Una parte de la fiesta... La otra la dejaré super breve y después el hundimiento (si es que lo logro
)
Después del bochornoso evento que había vivido aquella vez, no quería encontrarse con aquel joven en lo que quedara del viaje. Lo había evitado, o, más bien, afortunadamente no se lo había topado desde entonces.
Pero las circunstancias ameritaba que cursada por un proceso irónico de interacción con quien estaba evitando desde el primer día que había abordado el barco. Aspiró hondamente antes de acercarse a él, acumulando más valor.
—…Disculpe.—
—…— El joven, de cabello oscuro y semblante serio, le prestó atención. Estuvo momentos antes absorto en la visión que le entregaba el mar. —¿Sí?—
—…— Lana disimuladamente miró hacia ambos lados como modo de precaución, no quería que nadie les escuchara. —Señor, la otra noche nos conocimos en un extraño suceso.—
—Ah, la recuerdo.— Le respondió Avilio, sin un ápice de preocupación. Aquella dama lo había descubierto usurpando la billetera de un hombre acaudalado.
—Bueno…— Lana se irritó un tanto internamente de ver lo descarado que era. Habló en tono más bajo. —Sin intenciones de que mis comentarios suenen hirientes, estimo que usted tiene cierta habilidad con tácticas pocos ortodoxas.—
—Hm.—
—Y no deseo involucrarlo en problemas pero…— Esperó que una pareja de novios terminara de pasar cerca de ellos. Al ser de día, muchos aprovechaban de pasear por la cubierta del barco. Esa pareja miró con cierto desprecio a Avilio, notando prontamente que no pertenecía a la misma clase social que la mayoría de allí. —Seré franca, necesito de su ayuda.—
—¿Qué es lo que necesita una dama como usted de una persona como yo?— Por lo regular, le parecía curioso que se diera esa situación. El italiano alzó una ceja.
—Es algo de lo que no le puedo conversar aquí.— Ella señaló con la mirada hacia una zona más apartada. Notó que el chico no tenía intenciones de acompañarla. —En serio, es algo que le conviene bastante.—
Avilio le siguió, pero no porque se sintiera su subordinado. ¿Intentaba amenazarlo con algo? O posiblemente avisaría a las autoridades del barco de sus fechorías. Llegaron a una zona más aislada donde ambos esperaron el momento indicado para romper el silencio.
—Lo que quería proponerle es algo bastante complejo pero que confió que alguien como usted pueda lograr de modo fructífero.— Lana dio un suspiro. Luego le indicó nuevamente con la mirada hacia un sector donde un joven de cabello rubio caminaba con algunas personas de importancia. —¿Ve a ese joven de allí? Necesito que lo siga a sus aposentos y que sustraiga algo que tiene en su poder.
Avilio soltó una risa tras escuchar aquello.
—¿Sucede algo?— Lana había fruncido disimuladamente el ceño. Su rostro lucía más infantil cuando hacia ese pequeño gesto.
—¿No le parece cómico acaso? Que una lady de alta clase le pida a un turista de tercera clase que usurpe los bienes de alguien de importancia. Es algo intrigantemente malicioso…—
—Escúcheme. Si usted supiera lo que necesito estoy segura de que aceptaría este trato que deseo proponerle. Además, la oferta monetaria que le ofreceré seguramente le vendría muy bien a…— El discurso serio y monopolizante.
—Alguien como yo. El tipo de persona que pertenece a una clase social la cual hace cualquier cosa por un poco de dinero.—
—N-no quise decirlo así.— Y entendió que había caído en la misma conducta pedante y clasista de Nathan.
—¿No?—
—Lo siento.— Dijo con sinceridad, mirando hacia otro lado. —No fue el modo correcto de expresarme para con usted. Creo que me deje guiar por mis emociones y, sí, por mi status. Lo cual no ha estado bien.—
—…—
—…—
—¿Qué es aquello tan valioso de lo que desea desapropiar a aquel tipo?— Fue Avilio el que rompió nuevamente el silencio. La disculpa anterior le sonó a algo honesto, por lo que se permitiría escucharla un poco más.
—Unos documentos. Sé que suena extraño y hasta absurdo… Pero necesito impostergablemente que entre en su alcoba y me consiga una carpeta con documentos.— Soltó un suspiro. —¿Puede hacerlo?—
—De poder, puedo. Pero no lo haré.—
—¿Qué?—
—Por el secretismo con el que se maneja veo a simple vista que es algo comprometedor.—
—Si sucede cualquier eventualidad, prometo que lo protegeré.—
—…— Que raro sonaba aquello viniendo de una mujer. Un nuevo ambiente de silencio se creo entre ambos.
—Veo que es alguien de pocas palabras.—
—Debo retirarme.— Avilio hizo un gesto de reverencia —Permiso.—
—Espere.— Le sujetó antes de que partiera. —Es al único que puedo pedirle algo tan difícil. Sé que no es algo fácil de tratar, pero estoy sola en esto y nunca he hecho algo parecido…—
—Debo analizar si tomo el trabajo, pero primero, ¿Cómo podría reconocer los documentos si acepto?—
—Oh.— A Lana le cambió el semblante de preocupación por uno más aliviado. El italiano le había hecho una buena pregunta. —Es crucial que usted no lea su contenido. No obstante, bastará con ver a quien está dirigido. Verá el nombre de… de alguien con las iniciales E. S.—
—¿Algo más?—
—Sólo eso puedo decirle. Y destacar el tema de confidencialidad. ¿Puedo contar con usted?—
—No tengo nada mejor que hacer.—
—Perfecto. Hoy en la noche él no estará en su alcoba y será el momento ideal de efectuar el plan.—
—¿Hoy?— Se evidenció algo sorprendido por lo precipitado.
