Traigo otro de los fluff starters! Y si todo va según lo planeado, será el último de momento de Neverland, I promise :v
Shruikan & Fenris (NEVERLAND project)
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No seas cabezota. ¡Pruébalo!—No.
—Venga hombre.
—Que no.
Shruikan torció el morro al ver como Fenris se mostraba testarudamente reacio a probar el plato que le ofrecía: salmón lacado al estilo Amatsu.
—Con lo que me ha costado subir la skill de cocina... —se lamentó ella, mirando el plato con decepción.
—Pues está muy bueno —comentó Sheba, masticando su porción y lanzándole una mirada significativa a Fenris, como si quisiera alentarle.
Todos los demás estaban comiendo con ánimo, incluso Ulquiorra a bocados pequeños. El único que se resistía era Fenris.
—Pero por qué te subes la skill de cocina. —Era obvio por su reacción que no era una decisión que aprovase —. Aunque ese no es el caso. Yo odio el pescado.
Remarcó la palabra con tal retintín que dejó bien claro que no se trataba de simple disgusto, si no de una aversión profunda. Sheba hizo rodar los ojos.
—Tú odias muchas cosas, Fenris, y eso no te impide convivir con ellas —dijo, con un aire condescendiente que hizo que el Knight entrecerrara los ojos y arrugara la nariz.
—No lo entiendes —interrumpió Shruikan, sacudiendo la cabeza —. En la vida real a penas se hacer un huevo frito. Y aquí con sólo cuatro ingredientes y una hoguera, ¡puf! Ahí lo tienes, el manjar de un rey.
—No hay duda de que resulta práctico —comentó Seras, inspeccionando el trozo de pescado que tenía ensartado en el tenedor —. Me sorprende que incluso hayan logrado recrear los sabores, es fantástico.
—Tengo entendido que hacer un huevo frito es un requisito para la subsistencia de lo más básico —comentó Ulquiorra —. Si tus habilidades realmente son tan bajas, ¿cómo consigues sobrevivir?
Lo preguntaba como si realmente no tuviera ni idea. Shruikan soltó un suspiro, largo amargo y cansado.
—¿Te suena de algo el concepto de comida por encargo? —respondió, sarcástica.
La mirada indiferente de Ulquiorra parecía casi decepcionada.
—¿Y no te da vergüenza no ser autosuficiente?
—Pero que crueles que sois —dijo la Samurai, echándose sobre la mesa con un puchero.
—Si te sirve de consuelo, yo tampoco sé cocinar —trató de animarla N —. Anthea y Concordia son las que cocinan en casa. Aunque creo que de hacer un huevo frito sí sabría.
—¡Era una forma de hablar! —se exclamó la Samurai —. Además, tú eres un crío, ¡no tienes ningún derecho a cocinar bien!
Soltó un jadeo exasperado y se levantó de la mesa, alzando los brazos en el aire.
—¿A dónde vas?
—¡A que me de el aire!
La vieron desaparecer al otro lado de la puerta de la posada, moviéndose con pasos furiosos.
—Tampoco creo que haya para ponerse así —dijo Fenris con desdén, restándole importancia al asunto mientras le daba un trago al vino.
—Uy, parece que se ha enfadado de verdad —exclamó Sheba, llevándose una mano a la barbilla en un gesto sentido que poco después se volvió calculador. Añadió, de forma recriminatoria —: Esto es culpa vuestra, hombres desconsiderados.
—¿Yo? —bufó Fenris, señalándose con incredulidad.
—¿Mia? —N más bien parecía confuso, un poco igual que Ulquiorra, que incluso alzó levemente las cejas de forma interrogante.
—Habéis herido sus sentimientos —prosiguió Sheba, con gravedad.
El tono que usaba, cargada de un extraño tipo de autoridad, le hizo temer a N que aquello se convirtiera en una regañina, y se apresuró a señalar a Fenris antes de que las culpas cayeran sobre sí mismo.
—Ha empezado él.
—¿Qué? —exclamó el otro, moviendo la cabeza como un resorte hacia él. Le dirigió una mirada furibunda que N evitó mirando a un punto de la pared con mucho interés.
—Ciertamente —concedió Ulquiorra, indiferente.
Fenris no se podía creer que precisamente ese par se estuviera compinchando contra él, y le caían encima las miradas recriminatorias de las dos chicas.
