Author Topic: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"  (Read 37936 times)


Nanami

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #15: August 31, 2017, 05:54:22 AM »
De alguna manera terminé arrastrando a Ekha con mi idea y ahora aquí estoy llorando porque mi pj cree un futuro que su mejor amigo no comparte. La pena será real


Su vida jamás se había resumido como fácil o tranquila, esas eran etiquetas que nunca había tenido el honor de poseer. Aunque habían tantas más que estaba seguro que sus ojos no verían junto a algo que suyo llegase a ser. Entre esas etiquetas estaba incluso aquello que la gente con dinero llamaba 'Etiqueta', así con mayúscula, esos modales tan educados que hacían sufrir a los niños de dichas familias desde temprana edad. Él no era para esa clase de vida, él prefiría tener control de su vida, incluso si esa vida era miserable.

Sería una mentira decir que le gustaba su vida; el trabajar todo el día por un trozo de pan y un café amargo por culpa de la falta de azúcar. Sin embargo, de una u otra forma, la prefería a vivir encerrado en una eterna jaula. Al menos él podía alzar sus manos al cielo y bromear que un día volaría, que un día tendría su propio negocio y sería él quien diera trabajo a los demás. Sería él quien ayudaría a cumplir sueños.

No obstante faltaba mucho para eso. Y él lo sabía. A sus 17 años lo único que podía hacer de momento era corretear de un lado a otro haciendo trabajo que estuviese a su alcance. Si no estaba haciendo recados por las calles portuarias, estaba limpiando algunas letrinas. Si no estaba siendo camarero en algún bar de pescadores, estaba subiendo carga a alguno de los barcos que ahí tiraban ancla por unos cuandos días. Quizás no le gustaba su vida, pero podría ser mucho peor. Podría haber muerto años atrás de una enfermedad pulmonar como su hermana menor, podría haber sido asesinado como su padre en una pelea de ebrios. Los escenarios eran tantos que de simplemente pensarlo, ya estaba otra vez aceptando un nuevo trabajo.

A fin de cuentas cada uno se hace el ánimo para enfrentar a la vida, o al menos eso respondía cada vez que alguien le preguntaba qué cómo aguantaba tanto. La vida era corta y nadie aseguraba nada, lo menos que podía hacer era tomar todas las oportunidades que se presentaban frente a él: fuese para bien o para mal, al menos podría decir que lo había intentado.

Por ello cuando el rumor comenzó a pasarse de boca en boca, no dudó en creer que era una buena idea. Podría empezar de nuevo en el país de las oportunidades, en esa tierra donde el mérito te podía llevar más lejos que el dinero o el apellido. A nadie le importaría que fuese hijo de inmigrantes porque en las tierras de la libertad, todos eran hijos de ella sin haber nacido en América.

Sí, era un buen plan. Era un sueño. Era la esperanza. Era perfecto. Sólo había un pero, y uno quizás tan grande como para hacer que todo se derrumbara: tenía que convencer a su mejor amigo. Misión quizás aún más difícil que lograr conquistar a una señorito de la nobleza, lo cual tomando en cuenta las metas y gustos de William, no era tan lejano a la realidad. De todas maneras no perdía nada con intentarlo, rendirse no existía en su vocabulario. Y para su sorpresa, sólo había hecho falta insistir varios días con sonrisas encantadoras y largas charlas sobre las posibilidades para los dos. Vender un sueño. Vender el futuro. Vender una vida que esperaba continuaran juntos.

William había aceptado y eso era todo lo que necesitaba para mover todo el puerto para conseguir el trabajo. No le fallaría, jamás se lo perdonaría.

Diez días después, durante los últimos días de marzo, ambos recibían lo más cercano a un entrenamiento. Diecinueve días después, durante los primeros días de abril, ambos recibían órdenes del Jefe de máquinas. El Jefe Ulric era una persona que le gustaban las cosas bien hechas y, de cierto modo, se divertía a costa de él. Con una sonrisa le había sido anunciado que no podría compartir turno con su mejor amigo y que todo contacto sería reducido a un par de palabras. Pero estaba bien, sólo era una semana.

Una semana de trabajo forzoso, del calor de los hornos y no poder pensar con claridad por las altas temperaturas. Una semana y el futuro les sonreiría. Podía hacerlo, o mejor dicho, no le quedaba otra.

ー ¡Yosh! ¡No me ganarás horno, ya verás que te mantendré tan atendido como una madre a su hijo recién nacido!ー Exclamó asustando a su compañero de caldera y rió iniciando su primer turno nocturno.

El RMS Titanic era el barco de los sueños después de todo, ¿cómo se iba a rendir ahora que ya estaba en él?


Deidara

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #16: August 31, 2017, 10:48:43 AM »
aunque quería escribir más, dejo esto por ahora y a ver si antes del stop me salen más cosas TAT
[edit] al final sí escribí más, edito y lo dejo aquí ya~


#3 say your goodbyes


 

“¡No, éste no es su camarote! ¡Disculpe, señor! Necesito ayuda… encontré a este señor en mi camarote, creo que se ha perdido…”
“Oh,  ¿éste no es el barco que se dirige hacia tierras españolas? ¿Dónde puedo encontrar la salida?”
“Lo ve, lo que le decía… creo que este señor se ha confundido de navío…”
“Vaya, puede ser.” Risas. “Es que, como puede ver, mi visión…”

Deidara se acercó al mozo de seguridad, y susurró en su oído.

“Me temo que es ciego de verdad… el pobre se ha tropezado varias veces con las cosas que había en mi cuarto…”
“¡O-oh! Señor, no se preocupe, buscaremos a algún oficial y trataremos de buscar alguna solución… ¿tal vez podría bajarse en Francia y allá encontrar alguna forma de llegar hasta España?”
Deidara agarró con fuerza el brazo de Matt. “Oh, ¿ha oído, señor? ¡Eso es magnífico! Seguro que así podrá acabar llegando a su destino.”
“Sí, oí… soy ciego, no sordo.”
“¡V-Vaya, disculpe!” Dijo mientras reía avergonzada.
“No se preocupe, tan sólo bromeaba. Estoy acostumbrado a este tipo de reacciones… después de tanto tiempo, sé cómo llevarlo.”
“Bien, entonces… me alegro tanto que haya encontrado una solución, señor…”
“Campbell,” acabó Matt por ella, “Martin Campbell.”
“Un placer, señor Campbell. Entonces, me temo que llegó el momento de separarnos… tenga cuidado en su viaje a España, y asegúrese de no volver a aparecer en el cuarto de ninguna joven dama de nuevo… si no me hubiese dado cuenta que usted era ciega, ¡segurísimo hubiese pensado que se trataba de un ladrón!”
“Siento el susto que le he dado.” Matt tomó la mano de Deidara, y se la besó con delicadeza. “Un placer, señorita Darwin. Espero que disfrute de su viaje a Nueva York, y que encuentre en el viejo continente lo que busca.”

Vio a Matt alejarse, agarrado del brazo del mozo de seguridad.

Por suerte, el teatro había funcionado, y Matt podría hacer parada en Francia.

Que encontrase lo que buscaba.

En ese momento, sólo pudo pensar en que a Matt le fuese bien la vuelta a casa, y en que con un poco de suerte en poco más de una semana volverían a reunirse para celebrar el éxito del trabajo.

*

Cuando volvió a su suite, reparó en la presencia de un objeto que antes no estaba antes allí.

“Pero qué—”

Sobre su cama, se encontraba envuelta en fina seda una navaja con empuñadura de oro y motivos plateados, que reconoció de inmediato como de su abuelo. Él se la había regalado a Matt en uno de sus cumpleaños.

Además, una nota, en la desordenada caligrafía de su amigo Matt.

’Espero que te dé suerte, y que la tenga de vuelta en dos semanas. Disfruta de Nueva York – Matt’

“Vaya idiota,” suspiró, rodando los ojos.

Pero luego sonrió. Era un objeto que había pertenecido a su abuelo, y luego había regalado a Matt – dos de las personas más importantes de su vida. Sabría que le daría suerte, y que le ayudaría a llevar a cabo su tarea.

Y Nueva York. Porque sí, ya que hacía el viaje, tendría que aprovecharlo, ¿no? No iba a cruzar el océano, cambiar de continente, sólo para matar a un desconocido. Quería comprobar qué era aquello tan interesante que tenía la ciudad de la que tanto hablaban, si de verdad merecía la pena.

Esperaba que los cinco días en el crucero valiesen la pena. Su habitación era enorme, lujosa, llena de objetos que le parecían innecesarios. No sabía qué hacer con tanto espacio, tanto lujo al que no estaba acostumbrada. Necesitaba (aparte de recuperar su equipaje) algo de aire, y esperaba que en la cubierta el vaivén no fuese tan pronunciado.

*


Había sido un largo viaje, el de Liverpool a Southampton, en el que todo lo que podría haber ido mal, había sucedido. No llevaban ni un tercio del camino, cuando el motor del coche empezó a fallar. A mitad del camino, se quedaron sin gasolina, teniendo que arrastrar el coche hasta dos kilómetros para llegar al pueblo más cercano, y poder llenar el depósito del coche. Kilómetros más tarde, se encontraron con terrenos cortados debido a un incendio. Se perdieron en busca del camino principal. Y cuando lo encontraron, de alguna forma, se volvieron a perder.

Zoro Thorne llegó hasta proponer coger una bicicleta para llegar a Southampton, y es que el camino se estaba haciendo demasiado largo. Por suerte, llegaron justo a tiempo de que el Titanic partiese.

La despedida con su padre, quien le había acompañado en todo el viaje, fue fría. Sacó por él su equipaje del maletero, se lo entregó, le dio una palmadita en la espalda, le deseó un buen viaje, le pidió que escribiese cuando llegase a su destino y que no hiciese nada estúpido.

“Recuerda mantener en buena posición el nombre de la familia, Zoro.”

Y poco más le había dicho antes de partir de vuelta a Liverpool.

Con su pasaje de segunda clase, Zoro al enorme crucero. No era la primera vez que viajaba en barco, pero sí en uno como este. La gente en el puerto les despedía, y estaba seguro que muchos de aquellos que les observaban desde tierra firme eran simples curiosos, que se habían acercado al puerto para observar la belleza y grandeza del navío. Muchos, probablemente también, eran envidiosos, que deseaban poder tomar el lugar de alguno de los que se encontraban en lo alto del barco. Si tuviese la oportunidad, Zoro se cambiaría de lugar con cualquiera de aquellos meros espectadores. Daría cualquier cosa por poder volver a casa, no tener que hacer aquel viaje.

Estaba mostrando su pasaje a uno de los revisores, cuando su compañero señaló su equipaje.

“Señor… ¿puedo preguntarle qué hay en el interior de su equipaje?” Preguntó. Dicha bolsa de equipaje era larga, de piel.
“Ah… llevo un instrumento de viento conmigo. En Liverpool toco en una banda. Practicar me ayuda a relajarme.”
“Vaya, nunca había visto un instrumento de tales dimensiones,” murmuró el revisor, sorprendido.
Zoro le dedicó una sonrisa. “Una pena que no vaya a subir a bordo con nosotros, que si no, no tendría ningún problema en mostrarle mis dotes musicales en algún momento. Aunque no me gustaría dejar mal a la banda…”

Agarró con fuerza su equipaje, y por fin, pudo considerarse oficialmente un pasajero más del Titanic.

*

Sabía que no iba a encontrar grandes lujos en su habitación de segunda clase, pero lo que sí que no esperaba, era encontrarse con algo que no le pertenecía allí.

Y, sabiendo cuál era la situación, cuál era su familia, cuáles eran sus enemigos, el objeto desconocido le hizo ponerse en guardia.

Una bolsa de equipaje, que nunca antes había visto. El olor a piel era muy fuerte, la bolsa era grande, de un oscuro color granate. Zoro llevaba dos bolsas – dejó una sobre el suelo, la menos importante, y agarró con fuerza la otra, la alargada. Se acercó cuidadosamente a la bolsa. Cuando la tomó, se sorprendió al ver lo pesada que era. La abrió con cuidado, esperando encontrarse lo peor, pero en su interior sólo había… ropa. Ropa de mujer. ¿Cómo es que era tan pesada entonces? Removió un poco, con cuidado, cuando algo afilado rozó su dedo.

“¡Au!”

Retiró rápidamente la mano, se había hecho un corte. ¿Qué tipo de vestimenta llevaba una dama, que… cortaba?

Había una pequeña navaja, que se debería haber abierto sin querer.

Cerró de inmediato el equipaje.

Encontró una cuerda, atada a la bolsa, de la cual colgaba una etiqueta. Marcaba un número de habitación, y un, ‘Primera clase’. El número coincidía con el de la suya. ¿Tal vez se habían confundido?

Lo más sencillo, sería buscar a alguno de los empleados del crucero, y contarles el problema. Pero sentía demasiada curiosidad por saber qué tipo de mujer llevaba esa clase de complementos en su viaje.

*


Había escuchado que había una cena de gala aquella noche, pero, ¿cómo iba a aparecer, cuando ni siquiera tenía todavía localizado su equipaje? Era el principal de sus problemas... Aunque la idea de asistir a dicha cena no le hacía mucha gracia, pues suponía estar constantemente en modo Deidara Darwin, fingiendo ser una señorita, a la vez que estaba alerta y al tanto, en busca de su víctima. Hacía tiempo que no se enfrentaba a un trabajo tan pesado como éste, y el tener que estar haciendo un papel le suponía demasiado esfuerzo mental.

Por si fuera poco, el barco – por Dios, era ella, ¿o de verdad se estaba moviendo tanto? Dio un rápido vistazo a su alrededor… el resto de pasajeros no parecían encontrarse mal. Así que el mareo, era solamente algo suyo.

El transatlántico era enorme, y el haberse estudiado los planos de éste poco le estaba sirviendo, una vez se hubo subido en el real, pues mucho le estaba costando situarse. Le tocaría dar un repaso a estos cuando volviese a su suite… pero por ahora, tocaba –

Un momento…

Vio a un hombre, con una bolsa entre sus brazos. Parecía tan perdido como ella. Lo cual, en una situación normal, no le llamaría mucho la atención. De no ser porque… aquella bolsa de equipaje…


“¡U-Un momento!”

Le costó horrores arrancar, y dirigirse, dando largas zancadas, hacia el desconocido.

¿Qué hacía aquel hombre con su bolsa?

“¡Eso es mío! ¿¡Qué haces con mi equipaje?!”

Por un momento, se le olvidaron las supuestas formas de Deidara Darwin. Pero, que le diesen a dichas formas.

“¿Es tuyo?” Preguntó el chico, alzando una ceja.
“¡S-Sí!” Rodeó con una mano un asa de la bolsa. Trató de recuperar la compostura. Difícil con el enfado, los nervios. El mareo. “Es… es mío, yo, llevo buscándolo un buen rato, lo extraviaron, y…”
“Estaba en mi habitación. Creo que se confundieron. Tenemos el mismo número, sólo que yo soy de segunda clase.”
“Um.” Así que, segunda clase. ¿Debería fingir rechazo, fingir sentirse superior? No. Innecesario. No le valía la pena. “Bueno. Pues. Me la llevaré de vuelta.”

El chico la observó. Fijaba su mirada en ella. Deidara se sentía incómoda a medida que pasaban los segundos.

“¿Cómo te llamas?” Le preguntó el chico.
“¿P-Perdón?”
“Tu nombre.”
“… Deidara. Deidara Darwin.”
“Darwin. Mh.”

Le dedicó una sonrisa. Se giró, y empezó a alejarse.

Deidara fue más rápida. Algo le decía que…

“Espera.”

Corrió tras él. Le agarró de la muñeca, con fuerza. Deidara podría parecer poca cosa, pero no era una simple y frágil mujer.

“¿Has abierto mi equipaje?” Preguntó. Era Deidara Shelby quien preguntaba. No Deidara Darwin. Nada de falsa timidez, nada de modales.

El chico no dijo nada.

Sólo volvió a mostrarle esa misteriosa sonrisa. Esta vez, cuando se alejó, Deidara no le paró.

Mierda. Seguro que había visto… Tenía que descubrir quién era, hacer algo al respecto. Asegurarse que su secreto no correría peligro… pero no en un sitio tan público.
« Last Edit: August 31, 2017, 02:37:43 PM by Deidara »


Arence

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #17: August 31, 2017, 07:36:14 PM »
El valiente explorador Haru, o sea yo, ¡reportándose a la aventura! En este hermoso 10 de abril me encuentro junto con mi asistente, la igualmente valiente niña de nombre extrañamente largo que no será registrado en esta bitácora, porque aparentemente ¿es un secreto?. Nombre clave Index.

Hoy abordamos el confiable bote en el cual salvaremos al mundo, ¡Vamos!

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"Entonces solo hay que… pescarlo."
"¡Así es!"
"Suena tonto. ¿Estás seguro que no requerirá alguna barrera de aislamiento o romper algún sello mágico o algo así?"
"¡Para nada! Solo hay que sacarlo. Le explicaré que le puede hacer daño a los humanos y que no está bien ¡y regresaremos juntos a nuestro planeta!"
"Ah, claaaaro." Index levantó los brazos y empezó a caminar hacia la plataforma con nuestros boletos del barco en la mano. A veces creo que no me cree cuando digo que soy un alien. ¡Pero ella dice que es una bruja! ¿Quien le va a creer eso si dice que es como una bruja y que sabe cosas de bruja pero no puede hacer magia? Una bruja sin magia no es bruja. "¡Pues un alien sin nave espacial no es un alien!" es lo que me dice en respuesta, pero ya le dije que mi hermana se la llevó para seguir buscando en el otro mar grande, y además un alien es un alien porque es de otro planeta y ya.

En serio, una bruja sin magia. Seguro es solo que no me quiere enseñar sus trucos de bruja. Boo.

--

Bitácora del capitán de la misión Pesca Fabulosa Alienígena Mágica. Index insiste en tachar la parte de Alienígena, y en que ella es la capitana porque "¡empezó a investigar la anomalía en el flujo de maná con sus amigos mucho antes de tú aparecieras!".

No sé por qué no me quiere contar de sus amigos, dice que ellos eran los magos que sí podían hacer magia.

(¿Eran?)

Escribo la primera entrada oficial de nuestra aventura desde nuestro camarote. El capitán de la misión debería tener la cama de arriba, pero Index muerde muy fuerte así que la deje quedarse con ella. Hay otra litera aparte de la nuestra en el camarote en la que viaja una pareja con un niño. Nos preguntaron por qué dos niños viajaban solos y tan lejos así que ¡les expliqué la misión! Dicen que les parece lindo, nos desearon suerte y partieron un chocolate muy pequeño y me dieron la mitad a mí y la mitad a Index. Ella dice que se veían tristes, ¡para nada!, solo apoyaban a los héroes. Le expliqué al niño cómo reconocer las señales de que El Pez está cerca y me puso mucha atención.

Todo indica que nuestro éxito está asegurado y nada podría salir mal.
« Last Edit: August 31, 2017, 07:38:21 PM by Arence »


Eureka

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #18: August 31, 2017, 09:21:42 PM »
ESTO ESTA MUY FEO pero ya es muy tarde (#clichéswhere)
 
Advertencia: quería explorar historias con otras parejas, así que va a haber un par de parejas del mismo sexo. Uhhh, yo sé que no es el cup of tea de muchas así que son libres de ignorarlo, pero las historias que giran alrededor de ese tipo de romances son las de Mari y Lance. Los pueden ignorar y ya (?)




1st noon





Oikawa soltó los papeles que sostenía, colocándolos de regreso en la caja fuerte. Cerró la puerta, sin desligar su mirada de Eureka, y luego, alzó las manos, en una señal de derrota.

No iba a rendirse tan fácilmente, pero esperaba que su carisma lo salvara de pasar el resto del viaje esposado a una tubería en el cuarto del sargento de marina.

“Puede llamar al sargento de armas, si desea,” comentó, con una pena fingida. “Al contrario, tiene todo el derecho de hacerlo. Debe ser terrible encontrarse con un ladrón como yo en su…”
“Espere,” Eureka lo interrumpió. “No piense por un instante que me causa temor esta situación. He visto mucha gente de su clase en la cárcel, después de todo.”

Oikawa no pudo evitar la curiosidad que surgió en su interior al escuchar las palabras de la joven.

“¿Usted? ¿En la cárcel? ¿Cómo terminó allí?”
“¿Conoce del movimiento sufragista? Formé parte de él, en Londres. Este viaje a Nueva York es un castigo por parte de mis padres, para calmar mis impulsos rebeldes. Pero…” Eureka pareció notar que se había desviado del tema. “Eso ahorita no es de importancia. Lo único que quiero hacerle ver es que no me va a intimidar de ninguna manera.”
“No pretendía hacerlo,” dijo, y se le acercó a pasos calmados.

Aún a pesar de sus palabras y de la postura decidida con la que había contado hasta ese entonces, Eureka retrocedió unos pasos, intimidada por la estatura y el físico del desconocido. No demoró en sentir cómo su espalda se golpeaba suavemente con el marco de la puerta, y aunque vio la oportunidad de salir corriendo y escapar, recordó que no podía darle el gusto al extraño, y volteó la mirada hacia él, sin titubeos. Ya no tenía más espacio para retroceder, por lo que se quedó a la expectativa de lo que él haría.

Oikawa supo que, si se quedaba un segundo más allí, cavaría su tumba: lo más probable era que alguna de las criadas regresara en cualquier momento. La tentación de arrancarle el collar era muy grande, pero sabía que, de hacer eso, no tendría excusas para volver a encontrarse con ella. El conflicto entre su deber y su interés por la joven lo desconcertó, y en aquel lapso de segundos, sintió que no había escapatoria.

No tenía oportunidad de estar con alguien de la clase de Whitaker. No había forma y lo sabía muy bien.

Era inaceptable posponer el robo del diamante.

Aun así, su cuerpo actuó antes que él siquiera lo pensara, y se encontró a sí mismo acortando la distancia restante.

Eureka se mostró sorprendida, más aun cuando vio que el objetivo de Oikawa nunca había sido besarla, sino susurrarle al oído.

“¿Habrá algo que usted desee por sobre todas las cosas?”

Oikawa no estaba muy seguro de que aquel plan funcionase: todo dependía del estereotipo asociado a la mujer en frente de él. Su comentario acerca de la cárcel había sido suficiente como para darle a entender de que odiaba los paradigmas que regían a su clase social y su posición dentro de esta.

Significaba agarrarse de un clavo ardiendo porque sólo estaba actuando en base a lo que había oído, pero esperaba estar en lo cierto.

“Algo que… ¿De qué está—?”
“Libertad, ¿tal vez?” la interrumpió.

La expresión en el rostro de Whitaker disipó sus dudas: parecía haber dado en el blanco.

“No voy a darles el gusto de hacer lo que quieran con mi vida. Voy a ser libre a mi manera.”
“Pero… de todas maneras se casará con Gladstone.”
“…” Eureka desvió la mirada a un lado. “Usted… está muy bien enterado de las cosas.”
“¿No ha considerado alguna vez la posibilidad de cancelar el compromiso?”
“Eso es imposible. No hay forma de que pueda evitar el matrimonio. La boda ya está planeada y se llevará a cabo dentro de un par de meses.”
“Siempre hay una salida. Y podría ofrecérsela, a cambio del diamante.”

Dicho esto, se alejó de ella, y caminó hacia la sala de la suite, dándole la espalda.

“Si está interesada, estaré en la cubierta de paseo luego de la cena, alrededor de las 9. Ahí podremos discutir con más calma sobre mi propuesta.”

Oikawa le sonrió de lado a la vez que abría la puerta principal. Sin darle chance a responder, salió de la habitación, dejándola sola.
 



Eureka se llevó una mano al diamante, por acto reflejo. No sentía ningún tipo de apego hacia el collar: el diamante no significaba nada para ella, porque había sido un regalo de Wilhelm por compromiso.

Wilhelm sólo buscaba la alianza entre su familia y la de ella. No sentía nada por ella. Y no podía culparlo, porque ella tenía las mismas intenciones.

Por ello, no le importaba perder el diamante. Pero se encontró dudando acerca de las palabras del ladrón. ¿Valdría la pena arriesgarse? ¿Qué tan probable era que le estuviese diciendo la verdad?

Resolvió que no ganaría nada con simples suposiciones. La curiosidad le ganaba, y en esos momentos, supo que le haría caso. Supo que iría a encontrarse con él luego de la cena.

No confiaba en sus palabras, pero no perdía nada con darle una oportunidad.




   

Era casi imposible encontrarse con gente noble y de buenos sentimientos en el mundo en que vivía. Lo había aprendido de la peor forma, creciendo en círculos sociales cerrados llenos de conversaciones aburridas y mujeres hipócritas por doquier. Y aunque quería negarlo, su madre también formaba parte de este grupo, forzándola a seguir sus pasos desde una temprana edad.

Adoraba a su familia. Su padre era un hombre muy inteligente y de buen corazón, y su madre, aunque estricta, buscaba siempre darle lo mejor, pero… no podía negar que en varias ocasiones se había encontrado a sí misma deseando tener una vida distinta. Una vida más tranquila, lejos de toda esa gente pretenciosa y altanera que decían llamarse amigos de su familia y de ella.

Lance había sido un cambio interesante en su rutina. Agradecía que su suerte fuera tanta como para que los destinos de ambos se hubieran cruzado, porque Lance era la pareja que siempre había soñado tener.

Futuro heredero del imperio bancario de los McClain, el chico parecía otro más de los suyos, con un corazón sincero y una sonrisa que inspiraba mucha confianza. Su personalidad era encantadora, un auténtico caballero de primera, galante y sensato. Estaba claro que no era perfecto: muchas veces se pasaba de arrogante y charlatán, pero Mari sabía que esas eran nimiedades. Después de todo, Lance era la primera persona con la que compartía muchísimas cosas en común.

En especial, un secreto muy importante en el caso de ambos: ninguno estaba interesado por el sexo opuesto. Hasta que se conocieron, habían contado con una terrible carga por eso: la posibilidad de que estuviesen enfermos y que se tratase de un síndrome psicológico era tan alta que los había obligado a esconder esa importante característica de sus vidas en lo más profundo de su ser, sin comentarle a nadie respecto al tema.

Pero un día sus padres los presentaron, con el objetivo de formar una alianza entre ambas familias gracias al futuro compromiso de los dos. Y se conocieron, y Lance le confesó aquel secreto tan importante para él, como si hubieran sido amigos de toda la vida. Mari recordaba haberlo abrazado por la alegría de encontrar a alguien como ella. Con gusto había hecho a un lado la etiqueta sólo por la emoción de hallarlo. A él, a Lance McClain. Un joven de su edad que, además de no dejarse llevar por la hipocresía de su clase, también pasaba por una situación similar a la suya.

Y tenían el plan perfecto. El matrimonio les serviría para encubrir las relaciones que formarían con sus futuras parejas.

Sus familias no se enterarían de nada.

“Admiro a la hija de los Whitaker,” la voz de Lance en su oreja la sacó de sus pensamientos. “Si estuviera en sus zapatos, no me atrevería a retar a los Gladstone.”

Mari no conocía a Whitaker, pero sabía de sus andanzas en el movimiento sufragista. Hasta se habían encontrado en las conferencias y motines en varias ocasiones.

Pero todo se remitía a saludos cordiales. No habían formado ningún tipo de relación, y sus familias lo impedían aún más porque competían en el mismo rubro del mercado: la venta de automóviles.

Aun así, al igual que Lance, Mari sentía cierta admiración por la joven. Los Gladstone formaban parte del círculo más conservador de Londres, y dudaba que aquella falta de respeto pasara desapercibida.

“Pero querido, tú harías lo mismo de estar en un compromiso como ese,” comentó Mari.

Se decía que Wilhelm y Eureka se odiaban, pero todo era rumores. De todas formas, la animosidad entre ambos era palpable cuando se encontraban en el mismo salón. Y no necesitabas interactuar con ellos: sus gestos, acciones y miradas eran suficientes como para llegar a una conclusión.

Lance aprovechó que nadie los observaba en esos instantes para gruñir y rodar los ojos, aunque le sonrió de lado.

“Si me hubiese tocado una esposa pesada, tal vez.”
“Estuve a punto de enojarme y luego entendí a qué te referías. Gracias por el halago, Lance.”
“De nada, querida.” Lance le sonrió.
“Pero al menos no eres mujer. El estigma es mayor en nuestro caso.”
“Sí, y siento que es injusto.” Lance suspiró, mientras con su brazo la dirigía hacia la mesa de sus familias. Mari no soltó su agarre.

Los padres de ambos andaban conversando, pero se detuvieron en seco cuando los vieron llegar. Se alzaron de sus puestos, con grandes sonrisas en sus rostros, y se les acercaron. Ambos grupos se dieron el encuentro a medio camino.

“Llegaron a tiempo,” comentó la madre de Mari.
“Te ves preciosa, Mari,” comentó la madre de Lance.
“Ah, ¡Muchas gracias!”
“Lance,” su padre lo llamó. “Tengo que hablar contigo a solas un momento. Discúlpennos,” dijo, mirando a su esposa, sus consuegros y nuera.

Padre e hijo se separaron del grupo, mientras que la madre de Lance y la familia O’Hara tomaron asiento en la mesa reservada.

“¿Sucedió algo?” preguntó Mari, dirigiéndose a la madre de Lance.
“No estoy enterada, si te soy sincera. Pero parece que mi esposo ha visto un fantasma.”
“Ojalá que no sea nada malo,” comentó la Sra. O’Hara.
“Sí,” dijo Mari, sin desprender la mirada de Lance.


Mari vio cómo él empalideció de un momento a otro. La mirada de Lance se paseó por la estancia, al parecer buscando a alguien en específico, pero falló y se resignó a prestarle atención a su padre una vez más. Luego de un intercambio breve de palabras, ambos regresaron a la mesa de los McClain-O’Hara, donde se acomodaron al lado de sus esposas.