—Sí.— Asintió. Acto seguido, llamó a su sirvienta dando un par de aplausos disimulados.
—Mi Lady.— Ephonine, quien había estado observando desde un lugar apartado ansiosamente, se acercó a ellos dos. Sacó un sobre elegante mostrándoselo discretamente a Avilio pero cuando éste lo iba a recibir, la doncella lo metió abruptamente en el bolsillo del traje del chico.
—¿Qué es…?—
—No lo saque aquí, por favor.— Adviritió discretamente Lana. —Es una invitación para que usted asista a la fiesta de máscaras de esta noche. Lugar donde “coincidieremos” en el pasillo y será el momento en que usted me haga entrega de los documentos.
—¿Por qué en ese momento rodeados de gente y no en un sitio más discreto?—
—Porque sé que después de esta noche estaré exageradamente vigilada.—
—Hm…— No parecía del todo convencido.
—No se preocupe, un sobre de documentos es fácil de guardar dentro de los ropajes de una dama. Nadie lo descubrirá.—
—La invitación tiene otro nombre, pero no podíamos entregarle una con el nombre de Angelo Laguza o de Avilio Bruno…— Dijo Ephonine, seriamente, nombrando el nombre real y el nombre falso del chico.
—Lo siento, tuvimos que investigar ese detalle…— Dijo Lana ante la expresión de intriga de Avilio.
—Entiendo…—
—Tengo fe en usted, señor.— Lana hizo una reverencia y se fue acompañada de su doncella. Ephonine disimuladamente observó hacia atrás mirando de reojo a Avilio, como queriendo indicar que, a diferencia de su señora, ella no se fiaba mucho. Unos pocos pasos más, se encontró con su familiar quien la increpó.
—¿Por qué hablas con él?—
—Le preguntaba una información que no manejo.—
—…No debes socializar con tipos provenientes del vulgo como ése. Que no se vuelva a acercar.— Yuri miró con desagrado al italiano, quien percibió su mirada y quien de todos modos había escuchado su comentario ya que el rubio lo había emitido con ese propósito. El rubio se dio la media vuelta retirándose por donde había venido. Lana prefirió tomar otro camino evitando a ese crío.
————-
—¡Hazme caso!— Exigió Victoria, cansada de la situación.
—Lo que me faltaba… Que dieras un espectáculo digno de una histérica como tú.— Nathan giró los ojos, irritado. Estaba por llegar a la sala donde se llevaría a cabo la fiesta de máscaras.
—Yo no quiero estar aquí. Tú no deberías estar aquí.—
—¿Por qué? Siempre te han gustado las fiestas donde puedes resaltar con tus bonitos y caros vestidos, donde puedes lucir tus joyas y en donde platicas con tus amigas.— El rubio se arregló la cortaba. —Y yo SÍ debo estar aquí. Tengo la posibilidad de coincidir con Mr. Lancaster, el socio ideal para la empresa familiar.
—…—
Victoria frunció el entrecejo, irritada y agitada. Estaba incómoda de estar allí. Sí, era cierto, era la típica dama de sociedad que gusta de eventos sociales donde podía demostrar todo lo que era y ser “la reina” de la fiesta. No obstante, desde un tiempo, precisamente desde que estaba casada con él, pasó de gozar esas situaciones a sentir un nudo en el estómago de los nervios que experimentaba prontamente.
Nathan había sido un amigo, un muy buen amigo, desde la infancia. Y era su amigo únicamente, porque su familia era cercana a la de Nathan y con ello tenía su exclusividad sin necesidad de compartirlo con Maribelle ni con Lana. Por eso ellas apenas lo conocían. Nathan y ella congeniaban porque tenían la misma personalidad maliciosa, pedante y de superioridad. Muchas veces ella había acudido a él para vengarse de alguien y él brillantemente lograba humillar a esa persona tal y como Victoria exigía.
Era una amistad especial, torcida, pero fascinante. Sin embargo, todo comenzó a cambiar cuando los padres de ambos vieron provechoso que contrajeran nupcias. En un comienzo a Victoria le había encantado la idea, Nathan era alguien a quien apreciaba verdaderamente pese a saber que era un “príncipe oscuro”, por otro lado, era inmensamente rico y su familia tenía un gran poder sobre su ciudad la cual monopolizaban a su antojo. Demás estaba decir que la belleza de Nathan fue un factor crucial para que Victoria se sintiera a gusto.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar muy poco tiempo después de estar casados. Sabía que Nathan tenía problemas de temperamento los cuales se potenciaban críticamente cuando éste comenzaba a simpatizar con ciertas sustancias a las que se había vuelto adicto. Además de temperamental, era obstinado y sumamente mimado por su padre quien lo protegía de todas sus fechorías.
Cuando aquello ocurría. Todo ese paraíso mental que Victoria se había armado se volvía el peor de los infiernos.
Desde entonces su mundo se había vuelto muy aislado, falso y solitario. Aguantando la conducta problemática de Nathan quien seguía viéndola como alguien que conocía desde niño pero nada más importante que eso. No la amaba, no la besaba. Mucho menos la tocaba como su esposa.
Él salía a lugares viciosos, con amigos perturbadores que cubrían sus adicciones, a lugares donde se involucraba con chicas fáciles.
