Author Topic: RMS Titanic: "Is there anyone alive out there!?"  (Read 38712 times)


Sayi

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #45: October 08, 2017, 10:27:30 PM »
La parte en gris es flashback :v


Bitácora #7 — Cold Water Mirage (Part I)

“¡Mujeres y niños, por favor!”

Los oficiales de cubierta habían sido rápidos en organizarse. Mientras dos oficiales se aseguraban de afianzar cada bote para su descenso, el primer oficial a cargo empezaba a alinear a los pasajeros frente a ellos.

Considerando que habían más de dos mil personas a bordo, la cubierta no se encontraba tan abarrotada cómo debería. Muchas personas parecían hacer oídos sordos a las advertencias y esperar dentro, donde la temperatura era agradable y había donde sentarse. Parecían también hacerse los ciegos ante los chalecos salvavidas que adornaban sus ropas de gala, como si aquella se tratara de otra noche tranquila a bordo del Titanic.

Sayi observaba con temor lo habilidosos que eran los oficiales en movilizarse y hacerle frente a su tarea. El Titanic se estaba hundiendo, y si los rumores de falta de botes salvavidas eran ciertos… no había garantía para ellos de conseguir un espacio.

Y sin embargo ahí estaban, cumpliendo con su trabajo con tanta parsimonia…

“Esto es horrible”

Ichigo rodeo a Sayi con un brazo y la trajo hacia sí. Siendo una dama de primera clase, Ichigo pensó que lo mejor sería apurarla a que suba uno de los botes. Con ella a salvo podría regresar a buscar a Franz con más calma… pero, al parecer leyendo lo que estaba pensando, la pelirrosa habló.

“Tenemos que encontrar a Franz y a Kaien” dijo, buscando entre las personas a su alrededor.

El nerviosismo y la incertidumbre era evidente en su mirada, pero también sabía que no habría forma de hacerla desistir.


Two days before — April 13, 1912

Eran un cuarto pasada las ocho de la mañana cuando el mesero dio su tarea por servida. Tras preguntar si necesitaban algo más y recibir las gracias a cambio, el joven hizo una ligera reverencia y se retiró, dejando a la pareja a conversar en privado.

Sayi echo un par de cubos de azúcar a su té. Mientras lo revolvía, alzó la mirada y observó a Kaien sonreírle. La pelirrosa le devolvió el gesto, pero este se apagó casi de inmediato.

“¿Te encuentras bien, Sayi?” El joven fue rápido a preguntar. La pelirrosa asintió y le respondió con otra pregunta.
“Bien, gracias. ¿Cómo estas disfrutando el viaje?”

Entonces Kaien compartió sus experiencias del día anterior. Le contó que visitó los baños turcos, el gimnasio, y le habló de un par de las conversaciones que sostuvo en la sala de fumadores. Incluso le contó que cenó en A la Carte, y Sayi agradeció haber cambiado sus planes a último momento.

Y justo cuando volvía a pensar en la noche anterior, Kaien lanzó la pregunta que Sayi más temía responder.

“Sayi, me preguntaba si ha podido meditar sobre la invitación que le extendí hace dos días”

La pelirrosa esbozó una ligera sonrisa. Hacía buen clima esa mañana, por lo que el staff del Café Parisien había abierto las ventanas para que los comensales disfrutaran de un desayuno al fresco. El viento agitó su cabeza, y la joven recogió su cabello tras sus orejas.

Kaien solo había sido amable con ella apenas se le presentó en el salón de primera clase, tan solo horas después de dejar Southampton. Había sido pronto en entrar en confianza con ella, considerado de introducirla con sus amigos, y deseoso de pedir su compañía en cada ocasión que se le presentara. Sayi jamás había recibido tantas atenciones de parte de un hombre; mucho menos alguien tan social y monetariamente deseable como lo era él. Y, sumándole los meses y años en los que había intentado, sin mucho éxito, volverse una socialite en los círculos adinerados… Kaien era una brisa fresca que le había traído ilusiones, y la había hecho sentir como alguien especial entre personas mucho más dignas que ella.

Pero no estaba siendo honesta con él, pues no podía obviar lo que en verdad quería. Aun si eso significaba que su trabajo por volverse una socialite se viese desperdiciado, ya que había optado por seguir su corazón por encima de las expectativas que cargaba en sus hombros.

No era justo para él que perdiera más tiempo en ella.

Cuando Sayi buscó su mirada le pareció notar cierta decepción en sus ojos. Como si ya supiera la respuesta sin tener que escucharla.

“Kaien, lo siento…”



Las llamadas de los oficiales eran incesantes. La situación parecía empeorar con cada minuto y, conforme llegaban más personas a la cubierta, la oportunidad de conseguir un bote salvavidas era cada vez menor.

Ichigo agradecía que Sayi quisiera encontrar a Franz. Y, si no fuera por ella, él ya estaría en la misión de buscarlo; corriendo camino a su recámara, o hacia las áreas de primera clase…

No obstante… los botes, ella…
Por primera vez en su vida, se sentía en una encrucijada. Entonces Sayi volvió a repetirse.

“Ichigo, se cuánto estimas a Franz. Y no me voy a subir a un bote sin encontrarlo antes”

Entonces le tomó de una mano y empezó a guiarlo, camino de regreso —y lejos de los botes salvavidas.

Ichigo agradecía haber encontrado a alguien que lo entendiera. Era cierto; estaba sumamente preocupado por Franz, pero al mismo tiempo sentía el impulso de tirar de Sayi, cargarla entre protestas de ser necesario, y ponerla a salvo dentro de un bote antes de seguir adentrándose en el navío.

Sin embargo estaba ahí, observando como iban a contracorriente de la gente…

“¿¡A dónde crees que vas!?”

Sayi se detuvo en seco. De entre la multitud de personas emergió un joven en traje y abrigo de invierno. Ichigo lo reconoció como Kaien Talmage-Atwood y, a diferencia del resto de pasajeros asustados, la molestia era lo que plagaba su rostro.

Kaien tomó a Sayi de los hombros.

“Sayi, ¿que estás haciendo?” le sacudió “¡Tienes que subirte a un bote, ahora mismo!”
« Last Edit: October 16, 2017, 12:39:58 AM by Sayi »

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Cho

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #46: October 12, 2017, 10:16:12 PM »
Este fic viene antes del iceberg. Pronto vendré con los presentes sucesos, promise (...)

6


Los hermanos Genji habían aceptado a la invitación de Keithgriff para compartir una cena entre los tres el día después del Masquerade, algo que Hizamaru había inicialmente temido ya que no sabía qué esperar de su hermano al respecto, aunque en el lugar de los hechos sí pudieron disfrutar de una conversación ligera y casi trivial sin ningún problema.

“Entonces ustedes también han realizado un esfuerzo para proveer de trabajo a inmigrantes,” observó el mayor.
“Sí,” Hizamaru asintió. “Comprendemos el gran sacrificio y dificultades que un extranjero debe afrontar para siquiera ser reconocido en la sociedad, y más aún poder hacerse de un empleo estable y rentable. No siempre es fácil proveer dicha ayuda, pero hacemos lo posible.”
“Es admirable,” Keithgriff asintió con un dejo de indiferencia. “Aunque también espero que sus principios no se metan dentro de su eficiencia como empleadores.”
“Si te refieres a que tengamos favoritismos y contratemos a gente por su apariencia y no por sus méritos, eso es sin duda falso,” Higekiri sonrió cordialmente. “Sólo le extendemos la ayuda a quienes nos demuestran que lo valen. Mi hermanito es hábil en crear un buen ambiente de trabajo para las fábricas, y si alguien se equivoca garrafalmente se las ve conmigo. Yo no me considero igual de amable.”
“Sabes mantener a las personas en línea, hermano,” el menor asintió con respeto. Sabía muy bien lo temido que su hermano mayor era, algo que con mucha frecuencia le tocaba balancear.
“Por lo que he leído y escuchado de ustedes, les daré el voto de confianza,” el científico regresó su atención al té con el cual terminaría su cena, sin antes sacar un cigarro y encenderlo.
“Oh,” curiosamente, eso prendió la atención del hermano mayor. “Noto que existe cierto orgullo y rutina en muchas personas a la hora de fumar. ¿También serás un adicto?”
“H-hermano…”
“Lo soy, no tengo por qué negarlo. Me calma los nervios,” se encogió de hombros.
“Nunca he tenido la oportunidad de utilizar un cigarro. Admito que me causa curiosidad.”
“L-lo hemos hablado,” Hizamaru frunció el ceño. “Por más que varios doctores recomienden fumar a las personas con mucho estrés y responsabilidades, yo personalmente no lo considero nada saludable. No dejaré que adoptes ese vicio.”
“No puedo argumentar contra ti,” Higekiri se encogió de hombros. Él regresó su mirada hacia el intelectual. “Aunque llevamos mucho tiempo hablando sobre nosotros. Ilumínanos un poco más del mundo de la ciencia, ehm… señor científico.”
“…” dio un pesado suspiro. “No mentías cuando dijiste que no puedes recordar nombres. En fin…” tomó un sorbo del té y continuó con la plática. “Por más que mi enfoque se trate del estudio de las propiedades de sustancias químicas, lo más reciente yace en el desarrollo de teorías. Los científicos de hoy ya no pueden encontrar comodidad ni todas las respuestas dentro de las ciencias clásicas, y pienso que nos encontramos en medio de una revolución de la ciencia que trascenderá nuestra generación.”
“Es fascinante,” comentó Hizamaru. “Habíamos leído sobre estudios y teorías recientes, y no es algo que oiríamos en nuestro país de origen. Todo aquello sobre los átomos…”
“Sí, ¿verdad?” Higekiri agarró un cubo de azúcar con sus dedos y lo alzó a sus ojos, para inspeccionar sus lados. “Nos hemos enterado sobre las teorías más bizarras y mutuamente contradictorias con respecto a dichos átomos. Para empezar, se creyó que estos átomos son apenas unos cubos con partículas negativas, con cada elemento con un número específico. De ahí había algo como un modelo pudding, ¿no es así? Con estas partículas incrustadas en una especie de matriz. Por otro lado, se cree en un modelo con las partículas como órbitas elípticas. Este último ya hace pensar que existe un universo dentro de cada uno de estos átomos.”
“Ciertamente,” su hermano asintió.
“Cada modelo tiene sus verdades, y sus limitaciones. De por sí, sólo el último todavía se considera remotamente cierto, aunque también tiene grandes detractores, y es cuestión de meses para oír la versión de algún otro respetado profesional en el área,” explicó Keithgriff, ajustándose las gafas.
“Es claro que se hablan únicamente de propuestas,” comentó Hizamaru.
“Así son y siempre serán las ciencias, no hay de otra. La idea es poder lograr formular una teoría que no tenga contradicciones. Las teorías que no las tienen no son falsas hasta que se demuestre lo contrario, pero tampoco son ciertas. Sólo ayudan a explicar el universo.”
“Es encantador a su manera,” Higekiri terminó por comer el cubo de azúcar y ensanchó su sonrisa. “Sean falsas o no, son entretenidas de leer y digerir. Eso es todo lo que me importa.”
“Esperemos que esta revolución científica sí pueda encontrar respuestas, hermano,” el menor negó. No le sorprendía el punto de vista trivial de su pariente.
“Debo admitir que me recuerdas a un colega mayor que yo en Londres,” comentó Keithgriff a Higekiri. “Tenía una mente brillante y pasaba todo el tiempo en su laboratorio estudiando las propiedades de expansión, compresión y licuefacción de gases. Claro, para sus estudios necesitaba barómetros de mercurio y aquel viscoso líquido es sorpresivamente volátil, sin importar cuánto se cuide.”
“U-usted…” Hizamaru se tensó por aquel comentario al comprender a dónde iba.
“Oh…” y Higekiri alzó una ceja. “Vaya, ¿estarás diciendo que yo poseo alguna especie de demencia semejante a la causada por el mercurio por mi manera de ser?”
“Es sólo un parecer,” asintió.
“C-comprendo que mi hermano pueda mostrarse difícil en ocasiones, pero no es motivo para pretender faltarle el respecto,” declaro Hizamaru, con un tic en la ceja. No quería ser descortés hacia esa persona que les había invitado, pero quería dejar las cosas en claro. Sin embargo, la conversación se interrumpió porque Keithgriff divisó a un par de personas que les habían estado espiando.


“…” este dio un suspiro y miró a las hermanas Altugle. “¿Qué quieren?”
“Buenas noches, señor Hazeldine, sentimos las molestias…” dijo Nio, haciendo una reverencia. “Ehh, y mucho gusto a los dos. Mi nombre es Nio Altugle.”
“Y-yo soy Ayesha Altugle,” se apresuró en decir la hermana mayor, un poco intimidada.
“Ellas son hijas de un viejo colega,” resumió el científico.
“Un gusto,” Higekiri les sonrió con dulzura. “Espero que no sean hijas de aquel colega envenenado con mercurio del que acabamos de oír.”
“Hermano…” Hizamaru se llevó una mano al rostro momentáneamente y luego decidió corresponder el saludo. “Mi nombre es Hizamaru Genji y él es Higekiri Genji, mi hermano mayor.”
“C-claro, un gusto,” Nio asintió, aunque seguía sacada de cuadro por el previo comentario.
“¡Ohh!” por su parte, Ayesha se veía maravillada. “¡Son aquellos hermanos Genji que han logrado grandes hazañas y riquezas en los Estados Unidos! ¡Es todo un placer!”
“¿Y qué les trae por aquí?” preguntó Keithgriff.
“Mi hermana y yo hemos discutido por media hora sobre cuál es el método correcto para realizar una extracción de un aceite esencial,” explicó Nio, quien pese a sus palabras proyecto una infantil impaciencia y molestia. “No nos ponemos de acuerdo.”
“Queríamos su opinión al respecto…”
“Espérense hasta mañana. Se los explicaré con calma,” rodó los ojos. “Ya que están aquí, pidan algo para tomar y poder conciliar el sueño.”
“E-está bien, no queremos interrumpir más,” Nio desvió la mirada.
“Por mí no hay problema,” opinó Hizamaru. “Es un placer conocer a jóvenes tan dedicadas a los estudios.”
“En verdad que lo es,” por su lado, Higekiri se levantó del asiento. “Hermanito, quédate un poco más que te ves muy a gusto. Yo creo que iré a descansar por el día.”
“¿No necesitas que te acompañe, hermano?”
“Estaré bien. Si me pierdo es trabajo de nuestro lacayo ubicarme, ¿no?”
“Él no sabría que andas perdido…”
“Sólo bromeo,” sonrió. “Un gusto a todos. Con permiso.”

Dicho esto, Higekiri asintió para retirarse e ir camino hacia su suite. No llegó a avanzar mucho más cuando oyó a una voz dirigírsele.

“E-ehm, señor Genji, u-un momento…”
“¿Oh?” este se giró y vio a la chica mayor. “Qué sorpresa que una damita como tú ande siguiendo a alguien como yo,” sonrió amablemente. “¿Se te ofrece algo?”
“S-s-siento mucho si le causé molestias por mi repentina aparición,” dijo Ayesha, haciendo una pronunciada y avergonzada reverencia.
“Descuida, descuida, ya estaba pensando en retirarme. Las comidas son mucho más cortas cuando uno no anda entreteniéndose con un desconocido, después de todo.”
“Eh, sí…” bajó su mirada.
“Pero noto que no has venido únicamente con la intención de disculparte, ¿cierto? Te haría bien no guardarte tu inquietud.”
“Sí… es sólo que siempre he admirado mucho a usted y a su hermano…” Ayesha desvió la mirada. “S-si no es mucha molestia, ¿podría hablar con usted un momento?”
“¿Hm?” alzó una ceja, con una pizca de curiosidad.



Llegó la mañana siguiente y era otro día agradable y despejado. Varios pasajeros habían decidido salir a cubierta para disfrutar del clima y despejarse un poco de los ambientes interiores. Entre ellos, Natsume finalmente pudo darse el gusto de salir con su paloma luego de que Sterk le hiciera el favor el día anterior de formalizar su estado y solucionar los inconvenientes. Luso le acompañaba y se encontraba en plan de alimentarla con unos granos secos de maíz.

“Qué bueno que todo haya salido bien,” Luso se notaba contento de volver a ver a la paloma sana y salva.
“Sí, todavía no me lo creo,” Natsume negó y sonrió frustrado. Nunca hubiera esperado recibir aquella ayuda, aunque ya se estaba haciendo la idea de que ese tal Sterk no era como los otros pretenciosos y cansinos señores de clase alta. Sí se trataba de una buena persona. “Al menos puedo viajar tranquilo y sin esconderla para variar.”
“Me alegra mucho,” el pequeño había podido notar a al menos un par de vigilantes pasar por ahí, pero no rendirle mayor importancia a la mascota al estar informados sobre esta. “¿Y cuáles son tus planes para cuando llegues a Estados Unidos?”
“¿Cuáles serán? Todo este viaje ha sido una gran improvisación, pero me las arreglaré. Ya creo haberme adaptado lo suficiente,” sonrió con confianza.
“Quisiera que me acompañaras a conocer a mi tía. Creo que le caerías muy bien.”
“Puedo hacer una pequeña parada,” comentó, encogiéndose de hombros. Entonces, él miró de reojo al reconocer una muy evidente silueta que se le hacía demasiado familiar.

Celestia se había detenido ante los dos luego de observar a la paloma con molestia, pero se ahorró comentarios. No muy detrás de ella se acercaban Sterk y Astrid con toda calma.

“Vaya, ¿no puedes dejar el pasado detrás?” le preguntó el pelirrojo con leve frustración. “Yo ya he olvidado nuestro pleito.”
“Bien por ti,” ella frunció el ceño. “Es increíble que la tela del universo se haya doblado a tu favor. Claramente por eso lo puedes decir.”
“Quizás…”
“Tú eres quien metió a Natsume en tantos problemas,” Luso miró a la chica con molestia y comprimió sus puños. “Espero que te disculpes.”
“¿Disculparme yo? ¿Quién te crees?”
“Luso, no te metas en esto,” le pidió Natsume.
“Oigan, ¿qué está pasando aquí?” preguntó Astrid. “Vamos, es muy temprano para andar de malas.”
“Son casi las once,” observó Sterk.
“¿Y? Es temprano para mí. No me juzgues.”
“Pero Astrid tiene razón. Ya les dije que se comporten. No quiero que se amarguen la vida.”
“Lo sé. Por tu ayuda también trato de actuar de manera civilizada,” dijo el pelirrojo.
“Ohh, usted debe ser Sterk,” Luso de inmediato de sorprendió y cambió su actitud para verse animado. “Muchas gracias por ayudar a Natsume. Ehm, en verdad todo esto fue mi culpa. Había querido ver el Masquerade y terminé jalándole a la fiesta en contra de su voluntad. Él trató de impedir que fuera…”
“Accidentes pasan, sólo ten un poco de cuidado,” Sterk alzó una ceja. “Aunque Natsume no nos había dicho nada al respecto.”
“Es un niño, y el ave no es suya,” se encogió de hombros. “Sigo siendo el responsable.”
“Resultaste amable, es difícil odiar a gente así,” Astrid se encogió de hombros y miró a Luso. “Te pido que seas paciente con mi amiga. No tiene el mejor temperamento.”
“Dejen de tratarme como la culpable,” la menor se impacientó.
“Vamos a tomar algún refresco, yo invito,” ofreció Astrid, de buenos ánimos. “Ya me está dando sed con este sol.”
“No es una mala idea,” Sterk asintió.
“No tienen que hacerlo,” Natsume negó.
“En parte es para dejar las asperezas de lado. Créeme que ya me ando cansando del rollo,” Astrid movió su cuello como si despejara un peso de encima. “Y de paso los invitamos a los dos algún aperitivo, ¿les parece?”
“¡Muchas gracias!” Luso se emocionó.

El grupo fue en conjunto a dicho lugar. Celestia miró a los mayores con reproche por no darle la consideración ni molestarse a tomar su lado, pero ya notaba cómo todos intentaban ignorar lo sucedido. De todos modos, los siguió detrás porque estaba de acuerdo con ir a tomar algo, aunque para su molestia vio cómo Natsume de un momento a otro había decidido caminar a un ritmo más lento como para hablar con ella.

“¿Qué quieres?”
“Nada, realmente. Sólo veo que andas todavía molesta por todo lo ocurrido.”
“Tsk…” ella desvió su mirada. No había punto de decirlo.
“…” dio un suspiro y se encogió de hombros. “Discúlpame.”
“¿Eh?” ello le agarró de sorpresa.
“Esté de acuerdo o no con tu reacción, la paloma sigue siendo mi responsabilidad y te causé molestias, así de simple,” comentó, mientras alzaba su mirada. “También terminé enfrentándome contigo en la suite. No debería ser tan impulsivo.”
“…” ella le miraba con desconfianza.
“Luego de mis disculpas, ¿podrás estar más tranquila?” le miró de reojo.
“No te creo como del tipo conciliador.”
“Heh, no lo soy para nada,” rió por lo bajó y sonrió con ironía. “Me considero conflictivo y vengativo. Pero realmente no hago esto para reparar la situación,” miró hacia delante, donde los mayores conversaban con un muy entusiasta Luso quien traía la paloma en manos. “Ellos me han ayudado, y creo comprender que también te han apoyado bastante. Espero al menos regresarles un poco el favor,” negó. “Ojalá lo comprendas.”
“…” Celestia se mantuvo un poco en silencio y tuvo que tragarse su orgullo. “Está bien. Tampoco puedo ser tan conflictiva si pretendo hacerme una mejor imagen.”
“No creo que toda la gente de clase alta tenga un buen temperamento, aunque es una gran meta personal,” se encogió de hombros. “Reconoceré que haces un buen acto.”
“No eres quién para decirlo.”
“Entretengo a las personas para ganarme la vida. Sé lo que digo.”

Los cinco ocuparon una mesa en un ambiente exterior bajo la sombra de una sombrilla. En poco tiempo llegaron los pedidos, los cuales consistían de un refresco de fruta y unos pocos bocadillos para quienes se sentían con ánimos. El tiempo pasó entre ellos comentando algunos datos personales o curiosidades, y poco a poco pudieron amenizar entre sí.

De repente, otras personas se acercaron a ellos, quienes se vieron atraídos por el pelirrojo debido a su apariencia oriental.



“Buen ojo, hermanito, se trata efectivamente de un joven japonés,” confirmó Higekiri luego de acercarse al grupo, quienes dejaron la conversación de lado para observar a los otros tres.
“Hm, entonces ustedes también tendrán ese origen,” comentó Astrid, alzando una ceja.
“Sí, sentimos mucho importunar su reunión, fue una mera curiosidad,” el hermano mayor hizo una venia por la decisión de su pariente de acercarse tanto a ellos. “Mi nombre es Hizamaru Genji, es un gusto.”
“Llámenme Sterk,” este se vio inmutado. “Creo recordar vagamente haber leído sobre los dos. Se tratan de esos hermanos magnates que residen en Estados Unidos, si no me equivoco.”
“Vaya, ya se está volviendo cansado y tedioso que todos nos conozcan así,” comentó el mayor con una sonrisa frustrada. “Pero sí. Yo soy Higekiri, y este joven que nos acompaña es nuestro lacayo.”
“A-Almaz von Almadine Adamant, mucho gusto,” se apresuró a introducirse. Sabía que no podía contar con el mayor recordando su nombre.
“Bueno, para variar admitiré que no me sabe muy mal ser discriminado por mi apariencia,” Natsume se encogió de hombros y sonrió con ironía. “No suelo ver a gente de Asia con frecuencia, y mucho menos realmente hablar con ellos, aunque creo entender que es distinto en el caso de personas en el nuevo continente.”
“Cierto, la presencia de inmigrantes de China es resaltante en la costa occidental,” informó Hizamaru. “Aunque por más que los asiáticos nos veamos semejantes para la gran mayoría, existen diferencias entre nosotros.”
“Bien dicho, sé que son japoneses,” Natsume les miró atentamente. “Aunque con sólo oír sus nombres, estoy al tanto de ustedes. Los Genji son una familia ancestral y aristocrática en el Japón con raíces muy respetables. Por ello siempre me quedé con la duda de por qué ustedes dejaron sus cómodas vidas para adentrarse al mundo exterior. Heh, hasta me cuesta creer que estemos dialogando como iguales en otra parte del mundo.”
“¿Es que acaso ellos dos son equivalentes a príncipes en su país de procedencia?” preguntó Celestia con leve escepticismo.
“Hace unos siglos lo habríamos sido,” comentó el mayor como un dato curioso o trivial. “Pero naturalmente el mando del país ha variado luego de distintas guerras y revoluciones.”
“¡Wow, eso suena genial!” Luso se veía emocionado. “En verdad quisiera escuchar historias al respecto. No puedo ni imaginar lo distinto que es Japón con Irlanda.”
“También me pregunto algo similar todo el tiempo,” Almaz sonrió. “He escuchado historias y leyendas del Japón, y comprendo que es muy distinto en comparación a Rusia. Ojalá algún día pueda ir a visitar.”
“Sería difícil, Almaz. Mi hermano y yo nos retiramos en malos términos por romper con varias tradiciones,” Hizamaru negó. “Aunque ningún problema nos quitaría la nostalgia.”
“Aunque nos quedan los relatos,” Higekiri se encogió de hombros y miró hacia el pelirrojo. “Ahora que lo pienso, tú tienes una gran pinta a un wakashu.”
“Ese término está pasado a la historia,” Natsume sintió un tic en la ceja. “Espero que no lo digas por pensar que tengo una apariencia femenina.”
“Bueno, no sé de qué están hablando, pero sí la tienes,” Astrid asintió, convencida.
“Supongo que alguien que ‘entretiene’ como tú bien podría haber necesitado disfrazarse de mujer en algún momento,” Celestia sonrió de manera burlesca.
“Tsk, cállense…” desvió su mirada, ofuscado.
“¿Eh?” Luso ladeó su cabeza al notar la ausencia de la respuesta del chico. “¿En verdad lo has hecho?”
“Pues, en mi estancia en Inglaterra he participado en unas obras de estilo tradicional, por si saben qué significa eso…” dio un suspiro.
“…” Sterk asintió. “En la época medieval, las mujeres no eran aptas para actuar, por lo cual los roles femeninos eran dados a los actores más jóvenes. Sin embargo, no es algo de qué avergonzarse. Así son las costumbres.”
“Fácil decirlo para ti, que seguro que nunca te han confundido por mujer.”
“Vaya, ese es un dato muy interesante,” Higekiri se vio a gusto. “Entonces el concepto de wakashu como un joven andrógino y entre los dos géneros sí ha existido en este lado del planeta también. ¿Has oído, lacayo? No eres el único.”
“¿D-desde cuándo soy un wakashu?” preguntó Almaz, perturbado.
“Cambiemos de tema, por favor,” Hizamaru negó impaciente.
“Claro. Si quieren, pueden unírsenos, les noto entretenidos,” Astrid sonrió con gusto. “Podrían informarnos más sobre estos jóvenes sin identidad u otras curiosidades.”

Ante ese pedido, los tres terminaron por unírseles y compartiendo una breve reunión con aquellos desconocidos.


Pasó un rato y, luego de la reunión, los hermanos Genji y Almaz se excusaron. Luso tampoco tardó en despedirse ya que había quedado a encontrarse con Nio luego de sus estudios de la mañana, y así los demás regresaron momentáneamente a la suite donde Natsume pudo dejar a su mascota ya que Sterk se encargaría de vigilarla por el resto del día.

Él se despidió al pretender ir a su camarote para darse una siesta, y notó que Celestia también se retiró a la par para hacer lo mismo en su habitación. El pelirrojo se sorprendió un poco que aquella chica se dignara a ocupar el mismo espacio con él, aunque luego del encuentro de antes sí había podido notar que ella había bajado su previo resentimiento.

“Pareces haber aceptado mi pedido de paz,” comentó.
“Tampoco puedo dejar que alguien como tú ande arruinando mi paseo, ¿no?” pese a sus palabras, la joven sonaba tranquila y tal vez un poco resignada, aunque ya no afectada por lo sucedido hace dos días. “Caminar a la par contigo es un desafío personal.”
“Heh,” sonrió con ironía. “Entonces me reconoces como un desafío. No sé si deba sentirme halagado.”
“Tómalo como gustes,” le miró con leve recelo y movió su cabeza con brusquedad para seguir mirando hacia el frente.
“Ya que andamos en tregua, ¿en verdad te disgustan las palomas?”
“Espero no ser la única persona que conoces con aversión a ellas. No es tan raro,” negó. “Además…” dio un suspiro. “Ya que sé que no puedo andarme ocultando ante ti, admito que sí tengo esos desagradables y humildes orígenes de los cuales me acusaste, y las inmundas palomas me recuerdan a esas raíces que me avergüenzan.”
“…” le miró con leve curiosidad.
“Pero para mantener cierta dignidad, también te diré que mi dinero no es completamente mal habido,” ella entrecerró sus ojos. “Mi padre era un ludópata alcohólico desenfrenado que llevó a mi familia a la quiebra y nos forzó a vivir en un mercado, pero en lo que él falló, yo triunfé. Me volví una excelente jugadora y apostadora, y abandoné mi hogar ni bien empecé a amasar una fortuna personal. Por seguir los vicios de mi padre siempre fui la oveja negra de mi familia y todos ahí me trataron con desprecio, razón por la cual nunca me importó dejarles.”
“…”
“Pero en medio de esta desabrida historia, tengo un orgullo personal,” sonrió satisfecha. “Salí de esa horrible vida y he demostrado habilidad para actuar y hacerme camino que alguien como yo no debería tener. Claro, por mis logros y el hecho que soy mujer, tenía que huir. Estar muy metida en apuestas y comenzar a tener dinero es peligroso para cualquiera, especialmente para una mujer joven como yo. Por ello me voy a Estados Unidos, para iniciar una nueva vida.”
“Sin duda tu historia es más encantadora que la mía,” se vio entretenido.
“¿Acaso tú no has huido de tu hogar al igual que yo?”
“No, sólo siempre quise viajar y conocer nuevas fronteras. El viaje también ha sido una gran oportunidad de aprendizaje. Pero yo sí quiero volver. Por más que mi vida no haya sido fácil, tengo la fortuna de contar con gente que me espera de regreso.”
“Hm, bien por ti,” se encogió de hombros.
“Sólo que, si me permites…” Natsume dio un suspiro y le miró atentamente. “No dejes que las dificultades de la vida e injusticias te hagan creer que todos son tus enemigos. Noto que tienes una actitud individualista, y te lo digo por experiencia. Durante mi viaje, no he evitado pensar así varias veces. Uno puede llegar a desearle un mal a cualquier persona desde lo más profundo, o maldecir a todos los que están por encima de ti, también a enfocarte en tu propia desdicha o en tus logros de manera desmedida…”
“…”
“Pero al conocer a personas como Sterk o Astrid uno recuerda que no todos son malos. No… creo que la mayoría son muy buenos, por más que la sociedad quiera hacerte creer lo contrario,” Natsume le sonrió un poco. “Y tienes suerte de haberte conseguido a esa amiga, por más pesada que pueda ser en ocasiones. Tampoco te descalifiques como una mentirosa o estratega, cuando obviamente puedes ser más que eso.”
“¿Qué cosas dices?” Celestia se sintió un tanto insultada, y se cruzó de brazos y desvió su mirada para desestimar aquel intento de amabilidad del chico. “Ahórrate esas palabras. No necesito de tu opinión. Sé cuidarme.”
“Eso no lo dudo,” negó, aunque no se vio menos entretenido. “En fin, hemos llegado a las escaleras. Nos veremos después, supongo.”
“Es inevitable, ya que ambos plagamos a ese otro par.”

Ambos partieron caminos para regresar a sus respectivas habitaciones.



Todavía quedaba aquel y un día más de viaje tranquilo durante los cuales los pasajeros terminarían familiarizándose entre sí, antes de los sucesos que terminarían por marcar sus vidas.


Eureka

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #47: October 12, 2017, 10:32:30 PM »
Voy a terminar este fic aunque sEA LO ULTIMO QUE hAGA *muere*

Idealmente... idealmente termino con el pre-iceberg en esta semana y la que viene. Asdjlkdfg



1st evening




   

Estaba completamente acostumbrada a esto. A los ataques sutiles a su persona, a las críticas sobre su rebeldía y sus malos modales. A la costumbre por parte de sus futuros suegros de degradarla frente a otros, ya sean amigos o socios de ambas familias. Y con mayor razón: había faltado al primer almuerzo a bordo del Titanic, estaba claro que se prenderían de ella y no la dejarían respirar.

Sin duda lo más irónico era que, si su madre hubiese viajado con ellos, su presencia no habría influido en la situación. Con ella o sin ella, la conversación sí o sí llegaba en un punto de la noche (o de la tarde, de tratarse de un almuerzo) a girar en torno al movimiento sufragista y la vinculación de Eureka con este. A la joven le era inevitable responder de una manera muy exaltada, porque sentía un gran aprecio por sus compañeras dentro del movimiento y le veía muchísimo sentido a la igualdad de género. Para ella, constituía una falta de respeto que hablaran del derecho a la igualdad de una forma tan despectiva.

Su madre siempre terminaba disculpándose por los comentarios de su hija. Ahora, eran los padres de Wilhelm que cumplían ese rol.

Wilhelm, por supuesto, nunca salía a defenderla. Su posición era totalmente neutral, por temor a ir en contra de los pareceres de sus padres. De todas maneras, Eureka veía poco probable de que, en algún momento, el muchacho estuviese de acuerdo con su postura.

Pero antes de cerrar con aquel tema, hubo un joven que se mostró a favor de sus ideales. Ignoró los comentarios sarcásticos del resto de la mesa, y le dedicó unas últimas palabras, alentándola a continuar con sus creencias. Parecía sincero, pero Eureka no podía estar segura del todo, puesto que nunca antes había tratado con él. De hecho, nunca lo había visto en las juntas pasadas de su familia o la de Wilhelm, por lo que le pareció curiosa su presencia. Parecía ser un amigo de alguno de los socios del señor Gladstone, por lo que no le dio mucha importancia a aquello.

Una vez finalizada la cena, las familias comenzaron a retirarse. En medio de las despedidas, Eureka se encontró de nuevo con el joven que la había apoyado hacía unos momentos.

“Disculpe, tal vez fue una falta de respeto comentar acerca del movimiento sufragista, cuando justo formo parte del grupo opresor,” le dijo. “No conozco injusticia alguna.”
“No,” Eureka negó con la cabeza. “Al contrario, gracias por su comentario. Estoy acostumbrada a las críticas, así que las valoraciones positivas son incluso más preciadas. El mundo necesita más gente como usted, si le soy sincera.”
“Me halaga, señorita Whitaker.” Él le sonrió, complacido. “No entiendo de dónde sale tanta animosidad por parte de sus futuros suegros y el resto de familias.”
“Deben haberle mencionado que he terminado en la cárcel por las protestas en varias ocasiones.”
“Está luchando por sus ideales. ¿Cuál es el problema con ello?”
“Protestar no es de señoritas, supongo. Más aún, por ideas como esas. Al menos eso es lo que mis padres piensan… y casi todas las familias socias a la nuestra y a la de Wilhelm.”
“…” El joven se quedó en silencio, y colocó una de sus manos en su hombro, a manera de apoyo moral. “De todas maneras, le deseo lo mejor. Espero que veamos progreso en los años que vienen.”
“Igualmente. Muchas gracias por sus palabras.” Eureka le sonrió. “Por cierto, discúlpeme. ¿Cuál es su nombre?”
“Oh, no. Discúlpeme usted a mí por no presentarme.” Le tomó la mano, y la besó. “Mi nombre es Lelouch Gibson. Soy un colega del señor Abott. He venido de su parte.”
“Oh, claro. Se quedó en Londres por el estado de su esposa, ¿no?”
“Exactamente,” Lelouch se mostró un tanto preocupado, al igual que ella. El señor Abott y su familia eran socios de los Gladstone, y los conocía desde hacía unos años. Parecía que habían mandado a Lelouch a falta de alguien que los pudiese representar, puesto que no tenían hijos. “Es una pena. Espero sinceramente que Katherine se mejore.”
“Yo igual.” Eureka asintió. “Lleva tiempo con esa enfermedad…”
“Es cierto.”
“He escuchado que el doctor de la familia dijo que mejoraría en un tiempo, así que habrá que confiar en él.” Eureka intentó hacer a un lado la preocupación, y le sonrió. “Pero dejemos a un lado ese tema. Es un gusto conocerlo. Estoy segura de que los señores Abott deben estar contentos de  haber mandado a alguien como usted como representante.”
“Gracias por sus palabras.” Lelouch le sonrió. “Y claramente siento la mirada asesina de su prometido en mi nuca,” le dijo, a la vez que sutilmente se giraba para confirmar sus sospechas. Eureka, desde su posición, podía ver que Wilhelm andaba echando humo a unos metros de ellos. “Así que me despido. Espero verla de nuevo durante el viaje, señorita Whitaker.”
“Igualmente, señor Gibson.”

Lelouch estrujó su mano, sin dejar de sonreírle. Luego de una leve reverencia con la cabeza, soltó su agarre y se giró hacia el resto de los presentes, para terminar de despedirse de todo el grupo. Eureka lo imitó, y al llegar a su suegra, supo que una tormenta se le venía encima.

“No crea que no la he visto coqueteando con el señor Gibson,” le dijo, ni bien cruzaron miradas. Su silencioso nivel de voz indicaba que, por más de que le indignaba su actitud, no deseaba que el resto de presentes se enterara de aquello.

Por un lado, era casi imposible, considerando que Eureka y el señor Gibson habían sostenido aquella conversación en frente de todos. Dependía, realmente, de qué tan atentos estaban los socios y amigos de las familias a las interacciones de la prometida de Wilhelm. Y lo dudaba: cada uno estaba enfocado en sus propias despedidas y, principalmente, la hora a la que regresarían a sus camarotes. Había sido un día muy largo y se notaba el cansancio en los rostros de los pasajeros.

No había sido su intención que la mujer se lo tomara de esa forma. La verdad era que sólo había congeniado con el señor Gibson porque parecía interesado en los ideales sufragistas y se había mostrado a favor de estos, apoyándola en la cena. Se veía como una persona muy buena y sincera, y le agradecía de todo corazón por su intervención, por más de que no había logrado cambiar el parecer del resto de presentes. Sin embargo, no era de su interés ir más allá de una amistad, considerando lo cercano que era a las familias y el tremendo conflicto que se armaría, de suceder.

El ladrón era otro caso.

Miró de reojo el reloj de la pared, que indicaba las ocho y cuarenta y cinco.
 
“Encima de que no se presentó al almuerzo, y viene con sus típicos comentarios desatinados en la cena, ¿cree que tiene el derecho de hacer como le plazca? Que su madre no esté aquí no significa que pueda comportarse como le dé la gana.”

Eureka suspiró. Le esbozó una sonrisa encantadora, a la vez que se acercaba a darle un beso en la mejilla.

“Si no quiere este tipo de desaires, le cuento que existe aún la opción de terminar con el compromiso,” le susurró, aprovechando la cercanía. Al alejarse de nuevo, notó como el rostro de la mujer se contorsionó en ira pura, y ya se veía dispuesta a todo con hacerle pagar por sus palabras.
“¡Cómo…!”
“Madre, este no es el momento.” La voz de Wilhelm, a su lado, las sorprendió a ambas. La señora Gladstone no dejó de mostrarse iracunda, pero se aguantó sus comentarios. Soltó un suspiro hondo, y luego de una sonrisa forzada, se despidió de ambos.

Antes de irse, sin embargo, se giró hacia Eureka una última vez.

