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Proyectos => SeeDs in the Garden => Topic started by: Kora on March 20, 2017, 09:14:20 AM

Title: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 20, 2017, 09:14:20 AM
back to balamb...

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¡El verano se acerca a Eulántica con una ola de calor!

Diez años han pasado desde el último gran conflicto internacional que fuera la guerra entre Balamb y Shadow Moses. Una tensa paz que se ha visto más frágil de lo que muchos querían creer cuando uno de los Jardines y su ciudad capital ha sido destruido en un misterioso ataque. Ningún grupo se ha atribuido su autoría ni quedaron testigos que puedan dar una pista de lo sucedido, y con el paso de las semanas, los rumores sólo crecen: apuntando desde a otro Jardín o nación a incluso a los misteriosos Asesinos, todo adornado con las mas descabelladas teorías de conspiración. Pero aún con todas la especulación sobre lo sucedido nadie puede afirmar con certeza qué ha sucedido realmente.

Al mismo tiempo, la vida ha seguido adelante, y de las cenizas ha renacido el espíritu SeeD con el ascenso de Graham Aker como Comandante del Jardín de Balamb, reemplazando al veterano Auron Aeon en una ceremonia que sólo exaltó los ánimos de los candidatos a SeeD. Y es que a finales de primavera es cuando empiezan los exámenes SeeD para los Jardines, desde Aetheria en el oeste a Smarthia en el este y pasando incluso por Invernalia, que aún se está estrenando como Jardín de forma lenta pero segura. El país del Norte, además, estrechó lazos con Balamb al confiar en que Su Majestad el Príncipe Isaak recibiera cirugía ocular con la tecnología de sus vecinos del sur. Las autoridades de ambos países confían en que la relación entre ambos países siga mejorando, ¡y algunos expertos en geopolítica hablan de que es posible referirnos a las dos naciones como aliadas en un futuro!
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Desafortunadamente, la paz es una idea lejana en otros puntos. La guerra civil que azota Aetheria desde hace siglos entre la población eiri y aetheriense no ha rebajado su intensidad en absoluto. El Jardín del país, conocido también como la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria, ha apoyado abiertamente al ejército bajo direcciones de su Comandante, Ky Kiske. Éste, el más joven en ocupar el cargo tras ascender con sólo dieciséis años, se ha mostrado implacable en los últimos años y ha prometido terminar con el conflicto y por fin, traer paz a Aetheria. Para demostrar que éste es su auténtico objetivo, la Orden ha participado en el intercambio a tres bandas propuesto entre los Jardines de Balamb, Aetheria e Invernalia una vez terminaran los exámenes SeeD.

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En Balamb, el examen SeeD fue uno de los más exitosos, siendo éste aprovechado para investigar los misteriosos hechos ocurridos en el área aledaña a Silent Hill. Se sospecha que las siniestras fuerzas que dejaron el pueblo inhabitable empiezan a expandirse, y los resultados de los SeeDs de Balamb parecen confirmarlo. ¿Son éstos extraños incidentes en las cercanías de una supuesta zona contenida la respuesta a algo?

Sin embargo, la preocupación de los investigadores queda opacada por la euforia de los recién graduados. Y es que, además, Balamb fue el escenario un exitoso baile para celebrar el intercambio de SeeDs entre los Jardines en el que participaron altos cargos y SeeDs. Una noche para recordar que promovió los valores de estabilidad, fraternidad y confianza que inspiraron el intercambio en pos de un futuro más seguro para el continente. Una alianza entre estos tres Jardines podría asegurar paz y seguridad en el oeste de Eulántica… aún si el Jardín de Galbadia no sólo se ha mantenido al margen en el acuerdo, sino que ha incrementado la inversión en su industria militar al mismo tiempo que insiste en su tradicional postura antagonista hacia Balamb.

Y es que la paz en el continente siempre ha sido algo frágil, pero el intercambio entre los Jardines se ha podido considerar un éxito y un paso adelante para mantener el delicado equilibrio. Durante un mes, SeeDs novatos y veteranos de los tres países han colaborado en misiones, establecido vínculos con sus nuevos compañeros y aprendiendo a superar las diferencias culturales.
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Pero no cambia que la paz en Eulántica siempre ha sido algo realmente frágil.

La tragedia agita la Orden de Aetheria cuando su ex-Comandante, Kliff Undersn, quien fuera tutor y padre adoptivo del Comandante actual, fallece en violentas circunstancias. La investigación de la Orden pronto encuentra a los culpables: agentes eiri infiltrados gracias a la colaboración de SeeDs de Balamb. A pesar de que el Jardín de Balamb niega cualquier intervención por su parte, desde Aetheria se les acusa de traición, y el Comandante Kiske jura que se asegurará personalmente de que se haga justicia.

Con alianzas rotas y otras empezando a formarse, en Eulántica empiezan a sonar los tambores de guerra…

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Este es un proyecto cerrado que resurge de las cenizas tras mucho, mucho tiempo. A algunas se nos quedó clavada la espinita de nuestro Balamb, pues fue un proyecto en el que se invirtió mucha planeación, ilusión y amor y muchas plantillas de Excel, con mitología, mapas y cronologías incluidas. A día de hoy seguimos recordando con cariño aquellos días, y buscamos continuar a un ritmo más relajado la historia para poder llegar a algunos de los eventos que se llegaron a pensar.

La introducción posteada es sólo un resumen breve de más de 50k en total (y de un par de acontecimientos aún por postear). La historia completa que se posteó en Dz y luego se pasó a Livejournal está en éste índice, con los aportes en orden cronológico:

· Shura - 01 (introducción) (http://shurabt.livejournal.com/837.html#cutid1)
· Neko - 01 (http://dontfeedthecat.livejournal.com/1182.html#cutid1)
· Kora - 01 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/588.html#cutid1)
· Shura - 02 (http://shurabt.livejournal.com/1156.html#cutid1)
· Kora - 02 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/1068.html#cutid1)
· Kora - 03 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/1378.html#cutid1)
· Shura - 03 (http://shurabt.livejournal.com/1466.html#cutid1)
· Kora - 04 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/1736.html#cutid1)
· Shura - 04 (http://shurabt.livejournal.com/1536.html#cutid1)
· Kora - 05 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/2019.html#cutid1)
· Shura - 05 (http://shurabt.livejournal.com/2041.html#cutid1)
· Kora - 06 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/2111.html#cutid1)
· Shura - 06 (http://shurabt.livejournal.com/2232.html#cutid1)
· Kora - 07 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/2367.html#cutid1)
· Shura - 07 (http://shurabt.livejournal.com/2420.html#cutid1)
· Kora - 08 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/2748.html#cutid1)
· Kora - 09 (parte 1) (http://bohemianlikeus.livejournal.com/2924.html#cutid1)
· Shura - 08 (http://shurabt.livejournal.com/2656.html#cutid1)
· Shura - 09 (http://shurabt.livejournal.com/2833.html#cutid1)
· Raiko - 01 (http://ladynieve.livejournal.com/1731.html#cutid1)
· Kora - 10 (http://bohemianlikeus.livejournal.com/3668.html#cutid1)
· Shura - 10 (http://shurabt.livejournal.com/3280.html#cutid1)
· Kora 09 (parte 2) (http://bohemianlikeus.livejournal.com/3092.html#cutid1)
· Raiko - 02 (http://ladynieve.livejournal.com/2569.html#cutid1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 1) (http://ladynieve.livejournal.com/3702.html#cutid1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 2) (http://ladynieve.livejournal.com/4062.html#cutid1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 3) (http://ladynieve.livejournal.com/4247.html#cutid1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 4) (http://ladynieve.livejournal.com/4607.html#cutid1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 5) (http://ladynieve.livejournal.com/4613.html#cutid1)
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 20, 2017, 09:14:57 AM
[post para info y etc]
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shura on March 29, 2017, 07:31:38 PM
Hola!! Ya tenia ganas de resucitar esta historia ღ ღ ღ  quería haber empezado por una intro, pero tenía más ganas de escribir con los personajes, pesé al tiempo creo que están bastante fresquitos ♥
 
Y ahora sí...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.



Shura se escabulló de su dormitorio, necesitaba salir, adentrarse en la noche de Balamb. Aunque estuvo tentada de ir a la zona de entrenamiento, no quería correr el riesgo de toparse con alumnos o instructores y tener que andar dando explicaciones.

Conocía los alrededores del Jardín, echando a correr por los caminos que no había monstruos, rodeando la iglesia y quedándose en el borde del bosque.
Aspiró el fresco aire nocturno, se le erizó el vello del frío y por la corriente de poder electrificante al sentir como su poder quería salir por cada poro de su piel.
 Se concentró en dejar salir a su invocación, imaginando que descorria un velo por el que este entraba a su mundo, escuchando las pesadas pisadas a su espalda, saliendo del bosque se encontraba una enorme criatura similar a un perro gigantesco de ojos negros, en lugar de pelo tenía plumas cubriendo su cuerpo y unas poderosas alas.
Shura no sentía miedo, ya conocía sobradamente a esa criatura, su propia invocación.
-Trico… -le llamó alzando la mano, esperando a que el animal se agachase para poder acariciarle el húmedo y frío hocico.
De sus invocaciones aquella era a la que más había recurrido en los últimos días, principalmente por estrechar lazos, por más que ella invocase distintos seres, no necesariamente las invocaciones tenían que obedecerla, comprender a las invocaciones era una de sus tareas, afianzar lazos de amistad y siempre estar atenta a las necesidades de las criaturas invocadas, así estas estarían dispuestas a luchar a su lado o ayudarla si se precisaba. 
Trico se lamió el morro donde había estado la mano de Shura y comenzó a olisquearla.
-No te he traído nada de comer… -con más caricias, Shura logró apartar a Trico de su lado con un suspiro-. Creo que aún no se ni lo que comes.

En otros aspectos, comenzaba a conocer mejor a su compañero, después de lograr que corriera por la explanada, dando su mejor esfuerzo hasta que comenzó a resoplar y quedarse tumbado, Shura  decidió que aquel sería el momento de montar sobre el animal, enganchandose a las plumas, de un salto se instaló detrás del cuello. Después de la primera sacudida de cabeza, la criatura giró la cabeza y por como Shura le rascaba detrás del cuello, empezó a tolerar que le hubieran montado.
-¡Eso es!
Inesperadamente, Trico se pusó en pie alerta, haciendo que por poco Shura perdiera el equilibrio sujetándose aún más fuerte de las plumas del cuello. No había reparado en aquella presencia que se acercaba hasta ellos y que ralentizó su paso precavida al haber alertado a Trico.
-Tranquilo -le dio palmaditas consiguiendo que la criatura volviera a tumbarse, bajando de un salto y reconociendo vagamente a quien se acercaba, una hermosa joven de largo pelo rubio y ojos verdes vivaces-. Eres… ¿de Invernalia?
Seguro que se la habían presentado, pero no lograba recordar su nombre.
-Si, me llamo Maria Renard, ¿tu eres quien en la fiesta bailó con Penril? Él es uno de mis amigos.
-Si, me llamo Shura.
Shura estaba contenta porque ella tampoco hubiera recordado su nombre, pero realmente Maria si la recordaba y era mucho más perspicaz y elegante que la Seed.
-¿Has conseguido domar a esta criatura? ¡Es fantástica! -Mucho más relajada, Maria se acerco a ambos, acariciando el hocico de Trico que la olisqueaba curioso.
-Podría decirse que es algo parecido, se llama Trico y es una de mis invocaciones. Te recomiendo que te apartes, aun no la controlo lo suficiente y no se si podría atacarte.
-Oh -Maria retiró la mano al instante girando hacía Shura-, perdona no quería ser inoportuna, estaba paseando y os vi, sólo quería saludar para no resultar descortés, seguiré con mi camino.
-No no, esta bien, no nos molestas, -la cortó pensando a toda velocidad algo que decir para no resultar desagradable-, es más, creo que a Trico le gustas, no le había acariciado otra persona que no fuera yo, me alegro que haya tenido tan buena reacción.
-Bueno -Maria sonrío por aquello- puede que se trate de mi poder, tengo una buena afinidad con los animales, pero nunca la había puesto en práctica con un monstruo.
A Shura no le gustó aquello de “monstruo”, pero no le dio mayor importancia ya que no conocía tan bien a la gente del norte.
-¿Qué clase de criaturas hay en Invernalia?
-Vampiros, demonios, hombres lobo… la lista es muy larga.
-Bueno, pues no tienes que preocuparte por Trico, él es mi amigo -al decir aquello, Trico había comenzado a lamerle el brazo-. Estoy intentando enseñarle a que me cargue sobre él, quiero ver si sería capaz de llevarme.
-Si puedo ayudarte con lo que sea, cuenta conmigo. Seguro que puedo hacer algo con mi afinidad.
Aceptó la invitación de Maria, parecía una buena chica que intentaba hacer amistades en el Jardín al que había llegado gracias al intercambio.
Se tumbó en la hierba quitándose los zapatos pese al frío, contándole que en el norte el frío era mucho peor, hablándole de su instructora sin poder evitar contagiarle de su admiración por ella y de sus compañeros de equipo. No tuvo reparos en contarle sobre cómo era su instrucción en el Jardín del que venía y hablaron hasta que Shura le prometió que pronto irían a la playa antes de que empeorara el tiempo, pese a su aspecto refinado y serio, Maria era una chica normal que parecía que su máxima en aquel intercambio fuera ir a la playa y tomar el sol que le faltaba en Invernalia.   

El tiempo pasaba sin que se dieran cuenta, cuando de repente escucharon el aullido de un lobo.
-Oh no… mi hermano.
-¿Tu hermano es un lobo? -Maria sacudió la cabeza confundida.
-No, es mi instructor, la loba es parte de mi hermano -chasqueo la lengua intentando explicarse-, digamos que Date tiene afinidad con ese animal en concreto, la loba es parte de él, puede controlarla y hacer cosas como ver por sus ojos y movidas raras. Seguramente me esté buscando. Ni me acordaba de que fuera tan tarde.
Estaba resignada, si su hermano la había detectado, ya no podría evitar el castigo.
-Es verdad, deberíamos regresar.
-Espera, tenemos escolta.

Vieron acercarse a un chico de pelo blanco, Maria lo había conocido en el baile, pero Shura lo conocía de toda la vida, no por nada habían crecido juntos en el Jardín y ahora formaban parte del mismo equipo Seed, se trataba de Dante, y aunque era un joven vivaracho y bromista, ahora mismo su cara era de fastidio y cansancio.
-Me han sacado de la cama para venir a buscarte.
-Pues yo no lo he pedido -señaló hacía Trico, haciendo referencia de que había ido a entrenar, aunque al final hubiera hecho de todo menos entrenar, aquello era bastante común en Balamb.
-Pues discuuulpeeeeme princesa -con un gesto le indicó que hiciera un hueco entre ambas, tumbandose en medio-. Estoy reventado… ¿qué tal todo Maria?
-Bien -le hizo gracia que fuera capaz de saltar a cualquier tema sin venir a cuento-. ¿No deberíamos marcharnos?
-Nah, que Date se aguante un rato, por dramas y por sacarme de la cama… hay que ver, había ganado a Yuri a las cartas, y le había tocado arroparme. Ese chico sabe como hacer que uno tenga felices sueños, no se si me entiendes Maria.
Shura le golpeó en el hombro para que parase de fastidiarla y Dante le dedicó una sonrisa endiablada.

Aún estuvieron un rato más así hasta que la loba había gruñido muy cerca de ellos oculta por el bosque, y comprendieron que ya estaban rozando el límite de la paciencia de Date. Shura despidió a su invocación que se marchó de vuelta al bosque hasta que la invocadora sintió que había desaparecido, Dante la felicito ya que aún recordaba cómo de difícil se le hacía a la criatura separarse de ella una vez que aparecía.

Aún no lo sabían, pero debían disfrutar de aquellos momentos, entrenando o sencillamente viviendo la vida. Porque desgraciadamente los acontecimientos iban a cambiar a peor, hasta acabar anhelando aquellos preciados momentos.

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on March 31, 2017, 01:48:47 PM
Ueeeeeh, pista que vooooy. Primero que todo: SHURA, FELICIDADES POR LA POLE. Y ahora sí, no tengo palabras para todos estos sentimientos que tengo en mi pecho. QUE VUELVE BALAMB.
Estoy que me salgo de mí misma para irme de viaje astral.

Bueno, ya basta xD yo he venido para poner post. Después de releerme todo lo que teníamos voy a empezar por el principio, pero esta vez ¡de Invernalia! Así que... ¡os presento al subdirectos del Jardín de Balamb y sus amigos!
Preparaos porque va a venir más Balamb en los próximos aportes.


————

Aunque el término bar-cafetería no estaba demasiado extendido, aún, por Invernalia la mayoría de Seeds se había acostumbrado a la expresión rápidamente, sobretodo por el gran cartel que rezaba aquella palabra compuesta encima de la entrada del lugar que solían invadir para comer y pasar el rato. De todas maneras, todavía había gente que se empeñaba en llamarlo taberna, casino o antro de perdición.
Y allí mismo, en aquel lugar decorado con las paredes revestidas de piedra y mesas de madera maciza —uno podía darle una oportunidad al adelanto técnico sin tener que renunciar a la estética de toda la vida—, allí… cerca del rincón de la chimenea que en aquella época del año solía mantenerse limpia, vacía y fría —a menos que nevase inesperadamente, cosa que a principios y mediados de mayo no era algo tan inusual—, allí había una mesa que estaba prohibida para la mayor parte de las personas que frecuentaban el lugar: la mesa de los profesores.

—¡Dimito! —se oyó claramente después de un golpe seco sobre aquella mesa, la mesa de los profesores— ¡Yo dimito!

Un hombre grande, alto y con rizos rubios se rió a mandíbula batiente al ver la reacción del que había gritado.

—Pero Sverige… —empezó—. Si tú dimites ¿qué va a ser del Jardín?

Sverige, un chico más bien alto, de complexión media y gafas redondas se giró encorvado y con la furia de cien dragones a los que se les hubiera robado el botín, la chica y matado a sus crías en la mirada.

—No, Norge —dijo, aparentemente más calmado, al menos en la voz—. No dimito del Jardín. ¡Dimito de intentar enseñarle algo al tontolaba este!

Sverige levantó la mano derecha más o menos a la altura de su oreja y luego la bajó, con el índice extendido hacia otro hombre sentado en la misma mesa que ellos, en un golpe de efecto que sólo pareció impresionarlo a él.
El señalado se señaló a sí mismo y levantó las cejas.

—¿Eh? ¿A mí? —preguntó, sólo para asegurarse.

—Sí, a ti. ¿Ves otro tontolaba por aquí, Danmark?

—Pues…

Norge agarró la botella de cerveza que estaba delante del tercero en discordia y se la metió en la boca, obligándole a inclinar la cabeza hacia atrás. El otro, en vez de ahogarse como debería de haber sido, produjo un ruidito de placer.

—Oh, vamos, Sverige. El chico no es un lumbreras, pero es nuestro amigo. Es nuestro Danmark.

Norge sonrió mientras dejaba la botella de nuevo en la mesa y palmeaba la espalda de Danmark como si fuera un niño pequeño al que acababa de darle el biberón. Danmark hipó y parpadeó justo antes de sonreír y rodear la botella de cerveza con los brazos.
Sverige levantó una ceja y bajó la otra. Recogió un maletín de cuero negro que tenía sobre la mesa y se puso de pie.

—Dirás tu Danmark.

Norge negó con la cabeza. Por mucho que una de las especialidades de Danmark fuese sacar de quicio al subdirector del Jardín, sabía que éste, aunque se quejara a todas horas de él, lo quería casi como a un hermano. Un hermano un poco pesado, infantil y poco confiable pero a fin de cuentas un hermano.
Norge se mesó la barbilla desafeitada mientras veía como Danmark se trepaba a la cintura de Sverige, sin soltar la cerveza, y le pedía que no fuera tan malo con él con una voz un tanto melosa, debido a la bebida. Sverige le dio un capón.
Norge asintió. Desde luego, eran como hermanos.

—Sverige —canturreó Danmark—. No te enfades conmigo.

—Suelta, especie de… de… —parecía que Sverige no encontraba las palabras adecuadas.

Norge decidió hacer de intermediario y separó los brazos de Danmark de la cintura del subdirector. Danmark se dedicó a ponerle ojitos al mundo. Sverige se sacudió un poco, poniéndose la ropa en su sitio.
Norge se sintió satisfecho del resultado, siempre se le había dado bien tratar con los animales. Por algo se dedicaba a cuidarlos en el Jardín, y parecía que Danmark era uno de sus animalicos.

—De todas maneras —habló despacio Sverige—. No sé porque siempre te sientas en esta mesa si no eres instructor.

Danmark se irguió un poco, intentando parecer más alto, aunque entre esas dos torres humanas cualquiera que no llegara al metro con ochenta centímetros acababa por resultar pequeño. Dio el último trago a su cerveza fría y se cruzó de brazos.

—Es como si no me quisieras contigo…

Sverige rodó los ojos y se arregló el flequillo, que siempre llevaba repeinado, para luego mover un poco las gafas y dejarlas en una parte del puente de su nariz que le resultara más cómoda. Alguien como Sverige nunca se acaba de acostumbrar a estar cerca de alguien como Danmark, por mucho tiempo que pasasen juntos. Al menos eso decía él.

—Es como si fueras un negado para la informática —replicó Sverige, tocando el tema por el que había empezado la discusión—. Si quieres aprender tienes que escuchar todo lo que digo y…

—Pero Sverige, es que tú no enseñas. Tú lo haces todo tú y no explicas nada y luego encima vas y te enfadas.

Sverige abrió tanto los párpados que las gafas, grandes y redondas, se quedaron pequeñas para sus ojos. Norge decidió volver a intervenir antes de que Danmark acabara atado a algún árbol en algún punto alejado y prácticamente inaccesible del bosque, otra vez.

—Por una vez, Sverige. Por una vez sabes que el chico tiene razón.

—¿El chico? —preguntó Danmark—. Pero si tenemos casi la misma edad.

Sverige miró a Norge como si le hubiese traicionado, pero después de unos segundos suspiró cansado. Muy en el fondo sabía que era verdad, a veces perdía la paciencia y prefería hacer las cosas él mismo antes que dejarlas en manos de otro. Pero en el caso de Danmark ya empezaba con la paciencia perdida y casi imposible de reencontrar.

—Bien, vale —admitió a regañadientes—. Esta noche, después de cenar, te ayudaré a dar un repaso al temario.

Danmark se levantó para empezar a hacer su particular danza de la victoria, que consistía en movimientos particularmente marcados y que en algunas culturas se consideraban hasta obscenos.

—¡Pero! —incluyó Sverige— ¡Pero no voy a repetir nada, así que ya puedes tomar nota!

Norge se levantó para poner su mano grande en el hombro del subdirector, apretando amistosamente.

—Gracias —habló con tono jovial y una sonrisa de lado a lado—, seguro que esta vez aprueba.

—No sé yo… —suspiró Sverige mientras miraba como Danmark movía la cadera de delante hacia atrás y ponía las manos entrelazadas en la nuca—. Es la segunda vez que se presenta al curso de iniciación a la informática.

—Bueno, la otra vez le surgió una misión a mitad del cursillo. —intentó justificarle Norge.

Sverige no dejó de mirar a Danmark mientras le contestaba a Norge.

—Lo siento Norge, pero aquellas figuras misteriosas que pasaron por el pasillo el tercer día del cursillo, con mantos negros que les tapaban todo el cuerpo menos los ojos no eran más que Kim-un-kur venidos de las montañas en pleno invierno.

—Bueno… no me negarás que parecían sospechosos de algo.

—Eran Kim-un-kur —repitió Sverige, empezando a perder la paciencia otra vez—, no ninjas del País del Fuego.

Norge se encogió de hombros y Sverige volvió a hacer mella en aquel asunto.

—Y no tenía porque seguirlos por todo el reino durante quince días. ¡Nadie se lo había pedido!

Norge rió por lo bajo, un tanto nervioso. En realidad, él había sentido tanta curiosidad por los 'ninjas' como su amigo.
En realidad, le había pagado él.

Pero eso no tenía porqué saberlo Sverige. Ni ahora ni nunca.

—¿Ah, no?

—¡No! —vociferó Sverige.

—Oh. Vaya.

Sverige sacó el reloj de bolsillo del interior de su chaleco y miró la hora.

—Hmn, si no me voy ya se me hará tarde —murmuró—. ¿Y tú no tienes nada que hacer? ¿Alguna cosa que preparar?

La tapa del reloj dorado encajó otra vez en su sitio con un ruido metálico y hueco.

—Ah, sí. Es verdad —habló de repente Norge—. Los exámenes finales de los de primero son dentro de poco.

—Y los de segundo curso —recordó—. Y los de tercero también. Y más que dentro de poco son ya.

Norge suspiró derrotado y su amigo le palmeó la espalda de manera condescendiente. Danmark le estaba haciendo la danza de la victoria a una silla.

—Míralo por el lado bueno, los de cuarto ya han terminado los exámenes teóricos.

El hombretón asintió, haciendo rebotar sus rizos dorados. En realidad, Norge no tenía que examinar a todos los cursos, ni siquiera les daba clase. Pero la biblioteca en épocas de exámenes finales era un caos y esa sí que era su responsabilidad.

Sverige notó el horror que atravesaba la faz del bibliotecario aún sin mirarlo y alguna parte de él le dijo que no era por como Danmark se había trepado a la ventana y saludaba a la gente del exterior a golpes de cadera.
Palmeó su espalda otra vez, por si acaso tenía algún efecto benigno en su persona.

—Bueno… hemos adelantado mucho con el proyecto de la biblioteca informatizada. Llevamos más del setenta por ciento de la información almacenada en los libros de la biblioteca organizada en la base de datos —trató de animarlo de una manera más eficaz—. Y tenemos el presupuesto aprobado para comprar las terminales que necesitamos. Dentro de poco, los alumnos podrán acceder a la información de la enciclopedia más completa que puedas imaginar desde sus clases.

—¿Y eso para cuando? —preguntó Norge esperanzado.

—Oh, el año que viene tendremos nuestra primera clase piloto con el nuevo sistema. Confiamos en que los alumnos se adapten sin problemas.

Norge quiso mirar a los ojos de Sverige, pero la manera en que Danmark hacía bailar tres botellas de cerveza en el aire, agarrándolas por el cuello con los dedos índice y corazón, mientras continuaba con aquellos saltos más propios de una cabra le absorbía demasiado.

—¿Y para cuando calculas…?

—¿Todas las clases? —aventuró Sverige y Norge asintió con un cabeceo lento, contestando la pregunta—. Unos cinco años, aproximadamente.

Ambos dos suspiraron, compartiendo la misma sensación de que aún quedaba mucho por hacer.

Danmark terminó su danza justo enfrente de los dos, extendiendo la mano izquierda para que cada cual cogiera una botella de cuello alto, aunque dudaba que el estirado del subdirector aceptara la suya. Pero antes de que pudiera pensar 'mejor, más para mi' Sverige le había arrebatado la botella y se había bebido más de la mitad.
Cuando Sverige se terminó su cerveza de un sólo trago, dejó la botella en la mesa con un golpe lo suficientemente fuerte como para hacer que Jean y Teresa, dos instructoras que estaban discutiendo métodos de enseñanza unos metros más allá, se girasen para ver que pasaba.

—Bien, chicos —instó Sverige con un tono un poco más alegre del que solía usar por defecto—. Hay que…

—¡Tocar chicos! —gritó Danmark poniendo sus manos frías sobre el pecho de Norge que simplemente levantó las cejas y miró hacia abajo.

Desde su lado de la mesa Jean se rió tapándose la boca con una mano. Teresa levantó una ceja inquisitiva.

—¡No, idiota! —le riñó Sverige, dándole otro copón— ¡Hay que trabajar! ¡Aún queda mucho por hacer!

Sverige levantó un puño fervoroso y sus ojos brillaron con la furia de mil fuegos vikingos.

—¡Tenemos que llevar el nombre de nuestro Jardín bien alto! ¡Conseguir hacerlo avanzar, a él y a toda Invernalia con nosotros! —Sverige se volvió para terminar su pequeño discurso improvisado—. ¿Entendido?

Danmark, con la boca bien abierta y los ojos a juego, continuaba amasando los pectorales de Norge, que se rascaba la nuca y empezaba a tener las mejillas un tanto coloreadas. El puño de Sverige tembló.
Aquella noche Norge tuvo que usar todo su poder convicción y un poco de chantaje para que Sverige le dijera dónde había atado a Danmark esa vez.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 31, 2017, 02:05:06 PM
La espera valió la pena :'')


Y ahora sí...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
Así llevo siete años, y ahora... ahora sí. Felicidades por la pole ♥

Y como soy así de irónica, dejo aporte de cosas que no pasan en Balamb pero tenía que atar estos cabos desde hace... ni quiero pensarlo.



El buque se movía lentamente, meciéndose sobre las aguas de una forma casi hipnótica. Aquella era una noche tranquila, sin ningún indicio de posible tormenta, que hacía la navegación mucho más relajada de lo normal. Argilla lo agradecía, recordando con cierto disgusto el viaje de ida hacia Aetheria, en la que los bruscos vaivenes del barco habían hecho estragos con su estómago.

Recostando los antebrazos en el antepecho de la ventana, la única que tenían en el camarote, perdió la vista en el oscuro cielo, buscando distraídamente alguna forma en el mapa de las estrellas hasta que acabó mirando fijamente a la luna sin llegar a ver nada. Estaba agotada todavía, a pesar de que ya se había dado una ducha caliente nada más entrar en el camarote. No hacía mucho de ello, pues todavía tenía el pelo rosa cayendo sobre los hombros, humedeciendo la toalla con la que los cubría.

Afortunadamente, todo había salido bien, con una huida un tanto ajetreada pero no inesperada. Otra misión exitosa que se añadía al recuento. Se preguntó vagamente qué haría aquel grupo tras haber eliminado al gobernador. Era obvio que sospecharían de los eiri, para los que el odio y discriminación era algo con lo que estaban totalmente familiarizados. Le recordaba un poco a la guerra en Balamb, tan sólo diez años atrás. Tuvo que sacudir ligeramente su cabeza para quitarse los recuerdos de su mente. Ahora no era momento para ello.

Oyó la puerta del baño abrirse, y el ruido de su compañero dando zancadas hasta la cama. Lo miró por encima del hombro, sin mover el cuerpo, mientras éste se sentaba en la cama para secarse del todo. Volvió su mirada hacia el cielo, con el sonido de la tela de fondo, con los párpados cerrándose.

- ¿Vas a dormir ahí? - Oyó como le preguntaba Nicholas.

Abriendo los ojos, se giró hacia él, esta vez del todo. Todavía no estaba vestido del todo, llevando sólo la ropa interior, pero no parecía tener frío. Lo cierto era que en Mayo ya empezaba a hacer calor, aunque de noche y en alta mar las temperaturas bajaban notablemente.

- Estaba esperando a que terminaras. - Respondió, sin levantarse aún. - Como ves, no tengo mucho más que hacer aquí.
- Menos da una piedra. - Continuó Nicholas, poniéndose unos pantalones mientras le dirigía una media sonrisa sarcástica. - Ya ves, no quedaban más cruceros de lujo para Balamb.

Argilla sólo asintió, cruzándose sobre el pecho la toalla sobre sus hombros. Tenían que huir discretamente, y cuanta menos gente los viera, mejor. Si la Orden se enteraba que Balamb había ayudado a los eiri sólo crearía tensión entre los países, y mucho más teniendo en cuenta que estaba dándose un intercambio entre los Jardines. Un buque de mercancías ya era suerte, y mucho más que tuviera habitaciones para los empleados libres. El Jardín de Balamb tenía los suficientes contactos como para al menos facilitarles eso.

- Una bodega no es el peor lugar en el que hemos dormido, tampoco. - Comentó Argilla, encogiéndose de hombros. Al ver que Nicholas ya estaba vestido, se levantó hasta llegar al borde de la cama. - Pero es verdad, mejor es una cama.
- Aunque vayamos a estar apretados. - Señaló Nicholas, alzando las cejas. - Ni siquiera una cama de matrimonio.
- "Ya ves, no quedaban más cruceros de lujo para Balamb". - Dijo Argilla, con un poco de ironía, mientras se sentaba en el borde de la cama al lado de su compañero.
- Ah, y yo que iba a decirte que te quedaras tú la cama para ti toda... - Replicó con fingida ofensa. - No mereces ninguna amabilidad.

Sonriendo, divertida, Argilla simplemente estiró las piernas. Recostó la cabeza sobre el hombro de Nicholas, y de nuevo sintió como los párpados se le cerraban. Hubiera preferido acostarse en la cama, pero allí mismo también le servía.

- Venga, vamos a dormir. - Le dijo éste, poniendo una mano sobre su hombro. - Me estás mojando con el pelo, además.