—¡Deja de hacer eso!— Exclamó cuando le vio que disimuladamente, dándole la espalda, sacaba ese frasco de “medicamento” el cual contenía morfina. Si no era la morfina era el opio, alcaloides, rapé o quien sabe que más. Victoria se adelantó y le quitó el frasco bruscamente.
—¡Tú deja de meterte en mis asuntos, mujer imbécil!— Le dio un empujón.
—¡Pues deja de ponernos en riesgo!— Le gritó irritada. Lo empujó también, le dio unos golpes en el pecho. Nathan volvió a empujarla como si fuera cualquier cosa y ella colapsó. —Puede que seas el niño rico y mimado de tu padre pero ni él te va a librar de la decadencia que tú mismo te estás buscando.
—Cállate.— La miró con desprecio. —Y no me levantes la voz, zorra. ¿Quién te crees? Las mujeres decentes se quedan en silencio y apoyan incondicionalmente a sus esposos. Tú sólo haces berrinches como la loca que eres. ¿Decadencia? ¿Yo? Pff…— Giró los ojos.
—¡Porque sí, Nathan! Si sigues así caerás en un pozo oscuro y sin salida. ¡Y no te creas superior! Que sin el dinero de tu padre no serías nada. Nadie te respetaría ni nadie te obedecía como eso pobres imbéciles lacayos que se creen tus amigos.
—Te dije que te callaras— En un impulso, le cubrió la boca bruscamente con su mano al escuchar que personas estaban relativamente cerca. Victoria le mordió la mano, cosa que le enfureció. Frunció el ceño y bajó ambas manos a su cuello ejerciendo presión. —No aprendes…— alejó una mano la cual subió con intenciones de darle un golpe para que “se calmara” pero antes de que pudiera hacer al acto fue increpado. —¿Qué?— vio que una persona le sujetaba de la muñeca que mantenía en alto, suspendiéndole de su golpe. —¡Suélteme, usted!—
—¡Victoria!— Gritó Maribelle, horrorizada por lo que veía. Ella corrió desde la distancia que las separaba, le dio un empujón a Nathan para apartarlo de su amiga y la abrazó. —¿Cómo te atreves, animal?—
—Es asunto de esposos, ¡Qué se meten!— Dijo enojado. Luego miró a quien aún le sostenía. —¿Y tú quien eres? ¿De dónde saliste?—
—…— Avilio le soltó finalmente, mirándolos de modo frío.
—Denunciaré tu acto agresivo con las autoridades. —
—¿Y qué dirían de alguien como usted quien agrede a una mujer?— Dijo el italiano, respondiéndole a Nathan quien hacía como si el acto de hace un rato jamás hubiera pasado. El rubio mostró sorpresa.
—Yo no he sido violento con mi esposa.—
—Pues yo y la dama vimos todo lo contrario.—
—Victoria, ¿Estás bien?— Preguntó la rubia a su amiga quien comenzaba a salir del shock. Vio que esta asentía débilmente. —Te llevaré a mi cuarto, será mejor que te quedes allí.—
—Maribelle, no te metas en estos asuntos.— Dijo un indignado Nathan.
—Me meto donde se me de la gana, Nathan. Y eso no quedará impune.—
—¡Ah, por favor! Tanto escándalo por algo tan simple. Eres una exagerada.—
—Se debe hacer justicia.—
—¿Y crees que alguien escuchará a una loca que ni su padre quiere? No eres más que una alborotadora en tu ciudad, no tienes buena fama. ¿A quien crees que defenderán?
—Eso ya lo veremos. — Dijo Maribelle, molesta. Se dio la vuelta con Victoria sin soltarla y comenzó a caminar.
—Bah, hagan lo que quieran…— El rubio se dio la vuelta. Notó que cierto frasco aún estaba en el suelo —…— Se agachó pero Avilio se lo pateó.
—¿Drogas?—
—No es lo que parece…— Sonrió torpemente.
—Patético.—
—…— Nathan se incorporó lentamente. Lo miró con curiosidad unos segundos y luego cedió a sus impulsos y trató de propinarle un puñetazo al pelinegro. Para su desgracia, Avilio era mucho más hábil -y en sus cinco sentidos- que él. Éste no sólo lo esquivó, sino que le devolvió el golpe y el italiano si dio con su objetivo dándole un puñetazo en el rostro haciendo que Nathan perdiera el equilibrio y se cayera hacia atrás. —¡Maldito bastardo!— Dijo sujetando la quijada.
—¿¡Qué se supone que hacen!?— Maribelle se giró para mirarlos a los dos con desaprobación. —Ya suficiente has hecho el ridículo hoy, Nathan. Mejor quédate allí y ni intentes levantarte para responderle a aquel joven porque quedarás aún más en ridículo.—
—…— El convaleciente la miró con rencor.
—Estimado, será mejor que ingrese al evento y olvide este bochornoso sucedo. Por lo demás, agradezco que se haya terciado justo en este momento para evitar un acto irracional. Pero ya aléjese de Nathan. Estar cerca de él sólo trae desgracia.
—Mi lady.— Avilio le dedicó una reverencia. Metió las manos en sus bolsillos y, antes de ingresar a la fiesta, miró de reojo a Nathan mirándolo como poca cosa.
—Esto no quedará aquí.— Dijo Nathan, se colocó de pie y ordenándose para pasar desapercibido… Aún tenía que encontrarse con aquel Lancaster.