“¿Qué pasó?” le susurró Mari.
“Hay un… pequeño problema,” le dijo Lance. “De ahí te cuento.”
“Bueno,” la potente voz del Sr. McClain llamó la atención de los presentes. “Disculpen la demora. Necesitaba hablar con Lance sobre un tema de negocios.”
“Oh, no se preocupe,” dijo el Sr. O’Hara. Aprovechó que uno de los mozos andaba cerca de la mesa para llamarlo con un ademan de su mano. “Por favor,” el mozo no necesitó más para entenderle, y corrió hacia el interior de la cocina para servirles. “Tomando en cuenta lo que les espera en Nueva York, yo considero que es pertinente tratar los puntos más importantes por más de que tengan días de anticipación.”
“Sí,” Lance asintió, nervioso. Justo para su suerte, varios mozos aparecieron con los platos de entrada.

La conversación sobre el trato que los McClain cerrarían en Nueva York dominó completamente el almuerzo, seguida de un par de banalidades y comentarios acerca del futuro de la joven pareja. Lance y Mari ya se habían entrenado entre ellos para esquivar las preguntas como si se tratase de balas: tenían la respuesta más adecuada para cada una, sin ser irrespetuosos ni levantar sospechas.

Una vez terminada la sobremesa, los jefes de las familias O’Hara y McClain se juntaron con amigos de otras mesas para charlar y tomar brandy en la sala de fumadores. Las esposas optaron por juntarse para charlar mientras daban un paseo. Ambos grupos invitaron a sus hijos, pero Lance y Mari se excusaron inmediatamente, comentando que, así como sus madres, querían pasear por el barco, pero a solas.



“¿Recuerdas lo de mi padre? Que estaba medio raro antes del almuerzo.”
“Sí.”
“Pues… Me dio las peores noticias.”
“¿Qué?”

A simple vista, parecían andar paseando muy tranquilos por la cubierta, pero Mari podía sentir mediante el agarre en su brazo que Lance temblaba sutilmente.

“Nuestra competencia está aquí. Mi padre está a punto de perder los papeles, porque todo indica que quieren cerrar el mismo trato que nosotros… con la misma compañía americana, por supuesto.”
“¿Los Duff-Gordon?”
“Sí, ellos mismos. No se aparecieron en el almuerzo, pero estoy seguro de que se trata del papá y del hijo mayor. Más bien, disculpa, voy a tener que dejarte un tiempo sola. Necesito despejar mi cabeza y venirme con un plan para salvar la situación. Mi padre está al borde del colapso… no puedo permitir que él sólo se encargue de esto.”
“Sí, lo entiendo.”
“Y además, quién sabe~ En este tiempo a solas, ¿fácil encuentras al amor de tu vida?” dijo, mientras le guiñaba un ojo.
Mari se sonrojo. “No digas eso, Lance.”
“¿Por qué no? Puede pasar. Suerte con eso,” y sus palabras fueron sumamente sinceras, al igual que la sonrisa que le esbozó.
“Lo mismo va para ti, entonces.” Mari le sonrió de vuelta.
“Gracias, pero lo dudo…” Lance desvió la mirada, y luego, soltó un suspiro. “Con el tema del banco en juego, eso es lo de menos importancia ahorita.”
“Lo sé, pero no te cierres a la posibilidad.” Esta vez, fue ella la que le guiñó un ojo.
Lance intentó mantenerse serio, pero fue en vano: soltó una pequeña risa, y le sonrió. “Cierto. Te veo luego, entonces,” y le dio un beso en la mejilla.

Mari le ondeó la mano a manera de despedida. Poco a poco, Lance se perdió entre la gente que ingresaba al salón principal de la cubierta.






Había perdido la cuenta de las veces que llevaba dándole vueltas a la cubierta. Estaba cansada, los pies le dolían y sentía que el aburrimiento la estaba matando lentamente.

Quería su cama, y una taza de té de su criada favorita. 

Con aquel pensamiento en su mente, caminó decidida hacia el ingreso al salón. Ya estaba planeando cómo iría su tarde cuando escuchó las primeras notas de una melodía que capturó su atención totalmente. Sus piernas se movieron antes de que pudiese contemplar la idea misma de esforzarse en buscar la fuente de la música, y cuando reaccionó, estaba frente a una puerta de vitrales de colores. La abrió con sumo cuidado para no distraer al intérprete.

Se encontró con que había dado con la capilla del barco. En una esquina de la estancia, yacía un bellísimo piano de cola, de dónde provenía la música.

Mari se acercó con calma, disfrutando de la canción. No se percató de que llegó a estar lo suficientemente cerca como para entrar en el rango de visión del pianista, quien dejó de tocar al verla.

“Ah, ¡Disculpa!” dijo Mari, rodeando el piano para poder ver la cara del intérprete. “Yo no quise…”

Se interrumpió a sí misma al mirarla. Era una chica, la pianista. De cabellos oscuros, finas facciones y ropa desgastada, parecía ser de tercera clase, y se mostraba sumamente preocupada por haber sido encontrada en la capilla que pertenecía a la primera clase.

La conversación con Lance se le vino a la mente, y una idea tonta se coló en sus pensamientos: ¿y si tal vez era ella el amor de su vida?

Mari sacudió la cabeza. No había forma.

“No quise sorprenderle.”
“Yo no debería estar aquí, entiendo si es que usted le avisa a—”

Mari negó con la cabeza, tomando asiento a su lado en la banca del piano.

“No, no se preocupe. Quiero oírla tocar más, de ser posible.”
“Pero…”
“¿Por favor?” le suplicó Mari.
“…” la mujer pareció dudar por unos instantes, pero terminó asintiendo. “Está bien.”
“¡Gracias!” Mari le sonrió, emocionada.
“Mn, no, gracias a usted,” la pianista le sonrió de vuelta. “Tiene… ¿algún pedido, tal vez?”
“No. Toque lo que usted desee.”

La pianista asintió, y luego de un suspiro, volvió a tocar su instrumento.
« Last Edit: November 30, 2017, 11:12:08 PM by Eureka »


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #19: August 31, 2017, 09:33:37 PM »
SUPER CORTO pero al menos algo que la vida no me dio a más t_t el próximo mes si con todo PURI SI TE DESAPARECES HASTA FIN DE MES >(...

Me alegra ver a varias chicas escribiendo -3- no se olviden de abrir sus temas de comentarios para poder darle amor a sus historias <3


Bitácora #3 — Poet and Peasant (Part I)

El reloj de la Gran Escalera marcaba las ocho de la noche cuando Sayi llegó al comedor. Kaien la esperaba al pie de estas y, apenas le dio el alcance, la recibió con una sonrisa y su antebrazo para escoltarla hacia una mesa.

Sayi aceptó el ofrecimiento y le devolvió una sonrisa aún mas amplia. Su vestido de seda negra, estilo eduardiano y cintura imperio estilizaba su figura y, como aditivo, complementaba elegantemente el conjunto de vestir de su pareja. Sayi agradeció mentalmente a Panty y su impecable tino para vestirla: Y es que para ojos de un ajeno parecían tratarse de una pareja prometida a casarse, y la sola idea le hacía volar de ahí hasta el infinito. 

A diferencia del paseo por la cubierta, el estar en un espacio más cerrado le hicieron percatarse con mejor claridad que tan popular era Kaien. El pelinegro estrechaba y besaba manos a diestra y siniestra, intercambiaba pleitesías y mandaba y recibía saludos a su familia por doquier. Mas de uno preguntó por Sayi, y el pelinegro era pronto a introducirla por nombre y apellido. Y si bien ella sabía que su nombre solo delataba su status como nueva en la adinerada élite, se sentía agradecida con Kaien por introducirla con orgullo.

En más de una ocasión le pareció sentir algo quemarle la nuca. Al voltearse, solía tratarse de alguien mirándole a la distancia, usualmente, hablando por lo bajo con una segunda persona. Entonces intercambiaban miradas con ella, y el gesto era suficiente para confirmar sus sospechas. A lo largo de su viaje por Europa se había acostumbrado a desestimar los comentarios de la vieja burguesía, y había aceptado el que jamás pertenecería a ellos. Pero estar a bordo del Titanic, en su viaje inaugural y chocando hombros con algunas de las personas más poderosas del mundo, era exacerbar su exposición a un nuevo nivel.

‘Bueno, será algo así como la prueba de fuego’ se dijo a si misma. Pero también pensó en Kaien, y cómo por su parte él hacía caso omiso a nadie que no este frente suyo, o a su lado. Y si a él, habiendo sido criado bajo el ojo crítico de la gente acomodada, no le importaba el qué dirán, entonces ella tampoco tenía por qué prestarle tanta atención.

Sin embargo, ya le dolían las mejillas de estar sonriendo tanto…

“Disculpe, ¿señor Talmage-Atwood?”

Kaien y Sayi se giraron hacia una refinada dama. Un vestido de noche carísimo, y elegantes joyas adornaban su impecable porte. La joven era tan delicada y distinguida, que Sayi no pudo evitar pensar que aquella era la imagen de realeza a la que debía aspirar.

Caballeroso como siempre, Kaien asintió y los introdujo a ambos. Sayi esperó a que la mirara con decepción al percatarse de su trasfondo, pero por algún motivo resultó lo contrario. Y aquello picó su interés.

“Lamento terriblemente el atrevimiento, pero me preguntaba” se detuvo, y entonces se giró hacia una mesa cercana, donde una pareja les sonreía con cierta timidez “¿Les apetecería unírsenos a cenar?”
« Last Edit: August 31, 2017, 09:38:44 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Cho

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #20: August 31, 2017, 09:39:24 PM »
Yay, no soy la única posteando a toda carrera~ (?) Proud of myself for finishing intros *pats her head* ahora a estudiar para mañana (...))

3


El transcurso del viaje había resultado muy placentero para los afortunados que eran parte del primer cruce del Titanic por el Atlántico. Su estatus y gran reputación no dejaba sin sorprender ni a los más neutrales y demandantes entre la clase alta. Todos se encontraban muy a gusto. Aquellos de tercera clase podían brindarse un lujo normalmente fuera del alcance de sus manos, y los pasajeros de clases altas tenían la oportunidad de romper un poco con sus usuales y restrictivas rutinas.

Entre ellos, una muy elegante y refinada joven proveniente de una reconocida familia inglesa también se había acoplado sin inconvenientes, y pasaba su tiempo caminando con la compañía de sus damas asistentes o con su pequeña hermana menor, o si no en su recámara donde contaba con gran variedad de obras y libros académicos, al ser una persona muy culta a pesar de su deslumbrante apariencia y muy buenos modales.

Su habitación personal dentro de la elegante suite reflejaba su estatus y pulcra y delicada personalidad. Ella había sido bendecida desde nacimiento con unos cabellos ondulados y rubios que se asemejaban a los de querubines, al igual que su piel de porcelana mínimamente ruborizada en las mejillas, y poseía unos ojos miel que brillaban con el sol y cautivaban a más de un hombre lo suficientemente dichoso como para concederse una conversación breve con ella. Sin embargo, la joven seguía considerándose muy joven como para pretender contraer matrimonio y el motivo de su viaje era por motivos personales y de suma importancia para sí misma: volverse una dama muy inteligente y reconocida en el todavía machista mundo de las ciencias.

De padre científico y madre enfermera, ella había optado por continuar con la vocación de sus parientes y había sido apoyada por todos los cercanos a ella al confiar plenamente en sus habilidades. Sin embargo, sabía que fuera de su círculo le esperaba un mundo que todavía apuntaba en su contra. Incluso la venerada y reconocida Marie Curie a quien todos los que sabían de ella respetaban y catalogaban como una genio continuaba siendo una sombra de su igualmente talentoso esposo, trágicamente desterrado del presente mundo hace pocos años, y recientemente ni ella se había podido librar de discriminación y varios intentos malvados de infamia.

Por ello y otros motivos, la joven contó con las conexiones de su familia para continuar con sus estudios privados en el nuevo mundo durante unos años, y ella fue acompañada de su hermana menor, quien sin lugar a dudas ansiaba con seguir sus mismos pasos.

“Disculpe, señorita…” una criada llegó para observar a su preciada y benévola ama leer uno de sus muy valorados libros en una mecedora. Pese a ser una vista bastante tradicional, la sirvienta no dejaba de maravillarse por la idónea, delicada y casi maternal apariencia que la joven emanaba al encontrarse estudiando, mientras agarraba las páginas con suavidad y casi de manera afectiva.
“Sí, ¿se le ofrece algo?” le preguntó con una modesta sonrisa y calma.
“Se ha enfocado en su lectura por ya casi una hora. ¿Quisiera que le trajera una taza de té? ¿O quizás unas galletas le serían de mayor agrado?”
“Me encuentro bien, muchas gracias por su dedicación,” le sonrió con dulzura y asintió decidida. “Una hora me sirve para refrescar los últimos conceptos, pero si quiero continuar con mi aprendizaje necesito dedicarme aún más. Prometo que le avisaré cuando necesite algo más.”
“Oh, de todos modos, regresaré para mantenerle vigilada. No quisiera que una trasnochada arruine su impecable rostro,” la criada se persignó ante un recuerdo desagradable y angustiante. “Y pensar que le he encontrado dormida encima de sus apuntes más de una vez en el pasado.”
“Le prometo que eso no volverá a suceder,” la joven llevó una palma frente a su boca en un ademán de reírse con torpeza. “Por más que desee seguir los pasos de mi padre, también reconozco la importancia de mantener mi rol como una señorita de clase alta.”
“Me alegra que lo entienda. ¿Segura que no se le ofrece algo más, señorita Ayesha?”
“Pues…” ella finalmente dejó su libro a un lado al recordar algo muy importante. “¿Cómo se encuentra mi Nio? Me sorprende no haberle sentido caminar por la suite.”
“La señorita continúa durmiendo en su habitación,” reportó la empleada, pausadamente. “Pobrecita. Seguramente sigue cansada por haberse dado tantas caminatas por el barco en lo que va del viaje. Sus energías a veces pueden ocasionarle muchos malestares…”
“Eso me preocupa,” Ayesha se levantó y caminó a una mesita donde había una lámpara y un marco que contenía una foto. En esta, se vio a sí misma junto con su hermanita y sus padres en lo que fue una visita a una granja de ganados. La dama tomó la foto y la alzó para observar a su pequeña y hermosa hermanita, quien en dicha foto se encontraba abrazando el cuello de una grande y mansa vaca. “En aquel viaje de ensueño hace unos meses, mi Nio no dejó de alimentar al ganado y fue difícil hacerle soltar a esa vaca cuando fue nuestro tiempo de retornar a casa. A veces me preocupo de que no siga los estándares que se esperan de ella.”
“Sea paciente. Tengo fe en que la señorita Nio crecerá en una dama igual de correcta y educada como usted.”
“Aprecio su parecer,” le sonrió, agradecida, aunque volvió a mostrar preocupación en su semblante. “Sin embargo, para que mi Nio ande durmiendo en plena luz del día… ya abordaron los pasajeros de Irlanda y habría esperado que me pidiera pasear para observarles de lejos…”

Ello palideció el rostro de la hermana mayor, quien se giró rápidamente a su asistenta.

“Nio no habrá ido por su cuenta, ¿cierto?”
“No, señorita, he estado muy al pendiente,” le aseguró.
“De todos modos, tengo que revisar su habitación.”
“¿Segura? La señorita insistió que le dejáramos dormir tranquila.”
“No puede decirle que no a su hermana mayor, descuide.”

Ayesha le sonrió y fue a paso veloz para entrar a la habitación de su hermanita. Al entrar, observó el cuerpo de la pequeña ocupar su cama por cómo se levantaban las mantas y contornaban su pequeña figura. De todos modos, la hermana mayor decidió al menos acercarse y verle el rostro… y cuando levantó los cobertores, encontró para su gran pesar una serie de cojines y almohadas que habían hecho una excelente impresión hasta el momento.

“¡Ahhh! ¡Nio!” Ayesha levantó sus palmas a la altura de su rostro sin saber qué hacer, sumamente angustiada.
“¡¿C-cómo así?! ¡Estuve al tanto!” exclamó la criada. “¿Se habrá ido con la atención a la habitación? ¿O tal vez cuando recibimos la visita por uno de los ingenieros del barco?”
“¡¿Q-qué voy a hacer?! ¡¿Qué será de mi hermana?!” la joven temblaba y no dejaba de exclamar y caminar en círculos, al punto de dar una apariencia frágil que muy probablemente desfallecería ante la presente incertidumbre.
“¡S-señorita, tranquilícese, por favor! ¡S-seguro está en cubierta degustando de pastelería francesa! ¡N-no debe estar muy lejos!”
“¡M-mi Nio!”




Por una sala común oscura, rústica y sin ventanas donde sólo las personas más ruidosas y sociales de la tercera clase andarían, estaba por terminar un improvisado espectáculo de parte de uno de los pasajeros…

“Presten atención, que este acto sólo se los concederé una vez…”

Un joven pelirrojo de ojos filosos y una sonrisa sabia y misteriosa habló con autoridad, aunque manteniendo un tono de voz moderado y suave. Con su mirada fugaz y migratoria mantenía la atención de una media luna de espectadores como quien hacía contacto hipnotizador, mientras sus ágiles manos traían hacia el frente el sombrero de un mago de manera fluida. A un costado, todos pretendían ignorar una ruidosa conversación entre dos pasajeros visiblemente borrachos. Uno de ellos dio un sonoro erupto para entonces aclararse la garganta y escupir al suelo. Si bien dicha serie de acciones trajo cierto disgusto en algunos, el joven mago realizó un acto adicional de sacar un pañuelo del mismo aire y ofrecérselo como un obsequio, a lo cual el borracho lo recibió perplejo y decidió mantener una distancia como gesto de agradecimiento.

“¡Ohh!” entre todos ellos, una jovencita de cabellos marrones contenidos en una simple boina se maravilló por aquel acto de magia que sin duda no había estado en el programa. Ella intercambió miradas de asombro con un jovencito de tercera clase de quien acababa de hacerse amiga, puesto a que él era uno de los pasajeros provenientes de Irlanda.
“Miren,” anunció el pelirrojo, quien dio un par de giros a su sombrero en copa para que todos pudieran verlo. “Se trata de un sombrero simple y común, ¿verdad?”

Él se dio la libertad de ponérselo a la pequeña de la boina momentáneamente, quien agarró los lados del sombrero con delicadeza mientras lo miraba, y notó al mago volver a llevárselo para pasar una palma por encima y decir las palabras mágicas.

“Hocus Pocus, Abracadabra… Voilá!”

De la nada, todos vieron a una paloma surgir desde las profundidades del sombrero y sobrevolar al público, para aterrizar rápidamente en el hombro de su dueño. Este dio una pronunciada reverencia mientras los espectadores le aplaudían con algarabía. Algunos curiosos en el bar que observaron a distancia también le dedicaron unos cuantos silbidos o unos golpes en la barra con sus palmas.

“¡Eres simplemente genial!” exclamó el pequeño amigo de la niña, mientras la muchedumbre empezaba a esparcirse todavía fascinada y confundida por lo que acababan de ver. “¡Yo también quiero ser como tú! ¿Me enseñas? ¿Cómo hiciste que tu paloma apareciera?”
“Un mago nunca revela sus secretos, Luso,” le aclaró con su usual tono misterioso y manteniendo su sonrisa. Él entonces observó a la pequeña con un gesto un poco más cálido. “Amiga del pequeño Luso, ¿no es así? Pero, ¿qué hace una señorita de primera clase entre los comunes como nosotros?”
“Ehh…” ella presionó su boina encima de su cabeza en un intento de esconderse más, y desvió su mirada con ligera incomodidad.
“Estás a salvo con los dos, sólo pregunto,” le aseguró el mago. ¿Cuál es tu nombre?”
“Ehm, Nio Altugle…”
“Mucho gusto,” el pelirrojo hizo otro rápido movimiento de su mano para originar una diminuta flor, la cual se la ofreció con un guiño y una sonrisa pícara. “Para ti.”
“¡Ohh, muchas gracias, señor Natsume!” lo recibió y dio un par de reverencias apresuradas.
“Puedes quitar lo de ‘señor’. Seré mayor que tú, pero sigo siendo joven,” se encogió de hombros.

Ese mago se había presentado como un viajero que había dado un rápido, aunque extenso, tour por el mundo desde ese lejano país llamado Japón, y en su trayectoria había estado aprendiendo diversas técnicas de entretenimiento, principalmente para hacerse de dinero a manera de continuar y subsistir. Sin lugar a dudas, le iba considerablemente bien como para haber podido costearse un ticket del Titanic, pese a sólo ser de tercera clase.

“Sé que llegaré a convencerte que me enseñes,” declaró Luso, con energías. “Tengo la suerte de compartir habitación contigo, así que espero que me digas todo lo que sabes de magia y también del mundo fuera de Inglaterra.”
“Hm~ nunca pensé verme en un rol de mentor,” Natsume se cruzó de brazos y sonrió con ironía.

De repente, una persona se les acercó quien no dio rodeos y caminó donde la pequeña, para quitarle su boina sin pensarlo dos veces.

“¡A-ahh!” ella se asustó y levantó su mirada para reconocer a una persona muy familiar para ella.
“A tu hermana y a tu madre les daría un infarto si te vieran aquí,” comentó un señor alto y mayor de edad, con un tono severo y el ceño fruncido, aunque bastante inmutado a pesar de encontrarse llamándole la atención. “Te culpo por hacer entrar a tu hermana mayor en una crisis de histeria que entorpeció mi silenciosa sesión de estudio en la suite.”
“Ehh, ya se dio cuenta, ¿eh?” Nio sonrió incómoda y dio una reverencia al mayor. “Lo siento mucho, señor Hazeldine. De inmediato regreso.”
“Sí, vas a venir conmigo,” negó exasperado y finalmente miró a los otros dos. “Serán nuevos amigos de la menor. A Nio le gusta conocer a todo el mundo. Al menos parecen decentes.”
“¿Decentes?” Luso alzó una ceja.
“Claro, no sería descortés ni desagradable ante niños,” Natsume se encogió de hombros. Ya estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de personas así que adoptó una actitud indiferente. “La pequeña sí es muy atrevida e intrépida, aunque es una buena persona. Cuídala bien.”
“No debería ser yo quien la cuide,” negó el mayor, levemente exasperado. “Aunque debo mantenerle un ojo encima.”
“Uhh, pero, ¿podemos regresar más tarde?” le pidió la pequeña al anciano mientras le jalaba de una manga de su largo abrigo. “Ya me aburrí de la elegancia. Aquí la gente sabe divertirse.”
“No va conmigo personalmente. Al menos procura no angustiar más a tu hermana. Ella tiene un corazón muy débil,” negó impaciente. Sabía que la pequeña encontraría un modo u otro de regresar a visitar a ese par pese a que no debía.
“Puedo ir a conocerle y asegurarle que te protegeré,” se ofreció Luso, sonriente.
“Es posible que los trabajadores del barco no te dejen, así es la vida,” Hazeldine negó. No había punto de tratar de explicárselo a un niño. Entonces, pasó a mirar al mago. “Por cierto, te notas inteligente y habilidoso, pero cuidado con tu paloma. Si es vista por la tripulación o si recibes una queja de parte de otro pasajero, puede que te la confisquen y te metas en problemas.”
“Gracias por la advertencia,” Natsume sonrió entretenido. Obviamente lo sabía, y no había mucho punto en oírlo de alguien más, aunque apreció notar que dicho señor de clase alta parecía ser más considerado de lo que su cortante actitud daba a entender.
“Bueno, espero que nos volvamos a ver,” se despidió el pequeño.
“¡Por supuesto, Luso! ¡Todavía quiero que me sigas hablando de tus tierras de origen!” Nio asintió con energías.
“Ahora te toca seguir estudiando,” recalcó el mayor a la pequeña damita. “Tu padre se molestará conmigo si no cumples con tus deberes asignados para cuando lleguemos a nuestro destino.”
“Lo sé…”

La despedida fue breve y Nio fue escoltada por el mayor. Trató de enfocarse en pensar en su impuesta tarea y no tanto en lo mucho que su hermana podría llamarle la atención cuando pisara la suite, aunque a esas alturas ya estaba un poco acostumbrada a dicha rutina.

Keithgriff Hazeldine era otro científico de renombre y hasta más famoso que el padre de las hermanas Altugle, al punto de haberse hecho en una celebridad por toda Europa. Era un colega cercano a la familia de las jóvenes quien tuvo la paciencia de ofrecerse a viajar con ellas a los Estados Unidos y servirles de tutor por un corto tiempo en lo que se aclimataba al otro continente. Por ello, era admirado y tratado con respecto por las damitas, a pesar del modo severo, impaciente y frío con el que este solía tratar a todo el mundo.

Aún quedaba bastante más que experimentar en dicho barco, y a las privilegiadas e inocentes hermanas les tocaría ponerse en contacto con todo tipo de personas durante el impredecible e inevitable viaje.


Isumi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #21: September 02, 2017, 06:24:54 PM »
(por qué siempre termino posteando después de la 1 de la mañana?)
Antes que nada quería agradecerles a todas las que me han comentado <3 espero que sigan teniendo ganas de leer mi historia ghei -3- (also Puri, I will deliver ;B)






Ch. 2



La primera idea que tuve fue la de perseguirlo, pero enseguida la abandoné. Conociendo los largos pasillos del Titanic, las enormes salas y las escaleras a la vista de todos... ¡y ni hablar de los ascensores!, hasta llegar afuera no había manera que no se diera cuenta que lo estaba siguiendo. Además que tarde o temprano volvería a la habitación y podría volver a hablar con él cuando llegara el momento.
Entonces decidí cambiar mi vestido y alistarme como lo haría cualquier señorita de segunda clase: con modesta elegancia.
Pero cuando me dirigí hacia mi maleta, me di cuenta que la de Hiro estaba también ahí. Era la oportunidad perfecta.
El chico se había ido solo unos momentos atrás, y bastante irritado por lo que pude notar. No era plausible que volviera tan pronto a su cabina. Además, llevaba solo una maleta consigo, no habría sido difícil encontrar algo que pudiese ser una pista para descubrir su verdadera identidad con tan pocas posesiones.
No perdí más tiempo y enseguida me puse a hacer algo no muy digno de una dama.
Antes de deshacer toda su maleta, observé bien como se encontraba todo y a medida que iba sacando ropa, la acomodaba en la cama de manera que luego la pudiera poner en el mismo orden de como estaban originalmente. Me sentía como una espía profesional, pero eso no me hacía para nada feliz. Solo que era absolutamente necesario no dejar pruebas de lo que estaba haciendo, ya que el chico, fuera quien fuera, había logrado embarcar sin que le dieran problemas por viajar solo. A pesar de ser un niño.
Y no solo eso, también había logrado infiltrarse en la fiesta de beneficencia de mis padrones. Esto lo descubrí luego de haber declarado que alguien me había robado mi cartera, y la dueña del orfanato juntó a todos los niños para cuestionarlos y revisarlos, pero ninguno de ellos la tenía. Por lo cual seguramente había sido un externo. Y cada vez estaba más convencida de que éste era el niño que buscaba.

Si encontraba cosas como una gran cantidad de dinero, o joyas o, con mucha suerte, incluso pertenencias mías, iba a estar segura que era él el culpable.

Pero a pesar de haber estado buscando por un buen rato y por todo bolsillo que pudiese tener la maleta, el único objeto peculiar que encontré fue un reloj despertador.

-¿Un despertador?- Me pregunté a mí misma en voz alta mientras inspeccionaba el objeto de forma redonda.
Era raro que un niño de su edad usara despertadores, y sobretodo que se lo lleve en un viaje donde supuestamente no hay responsabilidades por las cuales se necesitaría despertar a un cierto horario.
Raro, pero supuse que no sería nada importante y lo volví a poner en su lugar.

Muy probablemente si tenía algo de valor, lo habría llevado consigo. Cuando me percaté de eso, me di cuenta de cuán estúpida fui y el tiempo que perdí.
Y entonces proseguí a hacer lo que iba a hacer inicialmente y me alisté para salir a pasear por el Titanic.

Nuestra cabina era la número E-22, saliendo de allí encontrabas un largo pasillo que se extendía tanto que no lograbas ver qué había al final de cada lado. Yo me dirigí hacia el lado donde encontraría las escaleras más rápidamente y subí hasta llegar a la gran escalera de la Cubierta A. Lugar reservado a la primera clase y donde no debería estar, pero desde que llegué fue lo primero que quise ver, después de todos los halagos que recibió esta escalera por parte de mi padre.
Y debía decir que efectivamente era muy bonita, pero en mi opinión era solo una escalera.

Ya era casi hora del almuerzo y decidí alejarme del lugar antes de que alguien me viera y entendiera que no pertenecía a la alta sociedad. Aunque más que eso, al ver mi raza enseguida me mandarían a tercera clase por más bien vestida que estuviera.
Y de hecho, a pesar mío, lo más importante de mi vestimenta en ese momento era mi sombrero. Intentaba que de alguna manera con el sombrero no se vieran enseguida mis razgos asiáticos.
Y ya empezaba a tener miedo por la reacción de la gente en el comedor. Una chica sola, de diferente raza pero bien vestida. Me pregunto qué clase de impresión daría.

Y más me lo preguntaba y menos quería saber la respuesta.
Sin darme cuenta terminé alejándome más y más del comedor de segunda clase hasta llegar al paseo afuera en la cubierta. El cansancio de tanto caminar y la falta de energía causada por el hambre no me dejaron otra alternativa que sentarme en una de las bancas. El lugar estaba casi vacío, ya que probablemente todos se encontrarían almorzando en ese momento. Así que decidí quitarme el sombrero para poder apoyarme mejor. El cansancio me ganaba, intentaba mantener la mente ocupada pero el sonido calmante del viento y del mar me obligaron a cerrar los ojos, hasta que caí dormida.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~


Cuando me desperté ya no estaba en el mismo lugar. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero definitivamente me encontraba en mi habitación. Cuando intenté pararme, mi cabeza empezó a dar vueltas y por el mareo volví a caer en la cama. Ésto llamó la atención de la persona a mi lado.