Dicho aquello, apartó la toalla con la que se había estado secando, tirándola despreocupadamente sobre el pequeño armario que tenían. Argilla le miró con reproche por sus malos modos, por muy acostumbrada que estuviera, y se levantó para dejar la suya sobre el mismo armario. Rápidamente y sin mucha ceremonia, dobló las dos toallas para dejarlas mejor acomodadas.

Cuando llegó a la cama, Nicholas ya se había acostado, dejándole en la medida de lo posible un hueco para ella. Estando hecha para un solo ocupante y sin ser un camarote mínimamente lujoso, era poco el espacio libre que le quedaba a Argilla, pero se acomodó como pudo. Encajó su cabeza en la curva del hombro de Nicholas, quien con una mano tanteó hasta apagar la luz.

- Es una pena, ¿sabes? - Comentó Argilla, por hablar un poco antes de quedarse dormida del todo. - Me hubiera gustado ir al baile...
- Qué se le va a hacer.

Claramente, Nicholas no opinaba como ella. Y hubiera podido extrañar a cualquiera, sabiendo que ningún miembro del Club de Fumadores se perdería un evento en el que había posibilidad de beber, encontrar compañía y obtener información con la chantajear a otros. Pero Argilla imaginaba el por qué.

- No veo el momento de volver a casa... - Queriendo dejar el tema, suspiró y posó su mano sobre el pecho de su compañero.
- Y que lo digas. - Hubo un corto silencio entre ellos, con el apagado rumor del oleaje de fondo. - Se me ha hecho eterno.

Sin responder nada, Argilla rodeó el brazo de Nicholas con el suyo, y se apretó aún más contra él. Lo miró a través de las pestañas, teniendo los ojos entrecerrados como los tenía, viendo como observaba el techo en busca de alguna respuesta. Argilla sabía qué pasaba por la mente del hombre, y sintió como su pecho se comprimía. Ninguno de los dos volvía tranquilo de Aetheria, pero sabía que la peor parte se la llevaba él.

- Yo también le echo de menos, Nicholas... - Murmuró, acurrucada junto a él. Sabía que no iba a responder, por lo que simplemente cerró los ojos, permitiendo a su cuerpo el tan ansiado descanso.

Si tan sólo las cosas fueran diferentes...
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on April 07, 2017, 01:51:43 PM
Ueeeeh, y en este capítulo ¡vuelven los neterianos! Afrodita necesitaba un minion, así que se lo he dado <3

————

Afrodita estiró las piernas, poniendo los pies encima de la cama. Después apoyó su nuca encima de los dedos entrelazados de sus manos y echó la cabeza hacia atrás. Normalmente no habría puesto las botas sobre las sábanas limpias, pero ese día estaba relajado. Se podía decir que hasta contento, aunque no llegaba a considerarse feliz.
La vida en el convento no estaba resultando tan aburrida como había creído que sería en un principio. Afrodita sonrió de costado, aquel caballerete de la Orden tenía mucho que ver con su estado anímico actual. Estaba empezando a tenerle compasión a su prometida.

Y además, para añadir más motivos de gozo a su lista, el supuesto neteriano moreno que tenía que contactar con él no aparecía por ninguna parte.
Aaah, vacaciones. Divino tesoro.

Tal vez, pensó, podía aprovechar su tiempo libre para dedicarlo a algún hobbie, como la jardinería. Así que sin más preliminares se levantó y agarró el saquito en el que guardaba sus semillas más preciadas para encontrarles un lugar digno donde crecer. Las plantas que había ido dejando aquí y allá y que le servían para recoger información, eran otra historia completamente diferente.
Afrodita ni siquiera se paró a recoger el chaleco que se había acostumbrado a llevar encima de la camisa blanca holgada. Se miró el calzado cuando ya tenía la mano en el pomo de la puerta. Las botas de montar eran una buena opción, nunca sabía donde iba a acabar poniendo los pies y aquel calzado era un todo terreno en toda regla. Movió los dedos dentro de los calcetines y sonrió al notar las cosquillas que le causaban el roce con la tela y el cuero de la bota. Justo cuando tenía el pomo de la puerta en la mano su teléfono móvil empezó a sonar escandalosamente.

Afrodita rodó los ojos y se acercó para ver quién osaba molestarlo ahora.
Número privado, decía la pantalla del aparato, aunque tenía una ligera idea de quién podía ser. Descolgó y habló fuerte y claro.

—¿Sí?

¿Te has encontrado ya con el otro? —oyó la inconfundible voz de Ribbons del otro lado de la línea.

—No y antes de que digas nada, no es mi culpa. He estado buscándolo. —se excusó Afrodita, sonando a la defensiva.

Después de un corto pero elocuente silencio el otro Arcano decidió poner sus pensamientos en palabras.

Lo dudo. —espetó Ribbons.

—Me da exactamente igual lo que pienses —dijo Afrodita, dejándose caer en la cama y jugando con uno de sus rizos, enredándolo y desenredándolo con un dedo—. No me importa un comino, me la suda. Me la repamplinfla.

Ya me ha quedado lo suficientemente claro —cortó el discurso de sinónimos de Afrodita antes de que empezase a sacar el diccionario para seguir explicando su punto de vista—. Y ahora, deja de darte amor a tí mismo y sal de tu habitación. Tienes un pequeño trabajo que hacer. Y por pequeño no me refiero al tamaño de…

—¿Amor a mí mismo? —habló forzando un tono escandalizado y mirándose en un espejo pequeño que había puesto sobre su escritorio—. Nunca hay demasiado amor por mí, Ribbons.

Ribbons, desde el sillón en el que se encontraba, rodó los ojos. Cuanto mayor era el espacio físico entre ellos, Afrodita se crecía más en sus conversaciones.
A veces resultaba hasta cargante. Pero aquel hombre era necesario en la organización. Mejor de su parte que en contra suya, era lo que siempre había creído.

Inserta aquí tu comentario anterior… —dejó caer Ribbons en voz baja pero perfectamente audible—. Tienes algo de lo que encargarte ahora mismo. No me valen las excusas sobre la falta de calor humano que padeces.

Afrodita sonrió, mostrando todos sus dientes al espejo y entrecerrando los ojos.

—¿Quién ha dicho que tengo carencia de sexo? —espetó—. Y tranquilo, sé como llevarlo, no estoy escandalizando a nadie. Ahora mismo me disponía a salir, así que, como dicen aquí: Ve con Dios.

El rubio no esperó a oír la respuesta a su pregunta. Se daba por satisfecho con el simple hecho de saber que su frase estaba demasiado cargada de satisfacción como para parecer una invención del momento. Aunque habría dado unas cuantas cosas importantes para él por haber visto la cara de Ribbons en ese momento.

Afrodita rió por lo bajo, volviéndose a levantar. Era tonificante ganar una discusión con Ribbons, sobretodo cuando era dolorosamente consciente de la superioridad verbal de su compañero.
En un par de pasos largos se volvió a encontrar delante de la salida de su habitación. Inspiró fuertemente y abrió la puerta de golpe.

Alguien con el puño en alto casi se abalanzó sobre él, pero el chico paró el golpe destinado a la madera de la puerta a tiempo. Miró hacia arriba y parpadeó lentamente mientras bajaba la mano enguantada, cuadrando los hombros con mucha profesionalidad incluida en el gesto sobrio.

Afrodita frunció el ceño. Un moreno en Aetheria siempre llamaba la atención. Se cruzó de brazos y apoyó el hombro en el quicio de la puerta dando un paso adelante. El joven no se movió ni un milímetro.

—¿Necesitas algo? —preguntó Afrodita en un tono sugerente mientras bajaba el rostro un poco más para mirar más de cerca a su futuro interlocutor.

El hombre levantó su mano para dedicarle un saludo militar.

—Dominic Sorel, mi general. Creo que me estaba esperando. —los ojos acerados de Dominic brillaron cuando Afrodita se movió un poco.

—Creo que te has equivocado de rango —explicó el rubio dándole la espalda al recién llegado—. Cierra la puerta después de entrar.

Dominic siguió los pasos de Afrodita con los ojos clavados en un lugar perdido entre los hombros y la cintura. No parecía gran cosa, pero suponía que tenía que ser un hueso duro de roer.
Afrodita sonrió de costado. Estaba claro que no se había equivocado al saludarlo, si los Neterianos fueran un ejército de tierra, los Arcanos habrían sido generales con todas las letras. Aquel joven tenía que ser el soldado que le habían enviado de apoyo en la misión. Cuando oyó el sonido de la puerta al ser cerrada sonrió mucho más.

Ribbons tenía razón en algo. Dominic era de su gusto, pero ya tenía con quien retozar y de momento no se podía permitir el lujo de fastidiar lo que fuera que le habían encomendado.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on April 30, 2017, 04:50:58 AM
Todo menos escribir de cosas que pasan en Balamb, oops.



Todavía con bastante sueño, Yang Wen-Li admiraba el amanecer de la ciudad de Acre. Era uno de aquellos días en que Julian lo obligaba a salir de la estación subterránea al exterior, según el chico, para respirar algo de aire puro. Yang no consideraba que el aire de la ciudad fuera sustancialmente más beneficioso que el de las vías del metro, pero su pupilo era difícil de contradecir cuando hacía algo 'por su bien'.

De todas formas, evaluar la situación en la ciudad era necesario (lo que no sabía si era tan necesario era hacerlo a primera hora de la mañana); tras el asesinato del gobernador, Acre se encontraba muchísimo más agitada que de costumbre. Tal y como esperaba, los eiri habían sido determinados como los autores del atentado a pesar de que nadie había reconocido la autoría públicamente y no se tuvieran pruebas.

Los eiri habían perdido la poca simpatía que los habitantes de Acre tenían, lo cual no era una gran pérdida, puesto que la discriminación social era algo a lo que estaban acostumbrados. Sin embargo, el nuevo gobernador en funciones que había salido iba a cuidarse de instaurar nuevas medidas para oprimirlos. Por supuesto, los terroristas estaban declarados enemigos públicos y los políticos se reafirmaban en su posición de perseguirlos, pero habían tomado nota de cómo podían sacar las garras.

Era un poco triste, si lo pensaba bien, que la única manera de no verse asediados legalmente era a través del miedo. Yang sabía que de aquella forma nunca llegarían a integrarse a la sociedad aetheriense, pero también sabía que la mayoría del pueblo eiri sólo quería vivir en paz. Y Aetheria nunca iba a permitirlo. Era necesario luchar hasta el final para poder vivir, y los eiri habían pasado por mucho como para tener consideraciones a aquellas alturas.

Bostezó mientras se pasaba la mano por el pelo. Julian todavía estaba en la cola para recoger el pedido, y Yang empezaba a pensar que si no comía pronto, se quedaría dormido sobre la mesa. En la cafetería en la que se encontraban había la suficiente gente como para que nadie llamara la atención sin llegar a agobiar, pero a primera hora de la mañana se encontraban todos los trabajadores para desayunar.

Reconocía a algunos entre el gentío. Muchos de ellos eran eiri, algo lógico teniendo en cuenta que se encontraban en uno de los barrios más pobres de Acre. Se preguntaba qué opinarían ellos de la situación. Tal vez algunos estuvieran disgustados por verse de nuevo en el punto de mira, tal vez otros verían bien que el atentado hubiera servido para bajar los humos al gobierno.

Sumido en sus cavilaciones como estaba, no se dio cuenta de que alguien le estaba llamando hasta que dos hombres se sentaron frente a él en la mesa.

- Tierra llamando a Yang...

Yang parpadeó, saliendo de su ensimismamiento y encontrándose con los dos recién llegados. Saludó con un gesto a ambos, centrándose en el mundo a su alrededor.

- Vaya, los hermanos Winchester. - Sonrió. - Me alegra veros, chicos.
- Hemos hecho un descansito en el negocio.

 Había continuado el primero que había hablado, Dean. Él era el mayor de los hermanos, pero no por ello el más maduro; se encontraba sentado en una posición más bien despreocupada, con las piernas separadas y recostado sobre el respaldo de la silla. A su lado, Sam, quien era además más alto, se encontraba con una posición más seria, aunque no intimidante o desagradable.

Ambos formaban parte del grupo de resistencia que Yang lideraba. Solían participar sobretodo cuando las cosas se ponían más físicas, siendo expertos a la hora de usar armas de fuego. Pero además de ello, eran dos jóvenes bastante hábiles en otros campos que solían ser de utilidad para una célula rebelde, y que usaban como una suerte de carrera secundaria.

A menudo podían desaparecer por días, pero siempre estaban listos para cuando Yang los necesitaba.

- Eso es bueno. - Continuó la conversación Yang. Al menos, para él un descanso siempre era algo positivo. - ¿Qué tal va la cosa?
- De momento, mejor de lo que uno esperaría tal y como está la situación. - Explicó el otro, Sam.
- Sí, podemos darnos con un canto en los dientes.

Apenas había terminado Dean de hablar cuando Julian llegó hasta la mesa con su desayuno y el de Yang. Saludó a los recién llegados, sin poder evitar una expresión de sorpresa al verlos por primera vez después del atentado. Al chico aún le costaba creer que hubiera pasado una semana y media desde aquello.

- ¿Qué estáis haciendo aquí? - Preguntó al sentarse.
- Menuda manera de recibirnos. - Se quejó Dean mientras alargaba un brazo para coger una de las tostadas de Julian, ignorando sus quejas.

 Aún si el joven había podido sonar desagradable, lo cierto era que la presencia de los Winchester no iba a ser algo casual. Debido al tipo de negocios en los que solían estar involucrados, muchas veces traían noticias e información interesante para el grupo. Si estaban allí sin que los hubieran llamado previamente, era porque tenían algo entre manos.

- La verdad, traemos un mensaje para Yang.

Al hablar, Sam se incorporó hacia delante, buscando un poco más de intimidad en el agitado ambiente de la cafetería. Afortunadamente, había el suficiente alboroto como para que no llamara la atención, aunque eso no impidió que examinaran disimuladamente sus alrededores antes de seguir hablando.

Julian sintió inquietud, y a pesar de que a su lado Yang parecía calmado, podía atisbar un poco de tensión en su mirada. Después de lo ocurrido en Acre, consideraba que hacían bien desconfiando hasta de su sombra.

- No os preocupéis, no es nada grave. - Dean trató de relajar el ambiente al ver su expresión. - Sólo es un grupo que pide ayuda de Yang.
- ¿Qué grupo? - Preguntó éste, alzando una ceja con curiosidad.
- Se hacen llamar los Búhos del Bosque. - Continuó explicando Sam. - Lideran la resistencia a la ocupación de una ciudad eiri en Judecca.

El silencio se hizo entre los presentes, apagado entre el incesante murmullo de la cafetería que hacía de ruido de fondo.

- Desde lo del gobernador, Yang se ha vuelto más popular aún entre los grupos de resistencia. - Intervino Dean. - Eres como un héroe.

Era cierto lo que decía, la noticia del éxito de la célula eiri se había propagado por la red de información de los grupos rebeldes con una rapidez asombrosa. Yang ya era famoso por su genio estratégico tras años en la resistencia, y era lógico que eventualmente, algunos grupos solicitaran su colaboración en alguna ofensiva.

No hubiera sido un asunto al que le hubiera dado muchas vueltas, dispuesto a apoyar la causa como estaba, de no ser por lo que Judecca implicaba. Si bien en el este y el norte de Aetheria la situación era relativamente menos conflictiva, en las cordilleras del oeste y el sur se habían refugiado los mayores grupos eiri. Todavía quedaban zonas totalmente libres de ocupación aetheriense allí, pero aquello implicaba que era donde se libraba la parte más brutal y directa de la guerra civil.

- Nos acercaríamos mucho al oeste. - Sentenció Julian, entrecerrando los ojos, y Yang, al verlo, no supo si era preocupación o impaciencia.
- Bueno, nosotros sólo traemos el mensaje. - Aclaró el mayor de los Winchester, encogiéndose de hombros. - Lo que decida aquí el jefe es otra cosa.

Yang apoyó la barbilla en la mano, reflexionando. Si pretendían ayudar a la causa eiri, era inevitable que llegaran a los puntos calientes del conflicto tarde o temprano. Miró de lado a Julian, tratando de encontrar la solución al dilema que se estaba formando en su interior.

Había tratado de permanecer en las zonas en las que el conflicto era menos directo para evitar que su pupilo tuviera que ponerse en riesgo innecesariamente. Era menos peligroso hacer atentados y golpear a la sociedad aetheriense más por lo bajo que ir a una batalla abierta. Pero lo peor de todo era que, precisamente, la guerra se decidía en parte con respecto a lo que sucediera en el oeste y el sur.

Si lograban liberar aquellas zonas, los eiri no sólo tendrían un lugar donde vivir, si no que además podrían estar protegidos. Sin embargo, Yang hubiera deseado no tener que arrastrar a Julian hasta allí.

- Creo que deberíamos ir. - Insistió Julian, girándose hacia él y de nuevo devolviéndolo a la realidad.
- Estoy con el niño. - Asintió Dean, ganándose una mirada de odio por parte del chico. - No está mal cambiar de aires.
- Pienso que necesitan nuestra ayuda. - Terminó Sam. - Por lo que sabemos, su situación no es grave, pero sí les vendría bien.

Los tres estaban de acuerdo, pero Yang sabía que la decisión dependía de él.

Por mucho que buscara una tercera opción, no había posibilidad de ayudar a aquel grupo eiri sin poner en riesgo no sólo a Julian, sino al resto del grupo. Pasó su mirada de cada uno de los presentes a otro, viendo que al menos ellos tenían la determinación de luchar. Era hora de que tomaran parte en el conflicto activo. Tenía que admitir que no podía proteger a Julian para siempre, y menos cuando él mismo era quien quería salir adelante.

Con cierta resignación, tomó su decisión.

- Iremos a Judecca.


Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on April 30, 2017, 01:27:42 PM
heal + agi buff plz, que se acaba el mundo y no llego a todo lo que tengo que hacer ;; foreshadowinnnnngggg



 
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Aquello no podía seguir así. Las disputas y acusaciones mutuas de piratería entre diversos señores habían ido escalando hasta el punto de que el Consejo de Nobles presionaba al Almirantazgo a tomar cartas en el asunto.

Y eso contrariaba a Yukimura.

Captaba perfectamente las amenazas veladas que había recibido ya en varias ocasiones por parte de cierto personaje con tanta ambición como aires de grandeza se daba a sí mismo. Pero si aquel pensaba que podía llegar a alguna parte con sus intrigas, iba a topar con un drástico y afilado remedio a sus dolores de cabeza.

Si había algo que Yukimura disfrutaba no perdonando, eran las insubordinaciones.

Era por ese tipo de mequetrefes que el Consejo le reclamaba acciones contundentes para frenar la expansión de piratas en sus costas. Cuya presencia, debía admitirlo, había tolerado con despreocupación. Lo que los nobles parecían no alcanzar a discernir era la limitación de recursos naturales de las islas, y que por mucha que fuera la preocupación por la fama que pudiera estar cosechando para la Confederación, las leyes de mercado de oferta y demanda eran salvajes e inflexibles.

Además aquellos hombres no eran piratas por pura diversión. Eran corsarios. Capturaban bienes por todo el continente de los que luego entregaban gran parte (previo pago por sus servicios) a las autoridades de sus respectivos hogares. La mayoría de ellos se habían curtido en el mar desde niños, ayudando en los barcos de pesca de sus padres, y muchos habían llegado a las islas con sus familias cuando las guerras habían asolado sus tierras natales.

Era gracias a esos hombres que se sacrificaban por aquellos parajes del norte que los habían acogido, que la Confederación de Schneider había podido salir adelante con desahogo. Y ahora los señoritos de turno, que habían acumulado riquezas a su costa, se permitían el lujo de llamarlos piratas con total libertad.

Yukimura agarró el lazo con el que recogía su pelo negro en una coleta bajo la nuca y estiró de él hacia abajo. Apretó el puño con el pedazo de tela dentro, lo lanzó con rabia contra la pared de su despacho y lo pisó cuando cayó al suelo. Antes de salir al pasillo lo pateó una vez más, dejando escapar parte de su frustración.

Piratas. Claro. Piratas. Muy conveniente.

Corsarios, demonios, corsarios.

Aquellos barcos constituían la única flota armada de Schneider, quisieran verlo o no. Cierto, contaban con una academia militar naval, pero no era un organismo de defensa profesional, más allá de lo puramente nominal. No podían permitirse desbandar su única opción lo suficientemente grande y preparada como para defender a las islas de un ataque a gran escala.

Ya podía bajar de los cielos el propio dios de Aetheria en persona a exigírselo, que él no tenía ninguna intención de dejarse someter a la voluntad de un trepador de intenciones cuando menos dudosas. Si no era por las buenas, sería por las malas.

El viento había cambiado y las ruedas habían comenzado a girar.

Y Saga estaba tramando algo, y nada bueno.



 
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El hombre abrió la puerta del despacho del Almirante, sin muchas esperanzas reales de encontrarlo dentro, más por costumbre que por intuición. Al confirmarse sus sospechas cerró de nuevo la puerta de la habitación y giró sobre sí mismo, llevándose una mano a lo alto de su nuca para rascar suavemente mientras se preguntaba dónde demonios podía haberse escondido ésta vez. Encogiéndose de hombros decidió volver por donde había venido, y después de unos minutos y varios sirvientes al borde del infarto tras encontrarse de frente e inesperadamente con toda su musculosa corpulencia, consiguió acceder a la balconada de la cara sur del edificio.

Ah, ahí estaba, balanceándose cabeza abajo colgado de la rama de un roble centenario. A veces se preguntaba como era que el Almirante había conseguido escalar hasta su cargo.

— ¡Yukimura! — sin esperar respuesta, puesto que sabía por experiencia que era algo inútil, bajó por la escalinata de piedra que conectaba con el amplio jardín trasero y se acercó al dirigente.

— Iba~ —canturreó éste aún colgado cabeza debajo del árbol— ¿sabías que del revés tampoco eres muy guapo que digamos?

El aludido resopló con resignada molestia, y puso los ojos en blanco, contestando con tono de indiferencia.

— Del revés se te siguen viendo las arrugas.

Yukimura se dejó caer de la rama girando en una voltereta en el aire, y con cara de indignación y tal vez algo de pánico se llevó las manos al rostro.

— ¡Desde luego Iba, además de feo, mala leche! —el insultado se encogió de hombros disimulando una pequeña sonrisita burlona. Yukimura se sacudió la casaca con dignidad y se acomodó el cabello sobre los hombros. — ¿Y bien?

— Se oyen muchas cosas confusas, dicen que hay movimientos extraños en la parte central y más al sur. Corre el rumor (aunque no me han asegurado que sea cierto) de que han destruido un Jardín, ya sabes, de los que entrenan mercenarios. Pero nadie parece saber nada concreto o fiable, cosa lógica si no ha habido supervivientes. — El grandullón se cruzó de brazos con gesto sombrío. — Uno de los mercantes que se aventuraron a bajar hasta más allá de Las Vegas no ha vuelto. Fondearon primero en Zara, y más tarde hicieron puerto de reportaje en Indra. Después… Nada. Me juego el bigote a que han sido esos cabrones de Galbadia.

— No te precipites, podrían haber topado con una tormenta o … —Yukimura hizo ademán de tranquilizar al otro hombre.

— O no. Tampoco ha vuelto ni hemos tenido noticias del Dragón Rojo.

— ¿El Dragón Rojo? ¿Aún no ha llegado?

— Se les espera desde hace una semana. Y Madarame no es un marino de medio pelo que se deje arrastrar por la primera tormenta que se le cruce en su camino.

— Mierda.

Iba asintió con gravedad mientras el Almirante se acercaba al borde del acantilado a grandes zancadas. Desde su posición podía contemplar la bahía al sur de Dún Laoghaire, las olas rizándose al viento y el sol de media tarde empezando a descender hacia su ocaso, tiñendo las aguas de púrpura y naranja. Un grupo de nubes poco espesas pero de sospechoso color plomizo se acercaba desde la vecina isla de Inis Tíog.

— Iba. —llamó Yukimura suavemente— ¿Puedes oler también tú el barrunto de pólvora en el aire?

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on May 23, 2017, 12:34:10 PM
Seguimos con Invernalia porque son la perla de mi corazón y la luz de mis ojos. BEBES HERMOSOS Y PERFECTOS, QUE SE VAN DE EXAMEN A... un sitio verde y hojeril xD

————

El día había empezado pronto para el equipo de estudiantes liderados por Íslan, y aunque llevaban andando bastante más de una hora parecía que la caminata no iba a terminar en ningún momento cercano.

—¿Falta muchooo? —preguntó Ruffnut alargando la última vocal, arrastrando los pies por el camino de tierra.

—¡Nada está lo suficientemente lejos! —increpó su instructor, levantando el palo que blandía para abrirse camino en las zonas más pobladas del bosque.

Tuffnut se paró un poco, poniéndose a la altura del tercer estudiante y chistando para atraer su atención.

—¡Chst! ¡Hey!

Hisoka rodó los ojos y siguió su avance, pero se giró violentamente cuando una piedrecita le dio de lleno en la nuca.

—¿¡Qué!? —vociferó cubriéndose la zona afectada con una mano.

Tuffnut rió entre dientes, sacudiendo su cuerpo entero y entrecerrando los ojos debajo del casco del que Hisoka pensaba que no se separaba ni para dormir.
Después de su pequeño despliegue de travesura, Tuffnut recordó qué era lo que le quería decir a su compañero.

—Íslan nos lleva por un camino de cabras —refunfuñó pateando otra piedrecita y hundiendo la cabeza entre los hombros, agarrando la mochila con las dos manos—. ¿Cuándo va a empezar la acción?

—¿Y a mí qué me dices? —protestó a su vez Hisoka, adelantando el paso para alcanzar a Ruffnut.

La chica se sorprendió al ver al antisocial del grupo buscando su compañía, así que localizó a su hermano con la mirada y le dedicó una expresión de dolor inmediato si seguía molestando al otro.

—¡Deja al pequeñín en paz! —gritó levantando un puño.

Hisoka reprimió un gemido de frustración. Ser bajito era un problema grave para él, viviendo en un país donde la estatura media rondaba el metro ochenta a la baja. Añadiendo el hecho de que medía cinco centímetros menos que la chica de su grupo, Hisoka se había vuelto aún más sensible hacia aquel tema.
Adelantó un poco más, poniéndose justo detrás de su instructor, que paró de repente, casi haciendo que los cuatro chocaran en fila.

—¡Y aquí estamos! —exclamó Íslan, justo al borde de un abrupto corte en la tierra.

Sus estudiantes tomaron posiciones a su alrededor, mirando el paisaje que se extendía a sus pies. Podían ver desde arriba la parte más alta de la cúpula de los árboles del valle y adivinar el discurrir de un río más allá.

—Bonito ¿verdad?

—Es... verde. —dijo Hisoka.

—Hojeril. —añadió Ruffnut.

—¡Es un puto bosque! —apuntó Tuffnut hacia adelante con el dedo, rodando los ojos, cansado del mismo horizonte una y otra vez—. ¿No íbamos a una cueva? De esas con rocas y monstruos.

Íslan se quitó la mochila, abriéndola para sacar lo que había preparado esa mañana para la misión.

—Oh, claro. Estamos encima, hay que descender —tarareó el instructor con voz cantarina—. Me encanta empezar el día con un poco de rappel.

Hisoka se alejó un poco del borde, poniéndose en cuclillas y empezando a ordenar lo que iba a necesitar entre mantras asesinos.
Los mellizos se miraron y por una vez estuvieron de acuerdo en algo, dedicándose miradas brillantes y sonrisas ilusionadas por el trabajo físico y el riesgo que comportaba aquella actividad.

Minutos después Hisoka descendía con saltos gráciles y estudiados mientras sus dos compañeros casi hicieron el recorrido de un sólo salto temerario que incluía gritos y darse patadas el uno al otro en medio del aire.
Íslan rebasó a Hisoka con una sonrisa de extrema felicidad y sus gafas deportivas puestas, sin reclamar su comportamiento a los Thorston.

Mientras tanto, arriba, en el camino que hacía poco acababan de recorrer, algo avanzó con sigilo, dejando marcas serpenteantes en la grava.
La mancha negra olisqueó el suelo y levantó la cabeza hacia las piquetas que sujetaban las cuerdas. Entrecerró los ojos y desapareció entre los árboles de un salto. No le gustaban los desconocidos en su territorio.


————

—¡Bien, escuchad chicos!

—¡Y chica!

—¡Y chica! —coreó el instructor—. Este es vuestro examen Seed. Estoy aquí para observar de primera mano vuestro comportamiento, pero no me está permitido intervenir en vuestro examen.

Tuffnut cerró un puño y lo bajó de un golpe seco hasta su cintura.

—Por fin libres. —murmuró mucho más alto de lo que había creído.

—¡A menos! —puntualizó Íslan—. A menos que mi vida esté en peligro, claro. Así que no la pongáis en peligro ¿entendido?

Hisoka asintió con la cabeza, mientras los Thorston miraban sus pies y asentían decaídos. Tenían la extraña habilidad de poner en peligro a cualquiera su alrededor. Parecía que la intervención de Íslan terminaría siendo inevitable.

—Como ya habréis leído en… —el instructor afiló la mirada, con una expresión seria en su rostro, pero pronto volvió a dedicarles una sonrisa despreocupada—. Como ya habrá leído Hisoka en el informe de la misión…

—¡Eh! ¡Que yo también leo! —se quejó Ruffnut, añadiendo cuando todas las miradas recayeron sobre ella—. A veces.

Tuffnut se rió, Ruffnut le pegó, Hisoka se llevó la mano a los ojos e Íslan torció los labios y aprovechó el momento de distracción para revisar las cosas que llevaba dentro de su chaleco. Una vez seguro de que tenía todo lo necesario volvió a llamar la atención de sus alumnos.

—En esta cueva —hizo un ademán con el brazo, abarcando la entrada de la gruta detrás de él con el movimiento—, aquí… hay un monstruo. Ha habido informes de ataques nocturnos y alguna que otra joven desaparecida en los alrededores. Otros Seeds han rastreado al monstruo hasta aquí y me ha parecido un examen interesante.

—¡Vale! —Tuffnut se caló el casco, escupió hacia un costado y caminó con pasos decididos hacia dentro.

Íslan apretó su mano contra el hombro del joven cuando pasó a su lado, casi tumbándolo en el acto. Tuffnut conservó la dignidad al lograr mantener el equilibrio.

—No tan pronto.

—¡Eso, eso! Las señoritas primero. —Ruffnut siguió los pasos de su hermano, pero fue detenida por la visión de un periódico.

La rubia se irguió inmediatamente y dejó caer el hacha a sus pies, aún con el mango entre sus manos. Sabía que con aquel arma no tenía oportunidad contra su maestro y el papel enrollado.
Islan hizo chocar el periódico amistosamente en la cabeza de Tuffnut, empujándole hacia atrás. Palmeó el pecho del chaval e hizo un gesto para que Hisoka se acercara a ellos.

—Hisoka será el líder del equipo —el instructor continuó hablando, cortando las protestas de los mellizos con un movimiento de la mano en la que blandía el periódico—. El monstruo tiene forma vagamente humana y lo han descrito como un hombre con capa raída negra y sombrero. A veces se arrastra por el suelo y por lo visto puede volar a baja altura.

Íslan clavó sus ojos claros en sus aspirantes y les dió un pequeño golpe con el periódico en la frente a cada uno.

—Auh.

—¡Ay!

—¡Ouch!

Los tres se sobaron la frente a la vez, torciendo el morro en distintos grados de desagrado.
El instructor asintió contento por el bautismo y guardó su terrible arma asesina en uno de los bolsillos interiores del chaleco azul. Bajó las gafas deportivas que había dejado encima de su cabeza al terminar el descenso y sonrió con muchos, muchos dientes. Blancos y brillantes.

—¡Y aquí empieza oficialmente vuestro examen Seed!
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on May 25, 2017, 03:06:37 PM
Neko kawaifu you effin' genius! "es un puto bosque" como apunte para la posteridad, yeps.  Lass, me pediste pirate shit y te traigo pirate shit, ahoy! (http://saintseiyayaoi.net/Smileys/emotes/649734.gif)



 
(http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/renji.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/sasuke.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/suigetsu.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/ikkaku.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/yumichika.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/sakura.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/benitora.png)


Renji dejó de ajustar la lona que cubría el bote por unos momentos, levantando la cabeza y mirando en derredor con expresión sorprendida. Volvió a lo que hacía, para repetir el gesto tan sólo unos segundos más tarde. Frunció el ceño y se dirigió al chaval que trabajaba a su lado.

—Sasuke, ¿soy sólo yo o es que huele a quemado?

