*No tomar en cuenta esta prompt, estoy moviendo post para acomodar el nuevo listado. Disculpad las molestias.
Personaje X llega a su nuevo apartamento, el cual está acechado por el espíritu de Personaje Y
En la flor de la vida, Dante había encontrado una ocasión ideal, la cual llevaba soñando desde los catorce años. La oportunidad de vivir independizado. Y no sólo eso, además, por el módico precio de cubrir únicamente sus gastos.
Uno de sus amigos, tenía un amigo, la típica historia. Un hombre que trabajaba como profesor, y que había fallecido.
El profesor no tenía familiares cercanos, ni se había casado o tenido hijos, y las propiedades de este, habían quedado en un limbo legal. Un papeleo que llevaría un par de años arreglar, pero que por el momento, declaraba que la propiedad no era de nadie, pudiendo ser ocupada por el primero que llegase.
Y ahí era donde entraba Dante.
Era joven, osado, con la cabeza llena de idealismos de romántica rebeldía y libertad, y no le importaba pasar una temporada en aquel ambiente.
-Oh, mierda…
Apenas había pasado una semana desde que la casa quedase desocupada… y ya la habían saqueado.
Cambio la cerradura, añadiendo unos cuantos pestillos, e hizo recuento de daños.
Se habían llevado todo aparato electrónico, hasta las lámparas del techo. De la cama por lo menos dejaron la estructura de muelles, y la mesa en la cocina, esta seguro, no habría sobrevivido de no ser porque estaba atornillada a la pared. El resto del interior de la casa, estaba destrozado. Pero Dante se encogió de hombros resignado, era tarde para lamentarse, y ya se apañaria como pudiese.
Curiosamente, había un solo objeto que no habían tocado ni destrozado: un baúl que permanecía en el suelo del salón.
Era lo suficientemente grande para poder utilizarlo de banco, y se abría fácilmente. En su interior, había películas en VHS, y unos cuantos álbumes de fotos que curioseo, todas las fotos parecían haber sido hechas con una de esas viejas cámaras polaroid. De esas que, nada más tomar la imagen, quedaba impresa en papel.
En las fotos, solo se veían paisajes: una toma que, desde lo que pudo comprobar, era la ventana del salón. Una foto de la calle, otra en un descampado… diversas imágenes que nada tenían en común, salvo una cosa.
En ninguna aparecía una sola persona.
No le dio importancia, había sido un día ajetreado y el sueño comenzaba a pasarle factura, por la mañana compraría un colchón, de momento la esterilla sobre la cama de muelles y las mantas, le eran suficiente para descansar aquella noche.
Pero no fue el suave despertar de los pajarillos y los rayos de sol, si no el sonido de martillazos, lo que le sacaron de la cama bien entrada la mañana.
No le avergonzaba reconocer, que por un momento, se había acojonado. Pensando que quizás se tratasen de los que habían saqueado la casa, que volvían para ocuparla. Pero los martillazos provenían de la casa del vecino.
No le tomó más de un minuto vestirse con unos simples pantalones, y estar en la puerta del vecino aporreando la madera con el puño mientras que con la otra mano llamaba al timbre repetidamente hasta casi quemarlo.
Los fuertes martillazos cesaron, y los estridentes ladridos de un enorme perro los sustituyeron. Abriendo la puerta, el que era el perfecto prototipo de vecino: sucio, orondo y con gesto desagradable, como sí que llamasen a la puerta, hubiera arruinado la mierda de vida que tenía.
-Hola, creo que no nos han presentado… -Intentaba mostrarse amable, pero el hombre arrugó el labio con una tremenda muestra de asco, cuando Dante le estiró la mano para ofrecer estrecharla.
-¿Quién cojones eres?
-Era lo que estaba a punto de decirle -fue la última oportunidad que le ofreció Dante, para disculparse y que este diese muestras de un mínimo de esas normas de convivencia no escritas en ninguna parte, pero que fácilmente, se resumian en “no me molestes, y yo no te molestaré a tí”.
Por supuesto, que aquel hombre no dio muestras de pretender disculparse.
-Soy su nuevo vecino, vivo justo al lado de donde esta haciendo su obra.
El hombre entorno los ojos, como si con sus ojos secos y amarillentos por el humo de muchos años de fumar, pudiera desmontar a Dante o intimidarle. No consiguió ni lo uno ni lo otro.
-Ese piso está abandonado -se tomó unos segundos para responder, como si tuviera que procesar cada sílaba de lo que Dante había dicho.