-¿Te has despertado?- Era la voz preocupada de Hiro. Lo había escuchado solo pronunciar pocas palabras, pero podía reconocer su voz de niño.
-Hiro…- Dije casi murmurando. -¿Por qué estoy en mi habitación?- Le pregunté girando mi cabeza para verlo. Su expresión era completamente diferente a la que me mostró antes, hasta parecía preocupado.
-Te encontré en una banca afuera. Pensé que te habías sentido mal o algo y por eso te dormiste ahí.-
-¿...acaso…?-
-Por supuesto que no te cargué yo hasta la cabina, ¿eres estúpida?- Se apresuró a decir con un falso enojo. Ahora sí lo reconocía. -Llamé a un miembro de la tripulación y le expliqué la situación. Te llevaron al hospital y dijeron que era anemia.-
-Ah… sí, sufro de anemia cada tanto.-
-¡¿Sufres de anemia y no comes?! ¡Eres realmente retardada!- Quería responderle de la misma manera, pero estaba totalmente en lo correcto. Y el hecho de no tener siquiera la fuerza para responderle probaba aún más su punto.

Luego de unos momentos de silencio incómodo, Hiro volvió a hablar.

-¿Tienes miedo de hacerte ver en público?- Preguntó con un tono diferente, pero no realmente de preocupación.
-Nunca lo había pensado hasta ahora. Nací y crecí en Inglaterra. En mi ciudad todos me conocían y pocas veces sufrí las consecuencias del racismo. Pero en un lugar nuevo, mi cara dice otra historia para la gente. Al pensar en eso me dio cada vez más miedo de mostrarme en público y terminé yendo a un lugar apartado.-
-Efectivamente…- Dijo Hiro abriendo los ojos en sorpresa. -El lugar donde estabas era bastante apartado. Creo que fui el único que te encontró porque me gusta buscar ese tipo de rincones en lugares llenos de gente.- Mientras decía eso podía ver un pequeño brillo en sus ojos. -¿Cómo encontraste ese lugar?-
-Si debo serte sincera, mis piernas me guiaron solas, creo. No lo pensé mucho pero tampoco debo decir que no fue deliberado.-
-¿Qué quieres decir?-
-Verás…- Estuve a punto de contarle sobre mi padre cuando mi estómago comenzó a rugir poniéndome en una situación bastante embarazosa.
-¿Vamos a cenar?- Propuso Hiro extendiendo su mano hacia mi. Gesto totalmente inesperado.
Tomé su mano sin decir nada y sus mejillas se sonrojaron. Enseguida evitó mi mirada volteando la cabeza hacia el costado pero sin soltar mi mano.
-Si el caballero es tan generoso de escoltar a esta estúpida señorita, con mucho gusto.- Le respondí con una sonrisa.


A diferencia de nuestra conversación en la cabina privada, durante la cena Hiro era otra persona. Su expresión y sus movimientos eran los de un niño bien educado. No hacía nada en exceso, ni se quejaba de la comida. Y por sobretodas las cosas, no dijo una palabra durante toda la cena.
Por mi lado me sentí bastante observada, pero al parecer la compañía de Hiro lograba que la gente tuviera sus dudas y no pudiera realmente criticar en modo negativo mi presencia. Negarme a mí en ese momento era negar también a aquel señorito, blanco y educado que bien habría podido pasar por uno de primera clase, considerando también su vestimenta.
Era increíble. Por primera vez en mi vida me sentí necesitada de la presencia de un niño. Sentí que si Hiro se excusaba de la mesa, me tenía que excusar yo también aunque no hubiese terminado de comer. Si Hiro se movía, yo me tenía que mover. Si Hiro hablaba, yo le tenía que responder. Este niño se había convertido en mi salvación dentro de un lugar lleno de miradas despreciativas.

Y a pesar de todo, yo seguía sospechando de él.


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #22: September 03, 2017, 02:44:17 AM »
Este fic viene después de cierto aporte de Purini uwu


Bitácora #3 — Poet and Peasant (Part II)

La cena había resultado ser inesperadamente animada. La conversación había fluido tranquilamente entre risas y, por primera vez en mucho tiempo, Sayi había sentido que la había pasado bien. Y es que si bien debía mantener la postura y cordialidad, sus compañeros de mesa habían resultado ser sumamente agradables y elocuentes y, lo mejor de todo: sin miradas de soslayo hacia ella, o alguna observación negativa sobre su procedencia.

Para su sorpresa, luego de degustar el postre las damas de la mesa le habían invitado a un breve paseo por la cubierta. Tratándose de aristócratas, nacidas en riqueza y con altas expectativas sociales, Sayi sentía que ese había sido su primer triunfo en sus incursiones dentro del círculo acaudalado.

Y todo se lo debía a su acompañante.

“¿Hasta aquí esta bien?”

Sayi asintió a la pregunta y Kaien sonrió. Si fuera por ella, le gustaría seguir acompañándolo hasta que el barco atraque en el muelle neoyorquino, pero tratándose del heredero de una fortuna ferroviaria, el pelinegro también tenía responsabilidades con otros pasajeros a bordo.

Era por ello que una vez terminada la sobremesa había sido momento para Kaien de partir hacia la sala de fumadores. Pero antes a dejarla sola, había insistido en escoltarla cerca a su cabina.

“Muchas gracias por acompañarme” agradeció con una leve reverencia. Su cabina estaba unas cuatro puertas más abajo, y Sayi le echó un vistazo rápido antes de volver a girarse hacia él “Y por la cena, por supuesto. La pase muy bien”
Kaien sonrió a ello “Señorita Darcey, si no estoy siendo demasiado atrevido…”

Sayi rió y el pelinegro se detuvo. Solo supo sonreír cuando la pelirrosa sonrió para si misma.

“Es usted muy gentil, señor Talmage. Siempre preguntando si esta sobrepasando sus límites conmigo” respondió, mirando hacia abajo. Y entonces alzó la mirada hacia él “Aún cuando es evidente que yo no puedo negarle un solo favor”

Le gustó ver cómo se sonrojaba, y como vaciló un par de segundos en busca de palabras. Finalmente, el pelinegro se limpió la garganta antes de preguntar.

“Señorita Darcey, ¿le gustaría asistir conmigo al baile de máscaras?”
“Sería un honor” respondió “Con una sola promesa”
“Oh, ¿y cuál es?”
“Que dejemos las pleitesías a un lado, si no le parece que este siendo muy atrevida” le pidió “Llámeme por mi primer nombre, por favor”
“Me parece bien” le respondió “Pero hay algo que me gustaría hacer antes, señorita Darcey”
Sayi alzó las cejas “¿Y de qué se trata?”

Kaien esperó un momento antes de tomar la mano de la pelirrosa con delicadeza. Entonces se agachó, y la beso rápidamente antes de dejarla ir.

“Eso” respondió, y le dedicó una última sonrisa antes de marcharse “Buenas noches, Sayi”

La pelirrosa rió ante el gesto y, una vez los pasos de Kaien dejaron de escucharse, se dio media vuelta y empezó a dirigirse a su camerino. Bailó para si misma un poco, y se llevó las manos a las mejillas antes de apoyarse contra la puerta de su cabina.

Eran casi las nueve de la noche, y aunque consideraba que era prudente el irse a dormir, al parecer sus labios no querían dejar de sonreír. Entonces recordó que se encontraba sin nada que hacer, de noche y en el Atlántico norte, y decidió que no había tenido suficiente por una noche.


Si le preguntaban por sus primeras memorias, lo primero en saltar a mente era las noches a orillas del lago Quinsigamond, en su natal Worcester. Desde siempre, en las noches de verano, su padre gustaba de sacarlas a ella y a su hermana a pasear en su automóbil. Y, cuando el sol se escondía, el señor Darcey las arropaba en abrigos y mantas, y los tres juntos observaban el cielo a orillas del lago.

Recordaba vívidamente la brisa fresca en sus mejillas, los abrigos gruesos, la voz de su padre y lo más importante: El cielo estrellado. Fue por eso que cuando llegó a la popa del barco, lejos de los perpetuamente encendidos faroles, Sayi sintió la nostalgia encoger su corazón, y formar una sonrisa en sus labios.

Las estrellas en altamar brillaban con un esplendor extraordinario, y el sonido de las olas romper contra el casco del Titanic le inspiraban una profunda tranquilidad. Si no fuera por las bajas temperaturas se quedaría ahí por horas, admirando el cielo que parecía brillar para ella esa noche.

Se sobó los brazos y dejó ir una bocanada de aire. La condensación formó niebla de su aliento mientras caminaba hasta la última banca libre de su hilera. Sayi tomó asiento y se puso a estudiar las estrellas; las mismas que acostumbraba a ver con su padre, pero exacerbadas en luminosidad por el cielo despejado.

Debieron pasar unos cuantos minutos cuando escucho alguien suspirar atrás suyo. La presencia de una segunda persona la sobresaltó, y la pelirrosa se giró en un brinco. A primera vista no parecía haber nadie, hasta que se asomó por sobre la banca que reposaba junto a la suya, y se encontró con un joven recostado, observando el cielo con cigarrillo humeando en mano.


Sayi no podía evitar mirarlo con interés pero, por su lado, el muchacho parecía ignorar la atención. Se llevó el cigarrillo a la boca y tomó una bocanada de él, exhaló, y se limpio la garganta. Entonces sus ojos se clavaron en los de ella, en un movimiento tan audaz que la pelirrosa se apresuró en mirar a otro lado.

“Disculpe si la estoy molestando, señorita” dijo el rubio, tomando asiento. Su acento denotó que no era americano o inglés. Apagó su cigarrillo en un posa brazos, antes de continuar “Solo quería ver el cielo esta noche”
“No se preocupe. No me esta molestando” atinó a responder Sayi “Yo también vine a ver las estrellas”
“Ya veo”

Volvieron a caer en silencio, durante el cual Sayi no pudo evitar mirar de reojo a la persona a su costado. No había mucha luz presente, pero traía puesto un traje que se veía muy caro para tratarse de un pasajero de tercera o segunda clase. Sin embargo, había un aire más informal en él a comparación del resto de europeos a bordo.

Estuvo por introducirse cuando el rubio volvió a recostarse en su banca, y se acomodó en la madera para volver a poner sus ojos en el cielo.

“Las estrellas se aprecian mejor cuando uno se recuesta, ¿no le parece?”

Sayi sonrió ante su franqueza. Le daría la razón, pero si algún otro pasajero u oficial de cubierta la encontraba echada en una banca, junto a un extraño y entrada la noche, ello sería una vergüenza a cargar por el resto de la travesía.

No lo imitó, pero viendo que su acompañante no tenía planes a introducirse, intentó entablar conversación de otro modo.

“Big Dipper se ve inusualmente brillante esta noche” pero en respuesta, el joven dejó ir un suspiro burlón “Disculpe, ¿dije algo?”
“Nunca dejara de entretenerme como a los americanos y británicos les gusta simplificar las cosas” dijo el rubio “Big Dipper, The Plough…”
“¿Que tiene de malo?” pregunto Sayi, intentando camuflar su irritación con interés.
“Ursa Mayor es un oso, no una carreta o un cucharón. Se me hace curioso que se perdone la falta de imaginación con simplificación”
“No creo que sea necesariamente algo punible. Es como ver animales en las nubes, rostros en algunos objetos, mensajes en melodías…”
“A eso se le llama Pareidolia, y funciona de manera diferente”
“Bueno… las siete estrellas más luminosas de Ursa Mayor parecen formar una carreta, o un cucharón, y no me parece que sea algo equivocado. De la misma forma que pareció formar un oso para los griegos. Percepción de cada quien, supongo” concluyó la pelirrosa. Y, tras un momento de silencio, se acordó de agregar la cereza de cortesía “Si me disculpa la opinión”

El rubio rió para si mismo.

“Disculpe si la estoy molestando, señorita” repitió, pero esta vez Sayi se quedó cruzada de brazos.
“A mi, en cambio, nunca dejará de entretenerme lo rápido que los europeos menosprecian a los americanos” respondió, tomando sus palabras contra él.

El rubio volvió a sentarse, y esta vez se deslizó hasta estar lado a lado con su acompañante.

“Creo que puede estar en lo cierto, si me permite decir. Traducciones como estas son reflejo de su tiempo. Para los griegos lo más importante a reconocer pudo ser el oso, para los americanos fue una carreta… quizás para otra civilización sea algo diferente”
“Exactamente” respondió la pelirrosa, aceptando su reivindicación “Gracias por eso”
“No quiero molestarla, y lo digo en serio. Pero, sin afán de ofender, ¿me permite hacerle una corrección?” Sayi asintió, y el joven señalo hacia el cielo “¿Sabía que, técnicamente, no son siete estrellas en su Big Dipper, sino ocho?”
La pelirrosa lo miró extrañada, aguzó la mirada y evaluó cada una de ellas “Son siete”
“No, son ocho” respondió, y entonces señalo a lado derecho de la constelación “¿Ve a Mizar? Mizar en verdad esta conformada por dos estrellas, Mizar y Alcor, su acompañante, y visualmente forman una sola”
“No sabía…”
“A decir verdad, para los guerreros espartanos, una prueba de visión era poder distinguir la una de la otra”

Sayi despegó la mirada del cielo y observó el perfil del rubio. Sus ojos saltaban de estrellas a constelaciones, y las señalaba con una facilidad digna de un astrónomo. Parecía que su conocimiento le robaba protagonismo a los cuerpos celestes, y se le veía tan maravillado con lo vasto sobre ellos, que la pelirrosa no pudo pensar en un mejor acompañante para apreciar el cielo esa noche.

“Debo decir que he aprendido mucho” dijo la joven, sonriente “He observado el cielo desde que era una niña, pero usted me hace quedar como una amateur”
El rubio agradeció agachando su cabeza “Me halaga demasiado, señorita…”

Parecía que, finalmente, se había ganado su introducción.

“Darcey, Sayi Darcey”
“Ichigo Langel”
“Langel…” repitió la pelirrosa “Me gusta su apellido, señor Langel”
“¿En serio?” respondió, interesado “Entonces, debo informarle que el puesto de señora Langel esta disponible”

Sayi no pudo esconder su sorpresa ante tal insinuación, pero empezó a reír al percatarse de la sonrisa burlona en el rostro de Ichigo.

“Señor Langel…”
“Llámeme Ichigo, por favor” le pidió.
“Entonces llámeme Sayi también” el rubio asintió, y Sayi continuó con su pregunta “¿Que lo trae a bordo del Titanic?”
“Vengo acompañando a mi amo, el duque von Stresemann, a Nueva York”
“¿Su amo?” le preguntó. Había asumido que Ichigo era un pasajero de primera clase, pero al parecer se había equivocado. Aún así, se percató tarde de lo atrevida que había sido en su pregunta “Lo siento, no quise…”
“No se preocupe, es una ocurrencia común. El duque es muy bueno conmigo y me incluye en su círculo familiar” le respondió “Es un arreglo extraño, pues no siento que pertenezco al círculo de mi amo, pero tampoco me dejan viajar con los sirvientes de primera clase. Y por eso en eventos sociales, me siento más cómodo en sitios como este”
“Entiendo a que se refiere”
“Con todo respeto, dudo que lo sepa” Ichigo sonrió para si mismo “Usted podrá ser nueva entre los burgueses, pero aunado a lo ‘nuevo’ del asunto, usted terminará haciéndose de un lugar entre ellos. El tiempo pasará, su círculo crecerá y asentará a usted y a su familia donde pertenecen. Porque el dinero lo tiene y nadie puede quitárselo, y por ende nadie puede decirle que no pertenece aquí”

Sayi sonrió al escuchar las palabras de Ichigo, pues casi parecían dirigidas a su yo hace unos años, aún vulnerable ante la crítica de los viejos ricos.
Y probablemente tenía razón, pues pensó en Kaien, en las señoritas Sayaka, Deidara e Isabella, y en Jean-Jacques. Su círculo si iba creciendo y, el escuchar que podría cumplir con la encomienda de su padre, era lo más alentador que había escuchado en varios meses.

Aún así, el que la persona a su lado, aquella que le dedico palabras tan amables, pareciera no cargar con la esperanza de pertenecer a algún lado… era algo que le entristecía de sobremanera.

“Ichigo…”

Y, al parecer, el silencio había plantado una duda en el rubio.

“¿Aún se siente cómoda con que la llame por su primer nombre?”

A Sayi le dolió la pregunta. Quizás porque, probablemente, era producto de encuentros pasados. Momentos en los que pasaba de ser un igual a un inferior al saber su procedencia, y Sayi quería dejar en claro que nunca sería el caso con ella.

“Por supuesto que si…” le respondió la pelirrosa, buscando las palabras adecuadas “Permítame decirle que, en todo mi viaje por Europa, es la primera vez que me encuentro a alguien como usted. Tan abierto, honesto, y genuino. Ha sido un honor conocerlo”

Y si bien había dicho la verdad, Sayi se sintió avergonzada de haberse dejado llevar por su franqueza. Pues no se suponía que una muchacha digna fuera tan pronta a alabar a alguien, o profesar admiración apenas conociéndolo. Sintió el corazón acelerarse y el rubor en sus mejillas. Había intentado dejar en claro su aprecio, pero ser tan poco sutil la habían dejado sintiéndose ridícula.

Ichigo no respondió a sus palabras, y ambos se quedaron en silencio por unos segundos que parecieron eternos. Sayi pensó en excusarse con él por el resto de su existencia… pero el rubio la interrumpió antes que pudiera decir algo.

“Sayi, ¿por qué le gusta ver las estrellas?”
La pelirrosa sonrió, más tranquila “Porque mi padre me llevaba a verlas desde que era pequeña. El me enseño todo lo que se de ellas" entonces agregó: “Y debo decir que ahora tengo un par de cosas que enseñarle a él, gracias a usted”
“Interesante”

Estuvo por preguntarle a qué se refería cuando un escalofrío subió por su espalda hasta hacerla estornudar. Al parecer había pasado suficiente tiempo afuera como para enfriarse.

“Lo siento” se disculpó por el exabrupto, y entonces vio a Ichigo quitarse su abrigo y colocarlo sobre sus hombros.
“Se esta haciendo tarde, ¿gusta que le acompañe a su cabina?”
Sayi asintió, y llevó ambas manos al abrigo que la envolvía “Es muy amable, pero usted se va a enfriar”
“Quédeselo puesto hasta que este cómoda en su habitación, por favor. No vaya a ser que se enferme”
“Estaré bien. Tenemos inviernos muy fríos en Massachusetts”

Ichigo sonrió ante las palabras de su acompañante, pero se rehusó a recibir su abrigo. Cuando estuvieron cerca de su cabina Sayi se detuvo, señalando el final de su recorrido.

“Espero verlo en el baile de máscaras, por más que no le gusten esos eventos” le aconsejó “Yo pensaba pasar la travesía en mi habitación, pero sin pensarlo terminé exponiéndome y me he cruzado con personas excepcionales”
“Hm…”
“Uno nunca sabe a quien puede conocer, ¿no le parece?”
“En eso le doy la razón”

Entonces le guiño un ojo y retrocedió unos pasos, aún encarándola. La imagen de Sayi, con su abrigo cubriéndole y viéndole marcharse, le regalaron una última sonrisa antes de retirarse por esa noche.

« Last Edit: September 06, 2017, 12:28:05 AM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #23: September 03, 2017, 12:18:48 PM »

En medio de aquel viaje de ensueño para los pasajeros, y de una ocupada faena para la tripulación, el recorrido del Titanic había llegado a la noche de su segundo día. El horario de la cena ofrecida para aquellos que viajaban en primera y segunda clase había terminado hace apenas un cuarto de hora, pero los trabajadores de White Star Line no contaban con un momento de respiro con tal de seguir con la cuidadosamente planeada serie de eventos y entretenimiento a bordo, a manera de satisfacer las necesidades de los distinguidos viajeros.

La vajilla había sido recogida, al igual que los manteles, y las mesas y sillas eran trasladadas con tal de hacer espacio para el inicio del masquerade que iría a empezar en treinta minutos. Y mientras los muy dedicados mozos y sirvientes realizaban sus tareas con impecable destreza y profesionalismo, los músicos que participarían en el evento ya habían sido ubicados en sus posiciones.

Debido a ello, en medio de la labor que permitiría dar la bienvenida a los participantes del elegante Masquerade, los finos comedores fueron inundados de diversas notas y vibraciones producidas por los instrumentos que eran cuidadosamente afinados. Lo que comenzó como una aleatoria e interrumpida cacofonía, poco a poco adoptó un carácter más fluido y armonioso. Los músicos iban dando el visto bueno conforme terminaban alistando sus sofisticadas herramientas de trabajo, y entre ellos acordaron tocar fragmentos de valses y otros géneros musicales a manera de calentamiento y práctica.

De aquel modo, la fiesta iba iniciando antes de la llegada de los pasajeros. Los propios sirvientes que terminaban de atender los ajustes en el ambiente también disfrutaban con modestia la preparación musical, y se sorprendieron a sí mismos tarareando o marcando el ritmo con sus pasos.

En poco tiempo, el lugar del tan esperando baile se encontraba listo para recibir a la multitud, y dar dicho evento alegre y refinado por empezado.


Como FYI: El masquerade se llevara a cabo en los comedores de primera y segunda clase para tener a la mayoría de nuestros personajes en un solo escenario. Las dos salas se encontraban divididas por un pasillo, pero estaban lo suficientemente cerca para salirnos con esta libertad creativa kk. Personajes de tercera clase o staff personal pueden asistir bien por invitación, o por métodos más sneaky :>~ Lo dejamos a su imaginación.



Ahoy Bishoujos!

Agradecimientos a su @Cho -jestad por escribir el intro <3

¡Hemos llegado a la segunda noche! ;D Sin embargo, si tienen aportes que aún corresponden al primer día, o temprano en el segundo día, solo dejen una nota al inicio de su aporte.

No habrá un fic de cierre para el masquerade, para así dejar a su criterio como organizar sus historias. Tienen todo Septiembre para escribir de este evento, así como del tercer y cuarto día (hasta la noche), así que por favor planeen acorde.

El sábado 30 de Septiembre se estará dejando el fic de introducción al Iceberg, así que les pido por favor usen su tiempo sabiamente no como yo para que le saquen provecho a esta historia -3-

Dejo el calendario for tracking...

Quote from: Horario
Sábado 2 de Septiembre — Interlude: Masquerade (2da Noche, jueves 12 de Abril)

—Se tiene todo Septiembre para postear masquerade, tercer día (viernes) cuarto día (sábado), y quinto día hasta las 11:39 pm (domingo 14 de Abril)—

Sábado 30 de Septiembre — Interlude: Iceberg, y el inicio de la evacuación.
Sábado 7 de Octubre — Interlude: Pocos botes salvavidas/el Titanic se esta hundiendo...
Sábado 14 de Octubre — Interlude: El barco se hunde. Gente en los botes y gente en el agua.
Sábado 21 de Octubre — Interlude: "El día después/RMS Carpathia/NYC/Etc"
Sábado 28 de Octubre — Se cierra el fic a eso de las 11:59PM Hora México

Yyy eso! Cualquier duda las invito al tema de planeación: http://write.btproject.org/planeacion-52/(titanic)-jack!-i'm-hype-ing!/

Happy writing~

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Puri

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #24: September 07, 2017, 07:24:34 PM »
yo: hamigas ya pronto voy a postear el aporte en que salimos todas jijiji :B
also yo: *escribe casi 6k que no tienen nada que ver* :B PERDÓN YA LO TRAIGO ESTA SEMANA IS2G


PERDÓN POR ESCRIBIR TANTO Y PERDÓN PORQUE SE VIENE MÁS PERO YA NO ME IMPORTAN LOS LÍMITES SOY UNA ANARQUISTA LAS LEYES HAN DE ROMPERSE SI ES QUE NO SIRVEN A LOS INTERESES DEL PUEBLO

btw ya voy a acabarme la segunda temporada de downton abbey, quiero estrangular a la ingenua fátima del pasado que dijo "veré un capítulo o dos para escribir bien este fic" U LIL SHIT




“Tienes idea de lo que significa habernos perdido el primer almuerzo en el Titanic, ¿no es así?”

Ninguna de las tres mujeres en la habitación le respondió. Ninguna de las tres le devolvía la mirada tampoco, aunque por motivos distintos. El silencio sólo se rompía por las acciones de Mila, quien atizaba el fuego en la estufa.

“Sayaka”, siguió, con su tono frío y a las justas capaz de contenerse el disgusto, caminando de un lado al otro de la habitación, “Teníamos acordado almorzar con los Cavendish. De hecho, al momento de recibir la noticia, me dirigía a encontrarme con ellos y no quiero imaginarme el disgusto que han de haber tenido de tremendo desplante al no mostrarnos ninguno de los tres. Ahora que el barco se ha detenido a recoger el resto de pasajeros en Cherburgo, ellos ya no tendrán tiempo para mí por tener seguramente acordadas otras reuniones con sus conocidos franceses. Sabes qué significa eso para nuestro futuro, ¿no?” Le miró con furia y alzó la voz. “Sabes qué significa para el futuro de Drumlanrig, ¿no? El trabajo de toda la vida de tu padre, el que me encomendó antes de morir, ¿no?” Sayaka le devolvió la mirada ahora sí, aunque desafiante… Y siguió sin responderle. El hombre no pudo hacer más que estampar una y otra vez la suela de su zapato frente al piso, esperando algo, sosteniendo su mirada con una igual de furiosa… Pero la chica no cedió. “¿No vas a responderme? ¿No crees que me merezco una respuesta a tu comportamiento?”
“No tuviste que entretenerte hablando con el doctor”, respondió con su tono más educado y cordial, a sabiendas de que esto sólo lo enojaría más. Lo único que logró fue que la mano de su abuela, la cual sostenía su izquierda, le apretara fuertemente en señal de advertencia. “Bien sabes que se trataba de algo por lo que no había que preocuparse.” Su prometido rio con amargura.
“Por supuesto que tu arrebato histérico no era algo por lo que debería de haberme preocupado. De hecho, ambos sabemos que ese tipo de cosas son predecibles de tu personalidad.” Ahora sí su abuela alzó la mirada hacia el otro. “Pero sólo crearía un problema aún mayor de no haber hablado con el doctor, de no haberme quedado aquí a tu lado, fingiendo preocupación por tu salud. Además, el hombre estaba demasiado emocionado por atender a su majestad Gracie”, vio de reojo cómo le temblaba levemente el labio a su abuela y la espalda de Mila se ponía rígida, “Por lo que no pude zafármelo antes.” Se acercó a la silla de su escritorio y se sentó en ella, cruzándose de piernas y sacando su pipa para fumar.
“Aún nos queda la cena, Howard.” Esta vez intentó ser más conciliadora y le suplicó con la mirada, ya que, si éste seguía metiendo la pata, Sayaka tendría que lidiar con el mal humor de su abuela. “Los pasajeros de Cherburgo probablemente estén lo suficientemente cansados por el trajín del abordaje como para distraer mucho a nuestros amigos, además que la bienvenida oficial no será hasta la fiesta de mañana. Iremos ahora juntos y no me desprenderé de tu lado hasta que pueda retirarme con las demás damas.”
“No, estoy pensando que lo mejor sería que te quedes en tu habitación esta noche.” Su abuela le estrujó nuevamente la mano, pero esta vez era claramente por otra cosa, para que esté vigilante… Como si Sayaka no lo estuviera alrededor de él desde el funeral. “Todos quienes son alguien en el Titanic saben que aún te encuentras indispuesta desde el funeral, así que es mejor. Tan solo hace un par de semanas dejaste de vestir de luto, y sí que fue uno larg—”
“He de recordarle, señor Link, que quien murió era su futuro suegro.”

Se hizo el silencio en la sala tras las palabras de la mayor. Su abuela miraba fijamente a Howard, pero Sayaka no podía atreverse a verlo. De hacerlo, estaba segura de que se le lanzaría encima e intentaría hacerle cualquier cosa para callarlo para siempre.

“Discúlpeme, madame Baranovskaya”, finalmente un asomo de rubor en su rostro. “No era mi intención hablar de esa manera sobre nuestro estimado señor Gracie. Creo que usted comprenderá la amargura que pesa sobre mí el no poder haberme desposado con Sayaka frente a él como habíamos soñado y son justamente esos sentimientos los que hablan por mí.”
“Por supuesto que lo comprendo a usted y a sus sentimientos. Tan solo le pido que en el futuro sea un poco más delicado para con mi familia.”
“De todas maneras, madame.” Sacó su reloj de bolsillo para evitar seguir hablando del mismo tema. “Me perdonarán ambas, pero debo volver a mi recámara para comenzar con las preparaciones de la cena. Vendré mañana en la mañana para acompañarlas al desayuno, si así les parece.”
“Mañana teníamos acordado desayunar con Charles y su invitado.”
“Pues así se mantendrá. Pasaré primero por la recámara de él, entonces, para así poder partir todos juntos.” Cerró el reloj y asintió su cabeza leve y rápidamente. “Con su permiso, entonces.”

El hombre no esperó a que Mila llegara a la puerta y la abrió, atravesando rápidamente el pequeño salón hacia el vestíbulo de la habitación. Afuera, varias criadas bajaron la vista e hicieron parecer que no habían estado intentando escuchar la conversación, pero claramente habían fallado al ver la severidad en el rostro de su abuela.

“Mila, retírate.”

La pobre criada quiso decir algo, pero su abuela recargó toda su mirada severa en ella. La chica asintió, pálida como una hoja, y salió de la estancia a encontrarse con las demás sirvientas… Pobre Mila. No era su culpa el haberse visto sorprendida en medio de todo el escándalo paseando por el Titanic en vez de estar al lado de su señorita, sobre todo cuando Sayaka le había dado permiso. ¿Pero quién le creería a ella frente a la imagen a cuidar de la familia Gracie? Lo único que podía hacer Sayaka era esperar que la ama no la resondrara más de lo estrictamente debido… Ya luego intentaría compensar a la pobre chica.