—¿Eh, a quemado? —el chiquillo abrió los ojos, parpadeando repetidas veces. Alzó la nariz y olisqueó el aire como un gato indeciso.— Huele a … Sí, huele a humo. ¡Capitán...!

—¡¡Capitáaan!! ¡Fuego! —le interrumpió desde las alturas la voz del vigía. Toda actividad sobre cubierta cesó instantáneamente a espera de las siguientes palabras del joven.— ¡A una o dos millas al frente, Capitán! ¡Puedo ver varias columnas de humo y algo que todavía está ardiendo!

Los tripulantes de la nave se dirigieron unas cuantas miradas tensas entre ellos, hacía apenas un par de días habían salido casi de milagro vivos y mayoritariamente enteros de una de las peores tormentas que muchos marinos con años de experiencia serían capaces de recordar.

—Capitán ¿preparo alguno de los cañones? —preguntó Sasuke acercándose al hombre mientras se secaba las manos con presteza en el pantalón.— Por lo que pueda pasar.

Ikkaku palmeó los cabellos despeinados del chico, negando con la cabeza.

—No, no hace falta. Es más probable que necesitemos a Sakura, si es que queda alguien con vida. Vé a por ella, Sasuke.

El chiquillo asintió y desapareció trotando hacia las bodegas del barco en busca de la joven sanadora. Benitora se ajustó la bandana, en un acto reflejo. Su rostro serio y como pocas veces podía ser contemplado, con los ojos completamente abiertos dejando ver los írises del mismo color verde pálido que su hermana pequeña.

Cuando llegaron a la fuente del humo, sólo encontraron escombros y morralla. A su paso se deslizaban con pesadez trozos del casco de lo que había sido otro barco, flotando en el agua oscura. Cogiendo uno de los remos del bote que había en cubierta, Ikkaku se acercó a la borda y se asomó, apartando tablas partidas, uno o dos toneles de víveres que su contramaestre se encargó de pescar para su propia nave, y pedazos de madera no reconocibles mientras el Dragón Rojo pasaba entre ellos lentamente, con las velas arriadas.

La tripulación se mantenía en silencio, como guardando respeto a la memoria del caído. El panorama era desolador, una parte del mástil, con el mastelero aún enganchado todavía ardía mientras flotaba. Un pedazo del bauprés y la mitad superior de lo que se adivinaba el mascarón de proa chocaron suavemente contra babor del navío.

Yumichika se asomó a verlo, y dio un respingo al reconocerlo.

—¡Ikkaku! ¡Eso es el…!

—Era. —interrumpió éste con la voz congestionada.— Era, el Molly Malone.

Sakura apareció en cubierta, y poniéndose ligeramente más pálida de lo que ya era por sí misma, se acercó a quien encontró más cerca. Agarró la camisa de Renji. El pelirrojo cubrió los hombros de la chica con su brazo sano, y la apretó un poco contra él, como queriendo tranquilizarla.

Pero de repente algo hizo que Sakura se soltase del abrazo del pelirrojo para aproximarse a la borda del barco y observar el agua con expresión decidida y concentrada. Cuando Renji hizo amago de llamarla de vuelta, la jovencita chistó dirigiendo una mirada al resto de sus compañeros, y exigiendo que guardasen silencio con un ademán autoritario. Sólo se oía el crepitar de las llamas todavía activas, y el chapoteo de los escombros al golpear contra la nave. Tras un interminable minuto, sus oídos captaron aquello que debía de haber llamado la atención de Sakura. Una débil tos resonaba en algún lugar cercano.

Inmediatamente Ikkaku se giró para buscar a Suigetsu con la mirada; pero éste, sin esperar las órdenes de rescate ya había bajado de su puesto de vigía y se ataba una cuerda a la cintura. Unos momentos más tarde subía a la baranda y se lanzaba al agua de cabeza.

Durante unos minutos sólo vieron la cabeza de cabellos blancos asomar de forma intermitente entre los trozos de madera a la deriva. Entonces la voz del vigía se oyó desde el agua.

—¡Lo tengo! ¡Lo tengo, es un hombre y está herido! —un susurro en tono tranquilizador procedió después, dirigido al náufrago que llevaba entre los brazos.

—¡Tirad! ¡Vamos, tirad! —con la ayuda de Yumichika y Benitora, Ikkaku consiguió izar a los dos hombres de vuelta a bordo. Y fue entonces cuando se llevó una sorpresa mayúscula.— ¿Qué…? ¿Qué demonios hace un kim-un-kur en alta mar?

 


¿Qué demonios hacía un kim-un-kur en alta mar? Ya era raro encontrar miembros de las tribus de las Tierras Salvajes fuera de sus territorios habituales, pero era más raro aún encontrarse con uno en mitad de ninguna parte. Sobre todo cuando esa ‘mitad de ninguna parte’ quería decir específicamente ‘mitad de ninguna parte en medio del mar’.

Ikkaku se quitó el pañuelo negro estampado que usaba habitualmente y se pasó una mano por la cabeza afeitada y encerada. Qué demonios. Qué demonios eran los que tenía en esos momentos en cubierta armando un escándalo de mil pares de... demonios.

—¡Eh! ¡Vale ya con esos gritos! —gritó él a su vez asomando la cabeza desde las escaleras y agitando un puño en alto— Que si el bárbaro no está muerto todavía lo vais a matar del dolor de cabeza de tanto oíros, joder.

—Ya lo has oído —se quejó Sasuke, que pataleaba con su cabeza agarrada bajo el brazo de Benitora— suéltame de una maldita vez.

—Pues que no te vuelva a pillar comiéndote mis bizcochos —el timonel le dio un último restregón de nudillos por el pelo al crío y lo empujó fuera de su alcance.— Hala, emigra de aquí.

Bajo cubierta, en el camarote del contramaestre en el que actualmente se alojaba el náufrago rescatado la mañana anterior, Sakura suspiró. Desde luego a veces se sentía encerrada en una casa de locos.
«Barco, barco de locos» se corrigió mentalmente.

Cambió el paño húmedo que reposaba sobre la frente del hombre por otro más frío, escurriéndolo previamente para que no soltase demasiada agua. La fiebre siempre era complicada de bajar cuando alcanzaba ciertas temperaturas, y aunque ella había hecho todo cuanto había podido con respecto a las heridas del bárbaro, llegaba un momento en que el cuerpo tenía que proseguir su recuperación por sí mismo. Forzar el ritmo de regeneración de un sistema inmunitario era una opción para casos de emergencia, pero no para utilizar con demasiada frecuencia y por motivos menos apremiantes ya que desgastaba tanto a herido como a sanador, y a la larga terminaba por ocasionar un desgaste que resultaba contraproducente.

Dejó la palangana llena de agua y el trapo retirado sobre la mesita fija a la pared, junto a la cama. Cogió una cantimplora llena de té y la llevó con cuidado a los labios entreabiertos del hombre que descansaba inconsciente. Vertió una pequeña cantidad de líquido dentro de su boca, y suavemente masajeó su garganta con las yemas de los dedos, para provocar que tragase de manera refleja. Repitió la acción un par de veces más, asegurándose de no derramar el té, y de que su cargo no se atragantase. Si tenía que luchar contra esa fiebre había que mantenerlo hidratado, o el sudor se llevaría el agua de su organismo dejándolo en peor estado.

Sakura se apartó del rostro los mechones de cabello que se le pegaban a las mejillas y se recolocó la cinta de tela que hacía las veces de diadema, sujetando su pelo nuevamente. Ella era una sanadora competente.

En el camarote vecino Yumichika conversaba con el capitán. Los acontecimientos no presagiaban nada bueno, algo se estaba poniendo en marcha y el contramaestre en su auto proclamado (aunque verídico) estatus de hombre de mundo se mantenía firme en poner rumbo de vuelta de inmediato a la Confederación de Schneider. Era capaz de oler una intriga en kilómetros a la redonda. La mejor prueba era él mismo, que había llegado vivo hasta aquel momento. Le pesase a quien le pesase.

—Ikkaku, lo digo en serio. ¿Me ves? ¿Ves mi cara? Ni un ápice de broma. —para el capitán lo que verdaderamente hacía parecer real el peligro que mencionaba su compañero, era que hubiera omitido cualquier adjetivo referente a hermosura para referirse a sí mismo. La cosa empezaba a ser preocupante de veras.

—¿Sabes qué te digo? —el capitán se levantó de la silla en la que hasta el momento había permanecido pensativo, calibrando sus opciones. Yumichika lo miraba, atento a sus palabras. — Que tienes razón, esto apesta. Larguémonos de aquí cuanto antes.

—Pocas veces en mi vida habré obedecido órdenes de tan buen grado —como contramaestre que era, Yumichika saludó a su superior llevándose la mano rígida a la sien.

—Ya, claro, salvo cuando te vas de putas.

—Ah, no, no te equivoques, eso no son órdenes; son súplicas —dijo el moreno con una pequeña sonrisa socarrona.

De pronto la puerta se abrió violentamente, la expresión de urgencia en el rostro de Sakura hizo que se pusieran alerta en milésimas de segundo.

—Capitán, el bárbaro ha recobrado la consciencia.



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Con la visión borrosa a causa de la fiebre, el joven se veía obligado a entrecerrar los ojos y parpadear continuamente. La chiquilla que lo había estado cuidando había salido corriendo, y ahora varias figuras más se adentraban en la habitación.

Pudo distinguir a un hombre de cabeza rapada, que se movía con aire de autoridad, y a otra persona de melena oscura junto a él, que parecía observarlo con gravedad. No supo discernir si era de sexo masculino o femenino. Junto a la chica se alzaba otro hombre, más joven y de cabellos rojos y largos, creyó adivinar tatuajes en su piel.

—¿Qué tal te encuentras? —sorprendido, hizo amago de girarse a mirar al pelirrojo, que había hablado en un dialecto de las Tierras Salvajes que le era conocido. Pero el hombre negó con la cabeza y se sentó en el borde de la cama.— No, no no, no te muevas, da igual.

—Dolorido —contestó el náufrago, con la voz rasposa y rota llena de precaución.

—Me imagino. —el pelirrojo se llevó el puño cerrado al pecho— Renji.

—Shuuhei —respondió el herido.

—¿Qué pasó con el barco en el que viajabas? ¿Os atacaron? —preguntó Renji con expresión preocupada.

—Nos atacaron. —corroboró Shuuhei.— Barcos grandes, de color negro, y cubiertos de metal. El doble de grandes que los veleros de las Islas del Norte. Aparecieron de la nada, entre la niebla espesa, y atacaron sin previo aviso. No hubo tiempo de reaccionar.

Yumichika e Ikkaku se miraron entre ellos unos momentos, el contramaestre cabeceó mínimamente de forma afirmativa y salió de la habitación, subiendo las escaleras a cubierta de dos en dos. Los cuatro ocupantes restantes del camarote escucharon como daba órdenes de virar la nave con rumbo norte noreste y desplegar todas la velas que se encontrasen en estado de poder ser utilizadas. El capitán miró a Renji, y éste también asintió.

—Vuelvo a mi trabajo —dijo el pelirrojo palmeando el colchón donde reposaba el joven de cortos cabellos negros.— No te preocupes y hazle caso a Sakura.

El bárbaro vio como la chica le dirigía una sonrisa tranquilizadora, y volvió a cerrar los ojos, abandonándose a sus cuidados. El esfuerzo de mantenerse centrado y llevar una conversación coherente lo había dejado agotado.


Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on May 28, 2017, 12:55:06 PM
El mes que viene escribo de Balamb sí o sí sdjgfkl



La capital de Galbadia no había visto tantos días de agitación en mucho tiempo. Deling era una ciudad bastante concurrida de por sí, llena de ciudadanos acelerados, pero la aglomeración que se estaba viviendo en aquellos momentos era algo que sus ciudadanos veían en pocas ocasiones. Sin embargo, no era algo que resultase completamente desconcertante. El Presidente de la República, Andrew Ryan, iba a anunciar públicamente al nuevo General de Asuntos Exteriores... y los asuntos exteriores era algo de gran interés para los galbadienses. Y sin ello ser suficiente, la guinda de todo aquello la ponía el desfile que organizaría el recién renovado departamento.
 
Aya Brea se hubiera quedado en su casa, como detective de policía no tenía que hacer presencia oficial en los actos del cuerpo, de no ser porque daba la impresión de que aquel desfile marcaba el inicio de una nueva era en Galbadia.
 
- Hasta donde sé, nunca había ocurrido ésto. – Había oído comentar al jefe de departamento. – ¿General de Asuntos Exteriores? El tío debe ser bueno en lo que hace. Dicen que sabe cómo arreglar la situación en el sur.
 
Pero Aya no se lo había tomado con tanto optimismo como su superior. Era lo suficientemente sensata como para no ir cuestionando en público las decisiones del Gobierno, por lo que se guardaba sus dudas para sí misma. Por una parte era comprensible que hubieran llegado hasta ese extremo, ya que en el desierto del sur de Galbadia la situación se había vuelto más cruda. Había muchos más casos de resistencia a las tropas, así como el inquietante caso de la muerte de un líder paramilitar a manos del grupo de los Asesinos.
 
Acababa, precisamente, de volver tras investigar aquel último caso en concreto. Cada vez que algo tenía la más mínima relación con el misterioso grupo, Aya volcaba todo su interés en ello, por mucho que persiguiera un fantasma. La mujer no quería mucho, tan sólo llegar a encontrarse con uno de ellos para que le dieran respuestas a las preguntas que la acechaban desde hacía ya años. El padre de Aya, el oficial Brea, había sido asesinado por uno de ellos cuando ella era una adolescente. Un hombre que nunca había generado enemigos más que los que encerraba, alguien que no tenía la más remota doble vida y que se había sacrificado durante años por la seguridad en su ciudad.
 
Sabía perfectamente que la mano de los Asesinos era un instrumento, que las muertes que éstos provocaban no eran al azar o por diversión. Y aquello era lo que le quitaba el sueño. ¿Qué había hecho su padre para terminar en el punto de mira de los Asesinos? Necesitaba saberlo. Su padre jamás habría hecho algo que hiciera que mereciera ser asesinado, y de ser así, Aya tenía el derecho a conocer el motivo. Por mucho que le dijeran que debía olvidarse de ello, que se rieran o que incluso temieran por su vida, ella jamás dejaría de perseguirlos. Algún día encontraría la verdad.
 
Mientras se ajustaba la cazadora frente al espejo de la entrada, observó por unos momentos su reflejo en el cristal. Se apartó el pelo rubio de la cara, y sin nada en ella que la hiciera llamar la atención, salió del apartamento. Tendría que llegar a la plaza principal a pie dado que las carreteras estaban cortadas, pero por suerte, vivir en el centro tenía sus ventajas. Atravesó el gentío bajo el Arco del Triunfo, cada vez haciéndosele más difícil avanzar entre la multitud hasta finalmente llegar a una buena distancia de la fachada del edificio presidencial, desde donde podía ver el balcón principal y en el camino hacia el edificio, una fila de tres carrozas que serían las principales del desfile.
 
El himno de Galbadia comenzó a sonar al mismo tiempo que el presidente salía, escoltado por cuatro oficiales. La multitud estalló en clamor al verlo aparacer, y tras unos segundos de saludos mientras la gente se calmaba, Andrew Ryan se dirigió al pueblo de Galbadia.
 
- ¡Ciudadanos de Galbadia! Es para mí un gran orgullo dirigirme a vosotros en éstos momentos, porque estamos a las puertas de una gran época para nuestra nación.
 
Aya escuchó atentamente las palabras de Ryan sobre el futuro de Galbadia. Un futuro donde la nación seguiría expandiéndose para llevar la prosperidad y civilización más allá de sus fronteras, el mismo futuro que los enemigos de la libertad querían impedir por motivos egoístas. Palabras que había oído a menudo, y que sin embargo, uno no terminaba de acostumbrarse. Pero la parte interesante todavía está por llegar.
 
- Me gustaría presentaros a un gran hombre. Un aliado de la democracia y el pueblo, un hombre que ha visto mucho más mundo que todos nosotros, y quien nos ayudará en nuestra gran visión de futuro. No os voy a retrasar más el momento de conocerle, así que por favor, ¡recibid como se merece a Kefka Palazzo, nuestro nuevo General de Asuntos Exteriores!
 
La vista de los espectadores permaneció fija en el balcón presidencial, pero prontó captó su atención el sonido de una explosión en la carroza más avanzada lo cual provocó una humareda de tonos rojizos, tras la cual apareció un hombre vestido con un traje excéntrico, compuesto por telas de diversos colores, sobretodo rojo y amarillo, así como varios otras formas de rayas y puntos. Alrededor del cuello llevaba una suerte de volantes rojos y blancos, y con sus manos enguantadas sostenía una capa roja. Pero no terminaba ahí, pues llevaba un maquillaje exagerado, con el rostro pintado de blanco y los ojos enmarcados de rojo, todo ello acentuado con una pluma en el punto en que se recogía su pelo pajizo en una coleta.
 
Aya había visto hombres excéntricos en su vida, pero aquel era el que se llevaba la palma. Sin poder salir de su asombro, sólo pudo ver como saludaba a Galbadia mientras daba saltos y cabriolas sobre su carroza, gritando y saludando a la multitud en histeria. A su lado había una joven vestida con un traje rojo de aire bufonesco y el pelo oscuro recogido en dos coletas altas, la cual llevaba una hoja en forma de hula-hop a su alrededor, y de hecho de vez en cuando lo hacía bailar sobre su cintura... cuando no estaba ocupada riendo maníacamente las gracias de Kefka.
 
- ¡Los quemaremos! ¡Los quemaremos a todos! – Empezó Kefka, saltando mientras la carroza se ponía en marcha.
 
Con unas cuantas consignas divertidas sobre Galbadia y algunos trucos de magia por parte de Kefka, la mayoría de presentes no tardó en pasar de asombro y estupefacción a contagiarse de la diversión que ofrecía el extraño. Aya, sin embargo, se mantenía escéptica... o más bien, asustada. Había algo en las luces y pirotecnia, tan similar al fuego, que hacía que su pecho se encogiera de miedo. Pero así como un insecto, no podía dejar de mirarlo, atrapada por él. Avanzó entre la gente, manteniéndose a una distancia prudencial de la carroza de Kefka y su asistente.
 
El desfile duró con toda la normalidad que pudiera atribuírsele hasta llegar al puente, en el cual las carrozas se detuvieron. Frente a ellas se extendía una zona cortada a los viandantes, donde se encontraban diez hombres atados a unos postes, los cuales estaban rodeados de un cerco policial. Kefka levantó la mano, deteniéndose la música, y se dirigió a la parte posterior de la carroza. En ella se encontraba una joven en la que Aya no se había fijado, oculta por toda la parafernalia. No sería más que una adolescente, a pesar de que no pudiera confirmarlo por la distancia, con el cabello de un extraño tono rubio verdoso y la mirada perdida. Kefka la dirigió, llevándola de la mano, hacia la parte posterior de la plataforma, donde se dirigió al público primero.
 
- ¡Ayudaré a Galbadia, ya que me lo ha pedido! Pero no lo haré yo solo... ¡Lo haré con mis armas especiales! – Señaló al grupo de hombres frente a él. – ¡Mirad a esa escoria! ¡Guerrilleros de Indra que atacaron a un escuadrón galbadiense en el sur! ¿No creéis que merecen pagar por el crimen contra nuestra nación?
 
No era poca la antipatía que la guerrilla de Indra generaba entre los ciudadanos de Galbadia, quienes no dejaban de oír sobre los terribles ataques de los indrajits al ejército galbadiense y la posible amenaza que podían representar para la población de Galbadia en un futuro. Por tanto, la muchedumbre estalló en voces, haciendo que Kefka tuviera que dar un par de saltos gritando histéricamente para hacerse oír de nuevo.
 
- ¡Escuchadme! ¡Escuchadme, os digo! – Cogió a la joven de los hombros, y la adelantó unos pasos. – Y ahora... ¡mirad a esta chica! ¿No es preciosa?
 
Kefka susurró algo al oído de la joven, que como si de un robot se tratase, alzó la mano hasta dejar su brazo en horizontal. Y sin que su expresión ausente variara lo más mínimo, de su pequeña mano salió una llamarada que si bien era delgada en su comienzo, alcanzó la zona donde estaban los hombres en toda su amplitud. La explosión cegó durante varios momentos a todos los presentes, pero cuando el humo llegó a disiparse, vieron que tan sólo quedaba allí un cráter. Kefka interrumpió el silencio que se había formado con un grito agudo al ver que el fuego había alcanzado la pluma en su cabeza, y tras revolcarse por el suelo unos momentos mientras manoteaba para apagarla, se levantó de un salto.
 
- ¡Esto no es nada! ¡¡Nada!! – Soltó una carcajada, coreado por su tétrica acompañante de las coletas. – ¡¡Los enemigos de Galbadia arderán!! ¡¡Arderán!!
 
Llevó a la joven hacia el sitio oculto de la carroza, mientras ésta se ponía en marcha de nuevo. La multitud pronto se recuperó, uniéndose al espectáculo que Kefka y su acompañante ofrecían, como si no hubiesen presenciado la muerte de diez personas a la vez. La opresión en el pecho de Aya era casi insufrible, haciéndola presa de un miedo que jamás había experimentado. Tal y como el presidente había dicho, empezaba una nueva era para Galbadia. O quizá no sólo para Galbadia...
 
**

La mujer entró en la sala, anuncianda su llegada con el ritmo de sus tacones al repicar contra el suelo, el único sonido que llegaba a escucharse en la estancia. Los dos hombres que la habían acompañado hasta entonces permanecieron en la puerta, dejándola a partir de aquel momento a su suerte.
 
- I-No.
 
La voz aterciopelada de Ribbons la devolvía a la realidad. Ribbons, el Arcano bajo cuyo mando se encontraba ella, estaba acompañado de otra mujer, de cabello largo y negro, que tenía en el rostro un llamativo parche del mismo tono rojizo que sus exuberantes ropas. Inmediatamente se sintió en guardia, algo en ella rugiendo por dentro al ver a la desconocida tan cerca del otro.
 
- Aquí estoy. – Respondió I-No, mostrándose segura a pesar de su incertidumbre.
- Creo que no conoces a la Comandante Sayrune. – Indicó el hombre, señalando a la susodicha con un gesto de la mano. No queriendo disgustarle, I-No saludó con una leve inclinación de la cabeza. – Ella es un gran e inestimable apoyo para nosotros. Con el Jardín de Galbadia de nuestro lado, no hay duda de que estamos un paso más cerca de nuestros objetivos.
- El placer es mío. – Dijo la otra mjer con una sonrisa delgada, e I-No no tuvo claro si le respondía a Ribbons o en cambio, se dirigía a ella.
- Gracias a los galbadienses y su equipo de investigación tenemos en nuestras manos a un... llamémosle "arma de destrucción masiva".
 
La sangre se heló en las venas de I-No al oír aquellas cuatro palabras, trayendo a su mente un aluvión de recuerdos que permanecían siempre escondidos en un rincón de la memoria al que pocas veces se atrevía a acceder.
 
- Entradla.
 
La Comandante había hablado por un intercomunicador, y las puertas se abrieron pocos segundos después. Frente a un joven científico, los dos mismos hombres que la habían acompañado a ella traían, sujetándola por los hombros, a una joven de cabello rubio verdoso recogido en una alta coleta, con la mirada oscura y perdida. Destacaba en su bonito rostro impasible un aro plateado que se ceñía sobre su cabeza como una tiara.
 
- Quizá la recuerdes del desfile. – Comentó Ribbons, levantándose para estudiar a la chica de cerca, con una mirada de ávido interés. – Es poderosa...
- No... no es humana, ¿cierto? – I-No entrecerró los ojos. Podía sentir una presencia opresiva al tener a la chica acerca, un poder que amenzaba con aplastarla.
- La encontró una expedición el norte. Es un cruce entre humano y uno de esos monstruos de más allá del Muro.
- ¿No es peligrosa?
 
Ribbons pasó uno de sus delgados dedos sobre el aro de metal en la frente de la chica, mientras ésta lo seguía con la mirada distraídamente. La Comandante parecía satisfecha con la escena, recostada en su asiento y dirigiendo de vez en cuando una mirada que I-No sólo interpretaba como desafiante.
 
- No para la tecnología galbadiense. Mientras lleve este dispositivo puesto obedecerá todas las órdenes que se le den. – Se detuvo unos segundos, perdido en sus pensamientos, para volver a dirigirse a la mujer de nuevo. – I-No. Quiero que te la lleves al Muro y que busques de dónde ha salido. Deben haber más como ella allí.
- ¿Qué...?
- Ella te guiará. Pocos humanos sobrevivirían allí... pero tú si que podrás. – Las palabras de Ribbons escondían un doble sentido que no se le escapó. – Ve al Muro y encuentra de dónde ha salido este pequeño monstruo, ¿entendido?
 
I-No miró de soslayo a la chica, que no variaba su expresión en absoluto desde que había entrado. Cada vez que la miraba le recorría un escalofrío.
 
- ...Entendido, Ribbons.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shruikan on May 30, 2017, 06:44:59 AM
I'm just, uh... gonna drop this here, viendo como este mes las palabras se me escapan.



01.
—No pienso ir a Balamb.
 
Hange suspiró con resignación, frotándose el puente de la nariz bajo las gafas. Era la quinta vez que tenían esa conversación y la quinta en la que su aprendiz la rechazaba.
 
Frente a ella, Shruikan hacía como que el tema no le interesaba. Alta y de hombros anchos, miraba de forma amenazante al muñeco de práctica que tenía delante. Normalmente sus ojos tenían un color morado, casi malva según como le pegase la luz, pero ahora eran oscuros y opacos, ocultos bajo la sombra de su ceño fruncido. Un poco igual que su melena, oscura, recogida ahora en su habitual trenza.
 
Sujetaba una espada entre ambas manos; Hange sabía que con ella podía resultar mortífera. Ese pobre espantapájaros no tenía nada que hacer.
 
Honesta y de palabras claras, Shruikan era justo lo que aparentaba: fuerte, decidida y exasperantemente testaruda. Sin embargo, la instructora no había acudido a ese pueblucho casi a la sombra del Muro para irse con otra negativa.
 
—Shruikan, ya hemos hablado de esto mil veces —insistió —. Se te ha escogido entre varios de los recientes Seeds para que representes a Invernalia en el intercambio con Balamb. Es una tarea importante aunque no lo parezca.

—Ya, y yo que me lo creo.
 
Movió una pierna hacia adelante y levantó la espada por encima de la cabeza. Rotó la cadera y con un rápido movimiento horizontal decapitó al muñeco con un corte rápido y seco.
 
La cabeza de paja envuelta en lino (sobre la que habían pintado un cara de lobo) rodó unos metros por el suelo. Hange se la quedó mirando con una mueca.
 
—¿Todavía sigues enfadada por lo de tus primos?
 
Supo que había dado en el clavo por la forma en la que (¡por fin!) la Seed se giró a mirarla.
 
—¡Fíli y Kíli son mis compañeros de equipo! —exclamó, indignada. Clavó la espada en el suelo mientras que con la otra hizo un gesto para señalar una silueta lejana y muy pero que muy larga extendiéndose en el horizonte —. ¡Debería estar con ellos y con mi padre en el Muro y no aquí protegiendo campos de patata de roedores gigantes!
 
—Si tan a disgusto estás aquí, más razón para venir —dijo su instructora, levantando las cejas y acompañando su voz de un retintín para tentarla.
 
Shruikan bufó con desdén.
 
—Prefiero matar osos y conejos a hacer esta excursión etnológica que me propones.
 
Se dio la vuelta de nuevo, mascullando cosas que sonaron como “a quién le importa Balamb” y “estúpidos bailes”. Encaró de nuevo al muñeco de prácticas, dispuesta a mutilarlo un poco más.
 
Un parte de Hange comprendía su disgusto. En pueblos tan aislados y pequeños como el de Shruikan, era normal que los equipos de Seed se formaran según la cercanía de sus habitantes (no resultaba productivo que los miembros tuvieran que cruzar todo el país para reunirse).
 
La chica había convivido con sus primos toda la vida, y la sinergía que habían tenido como equipo era realmente buena. Sin embargo, había habido un llamado de emergencia en el Muro de Hielo y la mayoría de Seeds habían partido hacia el norte. Sólo quedaron los necesarios para defender el territorio y a Shruikan, por ser la más joven, le había tocado el cupo.
 
Sí, Hange podía comprender por qué Shruikan estaba tan enfadada. Pero también comprendía la bronca descomunal que iba a caerle si volvía de nuevo a Invernalia con las manos vacías.
 
Había tratado las amenazas, las órdenes, las súplicas; nada había servido. Por suerte, esta vez tenía un plan. Hizo un suspiro teatral de resignación que no impresionó para nada a Shruikan, demasiado acostumbrada a los exagerados exabruptos de su antigua instructora.
 
—Muy bien, no me dejas otra. En vista de que yo no puedo convencerte, tendré que llamar a alguien que sí pueda.
 
La chica se giró para mirarla y sonreír con sorna, apoyándose en su espada.
 
—¿Ah, sí? ¿Y quién será, si se puede saber? ¿El Comandante, el Príncipe de Invernalia?
 
—No. —A Hange se le escapaba la risa por debajo de la nariz —. Tu madre.
 
Shruikan abrió mucho los ojos y palideció de golpe. Su expresión que hasta ahora había estado llena de arrogancia, se había transformado en la imagen del terror.
 
—No. No te atreverías.
 
—¡Demasiado tarde! —dijo Hange, levantando las manos en un gesto inocente y una ancha sonrisa triunfante —. Ya lo he hecho.
 
A Shruikan casi se le escapa la espada de las manos de la brusquedad con la que se arrojó hacia su instructora. La sujetó del pecho del abrigo de piel con violencia pero el pánico nublaba su expresión. Hange sabía que había vencido.
 
—¿Cuándo? —le preguntó.
 
—Oh, antes de venir. Sabía que te ibas a negar otra vez —respondió, como quitándole importancia.
 
La joven Seed entrecerró los ojos, dándose cuenta de que la otra se la había jugado desde el principio.
 
—Hange… —pronunció su nombre con veneno en la voz —. Eres… ¡ruín! ¡Vil y malvada! ¡Una mala p-...!
 
—¡SHRUIKAN DWALINDOTTIR!
 
La susodicha se encogió sobre sí misma como un cervatillo asustado y viró la cabeza como un resorte hacia la figura imponente de su madre que se acercaba por el camino desde la casa.
 
Ah, Matrona Ulfsson. Alta y fuerte, su complexión era muy parecida a la de su hija salvo por el cabello rubio. Aún así tenían los mismos ojos, la misma mirada indomable. Canciones se habían escrito sobre aquella mujer. Sobre su fuerza y su destreza en combate, comparable a la de las mismísimas valkirias. ¡Era una leyenda, una heroína nacional! Incluso después de haber perdido una pierna y haberse visto obligada a retirarse de la vida del guerrero, su presencia seguía imponiendo respeto.
 
De hecho, incluso Hange se sentía un poco intimidada por aquella mujer alta y hermosa que ahora mismo no ponía cara de estar muy contenta. Ni siquiera su hija se salvaba de ese efecto al parecer.
 
—¡Mamá! —exclamó Shruikan de una forma chillona muy poco propia de ella —. ¡¿Qué haces aquí?! ¡Deberías estar en Invernalia!
 
—¿A ti qué te parece? —respondió ella de una forma que hubiese podido cortar el hielo —. Hange me ha dicho que te has estado negando al intercambio con Balamb. ¿Se puede saber por qué?
 
Lo último lo dijo con ese tono suave que tenían las madres cuando estaban poniendo a prueba a sus hijos. Shruikan sabía que estaba en un aprieto así que meditó su respuesta detenidamente, mordiéndose el labio inferior.
 
—Es que… no quiero…
 
Antes de que pudiera siquiera elaborar un poco más sus palabras, su madre le dio una colleja rápida y mortífera.
 
—¡Ah! ¡¿Pero por qué me pegas?! —exclamó la Seed, llevándose las manos a la cabeza y encogiéndose más siquiera.
 
—¡Serás cazurra! ¡¿Que te crees que “porque no quiero” es un motivo válido para no cumplir con tus obligaciones?!
 
Hange observaba el diálogo familiar con un deje de curiosidad y perversa diversión. No es que tuviera algo en su contra, pero era muy divertido ver como Shruikan, siempre tan descarada y propensa a hacer las cosas como le daba la gana, se volvía así de sumisa con su madre.
 
—¡Pero mamá! —Por el tono de su voz, Shruikan estaba cada vez más desesperada —. ¡Fíli y Kíli no están, ¿qué se supone que voy a hacer sola en Balamb?!
 
—¿Y qué, es que acaso no sabes hacer nada sin tus primos, eh? —Matrona no tenía piedad, y le propinó otra colleja —. ¡Te he educado mejor que eso! ¡Harás equipo con quien te toque y se acabó!
 
—¡Pero…!
 