Con su mirada, le dio a entender de que esa conversación no terminaría allí.




   

Para cuando finalmente llegaron a la recámara, ya bordeaban las nueve y quince.

Wilhelm se retiró al vestidor a cambiarse, y Eureka aprovechó aquel intervalo de minutos para correr a la puerta, con la intención de ir hacia la cubierta. Cruzó miradas con una confundida Katie, pero la criada no se atrevió a preguntarle nada. Antes de salir, le pidió con un gesto que no le delatara, y Katie asintió.

Sin embargo, la puerta del vestidor se abrió de golpe. Al parecer, Wilhelm había escuchado la puerta principal, y por curiosidad, vio necesario revisar de quién se trataba. Eureka cerró la puerta, intentando disimular su escape. Por el rabillo del ojo, vio como Katie huyó hacia uno de los cuartos, intentando evadir la inminente pelea entre la pareja.

“¿A dónde vas a estas horas?” le preguntó Wilhelm, una vez a solas. Su tono neutral de voz le causó molestia: al igual que en todas sus acciones, Wilhelm era sumamente indiferente a lo que ella hacía. Y siempre le convenía, pero parecía que esta vez no la dejaría hacer como se le antoje.
“Iba a tomar un poco de aire.”
“Es demasiado tarde. Y sabes que no puedes irte sola. Si te ven miembros de nuestra clase, pueden malinterpretarlo.”
“¿Desde cuándo te importan las apariencias? Estás en un compromiso conmigo.”
“¿Y?”
“No entiendo qué quieres lograr poniéndome trabas a estas alturas.”
“Vi tus interacciones con Gibson,” le reclamó. “No puedes hacer lo que—”
“Wilhelm, no me engañas.” Eureka le sonrió de lado. “Tú quieres esta boda igual o menos que yo. Así que basta de mentiras, podemos decirnos las cosas a la cara como son. Conmigo no tienes que aparentar más.”
“Sí, sé que no es algo que ni tú ni yo queremos. Pero nuestros padres ya decidieron por nosotros, no podemos cambiar nada.”
“¿Por qué le tienes tanto miedo a ellos? A diferencia de mí, que no tengo voz ni voto, tú puedes hacer algo para detener esto. No sé, aprovecha mi rebeldía y sálvate de este rollo, porque si no, ambos vamos a terminar viviendo juntos por el resto de nuestras vidas. Y tú no me soportas. Y yo no te soporto.”
Wilhelm rodó los ojos, y bufó. “Eureka, ya has hecho mil cosas que van en contra de la concepción de la esposa ideal que mis padres quieren para mí. Y aun así, siguen velando por esa pronta unión. Mi madre te vio coqueteando con Gibson, ha aceptado tu desaire de la tarde y tus comentarios desatinados. No es por ti, lo sabes bien. Es por tu familia, por su industria. Por más de que mis padres se jalen los pelos y no te quieran ver ni en pintura, el matrimonio nos conviene. Necesitan este compromiso.”
“Pero no soy la única posibilidad. Hay varias chicas en nuestro círculo social. Chicas más correctas que yo. Puedes estar con cualquiera de ellas.”
“Mis padres no piensan así. Fue sencillo convencer a los tuyos, pero nada les garantiza que suceda lo mismo con otra familia.”
“En fin, es tu decisión. Yo sólo te digo que no es imposible hacerles cambiar de opinión. Me voy, quieras o no.”

Y abrió la puerta. Antes de salir, vio cómo Wilhelm comprimió los puños, de la rabia. Agradeció la prohibición de fumar en las recámaras, porque su prometido no se podría dar el gusto de un cigarro en esos momentos.




   

De seguro, el frío había sido el que había espantado a la mayoría de pasajeros a esas horas. La cubierta de paseo se encontraba vacía, a excepción de un par de parejas y alguna que otra alma solitaria.

Eso jugó a su favor, porque se le hizo sencillo encontrar al ladrón. Lo vio a lo lejos, apoyado en la baranda. Conforme se le acercó, notó que observaba con atención lo poco que podía discernir del paisaje. Las luces del barco alumbraban muy poco el panorama, y la luz de la luna era demasiado tenue para iluminar el mar debajo de ellos.

Le tocó el brazo, intentando captar su atención, y le sorprendió la gran sonrisa que el joven le esbozó al cruzar su mirada con la de ella. Eureka abrió la boca para saludarlo, pero él la dejó sin palabras al acercársele a darle un beso en la mejilla. Fue tan veloz, que cuando se dio cuenta de lo que había sucedido, dio unos pasos hacia atrás, señalándolo, sin poder articular alguna frase.

“¿¡Qué!? ¿¡Qué fue eso!?” demandó muy alterada y roja hasta las orejas. Su reacción le sacó un par de risas al joven.
“Se me antojó~” le canturreó él, sin dejar de sonreír. “Gracias por venir, señorita Whitaker.” Oikawa se mostró un poco más serio, pero lleno de sinceridad.
“…” Eureka se demoró en poder formular oraciones, aún sorprendida por la actitud despreocupada del ladrón. “Aún… aún no sé tu nombre,” le reclamó.
“Oh, cierto. Discúlpame.” Asintió el ladrón. “Soy Tooru Oikawa, es un placer, señorita Whitaker.”
“¿Es tu verdadero nombre?” Eureka arqueó una ceja, observándolo con curiosidad.
“Lo es.”
“Qué extraño que ni intentes esconder tu identidad. A menos de que sí sea un alias, y estés mintiéndome…”
“No, no intento engañarte de ninguna manera. Lo digo en serio,” aseguró Oikawa. “Pero eres libre de guardarme recelo. Si estuviera en tus zapatos, tampoco podría confiar fácilmente en un extraño. Y más aún, un ladrón…”
“No,” dijo Eureka. “Está bien. Quiero escuchar tu propuesta. Por algo vine, aún a pesar del frío y de la hora.” Y se abrazó a sí misma. Oikawa notó que le castañeaban los dientes del frío, y se removió el saco largo que tenía para ponérselo en los hombros.
“Ah. Muchas gracias…”
“No, gracias a ti por venir.” Oikawa le sonrió. “Ahora… tengo entendido que tu relación con Gladstone y su familia es de lo peor.”
“Estuve a punto de preguntarte cómo sabías eso, pero si tienes conocimiento de mi nombre y apellido, y del diamante… pues no hay secretos contigo.”
“Exactamente.” 
“Bueno, sigue.”
“Sí.” Oikawa se giró hacia la baranda, apoyándose en esta.

Eureka intentó imitarlo, pero sus brazos no podían posarse en esta por su altura. Oikawa se aguantó las risas, y Eureka, en total confianza, le pateó en la pantorrilla. Oikawa gruñó por lo bajo.

“Sigue.”
“Okay, okay.” Oikawa suspiró. “Disculpa mi impertinencia, pero tengo una idea de cómo te sientes. Creo que darías todo por huir de aquí y librarte del compromiso. Tal vez… ¿empezar una nueva vida lejos de tu familia y los Gladstone?”
“Mm…” Oikawa tenía razón. Su paciencia, cada vez, se agotaba más y más. Parecía que todos dentro de su círculo social la querían fuera, pero la aguantaban por el prestigio de su familia. Y aunque en un inicio le había sido sencillo darles la contra, era humana, y tenía un límite. “¿Qué es lo que me propones?”
“…” Oikawa se demoró en responder.

Aunque la luz era escasa, Eureka pudo discernir un tono rojo en sus mejillas, lo que la llenó de curiosidad.

Optó, sin embargo, por no preguntar al respecto.

Oikawa carraspeó, llamando de nuevo su atención.

“Quería sugerirle que, de entregarme el diamante, estaría dispuesto a repartirnos las ganancias. No me van a dar el íntegro, porque parte del dinero se queda con mi empleador, pero—”
“¿De cuánto estamos hablando?”
“¿El total? Noventa y dos mil.”
“…” Eureka se quedó sin palabras.

Y pensar que tal pequeño diamante valía una fortuna y un poco más. Con esa cantidad de dinero, tenía una vida asegurada.

Pero Oikawa había mencionado que no le entregarían todo.

“¿Cuánto te darán?”
“El cuarenta por ciento. Treinta y seis mil, más o menos,” contó Oikawa, observando el mar… o lo poco que se podía distinguir de este. “La entrega es en Halifax, tendrías que bajarte conmigo allí. Mi empleador dijo que me entregará la parte que me corresponde al cabo de un par de días.”
“¿Y cuánto sería lo mío?”
“Pensaba en la tercera parte, como doce mil.”

Era una buena suma, no podía negarlo.

Después de aquella desastrosa cena, la opción se le hacía muy tentadora. Pero las dudas se agolparon en su mente, una tras una. La división de las ganancias era un poco injusta, y no sabía qué tan factible era intentar convencer a Oikawa de apiadarse un poco de ella y darle un poco más. Tampoco si es que estaba haciendo bien en confiar en él y en sus palabras. Tal vez la estaba engañando: tal vez le darían más por el trabajo. Además, no habían garantías de que Oikawa cumpliese con su palabra luego de la entrega. Quizá todo esto era el perfecto plan para convencerla de entregarle el diamante, y luego de ello, se esfumaría por completo. 

Una mano en su hombro la sacó de sus pensamientos, y cuando reaccionó, vio que Oikawa estaba muy cerca de ella.

“Tranquila. Sé en qué estás pensando,” le dijo, sin despegar su mirada del mar. “Que tomaré el diamante y me iré. Justo por ello te iba a proponer que la transacción se diese al final del viaje. Te quedas conmigo en Halifax los días que tengamos que esperar a la entrega del dinero, y de ahí…” Oikawa la miró de reojo, y le sonrió. “De ahí eres libre.”

La promesa de libertad fue más grande que cualquier otro sentimiento: duda, recelo, temor.

Estaba en frente de ella, era imposible no lanzarse e intentarlo.

“Está bien,” le dijo. “Estoy de acuerdo.”

Los ojos de Oikawa se iluminaron, y el chico se lanzó a abrazarla sin dudarlo. La estrujó contra su pecho, y en esos momentos, Eureka sintió su sinceridad.

Era imposible que una persona como él la traicionara.

“¡Gracias!” le dijo, sin caber en su emoción. Cuando notó lo que había hecho, se separó, y desvió la mirada hacia un lado. “D-Digo, es un placer hacer negocios con usted, Señorita Whitaker.”
“Creo que es un poco tarde para las cortesías,” le sonrió Eureka. “Pero no hay problema, Oikawa.”
“Puedes llamarme por mi nombre, si gustas.”
“¿…Tooru?”
“Ajá~”
“Okay.” Eureka asintió. “Okay, Tooru. Tú también me puedes llamar por mi nombre, no me molesta.”
“Está bien.”

El viento corrió en esos instantes, y Eureka se acurrucó en el saco de Oikawa. Ambos se giraron hacia las barandas, donde volvieron a apoyarse.

“Estuve en la cena de hoy,” comentó Oikawa. “Creo que no me viste, pero andaba por el comedor.”
“No… no te vi,” le dijo. “¿En qué momento?”
“Estaba atendiendo una mesa, un poco lejos de la tuya. Pero pude verte. Y tu incomodidad se podía captar a distancia.”
“…Ya estoy acostumbrada a ese tipo de situaciones, pero… no sé. Me sentí de lo peor. Felizmente… hubo un chico que me apoyó.”
“¿Qué sucedió?”
“Lo de siempre. Mi futura suegra lanzando críticas sobre mí. Comentando con desprecio acerca del movimiento sufragista, entre otras cosas.”
“Bueno, eso formará parte del pasado en unos días.”
“Sí…”

Eureka sonrió, recordando que estaba a un paso de librarse de los Gladstone y sus padres.

“¿Puedo preguntarte algo?”
“Claro.”
“¿Qué harás con tu parte?”
“Lo de siempre,” le dijo Oikawa. “La guardo. Y sigo trabajando.”
“…Debes tener una fortuna, entonces.”
“Ya quisiera,” se lamentó. “A veces gasto más de lo que gano.” Oikawa se le acercó, una vez más. Su voz bajó de nivel, de seguro para tomar precauciones. “Por ejemplo, en este viaje, he gastado una gran suma de dinero para… bueno, para estar donde estoy. Un poco más de un boleto de primera clase. La mayoría de trabajos son así. Es un poco difícil ingresar a círculos sociales tan cerrados como el tuyo. Debes gastar en contactos e insumos. Eso sale de mis bolsillos, porque mis empleadores lo consideran pagado con las ganancias del artículo que les consigo.”
“Y supongo… que hay varias chicas que caen en tu juego.”
“No, eres la primera,” bromeó él. “No, pero en serio. Nunca había llegado a un pacto con el dueño del artículo.”
“Huh.” Eureka lo observó, recelosa.
“¿No es un poco tarde para dudar de mí?” Oikawa sonrió de lado.

Luego de un breve silencio, Eureka asintió, resignada.

“…Sí, eso se quedó atrás con las cortesías.” Eureka suspiró. “Espero que no me traiciones, Tooru.”
“De ninguna manera.”

« Last Edit: November 30, 2017, 11:00:35 PM by Eureka »


Cho

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #48: October 15, 2017, 01:07:16 AM »
Can't believe I wrote this today *dead* Con esto despacho a los suertudos.
Y justo es el fic siete hahah-*shot* (...)

7


La alerta corrió y estremeció a todo el transatlántico. Los pasajeros que en su mayoría iban a conciliar el sueño por el resto de la noche tuvieron que despertar de la efímera utopía a bordo del inundable para enfrentarse a la cruda y gélida realidad…

“Hermana, ¿qué sucede?” preguntó Nio, quien sobaba uno de sus ojos mientras trataba de despertarse, por más que la sirvienta que cuidaba de las dos la hubiera vestido a toda carrera.
“Sólo sé que tenemos que salir, Nio,” le contestó Ayesha con una visible preocupación en su expresión. Ella ya temía lo peor por más que el trabajador de White Star Line que había tocado en la puerta no les dio mayores detalles.
“Pero estás llevando unos libros contigo…”
“S-sólo porque son mis favoritos, ehh…” Ayesha corrió a recoger la foto que tenían con su familia y sacarla con leve torpeza del marco.
“Hermana…” ello empezaba a asustar a la menor. “¿D-debería llevar algo yo también?”
“No tenemos tiempo, debemos irnos cuanto antes,” recalcó la mucama. Ella cubrió a la menor con un chal y le puso su boina favorita. “Ya, nos deben esperar afuera. Nio, agárrate de mi mano, por favor.”
“¿Y el señor Keith…?” Ayesha se quedó en blanco.
“No se preocupen por él. Me informó que iba a hablar con los ingenieros del barco. Ya nos dará el alcance…”


“…esa es la presente situación, señor Hazeldine.”
“…” Keithgriff frunció el ceño y miró severamente al ingeniero frente a él.

Se encontraba en uno de los ambientes de eventos, donde tanto él como varias otras personas de primera y segunda clase estaban siendo informadas a discreción lo que sucedía. Sin embargo, como el científico se había hecho una reputación y tenía el respeto de muchos de los trabajadores cabeza del Titanic, fue informado más crudamente de la dura realidad.

El barco apenas contaba con dieciséis botes salvavidas con capacidad máxima para menos de los dos tercios de la tripulación, todo a manera de ampliar las áreas de esparcimiento en la cubierta. Además, el accidente contra el iceberg fue producto de desidia y la soberbia humana de llegar a Nueva York en un tiempo récord, todo con tal de continuar exaltando a la más reciente maravilla arquitectónica…

“Le aconsejo que se ponga el chaleco que le ofrecieron, y vaya a abordar a un bote…”
“…si fuera unos años menor me encontraría golpeando a varios de ustedes por su incompetencia,” declaró con amargura y gran decepción en su expresión.
“S-señor…”
“Sólo se encuentran abordando a mujeres y niños, y no pienso ocupar el espacio de otra persona que lo merece más que yo.”
“No, se equivoca,” el ingeniero negó ofuscado y frunció el ceño. “Usted es una gran inspiración en Inglaterra y muchos de nosotros estamos conscientes de sus contribuciones, y que su viaje le permitirá pasar su conocimiento a la siguiente generación en el nuevo continente. Por ello, usted tiene todo el derecho de continuar, mucho más que la gran mayoría de nosotros.”
“¿Qué estás diciendo? Alguien como yo tampoco debería ser aceptado en un bote. Soy un hombre mayor de edad,” él vio cómo el ingeniero miró disimuladamente a los alrededores para comprobar que nadie les oía, y le extendió un papel con un sello y una firma.
“Vaya al bote indicado en este papel. Nos hemos puesto de acuerdo. La tripulación dejará subir a quienes reciban este papel,” informó el ingeniero, en voz baja. “Por más que debamos velar por las mujeres y los niños, hay muchos hombres importantes para la sociedad a bordo. Por favor, no pierda esta oportunidad.”
“…” Keithgriff le miró reservándose una respuesta, y tomó dicho papel. Entonces observó al ingeniero asentir y retirarse con rapidez.


“¿Qué información tienes para nosotros, lacayo?” preguntó Higekiri, ni bien Almaz regresó de informarse en medio del elegante ambiente lleno de personas.
“No es bueno…” Almaz parecía estar desposeído y muerto de un miedo que trataba de contener con tal de seguir funcionando. “El barco se está hundiendo, y hay rumores que la mitad de las personas no podrán subir a un bote salvavidas.”
“¿Bromeas?” Hizamaru se quedó en shock y bajó su mirada. “Imposible…”
“Mantengan la calma,” les pidió Higekiri.
“P-pero hermano…”
“Si un problema es muy difícil de solucionar, no podemos angustiarnos, y si no hay solución, no hay punto de hacerlo, ¿cierto?” les preguntó con una corta sonrisa, la cual se borró con rapidez mientras él meditaba su realidad. “A este ritmo, sólo las mujeres y los niños podrán salvarse. Los hombres, específicamente hombres de orígenes distintos como nosotros, somos la última prioridad. Es muy simple.”
“…” los otros dos intercambiaron miradas y le observaron con inquietud.

Siguió un corto silencio y Higekiri asintió para expresar una resolución personal.

“No hay de otra, aceptaré mi destino.”
“Hermano…”
“No enfrentaré a la muerte con desdicha. Tampoco tendré a otras personas decir que fui un cobarde por ocupar el asiento de alguien más,” declaró con una seriedad muy extraña en él.
“…” Hizamaru bajó su mirada temblando de pies a cabeza mientras apretaba sus puños. “Está bien… si esa es tu decisión… estoy contigo.”
“¿Estás seguro, hermanito?” le preguntó con tranquilidad. “No tienes obligación alguna.”
“No pienso defraudar el nombre de nuestra familia…” recalcó con una intensa decisión y casi furia. “Y no te defraudaré a ti, anija.”
“Como es de esperarse de ti,” Higekiri sonrió un poco, y miró hacia Almaz. “Entonces no te queda de otra, ¿no es así?”
“¿Q-qué?” Almaz se asustó.
“Si nosotros nos cometemos a afrontar la muerte, tú vendrás con nosotros.”
“¡E-esperen! ¡¿C-cómo así me suman a esto?!”
“Simplemente no pienso tener a otras personas decir que contraté a un cobarde,” comentó con completa alegría y su usual sonrisa cordial. “Nos seguirás como nuestro leal lacayo hasta el más allá. Me parece apropiado.”
“A-anija, por favor, detente…” el menor claramente estaba muy perturbado con la presente situación como para escucharle hablar así.
“¡N-n-nooo! ¡Quiero vivir! ¡Por favor! ¡Incluso si no encuentro un bote, quiero pelear por mi vida, en serio!” Almaz negó mientras empalidecía, y en eso cuando quiso retroceder unos pasos terminó por desvanecerse.
“¡O-oye!” Hizamaru se alertó y se agachó para intentar reanimarle.

Por su lado, Higekiri se impresionó levemente de que ello hubiera bastado para desequilibrar a su joven lacayo, y entonces se sorprendió cuando observó a aquel científico caminar directamente hacia él. Este le susurró algo en el oído.

“Tengo que hablar contigo a solas,” dijo Keithgriff en voz baja.
“…”


Las hermanas Altugle acompañadas de la mucama acababan de llegar a cubierta al ser dirigidas con rapidez por la tripulación. La fortuna iba a sonreírles a salvo, porque de inmediato fueron convocadas para abordar el bote más cercano.

“Por aquí, señoritas,” la mucama les dio empujoncitos y caminaron con rapidez. Ellas comenzaron a hacer una fila donde algunas señoras recibían dedicada atención para poder subir al bote. Esperar tomaría un poco de tiempo, pero tenían la salida garantizada.
“Menos mal, todavía hay mucho espacio,” Ayesha se alivió al notar que recién se encontraban llenando ese bote salvavidas. A ese ritmo, no tardarían en comenzar a abordar a los hombres.
“P-pero, ¿dónde están todos?” preguntó Nio, inquieta.
“¿Todos?” su hermana se confundió.
“Tú sabes. El señor Hazeldine, Luso, Natsume, los mayores, la pesada que odia las aves.”
“Nio, no hables así de otros,” le pidió la mucama.
“Pero es una pesada.”
“Tranquila, están por venir, lo sé…”
“P-pero…” Nio miró a su alrededor. Eran todos de primera clase, e incluso los hombres estaban limitados. “¿Dónde están los de tercera clase?”
“Ya les toca, tú tranquila,” le aseguró la criada.
“N-no…” la menor negó repetidamente. Había mucho que no le decían, lo sabía. Siempre habían sido suaves y amables con ella, pero Nio era despierta, y aquella horrible verdad que el universo trataba de ocultarle empezaba a manifestarse en ella como un escalofriante terror que le hacía temer lo peor. “¡Hermana, tenemos que buscarlos!”
“¡N-Nio, por favor, tranquila!” le suplicó Ayesha, intentando mantener la calma. “Por favor. Ellos saben cuidarse y vendrán a su ritmo. Vamos, sigamos la fila.”
“…”

La pequeña se cayó y bajó su mirada, pero, de un momento a otro, ella se zafó de la mucama y se puso a correr.

“¡S-señorita!”
“¡Nio!” Ayesha se estremeció.
“¡E-espérenos, iré a buscarla!”
“No, yo iré,” la hermana mayor miró a su criada. “Usted es mayor de edad, no le dará el alcance.”
“¡Pero señorita!”
“¡Estaré bien, la tripulación me cuidará! ¡Ahora volvemos!” le sonrió fugazmente y corrió detrás de su hermana, aunque parecía que había perdido su rastro.


Justo entonces, Sterk acababa de llegar con Astrid y Celestia a cubierta.

“No tenías por qué esperarnos. Tú estabas lista para correr,” recalcó la mayor.
“Será que no quiero evacuar sola. Estoy acostumbrada a la compañía de ustedes,” Celestia intentó restarle importancia, aunque sí se notaba alarmada.
“No se retrasen, tenemos que encontrar un bote donde puedan subir,” les recordó Sterk.
“¿‘Puedan’?” Astrid le miró con severidad. “Oh, no, tú vienes con nosotras.”
“Sólo abordan mujeres y niños,” Sterk negó exasperado. “Mantén tu boca cerrada y camina.”

Los tres terminaron topándose con la asustada Ayesha, a quien habían podido conocer brevemente cuando tanto ella como su hermana habían ido a visitar al ave de Natsume en la suite.

“Oye, tranquila,” Astrid le agarró de los hombros. “¿Qué haces alejándote de los botes?”
“¡N-Nio! ¡Mi Nio se fue corriendo! ¡Quiere buscar a sus amigos!” declaró Ayesha, muerta de miedo y pálida. “¡Ayúdenme por favor!”
“Tch…” Sterk comprimió sus puños y asintió. Debía ser demasiado aterrador lo que sucedía para esa pequeña. “Voy contigo. Ustedes dos, busquen un bote.”
“No te seguiremos, pero tampoco abordaremos sin ti,” le recordó Celestia, inmutada.
“Así que apúrense, que el transporte nos espera,” dijo Astrid, cruzada de brazos. Les vio correr apresuradamente, y sólo le tocó desear que regresaran pronto. Por el caos, lo mejor era que no muchos se pusieran a buscar a la pequeña.


“¡Déjennos salir!”
“¡No somos ratas!”
“¡Los de clase alta ya andan evacuando, ¿y nosotros qué?!”

Esos y muchos más gritos indignados se dejaban oír de la muchedumbre de pasajeros de tercera clase, quienes estaban restringidos por unas rejas con tal de no dejarles pasar y así evitar el amontonamiento en la cubierta. Los trabajadores de White Star Line habían intentado apaciguarlos y razonar con ellos, pero aquello había sido inútil, y ya no eran ni capaces de dejar pasar a las mujeres y los niños detrás de las rejas por miedo a que los derrumbaran.

“Tsk…” Natsume no estaba ni cerca del frente de todos los pasajeros, pero no podía arriesgarse a acercarse porque estaba acompañando a Luso y también cargaba consigo una pequeña jaula rectangular donde su paloma apenas cabía.
“¿Qué hacemos, Natsume?” preguntó el menor, un poco asustado.
“Tú tranquilo, sólo nos queda observar por ahora…” si esa masa de personas molestas terminaba por derribar la barricada, tenía un plan.

Pasaron otros cinco minutos de gritos entre los pasajeros e intentos de la tripulación de calmarles. Entonces, estos últimos intercambiaron miradas al observar a una joven madre con una pequeña que a duras penas había podido abrirse camino.

“Déjenlas pasar,” insistió uno de ellos.

Así lo hicieron, y apenas abrieron las rejas para que se escabulleran, pero cerrarlas iba a ser muy difícil. Varios pasajeros agarraron las rejas corredizas y resistieron la fuerza de los trabajadores. Estos les gritaron que retrocedieran y soltaran, e incluso trataron de amenazarles, pero las rejas temblaban, y la tripulación comenzaba a perder la batalla.

“¿Eh?” Luso se sorprendió de ver a Natsume a su costado encender lo que parecían ser dos bombas diminutas y le vio lanzarlas hacia la apertura de las rejas. Estas no estallaron, pero sí generaron una abundante cantidad de humo que congelaron a la tripulación.

Ni bien ello ocurrió, Natsume agarró al pequeño de su muñeca y se abrió pasó entre la gente para escapar. Tuvo suerte que la mayoría de personas en general se impresionaron como para escabullirse con el menor sin mayores problemas, y cuando estuvieron cerca de las rejas, los más cercanos a estas despertaron y aprovecharon para huir y abrir paso. Estos tuvieron que lidiar con la tripulación que intentó retenerles en vano, mientras Natsume y Luso fueron capaces de burlarles y correr a toda velocidad.


Nio corría entre pasillos, aunque se detenía con frecuencia para respirar y porque sus nervios le paralizaban de tanto en tanto. Sus ojos estaban abiertos de par en par y ya no sabía ni qué se encontraba haciendo exactamente. Sólo esperaba toparse con las personas que conocía. Lo necesitaba o no podría tranquilizarse.

Ella se giró como resorte al ver unos miembros de la tripulación correr por una intersección y recordó continuar antes de que estos intentaran detenerle. La pequeña no estaba completamente segura si el camino que había tomado era nuevo o si había corrido en círculos, pero debía seguir.

Miraba a sus costados con los latidos de su corazón retumbando en sus oídos. Nio tenía unas ganas de desahogarse y llorar, aunque sabía que no era el momento. Y, en el fondo, no había forma de consolar aquel sentimiento que la invadiría por un buen tiempo.

Al llegar a otro pasillo, casi se choca con un par de miembros de la tripulación que corrían, y se sorprendió que estos la ignoraron completamente mientras continuaban con su trayecto. Les vio alejarse preguntándose a qué se debía esa distracción, cuando entonces un par de personas salieron de un armario almacén y la reconocieron…

“¡…!” ella se congeló al verse agarrada de los brazos con fuerza.
“¡¿Qué estás haciendo aquí?!” le resondró Natsume, sacudiéndola. “¡Tienes que evacuar! ¡Ahora mismo!”
“¡Natsume! ¡Luso!” la pequeña se lanzó al chico y lo abrazó. Ello dejó al mayor perplejo, quien sólo atinó a darle un par de palmaditas en la cabeza, y se soltó rápidamente.
“Vengan, no tenemos tiempo. Al menos burlamos a los guardias.”
“Vamos, Nio,” le alentó Luso, quien le sonrió. “Está bien, saldremos juntos de esto.”
“Ehh…”



“¡Nio!” exclamó Ayesha, quien era acompañada de Sterk. Este se vio aliviado al no haber demorado mucho en ubicar a la pequeña, e incluso haber podido dar con los otros dos.
“…” la menor fue abrazada de su hermana con fuerza y finalmente se puso a llorar.
“¡Vamos! ¡Nos están esperando!”
“P-pero… pero, ¿y los demás…?”
“Astrid y Celestia nos esperan arriba,” le informó Sterk.
“…” Nio le miró asustada y luego enterró su rostro en el pecho de su hermana mayor, para continuar llorando. “¡Esto no es justo! ¿Qué está ocurriendo aquí? ¡Todos tenemos que huir! ¡Escapemos juntos, por favor! ¡Si les suplicamos quizás nos dejen!”
“Tsk…” Natsume desvió su mirada. “No sé si sea posible…”
“Pero…”
“Tú no te preocupes por nosotros. Esa es nuestra responsabilidad,” declaró el mayor, con seriedad.
“¿Q-qué?” Luso se asustó. “Pero… Natsume, Sterk…”
“Esta no es cosa de niños. Tú sube a un bote cuanto antes,” el pelirrojo le sonrió amablemente. “Déjanos a nosotros los adultos ocuparnos del resto.”
“P-pero con las justas son unos años mayores que yo…”
“Natsume tiene razón. Ahora todos vamos juntos. No podemos hacerles esperar,” dijo el mayor.
“…” Ayesha abrazaba a su hermanita, pero comenzaba a ser contagiada de aquel miedo. Sin embargo, no podía empezar a reclamar la injusticia de la presente situación. No, tenía que velar por el bienestar de Nio antes de todo lo demás.




Almaz no tardó mucho en reponerse, y Hizamaru notó que su hermano se había ausentado brevemente, aunque cuando le vio regresar inmutado supo que no había tenido de qué preocuparse. Sin embargo, sí le pareció muy extraño que este tomara la decisión de que regresaran a la suite por un par de artículos personales.

“Anija, ¿qué estamos haciendo?” preguntó Hizamaru, confundido, mientras caminaban para llegar a cubierta. Tanto él como su hermano mayor portaban unas katanas que habían sido las joyas de su familia desde hace muchos siglos, y que siempre traían consigo a todos sus viajes. Por ello, Hizamaru adivinó que sería apropiado pasar el tiempo con dichas armas, pero tenía un muy mal presentimiento…
“…” Almaz compartía dicha inquietud, porque Higekiri se estaba limitando a sonreír sin dignarse a responder.

Ellos se detuvieron cerca de uno de los botes salvavidas, aunque a una distancia prudente como para no estar en el camino de nadie. Una vez ahí, Higekiri encaró a su pariente.

“Hermanito, siempre hubo algo que me he preguntado desde hace ya varios años, hasta antes de llegar al occidente,” alzó su espada envainada de manera vertical frente a sí mismo. “Quisiera saber quién de los dos es más fuerte en un combate.”
“A-anija… ¿qué estás diciendo?”
“Hmhm…” ensanchó su sonrisa mientras dejó escapar una risa gutural, y dio un paso adelante. Él movió su mano que portaba la espada para indicarle al menor que la tomara y, con mucha duda y lentitud, Hizamaru lo hizo. Ante ello, Higekiri relajó su expresión y le sonrió de manera más amable y casi cálida. “Ahora nunca lo sabremos…”
“¿Q-qué ocurre, anija…?”

El mayor decidió explicarse de la manera más contundente posible, al llamarle de un modo en el cual nunca lo hacía…

“Tú no vas a morir aquí… Hizamaru…”
“¡…!”



“¡Señorita!” la mucama casi desfallece por ver a sus dos preciadas niñas a quienes siempre había criado como si fueran sus hijas. Ella abrazó fuertemente a la pequeña.
“Lo siento… lo siento mucho…”
“Ya, ya pasó, hay que subir porque el bote está casi lleno.”
“…” Nio miró hacia los demás.
“Bueno, supongo nos toca,” Celestia se encogió de hombros. “Al menos todos estamos reunidos.”
“…” Astrid miró de reojo hacia Sterk, con recelo.
“¿Qué quieres?” este le devolvió una impaciente mirada.
“Espero que no intentes rechazar tu entrada al bote. Eres un Cranach.”
“No, nadie sube por su nombre aquí, Astrid. Que te quede claro.”
“…” ella le miró con leve cólera y casi indignación. “No hablas en serio.”
“¡Siguiente!” exclamó el marinero que iba ayudando a los pasajeros.
“V-vamos…” Ayesha se tensó, pero estaba decidida a abordar con su nana y hermanita. Felizmente, los de la tripulación no tuvieron ninguna objeción por la sirvienta.
“Natsume…” Luso corrió donde este para darle un abrazo. “Yo… g-gracias… eh…” él sintió lágrimas en sus ojos. No quería continuar con algo tan definitivo como un agradecimiento.
“Sube, cuanto antes,” le empujó un poco para que hiciera fila detrás de Nio.
“Tú…” Celestia se dirigió a Natsume.
“¿Qué quieres?”
“Recuerdo ese dato de ti siendo equivocado como una mujer…”
“¿Sugieres que me disfrace?” este le miró con incomprensión. “Aun si tuviera la indumentaria a la mano, ese es un atajo y trampa que no pienso tomar…” desvió su mirada, entrecerrando los ojos. “¿…no tienes que abordar tú?”
“Es una regla estúpida…”
“…si estás con ánimos de romper las reglas…” Natsume alzó la jaula con su paloma.
“¿Q-qué haces?”
“Tienes un chal ancho y muy largo. Podrías fácilmente esconderla.”
“¿Hablas en serio?” Celestia le miró con molestia.
“Bueno, supongo es mucho esperar de ti…” negó, frustrado.
“…” la chica tembló de ira y bajó su mirada un momento. Entonces, terminó por arrancar la jaula del chico. “No esperes que cuide de esta cosa… si algo te pasa…”
“Como gustes…” él sonrió frustrado. “…cualquier muerte es mejor que esta…”
“Tsk, cállate, imbécil…”
“No que esté planeando morir.”
“…”
“Ocúltala, pronto es tu turno…”


“……” Hizamaru temblaba de pies a cabeza con ambas espadas en un brazo… y un papel con un sello y una firma en su mano libre, sin poder decir nada.
“¿C…cómo así…?” preguntó Almaz, desconcertado.
“Los detalles no importan, ¿verdad?” preguntó Higekiri, sumamente calmado. “Con este papel, serás capaz de abordar el bote salvavidas más cercano. No te dirán que no, todo está arreglado.”
“¡N-no puedo hacer esto, anija!” gritó a todo dar. “¡Y-yo… dejarte aquí! ¡Abandonarte…! ¡¿P-por qué-?!”
“Tú no quieres morir, sin importar cuánto digas que seguirás mis pasos…”
“Tch… Tú no quieres morir tampoco…”
“Pero tú no estás cometido a la causa, y eso está bien,” Higekiri sonrió tranquilamente. “Apoyo tu deseo de vivir y seguir adelante, y ahora espero que lo hagas, sin importar el costo.”
“¡Pero anija…!”
“Tu vida no sólo te pertenece,” recalcó con una mínima insistencia en medio de su armoniosa expresión. “Tienes que seguir para mantener en alto el nombre de nuestra familia, y por todos esos trabajadores inmigrantes que tú tanto quisiste ayudar, pese a que yo no estuve convencido. Si ninguno de los dos fuéramos a seguir, nuestro arduo trabajo se echaría a perder, y todos ellos que dependen de ti no tendrían ningún apoyo restante.”
“…” Hizamaru estaba en shock.
“Prométeme que continuarás con tu camino, que lo harás, y mientras lo haces…” miró brevemente a las espadas. “Que al menos nuestras katanas se mantengan juntas y perduren mucho más que tú o yo.”
“A-anija…” sus piernas le temblaron y sus ojos se nublaron. Sentía que una gran parte de sí mismo se iba a quedar adherida a ese barco, fuera a salvarse o condenarse… lágrimas empezaron a surgir de sus ojos sin parar.
“Sigues siendo un niño en muchos aspectos, hermanito,” Higekiri le concedió un breve abrazo como despedida y luego le hizo girarse hacia el bote.
“¿P-por qué… por qué yo…?” le preguntó, mirándole suplicante.
“…” el mayor sonrió tranquilamente. “Porque tú eres el futuro…”
“…”



Astrid acababa de sentarse dentro del bote luego de haberse negado a hacerlo sin que Sterk le acompañara. Varias otras mujeres y niños que llegaron tarde habían terminado atendidos antes que ella, pero la tripulación se cansó de la necedad de la pelinegra por lo cual tuvieron que hacerla subir a la fuerza, ya que ese bote estaba listo para partir.

“Sterk,” Astrid se le dirigió en voz alta para que este le oyera. “Más te vale darnos el alcance. Si no lo haces, no te lo perdonaré.”
“…” este le miró fijamente, sin atreverse a darle una respuesta.
“¡Sterk!”
“…” finalmente, él asintió con lentitud y leve meditación. Ello no dejó a Astrid conforme, pero era todo lo que iba a recibir.
“¿Dónde está el señor Hazeldine?” preguntó Nio a su nana.
“Tranquila. Sabes lo venerado que es. No hay forma que la tripulación no le deje evacuar,” le aseguró la mayor con paciencia.

Con Astrid dentro del bote, los trabajadores pudieron comenzar a alistar el descenso. Ayesha miró a Sterk y Natsume quienes se habían quedado para verles irse a salvo. El primero asintió en señal de saludo, mientras que el segundo ya llevaba un rato desviando su mirada y reservando sus pensamientos.

Entonces, Ayesha miró hacia el bote más adelante y se sorprendió al reconocer a los hermanos Genji. Ella vio a la tripulación dejar abordar al menor con leve duda por aquel raro ‘equipaje’ que llevaba consigo, y esperó que los otros fueran a seguirle, pero su corazón se hundió al ver al mayor dar una última mirada a su pariente y luego darse media vuelta y alejarse con tranquilidad mientras era acompañado por su sirviente.

Fue como ver a una persona destinada a la horca dar sus últimos pasos hacia el sitio donde le esperaba la muerte. Higekiri se alejó con completa tranquilidad y con su inmutable sonrisa mientras daba la espalda al bote que podría salvarle. No poseía ningún interés en abordar o negociar, ni tampoco un entendible temor o nerviosismo que mantendría con vida a cualquiera. No… fue como si estuviera viendo a un muerto en vida.

“¡…!” Ayesha se levantó por más que el bote ya había comenzado a descender, mientras sentía un impulso de llamar a aquella persona que acababa de abandonar el alcance de su visión.
“¡S-siéntese por favor!” su nana le agarró de un brazo con gran temor. Ella no podía ni procesar cómo así su impecable e ideal señorita fue inspirada en perder su calma.
“¡Hermana!” Nio terminó abrazándola con fuerza. “¡No me dejes!”
“Nio…” ello le hizo recordar lo que tenía que hacer, y le devolvió el abrazo, para también recurrir a lo único que podía hacer a esas alturas: llorar en silencio.



Para ellos, el mayor riesgo acababa de terminar. Para los demás, recién estaba por verse…


Sayi

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #49: October 16, 2017, 12:34:53 AM »
La parte en gris es flashback :v x2


Bitácora #7 — Cold Water Mirage (Part II)

Sayi no supo qué responder a su pregunta. No obstante, se alegraba mucho de verlo a salvo, por lo que lo tomó de ambas manos.