“El descaro que tienen algunos de creerse iguales a sus superiores.” Las palabras de su abuela iban cargadas de veneno, pero Sayaka no pudo evitar sentirse reconfortada por ellas. Todo esto lo dijo en ruso, dejando en claro que lo que iban a conversar debía permanecer estrictamente entre ellas. “Conténtate con saber que cada día se torna más estúpido, querida. Sólo un hombre completamente cegado por el brillo ajeno podría tener la desfachatez de referirse de esa manera hacia ti en mi presencia. O, mejor dicho, de hablarme a mí sin ningún tipo de modales.”
“Quisiera poder contentarme”, suspiró. “Pero he de casarme con él, abuela. Su estupidez lo hace más manipulable, es cierto, pero a la vez lo vuelve altamente impredecible.” Se levantó y deshizo de las tres batas que la abrigaban para servirse un vaso de brandy. Volteó y miró a su abuela, y al ver que el disgusto permanecía, le sirvió un vaso a ella también. Las ventajas de la orfandad y la soltería, no había papá o esposo que se opusieran a las botellas de brandy dentro del cuarto.
“Debes mantenerte cauta, querida. Tu padre hizo lo que pudo para asegurarse que Drumlanrig no pasara al legítimo heredero. Mucho dinero corrió para poder convencer a ese hombre que no ganaría nada con acceder a un estado sin tener un título o siquiera una pizca de sangre real como la tuya… Hemos invertido demasiado en tu futuro como para que el primer igualado venga a intentar usurparlo.” Sayaka se acercó y le dio el vaso a su abuela.
“¿Usurparlo? Pero él se volverá eventualmente en el señor de Drumlanrig. Es cuestión de semanas para que legalmente no solo mi vida, sino mis cosas, sean suyas.” Tomó un sorbo de su brandy. “Ya lo escuchaste cómo habla, como si todo fuera ya suyo y yo simplemente un papel molesto que aún no puede firmar.”
“Déjalo hablar, que lo hace por envidia pura a tu situación. Podrá tener todo el dinero del mundo para haber convencido a tu padre de comprometerlo contigo, podrá volverse el señor de Drumlanrig, pero eso jamás lo volverá un Gracie.” Ella también tomó un sorbo de la bebida. Sayaka volvió a sentarse a su costado.
“No, jamás será un Gracie, pero pronto yo tampoco lo seré.” Movió el licor y lo observó. “¿Cuál es entonces, la diferencia, en que un sin nombre me hubiera arrebatado mi casa y mi posición de que lo haga él?”
“Querida”, su abuela suspiró. “Cuánto daría para que te hubieses quedado estúpida y ciega con la ilusión del matrimonio.” Sayaka bufó y tomó un nuevo trago, recordando por enésima vez el funeral. “No miento. La vida te habría sido más fácil de haber seguido creyendo que el matrimonio solucionaría todo entre ustedes dos… Sin embargo, es por eso mismo que te digo que no puedes darte por vencida. Nadie te quitará el ser la hija del gran señor Gracie, así como nadie te quitará la sangre real de tu madre.”
“No es como si tu abuelo pudiera salir de la tumba para llamar al ejército ruso y defender el honor de una de las miles de tataranietas que ha de tener.”
“No hables con tanta insolencia. Seguirás siendo la señora de Drumlanrig, eso es lo que importa. Según la ley es el hombre el que gobierna, pero bien sabes que estos no pueden ver más allá de dos dedos de distancia. La verdadera gobernadora eres tú y por eso mismo tienes que ser cauta de que él no se posicione en contraposición tuya. Ya lo escuchaste hablar, está esperando el más mínimo descuido tuyo para entrar él a brillar y menospreciarte ante los demás para consolidarse en el poder que le confiere Drumlanrig. Sayaka, tú no estás a su nivel y no puedes dejar que él abuse del tuyo para igualarse.” Todo esto era verdad y lo sabía… Si quería sobrevivir, no podía quedarse dormida.
“Hablas como si Howard fuera un nuevo burgués, abuela, pero bien sabes que él también es un aristócrata.”
“Sí, pero tú, Sayaka, eres una princesa.” La chica sonrió divertida y no pudo evitar hacer una mueca que su abuela reprochó.
“Por favor, eso sí que no lo soy. Hija, de la hija, de la hija, de la hija… Charles tiene más chances de acceder a ese trono que yo y ambos tenemos de ruso lo que tenemos de nativos americanos…” Antes que su abuela pudiera reprocharle, escucharon voces provenientes de fuera a la par que tocaban la puerta de la habitación. Sayaka dio la orden y Mila asomó la cabeza.
“Discúlpenme, mis señoras, pero ha llegado el señor Xavier.” Sin decir nada y sin pensarlo mucho, Sayaka salió disparada de la habitación y corrió al vestíbulo.
“¡Charles!”
“¡Sayaka!”

La menor apenas le dio un segundo al otro de que terminara de sacarse su abrigo para saltar a sus brazos entre risas. Charles trastabilló un poco hacia atrás al aceptar el abrazo en el aire y cargarla, pero no dejó de reír junto a ella y darle varias vueltas emocionado. Si bien ambos primos habían tomado el Titanic en el mismo lugar, no habían tenido oportunidad de encontrarse en la mañana con el ajetreo de la partida; y antes de eso, Charles no había tenido tiempo de ver a Sayaka desde hacía varias semanas.

Charles la depositó en el piso, pero no la dejó ir y mantuvo su agarre en la cintura. Sayaka le tomó el rostro con sus manos y le besó fuertemente en cada mejilla antes de depositar sus manos en sus hombros.

“Debiste haberme venido a ver antes.”
“¿Cómo?” Dijo cambiando el inglés por ruso, algo inusual en él. “¿Y dejarte sin la oportunidad de dejar una buena impresión con el resto de pasajeros?” rio. Con razón había cambiado de idiomas, sólo quería fastidiarla.
“Eres de lo peor”, le respondió en inglés y le dio unas leves palmadas en su mejilla.
“¿Dónde está mi abuela?”
“Charles, querido”, llamó esta desde el umbral de la puerta de Sayaka.

Éste finalmente la dejó ir de la cintura mientras iba a saludar alegremente a la abuela de ambos… Y fue ahí que la menor se dio cuenta que en el mismo salón con ellos se encontraba un hombre, quien bajó la mirada rápidamente para darle privacidad. El hombre era alto y contrastaba fuertemente comparado con su primo: Mientras Charles tenía facciones suaves, como las de su madre y la de Sayaka, este hombre tenía facciones duras y rígidas. Llevaba también el cabello peinado hacia atrás de manera estricta, tenía los hombros anchos, rostro lampiño y su boca era una línea fuerte y severa. Charles era mucho más suave en todo, con su cabellera peinada de lado, la barba incipiente, las arrugas en la comisura de los labios y ojos de tanto sonreír. Su ropa también era completamente diferente, ya que si bien era de un gusto impecable se podía notar que el material no era tan fino como el traje de su primo.

¿De dónde habría sacado Charles a este hombre?

Sin darse cuenta, ya tenía a Mila en frente suyo con una de sus batas que había dejado en la habitación… Y la menor se ruborizó al tomar consciencia de lo impropia que debía de verse, vistiendo solo una camisola y gritando como una niña frente a la llegada de su primo.

“Discúlpeme, señor…” comenzó apresurada, poniéndose la bata.
“¡Erik!” Dijo Charles emocionado, sin importarle el estado de su prima. El desconocido finalmente alzó la vista y Sayaka sólo pudo corroborar que su mirada también era fría y severa. “Éste es el señor Erik Lehnsherr, abogado de Oxford y buen amigo mío.”
“Disculpe las niñerías de mis nietos, señor Lehnsherr.” Su abuela se apresuró a caminar hacia él y tenderle la mano. Erik se la estrechó y luego se la llevó a los labios. “Lilia Baranovskaya.”
“El placer es mío, su alteza real.” Esto dejó contenta a la abuela, quien sonrió a su nieto.
“Finalmente algo de modales en este barco.”
“Sayaka Gracie”, se apuró en darle la mano apenas terminó de anudar el cinturón de la bata. Erik repitió para con ella el mismo gesto que tuvo con su abuela.
“Señorita Gracie, mucho gusto.”
“Sayaka, querida, ponte presentable, ¿quieres?” La menor enrojeció otra vez y llamó a Mila con la mirada para que la acompañara. Las dos se fueron corriendo a la habitación. Lilia los dirigió hacia la pequeña sala de estar y les indicó que se sentaran. “Espero que disculpe a mi nieta, seguro habrá escuchado ya el incidente en el que se vio involucrada hace un par de horas. La pobre aún estaba reposando para cuando llegaron ambos, pero no puedo reprocharle su emoción al ver a Charles.” Le sonrió a su nieto.
“Puedo afirmar que el carisma de Charles es algo a lo que difícilmente muchas personas se pueden resistir.” Sonrió Erik levemente.
“Precisamente”, respondió el aludido. “Pero ¿qué pasó, exactamente? En la piscina, me refiero.”
“Isabella se cayó a la piscina y nuestra querida Sayaka se vio obligada a ayudarla. Ya sabes cómo son las dos de unidas, aunque el señor Link le reprochara una y otra vez, ella volvería a hacer lo mismo de ser necesario.”
“¿Isabella se encuentra bien?” Preguntó preocupado, ignorando lo otro por el momento.
“Sí, según tengo entendido el mayordomo de un tal señor Leroy les ayudó.”
“Ciertamente deberé de acercarme a agradecerle de parte de nuestra familia. ¿Le conoces?”
“No, es la primera vez que escucho el apellido. Según tengo entendido, es conocido de Isabella y fueron a dar un paseo por la cubierta junto a Sayaka. Asumo que será alguien de Nueva York, puesto que no he escuchado aquel apellido entre mis conocidos franceses…”
“Hablando de conocidos franceses, tengo una sorpresa para Sayaka. ¿A qué hora iremos a cenar?”
“Querido, eso deberás consultarlo con ella. El señor Link le sugirió que lo mejor sería que se quedara a descansar en su recámara después de lo sucedido.”
“¿Y el doctor qué dijo? Porque le veo buen color de piel, no me parece que tanto reposo sea necesario.”
“El doctor dijo que mientras no se expusiera más al frío y se mantuviera cerca de una estufa, no tendría mayores problemas el resto de la travesía.”
“Disculpen la demora”, Sayaka volvió donde ellos, esta vez vistiendo un vestido con mangas largas de color marrón que llevaba un cuello alto de encajes crema. “¿De qué estamos hablando?” Dijo intentando sentarse, pero Charles se levantó y le indicó con un gesto de mano que no lo hiciera.
“Abuela, disculpa la rudeza, pero Erik y yo vinimos a llevarnos a Sayaka a tomar aire, y ahora que sabemos que aún no ha almorzado, creo que deberíamos llevarla a que lo haga.” La chica sonrió y se volteó a ver a la mayor.
“Creo que un poco de aire no me haría mal. Estar encerrada aquí solo sería contraproducente para todos, ¿no lo crees?” Su abuela le devolvió la sonrisa, captando sus verdaderas intenciones.
“Opino lo mismo. Deberías salir con Charles, ya que se ha ofrecido tan amablemente. Señor Lehnsherr, espero que no le fastidie el tener que ocuparse de mis queridos nietos.”
“Al contrario, será un placer, su alteza.” Lilia sonrió nuevamente complacida.



El Titanic era, sin lugar a duda, espléndido. Ya no se sentía tan tensa como cuando salió a pasear con Isabella e intentaba que Jean no se saliera de raya frente a todo el mundo, y tampoco se sentía tensa como en la mañana cuando subió al barco del brazo de Howard… Caminando del brazo de Charles se sentía segura y feliz, por lo que podía mirar a donde quisiera sin temor a que le reprocharan su falta de interés en la conversación. Su primo, además, ya mantenía una conversación amena con su acompañante sobre la ingeniería del barco como para prestarle mucha atención, así que Sayaka siguió con lo suyo.

Entraron a uno de los cafés del barco y la menor se sintió maravillada con el decorado de la sala. Por lo general solía ser muy quisquillosa con esos asuntos, pero el lugar tenía un gusto fino por el oro y los colores tierra, creando una bonita sensación de hogar. Se sentaron en una mesa muy pequeña para los tres, pero esto no le importó porque el hambre a causa del disgusto de aquel día era mucho más grande que perder tiempo esperando una mesa más amplia. El único problema ahora era que, puesto que la hora de comer había pasado, el menú sólo contemplaba pequeños tentempiés; pero Charles le susurró que ella podía quedarse con sus porciones sin ningún problema, así que asintió entusiasmada e hicieron el pedido.

“Bueno”, comenzó Charles nuevamente en ruso una vez que trajeron los platos. “No te preocupes por Erik, él también nos entiende.” Sayaka alzó una ceja y miró al hombre, el cual simplemente sonrió de lado y asintió.
“Su primo es un perfecto tutor.” Respondió con el mismo acento que tenían los dos primos al hablar el idioma de su abuela. Al decir esto miró a Charles con una sonrisa y por primera vez la menor sintió que algo severo se esfumaba de su mirada.
“Por supuesto que no. Erik ya conocía las bases del idioma, lo único que faltaba era ponerlo en práctica y yo sinceramente necesitaba alguien con quien hacerlo o me lo habría olvidado. Me imagino que eso habría sido lo que finalmente llevara a la abuela a la tumba, así que no me lo podía permitir.”
“Dios no quiera.” Bromeó Sayaka también y comenzó a partir su comida en trozos pequeños. “Pero no entiendo por qué hemos de hablar en ruso si todos aquí manejamos el inglés más que bien. Aunque su acento delata que usted no es de aquí, ¿verdad, señor Lehnsherr?”
“Soy alemán, señorita, aunque ya llevo un buen tiempo sin haber vuelto al continente. Volviendo a la pregunta, creo que Charles prefiere el ruso para evitar que alguien pueda escuchar nuestra conversación.”
“¿No sería mejor que nos esperemos a volver a la recámara, entonces?” Se metió el pequeño pedazo de sándwich en la boca y masticó.
“No, la abuela no puede enterarse de esto.” El semblante de su primo se volvió serio e intercambió miradas con Erik, quien parecía alentarlo a que hablara. Sayaka esperó… “Erik es mi pareja.”

Por supuesto que Sayaka sabía de las tendencias de Charles.

Si bien había crecido más recluida de lo normal, Sayaka tenía amigos cercanos. Dos amigos cercanos, para ser concreta, e Isabella era uno de ellos. Pero Charles era diferente a ellos, porque él había sido muchísimo más durante su vida. Charles había sido su hermano, su mejor amigo, su compañero de aventuras, su confidente, su mayor admirador, su todo.

Sus madres habían sido hermanas muy unidas, y como ninguna pudo tener más de un hijo, les pareció que lo más natural fuera que ambos primos se criaran en lo posible como hermanos, aprovechando lo cerca que vivían del otro. Charles se volvió así en una de las personas con las que ella podía sentirse bien, tranquila y libre, sin temor de hablar aquello que le habrían censurado sus familiares, o de aquello que le daba demasiado temor de compartir incluso con sus amigos.

Cuando el mayor se lo confesó, la noche que se quedaron en vela conversando antes de su partida a Oxford, para Sayaka fue muy fácil explicarle por qué no le tenía miedo o por qué no le creía enfermo.

“Absolutamente nada que venga de ti podría ser malo, Charles. Maldeciría mi alma una y otra vez antes que repudiar siquiera una de tus pisadas.”

Cuando Charles asumió el señorío de Blairquhan, dos años atrás, tuvo que interrumpir sus estudios. El día del sepelio su primo le confió, entre lágrimas, que terminó dejando allá a alguien muy importante para él. Que no estaba seguro de si le esperaría hasta terminar su educación, que era mucho más probable que terminara encontrando a otra persona o que renegara de su condición y buscara esposa. Después de ese momento de debilidad, no volvió a mencionar más el tema por mucho que Sayaka intentó hablar con él de ello.

Y ahí estaba, finalmente frente a ella. Años después y mirándola fijamente.

“Oh…” No pudo evitar exclamar mientras dejaba sus cubiertos sobre la mesa. Charles se tensó por un instante, pero Sayaka fue rápida y jaló el brazo de Erik hacia debajo de la mesa para poder estrechar su mano entre las suyas sin que le vieran. Lo último que necesitaba ahora eran más chismes sobre su persona, pero esto era demasiado importante. “Señor Lehnsherr, disculpe lo directa que seré, y espero que no se asuste de mi persona ya que he sido llamada histérica muchas veces, pero en estos momentos daría de todo para poder abrazarlo.” Le dijo emocionada. “Cuánto quisiera poder darle la bienvenida a mi familia de manera pública, créame, pero le digo de todo corazón que ya lo es para mí aquí dentro. Usted ya es mi familia.”

Y es que absolutamente nada en el mundo la detendría de amar a Charles como lo hacía. Y si Erik Lehnsherr era quien lo hacía feliz, lo más lógico era amarlo también.

Erik le sonrió de la misma manera que le había visto sonreír a su primo hacía un par de instantes.

“Señorita Gracie, me alegro muchísimo de saber que Charles estaba en lo correcto sobre su persona, ya que debo admitir que tenía cierto recelo de que le contara sobre nuestra situación. Y déjeme recordarle que estamos hablando ruso, no tiene por qué llamarme ‘Señor Lehnsherr’ cuando nadie nos comprende. Erik está más que bien.”
“Erik tiene razón, deberías llamarle así. Al menos entre nosotros.” Charles respondió secándose los ojos con la punta de la servilleta. Tanto Erik como Sayaka lo miraron sorprendidos.
“¿Estás llorando? ¿Por qué llorarías, Charles?” Dejó la mano de Erik y ahora tomó la de su primo, esta vez sobre la mesa, ya que no habría problema en hacerlo. “Sabes que te amo más que a nadie, ¿de qué tenías miedo?”
“No lo sé”, respondió ahora riéndose, aunque un par de lágrimas cayeron. “No lo sé. Es sólo que se siente bien… Se siente bien poder ver junta a mi familia.” Sayaka se acercó y le dio otro beso en la mejilla. Volteó a ver a Erik y se rio al ver el sonrojo que habían adquirido la punta de sus orejas.
“Aunque mataras al rey seguirías siendo de los míos.”
“No digas idioteces”, rio, le dio una palmada a su mano y le soltó. “Tienes que comer.”
“Eso sí no lo discuto.” Se llevó un nuevo bocado a la boca, entre sonrisas, sin dejar de voltear a ver a uno y a otro con la emoción de una niña.
“Ahora que hemos dejado de lado lo importante”, comenzó Charles mientras comenzaba a partir en pedazos su porción para poder ponerla de manera más fácil en el plato de Sayaka. “Quisiera entender este asunto de la piscina de una buena vez. ¿Qué pasó exactamente?”
“No tienes idea.” Rodó los ojos. “Isabella y yo tuvimos una pequeña pelea.  Ahora en la mañana, al llegar a nuestra habitación, trajo a un conocido suyo nuevo…”
“El señor Leroy, mencionó mi abuela.”
“En efecto. Es un nuevo burgués de Nueva York que la está cortejando.”
“El padre de Isabella estará lívido cuando se entere.”
“Lo sé, por eso mismo es que quiero ayudarla, pero me temo que me haya malinterpretado cuando hablamos sobre el asunto.” Suspiró. “Por ello se fue enojada, pero no se dio cuenta de lo cerca que estábamos de la piscina en ese momento y cayó dentro de esta al resbalarse.”
“Pobre Bella. Imagino que aún le tiene pavor al agua.”
“Así es.”
“Si tiene pavor al agua,” comenzó Erik, “¿Por qué se encuentra viajando en el Titanic?”
“La abuela de Isabella es de Nueva York y hasta que los humanos aprendamos a nadar como peces no hay otra manera de ir hasta allá, ¿no? Pero descuide, es fuerte y sabe que es un sacrificio que tiene que hacer.”
“Pero se cayó a la piscina, y conociéndote, seguro que te lanzaste al agua a rescatarla.”
“No me parece que sea justo de tu parte el decir eso. Quiero decir, cualquiera que supiera de la historia de Bella habría saltado a ayudarla. Es más posible que se muera de un paro cardiaco que ahogada.” Sayaka volvió a meterse otro bocado para zanjar el tema.
“Tiene razón, cualquiera lo habría hecho.” Asintió Erik.
“Bueno. Siguiendo, terminé arrojándome a la piscina para ayudarla, pero la pobre tuvo un ataque de histeria y no se dejaba, casi ahogándome en su pánico. De no haber sido por el señor Otabek, el mayordomo del señor Leroy, Bella habría terminado ahogándome a mí sin querer.”
“Se me hiela la sangre de pensar que te habría podido perder de una manera tan banal.” Charles le tomó la mano, pero Sayaka negó su cabeza y rodó los ojos.
“No seas un paranoico.”
“Tu bienestar no es un—”
“Charles se preocupa mucho por usted, Sayaka.” Le cortó el otro. “Aunque ahora que la conozco creo que es muy exagerado, usted parece ser más fuerte de lo que aparenta.” Sayaka se sonrojó ante el cumplido y recordó las palabras de Otabek. En verdad no se sentía valiente ni fuerte, pero las palabras de estos dos casi desconocidos le reconfortaban.
“Gracias, Erik.”
“¿Y el doctor? ¿Qué te dijo?”
“Ni siquiera lo escuché. Howard se encargó de todo eso para luego tener qué contar a nuestros conocidos.” Charles frunció el ceño.
“¿Howard sigue dándote problemas?”
“¿Tú qué crees?” Y se llevó la copa de vino a la boca para dejar en claro su punto.
“¿Howard Link es su prometido?” Lo recuerdo de mis clases en Oxford, pero nuestros círculos sociales nunca coincidieron.”
“Charles es el culpable,” Sayaka se encogió de hombros. “¿Cómo cree que le conocí?”
“Por más que sigo firme en que la decisión de comprometerte la tomaste tú, créeme que igual me arrepiento.” El chico suspiró y miró a su pareja. “En aquel entonces tú y yo aún no nos habíamos conocido y mi tío se encontraba preocupado por la herencia de Drumlanrig, por lo que me pidió en una carta que buscara a alguien de confianza para la tarea. El hijo de su prima, quien era el más cercano a heredar, había fallecido recientemente en un accidente de equitación, por lo que el castillo iba a terminar en las manos de un desconocido de la familia. Howard, sin embargo, pudo encontrar una salida legal…”
“Técnicamente logró que Drumlanrig pasara a sus manos y no a las mías.” Le interrumpió.
“No tergiverses los hechos, Sayaka.”
“Pero en el fondo es así.”
“Bueno,” volvió a dirigirse a Erik. “Howard formuló un contrato legal para que el heredero renunciara a sus derechos a favor del futuro esposo de la señorita Gracie, a cambio claro está, de una fuerte suma de dinero que pagó mi difunto tío. Ya que Sayaka no podía heredar, esta fue la situación más conveniente para todos. Y aunque la señorita aquí presente lo niegue, hubo un momento en que sí se enamoró de Howard, así que no le importó mucho que Drumlanrig pasara a sus manos.” La aludida bajó la mirada y volvió a sonrojarse, aunque esta vez de ira. “En aquel entonces Howard pasaba mucho tiempo en Drumlanrig y ambos comenzaron un cortejo durante lo que duraba el papeleo. Mi tío aprobó la relación…”
“Como si su fortuna no hubiera sido la que terminó convenciendo a mi papá”, murmuró Sayaka. Charles prosiguió como si no hubiese interrumpido.
“…Aunque Howard fuera de una posición social menor porque había mostrado su destreza en la tarea y logró rescatar el castillo… Pero claro, todo estuvo bien hasta el funeral.”
“Eso lo recuerdo de tus cartas.” Se dirigió a la menor. “Sé que ha pasado tiempo, pero acepte mi más profundo pésame por la muerte de su padre.”
“Gracias”, respondió con una sonrisa pequeña. “No sé si Charles se habrá tomado la confianza…”
“Claro que no, eres mi hermana del corazón, no podría haberle contado de estas cosas a Erik sin tu consentimiento.”
“Pero,” le cortó, “Usted, como le dije, ya es de mi familia.” Ambos le sonrieron. “Así que no veo por qué no contárselo. Después del funeral Howard y yo nos encontramos en un impasse. No quisiera entrar en muchos detalles porque aún me duele recordarlo, pero a él le disgustó muchísimo mi falta de compostura en la ceremonia. Tuvimos una fuerte pelea sobre varias cosas, una pelea que me abrió los ojos, y desde ahí no puedo evitar reprenderme lo estúpida e ingenua que fui al creerle.”
“Sayaka descubrió que las verdaderas intenciones de Howard siempre fueron para con Drumlanrig y no con ella.” Charles suspiró. “Y si bien, como dije, Sayaka tomó sus propias decisiones al aceptar el compromiso, igual me arrepiento de haber llevado ese hombre a la puerta de su casa.”
“Pero si hablamos en términos legales, ¿no se supone que Drumlanrig irá al esposo de la heredera y no a Howard?”
“Para aquel entonces ya ambos estaban comprometidos, así que no hubo problema en que los dos firmaran el documento. La firma de Howard está ahí, y de anularse el contrato, tendría que haber una separación del patrimonio, aunque no hubiera matrimonio de por medio.”
“Fui una tonta, debí haber visto que estaba detrás de ello todo ese tiempo.” Suspiró y dejó la servilleta sobre el plato, indicando que ya no tenía hambre. Charles le miró con reproche. “Ahora hace uso del título que adquirirá al casarse conmigo para hacerse de un nombre en la sociedad; por ello me prohibió salir a cenar hoy día, aprovechándose del incidente.”
“Con mayor razón tendrá que venir a sentarse con nosotros durante la cena.” respondió Erik enojado al haberse enterado de todo el asunto. “No creo que se niegue a verla ahí si su primo es quien la lleva, ¿o sí?”
“Sí, pero le prometí a Isabella que la ayudaría a introducir al señor Leroy en sociedad. No creo que ustedes quieran ser terriblemente incomodados con mis intentos de celestina.”
“Nada de eso. Usted misma mencionó que es mi familia, así que estaré ahí para apoyarle.” Erik le sonrió nuevamente y miró luego a Charles. “¿Qué dices?”
“Howard conoce mejor que meterse en problemas con el señor de Blairquhan, ¿verdad?” Agregó Sayaka mirando con expectativas a su primo.
“Está bien.” suspiró Charles. “Irás con nosotros e invitaremos a Isabella y al señor Leroy. No deseo meterme en la guerra que Howard y tú están llevando,” hizo un gesto para callarla cuando Sayaka abrió su boca en enojo. “No porque no esté de tu lado, sino porque no deseo que se ensañe aún más contigo y te haga mayor daño. Pero no está en mis planes que te pierdas de la primera cena en el Titanic, después de todo.”
“Eres un tesoro”, respondió feliz.
“Disculpen la molestia, mis señores.” Los tres se callaron y voltearon a ver a uno de los mozos del local. “Llegó esta carta para la señorita Gracie, de parte de la criada de la señorita Isabella Hunter-Blair.”
“Muchísimas gracias.” Respondió en inglés. Sayaka tomó la carta y el hombre se retiró tras una pequeña reverencia. Cogió un cuchillo de untar y comenzó a abrirla. “Debería de haberle escrito antes a ver si ya se encontraba mejor, no puedo permitir que el enojo nuble mis deberes.” Murmuró. La esquela dentro era pequeña y la leyó rápidamente, dejándola con una gran sonrisa dirigida hacia Charles. “Mi queridísimo primo, me parece que tendremos que agregar un par de sillas más. ¿Qué opinas de cenar con la nieta del mismísimo Charles Darwin?”



yo amo a link pero es que vi mi lista y nadie calzaba para prometido malvado ;___; PROMETO RESARCIRME CON ÉL SOMEDAY


me: proofreads
me: posts
typos: appear
« Last Edit: September 07, 2017, 08:10:27 PM by Puri »

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Kana

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #25: September 09, 2017, 08:27:21 PM »
Esto es antes de la fiesta de masquerade (...) y muero porque me van a quedar como 500 palabras para escribir el fic de la fiesta D; pero tenía que hacer esto. 