—¡Ni peros ni peras! —La voz de la mujer era terminante —. ¡Irás a Balamb, mostrarás el orgullo de nuestra nación y de nuestra família, o te juro, Shruikan Dwalindottir, que nunca volverás a pisar la casa que te vio nacer!
 
—¡Vale, vale! ¡Para! —se rindió la Seed al ver como su madre volvía a alzar la mano —. ¡Iré, iré! ¡Pero deja de pegarme! ¡Por favor, no te saques la pata de palo!
 
A dos metros de distancia, Hange se aplaudió mentalmente. ¡Debería haber avisado a Matrona desde el principio! Las cosas hubiesen sido mucho más fáciles de esa forma.
 
Su sonrisa de satisfacción no desapareció en todo el rato que Shruikan tardó en hacer las maletas bajo la supervisión de su atenta madre, que se aseguró que se llevara suficientes calcetines.
 
—Necesitarás un vestido para el baile —le informó la instructora en medio del proceso.
 
Shruikan le dirigió una mirada asesina. No iba a dejarle pasar esa traición en mucho tiempo, Hange lo sabía. Adivinaba quién no iba a responderle las próximas postales.
 
—Sólo tengo UN vestido, así que la elección es fácil —dijo la chica, de mal humor, abriendo el armario.
 
—Pero hija, ¿seguro que quieres llevarte ése? —Ahora que su hija hacía lo que ella quería, Matrona se mostraba mucho más sosegada. Eso no le impedía intervenir en las decisiones de vestimenta de Shruikan con gesto crítico —. No creo que encaje con la moda de Balamb. ¿No crees que deberías comprarte uno? Podría dejarte mi vestido de boda.
 
—¡No pienso llevarme tu vestido de boda! —chilló Shruikan, mirando a su madre como si estuviera loca —. ¡Me llevo éste y punto! ¡Y si a los de Balamb no les gusta, que se pongan hojas!
 
Embutió la ropa con rabia (pero con cautela, que era su único vestido y le gustaba) y terminó de hacer las maletas.
 
Fue poco más lo que se llevó. Varias mudas a parte de la ropa de viaje que llevaba puesta, hecha de lana y piel. Su espada y su escudo redondo, de madera revestida de acero, terminaron de rematar el conjunto.
 
Tenía una expresión huraña mientras su madre le hacía un repaso de arriba a abajo. Le ajustó el cuello de la chaqueta, le arregló un par de mechones, le alzó la barbilla y sonrió.
 
—Muy bien —le dijo.
 
Shruikan sólo gruñó. Hizo contorsionismo para evitar el beso de despedida de su madre, pero nunca tuvo mucha flexibilidad, así que terminó con la mejilla húmeda. Se la frotó con irritación mientras se dirigían al carromato de Hange.
 
—No te preocupes que me quedaré yo aquí en tu lugar —le dijo Matrona, mientras se alejaba, tratando a su manera de aliviarla —. Estaré tullida, pero aún puedo encargarme de los animales salvajes.
 
Shruikan hizo una mueca, se giró para mirar a su madre por encima del hombro, que le dirigía una sonrisa afectuosa. Por un momento su expresión se relajó y pareció que la Seed fuera a decir algo antes de recordar que se suponía que estaba enfadada y volver a girarse con brusquedad.
 
Eso era despedida suficiente.
 
—Espero que quien sea que me hayas asignado de compañero sea gente decente —dijo al subir al carromato. Notaba un peso en el corazón que se iba acrecentando por momentos, un nerviosismo que no sabía de dónde venía.
 
—Oh, no te preocupes —le dijo Hange desde el asiento del conductor —. Te encantarán, ya verás.
 
La sonrisa y la forma en la que lo dijo le aseguraron a Shruikan que no, no le iban a encantar. Suspiró y dejó reposar la mejilla contra la madera pulida y oscura. El carro se puso en marcha. ¿A qué clase de tortura mental había accedido?
 
Por su parte, Hange no podía estar más satisfecha y arreó los caballos con alegría.
 
Una menos. Sólo faltaban otros dos.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shura on June 29, 2017, 03:27:02 PM
Aporte de habitaciones!  ;D



No sólo estaba el hecho de convertirse en Seed, tocaba también una parte importante en aquellos jóvenes, una transición a la madurez que les acarrearía responsabilidades, nuevas labores y una independencia, la cual comenzaba en el mismo momento de ser ascendidos...
-¡KORA! -Shura había encontrado una mochila vacía dentro del armario, la sujetaba como si se tratase de una bomba a punto de explotar y su compañera observaba el objeto de igual manera horrorizada.
-¡SHURA!  -Se cubrió el rostro como si aquello hiciera desaparecer la espantosa situación por la que iban a pasar: después de demasiados años juntas, había llegado el momento de que cada una tuviera su propio dormitorio. Era el primer paso para la independencia, pero no por ello lo iban a llevar mejor. -¡Tira esa mochila! ¡No vas a echar nada más en ella!
-No quiero hacerlo, pero... -Se mordió el labio inferior intentando reprimir todos los recuerdos de todos aquellos años juntas, ¡hacía apenas un mes que compartían una cuenta de Xbox LIVE para entre las dos acumular logros y así picar al resto de compañeros! ¡Tenían tantos planes por delante!
Pero... no eran las únicas que durante los años del Jardín habían intentado rebelarse contra esta norma... y éstos habían sentido el látigo de Franziska haciéndoles madurar a base del restallido que este provocaba.
Kora miró a su alrededor desorientada, comprendiendo donde quería llegar esta con aquellas palabras. ¡De igual forma no era justo!
-Pero... ¿quién te va a enseñar a maquillar si no soy yo?
-¿Y quién me ayudará a madrugar si no eres tú? -La morena bajó los hombros deprimida.
-¿Y quién me sacará logros si no eres tú? -Yuri se reiría de ella cuando la remontase...
-¡Pero si tú juegas bien! -Shura la tomó de las manos, emocionada.
-¡No! Tú eres la buena jugadora. -Kora suspiró al decir aquello.
-No, tú.
-Calla tonta... -La peliblanca sonrió un instante antes de que aquella máscara cayese con ella arrugando el labio intentando contener las lágrimas.
Ambas se abrazaron para consolarse, resignadas a lo inevitable que era aquel paso para hacerse mayor en Balamb.

El drama se repetía en otros dormitorios...
-¿De verdad tenemos que limpiar el dormitorio antes de dejarlo? ¿No podríamos pegarle fuego y ya está? Quemar toda la basura, digo yo. -Dante pensaba en todos los años y años que había acumulado cosas debajo de su cama y al fondo de su armario.
-Opino lo mismo, o también podemos dejar un patrimonio de nuestra presencia para las generaciones futuras que lo ocupen. -Yuri le alargó la bolsa de basura más grande que hubieran visto en su vida.
El peliblanco la agarró emocionado cuando otra de sus absurdas ideas se le cruzó por la mente, poniéndose la bolsa por encima del cuerpo cubriéndose desde la cabeza hasta algo menos que por encima de la cadera.
-¡Yuri, mira! ¡Yuri! ¡Soy un condón gigante!
El mencionado lo vio correr por la habitación más bien aparentando ser un fantasma de color negro que corría y gritaba desquiciado moviendo los brazos dentro de la bolsa como si le faltase el oxígeno. El brillo de la malicia atravesó los ojos de Yuri que esperó a que éste pasase cerca para darle un manotazo donde pensaba que tendría que tener la cara, deteniendo en el acto los gritos y la broma del otro que se quitó la bolsa de encima para ver con que se había golpeado.
-¿Qué ha pasado? -Como resultado tenia el pelo desordenado y una marca roja en la frente por el manotazo.
-Nah, te habrás chocado contra algo... ¡ey, Dante! ¡Mira esto! -Ignoró los insultos del otro que no había picado con la excusa que le había ofrecido, para alzar por encima de su cabeza algo que se encontraba en el fondo del armario; una trompeta de plástico alargada, que había sido objeto, años atrás, de la peor tortura que habían podido ofrecer al Jardín y el consecuente peor castigo que Franziska hubiera tenido que aplicar: la vuvuzela.
El peliblanco enmudeció un segundo para abrir la boca poniendo los ojos como platos, para que al segundo siguiente la euforia les recorriera a ambos por aquel hallazgo.
-¡Déjame tocarla, Yuri! ¡Ohhh! ¡Qué grande!
-Creo que había otra... ¡sí! -Le entregó la de color rojo a su compañero y él se hizo con la de color negro, en sincronización llenaron sus pulmones de aire para hacerla sonar al unisono con toda la fuerza posible, como si del bramido de un elefante se tratase.
Casi se quedaron sin aire en los pulmones antes de parar de soplar para ponerse a reír, probablemente aquellas dos vuvuzelas fueran las últimas existentes en el Jardín... y la verdad que era culpa suya.

Flashback---

El profesor, un amable anciano de Ciudad Capital de Balamb, se encargaba voluntariamente aquel día de darles a los jóvenes aspirantes una clase de historia, sus alumnos rondaban los trece o catorce años, y el anciano se sentía satisfecho y orgulloso del silencio que había mientras él explicaba la lección de aquel día.
-¿Alguien podría recordar en que año empezó la Guerra Civil de Aetheria que a día de hoy aún se libra?
Yuri y Dante se miraron inquietos haciendo esfuerzos por no reírse frente a lo que tenían planeado... no recordaban bien quién había dado la respuesta, pero la señal auténtica estaba en la afirmación del profesor, ¡ahora!
-¡Felicidades! -Ambos se pusieron en pie provocando en el acto el sobresalto del profesor y que toda la clase girara para observarles. -Hay que celebrarlo... ¡con el festival de la vuvuzela!
Al unisono, comenzaron a tocar el dichoso instrumento que habían estado escondiendo toda la mañana debajo del pupitre, el sonido de aquellas espantosas trompetas se alzaba por encima de las risas, el alboroto de los alumnos y los gritos del profesor que intentaba abrirse paso hasta ellos alzando el bastón como amenaza, la clase parecía venirse abajo cuando salieron corriendo de clase tocando por los pasillos y provocando que más alumnos asomasen la cabeza y salieran a ver que sucedía. Lo que era caos ellos lo interpretaban como una fiesta improvisada a la que el resto de alumnos se sumó, ya acostumbrados... porque aquella era la tercera vez en lo que iba de semana que iban con aquello del "festival de la vuvuzela". Pero aquella vez iba a ser diferente de las otras dos... Franziska había estado patrullando por los pasillos convencida de que los culpables de aquel escándalo tarde o temprano volverían a las andadas... Yuri y Dante habían caído de lleno en la telaraña de Franziska... y aquel día fue el último del "festival"...
La verdad es que fue el último día de cualquier festival...

Fin del flashback---

Yuri puso los ojos en blanco intentando evitar que se le humedecieran los ojos al recordar el dolor por el que habían pasado aquel día... él y su amigo habían compartido muchas escenas como aquellas, habían provocado muchos más dolores de cabeza de los que se pudieran contar, habían hecho que el Jardín invirtiera mucho más en reparar lo que ellos rompían de lo que al mismo director le hubiera gustado... habían compartido muchos momentos felices, muchas conversaciones, alguna que otra pelea y demasiados recuerdos entre aquellas cuatro paredes.
El moreno suspiró, no es que se hiciera viejo sintiendo nostalgia por el pasado, pero se daba cuenta de que esas cosas ya iban a quedar atrás...
-Ay Dante... te voy a echar en falta. -Iba a decir "te voy a echar de menos" pero algo tan profundo como lo que sentía no iba a salir de sus labios.
-Ya... yo también... me echaría a mí mismo de menos. -El peliblanco dibujó una sonrisa de suficiencia en sus labios tampoco diciendo lo que pensaba realmente. Chocaron sus manos estrechándolas con fuerza en un pequeño forcejeo entre ambos mientras Yuri le daba golpes en el hombro para animarle.
-¿Recogemos de una vez? Tengo curiosidad de saber qué es lo que hay debajo de tu cama, lleva unos meses que todo lo que sale de ahí huele a muerto. -El moreno se separó alcanzándole una vez más la bolsa a Dante que ya se había agachado para comenzar a desalojar aquel espacio.
-¡Yuri! ¿Cuándo fue la última vez que pedimos pizza de anchoas?
-Puag, -el moreno se llevó los dedos a la boca fingiendo que vomitaba. -Hace años y no quisiera repeti... ¿estás de broma, no? -Esperaba que éste no hubiera sido capaz de guardar aquellas sobras tanto tiempo.
-¡AH! -Ya con medio cuerpo metido bajo la cama de rodillas como estaba, la sacudida que le recorrió fue visiblemente patente. -Algo se ha movido aquí abajo... hay una mancha de color negro debajo de la cama.
-Dante... sal de ahí anda... -Material radiactivo tendría que haber ahí abajo por lo menos, su compañero iba barriendo con el brazo sacando ropa, botas, basura variada, papel de regalo de cumpleaños...
-Espera... la mancha dice que se llama Eddie... que quiere ser mi amigo y... ¡AAHH!
-¿¡Qué pasa!? ¡Dante sal de ahí! -Su intención era agarrarle del alto del pantalón y tirar de él hasta obligarle a salir, pero la basura acumulada a los pies de este mermó todas las habilidades para hacer aquello y acabó tropezando mientras hacía aspavientos con los brazos para intentar mantener un precario equilibrio que no le hiciera caer contra toda aquella basura... para acabar aterrizando sobre el cuerpo de su compañero Dante aún de rodillas, haciéndose un daño terrible en la pelvis cuando ésta había chocado contra las nalgas de este.
-¡AH! -Dante chilló de verdad sorprendido por aquello, intentando reincorporarse en un acto reflejo para acabar golpeándose contra las lamas de la cama en la cabeza tan fuerte que se le saltaron las lágrimas. -Aaahh... -Sus quejidos ahora sonaban ahogados... aquella vez la broma le había salido definitivamente mal.

Los ruidos de las vuvuzelas de antes sumadas a los gritos y a los golpes, acabaron por llamar la atención del resto de compañeros que convivían en la zona de dormitorios masculinos, pero sólo dos almas inocentes pensarían que algo malo podría haberles pasado a Yuri y Dante en su dormitorio después de haber armado jaleo, Shun y Prince recorrieron la estrecha distancia que separaba las puertas de sus dormitorios, abriendo la puerta en el instante en que el moreno aún estaba sobre el otro, con ambos gimiendo de dolor por sus respectivos golpes. La verdad que a ojos de alguien ajeno, aquella situación resultaba algo así como un poco bizarra...
-Shun, no mires. -Prince se dio la vuelta empujando a su compañero para que no se asomase dentro de la habitación.
-¿Están bien? -El peliverde miró suplicante hacia Prince aún más preocupado que antes por la reacción de éste.
-Estamos bien, gracias.
-Gracias.
Dante y Yuri hablaron al unisono al reconocer la voz del joven Seed, aún doloridos y en la misma posición. La respuesta que recibieron fue el portazo que dio Prince al salir de la habitación, posiblemente indignado de haber creído que algo malo había pasado cuando realmente ambos compañeros estaban haciendo el idiota una vez más.

Yuri hizo malabarismos aún retorciéndose de dolor mientras Dante reptaba para salir de debajo de la cama tocándose la cabeza donde se había dado el golpe y mirándose las yemas para comprobar que se había hecho una pequeña herida que ya había dejado de sangrar gracias a su capacidad de regeneración, atravesando toda la basura, fue a quedar sentado en la cama de Yuri junto a éste, ambos en silencio y mirando aquel estercolero.
-¿Nos vamos a comer algo?
-Vale.

***

-¡KORA! -De dramas iba sobrado Balamb, y en aquel momento el dramatismo de la peliblanca era contagioso hasta para Shura que ya había terminado de perder los nervios cuando recogieron los sobres que indicaban en que dormitorio iban a estar asignadas cada una y la llave del mismo, todas sus cosas estaban ya trasladadas, no había vuelta atrás.
-¡Ábrelo tu primero! -Kora se quedó muy tiesa en el sitio, como si se estuviera preparando para que le pusieran una vacuna.
-No puedo... ¡hagámoslo las dos al mismo tiempo!
-Vale, a la de tres... una, dos y... ¡tres! -Shura sacó la nota del sobre sintiendo un sudor frío al ver el número ocho impreso en el papel.
-¿Qué te ha salido? -El sobre de la peliblanca permanecía bien cerrado mientras se asomaba por encima del hombro de su amiga. -¡El ocho!
-¿¡Por qué no has abierto tu sobre!? -Puso el grito en el cielo indignada con aquello y autoconvencida de que aquello iba a traerles mala suerte y quedarían separadas para siempre.
Kora retrocedió unos pasos negando con la cabeza, arrugando el entrecejo adoptando el rostro de los héroes que en el fatídico momento se sobreponen al intenso dolor antes de lanzarse a una muerte segura.
-Este es el fin... -Abrió su sobre sacando el papel de su interior... con el número siete.
Shura tuvo que parpadear un par de veces y contar mentalmente para asegurarse de que ambos números estaban seguidos.
-¡Separadas para siempre! -Kora vivía en el drama del momento sin reparar aún en la continuidad que tenían ambos números... corriendo por los pasillos para ir a sufrir en su nueva soledad en aquel dormitorio desconocido, incapaz de mirar a la otra, dejándola atrás en su carrera, abriendo la puerta con mano temblorosa y lanzándose entre las bolsas y cajas que había encima de su nueva cama a sufrir en silencio. -Estoy... tan sola... -sollozó sufriendo aquellos primeros segundos de soledad... nada iba a ser lo mismo sin su amiga a su lado...
-Kora... ¡Kora! -La voz de Shura atravesaba la pared que separaba el dormitorio de las dos.
-Ah... es como si aún escuchase su voz... -Pero la voz fue acompañada de varios golpes en la pared, haciéndole reparar (por fin) en la proximidad de ambos dormitorios, Kora se revolvió sobre la cama tirando al suelo un par de cajas por la emoción y comenzando ella también a golpear la pared para comunicarse. -¡Shura!
-¡Seguimos juntas! ¡Siii!
-No hay muro que nos pueda separar, -aunque Kora no decía lo mismo hace escasos tres segundos... -¡Ni pared que nos pueda silenciar! UoooouuuOOOOhhh -Kora empezó a improvisar una canción porque sí, porque le parecía bonito y apropiado dejarse llevar por aquella euforia. -Oh-oh-oh caught in bad romance~
Primero se escuchó un portazo del pasillo justo enfrente de sus habitaciones, luego otro directamente del dormitorio de Kora mostrando a un pequeño tornado de coletas rubias que era en aquel momento Neko.
-¡Basta de euforia y escándalo! ¡Coñe ya!
-Oooh-oouuuuh-ouuuh estoy en un romance jodió!! -Shura desde el otro dormitorio continuó improvisando la canción con el mismo ritmo que había marcado anteriormente Kora sin enterarse (de verdad, que Shura esta en la parra) de la que le había caído a la peliblanca por parte de la rubia.
-Esta también... -Neko frunció el ceño y salió corriendo a la habitación de al lado seguida por Kora para justo ver como había abierto y se había lanzado contra la chica en pleno placaje sobre la cama de esta para obligarla a callar.
-Son como niños... -Kora desde el marco de la puerta se abanicó con la mano poniendo pose de chica madura, negando al mismo tiempo con la cabeza con gesto maternal.




La tontería del insomnio en Balamb presenta:
La hora del almuerzo (comer e ir al baño es lo que más se hace en esta vida, pero para una escena social aceptamos mejor lo primero que lo segundo. Salvo que seas romano, claro. Un besito para todos los romanos. *Marco Bruto, cuchillo en mano* -Y otro para ti Shura.)

Hora del almuerzo del último día para recoger y trasladarse de dormitorio.
-No de verdad, YO necesito ayuda para terminar de recoger mis cosas, mírame, -Dante se señalo la cabeza donde tenia una venda rodeandole la frente mientras hablaba con algunas de las compañeras Seed que como él habían sido ascendidas hace poco. -Me he herido, y he tenido que ir a la enfermería, sangrando y todo, estropeando mi peinado, y...
-El nene tiene pupa. -Kora hizo el comentario mientras le daba toquecitos en la cabeza del mismo modo que se haría para consolar a un perro... pero Dante las tomo a bien poniendo, más si cabe, una fingida pose de dolor sacando el morro.
-Pero tu tienes regeneración, la herida no ha tenido que durar ni medio minuto. -Neko apostillo aquello más acertadamente de lo que las ansias de protagonismo del otro le hubiera gustado.
-¡Pero ha sido medio minuto de intenso dolor!
-Y que vamos... lo de regenerarte no atañe a las neuronas, ¿a que sí?

---Cut *antes de que lluevan tomates.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on June 29, 2017, 03:34:33 PM
Baton pass ★! /choca esos cinco kiwi

Siguiendo el post de habitaciones de Shura :>



Después de la reprimenda de Neko, Kora decidió seguir con sus cosas. De pie en la puerta de su nuevo dormitorio, examinó bien la habitación. Tamaño decente, bien iluminada y con la cama al lado de la pared. Le parecía justo y apropiado para ella (ignorando que el resto de dormitorios estaban igualmente acomodados), por lo que se dispuso a la parte más importante: colocar todas sus pertenencias.

- A ver...

Habían llevado las cajas que había preparado el día anterior. Con sólo dos días para el traslado, y uno de ellos sin contar por ser precisamente el baile, había tenido que tomarse unas pocas prisas con ello. El contenido de cada caja estaba organizado muy por encima. La ropa con toda la ropa, libros, juegos y CDs todos juntos, aparatos como la consola, el portátil y diversos cargadores en un maletín, el maquillaje y accesorios en neceseres, la decoración en una bolsa que no sabía ni como no se había perdido por el camino, peluches metidos a presión en una sola caja (el Señor Abrazos iba a acabar con el cuello roto), cosas viejas con cosas viejas...

Decidió empezar con lo esencial, y por ello se dirigió hasta la gran bolsa de plástico. Sacó metódicamente sus pósters acumulados tras años comprando revistas, y se dispuso a repartirlos a través de las paredes. El proceso hasta cubrir el setenta y cinco por ciento (aprox.) de la pared de la habitación con sus cantantes preferidos y modelos enseñando abdominales le costó una media hora, pero viendo el resultado, decidió que fue un tiempo bien aprovechado. Bajo la supervisión de elegantes y hermosas divas, como ella, y atractivos adonis, siguió con su tarea.

- Habrá que pegar un repasito a esto.

La habitación era nueva, probablemente habrían abierto la planta hacía poco o incluso la estarían estrenando las nuevas graduadas Seed. Probablemente el personal de limpieza había pasado poco antes de que les dieran las llaves, aunque Kora podía distinguir una fina capa de polvo sobre la madera de los muebles. Como el destino tendría que esforzarse más si quería pillarla desprevenida, buscó en sus cosas hasta encontrar un pañuelo, atándoselo a la cabeza para que el pelo no le molestara tanto, y luego sacó de una caja un plumero desplegable que había preparado.

Empezó pasando el plumero por el escritorio, preparándolo para poner sobre él su portátil y al lado, juegos y CDs. Lo siguiente fue la estantería, anotando mentalmente conseguir otra cuanto antes, y dejó allí los libros que había traído. Novelas profundas y de gran contenido, tales como "El beso del príncipe", "El príncipe a través de la noche", "El príncipe que vino del frío", entre otras como la saga de Highlanders que le regaló Shura por su cumpleaños o los manuales de yoga y pilates.

- Yo que soy tan guapa y artista... - Empezó a canturrear una de sus canciones preferidas, sobretodo por lo identificada que se sentía con la letra.

Los peluches cayeron sobre la cama, después de que tirara de las sábanas y sacudiera la almohada, como una lluvia de felpa, quedando en un orden natural. Dejó el contenido de su joyero en el escritorio también, maldiciendo interiormente a quien fuera que no le había traído aún el espejo de su habitación. El maquillaje fue repartido en el armario del baño, donde fue parar también el secador y los cepillos que tenía.

- ...Yo que me merezco un príncipe o un dentista...

Ordenó la ropa con una perfección que habría hecho palidecer de envidia a la subdirectora Franziska, especialmente por el poco tiempo que le costó teniendo en cuenta la cantidad que era, tal era la afinidad de Kora con la moda. Y así, sólo le quedaba una última cosa por hacer.

La caja con cosas viejas había sido colocada al lado de la cama, y Kora prefirió acomodarse en el suelo para poder abrirla y repasar su contenido con calma.

Efectivamente, dentro había cosas que ni siquiera recordaba que existían. Todo a lo que no le había encontrado un lugar en su habitación pero no había tenido corazón para tirar a la basura desde que entró al Jardín, tres años atrás, había ido a parar a aquella caja. Abrirla iba a ser como un viaje en el tiempo, y ya casi empezaba a sentirse melancólica a pesar de que apenas la había abierto.

Primero sacó una foto enmarcada con sus padres y Graham de un día que fueron a la feria. Pasó los dedos por el rostro de la mujer, enmarcado por su precioso pelo negro, imaginando lo orgullosa que se sentiría al verla graduada como Seed.

- Qué guapa era mamá... menos mal que he salido a ella.

Aquella vez sí le encontraría sitio. Decidiendo que la colocaría en la estantería, la dejó en la cama temporalmente para ponerla bien luego, y siguió buscando en la caja. Sacó un par de muñecos y joyería que ya no usaba, y lo siguiente que volvió a llamar su atención fue un papel doblado que contenía una conversación escrita entre ella y Yuri de un día que estaban aburridos en clase. Sonrió mientras la releía, recordando aquellos días que parecían tan lejanos en aquel momento, y la volvió a doblar antes de dejarla junto a las otras cosas descartadas.

No había demasiadas cosas dentro, y pronto pudo ver el fondo de la caja. Y entonces, justo debajo de una muñeca de tela que había hecho ella misma, lo encontró.

Sus manos temblaron, y casi no consiguió hacer que sus dedos rodearan la cajita de cartón de colores un poco desvaídos por el tiempo. Habían pasado años desde la última vez que lo viera, pero el recuerdo había permanecido como una huella imborrable en su corazón. La alzó en alto, varios centímetros por lo alto de su cabeza como si fuera a iluminarla. Y la voz de su hermano resonó en su cabeza.

"Hace ya mucho de eso, lo habrás perdido. No creo que esté ahí ya."

Princess Debut había sido un juego para una consola portátil que Kora tenía cuando era una niña, el cual narraba las aventuras de una joven que inesperadamente descubría que era una princesa y debía, además, escoger entre los apuestos pretendientes que acudían a ella atraídos por su belleza y encanto. Kora había conseguido desbloquear todos y cada uno de los finales, y aunque creció y dejó aquella consola de lado una vez surgió la nueva generación, el juego siempre había permanecido en sus recuerdos. Había sido, además, el regalo que Graham le había hecho por su décimo cumpleaños.

No estaba segura de cuándo había perdido de vista el juego, pero aparentemente había sido al llegar ella al Jardín, y ya no importaba. Lo había encontrado.

- Oh, Graham... - Apretó la caja contra su pecho, abrazándolo mientras emitía un agudo gemido que parecía casi un ultrasonido, y se levantó de un salto. Kora no se sentía eufórica, era la euforia misma en persona. - ¡Sí que está! ¡¡SÍ QUE ESTAAAAAAAAAAAAAAAÁ!! ¡¡AAHH!!

**

Convencer al Comandante del Jardín de Balamb de que dejara de hacer avioncitos de papel para lanzarlos por la oficina y se pusiera a terminar el papeleo era un trabajo que Apollo Justice pensaba que no le correspondía a él. Al menos no con el sueldo que le pagaban.

- Comandante Aker, por favor, es necesario que de el visto bueno a el presupuesto para aumentar el arsenal de rifles de asalto. - Insistió Apollo, con los documentos en la mano. Graham, mientras, doblaba la punta del avión que minutos antes había sido el informe de una misión.
- ¿Y eso no lo tendría que hacer la dirección?

Apollo resistió el impulso de echarse a llorar al recordar lo frustrante que había sido intentar hablar con el director del tema. Al menos el Comandante estaba despierto. Aprovechando aquellos segundos, Graham lanzó el avión de papel al aire... el cual fue a estrellarse justo en la amplia frente de Apollo. El Comandante pareció divertirse por unos momentos para volver a su expresión de aburrimiento infinito.

- Busca a otro que te lo firme. - Dijo Graham, con un movimiento de mano. - O fírmalo tú.
- ¡Yo no puedo, señor! - Replicó Apollo, horrorizado. Ante la respuesta, Graham bufó, exasperado. - Por favor, no va a ser tan duro. Tan sólo es leerlo, coger el bolígrafo y-

La puerta se abrió repentinamente, estampándose contra la pared y haciendo temblar todos los cuadros que había colgados e impidiendo que Apollo llegara a recitar el tercer paso de la difícil tarea que era firmar documentos. En la oficina entró con zancadas largas y rápidas la joven hermana del Comandante al grito de 'SÍ QUE ESTÁ', con tal potencia que casi hizo que las Cuerdas de Acero de Apollo se sintieran ligeramente ofendidas.

- ¡¡Graham!! - La chica puso las manos sobre la mesa del Comandante, y apoyándose en ella dio unos saltitos. - ¡Graham, sí que está!
- ¿El qué?

El Comandante parecía mucho más entusiasmado con lo que fuera que su histérica hermana tuviera que decirle que con su tarea. Probablemente no le interesara mucho lo primero, pero no iba a renunciar a una excusa para distraerse. Y su atención era más que suficiente para la chica.

- ¡¡Princess Debut!! - Kora extendió los brazos, plantando la caja de un videojuego antiguo frente a la cara de su hermano, que lo empujó un poco con la mano para verlo bien. - ¡Lo he encontrado en la caja de cosas viejas! ¡Ni siquiera sabía que estaba ahí! ¿Te acuerdas, hermano?
- ¿No te lo regalé yo?
- ¡¡Sí!! ¡Y dijiste que lo habría perdido y que ya no estaría! ¡Pero sí que está! ¡Sí que está, Graham!

La euforia de la chica no duró demasiado, porque el restallido del látigo de la subdirectora anunció su llegada a la escena, previamente advertida por el furioso resonar de sus tacones que habría podido ser escuchado de no ser por los gritos de Kora.

- ¡¡Kora Lionheart!! ¿¡Es que nunca podremos tener un día perfecto!? ¿¡Qué significa esto!?

Apollo hundió la cabeza entre las manos. Tenía la sensación de que iba a acabar siendo él quien pagase los platos rotos, como solía ocurrir en aquella casa de locos que era el Jardín de Balamb.

Horas mas tarde, mientras la amable enfermera de cabellos cobrizos curaba las marcas de latigazos en su espalda, comprobó que estaba en lo correcto.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on June 30, 2017, 10:57:03 AM
Traigo esto! —tose un pulmón radioactivo— eh.. no, eso no, ésto otro lleno de letras \xvxU




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Raiko había llegado al dormitorio femenino del Jardín hacía apenas diez minutos. Lo único que llevaba consigo era el equipaje de mano y el petate, de donde colgaba bien protegido con su bolsa el traje que su instructora le había regalado con motivo de su ascenso a Seed. Su otra maleta, así como el baúl que otra muchacha que también se trasladaba desde el Jardín de Invernalia había dejado a su cargo para aquel viaje, los había dejado en la recepción del Jardín, después de asegurarse que estaban bien señalados como de su propiedad y aún así sin llegar a fiarse del todo, a la espera de que la trasladaran a la habitación que le sería entregada la mañana después del Baile.
 
El edificio era grande y estaba bien equipado, no en vano lo habían construido hacía pocos años, y por el número de habitación que tenía impresa su llave podría jurar que habían abierto una nueva planta para las recién graduadas Seeds. Eso o había tenido suerte en el reparto. Le gustaba tener las salidas cerca, aunque en casos extremos siempre podía usar la ventana.
Fue por eso mismo que lo primero que hizo al entrar al cuarto había sido llenar sus pulmones con los olores que le esperaban en él, certificando así que era, como había pensado en un principio, de primer uso. Después se fue directa hacia la ventana para abrirla y mirar lo que había debajo de ella.
 
—Un árbol. —sonrió un poco estudiándolo en más profundidad— Bien, me gustan los árboles.
 
Eran buenos para acolchar una caída, daban buen cobijo durante tormentas, mientras no fueran eléctricas, y se podía trepar a ellos para tener un momento de paz, a menos que Gaudy descubriera su escondite. Aquel rubio trepaba demasiado rápido, teniendo en cuenta su masa muscular. Y algunos hasta daban fruta comestible o proyectiles para su querido tirachinas.
 
—Que sea una morera... —susurró— O un castaño. Las castañas tienen el tamaño perfecto para lanzar...
 
Y además eran lo suficientemente resistentes como para soportar el impacto contra la dura cabeza de su compañero de equipo sin romperse. Y asadas sabían tan bien... Las castañas eran espléndidas.
 
