la gran manzana. Han tenido dificultad diagnosticándole un malestar al duque, y él tiene mucha confianza en que su amigo llegará a la raíz del asunto“ le explicó Ichigo “Aunado a ello, Franz quiere ver un par de obras en Carnegie Hall. Y después quiere alejarse de la ciudad lo más posible hasta que sea hora de regresar”
“¿El duque está enfermo?” le preguntó Sayi, e Ichigo asintió con una sonrisa forzada. No recordaba haber notado algún indicio de que algo estaba mal “No es nada grave, ¿verdad?”
“No parece serlo. Si bien no sabemos de que se trata, no irrumpe con su ritmo de vida. Y se que él odia que diga esto, pero yo creo que es por la edad…”

La pelirrosa rió ante el comentario. Era admirable cómo Ichigo era totalmente devoto al duque y cómo, por su lado, el duque se preocupaba en demasía por el rubio. Era un lazo muy estrecho, que aunque no uno hecho por sangre, parecía trascender más allá de roles o clases sociales.

“Y tu, ¿que planeas hacer cuando llegues a Nueva York?”

Sayi recordó la invitación de Kaien… pero no pudo comentar sobre ello teniendo a Ichigo frente a ella.

“Pasear por la ciudad un par de días antes de tomar un tren a Massachusetts” le respondió “Si el duque quiere conocer Boston, son más que bienvenidos a venir conmigo. El conservatorio es uno de los mejores del país”

Se sintió fatal de haber obviado a Kaien sin haberle dado una respuesta, pero entonces Ichigo le sonrió de una manera diferente a la que estaba acostumbrada. Y Sayi se preguntó si aquel era el cambio al que se refería Franz.

“Le haré llegar tu invitación al duque, pero tengo la impresión que aceptara gustoso”

Ichigo le había contado que su linaje siempre sirvió a los von Stresemann, una familia que si bien iba en declive, todavía era considerada parte importante de la nobleza Suiza, al ser descendientes directos de los von Erlach de Berna. Ichigo se mostraba orgulloso al hablar de su amo, pero Sayi recordaba su conversación con el duque con un tono diferente. Y es que Franz, el último con el título en hombros y con ningún descendiente bajo el brazo, presentía el final de su dinastía con él, y sin un posible futuro que ofrecer a su sirviente favorito.

Era un tema difícil a tratar, pues Sayi no tenía relación con los antiguos nobles ni con Europa, salvo los tres meses que acababan de terminar y las personas que había conocido en el camino. ¿Cómo era que el duque pretendía que le ayudara con Ichigo?

Intentaba pensar en qué preguntar a continuación cuando el rubio dejó su asiento. Sayi lo observó quitarse su abrigo, y dejar su bebida en su silla.

“¿Me concede esta pieza?” le preguntó, y Sayi asintió, algo nerviosa. No sabía como bailar esa música, pues no se trataba de ragtime, o de valses.

Pero Ichigo fue rápido en calmar su ansiedad.

“Solo sigue mi ritmo y estarás bien”
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Isumi on September 30, 2017, 06:33:34 PM
Y yo así de 'ok con este aporte termino al menos la cena del segundo día' YEAH RIGHT.

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Ch. 4


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“Soy su hermano.”

Esa fue la frase con la cual Hiro justificó de manera astuta el hecho que tuviéramos el mismo apellido. Me quedé con la boca abierta sin saber qué decir, mientras observaba como este niño se salía con la suya todo el tiempo como si fuese la cosa más natural del mundo.

-¿Enserio?- Isumi preguntó de manera incrédula, pero enseguida se dio cuenta de lo irrespetuoso que sonó su tono y luego de aclarar su garganta, continuó. -Quiero decir… es la primera vez en mi vida que veo dos hermanos tan... diferentes.- Dijo sin poder encontrar otra palabra que no sonara racista.
-Digamos que tenemos nuestras circunstancias. ¿Te gustaría saber al respecto?- Hiro le preguntó con un tono totalmente calmado mientras que yo me esforzaba en lo más posible para no demostrar en mi rostro el pánico que me consumía.
-¡Por supuesto!- Exclamó ella entusiasmada.
Hiro sonrió maliciosamente y le respondió: -Podrás escucharlo todo esta noche durante la cena, si así lo deseas.-
Una parte de mi quería comportarse como su hermana y darle un buen golpe en la cabeza, pero así como él se metió en esa situación, logró también escapar, aunque solo por el momento. Por lo tanto también me sentí aliviada de no haber perdido la compostura.
-¡Hahahaha!- Al contrario de mi, la señorita Isumi no pudo contener una carcajada al escuchar el comentario de Hiro. -Este niño es super interesante.- Le comentó a Haru quien miraba incrédulo la escena. -Entonces los espero esta noche.- Dijo ya con una voz más calmada y comenzó a darse la vuelta para irse cuando recordó algo. -Ah, Isuzu a ti te espero esta tarde para escoger el vestido adecuado para la cena ¿de acuerdo?-
-...De acuerdo.- Dije tímidamente. La verdad era que me sentía muy fuera de lugar solo con tomar prestado un vestido suyo, pero no podía declinar su oferta, ya que parecía muy contenta al respecto.

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Una vez solos, agarré a Hiro con fuerza de la muñeca y lo arrastré al paseo cubierto como lo haría cualquier madre enojada con su hijo.
-¡Oye ¿qué haces?!- Hiro protestaba e intentaba soltarse; pero era ya mucho lo que le costaba llevar el paso apurado al que estaba yendo yo y al final se rindió y se dejó llevar por todo el largo del paseo cubierto hasta llegar afuera.
Seguí arrastrándolo hasta que encontré el lugar perfecto para tener una conversación privada con él: detrás de las chimeneas.
Lo senté en el banco que se encontraba allí y, mirándolo con autoridad, comencé finalmente a hablar en voz baja, pero enojada.

-¿Qué se supone que significa eso? ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ¿Cómo se supone que les vamos a explicar ésto?-
A mi ráfica de preguntas, Hiro volteó el rostro hacia el costado para evitar mirarme a los ojos, y después de unos segundos y con un tono irritado en su voz, me respondió: -No me gusta cuando la gente se hace la astuta conmigo.-
¿Se refería acaso a cómo Isumi nos invitó a la escena con la excusa de contarnos su historia? No me parecía que hubiese pasado otra cosa además de eso.
-Y como no te gusta la gente astuta, ¿tuviste que hacerte el astuto tú también?-
-...- Sin decir nada, siguió evitando mi mirada con una expresión frustrada.
Después de largar un fuerte suspiro, me senté a su lado y con un tono más calmado le pregunté: -¿Tienes un plan ya?-
Al escucharme, Hiro volteó nuevamente su rostro y ahora miraba a sus pies. -Simplemente decimos que tenemos el mismo padre y diferentes madres.-
-Eso significaría que ambas madres cometieron adulterio. O al menos la tuya. Aunque de todas formas es impensable que un hombre asiático tenga hijos con mujeres blancas, mucho menos que se case, así que… ¿algún plan más elaborado?-
-Hmm…- Hiro se puso a pensar. Luego de haber dicho lo que dije me di cuenta que tal vez él no sabía el significado de la palabra ‘adulterio’, pero al no haberme preguntado al respecto, supuse que no era ese el caso.
-Aunque…- Y entonces seguí hablando antes de que él encontrara otra solución. -Técnicamente mi madre cometió adulterio cuando se juntó con mi padre. Por lo que supe, ella estaba comprometida con otra persona cuando lo conoció. De alguna manera se enamoraron y ella quedó embarazada de mi. Cuando su familia se enteró, la echaron de la casa y ella fue a vivir con mi padre. Nunca se casaron, claro está. En cualquier tipo de clase social a la que pertenezcas, no son muy bien vistos los matrimonios interraciales.-
-¿Así que eres mestiza?- Me preguntó interesado a la historia. -Ya me parecía que eras muy bonita como para ser enteramente asiaticOUCH.- Le di un golpe en la cabeza antes de que terminara.
-No te permito hacer esa clase de comentarios racistas.- Le dije con un tono severo como si realmente fuera su hermana.
-¡Era una broma!- Se quejó él sosteniéndose la cabeza.
-¡Pues mucho menos! Tú puedes no decirlo enserio, pero el hecho de que la consideres una broma, vuelve el asunto racista. Tal vez tú no te rías, pero otros sí lo harían.-
-Tsk, exagerada.-
-Si no fueras un perfecto niño blanco, no pensarías lo mismo.-
-¿Y si no lo fuera?- Preguntó nuevamente mirando sus pies, pero esta vez su rostro estaba pintado de una expresión algo melancólica.
-¿Qué quieres decir?-

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Y entonces esa expresión desapareció haciendo ver de nuevo una sonrisa satisfecha. -¿Qué tal si les decimos que simplemente tú naciste más asiática y yo más blanco? Así como no se nota que tú eres mestiza, yo podría ser mestizo también. Mis ojos son bastantes pequeños después de todo.-
Estaba apunto de darle otro golpe, pero ese comentario me hizo sonreír y tuve que contener una pequeña risa.
Pero Hiro se dio cuenta y no perdió tiempo para molestarme. -¡Ah! ¿ves? Hice un comentario racista y te hizo reír.-
Enseguida cambié expresión a una más seria. -Cállate enano estúpido.-
-¡Soy un niño! ¡Obvio que soy enano!-
-O tal vez sean tus genes asiáticos.- Le dije con una sonrisa maliciosa.
A lo que él me respondió con la misma expresión. -¡Mira quien hace los comentarios racistas ahora!- Y diciendo eso se me lanzó encima y comenzó a hacerme cosquillas.
-¡¿Pero qué haces?! ¡AHAHA! ¡DETENTAHAHAHA! ¡YAA!- Esta vez me lancé yo encima suyo y comencé a hacerle cosquillas.
Hiro no paraba de reír y patalear para todos lados y estuvimos de esa manera hasta que escuchamos a una persona aclararse la garganta fuertemente para hacernos entender que se encontraba en frente nuestro.

Cuando lo escuchamos nos detuvimos bruscamente y por alguna razón yo me paré como si fuese un soldado clavando mi mirada al suelo.

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-Señorita Isuzu.- El joven en frente mío llamó mi atención y al levantar la mirada vi que se trataba de Haru, el guardaespaldas de Isumi.
-Oh, eres tú.- Le respondí mirándole a los ojos. A lo que él reaccionó de una manera inesperada. A diferencia de nuestro primer encuentro, Haru fijó sus ojos en los míos y parecía no querer mirar hacia ningún otro lado.
-Disculpe si la interrumpo… la señorita Isumi me ha mandado a informarle sobre el número de su cabina, para que esta tarde pueda encontrarla sin problemas.-
-Oh, cierto. No había pensado en eso. Muchas gracias.- Avergonzada, aparté mi vista hacia un lado.

Haru nos comunicó el número y una vez terminado su cometido, se retiró lo más velozmente posible del lugar. Probablemente porque debía estar con su señorita en todo momento.

Aunque Hiro no pensaba eso.
-Ese chico está perdidamente enamorado de tí.- Soltó aquel comentario al aire como si fuese algo extremadamente evidente.
-¿De qué hablas? Es imposible.-
-¿Por qué debería ser imposible?-
-Porque…- La verdad era que no tenía una respuesta a esa pregunta, pero al mismo tiempo sentía que no podía ser verdad. Durante toda mi vida no había recibido amor de parte de ningún otro hombre que no fuese mi padre. Ni yo misma me había sentido atraída por nadie. Pensé que eventualmente encontraría a alguien y dejé ese asunto completamente enterrado en mi lista de preocupaciones.
-Te digo, es tan evidente que me da asco.- Decía él con una expresión molesta.
-Pero aunque fuese verdad, no puede.... no puede ser.- Sin darme cuenta, apoyé mis manos en mis mejillas y sentí que estaban un poco calientes.
Pero por alguna razón aquel gesto me alteró y enseguida aparté las manos y tomé un tono más rudo antes de volver a hablarle a Hiro.

-De todos modos no es algo que pueda suceder. Es estúpido estar imaginando este tipo de cosas arriba de un barco.- Hiro me miraba con una expresión confusa. -...no quiero hablar más del tema.-
Y entonces Hiro se levantó y se acercó hacia mi. -¿Qué te sucede?- Mirándome preocupado y confundido a la vez, Hiro tomó mi mano casi instintivamente.
-Suéltame.- Le dije sacudiendo la mano y apartando la suya.
-Isuzu.- Pero él seguía insistiendo. -No es normal este comportamiento.-
-¿Acaso ahora tú decides lo que es normal y lo que no?- Poco a poco comencé a tomar un tono más enojado. -No me conoces, y no tengo por qué explicarte cada detalle de mi vida.- Y con esa frase, me di la media vuelta y comencé a caminar hacia el lado opuesto.
Pero entonces Hiro me detuvo. -¿Acaso es porque no quieres cometer el mismo error de tu padre?-

La pregunta fue tan directa, tan precisa y tan cierta, que sentí que este niño me había leído la mente, palabra por palabra, y había exteriorizado mis peores miedos.
Sin encontrar una manera de responder a tal pregunta, Hiro siguió hablando tomando mi silencio como una afirmación.

-Tu padre se enamoró de una mujer blanca y por eso te tuvieron a tí. ¿Tu madre te abandonó por ser asiática no es así? ¿Acaso crees que si no hubieras nacido tu padre habría vivido una vida feliz con tu madre? ¿Crees que tu existencia le costó su felicidad?-
Cada pregunta que Hiro hacía no solamente eran increíblemente acertadas, sino que más que preguntas parecían afirmaciones de su parte.
Yo seguía dándole la espalda sin el coraje de responderle.
-¡Respóndeme!- Gritó con su voz llena y no pude evitar explotar de la misma manera.
-¡No quiero convertirme en una racista como ella!- Grité manteniendo mi posición dándole las espaldas.
-Entonces no lo seas.- Dijo Hiro acercándose a paso lento. -Y deja de separar a las personas por su raza, empezando por la tuya. No eres inferior a nadie, y si te crees inferior, así es como te verán todos. Si realmente quieres ser capaz de vivir en un mundo que no hace distinciones entre diferentes razas, debes dejar de considerarte distinta, por más que los demás te vean así. Tú eres Isuzu, nadie más ni nadie menos.-

Mis rodillas cedieron.
Un niño de doce años había logrado destruir todas las paredes que había creado durante estos años. Solo con un poco de información logró entender todo de mi, analizarme y reprochar mis métodos.
Y lo peor de todo era que tenía razón.

-Hiro… lo siento.-

Después de decir eso, escuché un ruido detrás mío.
-¿Hiro?- Entonces me volteé para verlo, y lo que vi me hizo olvidar todo lo que había sucedido hasta el momento y cambiar mis prioridades a lo que tenía enfrente. -¡¿HIRO?!- El niño que hasta hacía un momento había estado gritando con todo su ser, se encontraba ahora inconsciente en el suelo.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Apple on September 30, 2017, 08:02:45 PM
Voy muy atrasada :@ *pánico* edito pronto con los headers

Cap #2: Lonely Hearts Club

10/4/1912

El día de la partida del Titanic de Southampton, era obvio que los muelles estaban destinados a volverse un caos. Los pasajeros intentaban entrar lo más rápido para ir a relajarse a sus camarotes y explorar la majestuosa nave. La entrada de primera clase no había sufrido de ningún retraso... hasta ahora. Freyja Knightley lucia visiblemente avergonzada mientras Athos Wentworth discutía con el oficial a cargo de recibir a los de primera clase.

"Lo siento señor, la señorita tiene un pasaje de tercera clase. Debe entrar por la puerta de tercera clase para pasar por las inspecciones"

Athos torció la boca. No le habían gustado nada las palabras de aquel hombre.

"Escúcheme caballero, la dama aquí presente es la hija de Lord Reginald Knightley de Oxfordshire, no puedo permitir que se le trate de esa manera"

El oficial se asomó para ver a Freyja que estaba atrás de Athos. El hombre había visto a varias damas de alta alcurnia entrar por la puerta ese día y la chica definitivamente no lucia como una. Su cabello mal cortado a la altura de la nuca, su porte tímido y su sencillo vestido la hacían lucir más como una campesina que como una hija de un Lord.

"Lo siento señor, no puedo hacer ninguna excepción..." se disculpó el oficial negándose a hacer una excepción que bien hubiera hecho si la dama en cuestión luciera como alguien de primera clase.

Athos estaba a punto de ofrecerle algunas libras al oficial para que los dejara pasar, pero su acompañante se le adelantó.

"Bah, yo tomaré su lugar en tercera clase" el hermano menor de Athos, Adrien, le arrebató el boleto tercera clase de la mano al oficial.

Antes de que lograra salir para ir a formarse a la fila de tercera clase, Athos tomo a su hermano por el brazo.

"¿Estás seguro?" Athos estaba seguro de que el oficial los dejaría pasar si lo sobornaban.

"Si si, no me importa" el chico miro de reojo a Freyja que se sonrojó al encontrarse con los ojos de el "Encontrémonos en una hora en la cubierta principal para decidir qué haremos"

"Sir Adrien" Freyja que había permanecido callada durante todo el tiempo por fin hablo "muchas gracias"
El chico visiblemente sonrojado se fue al instante sin decir nada.

"Solo es un crio" murmuró Athos reprobando la actitud de su hermano "ten" Athos le entregó el pasaje de primera clase que hasta hace unos segundos era de su hermano a Freyja.

"¿Supongo que esto arregla el problema?" le preguntó a continuación al oficial, que sin más remedio los dejo entrar a ambos.

Ya en el camarote los dos decidieron tomar té para hacerle tiempo a Adrien de abordar. Athos les pidió a las camareras servir todo en la cubierta privada, donde Freyja se acomodó esperando a que él se le uniera pronto. Pero no fue así, aún después de servido el té Athos no llegó, y Freyja pudo comprobar que se había quedado dentro examinando unos papeles en la salita del camarote. La chica prudentemente se quedó dónde estaba, tomando pequeños sorbos del té negro que le acaban de servir pensando en todos los eventos que la habían llevado hasta donde estaba.

Conocía a Athos desde que eran pequeños, eran vecinos después de todo, y no podía evitar sorprenderse por el gran cambio de él. Siempre había sido serio y estoico, pero cuando lo llegaban a conocer bien podían darse cuenta de que era un chico virtuoso; siempre generoso y dispuesto a ayudar a los demás. No obstante, desde que regreso de su primer año en la universidad de Oxford el joven se había vuelto aún más distante y frio. Tenía la cabeza metida en sus estudios y en los negocios de la familia. Y por añadidura, su madre había muerto el año anterior lo que hacía que Athos deliberadamente se alejara de su hogar tomando las responsabilidades que requerían hacerlo viajar.

Freyja por su puesto se había dado cuenta del gran cambio de su amigo, no solo por la cercanía y amistad de sus familias sino por el profundo amor que le tenía a Athos. Este amor había evolucionado, desde el más tierno cariño de su amistad desde la infancia hasta ahora que ella había florecido en una señorita. No era una mujer del todo, puesto que sus acciones en las últimas semanas habían sido poco calculadas y con la caótica planificación propia de una chica de 16 años. 

Después de que su padre le anunciara su decisión y la de Sir Wentworth de comprometerla con Athos ella huyó de su casa. De no ser porque ella conocía tan bien a Athos hubiera estado encantada con la idea. Pero sabía que el joven no lo iba a tomar bien. Él hubiera aceptado por obediencia a su padre, pero en esos momentos lo que más deseaba Athos era alejarse de la casa paternal y abrirse su propio camino; en el había existían inquietudes y Frejya sospechaba que durante su estancia en la Universidad de Oxford se la había presentando una revelación que lo cambió y lo distanció de todo lo conocido.

Huir de casa había sido complicado. Tuvo que robar dinero de su padre en el transcurso de tres días y no tenía idea de a donde iría a parar. Pensó en huir a Francia o a Italia, no importaba realmente; estaba enfocada en huir de un matrimonio donde ella amaba, pero él no lo hacía. Como era una romántica irremediable tenía la creencia de que solo existía el amor que nacía instantáneamente y que aquellos que se casaban sin amor, nunca lo sentirían y que con suerte llegarían a experimentar una monótona amistad.   

Sus planes de emigrar al continente se frustraron cuando recién llegando a Londres se enteró de la salida de un gran transatlántico que se dirigía a Nueva York. Se olvidó en ese mismo instante de Roma y París, y sin dudarlo se compró un boleto con el poco dinero que le quedaba. No obstante, un boleto de tercera clase costaba 7 libras que era todo el dinero que la chica. No se dio cuenta de este detalle cuando unas horas después de comprar su boleto le dio hambre y se encontró con su monedero vacío. Tuvo que vender el único vestido fino que llevaba para poder almorzar y pagar una habitación para pasar la noche. Ya se las arreglaría para el desayuno del día siguiente.

Afortunadamente, o talvez desafortunamente, Freyja se encontró a los hermanos Wentworth en Londres. Era muy de madrugada y se preparaban también para ir a Southampton de donde partiría el Titanic al día siguiente. Ambos se sorprendieron de ver a la chica disfrazada de campesina y sin ninguna compañía. Ella les contó cómo había huido de su casa y se rehusó a regresar cuando Athos la instó a hacerlo. Su intención era ir a América a iniciar una nueva vida y no habría forma de persuadirla para regresar a casa. Los dos hermanos se resignaron y pensaron que sería mejor ayudar a la chica durante el viaje y ya en América intentar de nuevo convencerla de regresar a casa.

A punto estaba Freyja de terminar su segunda taza de té cuando Athos entró a la cubierta privada.

“Iré a buscar a Adrien, ¿te gustaría acompañarme?”

“Claro, sería impropio quedarme en un camarote que no es mío”

“No es así” le replicó Athos al mismo tiempo que afectivamente le paso la mano por el cabello desordenándolo aún más

“Te quedaras en la segunda habitación, Adrien y yo dormiremos juntos”

Caminando por las instalaciones de primera clase Freyja se sintió aliviada de haber encontrado a Athos y Adrien. De lo contrario se hubiera perdido de la belleza y elegancia de los pasillos, restaurantes y cubierta destinados a los más privilegiados. Las quejas de Adrien sobre lo pequeño y asignado que parecía todo en tercera clase solo afianzaron más su alivio.

Pero no paso mucho tiempo antes de que la joven se volviera a sentir intimidada. Se perdieron el primer almuerzo en el gran comedor debido a las miradas insistentes de los demás comensales, que no se apartaban de Freyja y no disimulaban su reprobación “¿Qué hacía una joven de tercera clase en el comedor de primera clase?”.

Después de un sencillo almuerzo en su camarote, los tres decidieron que querían explorar aún más las cubiertas del barco. Aparentemente había anclado en Cherburgo para recoger a más pasajeros. El ambiente del barco se empezó a sentir más festivo conforme se subían más personas y se corrían los rumores de un supuesto baile.

“¿Athos? ¿Athos Wentworth?” una voz femenina los llamó por detrás.

Athos enseguida se volvió, su semblante estoico se turbó expresando una alegría poco característica en él.

“¿Éowyn?”

El joven abandono a sus acompañantes para acercarse a la dama que lo había llamado. Entre ellos parecía haber intimidad y la confianza de amigos cercanos; además del gozo de aquellos que no se han visto en algún tiempo. Después de un breve intercambio de palabras Athos regreso acompañado de la dama y el acompañante de ella.

“Disculpen por mi impertinencia, no quise dejarlos solo así” se puso el puño sobre los labios y aclaró su garganta antes de continuar con las presentaciones, obviamente emocionado “Freyja, Adrien… permítanme presentarles a Lady Éowyn Fraser y a su acompañante, Herr Siegfried Kircheis”
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Ekha on September 30, 2017, 08:38:59 PM
02 - Cambio de Turno



¿Qué es dormir?, se preguntó mientras se levantaba nuevamente, varias horas antes del inicio de su turno. Trabajar en las calderas era un trabajo pesado.

“¿Escuchaste lo de la fiesta?”
“Primera fiesta del viaje de inauguración No es de sorprenderse. Tendremos suerte si nos toca algo decente de comer, dicen que las sobras de los de primera clase son tan buenas que  morirías por comer algo decente por primera vez en tu vida”, se burló un segundo mientras  regresaban a su trabajo.

No era algo para personas como ellos. No tenían nada qué ver ni pertenecían a ese ambiente. Lo suyo era cumplir con su trabajo. No se les pagaba para soñar con un  día ser un pasajero del barco en vez de parte de la tripulación y William no tenía interés, al menos en ese momento, de soñar con semejante idea. Le dolía la cabeza, bastante pero ya había hecho la petición a su jefe y no era el momento de echarse para atrás. Recordando el ataque de risa del jefe Ulric cuando llegó con él e hizo la petición le hacía sentir tonto. Se había empecinado en decirle que era capaz de hacerlo y que todo estaría bien y el hombre simplemente había soltado tremenda carcajada de pronto. Varios compañeros de su misma área habían volteado a verles y William se sintió morir por un momento.  Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, Ulric, intentando contener la risa, había aprobado su petición.

Aun así se sentía tonto y se reprochaba mentalmente por la idea ahora, cuando su cuerpo le pedía a gritos un par de horas más de sueño, un poco más para descansar después de la jornada anterior. Al menos la persona con la que cambiaría de turno tendría un montón de tiempo libre.

¿Lo valía siquiera?, se preguntó mientras caminaba a la caldera que le correspondía.

El calor de la zona, el vapor escapando por algunos tubos, el olor a carbón, el brillo del fuego en las calderas  y el cambio de luz parecieron recibirle como un golpe en el rostro. Le sirvió un poco para despertar al menos, no tardaría mucho en sentirse adormilado. Esperaba que fuese lo contrario, sinceramente, el calor de las calderas no era una brisa tropical o un pequeño cuarto de vapor (como si supiera cómo se siente estar dentro de uno), eran un pequeño infierno en miniatura en realidad, uno que era difícil de olvidar pero presente siempre que tuvieras la mala suerte de recordarlo.

Se preguntó por un momento si Kota estaría extrañado por verle a él en su turno en vez de su compañero habitual, quizá ya se habían hecho amigos y había cometido un error al pedir el cambio. Quizá por eso el jefe Ulric se había burlado de él y… Detuvo su línea de pensamiento por un momento. Él era la víctima aquí. Su (mejor) amigo le había  convencido de la peor forma de aceptar su descabellada idea (que había funcionado hasta ahora y no quería admitir), él había descubierto el límite de todos sus pequeños músculos, huesos y articulaciones por ello. Si Kota prefería a su compañero de turno sobre él poco le importaría en ese momento. Si él tenía que sufrir con esto, claro que iba a verlo sufrir también.

Claro que su adorable idea de venganza creada  con pocas horas de sueño encima y un humor terrible por la falta de descanso se fue a pique cuando Kota lo vio y, por un momento, William juraría que vio los ojos de su amigo brillar de emoción un momento antes de soltar esa pala del demonio y saltar sobre él para derribarlo  gracias a  un abrazo (y a su falta de sueño).

Ojalá y se hundiera el barco en ese momento.

Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Shura on September 30, 2017, 09:37:57 PM
A la pues, ya puede llegar el iceberg que la coca cola no se va a enfriar sola



La fiesta era terriblemente aburrida, ni en una celebración se podía dejar la etiqueta a un lado y nadie parecía divertirse de verdad. Nero se sentó en la mesa que compartía con sus hermanas, Nanami se había encontrado con unos conocidos y ella parecía encantada por las atenciones.
-¿Y vuestro padre que tal, señorita Nanami?
-Está hablando con el capitán, no ha podido venir a la fiesta.
-Nos hubiera gustado mucho hablar con él… dicen que pronto dirigirá un nuevo y moderno navío para la guerra, y nos encantaría poder saber más de él.
Nanami bufó hastiada por el comentario.
-¡No me hables de guerra! Es una conversación horrible, ¿y de qué sirve en tiempos de paz? Es aburrida como ver secarse la pintura y no lo toleraré en una fiesta como esta.
Los hombres se disculparon sonriendo complacidos, la guerra efectivamente era un tema de hombres, y que Nanami la repudiase sólo servía para resaltar aún más su feminidad. Pero Nero que la conocía bien, sabía que lo que Nanami no toleraba era una conversación que no girase en torno a ella, no es que intentase seducir a alguno de esos dos hombres, era que Nanami aspiraba a que todos los hombres suspirasen y se pelearan por ella.

Ann le pico en el hombro, la máscara resaltaba aún más aquel brillo azul travieso de sus ojos, aunque su amorosa madre las hubiera educado con la disciplina propia para una dama, no había podido cambiar los ojos de Ann, que eran sólo suyos.
-Vamonos a la fiesta en segunda clase.
Asegurándose de que Noel tuviera diversión suficiente con sus otras dos hermanas Gwen y Lux, ambos salieron a segunda clase, donde acordaron fingir un encuentro aprovechando el anonimato y bailar con todos los que pudieran. Nero tenía una máscara de alambre lacado, aunque revelase mucho más que la de su hermana Ann, estaban convencidos de que el plan saldría bien.


El ambiente en segunda clase era más distendido, muchos eran emprendedores que buscaban hacer fortuna en Nueva York y familias acomodadas que buscaban algo más económico que primera clase para viajar, así que las charlas eran animadas y el ambiente más familiar.
Ann enseguida buscó la mesa de los postres sirviéndose un par de tartaletas de frutas, Nero ya se suponía que ambas eran para ella.
-Ten cuidado en no engordar -la pincho sólo por lo divertido que se sentía verla saltar enfadada.
-Ya lo sé, después bailaré para bajar la comida, ¿has visto qué bien se siente estando aquí?
La banda principal estaba en el salón de primera clase, pero el piano y el violín acompañados de la voz masculina, invitaba a la gente a la pista de baile.

Shura se mezclaba entre la gente, era algo divertido, el anonimato volvía a los presentes atrevidos y compartió risas y bailes con un hombre alto vestido de negro que osadamente había asegurado conocerla y la llamaba Sophie, retandole a enseñarle la cara para confirmarle que no era ella. Shura se divirtió bastante con él, ofreciéndole que a cambio de enseñarle la cara, le trajera una copa de champagne y aprovechando que estaba sóla, para escaparse a cubierta, al aire libre para refrescarse después de aquel baile.

El aire nocturno era fresco, justo lo que esperaba, sacó un cigarrillo de su pitillera escuchando a alguien que se acercaba por su espalda y sorprendiendose a sí misma al reconocer perfectamente de quién se trataba sin haberle visto la cara. Quizás su único encuentro le había marcado más de lo que esperaba, no podía estar segura.
-Debería abrigarse señorita, el aire de la noche puede ser muy frío.
-Lo es, pero yo estoy caliente -se giró colocandose el cigarrillo entre los labios, reconociendo a Sol Badguy, que se deslizó a su lado sacando su encendedor y acercando la llama hasta el extremo del cigarrillo de ella, sin apartar la mirada de sus ojos casi en gesto retador, ambos disfrutaron de aquella cercanía hasta que Shura aspiró el tabaco, tomándolo entre sus dedos y  apartando el rostro para expulsar el humo lentamente lo más lejos que pudiese.
-¿Me dirás ahora cual es tu nombre?
-¿Por qué? ¿Acaso me tengo que contentar con que sólo me des fuego?
-Tengo métodos para saber cómo te llamas.
-Pero eso sería demasiado aburrido, ¿no te parece? -Shura le ofreció su cigarrillo, invitandole a fumar de el.
Sol observó la marca de carmín que había dejado de sus labios, pero le siguió el juego aceptandolo y dándole una calada.
-El tabaco de mujeres es demasiado blando -lanzó el humo a la noche.
-Pensaba que te gustaría, tabaco blando para una mujer dura, si lo mirás así resulta hasta poético -Shura se quitó la máscara mirando hacia la negrura infinita de la noche y su cielo plagado de estrellas.
-Parece que es lo único que conozco de ti, que eres dura.
-¿Y para qué quieres conocer más? -Tomo de vuelta el cigarrillo, el ambiente estrecho e íntimo le hacía augurar lo que vendría a continuación.
-No permaneceré toda la vida en este barco, cuando lleguemos a Nueva York desembarcaré y viajaré hacia el oeste. Y quiero que me acompañes.
La mujer alargó su mano hasta alcanzar la del hombre y colocarla sobre la barandilla del barco a su lado, era grande pero aquellos dedos parecían habilidosos y acostumbrados a trabajar, Sol no dijo nada esperando que fuera Shura quien aceptase su proposición.
-Los hombres sois todos iguales, buscáis vino para beber, una mujer mala para divertiros y una mujer buena para cortejar, y yo se que yo estoy en el primer grupo.
-Te equivocas en una cosa- Sol la cortó antes de que se hiciera una idea errónea- como hombre por supuesto que tengo inclinación por el vino, pero no he conocido a una mujer más ideal para mi que la que tengo ahora mismo en frente.
-¿Y qué gano yo estando a tu lado? ¿Arena y polvo? -Shura le encaró levantando la barbilla retadora.
-He heredado una granja de caballos, regresó a Estados Unidos a reclamar lo que es mio.
-Mejor me lo pones, arena y mierda de caballo es lo que me propones -echo el pecho hacia delante mirandole desdeñosa-. Yo no seré lo primero que domes antes de tocar tierra, debo decirle que nuestros caminos corren por senderos diferentes.
-Pues háblame sobre lo que quieres mujer y deja de volverme loco.
-Mi destino está en las estrellas, yo me convertiré en la joya del cine como actriz- lo dijo dignamente, aunque sentía que si Sol se reía de aquello, no se lo perdonaría jamás… pero, para su grata sorpresa, él asintió.
-Y podrías conseguirlo, podrías volverte una pionera inmortal, estoy convencido de que podrías seducir a todos los hombres que cruzasen una mirada contigo. Pero ninguno te amará como lo haré yo si me acompañas.

Shura tembló al escuchar aquello, apartando la mirada de él abrumada y sintiendo una oleada de calor por todo su cuerpo tan repentina como nunca había sentido. Nadie hasta ahora había logrado sacarle así de sus casillas, la enfadaba y al segundo siguiente estaba temblando de emoción por sus palabras, no era el primero en declararle su amor, una mujer a fin de cuentas debía tener un buen número de admiradores para hacerse valer. Pero nunca un compromiso la había puesto en jaque como aquel.
Pero por supuesto, había más en lo que desconfiar… quizás, cuando la conociera del todo, el amor se acabaría tan fugazmente como parecía haberse encendido entre ambos. Miró sus manos, ahora sin imperfecciones, si le seguía, el trabajo duro haría mella en ella y perdería todas sus oportunidades. Debía rechazarle por la realización de su futuro.

-Usted lo ha dicho, no pretendo seducir a un solo hombre, quiero seducirlos a todos -se colocó la máscara lista para volver al baile-. Gracias por sus palabras, ahora sé que me acompañarán toda la vida, recuerde también las mías…
Se acercó a su oído susurrandole.
-Usted ya ha tocado mi corazón, ahora le pertenece… jamás podré hacer una actuación sincera sin pensar en sus palabras y esta noche. Aunque sea por el dolor que me ha ocasionado, no vuelva a buscarme en lo que queda de travesía, por favor se lo pido. 
Shura busco sus ojos esperando un juramento por su parte, pero los ojos de Sol no parecían satisfechos con aquello, no después de sus palabras, se sentía agitado, deseando preguntarle si era sincera y preguntándose, casi infantilmente, si las cosas no pudieran ser más sencillas.
La mujer le demostró la veracidad de sus palabras, tomandole de la barbilla y poniendose de puntillas hasta rozar sus labios con los de él en un suave beso que se volvió pasional cuando Sol la agarró por la cintura de manera posesiva, alargando el momento de separarse el cual marcó Shura cuando le empujó el pecho para obligarle a soltarla.
-Adiós.
Sin más, se alejó rumbo a la fiesta.

Shura sentía la cabeza dándole vueltas, mareada por aquel remolino de emociones, los invitados y la música giraba como si se tratase de un caleidoscopio, le invitaron a bailar y no se percató de nada aceptando la invitación de aquel niño de pelo blanco.
-¿Cómo dices? -Shura regresó de sus emociones y pensamientos al momento actual, dándose cuenta de que aquel chico que se había presentado como Nero, le estaba hablando.
-Que conozco la máscara que estas utilizando, la vimos durante las vacaciones en Europa en una obra de teatro, ¿es la de cordera, “la muerte piadosa”?
La mujer se sorprendió de que alguien tan distinguido la reconociera, pero le ayudó a sentirse animada y reconfortada por el futuro que ella buscaba, lleno de fama y gloria.
-Así es… -se retiró la máscara revelando su rostro sonriente, quizás estuviera rompiendo la etiqueta propia de un baile de máscaras, pero nada le importaba-. Y esta es la actriz que se oculta debajo de ella.

Aquel desliz por parte de Shura, no pasó desapercibido para el alto hombre de negro al que anteriormente había dado esquinazo… él podía esperar un poco más, ahora conocía el rostro de la persona a la que debía dar caza.
 

Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Mery on September 30, 2017, 09:59:10 PM
Uds: –en medio de la fiesta–
Yo: –recién subiendo al barco– NIIIICE




(https://i.imgur.com/bTcdbwA.png) (https://i.imgur.com/JZ9g5DE.png) (https://i.imgur.com/iQnk3Ra.png)

Parado frente al trasatlántico más grande jamás construido y con un boleto a su nombre en segunda clase dentro del mismo, Gareki aún no podía creer que estaba allí y que realmente sería parte de aquello. Se sentía fuera de lugar y, en cierta forma, lo estaba.

“¡Increíble! ¡Es inmenso!”

Aunque Nai, pequeño e ingenuo, parecía tener la mente en algo diferente.

La cantidad de gente reunida en el puerto de Southampton durante esa mañana era simplemente apabullante, casi sofocante. En sus quince años de vida, Gareki sólo había visto semejante aglomeración y algarabía durante el viaje inaugural del RMS Olympic a mediados del año anterior, pero esa experiencia no se comparaba en nada a lo acontecía en ese preciso momento.

¿Cómo hubiese podido adivinar que meses después se encontraría a punto de abordar el segundo barco de la clase Olympic que había visto zarpar de aquel mismo puerto?

Nai eligió ese momento para alzar ambos brazos al ver a algunas personas ya en la cubierta saludando con entusiasmo a todo quien los viera… e ignorando de paso que al hacerlo, su boina irlandesa –demasiado grande para su tamaño– se le resbalaba, dejando que su delicada piel blanquecina quedara expuesta al sol. Gareki sólo rodó los ojos, pues no había forma de que pudiese culparlo por su comportamiento.

Al no tener con qué entretenerse, Gareki colocó las manos en los bolsillos de su pantalón nuevo. No necesitaba llevar nada consigo al abordar, su equipaje había sido encargado a parte del personal del Titanic en cuanto él y sus dos acompañantes llegaron al puerto. Sin embargo, en vez de sentirse más ligero y aliviado, aquello le resultaba algo incómodo; Gareki se sentía completamente capaz de llevar sus pertenencias por su propia cuenta sin la necesidad de prestar los servicios de nadie. Además, la totalidad de sus posesiones, aún contando con las de Nai, difícilmente ocupaban una valija. ¿Pero qué más podía esperarse de un par de huérfanos? Las otras cinco maletas que les pertenecían habían sido llenadas de ropa ‘a la altura’ por Vanderwood, el mismo hombre que miraba su reloj de bolsillo con aprehensión cada dos por tres.

“Ya es hora.” Le oyó anunciar en voz alta, mas Nai seguía inmerso en su propio mundo, agitando sus manos y sonriendo hacia el barco.

Si bien hacía sólo un par de meses que conocían a Francis Vanderwood, algo que los dos habían notado del joven de cabellos castaños era que poseía poca paciencia. A Gareki esto le resultaba conveniente, pero Nai seguía teniendo dificultades.

Compórtate, Nai.” Ordenó Vanderwood con autoridad, lo que logró que éste bajara los brazos y se pusiera derecho como un soldado.
“¡Lo siento, Vanderwood!” Susurró el menor tratando vagamente de disimular la emoción en su rostro. “Pero…”

Los ojos rubí de Nai rebosaban de un brillo que jamás había visto antes. Nai no sólo observaba la elegante embarcación frente a ellos, en realidad, sus ojos parecían querer capturar todo a su alrededor: el vaivén infinito del mar, las aves surcando el cielo sobre sus cabezas, la intensa claridad que brindaba el sol de la mañana, las innumerables personas en el puerto; todo aquello que se movía llamaba su atención. Esa vista, nueva y plagada de vida, sin duda le quitaba el aliento.

“Es… tan hermoso.” Murmuró maravillado.

Gareki no pudo seguir viéndolo. Lo que Nai decía era cierto –él mismo admitía que el RMS Titanic era realmente espléndido–, pero la reacción de Nai, llena de sincera curiosidad, le recordaba dolorosamente que ésa era la primera vez que el niño salía del orfanato durante el día.

“…¿Okay?” Vanderwood lo miró sin comprender por completo y luego se ajustó el saco. “Podrás seguir apreciando todo lo que desees en cuanto subamos al barco, pero no aquí. No podemos llegar tarde. Ahora, camina.”

Nai bajó la cabeza, un poco desanimado, y Gareki aprovechó el momento para ajustarle bien el gorro y lograr que le cubriera hasta la punta de la nariz.

“Si crees que la vista es buena desde aquí, espera a ver lo que será desde allí arriba con la brisa marina refrescándote el rostro.” Le dijo sonriendo de lado, los ojos de Nai volvieron a llenarse de dicha al instante.

“¡Suena estupendo!” Exclamó encantado con la idea. “¡Vamos, Gareki!”

El menor lo tomó por el brazo y lo atrajo a él antes de apretar el paso y alcanzar a Vanderwood, que ya estaba a los pies de la escalera para subir al trasatlántico.




(https://i.imgur.com/tVIBt5L.png)

“Esto va terminar muy mal.”

Dijo, no por primera vez, una jovencita frunciendo las cejas mientras dejaba que su criada de mayor confianza le maquillara el rostro.

“No diga eso, srta.” Trató de calmarla la muchacha. “Y por favor, no se mueva.”

A Alice nunca le había gustado que le dijesen qué hacer, tampoco le prestaba demasiada atención a su apariencia y no veía la necesidad de colocarse polvos en la cara. Eso la tenía sin cuidado, pero en aquella ocasión no tenía más remedio que acatar todo lo que indicaran (especialmente con respecto a aspecto físico).

Una vez dada por terminada la sesión de maquillaje, siguió el vestuario. Si se trataba de vestidos y accesorios en general, Alice no podía opinar demasiado, así que dejó que Jaehee, su sirvienta personal, siguiera haciéndose cargo.

Desde que subieron al barco no había hecho más que seguirla a ella y al botones que les mostró la suite en la que se quedaría durante los siguientes días. Evitó ir a la cubierta pretendiendo tener náuseas y dejó que Coran se encargara de tener todo en orden.

“Parece pensativa, srta. ¿Hay algo que la molesta?” Preguntó Jaehee.
“Siento que no hayas podido quedarte a cuidar a Mery en casa, Jaehee.” Contestó ella sin pensar, antes de que la criada volviese a ajustarle el corpiño. “…Sé que la aprecias mucho y apuesto que eso la habría animado.”

Por un momento, Alice no sintió más presión sobre sus pulmones y se permitió tomar una bocanada aire.
(Le preocupaba que Jaehee no respondiera rápido, pero una oportunidad era una oportunidad.)

“Srta. Alice…” Dijo ella en un susurro sorprendido, pero su voz cambió al volver a hablar. “En realidad es usted una joven muy amable.”

Aquello la tomó por sorpresa, logrando que sus mejillas se tornaran cálidas. “¡¿Hah?! Pero si nisi–” Trató de disimular su reacción fingiendo toser y asumiendo una voz más elegante. “Quiero decir, es por causa mía que estás aquí ahora mismo, si fuese tan amable como dices, tú estarías aún con ella.”

Jaehee dejó escapar una ligera risa. “Amable, pero no precisamente elocuente.” Bromeó. “Si me permite recordarle, srta. Alice, como la criada principal de la stra. Mery, era mi deber acompañarla en este viaje y, de no estar presente, el resto de la servidumbre lo habría encontrado extraño. El sr. Coran no quería que se levantase ninguna sospecha, por más mínima que fuese, dentro y fuera de la residencia de los Baskerville.” Le explicó pacientemente. “Muy a pesar de sus buenas intensiones, esa decisión no estaba en sus manos.”

“Oh. Bueno, sí, es cierto.” Aceptó Alice haciendo un mohín.
“Pero aprecio la intensión.”

Alice pudo notar la sonrisa en su voz y rió torpemente.

“Ahora, respire profundo.”

Y así la tortura continuó. Alice se limitó a seguirle la corriente y mover los brazos si Jaehee necesitaba arreglar algo. El vestido que la muchacha le había escogido, a sus ojos, le hacía parecer un mullido copo de nieve. Incluso el collar que le hacía juego le parecía muy pálido, pero no hizo ningún comentario.

Una vez listo el atuendo, Jaehee le permitió sentarse y Alice sostuvo entres sus dedos la punta de su apretada trenza francesa. Su reflejo en el gran espejo le mostraba que cada uno de sus cabello había sido acomodado con sumo cuidado para no escaparse.

“Creo que es una suerte que usted tuviese el cabello tan largo desde un inicio.” Comentó Jaehee. “Así no le será difícil adecuarse al peso o la presencia de éste tras su espalda.”
“Sí, no lo siento tan forzado, al menos.”

Alice cerró los ojos y Jaehee procedió a colocarle el último accesorio que necesitaba para estar lista.

“Lo hará muy bien.”

La voz de Jaehee la tranquilizaba, así que intentó distraerse con ella haciéndole preguntas tontas, las mismas que ya le había hecho al menos una docena de veces, pero que la sirvienta le volvía a contestar con la misma serenidad que había mostrado desde el día en que la conoció.

No quería darle más vueltas al asunto, ya se había subido en un barco exageradamente pomposo en rumbo a Nueva York y no había marcha atrás.

“Listo.” Anunció Jaehee al cabo de unos minutos.

Alice abrió los ojos nuevamente y soltó el aire que había retenido. Los flequillos cómodamente arreglados sobre su frente, aunque suaves, le daban cosquillas. El cabello casi rozaba con el suelo, pero ella sabía cuando se pusiera en pie éste sólo le llegaría hasta las rodillas.

Todavía no lograba acostumbrarse a su nueva imagen.

“Es casi lo mismo, ¿no? Sólo… blanco.”
“Le aseguro que le queda estupendamente, srta.”
Alice soltó un suspiro cansado. “Bueno, si tú lo dices.”

La chica que le devolvía la mirada tenía el cabello totalmente blanco cayendo en ondas sobre sus hombros; delicada y elegante. Alice ya no existía, desde ese momento era Mery Baskerville.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on October 01, 2017, 11:17:50 PM
(https://i.imgur.com/fTNYi4j.png)

Bitácora #6 — A Real Party (Part II)

Si había algún evento con alcohol gratis, era para dar por sentado que él estaría ahí. Con un vaso en cada mano, el castaño se abrió paso entre bailarines y borrachos hasta ubicar a su cita, sentada sobre una mesa y observando el área de baile con una sonrisa en sus labios.

Panty recibió su bebida y señalo con el mentón a una de las parejas bailando polka.

“Ella es mi ama. La señorita Sayi Darcey” le dijo al joven a su costado. El castaño, por su lado, alzó las cejas en incredulidad.
“¿No era que trabajabas para una familia rica? ¿Que hace ella en una fiesta de tercera clase?”
“Ve tú a saber… lo que no sé es quién es la persona con la que está bailando” dijo, sonriente “No es el mismo del que me habló el primer día, cuando andaba tan emocionada de ir a cenar con él”
“Pues al parecer le gusta jugar el campo, eh” respondió su compañero, sentándose a su lado “¿De tal empleada, tal ama?”
“Cállate, Holden”

El castaño rió y entonces dejó su bebida a un lado.

“¿Qué planeas hacer apenas llegues a Nueva York?”
Panty se encogió de hombros “Renunciaré, probablemente. He podido viajar gratis y eso me basta. Además, los Darcey viven en Worcester, y no tengo ganas de lidiar con tanta nieve en invierno”

Holden se arrimó a ella hasta estar pegados, uno al lado del otro. Entonces Panty rodó los ojos, pues podía apostar una pierna a que sabía lo que estaba por decirle.

“¿Te gustaría venir conmigo?” le preguntó el castaño “Tengo que visitar a mis padres por unas semanas, pero luego regresaré a Londres a continuar con mis estudios. Puedes vivir conmigo, si quieres”

Ahí estaba, ¿por qué los hombres insistían con regalarle cosas tan fácilmente?

Maldita belleza.


Panty se pasó los dedos por su larga cabellera, y entonces optó por hacerse la desinteresada.

“Lo pensaré, ¿te parece?”

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/4ipBdBW.png)

Estaba segura que su profesora la miraría con desaprobación pura si veía el espectáculo que estaba haciendo. Su intento de polka debía ser una pobre excusa en ojos de un conocedor, pero se estaba divirtiendo tanto que se sentía desinhibida. Quizás era la música, el alcohol, o quizás el joven que la hacía girar en su sitio, y la paseaba y traía hacia sí al ritmo de la música.

Era imposible mantener una conversación entre los vaivenes de tan animado baile, pero entre cada pirueta podía reconocer una sonrisa en el rostro de Ichigo. El rubio estaba disfrutando mucho de la danza… y mientras ella hacía lo que podía por improvisar los pasos, su pareja parecía un natural en el zapateo, y muy cómo en guiarla

“¡Me estoy mareando!” atinó a decirle Sayi en una doble vuelta. En respuesta, el rubio la hizo girar en sentido contrario, y cambió lugares con ella.
“¿Pero te estás divirtiendo?” le preguntó. Y la pelirrosa le respondió riéndose.

La música se detuvo y los danzantes dejaron de bailar. Por un momento, el salón entero pareció detenerse a aplaudir a los músicos, quienes devolvieron unas cuantas reverencias antes de empezar con la siguiente canción.

Sayi seguía riéndose y, aún tomada de manos con su pareja, apoyó su frente en el pecho de él antes de alzar la mirada. Ichigo suspiró con una sonrisa en su rostro.

Pudo jurar que el rubio le echó una mirada rápida a sus labios, pero antes de poder ponerse nerviosa, una pregunta llegó a sus oídos.

“Sayi, ¿por qué me invitaste a cenar hoy?”
“Quería saber más de ti” le respondió con la verdad más sencilla, pues el trasfondo aún la eludía. No sabía cómo, ni por qué, se había visto tan comprometida tan rápido, con él “Disfruto mucho de tu compañía”

Las parejas a su alrededor habían retomado la danza. Pero ellos dos, uno frente al otro, se habían detenido en su sitio.
Ichigo bajó la mirada un momento. Cuando la volvió a alzar, sus ojos parecieron buscar un seguimiento entre la demás gente.

“¿Y por qué yo?”

Sayi parpadeó un par de veces. Entonces los ojos del rubio se clavaron en ella, y la joven no pensó haberse sentido tan observada en su vida.

“¿Por qué?” ¿Qué era lo que él buscaba en su respuesta? La intensidad de su mirada le ponían nerviosa “Pues… porque me agradas…”

Solo el decirlo hizo que su corazón se acelerara tanto como un motor. Sintió el bochorno en sus mejillas, y presionó sus labios en una línea. Le había costado decirlo, pero lo más frustrante era que, una vez dicho, se había percatado que no solo era eso.

Franz tenía razón. Al menos, sobre ella. Pero, sobre él…

Buscó su reacción, pero, a diferencia suya, el perfil del rubio se había endurecido. Sayi sintió una piedra formarse en el estómago.

“¿Ichigo?” preguntó, en un hilo de voz. En respuesta, el rubio giró la mirada hacia donde estaban sus asientos.
“Sera mejor que no se haga muy tarde” dijo, y entonces empezó a caminar, en línea recta, sin prestarle más atención.

Sayi se quedó dónde estaba, intentando asimilar lo que acababa de suceder.

¿Había estado mal en decir que le agradaba? Había tenido cuidado en no ser muy efusiva, pero a juzgar por su reacción parecía haberle ofendido. Vio a Ichigo llegar a la silla y volver a colocarse su abrigo. Retiró su reloj de bolsillo, miró la hora, y volvió a guardarlo. Entonces se quedó de pie, quieto, sin voltearse a ver que había sido de ella.

Hace unos minutos había visto sonreírle ante su invitación a acompañarla a Boston. Y ahora, parecía que esta sería la última vez que lo vería por el resto del viaje.
Sayi pensó en que de un segundo a otro se iría del salón y la dejaría ahí de pie, sin entender en qué había fallado. Su corazón dejó el nerviosismo y lo reemplazó por tristeza, y deseó desaparecer en ese instante.

“Ichigo…”

Un hombre, ebrio hasta la coronilla, trastabilló con su propio pie y cayó al suelo, no sin antes llevarse a dos personas consigo. Sayi sintió su cabeza golpear el suelo, y por unos instantes se desubicó en tiempo y espacio. Le pareció sentir húmedo en su cabello, y se llevó la mano a la cabeza, asustada de que se tratara de sangre.

Una persona le extendió una mano para que se pusiera de pie, pero antes de que pudiera extender la suya, Sayi se vio rodeada por dos brazos y ser levantada del suelo.

“¡¿I-Ichigo?!” pudo exclamar en su sorpresa.

Sin decir palabra alguna, el rubio empezó a caminar lejos de la multitud, con ella a cuestas. Sayi optó por cubrirse el rostro con ambas manos pues, por más acto de caballerosidad que fuera, le era vergonzoso ser escoltada en brazos de un hombre.

“Estoy bien, por favor, bájame”

El rubio atendió su pedido lejos del área de baile, de la gente, y de la música. Estaban cerca de una de las salidas del salón, y no había nadie en esa esquina que pudiera verla en tal deplorable estado.

Sayi se llevó una mano a la cabeza y tocó su cabello. Observó sus dedos y no vio rojo. Entonces olió su mano… y descubrió que había sido bautizada en cerveza.

“Oh, vaya…” dijo, y entonces sonrió para ella misma “Esto sí que ha sido una fiesta”
“¿Estás segura que estás bien?” le preguntó él. Su expresión era seria, y sus ojos saltaban de un lado a otro, buscando que algo no estuviera bien.
“Estoy bien, solo me temo que oleré a cerveza el resto del viaje”

Ichigo retiró un pañuelo de su bolsillo, y empezó a limpiarle el rostro con él. Sayi cerraba los ojos de tanto en tanto, observando la parsimonia con la que el joven intentaba secarla.

“Lo siento, Ichigo”

Por primera vez, los ojos del rubio volvieron a prenderse de ella. Frunció el ceño, consternado.

“¿Por qué te disculpas?” le preguntó “Me debería disculpar yo, que insistí en traerte a este lugar. Y que te descuidé por un momento. No debí haber hecho eso”

Y volvió a concentrarse en limpiarla, pero Sayi no estaba contenta con eso. Empezaba a percatarse de lo fácil que le era a Ichigo obviar un tema con otro, y esta vez, no iba a dejar que se saliera con la suya.

“Ichigo, ¿por qué aceptaste mi invitación a cenar?”
“Porque tú me invitaste” respondió, esta vez sin cruzar miradas “Y siempre debo aceptar si me invita alguien de parte del duque”

Sayi se sintió frustrada... y su molestia debió traducirse a su rostro, pues Ichigo retrocedió un poco al leer su expresión.

“¿Dije algo?”
“¿Solo aceptaste porque sí?” le preguntó. Se sentía como una idiota tras haberle dicho que le agradaba, y todo el lío mental que su reacción ocasionó en ella “¿Nada más?”

Por primera vez desde que lo conocía, Ichigo parecía carecer de palabras. Era curioso como alguien que podía ser tan erudito, parecía ignorar olímpicamente otros aspectos de sí mismo.

“¿Qué quieres que te diga?”

Sayi bufó ante la pregunta.

“Nada. Olvídalo”
“No. Estás molesta y quiero saber por qué”

¡El nervio de este hombre! pensaba Sayi ¿Es que de verdad podía ser tan denso? La pelirrosa suspiró cansada, y lo observó por unos segundos antes de continuar.

“¿Acaso te daría igual si no te volviera a buscar?” le preguntó, encogiéndose de hombros “No sé, ¿quizás yo soy la única que se divierte? ¿Quizás me haces el simple favor de entretenerme? ¿Quizás y ni siquiera te agrado?”
“¿Qué quieres que te diga, Sayi?” le preguntó “¿Quieres que te diga si me agradas?”
“Quiero que dejes de preguntar que quiero escuchar yo” le respondió, “Y me digas lo que quieras decirme”

Se quedaron sumergidos en un silencio que se sintió eterno. La música de fondo se sentía atenuada. Las conversaciones eran ininteligibles, y Sayi solo tenía ojos para el joven frente a ella. Ichigo parecía debatir algo en su cabeza, a juzgar cómo su rostro cavilaba, y cómo sus ojos temblaban ante su imagen.

Entonces sintió cómo tomó de su mano, con cuidado, y enredó sus dedos en los de ella. Sorprendida, Sayi lo buscó con la mirada, pero los ojos del rubio estaban fijos en su mano, y como sus dedos acariciaban a los suyos.

“Me gustas, Sayi” le respondió. Era un hilo de voz y sus palabras, delicadas como cristal “No sé cómo, pero me gustaría tenerte cerca. Tan cerca cómo me lo permitas”

En respuesta, la pelirrosa apretó su mano y la llevó a sus labios, besándole con cuidado. Entonces le sonrió, tan abiertamente, que Ichigo sintió su corazón bailarle en el pecho.
Title: Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
Post by: Sayi on October 02, 2017, 12:16:12 AM
(https://i.imgur.com/5n96ImV.png)

Abril 14, 1912

Eran poco pasadas las diez de la noche cuando el Titanic entro en rango de la estación de Cape Race, en Terranova, Canadá. La radio se había malogrado el día anterior, por lo que el operador tenía un largo historial de mensajes que conectar con tierra firme.

A unas millas de distancia, el SS Californian había optado por cesar la marcha. “Oye viejo, estamos detenidos y rodeados de hielo” fue el aviso enviado al barco más cercano.

Pero en el cuarto de radio del Titanic había mucho ajetreo por mandar los mensajes cuanto antes. Su operador, exhausto y abrumado por limpiar su reserva, no recibió la interrupción a su tarea con oídos sensatos.

”¡Cállate! ¡cállate! ¡Estoy trabajando Cape Race!”

El operador del Californian, tras un largo turno sin descanso, dio su tarea por cumplida y apagó la radio por lo que quedaba de la noche.



Los vigías en el nido del cuervo no podían haber rezado por un mejor clima. Las estrellas brillaban con un resplandor admirable, sin una nube a la vista. No se veía ni un alma en la distancia, y los marineros se preguntaban si todas las advertencias de témpanos no eran más que una simple paranoia de altamar. Ni siquiera habían necesitado usar los no habidos binoculares, los cuales no habían sido vistos desde que el Titanic dejó Belfast.

Pero entonces una sombra pareció emerger del mismo océano. Su obscuridad acechaba el barco como una amenaza ineludible, y los vigías no podían entender cómo se les había escapado el gigantesco témpano en una noche tan perfecta como esa.

La campana se escuchó tres veces, y casi de inmediato sonó el teléfono en el puente.

“Iceberg! Right Ahead!”

Pero treinta segundos era muy poco tiempo para desviar a un barco yendo a veintitrés nudos. El oficiales reaccionaron de inmediato, ordenando el motor en reversa y girando el timón a su extremo.

Pero era muy tarde, y el costado del navío golpeó el témpano perforando seis compartimientos en una nave que pudo haber sobrevivido con cuatro inundados.

El barco se detuvo en medio del atlántico. En cuestión de minutos sus salas de máquinas dejaron de funcionar, y el Titanic dejó de latir minutos antes de la medianoche.

Los oficiales de cubierta tenían el trabajo hecho para ellos.

No iba a ser tarea fácil convencer a los pasajeros de cambiar los cálidos interiores de un coloso navío, por un desprotegido bote en pleno mar abierto, a unos cuantos grados bajo cero…



Ahoy Bishoujos!

Llegó el momento de la verdad: Empieza el último mes del proyecto, y a partir de ahora se estarán dejando fics cada semana para agilizar la trama hacia su final.

Por favor, sean sensatas a la hora de planear sus historias. Como estipulan las reglas del One-Shot Project, una vez se llegue al último día este fic se cerrará y se moverá a la biblioteca para la posteridad.

Asimismo, ¡hagan un intento por leer los fics de las demás chicas! Una vez finalizado el fic, tendremos los Titanic Awards para premiar historias en diversas categorías :D

Dejo el tentativo horario...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Sábado 7 de Octubre — Interlude: Pocos botes salvavidas/el Titanic se esta hundiendo...
Sábado 14 de Octubre — Interlude: El barco se hunde. Gente en los botes y gente en el agua.
Sábado 21 de Octubre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc"
Sábado 28 de Octubre — Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Para las interesadas: Se esta considerando abrir un tema en el Patio para aquellas que quieran continuar sus historias post Titanic...

Happy writing~
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Sayi on October 08, 2017, 10:27:30 PM
La parte en gris es flashback :v

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Bitácora #7 — Cold Water Mirage (Part I)

“¡Mujeres y niños, por favor!”

Los oficiales de cubierta habían sido rápidos en organizarse. Mientras dos oficiales se aseguraban de afianzar cada bote para su descenso, el primer oficial a cargo empezaba a alinear a los pasajeros frente a ellos.

Considerando que habían más de dos mil personas a bordo, la cubierta no se encontraba tan abarrotada cómo debería. Muchas personas parecían hacer oídos sordos a las advertencias y esperar dentro, donde la temperatura era agradable y había donde sentarse. Parecían también hacerse los ciegos ante los chalecos salvavidas que adornaban sus ropas de gala, como si aquella se tratara de otra noche tranquila a bordo del Titanic.

Sayi observaba con temor lo habilidosos que eran los oficiales en movilizarse y hacerle frente a su tarea. El Titanic se estaba hundiendo, y si los rumores de falta de botes salvavidas eran ciertos… no había garantía para ellos de conseguir un espacio.

Y sin embargo ahí estaban, cumpliendo con su trabajo con tanta parsimonia…

“Esto es horrible”

Ichigo rodeo a Sayi con un brazo y la trajo hacia sí. Siendo una dama de primera clase, Ichigo pensó que lo mejor sería apurarla a que suba uno de los botes. Con ella a salvo podría regresar a buscar a Franz con más calma… pero, al parecer leyendo lo que estaba pensando, la pelirrosa habló.

“Tenemos que encontrar a Franz y a Kaien” dijo, buscando entre las personas a su alrededor.

El nerviosismo y la incertidumbre era evidente en su mirada, pero también sabía que no habría forma de hacerla desistir.

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Two days before — April 13, 1912

Eran un cuarto pasada las ocho de la mañana cuando el mesero dio su tarea por servida. Tras preguntar si necesitaban algo más y recibir las gracias a cambio, el joven hizo una ligera reverencia y se retiró, dejando a la pareja a conversar en privado.

Sayi echo un par de cubos de azúcar a su té. Mientras lo revolvía, alzó la mirada y observó a Kaien sonreírle. La pelirrosa le devolvió el gesto, pero este se apagó casi de inmediato.

“¿Te encuentras bien, Sayi?” El joven fue rápido a preguntar. La pelirrosa asintió y le respondió con otra pregunta.
“Bien, gracias. ¿Cómo estas disfrutando el viaje?”

Entonces Kaien compartió sus experiencias del día anterior. Le contó que visitó los baños turcos, el gimnasio, y le habló de un par de las conversaciones que sostuvo en la sala de fumadores. Incluso le contó que cenó en A la Carte, y Sayi agradeció haber cambiado sus planes a último momento.

Y justo cuando volvía a pensar en la noche anterior, Kaien lanzó la pregunta que Sayi más temía responder.

“Sayi, me preguntaba si ha podido meditar sobre la invitación que le extendí hace dos días”

La pelirrosa esbozó una ligera sonrisa. Hacía buen clima esa mañana, por lo que el staff del Café Parisien había abierto las ventanas para que los comensales disfrutaran de un desayuno al fresco. El viento agitó su cabeza, y la joven recogió su cabello tras sus orejas.

Kaien solo había sido amable con ella apenas se le presentó en el salón de primera clase, tan solo horas después de dejar Southampton. Había sido pronto en entrar en confianza con ella, considerado de introducirla con sus amigos, y deseoso de pedir su compañía en cada ocasión que se le presentara. Sayi jamás había recibido tantas atenciones de parte de un hombre; mucho menos alguien tan social y monetariamente deseable como lo era él. Y, sumándole los meses y años en los que había intentado, sin mucho éxito, volverse una socialite en los círculos adinerados… Kaien era una brisa fresca que le había traído ilusiones, y la había hecho sentir como alguien especial entre personas mucho más dignas que ella.

Pero no estaba siendo honesta con él, pues no podía obviar lo que en verdad quería. Aun si eso significaba que su trabajo por volverse una socialite se viese desperdiciado, ya que había optado por seguir su corazón por encima de las expectativas que cargaba en sus hombros.

No era justo para él que perdiera más tiempo en ella.

Cuando Sayi buscó su mirada le pareció notar cierta decepción en sus ojos. Como si ya supiera la respuesta sin tener que escucharla.

“Kaien, lo siento…”

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Las llamadas de los oficiales eran incesantes. La situación parecía empeorar con cada minuto y, conforme llegaban más personas a la cubierta, la oportunidad de conseguir un bote salvavidas era cada vez menor.

Ichigo agradecía que Sayi quisiera encontrar a Franz. Y, si no fuera por ella, él ya estaría en la misión de buscarlo; corriendo camino a su recámara, o hacia las áreas de primera clase…

No obstante… los botes, ella…
Por primera vez en su vida, se sentía en una encrucijada. Entonces Sayi volvió a repetirse.

“Ichigo, se cuánto estimas a Franz. Y no me voy a subir a un bote sin encontrarlo antes”

Entonces le tomó de una mano y empezó a guiarlo, camino de regreso —y lejos de los botes salvavidas.

Ichigo agradecía haber encontrado a alguien que lo entendiera. Era cierto; estaba sumamente preocupado por Franz, pero al mismo tiempo sentía el impulso de tirar de Sayi, cargarla entre protestas de ser necesario, y ponerla a salvo dentro de un bote antes de seguir adentrándose en el navío.

Sin embargo estaba ahí, observando como iban a contracorriente de la gente…

“¿¡A dónde crees que vas!?”

Sayi se detuvo en seco. De entre la multitud de personas emergió un joven en traje y abrigo de invierno. Ichigo lo reconoció como Kaien Talmage-Atwood y, a diferencia del resto de pasajeros asustados, la molestia era lo que plagaba su rostro.

Kaien tomó a Sayi de los hombros.

“Sayi, ¿que estás haciendo?” le sacudió “¡Tienes que subirte a un bote, ahora mismo!”
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Cho on October 12, 2017, 10:16:12 PM
Este fic viene antes del iceberg. Pronto vendré con los presentes sucesos, promise (...)

6

(http://i.imgur.com/osESBZH.png) (http://i.imgur.com/EtlKrrI.png) (http://i.imgur.com/9fbvkc0.png)

Los hermanos Genji habían aceptado a la invitación de Keithgriff para compartir una cena entre los tres el día después del Masquerade, algo que Hizamaru había inicialmente temido ya que no sabía qué esperar de su hermano al respecto, aunque en el lugar de los hechos sí pudieron disfrutar de una conversación ligera y casi trivial sin ningún problema.

“Entonces ustedes también han realizado un esfuerzo para proveer de trabajo a inmigrantes,” observó el mayor.
“Sí,” Hizamaru asintió. “Comprendemos el gran sacrificio y dificultades que un extranjero debe afrontar para siquiera ser reconocido en la sociedad, y más aún poder hacerse de un empleo estable y rentable. No siempre es fácil proveer dicha ayuda, pero hacemos lo posible.”
“Es admirable,” Keithgriff asintió con un dejo de indiferencia. “Aunque también espero que sus principios no se metan dentro de su eficiencia como empleadores.”
“Si te refieres a que tengamos favoritismos y contratemos a gente por su apariencia y no por sus méritos, eso es sin duda falso,” Higekiri sonrió cordialmente. “Sólo le extendemos la ayuda a quienes nos demuestran que lo valen. Mi hermanito es hábil en crear un buen ambiente de trabajo para las fábricas, y si alguien se equivoca garrafalmente se las ve conmigo. Yo no me considero igual de amable.”
“Sabes mantener a las personas en línea, hermano,” el menor asintió con respeto. Sabía muy bien lo temido que su hermano mayor era, algo que con mucha frecuencia le tocaba balancear.
“Por lo que he leído y escuchado de ustedes, les daré el voto de confianza,” el científico regresó su atención al té con el cual terminaría su cena, sin antes sacar un cigarro y encenderlo.
“Oh,” curiosamente, eso prendió la atención del hermano mayor. “Noto que existe cierto orgullo y rutina en muchas personas a la hora de fumar. ¿También serás un adicto?”
“H-hermano…”
“Lo soy, no tengo por qué negarlo. Me calma los nervios,” se encogió de hombros.
“Nunca he tenido la oportunidad de utilizar un cigarro. Admito que me causa curiosidad.”
“L-lo hemos hablado,” Hizamaru frunció el ceño. “Por más que varios doctores recomienden fumar a las personas con mucho estrés y responsabilidades, yo personalmente no lo considero nada saludable. No dejaré que adoptes ese vicio.”
“No puedo argumentar contra ti,” Higekiri se encogió de hombros. Él regresó su mirada hacia el intelectual. “Aunque llevamos mucho tiempo hablando sobre nosotros. Ilumínanos un poco más del mundo de la ciencia, ehm… señor científico.”
“…” dio un pesado suspiro. “No mentías cuando dijiste que no puedes recordar nombres. En fin…” tomó un sorbo del té y continuó con la plática. “Por más que mi enfoque se trate del estudio de las propiedades de sustancias químicas, lo más reciente yace en el desarrollo de teorías. Los científicos de hoy ya no pueden encontrar comodidad ni todas las respuestas dentro de las ciencias clásicas, y pienso que nos encontramos en medio de una revolución de la ciencia que trascenderá nuestra generación.”
“Es fascinante,” comentó Hizamaru. “Habíamos leído sobre estudios y teorías recientes, y no es algo que oiríamos en nuestro país de origen. Todo aquello sobre los átomos…”
“Sí, ¿verdad?” Higekiri agarró un cubo de azúcar con sus dedos y lo alzó a sus ojos, para inspeccionar sus lados. “Nos hemos enterado sobre las teorías más bizarras y mutuamente contradictorias con respecto a dichos átomos. Para empezar, se creyó que estos átomos son apenas unos cubos con partículas negativas, con cada elemento con un número específico. De ahí había algo como un modelo pudding, ¿no es así? Con estas partículas incrustadas en una especie de matriz. Por otro lado, se cree en un modelo con las partículas como órbitas elípticas. Este último ya hace pensar que existe un universo dentro de cada uno de estos átomos.”
“Ciertamente,” su hermano asintió.
“Cada modelo tiene sus verdades, y sus limitaciones. De por sí, sólo el último todavía se considera remotamente cierto, aunque también tiene grandes detractores, y es cuestión de meses para oír la versión de algún otro respetado profesional en el área,” explicó Keithgriff, ajustándose las gafas.
“Es claro que se hablan únicamente de propuestas,” comentó Hizamaru.
“Así son y siempre serán las ciencias, no hay de otra. La idea es poder lograr formular una teoría que no tenga contradicciones. Las teorías que no las tienen no son falsas hasta que se demuestre lo contrario, pero tampoco son ciertas. Sólo ayudan a explicar el universo.”
“Es encantador a su manera,” Higekiri terminó por comer el cubo de azúcar y ensanchó su sonrisa. “Sean falsas o no, son entretenidas de leer y digerir. Eso es todo lo que me importa.”
“Esperemos que esta revolución científica sí pueda encontrar respuestas, hermano,” el menor negó. No le sorprendía el punto de vista trivial de su pariente.
“Debo admitir que me recuerdas a un colega mayor que yo en Londres,” comentó Keithgriff a Higekiri. “Tenía una mente brillante y pasaba todo el tiempo en su laboratorio estudiando las propiedades de expansión, compresión y licuefacción de gases. Claro, para sus estudios necesitaba barómetros de mercurio y aquel viscoso líquido es sorpresivamente volátil, sin importar cuánto se cuide.”
“U-usted…” Hizamaru se tensó por aquel comentario al comprender a dónde iba.
“Oh…” y Higekiri alzó una ceja. “Vaya, ¿estarás diciendo que yo poseo alguna especie de demencia semejante a la causada por el mercurio por mi manera de ser?”
“Es sólo un parecer,” asintió.
“C-comprendo que mi hermano pueda mostrarse difícil en ocasiones, pero no es motivo para pretender faltarle el respecto,” declaro Hizamaru, con un tic en la ceja. No quería ser descortés hacia esa persona que les había invitado, pero quería dejar las cosas en claro. Sin embargo, la conversación se interrumpió porque Keithgriff divisó a un par de personas que les habían estado espiando.

(http://i.imgur.com/osESBZH.png) (http://i.imgur.com/EtlKrrI.png) (http://i.imgur.com/9fbvkc0.png) (http://i.imgur.com/eNi2TYv.png) (http://i.imgur.com/wlRB1tE.png)

“…” este dio un suspiro y miró a las hermanas Altugle. “¿Qué quieren?”
“Buenas noches, señor Hazeldine, sentimos las molestias…” dijo Nio, haciendo una reverencia. “Ehh, y mucho gusto a los dos. Mi nombre es Nio Altugle.”
“Y-yo soy Ayesha Altugle,” se apresuró en decir la hermana mayor, un poco intimidada.
“Ellas son hijas de un viejo colega,” resumió el científico.
“Un gusto,” Higekiri les sonrió con dulzura. “Espero que no sean hijas de aquel colega envenenado con mercurio del que acabamos de oír.”
“Hermano…” Hizamaru se llevó una mano al rostro momentáneamente y luego decidió corresponder el saludo. “Mi nombre es Hizamaru Genji y él es Higekiri Genji, mi hermano mayor.”
“C-claro, un gusto,” Nio asintió, aunque seguía sacada de cuadro por el previo comentario.
“¡Ohh!” por su parte, Ayesha se veía maravillada. “¡Son aquellos hermanos Genji que han logrado grandes hazañas y riquezas en los Estados Unidos! ¡Es todo un placer!”
“¿Y qué les trae por aquí?” preguntó Keithgriff.
“Mi hermana y yo hemos discutido por media hora sobre cuál es el método correcto para realizar una extracción de un aceite esencial,” explicó Nio, quien pese a sus palabras proyecto una infantil impaciencia y molestia. “No nos ponemos de acuerdo.”
“Queríamos su opinión al respecto…”
“Espérense hasta mañana. Se los explicaré con calma,” rodó los ojos. “Ya que están aquí, pidan algo para tomar y poder conciliar el sueño.”
“E-está bien, no queremos interrumpir más,” Nio desvió la mirada.
“Por mí no hay problema,” opinó Hizamaru. “Es un placer conocer a jóvenes tan dedicadas a los estudios.”
“En verdad que lo es,” por su lado, Higekiri se levantó del asiento. “Hermanito, quédate un poco más que te ves muy a gusto. Yo creo que iré a descansar por el día.”
“¿No necesitas que te acompañe, hermano?”
“Estaré bien. Si me pierdo es trabajo de nuestro lacayo ubicarme, ¿no?”
“Él no sabría que andas perdido…”
“Sólo bromeo,” sonrió. “Un gusto a todos. Con permiso.”

Dicho esto, Higekiri asintió para retirarse e ir camino hacia su suite. No llegó a avanzar mucho más cuando oyó a una voz dirigírsele.

“E-ehm, señor Genji, u-un momento…”
“¿Oh?” este se giró y vio a la chica mayor. “Qué sorpresa que una damita como tú ande siguiendo a alguien como yo,” sonrió amablemente. “¿Se te ofrece algo?”
“S-s-siento mucho si le causé molestias por mi repentina aparición,” dijo Ayesha, haciendo una pronunciada y avergonzada reverencia.
“Descuida, descuida, ya estaba pensando en retirarme. Las comidas son mucho más cortas cuando uno no anda entreteniéndose con un desconocido, después de todo.”
“Eh, sí…” bajó su mirada.
“Pero noto que no has venido únicamente con la intención de disculparte, ¿cierto? Te haría bien no guardarte tu inquietud.”
“Sí… es sólo que siempre he admirado mucho a usted y a su hermano…” Ayesha desvió la mirada. “S-si no es mucha molestia, ¿podría hablar con usted un momento?”
“¿Hm?” alzó una ceja, con una pizca de curiosidad.


(http://i.imgur.com/2fVgbWY.png) (http://i.imgur.com/6H0qagq.png) (http://i.imgur.com/wQna3UM.png) (http://i.imgur.com/7fRJ05C.png) (http://i.imgur.com/DnnDZ28.png)

Llegó la mañana siguiente y era otro día agradable y despejado. Varios pasajeros habían decidido salir a cubierta para disfrutar del clima y despejarse un poco de los ambientes interiores. Entre ellos, Natsume finalmente pudo darse el gusto de salir con su paloma luego de que Sterk le hiciera el favor el día anterior de formalizar su estado y solucionar los inconvenientes. Luso le acompañaba y se encontraba en plan de alimentarla con unos granos secos de maíz.

“Qué bueno que todo haya salido bien,” Luso se notaba contento de volver a ver a la paloma sana y salva.
“Sí, todavía no me lo creo,” Natsume negó y sonrió frustrado. Nunca hubiera esperado recibir aquella ayuda, aunque ya se estaba haciendo la idea de que ese tal Sterk no era como los otros pretenciosos y cansinos señores de clase alta. Sí se trataba de una buena persona. “Al menos puedo viajar tranquilo y sin esconderla para variar.”
“Me alegra mucho,” el pequeño había podido notar a al menos un par de vigilantes pasar por ahí, pero no rendirle mayor importancia a la mascota al estar informados sobre esta. “¿Y cuáles son tus planes para cuando llegues a Estados Unidos?”
“¿Cuáles serán? Todo este viaje ha sido una gran improvisación, pero me las arreglaré. Ya creo haberme adaptado lo suficiente,” sonrió con confianza.
“Quisiera que me acompañaras a conocer a mi tía. Creo que le caerías muy bien.”
“Puedo hacer una pequeña parada,” comentó, encogiéndose de hombros. Entonces, él miró de reojo al reconocer una muy evidente silueta que se le hacía demasiado familiar.

Celestia se había detenido ante los dos luego de observar a la paloma con molestia, pero se ahorró comentarios. No muy detrás de ella se acercaban Sterk y Astrid con toda calma.

“Vaya, ¿no puedes dejar el pasado detrás?” le preguntó el pelirrojo con leve frustración. “Yo ya he olvidado nuestro pleito.”
“Bien por ti,” ella frunció el ceño. “Es increíble que la tela del universo se haya doblado a tu favor. Claramente por eso lo puedes decir.”
“Quizás…”
“Tú eres quien metió a Natsume en tantos problemas,” Luso miró a la chica con molestia y comprimió sus puños. “Espero que te disculpes.”
“¿Disculparme yo? ¿Quién te crees?”
“Luso, no te metas en esto,” le pidió Natsume.
“Oigan, ¿qué está pasando aquí?” preguntó Astrid. “Vamos, es muy temprano para andar de malas.”
“Son casi las once,” observó Sterk.
“¿Y? Es temprano para mí. No me juzgues.”
“Pero Astrid tiene razón. Ya les dije que se comporten. No quiero que se amarguen la vida.”
“Lo sé. Por tu ayuda también trato de actuar de manera civilizada,” dijo el pelirrojo.
“Ohh, usted debe ser Sterk,” Luso de inmediato de sorprendió y cambió su actitud para verse animado. “Muchas gracias por ayudar a Natsume. Ehm, en verdad todo esto fue mi culpa. Había querido ver el Masquerade y terminé jalándole a la fiesta en contra de su voluntad. Él trató de impedir que fuera…”
“Accidentes pasan, sólo ten un poco de cuidado,” Sterk alzó una ceja. “Aunque Natsume no nos había dicho nada al respecto.”
“Es un niño, y el ave no es suya,” se encogió de hombros. “Sigo siendo el responsable.”
“Resultaste amable, es difícil odiar a gente así,” Astrid se encogió de hombros y miró a Luso. “Te pido que seas paciente con mi amiga. No tiene el mejor temperamento.”
“Dejen de tratarme como la culpable,” la menor se impacientó.
“Vamos a tomar algún refresco, yo invito,” ofreció Astrid, de buenos ánimos. “Ya me está dando sed con este sol.”
“No es una mala idea,” Sterk asintió.
“No tienen que hacerlo,” Natsume negó.
“En parte es para dejar las asperezas de lado. Créeme que ya me ando cansando del rollo,” Astrid movió su cuello como si despejara un peso de encima. “Y de paso los invitamos a los dos algún aperitivo, ¿les parece?”
“¡Muchas gracias!” Luso se emocionó.

El grupo fue en conjunto a dicho lugar. Celestia miró a los mayores con reproche por no darle la consideración ni molestarse a tomar su lado, pero ya notaba cómo todos intentaban ignorar lo sucedido. De todos modos, los siguió detrás porque estaba de acuerdo con ir a tomar algo, aunque para su molestia vio cómo Natsume de un momento a otro había decidido caminar a un ritmo más lento como para hablar con ella.

“¿Qué quieres?”
“Nada, realmente. Sólo veo que andas todavía molesta por todo lo ocurrido.”
“Tsk…” ella desvió su mirada. No había punto de decirlo.
“…” dio un suspiro y se encogió de hombros. “Discúlpame.”
“¿Eh?” ello le agarró de sorpresa.
“Esté de acuerdo o no con tu reacción, la paloma sigue siendo mi responsabilidad y te causé molestias, así de simple,” comentó, mientras alzaba su mirada. “También terminé enfrentándome contigo en la suite. No debería ser tan impulsivo.”
“…” ella le miraba con desconfianza.
“Luego de mis disculpas, ¿podrás estar más tranquila?” le miró de reojo.
“No te creo como del tipo conciliador.”
“Heh, no lo soy para nada,” rió por lo bajó y sonrió con ironía. “Me considero conflictivo y vengativo. Pero realmente no hago esto para reparar la situación,” miró hacia delante, donde los mayores conversaban con un muy entusiasta Luso quien traía la paloma en manos. “Ellos me han ayudado, y creo comprender que también te han apoyado bastante. Espero al menos regresarles un poco el favor,” negó. “Ojalá lo comprendas.”
“…” Celestia se mantuvo un poco en silencio y tuvo que tragarse su orgullo. “Está bien. Tampoco puedo ser tan conflictiva si pretendo hacerme una mejor imagen.”
“No creo que toda la gente de clase alta tenga un buen temperamento, aunque es una gran meta personal,” se encogió de hombros. “Reconoceré que haces un buen acto.”
“No eres quién para decirlo.”
“Entretengo a las personas para ganarme la vida. Sé lo que digo.”

Los cinco ocuparon una mesa en un ambiente exterior bajo la sombra de una sombrilla. En poco tiempo llegaron los pedidos, los cuales consistían de un refresco de fruta y unos pocos bocadillos para quienes se sentían con ánimos. El tiempo pasó entre ellos comentando algunos datos personales o curiosidades, y poco a poco pudieron amenizar entre sí.

De repente, otras personas se acercaron a ellos, quienes se vieron atraídos por el pelirrojo debido a su apariencia oriental.

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“Buen ojo, hermanito, se trata efectivamente de un joven japonés,” confirmó Higekiri luego de acercarse al grupo, quienes dejaron la conversación de lado para observar a los otros tres.
“Hm, entonces ustedes también tendrán ese origen,” comentó Astrid, alzando una ceja.
“Sí, sentimos mucho importunar su reunión, fue una mera curiosidad,” el hermano mayor hizo una venia por la decisión de su pariente de acercarse tanto a ellos. “Mi nombre es Hizamaru Genji, es un gusto.”
“Llámenme Sterk,” este se vio inmutado. “Creo recordar vagamente haber leído sobre los dos. Se tratan de esos hermanos magnates que residen en Estados Unidos, si no me equivoco.”
“Vaya, ya se está volviendo cansado y tedioso que todos nos conozcan así,” comentó el mayor con una sonrisa frustrada. “Pero sí. Yo soy Higekiri, y este joven que nos acompaña es nuestro lacayo.”
“A-Almaz von Almadine Adamant, mucho gusto,” se apresuró a introducirse. Sabía que no podía contar con el mayor recordando su nombre.
“Bueno, para variar admitiré que no me sabe muy mal ser discriminado por mi apariencia,” Natsume se encogió de hombros y sonrió con ironía. “No suelo ver a gente de Asia con frecuencia, y mucho menos realmente hablar con ellos, aunque creo entender que es distinto en el caso de personas en el nuevo continente.”
“Cierto, la presencia de inmigrantes de China es resaltante en la costa occidental,” informó Hizamaru. “Aunque por más que los asiáticos nos veamos semejantes para la gran mayoría, existen diferencias entre nosotros.”
“Bien dicho, sé que son japoneses,” Natsume les miró atentamente. “Aunque con sólo oír sus nombres, estoy al tanto de ustedes. Los Genji son una familia ancestral y aristocrática en el Japón con raíces muy respetables. Por ello siempre me quedé con la duda de por qué ustedes dejaron sus cómodas vidas para adentrarse al mundo exterior. Heh, hasta me cuesta creer que estemos dialogando como iguales en otra parte del mundo.”
“¿Es que acaso ellos dos son equivalentes a príncipes en su país de procedencia?” preguntó Celestia con leve escepticismo.
“Hace unos siglos lo habríamos sido,” comentó el mayor como un dato curioso o trivial. “Pero naturalmente el mando del país ha variado luego de distintas guerras y revoluciones.”
“¡Wow, eso suena genial!” Luso se veía emocionado. “En verdad quisiera escuchar historias al respecto. No puedo ni imaginar lo distinto que es Japón con Irlanda.”
“También me pregunto algo similar todo el tiempo,” Almaz sonrió. “He escuchado historias y leyendas del Japón, y comprendo que es muy distinto en comparación a Rusia. Ojalá algún día pueda ir a visitar.”
“Sería difícil, Almaz. Mi hermano y yo nos retiramos en malos términos por romper con varias tradiciones,” Hizamaru negó. “Aunque ningún problema nos quitaría la nostalgia.”
“Aunque nos quedan los relatos,” Higekiri se encogió de hombros y miró hacia el pelirrojo. “Ahora que lo pienso, tú tienes una gran pinta a un wakashu.”
“Ese término está pasado a la historia,” Natsume sintió un tic en la ceja. “Espero que no lo digas por pensar que tengo una apariencia femenina.”
“Bueno, no sé de qué están hablando, pero sí la tienes,” Astrid asintió, convencida.
“Supongo que alguien que ‘entretiene’ como tú bien podría haber necesitado disfrazarse de mujer en algún momento,” Celestia sonrió de manera burlesca.
“Tsk, cállense…” desvió su mirada, ofuscado.
“¿Eh?” Luso ladeó su cabeza al notar la ausencia de la respuesta del chico. “¿En verdad lo has hecho?”
“Pues, en mi estancia en Inglaterra he participado en unas obras de estilo tradicional, por si saben qué significa eso…” dio un suspiro.
“…” Sterk asintió. “En la época medieval, las mujeres no eran aptas para actuar, por lo cual los roles femeninos eran dados a los actores más jóvenes. Sin embargo, no es algo de qué avergonzarse. Así son las costumbres.”
“Fácil decirlo para ti, que seguro que nunca te han confundido por mujer.”
“Vaya, ese es un dato muy interesante,” Higekiri se vio a gusto. “Entonces el concepto de wakashu como un joven andrógino y entre los dos géneros sí ha existido en este lado del planeta también. ¿Has oído, lacayo? No eres el único.”
“¿D-desde cuándo soy un wakashu?” preguntó Almaz, perturbado.
“Cambiemos de tema, por favor,” Hizamaru negó impaciente.
“Claro. Si quieren, pueden unírsenos, les noto entretenidos,” Astrid sonrió con gusto. “Podrían informarnos más sobre estos jóvenes sin identidad u otras curiosidades.”

Ante ese pedido, los tres terminaron por unírseles y compartiendo una breve reunión con aquellos desconocidos.

(http://i.imgur.com/wQna3UM.png) (http://i.imgur.com/2fVgbWY.png)

Pasó un rato y, luego de la reunión, los hermanos Genji y Almaz se excusaron. Luso tampoco tardó en despedirse ya que había quedado a encontrarse con Nio luego de sus estudios de la mañana, y así los demás regresaron momentáneamente a la suite donde Natsume pudo dejar a su mascota ya que Sterk se encargaría de vigilarla por el resto del día.

Él se despidió al pretender ir a su camarote para darse una siesta, y notó que Celestia también se retiró a la par para hacer lo mismo en su habitación. El pelirrojo se sorprendió un poco que aquella chica se dignara a ocupar el mismo espacio con él, aunque luego del encuentro de antes sí había podido notar que ella había bajado su previo resentimiento.

“Pareces haber aceptado mi pedido de paz,” comentó.
“Tampoco puedo dejar que alguien como tú ande arruinando mi paseo, ¿no?” pese a sus palabras, la joven sonaba tranquila y tal vez un poco resignada, aunque ya no afectada por lo sucedido hace dos días. “Caminar a la par contigo es un desafío personal.”
“Heh,” sonrió con ironía. “Entonces me reconoces como un desafío. No sé si deba sentirme halagado.”
“Tómalo como gustes,” le miró con leve recelo y movió su cabeza con brusquedad para seguir mirando hacia el frente.
“Ya que andamos en tregua, ¿en verdad te disgustan las palomas?”
“Espero no ser la única persona que conoces con aversión a ellas. No es tan raro,” negó. “Además…” dio un suspiro. “Ya que sé que no puedo andarme ocultando ante ti, admito que sí tengo esos desagradables y humildes orígenes de los cuales me acusaste, y las inmundas palomas me recuerdan a esas raíces que me avergüenzan.”
“…” le miró con leve curiosidad.
“Pero para mantener cierta dignidad, también te diré que mi dinero no es completamente mal habido,” ella entrecerró sus ojos. “Mi padre era un ludópata alcohólico desenfrenado que llevó a mi familia a la quiebra y nos forzó a vivir en un mercado, pero en lo que él falló, yo triunfé. Me volví una excelente jugadora y apostadora, y abandoné mi hogar ni bien empecé a amasar una fortuna personal. Por seguir los vicios de mi padre siempre fui la oveja negra de mi familia y todos ahí me trataron con desprecio, razón por la cual nunca me importó dejarles.”
“…”
“Pero en medio de esta desabrida historia, tengo un orgullo personal,” sonrió satisfecha. “Salí de esa horrible vida y he demostrado habilidad para actuar y hacerme camino que alguien como yo no debería tener. Claro, por mis logros y el hecho que soy mujer, tenía que huir. Estar muy metida en apuestas y comenzar a tener dinero es peligroso para cualquiera, especialmente para una mujer joven como yo. Por ello me voy a Estados Unidos, para iniciar una nueva vida.”
“Sin duda tu historia es más encantadora que la mía,” se vio entretenido.
“¿Acaso tú no has huido de tu hogar al igual que yo?”
“No, sólo siempre quise viajar y conocer nuevas fronteras. El viaje también ha sido una gran oportunidad de aprendizaje. Pero yo sí quiero volver. Por más que mi vida no haya sido fácil, tengo la fortuna de contar con gente que me espera de regreso.”
“Hm, bien por ti,” se encogió de hombros.
“Sólo que, si me permites…” Natsume dio un suspiro y le miró atentamente. “No dejes que las dificultades de la vida e injusticias te hagan creer que todos son tus enemigos. Noto que tienes una actitud individualista, y te lo digo por experiencia. Durante mi viaje, no he evitado pensar así varias veces. Uno puede llegar a desearle un mal a cualquier persona desde lo más profundo, o maldecir a todos los que están por encima de ti, también a enfocarte en tu propia desdicha o en tus logros de manera desmedida…”
“…”
“Pero al conocer a personas como Sterk o Astrid uno recuerda que no todos son malos. No… creo que la mayoría son muy buenos, por más que la sociedad quiera hacerte creer lo contrario,” Natsume le sonrió un poco. “Y tienes suerte de haberte conseguido a esa amiga, por más pesada que pueda ser en ocasiones. Tampoco te descalifiques como una mentirosa o estratega, cuando obviamente puedes ser más que eso.”
“¿Qué cosas dices?” Celestia se sintió un tanto insultada, y se cruzó de brazos y desvió su mirada para desestimar aquel intento de amabilidad del chico. “Ahórrate esas palabras. No necesito de tu opinión. Sé cuidarme.”
“Eso no lo dudo,” negó, aunque no se vio menos entretenido. “En fin, hemos llegado a las escaleras. Nos veremos después, supongo.”
“Es inevitable, ya que ambos plagamos a ese otro par.”

Ambos partieron caminos para regresar a sus respectivas habitaciones.



Todavía quedaba aquel y un día más de viaje tranquilo durante los cuales los pasajeros terminarían familiarizándose entre sí, antes de los sucesos que terminarían por marcar sus vidas.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Eureka on October 12, 2017, 10:32:30 PM
Voy a terminar este fic aunque sEA LO ULTIMO QUE hAGA *muere*

Idealmente... idealmente termino con el pre-iceberg en esta semana y la que viene. Asdjlkdfg



1st evening




(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png) (https://i.imgur.com/qhkfKRx.png)
   

Estaba completamente acostumbrada a esto. A los ataques sutiles a su persona, a las críticas sobre su rebeldía y sus malos modales. A la costumbre por parte de sus futuros suegros de degradarla frente a otros, ya sean amigos o socios de ambas familias. Y con mayor razón: había faltado al primer almuerzo a bordo del Titanic, estaba claro que se prenderían de ella y no la dejarían respirar.

Sin duda lo más irónico era que, si su madre hubiese viajado con ellos, su presencia no habría influido en la situación. Con ella o sin ella, la conversación sí o sí llegaba en un punto de la noche (o de la tarde, de tratarse de un almuerzo) a girar en torno al movimiento sufragista y la vinculación de Eureka con este. A la joven le era inevitable responder de una manera muy exaltada, porque sentía un gran aprecio por sus compañeras dentro del movimiento y le veía muchísimo sentido a la igualdad de género. Para ella, constituía una falta de respeto que hablaran del derecho a la igualdad de una forma tan despectiva.

Su madre siempre terminaba disculpándose por los comentarios de su hija. Ahora, eran los padres de Wilhelm que cumplían ese rol.

Wilhelm, por supuesto, nunca salía a defenderla. Su posición era totalmente neutral, por temor a ir en contra de los pareceres de sus padres. De todas maneras, Eureka veía poco probable de que, en algún momento, el muchacho estuviese de acuerdo con su postura.