“Me subiré a un bote pronto" empezó a explicarse "Pero primero…”
Kaien se fijó en Ichigo, y al rubio le pareció que le estaba llamando la atención con sus ojos. Entonces se dirigió a él “¿Por qué no la embarcaste en un bote salvavidas?”

Tenía razón. Lo mejor hubiera sido asegurarla a ella antes de seguir paseándola por el peligro, pero había estado tan ocupado preguntándose qué hacer que se había dejado llevar por la situación. No poner pie firme solo terminaría poniendo a todo en riesgo.

Ichigo estuvo por disculparse cuando Sayi intercedió.

“Tenemos que encontrar a Franz antes. Es muy importante para Ichigo, y para mí” le respondió. Había un toque de irritación en su voz “Fui muy clara en que no me subiría a un bote antes de encontrarlo a él, o a tí, e Ichigo obligó mi pedido”
Kaien tensó los labios “Sayi…”
“¿Nos podrías ayudar a encontrar a Franz? Una vez lo encontremos podremos subir a un bote” le pidió la joven.

El pelinegro caviló en su sitio. Observó los botes siendo organizados a la distancia, y los intermitentes pitazos aumentaban la incertidumbre… pero si había un momento en que se necesitaban decisiones rápidas, ese era aquel.


El piano dejó de reverberar en el salón cuando escuchó la puerta abrirse. Un niño ingresó, siendo animado por la criada detrás de él.

La mujer presentó al pequeño como hijo de Isshin y, tras recibir las gracias de su amo, asintió con la cabeza antes de cerrar la puerta tras ella. El niño se volteó a observar la puerta cerrada, y entonces se giró hacia él, antes de bajar la mirada hacia el suelo.

Franz recordaba haberlo visto un par de años atrás, en una gala donde Isshin no había tenido quién lo cuidase. Lo más probable era que no lo recordaba, pero eso no era lo importante.

“Te llamas Ichigo, ¿cierto?” el niño tenía la mirada clavada en sus zapatos, sin intención de mirarlo directamente. Asintió con la cabeza, y no agregó nada más.

Franz dejó su butaca y caminó hasta él. El niño era pequeño y delgado, más de lo que se había esperado. Sabía que su madre había estado a cargo de él mientras Isshin convalecía, y era evidente que no había cuidado de él como se debería.

Que cosa tan cruel había sido abandonarlo al enterarse del fallecimiento de su marido, el padre de su hijo, y optar por desaparecer de Berna sin dejar nada a nombre del pequeño.

Se puso en cuclillas para estar a la altura de él. Cuando el niño se atrevió a mirarlo, Franz le esbozó una sonrisa triste.

“Siento mucho lo de tu papá. El trabajó para mi por varios años y yo le tenía mucha estima” le dijo, poniendo una mano en su pequeño hombro “Y siempre me hablaba de ti, y me decía lo mucho que quería viajar contigo”

Ichigo no le respondió, y Franz pensó que debía estar cansado de escuchar pésames similares.
Los ojos del niño pasaron de estudiar su rostro a observar la habitación. Y cuando su mirada pareció fijarse en un punto fijo, Franz buscó qué era lo que había llamado su atención.

Era el violonchelo descansando contra la pared.

“¿Sabías que tu papá me enseñó a tocarlo?” le dijo, señalando el instrumento. Por primera vez desde que entró, el hombre pareció reconocer un ápice de interés en el pequeño “A veces tocaba él, a veces yo, y el otro solía acompañar en el piano. Tu papá y yo solíamos hacer duetos todo el tiempo” recordó con cariño. Se dirigió hacia Ichigo “¿Sabes tocar un instrumento?”
“El piano. Pero no he practicado desde que…” y su voz se apagó.

”Desde que su papá se enfermó” pensó Franz, y sonrió con pena. Entonces se puso de pie y se dirigió hacia el piano. Había sido un año rápido considerando la velocidad con la que la salud de Isshin había decaído.

Franz había sido pronto en aceptar ver por el niño y, aunque sea en calidad de empleado, tenía la intención de tenerlo bien cuidado, con una educación que lo ayudara a crecer y forjar buenas relaciones a futuro. Era lo menos que podía hacer por la memoria de quien había sido su confidente y mano derecha.

“¿Quieres retomar el piano? Yo puedo enseñarte” le ofreció. Al no escuchar respuesta caminó hacia el violonchelo “También puedo enseñarte a tocar el violonchelo” continuó, y esta vez señaló el estuche descansando en una cómoda “O el violín.”

El pequeño abrió los ojos antes el ofrecimiento, pero no dijo palabra. Alternó la mirada entre los instrumentos, Franz, y la puerta cerrada.

“¿Lo dice en serio?” se atrevió a preguntar. Al parecer había esperado a que alguien interviniera y lo echara del lugar, o le dijera que se trataba de una broma “Mi papá ya no esta aquí”
“Con más razón” fue su respuesta “Pues se que le nada le hubiera gustado más que eso”

_____________________________

Two days before — April 13, 1912

Mientras preparaba el arco de su instrumento, Franz observó a Ichigo estudiar las partituras frente al piano. El rubio no necesitó decir nada, pues él sabía lo que estaba por pedirle.

“¿Quieres que practiquemos Elgar de nuevo?” Le pareció verlo erizarse, y ello le sacó una sonrisa de sus labios “No te preocupes mucho. Estoy segura que mein Liebling estará feliz de escucharnos”
“…”
“O mejor dicho, de escucharte” agregó “O tan siquiera verte”

Aquello terminó por incomodar al rubio, quien dejó el piano y camino hacia la mesa, donde uno de los camareros les había dejado refrescos. No habían muchas personas paseando por la recepción, y ello les había dado oportunidad de usar uno de los pianos disponibles a bordo. Y aunque se encontraran en un área algo aislada, el staff del Titanic, tan atento como siempre, no iba a permitir que dos pasajeros de primer clase no sean debidamente atendidos.

Franz no había tenido oportunidad de hablar con Sayi aquel día… no obstante, el tenía la impresión que algo debía haber sucedido la noche anterior. Después de todo, conocía muy bien a Ichigo como para no percibir un cambio en su actitud.

Y no solo ello, pero la invitación a visitar Boston, y ser escoltados por la pelirrosa mientras paseaban por Massachusetts era un resultado mucho mejor al que había esperado. Ichigo había sido pronto en extenderle la invitación esa mañana y, a diferencia de evaluar aquella proposición como al resto, sintió que le había hecho un favor enorme al rubio al aceptar la oferta. Considerando su rostro, claro está.

“He oído que Boston es muy bonito en otoño” pensó Franz en voz alta “Y que las hojas de los árboles se pintan de todo color imaginable…”
“Si, Sayi me habló de eso” respondió el rubio, tomando asiento en una banca cercana “Lastimosamente estamos en Abril, pero me imagino que primavera será muy agradable también”
“Me da curiosidad conocer el conservatorio de música. Y también me gustaría conocer a la madre de Sayi, quien dijo era profesora de piano” continuó Franz, tomando de su taza de té. Observó de reojo a Ichigo, y se dio cuenta que el rubio lo estaba mirando con recelo “¿No te gustaría conocer a la señora Darcey?”

Ichigo se quedó en silencio, con la molestia aún en su rostro. Franz le esbozó una sonrisa pícara; entre condescendiente y burlona… lo suficiente para terminar de ofuscarlo.

“¿Qué está insinuando, duque?”
“¿Yo? Nada. Estoy tranquilo disfrutando de mi te. Hasta le he dado de baja al whisky, como tanto me lo haz pedido…”

Entonces canturreó una melodía con el gusto en sus labios, e Ichigo creció incómodo ante la falsa inocencia que denotaba.

“¿Aún sigues pensando que no volverás a ver a Sayi luego de visitar Nueva York?” le preguntó Franz, e Ichigo bajó la mirada. El duque sonrió pues, desde que recordaba, el rubio tenía la manía de bajar los ojos cuando quería ocultar algo en su pecho.
“Pues, iremos a Boston con ella” respondió escuetamente.
“¿Y después de Boston?”
“No lo sé”
“¿Cómo que no sabes?” contrarrestó con una sonrisa.

Pero Ichigo suspiró cansado y volvió a sentarse en el piano. Sin esperar a Franz, empezó a tocar el acompañamiento, solo, dejando vacíos en donde iba el violonchelo.

El duque sonrió satisfecho, y dejó descansar la vajilla para retomar su instrumento entre manos. Mientras esperaba un momento propicio para ingresar, observó a Ichigo moverse en su butaca al compás de la música, y por un segundo recordó la pequeña espalda del niño que había adoptado años atrás.



Apenas llegaron al pie de la gran escalera Ichigo se avispó, y sus piernas empezaron a moverse por su cuenta dentro del comedor de primera clase. Detrás de él, Sayi y Kaien lo seguían sin tener idea de qué pudo haber sentido… hasta que el bullicio de la gente se apaciguó un poco, y entonces reconocieron el instrumento de cuerda crecer en magnitud.

“¡Franz!”

Sentado junto al piano estaba el duque von Stresseman, con el violonchelo entre piernas y el chaleco salvavidas descansando en una mesa aledaña. El área se encontraba vacía aparte de los cuatro pues, a menos que hubiera un barco salvavidas escondido detrás del piano, no había motivo razonable para seguir ahí.

Ichigo tomó el chaleco de Franz y se lo acercó, con la intención de ponérselo. Pero el duque lo detuvo. Entonces Ichigo se agachó hasta estar a su altura, intentando explicar la gravedad de la situación.

“Duque, tiene que subir a un bote salvavidas de inmediato” le dijo, intentando quitar el violonchelo de por medio pero una vez más, Franz lo detuvo “Si no nos apuramos los pocos botes se van a marchar sin usted”
“Ustedes deberían apurarse a cubierta, entonces” le respondió, mirando a su pupilo y a Kaien y a Sayi, de pie detrás de él “Ichigo, aprecio que hayas venido a por mí, pero por favor, déjame tocar el violonchelo”
“Franz, no nos vamos a subir a un bote sin usted” agrego Sayi, pero solo hubo silencio de respuesta. Ichigo empezaba a realizar lo que las palabras de su amo intentaban decir, pero no creía tener el corazón para poder aceptarlas.

Fue Kaien, quien con la franqueza necesaria se atrevió a hacer la pregunta que corría por sus mentes.

“¿Usted piensa morir aquí?”

Sayi miró a Kaien con espanto, pero el pelinegro no flanqueó. Ichigo se puso de pie, chaleco aún en mano, y observó el rostro del duque. El perfil de Franz era uno solemne, orgulloso y, para su dolor, uno decidido.

“Es sabido que no hay suficientes botes a bordo. No hay manera que uno de esos limitados asientos sea ocupado por un anciano, quien con suerte vivirá unos cinco años más” respondió “No cuando hay tantas mujeres y niños a bordo”

En el silencio que cayó podían escucharse las pisadas apuradas en el piso de arriba, así como el casi imperceptible crujir de la madera, avisando del desastre que se avecinaba. Los sollozos de Sayi interrumpieron el vacío, y Kaien fue rápido en tomarla entre sus brazos.

¿Que palabras podían decirse en un momento como aquél? Franz notó gotas caer y su corazón se encogió al ver al hombre frente a él quebrarse en llanto.

“Ichigo, sabes bien lo que tienes que hacer” le dijo, tomando de su mano. Esta vez no habían sonrisas pícaras de por medio, ni se escuchaba la broma en su voz “Tienes que embarcar a Sayi, y asegurarte de salvarte tu también”
“Duque, por favor, hagamos un intento…”
Pero Franz negó con la cabeza “Tú sabes que es inútil. Y estoy seguro que presentías cuál sería mi respuesta, pero necesitabas venir hasta aquí a oírlo con tu propio par de orejas, ¿cierto?”
“…”
“Eres testarudo, igual a tu padre”

Ichigo se limpió las lágrimas con el puño de su camisa y se arrodilló, suplicante. Franz lo miraba con tristeza. No había manera de suavizar un golpe tan súbito y cruel como aquel. Lo último que hubiera deseado era una despedida envuelta en una tragedia, pero la muerte llega de maneras inesperadas. Y lo menos que podía hacer ahora, era suavizar su memoria lo más posible.

“Déjame quedarme un momento más con usted” le pidió, pero Franz lo tomó de ambos hombros. Sus ojos azules se clavaron en los de él.
“Si te quedas más de lo debido solo te pondrás a ti, y a los demás, en más peligro. Tu lealtad no va a matarte esta noche” Su toque se suavizó, y entonces sobó de sus hombros “Más bien, hazme un favor y asegurate que mi recuerdo viva contigo”

Entonces lo rodeó en un fuerte abrazo, e Ichigo se colgó de él con el deseo de no soltarlo. Se quedaron en silencio un largo rato, hasta que Franz se apartó de él. Una ligera sonrisa adornaba su rostro.

“He sido afortunado toda mi vida, y mucho de ello te lo debo a ti. Haz sido nada menos que un hijo para mí”
“Y tu haz sido como un padre para mi” le respondió, usando todas sus energías para no seguir llorando. Franz le dio un par de palmadas en su brazo, y entonces se asomó hacia Sayi y Kaien.
“Apúrense en subir a un bote. Y Sayi, cuida de mi pupilo, por favor”

La pelirrosa asintió entre lágrimas, y se apuró en abrazar a Franz. Una vez se separaron, el duque volvió a tomar el violonchelo en sus manos.

Sayi tomó la mano de Ichigo. El rubio aguantó la respiración hasta conseguir las fuerzas necesarias para despedirse.

“Gracias por todo, Franz” atinó a decir.
“Gracias a ti, Ichigo” le respondió “Por favor, cuídate mucho”

Una última sonrisa, y entonces empezaron a caminar de regreso hacia la gran escalera. Franz empezó a tocar, y apenas la melodía inundó la sala, Sayi sintió cómo se le partía el corazón.

Salut d’Amour era su composición favorita por Elgar. Fue dedicada a su esposa como regalo de compromiso. Su nombre traducido era Saludo de Amor, y el pensar que el duque la estaba interpretando para ellos, en ese lugar, era lo más doloroso que había vivido hasta ese momento.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y en ese mismo momento, Ichigo apretó su mano con fuerza, compartiendo su desconsuelo. Ambos se giraron a observar a Franz una última vez antes de perderlo de vista definitivamente.


“¡Mujeres y niños por favor!”

Los oficiales continuaban con el mismo himno a voz en cuello. Habían grupos de personas atiborrados frente a los botes disponibles, esperando cada vez con menos paciencia a que sean sentados por los encargados.

La cubierta del barco era tan grande que hacía imposible predecir la cantidad de botes, por lo que había gente corriendo de un lado a otro; ya sea apostando por la línea más corta, o bien ideando alguna manera de ponerse a salvo aunado a los escasos botes.

Sayi se llevó una mano al rostro, secándose las mejillas y cubriéndose su nariz. La temperatura había decaído aún más, y sentía la piel quemarle del frío. En eso sintió algo cubrirla, y al girarse se percató que Ichigo le había puesto su abrigo encima.

“No, te vas a congelar” dijo Sayi, pero el rubio no le hizo caso y la envolvíó lo mejor que pudo.
“Quédatelo puesto. Hará mucho más frío cuando el bote esté en altamar”

Kaien estiró el cuello para evaluar el grupo de gente que tenía en frente. Al cruzar miradas con un oficial, empezó a gritar.

“¡Aquí hay una dama!”
“¡Por favor, déjenla pasar!” coreó Ichigo y, tomando a Sayi del brazo, empezó a abrirse paso entre la multitud.

El primer impulso de la pelirrosa fue resistirse, pero con uno tirando de ella y el otro empujándola por la espalda le era imposible detenerlos. Cuando tuvo el bote enfrente suyo, Sayi tomó del brazo de Ichigo… pero aquello no detuvo al joven.

Su cuerpo pasó por encima de la borda hasta quedar sentada en la madera, con su mano aún fija en el brazo del rubio.

“¡Espera, no!” le pidió, y entonces los miro a ambos “¡Vengan conmigo!”
“¡Ya esta lleno!” avisó el hombre del silbato, y entonces dos oficiales se subieron a cada esquina del bote.

Las sogas empezaron a aflojarse, pero Sayi se rehusaba a dejar ir del rubio.
No quería ser la única en salvarse. No tras haber ido a buscar a Franz, y el haberlo dejado a su destino en el comedor.

“Por favor, suban conmigo…” les rogó, su voz quebrándose por el llanto.
“Buscaremos otro bote, no te preocupes” le dijo Ichigo.

El rubio jugó con sus dedos un momento antes de despegarlos de su antebrazo, y finalmente dejarla ir. En ese preciso momento el bote se sacudió y, lentamente, empezó a descender hacia el océano.

La muchedumbre de gente alrededor del bote se dispersó de inmediato a excepción de ellos dos, y del resto de personas que veían partir a sus seres queridos.

“¡Ichigo! ¡Kaien!” los llamó la pelirrosa. Quizo ponerse de pie, pero la mujer a su costado tiró de su brazo y la hizo sentarse.
“¡Quédate tranquila!” le pidió Kaien, esbozando una ligera sonrisa “¡Nos veremos más tarde!”
“¡Tengan cuidado! ¡Apúrense en subir a otro bote!”

El ruido de la gente ahogaron las palabras de la pelirrosa, por lo que ambos se quedaron observándola descender en silencio.

Minutos después las sogas resbalaron por las palancas, dando a entender que el bote había llegado sano y salvo al océano. Una vez los oficiales empezaron a remar y el bote comenzó a alejarse, fue que perdieron de vista a Sayi en la oscuridad de la noche.


“¿Y ahora?”

Ichigo se giró hacia Kaien, quien aún intentaba distinguir a Sayi entre los botes llenos de chalecos salvavidas.

“No lo sé” le respondió el rubio. Supo que el pelinegro también estaba en nada cuando suspiró, rendido.

Entre el correteo de las personas y los pitazos de los marinos, Ichigo pudo reconocer la melodía del grupo de cuerda amenizar a la distancia. Su mente de inmediato se trasladó a Franz… y decidió que tenía que actuar antes de dejarse derrumbar.

Pero antes de poder decir algo, Kaien lo detuvo.

“Lamento mucho lo de tu amo” Ichigo observó el perfil del joven, el cuál se mostraba severo “Es un caballero admirable, y me siento honrado de haberlo conocido”
“Gracias, aprecio mucho tus palabras” le respondió. El dolor era muy fresco, e intentaba evitarlo hasta poder calmar su mente. No obstante, era inspirador que el recuerdo de Franz sea tratado con tanto respeto.
“Creo que lo mínimo que puedo hacer es ver en qué puedo ayudar. Ya sea escoltando gente, o asegurándome que no queden niños a bordo…”
“Tienes razón, pero” Kaien se giró ante la duda del rubio “Eres heredero de una familia muy importante. ¿No crees que tu podrías conseguir pase a uno de los botes, y ponerte a salvo?”
El pelinegro negó con la cabeza “Me insultas. ¿Acaso soy más digno que tú? ¿O que cualquier otra persona a bordo?” le preguntó, y antes de escuchar algo a cambio, continuó “La respuesta es no”
“…”
“Tienes que dejar de pensar así” le recriminó Kaien, y por un segundo Ichigo pareció recordar esas mismas palabras viniendo del duque “Sobretodo si tienes intención de estar con una dama como Sayi”

Ichigo volvió a girarse hacia el océano. Ya no se veía ni la sombra del bote salvavidas que llevaba a la pelirrosa. Había logrado su cometido: Dejarla fuera de peligro. Y, si quería cumplir con el pedido de Franz, debía asegurarse de sobrevivir esa noche.

...E iba a asegurarse que el hombre a su costado sobreviviera también.
Kaien pareció sentir el aprecio en sus ojos, pues le sonrió antes de golpear su hombro en señal de aliento.

“Ven, vamos a dar una mano” le dijo Kaien “Y entonces veremos cómo salvarnos nosotros”
« Last Edit: October 16, 2017, 12:46:44 AM by Sayi »

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Kana

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #50: October 22, 2017, 10:40:02 PM »
Siento que en medio del fic el barco se me hundió y la inspiración murió pero al menos pude sacar esto antes de fin de mes. Sólo espero poder llegar al final de este fic a buen tiempo Dx

ahhh creo que nunca terminaré nada

+ Agradecimientos a Kora que me prestó a sus personajes :3


---

Cepillar el cabello de lady Lana era como tratar con finos hilos hechos de plata que mágicamente habían adoptado ese tono al ser teñido por la luz de luna. A Ephonine, su sirvienta, le encantaba hacerle diversos peinados para cada presentación y conociendo el gusto por la moda de su señora ella la consentía con vanguardista peinado que siempre daban que hablar.

—Ya está, mi lady.— Acomodó una única hebra de cabello plateado que había quedado en desorden. Tras aquello, el cabello estaba perfectamente ordenado en un llamativo peinado. La sirvienta acercó un espejo de ovalo hacia su señora y le enseñó el peinado desde distintas perspectivas. —¿Le parece que ha quedado bien o desea que le realice otro tipo de peinado?—
—Está bien, Ephonine.— Lana observó su cabello, se sentía cómoda con el peinado pese a lo trabajado. Su reflejo en el cristal la atrajo unos instantes, con aquella vanidad de las muchachas de clase alta de sentirse constantemente “imperfectas” pese a que todo estuviera “en su lugar” —¿Ha escuchado si lady Wessex ya se encuentra lista?—
—Lady Wessex le espera en la sala de estar.—
—Será mejor que no la retrase más.— Se puso de pie. Ephonine, su sirvienta, se apresuró en acomodarle la cinta de la cintura y pasarle un chal blanco. —Gracias, Ephonine.—

Al salir de su alcoba y dirigirse a las dependencias personales donde se encontraba la sala de estar de la suite privada encontró prontamente a Maribelle instalada cómodamente en uno de los sitiales. Al igual que ella, vestía completamente de blanco. La noche anterior habían acordado entretenerse en la cubierta del barco junto a Victoria y Nathan Prescott, y al ser un día soleado habían determinado temprano por la mañana asistir de blanco tras el desayuno juntos.

Ambas muchachas se encaminaron hacia la cubierta del barco donde habían dispuesto para ellas un sector exclusivo donde los de más alta cuna descansaban en sillas de descansar donde algunos tomaban la siesta dejando que el agradable sonido del mar les serenara.
Encontraron a Victoria descansando en una de las sillas, cuando Nathan las divisó se aproximó hacia ellas y las escoltó hacia donde estaba Victoria. El grupo de personas tomó asiento en cada silla y comenzaron con una liguera charla sobre lo que había sido el viaje hasta ahora. Lana notó que prontamente Maribelle con Victoria comenzaron con aquella rivalidad infantil de competir entre ellas que en todo momento aburría a la peliplateada. Como ellas dos se centraron en una discusión sin fin, no le quedó de otra que hablar con Nathan iniciando por aquellas charlas casuales y un poco incómodas que se generan entre dos extraños.

Nathan era un joven culto, bastante guapo y dueño de una sonrisa encantadora. Por un instante Lana llegó a pensar que Victoria tenía mucha suerte de estar casada con él pues le había tocado un hombre buenmozo a diferencia de otras chicas que debían conformarse con un esposo anciano y deprimente. Los dos decidieron dan un paseo por la cubierta del barco excusándose de las otras dos quienes no se daban tregua.
Ambos jóvenes caminaron largamente por varios minutos hasta llegar a otro sector del barco donde había personas de su misma clase social. Se aproximaron al balcón donde prontamente ambos se apoyaron con la mirada hacia el horizonte contemplando la inmensidad del mar sin pronunciar palabra por un tiempo extendido.

— Es increíble lo inmenso e hipnótico que es el océano. Comprendo perfectamente bien el profundo amor que profesan los hombres del mar hacia tan hermosa maravilla.— Fue Lana la que quebró el silencio, que si bien no era incómodo, se hizo entre los dos la necesidad de volver a intercambiar palabras.
— Naturalmente… Como seres humanos nos sentimos atraídos por lo que nos parece infinito y enigmático.— Nathan acomodó un mechón de su rubio cabello hacia atrás pues al caerle en la frente le estorbaba la visión. — En 1620 la navegación de la nave Mayflower trasportó a los peregrinos desde Inglaterra hasta la costa este de América del norte. En aquellos tiempos, era demasiado nuevo aventurarse en una nave como aquella para cruzar un mar entero… Los tripulantes de aquel entonces no podían creer lo que sus ojos veían. Ahora, nos vemos en una situación similar. —
— Sí. En una nave que llaman la insumergible, donde se juega a ser Dios nuevamente. “un sueño azul” que esperemos no termine en ninguna desgracia—
— Aquel color azul, Lady Lana, ¿Le gusta aquella gama? — el joven la miró fijamente.
—Es un color atractivo. Como un zafiro, como una gema preciosa que adentra en el alma. En efecto, me gusta su tonalidad.—  asintió, observando las orbes de Nathan. Sus ojos eran tan atractivos como el mar que en algún momento a Lana se le hicieron más interesantes que el mismísimo infinito del océano.
— Ya veo…—  sonrió encantadamente. — El azul es un color interesante. Refleja la profundidad del inconsciente del alma. Algunos estudiosos explican que es un indicador de una estructura de personalidad más melancólica, apartada de la integración interpersonal pero, no por ello, rechazante a los estímulos sociales. Más bien, buscan conseguir un involucramiento afectivo con un par pero no se arriesgan a ello pues son selectivos y reticentes.—
— Hm…—  la joven llevó su mano hacia el ala de su sombrero para sujetarlo cuando el viento comenzó a soplar más fuerte. Nathan parecía saber bastante bien como estudiar a los demás. — Parece que usted tiene una buena capacidad de analizar a las personas en su entorno, estimado Nathan.—
— Es parte de mi trabajo.—  soltó una risa sigilosa. —Como heredero de mi familia, tengo que estudiar muy bien a mis posibles socios antes de forjar una estrecha relación con ellos. Una asociación precipitada y sólo ligada por la empatía me llevaría a un desfortunio seguro. Por eso debo ser precavido y analizar muy bien a mis futuros socios.— 
— ¿Me está estudiando, Nathan?— Lana entrecerró los ojos, dejando ver sus largas pestañas claras.
— Por favor, no me crea abrupto o que le estoy asechando, pero ciertamente he pensado en la posibilidad de vincularme a usted para hacer buenos negocios. Me gustaría…—  extendió su mano y acomodó la cinta del sombrero de Lana. El gesto fue breve y delicado, en fracción de segundo ya estaba apartado de ella nuevamente. — Que pudiéramos aprovechar este viaje para hablar de negocios. He visto que conoce a Victoria de hace años, eventualmente nos vuelve en amigos a usted y a mí. Creo que es una buena posibilidad de incrementar los ingresos de nuestras familias.—
—Vaya, pensaba que mi joven virtud y mi disentimiento en los asuntos que le corresponden a los hombres me alejaban de un evento de negocios y sólo me situaba como mera turista en esta gran travesía.— jugó con su posición de mujer para salir de una situación compleja. Entendía de negocios, y la familia de Nathan sin duda era una fuente de oro. No obstante, los métodos de derechos laborales inexistentes que los Prescott tenían para su recurso humano diferían de las ideologías más altruistas de Lana.
— Lady Lana.—  Nathan volvió a gesticular una risa, esta vez, le lució más sarcástica. — No nos veamos la suerte entre gitanos. Su mera presencia aquí es un asunto de negocios.
— ¿Perdón?—
— Entiendo que su padre quiere forjar un matrimonio ventajoso entre usted y un socio suyo.—
—…—  primeramente se había sentido ofendida por el abrupto cambio del curso de la conversación pero seguidamente no supo cómo responder a aquello pues parecía que su vida personal no resultaba ser tan privada.
— Perdón si la incomodé. Tal vez no está acostumbrada a charlar sobre estos temas. Si le sirve de consuelo, es algo bastante común. Mi matrimonio con Victoria es conocido por ser una estrategia económica. Creo que tenemos cosas en común, pero nada más que eso.
— ¿Por qué me confiesa estas cosas, señor Prescott?—
—Sería prudente que habláramos de negocios desde ya. Sin duda, es una buena jugada unir alianza entre ambos para conseguir mayores recursos monetarios.—
— Lo pensaré.—  Lo dijo realmente sin ánimos, sólo por ser políticamente correcta.
— Comprendo que quiera evadir el tema. Que incluso no simpatice con nuestro modo de llevar las cosas… Pero en todo sentido es algo que a usted le conviene.—Será mejor que volvamos con Maribelle y Victoria.—
— Lana, ¿qué le vincula al teniente Smith?—
— ¿Qué?—
— ¿Aquel afecto que siente por él, aquel agradecimiento por ser una figura de vinculo protector y de apego en su solitaria vida le llevaría a usted a hacer un sacrificio inmenso por él?—
— Señor Prescott, realmente esta situación se tornó extraña y confusa. Por lo demás, bastante irrespetuosa. Si tiene consideración por su esposa, le pido recato con sus amistades.—  Pero no parecía estar escuchándola, pues el joven rubio acababa de sacar unos papeles desde el interior de su traje que parecía  tener una gran importancia para él. Notó que Nathan comenzó a leerlos, como si estuviera solo en ese momento. — ¿Qué tiene allí?—
— Un acuerdo.—
— ¿De qué?—
— De apoyo económico a una causa que, verdaderamente, se puede ser procesada como un crimen.— Le enseñó los papeles. Lana los recibió y el chico sonrió encantadamente cuando notó la sorpresa en el rostro de la chica. — Algo como esto, podría ser considerado como traición a la patria.—
—…—  vio la firma de él, la conocía bien. La firma de Erwin Smith estaba allí y era evidente que no se trataba de ninguna falsificación.
— Lo sé, hice mal. Usurpé estos documentos de la alcoba de su fiel cuidador y me disculpo si he sido grosero con usted en este momento pero creo que entenderá que todo lo hago por devoción a los negocios familiares. ¿Lo terminó de leer?—
— …—  Lana se los devolvió. Era irreverente quitárselos y lanzarlos al mar para borrar huellas pues un sujeto como Nathan no cometería una torpeza infantil. Seguramente, tenía respaldos y testigos. —¿Cuánto cuesta su silencio?—
— Oh, Lana, no me mal interpretes. No soy un cruel estafador que necesita extorsionar con dinero por guardar silencio. Verdaderamente, lo mío es una propuesta de negocio, con un proceder cuestionable pero, ¿qué importa esto cuando el resultado será fausto para ambos?
— Pero sí es un charlatán, si me permite, y un hábil extorsionador.—
— Hm, no sé si considerarlo un insulto o un halago.—  guardó los documentos nuevamente en su traje. — Pero ya sabe lo que quiero, cuando toquemos tierra firme usted procederá a firmar un acuerdo que eventualmente nos volveremos socios. Deberá firmar y bajo su promesa jurar que nuestra asociación se mantendrá en los años. Haga eso y tendrá mi silencio. Queda demás decir lo que sucederá si no lo hace… ¿sabe? para mí es complejo tener que ocultar el vergonzoso secreto de un traidor de Inglaterra.—
—Lo haré. Pero deberá cumplir su palabra.—  Ella le observó con desprecio y rechazo. — Con su permiso, necesito volver a mi suite.—
—Adelante. Espero que nos podamos ver para la cena.—

Y cómo era de esperar entre los niños ricos de alta sociedad, se despidieron como buenos amigos simulando que nada malo había pasado usando una hipocresía admirable. Era necesario para no levantar sospechas.
Lana prontamente abandonó la cubierta del barco y se dirigió hacia su suite donde no tardó en entrar en su habitación. Ephonine golpeó suavemente la puerta y preguntó si necesitaba algo a lo que la peliplateada les respondió que deseaba una taza de té. M
mientras su sirvienta se encargaba del té, Lana se quitaba los aros de diamante para cambiarlos por los de amatista al instante que pensaba en cómo hablar de ese tema con Erwin. No le diría nada durante el viaje pero sí cuando estuvieran en Inglaterra ya una vez lejos de su padre quien era muy intuitivo.

No podía creer que Erwin hiciera tal cosa. Le costaba procesarlo aún.
— Señorita, su té.— 
— Gracias.—  Recibió la taza. Antes de probar, miró a su sirvienta. — ¿Hay algún recado para mi?—
— Oh, si.—  se sintió incómoda por haberlo olvidado. — Llegó esta invitación.—  La muchacha prontamente le extendió una pequeña bandeja de plata donde yacía un sobre con una elegante letra que dictaba su nombre.
— ¿Y esto?—  la recibió junto con el abre cartas. La abrió y leyó atentamente. Luego soltó un suspiro. — Lo que faltaba.—
— ¿Qué es, señorita?—
— Una insulsa invitación a una fiesta de máscaras.—
— ¡Oh!—  Ephonine se llevó las manos a ambos lados de su rostro no pudiendo disimular su emoción. —Puedo pensar en un peinado y un traje para usted durante lo que queda de la mañana. Deberé conseguir una máscara que resalte su fino rostro y…— prontamente sintió vergüenza de su arrebato. —Lo siento, señorita, ni siquiera ha expresado si asistirá.—
— Esas cosas no me gustan, Ephonine.—  se sinceró, pues le tenía confianza. —Me resulta nauseabundo compartir por tanto tiempo con gente que venderían a sus propias madres por una moneda de oro.—
—Señorita, respeto su decisión. Pero creo que debe vivir los años de su juventud y disfrutar de estos pequeños momentos pues cuando sea mayor quizá se pregunte a usted misma ¿Por qué no lo hice?—
—…—  ella la miró indiferente.
—Oh, bueno… Eso dice mi abuela…—  bajó la mirada, otra vez avergonzada.
—Tal vez tengas razón.— serenamente, dio un sorbo a su té degustándolo con tranquilidad. —Ephonine, quiero que, en efecto,  consigas una máscara para mi.—
—Sí, señorita.—
— Y hoy tomaré el almuerzo en el gran salón. Dile a Maribelle que me puede encontrar allí a esa hora si desea compartir conmigo.—
—Le diré, señorita.— 

No había cambiado de opinión sobre esos eventos pero el quedarse encerrada en su alcoba le daría a entender a Nathan Prescott que era una persona fácil de abatir y no le daría esa impresión pues eso lo pondría en una situación más dominante.

Para aquello de las doce del día en aquel momento del viaje del RMS Titanic el barco se encontraba detenido en el puerto de Queenstown, ubicado al sureste de la costa de Irlanda. Algunos pasajeros terminaban su viaje allí haciendo desembarco del Titanic y terminando así su travesía, mientras que otros realizaban el procedimiento contrario abordando el barco para así viajar desde Europa hacia Estados Unidos. Principalmente, el flujo de turistas eran irlandeses, seguidamente compuesto por otros europeos. Ya no abordaban tantos italianos ni rusos ni turcos. El clima era grato de todos modos, por lo que los más curiosos se acercaban al borde del muelle a admirar el barco.

Un joven rubio abordaba el barco y mientras esperaba que su lacayo subiera su escueta maleta notó de reojo una presencia detrás suyo que por lo demás sólo le producía desagrado. A simple vista se notaba que ambos pertenecían a una buena casta por sus vestuarios refinados y la postura prepotente de ambos que si bien sólo uno de ellos resultaba ser un déspota mientras que el otro era más bien más empático.

—No es necesario que me escoltes como un niñero. Lárgate.— Murmuró
— Ah, no es molestia.— Le respondió un hombre alto, de cabellera plateada y ojos color turquesa.
—Ni pretendas embarcarte en el viaje… Porque soy capaz de lanzarme por la borda para estar solo.—
— Descuida. Muy a mi pesar tendré que dejar a mi querido y pequeño familiar viajar sin mi. Prometí sólo subir al barco para conocerlo, luego bajaré y dejaré que desarrolles tu pequeña aventura, Yuri.—
—Más te vale.— Farfulló. Le irritaba que lo cuidaran como si aún fuera un niño pequeño. —Puedes quedarte hasta encontrar a esa ilusa.—  como para no ser tan desagradable con el mayor.
—¿Gracias?— Dejo caer la cabeza hacia un costado mirando el ambiente con curiosidad como si fuese un gato de muelle distrayéndose con los turistas.
—Pueden abordar.— Indicó el tripulante, cuando notó que ya estaba más descongestionado el camino para que ellos dos transitaran sin preocupación.
Los dos subieron al barco sin volver a cruzar palabras.

En tanto, Lana de Canterbury se encontraba analizando el menú del salón buscando entre los nombres algo que realmente le incentive el apetito aunque de ello no existiese rastro por la ansiedad del evento con Nathan. 

“Ese Nathan… Cree que puede hacer lo que quiera. Veré el modo de buscar una respuesta a este asunto y librarme de un compromiso de socio con alguien tan frío como él.”

—Cualquiera podría venir y apuñalarte con un picahielo como a “Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin in Bayern”— pronunció en alemán con un extraño acento. —Y ni te enterarías como la misma finada al estar tan distraída.—
—…— La joven bajó la carta de menú que cubría su rostro para ver de quien se trataba. El tono de voz se le hizo conocido, en efecto, estar en sus propios pensamientos, había reaccionado tardíamente. —… ¿Tú aquí?—
—Sí— Respondió escuetamente. Acto seguido deslizó una de las sillas y se sentó en la misma mesa que ella. El ambiente entre ambos estaba notoriamente tenso, y evidentemente ninguno de los dos quería volver a iniciar diálogo. Lady Lana parecía un gato engrifado al cual acababan de asustar y el rubio no parecía muy amigable.
—Señor, ¿desea leer la carta del menú?— Un camarero se acercó hacia el rubio.
—…— Dejo al camarero con la oferta extendida. No deseaba realmente comer algo pero sólo por hostigar con su presencia se quedaría allí —Borscht. Ruso, no ucraniano. Y vodka.—
Hizo una reverencia y luego miró a la dama. —My lady, ¿usted?—
—Salade niçoise y agua de manantial para beber.—
—Señores.— El camarero anotó el pedido, y se retiró persignándose en señal de respeto.
—No me digas que inesperadamente tuviste deseos de viajar a Estados Unidos.—Lana alzó una ceja, incrédula.
—Puede ser, ¿por qué no?—
—¿No crees que es demasiado temprano para vodka? Oh, y por otro lado, querido, ¿No crees que eres muy joven para viajar solo? —
—Nunca es temprano y nunca es tarde.—
—Yuri,— Lana soltó un suspiro. —Realmente, ¿Qué te trae por aquí?—
—Tú. Extrañamente— Respondió. —Sé por qué te ha solicitado vuestro padre para que vayas a Estados Unidos.—
—Todo el mundo parece saberlo.—
—Pero hay algo que no sabes aún… y me han solicitado que te intercepte para comunicarte la noticia.— El rubio se había inclinado en la mesa para hablar de modo más complice con ella.
—M-me pones nerviosa. ¿Es algo realmente malo?—también se había inclinado un poco.
—Siempre tan trágica.— entrecerró los ojos. —Lana, ¿has pensado en lo que posees? Siendo hija de la fallecida Lady Luise Karoline Lyksborg-Henssen duquesa Glücksburg tu padre se quedó con el título de aquella posición en Islandia. Siendo hija de Eduard de Canterbury, quien heredó de su madre inglesa el condado de Canterbury te convierte a ti en Lady Canterbury. Así mismo, tu padre también es señor del título nobiliario de Moscú.—
—Creo que eso lo sé, por mucho que me confundan los títulos y las líneas familiares, estimado primo… Aunque te sorprenda, he estudiado sobre nuestro linaje y la herencia para, precisamente, no quedar en desventaja ante un genio como tú. — giró los ojos, ¿en realidad Yuri la encontraba tan tonta… aún?

