Author Topic: NYC 1912: A New Beginning  (Read 11581 times)


Sayi

NYC 1912: A New Beginning
« Topic Start: February 28, 2018, 12:39:14 AM »
Otro hijo del One Shot Project: Titanic
Luego edito este tema bonito, pero por ahora dejo la intro uvu

Este tema esta para todas aquellas que quieren seguir con el Titanic post-hundimiento. Este fic empieza con el desembarque del Carpathia en Nueva York, y cada quien es libre a continuar su historia cómo guste :D O si prefieren la idea de empezar de 0 con vida en US 1912 también sean bienvenidas~

Taggeando a las potenciales interesadas... @Kana @Eureka @Cho @Isumi @Puri @Deidara @Mery @Nanami  @Arence @Ekha




Abril 18, 1912

Un sinnúmero de paraguas esperaban en incertidumbre.

La lluvia caía sin piedad en la ciudad, pero ni siquiera el inclemente clima apagaba a la multitud congregada en el Muelle 54. Nueva York era conocida como la ciudad que no dormía, y aquella noche parecía que aquel apodo sería honrado a un nuevo nivel.

A ello de las ocho de la noche fue que se divisaron las primeras luces y, como si se tratara de un fantasma, el RMS Carpathia hizo aparición en el horizonte. A bordo se encontraban los setecientos sobrevivientes del RMS Titanic, y sus historias eran lo que habían mantenido el mundo en vilo por toda esa semana.

El RMS Carpathia iba camino a Fiume, en el imperio Astro-Hungaro, cuando recibió la llamada de emergencia del Titanic. Estando cuatro horas de distancia, el barco logró llegar en tres y media, y aunque nada pudo hacer por las víctimas perdidas en el gélido océano, sus pasajeros y tripulación no habían escatimado esfuerzos en hacer del rescate una experiencia lo más reconfortante posible.

El capitán no demoró en coordinar con el presidente de la White Star Line, Bruce Ismay, sobre cuál sería la locación más sensible para desembarcar a los sobrevivientes. Opciones habían sido Azores -menor costo para el RMS Carpathia- y Halifax, Nueva Escocia -puerto más cercano- pero terminaron con concordar en regresar a Nueva York y así, en espíritu, terminar el camino que el RMS Titanic aspiraba con cumplir.

Los reporteros no habían demorado en atiborrar de mensajes al capitán del Carpathia, pidiéndole información a cambio de dinero. La negación de compartir detalles a la prensa generaron muchos reportes erróneos, como que el Titanic estaba siendo remolcado de vuelta a puerto. Sin embargo, poco a poco los hechos salieron a la luz, y las oficinas de White Star Line en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra empezaron a llenarse de gente demandando saber la verdad.

La prioridad: Una lista definitiva de sobrevivientes, para terminar así con la angustia de los seres queridos de pasajeros y tripulantes.

Tomo tres días abrirse paso a un clima tempestuoso, con neblina y témpanos plagando el camino. Pero a una segura velocidad de catorce nudos y, escoltado por el USS Chester, el humilde RMS Carpathia finalmente se abrió paso ante el horizonte neoyorquino y se plantó frente a la muchedumbre esperando respuestas bajo la lluvia. A diferencia de Southampton, los sobrevivientes no fueron recibidos con pañuelos al aire ni algarabía pura, sino con una solemnidad mermada por la curiosidad de saber que había sucedido cuatro días atrás, en la soledad del Atlántico Norte.

Familiares, conocidos, reporteros, policías, doctores, abogados… las preguntas que rondaban en las cabezas de aquellos en tierra firme eran lo mismo.

La ironía del RMS Titanic hundiéndose en su primer viaje, aquel que era considerado el barco más seguro y lujoso del mundo. El ostentoso precio de sus tiquetes, con pasajeros habiendo gastado todos sus ahorros por poder subir a bordo. La pregunta palpitante de quienes habían parecido, y quienes sobrevivido.