Maribelle dejo de prestarle atención. Encaminó a Victoria a su cuarto para que pasara en un sitio privado toda la agitación y vergüenza que estaba experimentando en ese momento.
En tanto, en el interior del salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta de mascarada. Lady Lana estaba completamente ajena a la situación que estaban viviendo los miembros de su círculo cercano de interacción. Trataba en vano de distraerse al contemplar las piedras preciosas de los vestidos de las damas brillar con la luz dando un brillo hermoso a sus trajes. Buscaba entre los caballeros al “suyo” a quien de todos modos no encontraba por lo que intentaba distraerse jugando mentalmente a encontrar a su príncipe quien le debería sacar a bailar. “Éste no” “Éste parece extraño” “Él es atractivo” comentaba mentalmente.
Y pese a que la fiesta parecía de lujo, interesante y atractiva. No podía concentrarse del todo en ella.
—¿Podemos irnos? —
—Ah…— Lana soltó un suspiro, cansada. —Pequeño Yuri, no llevamos más de quince minutos aquí. —
—¡No me llames así! — Dijo Yuri muy molesto. —Y quince minutos me bastan para odiar esto y a todo el mundo. ¿Usar máscara? No le encuentro la gracia. Es evidente que se creo este evento para que la gente vanidosa ostente sus lujos. Que acto tan bajo y deprimente. — El adolescente se quitó la máscara y la observó con repudio. La lanzó sobre la mesa.
—Debes usarla. —
—No lo haré. —
—¿Y cómo lo harás cuando mi pequeño Yuri me saque a bailar? Apuesto que te dará vergüenza no llevarla pues no podrás ocultarte tras ella.
—Lana, ya basta. — Odiaba que ella lo llamara así. Ni era tan vieja como para que se tratase a ella como una adulta y a él como un niño. De hecho, quizá no era tan quisiera vieja… Aunque igual la consideraba como tal, pese a que tenía dos años más que él. —Sólo estoy aquí por compromiso. Jamás me verás bailando. —
—Entiendo. — Asintió comprensivamente. —Tal vez conmigo, no. ¿Pero con una bella señorita soltera y encantadora que, naturalmente, no sea tu familiar? —
—Tampoco. — No le gustó la broma.
—Esta bien. — Lana dejó de fastidiarlo, le daría un descanso breve. Se acercó a él para cepillarle el cabello con sus dedos. Su hermoso cabello rubio había quedado alborotado al quitarse la máscara de modo agresivo.
Lana le sonrió, Yuri era un muchachito aún pero era un muchachito muy guapo. Esperaba de corazón que algún día encontrase una bella damita fina de quien se prendara y con quien se comprometiera. Aunque fuera un cliché del cual ella misma escapaba, esperaba aquello para su pequeño primo. Yuri estaba muy solo, más solo que ella y estaba solo desde que era un bebé. La madre de Yuri había fallecido poco después de dar a luz tras un cuadro de preclamsia agravada que evolucionó a un desenlace fatal. Su padre lo había despreciado desde entonces y lo había recluido y olvidado en su hogar. Para cuando tuvo edad suficiente lo había enviado a un internado y apenas éste se volvió en un chico que ya dejo de luchar por el afecto de su progenitor y comenzaba a reclamar sus derechos económicos, el padre de éste lo había desheredado y enviado al exilio. La compañía escasa de Lana le había ayudado en su infancia a tener momentos de risa, de rabias y peleas físicas que tienen todo niño, de juegos e incluso de pescas y actividades más masculina, la compañía de Viktor le había servido para aprender y buscar su propia empoderación, pero fuera de ellos no había nadie más.
La peliplateada aceptó una copa de champán francesa que no tardó en llevar a sus labios.
—Lana, no es la primera copa que bebes…—
—Oh, Yuri, deja de hostigarme como si fueras mi… ¿padre? — Rio disimuladamente. —Entiendo que estás aquí aburrido y cansado con la obligación de acompañarme y protegerme, pero, por favor, no seas extremo. —
—Bah, si te emborrachas no pienses que te auxiliaré. Te dejaré aquí, botada, y te arrastrarás hasta tu cuarto. —
—…— Lo miró ofendida y con espanto. —Cómo piensas así de mí. —
—Pues, tú no me dejas beber a mí. —
—Tienes quince…—
—¿Y? En mi país se bebe vodka desde que se es niño. —
—Pero no bajo mis cuidados, Yuri. —
—¡Ahg! — El chico le iba a rebatir pero se quedó en silencio cuando notó que alguien familiar se aproximaba a la mesa que ambos compartían. No lo recordó inmediatamente pero después le reconoció.
—Erwin, buenas noches. Me asombra que asistieras. — Dijo Lana, tratando de ser seria.