Pero antes de cerrar con aquel tema, hubo un joven que se mostró a favor de sus ideales. Ignoró los comentarios sarcásticos del resto de la mesa, y le dedicó unas últimas palabras, alentándola a continuar con sus creencias. Parecía sincero, pero Eureka no podía estar segura del todo, puesto que nunca antes había tratado con él. De hecho, nunca lo había visto en las juntas pasadas de su familia o la de Wilhelm, por lo que le pareció curiosa su presencia. Parecía ser un amigo de alguno de los socios del señor Gladstone, por lo que no le dio mucha importancia a aquello.

Una vez finalizada la cena, las familias comenzaron a retirarse. En medio de las despedidas, Eureka se encontró de nuevo con el joven que la había apoyado hacía unos momentos.

“Disculpe, tal vez fue una falta de respeto comentar acerca del movimiento sufragista, cuando justo formo parte del grupo opresor,” le dijo. “No conozco injusticia alguna.”
“No,” Eureka negó con la cabeza. “Al contrario, gracias por su comentario. Estoy acostumbrada a las críticas, así que las valoraciones positivas son incluso más preciadas. El mundo necesita más gente como usted, si le soy sincera.”
“Me halaga, señorita Whitaker.” Él le sonrió, complacido. “No entiendo de dónde sale tanta animosidad por parte de sus futuros suegros y el resto de familias.”
“Deben haberle mencionado que he terminado en la cárcel por las protestas en varias ocasiones.”
“Está luchando por sus ideales. ¿Cuál es el problema con ello?”
“Protestar no es de señoritas, supongo. Más aún, por ideas como esas. Al menos eso es lo que mis padres piensan… y casi todas las familias socias a la nuestra y a la de Wilhelm.”
“…” El joven se quedó en silencio, y colocó una de sus manos en su hombro, a manera de apoyo moral. “De todas maneras, le deseo lo mejor. Espero que veamos progreso en los años que vienen.”
“Igualmente. Muchas gracias por sus palabras.” Eureka le sonrió. “Por cierto, discúlpeme. ¿Cuál es su nombre?”
“Oh, no. Discúlpeme usted a mí por no presentarme.” Le tomó la mano, y la besó. “Mi nombre es Lelouch Gibson. Soy un colega del señor Abott. He venido de su parte.”
“Oh, claro. Se quedó en Londres por el estado de su esposa, ¿no?”
“Exactamente,” Lelouch se mostró un tanto preocupado, al igual que ella. El señor Abott y su familia eran socios de los Gladstone, y los conocía desde hacía unos años. Parecía que habían mandado a Lelouch a falta de alguien que los pudiese representar, puesto que no tenían hijos. “Es una pena. Espero sinceramente que Katherine se mejore.”
“Yo igual.” Eureka asintió. “Lleva tiempo con esa enfermedad…”
“Es cierto.”
“He escuchado que el doctor de la familia dijo que mejoraría en un tiempo, así que habrá que confiar en él.” Eureka intentó hacer a un lado la preocupación, y le sonrió. “Pero dejemos a un lado ese tema. Es un gusto conocerlo. Estoy segura de que los señores Abott deben estar contentos de  haber mandado a alguien como usted como representante.”
“Gracias por sus palabras.” Lelouch le sonrió. “Y claramente siento la mirada asesina de su prometido en mi nuca,” le dijo, a la vez que sutilmente se giraba para confirmar sus sospechas. Eureka, desde su posición, podía ver que Wilhelm andaba echando humo a unos metros de ellos. “Así que me despido. Espero verla de nuevo durante el viaje, señorita Whitaker.”
“Igualmente, señor Gibson.”

Lelouch estrujó su mano, sin dejar de sonreírle. Luego de una leve reverencia con la cabeza, soltó su agarre y se giró hacia el resto de los presentes, para terminar de despedirse de todo el grupo. Eureka lo imitó, y al llegar a su suegra, supo que una tormenta se le venía encima.

“No crea que no la he visto coqueteando con el señor Gibson,” le dijo, ni bien cruzaron miradas. Su silencioso nivel de voz indicaba que, por más de que le indignaba su actitud, no deseaba que el resto de presentes se enterara de aquello.

Por un lado, era casi imposible, considerando que Eureka y el señor Gibson habían sostenido aquella conversación en frente de todos. Dependía, realmente, de qué tan atentos estaban los socios y amigos de las familias a las interacciones de la prometida de Wilhelm. Y lo dudaba: cada uno estaba enfocado en sus propias despedidas y, principalmente, la hora a la que regresarían a sus camarotes. Había sido un día muy largo y se notaba el cansancio en los rostros de los pasajeros.

No había sido su intención que la mujer se lo tomara de esa forma. La verdad era que sólo había congeniado con el señor Gibson porque parecía interesado en los ideales sufragistas y se había mostrado a favor de estos, apoyándola en la cena. Se veía como una persona muy buena y sincera, y le agradecía de todo corazón por su intervención, por más de que no había logrado cambiar el parecer del resto de presentes. Sin embargo, no era de su interés ir más allá de una amistad, considerando lo cercano que era a las familias y el tremendo conflicto que se armaría, de suceder.

El ladrón era otro caso.

Miró de reojo el reloj de la pared, que indicaba las ocho y cuarenta y cinco.
 
“Encima de que no se presentó al almuerzo, y viene con sus típicos comentarios desatinados en la cena, ¿cree que tiene el derecho de hacer como le plazca? Que su madre no esté aquí no significa que pueda comportarse como le dé la gana.”

Eureka suspiró. Le esbozó una sonrisa encantadora, a la vez que se acercaba a darle un beso en la mejilla.

“Si no quiere este tipo de desaires, le cuento que existe aún la opción de terminar con el compromiso,” le susurró, aprovechando la cercanía. Al alejarse de nuevo, notó como el rostro de la mujer se contorsionó en ira pura, y ya se veía dispuesta a todo con hacerle pagar por sus palabras.
“¡Cómo…!”
“Madre, este no es el momento.” La voz de Wilhelm, a su lado, las sorprendió a ambas. La señora Gladstone no dejó de mostrarse iracunda, pero se aguantó sus comentarios. Soltó un suspiro hondo, y luego de una sonrisa forzada, se despidió de ambos.

Antes de irse, sin embargo, se giró hacia Eureka una última vez.

Con su mirada, le dio a entender de que esa conversación no terminaría allí.




(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png) (https://i.imgur.com/WsT9elO.png)
   

Para cuando finalmente llegaron a la recámara, ya bordeaban las nueve y quince.

Wilhelm se retiró al vestidor a cambiarse, y Eureka aprovechó aquel intervalo de minutos para correr a la puerta, con la intención de ir hacia la cubierta. Cruzó miradas con una confundida Katie, pero la criada no se atrevió a preguntarle nada. Antes de salir, le pidió con un gesto que no le delatara, y Katie asintió.

Sin embargo, la puerta del vestidor se abrió de golpe. Al parecer, Wilhelm había escuchado la puerta principal, y por curiosidad, vio necesario revisar de quién se trataba. Eureka cerró la puerta, intentando disimular su escape. Por el rabillo del ojo, vio como Katie huyó hacia uno de los cuartos, intentando evadir la inminente pelea entre la pareja.

“¿A dónde vas a estas horas?” le preguntó Wilhelm, una vez a solas. Su tono neutral de voz le causó molestia: al igual que en todas sus acciones, Wilhelm era sumamente indiferente a lo que ella hacía. Y siempre le convenía, pero parecía que esta vez no la dejaría hacer como se le antoje.
“Iba a tomar un poco de aire.”
“Es demasiado tarde. Y sabes que no puedes irte sola. Si te ven miembros de nuestra clase, pueden malinterpretarlo.”
“¿Desde cuándo te importan las apariencias? Estás en un compromiso conmigo.”
“¿Y?”
“No entiendo qué quieres lograr poniéndome trabas a estas alturas.”
“Vi tus interacciones con Gibson,” le reclamó. “No puedes hacer lo que—”
“Wilhelm, no me engañas.” Eureka le sonrió de lado. “Tú quieres esta boda igual o menos que yo. Así que basta de mentiras, podemos decirnos las cosas a la cara como son. Conmigo no tienes que aparentar más.”
“Sí, sé que no es algo que ni tú ni yo queremos. Pero nuestros padres ya decidieron por nosotros, no podemos cambiar nada.”
“¿Por qué le tienes tanto miedo a ellos? A diferencia de mí, que no tengo voz ni voto, tú puedes hacer algo para detener esto. No sé, aprovecha mi rebeldía y sálvate de este rollo, porque si no, ambos vamos a terminar viviendo juntos por el resto de nuestras vidas. Y tú no me soportas. Y yo no te soporto.”
Wilhelm rodó los ojos, y bufó. “Eureka, ya has hecho mil cosas que van en contra de la concepción de la esposa ideal que mis padres quieren para mí. Y aun así, siguen velando por esa pronta unión. Mi madre te vio coqueteando con Gibson, ha aceptado tu desaire de la tarde y tus comentarios desatinados. No es por ti, lo sabes bien. Es por tu familia, por su industria. Por más de que mis padres se jalen los pelos y no te quieran ver ni en pintura, el matrimonio nos conviene. Necesitan este compromiso.”
“Pero no soy la única posibilidad. Hay varias chicas en nuestro círculo social. Chicas más correctas que yo. Puedes estar con cualquiera de ellas.”
“Mis padres no piensan así. Fue sencillo convencer a los tuyos, pero nada les garantiza que suceda lo mismo con otra familia.”
“En fin, es tu decisión. Yo sólo te digo que no es imposible hacerles cambiar de opinión. Me voy, quieras o no.”

Y abrió la puerta. Antes de salir, vio cómo Wilhelm comprimió los puños, de la rabia. Agradeció la prohibición de fumar en las recámaras, porque su prometido no se podría dar el gusto de un cigarro en esos momentos.




(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png) (http://i.imgur.com/uOvOVHs.png)
   

De seguro, el frío había sido el que había espantado a la mayoría de pasajeros a esas horas. La cubierta de paseo se encontraba vacía, a excepción de un par de parejas y alguna que otra alma solitaria.

Eso jugó a su favor, porque se le hizo sencillo encontrar al ladrón. Lo vio a lo lejos, apoyado en la baranda. Conforme se le acercó, notó que observaba con atención lo poco que podía discernir del paisaje. Las luces del barco alumbraban muy poco el panorama, y la luz de la luna era demasiado tenue para iluminar el mar debajo de ellos.

Le tocó el brazo, intentando captar su atención, y le sorprendió la gran sonrisa que el joven le esbozó al cruzar su mirada con la de ella. Eureka abrió la boca para saludarlo, pero él la dejó sin palabras al acercársele a darle un beso en la mejilla. Fue tan veloz, que cuando se dio cuenta de lo que había sucedido, dio unos pasos hacia atrás, señalándolo, sin poder articular alguna frase.

“¿¡Qué!? ¿¡Qué fue eso!?” demandó muy alterada y roja hasta las orejas. Su reacción le sacó un par de risas al joven.
“Se me antojó~” le canturreó él, sin dejar de sonreír. “Gracias por venir, señorita Whitaker.” Oikawa se mostró un poco más serio, pero lleno de sinceridad.
“…” Eureka se demoró en poder formular oraciones, aún sorprendida por la actitud despreocupada del ladrón. “Aún… aún no sé tu nombre,” le reclamó.
“Oh, cierto. Discúlpame.” Asintió el ladrón. “Soy Tooru Oikawa, es un placer, señorita Whitaker.”
“¿Es tu verdadero nombre?” Eureka arqueó una ceja, observándolo con curiosidad.
“Lo es.”
“Qué extraño que ni intentes esconder tu identidad. A menos de que sí sea un alias, y estés mintiéndome…”
“No, no intento engañarte de ninguna manera. Lo digo en serio,” aseguró Oikawa. “Pero eres libre de guardarme recelo. Si estuviera en tus zapatos, tampoco podría confiar fácilmente en un extraño. Y más aún, un ladrón…”
“No,” dijo Eureka. “Está bien. Quiero escuchar tu propuesta. Por algo vine, aún a pesar del frío y de la hora.” Y se abrazó a sí misma. Oikawa notó que le castañeaban los dientes del frío, y se removió el saco largo que tenía para ponérselo en los hombros.
“Ah. Muchas gracias…”
“No, gracias a ti por venir.” Oikawa le sonrió. “Ahora… tengo entendido que tu relación con Gladstone y su familia es de lo peor.”
“Estuve a punto de preguntarte cómo sabías eso, pero si tienes conocimiento de mi nombre y apellido, y del diamante… pues no hay secretos contigo.”
“Exactamente.” 
“Bueno, sigue.”
“Sí.” Oikawa se giró hacia la baranda, apoyándose en esta.

Eureka intentó imitarlo, pero sus brazos no podían posarse en esta por su altura. Oikawa se aguantó las risas, y Eureka, en total confianza, le pateó en la pantorrilla. Oikawa gruñó por lo bajo.

“Sigue.”
“Okay, okay.” Oikawa suspiró. “Disculpa mi impertinencia, pero tengo una idea de cómo te sientes. Creo que darías todo por huir de aquí y librarte del compromiso. Tal vez… ¿empezar una nueva vida lejos de tu familia y los Gladstone?”
“Mm…” Oikawa tenía razón. Su paciencia, cada vez, se agotaba más y más. Parecía que todos dentro de su círculo social la querían fuera, pero la aguantaban por el prestigio de su familia. Y aunque en un inicio le había sido sencillo darles la contra, era humana, y tenía un límite. “¿Qué es lo que me propones?”
“…” Oikawa se demoró en responder.

Aunque la luz era escasa, Eureka pudo discernir un tono rojo en sus mejillas, lo que la llenó de curiosidad.

Optó, sin embargo, por no preguntar al respecto.

Oikawa carraspeó, llamando de nuevo su atención.

“Quería sugerirle que, de entregarme el diamante, estaría dispuesto a repartirnos las ganancias. No me van a dar el íntegro, porque parte del dinero se queda con mi empleador, pero—”
“¿De cuánto estamos hablando?”
“¿El total? Noventa y dos mil.”
“…” Eureka se quedó sin palabras.

Y pensar que tal pequeño diamante valía una fortuna y un poco más. Con esa cantidad de dinero, tenía una vida asegurada.

Pero Oikawa había mencionado que no le entregarían todo.

“¿Cuánto te darán?”
“El cuarenta por ciento. Treinta y seis mil, más o menos,” contó Oikawa, observando el mar… o lo poco que se podía distinguir de este. “La entrega es en Halifax, tendrías que bajarte conmigo allí. Mi empleador dijo que me entregará la parte que me corresponde al cabo de un par de días.”
“¿Y cuánto sería lo mío?”
“Pensaba en la tercera parte, como doce mil.”

Era una buena suma, no podía negarlo.

Después de aquella desastrosa cena, la opción se le hacía muy tentadora. Pero las dudas se agolparon en su mente, una tras una. La división de las ganancias era un poco injusta, y no sabía qué tan factible era intentar convencer a Oikawa de apiadarse un poco de ella y darle un poco más. Tampoco si es que estaba haciendo bien en confiar en él y en sus palabras. Tal vez la estaba engañando: tal vez le darían más por el trabajo. Además, no habían garantías de que Oikawa cumpliese con su palabra luego de la entrega. Quizá todo esto era el perfecto plan para convencerla de entregarle el diamante, y luego de ello, se esfumaría por completo. 

Una mano en su hombro la sacó de sus pensamientos, y cuando reaccionó, vio que Oikawa estaba muy cerca de ella.

“Tranquila. Sé en qué estás pensando,” le dijo, sin despegar su mirada del mar. “Que tomaré el diamante y me iré. Justo por ello te iba a proponer que la transacción se diese al final del viaje. Te quedas conmigo en Halifax los días que tengamos que esperar a la entrega del dinero, y de ahí…” Oikawa la miró de reojo, y le sonrió. “De ahí eres libre.”

La promesa de libertad fue más grande que cualquier otro sentimiento: duda, recelo, temor.

Estaba en frente de ella, era imposible no lanzarse e intentarlo.

“Está bien,” le dijo. “Estoy de acuerdo.”

Los ojos de Oikawa se iluminaron, y el chico se lanzó a abrazarla sin dudarlo. La estrujó contra su pecho, y en esos momentos, Eureka sintió su sinceridad.

Era imposible que una persona como él la traicionara.

“¡Gracias!” le dijo, sin caber en su emoción. Cuando notó lo que había hecho, se separó, y desvió la mirada hacia un lado. “D-Digo, es un placer hacer negocios con usted, Señorita Whitaker.”
“Creo que es un poco tarde para las cortesías,” le sonrió Eureka. “Pero no hay problema, Oikawa.”
“Puedes llamarme por mi nombre, si gustas.”
“¿…Tooru?”
“Ajá~”
“Okay.” Eureka asintió. “Okay, Tooru. Tú también me puedes llamar por mi nombre, no me molesta.”
“Está bien.”

El viento corrió en esos instantes, y Eureka se acurrucó en el saco de Oikawa. Ambos se giraron hacia las barandas, donde volvieron a apoyarse.

“Estuve en la cena de hoy,” comentó Oikawa. “Creo que no me viste, pero andaba por el comedor.”
“No… no te vi,” le dijo. “¿En qué momento?”
“Estaba atendiendo una mesa, un poco lejos de la tuya. Pero pude verte. Y tu incomodidad se podía captar a distancia.”
“…Ya estoy acostumbrada a ese tipo de situaciones, pero… no sé. Me sentí de lo peor. Felizmente… hubo un chico que me apoyó.”
“¿Qué sucedió?”
“Lo de siempre. Mi futura suegra lanzando críticas sobre mí. Comentando con desprecio acerca del movimiento sufragista, entre otras cosas.”
“Bueno, eso formará parte del pasado en unos días.”
“Sí…”

Eureka sonrió, recordando que estaba a un paso de librarse de los Gladstone y sus padres.

“¿Puedo preguntarte algo?”
“Claro.”
“¿Qué harás con tu parte?”
“Lo de siempre,” le dijo Oikawa. “La guardo. Y sigo trabajando.”
“…Debes tener una fortuna, entonces.”
“Ya quisiera,” se lamentó. “A veces gasto más de lo que gano.” Oikawa se le acercó, una vez más. Su voz bajó de nivel, de seguro para tomar precauciones. “Por ejemplo, en este viaje, he gastado una gran suma de dinero para… bueno, para estar donde estoy. Un poco más de un boleto de primera clase. La mayoría de trabajos son así. Es un poco difícil ingresar a círculos sociales tan cerrados como el tuyo. Debes gastar en contactos e insumos. Eso sale de mis bolsillos, porque mis empleadores lo consideran pagado con las ganancias del artículo que les consigo.”
“Y supongo… que hay varias chicas que caen en tu juego.”
“No, eres la primera,” bromeó él. “No, pero en serio. Nunca había llegado a un pacto con el dueño del artículo.”
“Huh.” Eureka lo observó, recelosa.
“¿No es un poco tarde para dudar de mí?” Oikawa sonrió de lado.

Luego de un breve silencio, Eureka asintió, resignada.

“…Sí, eso se quedó atrás con las cortesías.” Eureka suspiró. “Espero que no me traiciones, Tooru.”
“De ninguna manera.”

Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Cho on October 15, 2017, 01:07:16 AM
Can't believe I wrote this today *dead* Con esto despacho a los suertudos.
Y justo es el fic siete hahah-*shot* (...)

7

(http://i.imgur.com/eNi2TYv.png) (http://i.imgur.com/wlRB1tE.png)

La alerta corrió y estremeció a todo el transatlántico. Los pasajeros que en su mayoría iban a conciliar el sueño por el resto de la noche tuvieron que despertar de la efímera utopía a bordo del inundable para enfrentarse a la cruda y gélida realidad…

“Hermana, ¿qué sucede?” preguntó Nio, quien sobaba uno de sus ojos mientras trataba de despertarse, por más que la sirvienta que cuidaba de las dos la hubiera vestido a toda carrera.
“Sólo sé que tenemos que salir, Nio,” le contestó Ayesha con una visible preocupación en su expresión. Ella ya temía lo peor por más que el trabajador de White Star Line que había tocado en la puerta no les dio mayores detalles.
“Pero estás llevando unos libros contigo…”
“S-sólo porque son mis favoritos, ehh…” Ayesha corrió a recoger la foto que tenían con su familia y sacarla con leve torpeza del marco.
“Hermana…” ello empezaba a asustar a la menor. “¿D-debería llevar algo yo también?”
“No tenemos tiempo, debemos irnos cuanto antes,” recalcó la mucama. Ella cubrió a la menor con un chal y le puso su boina favorita. “Ya, nos deben esperar afuera. Nio, agárrate de mi mano, por favor.”
“¿Y el señor Keith…?” Ayesha se quedó en blanco.
“No se preocupen por él. Me informó que iba a hablar con los ingenieros del barco. Ya nos dará el alcance…”

(http://i.imgur.com/9fbvkc0.png)

“…esa es la presente situación, señor Hazeldine.”
“…” Keithgriff frunció el ceño y miró severamente al ingeniero frente a él.

Se encontraba en uno de los ambientes de eventos, donde tanto él como varias otras personas de primera y segunda clase estaban siendo informadas a discreción lo que sucedía. Sin embargo, como el científico se había hecho una reputación y tenía el respeto de muchos de los trabajadores cabeza del Titanic, fue informado más crudamente de la dura realidad.

El barco apenas contaba con dieciséis botes salvavidas con capacidad máxima para menos de los dos tercios de la tripulación, todo a manera de ampliar las áreas de esparcimiento en la cubierta. Además, el accidente contra el iceberg fue producto de desidia y la soberbia humana de llegar a Nueva York en un tiempo récord, todo con tal de continuar exaltando a la más reciente maravilla arquitectónica…

“Le aconsejo que se ponga el chaleco que le ofrecieron, y vaya a abordar a un bote…”
“…si fuera unos años menor me encontraría golpeando a varios de ustedes por su incompetencia,” declaró con amargura y gran decepción en su expresión.
“S-señor…”
“Sólo se encuentran abordando a mujeres y niños, y no pienso ocupar el espacio de otra persona que lo merece más que yo.”
“No, se equivoca,” el ingeniero negó ofuscado y frunció el ceño. “Usted es una gran inspiración en Inglaterra y muchos de nosotros estamos conscientes de sus contribuciones, y que su viaje le permitirá pasar su conocimiento a la siguiente generación en el nuevo continente. Por ello, usted tiene todo el derecho de continuar, mucho más que la gran mayoría de nosotros.”
“¿Qué estás diciendo? Alguien como yo tampoco debería ser aceptado en un bote. Soy un hombre mayor de edad,” él vio cómo el ingeniero miró disimuladamente a los alrededores para comprobar que nadie les oía, y le extendió un papel con un sello y una firma.
“Vaya al bote indicado en este papel. Nos hemos puesto de acuerdo. La tripulación dejará subir a quienes reciban este papel,” informó el ingeniero, en voz baja. “Por más que debamos velar por las mujeres y los niños, hay muchos hombres importantes para la sociedad a bordo. Por favor, no pierda esta oportunidad.”
“…” Keithgriff le miró reservándose una respuesta, y tomó dicho papel. Entonces observó al ingeniero asentir y retirarse con rapidez.

(http://i.imgur.com/osESBZH.png) (http://i.imgur.com/EtlKrrI.png) (http://i.imgur.com/XPTcoN6.png)

“¿Qué información tienes para nosotros, lacayo?” preguntó Higekiri, ni bien Almaz regresó de informarse en medio del elegante ambiente lleno de personas.
“No es bueno…” Almaz parecía estar desposeído y muerto de un miedo que trataba de contener con tal de seguir funcionando. “El barco se está hundiendo, y hay rumores que la mitad de las personas no podrán subir a un bote salvavidas.”
“¿Bromeas?” Hizamaru se quedó en shock y bajó su mirada. “Imposible…”
“Mantengan la calma,” les pidió Higekiri.
“P-pero hermano…”
“Si un problema es muy difícil de solucionar, no podemos angustiarnos, y si no hay solución, no hay punto de hacerlo, ¿cierto?” les preguntó con una corta sonrisa, la cual se borró con rapidez mientras él meditaba su realidad. “A este ritmo, sólo las mujeres y los niños podrán salvarse. Los hombres, específicamente hombres de orígenes distintos como nosotros, somos la última prioridad. Es muy simple.”
“…” los otros dos intercambiaron miradas y le observaron con inquietud.

Siguió un corto silencio y Higekiri asintió para expresar una resolución personal.

“No hay de otra, aceptaré mi destino.”
“Hermano…”
“No enfrentaré a la muerte con desdicha. Tampoco tendré a otras personas decir que fui un cobarde por ocupar el asiento de alguien más,” declaró con una seriedad muy extraña en él.
“…” Hizamaru bajó su mirada temblando de pies a cabeza mientras apretaba sus puños. “Está bien… si esa es tu decisión… estoy contigo.”
“¿Estás seguro, hermanito?” le preguntó con tranquilidad. “No tienes obligación alguna.”
“No pienso defraudar el nombre de nuestra familia…” recalcó con una intensa decisión y casi furia. “Y no te defraudaré a ti, anija.”
“Como es de esperarse de ti,” Higekiri sonrió un poco, y miró hacia Almaz. “Entonces no te queda de otra, ¿no es así?”
“¿Q-qué?” Almaz se asustó.
“Si nosotros nos cometemos a afrontar la muerte, tú vendrás con nosotros.”
“¡E-esperen! ¡¿C-cómo así me suman a esto?!”
“Simplemente no pienso tener a otras personas decir que contraté a un cobarde,” comentó con completa alegría y su usual sonrisa cordial. “Nos seguirás como nuestro leal lacayo hasta el más allá. Me parece apropiado.”
“A-anija, por favor, detente…” el menor claramente estaba muy perturbado con la presente situación como para escucharle hablar así.
“¡N-n-nooo! ¡Quiero vivir! ¡Por favor! ¡Incluso si no encuentro un bote, quiero pelear por mi vida, en serio!” Almaz negó mientras empalidecía, y en eso cuando quiso retroceder unos pasos terminó por desvanecerse.
“¡O-oye!” Hizamaru se alertó y se agachó para intentar reanimarle.

Por su lado, Higekiri se impresionó levemente de que ello hubiera bastado para desequilibrar a su joven lacayo, y entonces se sorprendió cuando observó a aquel científico caminar directamente hacia él. Este le susurró algo en el oído.

“Tengo que hablar contigo a solas,” dijo Keithgriff en voz baja.
“…”

(http://i.imgur.com/eNi2TYv.png) (http://i.imgur.com/wlRB1tE.png)

Las hermanas Altugle acompañadas de la mucama acababan de llegar a cubierta al ser dirigidas con rapidez por la tripulación. La fortuna iba a sonreírles a salvo, porque de inmediato fueron convocadas para abordar el bote más cercano.

“Por aquí, señoritas,” la mucama les dio empujoncitos y caminaron con rapidez. Ellas comenzaron a hacer una fila donde algunas señoras recibían dedicada atención para poder subir al bote. Esperar tomaría un poco de tiempo, pero tenían la salida garantizada.
“Menos mal, todavía hay mucho espacio,” Ayesha se alivió al notar que recién se encontraban llenando ese bote salvavidas. A ese ritmo, no tardarían en comenzar a abordar a los hombres.
“P-pero, ¿dónde están todos?” preguntó Nio, inquieta.
“¿Todos?” su hermana se confundió.
“Tú sabes. El señor Hazeldine, Luso, Natsume, los mayores, la pesada que odia las aves.”
“Nio, no hables así de otros,” le pidió la mucama.
“Pero es una pesada.”
“Tranquila, están por venir, lo sé…”
“P-pero…” Nio miró a su alrededor. Eran todos de primera clase, e incluso los hombres estaban limitados. “¿Dónde están los de tercera clase?”
“Ya les toca, tú tranquila,” le aseguró la criada.
“N-no…” la menor negó repetidamente. Había mucho que no le decían, lo sabía. Siempre habían sido suaves y amables con ella, pero Nio era despierta, y aquella horrible verdad que el universo trataba de ocultarle empezaba a manifestarse en ella como un escalofriante terror que le hacía temer lo peor. “¡Hermana, tenemos que buscarlos!”
“¡N-Nio, por favor, tranquila!” le suplicó Ayesha, intentando mantener la calma. “Por favor. Ellos saben cuidarse y vendrán a su ritmo. Vamos, sigamos la fila.”
“…”

La pequeña se cayó y bajó su mirada, pero, de un momento a otro, ella se zafó de la mucama y se puso a correr.

“¡S-señorita!”
“¡Nio!” Ayesha se estremeció.
“¡E-espérenos, iré a buscarla!”
“No, yo iré,” la hermana mayor miró a su criada. “Usted es mayor de edad, no le dará el alcance.”
“¡Pero señorita!”
“¡Estaré bien, la tripulación me cuidará! ¡Ahora volvemos!” le sonrió fugazmente y corrió detrás de su hermana, aunque parecía que había perdido su rastro.

(http://i.imgur.com/eNi2TYv.png) (http://i.imgur.com/7fRJ05C.png) (http://i.imgur.com/DnnDZ28.png) (http://i.imgur.com/wQna3UM.png)

Justo entonces, Sterk acababa de llegar con Astrid y Celestia a cubierta.

“No tenías por qué esperarnos. Tú estabas lista para correr,” recalcó la mayor.
“Será que no quiero evacuar sola. Estoy acostumbrada a la compañía de ustedes,” Celestia intentó restarle importancia, aunque sí se notaba alarmada.
“No se retrasen, tenemos que encontrar un bote donde puedan subir,” les recordó Sterk.
“¿‘Puedan’?” Astrid le miró con severidad. “Oh, no, tú vienes con nosotras.”
“Sólo abordan mujeres y niños,” Sterk negó exasperado. “Mantén tu boca cerrada y camina.”

Los tres terminaron topándose con la asustada Ayesha, a quien habían podido conocer brevemente cuando tanto ella como su hermana habían ido a visitar al ave de Natsume en la suite.

“Oye, tranquila,” Astrid le agarró de los hombros. “¿Qué haces alejándote de los botes?”
“¡N-Nio! ¡Mi Nio se fue corriendo! ¡Quiere buscar a sus amigos!” declaró Ayesha, muerta de miedo y pálida. “¡Ayúdenme por favor!”
“Tch…” Sterk comprimió sus puños y asintió. Debía ser demasiado aterrador lo que sucedía para esa pequeña. “Voy contigo. Ustedes dos, busquen un bote.”
“No te seguiremos, pero tampoco abordaremos sin ti,” le recordó Celestia, inmutada.
“Así que apúrense, que el transporte nos espera,” dijo Astrid, cruzada de brazos. Les vio correr apresuradamente, y sólo le tocó desear que regresaran pronto. Por el caos, lo mejor era que no muchos se pusieran a buscar a la pequeña.

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“¡Déjennos salir!”
“¡No somos ratas!”
“¡Los de clase alta ya andan evacuando, ¿y nosotros qué?!”

Esos y muchos más gritos indignados se dejaban oír de la muchedumbre de pasajeros de tercera clase, quienes estaban restringidos por unas rejas con tal de no dejarles pasar y así evitar el amontonamiento en la cubierta. Los trabajadores de White Star Line habían intentado apaciguarlos y razonar con ellos, pero aquello había sido inútil, y ya no eran ni capaces de dejar pasar a las mujeres y los niños detrás de las rejas por miedo a que los derrumbaran.

“Tsk…” Natsume no estaba ni cerca del frente de todos los pasajeros, pero no podía arriesgarse a acercarse porque estaba acompañando a Luso y también cargaba consigo una pequeña jaula rectangular donde su paloma apenas cabía.
“¿Qué hacemos, Natsume?” preguntó el menor, un poco asustado.
“Tú tranquilo, sólo nos queda observar por ahora…” si esa masa de personas molestas terminaba por derribar la barricada, tenía un plan.

Pasaron otros cinco minutos de gritos entre los pasajeros e intentos de la tripulación de calmarles. Entonces, estos últimos intercambiaron miradas al observar a una joven madre con una pequeña que a duras penas había podido abrirse camino.

“Déjenlas pasar,” insistió uno de ellos.

Así lo hicieron, y apenas abrieron las rejas para que se escabulleran, pero cerrarlas iba a ser muy difícil. Varios pasajeros agarraron las rejas corredizas y resistieron la fuerza de los trabajadores. Estos les gritaron que retrocedieran y soltaran, e incluso trataron de amenazarles, pero las rejas temblaban, y la tripulación comenzaba a perder la batalla.

“¿Eh?” Luso se sorprendió de ver a Natsume a su costado encender lo que parecían ser dos bombas diminutas y le vio lanzarlas hacia la apertura de las rejas. Estas no estallaron, pero sí generaron una abundante cantidad de humo que congelaron a la tripulación.

Ni bien ello ocurrió, Natsume agarró al pequeño de su muñeca y se abrió pasó entre la gente para escapar. Tuvo suerte que la mayoría de personas en general se impresionaron como para escabullirse con el menor sin mayores problemas, y cuando estuvieron cerca de las rejas, los más cercanos a estas despertaron y aprovecharon para huir y abrir paso. Estos tuvieron que lidiar con la tripulación que intentó retenerles en vano, mientras Natsume y Luso fueron capaces de burlarles y correr a toda velocidad.

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Nio corría entre pasillos, aunque se detenía con frecuencia para respirar y porque sus nervios le paralizaban de tanto en tanto. Sus ojos estaban abiertos de par en par y ya no sabía ni qué se encontraba haciendo exactamente. Sólo esperaba toparse con las personas que conocía. Lo necesitaba o no podría tranquilizarse.

Ella se giró como resorte al ver unos miembros de la tripulación correr por una intersección y recordó continuar antes de que estos intentaran detenerle. La pequeña no estaba completamente segura si el camino que había tomado era nuevo o si había corrido en círculos, pero debía seguir.

Miraba a sus costados con los latidos de su corazón retumbando en sus oídos. Nio tenía unas ganas de desahogarse y llorar, aunque sabía que no era el momento. Y, en el fondo, no había forma de consolar aquel sentimiento que la invadiría por un buen tiempo.

Al llegar a otro pasillo, casi se choca con un par de miembros de la tripulación que corrían, y se sorprendió que estos la ignoraron completamente mientras continuaban con su trayecto. Les vio alejarse preguntándose a qué se debía esa distracción, cuando entonces un par de personas salieron de un armario almacén y la reconocieron…

“¡…!” ella se congeló al verse agarrada de los brazos con fuerza.
“¡¿Qué estás haciendo aquí?!” le resondró Natsume, sacudiéndola. “¡Tienes que evacuar! ¡Ahora mismo!”
“¡Natsume! ¡Luso!” la pequeña se lanzó al chico y lo abrazó. Ello dejó al mayor perplejo, quien sólo atinó a darle un par de palmaditas en la cabeza, y se soltó rápidamente.
“Vengan, no tenemos tiempo. Al menos burlamos a los guardias.”
“Vamos, Nio,” le alentó Luso, quien le sonrió. “Está bien, saldremos juntos de esto.”
“Ehh…”



“¡Nio!” exclamó Ayesha, quien era acompañada de Sterk. Este se vio aliviado al no haber demorado mucho en ubicar a la pequeña, e incluso haber podido dar con los otros dos.
“…” la menor fue abrazada de su hermana con fuerza y finalmente se puso a llorar.
“¡Vamos! ¡Nos están esperando!”
“P-pero… pero, ¿y los demás…?”
“Astrid y Celestia nos esperan arriba,” le informó Sterk.
“…” Nio le miró asustada y luego enterró su rostro en el pecho de su hermana mayor, para continuar llorando. “¡Esto no es justo! ¿Qué está ocurriendo aquí? ¡Todos tenemos que huir! ¡Escapemos juntos, por favor! ¡Si les suplicamos quizás nos dejen!”
“Tsk…” Natsume desvió su mirada. “No sé si sea posible…”
“Pero…”
“Tú no te preocupes por nosotros. Esa es nuestra responsabilidad,” declaró el mayor, con seriedad.
“¿Q-qué?” Luso se asustó. “Pero… Natsume, Sterk…”
“Esta no es cosa de niños. Tú sube a un bote cuanto antes,” el pelirrojo le sonrió amablemente. “Déjanos a nosotros los adultos ocuparnos del resto.”
“P-pero con las justas son unos años mayores que yo…”
“Natsume tiene razón. Ahora todos vamos juntos. No podemos hacerles esperar,” dijo el mayor.
“…” Ayesha abrazaba a su hermanita, pero comenzaba a ser contagiada de aquel miedo. Sin embargo, no podía empezar a reclamar la injusticia de la presente situación. No, tenía que velar por el bienestar de Nio antes de todo lo demás.



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Almaz no tardó mucho en reponerse, y Hizamaru notó que su hermano se había ausentado brevemente, aunque cuando le vio regresar inmutado supo que no había tenido de qué preocuparse. Sin embargo, sí le pareció muy extraño que este tomara la decisión de que regresaran a la suite por un par de artículos personales.

“Anija, ¿qué estamos haciendo?” preguntó Hizamaru, confundido, mientras caminaban para llegar a cubierta. Tanto él como su hermano mayor portaban unas katanas que habían sido las joyas de su familia desde hace muchos siglos, y que siempre traían consigo a todos sus viajes. Por ello, Hizamaru adivinó que sería apropiado pasar el tiempo con dichas armas, pero tenía un muy mal presentimiento…
“…” Almaz compartía dicha inquietud, porque Higekiri se estaba limitando a sonreír sin dignarse a responder.

Ellos se detuvieron cerca de uno de los botes salvavidas, aunque a una distancia prudente como para no estar en el camino de nadie. Una vez ahí, Higekiri encaró a su pariente.

“Hermanito, siempre hubo algo que me he preguntado desde hace ya varios años, hasta antes de llegar al occidente,” alzó su espada envainada de manera vertical frente a sí mismo. “Quisiera saber quién de los dos es más fuerte en un combate.”
“A-anija… ¿qué estás diciendo?”
“Hmhm…” ensanchó su sonrisa mientras dejó escapar una risa gutural, y dio un paso adelante. Él movió su mano que portaba la espada para indicarle al menor que la tomara y, con mucha duda y lentitud, Hizamaru lo hizo. Ante ello, Higekiri relajó su expresión y le sonrió de manera más amable y casi cálida. “Ahora nunca lo sabremos…”
“¿Q-qué ocurre, anija…?”

El mayor decidió explicarse de la manera más contundente posible, al llamarle de un modo en el cual nunca lo hacía…

“Tú no vas a morir aquí… Hizamaru…”
“¡…!”

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“¡Señorita!” la mucama casi desfallece por ver a sus dos preciadas niñas a quienes siempre había criado como si fueran sus hijas. Ella abrazó fuertemente a la pequeña.
“Lo siento… lo siento mucho…”
“Ya, ya pasó, hay que subir porque el bote está casi lleno.”
“…” Nio miró hacia los demás.
“Bueno, supongo nos toca,” Celestia se encogió de hombros. “Al menos todos estamos reunidos.”
“…” Astrid miró de reojo hacia Sterk, con recelo.
“¿Qué quieres?” este le devolvió una impaciente mirada.
“Espero que no intentes rechazar tu entrada al bote. Eres un Cranach.”
“No, nadie sube por su nombre aquí, Astrid. Que te quede claro.”
“…” ella le miró con leve cólera y casi indignación. “No hablas en serio.”
“¡Siguiente!” exclamó el marinero que iba ayudando a los pasajeros.
“V-vamos…” Ayesha se tensó, pero estaba decidida a abordar con su nana y hermanita. Felizmente, los de la tripulación no tuvieron ninguna objeción por la sirvienta.
“Natsume…” Luso corrió donde este para darle un abrazo. “Yo… g-gracias… eh…” él sintió lágrimas en sus ojos. No quería continuar con algo tan definitivo como un agradecimiento.
“Sube, cuanto antes,” le empujó un poco para que hiciera fila detrás de Nio.
“Tú…” Celestia se dirigió a Natsume.
“¿Qué quieres?”
“Recuerdo ese dato de ti siendo equivocado como una mujer…”
“¿Sugieres que me disfrace?” este le miró con incomprensión. “Aun si tuviera la indumentaria a la mano, ese es un atajo y trampa que no pienso tomar…” desvió su mirada, entrecerrando los ojos. “¿…no tienes que abordar tú?”
“Es una regla estúpida…”
“…si estás con ánimos de romper las reglas…” Natsume alzó la jaula con su paloma.
“¿Q-qué haces?”
“Tienes un chal ancho y muy largo. Podrías fácilmente esconderla.”
“¿Hablas en serio?” Celestia le miró con molestia.
“Bueno, supongo es mucho esperar de ti…” negó, frustrado.
“…” la chica tembló de ira y bajó su mirada un momento. Entonces, terminó por arrancar la jaula del chico. “No esperes que cuide de esta cosa… si algo te pasa…”
“Como gustes…” él sonrió frustrado. “…cualquier muerte es mejor que esta…”
“Tsk, cállate, imbécil…”
“No que esté planeando morir.”
“…”
“Ocúltala, pronto es tu turno…”

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“……” Hizamaru temblaba de pies a cabeza con ambas espadas en un brazo… y un papel con un sello y una firma en su mano libre, sin poder decir nada.
“¿C…cómo así…?” preguntó Almaz, desconcertado.
“Los detalles no importan, ¿verdad?” preguntó Higekiri, sumamente calmado. “Con este papel, serás capaz de abordar el bote salvavidas más cercano. No te dirán que no, todo está arreglado.”
“¡N-no puedo hacer esto, anija!” gritó a todo dar. “¡Y-yo… dejarte aquí! ¡Abandonarte…! ¡¿P-por qué-?!”
“Tú no quieres morir, sin importar cuánto digas que seguirás mis pasos…”
“Tch… Tú no quieres morir tampoco…”
“Pero tú no estás cometido a la causa, y eso está bien,” Higekiri sonrió tranquilamente. “Apoyo tu deseo de vivir y seguir adelante, y ahora espero que lo hagas, sin importar el costo.”
“¡Pero anija…!”
“Tu vida no sólo te pertenece,” recalcó con una mínima insistencia en medio de su armoniosa expresión. “Tienes que seguir para mantener en alto el nombre de nuestra familia, y por todos esos trabajadores inmigrantes que tú tanto quisiste ayudar, pese a que yo no estuve convencido. Si ninguno de los dos fuéramos a seguir, nuestro arduo trabajo se echaría a perder, y todos ellos que dependen de ti no tendrían ningún apoyo restante.”
“…” Hizamaru estaba en shock.
“Prométeme que continuarás con tu camino, que lo harás, y mientras lo haces…” miró brevemente a las espadas. “Que al menos nuestras katanas se mantengan juntas y perduren mucho más que tú o yo.”
“A-anija…” sus piernas le temblaron y sus ojos se nublaron. Sentía que una gran parte de sí mismo se iba a quedar adherida a ese barco, fuera a salvarse o condenarse… lágrimas empezaron a surgir de sus ojos sin parar.
“Sigues siendo un niño en muchos aspectos, hermanito,” Higekiri le concedió un breve abrazo como despedida y luego le hizo girarse hacia el bote.
“¿P-por qué… por qué yo…?” le preguntó, mirándole suplicante.
“…” el mayor sonrió tranquilamente. “Porque tú eres el futuro…”
“…”

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Astrid acababa de sentarse dentro del bote luego de haberse negado a hacerlo sin que Sterk le acompañara. Varias otras mujeres y niños que llegaron tarde habían terminado atendidos antes que ella, pero la tripulación se cansó de la necedad de la pelinegra por lo cual tuvieron que hacerla subir a la fuerza, ya que ese bote estaba listo para partir.

“Sterk,” Astrid se le dirigió en voz alta para que este le oyera. “Más te vale darnos el alcance. Si no lo haces, no te lo perdonaré.”
“…” este le miró fijamente, sin atreverse a darle una respuesta.
“¡Sterk!”
“…” finalmente, él asintió con lentitud y leve meditación. Ello no dejó a Astrid conforme, pero era todo lo que iba a recibir.
“¿Dónde está el señor Hazeldine?” preguntó Nio a su nana.
“Tranquila. Sabes lo venerado que es. No hay forma que la tripulación no le deje evacuar,” le aseguró la mayor con paciencia.

Con Astrid dentro del bote, los trabajadores pudieron comenzar a alistar el descenso. Ayesha miró a Sterk y Natsume quienes se habían quedado para verles irse a salvo. El primero asintió en señal de saludo, mientras que el segundo ya llevaba un rato desviando su mirada y reservando sus pensamientos.

Entonces, Ayesha miró hacia el bote más adelante y se sorprendió al reconocer a los hermanos Genji. Ella vio a la tripulación dejar abordar al menor con leve duda por aquel raro ‘equipaje’ que llevaba consigo, y esperó que los otros fueran a seguirle, pero su corazón se hundió al ver al mayor dar una última mirada a su pariente y luego darse media vuelta y alejarse con tranquilidad mientras era acompañado por su sirviente.

Fue como ver a una persona destinada a la horca dar sus últimos pasos hacia el sitio donde le esperaba la muerte. Higekiri se alejó con completa tranquilidad y con su inmutable sonrisa mientras daba la espalda al bote que podría salvarle. No poseía ningún interés en abordar o negociar, ni tampoco un entendible temor o nerviosismo que mantendría con vida a cualquiera. No… fue como si estuviera viendo a un muerto en vida.

“¡…!” Ayesha se levantó por más que el bote ya había comenzado a descender, mientras sentía un impulso de llamar a aquella persona que acababa de abandonar el alcance de su visión.
“¡S-siéntese por favor!” su nana le agarró de un brazo con gran temor. Ella no podía ni procesar cómo así su impecable e ideal señorita fue inspirada en perder su calma.
“¡Hermana!” Nio terminó abrazándola con fuerza. “¡No me dejes!”
“Nio…” ello le hizo recordar lo que tenía que hacer, y le devolvió el abrazo, para también recurrir a lo único que podía hacer a esas alturas: llorar en silencio.



Para ellos, el mayor riesgo acababa de terminar. Para los demás, recién estaba por verse…
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Sayi on October 16, 2017, 12:34:53 AM
La parte en gris es flashback :v x2

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Bitácora #7 — Cold Water Mirage (Part II)

Sayi no supo qué responder a su pregunta. No obstante, se alegraba mucho de verlo a salvo, por lo que lo tomó de ambas manos.

“Me subiré a un bote pronto" empezó a explicarse "Pero primero…”
Kaien se fijó en Ichigo, y al rubio le pareció que le estaba llamando la atención con sus ojos. Entonces se dirigió a él “¿Por qué no la embarcaste en un bote salvavidas?”

Tenía razón. Lo mejor hubiera sido asegurarla a ella antes de seguir paseándola por el peligro, pero había estado tan ocupado preguntándose qué hacer que se había dejado llevar por la situación. No poner pie firme solo terminaría poniendo a todo en riesgo.

Ichigo estuvo por disculparse cuando Sayi intercedió.

“Tenemos que encontrar a Franz antes. Es muy importante para Ichigo, y para mí” le respondió. Había un toque de irritación en su voz “Fui muy clara en que no me subiría a un bote antes de encontrarlo a él, o a tí, e Ichigo obligó mi pedido”
Kaien tensó los labios “Sayi…”
“¿Nos podrías ayudar a encontrar a Franz? Una vez lo encontremos podremos subir a un bote” le pidió la joven.

El pelinegro caviló en su sitio. Observó los botes siendo organizados a la distancia, y los intermitentes pitazos aumentaban la incertidumbre… pero si había un momento en que se necesitaban decisiones rápidas, ese era aquel.

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El piano dejó de reverberar en el salón cuando escuchó la puerta abrirse. Un niño ingresó, siendo animado por la criada detrás de él.

La mujer presentó al pequeño como hijo de Isshin y, tras recibir las gracias de su amo, asintió con la cabeza antes de cerrar la puerta tras ella. El niño se volteó a observar la puerta cerrada, y entonces se giró hacia él, antes de bajar la mirada hacia el suelo.

Franz recordaba haberlo visto un par de años atrás, en una gala donde Isshin no había tenido quién lo cuidase. Lo más probable era que no lo recordaba, pero eso no era lo importante.

“Te llamas Ichigo, ¿cierto?” el niño tenía la mirada clavada en sus zapatos, sin intención de mirarlo directamente. Asintió con la cabeza, y no agregó nada más.

Franz dejó su butaca y caminó hasta él. El niño era pequeño y delgado, más de lo que se había esperado. Sabía que su madre había estado a cargo de él mientras Isshin convalecía, y era evidente que no había cuidado de él como se debería.

Que cosa tan cruel había sido abandonarlo al enterarse del fallecimiento de su marido, el padre de su hijo, y optar por desaparecer de Berna sin dejar nada a nombre del pequeño.

Se puso en cuclillas para estar a la altura de él. Cuando el niño se atrevió a mirarlo, Franz le esbozó una sonrisa triste.

“Siento mucho lo de tu papá. El trabajó para mi por varios años y yo le tenía mucha estima” le dijo, poniendo una mano en su pequeño hombro “Y siempre me hablaba de ti, y me decía lo mucho que quería viajar contigo”

Ichigo no le respondió, y Franz pensó que debía estar cansado de escuchar pésames similares.
Los ojos del niño pasaron de estudiar su rostro a observar la habitación. Y cuando su mirada pareció fijarse en un punto fijo, Franz buscó qué era lo que había llamado su atención.

Era el violonchelo descansando contra la pared.

“¿Sabías que tu papá me enseñó a tocarlo?” le dijo, señalando el instrumento. Por primera vez desde que entró, el hombre pareció reconocer un ápice de interés en el pequeño “A veces tocaba él, a veces yo, y el otro solía acompañar en el piano. Tu papá y yo solíamos hacer duetos todo el tiempo” recordó con cariño. Se dirigió hacia Ichigo “¿Sabes tocar un instrumento?”
“El piano. Pero no he practicado desde que…” y su voz se apagó.

”Desde que su papá se enfermó” pensó Franz, y sonrió con pena. Entonces se puso de pie y se dirigió hacia el piano. Había sido un año rápido considerando la velocidad con la que la salud de Isshin había decaído.

Franz había sido pronto en aceptar ver por el niño y, aunque sea en calidad de empleado, tenía la intención de tenerlo bien cuidado, con una educación que lo ayudara a crecer y forjar buenas relaciones a futuro. Era lo menos que podía hacer por la memoria de quien había sido su confidente y mano derecha.

“¿Quieres retomar el piano? Yo puedo enseñarte” le ofreció. Al no escuchar respuesta caminó hacia el violonchelo “También puedo enseñarte a tocar el violonchelo” continuó, y esta vez señaló el estuche descansando en una cómoda “O el violín.”

El pequeño abrió los ojos antes el ofrecimiento, pero no dijo palabra. Alternó la mirada entre los instrumentos, Franz, y la puerta cerrada.

“¿Lo dice en serio?” se atrevió a preguntar. Al parecer había esperado a que alguien interviniera y lo echara del lugar, o le dijera que se trataba de una broma “Mi papá ya no esta aquí”
“Con más razón” fue su respuesta “Pues se que le nada le hubiera gustado más que eso”

_____________________________

Two days before — April 13, 1912

Mientras preparaba el arco de su instrumento, Franz observó a Ichigo estudiar las partituras frente al piano. El rubio no necesitó decir nada, pues él sabía lo que estaba por pedirle.

“¿Quieres que practiquemos Elgar de nuevo?” Le pareció verlo erizarse, y ello le sacó una sonrisa de sus labios “No te preocupes mucho. Estoy segura que mein Liebling estará feliz de escucharnos”
“…”
“O mejor dicho, de escucharte” agregó “O tan siquiera verte”

Aquello terminó por incomodar al rubio, quien dejó el piano y camino hacia la mesa, donde uno de los camareros les había dejado refrescos. No habían muchas personas paseando por la recepción, y ello les había dado oportunidad de usar uno de los pianos disponibles a bordo. Y aunque se encontraran en un área algo aislada, el staff del Titanic, tan atento como siempre, no iba a permitir que dos pasajeros de primer clase no sean debidamente atendidos.

Franz no había tenido oportunidad de hablar con Sayi aquel día… no obstante, el tenía la impresión que algo debía haber sucedido la noche anterior. Después de todo, conocía muy bien a Ichigo como para no percibir un cambio en su actitud.

Y no solo ello, pero la invitación a visitar Boston, y ser escoltados por la pelirrosa mientras paseaban por Massachusetts era un resultado mucho mejor al que había esperado. Ichigo había sido pronto en extenderle la invitación esa mañana y, a diferencia de evaluar aquella proposición como al resto, sintió que le había hecho un favor enorme al rubio al aceptar la oferta. Considerando su rostro, claro está.

“He oído que Boston es muy bonito en otoño” pensó Franz en voz alta “Y que las hojas de los árboles se pintan de todo color imaginable…”
“Si, Sayi me habló de eso” respondió el rubio, tomando asiento en una banca cercana “Lastimosamente estamos en Abril, pero me imagino que primavera será muy agradable también”
“Me da curiosidad conocer el conservatorio de música. Y también me gustaría conocer a la madre de Sayi, quien dijo era profesora de piano” continuó Franz, tomando de su taza de té. Observó de reojo a Ichigo, y se dio cuenta que el rubio lo estaba mirando con recelo “¿No te gustaría conocer a la señora Darcey?”

Ichigo se quedó en silencio, con la molestia aún en su rostro. Franz le esbozó una sonrisa pícara; entre condescendiente y burlona… lo suficiente para terminar de ofuscarlo.

“¿Qué está insinuando, duque?”
“¿Yo? Nada. Estoy tranquilo disfrutando de mi te. Hasta le he dado de baja al whisky, como tanto me lo haz pedido…”

Entonces canturreó una melodía con el gusto en sus labios, e Ichigo creció incómodo ante la falsa inocencia que denotaba.

“¿Aún sigues pensando que no volverás a ver a Sayi luego de visitar Nueva York?” le preguntó Franz, e Ichigo bajó la mirada. El duque sonrió pues, desde que recordaba, el rubio tenía la manía de bajar los ojos cuando quería ocultar algo en su pecho.
“Pues, iremos a Boston con ella” respondió escuetamente.
“¿Y después de Boston?”
“No lo sé”
“¿Cómo que no sabes?” contrarrestó con una sonrisa.

Pero Ichigo suspiró cansado y volvió a sentarse en el piano. Sin esperar a Franz, empezó a tocar el acompañamiento, solo, dejando vacíos en donde iba el violonchelo.

El duque sonrió satisfecho, y dejó descansar la vajilla para retomar su instrumento entre manos. Mientras esperaba un momento propicio para ingresar, observó a Ichigo moverse en su butaca al compás de la música, y por un segundo recordó la pequeña espalda del niño que había adoptado años atrás.


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Apenas llegaron al pie de la gran escalera Ichigo se avispó, y sus piernas empezaron a moverse por su cuenta dentro del comedor de primera clase. Detrás de él, Sayi y Kaien lo seguían sin tener idea de qué pudo haber sentido… hasta que el bullicio de la gente se apaciguó un poco, y entonces reconocieron el instrumento de cuerda crecer en magnitud.

“¡Franz!”

Sentado junto al piano estaba el duque von Stresseman, con el violonchelo entre piernas y el chaleco salvavidas descansando en una mesa aledaña. El área se encontraba vacía aparte de los cuatro pues, a menos que hubiera un barco salvavidas escondido detrás del piano, no había motivo razonable para seguir ahí.

Ichigo tomó el chaleco de Franz y se lo acercó, con la intención de ponérselo. Pero el duque lo detuvo. Entonces Ichigo se agachó hasta estar a su altura, intentando explicar la gravedad de la situación.

“Duque, tiene que subir a un bote salvavidas de inmediato” le dijo, intentando quitar el violonchelo de por medio pero una vez más, Franz lo detuvo “Si no nos apuramos los pocos botes se van a marchar sin usted”
“Ustedes deberían apurarse a cubierta, entonces” le respondió, mirando a su pupilo y a Kaien y a Sayi, de pie detrás de él “Ichigo, aprecio que hayas venido a por mí, pero por favor, déjame tocar el violonchelo”
“Franz, no nos vamos a subir a un bote sin usted” agrego Sayi, pero solo hubo silencio de respuesta. Ichigo empezaba a realizar lo que las palabras de su amo intentaban decir, pero no creía tener el corazón para poder aceptarlas.

Fue Kaien, quien con la franqueza necesaria se atrevió a hacer la pregunta que corría por sus mentes.

“¿Usted piensa morir aquí?”

Sayi miró a Kaien con espanto, pero el pelinegro no flanqueó. Ichigo se puso de pie, chaleco aún en mano, y observó el rostro del duque. El perfil de Franz era uno solemne, orgulloso y, para su dolor, uno decidido.

“Es sabido que no hay suficientes botes a bordo. No hay manera que uno de esos limitados asientos sea ocupado por un anciano, quien con suerte vivirá unos cinco años más” respondió “No cuando hay tantas mujeres y niños a bordo”

En el silencio que cayó podían escucharse las pisadas apuradas en el piso de arriba, así como el casi imperceptible crujir de la madera, avisando del desastre que se avecinaba. Los sollozos de Sayi interrumpieron el vacío, y Kaien fue rápido en tomarla entre sus brazos.

¿Que palabras podían decirse en un momento como aquél? Franz notó gotas caer y su corazón se encogió al ver al hombre frente a él quebrarse en llanto.

“Ichigo, sabes bien lo que tienes que hacer” le dijo, tomando de su mano. Esta vez no habían sonrisas pícaras de por medio, ni se escuchaba la broma en su voz “Tienes que embarcar a Sayi, y asegurarte de salvarte tu también”
“Duque, por favor, hagamos un intento…”
Pero Franz negó con la cabeza “Tú sabes que es inútil. Y estoy seguro que presentías cuál sería mi respuesta, pero necesitabas venir hasta aquí a oírlo con tu propio par de orejas, ¿cierto?”
“…”
“Eres testarudo, igual a tu padre”

Ichigo se limpió las lágrimas con el puño de su camisa y se arrodilló, suplicante. Franz lo miraba con tristeza. No había manera de suavizar un golpe tan súbito y cruel como aquel. Lo último que hubiera deseado era una despedida envuelta en una tragedia, pero la muerte llega de maneras inesperadas. Y lo menos que podía hacer ahora, era suavizar su memoria lo más posible.

“Déjame quedarme un momento más con usted” le pidió, pero Franz lo tomó de ambos hombros. Sus ojos azules se clavaron en los de él.
“Si te quedas más de lo debido solo te pondrás a ti, y a los demás, en más peligro. Tu lealtad no va a matarte esta noche” Su toque se suavizó, y entonces sobó de sus hombros “Más bien, hazme un favor y asegurate que mi recuerdo viva contigo”

Entonces lo rodeó en un fuerte abrazo, e Ichigo se colgó de él con el deseo de no soltarlo. Se quedaron en silencio un largo rato, hasta que Franz se apartó de él. Una ligera sonrisa adornaba su rostro.

“He sido afortunado toda mi vida, y mucho de ello te lo debo a ti. Haz sido nada menos que un hijo para mí”
“Y tu haz sido como un padre para mi” le respondió, usando todas sus energías para no seguir llorando. Franz le dio un par de palmadas en su brazo, y entonces se asomó hacia Sayi y Kaien.
“Apúrense en subir a un bote. Y Sayi, cuida de mi pupilo, por favor”

La pelirrosa asintió entre lágrimas, y se apuró en abrazar a Franz. Una vez se separaron, el duque volvió a tomar el violonchelo en sus manos.

Sayi tomó la mano de Ichigo. El rubio aguantó la respiración hasta conseguir las fuerzas necesarias para despedirse.

“Gracias por todo, Franz” atinó a decir.
“Gracias a ti, Ichigo” le respondió “Por favor, cuídate mucho”

Una última sonrisa, y entonces empezaron a caminar de regreso hacia la gran escalera. Franz empezó a tocar, y apenas la melodía inundó la sala, Sayi sintió cómo se le partía el corazón.

Salut d’Amour (https://www.youtube.com/watch?v=p-fVJ352lmY) era su composición favorita por Elgar. Fue dedicada a su esposa como regalo de compromiso. Su nombre traducido era Saludo de Amor, y el pensar que el duque la estaba interpretando para ellos, en ese lugar, era lo más doloroso que había vivido hasta ese momento.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y en ese mismo momento, Ichigo apretó su mano con fuerza, compartiendo su desconsuelo. Ambos se giraron a observar a Franz una última vez antes de perderlo de vista definitivamente.

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png) (http://i.imgur.com/4ipBdBW.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

“¡Mujeres y niños por favor!”

Los oficiales continuaban con el mismo himno a voz en cuello. Habían grupos de personas atiborrados frente a los botes disponibles, esperando cada vez con menos paciencia a que sean sentados por los encargados.

La cubierta del barco era tan grande que hacía imposible predecir la cantidad de botes, por lo que había gente corriendo de un lado a otro; ya sea apostando por la línea más corta, o bien ideando alguna manera de ponerse a salvo aunado a los escasos botes.

Sayi se llevó una mano al rostro, secándose las mejillas y cubriéndose su nariz. La temperatura había decaído aún más, y sentía la piel quemarle del frío. En eso sintió algo cubrirla, y al girarse se percató que Ichigo le había puesto su abrigo encima.

“No, te vas a congelar” dijo Sayi, pero el rubio no le hizo caso y la envolvíó lo mejor que pudo.
“Quédatelo puesto. Hará mucho más frío cuando el bote esté en altamar”

Kaien estiró el cuello para evaluar el grupo de gente que tenía en frente. Al cruzar miradas con un oficial, empezó a gritar.

“¡Aquí hay una dama!”
“¡Por favor, déjenla pasar!” coreó Ichigo y, tomando a Sayi del brazo, empezó a abrirse paso entre la multitud.

El primer impulso de la pelirrosa fue resistirse, pero con uno tirando de ella y el otro empujándola por la espalda le era imposible detenerlos. Cuando tuvo el bote enfrente suyo, Sayi tomó del brazo de Ichigo… pero aquello no detuvo al joven.

Su cuerpo pasó por encima de la borda hasta quedar sentada en la madera, con su mano aún fija en el brazo del rubio.

“¡Espera, no!” le pidió, y entonces los miro a ambos “¡Vengan conmigo!”
“¡Ya esta lleno!” avisó el hombre del silbato, y entonces dos oficiales se subieron a cada esquina del bote.

Las sogas empezaron a aflojarse, pero Sayi se rehusaba a dejar ir del rubio.
No quería ser la única en salvarse. No tras haber ido a buscar a Franz, y el haberlo dejado a su destino en el comedor.

“Por favor, suban conmigo…” les rogó, su voz quebrándose por el llanto.
“Buscaremos otro bote, no te preocupes” le dijo Ichigo.

El rubio jugó con sus dedos un momento antes de despegarlos de su antebrazo, y finalmente dejarla ir. En ese preciso momento el bote se sacudió y, lentamente, empezó a descender hacia el océano.

La muchedumbre de gente alrededor del bote se dispersó de inmediato a excepción de ellos dos, y del resto de personas que veían partir a sus seres queridos.

“¡Ichigo! ¡Kaien!” los llamó la pelirrosa. Quizo ponerse de pie, pero la mujer a su costado tiró de su brazo y la hizo sentarse.
“¡Quédate tranquila!” le pidió Kaien, esbozando una ligera sonrisa “¡Nos veremos más tarde!”
“¡Tengan cuidado! ¡Apúrense en subir a otro bote!”

El ruido de la gente ahogaron las palabras de la pelirrosa, por lo que ambos se quedaron observándola descender en silencio.

Minutos después las sogas resbalaron por las palancas, dando a entender que el bote había llegado sano y salvo al océano. Una vez los oficiales empezaron a remar y el bote comenzó a alejarse, fue que perdieron de vista a Sayi en la oscuridad de la noche.

(http://i.imgur.com/4ipBdBW.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

“¿Y ahora?”

Ichigo se giró hacia Kaien, quien aún intentaba distinguir a Sayi entre los botes llenos de chalecos salvavidas.

“No lo sé” le respondió el rubio. Supo que el pelinegro también estaba en nada cuando suspiró, rendido.

Entre el correteo de las personas y los pitazos de los marinos, Ichigo pudo reconocer la melodía del grupo de cuerda amenizar a la distancia. Su mente de inmediato se trasladó a Franz… y decidió que tenía que actuar antes de dejarse derrumbar.

Pero antes de poder decir algo, Kaien lo detuvo.

“Lamento mucho lo de tu amo” Ichigo observó el perfil del joven, el cuál se mostraba severo “Es un caballero admirable, y me siento honrado de haberlo conocido”
“Gracias, aprecio mucho tus palabras” le respondió. El dolor era muy fresco, e intentaba evitarlo hasta poder calmar su mente. No obstante, era inspirador que el recuerdo de Franz sea tratado con tanto respeto.
“Creo que lo mínimo que puedo hacer es ver en qué puedo ayudar. Ya sea escoltando gente, o asegurándome que no queden niños a bordo…”
“Tienes razón, pero” Kaien se giró ante la duda del rubio “Eres heredero de una familia muy importante. ¿No crees que tu podrías conseguir pase a uno de los botes, y ponerte a salvo?”
El pelinegro negó con la cabeza “Me insultas. ¿Acaso soy más digno que tú? ¿O que cualquier otra persona a bordo?” le preguntó, y antes de escuchar algo a cambio, continuó “La respuesta es no”
“…”
“Tienes que dejar de pensar así” le recriminó Kaien, y por un segundo Ichigo pareció recordar esas mismas palabras viniendo del duque “Sobretodo si tienes intención de estar con una dama como Sayi”

Ichigo volvió a girarse hacia el océano. Ya no se veía ni la sombra del bote salvavidas que llevaba a la pelirrosa. Había logrado su cometido: Dejarla fuera de peligro. Y, si quería cumplir con el pedido de Franz, debía asegurarse de sobrevivir esa noche.

...E iba a asegurarse que el hombre a su costado sobreviviera también.
Kaien pareció sentir el aprecio en sus ojos, pues le sonrió antes de golpear su hombro en señal de aliento.

“Ven, vamos a dar una mano” le dijo Kaien “Y entonces veremos cómo salvarnos nosotros”
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Kana on October 22, 2017, 10:40:02 PM
Siento que en medio del fic el barco se me hundió y la inspiración murió pero al menos pude sacar esto antes de fin de mes. Sólo espero poder llegar al final de este fic a buen tiempo Dx

ahhh creo que nunca terminaré nada

+ Agradecimientos a Kora que me prestó a sus personajes :3


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Cepillar el cabello de lady Lana era como tratar con finos hilos hechos de plata que mágicamente habían adoptado ese tono al ser teñido por la luz de luna. A Ephonine, su sirvienta, le encantaba hacerle diversos peinados para cada presentación y conociendo el gusto por la moda de su señora ella la consentía con vanguardista peinado que siempre daban que hablar.

—Ya está, mi lady.— Acomodó una única hebra de cabello plateado que había quedado en desorden. Tras aquello, el cabello estaba perfectamente ordenado en un llamativo peinado. La sirvienta acercó un espejo de ovalo hacia su señora y le enseñó el peinado desde distintas perspectivas. —¿Le parece que ha quedado bien o desea que le realice otro tipo de peinado?—
—Está bien, Ephonine.— Lana observó su cabello, se sentía cómoda con el peinado pese a lo trabajado. Su reflejo en el cristal la atrajo unos instantes, con aquella vanidad de las muchachas de clase alta de sentirse constantemente “imperfectas” pese a que todo estuviera “en su lugar” —¿Ha escuchado si lady Wessex ya se encuentra lista?—
—Lady Wessex le espera en la sala de estar.—
—Será mejor que no la retrase más.— Se puso de pie. Ephonine, su sirvienta, se apresuró en acomodarle la cinta de la cintura y pasarle un chal blanco. —Gracias, Ephonine.—

Al salir de su alcoba y dirigirse a las dependencias personales donde se encontraba la sala de estar de la suite privada encontró prontamente a Maribelle instalada cómodamente en uno de los sitiales. Al igual que ella, vestía completamente de blanco. La noche anterior habían acordado entretenerse en la cubierta del barco junto a Victoria y Nathan Prescott, y al ser un día soleado habían determinado temprano por la mañana asistir de blanco tras el desayuno juntos.

Ambas muchachas se encaminaron hacia la cubierta del barco donde habían dispuesto para ellas un sector exclusivo donde los de más alta cuna descansaban en sillas de descansar donde algunos tomaban la siesta dejando que el agradable sonido del mar les serenara.
Encontraron a Victoria descansando en una de las sillas, cuando Nathan las divisó se aproximó hacia ellas y las escoltó hacia donde estaba Victoria. El grupo de personas tomó asiento en cada silla y comenzaron con una liguera charla sobre lo que había sido el viaje hasta ahora. Lana notó que prontamente Maribelle con Victoria comenzaron con aquella rivalidad infantil de competir entre ellas que en todo momento aburría a la peliplateada. Como ellas dos se centraron en una discusión sin fin, no le quedó de otra que hablar con Nathan iniciando por aquellas charlas casuales y un poco incómodas que se generan entre dos extraños.

Nathan era un joven culto, bastante guapo y dueño de una sonrisa encantadora. Por un instante Lana llegó a pensar que Victoria tenía mucha suerte de estar casada con él pues le había tocado un hombre buenmozo a diferencia de otras chicas que debían conformarse con un esposo anciano y deprimente. Los dos decidieron dan un paseo por la cubierta del barco excusándose de las otras dos quienes no se daban tregua.
Ambos jóvenes caminaron largamente por varios minutos hasta llegar a otro sector del barco donde había personas de su misma clase social. Se aproximaron al balcón donde prontamente ambos se apoyaron con la mirada hacia el horizonte contemplando la inmensidad del mar sin pronunciar palabra por un tiempo extendido.

— Es increíble lo inmenso e hipnótico que es el océano. Comprendo perfectamente bien el profundo amor que profesan los hombres del mar hacia tan hermosa maravilla.— Fue Lana la que quebró el silencio, que si bien no era incómodo, se hizo entre los dos la necesidad de volver a intercambiar palabras.
— Naturalmente… Como seres humanos nos sentimos atraídos por lo que nos parece infinito y enigmático.— Nathan acomodó un mechón de su rubio cabello hacia atrás pues al caerle en la frente le estorbaba la visión. — En 1620 la navegación de la nave Mayflower trasportó a los peregrinos desde Inglaterra hasta la costa este de América del norte. En aquellos tiempos, era demasiado nuevo aventurarse en una nave como aquella para cruzar un mar entero… Los tripulantes de aquel entonces no podían creer lo que sus ojos veían. Ahora, nos vemos en una situación similar. —
— Sí. En una nave que llaman la insumergible, donde se juega a ser Dios nuevamente. “un sueño azul” que esperemos no termine en ninguna desgracia—
— Aquel color azul, Lady Lana, ¿Le gusta aquella gama? — el joven la miró fijamente.
—Es un color atractivo. Como un zafiro, como una gema preciosa que adentra en el alma. En efecto, me gusta su tonalidad.—  asintió, observando las orbes de Nathan. Sus ojos eran tan atractivos como el mar que en algún momento a Lana se le hicieron más interesantes que el mismísimo infinito del océano.
— Ya veo…—  sonrió encantadamente. — El azul es un color interesante. Refleja la profundidad del inconsciente del alma. Algunos estudiosos explican que es un indicador de una estructura de personalidad más melancólica, apartada de la integración interpersonal pero, no por ello, rechazante a los estímulos sociales. Más bien, buscan conseguir un involucramiento afectivo con un par pero no se arriesgan a ello pues son selectivos y reticentes.—
— Hm…—  la joven llevó su mano hacia el ala de su sombrero para sujetarlo cuando el viento comenzó a soplar más fuerte. Nathan parecía saber bastante bien como estudiar a los demás. — Parece que usted tiene una buena capacidad de analizar a las personas en su entorno, estimado Nathan.—
— Es parte de mi trabajo.—  soltó una risa sigilosa. —Como heredero de mi familia, tengo que estudiar muy bien a mis posibles socios antes de forjar una estrecha relación con ellos. Una asociación precipitada y sólo ligada por la empatía me llevaría a un desfortunio seguro. Por eso debo ser precavido y analizar muy bien a mis futuros socios.— 
— ¿Me está estudiando, Nathan?— Lana entrecerró los ojos, dejando ver sus largas pestañas claras.
— Por favor, no me crea abrupto o que le estoy asechando, pero ciertamente he pensado en la posibilidad de vincularme a usted para hacer buenos negocios. Me gustaría…—  extendió su mano y acomodó la cinta del sombrero de Lana. El gesto fue breve y delicado, en fracción de segundo ya estaba apartado de ella nuevamente. — Que pudiéramos aprovechar este viaje para hablar de negocios. He visto que conoce a Victoria de hace años, eventualmente nos vuelve en amigos a usted y a mí. Creo que es una buena posibilidad de incrementar los ingresos de nuestras familias.—
—Vaya, pensaba que mi joven virtud y mi disentimiento en los asuntos que le corresponden a los hombres me alejaban de un evento de negocios y sólo me situaba como mera turista en esta gran travesía.— jugó con su posición de mujer para salir de una situación compleja. Entendía de negocios, y la familia de Nathan sin duda era una fuente de oro. No obstante, los métodos de derechos laborales inexistentes que los Prescott tenían para su recurso humano diferían de las ideologías más altruistas de Lana.
— Lady Lana.—  Nathan volvió a gesticular una risa, esta vez, le lució más sarcástica. — No nos veamos la suerte entre gitanos. Su mera presencia aquí es un asunto de negocios.
— ¿Perdón?—
— Entiendo que su padre quiere forjar un matrimonio ventajoso entre usted y un socio suyo.—
—…—  primeramente se había sentido ofendida por el abrupto cambio del curso de la conversación pero seguidamente no supo cómo responder a aquello pues parecía que su vida personal no resultaba ser tan privada.
— Perdón si la incomodé. Tal vez no está acostumbrada a charlar sobre estos temas. Si le sirve de consuelo, es algo bastante común. Mi matrimonio con Victoria es conocido por ser una estrategia económica. Creo que tenemos cosas en común, pero nada más que eso.
— ¿Por qué me confiesa estas cosas, señor Prescott?—
—Sería prudente que habláramos de negocios desde ya. Sin duda, es una buena jugada unir alianza entre ambos para conseguir mayores recursos monetarios.—
— Lo pensaré.—  Lo dijo realmente sin ánimos, sólo por ser políticamente correcta.
— Comprendo que quiera evadir el tema. Que incluso no simpatice con nuestro modo de llevar las cosas… Pero en todo sentido es algo que a usted le conviene.—Será mejor que volvamos con Maribelle y Victoria.—
— Lana, ¿qué le vincula al teniente Smith?—
— ¿Qué?—
— ¿Aquel afecto que siente por él, aquel agradecimiento por ser una figura de vinculo protector y de apego en su solitaria vida le llevaría a usted a hacer un sacrificio inmenso por él?—
— Señor Prescott, realmente esta situación se tornó extraña y confusa. Por lo demás, bastante irrespetuosa. Si tiene consideración por su esposa, le pido recato con sus amistades.—  Pero no parecía estar escuchándola, pues el joven rubio acababa de sacar unos papeles desde el interior de su traje que parecía  tener una gran importancia para él. Notó que Nathan comenzó a leerlos, como si estuviera solo en ese momento. — ¿Qué tiene allí?—
— Un acuerdo.—
— ¿De qué?—
— De apoyo económico a una causa que, verdaderamente, se puede ser procesada como un crimen.— Le enseñó los papeles. Lana los recibió y el chico sonrió encantadamente cuando notó la sorpresa en el rostro de la chica. — Algo como esto, podría ser considerado como traición a la patria.—
—…—  vio la firma de él, la conocía bien. La firma de Erwin Smith estaba allí y era evidente que no se trataba de ninguna falsificación.
— Lo sé, hice mal. Usurpé estos documentos de la alcoba de su fiel cuidador y me disculpo si he sido grosero con usted en este momento pero creo que entenderá que todo lo hago por devoción a los negocios familiares. ¿Lo terminó de leer?—
— …—  Lana se los devolvió. Era irreverente quitárselos y lanzarlos al mar para borrar huellas pues un sujeto como Nathan no cometería una torpeza infantil. Seguramente, tenía respaldos y testigos. —¿Cuánto cuesta su silencio?—
— Oh, Lana, no me mal interpretes. No soy un cruel estafador que necesita extorsionar con dinero por guardar silencio. Verdaderamente, lo mío es una propuesta de negocio, con un proceder cuestionable pero, ¿qué importa esto cuando el resultado será fausto para ambos?
— Pero sí es un charlatán, si me permite, y un hábil extorsionador.—
— Hm, no sé si considerarlo un insulto o un halago.—  guardó los documentos nuevamente en su traje. — Pero ya sabe lo que quiero, cuando toquemos tierra firme usted procederá a firmar un acuerdo que eventualmente nos volveremos socios. Deberá firmar y bajo su promesa jurar que nuestra asociación se mantendrá en los años. Haga eso y tendrá mi silencio. Queda demás decir lo que sucederá si no lo hace… ¿sabe? para mí es complejo tener que ocultar el vergonzoso secreto de un traidor de Inglaterra.—
—Lo haré. Pero deberá cumplir su palabra.—  Ella le observó con desprecio y rechazo. — Con su permiso, necesito volver a mi suite.—
—Adelante. Espero que nos podamos ver para la cena.—

Y cómo era de esperar entre los niños ricos de alta sociedad, se despidieron como buenos amigos simulando que nada malo había pasado usando una hipocresía admirable. Era necesario para no levantar sospechas.
Lana prontamente abandonó la cubierta del barco y se dirigió hacia su suite donde no tardó en entrar en su habitación. Ephonine golpeó suavemente la puerta y preguntó si necesitaba algo a lo que la peliplateada les respondió que deseaba una taza de té. M
mientras su sirvienta se encargaba del té, Lana se quitaba los aros de diamante para cambiarlos por los de amatista al instante que pensaba en cómo hablar de ese tema con Erwin. No le diría nada durante el viaje pero sí cuando estuvieran en Inglaterra ya una vez lejos de su padre quien era muy intuitivo.

No podía creer que Erwin hiciera tal cosa. Le costaba procesarlo aún.
— Señorita, su té.— 
— Gracias.—  Recibió la taza. Antes de probar, miró a su sirvienta. — ¿Hay algún recado para mi?—
— Oh, si.—  se sintió incómoda por haberlo olvidado. — Llegó esta invitación.—  La muchacha prontamente le extendió una pequeña bandeja de plata donde yacía un sobre con una elegante letra que dictaba su nombre.
— ¿Y esto?—  la recibió junto con el abre cartas. La abrió y leyó atentamente. Luego soltó un suspiro. — Lo que faltaba.—
— ¿Qué es, señorita?—
— Una insulsa invitación a una fiesta de máscaras.—
— ¡Oh!—  Ephonine se llevó las manos a ambos lados de su rostro no pudiendo disimular su emoción. —Puedo pensar en un peinado y un traje para usted durante lo que queda de la mañana. Deberé conseguir una máscara que resalte su fino rostro y…— prontamente sintió vergüenza de su arrebato. —Lo siento, señorita, ni siquiera ha expresado si asistirá.—
— Esas cosas no me gustan, Ephonine.—  se sinceró, pues le tenía confianza. —Me resulta nauseabundo compartir por tanto tiempo con gente que venderían a sus propias madres por una moneda de oro.—
—Señorita, respeto su decisión. Pero creo que debe vivir los años de su juventud y disfrutar de estos pequeños momentos pues cuando sea mayor quizá se pregunte a usted misma ¿Por qué no lo hice?—
—…—  ella la miró indiferente.
—Oh, bueno… Eso dice mi abuela…—  bajó la mirada, otra vez avergonzada.
—Tal vez tengas razón.— serenamente, dio un sorbo a su té degustándolo con tranquilidad. —Ephonine, quiero que, en efecto,  consigas una máscara para mi.—
—Sí, señorita.—
— Y hoy tomaré el almuerzo en el gran salón. Dile a Maribelle que me puede encontrar allí a esa hora si desea compartir conmigo.—
—Le diré, señorita.— 

No había cambiado de opinión sobre esos eventos pero el quedarse encerrada en su alcoba le daría a entender a Nathan Prescott que era una persona fácil de abatir y no le daría esa impresión pues eso lo pondría en una situación más dominante.

Para aquello de las doce del día en aquel momento del viaje del RMS Titanic el barco se encontraba detenido en el puerto de Queenstown, ubicado al sureste de la costa de Irlanda. Algunos pasajeros terminaban su viaje allí haciendo desembarco del Titanic y terminando así su travesía, mientras que otros realizaban el procedimiento contrario abordando el barco para así viajar desde Europa hacia Estados Unidos. Principalmente, el flujo de turistas eran irlandeses, seguidamente compuesto por otros europeos. Ya no abordaban tantos italianos ni rusos ni turcos. El clima era grato de todos modos, por lo que los más curiosos se acercaban al borde del muelle a admirar el barco.

Un joven rubio abordaba el barco y mientras esperaba que su lacayo subiera su escueta maleta notó de reojo una presencia detrás suyo que por lo demás sólo le producía desagrado. A simple vista se notaba que ambos pertenecían a una buena casta por sus vestuarios refinados y la postura prepotente de ambos que si bien sólo uno de ellos resultaba ser un déspota mientras que el otro era más bien más empático.

—No es necesario que me escoltes como un niñero. Lárgate.— Murmuró
— Ah, no es molestia.— Le respondió un hombre alto, de cabellera plateada y ojos color turquesa.
—Ni pretendas embarcarte en el viaje… Porque soy capaz de lanzarme por la borda para estar solo.—
— Descuida. Muy a mi pesar tendré que dejar a mi querido y pequeño familiar viajar sin mi. Prometí sólo subir al barco para conocerlo, luego bajaré y dejaré que desarrolles tu pequeña aventura, Yuri.—
—Más te vale.— Farfulló. Le irritaba que lo cuidaran como si aún fuera un niño pequeño. —Puedes quedarte hasta encontrar a esa ilusa.—  como para no ser tan desagradable con el mayor.
—¿Gracias?— Dejo caer la cabeza hacia un costado mirando el ambiente con curiosidad como si fuese un gato de muelle distrayéndose con los turistas.
—Pueden abordar.— Indicó el tripulante, cuando notó que ya estaba más descongestionado el camino para que ellos dos transitaran sin preocupación.
Los dos subieron al barco sin volver a cruzar palabras.

En tanto, Lana de Canterbury se encontraba analizando el menú del salón buscando entre los nombres algo que realmente le incentive el apetito aunque de ello no existiese rastro por la ansiedad del evento con Nathan. 

“Ese Nathan… Cree que puede hacer lo que quiera. Veré el modo de buscar una respuesta a este asunto y librarme de un compromiso de socio con alguien tan frío como él.”

—Cualquiera podría venir y apuñalarte con un picahielo como a “Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern”— pronunció en alemán con un extraño acento. —Y ni te enterarías como la misma finada al estar tan distraída.—
—…— La joven bajó la carta de menú que cubría su rostro para ver de quien se trataba. El tono de voz se le hizo conocido, en efecto, estar en sus propios pensamientos, había reaccionado tardíamente. —… ¿Tú aquí?—
—Sí— Respondió escuetamente. Acto seguido deslizó una de las sillas y se sentó en la misma mesa que ella. El ambiente entre ambos estaba notoriamente tenso, y evidentemente ninguno de los dos quería volver a iniciar diálogo. Lady Lana parecía un gato engrifado al cual acababan de asustar y el rubio no parecía muy amigable.
—Señor, ¿desea leer la carta del menú?— Un camarero se acercó hacia el rubio.
—…— Dejo al camarero con la oferta extendida. No deseaba realmente comer algo pero sólo por hostigar con su presencia se quedaría allí —Borscht. Ruso, no ucraniano. Y vodka.—
Hizo una reverencia y luego miró a la dama. —My lady, ¿usted?—
—Salade niçoise y agua de manantial para beber.—
—Señores.— El camarero anotó el pedido, y se retiró persignándose en señal de respeto.
—No me digas que inesperadamente tuviste deseos de viajar a Estados Unidos.—Lana alzó una ceja, incrédula.
—Puede ser, ¿por qué no?—
—¿No crees que es demasiado temprano para vodka? Oh, y por otro lado, querido, ¿No crees que eres muy joven para viajar solo? —
—Nunca es temprano y nunca es tarde.—
—Yuri,— Lana soltó un suspiro. —Realmente, ¿Qué te trae por aquí?—
—Tú. Extrañamente— Respondió. —Sé por qué te ha solicitado vuestro padre para que vayas a Estados Unidos.—
—Todo el mundo parece saberlo.—
—Pero hay algo que no sabes aún… y me han solicitado que te intercepte para comunicarte la noticia.— El rubio se había inclinado en la mesa para hablar de modo más complice con ella.
—M-me pones nerviosa. ¿Es algo realmente malo?—también se había inclinado un poco.
—Siempre tan trágica.— entrecerró los ojos. —Lana, ¿has pensado en lo que posees? Siendo hija de la fallecida Lady Luise Karoline Lyksborg-Henssen duquesa Glücksburg tu padre se quedó con el título de aquella posición en Islandia. Siendo hija de Eduard de Canterbury, quien heredó de su madre inglesa el condado de Canterbury te convierte a ti en Lady Canterbury. Así mismo, tu padre también es señor del título nobiliario de Moscú.—
—Creo que eso lo sé, por mucho que me confundan los títulos y las líneas familiares, estimado primo… Aunque te sorprenda, he estudiado sobre nuestro linaje y la herencia para, precisamente, no quedar en desventaja ante un genio como tú. — giró los ojos, ¿en realidad Yuri la encontraba tan tonta… aún?

Recordaba que de pequeños el rubio siempre había sido más hábil y mucho más inteligente que cualquiera mientras que a Lana le resultaba una gran dificultad memorizar los títulos y los vínculos de líneas familiares pues simplemente eran muchos y que en todo caso el costaba trabajo memorizar otras cosas más. Que familia de Islandia, de donde ella provenía, que familia de Rusia, de donde Yuri provenía, que familia de Inglaterra, que de eso poco y nada tenían pues sólo nacía del vinculo de su abuela paterna quien era inglesa con el matrimonio de su abuelo paterno quien era ruso. Todas esas cosas la mareaban y la confundían pero en la actualidad las manejaba bien pues juntamente sabía que Yuri vendría a enrostrarle cualquier error.

—Que bueno.— Respondió el otro. —Entonces teniendo todo aquello, deberías ser sensata y condescendiente y devolverme el patrimonio ruso que por lógica y derecho me corresponde—
—Primo, ya lo he dicho antes pero… no tengo yo relación con los asuntos que tramó mi padre. Lamento si vuestro padre cedió su derecho al mío.— Justamente, el padre de Yuri, cansado del espíritu rebelde y desafiante de su hijo, lo había desheredado y mandado al exilio quitándole todo lo que le pertenecía y desconociéndole como hijo. Por tanto, el rubio tristemente a sus tiernos años ya había caído en desgracia social.
—Yo debería ser conde.—
—Pero eres conde…—
—¡Pero no del Stróganov! ¡Y no de verdad!—
—Yuri… No comencemos.— Le dijo con un tono de voz maternal. Yuri era su primo menor por dos años y con quien se había criado. Era como su hermano pequeño. Sus juveniles quince años le acentuaban su obstinamiento.
—De todos modos no era eso lo que quería decirte.—
—¿Entonces?—
—Ah, aquí estaban.— Dijo una tercera persona con un alegre tono de voz.
—¡Vitya!— Lana no pudo evitar el arrebato infantil de contentarse al ver al peliplateado. Se levantó de su silla y se acercó a él para abrazarlo afectuaosamente. Gesto que el otro respondió del mismo modo.
—Je, idiotas…— Yuri sonrió de medio lado burlandose de ese par de inmaduros. —Estamos en sociedad.—
—Cierto, cierto…— Dijo Lana. SE aferró a Viktor y lo invitó a sentarse. —¿Viajas a America?—
—Mh, no exactamente.— El mayor miró a Yuri con interrogación. Al ver que éste disimuladamente negó con la cabeza indicándole que aún no le contaba nada a Lana, Viktor optó por no involucrarse con ese tema. Le sonrió a la joven y se sentó picándole la mejilla. —Pero me alegro de poder encontrarte aquí.—
—¿Qué hacen en Irlanda? Tengo entendido que estaban en Francia por temas de adiestramiento de Yuri.—
—Educación, tonta…— Le corrigió el rubio. —Si lo dices así suena como me adiestraran como un perro para hacer trucos.—
—Haha, eso es adorable..— Viktor no pudo evitar reír ante la imagen mental de su primito haciendo piruetas. Así mismo, como Lana y Yuri compartían lazos familiares, Viktor también lo hacía con los dos más jóvenes pero por vínculo de pariente lejano. Pero la línea sanguínea de todos modos se notaba bien, él y Lana tenían el mismo color de cabello. —Oh, Lana. Yuri y yo estábamos en Irlanda porque me acompañó a hacer unos trámites de firma de mi familia por cosas de negocios. Me rompía el corazón dejarlo solo en Francia por muy escaso que fuese el tiempo que nos separaba. Fue en eso que nos llegó la noticia del barco más moderno del mundo y eventualmente nos enteramos de que estabas abordo.—
—¿Entonces viajaremos todos al nuevo continente?—
—Amaría ir contigo donde fuese. pero yo sólo los acompañaré en el almuerzo, lo que dura la parada en Irlanda. Eventualmente tendré que volver a mis compromisos aquí. Pero Yuri te acompañará el resto del viaje.
—¿Yuri?— Lana arrugó la nariz, en un gesto inmaduro de burla simulando rechazo por esa noticia. —Nadie me dijo que debía convertirme en niñera. ¡Nadie me preparó para esto! — Dramatrizó, agotada.
—…— el rubio la miró con odio.
—En fin. Me alegra mucho poder compartir con ustedes aquí aunque sea un pequeño momento. ¡Este lugar simplemente es asombroso!—
—Sí.— Lana asintió. —Si nos queda tiempo quiero enseñarte algunos lugares que he conocido y que sé que te encantarán.—
Mientras esos dos hablaban entre ellos armoniosamente, Yuri los observaba en silencio cuestionando a ambos. Siempre se demostraban uno de buen ánimo y la otra disponible, siendo amables e incluso luciendo optimistas pero… ¿En realidad no podían ver que las cosas no siempre eran favorables?

—Lana.—
—¿Dime?— La chica miró a Yuri, con cariño y sin borrar la sonrisa de su rostro tras la charla con Viktor.
—Tu señor padre falleció.— Le dijo finalmente la noticia que debía comunicarle de modo apaciguado cuando estuviesen en una instancia más privada.
—¿Q-que?— Lana quedó descolocada con ese comunicado. Lo miró con los ojos sorprendidos y boquiabierta esperando que Yuri la llamara por algún apodo bobo y que le dijera que finalmente era una mentira pero eso no ocurría. Yuri seguía serio, y casi compareciente con ella.  —¿Es verdad?— Miró a Viktor, quien tomó su mano y la apretó con afecto.
—Sí, Lana. Nos comunicaron aquella noticia ayer en la tarde. Por eso Yuri te acompañará pues no puedes estar sola. Lamento que haya sido tan abrupto para darte la noticia. Mi más sentido pésame. —
—Y-yo… no sé que decir.— Miró a Yuri y miró a Viktor sucesivamente. Nunca había sido unida a su padre y el vinculo de apego y afecto no se había desarrollado en ellos dado que su padre la dejo al cuidado de sirvientes y se había ido a Estados Unidos cuando ella contaba con meses de edad. No podía decir que realmente estaba afectada en lo emocional o que siquiera lamentaba lo sucedido. Sólo podía mostrar su autentica incertidumbre porque no sabía que pasaría  con ella en esos precisos instantes.
—Iré contigo. Porque si tu padre firmó algún acuerdo con aquel vejestorio de D`Arth, su socio, para un compromiso contigo, todos los títulos que posees serán desgastados por un burgués. No permitiré que eso suceda a la familia aunque mi misma querida familia me haya desvinculado de ellos.—
—¿Qué propones?—
—Puedes casarte conmigo y así los títulos quedan en familia.—Yuri sonrió burlón ante esta propuesta repentina que notoriamente no era seria. —O puedes hacer valer tus derechos y hacer uso de ellos empoderandote como ser apto para poseerlos sin necesidad de estar casada con alguien para llevar un adecuado uso de ellos.
—…— Volvió a mirar a cada uno.

Sí, era tonta. Porque toda su vida había sido independiente a su modo pese a que su padre estuviera rigiendo su vida en los dos últimos meses, y, ahora, que podía hacer valer todo sin el régimen de nadie de pronto estuvo más tentada en decirle a Yuri, su primito, aquel a quien veía como su hermano, que se quedase con todo porque ella no se veía capaz de tanta responsabilidad. No se veían tomando tan alto desafía pese a que de hace años lo manejaba.

—Decepcionante— soltó un suspiro.
—Hace unos minutos sólo era una chica que viajaba por solicitud de su padre y, ahora, en medio del viaje, me abordan mis familiares para comunicarme que el motivo de mi viaje ha fallecido...
—Señores, sus pedidos.— El camarero apareció dejando en silencio a todos. Sirvió todo, anotó el pedido de Viktor y prontamente se fue.
Yuri tomó el vaso de vodka y lo bebió de un sólo trago preocupando al joven de cabellos platinados por su conducta. —Yo creo… Que pese a que siento que lo harás horriblemente mal y que aunque no espera nada bueno lograrás causarme decepción… Si tú te lo propones lograrás llevar toda esa herencia perfectamente bien sin depender de un esposo.—
—¿Eso fue efecto del vodka?—
—No.— suspiró.
—Creo que Yuri dice algo desde el alma y pienso lo mismo. Podrás hacerlo bien.—
—Pero que quede claro, pienso que puede pero que de todos modos necesita consejeros adecuados para llevarlo a cabo. Por ningún motivo creas que la loca de Maribelle puede aconsejarte. Para eso estaré yo… o Viktor… o Erwin si es que todavía existe.—
—Estos asuntos deben ser tratados sólo por miembros de la familia.— Dijo Lana, seria y fría. Cosa que sorprendió a los otros dos pues la conocían y sabían que era mucho de escuchar a Erwin Smith y dejarlo descartado por ella misma fue algo que a ambos los dejaba en shock.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Cho on October 23, 2017, 12:34:04 AM
Tengo que apurarme... ya no falta mucho...
Lo que está en cursiva es un flashback.

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El bote donde las mujeres y los niños pudieron subir descendió lo suficiente como para ya no ser visible ante quienes lo miraron partir, y era evidente que se encontraba sobre el mar por cómo se estaba por proceder a alistar un bote más para la evacuación.

Para los dos hombres del grupo, observar a sus compañeros desaparecer en las penumbras fue un evento sumamente silencioso y calmado… y un silencio que Natsume ya no tuvo por qué aguantar porque sabía que no tenía que contener su temor luego de que esos pequeños estuvieran a salvo.

