Author Topic: OTP Prompts  (Read 20178 times)


Neko

OTP Prompts
« Topic Start: February 14, 2016, 03:24:12 PM »

PROMPTS LIST

Blind Date
Fíli x Anir
Red Lines 01
Ikkaku x Raiko
Red Lines 02
Ikkaku x Raiko
Red Lines 03
Ikkaku x Raiko + Niriko
Fox and Hound 01
Kakashi x Raiko
Fox and Hound 02
Kakashi + Iruka
Cupcakes & Coffee
Anders & Mitchell
Expecting
Yohji x Airi + Demian
The thing with feathers
Aideé x ??
Compañeros de piso
Afrodita x Milo
All this and Heaven too
Shuuhei x Izuru
« Last Edit: April 11, 2024, 02:47:46 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #1: February 14, 2016, 03:25:11 PM »
Fíli x Anir
Blind Date

—¡Pero Kíli!

—Ni peros ni peras, te vas a vestir y vas a ir a esa cita. —frunció el ceño Kíli, con las manos en la cintura.

Justo así se parecía mucho a su madre, y a Fíli le dio un poquito de respeto. Al final acabó por suspirar y siguió el dedo de su hermano, que señalaba el baño, para empezar a arreglarse.

—Esto es una mala idea —hizo saber Fíli su opinión, arrastrando los pies mientras se frotaba la barba con una mano, necesitaba arreglársela—, y lo sabes.

—No, no lo es —replicó Kíli, poniendo las manos en la espalda de su hermano para obligarle a caminar más rápido—. Verás como no.

Fíli miró hacia atrás y pudo entrever la sonrisa brillante de Kíli.

—¿Hay algo que sepas que no me estes diciendo?

—Nop —canturreó el castaño antes de darle un último empujón hacia el baño y gritar antes de cerrar la puerta—. ¡Y lávate todo bien! ¡Todo!

—¡Kíli!

————

—¡No voy a ir!

—Sí vas a ir y te vas a poner bien bonita. —espetó Airín, inclinándose hacia la chica en la cama.

—Que no quiero… —se quejó Anir, rodando hacia la pared antes de que su amiga le agarrase del hombro para girarla hacia el borde del colchón—. No puedes obligarme.

Airín entrecerró los ojos antes de sonreír, tan despacio que a Anir le dio un poquito de miedo.

—Te dejaré mi vestido verde. —ofreció la pelirroja.

Anir se incorporó un poco, atenta.

—¿El de cuadros negros?

—Ese mismo —confirmó Airín.

Anir se mordió el labio inferior antes de sentarse en la cama.

—¿Y la bufanda esa tan suave? —tanteó.

—La que te va a juego con la boina, sí.

Anir se dejó caer de nuevo en la cama.

—¡Estás haciendo trampa! —se quejó mientras pataleaba.

—¿Y funciona? —preguntó Airín antes de que las dos cayeran en el silencio.

Al final Anir se quejó un poco más, Airín se rió, pero media hora después estaba ayudándole a hacerse el pelo antes de que ella se maquillara.

————

Fíli no sabía cómo definir el hecho de tener una cita a ciegas el día de San Valentín. ¿Era triste, especial, desesperado, diferente?
Lo que tenía claro es que al menos así se quitaría a su hermano de encima durante unas semanas. Y es que en su búsqueda del éxito amoroso, Fíli llevaba unos años más bien infructuosos. Y Kíli necesitaba hacer algo al respecto.
Si es que el chico no podía no enredar…

Fíli suspiró, mirando las decoraciones del restaurante con curiosidad. El sitio era bonito, la cena se la pagaba su hermano y el ambiente era romántico pero no demasiado recargado.
Alguna decoración que recordaba el día aquí y allá, música ambiental en directo y una carta especial por el día de los enamorados.

Fíli suspiró otra vez, frotándose la frente con una mano mientras cerraba los ojos. Y entonces la escuchó.

—¿Fíli? —preguntó una voz femenina desde la entrada.

La chica habló con el metre y se acercó a su mesa a saludar.

—Anir… —murmuró Fíli al reconocerla.

Él se levantó, agarrándose la corbata cuando vio que colgaba sobre la mesa mientras se levantaba. Anir le sonrió, dándole un breve abrazo antes de dejarle un beso en la mejilla, que Fíli respondió con una sonrisa.
Hacía tiempo que no la veía. Años. Desde que terminaron el instituto y con ello su relación, aunque nunca se habían llevado mal, ni después de dejar de ser novios.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Fíli, agarrando todavía uno de los codos de Anir— Quiero decir, en la ciudad.

Anir se rió un poco, y se apartó un mechón detrás de la oreja. Había vuelto a dejarse el pelo largo.

—Me trasladé aquí hace unos meses, yo creía que habías vuelto al pueblo.

—No, no… todavía no. —negó Fíli, soltando por fin el codo de Anir y ladeando la cabeza mientras le echaba una ojeada sutil.

Anir estaba haciendo exactamente lo mismo.

—¡Que raro verte con traje! —apuntó— ¿Qué haces vestido así?

—A veras… —Fíli se rascó un poco el cuello, mirando hacia la mesa.

Y cuando Anir siguió su mirada vio que estaba preparada para dos. El corazón le latió un poco más rápido, sintiendo una ansiedad que había estado empezando a bullir en su interior desde el momento en el que había reconocido a su ex.

—Ah, que tonta… —musitó y agregó un poco más alto—: En un día como hoy, no ibas a pasarlo solo. Ja, ja…

Esta vez su risa sonó un poco forzada y miró alrededor en busca de una salida. Y como por arte de magia allí estaba, el metre empezaba a acercarse.
Anir supuso que le llevaría hasta su mesa.

—¡La verdad! —dijo un poco alto, llamando la atención de Anir de nuevo hacia él— Es que… no sé a quien estoy esperando.

—¿Eh? —preguntó Anir.

—Verás, mi hermano…

El metre llegó hasta a ellos y Anir se giró a mirarle, levantando una mano para ponerla sobre uno de los brazos de Fíli, callándole inmediatamente con el toque suave.
Y el metre apartó la silla sin usar.

—Señorita —dijo él—. Señor, ¿todo bien?

Los dos se quedaron callados y después de mirarse con incertidumbre, miraron al jefe de sala.

—Ah, ¿mi reserva? —preguntó Anir, aún sin moverse.

—Es aquí.

Después de unos segundos de tensión, Anir carraspeó, levantando la barbilla.

—Sí, claro. —dijo antes de sentarse con toda la dignidad que pudo reunir.

El metre volvió a su puesto y un camarero se presentó y les tomó nota de la bebida antes de traerles la carta.
Anir se escondió tras la suya. Y Fíli terminó por darle una patadita por debajo de la mesa. Cuando Anir se asomó, Fíli levantó una ceja, sonriendo.

—Creo que tenemos mucho de qué hablar. Por ejemplo de cómo hemos acabado aquí esta noche.

—Sí, supongo que sí.

Y bajó el menú, dejando ver su sonrisita apretada antes de devolverle la patadita.

Anir no sabía cómo definir tener una cita a ciegas el día de San Valentín. Pero por lo menos podía decir que de momento era interesante.
« Last Edit: August 30, 2018, 01:23:12 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #2: August 30, 2016, 04:46:16 PM »
Ikkaku x Raiko
Red Lines



No tenía nada de raro oír música en los patios de entrenamiento en la Sociedad de Almas. Algunos shinigamis usaban el ritmo de un tambor o la propia voz para marcar pautas en sus movimientos o para crear un sentimiento de unión entre sus compañeros shinigamis.
Lo raro, lo verdaderamente raro, era oír música remotamente relajante en la División número Once.

—¿Qué es eso? —preguntó Ikkaku, con la nariz fruncida.

No es que desaprobase ese tipo de música, él mismo recurría a la música en sus momentos de meditación de vez en cuando, simplemente se le hacía extraño. Además, no conocía ese disco en concreto de Florence + the machine, necesitaba averiguar más.

—Viene de por allá. —señaló Yumichika, sin mucho interés.

Cuando llegaron al final de la calle, un montón de shinigamis se agolpaban en la entrada de uno de los patios más pequeños de entrenamiento de su división.
Yumichika llevaba las manos dentro de las mangas e Ikkaku lo imitó al pararse detrás del montón. Tuvo a bien carraspear, llamando la atención de un par de shinigamis que empezaron a tirar de las ropas de los otros, tratando de ponerse firmes ante su teniente.

—¿Qué está pasando aquí? —quiso saber.

—Es… es una mujer, señor.

—¿Una mujer? —se sorprendió Ikkaku, levantando las cejas, creando arrugas en su frente.

Yumichika se asomó un poco más, mirando al interior del patio. Su sonrisa se ensanchó tanto que el miedo de sus subordinados se notó en toda la división.

—Aaah… —murmuró Yumichika, como si acabase de entender un chiste—. Me debes dinero, Madarame, paga.

—¿Qué? —Ikkaku no entendía qué estaba pasando, así que se asomó.

Y lo que vio lo sorprendió lo suficiente como para dejar caer la mandíbula al suelo.

Una mujer, con pantalones ajustados y un top deportivo lila hacía estiramientos de yoga en el patio, al lado de un radiocassette. Un uniforme de shinigami estaba pulcramente plegado al lado de la esterilla.
El pelo de la mujer cayó desparramado por el suelo desde su coleta alta mientras ella estiraba el cuerpo hacia delante, con las piernas rectas y juntas.

Cuando se levantó poco a poco, controlando la respiración, pudo ver su cara. Como si aquel pelo rojo no hubiese sido suficiente como para saber de quién se trataba.

—¿Yukishiro? —preguntó Ikkaku.

Yumichika le puso un dedo en la barbilla, volviendo a cerrarle la boca a Ikkaku con firme suavidad.
Luego esperó con la mano abierta a recibir su dinero. Después de todo Yumichika había apostado a que Raiko no era gay, aunque hacía poco había tenido que pagar porque habían pillado a su compañero con otro hombre.

Ikkaku le dio el dinero a regañadientes.

—¡Ah, no! ¡Me tienes que dar el doble!

E Ikkaku chistó porque no había colado.
« Last Edit: June 05, 2017, 12:05:11 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #3: September 30, 2016, 04:50:30 PM »
Kakashi x Raiko
Fox and Hound



—¿A qué huele? —fue lo primero que preguntó Genma al entrar al piso que compartía con sus compañeros de misión.

Siguió el olor hasta la cocina. Curry, era curry. Y no debía de faltar mucho, porque Genma podía oler el arroz hervido.
La mano de Kakashi le detuvo antes de entrar en la cocina y se giró con el ceño fruncido para ver qué pasaba. Kakashi se llevó un dedo a los labios, tapados por su habitual máscara, y señaló hacia dentro. Genma se asomó en silencio.

Delante de los fogones, Raiko y Shisui cuchicheaban. Genma no llegó a entender que había dicho Shisui, pero sí pudo captar el tono sugerente. Raiko se apartó un poco antes de empujarle juguetonamente y reír algo azorada.

Genma y Kakashi se retiraron al pasillo y tuvieron una conversación de signos que acabó con la paciencia de Shiranui, que se llevó a su compañero hasta la habitación para tener algo más de privacidad.

—¿Esos dos están liados? —preguntó.

Kakashi se apoyó en la pared, ladeando la cabeza mientras metía las manos en los pantalones.

—Maaa… —empezó.

—Ni ma ni mo. Están liados, ¿verdad? ¿Cómo es que me vengo a enterar ahora? ¿Esto lleva pasando mucho tiempo?

El otro simplemente se encogió de hombros.

—No sé.

Genma rodó los ojos y suspiró, masajeándose el cuello.

—¿Y no se te había ocurrido decirme algo antes de hacer la misión?

Kakashi se acercó a él, o más bien a la puerta de la habitación frente a la que se encontraba.