—Eso, mejor que sea un castaño... —arrugó la nariz antes de echarse hacia atrás para contemplar las vistas en su totalidad— Hmnn. No está mal.
 
Su habitación daba al patio interno del dormitorio, pero estaba en el último piso. Dicho patio interior era amplio y tenía un jardín con una fuente más bien grande en el centro. Zonas de césped, bancos, árboles, arbustos y alguna que otra comodidad más. El jardín interior estaba abierto a todos los públicos, no así el edificio en su totalidad.
Tendría que explorarlo más tarde. Aún se tenía que acostumbrar a ese tipo de ciudades modernas, y a Balamb en concreto. De alguna forma estar allí le hacía añorar un poco más su hogar.
 
Raiko agachó un poco la cabeza, localizando su equipaje con el movimiento. Volvió a levantar el mentón y expulsó el aire de sus pulmones por la nariz con fuerza. Era hora de deshacer la maleta.
 
Tuvo que hacer un considerable esfuerzo para levantarla a peso y ponerla encima de la cama, pero abrirla no fue tanto problema como moverla. Se rascó la parte trasera del cuello mientras miraba toda la ropa apilada. Tampoco tenía tanta, pero Jean le había obligado a llevársela toda.
 
«Una nunca sabe lo que puede pasar.»
 
Antes de sacar nada de su sitio, Raiko se dirigió al armario empotrado y lo abrió de par en par. Se llevó la agradable sorpresa de encontrar perchas nuevas de madera esperándole. No pudo evitar tocar una con el índice y hacer fuerza hacia abajo para verla balancearse de un lado a otro.
 
—Je, je... —se rió bajito, sintiéndose demasiado infantil para la edad que tenía.
 
Sacó la lengua al tiempo que se encogía de hombros y agarraba una muñeca con la otra mano en la parte trasera de su cuerpo. Se giró, andando a pasos largos hacia la maleta, para empezar a colocar la ropa en su sitio. Pero después de levantar el primer pantalón vio algo que hizo que su sonrisa se le congelase en los labios.
 
Raiko apartó un jersey que estaba en el camino y acarició el cristal del portaretratos, delineando el rostro pintado de su padre. Sacó el objeto de la maleta y lo agarró por el marco con las dos manos. Anduvo hasta el escritorio y dejó caer los brazos poco a poco, sin apartar los ojos del rostro serio de Sturm.
 
—Padre... —murmuró— Papá.
 
Un grito inesperado procedente de alguna de las habitaciones vecinas le hizo dar un pequeño salto. Parpadeó confundida.
 
—Creo que no vamos a tener mucha paz aquí, padre... —suspiró mientras le sonreía a la pintura.
 



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—Desde luego... —se quejó Neko mientras cruzaba los brazos y fruncía los labios, echando su cuerpo un poco hacia delante. Una de sus coletas resbaló desde su hombro hasta mantener una posición vertical delante de su pecho— Siempre igual.
 
Suspiró cansinamente con aire de resignación, frotando el pómulo derecho con la yema del dedo índice y pivotó sobre su pie izquierdo, dándose la vuelta para volver directa a su habitación. En ese momento estaba rememorando su vida para ver por cual de sus pecados el Karma había decidido que su cuarto iba a estar frente al de Kora. Preveía noches de histeria mientras oía a la otra Seed gritar de emoción cada vez que conseguía un logro en un juego o mil posibilidades más.
Abrió los ojos un paso después sólo para sorprenderse al ver que la puerta que quedaba en frente estaba abierta.
 
—Oooh... —pronunció estirando la sílaba mientras ladeaba la cabeza.
 
Cuando había llegado, hacía unos veinte minutos, aquella puerta estaba cerrada y no había oído ruidos.
 
—Así que tengo vecina... —murmuró entre dientes, acercándose despacio y con la curiosidad reflejada en su rostro.
 
Sus pasos fueron cortos y ligeros. Se asomó por el hueco entre la puerta y la pared, pudo ver movimiento en el interior, así que pegó el cuerpo a la puerta y parpadeó, fijando los ojos en la figura que cambiaba el peso de pie frente a un escritorio. Tenía el pelo rojo. Neko sonrió de forma inconsciente y pensó que era ligeramente más oscuro que el cabello de Fujimiya.
 
Levantó un poco el puño y llamó dos veces seguidas a la puerta con los nudillos. La pelirroja se giró con los ojos entornados y una expresión fiera en sus facciones. Neko parpadeó otra vez.
 
«Oh.» volvió a pensar mientras le dedicaba una sonrisa pequeña pero amable. Neko no se asustaba de las caras de par de mañana de Ikki, no era tan fácil interponerse entre ella y su misión.
 
—Hola. —dijo mientras levantaba la mano abierta y ponía la otra sobre su cintura para inmediatamente señalar hacia su derecha— Estoy en la habitación de al lado, he visto la puerta abierta y he pensado en saludar. No nos conocemos, pero te vi en el baile ¿De dónde eres?
 
Detuvo su perorata y palmeó su falda para alisar la parte de delante. Volvió a sonreír.
Puntos suspensivos respondieron a su pregunta.
 
«Quizás he hablado demasiado...» pensó con cierto tono interrogante.
 
La pelirroja abrió los ojos y su mirada cambió de desconfiada a seria. Y después a un tanto indecisa.
 
—Mi nombre es Raiko Brightblade —se presentó de manera formal mientras dejaba un retrato sobre el escritorio.— Vengo de Ikea.
 
Neko sonrió más animada y dio un par de pasos dentro de la habitación.
 
—Ah, perdona mis modales, no me he presentado primero.—habló la chica con voz cantarina, poniendo una de sus manos encima de su pecho para señalarse— Yo soy Neko Kurai. Soy de Balamb, de siempre. ¿Has estudiado en el Jardín de Invernalia, verdad?
 
Raiko parpadeó, sorprendiéndose de que la chica no le preguntara donde carajos quedaba Ikea, como la mayoría de gente extranjera solía decir. Ser un reino pequeño, protectorado de Invernalia, el país menos desarrollado tecnológicamente de toda Eulántica y estar situado en un rincón del mundo entre escarpadas montañas y playas verticales no era la mejor publicidad para su país de procedencia. Pero al menos sus dos vecinos más allegados sí que sabían donde quedaba el sitio.
 
—Hmn, sí. —terminó por responder la pregunta después de salir complacida de su sorpresa— Estudié allí hasta graduarme.
 
Neko irguió la cabeza. Había oído historias sobre el Jardín de Invernalia de boca de Loli. Prince había ido directo a Balamb, así que no tenía mucha información que le pudiera contar sobre el otro Jardín para apaciguar la curiosidad natural que Neko sentía acerca de casi todas las cosas existentes.
 
—¡Oh, que guay! —exclamó mientras se dirigía hacia la cama sin sábanas— ¿Te importa si me siento? ¿Y es muy diferente? Nunca he estado en Invernalia, pero mi compañero de equipo... bueno, uno de ellos, es de un pueblecito de cerca del Muro. ¡Me gustaría ver Invernalia algún día! Ikea también, claro. Y Smarthia... e Ilatia... con esos acentos... ¡y lo que no son acentos! Apúf.
 
Neko rió agudo y entre dientes y se abanicó con una mano, ya sentada en la cama de Raiko. Desde luego, Neko era muy sociable cuando había pelos rojos por en medio. Tal vez demasiado sociable.
 
Raiko abrió mucho los ojos mientras sonreía, estática en su lugar. Tantas palabras, y encima en un idioma extranjero, la habían dejado presa de un momentáneo aturdimiento. Se vio en la tentación de preguntar “¿Eh?”, pero decidió callarse. Neko había tomado aire otra vez para seguir hablando cuando otro par de golpes en la puerta la callaron. Las dos chicas se giraron a la vez, justo a tiempo de ver como la carita de Shura se asomaba por la puerta con sus dos moños correspondientes.
 
—¡Hola, Neko! —saludó— ¿Es tu habitación?
 
Neko negó con la cabeza y señaló a Raiko, que levantó una ceja a su vez.
 
—Ah, oh. —dijo la recién aparecida mientras entraba solo un paso en la habitación, saludando animadamente— ¡Pues hola! Yo soy Shura, me ha tocado la habitación de enfrente.
 
Raiko levantó la mano para saludar de vuelta.
 
—Ella es Raiko —dijo Neko levantándose, señalando a la pelirroja como una asistente del presentador de turno señalaria la puerta número tres y añadió— es de Ikea.
 
Shura se encogió de hombros y dio una pequeña palmada a la altura de su vientre.
 
—Qué bien. ¿Y qué te parece Balamb? —preguntó Shura con cortesía genuina.
 
Raiko miró de la rubia a la castaña y de vuelta otra vez. No parecían malas chicas y Jean le había hecho prometer que haría amigos en Balamb. Al menos podría decirle a su instructora que lo había intentado. Abrió la boca para contestar. Un gemido alto y fuerte se oyó en todo el ala de los dormitorios femeninos.
 
Después del grito desgarrado que había inundado sus oídos, Shura se había reído ligeramente y Neko había rodado los ojos. Raiko simplemente había decidido que, según sus reacciones, aquello iba a ser relativamente normal de ahora en adelante. Así que tomó nota, al menos mentalmente.
 
—No te preocupes —habló Shura—. Esa era Kora, no tardarás en conocerla.
 
—Sí, seguro que no tardarás nada en conocerla... —añadió Neko, sin darle muchas esperanzas a Raiko de futura tranquilidad y agregó con una sonora palmada— ¡De todas maneras! ¿Te han enseñado ya el Jardín?
 
Raiko dudó sobre si era mejor contestar sinceramente o simplemente no hacerlo.
 
—Pues... —empezó.
 
—¡Ueah, podríamos enseñárselo nosotras! —dijo Shura, dando un golpe con el puño derecho en la palma izquierda— Total, no tenemos nada mejor que hacer.
 
Neko asintió, dándole la razón a la castaña. Raiko se llevó la mano a la sien, su estación meteorológica mental predijo fuertes dolores de cabeza durante las próximas horas.




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Yuri se estaba rascando la cabeza, deshaciendo de forma natural su peinado a lo loco y bostezaba con la boca abierta. Mientras tanto, Dante se agarraba el flequillo con los dedos, alisándolo y dejándolo caer encima de sus ojos. Suspiraron a la vez.
Dante se llevó la mano a la parte baja de la espalda, arqueándola para poner unos cuantos huesos en su sitio. Se oyó un ruido hueco con toda claridad.
 
—Ay... —pronunció lastimeramente.
 
Yuri le palmeó la espalda para instarlo a caminar los pocos pasos que les separaban de la cafetería. Aún no habían hablado desde que se habían encontrado en el rellano de la escalera. Un golpe aquí, otro allá, un agarrón de culo... eran gestos más que suficientes para darse los buenos días. Y más cuando la resaca y el sueño aún hacían presa de sus cuerpos.
Dante comprobó el sabor de su boca, necesitaba algo para comer y lo necesitaba pronto. Unas cuantas mini-pizzas podían hacer el papel de desayuno, junto con un refresco.
 
Yuri cabeceó hacia una mesa vacía y Dante afirmó, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Mientras andaban lentamente hacia allí, una especie de recuerdo asaltó su cerebro y se llevó los demás pensamientos por delante. Dante parpadeó confuso.
 
—Oye Yuri... —empezó— Anoche soñé que nos follábamos a Prince.
 
Yuri lo miró extrañado. No por el contenido de su sueño exactamente, si no porque a él eso le sonaba de algo.
 
—Pues yo... —titubeó rascándose la oreja y haciendo memoria— Yo soñé que Prince tenía tetas.
 
Yuri formó sendos cuencos con las manos, acercándolas a su pecho para dar más énfasis a la frase. Dante empezó a reírse y apartó una silla de la mesa de la cafetería que habían elegido para sentarse.
 
—Tío, estás muy necesitado. ¿Quieres que te ayude?
 
El tono sugerente de Dante sólo hizo que Yuri le mirara de reojo y sonriera de costado.


 
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on June 30, 2017, 11:53:50 AM
Y continuando con los aportes habitacioneros...

————

Milo y Franziska paseaban por el jardín, concretamente por el patio interior del dormitorio femenino, a paso lento pero sin llegar a ir demasiado despacio.
Franziska estaba hasta de buen humor: había podido controlar a los Seeds más revoltosos en el baile de la noche anterior y todo había ido a la perfección, o casi. Al menos lo suficientemente perfecto como para mantenerla contenta, que no feliz.

Cuando la subdirectora llegó hasta el principio de uno de los caminos de tierra, bordeados de árboles plantados sin ningún patrón aparente, para simular un bosquecillo, paró sus pasos y esperó a que Milo la alcanzase. Volteó ligeramente su cuerpo, manteniendo las manos entrelazadas entre sí a la altura de su coxis.
Estrechó más sus ojos cuando Milo tuvo que agacharse para evitar una rama bajo la que ella había andado sin ningún problema.
 
—Milo. —llamó sin saber muy bien cómo continuar la frase.

El instructor dirigió su mirada hacia Franziska y le sonrió ligera y cálidamente, ofreciéndole el brazo por cortesía y costumbre.

—¿Sí, Franziska? —preguntó parpadeando con demasiada rapidez como para que fuera casual.

Franziska torció el morro y consiguió mirarlo por encima de su hombro aún midiendo veintitrés centímetros menos que él y pese a estar bien agarrada de su brazo.
A esas alturas no le importaba que ciertas personas le llamaran por su nombre, con un trato más familiar, pero seguía sin soportar que lo hicieran a propósito y de esa manera.

Al recibir una sonrisa con dientes brillantes como respuesta, Franziska se vio tentada a rodar los ojos. Pero en vez de eso empezó a andar, arrastrando al Seed con ella. Y de paso, dio veda abierta para empezar con las preguntas comprometedoras.

—¿Dónde estabas anoche? —espetó sin más.

Milo suspiró y apretó un poco más la mano de Franziska entre su brazo y sus costillas.

—Instructora Von Karma… —dijo tentando su suerte junto con un suspiro un tanto teatral.

—No te va a funcionar —informó la mujer, sintiéndose un tanto halagada y a la vez más mayor de lo que en realidad era—, Milo Kircheis.

Milo apretó los labios, sacándolos hacia afuera, y frunció las cejas, lo que resultaba ser un mohín de protesta típico en él.
Franziska golpeó la última costilla de Milo con un movimiento que podría haber resultado hasta casual. El Seed se sobó la zona afectada y miró de reojo hacia abajo. Pero viéndolo por el lado bueno, al menos no había sacado el látigo. Aún.

—En el Jardín… Dónde si no. —contestó mientras frotaba y frotaba la costilla sobre la tela de la camisa.

Franziska le miró dando a entender con la forma en la que le observaba que no tenía del todo claro si aquello era cierto.

—Pregúntele a Camus si no se lo cree —y añadió antes de que Franziska protestara—. Sabe que él no miente.

—Eso da a entender que tú sí.

Milo se encogió de hombros mientras miraba a las hojas de los árboles sobre su cabeza.

—Mujer, pues… depende.

Franziska se paró en seco y, a la vez que giraba su cabeza con toda rapidez haciendo volar su hermoso pelo azul, abrió mucho los ojos, apretando los labios, convirtiéndolos en una fina línea casi recta. La mujer miró a Milo de hito en hito.
El corazón de Milo dio un salto en su pecho. No sabía si de miedo o paralizado por lo graciosa que resultaba la subdirectora con esa expresión en su agraciado rostro, normalmente severo.
Podía ver un tinte sonrosado en sus mejillas, aunque probablemente era de enfado.

Milo carraspeó y se apresuró a dar su punto de vista antes de que el látigo le saludara de primera mano.

—No siempre digo toda la verdad, instructora Von Karma.

Franziska volvió a su gesto habitual, con una comisura levantada en una sonrisa torcida y el entrecejo fruncido, obligando a sus ojos a entrecerrarse.

—Tendría que haberme esperado una estupidez así. —murmuró.

Franziska pensó en decirle a Milo que dejara de tratarla de usted, pero un poco de respeto obvio era bueno de vez en cuando. Así que, cuando salieron del bosquecillo y el sol acarició su cara, inspiró profundamente, cerrando los ojos, y se dispuso a disfrutar de aquel día.
Había motivos para hacerlo.

—Que buen día hace hoy.

—Sí, es un clima… perfecto. —susurró Milo agachándose un poco mientras palmeaba la mano de Franziska sobre su brazo.

La mujer asintió. La temperatura era agradable, el sol jugaba al escondite con jirones de nubes blancas y algodonosas, el aire corría fresco, suavizando el calor del sol y haciendo cantar a los árboles.

—Y me dijeron que la cena estaba muy buena —comentó Milo, volviendo a inclinarse ligeramente hacia la subdirectora del Jardín—. Oí que el menú era aetheriense.

—Sí —confirmó Franziska—. Y la receta fue ejecutada perfectamente, la cena fue agradable. Incluso puedo perdonar tu falta de asistencia. Además, no eres un Seed tan importante.

Milo separó un poco el cuello de su camisa con el índice de la mano derecha de su piel y miró a Franziska mientras suspiraba. No hacía falta que le recordara su puesto. Aunque él, a sí mismo, se consideraba una pieza bastante importante dentro del engranaje del Jardín.

—Además, el baile fue mejor de lo esperado.

—Sí, Kora no se resbaló en sus propias babas y Graham es un buen bailarín.

Franziska asintió con la cabeza y dio otro paso más junto a Milo. Y otro, y otro más. Poco a poco se iban moviendo hacia el centro del parque.

—Y los estúpidos estudiantes no hicieron demasiadas estupideces.

—Oh —se sorprendió genuinamente Milo—. Estupendo.

Franziska volvió a asentir, sonriendo un poquito. A pesar de todos los inconvenientes, había conseguido dejar al Jardín de Balamb en un buen lugar y eso era muy importante para ella.

—Perfecto. —dijo a media voz para luego repetirlo en voz alta—. Fue todo tan… perfe-

El viento llegó a su punto álgido y de repente se paró. El sol salió de entre las nubes para brillar con fuerza mientras daba todo su calor a la tierra.
Kora salió corriendo desde la puerta principal de los dormitorios con algo cuadrado y pequeño entre las manos que mantenía en alto. Y gritó.

—¡SÍ QUE ESTÁAAAAAAAAA! —arrastró la última vocal hasta que un gallo la obligó a cambiar de frase— ¡GRAHAAAAAAAAAAAAAAAAAM! ¡SÍ QUE ESTÁAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA~!

Y la ‘a’ pareció extenderse hasta el infinito mientras Kora continuaba corriendo rumbo al edificio principal de administración.

Las nubes se agolparon entre sí después de una ráfaga de aire que hizo estremecer el cuerpo de Milo. El sol se escondió arropado en un manto gris. El viento aulló entre los árboles.
Franziska levantó el puño cerrado en alto y una vena se marcó en su frente. Su día perfecto acababa de ser imperfectado.

—Yo… —murmuró Franziska.

Milo puso una mano de forma tentativa sobre la garra que se cerraba en torno a su brazo con furia evidente.

—Yo la…

—No, Franziska. Que eso es…

—¡Yo la mato! —gritó al tiempo que buscaba a tientas su látigo y trataba de echar a correr hacia la incauta recién graduada Seed— ¡La mato!

—… ¡asesinato! ¡Eso es asesinato!


————


Sanzo dejó la carta en la mesa y estiró su mano izquierda para agarrar el naipe que Nicholas había acabado de dejar sobre el mueble. El cigarro que tenía en la boca tembló un poco y frunció el ceño, haciendo que su lunar se perdiera entre los pliegues recónditos de su piel clara. Gojyo se había dado prisa en robar la carta de Sanzo y ahora la miraba confuso mientras apretaba los labios.

—Calada. —avisó mientras cerraba el abanico que formaban sus cartas en la mano y alcanzaba su cigarro.

Tres manos más imitaron el movimiento y Sanzo se unió al suspiro general de los jugadores cuando sintieron el humo del tabaco encendido penetrar en su cuerpo y salir de él en un aliento humeante.
Cada cual dejó el cigarro en su propio cenicero y otra ronda empezó.

Pip, Gojyo, Kudou, Nicholas y Sanzo dejaron una carta de las cuatro que tenían en la mano en la mesa y agarraron el naipe de la persona que tenían a su izquierda.
Nicholas arrugó la nariz y dio un par de golpes con el índice en su sien.

—Esto no puede ser…

—¿Qué pasa? —preguntó Kudou mirando a su compañero de club mientras robaba la carta que Pip había descartado.

—¿El señorito pasa unos días fuera y no se acuerda de jugar? —preguntó Pip con una sonrisa llena de provocación y las cejas alzadas a la espera de la contestación.

Nicholas se pasó la lengua por el paladar y lo miró de vuelta.

—Je, je… —rió divertido para añadir más bien serio—. No.

—¿Entonces? —Gojyo levantó la vista de sus cartas por un momento. Nicholas se sintió halagado, normalmente sólo había dos cosas que hacían que el pelirrojo despegase los ojos de las cartas en una partida: el tabaco y las tetas— ¿Es que si no ganas te picas?

Nicholas rodó los ojos, pero pegó las cartas a su pecho al ver como Kudou se echaba disimuladamente hacia atrás.
Yohji sonrió de costado mientras con una mano se bajaba las gafas sólo hasta la mitad del puente de la nariz.

—No es a tí —explicó el castaño de ojos verdes—, es a Hokuto. Cómo se ha puesto, con esas faldas tan ajustadas…

Kudou notó las miradas de los otros sobre él.

—¿Qué? —preguntó— ¡Es legal!

—Aaaaah. —se unieron los demás en un sonido de comprensión colectiva.

Unos cuantos silbidos de parte del grupo y otros tantos besos voladores de parte de Hokuto después continuaron con la partida.

—No, en serio —insistió Nicholas—. Aquí pasa algo raro.

Y entonces, después de completar la ronda, Nicholas dejó caer la bomba.

—Alguien está haciendo trampa.

Pip y Kudou se miraron entre ellos. Gojyo carraspeó y clavó sus ojos sobre los de Nicholas.

—Creo… —dijo para llamar la atención de los demás. Una vez conseguida continuó con su declaración—. Creo que sé quién es.

—¿No serás tú, cabronazo? —preguntó Pip empezando a levantarse de la silla.

Gojyo puso su mano sobre el muslo de Pip para indicarle que se volviera a sentar. Éste lo hizo, con reticencia, pero lo hizo.
Kudou le dio la última calada a su tabaco y pensó si valía la pena encender otro o no. Al final decidió que no hacía falta, aún le quedaba cerveza. Gojyo se aclaró la garganta con un trago de su propia bebida antes de desvelar el secreto.

—Sanzo, has estado muy callado. —comentó casualmente, acercando su silla hacia la de Pip.

Sanzo levantó una ceja y respondió a la frase con una mirada de advertencia. Después miró a los demás, que empezaban a replegarse como una piña hacia el otro lado de la mesa.

—¿Qué? —soltó de repente dejando las cartas sobre la mesa.

El párroco invocó  toda su paciencia. Le dio una calada a su cigarro y lo dejó en su cenicero pequeño, blanco y redondo.

—Bueno —añadió más leña al fuego Kudou, que en situaciones como esa solía ser uno de los que menos hablaban normalmente—. Es el único que lleva manga larga. Y estamos a finales de mayo.

—Mirándolo así. —se sumó Pip.

—Sanzo, estás haciendo trampas. —dijo Nicholas de repente.

Kudou se alejó un poquito de él. El instructor no tenía la suerte de tener capacidad de regeneración y conocía bastante bien la afición del cura por las armas de fuego.
Sanzo apretó los labios y juntó los naipes con los que se había quedado en la última ronda en un montón.

—No, no estoy haciendo trampas. —soltó sin más.

—Sí, sí que estás. Hay cartas de más —explicó Nicholas— ¡Te las guardas en la manga!

Pip se rió bajito y Gojyo se tapó la boca con una mano.

—Como diría Laguna: tiene un más en la manga.

Pip bufó antes de echarse a reír y Gojyo dio un golpe en la mesa con la palma abierta.

—¡Qué no estoy haciendo trampas! —repitió Sanzo— ¿¡En qué te basas!?

—¡Qué sí que estás haciendo trampas! —Nicholas se echó hacia delante, sintiéndose valiente, o suicida, en aquel momento— ¡Qué lo he visto!

El moreno puso un dedo bajo su ojo derecho y estiró la piel hacia abajo para enfatizar sus palabras. Sanzo se llevó una mano a la parte de atrás del pantalón y con la otra golpeó la mesa, haciendo saltar alguna que otra carta sin llegar a tirarlas o darles la vuelta.

—¡Qué no estoy haciendo trampas!

—¡Qué sí que estás haciendo trampas! —contestó con la misma intensidad.

Gojyo se agarraba el estómago y Pip había pasado sus brazos por encima de los hombros de Kudou y del pelirrojo que se apretaban contra él, observando la pelea.

—Yo no quiero que se peleen. —murmuró Kudou.

—Yo sí, es to’ divertido. —dijo Gojyo con un pulgar en alto.

—Yo quiero que se peleen —habló Pip con tono socarrón—, que discutan muy fuerte.

Kudou se separó un poco de él, con la expresión de un amante sorprendido por el novio de ella. Esa reacción la había practicado mucho.

—Tú lo que quieres es ver sangre. Morboso, que eres un morboso.

Pip lo apretó de vuelta, abrazándolo con la fuerza suficiente como para que no pudiera soltarse de inmediato.

—Calla, tonto —habló juguetón—. Yo sé que te gusto así.

Kudou rodó los ojos. Mientras tanto, Sanzo y Nicholas habían seguido acercándose el uno al otro y gritaban cada vez más alto.

—¡Qué no! —dijo Sanzo con la punta de nariz rozando la de Nicholas y con la mano agarrando la pistola escondida detrás de su cuerpo.

—¡Qué sí! —continuó con la pelea Nicholas, echando mano a su propia arma pero sin sacarla de su escondite.

La mujer que servía en la barra de la cafetería se había atrincherado en la cocina y varios curiosos se habían acercado a la mesa del Club de Fumadores. Otros habituales, Seeds veteranos o gente un poco más cauta se había alejado o incluso salido de allí.

—Se va a ver en un follón… —empezó Gojyo.

—… que no va a saber ni donde s’ha metido. —completó Pip.

—¿Quién lo ha dicho? —preguntó Kudou, al que le había parecido oír hablar a una misma persona.

Pip y Gojyo rieron a la vez. Era una de las ventajas de tener la voz tan parecida.

—¡Qué no estoy!

—¡Qué sí estás!

Sanzo sacó la Smith & Wesson M 36 Chief Special y se apartó hacia atrás. Nicholas reaccionó a tiempo, sacando su Colt 1911, con modificaciones hechas por él mismo y apuntó.

—Uy, se están poniendo serios…

Sanzo elevó una ceja.

—¿Quieres sentirla en el pecho? —preguntó Nicholas con cierto retintín en sus palabras.

El rubio quitó el seguro a su arma. Nicholas simplemente continuó sonriendo de la misma manera que antes.

—Tú no tienes regeneración —recordó mientras quitaba el seguro a su propia arma muy lentamente—. Y sí que estás…

—No. Estoy.

—Sí. Que. Estás.

—¡Qué no estoy! —gritó otra vez, tensando el índice.

Pip decidió santiguarse, por lo que pudiera pasar. Algo había tenido que aprender a fuerza de ir tantas mañanas a misa.

El estruendo repentino llenó toda la cafetería, rompiendo el momento en miles de fragmentos. Un grito desgarrado se unió al algarabío.

—¡SÍ QUÉ ESTÁAAA~! —rezaba aquella oración a muy alto volumen.

Sanzo se giró para mirar hacia la puerta, que se había estrellado contra la pared durante la entrada triunfal de Kora.

—¡QUE NO ESTOY! —reclamó con ese grito de histeria que tanto les gustaba oír a sus compañeros fumadores— ¡NO ESTOY!

—¡Lo que diga la tetuda! —comentó Gojyo como si tal cosa.

—¡Eh, que esas tetas son menores de edad!

Pip aplaudió mientras se echaba hacia atrás con la silla, hasta acabar en el suelo por recostarse demasiado y perder el equilibrio. Nicholas volvió a ponerle el seguro a la Colt y la guardó en su sitio.

—¿Ves? Si la hermana del comandante lo dice…

—¡QUE NO ESTOY HACIENDO TRAMPAS! —Sanzo se levantó y puso un pie en su silla, apuntando otra vez con su pistola hacia Nicholas, que simplemente la apartó con la mano—. ¡AAAAAH!

Kudou no dejó de advertir a Gojyo de su conducta hasta que Kora salió por la otra puerta de la cafetería. Y mientras Sanzo descargaba su ira contra el techo, sumando más casquillos de balas a los que ya había en el yeso, se giró hacia Nicholas para preguntar.

—¿Pero qué cartas había de más? —interrogó—. Yo no he visto ninguna que no tuviera que estar.

—Pues los cuatros —explicó Nicholas convencido—. No tenían que estar.

—… —contestó Kudou antes de echarse a reír— ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

—… ah. ¿Sí que tenían que estar?

Kudou no podía parar de reír, uniéndose a las carcajadas de Pip y al escándalo de la pistola y los gritos de Sanzo.
Entre tanto alboroto, Gojyo se sentó en su sitio y muy despacio puso la mano en el centro de la mesa.

—¡BARRO! —gritó sin ningún motivo aparente.

Pip, Kudou y Nicholas se apresuraron a poner sus manos encima de la de Gojyo. Sanzo escondió la pistola y se sentó de mal humor, bebiendo de un trago el medio tercio de cerveza que le quedaba y dándole la última calada a su cigarro casi consumido.

Agarró sus cartas y los miró a todos.

—Ey, Sanzo, que te falta una para completar BURRO. —advirtió Gojyo.

El cura levantó la ceja y miró el montón de manos.

—Has dicho barro, farolero.

Los tres que habían caído en la trampa dirigieron miradas de incredulidad al pelirrojo.

—Je, je… Esto, chicos…

Nicholas crujió los nudillos. Pip se sacó las tabas del cuello. Kudou estiró su cuerpo por encima de la mesa para agarrar el paquete de tabaco de Gojyo.
Lo rompió por la mitad.

—Cogió el pan, lo partió y dijo… —empezó Sanzo, recitando parte del quinto misterio y agarrando todas las cartas para barajarlas antes de repartirlas— ¡A por él!

Señaló a Gojyo con la mano en la que tenía las cartas.
Después de ver como los otros tres cumplían su orden empezó a repartir las cartas.

—Buenos perros —murmuró casi apático—. Sóis unos chicos muy listos.

La señora de la cafetería volvió a su puesto y la cola empezó a formarse para comprar comida, bebida y alguna que otra cosa que sólo aparentaba serlo.
Los Seeds habituales de la cafetería retornaron a sus puestos y los que entraban por primera vez en ese día no sabían de que se habían acabado de librar. Aunque alguno lo intuyó al ver restos de yeso en las mesas cercanas a las del Club de Fumadores.

Algunos de los curiosos se alejaron y otros se quedaron a ver como un pelirrojo con antenas era atacado por un hombre de aparente mediana edad con trenza larga y parche, otro con pelo pantene y gafas de sol pese a estar en la esquina más oscura de la sección de fumadores —debido a la niebla que se había instalado en su mesa, alimentada por el tabaco que no paraban de consumir— y un tercero, de pelo negro y que en ese momento tenía cara de pocos amigos.

En definitiva. Todo volvió a la normalidad.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shruikan on June 30, 2017, 03:10:46 PM
Fuck me in the ass, este aporte ha sido la muerte. He reescrito los diálogos como 10 veces. ¡_¡


.02
Shruikan miraba perezosamente al exterior del carro.
 
Era un día nuboso de primavera. El cielo estaba plagado de nubes grandes y esponjosas que flotaban perezosamente en el cielo. Por la mañana el sol aún había podido brillar con cierto protagonismo, pero a medida que avanzaba la tarde quedaba cada vez más oculto.
 
Mientras hacían camino a través de las colinas y los valles, dejaban atrás riachuelos y bosques, y, más adelante, campos de trigo y cebada verdes. El grano apenas empezaba a brotar, oculto todavía entre las hojas.
 
De vez en cuando se cruzaban con rebaños pastando. Ovejas sobretodo, aunque algún que otro de vacas también había. El perro del pastor les ladraba cuando veía pasar el carro, aunque los caballos ni se inmutaban, resoplando y prosiguiendo con su marcha constante.
 
Luego el hombre se giraba para mirarles, con curiosidad. Intercambiaban un saludo y cada quien seguía con su camino.
 
—¿Por dónde vamos? —preguntó Shruikan cuando se aburrió de mirar el paisaje.
 
Hange iba silbando una melodía desde la parte delantera del carromato que interrumpió para contestar.
 