Recordaba que de pequeños el rubio siempre había sido más hábil y mucho más inteligente que cualquiera mientras que a Lana le resultaba una gran dificultad memorizar los títulos y los vínculos de líneas familiares pues simplemente eran muchos y que en todo caso el costaba trabajo memorizar otras cosas más. Que familia de Islandia, de donde ella provenía, que familia de Rusia, de donde Yuri provenía, que familia de Inglaterra, que de eso poco y nada tenían pues sólo nacía del vinculo de su abuela paterna quien era inglesa con el matrimonio de su abuelo paterno quien era ruso. Todas esas cosas la mareaban y la confundían pero en la actualidad las manejaba bien pues juntamente sabía que Yuri vendría a enrostrarle cualquier error.

—Que bueno.— Respondió el otro. —Entonces teniendo todo aquello, deberías ser sensata y condescendiente y devolverme el patrimonio ruso que por lógica y derecho me corresponde—
—Primo, ya lo he dicho antes pero… no tengo yo relación con los asuntos que tramó mi padre. Lamento si vuestro padre cedió su derecho al mío.— Justamente, el padre de Yuri, cansado del espíritu rebelde y desafiante de su hijo, lo había desheredado y mandado al exilio quitándole todo lo que le pertenecía y desconociéndole como hijo. Por tanto, el rubio tristemente a sus tiernos años ya había caído en desgracia social.
—Yo debería ser conde.—
—Pero eres conde…—
—¡Pero no del Stróganov! ¡Y no de verdad!—
—Yuri… No comencemos.— Le dijo con un tono de voz maternal. Yuri era su primo menor por dos años y con quien se había criado. Era como su hermano pequeño. Sus juveniles quince años le acentuaban su obstinamiento.
—De todos modos no era eso lo que quería decirte.—
—¿Entonces?—
—Ah, aquí estaban.— Dijo una tercera persona con un alegre tono de voz.
—¡Vitya!— Lana no pudo evitar el arrebato infantil de contentarse al ver al peliplateado. Se levantó de su silla y se acercó a él para abrazarlo afectuaosamente. Gesto que el otro respondió del mismo modo.
—Je, idiotas…— Yuri sonrió de medio lado burlandose de ese par de inmaduros. —Estamos en sociedad.—
—Cierto, cierto…— Dijo Lana. SE aferró a Viktor y lo invitó a sentarse. —¿Viajas a America?—
—Mh, no exactamente.— El mayor miró a Yuri con interrogación. Al ver que éste disimuladamente negó con la cabeza indicándole que aún no le contaba nada a Lana, Viktor optó por no involucrarse con ese tema. Le sonrió a la joven y se sentó picándole la mejilla. —Pero me alegro de poder encontrarte aquí.—
—¿Qué hacen en Irlanda? Tengo entendido que estaban en Francia por temas de adiestramiento de Yuri.—
—Educación, tonta…— Le corrigió el rubio. —Si lo dices así suena como me adiestraran como un perro para hacer trucos.—
—Haha, eso es adorable..— Viktor no pudo evitar reír ante la imagen mental de su primito haciendo piruetas. Así mismo, como Lana y Yuri compartían lazos familiares, Viktor también lo hacía con los dos más jóvenes pero por vínculo de pariente lejano. Pero la línea sanguínea de todos modos se notaba bien, él y Lana tenían el mismo color de cabello. —Oh, Lana. Yuri y yo estábamos en Irlanda porque me acompañó a hacer unos trámites de firma de mi familia por cosas de negocios. Me rompía el corazón dejarlo solo en Francia por muy escaso que fuese el tiempo que nos separaba. Fue en eso que nos llegó la noticia del barco más moderno del mundo y eventualmente nos enteramos de que estabas abordo.—
—¿Entonces viajaremos todos al nuevo continente?—
—Amaría ir contigo donde fuese. pero yo sólo los acompañaré en el almuerzo, lo que dura la parada en Irlanda. Eventualmente tendré que volver a mis compromisos aquí. Pero Yuri te acompañará el resto del viaje.
—¿Yuri?— Lana arrugó la nariz, en un gesto inmaduro de burla simulando rechazo por esa noticia. —Nadie me dijo que debía convertirme en niñera. ¡Nadie me preparó para esto! — Dramatrizó, agotada.
—…— el rubio la miró con odio.
—En fin. Me alegra mucho poder compartir con ustedes aquí aunque sea un pequeño momento. ¡Este lugar simplemente es asombroso!—
—Sí.— Lana asintió. —Si nos queda tiempo quiero enseñarte algunos lugares que he conocido y que sé que te encantarán.—
Mientras esos dos hablaban entre ellos armoniosamente, Yuri los observaba en silencio cuestionando a ambos. Siempre se demostraban uno de buen ánimo y la otra disponible, siendo amables e incluso luciendo optimistas pero… ¿En realidad no podían ver que las cosas no siempre eran favorables?

—Lana.—
—¿Dime?— La chica miró a Yuri, con cariño y sin borrar la sonrisa de su rostro tras la charla con Viktor.
—Tu señor padre falleció.— Le dijo finalmente la noticia que debía comunicarle de modo apaciguado cuando estuviesen en una instancia más privada.
—¿Q-que?— Lana quedó descolocada con ese comunicado. Lo miró con los ojos sorprendidos y boquiabierta esperando que Yuri la llamara por algún apodo bobo y que le dijera que finalmente era una mentira pero eso no ocurría. Yuri seguía serio, y casi compareciente con ella.  —¿Es verdad?— Miró a Viktor, quien tomó su mano y la apretó con afecto.
—Sí, Lana. Nos comunicaron aquella noticia ayer en la tarde. Por eso Yuri te acompañará pues no puedes estar sola. Lamento que haya sido tan abrupto para darte la noticia. Mi más sentido pésame. —
—Y-yo… no sé que decir.— Miró a Yuri y miró a Viktor sucesivamente. Nunca había sido unida a su padre y el vinculo de apego y afecto no se había desarrollado en ellos dado que su padre la dejo al cuidado de sirvientes y se había ido a Estados Unidos cuando ella contaba con meses de edad. No podía decir que realmente estaba afectada en lo emocional o que siquiera lamentaba lo sucedido. Sólo podía mostrar su autentica incertidumbre porque no sabía que pasaría  con ella en esos precisos instantes.
—Iré contigo. Porque si tu padre firmó algún acuerdo con aquel vejestorio de D`Arth, su socio, para un compromiso contigo, todos los títulos que posees serán desgastados por un burgués. No permitiré que eso suceda a la familia aunque mi misma querida familia me haya desvinculado de ellos.—
—¿Qué propones?—
—Puedes casarte conmigo y así los títulos quedan en familia.—Yuri sonrió burlón ante esta propuesta repentina que notoriamente no era seria. —O puedes hacer valer tus derechos y hacer uso de ellos empoderandote como ser apto para poseerlos sin necesidad de estar casada con alguien para llevar un adecuado uso de ellos.
—…— Volvió a mirar a cada uno.

Sí, era tonta. Porque toda su vida había sido independiente a su modo pese a que su padre estuviera rigiendo su vida en los dos últimos meses, y, ahora, que podía hacer valer todo sin el régimen de nadie de pronto estuvo más tentada en decirle a Yuri, su primito, aquel a quien veía como su hermano, que se quedase con todo porque ella no se veía capaz de tanta responsabilidad. No se veían tomando tan alto desafía pese a que de hace años lo manejaba.

—Decepcionante— soltó un suspiro.
—Hace unos minutos sólo era una chica que viajaba por solicitud de su padre y, ahora, en medio del viaje, me abordan mis familiares para comunicarme que el motivo de mi viaje ha fallecido...
—Señores, sus pedidos.— El camarero apareció dejando en silencio a todos. Sirvió todo, anotó el pedido de Viktor y prontamente se fue.
Yuri tomó el vaso de vodka y lo bebió de un sólo trago preocupando al joven de cabellos platinados por su conducta. —Yo creo… Que pese a que siento que lo harás horriblemente mal y que aunque no espera nada bueno lograrás causarme decepción… Si tú te lo propones lograrás llevar toda esa herencia perfectamente bien sin depender de un esposo.—
—¿Eso fue efecto del vodka?—
—No.— suspiró.
—Creo que Yuri dice algo desde el alma y pienso lo mismo. Podrás hacerlo bien.—
—Pero que quede claro, pienso que puede pero que de todos modos necesita consejeros adecuados para llevarlo a cabo. Por ningún motivo creas que la loca de Maribelle puede aconsejarte. Para eso estaré yo… o Viktor… o Erwin si es que todavía existe.—
—Estos asuntos deben ser tratados sólo por miembros de la familia.— Dijo Lana, seria y fría. Cosa que sorprendió a los otros dos pues la conocían y sabían que era mucho de escuchar a Erwin Smith y dejarlo descartado por ella misma fue algo que a ambos los dejaba en shock.
« Last Edit: November 14, 2017, 05:53:16 PM by Kana »


Cho

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #51: October 23, 2017, 12:34:04 AM »
Tengo que apurarme... ya no falta mucho...
Lo que está en cursiva es un flashback.

8


El bote donde las mujeres y los niños pudieron subir descendió lo suficiente como para ya no ser visible ante quienes lo miraron partir, y era evidente que se encontraba sobre el mar por cómo se estaba por proceder a alistar un bote más para la evacuación.

Para los dos hombres del grupo, observar a sus compañeros desaparecer en las penumbras fue un evento sumamente silencioso y calmado… y un silencio que Natsume ya no tuvo por qué aguantar porque sabía que no tenía que contener su temor luego de que esos pequeños estuvieran a salvo.

De un momento a otro, Sterk notó a Natsume alejarse primero a pasos lentos, y luego casi al punto de correr, por lo cual le siguió para no perderlo de vista.

“Natsume, espera,” le llamó, pero ello sólo aceleró al chico, quien terminó por entrar a un pequeño callejón entre estructuras en la cubierta. Ahí, el pelirrojo bajó su mirada al suelo mientras se congeló por un pánico interno que empezaba a manifestarse. Sterk llegó a alcanzarle y pudo comprender por lo que estaba pasando. Aquel calmado y experimentado viajero seguía siendo muy joven, después de todo. “Tranquilo…”
“¿C-cómo se supone que me tranquilice? Esto es real, es muy real…” dijo apresurada y torpemente, mientras sus brazos se tensaban por no saber si comprimir los puños o agarrarse la cabeza en plena histeria. “Estos marineros nos van a dejar morir aquí… todos nosotros estamos condenados…”
“Ya basta.”
“¡N-no puedo sobrevivir esto, Sterk! ¡Hay muchas cosas que puedo hacer pero tengo cero experiencia con el mar! Y-y es muy frío… i-imposible…”
“Natsume,” Sterk le agarró de los brazos para que le mirara. Ahí, el menor notó que el otro tampoco se encontraba completamente calmado, aunque sí se veía decidido a hacer todo a su alcance. “Yo tampoco puedo hacer imposibles, pero no es para rendirnos tan fácilmente.”
“P-pero…”
“…” le pesó hacerle una pregunta. “Tú… ¿sabes nadar?” le vio asentir, lo cual le trajo cierta tranquilidad y dio un suspiro aliviado. “Entonces sí podemos intentar hacer algo.”
“¿D-de qué hablas…?”
“Es evidente que el mundo no se olvidará de nosotros. Nos rescatarán…” hizo una pausa y su expresión se cubrió de una pesada sombra. “Pero no será perfecto. Tomará tiempo, mucho tiempo por la hora que es, pero lo harán. Hasta entonces… sólo tenemos que permanecer a flote.”
“…” Natsume le miraba atentamente mientras trataba de recobrar la compostura. En plena incierta situación, las palabras del mayor le daban una mínima esperanza.
“Tengo algo de experiencia en condiciones agrestes. Si tenemos suerte, podemos hacernos de una superficie para flotar, pero necesitaré tu ayuda. Hay que reunir algunos materiales, y esperar que el barco nos provea el resto más tarde. Si podemos resguardarnos de las condiciones, estaremos bien, ¿has entendido?”
“…” asintió mínimamente.
“Pero necesito tu absoluta cooperación, y que creas en lo que hacemos. Ahora no es momento para rendirse.”
“…lo entiendo,” Natsume asintió con más energías, y tensando su expresión. Al saber que no estaba solo, sintió que los ánimos regresaron a su cuerpo.
“Vamos, no sé con cuánto tiempo contamos.”


“Vaya… por un momento pensé que no le dejarían abordar,” comentó Higekiri con aquel relajado e irrelevante tono que le caracterizada, sin inmutar su sonrisa.
“E-ehm…” Almaz se sorprendía de verle completamente inafectado considerando su decisión de quedarse dentro del barco.

Ambos regresaron a uno de los pasillos no muy lejos de la salida a cubierta, donde podrían hablar a solas brevemente.

“En fin, mi hermanito se encuentra a salvo, así que ya no tengo ningún otro asunto que atender,” dijo con completa calma, y miró al otro fijamente. “Eso dice exactamente lo mismo de ti.”
“¿P-perdón?”
“No tienes más trabajos que hacer por mí, lacayo, así que me toca relevarte de tu puesto.”
“¿Q-qué? ¿C-cómo…?”
“¿Pero estás seguro que tienes tiempo para cuestionarme? Estaba convencido que tú sí querías vivir.”
“Ehh… p-pero usted dijo que me tocaba seguirles…”
“No, en verdad no me importa mucho lo que decidas hacer. Nadie se lleva a sus lacayos al más allá, y soy más individualista de lo que parezco como para tener compañía,” le restó importancia.
“P-pues…” eso no le costaba creer en lo absoluto, especialmente con Hizamaru fuera del mapa. “P-pero… podemos sobrevivir esto, no es imposible. ¿No quisiera intentarlo?”
“No, conozco mis límites, y prefiero una tranquila muerte que un agonizante destino en el cual muy probablemente no saldré con vida,” resumió con simpleza. “Mi vida siempre ha sido muy cómoda y no tengo experiencia ni con el mar ni el frío. Tú, en cambio, vienes de Rusia y te dedicaste a pescar en las crudas condiciones de Siberia durante tu niñez, si mal no recuerdo.”
“S…sí…” debía admitir que le sorprendía saber que su señor recordaba aquello.
“En el caso que no tengas habilidades, al menos cuentas con una resistencia al clima. Pero no pienso decir más que ello, me estás quitando tiempo valioso, lacayo,” se encogió de hombros.
“P-pero…” Almaz bajó su mirada. Le sabía mal simplemente abandonarle.
“Me conoces como para saber que no cambiaré de parecer,” Higekiri pretendió caminar para irse, pero entonces se detuvo. “Aunque, sea como sea que pienses sobrevivir, si lo haces, tengo un último pedido que hacerte.”
“C-claro, ¿de qué se trata?”
“Mantenle un ojo a mi hermanito y continúa ayudándole. Me da la impresión que él no se cuidaría bien por su cuenta. Eso es todo.”
“Sí, entiendo…” por más que no cambiara la realidad, Almaz se sintió un poco más en paz por saber que tenía una importante misión, e hizo una reverencia. “Lo haré por los dos, porque ustedes siempre han sido amables conmigo y les debo mucho más de lo que puedo imaginar.”
“Eres un buen chico,” Higekiri le miró de reojo y sonrió con aprobación. “No hicimos mal en contratarte hace varios años. En fin…” le dio la espalda y continuó caminando hacia el interior del barco. “Continúa con tu buen trabajo.”
“Sí, muchas gracias por todo.”
“Claro, tú también, Almaz…”
“¿Eh?” este se sorprendió por escuchar a su superior llamarle por su nombre, aunque Higekiri continuó caminando y generando mayor distancia entre los dos. Al subordinado sólo le tocó apreciar el último gesto de aquel complicado y caprichoso señor que fue tan valioso para él, y dar lo mejor con tal de mantener su palabra.

Era el momento de afrontar la realidad con la frente en alto.


Había sido un rato desde que Sterk y Natsume decidieron trabajar juntos, y su búsqueda les llevó por los interiores del barco, hasta alcanzar una enorme y refinada cocina. Entre los insumos e impecable infraestructura, ellos llegaron a ubicar algunos objetos de interés.

“Las cortinas, ¿cierto?” preguntó Natsume.
“Sí. Tenemos que ubicar algunos mandiles o uniformes también. Lo que sea que podamos emplear como sogas en caso que los almacenes de la tripulación más abajo estén cerrados,” le indicó Sterk.

El ambiente donde estaban sí prometía varios posibles instrumentos, aunque los contenedores y alacenas se encontraban cerrados con llave. Luego de ayudar al mayor con una cortina, Natsume divisó una cuchara grande de metal que podía usar como una palanca e intentó abrir uno de los clósets más grandes.

“Demonios, es muy duro…”
“Permíteme,” Sterk movió al otro a un lado y procedió a dar algunos golpes a las puertas. Ello causó un gran estruendo y algunas hendiduras en las puertas, aunque el cerrojo no daba señales de debilidad.
“E-espera, iré a ver si encuentro algún alambre por ahí. Puede que llegue a abrirlo…” Natsume dio una mirada rápida y cayó en cuenta que los anillos de las cortinas podrían emplearse, aunque no sabía sí eran lo suficiente delgados y maleables para la labor.

Todo ese estruendo terminó por alertar a un miembro de la tripulación que acudió a la cocina.

“¡¿Qué está sucediendo aquí?!” les reclamó. “¡Esta zona está fuera de sus límites!”
“Tsk, déjanos en paz,” Natsume entrecerró los ojos. “¡El maldito barco se hunde!”
“¡No les dejaré dañar esta propiedad de White Star Line! ¡Están en serios problemas!”
“Esto no es por gusto, entiéndalo,” reclamó Sterk. “Tenemos que idearnos un intento de salvar nuestras vidas, nada más. Nadie va a volver a usar esta cocina.”
“¡Silencio! ¡T-tengo que llamar a seguridad para que los pongan en su lugar!” gritó. El trabajador estaba con los nervios de punta y temblando muy ligeramente. Era evidente que trataba de negar la cruda realidad, o que se había convencido a todo costo que debía mantener su rol impecablemente hasta el final, por más que el mundo se estuviera desplomando a su alrededor. Los otros dos sabían que no podrían argumentar con él.

Y entonces, ellos se sorprendieron cuando otro pasajero llegó desde detrás del trabajador y le dio un fuerte puñete en el rostro que lo envió al piso. Era un señor adulto de tercera clase acompañado de un temeroso joven adolescente que se encontraba en shock.

“¡Déjelos en paz, imbécil!” le reclamó. “¡Están intentando salvarse! ¡Idiotas como ustedes nos van a matar a todos si continúan con estupideces!”
“¡¿C-cómo se atreven…?!” el trabajador exclamó, aunque se acobardó por verse rodeado, por lo cual se fue corriendo con la intención de reportarlo. Con su retirada, el adulto se acercó hacia los otros dos.
“Ya se fue…” negó ofuscado. “Al menos les libré de él.”
“Gracias, aunque golpearle puede que no haya sido necesario…” Sterk seguía confundido.
“Si él no lo hubiera hecho, habría sido yo. No me faltaba mucho…” Natsume se encogió de hombros. “Gracias por la ayuda. ¿Y bien?” alzó una ceja. “¿Qué se te ofrece?”
“…” ese señor bajó sus energías y, sorprendentemente, terminó de rodillas ante ellos en un gesto de desesperación. “Les oí, y es claro que tienen un plan… por favor, ayúdennos.”
“…” Sterk se sorprendió y pasó a mirar al chico que observaba al señor, asustado y afligido.
“Mi hijo… lo llevé para que subiera a un bote, pero le rechazaron…” confesó el mayor con amargura. “Él parecerá mayor, pero acaba de cumplir doce el mes pasado… por favor, si no quieren ayudarme a mí, al menos ayuden a mi hijo.”
“Tsk…” Natsume frunció el ceño. Ese chico era apenas dos años mayor que Luso, y era evidente por su expresión que seguía siendo un niño por dentro… aunque tampoco era factible asistir a alguien más cuando los dos bien ni podrían ayudarse a sí mismos…
“…espero que sepan nadar,” dijo Sterk, quien recibió una mirada confundida del pelirrojo.
“¡S-sí, ambos sabemos, somos de una ciudad costera…!”
“…no les garantizo nada, pero quédense con nosotros. Nos ayudaremos mutuamente.”
“¡Gracias, muchas gracias!” el señor se levantó como resorte y agarró las manos de Sterk con fuerza y temblando. Entonces, se volteó a su hijo. “Ven, ven a agradecerle. Estará bien, lo juro, tú tranquilo.”
“…” Natsume miró hacia Sterk con gran incredulidad y casi desconociéndole, pese a que aquel individuo de primera clase no había dejado de demostrarle una admirable y humilde humanidad desde que cruzaron caminos por primera vez.
“No te inquietes. Ya te lo dije. Haremos lo posible…” le dijo Sterk tranquilamente y muy decidido. “Y tenemos que darles el alcance.”
“Sí…”

Iba a seguir una breve explicación de lo que hacían, además de rápidas introducciones, y el ahora grupo de cuatro continuó con su labor.



“Hmhm…”

Higekiri observó lo sucedido con leve entretenimiento desde la entrada, y se topó con ese trabajador al cual decidió darle una amenaza adicional con tal que no fuera a interponerse más en el camino de quienes sí intentaban vivir. Él pensó brevemente en una reprimenda de parte de su hermanito por no comportarse y andar aterrando a otras personas, lo cual dibujó una sonrisa en su rostro y le hizo reír para sus adentros.

Siguió caminando mientras, extrañamente, un recuerdo de hace pocos días surgió en su mente.


Tras el pedido de hablar a solas de parte de la damita, Higekiri la dirigió a una de las barandas en la cubierta, donde tendrían privacidad y una agradable, aunque oscura, vista hacia el cielo nocturno.

“Pues…” Ayesha comprendió que el otro se encontraba esperando a que hablara mientras miraba perdidamente hacia el firmamento. “Gracias por acceder… sólo tengo una pregunta que hacerle.”
“Dime.”
“V-verá…” ella dio un suspiro con tal de armarse de energías para preguntar. “Desde que tengo uso de razón, por más de contar con el apoyo de mis padres, el mundo siempre me ha hecho recordar que una dama como yo no puede apuntar a ser una reconocida científica, ni alguien realmente independiente… aun así, he tomado la oportunidad de viajar a América en busca de todo ello…” bajó su mirada hacia el mar, y sonrió un poco. “Fue entonces que escuché sobre usted y su hermano. Es increíble todo lo que ustedes han podido lograr en pocos años y sin antecedentes en nuestro lado del mundo. En verdad, ambos son una gran inspiración para mí, y pensar en que los dos desafiaron a la sociedad y los estándares y triunfaron en sus metas me llena de grandes esperanzas…” llevó sus manos a su pecho a manera de calmar una aflicción personal y mantener su delicada y firme compostura. “Señor Genji… si no es inapropiado de mi parte, quisiera que me diera alguna enseñanza para continuar afrontando mi propio camino… quisiera ser valiente como ustedes y abrir mi propio rumbo, también ser un ejemplo para mi hermana menor… aunque…” volvió a bajar su mirada, torturada. “Quizás sea muy pretencioso de mi parte, como la dama que soy… nuestras circunstancias son también muy distintas…”
“¿Acaso ello significa que has admitido una derrota?”
“¿Eh?” ella se afligió y se sorprendió por dicha pregunta. Observó la tranquila sonrisa del mayor mientras mantenía sus ojos fijos hacia las estrellas de la noche.
“Tienes mucha razón, nuestras vidas son incomparables. Sin embargo, existe algo demasiado básico que terminará siendo lo más importante al momento de definir el triunfo o la futilidad de uno mismo, y suena a que no estás consciente de ello.”
“…” le escuchó atentamente, intrigada.
“La fortaleza que buscas viene únicamente de ti. Se deriva de la valentía de creer con decisión y seguir tus propias metas, sin importar lo que el mundo diga. Es sólo ese sentimiento seguro y firme lo que te guiará, y ello derrota a muchos otros que pueden contar con riquezas o el género que no posees. Ello es porque lo más ínfimo e intangible termina siendo lo más poderoso dentro de este mundo, ya que nadie lo puede comprar ni adquirir por medios indirectos e impersonales.”
“…”
“Yo mismo vengo de una realidad infestada de impotencia de mi país de origen, donde a lo mucho iba a representar un ícono de lo que una vez significó mi familia, por mi clase. Sin embargo, por más que todos insistieron en que nos quedáramos en Japón y viviéramos una vida impuesta, tradicional y abundante, mi hermanito y yo no creímos en ello, y optamos por seguir lo que sí significó todo para nosotros,” sonrió con un leve indicio de alegría al pensar en el menor. “Él ve valor en este mundo y en nuestra presente realidad, y yo creo firmemente en sus convicciones. Por ello mismo, todo sacrificio y penurias valieron mucho más que una vida segura y calzada a nuestra medida por otras personas.”
“…” Ayesha asintió, impresionada y conmovida por el relato del mayor, y desvió su mirada. “Es… valiente, sin duda. Yo no sé si tengo la fuerza de ustedes… hay mucho que perder.”
“Si fueras a dar todo de ti, vivieras del modo en el cual siempre quisiste, y terminaras por fallar, ¿te arrepentirías?”
“P-pues…” ella se puso a pensar.
“¿Te gustaría más estar sujeta a lo que otros dictaran sobre tu vida y te impusieran en rol de ama de casa sin permitirte seguir con tus estudios, siempre y cuando eso signifique una estabilidad económica y social?”
“E-ehh…” puesto de esa forma, Ayesha sintió una gran inquietud y rechazo a la idea.
“Entonces veo que entiendes lo que digo,” él le miró de reojo. “Y no eres sólo tú. Todos aquellos pioneros científicos tuvieron que exponerse ante excomulgaciones, condenas, martirios y rechazos, pero vivieron a plenitud y alzando sus descubrimientos como sus estandartes. Incluso si luego varios de ellos terminaron con descubrimientos probados erróneos siglos más tarde, el avance que realizaron en las ciencias es lo que marcó el camino hacia el desarrollo y el mejoramiento de la humanidad. Incluso si aquellas teorías de las cuales estuve hablando con tu tutor fueran incorrectas y los átomos no se asemejan a órbitas espaciales, el sólo creer en ello significa el mundo para muchos, y el punto de origen en un plano cartesiano que da dirección y posición para continuar avanzando.”
“…” Ayesha asintió, impresionada y fascinada por el mensaje que recibía.
“Por ello… aquellos que simplemente se dedican a creer conforme avanzan en su vida son a quienes considero el futuro. Aun si uno fuera a fallar en su camino, vivir siendo honesto es lo realmente valioso. Por ello quisiera que elijas sabiamente,” le encaró directamente, mientras continuaba con su tranquilo discurso. “Puedes escoger un camino modelo, continuar con una línea punteada y apuntar por el cariño y aprobación de otras personas, o más bien puedes abrir tu propio camino, apoyar tus creencias, y apuntar por la auto-realización y el respeto de los demás.”





La tranquila caminata de Higekiri le llevó de regreso a un punto de partida, al lugar donde se había encontrado con Keithgriff por primera vez, y justamente donde aquel científico se ubicaba a solas fumando un cigarro y disfrutando de una bebida que había agarrado de esa misma barra. Aquel miró de reojo al recién llegado inmutado.

“Espero que no estés con ganas de hablar,” le dijo indiferente.
“Tú no te ves del tipo que aprecia compañía,” Higekiri comentó suavemente, sonriendo. “Descuida, tampoco ando de humor para ello. Aunque, ya que estoy aquí, quisiera hacerte una pregunta.”
“¿De qué se trata?”
“¿Cómo así decidiste cederme tu boleto a la salvación?”
“…” le miró con leve hastío y tomó un sorbo de la bebida antes de continuar. “Soy un vejestorio, y el mundo no necesita más de mí que lo ya escrito en mis libros, y sabido desde hace muchos años. Incluso en la ciencia, todos los últimos avances de los átomos y teorías sobre partículas subatómicas me son salvajes e incompatibles. Prefiero que alguien que sí pertenece a esta revolución científica y social sea quien sobreviva. Es así de simple.”
“Es una visión interesante,” rió para sus adentros y caminó como quien daba una vuelta con suma distracción por ese amplio y vacío espacio. “Heh…”
“…” el científico vio a aquel hermano mayor sonreír con una extraña y maligna sonrisa.
“Eres un increíble sádico, ¿lo sabes?” le preguntó, mirándole fijamente.
“¿De qué tonterías hablas?”
“Ponte a pensarlo. Te acercaste para darme la obligación poseer un boleto para salvar mi vida y te fuiste sin más. Yo, rodeado de otras dos personas con las mismas e incluso mayores inquietudes sobre una prematura muerte, tuve que decidir cómo usar ese único pase,” se encogió de hombros y continuó hablando con una iluminación temible en sus ojos. “Fue un juego cruel y sinceramente encantador, si me permites. De encontrarme con un digno allegado a quien consideraría mi igual, fácilmente me hubiera venido con el desencadenante de retarle a un duelo a la muerte por el derecho de salvarse. Por otro lado, de ser alguien más, habría tomado el boleto y huido antes de que los demás se percaten de mi ausencia. No me importa la mayoría de personas, de todos modos.”
“…”
“Pero mi hermanito estaba a mi costado, quien trataba tan inútilmente de convencerse que quería morir junto a mí. En verdad no pude negarle aquella única oportunidad.”
“Eso me deja saber que eres un humano, pese a todo.”
“Hmhm~” Higekiri le miró con gran intensidad, y habló con una voz pausada que arrastraba las palabras. “Y tú eres un demonio. No habría tenido problemas partiendo a alguien como tú en dos con mi propia espada… lástima que ya no la tengo…” luego de aquel bizarro comentario, dejó su actitud conflictiva de lado y rió para sus adentros para descargar su estado anímico. De ese modo, volvió a su usual cordialidad. “En fin, no puedo realmente molestarme contigo, ya que sí me permitiste salvar algo de esta situación. Y sin duda mi hermanito lo valía más. Él cree firmemente en todo lo que hemos hecho y tiene una visión proyectada hacia lo que viene más adelante,” se encogió de hombros con una ligera frustración. “Por otro lado, de haberme salvado, yo habría perdido a lo único en lo que creo, y que todavía significa algo para mí. Desde hace tanto tiempo que me considero anticuado y atado al pasado, tal y cómo tú te ves a ti mismo.”
“…” Keithgriff le miraba atentamente, inmutado por aquella persona desequilibrada frente a él. Ya a su edad y por su profesión, no era el primer loco con el que trataba. “Entonces estamos en las mismas. Y para tu información, te di ese pase porque eres el líder de tu familia y obviamente tu hermano no habría podido lidiar con esa misma presión.”
“Ese es un punto muy válido. Entonces debo sentirme agradecido, ya que sí imagino que se hubiera desmoronado de haber participado en dicho juego,” comentó con gusto y alegría.
“¿Le dijiste la procedencia de dicho boleto para abordar?”
“No, darle información hubiera hecho más difícil su decisión de abandonarme. No se lo comenté a nadie.”
“Ya veo…” volvió a tomar otro sorbo de su bebida. “Entonces no existe forma alguna en la cual los sobrevivientes sepan qué terminó ocurriendo conmigo,” negó ofuscado. “Esas niñas terminarán corriendo de un lado a otro buscando a un fantasma…”
“Sobre tus pupilas, las vi abordar al bote del costado. Se encuentran a salvo.”
“No que no lo hubiera esperado, pero es un alivio saberlo,” llevó el cigarro a sus labios para concederse una inhalada.
“Aunque me entretendré con lo que acabas de decir. Pensar que ellos no sabrán la verdad. Ni ellas sobre tu destino final, ni mi hermanito comprendiendo cómo así existió dicho boleto que salvó su vida,” sonrió tranquilamente. “Serán incertidumbres que los tres deberán aceptar y superar con el paso del tiempo…”
“La vida juega fríamente…”
“Tal y como tú,” Higekiri le miró de reojo. “Te dejaré solo, no tenemos más que compartir. Iré a dar un paseo mientras admiro mi corta libertad. Pero antes… ya que ando libre, quisiera que me concedieras uno de tus cigarros.”
“…” Keithgriff alzó una ceja. “Nunca has fumado. No te gustará.”
“Ese no es tu problema, ¿verdad?”



El tiempo siguió con su curso, el agua continuó escalando dentro del barco, y las vidas de cada uno de los todavía tripulantes del transatlántico se tornaron mortales, efímeras, y absolutas…


Eureka

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #52: October 25, 2017, 10:41:00 PM »
Ayer tuve grabación de 12 horas y hoy clase desde las 8, siento que me muero





1st night





 
“¡Kanan!”

Ni bien ingresó a la recámara, las voces preocupadas de sus amigos le dieron la bienvenida. Allura y Souji se habían adueñado de las camas superiores, así que Dia y ella estaban resignadas a las inferiores.

En esos instantes, se arrepintió de haber corrido a la capilla en busca del piano en vez de acompañar a su grupo a acomodarse. Podría haberse asegurado una de las camas superiores del camarote…

Pero de ahí recordó que había conocido a la señorita O’Hara y bueno, el arrepentimiento le duró poco.

“Felizmente te acordaste del número de nuestra recámara.” Allura le sonrió.
“¿Estás bien?” le preguntó Dia, curiosa. “Ni bien embarcamos, te desapareciste …”
“Mm, sí, todo bien,” dijo Kanan, y corrió a sentarse a la cama vacía. “Encontré un piano bellísimo en la capilla de primera clase.”
“¿¡Cómo llegaste allí!?”
“Justo da para la cubierta, así que fue sencillo encontrarla. Y no son muy estrictos respecto a la gente que se toma un paseo por allí, así que pasé desapercibida.”
“Mm…” Souji la observó desde su posición en la cama superior en frente de ella. “¿Y eso fue todo? ¿Te quedaste allí hasta ahora?”
“Cierto, han pasado un par de horas desde ese entonces.”
“Pues…” Kanan se sonrojó.

Sus preferencias nunca habían sido repudiadas por Allura, Dia o Souji. Al contrario, los tres le demostraban su apoyo continuamente. El ambiente bohemio de su antiguo trabajo había sido uno de los factores principales que influyó en la actitud positiva de los tres frente a algo tan peculiar como lo era las parejas del mismo sexo para ese entonces. Las cosas que se veían dentro del cabaret obligaban a sus miembros a poseer una mente más abierta de lo normal.

Por ese lado, no había problema. Pero Kanan se había adelantado a los hechos al invitar a Mari a pasar la noche con ellos, sin saber realmente qué es lo que el grupo quería hacer en la noche. Después de todo, Allura aún no estaba de ánimos como para bailar y divertirse un poco en el salón, puesto que parecía continuar de luto por su amante. Las intenciones de Kanan, por supuesto, eran buenas: pensaba que tal vez un poco de festividad ayudaría a distraerla un poco. Pero en el caso de que Allura no lo tomase así, Kanan no estaba segura de que Dia y Souji (e incluso ella misma) fuesen capaces de abandonarla a su suerte mientras ellos se iban a pasar un buen rato. Dejarla sola no era una buena idea, realmente.

Sin embargo, le interesaba mucho conocer más a Mari. Y la rubia se había mostrado muy feliz por la invitación, así que no podía retractarse.

Sólo esperaba que sus amigos lo aprobaran, puesto que además de las circunstancias, Mari era una joven de clase alta, lo que inevitablemente les hacía recordar el caso de Allura.

“No fue todo. Conocí a alguien.”
“¡Oh, qué espléndido! ¿Quién es la persona afortunada?” contra todo pronóstico, fue Allura quien dijo esas palabras. Su emoción dejó un poco descolocada a Kanan, pero ella hizo a un lado su confusión para contar los hechos.
“Se llama Mari,” dijo Kanan. “Ella… me encontró en la capilla. Pero optó por quedarse a mi lado, en vez de avisarle a los sargentos de armas sobre mi presencia.”
“Bueno, si hubiese estado en su lugar, yo también me habría quedado. Tus composiciones son bellísimas, Kanan.” Souji le sonrió, mientras se incorporaba para sentarse en la cama. Kanan le devolvió la sonrisa, sintiéndose muy halagada por las palabras de su amigo.
“¿Era… de primera clase?” preguntó Dia, un poco preocupada.
“Sí,” admitió Kanan. “¡P-Pero no se preocupen! Se veía muy sincera. Fue agradable compartir un momento con ella. De hecho… la invité… a pasar con nosotros la noche,” dijo, un poco tímida.
“¿¡Qué hiciste qué!?” preguntó Dia, visiblemente exaltada. “¡Kanan! ¡No puedes planear algo sin preguntarnos antes! Ni sabes qué vamos a hacer…”
“¿Qué fue lo que le dijiste?” preguntó Souji. A diferencia de Dia, él se veía sumamente tranquilo.
“Camino a la cubierta de paseo, oí a un par de pasajeros que comentaban que harían lo imposible por mantener un ambiente festivo durante todos los días. Hay un salón en la cubierta D, donde planean realizar fiestas todas las noches. Sé que no es el lugar indicado para una joven como ella, siendo de clase alta y gustos refinados, pero la invité, y me sorprendió su respuesta. Se veía muy entusiasmada con la idea. Pero más que eso, sé que no debí… ofrecerle algo así, considerando cómo estamos de ánimos.” Kanan miró hacia arriba, pensando en Allura. No le podía exigir que las acompañase y, de hecho, eso aplicaba a todo el grupo: eran libres de pasar la noche como ellos deseaban. “Lo digo más que nada por ti, Allura. Y claro, por ustedes también…” Kanan suspiró. “No hay problema si no quieren—”
“¿Quién ha dicho eso?” Souji rio. “Me ganaste, porque justo les iba a sugerir eso, ni bien regresaras.”
“¿Y Allura—?” intentó decir Dia, pero Allura la interrumpió.
“No. Yo… no quiero seguir así. Estoy segura de que Jay hubiera deseado verme más animada. He escapado del duque, estoy viva, y estoy con mis amigos. Es motivo para celebrar.” Allura se dio a sí misma una pequeña pausa, y soltó un suspiro. “Kanan, no me parece que planees sin tomarnos en cuenta, pero gracias por sugerir la idea.”

Allura bajó de la cama por las escaleras, y tomó asiento al lado de Kanan, con una gran sonrisa en su rostro. Sus ojos, sin embargo, hablaban sobre otra historia: los bordes rojos y el rastro seco de lágrimas eran indicios de algo que Allura quería esconder. Pero si su amiga insistía en ir a celebrar con ellos, era por algo. No podía darle la contra.

Kanan la abrazó, estrujándola con todas sus fuerzas. Esperaba poder transmitirle aquello que no podía decirle con sus palabras.

“Gracias. Y discúlpenme por planear sin ustedes.”

Souji y Dia sonrieron. Se apuraron en unirse al abrazo de sus amigas, aliviados de ver mejor a Allura. Todos compartieron el entusiasmo de la inminente fiesta, dispuestos a pasarla a lo grande.

“¡Pero cuéntanos todos los detalles!” le urgió Allura.
“Sí, no nos has dicho nada sobre la misteriosa joven… ¿Mari, no?” dijo Souji.

Kanan asintió, dispuesta a recapitular lo que había sucedido aquella tarde.

 

   



Dia, Souji y Allura le sugirieron ir con ella al encuentro de Mari, pero Kanan insistió en ir por su cuenta. Además de ser riesgoso que los cuatro, siendo pasajeros de tercera clase, estuviesen por la cubierta de paseo exclusiva para primera clase; estaba el hecho de que verlos a todos juntos podía intimidar a Mari. Por la poca interacción que habían tenido, podía intuir que la rubia no había tratado mucho con la gente de clases inferiores a la suya, así que prefería que el proceso fuera de a pocos. Le quedaba claro que el salón común de tercera clase, con su algarabía, música y ambiente festivo, le chocaría de todas formas, pero tal vez junto a alguien con quien había tratado en una ocasión pasada… sería más llevadero.