De un momento a otro, Sterk notó a Natsume alejarse primero a pasos lentos, y luego casi al punto de correr, por lo cual le siguió para no perderlo de vista.

“Natsume, espera,” le llamó, pero ello sólo aceleró al chico, quien terminó por entrar a un pequeño callejón entre estructuras en la cubierta. Ahí, el pelirrojo bajó su mirada al suelo mientras se congeló por un pánico interno que empezaba a manifestarse. Sterk llegó a alcanzarle y pudo comprender por lo que estaba pasando. Aquel calmado y experimentado viajero seguía siendo muy joven, después de todo. “Tranquilo…”
“¿C-cómo se supone que me tranquilice? Esto es real, es muy real…” dijo apresurada y torpemente, mientras sus brazos se tensaban por no saber si comprimir los puños o agarrarse la cabeza en plena histeria. “Estos marineros nos van a dejar morir aquí… todos nosotros estamos condenados…”
“Ya basta.”
“¡N-no puedo sobrevivir esto, Sterk! ¡Hay muchas cosas que puedo hacer pero tengo cero experiencia con el mar! Y-y es muy frío… i-imposible…”
“Natsume,” Sterk le agarró de los brazos para que le mirara. Ahí, el menor notó que el otro tampoco se encontraba completamente calmado, aunque sí se veía decidido a hacer todo a su alcance. “Yo tampoco puedo hacer imposibles, pero no es para rendirnos tan fácilmente.”
“P-pero…”
“…” le pesó hacerle una pregunta. “Tú… ¿sabes nadar?” le vio asentir, lo cual le trajo cierta tranquilidad y dio un suspiro aliviado. “Entonces sí podemos intentar hacer algo.”
“¿D-de qué hablas…?”
“Es evidente que el mundo no se olvidará de nosotros. Nos rescatarán…” hizo una pausa y su expresión se cubrió de una pesada sombra. “Pero no será perfecto. Tomará tiempo, mucho tiempo por la hora que es, pero lo harán. Hasta entonces… sólo tenemos que permanecer a flote.”
“…” Natsume le miraba atentamente mientras trataba de recobrar la compostura. En plena incierta situación, las palabras del mayor le daban una mínima esperanza.
“Tengo algo de experiencia en condiciones agrestes. Si tenemos suerte, podemos hacernos de una superficie para flotar, pero necesitaré tu ayuda. Hay que reunir algunos materiales, y esperar que el barco nos provea el resto más tarde. Si podemos resguardarnos de las condiciones, estaremos bien, ¿has entendido?”
“…” asintió mínimamente.
“Pero necesito tu absoluta cooperación, y que creas en lo que hacemos. Ahora no es momento para rendirse.”
“…lo entiendo,” Natsume asintió con más energías, y tensando su expresión. Al saber que no estaba solo, sintió que los ánimos regresaron a su cuerpo.
“Vamos, no sé con cuánto tiempo contamos.”

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“Vaya… por un momento pensé que no le dejarían abordar,” comentó Higekiri con aquel relajado e irrelevante tono que le caracterizada, sin inmutar su sonrisa.
“E-ehm…” Almaz se sorprendía de verle completamente inafectado considerando su decisión de quedarse dentro del barco.

Ambos regresaron a uno de los pasillos no muy lejos de la salida a cubierta, donde podrían hablar a solas brevemente.

“En fin, mi hermanito se encuentra a salvo, así que ya no tengo ningún otro asunto que atender,” dijo con completa calma, y miró al otro fijamente. “Eso dice exactamente lo mismo de ti.”
“¿P-perdón?”
“No tienes más trabajos que hacer por mí, lacayo, así que me toca relevarte de tu puesto.”
“¿Q-qué? ¿C-cómo…?”
“¿Pero estás seguro que tienes tiempo para cuestionarme? Estaba convencido que tú sí querías vivir.”
“Ehh… p-pero usted dijo que me tocaba seguirles…”
“No, en verdad no me importa mucho lo que decidas hacer. Nadie se lleva a sus lacayos al más allá, y soy más individualista de lo que parezco como para tener compañía,” le restó importancia.
“P-pues…” eso no le costaba creer en lo absoluto, especialmente con Hizamaru fuera del mapa. “P-pero… podemos sobrevivir esto, no es imposible. ¿No quisiera intentarlo?”
“No, conozco mis límites, y prefiero una tranquila muerte que un agonizante destino en el cual muy probablemente no saldré con vida,” resumió con simpleza. “Mi vida siempre ha sido muy cómoda y no tengo experiencia ni con el mar ni el frío. Tú, en cambio, vienes de Rusia y te dedicaste a pescar en las crudas condiciones de Siberia durante tu niñez, si mal no recuerdo.”
“S…sí…” debía admitir que le sorprendía saber que su señor recordaba aquello.
“En el caso que no tengas habilidades, al menos cuentas con una resistencia al clima. Pero no pienso decir más que ello, me estás quitando tiempo valioso, lacayo,” se encogió de hombros.
“P-pero…” Almaz bajó su mirada. Le sabía mal simplemente abandonarle.
“Me conoces como para saber que no cambiaré de parecer,” Higekiri pretendió caminar para irse, pero entonces se detuvo. “Aunque, sea como sea que pienses sobrevivir, si lo haces, tengo un último pedido que hacerte.”
“C-claro, ¿de qué se trata?”
“Mantenle un ojo a mi hermanito y continúa ayudándole. Me da la impresión que él no se cuidaría bien por su cuenta. Eso es todo.”
“Sí, entiendo…” por más que no cambiara la realidad, Almaz se sintió un poco más en paz por saber que tenía una importante misión, e hizo una reverencia. “Lo haré por los dos, porque ustedes siempre han sido amables conmigo y les debo mucho más de lo que puedo imaginar.”
“Eres un buen chico,” Higekiri le miró de reojo y sonrió con aprobación. “No hicimos mal en contratarte hace varios años. En fin…” le dio la espalda y continuó caminando hacia el interior del barco. “Continúa con tu buen trabajo.”
“Sí, muchas gracias por todo.”
“Claro, tú también, Almaz…”
“¿Eh?” este se sorprendió por escuchar a su superior llamarle por su nombre, aunque Higekiri continuó caminando y generando mayor distancia entre los dos. Al subordinado sólo le tocó apreciar el último gesto de aquel complicado y caprichoso señor que fue tan valioso para él, y dar lo mejor con tal de mantener su palabra.

Era el momento de afrontar la realidad con la frente en alto.

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Había sido un rato desde que Sterk y Natsume decidieron trabajar juntos, y su búsqueda les llevó por los interiores del barco, hasta alcanzar una enorme y refinada cocina. Entre los insumos e impecable infraestructura, ellos llegaron a ubicar algunos objetos de interés.

“Las cortinas, ¿cierto?” preguntó Natsume.
“Sí. Tenemos que ubicar algunos mandiles o uniformes también. Lo que sea que podamos emplear como sogas en caso que los almacenes de la tripulación más abajo estén cerrados,” le indicó Sterk.

El ambiente donde estaban sí prometía varios posibles instrumentos, aunque los contenedores y alacenas se encontraban cerrados con llave. Luego de ayudar al mayor con una cortina, Natsume divisó una cuchara grande de metal que podía usar como una palanca e intentó abrir uno de los clósets más grandes.

“Demonios, es muy duro…”
“Permíteme,” Sterk movió al otro a un lado y procedió a dar algunos golpes a las puertas. Ello causó un gran estruendo y algunas hendiduras en las puertas, aunque el cerrojo no daba señales de debilidad.
“E-espera, iré a ver si encuentro algún alambre por ahí. Puede que llegue a abrirlo…” Natsume dio una mirada rápida y cayó en cuenta que los anillos de las cortinas podrían emplearse, aunque no sabía sí eran lo suficiente delgados y maleables para la labor.

Todo ese estruendo terminó por alertar a un miembro de la tripulación que acudió a la cocina.

“¡¿Qué está sucediendo aquí?!” les reclamó. “¡Esta zona está fuera de sus límites!”
“Tsk, déjanos en paz,” Natsume entrecerró los ojos. “¡El maldito barco se hunde!”
“¡No les dejaré dañar esta propiedad de White Star Line! ¡Están en serios problemas!”
“Esto no es por gusto, entiéndalo,” reclamó Sterk. “Tenemos que idearnos un intento de salvar nuestras vidas, nada más. Nadie va a volver a usar esta cocina.”
“¡Silencio! ¡T-tengo que llamar a seguridad para que los pongan en su lugar!” gritó. El trabajador estaba con los nervios de punta y temblando muy ligeramente. Era evidente que trataba de negar la cruda realidad, o que se había convencido a todo costo que debía mantener su rol impecablemente hasta el final, por más que el mundo se estuviera desplomando a su alrededor. Los otros dos sabían que no podrían argumentar con él.

Y entonces, ellos se sorprendieron cuando otro pasajero llegó desde detrás del trabajador y le dio un fuerte puñete en el rostro que lo envió al piso. Era un señor adulto de tercera clase acompañado de un temeroso joven adolescente que se encontraba en shock.

“¡Déjelos en paz, imbécil!” le reclamó. “¡Están intentando salvarse! ¡Idiotas como ustedes nos van a matar a todos si continúan con estupideces!”
“¡¿C-cómo se atreven…?!” el trabajador exclamó, aunque se acobardó por verse rodeado, por lo cual se fue corriendo con la intención de reportarlo. Con su retirada, el adulto se acercó hacia los otros dos.
“Ya se fue…” negó ofuscado. “Al menos les libré de él.”
“Gracias, aunque golpearle puede que no haya sido necesario…” Sterk seguía confundido.
“Si él no lo hubiera hecho, habría sido yo. No me faltaba mucho…” Natsume se encogió de hombros. “Gracias por la ayuda. ¿Y bien?” alzó una ceja. “¿Qué se te ofrece?”
“…” ese señor bajó sus energías y, sorprendentemente, terminó de rodillas ante ellos en un gesto de desesperación. “Les oí, y es claro que tienen un plan… por favor, ayúdennos.”
“…” Sterk se sorprendió y pasó a mirar al chico que observaba al señor, asustado y afligido.
“Mi hijo… lo llevé para que subiera a un bote, pero le rechazaron…” confesó el mayor con amargura. “Él parecerá mayor, pero acaba de cumplir doce el mes pasado… por favor, si no quieren ayudarme a mí, al menos ayuden a mi hijo.”
“Tsk…” Natsume frunció el ceño. Ese chico era apenas dos años mayor que Luso, y era evidente por su expresión que seguía siendo un niño por dentro… aunque tampoco era factible asistir a alguien más cuando los dos bien ni podrían ayudarse a sí mismos…
“…espero que sepan nadar,” dijo Sterk, quien recibió una mirada confundida del pelirrojo.
“¡S-sí, ambos sabemos, somos de una ciudad costera…!”
“…no les garantizo nada, pero quédense con nosotros. Nos ayudaremos mutuamente.”
“¡Gracias, muchas gracias!” el señor se levantó como resorte y agarró las manos de Sterk con fuerza y temblando. Entonces, se volteó a su hijo. “Ven, ven a agradecerle. Estará bien, lo juro, tú tranquilo.”
“…” Natsume miró hacia Sterk con gran incredulidad y casi desconociéndole, pese a que aquel individuo de primera clase no había dejado de demostrarle una admirable y humilde humanidad desde que cruzaron caminos por primera vez.
“No te inquietes. Ya te lo dije. Haremos lo posible…” le dijo Sterk tranquilamente y muy decidido. “Y tenemos que darles el alcance.”
“Sí…”

Iba a seguir una breve explicación de lo que hacían, además de rápidas introducciones, y el ahora grupo de cuatro continuó con su labor.



“Hmhm…”

Higekiri observó lo sucedido con leve entretenimiento desde la entrada, y se topó con ese trabajador al cual decidió darle una amenaza adicional con tal que no fuera a interponerse más en el camino de quienes sí intentaban vivir. Él pensó brevemente en una reprimenda de parte de su hermanito por no comportarse y andar aterrando a otras personas, lo cual dibujó una sonrisa en su rostro y le hizo reír para sus adentros.

Siguió caminando mientras, extrañamente, un recuerdo de hace pocos días surgió en su mente.

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Tras el pedido de hablar a solas de parte de la damita, Higekiri la dirigió a una de las barandas en la cubierta, donde tendrían privacidad y una agradable, aunque oscura, vista hacia el cielo nocturno.

“Pues…” Ayesha comprendió que el otro se encontraba esperando a que hablara mientras miraba perdidamente hacia el firmamento. “Gracias por acceder… sólo tengo una pregunta que hacerle.”
“Dime.”
“V-verá…” ella dio un suspiro con tal de armarse de energías para preguntar. “Desde que tengo uso de razón, por más de contar con el apoyo de mis padres, el mundo siempre me ha hecho recordar que una dama como yo no puede apuntar a ser una reconocida científica, ni alguien realmente independiente… aun así, he tomado la oportunidad de viajar a América en busca de todo ello…” bajó su mirada hacia el mar, y sonrió un poco. “Fue entonces que escuché sobre usted y su hermano. Es increíble todo lo que ustedes han podido lograr en pocos años y sin antecedentes en nuestro lado del mundo. En verdad, ambos son una gran inspiración para mí, y pensar en que los dos desafiaron a la sociedad y los estándares y triunfaron en sus metas me llena de grandes esperanzas…” llevó sus manos a su pecho a manera de calmar una aflicción personal y mantener su delicada y firme compostura. “Señor Genji… si no es inapropiado de mi parte, quisiera que me diera alguna enseñanza para continuar afrontando mi propio camino… quisiera ser valiente como ustedes y abrir mi propio rumbo, también ser un ejemplo para mi hermana menor… aunque…” volvió a bajar su mirada, torturada. “Quizás sea muy pretencioso de mi parte, como la dama que soy… nuestras circunstancias son también muy distintas…”
“¿Acaso ello significa que has admitido una derrota?”
“¿Eh?” ella se afligió y se sorprendió por dicha pregunta. Observó la tranquila sonrisa del mayor mientras mantenía sus ojos fijos hacia las estrellas de la noche.
“Tienes mucha razón, nuestras vidas son incomparables. Sin embargo, existe algo demasiado básico que terminará siendo lo más importante al momento de definir el triunfo o la futilidad de uno mismo, y suena a que no estás consciente de ello.”
“…” le escuchó atentamente, intrigada.
“La fortaleza que buscas viene únicamente de ti. Se deriva de la valentía de creer con decisión y seguir tus propias metas, sin importar lo que el mundo diga. Es sólo ese sentimiento seguro y firme lo que te guiará, y ello derrota a muchos otros que pueden contar con riquezas o el género que no posees. Ello es porque lo más ínfimo e intangible termina siendo lo más poderoso dentro de este mundo, ya que nadie lo puede comprar ni adquirir por medios indirectos e impersonales.”
“…”
“Yo mismo vengo de una realidad infestada de impotencia de mi país de origen, donde a lo mucho iba a representar un ícono de lo que una vez significó mi familia, por mi clase. Sin embargo, por más que todos insistieron en que nos quedáramos en Japón y viviéramos una vida impuesta, tradicional y abundante, mi hermanito y yo no creímos en ello, y optamos por seguir lo que sí significó todo para nosotros,” sonrió con un leve indicio de alegría al pensar en el menor. “Él ve valor en este mundo y en nuestra presente realidad, y yo creo firmemente en sus convicciones. Por ello mismo, todo sacrificio y penurias valieron mucho más que una vida segura y calzada a nuestra medida por otras personas.”
“…” Ayesha asintió, impresionada y conmovida por el relato del mayor, y desvió su mirada. “Es… valiente, sin duda. Yo no sé si tengo la fuerza de ustedes… hay mucho que perder.”
“Si fueras a dar todo de ti, vivieras del modo en el cual siempre quisiste, y terminaras por fallar, ¿te arrepentirías?”
“P-pues…” ella se puso a pensar.
“¿Te gustaría más estar sujeta a lo que otros dictaran sobre tu vida y te impusieran en rol de ama de casa sin permitirte seguir con tus estudios, siempre y cuando eso signifique una estabilidad económica y social?”
“E-ehh…” puesto de esa forma, Ayesha sintió una gran inquietud y rechazo a la idea.
“Entonces veo que entiendes lo que digo,” él le miró de reojo. “Y no eres sólo tú. Todos aquellos pioneros científicos tuvieron que exponerse ante excomulgaciones, condenas, martirios y rechazos, pero vivieron a plenitud y alzando sus descubrimientos como sus estandartes. Incluso si luego varios de ellos terminaron con descubrimientos probados erróneos siglos más tarde, el avance que realizaron en las ciencias es lo que marcó el camino hacia el desarrollo y el mejoramiento de la humanidad. Incluso si aquellas teorías de las cuales estuve hablando con tu tutor fueran incorrectas y los átomos no se asemejan a órbitas espaciales, el sólo creer en ello significa el mundo para muchos, y el punto de origen en un plano cartesiano que da dirección y posición para continuar avanzando.”
“…” Ayesha asintió, impresionada y fascinada por el mensaje que recibía.
“Por ello… aquellos que simplemente se dedican a creer conforme avanzan en su vida son a quienes considero el futuro. Aun si uno fuera a fallar en su camino, vivir siendo honesto es lo realmente valioso. Por ello quisiera que elijas sabiamente,” le encaró directamente, mientras continuaba con su tranquilo discurso. “Puedes escoger un camino modelo, continuar con una línea punteada y apuntar por el cariño y aprobación de otras personas, o más bien puedes abrir tu propio camino, apoyar tus creencias, y apuntar por la auto-realización y el respeto de los demás.”




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La tranquila caminata de Higekiri le llevó de regreso a un punto de partida, al lugar donde se había encontrado con Keithgriff por primera vez, y justamente donde aquel científico se ubicaba a solas fumando un cigarro y disfrutando de una bebida que había agarrado de esa misma barra. Aquel miró de reojo al recién llegado inmutado.

“Espero que no estés con ganas de hablar,” le dijo indiferente.
“Tú no te ves del tipo que aprecia compañía,” Higekiri comentó suavemente, sonriendo. “Descuida, tampoco ando de humor para ello. Aunque, ya que estoy aquí, quisiera hacerte una pregunta.”
“¿De qué se trata?”
“¿Cómo así decidiste cederme tu boleto a la salvación?”
“…” le miró con leve hastío y tomó un sorbo de la bebida antes de continuar. “Soy un vejestorio, y el mundo no necesita más de mí que lo ya escrito en mis libros, y sabido desde hace muchos años. Incluso en la ciencia, todos los últimos avances de los átomos y teorías sobre partículas subatómicas me son salvajes e incompatibles. Prefiero que alguien que sí pertenece a esta revolución científica y social sea quien sobreviva. Es así de simple.”
“Es una visión interesante,” rió para sus adentros y caminó como quien daba una vuelta con suma distracción por ese amplio y vacío espacio. “Heh…”
“…” el científico vio a aquel hermano mayor sonreír con una extraña y maligna sonrisa.
“Eres un increíble sádico, ¿lo sabes?” le preguntó, mirándole fijamente.
“¿De qué tonterías hablas?”
“Ponte a pensarlo. Te acercaste para darme la obligación poseer un boleto para salvar mi vida y te fuiste sin más. Yo, rodeado de otras dos personas con las mismas e incluso mayores inquietudes sobre una prematura muerte, tuve que decidir cómo usar ese único pase,” se encogió de hombros y continuó hablando con una iluminación temible en sus ojos. “Fue un juego cruel y sinceramente encantador, si me permites. De encontrarme con un digno allegado a quien consideraría mi igual, fácilmente me hubiera venido con el desencadenante de retarle a un duelo a la muerte por el derecho de salvarse. Por otro lado, de ser alguien más, habría tomado el boleto y huido antes de que los demás se percaten de mi ausencia. No me importa la mayoría de personas, de todos modos.”
“…”
“Pero mi hermanito estaba a mi costado, quien trataba tan inútilmente de convencerse que quería morir junto a mí. En verdad no pude negarle aquella única oportunidad.”
“Eso me deja saber que eres un humano, pese a todo.”
“Hmhm~” Higekiri le miró con gran intensidad, y habló con una voz pausada que arrastraba las palabras. “Y tú eres un demonio. No habría tenido problemas partiendo a alguien como tú en dos con mi propia espada… lástima que ya no la tengo…” luego de aquel bizarro comentario, dejó su actitud conflictiva de lado y rió para sus adentros para descargar su estado anímico. De ese modo, volvió a su usual cordialidad. “En fin, no puedo realmente molestarme contigo, ya que sí me permitiste salvar algo de esta situación. Y sin duda mi hermanito lo valía más. Él cree firmemente en todo lo que hemos hecho y tiene una visión proyectada hacia lo que viene más adelante,” se encogió de hombros con una ligera frustración. “Por otro lado, de haberme salvado, yo habría perdido a lo único en lo que creo, y que todavía significa algo para mí. Desde hace tanto tiempo que me considero anticuado y atado al pasado, tal y cómo tú te ves a ti mismo.”
“…” Keithgriff le miraba atentamente, inmutado por aquella persona desequilibrada frente a él. Ya a su edad y por su profesión, no era el primer loco con el que trataba. “Entonces estamos en las mismas. Y para tu información, te di ese pase porque eres el líder de tu familia y obviamente tu hermano no habría podido lidiar con esa misma presión.”
“Ese es un punto muy válido. Entonces debo sentirme agradecido, ya que sí imagino que se hubiera desmoronado de haber participado en dicho juego,” comentó con gusto y alegría.
“¿Le dijiste la procedencia de dicho boleto para abordar?”
“No, darle información hubiera hecho más difícil su decisión de abandonarme. No se lo comenté a nadie.”
“Ya veo…” volvió a tomar otro sorbo de su bebida. “Entonces no existe forma alguna en la cual los sobrevivientes sepan qué terminó ocurriendo conmigo,” negó ofuscado. “Esas niñas terminarán corriendo de un lado a otro buscando a un fantasma…”
“Sobre tus pupilas, las vi abordar al bote del costado. Se encuentran a salvo.”
“No que no lo hubiera esperado, pero es un alivio saberlo,” llevó el cigarro a sus labios para concederse una inhalada.
“Aunque me entretendré con lo que acabas de decir. Pensar que ellos no sabrán la verdad. Ni ellas sobre tu destino final, ni mi hermanito comprendiendo cómo así existió dicho boleto que salvó su vida,” sonrió tranquilamente. “Serán incertidumbres que los tres deberán aceptar y superar con el paso del tiempo…”
“La vida juega fríamente…”
“Tal y como tú,” Higekiri le miró de reojo. “Te dejaré solo, no tenemos más que compartir. Iré a dar un paseo mientras admiro mi corta libertad. Pero antes… ya que ando libre, quisiera que me concedieras uno de tus cigarros.”
“…” Keithgriff alzó una ceja. “Nunca has fumado. No te gustará.”
“Ese no es tu problema, ¿verdad?”



El tiempo siguió con su curso, el agua continuó escalando dentro del barco, y las vidas de cada uno de los todavía tripulantes del transatlántico se tornaron mortales, efímeras, y absolutas…
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Eureka on October 25, 2017, 10:41:00 PM
Ayer tuve grabación de 12 horas y hoy clase desde las 8, siento que me muero





1st night




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“¡Kanan!”

Ni bien ingresó a la recámara, las voces preocupadas de sus amigos le dieron la bienvenida. Allura y Souji se habían adueñado de las camas superiores, así que Dia y ella estaban resignadas a las inferiores.

En esos instantes, se arrepintió de haber corrido a la capilla en busca del piano en vez de acompañar a su grupo a acomodarse. Podría haberse asegurado una de las camas superiores del camarote…

Pero de ahí recordó que había conocido a la señorita O’Hara y bueno, el arrepentimiento le duró poco.

“Felizmente te acordaste del número de nuestra recámara.” Allura le sonrió.
“¿Estás bien?” le preguntó Dia, curiosa. “Ni bien embarcamos, te desapareciste …”
“Mm, sí, todo bien,” dijo Kanan, y corrió a sentarse a la cama vacía. “Encontré un piano bellísimo en la capilla de primera clase.”
“¿¡Cómo llegaste allí!?”
“Justo da para la cubierta, así que fue sencillo encontrarla. Y no son muy estrictos respecto a la gente que se toma un paseo por allí, así que pasé desapercibida.”
“Mm…” Souji la observó desde su posición en la cama superior en frente de ella. “¿Y eso fue todo? ¿Te quedaste allí hasta ahora?”
“Cierto, han pasado un par de horas desde ese entonces.”
“Pues…” Kanan se sonrojó.

Sus preferencias nunca habían sido repudiadas por Allura, Dia o Souji. Al contrario, los tres le demostraban su apoyo continuamente. El ambiente bohemio de su antiguo trabajo había sido uno de los factores principales que influyó en la actitud positiva de los tres frente a algo tan peculiar como lo era las parejas del mismo sexo para ese entonces. Las cosas que se veían dentro del cabaret obligaban a sus miembros a poseer una mente más abierta de lo normal.

Por ese lado, no había problema. Pero Kanan se había adelantado a los hechos al invitar a Mari a pasar la noche con ellos, sin saber realmente qué es lo que el grupo quería hacer en la noche. Después de todo, Allura aún no estaba de ánimos como para bailar y divertirse un poco en el salón, puesto que parecía continuar de luto por su amante. Las intenciones de Kanan, por supuesto, eran buenas: pensaba que tal vez un poco de festividad ayudaría a distraerla un poco. Pero en el caso de que Allura no lo tomase así, Kanan no estaba segura de que Dia y Souji (e incluso ella misma) fuesen capaces de abandonarla a su suerte mientras ellos se iban a pasar un buen rato. Dejarla sola no era una buena idea, realmente.

Sin embargo, le interesaba mucho conocer más a Mari. Y la rubia se había mostrado muy feliz por la invitación, así que no podía retractarse.

Sólo esperaba que sus amigos lo aprobaran, puesto que además de las circunstancias, Mari era una joven de clase alta, lo que inevitablemente les hacía recordar el caso de Allura.

“No fue todo. Conocí a alguien.”
“¡Oh, qué espléndido! ¿Quién es la persona afortunada?” contra todo pronóstico, fue Allura quien dijo esas palabras. Su emoción dejó un poco descolocada a Kanan, pero ella hizo a un lado su confusión para contar los hechos.
“Se llama Mari,” dijo Kanan. “Ella… me encontró en la capilla. Pero optó por quedarse a mi lado, en vez de avisarle a los sargentos de armas sobre mi presencia.”
“Bueno, si hubiese estado en su lugar, yo también me habría quedado. Tus composiciones son bellísimas, Kanan.” Souji le sonrió, mientras se incorporaba para sentarse en la cama. Kanan le devolvió la sonrisa, sintiéndose muy halagada por las palabras de su amigo.
“¿Era… de primera clase?” preguntó Dia, un poco preocupada.
“Sí,” admitió Kanan. “¡P-Pero no se preocupen! Se veía muy sincera. Fue agradable compartir un momento con ella. De hecho… la invité… a pasar con nosotros la noche,” dijo, un poco tímida.
“¿¡Qué hiciste qué!?” preguntó Dia, visiblemente exaltada. “¡Kanan! ¡No puedes planear algo sin preguntarnos antes! Ni sabes qué vamos a hacer…”
“¿Qué fue lo que le dijiste?” preguntó Souji. A diferencia de Dia, él se veía sumamente tranquilo.
“Camino a la cubierta de paseo, oí a un par de pasajeros que comentaban que harían lo imposible por mantener un ambiente festivo durante todos los días. Hay un salón en la cubierta D, donde planean realizar fiestas todas las noches. Sé que no es el lugar indicado para una joven como ella, siendo de clase alta y gustos refinados, pero la invité, y me sorprendió su respuesta. Se veía muy entusiasmada con la idea. Pero más que eso, sé que no debí… ofrecerle algo así, considerando cómo estamos de ánimos.” Kanan miró hacia arriba, pensando en Allura. No le podía exigir que las acompañase y, de hecho, eso aplicaba a todo el grupo: eran libres de pasar la noche como ellos deseaban. “Lo digo más que nada por ti, Allura. Y claro, por ustedes también…” Kanan suspiró. “No hay problema si no quieren—”
“¿Quién ha dicho eso?” Souji rio. “Me ganaste, porque justo les iba a sugerir eso, ni bien regresaras.”
“¿Y Allura—?” intentó decir Dia, pero Allura la interrumpió.
“No. Yo… no quiero seguir así. Estoy segura de que Jay hubiera deseado verme más animada. He escapado del duque, estoy viva, y estoy con mis amigos. Es motivo para celebrar.” Allura se dio a sí misma una pequeña pausa, y soltó un suspiro. “Kanan, no me parece que planees sin tomarnos en cuenta, pero gracias por sugerir la idea.”

Allura bajó de la cama por las escaleras, y tomó asiento al lado de Kanan, con una gran sonrisa en su rostro. Sus ojos, sin embargo, hablaban sobre otra historia: los bordes rojos y el rastro seco de lágrimas eran indicios de algo que Allura quería esconder. Pero si su amiga insistía en ir a celebrar con ellos, era por algo. No podía darle la contra.

Kanan la abrazó, estrujándola con todas sus fuerzas. Esperaba poder transmitirle aquello que no podía decirle con sus palabras.

“Gracias. Y discúlpenme por planear sin ustedes.”

Souji y Dia sonrieron. Se apuraron en unirse al abrazo de sus amigas, aliviados de ver mejor a Allura. Todos compartieron el entusiasmo de la inminente fiesta, dispuestos a pasarla a lo grande.

“¡Pero cuéntanos todos los detalles!” le urgió Allura.
“Sí, no nos has dicho nada sobre la misteriosa joven… ¿Mari, no?” dijo Souji.

Kanan asintió, dispuesta a recapitular lo que había sucedido aquella tarde.

 

   

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Dia, Souji y Allura le sugirieron ir con ella al encuentro de Mari, pero Kanan insistió en ir por su cuenta. Además de ser riesgoso que los cuatro, siendo pasajeros de tercera clase, estuviesen por la cubierta de paseo exclusiva para primera clase; estaba el hecho de que verlos a todos juntos podía intimidar a Mari. Por la poca interacción que habían tenido, podía intuir que la rubia no había tratado mucho con la gente de clases inferiores a la suya, así que prefería que el proceso fuera de a pocos. Le quedaba claro que el salón común de tercera clase, con su algarabía, música y ambiente festivo, le chocaría de todas formas, pero tal vez junto a alguien con quien había tratado en una ocasión pasada… sería más llevadero.

Cuando la vio a lo lejos, se le escapó un suspiro muy hondo.

Mari portaba un elegante vestido de noche oscuro, con brillos que resplandecían gracias a las luces de los faroles del pasillo. Sus joyas eran sumamente sencillas, por más ostentosas que fuesen: un collar de oro y aretes a juego. Llevaba el cabello recogido en un moño, y contaba con guantes que llegaban a pasar sus codos.

Por un instante, se sintió muy consciente de su propia ropa. Para pasar desapercibida por la cubierta de paseo, portaba un atuendo muy similar al del día anterior: camisa holgada, pantalones con tirantes y una gorra para esconder su cabello.

Sus vestimentas eran harapos en comparación a las de Mari.

No sentía envidia, realmente. Sólo le había chocado la diferencia de clases. Sin embargo, debía aceptar que tal vez no se sentía tan digna de acompañar a una mujer de tal porte. Más aun, cuando tomaba en cuenta el evento al que iban.

Pero toda duda se disipó de su mente cuando sus miradas se cruzaron y Mari se le acercó rápidamente.

“¡Señorita Matsuura!” la llamó Mari, y ni bien se encontraron a medio camino, la rubia la tomó de las manos. “Gracias, una vez más, por acceder a acompañarme durante el viaje. Y por la invitación, por supuesto.”
“N-No se preocupe,” dijo Kanan, estrujando sus manos en el agarre. La seda de sus guantes era fina y muy suave, y Kanan concibió la idea de tomar su mano por el resto de la noche.

Le costaba recordar que, aún a pesar de todo, la situación era riesgosa. No podía olvidar que Mari era una mujer casada y aunque no tenía ningún tipo de relación romántica con su esposo, el resto de su clase debía considerar que las cosas si iban bien en el matrimonio de ambos. Además, nada podía cambiar el hecho de que Kanan era una mujer. Tal vez la situación hubiese sido distinta de tratarse de un hombre, pero no tenía sentido darle muchas vueltas al asunto.

Lo único que importaba era cuidar las apariencias en lugares como ese, llenos de pasajeros de primera clase. Y lo más importante: saber si Mari también portaba algún interés por ella, o si sólo estaba allí porque Kanan era la primera mujer con la que había interactuado fuera de su círculo social.

Con aquellos pensamientos en mente, soltó las manos de la chica de la manera más sutil que pudo. Se giró, tomando la delantera camino hacia el ascensor que las llevaría a la cubierta D.

“¡Vamos yendo!” dijo, sin mirar hacia atrás. Los tacos de Mari le indicaron que la rubia iba detrás de ella, lo que la llenó de alivio.

Pronto, sin embargo, Mari la alcanzó, y se prendió de su brazo, con toda la confianza del mundo. Cuando su mirada buscó la de ella, encontró que Mari sonreía de oreja a oreja, como si supiera lo que ella andaba pensando.




Las recibió el festivo ambiente del salón común de tercera clase.

El salón, distribuido en pequeñas mesas y espacios dedicados exclusivamente al baile, estaba dividido al centro por una tarima donde algunas parejas demostraban sus mejores movimientos de baile. Cerca de esta tarima, un grupo de pasajeros irlandeses se habían puesto a tocar con sus instrumentos melodías muy alegres de ritmos autóctonos de sus tierras. La gente bailaba en grupos o parejas, mientras que otros tomaban como si no hubiera mañana. Otros pasajeros realizaban apuestas, jugaban a los dardos, entre otras actividades. Había personas de todas las edades: desde niños hasta adultos mayores, y todos con rostros llenos de entusiasmo, celebrando la primera noche en el Titanic con mucha emoción.

Kanan no demoró en hallar a su grupo: lo encontró en una mesa cerca de la barra, compartiendo unas cervezas y conversación muy amena. Se llenó de alegría al ver a Allura riendo despreocupada, una faceta suya que había descartado desde la muerte de Jason. Tal parecía que, poco a poco, estaba recuperándose de aquella pérdida. Y Kanan no podía sentirse más orgullosa. Allura era una de las personas más bellas que había conocido en su vida, y sólo podía desearle lo mejor.

Dia y Souji también estaban disfrutando del momento, completamente enfocados en la conversación que sostenían entre los tres. De vez en cuando daban sorbos a su cerveza, y miraban de reojo a las parejas y grupos que bailaban cerca de ellos.

Souji fue el primero en notar a Kanan y a Mari, y las llamó, extendiendo su brazo y ondeando su mano. Con eso, Kanan tomó de la mano a Mari y la llevó hacia la mesa.

“Ah, llegaste,” la recibió Allura.
“Bienvenidas,” dijo Dia, y alzó su vaso de cerveza en dirección a ellas. Souji fue rápido en procurarles dos asientos libres, aprovechando que un par de amigos de la mesa del costado se levantaron para bailar juntos.

Allí, Kanan se dio cuenta de sus manos entrelazadas, y soltó la de Mari con discreción. No esperó escuchar, en medio del alboroto, una risa muy alegre por parte de Mari. A la rubia se le hacía demasiado sencillo notar su timidez y vergüenza.

Se sentaron, y Allura les extendió dos vasos de cerveza.

“Señores, les presento a Mari O’Hara,” mencionó Kanan, y alternó su mirada entre su grupo y la invitada.
“Un placer,” dijo la rubia, sonriéndoles a todos.
“Es un gusto conocerla al fin, señorita O’Hara. Kanan nos ha hablado un montón sobre usted,” comentó Souji.
“Siéntase en confianza con nosotros. Es la invitada especial de esta noche,” le dijo Allura, sonriendo.
“Muchas gracias,” Mari sonrió. “Más bien, pueden llamarme por mi nombre. Espero que no les cause alguna molestia que yo haga lo mismo con ustedes…”
“Claro que no.” Souji asintió. “Yo soy Souji.”
“Mi nombre es Dia,” dijo, y tomó un poco de su cerveza.
“Y yo soy Allura. Es un placer que nos acompañes hoy, Mari.” Allura sonrió. “¿Tengo entendido de que estás camino a Nueva York por los negocios de tu esposo?”
“Sí, debe cerrar un trato muy importante en Nueva York para poder lograr la expansión de su banco fuera de Europa. Es un tema muy delicado, porque justo hoy nos enteramos de que su competencia está a bordo, y que ambos lucharán por el mismo trato.”
“Oh, qué mala suerte. Espero que de todas formas le vaya estupendo,” dijo Souji.
“Yo igual.” Mari suspiró. “Anda muy preocupado por eso.”
“¿Cuál es el banco de… Lance, cierto?” preguntó Kanan.
“Sí. Es el banco McClain, el nombre viene del apellido de su familia,” dijo Mari.
“¿Creo que tiene una filial en Francia?” dijo Allura. “Me parece haber escuchado de ese banco antes…”
“Sí, hay un par de filiales en París.”
“¿Y tu familia a qué se dedica?” le preguntó Dia. “A-Ah, tal vez fue muy irrespetuoso de mi parte…”
“No, no hay problema.” Mari rio. “Somos dueños de una empresa de automóviles. ¿Vauxhall motors? De seguro han oído sobre nosotros.”
“Son muy conocidos en la industria, de lo que estoy enterada,” comentó Allura.
“Me parece haber visto a varios nobles con carros de tu compañía, Mari,” dijo Souji. “Hay un modelo en especial que es muy popular…”
“De seguro es el Prince Henry. Salió el año pasado, y es el orgullo de toda la compañía.” Mari sonrió, complacida. “¡Pero suficiente sobre mi vida! Me gustaría saber más sobre ustedes,” y aprovechó la pausa para darle un sorbo a su cerveza.
“¿Nosotros?”

Todos se miraron las caras.

Kanan les había pedido que se inventen trabajos, puesto que no quería mencionar su pasado en el Moulin Rouge. Pero la pianista no había tomado en cuenta factores claves: el ambiente festivo, la presencia de alcohol y… la actitud desinhibida que una de sus amigas mostraba ni bien entraba en contacto con la cerveza.

“Oh, todos fuimos trabajadores del Moulin Rouge,” comentó Dia, como si se tratase del clima.

Por unos instantes, Kanan juró haber sentido que el volumen de la música y la algarabía decreció para permitir que todo el mundo escuche el comentario de Dia. Y, de haber estado en otra situación, no le hubiese importado.

¿Pero en frente de Mari? Otra cosa.

Kanan cerró los ojos, sin la capacidad de poder encarar a Mari. Esperó escuchar algún comentario lleno de disgusto, pero nunca nadie la preparó para lo que se venía.

“¿¡QUÉEEEE!? ¿¡EN SERIO!?”

Lo primero que pudo observar cuando abrió los ojos de nuevo fue a Mari, quien se había apoyado en la mesa, sumamente interesada.

“¿Cuáles eran sus trabajos? ¿Todos eran bailarines? ¡Ah, que increíble! Siempre ha sido mi sueño ir a una presentación, y por ello me moría por ir con Lance a París para encargarnos de una de las filiales, pero su padre lo quería a su lado en todo momento.” Mari suspiró, derrotada. “¡Pero cuéntenme todo, por favor!” paporreteó la rubia, sin poder controlarse por la emoción.

Esa, definitivamente, no era la respuesta que Kanan había esperado oír.
“No esperamos verte tan emocionada, si te soy sincera,” dijo Allura, medio confundida.
“¿En serio?”
“Es que el Moulin Rouge tiene cierta reputación,” dijo Souji. “Por su ambiente bohemio… y bueno…”
“Los rumores sobre sus bailarinas,” completó Allura.
“Oh, pero sería muy absurdo que los juzgue por ello. Tomando en cuenta que es gente de mi clase la que forma la mayor parte de su público… ¿O me equivoco?” Mari les guiñó un ojo.
“Eso… es cierto…” Kanan suspiró.
“Pero… puede que esté pasándome de entrometida… Así que sólo cuéntenme si se sienten cómodos con ello.”
“No, no hay problema,” le aseguró Allura, con una sonrisa. “Dia, Souji y yo éramos bailarines,” contó.
“Oh, eso es muy modesto de tu parte,” Dia sonrió. “Allura era el centro de varios de los espectáculos semanales. Todo su público moría por la oportunidad de compartir un momento con ella: era de las más populares bailarinas. ¡Y tiene una voz preciosa!”
“Dia y yo sólo éramos bailarines extras,” contó Souji.
“Pero tenían su público,” mencionó Kanan, entre risas.
“¿Y tú, Kanan?” preguntó Mari.
“¿Y-yo?” tartamudeó, algo tímida. “Eh…”
“Kanan era la pianista, por supuesto,” la interrumpió Dia. “Sus composiciones originales siempre han contado con un toque de belleza muy particular. Le encantaba la improvisación del jazz, así que participaba en los shows. Como parte de la banda, también estaba encargada de la música de ambiente y las presentaciones del cabaret.”
“La escuchaste tocar hace unas horas, ¿no?” preguntó Souji.
“¡Sí! Hace tiempo que no escuchaba melodías tan llenas de vida. Sin duda, tiene un don muy especial.”
“…Dejen de hablar de mí por favor…” dijo Kanan, muy avergonzada.
“Quería proponerles algo. Creo que la mejor manera de conocernos es bailando,” sugirió Souji. Hizo a un lado su vaso casi vacío, y se levantó de la mesa. “¿Les parece si salimos a bailar?”
“¡Claro!” Y Mari se aferró del brazo de Kanan. “¡Vamos!”

Dia, Allura y Souji intercambiaron miradas rápidamente, antes de que el grupo se levantara de la mesa y se dirigiera al podio donde bailaban las parejas y grupos de amigos. En el camino, Souji invitó a una joven a bailar con él, y para cuando llegaron al escenario, cada uno contaba con una pareja.

La tonada movida de los inmigrantes irlandeses era sencilla de seguir, pero Mari y Kanan sentían que contaban con dos pies izquierdos, a comparación de los gráciles movimientos de sus acompañantes. Souji guiaba con facilidad a su pareja de baile, mientras que Allura y Dia estaban en perfecta sincronización, mostrando lo que parecía ser una rutina de baile del cabaret, que además de ir al compás de la música, dejaba en claro la superior habilidad de las mujeres.

Aún a pesar de todo, Kanan notó como Mari se divertía, sin importarle su poca experiencia e ineptitud para bailar melodías irlandesas.

Cuando cruzaron miradas, Kanan supo en ese momento que esa noche sería inigualable.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Arence on October 30, 2017, 01:27:42 PM
"Creo... que se está enojando."

Un arresto apenas eludido, un escondite seguro de pesca detrás de un bote salvavidas roto en la cubierta inferior y muchos intentos fallidos de nudos para línea de pescar después, Haru e Index revisaban su maravilloso y básicamente infalible plan para atrapar al Pez Gigante Alienígena de la Distorsión Mágica.

"Lo hemos picado al menos tres veces…”
“Index-chan, ¿ésa última no fue una ballena?”
“¡Bueno, dos veces! ¡Yo que iba a saber que el señuelo con energía mágica iba a emitir ondas que confundirían a las ballenas!”
“Es un sonido lindo~”

“Lo im-por-tan-te” dijo Index golpeando con énfasis el suelo “es que, primero, ahora sabe que tratamos de pescarlo y segundo, sabe qué señuelo usamos, así que creo que vamos a necesitar otro y a menos de que tengas a un mago calificado y dispuesto a hacer cosas posiblemente ilegales escondido en éste barco, ¡no podremos hacerlo!”

“¡Pero dijiste que iba a funcionar!”
“¡Y tú dijiste que era irresistible!”
“Hmmmmm” Dijo Haru con un puchero. “¡Debería serlo! Es en serio muy bonito... Tan bonito…” Estiró su mano hacia la toca de Index, en donde escondían el señuelo de pesca especial que habían diseñado juntos antes de subir al barco. La mano de Haru se acercó casi hasta poder tocar la tela, pero, en el último momento Index la golpeó rápidamente del camino en un gesto tan ensayado y repetido que continuó la conversación casi sin siquiera notar la interrupción.

“¡Pues no funciona! Tal vez es demasiado intenso, ¿no crees?”
“Hace ping... ping… “ ¡pack! Mano golpeada de nuevo.
“Hhmm. Podríamos intentarlo con algo más discreto. Convencional, tal vez.”
“¡Hnn hnn!” Asintió Haru, emocionado y poniéndose de pie. “¡Tú puedes hacerlo!”
“Eeeeeeee.”
“¿Eres una graaaaan biblioteca, no? ¡Libros de pesca!”
“No, no, soy una biblioteca mágica, ¡a los magos no les interesa pescar, es aburrido!”
“Nnooo, no es aburridoooo. ¿Acaso no nos hemos divertido mucho?” Otro puchero.
“Si si, supongo que no ha sido tan terrible.”
Una gran sonrisa.
“¡Pero no hemos atrapado nada!”
“Una ballena no es nada.”
“¡NO CRUZAMOS EL ATLÁNTICO PARA PESCAR BALLENAS!”

Index se puso de pie de un salto.

“¡Necesitamos inspiración!”

----

“¡Uuaaaargh!” Index se desplomó sobre la mesa, la gran pila de platos vacíos junto a ella se tambaleó pero al final regresó a su lugar.

“¡Uwaaa!” La imitó Haru con mucha más energía y felicidad. Sus platos eran mucho menos considerables.

“¿En qué estábamos?” Dijo Index varios minutos después, aun sobre la mesa y con los ojos cerrados. “Creo que era importante…”

“Hmm.” Haru mecía sus pies bajo la mesa, cosa que debía ser algún tipo de habilidad especial porque no era nada bajito.

“Hmmm.”
“¡¡Hmmmmm!!”

Un gran suspiro salió de ambos, habiendo recordado su situación.

“Haru, ¿crees que los niños pez del espacio como tú en realidad tengan habilidades mágicas ocultas y puedas realizar un ritual para la nueva carnada?”

“Mmmm. No lo sé…”

“Tienes esa…” Index hizo un gesto de disparar una pistola con una mano “cosa en la que controlas a la gente. Suena mágica. Y tu, uh, pariente el pez gigante definitivamente está emitiendo una señal mágica.”

“….no lo séeeeee.”

Index se incorporó de un salto, golpeando la mesa con los puños. Los platos se ladearon de nuevo, al borde del colapso.

“Haru eres un tonto ¡un gran tonto! ¡¡Has sido un mago todo este tiempo!!”

“¿Eeeeeeh?”

“Señorita, le voy a pedir que—“

Index le apuntó al mesero con el dedo, molesta.

“¡Haru! ¡Haz tu cosa!”

Haru, recobrando su alegría, le apuntó al mesero con una jeringa sin aguja llena de agua, mojándole un poco la ropa “¡No molestar!”

“¡No molestar!” Coreó Index. Empeza a acostumbrarse a esto, definitivamente ésta era su parte favorita del viaje. Haru era su mejor amigo, el mejor. No era abuso de poderes mágicos si es un tipo raro del espacio, ¿No? Claro que no.

“¡Y más postre!”

Su. Mejor. Amigo.

El mesero dio la vuelta como en trance y regresó con dos platos de flan. Index le apuntó a Haru con el tenedor y siguió con su conversación con la boca llena.

“No puedo creer que no lo había considerado desde antes. Lo único que necesitamos es un anzuelo de la caja… y que puedas seguir instrucciones por más de dos minutos.” Miró a Haru con sospecha.

“¡Puedo!”
“Sí, claro…”

“Pero pensé que habías dicho que necesitábamos un anzuelo que no tuviera la cosa mágica.” Dijo Haru tras limpiar su plato ahora vacío con la lengua y empezar a buscar en una bolsa que colgaba siempre en su hombro, sacando la cajita donde guardaban los anzuelos y acomodándolos todos en fila sobre su plato sucio.

“Nunca va a picar así. Solo dije que tenía que ser más discreto. Pondremos algo muuuuy sencillo en él, un pequeño hechizo básico de atracción. ¿Crees que necesitemos un nuevo pescador también? No se puede identificarme después de la última vez…”

“Yo teh dhijhe desdeh—“ Index le quitó el anzuelo rojo que se había puesto en la boca, limpiándose los dedos en una servilleta con cara de asco. “¡Te dije desde el principio! No eres mala para pescar, digo pescaste una balle—“

“¡Eso no es importante!”

“—una ballena. Pero necesitamos a alguien con más. ¡Baaahng!”

“Lo intento pero no te entiendo.”
“Alguien con más, ooooouuuhhh~”
“Vas a tener que explic—“

Pero Haru seguía fijamente con la mirada a un chico que salía del restaurante y hacia la cubierta, su largo cabello rojo ondeando tras él. Index miró al chico salir, el anzuelo en su mano y recordó el otro, guardado bajo su toca, igualmente de color rojo.

“Haru, tienes un problema.” Le dijo mirándolo de reojo, divertida.

“Es de familia.” Dijo él, aun un poco ensimismado.

“De familia, huh…” Y se puso de pie enseguida, corriendo tras el chico. Alcanzó a escuchar a un mesero preguntar a Haru por la cuenta, pero seguro él se las arreglaría como siempre.

“¡La casa invita!”

---


“¡Oye, tú! ¿Sabes pescar?”

Una niña pequeña lo molestaba y no sabía que hizo para merecerse tal cosa. Seguramente no le hablaba a él, claro.

“¡Hey, tú, cabeza en llamas! No me ignores. ¡¿Haru en dónde estás?!”

No iba a rebajarse a empujar a monjas diminutas por la borda. No lo haría. No lo haría.

“¡Oye!”

Bien, no, tocarlo era demasiado. Se volteó con su mejor ceño fruncido y levantó los brazos, listo para tomar a la pequeña molestia por los hombros y--

“¡Vamos a pescar!” Grito otra voz aguda desde lejos, y solo alcanzó a sentir un chorro de agua en su cara antes de que todo se desvaneciera.

Despertó sentado en la oscuridad, con una caña de pescar en las manos y una conversación estúpida en los oídos.

“Aun no entiendo por qué a veces bailan y a veces no.”
“¡Porque es divertido!”
“De hecho sí. Muy divertido. ¿Pero por qué no siempre?”
“Si hago bailar al mesero, se le cae el postre.”
“¡¿Entonces es intencional?!”
“¡¿CÓMO SE ATREVEN, PEQUEÑOS ENANOS?!”

Tanto Index como Haru se lanzaron para salvar la caña de pescar que Asch había soltado al levantarse. Confundido, Asch miró a su alrededor. Era de noche. Completamente de noche. Apenas empezaba el atardecer cuando se encontró a los niños en la cubierta.

“… no sé. Qué es lo que hicieron pero—“
“¡A pescar!”

Y agua en su cara.

---

Y despertó sentado de nuevo, con la caña de pescar, la cual soltó de inmediato.

“¡NO SE COMO PERO--!”
“¡UWAA SE CAE!”
“¡A PESCAR!”

Y agua en su cara.

--

“LOS VOY A AVENTAR A LOS DOS POR LA BORDA SE LOS JUR—“
“¡¿POR QUÉ SOLO TRAJIMOS UNA CAÑA?!”
“¡A PESCAR!”

Agua.

--

Muchos gritos. Mucha agua. La caña seguía salvándose casi milagrosamente.

--

Parpadeó un par de veces y analizó su situación. La primera vez los chicos habían seguido hablando tranquilamente aunque ya había despertado. ¿Será que no estaba durmiendo? Definitivamente estaba pasando el tiempo; la luna, casi invisible, se había levantado en el cielo.

Se quedó en silencio, en contra de todos sus instintos, y esperó.

No pasó absolutamente nada.

El chico rubio que insistía en mojarlo por alguna razón que no comprendía, se puso de un salto de repente.  “¡Se acerca!”

“Bieeeeeen.” Dijo la chica, de pie y recargada en el barandal. “Anda, ven a nosotros pececito…”

“… ¿por qué demonios hacemos esto?” Dijo Asch. No lo pudo evitar.

“Oh, estas despierto.” Dijo la chica, poniendo rápidamente una mano en la caña de pescar pero sin quitársela. “¿Qué?” añadió en un tono de voz burlón y desagradable. “¿ahora si vas a cooperar?”

“¿Tengo opción?” Sostuvo la caña con fuerza, tenía la impresión de que soltarla era lo que hacía que perdiera la conciencia. De alguna forma.

Ambos se miraron intensamente.

“Se acercaaaaaaa.” Susurró el chico.
“¿El qué?” preguntó Asch, desviando la mirada por un segundo hacia el mar.
“¡Gané!” Gritó la niña con un salto.
“¡No era una competencia!”
“SE ACERCAAA”
“¿¡QUÉ COSA!?”
“¡PON ATENCIÓN!”
“¡NO ME GOLPEES!”

“ssssse acercaaaaaaaa”
“Voy a soltar ésta cosa, juro que la voy a soltar si no me dic—“
“¡Nonono! Es el pez ¡El pez! El pez que estamos pescando.

“… en un trasatlántico.”
“Es un pez mágico que quiere acabar con la humanidad. No me cuestiones.”
“No la cuestiones” Asintió el chico. “Index muerde.”
“Mucho.”
“¿Pez mágico?” dijo con tal incredulidad en su voz que hasta el rubio la percibió claramente y respondió.
“Del espacio. ¡Como yo!”
“No lo compliques Haru.” Dijo Index, golpeando a Haru también. “Pescamos un pez. Tú ayudas. Y de hecho sí lo estás haciendo, nunca habíamos conseguido que se acercara tan rápido y eso que ni siquiera hicimos el hechizo de atracción en el anzuelo nuevo.”

“… ¿el hech--? ¿En serio planeas que crea esa estupidez?”
“¿Sí? Claro. Mira. ¿Cómo crees que llegaste hasta aquí, huh~?”

…Ok. Buen punto. 

No pasó nada durante algunos minutos. El silencio era tenso.

“Está dando vueltas en círculo. Creo que quiere estar seguro.”
“Bien, bien, todo listo. Escúchame niño bonito—“
“¡¿Qué?!”
“Tienes que ponerte de pie, ya ya ahora. Bien.”

Se puso de pie. Esclavo de una monja que muerde y un rubio del espacio. Claro. Qué más podría pasar.

“En cuanto pique, tienes que dejar que jale la línea, y cuando se relaje empiezas a recogerla rápidamente para que WOA.”

El barco entero se estremeció con un estruendo.

“…se vaaaaaaaa.”
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Isumi on October 31, 2017, 06:27:14 PM
Aun no lo re-leí para corregirlo pero muero de sueño así que posteo así por ahora. En todo caso, ya con esto solo me queda un aporte más y termino el segundo día fuuuuck >__< este mes fue un asco.

(http://i.imgur.com/vXiTbvn.png)
(http://i.imgur.com/ZkCQWvv.png)
(http://i.imgur.com/439lGmI.gif)


Ch. 5


(http://i.imgur.com/aiHsCoq.png)
No entendí qué había sucedido. Hiro yacía inconsciente en el suelo, cuando hacía solo unos segundos se encontraba hablando enérgicamente.
Yo aun estaba sentada en el suelo desde que mis piernas habían cedido, así que corté la distancia que nos separaba gateando. Una vez a su lado, comencé a sacudirlo y a repetir su nombre, pero no había respuesta.
¿Se habría desmayado? ¿Pero por qué?
Pensé en que muchas personas se desmayan cuando ven sangre y enseguida me puse a revisar su pequeño cuerpo en búsqueda de alguna herida, pero nada.
Atrapada por el pánico, pensé que tal vez la herida la tendría yo y comencé a tocarme la espalda y detrás de la cabeza; hasta que me di cuenta de lo improbable que habría sido eso, considerando que no sentía dolor como para tener sangre saliendo de mi cabeza.

Devolví mi atención hacia Hiro: respiraba profundamente.
No había duda, estaba desmayado. No sabía cómo ni por qué, pero era la explicación más lógica.
Lo tomé en mis brazos y lo levanté del suelo, tenía que llevarlo al hospital.
El problema habría sido cargarlo hasta allí. El hospital se encontraba en la cubierta D, nosotros nos encontrábamos en las chimeneas, el lugar más alto del barco y donde supuestamente no deberíamos estar. El único modo para bajar era por las escalas de gato y se me hacía imposible de hacer mientras cargaba con una persona inconsciente. Y sobretodo con un vestido.
No tenía más opción que llamar a algún miembro de la tripulación, probablemente me regañarían por estar allí, pero Hiro era más importante.

Dejé nuevamente a Hiro en el suelo y procedí a bajar a la cubierta y la escena se llevó a cabo como imaginé que sucedería. Un miembro de la tripulación me vio justo en ese momento y comenzó a regañarme.
-Señorita ¿qué hacía usted ahí arriba? Es peligroso para una señorita como usted estar cerca de las chimeneas y…-
-¡Disculpe!- Lo interrumpí acercándome bruscamente. -¡Tengo una emergencia! Mi… ¡mi hermano se desmayó y necesito llevarlo al hospital!-
-¿Su hermano dice?- Me preguntó alterado. -¿Dónde se encuentra?-
-Está ahí arriba. Es un niño muy travieso y me hizo perseguirlo hasta allí… pero luego se desmayó repentinamente y…-
-Entiendo, entiendo. No se preocupe, yo me encargo de él.-
-Muchas gracias.-

Habiendo salido de la situación con una pequeña mentira, sentí que empezaba a aprender una o dos cosas del libro de mi ahora hermano.
El oficial cargó a Hiro y lo llevó con prisa al hospital. Yo detrás siguiéndole me di cuenta de cuantas miradas atraíamos.

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(http://i.imgur.com/03116x4.png)
El encargado del hospital era el Dr William Francis Norman O'Loughlin. Un cirujano de mucha fama que, según me había contado mi padre, empezó a trabajar a bordo de los barcos de la White Star Line desde muy temprana edad, y antes de trabajar en el Titanic, había ejercido en el Olympic. Sabía que podría contar con él pues mi padre lo describía como una de las personas más gentiles y correctas que haya conocido en su vida.

Sabiendo eso, y viendo su confusión al examinar a Hiro, no dudé en preguntarle si no sería el caso de darle una medicina conocida como ‘Spirits of ammonia’, que se usaba para las personas desmayadas.
Él me miró sorprendido y con una sonrisa me dijo que mi hermano no estaba desmayado, que estaba dormido.

Por un momento me quedé callada, incrédula de lo que había escuchado. Y cuando le pregunté qué significaba eso, el doctor me dijo que debía esperar a que Hiro se despertara para estar seguro.
Después de decirme que no me preocupara y que él se encargaría del resto, me invitó a seguir disfrutando del viaje pues no sabía cuando el niño se despertaría.

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Cuando me di cuenta de la hora, decidí dirigirme hacia la habitación que Haru me había indicado antes. Era una suite en primera clase, obviamente. Cualquier persona con semejante diamante a la vista no podía tener otra cosa que no fuese una suite.
Al llegar, una criada me guió hacia una habitación en donde había un sofá y me indicó que me sentara a esperar a la señorita.

(https://i.imgur.com/dYqWPab.png)
Unos minutos después, vi a Isumi llegar acompañada de una niña de cabellos rubios que los llevaba atados en dos coletas y con un vestido de lolita rosa, elegante y lleno de detalles.

-Isuzu, un gusto verte de nuevo.- Comentó Isumi acercándose a mi. Enseguida me levanté y me dirigí hacia ella.
-Ah, eh… sí.- Por alguna razón estar ahí me ponía nerviosa y olvidé por completo cómo se comunicaba con la gente rica. -Perdón por la molestia…- No quería parecer descortés al dar por descontado que el favor que me hacía era gratis.
-¡Para nada! De hecho cuando le comenté sobre ti a mi hermana, se emocionó tanto que se podría decir que el favor nos lo estás haciendo tú.-
-...¿Cómo?-
-Ah, cierto.- Isumi señaló a la niña a su lado. -Ella es Nui, mi hermana menor.-
-Oh, es un placer señorita Nui.-
La niña se acercó a mí y con sus ojos grandes no había dejado de inspeccionarme desde que entró a la habitación.
-Así que tú eres Isuzu eh.- La niña me miraba de pies a cabeza como si estuviese dibujándome en su mente. -Eres perfecta.- Dijo con una sonrisa satisfecha.
-¿Eh? Ah… gr-gracias.- Avergonzada, no sabía donde poner mi mirada.
-Ah, disculpa. Me refería que eres perfecta para el vestido que tengo preparado para ti.- Enseguida se corrigió haciéndome quedar como una estúpida pensando que era un elogio hacia mi.
-Verás,- continuó Isumi. -mi hermana es una muy buena modista. A pesar de su edad, ya le han comisionado vestidos hasta gente de corte.-
-Whoa…- Me quedé sorprendida como esa descripción pudiese quedar con esa inocente niña que tenía delante.
-Exacto.- Nui siguió con una expresión que no parecía importarle la fama. -Y resulta que hace mucho quise experimentar con estilos de otras culturas y creé una pieza muy valiosa… pero desgraciadamente nadie es apto para llevarla.-
-¿Una pieza…? ¿Un vestido?- Pregunté confundida.
-Es un vestido.- Dijo volviendo a su sonrisa anterior. -Pero sería más correcto llamarlo kimono.-
-Ah… ah.- Y entonces entendí todo. Obviamente yo era perfecta para dicha pieza.

Sentí como poco a poco mi rabia comenzaba a subir como si fuera un volcán a punto de erupcionar.
Y antes de dejarlo explotar, decidí hablar. -Agradezco la oferta pero…-
-Isuzu.- Y entonces Isumi me interrumpió, se acercó a mí, me tomó de las manos y con ojos brillantes me dijo: -Estoy segura que te verías hermosa con el kimono que hizo mi hermana.-

Dejando de lado las intenciones de Nui y su sonrisa inocente que no podía ser para nada leída, los ojos de Isumi parecían ser sinceros.
Y entonces recordé las palabras de Hiro.

“Si realmente quieres ser capaz de vivir en un mundo que no hace distinciones entre diferentes razas, debes dejar de considerarte distinta, por más que los demás te vean así.”

Ella sinceramente quería verme con ese kimono puesto, no era porque me considerara una raza inferior ni porque quisiera burlarse de mí. Simplemente apreciaba mis diferencias y quería resaltarlas lo más posible.

Como lo más natural del mundo.

Negarle ese favor sería como negar mi propia raza.

Y me di cuenta que probablemente eso era lo que había estado haciendo hasta el momento.
Al negar mi propio ser, era lo mismo que considerarse inferior por no ser como los demás. Y más me consideraba inferior, más la gente me trataría como tal.
Exactamente lo que había dicho Hiro.

Pero a pesar de que yo me sentía inferior a Isumi, ella me veía como su igual. Ni siquiera consideraba la clase social, mucho menos le interesaba si en mí corría sangre del este o del oeste.

-De acuerdo.- Dije finalmente. -Espero cumplir con sus expectativas.-
-Ven conmigo.- Nui me hizo un ademán para que la siguiera y entró a una habitación al lado de la que estábamos.

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(https://i.imgur.com/zLfT6VZ.png)
Cuando Nui me lo mostró, no podía creer a mis ojos. El kimono que había hecho era una belleza sobrenatural y realmente se podía considerar una obra de arte. Era de un color azul tan oscuro que parecía casi negro, al fondo decorado con flores mayormente rojas entre otras tonalidades y un obi de color beige y rosa, asimismo decorado con flores y ramos más finitos que le hacían resaltar pero no demasiado.

-Ven, te ayudaré a ponerlo.- Dijo Nui entusiasmada. Pero como vio la confusión en mi rostro, me explicó. -Nuestras criadas no tienen entrenamiento en este tipo de vestimenta, así que tengo que hacerlo yo.-
-Ah, disculpa las molestias.- Le dije haciendo una reverencia.
-Si fuera una molestia no lo haría.- Dijo con una expresión exasperada. -Debes dejar de disculparte por cualquier cosa.-
-...de acuerdo.- Sin saber cómo responder, simplemente asentí y me dirigí hacia ella.
Me daba algo de vergüenza desvestirme en frente de una persona tan importante como ella, pero no había de otra.
Pero cuando comencé a sacarme mi vestido, Nui me detuvo. -Yo te ayudo.- Dijo y agarrando el vestido, comenzó a levantarlo mientras con sus manos esculpía mi cuerpo.
-Oye, ¿qué… qué haces?- Le preguntaba avergonzada sin poder realmente detenerla.
-Estoy midiendo tus proporciones…- Decía dirigiéndose hacia mi espalda. -Analizando tu estructura ósea.- Esta vez tocaba mis costillas para luego bajar hacia mis caderas. -No todos los días me encuentro con la oportunidad de analizar un cuerpo como el tuyo.-
-...- Avergonzada como estaba, no podía decir una palabra ni mover un músculo.
-¿Hm?- Por un momento Nui se detuvo sobre mis caderas y comenzó a masajearlas con movimientos circulares. -¿Acaso… eres mestiza?-
-¡¡¡!!!- Su comentario me había sorprendido tanto que no pude responder enseguida. Si mentía había una posibilidad que se diera cuenta, pero si decía la verdad… ¿sería capaz de entender que Hiro no es mestizo también?
Pero la situación no me daba tiempo de analizar las posibilidades, y la verdad salió antes de cualquier mentira que podría haberse inventado Hiro al momento.

-Sí, mi madre es inglesa.-
-Hmm… con razón eres tan bella.- De nuevo esa frase, ya no sabía si sentirme elogiada u ofendida.

Una vez que Nui terminó de vestirme, me acompañó hasta el espejo que tenía en aquella habitación para mostrarme el resultado. Orgullosa de su trabajo, no paraba de sonreír y admirar tanto el vestido como quien lo llevaba puesto. 
Cuando me miré al espejo me sentí extremadamente rara. Nunca en mi vida había usado vestimenta japonesa, a pesar de las raíces de mi padre. Pero sentía que, tal y como Nui había dicho, ese kimono parecía haber sido hecho específicamente para mi.

-Nunca pensé que algo me podía quedar tan bien.- Expresé mis pensamientos en voz alta y Nui me miró sorprendida para luego sonreír maliciosamente.
-Eso es a lo que me refería. Solo alguien como tú puede lucir correctamente este tipo de vestimenta. Osaría decir que deberías usar siempre y solamente estas ropas, pero supongo son incómodas para trabajar.- No entendí si aquel comentario fue sarcástico en cuanto a mi estado social o si lo decía genuinamente por preocupación. Nui era un misterio. -Cuando fui a Japón las personas usaban vestimentas similares a éstas para trabajar, pero no eran tan elegantes obviamente.-
-Supongo que no. Al fin y al cabo, en el trabajo uno debe estar cómodo para mejores resultados ¿no es cierto?-
-Veo que entiendes. Por cierto, sí sabes del baile en máscaras de esta noche ¿no?-
-Ah, sí. Leí que sería uno de los eventos durante el viaje. Pero no pensaba participar.-
-¿Por qué es eso?- Me preguntó curiosa, casi como desilusionada de que no podría pasar más tiempo con su nuevo juguete.
-Pues no tengo una máscara, y tampoco es que sea tan buena bailando.-
-Oh, si es por eso no te preocupes.- Dijo ella y empezó a buscar en un cajón. -Tal vez sea un detalle inútil considerando que con esas vestimentas no hay máscara que te pueda confundir entre la gente.- Esas palabras no me tranquilizaban para nada. -Pero he preparado una especial para quien usara éste kimono.- Y entonces sacó una máscara blanca, muy parecida a las que se suelen usar en este tipo de bailes, pero a diferencia de aquellas, ésta llevaba unas orejas y el diseño parecía de un zorro, o mejor dicho, era claramente lo que en Japón es conocido como kitsune.
-Es… particular.-
-Es hermosa.- Sentenció ella. -Me han contado en Japón que según la mitología japonesa, el kitsune es un animal con la capacidad de transformarse en ser humano. ¿No es interesante?-
-Lo es…- No podía decirle que ya lo sabía con el entusiasmo que mostraba en su cara.
-Imagínate si eso fuera verdad. Tú serías un zorro disfrazado.- Su expresión al decir eso se volvió momentáneamente maliciosa, y cuando escuchó la puerta abrirse, volvió a su rostro de antes.
-¡Isuzu!- Era Isumi quien había entrado y se acercaba ahora hacia mi a toda velocidad e intentando no correr. -¡Te ves preciosa!-
-Muchas gracias…- No estaba acostumbrada a los elogios y no sabía qué más decir que no fueran palabras de agradecimiento.
-La verdad es que te has pasado Nui. Muy buen trabajo.-
-Como es de esperarse.- Respondió la nombrada con orgullo.
-Por cierto… he de pedirte un favor.- Le dije con un tono humilde. -Es sobre Hiro.-

Entonces le comenté sobre lo que había pasado unas horas atrás y sobre el hecho que ahora se encontraba durmiendo en el hospital. Le dije que no me gustaría asistir a la cena o al baile sin mi hermano y que necesitaría ir a buscarlo para que pudiera prepararse.
Isumi entonces me sugirió que fuera Haru a buscarlo, ya que no podría yo estar paseándome por todo el barco vestida de esa manera, que por lo tanto esperara en la suite.
No pude evitar sentir un poco de preocupación al pensar en esos dos juntos.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Eureka on October 31, 2017, 06:56:06 PM
Quien es OOC? never heard of 'em

[como cuando haces un fic y tiene sentido y al dia siguiente lo lees y es muy malo (?) demet]

ME FALTA UN FIC MAS DEL SEGUNDO DIA T___T YAY ME



2nd evening




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png)


“¿Señor McClain? ¿A dónde va?”

La voz de Kanone sonaba calmada, pero llena de curiosidad.

Y Lance entendía a qué se debía: la sala donde se llevaría a cabo el baile de máscaras estaba ubicada en el sentido contrario. Lance, mientras tanto, estaba en pleno trayecto rumbo hacia las escaleras que daban hacia la cubierta exterior. 

“Uh…” Lance se giró hacia su socio, sin ninguna excusa en mente. ¿Cómo contarle que planeaba ir por Keith, el hijo de los Duff Gordon y rival de su familia, para ir a cenar?

Considerando que Kanone sabía sobre los Duff Gordon y trabajaba directamente bajo él y su padre, iba a ser difícil de explicar. Además, Mari no estaba junto a él, y eso también levantaba sospechas. Kanone podría sospechar sobre un amorío, en el peor de los casos.

“Voy a tomar un poco de aire antes de entrar al baile,” dijo, luego de aquella pausa que duró una eternidad para él. Esperó que Kanone no fuese capaz de captar sus nervios, porque sintió un leve quiebre en su voz al expresarse y ya se le venía el mundo abajo.
“Oh, ya veo,” le dijo Kanone, y Lance soltó un suspiro al ver que logró engañarlo. “Pero no se demore mucho. De seguro su señora lo está esperando abajo.”
“Sí, por supuesto.”

Si supiera.

Lance estaba seguro de que Mari estaba con Kanan, la pianista de tercera clase de la que se había enamorado.

La noche anterior, Lance y Mari habían comentado sobre sus días, antes de retirarse a sus cuartos separados dentro de la suite. Mari le había contado todo sobre su encuentro con Kanan en la tarde y posteriormente en la fiesta de tercera clase. La rubia no pudo evitar los halagos que soltó por doquier, todos en referencia a la misma pianista que fue su compañera de baile durante toda la noche. Asimismo, mencionó a los amigos de Kanan, y todas las aventuras que el grupo compartió cuando trabajaron en el Moulin Rouge. Habló de la visible tristeza en los ojos de Allura, quien había perdido al amor de su vida por una enfermedad un mes atrás. De Souji y Dia, asiáticos que como Kanan, habían llegado a Francia en busca de una vida mejor. Pero todos huían del mismo lugar por circunstancias muy especiales: la amenaza del duque detrás de Allura y las ganas de liberarse de aquel lugar tan conflictivo como lo era aquel famoso cabaret donde trabajaban.

“Lo veo luego, Señor Hilbert,” dijo Lance.

Kanone sólo asintió, y luego de dedicarle una sonrisa, se giró hacia el otro sentido, de seguro camino al baile de máscaras. Lance se apuró en llegar a las escaleras, y mientras las subía, se colocó el antifaz azul que llevaba en sus manos, con la intención de que nadie más lo reconociera. Era difícil, considerando que sólo cubría sus ojos, pero esperaba que lograra su cometido hasta cierto punto. No le había dado el tiempo de conseguir algo más para esconder su identidad, lamentablemente.

Camino al punto de encuentro, Lance notó que el número de pasajeros en la cubierta se había decimado a unos pocos, en su mayoría todos de tercera clase, quienes aprovechaban el evento para hacer uso de aquella zona restringida para ellos. Como la tripulación y los mayordomos de White Star Line andaban más pendientes del baile, ellos podían andar a sus anchas. La tripulación no era tan estricta con los permisos, pero era otra cosa andar por esos lares sin la constante preocupación de ser expulsado de aquella zona por sus condiciones de pasajeros. Le enterneció ver a niños jugando junto a sus padres; así como varias parejas de distintas edades sentadas en las bancas y camillas.

Keith estaba esperándolo en la misma banca de la noche pasada. Portaba un antifaz de tonalidades rojizas y bordes de destellos. Lance no pudo evitar notar que sus ojos violetas se veían muchísimo más llamativos con aquel marco.

A su lado, en la banca, yacía un sombrero de copa alta, de seguro para complementar su atuendo.
   

“Ten,” Keith le extendió el sombrero antes de siquiera saludarlo. Lance ya estaba a punto de indignarse, pero su acompañante se levantó de su sitio para colocárselo. “Creo que a ti te va mejor,” le dijo, y sonrió de lado.
“¿Por qué?” mencionó Lance, intentando mirar hacia arriba y fallando súbitamente. Se resignó a aceptar la presencia del sombrero en su cabeza con un hondo suspiro.
“Mi cabello se deja notar de cualquier forma. Tú lo llevas corto, así que puede ayudarte más…” respondió Keith, sin mirarlo a los ojos.
“Ah, claro.” Lance le sonrió, enternecido por su timidez. “Gracias. ¿Te parece si vamos yendo?”

Keith asintió, en silencio, y empezaron a caminar lado a lado.





(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Como era de esperarse, el restaurante A la Carté estaba casi vacío a esas horas.

Era una sorpresa grata para ambos que no lo hubiesen cerrado por el resto de la noche. El plan B era el comedor principal de primera clase, pero el restaurante tenía mas sazón y una atmósfera más privada. No necesitaron discutir previamente al respecto: ambos acordaban que lo mejor era cenar en el Ritz.

Lance revisó el local con mucho detenimiento: observó al par de parejas y grupos de pasajeros que yacian cenando en el restaurante, con el objetivo de descartar la presencia de personas allegadas a sus familias. Para su suerte (o falta de esta), había un socio de los Duff Gordon al extremo derecho de la entrada. Con sutileza, tiró de la manga del saco de Keith, y lo guió con la cabeza, sin mencionar palabra alguna. Keith fue rápido en notar al hombre, el señor Smith, que andaba en compañía de su amante.
Con una mirada, Keith le informó que no habría problema, y se dirigió hacia el lado opuesto. Lance lo siguió, hasta que llegaron a una mesa para dos, y tomaron asiento.

“Es un poco extraño que dos hombres cenen a solas,” habló Keith. Había tomado el asiento que daba la espalda al Sr. Smith, todo por precaución.
“Lo es,” dijo Lance. “Pero aquí nadie nos conoce. A excepción del señor…”
“Smith. Y su amante.”
“¿Qué?” Lance arqueó una ceja.
“Ella es su amante. Su señora esta en casa. El viaje de negocios para cerrar el trato con Marine Midland le sirve de excusa perfecta,” dijo, mirándolos de reojo por sobre el hombro.

Lance y Keith notaron que la mujer posó su mirada en ellos por unos instantes, lo que los obligó a enfocarse de vuelta en su propia mesa. Aprovecharon esos momentos para colocar las servilletas de tela en sus regazos. Felizmente, un mozo se les acercó a dejar las cartillas de menú en su mesa, y Lance la utilizó para tapar su rostro.

“Ya no está mirando hacia acá,” le aseguró Lance, cuando bajó la cartilla con cuidado. Keith soltó un suspiro, y asintió.
“Espero que no te hayan reconocido. El Sr. Smith es muy cercano a mi padre.”
“¿Qué tanto…?”
“Si yo no fuera su mano derecha, lo sería él.”
“…Oh. Esa es un montón de cercanía. ¿Y tu padre acepta su amorío con esa mujer?”
“No realmente. Es algo que todos los socios toleramos, pero mi padre siempre se muestra decepcionado cuando Smith llega a las reuniones junto a ella. Este viaje no es la excepción. ¿Tu familia no tiene un caso parecido.”
“No, creo que no. Pero si mi padre supiera sobre mi esposa y yo…”
“Ah, cierto. Mi padre comentó que te habías casado recientemente… Nunca los he visto juntos, a excepción de la cena de ayer. ¿Qué hay de peculiar en la relación con tu esposa?” los ojos de Keith se iluminaron, llenos de curiosidad.
“Pues… somos amigos.” La expresión llena de confusión en el rostro de Keith le sacó una risotada a Lance. “Sí, suena como un disparate, pero somos mejores amigos. El matrimonio es una farsa. Y aunque a veces nos cuesta fingirlo, todo tiene sentido cuando recordamos que no pudimos encontrar mejor cómplice que el otro.”
“¿Cómo así?”
“Es un poco complicado. Sólo basta con decirte que… es un poco tabú. Y este no es el mejor lugar para discutir sobre ello,” comentó, mirando de reojo a las pocas personas en el restaurante. “¿Te parece si lo dejamos para después?”
“Claro.” Keith asintió, aún un tanto confundido.

El mozo se les acercó para tomar la orden, y Keith hizo el pedido por ambos.

Aunque en un inicio se mostró dudoso, Lance asintió, convencido con la elección de su acompañante. Confiaba en que Keith tenía buen gusto.

“Tu turno.”
“¿De…?”
“De contar algo personal,” le dijo Lance, apoyándose levemente en la mesa. “No tiene que ser tan secreto si no deseas. Sólo quiero conocerte mejor. No todos los días tengo la oportunidad de cenar con un Duff Gordon sin que planee un complot en mi contra o algo así,” y se permitió un par de risas.

Era la primera oportunidad de conocer más a fondo a sus rivales, dejando a un lado el sesgo producido por la competencia entre sus bancos. Desde ya, Keith se le hacía único en comparación a Jason y a su padre, puesto que parecía ser más empático y se mostraba dispuesto a aceptar invitaciones tan peculiares como la que Lance le había hecho. Un Duff Gordon se hubiese rehusado desde el primer momento, lleno de recelo por la propuesta. Más aún, un Duff Gordon, al reconocer a Lance (luego de que este se presentó frente a Cross y Campbell), se hubiese negado a jugar junto a él un partido de squash.

Los Duff Gordon eran de enfocarse en sus asuntos laborales. Vivían para sus trabajos, al igual que su padre, el Sr. McClain. No tenían tiempo para hobbies o deportes, a menos de que fuese estrictamente necesario participar de ellos, ya sea para formar una alianza con algún nuevo socio, o fortalecer los lazos entre las familias cercanas a la suya. En eso, eran muy parecidos.

Ambas familias adoraban crear rumores sobre sus rivales. Y aunque a Lance se le hacía sencillo criticarlos, él también había participado de la creación de mentiras para traerse abajo la reputación de los Duff Gordon. No estaba muy orgulloso de aquello, pero siempre era en respuesta a las acciones de la familia rival, así que no se sentía tan culpable.

Con Keith en frente de él, podía reconsiderar sus acciones.

“Puedo decir lo mismo de ti, entonces.” Keith cortó sus pensamientos.
“Espera. ¿Confías en mí?” Lance se veía un tanto confundido.
“No entiendo por qué te muestras tan sorprendido, cuando ayer te dije que cenaría contigo y aquí estoy. Si no me inspiraras confianza, no hubiese aceptado ni a jugar squash contigo.”
“Oh,” Lance se llevó una mano al corazón, por puro drama. Keith se permitió un par de risas, y Lance se preguntó cómo algo tan tonto como aquel gesto le causaba gracia a Keith. Sin embargo, no se quejaba: la sonrisa de Keith era una bendición del de arriba, y por nada del mundo dejaría pasar la oportunidad de contemplarla y sentirse agradecido por esta.
“Yo… me siento un poco fuera de lugar con mi padre,” comentó Keith, un tanto serio. “No he crecido con él, porque como te conté ayer, estuve encargado de la crianza de mi hermano menor. Pasé más tiempo con las criadas y con Damian que con mis padres, realmente. Sólo compartí momentos a su lado hasta los trece, cuando nació mi hermano menor.”
“Y supongo que eso te causa varios problemas con él.”
“Sí, es casi imposible llegar a estar de acuerdo con sus puntos de vista y las decisiones que él toma por su cuenta. Con Jason congeniaba mejor: cosa que él decía era cosa que él apoyaba. Jay… él debió continuar siendo su mano derecha.” Keith desvió la mirada a un lado. Parecía atormentado por algo, pero Lance respetó la promesa que se había hecho a sí mismo de no insistirle acerca del asunto de Jason. Si Keith confiaba en él, eventualmente le contaría. Aún a pesar de eso, ya se estaba haciendo una idea de lo que había sucedido con el mayor de los hijos de Duff Gordon.
“Me imagino que va por ambos lados,” le dijo, pensando en la perspectiva del padre de Keith. “Él también debe sentirse acongojado por esto. Eres su hijo, y nunca ha tenido la oportunidad de pasar tiempo contigo… Recién con la ausencia de Jason se ha dado cuenta de ello. Eso no significa que tu punto de vista pierda sustento, por cierto. De estar en tus zapatos, lo resentiría. ¿Ha hecho algún intento por conectar contigo?”
“Sí, pero es muy difícil. Somos dos personas muy distintas.”
“Y aún a pesar de ello, planeas una coalición con nosotros,” dijo Lance, un tanto curioso.
“Es algo que le comenté ni bien me concedió ser su mano derecha.”
“¿¡En serio!?”
“Sí, pero me pidió que no lo vuelva a mencionar. La verdad es que esperaba encontrarme contigo en este barco para poder discutir sobre esto.”
“Tienes suerte.”
“Algo,” Keith sonrió. “Pero todo dependía de tu personalidad y disponibilidad… y no sabía mucho de ti. Las noticias de tu familia en los diarios se centraban en tu padre, y lo poco que Jay me comentó acerca de ti era demasiado negativo.”
“Oh, tu hermano me odiaba. Le parecía un tipejo charlatán. No me encontraba lo suficientemente serio como para ser su rival.”   
“Exacto. Y yo sabía que exageraba.”
“¿No me consideras un bufón?”
“No, en eso si tenía razón,” dijo Keith, y le sonrió de lado.

Ante el exagerado suspiro por parte de Lance, Keith rio.

“Okay, okay. No eres tan… bufón que digamos, supongo.” Y rodó los ojos.
“Bueno, continúa.”
“Oh, sí. Como Jay exageraba… tenía que conocerte en persona para poder juzgarte. Lamentablemente, no hubo ningún evento social luego de que adquirí mi nuevo cargo. De hecho… mi padre planeaba hacer un anuncio respecto a Jason después de asegurar el trato con Marine Midland, ya en Nueva York. No pensaba salir en público antes de eso. Por ello, hemos evadido cualquier tipo de reunión o fiesta el mes pasado.”
“Eso explica mucho.”
“Mi padre sí apareció en dos ocasiones, pero como se trataba de reuniones exclusivas de líderes de compañías, no hubo problema con ello.”
“Tu padre suena… muy parecido al mío.”
“Estoy seguro de que son dos gotas de agua. Tienen la misma línea de pensamiento, sólo que en dos bancos rivales. Si unieran sus fuerzas…”
“Espera. Ayer mencionaste una competencia sana.”
“Sí. Es lo más realista. Pero estoy un paso adelante… ¿no te gustaría cooperar con nosotros?”
“…Nuestros bancos juntos en uno solo…” Lance contempló la idea, una opción que nunca había considerado.
“Exacto. Imagínate lo que seríamos si anexamos a Marine Midland. No habría banco que pudiera antagonizarnos.”
“Es una idea sumamente extravagante. Pero no te puedo negar que suena llamativa.”

Y quién lo diría: si hace unos meses le hubiesen contado que estaría de acuerdo con tremendo disparate en tan solo cuestión de semanas, Lance no lo habría creído ni a balas.

“El problema está, principalmente, en nuestros padres. No los veo cooperando así como si nada. Y bueno, nuestras familias se odian, más allá de los jefes de cada una…”
“Por eso dije que debíamos instigar este cambio lentamente. Tenemos que planear esa estrategia con cuidado. No espero una alianza, suena sumamente idealista y muy perfecta para ser cierta, pero me basta con la tregua que propuse ayer. Esto que te cuento… es algo personal, como lo que me pediste que te confiara.”
“Y gracias por hacerlo,” le dijo Lance, con suma sinceridad. Luego, llamó al mozo, quien se le acercó velozmente. “Quiero el mejor vino de su carta, por favor. El más caro.”
“En seguida, señor,” le respondió el mozo, y se retiró inmediatamente.
“¿Para…?” preguntó Keith.
“Para celebrar, Keith. Este es el inicio de una tregua entre nuestras familias, por más de que no seamos nuestros padres. Quién sabe, en algún momento podrá tratarse de una alianza, como tú planteas. Y esa posibilidad, aunque mínima, es motivo de celebración.”
“Me alegra saber que estés de acuerdo.” Keith le sonrió.
“Por supuesto.”

Era extraño. Carecía realmente de sentido cómo Keith lo había convencido de creer en algo que, a simple vista, era imposible. Pero luego de escuchar sus argumentos, sus planes, sus convicciones, Lance estaba seguro de que él lograría lo que se proponía.

No podía negar que la idea de fusionar los negocios sonaba muy jalada de pelos. Más allá de eso, era una leve traición a su familia y a lo que su padre le había inculcado desde pequeño. Y aún así, se había encontrado a sí mismo apoyando aquel deseo imposible de unir ambos negocios.

Keith poseía un carisma singular, y Lance atribuía aquel radical cambio de pensamiento propio a eso. De otra manera, no hubiese sucedido. Nadie más podría haberlo convencido de algo tan alocado como lo era esa propuesta.

La propuesta de Keith no significaba dejar atrás su tirria por los Duff Gordon. Por Keith, sin embargo, sería capaz de hacer eso a un lado y enfocarse en sus intentos por conseguir una tregua en primer lugar.

El mozo llegó con la botella de vino, y se apresuró en servir sus contenidos en las copas de la mesa.

Lance y Keith alzaron sus copas, y sonrieron. 


Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Mery on October 31, 2017, 09:46:02 PM
No sé cómo lo lograré pero I must



(https://i.imgur.com/w8USGLM.png)

Aún mirándose al espejo, toda aquella situación seguía resultándole irreal. ¿Qué tanta diferencia hacía el hecho de que se colocara una peluca, algo de maquillaje y un bonito vestido?
(Mucha. Respondió su mente y, aunque odiase admitirlo, era cierto.)
 
“¿Está lista, señorita?” Le preguntó Jaehee y Alice se miró en el espejo hasta sentirse satisfecha. 
“Sí.”
 
Alguien tocó a la puerta en ese momento y Jaehee se apresuró a atender mientras Alice se ponía de pie y daba pasos tentativos con los zapatos nuevos que acababa de ponerse. Se veía un poco más alta con ellos y podía afirmar que, luego de tres meses de práctica, ya se sentía con más confianza al andar en tacones. Además, era algo que tenía que usar a como dé lugar, ya que la Mery original le llevaba al menos unos cinco centímetros de altura, si no es que más.
 
“¿Alguna novedad?" Preguntó Alice cuando la mujer volvió.
“El Sr. Coran ya la espera en el comedor.” Informó la criada. “Pero antes, debo advertirle que hay alguien fuera de la suite que aguarda por usted.”
“¿Alguien?” Alice trató de no sobresaltarse, pero su sorpresa fue evidente para Jaehee.
“Se trata de la Srta. Alisha y, si me permite decirlo, parecía muy ansiosa por verla.”
 
Alisha Diphda, mejor amiga de Mery y la hija menor de una familia fuertemente vinculada a la política inglesa. Hasta donde tenía entendido, Alisha había estado viajando junto a sus padres por temas diplomáticos y la última vez que había visto a Mery fue varios meses atrás. No era de sorprenderse entonces que Alisha intentara buscarla, sobretodo porque su presencia en el Titanic se debía en gran parte a que ellas, como buenas amigas que eran, habían acordado viajar juntas ni bien los tickets estuvieron en venta.
 
Alice vaciló un momento. Si había una persona en todo el barco a quien debía convencer con su actuación, ésa era sin duda Alisha.
 
“De acuerdo.” Murmuró ella, respirando hondo. “Dile que pase.”
 
Si era imposible evadir esa confrontación, prefería que no se presentara en un pasillo con la posibilidad de llamar atención indeseada y así, aún si el peor de los escenarios se presentaba, fingiría seguir enferma y se excusaría con ella. Adicionalmente, si las cosas tomaban un curso inesperado, podría incluso evitar presentarse al almuerzo con Coran.
 
“Como usted desee.”
“Gracias.”
 
En lo que Jaehee iba por Alisha, Alice volvió a repasar mentalmente lo que llevaba aprendido en los últimos seis meses. Después de enterrar las narices en un sin fin de libros y recibir incesantes clases de etiqueta por parte de Coran, podía decir que era capaz de mantener una conversación civilizada. Si bien su vocabulario no era el más florido o mucho menos, podía adaptarse sin demasiadas complicaciones y eso, viniendo de alguien que sólo había recibido educación básica, ya podía considerarse un logro.
 
A pesar de eso, las posibilidades de que Alisha dedujera que había algo extraño en su comportamiento eran -a su parecer- muy altas, pero afortunadamente tenía la coarta perfecta para cubrirse las espaldas.
 
Sintiéndose más tranquila con aquello en mente, Alice buscó sentarse en la pequeña sala de estar a la espera de Alisha hasta volver a oír pasos acercarse.

“Srta. Mery.” La llamó Jaehee. “La Srta. Alisha ha venido a verla.”

(https://i.imgur.com/VETn3Fz.png)

Jaehee le había hablado mucho de Alisha en cuanto a su personalidad y trasfondo familiar, pero en cuanto a su aspecto físico había sido muy breve: rubia de estatura promedio. Por ello, al alzar los ojos para verla en carne y hueso por primera vez, su impresión fue grande. La descripción de Jaehee había sido demasiado vaga, la jovencita frente a ella era realmente bella y su postura era firme y elegante. Su cabello perfectamente amarrado en una coleta alta descendía en firmes bucles dorados sobre un hombro, mientras que su rostro de rasgos suaves se mostraba amable y paciente.

Alice se puso de pie y dio un paso hacia ella. “Alisha.”
“Eres tú.” Susurró Alisha.

Para su gran sorpresa, Alisha dejó de lado cualquier tipo de protocolo y prácticamente corrió hasta ella y la rodeó con sus brazos para darle un fuerte abrazo. Alice se quedó helada por un instante, sin saber cómo reaccionar mientras Alisha apoyaba su frente sobre su hombro. Desde su posición pudo ver la expresión llena de asombro tanto de Jaehee como de la criada que había venido junto a Alisha. Aunque de forma un poco tardía, Alice le devolvió el abrazo y fue entonces que su compañera se dio cuenta de lo que había hecho.

“Disculpa mi imprudencia.” Dijo rápidamente al separarse de ella, casi abochornada. “Tu tío me ha contado sobre tu situación, pero no he podido evitarlo.”

Alisha le pidió con un gesto que tomaran asiento y así lo hicieron.
“¿Me recuerdas?” Preguntó la rubia con sumo cuidado.

Coran fue quien le envió una carta a Alisha. En ella, él le contaba lo mismo que le dijo a Alice el día en que la conoció (al menos en lo que correspondía al accidente de Mery). Durante sus prácticas de equitación, Mery Baskerville había perdido el control de su caballo y sufrido una estrepitosa caída. El golpe más fuerte que recibió fue en su cabeza, el cual la dejó inconsciente. Después de ser llevada al médico, se declaró que Mery había quedado en estado de coma. Los doctores dijeron que el impacto le produjo un traumatismo cerebral y que lo único que podían hacer era esperar. Así, los días se volvieron semanas y las semanas en meses, pero Mery no despertaba y nadie podía asegurar si algún día lo haría.

Para cualquier persona fuera del círculo de amistades de los Baskerville, el pronóstico de la joven era reservado, pero el padre de Mery sabía que las posibilidades de que su hija regresa eran escasas, quizás nulas, por lo que procedió a poner en marchar un plan B. De ese modo, un mes atrás, se anunció que Mery había despertado al fin de su largo sueño, pero no sin sufrir algunas pérdidas. Su memoria, por ejemplo, era una de ellas.

Alice bajó los ojos hacia sus manos enguantadas en fina seda y negó con la cabeza lentamente.
“No, lo lamento muchísimo, pero no logro recordarte.” Respondió, jugando con sus dedos disimuladamente.
(Jaehee le había dicho que ésa era una manía de Mery cuando estaba nerviosa.)

Alisha soltó un suspiro y Alice evitó mirarla a los ojos.

“No lo lamentes, querida.” Dijo ella de forma conciliadora. “Soy yo quien debe disculparse por el atrevimiento. Debí preguntarte antes, espero no haberte incomodado demasiado.”
“No, descuida.” Le sonrió Alice. “De hecho, tu presencia me es agradable.”
Alisha se llevó ambas manos sobre el pecho y asintió enternecida. “Estoy segura de que tus memorias volverán poco a poco, pero si tienes dificultades, por favor no dudes en comunicármelo. Estoy aquí para ayudarte.”
“Te lo agradezco mucho, Alisha.”
“Es un placer.” Contestó ella antes de cerrar los ojos y respirar profundamente. “Tienes un semblante saludable, Mery. La última vez que pude verte, te encontrabas increíblemente pálida.” Alisha hizo una pausa para permitirse tomar aire y luego le dirigió una sonrisa cargada de inmenso alivio. “No tienes idea de cuán grande es la dicha que me embarga en estos momentos al confirmar con mis propios ojos que te has recuperado y al fin poder tenerte en frente otra vez. Quiero que sepas que mis oraciones han estado contigo desde el primer día.”

Alice le devolvió la sonrisa sintiendo que se le apretaba el pecho. Aquella jovencita hablaba con tanta sinceridad y cariño que realmente sentía que no lo merecía. Viéndola así, con los ojos brillantes por las lágrimas de felicidad reprimidas, desea con más fervor que Dios escuchara sus plegarias y Mery realmente pudiese despertar pronto. No quería mentirle.

“Agradezco de todo corazón tus buenos deseos. Me alegra mucho estar aquí y poder compartir esta experiencia contigo.”
Alisha sonrió con nuevo ánimos. “Será como la primera vez visitamos Nueva York. Te encantará, te llevaré a los lugares que fueron de tu mayor agrado.”
“Eso me encantaría.”