—No lo haría… Estos eventos no son de mi estilo…— Desvió la mirada por unos segundos mirando hacia los invitados. A diferencia de la mayoría, él no llevaba esas absurdas máscaras. No era lo suyo. —Lana, antes de que el barco partiera desde la última parada, me encontré con Sir Nikiforov… Él me contó lo que sucedió. —
—Uh. —
—Lamento vuestra pérdida. —
—Se agradece el pésame. — Se sintió incómoda porque no sabía que responder. Prácticamente había visto un par de veces en toda su vida a su padre por lo que realmente no se sentía vinculada ni tenía apego con él. —Eh, supongo que tendremos que ver asuntos cruciales al llegar a Estados Unidos. —
—Sir Nikiforov ha iniciado los trámites para repatriar el cuerpo. Prometo que la acompañaré en todo momento. —
—Gracias. — Lana bajo la mirada por unos instantes. Fijo su vista en el eferbeciente de su bebida. —Se avecina tiempo de cansancio y complicaciones. Tal vez por esta noche debamos olvidar eso…—
—…Sí. — Erwin no era precisamente el más experto en esos temas, pero ver a Lana angustiada en sociedad, entendiendo que se debía a todas las responsabilidades que recaerían en ella de ahora en adelante, le llamaba la atención. No era bueno consolando, tampoco alentando ni motivando a menos que animara a un grupo de soldados a ir a una batalla y Lana no era un chico novicio que iba a recibir un tiro o morir o ser un rehén. Pero sí tendría una guerra la cual afronta. Supuso que podía aportar a distraerla aquella noche. —Eh, ¿quieres…bailar? —
—¿Ah? — Parpadeó incrédula, al estar distraída. Pero al ver que el rubio hablaba en serio sintió que el corazón se le escapaba del pecho. Compostura, ante todo. —Acepto su invitación, teniente. — sonrió delicadamente.
—Con su permiso, joven Plisetsky, le quitaré la compañía de su gentil prima unos instantes. —
—…— Yuri no dijo nada, se mantuvo serio e inexpresivo. Vio a ese par ponerse de pie y dirigirse a la pista de baile. Lana y Erwin le resultaban tan estúpidos. Sólo, en una mesa arrinconada, no le quedaba más que cruzarse de brazos y esperar que el agobio y tortura terminase pronto para retirarse de una vez de allí y encerrarse en su alcoba.
Después de compartir unos momentos más en aquella fiesta, y tras saludar a uno que otro conocido. Lana decidió que debían hacer un intermedio en esa noche. Aprovechó unos segundos en que Yuri estuvo cabeceando medio dormido del aburrimiento para ella buscar un espacio de libertad. Pensó en salir del salón e ir a la cubierta para tomar el aire fresco de la noche pero cuando se dispuso en salir sin ser vista, divisó a lo lejos a un joven guapo, muy bien vestido y que fácilmente atraía las miradas de las damas presentes. El joven estaba de pie en la gran escala, justo debajo del enorme reloj del salón, él usaba un lujoso traje color negro, accesorios dignos de un duque y el cabello oscuro lo llevaba pulcramente en un peinado hacia atrás, muy apegado y engominado. Al ingresar sin máscara, se podía ver perfectamente cada detalle de su rostro. A Lana le había cautivado momentáneamente, pues tenía una belleza bastante peculiar y llamativa, prontamente recordó que ya le conocía de antes y que era la misma persona pero con un traje más costoso. Lana dejo escapar una risita divertida, ante sus ojos estaba su propia creación.
Mientras las mujeres lo observaban con apasionamiento, cuchicheando entre ellas a ver cual se le acercaba primero a iniciar una charla con él, Lana se acercó al primer peldaño de la escalera. Él, estando en lo alto, la divisó poco después observándola unos instantes desde esa posición. Seguidamente, el joven bajó a su encuentro.
—My lady.— El pelinegro tomó con delicadeza la mano de Lady Lana y la besó con respeto, adecuados al protocolo de trato social aristocrático. Centró sus ojos color oliva en los ojos color burdeos de Lady Lana.
La muchedumbre comenzó a hablar entre ellos. Las damas decían prontamente del joven al cual destacaban el atractivo de buen caballero de alta aristocracia que poseía por naturalidad y no tardaron en inventar historias sobre él; al no haberlo visto antes, supusieron que era un conde o un duque que amaba viajar y no permanecía mucho tiempo en sus tierras por eso no lo vieron antes en eventos de elite en Inglaterra. También mencionaban su parecido con Francis de Francia aunque otras le habían apodado "Romeo" contemporáneo por sus aires italos que hacían recordar al protagonista de la obra de Shakespeare. Pues sus ojos verdosos lo hacían digno de una novela trágica y romántica. Otras mujeres, más adultas, preferían decir que podía ser un don Juan que buscaba un amor en cada puerto.
De Lady Lana hablaban lo justo y necesario. Era una de las personas más ricas a bordo y un ser social reconocido entre la alta casta. No obstante, no era una persona que jubilosamente fuera como las demás chicas, ella conversaba lo justo y necesario, sin necesidad de halagos exagerados y sin necesidad de comentarios agrios de descriteriada crítica a otros por el goce típico de los más adinerados de humillar a otros. Para algunas era una persona aburrida, incluso, ya que al no concerle nada anecdótico ni tampoco enemigos o aliados la convertían en alguien a quien obviar. No así para las más jóvenes, quienes la admiraban por su exótica belleza y la idealizaban como un ícono de la moda actual admirando sus trajes y peinados que lucía en cada evento, así después ellas lo imitaban para estar a la vanguardia. Por otro lado, su cabello plateado y sus ojos color burdeos la convertían en alguien atípica, casi irreal. Pensaban que tal vez la gente de tierras tan alejadas como la de ella tenían esa particularidad.