—¿Acaso importa? —le preguntó, con una sonrisa que se podía adivinar debajo de la máscara, aunque no acababa de llegar a sus ojos.

Genma levantó la mano, apoyándola en la mejilla de Kakashi.

—Parece que a tí te importa.

La puerta se abrió despacio y tras ella apareció Raiko, que los miró algo confundida antes de sonreír con picardía.

—La cena está servida, pero si queréis que os aparte los platos… —dijo, con cierto retintín en la voz.

Genma le sonrió, como siempre hacía.

—No, ¿por qué? ¡Si me muero de hambre! —anunció antes de quitar la mano de la mejilla de Kakashi y salir al pasillo—. ¿Por qué decías eso?

Y dos pasos más allá se dio cuenta. Se giró a mirar a Raiko, que aún le sonreía, como si supiera algo que no debería de saber.
La boca de Genma dibujó un círculo y señaló a la chica antes de empezar a negar con vehemencia.

—¡No estamos liados! ¡No, no, no!

Fue ese el momento que eligió Shisui para materializarse detrás de Genma y apoyar las dos manos en sus hombros, apretando un poco.

—Claro, y lo mío con Raiko es puramente platónico, todo el mundo lo sabe. —dijo convencido, antes de dirigir a Genma hacia la cocina.

Cuando las voces de los dos hombres se empezaron a oír más lejanas, pasillo arriba. Kakashi se ajustó la máscara e hizo una sola observación.

—Hmnhmmmn. —Y se fue lentamente hacia la cocina.

Raiko se quedó mirando la espalda de Kakashi antes de abrir mucho los ojos y señalarlo con un dedo tembloroso.

—¡No! ¡Oye, no digas eso! —reclamó—. ¡Kakashi, para!

—Hmhmn.

—¡Aaaagh!

La cena fue animada, como siempre después de una misión exitosa y sobretodo si había curry de Raiko y Shisui.
Y aunque Genma se quedó con la duda de si lo que Shisui había dicho era verdad o mentira, sí que le quedó en claro que Kakashi no había dormido en la habitación que compartía con él en toda la noche.
« Last Edit: October 09, 2016, 01:02:51 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #4: October 09, 2016, 01:02:35 PM »
Kakashi + Iruka
Fox and Hound



El carraspeo le llegó alto y claro, pero Kakashi decidió ignorarlo, levantando un poquito más el libro de tapa naranja que estaba leyendo.
El chunin suspiró. Era uno de los profesores nuevos de la academia y por lo visto no le aguantaba las gracias a nadie, así que apartó los pies de Kakashi de la mesa y dejó sus carpetas donde antes habían estado aquellos pies.

—Esto es el despacho de los profesores. —dijo el chico.

Kakashi pasó la página, poniéndose un poquito más recto. El silencio se instaló por unos segundos entre los dos, cargado de tensión.

—Y usted no es un profesor, Hatake-san.

Al oír su apellido, Kakashi levantó la mirada del libro, estudiando bien al nuevo profesor. Tenía el pelo castaño, recogido en una coleta alta que se disparaba hacia todas partes y una cicatriz le cruzaba la nariz.
Kakashi cerró el libro, con una sonrisa bajo la máscara.

—Tú eres uno de los pollos de Genma. —habló, reconociéndolo.

Iruka arrugó la nariz, entrecerrando los ojos.

—Vivo en su casa, sí, pero no soy ningún pollo. —sentenció, abriendo una de las carpetas y empezando a sacar los papeles que guardaba en ella.

Kakashi se rió por lo bajo, apoyando los pies en una silla libre y volviendo a abrir su librito.

—Tu pelo dice lo contrario, parece un plumero.

Iruka apretó los dedos rodando los ojos antes de mirar hacia el techo, pidiéndoles a los dioses algo de paciencia, aunque por lo visto no le concedieron su deseo.

—Y el tuyo te va a juego con el nombre, señor espantapájaros.

Kakashi levantó una ceja con el comentario y cuando Iruka creía que se iba a largar ofendido o le iba a volver a insultar, lo que ocurrió fue todo lo contrario: lo oyó reír.

—Esa ha sido buena, chaval —le dijo, palmeándole la espalda—. Se nota de donde vienes, Genma siempre las tiene preparadas…

Iruka le miró extrañado, sin saber por dónde agarrar a ese hombre ni qué hacer con él. Mientras se lo pensaba, Kakashi se rascó la mejilla y miró hacia un lado antes de volver a mirarle con algo de interés.

—Hagamos un trato —empezó a proponerle—. Yo me quedo ahí leyendo sin molestar y tú no le dices a nadie donde me escondo.

Iruka estaba separando los papeles para empezar a trabajar con ellos y lo pensó durante un segundo antes de responder.

—¿Y qué saco yo a cambio?

Kakashi pareció sonreír debajo de la máscara y su voz sonó sincera cuando habló.

—Un amigo.

Iruka no sabía si se iba a arrepentir más tarde, pero decidió encogerse de hombros. Tampoco quería líos en su primer día de colegio.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #5: December 02, 2016, 01:41:11 PM »
Ikkaku x Raiko
Red Lines



No era habitual ver a Ikkaku nervioso, así que, en las pocas ocasiones que este raro suceso ocurría, Yumichika le revoloteaba ansioso, intentando averiguar el porqué.
Está de más decir que el esrés añadido no le sentaba muy bien al teniente.

—Yumi —le llamó con el puente de la nariz atrapado entre dos dedos—, me estás poniendo negro.

Su compañero le iró de arriba a abajo antes de chistar, mientras volvía a su tarea, que consistía en limarse las uñas.

—Mira, así irás a juego con el uniforme.

Ikkaku gruñó, con la cara enterrada en las manos. Y Yumichika sonrió mienras conseguía la forma perfecta para su uña, aunque su sonrisa tenía más que ver con el desquicio de su amigo.
Al final suspiró, dejando la lima de lado.

—Bueno, suéltalo de una vez —insistió Yumichika—. Es por la chica, ¿verdad?

Ikkaku apoyó la mejilla en la mano y el codo en la mesa, mirando a Yumi con los labios apretados y el ceño fruncido. Yumichika se removió en la esquina del escritorio de Ikkaku, donde estaba apoyado.

—Te gusta Raiko. —canturreó con esa sonrisa de comemierda.

Y aunque lo había repetido mil veces y mil veces se lo había negado Ikkaku, esta vez lo que hizo fue tirarle de la mesa de un empujón que lo mandó al suelo.

—¡Estúpido! —le gritó— ¡Mi cara idiota!

Y esta vez fue el turno de Ikkaku de sonreír con malicia.

—Sí, tu cara es idiota.

Yumichika se sopló el flequillo, levantándose del suelo y poniendo una mano en su cintura, moviendo la otra en un ademán molesto.

—Ya está bien de rodeos, te gusta la chica, que yo lo sé.

Ikkaku volvió a no contestar y centró su atención en los papeles delante de él. Yumichika chistó y se cruzó de brazos.

—Como sea. —dijo, antes de desistir y darse la vueta para salir de la oficina de su teniente.

Pero cuando tenía la mano en la puerta, empezando a deslizarla, Ikkaku habló.

—Es que no sé qué decirle.

El volumen de Ikkaku había sido tan bajo que la mayoría de la gente no le indo habría oído, pero Yumi lo hizo y volvió a cerrar la puerta de golpe, girándose poco a poco, con las manos agarradas y una sonrisita brillante y encantadora.
Él tenía razón.

—No. —le dijo Ikkaku.

—¿No, qué? —se indignó Ayasegawa—. Chico, si no he dicho nada.

Ikkaku le miró con seriedad y un tic en la ceja. Y Yumichika suspiró de nuevo, acercando al escritorio y poniendo una mano en él, recuperando su lima olvidada.

—Háblale de maquillaje.

Ikkaku frunció dicha ceja. El tic se repitió.

—¿Qué? —le preguntó Yumichika—, los dos lleváis el mismo tipo de maquillaje, seguro que funciona.

Yumichika se giró, haciendo volar su precioso pelo lacio antes de caminar con elegancia hasta la puerta y, antes de salir, agarrado al marco del panel, termino con un:

—Piénsalo, no es tan mala idea.

La puerta se cerró con un ruido sordo e Ikkaku lo pensó.

—Lo malo es que va a tener razón, no es tan mala idea.


———

El aburrimiento tenía a Yumichika dando vueltas por la división mientras buscaba qué hacer o a quién hacerse, aunque de momento no encontraba nada ni a nadie que pudiera ser una buena opción.
Ya había molestado demasiado a Ikkaku y Madarame tenía un límite que era mejor no cruzar. Era mejor no despertar al dragón.

Así que cuando se lo encontró al girar la esquina, dio la vuelta inmediatamente, con los hombros crispados y esperando que no le hubiese visto. Aunque la curiosidad le hizo echar un último vistazo para ver si le había pillado.
Y no, la atención de Ikkaku estaba lejos de Yumichika, que se pegó a la pared y se agarró de la esquina para asomarse otra vez.

Parecía que el teniente estaba caminando hacia cierta chica pelirroja.

—¡Oi, Yukishiro! —llamó Ikkaku.

Raiko se dio la vuelta y los ojos se le volvieron redondos cuando vio a Ikkaku, descamisado y con el bokken apoyado en un hombro.

—¿Sí, teniente? —preguntó la chica, enderezando un poco más la espalda.

La mirada inquisitiva de Ikkaku estaba clavada en su cara, inspeccionando y Raiko se preguntó si es que tenía alguna mancha de la merienda. ¿Podría ser?
Estaba apunto de preguntarle si tenía monos en la cara cuando su teniente le sorprendió.

—¿Qué tipo de pincel usas? Siempre se te queda muy definido.

Rako parpadeó.

—¿Qué?

—El maquillaje —le dijo Ikkaku, señalando sus propios ojos para hacerle entender.

—Ah...

Y la siempre seria Yukishiro se quedó en blanco por un momento antes de notar como el calor subía hasta sus mejillas, coloreándolas de un rosa parecido al tinte con el que adornaba sus ojos.
Ikkaku notó el tic volver a su ceja y las apretó para evitarlo. A lo mejor había sido una mala idea ¿demasiado personal?

Hasta que vio una sonrisa redibujar las facciones de Raiko, que de repente tenía un aspecto mucho más femenino e infantil.

—¡Pues verá! —dijo, con más entusiasmo del que le había oído usar nunca.

E Ikkaku no pudo evitar empezar a responder esa sonrisa mientras le oía hablar de las maravillas del set nuevo de brochas y pinceles que se había comprado.
Yumichika agarró a un chico que pasaba por ahí cerca y juntando su nariz con la de él le ordenó que le trajese palomitas, y que fuese rápido.
« Last Edit: June 05, 2017, 12:05:29 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #6: January 11, 2017, 12:01:02 PM »

Anders & Mitchell
Cupcakes & Coffee



Anders era un enigma y eso no era ningún misterio. Mitchell intentó tapar la risa que sus pensamientos le habían dado, levantando la taza de café hasta sus labios, pero sin beber.
Y eso lo pensaba alguien que había vivido entre fantasmas y hombres lobo. Demonios, él mismo era un vampiro con siglos de culpabilidades y una oscuridad interior que podría rivalizar la del café que se estaba bebiendo.

—¡Hmmn! —salió del interior de la garganta de Anders mientras paladeaba el dulce—. ¡Hm!

Mitchell no pudo evitarlo y esta vez sí se rió, ganándose un fruncimiento de cejas de parte de su actual compañero de piso.

—¿Qué? —preguntó el vampiro, levantando una ceja de vuelta.

Anders se lamió los dedos, mirando la caja de magdalenas perfectamente decoradas con colores pastel y motivos florales. Eligió otro cupcake, sacándolo de la caja y cerrando la tapa para evitar la tentación de comer más.
Anders se encogió de hombros.

—No sé de qué te ríes, no ha pasado nada cómico, todo es muy digno —contestó Anders, reclinándose en su silla de oficina—. Además, no entenderías el poder de los cupcakes ni aunque quisieras.