En consenso los tripulantes y los turistas que se encontraban a bordo del RMS Titanic declaraban que la travesía había sido una deliciosa y deslumbrante experiencia ya sea cual fuese la categorización que los destinaba a distintas unidades dentro de la nave. Especialmente los de la clase plebeya que aún no cabían de sí y no conectaban el hecho de estar viajando en tan magnífica nave.
Sin duda alguna, las almas de todos los viajeros se encontraban llenas de un júbilo fidedigno que los mantenía en un ensueño del cual nadie quería despertar.
Era mágico.
Pero para Avilio era todo lo contrario. Él había vivenciado el lado más nefasto de todo ese maldito viaje. Primero, haber sido reducido a tercera clase sólo por ser un extranjero sin pasaporte regulado de trabajo ni pertenencia definitiva en Inglaterra que, por ende, lo convertía en un potencial migrante que podría estar en busca de un mejor destino en Estados Unidos. Como si no fuera poco, desde apenas llegar al sitio de la tercera clase tuvo que permanecer retenido en aquel cuarto que debía compartir con cinco personas más ante la sospecha y acusación de hurto sigiloso. El RMS Titanic era un barco cuyo nombre significaba progreso y futuro, pero también una buena oportunidad para los charlatanes y ladrones de adquirir bienes ajenos a base de “malas prácticas”. Seguramente ladrones internacionales lo abordaron con esos propósitos.
La primera víctima había sido una dama de alta clase, quien había acusado el robo de su costosa sortija heredara. Y, por supuesto, por donde primero incoara los guardias a realizar peritaje fue por los camarotes de los turistas de tercera clase. Avilio se mantuvo sin decir palabra alguna en todo momento, a diferencia de las personas con las que compartía cuarto quienes se desesperaban ante la idea de ser deportados antes de tiempo. Él estaba tranquilo, porque sabía que los ladrones de objetivos más refinados no se encontraban entre los menos pudiente. Al contrario, esos tipos de “profesionales” curiosamente coexistían con los ricos.
De este modo estuvo encerrado en la habitación, en custodia, hasta que la misma mujercita adinerada avisó a uno de los guardias de la superficie que encontró su joya la cual ella misma dejo en el bolsillo de su chal y que al cambiarse de atuendo lo había olvidado.
El italiano sacó del bolsillo de su vieja y gastada gabardina un cigarrillo el cual no tardó en encender. El joven era de aquellos que fácilmente consumían unos diez a doce cigarrillos diarios, así que si algo le servía de consuelo agradecía que en la tercera clase existiera el comercio ilegal de estos. Exhaló el humo, sintiéndose mucho mejor con este acto. Posteriormente se acercó a la baranda de seguridad de la popa para observar con serenidad el inmenso y negro mar que el barco iba dejando atrás. No era nada novedoso para él, siendo un marine, pero el sonido del mar, aquel aroma salado y esa sensación húmeda de melancolía le apaciguaba el alma y le llegaba a ser adictivo.
Había escogido la popa del barco pues a esa hora donde la noche ya había caído y todo el océano entregaba un escenario oscuro y silencioso, lo único que iluminaba como una mágica gala eran las luces de la fragata. La popa, al menos, estaba más tranquila y yerma. Sólo que de pronto sintió la molesta mirada de alguien clavársele en la nuca. Al mirar de reojo notó que se trataba del tripulante que le había puesto condiciones para subir al barco. Por lo visto, el tipo había tenido la misma idea que él de ir a fumar un cigarrillo en la popa.
Lo ignoró, pese a que entendía que existía un tipo de insistencia de parte de éste para tener una respuesta de Avilio. Como esperando la más mínima señal de provocación para proceder.
—Querido, los luceros se aprecian mucho mejor desde esta parte del barco.—
—Así es, Fanny.—
Una pareja de casados había tenido al misma idea que el tripulante y el marine de ir a ese sector. Ellos caminaban por el área de la popa sin fijarse realmente por donde circulaban pues sus miradas estaban focalizadas en el cielo sideral contemplando los astros que iluminaban aquella noche. El aroma a tabaco despertó el instinto de consumo del esposo quien mecánicamente buscó su pipa en el bolsillo de su saco. Este pequeño acto sumado al seguir contemplando el cielo generó que el tipo ejecutara un movimiento torpe y que chocara sin intencionalidad con Avilio. Como estaba a punto de sacar su pipa, un par de cosas se cayeron de su bolsillo.
—Por poco tropiezas, cariño.—
—Faltó poco.—
El matrimonio habló entre ellos, comentando el despiste. Ignorando por completo la existencia de Avilio, omitiéndolo como ser humano. Negando su existencia como si fuera un objeto, un instrumento, parte del barco. Un gesto completamente esperable de gente de sociedad alta. Tampoco se fijaron de la presencia del tripulante que observaba todo con atención.
—¿Estás bien?— Preguntó la dama al ver que su esposo se palpaba con ansiedad los bolsillos.
—…— el hombre llevó la mirada hacia el italiano, desconfiado y reticente. —Me falta mi billetera.—
—¿Pero cómo?— su esposa giró los ojos disimuladamente.
—¿Está todo bien?— Era la oportunidad del tripulante para entrar en escena.
—Mi billetera, no la encuentro.— dijo más seguro de su pérdida al no encontrarla en sus bolsillos. —la traía conmigo justo ahora y al tropezar con este sujeto la perdí. Me parece un hecho sumamente sospechoso e inadmisible de ser en realidad una fechoría concretada por él.—
—Estimado señor, lamento el momento incómodo en que se ve involucrado lamentablemente.— dijo el chico que trabajaba como tripulante de la nave, haciendo una reverencia hacia el adinerado señor. —Procederé a realizar una inspección del sospechoso para requisar la pertenencia usurpada.—
—Me parece lo mínimo. No quiero pensar que la seguridad del Titanic se ve abrumada por gestos tan decadentes provenientes de sujetos con malas prácticas.— observó a Avilio con suspicacia. —Ni exponer a mi esposa a tales bajezas.—
—…¿Está seguro que no está en el suelo, señor Richemond?— su señora le llamó por su apellido pues al estar con testigos debía adoptar ese protocolo. —La oscuridad de la noche tal vez no nos permite ver si se encuentra por aquí.
—Cariño, sé que no está en el piso…— pronunció reprochador.
—Acompañeme.— indicó el joven a Avilio.
—Yo no la tengo.— dijo seco, frío y en oposición a la petición del tipo.
—No es ventajoso que se oponga pues una actitud como esta genera que las sospechas incrementen.— hizo el ademan de agarrarle por el brazo pero el italiano se quitó el contacto sacudiéndoselo de encima. —Me temo, además, que usted ha olvidado el reglamento interno que prohibe a los pasajeros de tercera clase acceder a la cubierta del barco.
—No iré.— retifico.
—Entonces, ante su conducta cuestionable, me veré forzado de esposarlo y llevarlo a custodia por sospecha de hurto.
—Un momento.— intervino una persona más, quien tal vez había llegado algo tarde o bien había contemplado todo el espectáculo desde la lontananza. Ella se interpuso entre el pasajero de tercera clase y el tripulante. —No puede proceder a realizar una acusación tan grave desde la arrogancia de su persona sin pruebas algunas. ¿Esposar a un pasajero sin siquiera tener la certeza realmente de que haya cometido tal acto? Actitudes así de parte de la tripulación de este barco no hacen más que hacerme sentir en un ambiente violento y de imputación sin fundamentos.—
—¿Mi lady?— el hombre del objeto perdido alzó una ceja ante tan incrédula intromisión. No reconocía bien a esa persona por la oscuridad de la noche pero justo en ese momento la luz de luna iluminó el rostro juvenil y pálido de una muchacha joven.
—Lady Canterbury.— el empleado realizó un gesto de reverencia al reconocerla. Era una muchacha muy joven pero demasiado adinerada y miembro de la familia real como para ser tajante con ella. —Sólo cumplo con mi deber. No es mi intención que vuestra persona se sienta intimidada abordo del barco.—
—Justamente es como me siento en estos momentos. Reitero.— Lana no era una persona que se involucrara en conflictos ajenos. Irónicamente era del tipo de personas que hacían vista gorda a las injusticias o así había sido gran parte de su vida pero Maribelle, quien si era defensora de causas ajenas, le había contagiado su espíritu justiciero los últimos meses. Si bien Lana estaba más potenciada por su amiga, sus intervenciones eran como la presente: pequeñas y sin mucho público que pudiera comentar.
—Es necesario que deba anunciar que mi lord es víctima de un cruel acto.— dijo el joven trabajador del barco.
—¿Mi señor?— Lana se volteó hacia el hombre que acusaba. Lo inspeccionó con curiosidad y una pizca de inocencia. —¿Acaban de blandir una arma afilada contra usted? ¿Acaso usted ha sufrido un corte en el rostro?— y comenzó a recorrer su rostro con la mirada como buscando tal injusticia. —Porque al profesar este joven que usted es víctima de un acontecimiento cruel no puedo pensar menos que eso.—
—…— El hombre se quedó en un silencio incómodo.
—¡Pero que barbaridad!— Exclamó su esposa. Los presentes supusieron que la mujer iba a dejar un reclamo hacia Lana, hacia Avilio y hacia el tripulante. Pero para sorpresa de todos ella sonrió empática, sacó del bolsillo del pantalón de su esposo la billetera y la exhibió ante todos. —Me temo que el señor Richemond olvidó donde dejó su pertenencia. Ruego que nos disculpen.—
—…— y el caballero se llenó de un rubor en las mejillas, tanto por la vergüenza a la que era sometido gracias a su esposa como también por la rabia de que su torpeza se viera expuesta ante esa gente. —Mejor volvamos a nuestra alcoba—
—…— Avilio observó con frialdad a su rival.
—Puede irse si gus-— pero antes de que terminara, Avilio le dio la espalda y se retiró. —Mi lady.— hizo una reverencia a Lana y se marchó resignado.
Lana por su parte soltó un suspiro dejando escapar el aire retenido por la ansiedad. Ella, pese a sus jóvenes años, era una mujer de carácter y decidida pero recién comenzaba a realizar ese tipo de actos insurrectos e imprudentes proveniente de una mujer. Era recatada en ese sentido, con imagen de conservadora, pues sabía que a las mujeres no les iba muy bien si hacían ese tipo de cosas… Maribelle, quien sí defendía con pasión a los que sufrían de injusticias, había corrido la suerte del juzgo social y por ese motivo su padre la había desterrado de Inglaterra y la enviaba a un viaje sin retorno de Estados Unidos.
La joven se acercó al borde de la popa y apoyó sus manos enguantadas sobre las barandas de seguridad. Permaneció varios minutos en ese lugar contemplando la vastedad del mar. Sólo cuando sintió que el cuerpo se le entumecía por el frío retornó en sus pasos. Pero sin notarlo pisó una acumulación de humedad marida del suelo y resbaló perdiendo el equilibrio. En el peor de los casos habría golpeado el costado de su cabeza contra la misma baranda que instantes atrás le brindo seguridad. Afortunadamente para la dama alguien la sujetó de la cintura desde atrás evitando que ocurriera tal fatalidad.
—¡Ah!— exclamó llevándose una mano al corazón y la otra cubriéndose la boca ante el espanto. Su corazón le golpeaba violentamente en el pecho por el miedo que había experimentado hace unos momentos. Al notar que no había caído al mar, se giró prontamente en un gesto agitado para agradecerle a su salvador. Pero como el otro no se esperaba esa reacción tan precipitada, Lana chocó su frente contra el mentón del más alto produciendo un golpe doloroso entre ambos. —¡Disculpe!— se hizo hacia atrás, llenando de angustia y rabia interna hacia sí misma por cometer tantos errores. Imperdonable.
—No es para tanto…— Dijo el tipo, sobándose disimuladamente el mentón que ardía.
—Hm— Lana se dio cuenta que, cuando iba cayendo, había agitado los brazos con el fin se sujetarse a algo y en eso había dado palmetazos a aquel joven botándole algunas pertenencia. —Lamento tan bochornoso incidente.— ella se agachó y tomó las pertenencias del otro que había hecho caer. Vio que era una billetera y un atractivo reloj. Como la billetera estaba abierta era inevitable haberse fijado en la fotografía e identificación “William Sullivan” decía, y anunciaba que era tripulante de la navegación. En la fotografía, el joven rubio sonreía bobalicón… era la credencial del tripulante que antes había intentado arrestar al joven. El otro objeto era un reloj de oro puro, que antes lo había visto en el traje del señor que caminaba con su esposa hace un momento. Cuando levantó, se enteró de que su salvador era… justamente el joven que ella misma había librado de un “juicio inadecuado” Lana sólo abrió los ojos enormemente al darse cuenta de que aquellas cosas no eran de él. En cualquier otra escena habría reprochado su actuar allí mismo, pero se sintió avergonzada y tímida de golpe. Le entregó las cosas y se fue sin más. Sin explicarse como debía actuar. No lo acusaría, no lo recriminaría pero… simplemente no sabía como reaccionar.
Volvió al interior del barco, inmediatamente iluminandose por la luz amarilla del interior. Recorrió los pasillos con su postura refinada y elegante, manteniendo la respingada nariz en lo alto aunque por dentro se sentía todo un manojo de nervios. Llegó hasta los comedores del RMS Titanic y buscó la mesa que antes estuvo compartiendo con Maribelle en la primera cena a bordo del barco. Sólo esperaba que Erwin Smith hubiese llegado a esas alturas de la noche.
Para su calma, aún estaba Maribelle en aquella mesa. Pero para su desconcierto y desilusión, Erwin Smith aún no se presentaba. Eso le causó una mezcla de decepción y molestia. Había estado esperándolo para cenar y no había llegado, así que ella y Maribelle no le aguardaron más pero siempre le quedaba la esperanza de que hubiese llegado más tarde. En cambio, dos extraños acompañaban a Maribelle en la mesa.
—Oh, Lana.— La rubia le llamó, invitándola a sentarse. —Veo que ya tomaste el fresco de la noche.— y lucía muy pálida, más de lo normal. Pero por obvios motivos no la interrogaría delante de otros. — ¿Qué tal tu pequeño paseo?
—Sin mucho atractivo, estimada.— Ella se sentó. Como una persona mecanizada, pareciendo incluso algo borde por no conectarse con los demás. Es que el evento de hace un momento seguía invadiendo en su mente… Entonces, aquel joven si era un ladrón. ¡Que tonta había sido de defender lo indefendible!
—Querida, te presento a Nathan Prescott— Lady Maribelle le indicó con la mirada hacia un chico a su lado.
—…— Lana lo observó. Lucía apuesto, con rubio cabello en un perfecto orden, era alto y pese a estar sentado daba una aire de imponente y de admiración. Él le sonrió carismático y galante, a Lana le llamó la atención las ojeras rojizas del joven pues en él lucían muy bien.  —Mucho gusto.—
—El gusto es mio.— con delicadeza tomó la delicada mano de la dama y depositó un beso en ella.
—Y Victoria…— Maribelle le dio menos importancia. —A ella la conoces.—
—Hm…— Lana llevó la mirada esta vez hacia una chica fina, de piel blanca y con la punta de la nariz rojiza. ¿Victoria había dicho? ¿Victoria cuanto? Le estaba costando trabajo recordarla. Y cuando Victoria la miró con desaprobación y jactancia, casi parecida a la mirada de Maribelle, la recordó fugazmente. La había conocido cuando las tres eran unas infantas y Victoria había sido la eterna émula de Maribelle. Siendo dos chiquillas consentidas y caprichosas siempre discutían por “quien tenía la muñeca más cara” “el vestido más bonito” “el padre más adinerado” y superficialidades como esas. Lana se alejaba de esos conflictos en esos tiempos, esperaba que las dos hubiesen madurado para entonces. —Victoria Chase.— recordó.
—Prescott.— Corrió Victoria. Alzando su dedo anular enseñando una hermosa sortija de oro. Estaba casada con aquel joven rubio.
—Prescott— Repitió Lana sin muchos ánimos de corregirse. 
—¿Sólo eso?— Victoria arrugó la nariz haciéndola parecer aún más niña de lo que lucía.
—¿Y que quieres? ¿Que te felicite?— Maribelle soltó una risita burlona interrumpiendo entre las dos. —Nathan es una exquisitez pero el hecho que estés casada no te convierte en objeto de canonización.—
—¿Perdón? ¿Sabes en qué mundo vives Maribelle?— Victoria negó con la cabeza. El libertinaje de su eterna rival le causaba repulsión y vergüenza ajena. Primero había aborrecido algo tan sagrado y un logro tan admirable como estar casada. Segundo, había llamado “exquisitez” a su esposo. Eso era más que descarado. —Una mujer que no está casada es significativo a un fracaso personal por si no te has ilustrado.—
—…— Lana y Maribelle cruzaron miradas entre ellas. Maribelle mofándose y Lana sintiéndose incómoda por la apreciación de Victoria.
—Señoritas, espero que disculpen el exalto de Victoria… Con estos temas es algo apasionada.— Dijo Nathan, quien forzó una sonrisa. A Lana le dio la impresión que a Nathan no le gustaba la actitud de Victoria, quizá, incluso, el tema del matrimonio en sí. El rubio se puso de pie. —Y deseo profundamente que disculpen mi retirada pero tengo que conversar con uno de mis potenciales socios. Deseo profundamente tener la dicha de desayunar o contemplar un almuerzo el día de mañana con vuestras mercedes.— Se fue precipitado sin esperar respuesta, ansioso, angustiado de pronto. Ni Victoria había alcanzado a decirle algo antes de irse porque simplemente no tenía tiempo de escuchar. La actitud de Nathan causó extrañeza en las damas.
—Si me disculpan, yo también debo retirarme.— Lana imitó a Nathan aprovechando que éste había dejado desorientadas a las otras dos. Se levantó de su silla pero a diferencia del rubio se despidió adecuadamente de las dos. Era evidente que Erwin no llegaría. No sacaba nada de seguir esperando y sinceramente no estaba de ánimos para conversar cosas sin profundidad con Maribelle y Victoria. Las otras dos se quedaron un poco más en el comedor degustando del postre de limón mientras discutían banalidades justamente.
Lady Lana llegó en solitario hacia su alcoba en la suite privada. Al ingresar a la habitación se quedó de pie unos momentos estática como terminando de procesar todo lo que había experimentado durante el día. Debería sentir que el viaje era ameno, el clima era grato y la socialité parecía interesante a estas alturas pero la chica de cabellos color plata no sentía verdaderamente que lo estuviera pasando bien pese a estar con las personas que conformaban su área de confort.
Quería escapar
Llevó una mano a la gargantilla de oro que pendía de su fino cuello. Entendió que su sensación de angustia se debía a los comentarios de Victoria pues con tan pocas palabras había logrado hacerla sentir errática. Victoria Chase, ahora, Victoria Prescott, aquella chica americana que visitaba de vez en cuando Inglaterra en su infancia era hoy una mujer casada que se jactaba de ello. Le había dicho prácticamente en el rostro que ella había fallado como ser humano por no estar casada aún. Eso la había malhumorado.
Por otro lado el tema tenía relación con su propio viaje. Mientras Maribelle viajaba a Estados Unidos al ser desterrada por su padre por alborotadora pública, Lana viajaba por petición de su señor padre después de quince años de ausencia. No recordaba su rostro, ni su voz, ni tan siquiera una sola muestra de su afecto. Intuía que la había mandado a buscar no por otro motivo que para sacar un beneficio de su única hija (quien, por lo demás, había fallado como hija pues había nacido siendo eso; hija. No hijo. No un heredero.) al casarla con un socio que incrementaría su arca personal.
Volvió a sentirse angustiada y estresada. Fingir que era perfecta era ya de por sí cansador, ¿cómo sería fingir, además de la perfección, que era feliz cuando en realidad era infeliz? Sintió ganas de gritar en un gesto impulsivo de rabieta infantil, de escapar, de lanzarse por la borda y nadar hasta un destino donde nadie la conociera. Por su mente cursó la loca idea de fugarse en el siguiente puerto y cambiar de identidad para no tener que seguir viviendo la tragedia que vivía. Sujetó su cabeza con ambas manos tratando de silenciarse.
¿Cuál era su significado en la vida? ¿Estar esperando en una salita eternamente a su esposo mientras bordaba? ¿Olvidar su nombre y pasar a ser parte de una propiedad de un otro? ¿Criar niños y ser la esposa perfecta? Eso de pronto le produjo nauseas. A Lana la habían dejado de lado por mucho tiempo como si soslayaran o incluso omitieran su existencia por lo que nadie le había enseñado a prepararse para convertirse en una buena esposa. Su infancia, solitaria y extraña, la había vivido aprendiendo cosas más masculinas que femeninas al estar cerca de Erwin Smith y preguntándole todo sobre cómo usar un arma, cómo se organiza a un pelotón o cómo lo pasaba él en las misiones militarizadas. La institutriz de la casa le había enseñado a ser una damita, a amar la más sagrada entretencion de una lady que era dedicarse a escoger vestuario, pero tampoco le había dicho mucho más sobre la vida de una mujer y su propósito. Sólo le había dictado; “Las mujeres existimos para parir los hijos de nuestro hombre.” y Lana había arrugado la nariz dibujando una expresión de aversión en el rostro cuando la escuchó.
Prolongó un suspiro de decepción. No le gustaba pensar en esos temas que correspondían a los "sueños de una dama" a lo que suponía el matrimonio. Observó su alcoba por unos instantes, una gran sala que tenía para ella todo lo necesario y mucho más. Derechamente un sitio de lujo preparado para la hija del conde de Shaftesbury. ¿Pero de qué servía tener toda la riqueza del mundo si por dentro se sentía el ser más pobre de todos? Lo peor de todo era que ya no era una niña que vivía en una gran castillo sin más que sus sirvientes y que Erwin. Que cada día si se sentía estresada corría a su jardín y trepaba los árboles sabiendo que nadie le retaría porque no estaban preocupados de ella. Ahora no podía ir por allí trepando al mártir del barco... Por ejemplo, sin ser vista como una loca desalineada.
Pero sí tenía otro recurso que le reconfortaba más que todo en la vida. Caminó de regreso a la puerta y salió de su alcoba ingresando a la salita de estar la cual estaba vacía a esas horas. Una de sus sirvientas que tenía su misma edad se le aproximó, llevaba unas sábanas recién planchadas con ella, Lady Lana notó que ella estaba acompañada por un niño pequeño que recordaba como el hermano menor de la chica. En cualquier protocolo aristócrata a la doncella no le hubiesen permitido ir con su pequeño hermano pero Lana tenía un afecto especial por ella pues era una persona de mucha confianza para la hija del conde por lo que le concedía ciertas permisibilidad. Ella le preguntó por Erwin Smith y la sierva le respondió que se encontraba en su alcoba.
Era extraño, porque le creía aún inserto en la socialité conversando con sus camaradas sobre historias de soldados que eran las cosas que le gustaban. Fue hasta el cuarto de su protector y golpeó un par de veces, él mismo le abrió la puerta y la dejo entrar. La sirvienta no se horrorizó al ver que una dama ingresaba al cuarto de un hombre en solitario por la noche pues sabía que su señora y el capitán Smith compartían una hermandad desde que su señora era una niña.
—¿Cómo estuvo la cena?— Le preguntó el rubio después de que la chica se sentara en un diván.
—...— La peliplateada lo observó entrecerrando los ojos, algo molesta con la pregunta que sabía casi a burla. Ya solos, había más confianza y no era necesario tanto protocolo. —Sinceramente, mi cena fue como ingerir vidrio molido, querido Erwin. Primeramente, la gente que me rodeaba en la mesa sólo hablaban de riquezas propias y denigraciones hacia otros así que salí por un poco de aire fresco.— Mejor ni le contaba lo del tipo ladrón. —Al volver, Maribelle conversaba con Victoria... No la recordaba, luce algo cambiada. Bueno, está casada y eso...— curvó las cejas, llevándose una mano al pecho. Dejo pasar un par de segundos de silencio. —Lo peor de todo fue el bochorno de esperarte eternamente y no recibir ni un sólo mensaje de tu ausencia.
—Hm...— El rubio aumentó un poco más la luz de la lampara sobre el escritorio. Había estado centrado en algunos papeles antes de recibir a Lady Lana. —Lo siento, realmente. No tengo excusa alguna más que la insensibilidad que tengo hacia las personas que integran la más alta casta... Verme allí, con gente tan refinada, ¿de qué cosas podría hablar con ellos?—
—Pero estaba yo...— Lana dijo secamente.
—Sí. Pero si hablablamos, temo que haría verte mal... Pues terminaríamos hablando sobre tiros y aves y otras cosas imprudentes para los demás.—
—Pues— Lana sonrió libremente. Pues era cierto, los temas de conversación que tenía con Erwin eran más auténticos y libres, hablaban sobre lo que hacían en lo cotidiano. Erwin Smith le había enseñado a usar un rifle y la llevaba al bosque a practicar con esas pobres aves. A menudo iban a cazar a caballo con otros nobles y la había educado en integrarse en eventos caritativos para la sociedad más vulnerable.  —Puedo perdonarte esta noche. Pero mañana.. Espero que sí asistas.—
—Me mentalizaré durante toda la noche.—
Comenzaron a conversar sobre qué había hecho cada uno en su primer día en el RMS Titanic siendo ambos dos puntos opuestos en cuanto a la actividad. Mientras charlaban, Lana recordaba los días de su infancia junto a él y cómo este había sido además de su protector la persona que más le había enseñado en la vida. Ella expresaba una admiración y sentimiento de afecto platónico hacia el mayor mientras que él la miraba como una especie de hermana pequeña.
« Last Edit: September 10, 2017, 12:51:19 PM by Kana »


Isumi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #26: September 13, 2017, 05:58:55 PM »
Nota: este fic es del segundo día pero por la mañana so aun no es del baile </3 *atrasada*








Ch. 3




A la mañana del segundo día en el Titanic, fui despertada por el sonido atronador de un despertador; lo cual me hizo pensar por un momento que era hora de ir a trabajar, hasta que recordé dónde me encontraba y a quién pertenecía aquel despertador tan ruidoso. 

Una vez se detuvo el sonido escuché la voz de un recién despierto Hiro quien frotándose los ojos me dijo. -Olvidé avisarte sobre ésto.-
-Diría que sí.- No podía enojarme con él ya que, a pesar de saber de antemano sobre el aparato por haber revisado en su maleta, igualmente fui sorprendida.
-Pues eso, me despierto todas las mañanas con despertador, es una costumbre.-
-Hmm… ya veo.- Por alguna razón no me convencía su explicación, pero tenía demasiado sueño como para ponerme a pensar al respecto.

Media hora antes del mediodía, el titanic hizo su última parada en Queenstown para recoger a más pasajeros. Hiro y yo habíamos desayunado juntos y durante toda la mañana me hizo compañía y escuchó algunas de mis anécdotas y trivia sobre el barco que sabía gracias a mi padre. Aunque curiosamente no me había preguntado por qué sabía esas cosas.
Y fue cuando empezaron a embarcar los nuevos pasajeros que Hiro y yo escuchamos a varias personas, sea de segunda que de tercera clase, hablar de cierta artista expresionista que viajaba por el mundo y aparentemente era más famosa por su personalidad que por sus cuadros.
Por lo que logramos escuchar, ésta persona era pasajera de primera clase, y se me hizo curioso cómo una artista había podido permitirse un boleto tan caro.

-Será de alguna familia rica.- Comentó Hiro mientras bajábamos hacia el vestíbulo en la cubierta C.
-Se me hace raro que una joven de familia rica se dedique a la pintura.- Le respondí recordando los comentarios sobre la edad de la chica. -¿Crees que de verdad tendrá dieciocho años?-
-Si los rumores son ciertos, entonces podría ser… oh.- Hiro detuvo sus pasos y con el dedo señaló delante suyo. -¿Ese no es uno de los pianos que mencionaste esta mañana?-
Miré hacia donde indicaba y efectivamente aquel era el Steinway de segunda clase que se encontraba en el vestíbulo en la cubierta C.
-Sí, ese es uno de los dos pianos accesibles a la segunda clase. No es como el del comedor que podría pasar por uno de primera clase, pero seguramente tiene un buen sonido.-
-¿Crees que podemos tocarlo o será solo decoración?- Me preguntó acercándose al instrumento.
-No he escuchado a nadie que dijera que estaba prohibido tocarlos…- Dije acercándome también y sentándome en el taburete.
-¿Por qué no tocas algo?- Hiro se sentó a mi lado y pude ver un pizco de emoción y expectativa en su rostro.
Supongo que no se dio cuenta de lo que dijo, pero en mi mente resonó enseguida. -¿Cómo sabes que sé tocar el piano?-
-...- Hiro abrió los ojos en sorpresa, pero sin dejar pasar siquiera un segundo, retomó la compostura y mirándome a los ojos como si nada, dijo: -Yo solo propuse que tocaras algo, no tenía idea de que sí sabías tocar el piano.-
Este niño sabía salirse con la suya en cualquier momento, y cada vez me convencía más que había sido él el ladrón del boleto.
-De acuerdo, entonces tocaré algo para ti.-
De nuevo pude ver los ojos de Hiro brillar con expectativa y, una vez que comencé a tocar, los cerró para poder escuchar mejor.

A pesar de las sospechas que tenía hacia el niño, del hecho de que me encontraba en un barco de lujo y de que ni siquiera estaba segura si estaba o no permitido tocar el piano; de alguna manera ese momento fue uno de los más relajantes que tuve en mucho tiempo.
Hiro se balanceaba de un lado a otro siguiendo la música aun con los ojos cerrados, y mis dedos se movían con tanta libertad y ligereza que sentí que estábamos solos en ese inmenso barco en el medio del océano.

Pero cuando terminé de tocar, esa sensación desapareció por completo.
Al escuchar un primer aplauso mi mente volvió a la realidad y un susto improviso me paralizó.
Por lo que me decían mis oídos, habían varias personas aplaudiendo y exclamando ‘¡Bravo!’, pero mis ojos no dejaban de fijar el teclado.
-Oye, ¿qué te sucede?- Me preguntó Hiro en voz baja y alterado. Pero no pude responderle.

¿Qué me sucedía? No era la primera vez que tocaba en público ni que recibía aplausos. En parte podría haber sido el miedo de haber hecho algo que iba contra las reglas del barco, pero si simplemente me estaban aplaudiendo no tenía por qué reaccionar así.

...No.

El miedo que tenía y la razón por la cual no me volteaba era porque no quería mostrar mi cara. No quería que esos aplausos desaparecieran por culpa de mi cara, de mi raza.
Si bien gracias a Hiro ahora podía caminar tranquilamente por la cubierta, comer en el comedor y no preocuparme por las miradas de la gente, ésto se trataba de mis habilidades como pianista, se trataba del futuro en el que mi padre creyó tanto como para mandarme a otro continente confiando en que tendría éxito.

¿Y si lo arruinaba todo por culpa de mi rostro?

De repente sentí la mano de Hiro agarrar mi muñeca firmemente y tirando con fuerza me arrastró fuera del lugar y comenzó a correr hacia el paseo cubierto.

Detrás mío pude escuchar la confusión de la gente por la escena que les había apenas mostrado y de repente, entre las bajas voces de los demás, una en particular se hizo escuchar bien fuerte.