-Pues… -el joven se señaló, disfrutando de la confusión del otro-, ya ve que ahora no.
Desde aquel momento, la convivencia no fue sencilla.
Se producían ruidos intempestivos, no importaba si era un televisor o martillazos; aquel vecino también se encargó de darle mala fama en la vecindad, y estaban los que le ignoraban para evitar problemas con alguno de los dos o simplemente con aquel desagradable vecino. Incluso, en un par de ocasiones, aquel hombre había dejado a su perrazo negro, una mezcla peluda de pastor aleman y alguno de esos perros de montaña peludos que tenían que servir para cazar osos, en el rellano de la casa, muerto de hambre solo para que del enfado, amenazase a Dante para que no pudiera entrar en su casa.
Aun con un aquel elemento de persona en su vida, Dante no le prestaba atención, siendo las fotos que habían quedado en el piso lo que más obsesión le provocaba.
Era difícil de describir, una fotografía de la avenida principal a la que daba el edificio, una foto de la solitaria calle, después de una semana viviendo allí, nunca había encontrado esa calle vacía, ni siquiera de madrugada.
Otra imagen que tardó en reconocer, había sido tomada desde fuera del edificio, justo hacía su ventana del salón, como si hubiera sido tomada desde el edificio de enfrente. Por supuesto, no se veía a nadie, ni una sombra. Y por supuesto, ninguna de las imágenes había sido trucada.
Podría haber sido una coincidencia, pero las fotografías producían en Dante, una extraña sensación.
Era como si las imágenes fueran algo malo, como una evacuación, o como un lugar familiar pero demasiado lejano, transmitiendo una soledad similar a la que se siente en los sueños.
Lo siguiente fue una extraña progresión.
Pero a menudo, cuando llegaba a casa, Dante tenía la sensación de que alguien había estado ahí.
Dante fue directo a la casa de su vecino, algo que no hacía desde el primer día en que llegó. Aporreando la puerta, el perro ladró como loco y el vecino habló desde el otro lado de la madera.
-¿Qué quieres?
-¡Escuchame! ¿Qué pretendes entrando en mi casa? ¿Asustarme? ¡Si quieres guerra yo te daré guerra!
Escuchó como el hombre descorrió el seguro de la puerta, entreabriendo y mostrando una desagradable sonrisa.
-¿Han entrado en tu casa?
-Se que has sido tú, aún flotaba tu inconfundible aroma a mierda por la casa.
Dante intentaba provocarle y que se delatara, pero lo que nunca esperó, es que soltase una desagradable risotada.
-¡Es lo que os merecéis los perro flauta como vosotros! ¡Adelante! ¡Llama a la policía!
Dante no iba a quedarse ahí para escuchar más estupideces, dándole la espalda y provocando más risotadas desagradables.
Desde que Dante había entrado en el edificio, había ido descubriendo porque aquel hombre le había tomado manía, y es que pretendía hacer exactamente lo mismo que él. Ocupar la casa, tirando la pared colindante y uniendo los dos apartamentos. Total, podría decir que el piso era suyo, por cualquier trato que hubiera maquinado. Total, ¿quién se iba a quejar? ¿El muerto?
Con Dante dentro, no podía arriesgarse a entrar y ser denunciado, tenía que hacer ese trabajo con el piso vacío. Así que por eso, lo boicoteaba todo lo posible para intentar echarle.
Pero la cosa no quedó ahí. La sensación de que había alguien a su lado, se hizo más patente cada día. Ya no solo era una presencia, también era que le observaban, aunque se encontrase solo, lo sentía a los pies de su cama.
Definitivamente, se trataba de una presencia, y Dante había visto el suficiente cine, como para no ser un escéptico con la idea de que pudiera tratarse de un fantasma.
Aceptado el hecho, la presencia comenzó a hacerse más llevadera, incluso Dante bromeaba fingiendo que hablaba con alguien. No era nada amenazador, producía la misma sensación que un muñeco en una estantería, estaba ahí, pero no molestaba, así que sin problema.
Pero las cosas no podían estar demasiado tiempo en paz… al ver que la vida de Dante comenzaba a relajarse, el vecino volvió a la carga.
Los ruidos comenzaron, ahora el hombre estaba trabajando en la fachada del edificio, colocando una parabólica, y la gota que había colmado el vaso, era que había aprovechado para romper un cristal del dormitorio, desde un segundo piso, era el único que podría haberlo hecho.
-Hijo de…
Insultar no iba a servirle de nada, pero Dante estaba muy enfadado y frustrado por no poder hacer nada.