Cuando la vio a lo lejos, se le escapó un suspiro muy hondo.

Mari portaba un elegante vestido de noche oscuro, con brillos que resplandecían gracias a las luces de los faroles del pasillo. Sus joyas eran sumamente sencillas, por más ostentosas que fuesen: un collar de oro y aretes a juego. Llevaba el cabello recogido en un moño, y contaba con guantes que llegaban a pasar sus codos.

Por un instante, se sintió muy consciente de su propia ropa. Para pasar desapercibida por la cubierta de paseo, portaba un atuendo muy similar al del día anterior: camisa holgada, pantalones con tirantes y una gorra para esconder su cabello.

Sus vestimentas eran harapos en comparación a las de Mari.

No sentía envidia, realmente. Sólo le había chocado la diferencia de clases. Sin embargo, debía aceptar que tal vez no se sentía tan digna de acompañar a una mujer de tal porte. Más aun, cuando tomaba en cuenta el evento al que iban.

Pero toda duda se disipó de su mente cuando sus miradas se cruzaron y Mari se le acercó rápidamente.

“¡Señorita Matsuura!” la llamó Mari, y ni bien se encontraron a medio camino, la rubia la tomó de las manos. “Gracias, una vez más, por acceder a acompañarme durante el viaje. Y por la invitación, por supuesto.”
“N-No se preocupe,” dijo Kanan, estrujando sus manos en el agarre. La seda de sus guantes era fina y muy suave, y Kanan concibió la idea de tomar su mano por el resto de la noche.

Le costaba recordar que, aún a pesar de todo, la situación era riesgosa. No podía olvidar que Mari era una mujer casada y aunque no tenía ningún tipo de relación romántica con su esposo, el resto de su clase debía considerar que las cosas si iban bien en el matrimonio de ambos. Además, nada podía cambiar el hecho de que Kanan era una mujer. Tal vez la situación hubiese sido distinta de tratarse de un hombre, pero no tenía sentido darle muchas vueltas al asunto.

Lo único que importaba era cuidar las apariencias en lugares como ese, llenos de pasajeros de primera clase. Y lo más importante: saber si Mari también portaba algún interés por ella, o si sólo estaba allí porque Kanan era la primera mujer con la que había interactuado fuera de su círculo social.

Con aquellos pensamientos en mente, soltó las manos de la chica de la manera más sutil que pudo. Se giró, tomando la delantera camino hacia el ascensor que las llevaría a la cubierta D.

“¡Vamos yendo!” dijo, sin mirar hacia atrás. Los tacos de Mari le indicaron que la rubia iba detrás de ella, lo que la llenó de alivio.

Pronto, sin embargo, Mari la alcanzó, y se prendió de su brazo, con toda la confianza del mundo. Cuando su mirada buscó la de ella, encontró que Mari sonreía de oreja a oreja, como si supiera lo que ella andaba pensando.




Las recibió el festivo ambiente del salón común de tercera clase.

El salón, distribuido en pequeñas mesas y espacios dedicados exclusivamente al baile, estaba dividido al centro por una tarima donde algunas parejas demostraban sus mejores movimientos de baile. Cerca de esta tarima, un grupo de pasajeros irlandeses se habían puesto a tocar con sus instrumentos melodías muy alegres de ritmos autóctonos de sus tierras. La gente bailaba en grupos o parejas, mientras que otros tomaban como si no hubiera mañana. Otros pasajeros realizaban apuestas, jugaban a los dardos, entre otras actividades. Había personas de todas las edades: desde niños hasta adultos mayores, y todos con rostros llenos de entusiasmo, celebrando la primera noche en el Titanic con mucha emoción.

Kanan no demoró en hallar a su grupo: lo encontró en una mesa cerca de la barra, compartiendo unas cervezas y conversación muy amena. Se llenó de alegría al ver a Allura riendo despreocupada, una faceta suya que había descartado desde la muerte de Jason. Tal parecía que, poco a poco, estaba recuperándose de aquella pérdida. Y Kanan no podía sentirse más orgullosa. Allura era una de las personas más bellas que había conocido en su vida, y sólo podía desearle lo mejor.

Dia y Souji también estaban disfrutando del momento, completamente enfocados en la conversación que sostenían entre los tres. De vez en cuando daban sorbos a su cerveza, y miraban de reojo a las parejas y grupos que bailaban cerca de ellos.

Souji fue el primero en notar a Kanan y a Mari, y las llamó, extendiendo su brazo y ondeando su mano. Con eso, Kanan tomó de la mano a Mari y la llevó hacia la mesa.

“Ah, llegaste,” la recibió Allura.
“Bienvenidas,” dijo Dia, y alzó su vaso de cerveza en dirección a ellas. Souji fue rápido en procurarles dos asientos libres, aprovechando que un par de amigos de la mesa del costado se levantaron para bailar juntos.

Allí, Kanan se dio cuenta de sus manos entrelazadas, y soltó la de Mari con discreción. No esperó escuchar, en medio del alboroto, una risa muy alegre por parte de Mari. A la rubia se le hacía demasiado sencillo notar su timidez y vergüenza.

Se sentaron, y Allura les extendió dos vasos de cerveza.

“Señores, les presento a Mari O’Hara,” mencionó Kanan, y alternó su mirada entre su grupo y la invitada.
“Un placer,” dijo la rubia, sonriéndoles a todos.
“Es un gusto conocerla al fin, señorita O’Hara. Kanan nos ha hablado un montón sobre usted,” comentó Souji.
“Siéntase en confianza con nosotros. Es la invitada especial de esta noche,” le dijo Allura, sonriendo.
“Muchas gracias,” Mari sonrió. “Más bien, pueden llamarme por mi nombre. Espero que no les cause alguna molestia que yo haga lo mismo con ustedes…”
“Claro que no.” Souji asintió. “Yo soy Souji.”
“Mi nombre es Dia,” dijo, y tomó un poco de su cerveza.
“Y yo soy Allura. Es un placer que nos acompañes hoy, Mari.” Allura sonrió. “¿Tengo entendido de que estás camino a Nueva York por los negocios de tu esposo?”
“Sí, debe cerrar un trato muy importante en Nueva York para poder lograr la expansión de su banco fuera de Europa. Es un tema muy delicado, porque justo hoy nos enteramos de que su competencia está a bordo, y que ambos lucharán por el mismo trato.”
“Oh, qué mala suerte. Espero que de todas formas le vaya estupendo,” dijo Souji.
“Yo igual.” Mari suspiró. “Anda muy preocupado por eso.”
“¿Cuál es el banco de… Lance, cierto?” preguntó Kanan.
“Sí. Es el banco McClain, el nombre viene del apellido de su familia,” dijo Mari.
“¿Creo que tiene una filial en Francia?” dijo Allura. “Me parece haber escuchado de ese banco antes…”
“Sí, hay un par de filiales en París.”
“¿Y tu familia a qué se dedica?” le preguntó Dia. “A-Ah, tal vez fue muy irrespetuoso de mi parte…”
“No, no hay problema.” Mari rio. “Somos dueños de una empresa de automóviles. ¿Vauxhall motors? De seguro han oído sobre nosotros.”
“Son muy conocidos en la industria, de lo que estoy enterada,” comentó Allura.
“Me parece haber visto a varios nobles con carros de tu compañía, Mari,” dijo Souji. “Hay un modelo en especial que es muy popular…”
“De seguro es el Prince Henry. Salió el año pasado, y es el orgullo de toda la compañía.” Mari sonrió, complacida. “¡Pero suficiente sobre mi vida! Me gustaría saber más sobre ustedes,” y aprovechó la pausa para darle un sorbo a su cerveza.
“¿Nosotros?”

Todos se miraron las caras.

Kanan les había pedido que se inventen trabajos, puesto que no quería mencionar su pasado en el Moulin Rouge. Pero la pianista no había tomado en cuenta factores claves: el ambiente festivo, la presencia de alcohol y… la actitud desinhibida que una de sus amigas mostraba ni bien entraba en contacto con la cerveza.

“Oh, todos fuimos trabajadores del Moulin Rouge,” comentó Dia, como si se tratase del clima.

Por unos instantes, Kanan juró haber sentido que el volumen de la música y la algarabía decreció para permitir que todo el mundo escuche el comentario de Dia. Y, de haber estado en otra situación, no le hubiese importado.

¿Pero en frente de Mari? Otra cosa.

Kanan cerró los ojos, sin la capacidad de poder encarar a Mari. Esperó escuchar algún comentario lleno de disgusto, pero nunca nadie la preparó para lo que se venía.

“¿¡QUÉEEEE!? ¿¡EN SERIO!?”

Lo primero que pudo observar cuando abrió los ojos de nuevo fue a Mari, quien se había apoyado en la mesa, sumamente interesada.

“¿Cuáles eran sus trabajos? ¿Todos eran bailarines? ¡Ah, que increíble! Siempre ha sido mi sueño ir a una presentación, y por ello me moría por ir con Lance a París para encargarnos de una de las filiales, pero su padre lo quería a su lado en todo momento.” Mari suspiró, derrotada. “¡Pero cuéntenme todo, por favor!” paporreteó la rubia, sin poder controlarse por la emoción.

Esa, definitivamente, no era la respuesta que Kanan había esperado oír.
“No esperamos verte tan emocionada, si te soy sincera,” dijo Allura, medio confundida.
“¿En serio?”
“Es que el Moulin Rouge tiene cierta reputación,” dijo Souji. “Por su ambiente bohemio… y bueno…”
“Los rumores sobre sus bailarinas,” completó Allura.
“Oh, pero sería muy absurdo que los juzgue por ello. Tomando en cuenta que es gente de mi clase la que forma la mayor parte de su público… ¿O me equivoco?” Mari les guiñó un ojo.
“Eso… es cierto…” Kanan suspiró.
“Pero… puede que esté pasándome de entrometida… Así que sólo cuéntenme si se sienten cómodos con ello.”
“No, no hay problema,” le aseguró Allura, con una sonrisa. “Dia, Souji y yo éramos bailarines,” contó.
“Oh, eso es muy modesto de tu parte,” Dia sonrió. “Allura era el centro de varios de los espectáculos semanales. Todo su público moría por la oportunidad de compartir un momento con ella: era de las más populares bailarinas. ¡Y tiene una voz preciosa!”
“Dia y yo sólo éramos bailarines extras,” contó Souji.
“Pero tenían su público,” mencionó Kanan, entre risas.
“¿Y tú, Kanan?” preguntó Mari.
“¿Y-yo?” tartamudeó, algo tímida. “Eh…”
“Kanan era la pianista, por supuesto,” la interrumpió Dia. “Sus composiciones originales siempre han contado con un toque de belleza muy particular. Le encantaba la improvisación del jazz, así que participaba en los shows. Como parte de la banda, también estaba encargada de la música de ambiente y las presentaciones del cabaret.”
“La escuchaste tocar hace unas horas, ¿no?” preguntó Souji.
“¡Sí! Hace tiempo que no escuchaba melodías tan llenas de vida. Sin duda, tiene un don muy especial.”
“…Dejen de hablar de mí por favor…” dijo Kanan, muy avergonzada.
“Quería proponerles algo. Creo que la mejor manera de conocernos es bailando,” sugirió Souji. Hizo a un lado su vaso casi vacío, y se levantó de la mesa. “¿Les parece si salimos a bailar?”
“¡Claro!” Y Mari se aferró del brazo de Kanan. “¡Vamos!”

Dia, Allura y Souji intercambiaron miradas rápidamente, antes de que el grupo se levantara de la mesa y se dirigiera al podio donde bailaban las parejas y grupos de amigos. En el camino, Souji invitó a una joven a bailar con él, y para cuando llegaron al escenario, cada uno contaba con una pareja.

La tonada movida de los inmigrantes irlandeses era sencilla de seguir, pero Mari y Kanan sentían que contaban con dos pies izquierdos, a comparación de los gráciles movimientos de sus acompañantes. Souji guiaba con facilidad a su pareja de baile, mientras que Allura y Dia estaban en perfecta sincronización, mostrando lo que parecía ser una rutina de baile del cabaret, que además de ir al compás de la música, dejaba en claro la superior habilidad de las mujeres.

Aún a pesar de todo, Kanan notó como Mari se divertía, sin importarle su poca experiencia e ineptitud para bailar melodías irlandesas.

Cuando cruzaron miradas, Kanan supo en ese momento que esa noche sería inigualable.
« Last Edit: November 30, 2017, 11:01:07 PM by Eureka »


Arence

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #53: October 30, 2017, 01:27:42 PM »
"Creo... que se está enojando."

Un arresto apenas eludido, un escondite seguro de pesca detrás de un bote salvavidas roto en la cubierta inferior y muchos intentos fallidos de nudos para línea de pescar después, Haru e Index revisaban su maravilloso y básicamente infalible plan para atrapar al Pez Gigante Alienígena de la Distorsión Mágica.

"Lo hemos picado al menos tres veces…”
“Index-chan, ¿ésa última no fue una ballena?”
“¡Bueno, dos veces! ¡Yo que iba a saber que el señuelo con energía mágica iba a emitir ondas que confundirían a las ballenas!”
“Es un sonido lindo~”

“Lo im-por-tan-te” dijo Index golpeando con énfasis el suelo “es que, primero, ahora sabe que tratamos de pescarlo y segundo, sabe qué señuelo usamos, así que creo que vamos a necesitar otro y a menos de que tengas a un mago calificado y dispuesto a hacer cosas posiblemente ilegales escondido en éste barco, ¡no podremos hacerlo!”

“¡Pero dijiste que iba a funcionar!”
“¡Y tú dijiste que era irresistible!”
“Hmmmmm” Dijo Haru con un puchero. “¡Debería serlo! Es en serio muy bonito... Tan bonito…” Estiró su mano hacia la toca de Index, en donde escondían el señuelo de pesca especial que habían diseñado juntos antes de subir al barco. La mano de Haru se acercó casi hasta poder tocar la tela, pero, en el último momento Index la golpeó rápidamente del camino en un gesto tan ensayado y repetido que continuó la conversación casi sin siquiera notar la interrupción.

“¡Pues no funciona! Tal vez es demasiado intenso, ¿no crees?”
“Hace ping... ping… “ ¡pack! Mano golpeada de nuevo.
“Hhmm. Podríamos intentarlo con algo más discreto. Convencional, tal vez.”
“¡Hnn hnn!” Asintió Haru, emocionado y poniéndose de pie. “¡Tú puedes hacerlo!”
“Eeeeeeee.”
“¿Eres una graaaaan biblioteca, no? ¡Libros de pesca!”
“No, no, soy una biblioteca mágica, ¡a los magos no les interesa pescar, es aburrido!”
“Nnooo, no es aburridoooo. ¿Acaso no nos hemos divertido mucho?” Otro puchero.
“Si si, supongo que no ha sido tan terrible.”
Una gran sonrisa.
“¡Pero no hemos atrapado nada!”
“Una ballena no es nada.”
“¡NO CRUZAMOS EL ATLÁNTICO PARA PESCAR BALLENAS!”

Index se puso de pie de un salto.

“¡Necesitamos inspiración!”

----

“¡Uuaaaargh!” Index se desplomó sobre la mesa, la gran pila de platos vacíos junto a ella se tambaleó pero al final regresó a su lugar.

“¡Uwaaa!” La imitó Haru con mucha más energía y felicidad. Sus platos eran mucho menos considerables.

“¿En qué estábamos?” Dijo Index varios minutos después, aun sobre la mesa y con los ojos cerrados. “Creo que era importante…”

“Hmm.” Haru mecía sus pies bajo la mesa, cosa que debía ser algún tipo de habilidad especial porque no era nada bajito.

“Hmmm.”
“¡¡Hmmmmm!!”

Un gran suspiro salió de ambos, habiendo recordado su situación.

“Haru, ¿crees que los niños pez del espacio como tú en realidad tengan habilidades mágicas ocultas y puedas realizar un ritual para la nueva carnada?”

“Mmmm. No lo sé…”

“Tienes esa…” Index hizo un gesto de disparar una pistola con una mano “cosa en la que controlas a la gente. Suena mágica. Y tu, uh, pariente el pez gigante definitivamente está emitiendo una señal mágica.”

“….no lo séeeeee.”

Index se incorporó de un salto, golpeando la mesa con los puños. Los platos se ladearon de nuevo, al borde del colapso.

“Haru eres un tonto ¡un gran tonto! ¡¡Has sido un mago todo este tiempo!!”

“¿Eeeeeeh?”

“Señorita, le voy a pedir que—“

Index le apuntó al mesero con el dedo, molesta.

“¡Haru! ¡Haz tu cosa!”

Haru, recobrando su alegría, le apuntó al mesero con una jeringa sin aguja llena de agua, mojándole un poco la ropa “¡No molestar!”

“¡No molestar!” Coreó Index. Empeza a acostumbrarse a esto, definitivamente ésta era su parte favorita del viaje. Haru era su mejor amigo, el mejor. No era abuso de poderes mágicos si es un tipo raro del espacio, ¿No? Claro que no.

“¡Y más postre!”

Su. Mejor. Amigo.

El mesero dio la vuelta como en trance y regresó con dos platos de flan. Index le apuntó a Haru con el tenedor y siguió con su conversación con la boca llena.

“No puedo creer que no lo había considerado desde antes. Lo único que necesitamos es un anzuelo de la caja… y que puedas seguir instrucciones por más de dos minutos.” Miró a Haru con sospecha.

“¡Puedo!”
“Sí, claro…”

“Pero pensé que habías dicho que necesitábamos un anzuelo que no tuviera la cosa mágica.” Dijo Haru tras limpiar su plato ahora vacío con la lengua y empezar a buscar en una bolsa que colgaba siempre en su hombro, sacando la cajita donde guardaban los anzuelos y acomodándolos todos en fila sobre su plato sucio.

“Nunca va a picar así. Solo dije que tenía que ser más discreto. Pondremos algo muuuuy sencillo en él, un pequeño hechizo básico de atracción. ¿Crees que necesitemos un nuevo pescador también? No se puede identificarme después de la última vez…”

“Yo teh dhijhe desdeh—“ Index le quitó el anzuelo rojo que se había puesto en la boca, limpiándose los dedos en una servilleta con cara de asco. “¡Te dije desde el principio! No eres mala para pescar, digo pescaste una balle—“

“¡Eso no es importante!”

“—una ballena. Pero necesitamos a alguien con más. ¡Baaahng!”

“Lo intento pero no te entiendo.”
“Alguien con más, ooooouuuhhh~”
“Vas a tener que explic—“

Pero Haru seguía fijamente con la mirada a un chico que salía del restaurante y hacia la cubierta, su largo cabello rojo ondeando tras él. Index miró al chico salir, el anzuelo en su mano y recordó el otro, guardado bajo su toca, igualmente de color rojo.

“Haru, tienes un problema.” Le dijo mirándolo de reojo, divertida.

“Es de familia.” Dijo él, aun un poco ensimismado.

“De familia, huh…” Y se puso de pie enseguida, corriendo tras el chico. Alcanzó a escuchar a un mesero preguntar a Haru por la cuenta, pero seguro él se las arreglaría como siempre.

“¡La casa invita!”

---


“¡Oye, tú! ¿Sabes pescar?”

Una niña pequeña lo molestaba y no sabía que hizo para merecerse tal cosa. Seguramente no le hablaba a él, claro.

“¡Hey, tú, cabeza en llamas! No me ignores. ¡¿Haru en dónde estás?!”

No iba a rebajarse a empujar a monjas diminutas por la borda. No lo haría. No lo haría.

“¡Oye!”

Bien, no, tocarlo era demasiado. Se volteó con su mejor ceño fruncido y levantó los brazos, listo para tomar a la pequeña molestia por los hombros y--

“¡Vamos a pescar!” Grito otra voz aguda desde lejos, y solo alcanzó a sentir un chorro de agua en su cara antes de que todo se desvaneciera.

Despertó sentado en la oscuridad, con una caña de pescar en las manos y una conversación estúpida en los oídos.

“Aun no entiendo por qué a veces bailan y a veces no.”
“¡Porque es divertido!”
“De hecho sí. Muy divertido. ¿Pero por qué no siempre?”
“Si hago bailar al mesero, se le cae el postre.”
“¡¿Entonces es intencional?!”
“¡¿CÓMO SE ATREVEN, PEQUEÑOS ENANOS?!”

Tanto Index como Haru se lanzaron para salvar la caña de pescar que Asch había soltado al levantarse. Confundido, Asch miró a su alrededor. Era de noche. Completamente de noche. Apenas empezaba el atardecer cuando se encontró a los niños en la cubierta.

“… no sé. Qué es lo que hicieron pero—“
“¡A pescar!”

Y agua en su cara.

---

Y despertó sentado de nuevo, con la caña de pescar, la cual soltó de inmediato.

“¡NO SE COMO PERO--!”
“¡UWAA SE CAE!”
“¡A PESCAR!”

Y agua en su cara.

--

“LOS VOY A AVENTAR A LOS DOS POR LA BORDA SE LOS JUR—“
“¡¿POR QUÉ SOLO TRAJIMOS UNA CAÑA?!”
“¡A PESCAR!”

Agua.

--

Muchos gritos. Mucha agua. La caña seguía salvándose casi milagrosamente.

--

Parpadeó un par de veces y analizó su situación. La primera vez los chicos habían seguido hablando tranquilamente aunque ya había despertado. ¿Será que no estaba durmiendo? Definitivamente estaba pasando el tiempo; la luna, casi invisible, se había levantado en el cielo.

Se quedó en silencio, en contra de todos sus instintos, y esperó.

No pasó absolutamente nada.

El chico rubio que insistía en mojarlo por alguna razón que no comprendía, se puso de un salto de repente.  “¡Se acerca!”

“Bieeeeeen.” Dijo la chica, de pie y recargada en el barandal. “Anda, ven a nosotros pececito…”

“… ¿por qué demonios hacemos esto?” Dijo Asch. No lo pudo evitar.

“Oh, estas despierto.” Dijo la chica, poniendo rápidamente una mano en la caña de pescar pero sin quitársela. “¿Qué?” añadió en un tono de voz burlón y desagradable. “¿ahora si vas a cooperar?”

“¿Tengo opción?” Sostuvo la caña con fuerza, tenía la impresión de que soltarla era lo que hacía que perdiera la conciencia. De alguna forma.

Ambos se miraron intensamente.

“Se acercaaaaaaa.” Susurró el chico.
“¿El qué?” preguntó Asch, desviando la mirada por un segundo hacia el mar.
“¡Gané!” Gritó la niña con un salto.
“¡No era una competencia!”
“SE ACERCAAA”
“¿¡QUÉ COSA!?”
“¡PON ATENCIÓN!”
“¡NO ME GOLPEES!”

“ssssse acercaaaaaaaa”
“Voy a soltar ésta cosa, juro que la voy a soltar si no me dic—“
“¡Nonono! Es el pez ¡El pez! El pez que estamos pescando.

“… en un trasatlántico.”
“Es un pez mágico que quiere acabar con la humanidad. No me cuestiones.”
“No la cuestiones” Asintió el chico. “Index muerde.”
“Mucho.”
“¿Pez mágico?” dijo con tal incredulidad en su voz que hasta el rubio la percibió claramente y respondió.
“Del espacio. ¡Como yo!”
“No lo compliques Haru.” Dijo Index, golpeando a Haru también. “Pescamos un pez. Tú ayudas. Y de hecho sí lo estás haciendo, nunca habíamos conseguido que se acercara tan rápido y eso que ni siquiera hicimos el hechizo de atracción en el anzuelo nuevo.”

“… ¿el hech--? ¿En serio planeas que crea esa estupidez?”
“¿Sí? Claro. Mira. ¿Cómo crees que llegaste hasta aquí, huh~?”

…Ok. Buen punto. 

No pasó nada durante algunos minutos. El silencio era tenso.

“Está dando vueltas en círculo. Creo que quiere estar seguro.”
“Bien, bien, todo listo. Escúchame niño bonito—“
“¡¿Qué?!”
“Tienes que ponerte de pie, ya ya ahora. Bien.”

Se puso de pie. Esclavo de una monja que muerde y un rubio del espacio. Claro. Qué más podría pasar.

“En cuanto pique, tienes que dejar que jale la línea, y cuando se relaje empiezas a recogerla rápidamente para que WOA.”

El barco entero se estremeció con un estruendo.

“…se vaaaaaaaa.”


Isumi

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #54: October 31, 2017, 06:27:14 PM »
Aun no lo re-leí para corregirlo pero muero de sueño así que posteo así por ahora. En todo caso, ya con esto solo me queda un aporte más y termino el segundo día fuuuuck >__< este mes fue un asco.






Ch. 5


No entendí qué había sucedido. Hiro yacía inconsciente en el suelo, cuando hacía solo unos segundos se encontraba hablando enérgicamente.
Yo aun estaba sentada en el suelo desde que mis piernas habían cedido, así que corté la distancia que nos separaba gateando. Una vez a su lado, comencé a sacudirlo y a repetir su nombre, pero no había respuesta.
¿Se habría desmayado? ¿Pero por qué?
Pensé en que muchas personas se desmayan cuando ven sangre y enseguida me puse a revisar su pequeño cuerpo en búsqueda de alguna herida, pero nada.
Atrapada por el pánico, pensé que tal vez la herida la tendría yo y comencé a tocarme la espalda y detrás de la cabeza; hasta que me di cuenta de lo improbable que habría sido eso, considerando que no sentía dolor como para tener sangre saliendo de mi cabeza.

Devolví mi atención hacia Hiro: respiraba profundamente.
No había duda, estaba desmayado. No sabía cómo ni por qué, pero era la explicación más lógica.
Lo tomé en mis brazos y lo levanté del suelo, tenía que llevarlo al hospital.
El problema habría sido cargarlo hasta allí. El hospital se encontraba en la cubierta D, nosotros nos encontrábamos en las chimeneas, el lugar más alto del barco y donde supuestamente no deberíamos estar. El único modo para bajar era por las escalas de gato y se me hacía imposible de hacer mientras cargaba con una persona inconsciente. Y sobretodo con un vestido.
No tenía más opción que llamar a algún miembro de la tripulación, probablemente me regañarían por estar allí, pero Hiro era más importante.

Dejé nuevamente a Hiro en el suelo y procedí a bajar a la cubierta y la escena se llevó a cabo como imaginé que sucedería. Un miembro de la tripulación me vio justo en ese momento y comenzó a regañarme.
-Señorita ¿qué hacía usted ahí arriba? Es peligroso para una señorita como usted estar cerca de las chimeneas y…-
-¡Disculpe!- Lo interrumpí acercándome bruscamente. -¡Tengo una emergencia! Mi… ¡mi hermano se desmayó y necesito llevarlo al hospital!-
-¿Su hermano dice?- Me preguntó alterado. -¿Dónde se encuentra?-
-Está ahí arriba. Es un niño muy travieso y me hizo perseguirlo hasta allí… pero luego se desmayó repentinamente y…-
-Entiendo, entiendo. No se preocupe, yo me encargo de él.-
-Muchas gracias.-

Habiendo salido de la situación con una pequeña mentira, sentí que empezaba a aprender una o dos cosas del libro de mi ahora hermano.
El oficial cargó a Hiro y lo llevó con prisa al hospital. Yo detrás siguiéndole me di cuenta de cuantas miradas atraíamos.

----

El encargado del hospital era el Dr William Francis Norman O'Loughlin. Un cirujano de mucha fama que, según me había contado mi padre, empezó a trabajar a bordo de los barcos de la White Star Line desde muy temprana edad, y antes de trabajar en el Titanic, había ejercido en el Olympic. Sabía que podría contar con él pues mi padre lo describía como una de las personas más gentiles y correctas que haya conocido en su vida.

Sabiendo eso, y viendo su confusión al examinar a Hiro, no dudé en preguntarle si no sería el caso de darle una medicina conocida como ‘Spirits of ammonia’, que se usaba para las personas desmayadas.
Él me miró sorprendido y con una sonrisa me dijo que mi hermano no estaba desmayado, que estaba dormido.

Por un momento me quedé callada, incrédula de lo que había escuchado. Y cuando le pregunté qué significaba eso, el doctor me dijo que debía esperar a que Hiro se despertara para estar seguro.
Después de decirme que no me preocupara y que él se encargaría del resto, me invitó a seguir disfrutando del viaje pues no sabía cuando el niño se despertaría.

----

Cuando me di cuenta de la hora, decidí dirigirme hacia la habitación que Haru me había indicado antes. Era una suite en primera clase, obviamente. Cualquier persona con semejante diamante a la vista no podía tener otra cosa que no fuese una suite.
Al llegar, una criada me guió hacia una habitación en donde había un sofá y me indicó que me sentara a esperar a la señorita.

Unos minutos después, vi a Isumi llegar acompañada de una niña de cabellos rubios que los llevaba atados en dos coletas y con un vestido de lolita rosa, elegante y lleno de detalles.

-Isuzu, un gusto verte de nuevo.- Comentó Isumi acercándose a mi. Enseguida me levanté y me dirigí hacia ella.
-Ah, eh… sí.- Por alguna razón estar ahí me ponía nerviosa y olvidé por completo cómo se comunicaba con la gente rica. -Perdón por la molestia…- No quería parecer descortés al dar por descontado que el favor que me hacía era gratis.
-¡Para nada! De hecho cuando le comenté sobre ti a mi hermana, se emocionó tanto que se podría decir que el favor nos lo estás haciendo tú.-
-...¿Cómo?-
-Ah, cierto.- Isumi señaló a la niña a su lado. -Ella es Nui, mi hermana menor.-
-Oh, es un placer señorita Nui.-
La niña se acercó a mí y con sus ojos grandes no había dejado de inspeccionarme desde que entró a la habitación.
-Así que tú eres Isuzu eh.- La niña me miraba de pies a cabeza como si estuviese dibujándome en su mente. -Eres perfecta.- Dijo con una sonrisa satisfecha.
-¿Eh? Ah… gr-gracias.- Avergonzada, no sabía donde poner mi mirada.
-Ah, disculpa. Me refería que eres perfecta para el vestido que tengo preparado para ti.- Enseguida se corrigió haciéndome quedar como una estúpida pensando que era un elogio hacia mi.
-Verás,- continuó Isumi. -mi hermana es una muy buena modista. A pesar de su edad, ya le han comisionado vestidos hasta gente de corte.-
-Whoa…- Me quedé sorprendida como esa descripción pudiese quedar con esa inocente niña que tenía delante.
-Exacto.- Nui siguió con una expresión que no parecía importarle la fama. -Y resulta que hace mucho quise experimentar con estilos de otras culturas y creé una pieza muy valiosa… pero desgraciadamente nadie es apto para llevarla.-
-¿Una pieza…? ¿Un vestido?- Pregunté confundida.
-Es un vestido.- Dijo volviendo a su sonrisa anterior. -Pero sería más correcto llamarlo kimono.-
-Ah… ah.- Y entonces entendí todo. Obviamente yo era perfecta para dicha pieza.

Sentí como poco a poco mi rabia comenzaba a subir como si fuera un volcán a punto de erupcionar.
Y antes de dejarlo explotar, decidí hablar. -Agradezco la oferta pero…-
-Isuzu.- Y entonces Isumi me interrumpió, se acercó a mí, me tomó de las manos y con ojos brillantes me dijo: -Estoy segura que te verías hermosa con el kimono que hizo mi hermana.-

Dejando de lado las intenciones de Nui y su sonrisa inocente que no podía ser para nada leída, los ojos de Isumi parecían ser sinceros.
Y entonces recordé las palabras de Hiro.

“Si realmente quieres ser capaz de vivir en un mundo que no hace distinciones entre diferentes razas, debes dejar de considerarte distinta, por más que los demás te vean así.”

Ella sinceramente quería verme con ese kimono puesto, no era porque me considerara una raza inferior ni porque quisiera burlarse de mí. Simplemente apreciaba mis diferencias y quería resaltarlas lo más posible.

Como lo más natural del mundo.

Negarle ese favor sería como negar mi propia raza.

Y me di cuenta que probablemente eso era lo que había estado haciendo hasta el momento.
Al negar mi propio ser, era lo mismo que considerarse inferior por no ser como los demás. Y más me consideraba inferior, más la gente me trataría como tal.
Exactamente lo que había dicho Hiro.

Pero a pesar de que yo me sentía inferior a Isumi, ella me veía como su igual. Ni siquiera consideraba la clase social, mucho menos le interesaba si en mí corría sangre del este o del oeste.

-De acuerdo.- Dije finalmente. -Espero cumplir con sus expectativas.-
-Ven conmigo.- Nui me hizo un ademán para que la siguiera y entró a una habitación al lado de la que estábamos.

----

Cuando Nui me lo mostró, no podía creer a mis ojos. El kimono que había hecho era una belleza sobrenatural y realmente se podía considerar una obra de arte. Era de un color azul tan oscuro que parecía casi negro, al fondo decorado con flores mayormente rojas entre otras tonalidades y un obi de color beige y rosa, asimismo decorado con flores y ramos más finitos que le hacían resaltar pero no demasiado.

-Ven, te ayudaré a ponerlo.- Dijo Nui entusiasmada. Pero como vio la confusión en mi rostro, me explicó. -Nuestras criadas no tienen entrenamiento en este tipo de vestimenta, así que tengo que hacerlo yo.-
-Ah, disculpa las molestias.- Le dije haciendo una reverencia.
-Si fuera una molestia no lo haría.- Dijo con una expresión exasperada. -Debes dejar de disculparte por cualquier cosa.-
-...de acuerdo.- Sin saber cómo responder, simplemente asentí y me dirigí hacia ella.
Me daba algo de vergüenza desvestirme en frente de una persona tan importante como ella, pero no había de otra.
Pero cuando comencé a sacarme mi vestido, Nui me detuvo. -Yo te ayudo.- Dijo y agarrando el vestido, comenzó a levantarlo mientras con sus manos esculpía mi cuerpo.
-Oye, ¿qué… qué haces?- Le preguntaba avergonzada sin poder realmente detenerla.
-Estoy midiendo tus proporciones…- Decía dirigiéndose hacia mi espalda. -Analizando tu estructura ósea.- Esta vez tocaba mis costillas para luego bajar hacia mis caderas. -No todos los días me encuentro con la oportunidad de analizar un cuerpo como el tuyo.-
-...- Avergonzada como estaba, no podía decir una palabra ni mover un músculo.
-¿Hm?- Por un momento Nui se detuvo sobre mis caderas y comenzó a masajearlas con movimientos circulares. -¿Acaso… eres mestiza?-
-¡¡¡!!!- Su comentario me había sorprendido tanto que no pude responder enseguida. Si mentía había una posibilidad que se diera cuenta, pero si decía la verdad… ¿sería capaz de entender que Hiro no es mestizo también?
Pero la situación no me daba tiempo de analizar las posibilidades, y la verdad salió antes de cualquier mentira que podría haberse inventado Hiro al momento.

-Sí, mi madre es inglesa.-
-Hmm… con razón eres tan bella.- De nuevo esa frase, ya no sabía si sentirme elogiada u ofendida.

Una vez que Nui terminó de vestirme, me acompañó hasta el espejo que tenía en aquella habitación para mostrarme el resultado. Orgullosa de su trabajo, no paraba de sonreír y admirar tanto el vestido como quien lo llevaba puesto. 
Cuando me miré al espejo me sentí extremadamente rara. Nunca en mi vida había usado vestimenta japonesa, a pesar de las raíces de mi padre. Pero sentía que, tal y como Nui había dicho, ese kimono parecía haber sido hecho específicamente para mi.

-Nunca pensé que algo me podía quedar tan bien.- Expresé mis pensamientos en voz alta y Nui me miró sorprendida para luego sonreír maliciosamente.
-Eso es a lo que me refería. Solo alguien como tú puede lucir correctamente este tipo de vestimenta. Osaría decir que deberías usar siempre y solamente estas ropas, pero supongo son incómodas para trabajar.- No entendí si aquel comentario fue sarcástico en cuanto a mi estado social o si lo decía genuinamente por preocupación. Nui era un misterio. -Cuando fui a Japón las personas usaban vestimentas similares a éstas para trabajar, pero no eran tan elegantes obviamente.-
-Supongo que no. Al fin y al cabo, en el trabajo uno debe estar cómodo para mejores resultados ¿no es cierto?-
-Veo que entiendes. Por cierto, sí sabes del baile en máscaras de esta noche ¿no?-
-Ah, sí. Leí que sería uno de los eventos durante el viaje. Pero no pensaba participar.-
-¿Por qué es eso?- Me preguntó curiosa, casi como desilusionada de que no podría pasar más tiempo con su nuevo juguete.
-Pues no tengo una máscara, y tampoco es que sea tan buena bailando.-
-Oh, si es por eso no te preocupes.- Dijo ella y empezó a buscar en un cajón. -Tal vez sea un detalle inútil considerando que con esas vestimentas no hay máscara que te pueda confundir entre la gente.- Esas palabras no me tranquilizaban para nada. -Pero he preparado una especial para quien usara éste kimono.- Y entonces sacó una máscara blanca, muy parecida a las que se suelen usar en este tipo de bailes, pero a diferencia de aquellas, ésta llevaba unas orejas y el diseño parecía de un zorro, o mejor dicho, era claramente lo que en Japón es conocido como kitsune.
-Es… particular.-
-Es hermosa.- Sentenció ella. -Me han contado en Japón que según la mitología japonesa, el kitsune es un animal con la capacidad de transformarse en ser humano. ¿No es interesante?-
-Lo es…- No podía decirle que ya lo sabía con el entusiasmo que mostraba en su cara.
-Imagínate si eso fuera verdad. Tú serías un zorro disfrazado.- Su expresión al decir eso se volvió momentáneamente maliciosa, y cuando escuchó la puerta abrirse, volvió a su rostro de antes.
-¡Isuzu!- Era Isumi quien había entrado y se acercaba ahora hacia mi a toda velocidad e intentando no correr. -¡Te ves preciosa!-
-Muchas gracias…- No estaba acostumbrada a los elogios y no sabía qué más decir que no fueran palabras de agradecimiento.
-La verdad es que te has pasado Nui. Muy buen trabajo.-
-Como es de esperarse.- Respondió la nombrada con orgullo.
-Por cierto… he de pedirte un favor.- Le dije con un tono humilde. -Es sobre Hiro.-

Entonces le comenté sobre lo que había pasado unas horas atrás y sobre el hecho que ahora se encontraba durmiendo en el hospital. Le dije que no me gustaría asistir a la cena o al baile sin mi hermano y que necesitaría ir a buscarlo para que pudiera prepararse.
Isumi entonces me sugirió que fuera Haru a buscarlo, ya que no podría yo estar paseándome por todo el barco vestida de esa manera, que por lo tanto esperara en la suite.
No pude evitar sentir un poco de preocupación al pensar en esos dos juntos.
« Last Edit: November 21, 2017, 11:14:47 AM by Isumi »


With the kids sing out the future
Maybe, kids don't need the masters
Just waiting for the little Busters



Eureka

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #55: October 31, 2017, 06:56:06 PM »
Quien es OOC? never heard of 'em

[como cuando haces un fic y tiene sentido y al dia siguiente lo lees y es muy malo (?) demet]

ME FALTA UN FIC MAS DEL SEGUNDO DIA T___T YAY ME



2nd evening






“¿Señor McClain? ¿A dónde va?”

La voz de Kanone sonaba calmada, pero llena de curiosidad.

Y Lance entendía a qué se debía: la sala donde se llevaría a cabo el baile de máscaras estaba ubicada en el sentido contrario. Lance, mientras tanto, estaba en pleno trayecto rumbo hacia las escaleras que daban hacia la cubierta exterior. 