Ambas continuaron hablando por unos minutos hasta que Alisha propuso dirigirse al comedor para encontrarse con Coran. En medio del camino, Alisha se detuvo para hacerle una confesión.

“El Sr. Coran me aconsejó que no te abrumase con demasiada información antes del viaje, dado que aún estabas recuperándote, es por ello que no recibiste ninguna noticia mía sino hasta el día de hoy. Espero que sepas perdonarme por ello.” Explicó viéndola con culpa.
“Has sido considerada conmigo, no lo menciones.”
“Gracias.” Alisha sonrió nuevamente y luego asumió una voz más serie. “Quería comentarte que no he venido sola, como originalmente había planeado. Rika, mi prima, me ha comunicado hace apenas una semana que me haría compañía durante el viaje. Abordará cuando lleguemos Cherbourg en breve.”
“Oh.” Alice no sabía qué intuir de aquella noticia. No tenía idea de quién era Rika o por qué la actitud de Alisha había cambiado al mencionarla. Pero supuso que no tardaría en averiguarlo.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Puri on October 31, 2017, 10:50:19 PM
yo: voy a acabar el fic antes de postearlo!!
temblor: not so fast bitch
ptsd: betcha thought you'd seen the last of me
yo: *POSTEA LA MITAD PARA IR A TOMAR AGUA DE AZAHAR Y ECHARSE A LLORAR EN PAz*



“¿Cómo le fue durante el día, señorita?”
“Bien.”

Y Sayaka se sentía tranquila de no estar mintiendo.

Howard llegó en la mañana para llevarla a tomar el desayuno junto a Charles y Erik, el cual fue tranquilamente agradable. Tuvo cuidado de no hablar mucho y de ser lo más sumisa posible, haciendo comentarios solo cuando alguno le hablaba. Por una parte, podía ver que tanto su primo como su pareja la miraban un tanto preocupados, pero por otra, no dejaba de recordar que el mismo Charles le había pedido que se comportara, así que no tenía derecho alguno a reclamarle su actitud. El logro de una mañana tranquila puso de buen humor a Howard, quien decidió después llevarla de paseo por la cubierta del Titanic y comentarle las cosas más importantes de la reunión con el señor Cavendish. Si bien Howard asumiría Drumlaring, Sayaka era la que había crecido ahí y conocía de la zona y de la finca, así que los dos lograron una conversación civil sobre las decisiones que deberían tomar sobre el hospital y cuántos fondos deberían de ser destinados de los que ganarían de la fiesta que Howard había logrado que el señor Cavendish organizara junto a él en Londres. Sin embargo, la mente de la menor estaba en otro lado. No dejaba de pensar en su situación actual y cómo había estado jugando todo hasta el momento. Si se iba a casar con Howard para el resto de sus días, ¿no sería mejor que siguiera comportándose así como esa mañana, tanto para su salud mental como la de él? Ya no albergaba esperanza alguna de amarlo en algún momento de su vida, pero al menos podría tolerarlo como en aquel momento. Podría lograr que Howard la respetara, incluso.

Durante el paseo en cubierta se cruzaron nuevamente con Jean-Jacques, quien iba acompañado de Otabek. Sayaka se sintió sumamente avergonzada, pero tenía mucho miedo de arruinar la mañana, así que pasó de largo junto a Howard que, a pesar de haber visto a los otros dos acercárseles, no se dignó a detenerse a saludarlos. ¿Le contaría Isabella el porqué de su actitud a Jean? ¿Pero quién se lo contaría a Otabek? Sayaka sabía que no le debía explicaciones a la servidumbre, pero Otabek había sido muy gentil y bueno con ella la noche anterior, a pesar de su exabrupto.

“Me alegro mucho de que todo esté mejorando entre ustedes dos.” Mila siguió cepillando su cabello.

Entonces, ¿por qué la tranquilidad no le daba paz?

Durante el almuerzo, lo mismo volvió a ocurrir. Había quedado con Howard y su abuela de almorzar junto a los conocidos franceses de la mayor, pero en el camino al comedor pudo ver a Jean-Jacques junto a Otabek, aunque esta vez los dos se encontraban con Isabella y una de sus criadas. Cruzó miradas con su amiga -mientras sentía la pesada mirada de Otabek en ella también-, pero les dio rápidamente la espalda mientras ingresaba al recinto. Si bien Howard no tenía mayor problema con Isabella (y habría sido estúpido de su parte insultar el tener una relación amistosa con los Black-Hunter), ya había dejado en claro la noche anterior lo que pensaba del canadiense.

(Y admitiéndolo dentro de sí misma con vergüenza, lo que ella también pensaba de su gente hasta hacía un día atrás)

“Listo”, dijo Mila sonriéndole. “¿Le gusta cómo quedó?”

Sayaka se miró en el espejo y corroboró que todo había quedado como lo había pedido.

“Perfecto, Mila.” Se levantó de su asiento y Mila corrió a traerle su abrigo. “Trae el tuyo también, mientras más rápido llegue al camarote de Isabella, más rápido podré alistarme.”
“Por supuesto.” Terminó de arreglarla y salió de la habitación. No se demoró mucho y volvió también con una chaqueta encima, además de la maleta que llevaba todo el atuendo que Sayaka usaría en la noche.
“Vámonos.” Ordenó.

El recorrido fue muy rápido, y la mentira, muy creída. Sayaka le dijo a su abuela y sus criadas que Isabella le había invitado a tomar el té a su recámara, que sólo después de ello volvería para alistarse e ir a la fiesta de máscaras. Su abuela asintió y le dijo que la esperaría junto a Howard para ir a la fiesta; pero el detalle era que la joven no planeaba regresar, ya que iría a la fiesta disfrazada de otra persona y tener una última noche de felicidad y baile. Estúpido, arriesgado, y para nada digno, sí, pero mañana perdería prácticamente su futuro entre tazas de té, crema y bollos.

Aquella tarde, después de almorzar, Sayaka y Howard fueron juntos a tomar el café al mismo café donde había almorzado con Charles y Erik la tarde anterior. Siguieron conversando amenamente sobre los planes de Drumlanrig y eventualmente llegaron a tener un silencio tranquilo. Si bien Sayaka habría preferido no tenerlo más como prometido, Howard hacía un excepcional compañero de inversiones. Algo de reconocimiento tenía que darle.

“Quiero hablar contigo sobre nuestro matrimonio.” Un segundo. Dos.
“Por supuesto. Te escucho.”
“No deseo que mi fortuna sea integrada al patrimonio de la finca.” Tres. Cuatro. Cinco.
“¿No te harás responsable económicamente si Drumlanrig quiebra, entonces?”
“No. Deseo que especifiquemos eso en un acuerdo prenupcial.”

Mi dote es Drumlanrig. Si mi dote se dilapida, ¿qué será de mí si luego te hartas de mi presencia? ¿Qué será de mí, si me quedo sin nada, solo contigo y tu apellido a cuestas, como una maldición?

Y aunque te diga que no. ¿Qué te impediría lograr tu cometido de una u otra forma?


Diez, once, doce…

“Discutámoslo mañana con mi abuela y Charles. Lo ideal sería hablarlo en el desayuno, para poder llegar a un acuerdo durante el día.”
“Por supuesto. Tomemos el desayuno en tu camarote, sería mejor que no seamos interrumpidos. Iré más tarde a verte para ir al baile juntos.”
“Como gustes.”

Siendo realistas, Howard estaba siendo muy inteligente de no unir su fortuna a la finca. De haber estado en su posición, Sayaka habría hecho exactamente lo mismo, ya que conocía de historias recientes de malos manejos y familias forzadas a vender todo para salvarse. En su caso, de dilapidarse los bienes de Drumlanrig, Sayaka y Howard podrían mantenerse con la fortuna de este (si es que no la invertía a último minuto para salvar la propiedad), después de vender la casa, pero entonces… Entonces ella se quedaría en cero. Ni siquiera el motivo por el que había aceptado su futuro a su lado, su título y dominios, tendrían uso o sentido en aquel entonces. No había peor caso que ser un aristócrata caído y ser objeto de burla por todos. Si Scorpius jamás hubiera caído en desgracia, Sayaka estaría preparándose para darle el sí a él y no a Howard.

Después de todo, una cosa es que el hijo de un barón, como Howard, cayera. Otra cosa es que la hija de un conde cayera. Claro que sentirían más pena por ella que por Howard, pero la vida que le tocaría sería muchísimo más dura de tener que rebajarse para sobrevivir.

Y Howard jamás se atrevería a divorciarse de ella. A menos que él lograra pintarla como una histérica ante el resto del mundo y entonces ahí la pena se dirigiría a él.



No se sentía egoísta por querer una última noche en que no tuviera que pensar.

Las criadas de Isabella habían sido instruidas en que serían despedidas sin carta de recomendación de atreverse a comentar el plan de las dos amigas. Sayaka les recordó lo mismo y le hizo la misma amenaza a Mila frente a ellas, aunque no dudaba de la lealtad de ésta que ya se encontraba informada de antemano.

Entró al cuarto de su mejor amiga, quien le esperaba con el té servido.

“Querida mía, estás pálida. Ven, siéntate.” Con un gesto hizo que las criadas se fueran y les dieran privacidad. Aún faltaba para que empezaran las preparaciones de la cena. “Hoy estuviste todo el día con Howard, así que me imagino por qué tanto disgusto.”
“No es que sea una deducción muy difícil.” Le sonrió débilmente e Isabella le acarició sus brazos. “Me temo que he arruinado mi amistad con Jean al no haberle saludado durante el día.”
“No tienes que preocuparte. Hablé con él cuando nos cruzamos contigo en el almuerzo y ya todo está arreglado, además que me juró por el cariño que me tiene que no divulgaría tus problemas con Howard.”
“Considerando el cariño que te tiene, estoy segura de que mis problemas pre-maritales están a salvo.” Isabella se sonrojó ante el comentario, pero le sonrió feliz de ver a su amiga cómoda con su relación.
“Cuéntame. ¿Qué ha pasado ahora?”

Sayaka suspiró y le contó todo el día que había tenido. Cómo tuvo un buen día junto a su prometido hasta que comenzaron a hablar del acuerdo prenupcial. Isabella se enojó, como era de esperarse, y le repitió que debería de hablar con Charles para negarse a firmar tremenda osadía; considerando que cuando una mujer se casaba con un señor de alta alcurnia, y este era dueño de una propiedad tan grande como las de ellas, por lo general su fortuna se integraba al patrimonio. Pero como Sayaka le hizo notar, eso era la regla con las mujeres, no necesariamente con los hombres, aunque su situación fuera a la inversa.

Cuando le pidió que cambiaran el tema, Isabella le confesó, nuevamente sonrojada, que había aceptado la invitación de Jean de quedarse un par de semanas en su casa para conocer a su familia. Le contó que, si es que el cortejo y la visita a su familia iban bien, planeaba mudarse allí a los Estados Unidos para vivir con Jean. Él ya había vivido varios años estudiando en Cambridge, así que no soportaría separarlo de manera definitiva de su familia cuando finalmente los vería después de tantos años… Y aunque a Sayaka le dolió en el alma darse cuenta de que perdería a su mejor amiga, quería verla feliz con Jean después de haber presenciado lo mucho que se querían. Le alentó, entonces, y le prometió que se portaría bien para que Howard le permitiera acompañarla a la propiedad de los Leroy a despedirse, ya que no se verían, entonces, hasta el día de su boda.

“Es hora de alistarnos.” Isabella se levantó a abrir la puerta y llamó a sus criadas. “Por favor, muéstrenle mis vestidos a la señorita Sayaka. Y una de ustedes encárguese de cepillar la peluca que ha traído.”

Las criadas se pusieron manos a la obra y empezaron rápidamente a poner en la cama los vestidos de fiesta que Isabella había traído. Sayaka optó por el color que combinara mejor con sus nuevos bucles rubios y que fuera lo suficientemente sencillo para pretender ser, o de clase alta baja, o de clase media alta. Este era de algodón y muselina color mostaza, ceñido a la cintura con un cinturón de seda, y con varios encajes blancos en la parte final de la falda y el cuello. Eligió de la joyería de su amiga un simple juego de perlas para el collar y aretes, además de un prendedor simple que le dio a la criada que se encargaba de estilizar su peluca para que lo usara en ella. Finalmente, tomó unos guantes largos del mismo color de los encajes para terminar el atuendo.

Isabella escogió su atuendo de entre las demás opciones que había dejado Sayaka, optando ella por un vestido de seda blanca en la parte de arriba con una falda azul marina. El cinturón iba integrado y era de seda con diversos motivos, imitando un encaje; mientras que los guantes eran del mismo color oscuro de la parte baja. Escogió los collares y aretes de ágata negra que la familia de Sayaka le había regalado cuando ambas debutaron juntas en Londres hacía un par de años, y un broche sencillo de diamantes en forma de rosa para el pecho.

Terminadas las decisiones importantes, una de las criadas comenzó a llevarse las cosas de Sayaka hacia otra habitación y así poder ayudarla a desvestirse, dándole privacidad a Isabella. Terminado de ponerse el atuendo, y corroborado que la dueña del camarote también estaba vestida, la criada se excusó para ir a buscar sus máscaras; pero fue en ese momento que llamaron a la puerta. En silencio, Isabella le indicó a Sayaka que se encerrara en la habitación donde se había estado cambiando.

Escuchó cómo, al abrir la puerta, la criada recibía con sorpresa al señor Link.

“Howard, mi querido, ¿eres tú?” Escuchó decir a su amiga.
“Así es, Isabella. Disculpa que te interrumpa en estos momentos, pero tenía entendido que Sayaka tomaría el té contigo.”
“Oh, cielos. Tendrás que perdonarme, que con todo el ajetreo no pensé en mandarte algún tipo de comunicado con mis criadas… Ven, siéntate conmigo… Sabrina, sí, anda a recoger lo que te pedí… Verás, Howard, Sayaka comenzó a sentirse muy mal después de tomar el té.”
“¿Qué sucedió?”
“No te incordiaré con los detalles, que claramente son repugnantes. Mandé a llamar a un doctor, claro está, y después de revisarla nos dijo que son los mareos por el movimiento del barco.”
“Pero en la mañana se encontraba perfecta.”
“Eso mismo nos dijo ella, pero el doctor le dijo que no todas las personas se acostumbran con tanta facilidad a este tipo de movimientos, aunque pareciera que lo hagan en un inicio. Después de devolver sus alimentos le entró una fiebre alta, así que decidimos dejarla descansando, por eso insisto en que la dejes dormir aquí en vez de llevarla a su cuarto, no quiero que se despierte antes de lo debido y termine nuevamente enferma.”
“No quisiera incomodarte de esta manera…”
“Claro que no. Le tengo mucho cariño y aprecio, no permitiré que me digas que es un estorbo, porque estoy feliz de poder atenderla.”
“Por supuesto. Bueno, no te quitaré más tiempo. Tengo que ir a decirle a la señora Baranovskaya que iremos solo nosotros.”
“Claro. Oh, por cierto, Sayaka dijo que mañana tenía planeado desayunar contigo y su familia, así que manda a decirle a Mila que venga apenas amanezca para ver si se encuentra mejor y poder así ayudarle a arreglarse.”
“De acuerdo. Muchas gracias por todo, Isabella.”
“No hay de qué, Howard querido. Déjame acompañarte a la puerta…”

Apenas se cerró esta, Sayaka abrió la suya y ambas amigas se sonrieron. Lo peor ya había pasado.

En la habitación terminaron de ponerse sus joyas y la criada de Isabella comenzó a hacer el peinado de esta. Pasados unos cuantos minutos en que cuchicheaban sobre los invitados y las cosas de las que se habían enterado de sus conocidos durante el día, llegó la otra criada con las máscaras que se encontraban repartiendo en el salón principal para el baile. Sayaka tomó la de color crema para pasar más desapercibida, mientras Isabella tomaba la negra. Ambas estaban rodeadas de plumas y gemas brillantes, definitivamente ningún detalle se le había escapado al Titanic.

La segunda criada terminó de estilizar la peluca de Sayaka y le ayudó a ponérsela, mientras Isabella se levantaba y se echaba perfume en el cuello, volteándose para echarle la misma esencia a su amiga que aún no podía moverse. Terminaron así de arreglarse y las criadas pasaron a sacar los abrigos de Isabella para que nuevamente decidieran cuáles usarían. Justo en ese momento, llamaron a la puerta y las dos chicas salieron a recibir a sus invitados.

“Mi muy querido Charles”, le saludó Isabella con una amplia sonrisa. “¿Ya había tenido el placer de introducirte a la señorita Green?”
“No”, respondió riéndose y levantándose el sombrero. “Un gusto, señorita Green.”
“El gusto es mío, conde Xavier. Jamás pensé que estaría en frente de una persona tan importante como usted… El primo de la señorita Gracie…” Todos terminaron riéndose con esto, incluido Erik, quien presenciaba la escena.
“¿Nos vamos?” Preguntó ofreciéndole el brazo a Isabella, quien lo tomó mientras Sayaka hacía lo mismo con Erik.



*llora amargamente las 2k no editadas ni acabadas que no pudo postear por el temblor*
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Kana on November 14, 2017, 08:17:39 PM
Una parte de la fiesta... La otra la dejaré super breve y después el hundimiento (si es que lo logro  :'( )


Después del bochornoso evento que había vivido aquella vez, no quería encontrarse con aquel joven en lo que quedara del viaje. Lo había evitado, o, más bien, afortunadamente no se lo había topado desde entonces.
Pero las circunstancias ameritaba que cursada por un proceso irónico de interacción con quien estaba evitando desde el primer día que había abordado el barco. Aspiró hondamente antes de acercarse a él, acumulando más valor.

—…Disculpe.—
—…— El joven, de cabello oscuro y semblante serio, le prestó atención. Estuvo momentos  antes absorto en la visión que le entregaba el mar. —¿Sí?—
—…— Lana disimuladamente miró hacia ambos lados como modo de precaución, no quería que nadie les escuchara. —Señor, la otra noche nos conocimos en un extraño suceso.—
—Ah, la recuerdo.— Le respondió Avilio, sin un ápice de preocupación. Aquella dama lo había descubierto usurpando la billetera de un hombre acaudalado.
—Bueno…— Lana se irritó un tanto internamente de ver lo descarado que era. Habló en tono más bajo. —Sin intenciones de que mis comentarios suenen hirientes, estimo que usted tiene cierta habilidad con tácticas pocos ortodoxas.—
—Hm.—
—Y no deseo involucrarlo en problemas pero…— Esperó que una pareja de novios terminara de pasar cerca de ellos. Al ser de día, muchos aprovechaban de pasear por la cubierta del barco. Esa pareja miró con cierto desprecio a Avilio, notando prontamente que no pertenecía a la misma clase social que la mayoría de allí. —Seré franca, necesito de su ayuda.—
—¿Qué es lo que necesita una dama como usted de una persona como yo?— Por lo regular, le parecía curioso que se diera esa situación. El italiano alzó una ceja.
—Es algo de lo que no le puedo conversar aquí.— Ella señaló con la mirada hacia una zona más apartada. Notó que el chico no tenía intenciones de acompañarla. —En serio, es algo que le conviene bastante.—
Avilio le siguió, pero no porque se sintiera su subordinado. ¿Intentaba amenazarlo con algo? O posiblemente avisaría a las autoridades del barco de sus fechorías. Llegaron a una zona más aislada donde ambos esperaron el momento indicado para romper el silencio.
—Lo que quería proponerle es algo bastante complejo pero que confió que alguien como usted pueda lograr de modo fructífero.— Lana dio un suspiro. Luego le indicó nuevamente con la mirada hacia un sector donde un joven de cabello rubio caminaba con algunas personas de importancia. —¿Ve a ese joven de allí? Necesito que lo siga a sus aposentos y que sustraiga algo que tiene en su poder.
Avilio soltó una risa tras escuchar aquello.
—¿Sucede algo?— Lana había fruncido disimuladamente el ceño. Su rostro lucía más infantil cuando hacia ese pequeño gesto.
—¿No le parece cómico acaso? Que una lady de alta clase le pida a un turista de tercera clase que usurpe los bienes de alguien de importancia. Es algo intrigantemente malicioso…—
—Escúcheme. Si usted supiera lo que necesito estoy segura de que aceptaría este trato que deseo proponerle. Además, la oferta monetaria que le ofreceré seguramente le vendría muy bien a…— El discurso serio y monopolizante.
—Alguien como yo. El tipo de persona que pertenece a una clase social la cual hace cualquier cosa por un poco de dinero.—
—N-no quise decirlo así.— Y entendió que había caído en la misma conducta pedante y clasista de Nathan.
—¿No?—
—Lo siento.— Dijo con sinceridad, mirando hacia otro lado. —No fue el modo correcto de expresarme para con usted. Creo que me deje guiar por mis emociones y, sí, por mi status. Lo cual no ha estado bien.—
—…—
—…—
—¿Qué es aquello tan valioso de lo que desea desapropiar a aquel tipo?— Fue Avilio el que rompió nuevamente el silencio. La disculpa anterior le sonó a algo honesto, por lo que se permitiría escucharla un poco más.
—Unos documentos. Sé que suena extraño y hasta absurdo… Pero necesito impostergablemente que entre en su alcoba y me consiga una carpeta con documentos.— Soltó un suspiro. —¿Puede hacerlo?—
—De poder, puedo. Pero no lo haré.—
—¿Qué?—
—Por el secretismo con el que se maneja veo a simple vista que es algo comprometedor.—
—Si sucede cualquier eventualidad, prometo que lo protegeré.—
—…— Que raro sonaba aquello viniendo de una mujer. Un nuevo ambiente de silencio se creo entre ambos.
—Veo que es alguien de pocas palabras.—
—Debo retirarme.— Avilio hizo un gesto de reverencia —Permiso.—
—Espere.— Le sujetó antes de que partiera. —Es al único que puedo pedirle algo tan difícil. Sé que no es algo fácil de tratar, pero estoy sola en esto y nunca he hecho algo parecido…—
—Debo analizar si tomo el trabajo, pero primero, ¿Cómo podría reconocer los documentos si acepto?—
—Oh.— A Lana le cambió el semblante de preocupación por uno más aliviado. El italiano le había hecho una buena pregunta. —Es crucial que usted no lea su contenido. No obstante, bastará con ver a quien está dirigido. Verá el nombre de… de alguien con las iniciales E. S.—
—¿Algo más?—
—Sólo eso puedo decirle. Y destacar el tema de confidencialidad. ¿Puedo contar con usted?—
—No tengo nada mejor que hacer.—
—Perfecto. Hoy en la noche él no estará en su alcoba y será el momento ideal de efectuar el plan.—
—¿Hoy?— Se evidenció algo sorprendido por lo precipitado.
—Sí.— Asintió. Acto seguido, llamó a su sirvienta dando un par de aplausos disimulados.
—Mi Lady.— Ephonine, quien había estado observando desde un lugar apartado ansiosamente, se acercó a ellos dos. Sacó un sobre elegante mostrándoselo discretamente a Avilio pero cuando éste lo iba a recibir, la doncella lo metió abruptamente en el bolsillo del traje del chico.
—¿Qué es…?—
—No lo saque aquí, por favor.— Adviritió discretamente Lana. —Es una invitación para que usted asista a la fiesta de máscaras de esta noche. Lugar donde “coincidieremos” en el pasillo y será el momento en que usted me haga entrega de los documentos.
—¿Por qué en ese momento rodeados de gente y no en un sitio más discreto?—
—Porque sé que después de esta noche estaré exageradamente vigilada.—
—Hm…— No parecía del todo convencido.
—No se preocupe, un sobre de documentos es fácil de guardar dentro de los ropajes de una dama. Nadie lo descubrirá.—
—La invitación tiene otro nombre, pero no podíamos entregarle una con el nombre de Angelo Laguza o de Avilio Bruno…— Dijo Ephonine, seriamente, nombrando el nombre real y el nombre falso del chico.
—Lo siento, tuvimos que investigar ese detalle…— Dijo Lana ante la expresión de intriga de Avilio.
—Entiendo…—
—Tengo fe en usted, señor.— Lana hizo una reverencia y se fue acompañada de su doncella. Ephonine disimuladamente observó hacia atrás mirando de reojo a Avilio, como queriendo indicar que, a diferencia de su señora, ella no se fiaba mucho. Unos pocos pasos más, se encontró con su familiar quien la increpó.
—¿Por qué hablas con él?—
—Le preguntaba una información que no manejo.—
—…No debes socializar con tipos provenientes del vulgo como ése. Que no se vuelva a acercar.— Yuri miró con desagrado al italiano, quien percibió su mirada y quien de todos modos había escuchado su comentario ya que el rubio lo había emitido con ese propósito. El rubio se dio la media vuelta retirándose por donde había venido. Lana prefirió tomar otro camino evitando a ese crío.

————-

—¡Hazme caso!— Exigió Victoria, cansada de la situación.
—Lo que me faltaba… Que dieras un espectáculo digno de una histérica como tú.— Nathan giró los ojos, irritado. Estaba por llegar a la sala donde se llevaría a cabo la fiesta de máscaras.
—Yo no quiero estar aquí. Tú no deberías estar aquí.—
—¿Por qué? Siempre te han gustado las fiestas donde puedes resaltar con tus bonitos y caros vestidos, donde puedes lucir tus joyas y en donde platicas con tus amigas.— El rubio se arregló la cortaba. —Y yo SÍ debo estar aquí. Tengo la posibilidad de coincidir con Mr. Lancaster, el socio ideal para la empresa familiar.
—…—

Victoria frunció el entrecejo, irritada y agitada. Estaba incómoda de estar allí. Sí, era cierto, era la típica dama de sociedad que gusta de eventos sociales donde podía demostrar todo lo que era y ser “la reina” de la fiesta. No obstante, desde un tiempo, precisamente desde que estaba casada con él, pasó de gozar esas situaciones a sentir un nudo en el estómago de los nervios que experimentaba prontamente.
Nathan había sido un amigo, un muy buen amigo, desde la infancia. Y era su amigo únicamente, porque su familia era cercana a la de Nathan y con ello tenía su exclusividad sin necesidad de compartirlo con Maribelle ni con Lana. Por eso ellas apenas lo conocían. Nathan y ella congeniaban porque tenían la misma personalidad maliciosa, pedante y de superioridad. Muchas veces ella había acudido a él para vengarse de alguien y él brillantemente lograba humillar a esa persona tal y como Victoria exigía.
Era una amistad especial, torcida, pero fascinante. Sin embargo, todo comenzó a cambiar cuando los padres de ambos vieron provechoso que contrajeran nupcias. En un comienzo a Victoria le había encantado la idea, Nathan era alguien a quien apreciaba verdaderamente pese a saber que era un “príncipe oscuro”, por otro lado, era inmensamente rico y su familia tenía un gran poder sobre su ciudad la cual monopolizaban a su antojo. Demás estaba decir que la belleza de Nathan fue un factor crucial para que Victoria se sintiera a gusto.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar muy poco tiempo después de estar casados. Sabía que Nathan tenía problemas de temperamento los cuales se potenciaban críticamente cuando éste comenzaba a simpatizar con ciertas sustancias a las que se había vuelto adicto. Además de temperamental, era obstinado y sumamente mimado por su padre quien lo protegía de todas sus fechorías.
Cuando aquello ocurría. Todo ese paraíso mental que Victoria se había armado se volvía el peor de los infiernos.
Desde entonces su mundo se había vuelto muy aislado, falso y solitario. Aguantando la conducta problemática de Nathan quien seguía viéndola como alguien que conocía desde niño pero nada más importante que eso. No la amaba, no la besaba. Mucho menos la tocaba como su esposa.
Él salía a lugares viciosos, con amigos perturbadores que cubrían sus adicciones, a lugares donde se involucraba con chicas fáciles.

—¡Deja de hacer eso!— Exclamó cuando le vio que disimuladamente, dándole la espalda, sacaba ese frasco de “medicamento” el cual contenía morfina. Si no era la morfina era el opio, alcaloides, rapé o quien sabe que más. Victoria se adelantó y le quitó el frasco bruscamente.
—¡Tú deja de meterte en mis asuntos, mujer imbécil!— Le dio un empujón.
—¡Pues deja de ponernos en riesgo!— Le gritó irritada. Lo empujó también, le dio unos golpes en el pecho. Nathan volvió a empujarla como si fuera cualquier cosa y ella colapsó. —Puede que seas el niño rico y mimado de tu padre pero ni él te va a librar de la decadencia que tú mismo te estás buscando.
—Cállate.— La miró con desprecio. —Y no me levantes la voz, zorra. ¿Quién te crees? Las mujeres decentes se quedan en silencio y apoyan incondicionalmente a sus esposos. Tú sólo haces berrinches como la loca que eres. ¿Decadencia? ¿Yo? Pff…— Giró los ojos.
—¡Porque sí, Nathan! Si sigues así caerás en un pozo oscuro y sin salida. ¡Y no te creas superior! Que sin el dinero de tu padre no serías nada. Nadie te respetaría ni nadie te obedecía como eso pobres imbéciles lacayos que se creen tus amigos.
—Te dije que te callaras— En un impulso, le cubrió la boca bruscamente con su mano al escuchar que personas estaban relativamente cerca. Victoria le mordió la mano, cosa que le enfureció. Frunció el ceño y bajó ambas manos a su cuello ejerciendo presión. —No aprendes…— alejó una mano la cual subió con intenciones de darle un golpe para que “se calmara” pero antes de que pudiera hacer al acto fue increpado. —¿Qué?— vio que una persona le sujetaba de la muñeca que mantenía en alto, suspendiéndole de su golpe. —¡Suélteme, usted!—
—¡Victoria!— Gritó Maribelle, horrorizada por lo que veía. Ella corrió desde la distancia que las separaba, le dio un empujón a Nathan para apartarlo de su amiga y la abrazó. —¿Cómo te atreves, animal?—
—Es asunto de esposos, ¡Qué se meten!— Dijo enojado. Luego miró a quien aún le sostenía. —¿Y tú quien eres? ¿De dónde saliste?—
—…— Avilio le soltó finalmente, mirándolos de modo frío.
—Denunciaré tu acto agresivo con las autoridades. —
—¿Y qué dirían de alguien como usted quien agrede a una mujer?— Dijo el italiano, respondiéndole a Nathan quien hacía como si el acto de hace un rato jamás hubiera pasado. El rubio mostró sorpresa.
—Yo no he sido violento con mi esposa.—
—Pues yo y la dama vimos todo lo contrario.—
—Victoria, ¿Estás bien?— Preguntó la rubia a su amiga quien comenzaba a salir del shock. Vio que esta asentía débilmente. —Te llevaré a mi cuarto, será mejor que te quedes allí.—
—Maribelle, no te metas en estos asuntos.— Dijo un indignado Nathan.
—Me meto donde se me de la gana, Nathan. Y eso no quedará impune.—
—¡Ah, por favor! Tanto escándalo por algo tan simple. Eres una exagerada.—
—Se debe hacer justicia.—
—¿Y crees que alguien escuchará a una loca que ni su padre quiere? No eres más que una alborotadora en tu ciudad, no tienes buena fama. ¿A quien crees que defenderán?
—Eso ya lo veremos. — Dijo Maribelle, molesta. Se dio la vuelta con Victoria sin soltarla y comenzó a caminar.
—Bah, hagan lo que quieran…— El rubio se dio la vuelta. Notó que cierto frasco aún estaba en el suelo —…— Se agachó pero Avilio se lo pateó.
—¿Drogas?—
—No es lo que parece…— Sonrió torpemente.
—Patético.—
—…— Nathan se incorporó lentamente. Lo miró con curiosidad unos segundos y luego cedió a sus impulsos y trató de propinarle un puñetazo al pelinegro. Para su desgracia, Avilio era mucho más hábil -y en sus cinco sentidos- que él. Éste no sólo lo esquivó, sino que le devolvió el golpe y el italiano si dio con su objetivo dándole un puñetazo en el rostro haciendo que Nathan perdiera el equilibrio y se cayera hacia atrás. —¡Maldito bastardo!— Dijo sujetando la quijada.
—¿¡Qué se supone que hacen!?— Maribelle se giró para mirarlos a los dos con desaprobación. —Ya suficiente has hecho el ridículo hoy, Nathan. Mejor quédate allí y ni intentes levantarte para responderle a aquel joven porque quedarás aún más en ridículo.—
—…— El convaleciente la miró con rencor.
—Estimado, será mejor que ingrese al evento y olvide este bochornoso sucedo. Por lo demás, agradezco que se haya terciado justo en este momento para evitar un acto irracional. Pero ya aléjese de Nathan. Estar cerca de él sólo trae desgracia.
—Mi lady.— Avilio le dedicó una reverencia. Metió las manos en sus bolsillos y, antes de ingresar a la fiesta, miró de reojo a Nathan mirándolo como poca cosa.
—Esto no quedará aquí.— Dijo Nathan, se colocó de pie y ordenándose para pasar desapercibido… Aún tenía que encontrarse con aquel Lancaster.

Maribelle dejo de prestarle atención. Encaminó a Victoria a su cuarto para que pasara en un sitio privado toda la agitación y vergüenza que estaba experimentando en ese momento.

En tanto, en el interior del salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta de mascarada. Lady Lana  estaba completamente ajena a la situación que estaban viviendo los miembros de su círculo cercano de interacción. Trataba en vano de distraerse al contemplar las piedras preciosas de los vestidos de las damas brillar con la luz dando un brillo hermoso a sus trajes. Buscaba  entre los caballeros al “suyo” a quien de todos modos no encontraba por lo que intentaba distraerse jugando mentalmente a encontrar a su príncipe quien le debería sacar a bailar. “Éste no” “Éste parece extraño” “Él es atractivo” comentaba mentalmente.
Y pese a que la fiesta parecía de lujo, interesante y atractiva. No podía concentrarse del todo en ella.

—¿Podemos irnos? —
—Ah…— Lana soltó un suspiro, cansada. —Pequeño Yuri, no llevamos más de quince minutos aquí. —
—¡No me llames así! — Dijo Yuri muy molesto. —Y quince minutos me bastan para odiar esto y a todo el mundo. ¿Usar máscara? No le encuentro la gracia. Es evidente que se creo este evento para que la gente vanidosa ostente sus lujos. Que acto tan bajo y deprimente. — El adolescente se quitó la máscara y la observó con repudio. La lanzó sobre la mesa.
—Debes usarla. —
—No lo haré. —
—¿Y cómo lo harás cuando mi pequeño Yuri me saque a bailar?  Apuesto que te dará vergüenza no llevarla pues no podrás ocultarte tras ella.
—Lana, ya basta. — Odiaba que ella lo llamara así. Ni era tan vieja como para que se tratase a ella como una adulta y a él como un niño. De hecho, quizá no era tan quisiera vieja… Aunque igual la consideraba como tal, pese a que tenía dos años más que él. —Sólo estoy aquí por compromiso. Jamás me verás bailando. —
—Entiendo. — Asintió comprensivamente. —Tal vez conmigo, no. ¿Pero con una bella señorita soltera y encantadora que, naturalmente, no sea tu familiar? —
—Tampoco. — No le gustó la broma.
—Esta bien. — Lana dejó de fastidiarlo, le daría un descanso breve. Se acercó a él para cepillarle el cabello con sus dedos. Su hermoso cabello rubio había quedado alborotado al quitarse la máscara de modo agresivo.

Lana le sonrió, Yuri era un muchachito aún pero era un muchachito muy guapo. Esperaba de corazón que algún día encontrase una bella damita fina de quien se prendara y con quien se comprometiera. Aunque fuera un cliché del cual ella misma escapaba, esperaba aquello para su pequeño primo. Yuri estaba muy solo, más solo que ella y estaba solo desde que era un bebé. La madre de Yuri había fallecido poco después de dar a luz tras un cuadro de preclamsia agravada que evolucionó a un desenlace fatal. Su padre lo había despreciado desde entonces y lo había recluido y olvidado en su hogar. Para cuando tuvo edad suficiente lo había enviado a un internado y apenas éste se volvió en un chico que ya dejo de luchar por el afecto de su progenitor y comenzaba a reclamar sus derechos económicos, el padre de éste lo había desheredado y enviado al exilio. La compañía escasa de Lana le había ayudado en su infancia a tener momentos de risa, de rabias y peleas físicas que tienen todo niño, de juegos e incluso de pescas y actividades más masculina, la compañía de Viktor le había servido para aprender y buscar su propia empoderación, pero fuera de ellos no había nadie más.

La peliplateada aceptó una copa de champán francesa que no tardó en llevar a sus labios.

—Lana, no es la primera copa que bebes…—
—Oh, Yuri, deja de hostigarme como si fueras mi… ¿padre? — Rio disimuladamente. —Entiendo que estás aquí aburrido y cansado con la obligación de acompañarme y protegerme, pero, por favor, no seas extremo. —
—Bah, si te emborrachas no pienses que te auxiliaré. Te dejaré aquí, botada, y te arrastrarás hasta tu cuarto. —
—…— Lo miró ofendida y con espanto. —Cómo piensas así de mí. —
—Pues, tú no me dejas beber a mí. —
—Tienes quince…—
—¿Y?  En mi país se bebe vodka desde que se es niño. —
—Pero no bajo mis cuidados, Yuri. —
—¡Ahg! — El chico le iba a rebatir pero se quedó en silencio  cuando notó que alguien familiar se aproximaba a la mesa que ambos compartían. No lo recordó inmediatamente pero después le reconoció.
—Erwin, buenas noches. Me asombra que asistieras. — Dijo Lana, tratando de ser seria.
—No lo haría… Estos eventos no son de mi estilo…— Desvió la mirada por unos segundos mirando hacia los invitados. A diferencia de la mayoría, él no llevaba esas absurdas máscaras. No era lo suyo. —Lana, antes de que el barco partiera desde la última parada, me encontré con Sir Nikiforov… Él me contó lo que sucedió. —
—Uh. —
—Lamento vuestra pérdida. —
—Se agradece el pésame. — Se sintió incómoda porque no sabía que responder. Prácticamente había visto un par de veces en toda su vida a su padre por lo que realmente no se sentía vinculada ni tenía apego con él. —Eh, supongo que tendremos que ver asuntos cruciales al llegar a Estados Unidos. —
—Sir Nikiforov ha iniciado los trámites para repatriar el cuerpo. Prometo que la acompañaré en todo momento. —
—Gracias. — Lana bajo la mirada por unos instantes. Fijo su vista en el eferbeciente de su bebida. —Se avecina tiempo de cansancio y complicaciones. Tal vez por esta noche debamos olvidar eso…—
—…Sí. — Erwin no era precisamente el más experto en esos temas, pero ver a Lana angustiada en sociedad, entendiendo que se debía a todas las responsabilidades que recaerían en ella de ahora en adelante, le llamaba la atención. No era bueno consolando, tampoco alentando ni motivando a menos que animara a un grupo de soldados a ir a una batalla y Lana no era un chico novicio que iba a recibir un tiro o morir o ser un rehén. Pero sí tendría una guerra la cual afronta. Supuso que podía aportar a distraerla aquella noche. —Eh, ¿quieres…bailar? —
—¿Ah? — Parpadeó incrédula, al estar distraída. Pero al ver que el rubio hablaba en serio sintió que el corazón se le escapaba del pecho. Compostura, ante todo. —Acepto su invitación, teniente. — sonrió delicadamente.
—Con su permiso, joven Plisetsky, le quitaré la compañía de su gentil prima unos instantes. —
—…— Yuri no dijo nada, se mantuvo serio e inexpresivo. Vio a ese par ponerse de pie y dirigirse a la pista de baile. Lana y Erwin le resultaban tan estúpidos. Sólo, en una mesa arrinconada, no le quedaba más que cruzarse de brazos y esperar que el agobio y tortura terminase pronto para retirarse de una vez de allí y encerrarse en su alcoba.


Después de compartir unos momentos más en aquella fiesta, y tras saludar a uno que otro conocido. Lana decidió que debían hacer un intermedio en esa noche. Aprovechó unos segundos en que Yuri estuvo cabeceando medio dormido del aburrimiento para ella buscar un espacio de libertad. Pensó en salir del salón e ir a la cubierta para tomar el aire fresco de la noche pero cuando se dispuso en salir sin ser vista, divisó a lo lejos a un joven guapo, muy bien vestido y que fácilmente atraía las miradas de las damas presentes. El joven estaba de pie en la gran escala, justo debajo del enorme reloj del salón, él usaba un lujoso traje color negro, accesorios dignos de un duque y el cabello oscuro lo llevaba pulcramente en un peinado hacia atrás, muy apegado y engominado. Al ingresar sin máscara, se podía ver perfectamente cada detalle de su rostro. A Lana le había cautivado momentáneamente, pues tenía una belleza bastante peculiar y llamativa, prontamente recordó que ya le conocía de antes y que era la misma persona pero con un traje más costoso. Lana dejo escapar una risita divertida, ante sus ojos estaba su propia creación.
Mientras las mujeres lo observaban con apasionamiento, cuchicheando entre ellas a ver cual se le acercaba primero a iniciar una charla con él, Lana se acercó al primer peldaño de la escalera. Él, estando en lo alto, la divisó poco después observándola unos instantes desde esa posición. Seguidamente, el joven bajó a su encuentro.


—My lady.— El pelinegro tomó con delicadeza la mano de Lady Lana y la besó con respeto, adecuados al protocolo de trato social aristocrático. Centró sus ojos color oliva en los ojos color burdeos de Lady Lana.

La muchedumbre comenzó a hablar entre ellos. Las damas decían prontamente del joven al cual destacaban el atractivo de buen caballero de alta aristocracia que poseía por naturalidad y no tardaron en inventar historias sobre él; al no haberlo visto antes, supusieron que era un conde o un duque que amaba viajar y no permanecía mucho tiempo en sus tierras por eso no lo vieron antes en eventos de elite en Inglaterra. También mencionaban su parecido con Francis de Francia aunque otras le habían apodado "Romeo" contemporáneo por sus aires italos que hacían recordar al protagonista de la obra de Shakespeare. Pues sus ojos verdosos lo hacían digno de una novela trágica y romántica. Otras mujeres, más adultas, preferían decir que podía ser un don Juan que buscaba un amor en cada puerto.
De Lady Lana hablaban lo justo y necesario. Era una de las personas más ricas a bordo y un ser social reconocido entre la alta casta. No obstante, no era una persona que jubilosamente fuera como las demás chicas, ella conversaba lo justo y necesario, sin necesidad de halagos exagerados y sin necesidad de comentarios agrios de descriteriada crítica a otros por el goce típico de los más adinerados de humillar a otros. Para algunas era una persona aburrida, incluso, ya que al no concerle nada anecdótico ni tampoco enemigos o aliados la convertían en alguien a quien obviar. No así para las más jóvenes, quienes la admiraban por su exótica belleza y la idealizaban como un ícono de la moda actual admirando sus trajes y peinados que lucía en cada evento, así después ellas lo imitaban para estar a la vanguardia. Por otro lado, su cabello plateado y sus ojos color burdeos la convertían en alguien atípica, casi irreal. Pensaban que tal vez la gente de tierras tan alejadas como la de ella tenían esa particularidad.

—Es un gusto verlo aquí, monsieur.— Lana sonrió finamente, ocultando su felicidad. —Si me permite, luce regiamente esta noche al punto de deslumbrar a todas esas jóvenes damas, sir "Alain Archedrich"—
—Acepto vuestra apreciación. La cual únicamente se debe a vuestras gracia.— Avilio bajó su tono de voz, sin despegar su mirada de la de ella. —Su sirvienta ha sido muy hábil en llevar todo esto a un cuarto compartido de un turista de tercera clase sin que nadie sospechara nada. Admirable.—
—Imagino la habilidad que ha tenido usted también cuando debió salir de los sitios destinados para tercera clase usando todo aquello.— Lana asintió. —Mi señor Alain, ¿Le parece una imprudencia si le solicito que me invite a esta pieza de baile? Digo, para continuar sin levantar sospechas.—
—Cierto.— El joven extendió su mano pidiéndole que le acompañase en esa pieza de baile tal cual como aquella chica le había propuesto. Lana aceptó. La condujo un poco al centro del salón pero al mismo tiempo quedando estratégicamente un poco más apartados por si acaso. Sujetó la fina mano enguantada de aquella joven con la suya mientras que la mano libre la situó en la cintura de Lana para iniciar un vals.
Lana sintió un extraño temblor recorrerle la espalda al instante que su corazón parecía latirle más agitadamente. ¿Timidez? lo cual le parecía irrisorio ya que no era primera vez que bailaba con un hombre en su vida. Tal vez era resultado de estar bailando con un chico que, de algún modo y otro, parecía coincidir en todos los mundos con ella a pesar de que, justamente, provenían de "mundos distintos". La adrenalina de saber que todo era un juego y una falsa, que él no era un sir sino un chico común que ella había convertido en un joven rico de un instante a otro, era otro factor que podría estar causándole esas desconocidas sensaciones.
Titubeante, ella apoyó su rostro en el hombro de Avilio, cerró sus ojos y se dejo llevar por unos momentos. Sintiendo que bailaba un vals entre las nubes.

¨Que extraño... Hace un momento, con Erwin, había sido mágicamente único... Algo que esperé por mucho tiempo. Pero con éste chico, es justamente de otro mundo, versátilmente sorprendente. Demasiado fantástico... Como si fuese un cuento de hadas que acabará con un final inesperado.¨ Pensó.

—¿Pudo con mi petición? — Lana habló, para así despejar sus pensamientos.
—Sí— Asintió.
—Cuando los del centro giren, nosotros nos apartaremos un poco hacia allá y podrá pasarme los documentos. No se espante, sé donde esconderlos bien.
—...— Asintió otra vez, en silencio. La condujo hacia un rincón obedeciendo. Abrió la chaqueta de su saco y mostró una carpera.
—Perfecto. — La chica sacó de entre su chal una bolsa de dama cuyo interior estaba repleto de fajo de billetes. —Debemos ser rápidos.—
—Tenga. — Le pasó la carpeta, no obstante, titubeó en soltarla.
—Luce afligido, joven Avilio. — Tomó del otro extremo de la carpeta. Entonces.. —Usted… Leyó el contenido de estos documentos. — Pronunció, consternada.
—Era algo inevitable. —
—¿Deberé pagar por su silencio, también? —
—…— El negó con la cabeza, aún confundido. —No me incumbe pero… ¿Pretende perjudicar a esa persona? —
—¿Cómo se le ocurre? — Dijo ofendida. —Si le pedí esto es precisamente para proteger el honor de él. —
—Bien.— soltó un suspiro. —Que así sea.— Finalmente le entregó los documentos. Lana, discretamente, los guardó entre sus ropajes.
—¿Usted… conoce a Smith? —
—Es una persona a quien respeto, estimo y admiro. Por ningún motivo esperaría que fuese perjudicado. Me vi tentado de eliminar esos papeles yo mismo. Si me entero de que usted ha hecho lo contrario, no deseará tenerme por enemigo.—
—Veo que le estima. Debe quedar entre nosotros este acto de aberración. Desconozco el por qué Smith otorgó recursos económicos a los rebeldes irlandeses.
—Siendo un acto de traición, sería castigado. Sin embargo, puedo entenderlo… Él, ante todo, es honorable y sé que él hizo lo que hizo porque sabe que aquellos irlandeses merecían algo de protección y deseó compensar la perdida de esos hombres otorgándoles sustento económico a sus esposas e hijos.
—…Vaya, no lo había pensado así. — Se sintió acorralada por una vergüenza digna de un ser ignorante.
—Lady Lana… Debe abrir los ojos para ver. —
—…— Los labios de Lana temblaron ante las palabras tan serias de ese chico las cuales tenían mucho sentido. Cuando iba a comentar, prefirió no decir nada. Prefirió callar. Porque sentía que el otro le respondería con algo brillante de todos modos. —Tengo una mesa reservada. ¿Me acompaña unos minutos?— Al ver que el otro asintió, ella le dirigió a la mesa que tenía aparte, lejos de Yuri por supuesto.

Los dos tomaron asiento en aquella mesa y en poco tiempo un garzón se acercó para llenar sus copas. Lana y Avilio permanecieron unos efímeros intentes en silencio, ella notó que el joven era demasiado callado en todo momento y que era más de observar. Ella no era precisamente parlanchina pero deseaba distraerse en aquella velada. Justo cuando Lana había encontrado un tema de conversación que parecía meramente captar la atención de Avilio, fueron interrumpidos abruptamente.
Maribelle apareció en frente de la mesa de ellos. La rubia, al ver el asombro de su amiga y no recibiendo ninguna invitación, se sentó autoritariamente en una silla libre.

—Maribelle Wessex, mucho gusto.— Dijo la rubia, extendiendo su mano hacia el joven que no conocía.
—El gusto es mío, my Lady.— Delicadamente besó la mano enguantada de la joven.
—Querido, ¿y cuál es su nombre? Creo que se le olvidó mencionarlo.— Dijo Maribelle. Le llamó la atención que de pronto el joven parecía reticente a su contacto. Entonces, ella se alarmó al enterarse del por qué. —¡Oh, por Dios eres el joven del pasillo!—
—¿Qué?— Lana parpadeó confundida.
—Sí. Eres tú.— Ella observó a Avilio, al estar él sin máscara le reconoció. Le sonrió con gratitud. Luego volvió a mirar a Lana.
—¿Me pueden explicar cómo se conocen?—
—Oh, Lana.— Maribelle sonrió con picardía. —Lo que yo no entiendo, es si nuestro amigo es un joven adinerado o un buen aventurero turista de clase media.—
—...— Lana se mordió el labio inferior. Inventarle algo a Maribelle era arma de doble filo porque ella era muy despierta. —Yo le he pedido que se haga pasar por alguien de primera clase. Lo conocí cuando abordamos, me parece que su visión del mundo es perfecta pero desgraciadamente no se le permite tener acceso a este tipo de eventos y evidentemente moriría de aburrimiento si sólo me quedaba con Yuri o moriría de soledad si esperaba eternamente a Erwin para tan siquiera compartir con él dos minutos. Por eso lo he invitado, creándole una identidad.
—Comprendo. ¡Me parece perfecto!— Luego chasqueó los dedos. —Pero antes de que yo me una a este ameno grupo, ¿Han visto a Nathan?—
—Sí— Lana, asintió. —Lo vi con un chico rubio, creo que unos de los hijos de Lord Lancaster. ¿Quieren localizarlo? —
—No. — Negó —Deseo distraerme en la fiesta pero dudo que Victoria entre aquí. — Hizo un gesto a un garzón quien entendió el mensaje. Después de unos segundos este garzón llegó con Victoria a aquella mesa.
—¿Eh? — La peliplateada era la más confundida.
—Ah, te lo explico luego. — miró a Avilio. —Él de todos modos sabe de lo que hablo. Ahhh…— soltó un bufido.
—¿De esto tanto alardeabas, Maribelle? Bah, parece una fiesta cualquiera.— Dijo Victoria tan siquiera sentarse. Le sirvieron una copa de vino la cual degustó prontamente.
—Lo dices porque estas celosa ya que no pudiste vestirte como querías.— Prontamente, comenzó a conversar con Lana y de vez en cuando Victoria se incluía en la charla. El único que no hablaba nada de nada era el chico solitario.
—Ah, allí está Nathan.— Dijo Lana, señalando hacia aquel joven quien compartía con otros jóvenes de alto poder.
—Demonios.— Victoria curvó los labios en una mueca de desagrado.
—¿Y ahora? ¿Tendré que encerrarme con la insoportable de Victoria Prescott en mi alcoba mientras todos lo pasan bien? — Maribelle pataleó.
—O pueden asistir a otra fiesta. — comentó el italiano. Ya aburrido de estar en ese evento tan "estirado"
—¿Otra fiesta? ¿Cuál? — Preguntó Lana, desconectada.
—La de clase baja. — Avilio chasqueó los dedos. —Pueden venir conmigo.— y no tenía que seguir fingiendo que era ningún sir cada vez que alguien se acercaba a la mesa a saludar a las damitas.
—¿Nos dejaran entrar? —
—Ustedes pueden entrar donde quieran, somos nosotros los que tenemos accesos restringidos.—
—Haha, que mal suena eso pero creo que es verdad. — Dijo Maribelle.
—Espera, espera.— Victoria se horrorizó. —¿Eres de clase baja? ¡Por qué nadie me dijo antes!—
—Ay, querida Victoria. ¿Acaso ya le estabas echando el ojo al joven?—

Los tres se levantaron de la mesa abandonando sus copas ya vacías, comenzaron a caminar rumbo a la salida. Maribelle poco más debía jalar a Victoria quien se mostraba en rechazo abiertamente a bajar de nivel. No obstante, no pronunció replicas porque hasta ese “puerquero” le parecía mejor que estar cerca del “puerco” de Nathan.

—Lana, ¿A dónde vas? —
—Ah, no…— Lana giró los ojos al reconocer aquella voz.
—¿Ese es Yuri? Vaya, que ha crecido. — Dijo Maribelle al ver de reojo al joven quien estaba lejos y se abría paso entre la gente.
—Sí. Vámonos, seguro nos hará drama. — Pero pese a que intentaron dejarlo atrás, el chicos les alcanzó.
—Hey, ¿Eres sorda? — le encaró, sujetando su muñeca. —Y aparte ciega, ¿no ves que vas al sector de los pobretones? — miró de reojo a su compañía, ni le interesaba aquellas amigas suyas porque seguramente eran unas enajenadas mentales al querer ir hacia allá. Luego reconoció al italiano que habló temprano por la mañana con su prima. —¿Con éste? Pese a que esté vestido de traje de todos modos sigue siendo parte de la prole.— Lo miró con desprecio simulado. —Sin ofender—
—Descuida…— Avilio giró los ojos.
—Ah, ya me estoy aburriendo de tantos obstáculos en mi felicidad. — Dijo Maribelle. —Primito de Lana, si quieres te quedas. Pero nosotras merecemos distracción. —
—¿Cómo me llamo? —
—Ah, si quiere puede venir igual…— Dijo Avilio. —No pasa nada, no creo que haga algo imprundente. —
—Eh, ¿gracias? — Yuri alzó una ceja, más que confundido. Vio que todos comenzaban a caminar así que no les quedó de otra que seguirlos.

Pese al momento incómodo, finalmente todos se dirigieron hacia el nivel inferior donde la fiesta de los de segunda y tercera  clase se estaba llevando a cabo. Precisamente las chicas y Yuri no pasaron desapercibidos por sus lujosos trajes que llevaban a cuesta, por lo que Avilio tuvo que conversar con los suyos para que no pusieran ninguna mala cara. En poco tiempo, la primera en integrarse bien fue Maribelle quien aceptó libertinamente la invitación de un joven italiano que la sacaba a bailar. Victoria quedó en shock, con la boca entre abierta al ver la desfachatez de esa imprudente de Maribelle así que se sentó en una mesa y se ofuscó. Al poco tiempo, intercambió su desagrado con un tipo que estaba sentado a su lado y quien bebía en silencio, en unos instantes se vieron conversando sobre la vida mientras bebían whisky.
Lana, Avilio y Yuri se quedaron en "la barra" conversando brevemente. El italiano les trajo licores a los dos, Lana chilló al ver que le entregaba una jarra inmensa de whisky a Yuri quien aceptó la oferta. Yuri, quien en todo momento despreciaba a Avilio por su pobreza, sonrió complicemente cuando éste le integraba a la actividad como alguien adulto y no como un niño.
—¡Yuri no puede beber!—
—Ah, no le hará nada.— tras un sorbo a su propia jarra, la dejo sobre la tabla de la barra, encendió un bendito cigarrillo y por fin pudo aspirar el tabaco que le prohibían en la parte superior.
—Lana, guarda silencio. Ya escuchaste a este tipo.— El rubio dio un largo sorbo a su brebaje.
—...— Lana quedó en shock. —Mr. Lagusa, si mi primo corresponde a lo que queda de noche a un estado deplorable de embriaguez, usted deberá llevarlo a su alcoba.— Le advirtió.
—No necesito que me cuiden.— Miró a la tal Victoria. La apuntó. —Quizá debas llevarte a esa dentro de poco.— Le dijo a Avilio.
—...— Y Lana quedó doblemente en shock al ver que Victoria bebía a la par con ese hombre ruso.

Ellos tres continuaron allí, conversando y distrayéndose. Maribelle seguía bailando con quien le invitara, luego sacó a Victoria a que se integrara al baile. Todo parecía muy divertido. Los primos rusos prontamente comenzaron a reír con las anécdotas que les contaba un más amigable Avilio. La hora comenzó a pasar muy rápido y no se dieron cuenta lo tarde que ya era.
Un grupo de personas comenzaron a discutir lo cual terminó un conflicto de violencia física. Lana y Yuri se mantuvieron al margen, Maribelle apoyaba a uno y Victoria ya descansaba en una silla. Muy mal. Cuando Avilio vio que a quien atacaban entre tres era a un conocido suyo de italia, se metió en el conflicto y comenzó a darle golpes a diestra y siniestra a los adversario de su conocido. A Yuri eso le pareció que ese conflicto entre italianos, rusos e irlandeses borrachos peleando por una dama era por lo demás una alternativa discreta para liberar tensión.

—Yuri, no.— Le advirtió su prima. Sujetándolo del hombro.
—Yuri, sí.— Dijo éste, rebeldemente. Se apartó de Lana y se metió en el grupo de gente que peleaba a golpes integrándose en la discordia. El rubio se sintió feliz de poder darle golpes a esos extraños.

Y de una gala refinada donde la feria de las vanidades se daba un festín, pasaron a terminar todos en una fiesta que parecía incluso clandestina. Lana y Maribelle condujeron a Victoria a la alcoba de Maribelle tratando de no llamar la atención de los sirvientes, pero para desgracia de ambas fue el propio Erwin quien las descubrió a las tres en el pasillo. Negando con la cabeza al ver a la dama Prescott en ese estado, la cargó en sus brazos y la dejo descansar en la cama de la alcoba de lady Wessex. Maribelle prefirió quedarse con Victoria, sus pies ya no daban más de tanto baile.
Lana volvió junto a Erwin por Yuri, quien se había hecho de otra jarra, ahora, de vodka. Le sorprendía como ese joven cuerpo podía aguantar tanto alcohol sin verse mareado. Cuando llegó el teniente a esa fiesta, Avilio prefirió dispersarse y escabullirse, de todos modos le había prometido en algún momento "no meterse en problemas" a su superior.
El teniente se llevó a los dos primos y los dejo en la suite privada de lady Lana. Tras darle una breve charla de orientación y comportamiento, los dejo descansar. Lana pensó que Yuri molestaría el resto de la noche pero después de que este saliera del baño, se lanzó a la cama y se durmió prontamente. La chica le acarició el cabello y le besó la frente deseándole una buena noche. Después se retiró a su alcoba, se dio un baño y se fue a su cama a dormir.

Posteriormente a la agitada disruptiva de las rutinas diarias del grupo de jóvenes. La calma parecía haber llegado al día siguinte donde todo tomaba un curso más natural. El único detalle era que Victoria Prescott se había trasladado de la suite que compartía con su esposo a un cuarto de junto al lado de la alcoba de Maribelle Wessex en la suite de la rubia.
Los comentarios no se habían hecho esperar por la socialité. Quienes ya formaban sus propias hipótesis al respecto.

Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Kana on November 19, 2017, 09:36:55 PM
Continuación...



—Ya está.—

Era poco frecuente que a las diez de la noche existiera mucho movimiento de personas por la cubierta. Era una hora más prudente para compartir en el salón o directamente permanecer en los cuartos por lo que el riesgo de ser descubiertos era menor.
Lana extendió una carpeta de documentos hacia el mar, a la cual desde una de las puntas había encendido fuego. Cuando esta se vio consumida casi en su totalidad lanzó el resto al océano borrando toda evidencia. Estaba hecho, la evidencia que tenía Nathan ya no existía pues era única.

—La buscará cuando se entere.—
—Lo sé, pues fui a la única persona que le advirtió sobre esto. Pero me siento segura de poder enfrentarlo y salir airosa de esto.— Lana asintió, sonriendo.
—Siempre puede contar con mis servicios, lady.— Dijo Avilio, tocando la punta de su boina italiana. El chico sonrió de pronto, a Lana se le hizo que era la primera vez que lo veía sonreír.
—Sin su ayuda jamás podría haber logrado esto. Gracias a usted, la integridad de esa persona permanece a salvo.— En un impulso no meditado, la joven tomó las manos del otro y las alzó. Lo observó a los ojos. —Muchas gracias.—
—No ha sido nada.— negó, un poco incómodo por la cercanía.
Se quedaron unos instantes observándose directo a los ojos hasta que él rompió el momento. —Bueno, yo debería volver… Ya me han advertido.—
—Yo también debo reportarme en mi alcoba. Mi primo debe estar preocupado.— o más bien, odiándola por no indicarle donde estaba… —Creo que esta es la despedida.—
—Sí.—
—Yo…— Lana permitió que un par de segundos pasaran libremente, titubeó un poco más pero finalmente se levantó en la punta de sus pies, se inclinó hacia él y le dio un beso en la mejilla. —Estoy feliz de haberlo conocido, Avilio.—
—Igualmente.— Dijo Avilio, hablando hacia abajo como si ya todo se tratara de un buen recuerdo. Se sonrieron fugazmente, y luego cada uno se fue por su lugar.

Lana rodeó la cubierta y en la proa se encontró con Erwin Smith, quien estaba apoyado con el torso hacia adelante mirando al océano nocturno. Lana llegó a su lado y observó el mar junto con él.
—Erwin.— Le llamó apoyando su mano en su brazo. Tenía intención de contarle que sabía su secreto y que por fin había comprendido cuanta bondad había detrás de su acción pero un sentimiento de angustia le invadió al verlo ensimismado e incluso incómodo. —¿Todo está bien?— el  curso de la conversación cambió.
—Hace un momento me llamó la atención eso.— apuntó.
—¿Un iceberg?—
—Le indiqué al segundo hombre a cargo pero él me informó que tan siquiera pasaríamos cerca, que no había de qué preocuparse… No obstante, veo que el rumbo sigue peligrosamente cerca.—
—Perdona mi ignorancia pero, ¿Es muy malo que se siga por la misma coordenada?—
—Fatídico, de hecho… Si bien he analizado la construcción de este barco la cual en todo sentido es admirable, de todos modos no lo convierte en “insumergible” como aclaman.— El rubio sintió como inconscientemente Lana apretaba más su mano sobre su brazo. Él se giró, tomándola de los hombros. —No se preocupe, todo estará bien. Pase lo que pase yo le prometo que le protegeré.—
—Erwin… Creo que deberías volver a decirle al capitán tus temores. De todas las personas que conozco, eres el que más conoce el mar.—
—Sí, eso haré.— Asintió. —Pero también necesito, en caso de que las cosas se pongan oscuras, prevenirla. Quiero que vuelva a su suite y que esté alerta, en caso de escuchar sirenas, corra inmediatamente a cubierta y aborde un bote salvavidas. No se debe separar de su primo y sus amigas.—
—¿Y tú?—
—Yo le acompañaré, por supuesto.— Dicho esto, tomó su mano y la besó. Seguidamente comenzó a alejarse de ella dejándola en un mar de incertidumbre.
—¡Te esperaré, Erwin!— Le gritó, antes de perderlo de vista.

—-

El adolescente permanecía sentado solo en una mesa del bar del barco. Sólo bebía un vaso de soda, la cual le sabía muy bien. No esperaba a nadie, pero prefería mantenerse al margen pues no quería que alguna persona de alta aristocracia quisiera acompañarlo y compartir mesa. Yuri no tenía temas de conversación con esa gente, pese a que era brillantemente inteligente y culto, el más genio de su familia según lo consideraban, a Yuri no le gustaba conversar con sus pares pues sólo hablaban de superficialidades.
Notó que hace unos minutos tres personas de noble proceder lo miraban y se preguntaban entre ellos como pidiéndose la opinión de acercarse a él o no, cuando entendió que el voto unánime era aproximarse a él, Yuri se levantó de su asiento y buscó otra mesa con tal de alejarse. Notó que alguien le llamaba desde la barra. Le reconoció y fue hacia él. No había de otra.

—Veo que tienes un don indiscutible para mezclarte entre los ricos pese a tu proceder.— Le dijo el rubio.
—Algo así.— Respondió Avilio, quien encendía un puro. El otro lo miró extrañado. —¿Qué?—
—Parece legítimo, ¿cómo alguien como tú…?— tal vez no quería seguir siendo desagradable con él.
—¿Cómo lo conseguí?— dejó caer la cabeza hacia un lado. Yuri era de poco tacto, pero no le molestaba. —Esa mujer— apuntó con el mentón a una dama que se terminaba de retirar. Su traje con diamantes incrustado casi deja ciego a Yuri. —me lo obsequió. Estuvo sentada donde estás tú, de pronto me lo dio…— alzó los hombros.
—Hm…— Yuri puso una expresión indiferente. —¿Entiendes de que te está invitando a ¨otra cosa¨—
—¿Qué?— El italiano se evidenció confundido, incluso inocente.
—Haha… ¿En serio?— Yuri bebió de su soda. —Pensé que eras más ¨despierto¨ en ese sentido.—
—¿Cómo conoces esas señales?—
—Tengo un primo que me enseña cosas así.— Yuri le restó importancia. —¿Dónde está Lana?—
—No lo sé.—
—Pensé que tenías algo tramado con ella. Llega a ser evidente, ¿Qué pretenden?
—Le pedía orientación y asilo… Para el “sueño americano”—
—Hm, no creo que logres conseguir algo si sólo te presentas ante ella sin más. ¿No tienes un talento? Si es así, tal vez pueda darte un trabajo. Dudo que cantes o bailes…— giró los ojos.
—Nno.— Hizo un gesto de desaprobación. —…Toco el piano.— Dijo después de dar una aspirada al puro. Su sabor era fuerte y seco, de aquellos que raspan la garganta. Por lo tanto era de buena calidad y caro.
—Eso puede servir. ¿Quién fue tu maestro? Si es alguien del conservatorio de música será más factible… Mejor si te presenta como su pupilo.—
—Me enseñó mi padre. En realidad no era una persona conocida… Él no me presentará, está muerto.—
—Okay.— Prefirió no ahondar en el tema pues parecía un tema sensible y no era de su incumbencia.

—-

Lana se había tardado bastante tiempo en buscar a Yuri. Para su desdicha el rubio no se encontraba en la suite y nadie lo había visto. Todo su ser se llenó de angustia de pensar que a su pequeño primo le sucediese algo pues las palabras de Erwin le sonaron muy serias.
Cuando iba por el pasillo de las suites destinadas a la primera clase y la sección de gente más adinerada, se topó con Maribelle y Victoria quienes caminaban juntas tranquilamente.

—Lana.— Le llamó Maribelle.
—¡Maribelle!— Exclamó al verla. —¿Haz visto a Yuri?—
—No.— Nego. —¿Qué pasa? Luces preocupada.
—Tenemos que estar alerta. Erwin me indicó que el barco pasará muy cerca de un iceberg y en caso de impactar— Pero las palabras fueron innecesarias.

Las tres damas sintieron un fuerte choque que de primer momento no supieron como explicar producto de la conmoción. El golpe vino inmediatamente acompañado por un desequilibrio general que casi las tumba a todas. Victoria se sujeto de una baranda y Lana perdió el equilibrio cayendo pero Maribelle le sujetó antes de que cayera al piso.

—El teniente tiene razón.— Dijo Maribelle.
—¿¡Qué tenemos que hacer!?— Preguntó Victoria, histérica.
—Me dijo que debemos subir a cubierta y abordar un bote salvavidas.—
—¡No esperemos más y subamos!—
—Vayan. ¡Pero yo tengo que encontrar a Yuri!—
—Y yo iré a advertirles a los de segunda y tercera clase. No es justo que ellos no sepan esta información.— Miró a Victoria. —Sube y esperamos allí.—
—Nno… Te acompañaré y luego subimos todos.—
—Bien. Nos encontramos arriba.—

Maribelle y Victoria corrieron a las escaleras descendiendo a los niveles inferiores donde se encontraba la gente de segunda y tercera clase. Inmediatamente comenzaron a advertir a las personas que iban encontrando las cuales se encontraban conmocionadas. Algunas corrieron rápidamente a la superficie mientras que las familias que tenían muchos niños o tenían miembros adultos mayores se tardaban enormemente. Otros tantos, preferían hacer oídos sordos y permanecer en sus cuartos cuidando sus pertenencias.
Ninguna de las dos se percató de que Nathan las siguió de cerca. Justo cuando Maribelle les indicaba a un grupo de personas que debían subir a la superficie, el rubio cerró la reja con llave desconcertando a todos los presentes.

—¿Qué sucede?— Preguntó una mujer en cinta, que no comprendía el por qué les dejaban encerrados si, de ser cierta la noticia de Maribelle, era muy peligroso.
—Órdenes de arriba.—
—¡No es cierto!— Saltó Maribelle, abriéndose paso. —¡Esto lo haces por un tema personal!—
—Tranquila, los tripulantes vendrán por ustedes cuando todo esté en calma.— Dijo sereno. —Sólo es una acción a modo de precaución para que no se produzcan robos y crímenes innecesarios.— metió las manos en sus bolsillos y se retiró.
—¡Maldito!— Exclamó Victoria, aferrandose a los barrotes de la reja. —¡No puedes hacernos esto!—
—Debido a tu comportamiento, es lo más acertado.— Dijo a lo lejos, antes de desaparecer.
—Victoria.— Maribelle apoyó una mano en el hombro de la chica. —Guardemos calma, vendrán por nosotros.— Dijo en voz alta para todos. Al girarse, notó mucha gente: hombres, mujeres, ancianos y niños, mirando con verdadero terror.

—-

—¡Lana!— Le llamó Yuri cuando la vio correr por el pasillo. El rubio salió detrás de su prima y la volvió a llamar. La segunda vez ella se volteó al oírlo y corrió hacia él. Fue aprisionado por un abrazo desesperado de su prima. —E-estoy bien.— Dijo apenas saliendo de su asfixiante contacto.
—¡Señorita Lyksborg-Henssen!— Gritó una jovencita, apareciendo con un grupo de servidumbre. Era Ephonine quien venía acompañada por los sirvientes de Lana y otros tantos de Lady Wessex. —¿Que sucede?— Exclamó. Un segundo choque del barco contra el gran hielo hizo que ella cayera. Avilio la sujetó antes de que impactara con el suelo. Ella se aferró a él, desesperadamente. —¡Tengo miedo!—
—Ephonine, tranquila.— Dijo Lana, sin soltar a Yuri como si fuese su propio crío. —Quiero que todos suban a la cubierta y aborden los botes salvavidas. Ayuden a los que puedan en el camino y trasmitan el mismo mensaje. Es una orden.— dictó.
—Señorita, ¿y usted?— Preguntó Ephonine, aún abrazada a Avilio.
—Subiré pronto, primero tengo que ir por Maribelle y Victoria quienes también vienen en camino. —¡Vayan ya!— ordenó nuevamente.
—Señorita, por favor, cuídese mucho. La esperaremos en la cubierta— Ephonine se separó tímidamente del italiano. Luego volvió a su compostura normal y comenzó a guiar a los demás sirvientes.
—Yuri, quiero que vayas con ellos.— Lana sujetó el rostro del menor con ambas manos en cada una de las mejillas de Yuri. Le miró fijamente a los ojos. —Y que apenas puedas abordes un bote salvavidas.—
—No, Lana. Subiré cuando subas.—
—Por favor, Yuri…—
—No lo haré.— La apartó de un manotazo. —Si vas abajo como una heroica necesitas de alguien sensato como yo que te acompañe… Por último, somos familia y la familia no se abandona.— Dijo lo último un poco más bajo.
—…No le harás cambiar de parecer.— Le indicó Avilio. —Vamos.—
—Sí.— Lana asintió. Tomó la mano de su primo pequeño a pesar de los reclamos de este y juntos corrieron escaleras abajo.
—Erwin está ayudando a las personas con más problemas a abordar a los botes.— Indicó Yuri.
—Nos uniremos a él pronto.—

En el camino Lana y los otros dos indicaron a las personas que subieran a cubierta. Ella se percató que muchos preferían permanecer en sus cuartos. —¿No me entendieron?— se preguntó, pensando que quizá el lenguaje era el problema.
—Temen dejar sus cosas.— Dijo Avilio.
—Que idiotas…Son sólo miserias que se pueden comprar con dos monedas—
—Para muchos, aquello es un tesoro que no podrán volver a recuperar.— Le refutó el italiano. Ayudó a una madre a salir con dos niñas pequeñas hablándole en italiano para darle indicaciones de como llegar a cubierta. Luego ayudó a un matrimonio de ancianos a subir los primeros peldaños de la escalera.

Siguieron bajando hasta que llegaron a lo más recóndito del barco, al nivel de la tercera clase. Se sorprendieron de encontrar un montón de gente aprisionadas detrás de rejas.

—¡Allí están!— Lana corrió hacia la reja al divisar a sus dos conocidas. —¿Por qué está cerrado?—
—Ese hijo de puta de Nathan cerró con llaves.— Dijo Maribelle, sin recato en el lenguaje.
—Lo siento, esto se debe por mi…— Dijo Victoria, atacada. Se sentía responsable de la desgracia de todos allí por culpa de su “arrebato” contra él.
—No, querida. Porque es seguro que una rata como él habría hecho esto sí o sí pues desprecia a los que no pertenece a su clase.— La rubia frunció el ceño. —La llave se la llevó él.— le dijo a Lana.
—Iré a ver si consigo una llave con un marinero.—
—Ve.—
—Trataremos de abrir con algún instrumento mientras tanto.— Dijo Yuri, quien junto a Avilio comenzaron a buscar algo que les sirviera. Lana en tanto corrió a buscar ayuda.
—Cuidado.— Dijo Avilio, quien volvió con un hacha de emergencia. Sabía que prácticamente era inútil contra el hierro pero era lo único que había a metros. Todos se apartaron y él comenzó a golpear la cadena del candado. Uno, dos, tres y hasta seis intentos pero no aflojaba.
—Sigue.— Le motivó el ruso a su lado.
Unos cuantos golpes más y parecía que podía lograr algo.
—Hey.—

Una persona le llamó desde atrás. Pensó que podía ser un tripulante que traía consigo la llave. Al girarse, lo único que escuchó fue un estruendo ensordecedor y un ardor tortuoso que nacía en su abdomen. El grito de los presentes retumbó en todo el lugar, muchos comenzaron a peder la cordura y a gritas desesperados empujándose unos a otros. El pelinegro sintió que la fuerza de pronto se le iba, no pudo sostener más el hacha y la dejó caer, se llevó una mano al estómago sintiendo como un líquido cálido comenzaba a emanar con fuerza. Frente a él, un joven rubio le apuntaba con el cañón de una magnum, una arma demasiado potente para ser usada a corta distancia. Prácticamente, con su sangre había salpicado a todos los de atrás. Del dolor casi se dejo caer pero se sostuvo a duras penas, no deseaba darle ese lujo.

—¡Nathan!— Maribelle gritó horrorizada. —¡Eres un bastado!—
—¡¿Por qué?!— Gritó Victoria, llorando ya a esas alturas.
—Porque éste me golpeó. Me dejo en ridículo.— Se acercó a ellos, apuntándolos. Le habló esta vez a Avilio. —¿Pensaste que ibas a irte libremente después de agredir a alguien como yo?—
—…— El italiano le escupió en la cara, lo cual manchó de sangre el rostro de Nathan.
—Asco.— Éste sonrió con malicia. Escuchó que detrás de él se detuvieron dos personas. Al girarse y verles, notó que era Lana y un marinero.
—…— Lana lo miró con consternación, luego miró a Avilio y volvió a mirar a Nathan.
—Este sujeto me asaltó el día anterior. Me propinó golpes y me apuñaló cuando lo encontré usurpando mis cosas en mi alcoba. Por precaución, él y sus secuaces deben permanecer en custodia.—
—¡Eso no es verdad!— Gritaron varios. —¡Él miente!—
—Nno puedo dejarlos.— Dijo el marinero. Nathan caminó hasta él y le quitó las llaves sin esfuerzo alguno. —Más te vale obedecer. Te espero arriba.— Sin dejar de apuntar a Avilio, luego a Lana, se fue retirando. —Mejor que guarde silencio, Lady Lana, si es que llega a salir de aquí.— Tras eso, se retiró.
—L-lo siento. No puedo hacer nada.— Se disculpó el marinero.
—¡N-no se vaya!— Le dijo Lana.
—L-lo siento.— Repitió, avergonzado. Se alejó de ella como si estuviera enferma y corrió hacia la cubierta. Más allá se encontró con el heredero Prescott quien compró su silencio con mucho dinero.
—¿Qué hacemos?— Le preguntó el rubio a su prima cuando esta se acercó a Avilio para servirle de apoyo.
—Ayudame a subirlo a cubierta. Luego buscaré otra persona que nos pueda ayudar y bajaré.—
—Lana.—
—Y subiremos todos.
—Lana.— Maribelle volvió a llamarla.
—No, Maribelle… Porque sé que me dirás.— Negó con la cabeza.
—Tienes que escucharme.
—¡No!—
—Tienes que subir y estar a salvo. Dile a los encargados que pasa aquí abajo y nos ayudarán. Pero tú ya no debes bajar.—
—No puedo dejarles aquí…—
—El agua a comenzado a entrar.— Dijo Victoria, rendida. —Es mejor que suban. Maribelle tiene razón. Ustedes ya han hecho mucho por todos nosotros.
—…— Lana bajo su cabeza, sentía que las lagrimas se juntaban en sus ojos. No lloró, porque no debía mostrarse débil pero sentía que algo se estaba muriendo dentro de ella.
—Yuri, llévalos.— Le dijo Maribelle al adolescente.
—Lana, ella tiene razón.— Dijo Yuri, tomando su hombro.
—Lo siento.— Ella se disculpó por lo que sucedía.
—No es tu culpa.— Dijeron en unísono Victoria y Maribelle. Se miraron entre ellas y no pudieron evitar sonreírse vagamente por estar por fin de acuerdo en algo.
—…— Lana vio que ambas mantenían sus manos aferrada a los barrotes. Apoyó una mano en cada una de las manos de ella y las aferró, manchándolas con algo de sangre del italiano inconscientemente. —Les exigiré que vuelvan por ustedes.
—Lo sé. Ahora, sube.—
—Adiós, Lana. Júrame que subirás a un bote y destruirás a Nathan.— Le dijo Victoria.
—Lo haré.— Asintió. Luego pasó un brazo de Avilio por sobre su cuello, acto que Yuri imitó al otro lado. Con cuidado, lo pusieron de pie y comenzaron a caminar.

Fue bastante dificultoso trasladar a Avilio hasta la parte superior del barco pues a cada paso parecía desangrarse. Yuri miró un par de veces detrás de ello notando el rastro de sangre que iban dejando. Finalmente después del calvario, lograron llegar. Para cuando lo hicieron ya no había mujeres en la cubierta pues ya las habían abordado en los botes salvavidas. De los botes destinado para los varones sólo quedaban dos por lo tanto ya habían abordado la mayoría de gente de clase alta. Para desagrado de todos, no había rastro de Nathan por lo que ese desgraciado había subido a un bote y se había salvado.
Mientras avanzaban, Lana miraba con horror los rostros de las personas (un gran número de personas) que aguardaban en cubierta. La mayoría eran hombres de bajo ingreso económico o gente sin un nombre importante.
Irónicamente, la música de la banda musical les trasmitía una extraña sensación de paz en medio de todo el caos.  Otro retumbar del barco hizo que este se ladeara mucho más y que muchos cayeran.

—¡Sújetate!— Le dijo Yuri, quien se acercó a las barandas del barco y se aferró a estas con fuerza. Lana le imitó y juntos sujetaron a Avilio quien de todos modos alcanzó algo a agarrarse de las barandas. Quedaron un poco suspendidos medios en el aire. Luego encontraron estabilidad.
—Se partirá.— Dijo Avilio, conociendo lo que sucedía en esos casos.
—¡Lana!— Erwin apareció entre los que aún quedaban. Embarcó a una persona más en ese bote y fue al encuentro de ellos. Iba a regañar a los primos por haberse desaparecido pero al ver a su soldado muy mal herido procedió a atenderlo. A diferencia de Lana y Yuri, para él no significó mayor esfuerzo sujetarlo él sólo y llevarlo a un sitio, que de todos modos estaba lleno, pero más espacioso. Lo apoyó contra las barandas de la borda. —¿Qué pasó?—
—Fue Prescott. Le disparó pero antes dejo encerrada a mucha gente en el nivel inferior.
—¿Qué?—
—Nathan Prescott le disparó a este hombre.— Dijo Lana con voz fuerte llamando la atención de los presentes. —Y encerró a los suyos tras rejas, incluyendo a Lady Wessex y a su propia esposa, Lady Prescott. Con él, se llevó a un tripulante que tenía la llave su salvación.—
—¿Alguno de los presentes es el que acompañó a Prescott?— Preguntó Erwin con voz clara a los tripulantes.
—Debió ser Thompson… Quien abordó con lord Prescott.— Indicó uno de los marineros.
—¡Debemos liberarlos!— Gritó un hombre presente.
—¿Quién puede abrir la reja?— Preguntó Lana, a los tripulantes.
—Sin la llave es complicado…— uno de ellos miró a Erwin. —Pero tendremos que bajar a tratar de abrir otras compuertas para que puedan ascender.—
—Vayan.— Les ordenó el rubio. Luego miró a Lana. —Pero necesito que tú y el joven Plisetsky aborden el bote salvavidas.—
—No me iré sin ti.— Le dijo Lana. Aferrándose a él. Porque lo conocía y sabía que su valor y honor lo haría quedarse hasta el final.
—Tienes que hacerlo.— le levantó el mentón para que lo mirara a los ojos. —Si no lo haces jamás me lo perdonaré. Apenas resolvamos lo que pasa aquí abordaré un bote, te lo prometo.—
—¡No!—
—Lana, por favor.— Erwin la aferró a él estrechándola entre sus brazos. —Debes ir.—
—Aquí hay un espacio.— Gritó un marinero, cerca de un bote. Muchos se acoplaron allí. —¡Es para la dama!— gruñó.
—Yuri…— Ella le miró sin dejar de abrazar a Erwin. —No puedo dejar que te quedes. Eres un niño y tienes que vivir muchas cosas.—
—Yo me quedo.— Negó con la cabeza. —Me iré con Smith. Estaré más a salvo con él que contigo… Loca.— bromeó sin muchas ganas.
—Ve. Te prometo que subiremos en el próximo bote.—
—Lady Lana, recuerde que tiene una promesa con sus amigas… Debe destruir a Prescott… Y en parte me lo debe a mi.— Le dijo Avilio con mucha dificultad.
—…No quiero dejarlos. Pero sé que me dicen todo esto porque soy un obstáculo. Son pésimos dando motivaciones.— sonrió tristemente. Abrazó nuevamente a Erwin. —Te esperaré en el puerto.— seguidamente se acercó a Yuri a quien abrazó con ternura. —Y tú, no te metas en problemas.— finalmente, fue hasta Avilio. A quien abrazó con mucho cuidado. —Nos volveremos a ver.—
—Lo sé.— asintió. —Y lo de Prescott es una petición personal.—
—Sí.— sonrió, otra vez. Erwin la escoltó hasta el bote ayudándola a subir.
—Permítame.— Un joven rubio de ojos calipsos que estaba en el bote le ayudó a abordar.
—Gracias.— Dijo ella aceptando su mano y subiendo.
—¡Todo listo!— Gritó el marino.

El bote poco a poco comenzó a bajar y la angustia se acopló en la garganta y pecho de Lana. Al mirar hacia arriba, vio a Erwin junto a Avilio y Yuri mirarlas desde allí y despidiéndose de ella. Para Lana, era la imagen más triste y que le llenaba de angustia en su vida. Si bien ellos se mantenían con expresión segura y tranquilos, a ella sentía que se le destrozaba su mundo por dentro.

Allí, se separaba de los tres hombres que había apreciado más durante su vida y durante ese viaje. Dios quiera y los amparara.
—Tenga.— Dijo el mismo joven rubio que la había ayudado. Le puso sobre los hombros una manta. Más adelante se presentaría como Henry Lancaster a quien conocería mejor durante el trayecto en bote. Lana se dedicó a alentar a las personas presentes a persistir, incluso ayudando al marinero con los remos Henry uniéndose a ellos. 

Poco después, los tres jóvenes veían serenos como el bote de Lana se perdía de vista. El silencio se hizo presente pese a que el sonido de la orquesta continuaba. El barco estaba bastante tumbado y tenían que aferrarse con fuerza a las barandas. Nuevamente después del caos hubo algo de estabilidad. Erwin corrió y volvió con un botiquín aplicando primeros auxilios a Avilio haciéndole un torniquete para que el sangrado frenara.

—Te dije que no te metieras en problemas, marine.— Le bromeó.
—Lo siento, Teniente Erwin.— Respondió suavemente.
—Más te vale resistir hasta el rescate.—
—Sí, señor.—
—¿Deseas algo?—
—¿Me puede encender el cigarrillo?—
—Claro.— Le recibió el cigarrillo y el encendedor que el chico le extendía. Se lo encendió y se lo entregó, para que el chico le pidiese algo tan básico significaba que estaba bastante debilitado. Se apartó de él y se acercó a Yuri, quien estaba un poco más allá, cerca de la orquesta, escuchando la música.
—¿Cómo está?—
—Posiblemente no resista el viaje…—
—Vaya…— Dijo sin apartar la mirada de los músicos. —Este es el fin de todos.—
—No…— Negó con la cabeza. —Tengo reservado un espacio en el último bote que queda. Te embarcaré. Vamos.—
—¿Y tú? ¿Y el italiano?—
—Yo debo quedarme hasta el final. Hasta que lleguen por nosotros. El señor Lagusa no abordará el bote.— Y antes de que el rubio le refutara. —No porque yo lo diga, sino porque lo conozco y se va a rehusar hasta el final.—
—Si no suben, yo me quedo.—
—…— Erwin le miró con severidad. —No me desobedecerás.— Le tomó del brazo y le condujo hasta el bote pese a los reclamos del menor. Llegando, buscó a un tripulante. —El joven Plisetsky debe llegar sano y salvo a puerto.—
—Señor, ¿Le cede su lugar?—
—Sí.—
—Bien…— El chico parecía apenado por dejarlo allí.
En ese momento, el barco se estremeció drásticamente. La mayoría quedó desconcertado pero Erwin y el marinero del bote, quienes conocían la señal, entendieron que el barco se comenzaría a partir en dos. El movimiento causó agitación en los presentes, algunos cayeron sobre la borda al perder el equilibrio. Erwin tuvo que sujetar al rubio primo de Lana para evitar que este cayera al mar.
—Algún día, me va a perdonar, joven Plisetsky.—  Recibió a Yuri Plisetsky que pareció ser lanzado por Erwin Smith al interior del bote.
—…—
Luego, Erwin volvió hasta donde Avilio. Se tomó unos segundos allí.
—Es el fin, señor.—
—No.— Erwin negó. —Vendrán por nosotros. Notó que el otro sonrió irónico, el rubio frunció el entrecejo. —Tenga fe, marine.—
—Ok…— Parecía que se iba quedando dormido.
—…— Erwin se quitó su chaqueta llena de insignias y medallas y se la puso a su joven discípulo. —Trate de descansar. Prometo que apenas llegue la ayuda usted será la primera persona a la que embarque.— se puso de pie.
—Teniente…— Le llamó antes que se fuera.
—¿Sí?—
—Por favor… Déjeme aquí. Hasta el final. Con usted…— Porque sabía que Erwin se quedaría hasta el final, hasta ver que todos estaban seguros y él quería quedarse con él, con la persona más honorable que conocía como si con esto se contagiara de tanto honor. Y sí, sabía que sólo su cadáver acompañaría al Teniente Smith cuando llegara el final, pero quería estar allí de algún modo.
—Lo prometo.— asintió.

El barco crujió violentamente, como si de pronto una gran tabla se quebrara. Esta vez, el barco se partió finalmente en dos en dos, por la mitad, comenzando a sumergir de un extremo de este entrando el agua de mar con mayor intensidad. Erwin sujetó las barandas de metal y se aferró a estas sujetando a Avilio para evitar que este se deslizara sin control por la borda o cayera al mar. El barco comenzó a hundirse, levantándose la punta en diagonal.

—Parece que esto ha sido todo. Ha llegado el fin.— Dijo el italiano, sujetando sin ánimos la barra. —Nunca pensé que me moriría en el hundimiento de la máquina creada para la ostentación y la falsedad.— tosió un poco, sintiendo una punzada de dolor. —Pensaba que moriría agujereado en el campo de batalla...—
—Yo pensaba que algún día tú morirías agujereado en una calle de Italia, acribillado por una banda rival.— le bromeó, irónico. —Resultaste ser bastante intrigante...—
—Eh, n-no soy así. Y no quería mentirle antes... Pero tuve que buscarme otra identidad para encajar.—
—Estás muy comunicativo, marine.—
—Si...— apoyó su cabeza en su propio hombro. —Estoy delirando...— sonrió, bromeando con humor negro.
—Un final resulta ser un inicio de un algo, si lo piensas bien.—
—...— El pelinegro lo observó en silencio. Luego volvió a su inexpresión. —Señor, ha sido un honor servirle.—
—Ha sido un honor conocerte, Angelo.— Le apretó el hombro, en señal de fraternidad.Después se levantó y corrió a ver como iban con la ayuda a lady Wessex, lady Prescott y las personas que aún estaban encerradas.

Antes de que Avilio cerrara sus ojos para descansar. Sintió que fue jalado violentamente, como si lo arrastraran hacia la oscuridad. ¿Así era morir? abrió con dificultad sus ojos y vio que Yuri Plisetsky lo jalaba consigo al interior del bote. Lo lanzó dentro, para mayor dolor del mal herido y luego abordó el bote de nuevo.

—¡Aquí caen siete más!— Grito.
—Nnno.— Le dijo el marino. Consternado.
—¿No?— Yuri lo miró con odio. —¿Y todo este espacio?— apuntó los huecos vacíos. —¡Haz que suban más o le informaré a Smith sobre esto!—
—…— El marinero lo miró con rencor, luego llamó a siete más quienes abordaron. Por fin, tras esto, terminaron de bajar.

El bote tocó mar y comenzó a alejarse del gran Titanic. Todavía no se perdía de vista por completo por lo que aún se divisaban las luces de éste sin dificultad. Yuri observó en esa dirección, estático, donde el silencio de la noche y solamente el agua agitarse suavemente por los remos era irónicamente el único sonido dentro de un escenario lleno de pánico. Aquellas luces se veían como faroles a distancia que, de todos modos, era próxima. ¿Cuánto tardaría en llegar los barcos de auxilio?

Erwin aún continuaba en el barco, y si bien Yuri jamás fue apegado a él no podía evitar aquella angustia que se agolpaba en su pecho debido a la incertidumbre sobre el destino del teniente quien hasta el último momento se había quedado en el barco sin abandonarlo rescatando personas.

Un crujido aterrador se escuchó por todo el ambiente quebrando el momento de extraña paz. Los hombres que estaban en el bote salvavidas con Yuri emitieron exclamaciones de terror y consternación al ver que el RMS Titanic, el "insumergible", se terminaba de partir en dos y en fracción de poco tiempo comenzaba a hundirse más progresivamente de punta a punta.

Mucho más alejado, el bote en que se trasladaba Lady Lana podía divisar a duras penas lo que estaba sucediendo con el Titanic pero todos los presentes fueron testigos de la decadencia total de éste y el como el hombre, al desafiar a Dios con sus mega máquinas, una vez más fracasaba estrepitosamente.
Lana se llevó ambas manos al rostro, cubriéndose su boca ante la angustia. Sus ojos se abrieron enormemente y comenzaron a cristalizarse debido a las nacientes lágrimas que invadían cada orbe. Una silenciosa y solitaria lágrima se deslizó por su mejilla.

Erwin, Yuri, Avilio, Maribelle, Victoria... Todos ellos...

Un hombre mayor a su lado emitió un grito ahogado gritando en vano el nombre de su hermano quien aún se encontraba en el barco esperando ser socorrido. Lana escuchó que comenzaron a soltar comentarios unos y otros, desdichados y con el alma rota en mil pedazos al ver el oscuro destino que tuvieron los que quedaron en el barco.

Lana se sintió igualmente desdichada. Todas las personas que conocía estaban allí y del único que  tenía certeza que estaba a salvo era para su desagrado Nathan Prescott.
Se sintió maldita al haberse salvado, ¿Por qué ella y no, por ejemplo, Yuri? Su primo seguía siendo un niño y tenía tanto derecho a la vida como ella y otros que perpetuaban vivos. ¿Por qué ella y no Avilio, Erwin, Maribelle o Victoria?

No. No podía aceptar esa realidad. Se aferraba a la última esperanza de que Erwin, con todos sus conocimientos, encontrara el modo de sacarlos de allí con los más mínimos recursos.

Lo peor de todo es que sólo sabría el destino de todos ellos cuando llegase a puerto.
Title: Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
Post by: Sayi on November 23, 2017, 12:49:12 AM
Luego edito para dejar el post más bonito~ pero esto tenía que dejarse ya. Muchas gracias a @Cho por escribir este interlude -3-

(https://i.imgur.com/IZOfA43.png)

Abril 15, 1912

La interminable noche continuaba gobernando en medio de aquel helado mar al cual todos los pasajeros del Titanic se encontraban sujetos. El frío intenso corría como una suave brisa, y a las afueras de esa inestable obra maestra arquitectónica, todos sabían que les esperaba algo mucho peor a lo cual la mayoría no podría escapar.

La evacuación fue llevada a cabo muy pobremente, con el primer bote salvavidas partiendo una hora después del impacto contra el iceberg. En su mayoría, los trabajadores de White Star Line no recibieron la preparación ni información requeridas en relación a situaciones de emergencia, lo cual causó un desorden general y mal cálculo sobre la capacidad máxima de cada bote.

Sin embargo, se mantuvo fielmente el lema de abordar principalmente a mujeres y niños, y todos cooperaron como pudieron, por más que el destino por delante era muy incierto.

La presencia de muy pocos botes salvavidas que no cubrió a todos a bordo fue producto tanto del orgullo humano ante su última creación catalogada como ‘inhundible’, como el concepto y asunción que un barco decadente contaría con un navío auxiliar cercano que recibiría viajes de los botes salvavidas, los cuales no tardarían en retornar por más pasajeros y evitar cualquier catástrofe.

No obstante, aquel ideal no pudo ser más ajeno a la realidad. Dichos escasos botes se internaron en la noche sin un destino fijo ni información sobre cuánto les tomaría alcanzar a un barco lejano que luchaba contra el mal tiempo para rescatarles, y todos los pasajeros que vieron a los evacuados partir tampoco supieron si podían contar con que no habían sido abandonados.