-Oye… -habló imaginando que hablaba con aquella presencia, con tono monótono y casual -¿podrías hacer algo para que ese imbécil dejará de molestarnos?
Fue terminar de hablar, y escuchar un grito que le heló la sangre. Un grito que empezó tan repentino, como repentinamente había terminado.
-¡Mierda!
Se asomó por la ventana, aquello no podía estar sucediendo de verdad, tenía que mirar y asegurarse de que había sido su imaginación… pero no.
En el suelo, desde dos pisos de altura, había caído su molesto vecino, justo después de pedirle a la presencia que hiciera algo para que dejará de molestarlos…
Fue Dante quien se encargó de llamar a la ambulancia, el hombre había sufrido algunas lesiones, nada grave pero sí para permanecer unos días hospitalizado. Por supuesto, todos pensaron que se trataba de un accidente, pero Dante, estaba convencido de que no podía tratarse de una casualidad.
Comenzando a obsesionarse con el fantasma, Dante se encontró con la necesidad de hacerse con un reproductor de VHS y de conocer que contenían aquellas cintas de vídeo que también estaban en el baúl.
No le costó encontrar alguien que se lo pudiera facilitar, justó cuando salió a por el, Dante encontró al perrazo del vecino en el rellano… pero no estaba en actitud agresiva. Echado en el suelo, con la cabeza apoyada en sus patas delanteras, los ojillos negros resaltaban entre el pelaje, brillando vidriosos, simplemente echando de menos a su dueño y muerto de hambre.
Dante no podía dejarlo fuera, bastante lo había liado ya.
-Anda osezno, entra en mi casa… -El animal le ladró un par de veces, relajándose cuando Dante le dio el sándwich que iba a servirle de merienda y que el perro devoró en dos bocados.
-¿Cómo puedes echar de menos al imbécil de tu dueño? Supongo que es a esto a lo que se refieren cuando dicen que a Hitler también le gustaban los perros...
Cuando regresó con el reproductor de vídeo, aprovechó para comprar comida de perro, y cuidar del animal mientras el dueño volvía del hospital. Ahora, prefería la presencia del perro a la de aquel fantasma.
Había por lo menos unas cuarenta cintas de vídeo, pero Dante no iba a saltarse ninguna, ni un solo minuto.
Los vídeos, marcados por fecha de grabación, eran como el resto de las fotos, paisajes urbanos, diferentes lugares que solo tenían en común una cosa, en los vídeos no salia una sola persona, ni una sombra, y ni una voz. Aunque se reconocía el sonido ambiental del aire, era como si se tratasen de imágenes de una ciudad fantasma.
De nuevo se dejó absorber por aquella impresión.
Aquellas imágenes de soledad, no se dedicó a otra cosa en aquellos tres días, que no fuera analizar cada cinta y a intentar reconocer cada lugar.
Igual que las fotos, nada cambio, nada estaba modificado en aquella grabación.
Pero por fin, quedo una única cinta de vídeo.
La última cinta, que además por la fecha, indicaba que era la más reciente en filmarse, fue la primera cinta en la que pudo apreciar un cambio.
Se trataba de una filmación de la avenida principal que daba al edificio donde vivía, y en esta, se veía una imagen habitual en la ciudad de noche, los coches circulaban atravesando la calle, deteniéndose en los semáforos como única alteración.
Dante prestó atención, acercándose a la pantalla para no perder detalle, respirando pesadamente por la sorpresa de, por fin, algo diferente que le llevaría a una pista. Pero dentro de los coches no se reconocía a nadie, a ratos parecían sombras, pero era algo que solo imaginaba, aquellos coches estaban vacíos.
Antes de poder preguntarse cómo podría haber grabado eso, que un vehículo se detuvo justo delante del objetivo de la cámara, enfocando a la puerta trasera del coche. Viendo por primera vez, la única persona que apareció en las fotos y en los vídeos.
La puerta se abrió.
Y bajando del coche, Dante reconoció a la persona: era él mismo, Dante, saliendo del coche en el mismo día en que llegó al piso.
El desagradable vecino había regresado, con la pierna vendada como única secuela. Se sentía un hombre afortunado, caer de un segundo piso y poder salir por su propio pie del hospital.
Cuando llegó al edificio, lo primero que hizo fue ponerse al día, con su acostumbrada informadora, una vieja de piel amarillenta.
-¿¡Cómo dices!? ¿Que ese chiquillo ocupa se ha marchado?
¡Por fin!
Por fin había cedido a la presión, por fin podría seguir adelante con su plan y ampliar su piso con la casa abandonada.