—Es un gusto verlo aquí, monsieur.— Lana sonrió finamente, ocultando su felicidad. —Si me permite, luce regiamente esta noche al punto de deslumbrar a todas esas jóvenes damas, sir "Alain Archedrich"—
—Acepto vuestra apreciación. La cual únicamente se debe a vuestras gracia.— Avilio bajó su tono de voz, sin despegar su mirada de la de ella. —Su sirvienta ha sido muy hábil en llevar todo esto a un cuarto compartido de un turista de tercera clase sin que nadie sospechara nada. Admirable.—
—Imagino la habilidad que ha tenido usted también cuando debió salir de los sitios destinados para tercera clase usando todo aquello.— Lana asintió. —Mi señor Alain, ¿Le parece una imprudencia si le solicito que me invite a esta pieza de baile? Digo, para continuar sin levantar sospechas.—
—Cierto.— El joven extendió su mano pidiéndole que le acompañase en esa pieza de baile tal cual como aquella chica le había propuesto. Lana aceptó. La condujo un poco al centro del salón pero al mismo tiempo quedando estratégicamente un poco más apartados por si acaso. Sujetó la fina mano enguantada de aquella joven con la suya mientras que la mano libre la situó en la cintura de Lana para iniciar un vals.
Lana sintió un extraño temblor recorrerle la espalda al instante que su corazón parecía latirle más agitadamente. ¿Timidez? lo cual le parecía irrisorio ya que no era primera vez que bailaba con un hombre en su vida. Tal vez era resultado de estar bailando con un chico que, de algún modo y otro, parecía coincidir en todos los mundos con ella a pesar de que, justamente, provenían de "mundos distintos". La adrenalina de saber que todo era un juego y una falsa, que él no era un sir sino un chico común que ella había convertido en un joven rico de un instante a otro, era otro factor que podría estar causándole esas desconocidas sensaciones.
Titubeante, ella apoyó su rostro en el hombro de Avilio, cerró sus ojos y se dejo llevar por unos momentos. Sintiendo que bailaba un vals entre las nubes.
¨Que extraño... Hace un momento, con Erwin, había sido mágicamente único... Algo que esperé por mucho tiempo. Pero con éste chico, es justamente de otro mundo, versátilmente sorprendente. Demasiado fantástico... Como si fuese un cuento de hadas que acabará con un final inesperado.¨ Pensó.
—¿Pudo con mi petición? — Lana habló, para así despejar sus pensamientos.
—Sí— Asintió.
—Cuando los del centro giren, nosotros nos apartaremos un poco hacia allá y podrá pasarme los documentos. No se espante, sé donde esconderlos bien.
—...— Asintió otra vez, en silencio. La condujo hacia un rincón obedeciendo. Abrió la chaqueta de su saco y mostró una carpera.
—Perfecto. — La chica sacó de entre su chal una bolsa de dama cuyo interior estaba repleto de fajo de billetes. —Debemos ser rápidos.—
—Tenga. — Le pasó la carpeta, no obstante, titubeó en soltarla.
—Luce afligido, joven Avilio. — Tomó del otro extremo de la carpeta. Entonces.. —Usted… Leyó el contenido de estos documentos. — Pronunció, consternada.
—Era algo inevitable. —
—¿Deberé pagar por su silencio, también? —
—…— El negó con la cabeza, aún confundido. —No me incumbe pero… ¿Pretende perjudicar a esa persona? —
—¿Cómo se le ocurre? — Dijo ofendida. —Si le pedí esto es precisamente para proteger el honor de él. —
—Bien.— soltó un suspiro. —Que así sea.— Finalmente le entregó los documentos. Lana, discretamente, los guardó entre sus ropajes.
—¿Usted… conoce a Smith? —
—Es una persona a quien respeto, estimo y admiro. Por ningún motivo esperaría que fuese perjudicado. Me vi tentado de eliminar esos papeles yo mismo. Si me entero de que usted ha hecho lo contrario, no deseará tenerme por enemigo.—
—Veo que le estima. Debe quedar entre nosotros este acto de aberración. Desconozco el por qué Smith otorgó recursos económicos a los rebeldes irlandeses.
—Siendo un acto de traición, sería castigado. Sin embargo, puedo entenderlo… Él, ante todo, es honorable y sé que él hizo lo que hizo porque sabe que aquellos irlandeses merecían algo de protección y deseó compensar la perdida de esos hombres otorgándoles sustento económico a sus esposas e hijos.
—…Vaya, no lo había pensado así. — Se sintió acorralada por una vergüenza digna de un ser ignorante.
—Lady Lana… Debe abrir los ojos para ver. —
—…— Los labios de Lana temblaron ante las palabras tan serias de ese chico las cuales tenían mucho sentido. Cuando iba a comentar, prefirió no decir nada. Prefirió callar. Porque sentía que el otro le respondería con algo brillante de todos modos. —Tengo una mesa reservada. ¿Me acompaña unos minutos?— Al ver que el otro asintió, ella le dirigió a la mesa que tenía aparte, lejos de Yuri por supuesto.
Los dos tomaron asiento en aquella mesa y en poco tiempo un garzón se acercó para llenar sus copas. Lana y Avilio permanecieron unos efímeros intentes en silencio, ella notó que el joven era demasiado callado en todo momento y que era más de observar. Ella no era precisamente parlanchina pero deseaba distraerse en aquella velada. Justo cuando Lana había encontrado un tema de conversación que parecía meramente captar la atención de Avilio, fueron interrumpidos abruptamente.
Maribelle apareció en frente de la mesa de ellos. La rubia, al ver el asombro de su amiga y no recibiendo ninguna invitación, se sentó autoritariamente en una silla libre.
—Maribelle Wessex, mucho gusto.— Dijo la rubia, extendiendo su mano hacia el joven que no conocía.