Y, encima de todo ello, el Titanic no iría a esperar más tiempo por encima de las aguas. El aire atrapado dentro de su estructura luchó contra la inercia del mastodonte de metal que se hundía y, ante el estrés de flotar y hundirse, el imponente transatlántico se partió por la mitad con la parte posterior alzándose para mostrar sus propulsores.

Cientos de pasajeros se aferraron al barco hasta las últimas consecuencias. Lo importante era mantenerse fuera del agua y a flote, era muy evidente, y ello fue lo que hicieron hasta que ya no hubo oportunidad alguna, cuando el navío se derrumbó como la torre de Babel y se sumergió en las profundidades del océano para pasar al olvido.

El Titanic se hundió a las 2:20 am y los pasajeros restantes fueron presas de un mar a menos de cero grados. Luego de haber pasado alrededor de tres horas esperando una solución ante la presente emergencia, la gran mayoría no sería capaz de sobrevivir sumergida en el agua por más de veinte minutos.

La situación se volvió crítica, y el tiempo corrió para cada persona al igual que un reloj de arena, uno que dejaría de marcar los segundos ni bien el contenido cayera, y uno que, al terminar, no podría ser volteado por nadie…



Ahoy Bishoujos!

Este es el último llamado para el Titanic fic. El fic cerrará el Jueves 30 de Noviembre 11:59PM Hora México DF, es decir, la próxima semana. Una vez terminado el tema será cerrado y movido a la biblioteca.

Se va a abrir un tema en el patio para aquellas que gusten continuar con el aftermath y sus personajes. Aquellas interesadas por favor mándenme un privado para organizarnos. Tengan en cuenta que esto será aparte del fic, así que espero tengan tiempo de dar un último esfuerzo y terminar este tema con sus historias en buenos términos.

Una vez finalizado el fic, tendremos los Titanic Awards para premiar historias en diversas categorías. Más información una vez se cierre este tema.

Dejo el horario...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Jueves 30 de Noviembre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc" Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Happy writing~
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Sayi on November 26, 2017, 06:37:22 PM
Esto va antes que se hunda el barco. Y ya sería mi penúltimo i think

(http://i.imgur.com/4ipBdBW.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

Bitácora #8 — Collapsible Boat B

Era conocimiento de toda alma abordo que el barco se estaba hundiendo. La evacuación había empezado con órdenes de los tripulantes, y el nerviosismo había sido exacerbado por el boca a boca. Pero el Titanic era tan colosal que no habían indicios de que algo estaba mal hasta que empezaron a acumularse las pequeñas señales… el ligero -pero creciente- desnivel, el cierre de las cubiertas ya inundadas y hasta las ratas empapadas que ignoraban los chillidos a su alrededor.

Sin embargo la verdadera amenaza no era el enorme barco desbaratándose a su alrededor, sino el mar que poco a poco comenzaba a reclamar el trasatlántico.

El agua helada, la cuál había empezado escociéndose por debajo de las puertas había terminado formando riachuelos y corrientes que ahora rompían puertas y ventanas, y dificultaban tanto la tarea de los tripulantes como de las personas todavía ideando alguna manera de sobrevivir aquella noche.

El último par de botes salvavidas se preparaban para zarpar, y aunque habían personas intentando subirse como pudieran, la mayoría de pasajeros en cubierta improvisaban alguna manera de mantenerse a flote aunado de los botes… pues el nivel del agua subía sin desistir, y aquel no era el momento de discernir entre ideas buenas o malas.

Ichigo observó una multitud barrer con toda silla y puerta que se encontrara en cubierta y lanzarlas por la borda. Entre el bullicio, habían algunas personas que se lanzaban al océano; asustados por la pronta presión del barco al hundirse, y esperanzados con poder mantenerse a flote hasta que los botes salvavidas regresaran por ellos.

Pero el agua debía estar bajo cero grados, y aquellos lanzándose al océano desde ya solo sobrevivirían al barco por pocos minutos. Ichigo les había pedido que se detuvieran, pero su voz se perdía entre el griterío. Entonces sintió alguien tirar de su brazo y se giró hacia Kaien: El pelinegro señalaba en dirección a la proa del barco, y varias otras personas se abrían paso en ese mismo sentido.

“He oído que hay dos botes plegables sobre las habitaciones de los oficiales” le dijo mientras corrían tras el grupo “Puede que esta sea nuestra última oportunidad”

Había sido poco menos de una hora desde que habían embarcado a Sayi en un bote salvavidas. En ese lapso de tiempo habían ayudado a un hombre a encontrar un bote para su numerosa familia, así como una dama que viajaba sola, y un par de niños de tercera clase que viajaban junto a su abuela.

Pero así como habían personas que aceptaban ser puestas a salvo, era desconcertante -o quizás admirable- observar aquellos que preferían no pelear su destino porque los requisitos para salvarse iban contra sus principios. Como la madre y sus cinco hijos que rehusaron un bote porque el padre no podía ir con ellos. O la pareja de ancianos que no querían separarse e intentaban -en lo posible- caminar tranquilamente por cubierta, informando sobre botes salvavidas o dando direcciones a quienes lo pidieran.

El religioso dando sermones a un grupo creciente de devotos.
El hombre en la sala de fumadores disfrutando de un último whisky.
El grupo de cuerdas tocando el danubio azul en cubierta.

O Franz…

Entre tanto desconsuelo y griterío no había tenido un momento de silencio para pensar, y quizás aquello era lo mejor. Sentía que, de no tener a Kaien a su lado, no habría podido mantenerse cuerdo entre toda esa catástrofe.

Y eso que lo peor estaba por venir.

El rumor que había escuchado Kaien era cierto: Habían dos botes plegables sobre los cuartos de los oficiales. Pero los pocos marinos presentes no podían organizar un despliegue efectivo considerando el desnivel, el agua, y la falta de equipo. Los pasajeros a su alrededor habían sido rápidos en intentar maneras de ayudar, pero el tiempo apremiaba y la situación no parecía llegar a ninguna parte.

Un grupo de hombres afianzaban tablas y sillas contra la pared, improvisando una especie de tobogán para deslizar los botes. Ichigo impulsó a Kaien hacia el techo de las habitaciones, y una vez arriba le siguió camino. Entonces se sumaron al grupo de personas intentando armar los botes.

“¡Necesito una navaja, o algo para cortar las sogas!” pidió Ichigo, mientras Kaien intentaba tirar del protector que cubría el bote. Estaba buscando algún objeto punzocortante en sus bolsillos cuando otro pasajero le alcanzó una cuchilla.

Se trataba de un joven delgado quien, así como ellos, intentaba zafar el bote de las sogas que lo envolvían. Tenía el cabello y ojos azules, y su inglés estaba marcado por un acento que Ichigo reconoció como ruso.

“Gracias”
“No hay problema” le respondió el joven; sus ojos fijos en el desplegable frente a ellos “Tenemos que apurarnos o esto será en vano”

En la cubierta más abajo, el agua empezaba a correr con más fuerza, y las palancas para deslizar el bote parecían correr peligro. Tenían que idearse una manera no solo de armar el bote, sino de moverlo a una posición que les permitiera abordarlo a tiempo.

(http://i.imgur.com/U94kaXH.png)

Si bien el sonido del violonchelo hacía un buen trabajo distrayéndolo de la espera, no había nada que pudiera hacerse para esconder el agua que cubría la alfombra del comedor. Las ventanas ya no mostraban las estrellas, y Franz había resuelto que la habitación ya se encontraba bajo el nivel del mar.

El agua corría por las paredes, goteaba por el techo, y el empezaba a subir por sobre sus tobillos. Pensó en treparse en una mesa, pero ello le dificultaría seguir tocando.

Cuando se asentó junto al piano, el comedor todavía estaba lleno de pasajeros de primera clase. Entre sombreros de plumas, abrigos de pieles y conjuntos de vestir, lo único que habían tenido todos en común eran los chalecos salvavidas que los unía en víspera de la tragedia.

Pero ahora… silencio absoluto. Ya no podía escuchar el ajetreo, y Franz no quería imaginarse el espectáculo que habría en cubierta. Pensó en Ichigo, y quiso creer que se las había ingeniado para ponerse a salvo… a diferencia de él, solo unas cubiertas más abajo, pero ya dado por perdido para el resto del universo.

“Elegy de Bottesini (https://www.youtube.com/watch?v=sJLN43M-RGE)” dijo una voz “No lo había escuchado en violonchelo”

Franz se detuvo y observó al hombre que caminaba hacia él. Se movía con dificultad, pero aunado a eso parecía no importarle tener los pantalones mojados hasta las rodillas, o la vajilla flotando a su alrededor. Llevaba un vaso con whisky en la mano, el cual le ofreció apenas Franz posó los ojos en él.

Parecía haber aparecido de la nada, y por un segundo Franz se pregunto si aquel hombre se podía tratar de la mismísima muerte. ”No hay forma”, concluyó, al verlo tomar asiento en una silla junto a él. ”Tan solo se trata de otro anciano como yo”

“Justo lo que necesitaba” le agradeció, devolvíéndole el vaso con whisky. El hombre lo recibió y tomó un sorbo también.
“Por favor, siga tocando” respondió, y Franz honró su pedido.

Se había resignado a quedarse solo, y se había convencido que estaría bien… pero al parecer había subestimado la compañía de otra persona, aunque se tratase de un completo extraño. El hombre a su lado tenía los ojos cerrados, y se podía apreciar un esbozo de sonrisa bajo su tupido bigote. Debía tener unos diez años más que él, y, a juzgar por su acento, era evidente que se trataba de un americano.

Franz sonrió para si mismo. Luego de menospreciar tanto a los estadounidenses, era cómico lo agradecido que se encontraba de compartir ese momento con él.

“¿Es un concertista?” le preguntó mientras Franz se balanceaba al compás de la melodía “Usted es extraordinariamente bueno”
“Es muy amable” le respondió, y agregó: “Y aprecio mucho que disfrute de mi música”
“Por supuesto, aunque es una lástima que nos conozcamos en este momento”
“No diga eso, que mejor situación que esta, ¿cierto?”

El hombre rió ligeramente y le extendió una mano. Se trataba de una persona cálida, y Franz le devolvió la sonrisa.

“Mucho gusto”
“El placer es mío”

La madera a su alrededor crujía, y aquí y allá podía escuchar el casi imperceptible tronar del vidrio. No debía quedar mucho tiempo, y tras intercambiar pleitesías ambos se quedaron en silencio. Se sentía la urgencia de cuidar las palabras, pues cada momento podía ser el último.

Sin embargo, tampoco había mucho sentido en callar, pues el silencio también podía extenderse para siempre.

“¿Familia?” le preguntó Franz
“Una esposa esperándome en Nueva York, y tres hijos ya adultos, con familia” le respondió “Ella estará bien. Vivirá cómodamente, y tiene a toda la familia viviendo en la ciudad” Franz asintió. Era extrañamente tranquilizante escucharlo tan en paz con sus asuntos “¿Y usted?”
“No tan afortunado como usted, me temo. Solo dejo un par de familiares lejanos. Y mi pupilo, espero y ya a salvo” le respondió, alzando los ojos hacia el techo “Dejé las cosas en orden para él. Si todo sale bien, claro está”

El hombre tensó los labios y alzó el vaso, brindando por él.

“Entonces espero que todo salga bien”
“Repito, es usted muy amable. ¿Dónde se esconden los americanos como usted?” el hombre rió ligeramente al mismo tiempo que Franz retomaba el arco del violonchelo “¿Tiene algún pedido en particular?”

El ofrecimiento avispó al hombre, pues sus ojos se iluminaron como los de un niño. Estuvo por nombrar la melodía cuando el salpicar de unos pasos los interrumpió, así como el llamado del joven dirigiéndose hacia ellos.

“¡¡Tienen que salir de aquí!!” les urgió el rubio. Firme y decidido a ayudar como fuese, sin percibir la resignación en el lugar “¡¡Síganme por favor!!”

Lo último fue el estruendo en el techo, el quebrar de la madera, el frío que lo envolvió.

Y todo se volvió negro.

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“¡¡Tenemos que empujarlo ya!!”
“¡Pero el otro bote no se ha podido armar!”
“¡¡No tenemos más tiempo!!”

La urgencia ya no era cuestionable. Habían hecho lo mejor posible y lo único que quedaba era poner el bote a prueba. El salvavidas que Ichigo y Kaien habían intentado liberar, el plegable B, estaba armado y listo para ser abordado. Debía tener sitio para más de treinta personas y, si jugaban bien sus cartas, era posible que todos los ayudantes tuvieran cupo a bordo.

Las personas en cubierta habían afianzado una especie de rampa para deslizarlo. El agua ya les llegaba a las rodillas, y entre el griterío los oficiales hicieron la cuenta regresiva para empujarlo desde su posición.

Kaien e Ichigo junto al resto de hombres lo lanzaron al llegar a tres… pero, como todo a bordo del trasatlántico, aquello no salió como se esperaban.

El peso del bote plegable fue demasiado para la rampa y esta se quebró en dos. El bote cayó de costado y terminó boca abajo sobre la cubierta.

Todos se abalanzaron sobre el bote para intentar voltearlo, pero tanto la inclinación del barco como las corrientes de agua les hacía imposible la tarea. Entonces se escuchó el quebrar de las sogas, y el chillar del metal alertaron a todos de un nuevo peligro.

Dos de las enormes chimeneas habían quedado sueltas, y una de ellas venía peligrosamente cerca.

“¡¡CUIDADO!!”

La enorme pieza de metal golpeó a un grupo pasajeros en el agua. Un sonido sordo que ahogó a un sin número de gritos en un instante.

En la cubierta, Ichigo tomó del brazo de Kaien con fuerza, en preparación por lo que estaba por venir. Ambos habían intentado voltear el bote junto a los demás, pero el tiempo se les había agotado.

La fuerza de la chimenea golpeando el océano creó una fuerte corriente que barrió con el bote plegable, mandándolo hacia el mar, lejos del trasatlántico.

Y, con él, a todos los que habían ayudado a armarlo.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Mery on November 28, 2017, 05:00:19 PM
Me hundiré con el barco pero al menos lo voy a intentar :')


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Durante el trayecto al comedor de primera clase, Alisha fue abordada por una cantidad considerable de personas, la mayoría jóvenes, con la intención de iniciar conversación con ella o al menos saludarla y recordarle así el apellido de sus familias. Por consecuencia, los saludos recaían en Alice también, seguidos de las preguntas más comunes dada su condición, tales como: ‘¿qué tal se siente?’, ‘¿qué la trae a bordo del Titanic?’ y, claro, ‘¿podría darle mis saludos a su padre?’. Por cortesía, Alice contestaba lo que consideraba adecuado y se aseguraba de agradecerle a cada uno por su preocupación. Alisha también les contestaba de manera cordial, pero era ella quien terminaba con el intercambio prontamente, siempre con una grácil sonrisa adornándole el rostro.
Alice le agradecía enormemente el gesto, dado que no tenía noción alguna de la identidad de ningún pasajero además de la propia Alisha y se sentía abrumada ante toda la atención.

(Coran le había enseñado fotos de familiares y figuras importantes del momento, pero ella no lograba grabar sus rostros en su memoria, y menos aún relacionarlos con nombres o acciones trascendentes.)

Alice no soportaba sonreír sin motivo aparente o pretender no escuchar los cuchicheos de las personas que la reconocían, así que llegar a su destino fue un alivio. Para su suerte, y aún con lo inmenso del lugar, encontrar a Coran fue bastante sencillo.

(No muchos lucían una cabellera tan colorada como la suya, aún menos con un bigote de semejante volumen haciéndole juego.)

“Espero sepa disculpar nuestra tardanza, Sr. Wimbleton.” Se apresuró a decir Alisha cuando lo alcanzaron.
“Apenas y me he percatado, Srta. Diphda, no tiene usted nada de qué preocuparse.” Sonrió Coran. “Imaginaba ya que ustedes dos necesitarían un momento para hablar.”
Alice notó la atención del hombre en ella y asintió. “De hecho, tío, hemos compartido una conversación muy amena y me alegra poseer la suerte de conocer y ser amiga de una persona tan atenta y amable como lo es Alisha.”

(Todo en orden, le dijo ella con los ojos.)

Coran estrechó los labios complacido con su respuesta y alzó apenas su copa vacía, en un instante un par de mozos aparecieron a su lado y uno de ellos llenó su copa mientras el otro le ofreció a las jovencitas algo de beber. Una vez que los tres tuvieron sus copas llenas, Coran las invitó a brindar.

“Por un nuevo inicio y un viaje placentero.” Exclamó con una sonrisa bonachona.

Tanto Alice como su rubia amiga habían pedido vino, pero lo que tenía Coran era algo más –whisky o alguna otra bebida con alcohol que Alice no era capaz de identificar–. De hecho, cuando ellas llegaron, su copa ya mostraba señales de haber sido usada. Al pensar en aquello, Alice reparó en que la mesa que había escogido Coran para ellos era pequeña en comparación a la mayoría, que contaban con espacio suficiente para ocho personas o más mientras que en la suya sólo habían cuatro sillas disponibles. ¿Habría Coran estado hablando con otras personas antes de que llegaran o se habría limitado a beber en soledad?
 
Coran procedió entonces a preguntarle a Alisha sobre su familia y los negocios, pero Alice no prestó demasiada atención. Aunque sabía que no encontraría ningún rostro familiar entre aquel mar de gente elegante y bien vestida, no pudo evitar dejar que sus ojos recorrieran la estancia rápidamente. Todos parecían estar enfrascados en conversaciones superficiales o degustando los platillos que iban llegando, nada fuera de lo normal, pero de algún modo se sintió desmotivada. Cuando la entrada le fue servida, Alice escuchó algo que llamó su atención.

“Me sorprende aquello, Srta. Diphda.” Comentó Coran. “No esperaba que su prima nos acompañara durante la travesía.”
“De hecho, comparto su sorpresa.” Confesó Alisha bajando por un breve segundo sus ojos a su plato. “Mis padres convencieron a Rika para que viniese, casi a último minuto, para así no dejarme sola.”
“Imagino que ha sido sobre todo a insistencia de John.” Dijo Coran con una sonrisa conciliadora.
Alisha sonrió un poco. “Mi padre es un hombre conservador en todo sentido, no sólo en el ámbito político.”
“Ya lo creo.” Asintió.
“Con respecto a Rika, lamentablemente no podrá acompañarnos hoy sino hasta la hora de la cena. Me atrevo a decir que se hallará hasta entonces en su habitación.” Empezó a explicar. “Verá, Rika presenta gran malestar ni bien pone un pie sobre cualquier embarcación, los viajes en alta mar no son lo suyo.”
“Oh no, pobrecilla.” Se lamentó Coran. Por su parte, Alice sólo suspiró. Ella había tenido la idea de ausentarse dando la misma excusa, así que saber que otra persona pudiese poner su plan en acción no la ponía de mejor humor.
“No se preocupe por ella, con descansar esta tarde estará bien.” Continuó Alisha. “Además, su prometido la acompaña, así que no se encuentra sola.”
“¿Tiene un prometido?” Intervino por fin Alice, Alisha pareció alegrarse de verla interesada.
“Sí, unos meses atrás se comprometieron formalmente. Te contaré todo mientras damos un paseo luego, si gustas, Mery.”
“Encantada.”

La conversión luego de aquello fue acaparada en gran parte por Coran, que les contaba historias de su juventud en su natal Irlanda, principalmente dirigidas a Alice, puesto que ella seguía desmemoriada. Alisha permanecía atenta y ella misma realmente no podía quejarse, escuchar los relatos de Coran era entretenido, ya que si bien éste mantenía una postura elegante, se notaba en su voz cuanta alegría le brindaba el poder compartir sus experiencias y la belleza de su tierra.

“Alguna vez quisiera ir a verlo con mis propios ojos.” El comentario de Alice surgió cuando Coran dio por terminada una anécdota y se disponía a dar el último sorbo a su segunda copa whisky.
“¡Vaya!” Coran se veía asombrado, pero por sobre todo satisfecho. “Te he de tomar la palabra entonces, no te arrepentirás.”
“Prometido.” Alice cerró el trato alzando su copa hacia él y Corán rió antes de imitar su acción. “Bueno, ahora tengo curiosidad por ver las cubiertas, he oído muchas cosas sobre el Titanic que quisiera comprobar. ¿Me acompañarías, Alisha?” Propuso volviendo su atención a su amiga.
“Con gusto, querida.” Aceptó ella.
“¿No querrías acompañarnos, tío Coran?” Tanteó Alice.
“No, pequeña, la juventud debe divertirse a su propio ritmo. Yo por mi parte iré a hablar con unos viejos amigos.”
Alice asintió. “De acuerdo, espero te diviertas.”
“Igualmente. Puedo esperar verlas en la cena, ¿cierto?”
“Por supuesto.” Contestó Alisha con una sonrisa. “Con su permiso.”
“Vayan con cuidado.”



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“Y bien, ¿me decías que Rika tiene un prometido?”
Las jóvenes hicieron una parada en la sala común de la cubierta A, luego de visitar la sala de lectura. Alisha se veía más animada que antes y no tuvo problema en contestar.
“No debes recordarlo.” Casi rió ella. “A Rika le gustan mucho todas las representaciones artísticas existentes, música, arquitectura, actuación, entre otros. Hace unos años conoció a un joven en una exposición de arte, precisamente era el autor de una pintura que la dejó embelesada. Jihyun Kim se llama él, resulta que su familia tiene gran influencia en el campo artístico y se volvieron cercanos pronto.”
“Me alegro por ellos entonces.” Dijo Alice tratando de sonar lo más sincera posible.
Luego de pensarlo un momento, Alisha continuó. “De hecho, Mery, tú llegaste a conocer a Jihyun durante los preparativos para la exhibición internacional que se hizo hace un par de años en Londres.” Le explicó. “Tu padre, siendo miembro de la alianza anglo-japonesa, buscó hacerse de los mejores expertos para que la exhibición resultara un éxito y fue así que dio con los Kim.”

Alice se quedó congelada un momento, eso último no lo esperaba. Debía admitir que de su familia (o la de Mery, mejor dicho) tenía información limitada. La Sra. Baskerville había fallecido unos diez años atrás, por lo que no sabía nada de ella; con respecto a su padre, sabía que era embajador de Gran Bretaña en Japón y residía allí desde 1905, cuando la alianza con el país nipón se renovó, por lo que no había tenido oportunidad de verlo, y muchísimos menos aún de saber qué tipo de relaciones había forjado en esos intervalos de tiempo (él o Mery). Ahora no sólo tenía a la prima de Alisha entre las personas que ‘la conocían’ y con las que se vería obligada a interactuar, sino que a la lista debía añadir al tal Jihyun Kim.

(Al menos esperaba que la relación de Mery con los dos hubiese sido buena en su momento.)

“No estés nerviosa.” Habló Alisha, sobresaltándola. “Rika ya lo sabe y lo más seguro es que se lo haya contado a Jihyun.”
“Sí, gracias.” Alice intentó de sonreír de forma convincente, aunque dudó que Alisha lo creyera.
(Si supiera, pensó Alice con cansancio.)

Quizás tras ver su incomodidad, Alisha se apiadó de ella y por ello decidió invitarla al Café Parisien localizado en la cubierta inferior. Tal como su nombre prometía, la decoración respondía al estilo parisino y las ventanas daban una bonita vista al inmenso mar. El Café era ocupado por jóvenes, pero el ambiente en general era confortante. Tras ver la carta, Alice decidió elegir algo en su zona segura (lo que dedujo que era café macchiato), dado que no podía leer cerca del 50% de los nombres que se presentaban allí. Alisha ordenó una bebida y algo para ambas, lo que resultó ser panecillos rellenos con crema (éclairs los llamó ella). Cuando sus pedidos llegaron, Alice dio un sorbo y sonrió aliviada al sentir el gusto a leche por debajo de la espuma.

“Sabes, la primera vez que visitamos un café en París pediste lo mismo.” Señaló Alisha.
“¿Fue así?” Respondió ella sin poder creerlo.
“Sí, fuimos junto a mi madre y mi hermana mayor, Elizabeth.” Le contó animada. “Creo que hay cosas que no cambian.”
Escuchar eso era un alivio para Alice. No había mucho que pudiese ofrecerle a Alisha, pero si acaso podía darle por casualidad un pequeño rastro de la amiga que ella extrañaba, entonces lo intentaría.
“Espero que lo demás vaya cayendo en su lugar pronto.” Se animó a decir Alice antes de probar el postre.

Alisha no intentó presionarla a recordar, sus siguientes comentarios fueron acerca del trasatlántico, su opinión acerca de los lugares que acaban de ver, qué deseaba visitar o si tenía planes al llegar a Nueva York. Ésas eran cosas que Alice sí podía responder y Alisha era consciente de ello.
Mery realmente tenía una buena amiga.



Después de haber pasado varias horas fuera, Alice se halló nuevamente en la tranquilidad de su habitación y por poco se dejó desplomar sobre la cama.

“Sabes, Jaehee, tenías razón.” Dijo mientras se quitaba los zapatos. “No ha resultado tan mal.”
La criada cerró la puerta tras ella y se dirigió al closet. “Le dije que podría manejarlo.”
“Sí, gracias, de nuevo.” Repitió con algo de torpeza. “¿Vas a elegir el atuendo para la noche?” Jaehee movió la cabeza afirmativamente. “¿Tan pronto? Pensé que podría quedarme aquí dentro por un rato.”
“Puede dormir un poco si así lo prefiere, yo la despertaré cuando sea necesario.” Alice estuvo a punto de agradecerle a viva voz, pero Jaehee se giró para mirarla. “Pero primero, debe quitarse la peluca, por favor.”



Tal como había prometido, Jaehee la dejó dormir por al menos una hora. El vestido que la criada escogió fue uno de mangas largas en color beige suave con delicados bordados de flores. No parecía tan pomposo como el que usó en la mañana, pero aun así Alice seguía sin sentirse en su elemento. Antes de que salieran en camino al comedor, Jaehee le colocó un broche que complementaba el vestuario sobre la peluca y lo ajustó todo debidamente.

“Le queda muy bien.” Le animó Jaehee y ella rió un poco ante su reflejo.
“Bueno, mientras nadie se acerque demasiado a mí o a mi cabello, estaré más que bien.”

En esa ocasión no esperó a que alguien fuese a buscarla. Alisha le había comentado antes de que se separaran que iría a buscar a Rika y se encontrarían en el comedor a la hora de cenar.
Al menos tener a Jaehee cerca durante un tramo del trayecto le hacía sentirse más segura, ella no podría acompañarla en todo momento y no debían verlas hablando tan casualmente, lo cual seguía pareciéndole absurdo, pero ella estaría rondando cerca hasta que abandonara el gran salón.



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“Mery.” Llamó su atención Coran poniéndose de pie cuando la vio llegar.
Alice se dirigió a él sin pasar por alto que la mesa escogida tenía dos asientos más que en el almuerzo.
“¿Alguna novedad?” Preguntó ella tras tomar asiento.
“No, en absoluto.”
“¿Y hablaste con tus viejos amigos?”
“Oh sí, pasamos la tarde juntos, gran parte de ella en la sala de fumadores, de hecho.” Sonrió Coran, lo que provocó que Alice arrugara la nariz.
“¿A tu edad, Coran? ¿No crees que deberías dejarlo?”
Coran se rió con ganas ante su comentario. “¿Vas a sermonearme, pequeña?”
“De ser necesario...”
“Aún no soy un anciano, no no, por el contrario, y aunque no lo creas, mis pulmones son muy fuertes. Puedo darme uno que otro gusto.”
Alice meneó la cabeza en desaprobación, pero el hombre sólo volvió a reír.
“Parece ser que se divierten.” La voz de Alisha anunció de pronto la llegada de sus demás invitados.

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Junto a Alisha se encontraban dos figuras nuevas, la primera era una señorita de larga cabellera rubia y hermosos ojos verdes, apenas un poco más alta que la propia Alisha a su lado, luciendo un distinguido vestido de noche. Aún con dar un solo vistazo, no había forma de negar el parentesco entre ambas, ésa era Rika. Ésta sujetaba del brazo a un joven alto con el color de cabello más llamativo que Alice había visto en todo el día (y cabe decir que había visto incluso cabelleras rosas y celestes entre los pasajeros). No sabía decir si el cabello de Jihyun era color menta o aguamarina, pero definitivamente era un detalle curioso en su apariencia, lo hacía resaltar fácilmente.

“Jóvenes, es un placer tenerlos con nosotros esta noche.” Coran saludó a ambos tranquilamente y Alice esperó a que Alisha los presentara.
“Mery, ésta es Rika, mi prima de quien te hablé.” Dijo Alisha posando sus ojos en la mayor.
Rika se separó de su prometido para acercarse a ella y darle un beso en ambas mejillas. Jaehee ya le había dicho antes que ésa era una forma de saludar bastante común, pero de igual modo la tomó por sorpresa.
“Es grato ver que te estés recuperando, Mery. Mi prima ha estado muy preocupada por ti.”
Alice le sonrió. “Muchas gracias a ti, Rika.”
“Y él es Jihyun Kim.” Volvió a hablar Alisha, moviendo una mano enguantada para señalar a Jihyun.
El joven le dirigió una suave sonrisa e intercambió una mirada con su prometida antes de extender una mano hacia Alice. Reconociendo el gesto, la chica ofreció una mano propia y vio a Jihyun inclinarse para besar el dorso de ésta delicadamente.
“Creo que hablo por todos al decir que es un honor volver a gozar de tu compañía.” Dijo, logrando sonar sincero.
Alice se sintió un poco cohibida, pero logró sonreírle un poco. “Gracias, el honor es mío, Sr. Kim.”
(Y, de una forma algo retorcida, lo era.)
Jihyun correspondió a la sonrisa y en ese momento Alice recordó algo.

Jaehee era quien tenía la información más actual y precisa sobre Mery, siendo su criada favorita, y ella le había mencionado antes que a Mery le gustaba mucho la pintura, especialmente aquella que retrataba paisajes o escenarios llenos de color. Por ello la habitación de la chica tenía muchos cuadros colgados en las paredes, incluso recordó que Jaehee empacó un par de ellos antes de salir de Londres. Alice no le prestó demasiado interés, los cuadros eran estéticamente agradables y pensó que llevarlos con ella durante el viaje sería algo muy propio de Mery, así que aceptó sin chistar.

Ahora, aún sentada en el comedor, Alice rememoró un detalle que había notado en sus días en la casa Baskerville. Cuando trataba de recordar un dato que acababa de estudiar, sus ojos por inercia vagaban por la habitación y recaían sobre las pinturas enmarcadas. Al menos seis de ellas estaban firmadas por la misma persona: Kim.

Alice trató de disimular su asombro mientras los demás se sentaban.

Si estaba en lo correcto, Mery sí era amiga de Jihyun, o al menos era seguidora de sus trabajos, lo suficiente para haberle comprado media docena de ellos. ¿Pero qué tan cercanos habían sido? Contando cuadros no sacaría nada. ¿Debía felicitarlos por su reciente compromiso? Mery no tuvo oportunidad de hacerlo por el accidente, pero Alice no sabía en qué posición se hallaba con respecto a la relación de ellos.

Al final, Alice decidió dejarlo así. Si Jihyun o Rika fueron amigos suyos entonces sabrían incluso mejor que ella cuáles serían sus deseos acerca de su compromiso, ¿cierto?

“¿Cuánto tiempo tienen pensado quedarse en los Estados Unidos?” Preguntó Coran, dirigiéndose obviamente a la pareja y recuperando la atención de Alice.
“Unos dos meses, con un máximo de tres.” Respondió Jihyun. “Si todo va como lo planeamos, no nos tomará más que eso.”
“Visitarán muchos lugares, imagino.”
“Sí, Sr. Justamente por mi trabajo requiero hacerlo, espero hallar nueva fuente de inspiración allí.”
“¡Que Dios así lo quiera!” Vitoreó Coran sonriendo.

Mientras ellos conversaban, Alice se mantuvo quieta, observando. Coran miraba a ambos jóvenes cuando hablaba, pero sólo Jihyun respondía y mantenía contacto visual con él. Los labios de Rika formaban una sonrisa, pero ésta no le llegaba a los ojos. En realidad, se veía abstraída y miraba a su alrededor disimuladamente.

“Mery me comentó esta tarde que desea recorrer los lugares que visitamos juntas en otras ocasiones.” Se unió Alisha. “Tengo varias opciones en mente.”
“Sí, será divertido.” La siguió Alice.
“Me parece una idea estupenda.” Concedió Coran, acentuando la última palabra de forma graciosa.
“Ahora que lo pienso, tío Coran, ¿no vendrías con nosotras?”
El pelirrojo dejó escapar una risa. “Vaya, hace un momento me tratabas como a un abuelo, ¿qué te ha hecho cambiar de parecer, querida?”
“No lo sé.” Confesó con una sonrisa. “Compartir momentos así con la familia debe ser agradable, ¿no?”
Alice dijo eso pensando que Coran volvería a reírse, pero no lo hizo. Por un instante, el hombre se quedó viéndola con una expresión extrañamente triste. Muy tarde Alice se dio cuenta de que no había formulado muy bien esa oración, pero no tuvo tiempo de retractarse.
“¡Claro, claro! Tienes toda la razón, Mery, es una muy buena propuesta.” La felicitó volviendo a su actitud entusiasta. “Debes saber que soy un excelente guía.” Dijo mientras sujetaba uno de los extremos de su gran bigote con las puntas de los dedos. “Además, conozco Nueva York como si fuese la palma de mi mano.”
“Eso nos vendría bien.” Aceptó Alisha.
“¡Que no se diga más! Señoritas, acaban ustedes de ganarse la lotería.”

Alisha y Alice rieron por su entusiasmo, pero éste se vio apagado al ver que Rika se ponía de pie abruptamente, logrando que la atención se inclinara hacia ella.
“No estoy sintiéndome muy bien, por favor discúlpenme.” Dijo con ver a ninguno directamente. “Debo excusarme un momento.”
“Te acompaño.” Ofreció Jihyun levantándose al instante de su silla, pero Rika se negó.
“Te aseguro que no es necesario, por favor, volveré en un minuto.”
“Iré contigo.” Alisha dejó su lugar en la mesa y no dio lugar a discusión. “Sr. Wimbleton, Mery, no se preocupen, continúen por favor.”
Así las dos se retiraron rápidamente y en la mesa se hizo un silencio casi incómodo,
“¿Realmente se encontrará bien?” Preguntó Coran volteando a ver a Jihyun.
“Rika no lo pasa bien en este tipo de viajes, pero no deben alarmarse.” Les aseguró, algo abochornado. “Más bien lamento si esto les ha incomodado.”
“No, no, por favor, la salud de su prometida es más importante.”
Alice le dio la razón. “Podemos esperarlas de ser necesario.”
El joven sonrió a ambos, agradecido. “Aprecio su comprensión, pero debo insistir en que continúen, tal como pidió Alisha.”

Veinte minutos después, aquella resultó ser una petición difícil de cumplir. Coran procuraba mantener la conversación fluyendo con normalidad, pero era obvio que seguía preocupado. Alice bebió de su copa y se excusó de la mesa tan pronto como pudo, no sin antes convencer a un contrariado Jihyun.

“En ese caso, debo ser yo quien vaya a buscarlas.”
“Si no están por los pasillos, tal vez se encuentren en los servicios y, si ése es el caso, creo ser la más indicada para ello.” Trató de razonar la menor. “Sólo daré un vistazo, no tardaré nada, ya verá.”
“Deje que vaya, Sr. Kim.” La respaldó Coran. “Mi sobrina es una jovencita muy persistente, especialmente cuando tiene una idea fija en su mente.”
Jihyun suspiró dándose por vencido. “Creo saber a qué se refiere.”
“Exacto.” Alice dejó pasar por alto su comentario en favor de retirarse. “Señores, volveré enseguida.”

Una vez fuera de la vista de ambos, Alice apretó el paso. El gran salón era uno de los ambientes más grandes dentro del barco, pero Alice estaba convencida de que encontraría a las rubias enseguida. Sin embargo, no logró verlas al llegar a la gran escalinata ni en los pasillos aledaños al comedor. Siendo ya casi las nueve, buena parte de los distinguidos pasajeros debían estar cenando y no dando vueltas al rededor, por lo que Alice se aventuró hasta una de las puertas que daba a la cubierta para comprobar si habían decidido tomar aire fresco. Sólo un corto pasillo la separaba del exterior, por donde tendría que escoger entre izquierda o derecha, y cuando estuvo allí pudo ver a las dos jovencitas cerca. Alice alzó una mano y estuvo a punto de llamar su atención cuando una de ellas se movió bruscamente.

“Alisha, no.”

Alice se detuvo y retrocedió con cautela. La voz de Rika al otro lado sonó dura, casi cortante, y eso la dejó confundida. Tal vez se hallaban en medio de una conversación privada y el golpe de las olas contra el barco les había impedido oír sus pasos al llegar. Alice supo que salir a su encuentro en ese instante no sería apropiado, por lo que se dispuso a dar media vuelta hasta que a sus oídos llegó algo más.

“Es un irlandés.” Recalcó la mayor con cierta aversión.

Alice atrajo su mano hacia su cuerpo de golpe, incrédula. Estaba mal espiarlas, pero de igual modo se quedó inmóvil en su posición. Debía confirmar la sospecha que empezaba a esparcirse dentro de su pecho.

“Rika...” Susurró Alisha con cuidado. “¿No me dirás que es sólo por esto que te has rehusado tanto a acompañarnos a cenar?”
“¿Es que acaso te parece poco?”
La voz de Alisha cambió ligeramente. “En efecto, y me parece incomprensible que te comportes de forma tan intolerante.”
“Pues a mí me resulta inaudito que desees con tanta insistencia compartir la mesa con alguien como él.” Refutó Rika con énfasis.
Alisha tardó unos segundos en volver a hablar, cuidando moderar el volumen de su voz. “El Sr. Wimbleton es un caballero muy respetable, Rika. Por favor, no sigas con eso.”
“Lamento informarte que mis señores padres no comparten tu opinión, Alisha.” Continuó Rika sonando cansada. “Puede que tú siempre hayas sido una rebelde, pero no es el caso conmigo y estoy segura de que es por eso que me han encomendado ver por ti en esta ocasión.”
“Nuestra familia ha mantenido amistad con los Baskerville por décadas, querida prima.”
“De los Baskerville como un tronco sólido, sí, pero no de la rama torcida a la que él pertenece.”
“¡Rika!” Alisha trató de controlar su exaltación, flaqueando apenas. “¿Escuchas lo que dices? Esto es absurdo.”
“¿Absurdo? ¿Es que tú no has visto su comportamiento o escuchado cómo se expresa?” Alice escuchó a Rika resoplar. “Ni siquiera los dinero nuevo son tan escandalosos.”
“Exageras.”
“Me temo que no, Alisha, y será mejor que demos por terminada esta discusión. No pienso volver.”
Alisha se tomó unos segundos antes de proceder en un susurro. “¿De verdad le harías ese desplante a Mery?”
“Mi problema no es con tu amiga y lamento profundamente que esto pueda agobiarla, pero no tengo opción.”
“Sabes que sí, por favor, reconsidéralo.”
“No tengo la autoridad para detenerte, Alisha, pero yo no me quedaré allí a ver cómo se cae nuestro apellido a pedazos. Él se alejó de todo círculo de la alta aristocracia por años y eso se refleja dolorosamente en sus acciones.”
“Fue por luto y no puede reprochársele.” Insistió Alisha.
“Eso no cambia el resultado, Alisha.”
“¿No puedes intentar llevar la fiesta en paz aunque fue sólo hoy? Únicamente te pido esta noche.”
“No, ha sido suficiente con lo poco que vi... Hasta podía sentir las miradas críticas que dirigían hacia nuestra mesa.”
“No es como lo pintas, Rika.”
“Sabes lo que se dice de los irlandeses, Alisha. Y no estoy diciendo que eso esté bien, pero tu opinión o la mía no van a cambiar el concepto que la sociedad ya fijó para ellos.”
“No es justo juzgar a una persona por algo así.”
“Aún con esa forma de pensar no vas a cambiar el mundo, Alisha. No soy sólo yo quien opina así, escuché de otros pasajeros comentarios similares antes de llegar al gran salón y lo he comprobado. Puede que a ti no te importe, pero yo por mi parte no puedo dejar que vean a nuestra familia relacionándose con un troglodita.”

Esa fue la gota que derramó el vaso.

“¿Me harías el favor de repetirlo?”
Alice no pudo contenerse más y abandonó su escondite para encarar a las muchachas con una expresión dura en el rostro.
“Mery–” Alisha volteó primero a verla, notablemente pálida, pero Alice alzó una mano para que la dejase continuar.
“Tal vez no he escuchado bien, querida, por ello necesito esclarecer mi duda.” Prosiguió Alice mirando a Rika directamente. “Repítelo.”
“Rika aún no se encuentra bien, por favor perdona su falta de–”
“No, Alisha.” Dijo esta vez con una voz más fuerte. “Uno no suelta un comentario de tan mal gusto sólo por un mareo.”
Rika se recuperó casi al instante de su asombro inicial y alzó la barbilla antes de hablar. “Me parece que lo has olvidado en tu larga ausencia, querida Mery, pero te recuerdo que es de mala educación oír conversaciones ajenas.” Le recriminó con la calma propia de quien corrige a un niño malcriado.
“Y también lo es hablar mal de otros a sus espaldas.” Masculló Alice sintiéndose ofendida. “Pero, como tú misma señalaste tan amablemente, yo estuve enferma; así que dime, ¿cuál es tu excusa?”
Sin inmutarse, Rika sonrió. “No necesito una, no he hecho nada que se me pueda reprochar.”
Alice sintió su rostro acalorarse por la rabia. “Oh, ¡qué maravilla! Entonces te parece completamente aceptable lo que acabas de decir, ¿es eso?”
“Cuando uno habla con la verdad no tiene nada qué temer o por lo cual avergonzarse.”

Alice cerró los ojos para tomar aire y dejó que sus manos se cerraron en puños.
(Calma, se dijo ella mentalmente.)

Por supuesto.” La menor arrastró las palabras camuflando a duras penas su disgusto. “Vine porque estábamos preocupados por su tardanza, pero creo que ese asunto ya quedó resuelto. De cualquier modo, lo preguntaré sólo una vez para que todo esté claro,” dijo tomando aire lentamente “¿piensan ustedes volver?”
“Me pareció que ya lo habías escuchado, pero veo que no tienes mucha retención: por lo menos yo no volveré si debo compartir la mesa con ese hombre.” Y con esa última oración, Rika dejó muy en claro su rechazo.
“¡Rika!” Jadeó Alisha.

(Calma y un carajo.)

“Wow.” Alice colocó sus manos sobre su pecho, haciendo un ademán exagerado de sorpresa. “Ok, debo confesar que eso no me lo esperaba.” Rió. “O al menos no esperaba que me lo dijeses en la cara.”
“Mery, lo lamento tanto–” Alisha trató de acercase a ella, pero Alice la detuvo.
“Espera, espera, aún no termino.” Alice sacudió sus manos frente a ella y volvió su atención a la mayor. “Debo darle las gracias primero.” Dijo, asegurándose de señalar con el dedo índice a Rika.
La aludida alzó una ceja cruzándose de brazos. “Continúa.”
“Acabas de hacerme un gran favor, ¿sabes? Me ahorraste el disgusto de descubrir tardíamente ciertos aspectos de la sociedad que hasta hoy ignoraba.” Explicó con voz dulce. “Una lección de vida incluso, creo yo. Aunque esto es para beneficio de ambas partes, ya que tú también sales ganando porque no tendrás que lidiar más con nosotros luego de esto.”
Rika la observó con precaución. “¿A qué te refieres?”
Alice dio un paso hacia ella. “Te equivocas si crees que los Baskerville necesitan de la aprobación de tu familia para subsistir.” Dijo despacio. “No necesitamos favores tuyos o de cualquier Diphda. Así que ni siquiera te molestes en inventar una excusa, o hacer que la pobre Alisha se las ingenie por ti, como parece ser el caso.” Añadió con aire amargo. “Y ya que me has hecho un favor, yo misma te haré las cosas más fáciles.”
“¿Acaso estás intentando cortar–?”
No me interrumpas.” Advirtió Alice levantando la voz y sorprendiendo a la rubia. Al ver su reacción, la menor volvió a ofrecerle una sonrisa. “Escuché más que suficiente, gracias. Si es así como ves y hablas de mi familia a mis espaldas, entonces para mí será más que un placer evitar estar en tu presencia en lo que resta de este viaje.” Continuó mientras juntaba sus manos tras su espalda adoptando una postura inofensiva. “Es más, si por mi fuese, no volvería a verte la cara nunca más, pero por el momento con esto me basta. ¿No piensas igual, querida?”
Alisha estuvo a punto de intervenir otra vez, pero Rika la hizo callar colocando una mano sobre su hombro.
“Me parece lo más justo.” Respondió la mayor.
“Excelente.” Espetó Alice con desprecio. “Con su permiso.”

La joven se giró velozmente para darles la espalda, ignorando por completo la mirada suplicante de Alisha, y emprendió su camino de vuelta al comedor dando fuertes pisadas a su paso. Segundos después vio que Jaehee estaba detrás suya, casi pisándole los talones, y al recaer en ella se dio cuenta de lo rápido que iba. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento había aparecido, pero por su expresión podía asegurar que el altercado anterior no le había sido indiferente.

“No se lo menciones a Coran.” Murmuró cuando la música del gran salón volvió a hacerse presente en sus oídos. “Por favor.”
Jaehee no dijo nada, pero no era necesario. Era obvio que su criada sabía que la había embarrado en grande con una de las familias más influyentes con la que los Baskerville mantenían amistad, pero al menos su tío no se enteraría por su boca.



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Estando nuevamente solas, Alisha sintió la pegada del viento helado de la noche y se frotó los brazos con las manos.
“¿Ves lo que has conseguido, Rika?” Acusó Alisha con la voz apagada. “Es precisamente lo que intentaba evitar.”
“Ella fue insolente conmigo.” Señaló su prima, pero Alisha movió la cabeza negativamente.
“No lo digas como si tú misma no la hubieses provocado.” Le recordó ella. “¿No podías ser un poco indulgente? ¿Qué ha pasado contigo? Casi no te reconozco.”
De pronto Rika se tornó colorada y su voz titubeó. “No lo sé, Alisha. De pronto no podía detenerme... Perdón.”
“Tranquila.” Alisha la vio temblar de frío y la rodeó con un brazo. “Será mejor que vayamos a tu habitación. No ha sido buena idea quedarnos a parlotear de algo tan delicado en plena cubierta.”
“He perdido los papeles, ¿verdad?” Murmuró Rika mientras dejaba que Alisha la guiara. “No apruebo aún que fraternices con un irlandés, pero... reconozco que se me ha ido de las manos.”
“El primer paso es que aceptes tu error.” Trató de animarla, pues ella seguramente sabía que si la relación entre sus familias se veía afectada de forma irreparable, la culpa recaería sobre sus hombros. “Aún tiene solución.”
“¿Tú lo crees?”

Alisha la miró a los ojos por unos segundos, tratando de hallar en ellos algo además de arrepentimiento, pero no halló nada. Sus tíos siempre se mostraron especialmente estrictos cuando se trataba de formar amistades o alianzas, algo que Rika había heredado, pero nunca al extremo de enfrentarse a alguien como lo hizo con Mery.

Últimamente Rika tenía ciertos arrebatos, su estado emocional tenía altos y bajos que terminaban en algunos casos en agresiones verbales. Jihyun se lo comentó la última vez que se vieron antes de abordar el trasatlántico, pero le pidió discreción, insistiendo en que al llegar a Nueva York irían con un especialista.

“Sí.”

Era lo que más deseaba, por su bien y el de todos los que la apreciaban.



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“¿Mery?” Jihyun se puso de pie y se acercó a ella cuando por fin estuvo de vuelta. “¿Qué sucedió? ¿Te encuentras bien?”
Alice notó que el joven intentaba tomar su brazo y por reflejo se hizo a un lado.
“Sí, estoy bien.” Dijo dirigiéndose también a Coran. “Pero no puedo decir lo mismo de Rika.”
Los ojos de Jihyun se abrieron con notable angustia. “¿Pero qué hay de ti? No te ves bien, ¿te ha ocurrido algo?”
“No.” Reiteró ella, confundida. “Acabo de decirle que su prometida no se encuentra bien, Sr. Kim, ¿no cree que su pregunta debería ser otra?”
El joven retrocedió, como evaluando qué decir, hasta que puso sus pensamientos en orden. “Tiene razón.” Aceptó. “Pero por la amistad que le guardo no podía evitar preocuparme por usted.”
Alice se sintió un poco avergonzada tras oírlo, pero Coran le ahorró el tener que contestar.
“Querida, siéntate.” Le pidió. “Debes beber algo caliente, te ves pálida.”
“Iré a buscar a Rika y Alisha.” Les informó Jihyun. “Lamento tener que acabar así nuestra reunión, espero que puedan excusarnos.”
Coran asintió un par de veces y sonrió comprensivamente. “Siempre hay algo que se nos escapa de las manos, Sr. Kim, no se preocupe. Por el contrario, espero que la salud de la Srta. Rika mejore pronto.”
“Muchas gracias.”

La partida de Jihyun no pasó desapercibida y esta vez Alice sí pudo sentir cómo las miradas de los otros comensales le empezaban a atravesar la cabeza.
“¿Te has encontrado con alguien inoportuno en el camino, pequeña? ¿Te han hecho algo?” Le preguntó Coran de forma discreta.
“No, nada de eso.” Alice tenía una taza de café en sus manos, tratando de entibiarse con ella y a la vez terminarla cuanto antes.
“¿Deseas que nos vayamos?”

La voz que usó en ese momento Coran fue suave y amistosa al mismo tiempo. Alice elevó los ojos para verlo y se encontró con una sonrisa cálida y una mirada afectuosa dirigidas a ella por completo. Sin estar segura de porqué, aquello le resultó sobrecogedor, por lo que tuvo que volver su atención a la taza. No recordaba cuándo había sido la última vez que alguien la había mirado así y no sabía cómo responder, así que sólo atinó a asentir.



“Coran, ¿podrías llamar a Vanderwood? Quiero verlos.” Pidió Alice cuando el mayor estaba por retirarse para que ella descansara.
“...Se lo haré saber.” Dijo sin preguntar sus razones. “Que tengas buenas noches.”
“Buenas noches.” Alice se adentró a su alcoba y se sentó frente al espejo para acomodar su peluca.
“Son las diez, señorita.” Le informó Jaehee cerrando la puerta tras ella.
“No importa, algo me dice que están despiertos y yo realmente necesito despejar mi mente.”

Y eso era algo que no podría lograr estando metida en su papel de señorita burguesa. Si lo guardaba dentro de sí misma sólo terminaría por frustrarse aún más, así que se arriesgaría.



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Jaehee la ayudó a salir sin llamar la atención de las demás criadas y le colocó un gran abrigo para protegerse del frío. Vanderwood envió una nota minutos antes donde le decía que se dirigiese a la galería de los pasajeros de segunda clase, por lo que allí se presentó. La cantidad de personas que aún permanecían en el lugar era poca, incluso si era allí donde la mayoría se albergaba luego de la sobremesa, pero Alice lo tomó como algo bueno.

Dejándose caer sobre una silla, Alice le indicó a Jaehee que se sentara a su lado y dejó que sus ojos se cerraran.

Seis meses atrás aún tenía 16 años y su futuro era incierto, por no decir desalentador. La escuela era lo único sobresaliente en su día a día, pero no porque ella resaltara, sino porque era al único lugar al que le permitían ir. Hasta los cinco años vivió con su madre, de la que poco o nada recordaba, pero ésta no podía mantenerla y Alice terminó en un orfanato humilde de Southampton. No se les permitía salir si no había una orden de por medio y a Alice nunca se le asignaba una labor que requiriese contacto con el exterior.

Un día, sin embargo, recibió una visita. La adopción no era una opción para ella, según le había informado una de las encargadas del lugar, así que recibir a un aristócrata que parecía tener interés en ella era, más que una buena nueva, una razón de preocupación. Mostrando una sonrisa afable, el hombre se presentó ante ella como Coran Hieronymus Wimbleton Baskerville y de pronto, hincando una rodilla en el suelo, le ofreció disculpas. Coran procedió entonces a explicarle la historia más extraña que había escuchado (aunque aquello lo atribuía principalmente a cómo la relataba él).

Según Coran, Revy Baskerville (su padre) había contraído matrimonio con una joven noble por un acuerdo mútuo para el beneficio de ambas familias, pero ellos no se amaban. Durante los primeros meses la pareja se mantuvo en paz, pero pronto empezaron las discusiones. Revy aún estaba enamorado de una jovencita de bajo estatus social a la que se le prohibió volver a ver luego de su compromiso, pero sin pensar en las consecuencias, Revy siguió frecuentándola a escondidas.

En resumidas cuentas, dicha joven quedó embarazada y se armó toda una odisea para evitar que el escándalo llegase a oídos de la sociedad. La Sra. Baskerville fingió su embarazo y luego de que su verdadera madre diera a luz, el matrimonio volvió a casa con una de las gemelas recién nacidas en brazos.

(“Espere, ¿tengo una hermana?”
“Sí, pero podría decirse que lo único que tienen de diferente es el color de cabello, el suyo es sumamente blanco, igual que el de Revy.”
“Déjeme ver si le sigo. Entonces, si yo hubiese nacido –digamos–
rubia, ¿mi padre me hubiese aceptado dentro de la familia?”
“No puedo negar que es una posibilidad.”
“¡Jamás me habían discriminado tanto!”)


Coran le explicó entonces que no fue sino hasta después del lamentable accidente de Mery que Revy se atrevió a contarle aquella historia y que por ello él mismo había viajado para encontrarla y hacerle una proposición en su nombre. Revy requería que Alice se hiciese pasar por su gemela y se presentara en una cierta cantidad de eventos sociales a cambio de que él corriera con los gastos de todo aquello que ella necesitara o anhelara, por más ridículo que fuese, además de compensarla con una pensión mensual para que ésta no tuviese que preocuparse de su futuro nunca más. Alice se escandalizó tras escucharlo y su primera reacción fue exigirle que se marchara, pero Coran picó su atención.

(“Comprendo su malestar, pero intente evaluar mejor sus posibilidades. Aquellos beneficios no sólo podrían aplicarse a usted. ¿No hay alguien a quién siempre haya deseado ayudar?”)

Un chasquido cerca a su rostro la hizo volver al presente y al abrir los ojos se encontró frente a un chico de cabello oscuro y expresión molesta, el mismo que no había visto en casi seis meses desde que dejó el orfanato para trasladarse a Londres.

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“Si te ibas a dormir, ¿entonces para qué nos has hecho venir?” Inquirió el jovencito.
“Sí, a mí también me alegra verte, Gareki.” Sonrió ella rodando los ojos y cuando Gareki se hizo a un lado pudo ver a otra persona. “¡Nai!”
El muchachito estuvo a punto de abrir la boca para saludarla, pero Gareki se la cubrió de golpe. “Nai, te lo advierto, si dices la palabra con ‘a’ nos vamos todos al demonio.”
El menor subió un pulgar como respuesta y pareció sonreír detrás de la mano de Gareki, por lo que éste lo soltó.
¡Mery!” Dijo Nai con gran felicidad antes de darle un fuerte abrazo a la joven que acababa de ponerse de pie. “Te hemos extrañado mucho.”
“Yo igual.” Correspondió Alice, acariciando el cabello blanco del más joven y dándose cuenta de un detalle al hacerlo. “Has crecido bastante en estos meses, estás más alto que yo, me alegro mucho.”
Nai se rió tímidamente y Gareki no esperó para meter su cuchara.
“Tú por otro lado te ves innecesariamente vieja.” Comentó señalando su propia cabeza en alusión a la peluca que llevaba Alice.
“Sólo estás celoso porque ahora yo convino más con Nai.”

Mientras ellos hablaban, Vanderwood, que era uno de los criados de Coran, se acercó a Jaehee.
“¿Algo de lo que deba enterarme?” Preguntó él en voz baja.
“No.”
“Perfecto.”



“¿Problemas en el paraíso? ¿Tan pronto?”
Luego de consultarlo con Vanderwood, los tres pudieron escabullirse a la recámara que compartían Gareki y Nai para conversar más a gusto.
“No te imaginas.” Se rió Alice, sentada junto a Nai en su cama. “Uno pensaría que la gente rica se resguarda entre sí, pero en realidad no es así.”
“¿Cómo?” Nai la miró confundido e incluso también algo triste.
“Es más complicado, empezando con que no les agrada la gente que se vuelve rica de la noche a la mañana; puede que ellos tengan dinero, pero aún así los que llevan más tiempo en ese ambiente los ven como invasores.”
“Pensaba que ustedes tenían más de esas peleas pasivo-agresivas por ver quién tiene más números en su cuenta bancaria o terrenos esparcidos por el continente.” Se burló Gareki, ganándose un almohadón en la cara.
“De hecho, ellos hacen ver los insultos que recibíamos en la escuela por ser huérfanos como un juego de niños.”
“Suena a que hay algo detrás de eso, suéltalo ya que no tenemos toda la noche, Alice.” Exigió el pelinegro lanzando la almohada de regreso.

Alice les hizo un resumen de lo que había ocurrido durante el día, omitiendo nombres para no involucrarlos demasiado, y esperó tendida en la cama por la opinión de los otros.

“Sabes, Alice, veo por dónde va el asunto.” Empezó Gareki. “El tal Coran, aunque no lleves tanto de conocerlo, ES tu familia, la única que conoces hasta donde sé, así que no me extraña que te pusieras tan a la defensiva.”
/Gracias./
“Pero–” Alice alzó las manos con fastidio. “escúchame, ¿quieres? Se supone que estás aquí para afianzar lazos, no para romperlos.”
“¿Crees que debía tragármelo y dejar que siguiese ella tan campante?” Dijo Alice volviendo a sentarse.
“Mentiría si te dijese que no habría actuado de forma similar estando en tu lugar.” Confesó. “Siendo sincero, le habría dado un golpe en la nariz y la hubiera mandado a la mierda.”
“¡GAREKI, NO EN FRENTE DEL NIÑO!” Le reprendió Alice casi saltando a taparle los oídos a Nai.
“¡Tengo trece!” Se defendió el albino.
“DA IGUAL.”
“No me afecta, Ali, estoy acostumbrándome.” Sonrió Nai.
“¡Eso suena aún peor!” Chilló la mayor. “Gareki, ¿qué le has estado enseñando en mi ausencia?”
“No mucho.” Respondió el otro alzándose de hombros. “O al menos no más de lo que hemos escuchado hoy mientras visitábamos los ambientes de tercera clase.”
“¿Que ustedes qué?”
“Debemos ir juntos otro día, las personas son amables y en su mayoría también muy alegres y festivos.”
“¿Ves? A Nai le gustó.”
“Oh Dios.” Alice se sacudió la cabeza y luego se dirigió a Nai. “Tal vez mañana, ¿ok? Pero primero quiero escuchar qué piensas tú sobre lo que les conté, Nai.”
“¿Yo?” Alice asintió. “No soy como tú o Gareki, si hubiese estado allí habría tratado de hacerle entender a esa chica que es muy feo hablar así de alguien, en especial porque el Sr. Coran suena como una buena persona.” Dijo dirigiéndole una sonrisa. “Lo sé porque se nota que lo aprecias mucho, Alice. Pero también creo que deberías hablar con tu amiga.”
Alice ladeó la cabeza. “¿Eso crees?”
“Sí, ella fue amable contigo y trató de interceder por tu tío en medio de la discusión, ¿no? Yo pienso que debes darle una oportunidad.”
Viendo la expresión inocente y sincera de Nai, Alice se sintió de nuevo tranquila.
“Gracias, Nai, realmente necesitaba ver ese ángulo.”

Poco después apareció Vanderwood en la puerta para escoltar a Alice de regreso a su alcoba, pero no sin antes dejar que ellos acordaran verse más temprano al día siguiente.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Cho on November 28, 2017, 07:54:42 PM
Uno más... *se cachetea* (??)

9

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Había sido mucho tiempo, bastante tiempo… por un instante, hasta dio la impresión que el tiempo había dejado de correr, y que los tripulantes del bote salvavidas se quedarían inmersos en aquella silenciosa oscuridad eternamente.

Conversaciones eran escasas y ocurrían en susurros, como si todos estuvieran expectantes de algún peligro mayor e incomprensible que englobaría y vulneraría sus vidas una vez más.

Ayesha había parado su llanto hace un buen rato, y contaba con un abrazo de costado de su nana. A su otro lado, la joven abrazaba a su hermana, quien estaba apoyada en su pecho y no había dicho ni una sola palabra en todo el trayecto. Ni siquiera se había puesto a llorar. Ello le preocupó de sobremanera porque su energética, amigable y risueña hermanita se encontraba extrañamente ‘ausente’.

“Nio…” le llamó en voz baja y con dulzura. Ayesha sintió a la menor mover su cabecita sobre su pecho para mirarle, lo cual apenas podía distinguir visualmente por la ausencia de luz.
“…” ella le miró expectativa por un rato, y bajó su mirada con leve cansancio y una apagada tristeza.
“…” notar dicha frustración tan real y poco característica para la edad de la menor le hizo sentirse muy apenada e impotente, y apretó su abrazo un poco más. “Estará bien, Nio. Estamos a salvo. Te prometo que llegaremos a nuestro destino y seguiremos con nuestras vidas. Tenemos el apoyo del señor Keith y de nuestros padres. Lo sabes.”
“…”
“Así que no te sientas triste. V-verás que regresaremos a nuestros planes y rutina,” su voz tembló al no poder esconder su propio miedo y tristeza, pero pese a lo duro del viaje, ella confiaba en sus palabras. Tarde o temprano, sin importar cuánto fuera a sufrir ni quién fuera a oponerse a su desarrollo como una digna mujer científica de clase alta, Ayesha seguiría adelante, y se aseguraría que su hermanita seguiría sus pasos. “Vamos, ni bien nos reencontremos con el señor Keith veremos qué hacer después y contactaremos a nuestros padres.”
“…” Nio bajó su cabeza y se quedó quieta y en silencio. Parecía casi en un trance, con una claridad mental que le hacía comprender la dureza de la realidad de esa situación, y el hecho que la vida no sería tan simple como alguna vez había pensado que lo era. “No creo que volvamos a ver al señor Hazeldine… hermana…”
“N-no digas eso, Nio,” Ayesha le respondió con rapidez y la meció un poco mientras la abrazaba al esperar desvanecer esa duda de su pequeña. “Yo sé que sí. N-no hay forma de saberlo, pero no hay que perder la fe.”
“…”
“Nio…”



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Para aquellos dejados atrás por los garantizados sobrevivientes, el tiempo también se ralentizó sin precedentes, aunque de un modo muy distinto. Mientras los inquietos tripulantes de los botes salvavidas aguardaban una monótona y modesta espera hacia el barco que los recibiría, los abandonados a su suerte fueron más bien acogidos por el sentimiento de mortalidad que esperaba a todos al final de sus días. Sus vidas se infestaron de fragilidad, imperfección y auto-juicio en lo que muchos evaluaban sus trayectorias o eran absorbidos por la desesperanzadora realización de sus propias efímeras y prestadas existencias.

Caótico no alcanzó a describir el hundimiento del barco en su totalidad. Se oyeron gritos, el destrozo de la estructura, y eventualmente chapoteos de todos que intentaron nadar y mantenerse a flote en medio de esas aguas que les congelarían. El naufragio brindó escombros principalmente de madera que flotaron y por los cuales muchos desesperados trataron de pelear. El pánico incluso causó que varios trataran de empujar a otros por debajo de sí mismos, acto que no terminaría por ayudar a nadie. Y así, poco a poco, las masas inquietas fueron lenta y cruelmente silenciadas por el omnipotente mar, que absorbió la vitalidad de los desafortunados en forma de su calor corporal.



La caída al mar trajo consigo un nuevo nivel de realidad para Natsume. La gélida agua penetró hasta el centro de sus huesos y congeló sus articulaciones. Su propia mente se apagó momentáneamente, y fue despertada al sentir el aterrorizante arrastre del agua hacia sus profundidades causado por el barco al momento de hundirse. De no haber contado con el chaleco salvavidas, supo que no hubiera tenido fuerza ni destreza como para sobrevivir.

En ese estado, Sterk llevó a cabo su plan. Los cuatro del grupo se armaron principalmente de sogas y otros materiales secundarios que habían sujetado en sus cuerpos y chalecos antes del hundimiento del barco. Así, el líder instruyó que todos se mantuvieran juntos y poco a poco nadaran en busca de objetos flotantes y a su vez alejarse de los demás mientras arrastraban sus adquisiciones. La constante pelea por artículos grandes como puertas les hizo evitar el ajetreo, pero entre los cuatro fueron capaces de hacerse de algo de materia, aunque no la suficiente.

Por la presente actividad, tanto Sterk como el señor mayor optaron por quitarse sus chalecos en ocasiones para cubrir una mayor área al contar con más fuerza y experiencia en el agua que los más jóvenes, lo cual por poco y le cuesta la vida al padre cuando alguien trató de utilizarlo como flotador, ante lo cual Sterk no tuvo de otra que darle un golpe contundente al atacante. Si bien el señor sí logró aportar más a la búsqueda, desde ese punto ya no contó con las mismas fuerzas y tuvo que regresar a portar su chaleco.

Entonces, cuando se alejaron de las otras personas, ellos tuvieron la suerte de encontrar una puerta a la deriva de la cual se aferraron y donde Sterk utilizó sus habilidades a la intemperie para emplear las sogas que tenían y así construir una superficie donde apoyarse con los otros objetos. Los demás hicieron lo posible para ayudarle con aquella pesada faena, aunque fue evidente que no había mucho que podían hacer, y el propio Sterk no parecía estar dispuesto a aceptar ayuda.

Las ataduras no fueron del todo perfectas y Natsume decidió frenar a Sterk argumentando que ya era suficiente, y que no se excediera. Ante el respaldo de los otros dos a las observaciones del pelirrojo, el otro terminó por aceptar el pedido, y todos hicieron lo posible por subir y quedarse quietos.

Lo importante era mantenerse fuera del agua para evitar una mayor transferencia de calor, lo cual eran capaces de hacer encima de su improbable hazaña, y luego de que todos pudieran acomodarse siguió un silencio sepulcral y un adentramiento a los espaciosos alrededores en el mar y en las estrellas. Existía el miedo, pero también una esperanza diminuta, aunque brillante como las luces de los cuerpos celestes encima de ellos, y los sonidos a distancia de personas moviéndose se volvieron inteligibles para ellos. Sus existencias acapararon sus percepciones.



Pasó mucho tiempo. Nuevamente, fue incontable, y el frío se volvió un padecer permanente y amortiguado luego de su constante presencia. Sin embargo, la realización de que ellos se encontraban con vida y fuera de un certero peligro les sirvió para simplemente mantenerse tranquilos, y con las mentes vacías. Aparte de una muy ligera esperanza y deseo de seguir adelante, lo importante era mantener la calma y concentrarse de lleno en el presente.



La calma se volvió sepulcral… incluso luego de ignorar a las otras personas de las cuales se alejaron por motivos de seguridad, de repente recordarles, buscar auditivamente sus presencias y fallar haciéndolo les llenó de un poderoso recuerdo del peligro al cual estaban inmersos. Ello hizo renacer una gran impaciencia ante su situación, ante la eternidad de la noche y ante un mundo que parecía haberlos olvidado.

Sólo les tocaba mantenerse en sus posiciones y continuar esperando a que otras personas tomaran la posta de su mejor intento de sobrevivir, y finalmente los sacaran de ahí…



“Eso…” el señor habló repentinamente, y el sonido de su voz fue casi un martilleo en los oídos de todos, aunque una breve pausa del poderoso silencio que les infestaba. Ese señor intentó reclinarse un poco hacia una dirección en particular.
“N-no te muevas,” le recordó Natsume con leve impaciencia.
“Pero eso… v-vienen por nosotros… ¡c-creo que es un barco!”
“¿De qué hablas?”
“…” Sterk levantó su mirada y pareció observar lo mismo que el mayor. Ello le hizo moverse e, incomprensiblemente para cualquier otro, reingresar al frío mar.
“¿Q-qué haces?” el pelirrojo se angustió.
“Quédense quietos, les jalaré,” le aseguró inmutado mientras reunía las sogas que sostenían todos los objetos juntos.
“¿Pero qué-? ¡O-oye!”

El pelirrojo no pudo decir más porque el mayor empezó a nadar en lo que les jalaba. Ante esa situación, Natsume buscó señales de dicho barco hacia la dirección a donde iban, hasta que observó una luz por el horizonte.

En medio de esa noche sin luna, había una luz a distancia…

Pero era una esperanza vacía.

“¡Sterk! ¡Sal de ahí! ¡Sal!” comenzó a gritar y jalar las sogas para detenerle.
“Pero es un barco, joven,” le aseguró el señor.
“Tsk…” comprimió sus puños y terminó por apuntar a lo que se refería. “¡Eso que ves ahí no es un barco! ¡Y aun si lo fuera no hay punto de nadar hacia él! ¡Ayúdame a sacar a Sterk!”

Ante ello, Natsume continuó jalando, y notó que el chico le ayudó, por más que se mantuviera callado y temeroso. Entre los dos pudieron alertar a Sterk en medio de su intento de velar por todos ellos, quien se detuvo.

“¿Qué sucede? Van a desarmar la estructura,” les dijo.
“Sterk, no es un barco,” afirmó el pelirrojo. “Míralo bien. Ese lucero por el horizonte es un planeta. Los planetas se ven como estrellas que no parpadean. Sé que estarás familiarizado con Venus, al menos.”
“S-salga, por favor…” dijo el chico, bajando la mirada.
“L-lo siento, lo siento mucho…” el señor comprimió sus puños y se avergonzó.
“…” Sterk tomó un poco en negar con frustración, y empezó a regresar a subir con cuidado. “No, no te disculpes, yo también me convencí. Sigamos esperando. No debe tomar mucho más.”

Todos estuvieron de acuerdo, y regresó una calma contagiada de inquietud y frustración, hasta que poco a poco la paz y el vacío regresaron para entumecerlos a todos, en lo que esperaban sin base ni noción del tiempo transcurrido…



“¿Por qué…?”
“…” Sterk oyó a Natsume quien yacía recostado a su lado preguntar en voz baja, y con un tono ausente. Le miró de reojo.
“¿Por qué nos ayudas? Tú eres capaz de salvarte a ti mismo… te has excedido tanto… y no hemos podido corresponderte…”
“…”
“Tú que eres el heredero de una respetable familia, que fue ofrecido un asiento en un bote.”
“Es mi decisión estar aquí. No debería decirlo,” le contestó con su inmutable resolución.
“…” Natsume entrecerró sus ojos. Miraba perdidamente al cielo encima de él y sentía una indescriptible culpa y un amargo sabor en su boca. “No lo entiendo…”
“…”
“De haber estado en tu lugar… seguro que la gran mayoría hubiera abordado al bote. E incluso sin hacerlo… ¿por qué nos ayudas…?” comprimió sus puños. “¿Por qué me salvaste de la tripulación cuando me metí en problemas con ellos? ¿Por qué haces todo esto?”
“Yo sigo mis convicciones, Natsume. Eso es todo. Nadie tiene obligación alguna de ser como yo, ni yo en actuar como otros actúan. Sé que lo entiendes.”
“…” hizo una breve pausa antes de continuar con un tono triste y apagado. “Ayudar a alguien como yo… mis superiores han sido los únicos que han sido tan buenos conmigo…”
“Estoy seguro que ellos también habrán sido buenos con otras personas, y tú con más personas de las que puedes contar en todo tu viaje. También debes haber sido dado pequeños favores de buena voluntad en tu trayecto. La solidaridad no es tan exclusiva como lo crees, y estoy seguro que esos superiores son seres excepcionales por el tipo de persona que tú mismo eres…” Sterk sonrió un poco. “Tengo fe en ti, en ustedes tres… yo quise ayudarles porque sé que son buenas personas. No hay nada de malo en ello.”
“…”
“Sigamos esperando. Todos saldremos de aquí, lo prometo.”



Las cosas terminan ocurriendo cuando uno menos lo espera y, así, ellos vieron el faro de un bote que regresó por los sobrevivientes, y fueron recogidos por los marineros. Contaron con unas frazadas que les resguardarían y les darían un poco de calor, aunque que era muy poco para toda la asistencia que realmente necesitaban. Natsume se mantuvo alerta e inquieto en todo el camino de regreso. Observó al chico a su costado acurrucarse al costado de su padre quien lo abrazaba, y también a Sterk meditando y cerrar los ojos con frecuencia, como quien necesitaba dormir desesperadamente.

El pelirrojo sintió una asfixiante angustia e incertidumbre. A pesar de estar con vida y de dirigirse hacia el barco, podía presentir que su pesadilla todavía no terminaba. Como un habilidoso vidente con un envidiable sexto sentido, él no paraba de estar atento a todo lo que le rodeaba, en un intento de ver por dónde llegaría la próxima jugada del destino, por más que supiera que no habría forma de anticiparlo correctamente.



De aquel modo, esa incierta noche cedió y llegó el siguiente día. Eran alrededor de las ocho de la mañana para cuando los últimos sobrevivientes fueron recogidos por el RMS Carpathia. La tripulación del barco de inmediato auxilió a los rescatados, quienes en su mayoría requirieron dicho apoyo, y también se transportaron varios que llegaron muy débiles o inconscientes a la brevedad posible para tratar de salvarles. Natsume fue capaz de caminar, aunque tambaleante, y vio al padre e hijo ayudarse mutuamente. Hasta ese punto, todo estaba bien.

“Señor, levántese, por favor,” pidió uno de los marineros. Natsume miró a Sterk, quien movió su cabeza muy perezosamente y abrió apenas los ojos, para asentir.
“Sterk, ya llegamos,” el pelirrojo le agitó. “Te ayudo.”
“Nosotros le ayudamos. Tú mantente quieto, por favor.”
“…” Natsume tuvo que oírle y aceptar aquel pedido ya que dudaba realmente tener la fuerza de levantar al mayor en su presente estado, por más de querer hacerlo.

Así, el pelirrojo acompañó a los dos marineros que ayudaron a Sterk, quien apenas tenía fuerzas restantes para caminar con ellos. Llegaron a cubierta y ahí Natsume miró con gran inquietud a todos los presentes, en su mayoría mujeres y niños, que se encontraban esperando posiblemente a fantasmas a esas alturas. Él no pudo mantener su mirada en alto y la bajó en lo que siguió a los marineros que se dirigían para buscar primeros auxilios, aunque no tardó en reconocer unas voces muy familiares…

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“¡Sterk!”
“¡Natsume!”

Natsume volvió a levantar su mirada y notó al grupo que escapó con uno de los botes salvavidas, con quienes había pasado los últimos días, y a quienes por poco y olvida en medio de esa experiencia tan abrumadora. Ellos les rodearon al punto de detenerles.

“Ha-hagan espacio. Tenemos que llevarles a primeros auxilios,” dijo un marinero con inquietud al no saber cómo actuar ante aquellas personas aliviadas.
“¡Estás a salvo!” Luso fue el primero que rompió la distancia al abrazar con fuerza a Natsume, quien casi colapsa por aquel gesto. El pequeño pelimarrón derramó un par de lágrimas, aunque se las secó con rapidez y sonrió en pleno intento de no llorar más. “¡Te estuve esperando!”
“Ah, eh, sí…” él asintió un poco perdido, y atinó a darle palmaditas en la cabeza y devolverle una corta sonrisa. “Siento la demora…”
“…” Celestia negó, impaciente. “Despiértate un poco. Al menos no has dejado a tu mascota desamparada,” desvió su mirada, impaciente. “Cumplí el favor, ahora libérame de ella.”
“S-sí, sólo un poco más. Tenemos que llevar a Sterk a emergencias.”
“¿E-está todo bien?” preguntó Ayesha, afligida.
“A-alguien ayúdele, por favor,” pidió Nio, asustada. “Está muy pálido.”
“Sterk…” Astrid encaró a su amigo, quien había estado cediendo ante su debilidad y apoyándose más y más de los marineros que le traían. Ella le dio palmaditas en uno de los cachetes a manera de espabilarle ya que tenía sus ojos cerrados, y fue ahí que notó lo frío que este estaba. La pelinegra mayor rompió su inmutabilidad y se mostró impresionada y sorprendida. “Maldición, llévenselo de inmediato, atiéndanle.”
“Sí, enseguida,” respondió uno de los trabajadores.

Entonces, ocurrió algo indescriptible. Sterk apartó con sus brazos a los miembros de la tripulación que le apoyaban y se mantuvo de pie en su sitio. Entonces, él abrió sus ojos momentáneamente y miró directamente a Astrid, con su usual seriedad e inmutabilidad. Fue una mirada intensa y formal que declaró su presencia y llegada, y entonces Sterk cerró sus ojos y agachó su cabeza a manera de asentir… pero no logró completar dicho gesto.

Repentinamente, él se desmayó y colapsó para caerse de espaldas sobre la cubierta. Hubo una preocupación general y gran desconcierto, y los marineros fueron quienes se agacharon para asegurarse que estuviera bien, pero su repentina inacción al volver a entrar en contacto con ese sobreviviente delató que algo terrible acababa de suceder.

“…” Natsume apartó a Luso y abrió sus ojos de sobremanera. Fue capaz de comprender lo que sucedía porque su sexto sentido acababa de desaparecer y descargarse completamente dentro de la presente situación…

Y Celestia también lo entendió al tener tanta experiencia como el pelirrojo en leer y comprender a otras personas, y situaciones de la vida en general… Su usualmente tranquilo y elegante rostro se arrugó de impotencia y desagrado, y desvió su mirada al verse recordada de uno de los lemas más amargos de la vida, por considerar el tipo de persona desvivida que Sterk había sido…

No good deed goes unpunished.

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“Lo sentimos, pero…” comenzó uno de los marineros.
“¿Qué sienten ustedes? ¿Lo van a dejar ahí?” reclamó Astrid, impaciente. “¡Ayúdenle!”
“H-hermana…” Nio abrazó a la mayor, quien le devolvió el gesto con la misma fuerza.
“E-esperen… va a estar bien, ¿no?” preguntó Luso, preocupado. “P-por favor…”
“No hay nada que podemos hacer, disculpen todos…” el segundo marinero terminó por contestarles con amargura y comprimiendo los puños. “L-lo sentimos…”
“…” Natsume tembló de pies a cabeza. “Imposible…”
“Acompáñanos, por favor, necesitas descansar,” dijo uno de los marineros. El otro continuaba mirando atentamente a quien había bajado del bote con él, quien ahora yacía sin vida en el suelo, en medio de todos. Ante la inacción del pelirrojo, el otro intentó jalarle de un brazo. “Vamos, esto es por tu bien…”
“¡Suéltame!” agitó su brazo para rechazarle y se arrodilló al costado de Sterk, para tratar de tomarle pulso. Ante una ausencia del mismo, Natsume sólo pudo recurrir a agitarle el torso. “Sterk, vamos. Despierta… Responde, haz algo…” aumentó el movimiento e incrementó su angustia. “N-no hagas esto… Tch, ¿por qué…? ¿Por qué? Por favor… ¡Sterk! ¡Sterk!”

Su voz le abandonó luego de la experiencia en el frío y de su propio estado deplorable de salud, y a Natsume sólo le quedó apoyarse en el pecho de quien le había salvado la vida y continuar velándole y maldecir la injusticia del mundo mientras su cargado estado anímico empezaba a desarmarse en un desesperado llanto, algo que en ningún otro momento hubiera salido a flote por el tipo de persona reservada que era. El chico había dejado su actitud orgullosa y autosuficiente de lado al haber perdido a alguien quien, pese a apenas conocerle, se había vuelto demasiado importante y cercano.

Los demás también se mantuvieron en silencio y shock, y no sabían ni cómo interactuar con el afligido pelirrojo por no comprender lo que había tenido que sobrevivir. Astrid se mostró inconforme e inmersa en un shock personal y profundo que los demás no serían capaces de detectar en medio del intenso desahogo de Natsume, pero que por más que aquella críptica pelinegra quisiera negar no era menos relevante ni asfixiante…

“N-Natsume…” Luso se arrodilló a su lado, sin poder contener sus lágrimas. “D-detente, por favor… te vas a lastimar… no quiero que te pase nada… por favor…”

Astrid sólo pudo atinar a notar a un padre e hijo sobrevivientes que habían caminado por delante de los otros dos, y quienes les observaban con gran aflicción mientras el menor lloraba desconsoladamente. Al imaginar que ellos muy probablemente también habían conocido y sido ayudados por Sterk, podía hacerse una idea sobre qué pudo haber transcurrido… pero era evidente que el momento de hablar con ellos aún no había llegado.



Esa escalofriante experiencia acababa de terminar y todos los sobrevivientes tenían mucho que resolver y también sus respectivos caminos que continuar, mientras que era el momento de dejar a aquellos cuyo tiempo había expirado descansar en paz y merecidamente.

El tiempo para reflexión y resoluciones se prestaría y extendería más allá del deseo o control de cada pasajero a bordo del RMS Carpathia en medio del limbo antes de que todos pudieran reanudar sus vidas. Faltaban todavía días para llegar al destino final…
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Isumi on November 29, 2017, 09:13:35 AM
Y CON ESTO TERMINO EL SEGUNDO DÍA HAHAHA *maratón de escritura ahead*

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Ch. 6


(https://image.ibb.co/nhRzkG/hiro2.png)

-Cuéntame la historia del diamante.-
Recién nos habíamos sentado a la mesa, repleta de gente tan importante que muy probablemente tendrían cosas más sofisticadas de las que hablar, y Hiro ya estaba reclamando con voz alta su premio por haber aceptado la invitación a la cena.
-¡Hiro!- Le regañé en voz baja para no hacer una escena, pero los demás solo se rieron de la inocencia del niño.
Entre ellos Isumi, quien al parar de reírse, miró a Hiro directo a los ojos y comenzó a hablar. -No tienes realmente restricciones tú, eh.-
-Soy un niño de clase baja, la libertad de palabra es lo que nos mantiene sanos de mente.- Hiro dijo esto con una sonrisa tan sincera que podía percibir la malicia debajo de ésta.
-Un niño tan pequeño y con unos pensamientos tan maduros.- Enseguida Isumi habló en voz alta para evitar las reacciones negativas de los demás invitados. -Puedo ver que en tu vida has sufrido mucho por culpa de gente de clase alta, tu comentario me hace entender que las personas que conociste tenían una visión del mundo muy estrecha. ¿No es correcto?-
-...- Por un momento Hiro se quedó sin palabras, seguramente sorprendido por cómo Isumi había dado vuelta la situación. -Es correcto.- Dijo finalmente.
-Te sorprenderá saber, entonces, que nosotros somos totalmente lo opuesto de esas personas que conociste, ¿no es cierto?- Esta vez ella se dirigió a los demás invitados quienes estaban empezando a pensar mal de Hiro, pero al escuchar las palabras de Isumi, enseguida comenzaron a asentir entre ellos, para que ninguno quedara fuera de lo que con pocas palabras de una joven se había convertido en ‘el modo correcto de ser una persona de clase alta’.
-Las palabras mueven al mundo…- Dejé esa frase escapar de mi boca mientras todos los demás hablaban entre ellos.
-Tú lo has dicho.- Y solo Hiro me había escuchado.
-De hecho,- Continuó entonces Isumi. -la historia del diamante tiene mucho que ver con este mundo lleno de gente con mentalidad estrecha y la imposibilidad de una mujer de dar su opinión como digna ciudadana de un país.-
-Yo diría que tiene más que ver con tu locura, pero son opiniones.- Dijo una Nui sonriente quien hasta el momento no había abierto la boca.
Y su hermana sonrió inocentemente. -Puede ser.-
-Hemos escuchado que eras una artista muy conocida pero no exactamente por tu arte.- Mencioné entonces lo que había escuchado cuando se habían subido al barco. -¿Acaso tiene que ver con eso?-
-Eres más perspicaz de lo que creí Isuzu. Tiene todo que ver con eso.- Y entonces Isumi comenzó a contar su historia, emocionada como si le hubiese pasado a otra persona. -Lo que sucedió fue que un día mis padres decidieron con quien pasaría el resto de mi vida sin mi permiso. Ya saben, arreglos matrimoniales. Por supuesto me opuse con toda mi fuerza a tal acuerdo, pero no había manera de hacerles cambiar de opinión. El joven con quien supuestamente me casaría no tenía nada de malo, todo lo contrario. Mis padres habían escogido a alguien que, según ellos, sería perfecto para su ‘excéntrica hija’, y por eso tardaron mucho en encontrarlo. Pero mi problema no era el hecho de casarme con él en sí. Yo no estaba y sigo no estando de acuerdo con este tipo de mentalidad medieval en la que el amor es algo que nace por conveniencia. Entonces decidí rebelarme. Si las palabras no funcionaban, tenía que empezar a tomar acción. Y eso hice.- Tras una voluntaria pausa que nos invitaba a hablar, pero que no fue eficaz ya que estábamos totalmente absorbidos en la historia, Isumi continuó. -Me encerré en mi habitación y no comí nada por más de quince días.- Y esta vez, la pausa la hizo para que sus palabras dieran más efecto.

No podía creer lo que había escuchado, casi no me parecía real, sobretodo porque lo decía con una sonrisa de una niña inocente que había hecho una travesura por la cual había sido castigada por sus padres pero no se arrepentía de haberla hecho en primer lugar.

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-¿Es eso cierto?- Lo único que pude hacer fue pedir confirmación para poder aceptarlo.
-Totalmente.- Respondió Nui en su lugar. -Solo aceptaba agua de vez en cuando, pero todo lo que fuera comida lo rechazaba y no dejaba entrar a nadie a su habitación. De verdad que causó un gran escándalo.- A diferencia de la sonrisa inocente de su hermana mayor, a Nui parecía divertirle aquella historia, como si el escándalo del que hablaba fuese en realidad algo positivo para ella.
-Lo imagino... - Dije aun incrédula.
-Pero se podría decir que fue gracias a eso que ahora estoy aquí cenando con ustedes.- Continuó Isumi. -Verán, durante esos días que estuve encerrada, no tenía más que hacer que pintar. Y fue gracias al hambre que sentía cada vez más fuerte que logré pintar mi pieza más valiosa a la que llamé ‘Hunger’ por obvias razones. Nunca había estado tan satisfecha de una de mis obras y es justamente ésta la razón por la cual estoy yendo a los Estados Unidos: voy a presentarla y a exponerla.-
-Wow…- Quedé tan sorprendida con aquella historia que había olvidado un pequeño detalle que Hiro no dejó escapar.
-Te pedí la historia del diamante, no la historia de por qué estás en el barco.- Directo como siempre, Hiro siguió pidiendo la razón por la cual Isumi llevaba siempre su diamante bien a la vista.
-Lo siento pequeño, estoy llegando a eso, ten paciencia.- Le dijo ella tranquila, ignorando su rudeza. -Mis padres no tenían idea de como hacerme salir de la habitación y tenían miedo por mi salud obviamente. No querían que aquel escándalo llegara a oídos equivocados, así que tampoco tenían muchos recursos más allá de las tratativas. El problema era que ni ellos ni yo queríamos ceder, y por lo tanto las tratativas no eran más que discusiones a través de la puerta. Entonces, llegó el día que estaba tan concentrada en el cuadro que ya ni les respondía. Preocupados, mis padres decidieron arriesgarse a contactar a la persona que menos querían que se enterara de todo eso: mi supuesto prometido.-
-¿Por qué no querían que él se enterara de eso?- Preguntó Hiro con un tono totalmente inocente que me hizo sonreír al pensar que, después de todo, su mentalidad era la de un niño de doce años.
-Pues imagínate que te obligan a casarte con una loca que se encierra en su habitación y no come por días. Además del factor de personalidad, cualquier persona de clase alta evitaría a mujeres tan radicales para no causar problemas a sus familias.- Isumi le explicó de la manera más precisa y sin necesidad de tratarlo como un niño.
-Hmm, la gente rica realmente es muy rara. Yo preferiría a una chica con una personalidad fuerte a alguien que le tengo que decir qué hacer todo el tiempo.-
-Y esa es exactamente la razón por la cual mis padres llamaron a mi supuesto prometido.- Le respondió ella sonriendo entusiasmada, casi como si estuviera hablando de un libro que había leído y no de su propia vida. -Como mencioné antes, estuvieron bastante tiempo buscando a un candidato que pudiera soportar todas las rarezas de su hija. Lo escogieron porque les pareció que él también era bastante raro como persona y que probablemente se llevaría bien conmigo. Cuando recordaron ese hecho pensaron que ésta era la prueba definitiva: si el joven se presentaba luego de que le contaran lo que yo había hecho, significaba que a él no le molestaría estar con alguien como yo. Y al mismo tiempo habría sido el modo perfecto para hacerme salir de la habitación.-
-Me imagino que el chico fue, entonces.- Comentó Hiro totalmente sumergido en la historia.
-Así es, pequeño. Como mis padres anticiparon, a él no le importaba que hubiese hecho una locura como esa, todo lo contrario. Él estaba totalmente de acuerdo con mi decisión. Fue por eso que, a la semana de haber estado encerrada en mi habitación, el día que él llegó y habló conmigo a través de la puerta, le hice entrar.-
-¿Le hiciste entrar? ¿No saliste tú?- Esta vez las preguntas salieron de mi boca, ya que su modo de formular la frase me había parecido peculiar.
-No, como les dije antes, yo estuve encerrada por más de quince días. La segunda mitad de mi protesta la pasé junto con mi prometido.- Isumi dijo eso último con una sonrisa nostálgica.
-¡¿Se unió a tu protesta?!- Hiro exclamó casi levantándose de la silla.
-Así es, y eso tomó por sorpresa a todo el mundo, ya que a diferencia de mí, él es una persona muy tranquila y educada. Nadie se habría imaginado un acto como ese de su parte. Y mucho menos yo.- El entusiasmo de Isumi había desaparecido para dar lugar a un tono más nostálgico pero lleno de felicidad cuando hablaba.
Me hacía pensar en una joven adolescente enamorada, lo cual me llevó de inmediato a entender qué podría haber pasado durante esa semana encerrados los dos en su habitación.
-Hmm… ya veo.- Hiro se acomodó en su silla y se cruzó de brazos como analizando la situación. -Apuesto a que terminaron enamorándose.-
-Eres muy perspicaz, pequeño.- Isumi sonrió. -Como tú dices, y como mis padres planearon, terminé enamorandome del joven durante esa semana. Puede parecer muy abrupto llamarlo amor, ni yo misma pude creer al inicio que con tan poco tiempo de conocerlo podría nacer algo tan profundo. Pero definitivamente algo especial nació entre nosotros.-
-¿Entonces fue él quien te dio el diamante?- Le preguntó Hiro impaciente.
-Sí, al último día me hizo una propuesta de matrimonio.- Dijo ella y se rió.

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-¡¿Eh?! ¡¿Después de una semana?!-
-Digamos que no fue exactamente una propuesta de matrimonio; ambos eramos tan testarudos que no queríamos admitir que nuestros padres estaban en lo correcto cuando decidieron juntarnos. Pero hubo un momento en el que mi cuerpo ya no soportaba más el hambre, y él comenzó a temer por mi vida. Entonces, al último día sacó de su bolsillo el broche con el diamante en él, el mismo que llevo puesto, y me lo obsequió. Al momento no estaba lo suficientemente lúcida como para entender el valor del objeto; mi visión había empeorado y estaba muy débil como para rechazarlo, así que solo lo acepté dejé que me lo pusiera en el cabello. Un momento después, él se acercó a mí y me susurró “Ya podemos salir de aquí.”- Hizo una pausa y luego se rió. -Como pueden imaginarse, me tomó totalmente por sorpresa. Verán, el diamante era pasado de generación en generación, no se sabe realmente quién fue la primera mujer en poseerlo, pero llegó a ser pertenencia de su madre, quien a su vez lo había recibido de su abuela el día de su matrimonio y así por generaciones fue entregado de madre a hija. Pero la madre de mi prometido no tuvo hijas y por eso decidió entregárselo a él, con la promesa de que se lo obsequiara a la persona con quien se casaría. Por supuesto yo no sabía nada de eso al momento y solo quedé inmóvil sin entender lo que estaba pasando. Después de salir de ahí, fuimos ambos hospitalizados y los doctores dijeron que de haber ido un poco más tarde probablemente yo no habría sobrevivido. Una vez que me enteré de lo que significaba el obsequio, le pregunté a mi prometido por qué había llevado el diamante aquel día si su intención no era comprometerse. Él me respondió que, si llegaba al extremo, sería su modo de salvarme. En pocas palabras, este diamante me salvó la vida.-
-Pero al final fuiste comprometida contra tu voluntad.- Se quejó Hiro. -Al final pasaste hambre por nada.-
-Inicialmente habría podido decir que fue contra mi voluntad. Pero llegados a ese punto, más que contra mi voluntad fue contra mi testarudez. Ya en el momento que mi prometido decidió encerrarse conmigo sabía que era alguien especial. Pero no iba a dejar que mis padres ganaran la batalla hahaha.- Isumi se rió de sí misma. -Y al final fue él quien dejó de lado su testarudez, o mejor dicho, estaba preparado a hacerlo desde el inicio. Fue mucho más maduro que yo y gracias a eso me salvó la vida.-
-Lo que yo no comprendo…- Comencé entonces a decir mis pensamientos en voz alta. -es como tus padres pudieron permitir eso. ¡Oh…!- Me tapé la boca al darme cuenta de lo irrespetuosa que había sido.
La expresión de Isumi se nubló por un momento, y Nui, borrando su típica sonrisa, miró hacia otro lado para evitar ser observada. Haru parpadeó lentamente, y tras un largo suspiro quiso comenzar a hablar solo para ser interrumpido por Isumi quien había recobrado su sonrisa.
-Ya sabes, una hija testaruda tiene que haber salido de padres testarudos ¿no crees?- Su sonrisa era forzada, pero podía entender que le incomodaba hablar del tema por lo que ni Hiro ni yo seguimos insistiendo, y fue él quien volvió al tema principal.
-Entonces usas ese diamante todo el tiempo porque te salvó la vida ¿no es así? Pero de ser así, ¿no es más el peligro que correrías por llevarlo tan a la vista que guardandolo?-
-Tienes toda la razón en eso, pequeño. Pero otra de las razones por la cual lo tengo tan a la vista, es para que la gente sepa enseguida que estoy comprometida. Verán, mi prometido está ahora en los Estados Unidos y él es muy celoso. Tiene miedo de que si los hombres piensan que estoy disponible no dudarían en hacer cualquier cosa para conquistarme hahaha.- Isumi se rió inocentemente. -Pero obviamente, son solo sus inseguridades y su miedo de perderme. Él me dijo una vez que se transmite una leyenda sobre este diamante. Se dice que todas las mujeres que lo llevaban, vivían una larga vida sin enfermarse. Cuando tuvimos que separarnos por cuestiones de su trabajo, me pidió que no me lo quitara hasta que nos volvieramos a ver. No tengo razón para no hacerlo, y considerando que ésta joya me salvó la vida una vez, no dudo en que lo hará de nuevo.-
-Realmente interesante.- Dije sonriendo. -Podría decir que parece una historia sacada de un libro.-
-Cualquier cosa que viva mi hermana parecerá sacada de un libro.- Dijo Nui volviendo a su expresión dulce e inocente que siempre me hacía pensar que escondía algo detrás. -Ella vive su vida de una manera muy extrema después de todo.-
-Haha… supongo.- Respondió la hermana mayor avergonzada. -Bueno, yo he cumplido con parte de mi trato, ahora les toca a ustedes.-

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Y el momento que me temía había llegado. A diferencia de Hiro, yo nunca fui muy buena mintiendo y aunque ya tuviéramos la base de nuestra historia, no tuvimos ningún momento para planear respuestas a posibles preguntas que nos podrían hacer.
Fue por eso que me sentí aliviada al escuchar las palabras de Haru.
-Señorita, su historia fue tan larga que dentro de poco comenzará el baile y nuestros invitados aún no han probado su comida de lo atrapados que se encontraron escuchándola hablar.-
Me quedé sorprendida al escuchar eso de su parte. Si bien lo que decía era cierto, durante la historia de Isumi nadie había prestado atención a lo que estábamos haciendo, mucho menos se fijaban si comíamos o no. Sentí que había algo más detrás de eso, pero por el momento me sentí aliviada.
-Oh, tienes razón.- Isumi se tapó la boca con los dedos en sorpresa al ver nuestros platos casi llenos. -No me he dado cuenta de eso, por favor sientanse libres de comer.-
-Ah, muchas gracias.- Le respondí y comencé a comer mi, ahora fría, comida.
-Si no les molesta, pueden contarnos todo durante la cena de mañana.- Cuando dijo eso sentí como si todo hubiese sido un plan para que pudieran pasar más tiempo con nosotros… Hiro era realmente un niño particular e interesante, pero no entendía qué tanto se esperaban de mí.
Y entonces Hiro hizo una contrapropuesta. -Me es incómodo estar en medio de gente de alta clase. ¿Por qué no vienen ustedes al comedor de segunda clase?-
-¡Hi…!- Estuve a punto de regañarle, pero algo me detuvo. Tal vez al haber escuchado la historia de Isumi podía confiar más en ella, en el hecho de que no le importaban los comentarios de este niño. Sentí que tal vez el modo de Hiro de relacionarse no sería tan equivocado después de todo, y que yo estaba siendo demasiado estricta conmigo misma.
-Sinceramente…- Dije entonces siguiendo la propuesta. -Opino igual que él. Estar entre tanta gente rica me quita el aire.-
Isumi se quedó mirándome sorprendida, al igual que Haru, Nui y… prácticamente todos los invitados de la mesa.
-No te imaginé tan directa.- Dijo entonces Nui con una sonrisa maliciosa.
-Sinceridad sobre todo ¿no es así?- Pregunté dirigiéndome a Isumi quien entonces sonrió.
-Estás totalmente en lo correcto. Y creo que casi todos en esta mesa necesitamos cada tanto liberarnos de tantas reglas y modales ¿no es así?- Nuevamente Isumi definió el modo correcto en el que gente rica debía de comportarse y todos empezaron a reír junto con ella y comentar entre ellos.
Antes de que pudiera darle las gracias, Isumi me guiñó furtivamente el ojo.