Las puertas del RMS Carpathia se abrieron para desembarcar, y la prensa no pudo más con la anticipación. Entre pasajeros del Carpathia y el Titanic, era difícil distinguir quien era quien sino hasta el momento en que pisaban tierra firme: La efusiva bienvenida de un conocido abrazando a alguien que daba por perdido. O el llegar a Nueva York, la tierra prometida, sin nada a su nombre salvo lo que llevaba puesto. Reporteros no demoraron en ofrecer dinero a cambio de respuestas, sino hasta que algún buen samaritano intervenía reclamando para que les dieran un respiro.

Habían sobrevivido una de las tragedia más grandes, probablemente la mayor de sus vidas… y como sobrevivientes les tocaría asimilar momentos así como parte de su realidad.

El RMS Carpathia ni siquiera había llegado a tierra para que se empezaran a planear las debidas investigaciones sobre lo sucedido, y el cómo pudo haberse prevenido aquella catástrofe. El Senado de Estados Unidos y la Junta Británica de Comercio lideraban la búsqueda de respuestas por lo que, aunque por motivos diferentes a los periodistas, eran los abogados que también se metían a diestra y siniestra, buscando a todo aquel que pudiera ser testigo clave en el caso.

La lluvia no dejaba de caer, y la temperatura descendía cada vez más conforme se adentraba la noche. El clima era inusualmente frío para aquella fecha, y ello solo agregaba la desolación que muchos sobrevivientes sentían al pisar suelo Americano.

Frente a ellos, más allá de la gente y las preguntas, se extendía Nueva York. Borrosa por la lluvia, la neblina, las lágrimas y la confusión. El RMS Carpathia estando atrás de ellos, y la ciudad por delante. Y no había espacio a retroceder.

Luego de tres días en el limbo, era difícil hacer las paces con lo que acababan de sobrevivir en mar abierto. Mucho menos en lo que el RMS Titanic y su trágico final acabarían acarreando en sus vidas.


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Oh, dream maker, you heart breaker
Wherever you're goin', I'm goin' your way


Sayi

Re: NYC 1912: A New Beginning
« Reply #1: June 30, 2018, 12:39:32 AM »

Bitácora #11 — Solace (Part I)

Despertó con el sonido de las bocinas de los coches, pero apenas abrió los ojos la luz del día lo cegó.

Volvió a cerrarlos, se encogió en la cama, y se cubrió con las sábanas. Sintió la calma llegar a su cuerpo… y casi de inmediato su mente recordó cómo había llegado hasta ese lugar. Lo había olvidado como por diez segundos de dulce estupor. Y se preguntó si aquello sería lo más que su cabeza le permitiría alejarse de esos recuerdos.

El cello de Franz, perdiéndose entre el bullicio de la gente. Sayi descendiendo en el bote salvavidas, a salvo.

Las luces de los fuegos artificiales y la noche oscura que envolvió todo. Los gritos, y el sonido de las olas.

El mar golpeándolo a cuchilladas heladas. Sus piernas entumecidas. El vaivén del bote.

Mizar…

Su corazón se encogió y se sentó en la cama, pues ya no había forma que pudiera conciliar el sueño.

No había podido dormir abordo del Carpathia. Tras un día en la enfermería había podido retirarse a una habitación, pero le siguió siendo imposible dormir. La pelirrosa intentaba hacerle compañía lo más que podía, pero no había forma de aguantar una noche en vela cargando todo lo que acababan de padecer.

Lo más cercano a dormir había sido perderse escuchando la respiración de Sayi una vez ella caía rendida. Era reconfortante escucharla, quieta a su lado… pero el sonido de las olas golpeando el casco del Carpathia le recordaba que, mientras se encontraran en altamar, no había forma que estuvieran a salvo.

Se puso de pie y ubicó unos zapatos descansando en el suelo. A juzgar por el ruido en la calle debía ser más de media mañana, pues el sol brillaba fuertemente a través de la ventana. Caminó hasta la entrada de la recámara y se detuvo frente a la larga ventana que cubría ambos pisos del apartamento. Los altos edificios de la ciudad de Nueva York se extendían frente a él. Era una jungla de concreto, y una vez más recordó el desdén de su maestro por la ciudad que no dormía.