-¡Haru, atrápala!- Gritó una voz joven con energía y enseguida escuché unos pasos apurados ir acercándose hacia nosotros.
Y en el momento que Hiro ralentizó su paso para abrir la puerta hacia el paseo cubierto, sentí como mi otra muñeca había sido agarrada por alguien tan fuerte que me obligó a girarme en el instante.

Era un joven alto, bello y sobretodo de excéntricos cabellos que eran blancos la mitad de arriba y negros la de abajo. Pude ver cómo en ese momento cómo sus ojos se habían abierto en sorpresa cuando me giré y enseguida con su mano libre se cubrió la boca y evitó mi mirada por alguna razón, pero sin dejar ir el agarre.
Hiro comenzó a impacientarse y cuando vio al joven gritó. -¡Oye ¿qué haces?!-
-Son órdenes de la señorita.- Dijo él sin girar su cabeza hacia nosotros, aun con la mano cubriendole mitad de la cara. Me pregunté si se había sorprendido por mi etnia, pero me pareció una reacción muy exagerada.
-¿Qué acaso esa señorita tiene derecho a decidir la vida de los demás?- Preguntó Hiro irritado -¿No te das cuenta que la chica quiere irse? ¿Sabes que lo que estás haciendo es un acto totalmente descortés y por no decir criminal? ¿Eres tan idiota como para…?-
-¡Hiro!- Grité para detenerlo cuando vi a una joven señorita, claramente pasajera de primera clase, acercarse hacia nosotros. La joven de cabellos rubios y largos llevaba un elegante vestido de color amarillo que, sin necesidad de ser ajustado, adhería a su perfecta figura y caía hacia el fondo abriéndose como la cola de una sirena. En sus brazos llevaba puestos unos guantes de encaje blancos y en su mano derecha un hermoso abanico en tela decorado con dibujos de flores del oriente. Y para completar su aspecto, mitad de su cabello lo había recogido con un broche que al centro contenía una joya que, si mis ojos no me engañaban, se trataba de un diamante de color naranja.
-Muchas gracias Haru.- Dijo la joven que parecía haber sido la modelo de un cuadro de afrodita. -Puedes soltarla.-
-Cómo ordene.- Respondió el joven de nombre Haru y procedió a soltar mi muñeca aun sin mirarme a la cara.
Hiro hizo lo mismo, pero en vez de soltarme por completo, esta vez tomó mi mano en la suya.
-¿Hiro…?- Murmuré pero el niño solo miró hacia el costado y no me respondió.
Haru retrocedió e hizo paso a la joven de cabellos rubios quien enseguida habló con un tono majestuoso y noble. -Disculpe.- Dijo acercándose hacia mi sin reserva. -¿Es usted por casualidad la pianista que toca en las fiestas de los Turner? La escuché antes tocar y su estilo me parece muy similar a la que escuché anteriormente en sus fiestas. Aunque si le debo ser sincera me gustó mucho más como tocó esa pieza hace unos momentos.- Y entonces la señorita comenzó a perder su compostura. -Es decir, antes también su técnica era impecable y lograba transmitir emociones a través de la música a pesar de que la mayor parte de las veces se tratase solo de música de fondo, ¡pero yo la he escuchado atentamente! Y puedo decir con seguridad que ésta vez usted tocó esa misma pieza con mucha más libertad y sin la presión de ser juzgada por su técnica. Y debo decir que me ha cautivado como nunca nadie antes lo había hecho con su música, y la verdad es que…-
-Señorita.- Haru interrumpió el discurso de la joven quien ya se había sobre emocionado y entonces ésta se aclaró la garganta y, de nuevo con tono solemne, continuó a hablar.
-Disculpe mi imprudencia. No me he presentado aun, mi nombre es Isumi Lovelette.-
-La artista…- Dijo Hiro en voz baja fijando su mirada en la señorita.
-¿Enserio?- Le pregunté con el mismo tono de voz y él me respondió asintiendo con la cabeza.
 -Él es Haru, mi guardaespaldas.- Continuó la artista señalando al joven que me había ‘atrapado’ antes.
-¿Guardaespaldas?- Sin querer dejé que mis pensamientos salieran por mi boca y, aunque inútilmente, me la tapé enseguida.
-No se preocupe, entiendo la confusión.- Dijo Isumi divertida. -Necesito un guardaespaldas porque desde que he recibido este diamante como regalo no he salido nunca de mi casa sin él.-
-...- Estuve a punto de preguntarle por qué pero me pareció muy descortés de mi parte así que mantuve la boca cerrada.
-¿Por qué?- Cosa que Hiro no hizo.
-Pues… es una larga historia.- Dijo ella abriendo su abanico y escondiendo su avergonzado rostro tras él. Y con una mirada pícara hacia mí, dijo: -Podrían escucharla esta noche durante la cena, si así lo desean.- Una invitación totalmente furtiva que no dejaba mucha opción de ser rechazada. Sobretodo cuando ya a ambos nos había picado el interés sobre dicha joya.
Pero por más interés que tuviera por la historia, había algo que no podía no mencionar en estas circunstancias. -Sería un honor para mí cenar con usted señorita, pero como verá yo soy…-
-¿Pasajera de segunda clase? No es ningún problema para mi.- Estuve a punto de decir que el problema podría ser el hecho de que no era exactamente occidental en cuanto a mi aspecto, pero Isumi me interrumpió enseguida con un comentario totalmente inocente. -Si no posee ropa digna del comedor de primera clase, estoy segura que si le presto algo le quedaría perfecto, ¿no es así Haru?- Al escuchar el nombre de su guardaespaldas me giré de inmediato hacia él y pude ver cómo en el momento que sus ojos encontraron los míos, enseguida los desvió y sus mejillas cobraron un color rojizo.
-Si usted lo dice, Señorita.- Respondió él con un tono algo avergonzado lo cual se me hizo curioso.
En ese momento Hiro tiró de mi mano para acercarme más hacia él y luego habló. -Si eso es todo, entonces aceptamos su invitación.- Decía él con un tono ligeramente molesto en su voz. -Nos vemos esta noche…-
-Un momento.- Le dije a Hiro antes de que comenzara a caminar. -Disculpe mi imprudencia. Hasta ahora no me he presentado.- Dije tomando palabras de su diccionario. -Mi nombre es Isuzu Sohma y él es Hiro…- Detuve mi discurso y me giré hacia el niño.
-¿Hiro…?- Preguntó la artista.
Sin darme cuenta, me encontré en una situación perfecta para delatar a Hiro. Isumi lo miraba impaciente esperando que éste le dijera su apellido.
Después de unos segundos y de manera titubeante, Hiro respondió lo que yo esperaba. -So… Sohma. Mi nombre es Hiro Sohma.-
Y ya no habían más dudas.
« Last Edit: September 27, 2017, 08:41:55 AM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Eureka

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #27: September 23, 2017, 10:55:01 PM »
adivinen quien sigue en el primer día y ni HA LLEGADO A LA CENA
yelicebergllegaenunasemana
rip fiorella



1st noon




   

Cuando llegó, encontró la cancha de squash vacía, y no pudo evitar sonreír para sí mismo.

Si bien era cierto que el deporte implicaba varios jugadores, le encontraba más diversión a practicar por su cuenta. No soportaba jugar junto a su padre o cualquier otro jugador porque nunca estaban a su nivel, y por ello siempre perdían ante el equipo rival. Le era difícil coordinar sus movimientos con los de otra persona.

La opción de uno contra uno tampoco le complacía, pero de elegir entre ambas, prefería esta última. Al menos tenía completa libertad para decidir sus jugadas y movimientos.

Pero, aún cuando adoraba el sabor de la victoria, jugar a solas le permitía contar con un tiempo de calma y reflexión, sumamente valioso e inusual en su agitada vida llena de responsabilidades. Su posición como mano derecha de su padre y futuro heredero implicaba un inmenso peso sobre sus hombros. Y el Señor McClain esperaba lo mejor de él, eso le quedaba claro. Tenía la certeza de que Lance se vendría con una solución al reciente conflicto que había surgido: la simple presencia de los Duff Gordon en el transatlántico era una clara amenaza al sueño de expandir el banco más allá de las fronteras europeas. Había sido tan complicado coordinar una cita con la compañía americana que pretendía darles la oportunidad de llegar a sentar nuevas raíces en Estados Unidos.

Definitivamente, no planeaban dejar que el banco rival les quitara el trato.

Removió su saco y lo dejó en una banca al lado de la cancha. Luego de remangarse la camisa, se dirigió hacia el pequeño estante con pelotas y raquetas para coger una de cada una.

Lanzó la pelota por los aires, y la golpeó con la raqueta, desviándola hacia el lado izquierdo del frontón. Mientras corría para recibirla antes de que impacte contra la pared detrás de él, escuchó que la puerta se abrió, pero optó por ignorarlo. Su velocidad le permitió alcanzar la pelota en el momento preciso, y con otro golpe, la lanzó hacia la parte derecha del fronton.

Le sorprendió que una persona más la recibiera. No sabía en qué momento el intruso había cogido una raqueta, pero se había auto-invitado a la partida de squash y Lance no podía perdonarle eso.

“¿Qué clase de modales son esos, disculpe?” le preguntó Lance, irritado.
“Eso nunca ha sido lo mío, si le soy sincero.”

Lance rodó los ojos al ver una sonrisa traviesa dibujada en el rostro del intruso, un joven que parecía ser coetáneo suyo, de ojos claros y cabellos negros. Una parte de sí mismo creyó haberlo visto antes en algún otro lado, y el pensamiento lo distrajo: le impidió evitar que la pelota pasara por su lado, impactando en la pared de atrás. Para cuando reaccionó, ya era muy tarde: no logró alzarla de nuevo, puesto que ya había rebotado varias veces en el piso.

Aprovechando la pausa en el juego, se giró para poder observar con detenimiento a su contrincante. Al igual que él, andaba sin saco, con la camisa remangada. A juzgar por su vestimenta, todo indicaba que pertenecía a la misma clase que él, lo que era natural, considerando que sólo los pasajeros de primera clase contaba con acceso a la cancha de squash.

“Uh… ¿Sucede algo?” preguntó el intruso, con una ceja arqueada.
“Nada.” Lance recogió la pelota y se la entregó. “Quiero proponerle algo: si gano, me dejará usar la cancha por un par de horas.”
“No tiene sentido jugar squash de uno…”
“No. Pero me da una excusa para evadir responsabilidades por un rato,” dijo Lance, y retomó su posición. “Y un tiempo de calma. Son tantas expectativas sobre uno… no sé cómo hay gente que puede hacerlo sin titubear.” Cuando notó que se estaba quejando sin cuidado, Lance suspiró. “Mis más sinceras disculpas. No debería hablarle sobre esos temas.”
“Ah, no se preocupe. No me incomoda.” El chico le sonrió.
“Entonces…” Lance giró su raqueta entre sus manos. “¿Le parece? Mi apuesta.”
“Sí, estoy de acuerdo. Aunque no sabría qué pedirle a usted, si es que gano.”
“¿No quiere la cancha para usted solo?”
“No, sinceramente. Esperaba encontrarme con alguien más para jugar, de hecho.”
“…” Lance asintió. “Entonces, si gana, me quedo a jugar un par de horas contra usted. ¿Le parece?”
“Sí, suena perfecto. Por cierto… ¿Cuál es su nombre?”
“Oh, disculpa. Recién noto que nunca me presenté. Soy Lance McClain,” se introdujo, extendiendo la mano que tenía libre.
“Keith… Wayne,” dijo, estrujando su mano. “Un placer, Lance.”
“Igualmente.”

Justo cuando se colocaban en sus posiciones, la puerta se abrió una vez más, y ambos se giraron para ver de quién se trataba. Dos hombres ingresaron a la cancha, seguidos de un par de sirvientes. Lance los reconoció inmediatamente: los había visto a la hora del almuerzo, en el restaurante de primera clase. Sus caras de pocos amigos y sus miradas arrogantes fueron suficientes para que Lance notara que sólo significaban grandes y tediosos problemas.

Y pensar que quería la cancha para sí mismo.

“Disculpen, pero la cancha está reservada,” dijo uno de los recién llegados. Era un noble de cabellos rojizos y aspecto elegante, con un antifaz que cubría parte de su rostro. 
“¿En serio?” Lance arqueó una ceja. “El instructor me dijo que no hacía falta reservarla…”
“Yo también escuché lo mismo,” dijo Keith.
“Tal parece que se equivocaron,” comentó el hombre. “La reservamos cuando el barco zarpó. Desde las 5 hasta las 7, así lo indica este papel,” y a la vez que hablaba, sacó el papel de su bolsillo. Se lo extendió a Lance para que lo revisara.

Efectivamente, decía que la cancha estaba reservada a nombre de Marian Cross por dos horas, desde las 5 hasta las 7 de la tarde aquel día, el diez de abril de 1912. El sargento encargado de aquella zona de la cubierta había firmado en la parte inferior del papel, junto a la firma del Señor Cross.

“Señor Cross, es un error de la tripulación, porque como le digo, me reiteraron varias veces que no era necesario reservar la cancha si es que deseaba usarla.”
“Y está equivocado.”
“Marian, tranquilo,” lo intentó calmar su acompañante. Luego, se dirigió hacia Lance y el otro chico. “¿Qué les parece si lo resolvemos con un partido?”
“¿Disculpe?” Keith sonaba un poco sorprendido.
“Quien gana el primer set se queda con la cancha por las horas que siguen. Jugaríamos Marian y yo contra ustedes dos.”
“Me parece una buena idea.” Keith miró a Lance. “De ahí podemos arreglar lo de nosotros. ¿Qué dice usted?”
“…” Justo Lance se había quejado en su mente de este escenario minutos antes que Keith llegara. Era como si él atrajera todo tipo de mala suerte. “Está bien.”



Keith había iniciado siendo el peor compañero de squash que había tenido. En completa descoordinación, muchas veces se chocaron por intentar alcanzar la pelota al mismo tiempo y hasta tropezaron y cayeron de bruces al suelo en unas cuantas ocasiones, para mofa y diversión del equipo rival. Al igual que él, parecía que Keith estaba acostumbrado a jugar por su cuenta, puesto que pensaba en sí mismo como el único jugador, por más de que se había mostrado a favor de luchar junto a él por el derecho de ocupar la cancha por aquel par de horas.

Pero a la mitad del partido, algo cambió. Lance dejó de insistir en buscar la pelota en todo momento, cediéndole la oportunidad a Keith. En respuesta, Keith aprendió a abrirse paso para permitir que Lance contestara el servicio con más fluidez y agilidad. Poco a poco, empezaron a congeniar.

Sin embargo, los errores de la primera mitad le costaron caro, y la victoria fue de Cross y Campbell. Lance no pudo evitar el largo suspiro que soltó: ahí iban sus planes de quedarse en la cancha durante la tarde.

Para su sorpresa, los señores Cross y Campbell colocaron sus raquetas de nuevo en el estante, y alistaron sus cosas. Sus sirvientes los ayudaron a arreglarse para estar de nuevo presentables.

“Disculpe, pero ustedes ganaron, no comprendo…” empezó Lance, pero fue cortado por la risa de Campbell.
“No se preocupe,” Campbell sonrió. “Es sólo por hoy. Para la próxima, recuerden que se debe reservar la cancha con anticipación.”
“Considérenlo un regalo. Neah se siente muy bondadoso hoy.”
“Sí,” Campbell les esbozó una sonrisa. “Bueno, nosotros nos retiramos. Ha sido un placer compartir con ustedes nuestro primer partido a bordo. Los veremos en la cena.”
“Igualmente.” Lance sonrió. “Hasta luego.”
“Hasta luego,” se despidió Keith de ellos.

Cross y Campbell salieron de la cancha, seguidos de sus sirvientes. Por unos breves instantes, Keith y Lance intercambiaron miradas llenas de confusión, sin poder procesar lo que había sucedido.

“Supongo que… ¿el partido fue suficiente para ellos?” ofreció Keith, inseguro.
“Sí,” dijo Lance. “Pensé que lucharían más por su reserva…”
“Es cierto. Al inicio, el Señor Cross se veía empeñado en quedarse con la cancha. Me pregunto qué le habrá hecho cambiar de opinión…”
“Mm…” Lance pareció notar, en esos instantes, que el tiempo corría y que debían aprovechar las horas restantes de la reserva. Y aunque existía la posibilidad de jugar por su cuenta si ganaba el partido contra Keith, notó que no le molestaba en lo absoluto tener que compartir esas horas con él, si es que perdía. Si el muchacho era tan hábil jugando dobles, no quería ni imaginar el reto que sería tenerlo como rival. “¿Le parece si empezamos?”
“Cierto, cierto.”
Lance recogió una de las pelotas del estante y se la entregó. “Te toca el primer servicio, ¿okay?”
“…” Keith lo miró de reojo.
“A-ah, lo siento,” Lance se sonrojó al darse cuenta de su error. “Disculpa por la falta de respeto…”
“No hay problema.”
“Entonces… ¿puedo tratarte con más confianza?”
“Me sentiría más comodo, si te soy sincero,” dijo Keith.

Lance le esbozó una sonrisa, y luego, ambos regresaron a sus posiciones para dar inicio al partido.






La pianista dio por finalizada su canción con un suave toque en una de las teclas más agudas del piano de cola. Sus manos se quedaron sobre el teclado por unos instantes, y sus ojos, que hasta entonces habían permanecido cerrados por su concentración, se abrieron lentamente. Los fuertes aplausos a su lado la descolocaron, y recordó en esos instantes que no estaba sola: una bella señorita de primera clase había ingresado a la capilla unas cuantas canciones atrás y se había quedado a su lado, observándola desde ese entonces.

“¡Estoy maravillada!” le dijo la rubia, sin dejar de aplaudir. Su rostro reflejaba su inmensa curiosidad por el don de la pianista, y ella no pudo evitar el sonrojo sutil ante la vergüenza de tener un espectador tan peculiar. “Sus melodías son preciosas. Aunque... no tan conocidas, debo decir.”
“Son… son composiciones originales,” le respondió Kanan, un tanto avergonzada. 

Por más de que estaba acostumbrada a tener audiencia que pertenecía a la primera clase, nunca había visto a una señorita de tan refinados gustos como parte de su público. Y eso, que trabajar en el Moulin Rouge por varios años le había permitido ver de todo. París se ha vuelto un amalgama de culturas y cada visitante era más extravagante que el anterior. Pero nadie había captado su atención. Nadie como la rubia a su lado.   

“¿Dónde aprendió a tocar el piano?” la señorita la trajo de vuelta a la realidad, y Kanan tuvo que sacudir levemente su cabeza para hacer a un lado sus pensamientos. Ese no era el momento ni el lugar para admirarla. Ya luego, cuando estuviera paseando por la cubierta a solas o en compañía de sus amigos, podría recordar a la amable mujer que le permitió tocar el piano sin inconvenientes.
“Mi madre me enseñó lo básico, pero aprendí el resto por mi cuenta,” contó Kanan.
“Usted tiene un don muy grande, le aseguro.”
“Me halaga, muchísimas gracias.”
“¿Me podría decir su nombre? Si no es mucha molestia, claro.”
“Oh, no. Más bien, disculpe por no haberme presentado desde antes. Me llamo Kanan Matsuura.”
“Mi nombre es Mari O’Hara, es un placer.”
“Igualmente.” Kanan le sonrió. “De nuevo, muchas gracias por dejarme tocar el piano. Le estoy eternamente agradecida.”
“¡No se preocupe!” Mari le sonrió.
“Agradezco que haya sido usted la persona que me escuchó. No sé que hubiese sucedido si se trataba de alguien más…”
“Lo dudo, la gente de primera clase siempre anda con la cabeza en otro lado. Por andar ahogándose en sus problemas, no se detienen a apreciar las cosas más bellas de la vida.” Mari rio.
“Creo que eso sucede con cualquier persona, más allá de la clase social en la que se encuentre,” dijo Kanan.

Y hablaba por experiencia propia. Su estado emocional permanente era de preocupación y angustia, y parecía que nunca cambiaría: ni bien salía de un problema, se metía en otro. Así había sido: necesitaba trabajar para poder valerse por sí misma, puesto que había hecho lo imposible para mudarse a Europa en busca de una vida mejor. Y por un golpe de suerte, consiguió trabajo en el Moulin Rouge. Contra todo pronóstico, no como una bailarina, sino como parte de la banda.

Muchos de los visitantes regulares se quejaban de su presencia, puesto que les era inconcebible ver a una mujer tocando el piano. Pero varios artistas y bailarines salieron en su defensa, y por un buen tiempo, se encontró en calma consigo misma… hasta que se volvió amiga de dos de las bailarinas y cantantes principales, Dia y Allura. Ambas eran damas cortesanas y hacían lo indispensable por manetener la lealtad de ciertos espectadores, puesto que contribuían al financiamiento del cabaret.

Y ahí vino el siguiente problema. Nunca imaginó que involucrarse con ellas la llevaría hasta donde se encontraba en esos instantes: el Titanic. Allura captó la atención de un millonario duque que insistió en quererla acaparar para sí solo, aún a pesar de las advertencias del personal de que las bailarinas no eran propiedad de nadie. Junto con eso, su amiga se había enamorado de un banquero famoso, con quien tenía un romance a escondidas. Pero las cosas no funcionaron: el hombre contrajo una enfermedad muy grave en uno de sus viajes y falleció a las semanas. Su familia ocultó el escándalo para no llamar la atención de su círculo de allegados y de toda la nobleza inglesa y francesa, pero este suceso, sumado a la insistencia del duque, las llevaron a escapar de allí. Con la ayuda de otro bailarín, Souji Seta, el grupo partió rumbo al puerto de Cherburgo.

El viaje fue exhaustivo, pero lograron llegar a tiempo, unos días antes de la escala del Titanic en aquel puerto. Utilizaron todos sus ahorros para conseguir un boleto para cada uno, y felizmente, tuvieron la increíble suerte de coincidir en la misma habitación. Nueva York era el sueño americano y el grupo estaba seguro de que prometía mucho para ellos.

Kanan sentía que su encuentro con Mari servía como afirmación de esto. Y aunque una parte de sí no podía dejar de lado la preocupación de que su ciclo de suerte indicaba que algo malo debía ocurrir pronto, optó por ignorarlo en esos momentos. 

“Aunque pensé que los de primera clase vivían más tranquilos,” dijo Kanan.
“Así parece, pero muchas mujeres de primera clase están a punto de casarse con hombres que odian. O hay familias que estan pendiendo de un compromiso para poder continuar con su estatus social, y… otras tienen miles de preocupaciones por sus negocios…” Mari se cortó al cruzar miradas con ella. “Disculpe. Creo que eso de todas formas no se puede comparar con la preocupación de no poder llevar pan a la mesa uno de estos días.”
“Es cierto, pero no se preocupe,” Kanan le sonrió. “La entiendo. Es muy extraño que los de clase alta tengan que interactuar con los más pobres. Es… difícil ponerse en los zapatos de alguien que uno no conoce.”
“Usted tiene mucha razón. Me gustaría que fuese distinto, eso sí…” Mari hizo una pausa breve, perdida en sus pensamientos. Luego, volvió a hablar, con un brillo de curiosidad en sus ojos. “¿Podría preguntarle algo? Espero no suene impertinente.”
“No hay problema.”
“¿Tiene algún motivo en especial para viajar en el Titanic?”
“…” Kanan concibió la idea de contarle acerca de su vida en el Moulin Rouge… pero sabía que eso cambiaría totalmente la concepción que Mari tenía sobre ella. “Busco mejores oportunidades. En todos lados es difícil, pero… tengo un buen presentimiento acerca de Estados Unidos. ¿Y usted?” Justo ahí cayó en cuenta del anillo de oro que poseía Mari y supuso que era casada. “¿Por su esposo?”
“Exacto, tiene que resolver unos asuntos en Estados Unidos. Quiere que el banco de su familia llegue a expandirse más allá de Francia e Inglaterra.” Mari sonrió. “Espero que todo le vaya bien.”
“Suena a que lo aprecia un montón.”
“Oh, por supuesto. Pero no es como usted cree, puesto que mi relación con él es muy especial. No estamos enamorados el uno del otro, pero somos mejores amigos. Y eso no es negativo, al contrario, siento que es genial poder compartir una vida con alguien así. Eso no significa que me he resignado a ese compromiso. Yo seguiré buscando a esa persona con la que podré formar una familia.”
“Me alegra que, pese a todo, ustedes han conseguido adaptarse a la situación.”
“Sí, no sé que hubiese hecho si se trataba de otra persona. Lance es único, y justo está pasando por lo mismo que yo, así que compartimos lo mismo…” Kanan notó que Mari se quedó mirando al vacío, hasta que se volteó hacia ella. “Por cierto, señorita Matsuura… ¿Podría pedirle un favor?”
“Oh, por supuesto.”
“Si no es mucha molestia… ¿Usted cree que nos podamos ver a menudo durante el viaje? Disculpe, de seguro le suena extraño, pero es que…” Mari desvió la mirada hacia un lado, un tanto preocupada. “No cuento con amistades, y no quiero distraer a mi esposo de sus asuntos laborales y familiares. Puede sonar muy egoísta, pero me gustaría pasar tiempo con usted. Claro, si es que no le incomoda.”
“No tengo problemas,” dijo Kanan. Una voz en su interior, sin embargo, le repetía que existían varios. Para empezar, su grupo de amigos estaría en contra de la idea. “Lo único que me preocupa es que una señorita de su clase no debería aparecer al lado de alguien como yo. No creo que su círculo social lo vea pertinente.”
“¡No diga eso sobre usted! No se subestime, por favor.” Mari la tomó de las manos. “Usted es muy valiosa y no debería hablar así sobre su persona. Sé que no puedo sacar conclusiones a partir del poco tiempo que he pasado con usted, pero me inspira mucha confianza. Y así como usted, hay varias personas que me dan la misma sensación, aún a pesar de la clase en la que se encuentren. Por lo que no se preocupe por esos detalles. A mi no me afectará lo que digan de mí o de nosotras.” Mari le sonrió. “Sólo… me gustaría asegurarme de que no se vea comprometida por este favor que le pido. No tiene que aceptar, si no desea. La verdad es que me encantaría conocerla más y por eso se me ocurrió aquella idea.”
“…” Kanan se quedó en silencio por unos instantes, procesando las sinceras palabras de la rubia. No había ningún tinte de malicia o rastro de malas intenciones en lo que le había dicho, por lo que dudar de ella carecía de sentido. Aún no estaba segura de lo que su grupo había planeado hacer durante el viaje, y realmente, las opciones para los pasajeros de tercera clase eran muy escasas, así que la opción de acompañarla le abría un mundo de posibilidades.

La mención de su intención principal, sin embargo, era lo que la había convencido. Las ganas de conocerse más eran mutuas.

Aunque no sabía hasta qué punto podía compartir su pasado con ella, bastaba con eso por mientras. Ya luego vería cómo se las arreglaría.

“No me siento comprometida en lo absoluto. De hecho, también quiero conocerla más, de ser posible.”
“¿En serio? ¡Me alegra!” Kanan vio como Mari soltó el agarre en sus manos e hizo el ademan de atraerla a sí misma en un abrazo, pero sus brazos se quedaron estáticos en el aire antes de entrar en contacto con ella, y los regresó a sus lados rápidamente, con un sonrojo. “Ah, disculpe.”
Kanan le sonrió, enternecida. “¿Qué le parece si hoy día me acompaña usted a mí? Hay una fiesta en la cantina de tercera clase. Podríamos pasarla bien junto a mi grupo de amigos. Claro, si usted desea.” ofreció. Ya podía ver las caras llenas de decepción de Souji, Dia y Allura. “No le ofrezco que el evento sea refinado, per—”
“¡Vamos!” Los ojos de Mari tenían un brillo singular. “¡Suena espléndido!”

La pianista no esperó aquella respuesta, considerando lo delicada y elegante que se veía Mari, pero le alegró la sorpresa. Y aunque no sabía cómo reaccionaría frente a los borrachos, la música estridente y el resto de particularidades de las festividades de los pasajeros de tercera clase, contaba con la posibilidad de que tal vez… tal vez Mari la sorprendería una vez más.

“¿Le parece si nos encontramos fuera de la capilla luego de la cena? Alrededor de las 9, si está de acuerdo.”
“Claro que sí, muchísimas gracias,” le repitió la rubia. “En serio, no puedo agradecerle lo suficiente. Soy una completa extraña y vengo a pedirle algo así…”
“No.” Kanan negó con la cabeza. “Como le dije, no me incomoda, al contrario, es un placer.”
“Muchas gracias, una vez más.” La rubia se levantó de su asiento al lado de Kanan, y luego de arreglarse el vestido, se volvió a dirigir a la pianista. “Debo alistarme para la cena, pero… la vere luego, entonces. Estaré esperando ansiosa a la noche.”
“…C-Claro,” le respondió Kanan, un poco sonrojada. “Por supuesto.”
“Nos vemos, Señorita Matsuura,” Mari le ondeó la mano, a la vez que se alejaba, camino a la puerta de la capilla.

El golpe suave de la puerta al cerrarse la trajo de vuelta a la tierra, y Kanan tuvo que golpearse con las palmas en las mejillas para cerciorarse de que no estaba soñando. Había sido un encuentro peculiar, sin lugar a duda. Pero suponía que la compañía de la Señorita O’Hara cambiaría totalmente su rutina en el viaje.

Ahora, sólo quedaba conversar con su grupo sobre lo que había ocurrido.






Keith resultó ser mejor de lo que Lance esperaba. En completa sincerdidad consigo mismo, nunca imaginó que se le haría tan complicado darle pelea a alguien en su deporte favorito, pero sabía aceptar cuando alguien más lo superaba, y estaba claro que el nivel de Keith era muchísimo mejor que el de él. Como supuso, perdió el primer partido, pero esto no lo desanimó. Al contrario, Lance hizo a un lado su orgullo para darle más prioridad a su propia curiosidad: deseaba ver más de la habilidad de su rival. Keith le recordó la apuesta, y por primera vez en mucho tiempo, a Lance no le importó en lo absulto su derrota. 