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El masquerade estaba por comenzar, pero no podía encontrar a Hiro por ningún lado. Caminar con un kimono tan pesado y enorme era lo más incómodo que me había tocado hacer en toda la vida.
Estuve a punto de salir a la cubierta, no habiendo tenido suerte por dentro, pero sentí una mano que me agarró con fuerza del brazo obligándome a detenerme y girarme. Una escena que ya había vivido.
-Haru…- Dije casi susurrando.
-Es peligroso que salgas con ese vestido a la cubierta. Puedes tropezar y caerte.- Decía él con un tono muy calmado.
-Necesito encontrar a Hiro, llevo buscándolo desde que terminó la cena y desapareció. ¿Lo has visto?-
-Hiro se ha ido a dormir.-
-¿Eh? ¿Tan temprano? ¿No va a participar al baile?-
-Ponte esto, el baile está por comenzar.- Diciendo eso, Haru me entregó la máscara que Nui me había mostrado anteriormente. Aquella máscara tan particular que combinaba con el kimono como si hubiesen sido creados por la misma persona.
-...- Sentí que me escondía algo. Luego de que los dos volvieron del hospital no tuve tiempo de hablar con ninguno de los dos, y ahora Haru estaba evitando el tema.

Me dejé guiar por quien claramente se había convertido en mi caballero hasta la pista de baile.
El vals ya había comenzado y mucha gente alrededor nuestro ya estaba bailando. Comencé a sentir la ansiedad subir pues a pesar de ser una pianista, yo no era ninguna experta de baile y el único conocimiento que tenía y que podía servirme sobre el vals, era su tiempo de ¾.
Haru se alejó apenas de mí e hizo un gesto con los brazos indicándome que me acercara hacia él a brazos abiertos.
Apoyé mi mano derecha en la suya izquierda y luego intenté poner mi mano izquierda en su espalda, pero velozmente Haru puso su brazo bajo el mío y lo elevó hasta los hombros obligándome a agarrarme fuerte de su brazo. Aún no habíamos comenzado a bailar y ya estaba fallando en la base de la base.
Una vez que mi agarre era seguro, Haru bajó ligeramente la mano manteniendo el codo elevado como apoyo de mi brazo, y comenzó a trazar mi espalda con sus dedos hasta llegar a la zona lumbar en la cual puso apenas un poco más de presión de manera que me arqueara y pegara mi abdomen al suyo. Entonces volvió a subir la mano hasta quedar justo por encima de mi escápula para terminar de sostener la posición.
Nunca en mi vida había estado tan derecha como en ese momento. Y entendí por qué el baile no era lo mío.
Cuando Haru se aseguró de que la pose era fuerte y segura, comenzó a susurrar “One, two, three…” a repetición según el ritmo de la música. Sabía que yo era una pianista, así que supuse que lo hizo para tranquilizarme, siendo consciente de que aquel era mi único conocimiento sobre el vals.
-One, two, three…- Empecé a repetir junto con él y comenzamos a movernos al ritmo de la música.
Como me había esperado, bailar con ese kimono era mucho más difícil que caminar, pero el liderazgo de Haru era lo suficientemente bueno como para hacerme olvidar de lo pesado que era y admirar como se movía con cada vuelta que me hacía hacer.
Pero más que bueno, debía admitir que era excelente. Mi caballero parecía un bailarín profesional, no solo por sus movimientos, su pose y su compostura. Si no que también lograba hacerme bailar a mi de manera decente haciéndome parecer una profesional y al mismo tiempo lucir la obra de arte de Nui que llamaba la atención de todo aquel que se cruzara con nosotros.
Tenía la suerte de que por debajo el kimono era más suelto de cómo me los había imaginado tras la descripción de mi padre unos años atrás, y eso me permitía evitar que se vieran los errores que cometía y asimismo moverme más libremente. Nui realmente había pensado en todo.
Habían pasado unos minutos y ya me encontraba lo suficientemente cómoda al bailar con Haru que no prestaba atención a las miradas ajenas. Me hacía sentir protegida solo con su agarre. Y fue un momento antes de que la canción terminara que me encontré pensando en qué buen guardaespaldas debía de ser, para luego encontrarme con su rostro a centímetros del mío en el momento que la música se detuvo.
-H...Haru.- Mi mente estaba totalmente en blanco. Estaba esperando que algo sucediera para reaccionar.
-...- Haru comenzó a acercarse lentamente hacia mi sin decir nada. Estaba tan cerca que lograba ver sus ojos a través de la máscara. Sus ojos grises no se despegaban de los míos. Ojos que me paralizaban y al mismo tiempo me atrapaban, me cautivaban, me eliminaban.
Cerré los ojos y esperé lo inevitable. El ruido de las personas conversando alrededor mío había desaparecido y me encontraba en un espacio donde no había estado nunca. Un espacio donde la vulnerabilidad era la única regla y Haru era el único presente.
Y fue cuando la música comenzó a tocar nuevamente que dejé de sentir la respiración de Haru tan cercana. Abrí los ojos y allí se encontraba, enfrente mío, ligeramente inclinado, con su brazo izquierdo tras su espalda y su mano derecha invitandome a tomarla.
-Salgamos de aquí.- Dijo entonces en un susurro y sin pensarlo dos veces tomé su mano.

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Haru me había llevado hasta mi cabina sin decir una palabra.
Cuando abrí la puerta me giré nuevamente hacia él y en voz baja le dije: -Nos vemos mañana.-
-...- Tardó un momento en responder, momento en el que no dejaba de mirarme a los ojos, hasta que finalmente asintió con la cabeza. -Buenas noches.-
Sonreí y entré a mi cabina cuidadosamente para no despertar a Hiro.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Eureka on November 29, 2017, 02:14:59 PM
ahh AHHHHHH

No sé como termino estoy hoy pero lo termino




2nd night




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Una envidia sana lo invadió al notar lo espaciosa que era la suite de Keith.

Estaba seguro de que era así ya que sólo contaba con un huésped (a diferencia de la suya, que era para Mari y para él), pero en parte también se debía a las pocas pertenencias del joven. Keith y Mari eran completos opuestos: mientras que toda la decoración y los elementos visibles del cuarto de Keith pertenecían a White Star Line, Mari había redecorado gran parte del cuarto de ella y Lance. La rubia era una gran admiradora del arte, y consigo había traído un par de esculturas y unos tres cuadros de sus pintores favoritos. Eso, por supuesto, ocupaba gran parte de la sala principal de la suite de ambos. Y aunque le incomodaba tener que cuidar tanto su paso a la hora de cruzar la sala para llegar a su cuarto (por temor a quebrar algo), no podía reclamarle porque le enternecía ver cómo Mari se quedaba ensimismada con sus obras. Le conmovía ver a la gente disfrutando de sus hobbies o intereses favoritos, y le agradaba saber que Mari tenía los recursos para gastar en el suyo.

Llegar al cuarto de Keith había sido su propia sugerencia: le molestaba la idea de terminar la noche con la cena, y aunque habían paseado por la cubierta por un buen rato, Lance tenía la ligera sensación de que Keith y él no podían despegarse aún. Había sugerido, sin darle mucha importancia, terminar la noche con un whisky en la suite de Keith, entre conversación amena y un poco más de aquella conexión extraña que compartían. Lo que le sorprendió (y a la vez no) fue que Keith accedió sin problemas.

Y todo sucedió sin mayor percance. Keith dejó a Lance en su suite y fue por la botella de whisky al restaurante. Luego, volvió con esta y un par de vasos.

Se habían dedicado parte de la noche a conversar sobre sus familias, mientras daban sorbos a sus respectivas bebidas. En total libertad, hablaron sobre sus padres y los compararon, siempre en un tono despectivo, puesto que por más aprecio que les tenían, no podían negar que sus actitudes dejaban mucho que desear. Lance aprovechó para disculparse por algún comentario pasado que pudo haber hecho sobre los Duff-Gordon, sobretodo en aquellas pequeñas guerras de rumores a las que ambas familias estaban tan acostumbradas.

Nunca se había puesto a pensar en lo absurdo que era odiar con tanta intensidad a sus rivales sin una verdadera razón en concreto. Admitía que le sería difícil olvidar, puesto que los McClain lo habían criado con la idea de que ese odio formaba parte de su naturaleza. Pero lo cierto era que, a la hora de la hora, Los Duff-Gordon, al igual que ellos, sólo buscaban el éxito de su banco.

Keith, tal vez sin querer o a propósito, le había ayudado a notar aquello. Esas actitudes eran dañinas para ambos lados, y agradecía que Keith contara con un plan para darle fin a estas. Era muy ambicioso e idealista, pero confiaba en que él sería capaz de llevarlo a cabo. Keith era muy distinto a Jason, y no necesitaba más que el tiempo que habían pasado juntos para darse cuenta de ello.

El asunto de Jason era un enigma muy grande aún. Y sabía que el joven había fallecido, estaba muy claro por la necesidad de Keith de evadir el tema, pero no podía ofrecerle ayuda si no estaba enterado de la situación.

“Keith,” Lance mencionó su nombre con suma seriedad. Dejó su vaso de whiskey en la mesa de cristal de la sala, y lo miró fijamente. “Disculpa. Sé que me dijiste que no insista, pero en serio siento curiosidad por lo de tu hermano… Sé que te afecta, y por eso mismo quiero ayudarte, en lo más mínimo que pueda.”

Keith pareció dudar por unos instantes. Lance no lo culpaba, puesto que la posibilidad de traición aún permanecía dentro de su mente también.

Lance podía aprovechar lo de Jason para usarlo a su favor, y era un argumento muy válido que el lado lógico de Keith podía estar resaltándole en esos momentos. Pero Lance era el mismo chico con el que había pasado la noche entera, entre risas, comentarios de vivencias pasadas y burlas de sus propias familias. Era muy sincero como para estar fingiendo, como para que todo fuese una farsa.

“Okay,” accedió Keith, luego de un suspiro. “Como te comenté hace unas horas, es algo que aún nadie sabe, más que los miembros de mi familia. Porque…” Keith observó el whiskey en su vaso, moviéndolo ligeramente a la vez que escogía con cuidado sus palabras. “Porque es un escándalo, si así podrías decirlo.”
“¿Cómo así? ¿Qué le paso a Jason?”
“Jay estaba comprometido con una joven de nuestra clase social. Una hija de una familia bien posicionada, con un negocio familiar próspero y una vida planeada. Pero mi padre le pidió a Jay que se encargue de nuestros bancos en Francia, y constantemente viajaba hacia París. Por la insistencia de sus amigos, una noche asistió al Moulin Rouge... y allí conoció a una de las bailarinas más populares. Se enamoraron…”
“Y... tu padre se enteró, de seguro.”
“Se decepcionó completamente luego de que noticias del romance de mi hermano con esta mujer llegaron a sus oídos. Le prohibió ir a Francia, pero Jay buscó la forma de seguir visitando a su amante. Lamentablemente, por esa época contrajo tuberculosis… y falleció al cabo de unas semanas. Había planeado escaparse con ella, pero nunca concretaron sus planes por su muerte.”

Lance se quedó sin palabras. La pérdida de su abuelo hace unos años atrás le recordó cómo se sentía pasar por una situación similar, y pudo comprenderlo hasta cierto punto, pero imaginaba que no podía comparar ambas situaciones aún a pesar de esto. Jason y Keith parecían haber tenido una relación muy cercana. Las reacciones de Keith al tema eran suficientes como para concluir esto.

“Lo siento mucho, Keith. Yo no tengo hermanos, y justo por ese factor, nunca podré entender tu dolor por completo, pero unos años atrás perdí a mi abuelo, y comprendo al menos algo de lo que estás sintiendo ahorita,” Lance colocó una mano en su hombro, a manera de apoyo. “Es difícil… y más aún porque tú ahora estás en su reemplazo. Puedo imaginarme lo mucho que te debe estar afectando todo esto. Más bien, lo siento, creo que pequé de entrometido desde que nos conocimos hasta ahora, y entiendo por qué no me querías contar esto.”
“No hay problema,” la temblorosa voz de Keith era un gran indicio de su estado emocional. Lance sentía que faltaba poco para que el muchacho se quebrara en frente de sus ojos.
“No seré la persona más indicada para brindarte apoyo, pero aquí estoy para ti. Y lo digo en serio. No… no creas que haré público esto o le contaré a mi familia. Este secreto se queda entre nosotros.”
“Gracias, Lance,” le dijo, y le sonrió. Pareció notar que un par de lágrimas caían de sus ojos, y sutilmente se las limpió, sin hacer mayor comentario al respecto. Pese a esto, Lance no sentía que la situación era incómoda. Al contrario, era muy íntima… y daba la sensación de que se conocían por varios años. “Por fin encuentro a alguien que me escuche sin quejarse o criticar a Jason. Damian hace oídos sordos al tema, igual que mi padre y mi madre. Los tres continúan creyendo que Jay deshonró a la familia con sus acciones… y yo no entiendo por qué. Jason ya no está con nosotros. ¿Por qué siguen… por qué siguen criticándolo?” Y sus manos se comprimieron en puños por pura rabia, arrugando sus pantalones.
“Porque las apariencias son lo más importante para ellos,” aseguró Lance. “Lo sé porque mi familia es igual. Y la de Mari también.”
“¿Y cómo hacen tú y tu esposa para lidiar con eso?”
“Nos las arreglamos como podemos.” Lance sonrió. “Mari es mi mejor cómplice, realmente.”
“¿Cómo así?” Keith se veía muy confundido.
“Justo de eso quería hablarte hace unas horas. Pero no me parece que sea pertinente desviar el tema tan importante de la partida de tu hermano a algo mío. De ahí podemos hablar sobre eso.”
“…Como desees. Aunque no hay más que contarte sobre lo de Jason.” Keith desvió la mirada a un lado, un poco entristecido.
“¡Claro que sí! Podrías contarme anécdotas sobre ustedes dos. Tengo la peor concepción de tu hermano, pero estoy seguro de que contigo era otra persona. Me gustaría oír más sobre él… de paso que te ayuda un poco a ti también. Digo, porque es mejor recordar los buenos momentos… ¿No?”
Keith se quedó mirándolo por unos instantes. “Heh, tienes razón.”

Se acomodó mejor en el sofá, y Lance, a su lado, no dejó de observarle, entusiasmado por la idea de oír más sobre la vida de Keith.





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No le sorprendía el aburrimiento que sentía en esos instantes. Un baile de máscaras rodeado de la misma gente de siempre era la receta perfecta para mandarla a dormir en instantes. Pero entre invitaciones de baile de socios de la familia o amigos de los Gladstone y Whitaker, Eureka no podía encontrar descanso en ningún momento.

Y lo único que quería era sentarse y dormir en alguna mesa, por más que sería mal visto por todos los presentes. Igual, cabía la mínima posibilidad de que no la reconocieran por el antifaz que portaba... o eso esperaba.

La canción de aquellos momentos se terminó, y Eureka sonrió ante el prospecto de tomar asiento. Ya se estaba excusando con su pareja de baile, el hijo de un socio de los Whitaker, cuando una mano tomó la suya y tiró de ella hasta llevarla al extremo opuesto del salón. Recién cuando la persona se detuvo, obligándola también a detenerse, pudo notar de quién se trataba: era Oikawa, quien portaba un antifaz azul marino y un terno del mismo color.

“¿Qué?”
“¿Sorprendida? Yo sé, yo sé. El uniforme de White Star Line no me hace justicia. Deberían darnos ternos como este…”
“¿Qué haces aquí? Es muy riesgoso. Si mi familia te ve…”
“Para alguien que no le da importancia a lo que dice el resto de ti, te preocupas en exceso por ello…” le reclamó él en un tono burlón.
“Es distinto, Tooru. Esta vez no se trata de mí. No sé, te pueden arrestar por hacerte pasar por un pasajero o algo así. Debes estar enterado de lo exagerada que es la gente de primera clase.”
“Sí, lo sé, pero es necesario, sólo tomaré unos segundos de tu tiempo,” comentó, tomándola de la cintura para bailar junto a ella. Eureka fue rápida en adaptarse a su paso, y juntos se movieron al compás de la suave melodía que inundaba el salón. “Me he enterado de algo que te pone en peligro a ti. Disculpa por no poder avisarte antes, intenté verte durante el día pero me fue imposible.”
“No hay problema. ¿Qué sucedió?” mencionó, y se le acercó un poco más para poder hablar en voz baja y sin llamar la atención del resto de parejas en el salón.
“Tengo las sospechas de que hay alguien más detrás de objetos de valor, ya sean diamantes como el tuyo u obras de arte. Esta mañana, una pasajera de primera clase reportó una pintura robada. Sucedió lo mismo con otra mujer, que reportó un par de joyas de oro, en su caso. Ambas estaban completamente seguras de que el ladrón era externo a sus círculos sociales, puesto que sus mucamas eran de suma confianza y sólo ellas podían acceder a la suite, aparte de las dueñas, por supuesto.”
“Y temes que suceda lo mismo con el diamante.”
“No sólo temo por el diamante. Temo por tu seguridad. Quién sabe lo que aquel ladrón es capaz de hacer para conseguirlo. Sin embargo, aún no estoy completamente seguro de que está enterado de que posees aquella joya. Te quiero pedir que no la saques. Que la escondas, si es posible, en un lugar que ni tus sirvientas ni tu prometido sepan. Todo por tu seguridad.”
“Está bien.”
“Quería proponerte mi compañía durante el resto del viaje. Como un guardaespaldas, tal vez. No durante todo momento, porque tengo que realizar mis labores para no levantar sospechas, pero andaré siempre por las zonas que frecuentes. Y si aún no confías en mí, tienes el derecho entero de no decirme dónde guardas el diamante. No te juzgaré por ello, está bien que tomes tus precauciones.”
“Entiendo tu preocupación, pero me temo que será un tanto sospechoso que coincidamos en varios lugares…”
“Fácilmente podemos venirnos con alguna excusa, al menos en el caso de tu familia. Soy un mayordomo de la empresa detrás de este barco, así que tampoco suena tan extraño que esté pendiente de sus pasajeros.”
“Solo intenta pasar desapercibido. Podríamos reunirnos de vez en cuando en la cubierta de paseo, por si te hace sentir más tranquilo.”
“Sí, mejor. ¿Te parece todos los días luego de la cena? Igual me verás durante el día, así que si ocurre algo, me avisas.”
“Gracias por la advertencia y tu preocupación, Tooru.” Eureka aprovechó para mirarlo y sonreírle.
“No hay problema,” le aseguró él. “¿Ves? Era algo muy corto. Ahora sí, termina esta canción y te dejo.”
“Respecto a eso... ¿No gustarías quedarte conmigo al menos por una canción más?”
“¿Qué pasó con los riesgos?”

Acurrucándose en su pecho, Eureka suspiró, contenta.

“Me importan poco en estos momentos.”

Oikawa sonrió para sí mismo.

“Una canción más, entonces.”





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Keith y Jason habían sido un equipo perfecto en squash, el deporte favorito de ambos. En varias ocasiones le dieron un dolor de cabeza a su padre cuando vencieron sin dificultad alguna a distintos posibles socios del banco. Su sed de victoria era indiferente a los colegas, futuros colaboradores o accionistas, y primaba antes que cualquier trato o convenio.

Pero no sólo habían compartido el amor por el deporte, sino también por la música. Jason era un violinista increíble, y Keith aprendió a tocar aquel instrumento gracias a él. Juntos iban a conciertos cuando Jason tenía disponibilidad de tiempo. Hubo una vez que el cuarteto de cuerdas invitó a Jason y a Keith a participar con ellos en vivo, puesto que el violonchelista era viejo amigo de los Duff-Gordon.

Y así como esa, Keith tenía varias historias sobre su hermano mayor. Lance no podía negar lo entretenido que se le hacía escuchar sobre esa faceta oculta de su antiguo rival: contra todo pronóstico, Jason había sido un buen hermano mayor, con Keith y con el menor, Damian. Podía entender, entonces, por qué le había dolido tanto su partida.

Sin embargo, en plena anécdota, el cerrojo de la puerta empezó a sonar, y Keith y Lance intercambiaron miradas, muy preocupados. Lance fue rápido en actuar, corriendo al vestidor a esconderse allí. Desesperado, Keith no encontró mejor manera de esconder uno de los vasos que tirándolo al suelo y rompiéndolo, pero luego notó su error y lo hizo entrar en más desesperación. Volteó a mirar a Lance, quien se había llevado una mano a la cara.

Para cuando la puerta principal se abrió, Keith andaba caminando de un extremo de la habitación al otro, con el ceño fruncido.

“¿Joven? ¿Se encuentra bien?” Keith se detuvo al escuchar la tranquila voz de su mayordomo. Alfred cerró la puerta tras de sí. Lo primero que llamó su atención fue el vaso roto en el suelo alfombrado de la suite. “¿Un accidente, supongo?”
“Sí, sí. Fue un accidente.”
“…” Alfred observó las manchas en la alfombra con curiosidad. “Por casualidad, ¿está con alguna visita?”
“Uh… ¿no? ¿Por qué lo dices?”

Los ojos de Alfred indicaban que sabía más de lo que pretendía decir. Pero Keith agradeció que se hiciera indiferente, puesto que luego de un suspiro, retomó su mirada tranquila de siempre.

“Su padre me mandó a llamarlo. Damian se quedó dormido en el baile, y esperan que usted lo traiga de vuelta aquí.”
“Oh, por supuesto. Voy a limpiar este desorden e iré.”
“Yo puedo hacer eso por usted, joven. No hay problema.”
“¡Insisto! No te preocupes, Alfred.”
 Alfred asintió, en silencio. “Entonces, si me disculpa. Con su permiso. Buenas noches, joven.”
“Buenas noches, Alfred.”

Y el mayordomo se retiró. Ni bien la puerta se cerró, Lance salió apurado del vestidor.

“¿¡Por qué no me dijiste que tu hermano duerme también aquí!?”
“No, el duerme con mis padres. Pero tal vez está haciendo un berrinche, y por eso quieren que yo me encargue de él.”
“…Okay, confiaré en tu palabra. ¿Tú crees que tu mayordomo se dio cuenta de que había alguien más aquí?”
“Sí, pero no está enterado de que eres tú. Así que debemos ser más cuidadosos de ahora en adelante.”
“Yo creo que descartamos pasar tiempo en nuestras suites desde ya,” dijo Lance, y suspiró. “Es muy riesgoso. Pensé que la tuya no lo era, pero tu familia es igual de entrometida que la mía. O al menos demanda mucho de ti.”
“Es cierto. Bueno, encontraremos un lugar donde conversar a solas. Ahora…”
“Sí, tienes que recoger a tu hermano. No te preocupes.”

Lance caminó hacia la puerta, con Keith detrás de él.

“Saldré primero, para que no nos vean juntos. ¿Está bien?”
“Sí.”
“Buenas no—”
“Lance, espera. Quería agradecerte por lo de hoy. Gracias por invitarme a cenar, y por todo.”
Lance colocó una de sus manos en el hombro de Keith. “No hay problema. ¿Te veo mañana?”
“Claro, en el desayuno coordinamos como en la cena de ayer.”
“Ah, con los mayordomos de White Star Line. Buena idea. Nos vemos, Keith.”

Y le dedicó una última sonrisa antes de irse.




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Le sorprendió encontrar la puerta de su suite medio abierta. Supuso que había sido Mari, quien a veces andaba tan despistada que ni notaba que dejaba la puerta así.

Pero encontró el cuarto con una tenue luz. Y una silueta, al fondo, que desmontaba uno de los cuadros de Mari: un pequeño retrato de un lago rodeado de flores en el campo. La pintura era de un tal Monet. Su instinto fue lanzarse a forcejear por ella, puesto que sobre su cadáver le robarían objetos tan preciados de su amiga.

Pero el ladrón fue rápido en sus movimientos, y supo cómo reaccionar a sus ataques. El ladrón soltó el cuadro y cogió uno de los adornos de la mesa, con el que golpeó a Lance en la cabeza.

Todo se tornó negro, y cayó inconsciente al suelo.

Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Cho on November 30, 2017, 01:40:30 PM
Con esto termino ahh *corre en círculos*

10

Después de que el tiempo se detuviera aquella fatídica noche, una vez los sobrevivientes al hundimiento del Titanic se aclimataron al RMS Carpathia, los segundos volvieron a correr con la velocidad usual, y la realidad siguió con su curso a un ritmo natural y al mismo tiempo frío y distante, ya que el andar temporal nunca velaría por nadie.

Dentro del barco que salvó a los cientos de sobrevivientes existió una acogida muy cálida y placentera, donde todos pudieron cerciorar sus supervivencias personales y comprender de lleno la empatía propia entre seres humanos. El ambiente fue un tanto incomprensible e inesperado, y marcó una experiencia inigualable e inolvidable para todos. Una mezcla de alegrías y lamentos, esperanzas y desolaciones, energías y cansancio… un toque de dulce y amargo muy esperado de la completa e imperfecta vida…

Y, en medio del viaje, llegó el último día en el mar. Eran las once de la mañana del dieciocho de abril del 1912, y corrió voz sobre la esperada llegada a Nueva York hacia el anochecer. El presente capítulo en la vida de todos se cerraría según el horario propio del RMS Carpathia, y a partir de aquel momento le tocaría a cada uno continuar con su camino a su propio modo.

Sólo quedaba ese día para darse unas últimas meditaciones en lo que se vivía en aquel hiato mientras el sol estuviera por encima…



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“Llegamos hoy…” comentó Luso con un vacío en su voz en lo que miraba hacia el resplandeciente océano desde la cubierta. El pequeño se veía meditativo.
“¿Qué sucede, Luso? Tenía la impresión que estuviste impaciente por volver a ver a tu tía,” comentó el pelirrojo, con tranquilidad.
“Sí lo estoy, en serio. Es sólo que…” él bajó su mirada con leve tristeza. “Después de este viaje… es muy posible que ninguno de nosotros nos volvamos a ver, ¿cierto?”
“Es lo más probable…”
“…” Luso tensó su expresión. “Luego de todo esto… luego de pasar tantos momentos juntos… luego de que me salvaras…”
“No dejes que todo esto te quite los ánimos. Es sólo como las cosas son realmente,” Natsume le sonrió paciente. Vio que el niño no se veía tranquilo y dio un suspiro. “Yo tengo que continuar con mi viaje, aunque en un inicio puede que me quede por la ciudad a manera de reunir recursos. Si te vas a encontrar libre, podemos encontrarnos.”
“¡Eso es definitivo!” asintió con grandes energías. “También quiero que conozcas a mi tía. Seguramente ella tiene un montón de Nueva York que enseñarnos.”
“Tienes razón…” ensanchó su sonrisa.
“Pero, después de pasar el tiempo con nosotros y marcharte… ¿estarás bien?” preguntó el pequeño con leve inquietud. “No quiero que te vaya a pasar nada…”
“No te inquietes,” el pelirrojo negó con leve frustración y le revolvió los cabellos. “Supongo no te he mostrado mi lado más responsable, pero sé cómo cuidarme. Tienes mi palabra.”
“B-bueno, sí te ves muy independiente…”

Después de aquel cruel destino que le deparó a Sterk en su llegada al barco, Natsume terminó desahogándose en aquel llanto impotente, y luego se quedó postrado en cama el primer día y medio al verse desposeído de fuerzas. Los doctores atribuyeron su inesperada recaída a tanto la exposición a las frías temperaturas como al impacto emocional, pero después de reposar con paciencia y constante visita de la mayoría de conocidos, el pelirrojo se recobró súbitamente y se unió a los demás sobrevivientes para pasar el mejor tiempo posible. De todos modos, daba la impresión que seguía un poco débil y estaba bajo monitoreo del personal médico del barco.

“También tienes que reconocer que el ambiente en este barco es muy saludable,” comentó el pelirrojo, un poco animado. “Todas las clases nos hemos mezclado y estamos en contacto mutuo y constante. La tripulación se ha esmerado en apoyarnos en lo posible y no han sido discriminatorios de ningún modo…” él tomó a su paloma que le acompañaba fielmente en su hombro y la miró de manera afectiva. “Y pese a las regulaciones y el tabú de muchos, todos se han visto contentos en ver a mi mascota, y ella misma ha alegrado el ambiente.”
“Hehe, muy cierto. Creo que a todos los niños nos gustan las aves,” Luso asintió. “Y tú también has entretenido a muchos con tus trucos de magia.”
“Es extraño ponerme a entretener a tantas personas sin demandar nada a cambio…” se encogió de hombros. Luego de hacer una función improvisada a un grupo de niños a manera de animarles, Natsume notó que llamó la atención de algunos sobrevivientes de primera clase quienes tuvieron la curiosidad de verle actuar, al igual que otros adultos. No recibió más que cumplidos y mucho interés en sus anécdotas de viaje o de su país natal, pero para variar el pelirrojo se vio contento con ese simple contacto humano.
“Pero has animado a tantas personas. Siento que podría aprender mucho de ti,” el pequeño sonrió. “Ahora que lleguemos a Nueva York, ¿podrías enseñarme algún truco?”
“Supongo que haré una excepción contigo, me caes bien.”
“¡Genial! ¡Me alegro que haya podido convencerte!” dio un brinco. “Sabía que lo haría, se los dije a Nio y Peter y tengo que contarles cuando les vea.”
“¿Hm? ¿Quién sería ese Peter del que hablas?”
“¿No lo sabes?” Luso se confundió, y desvió su mirada con cierta incomodidad al no saber si explicárselo, pero terminó haciéndolo. “T-tú sabes, ese chico que sobrevivió contigo, que fue ayudado por… tú sabes quién… Nio y yo nos hemos hecho amigos de él…”
“Hmhm,” el pelirrojo rió por lo bajo. “No temas decir su nombre, Luso. No existe ningún misticismo ni tabú detrás de Sterk.”
“S-sólo no sabía si era bueno mencionarle…” bajó su mirada. “Perdón.”
“No te disculpes, entiendo,” le sonrió comprensivamente. “En fin, quédate disfrutando de la cubierta.”
“¿Eh? ¿A dónde vas?”
“Los médicos querían darme otra revisión.”
“V-voy contigo.”
“No, sólo te aburrirás, y ya es lo suficientemente tedioso que tenga que hacer esto,” movió una mano con leve exasperación. “Pronto es la hora del almuerzo, nos vemos ahí.”
“Sí…” Luso asintió dubitativo y observó al mayor irse hacia las escaleras más cercanas. Le sabía mal dejarle de lado, pero prefería no insistirle. El pequeño caminó por si divisaba a alguien que conocía ya que no le gustaba quedarse solo, y sin duda no le gustaría por un buen tiempo.

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“Así que finalmente esta travesía llegará a su fin,” comentó Celestia. “La tempestad de hace dos días no fue más que un susto adicional.”
“Un susto para quienes no viajan mucho, supongo,” Astrid sonrió con ironía. “El clima no se va a dignar a sonreír a nadie, eso es normal.”
“Nervios de acero como siempre. Eres demasiado relajada, Astrid. Incluso alguien como yo podría aprender mucho de ti,” se encogió de hombros.
“Yo más bien diría que nuestros estilos de ser son ligeramente distintos. No hay por qué compararnos.”
“Cierto…” la menor alzó una ceja con leve inquietud. “Hasta para mí eres aterrorizante.”
“Oh, y yo que pensaba que nos estábamos volviendo amigas,” rió un poco.
“Pero yendo al grano, ¿cuáles son tus planes ahora que lleguemos?”
“¿Hm?” Astrid mostró confusión. “Creo ya haberte respondido esa pregunta. Tengo que inmiscuirme con la alta sociedad de Nueva York, aunque pretendo tomar un tiempo personal a manera de aclimatarme.”
“Ciertamente ya te lo había preguntado,” para variar, Celestia arrugó su frente y mostró una leve incomodidad y tristeza. “Sólo me preguntaba si los últimos acontecimientos habían alterado tu agenda de viaje.”
“Hmm, deberían, ¿no?” se puso a pensar. “Creo que este ‘tiempo personal’ se extenderá un poco más de lo que había concebido,” negó frustrada. “No sé qué más esperas de mí, Celestia.”
“No que espere mucho…” ella desvió su mirada. Su acompañante no iba a ser abierta, pero sabía muy bien que las noticias le habían impactado, ya que había permanecido aislada todo el primer día y todavía no salía de su distancia, lo cual era un poco preocupante. Celestia decidió no darse más rodeos y tocar el tema de fondo. “¿Cómo se lo tomaron?”
“¿Quiénes?” preguntó con una supuesta inocencia, aunque Astrid podía saber por dónde iba la pregunta.
“La familia de Sterk, ni bien recibieron el mensaje de su fallecimiento. Sé que lo reportaste.”
“No pensé que te causaría interés como para que me expíes,” Astrid frunció el ceño con impaciencia, y se cruzó de brazos. Ella prefirió no evadir la conversación por más que no le apetecía participar. Supuso que tendría que acostumbrarse a narrar el destino de su viejo amigo ya que le preguntarían una y otra vez en un futuro cercano. “No les pude decir mucho, sólo les recalqué que falleció protegiendo a otras personas. De igual manera, ellos me contestaron con un mensaje muy breve. Seguramente detrás de este se encuentra una gran desolación…”
“…” le miró atentamente.
“Ellos únicamente me extendieron el pésame…” Astrid sonrió con ironía. “Heh… sé que nunca les agradé por no estar a la altura de su heredero, pero incluso esa glorificada familia expresaría sus condolencias hacia mí, por más que yo haya sido quien propuso el viaje… quizás sí tienen algo de la personalidad de Sterk después de todo.”
“Comprendo…” Celestia cerró sus ojos momentáneamente a manera de asentir y procesar lo que había oído.
“Apreciaría que no me preguntes más por ahora. Sigue siendo un poco pronto, incluso para alguien irreverente como yo,” sonrió con simpleza, y luego dio un suspiro. “Es también cansado cómo Sterk se ha unido al grupo de pasajeros legendarios por su hazaña, y el hecho que haya oído su nombre mencionado hasta por la tripulación de este barco.”
“Este lugar ha tenido un ambiente muy humano y caritativo desde que hemos sido rescatadas,” Celestia se puso a pensar. “Lo consideraría molesto e insoportable, pero creo haber oído rumores que algunos pasajeros de primera clase se han ofrecido a apoyar a los de menores recursos monetariamente. Ojalá que sea verdad.”
“Se arruinará la sorpresa de Pascua,” bromeó Astrid, y se encogió de hombros. “Sí, aunque como viajera de segunda clase no esperes un gran apoyo.”
“Espero que sí haya algo para mí, y si tengo que descuidar un poco mi apariencia para llamarles la atención, lo haré. A diferencia de otros pasajeros, yo no tengo solvencia económica fija,” negó al considerarlo no muy importante, ya que Celestia en ningún momento se arriesgó de dejar su dinero en su habitación y siempre lo traía consigo entre sus ropas, pero sabía que dicha riqueza era efímera.
“No puedo culparte por esa actitud caprichosa, sabiendo tu situación, aunque alguien como tú estará bien en nuestro destino. Tengo el presentimiento que sabrás coexistir con los demás.”
“Aprecio tu observación, y no dudo lo mismo de ti,” asintió. “Sinceramente, espero que lo ocurrido no te afecte a largo plazo.”
“No temas tanto por mí,” negó con leve impaciencia. “Es frustrante, ¿qué puedo decir? Pero tampoco es algo que me dejará paralizada ni me hará concentrarme en pensamientos negativos o temores. Ya he podido despejar mis mayores lamentos y estoy casi en paz con lo ocurrido.”
“Me alivia oírlo,” asintió, y desvió su mirada. “Había asumido que le guardabas un poco de rencor a Natsume o a quienes fueron salvados por Sterk por lo que pasó…”
“¿Por qué?” Astrid encontró esa mención un poco graciosa y ridícula. “¿Lo dices porque no me he dignado a visitar al enfermo mientras estuvo convaleciente? Yo tenía mis propios asuntos que atender.”
“Eso lo entiendo bien ahora que he hablado contigo. No necesitas convencerme,” negó con paciencia. “Sólo decía.”
“Pero… supongo que tienes razón,” sonrió rendida. “Me caería bien cerrar este asunto por completo, de una vez por todas.”
“Sí has resultado más funcional de lo que pensé,” comentó Celestia, entretenida.
“Lo mismo digo de ti, por estar a gusto en este positivo ambiente después de todo.”
“En fin, tienes todo el día.”

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“Ahh, hace un precioso día…” Ayesha sonrió mientras alzaba su mirada hacia el cielo despejado y cubría su visión con una mano. “Por ello teníamos que salir a tomar aire, Nio.”
“Sí, aunque nana no gusta de salir al sol…” comentó Nio. “Se va a quedar sola.”
“Ella está muy a gusto con otras señoras de su edad en la sala común,” le aconsejó. “Aparte que tú necesitas pasear un poco. Vamos, siempre has sido aventurera y este barco está precioso.”
“Lo sé, lo sé… a ver si veo a alguien por aquí, entonces,” Nio forzó una sonrisa, algo que su hermana pudo leer y le hizo recordar el conflicto principal que afrontaron ni bien fueron recogidas por el RMS Carpathia.
“Sé que estás triste, Nio. Yo también lo estoy. Pero no es excusa para mantenernos tan quietas y depresivas. La vida continúa,” dijo, pero pese a ello bajó su mirada y se mostró apenada. “Eso es lo que el señor Keith hubiera querido.”
“Lo sé bien, hermana, perdón…” Nio dio un suspiro.

No era un recuerdo agradable comprobar que su mal presentimiento se volvió realidad, pero principalmente fue el hecho que vio a su hermana mayor correr de un lado al otro para buscar al mentor de ambas durante todo el primer día, sin importar cuántas veces hubiera ido al mismo ambiente, hasta que la tripulación tuvo que calmarla y dejarle ver la lista de pasajeros rescatados, donde no pudo ubicar el nombre del señor.

La pequeña vio a su hermana asentir y disculparse por causar tantos inconvenientes, para entonces partirse en llanto y caer al piso sentada. Nio le consoló como pudo y felizmente la nana no tardó en llegar para ayudarle.

De todos modos, Ayesha probó ser fuerte para recomponerse con la frente en alto e intentar ver lo positivo de esa cruel situación.

“Bueno… el señor Keith nos dejó muchas tareas. Nos toca encargarnos de ellas, ¿no?” le recordó a su hermanita con una sonrisa.
“Hermana…” Nio bajó su mirada con leve pena. “Quisiera ser tan fuerte como tú.”
“¿Eh?”
“Esto es difícil para las dos, sobre todo para ti, lo sé. Yo apenas conocía al señor Hazeldine mientras que tú has tenido su tutoría por más tiempo,” sacudió su cabeza con fuerza al impacientarse a sí misma por dar tantos rodeos. “L-lo que intento decir es que eres muy valiente, hermana. P-pero tampoco quiero que te fuerces a serlo por mí. Sólo… quiero que estés bien…”
“Tranquila, Nio…” Ayesha sonrió conmovida y dio un abrazo a su menor. Notó que su hermanita lo había necesitado, al igual que ella misma, pese a que Nio solía ser independiente y rechazar la mayoría de sus mimos. “Estoy triste, pero también muy feliz de estar aquí contigo. Recuerda que no podemos enfocarnos en todo lo malo. Tenemos tanto de lo cual estar agradecidas. Y también, mientras permanezcamos unidas, confío en que estaremos bien, y velaremos por cargar con el legado tanto del señor Keith como de nuestros padres.”
“Sí…” Nio asintió. El abrazo terminó y la pequeña vio a su hermana dedicarle otra sonrisa.
“Hay que animarnos. El día está precioso así que demos una vuelta por cubierta.”

Las hermanas empezaron con ese paseo, y no tardaron en reconocer a Luso, quien de inmediato les pasó la voz y corrió hacia ellas.

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“¡Hola!” saludó efusivamente en lo que llegaba. “Me alegra verlas por aquí. Pensaba que seguirían estudiando.”
“Hehe, tampoco es saludable quedarnos en el interior todo el tiempo,” Ayesha se tapó la boca en lo que reía con torpeza.
“Nos viene bien un descanso,” Nio asintió. “Aunque no sé qué hacer por aquí. Este barco no tiene instalaciones listas…”
“Siempre hay algo que hacer,” Luso sonrió decidido. “¡Ya sé! Vamos a la proa del barco. Si nos paramos en los barandales y extendemos nuestros brazos, se sentirá como si volamos.”
“¡S-s-suena peligroso!” Ayesha se aterró.
“Ehh…” Nio sonrió incómoda tanto por la ocurrencia de Luso como la esperada reacción de su hermana, y se vio animada. En verdad sí tenía mucho de lo que alegrarse y estar agradecida. “Ehehe, mejor no hago eso por el bienestar de mi hermana, aunque no me molestaría asomarme a la vista. Dicen que a veces se ven delfines nadando con el barco.”
“Sí, yo vi un par al inicio del viaje,” Luso asintió. “No es una vista común, pero podemos fijarnos por si algo aparece.”
“Ohh, sí me gustaría ver delfines,” Ayesha se emocionó. “No sé qué tan probable sea observarlos ahora que lleguemos a Nueva York, así que hay que aprovechar.”
“Seguro que habrá algún zoológico, aunque no sería lo mismo,” dijo Nio.
“Zoológico… ese lugar donde tienen animales salvajes, ¿cierto?” preguntó Luso.
“¿Nunca has ido a uno?” Ayesha se quedó en shock.
“Ehm… no, no he tenido la oportunidad.”
“¡Tenemos que ir en Nueva York!” declaró Nio. “Dijiste que vas a vivir ahí y nosotras también lo haremos, así que tenemos que quedar.”
“Hehe me gustaría…” Luso llevó una mano a su nuca y sonrió con torpeza. “Pero no sé… entiendo que ustedes están en una categoría distinta…”
“¿Por qué dices eso?” la pequeña llevó sus manos a sus caderas. “No me parece. Lo importante aquí es que somos amigos y debemos mantenernos unidos. ¿O es que no lo somos?”
“¡P-por supuesto que sí!” el niño se asustó al verla molesta. “No que no lo piense… sólo que no sé si va a ser posible…”
“Lo será, en serio,” Ayesha le aseguró. “Siento que todos nos hemos vuelto amigos aquí.”
“En verdad. Eres mi primer amigo en este lado del mundo, y nunca he tenido la oportunidad de conocer a un chico que me trata como amiga y no como una damita intocable,” dijo Nio, quien pasó a apenarse. “Puede que sea raro que diga esto, pero pese a lo duro que este viaje ha sido no quiero que se esfume sin más, ni que todos a quienes he conocido desaparezcan…” ella repentinamente sollozó y sus ojos se inundaron de lágrimas. “No quiero que esto sea más duro de lo que ya es…”
“V-vamos, no llores, Nio. P-perdón…” Luso se apenó, y sonrió incómodo. “Ehh, sí sigues llorando creo que yo lloraré también…”
“Ahh, y si ustedes lloran terminaré haciendo lo mismo…” dijo Ayesha, conmovida.
“Sí, entiendo,” Nio secó sus lágrimas y sonrió más tranquila. “Entonces es una promesa. Iremos al zoológico, a Manhattan, a donde sea que podamos pasear, y seguiremos siendo amigos.”
“Sí, lo prometo,” Luso asintió con grandes ánimos.



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No pasó mucho tiempo y Astrid se vio sola ya que Celestia no gustaba de tener que caminar bajo el sol por mucho tiempo. Ella dio un paseo sin rumbo y con la mente en blanco por la cubierta y, entonces, observó a Natsume sentado y apoyado contra una pared que le daba una sombra, mientras se distraía con su paloma que estaba parada en una de sus manos. La pelinegra sonrió con ironía y se resignó a atender ese asunto de una buena vez, por lo cual caminó al chico.

El pelirrojo le detectó y luego de verse levemente sorprendido se levantó de su descanso para atenderle.

“Había asumido que también eras huraño a la luz, como Celestia,” comentó la pelinegra.
“No particularmente, aparte que me viene bien por todos los chequeos que esos doctores me obligan a hacer,” se encogió de hombros. “Hubiera esperado que tú no serías de pasear.”
“Entonces no me conoces,” Astrid sonrió con ironía. “Es evidente que no nos conocemos.”
“…” asintió y desvió su mirada. “Ustedes no están familiarizados conmigo y no pienso quedarme mucho tiempo en nuestro destino como para conocerlos bien a ustedes… pero es inevitable decir que nunca les olvidaré.”
“Son palabras muy ciertas…” la mayor dio un suspiro y negó, para mostrar cansancio y una muy ligera frustración.
“No soy el mejor en estas cosas tampoco… sólo espero que estés bien,” dijo, bajando su mirada y con incomodidad.
“Yo no soy quien sobrevivió en el helado mar por horas como para que preguntes eso,” dijo Astrid, con una mezcla de gracia e impaciencia.
“Pues el bienestar es mucho más que físico, aunque obviamente no te gusta ser sincera,” Natsume rodó los ojos. “Pero entiendo cómo eres. Yo tampoco soy del todo honesto…”
“Vaya…” la pelinegra sonrió frustrada y miró hacia el mar. “En general me gustaría dejar la conversación en una apreciación de nuestros intercambios o el hecho que nos gusta ser difíciles, aunque sé que no es el mejor momento para ello.”
“…” le miró atentamente.
“Estoy bien. Sin duda es más que molesto perder a un buen amigo, pero me tocará lidiar con ello, y ya he llegado a la realización que es real, y que no hay punto de darle mayores vueltas,” comentó con resignación y una extraña añoranza. Astrid se cruzó de hombros y cerró sus ojos, mientras su sonrisa comunicaba alguna gracia interna hacia sí misma. “Hm, este sería un buen momento para mostrar mi molestia, o querer desplazar la impotencia que siento en algo. Al menos hubiera podido esperar no volverle a ver y tener toda la libertad de odiarle por no cumplir con su promesa de darme el alcance y salvarse. Heh, pero como siempre Sterk resultó ser muy testarudo y especial, y sí cumplió con esa promesa para luego desvanecerse,” se encogió de hombros. “Así que él ni me dejó el placer de molestarme…”
“…”
“Por hablar así, tienes todo el derecho de molestarte conmigo. Soy extremadamente caprichosa, ¿no lo crees?”
“Yo entiendo lo que dices. También sé que no sólo reniegas por no tener nada que reclamarle,” era obvio que la mayor no sería sincera al verse en paz con lo sucedido, y quizás viendo el único lado bueno de haber podido verle a salvo y una vez más… Natsume sonrió frustrado. “De todos modos, no es que pueda decirte nada. Tú debes estar al menos mínimamente culpándome por lo que le sucedió…” desvió su mirada. “No que te culpe. Me siento así, personalmente.”
“No es tu culpa.”
“…” le miró algo confundido.
“Ese Sterk…” Astrid negó ofuscada. “Una vez fuimos a una cacería en un bosque y él terminó con un brazo fracturado por pelear contra un oso.”
“¿E-en serio?”
“Me tocó ayudar a las sirvientas y otros hombres con los que viajamos para atarlo a la cama y permitirle reposar su brazo, de lo contrario no habría sanado bien,” volvió a negar y sonrió amargamente. “Por ello fue él mismo quien se condenó. Nunca supo medirse, y menos si se trató de ayudar a otra persona. No fue por ti. En verdad… Sterk era sacado de otro mundo.”
“…” ante esa mención, Natsume apretó sus dientes y bajó su mirada. No podía todavía creer lo que había sucedido, y la tristeza y amargura le acompañaría por bastante tiempo.
“Ahora deja de sentirte miserable. No nos ayudará en nada…”
“Lo mismo te digo, entonces…”
“Tú no me verás siendo miserable, te lo aseguro.”
“Aun así…” él sonrió frustrado y le miró con leve incomprensión. Recordaba a Celestia mencionarle lo mismo sobre ella. No que no fuera a sentir nada en lo absoluto, pero Natsume comprendía bien la necesidad de aparentar inmutabilidad, sólo que todavía le faltaban varios años para lograrlo como su presente acompañante…

“Eh, disculpen…”

Ellos se giraron y vieron al padre e hijo que habían sido auxiliados por Sterk. Los dos se notaban incómodos, aunque decididos a hablar con ellos.

“Esperamos no interrumpir nada…” mencionó el joven, bajando su mirada.
“No te inquietes,” Natsume le sonrió. “Es bueno verte expresándote, luego de nuestra travesía.”
“S-sí… sus amigos… Luso y las señoritas… han sido muy amables conmigo…” el pequeño asintió. “Queríamos agradecerles por todo.”
“No, no me agradezcas,” negó frustrado. “Aquí el que nos salvó fue Sterk. Yo no podría haber hecho nada ni por mí mismo, sólo sobrevivimos juntos.”
“Pese a ello, en verdad queremos agradecerte,” dijo el padre, quien pasó a mirar a Astrid. “Y también hablar brevemente con usted, si es posible.”
“¿Yo?” la pelinegra se mostró confundida.
“Les dejaré a solas…” Natsume se fue caminando rápidamente antes de ser detenido por los demás, al comprender que su presencia ya no era necesaria.
“…” Astrid quiso detenerle por sentirse un poco paralizada ante los otros dos, pero dio un pesado suspiro por comprender que su presente situación era parte de la ‘etiqueta’ e inevitable.
“El señor Sterk, él pareció ser cercano a usted. Sentimos venir con esto ahora, aunque no hay otra forma para nosotros de expresar nuestro agradecimiento, a estas alturas,” hizo una venia. “Él realmente fue alguien único, alguien quien mereció vivir, y alguien que ha marcado nuestras vidas. Nunca olvidaremos lo sucedido, y nos sentiremos eternamente agradecidos.”
“E-en verdad…” el menor asintió. “Es una fortuna haberle conocido… usted también tuvo mucha suerte, por lo mismo…”
“…” Astrid desvió su mirada hacia el mar, con una sonrisa amarga. “Tienen razón… esto es todo lo que pueden hacer a estas alturas…”
“S-señorita…” el señor se inquietó.
“Por más que sea difícil de oír, les agradezco por sus palabras. Pienso igual que ustedes,” asintió. “Sé que nunca volveré a encontrar a alguien como él en toda mi vida.”
“Ehm…” el pequeño se incomodó, pero terminó atreviéndose a hacer una pregunta. “¿D-de casualidad… ustedes dos eran esposos o prometidos…?”
“¿Hm?” Astrid se sorprendió por dicha pregunta, y sólo le quedó sonreír con ironía. Después de haber explotado dicha apariencia social para su entretenimiento, la vida se encontraba devolviéndole esa sucia jugada con un peso mayor… “No… sólo éramos amigos…”



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El tiempo pasó y, luego de un almuerzo en conjunto en el interior del barco, las horas pasaron al punto en el cual inició el atardecer.

Luego de haber estado buscando a su señor de un lado a otro, Almaz pudo dar con Hizamaru quien se había ido hacia la proa para observar el mar. El sirviente se acercó con cuidado como quien esperaba no perturbarle, y notó que el hermano sobreviviente traía consigo ese par de katanas que había podido rescatar de sus pertenencias. Las agarraba con firmeza y era evidente que no las dejaría ir por nada del mundo por su fijación en portarlas, incluso si fuera a causar gran impresión y nerviosismo en otras personas.

De repente, Almaz notó que el otro se percató de su presencia y le miró de reojo.

“Con que estás aquí…”
“S-sí, me había preocupado no encontrarle en su recámara…”
“Luego de lo sucedido, no quisiera que tú tuvieras que preocuparte por mí,” confesó Hizamaru, quien volvió a mirar al mar frente a él. “…cuando definitivamente está en mi deber ser yo quien se preocupe por tu bienestar.”
“Ehh estoy bien, pese a todo…” el menor sonrió incómodo, sin saber qué más hacer para disipar la tensión que su superior claramente cargaba encima de sus hombros. Almaz no pudo sonreír por mucho y se contagió de una leve tristeza. No había nada que podía hacer para cambiar la realidad. “Lo siento mucho…”
“¿De qué te disculpas?” el otro se extrañó.
“Si tan solo hubiera podido convencer a su hermano de acompañarme…”
“¿Insinúas que eras capaz de hacerlo, Almaz?” le preguntó, con leve exasperación.
“Ehh, p-pues…”
“Anija siempre ha sido complicado, y ni yo le hubiera hecho cambiar de parecer como para forzarle a pelear por su vida…” Hizamaru bajó su mirada y comprimió sus puños. “Tsk… desde el momento que declaró con firmeza que aceptaba su muerte, ya no había nada que podíamos hacer por él…”
“H-Hizamaru…” el asistente se entristeció. “A-aun así… lo siento… siento que lo haya perdido, y que no le volveremos a ver…”
“…” el mayor asintió y guardó silencio en lo que mantenía la compostura. Hizamaru sentía todo el peso de su hermano y del nombre de su familia como para permitirse actuar con debilidad, por más que en el fondo todavía quisiera desahogarse. Regresó a hablar con un tono de voz rendido y apagado. “Sabía que no haría nada y se quedaría en el barco… que no le vería regresar con los sobrevivientes… que ni lo intentaría… aun así…” apretó los dientes mientras se contenía. “Es frustrante e ilógico que la esperanza es lo último que te abandona…”
“…” Almaz asintió mínimamente. “No puedo evitar preguntarme… qué hace alguien como yo sobreviviendo en lugar de alguien como él…”
“¿Qué cosas dices?” el mayor cortó con sus quejas y miró al lacayo con intensidad y reproche, a manera de llamarle la atención por haber dicho alguna ridiculez. “Tú estás vivo porque así lo quisiste, tuviste la suerte, y luchaste como pudiste. Por ello mismo, no existe nadie que lo merezca más que tú. Almaz, está en tu deber seguir adelante, siempre y cuando quieras hacerlo, y como tu superior no dejaré que te recrimines por algo ilógico.”
“E-está bien… entiendo…” asintió un poco incómodo.
“…creo que eso es lo que anija me dijo antes de partir… nosotros somos el futuro mientras creamos y luchemos por él, y no defraudaré esta creencia,” declaró mientras alzaba sus ojos hacia el firmamento. El conflicto no pasaba y él se sentía todavía sin base y en shock luego de perder a su muy cercano hermano que siempre había liderado en su vida, pero era por el mismo afecto hacia él que haría todo lo posible con tal de vivir bajo sus estándares.

Entonces, los dos se vieron interrumpidos por una persona que se acercó, alguien quien Hizamaru no tardó en reconocer pese a haberla visto sólo en una ocasión…

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“Ehm… disculpe…” Ayesha estaba inquieta y retraída, e hizo una venía a manera de respeto. “Espero no incomodarles…”
“Tú eres una de las aprendices de aquel científico…” recordó Hizamaru, levemente impresionado.
“S-sí, ehh, buenas tardes,” la joven volvió a hacer una reverencia con gran torpeza. “Es sólo… s-siento mucho lo sucedido. Lamento que haya perdido a su hermano mayor.”
“…” asintió con solemnidad y manteniéndose inmutado. “Gracias por el gesto. Escuché que su mentor también pereció en el naufragio…” desvió la mirada. “Lo lamento por ustedes…”
“Sí…” Ayesha se notó triste, pero ella pasó a negar con rapidez. “Ehh, siento traer este tema, es sólo que… en verdad, quería expresar mi apreciación hacia su hermano.”
“¿A qué se refiere?”
“En aquella noche en que compartimos una cena, tuve una breve oportunidad de hablar con él. No solamente era una persona habilidosa en sus talentos como un magnate. Definitivamente no…” negó y sonrió con tristeza en lo que mantenía su cabeza gacha. “En verdad siento que me inspiró. Me hizo recordar lo más importante y que no deje de apuntar hacia mis metas y respaldar mis principios… en medio de un momento tan incierto en mi vida esclareció muchas dudas, y estoy cometida a seguir su mensaje. Le estoy muy agradecida.”
“Me alegra oír ello…” sonrió un poco, lo cual aligeró su usualmente severo semblante, y asintió. “Muchas gracias por compartirlo conmigo.”
“No hay de qué…” Ayesha hizo otra venia y sonrió pacíficamente. “También les deseo lo mejor a ustedes dos y que sigan con sus planes. Su hermano mayor se expresó con grandes esperanzas y confianza en usted, y estoy convencida que los dos son igual de excepcionales.”
“…” Almaz miró un poco incómodo a Hizamaru, quien no pudo ocultar una triste sorpresa por aquel mensaje.
“Ehm, nuevamente gracias, con permiso.”

La joven se despidió con rapidez y dejó al par nuevamente solos. Sus palabras habían resultado en un mensaje muy agridulce que regresó a ambos a la realidad, del cual podían rescatar lo positivo y también lo cruel de la vida. Almaz temía por su superior, aunque Hizamaru comprimió sus puños en un intento de reanimarse, y regresó su mirada hacia el cielo como si se encontrara desafiando lo que tenía por delante.

“Anija…” su voz tembló, pero se llenó de coraje. “Tú que siempre me has dado los desafíos más severos… este es el peor de todos…”
“…”
“Obsérvame, y verás que tu sacrificio no fue en vano.”

Almaz miró a Hizamaru declarar su meta con tanto fervor. El lacayo, siguiendo el último pedido de Higekiri de continuar sirviendo a su hermano, presenciaría en los próximos años que su superior se convertiría en un ser tan eficaz como compasivo, y que se desarrollaría al punto de volver a sorprender a todos los demás en su entorno. Sin embargo, él nunca abandonaría el recuerdo de su hermano mayor, y siempre viajaría con ambas katanas a todos lados, para rendir homenaje a su sangre y mantener lo único que quedaba de su pariente muy cerca de él.

De aquel modo, aquellos que simbolizaban el futuro continuarían a toda marcha.

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Con la intensa luz del día más tenue, Celestia se invitó a sí misma a caminar por la cubierta antes de que cayera la noche. El ambiente a su alrededor, por más armonioso que fuese, traía consigo una gran pesadez e incertidumbre, especialmente por la próxima despedida del sol que se acercaba a uno de los horizontes.

Mientras salía se topó con otros pasajeros que más bien iban de regreso hacia el interior por ser la hora del té, y ella se recordó no tardarse mucho para así concederse dicho placer. Entonces, ubicó a Natsume apoyado en una baranda junto con su paloma, mirando perdidamente al mar. La pelinegra había pensado en ignorarle, pero se sintió casi obligada de al menos ver qué hacía. Odiaba admitirlo, pero por su reacción y recaída sentía una muy ínfima preocupación por él, y la manía del pelirrojo de aislarse tampoco ayudaba.

“Sería bueno que dejes de andar solitario y te reintegres a la humanidad,” observó la pelinegra con un dejo de protesta y reclamo, mientras entrecerraba los ojos. “Ya ni das pena.”
“¿Dices que mi actitud es depresiva y antisocial?” Natsume rió por lo bajó y le miró de reojo al verse entretenido. Aquel gesto de su parte pudo informar a la pelinegra que no tenía de qué preocuparse. “No eres la única que prefiere la soledad. Astrid es igual, ¿cierto?”
“Por tu estado de ánimo supongo que ya estás bien.”
“Sí, lamento las molestias,” se encogió de hombros en lo que regresaba su atención al mar. “Gracias por el gesto, y debo decir que es un poco sorprendente que te des el trabajo de saber cómo me encuentro.”
“Eres bueno haciéndome arrepentir de mi cortesía, sin lugar a dudas,” rodó los ojos.
“Lo dije como un cumplido, y realmente lo aprecio,” confesó, sonriendo con simpleza. “También he podido notar que no te has mantenido tan al margen en este barco, e incluso has compartido tu real historia de vida con algunas personas.”
“Para mi gran pena, no puedo negar que este lugar ha sido muy acogedor, y tienes razón al decir que existen almas caritativas a nuestros alrededores…” negó, un poco ofuscada. “Me avergüenzo de admitirlo.”
“Es el mejor momento para conocer el lado más empático y sensible de las personas, luego de todo lo ocurrido,” negó. “También ha sido un buen recordatorio para mí…”
“…” Celestia le miró fijamente. Por más que Natsume se encontrara bien y en paz, era evidente que traía una gran resignación y tristeza por dentro por cómo todo había terminado, aunque no era nada que no pudiera manejar.
“¿Ahora qué planes tienes en nuestro destino?” preguntó el chico, volviéndole a mirar.
“Tengo que amasar otra fortuna antes de continuar con mi camino. No me queda más que seguir adentrándome en las apuestas,” contestó con simpleza y una confiada sonrisa. “Pese a ser nueva en este lado del mundo, confío mucho en mis habilidades, y siempre puedo perseguir a Astrid como un apoyo monetario y de estatuto social, ¿no es así?”
“Vaya, casi lamento de preguntar,” negó.
“Es mi estilo de vida, no me juzgues.”
“No es que lo haga,” se encogió de hombros.
“Por mi parte podría juzgarte por escoger viajar con esa paloma que te traes. Debe limitarte bastante, aparte que siempre tienes que alimentarla y cuidar de ella,” Celestia se estremeció mínimamente. “Fue lo suficientemente tortuoso para mí sostener su jaula en la evacuación.”
“Dirás que no me juzgas, aunque sé que no estás siendo sincera,” pese a su observación, el pelirrojo se vio animado. Él tomó a la paloma en una de sus manos y la miró atentamente con cierto afecto. “Por más que haya sido una gran incomodidad en varias ocasiones, también fue mi compañera, y siento que le debo bastante… heh… y podrías decir que esta paloma, de un complejo modo, salvó mi vida…”
“Si estás delirando, adelante, dilo…” Celestia rodó sus ojos.
“No…” Natsume miraba al ave con una sonrisa y unos ojos fijos y casi fascinados. “Sterk fue quien me salvó… esta paloma fue la que me permitió conocer a esta persona tan increíble… y ahora mi mascota significa mucho más para mí, porque será mi único recuerdo de este momento tan real en mi propia vida. Un recuerdo de lo que significa vivir, de no rendirme… de no creer tan obstinadamente en la crueldad de la humanidad…”
“…”
“…” bajó a su paloma y miró hacia el mar que reflejaba la calidez del sol de la tarde, con una sonrisa cansada y frustrada. “Aunque diría que mi largo viaje está por terminar.”
“¿De qué hablas? Tenía entendido que esperabas darte una gira por este continente.”
“Tengo cosas más importantes que hacer que perder mi tiempo en un viaje sin esencia…” se encogió de hombros, mostrando entretenimiento por aquellas palabras que nunca habría dicho previo a abordar el Titanic. “Ni bien lleguemos a tierra firme, haré lo posible para regresar a mi hogar cuanto antes,” le miró de reojo, mostrando su resolución. “Tengo a personas esperando mi retorno, personas que quiero ver antes de perder dicha oportunidad… y tengo que regresarle a mi superior su mascota favorita…”
“Cualquiera diría que este viaje te ha quitado muchas energías…”
“No precisamente. Es más, pienso que ahora siento la vida mucho más palpable que antes,” Natsume se mostraba iluminado e inspirado, y regresó su mirada al mar. “¿No lo sientes? La velocidad de este barco surcando el océano, la intensidad del sol sobre cada uno de nosotros, la fluidez de la brisa que impacta contra todo. Heh… en medio de este caos… la vida continúa con furia hacia delante… y eso mismo debemos hacer, a partir de ahora…”
“…”
“Sterk lo haría… yo lo quiero hacer también… y así será.”



El telón bajó en forma de la oscuridad de la noche, pero los actores no habían terminado. Ni bien el Carpathia llegara al muelle, sería el turno de sus pasajeros de zarpar.
Title: (wew, increible, terminé)
Post by: Arence on November 30, 2017, 02:01:41 PM
          "¡CIERREN LA BOCA LOS DOS!" Index y Haru quedaron en silencio inmediatamente, aunque aún seguían en las mismas poses ridículas y con los brazos en el aire de su ataque de gritos, que consistió principalmente de VAMOS A MORIR y QUE IMPORTA PORQUE SI SE ESCAPA MORIMOS TODOS DE TODAS FORMAS en diferentes expresiones.

Esa última parte llamó la atención de Asch. "Tú." Dijo, apuntando a Index con su mano libre de la caña de pescar. "Explica muy detalladamente para qué me quieres y qué me hicieron. Ahora."

Index lo miró, incrédula "¡¿Sí entiendes que el barco se hunde?!"
Asch tan solo resopló "Tu bote de pesca es el trasatlántico más grande del mundo, fue solo un empujón, no se va a hundir. Ahora explica."

Index y Haru se miraron, inseguros, pero debieron encontrar alguna respuesta en la expresión del otro y asintieron al mismo tiempo.

"Mira, sé que no vas a creer en nada de esto de todas formas, así que la versión resumida es que un pez del espacio vive en el mar y ha estado alterando las corrientes de energía mágica de todo el planeta para convertirlo todo en un gran océano. O algo así." Explicó Index mientras Haru asentía rápidamente a su lado.

"¡Pero no es malo! Solo creo que no le gusta la gente... ¡porque no los conoce como yo! Si lo pescamos y hablamos con él seguro aceptará regresar conmigo a nuestro planeta y arreglar su pelea con mi hermana y todo estará bien y--"

 "Haru, Haru cállate lo vas a espantar, no, no." Index intentó taparle la boca mientras Haru continuaba con su discurso.

Asch tan solo los miró un minuto más antes de separarlos. "Basta, basta. Ya. Está bien. Tienes razón en que no te creo absolutamente nada. Francamente es una estupidez." Intentó cruzarse de brazos pero la caña que aún sostenía le estorbó, pero no quería soltarla en caso de que... "¿Y qué es esto? ¿Por qué pierdo la conciencia cuando la suelto?"

 "¿Eh?... ¡Ah! No, tonto, no, la caña no tiene naaada que ver, hehehe." "¡Ese fui yo!" Dijo Haru, mojando a Index con la jeringa llena de agua que sacó rápidamente de un bolsillo. El cambio fue inmediato; Index se relajó por completo, dejó caer sus brazos de su pose sobre las caderas en donde los tenía, su rostro perdió por completo la expresión burlona que tenía y sus ojos se desenfocaron.

"¡Y ahoraaaa, baila!" dijo Haru, e Index comenzó un baile extraño, moviendo ambos brazos por sobre su cabeza, dos veces a un lado y luego al otro. "¡Woooooo! Hehehe. ¿Ves?" dijo a Asch, acercándose a Index y sacudiéndola ligeramente de los hombros hasta que claramente despertó.

Index parpadeo lentamente, mirando a Haru y luego tocando una parte ligeramente mojada de su túnica

"¡¿CUANTAS VECES TE HE DICHO QUE NO ME HAGAS ESO A MI?! MAS TE VALE QUE NO ME HAYAS HECHO BAILAR."
"¡Baila, baila!"
"NO CORRAS COBARDE TE VOY A ARRANCAR ESOS DEDOS."
"¡BAILA!".

Observándolos dar vueltas en círculos, Asch pensaba en su situación. Definitivamente era algún ridículo y complicado juego de niños, pero al mismo tiempo... ¿tal vez alguna forma de hipnosis? ¿cómo sabrían estos dos mocosos estúpidos algo así? Además, seguramente requeriría algún proceso más complicado que lo que había visto... o acaso--

"¡Hey hey!" Index dijo, soltando a Haru de la llave de lucha en la que lo tenía atrapado mientras mordía su mejilla con fuerza. "Ni lo pienses tanto niño bonito, de todas formas no tienes elección." Sonrió de manera desagradable, imitando el movimiento de empujar el émbolo de una jeringa con su mano. "Solo te elegimos porque aparentemente los peces del espacio tienen una fijación por el color rojo."

"¡Mmmh!" comentó Haru, estirando su mano para tocar el cabello de Asch, quien lo interceptó rápidamente. A Index le causó gracia por alguna razón.

Se quitó la toca con cuidado sacó algo de ella: un anzuelo de color rojo brillante que le entregó a Asch con lo que le pareció demasiado cuidado. Aun así, lo tomó cuidadosamente.

"Inténtalo, solo una vez. Si lograste atraerlo tan solo con tu cabello y un anzuelo normal, esto lo va a volver loco. Podemos pescar a la cosa, regresas en paz a tus asuntos de niño rico, y nadie tiene que morir" El tono completamente serio de la voz de Index lo tomó completamente por sorpresa. ¿Será que en verdad no estaba mintiendo?

Nononono. Imposible, imposible. Abrió la boca para dejarle saber lo idiota que era todo éso cuando sonó la alarma del barco. A través del altavoz, se dio la orden de evacuación total.

El barco se hundía.

"¡VAMOS A MORIIIIR!"
"'¡No empieces con eso otra vez!" Index golpeó a Haru en la cabeza casi distraída. Seguía mirando a Asch intensamente.

La expresión de Asch se oscureció. "A quién le importa tu maldito juego." Cerró el puño con fuerza sobre el anzuelo, pero Index no dejó de mirarlo.

"Lo digo en serio, es nuestra última oportunidad. Olvida que se hunda ésto, en el tiempo que nos tomará llegar a tierra y volver a tomar otro barco para regresar al Atlántico, será demasiado tarde y el huracán más grande jamás visto habrá comenzado. Repito, no es como si tuvieras opción."

Ante semejante confrontación Asch respondió como solía hacerlo. Sin pensar. Y lanzó el anzuelo con todas su fuerzas hacia el mar.

Antes de que el grito de "¡NO!" de Index dejara de sonar en el aire, Haru había saltado tras él, entrando con sorprendente elegancia en el agua y perdiéndose por completo en la noche.

Index sacó la mitad de su cuerpo por sobre el barandal y miró desconcertada la superficie del agua. Aunque se habían detenido los motores del barco, no se encontraban inmóviles, y era imposible saber exactamente en dónde había desaparecido Haru. Asch se acercó despacio. Nunca pensó que.... ¿pero por qué--?

¿Acababa de enviar a un tonto a su muerte?

Afortunadamente, no.

La cabeza rubia de Haru rompió la superficie del agua, claramente visible pero lejos de ellos; lo habían dejado atrás, aunque no por mucho. Index salió a toda velocidad del escondite tras el bote y corrió hacia la cubierta, Asch la alcanzó rápidamente, pero pronto se encontraron en medio del caos de la gente tratando de subir a los botes salvavidas, inquietos y alterados, una nota de pánico empezaba a levantarse lentamente entre las voces. Escuchó, sin prestarle atención, un grito pidiéndoles que usaran un chaleco salvavidas, avanzando mientras esquivaban a la gente y trataba de mantener el pequeño punto que era Haru en el agua a la vista.

Lograron hacerse un lugar junto al barandal, ambos mirando aun a Haru, quien levantó ambas manos, aparentemente reconociéndolos de entre la multitud. Una lámpara lo iluminó de repente, y un grito de "¡hombre en el agua!" se repitió entre los marinos y después, con mucha más histeria, entre los pasajeros. Index se abrió paso a codazos hasta el bote salvavidas más cercano.

"¡Es mi hermano!" Gritó al primer oficial de cubierta que vio. en su rostro tenía la expresión más triste e inocente que se pudiera imaginar. ¿Esas eran lágrimas? Asch se vio forzado a actualizar su idea respecto a ella. Haru tenía toda la razón, era una mujer peligrosa. "Por favor, señor, déjenos bajar en el bote por él." jaló la manga del oficial como si fuera una niña pequeña perdida en el mercado.

Y así fue como Asch se encontró, a salvo, en un bote salvavidas después de haber adquirido dos hermanos ficticios gracias a una monja mentirosa. Y hace unas horas pensaba que tan solo sería un viaje solitario y aburrido.

Haru había empezado a nadar hacia ellos en cuanto tocaron el agua, perdiéndose por largos periodos en la oscuridad antes de salir de nuevo, seguido por la luz de las lámparas en cubierta. Al acercarse más a él, Asch notó que tenía el anzuelo rojo sujeto firmemente entre los dientes.

¡Maldito imbécil pero qué demonios--" Lo levantó de la ropa y lo depositó en un solo movimiento sobre el barco, empapando a todas las personas que se encontraban cerca, quienes le dejaron un lugar para sentarse entre quejas y reclamos. Haru no parecía molesto, todo lo contrario, en cuanto estuvo sentado tomó la mano de Asch y puso el anzuelo sobre ella, proclamando orgullosamente "¡Se acerca otra vez!

"¿De vedad?" tras una pausa, el rostro de Index se iluminó desagradablemente. "Haz el nudo, Haru." dijo dándose la vuelta y moviéndose entre la gente con trabajo hasta llegar al oficial a cargo del pequeño barco. "Señor... perdón pero..." el hombre la miró, preocupado pero a punto de pedirle que regresara a su asiento, cuando Index lo pateó con una agilidad sorprendente para alguien usando la ropa menos adecuada para ello. Cayó al agua sin decir una sola palabra.

Muy, muy peligrosa

"¡Les voy a pedir a todos que desalojen la nave por favor! ¡Haru!"

"¡A la orden!" La gente que se había mojado cuando Haru entró al barco se puso de pie de inmediato y, con la mirada vacía, saltaron de inmediato al agua. Una mujer gritó, Haru empezó a mojar a otros con su jeringa, el oficial trataba de volver a subir al bote sin éxito y Asch se quedó sentado, atónito, en medio del caos, hasta que solo eran ellos tres en el bote.

Haru puso la caña con fuerza entre sus manos, sonriendo, antes de tomar un remo y sentarse, del lado opuesto a Index, quien ya estaba en posición, y empezaron a remar. "Anda, ponte de pie, en cuanto estemos más lejos de la gente tienes que lanzar. No tenemos mucho tiempo."

Aun algo aturdido, Asch obedeció sin decir nada. Avanzaron lentamente sobre el agua. Su única fuente de luz, el brillo del Titanic que se alejaba lentamente, se reflejaba sobre la superficie mojada del anzuelo.

"Bien, ahora!" Copió un movimiento que hacía Haru con sus brazos y la línea se extendió en un gran arco por el aire. "Y... ahora hay que esperar."

Le temblaban las manos y notó de repente que tenía las mangas mojadas hasta el codo. No sentía los dedos. Miró de reojo a Haru, quien tenía las manos en los bolsillos, seguramente sosteniendo la jeringa....

"Les juro que si esto es una broma, los mato a los dos." Los chicos solo sonrieron.

¿Por qué hacía ésto? Perdió la noción del tiempo, hasta que algo brillaba a la distancia, pero en la dirección equivocada, llamó su atención. ¿Acaso otro barco que venía a ayudarlos?... no. El brillo venía de abajo del agua. Y se acercaba, serpenteando entre las olas. Cada vez se hacía más más grande.

"¡Se acerca!"
"Sí, Haru, lo vemos."
"Se acercaaaaaaa."

Las olas empezaron a crecer, su pequeño bote se mecía cada vez más y le costaba trabajo mantener el equilibrio. Index se colgó de su cintura, gritando "¡Sujétalo fuerte!" De no haber sido por la advertencia, el fuerte tirón de la línea tensándose hubiera arrancado la caña de sus manos. Haru la sostuvo por encima de sus propias manos. "¡Levánta, levántala! ¡Déjalo que jale!" El brillo se convirtió en una enorme ¿criatura? que saltó como un delfín por sobre el agua, el anzuelo rojo dentro de su boca. Definitivamente un pez. Definitivamente NO un pez.

"Lo admito, les creo."

Y regresó al agua con una gran ola que amenazó con voltear su bote. "¡Ahora!" Grito Index, y Asch empezó a girar la manivela para regresar la línea. La criatura se resistió.

"¡No, no, se va a romper"
"Bien, ¡jala otra vez!"
"¡Suéltalo, suéltalo!"

El juego de recoger la línea y dejarlo jalarla de nuevo parecía eterno, ¿Cómo iban a sacar a esa cosa del agua siquiera? Pero lo estaban acercando... lentamente se acercaba a ellos. Sin ninguna advertencia, Haru lo soltó, gritando "¡JALA Y NO TE DETENGAS!" antes de entrar al agua.

"¡No te voy a volver a sacar, me oyes!"
"¡Jala tonto, jala!" gritó Index, muy cerca de su oido.
"¡ESO HAGO!"
"JALAAAA."

La línea se rompió.

 El pez saltó una vez más, con Haru subido sobre su lomo, abrazado a él con una gran sonrisa.

"¡Vamos a casa, hermano!"

 El bote se volteó.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 "Ahhh, en verdad lo siento." Dijo la voz suave y un poco tímida del pez (a Asch no le importaba si tenía nombre, era El Pez, punto). Apenas empezaban a despuntar los primeros rayos del sol, pero el calor que irradiaba junto con el brillo fosforescente de su cuerpo los había mantenido relativamente secos durante lo que era definitivamente el viaje más extraño e incómodo en la vida de Asch. Y, aparentemente, sólo de la suya, porque en algún punto de la noche Index había dicho "Meh, he tenido peores." antes de quedarse dormida sobre su espalda.

"Ahhh, ¡no hay problema, no hay problema! " Dijo Haru, dando palmadas amistosas al pez.

 Una gaviota surcó el cielo sobre ellos. Y luego otra.

"¡Ooooh, por fin llegamos!" gritó Haru, despertando a Index. Los tres miraron en silencio, hasta que apareció tierra firme en el horizonte, acercándose lentamente. Altas palmeras se mecían en el viento sobre la playa blanca y, debajo de ellos, muchos peces de todos colores se veían claramente a través del agua completamente transparente.

"Ésto no es Nueva York."

(Les tomó una semana completa poder regresar a la civilización, pero ésa es otra historia.)
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Sayi on November 30, 2017, 04:18:50 PM
Ok el próximo sería el ultimo for sure si me da el tiempo

(http://i.imgur.com/awvDEJZ.png)

Bitácora #9 — For Those in Peril on the Sea

Aún recordaba el ajetreo en el puerto de Southampton. Las carrozas rebalsando de equipaje, y los niños en brazos de sus madres. Hacía memoria de las personas en cubierta, despidiéndose con pañuelos en mano. De las chimeneas humeantes, de las animadas charlas en el salón de primera clase…

El sonar de la vajilla cuando golpeaba entre si. Los atardeceres en la cubierta. El vibrato de los violines. Los besos en manos. Las sonrisas de los meseros…


Su mente parecía jugarle trucos, de gritarle lo cruel que era rememorar notas afables cuando veía el casco del Titanic alzarse en su última bocanada de aire.

Había presenciado su descenso desde su bote, a metros de distancia. Un espectáculo que los sobrevivientes habían sido obligados a observar; en todo momento rogando que se apareciera una salvación. Otro barco. Alguna solución. Sin embargo solo pudieron ver la situación empeorar hasta que el trasatlántico desapareció lentamente de vista, siendo sepultado por el mar.


Ahora, el barco de los sueño había dado paso a un horror que no habían podido imaginarse: Las cientos de voces gritando en el océano. La angustia, la agonía, el resentimiento y la desesperación. 


A merced de la noche, y del frío.


“Tenemos que regresar por ellos” pidió una voz.

Los oficiales no respondieron, y fue hasta que más pasajeros empezaron a corear el pedido que solo replicaron con reparos: Que eran demasiadas personas. Que no tardarían en volcar el bote en el desespero…


Que lo mejor sería esperar.


“¿Esperar a qué?” murmuró la mujer a su costado.
“A que sean menos personas” respondió otra en la fila del frente. Sus palabras marcaban el viento de blanco “Pero no puede decirlo”

Limpió las lágrimas de sus mejillas, y su voz se unió a las demás personas que pedían regresar. Regresar, por aquellos sentenciados por su irresolución.

Sayi no sabía que había sido de los sirvientes que habían venido con ella, y mientras los traía a mente rogaba que hubieran encontrado alguna salida al pandemonio que acababa de presenciar.

Tampoco se había encontrado con las personas que había conocido a bordo. Solo sabia de Franz… y el recuerdo de verlo sentado en su traje de noche, violonchelo entre sus rodillas, le apretaba el corazón con dolor.


Pensó en Kaien y en Ichigo, obligándola a subir en el bote y despidiéndose de ella desde la cubierta. El que hubieran pensado en su bienestar primero, y la hayan puesto a salvo antes que a ellos mismos era un acto tan noble que no podría devolverles con suficientes creces. Bajó la cabeza, buscando contener el llanto una vez más.

Solo podía esperar, y desear con todo su ser que estén a salvo.

Le vinieron escalofríos, por lo que se arropó con más fuerza. Tenía puesto el abrigo que Ichigo le había dado antes de embarcarla en el bote salvavidas. El mismo que le había prestado la noche que lo conoció, cuando observaron las estrellas en la cubierta del Titanic.

Entonces alzó la mirada al cielo, y sus ojos se abrieron al ver la luminiscencia de las estrellas. Era un cielo espectacular, y el más brillante que podía recordar en su vida. Reconoció a Polaris y a continuación sus ojos pasaron a the Big Dipper. Y a Mizar. Y a la voz de Ichigo.

Viendo las estrellas también recordó a su padre, y el calor de su hermana arropada junto a ella. Recordó la brisa fría en sus mejillas, y el sonido del agua en sus oídos.


Solo que no se encontraba a orillas del lago Quinsigamond, y aquella no era una tranquila noche de verano. Era el medio del atlántico con la muerte rondando a metros de ella, sin nada que pudiera hacer para remediarlo.

Ahora eran las estrellas, y los gritos que calaban en sus oídos. Las estrellas, y la imagen del trasatlántico hundiéndose en sus pupilas. Las estrellas, y el recuerdo de la persona que más quería a su lado en ese momento. A salvo.


Se llevó las manos a su bolsillos buscando algo de calor, y entonces sintió algo arrugarse.

Retiró una carta firmemente doblada. En un lado reconoció el nombre de Ichigo en impecable caligrafía. Y en el otro, un elaborado sello de cera negra guardando su contenido.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Isumi on November 30, 2017, 04:31:04 PM
Ésto es lo que sucede cuando tu madre ve series policiales 24/7

Ya con ésto me queda solo un aporte and I'm done omg no puedo creerlo.

(http://i.imgur.com/vXiTbvn.png)
(http://i.imgur.com/ZkCQWvv.png)
(http://i.imgur.com/439lGmI.gif)


Ch. 7

(https://image.ibb.co/czW1Xw/ISUZU.png)
No recordaba la hora a la que había ido a dormir la noche anterior, pero estaba segura de que habían pasado más de las doce de la noche cuando finalmente logré dormirme, ya que no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido el día anterior.
Desde el encuentro con Isumi y Haru, el discurso de Hiro en las chimeneas y su repentino desmayo, usar un vestido tan lujoso y excéntrico que no me hacía pasar desapercibida hasta la historia de amor de Isumi y… aquel baile con Haru. Me parecía increíble que todo hubiera pasado en un día, y fue tan agotador que cuando la alarma de Hiro sonó aquella mañana, sentí que no había dormido lo suficiente como para enfrentar el nuevo día.

Y considerando que estábamos viajando hacia el oeste…

-Oye, Hiro…- Intenté hablar con la voz más despierta que podía conseguir en aquel momento. -¿No has cambiado la hora de tu despertador?-
-¿Hm?- Hiro, quien ya se encontraba despierto y listo para el nuevo día, me miró con una expresión confundida. -¿Por qué debería?-
-Porque estamos viajando hacia el oeste… y la hora cambia.- No lograba formular frases que pudieran explicar mejor el concepto de huso horario.
-Sí, sé que la hora cambia, pero pues no puedo saber exactamente cuánto ir atrasando el reloj cada día. Lo haré cuando llegue a los Estados Unidos.-
-Puedes ver los relojes en las salas, los oficiales de la tripulación cambian la hora todos los días a media noche.-
-...- Hiro quedó callado un momento. -De todas formas no puedo hacerlo, el reloj es viejo y está trabado. Puede romperse si intento cambiarle la hora.- Hiro era muy convincente cuando hablaba, pero el silencio inicial me hizo pensar que sería otra de sus mentiras para huir de la verdad.
Así que decidí presionarlo. -Pero si no cambias la hora, te despertarás cada día una hora más temprano, para cuando lleguemos a los Estados Unidos te estarás despertando ehm…- Los cálculos no eran lo mío, mucho menos tan temprano por la mañana.
-A las cuatro de la mañana, lo sé.- Respondió entonces como si ya hubiese hecho el cálculo tiempo atrás. -Es tan fácil como irse a dormir cada día más temprano y ya está.-
-Pero tampoco puedes estar merodeando por el barco a las cuatro de la mañana.- Seguí insistiendo. -Tal vez haya alguien a bordo que sepa reparar los relojes, deberías…-
-¡No!- Gritó él interrumpiendo mi sugerencia. Su negación fue tan fuerte y seca que me quedé un momento sorprendida y sin saber qué responder. Luego de un corto silencio, Hiro volvió a hablar retomando la calma. -No voy a cambiarle la hora así que no sigas insistiendo.-
-De acuerdo.- No pensé que se pondría en ese estado solo por este tema, pero si estaba así no había nada que pudiera decir, y seguir insistiendo habría sido totalmente inoportuno. Me senté a la cama y tras haberme estirado un poco, continué. -En todo caso, gracias a tu despertador ya no puedo volver a dormirme, así que… ¿desayunamos juntos?-
Hizo un fuerte suspiro y evitando mi mirada, asintió.

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A diferencia del día de ayer en el que lo había encontrado bastante locuaz, hoy Hiro parecía haber vuelto al primer día en el Titanic. A pesar de que desayunáramos juntos, no estaba dispuesto a abrir la boca para otra cosa que no fuera ingerir comida.
Siguió de esa manera hasta que nos dirigimos hacia la popa para disfrutar de la brisa marina y de la casi ausencia de gente debido a que muchos aún se encontraban desayunando, siendo que nos habíamos levantado una hora antes.

Allí nos encontramos con algo inesperado. Isumi estaba en la punta del barco, con su vestido arremolinado por el viento y su descontrolable cabellera rubia que era sostenida solo por el broche con el diamante.

Nos miramos un momento en silencio y luego devolvimos la mirada a la joven señorita. No nos parecía que estuviese haciendo nada peligroso, más allá de observar el horizonte. Pero la ausencia de Haru era algo preocupante, tratándose de su guardaespaldas y todo.

Hiro y yo volvimos a mirarnos y sin decirnos nada nos sentamos en uno de los bancos centrales de la popa y seguimos observando a Isumi.

Por un rato la joven permaneció estática, solo recibiendo el viento como si de una estatua se tratase. Observaba fijamente el horizonte como si lo estuviera estudiando.

No pasó mucho tiempo antes de que se volteara y cruzara nuestras atentas miradas.

-Oh, Isuzu y Hiro.- Exclamó ella sorprendida y comenzó a dirigirse hacia nosotros. -¡Qué placer verlos aquí!- Entusiasmada hizo los últimos pasos corriendo hasta llegar a donde nos encontrábamos.
-Buenos días, Isumi.- Tras saludarla intenté levantarme del banco, pero ella me empujó hacia atrás obligándome a sentarme nuevamente.
-No no no, quédate sentada. Estaba esperando la oportunidad de verlos a solas sin tanta gente insoportable merodeando siempre alrededor mío solo porque tengo dinero.- Decía haciendo un gesto con su mano como espantando al aire. Y entonces se sentó entre medio de nosotros apoyándose contra el respaldo. -A veces creo que nací en la clase social equivocada.-
El modo de hablar y de portarse de la Isumi que tenía ahora enfrente era casi opuesto a lo que había visto hasta ahora. La refinada señorita con perfecta postura y modales que a veces se le escapaba un poco de entusiasmo, había desaparecido para dejar lugar a lo que parecía ser una campesina que había apenas terminado de cosechar.

Hiro no pudo contener la risa.
-HAHAHAHA, así que ésta es tu verdadera forma.- Se reía mientras se sostenía el estómago y con su pie golpeaba el suelo.
Isumi sonrió ante su reacción  y esperó a que se detuviera para responderle. -No la llamaría forma…- Le respondió ella pensando en una respuesta. -Más bien diría que así me comporto cuando me siento libre de ser yo misma.-
-Entiendo a lo que te refieres.- Saliendo del shock inicial, me dirigí a ella con interés. -Donde trabajaba debía de comportarme siempre de manera respetuosa con todos y no podía realmente decir lo que pensaba sobre ciertos argumentos. Pero siempre pensé que lo mio era solo trabajo, mientras que para ellos se trataba de un estilo de vida. Algo de lo que no pueden despegarse a menos que se encuentren solos o con alguien de confianza. Y claro, puede que haya muchos que están tan acostumbrados a ello que les resulta natural, pero también hay personas como tú que necesitan respirar cada tanto.-
En vez de responderme, Isumi se levantó del respaldo y me mostró una sonrisa traviesa. -Tengo que hablarte de algo en privado.-
-Está bien, yo me largo.- Hiro se levantó del banco y comenzó a alejarse de nosotras.
-...- Quería detenerlo. En realidad había querido hablar con él sobre lo de ayer, pero no encontraba las palabras para empezar esa conversación. O tal vez tenía miedo de la respuesta.

(https://image.ibb.co/hrmzkG/Isumi2.png)
-¿A ti te gusta Haru verdad?- Pero ahí estaba Isumi para hacerme olvidar del problema y recordar el otro.
-¿Por qué me preguntas eso?- Alterada le respondí con una pregunta.
-¿Quién crees que le dio permiso a Haru de dejarme sola durante el masquerade?-
-Ah…- Debí imaginarlo que su guardaespaldas no estaba en servicio en ese momento.
-Y por supuesto, he visto todo.- Hizo una pausa esperando mi reacción. Solo la miré de reojo. -Eres muy buena bailarina.-
Suspiré aliviada por dentro. -Para nada, fue todo gracias a Haru que supo guiarme. Él merece todos los elogios, no pensé que sería tan buen bailarín.-
-Haru es bueno guiando eh…- Decía mientras jugueteaba con su cabello enroscandolo en sus dedos. -¿Fue él quien te guió a eso también?-
-¿A qué te refieres con ‘eso’?-
-Al casi beso, obviamente. Todos los que se encontraban alrededor de ustedes lo vieron.-
-¿QUÉ?- Mi rostro comenzó a enrojecerse. -N-no puede ser.-
-Querida, con ese vestido y esa máscara eras la que menos pasó desapercibida en un baile creado para disfrutar del incógnito. Donde fuera que te encontraras, tenías los ojos de alguien sobre ti.-
-Qué vergüenza…-
-De hecho muchos empezaron a decir que la escena entre ustedes fue un pequeño espectáculo. “Después de una hermosa danza de despedida, los amantes no pueden siquiera darse un último beso. Atrapados entre el deseo de estar juntos y el deseo de no hacer sufrir al otro.”
-¿Es así como lo interpretaron?-
-Totalmente.-
-Por Dios…- Me tapé la cara con las dos manos de la vergüenza.
-Dime, entonces ¿qué fue eso en realidad?-
-No lo sé…- Hice una pausa y me quité las manos de la cara. -Nunca me ha pasado algo así en mi vida. Cuando Haru se detuvo me sentí aliviada y triste al mismo tiempo.-
-Pero inicialmente te entregaste totalmente a él, ¿no es así?-
-Pues si… no fue algo planeado, supongo que sucedió porque debía suceder.-
-Pero aun así una parte de tí se sintió aliviada cuando él se detuvo, ¿por qué?-
-No lo sé, ¿miedo tal vez? después de todo conocí a Haru solo ayer, es impensable para una persona como yo llegar a tanto en solo un día.-
-A veces esas cosas no se controlan. Tal y como les conté ayer, cuando conocí a mi prometido, todo su ser me capturó enseguida. Me atrajo sea su apariencia que su personalidad. Así como yo me enamoré de tu música, creo que Haru vio algo en ti que no vio nunca en nadie, algo que va más allá de la apariencia. He notado como te mira a los ojos, es la primera vez que mira a una mujer de esa manera, ¿sabes?-
-¿Qué quieres decir? ¿Nunca ha mirado a una mujer a los ojos?-
-No es exactamente eso… pero pongámoslo desde otro punto de vista. ¿Has mirado a alguien a los ojos como Haru te miraba a ti?-
-...- Ya sabía la respuesta, pero no pude admitirlo enseguida. -No… de hecho, lo mismo vale para mi.-
-Es lo que me imaginé. Y eso es a lo que yo llamo ‘amor a primera vista’ a pesar de ser una fuerte creyente de que eso no existe hahaha.-
-¿No existe pero… eh?-
-En mi opinión, no existe lo que es llamado ‘amor’ a primera vista, amar es algo que va mucho más allá. Pero sí creo en la química entre las personas, y eso es lo que sucedió entre Haru y tú. Hay una fuerte atracción que puede o no desarrollarse más adelante en amor.-
-Ya veo…- Las palabras de Isumi no parecían las de una artista. Siempre me imaginé a los artistas como personas que vivían según sus sentimientos y emociones, más que de lógica.
-Lo que quería decirte es que no te preocupes, vive lo que sientes ahora sin presión. No te preocupes de su deber como guardaespaldas ni pienses en el futuro. Si quieres ver a Haru, ve a verlo. Si quieres besarlo, bésalo. Si tú tomas la iniciativa, él no tendrá miedo.-
-¿Miedo? ¿Haru tiene miedo?-
-Haha… creo que hablé un poco de más. Aunque estoy segura de que él nunca te lo diría. Digamos que es algo que deberás lograr que él te cuente. No es una historia tan bonita como la mía.-
Las palabras de Isumi, a pesar de ser pronunciadas como si fueran una broma, estaban cubiertas por un velo de oscuridad que sentí que no debía descubrir en ese momento.