“Uh…” Lance se giró hacia su socio, sin ninguna excusa en mente. ¿Cómo contarle que planeaba ir por Keith, el hijo de los Duff Gordon y rival de su familia, para ir a cenar?

Considerando que Kanone sabía sobre los Duff Gordon y trabajaba directamente bajo él y su padre, iba a ser difícil de explicar. Además, Mari no estaba junto a él, y eso también levantaba sospechas. Kanone podría sospechar sobre un amorío, en el peor de los casos.

“Voy a tomar un poco de aire antes de entrar al baile,” dijo, luego de aquella pausa que duró una eternidad para él. Esperó que Kanone no fuese capaz de captar sus nervios, porque sintió un leve quiebre en su voz al expresarse y ya se le venía el mundo abajo.
“Oh, ya veo,” le dijo Kanone, y Lance soltó un suspiro al ver que logró engañarlo. “Pero no se demore mucho. De seguro su señora lo está esperando abajo.”
“Sí, por supuesto.”

Si supiera.

Lance estaba seguro de que Mari estaba con Kanan, la pianista de tercera clase de la que se había enamorado.

La noche anterior, Lance y Mari habían comentado sobre sus días, antes de retirarse a sus cuartos separados dentro de la suite. Mari le había contado todo sobre su encuentro con Kanan en la tarde y posteriormente en la fiesta de tercera clase. La rubia no pudo evitar los halagos que soltó por doquier, todos en referencia a la misma pianista que fue su compañera de baile durante toda la noche. Asimismo, mencionó a los amigos de Kanan, y todas las aventuras que el grupo compartió cuando trabajaron en el Moulin Rouge. Habló de la visible tristeza en los ojos de Allura, quien había perdido al amor de su vida por una enfermedad un mes atrás. De Souji y Dia, asiáticos que como Kanan, habían llegado a Francia en busca de una vida mejor. Pero todos huían del mismo lugar por circunstancias muy especiales: la amenaza del duque detrás de Allura y las ganas de liberarse de aquel lugar tan conflictivo como lo era aquel famoso cabaret donde trabajaban.

“Lo veo luego, Señor Hilbert,” dijo Lance.

Kanone sólo asintió, y luego de dedicarle una sonrisa, se giró hacia el otro sentido, de seguro camino al baile de máscaras. Lance se apuró en llegar a las escaleras, y mientras las subía, se colocó el antifaz azul que llevaba en sus manos, con la intención de que nadie más lo reconociera. Era difícil, considerando que sólo cubría sus ojos, pero esperaba que lograra su cometido hasta cierto punto. No le había dado el tiempo de conseguir algo más para esconder su identidad, lamentablemente.

Camino al punto de encuentro, Lance notó que el número de pasajeros en la cubierta se había decimado a unos pocos, en su mayoría todos de tercera clase, quienes aprovechaban el evento para hacer uso de aquella zona restringida para ellos. Como la tripulación y los mayordomos de White Star Line andaban más pendientes del baile, ellos podían andar a sus anchas. La tripulación no era tan estricta con los permisos, pero era otra cosa andar por esos lares sin la constante preocupación de ser expulsado de aquella zona por sus condiciones de pasajeros. Le enterneció ver a niños jugando junto a sus padres; así como varias parejas de distintas edades sentadas en las bancas y camillas.

Keith estaba esperándolo en la misma banca de la noche pasada. Portaba un antifaz de tonalidades rojizas y bordes de destellos. Lance no pudo evitar notar que sus ojos violetas se veían muchísimo más llamativos con aquel marco.

A su lado, en la banca, yacía un sombrero de copa alta, de seguro para complementar su atuendo.
   

“Ten,” Keith le extendió el sombrero antes de siquiera saludarlo. Lance ya estaba a punto de indignarse, pero su acompañante se levantó de su sitio para colocárselo. “Creo que a ti te va mejor,” le dijo, y sonrió de lado.
“¿Por qué?” mencionó Lance, intentando mirar hacia arriba y fallando súbitamente. Se resignó a aceptar la presencia del sombrero en su cabeza con un hondo suspiro.
“Mi cabello se deja notar de cualquier forma. Tú lo llevas corto, así que puede ayudarte más…” respondió Keith, sin mirarlo a los ojos.
“Ah, claro.” Lance le sonrió, enternecido por su timidez. “Gracias. ¿Te parece si vamos yendo?”

Keith asintió, en silencio, y empezaron a caminar lado a lado.







Como era de esperarse, el restaurante A la Carté estaba casi vacío a esas horas.

Era una sorpresa grata para ambos que no lo hubiesen cerrado por el resto de la noche. El plan B era el comedor principal de primera clase, pero el restaurante tenía mas sazón y una atmósfera más privada. No necesitaron discutir previamente al respecto: ambos acordaban que lo mejor era cenar en el Ritz.

Lance revisó el local con mucho detenimiento: observó al par de parejas y grupos de pasajeros que yacian cenando en el restaurante, con el objetivo de descartar la presencia de personas allegadas a sus familias. Para su suerte (o falta de esta), había un socio de los Duff Gordon al extremo derecho de la entrada. Con sutileza, tiró de la manga del saco de Keith, y lo guió con la cabeza, sin mencionar palabra alguna. Keith fue rápido en notar al hombre, el señor Smith, que andaba en compañía de su amante.
Con una mirada, Keith le informó que no habría problema, y se dirigió hacia el lado opuesto. Lance lo siguió, hasta que llegaron a una mesa para dos, y tomaron asiento.

“Es un poco extraño que dos hombres cenen a solas,” habló Keith. Había tomado el asiento que daba la espalda al Sr. Smith, todo por precaución.
“Lo es,” dijo Lance. “Pero aquí nadie nos conoce. A excepción del señor…”
“Smith. Y su amante.”
“¿Qué?” Lance arqueó una ceja.
“Ella es su amante. Su señora esta en casa. El viaje de negocios para cerrar el trato con Marine Midland le sirve de excusa perfecta,” dijo, mirándolos de reojo por sobre el hombro.

Lance y Keith notaron que la mujer posó su mirada en ellos por unos instantes, lo que los obligó a enfocarse de vuelta en su propia mesa. Aprovecharon esos momentos para colocar las servilletas de tela en sus regazos. Felizmente, un mozo se les acercó a dejar las cartillas de menú en su mesa, y Lance la utilizó para tapar su rostro.

“Ya no está mirando hacia acá,” le aseguró Lance, cuando bajó la cartilla con cuidado. Keith soltó un suspiro, y asintió.
“Espero que no te hayan reconocido. El Sr. Smith es muy cercano a mi padre.”
“¿Qué tanto…?”
“Si yo no fuera su mano derecha, lo sería él.”
“…Oh. Esa es un montón de cercanía. ¿Y tu padre acepta su amorío con esa mujer?”
“No realmente. Es algo que todos los socios toleramos, pero mi padre siempre se muestra decepcionado cuando Smith llega a las reuniones junto a ella. Este viaje no es la excepción. ¿Tu familia no tiene un caso parecido.”
“No, creo que no. Pero si mi padre supiera sobre mi esposa y yo…”
“Ah, cierto. Mi padre comentó que te habías casado recientemente… Nunca los he visto juntos, a excepción de la cena de ayer. ¿Qué hay de peculiar en la relación con tu esposa?” los ojos de Keith se iluminaron, llenos de curiosidad.
“Pues… somos amigos.” La expresión llena de confusión en el rostro de Keith le sacó una risotada a Lance. “Sí, suena como un disparate, pero somos mejores amigos. El matrimonio es una farsa. Y aunque a veces nos cuesta fingirlo, todo tiene sentido cuando recordamos que no pudimos encontrar mejor cómplice que el otro.”
“¿Cómo así?”
“Es un poco complicado. Sólo basta con decirte que… es un poco tabú. Y este no es el mejor lugar para discutir sobre ello,” comentó, mirando de reojo a las pocas personas en el restaurante. “¿Te parece si lo dejamos para después?”
“Claro.” Keith asintió, aún un tanto confundido.

El mozo se les acercó para tomar la orden, y Keith hizo el pedido por ambos.

Aunque en un inicio se mostró dudoso, Lance asintió, convencido con la elección de su acompañante. Confiaba en que Keith tenía buen gusto.

“Tu turno.”
“¿De…?”
“De contar algo personal,” le dijo Lance, apoyándose levemente en la mesa. “No tiene que ser tan secreto si no deseas. Sólo quiero conocerte mejor. No todos los días tengo la oportunidad de cenar con un Duff Gordon sin que planee un complot en mi contra o algo así,” y se permitió un par de risas.

Era la primera oportunidad de conocer más a fondo a sus rivales, dejando a un lado el sesgo producido por la competencia entre sus bancos. Desde ya, Keith se le hacía único en comparación a Jason y a su padre, puesto que parecía ser más empático y se mostraba dispuesto a aceptar invitaciones tan peculiares como la que Lance le había hecho. Un Duff Gordon se hubiese rehusado desde el primer momento, lleno de recelo por la propuesta. Más aún, un Duff Gordon, al reconocer a Lance (luego de que este se presentó frente a Cross y Campbell), se hubiese negado a jugar junto a él un partido de squash.

Los Duff Gordon eran de enfocarse en sus asuntos laborales. Vivían para sus trabajos, al igual que su padre, el Sr. McClain. No tenían tiempo para hobbies o deportes, a menos de que fuese estrictamente necesario participar de ellos, ya sea para formar una alianza con algún nuevo socio, o fortalecer los lazos entre las familias cercanas a la suya. En eso, eran muy parecidos.

Ambas familias adoraban crear rumores sobre sus rivales. Y aunque a Lance se le hacía sencillo criticarlos, él también había participado de la creación de mentiras para traerse abajo la reputación de los Duff Gordon. No estaba muy orgulloso de aquello, pero siempre era en respuesta a las acciones de la familia rival, así que no se sentía tan culpable.

Con Keith en frente de él, podía reconsiderar sus acciones.

“Puedo decir lo mismo de ti, entonces.” Keith cortó sus pensamientos.
“Espera. ¿Confías en mí?” Lance se veía un tanto confundido.
“No entiendo por qué te muestras tan sorprendido, cuando ayer te dije que cenaría contigo y aquí estoy. Si no me inspiraras confianza, no hubiese aceptado ni a jugar squash contigo.”
“Oh,” Lance se llevó una mano al corazón, por puro drama. Keith se permitió un par de risas, y Lance se preguntó cómo algo tan tonto como aquel gesto le causaba gracia a Keith. Sin embargo, no se quejaba: la sonrisa de Keith era una bendición del de arriba, y por nada del mundo dejaría pasar la oportunidad de contemplarla y sentirse agradecido por esta.
“Yo… me siento un poco fuera de lugar con mi padre,” comentó Keith, un tanto serio. “No he crecido con él, porque como te conté ayer, estuve encargado de la crianza de mi hermano menor. Pasé más tiempo con las criadas y con Damian que con mis padres, realmente. Sólo compartí momentos a su lado hasta los trece, cuando nació mi hermano menor.”
“Y supongo que eso te causa varios problemas con él.”
“Sí, es casi imposible llegar a estar de acuerdo con sus puntos de vista y las decisiones que él toma por su cuenta. Con Jason congeniaba mejor: cosa que él decía era cosa que él apoyaba. Jay… él debió continuar siendo su mano derecha.” Keith desvió la mirada a un lado. Parecía atormentado por algo, pero Lance respetó la promesa que se había hecho a sí mismo de no insistirle acerca del asunto de Jason. Si Keith confiaba en él, eventualmente le contaría. Aún a pesar de eso, ya se estaba haciendo una idea de lo que había sucedido con el mayor de los hijos de Duff Gordon.
“Me imagino que va por ambos lados,” le dijo, pensando en la perspectiva del padre de Keith. “Él también debe sentirse acongojado por esto. Eres su hijo, y nunca ha tenido la oportunidad de pasar tiempo contigo… Recién con la ausencia de Jason se ha dado cuenta de ello. Eso no significa que tu punto de vista pierda sustento, por cierto. De estar en tus zapatos, lo resentiría. ¿Ha hecho algún intento por conectar contigo?”
“Sí, pero es muy difícil. Somos dos personas muy distintas.”
“Y aún a pesar de ello, planeas una coalición con nosotros,” dijo Lance, un tanto curioso.
“Es algo que le comenté ni bien me concedió ser su mano derecha.”
“¿¡En serio!?”
“Sí, pero me pidió que no lo vuelva a mencionar. La verdad es que esperaba encontrarme contigo en este barco para poder discutir sobre esto.”
“Tienes suerte.”
“Algo,” Keith sonrió. “Pero todo dependía de tu personalidad y disponibilidad… y no sabía mucho de ti. Las noticias de tu familia en los diarios se centraban en tu padre, y lo poco que Jay me comentó acerca de ti era demasiado negativo.”
“Oh, tu hermano me odiaba. Le parecía un tipejo charlatán. No me encontraba lo suficientemente serio como para ser su rival.”   
“Exacto. Y yo sabía que exageraba.”
“¿No me consideras un bufón?”
“No, en eso si tenía razón,” dijo Keith, y le sonrió de lado.

Ante el exagerado suspiro por parte de Lance, Keith rio.

“Okay, okay. No eres tan… bufón que digamos, supongo.” Y rodó los ojos.
“Bueno, continúa.”
“Oh, sí. Como Jay exageraba… tenía que conocerte en persona para poder juzgarte. Lamentablemente, no hubo ningún evento social luego de que adquirí mi nuevo cargo. De hecho… mi padre planeaba hacer un anuncio respecto a Jason después de asegurar el trato con Marine Midland, ya en Nueva York. No pensaba salir en público antes de eso. Por ello, hemos evadido cualquier tipo de reunión o fiesta el mes pasado.”
“Eso explica mucho.”
“Mi padre sí apareció en dos ocasiones, pero como se trataba de reuniones exclusivas de líderes de compañías, no hubo problema con ello.”
“Tu padre suena… muy parecido al mío.”
“Estoy seguro de que son dos gotas de agua. Tienen la misma línea de pensamiento, sólo que en dos bancos rivales. Si unieran sus fuerzas…”
“Espera. Ayer mencionaste una competencia sana.”
“Sí. Es lo más realista. Pero estoy un paso adelante… ¿no te gustaría cooperar con nosotros?”
“…Nuestros bancos juntos en uno solo…” Lance contempló la idea, una opción que nunca había considerado.
“Exacto. Imagínate lo que seríamos si anexamos a Marine Midland. No habría banco que pudiera antagonizarnos.”
“Es una idea sumamente extravagante. Pero no te puedo negar que suena llamativa.”

Y quién lo diría: si hace unos meses le hubiesen contado que estaría de acuerdo con tremendo disparate en tan solo cuestión de semanas, Lance no lo habría creído ni a balas.

“El problema está, principalmente, en nuestros padres. No los veo cooperando así como si nada. Y bueno, nuestras familias se odian, más allá de los jefes de cada una…”
“Por eso dije que debíamos instigar este cambio lentamente. Tenemos que planear esa estrategia con cuidado. No espero una alianza, suena sumamente idealista y muy perfecta para ser cierta, pero me basta con la tregua que propuse ayer. Esto que te cuento… es algo personal, como lo que me pediste que te confiara.”
“Y gracias por hacerlo,” le dijo Lance, con suma sinceridad. Luego, llamó al mozo, quien se le acercó velozmente. “Quiero el mejor vino de su carta, por favor. El más caro.”
“En seguida, señor,” le respondió el mozo, y se retiró inmediatamente.
“¿Para…?” preguntó Keith.
“Para celebrar, Keith. Este es el inicio de una tregua entre nuestras familias, por más de que no seamos nuestros padres. Quién sabe, en algún momento podrá tratarse de una alianza, como tú planteas. Y esa posibilidad, aunque mínima, es motivo de celebración.”
“Me alegra saber que estés de acuerdo.” Keith le sonrió.
“Por supuesto.”

Era extraño. Carecía realmente de sentido cómo Keith lo había convencido de creer en algo que, a simple vista, era imposible. Pero luego de escuchar sus argumentos, sus planes, sus convicciones, Lance estaba seguro de que él lograría lo que se proponía.

No podía negar que la idea de fusionar los negocios sonaba muy jalada de pelos. Más allá de eso, era una leve traición a su familia y a lo que su padre le había inculcado desde pequeño. Y aún así, se había encontrado a sí mismo apoyando aquel deseo imposible de unir ambos negocios.

Keith poseía un carisma singular, y Lance atribuía aquel radical cambio de pensamiento propio a eso. De otra manera, no hubiese sucedido. Nadie más podría haberlo convencido de algo tan alocado como lo era esa propuesta.

La propuesta de Keith no significaba dejar atrás su tirria por los Duff Gordon. Por Keith, sin embargo, sería capaz de hacer eso a un lado y enfocarse en sus intentos por conseguir una tregua en primer lugar.

El mozo llegó con la botella de vino, y se apresuró en servir sus contenidos en las copas de la mesa.

Lance y Keith alzaron sus copas, y sonrieron. 


« Last Edit: November 30, 2017, 11:01:31 PM by Eureka »


Mery

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #56: October 31, 2017, 09:46:02 PM »
No sé cómo lo lograré pero I must




Aún mirándose al espejo, toda aquella situación seguía resultándole irreal. ¿Qué tanta diferencia hacía el hecho de que se colocara una peluca, algo de maquillaje y un bonito vestido?
(Mucha. Respondió su mente y, aunque odiase admitirlo, era cierto.)
 
“¿Está lista, señorita?” Le preguntó Jaehee y Alice se miró en el espejo hasta sentirse satisfecha. 
“Sí.”
 
Alguien tocó a la puerta en ese momento y Jaehee se apresuró a atender mientras Alice se ponía de pie y daba pasos tentativos con los zapatos nuevos que acababa de ponerse. Se veía un poco más alta con ellos y podía afirmar que, luego de tres meses de práctica, ya se sentía con más confianza al andar en tacones. Además, era algo que tenía que usar a como dé lugar, ya que la Mery original le llevaba al menos unos cinco centímetros de altura, si no es que más.
 
“¿Alguna novedad?" Preguntó Alice cuando la mujer volvió.
“El Sr. Coran ya la espera en el comedor.” Informó la criada. “Pero antes, debo advertirle que hay alguien fuera de la suite que aguarda por usted.”
“¿Alguien?” Alice trató de no sobresaltarse, pero su sorpresa fue evidente para Jaehee.
“Se trata de la Srta. Alisha y, si me permite decirlo, parecía muy ansiosa por verla.”
 
Alisha Diphda, mejor amiga de Mery y la hija menor de una familia fuertemente vinculada a la política inglesa. Hasta donde tenía entendido, Alisha había estado viajando junto a sus padres por temas diplomáticos y la última vez que había visto a Mery fue varios meses atrás. No era de sorprenderse entonces que Alisha intentara buscarla, sobretodo porque su presencia en el Titanic se debía en gran parte a que ellas, como buenas amigas que eran, habían acordado viajar juntas ni bien los tickets estuvieron en venta.
 
Alice vaciló un momento. Si había una persona en todo el barco a quien debía convencer con su actuación, ésa era sin duda Alisha.
 
“De acuerdo.” Murmuró ella, respirando hondo. “Dile que pase.”
 
Si era imposible evadir esa confrontación, prefería que no se presentara en un pasillo con la posibilidad de llamar atención indeseada y así, aún si el peor de los escenarios se presentaba, fingiría seguir enferma y se excusaría con ella. Adicionalmente, si las cosas tomaban un curso inesperado, podría incluso evitar presentarse al almuerzo con Coran.
 
“Como usted desee.”
“Gracias.”
 
En lo que Jaehee iba por Alisha, Alice volvió a repasar mentalmente lo que llevaba aprendido en los últimos seis meses. Después de enterrar las narices en un sin fin de libros y recibir incesantes clases de etiqueta por parte de Coran, podía decir que era capaz de mantener una conversación civilizada. Si bien su vocabulario no era el más florido o mucho menos, podía adaptarse sin demasiadas complicaciones y eso, viniendo de alguien que sólo había recibido educación básica, ya podía considerarse un logro.
 
A pesar de eso, las posibilidades de que Alisha dedujera que había algo extraño en su comportamiento eran -a su parecer- muy altas, pero afortunadamente tenía la coarta perfecta para cubrirse las espaldas.
 
Sintiéndose más tranquila con aquello en mente, Alice buscó sentarse en la pequeña sala de estar a la espera de Alisha hasta volver a oír pasos acercarse.

“Srta. Mery.” La llamó Jaehee. “La Srta. Alisha ha venido a verla.”


Jaehee le había hablado mucho de Alisha en cuanto a su personalidad y trasfondo familiar, pero en cuanto a su aspecto físico había sido muy breve: rubia de estatura promedio. Por ello, al alzar los ojos para verla en carne y hueso por primera vez, su impresión fue grande. La descripción de Jaehee había sido demasiado vaga, la jovencita frente a ella era realmente bella y su postura era firme y elegante. Su cabello perfectamente amarrado en una coleta alta descendía en firmes bucles dorados sobre un hombro, mientras que su rostro de rasgos suaves se mostraba amable y paciente.

Alice se puso de pie y dio un paso hacia ella. “Alisha.”
“Eres tú.” Susurró Alisha.

Para su gran sorpresa, Alisha dejó de lado cualquier tipo de protocolo y prácticamente corrió hasta ella y la rodeó con sus brazos para darle un fuerte abrazo. Alice se quedó helada por un instante, sin saber cómo reaccionar mientras Alisha apoyaba su frente sobre su hombro. Desde su posición pudo ver la expresión llena de asombro tanto de Jaehee como de la criada que había venido junto a Alisha. Aunque de forma un poco tardía, Alice le devolvió el abrazo y fue entonces que su compañera se dio cuenta de lo que había hecho.

“Disculpa mi imprudencia.” Dijo rápidamente al separarse de ella, casi abochornada. “Tu tío me ha contado sobre tu situación, pero no he podido evitarlo.”

Alisha le pidió con un gesto que tomaran asiento y así lo hicieron.
“¿Me recuerdas?” Preguntó la rubia con sumo cuidado.

Coran fue quien le envió una carta a Alisha. En ella, él le contaba lo mismo que le dijo a Alice el día en que la conoció (al menos en lo que correspondía al accidente de Mery). Durante sus prácticas de equitación, Mery Baskerville había perdido el control de su caballo y sufrido una estrepitosa caída. El golpe más fuerte que recibió fue en su cabeza, el cual la dejó inconsciente. Después de ser llevada al médico, se declaró que Mery había quedado en estado de coma. Los doctores dijeron que el impacto le produjo un traumatismo cerebral y que lo único que podían hacer era esperar. Así, los días se volvieron semanas y las semanas en meses, pero Mery no despertaba y nadie podía asegurar si algún día lo haría.

Para cualquier persona fuera del círculo de amistades de los Baskerville, el pronóstico de la joven era reservado, pero el padre de Mery sabía que las posibilidades de que su hija regresa eran escasas, quizás nulas, por lo que procedió a poner en marchar un plan B. De ese modo, un mes atrás, se anunció que Mery había despertado al fin de su largo sueño, pero no sin sufrir algunas pérdidas. Su memoria, por ejemplo, era una de ellas.

Alice bajó los ojos hacia sus manos enguantadas en fina seda y negó con la cabeza lentamente.
“No, lo lamento muchísimo, pero no logro recordarte.” Respondió, jugando con sus dedos disimuladamente.
(Jaehee le había dicho que ésa era una manía de Mery cuando estaba nerviosa.)

Alisha soltó un suspiro y Alice evitó mirarla a los ojos.

“No lo lamentes, querida.” Dijo ella de forma conciliadora. “Soy yo quien debe disculparse por el atrevimiento. Debí preguntarte antes, espero no haberte incomodado demasiado.”
“No, descuida.” Le sonrió Alice. “De hecho, tu presencia me es agradable.”
Alisha se llevó ambas manos sobre el pecho y asintió enternecida. “Estoy segura de que tus memorias volverán poco a poco, pero si tienes dificultades, por favor no dudes en comunicármelo. Estoy aquí para ayudarte.”
“Te lo agradezco mucho, Alisha.”
“Es un placer.” Contestó ella antes de cerrar los ojos y respirar profundamente. “Tienes un semblante saludable, Mery. La última vez que pude verte, te encontrabas increíblemente pálida.” Alisha hizo una pausa para permitirse tomar aire y luego le dirigió una sonrisa cargada de inmenso alivio. “No tienes idea de cuán grande es la dicha que me embarga en estos momentos al confirmar con mis propios ojos que te has recuperado y al fin poder tenerte en frente otra vez. Quiero que sepas que mis oraciones han estado contigo desde el primer día.”

Alice le devolvió la sonrisa sintiendo que se le apretaba el pecho. Aquella jovencita hablaba con tanta sinceridad y cariño que realmente sentía que no lo merecía. Viéndola así, con los ojos brillantes por las lágrimas de felicidad reprimidas, desea con más fervor que Dios escuchara sus plegarias y Mery realmente pudiese despertar pronto. No quería mentirle.

“Agradezco de todo corazón tus buenos deseos. Me alegra mucho estar aquí y poder compartir esta experiencia contigo.”
Alisha sonrió con nuevo ánimos. “Será como la primera vez visitamos Nueva York. Te encantará, te llevaré a los lugares que fueron de tu mayor agrado.”
“Eso me encantaría.”

Ambas continuaron hablando por unos minutos hasta que Alisha propuso dirigirse al comedor para encontrarse con Coran. En medio del camino, Alisha se detuvo para hacerle una confesión.

“El Sr. Coran me aconsejó que no te abrumase con demasiada información antes del viaje, dado que aún estabas recuperándote, es por ello que no recibiste ninguna noticia mía sino hasta el día de hoy. Espero que sepas perdonarme por ello.” Explicó viéndola con culpa.
“Has sido considerada conmigo, no lo menciones.”
“Gracias.” Alisha sonrió nuevamente y luego asumió una voz más serie. “Quería comentarte que no he venido sola, como originalmente había planeado. Rika, mi prima, me ha comunicado hace apenas una semana que me haría compañía durante el viaje. Abordará cuando lleguemos Cherbourg en breve.”
“Oh.” Alice no sabía qué intuir de aquella noticia. No tenía idea de quién era Rika o por qué la actitud de Alisha había cambiado al mencionarla. Pero supuso que no tardaría en averiguarlo.


Puri

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #57: October 31, 2017, 10:50:19 PM »
yo: voy a acabar el fic antes de postearlo!!
temblor: not so fast bitch
ptsd: betcha thought you'd seen the last of me
yo: *POSTEA LA MITAD PARA IR A TOMAR AGUA DE AZAHAR Y ECHARSE A LLORAR EN PAz*



“¿Cómo le fue durante el día, señorita?”
“Bien.”

Y Sayaka se sentía tranquila de no estar mintiendo.

Howard llegó en la mañana para llevarla a tomar el desayuno junto a Charles y Erik, el cual fue tranquilamente agradable. Tuvo cuidado de no hablar mucho y de ser lo más sumisa posible, haciendo comentarios solo cuando alguno le hablaba. Por una parte, podía ver que tanto su primo como su pareja la miraban un tanto preocupados, pero por otra, no dejaba de recordar que el mismo Charles le había pedido que se comportara, así que no tenía derecho alguno a reclamarle su actitud. El logro de una mañana tranquila puso de buen humor a Howard, quien decidió después llevarla de paseo por la cubierta del Titanic y comentarle las cosas más importantes de la reunión con el señor Cavendish. Si bien Howard asumiría Drumlaring, Sayaka era la que había crecido ahí y conocía de la zona y de la finca, así que los dos lograron una conversación civil sobre las decisiones que deberían tomar sobre el hospital y cuántos fondos deberían de ser destinados de los que ganarían de la fiesta que Howard había logrado que el señor Cavendish organizara junto a él en Londres. Sin embargo, la mente de la menor estaba en otro lado. No dejaba de pensar en su situación actual y cómo había estado jugando todo hasta el momento. Si se iba a casar con Howard para el resto de sus días, ¿no sería mejor que siguiera comportándose así como esa mañana, tanto para su salud mental como la de él? Ya no albergaba esperanza alguna de amarlo en algún momento de su vida, pero al menos podría tolerarlo como en aquel momento. Podría lograr que Howard la respetara, incluso.

Durante el paseo en cubierta se cruzaron nuevamente con Jean-Jacques, quien iba acompañado de Otabek. Sayaka se sintió sumamente avergonzada, pero tenía mucho miedo de arruinar la mañana, así que pasó de largo junto a Howard que, a pesar de haber visto a los otros dos acercárseles, no se dignó a detenerse a saludarlos. ¿Le contaría Isabella el porqué de su actitud a Jean? ¿Pero quién se lo contaría a Otabek? Sayaka sabía que no le debía explicaciones a la servidumbre, pero Otabek había sido muy gentil y bueno con ella la noche anterior, a pesar de su exabrupto.

“Me alegro mucho de que todo esté mejorando entre ustedes dos.” Mila siguió cepillando su cabello.

Entonces, ¿por qué la tranquilidad no le daba paz?

Durante el almuerzo, lo mismo volvió a ocurrir. Había quedado con Howard y su abuela de almorzar junto a los conocidos franceses de la mayor, pero en el camino al comedor pudo ver a Jean-Jacques junto a Otabek, aunque esta vez los dos se encontraban con Isabella y una de sus criadas. Cruzó miradas con su amiga -mientras sentía la pesada mirada de Otabek en ella también-, pero les dio rápidamente la espalda mientras ingresaba al recinto. Si bien Howard no tenía mayor problema con Isabella (y habría sido estúpido de su parte insultar el tener una relación amistosa con los Black-Hunter), ya había dejado en claro la noche anterior lo que pensaba del canadiense.

(Y admitiéndolo dentro de sí misma con vergüenza, lo que ella también pensaba de su gente hasta hacía un día atrás)

“Listo”, dijo Mila sonriéndole. “¿Le gusta cómo quedó?”

Sayaka se miró en el espejo y corroboró que todo había quedado como lo había pedido.

“Perfecto, Mila.” Se levantó de su asiento y Mila corrió a traerle su abrigo. “Trae el tuyo también, mientras más rápido llegue al camarote de Isabella, más rápido podré alistarme.”
“Por supuesto.” Terminó de arreglarla y salió de la habitación. No se demoró mucho y volvió también con una chaqueta encima, además de la maleta que llevaba todo el atuendo que Sayaka usaría en la noche.
“Vámonos.” Ordenó.

El recorrido fue muy rápido, y la mentira, muy creída. Sayaka le dijo a su abuela y sus criadas que Isabella le había invitado a tomar el té a su recámara, que sólo después de ello volvería para alistarse e ir a la fiesta de máscaras. Su abuela asintió y le dijo que la esperaría junto a Howard para ir a la fiesta; pero el detalle era que la joven no planeaba regresar, ya que iría a la fiesta disfrazada de otra persona y tener una última noche de felicidad y baile. Estúpido, arriesgado, y para nada digno, sí, pero mañana perdería prácticamente su futuro entre tazas de té, crema y bollos.

Aquella tarde, después de almorzar, Sayaka y Howard fueron juntos a tomar el café al mismo café donde había almorzado con Charles y Erik la tarde anterior. Siguieron conversando amenamente sobre los planes de Drumlanrig y eventualmente llegaron a tener un silencio tranquilo. Si bien Sayaka habría preferido no tenerlo más como prometido, Howard hacía un excepcional compañero de inversiones. Algo de reconocimiento tenía que darle.

“Quiero hablar contigo sobre nuestro matrimonio.” Un segundo. Dos.
“Por supuesto. Te escucho.”
“No deseo que mi fortuna sea integrada al patrimonio de la finca.” Tres. Cuatro. Cinco.
“¿No te harás responsable económicamente si Drumlanrig quiebra, entonces?”
“No. Deseo que especifiquemos eso en un acuerdo prenupcial.”

Mi dote es Drumlanrig. Si mi dote se dilapida, ¿qué será de mí si luego te hartas de mi presencia? ¿Qué será de mí, si me quedo sin nada, solo contigo y tu apellido a cuestas, como una maldición?

Y aunque te diga que no. ¿Qué te impediría lograr tu cometido de una u otra forma?


Diez, once, doce…

“Discutámoslo mañana con mi abuela y Charles. Lo ideal sería hablarlo en el desayuno, para poder llegar a un acuerdo durante el día.”
“Por supuesto. Tomemos el desayuno en tu camarote, sería mejor que no seamos interrumpidos. Iré más tarde a verte para ir al baile juntos.”
“Como gustes.”

Siendo realistas, Howard estaba siendo muy inteligente de no unir su fortuna a la finca. De haber estado en su posición, Sayaka habría hecho exactamente lo mismo, ya que conocía de historias recientes de malos manejos y familias forzadas a vender todo para salvarse. En su caso, de dilapidarse los bienes de Drumlanrig, Sayaka y Howard podrían mantenerse con la fortuna de este (si es que no la invertía a último minuto para salvar la propiedad), después de vender la casa, pero entonces… Entonces ella se quedaría en cero. Ni siquiera el motivo por el que había aceptado su futuro a su lado, su título y dominios, tendrían uso o sentido en aquel entonces. No había peor caso que ser un aristócrata caído y ser objeto de burla por todos. Si Scorpius jamás hubiera caído en desgracia, Sayaka estaría preparándose para darle el sí a él y no a Howard.

Después de todo, una cosa es que el hijo de un barón, como Howard, cayera. Otra cosa es que la hija de un conde cayera. Claro que sentirían más pena por ella que por Howard, pero la vida que le tocaría sería muchísimo más dura de tener que rebajarse para sobrevivir.

Y Howard jamás se atrevería a divorciarse de ella. A menos que él lograra pintarla como una histérica ante el resto del mundo y entonces ahí la pena se dirigiría a él.



No se sentía egoísta por querer una última noche en que no tuviera que pensar.

Las criadas de Isabella habían sido instruidas en que serían despedidas sin carta de recomendación de atreverse a comentar el plan de las dos amigas. Sayaka les recordó lo mismo y le hizo la misma amenaza a Mila frente a ellas, aunque no dudaba de la lealtad de ésta que ya se encontraba informada de antemano.

Entró al cuarto de su mejor amiga, quien le esperaba con el té servido.

“Querida mía, estás pálida. Ven, siéntate.” Con un gesto hizo que las criadas se fueran y les dieran privacidad. Aún faltaba para que empezaran las preparaciones de la cena. “Hoy estuviste todo el día con Howard, así que me imagino por qué tanto disgusto.”
“No es que sea una deducción muy difícil.” Le sonrió débilmente e Isabella le acarició sus brazos. “Me temo que he arruinado mi amistad con Jean al no haberle saludado durante el día.”
“No tienes que preocuparte. Hablé con él cuando nos cruzamos contigo en el almuerzo y ya todo está arreglado, además que me juró por el cariño que me tiene que no divulgaría tus problemas con Howard.”
“Considerando el cariño que te tiene, estoy segura de que mis problemas pre-maritales están a salvo.” Isabella se sonrojó ante el comentario, pero le sonrió feliz de ver a su amiga cómoda con su relación.
“Cuéntame. ¿Qué ha pasado ahora?”

Sayaka suspiró y le contó todo el día que había tenido. Cómo tuvo un buen día junto a su prometido hasta que comenzaron a hablar del acuerdo prenupcial. Isabella se enojó, como era de esperarse, y le repitió que debería de hablar con Charles para negarse a firmar tremenda osadía; considerando que cuando una mujer se casaba con un señor de alta alcurnia, y este era dueño de una propiedad tan grande como las de ellas, por lo general su fortuna se integraba al patrimonio. Pero como Sayaka le hizo notar, eso era la regla con las mujeres, no necesariamente con los hombres, aunque su situación fuera a la inversa.

Cuando le pidió que cambiaran el tema, Isabella le confesó, nuevamente sonrojada, que había aceptado la invitación de Jean de quedarse un par de semanas en su casa para conocer a su familia. Le contó que, si es que el cortejo y la visita a su familia iban bien, planeaba mudarse allí a los Estados Unidos para vivir con Jean. Él ya había vivido varios años estudiando en Cambridge, así que no soportaría separarlo de manera definitiva de su familia cuando finalmente los vería después de tantos años… Y aunque a Sayaka le dolió en el alma darse cuenta de que perdería a su mejor amiga, quería verla feliz con Jean después de haber presenciado lo mucho que se querían. Le alentó, entonces, y le prometió que se portaría bien para que Howard le permitiera acompañarla a la propiedad de los Leroy a despedirse, ya que no se verían, entonces, hasta el día de su boda.

“Es hora de alistarnos.” Isabella se levantó a abrir la puerta y llamó a sus criadas. “Por favor, muéstrenle mis vestidos a la señorita Sayaka. Y una de ustedes encárguese de cepillar la peluca que ha traído.”

Las criadas se pusieron manos a la obra y empezaron rápidamente a poner en la cama los vestidos de fiesta que Isabella había traído. Sayaka optó por el color que combinara mejor con sus nuevos bucles rubios y que fuera lo suficientemente sencillo para pretender ser, o de clase alta baja, o de clase media alta. Este era de algodón y muselina color mostaza, ceñido a la cintura con un cinturón de seda, y con varios encajes blancos en la parte final de la falda y el cuello. Eligió de la joyería de su amiga un simple juego de perlas para el collar y aretes, además de un prendedor simple que le dio a la criada que se encargaba de estilizar su peluca para que lo usara en ella. Finalmente, tomó unos guantes largos del mismo color de los encajes para terminar el atuendo.

Isabella escogió su atuendo de entre las demás opciones que había dejado Sayaka, optando ella por un vestido de seda blanca en la parte de arriba con una falda azul marina. El cinturón iba integrado y era de seda con diversos motivos, imitando un encaje; mientras que los guantes eran del mismo color oscuro de la parte baja. Escogió los collares y aretes de ágata negra que la familia de Sayaka le había regalado cuando ambas debutaron juntas en Londres hacía un par de años, y un broche sencillo de diamantes en forma de rosa para el pecho.

Terminadas las decisiones importantes, una de las criadas comenzó a llevarse las cosas de Sayaka hacia otra habitación y así poder ayudarla a desvestirse, dándole privacidad a Isabella. Terminado de ponerse el atuendo, y corroborado que la dueña del camarote también estaba vestida, la criada se excusó para ir a buscar sus máscaras; pero fue en ese momento que llamaron a la puerta. En silencio, Isabella le indicó a Sayaka que se encerrara en la habitación donde se había estado cambiando.

Escuchó cómo, al abrir la puerta, la criada recibía con sorpresa al señor Link.

“Howard, mi querido, ¿eres tú?” Escuchó decir a su amiga.
“Así es, Isabella. Disculpa que te interrumpa en estos momentos, pero tenía entendido que Sayaka tomaría el té contigo.”
“Oh, cielos. Tendrás que perdonarme, que con todo el ajetreo no pensé en mandarte algún tipo de comunicado con mis criadas… Ven, siéntate conmigo… Sabrina, sí, anda a recoger lo que te pedí… Verás, Howard, Sayaka comenzó a sentirse muy mal después de tomar el té.”
“¿Qué sucedió?”
“No te incordiaré con los detalles, que claramente son repugnantes. Mandé a llamar a un doctor, claro está, y después de revisarla nos dijo que son los mareos por el movimiento del barco.”
“Pero en la mañana se encontraba perfecta.”
“Eso mismo nos dijo ella, pero el doctor le dijo que no todas las personas se acostumbran con tanta facilidad a este tipo de movimientos, aunque pareciera que lo hagan en un inicio. Después de devolver sus alimentos le entró una fiebre alta, así que decidimos dejarla descansando, por eso insisto en que la dejes dormir aquí en vez de llevarla a su cuarto, no quiero que se despierte antes de lo debido y termine nuevamente enferma.”
“No quisiera incomodarte de esta manera…”
“Claro que no. Le tengo mucho cariño y aprecio, no permitiré que me digas que es un estorbo, porque estoy feliz de poder atenderla.”
“Por supuesto. Bueno, no te quitaré más tiempo. Tengo que ir a decirle a la señora Baranovskaya que iremos solo nosotros.”
“Claro. Oh, por cierto, Sayaka dijo que mañana tenía planeado desayunar contigo y su familia, así que manda a decirle a Mila que venga apenas amanezca para ver si se encuentra mejor y poder así ayudarle a arreglarse.”
“De acuerdo. Muchas gracias por todo, Isabella.”
“No hay de qué, Howard querido. Déjame acompañarte a la puerta…”

Apenas se cerró esta, Sayaka abrió la suya y ambas amigas se sonrieron. Lo peor ya había pasado.