—El gusto es mío, my Lady.— Delicadamente besó la mano enguantada de la joven.
—Querido, ¿y cuál es su nombre? Creo que se le olvidó mencionarlo.— Dijo Maribelle. Le llamó la atención que de pronto el joven parecía reticente a su contacto. Entonces, ella se alarmó al enterarse del por qué. —¡Oh, por Dios eres el joven del pasillo!—
—¿Qué?— Lana parpadeó confundida.
—Sí. Eres tú.— Ella observó a Avilio, al estar él sin máscara le reconoció. Le sonrió con gratitud. Luego volvió a mirar a Lana.
—¿Me pueden explicar cómo se conocen?—
—Oh, Lana.— Maribelle sonrió con picardía. —Lo que yo no entiendo, es si nuestro amigo es un joven adinerado o un buen aventurero turista de clase media.—
—...— Lana se mordió el labio inferior. Inventarle algo a Maribelle era arma de doble filo porque ella era muy despierta. —Yo le he pedido que se haga pasar por alguien de primera clase. Lo conocí cuando abordamos, me parece que su visión del mundo es perfecta pero desgraciadamente no se le permite tener acceso a este tipo de eventos y evidentemente moriría de aburrimiento si sólo me quedaba con Yuri o moriría de soledad si esperaba eternamente a Erwin para tan siquiera compartir con él dos minutos. Por eso lo he invitado, creándole una identidad.
—Comprendo. ¡Me parece perfecto!— Luego chasqueó los dedos. —Pero antes de que yo me una a este ameno grupo, ¿Han visto a Nathan?—
—Sí— Lana, asintió. —Lo vi con un chico rubio, creo que unos de los hijos de Lord Lancaster. ¿Quieren localizarlo? —
—No. — Negó —Deseo distraerme en la fiesta pero dudo que Victoria entre aquí. — Hizo un gesto a un garzón quien entendió el mensaje. Después de unos segundos este garzón llegó con Victoria a aquella mesa.
—¿Eh? — La peliplateada era la más confundida.
—Ah, te lo explico luego. — miró a Avilio. —Él de todos modos sabe de lo que hablo. Ahhh…— soltó un bufido.
—¿De esto tanto alardeabas, Maribelle? Bah, parece una fiesta cualquiera.— Dijo Victoria tan siquiera sentarse. Le sirvieron una copa de vino la cual degustó prontamente.
—Lo dices porque estas celosa ya que no pudiste vestirte como querías.— Prontamente, comenzó a conversar con Lana y de vez en cuando Victoria se incluía en la charla. El único que no hablaba nada de nada era el chico solitario.
—Ah, allí está Nathan.— Dijo Lana, señalando hacia aquel joven quien compartía con otros jóvenes de alto poder.
—Demonios.— Victoria curvó los labios en una mueca de desagrado.
—¿Y ahora? ¿Tendré que encerrarme con la insoportable de Victoria Prescott en mi alcoba mientras todos lo pasan bien? — Maribelle pataleó.
—O pueden asistir a otra fiesta. — comentó el italiano. Ya aburrido de estar en ese evento tan "estirado"
—¿Otra fiesta? ¿Cuál? — Preguntó Lana, desconectada.
—La de clase baja. — Avilio chasqueó los dedos. —Pueden venir conmigo.— y no tenía que seguir fingiendo que era ningún sir cada vez que alguien se acercaba a la mesa a saludar a las damitas.
—¿Nos dejaran entrar? —
—Ustedes pueden entrar donde quieran, somos nosotros los que tenemos accesos restringidos.—
—Haha, que mal suena eso pero creo que es verdad. — Dijo Maribelle.
—Espera, espera.— Victoria se horrorizó. —¿Eres de clase baja? ¡Por qué nadie me dijo antes!—
—Ay, querida Victoria. ¿Acaso ya le estabas echando el ojo al joven?—
Los tres se levantaron de la mesa abandonando sus copas ya vacías, comenzaron a caminar rumbo a la salida. Maribelle poco más debía jalar a Victoria quien se mostraba en rechazo abiertamente a bajar de nivel. No obstante, no pronunció replicas porque hasta ese “puerquero” le parecía mejor que estar cerca del “puerco” de Nathan.
—Lana, ¿A dónde vas? —
—Ah, no…— Lana giró los ojos al reconocer aquella voz.
—¿Ese es Yuri? Vaya, que ha crecido. — Dijo Maribelle al ver de reojo al joven quien estaba lejos y se abría paso entre la gente.
—Sí. Vámonos, seguro nos hará drama. — Pero pese a que intentaron dejarlo atrás, el chicos les alcanzó.
—Hey, ¿Eres sorda? — le encaró, sujetando su muñeca. —Y aparte ciega, ¿no ves que vas al sector de los pobretones? — miró de reojo a su compañía, ni le interesaba aquellas amigas suyas porque seguramente eran unas enajenadas mentales al querer ir hacia allá. Luego reconoció al italiano que habló temprano por la mañana con su prima. —¿Con éste? Pese a que esté vestido de traje de todos modos sigue siendo parte de la prole.— Lo miró con desprecio simulado. —Sin ofender—
—Descuida…— Avilio giró los ojos.
—Ah, ya me estoy aburriendo de tantos obstáculos en mi felicidad. — Dijo Maribelle. —Primito de Lana, si quieres te quedas. Pero nosotras merecemos distracción. —
—¿Cómo me llamo? —
—Ah, si quiere puede venir igual…— Dijo Avilio. —No pasa nada, no creo que haga algo imprundente. —
—Eh, ¿gracias? — Yuri alzó una ceja, más que confundido. Vio que todos comenzaban a caminar así que no les quedó de otra que seguirlos.