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(https://image.ibb.co/nhRzkG/hiro2.png)
Aquel día no vi a Hiro hasta llegada la noche cuando debíamos ya encontrarnos con los Lovelette en el comedor de segunda clase para cenar, nuevamente, con ellos.

Cuando lo vi en el vestíbulo, llamé su atención y el niño se acercó a mí a paso acelerado.
-¿Dónde estuviste todo el día? Teníamos que planear lo de hoy.-
-Tranquila, ya sé cómo responder a todo lo que nos pregunten.-
-Tal vez tú, pero yo no.- Intenté decir eso con la expresión más enojada que podía mostrar en voz baja, pero solo logré hacerle reír.
Y antes de que pudiera enojarme más, Isumi hizo su aparición. -Queridos Sohma, un placer verlos nuevamente.- Ésta vez vestía un atuendo elegante pero no llamativo, ideal para estar en segunda clase. Pero aquello hacía de gran contraste con el diamante que llevaba en su cabeza, pasando aun menos desapercibida.
-Veo que llevarías ese diamante hasta con ropajes si fuese necesario.- Como siempre, Hiro no se guardaba nada.
-Si estuviera en una situación en la que me vería obligada a vestirme con ropajes, no habría dudado en vender este diamante.- Y como siempre, Isumi tenía una respuesta a todos sus comentarios. -Pero creo que no sería una persona digna de esta joya si me permitiera caer tan bajo como para vender mis posesiones más preciosas.-
-Creo que tiene toda la razón, señorita.- Le respondió entonces Hiro. -¿Me permite acompañarla hasta la mesa?- Y entonces, extendió su corto brazo con la intención de escoltar a Isumi, quien tras una sonrisa divertida que no pudo evitar, tomó su brazo.
-Es usted un señorito educado, Sohma Hiro.-
-Es lo natural.- Decía él mientras caminaban por delante de nosotros.
Se me hacía raro escuchar el nombre completo de mi padre cuando se referían a Hiro. Pero intenté no hacerlo ver más de lo suficiente.
-Te han quitado el trabajo.- Me giré entonces hacia Haru.
-No realmente.- Dijo él levantando su brazo. -Mi trabajo ésta noche es escoltarla a usted.-
-Oh…- No pude evitar sonrojarme al escuchar esas palabras. Estaba segura que había sido obra de Isumi. -La… señorita Nui…. no la he visto llegar con ustedes.- Intentaba romper el silencio mientras nos dirigíamos a la mesa con palabras triviales.
-La señorita Nui tenía una cita con otras personas esta noche, debido a su trabajo como modista.-
-Ya…. ya veo.- Y así como si nada, la conversación había terminado. Isumi decía que teníamos química, pero yo no lograba encontrar una mejor manera de acercarme a él.
Y además… aún quería preguntarle sobre lo que pasó con Hiro en el hospital.
-Haru.- Me encontré entonces a pronunciar su nombre sin pensarlo. Él se volteó hacia mí en respuesta. -¿Más tarde podemos hablar?-
-Lo siento.- Dijo él rechazando mi propuesta sin pensarlo dos veces. -Tengo que estar con la señorita Isumi.-
-Oh… cierto.- Por un momento estuve a punto de mentirle y decirle que Isumi le había dado permiso, pero era tan obvia como mentira que no quise parecer una estúpida.
Me pregunté cómo se suponía que debía tomar iniciativa si él se negaba a verme.

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-He aprendido de mi error, y quiero que esta vez coman antes de contarme la historia de cómo llegaron a ser hermanos.- Dijo Isumi una vez nos encontramos los cuatro en la mesa.
-No se preocupe, nuestra historia no es tan larga.- Comenzó entonces Hiro a hablar y decidí no abrir la boca a menos que fuera necesario. -Su curiosidad nació del hecho que Isuzu es de raza asiática y yo soy blanco, ¿no es así?-
-Pues si debo ser sincera, es exáctamente así. No quiero parecer ruda, creo que eso ya ha quedado bastante claro durante los eventos del día de ayer, pero es ciertamente una combinación un tanto extraña.-
-Lo es, ciertamente que lo es.- Hiro hablaba como si de un hombre mayor se tratase. -Pero verá, la combinación rara no es la nuestra, si no la de nuestros padres. Nuestra madre es una señora inglesa que se enamoró perdidamente de un señor japonés, nuestro padre. Por supuesto su familia estaba en contra de su relación, pero ellos no podían dejar de amarse porque les obligaran, así que simplemente se escaparon, ella renunció a todas sus riquezas y fueron a vivir una vida humilde y trabajadora. Y eso fue cuando ella estaba embarazada de Rin.-
-¿Rin?- Preguntó por suerte Isumi antes que yo, pero eso no evitó que lo mirara confundida.
-Oh, lo siento. Rin es un apodo que hemos usado siempre en familia para referirnos a mi hermana. Verán, en japonés la palabra ‘Suzu’ significa campana, y se podría decir que ‘Rin’ es el sonido que emiten.- No podía creer que había pensado hasta en eso. Sobretodo no podía creer que supiera palabras en japonés. Me pregunté si habría pasado el día en la biblioteca para estudiar eso.
-¡Oh! Es realmente adorable.- Dijo Isumi mirándome con ojos brillantes. -Podrías habérmelo dicho antes, Rin.- Comenzó entonces a usar mi nuevo apodo.
-Lo siento, al momento no me pareció adecuado con una señorita como usted…- Otra excusa no podía inventar.
-Pero de todas formas, qué historia interesante. Lo que más me fascina es que sean hermanos pero no se parezcan en lo más mínimo. Considerando las circunstancias es inevitable, claro. Pero se siente como si fueran el exacto opuesto del concepto de gemelos.- Cada vez que remarcaba lo diferentes que éramos, me costaba más mantener una expresión que no revelara toda la verdad.
-Es algo con lo que tuvimos que vivir toda la vida.- Siguió entonces Hiro. -No es fácil ser hijos de una pareja tan inusual y que la gente alrededor no se haga preguntas. Muchos pensaban que Rin había sido adoptada, pero la verdad es que en ella corre sangre inglés también.-
-Y es por eso que soy bella ¿verdad?- Le pregunté a Hiro en modo travieso. Él me miró sorprendido y no supo responder enseguida.
-Yo creo que eres bella sin depender de qué sangre corra por tus venas.- El comentario ésta vez fue de quién había estado en silencio hasta ahora.
Sorprendido, Hiro se volteó a ver a Haru, pero éste tenía ojos solo para mi.
Aquel comentario que había dicho en broma para aparentar una relación de hermanos normal, se había convertido en un arma de doble filo.
Nunca pensé que Haru podría ser tan directo.
-Lo siento, pero si quieres a mi hermana tendrás que obtener mi aprobación antes.- Hiro lanzó entonces un comentario más atrevido.
-¡Hiro!- Le regañé sin creer la vuelta que había tomado ésta conversación.
-Hahaha- Isumi no pudo contener la risa. -Tienes a dos hombres peleando por tí, Rin.-
-No es cierto.- Le respondió Haru. -Yo no estoy peleando por nadie, solo estaba señalando una obviedad.-
-Oops, lo siento.- Su señorita se cubrió la boca con los dedos alzando las cejas como quién sabe cuándo es oportuno detenerse.
Pero Hiro no iba a dejarlo ir tan fácilmente. Y cada vez se ponía más directo con sus palabras. -Si para tí eso es obvio, significa que te gusta.- Y a mi casi me da un ataque.
-No es cierto.- le respondió enseguida su contrincante. -Que la señorita Rin sea bella es tan cierto como que la señorita Isumi es bella.- Y ya empezaba a llamarme por mi nuevo apodo también.
-Pero no es como si estuvieras diciendo todo el tiempo que Isumi es bella ¿no es así?-
-Tampoco estoy todo el tiempo diciendo que Rin es bella, solo lo he mencionado ahora como parte de la conversación.-
-Pues tu comentario fue un tanto directo, eso es a lo que se llama estar interesados en alguien a nivel físico. Además es obvio que te gusta solo por como la miras, es como si la desvistieras con la mirada.-
-¡Hiro!- Llamé su atención esta vez en voz alta.
-...- Haru se quedó callado por un momento.
-Oh no.- E Isumi puso una expresión de pánico que nunca había visto hasta el momento. -¿Ha… Haru?- Lo llamó nerviosamente.
-Oye, mocoso.- Habló él en voz alta. -¿Quieres saber lo que es pelear realmente?-
No creí lo que había apenas escuchado.
-¿Qu-qué?- Hiro le contestó con voz temblorosa pero con enojo y sorpresa a la vez.
No entendí lo que estaba sucediendo. Haru se levantó de la mesa abruptamente y se dirigió hacia Hiro.
-¡Haru!- Isumi gritó pero en vano.
Haru tomó a Hiro de su camisa y lo levantó con la fuerza de su silla.
-¡¿QUÉ HACES?!- Le grité levantándome yo también. -¡Haru!-
-¿Quieres pegarle a un pobre niño indefenso?- Lo provocó Hiro.
-No tienes idea de lo que significa ser indefen…-
-¡HARU!- Lo interrumpió Isumi con una voz autoritaria y sobretodo fuerte.
Y fue entonces que Haru soltó a Hiro y se giró hacia mí. En ese momento vi que sus ojos no eran los de siempre, me estaba mirando fijamente, pero parecía estar perdido en un vacío inalcanzable.
De todos modos, no pude controlar mis acciones y sin pensarlo dos veces levanté mi mano y le pegué un cachetazo que se escuchó en toda la sala.
-¿Cómo te atreves a tratar así a un niño?-
Haru apoyó su mano donde le había golpeado, y sin mirarme a los ojos, respondió. -Lo siento.-
-Perdón, Rin.- Se apresuró Isumi a mi lado y me tomó de la mano. -Perdónalo por favor.-
No sabía qué hacer. Por un lado Haru parecía sentir realmente lo que había hecho, Isumi no me había nunca faltado el respeto y sinceramente no podía creer que la persona enfrente mío fuera aquel Haru.
Pero entonces ocurrió algo inesperado.
-Si lo perdonas no te hablaré nunca más en mi vida.- Sentenció Hiro con ojos llenos de rencor.

Y en ese momento perdí. Ya no podía buscar una solución al problema, ya no había problema en el qué pensar, todo había sido decidido con esa frase.

Me volteé hacia Isumi, y forzando las palabras de mi boca, comencé a decir que lo sentía, sólo para ser interrumpida por ella y su sonoro…
-¡NO!- Me tomó entonces de las dos manos y continuó a hablar. -¡Por favor, Rin! Hay una razón para ésto, déjame explicarte.- Y entonces miró a Hiro. -Hiro, por favor.-
Nunca en mi vida me habían rogado tanto como Isumi esa vez. Por un momento no supe qué hacer, y cuando Hiro comenzó a hablar para rechazar nuevamente su propuesta, Haru me agarró de la muñeca y comenzó a arrastrarme fuera del salón.
-¡Espera! ¡Un momento! ¡Haru!- Gritaba en vano.
Haru siguió caminando hasta que salimos nuevamente al vestíbulo y entonces me soltó.
-Perdón, ¿te hice daño?-
-No…- Dije mientras tomaba mi muñeca con mi otra mano. -¿Pero por qué hiciste eso?-
-Porque si debes de escucharlo, quiero que sea yo quien te lo diga.-
-Haru…-
-Pero no aquí, la gente aun nos está mirando.-

(https://image.ibb.co/djBRXw/haru.png)
Caminando por delante mío, Haru se dirigió hasta la popa del barco y fue a pararse en el mismo lugar en donde había estado Isumi esa mañana. La única diferencia era que ahora la oscuridad no dejaba ver el horizonte.

Tenía miedo de acercarme. Mientras él miraba el océano con ojos distantes, yo no podía quitarle los ojos de encima. Su imágen en aquel momento era bella y aterradora al mismo tiempo. Sentí que si me acercaba un poco más, ambos caeríamos a lo profundo del mar. Sea metafóricamente que físicamente.

-¿Alguna vez conociste a una prostituta?- Y con esa pregunta tan inesperada, Haru comenzó su discurso.
-No… al menos, creo que no.-
-Por supuesto, no es como si las mujeres se presentaran de esa manera, a menos que las obliguen.-
-...-
-Cuando era pequeño, mi madre y mi hermana fueron secuestradas para ser vendidas como prostitutas. El objetivo original eramos solo mi hermana mayor y yo, mi madre quiso sacrificarse por ambos, pero la engañaron y solo yo logré escapar de esa situación.-
Haru entonces hizo una pausa y se volteó hacia mi. -Lo sé, es terrible.- Dijo al verme con los ojos abiertos y la mano en la boca, incrédula de lo que había apenas escuchado.
-No sabía ni de la existencia de un problema tan grave como la trata de personas hasta que me sucedió personalmente. Cuando volví a mi casa y le conté todo a mi padre, el hombre dejó su sanidad mental e intentó matarme, culpandome de no haber sido lo suficientemente hombre como para defender a sus preciadas mujeres.-
El modo tan directo en el que Haru relataba lo sucedido se sentía como agujas al corazón cada vez que pronunciaba una palabra. Me costaba respirar solo por escucharlo.
-Obviamente me escapé de la casa. Unos días más tarde supe que se había suicidado.-
-Haru…- Pronuncié su nombre casi en lágrimas aún incapaz de acercarme a él.
-Viviendo en la calle, llegué a trabajar para una persona degenerada, con dinero que podía usarlo hasta para limpiarse el trasero y que no le importaba que un crío le ayudara con sus necesidades. Todos los días había una prostituta nueva en su casa, y todos los días me obligaba a ver cómo trataba a esas mujeres durante el sexo, porque por alguna razón le excitaba que un niño lo viera mientras lo hacía.-
Comencé a temblar, en parte era por el frío, pero por otro lado me había hecho ya una idea de donde podría haber terminado esa historia.

-El día que abandoné ese lugar, fue el día que fui obligado a ver las atrocidades que ese hombre cometió contra mi hermana. Nunca podré olvidar esa noche. Mi hermana me rogó que no revelara nuestra relación, porque sabía que si se enteraba me haría hacer algo mucho peor que solo mirar, y no estaba equivocada. Mientras lo hacían no pude evitar gritar que la dejara en paz, y eventualmente gracias a eso descubrió que éramos hermanos. Solo eso le dio la idea de que sería excitante verme perder la virginidad con mi hermana y…-
-¡Haru!- Sin pensarlo, interrumpí a Haru y mis piernas cedieron haciéndome caer arrodillada al piso. Mi visión se había totalmente nublado por mis lágrimas y con las manos me cubría con fuerza la boca intentando no devolver, pero en vano.
-Lo siento. Fue demasiado.- Haru dijo acercándose a mí y acariciándome la espalda. -Estás temblando.- Y entonces se sacó su chaqueta y me la apoyó en la espalda.
-Perdón…- Cuando ya había dejado de devolver, intenté levantarme y él me ayudó. -Hay que limpiar…-
-No te preocupes, luego llamo a alguien de la tripulación.- Dijo él acompañándome hacia un banco en donde nos sentamos. -¿Estás mejor?-
-Haru… tu hermana…- A pesar de lo mal que me había hecho escuchar esa historia, necesitaba escuchar el final feliz en donde Isumi lo rescataba de alguna manera.
-¿Estás segura que quieres saber?- Me preguntó preocupado.
-Sí, cuéntame por favor.-
-De acuerdo.- Haru entonces se acomodó a mi lado y siguió narrando los eventos de aquella noche. -Como sabía lo que él haría aquella noche con mi hermana, antes de ir a su habitación, tomé la pistola que tenía en su oficina. En ese momento había decidido que lo mataría. Pero desgraciadamente no sucedió como planeado. Cuando él me obligó a tener sexo con mi hermana, fingiendo que me desnudaba, saqué la pistola y se la apunté a la cabeza. El hombre comenzó a desesperarse y mi hermana me gritaba que no lo hiciera, no quería que me manchara las manos de sangre por ella.
Yo tenía miedo, nunca en mi vida había sostenido una pistola en la mano y no pensé que sería tan pesada. Tenía miedo de fallar y matar a mi hermana. Él, aprovechando ese miedo, se acercó lentamente hacia mi hasta que me vi obligado a disparar, pero no había quitado el seguro, porque no sabía que existía algo como eso, y el disparo no salió. El hombre se largó a reír incontroladamente y mi hermana aprovechó esa oportunidad para quitarme la pistola de las manos y dispararle, matándolo. Esa noche escapé con ella, robando todo el dinero que pudimos encontrar en su mansión que no estuviera en caja fuerte.-
-Pero entonces… tu hermana…-
Haru negó con la cabeza. -Mi hermana no pudo soportar el peso del crimen que había cometido, su estado mental iba empeorando día a día. Y entonces, una mañana como cualquier otra, mientras cruzábamos un puente repleto de gente, tras gritarme que me amaba, se lanzó al río y murió por el impacto. La gente alrededor mío comenzó a gritar por lo que había ocurrido y yo quedé inmóvil en el lugar sin haber del todo comprendido lo que había sucedido. Fue entonces que alguien me tomó de la mano y me arrastró fuera de aquel lugar. Era Isumi quien había visto la escena y no quería que la policía me encontrara. Actuó creo que por instinto, porque ella también era una niña de solo unos años más que yo. Pero sabía lo que significaría para un niño de doce años estar en una situación como esa.-
-...Lo siento mucho.- No tenía otras palabras más adecuadas con las cuales expresar el dolor que sentía por él.
-Desde entonces Isumi me adoptó en su familia, pero he tenido problemas para adaptarme a la sociedad de alta clase. Y como lo que sucedió antes, a veces me dan ataques de ira incontrolable que no me dejan pensar con claridad en lo que estoy haciendo. Isumi ha estado ayudándome y apoyándome todos estos años, logrando que disminuyan cada vez más. Pero cómo has podido notar, no es algo que puede curarse. Siento lo que le hice a Hiro. Él solo quería protegerte, porque se habrá dado cuenta de quien soy realmente.-
-No, Haru. Tú no eres esa persona.- Le dije posando mis manos sobre sus mejillas y obligándole a mirarme. -Esa persona es solo la consecuencia de eventos que estaban más allá de lo que podías controlar. Tu verdadero yo es el Haru amable que se arrepiente de las veces que se ha comportado así y quiere vivir una vida sin tener que herir a nadie. Esos son tus sentimientos reales, ese es tu verdadero ser.-
-Rin…- Haru encerró mi rostro entre sus manos y comenzó a acercar su rostro lentamente hacia el mío.
-¡E-espera…!- Lo detuve poniendo mis dedos sobre sus labios. Haru me miró confuso. -Pues antes… he vomitado.-
-No me interesa.- Dijo él con mis dedos aun en sus labios y siguió acercándose.
-¡A mi sí!- Le dije entonces empujándolo más fuerte hasta que se detuvo. -Si vamos a hacerlo, quiero hacerlo bien.-
-De acuerdo.- Haru me soltó y se levantó del banco. -¿Crees que puedes comer? No quisiera que vuelvas a desmayarte por tu anemia.-
-Hiro te contó eso, ¿verdad?-
-Es un niño poco sincero con sus sentimientos, pero es un buen hermano.- Dijo extendiéndome la mano.
-Lo sé.- Sonriendo tomé su mano y nos dirigimos hacia adentro.

-----

Al día siguiente, me desperté nuevamente gracias al despertador de mi ‘hermano’, que si mis cálculos eran correctos, significaba que nos habíamos despertado a las seis de la mañana según la hora del barco.

Hiro se despertó, dirigió una fugaz mirada hacia mi cama y sin decir nada comenzó a vestirse.
-Buenos días.- Hablé entonces sorprendiendolo y haciéndole saltar en el lugar.
-...Buenos días.- Me respondió de manera casi forzada.
-¿Vas a empezar tu día tan temprano?-
-Si quieres seguir durmiendo puedes hacerlo.-
-Es exactamente lo que pienso hacer.-
-De acuerdo.-
-Pero no desayunes sin mi.-
-...de acuerdo.-

Y dicho eso Hiro salió de la habitación.

Cuando desperté, Hiro se encontraba sentado en su cama y me miraba como si hubiese hecho algo malo.

-¿Hiro?- Lo llamé mientras me sentaba en mi cama. -¿Qué sucede?-
-Son las diez y media pasadas, ya no sirven más el desayuno.-
-¡Oh!- No pensé que habría dormido tanto. -Lo siento ¿has comido verdad?-
-No, pero tienes suerte que tu hermano es inteligente y considerado y te ha traído el desayuno en la cama.-
Mis labios se curvaron automáticamente en una sonrisa. -Gracias, hermanito.-
-No pongas esa cara de tonta y tómate el té antes de que se enfríe.-

-----

Luego de desayunar, Hiro me había pedido que tocara el piano para él, así que nos dirigimos al vestíbulo en la cubierta C donde habíamos estado la primera vez.

Decidí tocar Pavane pour une infante défunte (https://www.youtube.com/watch?v=oPHSHZssOLs) de Ravel. Entendí que Hiro necesitaba escucharme tocar para poder sentirse en paz y no pensar en otras cosas. Me di cuenta que, a pesar de ser un niño, había algo que no le hacía estar tranquilo por dentro, y si con la música lograba hacer que se olvidara por un momento de sus problemas, tocaría para él cuanto quisiera.
Pero entonces, Hiro comenzó a hablar mientras seguía tocando.
-Isumi me ha contado sobre Haru.-
-...-
-Supongo que Haru te lo ha contado a tí también.-
-Sí.-
-Nunca podría haber imaginado algo así.-
-Yo tampoco.-
-...- Por un momento, el único sonido que se escuchaba era el del piano. Hasta que Hiro volvió a hablar. -Tengo que disculparme con él.-
-Él también quiere disculparse contigo.-
-Hm.- Entonces cerró los ojos y apoyó su cabeza en mi hombro. -Es una buena persona, si te gusta no impediré que se junten.-
-Es usted muy considerado.- Le dije sonriendo.

Estuvimos un rato más así, acompañados por la música de Ravel que nos transportaba a otro mundo. Un mundo en donde aquella niña podría haber vivido una vida feliz si aquel día no se hubiese encontrado en el lugar equivocado con la gente equivocada.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Eureka on November 30, 2017, 05:31:30 PM
Dos más y terminooo, ¿se logra? se logra :v



3rd morning




(http://i.imgur.com/ZwiNKxD.png) (http://i.imgur.com/uOvOVHs.png)

Lo encontró sentado en una banca frente a la piscina. A aquellas horas de la mañana, el sol pintaba toda la cubierta de paseo de sus tonalidades cálidas, y los pasajeros podían olvidarse un poco del frío presente. Era un día perfecto para pasear, y justo por ello, muchas familias, parejas y amigos habían salido a la cubierta a dar una vuelta luego del desayuno. Gracias a esto, Eureka estaba confiada de que su reunión pasaría desapercibida. Pero, por precaución, se vistió con un sombrero grande y un saco largo. Llevaba el cabello amarrado, y contaba con un pañuelo que le tapaba parte del rostro y el mentón.

Tomó asiento a su lado, y Oikawa no demoró en reconocerla.

“Gracias por venir. Asumo que mi mensaje llegó sano y salvo a ti.”
“Sí, un mozo me lo dio. ¿Cómo hiciste?”
“Nos hemos vuelto medios amigos, por así decirlo. Es mi compañero de habitación, y cuando le pedí que me hiciera ese favor, aceptó luego de renegar por unos momentos.” Oikawa rio, haciendo memoria de ello. “Se llama Iwaizumi. Espero que no se decepcione si se entera de quién soy realmente.”
“Oh, me alegra mucho saber eso. Esperemos que nunca tengas que sincerarte con él, eso sí.”
“Esperemos. Bueno, supongo que ya sabes de qué te quiero hablar.”
“¿Lo de McClain?”

Lance McClain, un pasajero de primera clase, había sido encontrado inconsciente y herido la madrugada pasada, en su propia suite. Fue un escándalo a bordo, y el rumor se esparció rápidamente a la hora del desayuno. Parecía que ya se encontraba estable, pero aún no despertaba. Eureka suponía que eso tomaría un buen tiempo.

“Exacto.”
“¿Tú crees que fue el mismo ladrón del que me hablabas ayer?”
“El modus operandi es muy similar: la puerta estaba abierta, no hubo testigos ni muestras de forcejeo en el cerrojo. Podría ser sólo una coincidencia. Quién sabe a ciencia cierta cuántos ladrones hay abordo. Pero es muy curioso que suceda esto luego de las quejas de ayer de las dos señoras.”
“Tienes razón. Pobre McClain, realmente.”
“Tuvo la mala suerte de regresar en el peor momento. Estoy seguro de que aquel intruso había planeado que su regreso se diera luego de realizar su crimen. Justo sobre algo relacionado a eso te quería hablar. ¿Tú y tus sirvientas tienen patrones reconocibles de salidas y llegadas a la suite? Horas exactas o momentos concretos del día en que entran o salen.”
“Pues… sí, al menos en el caso de ellas. Sólo están conmigo antes del desayuno y la cena. De ahí les pido que ayuden a la señora Gladstone, porque no me gusta tenerlas detrás de mí todo el día. Además, yo tengo un ritmo indiscriminado de salidas. Y Wilhelm nunca está… siempre anda con sus socios o su padre.”
“Eres el blanco perfecto de este ladrón. ¿Guardaste el diamante?”
“Fue lo primero que hice ayer ni bien regresé a mi cuarto. No te preocupes, está a salvo.”
“Perfecto. Sólo… quiero que te cuides, por favor. Como te dije ayer, andaré cerca de ti sólo por precaución. No quiero que te pase nada.”
“Gracias. Te aviso cualquier cosa, entonces.”
“Nos vemos, debo regresar a trabajar.”

Y le dio un beso en la mejilla. Para cuando Eureka finalmente reaccionó, Oikawa ya estaba caminando hacia la entrada del salón, ondeándole la mano a manera de despedida.





3rd evening

(https://i.imgur.com/5K7Wcwx.png) (https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)

Se le hizo pesado abrir los ojos, pero luego de intentar varias veces, lo logró. Le costó enfocar su vista, y cuando cayó en cuenta de que sus alrededores le eran desconocidos, se asustó por unos momentos. Al voltear levemente, sin embargo, vio a Mari, y una tremenda tranquilidad lo invadió, calmándolo en instantes. La rubia andaba leyendo, sentada en una silla al lado de su camilla. Por los colores del cuarto (o falta de estos, porque todo era blanco), se dio cuenta de que estaba en el hospital del trasatlántico.

“¿Cómo te sientes?” le preguntó Mari. Por más de que sonreía, Lance identificó un tinte de preocupación muy claro en sus ojos y su voz.
“Terrible, pero podría ser peor.” Lance le esbozó una sonrisa adolorida, mientras se sentaba en la cama. “¿Qué… qué pasó ayer? Recuerdo que llegué a la suite, y vi que estaban robando tu Monet favorito… No sé, no pude quedarme parado. Me lancé a pelear por él.”
“Lance, no me molestaría que me roben todas las esculturas y pinturas que colecciono si es que puedo asegurar tu bienestar y salud. Aprecio muchísimo lo que quisiste hacer por mí ayer, pero… los doctores me dijeron que estuviste a punto de quedar en coma. Si el golpe hubiese contado con sólo una pizca más de intensidad, no estaríamos conversando ahorita.”
“Lo siento. Sé que fue muy impulsivo de mi parte pero… ¿Qué pasó al final? Supongo que si lo robaron, ¿no?”
“Sí. Ese Monet era un cuadro pequeño, así que de seguro no le fue difícil sacarlo de la suite y llevárselo consigo. Me enteré luego de que no es la primera pintura robada: ayer, se han dado un par de robos. Uno de joyas, otro de una pintura. El mismo modus operandi.” Mari suspiró. “Hay que tener cuidado.”
“No te puedo dejar sola… ¿Crees que me dejen regresar a la suite más tarde?”
“¿Estás loco? Has perdido un montón de sangre… los doctores han establecido que te quedes acá por el resto del viaje.”
“¡No puedo estar postrado en una cama por cerca de una semana, Mari!”
“No me importa, Lance. No tienes idea de lo difícil que fue para mí verte ahí, ensangrentado, inconsciente… Yo pensé lo peor.” Mari lo abrazó, y lo estrujó muy cerca de sí. “Por favor, deja que te cuiden bien. Yo iré a dormir en el cuarto de mis padres. No me molesta que el ladrón se lleve el resto de mis cosas, realmente. Llevaré conmigo sólo lo necesario. Por mí no te preocupes.”
“¿Estás segura?”
“Claro que sí,” Mari le sonrió. “Tú enfócate en mejorarte, que ni bien lleguemos a Nueva York, tendrás un montón de trabajo por hacer.”
“Mis padres… se pasaron por acá?”
“Oh, sí, estuvieron contigo toda la mañana. Mis padres también te visitaron en la mañana. Y muchos de los socios de nuestra familia preguntaron por ti.”
“Ah.”

Mari notó la decepción en el rostro de Lance, y lo miró, muy curiosa.

“¿Esperabas a alguien más?”
“¿Q-qué? No, claro que no.”
“Si es que es por Keith, estoy segura de que si se enteró de lo que sucedió. El rumor, según lo que me contaron, se ha esparcido rápidamente durante el desayuno. Dudo que no haya llegado hasta los Duff Gordon. Imagino que no ha venido por el riesgo que supone encontrarse con tu familia.”
“Sí, tienes razón.” Lance suspiró. “Espero poder verlo de nuevo antes de que el viaje termine.”
“Wow, realmente te gusta.” Mari soltó una risita burlona.
“¡Mari!” le reclamó, sonrojado hasta las orejas.
“¿Qué cosa? Yo sólo te digo la verdad.”
“¿Qué tal la pasaste con Kanan y sus amigos ayer?” preguntó Lance, para cambiar el tema de conversación.

Lance se había enterado de la pianista y de los nuevos amigos de Mari la primera noche, cuando ambos se juntaron a conversar sobre sus días. Le alegraba ver que Mari no andaba sola, y que había encontrado un lindo grupo con el que podía compartir lindos momentos durante el viaje.

“¡Fue maravilloso! Supieron encajar muy bien con el resto de invitados. Mis padres creen que son hijos de magnates empresarios o dueños de cadenas de hoteles.”
“¿Y Kanan?”
“¿Qué de ella?”
“¿Pasó algo entre ustedes?” Y Lance le esbozó una sonrisa juguetona.
“¿Q-Qué? N-no, claro que no. Aún no nos conocemos tan bien…”
“Huh. Y con lo que hablabas de ella el primer día.”
“Me gusta, Lance. Pero no voy a arruinar todo. Tengo que… esperar a que pase el tiempo y pueda confirmar si siente lo mismo por mí.”
“¿Creo que es un poco obvio?”
“¡Lance, no—!”

Su conversación fue interrumpida por un sutil toque en la puerta. Ante la falta de respuesta, el sonido se repitió rítmicamente por tres veces. Mari y Lance intercambiaron miradas, confundido,s y la rubia se paró para revisar de quién se trataba.

Su sorpresa fue grande al abrir la puerta, puesto que Keith andaba ahí, como un poste, sumamente incómodo. Parecía que se había preparado, hasta cierto punto, para el peor escenario, y por eso andaba tan tieso y nervioso. Al ver a Mari, sin embargo, soltó un suspiro, pero luego se avergonzó, y su cara se tornó de un carmín muy vivo.

“A-ah, disculpen. Parece que he interrumpido algo muy importante…”
Mari arqueó una ceja. Se demoró en captarla, y luego soltó una risita. “No, nada, pase, pase.”

Aún a pesar de mostrarse inseguro de ingresar, Keith entró a la habitación, y su mirada se fijó inmediatamente en Lance, quien le saludó con la mano y una sonrisa radiante.

“Hola, Lance. Disculpa si interrumpo algo… Espero no incomodarlos.”
“¿Lance? No le has dicho nada, ¿no?” le preguntó Mari a su esposo, mientras caminaba para sentarse de nuevo a su lado. La rubia invitó a Keith a tomar asiento en la silla disponible a su izquierda, y Keith aceptó.
“Nunca tuve la oportunidad de hacerlo.” Lance suspiró.
“¿Decirme qué?” preguntó Keith, con una ceja arqueada.
“Prepárate, Keith. Porque esto será fuerte. Y discúlpame por la confianza, por cierto.” Mari le sonrió.
“No hay problema. Pero… no entiendo qué es lo que sucede.”
“Bueno. Es muy simple, realmente. Lance y yo somos amigos. Muy buenos amigos. Los mejores, de hecho.”
“Claro, tiene sentido, dicen que los esposos también deben ser mejores amigos.”
“Nonono, no Keith. Sólo somos amigos,” aclaró Lance.
“¿Qué? Pero si están casados…” La cara de Keith era un poema. No podía comprender lo que sus oídos escuchaban.
“Estamos casados por nuestras familias. Nunca estuvimos enamorados el uno del otro. De hecho, yo estoy enamorada de una bella pianista de tercera clase, y Lance está enamorado de t—” Lance se lanzó a taparle la boca.
“OKAY MARI. SUFICIENTE, ya entendió de seguro, j-jaja.” Lance le esbozó una sonrisa nerviosa a Keith. “Pero sí, básicamente lo que ella dijo. No estamos en una relación. Esto es más… una estrategia, porque realmente queremos pasar el resto de nuestras vidas con personas… de nuestro mismo sexo, lo que… tú sabes… es un poco complicado de hacer si es que estás soltero. Levantarías todas las sospechas si no tienes cuidado de tus acciones.”
“¡No nos juzgues!” suplicó Mari.
“Uh, no. Está bien. Yo… soy como ustedes. Pensé que estaba enfermo…”
“¡Claro que no!”

Mari le esbozó una sonrisa inmensa.

Y Keith, que nunca se había hecho mucho problema por su orientación, sintió aún así que la sonrisa de Mari le quitó un gran peso de encima.




Flashback: 1st night

(https://i.imgur.com/01fvEgQ.png) (https://i.imgur.com/5K7Wcwx.png)


A esas horas, la cubierta de paseo carecía de pasajeros, y el único ruido que las acompañaba provenía del mar a su alrededor. Parecía que toda la tripulación se había retirado a sus recámaras, porque no había ni un alma en el lugar. Estaban completamente a solas.

Una vez llegaron a las escaleras que daban hacia el asensor, Kanan se detuvo, obligando a Mari a hacer lo mismo. Aquella pequeña caminata por la cubierta les había ayudado despejarse un poco sus mentes, y aunque había sido una excusa para pasar más tiempo juntas, había cumplido su efecto de permitirles lucidez luego de tantos vasos de cerveza.

Kanan sabía que no podía acompañarla más desde allí. Sería riesgoso que algún miembro de la tripulación que aún andaba por esos lares las viera juntas. Por ello, pensó decirle eso mismo, pero al voltearse, la encontró sonriendo de oreja a oreja.

“Kanan, tú y tus amigos me han tratado con un inmenso cariño, aún siendo una extraña para ustedes. Eso nunca lo había experimentado: son pocas las personas verdaderamente sinceras que he podido encontrar dentro de mi círculo social. Me sorprende aún lo honestos, alegres y abiertos que son.”
“Si te soy sincera, tuve varias dudas al respecto de juntarte con ellos. Temía que no se llevaran bien… pero me alegra haberme equivocado. Tú misma te ganaste la confianza de todos. No pensé que Allura llegaría a contarte lo de Jason, pero se abrió contigo, y eso demuestra que te considera una amiga suya. Lo mismo con Dia y Souji.”
“¡Pero si son personas tan lindas! Era natural que nos llevaríamos de mil maravillas. Siento que nunca podré agradecerles lo suficiente por incluirme en su grupo y dejarme pasar con ustedes mi primera noche a bordo del Titanic.”
“No hay problema, Mari,” le aseguró Kanan. “Te lo dije en la tarde, y te lo repito: es un honor que quieras pasar conmigo y con el resto este viaje.”

Mari se dio unos segundos para observarla, agradeciéndole en silencio con una gran sonrisa.

“No tienes idea de cuán agradecida estoy por tu compañía. Ahora es mi turno de invitarte a ti.”
“¿Qué?”
“Quiero que vengan conmigo al masquerade. White Star Line organizó un baile de máscaras para los pasajeros de primera y segunda clase y no sé cómo, pero yo los voy a meter allí.”
“¿A todos nosotros?”
“Claro, pero sólo si es que Dia y el resto están de acuerdo,” mencionó, un poco nerviosa. Tal parecía que Mari no había tomado en cuenta la posibilidad de que Dia y el resto tuvieran planes propios.
“Les consultaré. Por mí no hay problema.” Kanan le sonrió.
“Me alegro.”
“Sólo… ten cuidado, ¿sí? No vaya a ser que tu familia diga algo por nosotros. Más aún, porque no andarás con Lance…”
“No te preocupes.” Mari tomó su mano, y se le acercó para mirarla a los ojos. “Igual, siempre podemos salir de allí y tomar un paseo.”

Kanan lo dudó por unos instantes, preocupada por Mari. Accedió, sin embargo, asintiendo con la cabeza y sonriéndole.

“Tienes razón.”
“¿Te parece si desayunamos juntas? Me puedo escapar temprano con alguna excusa. Prometo que no me causará problemas.”
“Okay, genial. ¿Te veo a las 8 frente a la capilla?”
“Sí” Mari asintió.

Kanan se distrajo por unos instantes, pensando emocionada en el día que le esperaba. Sólo esperaba que el resto del viaje transcurriera sin mayores inconvenientes. Y es que aún le sorprendía lo bien que iba todo hasta ese entonces.



3rd evening


(https://i.imgur.com/01fvEgQ.png)


Todo indicaba que su ciclo de buena y mala suerte estaba a punto de finalizar. Aquella noche del masquerade, todo había fluido sin problema alguno, y ese evento parecía ser el mejor indicio de esto.

Muchísimas cosas podían haber salido muy mal. Pero la suerte estuvo del lado del grupo, y todo transcurrió sin percances. Había sido un tanto complicado infiltrar a su grupo entero al baile, pero Mari lo consiguió aún a pesar de la presencia de varios mozos y mayordomos en la puerta y dentro del salón.

Con anticipación, Mari les había conseguido antifaces y pelucas para que pasaran desapercibidos en el mar de gente con atuendos parecidos. Dia y Allura habían llegado con sus vestidos más finos y aunque no eran de la talla de los invitados, sabían cómo manejarse en multitudes de ricachones por sus trabajos pasados, por lo que supieron encajar con mucha facilidad. Lo mismo sucedió con Souji, quien llamó la atención de más de una jovencita de clase alta.

Kanan, tomando de ejemplo a sus amigos, se adaptó a la situación poco a poco, y el grupo supo pasarla bien pese a todo. Para la familia de Mari, Kanan y sus amigos habían sido hijos de empresarios de distintos países que viajaban a Estados Unidos en busca de expandir los horizontes de sus negocios, justo como sucedía con Lance y su familia.

Sus modales no eran los mejores, pero Dia, Allura, Souji y Kanan contaban con un carisma inigualable, que cautivó a los padres de Mari y a los socios de los O'Hara.

Pero lamentablemente, no todo podía ser tan perfecto. Cuando Kanan fue a dejar a Mari en su suite, ambas encontraron a Lance herido en el suelo. Las dos se apuraron en alertar a los doctores y el personal médico fue muy rápido en sus acciones, consiguiendo llevar al joven al hospital a bordo del barco, para tratarlo y monitorear sus vitales. Kanan la acompañó durante la madrugada, pero tuvo que dejarla a solas para que la familia McClain estuviese con ella.

Y así había pasado casi todo un día, preocupada por los sucesos de la noche anterior. Su grupo también andaba en la misma situación, desanimados por completo y ansiosos por el estado de Lance. No lo conocían, pero sabían que era muy importante para Mari, y eso bastaba para justificar su preocupación.

Esperaba poder encontrarse con ella, pero sabía que no podía interrumpirla mientras velaba el descanso de Lance. Ya luego encontrarían un momento para verse.





3rd night


(https://i.imgur.com/5K7Wcwx.png) (https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


“¿En serio?”
“Sí. Debías ver la cara de mi padre. Era enojo, decepción, y rabia mezcladas en una misma expresión. Jason y yo no podíamos dejar de reír.”
“Tu familia, a pesar de todo, suena muy entretenida, Keith.”
“Lo era, cuando estaba Jason. Ahora… es todo lo contrario.” Y su expresión se tornó un tanto enojada.
“¿Qué le sucedió a tu hermano?” preguntó Mari, preocupada.
“Es… una larga historia. Pero luego habrá oportunidad para hablar sobre ello,” le aseguró Keith.
“Huh. Se conocen de unas horas y ya se han contado anécdotas muy personales. Siento un poco de celos,” se quejó Lance, quien los observaba desde su posición en la camilla.
“Querido, no es para tanto. Nadie te lo va a robar.” Y Mari soltó una risa.
“¿Qué cosa?” Keith arqueó una ceja.
“Nada, nada. Por cierto, Keith, ¿podrías contarle tus planes a Mari? Es de confianza, lo prometo.”
“¿…Estás seguro?”
“Me ofende, señor Duff Gordon,” le bromeó ella, sonriendo.
“Lo siento. Es natural que desconfíe un poco de todos los socios de los McClain. Pero supongo… que tú eres distinta, Mari.” Keith le devolvió la sonrisa.
“¡Muchas gracias!”

Keith fue rápido en resumirle su estrategia de negocios. Era disparatada, idealista y muy difícil de realizar, pero Mari había visto de todo en los negocios de su familia. Ideas aún más locas que las del Duff Gordon, por lo que le tenía fe a la propuesta de Keith. Siendo muy sincera, había esperado que alguna persona cuerda de cualquiera de las dos familias se venga con algo tan esencial como esa estrategia, y agradecía poder ser capaz de oírla por fin. La rivalidad entre ambas familias podía cesar con algo tan simple como una unión, pero Mari sabía que era más que eso. Era ceder. Era aceptar que el otro no era el villano de la historia. Era llevar la fiesta en paz y dejar el rencor a un lado. Lo que parecía ser muy difícil para los miembros de ambas familias. Pero Keith tenía razón en que los cambios no sucedían de un día para otro. Poco a poco, estarían más cerca de aquella meta. Lo único que quedaba era truncar las reuniones de cada familia con Marine Midland, puesto que si se hacía el trato antes de jungar el banco McClain con el Duff Gordon, ahí habrían graves problemas.

Tenían unos cuantos días, y aunque Lance se sentía un poco impotente por no poder apoyar del todo por su condición física, Mari le prometió poner todo de su parte para lograr lo que se había propuesto.

“Cuentas con mi apoyo, Keith. Sé que las reuniones demorarán unos cuantos días luego de que lleguemos a Nueva York, así que tenemos el resto del viaje para ello.”
“Muchísimas gracias, Mari.”
“Déjame a mí, que se me ocurrirá algo. Estaba pensando… ¿Si te invitamos a cenar sólo a ti con nosotros?”
“¿Cómo así?”
“Bueno, eres un miembro nuevo de los Duff Gordon. Con esto me refiero a que nunca has aparecido anteriormente junto a tu padre y a tu familia en eventos, fiestas o banquetes. Podríamos aprovechar eso para intentar convencer al padre de Lance de que eres una cara fresca, nueva, y que significas un cambio en el negocio de tu familia.”
“Esa… suena como una muy buena idea,” dijo Keith, sorprendido.
“Yo pienso lo mismo.”
“Pero por supuesto. No se preocupen, mañana lo sugeriré durante el almuerzo. ¿Por dónde andaras a esas horas, Keith?”
“De seguro estaré acá. A esas horas nadie vendrá a visitar a Lance, así que puedo aprovechar.”
“Perfecto. En algún momento me escaparé para venir a confirmártelo.”
“Así quedamos, entonces.”
“Mari, querida. ¿No quieres ir a despejarte un poco? Aprecio que hayas estado conmigo en todo momento, pero siento que es un poco… injusto que te quedes sin hacer tus actividades por mí.”
“Oh, cierto. No me he encontrado con Kanan en todo el día. Debe andar preocupada, ella me ayudó a lidiar con todo en la madrugada.”

Lance y Mari intercambiaron miradas cómplices, que Keith no logró entender del todo.

“Entonces me voy, los dejo.” Y se acercó a darle un beso en la cabeza a Lance. Repitió lo mismo con Keith, pero reaccionó muy tarde. “Ah, discúlpame, es un hábito mío…” dijo, avergonzada. Pero Keith no se inmutó.
“No me incomodó, no te preocupes.” Keith le sonrió, y Mari le devolvió el gesto.
“Cuídense,” les dijo Mari, sonriendo. “Volveré más tarde~” Y les guiñó un ojo antes de salir de la habitación.
“…Uh… ¿Qué significa eso?” preguntó Keith, con clara confusión en su mirada.
Lance, sonrojado, se tapó la cara de la vergüenza. “…Nada. Sólo… ignóralo.”
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Eureka on November 30, 2017, 08:10:19 PM
UNO MÁS, HÁGANME BARRA




4th Day




(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Para cuando se levantó, encontró a Keith apoyado en la cama, durmiendo plácidamente a su lado. Se veía muy calmado, apacible, claro opuesto del Keith que conocía. Aunque tímido a veces, Keith era increíblemente impulsivo, audaz, de increíbles ideas y charla amena. Sus anécdotas con su hermano le habían permitido conocer una faceta muy distinta de Jason, que nunca imaginó que existía.

Sin darse cuenta, se encontró a sí mismo acariciando los cabellos del muchacho. Agradeció, sin embargo, que esto no había levantado a Keith.

O sí.

Un movimiento sutil de su cabeza, y sus ojos se abrieron de par en par. Keith sintió las caricias en su cabello, y cuando alzó la mirada, la suya encontró a la de Lance. La reacción inmediata de ambos fue girarse hacia el lado, muy avergonzados.

“Buenos… días.”
“Buenos días,” respondió Keith. “¿Qué hora es?”
“No estoy muy seguro. Pero mejor regresa a tu suite antes de que tu familia vaya a buscarte… o venga la mía a visitarme.”
“Tienes razón. Vendré luego de nuevo,” le aseguró Keith. “Nos vemos.”
“Keith, antes de que te vayas… quería agradecerte por venir. Sé lo riesgoso que es para tí, y aún así me has acompañado durante toda la madrugada… yo… no sé cómo agradecerte, la verdad.”
“No hay problema Lance. Era natural que venga a verte de todas maneras.” Y le sonrió. “Volveré más tarde, un poco antes del almuerzo. Pero si no vengo es porque…”
“Sí, sí, entiendo. Igual. Estaré aquí…”
Keith rio. “No te puedes mover, Lance. Son órdenes del doctor.”
“Por eso. Te espero,” y le sonrió.

Keith se aguantó la risa, mientras le ondeaba la mano y salía del cuarto.




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El grupo de Kanan se había mostrado muy preocupado por ella. Sabían lo difícil que se le hacía lidiar con la situación de Lance, y justo por eso, la habían invitado a tomar un paseo por la cubierta junto a ellos luego del desayuno.

Una idea había estado rondando por la cabeza de Mari desde el día anterior, pero antes había querido confirmar que el estado de Lance continuaba mejorando como para poder sugerirla. Lo cierto era que, desde que Keith empezó a visitarlo, el proceso de mejora de su esposo había acelerado considerablemente.

Pero le molestaba que Lance aún no había tenido oportunidad de conocer a Kanan y al resto. Y ella quería que eso sucediera de cualquier forma.

“¿Les sería problemático si invito a Lance a almorzar con nosotros mañana?” soltó Mari, mientras paseaban en grupo por la cubierta. Preocupada por la posibilidad de recibir una respuesta negativa, cerró los ojos, esperando lo peor. No sabía qué tanto estarían dispuestos a incluir a alguien más, sobretodo si se trataba de alguien de clase alta, como ella. Lance era encantador, y dudaba que él y el grupo tuvieran una mala relación, pero le parecía importante preguntarles aquello antes de actuar sin su consentimiento.

“Oh, pero por supuesto,” aseguró Allura. “De hecho, desde hace un tiempo siento curiosidad por conocerlo.”
“Estaba esperando que lo sugirieras, Mari,” dijo Souji, y le sonrió.
“Yo igual” Dia también le esbozó una sonrisa. “Dependiendo de cómo sea, podríamos llevarlo a la cantina a celebrar. Creo que justo como te conocimos a ti, el alcohol y el ambiente desinhibido de aquel lugar podría ayudarle a soltarse. Aunque no sé qué tan bien le caiga, considerando su estado…”
“Oh, no creo que Lance necesite eso,” Mari rió. “Es muy extrovertido, pero siento que sería más cómodo para todos, como tú dices, Dia. No creo que Lance se queje. ¿Sería hoy en la noche, entonces?”
“Exacto,” dijo Kanan. “Aunque me contaste que…”
“Sí,” Mari no necesitó escuchar el resto de su frase para notar lo que quería decir. Pero tal parecía que el resto si andaba perdido al respecto.
“¿De qué hablan? Si se puede saber, claro,” dijo Allura.
“Lance… parece estar interesado de un joven de primera clase.”
“No, Kanan. No parece. Está interesado,” Mari rio. “Por más de que me lo quiera negar. Pero bueno, creemos que por eso puede que no quiera reunirse con nosotros en la noche. Fácil ya planeó algo con él. Keith lo ha estado visitando varios momentos al día. Puede que quieran pasar la noche a solas.”
“No sería problema si viene con él. Mientras más somos, creo que mejor aún,” sonrió Dia.
“Yo también pienso lo mismo. Deberías sugerirle esto, Mari.”
“Se lo haré saber. Muchas gracias a todos por mostrarse tan dispuestos a aceptar a Lance.”
“Por supuesto, Mari. Considera a Lance parte del grupo. Más bien, nos alegra saber sobre su continua mejoría,” dijo Dia.
“Gracias, Dia” Mari le sonrió.




4th noon


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Keith encontró un terrible obstáculo en su camino de regreso a la suite. Se topó con Alfred, quien justo había estado buscándolo durante todo el día anterior, pero nunca pudo dar con su paradero. Alfred le recalcó, además, que había visitado su suite a altas horas de la noche, pero nunca encontró rastro de él. Con la sospecha de que se relacionase a lo de la noche del baile, Keith fue rápido en crear una excusa: había conocido a una jovencita de primera clase a la que quería conquistar. Y eso… no estaba muy lejos de la realidad, a excepción por el sexo de su interés… amoroso. Qué peculiar era pensar sobre ello, cuando sentía que nunca antes alguien le había interesado en su vida.

Alfred pareció tragarse la excusa, pero se quedó con una ligera sospecha por sus acciones. Sin embargo, no le hizo mayor comentario al respecto, y Keith logró tomar un baño y cambiarse de ropa en su suite, sin mayor problema.

Tal parecía que Damian había regresado con sus padres, ante la ausencia de su hermano mayor. Keith estaba seguro de que luego, cuando se encontrara con su padre, este le reclamaría por ello.

Pero eso no era de importancia ahora. Debía regresar al cuarto de Lance, puesto que había quedado en encontrarse allí con Mari a la hora del almuerzo.

El camino al hospital era muy peculiar: se encontraba justo al lado del comedor de segunda clase, lo que le parecía muy extraño, pero suponía que la empresa contaba con una buena justificación de la ubicación de sus facilidades. No demoró en ver que, a lo lejos, los padres de Lance ingresaban al hospital, y suspiró, desganado.

Cuando se volteó para caminar de vuelta al asensor, encontró a Mari a metros de él, y le sonrió.

“¡Qué linda coincidencia!” exclamó Mari. “Justo estaba a punto de ir a buscarte al hospital. Pero acabo de ver a los señores McClain… así que supongo que luego probarás tu suerte.”
“Intentaré, luego. En algún momento irán a almorzar, supongo.”
“Exacto. Bueno, quería mencionarte que ya tengo todo planeado. Le comentaré al señor McClain que tengo preparada una visita especial para la cena, sin decir tu nombre, claro. En la cena, llegaré de tu brazo. Y de ahí todo queda en tus manos. Sé que marcarás una buena impresión con los McClain, Keith.”
“Gracias, Mari. Y gracias por tu ayuda.”
“Es un placer ayudarte. Por cierto, le comenté a Kanan y a mis amigos… ¿Te los mencioné ayer, recuerdas?”
“Oh, los bailarines de tercera clase.”
“Mm…” Mari se llevó una mano al mentón, pensativa. “Bueno, la gran mayoría son bailarines, así que tienes razón. ¡En fin! Les comenté que sería lindo pasar todos juntos una noche. Hay una fiesta en el salón de tercera clase, y sé… sé que Lance aún no está del todo bien como para bailar y tomar, pero al menos podríamos sacarlo del hospital por una hora. Para que se despeje un poco y respire… aunque no se cuánto puedes respirar en un ambiente como ese. Al menos le subirá los ánimos. ¿Te parece?”
“…Sí, yo creo que está bien. Al menos una hora, porque debe estar estresado de andar entre cuatro paredes blancas todo el día.”
“Si llegas a visitarlo, le dices. Sino, cuando nos encontremos más tarde para ello, le comentamos la idea juntos.”
“Perfecto.”
“Iré a ver a Lance. Si quieres, puedes quedarte por acá, para que veas cuando yo salgo junto a sus padres.”
“…Gracias, Mari.”
“¡No te preocupes! Lo veo luego, señor Duff Gordon,” e hizo una reverencia, alzando levemente su vestido.

Mari corrió hacia las puertas del hospital, y Keith sonrió.

Lance tenía una suerte tremenda: sin duda, Mari era una amiga inigualable.




4th evening


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Lance se levantó por el sonoro golpe de la puerta al cerrarse. Mari y Keith ingresaron al cuarto con expresiones llenas de decepción y rabia, y supo que se traían malas noticias.

No los había visto por el resto del día: en el caso de Mari, cuando lo dejó para ir a la cena. En el caso de Keith, desde la mañana. A este último no lo culpaba por ello, puesto que sabía que se trataba por los señores McClain.

“No hace falta comentarlo, porque creo que nuestros rostros dicen absolutamente todo, pero te lo confirmamos de todas maneras: la cena no pudo salir peor,” dijo Mari, y se desplomó en su asiento. Keith la imitó, soltando un suspiro y sentándose a su lado.
“¿Qué sucedió?”
“Tu padre no tiene solución. Es tan cerrado al cambio. Tan… cegado por su odio a sus rivales, que ni bien vio a Keith y escuchó su apellido, hizo un escándalo en la cena. Me maldijo, en frente de todos, pensando que yo estaba buscando traicionar a la familia mediante mis acciones. No… pude contenerme, y le respondí.”
“Y no fueron palabras delicadas y bellas, precisamente,” comentó Keith. “Fue muy desatinado de tu parte, Mari. Quién sabe lo que habría hecho el padre de Lance.”
“¿Qué iba a hacer? Ya estoy casada con su hijo, no puede hacer nada.”
“No, Keith. Me alegra que Mari haya retado a mi padre.”
“…¿Qué?” Mari y Keith comentaron al unísono, y lo miraron, extrañados. Esa respuesta no era la que esperaban, definitivamente.
“Ya era hora de que alguien lo encarara,” dijo Lance. “Ninguno de sus socios o sus miembros de su familia se atreven. Ni yo lo he hecho, realmente. Pero… ¿Qué le dijiste?”
“Que su odio le haría pagar muy caro en el futuro…”
“Okay, eso es un poco… subido de tono,” admitió Lance.
“Luego de eso, Keith y yo salimos del restaurante y vinimos para acá. Aquella cena no era nuestro único plan para la noche, después de todo,” Mari le sonrió a Lance.
“¿Por qué lo dices?”
“Mari. Tu estuviste toda la tarde acá, ¡¿y nunca le contaste?!”
“¡No podía! ¿Acaso te olvidas de que su familia estaba con nosotros? ¿¡Cómo le iba a mencionar que lo sacaríamos de aquí para llevarlo al salón de tercera clase!?”
“Que van a HACER QUÉ”
“Te llevaremos al salón a pasar una hora fuera de tu celda hospitalaria,” dijo Mari, como si se tratase de una simple tarea: regar las plantas, pasear al perro, cambiarse de ropa.
“Eh, no. Gracias. Sé que buscan hacerme un favor con eso, porque necesito un poco de aire, pero… creo que me pondré peor en un lugar como ese.”
“No seas clasista, Lance,” le dijo Keith.
“No es eso. No quiero que se arriesguen en sacarme de aquí, si al final puede que ni aguante dos minutos en aquel ambiente…”
“Bueno, ese es nuestro problema. Keith podría traerte de vuelta, ya vemos cómo hacemos.”
“¿Te puedes parar?” le preguntó Keith.
“Creo que sí,” dijo Lance, e intentó levantarse. Luego de unos segundos, logró flexionar sus piernas, y se bajó de la camilla. “No estoy perfecto, pero sobreviviré.”
“Sólo será una hora, tranquilo,” dijo Mari. “Y te cuidaremos con nuestras vidas. Te lo juro.”
“…Okay, me convencieron,” dijo Lance. Soltó un suspiro, a la vez que iba por su ropa. “Cualquier lugar es mejor que este cuarto. Ya estoy harto.”
“¡Perfecto!”

Y los tres se apresuraron en ayudar a Lance a alistarse, porque les esperaba una noche magnífica: el tiempo era muy valioso.




4th night


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Tal como había esperado, el ladrón ingresó a su suite en el momento indicado: luego de la cena, casi a las nueve de la noche.

A diferencia de días anteriores, Eureka había optado por quedarse en su cuarto en vez de asistir con los Gladstone a la cena. Y agradecía haberlo hecho, porque estaba determinada a descubrir quién era la persona detrás de los robos.

Estaba segura de que no se trataba de Oikawa. Era imposible, considerando que habían pasado la noche del masquerade bailando y luego, compartiendo historias y anécdotas sobre sus familias en la cubierta de paseo. Le sorprendió oír más sobre los orígenes del joven, quien hasta ese entonces, se había cerrado a la idea de intercambiar información sobre sus pasados. Había sido una linda noche.

Se despidieron a las tres de la mañana, y los reportes de McClain había indicado que él se había topado con el ladrón una hora antes de eso.

Miedo y curiosidad la habían llevado a esperar a que el ladrón diese con su suite, en busca de desenmascarar su identidad. No le había comentado nada al respecto a Oikawa, y esperaba que él nunca se llegara a enterar de sus acciones, porque estaba segura de que, de ser el caso, recibiría un larguísimo sermón de su parte. Por su seguridad, y más que nada, por la seguridad del diamante. Porque al parecer, eso era lo más importante para él.

Su puerta andaba junta, lo que le permitía ver parte de lo que transcurría en la sala principal de la habitación. El ladrón acababa de entrar, y desde su posición, podía observar su perfil.

Se le escapó un grito silencioso al notar que se trataba de Gibson, el supuesto reemplazo del señor Abott a bordo del Titanic.

Con razón se le había hecho un tanto extraña y ajena su presencia.

De la sorpresa, retrocedió unos pasos, y el candelabro en sus manos chocó con la mesa de cristal de su cuarto, alertando al ladrón de la presencia de una persona más dentro de la estancia.

Por la ranura de la puerta, pudo ver cómo Gibson se acercó hacia su cuarto. Antes de llegar, sin embargo, fue embestido por Oikawa, quien había ingresado de golpe a la habitación. Eureka abrió la puerta, y se encontró con el rostro enojado del joven, quien no le hizo mayor pregunta, sino que la tomó de la mano y se la llevó lejos del lugar.

Para la mala suerte de ambos, Lelouch fue detrás de ellos.




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La promesa de Mari de, citando, ‘cuidarlo con su propia vida’, se había esfumado ni bien sus ojos encontraron los de Kanan en el salón de tercera clase. Lance permaneció apoyándose sólo de Keith, mientras ambos observaban el ambiente con extrañeza. No demoraron en ser jalados a una mesa por los que, suponían, eran los amigos de Kanan. Mari y ella fueron muy rápidas en presentarlos: eran Souji, Dia y Allura, amigos de Kanan de su trabajo antiguo.

“Diles que es el Moulin Rouge de una vez, Mari,” comentó Dia, quien andaba muy *extrovertida*, producto de la cerveza en sus manos. Le invitó una ambos, y aunque en un inicio se mostraron un tanto en contra de ello, terminaron probando la bebida.
“Bueno, ella misma lo dijo, así que no tengo la culpa de nada,” se defendió Mari.
“Ustedes… ¿trabajaron en el Moulin Rouge?” preguntó Keith, muy interesado en el tema. A su lado, Lance estaba seguro de que se relacionaba a lo que le había contado sobre Jason dos noches atrás.
“Sí, yo era una pianista, Souji era un bailarín del elenco principal, y Dia y Allura eran las bailarinas más populares,” comentó Kanan.
“¿Alguien de ustedes conoció a Blanche-Neige?” dijo Keith, y dio un sorbo a su cerveza.
“…Sí. Yo soy ella,” dijo Allura. “¿Me conoces de algún lado?” preguntó, muy curiosa.
“N-No, nada. Me pareció escuchar tu apodo entre los socios de mi familia.”
“De seguro. Allura era la más popular de todas las bailarinas, a mi parecer,” dijo Dia.

Lance notó que Keith se veía un tanto incómodo, y fue rápido en sugerir que salieran a bailar. El resto del grupo accedió, comentando que justo esa había sido la mejor manera para ellos de conocer a fondo a Mari.

Pero Keith nunca vivió la celebración como el resto. Parecía ido, ensimismado en sus propios pensamientos. Lance no necesitaba confirmación de su parte para saber que se trataba sobre Jason y su amante, quien había resultado ser Allura, la mujer que acababan de conocer.

“Mari,” interrumpió a su amiga en pleno baile. “¿Sabes de algún lugar tranquilo a donde Keith y yo podemos ir? Estoy cansado, pero no me quiero regresar al hospital aún.”
“Mm… podrían ir a la capilla. Sé que es un poco lejos, pero les podría servir.”
“Perfecto, gracias. De ahí te veo.” Luego de sonreírle, se giró hacia a Kanan, con la misma sonrisa. ”Cuídala, por favor.”
“No te preocupes, Lance.”
“Estoy en buenas manos~” canturreó la rubia, y Lance rio por lo bajo, mientras iba por Keith.





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“Con razón. Ya decía yo: estabas muy complaciente con todo lo que te decía.”
“¿Y cómo sabías que te escondía algo?”
“No sé, Eureka. Sólo lo supe y ya. No pensé que sería esto,” dijo, y se giró para señalar a Lelouch, quien los perseguía con un revólver por el barco.

Para suerte de Gibson, la mayoría del personal andaba descansando, y pocos pasajeros se encontraban despiertos por tratarse de altas horas de la madrugada.

El único recorrido que podían tomar era colarse por los salones de la segunda y tercera clase. A Eureka se le ocurrió probar con la segunda opción, puesto que imaginaba que andaban celebrando una fiesta en esos momentos. Oikawa suspiró, pero siguió su sugerencia, y se encontraron a sí mismos en un mar de gente humana, que danzaba y bebía como si no hubiese mañana.

Felizmente, el exceso de gente jugó a su favor, y lo perdieron al cabo de un tiempo. Para cuando salieron rumbo a los cuartos del personal, Lelouch ya no estaba detrás de ellos.

“Escucha, te vas a quedar conmigo y con Iwaizumi hoy. ¿Está bien?”
“Creo que eso será más escandaloso que regrese a mi suite, Oikawa.”
“No, no voy a permitir que regreses a ese lugar. Quién sabe lo que Lelouch pueda hacerte si te encuentra allí.”
“¿Te acuerdas que te comenté, aquel día que hicimos el trato, de que un hombre muy amable se puso de mi lado durante una discusión?”
“¿Sí? ¿Y eso cómo se relaciona a—?”
“Ese hombre era el que nos persiguió hasta hace un rato. Se llama Lelouch Gibson, y manifestó haber venido en reemplazo al señor Abott, un socio de mi familia.”
“Bueno, al igual que yo, se buscó la manera de subir al Titanic. Por eso no lo culpo. ¿Pero herir gente? Esa es otra cosa.”
“Estaba dispuesto a matarnos…”
“Sí, pero ya pasó. No sé cómo Iwaizumi reaccione a esto, pero sé que no estará nada contendo con lo que ha pasado.”
“¿Le contarás?”
“Omitiré la parte en la que yo también soy un ladrón y que me subí al Titanic en base a engaños al igual que Gibson, pero sí, le contaré el resto.”





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“Disculpa, nunca imaginé que tremenda coincidencia sucedería así como si nada.”
“No es culpa de nadie, Lance,” dijo Keith, paseándose por al capilla.

La única luz que pintaba el lugar era la luz de la luna, la que dejaba la mayoría de la capilla en penumbras. Sin embargo, el lugar era de una belleza impresionante. Al igual que el resto del Titanic, su detallismo recargado parecía, en vez de verse alborotado, deslumbrar de una manera singular.

Lance no podía imaginarse lo que Keith andaba pensando, pero suponía que era una mezcla de sentimientos encontrados. Keith podía culpar a Allura por la muerte de su hermano, puesto que contrajo tuberculosis por sus continuas visitas a París, más específicamente, al Moulin Rouge. Pero no había sido culpa de ella, ni de Jason, de enamorarse. Y esperaba que, aunque le costara, Keith fuese capaz de darse cuenta de este detalle.

En vez de buscar las palabras indicadas, optó por hacer un bufón de sí mismo: un acto que siempre le salía a la perfección.

“¿Escuchas?” le dijo, y colocó una mano en su oreja, como intentando oír algo. “Te juro que escucho una canción. Un poco lejos de aquí, sí, pero es música al fin y al cabo.”
“Lance, estás loco.”
“No, no. En serio escucho música… de algún lado.” Lance corrió a pegar la oreja en una de las paredes de la capilla. “¿No será del salón de tercera clase?”
“Imposible que llegue hasta acá.”
“Mm, bueno, en todo caso, improvisaré.”

Y corrió a tomar a Keith de la mano. Guió su brazo hasta extenderlo, y con su mano libre, colocó la de Keith en su hombro. Luego, rodeó su cintura, y empezó a bailar al ritmo de un vals.

“¿Qué… qué es lo que haces?”
“Bailo. ¿Tú?”
“No entiendo… por qué bailamos.”

Era difícil hacerlo dentro de la capilla, pero había un espacio libre de bancas en frente del altar, y Lance aprovechó para dirigir a Keith, mediante el baile, hacia aquel lugar.

“Porque me debes un baile. No conseguimos hacerlo en el salón.”
“Yo no te debo un baile.”
“Bueno, entonces, tómalo como clases gratis de baile,” le dijo, y sonrió.

Empezó a tararear una canción en el oído de Keith, a la vez que dirigía sus pasos al compás de la música. Keith, como siempre, logró adaptarse al ritmo de Lance rápidamente. Y recordó, entonces, aquel partido de squash del primer día del viaje.

No entendía, cómo ese día, se le había hecho difícil seguirle la corriente, si era algo muy sencillo.

Pero tal vez se debía a todo el tiempo que habían pasado juntos desde ese entonces.

“Eres ridículo,” le dijo Keith, entre risas.

Tal vez era la cerveza que habían tomado, o la emoción del momento. Tal vez era el lugar en el que se encontraban: podían ser libres al fin en la intimidad de aquella capilla… pero lo cierto era que Lance ya no sentía vergüenza por nada. Y eso era estupendo, pero preocupante, considerando lo impertinente que era cuando se sentía muy cómodo y agusto con la compañía que tenía.

“Pero te gusto así,” le bromeó.

Lance esperó un sonrojo en sus mejillas, en el mejor de los casos. Esperó timidez, esperó una mirada cohibida.

Esperó de todo, menos una confesión.

“Sí, me gustas.” La respuesta de Keith fue firme, decidida. Sus palabras no hicieron más que confundir a Lance, quien se demoró en comprender lo que ocurría.
“Qué.”
“Que me gustas.” Keith se le acercó un poco más, hasta quedar a pocos centímetros de su boca. “¿Esperabas otra reacción?”

Por unos instantes, Lance estuvo a punto de sucumbir a la tentación de probar sus labios. Pero la impulsividad no era lo suyo: Keith era el amo y señor de esta. Lance era más de hablar hasta por los codos. Esa era su característica principal, además de su elegancia y buena apariencia.

“¡Cla-claro que sí! Tenías que cohibirte, mostrarte muy tímido. Desviar tu mirada a un lado, negarte. No… ¡No ganarme! ¡Yo quería decirte eso primero!”
“Ves, ahí vas de nuevo con tu ridiculez,” y a pesar de sus palabras, Keith sonreía de oreja a oreja, sin dejar de mirarlo. “¿Cuál es el problema? Es mutuo, ¿no?”
“Tienes… razón.”
“Me gustas, Lance,” dijo, en un susurro sólo para él.

Lance aprovechó la cercanía, y con sus manos, tomó las mejillas de Keith para acortar aún más la distancia entre ellos.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Nanami on November 30, 2017, 09:01:52 PM
Recordé que tenía esto, y esto va justo cuando se están empezando a hundir/se están  hundiendo. VOY ATRASADA PERO AL MENOS VEAMOS SI ACABO ESTO. Tagwarning de #Drama


Las noches desde que William se había cambiado de turno eran de las mejores que el pelirrojo podía recordar. No había pasado tanto tiempo con alguien que él estimara desde que era un niño, y aunque el rubio escondía la gran mayoría de lo que sentía, Kota sabía que también le gustaba pasar tiempo con él.

O al menos le gustaba convencerse de ello. Bastaba con el sueño de los dos, con el tiempo juntos, con la mueca de cansancio en ambos rostros tras una larga noche y el sonido de sus nudillos golpeando los contrarios en un Buenas noches. ¿Qué importaba que todos los músculos reclamaran si cada día estaban más cerca? No se iba a quejar, tal como nunca se había quejado en su vida.

Por eso cada despertar era con una sonrisa a pesar de sentir que se moría de cansancio por dentro, porque tenía el objetivo tan grabado en su rostro que era imposible quitar la mueca de sus labios. Era esa clase de sonrisa contagiosa, manchada en humo y carbón, que brillaba más entre más quejas daba su mejor amigo sobre el sistema, la vida, sobre lo que sea que William estuviese quejándose en ese momento. Era la clase de sonrisa que seguía bailando invencible incluso cuando empezaron los gritos, las alarmas, las órdenes desesperadas, las miradas asustadas.

Si no sonreía iba a perder la esperanza. Y no podían ahora, estaban tan cerca. Demasiado cerca. Casi lo lograban. Si no sonreía y se dejaba controlar por el pesimismo que invadía a su rubio compañero...No quería pensar en eso.

ー ¡Will, sálgamos de aquí! ¡Ya a nadie le importan las calderas!ー Le cortó sin importar lo que fuese que el otro estuviese diciendo y le tomó de la manga tirando la pala lejos.ー Te vienes conmigo, no te voy a dejar solo. ¡Nada que te suelte! ¡Vente conmigo, Will! ¡Sí, Sí, lo sé, es mi culpa, lo sé! ¿Pero podemos hablar de eso cuando salgamos de aquí?ー

Dolía seguir sonriendo así pero no quedaba otra, el realismo de William era demasiado incluso para él. No quería escucharle decir todo eso que era verdad, no que se iban a morir en esas calderas sucias por la simple razón de seguir un sueño inútil que ni siquiera tenían garantizado. No quería ver la resignación en ese rostro. No, no iba a permitirlo. Aunque le tuviese que mentir, iba a seguir sonriendo para alentarle a huir.

ー Vamos Will, ¿de verdad quieres acabar aquí? No, nada de eso. ¡No pienses que nos vamos a hundir! ¡Es el grandioso Titanic! ¿Crees que lo han construido tan mal?ー Mentiras, más mentiras, más efusividad para ocultar el mismo miedo que le subía a la garganta mientras sentía el agua subir a sus pantorillas. Los gritos del Jefe Ulric se escuchaban como un zumbido, una orden clara de que fuesen a la salida. Que la iban a cerrar.

Si la cerraban, estaban perdidos. Si la cerraban, era igual a la muerte. Si la cerraban, no quedaba futuro ni sueño que perseguir.

ー Sé que podemos hacerlo, al menos sé que tú puedes hacerlo. Eres el mejor en todo Will, sólo cree en eso. ¿Si? ¡Sólo sígueme!ー ¿Seguirlo pedía? Por seguirlo estaban ahí ahora. Aún así no soltaría la manga de Will y se apresuraría a correr más rápido. Ya estaban cerca.

Tan cerca que el sonido fuerte del metal caer logró callar las réplicas de Will y envolvió todo en silencio.

Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Eureka on November 30, 2017, 09:57:21 PM
TERMINÉ DENME MI ESTRELLITA

Esta asquito pero en fin




5th evening



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Era de esperarse, realmente. Keith sabía que este momento llegaría, pero sólo esperaba que se demorara un poco más.

Llegó, finalmente, la tarde del quinto día de viaje.

Y sentía que su mundo se desmoronaba.

Los rumores del tiempo que pasaba junto a Mari y Lance llegaron a los oídos de su padre durante el almuerzo: algún hombre de primera clase manifestó haberlos visto a los tres en los salones comunes de tercera clase. Eso, junto al testimonio de Alfred, que contaba cómo Keith desapareció por días, calzaba perfectamente con su actitud durante el viaje. Sin embargo, su padre se aguantó hacer un escándalo en plena comida, optando por dejar el sermón para después. Y así fue: lo citó en su cuarto en la tarde, unas horas después.

Keith sabía lo que se venía.

La cachetada no le dolió tanto, realmente. Lo que realmente dolió fue escuchar las palabras que su padre espetó en referencia a los McClain. En referencia a la deshonra que Keith había sido al juntarse con Lance, traicionando al linaje Duff Gordon. En referencia a su hermano mayor, Jason, argumentando que Keith seguía el mismo ejemplo de su hermano.

Según el señor Duff Gordon, no había diferencia entre ambos. Jason y Keith eran iguales. Con sus acciones, habían decepcionado a su padre y manchado el nombre de su familia.

Y Keith, aún así, no entendía en qué se había equivocado. Su padre no se había enterado de la verdadera naturaleza de su relación con Lance, pero por sus palabras y acciones, tal parecía que ese era el caso.

Le prohibieron enteramente tener cualquier tipo de contacto con Lance o con Mari, y le obligaron a permanecer al lado de los Duff Gordon por el resto del viaje.

Keith suspiró, y asintió en silencio.

Antes que aceptar su destino, había algo muy importante que tenía que hacer.






No consiguió momento de escaparse de sus obligaciones hasta la hora justo después de la cena, cuando su padre le permitió regresar a su suite. Pero Keith aprovechó para bajar al salón común de tercera clase, con la esperanza de encontrar a Allura en alguna parte.

Parecía que el universo jugaba a su favor, porque ahí estaba la mujer, junto a la otra amiga de Kanan y Mari, Dia. Se les acercó a paso apresurado, y a ambas les sorprendió su presencia. Parecía que Kanan les había comentado lo que había sucedido con el padre de Keith.

“Keith, nos alegra verte bien,” comentó Allura, sin importarle aquella marca en su mejilla. “¿Necesitas algo?”
“¿Puedo hablar contigo, Allura? Es… urgente.”
“Por supuesto. ¿Qué tal si damos un paseo por la cubierta?”

Allura y Keith se excusaron con Dia, y fueron rápidos en coger el asensor, rumbo a la cubierta de paseo.

Una vez allí, Allura lo invitó a sentarse junto a ella en una de las bancas, observando el mar con tranquilidad.

“Sé quién eres realmente, Keith.”
“¿C…cómo?” Keith se mostró muy confundido.
“Mari mencionó tu apellido anoche, luego de que se fueron. Y me di cuenta del motivo detrás de tu curiosidad. Sí, yo fui la amante de tu hermano. Qué pequeño es el mundo, ¿No?” comentó, entre risas.
“Lo siento mucho…”
“No, no te preocupes. Yo también lo siento. Jay era tu hermano mayor, después de todo.”
“Pero… de lo que me contó, sé que ustedes tuvieron una relación muy cercana.”
“Sí, es cierto. No tienes idea de lo feliz que me hizo al proponerme escapar del Moulin Rouge junto a él. Fue el día más feliz de mi vida, y no cabía en mi alegría, día y noche pensaba en ello. Sólo esperaba el momento en que regresara, dispuesto a llevarme a Inglaterra con él. Pero… me enteré de lo que le sucedió, y al inicio, entré en negación. No podía creerlo.”
“Yo tampoco, te entiendo. Fue de un día para otro.”
“Pero se había mostrado enfermo antes. Sólo que lo escondía muy bien. Recuerdo que siempre llevaba un pañuelo consigo, de seguro para disimular la sangre que tosía. Lo extraño, Keith. Lo extraño como no te imaginas. Daría todo por volver a pasar aunque sea un segundo de mi vida con él.”
“…” Keith se quedó en silencio, observando el mar junto a ella.
“Tú tienes una oportunidad.”
“¿De qué?”
“De pasar tu vida con Lance.”
“…” Keith la miró, sorprendido. Fue rápido en desviar su mirada, avergonzado.
“No lo puedes esconder. Ayer, aunque interactuamos por poco tiempo, pude ver cómo lo mirabas. Y cómo te miraba a ti. Pensé que ya eran una pareja, realmente.”
“No… no lo somos.”
“No desperdicies esa oportunidad por lo que diga tu familia. Sé que suena extremadamente impulsivo, y me parece el peor consejo que he dado hasta ahora, pero si sientes que lo que tienen es especial, pues vale la pena arriesgarte por eso. Sólo para decirte un dato que Mari me dio… han amarrado a Lance a la camilla, porque no se cansa de intentar zafarse de todo e ir a buscarte.”
“…” Keith se mantuvo en silencio. De un momento a otro, se paró. Le sonrió a Allura en silencio, y le ondeó la mano, a la vez que caminaba hacia la escalera principal.





5th night


(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Lance suspiró. Había dejado de contar sus intentos, pero no estaba dispuesto a rendirse. Se liberaría a toda costa.

Mari le había contado lo que sucedió en el almuerzo. Además de que el padre de Keith se veía a punto de explotar, cuando lo vio luego, notó una marca en su mejilla. El pensamiento de que el hombre, lleno de rabia, le había golpeado a su propio hijo, lo llenó de ira, y se levantó de la camilla, dispuesto a decirle sus verdades. Los doctores, por supuesto, habían sido rápidos en sedarlo y acostarlo de nuevo, esta vez amarrado a la cama, para que no pudiese escapar.

Cuando abrieron la puerta, esperó ver a sus padres, preparándose para el sermón que ellos le darían. El rumor, después de todo, también había llegado a ellos, y ya estaban enterados de que Lance se había vuelto amigo de Keith. Felizmente, aún no sabían nada de su relación romántica, lo que le daba un gran alivio.

Le sorprendió ver a Keith en la puerta, quien corrió a su lado a liberarlo.

“Keith, si tu padre te ve acá, te va a matar. Me va a matar. Será un homicidio doble.”
“¿Eso es lo que me dices cuando vengo a rescatarte?” le reclamó.
“…Buen punto.”

Keith fue rápido en sus acciones, y en un par de minutos, Lance podía movilizarse sin problema. Corrió por su ropa, y Keith lo ayudó a cambiarse.

“¿A dónde nos vamos exactamente?”
“No sé. No planeé muy bien esto, si te soy sincero.”
“No me sorprende, pero gracias,” y le dio un beso. “Tres días en este lugar me han hecho odiar los hospitales de por vida.”





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“¿Estás seguro?”
“Sí, te lo juro.”
“¿Y si te digo que tengo el diamante en un bolsillo escondido?”
“Eureka, no me importa a estas alturas,” Oikawa suspiró, estrujándola contra su pecho. “Puedes botarlo por la borda y me dará igual.”
“¿Qué te hizo cambiar tanto de opinión?”
“¿Te olvidas que ayer estuviste al borde de la muerte?”
“Oh, claro.”
“Ahora, descansa.”
“¿Te olvidas que mi familia me busca por el barco entero? No puedo descansar con ese pensamiento repitiéndose cada segundo en mi cabeza.”
“…” Oikawa suspiró. “Te entiendo, pero es muy riesgoso. Tengo miedo de que por decirle algo a alguna de tus criadas, Lelouch te encuentre. O me acuse de ser el ladrón. O no sé, ese hombre es muy inteligente.”
“Si puede abrir las puertas de las suites de primera clase, y maquinar estrategias tan detalladas para conseguir tantos objetos de valor, pues sí, lo es.”
“Lo mejor será dejar de cruzarnos con él. Y si para eso debemos quedarnos en mi cuarto por el resto del viaje, pues será así. Iwaizumi nos está ayudando con la comida, así que no me quejo. ”
“Me alegra que Iwaizumi sea tan cercano a ti como para que haya fabricado una excusa en tu nombre.”
“Es un buen amigo,” Oikawa rio. “Me da pena no poder decirle la verdad, pero si nos encontramos algún día nuevamente, lo haré si o si.”
“Por cierto, ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos bajamos en Halifax?”
“No, en Nueva York, de todas maneras. Halifax es muy peligroso ahora que no tengo el diamante. Igual… debo advertirte que por este incumplimiento del trabajo, nuestra vida será… un poco peligrosa de ahora en adelante.”
“Nuestra vida.”
“Sí, nuestra.”
“Por cierto.”
“¿Qué?”
“Sí tengo el diamante conmigo.” Y lo sacó debajo de su falda. “No mentí sobre el bolsillo secreto.”

Oikawa rodó los ojos, pero le sonrió al cabo de unos instantes.





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“Kanan, no sé que tanto te guste la idea. Pero… pienso escaparme contigo luego de que lleguemos a Nueva York.”
“Mari, ¿Estás loca?” Kanan se veía muy preocupada por las palabras de la rubia. “No tengo un trabajo concreto, no te puedo dar seguridad económica… No hay forma de que tengamos una vida decente.”
“¡No seas así! Podemos encontrar trabajo juntas. Estoy segura de que si alguien te escucha tocar el piano, sí o sí te contratará. Y yo puedo conseguirme un trabajo como telefonista… Ya verás, juntas podemos solucionarlo. Y no estaremos solas.”
“¿Por qué lo dices?”
“Porque sé que Keith y Lance se vendrán con nosotras. Y Allura, Dia y Souji, por supuesto. Los siete podemos vivir juntos. Estaremos cerca y nos apoyaremos de todas maneras.”
“Lo haces sonar muy sencillo.”
“Lo sé, pero es lo que deseo. Mi familia… ya te conté cómo reaccionó cuando se enteró de que Lance y yo somos amigos de Keith. Y eso que ni saben que Keith y Lance son novios.”
“Sí. Ese ambiente no es bueno para ninguno de ustedes.”
“¡Por eso debemos huir! Y no me quiero ir con nadie más que contigo, Kanan.”

Kanan suspiró, pero le sonrió, y asintió.

“Tú ganas.”
“¡Perfecto! Hay que reunirnos con Lance y Keith. De seguro ya están saliendo del hospital ahora.”
“¿Para…?”
“¡Celebrar!” Vayamos al comedor de primera clase y celebremos. Sin importarnos lo que diga el resto.”
“Tienes unas ideas muy disparatadas, Mari,” le dijo Kanan, enternecida.
“Es mi encanto~” le canturreó, mientras tomaba su mano y la conducía al comedor de primera clase.





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“¿Por qué Mari sugirió que nos reuniéramos en el comedor de primera clase?”
“No me preguntes a mí,” dijo Lance, encogiéndose de hombros. “Ella es igual que tú. Se le ocurren ideas disparatadas de vez en cuando.”

Aquel acto recibió una mirada de disgusto por una de las mujeres con las que compartían el asensor, pero Lance sólo rio ante su gesto, en vez de amargarse por él.

Les dieron unas ganas de agarrar a Keith y besarlo en frente de la mujer para darle un paro, pero tal vez eso podía ser en otra ocasión.

“Sólo espero que no se relacione a la cena de ayer. Con lo de mi padre, y lo que vimos del tuyo ayer, es suficiente decir que mi plan nunca sucederá.”
“Lo sé, y lo siento,” y estrujó su mano, aprovechando que nadie los veía.

En esos instantes, un remezón sacudió el asensor, deteniéndolo en el acto. El botonés encargado le aseguró la calma a los pasajeros, y pidió que le dieran unos minutos para que retomara su recorrido. Efectivamente, al cabo de unos minutos, el asensor subió de nuevo, y llegó finalmente al vestíbulo principal.

Allí, Lance y Keith observaron a los pasajeros alborotados, preguntándole al personal acerca de aquel extraño temblor que habían sentido. Los miembros de White Star Line, sin embargo, se mostraron muy calmados al decir que se trataba de seguro de un pequeño golpe que el barco realizó al ir a tan grandes velocidades. No había nada de qué preocuparse, según ellos.

Lance tiró de la mano de Keith, y lo llevó hasta la cubierta de paseo. El frío que asolaba la zona era devastador, pero ambos ignoraron aquel detalle para darle importancia a la vista en frente de sus ojos: toda la cubierta de paseo izquierda estaba llena de granizo y hielo.

Ese golpe que habían sentido fue producto de un iceberg.




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Iwaizumi llegó al cabo de unos minutos del remezón, pidiéndoles que salieran a la cubierta y se pusieran los salvavidas que les había traído. Les comentó que parecía algo muy leve, pero que por precaución, salieran junto al resto de pasajeros.

“¿Y tú?” le preguntó Eureka.
“Tranquilos, no soy un idiota. Los veré luego, no se preocupen,” les aseguró, con una sonrisa.

Oikawa aprovechó su ropa de civil para encajar perfectamente con el resto de pasajeros en la cubierta. Ambos lograron ver que el personal de White Star Line ayudaba a despejar las zonas alrededor de los botes salvavidas, y luego de prepararlos para descenderlos, pedían que la gente se subiera a estos. Empezaron pidiendo a mujeres y niños, y Oikawa fue muy rápido en empujar a Eureka en dirección de los capitanes que subían a la gente a los botes.

Pero ella se aferró de él.

“No me voy sin ti,” le dijo ella.
“Eureka, tienes qué. No puedo permitir que te quedes sin bote. Yo luego buscaré uno. Acabo de oír por ahí que al otro lado de la cubierta están permitiendo que hombres se suban a los botes. Por favor, hazme caso.”
“…”

Eureka dudó. La gente no parecía muy desesperada por subirse, pero si habían empezado a sacar los botes era por algo.

“Ten,” y le entregó el diamante que había guardado en los bolsillos de su saco. “Tienes que devolvérmelo en Halifax. Donde quedamos. El 17, a las 5, en la plaza central. De ahí podrás reclamar tu dinero, no te preocupes, pero quiero verte ahí con el diamante. Por favor.”
“Te lo prometo,” le dijo, besando su mano. “Allí nos veremos.”





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“¡Mujeres y niños primero¡” decía uno de los oficiales del barco, mientras pedía que se subiera más gente al bote salvavidas.

Keith, a su lado, parecía ido, y Lance tiró de su mano sutilmente para llamar su atención.

“¿Keith? ¿Estás bien?”
“El barco se va a hundir, Lance,” le susurró, para él. “Acabo de ver a su arquitecto al borde del llanto. No tiene sentido que nos pidan abordar los botes si es algo muy leve.”
“Bueno, entonces, con mayor razón, debemos buscar uno.”
“Mis padres. Lance, tengo que ir por ellos.”
“Keith… Keith, no nos podemos separar. Podría significar nunca vernos de nuevo. Si tienes que verlos, iré contigo.”
“No, Lance, es muy peligroso.”
“Keith,” Lance lo tomó de los hombros, y lo sacudió levemente. “Estoy contigo. No estás solo. No creas que no me di cuenta de lo que te hizo tu padre,” mencionó, acariciándole la mejilla. “No puedo permitir que lo vuelva a hacer. Sí quieres verlo, no hay problema, busquémoslo juntos.”
“¿Y si a tí te hace daño?”
“No hay forma. ¿Recuerdas que hace unos días me golpearon en la cabeza y sigo aquí?” Y sacó pecho, orgulloso de aquel logro. Keith rio, y asintió.
“Okay, vamos, entonces.”




Luego de una media hora de intensa búsqueda, lo encontraron en el comedor, negándose a salir al frío. Junto a él, la madre de Keith y Damian yacían sentados en una mesa. Los tres se sorprendieron al ver a Keith llegar junto a Lance.

“Padre, debe salir afuera. Los botes… hay muy pocos para todos los pasajeros. El barco se va a hundir, deben… por favor, salgan. Damian, madre, vayan, por favor.”

Damian reaccionó antes que su madre, corriendo hacia la salida del comedor. La mujer fue trás de él, igual de perturbada por las palabras de su hijo.

“Ya veo que te has decidido por los McClain, Keith,” dijo su padre, con una voz muy calmada. “Es una pena.”

Del bolsillo de su pantalón, sacó un revólver, y lo apuntó en dirección a su propio hijo.

“Desde un inicio, supe que cometí el peor error de mi vida al apuntarte como sucesor de Jason. Pero tendré que vivir con ello. Ahora, Damian tomará tu lugar.”
“Sus hijos no son fichas del tablero que puede reemplazar como le plazca, señor,” le reclamó Lance.
“¡Tú no eres nadie como para indicarme cómo debo criar a mis hijos!”

El señor Duff Gordon había perdido totalmente la razón. Se notaba que no se encontraba en sus cabales, temblando mientras sostenía su cabeza con su mano libre.

“Padre, cálmese,” le suplicó Keith. “Podemos tomar un respiro, y atender la situación de emergencia en la que nos encontramos. Debemos ir por un bote rápidamente, ya casi no quedan asientos en los pocos que hay.”
“No. No voy a permitir que te salves. Cómo mi sangre pudo hacer esto, cómo pudiste traicionarme. Justo como Jason, justo como él. No te importó nunca la familia.”
“Eso no es ci—”
“¡NO ME LO NIEGUES!”

El disparo retumbó por toda la estancia. Se sintió como una réplica del remezon que habían experimentado casi dos horas atrás.

Keith sólo vio sus propias manos llenas de sangre. Esperó sentir dolor, pero nunca llegó.

Cuando enfocó su mirada, notó que no había sido él quien había recibido el disparo.

Había sido Lance.




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“¡NO, NO ME VOY A SUBIR!” los gritos desesperados de Mari se mezclaban con la cacofonía de alaridos desesperados del resto de pasajeros, quienes recién se enteraban del verdadero estado del barco. El Titanic iba a hundirse, y no había manera de detenerlo.

Y los botes eran muy pocos para las 2344 almas abordo.

“No me puedo subir sin Lance ni Keith, Kanan,” le lloró la rubia.
“Mari, tranquila. Ellos de seguro ya encontraron un bote y están a salvo. Ahora nosotras debemos hacer lo mismo. Allura y Dia, junto con Souji, subieron en el anterior.”
“…No puedo, Kanan. No puedo subirme sin contar con la certeza de que Lance y Keith esten a salvo. Por favor, te lo suplico. Déjame ir a buscarlos.”
“Mari,” Kanan la tomo de las manos mientras le hablaba. “Por favor. No tiene sentido que nos pongamos en riesgo. El barco se va a hundir. Tenemos que salvarnos. Estoy segura de que ellos quieren que lo hagamos, estén donde estén.”

Pensó en la brillante sonrisa de Lance. Pensó en lo que su amigo le diría en esos momentos. Pensó en Keith y sus ocurrencias, sus ideas disparatadas, similares a las suyas.

Y los sintió muy cerca, aunque de seguro estaban lejísimos de allí.

Mari asintió en silencio, y amargas lágrimas brotaron de sus ojos y rodaron por sus mejillas.





(https://i.imgur.com/J7G5cxY.png) (https://i.imgur.com/NsZngSq.png)


Come Josephine, in my flying machine…”
Up she goes, up she goes… ¿te sabías la canción que tarareé ayer?” le preguntó Lance, y Keith asintió, acariciándole los cabellos. Su otra mano sostenía la de Lance sobre el pecho de este.

Lance yacía echado en el piso, con su cabeza en el regazo de Keith. El piso, a su alrededor, se había teñido de una tonalidad carmín.

Su padre había abandonado la escena casi inmediatamente, y no le sorprendía en lo absoluto, si era sincero consigo mismo.

Siempre había sido un cobarde, siempre huía de sus problemas. Lo hizo con Jason, lo hacía ahora, con Lance y con él.

“Claro que sí. Es sumamente conocida, Lance.”
“…” Lance sonrió, y escupió sangre. “Keith, deberías… salvarte. Aún puedes lograrlo.”
“Ya te lo dije mil veces. No te puedo dejar aquí.”
“No tengo manera de sobrevivir. La bala…”
“No voy a soltar tu mano. Lo prometo.”

Lance quiso refutarle, pero ya ni contaba con las fuerzas para ello.

Aquellos quince minutos fueron los momentos más tranquilos de su vida. Dentro del comedor, la desesperación y los gritos de afuera no se escuchaban en lo absoluto. Sólo permanecía el silencio que los acompañaba, y las luces de la estancia que cada vez perdían más intensidad.

Y Lance pensó que era una bonita manera de morir. Acompañado de Keith, en completa tranquilidad, en el suelo del barco que le había dado la felicidad más grande de su vida.

Junto a Keith, realmente, no se podía quejar de nada.


Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Nanami on November 30, 2017, 10:20:41 PM
Ok, no lo dejé en el cliffhanger, aunque lo pensé. Luego fue como no puedo dejar de escribir y aquí llegué con otro breve pedazo. Faltaría uno más. Podría poner todo junto pero fallo y voy tirando de a pocos[?]