Anders le dedicó una sonrisa seductora, levantando los pies para apoyarlos en la esquina de su mesa, levantando la magdalena para enseñársela mejor.
Mitchell rodó los ojos y miró el interior de su taza antes de agarrarla con una mano para dejar caer el brazo izquierdo sobre el reposabrazos del sillón.

—¿No habías comprado esa caja para ligarte a tu último proyecto de novia? —preguntó Mitchell, aunque su tono era más bien incrédulo.

—Yo no busco novias y no necesito regalos para ligarme a nadie. Además, es más fácil llevarme a mí a la cama con estos cupcakes ridículos.

Acercó la magdalena hasta su cara, mirándola bien antes de lamer la cobertura. Echó la cabeza hacia atrás, estirándose entero mientras volvía a, ahora sí, gemir de placer.
Mitchell se rió, una risita aguda que le sacudió los hombros, sacándole los hoyuelos debajo de la barba corta. Y notó algo caliente nacerle en el vientre y expandirse por todo su cuerpo. ¿Se estaba poniendo rojo? Él no se acaloraba con facilidad.

Mitchell carraspeó, dejando la taza de café sobre la mesa baja.

—¿Qué pasa, te falta acción? —preguntó el moreno, levantando las cejas un par de veces, con una sonrisa pilla bailándole en los labios.

Anders le sonrió, más tranquilo, más cálido. Y luego convirtió esa sonrisa en algo lujurioso.

—¿Y a tí? —le preguntó de vuelta.

Mitchell negó con la cabeza mientras se reía, pero por un momento lo había vuelto a notar. Ese olor dulce, eso eco tras las palabras de Anders… que lamió de nuevo el cupcake levantando las cejas varias veces y manchándose la nariz con la cobertura.
Y como otras veces, lo dejarían pasar como una broma.
« Last Edit: January 11, 2017, 12:08:59 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #7: January 31, 2017, 04:48:34 PM »
Yohji x Airi + Demian
Expecting


Ser madre a los dieciocho años nunca había entrado en los planes de Anir. No que nunca hubiese tenido unos planes más allá de la próxima compra, la próxima paga, la próxima misión. ¡Encontrar a mi hermano!
Y ahora, la llegada de Demian le había vuelto el mundo del revés y se veía forzada a hacer planes. Aunque de momento se lo tomaba con calma. La próxima toma, la próxima siesta, el próximo pañal...

—Toma —dijo Anir, pensando justamente en el próximo pañal—. Cógelo, es tu ahijado.

Yohji le miró con cara de espanto disimulada por las gafas e intentó negarse, pero la cara de Anir le decía que o cogía al niño o acabaría dejándolo en el suelo.
Así que sin verlo ni catarlo, el ex-asesino se vio con un bebé de pocos días en brazos y ni idea de qué hacer con él.
No era como si nunca lo hubiese cogido. Demian era el demonio-bebé más atractivo que había conocido en su vida y aún con tan corta edad era capaz de bostezar e intentar frotarse los ojos con un puño enterrado en la manga de su pijama y hacerte querer cogerlo para achucharlo hasta la muerte. La tuya o la de él, Yohji nunca lo tenía claro.

—¿Pero por qué me lo das, dónde vas? —siseó Yohji, viendo con horror como Anir se iba del lugar tan fresca.

—¡Al baño!

—Pues con dejarlo en el moisés ya vale… —murmuró Yohji, que desde la llegada de Demian a sus vidas había empezado a hablar con bajo volumen sin ningún motivo aparente.

Justo estaba acercándose al dichoso moisés cuando Demian empezó a lloriquear.

—Ey, ey… amigo ¿qué te pasa? —preguntó Yohji, moviendo un poco al niño.

Demian lloró más. Yohji le chistó, pero no pareció funcionar.

—No puedes tener hambre, no hace tanto que estabas merendando, no puede ser eso.

—Creo que va a ser el pañal. —llegó una voz desde detrás de Kudou, que saltó sorprendido.

¿Quién sería capaz de acercarse silenciosamente a un antiguo asesino? Pues otro del gremio.

—¡Airin! —se quejó Yohji antes de repetir su nombre pero más bajito—. Airin.

La chica se rió un poco.

—Sabes que no tienes porque hablar bajito, ¿verdad?

Demian lloró más alto.

—¿Qué le pasa? —preguntó Kudou, intentando darle el niño a su mujer.

—¡Ah! —pero Airin levantó las manos—. Creo que necesita que le cambien el pañal.

Yohji miró hacia todas partes, espantado, pero no le veía salida a la situación.

—¿No se supone que cuando pasa eso se lo tengo que dar a la madre?

Airin le puso una mano en el hombro y le sonrió, ladina. Se acercó hasta su oído y le susurró:

—Será mejor que vayas practicando, dentro de poco te va a tocar hacerlo con uno propio.

Airin se separó un poco y levantó una ceja, con una sonrisa misteriosa, antes de darle una palmada en el culo a Yohji y salir de allí balanceando las caderas hipnóticamente.
Le echó una última mirada al llegar a la puerta, con caída de ojos incluída.

—¿Eh? —preguntó Yohji— ¿Qué…?

Y bufó, entendiendo lo que le había querido decir.

—Necesito un cigarro. O veinte —Y miró a Demian confundido—. ¿Tú no sabrás como cambiarte el pañal o donde están las instrucciones, verdad?
« Last Edit: August 30, 2018, 01:49:42 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #8: March 31, 2017, 02:01:21 PM »
Ikkaku x Raiko + Niriko
Red Lines



Ikkaku se echó hacia atrás, estirando los brazos por encima de la cabeza, intentando desentumecer sus músculos.
Bostezó ruidosamente y se crujió el cuello, gimiendo satisfecho cuando sonó un gran crack, liberando la tensión en su nuca. Y parpadeó, mirando alrededor.

Era su día en la oficina y se había hecho tarde con todo el trabajo acumulado. Al menos ahora sólo tenía que pasar uno o tal vez dos días a la semana.
Ikkaku bendecía el día en el que Niri había entrado por la puerta del despacho, temblando como una hoja y escondida detrás de una carpeta que sostenía a la altura de su poca nariz.

—Me han trasladado aquí —había dicho la chica antes de subirse las gafas y bajar la carpeta, carraspeando—. Para ayudar con el papeleo.

Ikkaku la había mirado de arriba a abajo y había pensado que más les valía a sus mangarranes tratarla bien.
Se presentó y le señaló la cadena montañosa de informes por repasar y para su sorpresa, la chica se había arremangado y después de morderse la lengua, asomando entre sus labios, se había puesto manos a la obra sin ningún tipo de queja.

Cada vez que le pedía a Yumichika que le ayudase tenía que soportar sus comentarios toda la tarde y el silencio había sido como un bálsamo para él.
Lo malo de aquella chica es que a veces no se acordaba ni de que estaba. Así que la buscó con una mirada rápida antes de levantarse para dar el día por terminado.

Niriko tenía su cara de concentración activada y observaba un papel con furiosa eficacia, tan ensimismada en lo que escribía que ni se enteró de cuando Ikkaku se había acercado por detrás para sacudirla ligeramente por el hombro.

—Oi, chiquilla.

—¡Aaah! —gritó Niri, poniendo una libreta encima de lo que escribía y encogiendo la cabeza entre los hombros, respirando como si hubiese acabado de correr la maratón.

Ikkaku apartó la mano lentamente y se cruzó de brazos, mirándola con una ceja levantada.
Ella le miró desde abajo, desde detrás de sus gafas de montura roja y se llevó una mano al pecho.

—Me has asustado. —explicó, recolocándose bien las gafas.

Ikkaku arrugó la nariz y sus ojos se desviaron por un momento hacia la carpeta que había movido Niri tan rápidamente.
Terminó por sonreírle a la chica y señaló la puerta.

—Ya es de noche, vamos a cerrar aquí. Arriba.

—Ah… —murmuró Niri—. Sí, de inmediato.

Empezó a recoger lo que pudo y se puso de pie, trastabillando. Ikkaku la agarró de un codo y la empujó hacia la puerta con suavidad.

Niri se puso bien las gafas otra vez, empujándolas con un nudillo y se rascó la nariz antes de tapar un bostezo con la mano.

—Buenas noches, teniente. —dijo antes de agacharse en un saludo más formal.

—Buenas noches. —contestó él, poniéndole la mano en la cabeza en un gesto afectuoso.

La chica se fue, abrazada a sus informes y dando tumbos por la calle hacia las barracas cercanas, donde tenía su habitación.
Ikkaku negó con la cabeza y cerró la puerta del despacho con llave.

—Buenas noches, teniente. —dijo alguien a sus espaldas, con un tono mucho más sugerente que el de su ayudante.

Ikkaku sonrió antes de darse la vuelta y estirar una mano hacia Raiko, que se acercó para darle un beso.
La mano grande y caliente de Ikkaku le tapó toda la nuca desnuda y su dedo meñique acarició el escote de su espalda.

—Ahora es cuando empiezan a ser buenas.

Y entre risitas y comentarios sobre lo que había ocurrido en su día, se fueron, agarrados de la cintura y robándose besos en cada esquina, rumbo a su descanso.
« Last Edit: June 05, 2017, 12:06:49 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #9: March 31, 2017, 03:22:01 PM »
Aideé x ??
The thing with feathers



La verdad es que a Aideé, una ninfa de río, siempre le habían gustado los árboles. Tenía claro que en otra vida debía de haber sido una dríada. Tal vez los dioses se habían equivocado con ella y ya está.
Así que no era raro verla sentada en la orilla, balanceando los pies dentro del agua, traslúcidos por su poca consistencia, observando la copa de los árboles.

La ninfa suspiró y se desinfló, anhelante.

—Ah, si tan sólo pudiera sentirme como ellos, con las hojas al viento y las ramas lamidas por el sol…

Escuchó el canto de un pajarillo y lo imitó, silbando entre gorgoteos. El pajarito bajó del árbol, algo confundido, y trinó otra vez.
Aideé se rió, traviesa, y repitió su hazaña. El pajarito voló más cerca, moviendo la cabeza de un lado a otro, trinando más.

Y cuando Aideé estaba tomando aire para volver a silbar, escuchó un ruido fuerte en una de las ramas altas de un árbol cercano que espantó al pájaro.
Primero, la ninfa siguió el vuelo del gorrión y después buscó que había sido aquello. Justo en ese momento, una rama se partió, y Aideé se metió en el agua, espantada.

Escuchó más golpes, hasta que un par provinieron del suelo, haciendo temblar la tierra, vibrando en aquel pequeño remanso.
Aideé, curiosa, se asomó toda hecha agua por la orilla del río. Vio una rama grande en el suelo y encima de ella una ala.

—¿Qué pájaro tiene alas tan grandes? —se preguntó—. Y además de ese color.

Aideé esperó un poco más, pero el pájaro no se movía y, sin poder ni querer evitarlo se arrastró por el suelo, tomando consistencia con cada paso.
El ala que le había parecido negra y roja se veía ahora con un brillo casi metálico. Dejó de ir a gatas para ponerse de pie detrás de un árbol y luego se asomó despacio.

Aquello no era un pájaro. Aquello parecía un humano con alas.

—¿Qué? —se preguntó.

Había oído hablar de dioses alados, pero desde luego éste ser no tenía el aura de un dios. Correteó hasta el cuerpo y se acuclilló cerca de su cabeza, con cuidado de no pisar las alas que ahora podía ver que estaban malheridas.

—¿Qué eres? —murmuró al aire, estirando la mano y agarrando un poco de aquel cabello tan naranja como el sol en un atardecer de verano.

No sabía quién era, pero sabía que estaba mal, y poniendo cara de decisión, coló sus finas manos por debajo de los hombros, agarrando aquel cuerpo por las axilas y arrastrándolo hasta el río.