—Pasaremos primero por Daldesvall a buscar a uno de los chicos. Luego seguiremos directo hasta Invernalia y por el camino recogeremos al otro.
 
Shruikan suspiró, no muy animada de que le recordasen que tendría que trabajar con gente nueva.
 
—Así que un equipo de tres, ¿eh? —dijo, repantingándose más en su sitio —. ¿No vas a contarme quienes son al menos?
 
Escuchó a Hange reirse entre dientes.
 
—¿Dónde estaría la gracia entonces? No quiero estropearte la sorpresa.
 
La Seed suspiró de nuevo, exasperada. La reticencia de su instructora a hablarle del tema no hacía más que aumentar sus sospechas de que ese no iba a ser un equipo que fuera a gustarle. No dijo nada más y, en el silencio, fue quedándose dormida poco a poco.
 
No volvió en sí hasta un rato después, cuando el carromato se detuvo. En algún momento había empezado a caer una suave llovizna. Los pocos rayos de sol que quedaban iban desapareciendo uno a uno tras un suave capa de nubes, dando paso a un día gris y húmedo.
 
Shruikan miró con curiosidad hacia el exterior. Las casas del pueblo eran visibles a cierta distancia. Daldesvall era el núcleo urbano más grande que iban a encontrar de camino a la capital, y servía de centro de comercio y reunión en la zona. No llegaron a internarse en él, si no que se quedaron en la encrucijada de la entrada, viendo la gente pasar a lo lejos.
 
Justo en esa encrucijada, había alguien esperando. Un chico larguirucho, de pelo rojo y encendido como una llama que vestía con un abrigo de pieles negro. A pesar de eso, no parecía estar muy cómodo bajo la lluvia, algo encorvado y mirando a su alrededor con impaciencia.
 
Shruikan entrecerró los ojos. Creía reconocer quien era ese tipo. De pronto, las ganas de bajar del carro y volver a su pueblo se hicieron más intensas.
 
Notó como su instructora se movía en la parte delantera del carromato, pero no llegó a bajar. En vez de eso, gritó, todavía sujetando las riendas.
 
—¡Eh, Lea!
 
El otro levantó la cabeza y recogió el equipaje a sus pies, dirigiéndose rápidamente hacia el carruaje.
 
—¡Brrr! ¡Odio la lluvia! —exclamó en el momento en el que se subió, sacudiendo la cabeza y salpicando a la otra con el agua que le empapaba el cabello. Shruikan alzó los brazos para protegerse el rostro, aunque no le sirvió de mucho.
 
Cuando finalmente el otro reparó en ella, la Seed le miraba con reproche.
 
—¡Eh, Shruikan Dwalindottir!  —la saludó animadamente, sin que le importara la mala cara que ponía ella. Le tomó una de las manos que tenía alzadas y empezó a sacudirla —. Cuanto tiempo sin vernos. ¡Así que ahora vamos a ser compañeros!
 
—Lea —masculló ella, retirando la mano como si el simple hecho de tocarle le quemara.
 
El otro se dejó caer en el asiento y se revolvió el pelo con la mano, volviendo a salpicar.
 
—Basta, ¿es que acaso eres un perro? —protesto Shruikan, empujándole y apartándose más si cabía.
 
Lea sólo se rio.
 
—Eh, no seas cruel. ¿Es así como me tratas después de tantos meses sin vernos?
 
—Si fuera por mí, serían años.
 
—Ea, ea, no os peleéis. —Hange sacó la cabeza por la ventanilla de delante, con una ancha sonrisa. Era como si se divirtiera continuamente con su sufrimiento —. La compenetración es parte importante de un buen equipo.
 
Lea la saludó efusivamente con la mano, alegre de verla de nuevo. Por desgracia, Shruikan no compartía su entusiasmo.
 
—Si tanto te importa la compenetración, quizá deberías haberme dicho que él iba a estar en el equipo —masculló la otra, señalando a Lea que no pareció incomodarse ante tanto desprecio.
 
—Al menos es alguien a quien conoces, ¿no? Vamos, sé que os llevaréis bien, los dos tenéis buen historial —Su instructora no parecía darle mucha importancia a la situación, y volvió a girarse hacia adelante.
 
—Hange tiene razón. Podría haberte tocado alguien peor —comentó Lea, desperezándose,  como si no estuviera hablando de sí mismo.
 
Shruikan apretó los labios durante unos segundos, mirándole con cara de ultraje, y después dejó caer la mano de golpe, soltando un suspiro exhasperado.
 
Lea Rodi era uno de los otros Seeds de su promoción. Shruikan había tenido la particular desgracia de compartir clases con él. Era un chico en apariencia risueño e inocente; el típico tonto del pueblo, aunque ella sabía que de tonto no tenía ni uno de sus pelirrojos cabellos.
 
De alguna forma, Lea siempre conseguía estar en el sitio indicado en el momento oportuno. Al menos para él. La Seed había descubierto que, cuando Lea conseguía algo, era porque otros se habían echado atrás o habían sufrido sospechosos percances. Demasiada suerte para tratarse de simple casualidad.
 
Tenerle de compañero implicaba que era probable que algo similar terminara sucediéndole a ella.
 
Compartieron un rato de silencio, incómodo para Shruikan, aunque en el rostro de su nuevo compañero había un tenue sonrisa, como era habitual en él. Se había puesto cómodo, con los brazos cruzados por detrás de la nuca y mirando distraídamente hacia el exterior.
 
—Así pues —empezó a decir Shruikan, robando la atención del chico, que volvió la cabeza hacia ella —, ¿a ti también te han liado para ir a Balamb?
 
—Bueno, sí, aunque yo no diría que me hayan “liado” —respondió Lea, con una risita asomándose por debajo de sus dientes blancos y perfectos —. Me presenté voluntario al proyecto de intercambio.
 
La otra bufó con sorna.
 
—¿Y eso? ¿Tantas ganas tienes de perder a la gente de vista?
 
—No es eso, mujer —respondió él, sacudiendo la cabeza —. ¿Es que a caso a ti no te da curiosidad? ¡Lugares nuevos, gente nueva! ¡Es emocionante!
 
—Bah. No hace falta irse al culo del mundo para encontrar cosas emocionantes —dijo Shruikan, apoyando el codo contra la ventana.
 
Lea se encogió de hombros, soltando un sonido condescendiente. Su compañera entrecerró los ojos.
 
—Casi suenas como mi abuelo, ¿sabes? —dijo él de forma inocente, e inmediatamente Shruikan notó como le subía el calor a la cara, de vergüenza e indignación.
 
No intercambiaron palabras después de eso. Lea estuvo relajado, con los ojos cerrados, y pareció que en cierto momento se quedaba dormido como había hecho ella antes. Shruikan por su parte, mantuvo la vista fija a la pared del carromato con tanta intensidad y tanta furia que hubiese podido abrir un agujero en la madera.
 
Comieron por el camino, sin pausa. Sólo se detuvieron cuando el sol ya descendía, oculto entre las sombras de las montañas. Seguía lloviendo, por lo que la penumbra del atardecer era más densa de lo normal.
 
Ambos Seeds se sobresaltaron por la brusquedad con la que Hange detuvo la marcha. Lea salió de su sopor, mirando alrededor y luego llevando una mano al techo.
 
—¿Qué pasa? —preguntó, alzando un poco la voz para que su instructora le oyera.
 
—Nada, hay que recoger a vuestro compañero —respondió. El carromato se balanceó un par de veces cuando bajó de él esta vez —. Esperadme aquí, no tardaré.
 
Los otros dos intercambiaron miradas. Lea se encogió de hombros y Shruikan miró hacia fuera, pero solo atisbó a ver el vuelo de la capa de Hange. Más allá, sólo había la ladera de la montaña, una suave pendiente colmada de árboles.
 
Hange tardó casi un cuarto de hora en volver, un quarto de hora de silencio inquietante. Sólo se escuchaba el repiqueteo constante y lento de la lluvia sobre el techo y el silbido del viento entre los troncos de los árboles. La Seed no reconoció que había estado en guardia hasta que no escuchó las pisadas chapoteando en el barro del camino.
 
—¡Ya estamos aquí! —saludó Hange animadamente, sacando la cabeza hacia el interior con una ancha sonrisa y dando un par de golpes al lateral del carro. Luego se dirigió a la otra persona que estaba en el exterior —. Venga, suve. Presentaos un poco, charlad; aún falta un poco para llegar a Invernalia.
 
Siguiendo sus palabras, el tercer miembro del equipo entró en el carromato. Se trataba de otro muchacho pelirrojo, de pelo corto, ataviado con varias capas de gruesas pieles que no habían ayudado mucho a protegerlo de la llovizna. Por lo empapado que estaba, debía llevar un buen rato esperando en la intemperie.
 
 Lo primero que pensó Shruikan es que el muchacho no era de allí; bajo las oscuras marcas que rodeaban unos ojos pálidos y la extraña cicatriz en la frente, se ocultaban unos rasgos definitivamente extranjeros.
 
La chica no pudo evitar ponerse un tanto tensa ante el extraño aspecto del otro, aunque Lea no parecía compartir sus inquietudes.
 
—¡Buenas, compañero! —le saludó animadamente al mismo tiempo en el que el recién llegado tomaba asiento frente a ambos. Empezaban a estar un poco apretados —. Yo soy Lea, Lea Rodi. Ella es Shruikan Dwalindottir.
 
La Seed sólo hizo un breve gesto cuando su compañero la señaló, manteniendo una expresión neutra y dura sin quitar los ojos del nuevo. El chico miró a uno y después a la otra, tras lo que pronunció una única palabra.
 
—Gaara.
 
Se cruzó de hombros y apoyó la espalda conta el respaldo del asiento al momento en el que Hange volvía a iniciar la marcha. A Shruikan le pareció que trataba de abrigarse con sus ropas empapadas (algo que no iba a ayudarle demasiado a entrar en calor).
 
—Bien, Gaara —siguió Lea, con su jovialidad habitual, repitiendo el nombre como si quisiera probarlo en su propia lengua —. No te había visto antes en las reuniones de Seed. Debes ser de otro distrito, entonces. ¿De dónde vienes?
 
La respuesta del recien llegado fue rápida y automática.
 
—¿Aquí hemos venido a trabajarar o a hablar?
 
La sonrisa de Lea se congeló en su rostro, y con cada segundo que pasaba, su desconcierto la transformaba en una mueca cada vez más grotesca. Shruikan lo hubiese encontrado divertido si ella misma no estuviera con el ceño fruncido, desconcertada por la implacable frialdad de su nuevo compañero.
 
Gaara ya había desviado su atención a algún punto de la pared, aparentemente decidido a ignorarles. Los otros dos intercambiaron una rápida mirada. Ella suspiró, resistiendo el impulso de enterrar la cara entre las manos.
 
Ese viaje iba a ser una tortura.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on July 25, 2017, 04:50:58 AM
Mi última parte para las habitaciones, ahora sólo queda comprarle un móvil a Raiko uvu

————

Llevaban cerca de media hora dando vueltas por el Jardín. Shura y Neko debían de ser dos Seeds muy sociables, teniendo en cuenta el número de personas que habían ido saludando a lo largo del recorrido. Shura lo achacaba a ser hermana de un instructor y Neko a su excelente memoria.

—Lo que pasa es que te gusta hacer sentir mal a las personas. —dijo Shura convencida.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Neko ladeando la cabeza.

—Pues es como cuando alguien te saluda por el nombre y apellidos y a ti ni te suena su cara. Bueno, es exactamente eso. —explicó, asintiendo mientras hablaba.

Neko arrugó la nariz. Raiko estudió entusiasmada el movimiento de la nubes por encima de sus cabezas. De repente tenía ganas de recogerse todo el pelo en una coleta.

—No lo entiendo.

—Hmn... ¡ah, claro! —exclamó Shura al caer en cuenta de que eso a su compañera no le habría pasado jamás—. Ja, ja, ja... Déjalo, nunca lo entenderías.

—Jo, pero no te rías de mí.

Neko se cruzó de brazos, con los labios apretados y las cejas fruncidas a máxima potencia. Y de repente apareció delante de ella aquel letrero. Sonrió enseñando los dientes y agarró a Raiko del codo.

—Ven, vamos —ordenó—. ¡Tienes que ver la cafetería!

Raiko se desestabilizó sólo por un segundo antes de adaptarse al correteo de la rubia.

—¡Ey, esperadme! —llamó Shura.

Para cuando la chica alcanzó a las otras dos, estas ya se encontraban dentro de la cafetería. Raiko husmeaba la barra, parecía que iba en busca de algo que considerara comestible. Mientras tanto, Neko se había apoderado del extremo de una mesa, con la suerte, mala o buena, de que al otro lado se encontraban Yuri y Dante picoteando mini-pizzas y bebiendo refrescos burbujeantes de color oscuro.

Dante codeó a Yuri para que se fijase en cómo Neko apartaba una silla y ponía la rodilla encima mientras estiraba el cuello en dirección a Raiko.
Yuri carraspeó y cuchicheó con su amigo. Acababa de tener una idea.
Shura decidió ir a la caza de algo que almorzar. Y así de paso podía aconsejar a la novata y hacer migas con ella.

Yuri y Dante dejaron sus asientos y se apartaron un poco, haciéndose sitio en el pasillo.

—¡Al pasar por el cuartel, se me cayó un botón! —cantaron a coro.

Dante se llevó las manos al pecho teatralmente y se agachó palmeando el suelo como si fuera en busca de algo pequeño.
Neko torció el morro y volvió su rostro despacio hacia aquellos dos.

—¡Y vino el coronel, a pegarme un pisotón!

Yuri pateó el trasero de Dante con demasiada fuerza como para ser una mímica. Dante se levantó y empezó a quejarse, con el puño en alto y directo hacia su amigo.

—¡Qué pisotón me dio, el cacho de animal! —canturreó sólo Yuri, forcejeando con Dante para que volviera al teatrillo que habían montado—. ¡Qué estuve siete días sin poderme levantar!

Yuri y Dante esta vez cantaron a coro y frotaron mimosamente el pompis pateado de Dante. Se acercaron a Neko, sentándose encima de la mesa. Yuri le agarró la barbilla a la chica, apretando tan solo un poquito.

—Las niñas bonitas, no van al cuartel... —murmuró con los labios entrompados.

—¡Por qué los soldados les pisan el pie!

Dante extendió la mano izquierda con la palma hacia arriba delante de Neko y dio un golpe con la otra, imitando el sonido de un pisotón. Se agarró al hombro de su amigo, que le cogió una mano de vuelta e infló el pecho. Continuaron cantando con voz de falsete.

—Soldado valiente, no me pise usted... ¡Que soy pequeñita y me puedo caer!

Dante palmeó la cabeza de Neko. La chica empezó a dar zarpazos al aire, tratando de quitarse las manos del otro de encima.
Los dos jóvenes hicieron bailar el índice de su mano derecha delante de la nariz de Neko.

—Si eres pequeñita y te puedes caer, cómprate un vestido de color café.

Se bajaron de la mesa de un salto y empezaron a sacudir sus manos a la altura de su entrepierna.

—¡Cortito por delante, larguito por detrás! —siguieron con el culo en pompa y moviendo las manos en la parte trasera de su cuerpo, señalando hacia abajo repetidas veces—. ¡Con cuatro volantes y adiós mi capitán!

Hicieron el saludo marcial del ejército para acabar de darle efecto a la canción.
Neko se volvió a cruzar de brazos, ladeó la cabeza a un lado y hacia otro mientras hablaba e inclinó su cuerpo hacia delante.

—Ja, ja. Muy graciosos... pero venís con retraso.

Yuri y Dante chocaron la mano, satisfechos con el resultado. De todas maneras, la culpa la tenía Neko. Por ser pequeñita y llevar un vestido como el de la canción al baile.
Shura apareció con dos platos de tarta de queso y arándanos.

—Ahí va, Dante. ¡Si estás vivo! —antes de que pudiera contestar, Shura señaló con la cabeza hacia atrás—. Mira, ven que te presente a Raiko.

Dante estuvo a punto de torcer el morro, pero cuando Shura se apartó, una bien proporcionada pelirroja con el cabello recogido en una coleta alta apareció en su campo de visión. Dante tragó saliva. Estaba buena.
Shura se acercó un poco, agachando la cabeza para añadir con secretismo en un susurro.

—Es de Ikea. —se apartó un poco para afirmar con la cabeza y arquear las cejas, como dando a entender que aquel era un dato muy importante.

Probablemente, Dante lo pasó por alto. Había otras cosas de aquella fémina, más allá de su procedencia, que le llamaban más la atención. No apartó a Shura, tampoco intentó rodearla... simplemente pareció teletransportase al lado de Raiko, poniéndole una mano en el hombro. Yuri hizo lo mismo, flanqueando a la desconocida recién llegada.

—Hola... —empezó Dante, apartándose el pelo de la nariz con un movimiento de cabeza—. ¿Quieres que te invite a algo?

Dante sonrió mientras arqueaba una ceja y guiñaba el otro ojo.

—¿Unas fantas? —preguntó Yuri al otro lado, imitando el gesto de su amigo.

Raiko miró a uno, miró a otro y elevó las manos, pegando los botellines fríos de batido en las mejillas de los chavales. Los dos saltaron al momento.

—No gracias, ya tengo mi propia bebida. —el acento de la joven se marcó un poco más, pronunciando las erres más fuertes y entonando la frase de forma ligeramente distinta a la que estaban acostumbrados a oír habitualmente.

Raiko avanzó unos pasos, detrás de la estela de Shura que ya estaba al lado de Neko, compartiendo su pedazo de tarta con ella. Dante y Yuri compartieron una mirada de entendimiento masculino mutuo. Algo que se podía traducir con un 'Mola, tío.' de forma bastante certera.
Dante se agachó un poquito, rodeando el cuello de Yuri con su brazo derecho; y acercando los labios al oído de su amigo habló.

—Se está haciendo la dura... —dijo muy seguro de sí mismo—. Que yo lo sé, que yo lo huelo.

—Ya... je, je. —contestó Yuri.

Raiko se sentó en la silla libre que Neko acababa de empujar con la mano hacia afuera y dejó los tres botellines entre los platos de comida. No tardaron ni dos segundos en repartirlos, abrirlos y empezar a beber de ellos.
Yuri palmeó la espalda de Dante, que se irguió y empezaron a caminar hacia las chicas, con gemelas sonrisas cautivadoras en sus agraciados rostros.

Y con las chicas se encontraron. Y de frente. Bueno, al menos con una de ellas.

—¡Aaaah! ¡Sí que está! —se oyó de nuevo el grito en la cafetería mientras Yuri era zarandeado sin previo aviso—. ¡Mira, Yuri! ¡Sí que está!

Dante parpadeó confuso. Normalmente Kora era una voluptuosa figura que podías apreciar en tu campo de visión antes de que te asaltara de frente, pero aquella vez había aparecido de la nada, gritando y sonriendo como si acabara de conseguir un vale descuento de ropa en la boutique más selecta de Ilatia. Con billete de ida y vuelta gratis incluido, hotel de cinco estrellas y pensión completa. Y si podía ser con un buen mozo de carga.
Kora soltó a Yuri de repente, cambiando su expresión por una seria y aburrida.

—Oh, bueno... pero supongo que a ti no te importará.

Entonces agarró el pequeño objeto rectangular que llevaba en una mano con las dos, entrelazando los dedos en algún punto de la caja. Mordió su labio inferior y pivotó, haciendo que su pelo volase al dar una vuelta de ciento ochenta grados. Se acercó a pasitos cortos hacia Shura y la abrazó como si hiciera días que no se encontraba con ella.

—Oh, Shura... —habló con lujuria en su voz—. ¡Oh, Shura!

Shura palmeó el brazo que la agarraba a la altura de su clavícula y se llevó otro trocito de tarta a la boca. Un poco de mermelada sobresalió en la comisura de su labio y empezó a hacer malabarismos con la lengua para comérselo.
Raiko se quedó estática en su silla, con el botellín ligeramente empinado y las cejas arqueadas.

—Esa es Kora —susurró Neko mientras la nombrada abrazaba más fuertemente a Shura, casi ahogándola en el proceso—. Te dije que la conocerías pronto, ¿no?

—¡Mira! —gritó Kora dando pequeños saltos detrás del cuerpo sentado de la castaña—. ¿¡No es genial!?

—Un momento...

Shura agarró la cajita con sus manos y la movió hasta una distancia en la que pudiera enfocar la imagen ante sus ojos. El rostro de una niña con la boca abierta, una coronita en su cabeza y las palabras 'Princess Debut' en un rosa infantil la saludaron junto al tembleque de las manos de Kora. Shura sonrió y giró la cabeza para besar la mejilla de Kora.

—¡Qué bien! —le felicitó—. ¿No lo habías perdido?

—¡Sí! Bueno, no —se corrigió—. Pero lo he encontrado.

Shura palmeó la cabeza de Kora mientras le señalaba su botellín de batido de chocolate por si quería beber un poco. Kora aceptó, beber algo le iría muy bien después de toda la carrera que había hecho por el Jardín.
Dante y Yuri se sentaron a una distancia prudencial. Tenían que estudiar el comportamiento de la Abeja Reina frente a la nueva miembro de la colmena. No pasó mucho tiempo hasta que Kora se percató de la presencia extraña en su reino.

Kora parpadeó, se irguió junto con toda su figura y ladeó ligeramente la cabeza. Raiko cerró el botellín de batido de fresa y se terminó su tarta. Shura y Neko se miraron entre ellas.

—Hmn... —empezó Neko—. Ésta es Raiko, está en la habitación de al lado de la mía.

—Enfrente de mí —colaboró Shura dando palmaditas sobre su esternón—. Es de Ikea.

Los ojos de Kora habían viajado de Neko a Shura mientras hablaban y de vuelta a Raiko. Los chicos estaban expectantes.
Raiko se limpió las comisuras de los labios con un pañuelo de algodón que sacó del bolsillo del pantalón. Después de asegurarse de que sus labios y barbilla estaban libres de restos de comida, saludó con un cabeceo suave y descendente.
Kora pasó de tener las cejas pegadas a los ojos a levantar una y luego a arquear las dos. Apretó los labios, adquiriendo una expresión facial curiosa. La joven dejó el juego sobre la mesa y se sentó con un movimiento fluido y majestuoso al lado de Shura.

—Encantada —saludó cortésmente—. ¿Vienes de intercambio?

—Sí, con mi compañero. Creo ¿que te llamas Kora?.

—Kora Lionheart —se presentó hablando con suavidad y magnificencia—. Soy la hermana del Comandante.

Raiko volvió a cabecear muy dignamente.

—Raiko Brightblade —dijo—. No tengo hermanos, pero mi padre fue la Mano del Rey.

Todas las caras que tenía alrededor pareciercon confusas menos la de Neko, que más bien parecía haber comprendido algo en lo que no había acabado de caer.
Raiko carraspeó y bajó un poco el tono de voz para explicar con más claridad.

—Capitán de la Guardia Real de Ikea.

Neko levantó un dedo mientras ponía la otra mano en la mesa y se levantaba deprisa, haciendo que su silla resbalase hacia atrás sin llegar a caerse.

—¡Sturm Brightblade! —exclamó haciendo saltar a Raiko en su asiento—. Su título es el equivalente a senescal y mariscal... es, es como un soldado noble. Un virrey militar.

La chica infló el pecho satisfecha por haber encontrado la información en su cerebro. Shura se acabó su batido y robó un poquito del de vainilla de Neko mientras ella estaba despistada. Los codos de Yuri y Dante resbalaron de la mesa casi al suelo y Kora abrió los ojos al máximo. Había tenido una corazonada al sentir la nobleza exudar de los poros de la pelirroja y, como casi siempre, había sido cierta.
Neko arrugó el entrecejo y después añadió con un tono triste en la voz.

—Pero... pero est—

—¡Aaaawn! —gritó Kora de repente, atrayendo la atención de todo el mundo sobre ella—. ¡Sabía que había algo en ti!

Kora agarró las manos de Raiko entre las suyas, mientras le parpadeaba coquetamente. Raiko apartó un poco el rostro, intentando que el brillo de la mirada de Kora no le cegase.

—Está muerto. —terminó su frase Neko, bajando los hombros y sentándose de nuevo lentamente.

—¡Me parece estupendo! —exclamó Kora, sin hacer ni un mínimo caso de lo que su compañera había acabado de decir— ¡Siempre he pensado que faltaba un poco más de glamour en el grupo!

Se acercó un poco más a Raiko para hablarle en aparente intimidad

—Así podrás compensar por Neko.

La rubia simplemente rodó los ojos. No tenía demasiadas ganas de contestar en ese mismo momento. Kora soltó a Raiko y se dio la vuelta, juntando las manos con expresión ensoñadora.

—Os he de dejar, amigas mías —sentenció, sonando casi medieval—. Princess Debut me espera.

—¿Pero aún tienes una consola en la que funcione el juego? —preguntó Shura después de compartir una mirada con Neko.

Los sueños de Kora se quebraron por un momento, para volver a sanar en el siguiente.

—Pues si no tengo tendré que comprarme una de segunda mano...

Kora se llevó la mano a la barbilla, mirando de costado. Los chicos se habían recuperado del shock y disfrutaban de las últimas mini—pizzas mientras contemplaban la escena ante ellos. Kora volvió a clavar su atención en Raiko y la observó de forma muy atenta.
Sacó el móvil de su bolsillo y lo preparó para apuntar un nuevo número en su agenda sin ni siquiera mirar la pantalla.

—¿Cúal es tu número de móvil? —preguntó encantadoramente.

Raiko bajó las cejas y tragó saliva.

—No... no tengo móvil.

De repente el mundo dejó de girar en la cafetería del Jardín de Balamb. Cinco caritas indignadas, curiosas, furiosas, incrédulas y ocupadas en otros asuntos (como quitarse queso con orégano de entre los dientes) observaban a Raiko esperando por lo que fuera que viniese ahora.

—¿¡Cómo que no tienes móvil!? —aulló Kora—. ¡No se puede tolerar eso!

Y como siempre, Kora Lionheart no podía decepcionar a su público.

—¡Pues ahora mismo nos vamos a comprarte un móvil!

—Pues ueah. —añadió Shura.

Neko torció el morro y apareció al nivel de las voluptuosidades de Kora. Raiko había terminado su batido y después de lametearse los morros miró hacia Yuri y Dante y luego hacia el resto de las chicas. Decidió que era un buen momento para volver a su habitación y terminar de deshacer el equipaje. Después de un par de segundos decidió que los movimientos bruscos no eran los mejores para llevar a cabo su empresa.

—¿Y eso porqué? Si puede saberse…

—Eso es así porque lo que dice la reina va a misa. —contestó Kora.

—¿¡Y a tí quién te ha elegido reina!? —se indignó Neko, poniendo las manos en su cintura.

—Las reinas no se eligen —habló Kora, como dándole una obvia lección a Neko—, por eso son reinas.

Neko cruzó los brazos bajo su pecho y miró de costado hacia Kora, con evidente desacuerdo. Raiko había alcanzado la mesa más cercana y sus pasos empezaban a ser algo más largos pero igual de lentos.

—¡Pues yo declaro esto una república!

Por un momento, Kora pareció quedarse sin respuesta. Probablemente, en un estado de humor un poco menos bueno habría saltado al cuello de su amiga, pero por el momento el día estaba siendo demasiado bueno como para que Neko pudiera fastidiárselo simplemente llevándole la contraria.

—¡Que le corten la cabeza! —acabó por gritar con una sonrisa demasiado alegre.

—Tú lo que quieres es que te acompañemos a la tienda de segunda mano...

Para ese entonces, la pelirroja estaba tan sólo a medio metro de la salida. Se dio la vuelta, pasándose el dorso de la mano derecha por la frente.

—Uf... —suspiró levantando la rodilla para dar ese último paso—. Por... —un par de manos apretaron sus hombros—, ¿fin?

Las auras de Neko y Kora se proyectaron en su espalda. Shura pasó correteando por delante.

—¡Centro comercial, allá vamos!

Las cuatro féminas desaparecieron entre gritos de desacuerdo y alegría.

Yuri codeó a Dante, que dejó de escarbar entre sus cavidades dentales.

—Qué mal... es noble, normal que lo de las fantas no la impresionase.

Dante afirmó energéticamente con la cabeza

—Ya... ¿y entonces qué le decimos?

—No sé —murmuró Yuri—. ¿Una coca-cola?

Dante pegó la barbilla al cuello y arrugó el entrecejo.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on July 30, 2017, 05:06:53 AM
Las ranas son hermosas, ok?. Viscosas y hermosas *`^´* no judging the keroppi



 
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Bajaron del autobús a saltos y trompicones. Después de media hora de ir dentro del transporte público, resultaba más que evidente que Raiko no estaba hecha para viajar mucho tiempo sobre ruedas. El mundo le daba vueltas de forma muy poco agradable, sentía el estómago más o menos a la altura de los pulmones y el corazón en la garganta. Podrían haberle pinchado y no habrían encontrado sangre que extraer.
En cambio las otras tres chicas parecían tener mucho mejor aspecto. Neko había bajado los escalones con un sólo paso de cabra y trotaba hacia la tienda más cercana. Shura la siguió por inercia y por la costumbre de ir tras las cosas brillantes pequeñas y bonitas, como un gatico. Kora se llevó la mano al pecho y suspiró, agarrando el hombro de la pelirroja.

—Niñas, siempre de aquí para allá.

Raiko habría rodado los ojos si los notara en sus cuencas. Levantó una mano poco a poco y tocó sus labios con el nudillo del dedo índice, mirando hacia otro lado. Pero si algo se podía decir de aquella muchacha norteña, es que era muy tozuda. Muy pero que muy tozuda. Y la tarta y el batido de fresa le habían parecido tan buenos que lo último que pensaba era dejarlos escapar.

—Ya puedes pelear épicamente... —susurró— Que de aquí no salen.

—¿Eh? —preguntó Kora— ¿Decías algo?

La pelirroja negó, moviendo la palma delante de su rostro de lado a lado.

—Nada, nada...

Shura miró hacia Raiko y Kora y después hacia Neko. La rubia tenía las manos pegadas al cristal del escaparate de la tienda más cercana a la parada de bus. Las otras dos chicas no parecían tener ninguna intención de moverse de debajo de la sombra de los árboles que bordeaban la avenida en los próximos minutos.

—Neko —llamó, agarrándola de detrás de la camiseta y estirando un poco—, vamos. Neko...

Ésta se despegó del escaparate sólo para empujar a la otra muchacha hacia él.

—¡Fíjate! —exclamó con verdadero éxtasis en su voz— ¡Mira Shura, mira!

—¿El qué?

Y entonces la nueva colección de accesorios de verano golpeó contra las retinas de Shura, encandilándola como había hecho con su amiga.

—¡Oooh! —dijo en bajo volumen pero en alta maravilla.

—¡Shiny! —completó la frase Neko, quedándose a su lado.

Para ese entonces, los ojos de Raiko habían vuelto a dar señales de vida más allá de las luces de colores y el giro constante de paisaje; e inmediatamente después de que sus órganos internos terminaran de asentarse, la chica había empezado a buscar una tienda de telefonía móvil. Nunca había visto una en Invernalia, pero conocía los nombres de algunas compañías del sector y creía ser capaz de reconocer los logos cuando los viera. Encontró el lugar que buscaba un par de esquinas más adelante y dio un paso en esa dirección, pero Kora la agarró del brazo frenando su avance.

—¿Dónde vas? —preguntó sorprendida.

— Err... ¿a una tienda de móviles? —contestó a su vez la pelirroja con otra pregunta.

Kora la miró de hito en hito.

—¿No habíamos venido a eso?

La chica de pelo blanco negó con la cabeza, chistando.

—¡Estamos en un Centro Comercial! —empezó con su lógica explicación— ¡Tenemos que mirarlo todo! ¡Todo!

Y con un estirón bien dado, la llevó hacia el mismo local en el que Neko y Shura habían estado dejando sus huellas dactilares por todo la extensión del cristal del escaparate. La música pop en navrés inundó los oídos de ambas al ingresar en el bajo comercial. Con el primer vistazo la jovencita norteña supo que se hallaba en una especie de meca de los complementos de mujer, y aunque en su tierra natal la tachaban de poco femenina al vestir, eso no quería decir que no sintiera curiosidad por ver cómo se... aderezaban las mujeres de otros lugares. Tal vez, hasta podría sacar algo de provecho de aquel... ¿secuestro inintencionado?.

Al verlas, Shura se acercó a ellas con algo en las manos.

—¡Mirad lo que he encontrado! —canturreó abriendo un poco más las manos para dejar ver la mercancía.

Eran pequeñas pinzas de colores, cada par con un diseño distinto. Kora arrugó los labios, apretando uno contra otro.

—Pero si con la tela que llevas en los moños nunca se te ven.

—No siempre llevo los moños tapados... —se quejó la muchacha de cabellos castaños agachando los hombros— Además, me gustan porque agarran bien el pelo.