En la habitación terminaron de ponerse sus joyas y la criada de Isabella comenzó a hacer el peinado de esta. Pasados unos cuantos minutos en que cuchicheaban sobre los invitados y las cosas de las que se habían enterado de sus conocidos durante el día, llegó la otra criada con las máscaras que se encontraban repartiendo en el salón principal para el baile. Sayaka tomó la de color crema para pasar más desapercibida, mientras Isabella tomaba la negra. Ambas estaban rodeadas de plumas y gemas brillantes, definitivamente ningún detalle se le había escapado al Titanic.

La segunda criada terminó de estilizar la peluca de Sayaka y le ayudó a ponérsela, mientras Isabella se levantaba y se echaba perfume en el cuello, volteándose para echarle la misma esencia a su amiga que aún no podía moverse. Terminaron así de arreglarse y las criadas pasaron a sacar los abrigos de Isabella para que nuevamente decidieran cuáles usarían. Justo en ese momento, llamaron a la puerta y las dos chicas salieron a recibir a sus invitados.

“Mi muy querido Charles”, le saludó Isabella con una amplia sonrisa. “¿Ya había tenido el placer de introducirte a la señorita Green?”
“No”, respondió riéndose y levantándose el sombrero. “Un gusto, señorita Green.”
“El gusto es mío, conde Xavier. Jamás pensé que estaría en frente de una persona tan importante como usted… El primo de la señorita Gracie…” Todos terminaron riéndose con esto, incluido Erik, quien presenciaba la escena.
“¿Nos vamos?” Preguntó ofreciéndole el brazo a Isabella, quien lo tomó mientras Sayaka hacía lo mismo con Erik.



*llora amargamente las 2k no editadas ni acabadas que no pudo postear por el temblor*

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue


Kana

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #58: November 14, 2017, 08:17:39 PM »
Una parte de la fiesta... La otra la dejaré super breve y después el hundimiento (si es que lo logro  :'( )


Después del bochornoso evento que había vivido aquella vez, no quería encontrarse con aquel joven en lo que quedara del viaje. Lo había evitado, o, más bien, afortunadamente no se lo había topado desde entonces.
Pero las circunstancias ameritaba que cursada por un proceso irónico de interacción con quien estaba evitando desde el primer día que había abordado el barco. Aspiró hondamente antes de acercarse a él, acumulando más valor.

—…Disculpe.—
—…— El joven, de cabello oscuro y semblante serio, le prestó atención. Estuvo momentos  antes absorto en la visión que le entregaba el mar. —¿Sí?—
—…— Lana disimuladamente miró hacia ambos lados como modo de precaución, no quería que nadie les escuchara. —Señor, la otra noche nos conocimos en un extraño suceso.—
—Ah, la recuerdo.— Le respondió Avilio, sin un ápice de preocupación. Aquella dama lo había descubierto usurpando la billetera de un hombre acaudalado.
—Bueno…— Lana se irritó un tanto internamente de ver lo descarado que era. Habló en tono más bajo. —Sin intenciones de que mis comentarios suenen hirientes, estimo que usted tiene cierta habilidad con tácticas pocos ortodoxas.—
—Hm.—
—Y no deseo involucrarlo en problemas pero…— Esperó que una pareja de novios terminara de pasar cerca de ellos. Al ser de día, muchos aprovechaban de pasear por la cubierta del barco. Esa pareja miró con cierto desprecio a Avilio, notando prontamente que no pertenecía a la misma clase social que la mayoría de allí. —Seré franca, necesito de su ayuda.—
—¿Qué es lo que necesita una dama como usted de una persona como yo?— Por lo regular, le parecía curioso que se diera esa situación. El italiano alzó una ceja.
—Es algo de lo que no le puedo conversar aquí.— Ella señaló con la mirada hacia una zona más apartada. Notó que el chico no tenía intenciones de acompañarla. —En serio, es algo que le conviene bastante.—
Avilio le siguió, pero no porque se sintiera su subordinado. ¿Intentaba amenazarlo con algo? O posiblemente avisaría a las autoridades del barco de sus fechorías. Llegaron a una zona más aislada donde ambos esperaron el momento indicado para romper el silencio.
—Lo que quería proponerle es algo bastante complejo pero que confió que alguien como usted pueda lograr de modo fructífero.— Lana dio un suspiro. Luego le indicó nuevamente con la mirada hacia un sector donde un joven de cabello rubio caminaba con algunas personas de importancia. —¿Ve a ese joven de allí? Necesito que lo siga a sus aposentos y que sustraiga algo que tiene en su poder.
Avilio soltó una risa tras escuchar aquello.
—¿Sucede algo?— Lana había fruncido disimuladamente el ceño. Su rostro lucía más infantil cuando hacia ese pequeño gesto.
—¿No le parece cómico acaso? Que una lady de alta clase le pida a un turista de tercera clase que usurpe los bienes de alguien de importancia. Es algo intrigantemente malicioso…—
—Escúcheme. Si usted supiera lo que necesito estoy segura de que aceptaría este trato que deseo proponerle. Además, la oferta monetaria que le ofreceré seguramente le vendría muy bien a…— El discurso serio y monopolizante.
—Alguien como yo. El tipo de persona que pertenece a una clase social la cual hace cualquier cosa por un poco de dinero.—
—N-no quise decirlo así.— Y entendió que había caído en la misma conducta pedante y clasista de Nathan.
—¿No?—
—Lo siento.— Dijo con sinceridad, mirando hacia otro lado. —No fue el modo correcto de expresarme para con usted. Creo que me deje guiar por mis emociones y, sí, por mi status. Lo cual no ha estado bien.—
—…—
—…—
—¿Qué es aquello tan valioso de lo que desea desapropiar a aquel tipo?— Fue Avilio el que rompió nuevamente el silencio. La disculpa anterior le sonó a algo honesto, por lo que se permitiría escucharla un poco más.
—Unos documentos. Sé que suena extraño y hasta absurdo… Pero necesito impostergablemente que entre en su alcoba y me consiga una carpeta con documentos.— Soltó un suspiro. —¿Puede hacerlo?—
—De poder, puedo. Pero no lo haré.—
—¿Qué?—
—Por el secretismo con el que se maneja veo a simple vista que es algo comprometedor.—
—Si sucede cualquier eventualidad, prometo que lo protegeré.—
—…— Que raro sonaba aquello viniendo de una mujer. Un nuevo ambiente de silencio se creo entre ambos.
—Veo que es alguien de pocas palabras.—
—Debo retirarme.— Avilio hizo un gesto de reverencia —Permiso.—
—Espere.— Le sujetó antes de que partiera. —Es al único que puedo pedirle algo tan difícil. Sé que no es algo fácil de tratar, pero estoy sola en esto y nunca he hecho algo parecido…—
—Debo analizar si tomo el trabajo, pero primero, ¿Cómo podría reconocer los documentos si acepto?—
—Oh.— A Lana le cambió el semblante de preocupación por uno más aliviado. El italiano le había hecho una buena pregunta. —Es crucial que usted no lea su contenido. No obstante, bastará con ver a quien está dirigido. Verá el nombre de… de alguien con las iniciales E. S.—
—¿Algo más?—
—Sólo eso puedo decirle. Y destacar el tema de confidencialidad. ¿Puedo contar con usted?—
—No tengo nada mejor que hacer.—
—Perfecto. Hoy en la noche él no estará en su alcoba y será el momento ideal de efectuar el plan.—
—¿Hoy?— Se evidenció algo sorprendido por lo precipitado.
—Sí.— Asintió. Acto seguido, llamó a su sirvienta dando un par de aplausos disimulados.
—Mi Lady.— Ephonine, quien había estado observando desde un lugar apartado ansiosamente, se acercó a ellos dos. Sacó un sobre elegante mostrándoselo discretamente a Avilio pero cuando éste lo iba a recibir, la doncella lo metió abruptamente en el bolsillo del traje del chico.
—¿Qué es…?—
—No lo saque aquí, por favor.— Adviritió discretamente Lana. —Es una invitación para que usted asista a la fiesta de máscaras de esta noche. Lugar donde “coincidieremos” en el pasillo y será el momento en que usted me haga entrega de los documentos.
—¿Por qué en ese momento rodeados de gente y no en un sitio más discreto?—
—Porque sé que después de esta noche estaré exageradamente vigilada.—
—Hm…— No parecía del todo convencido.
—No se preocupe, un sobre de documentos es fácil de guardar dentro de los ropajes de una dama. Nadie lo descubrirá.—
—La invitación tiene otro nombre, pero no podíamos entregarle una con el nombre de Angelo Laguza o de Avilio Bruno…— Dijo Ephonine, seriamente, nombrando el nombre real y el nombre falso del chico.
—Lo siento, tuvimos que investigar ese detalle…— Dijo Lana ante la expresión de intriga de Avilio.
—Entiendo…—
—Tengo fe en usted, señor.— Lana hizo una reverencia y se fue acompañada de su doncella. Ephonine disimuladamente observó hacia atrás mirando de reojo a Avilio, como queriendo indicar que, a diferencia de su señora, ella no se fiaba mucho. Unos pocos pasos más, se encontró con su familiar quien la increpó.
—¿Por qué hablas con él?—
—Le preguntaba una información que no manejo.—
—…No debes socializar con tipos provenientes del vulgo como ése. Que no se vuelva a acercar.— Yuri miró con desagrado al italiano, quien percibió su mirada y quien de todos modos había escuchado su comentario ya que el rubio lo había emitido con ese propósito. El rubio se dio la media vuelta retirándose por donde había venido. Lana prefirió tomar otro camino evitando a ese crío.

————-

—¡Hazme caso!— Exigió Victoria, cansada de la situación.
—Lo que me faltaba… Que dieras un espectáculo digno de una histérica como tú.— Nathan giró los ojos, irritado. Estaba por llegar a la sala donde se llevaría a cabo la fiesta de máscaras.
—Yo no quiero estar aquí. Tú no deberías estar aquí.—
—¿Por qué? Siempre te han gustado las fiestas donde puedes resaltar con tus bonitos y caros vestidos, donde puedes lucir tus joyas y en donde platicas con tus amigas.— El rubio se arregló la cortaba. —Y yo SÍ debo estar aquí. Tengo la posibilidad de coincidir con Mr. Lancaster, el socio ideal para la empresa familiar.
—…—

Victoria frunció el entrecejo, irritada y agitada. Estaba incómoda de estar allí. Sí, era cierto, era la típica dama de sociedad que gusta de eventos sociales donde podía demostrar todo lo que era y ser “la reina” de la fiesta. No obstante, desde un tiempo, precisamente desde que estaba casada con él, pasó de gozar esas situaciones a sentir un nudo en el estómago de los nervios que experimentaba prontamente.
Nathan había sido un amigo, un muy buen amigo, desde la infancia. Y era su amigo únicamente, porque su familia era cercana a la de Nathan y con ello tenía su exclusividad sin necesidad de compartirlo con Maribelle ni con Lana. Por eso ellas apenas lo conocían. Nathan y ella congeniaban porque tenían la misma personalidad maliciosa, pedante y de superioridad. Muchas veces ella había acudido a él para vengarse de alguien y él brillantemente lograba humillar a esa persona tal y como Victoria exigía.
Era una amistad especial, torcida, pero fascinante. Sin embargo, todo comenzó a cambiar cuando los padres de ambos vieron provechoso que contrajeran nupcias. En un comienzo a Victoria le había encantado la idea, Nathan era alguien a quien apreciaba verdaderamente pese a saber que era un “príncipe oscuro”, por otro lado, era inmensamente rico y su familia tenía un gran poder sobre su ciudad la cual monopolizaban a su antojo. Demás estaba decir que la belleza de Nathan fue un factor crucial para que Victoria se sintiera a gusto.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar muy poco tiempo después de estar casados. Sabía que Nathan tenía problemas de temperamento los cuales se potenciaban críticamente cuando éste comenzaba a simpatizar con ciertas sustancias a las que se había vuelto adicto. Además de temperamental, era obstinado y sumamente mimado por su padre quien lo protegía de todas sus fechorías.
Cuando aquello ocurría. Todo ese paraíso mental que Victoria se había armado se volvía el peor de los infiernos.
Desde entonces su mundo se había vuelto muy aislado, falso y solitario. Aguantando la conducta problemática de Nathan quien seguía viéndola como alguien que conocía desde niño pero nada más importante que eso. No la amaba, no la besaba. Mucho menos la tocaba como su esposa.
Él salía a lugares viciosos, con amigos perturbadores que cubrían sus adicciones, a lugares donde se involucraba con chicas fáciles.

—¡Deja de hacer eso!— Exclamó cuando le vio que disimuladamente, dándole la espalda, sacaba ese frasco de “medicamento” el cual contenía morfina. Si no era la morfina era el opio, alcaloides, rapé o quien sabe que más. Victoria se adelantó y le quitó el frasco bruscamente.
—¡Tú deja de meterte en mis asuntos, mujer imbécil!— Le dio un empujón.
—¡Pues deja de ponernos en riesgo!— Le gritó irritada. Lo empujó también, le dio unos golpes en el pecho. Nathan volvió a empujarla como si fuera cualquier cosa y ella colapsó. —Puede que seas el niño rico y mimado de tu padre pero ni él te va a librar de la decadencia que tú mismo te estás buscando.
—Cállate.— La miró con desprecio. —Y no me levantes la voz, zorra. ¿Quién te crees? Las mujeres decentes se quedan en silencio y apoyan incondicionalmente a sus esposos. Tú sólo haces berrinches como la loca que eres. ¿Decadencia? ¿Yo? Pff…— Giró los ojos.
—¡Porque sí, Nathan! Si sigues así caerás en un pozo oscuro y sin salida. ¡Y no te creas superior! Que sin el dinero de tu padre no serías nada. Nadie te respetaría ni nadie te obedecía como eso pobres imbéciles lacayos que se creen tus amigos.
—Te dije que te callaras— En un impulso, le cubrió la boca bruscamente con su mano al escuchar que personas estaban relativamente cerca. Victoria le mordió la mano, cosa que le enfureció. Frunció el ceño y bajó ambas manos a su cuello ejerciendo presión. —No aprendes…— alejó una mano la cual subió con intenciones de darle un golpe para que “se calmara” pero antes de que pudiera hacer al acto fue increpado. —¿Qué?— vio que una persona le sujetaba de la muñeca que mantenía en alto, suspendiéndole de su golpe. —¡Suélteme, usted!—
—¡Victoria!— Gritó Maribelle, horrorizada por lo que veía. Ella corrió desde la distancia que las separaba, le dio un empujón a Nathan para apartarlo de su amiga y la abrazó. —¿Cómo te atreves, animal?—
—Es asunto de esposos, ¡Qué se meten!— Dijo enojado. Luego miró a quien aún le sostenía. —¿Y tú quien eres? ¿De dónde saliste?—
—…— Avilio le soltó finalmente, mirándolos de modo frío.
—Denunciaré tu acto agresivo con las autoridades. —
—¿Y qué dirían de alguien como usted quien agrede a una mujer?— Dijo el italiano, respondiéndole a Nathan quien hacía como si el acto de hace un rato jamás hubiera pasado. El rubio mostró sorpresa.
—Yo no he sido violento con mi esposa.—
—Pues yo y la dama vimos todo lo contrario.—
—Victoria, ¿Estás bien?— Preguntó la rubia a su amiga quien comenzaba a salir del shock. Vio que esta asentía débilmente. —Te llevaré a mi cuarto, será mejor que te quedes allí.—
—Maribelle, no te metas en estos asuntos.— Dijo un indignado Nathan.
—Me meto donde se me de la gana, Nathan. Y eso no quedará impune.—
—¡Ah, por favor! Tanto escándalo por algo tan simple. Eres una exagerada.—
—Se debe hacer justicia.—
—¿Y crees que alguien escuchará a una loca que ni su padre quiere? No eres más que una alborotadora en tu ciudad, no tienes buena fama. ¿A quien crees que defenderán?
—Eso ya lo veremos. — Dijo Maribelle, molesta. Se dio la vuelta con Victoria sin soltarla y comenzó a caminar.
—Bah, hagan lo que quieran…— El rubio se dio la vuelta. Notó que cierto frasco aún estaba en el suelo —…— Se agachó pero Avilio se lo pateó.
—¿Drogas?—
—No es lo que parece…— Sonrió torpemente.
—Patético.—
—…— Nathan se incorporó lentamente. Lo miró con curiosidad unos segundos y luego cedió a sus impulsos y trató de propinarle un puñetazo al pelinegro. Para su desgracia, Avilio era mucho más hábil -y en sus cinco sentidos- que él. Éste no sólo lo esquivó, sino que le devolvió el golpe y el italiano si dio con su objetivo dándole un puñetazo en el rostro haciendo que Nathan perdiera el equilibrio y se cayera hacia atrás. —¡Maldito bastardo!— Dijo sujetando la quijada.
—¿¡Qué se supone que hacen!?— Maribelle se giró para mirarlos a los dos con desaprobación. —Ya suficiente has hecho el ridículo hoy, Nathan. Mejor quédate allí y ni intentes levantarte para responderle a aquel joven porque quedarás aún más en ridículo.—
—…— El convaleciente la miró con rencor.
—Estimado, será mejor que ingrese al evento y olvide este bochornoso sucedo. Por lo demás, agradezco que se haya terciado justo en este momento para evitar un acto irracional. Pero ya aléjese de Nathan. Estar cerca de él sólo trae desgracia.
—Mi lady.— Avilio le dedicó una reverencia. Metió las manos en sus bolsillos y, antes de ingresar a la fiesta, miró de reojo a Nathan mirándolo como poca cosa.
—Esto no quedará aquí.— Dijo Nathan, se colocó de pie y ordenándose para pasar desapercibido… Aún tenía que encontrarse con aquel Lancaster.

Maribelle dejo de prestarle atención. Encaminó a Victoria a su cuarto para que pasara en un sitio privado toda la agitación y vergüenza que estaba experimentando en ese momento.

En tanto, en el interior del salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta de mascarada. Lady Lana  estaba completamente ajena a la situación que estaban viviendo los miembros de su círculo cercano de interacción. Trataba en vano de distraerse al contemplar las piedras preciosas de los vestidos de las damas brillar con la luz dando un brillo hermoso a sus trajes. Buscaba  entre los caballeros al “suyo” a quien de todos modos no encontraba por lo que intentaba distraerse jugando mentalmente a encontrar a su príncipe quien le debería sacar a bailar. “Éste no” “Éste parece extraño” “Él es atractivo” comentaba mentalmente.
Y pese a que la fiesta parecía de lujo, interesante y atractiva. No podía concentrarse del todo en ella.

—¿Podemos irnos? —
—Ah…— Lana soltó un suspiro, cansada. —Pequeño Yuri, no llevamos más de quince minutos aquí. —
—¡No me llames así! — Dijo Yuri muy molesto. —Y quince minutos me bastan para odiar esto y a todo el mundo. ¿Usar máscara? No le encuentro la gracia. Es evidente que se creo este evento para que la gente vanidosa ostente sus lujos. Que acto tan bajo y deprimente. — El adolescente se quitó la máscara y la observó con repudio. La lanzó sobre la mesa.
—Debes usarla. —
—No lo haré. —
—¿Y cómo lo harás cuando mi pequeño Yuri me saque a bailar?  Apuesto que te dará vergüenza no llevarla pues no podrás ocultarte tras ella.
—Lana, ya basta. — Odiaba que ella lo llamara así. Ni era tan vieja como para que se tratase a ella como una adulta y a él como un niño. De hecho, quizá no era tan quisiera vieja… Aunque igual la consideraba como tal, pese a que tenía dos años más que él. —Sólo estoy aquí por compromiso. Jamás me verás bailando. —
—Entiendo. — Asintió comprensivamente. —Tal vez conmigo, no. ¿Pero con una bella señorita soltera y encantadora que, naturalmente, no sea tu familiar? —
—Tampoco. — No le gustó la broma.
—Esta bien. — Lana dejó de fastidiarlo, le daría un descanso breve. Se acercó a él para cepillarle el cabello con sus dedos. Su hermoso cabello rubio había quedado alborotado al quitarse la máscara de modo agresivo.

Lana le sonrió, Yuri era un muchachito aún pero era un muchachito muy guapo. Esperaba de corazón que algún día encontrase una bella damita fina de quien se prendara y con quien se comprometiera. Aunque fuera un cliché del cual ella misma escapaba, esperaba aquello para su pequeño primo. Yuri estaba muy solo, más solo que ella y estaba solo desde que era un bebé. La madre de Yuri había fallecido poco después de dar a luz tras un cuadro de preclamsia agravada que evolucionó a un desenlace fatal. Su padre lo había despreciado desde entonces y lo había recluido y olvidado en su hogar. Para cuando tuvo edad suficiente lo había enviado a un internado y apenas éste se volvió en un chico que ya dejo de luchar por el afecto de su progenitor y comenzaba a reclamar sus derechos económicos, el padre de éste lo había desheredado y enviado al exilio. La compañía escasa de Lana le había ayudado en su infancia a tener momentos de risa, de rabias y peleas físicas que tienen todo niño, de juegos e incluso de pescas y actividades más masculina, la compañía de Viktor le había servido para aprender y buscar su propia empoderación, pero fuera de ellos no había nadie más.

La peliplateada aceptó una copa de champán francesa que no tardó en llevar a sus labios.

—Lana, no es la primera copa que bebes…—
—Oh, Yuri, deja de hostigarme como si fueras mi… ¿padre? — Rio disimuladamente. —Entiendo que estás aquí aburrido y cansado con la obligación de acompañarme y protegerme, pero, por favor, no seas extremo. —
—Bah, si te emborrachas no pienses que te auxiliaré. Te dejaré aquí, botada, y te arrastrarás hasta tu cuarto. —
—…— Lo miró ofendida y con espanto. —Cómo piensas así de mí. —
—Pues, tú no me dejas beber a mí. —
—Tienes quince…—
—¿Y?  En mi país se bebe vodka desde que se es niño. —
—Pero no bajo mis cuidados, Yuri. —
—¡Ahg! — El chico le iba a rebatir pero se quedó en silencio  cuando notó que alguien familiar se aproximaba a la mesa que ambos compartían. No lo recordó inmediatamente pero después le reconoció.
—Erwin, buenas noches. Me asombra que asistieras. — Dijo Lana, tratando de ser seria.
—No lo haría… Estos eventos no son de mi estilo…— Desvió la mirada por unos segundos mirando hacia los invitados. A diferencia de la mayoría, él no llevaba esas absurdas máscaras. No era lo suyo. —Lana, antes de que el barco partiera desde la última parada, me encontré con Sir Nikiforov… Él me contó lo que sucedió. —
—Uh. —
—Lamento vuestra pérdida. —
—Se agradece el pésame. — Se sintió incómoda porque no sabía que responder. Prácticamente había visto un par de veces en toda su vida a su padre por lo que realmente no se sentía vinculada ni tenía apego con él. —Eh, supongo que tendremos que ver asuntos cruciales al llegar a Estados Unidos. —
—Sir Nikiforov ha iniciado los trámites para repatriar el cuerpo. Prometo que la acompañaré en todo momento. —
—Gracias. — Lana bajo la mirada por unos instantes. Fijo su vista en el eferbeciente de su bebida. —Se avecina tiempo de cansancio y complicaciones. Tal vez por esta noche debamos olvidar eso…—
—…Sí. — Erwin no era precisamente el más experto en esos temas, pero ver a Lana angustiada en sociedad, entendiendo que se debía a todas las responsabilidades que recaerían en ella de ahora en adelante, le llamaba la atención. No era bueno consolando, tampoco alentando ni motivando a menos que animara a un grupo de soldados a ir a una batalla y Lana no era un chico novicio que iba a recibir un tiro o morir o ser un rehén. Pero sí tendría una guerra la cual afronta. Supuso que podía aportar a distraerla aquella noche. —Eh, ¿quieres…bailar? —
—¿Ah? — Parpadeó incrédula, al estar distraída. Pero al ver que el rubio hablaba en serio sintió que el corazón se le escapaba del pecho. Compostura, ante todo. —Acepto su invitación, teniente. — sonrió delicadamente.
—Con su permiso, joven Plisetsky, le quitaré la compañía de su gentil prima unos instantes. —
—…— Yuri no dijo nada, se mantuvo serio e inexpresivo. Vio a ese par ponerse de pie y dirigirse a la pista de baile. Lana y Erwin le resultaban tan estúpidos. Sólo, en una mesa arrinconada, no le quedaba más que cruzarse de brazos y esperar que el agobio y tortura terminase pronto para retirarse de una vez de allí y encerrarse en su alcoba.


Después de compartir unos momentos más en aquella fiesta, y tras saludar a uno que otro conocido. Lana decidió que debían hacer un intermedio en esa noche. Aprovechó unos segundos en que Yuri estuvo cabeceando medio dormido del aburrimiento para ella buscar un espacio de libertad. Pensó en salir del salón e ir a la cubierta para tomar el aire fresco de la noche pero cuando se dispuso en salir sin ser vista, divisó a lo lejos a un joven guapo, muy bien vestido y que fácilmente atraía las miradas de las damas presentes. El joven estaba de pie en la gran escala, justo debajo del enorme reloj del salón, él usaba un lujoso traje color negro, accesorios dignos de un duque y el cabello oscuro lo llevaba pulcramente en un peinado hacia atrás, muy apegado y engominado. Al ingresar sin máscara, se podía ver perfectamente cada detalle de su rostro. A Lana le había cautivado momentáneamente, pues tenía una belleza bastante peculiar y llamativa, prontamente recordó que ya le conocía de antes y que era la misma persona pero con un traje más costoso. Lana dejo escapar una risita divertida, ante sus ojos estaba su propia creación.
Mientras las mujeres lo observaban con apasionamiento, cuchicheando entre ellas a ver cual se le acercaba primero a iniciar una charla con él, Lana se acercó al primer peldaño de la escalera. Él, estando en lo alto, la divisó poco después observándola unos instantes desde esa posición. Seguidamente, el joven bajó a su encuentro.


—My lady.— El pelinegro tomó con delicadeza la mano de Lady Lana y la besó con respeto, adecuados al protocolo de trato social aristocrático. Centró sus ojos color oliva en los ojos color burdeos de Lady Lana.

La muchedumbre comenzó a hablar entre ellos. Las damas decían prontamente del joven al cual destacaban el atractivo de buen caballero de alta aristocracia que poseía por naturalidad y no tardaron en inventar historias sobre él; al no haberlo visto antes, supusieron que era un conde o un duque que amaba viajar y no permanecía mucho tiempo en sus tierras por eso no lo vieron antes en eventos de elite en Inglaterra. También mencionaban su parecido con Francis de Francia aunque otras le habían apodado "Romeo" contemporáneo por sus aires italos que hacían recordar al protagonista de la obra de Shakespeare. Pues sus ojos verdosos lo hacían digno de una novela trágica y romántica. Otras mujeres, más adultas, preferían decir que podía ser un don Juan que buscaba un amor en cada puerto.
De Lady Lana hablaban lo justo y necesario. Era una de las personas más ricas a bordo y un ser social reconocido entre la alta casta. No obstante, no era una persona que jubilosamente fuera como las demás chicas, ella conversaba lo justo y necesario, sin necesidad de halagos exagerados y sin necesidad de comentarios agrios de descriteriada crítica a otros por el goce típico de los más adinerados de humillar a otros. Para algunas era una persona aburrida, incluso, ya que al no concerle nada anecdótico ni tampoco enemigos o aliados la convertían en alguien a quien obviar. No así para las más jóvenes, quienes la admiraban por su exótica belleza y la idealizaban como un ícono de la moda actual admirando sus trajes y peinados que lucía en cada evento, así después ellas lo imitaban para estar a la vanguardia. Por otro lado, su cabello plateado y sus ojos color burdeos la convertían en alguien atípica, casi irreal. Pensaban que tal vez la gente de tierras tan alejadas como la de ella tenían esa particularidad.

—Es un gusto verlo aquí, monsieur.— Lana sonrió finamente, ocultando su felicidad. —Si me permite, luce regiamente esta noche al punto de deslumbrar a todas esas jóvenes damas, sir "Alain Archedrich"—
—Acepto vuestra apreciación. La cual únicamente se debe a vuestras gracia.— Avilio bajó su tono de voz, sin despegar su mirada de la de ella. —Su sirvienta ha sido muy hábil en llevar todo esto a un cuarto compartido de un turista de tercera clase sin que nadie sospechara nada. Admirable.—
—Imagino la habilidad que ha tenido usted también cuando debió salir de los sitios destinados para tercera clase usando todo aquello.— Lana asintió. —Mi señor Alain, ¿Le parece una imprudencia si le solicito que me invite a esta pieza de baile? Digo, para continuar sin levantar sospechas.—
—Cierto.— El joven extendió su mano pidiéndole que le acompañase en esa pieza de baile tal cual como aquella chica le había propuesto. Lana aceptó. La condujo un poco al centro del salón pero al mismo tiempo quedando estratégicamente un poco más apartados por si acaso. Sujetó la fina mano enguantada de aquella joven con la suya mientras que la mano libre la situó en la cintura de Lana para iniciar un vals.
Lana sintió un extraño temblor recorrerle la espalda al instante que su corazón parecía latirle más agitadamente. ¿Timidez? lo cual le parecía irrisorio ya que no era primera vez que bailaba con un hombre en su vida. Tal vez era resultado de estar bailando con un chico que, de algún modo y otro, parecía coincidir en todos los mundos con ella a pesar de que, justamente, provenían de "mundos distintos". La adrenalina de saber que todo era un juego y una falsa, que él no era un sir sino un chico común que ella había convertido en un joven rico de un instante a otro, era otro factor que podría estar causándole esas desconocidas sensaciones.
Titubeante, ella apoyó su rostro en el hombro de Avilio, cerró sus ojos y se dejo llevar por unos momentos. Sintiendo que bailaba un vals entre las nubes.

¨Que extraño... Hace un momento, con Erwin, había sido mágicamente único... Algo que esperé por mucho tiempo. Pero con éste chico, es justamente de otro mundo, versátilmente sorprendente. Demasiado fantástico... Como si fuese un cuento de hadas que acabará con un final inesperado.¨ Pensó.

—¿Pudo con mi petición? — Lana habló, para así despejar sus pensamientos.
—Sí— Asintió.
—Cuando los del centro giren, nosotros nos apartaremos un poco hacia allá y podrá pasarme los documentos. No se espante, sé donde esconderlos bien.
—...— Asintió otra vez, en silencio. La condujo hacia un rincón obedeciendo. Abrió la chaqueta de su saco y mostró una carpera.
—Perfecto. — La chica sacó de entre su chal una bolsa de dama cuyo interior estaba repleto de fajo de billetes. —Debemos ser rápidos.—
—Tenga. — Le pasó la carpeta, no obstante, titubeó en soltarla.
—Luce afligido, joven Avilio. — Tomó del otro extremo de la carpeta. Entonces.. —Usted… Leyó el contenido de estos documentos. — Pronunció, consternada.
—Era algo inevitable. —
—¿Deberé pagar por su silencio, también? —
—…— El negó con la cabeza, aún confundido. —No me incumbe pero… ¿Pretende perjudicar a esa persona? —
—¿Cómo se le ocurre? — Dijo ofendida. —Si le pedí esto es precisamente para proteger el honor de él. —
—Bien.— soltó un suspiro. —Que así sea.— Finalmente le entregó los documentos. Lana, discretamente, los guardó entre sus ropajes.
—¿Usted… conoce a Smith? —
—Es una persona a quien respeto, estimo y admiro. Por ningún motivo esperaría que fuese perjudicado. Me vi tentado de eliminar esos papeles yo mismo. Si me entero de que usted ha hecho lo contrario, no deseará tenerme por enemigo.—
—Veo que le estima. Debe quedar entre nosotros este acto de aberración. Desconozco el por qué Smith otorgó recursos económicos a los rebeldes irlandeses.
—Siendo un acto de traición, sería castigado. Sin embargo, puedo entenderlo… Él, ante todo, es honorable y sé que él hizo lo que hizo porque sabe que aquellos irlandeses merecían algo de protección y deseó compensar la perdida de esos hombres otorgándoles sustento económico a sus esposas e hijos.
—…Vaya, no lo había pensado así. — Se sintió acorralada por una vergüenza digna de un ser ignorante.
—Lady Lana… Debe abrir los ojos para ver. —
—…— Los labios de Lana temblaron ante las palabras tan serias de ese chico las cuales tenían mucho sentido. Cuando iba a comentar, prefirió no decir nada. Prefirió callar. Porque sentía que el otro le respondería con algo brillante de todos modos. —Tengo una mesa reservada. ¿Me acompaña unos minutos?— Al ver que el otro asintió, ella le dirigió a la mesa que tenía aparte, lejos de Yuri por supuesto.

Los dos tomaron asiento en aquella mesa y en poco tiempo un garzón se acercó para llenar sus copas. Lana y Avilio permanecieron unos efímeros intentes en silencio, ella notó que el joven era demasiado callado en todo momento y que era más de observar. Ella no era precisamente parlanchina pero deseaba distraerse en aquella velada. Justo cuando Lana había encontrado un tema de conversación que parecía meramente captar la atención de Avilio, fueron interrumpidos abruptamente.
Maribelle apareció en frente de la mesa de ellos. La rubia, al ver el asombro de su amiga y no recibiendo ninguna invitación, se sentó autoritariamente en una silla libre.

—Maribelle Wessex, mucho gusto.— Dijo la rubia, extendiendo su mano hacia el joven que no conocía.
—El gusto es mío, my Lady.— Delicadamente besó la mano enguantada de la joven.
—Querido, ¿y cuál es su nombre? Creo que se le olvidó mencionarlo.— Dijo Maribelle. Le llamó la atención que de pronto el joven parecía reticente a su contacto. Entonces, ella se alarmó al enterarse del por qué. —¡Oh, por Dios eres el joven del pasillo!—
—¿Qué?— Lana parpadeó confundida.
—Sí. Eres tú.— Ella observó a Avilio, al estar él sin máscara le reconoció. Le sonrió con gratitud. Luego volvió a mirar a Lana.
—¿Me pueden explicar cómo se conocen?—
—Oh, Lana.— Maribelle sonrió con picardía. —Lo que yo no entiendo, es si nuestro amigo es un joven adinerado o un buen aventurero turista de clase media.—
—...— Lana se mordió el labio inferior. Inventarle algo a Maribelle era arma de doble filo porque ella era muy despierta. —Yo le he pedido que se haga pasar por alguien de primera clase. Lo conocí cuando abordamos, me parece que su visión del mundo es perfecta pero desgraciadamente no se le permite tener acceso a este tipo de eventos y evidentemente moriría de aburrimiento si sólo me quedaba con Yuri o moriría de soledad si esperaba eternamente a Erwin para tan siquiera compartir con él dos minutos. Por eso lo he invitado, creándole una identidad.
—Comprendo. ¡Me parece perfecto!— Luego chasqueó los dedos. —Pero antes de que yo me una a este ameno grupo, ¿Han visto a Nathan?—
—Sí— Lana, asintió. —Lo vi con un chico rubio, creo que unos de los hijos de Lord Lancaster. ¿Quieren localizarlo? —
—No. — Negó —Deseo distraerme en la fiesta pero dudo que Victoria entre aquí. — Hizo un gesto a un garzón quien entendió el mensaje. Después de unos segundos este garzón llegó con Victoria a aquella mesa.
—¿Eh? — La peliplateada era la más confundida.
—Ah, te lo explico luego. — miró a Avilio. —Él de todos modos sabe de lo que hablo. Ahhh…— soltó un bufido.
—¿De esto tanto alardeabas, Maribelle? Bah, parece una fiesta cualquiera.— Dijo Victoria tan siquiera sentarse. Le sirvieron una copa de vino la cual degustó prontamente.
—Lo dices porque estas celosa ya que no pudiste vestirte como querías.— Prontamente, comenzó a conversar con Lana y de vez en cuando Victoria se incluía en la charla. El único que no hablaba nada de nada era el chico solitario.
—Ah, allí está Nathan.— Dijo Lana, señalando hacia aquel joven quien compartía con otros jóvenes de alto poder.
—Demonios.— Victoria curvó los labios en una mueca de desagrado.
—¿Y ahora? ¿Tendré que encerrarme con la insoportable de Victoria Prescott en mi alcoba mientras todos lo pasan bien? — Maribelle pataleó.
—O pueden asistir a otra fiesta. — comentó el italiano. Ya aburrido de estar en ese evento tan "estirado"
—¿Otra fiesta? ¿Cuál? — Preguntó Lana, desconectada.
—La de clase baja. — Avilio chasqueó los dedos. —Pueden venir conmigo.— y no tenía que seguir fingiendo que era ningún sir cada vez que alguien se acercaba a la mesa a saludar a las damitas.
—¿Nos dejaran entrar? —
—Ustedes pueden entrar donde quieran, somos nosotros los que tenemos accesos restringidos.—
—Haha, que mal suena eso pero creo que es verdad. — Dijo Maribelle.
—Espera, espera.— Victoria se horrorizó. —¿Eres de clase baja? ¡Por qué nadie me dijo antes!—
—Ay, querida Victoria. ¿Acaso ya le estabas echando el ojo al joven?—

Los tres se levantaron de la mesa abandonando sus copas ya vacías, comenzaron a caminar rumbo a la salida. Maribelle poco más debía jalar a Victoria quien se mostraba en rechazo abiertamente a bajar de nivel. No obstante, no pronunció replicas porque hasta ese “puerquero” le parecía mejor que estar cerca del “puerco” de Nathan.

—Lana, ¿A dónde vas? —
—Ah, no…— Lana giró los ojos al reconocer aquella voz.
—¿Ese es Yuri? Vaya, que ha crecido. — Dijo Maribelle al ver de reojo al joven quien estaba lejos y se abría paso entre la gente.
—Sí. Vámonos, seguro nos hará drama. — Pero pese a que intentaron dejarlo atrás, el chicos les alcanzó.
—Hey, ¿Eres sorda? — le encaró, sujetando su muñeca. —Y aparte ciega, ¿no ves que vas al sector de los pobretones? — miró de reojo a su compañía, ni le interesaba aquellas amigas suyas porque seguramente eran unas enajenadas mentales al querer ir hacia allá. Luego reconoció al italiano que habló temprano por la mañana con su prima. —¿Con éste? Pese a que esté vestido de traje de todos modos sigue siendo parte de la prole.— Lo miró con desprecio simulado. —Sin ofender—
—Descuida…— Avilio giró los ojos.
—Ah, ya me estoy aburriendo de tantos obstáculos en mi felicidad. — Dijo Maribelle. —Primito de Lana, si quieres te quedas. Pero nosotras merecemos distracción. —
—¿Cómo me llamo? —
—Ah, si quiere puede venir igual…— Dijo Avilio. —No pasa nada, no creo que haga algo imprundente. —
—Eh, ¿gracias? — Yuri alzó una ceja, más que confundido. Vio que todos comenzaban a caminar así que no les quedó de otra que seguirlos.