Las horas transcurrieron entre partido y partido, y Lance consiguió ganar en un par de ocasiones. Por aquel breve intervalo de tiempo, se olvidó del drama familiar y del negocio. Se olvidó de los Duff Gordon y de la amenaza que representaban.

Estaban en la mitad de un partido cuando la corneta de la cena los detuvo en plena jugada. El cansancio los llevó a desplomarse en el suelo, y permanecieron sentados por unos instantes, recobrando el aliento.

Allí, Lance aterrizó de golpe: se encontraría con su padre en una cuestión de minutos, y no tenía nada preparado. Debía arreglarse y planear lo que le iba a decir. No podía llegar tarde y sin ningún tipo de plan.

“Keith, te agradezco por estas horas,” dijo Lance, mientras corría a dejar la raqueta en el estante. Se giró hacia el chico, y lo vio levantándose para hacer lo mismo que él. Keith no demoró nada en alcanzarlo, y cuando estuvieron lado a lado, Lance volvió a hablar. “Puede que hayas cambiado un poco mi noción sobre el squash. Jugar con alguien más es divertido… a veces.”
Keith sonrió de lado. “Yo te dije.”
“Y tenías razón.” Lance suspiró. “Estamos tarde para la cena. ¿Te veo luego?”

Keith desvió la mirada. Parecía preocupado por algo.

“Lance…”
“¿Sí?” Lance aprovechó para volverse a colocar el saco.
“…” Keith pareció desistir de su propia idea. “Nada. Te veo luego,” le dijo, y luego, le sonrió, un poco apenado.
“Claro,” Lance le devolvió la sonrisa, aunque confundido por la actitud extraña de Keith.

Le ondeó la mano a la vez que se alejó de él, hasta salir de la cancha de squash.

Y corrió, enérgico, inspirado. No había duda que esas horas de deporte lo iban a ayudar para venirse con algo grandioso. Algo que salvaría a su familia de todo el rollo en el que se habían metido, y por culpa de los Duff Gordon.

Sin embargo, nada lo preparó para lo que se venía.
« Last Edit: November 30, 2017, 11:14:47 PM by Eureka »


Sayi

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #28: September 26, 2017, 11:41:14 PM »
Hola si leen esto espero que no sean alérgicas a los lácteos porque este fic es CHEESY AF
Also, el stress de sentir que no vAS A TERMINAR A TIEMPO (ノಥДಥ)ノ

Segundo día y Masquerade~


Bitácora #4 — Reverie

En la mañana del siguiente día el Titanic hizo su última parada en Queenstown, donde tocaba recoger el último grupo de personas antes de finalmente zarpar rumbo a Nueva York. A diferencia de Cherburgo y los adinerados pasajeros que embarcaron en Francia, solo había un puñado de viajeros de segunda clase y cuantiosos de tercera esperando abordar el buque desde el puerto irlandés.

Sayi se había asomado a ver el abordaje junto a un grupo de curiosos. Y es que si bien las naves auxiliares se encargaban de trasladar a los nuevos pasajeros, había un puñado de mercaderes que habían conseguido permiso para vender artefactos abordo. La pelirosa curioseó, compró un par de recuerdos, y entonces volvió a observar el evento en silencio. El Titanic había anclado a unas dos millas del puerto, y aún si no podía apreciar la ciudad desde el transatlántico, había suficiente barullo abordo para entretenerse. Los irlandeses eran sonrientes y amigables, su acento se le hacía divertido, y admiraba la valentía de las familias que parecían abordar con todas sus pertenencias a cuestas —listos para iniciar una nueva vida en norteamérica.

Cuando observó el último barco auxiliar regresar a su puerto, Sayi estuvo por retirarse cuando escuchó el inconfundible sonido de una gaita una cubierta más abajo. Un joven, aún con sus maletas al lado, observaba la costa alejándose mientras tocaba el instrumento, al parecer para si mismo.

‘El lamento de Erin’, un señor a su costado nombró la pieza, mientras los pasajeros aledaños se limitaron a escucharlo tocar tan solemnemente.



Sayi ya estaba bastante familiarizada con el gran salón, pero había algo diferente en los arreglos de esa noche. La iluminación era mucho más sutil y habían menos cantidad de mesas, dándole paso a una amplia área, al parecer para poder dar oportunidad a bailar. Pero lo que más le gustaba era el toque de las máscaras cubriendo los rostros de todos los invitados, pues no solo se era más sencillo pasar desapercibido, sino que al ser una cena tanto para primera como segunda clase, ello le quitaba el factor de juzgar quién era quién, o si pertenecían a su círculo social o no.

Sayi no reconocía a Kaien entre los presentes, por lo que optó por dar un par de vueltas intentando encontrarse con algún conocido. Al ver que era inútil, la pelirrosa consideró sentarse a esperar cuando entonces reconoció la melodía que amenizaba la sala. Uno de los grupos de músicos estaba al otro extremo del lugar, por lo que la pelirrosa empezó a caminar en esa dirección.

En ese momento alguien tocó su hombro y Sayi se giró hacia la persona quien, así como ella, llevaba una máscara cubriéndole el rostro. La pelirrosa reconoció los ojos de Kaien, y le sonrió.


“La he estado buscando por todos lados” el joven se veía algo agitado “Asumí que descendería por la gran escalera así que la espere ahí. Lamento muchísimo haberla dejado a deambular por su cuenta”
“Oh, no se disculpe. Decidí dar un paseo por cubierta antes de venir” le respondió, llevándose una mano a la cabeza. Seguramente la brisa marina la había despeinado un poco “Perdone el no haberle avisado de antemano. Debí mandar a uno de mis criados”
Kaien sonrió ante sus palabras “Dado que ambos estamos apenados por como empezamos esta noche, ocupémonos de remediar ello, ¿no le parece?”
“Eres muy amable Kaien” le respondió la pelirrosa.
“¿Le apetecería que nos sentemos a conversar?” le ofreció “Me gustaría que me cuente que hizo el día de hoy”
“Antes de eso…” dijo Sayi, girando la cabeza hacia el fondo del salón “¿Podríamos ver a los músicos por un momento? Me gusta mucho Fauré, y me da la impresión que uno de los violoncelistas esta tocando sus piezas”

Kaien accedió a su pedido y le ofreció su antebrazo. Sayi poso su mano en él, y juntos retomaron camino hacia el área donde provenía la música.

El Titanic contaba con dos conjuntos a bordo, los cuales se habían dividido para amenizar ambos salones durante la fiesta de máscaras. En el salón de primer clase había un piano disponible, por lo que el violín y cello le hacían compañía en un trio de cuerdas.

 

Pero una vez estuvo cerca, Sayi pudo notar que los tres músicos estaban de pie junto a los presentes, como observadores más no como partícipes. Eran dos pasajeros los que habían tomado posesión del piano y del cello, y ambos eran los que tocaban la canción que había reconocido: Après un rêve de Gabriel Fauré.

Cual fue su sorpresa al reconocer al pianista como Ichigo, el joven con quien había conversado en la popa la noche anterior. Y no pudo evitar sonreír al descubrir una nueva faceta suya —la de un pianista, acompañando fielmente al hombre que tocaba el cello.

Pero si bien Ichigo era muy bueno, el violoncelista era espectacular. Sayi asumió que debía tratarse del duque von Stresemann, y la pelirrosa se preguntó si se habría perdido un recital suyo a lo largo de su viaje por Europa, pues se le hacía imposible que un sonido como aquel no sea reconocido internacionalmente.

Sayi cerró los ojos y nuevamente pensó en su familia, esperándola en Massachusetts. Especialmente en su madre, quien había sido profesora de piano. Y aunque ahora ya no necesitara de dar lecciones para subsistir, la señora Darcey no se había alejado de su pasión, y gustaba visitar el conservatorio de Boston a menudo.

La melodía terminó y Sayi abrió los ojos… solo para encontrarse con Ichigo mirándola, él aún sentado en la butaca. Sayi agradeció tener la máscara cubriéndole medio rostro, para así no hacer evidente el rubor que se le subió a las mejillas.

Los tres músicos se acercaron al violoncelista a conversar con él. Se les veía extasiados con su interpretación, y el hombre les devolvió el cello mientras respondía preguntas e intercambiaba pleitesías. Sayi se acercó a Ichigo, e intercambió miradas entre el piano y él antes de saludarle.

“No sabía que eras pianista”
“Es parte de ser un sirviente: Toca saber de todo un poco” respondió “Es bueno verte hoy también Sayi”

La pelirrosa sonrió.

“Igualmente. Me alegra que te animaras a venir al Masquerade”
Ichigo asintió feliz, y entonces se giró al joven de pie junto a ella. Le extendió su mano y se presentó “Ichigo Langel, mucho gusto”
“Kaien Talmage-Atwood, encantado” respondió, intercambiando miradas entre él y Sayi “¿Se conocían con anterioridad?”
“Nos conocimos ayer. Quise dar un paseo para ver las estrellas, e Ichigo al parecer tuvo la misma idea que yo”
“Ya veo”

Sayi se percató de algo distinto en la voz del pelinegro, pero antes de poder preguntar si sucedía algo, el violoncelista apareció de improvisto y le tomó de ambas manos.

“¡Usted! ¡Pretendía disculparme con usted por mi exabrupto del día de ayer!”
“¿Señor?” esta vez fue Ichigo quien intercedió, ante la total confusión en el rostro de la pelirrosa “¿Sucede algo?”
“¡Y usted también!” continuó el hombre, dirigiéndose a Kaien. Entonces dejó ir las manos de Sayi e hizo una ligera reverencia “El día de ayer me sentí indispuesto mientras paseaba por la cubierta, y me temo que interrumpí su caminata con un espectáculo bastante indecoroso…”

Kaien y Sayi intercambiaron miradas, y entonces recordaron la escena del hombre vomitando por sobre la cubierta mientras el Titanic hacía la escala en Cherburgo.

“Aprecio mucho sus palabras. No tiene por qué disculparse” Kaien fue pronto en responder con elegancia y estima “Me temo que todos estamos a merced del océano y sus efectos”
“¿Se siente mejor?” le preguntó Sayi “Eso es lo más importante”
“Oh sí, mucho mejor. Ahora que tengo el gusto de haberme disculpado con ustedes” respondió con una sonrisa. Se pasó una mano por su cabellera blanca y continuó “¿Cuál es su nombre, señorita…?”
“Darcey, Sayi Darcey”
“¡Oh!” exclamó, esta vez mirando a Ichigo “¡Así que usted es la famosa Sayi de la que Ichigo tanto me habló el día de hoy!”

Esta vez fue Sayi quien notó la incomodidad en el semblante el rubio. La pelirrosa sonrió divertida mientras Ichigo se puso de pie, y se apuró en ponerse su máscara.

Entonces Kaien se dirigió al hombre.

“Soy Kaien Talmage-Atwood. Es usted un habilidoso violoncelista, señor…”
“Franz, Duque von Stresseman” le presentó el peliblanco “Es usted muy educado, joven Talmage-Atwood”
“Señor… duque…” empezó Sayi, pero Franz la detuvo.
“Llámeme Franz, por favor meine Liebling” le pidió, y la pelirrosa asintió antes de continuar.
“¿Es usted un músico? ¿Un compositor?” le preguntó “Su Après un rêve fue el arreglo más hermoso que he escuchado”

El hombre le devolvió una sonrisa cordial pero apenada, tanto así que Sayi se arrepintió de haber hecho la pregunta en primer lugar. Sayi miró a Ichigo, y su expresión confirmó que debía tratarse de un tema difícil.

“Me hubiera gustado mucho. Pero mi título conlleva ciertas responsabilidades que no me permitieron hacerlo”
“Oh…” Sayi miró incómoda hacia el suelo, no segura si disculparse u obviar la reacción. Pero como un cambio de noche a la mañana, la actitud de Franz se iluminó en un instante.
“Pero… ¿le gustó cómo interpreté a Fauré? Meine Liebling, ¡usted me ha hecho la noche!” respondió satisfecho “Debo invitarla a almorzar con nosotros un día de estos”
“Es usted muy amable” respondió la pelirrosa “Si no estoy siendo muy atrevida, me gustaría mucho escucharlos tocar de nuevo en otra ocasión”

Franz golpeó el brazo de Ichigo rápidamente y el rubio sonrió ante su efusividad.

“Bueno pues, prepararemos un recital digno de usted” respondió feliz “Pero por ahora debo retirarme. Ha sido un gusto poder conocerlos, y aprecio que hayan aceptado mis disculpas”

Ichigo hizo una pequeña reverencia, también en afán de despedirse, pero Franz extendió su bastón frente a él en señal de desaprobación.

“No, quiero que te quedes aquí, y disfrutes del baile” le pidió “Ven a buscarme una vez te hayas divertido”

Su tono de voz era amable, pero había cierta disposición que daba a entender que aquella no era una sugerencia, sino una orden. Y si bien Ichigo tenía una relación muy estrecha con el duque, al final del día tenía que obedecer lo que él mandara.

“De acuerdo”
“Excelente. Buenas noches a ustedes”


Kaien y Sayi se despidieron con una leve reverencia, y Franz continuó camino fuera de la sala. Una vez se marchó, Ichigo alzó las cejas, algo incómodo al haber sido dejado al aire. Los músicos habían retomado sus posiciones, por lo que ya no había sitio para él en el piano, y aunado a Franz y a ella, no tenía conocidos presentes abordo del transatlántico.

Si bien Sayi había aceptado venir al baile con Kaien, le sabía mal dejar al rubio por su cuenta, sabiendo muy bien cómo le incomodaban ese tipo de eventos. Entonces se giró en su sitio, y cual fue su suerte de encontrar a las señorita Deidara y el joven Xavier sentados en una mesa cercana.

“¿Le gustaría unirse a nuestra mesa?” le preguntó Sayi a Ichigo. Sintió la mirada de Kaien posarse sobre ella, pero decidió que se disculparía después “Le garantizo una conversación divertida que pueda reportar a Franz”
Ichigo sonrió, agradecido por la oferta “Ello estaría muy bien, muchas gracias”

Entonces cruzaron la sala hacia la mesa, intercambiando saludos con conocido en el camino. Mientras Kaien era pronto en responder pleitesías, a Sayi le hacía gracia como en eventos como bailes o cenas a duras penas se podía dar dos pasos sin tener que reconocer a alguien.

Y cuando llegaron a la mesa, Kaien y Sayi se presentaron ante una invitada que no conocían, la cual fue pronta en responderles en un idioma que no les fue familiar.

“удивленная сука”
“¿Disculpe?”
“Ah, quise decir que soy yo, Sayaka Gracie, mis estimados amigos” respondió la joven guiñando un ojo. La princesa estaba usando una peluca rubia sobre su cabello peliceleste, y ello sumándole la máscara la habían hecho pasar desapercibida. Charles rió ante la confusión de los recién llegados, y entonces se apuro en ponerse de pie y se presentarse con el joven al que no conocía.

Ichigo se introdujo como empleado del duque von Stresemann. Y aunque la palabra ‘empleado’ era casi garantía de ser menospreciado, los presentes fueron muy amables, y curiosos en preguntar por su trasfondo y motivos de viaje.

“Mi familia es originaria de Bern, y hemos servido a los von Stresemann por siglos. El duque es muy apasionado por la música, por lo que me ha enseñado a tocar el piano, el violín y el cello” les explicó Ichigo.
“Me enternece su historia, señor Langel” le respondió Charles. El castaño intercambio miradas con su prima, Sayaka, quien también sonreía ante el relato “El duque se escucha como una persona extremadamente bondadosa. Le pido el favor de introducirnos cuando tenga oportunidad”
“Por supuesto, para el duque será un placer el poder conocerlos”

Mientras Ichigo continuaba familiarizándose con el resto de presentes, Sayi aprovechó la oportunidad para llamar la atención de Kaien. El pelinegro se inclino hacia ella para poder escucharla mejor.

“Kaien, siento mucho si le incomodé invitando a Ichigo a unírsenos. Es solo que no quería dejarlo por su cuenta en un lugar extraño para él” se explico “Y bueno, lamento muchísimo si lo hice sentirse dejado de lado. No ha sido mi intención, sobretodo cuando usted fue tan amable para invitarme a venir al baile contigo”

El pelinegro sonrió ante sus palabras, y con una expresión rápida le hizo entender que no se preocupara. Sayi asintió más tranquila, y Kaien estuvo por decirle algo más cuando una pareja se detuvo detrás de él, y no tardaron en introducirse como viejos conocidos de los Talmage. Sayi sobreescuchó sus nombres como Maka Andrews y Soul Blackwell, personas con perfiles ilustres, pero desconocidos para ella. Y, a considerar por la reacción de Kaien, aquella conversación demoraría más tiempo de lo debido, pues el pelinegro parecía estarles poniendo al día con eventos familiares.

Sayi volvió a girarse hacia el grupo de presentes, y se percató que la señorita Sayaka se veía envuelta nuevamente en una acalorada discusión sobre el recientemente descubierto Machu Picchu. Cuando cruzó miradas con Ichigo, este se puso de pie y caminó hasta su sitio.

“¿Ya se divirtió lo suficiente?” le preguntó Sayi. Le había parecido muy poco tiempo, pero ella no era nadie para juzgar.
“Casi” respondió el rubio y, para sorpresa de la pelirrosa, el joven le extendió una mano “¿Me concede esta pieza?”

Sayi se giró hacia Kaien, quién aún parecía ocupado entreteniendo a la pareja de conocidos. Supuso que no haría daño concediéndole un baile, por lo que colocó su mano sobre la de él, y dejó que la guiara hacia la zona de baile.


Sayi posó su mano izquierda en su hombro, mientras Ichigo tomó de su espalda baja con su mano derecha, trayéndola hacia sí. El rubio le sonrió, y Sayi no pudo evitar sentir algo de bochorno al tenerlo tan cerca. Entonces juntaron sus manos libres y comenzaron a bailar al compás del trio de cuerda.

Juin Charmant de Godin” reconoció Ichigo, y Sayi rio ligeramente “¿Sucede algo?”
“Me parece que estás lleno de sorpresas” respondió la pelirrosa “Astrónomo, músico…”
“Ah, te digo que son cosas del oficio, Sayi” se explicó “Tu tampoco deja de sorprenderme. No esperé que estuvieras familiarizada con Fauré”
“Mi madre es pianista, así que música nunca ha faltado en mi casa”
“Oh, ¿entonces sabes tocar el piano?” preguntó, y al ver la expresión de la pelirrosa, el rubio sonrió aún a falta de respuesta “Si sabes. Nadie se pondría así de nervioso si es que no supiera”
“No he practicado hace muchos meses. Me temo que será un martirio escucharme tocar”
“En lo absoluto” respondió Ichigo, y entonces preguntó “¿Cuál es su compositor favorito?”

Los ojos se Sayi se iluminaron ante la pregunta.

“Mi favorito es Elgar” le respondió, sus ojos como estrellas “Cuando mi padre y yo arribamos a Londres hace unos meses, asistimos a una gala donde tuvimos la oportunidad de conocerlo” Sayi rió para si misma, algo avergonzada “Me temo que no fui muy elocuente. Estaba tan conmovida de tenerlo frente que el caballero debió haber pensado que era una burda campesina”
Ichigo rió ante la observación “Si te sirve de consuelo, Elgar es inglés. Y los ingleses piensan que todos somos unos burdos campesinos”
Sayi sonrió ante sus palabras “Pero Fauré también me gusta mucho. No me esperé que el duque y tu eran quienes estaban tocándolo” continuó la pelirrosa “A mi madre le gusta mucho Sicilienne. Hace unos años hizo un arreglo para el piano”
“El Après un rêve que escuchaste hoy fue un arreglo también, a decir verdad” agregó Ichigo “Considerando que ni el duque ni yo somos tenores, el cello tenía que ser”
“Hace unos años escuché a Enrico Caruso cantarla en la Opera Metropolitana de Nueva York” le contó Sayi, e Ichigo alzó las cejas en interés “Me conmovió muchísimo escuchar Après junto a las otras dos melodías… aunque debo confesar que no se francés, por lo que no pude entender lo que cantaba”
“¿Y te gustaría saber?” le preguntó “Yo si hablo francés, y me se la canción de memoria”

Ella asintió complacida, e Ichigo sonrió ante la felicidad de la pelirrosa. Por un momento, pareció meditar lo que estaba por decir… y entonces presionó la mano en su espalda, y pegó a la joven hacia él.
Sayi aguantó la respiración al sentir su pecho contra el suyo. Sintió su corazón acelerarse y volvió a respirar con mucho cuidado, intentando calmar sus latidos.

El rubio tarareó la melodía por un momento antes de empezar.

“En un sueño que tenía tu imagen hechizada… soñé con felicidad, un milagro apasionado” Ante el silencio de la joven, Ichigo continuó recitando la canción en un susurro “Tus ojos eran suaves, tu voz pura y sonora. Brillabas como un cielo iluminado por el amanecer. Me llamaste y dejé la tierra, para huir contigo hacia la luz”
“…”
“Los cielos abrieron sus nubes para nosotros. Esplendores desconocidos, luces divinas vislumbraron… pero, no” Sayi pudo sentir a Ichigo reír ligeramente, y la pelirrosa pegó su oído contra su corazón “No… un triste despertar. Te llamo, noche, a que me regreses tus mentiras. Regresa, regresa radiante. Regresa, oh noche misteriosa”

Sayi sonrió al sentir que el pecho del rubio retumbaba con tanta o más fuerza que el de ella. El color volvía a pintar su rostro, pero aún con el nerviosismo encima, había una sensación serena en su corazón.

Ichigo la dejó ir y ambos se quedaron de pie uno frente al otro, detenidos en medio de la pista de baile.

“Après un rêve trata de un sueño en que la persona huye con su amante, lejos de la tierra, hacia la luz. Pero despierta, y entonces anhela regresar a su sueño” le terminó de explicar con cierta pena en su expresión, y Sayi supo que no olvidaría esa imagen por el resto de su vida “Muchas gracias por hacerme compañía esta noche”

Ella le deseo buenas noches, y entonces Ichigo le sonrió una última vez antes de alejarse y dejar el salón.


Cuando la pelirrosa tomó asiento se percató que los amigos de Kaien ya se habían marchado. El pelinegro había entablado conversaron con la señorita Deidara y el joven de cabello verde que la acompañaba, pero una vez notó que Sayi había regresado, se excusó para volverse hacia la joven.

“¿El señor Langel tuvo que retirarse?”
Sayi asintió “Así es, pero me pidió bailar con él antes”

Kaien desvió la mirada un momento y la pelirrosa se sintió culpable. No tuvo mucho tiempo para pensar, sin embargo, pues el pelinegro se apuró en hacerle una inesperada proposición.

“Sayi, me gustaría invitarla a quedarse conmigo en Nueva York una vez lleguemos a puerto” La pelirrosa abrió los ojos sorprendida, y Kaien se acercó más a ella “Esta mañana le he mandado un telegrama a mi familia. Le he contado de usted y pues… me haría un honor si acepta mi invitación. Hay una gala el próximo fin de semana en los Hamptons, y me encantaría presentarla a mi círculo más íntimo de amistades”



“Dígame que lo pensará, ¿por favor?”


Era sabido que una de las áreas más ostentosas en el Titanic era la sala de fumadores de primera clase. Había sido diseñado para imitar un elegante club de caballeros y, siendo pensado para los hombres más poderosos a bordo, no se habían escatimado gastos en sus finos acabados. Numerosos vitrales adornaban el salón, y el techo había sido elevado para aumentar la grandiosidad del área.

La sala de fumadores se jactaba de tener la única chimenea a bordo del transatlántico, y por ello había sido construido en una forma especial no solo para ventilar el humo de la chimenea, sino para apaciguar la humareda de los cigarros importados. Y si bien no faltaba entretenimiento a cargo de los juegos de azar, así como de instruida charla sobre política y negocios, Ichigo detestaba codearse con el tipo de millonarios que frecuentaban esa área.

Pero, para su mala suerte, aquella sala se había convertido en el sitio favorito de su amo a bordo del Titanic.

Y precisamente fue ahí donde lo encontró. Sentado, solo, con un vaso con brandy en las rocas en la mesa y un cigarro en su mano. Le bastó un vistazo para percatarse que, nuevamente, se había excedido bebiendo, y que su humor había decaído notablemente a comparación de su aparición en el baile de máscaras.

Ichigo se sentó en la butaca a su derecha y lo observó en silencio. Franz miraba al suelo, al parecer a ningún punto en particular.

“¿Me pediste que me quedara en el baile para que te deje beber?”

Franz hecho la cabeza para atrás y observó los detalles del intrincado techo de caoba sobre él.

“No” giró su rostro hacia él, y le sonrió levemente “Me preguntaba por qué aceptaste acompañarme esta vez. A un baile, de entre todas las cosas. Y me gustó ver el por qué”

Ichigo no preguntó a qué se refería, pues sabía que el duque era muy observador. Y que el no había sido tan sutil como le hubiera gustado.

“Es linda, esa Sayi”
“Eso no responde…”
“Si ella esta logrando que empieces a salir de tu zona de comfort pues…” soltó una risa corta “Quería que pasaras más tiempo con ella. Es una buena influencia para ti”

Lo observó tomar una bocanada de su cigarro que se le hizo eterna, pues ya tenía la refutación lista para lanzar.

“Es algo efímero. Es una chica agradable, pero dudo verla de nuevo una vez lleguemos a Nueva York” respondió. Entonces pensó en las líricas de Après, y sonrió para si mismo.
“Ichigo” le llamó Franz, y dejando el cigarro a un lado se inclinó hacia él “Si tan solo te animaras a tomar lo que tienes a tu alcance…”
“Tengo todo a mi alcance. Lo tengo a usted, al palacio. Y la música”

Franz frunció el ceño, e Ichigo supo que habían llegado al mismo lugar, una vez más.

“No quiero que solo seas el hijo de tu padre”

El rubio se puso de pie, y con una dulce sonrisa y estilizado perfil, le extendió su antebrazo al encorvado anciano frente suyo. Franz lo miró, entre suplicante y frustrado, pues nuevamente había terminado hablando con una pared.

“Se está haciendo tarde. Déjeme acompañarlo a su recámara” le ofreció, pero su tono de voz, tan ensayado, solo frustró más al duque “Dejé la estufa calentando su habitación antes de venir por usted”

Pero era tarde y estaba cansado. Y si bien esperaba lograr aunque sea un nimio cambio en su actitud, no había oportunidad para intentarlo con la cabeza ida por el alcohol.

Mientras le ayudaba a subir las escaleras, Franz observó el semblante solemne del joven. Muy concentrado en ocuparse de él, tanto así que no tenía intención de ocuparse de si mismo.

“Quiero que seas tu propia persona” murmuró, tan bajo que no supo si lo habría escuchado o no.

No que hiciera mucha diferencia, tampoco.
« Last Edit: September 30, 2017, 03:00:48 PM by Sayi »

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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Cho

Re: RMS Titanic: "Take Her to Sea"
« Reply #29: September 27, 2017, 10:52:27 PM »
Uh, un fic y me vuelo la mitad de palabras. Aunque al menos está *sighs*

4


La velada de la noche, la Masquerade, había iniciado hace muy poco. Varios pasajeros de clase alta ya se encontraban disfrutando del alegre ambiente mediante bailes o si no conformándose tomando asiento en una de las mesas hacia los bordes del gran salón, desde donde podían observar a los demás, tomar alguna bebida o simplemente apreciar la festiva música con todas las comodidades.

Entre los recién llegados estaban las hermanas Altugle, quienes habían llegado listas con unos ornamentados antifaces para congeniar con el ambiente, por más que no planearan hacer más que observar.

“Hehe, qué divertido se ve, andar disfrazados y bailar estas melodías,” Nio se mostró entretenida y sonrió ampliamente. “Hermana, tenemos que bailar, por favor.”
“Ya te dije que mejor no, Nio,” le dijo su hermana con paciencia, aunque un dejo de preocupación. “No estamos aquí con nuestros parientes y preferiría que nos sentáramos y disfrutáramos de la atmósfera.”
“Uhh, eso es aburrido.”
“Mi Nio, te pido que seas paciente. Pese a la naturaleza de la velada, sigue siendo un evento formal y todavía eres muy joven como para mezclarte con las personas,” llevó una mano a su pecho, afligida. “Todavía no me recupero del susto que me diste más temprano.”
“Ay, pero sólo fue un corto paseo…”
“No se trata de un corto paseo, además que también importunaste al señor Keith. No podemos abusar de su nobleza por viajar con nosotras,” recalcó Ayesha con una muy ligera severidad y mayormente lamento. “Vamos, necesito que te comportes. Te prometo que ni bien lleguemos a Nueva York nos dedicaremos a pasear por todos lados, pero quiero que te comportes. Tampoco puedo permitirte gastar mucho tus energías. Es casi tu hora de dormir.”
“Sí, sí, yo sé…” rodó los ojos.
“¡Nio! Debes ser más respetuosa con tus mayores,” le resondró, y vio a la pequeña desviar su mirada con incomodidad.
“Perdón, fue involuntario. Creo que sólo ando aburrida por aquí…” dio un suspiro. Daría lo que sea con tal de que su hermana fuera a animarse a bailar con alguien para ir a buscar a su nuevo amigo Luso, pero conocía lo necia que era su pariente con sus planes e ideas.
“No te preocupes, voy a pedir unas tazas de té y pasteles para compartir,” le sonrió con dulzura. “Todo se soluciona con un poco de aperitivos, ¿cierto?”
“Bueno, no me puedo negar a eso,” Nio sonrió con alegría y timidez al verse a gusto por aquel mimo de parte de su hermana.
“Hay que buscar a un mesero,” Ayesha se puso alerta y tuvo la suerte de llamar la atención de uno que acababa de terminar de atender a otra mesa donde había tres personas, y este de inmediato acudió para tomarle la orden.