El silencio resonó en sus oídos al grado que parecía llegar a doler. Y estaba oscuro, ni las lámparas del estrecho pasillo iluminaban ya. Le costó poder levantarse del suelo húmedo y ubicarse en el sitio. Seguramente había perdido el conocimiento por un momento al golpearse el hombro con el metal. Lo sentía sangrar, empapar la camisa gastada, adormilarse. Había detenido la puerta un momento sacrificando su hombro pero lo habían logrado: habían cruzado la salida aunque no fuese ilesos. Era más de lo que William esperaba.

Hablando del susodicho, ¿dónde estaba?, no podía ver bien pero notaba que no había mucho movimiento a su alrededor. Seguramente los otros ya habían logrado huir, se habían apresurado a los pisos superiores sin importarles que unos pobres niños quedaran atrás. Eran unas víctimas más. Víctimas como todos los que no habían cruzado la salida y habían quedado sellados con las calderas. Almas que ya no volverían a reír ni lograrían pisar la tierra del nuevo mundo. Era desalentador, sin embargo no tenía tiempo para pensar en ello si quería que tanto él como su rubio amigo no fuesen añadidos a esa lista.

ー ¿Will? Sé que estás ahí, dime algo.ー El tono de su voz comenzaba a sangrar la desesperación tal como su cuerpo lo hacía y sus manos buscaban en la oscuridad la manga a la cual se había aferrado con fuerzas. Estaba tan oscuro, tan oscuro y el agua estaba tan helada...

...¿Por qué el agua seguía subiendo? ¿Por qué tenía que pasar esto en el mejor sitio que en su vida había trabajado? ¿Por qué a ellos? ¿En qué se había equivocado esta vez?

No tuvo tiempo para pensar más porque un leve susurro pronunció su nombre a sus espaldas y del salto casi sintió que el hombro se le terminaba de dislocar.

ー ¡No me asustes así, idiota!ー No obstante había alivio en su reclamo y se volteó para buscar los ojos ajenos en la oscuridad. No iba a pronunciar el 'estás aún vivo' que tenía en la punta de la lengua pero la intención estaba. En su lugar fue una risita nerviosa la que pronunció al ser reprendido por su exagerado grito. Al menos ni siquiera en la desesperación su mejor amigo cambiaba, seguía criticando como tanto le gustaba.

Le daba tranquilidad, si era posible, el saber que eso no cambiaba. Tener algo estable a lo cual aferrarse, seguir anclándose a ello.

ー Mira, pasamos la puerta, sabía que lo haríamos.ー Agregó tratando de levantarse con la ayuda ajena y le restó importancia a la nueva reprimenda, volvería a detener la puerta sin dudarlo. Rompería todas las puertas de ser necesario, lo haría por aquel que le ayudaba a estar de pie nuevamente.ー Nunca exploramos los pisos de arriba porque no teníamos autorización, parece que por fin tendremos una oportunidad de ver cómo viven los ricos.ー Seguir buscando lo positivo entre la madeja de la tragedia, seguir mencionando panoramas, seguir usando el plural para no ser abandonado.

Will no lo dejaría ahora que estaba herido ¿verdad?, iban a escapar juntos ¿verdad? Le daba miedo que no fuese así, que de pronto la única esperanza que tenía también fuese ahogada.

ー Lo sé Will, lo sé. Es mi culpa, déjame arreglarlo. Déjame sacarte de ésta. ¿Te he fallado antes?ー Lo estaba haciendo ahora.ー No digas eso, sólo subamos. Subamos lo más que podamos...estas escaleras deben llevar a algún sitio. Todas las escaleras lo hacen.ー

Y esperaba no equivocarse en eso porque podía morir en ese sitio pero no soportaría el perecer sabiendo que había cortado las alas del que era único para él.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Sayi on December 01, 2017, 12:30:55 AM
Listooooooooo

(http://i.imgur.com/4ipBdBW.png) (http://i.imgur.com/HWIs8CN.png)

Bitácora #10 — Every Man for Himself

Cuando finalmente lograron treparse al bote plegable, la escena que les esperaba era indescriptible. El Titanic, popa en alto, flotaba como un corcho por sobre la superficie del océano.

La mayoría de personas ya se encontraban en el agua; una multitud de salvavidas blancos agitándose de manera errónea, sin saber a donde ir para alejarse del frío. Las personas en el barco se sujetaban de donde pudiesen, decididos a aferrarse hasta las últimas consecuencias. Los gritos de desesperación calaban más hondo que el agonizante coloso, el cual remecía el lugar conforme se descomponía frente a sus ojos.

La noche era oscura e inclemente. Y, tal como su esperanza, el Titanic fue envuelto por el mar hasta desaparecer por completo.

El bote plegable B había quedado boca abajo, y aquellos afortunados de darle el alcance a tiempo no habían demorado en ocuparlo por completo. Ni una pulgada de madera era visible; solo cuerpos atiborrados como pudiesen, intentando escapar del mar helado.

La multitud de personas se encontraban a varios metros de distancia. Los gritos eran ensordecedores pero, yendo contra el instinto de ayudar, aquellos a bordo del bote plegable empezaron a distanciarlo poco a poco de la muchedumbre.

No faltaba la persona que nadara hasta ellos con la esperanza de subirse, solo para ser informado que era imposible acomodarlo por riesgo a terminar de hundir el bote. A Ichigo no le dolían las exclamaciones o injurias… pues, a decir verdad, no había ninguna. Jamás se olvidaría del hombre que, tras ser rechazado de subir con ellos, les deseo buena suerte, mientras él se quedaba flotando en su sitio.

Tenía entendido que la verdadera naturaleza de uno salía a flote en tiempos difíciles, e Ichigo se preguntó si el no estar ayudando como pudiese denotaba su falta de humanidad.

Pero Kaien fue pronto en desmentirlo, aún si no tenía un argumento que los reivindicara en ese momento.

Solo le pidió que siguiera remando.



Si bien los gritos eran escalofriantes, nada los preparó para la ausencia de estos.

Conforme pasaban los minutos, los llantos empezaron a desvanecerse mientras los pasajeros en el agua perdían el conocimiento. Quedó el solitario grito de un hombre, llamando a Dios de manera monótona, desesperanzada, hasta que finalmente se apagó él también.

Y entonces, silencio. Un silencio que les erizó la piel por otra razón que no era el frío.

Los treinta hombres flotando sobre el bote volcado se arrimaron como pudieron para poder entrar en calor. Aunado a Kaien, la única persona que Ichigo reconoció, entre pasajeros y tripulantes, era el joven ruso que le había alcanzado una cuchilla mientras intentaba armar el bote.

Pese a tratarse de un joven delgado, de poca estatura, y demasiado considerado para una situación como aquella, Almaz traía tal decisión en los ojos que Ichigo estaba seguro que, de solo sobrevivir una persona de ese grupo, esa debía ser él. El peliazul cargaba con un deber mayor a si mismo, pues como les explicó, su misión era encontrar al menor de sus amos apenas llegara a tierra firme.

“Es lo mínimo que puedo hacer por el amo Higekiri, que decidió enfrentar su suerte y perecer de manera digna” les dijo con solemnidad “Mi sitio esta junto a su hermano, para ayudarlo a mantener su legado por sobre esta tragedia”

Kaien resaltó su lealtad con una palmada torpe en el hombro. El frío no le permitía moverse con facilidad, pero mantenía los buenos ánimos pese al ambiente lúgubre.

El pelinegro se giró hacia Ichigo, quien tenía los ojos en las pequeñas olas golpeando contra la madera.

“¿No te parece admirable?” le preguntó. El rubio asintió, pero no tan efusivamente como su compañero. El tiempo muerto sobre el bote empezaba a calar en él, y su cabeza estaba ocupada con la memoria de su maestro.
“Tu amo fue una persona admirable” Ichigo respondió en un hilo de voz “Tal y como el mío”

Almaz aceptó sus palabras, pero lo miró con preocupación. A continuación les esperaba la noche más larga de sus vidas, y era vital no perder esperanzas si querían sobrevivir la experiencia.

“El amo de Almaz es admirable, al igual que Franz. Jamás diría lo contrario” agregó Kaien “Pero mis palabras iban dirigidas hacia el mismo Almaz. Y me gustaría poder dirigírtelas a ti también”
“Que quieres decir…”
“Así como Almaz esta decidido a sobrevivir, me gustaría que hicieras un esfuerzo honesto” le pidió “No puedo pretender entender el dolor que sientes, pero me gustaría que veas que tienes a alguien esperando tenerte a salvo”

Sabía que se refería a Sayi, y sabía que tenía razón. En ese momento se preguntó cómo la pelirrosa lo había preferido a él por encima a una persona tan amable como lo era Kaien.

Tenía que hacer el intento, por Sayi, y por el recuerdo de su maestro. Y también por Kaien, a quien se había prometido salvar… aún si parecía que la situación era invertida.

“Almaz, ¿has ido alguna vez a Japón?” le preguntó Ichigo, haciendo conversación. El peliazul asintió, e Ichigo sonrió ligeramente “Me gustaría ir algún día”
“Un europeo puede encontrarlo algo atrasado, pero el país tiene un encanto que cautiva”

Entonces conversaron sobre sus respectivos viajes, y en que lugares habían coincidido y cuales no. Kaien estaba familiarizado con todo Estados Unidos por su negocio familiar, mientras Ichigo solo conocía Nueva York en Norte América, pero si había paseado por todo país Europeo. Pero aún si Kaien también conocía el Oeste Europeo bastante bien, ninguno de los dos eran competencia para Almaz, quien se había paseado desde Japón, por el sureste de Asia, Medio Oriente, Europa, y América.

Ichigo pensó en lo espectacular que sería poder ver las pirámides algún día, y bajo la imagen del cielo azul y la arena amarilla, escuchó la risa de Sayi en su cabeza, y sintió su corazón se animarse un poco.



El viento empezó a soplar con más fuerza conforme se acercaba el amanecer. No parecía haber problema con ello aunado al frío… sino hasta que el oficial presente se puso de pie, y anunció que debían comenzar a balancear el bote para mantenerlo a flote.

“Si no lo balanceamos, el aire que nos mantiene a flote se vaciará dentro de poco”

Siguiendo sus instrucciones, los hombres formaron dos filas perpendiculares, moviéndose al compás del vaivén del bote. El mar había crecido agitado por el viento, y la advertencia del oficial no tardó en volverse realidad: Poco a poco, el plegable empezó a hundirse pese a su mejor esfuerzo. Y, eventualmente, el agua les llegó hasta las rodillas.

Era desconcertante mirar a su alrededor, y percatarse que lo único que los mantenía a flote en el inmenso océano era un bote volcado casi hundido.

Aquella prueba de rigor resultó demasiado a soportar, considerando el frío y el agotamiento de esa noche. Uno a uno, los pasajeros más fatigados dejaban de seguir el compás y colapsaban; cayendo al océano y cediendo ante la muerte.

Los que seguían a bordo nada podían hacer por ellos más que dejarlos irse. No habían más energías para rescatarlos, pues a duras penas podían con el trabajo de mantenerse a flote.

Los sobrevivientes habían quedado en silencio. Lo único que los espabilaba era el ocasional sonido del agua cuando alguien más ya no aguantaba. Con cada golpe, el optimismo era lastimado y los ánimos mermados.

Frente a él estaba Kaien y, a juzgar por sus ojos, Ichigo se percato que estaba agotado.

“¿Kaien?” el pelinegro no le respondió, pero este seguía balanceando el bote, como en un trance.

Sus ojos se veían apagados. Y entonces Ichigo se preocupó.
Al parecer, tanto se había concentrado en el bote que no se había percatado del empeoramiento de su amigo.

“Kaien, ¿te puedo hacer una pregunta?”

En las horas esperando por ayuda habían hablado de todo y de nada. Donde habían nacido, crecido, familias, trabajos, viajes… había sido un curso apresurado sobre su compañero de adversidad, y no sentía que tuviera otra pregunta superficial que hacerle.

Por lo que decidió ser directo, y preguntarle por el único punto discordante entre los dos.

“Kaien, ¿por qué te gustó Sayi?”

Le pareció ver una diminuta sonrisa formarse en el rostro del pelinegro, e Ichigo pensó que aquello estaba funcionando.

“Porque… me hacía acordar a mi madre” le respondió. Cerró los ojos un momento, y se tambaleó un poco con el vaivén del bote “Se parecía mucho a como la recordaba”
“Tu madre…”
“Falleció cuando tenía ocho años”

Ichigo abrió los ojos, sorprendido. No era el momento de decirlo, pero la coincidencia era inusual, pues su propia madre también había fallecido cuando él tenía ocho años.

“¿Y a ti?” le preguntó Kaien “¿Por qué te gustó Sayi?”

Al lado de Kaien estaba Almaz, quien optó por mirar a otro lado al escuchar su conversación. Se había venido preguntando bajo que circunstancias se habían conocido los dos, y no se había esperado que fuese a raíz de una dama.

Ichigo sonrió para si mismo y entonces miró hacia el cielo.

“Porque le gustaban las estrellas” fue honesto “Me gustaban las estrellas en sus ojos”

La ironía que el cielo fuese tan hermoso aquella noche se perdía en sí. Ubicó a The Big Dipper, y recordó a una ofendida Sayi por su sobre simplificación hacia los americanos.

“Idéate algo mejor” respondió Kaien, en un susurro “O de lo contrario no dejaré que te quedes con ella”

Ichigo cruzó miradas con Kaien y le devolvió la sonrisa, aceptando su advertencia. El rostro del pelinegro estaba pálido y sus labios casi no tenían color, pero parecía haberse animado a diferencia de unos minutos atrás.

Con el cielo sobre sus cabezas, Ichigo dedujo otra manera de entretenerlo.

“¿Ves esa estrella brillante?” le dijo, señalando hacia the Big Dipper “Esa muy luminosa”
“La veo”
“Se llama Mizar. ¿Sabías que en verdad son dos estrellas?” le explico. Presentía que, así como Sayi, él tampoco había escuchado de ello “Los espartanos la usaban como prueba de visión, dado que están…”

Un golpe en el agua. Ichigo dejó de mirar arriba y se encontró con un vacío frente suyo.

Y más adelante, boca arriba en el agua, estaba Kaien.

“¡¡No!!”

Su primer instinto fue acercarse, pero ello desestabilizó el bote y fue recibido con quejas del resto. Pero el los ignoró. Continuó llamando por Kaien, quien a duras penas parecía moverse y, así como el resto de caídos, parecía haberse rendido ante el cansancio.

Pero Ichigo no quería aceptarlo. Gritó su nombre, una y otra vez. Le gritó por su familia, por Sayi, por todo lo que se le cruzara en mente. Pero Kaien parecía apático ante el frío y sus palabras. Parecía en paz estando en el agua. La peor paz que podía imaginarse para él.

Cuando la idea de lanzarse llegó a su mente, Ichigo se vio detenido por Almaz, quien lo tomó de ambos brazos y ocupó el sitio de Kaien. Sus ojos, más decididos que nunca, intentaron hacerle llegar sentido a sus acciones.

Ichigo continuó llamando a su amigo, rogándole que regresara al bote, que él lo ayudaría a subirse. Pero Kaien ya tenía los ojos fijos en el cielo.



Fuegos artificiales…

El Carpathia se abría paso a la distancia.
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Isumi on December 01, 2017, 12:45:24 AM
So, aun no lo he corregido porque kinda son las SEIS Y MEDIA DE LA MAÑANA y no me voy a poner a leer este pinche fic XD

PERO YEY TERMINÉ I WANNA DIE (sleep)

(http://i.imgur.com/vXiTbvn.png)
(http://i.imgur.com/ZkCQWvv.png)
(http://i.imgur.com/439lGmI.gif)


Ch. 8

(https://image.ibb.co/czW1Xw/ISUZU.png)

Sabía que a la mañana siguiente el despertador sonaría a las cinco de la madrugada, pero decidí darme vuelta e ignorarlo para poder seguir durmiendo. Seguramente afuera aún era de noche y antes de volver a dormirme me pregunté qué haría Hiro hasta que saliera el sol.
...Estudiar japonés, seguro.

Cuando volví a despertarme eran solo las nueve y aún hacía a tiempo a desayunar en el comedor.
Allí me encontré con Hiro en nuestro lugar de siempre, que ya había ordenado también mi desayuno a la mesa.

-¿Me parece a mi o eres cada vez más considerado conmigo?- Le dije mientras me sentaba enfrente suyo.
-No digas tonterías, no es como si me costara mucho pedir doble desayuno.-
-Ya veo, ya veo.- Le respondí tomando un sorbo de mi té. -¿Nadie te ha dicho que el cafe hace mal a los niños?-
-Lo sé que hace mal a los niños, pero no es algo que me concierne.- Me respondió bruscamente.
-Por supuesto que no, joven galán.-
-Tsk.- Irritado, Hiro me ignoró y siguió bebiendo su café y comiendo sus scones.
-Cuando te despertaste esta mañana… aunque me dormí enseguida, por un momento me puse a pensar en lo que harías tan temprano. Tuviste que esperar cuatro horas para poder desayunar ¿qué haces durante ese tiempo?-
-Leo mientras espero el amanecer.- Lo sabía.
-¿Lees afuera? ¿No hace frío?-
-Hace frío, pero vale la pena para ver el amanecer. Mañana deberías despertarte y verlo conmigo.-
-No soy muy buena despertándome temprano desgraciadamente.-
-No es algo que puedes ver todos los días un amanecer como ese. En el medio del océano, rodeado solamente de agua, y lo único que marca el horizonte son los rayos de luz del sol. Te hace pensar cuán insignificante sería nuestra vida sin la luz del sol.-
-Técnicamente no habría vida sin el sol.-
-Exactamente. Imagínate, siempre en esa oscuridad, en ese frío sin poder distinguir las distancias que te separan de las cosas y de las personas porque el sol nunca sale. El sol y la luz es lo que nos permite ver la realidad. Y la realidad es que sin el sol moriríamos de frío, en la oscuridad y sin siquiera poder ver a nuestros seres queridos una última vez.-
-...- Era la primera vez que Hiro compartía pensamientos tan profundos conmigo. Nunca pensé que un niño de doce años podría ser capaz de pensar en cosas como esas. Aunque tampoco era del todo extraño, considerando la historia que escuchó el día anterior. -Oye Hiro, ¿estás bien?- Le pregunté entonces un poco preocupada de que la historia de Haru le hubiese afectado más de lo que pensé.
-...- Se quedó un momento en silencio mirando su café y luego habló. -Tuve una pesadilla esta noche. Soñé que estabas dormida, pero consciente. Mi yo del sueño no sabía que estabas consciente, pero el yo fuera del sueño sabía que estabas sufriendo. En un momento empezaron a enterrarte viva, pensando que habías muerto, pero tú seguías consciente dentro de tu cuerpo inmóvil. Y luego empecé a ver la oscuridad que veías tú, una oscuridad de la que no podías salir y que si te enterraban sería eterna. Cuando desperté sentí la necesidad de ver el amanecer. Necesitaba saber que la oscuridad no sería eterna.-
-...- Me quedé un momento observando a Hiro mientras él continuó comiendo su desayuno. Era sorprendente que un niño tan pequeño tuviera esos pensamientos. Más allá de la historia de Haru, sentí que había algo más que Hiro no me había contado y que probablemente no me contaría nunca. Luego de todos los eventos que caracterizaron este viaje, olvidé por completo de mis sospechas hacia Hiro sobre quién me habría robado el billete. El momento en el que se presentó como Sohma fue muy conveniente para él como para ser pura coincidencia. Y yo realmente no tenía ninguna obligación de mantener su secreto, pero aún así lo hice, y solo ahora me encontraba a preguntarme por qué. No solo por qué lo hice, si no que por qué Hiro nunca me hizo esta misma pregunta.

Entonces me levanté de mi silla y fui a sentarme al lado de Hiro.
-¿Qué haces?- Preguntó él confundido mientras yo le abrazaba.
-No te preocupes, yo estaré contigo hasta cuando lo necesites.-
-...- Las mejillas de Hiro comenzaron a tomar un color rojizo. -¿Y si te necesito cuando estés con Haru?- Dijo entonces bromeando para esconder su vergüenza.
-Tonto.- Le dije entonces dándole un ligero golpe en la cabeza.
-Ouch.- Se quejó poniendo ambas manos donde le había golpeado. -Total ya sé que hoy tienes una cita con él, me lo dijo Isumi ayer.-
-...Te has estado llevando bien con ella, veo.-
-No me cambies de tema.-
-No es una cita.- Dije entonces levantándome para volver a mi asiento.

Pero lo que había dicho Hiro era cierto, aquella tarde tenía planeado encontrarme con Haru, quería hablar con él de unas cuantas cosas y el día anterior le pedí a Isumi que le diera el permiso de alejarse de ella.
Está por demás decir que ella aceptó entusiasmada.

-Al menos déjame preguntarte una cosa.- Me dijo entonces seriamente.
-Dime.- Le respondí acomodándome en mi asiento.
-¿Qué es lo que te gusta de él?- En ese momento me sentí aliviada de no haber estado tomando el té; de haberlo hecho, Hiro estaría ahora empapado.
-¿Qué clase de pregunta es esa?- Le pregunté avergonzada.
-Es una pregunta. Ayer le hice la misma pregunta a Isumi sobre su prometido y supo responderme bien.-
-¡Pero él es su prometido!- Me quejé. -No es lo mismo que una simple atracción.-
-Así que admites que te atrae.-
-...- Mi cara no podía estar más roja. -Pues… sí, supongo.- Le decía intentando esconder mi rostro.
Y a Hiro parecía divertirle. -Pues entonces es incluso más fácil. No es como si lo conocieras desde hace mucho tiempo, tienes solo pocas cosas en qué pensar que pueden atraerte.-
-A mi me interesaría saber por qué te parece un tema tan interesante.-
-No evites la pregunta.-
-Eres increíble…- Suspiré rendida ante la inteligencia de éste niño y continué. -De hecho tienes razón, hay pocas cosas que nombrar si nos vamos por el lado superficial de la cuestión.-
-¿Qué quieres decir?-
-Que aunque te diga ‘me gustan sus ojos’ o ‘me gusta su rostro’, nada de eso sería la razón principal por la que me atrae.-
-¿Si te gusta su rostro no significa que te atrae por eso?-
-No exactamente. Eso significaría que me gusta físicamente, al igual que yo le gusto a él físicamente.-
-Y tú que estabas toda negativa sobre tus ojos achinados, mirate ahora aceptando que puedes gustarle a alguien.- Decía él divertido.
-Voy a pegarte.- Aunque tenía razón.
-Pues entonces cuéntame por qué te atrae.- Siguió insistiendo.
-La verdad es que no puedo darte una respuesta concreta. Pero si lo analizas, el hecho de que utilice el verbo ‘atraer’, ya dice mucho sobre de qué se trata. Porque al fin y al cabo, es como si hubiese algo en él que físicamente me lleva a querer estar a su lado, escuchar su voz, tocar su pelo, admirar sus ojos… algo que no se puede lograr si una persona te parece simplemente bella de apariencia. Haru podría tener los dientes torcidos, los ojos bizcos y la nariz grande que probablemente en mis ojos serían cosas que deseo ver todo el tiempo.- Y mientras terminaba de decir eso, me daba cuenta de lo vergonzoso que sonaba.
Sobretodo cuando Hiro apoyó su cabeza entre sus manos como un soñador. -¿Es eso a lo que llaman estar enamorados?- Decía en modo burlón.
-La verdad es que no lo sé.- Pero decidí contestarle seriamente. -Ayer Isumi me dijo que el amor no es algo que nace de un día para otro, sino que es algo se que va desarrollando en una determinada relación. Creo que sus palabras no se alejan de la verdad.-
-Hmm, ya veo.- Hiro bajó los brazos y tras un largo suspiro, volvió a la seriedad de antes. -Entonces supongo que está bien.-
-¿Hm? ¿El qué está bien?- Le pregunté confundida.
-Que vayas con Haru, no creo que pueda pasarte nada malo si estás con él.-
-¿Qué significa eso? Pareces un padre que debe entregar a su hija o algo.
-No seré tu padre, pero soy tu hermano ¿verdad?- Dijo sonriendo maliciosamente.
Le devolví la sonrisa. -Pues, supongo que sí.-
-Me debes un amanecer entonces.-
-Mientras que no me despiertes mañana a las cuatro de la mañana con tu despertador, tal vez me lo piense.-

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Aquella tarde, Hiro decidió ser el guardaespaldas de Isumi mientras Haru estaba ausente. Por lo tanto nos dirigimos juntos a la suite de la joven.
Cuando salió a recibirnos, me indicó la habitación de Haru y me invitó a pasar.

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-Ah, no se preocupe, lo espero aquí afuera.-
-Nonsense.- Respondió Isumi. -Los que saldremos seremos Hiro y yo, así serán libres de hacer el ruido que quieran.- Dijo guiñandome el ojo y no pude evitar sonrojar al instante como un tomate.
-¡No necesitamos hacer ruido!- Exclamé exaltada pero avergonzada. -Solo vamos a hablar.-
-Ajá, yup, totalmente.- Decía ella mientras asentía continuamente con la cabeza. -Estoy segura que no habrán gritos.-
-No habrán gritos.- Le confirmé.
-Entonces ¿vamos Hiro?- Le preguntó extendiéndome la mano.
-M’lady.- Le respondió él levantando su brazo para escoltarla fuera de la habitación.
-Pe… pero… no es… necesario.- Dije en vano mientras los dos caminaban por la puerta dejándome sola en aquella habitación.
No tenía más opción que hacer lo que Isumi me había propuesto.
-Esa debe ser la puerta…- Pensé mientras me dirigía hacia la habitación que Isumi había señalado antes. Pero cuando intenté tocar la puerta, se abrió al improviso y allí se encontraba Haru a recibirme.
-Buenas tardes.- Me saludó él con la misma expresión impasible de siempre.
-Buenas tardes.- Le devolví el saludo, sonriendo.
-Pasa, por favor.- Y antes de que pudiera decirle que estaba bien si salíamos, Haru me invitó a entrar.

Su habitación no era tan grandiosa como la de Isumi, pero seguramente era mucho más grande que la mía. No solo la mía del barco, si no también la de mi casa. La cama contra la pared era tan grande que cubría la mayor parte del espacio. Del otro lado había un sofá para una persona y en el centro una mesa pequeña de madera con dos sillas. A diferencia de Isumi que había decorado casi toda la suite con cuadros y demás cosas, la habitación de Haru reflejaba total simpleza.
-Siéntate donde quieras.-
-Gracias.- Le respondí y decidí tomar asiento en una de las dos sillas.
-Debí imaginarme que te sentarías allí.- Dijo él acercándose hacia mi y poniendo una mano en la mesa.
-¿Haru?- Lo miré sorprendida al tenerlo tan cerca de repente.
-Esperaba que te sentaras en la cama.- Declaró entonces maliciosamente.
-¿De qué hablas? No puedo hacer algo como eso.- Le respondí esquivando la intensa mirada de sus ojos.
-Lo sé, estaba bromeando.- Y entonces Haru se alejó de mí y se sentó en la silla que estaba libre.
-No sabía que eras de hacer éste tipo de bromas…- Le comenté aun avergonzada y sin mirarle directamente a la cara.
-La verdad es que yo tampoco.- Respondió él posando su mentón en su mano mientras me observaba atentamente. -Tú me haces comportarme de modos inesperados.-
-¿O sea que es mi culpa?- Le pregunté fingiendo estar ofendida.
-No la llamaría ‘culpa’. Pero seguramente eres la causa.- Y él me tomó totalmente en serio respondiendo sinceramente.
-Pues… no es algo que haga apropósito.- Dije y volví a evitar su mirada.
-¿Sabes? Desde esos acontecimientos de mi infancia, he tenido terror de acercarme a las mujeres íntimamente. Después de haber visto lo que el hombre es capaz de hacer con una mujer débil e indefensa, pensé que no quería convertirme en eso. Pero más lo reprimía, y más me hacía daño. Inicialmente no podía ni acercarme a Isumi sin imaginarme lo que podría hacerle si solo lo quisiera. Obviamente, nunca tuve esos deseos con ella, pero los primeros tiempos estuvieron llenos de pensamientos como ese. Lo que podría hacer con ella y con Nui, solo porque ellas eran mujeres y yo un hombre.-
-Después de una experiencia como la tuya, es entendible que tuvieras ese tipo de pensamientos.-
-Es lo mismo que decía Isumi, por eso intentaba de todas maneras acercarse a mí y alejar esos pensamientos tan horribles. Poco a poco comencé a acostumbrarme a su presencia, al hecho de que antes de ser mujer era mi amiga, mi familia. Ella misma me fue mostrando que las mujeres también pueden ser fuertes si es necesario. Hasta me hicieron asistir a un parto.-
-¡¿Enserio?!- Le pregunté sorprendida.
-Sí, y debo decir que fue uno de los momentos que más lograron cambiar mis pensamientos sobre las mujeres. La fuerza que tuvo aquella mujer para dar a luz a su bebé, y la felicidad en sus ojos cuando lo tuvo finalmente en sus brazos, es algo que no olvidaré en mi vida.-
-Isumi está realmente llena de recursos.-
-Lo está. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? La persona que te había escuchado tocar el piano había sido yo, y reconocí tu técnica de otra vez en la que te escuché en una fiesta. Isumi decidió esconder ese hecho para que no solo yo me acercara a ti, si no toda la familia.-
-¿Eh? ¿Por qué?-
-Porque de esa manera habría sido más fácil para mi verte.-
-Espera, entonces esa vez que toqué en una fiesta, ¿no solo recordabas la técnica sino también mi rostro?-
-Así es.- Declaró él como si nada. -Pero decir que me enamoré de ti esa vez estaría mintiendo.-
-Oh…- Por alguna razón me sentí algo decepcionada al escuchar esas palabras.
-Lo siento, la historia no es tan romántica como uno se la esperaría.-
-Oh, no no. No me esperaba nada.- Dije nerviosamente mientras negaba con mis manos.
Haru sonrió. -En ese momento solo te vi de lejos. No me enamoré, pero nunca olvidé tu largo cabello negro y liso que parecía hecho de seda. Fue algo que no había visto nunca en mi vida y quedé totalmente impresionado. Por eso luego de escucharte nuevamente, al ver tu cabello supe enseguida que eras tu.-
-He mantenido mi cabello así de largo casi toda la vida. Mi padre siempre me ha dicho que me quedaba muy bien y que las demás mujeres podían solo envidiarme. Obviamente era su modo de hacerme sentir mejor cuando me encontraba con niñas racistas en la escuela, pero aun así siempre me hizo bien recibir cumplidos sobre mi cabello. Así que gracias.-
-Rin.- Haru llamó mi atención obligándome a mirarle a los ojos. -Aquella vez fui cautivado solamente por tu cabello porque fue lo único que pude ver a la distancia. Pero cuando volví a verte aquí, fui cautivado por todo lo que de lejos no pude ver. Me pareciste hermosa desde la primera vez que cruzamos miradas.-
-Haru…-
-Y ya no tengo miedo.- Diciendo eso, Haru posó su mano derecha en mi mejilla y comenzó a acercarse hacia mi. Su rostro se encontraba a pocos centímetros del mío, y tras susurrar “Perdón por haberte hecho esperar tanto.” juntó sus labios con los míos robandome así mi primer beso.

Beso que poco a poco comenzó a volverse más y más intenso. Nos hizo levantarnos de las sillas y dirigirnos hacia la cama. Haru estando encima de mi, me acorraló entre sus brazos.
Por un momento estuvo mirándome fijamente a los ojos.
Y entonces hice voz a mi preocupación.
-Haru ¿estás seguro?-
En respuesta, Haru me mostró una sonrisa tan gentil que hizo desaparecer todas las dudas que había tenido hasta el momento y volvió a besarme.

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Había llegado la hora de la cena y Haru y yo nos apresuramos a prepararnos en su habitación antes de salir.

-Necesito encontrar a Hiro antes de la cena.- Le dije mientras me vestía.
-Seguro ha estado con Isumi todo el rato, no me sorprendería que los haya invitado a cenar de nuevo.-
-Estaba pensando exactamente lo mismo. Me pregunto cómo es que llegaron a llevarse tan bien.-
-Es un misterio incluso para mi que estoy todo el día con ella.-

(https://image.ibb.co/iWdUkG/Isumi.png)
Pero cuando llegamos al comedor de primera clase, Isumi estaba sola.

Como Haru había previsto, yo estaba invitada a la cena, a pesar de no estar vestida con ropa adecuada a la ocasión.
Una vez terminada la cena, Isumi, Haru y yo nos dirigimos hacia el vestíbulo y no pude esperar más a preguntar. -Isumi ¿Donde está Hiro?-
-Oh, ¿no lo vieron cuando salieron de la habitación?- Pero Isumi nos hizo una pregunta incluso más rara.
-No… ¿por qué?- Le pregunté confundida.
-Hiro se fue a dormir muy temprano hoy. Dijo que mañana se despertaría a las cuatro de la mañana y que por eso necesitaba reposar. Pero no quería dejarlo solo en su habitación tan temprano por la noche así que le dije que durmiera en la suite. ¿Tal vez se haya metido en algún rincón y no lo han visto? Es tan pequeño ese niño…-
-Hiro se despierta todos los días con un despertador al que no le ha cambiado nunca la hora desde que partimos.- Sentí la necesidad de aclarar la situación. -Es por eso que todos los días se despierta más o menos una hora antes del día anterior. Pero nunca me había dado cuenta que también se iba a dormir más temprano.-
-Ayer, después de lo que sucedió, me pidió que lo acompañara a su habitación porque ya se había pasado su hora de ir a dormir y no quería alterar su ritmo.- Agregó Isumi.
-...- Era la primera vez que me ponía seriamente a pensar en lo que eso podría significar. -¿No es raro que quiera mantener su rutina de manera tan compulsiva?- Les pregunté a los dos, pero a diferencia de Isumi y su expresión que daba a entender que no sabía nada al respecto, Haru evitó mi mirada. -Haru… tú sabes algo al respecto ¿no es así?- Y entonces finalmente lo encaré.
-Sé algo, pero Hiro me ha hecho prometer que no te dijera nada, pues según él no es nada grave.-
-Entiendo que no me quiera decir nada, es un niño muy reservado y no le gusta hacer preocupar a la gente. Pero sinceramente me preocupa más el no saber.- Hice una pausa que me ayudó a recordar la condición en la que estaba. -Además, soy su hermana, tengo derecho a saber.-
Haru suspiró rendido ante mi discurso. -De acuerdo, pero no le digas a él que lo sabes, se pondría paranoico.-
-Está bien.- Acepté sus condiciones y tras sentarnos en los sillones, Haru comenzó a explicar lo que sabía.
-Hiro sufre de una enfermedad llamada Narcolepsia.-
-¿Narcolepsia?-
-He escuchado sobre eso.- Interrumpió Isumi. -Es algo que tiene que ver con la privación del sueño, ¿no?-
-Sí, algo así. La narcolepsia es una condición por la cual una persona, en casos extremos, puede llegar a dormirse en cualquier momento del día y en pocos segundos.-
-Como lo que sucedió aquella vez.-
-Exacto. Esa vez el doctor tenía sus dudas pues no es una enfermedad muy común. Fue por eso que quiso esperar a que se despertara para preguntarle directamente. Cuando despertó, Hiro se lo confirmó.-
-¿Y eso tiene que ver con lo del despertador?-
-Según el doctor, no hay modo de curarlo, pero sí hay una manera de controlarlo. Hiro debe seguir una rutina muy rígida de sueño. Debe irse a dormir todos los días a la misma hora y despertarse a la misma hora. Su cuerpo debe acostumbrarse a las mismas horas de sueño de siempre, y así será más probable evitar esos episodios de sueño improviso o incluso alucinaciones.-
-Ayer fue a dormir más tarde, y esta mañana se despertó tras una pesadilla. ¿Habrá sido una alucinación?-
-Es probable.-
-...- Eso era lo que me había estado escondiendo todo este tiempo. -No es una enfermedad que puede tomar su vida ¿verdad?-

En el momento que terminé de pronunciar esa pregunta, escuchamos un ruido que duró unos segundos acompañado de un temblor.

Nos miramos entre nosotros.
-¿Qué demonios fue eso?- La primera en hablar fue Isumi quien no se guardó las palabras.
-No tengo idea.- Le respondió Haru confundido al igual que ella.

Sin pensarlo dos veces salimos afuera, llegamos hasta la proa del barco y vimos pedazos de hielo en el piso.
Haru se acercó al borde del barco y miró hacia el lado opuesto del que estaba yendo.

Cuando volvió con nosotras, se acercó y habló en voz baja. -Estaba bastante alejado ya, pero logré entrever algo gigante de color claro a la distancia.-
-¿Iceberg?- Preguntó Isumi incrédula.
-No hay otra explicación para estos pedazos de hielo.
-...Voy a buscar a Hiro.- Sin esperar a que descubramos por nuestra cuenta que había sido ese ruido, salí del lugar y me dirigí hacia la suite de Isumi.
Sin decir nada, ellos dos me siguieron.

Mientras caminábamos por los pasillos, Isumi fue la primera en volver a hablar.
-Tengo que avisarle a mi hermana.- Dijo con preocupación en su voz.
-Avisarle… ¿qué vas a avisarle?- No pude evitar preguntarle.
-...supongo que le diré que se vista con la ropa más abrigada que tenga.-

Cuando llegamos a la suite de Isumi, ella procedió a contactar a su familia y a sus criadas. Haru y yo nos ocupamos de buscar a Hiro.

-No está… no está por ningún lado.- Desesperada lo buscaba hasta en los rincones más remotos de la suite. -¡¿Cómo puede ser que no esté?!-
-Cálmate.- Haru me agarró de los hombros y me miró a los ojos. -Tiene que estar en algún lado del barco, solo hay que buscarlo.-
-¿Vamos a recorrer todo el barco para buscarlo?- Intenté preguntarle de la manera más calmada posible.
-Mientras tanto vamos a tu habitación, tal vez esté ahí.-
-No, Haru tú debes quedarte con Isumi. Eres su guardaespaldas.-
-Rin, te agradezco por tu preocupación, pero ésto es más urgente. Llévate a Haru contigo y asegúrense de que Hiro esté bien.-
-De acuerdo, gracias Isumi.-

Tal y como nos había ordenado, con Haru fuimos directos a la cubierta E, o eso fue lo que quisimos hacer por lo menos.

-Disculpe ¿cómo es que no se pueden usar más los ascensores?-
El encargado me miró con una expresión confundida, luego miró a Haru y se confundió aún más. -¿Qué debe hacer usted en la cubierta E? Debería apresurarse a subirse a uno de los botes salvavidas.-
-Lo que debo hacer en la cubierta E es asunto mío, ¿ahora puede llevarnos sí o no?-
-Lo siento pero son órdenes…- Sin siquiera dejarlo terminar de hablar me alejé del lugar y comencé a bajar por las escaleras.
Cuando llegamos a la cubierta E, el agua cubría nuestros pies hasta llegar casi a las rodillas.
-¡Hiro!- Exclamé dirigiéndome de la manera más veloz posible hacia nuestra habitación.
Haru, quien lograba ir más rápido que yo, me superó y comenzó a pedirme direcciones.
-La habitación número 22, a la derecha.-

Cuando llegamos a la habitación, Haru tuvo que utilizar la fuerza para abrirla debido a la presión del agua. Y una vez abierta, me apuré a entrar.
-¡Hiro!- Exclamé sin haber aún confirmado su presencia. La cabina era pequeña, con solo dos camas. Nuestras maletas estaban allí, pero no había rastros de Hiro.
-...no está.-
-...- Haru entró en la habitación y comenzó a rebuscar entre los objetos del niño.
-¿Qué haces?-
-Hiro debe estar durmiendo en algún lado, de eso no hay duda. Pero si está durmiendo debió de haberse llevado el despertador. Si el despertador está aquí significa que se durmió accidentalmente en algún lado.-
-Es cierto.- Perpleja por lo que había apenas oído, comencé a buscar yo también, pero finalmente no logramos encontrar nada.
-Se lo llevó, en algún momento durante la cena vino a buscarlo y se lo llevó para dormir a otro lado.- Dijo él mientras intentaba pensar en otra teoría.
-¿Pero donde pudo haberse ido a dormir? La única otra opción era la suite de Isumi, pero revolvimos todo ese lugar y no encontramos a nadie.-
-Eso es lo extraño.-
-No estará… ¿en el hospital?-
-Si la cubierta E está en estas condiciones, no falta mucho para que el agua llegue a la D. Hay que apresurarnos.-

Enseguida salimos de la habitación y el agua ya estaba por llegarnos al vientre.
Mis dientes comenzaron a temblar incontrolados mientras caminaba, Haru tomó mi mano y comenzó a caminar más rápido y a arrastrarme con él para que pudiera seguir el paso.
Llegamos a las escaleras y con dificultad debida al peso que teníamos de más en nuestras ropas por culpa del agua, comenzamos a subir nuevamente.
Llegamos a un pasillo que girando hacia la derecha nos llevaría directos al hospital, pero Haru dobló hacia la izquierda.
-¿Qué haces?-
-Voy al hospital, ¿qué haces tú?-
-¡El hospital está de este lado!-
-Se llega más rápido yendo por aquí.-
-¡Que no! ¡Hay que ir por este lado!- Sin tiempo de quedarme a discutir, proseguí por el camino que había escogido y Haru se vio obligado a seguirme.
Llegamos al final del pasillo y no había hospital a la vista. Me quedé paralizada de miedo.
-¡Rin!- Haru gritó y me agarró fuerte de la muñeca, cuando comenzó a correr hacia el lado opuesto, volví en mí.
-Lo siento… ya no reconozco ni el barco.-
-No te preocupes.- Diciendo solo eso, Haru siguió corriendo.

Pero cuando llegamos al hospital no había nadie allí.

-No de nuevo…- Caí de rodillas rendida ante la situación. Si no se encontraba en ninguno de estos tres lugares, no había otro lugar en donde podría estar durmiendo.
-Rin, no es el momento de rendirse. También existe la posibilidad de que haya caído dormido con el despertador en mano y alguien lo haya encontrado y llevado a salvo.-
-Cierto… ¡Cierto!- Con la poca fuerza que tenía volví a ponerme de pie. -Hay que preguntarles a los oficiales de la tripulación.-

Teniendo un nuevo objetivo, Haru y yo nos dirigimos nuevamente a la cubierta A, en donde había cada vez menos gente adentro y más afuera.

Enseguida fuimos a buscar a cualquier miembro de la tripulación que pudiéramos encontrar, y el primero que vimos nos entregó unos chalecos salvavidas y salió corriendo sin escuchar una palabra de lo que decíamos.

-Ésto va a ser difícil.- Sentenció Haru, pero yo no tenía intención de rendirme solo con el primero.

Estuvimos lo que pareció ser una eternidad, preguntando sea a oficiales de la tripulación que a gente común si habían visto o sabido de un niño desmayado, pero nadie sabía nada.

Fuimos hacia afuera a ver si por casualidad lográbamos localizarlo en uno de los botes, sólo para encontrarnos con que ya no quedaban muchos.

-Haru…- No sabía qué decir, ni qué hacer. Nos habíamos quedado sin opciones y lo único que quedaba era esperar que ya estuviera a salvo…
Pero no era así se sencillo.

-Rin, súbete a uno de los botes. Están gritando que le dan prioridad a mujeres y niños, debes aprovecharlo.-
-¿Y qué harás tú?-
-Seguiré buscando hasta lo último.-
-No… no digas eso… y si no lo logras, los pierdo a los dos… no puedo permitirme eso, no, absolutamente no.- Hablaba con voz temblorosa debido al miedo y al frío.
-Rin, confía en mí.- Haru me miró a los ojos, con esa sinceridad a la que me era imposible decirle que no.
Pero tampoco era capaz de decirle que sí.
-Lo siento…- Y cuando pronuncié esas palabras, Haru comenzó a gritar.
-¡Hay una mujer aquí! ¡Dejen pasar por favor!- Mientras me empujaba contra mi voluntad hacia uno de los botes.
-¡NO! ¡HARU, NO!- Pero era en vano, su fuerza era mayor que la mía y eventualmente llegué hasta donde se encontraba el bote.

Fue entonces que escuchamos a un hombre gritar con todos sus pulmones para hacerse escuchar.

“¡HAY ALGUIEN ENCERRADO EN UNA SUIIIITE!”

Eso fue lo único que necesitaba para salir de inmediato de allí.

-¡Rin! ¡¿A dónde vas?!- Gritó Haru en vano y comenzó a seguirme.

(https://image.ibb.co/m7Hdeb/hiro.png)
Corrí a toda velocidad hasta dónde se encontraban las suites de primera clase.

-¡Hiro! ¡¿Hiro estás por ahí?!-
Continué a gritar su nombre por todos los pasillos hasta que lo escuché.

-¡RIIIIIIIIN!-

Su voz provenía de la suite enfrente de la de Isumi. No podía creerlo.

-¡Hiro! ¡¿Qué haces ahí?!- Le grité desesperada por el otro lado de la puerta.
-¡Entré en la habitación equivocada! ¡Tenía sueño y no me di cuenta!-
-¡TONTOOO!- Quería regañarle pero no podía evitar las lágrimas que derramaba por haberle finalmente encontrado.
-¡Rin!- Entonces Haru llegó al lugar. -¿Hiro está ahí adentro?-
-¡Sí cabeza de canas!- Le respondió el niño educado en mi lugar. -¡Los idiotas de la tripulación cerraron las puertas de las suites!-
-¿Qué?- Enseguida fui a comprobar que lo que decía era cierto, y efectivamente la de Isumi también estaba cerrada con llave. -¿Cómo haces para saber eso?- Le pregunté confundida.
-Pues obvio no van a cerrar solo la habitación dónde estaba yo. Seguro lo hicieron para evitar robos.-
-¡¿Qué?!- No podía creer lo que escuchaba. Las personas intentando salvarse la vida y éstos que pensaban que si alguien roba algo es peor a que termine en el océano.
-¡Tienes que sacarme de aquí, no hay tiempo!-
-Hiro, aléjate de la puerta.- Al decir eso, Haru se alejó a su vez y, haciendo carrera con el poco espacio disponible, comenzó a golpear la puerta con todo su cuerpo.
-¡Te vas a hacer daño!- Me quejé al ver que la puerta no se había movido ni un centímetro.
-Pues entonces ve a buscar al tipo que cerró con llave las habitaciones.-
Sin hacérmelo decir dos veces, me alejé del lugar en búsqueda de aquella persona.

...Pero sin suerte.

Estaba apunto de volver al pasillo dónde se encontraban las suites cuando de repente aparecieron Hiro y Haru enfrente mio.

-Lo… lo lograste.- Dije abrazando con toda mi fuerza a Hiro.
-Si… pero creo que necesitaré un poco de hielo.-
-Creo que lo que necesitarás es fuego dentro de poco.- Bromeó Hiro, aunque dada la situación no podía estar más en lo cierto.

Nos dirigimos hacia afuera con la esperanza de que aún hubieran botes, pero solo quedaba uno y estaba por bajar.

-¡Un momento por favor!- Grité antes de que pudieran bajarlo. -¡Tenemos a un niño!-
Sabía que si escuchaban la palabra niño, se voltearían enseguida. Y entonces Hiro y Haru se acercaron hacia el bote. -¿Es su hijo?- Preguntó confundido el oficial, claramente por nuestra joven edad.
-No, él es mi… es su hermano.- Dije entonces mirando a Haru quien no creía lo que había dicho. -Es la única familia que tiene.-
-De acuerdo, de acuerdo, suban al bote.- Dijo apresurado el oficial y comenzaron rápidamente a bajar el bote.
Pero la velocidad con la que lo estaban haciendo era equivocada. El bote se balanceaba de manera peligrosa de un lado para otro debido a que no lo bajaban de los dos lados al mismo tiempo. Fue entonces que alguien decidió cortar las cuerdas que lo sostenían antes de que el barco pudiera terminar de hundirse llevándose al bote y a toda la gente con él.
Pero el momento en el que una de las cuerdas fue cortada, el bote se balanceó tan fuerte que algunas personas no pudieron mantener el equilibrio y terminaron cayendo al agua.

Entre esas personas, me encontraba yo.

Lo último que logré escuchar fueron las voces de Hiro y Haru que me llamaban por mi apodo.

-----

Cuando desperté nos encontrábamos en un barco. No era el Titanic, obviamente.
Alrededor mío estaba lleno de gente, pero no lograba verles bien las caras pues el sol no había del todo salido.

Me levanté y me di cuenta que tenía una manta encima mío. Miré hacia el horizonte y todos los ruidos desaparecieron a mi alrededor.
Me parecía imposible de creer, pero el amanecer de un nuevo día había llegado.
Y lo único que deseé en ese momento, fue poder admirarlo con esa persona.


Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Mery on December 01, 2017, 12:49:25 AM
NECESITARÍA UN MILAGRO DE NAVIDAD, LA ROSA DE GUADALUPE Y SANGRE VIRGEN PARA LOGRARLO BUT AT LEAST I TRIED.
Btw, leo sus finales y lloro ;;



(https://i.imgur.com/w8USGLM.png) (https://i.imgur.com/adlxwZR.png) (https://i.imgur.com/paMGWHk.png)


La mañana siguiente se desarrolló con más calma de la que Alice imaginó. Aún sentía que la disputa con Rika representaba un serio problema, pero hablar con Gareki y Nai le había hecho bien. Cuando Jaehee la despertó, ésta le informó que Coran había mandado decirle que la esperaría en el comedor para desayunar en compañía de unos amigos. Ésa sería la primera vez que se reuniría con otra familia aristócrata, así que Jaehee se esmeró en buscarle un bonito atuendo y hacerla llegar al punto de encuentro tan pronto como fue posible.

Una vez allí, Alice buscó a Coran entre las mesas y lo halló con otras tres personas haciéndole compañía. Al verla, su tío se puso de pie para invitarla a unirse a ellos.

“Amigos míos,” anunció Coran con una gran sonrisa “quiero presentarles a mi queridísima sobrina, la Srta. Mery Baskerville." Colocó una mano sobre el hombro de la menor y la estrujó un poco. “Mery, ellos son los Eusford: mi viejo amigo, Alexander Eusford, su esposa Edith y su hijo Crowley.”

El primero de ellos era un hombre pelirrojo, grande y algo robusto, contemporáneo a Coran, que le besó la mano como muestra de respeto; su esposa, aunque alta también, poseía rasgos más suaves y una sonrisa dulce, ella estrechó su mano firmemente. El último de ellos, Crowley, era tan pelirrojo como su padre y sus ojos eran del mismo tono azul que los de su madre, Alice no sabía cuántos años tenía, pero por su aspecto –y el tamaño de sus músculos– dedujo que debía tener entre veinticuatro o veinticinco años.

“Un placer.” Dijo Alice ofreciéndole su mano, la cual él tomó delicadamente y besó sin dejar de verla a los ojos.
“El placer es todo mío.” Respondió obsequiándole una sonrisa.

Alice asintió, agradeciendo mentalmente que Jaehee le hubiese escogido unos guantes ligeramente más gruesos hoy y esperaba que el rubor en sus mejillas no se extendiera hasta su cuello o el contraste que tendría con su vestido blanco se haría muy evidente. Debía acostumbrarse pronto al modo en que se saludaban en la alta sociedad.

En los siguientes minutos, Alice aprendió un poco más sobre los Eusford, como el hecho de que provenían de Escocia y que conocían a Coran desde hacía varias décadas, de hecho, por lo mismo lo habían elegido como padrino de su hijo Crowley.

“Crowley, no sé si ya lo he mencionado, pero has crecido mucho, hijo, se te ve muy saludable.”
El joven rió. “Sí lo ha hecho, pero aprecio el comentario.”

(No sería hasta cuando terminaran de comer que Alice vería con sus propios ojos qué tan alto era Crowley. Un metro con noventa centímetros bien distribuidos.)

Coran se veía notablemente contento de poder hablar con la pareja, parecían estar poniéndose al día con los eventos más resaltantes en los últimos años y reían a gusto entre ellos, Crowley intervenía en ocasiones más puntuales, sin desear interrumpir a sus padres.

“No los había visto tan animados en mucho tiempo.” Le comentó el pelirrojo en voz baja. “Me alegra que sea así.”
“Estoy totalmente de acuerdo.” Ayer Coran se veía consternado por el modo en que terminó la cena, pero aquella mañana era otro y ella no podía estar más aliviada.
“¿Y qué hay de usted?” Preguntó luego. “¿La trata bien el Titanic?”
“Increíblemente.” Dijo, obviando por supuesto el desastre con Rika. “Hasta el momento lo estoy disfrutando, han sabido equiparlo bien.”
“¿Ha visitado ya el gimnasio o los baños turcos? Son una maravilla.”
“Aún no, pero ya que lo menciona, estarán en mi lista, Sr. Eusford.”
“El Sr. Eusford es mi padre, a mí llámeme Crowley, se lo agradecería.” Pidió con una sonrisa amistosa.
“Sr. Crowley entonces,” asintió Alice “me ha parecido notar que se encuentra muy animado por llegar a Nueva York, ¿me equivoco?”
“Para nada, señorita, es exactamente así.” Le confirmó. “Mi padre espera firmar un trato importante allí y aquello podría ser decisivo para nuestros negocios.”
“Suena bastante prometedor, les deseo la mejor de las suertes.”
“Gracias.”

Al terminar el desayuno, Alice podía afirmar con satisfacción que todo se había llevado en orden. Los Eusford seguían encantados con la presencia de Coran y se estaban llevando una buena impresión de ella, por lo que no había arruinado el apellido de los Baskerville y eso lo consideraba un triunfo. Los escoceses se retiraron a recorrer la cubierta y Coran le dijo que era libre de ir por donde le plazca.



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Naturalmente, Alice optó por volver a su habitación. Debía reconocer que antes de escuchar a Nai no se había detenido a pensar en lo que Alisha pudiese tener por decir, o que si quiera ella quisiera hablarle, teniendo en cuenta que Alice había dejado claro que no necesitaba a ningún Diphda. Con lo bien que se había portado Alisha, eso había sido injusto para con ella.

(Pedazo de amiga, ¿cierto?)

Mery, que aún estaba inconsciente en Londres, seguramente no aprobaría su comportamiento ni el trato que le había dado a su mejor amiga. Después de meditarlo, Alice le pidió a Jaehee que le enviara un mensaje a Alisha de su parte.
 


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“Buenos días.”
Alice asintió. “Toma asiento, por favor.”

Jaehee había regresado a la sala de estar en su suite en compañía de Alisha y la criada de ésta en cuestión de minutos, Alice lo tomó como una buena señal. Lo mejor era actuar pronto.

“Debo confesar que no esperaba que me llamaras.” Alisha sonaba precavida.
“No quería dejar la cosas así, especialmente no contigo, Alisha.”
La rubia se tomó un momento para sonreír tímidamente. “Lo supuse y por eso mismo pensaba ser yo quien te buscara, no eres tú quien está en falta.”
“Lo sé, pero yo no te di oportunidad de hablar anoche y me disculpo por eso.”
Alisha negó. “No es necesario, entiendo que no fue fácil luego de lo que tuviste que escuchar.”
“Aún deseo seguir siendo tu amiga.” Dijo, quizás muy pronto, sosteniendo sus manos sobre su regazo con aprehensión.
“Sabes, Mery,” Alice podía notar una sonrisa en su tono de voz “si dejase que algo como esto arruine nuestra amistad, ¿qué clase de persona sería?”

En su mente, Alice recordó la voz de Nai. «Ella fue amable contigo» le había dicho, «dale una oportunidad».
¿Cómo había podido ponerlo en duda por un momento?

Alice se rió de forma torpe. “Una muy diferente a ti.”
“Tú lo has dicho.”

Sólo la llevaba conociendo un día, quizás ni siquiera las veinticuatro horas completas, pero había algo auténtico en Alisha Diphda, algo que seguramente su hermana Mery había sabido reconocer y que ella misma empezaba a vislumbrar.

“Aunque no creo que pueda olvidar las palabras de tu prima.” Debió agregar.
“No te pediría algo así, querida. He hablado con ella y sabe que ha hecho mal, pero no pretendo que la perdones, menos aún tan pronto. Si deseas mantener tu distancia, estás en tu derecho.”
“Me alegra que lo entiendas.” Suspiró Alice.
“Ni lo menciones.”Alisha le restó importancia. “Pero dejando eso de lado, tengo una propuesta por hacerte.”
“¿Qué podría ser?”
“Me encontré con un amigo al que no había visto en mucho tiempo. ¿Te gustaría que te lo presentara?”
Alice confiaba en el juicio de Alisha y la idea sonaba inofensiva. “Sí, me encantaría conocer un amigo tuyo.”



-

Antes de que se marchara, Alice le pidió a Alisha que esperara a la hora del almuerzo para presentarle a esa persona, lo cual aceptó.

“¿Tú qué piensas, Jaehee? Le preguntó Alice estando dentro de su recámara. “Yo veía a Alisha más tranquila, pero me vendría bien otro punto de vista.”
“Se lo dije antes, señorita.” Dijo, desde su lugar frente al espejo mientras estilizaba una peluca idéntica a la que llevaba puesta Alice en ese momento. “Lo está llevando bien. Lo de anoche fue un suceso lamentable, no esperaba una conducta así proviniendo de la Srta. Rika, pero usted ha tomado una buena decisión al invitarla a hablar. La Srta. Alisha es de las jóvenes más correctas que haya visto.”
“Sí, te creo.” Rió. “Por cierto, ¿por qué arreglas la otra peluca? A penas es el segundo día.”
“Señorita, un inconveniente puede suceder en cualquier instante, sin ningún aviso.” Explicó Jaehee. “Así como le sugerí que se mantuviera alejara de la piscina y los niños pequeños para evitar algún accidente, también debo estar preparada por si éste sucede.”
“Es decir, ¿‘más vale prevenir que tener que lamentar’?”
“Justamente.”
“No he dicho nada entonces.”

Sin desear interrumpirla, Alice empezó a leer un libro hasta que fue una hora prudente para ir a encontrarse con Alisha, pero no había recibido ningún mensaje de parte de Coran hasta el momento y no sabía si éste ya tenía planes para reunirse con alguien, como se dio en la mañana.
 
"Voy a buscarlo." Decidió.
“¿Sabe dónde podría encontrarlo?” Le preguntó Jaehee.
“El barco aún está detenido en Queenstown, ¿cierto? Debe estar en una de las cubiertas.”
“La vista más óptima se da desde la cubierta A.”
“Iré allí primero.”



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En efecto, encontró a Coran en la primera cubierta, tal como había sugerido Jaehee. El hombre observaba con palpable nostalgia el puerto de Queenstown, sus ojos estaban perdidos más allá de la multitud que se había reunido para ver al trasatlántico y el otro tanto de gente que seguía abordando. Era tal su inmersión, que Alice se preguntó si la ciudad natal de Coran estaría lo suficientemente cerca para que él pudiese vislumbrar algo de ella desde su actual posición.

Era fácil deducir que Coran estaba despidiéndose de su amada Irlanda a su propio modo. Habiendo abandonado su hogar y, quizás incluso, descuidando sus negocios para venir a impartirle unas cuantas clases de etiqueta y hacer de chaperón para ella, Alice no podía evitar sentirse culpable. Además, probablemente sería inapropiado interrumpirle en ese momento; su semblante era diferente al que ella estaba acostumbrada, se atrevía a pensar que se hallaba melancólico y quizás también triste. A pesar de ello, ir a comer con los demás por cuenta propia no era una opción, ella aún era muy joven para estar por su cuenta, más aún si estaría en compañía de algún varón, y tampoco no sería educado empezar sin él.

“¡Coran!”

El aludido apenas y se percató de su presencia al oír su voz, lo cual la preocupó un poco. “Pequeña, ¿cómo dije que debías dirigirte a mí?”
“Ah, cierto.” Alice agradeció que la mayoría que no había nadie lo suficientemente cerca para haberla escuchado. “Tío Coran,” corrigió ella con una sonrisa culpable “ya es hora de almorzar, ¿sabes? ¿Acaso no gustarías acompañarnos en la mesa?”
"¿Acompañarlos?”
Alice asintió con más ánimos. “Alisha me ha comentado que desea presentarme a un amigo suyo y yo pensé que no habría una mejor ocasión para ello que durante el almuerzo, contigo allí junto a nosotras." Le explicó. "Además, si hay algún vacío en la conversación, qué mejor que la comida para llenarlo, ¿cierto?”
Coran sonrió y dio un vistazo a la hora. “Ya tienes hambre, ¿verdad?” Dijo volviendo a utilizar su voz alegre, ante lo cual Alice no sabía si debía sentir alivio o no. "Disculpa por hacerte esperar, estaré en el comedor en un minuto. Dile a Alisha que pueden dirigirse allá."
Alice dudó en dejarlo solo. “¿Seguro que no prefieres que te espere?”
"No tardaré.” Le garantizó con una sonrisa. Sin más remedio, la muchacha se marchó.



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Alice se quedó a los pies de la gran escalinata a la espera de ver a Alisha, rogando a los cielos no cruzarse con la prima de ésta en el tiempo que esto le tomara. Después de ver a Coran tan feliz esa mañana, descubrirlo melancólico ante la vista de Queenstown la dejó con dudas. No quería ser impertinente, pero en verdad deseaba serle de ayuda y precisamente no saber cómo hacerlo le dejaba un mal sabor de boca.

“¿Mery?”

Le tomó un largo momento registrar que le hablaban a ella, Alice giró su rostro en la dirección de la voz y divisó a Alisha a unos pasos de distancia.
Con un joven que la llevaba del brazo, notó un segundo después.

“Alisha, qué bueno encontrarte.” Dijo antes de mirar a su compañía.
“Él es Tadashi Hamada.” Alisha le dio una pequeña palmada al chico y éste sonrió.
“Alisha precisamente me estaba hablando de usted, Srta. Mery, es un gusto conocerla.”

Tadashi estiró una mano hacia ella y Alice se la estrechó de forma amistosa. Era uno de los pocos jóvenes varones que preferían un estrechón de manos y con eso, al menos para Alice, él ya se ganaba varios puntos.

“El gusto es mío.”
“¿Puedo escoltarla?” Pidió amablemente.
“¿A las dos?” Alice alzó ceja.
“Estaría honrado.” Sonrió y de alguna forma logro que ella también lo hiciera.
“Bueno, si usted insiste.” Dijo aceptando el otro brazo que le ofreció el joven.

La imagen era graciosa para Alice, con el chico notablemente más alto que ellas estando en medio y riendo mientras buscaban una mesa. Hasta entonces sólo Coran la había llevado del brazo y de alguna forma el gesto hacía que sintiera más confianza con Tadashi.

Eligieron una mesa y Alisha se sentó junto a Tadashi, que quedó frente a Alice, finalmente el lugar vacío al lado de ella correspondería a Coran cuando éste llegase.

“Dijo antes que Alisha le había hablado de mí, pero la verdad es yo no sé nada de usted.” Mencionó Alice.
“Una notable desventaja.” Aceptó él. “Podría empezar diciendo que me encontraba estudiando ingeniería en Cambridge.”
“¿Ingeniería?” Exclamó interesada. “¿Me diría en qué se especializó?”
“Ingeniería mecánica, señorita.” Dijo con una sonrisa orgullosa.
“Magnífico.” Alice se detuvo cuando un camarero les ofreció algo de beber y agradeció antes de continuar. “¿Y le gustó la carrera? ¿La recomienda?”
Tadashi rió un poco ante su curiosidad. “¿Sinceramente? Me fascinó, aunque no le negaré que a veces puede ser exigente, pero definitivamente se lo recomendaría a cualquiera que tenga vocación por la invención, las máquinas y no tenga demasiados problemas con los números.”
Alice asintió con una gran sonrisa. “Ya veo, qué interesante. Me alegro que disfrutara de sus estudios.”
“Es mi vida, realmente no me imagino en otro campo.” Confesó.

Alice se contuvo de hacer preguntas más específicas sobre su tiempo en Cambridge para evitar sonar muy insistente, pero se moría de ganas de indagar en más detalles: ¿Cuántos años toma terminar los estudios?, ¿cuántos cursos y ciclos tenían?, ¿qué tan grande es la universidad?, ¿cuánto costaba?, entre otras.

No era que ella en algún momento se hubiese interesado en ingeniería, pero Gareki lo había deseado desde su más tierna infancia. Era su sueño, pero se había visto obligado abandonarlo. Siendo huérfanos, ninguno de ellos contaba con educación básica de calidad y, aún cuando Gareki se hacía de cuanto libro estuviese a su alcance, sus conocimientos seguían siendo muy escasos.

«¿No hay alguien a quién siempre haya deseado ayudar?»

Claro que sí, y más de una persona, incluso.
Alice apretó los labios, debía concentrarse o terminaría echando todo por la borda y no lograría ayudar a nadie.

“Podría contarle más al respecto si le interesa.” Dijo de pronto Tadashi, dirigiéndole una sonrisa humilde.
Alice se sintió ruborizar en un santiamén. “No se moleste, por favor.”
(¿Se le había notado tanto en la cara?)
“No es problema, me gusta hablar de lo que me apasiona.”
“Eso puedo corroborarlo.” Agregó Alisha, logrando que ahora fuese Tadashi quien se sonrojara.
“Y a veces hablo más de la cuenta, como puede ver.” Trató de disimular riendo.
“¿Les importa si me uno, jóvenes?”

Alice casi se sintió mal del alivio que le causó la tardanza de Coran, pero con su llegada la conversación cambiaría de curso y eso era justo lo que necesitaba. Dicho y hecho, Tadashi se levantó en ese momento para presentarse y apretar la mano de Coran.

“Mucho gusto, Sr. Mi nombre es Tadashi Hamada.”
“Coran Wimbleton Baskerville, tío de la Srta. Mery aquí presente. El sentimiento es mutuo, joven Hamada.”

Cuando su grupo estuvo completo, la comida empezó a llegar y con ella también la disminución de las conversaciones. Pero mientras se cambiaban los platos, Coran aprovechaba para hacer preguntas.

“¿De dónde proviene usted, joven Hamada?”
“Mi familia reside en San Francisco, Sr. Wimbleton. Aunque mis padres son de descendencia japonesa.”
“Me lo imaginaba.” Rió de buena gana el mayor. “Estará ansioso de volver a su hogar.”
“Sin duda, hace mucho que no veo a mis padres y tengo muchos planes en mente ahora que he terminado mi carrera.”
“Espero que sólo haya triunfo en su futuro, joven Hamada.” Brindó Coran.
“¡Por el futuro!” Le siguieron los otros tres.

Ése fue, quizás, el almuerzo más agradable que tuvo en toda su estadía en el Titanic. Tadashi congeniaba bien con Coran y Alisha se veía feliz de haberle propuesto que los acompañara. Alice estaba segura de que había encontrado en él a un amigo y futura referencia si lograba convencer a su padre de ayudar a Gareki con sus estudios.

Antes de retirarse con un grupo de jóvenes, Tadashi se despidió de ellos haciendo una leve reverencia y le repitió a ‘Mery’ que podrían hablar en otra ocasión sobre las dudas que tuviese. Eventualmente, Alisha se excusó, tal vez para ir a ver a su prima, y los otros dos hicieron lo mismo.



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Al volver a su habitación, Alice encontró un sobre encima de su cama, en él se encontraba la invitación a un evento que se daría a cabo esa misma noche, pero la idea no le resultó tan atractiva. Sin más qué hacer, la joven le indicó a Jaehee que irían al mismo lugar donde se habían visto con Gareki y Nai la noche anterior, con la esperanza de cruzárselos.

Cuando llegaron allí, Alice se arrepintió de no haber mandado llamar a Vanderwood, pues había mucha más gente paseando a esa hora. Sin embargo, mientras buscaba a sus amigos, logró divisar una cara conocida entre las mesas de la galería de pasajeros en la cubierta D.

“Srta. Mery, qué bueno encontrarla.” La saludó Crowley Eusford.
“Una agradable sorpresa, sí.” Aceptó ella.
“Permítame tomar esta oportunidad para presentarle a un amigo mío, el Vizconde Ferid Báthory de Simolin.”

Quien compartía la mesa con Crowley era un joven esbelto de una larga y hermosa cabellera platinada atada en una alta coleta. Ferid sonreía con cierto aire intrigante y sus ojos estaban fijos en ella.

“Aunque se trate sólo de un título de cortesía, yo prefiero no usarlo.” Aclaró el joven mientras Crowley soltaba una risa. “Es un placer, Srta. Mery Baskerville, ¿cierto?” Dijo ofreciendo estrechar su mano, lo que Alice aceptó enseguida.
“Correcto, Sr. Báthory, mucho gusto.”
“Llámeme Ferid.” Dijo éste a su vez. “Debo decir que he oído mucho sobre usted.” Añadió con voz melodiosa. (‘He oído de su accidente’ quiso decir.)
“Espero que sólo hayan sido cosas buenas.” Respondió ella siguiéndole la corriente.
“Ni mucho menos, querida.” Sonrió Ferid.
“No esperaba verla por aquí, ¿desea sentarse un momento con nosotros?” Ofreció Crowley cogiendo una silla para ella.
“Con gusto.” Alice no lo pensó demasiado y aceptó acompañarlos, no quería verse descortés frente al hijo de los Eusford; no cometería un error que con los Diphda.
“¿Te gusta pasear por todo el barco?” Continuó Crowley. “La mayoría sólo ronda por las cubiertas A y B.”
“Bueno, uno de los beneficios de primera clase es tener acceso a todas las áreas del barco, ¿verdad? Yo simplemente quiero sacarle provecho.”

Aquello pareció hacerles gracias, ya que ambos jóvenes se observaron entre sí y rieron suavemente.

“Excelente punto de vista, precisamente por ello estamos nosotros por aquí.”
“No se está uno tan ofuscado en segunda clase.” Comentó Ferid. “Aunque confieso que no encontrará mejor lugar para actuar con total libertad que en las áreas comunes de tercera clase.”
“Aún no he tenido oportunidad de ir para allá.” Alice recordó el comentario de Nai la noche anterior e hizo una nota mental al respecto.
“Le aconsejo entonces que si decide dar una vuelta que sea durante la noche.” Indicó el peliplata juntando sus manos sobre la mesa. “En el día es un poco más complicado no llamar la atención, pero pasada la hora de la cena la gente presta menos atención a las prendas que los demás traen encima.”
Alice asintió. “Lo mantendré en cuenta, Sr. Ferid, gracias.”
“No sé si mi padrino aprobaría que la incitemos a salir de noche, más aun tratándose de tercera clase, pero creo que es una experiencia que vale la pena.” Reflexionó Crowley. “Es más, si se anima a ir, podemos acompañarla, sería más fácil así.”
“Mandarla sola sería inapropiado, con lo pequeña que es.” Secundó Ferid sonriendo de lado. “Así que estoy de acuerdo.”
“Podría arreglármelas por mi cuenta,” dijo Alice evitando fruncir el cejo “pero admito que apreciaría la compañía.”
“Buena decisión.”
“Aunque no creo que desee ir hoy. Imagino que ha recibido su invitación para el baile de máscaras que se dará esta noche, ¿no es así, señorita?”
“En realidad...” Alice desvió los ojos. “No pensaba asistir.”
Los mayores la miraron sorprendidos. “¿Por qué?” Dijeron a la vez.
“Resulta que hay alguien con quien no quisiera cruzarme...” Reconoció.
La expresión de Crowley se volvió más seria. “¿Necesita ayuda con algo?”
“Podríamos intervenir.” Agregó Ferid con una sonrisa maliciosa.
Alice sintió que se le iba el color del rostro. “No no no, nada de eso, muchas gracias.”
“¿Entonces?”
“Es sólo que–” trató de explicar “no estaría a gusto en su presencia.”
“¿Lo suficiente como para privarla de asistir a un evento social como éste?” Intervino Ferid. “Bailes hay muchos, eso no lo niego, pero no con una temática como ésta y con la clase de invitados que se encuentran aquí. Pocas veces podrá reunir la variedad de figuras que se tiene hoy en el RMS Titanic, Srta. Mery, aún más porque juntarán a individuos de primera y segunda clase por igual.”
“Estoy de acuerdo.” Le siguió el más alto. “Quienes hoy pueden ser sólo desconocidos, mañana podrían volverse importantes figuras de la década o del siglo entero, por el bien de nuestras familias es importante que podamos codearnos con ellos ahora que tenemos la oportunidad.”
“Además, el punto de utilizar máscaras es que no se pueda identificar fácilmente a los presentes.”
“En...en eso tienen razón.”
“Sin mencionar que se divertirá.” Sonrió Crowley.
“Y si me permite añadir algo más.” Ferid se inclinó un poco hacia ella para tener su atención. “Si usted ha tenido un altercado con alguien, con más razón debe asistir. No le dé a esa persona la satisfacción de verla afectada. Preséntese, baile, beba, ríase, muéstrele que nada de lo que le hayan hecho o dicho significa un problema para usted.”

Crowley lanzó un largo silbido.

“Shush, Crowley.” Lo calló Ferid. “¿Lo entiende o aún sigue opinando lo mismo?”
Alice estaba asombrada por sus palabras. “Bueno, si lo dice de esa forma...”
“Es la verdad. Y por supuesto, no hay que descartar la posibilidad de que este conveniente evento pueda ser el llamado del amor tocando a su puerta, no se niegue a sí misma esta oportunidad.”
Y justo ahí murió su seriedad. “¿El qué?”
“El llamado del amor, mi pequeña amiga. Suena como algo muy cliché, pero no por ello imposible. Le recuerdo que éste es el barco de los sueños.” Canturreó el peliplata. “Sueñe.
“Yo no–”
“Es joven, pero en estos casos no hay límites o fronteras. Lo que me recuerda,” se detuvo momentáneamente “¿qué edad tiene?”
“Diecisiete.”
Maravilloso, está en la flor de su juventud, es un buen momento.”
“Ah... ¿de acuerdo?”
“No intente comprenderlo.” Le aconsejó Crowley. “Yo lo vengo conociendo desde que tenía ocho o diez años–”
“Nueve, para ser exactos.” Lo corrigió Ferid.
–nueve años y ya he perdido la fe.”
“Me ofendes, Crowley.” Rió Ferid. “Oh, pero aún recuerdo aquellos tiernos días cuando apenas nos conocimos.”
“Ferid, no.”

Alice vio la mirada de advertencia del pelirrojo y la sonrisa pícara que le envió el otro como respuesta.

“¿Eran muy diferentes?” Tanteó ella. “Tal vez no necesito–”
“Oh no, descuida.” La tranquilizó el peliplata. “Es una memoria graciosa e inofensiva. Verá, cuando éramos niños, el pequeño Crowley pasó una buena temporada creyendo yo era una niña.”
“¿Hmm?” Alice creyó no haber escuchado bien.
“Eso mismo, querida. Vamos, Crowley te lo puede explicar.”

Al girarse a verlo, Alice notó que las puntas de las orejas de Crowley estaban coloradas.

“En mi defensa diré que en ese entonces Ferid llevaba el cabello suelto y casi tan largo como ahora lo trae usted.” Farfulló.
“¡¡!!” Alice se cubrió la boca con las manos para evitar soltar ruidos indeseados.
“Descuida, querido, sé que cuando era un niño me veía sumamente encantador.” Se rió Ferid apoyando los codos en la mesa para así aguantar el peso de su cabeza sobre sus manos entrelazadas.
“Usabas ropa extraña.”
“Mi cultura es diferente.”
“¡Parecía que traías puesto un vestido!”
“Lo cual es gracioso, porque tú usabas un kilt y a pesar de ello yo sí sabía que eras varón.”
“No puedo creer que estemos teniendo esta conversación otra vez...” Se lamentó Crowley.
“Bueno, en el fondo no te culpo. Dejando de lado mi belleza excepcional, aunque me lo hubieses preguntado directamente para confirmarlo, no lo habría entendido dado que mi inglés en ese momento no era el mejor.”
“Pronunciabas tu nombre como ‘Feríde’, eso es femenino, si al menos hubiese sido ‘Fareed’...”
“Como dije, aún estaba aprendiendo.”

Alice no puedo contener una risita, recordándole a los dos que tenían compañía.

“Siento que he sido expuesto.” Se quejó Crowley.
“No llores, ya pasó.”
“Lo siento, no debí reírme.” Se disculpó Alice.
“No no, querida, ésa era la intención.”
“Y ahora me siento usado.” Aunque dijo eso, Crowley también terminó por reírse con ellos.
“Con temor de sonar atrevida...” Alice miró a Crowley y éste hizo un gesto para que continuara. “¿Cómo descubrió la verdad?”
“¿Se refiere usted al momento en que rompí su corazón?” Se burló Ferid alzando las cejas.
“Ok, suficiente, lo explico yo.” Tomó la palabra el pelirrojo. “La familia de Ferid visitaba Escocia por negocios y porque también buscaba comprar un terreno allí, por lo que venían cerca de dos veces al año y por pocas semanas. Mi familia por esos años aún era muy humilde, pero de buenos principios y de algún modo terminamos ofreciéndoles posada.”
“Por cierto, soy de Hungría.”
“Como decía, su estancia era corta así que no interactuábamos mucho, sólo cuando jugábamos, y yo simplemente asumí que él era una niña. Para abreviar las cosas, los Báthory dejaron de aparecer por varios años y cuando por fin volvieron, escuché con más atención la voz de Ferid y me di cuenta de que en realidad era hombre.”
“¿Acaso no fue por mis pantalones y figura varonil?”
“Ferid, sin ofender, eres un enclenque. Si no hubieses abierto la boca yo no me habría dado por enterado.”
“Aún está en negación.” Le susurró a Alice, ignorando su comentario.
“Es una bella historia.” Exclamó la menor.
“Y tengo muchas más, pero creo que ha sido suficiente para nuestro querido Crowley por un día.”
“¿Ferid? ¿Teniendo consideración por alguien? ¿Por mí?”
“¿Qué puedo decir? Hoy me siento dadivoso.”
“Me encantará oír el resto pronto, pero ahora mismo debo retirarme.” Anunció Alice.
“Oh, creo que nunca llegué a preguntarle si se dirigía a algún lugar en particular.” Recordó Crowley. “Lamento si la hemos atrasado.”
“No, sin cuidado. Pero creo que necesitaré tiempo parar elegir qué usar para la mascarada.”
“En ese caso no la detendremos.”
“Srta. Mery.” La llamó Ferid. “Si desea que esa persona no la reconozca, yo en su lugar cambiaría un poco mi apariencia. Usted sabe, usar colores más atrevidos o...” Ferid deliberadamente acarició un mechón de su cabello, dirigiéndole una sonrisa sigilosa “tal vez una peluca. Una oscura le quedaría bien, en mi opinión.”

Alice forzó una risa poniéndose de pie, convenciéndose así misma de que aquella oración no había insinuado nada.

“Tiene un buen ojo, Sr. Ferid. Creo que le haré caso.”
“Una sabia decisión.”
“Nos vemos en el baile.” Se despidió el pelirrojo.
“Hasta entonces.”



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Gareki no era un amante del mar o de la brisa, pero desde su llegada al Titanic había descubierto que Nai sí lo era. Al menor le gustaba ir de proa a popa, encantado con cada ángulo diferente que pudiese encontrar y parecía no cansarse de ver el movimiento continuo de las olas rompiendo contra el barco. Incluso le gustaba estirar los brazos para sentir mejor el pasar del viento contra su cuerpo, por ello Gareki había optado por moverlos hasta los espacios reservados para tercera clase en vez de quedarse en segunda. Dios sabía que no necesitaban llamar más la atención de lo que de por sí ya lograban teniendo a Nai cubierto casi como una momia para que el sol no lastimara su piel.

En su opinión, Nai no había tenido suerte desde el inicio. Habiendo nacido con albinismo, las superioras en el orfanato dedujeron que esa fue la razón por la cual lo abandonaron siendo tan sólo un bebé. Su cabello, pestañas y cejas eran blancas cual nieve, mientras que su piel apenas poseía un tenue color rosáceo que le daba algo de vida a su imagen. Daba la impresión que todo el color que le faltaba a su piel se había ido directamente a sus pupilas, que eran rojo carmesí, lo que volvía a sus ojos su rasgo más resaltante. Era una suerte que su trastorno no le hubiese afectado la vista.

Dado que Alice había llegado al orfanato con cinco años y Nai tenía sólo uno cuando ésta ingresó, ella literalmente lo vio crecer. Alice le había comentado antes a Gareki que le tenían prohibido salir y, a raíz de su aislamiento, ella y Nai hicieron buenas migas. Debido a su condición, la exposición al sol afectaba la piel de Nai hasta causarle quemaduras, lo que se traducía en medicamentos que no podían salir del presupuesto del orfanato. Por esto, Alice había asumido el papel de protectora del menor y lo alejaba de todo aquello que representara una amenaza para él.

Sin embargo, cuando Alice fue final y súbitamente adoptada, el título de guardián había recaído en Gareki. Antes de irse, Alice les dijo que había una posibilidad de que pudiese llevarlos con ella en su viaje a Nueva York, pero quería que la decisión la tomaran ellos. Nai fue quien se mostró más entusiasmado desde el inicio y, aunque le tomó todo un día dar una respuesta, Gareki terminó por aceptar porque A) no podría dejar a Nai solo, B) Alice jamás lo dejaría en paz por quedarse atrás y C) ver y, sobretodo, ingresar a un trasatlántico de semejantes proporciones era una oportunidad que no podía dejar escapar.

A Gareki no le importaba viajar, no le interesaba Nueva York y le daba exactamente lo mismo seguir metido en el nido de ratas que tenía por habitación en el orfanato. Pero tener contacto con una nave creada con la más avanzada tecnología de su tiempo sonaba casi como un sueño, uno que explotaría hasta donde le fuese posible. 

Lo cual no podía hacer si Vanderwood los seguía como una sombra a cada paso. Nai lo acompañaría a donde fuese sin siquiera dudarlo e incluso lo ayudaría, así que no era un problema, pero el greñudo no.

“Sabes, Francis, no necesitas ser nuestra niñera las veinticuatro horas del día.” Gareki se dio la vuelta para verlo, por supuesto, a unos pasos detrás de ellos. “No creo que nos pase nada aquí.”
El hombre frunció los labios. “¿Bromeas? Es especialmente aquí que no puedo dejarlos solos.”
“¿Por qué? La gente es muy agradable.” Comentó Nai mientras saludaba a unos niños que pasaban jugando con una pelota.
“Caras vemos, corazones no sabemos.” Recitó Vanderwood.
“Pero sí podemos escucharlos, sólo hay que poner atención.” Sonrió Nai.
“¡Dios mío! Gareki, haz algo con este niño.”
“¿Quieres que contamine su mente?” Gareki lo miró fastidiado. “No, gracias, lo prefiero tal y como está, la vida se encargará de eso más adelante. Deja que lo disfrute.”

El albino lo quedó mirando un momento y le sonrió agradecido, por alguna razón, y luego tomó su mano antes de echar a correr, obligando de ese modo a Gareki a seguirlo.

“¡Ve a descansar, Vanderwood, te vemos más tarde!” Gritó mientras se mesclaban entre la gente.
“¡Si les pasa algo será todo su culpa, mocosos!” Fue la respuesta que escucharon a lo lejos.
Nai lo soltó cuando se detuvieron en algún punto de estribor. “Vaya, no puedo creer que funcionara.”
“Ni yo.” Afirmó Gareki apoyándose de espaldas a las barandillas del barco.
“Deberías pedir ayuda de vez en cuando, Gareki.”

Aunque le costara admitirlo, Nai tenía razón, y que fuese él quien se lo señalara lo hacía algo vergonzoso, ya que se suponía que era Gareki quien viera por Nai y no al revés.

Cuando iba a darle las gracias, escucharon algunos gritos a lo lejos y fuertes pisadas acercándose. Los adolescentes se movieron para ver qué ocurría y Nai se llevó una mano a la oreja.

“Escucho un jadeo.” Dijo dando un par de pasos hacia delante, pero Gareki no percibía nada además de las voces. Cuando se dio cuenta, la gente se movió de golpe y una sombra saltó hacia ellos.

Nai había estado en frente suyo, por lo que el impacto lo hizo perder el equilibrio y lo único que Gareki atinó a hacer fue lanzarse hacia él para evitar que su cabeza golpeara contra la barandilla.

“¡Cuidado!” Gritó una voz femenina tardíamente.

Ambos habían caído de forma precaria al suelo, pero Gareki finalmente había logrado atrapar la cabeza de Nai y evitado lo que pudo ser una fea contusión. Al ver mejor a su compañero, Gareki vio que encima de Nai estaba tendido un perro de gran tamaño que parecía temblar en los brazos del menor.

“¡Dios mío, lo siento tanto!” Dijo la mujer de antes, que sostenía una correa en su mano derecha, la que seguro había soltado al animal.
Nai dejó salir un quejido y Gareki apretó los dientes. “¡¿Lo siente?! ¡¿Quién le manda sacar a su perro si no es capaz de tenerlo bajo control?!”
“Yo, de verdad, yo no esperaba que eso sucediera.” Dijo visiblemente nerviosa. Gareki notó entonces que la mujer debía ser de primera clase por sus ropas súper finas y limpias, casi rodó los ojos.
“¿Qué tal si yo no los atrapaba? ¿Se da cuenta de que mi amigo podría haberse golpeado la cabeza? ¡Su perro pudo haberlo lastimado gravemente!”
“Gareki, no te exaltes, al final no ha pasado nada.” Trató de tranquilizarlo el menor, sentándose mientras la rubia retiraba a su perro de su regazo. “¡Apenas hay un poco de polvo en mi ropa!”
¡NAI!
 
Con una sonrisa, Nai colocó sus manos sobre las de Gareki -que estaban apretadas en puños- y negó con la cabeza. Era obvio por su expresión que aquel accidente lo tenía sin cuidado y nada de lo que dijese lo haría cambiar de opinión. Gareki chasqueó la lengua segundos después y apartó sus manos, dándose por vencido.
 
“¡Es muy bonita!” Dijo mirando a la dueña. “¿Cómo se llama?”
Rika sonrió profundamente aliviada. “Su nombre es Sally.” Dijo antes de mirarlo a los ojos con culpa. “Le pido que por favor la disculpe, ya no es tan joven como antes y su visión ha empezado a deteriorarse.”
Nai la miró de forma comprensiva. “Debe haberse asustado, no parece del tipo agresivo.”
“Le aseguro que es muy tranquila y cariñosa.”

En ese momento otra persona apareció detrás de la rubia.

“Rika, ¿qué pasó?” Preguntó exaltado.
“A la señorita se le escapó su perra y casi mata a este niño.” Explicó brevemente el pelinegro.
“¡Gareki!”
“Niégame que sea cierto.” Lo retó.

El joven les ofreció una mano para levantarse, Gareki la rechazó poniéndose de pie por su cuenta, pero Nai la aceptó bajo la mirada furibunda de Gareki.

“Lamento mucho lo que sucedió.” Se disculpó el joven. “¿Hay alguna forma en que podamos compensarlos?”
Gareki quiso escupir al suelo junto a sus zapatos. “NO, GRACIAS.” Dijo tomando a Nai por los hombros. “Ya hicieron suficiente, nos vamos.”
“Podríamos acompañarlos al hospital...” Ofreció Rika.
“No. Gracias.”

Nai trató de voltear para ver a la pareja y les dirigió una sonrisa en forma de disculpa.

“¿Vamos al hospital?” Preguntó Nai con voz pequeñita.
“Oh, claro que vamos.”
“...¿Le diremos a Vanderwood?”
“No... a menos que el doctor diga que tienes algo.”



(https://i.imgur.com/UiKbQsR.png)

Era un movimiento quizás algo peligroso.

Alice aceptó ir al baile de máscaras después de escuchar al par, pero el último comentario que Ferid le había hecho sobre su cabello fue bastante preciso. Y aunque eso la dejó preocupada, al final lo tomó.

Jaehee le mostró todas las opciones que tenía, los vestido de noche de Mery era elegantes, pero de colores muy claros e inocentes. Por suerte, antes de partir, Coran le dijo que podía ir de compras y elegir algo que a ella le gustase, para variar un poco y no sentirse tan atrapada.

Una de esas compras fue un vestido que dejaba al descubierto sus hombros y la mitad de su espalda, el corsé era color borgoña, al igual que la falda y los guantes que le llegaban por arriba de los codos, pero la tela que cubría su pecho era blanca. No era algo muy revelador y ella misma no contaba con la figura más despampanante, pero se sentía bien, incluso con los tacos más altos de su colección.

El problema fue su cabello. Ir con la peluca significaba que podrían reconocerla, pero si iba sin ella tal vez causaría un problema. Aún sabiéndolo, Alice decidió que esa noche dejaría su cabello natural al descubierto.

Coran le había ofrecido llevarla, pero ella declinó la oferta sabiendo que si la veían junto a él su identidad saldría a flote en un segundo. Por lo tanto, luego de colocarse la máscara negra que Jaehee le consiguió, por fin se hizo camino al gran salón.



Digamos que al final todos mueren (??)
Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Nanami on December 01, 2017, 01:01:24 AM
Y HOOORAY, ACABÉ ESTO. No creí que pasaría tbh lmao. Y EKHA ME VA A MATAR.


Se había equivocado una vez más.

Por mucho que había rezado y prometido que cambiaría si se salvaban, por mucho que había mantenido la sonrisa, por mucho que la mirada de Will tratara de ocultarle la verdad...todo daba igual porque frente a ellos se encontraba la reja cerrada. Había dicho que podía con cualquier puerta, que la detendría con su propio cuerpo...¿pero cómo podía contra el metal? Estaban perdidos, devolverse ya no era opción.

Más allá, detrás de los barrotes, aún podía escuchar a la gente de tercera clase gritar que los dejaran escapar, que los dejaran tener una oportunidad. Más allá, detrás de esa jaula, aún podía escuchar a las personas que se habían rendido y se preparaban para su inminente muerte. Una muerte que habían aceptado, una muerte que él mismo lo había hecho para sí mismo pero no para William.

Quizás si él se hubiera quedado en Inglaterra, quizás si él no lo hubiese conocido nunca, quizás si él simplemente lo hubiese ignorado. Podrían haber pasado tantas cosas, demasiadas, pero ya no. No pasarían nunca porque le había robado cualquier posibilidad por el simple hecho de querer estar al lado de su mejor amigo.

ー Lo siento. Lo siento muchísimo.ー Murmuró sin poder realmente mirar a la persona que estaba a su lado. Le había prometido castillos en la arena, le había jurado sueños, le había dedicado sonrisas, le había mentido para nada. Era inútil, tal como cuando se había quedado solo en el mundo y no sabía cual era el siguiente paso a dar.

Le había fallado y ya ni siquiera la sonrisa podía mantener mientras el agua se escapaba tanto por sus ojos como por la rendija que llenaba la escalera.

Le había fallado y ya ni siquiera tenía el valor para decirle lo que alguna vez mirándolo de reojo pensó decirle en el Nuevo Mundo.

Title: Re: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"
Post by: Sayi on December 01, 2017, 01:02:55 AM
(https://i.imgur.com/GT1X8Q2.png)

Abril 15, 1912

El RMS Carpathia no contaba con la elegancia ni modernidad que el una vez inhundible Titanic. Sin embargo, sus esmeros ante aquel océano congelado palidecieron al previo mastodonte marítimo. El barco de auxilio era dirigido por el capitán Arthur Henry Rostron, quien actuó con vehemencia y gran responsabilidad ante la tan súbita emergencia. De aquel modo, el transporte dio media vuelta y apagó la calefacción y otros servicios en su interior para así mantener la potencia del movimiento al máximo en lo que la tripulación se esparció en la cubierta para ayudar con la labor de identificar a los icebergs.

Fueron los únicos quienes respondieron el llamado de auxilio, y estimaron su llegada a la zona de la tragedia en cuatro horas luego del último contacto con la tripulación del Titanic. El Carpathia logró con su cometido en tres horas y media, y fue a las cuatro de la mañana que se encontró con los primeros botes salvavidas, a quienes empezaron a rescatar.

El proceso fue largo, y una vez los garantizados sobrevivientes fueron escoltados dentro del barco donde recibirían comida y comodidades, se inició el proceso de buscar a quienes pudieron sortear su suerte entre las aguas.

Incluso con los máximos esfuerzos humanos no fue posible acudir a todos a tiempo, y los rescatistas no tardaron en ubicarse en medio de un mar de cadáveres, donde buscaron con tensión aunque determinación por las contadas señales de vida. El bote tuvo que sortear y empujar a aquellos que ya no tuvieron salvación, y unos pocos sobrevivientes fueron hallados, los cuales de inmediato recibieron toda la asistencia disponible.

Fueron unas horas intensas y hubo una búsqueda exhaustiva, hasta que llegaron las nueve de la mañana, momento en el cual se había podido rescatar al último sobreviviente. En medio del caos, de esperanzas infundadas y una pesada incertidumbre por seguir adjuntos al punto del desastre, el capitán dio la orden de marchar hacia Nueva York luego de terminar su trabajo.

Muchos que habían sobrevivido permanecieron en cubierta para esperar a los rescatistas y poder encontrarse con sus seres queridos y… con la partida del barco hacia la civilización, todos aquellos que seguían esperando tuvieron que resignarse del modo más amargo posible…

El RMS Carpathia respondió ante el pedido de auxilio por un miembro de la tripulación del Titanic. Cumplió con su deber, y no iba a permanecer para ocuparse de los muertos mientras podía asistir a los vivos. Todos dentro del barco participaron en el registro de nombres de quienes lograron sobrevivir, y muchos comenzaron a bombardear el servicio de mensaje por radio para mandar mensajes a familiares y conocidos.

La llegada a Nueva York tomaría unos tres días más en medio del despiadado mar, aunque sorprendentemente todos optaron por mirar hacia el frente con optimismo y un deseo irrefutable de vivir luego de que aquella terrible noche se hubiera levantado de la atmósfera.

Pero el suceso no había terminado y nunca dejaría de existir mientras siguieran con vida.

(https://i.imgur.com/ayfx5lf.png)



De nuevo, agradecimientos a @Cho por escribir este outro -3-

Ahoy Bishoujos!

¡Felicidades por el primer fic cerrado del One-Shot Project!

En especial a todas las que hicieron un esfuerzo por avanzar sus historias lo más posible, o mandarse una maratoneada para terminarla a tiempo. Es raro cerrar historias en el BT, así que me alegra que tengamos esta bajo el brazo <3

Como estipulan las reglas del One-Shot Project, a partir de este momento el tema estará cerrado. Dado que no tenemos proyecto que lo reemplace, por ahora el tema seguirá en el foro principal for safekeeping. Las animo a que lean fics y comenten, y si se animan a los Titanic Awards pues eso sería genial! :D Recuerden que las palabras de los comments cuentan… no como aporte, pero si como palabras extra para sumar al contador.

De nuevo, muchas gracias por ponerse las pilas con el proyecto <3 ¡Espero que tengamos más proyectos cortos como este!

Las invito al tema de planeación general: http://write.btproject.org/planeacion-52/(o-s-project)-hear-ye-hear-ye/

Happy reading~