Raiko acercó el dedo para toquetear alguno de aquellos artefactos, preguntándose de que material estarían hechos. Decidió que parecían de plástico duro, algo con lo que había ido familiarizándose en el Jardín de Invernalia. Shura le sonrió, animándola a probar uno.
Mientras tanto, Kora fue en busca de algo que fuera más con su style que unas simples pinzas para el pelo. Lo encontró unos pasillos más allá, en la sección de gorras, bolsos y pañuelos. También encontró a Neko, que se estaba mirando y admirando en el espejo de la tienda. Llevaba un pañuelo color lavanda al cuello, plegado en una tira larga y anudado a un costado. Kora rodó los ojos con hastío. Desde luego, Neko siempre se ponía el pañuelo demasiado hacia la derecha.

—No sabes ponértelo —la amonestó, acercándose con una mano en la cintura y andares marcados por su ancha cadera—. Y además, no te queda bien.

Buscó con la mirada algún pañuelo que le llamara la atención. Una vez encontrado lo sacó de su colgador agarrándolo por la punta y estirando de él hacia arriba, con tanto brío que otro más salió disparado tras su hombro. El pañuelo tuvo tal suerte que acabó aterrizando sobre el pecho de Raiko, que había seguido el camino de Kora para ver que había tras aquella esquina.
La pelirroja agarró el pañuelo de las esquinas con las puntas de los dedos y lo estiró delante de su rostro. A sus yemas les gustó la textura y a sus ojos el color.

—Oh, qué bonito. —murmuró para ella misma.

Kora había plegado el pañuelo y se lo estaba atando a un lado del cuello, lo suficientemente apretado para que no quedaran huecos entre su piel y la tela, pero no tanto como para que llegase a ahogarle, .

—¿Ves? Es así como se ponen los pañuelos de este tipo de tela —habló como si fuera la estrella invitada principal en un seminario titulado 'Pañuelos, cómo sí y cómo no hay que anudarlos'— Para estas cosas hace falta estilo.

La Seed palmeó su cuello después de haber atado la tela y levantó la barbilla orgullosa del resultado, aún sin verlo. Neko se frotó la sien, pidiendo paciencia a cualquier ser superior que estuviera escuchándola, si es que acaso existía alguno y no tuviera nada mejor que hacer que prestar atención a los mortales.
Kora, al girarse con tanta energía que hizo que la etiqueta con el precio volase de su espalda a su clavícula, chocó contra la imagen de la joven de Ikea, que estaba atusando el nudo del pañuelo que le había caído encima. Lo llevaba exáctamente igual que Neko, exáctamente igual que ella. Kora, con las manos sobre las mejillas, abrió mucho los ojos y después la boca, tomando aire para declarar su sentencia.

—¡Te queda genial! ¡Aaawn, estás estupenda! El color malva te sienta muy bien con el rojo de tu pelo y el verde oscuro de tus ojos, sabia elección —y luego se giró para espetarle a Neko— ¡Mira y aprende!

Neko dio una patada al suelo, casi arrancándose el pañuelo de cuajo.

—¡Vete a la mierda ya, Kora! —gritó hacia la chica de pelo blanco, para luego dirigirse a la norteña— No es nada personal, al menos no contra tí.

Cuando Shura llegó buscando a sus compañeras hasta la sección de gorras, bolsos y pañuelos, se encontró con Raiko mirando el precio de un pañuelo, a Kora cruzada de brazos y a Neko sacándole la lengua a la de pelo blanco con mucha, pero que mucha saña.




Unas tres horas después, prácticamente no quedaba tienda que les pudiera generar el más mínimo interés a la cual no hubieran entrado ya. Shura tenía sus pinzas y un par de zapatos nuevos. Neko había conseguido dos pares de lazos nuevos, con diseños que aún no tenía. Kora, por su parte, había encontrado la consola de segunda mano que había ido a buscar en un principio. Además de ser rosa y tener una pegatina de la Barbie, le había costado bastante más barata de lo que indicaba el precio en un principio, después de haberse apoyado con los codos en el mostrador.
Y Raiko...
Raiko había encontrado un móvil que le gustaba, bonito, barato y que además era fácil de entender. La chica abrazó la caja del móvil dentro de la bolsa, pensando en aquella cosita pequeña, verde y con la cara de una rana dibujada de manera infantil en la tapa.

—Bien —dijo Neko mientras se ajustaba los coleteros y se quitaba los lazos que llevaba puestos para ir probando los nuevos— ¿Volvemos al Jardín o vamos a tomar algo al centro?

—¿Al centro? —preguntó Kora— ¿Y por qué no nos quedamos por aquí?

Shura levantó la vista justo a tiempo de pararse, el semáforo para peatones estaba poniéndose en rojo. Raiko se paró a su lado, pero Kora y Neko aún dieron un par de pasos más sin darse cuenta.

—Nos podemos quedar, pero es que yo pensaba que…

—Pues no pienses que no t—

Antes de terminar la frase y enfurecer a Neko, alguien que sí que había visto el cambio de semáforo pero no a las dos inconscientes palomitas que pululaban por el paso de peatones chocó contra Kora. Y a Kora no le gustaban para nada las interrupciones.

—¿¡Pero qué es esto!?

El joven contra el que se había chocado había agarrado a Kora por los brazos y dirigía una mirada azul tormenta hacia ella. A Kora sólo le bastó ver el entrecejo partido por una cicatriz para saber de quién se trataba.

—¡Ikki! —exclamaron las dos al mismo tiempo.

La ceja derecha de Ikki palpitó, no estaba teniendo precisamente el mejor de sus días.



 
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Golfo iba paseando por la calle, se le había acabado la comida y tenía que ponerle remedio a eso. Que necesitaba la comida para subsistir y él no podía sacarla del supermercado sin que le fueran detrás varios empleados con palos de escoba en alto. Así que ahí estaba él, un can hecho y derecho, llevando a pasear al perro de turno. No sabía cómo hacía Pip el truco, pero al menos a él no solían sacarlo del supermercado a escobazos.

Pip se rascó la nuca y estiró el brazo libre, bostezando con la boca bien abierta. Una pequeña lágrima se asomó en su ojo. Golfo le había despertado de la siesta y aún no había encendido ningún cigarro desde que había salido de casa, un par de portales más allá.
Mientras estaba buscando su tabaco, notó algo extraño en el ambiente. Un cierto olor a...

La sirena de un coche de bomberos resonó en la distancia.

—¿Humo? —se preguntó Pip a sí mismo.

Golfo miró hacia arriba, poniéndose la pata encima del morro y estornudando después, sacudiendo su cabeza.
Pip se encogió de hombros mientras encendía un cigarrillo. No le importaba lo más mínimo, él no había sido.

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shura on August 02, 2017, 06:58:29 PM
Eyyy, estoy sola y tengo ordenador pah mi :3



Otacon se dirigió al despacho del director Snake cuando este le llamo con carácter urgente, prácticamente dejando sus experimentos de lado. Snake no quiso dar detalles, pues recalcó que necesitaba que viera algo con sus propios ojos para sacar una conclusión.
El doctor Hal, o como todos conocían, Otacon, se sentía agradecido de que Snake contase con él para los temas serios de la escuela, aunque había sido un mecenas para Balamb, los temas de estrategia y batalla se le quedaban algo grandes, prefiriendo la investigación, pero Snake siempre le había insistido en que participase aunque fuera sólo con su opinión, por supuesto Otacon era leal y nunca revelaría nada de lo que sucediera en el Jardín, y más de una vez había obtenido inspiración en las necesidades de los Seed y de Balamb.

Pero aun con toda la motivación con la que llegó al despacho, y aunque por una parte se sospechara que aquello podía ocurrir, Snake no se encontraba ahí.
Suspiró sonoramente más cansado por la carrera para llegar que decepcionado, quiso mirar por los ventanales que quedaban detrás de la mesa del despacho, pero estaba prácticamente deslumbrado por la luz natural que entraba, así que en sus propios pensamientos, se sentó en el sillón y del bolsillo de su bata saco una pequeña maqueta, era como un tanque al que le hubieran puesto dos patas, podría haber estado sacado perfectamente de Star Wars, pero era invención del científico, en aquella escala y sobre la mesa del despacho, aquel pequeño robot solo podía ir dando vueltas sobre sí mismo. Hal lo miró pensativo mientras volvía a llevarse la mano al bolsillo.
-Debería poder ser más funcional… -Tan distraídamente como había hablado, dejo una figura de plástico de unos diez centímetros de alto con forma de colegiala anime con dos coletas de pelo negro y que chirriaba una tonadilla “nico-nico niiii”.
Apoyando la barbilla sobre las palmas, miro embobado aquellos dos juguetes.
“Ojala pudieras ser tú mi piloto, Nico chan.” 

-No esperaba que llegases tan pronto, Otacon -Snake llegó de improvisto, al mencionado le sorprendió su llegada, podía ser realmente silencioso, pero antes que sentirse avergonzado por sus juguetes, le sabía peor que le hubiera encontrado sentado en su silla, como si fuese una falta de respeto.
Por supuesto, a Snake no le importaba, tomando al juguete “Nico” para examinarlo, y dándole la vuelta para ver que tenía debajo de la falda de colegiala. Otacon no dijo nada, no teniendo muy claro que esperaba haber encontrado Snake, pero a decir verdad, el director tampoco estaba demasiado seguro.
-¿Esto es lo que te ha llegado en el correo de esta mañana?
-Es un guardián de habitación, si se pasa por delante del sensor avisa al momento.
Snake prefería no recordarle que tenían un sistema de seguridad para el laboratorio o para donde hiciera falta, que seguro era más eficaz que aquella molesta tonadilla.
-¿Y funciona?
-Habrá que esperar a que lleguen las otras ocho…

-Con permiso -la subdirectora Franziska entró en el despacho, encontrando al científico a la mesa del despacho con un juguete en la mano, y al director mirando debajo de la falda de una figurilla anime.
-Creo Snake, que sin saber más, ya puedo darte una opinión: está claro que os equivocasteis de profesión.
-Todavía no os he enseñado por lo que os he hecho venir.
Franziska se cruzó de brazos dignamente tocando con la yema del pulgar el extremo del mango de su látigo, Graham pidió permiso para anunciar su llegada, entrando sin más en el lugar y mirando el robot que Otacon tenía sobre la mesa.
-¿Ya estamos todos?
-Todavía no comandante, necesitamos un par de opiniones más a pie de campo.
Prácticamente al minuto, apareció Date y Milo, esperando a que Snake anunciase porque les había reunido.

El director tomó asiento al tiempo que Otacon recogia sus juguetes, del cajón de su mesa extrajo un sobre abierto para que el resto lo observase. Franziska se adelantó agarrando la carta de su interior y leyendo en voz alta.

-Estimado director de Balamb, le mando un cordial saludo desde Aetheria, simplemente agradecerle por su hospitalidad, de parte del director y mia recordarles que aquí en la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria tienen un amigo y una casa.
Quisiera dejar las formalidades a un lado, estoy seguro de que nuestros alumnos estarán dando un gran ejemplo del mismo modo que sus alumnos están demostrando en nuestra casa, estoy convencido de que esta alianza entre Jardines nos beneficiara a ambos y creará fuertes lazos de amistad.
Ya abusando de su hospitalidad, le ruego entregué la carta adjunta al comandante Ky Kiske, son unas notas del antiguo comandante Kliff Undersn para su pupilo. En confianza, el viejo comandante siempre ha andado detras de Ky, no se tratará más que de algún consejo para superar la juventud y hablar con sus encantadoras gentes.

Sin más, se despide cordialmente:
Kristoph Gavin, subdirector de la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria.


Franziska terminó buscando dentro del sobre vacío.
-¿Y la carta?
-No hay ninguna otra carta.
La subdirectora sacudió el papel.
-Aquí lo pone claramente, ¿acaso se ha perdido?
-¿Es alguien de confianza quien trajo la carta?
-¿De confianza? -Snake respondió a la pregunta de Graham con otra pregunta.
-¿Crees que la han podido robar? -Otacon pensó en voz alta, de ser así, aquello podía dejar en muy mal lugar a Balamb frente al Jardín de Aetheria.
-Eso sí desde el principio existió la mencionada carta -Date prefería pensar mal a que hubiera un fallo en el Jardín como aquel- ¿por qué iban a robar una y no las dos cartas?
-Quizás yo tenga la respuesta -Milo arrebato de las manos la carta que aún sostenía Francisca. La mujer estiró la mano para recuperarla he imponer su mandato, Milo rápidamente la detuvo tomándola de la muñeca con su mano libre y pudiendo observar más de cerca que las manos de la subdirectora estaban bien y en apariencia no había sufrido ningún daño-. Esta carta tiene rastros de veneno.
-¿¡Veneno!? -Franziska se retiró como si hubiera tocado fuego, dejando las manos rígidas y alejadas de su cuerpo, psicológicamente empezaba a notar un picor en estas.
-No es una dosis letal, aunque pudieras cortarte con el papel o rozase alguna herida, lo más que produciría sería un sarpullido.
-¿Crees que intentaban atentar contra Blamb? ¿O contra el mismo Comandante Kiske? -Graham se puso en marcha enseguida, no era sólo por su título, su manera de ser le llevaba a actuar estratégicamente y proteger a todos.
-No podemos saber si esa era su intención, o si el veneno se encontraba en la carta perdida -Milo habló reflexionando.
-Os digo que no hay ninguna otra carta -Date insistia en aquello que a su modo de ver carecia de sentido.
-¿Y cómo explicas lo del veneno? -Franziska apostilló aquello a lo que Date declaró que no tenía respuesta.
-Milo -Snake había escuchado todos los puntos de vista-, ¿podrías averiguar de qué veneno se trata?
Aunque la cantidad fuese tan pequeña que aquello dificultará la tarea, era su especialidad y pasaba al ámbito personal descubrirlo.
-Por supuesto.

-Ahora, -Snake llegó a otro punto importante-. ¿Opinais que debemos avisar al Comandante Kiske de esta carta?
-No, hasta no saber el contenido de la otra carta -Milo fue el primero en votar.
-Estoy de acuerdo, -Otacon participó de aquella votación-. No vale la pena preocuparle sin necesidad.
-Pues yo creo que si su vida corre peligro, es nuestra obligación avisarle y que se preparé -Graham se sorprendió que el resto hubiera dado su voto tan rápido sin sopesar la opción más lógica.
-Tenemos que hablarle de la carta, aún a riesgo de dejar claro un posible agujero en nuestra seguridad… o la probabilidad de un espía que haya robado o manipulado la carta, quizás pueda darnos algo de información.
Franziska sorprendió con su respuesta, abriendo otro frente tan peligroso para Ky como para Balamb.
-No, no vamos a decir nada, los lazos entre Jardines no son tan fuertes y el comandante Kiske es todavía un niño, no podemos estar seguros de cómo reaccionará -zanjó Date.
Graham hubiera querido añadir algo a aquello sobre la juventud, pero Date no pretendía mandar aquel mensaje por él y no iba a llevar la conversación por un territorio que no correspondía ni al momento ni al lugar.
Snake asintió.
-No diremos nada de la carta, ni a los de Aetheria ni a nadie de Balamb, esto no debe salir de este despacho hasta no saber más.
Incluso los que habían votado en minoría asintieron, debían permanecer unidos y evitar cualquier rumor.
-Tenemos que continuar con normalidad y prestar atención hacía cualquier rumor procedente de Aetheria, de momento, ¿todo marcha bien con Invernalia?
-Los intercambios parecen que van marchando bien -Milo intercambio una mirada con Date que se encogió de hombros, a su entender iban tan bien que las chicas habían empezado a derrochar para celebrar sus nuevas amistades.
-Después de la resaca por la fiesta, tienen que regresar a las misiones.
-Los nuevos Seed se esforzaron mucho, se han ganado estos días de celebración -Otacon quiso quitar hierro al asunto, no quería que los alumnos tuvieran que pagar con las preocupaciones de los adultos.
-Los Seed ya son hombres y mujeres preparados -era como si el comandante Graham le hubiera leído la mente-. Están listos para luchar en la batalla.
El director Snake gruño por lo bajo.
-Que se limiten a las misiones y esperemos poder evitar una batalla a futuro -Franziska colocó una mano en la cadera-. Si no hay ningún otro asunto, sugiero que finalicemos la reunión.



Extra: y la carta que faltaba era...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Shruikan on August 31, 2017, 09:28:56 AM
I don't have life, send help


.03

Era media tarde cuando por fin llegaron a Invernalia. El cielo se había oscurecido aún más si cabía, aunque la lluvia seguía cayendo con una intesidad pasajera. Hange llevaba la capucha de la capa puesta, que a pesar de ser gruesa empezaba a estar empapada por la llovizna constante.

Se alegró más de lo habitual al ver las altas y antiguas murallas, cubiertas de musgo y hiedra, sobretodo porque hacía rato que oía jaleo desde el interior del carromato, aunque la mayor parte era Shruikan gritando.

—Por favor, dioses ancestrales, que no se hayan matado que luego me toca a mi pringar.

Lanzó aquella pequeña oración mientras atravesaban las puertas de la ciudad, recibiendo un rápido saludo de los guardas.

Llevó los caballos un poco más adelante, hacia el estacionamiento. Suspiró, soltó las riendas y se frotó las manos, enguantadas y mojadas, en las pantorrillas. Luego bajó de un salto y fue a abrir la puerta del carromato.

—¡Venga, fieras, que ya hemos llegado!
—¡Ya era hora, em cago en vuestros muertos!

Shruikan salió de un salto del carro, con la cara roja y malas pulgas. Destilaba tanto calor que incluso Hange lo notó en la cara.

—¡Diez minutos más con ese par y te juro que les estrangulo! —dijo la Seed, furibunda, señalando hacia el interior del carromato.

—Eh, eh, ¿y nosotros qué, crees que no hemos sufrido? Como si fueras fácil de aguantar.

Lea salió, revolviéndose el cabello. Incluso él, siempre tan risueño, tenía un gesto cansado en el rostro. Gaara le siguió, incluso más esquivo y huraño de lo habitual, sin pronunciar palabra.

Shruikan se giró hacia su compañero de forma brusca, pero antes de que la cosa llegara a más, Hange se interpuso.

—¡Bueno, bueno, paz y tranquilidad! —Extendió las manos entre ambos, haciendo de barrera. Cuando se aseguró de que a pesar de las malas miradas la cosa no llegaría a más, las juntó al frente con una palmada —. Bien. Vamos, tenemos que ir a la Plaza de Armas, allí nos encontraremos con el resto de Seeds y os daré algo para comer. ¡Debéis estar hambrientos!

La promesa de comida era más fuerte que cualquier enemistad que hubiera podido surgir durante ese inmencionable viaje, así que en fila y enfurruñados empezaron a seguir a su antigua instructora, que no parecía compartir el decaimiento de los Seeds.

—¡Ah, Invernalia! —exclamó cuando ya estaban un poco más adelante, alzando los brazos y robando algunas miradas de extrañeza de los transeuntes —. ¡Hogar, dulce hogar! ¿Cuando fue la última vez que estuvistéis en Invernalia?

—Pues… ¿creo que durante el examen de Seed?—dijo Lea, que había empezado a mirar a su alrededor con su curiosidad habitual.

La mayoría de pueblos de la región en la que vivían estaban hechos de bajos edificios de madera, de dos pisos como máximo y gruesos tejados a dos aguas para soportar las intensas nieves de invierno. No estaban acostumbrados a los altos muros de piedra de las casas de invernalia, firmes y viejas como colosos alzados miles de años atrás.

—Hace dos semanas, por el discurso de mamá —respondió Shruikan  su vez, avanzando a pasos largos y cargando su baúl en el hombro.

Gaara, cerrando la comitiva, ni siquiera se molestó en responder.

—Oye, oye, Hange, ¿y vas a decirnos quien és nuestro instructor o también tiene que ser una sorpresa? —preguntó el otro pelirrojo no sin cierta ironía en la voz.

A su alrededor, los ciudadanos iban de un lado a otro, gritando y armando jaleo. Pasaron cerca del mercado, un edificio grande y bajo de grandes porchos. La gente entraba y salía, arrastrado carretillas y llevando animales, y les llegó el olor a pescado y carne, a hortalizas, a suciedad y a gente.

—Bueno, supongo que os lo puedo contrar —respondió la instructora, con una risa nerviosa, esquivando un hombre con un carro lleno de cebollas —. Es un compañero del departamento Científico, se dedica a la investigación y desarrollo de poderes. Se llama Vladimir Vedius.

—No me suena —comentó Shruikan, frunciendo la nariz. Gracias al estatus de su madre y al trabajo de su padre, conocía a muchos otros Seeds, aunque fuera sólo de nombre. —Espera, ¿por qué envian a un centífico como instructor?

—Porque también es instructor, evidentemente. Aunque sólo de Seeds con aptitudes especiales.

—¿Aptitudes especiales?
—Gente con poderes que digamos… les impiden llevar una vida normal. Les ayuda con el proceso de adaptación.

Lea y Shruikan intercambiaron un mirada de circunstancias, no del todo convencidos con la explicación y prguntándose que clase de persona debía ser ese hombre. Hange pareció notar su escepticismo porque siguió hablando, gesticulando enérgicamente.

—¡No lo toméis como algo raro, es un investigador muy talentoso! Parte del interés de que vaya a Balam es para informarnos de la tecnología y de los métodos de I+D e implementar lo que podamos en Invernalia. ¡Nos estamos abriendo al mundo, chicos!

—No sé, no sé, lo haces sonar como que simplemente somos la excusa para ir allí —bromeó Lea, observando con interés a un grupo de chicas que miraban el escaparate de una joyería.

Hange hizo un gesto de ofensa.

—Eso es una forma muy fea de decirlo —dijo, toda seria, aunque no le quitó la razón.

Poco después, finalmente llegaron a la Plaza de Armas, frente a la entrada del Castillo de Invernalia. Se trataba de un explanada completamente adoquinada en piedra negra, lisa y pulida tras siglos de paso de gente y rudas de carro. Estaba ligeramente inclinada hacia el castillo, que se alzaba como un Coloso entre todos los edificios y los árboles de alrededor.

En el centro de la plaza, había una fuente con un pequeño estanque, en la que encima había una estatua ecuestre de cuatro grandes reyes de invernalia. A un lado, se veía el pequeño grupo de Seeds que iban a participar en el intercambio con Balamb, rodeados de familiares en instructores.

Eso hizo que Shruikan se añorara un poco. Le habría gustado que al menos sus padres, o incluso sus primos, hubiesen podido venir. Ni siquiera se había despedido de su padre; hacía semanas que no le veía.

Mientras tanto, Hange se había parado, buscando entre el grupo, hasta que finalmente encontró la figura familiar que estaba buscando.

—¡Vlad!

Una cabeza se giró entre el resto. Un hombre alto, de cabellos blancos y piel nívea. Llevaba una ropa ancha y extravagante para ser un simple científico, con un abrigo de terciopelo rojo y adornos de plata para defenderse del frío. Sin embargo ninguno de los adornos o de la ropa elegante que llevara, podía cubrir la inquietante falta de color de sus ojos. Un gris tan claro que casi parecía blanco.

El hombre tenía una expresión general de desagrado, aunque cuando reconoció quien le llamaba, alzó las cejas y sonrió. Eso no le hizo parecer más amable.

—¡Hange! —Se saludaron con apretón de manos, mientras los tres Seed se quedaban atrás —. Ya creía que nunca ibas a llegar.

—¡Ja! Pues no creas, en algún momento creí que estos animales iban a destrozarme el carro y nos ibamos a quedar tirados en medio del camino —dijo Hange, mirando y señalando por encima del hombro.

Vladimir siguió la dirección de su mirada y se fijó en los tres chicos por primera vez.

—¿Oh? —fue su primer comentario apreciativo, entornando ligeramente los parpados.

La forma en la que les observó, tan clínica, tan fría, hizo que a Shruikan le viniera un escalofrío. Se acercó a ellos, con el dedo en la barbilla, murmurando por lo bajo en un gesto pensativo.

—La hija del Matrona Ulfdottir —comentó, señalándola, sonriéndo como si hubiera una broma oculta en esa frase.

Shruikan enderezó la espalda, súbitamente en guardia sin saber muy bien por qué.

—Sí, yo…

Creyó que iba a preguntarle algo, pero antes de que siquiera pudiera dar su nombre, su futuro instructor ya había desviado su atención hacia Lea, ignorándola completamente.

—¿Y éste quién es? —dijo con un gesto de muñeca. Lea se presentó inmediatamente, con una sonrisa y la voz cargada de entusiasmo.

—¡Lea Rodi, señor, de Daldesvall! El mejor de mi promoción, debo añadir.

Shruikan puso los ojos en blanco. Vladimir no parecía impresionado. Se le quedó mirando un par de segundos con una expresión condescendiente completamente congelada y finalmente se encogió de hombros, girándose hacia el último miembro.

—Ah, Gaara —le reconoció, alzando la barbilla, y sus ojos se iluminaron con un brillo que casi pareció perverso —. No pensaba que íbamos a reencontrarnos tan pronto. ¿Cómo has estado?

La pregunta fue cordial y dicha con palabras suaves, pero por alguna razón, el Seed pareció tensarse ante ellas.

—Bien —fue su escueta respuesta, rezumando una fría desconfianza.

—¿Ningún inconveniente, entonces? —Vladimir esperó unos segundos en los que sólo recibió un estoico silencio, tras lo que soltó un rudito resignado —. Bueno, supongo que es lo mejor.

Parecía extrañamente decepcionado al respecto. Gaara lo notó y frunció el ceño de forma amenazante, pero no reaccionó de ninguna otra forma.

Luego, su nuevo instructor retrocedió unos pasos, los contempló una última vez y se giró hacia Hange.

—Así que esto es lo que me has traido. Te pedí buenos Seeds, ¿lo recuerdas?

—Sí, bueno… —Hange empezó, elavorando algún tipo de jutificación

—¿Cómo que “esto”? —saltó Shruikan, lanzándole una mala mirada.

Vladimir giró la cabeza para mirarla. La condescendencia parecía permanente en su rostro. A sus espaldas, Hange le hacía señas a la Seed para que no siguiera.

—¿Me hacéis venir a Invernalia con este par de tarados sólo para decirme que “esto es lo que me has traido”, como si fuera un mal paquete? —Hizo un ademán, señalando a sus dos compañeros y luego hacia su intructor —. ¿Tienes idea de quién soy?

Vladimir dio un paso adelante. A pesar de lo alta que era la chica de de por sí, su nuevo instructor conseguía sobrepasarla por unos centímetros. No se había dado cuenta hasta ahora, en la que su sombra se cernía sobre ella.

—Sé muy bien quien eres, Shruikan Dwalindottir, pero no es el nombre de tu padre ni el de tu madre lo que me interesa. A pesar de tus precedentes, podrías ser una inútil a la que sólo le dieron el título de Seed por la reputación de su familia. Vuestra palabrería no me sirve de nada si no os prováis verdaderamente competentes. Y lo mismo va para todos.

Su voz era tranquila y suave, lo que hacía la crueldad en sus palabras aparecer inocente y casi no intencionada. Shruikan apretó los labios, notando como el calor le subía a la cara.

—¡Pero…! —siguió Vladimir, juntando las palmas, dedicándole una nueva sonrisa complice. Una que en su rostro no prometía nada bueno —. Hange os ha escogido, y confío en su criterio. La mayoría de las veces. ¿Así que, por qué no hacemos algo?

Puso un dedo afilado en el pecho de la chica, justo debajo de la clavícula. Gaara había entornado los ojos, de forma que sólo una rendija verde era visible detrás de sus parpados oscuros. Lea, que parecía temerse algo, había empezado a negar con la cabeza con la esperanza de que su compañera le viera. No tuvo esa suerte.

—¿Quieres provar que realmente te mereces estar aquí? Entonces hay algo que tenéis que hacer por mí antes.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on August 31, 2017, 01:37:23 PM
  \(=3=)/ Bless this Shru' in da post above! *sending help* Y mangarrán power a tope




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El niño se despertó sin saber muy bien por qué. Había estado soñando con el mar; el mar, el sol, la brisa llena de sal y las gaviotas. Pero no había sido su reloj interno, ni los sonidos de su madre y su abuela moviéndose por la cocina. Aún era de noche.
Creyó oír el restriego de una tela junto a su puerta, una respiración camuflada entre los habituales ruidos nocturnos. Sus pupilas se dilataron al máximo, y contuvo el aliento presa del pánico.
No podía ser.
No otra vez.

Habían vuelto, y ésta vez sabían lo que él había hecho. «Lo saben» no dejaba de repetir su mente. «Lo saben. Han venido a por mí.»

Sus manos se crisparon, agarrando la manta con tal fuerza que sus nudillos se tornaron completamente blancos. Vio cómo el pomo de la puerta giraba con lentitud, y con toda la rapidez y agilidad que le otorgaban sus ocho años altos fuertes y saludables, se dejó escurrir bajo la cama y sacó un pequeño puñal de entre dos tablones sueltos en el suelo. Dudaba que fuera suficiente para salvar su vida, menos aún para defender a su madre y a su abuela. Pero no pensaba dejarse llevar tan fácilmente.
Ojalá su hermano estuviera ahí. Él siempre sabía qué hacer.

La débil luz de un candil se filtró al abrirse la puerta, proyectando la sombra alargada de su portador por el interior de la pequeña estancia. El pequeño escuchó como la puerta se cerraba suavemente a espaldas del intruso y los pasos quedos se dirigían inexorablemente hacia su cama. El candil fue depositado con cuidado sobre el barril que hacía las veces de mesita de noche y la puntera gastada de una bota marrón golpeó ligeramente el borde del somier.

—Sal de ahí, enano.

El pequeño dejó escapar el aire, tembloroso, y reptó para salir de su escondite.

—Kurz…—susurró soltando la daga y abrazando con fuerza la figura encapuchada de su hermano mayor. Éste le palmeó la cabeza cuando empezó a necesitar oxígeno de nuevo.

—Tranquilo enano, que me estrangulas —bromeó el mayor. Cuando hubo desenroscado los brazos del niño de su alrededor, se sentó sobre el colchón, sentó a su hermano pequeño sobre sus rodillas y lo miró unos momentos con seriedad.— Me marcho.

—¿Qué? ¡No! ¡Kurz, no puedes irte! —el niño se agarró de su camisa con aprensión.— ¿Quién va a cuidar de mamá y de la abuela? Papá desde luego que no…

El adolescente suspiró. Su hermanito sería todavía un mocoso, pero sus palabras no carecían de verdad. A pesar de ello, Kurz estaba decidido. Sabía que iba a ser duro, y que con dieciséis años tendría que esforzarse mucho más, pero lo hacía por el bien de su familia. No iba a consentir más terror por culpa de una maldita herencia que sólo traía el sufrimiento a quienes quedaban a su cargo. Se pasó una mano por los cabellos, rubios como los del pequeño e igualmente necesitados de un buen corte, buscando las palabras adecuadas para lo que quería transmitir.

—Sé que la tienes tú. —murmuró con suavidad.

—¿Q-qué? —el niño abrió los ojos azules, imposiblemente grandes y dorados a la luz de la llama del candil.

—Gaudy, escúchame. Sé que tú cogiste la espada. —el chico sujetó a su hermano por los hombros, con firmeza pero sin apretar demasiado— E hiciste bien. Cuando crezcas unos cuantos palmos más podrás usarla sin problemas. Pero por ahora escóndela. Escóndela en algún lugar donde sepas que a nadie que no fueras tú se le ocurriría buscarla. ¿Entiendes lo que quiero decirte?

El pequeño asintió una sola vez. No era el crío más espabilado de la escuela, pero presentía lo que aquello iba a significar.

—Me iré antes de que se haga de día, con suerte eso me dará algunas horas de ventaha para embarcar y salir de las islas sin demasiados problemas. Todavía no sé a dónde. —Kurz miró a su hermano, y le pellizcó la mejilla con cariño. Le dolía tener que mentirle así, pero sabía que en cuanto su padre creyera comprender lo sucedido, el niño sería el primero en ser interrogado.— Diles a mamá y a la abuela que las quiero.

—Kurz…

—Entrena mucho, tienes que ser el mejor espadachín que jamás haya visto este continente. —el chico abrazó a su hermano pequeño, algo que pocas veces solía hacer, y lo volvió a meter de nuevo en la cama, arropándolo con las sábanas y revolviendo sus cabellos con ternura.— Te voy a echar de menos, renacuajo.

Apagó el candil de un soplido y se dio la vuelta para deslizarse con sigilo fuera de la casa. Cuando se giró, se pudo vislumbrar colgando de uno de sus hombros un fardo largo y no muy ancho, como la misma forma que adquiría una espada al ser envuelta en tela.