—No te preocupes —le susurró a la que ahora sabía que era una mujer inconsciente, mientras sostenía su cabeza fuera del agua—. Yo te curaré. Siempre me han gustado los pájaros.

Y mientras le acariciaba la mejilla le cantó, esperando a que la magia secreta de su fuente surtiera efecto.
« Last Edit: August 30, 2018, 02:03:52 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #10: January 14, 2018, 11:22:32 AM »
Yo le hice un omake y una continuación al prompt de San Valetin :'v Y luego se me olvidó subirlo porque soy así.



Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.



Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
« Last Edit: January 14, 2018, 11:31:45 AM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #11: January 14, 2018, 04:01:35 PM »
All this and Heaven too
Shuuhei/Izuru



Izuru Kira era un hombre sencillo que no le pedía mucho a la vida.
Tal vez era cierto que pecaba un poco de snob, que siempre llevaba el pelo impecable y le gustaba vestir de traje (hecho a medida). También era verdad que le gustaba el café de máquina y usaba colonia cara. Y zapatos caros. Y corbatas caras…

Pero en realidad él sólo quería estar tranquilo, escribir haikus y pasar el resto de su vida con el desastre que era su actual pareja.
Cuando se paraba a pensar en él, le maravilla como una persona tan metódica y eficiente podía ser tan despistada. Izuru sonrió viendo la foto de su prometido en la pantalla de su móvil y deslizó el dedo por encima, desbloqueando el aparato.

Su padre no debería tardar mucho en llegar. Era verdad que cuando Izuru les había confesado a sus padres que era gay, ninguno de los dos lo había tomado bien; aunque ahora, mirando atrás, podía ver que su padre simplemente se dejó llevar por las opiniones de su madre.

—¿Pero tú lo has intentado? —le había insistido su madre, como si se tratase de un niño rebelde que se niega a probar una comida nueva.

Izuru no había sabido como responder a eso. Y su madre siguió acusándolo de “hacerles eso” como si ser gay fuese algún tipo de represalia contra sus honorables progenitores.

Hacía más o menos un año que había vuelto a hablar con su padre, que se había disculpado con él. Le había costado unos cuantos encuentros y las lágrimas de su padre, un hombre más bien inexpresivo y estoico, convencerse de que lo quería de nuevo en su vida. Y no se arrepentía.

—Es casi la hora... —murmuró Izuru, que siempre llegaba temprano a sus citas.

Y hoy iba a cenar con su padre. Tenía una petición importante que hacerle. O más bien dos.
Llevaba una invitación a su boda y le gustaría que estuviese allí, que formase parte de algo que era tan importante para él. Y que conociese a su novio antes de la boda, en otra cena que concertarían hoy para más adelante.

Ya se lo había dicho a su prometido y le parecía bien.

Entonces, absorto con sus planes, aún sonriendo por haber estado mirando la cara de alguien a quien apreciaba tanto, lo oyó.
Escuchó la voz de alguien conocido y levantó la cabeza, con la sonrisa aún puesta.

—¡Buenas noches, querido hijo mío! —dijo, y se sentó a la mesa frente a él.


————

Shuuhei Hisagi tenía todo lo que quería en ese momento. Trabajo estable, una buena casa, un novio que le amaba por encima de todo, amigos y la barriga llena.
Bueno, sólo le faltaba una cosita de nada para tener todo lo que quería en ese momento en particular.

—¡Maldita sea Abarai!

—¿¡Qué!? —gritaron dos voces al mismo tiempo.

—¡Jajajajaja! —empezó a reírse Raiko, mientras empujaba a Shuuhei con el hombro, doblando el mando de la consola para hacer que su coche girase bruscamente en la pantalla, chocando contra el de Shuuhei.

—¡Tramposa! —se quejó Renji desde el otro lado de Shuuhei, aplastándolo entre los dos portentos pelirrojos que tenía como amigos.

—Esto con Madarame no me pasa… —murmuró Shuuhei, con el ceño fruncido antes de morderse la lengua y concentrarse en su conducción en la pantalla curvada de sesenta y cinco pulgadas que ocupaba la pared frente a ellos.

Shuuhei estaba empequeñecido entre los dos hermanos, que estaban intentando pegarse por encima de él sin afectar a su rendimiento en la carrera. Cosa casi imposible, pero aquellos dos conseguían hacer cosas increíbles cuando estaban compitiendo el uno con el otro.

El olor a palomitas, dulces y sake (y algún que otro té) flotaba en el aire del salón, mezclado con el ambientador y la colonia de Yumichika, que se estaba riendo desde el sillón a un lado, mucho más entretenido viendo a esos tres jugando que tomando el mando él mismo.

—Eso te pasa por dejar que se ofrezca a bajar al super, si es que…

—Ayasegawa, no lo arregles. ¡Ay! —se quejó de nuevo Shuuhei, aplastado entre Abarais riñendo.

Yumichika dejó de prestar atención al sofá porque uno de los móviles en la mesa estaba sonando. Dejó su bol de palomitas a un lado y se levantó a cotillear.

Se apartó un mechón de pelo detrás de la oreja y levantó una de sus exquisitas cejas inquisitivamente. El móvil volvió a sonar y Yumichika lo agarró entre dedos largos pero fuertes.
Y con cara de aburrimiento, se giró ligeramente hacia los jugadores en el sofá.

—Hisagi, tu móvil está sonando.

—¡Esa bomba era mía, hija de puta! —gritó Renji.

Raiko soltó la bomba en medio de la carretera.

—¿No la querías? ¡Pues pa tí toda! ¡Y no le digas puta a mamá que como se entere te castra! —contestó Raiko.

Shuuhei, un poquito harto, se expandió de repente, usando una plataforma repentina para saltar por encima de la bomba.

—¡Bueno, ya está bien! —exclamó, dando codazos a diestra y siniestra.

Yumichika volvió a mirar el móvil, que vibraba pitando loco en su mano, con un mensaje detrás de otro.

—¡Hisagi, tu móvil!

Y lo dejó caer en el sofá, más o menos entre las piernas de su dueño.

—Me cago… en…

El móvil seguía vibrando y Shuuhei, que tenía el primer mando, pausó la partida, con las consiguientes quejas de los dos hermanos.
En ese momento pasaron dos cosas: Ikkaku Madarame llegó al salón con cervezas y ganchitos y Shuuhei se levantó del sofá, dándole el mando.

Ikkaku miró la pantalla. Ikkaku miró a los dos hermanos, que le observaron de vuelta, expectantes.
Sonrió, con toda la malicia de la que era capaz, que era mucha… y quitó la pausa.

—¡Os voy a reventar! —fueron sus fuertes declaraciones, allí de pie, riéndose como el loco que era a veces.

Yumichika se apoyó en el sofá, dándole consejos tales como: “¡Aplasta a la esa zorra!” o “¡Saca al mono de la carretera!”.

Mientras tanto, Shuuhei se había apartado un poco con su móvil en la mano, que seguía sonando como la campanita de un comercio en plenas rebajas.
Shuuhei pareció preocuparse por un momento. Todos los mensajes eran de su novio. Desbloqueó el móvil y empezó a leer.

—Pero, ¿qué…? —empezó por preguntarse, antes de que las cejas casi se le saliesen de la frente de lo rápido que las había levantado— ¡No!

Shuuhei se miró. Iba en pijama, con migas en la camiseta, y con cara de no haber dormido mucho.
Se fue corriendo a su habitación, la que compartía con su prometido, y empezó a sacar ropa al tuntún antes de meterse en la ducha corriendo.

Para cuando salió de la ducha, con sólo una pequeña toalla rodeando su estrecha cadera, la ropa sobre su cama era otra distinta y sus cuatro invitados estaban allí, mirándole con curiosidad.

Shuuhei casi se volvió a meter en el baño de su habitación.

—¡Pero si te lo hemos visto todo ya! —se quejó Ikkaku, que solía ir con él al gimnasio.

—Algunos hasta te lo hemos tocado. —sonrió Raiko de forma inocente antes de levantar la mano y recibir una palmada de parte de Yumichika.

—No pensarías irte con la ropa que habías dejado ahí, ¿verdad? —se quejó Ayasegawa.

—Es por Kira, ¿no? ¿Hay que matar a alguien? —aportó Renji.

Shuuhei sólo pudo suspirar y mirar a sus amigos sin saber si ahogarlos a todos o darles un abrazo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó esta vez Ikkaku, que se tomaba la integridad de Kira muy seriamente.

—Pues… veréis…

Y Shuuhei empezó a contarles el contenido de los mensajes de su novio mientras se vestía con las prendas que Yumichika había seleccionado para él.


————

Niriko Tachibana era una chica decidida, con muchas ideas, aunque algo despistada. En realidad no era tan despistada, si no que su mente iba persiguiendo ideas una detrás de otra sin llegar a terminar la anterior.
Estaba bastante satisfecha con su vida, pero entre su trabajo y sus proyectos no tenía mucho tiempo para mantener amigos. En el último par de años se había decidido a cambiar eso, así que había cambiado de trabajo e intentaba priorizar sus proyectos.

De momento, el cambio le había ido bien. Había terminado de arreglar su jardín, había escrito un libro que estaba buscando como publicar y le había conseguido un compañero a su viejo gato Memo.
Momo era naranja y todavía se podía considerar un cachorro. Memo se había vuelto más activo, otra vez, y se había tomado a pecho enseñarle al cachorro a cazar pájaros, subir escaleras y usar la caja de arena debidamente.

El cambio de trabajo había sucedido sólo dos semanas antes y ahora Niriko contaba con mucho más tiempo a su disposición.
Amigos. Eso era lo siguiente en su lista.

 Cual había sido su sorpresa al encontrarse con la madre de un compañero de instituto trabajando en el mismo lugar que ella.

—Querida, ¡pero como has crecido!

—En realidad, no mucho… —contestó Niriko, que a los quince años ya medía lo mismo que ahora a sus veintiséis.

—Ay, ya sabes a lo que me refiero.

La mujer le había puesto una mano en el hombro mientras se reía suavemente y Niriko pensó que nunca se había sentido tan cómoda e incómoda al mismo tiempo. Era como si el contacto físico fuese totalmente inapropiado para tratarse de un compañero de trabajo que apenas había acabado de conocer, pero completamente normal para alguien que la había acogido en su casa tantas veces en el pasado.

Niriko sonrió encantadora y le preguntó si quería un café, escabulléndose rauda para prepararlo.

La semana siguiente estuvo llena de gente nueva, adaptarse al horario, aprender los trucos de esa oficina en cuestión e intentar evitar a aquella mujer que parecía encontrarse en todas partes.
Hasta que una mañana, en la hora del almuerzo, la mujer se sentó delante de ella y le dio un papelito.

—Le he comentado a mi hijo este fin de semana que ahora trabajabas aquí y me ha dicho que te dé su número de teléfono.

Niriko miró el papel y lo abrió despacio, observando la combinación de números que no le era conocida.
No supo qué decir. Aquel chico, ahora un hombre, había sido su mejor amigo. Demonios, hasta habían sido novios a escondidas de todo el mundo.

Le echaba de menos.

Se dio cuenta en aquel mismo momento. Echaba de menos tener un mejor amigo, eso ya lo sabía, pero sobre todas las cosas, le echaba de menos a él.

—Gracias —dijo con un hilo de voz, antes de sonreír con melancolía y repetir la palabra, más alto, más claro, con más convicción—. Gracias.

El contacto empezó con un simple “Hola, tu madre me ha dado tu número.”. A lo que él respondió con un “¿Cómo va todo? Espero que bien.”.
No habían tardado en decirse lo mucho que se habían echado de menos.
Las conversaciones no eran largas. ¿En qué trabajas? ¿Cómo fue en la universidad? Se me ha caído el café, espera un momento. ¿Te sigue gustando ese café tan caro? ¿Aún tienes gatos? Y poco más.
Hasta que llegó el día en que el mensaje era un poco diferente.