Pero él, por su cuenta, solo podía sentirse la persona más afortunada del mundo. Aún si no entendía cómo podía haberse merecido tanta suerte.

Entonces… escuchó el piano.

El sonido de los autos aún llegaba a sus oídos, pero decidió bajar la escalera de caracol en búsqueda de aquella música.

En la sala de estar encontró a Sayi, sentada frente al piano vertical. No se había dado cuenta que había despertado, por lo que la observó en silencio. Un tocar cuidadoso y pausado, pero no podía discernir con certeza pues era una melodía que no le era familiar.

Debía tratarse de Ragtime americano, muy diferente a la música de su europa natal. Era un waltz alegre, pero nostálgico, y por alguna razón, reconfortante.

Era la primera vez que la escuchaba tocar el piano, pues Sayi había sido muy clara en que no había practicado en años, y que no sería nada agradable para cualquier espectador. Pero su manera de tocar era muy ella, y sentía que ello le llenaba el corazón.


El apartamento donde se encontraban era propiedad de un amigo de la familia Darcey, quien apenas se había enterado que Sayi iba en camino a bordo del Carpathia, había sido presuroso en ofrecerle su piso en Nueva York.

Apenas llegaron al muelle una escolta de cuatro empleados los recibió. Tuvieron suerte de evadir a los periodistas, escabullirse en la lluvia, y llegar sin muchos reparos a su hogar por unos días. No recordaba mucho más después de ello… solo el caminar hasta la habitación, y su cabeza golpear la almohada.

Tierra firme. A salvo, finalmente.


“Temía que no despertaras”

Tanto se había distraído que no se percató del piano deteniéndose. Sayi se había dado media vuelta en el banco y lo miraba con una sonrisa algo preocupada.

“¿Te encuentras bien?”

Asintió, y le preguntó lo mismo.

“Si” respondió “Pero más me preocupas tu. Debes estar muerto de hambre” y la siguiente noticia le sorprendió “Haz dormido casi dos días”

La ayuda no demoró en llegar con una bandeja llena de fruta, pasteles de carne y té. Una mezcla algo curiosa, pero no había nada normal en un desayuno a las tres de la tarde.

“Me alegra que hayas podido descansar” dijo la pelirrosa.
“¿Tu pudiste dormir?”
“Si, de mi no te preocupes” le respondió.

Tomó un sorbo de té, y la mesa cayó en silencio por un momento. Pero era imposible ignorar el elefante de la habitación.

Ichigo se animó a romper el hielo.

“Y ahora...”

No había una sola respuesta, pues tendrían el resto de sus vidas para lidiar con todas las piezas sueltas que el Titanic había dejado frente a ellos. Encontrar el primer paso, sin embargo, parecía ser lo más difícil por hacer.

“Es sencillo, ¿qué quieres hacer tú?” le preguntó Sayi.
“Siento que todo ha sido sobre mí desde que subí al Carpathia” le respondió, volteando la pregunta hacia ella “¿Haz hablado con tu familia?”

En respuesta, Sayi se levantó de su asiento y caminó hacia él. Tomó de sus hombros y entonces lo envolvió en un abrazo.

“Todo esta bien conmigo, no te preocupes” le aseguró.

Ichigo tomó una de sus manos y la apretó.
Era increíble pensar que, hace algunos días, la promesa de un momento como ese era lo que lo había mantenido con vida.

La pelirrosa tomó asiento a su lado e Ichigo buscó su sonrisa. Sin embargo, notó una nota angustiante en sus ojos.

“¿Sucede algo?”
Sayi se demoró un par de segundos en responder “Hay algo que tengo que darte” empezó, bajando la mirada.

Parecía tratarse de algo serio, pero antes de escuchar de que se trataba, la ama de llaves ingresó al comedor.

“Señorita Darcey, disculpe la interrupción” se disculpó, y Sayi se puso de pie “pero su padre ha mandado a llamar desde el lobby”
“…”

El sonar de un timbre impaciente inundó la habitación.

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