Pese al momento incómodo, finalmente todos se dirigieron hacia el nivel inferior donde la fiesta de los de segunda y tercera  clase se estaba llevando a cabo. Precisamente las chicas y Yuri no pasaron desapercibidos por sus lujosos trajes que llevaban a cuesta, por lo que Avilio tuvo que conversar con los suyos para que no pusieran ninguna mala cara. En poco tiempo, la primera en integrarse bien fue Maribelle quien aceptó libertinamente la invitación de un joven italiano que la sacaba a bailar. Victoria quedó en shock, con la boca entre abierta al ver la desfachatez de esa imprudente de Maribelle así que se sentó en una mesa y se ofuscó. Al poco tiempo, intercambió su desagrado con un tipo que estaba sentado a su lado y quien bebía en silencio, en unos instantes se vieron conversando sobre la vida mientras bebían whisky.
Lana, Avilio y Yuri se quedaron en "la barra" conversando brevemente. El italiano les trajo licores a los dos, Lana chilló al ver que le entregaba una jarra inmensa de whisky a Yuri quien aceptó la oferta. Yuri, quien en todo momento despreciaba a Avilio por su pobreza, sonrió complicemente cuando éste le integraba a la actividad como alguien adulto y no como un niño.
—¡Yuri no puede beber!—
—Ah, no le hará nada.— tras un sorbo a su propia jarra, la dejo sobre la tabla de la barra, encendió un bendito cigarrillo y por fin pudo aspirar el tabaco que le prohibían en la parte superior.
—Lana, guarda silencio. Ya escuchaste a este tipo.— El rubio dio un largo sorbo a su brebaje.
—...— Lana quedó en shock. —Mr. Lagusa, si mi primo corresponde a lo que queda de noche a un estado deplorable de embriaguez, usted deberá llevarlo a su alcoba.— Le advirtió.
—No necesito que me cuiden.— Miró a la tal Victoria. La apuntó. —Quizá debas llevarte a esa dentro de poco.— Le dijo a Avilio.
—...— Y Lana quedó doblemente en shock al ver que Victoria bebía a la par con ese hombre ruso.

Ellos tres continuaron allí, conversando y distrayéndose. Maribelle seguía bailando con quien le invitara, luego sacó a Victoria a que se integrara al baile. Todo parecía muy divertido. Los primos rusos prontamente comenzaron a reír con las anécdotas que les contaba un más amigable Avilio. La hora comenzó a pasar muy rápido y no se dieron cuenta lo tarde que ya era.
Un grupo de personas comenzaron a discutir lo cual terminó un conflicto de violencia física. Lana y Yuri se mantuvieron al margen, Maribelle apoyaba a uno y Victoria ya descansaba en una silla. Muy mal. Cuando Avilio vio que a quien atacaban entre tres era a un conocido suyo de italia, se metió en el conflicto y comenzó a darle golpes a diestra y siniestra a los adversario de su conocido. A Yuri eso le pareció que ese conflicto entre italianos, rusos e irlandeses borrachos peleando por una dama era por lo demás una alternativa discreta para liberar tensión.

—Yuri, no.— Le advirtió su prima. Sujetándolo del hombro.
—Yuri, sí.— Dijo éste, rebeldemente. Se apartó de Lana y se metió en el grupo de gente que peleaba a golpes integrándose en la discordia. El rubio se sintió feliz de poder darle golpes a esos extraños.

Y de una gala refinada donde la feria de las vanidades se daba un festín, pasaron a terminar todos en una fiesta que parecía incluso clandestina. Lana y Maribelle condujeron a Victoria a la alcoba de Maribelle tratando de no llamar la atención de los sirvientes, pero para desgracia de ambas fue el propio Erwin quien las descubrió a las tres en el pasillo. Negando con la cabeza al ver a la dama Prescott en ese estado, la cargó en sus brazos y la dejo descansar en la cama de la alcoba de lady Wessex. Maribelle prefirió quedarse con Victoria, sus pies ya no daban más de tanto baile.
Lana volvió junto a Erwin por Yuri, quien se había hecho de otra jarra, ahora, de vodka. Le sorprendía como ese joven cuerpo podía aguantar tanto alcohol sin verse mareado. Cuando llegó el teniente a esa fiesta, Avilio prefirió dispersarse y escabullirse, de todos modos le había prometido en algún momento "no meterse en problemas" a su superior.
El teniente se llevó a los dos primos y los dejo en la suite privada de lady Lana. Tras darle una breve charla de orientación y comportamiento, los dejo descansar. Lana pensó que Yuri molestaría el resto de la noche pero después de que este saliera del baño, se lanzó a la cama y se durmió prontamente. La chica le acarició el cabello y le besó la frente deseándole una buena noche. Después se retiró a su alcoba, se dio un baño y se fue a su cama a dormir.

Posteriormente a la agitada disruptiva de las rutinas diarias del grupo de jóvenes. La calma parecía haber llegado al día siguinte donde todo tomaba un curso más natural. El único detalle era que Victoria Prescott se había trasladado de la suite que compartía con su esposo a un cuarto de junto al lado de la alcoba de Maribelle Wessex en la suite de la rubia.
Los comentarios no se habían hecho esperar por la socialité. Quienes ya formaban sus propias hipótesis al respecto.

« Last Edit: November 19, 2017, 06:20:37 PM by Kana »


Kana

Re: RMS Titanic: "Hard a' starboard!"
« Reply #59: November 19, 2017, 09:36:55 PM »
Continuación...



—Ya está.—

Era poco frecuente que a las diez de la noche existiera mucho movimiento de personas por la cubierta. Era una hora más prudente para compartir en el salón o directamente permanecer en los cuartos por lo que el riesgo de ser descubiertos era menor.
Lana extendió una carpeta de documentos hacia el mar, a la cual desde una de las puntas había encendido fuego. Cuando esta se vio consumida casi en su totalidad lanzó el resto al océano borrando toda evidencia. Estaba hecho, la evidencia que tenía Nathan ya no existía pues era única.

—La buscará cuando se entere.—
—Lo sé, pues fui a la única persona que le advirtió sobre esto. Pero me siento segura de poder enfrentarlo y salir airosa de esto.— Lana asintió, sonriendo.
—Siempre puede contar con mis servicios, lady.— Dijo Avilio, tocando la punta de su boina italiana. El chico sonrió de pronto, a Lana se le hizo que era la primera vez que lo veía sonreír.
—Sin su ayuda jamás podría haber logrado esto. Gracias a usted, la integridad de esa persona permanece a salvo.— En un impulso no meditado, la joven tomó las manos del otro y las alzó. Lo observó a los ojos. —Muchas gracias.—
—No ha sido nada.— negó, un poco incómodo por la cercanía.
Se quedaron unos instantes observándose directo a los ojos hasta que él rompió el momento. —Bueno, yo debería volver… Ya me han advertido.—
—Yo también debo reportarme en mi alcoba. Mi primo debe estar preocupado.— o más bien, odiándola por no indicarle donde estaba… —Creo que esta es la despedida.—
—Sí.—
—Yo…— Lana permitió que un par de segundos pasaran libremente, titubeó un poco más pero finalmente se levantó en la punta de sus pies, se inclinó hacia él y le dio un beso en la mejilla. —Estoy feliz de haberlo conocido, Avilio.—
—Igualmente.— Dijo Avilio, hablando hacia abajo como si ya todo se tratara de un buen recuerdo. Se sonrieron fugazmente, y luego cada uno se fue por su lugar.

Lana rodeó la cubierta y en la proa se encontró con Erwin Smith, quien estaba apoyado con el torso hacia adelante mirando al océano nocturno. Lana llegó a su lado y observó el mar junto con él.
—Erwin.— Le llamó apoyando su mano en su brazo. Tenía intención de contarle que sabía su secreto y que por fin había comprendido cuanta bondad había detrás de su acción pero un sentimiento de angustia le invadió al verlo ensimismado e incluso incómodo. —¿Todo está bien?— el  curso de la conversación cambió.
—Hace un momento me llamó la atención eso.— apuntó.
—¿Un iceberg?—
—Le indiqué al segundo hombre a cargo pero él me informó que tan siquiera pasaríamos cerca, que no había de qué preocuparse… No obstante, veo que el rumbo sigue peligrosamente cerca.—
—Perdona mi ignorancia pero, ¿Es muy malo que se siga por la misma coordenada?—
—Fatídico, de hecho… Si bien he analizado la construcción de este barco la cual en todo sentido es admirable, de todos modos no lo convierte en “insumergible” como aclaman.— El rubio sintió como inconscientemente Lana apretaba más su mano sobre su brazo. Él se giró, tomándola de los hombros. —No se preocupe, todo estará bien. Pase lo que pase yo le prometo que le protegeré.—
—Erwin… Creo que deberías volver a decirle al capitán tus temores. De todas las personas que conozco, eres el que más conoce el mar.—
—Sí, eso haré.— Asintió. —Pero también necesito, en caso de que las cosas se pongan oscuras, prevenirla. Quiero que vuelva a su suite y que esté alerta, en caso de escuchar sirenas, corra inmediatamente a cubierta y aborde un bote salvavidas. No se debe separar de su primo y sus amigas.—
—¿Y tú?—
—Yo le acompañaré, por supuesto.— Dicho esto, tomó su mano y la besó. Seguidamente comenzó a alejarse de ella dejándola en un mar de incertidumbre.
—¡Te esperaré, Erwin!— Le gritó, antes de perderlo de vista.

—-

El adolescente permanecía sentado solo en una mesa del bar del barco. Sólo bebía un vaso de soda, la cual le sabía muy bien. No esperaba a nadie, pero prefería mantenerse al margen pues no quería que alguna persona de alta aristocracia quisiera acompañarlo y compartir mesa. Yuri no tenía temas de conversación con esa gente, pese a que era brillantemente inteligente y culto, el más genio de su familia según lo consideraban, a Yuri no le gustaba conversar con sus pares pues sólo hablaban de superficialidades.
Notó que hace unos minutos tres personas de noble proceder lo miraban y se preguntaban entre ellos como pidiéndose la opinión de acercarse a él o no, cuando entendió que el voto unánime era aproximarse a él, Yuri se levantó de su asiento y buscó otra mesa con tal de alejarse. Notó que alguien le llamaba desde la barra. Le reconoció y fue hacia él. No había de otra.

—Veo que tienes un don indiscutible para mezclarte entre los ricos pese a tu proceder.— Le dijo el rubio.
—Algo así.— Respondió Avilio, quien encendía un puro. El otro lo miró extrañado. —¿Qué?—
—Parece legítimo, ¿cómo alguien como tú…?— tal vez no quería seguir siendo desagradable con él.
—¿Cómo lo conseguí?— dejó caer la cabeza hacia un lado. Yuri era de poco tacto, pero no le molestaba. —Esa mujer— apuntó con el mentón a una dama que se terminaba de retirar. Su traje con diamantes incrustado casi deja ciego a Yuri. —me lo obsequió. Estuvo sentada donde estás tú, de pronto me lo dio…— alzó los hombros.
—Hm…— Yuri puso una expresión indiferente. —¿Entiendes de que te está invitando a ¨otra cosa¨—
—¿Qué?— El italiano se evidenció confundido, incluso inocente.
—Haha… ¿En serio?— Yuri bebió de su soda. —Pensé que eras más ¨despierto¨ en ese sentido.—
—¿Cómo conoces esas señales?—
—Tengo un primo que me enseña cosas así.— Yuri le restó importancia. —¿Dónde está Lana?—
—No lo sé.—
—Pensé que tenías algo tramado con ella. Llega a ser evidente, ¿Qué pretenden?
—Le pedía orientación y asilo… Para el “sueño americano”—
—Hm, no creo que logres conseguir algo si sólo te presentas ante ella sin más. ¿No tienes un talento? Si es así, tal vez pueda darte un trabajo. Dudo que cantes o bailes…— giró los ojos.
—Nno.— Hizo un gesto de desaprobación. —…Toco el piano.— Dijo después de dar una aspirada al puro. Su sabor era fuerte y seco, de aquellos que raspan la garganta. Por lo tanto era de buena calidad y caro.
—Eso puede servir. ¿Quién fue tu maestro? Si es alguien del conservatorio de música será más factible… Mejor si te presenta como su pupilo.—
—Me enseñó mi padre. En realidad no era una persona conocida… Él no me presentará, está muerto.—
—Okay.— Prefirió no ahondar en el tema pues parecía un tema sensible y no era de su incumbencia.

—-

Lana se había tardado bastante tiempo en buscar a Yuri. Para su desdicha el rubio no se encontraba en la suite y nadie lo había visto. Todo su ser se llenó de angustia de pensar que a su pequeño primo le sucediese algo pues las palabras de Erwin le sonaron muy serias.
Cuando iba por el pasillo de las suites destinadas a la primera clase y la sección de gente más adinerada, se topó con Maribelle y Victoria quienes caminaban juntas tranquilamente.

—Lana.— Le llamó Maribelle.
—¡Maribelle!— Exclamó al verla. —¿Haz visto a Yuri?—
—No.— Nego. —¿Qué pasa? Luces preocupada.
—Tenemos que estar alerta. Erwin me indicó que el barco pasará muy cerca de un iceberg y en caso de impactar— Pero las palabras fueron innecesarias.

Las tres damas sintieron un fuerte choque que de primer momento no supieron como explicar producto de la conmoción. El golpe vino inmediatamente acompañado por un desequilibrio general que casi las tumba a todas. Victoria se sujeto de una baranda y Lana perdió el equilibrio cayendo pero Maribelle le sujetó antes de que cayera al piso.

—El teniente tiene razón.— Dijo Maribelle.
—¿¡Qué tenemos que hacer!?— Preguntó Victoria, histérica.
—Me dijo que debemos subir a cubierta y abordar un bote salvavidas.—
—¡No esperemos más y subamos!—
—Vayan. ¡Pero yo tengo que encontrar a Yuri!—
—Y yo iré a advertirles a los de segunda y tercera clase. No es justo que ellos no sepan esta información.— Miró a Victoria. —Sube y esperamos allí.—
—Nno… Te acompañaré y luego subimos todos.—
—Bien. Nos encontramos arriba.—

Maribelle y Victoria corrieron a las escaleras descendiendo a los niveles inferiores donde se encontraba la gente de segunda y tercera clase. Inmediatamente comenzaron a advertir a las personas que iban encontrando las cuales se encontraban conmocionadas. Algunas corrieron rápidamente a la superficie mientras que las familias que tenían muchos niños o tenían miembros adultos mayores se tardaban enormemente. Otros tantos, preferían hacer oídos sordos y permanecer en sus cuartos cuidando sus pertenencias.
Ninguna de las dos se percató de que Nathan las siguió de cerca. Justo cuando Maribelle les indicaba a un grupo de personas que debían subir a la superficie, el rubio cerró la reja con llave desconcertando a todos los presentes.

—¿Qué sucede?— Preguntó una mujer en cinta, que no comprendía el por qué les dejaban encerrados si, de ser cierta la noticia de Maribelle, era muy peligroso.
—Órdenes de arriba.—
—¡No es cierto!— Saltó Maribelle, abriéndose paso. —¡Esto lo haces por un tema personal!—
—Tranquila, los tripulantes vendrán por ustedes cuando todo esté en calma.— Dijo sereno. —Sólo es una acción a modo de precaución para que no se produzcan robos y crímenes innecesarios.— metió las manos en sus bolsillos y se retiró.
—¡Maldito!— Exclamó Victoria, aferrandose a los barrotes de la reja. —¡No puedes hacernos esto!—
—Debido a tu comportamiento, es lo más acertado.— Dijo a lo lejos, antes de desaparecer.
—Victoria.— Maribelle apoyó una mano en el hombro de la chica. —Guardemos calma, vendrán por nosotros.— Dijo en voz alta para todos. Al girarse, notó mucha gente: hombres, mujeres, ancianos y niños, mirando con verdadero terror.

—-

—¡Lana!— Le llamó Yuri cuando la vio correr por el pasillo. El rubio salió detrás de su prima y la volvió a llamar. La segunda vez ella se volteó al oírlo y corrió hacia él. Fue aprisionado por un abrazo desesperado de su prima. —E-estoy bien.— Dijo apenas saliendo de su asfixiante contacto.
—¡Señorita Lyksborg-Henssen!— Gritó una jovencita, apareciendo con un grupo de servidumbre. Era Ephonine quien venía acompañada por los sirvientes de Lana y otros tantos de Lady Wessex. —¿Que sucede?— Exclamó. Un segundo choque del barco contra el gran hielo hizo que ella cayera. Avilio la sujetó antes de que impactara con el suelo. Ella se aferró a él, desesperadamente. —¡Tengo miedo!—
—Ephonine, tranquila.— Dijo Lana, sin soltar a Yuri como si fuese su propio crío. —Quiero que todos suban a la cubierta y aborden los botes salvavidas. Ayuden a los que puedan en el camino y trasmitan el mismo mensaje. Es una orden.— dictó.
—Señorita, ¿y usted?— Preguntó Ephonine, aún abrazada a Avilio.
—Subiré pronto, primero tengo que ir por Maribelle y Victoria quienes también vienen en camino. —¡Vayan ya!— ordenó nuevamente.
—Señorita, por favor, cuídese mucho. La esperaremos en la cubierta— Ephonine se separó tímidamente del italiano. Luego volvió a su compostura normal y comenzó a guiar a los demás sirvientes.
—Yuri, quiero que vayas con ellos.— Lana sujetó el rostro del menor con ambas manos en cada una de las mejillas de Yuri. Le miró fijamente a los ojos. —Y que apenas puedas abordes un bote salvavidas.—
—No, Lana. Subiré cuando subas.—
—Por favor, Yuri…—
—No lo haré.— La apartó de un manotazo. —Si vas abajo como una heroica necesitas de alguien sensato como yo que te acompañe… Por último, somos familia y la familia no se abandona.— Dijo lo último un poco más bajo.
—…No le harás cambiar de parecer.— Le indicó Avilio. —Vamos.—
—Sí.— Lana asintió. Tomó la mano de su primo pequeño a pesar de los reclamos de este y juntos corrieron escaleras abajo.
—Erwin está ayudando a las personas con más problemas a abordar a los botes.— Indicó Yuri.
—Nos uniremos a él pronto.—

En el camino Lana y los otros dos indicaron a las personas que subieran a cubierta. Ella se percató que muchos preferían permanecer en sus cuartos. —¿No me entendieron?— se preguntó, pensando que quizá el lenguaje era el problema.
—Temen dejar sus cosas.— Dijo Avilio.
—Que idiotas…Son sólo miserias que se pueden comprar con dos monedas—
—Para muchos, aquello es un tesoro que no podrán volver a recuperar.— Le refutó el italiano. Ayudó a una madre a salir con dos niñas pequeñas hablándole en italiano para darle indicaciones de como llegar a cubierta. Luego ayudó a un matrimonio de ancianos a subir los primeros peldaños de la escalera.

Siguieron bajando hasta que llegaron a lo más recóndito del barco, al nivel de la tercera clase. Se sorprendieron de encontrar un montón de gente aprisionadas detrás de rejas.

—¡Allí están!— Lana corrió hacia la reja al divisar a sus dos conocidas. —¿Por qué está cerrado?—
—Ese hijo de puta de Nathan cerró con llaves.— Dijo Maribelle, sin recato en el lenguaje.
—Lo siento, esto se debe por mi…— Dijo Victoria, atacada. Se sentía responsable de la desgracia de todos allí por culpa de su “arrebato” contra él.
—No, querida. Porque es seguro que una rata como él habría hecho esto sí o sí pues desprecia a los que no pertenece a su clase.— La rubia frunció el ceño. —La llave se la llevó él.— le dijo a Lana.
—Iré a ver si consigo una llave con un marinero.—
—Ve.—
—Trataremos de abrir con algún instrumento mientras tanto.— Dijo Yuri, quien junto a Avilio comenzaron a buscar algo que les sirviera. Lana en tanto corrió a buscar ayuda.
—Cuidado.— Dijo Avilio, quien volvió con un hacha de emergencia. Sabía que prácticamente era inútil contra el hierro pero era lo único que había a metros. Todos se apartaron y él comenzó a golpear la cadena del candado. Uno, dos, tres y hasta seis intentos pero no aflojaba.
—Sigue.— Le motivó el ruso a su lado.
Unos cuantos golpes más y parecía que podía lograr algo.
—Hey.—

Una persona le llamó desde atrás. Pensó que podía ser un tripulante que traía consigo la llave. Al girarse, lo único que escuchó fue un estruendo ensordecedor y un ardor tortuoso que nacía en su abdomen. El grito de los presentes retumbó en todo el lugar, muchos comenzaron a peder la cordura y a gritas desesperados empujándose unos a otros. El pelinegro sintió que la fuerza de pronto se le iba, no pudo sostener más el hacha y la dejó caer, se llevó una mano al estómago sintiendo como un líquido cálido comenzaba a emanar con fuerza. Frente a él, un joven rubio le apuntaba con el cañón de una magnum, una arma demasiado potente para ser usada a corta distancia. Prácticamente, con su sangre había salpicado a todos los de atrás. Del dolor casi se dejo caer pero se sostuvo a duras penas, no deseaba darle ese lujo.

—¡Nathan!— Maribelle gritó horrorizada. —¡Eres un bastado!—
—¡¿Por qué?!— Gritó Victoria, llorando ya a esas alturas.
—Porque éste me golpeó. Me dejo en ridículo.— Se acercó a ellos, apuntándolos. Le habló esta vez a Avilio. —¿Pensaste que ibas a irte libremente después de agredir a alguien como yo?—
—…— El italiano le escupió en la cara, lo cual manchó de sangre el rostro de Nathan.
—Asco.— Éste sonrió con malicia. Escuchó que detrás de él se detuvieron dos personas. Al girarse y verles, notó que era Lana y un marinero.
—…— Lana lo miró con consternación, luego miró a Avilio y volvió a mirar a Nathan.
—Este sujeto me asaltó el día anterior. Me propinó golpes y me apuñaló cuando lo encontré usurpando mis cosas en mi alcoba. Por precaución, él y sus secuaces deben permanecer en custodia.—
—¡Eso no es verdad!— Gritaron varios. —¡Él miente!—
—Nno puedo dejarlos.— Dijo el marinero. Nathan caminó hasta él y le quitó las llaves sin esfuerzo alguno. —Más te vale obedecer. Te espero arriba.— Sin dejar de apuntar a Avilio, luego a Lana, se fue retirando. —Mejor que guarde silencio, Lady Lana, si es que llega a salir de aquí.— Tras eso, se retiró.
—L-lo siento. No puedo hacer nada.— Se disculpó el marinero.
—¡N-no se vaya!— Le dijo Lana.
—L-lo siento.— Repitió, avergonzado. Se alejó de ella como si estuviera enferma y corrió hacia la cubierta. Más allá se encontró con el heredero Prescott quien compró su silencio con mucho dinero.
—¿Qué hacemos?— Le preguntó el rubio a su prima cuando esta se acercó a Avilio para servirle de apoyo.
—Ayudame a subirlo a cubierta. Luego buscaré otra persona que nos pueda ayudar y bajaré.—
—Lana.—
—Y subiremos todos.
—Lana.— Maribelle volvió a llamarla.
—No, Maribelle… Porque sé que me dirás.— Negó con la cabeza.
—Tienes que escucharme.
—¡No!—
—Tienes que subir y estar a salvo. Dile a los encargados que pasa aquí abajo y nos ayudarán. Pero tú ya no debes bajar.—
—No puedo dejarles aquí…—
—El agua a comenzado a entrar.— Dijo Victoria, rendida. —Es mejor que suban. Maribelle tiene razón. Ustedes ya han hecho mucho por todos nosotros.
—…— Lana bajo su cabeza, sentía que las lagrimas se juntaban en sus ojos. No lloró, porque no debía mostrarse débil pero sentía que algo se estaba muriendo dentro de ella.
—Yuri, llévalos.— Le dijo Maribelle al adolescente.
—Lana, ella tiene razón.— Dijo Yuri, tomando su hombro.
—Lo siento.— Ella se disculpó por lo que sucedía.
—No es tu culpa.— Dijeron en unísono Victoria y Maribelle. Se miraron entre ellas y no pudieron evitar sonreírse vagamente por estar por fin de acuerdo en algo.
—…— Lana vio que ambas mantenían sus manos aferrada a los barrotes. Apoyó una mano en cada una de las manos de ella y las aferró, manchándolas con algo de sangre del italiano inconscientemente. —Les exigiré que vuelvan por ustedes.
—Lo sé. Ahora, sube.—
—Adiós, Lana. Júrame que subirás a un bote y destruirás a Nathan.— Le dijo Victoria.
—Lo haré.— Asintió. Luego pasó un brazo de Avilio por sobre su cuello, acto que Yuri imitó al otro lado. Con cuidado, lo pusieron de pie y comenzaron a caminar.

Fue bastante dificultoso trasladar a Avilio hasta la parte superior del barco pues a cada paso parecía desangrarse. Yuri miró un par de veces detrás de ello notando el rastro de sangre que iban dejando. Finalmente después del calvario, lograron llegar. Para cuando lo hicieron ya no había mujeres en la cubierta pues ya las habían abordado en los botes salvavidas. De los botes destinado para los varones sólo quedaban dos por lo tanto ya habían abordado la mayoría de gente de clase alta. Para desagrado de todos, no había rastro de Nathan por lo que ese desgraciado había subido a un bote y se había salvado.
Mientras avanzaban, Lana miraba con horror los rostros de las personas (un gran número de personas) que aguardaban en cubierta. La mayoría eran hombres de bajo ingreso económico o gente sin un nombre importante.
Irónicamente, la música de la banda musical les trasmitía una extraña sensación de paz en medio de todo el caos.  Otro retumbar del barco hizo que este se ladeara mucho más y que muchos cayeran.

—¡Sújetate!— Le dijo Yuri, quien se acercó a las barandas del barco y se aferró a estas con fuerza. Lana le imitó y juntos sujetaron a Avilio quien de todos modos alcanzó algo a agarrarse de las barandas. Quedaron un poco suspendidos medios en el aire. Luego encontraron estabilidad.
—Se partirá.— Dijo Avilio, conociendo lo que sucedía en esos casos.
—¡Lana!— Erwin apareció entre los que aún quedaban. Embarcó a una persona más en ese bote y fue al encuentro de ellos. Iba a regañar a los primos por haberse desaparecido pero al ver a su soldado muy mal herido procedió a atenderlo. A diferencia de Lana y Yuri, para él no significó mayor esfuerzo sujetarlo él sólo y llevarlo a un sitio, que de todos modos estaba lleno, pero más espacioso. Lo apoyó contra las barandas de la borda. —¿Qué pasó?—
—Fue Prescott. Le disparó pero antes dejo encerrada a mucha gente en el nivel inferior.
—¿Qué?—
—Nathan Prescott le disparó a este hombre.— Dijo Lana con voz fuerte llamando la atención de los presentes. —Y encerró a los suyos tras rejas, incluyendo a Lady Wessex y a su propia esposa, Lady Prescott. Con él, se llevó a un tripulante que tenía la llave su salvación.—
—¿Alguno de los presentes es el que acompañó a Prescott?— Preguntó Erwin con voz clara a los tripulantes.
—Debió ser Thompson… Quien abordó con lord Prescott.— Indicó uno de los marineros.
—¡Debemos liberarlos!— Gritó un hombre presente.
—¿Quién puede abrir la reja?— Preguntó Lana, a los tripulantes.
—Sin la llave es complicado…— uno de ellos miró a Erwin. —Pero tendremos que bajar a tratar de abrir otras compuertas para que puedan ascender.—
—Vayan.— Les ordenó el rubio. Luego miró a Lana. —Pero necesito que tú y el joven Plisetsky aborden el bote salvavidas.—
—No me iré sin ti.— Le dijo Lana. Aferrándose a él. Porque lo conocía y sabía que su valor y honor lo haría quedarse hasta el final.
—Tienes que hacerlo.— le levantó el mentón para que lo mirara a los ojos. —Si no lo haces jamás me lo perdonaré. Apenas resolvamos lo que pasa aquí abordaré un bote, te lo prometo.—
—¡No!—
—Lana, por favor.— Erwin la aferró a él estrechándola entre sus brazos. —Debes ir.—
—Aquí hay un espacio.— Gritó un marinero, cerca de un bote. Muchos se acoplaron allí. —¡Es para la dama!— gruñó.
—Yuri…— Ella le miró sin dejar de abrazar a Erwin. —No puedo dejar que te quedes. Eres un niño y tienes que vivir muchas cosas.—
—Yo me quedo.— Negó con la cabeza. —Me iré con Smith. Estaré más a salvo con él que contigo… Loca.— bromeó sin muchas ganas.
—Ve. Te prometo que subiremos en el próximo bote.—
—Lady Lana, recuerde que tiene una promesa con sus amigas… Debe destruir a Prescott… Y en parte me lo debe a mi.— Le dijo Avilio con mucha dificultad.
—…No quiero dejarlos. Pero sé que me dicen todo esto porque soy un obstáculo. Son pésimos dando motivaciones.— sonrió tristemente. Abrazó nuevamente a Erwin. —Te esperaré en el puerto.— seguidamente se acercó a Yuri a quien abrazó con ternura. —Y tú, no te metas en problemas.— finalmente, fue hasta Avilio. A quien abrazó con mucho cuidado. —Nos volveremos a ver.—
—Lo sé.— asintió. —Y lo de Prescott es una petición personal.—
—Sí.— sonrió, otra vez. Erwin la escoltó hasta el bote ayudándola a subir.
—Permítame.— Un joven rubio de ojos calipsos que estaba en el bote le ayudó a abordar.
—Gracias.— Dijo ella aceptando su mano y subiendo.
—¡Todo listo!— Gritó el marino.

El bote poco a poco comenzó a bajar y la angustia se acopló en la garganta y pecho de Lana. Al mirar hacia arriba, vio a Erwin junto a Avilio y Yuri mirarlas desde allí y despidiéndose de ella. Para Lana, era la imagen más triste y que le llenaba de angustia en su vida. Si bien ellos se mantenían con expresión segura y tranquilos, a ella sentía que se le destrozaba su mundo por dentro.

Allí, se separaba de los tres hombres que había apreciado más durante su vida y durante ese viaje. Dios quiera y los amparara.
—Tenga.— Dijo el mismo joven rubio que la había ayudado. Le puso sobre los hombros una manta. Más adelante se presentaría como Henry Lancaster a quien conocería mejor durante el trayecto en bote. Lana se dedicó a alentar a las personas presentes a persistir, incluso ayudando al marinero con los remos Henry uniéndose a ellos. 

Poco después, los tres jóvenes veían serenos como el bote de Lana se perdía de vista. El silencio se hizo presente pese a que el sonido de la orquesta continuaba. El barco estaba bastante tumbado y tenían que aferrarse con fuerza a las barandas. Nuevamente después del caos hubo algo de estabilidad. Erwin corrió y volvió con un botiquín aplicando primeros auxilios a Avilio haciéndole un torniquete para que el sangrado frenara.

—Te dije que no te metieras en problemas, marine.— Le bromeó.
—Lo siento, Teniente Erwin.— Respondió suavemente.
—Más te vale resistir hasta el rescate.—
—Sí, señor.—
—¿Deseas algo?—
—¿Me puede encender el cigarrillo?—
—Claro.— Le recibió el cigarrillo y el encendedor que el chico le extendía. Se lo encendió y se lo entregó, para que el chico le pidiese algo tan básico significaba que estaba bastante debilitado. Se apartó de él y se acercó a Yuri, quien estaba un poco más allá, cerca de la orquesta, escuchando la música.
—¿Cómo está?—
—Posiblemente no resista el viaje…—
—Vaya…— Dijo sin apartar la mirada de los músicos. —Este es el fin de todos.—
—No…— Negó con la cabeza. —Tengo reservado un espacio en el último bote que queda. Te embarcaré. Vamos.—
—¿Y tú? ¿Y el italiano?—
—Yo debo quedarme hasta el final. Hasta que lleguen por nosotros. El señor Lagusa no abordará el bote.— Y antes de que el rubio le refutara. —No porque yo lo diga, sino porque lo conozco y se va a rehusar hasta el final.—
—Si no suben, yo me quedo.—
—…— Erwin le miró con severidad. —No me desobedecerás.— Le tomó del brazo y le condujo hasta el bote pese a los reclamos del menor. Llegando, buscó a un tripulante. —El joven Plisetsky debe llegar sano y salvo a puerto.—
—Señor, ¿Le cede su lugar?—
—Sí.—
—Bien…— El chico parecía apenado por dejarlo allí.
En ese momento, el barco se estremeció drásticamente. La mayoría quedó desconcertado pero Erwin y el marinero del bote, quienes conocían la señal, entendieron que el barco se comenzaría a partir en dos. El movimiento causó agitación en los presentes, algunos cayeron sobre la borda al perder el equilibrio. Erwin tuvo que sujetar al rubio primo de Lana para evitar que este cayera al mar.
—Algún día, me va a perdonar, joven Plisetsky.—  Recibió a Yuri Plisetsky que pareció ser lanzado por Erwin Smith al interior del bote.
—…—
Luego, Erwin volvió hasta donde Avilio. Se tomó unos segundos allí.
—Es el fin, señor.—
—No.— Erwin negó. —Vendrán por nosotros. Notó que el otro sonrió irónico, el rubio frunció el entrecejo. —Tenga fe, marine.—
—Ok…— Parecía que se iba quedando dormido.
—…— Erwin se quitó su chaqueta llena de insignias y medallas y se la puso a su joven discípulo. —Trate de descansar. Prometo que apenas llegue la ayuda usted será la primera persona a la que embarque.— se puso de pie.
—Teniente…— Le llamó antes que se fuera.
—¿Sí?—
—Por favor… Déjeme aquí. Hasta el final. Con usted…— Porque sabía que Erwin se quedaría hasta el final, hasta ver que todos estaban seguros y él quería quedarse con él, con la persona más honorable que conocía como si con esto se contagiara de tanto honor. Y sí, sabía que sólo su cadáver acompañaría al Teniente Smith cuando llegara el final, pero quería estar allí de algún modo.
—Lo prometo.— asintió.

El barco crujió violentamente, como si de pronto una gran tabla se quebrara. Esta vez, el barco se partió finalmente en dos en dos, por la mitad, comenzando a sumergir de un extremo de este entrando el agua de mar con mayor intensidad. Erwin sujetó las barandas de metal y se aferró a estas sujetando a Avilio para evitar que este se deslizara sin control por la borda o cayera al mar. El barco comenzó a hundirse, levantándose la punta en diagonal.

—Parece que esto ha sido todo. Ha llegado el fin.— Dijo el italiano, sujetando sin ánimos la barra. —Nunca pensé que me moriría en el hundimiento de la máquina creada para la ostentación y la falsedad.— tosió un poco, sintiendo una punzada de dolor. —Pensaba que moriría agujereado en el campo de batalla...—
—Yo pensaba que algún día tú morirías agujereado en una calle de Italia, acribillado por una banda rival.— le bromeó, irónico. —Resultaste ser bastante intrigante...—
—Eh, n-no soy así. Y no quería mentirle antes... Pero tuve que buscarme otra identidad para encajar.—
—Estás muy comunicativo, marine.—
—Si...— apoyó su cabeza en su propio hombro. —Estoy delirando...— sonrió, bromeando con humor negro.
—Un final resulta ser un inicio de un algo, si lo piensas bien.—
—...— El pelinegro lo observó en silencio. Luego volvió a su inexpresión. —Señor, ha sido un honor servirle.—
—Ha sido un honor conocerte, Angelo.— Le apretó el hombro, en señal de fraternidad.Después se levantó y corrió a ver como iban con la ayuda a lady Wessex, lady Prescott y las personas que aún estaban encerradas.

Antes de que Avilio cerrara sus ojos para descansar. Sintió que fue jalado violentamente, como si lo arrastraran hacia la oscuridad. ¿Así era morir? abrió con dificultad sus ojos y vio que Yuri Plisetsky lo jalaba consigo al interior del bote. Lo lanzó dentro, para mayor dolor del mal herido y luego abordó el bote de nuevo.

—¡Aquí caen siete más!— Grito.
—Nnno.— Le dijo el marino. Consternado.
—¿No?— Yuri lo miró con odio. —¿Y todo este espacio?— apuntó los huecos vacíos. —¡Haz que suban más o le informaré a Smith sobre esto!—
—…— El marinero lo miró con rencor, luego llamó a siete más quienes abordaron. Por fin, tras esto, terminaron de bajar.

El bote tocó mar y comenzó a alejarse del gran Titanic. Todavía no se perdía de vista por completo por lo que aún se divisaban las luces de éste sin dificultad. Yuri observó en esa dirección, estático, donde el silencio de la noche y solamente el agua agitarse suavemente por los remos era irónicamente el único sonido dentro de un escenario lleno de pánico. Aquellas luces se veían como faroles a distancia que, de todos modos, era próxima. ¿Cuánto tardaría en llegar los barcos de auxilio?

Erwin aún continuaba en el barco, y si bien Yuri jamás fue apegado a él no podía evitar aquella angustia que se agolpaba en su pecho debido a la incertidumbre sobre el destino del teniente quien hasta el último momento se había quedado en el barco sin abandonarlo rescatando personas.

Un crujido aterrador se escuchó por todo el ambiente quebrando el momento de extraña paz. Los hombres que estaban en el bote salvavidas con Yuri emitieron exclamaciones de terror y consternación al ver que el RMS Titanic, el "insumergible", se terminaba de partir en dos y en fracción de poco tiempo comenzaba a hundirse más progresivamente de punta a punta.

Mucho más alejado, el bote en que se trasladaba Lady Lana podía divisar a duras penas lo que estaba sucediendo con el Titanic pero todos los presentes fueron testigos de la decadencia total de éste y el como el hombre, al desafiar a Dios con sus mega máquinas, una vez más fracasaba estrepitosamente.
Lana se llevó ambas manos al rostro, cubriéndose su boca ante la angustia. Sus ojos se abrieron enormemente y comenzaron a cristalizarse debido a las nacientes lágrimas que invadían cada orbe. Una silenciosa y solitaria lágrima se deslizó por su mejilla.

Erwin, Yuri, Avilio, Maribelle, Victoria... Todos ellos...

Un hombre mayor a su lado emitió un grito ahogado gritando en vano el nombre de su hermano quien aún se encontraba en el barco esperando ser socorrido. Lana escuchó que comenzaron a soltar comentarios unos y otros, desdichados y con el alma rota en mil pedazos al ver el oscuro destino que tuvieron los que quedaron en el barco.

Lana se sintió igualmente desdichada. Todas las personas que conocía estaban allí y del único que  tenía certeza que estaba a salvo era para su desagrado Nathan Prescott.
Se sintió maldita al haberse salvado, ¿Por qué ella y no, por ejemplo, Yuri? Su primo seguía siendo un niño y tenía tanto derecho a la vida como ella y otros que perpetuaban vivos. ¿Por qué ella y no Avilio, Erwin, Maribelle o Victoria?

No. No podía aceptar esa realidad. Se aferraba a la última esperanza de que Erwin, con todos sus conocimientos, encontrara el modo de sacarlos de allí con los más mínimos recursos.

Lo peor de todo es que sólo sabría el destino de todos ellos cuando llegase a puerto.
« Last Edit: November 21, 2017, 07:54:42 PM by Kana »