Voy a cenar con mis padres, mi madre insiste en que te invite. Y Niriko le respondió: “No es como si quisieses verme o algo así…” Y los dos se habían reído.
Estaría allí. Iba a verlo de nuevo.
No podía estar más emocionada.

Al día siguiente, la mujer le comentó a la hora del almuerzo que su hijo le había dicho que aceptaba la invitación y se rió comentando que sería una cita doble.
Niriko aceptó que la mujer la recogiese en el centro, porque ella no tenía coche y sería complicado salir del trabajo, arreglarse y llegar a tiempo a la cena de otra forma.

Y cuando llegaron al restaurante lo vio. Elegante, sonriendo al teléfono antes de levantar la cabeza y verlas a las dos.
No tardó mucho en darse cuenta de que algo iba mal.


————

Raiko Abarai tenía una reputación que mantener. No es que fuese una chica especialmente dura. Bueno, dependía de los estándares de uno, en realidad sí que era una chica fuerte.
Pero eso no la convertía en un marimacho. Bien, tal vez alguna persona sin importancia, como Yumichika, la acusase de serlo, pero Raiko sabía que era una chica femenina. Muy femenina. Al menos eso decía la copa de su sujetador.
Y le gustaban las cosas bonitas y las faldas cortas. También sabía apreciar esas cosas en otras mujeres.
¡No era que no supiese apreciar a los hombres! Shuuhei había sido su novio, pese a la reticencia de Renji de ver a su hermana dándose el lote con uno de sus mejores amigos.

En conclusión: Raiko tenía una reputación que mantener, y es que si buscabas a un motorista experimentado y un poco temerario, siempre podías buscarla a ella.
Los años de repartidor con bici la habían curtido en la más cruenta de las guerras, batalla a batalla. Reparto a reparto.

—Sube. —le dijo a Shuuhei, tirándole su segundo casco.

Shuuhei miró a sus otros tres amigos. Todos asentían, con más o menos fervor.

—Ve y salva a tu hombre. —le dijo Yumichika con demasiada alegría.

Aún tenía el bol de palomitas en la mano y Shuuhei estuvo a punto de decirle que si seguía comiendo iba a engordar.
Pero parecía que ese cabrón no engordarse nunca, se tragase lo que se tragase. Ayasegawa era el terror de los buffets libres.

—Venga, sube a esa moto. —le instó Ikkaku, dándole una palmada en el hombro.

—Llegarás en ná, si se sabe todos los atajos. —acabó de convencerlo Renji, con una sonrisa demasiado alentadora como para ser reconfortante.

Shuuhei suspiró y se puso el casco. Se montó en la parte de atrás de la scooter roja y negra de Raiko y mientras ella sonreía con una misión en mente y empezaba a darle al acelerador, él rezó todo lo que sabía.

No tardaron en desaparecer calle arriba y después de unos segundos Renji levantó el puño, abriéndolo para hacer tintinear unas llaves.

—He venido en coche.

—¡Me pido ir delante! —gritó Yumichika.

Ikkaku chistó, quejándose de que siempre era igual y Renji les condujo hacia el coche mientras le robaba palomitas a Ayasegawa, que no le dio un mordisco en la mano porque lo estaba considerando un soborno para ir de copiloto.


————

Izuru no esperaba ver allí a su madre y la sonrisa se le borró de la cara de inmediato. La mujer había estado intentando contactar con él desde hacía tiempo, e Izuru había hablado un par de veces con ella, con mucha, mucha reticencia, pero lo había hecho.

¿Cómo sabía que iba a estar allí, dónde estaba su padre? ¿Quién era la chica que le acompañaba?
Izuru había retirado el móvil de la mesa con mucha delicadeza y se lo había puesto en el regazo, tecleando casi sin mirar.

“Mi madre está aquí, viene con alguien.”

Su madre había cogido una silla de una mesa cercana y se había sentado a su lado. La chica parecía un poco confundida al ver que en la mesa sólo había habido dos sillas, pero se acabó sentando, mirando de madre a hijo y de vuelta.

—¡Estoy tan feliz! Esta va a ser la mejor de las cenas, ya verás. —dijo la madre muy segura de sí misma antes de poner su mano sobre el brazo de su hijo.

Izuru se había dado cuenta de que su madre buscaba su mano, pero él las tenía en su regazo, sobre el mantel encima de sus piernas. Seguía mandándole mensajes a su prometido de forma frenética.
La sonrisa temblorosa de sus labios se congeló cuando la chica habló.

—¿Izuru?

Conocía aquella voz. Y por un momento dejó de teclear sobre la pantalla táctil.

—¿Niriko?


————

Shuuhei conocía la expresión “Agárrate que vienen curvas”. Sabía que se podía usar de forma metafórica o literal.
Lo que no conocía era la expresión “Agárrate que vienen escaleras”.

En aquellos agonizantes segundos en que la moto empezó a brincar en lo que parecía una cuesta de inacabables escalones, Shuuhei sólo podía pensar en los mensajes de Kira.

Mi madre está aquí, viene con alguien. ¿Cómo sabía dónde iba a estar? ¿Dónde está mi padre?
Ay, que la conozco. Es una amiga del instituto.
Creo que está intentando liarme con ella. Dice algo de una cita doble (???)

El paréntesis con los interrogantes había preocupado a Shuuhei; Kira casi nunca usaba ese tipo de cosas, el siempre escribía de forma pulcra y perfecta. ¡Ni siquiera estaba intentando hacer haikus!

Los escalones se terminaron y la moto hizo un quiebro que nadie habría esperado de una scooter.
Fiel a su promesa, no tardaron en llegar al restaurante y Shuuhei habría entrado con el casco puesto si no fuese por Raiko, que aparte de agarrarle del cuello de la chaqueta, casi ahogándolo, recuperó su casco y le arregló un poco aquel pelo oscuro que caía sobre su ojo y pómulo derecho, tapando en parte las cicatrices de su cara.

—Voy a aparcar ahí delante —señaló la chica hacia un aparcamiento de motocicletas, empujando a Shuuhei después para que se metiese en aquel restaurante caro de una vez—. ¡Avísame o en media hora me largo!

Shuuhei entró en el restaurante y el hilo musical le relajó casi de inmediato. Malditos temas hechos para que esperase pacientemente tu turno…

—Señor… ¡Señor!

Shuuhei tardó un poco en darse cuenta de que le hablaban a él. Había estado mirando entre los cristales que separaban la recepción de la zona de mesas para ver si localizaba a su pobre prometido desamparado.

—¿Sí? —preguntó Shuuhei, sonriendo aún más diligente que el maître.

Hisagi sabía que su apariencia hacía que mucha gente pensase en la yakuza casi al instante, por eso siempre ponía su mejor sonrisa.
Kira ya le había dicho alguna vez que así parecía hasta más temible, pero a Shuuhei, a veces le iba bien dar más miedo del que en realidad le deberían tener.

—¿Va a querer una mesa? Estamos casi completos. —el maître miró a una pareja que acababa de entrar detrás de Shuuhei de reojo y luego a su cliente actual, sonriéndole nerviosamente.

Shuuhei se volvió a girar hacia las mesas y tuvo la suerte de ver como su, ugh, futura suegra, se estaba encaminando al baño.

—En realidad me están esperando. Teníamos una reserva para dos a nombre de Izuru Kira.

—Un momento… —habló el camarero antes de confirmarlo y acompañarle hasta su mesa.

El maître abrió la boca, confundido al ver a dos personas sentadas a la mesa y una tercera silla en una reserva de dos.

—¡Hisagi! Gracias a Dios que has llegado. —dijo Izuru, mientras Shuuhei tomaba asiento.

—¿Ocurre algo? —preguntó el maître.

—Oh, al final somos más de lo que tenía previsto, pero la camarera nos ha dicho que no había ningún problema. —aseguró Izuru, todo modales y fineza.

El maître se puso un poco más recto, mirando a sus tres clientes que le sonreían con este gesto que pone la gente cuando no quieren que le sigan molestando.
Tomó aire y ladeó la cabeza.

—Está bien. —dijo, aunque obviamente no lo estaba.

Esta era la primera noticia que había tenido del cambio y, sólo tal vez, iban a rodar cabezas como el culpable no confesase antes de que él lo encontrara.
Se giró dignamente y se dirigió de nuevo a recepción.

Hisagi se inclinó sobre la mesa de repente, estirando el brazo hacia la desconocida en un gesto cómplice y levantó las cejas mientras le hablaba en un susurro ronco y rápido.

—Lo siento chica, pero creo que te han estado engañando.

Y para su sorpresa, la joven dejó su móvil desbloqueado en la mesa y le enseñó algo a ellos dos.

—Eso es lo que le estaba diciendo a Izuru. Este no es su número, ¿verdad? Creo que me ha estado mensajeando su madre.

Shuuhei se extrañó un poco de que la desconocida usase el nombre de su novio, y más aún que él pareciese totalmente a gusto con el hecho.
Y más sorprendido se quedó cuando la chica continuando hablando.

—La muy puta.

Y aún más cuando Kira se puso a reír.
Entonces recordó que su novio le había dicho que la conocía.

La chica se sacudió con un escalofrío y se empezó a frotar las manos con la servilleta.


————

Niriko no podía creerse lo que estaba ocurriendo. Estaba claro que Izuru no las esperaba allí. Sólo necesito una mirada para saberlo.
Su amigo no había cambiado demasiado. Llevaba el pelo más largo, pero su lenguaje corporal, ahora un poco más confiado que en su adolescencia, era fácil de interpretar para ella.

Niriko se había sentado, había decidido sonreír y no preguntar nada, dejando a madre e hijo la discusión principal.
La mujer se había estado quejando de las ganas que tenía de ir al servicio y lo primero que había hecho nada más sentarse, aparte de asustar a su hijo hasta dejarlo blanco como el papel, había sido servirse una copa (bien llena) del vino que estaba a un lado de la mesa.
Niriko tenía la sensación de que aquel vino ni siquiera estaba allí para ellas.

Y después de quince minutos de cháchara sin sentido, se había ido al baño para retocarse el maquillaje.

—Creo que tu madre me ha estado mandando mensajes.

—¿¡Qué!? ¿Cómo?

Niriko no había tenido mucho tiempo, el justo para sacar el móvil de su bolsito, antes de que el maître llegase con un nuevo invitado a aquel despropósito de cena.
Y ahí estaba Izuru, leyendo los mensajes que, supuestamente, se habían estado enviando durante esa última semana.

—Kira me ha dicho algo de que os conocéis del instituto.

Niriko pareció extrañada. Pero luego sonrió, como si acabase de resolver un puzzle.

—Te estaba mandando mensajes por debajo de la mesa.

—En realidad por encima de mis piernas, está el mantel —puntualizó Izuru, mientras seguía leyendo—. ¿Ahora tienes dos gatos?

—¡Sí! —contestó ella, toda feliz.

—Que bonitos. —respondió Izuru, abriendo las fotos.

—¡Eh, a lo importante, que la bruja volverá en cualquier momento! —intentó centrarlos el chico nuevo sin conseguirlo.

—Estaría bien que desapareciese al lavarse las manos. ¿Será por eso que nunca bebe agua?

Izuru se rió entre dientes mientras comentaba algo sobre las costumbres etílicas de su madre. Aunque replicó que no era verde.

—Me estoy perdiendo.

—Eso explicaría los monos voladores —continuó Niriko—. Por cierto, me llamo Niriko Tachibana, ¿tú quién eres?

—Su prometido. —contestó él, señalando a Izuru con el pulgar.

—¿¡Tienes casa propia!?

—¡Es la de mi abuela! Me la he quedado yo. Soy su única nieta. —explicó Niriko, encogiéndose de hombros.

Izuru levantó la mirada, solemne.

—No me digas que se ha muerto.