—Ve a disculparte con ella, vamos.
—¡Pero si yo no he hecho nada!
Iba a seguir protestando pero Sheba levantó un dedo con tanta rapidez y autoridad que le hizo cerrar la boca de golpe y echar la cabeza ligeramente hacia atrás. Le miró por unos instantes con una expresión severa y luego, sin dejar espacio a dudas ni protestas, movió la mano para señalar la entrada de la posada.
El Knight puso cara de indignación, pero tras unos instantes de tenso silencio, se levantó y se dirigió refunfuñando a la puerta.
Cuando desapareció, Sheba bajó el brazo con un suspiro y Seras se rió entre dientes.
—Realmente son como críos —se quejó la Black Mage, antes de llevarse un buen trozo de pescado a la boca.
- - -
Shruikan estaba sentada en un banco cerca de la plaza central, apoyando la barbilla en las palmas abiertas de las manos. Tenía un gesto enfurruñado mientras veía como caía el agua de la fuente. Sobre ella brillaban los nombres dorados de los jugadores caídos, de aquellas personas que ya no volverían.
Decía mucho del carácter retorcido del GM que algo tan bonito y tan a la vista de todos fuera una recordatorio tan siniestro.
—No creía que fueras a ponerte así por un trozo de pescado.
Shruikan echó la cabeza hacia atrás con el ceño fruncido y se encontró con que Fenris le miraba desde arriba.
—Bueno, yo tampoco me esperaba lo mismo de ti.
El Knight suspiró y rodeó el banco para poder sentarse.
—Odio el pescado —repitió otra vez.
—¿Pero yo cómo iba a saberlo? Nunca me lo habías dicho.
El tono de la Samurai no era tan recriminatorio como... otra cosa. Fenris se removió un poco en sus sitio; la capa le incomodaba, junto con una extraña sensación.
—Nunca me pareció algo relevante.
Shruikan suspiró al cabo de unos segundos de silencio.
—Supongo que no.
—¿Por qué tanto drama, de todas formas? No es propio de ti.
De nuevo, la otra tardó un poco en responder, con un gesto meditabundo en la cara.
—Supongo... que esperaba más de mí misma. Me ha decepcionado que no te gustara.
—¿Tengo que recordarte que soy el único que no ha comido? Los demás estaban de acuerdo en que el salmón era delicioso, deberías confiar en su criterio. Le das demasiada importancia a mi opinión en este caso.
Lo dijo con una sonrisa sesgada que trataba de ser reconfortante o alentadora. Shruikan hizo una mueca con los labios que también podría ser una intento de sonrisa disimulada.
—Ya, pero ellos son ellos y tú eres tú.
Fenris arqueó mucho las cejas con cara de incredulidad. ¿Era eso una declaración de algún tipo? Trató de encontrar la respuesta en la otra, pero Shruikan se mostraba hermética. Ni siquiera le miró , pero le pareció ver como un ligero sonrojo le teñía las mejillas bajo una cortina de pelo negro.
Fenris volvió la vista al frente y se quedó en silencio, fingiendo que no había visto nada por unos momentos. Ambos permanecieron lado a lado viendo como caía el agua de la fuente, rodeados de gente que iban y venían sin fijarse en ellos.
—¿Sabes lo que sí me gusta?
Shruikan levantó la cabeza. Fenris mantenía la vista al frente, pero la miraba de reojo con una sonrisa.
—¿Qué? —preguntó ella con suspicacia —. ¿No irás a hacer una broma guarra, verdad?
—No, burra —se rió el Knight, y después de una pausa, confesó —: Las manzanas.
Fue el turno de la Samurai de arquear las cejas.
—¿Las manzanas? —repitió, como si no terminara de creérselo.
—Sí, las manzanas —aseguró él.
La otra pareció reflexionar sobre ello unos instantes.
—¿Gustarte a qué nivel?
—A nivel de que me comería una cesta entera yo solo.
—Eso es mucho —comentó Shruikan en tono reflexivo —. ¿Más que el vino?
Fenris se rió entre dientes.
—Sólo un poco más.
—Entonces... —añadió ella de forma tentativa —, ¿te gustaría si hiciera un pastel de manzana?
Fenris la miró directamente, y su sonrisa se transformó, pequeña aunque genuina. De esas que era poco frecuente recibir de su parte.
—Nada me gustaría más.