Pese al momento incómodo, finalmente todos se dirigieron hacia el nivel inferior donde la fiesta de los de segunda y tercera clase se estaba llevando a cabo. Precisamente las chicas y Yuri no pasaron desapercibidos por sus lujosos trajes que llevaban a cuesta, por lo que Avilio tuvo que conversar con los suyos para que no pusieran ninguna mala cara. En poco tiempo, la primera en integrarse bien fue Maribelle quien aceptó libertinamente la invitación de un joven italiano que la sacaba a bailar. Victoria quedó en shock, con la boca entre abierta al ver la desfachatez de esa imprudente de Maribelle así que se sentó en una mesa y se ofuscó. Al poco tiempo, intercambió su desagrado con un tipo que estaba sentado a su lado y quien bebía en silencio, en unos instantes se vieron conversando sobre la vida mientras bebían whisky.
Lana, Avilio y Yuri se quedaron en "la barra" conversando brevemente. El italiano les trajo licores a los dos, Lana chilló al ver que le entregaba una jarra inmensa de whisky a Yuri quien aceptó la oferta. Yuri, quien en todo momento despreciaba a Avilio por su pobreza, sonrió complicemente cuando éste le integraba a la actividad como alguien adulto y no como un niño.
—¡Yuri no puede beber!—
—Ah, no le hará nada.— tras un sorbo a su propia jarra, la dejo sobre la tabla de la barra, encendió un bendito cigarrillo y por fin pudo aspirar el tabaco que le prohibían en la parte superior.
—Lana, guarda silencio. Ya escuchaste a este tipo.— El rubio dio un largo sorbo a su brebaje.
—...— Lana quedó en shock. —Mr. Lagusa, si mi primo corresponde a lo que queda de noche a un estado deplorable de embriaguez, usted deberá llevarlo a su alcoba.— Le advirtió.
—No necesito que me cuiden.— Miró a la tal Victoria. La apuntó. —Quizá debas llevarte a esa dentro de poco.— Le dijo a Avilio.
—...— Y Lana quedó doblemente en shock al ver que Victoria bebía a la par con ese hombre ruso.
Ellos tres continuaron allí, conversando y distrayéndose. Maribelle seguía bailando con quien le invitara, luego sacó a Victoria a que se integrara al baile. Todo parecía muy divertido. Los primos rusos prontamente comenzaron a reír con las anécdotas que les contaba un más amigable Avilio. La hora comenzó a pasar muy rápido y no se dieron cuenta lo tarde que ya era.
Un grupo de personas comenzaron a discutir lo cual terminó un conflicto de violencia física. Lana y Yuri se mantuvieron al margen, Maribelle apoyaba a uno y Victoria ya descansaba en una silla. Muy mal. Cuando Avilio vio que a quien atacaban entre tres era a un conocido suyo de italia, se metió en el conflicto y comenzó a darle golpes a diestra y siniestra a los adversario de su conocido. A Yuri eso le pareció que ese conflicto entre italianos, rusos e irlandeses borrachos peleando por una dama era por lo demás una alternativa discreta para liberar tensión.
—Yuri, no.— Le advirtió su prima. Sujetándolo del hombro.
—Yuri, sí.— Dijo éste, rebeldemente. Se apartó de Lana y se metió en el grupo de gente que peleaba a golpes integrándose en la discordia. El rubio se sintió feliz de poder darle golpes a esos extraños.
Y de una gala refinada donde la feria de las vanidades se daba un festín, pasaron a terminar todos en una fiesta que parecía incluso clandestina. Lana y Maribelle condujeron a Victoria a la alcoba de Maribelle tratando de no llamar la atención de los sirvientes, pero para desgracia de ambas fue el propio Erwin quien las descubrió a las tres en el pasillo. Negando con la cabeza al ver a la dama Prescott en ese estado, la cargó en sus brazos y la dejo descansar en la cama de la alcoba de lady Wessex. Maribelle prefirió quedarse con Victoria, sus pies ya no daban más de tanto baile.
Lana volvió junto a Erwin por Yuri, quien se había hecho de otra jarra, ahora, de vodka. Le sorprendía como ese joven cuerpo podía aguantar tanto alcohol sin verse mareado. Cuando llegó el teniente a esa fiesta, Avilio prefirió dispersarse y escabullirse, de todos modos le había prometido en algún momento "no meterse en problemas" a su superior.
El teniente se llevó a los dos primos y los dejo en la suite privada de lady Lana. Tras darle una breve charla de orientación y comportamiento, los dejo descansar. Lana pensó que Yuri molestaría el resto de la noche pero después de que este saliera del baño, se lanzó a la cama y se durmió prontamente. La chica le acarició el cabello y le besó la frente deseándole una buena noche. Después se retiró a su alcoba, se dio un baño y se fue a su cama a dormir.
Posteriormente a la agitada disruptiva de las rutinas diarias del grupo de jóvenes. La calma parecía haber llegado al día siguinte donde todo tomaba un curso más natural. El único detalle era que Victoria Prescott se había trasladado de la suite que compartía con su esposo a un cuarto de junto al lado de la alcoba de Maribelle Wessex en la suite de la rubia.
Los comentarios no se habían hecho esperar por la socialité. Quienes ya formaban sus propias hipótesis al respecto.