—Nah, hierba mala nunca muere, está en la residencia. Está muy mayor ya —le tranquilizó antes de dirigirse al chico nuevo—. Supongo que aparte de “Su Prometido” tienes otro nombre.

Niriko tardó un par de segundos en sonreírle e Izuru se adelantó de nuevo.

—Me tienes que decir donde, me gustaría ir a visitarla.

—¡Claro!

—Se llama Shuuhei Hisagi —informó Izuru, levantando una mano para enseñar un anillo fino de oro blanco, sencillo, y puso la sonrisa más ñoña de la que era capaz—. Nos vamos a casar.

Niriko se rió, Hisagi los miraba confundido.

—¡Tienes que venir a la boda!

—¡Claro que sí! Pero tengo que ser la niña de las flores. —pidió Niriko seriamente.

—¿Siempre vais igual de rápido?

Los dos pausaron al mismo tiempo. El ladeo de cabeza y la sonrisa con brillos de los dos estuvo tan bien coordinada que Hisagi se echó un poco hacia atrás y les miró con algo de miedo.
¿Quién era esta mujer? ¿Estaban seguros de que sólo eran amigos de instituto que se perdieron la pista?
¿No serían mellizos secretos?

¿Por que a él? ¿Por qué otra vez?, se preguntó, pensando en los hermanos Abarai.

De repente la conversación continuó donde la habían dejado.

—No puedes ser la niña de las flores porque ya tenemos una niña de las flores. Una que no sólo parece una niña, también lo es.

—Más bien es la niña de las piedras. —replicó Hisagi.

—Estoy confundido, ¿esa no era Raiko?

—¿Quién es Raiko? Pues yo quiero ser algo.

—Mierda, creo que tu madre vuelve. —avisó Hisagi, empequeñeciéndose un poco antes de pensar a toda prisa. Y de repente tomó aire y se expandió—. Dejádmelo a mí, seguidme el cuento. Tengo una idea.

Niriko miró de uno a otro.

—¿Seguro? —preguntó, recuperando su móvil de manos de Izuru.

—Sí, déjalo. Va a ser divertido. —aseguró Izuru, antes de poner su mejor cara de niño bien portado. Y pijo.

Aaah, había echado de menos esa cara de pijo.

—¡Hola! —saludó Hisagi al ver que su futura suegra se había dado cuenta de su presencia.

No hacía falta ser un Sherlock Holmes para darse cuenta de que la mujer no estaba contenta de verlo allí. De hecho estaba lo contrario a contenta.
No, no estaba triste, estaba completa y totalmente enrabietada. Se estaba acercando hacia a ellos como si fuera un dragón al que le habían profanado su sagrada guarida. Y ahora los criminales querían irse de rositas con todo su oro.

—¿¡Qué haces tú aquí!? —inquirió mirando a Hisagi antes de dirigirse a su hijo—. ¿Qué hace… éste aquí?

—¡Si es nuestra noche de salir! ¡Sí, mujer! Siempre salimos de cita los sábados por la noche. —aseguró Hisagi, estirando la mano hacia Izuru, que le sonrió como si fuera todo lo que necesitaba en el mundo. Probablemente era así.

La madre de Izuru se llevó la mano al pecho e inspiró con fuerza. Si hubiera tenido un collar de perlas, Niriko habría jurado que la mujer estaría estrujándolo en ese mismo momento. Con ganas. Como si fuera el cuello de su yerno.
¿En el restaurante servirían palomitas?

La sonrisa de Hisagi se volvió íntima, algo seductora y un poco agradecida.

—Tengo que darte las gracias. No sabía que fueses una mujer tan abierta de miras…

Y de repente estiró, muy despacio, el brazo hacia Niriko. La chica miró la mano, le miró a la cara. Y Hisagi le guiñó un ojo.
Ella le sonrió de vuelta, agarrándole de la mano casi con timidez.

—Gracias por encontrar a nuestra… tercera. Siempre habíamos pensado que Izuru debería probar más cosas, para asegurarse de su sexualidad y como yo soy bisexual…

El sonido que salió de la garganta de la mujer se parecía al de un pollo ahogado.
Niriko se rió tapándose la cara con una mano, sonrojándose. Y no tenía nada que ver con la vergüenza, al menos no la suya.
Izuru también parecía una lucecita de Navidad.

—La verdad es que me ha sorprendido un poco, pero ¿cómo decir que no a estos dos caballeros?

La mano de Niriko apretó un poco más a la de Hisagi, y el se la acarició con el pulgar, juguetón.

—Es cierto. Madre, yo no soy una persona que… normalmente intentaría tener este tipo de relaciones, pero dicen que las madres siempre saben más. ¿No es así? —completó Izuru, totalmente educado y comedido—. Si no fuera porque la has traído tú y te has esforzado tanto ni lo habría pensado. Pero tienes razón. Esto puede ser el principio de algo hermoso.

Y su madre, por lo visto, no lo pudo soportar más. Salió casi corriendo de allí, roja por la furia y chocándose con un pobre camarero que no tenía la culpa de nada.
Por lo visto estaba gritando algo sobre que su hijo simplemente necesitaba ver la luz de una vez y dejarse de juegos tontos.

Cuando la vieron salir por la puerta fue cuando empezaron a reír.

—Ay, esto no está pagado, pero en el buen sentido. —rió Niriko, que estaba empezando a recoger sus cosas ya.

—Eh, no. ¡Quédate! —insistió Izuru, aunque estaba mirando su móvil y se llevó el aparato al oído mientras señalaba señalando al baño—. Voy a ver si localizo a mi padre, un momento.

Y se alejó con elegancia mientras le oían saludar.

Hisagi y Niriko estuvieron unos segundos en silencio antes de que lo rompiese ella con un carraspeo, apartándose el flequillo del puente la nariz. No le hacía falta, se notaba que estaba lacado. Debía ser un acto reflejo.

—Pareces un buen tipo —dijo ella, ladeando la cabeza de forma adorable—. Más te vale cuidarlo bien.

Hisagi sonrió de vuelta antes asentir.

—¿Erais muy amigos? —preguntó él, curioso más que nada.

—Los mejores amigos del mundo. También fue mi primer novio, pero tuvimos bastante claro que era gay cuando empezamos a hacer manitas más abajo de la cintura.

Shuuhei la miró de hito en hito.

—¿Sorprendido? Supongo que no te lo había contado.

—No… —confesó Hisagi.

Niriko se encogió de hombros, contestándole que no le extrañaba. Izuru podía ser muy reservado y aquellas eran unas memorias felices pero a la vez tristes. Melancólicas. Sus mejores momentos antes de descubrir que era gay. Antes de confesárselo a sus padres y que su mundo se volviera del revés.
Eran sus últimos años como un chico tímido y risueño, justo antes de que algo muriese dentro de él.

Aquella era una parte muy privada de Izuru en la que no había querido pensar en años. No cuando creía que no podría volver a ser feliz.
Pero ahora… viendo a dos de las personas más importantes de su vida, hablando en un mesa, en un restaurante, ahora creía que podía volver a pensar en aquellos años.
Ahora se daba cuenta de que ya no los recordaba con envidia por lo que había sido.

—Gracias, papá. Ya nos vemos la semana que viene. —contestó al móvil.

Aaah, su madre tendría muchas cosas que explicar cuando llegase a casa.

—Te quedas a cenar, invito yo —avisó Izuru al sentarse a la mesa—. Mi padre te manda saludos y disculpas.

Niriko se rió un poco, reclinándose en su silla.

—Pues no me queda otra, me tendré que quedar.

Y con los platos ya servidos, a medio comer y después de haber compartido un par de historias (todas sobre el pobre Izuru, que empezaba a cuestionarse las elecciones que había hecho en su vida, pero no se arrepentía de ellas), Shuuhei de repente cayó en la cuenta de algo.

—¿Y cómo es que la bruja te había dado ese número falso? ¿Dónde la habías visto?

—Oh, eso. Verás… —empezó Niriko, con la copa en la mano y una sonrisa que prometía una buena historia—. Me mudé aquí hace unos meses y hace dos semanas empecé a trabajar, no te lo pierdas, en la misma oficina que su madre. Me estuvo acosando una semana hasta darme su número.

Shuuhei se quedó sorprendido, pero Izuru simplemente suspiró. Desde luego podía decir que había sacado la constancia de su madre.

—Eh, ¿que os parece si vamos a un bar cuando acabemos aquí? —preguntó Hisagi.

—Por mi bien, pago la primera ronda —se ofreció Niriko, levantando otra vez su copa—. Por vuestro compromiso.

Izuru sonriendo, levantando la suya.

—Por los viejos amigos.

Y Shuuhei se unió con su propio brindis.

—Y por los nuevos.

Aún tardaron un rato en salir, pero ese iba a ser sólo el principio de una gran noche.


————

Raiko llevaba veintiocho minutos esperando. No es como si los estuviese contando, eso lo hacía el reloj, ella sólo miraba de vez en cuando.

—En serio… —se quejó, mirando hacia el restaurante desde el otro lado de la calle. Shuuhei aún no salía—. Mira que me largo.

Volvió a mirar el reloj, pero aún no había cambiado de minuto. Fue entonces cuando un coche conocido aparcó cerca de ella y el claxon sonó dos veces antes de que su hermano, Madarame y Ayasegawa saliesen para acercarse a ella.

—¿Qué, cómo va? —preguntó Ikkaku.

—Pues casi media hora y no sale. ¡Habrase visto! En dos minutos me largo.

Entonces la mano grande de su hermano cayó sobre su cabeza, frotándola suavemente. Obvio, lo hizo sin deshacerle el pelo, porque los dos mordían como pasase eso. Bueno, los tres, Yumichika también. Ikkaku no tenía aquel problema desde hacía unos cuantos años.
Raiko no se había creído que alguna vez había tenido cresta; hasta que no vio las fotos seguía creyendo que le tomaban el pelo. Una de las teorías de Shuuhei era que al que no paraban de tomarle el pelo era a Ikkaku, pero él insistía en que era afeitado, no calvo.

—Venga, vente al coche, que hemos comprado cena.

Raiko seguía de brazos cruzados, de morros y balanceándose ligeramente, pero ahora miró a su hermano con interés.
Yumichika aún seguía con el bol de palomitas en una mano, aunque ya quedaban menos de la mitad. Aquel bol era de tamaño familiar.

—¿De dónde? —preguntó Raiko, aunque sonó más como “¿Du dunde?” porque aún no había quitado los morritos.

—Del burguer. —informó Ikkaku justo antes de que la garra de Yumichika empezase a darle palmadas en el brazo.

—¡Tú, tú, tú, tú! —exclamó, señalando hacia el restaurante.

Los cuatro miraron con fijeza hacia donde Yumichika señalaba. Una mujer, muy indignada, salía a gritos mientras lo que parecía un camarero la paraba. Por lo visto le estaba pidiendo que pagase el menú que había tirado al suelo al chocarse con alguien en su huída.

—¿Esa no es la madre de Kira? —preguntó Yumichika al resto y de repente todas las manos estaban en el bol de palomitas, mermándolo con presteza.

—Posss yo diría que sí. —opinó Renji.

Ikkaku no podía para de reír. Yumichika estaba tan de buen humor que no le importaba compartir las palomitas y Raiko le dio un codazo amistoso a su hermano.

—¿Que me has comprao, tato?

Renji la abrazó por la cintura y le dio un beso en la sien.

—Una caja.

Raiko le abrazó de vuelta y le preguntó traviesa.

—¿Con cosas dentro?

Mientras la mujer era arrastrada dentro por un encargado de seguridad, presuntamente para pagar su percance, amenazando con llamar a la policía y el camarero invitándola a hacerlo, Renji chistó.

—Mira que eres graciosilla, pos ahora me como yo tus aros de cebolla.

—¡Ah, no, no, no, no!