En esa mesa, Sterk movía su taza de té con una pequeña cuchara luego de introducirle un cubo de azúcar. No gustaba de ese sitio, pero no tenía nada mejor que hacer y necesitaba matar un poco del tiempo de noche… aunque volvía a preguntarse a sí mismo cómo así había decidido que ser acompañado por nada menos que Astrid y Celestia sería mejor que confinarse en su habitación por el resto de la noche.

“Bueno, para ser un barco lleno de pretenciosos, al menos saben cómo divertirse,” comentó Astrid, mientras apoyaba el filo de su mentón en una de sus manos y miraba distraída a las personas que bailaban. Ella se había puesto una máscara gigante con plumas largas que servían como pestañas y cubierta de brillos y lentejuelas. Aquella pelinegra que siempre desafiaba y se burlaba de la etiqueta social efectivamente había logrado que más de uno le mirara perdidamente o extrañado, y aparte de los mozos nadie más había intentado siquiera acercárseles, lo cual al menos no desagradaba mucho al hombre del grupo.
“Ahh, pero pudiste haberte puesto algo mejor parecido,” Celestia se notaba apesadumbrada. “Para alguien de tu familia, hubiera pensado que sabrías encajar mejor.”
“Heh, de ‘saber’ te aseguro que lo sé,” la mayor se encogió de hombros. “Pero, ¿cuál es el punto? Esta soy yo.”
“No, esa es una de tus bromas,” recalcó Sterk, mirándole de reojo. “Por más que tu yo sea desagradable y controversial, ahora sólo te encuentras exagerando a manera de generar reacciones.”
“Se nota que me conoces bien,” Astrid se encogió de hombros. “Pero mi rara presencia se encuentra alejando a gente con la que preferirías no hablar. Sin embargo, nuestra hermosa hija sí se ve muy afligida~”
“¿Por qué la llamas así?” el hombre se impacientó.
“La permanencia y obsesión a tus ocurrencias delata que Sterk se siente extrañamente identificado con tus ataques, Astrid,” Celestia se encogió de hombros e ignoró el entretenimiento en la mujer y la molestia en el hombre, para continuar. “Pero sí. Me será difícil atraer a un desesperado pretendiente que desee hablar conmigo y convidarme una serie de bocadillos o bebidas caras si tengo a tremendo espantapájaros a mi costado. Como una mujer joven, tengo que atraer con discreción y verme interesante, pero ni mis refinados dotes de la infancia compiten con el horripilante antifaz que te traes.”
“Lo asumo, perdón, perdón,” Astrid le restó importancia. “Aunque mientras tú tratas de atraer, yo intento repeler. Lo mejor sería que nos sentemos en distintas mesas.”
“Veo que no hay disponibles, y preferiría asociarme con otras personas de estatus alto como ustedes. Ello también inspira confianza para quienes desean entablar una conversación conmigo,” explicó con completa naturaleza. “Pero querida Astrid, como una persona que muy sinceramente se preocupa por tu bienestar y buenos intereses, sí te convendría intentar conocer a caballeros dispuestos a consentirte y dedicarse a ti.”
“Asumiendo que quisiera ello, lo cual es falso, preferiría que no ocurriera en medio de una fiesta. Y tengo más años que tú en esta ‘cacería de galanes’, Celestia. Créeme que se vuelve tedioso y repetitivo con el tiempo,” se encogió de hombros. Ella sonrió entretenida y miró a Sterk de reojo, quien se vio casi inquieto como quien no quería estar en la mira. “Hm, de todos modos tengo a mi plan B entre nosotros.”
“¿De qué hablas?” este sintió un tic en la ceja.
“Siempre asumí que por más que no esté en nuestros planes terminar juntos, podríamos hacerlo de todos modos si ya nos pasamos de cierta edad. Tú sabes, por intereses personales,” la pelinegra ensanchó su sonrisa al ver el rechazo de la idea en el semblante de su viejo amigo.
“No hay forma, me niego rotundamente,” negó. “Y ya dijiste que no ibas a tocar el asunto.”
“Perdón, es que me resulta tan divertido fastidiarte,” Astrid regresó su mirada hacia el frente y justo una pareja de prometidos cruzó su línea de visión, quienes le miraron. Para variar, ellos no sintieron repulsión por la máscara y le sonrieron con entretenimiento y curiosidad. “Buenas noches, ¿divirtiéndose?”
“Sí. Pensamos contraer matrimonio ni bien lleguemos a Nueva York,” dijo la chica, quien intercambió miradas con su avergonzado prometido y terminó sonriendo con torpeza. “Hehe, perdón, no pude contenerlo.”
“Vaya, les deseo la mejor de las felicidades,” comentó Celestia con gracia y amabilidad, por más de que para los dos que conocía era evidente por un muy discreto tic en la ceja delataba que estaba empalagada por esa actitud enamoradiza de la pareja.
“Gracias~” la muchacha abrazó el brazo de su futuro esposo y se dirigió a Astrid. “Y esperamos ser tan felices como ustedes dos.”
“Justo atinaste, esta es nuestra luna de miel~” Astrid no pudo evitar seguir el juego y también abrazó el brazo de Sterk con una sonrisa que luchaba la necesidad de partirse de risa. “Sigan divirtiéndose.”

Felizmente, los dos que pasaban asintieron y se despidieron de inmediato, lo que les hizo perderse de Sterk soltándose de Astrid con tanta brusquedad que la mujer casi termina en el suelo.

“Sí que no eres nada delicado,” ella tuvo que reajustarse su máscara y le miró con cansancio, aunque no estaba afectada por el movimiento. Ya se había acostumbrado a esas alturas.
“Mejor caminaré por la cubierta. Regreso más tarde,” se anunció el pelimarrón, quien se levantó sin quejarse o decir más porque bien sabía que todo lo que salía de su boca podría ser usado en su contra.
“Aish, él mismo debe entender que no había forma que yo perdiera esa oportunidad,” Astrid negó.
“Negando culpa o responsabilidad,” Celestia sonrió con ironía. “Así somos las mujeres. Nos resulta divertido. Pero en serio, quítate esa horrible máscara.”
“Ya me expliqué, Celestia.”
“Pero querida, todo hombre que intercambia dos oraciones contigo se espanta por tu forma de ser, ¿o es que acaso quieres perderte la oportunidad de molestar a más personas?”
“Hm, buen punto,” Astrid accedió sin pensarlo dos veces y se quitó la máscara. Ello hizo sentir a Celestia más a gusto, quien regresó su mirada a los alrededores.


Por otro lado del barco, en una grande y elegante suite, los hermanos Genji se encontraban leyendo periódicos y documentos en lo que esperaban que su sirviente regresara con el encargo que le habían pedido. A pesar de ya llevar unos años en el nuevo mundo y haber podido adaptarse bien tanto en costumbres como en idioma, los dos mantenían el interés de siempre informarse más y aprender constantemente sobre aquel nuevo mundo. Ambos se habían culturizado en distintos temas que muchas veces no tenía nada que ver con sus profesiones, y Almaz siempre terminaba teniendo algo más que comentarles, por más superficial que fuera.

Entonces, el tiempo de lectura se cortó por el regreso del joven, quien traía consigo una bandeja donde había dos antifaces blancos muy discretos.

“Oh, bienvenido, lacayo,” dijo Higekiri con la mejor de las sonrisas. “Puedo ver que tu búsqueda por los antifaces ha sido fructífera.”
“Sí. Felizmente, un trabajador de White Star Line tenía unos ejemplares disponibles, aunque sólo contaban con el estilo más básico,” reportó.
“Será más que suficiente,” Hizamaru asintió con seriedad. “Mi hermano sólo desea observar la actividad brevemente y estaremos pronto de regreso.”
“Ehh, en verdad no creo que las máscaras sean necesarias…” insistió Almaz, incómodo.
“Pero no estamos seguros, ¿cierto? En fin, no que importe portarlas o no,” el mayor restó importancia y dejó su periódico a un costado para ponerse de pie. “Ya comenzaba a cansarme de esperar, por lo cual opino que salgamos de inmediato. Hermanito, ¿estás listo?”
“Por supuesto,” el peliverde se levantó y asintió. “Sólo espero que no tengas la intención de participar en este evento.”
“Es inconcebible para mí pensar en participar en un baile, de ello no te preocupes,” sonrió a su hermanito amenamente. “Mientras podamos compartir un tranquilo momento degustando algún aperitivo estaré satisfecho. No puedo dejar que te tenses tanto con tus estudios o te saldrán más arrugas a que mí.”
“N-no digas tonterías, hermano. Tú no tienes arrugas…” Hizamaru se inquietó.
“Bromeo,” el mayor se vio entretenido por la incomodidad en su menor, y pasó a mirar a Almaz. “Ah, pero por supuesto que no vamos a ir sin ti. Como nuestro fiel y joven lacayo, también te viene bien acompañarnos. Es parte de tu deber, después de todo.”
“Iba a acompañarles, de eso no se preocupe,” le aseguró el asistente.
“Pero es necesario que tengas una máscara también, ¿no es así? Espera un momento. Recuerdo tener una que es perfecta para la ocasión…” dicho esto, él comenzó a buscar en uno de sus baúles.
“E-está bien…” Almaz se confundió y miró a Hizamaru, para sorprenderse en notar que él justo le había mirado, lo cual delataba que ambos estaban igual de confundidos por aquel detalle del mayor.
“No, no, somos responsables por ti, y creo comprender que la relación entre un señor y un lacayo también existe en el mundo occidental desde tiempos de antaño, ¿cierto?” preguntó el hermano mayor mientras movía sus pertenencias en el baúl con toda la paciencia del mundo.
“Sí, claro, por supuesto,” Almaz asintió. “Asumo que en el Japón también.”
“Sí, es natural,” Hizamaru se encogió de hombros, no muy interesado en el tema. “Y estamos acostumbrados. Nuestra familia es de alto estatus y también fuimos guerreros.”
“Por el continente Europeo he oído los términos de ‘squire’ o ‘page’ para referirse a lacayos como tú,” comentó Higekiri, en plena búsqueda. Él hizo una pausa en la cual terminó por no ubicar dicha máscara y se levantó para encarar a Almaz con una paciente sonrisa. “Supongo un término que te llamaríamos en Japón sería wakashu.”
“Wa…kashu…” Almaz ladeó la cabeza.
“Sí, denomina a un joven aprendiz sin experiencia y que muchas veces tiene a un superior a quien asiste y de quien aprende, por lo cual es adecuado para ti, a mi parecer,” asintió. “Claro, por el hecho de referirse a un joven, el término en sí tiene otros detalles adicionales que se le suman al significado.”
“Pero ello no es relevante, hermano…” le recordó el menor.
“Ah, pero es nuestro deber educar e iluminar a nuestro lacayo, hermanito,” Higekiri sonrió con gusto y repentinamente se tomó la libertad de agarrar los cabellos de Almaz ubicados por encima de su frente. Este se quedó en shock sin saber si debía decir o hacer algo.
“A-anija, ¿qué haces?” preguntó Hizamaru, sorprendido e inconforme, lo cual se reflejó por la manera en que se refería a su pariente.
“A los wakashu se le reconoce por portar una cola de caballo que se ata justo en esta parte de la cabeza. Para la ceremonia de la adultez, dicha cola es cortada y la calvicie reconoce a un hombre maduro,” continuó con su explicación mientras acariciaba los cabellos de su asistente, quien sentía constantes escalofríos y no sabía cómo salirse de ese instante. “Otro detalle divertido y que imagino diferirá de la cultura occidental es que a los wakashu se les consideraba como un tercer género hasta hace unas pocas décadas.”
“¿Q-q-qué significa e-eso?” preguntó Almaz, asustado y temblando ligeramente.
“S-suficiente, anija…”
“Por la apariencia andrógina de los jóvenes, además de ser llamativos para mujeres de toda edad, los wakashu eran con frecuencia un objeto de deseo para sus propios maestros, y relaciones entre hombres adultos y wakashu no eran impensables, por más que no fueran siempre bien vistas,” comentó perfectamente inmutado y todavía sonriendo como quien compartía un divertido dato curioso.
“¿Q-q-qué quieres decir con r-r-relaciones…?” a Almaz casi se le iba el alma del cuerpo y se había vuelto pálido. El hecho que Higekiri continuara acariciándole el cabello no ayudaba en lo absoluto.
“¿Oh? ¿Es que acaso no eres lo suficientemente mayor como para usar tu imaginación?” le preguntó con una pizca de confusión, aunque todavía inocentemente entretenido.
“¡Iiiihhh!”
“¡Suficiente, anija!” Hizamaru se hartó y jaló el brazo de su hermano para que liberara al pobre y traumado Almaz.
“¿Qué sucede, hermanito?” le preguntó de buenos ánimos. “¿Hm? ¿Por qué te ves avergonzado? Oh, y nuestro lacayo también. Hmm…” se puso a pensar un poco y volvió a sonreír. “Aunque ahora que lo pienso, por mi imposibilidad de recordar nombres de persona, puedo llamarle wakashu a partir de este momento…”
“¡Por favor, apreciaría mucho que lo hicieras!” exclamó Almaz todavía consternado y haciendo una rápida reverencia. Pese a que sin duda era la primera mención de una posiblemente depravada relación homosexual hecha en su presencia, el asistente ya no podía ni contar las veces que había sido presa de la tan dispersa mente de Higekiri.
“N-no lo va a hacer, te lo aseguro. Siento las molestias…” Hizamaru desvió su mirada, sumamente frustrado. Tampoco culpaba que Almaz no hubiera sido más defensivo por su cuenta porque conocía muy bien a su hermano mayor y era demasiado impredecible cuando alguien le daba la contra, siendo él el único que se atrevería a hacerlo. “Anija, lo mejor sería marcharnos de inmediato. Quisiera despejar mi mente, por favor.”
“Enseguida, hermanito,” Higekiri asintió y empezó a caminar hacia la salida. Él fue seguido de los otros dos, pero se detuvo frente a la puerta y alzó su cabeza meditativamente. Casi dio la impresión de haberse quedado en blanco y perdido en alguna laguna mental, lo cual por tratarse de él era casi una certeza. Este se giró sonriente. “Oh, cierto, tú también necesitas una máscara, lacayo. Espérate un momento, que tengo una máscara ideal para ti en uno de mis baúles.”

Dicho esto, él regresó a su baúl abierto para reiniciar su búsqueda. Los otros dos intercambiaron miradas y Hizamaru dio un pesado suspiro para ayudar a su hermano.

“Anija, ya revisaste este baúl,” observó. “Déjame darte una mano.”

Ellos se tardarían un poco más en salir.


Por otro lado del barco, Luso caminaba entre pasillos que no le correspondían con la misión de al menos asomarse a ver la elegante Masquerade que estaba fuera del alcance de pasajeros de tercera clase.

“Hm, por aquí,” señaló Luso con una sonrisa, quien apuntó a un pasillo según lo que le dictaba su intuición.
“No…” Natsume le agarró de un hombro. “Es por aquí. Ya memoricé el mapa del barco…”
“Oh, gracias,” él asintió. “Vamos, anímate, estamos yendo a una fiesta.”
“No deberíamos estar aquí, ya intenté detenerte,” le recalcó. “Nos vamos a meter en problemas si no nos damos media vuelta.”
“Sé que es riesgoso, pero es parte de la aventura,” comentó el pequeño. “Y no tenías que acompañarme si no querías.”
“No, pero sé que te podrías meter en más problemas si no te vigilo,” dio un suspiro. “Nos regresamos rápido, eso sí. No confío en que mi paloma se quedará quieta.”
“¿Eh? Pero nuestros compañeros de cuarto prometieron que la cuidarían.”
“Sí y confío en ellos, pero una paloma no es fácil contener, y tiene el mal hábito de seguirme,” dio un pesado suspiro.
“Hm…” Luso se extrañó al ver al pelirrojo tan estresado por su mascota, pero de inmediato recordó lo que estaban haciendo. “¡Oh, eh! ¿Cuánto falta?”
“Ya casi llegamos, pero baja la voz…”

Había pasado un rato y las hermanas Altugle habían disfrutado de sus postres con toda paciencia mientras oían la ligera música del evento. Ayesha justo acababa de rechazar a otro pasajero que había querido bailar una pieza con ella y volvió a tomar asiento al costado de su hermanita. Ahí observó a Nio aburrida que apoyaba su cabeza sobre una mano y con la otra marcaba el compás de la presente pieza musical con la ayuda de su índice. Ayesha le miró un poco apenada al comprender que ella no estaba pasando el mejor viaje pese a tener la fortuna de ser parte del primer recorrido del majestuoso Titanic. No sabía si bailar una pieza con ella a manera de entretenerle, pero también recordó que su pequeña debía de conciliar el sueño pronto.

Sin embargo, no llegó a tomar una decisión porque Nio abrió sus ojos a plenitud al ver a alguien que le regresó las energías, y no tardó en sonreír.

“¡Hermana, mira!” apuntó la pequeña hacia el frente. “¡Ese es el amigo del que te hablé!”
“¿P-perdón?” Ayesha se extrañó. “¿No era un niño de tercera clase? ¿Qué hace aquí?”

Por su parte, Luso y Natsume acababan de infiltrarse luego de aprovechar de que unos pasajeros se encontraran haciendo preguntas a los porteros, pero lo que iba a ser una pequeña mirada por el entorno terminó por prolongarse cuando Luso vio que Nio le agitaba un brazo.

“¡Es Nio!” exclamó él, quien corrió donde las hermanas.
”¡O-oye!” Natsume no pudo detenerle y se rindió a seguirle. Vio a los dos pequeños encontrarse con gran alegría.
“¡Qué bueno! ¡Esperaba verte!” dijo la pequeña.
“Hehe, lo mismo digo. Qué coincidencia.”
“¿C-cómo así has entrado?” preguntó Ayesha un tanto nerviosa.
“¿Importa?” le preguntó su hermanita. “¡Lo importante es que están aquí! ¡Este es Luso, y este es Natsume! ¡Él es un mago increíble!”
“¿En serio?” Ayesha estaba un tanto en shock por estar frente a dos personas que no debían haber ingresado. No tenía nada contra ellos, pero su propio instinto de hacer las cosas según las reglas le ponía un poco nerviosa y casi como cómplice de ambos… “Ehh…”
“Pues, ¿qué más da?” Natsume sonrió frustrado e hizo una breve reverencia. “Mucho gusto. Su hermana es una persona encantadora. Espero que estén disfrutando del Masquerade.”
“Ah, eh, sí…” Ayesha asintió. Al menos ese joven se mostraba servicial y respetuoso. “Ehm… es del oriente, ¿cierto? Noto su apariencia distinta…”
“Sí, llevo mucho tiempo viajando, pero soy originario del Japón. Me encuentro en un viaje por el mundo.”
“Ohh…” Ayesha se impresionó y le sonrió un poco. “Es admirable. Yo apenas ando cruzando el Atlántico y tengo ciertos nervios.”
“Es entendible, aunque no existe nada más enriquecedor que un cambio de rutina, y sólo es necesario un poco de prudencia para embarcarse a lo desconocido, según yo,” comentó. “Por como están sentadas, asumo que se encuentran cansadas de bailar.”
“Uhh, ojalá fuera eso…” Nio se frustró.
“Ya te dije que no vamos a bailar esta noche, Nio,” le recordó su hermana, con paciencia.
“¿Eh? ¿Por qué no?” preguntó Luso.
“¿P-por qué…?” Ayesha se mostró en blanco al verse cuestionada por el pequeño, ya que no había esperado una observación ajena.
“Ella tendrá sus razones,” comentó Natsume, quien observó a la mayor. “De todos modos, sería lo mejor que intentaran disfrutar de este placer, eh… si me concede su nombre…”
“¡C-cierto, mis disculpas!” dio una reverencia. “Mi nombre es Ayesha Altugle. Pues… Nio es muy pequeña… y todos son muy mayores… a-ademas yo soy demasiado atolondrada como para bailar…” desvió su mirada.
“Hmhm, entiendo, no se preocupe,” el pelirrojo se mostró entretenido. “Aunque si no es mucha molestia me ofrezco a bailar una pieza con la pequeña, ¿le parece?”
“¿P-perdón?” Ayesha se alertó.
“¡Sí! ¡Por favor, hermana!” le suplicó Nio.
“¡Yo también quiero bailar!” se sumó Luso.
“B-bueno, sólo una… pero cuidado, por favor.”
“No se preocupe,” Natsume le sonrió con confianza. “Les mantendré un ojo encima.”
“¡Gracias!” exclamó Nio.


Por otro rincón del enorme salón, Keithgriff estaba ubicado en la barra en donde tomaba una bebida alcohólica de su agrado y fumaba un cigarro mientras ocasionalmente dignaba una que otra mirada a la fiesta de la juventud. Era un ambiente demasiado ruidoso para su agrado pero había decidido acudir con tal de darse el gusto de la bebida antes de continuar con sus estudios. No le faltaba mucho para terminar cuando escuchó a unas personas inquietas y a un par de señoras soltar un leve grito de impresión luego de haber visto algo supuestamente aterrador, lo cual le hizo volver a mirar a las otras personas…

Los hermanos Genji se abrían paso por el ambiente y portando aquellos antifaces que Almaz había podido conseguirles, mientras este tercero les seguía su paso. Para su pesar, Higekiri pudo ubicar la máscara, la cual resultó ser una máscara de cerámica roja de un oni, con una nariz alargada y una expresión aterradora para todos aquellos no familiarizados con la cultura. Era por ello que varios se asustaban por aquella máscara que el joven lacayo debía soportar indefinidamente.

“Ehm, en verdad dudo altamente que sea obligatorio usar máscaras…” se lamentó Almaz por enésima vez por cómo asustaba a los demás.
“Pero por tus palabras, comprendo que no podemos estar seguros,” mencionó Higekiri, inmutado y sonriendo como siempre.
“Pudimos haber preguntado…” Hizamaru dio otro suspiro. No entendía cómo así su hermano mayor había decidido traerse esa máscara desde el Japón entre todas las cosas que pudieron haber portado a su saluda y, especialmente, cómo así había decidido empacarla para el presente viaje, pero en fin…

Ellos se vieron interrumpidos por Keithgriff quien se levantó y se dirigió a los tres. Ante ello, el líder se detuvo y optó por dedicarle atención.

“Buenas noches a usted,” mencionó Higekiri. “¿Necesita algo de nosotros?”
“Creo reconocerles por lo que he oído,” dijo el erudito. “Sé sobre unos hermanos provenientes del Japón que han logrado el tan llamado sueño americano en pocos años, y que ahora son magnates del nuevo continente con varias fábricas bajo su comando.”
“Pues, dudo que haya otros hermanos como nosotros, aunque de ser el caso esperaría que me ilumine,” sonrió entretenido. “Está en lo correcto. Y usted es…”
“Mi nombre es Keithgriff Hazeldine. Soy un científico y vengo de Inglaterra.”
“Ya veo…” se mantuvo inmutado.
“Eh, hermano, esta persona es aquel científico del cual hemos leído hace poco,” le informó Hizamaru al saber bien que su hermano sería incapaz de recordar a él, o a quien sea, por nombre. “Ha realizado contribuciones importantes a la investigación de propiedades básicas de distintas sustancias químicas.”
“Lo comprendo, muchas gracias,” Higekiri asintió a su hermanito y volvió a mirar a dicho desconocido frente a él con una sonrisa ligeramente más amable. “No será un magnate, pero en su propio círculo debe encontrarse por un nivel encima del de nosotros, ¿cierto? Parece ser bastante importante.”
“Espero que no te importe considerar una inútil competencia de quién está por encima de quién,” Keithgriff se mostró hastiado.
“¿Por qué? ¿Acaso debería hacerlo?” Higekiri alzó una ceja y contagió su semblante de un humor ácido. “Apenas mencionaba una curiosidad que muchos otros considerarían como un elogio o inicio de plática.”
“Entiendo entonces que a ti también te llegan dichas formalidades,” Keithgriff se encogió de hombros. “Me he acercado porque me han causado curiosidad desde que oí sobre ustedes, y quisiera invitarles a una cena el día de mañana para dialogar, si no es un inconveniente.”
“No eres el único que encuentra un show en otras personas,” el mayor asintió y regresó a una sonrisa cordial. “Acepto. Quizás pueda iluminarnos sobre sus más recientes estudios, al menos hasta algún punto en el cual no le aburra a usted mismo.”
“La ciencia es una de las pocas cosas que no considero aburrida, aunque ciertamente los negocios no son de mi agrado.”
“Hmhm, ya somos dos. El sueño americano le pertenece al tío Sam, no a mí,” se encogió de hombros con una pizca de diversión.

Luego de ese intercambio, Hizamaru se vio aliviado ya que por las palabras intercambiadas su hermano bien pudo haberse puesto complicado e iniciado una discusión, pero dicho científico parecía ser también difícil y extrañamente compatible con él.

“Y a todo esto…” Keithgriff miró hacia Almaz. “¿Por qué tu acompañante está usando esta máscara que espanta a la gente?”
“Es la imagen de lo que conocimos como un oni en Japón,” explicó Higekiri. “Mi lacayo no contaba con un antifaz, y comprendo que este evento puede requerir uno.”
“Es opcional. No uso uno, por ejemplo.”
“Ah, ya veo,” se alegró y de inmediato se quitó su propia máscara, para entonces dirigirse a Almaz. “¿Oíste? Es opcional después de todo. No tienes que avergonzarte más. Adelante, quítatela.”
“L-lo había dicho antes…” se lamentó el menor mientras le hacía caso.
“Pero no estuviste seguro, ¿cierto?”

En eso, Keithgriff notó que algo acababa de atravesar la puerta por el aire, y reconoció a una muy familiar paloma que acababa de entrar al ambiente de la Masquerade. Dio un cansado y pesado suspiro ya que sabía que ello podría causar un gran desastre.


Mientras tanto, Celestia había podido ganarse a un joven pasajero quien había sido atraído por sus pasajeras miradas, y se encontraba hablando amenamente con ella luego de haberle convidado un muy caro y refinado vino. La joven pintaba un perfecto rol de una dama inocente y dudosa que estaba prendida a todo lo que su pretendiente decía, lo cual sin duda le servía para enganchar más a aquel incauto. Por su lado de la mesa, Astrid reía para sus adentros en lo que bebía sola y observaba a aquella muy estimada farsante hacer de las suyas. Después de todo, su querida nueva amiga de clase noble de un país de la Europa oriental había fabricado su ficha de vida con esperanzas de tomar un camino distinto en América…

Sin embargo, esa encantadora conversación llegó a su fin cuando la despistada paloma que estaba acostumbrada a la gente aterrizó encima de la cabeza de la jovencita, quien no tardó en entrar en pánico.

“¡AHHH! ¡Quítenmelo, quítenmelo!” exclamó, levantándose y llamando la atención de todas las personas cercanas. Ella estaba espantada y otras personas también se aterraron al ver a aquel animal salvaje sobrevolar y amenazar en entrar en contacto con más gente.

A poca distancia, ello no pasó desapercibido para Natsume y los niños.

“¿Es la ave de antes?” preguntó Nio.
“No, ¿cómo llegó?” Luso se preocupó.
“Tsk…” Natsume dio una rápida mirada a sus alrededores y detectó a meseros y los porteros correr hacia el lugar de los hechos. De inmediato miró a Luso. “Ve a esconderte, Luso. Que no te vean conmigo.”
“¿Eh?” este no llegó a reaccionar porque el pelirrojo corrió hacia su mascota.

Había sido un corto rato, pero Celestia estaba indignada e histérica por lo recién vivido. Entre dos meseros, lograron atrapar a la paloma por lanzarle un mantel grande.

“¡Desháganse de esa peste!” gritó la joven con los ojos desorbitados por la ira. “¡Esa inmundicia me atacó! ¡No quiero volverla a ver!”
“¡Esperen!” Natsume llegó y logró quitar el mantel a los trabajadores. Rápidamente revisó y felizmente su paloma no estaba lastimada, aunque sí asustada y la mantuvo entre sus manos. “Es una mascota y está acostumbrada a estar cerca de humanos, por eso se acercó. Tienen que entenderlo.”
“¡Una criatura así está prohibida a bordo!” recalcó Celestia. “¡Estoy en mi derecho de reclamar!”
“S-señorita, tranquilícese, por favor,” le pidió el joven que le había estado acompañando, quien le agarró de un brazo, pero ella se lo arrebató.
“¡Tú no entiendes! ¡Y no me toques, imbécil!” espetó, colérica.
“Oye, tranquila…” Astrid movió su mano. “Es sólo una paloma…”
“¡A ti no te tocó así que no te metas!”
“¡¿Qué está pasando aquí?!” exclamó uno de los porteros, quien miró a Natsume. “¡Usted no luce como un pasajero de primera o segunda clase! ¡No debería estar aquí!”
“¡Tiene un ave! ¡Desháganse de eso!” insistió Celestia.
“Está en problemas,” declaró un guardia, quien agarró a Natsume de un brazo. “Ha infringido muchas reglas del viaje. Le espera un severo castigo.”
“Tsk…” este entrecerró los ojos y miró con ira hacia Celestia, quien le devolvió el gesto. Al pelirrojo no le tocó de otra que ser paciente y dejarse ser llevado porque comprendía bien que no había nada que podía hacer.

Luego de aquel momento, los meseros se esmeraron en tranquilizar a los testigos y retornar el evento a la normalidad. Celestia agarró con una mano temblorosa su cabeza donde el ave había revoloteado. Ella comprimió sus puños y optó por retirarse sin decir una palabra más. Por culpa de esa interrupción había perdido su impecable presencia, así que le tocaba recobrar su impecable actuación antes de volver a inmiscuirse con las personas.



Y, por otro lado, Sterk justo había regresado para ver el suceso y observar cómo se llevaban a aquel joven y su ave. Él decidió seguir a esos guardias de lejos para ver qué era lo que iba a suceder…