Y así, entre risas y dentro de un coche para protegerse del frío de enero, cenaron su comida rápida antes de despedirse, dejando que los tortolitos volviesen por sus propios medios. Ansiosos por saber cual sería su historia a la mañana siguiente.
« Last Edit: January 14, 2018, 05:13:04 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #12: August 31, 2018, 05:09:07 PM »
Prompto + Chocobos + Anir
Hugs and Kisses



—Eres tan bonito…

Prompto levantó la cabeza de lo que estaba haciendo y miró alrededor. Él estaba seguro de que no había nadie más en el establo de chocobos, ¡pero acababa de oír una voz!
Arrugó la nariz y miró a todos lados antes de sacar el tirachinas del bolsillo interior de la chaqueta y cargarlo con munición de la buena: una nuez que aún no había partido.

Lo siguiente que escuchó fue un suspiro y a los chocobos moviéndose con pereza en sus cuadras. ¡Si es que era la hora de la siesta!
Prompto se movió con todo el sigilo que pudo, buscando en el pasillo, asomándose para ver los boxes, rechinando los dientes porque no le pagaban lo suficiente para asustarlo así. Pero haría cualquier cosa para mantener seguros a todos y cada uno de esos chocobos.

—Y hueles tan bien. —volvió a sonar la voz.

Prompto se paró y se pegó a la puerta de una cuadra antes de intentar decidir de dónde venía exactamente la voz. Había demasiadas paredes en las que un sonido podía rebotar, además, sonaba como… como ahogado.

—¡Te quiero tanto!

—¿Qué? —musitó el chico, que se quedó blanco por un momento, haciendo que sus pecas destacasen aún más en sus pómulos.

Entonces se le ocurrió algo y se llevó la mano a los labios para no gritar. ¿¡Sería que un par de amantes estaban retozando en el establo!?
Se llevó la mano a los ojos, pensando que aún era demasiado joven y virgen como para ver nada de aquello. ¡Él sólo quería sacarse un poco de dinero para comprar una buena cámara! Y con catorce años no le habían contratado en ningún lugar más…

—Astrales, que no me pillen… —murmuró, pensando en irse.

Pero por otro lado… ¡era una buena oportunidad para documentarse!

Un chocobo graznó y luego pudo oír cómo se sacudía, piando más despacio. Entonces vio la cabeza de otro chocobo asomarse por la mitad superior de su puerta, que estaba abierta, mirando hacia su lado del pasillo.

—Yo sólo quiero que crezcas bien… ¡Todo sanote y te pongas fuerte!

Prompto giró la cabeza hacia el chocobo que le miraba con los ojos entrecerrados. Era un chocobo negro, joven y conocido por su malhumor. En cambio, parecía haberse encariñado con Prompto tan rápido que el chico se había ganado el título de “El pecoso que susurra a los chocobos”.
El chocobo graznó, como saludándole.

Prompto se acercó para dejar que le oliese la mano, aunque aún llevaba en la otra su arma cargada.

—¿Harás eso por mí? ¿A que sí? ¿¡A que sí!?

¡Ah! ¡Por fin sabía de dónde venía la voz! Justo de la cuadra de al lado a la que estaba.
Preparó el proyectil y empezó a asomarse despacio, poniéndose de puntillas para ver bien, pero allí sólo estaba un chocobo que lo miraba fijamente.
El chocobo abrió el pico.

—¡Ay, es que te comería entero!

A Prompto se le cayó el tirachinas al suelo. ¿¡El chocobo había hablado!? ¿Acaso se había estado refiriendo a él todo el rato?
¿¡Cómo!?

Sintió un ligero mareo e intentó poner en orden su universo, balbuceando mientras repasaba lo que había dicho el chocobo. ¡Por los seis, pero si hasta le había dicho que le quería!

—B-bueno. ¡Tú tampoco estás mal!

El chocobo graznó, sacudiéndose y Prompto ya no entendía nada. No hasta que levantó el ala, dejando ver a una chiquilla rascándole el plumón.

—¿G-gracias? —habló la chica, con la misma voz que el chocobo pero más claro.

Un disco rayado sonó en la cabeza de Prompto.

No, espera.

¿Qué?

—¿Eh?

La reacción de Prompto fue tan rápida que ni él recordaba haberse agachado para recoger su tirachinas.

—¿¡Quién eres, qué haces aquí!?

Ella levantó los brazos, aunque el chocobo intentó taparla de nuevo, graznando ahora enfadado, protector.

—¡Estoy aquí para la sesión de besos y abrazos!

La chica pareció escupir plumón y Prompto la vio luchar con el chocobo, que intentaba retenerla entre sus alas y la agarraba de la ropa con el pico para no dejar que se alejase demasiado.

—¡Ay, bueno, vale! ¡Tranquilo, no pasa nada!

Prompto acabó por bajar un poco el tirachinas.

—No sé ni a quien le hablas.

—¡A él! —aseguró la chica, señalando al pájaro—. Es mío, pero se ha hecho tan grande que mis padres han decidido alquilar una cuadra para él.

El chocobo pió antes de intentar peinar a la chavala, que puso cara haber pasado por ese trato demasiadas veces. Aunque luego sonrió y empezó a abrir la puerta de la cuadra desde dentro.

—¡Soy Anir! —se presentó una vez fuera, ofreciéndole la mano.

—Prompto… —dijo no muy seguro, ofreciéndole la mano de vuelta—. ¿Qu-qué hacías con tu chocobo?

Anir aún tenía agarrada la mano de Prompto, y no parecía ir a soltarla en ningún momento cercano, cuando contestó.

—Es que mis padres dicen que para que las personas y la plantas y las animales y todo crezca bien hay que decirles cosas bonitas y tratarlos bien. Así que vengo a darle besos y abrazos todos los días, pero es la primera vez que te veo.

Prompto miraba su mano, que aún era sacudida de arriba a abajo enérgicamente.
Algo en su corazón se apretó.

—Ah, es que trabajo aquí desde hace poco, esta es la primera vez que me toca este turno.

—¡Eso lo explica!

Se quedaron unos segundos incómodos mirándose a los ojos mientras aún sacudían las manos. Aunque todo terminó cuando Anir decidió estirar de dicha mano y abrazarla con la otra, dándole palmaditas en el hombro.

—¡Gracias por tu buen trabajo, seguro que eres una persona superguay y tus pecas son como superbonitas!

Y le dio un beso en la mejilla antes de que el chico pudiera reaccionar. Soltó su mano sonriéndole y se despidió antes de irse corriendo hacia la entrada.

—¡Hasta mañana Prompto! ¡Sé bueno! ¡Sé el mejor!

Prompto se quedó allí plantado hasta unos minutos después de que Anir hubiese desaparecido por el horizonte y no reaccionó hasta que el chocobo negro empezó a estirarle del pelo, intentando lamerlo para darle forma de cresta.

—¿Qué ha pasado?

—¡Qwark! —fue la única respuesta que consiguió en ese momento.

Y aunque todo había sido muy raro, su corazón ya no parecía presionado por un puño de hierro y ladeando la cabeza para intentar alejar su pelo del pico del chocobo pensó que no le importaría repetir ración de abrazos y besos al día siguiente.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #13: September 18, 2018, 02:47:03 PM »
Aya & Anir
Expecting 02


Anir sólo había tenido un propósito desde hacía ya tiempo y, aunque la vida le había estado distrayendo de su meta final, seguía siendo ese el pensamiento en el fondo de su cabeza que nunca se iba.

Venganza.

Parecía que aquel era el combustible del que se alimentaba en su día a día, lo que la mantenía centrada y lista para cualquier misión. Pero el reencuentro con su hermano y el consecuente conocimiento de que su venganza ya se había cumplido, aunque no por sus manos, le había roto todos los esquemas.
Era como si de repente no tuviese equilibrio, como esperar otro escalón en la escalera que no estaba ahí, y sentir el pie bajar y bajar y tener la sensación de que nunca iba a tocar el suelo.

Un suspiro cansado a su lado, en la parte de atrás de la furgoneta, la sacó de sus pensamientos y miró hacia su derecha, donde Abyssinian descansaba con los ojos cerrados y los brazos cruzados.
Alguien le había hecho un corte en la mejilla y la sangre se secaba rápido sobre su piel de porcelana.

Siberian bostezó al volante y Abyssinian no dudó en patear su asiento, aprovechando que estaba sentado detrás de él.

—¡Ah! Joder, Aya. —se quejó Ken, consiguiendo que Kudou se riese a su lado, jugando con el paquete de tabaco, pero sin atreverse a encender un cigarrillo aún.

Russian blue se retorció gruñendo, intentando encontrar una pose cómoda en su asiento.

—No te duermas. —avisó el líder de campo, abriendo un ojo para mirar a Anir a su lado antes de hacer algo inaudito.

Sonrió.

Y el mundo de Anir se paró.

La sonrisa no pudo haber durado más de un par de segundos, pero Anir no tenía claro cuánto tiempo se había quedado mirando el recuerdo de esa sonrisa en el perfil de Fujimiya.
¿Qué había sido eso?

Eso, lo que le pasaba en el cara.

¿Tenía hoyitos?


————

Había un sonido extraño en el fondo de su mente. Era como un zumbido rítmico que cada vez se volvía más dulce. Parecía que alguien quería pronunciar una palabra pero siempre se quedaba sosteniendo la misma nota una y otra y otra vez.

Anir parpadeó y luego frunció el ceño, buscando grietas en las paredes de su mente. Llevaba días haciéndolo. Tenía la sensación de que otro telépata intentaba ingresar en su cabeza, pero luego se daba cuenta de que allí dentro sólo estaba ella.
¿Qué estaba pasando con sus procesos mentales?

Un golpe suave atrajo su atención y bajó la vista para ver una escoba estaba golpeando la silla en la que estaba sentada.

—Si no vas a trabajar, vete. —le dijo Ayan, señalando la puerta que llevaba a la trastienda y a la escalera que subía hacia el apartamento.

Anir miró su arreglo floral a medias y gruñó. Ya ni recordaba cómo lo iba a hacer. Puso las manos en la mesa y empujó la silla con las piernas mientras se levantaba.
La faldita a cuadros se despegó lentamente de sus piernas y Anir se preguntó cuánto tiempo llevaba allí sentada haciendo nada.

—Perdón… —murmuró, rozando una rosa con el índice—. ¿Podrías acabar esto por mí?

Ayan asintió. No hacía falta que le dijese que no quería desaprovechar las flores. Le tendió la escoba y el recogedor y le señaló la bendita puerta antes de arremangarse las mangas de aquel jersey naranja del que se negaba deshacerse y sentarse en la silla, frente al arreglo inacabado.

Anir aún se quedó unos segundos de pie, observando insistentemente a Fujimiya.

—¿Sabes el chiste del yogur? —preguntó de repente, casi entre balbuceos.

Fujimiya parpadeó un par de veces antes de girar la cabeza lentamente y mirar a la chica.

—No. —contestó, porque la manera en la que se inclinaba ella le dijo que esperaba una respuesta.

—Es natural.

Se quedaron en silencio, mirándose con fijeza. A Anir le temblaron los labios y acabó por morderse el inferior mientras intentaba no sonreír. Ayan aún tuvo que respirar un par de veces antes de abrir la boca y rodar los ojos, tirándole una rosa a Anir como represalia.

—¡Ey! ¡No era tan malo! —se quejó ella mientras dejaba el recogedor en el suelo y recogía la rosa, entregándosela a Fujimiya de vuelta.

Y mientras él estiraba su mano de dedos largos hacia el tallo sin espinas, una sonrisita se dibujó en sus labios.

Allí estaba el hoyito.


————

La cuarta vez que Anir se sorprendió intentando hacer reír a Fujimiya, se planteó seriamente la posibilidad de tener una nueva obsesión.
Aunque, bien pensado, obsesionarse con hacer sonreír a alguien era bastante más sano que obsesionarse con asesinar a toda una organización secreta que controlaba un montón de personas con habilidades increíbles y que intentaban encontrar una fuente de la eterna juventud…

Aún así, seguro que había gente que creía que intentar hacer sonreír a Fujimiya era más peligroso que terminar con Eszett.
Pero a Anir no le importaba el peligro. Cada y una de las veces, valía la pena.

Así que, cuando Fujimiya entró al salón y vio libros, libretas y un estuche abierto y volcado en la mesa y se giró lentamente encontrando la cabeza naranja de Anir asomando desde el sofá y le dijo con tono de regaño:

—Anir, recoge tus cosas.

Ella vio su oportunidad.

—No puedo… tengo zarpas. —anunció.

Fujimiya suspiró exasperado y recogió una de las libretas para darle con ella en la cabeza a la chica.

—¡Auh! —se quejó Anir, encogiendo los hombros.

—Lo digo en serio.

—¡Yo también!

Anir levantó los brazos en alto. Tenía dos guantes en forma de zarpas de gato puestos. Eran blancos y peluditos. Con almohadillas rosas y blanditas.

Fujimiya miró los guantes por unos segundos antes de decidir que esta vez le había derrotado. Se agarró del respaldo del sofá con las dos manos, dejando caer la cabeza. Cuando abrió los párpados, Anir le miraba desde abajo con sus grandes ojos aguamarina. Aún tenía los brazos levantados y sonrió antes de palmearle la cara con sus zarpitas de peluche.

Ayan sonrió de vuelta, y un sonido parecido a una risa se quedó haciéndole cosquillas en la garganta.

Quiero verle feliz.

Dijo por fin ese susurro escondido en la mente de Anir.
La sensación de presión y calor en su pecho no fue una sorpresa, pero la rapidez con la que se extendía por el resto de su cuerpo sí.

—Anda, quítame esto y recojo lo de la mesa —pidió Anir, esperando mientras Fujimiya le quitaba los guantes y le daba con ellos en la cabeza—. ¡Ay!

—No exageres, eso no te ha hecho daño. —le avisó Aya, señalando la mesa con los guantes.

Anir se levantó de un salto, bajándose un poco el pantalón del pijama, que se le había recogido en las rodillas.
Ya había puesto todo en su mochila y estaba yendo hacia su habitación cuando escuchó a Airin hablar desde la cocina.

—¡Ayan! ¡Ayan, ayúdame con la cena!

—No puedo —se escuchó su voz perfectamente templada desde el salón—. Tengo zarpas.

Anir se giró a tiempo de ver la cara de incredulidad de Airin mientras Ayan levantaba sus manos enguantadas, chocando los nudillos con su barbilla.
Las risas de Anir retumbaron en el pasillo mientras la chica se iba hacia su habitación, haciendo que Aoibhe y Omi saliesen de su escondite con curiosidad y las mejillas sonrosadas.

No hubo más testigos que ellas dos del incidente. Y los demás no se lo podían llegar a creer.


————

Un ruido a disco rayado se apoderó de sus sentidos y Anir tuvo que parpadear y sacudir la cabeza para librarse de la sensación. Rápidamente se puso a buscar quién le estaba provocando aquello.
Lo único extraño que notó era que Ayan, aunque estaba sentado en el sillón cerca de la ventana con un libro sobre sus piernas cruzadas, no miraba hacia las páginas. La miraba a ella.

Anir levantó una ceja y se señaló.

—¿Quieres algo? —le preguntó desde la mesa del salón, donde seguía haciendo sus deberes.

Ayan pareció salir él mismo de un trance en el que no sabía que se encontraba. Se estiró un poco, cambiando la pierna que tenía cruzada arriba y echó un vistazo rápido a la mesa en la que trabajaba Anir.

—Té, estaría bien. —comentó, pensando si valía la pena levantarse.

Anir miró los dos botellines de té verde que tenía al lado y empezó a mover la mano cerca de uno, como diciéndole que se fuera de ahí. El botellín empezó a flotar, rodando suavemente hacia Fujimiya.
Parecía que el pelirrojo nunca se iba a acostumbrar a aquello, si su cara de incomodidad se tomaba en cuenta.

El botellín hizo una última pirueta antes de quedarse a su alcance y la cara de Ayan cambió a una sonrisita divertida por apenas un segundo.
Anir sonrió de vuelta, feliz de haber conseguido ver ese hoyito otra vez.
Fujimiya bebió del botellín con el ceño fruncido, observando a Anir, que todavía seguía mirándolo. Dejó el té a un lado, en el suelo y ladeó la cabeza, con los ojos entrecerrados.

—Qué afán tienes en hacerme sonreír. —comentó, extrañado.

Anir se puso un poco más recta, sin saber que sentir exactamente al darse cuenta de que le había pillado.

—¿Yo? No sé por qué dices eso. —contestó, volviendo su atención a los deberes de inmediato.

Al poco tiempo, escuchó como Ayan se levantaba del asiento, aunque no le oyó caminar. No era extraño, después de todo estaba hablando de un asesino experimentado.
El botellín de té apareció en su campo de visión y Anir no pudo evitar seguir el camino de esos dedos largos por su brazo, hasta el hombro y terminar al encontrar dos ojos de mirada profunda.

Nunca acababa de decidirse de qué color eran.

Esa misma mano cambió de lugar para apretarse con cariño sobre la cabeza de Anir, que se vio ensimismada observando aquella sonrisa y aquel hoyito por la cantidad total de cinco segundos seguidos.
Eso eran muchos segundos, en su experiencia previa.

—Gracias. —dijo Fujimiya antes de retirarse silencioso.

Se llevó la mano a la cabeza, notando aún el calor de la palma de Fujimiya sobre su pelo.

Y Anir supo que las gracias no se las había dado por el té, si no por hacerle sonreír.

¡Amor!

Gritó su mente.

—Mierda.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #14: September 19, 2018, 04:59:06 PM »
Zack & Cloud
Good dicking


Con Zack a su alrededor parecía que cualquier día iba a ser un buen día. O al menos era lo que pensó Cloud cuando alguien le despertó con un beso en la oreja y una mano traviesa acariciando su abdomen.

—Hmn… —empezó Cloud, antes de darse la vuelta y abrir los ojos de forma perezosa—. Buenos días.

—¡Hola! —saludó Zack, con una sonrisa bien grande, frotando la nariz contra la mejilla de Cloud antes de dejarle un beso allí—. ¿Qué tal has dormido hoy?

Cloud empezó a sonreír y Zack rodó los ojos porque sabía lo que iba a decir antes de oírlo.

—No sé, estaba dormido. —contestó Cloud, con los ojos cerrados.

—¿Y qué tal te has despertado? —lo intentó otra vez, haciéndose sitio entre las piernas de su novio.

Cloud se estiró y Zack aprovechó el movimiento para quitarle la camiseta con ansias. El rubio no podía contestar, demasiado ocupado riéndose. Zack se inclinó sobre él para besarle entre risas.
Cloud levantó las piernas, intentando abrazar la espalda de Zack con ellas, aunque él le agarró una pierna y estiró del muslo para recolocarle mejor. Cloud levantó una mano para agarrarse del cuello de Zack, acercándole para empezar más besos.

—Ven aquí… —murmuró Zack, dejándose caer un poco de lado y peleando con la ropa interior de Cloud.

Cloud no pudo evitar reír en alto y Zack gruñó un poco más. Parecía que se hubieran cambiado las personalidad por un momento, aunque Zack sonrió triunfal cuando por fin se deshizo del calzoncillo.

—Tendríamos que dormir desnudos, sería más fácil por las mañanas.

—Idiota… —le dijo Cloud, estirándose para coger el lubricante y dejándolo encima de su vientre—. Me toca a mí.

—Hmn… ya veo.

Zack ignoró su propia ropa en favor de preparar a Cloud lo antes posible, aunque no por eso se dio demasiada prisa… le gustaba tomarse su tiempo adorando el cuerpo de su novio.
Una mano en su cintura dibujó un camino hacia su nalga, acariciando casi con reverencia, mientras lamía el espacio entre los pectorales y buscaba un pezón que succionar.

Cloud se quejó, agarrando la nuca de Zack y tirando de él para que le diese aún más besos. Rodaron un poco en la cama hasta que Cloud se abrió de piernas, con la espalda sobre el colchón, gañendo necesitado.
Zack, a su lado, no tardó en callarle a base de más besos, buscando su lengua para estirar de ella con los dientes.

—¡Hmpf! —se quejó Cloud, aunque él le succionó el labio inferior a Zack en cuanto le soltó la lengua.

Zack decidió que ese era el momento perfecto para frotar la erección de Cloud con los dedos embadurnados de lubricante, un par de veces antes de ir directo hacia su entrada. Empezó con dos dedos y Cloud se arqueó, levantando la cadera para buscar meterlos aún más adentro.
Cloud intentaba abrazar a Zack y este acabó por terminar el beso por las risas.

—Alguien tiene ganas. —murmuró, juntando su frente con la de su novio.

—Es tu culpa… —se quejó Cloud, con la voz ahogada.

Zack se aseguró de que Cloud estuviese bien preparado, besándole el cuello, succionando sobre la yugular, rozándole con los dientes mientras bajaba hacia la clavícula y volvía a subir en busca de la barbilla; sin dejar de mover sus dedos dentro de él, añadiendo un tercero, un cuarto…

—Zack, Zack…

—¿Demasiado? —quiso saber, dándole un beso en la sien mientras acariciaba el perineo con un pulgar.

Cloud gruñó, mordiéndose el labio inferior, sin querer responder. Pero eso era exactamente lo que le pasaba.

—Está bien. —contestó Zack, con una sonrisa sobre su frente.

Salió despacio, dulce, besando toda la cara de Cloud y se separó de él el tiempo justo para limpiarse la mano y quitarse el calzoncillo.
Cloud estaba respirando agitado en la cama, apretando los puños en las sábanas, echando de menos la sensación de los dedos de Zack dentro de él.

Zack saltó encima de Cloud de repente, haciendo que rebotasen los dos en el colchón con la fuerza del movimiento.

—¡Ay!

—¿Me echabas de menos? —preguntó Zack con una sonrisa casi lobuna.

Cloud le intentó pegar con un pie y Zack le agarró de la parte posterior del muslo, subiendo aún más la pierna.

—Tú eres idiota.

—Sí, pero soy tu idiota —respondió antes de darle un beso en la nariz e informar:—. Ya me he puesto el condón.

Cloud tuvo la indecencia de poner morritos y expresión de decepción. Zack se apoyó en las manos para levantar un poco el cuerpo y observar mejor a su novio.

—¿Qué? ¿Quieres que me lo quite?

—No. —respondió Cloud, poniéndose cómodo y levantando los brazos por encima de la cabeza.

Su cara estaba seria y su tono era demasiado neutro, así que Zack supuso que era una mentira y se inclinó sobre su oído mientras con una mano se alineaba, frotándose sobre Cloud.

—Cierto ¿Por qué querrías que me lo quitase, hmm?

Zack empujó, encontrando poca resistencia mientras Cloud acariciaba toda la espalda de Zack con el pie libre, bajando hasta sus nalgas. La otra pierna seguía en el hombro de Zack, aunque se resbaló un poco hacia el costado mientras la boca de Cloud formaba una o perfecta.

Cloud estaba caliente y apretado alrededor de la erección de Zack, haciendo que se mordiese el labio inferior.

—Aah… —gimió Cloud, echando la cabeza hacia atrás.

—Como me gusta cuando gimes así. —le confesó Zack antes de empezar a embestir.

El ritmo era lento, pero constante, buscando entrar y salir hasta los límites que sus cuerpos ofrecían. Cloud buscó los hombros de Zack, clavando los dedos en la tela negra de su camiseta.
Volvió a gemir, sólo porque sabía que era la forma más rápida de hacer que las estocadas de Zack fuesen más rápidas, más fuertes, pero igual de constantes.

Y sonrió satisfecho, lleno de amor y endorfinas mientras el good dicking empezaba.
Definitivamente, ese iba a ser un buen día. Un muy buen día.