Tras varias horas en vela Gaudy por fin sucumbió al sueño, aunque intranquilo, sólo para ser despertado a primera hora de la mañana por los violentos zarandeos de su padre. Oía a su abuela llorando en la cocina, y a su madre intentando consolarla. Aquello lo espabiló. Repentinamente despierto y alerta pero fingiendo estar aún medio adormilado contestó a los gritos de su progenitor, y a las preguntas de otro hombre de aspecto intimidante que se recostaba con descaro sobre la puerta de su habitación.

Si, su hermano había ido a despedirse de él aquella noche.
No, no entendía por qué.
No, no le había dicho a dónde iba.
Si, Kurz llevaba algo que parecía un sable a la espalda.

Dejando escapar las lágrimas que había estado reteniendo hasta el momento se quejó a su padre de que le estaba haciendo daño, y el hombre, entre insultos sobre la inutilidad y estupidez del niño, finalmente lo dejó ir. El pequeño se abrazó a su madre y escondió el rostro contra la tela de su camisón, temeroso de que su expresión pudiese revelar cuanto sabía.




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Gaudy se despertó poco a poco, sin querer renunciar a la agradable modorra que proporcionaban los rayos de sol que se filtraban entre las hojas. Sentarse en la hierba bajo la sombra de uno de los árboles más grandes del patio interior del Jardín de Balamb definitivamente había sido una buena idea. Había estado soñando algo, pero no conseguía recordar lo qué. Claro que tampoco recordaba haberse quedado dormido. Oh, bueno.

El chico se rascó la nuca al tiempo que abría la boca en un gran bostezo, como habría hecho un oso en su primer despertar de primavera tras haber estado un par de meses hibernando en su cueva; y se estiró alzando los brazos por encima de su cabeza. Su estómago pareció elegir ese momento exacto para protestar de forma muy sonora por la falta de atención que ponía su dueño a sus necesidades vitales y rugió autoritario. Gao gao, dijo, como si fuera un bebé dinosaurio. Y el rubio decidió ceder al mandato de su cuerpo, pensando que tal vez sería una buena idea acercarse y hacer una visita a la cafetería. Una vez probabas aquellos bocadillos de jamón y queso, ya no había escapatoria posible. Y no era como si él quisiera escaparse de aquel vicio exactamente.

Se levantó y se sacudió los pantalones, dando varias palmadas resueltas a su bien formado trasero, porque aunque el césped del Jardín de Balamb se hallase en perfectas condiciones y no hubiera hojas muertas que se pudieran quedar pegadas a su ropa, había ciertas costumbres que uno nunca perdía del todo. Y Gaudy, con pensamientos divagantes ocupando su mente dispersa se puso en marcha hacia su destino. Uno lleno de queso, de jamón y de migas de pan por todas partes.

Caminando con despreocupación dobló una de tantas esquinas y sin previo aviso notó como algo chocaba contra su cuerpo. O más bien dos algos, como procesó su cerebro al ver dos cabezas cubiertas de pelo rubio ligeramente más claro que el suyo propio. Dos cabezas que le llegaban a la altura de los hombros. Apartó con cuidado a aquellas dos figuras mientras él se disculpaba por deambular por ahí ensimismado y no haberles visto, y aquellas dos personas protestaban y lo increpaban con un poco de acritud y un mucho de mala leche.

—¡Es que desde luego, pavo...! ¡A ver si miramos por dónde vamos, colega! — refunfuñó la chica.

—¡Eso, eso, ten un poquico más de ciudado o qué?! Que sepas que me quedo con tu cara, pedazo de… ¡¡EPA!! ¡Epa, epa, epa! —exclamó el chaval dejando de golpe y a medias el gesto intimidatorio que estaba haciendo para palmear repetidas veces el pecho del hasta entonces insultado— ¡Pero si es el Gaudy! ¿Qué vida? ¿Qué te cuentas o qué?

—¿Eeehh!? ¡¡Gaudy!! —la chica decidió que colgarse del hombro de un chaval poco más mayor que ella y una cabeza y media más alto (y que estaba bastante bueno según sus estándares y lenguaje) no era indignamente femenino, y que por tanto podía permitirse el lujo de apegarse a él como una garrapata amorosa.

—…hola Ruffnut, hola Tuffnut —dijo Gaudy tras unos momentos de estupor. Sonrió y se frotó la barbilla con la mano libre, que en aquellos momentos tenía calidad de afortunada por no estar sufriendo la falta de circulación sanguínea producida por el agarre de la chica— No sabía que hubierais venido vosotros también. ¿No os va a echar de menos vuestro padre? ¿Cómo está el señor Thorston?

—Qué dices, colega —rió Tuffnut— Nuestro padre to japi de que hagamos turismo. Y Sverige va estar estas semanas de vacaciones. Fijo que nos pagaría él las misiones con tal de tenernos lejos.

—Bah, ese estiradillo ya tendrá lo suyo con los gemelos —continuó Ruffnut, dejando el magullado brazo musculoso del chico mayor para ponerse a jugar distraídamente con una de sus propias trenzas— Además que van a ser sólo dos semanitas de nada. Hemos venido de cursillo, campamento, lo que sea. Ya sabes, ver otros sitios, pillar tecnologías guays de esas, liarla en otros lugares…

—Psh, lo que no sé es como te han dejado venir a ti, cara moco, que con ese jeto espantas a la peña —su mellizo le sacó la lengua poniendo cara de asco.

—¿Pero qué andas? Lo que no sé es como te han dejado venir a TÍ, so tontolaba, que más lerdo y no naces! —replicó la chica con similar gesto en el rostro.

—¡Claro, con ese culo tan gordo que tienes siempre ocupando MI espacio! —el chico dio un empellón a su hermana, que abrió mucho los ojos. Tanto que hasta se podían contemplar en ellos las llamas del futuro infierno que pensaba desatar sobre su obstinado, maleducado e impertinente mellizo.

—¡Doppelgänger de mierda, ahora vas a ver! —Ruffnut se lanzó sobre su hermano como un ave de presa. Le agarró por los cabellos y estiró con fuerza. Mucha fuerza.

—¡Aaahh!! ¡Asquerosa! —a Tuffnut se le saltaron las lágrimas ante el despiadado asedio de su melena y sin dudarlo ni un segundo le clavó los dientes en el antebrazo.— ¡Fze ffzoy a affzanffaz ed ffzazo! ¡Ffuazza!

Al ver que llegaban a las manos… y a los dientes, Gaudy decidió intervenir antes de que los mellizos se convirtieran en una inmensa bola de polvo, caos, puños, patadas, insultos variados y destrucción masiva.

—Chicos, chicos…—intentó calmar los ánimos. Cuando comprobó que estaba siendo ignorado como quien oía llover, los agarró de los cuellos de sus respectivas camisas, los separó a la fuerza dejándolos en alto sin que sus pies llegasen a tocar el suelo y gritó— ¡¡CHICOS!!

Ambos hermanos se giraron a mirar hacia él como si fueran una sola persona.

—¿Ya? Bien. —Los dejó de nuevo en tierra y se puso en medio para estorbar sus futuras collejas y pataditas, que sabía que habrían de llegar. —No sé vosotros pero yo tengo hambre, iba hacia la cafetería ¿venís conmigo?

Ruffnut y Tuffnut se miraron entre ellos, y encogiéndose de hombros decidieron seguir al mayor, trotando cada uno a un lado de éste. Total, tampoco tenían nada mejor que hacer por el momento.

—Imbécila. —susurró Tuff en dirección a su hermana, tras la espalda de Gaudy.

—Idioto. —contestó la rubia levantando el dedo de en medio y dirigiéndolo al chaval.



Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on August 31, 2017, 04:56:14 PM
Y seguimos con la prueba de Seed de Ruff, Tuff y Hiss.

————

—¡Yuhu! —gritaron los Thorston corriendo hacia la entrada de la cueva, hachas en ristre.

Hisoka suspiró cansado y fue tras su estela con pasos perezosos.

—Se te escapan los peones, jefe de equipo.

—¿Eh? —preguntó Hisoka mirando a su instructor, la manera en que levantó la ceja Íslan le dijo mucho, demasiado— ¡Mierda!

Hisoka echó a correr detrás de los otros dos. Su nota no sólo dependía de lo que hiciera él si no de lo que fuera capaz de hacer con los otros dos.

La entrada a la cueva no era más que una gran grieta en la pared que se iba estrechando a medida que avanzaban. El lugar no parecía demasiado grande, pero aquel tipo de grieta podía estar conectada a cavidades más profundas dentro de la tierra.
Ruffnut y Tuffnut se habían adelantado gritando mientras Hisoka maldecía detrás, vociferando que no hicieran tanto ruido. El cambio de tono del grito de guerra de Tuffnut le hizo pensar que había encontrado problemas unos metros más allá. Se acercó corriendo y vio a Tuff tendido en tierra, moviendo la pierna mientras intentaba librarse de algo. Su hermana se acercaba poco a poco, con el hacha apoyada en el hombro.

—Idioto, ¿qué haces? —preguntó poniéndose en cuclillas a su lado— Nos estás retrasando y no queremos ser como tú.

—¡Tengo algo en el pie! ¡Me está mordiendo mucho, me está mordiendo que te pasas!

Hisoka se agachó a su lado y observó lo que parecían ser restos de algún tipo de mandíbula animal.

—Si me haces caso te lo quito. —soltó Hisoka rotundamente, dándole más sentimiento a la frase añadiendo una mirada inquietante.

Tuffnut asintió con la cabeza rápidamente.

—Tío, ¡pero quítamelo ya!

—Uno, no quiero gritos —dijo Hisoka acercando la mano a los huesos y buscando alguna manera de quitárselos—. Y dos, no soy tu tío.

—¡Como sea!

Hisoka palpó la unión entre la mandíbula superior y la inferior, encontrando así la forma de librar a su compañero, pero al contrario apretó un poquito más. Ruffnut se dio cuenta, pero simplemente sonrió con picardía mientras observaba como su hermano se aguantaba las ganas de gritar.

—Váis a entrar por delante de mí. Paso a paso. Reconoceréis la zona sin perder de vista a los otros dos. ¿Entendido?

—Roger, pequeñín. —dijo Ruffnut con una mano a manera de visera en su frente. Hisoka decidió ignorar el apelativo por bien común.

Tuffnut asintió y la mandíbula se soltó un poco.

—Si veis algo sospechoso o que se mueva lo comunicáis por señas. Habéis cazado antes, sabéis como va el tema.

Los mellizos asintieron otra vez y un simple clic desmontó la mandíbula, liberando el pie de Tuffnut. El joven se levantó y cojeó un poco, pero tres pasos más allá la herida se había recuperado lo suficiente como para que dejase de quejarse por el dolor.

—Maldita sea… —masculló Tuff.

—Mira por donde pisas. —murmuró Hisoka cerca de él antes de indicarle con dos dedos extendidos que continuase por la pared izquierda.

Inspeccionaron el lugar, buscando alguna salida más en la pared de piedra. Sólo vieron una y Hisoka ordenó que la taparan con un pedrusco suelto al que hicieron rodar entre los tres.

—Voy a encender una luz —avisó el jefe de equipo en un susurro mientras buscaba en el saquito que llevaba colgado a la espalda—. Ahora.

Usó una linterna a pilas que había cogido del Jardín. Su luz era blanca y regulable. La encendió pero la luz parpadeó y acabó por apuntar hacia su cara y golpear la parte de abajo, donde iba la batería.
La linterna volvió a funcionar, apuntando los rostros de los tres aprendices y dejándolos ciegos por un momento.

—¡La rehostia! —empezó Tuffnut.

—¡No veo! ¡Estoy ciega! ¡Socorrito! —aulló Ruffnut clavando los dedos en el brazo de Hisoka.

—¡Chst! —calló Hisoka frotándose un ojo y después apuntando al resto de la cueva.

Primero inspeccionaron el techo, que era demasiado liso como para esconder algo del tamaño de un hombre allí. Y luego el suelo.

—¿Qué mierdas es todo esto?

Ruffnut podía ver por fin, pero no soltó a Hisoka, que avanzaba despacio observando todo lo que cubría el suelo.

—Huesos… —dijo Hisoka apartando uno con el pie.

—Eso es una bota —apuntó Tuffnut—. Y ¿más huesos?

La chica arrugó la nariz y se separó un poco de Hisoka, agachándose para inspeccionar los huesos.

—La mayoría son pequeños, como de animales. Y hay muchas raspas de pescado.

—Ya, pero eso es una bota —volvió a señalar Tuffnut—. Tío, y encima está nueva.

Hisoka cambió la dirección de la linterna hacia la roca que habían puesto para tapar la única rotura en la pared. Algo a los pies de la roca llamó su atención.

—¿Eso es sangre? —indagó mientras seguía con el haz de luz el rastro oscuro y brillante.

—¡Wa, que pasada! —oyó a Tuffnut a unos pasos de él— ¡Enano, aquí!

Hisoka tuvo un presentimiento y sus ojos verdes se oscurecieron al ver que el rastro de sangre se estrechaba y le guiaba hasta la voz de su compañero de equipo. La espalda de Tuffnut le tapaba la visión de lo que fuera que había encontrado.
Ruffnut dejó de examinar las raspas de pescado para acercarse correteando hacia su hermano. Hisoka llegó en ese justo momento junto a los dos.

Una capa raída y un sombrero atravesados por un palo de madera fue lo único que encontraron allí. Apartaron la prenda y encontraron más sangre debajo. Hisoka arrastró la sangre con una esquina de la capa.

—Es reciente. Y viene de allí.

Los tres miraron la roca y una idea se formó en sus mentes.

—¡No! —ordenó Hisoka con toda la autoridad que pudo añadir a su voz.

Los mellizos pararon sus movimientos, vacilando por un sólo momento.

—¡Ah, venga ya! —terminó por quejarse la chica— ¡El tío éste no está aquí! ¿¡Cómo lo mato si no lo encuentro!?

—Pero-

—¡Ruff! —llamó su hermano correteando hasta la roca— ¿A la de tres? —preguntó apoyándose en el pedrusco.

Hisoka dejó caer las manos a los costados en un golpe seco y pateó el suelo de la frustración.

—¡Ey, por una vez tienes una idea buena! —se alegró Ruffnut poniéndose junto a su hermano.

—¡Seguramente es…! —empezó Hisoka mientras intentaba apagar la linterna, pero la cuenta de los Thorston tapó su explicación.

—¡Uno, dos y tres!

Empujaron la piedra, haciéndola rodar otra vez. El eco que produjo el movimiento fue mucho más alto de lo que debería haber sido.
Los mellizos agarraron sus hachas y se agacharon para entrar en cuclillas por el hueco de la pared. Hisoka los siguió no sin antes echar mano a la estaca que habían encontrado sobre la capa oscura y hecha trizas.

Una sombra más oscura que las demás se movió en el techo, justo después de que Íslan ingresara por la rotura tras la estela de sus alumnos.
Abrió los ojos que había mantenido cerrados y su visión se adaptó a la poca luz ensanchando las pupilas verticales. Se dejó caer en el suelo y se acercó a la sangre, olisqueándola y apartándose de ella de sopetón. Miró otra vez el hueco, calibrando si podría entrar por él.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on September 30, 2017, 06:20:51 AM

Un par de semanas después de la ceremonia de graduación de los Seeds, todavía se podía vivir el ambiente festivo en el Jardín de Balamb, fuera con la euforia de los recién graduados presente en el ambiente o los destrozos que aún no habían podido terminar de arreglar. Pero el mundo más allá de los muros de la academia no se detenía por ninguna fiesta, y con más hombres disponibles, el Jardín estaba preparado para recibir una misión en cualquier momento. Para algunos no sería más que otro trabajo que añadir a la lista, mientras que para otros sería su primera vez.

Y eran éstos últimos los que estaban más ansiosos por probarse a sí mismos en el mundo real, nada de simulaciones o entrenamientos.

Entre los primeros afortunados se encontraban el grupo todavía tutelado, como todos, por el instructor Laguna Loire. Kora y Yuri habían sido llamados al despacho de éste a media mañana, quienes habían acudido con toda prisa al imaginarse el qué podría ser.

- ¿Una misión? – Habían coreado, intentando pasar ambos por el marco de la puerta al mismo tiempo.

Laguna los miró por encima del dossier, todavía buscando un hueco libre en su siempre desordenado escritorio para apoyarlo. Apartando una revista de humor que había birlado de secretaría antes de que la subdirectora la confiscara, apoyó el informe al mismo tiempo que sus dos estudiantes conseguían colarse después de varios empujones mutuos.

- Es una misión, ¿a que sí? – Sonrió Kora, sonriendo con ilusión y segura de lo que su intuición le decía. – ¡Qué bien, nuestra primera misión!
- Ya era hora. – Yuri trató de fingir no del todo bien desinterés. – ¿Qué va a ser? ¿Desmantelar una red de narcotráfico?
- ¿Rescatar al atractivo hijo de un empresario que se ha metido en líos con la mafia?
- ¿Luchar contra la guerrilla en el desierto galbadiense?
- ¿Infiltrarse en el certamen de Miss Balamb para evitar un atentado?
- ¿Participar en la guerra civil aetheriense?

Ante la emoción de los dos recién graduados, Laguna levantó una mano, conciliador. Esperaba que el gesto los calmara, tal y como siempre conseguían los guías espirituales con sus excitados alumnos. Kora y Yuri continuaron con sus fantasías de épico soldado Seed.

- ¿Poner paz en la épica batalla entre la residencia de ancianos de Balamb Sur y la de Balamb Norte?
- Chicos... no es nada de eso...
- ¿Quizá tengamos que evitar el robo de las joyas de la corona de Invernalia? – Continuaba Kora, con los ojos brillantes. – Así podría reencontrarme con el príncipe... Isaak de Kraken... oh...
- Espera, creo que está intentando decirnos algo. – La detuvo Yuri.

Finalmente teniendo la atención de éstos, Laguna pudo finalmente explicarles la misión a los dos chicos. Levantó el dossier, aún sin cedérselo a sus dos alumnos. Primero quería hablar con ellos.

- Escuchadme. – Los dos asintieron enérgicamente, como si en ningún momento lo hubieran interrumpido. – Esta es vuestra primera misión, y se ha valorado que no contenga mucho riesgo ni mucha responsabilidad. Creemos que está a la altura de unos recién graduados y que-
- Vamos, que nos han dado una chorrada. – Bufó Yuri, reclinándose en la silla mientras se pasaba la mano por el pelo en gesto frustrado. – ¿A Conchín se le ha subido el gato al árbol y tenemos que bajarlo?
- No, bueno... eso tiene su riesgo, la verdad...

Laguna se frotó la barbilla, tratando de contener malos recuerdos que terminaban en arañazos en la cara y un fundido en negro. Yuri era joven e inexperto, y todavía no conocía los auténticos límites del riesgo. Pero no era momento de caer en ensoñaciones. Aquellos dos tenían una misión que cumplir.

- Esto no es moco de pollo. – Dijo Laguna con el tono más serio que podía, mirando intensamente a los dos jóvenes frente a él.
- Querrás decir moco de pavo. – Le corrigió Yuri, poniendo los ojos en blanco.
- Sí, bueno, eso. – Le quitó importancia al asunto con un movimiento de la mano. – Ahora sí, escuchadme.

Tendió los dos dossieres a Kora y Yuri, extendiéndoles uno en cada mano. Tal y como esperaba, ambos se lanzaron a abrirlo a una velocidad casi inhumana, ojeándolo por encima con avidez y sin realmente enterarse de nada.

- Estás de broma, ¿no? – Bufó Yuri, mirando al dossier como si fuera una criatura del espacio exterior.
- Es una misión primeriza, y aunque no lo creáis, es importante.
- Imagino que cuando dices importante te refieres a que la podrían hacer perfectamente críos de guardería con tijeras en las manos y sin supervisión de un adulto.

El que más disgustado estaba era Yuri, claramente. Kora sólo permanecía con una mueca de decepción en el rostro, repasando una y otra vez la fotografía del cliente con la esperanza de que mutara a un joven atractivo en cualquier momento. Al ver que ninguno de los dos iba a dejar de estar frustrado en un futuro próximo, Laguna tuvo que ponerse un mínimo serio. Por supuesto, ello implicaba mirarlos fijamente y esperar a que guardaran silencio.

Cuando Yuri se cansó de bufar y Kora bajó el volumen de su quejido bajito y constante, similar al sonido de un perro al que no le dan una galleta, hasta ser casi inaudible, decidió volver a hablar para explicarles en qué consistiría su cometido.

- Como sabéis, los Estados Bajos no tienen Jardín y su fuerza militar o policial no es precisamente abundante. Lo cierto es que es una sociedad con índices de criminalidad bastante bajos... – Les guiñó el ojo lentamente al decir 'bajos'.
- Qué chispa tienes.
- Gracias, Yuri. – Laguna carraspeó. – Así que si pasa algo, generalmente piden ayuda a Balamb o Galbadia.
- ¿Te sorprende que haya paz? Consumen marihuana hasta con el café. – Comentó Yuri.
- El cliente, Don Kray es, bueno, un artista que quiere hacer una exposición en la capital.

Laguna continuó explicando, señalando a la foto que había en el dossier. Era un hombre ya situado en los cuarenta años, no demasiado atractivo y con poco pelo, además de poseer una mirada de desquiciado sociópata que poco bien le hacía al cuadro general de su rostro.

- Por lo visto, el señor Kray no acaba de confiar en la seguridad que puede proporcionarle el ayuntamiento de la capital, así que ha pedido al Jardín que un grupo Seed lo escolte y vigile que todo vaya en orden antes y durante la exposición.
- No creo que nadie quiera robarle nada a este hombre. – Dijo Kora, arqueando una ceja y señalando una de las fotografías que había en el informe. – Sus cuadros son horribles.
- Mejor para vosotros entonces. No tendréis mucho trabajo.

Desde el punto de vista que les ofrecía Laguna, tenían que admitir que era cierto: tan sólo tendrían que dar rondas por la exposición ataviados con sus mejores galas mientras bebían cócteles sin alcohol y flirteaban sutilmente con los presentes.

Sí, aquella perspectiva era mucho mejor. Los dos Seeds se acomodaron en la silla, con una postura mucho más relajada al estar más satisfechos con cómo se iban desarrollando los hechos. Laguna les sonrió, más tranquilo él al ver que ya no parecían oponer tanta resistencia. Y sólo había hecho falta que usaran su imaginación un poco.

- Pasad por secretaría a por los billetes de avión, me parece que salís mañana por la tarde.


Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on September 30, 2017, 02:33:38 PM
Nuestro equipo se adentra más y más en la grieta... ¿qué encontrarán ahí dentro?

————

Se esperaron un poco a que sus ojos se acostumbrasen a la falta de luz. Los Thorston estaban antinaturalmente callados y quietos. Respiraban el aire denso poco a poco, llenando sus pulmones de la sensación de inquietud en el ambiente. Se lo estaban pasando teta.
Por su parte, Hisoka seguía pegado a la pared. El túnel por el que habían ingresado no era muy largo y se estrechaba un poquito hacia el final, pero no era nada que no se pudiera solucionar poniéndose a gatas.

El final de aquel túnel daba a una sala un poco más pequeña que la que habían estado antes de entrar ahí. A su izquierda una gran brecha oscura indicaba un camino abierto.
Hisoka notaba en sus oídos el palpitar de la sangre. Un sonido como el rascar de roca con roca llamó la atención de los tres.

—¡Wala, qué pasote! —murmuró Tuffnut acercándose poco a poco hacia aquel camino, de donde provenía el sonido.

—¡Tuff! —llamó Hisoka, yendo tras él y poniéndole la mano en el hombro.

Ruffnut les siguió con pasos presurosos, pegándose después a la pared de roca y asomándose por la brecha hacia delante.

—¡Pst! Esto está negroscuro, no veo ná de ná. —avisó la rubia con los ojos muy abiertos.

Un golpe tan fuerte que hizo estremecer la tierra y algo más oscuro que lo demás al moverse al fondo les hizo reaccionar.
Hisoka tuvo que agarrarse más fuerte a Tuffnut para no perder el equilibrio y el otro movió los brazos vigorosamente para hacer lo mismo. Ruffnut tuvo más suerte, usando la pared como apoyo.

Algo de arena cayó desde el techo, con un ruido siseante. Tuffnut se sacudió a Hisoka de encima y caminó, pero dos pasos más adelante algo se le enredó en los pies, y después de dar vueltas sobre sí mismo terminó de culo en el suelo.

—Hoy no es mi día... —murmuró alcanzando sus pies para quitarse la tela de encima.

Una suave luz, proveniente del túnel les ayudó a visualizar el cuadro de horror en el que se habían metido.
El suelo, el techo y las paredes estaban cubiertos por más capas raídas llenas de sangre, clavadas a la piedra con estacas de madera como la que Hisoka llevaba en una mano. Además de restos humanos en distintos grados de descomposición, sombreros desaliñados esparcidos por aquí y por allá completaban el efecto tétrico de la sala.

Los dedos de Ruffnut asieron el hacha entre temblores de emoción. Tuffnut se levantó y se miró los pantalones manchados de sangre, maldiciendo porque no era suya. Hisoka se dedicó a contar.

—Veinte… contando el de fuera hay un total de veinte.

—Sí, muy bien —aceptó Ruff para luego renegar—. Pero aquí no veo cuerpos, los tíos esos aún tienen que estar más adentro.

Hisoka se exasperó, girándose hacia su compañera para recriminarle.

—¿¡Pero es que no véis qué son…!?

Pero para cuando terminó la frase, los mellizos se movían con sigilo por la sala contigua, hacha en alto y sonrisas de loco dispuestas.
Hisoka cerró los puños, clavándose una astilla de la estaca, afiló la mirada y apretó una hilera de dientes contra la otra.

—Menos mal que tienen regeneración, porque yo no pienso curarlos si no salen de esta.

El jefe de equipo se acercó despacio, colocándose en el mismo sitio que Ruffnut había usado para atisbar hacia el otro lado.
Parecía haber un pasillo y más adelante una mancha más oscura le dejó intuir un desnivel en forma de acantilado a la derecha. Al otro lado creyó ver una pared alta.
Hisoka frunció el ceño y avanzó despacio, detrás de los pasos de sus compañeros.

Otro temblor le hizo parar y esta vez oyó claramente un gemido que sonaba muy humano. Hisoka se desvió hacia la izquierda oyendo como Ruffnut y Tuffnut lanzaban un alarido ronco mientras cargaban hacia delante. Hisoka sacó la linterna de nuevo, apuntando hacia delante y girando el regulador a la máxima potencia. Si los Thorston iban a lanzarse sin más, mejor darles un poco de ventaja cegando a lo que fuera que se iban a enfrentar.

La luz reveló una mano gigantesca, que hacía presa a lo que parecía ser una mujer. La fémina gritó asustada, tapando su cara con los brazos en alto y la mano ascendió al mismo tiempo que los mellizos saltaban hacia ella y clavaban sus hachas en los dedos agrietados.

—¡Tranquila, señorita! —gritó Hisoka sin perder de vista la mano con la luz— ¡Le ayudaremos!

—¡Aaaaah! —gritó Tuff mientras hundía un poco más el hacha y hacía fuerza para sacarla de nuevo— ¡Me cagüen… esto está muy duro!

Ruffnut se agarró al mango de su hacha y puso los pies en el dedo para estirar con toda la fuerza de su cuerpo. La mano se elevó, llevándosela detrás. Tuffnut perdió el agarre del mango y se quedó en el suelo, soltando improperios mientras señalaba su arma.
La mano volvió a bajar y Tuffnut se apartó a todo correr, agarrándose el casco con una mano y derrapando por el suelo al frenar para mirar atrás.

Cuando la mano monstruosa dio de lleno en el suelo, la fuerza imprimida ayudó a la melliza a sacar el hacha, cayendo hacia atrás y rebotando un par de veces en el suelo sobre su trasero. Terminó parpadeando, mirando su hacha ensangrentada mientras un chorro de sangre salía de la herida que acababa de hacer, salpicándole la cara.
Un aullido proviniente del borde del acantilado resonó en toda la cueva.

—¡Moooola! —enfatizó Ruffnut levantándose a toda prisa para volver a la carga junto a su hermano, que ya había alcanzado otra vez el hacha perdida.

Hisoka, mientras tanto, abrió los canales de su mente, intentando conectar sus sentimientos con los de la prisionera para averiguar algo más de la situación en la que se habían visto envueltos.
Un nombre vino a su mente.

—¡Reiri, aguante Reiri! —animó desde la pared mientras la mano volvía a subir un poco más, con sus tres ocupantes colgando de ella.

Hisoka avanzó un paso, dos, tres… hasta que el dolor en su mente se hizo presente, trasladándose a su cuerpo de inmediato.
Desnutrición, pérdida de sangre, falta de fé. Ninguna esperanza a la que aferrarte y oscuridad. Las sensaciones le golpearon tan fuerte que cayó de rodillas al suelo. Su empatía se estaba descontrolando.
Y justo en ese momento, al volver a caer aquella mano enorme, Hisoka se desplomó. No sin antes llegar a tiempo de ver como el cuerpo al que estaba unido la mano emergía del abismo.

Grande, oscuro, peludo. Con una cara alargada que debía medir alrededor de dos o tres metros. Los ojos de aquella criatura se achicaron al entrar en contacto con la luz y gimió.
La linterna rodó por el suelo, cambiando la dirección del foco hacia la pared gris y marrón, revelando una abertura natural a la que habían añadido barrotes. Dentro, los cuerpos amontonados de los desaparecidos estaban quietos, rígidos, mayoritariamente muertos.

Con tanto movimiento, nadie oyó como unas uñas duras escarbaban en la roca, ensanchando el pequeño túnel por el que equipo e instructor habían entrado.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on September 30, 2017, 04:47:40 PM
Calvos y melenas por todas partes, este mes toca salón de belleza xD




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—Eh, tú, capullo. Ya estás quitando ahora mismo esos dedarros de mi material, que esas armas las he pagado yo —el manotazo no se hizo esperar— y me han costado un huevo.

El hombre de piel morena se limitó a observarlo tras las gafas de sol, y cuando parecía que iba a ignorar el comentario del rubio, habló.

—¿Entonces ya no tienes ninguno? —preguntó con tono serio.

—¿Eh? —aquello descolocó al otro, aunque fue sólo por unos momentos— Ruddy, si acabas de intentar hacer una broma, déjalo. El humor no es lo tuyo. Deberías haberlo asumido cuando te echaron del circo.

—Al menos a mi no me desahuciaron del zoológico —el grandullón se encogió de hombros, recolocándose las gafas sobre el puente de la nariz.— ¿Y Reno?

—Yo que sé, andará por ahí, en el club. O se habrá ido de putas. A él que se lo hacen de gratis, el cabrón.—refunfuñó el rubio mientras jugaba con su revólver nuevo.

La puerta de la habitación se abrió golpe, resonando con un eco metálico en las paredes del sótano. El recién llegado se terminó de aflojar la corbata, dejándola que colgase suelta a ambos lados del cuello de la camisa ya abierta. Se quitó la americana y la lanzó sobre uno de los sofás que había junto a la entrada, sin preocuparse de cómo cayera.

—Hola kurdos. ¿Qué hacéis? —dijo aflojando la goma que recogía su cabello largo y rojo en una coleta sobre la nuca. Sacó un paquete de tabaco del bolsillo del pantalón del traje, encendió un cigarrillo y le dio una calada— Ya pensaba que no me soltaban, vaya pandilla de ninfómanas.

—Vete a la mierda, rojo —contestó el rubio saludándolo con una sonrisa llena de dientes y el dedo de en medio de la mano izquierda levantado en señal de afecto— ¿Es dura la vida de puto?

—Host, rubia, HO-S-T —dijo soltando el humo por un resquicio entre sus labios— Sólo cuando hay tipas desesperadas que intentan meterme mano sin que me de cuenta, cosa difícil.

El rubio sólo hizo un ademán despreciativo con la mano, y siguió jugueteando con sus recientes adquisiciones bélicas.

—¿Por qué kurdos? —preguntó el hombre más alto, tras dar un trago a una botella de cerveza.

—Kurz más Rude. Elemental, ¿no? —el pelirrojo se rascó la cabeza, y tomó la cerveza que le ofrecía el moreno.

—Hmm. No deberías beber tanto. —comentó éste frotando un cristal de sus gafas de sol con la esquina de la manga de su camisa.

—Pues entonces no me ofrezcas, macho, que ya llevo encima como para ir a mear y estar horas y horas y horas y horas y… bueno, lo pilláis.

—Ya se nota ya, cabrón, que vas bien cocido. —Kurz rió por lo bajo, metiendo una mano bajo la cintura de su pantalón vaquero y rascando con pereza.— ¿Hace una partida?

Rude sacó el tapete verde y lo extendió sobre la mesa baja que había en mitad de la habitación, sin mediar palabra. Después cogió la baraja que había junto a uno de los ordenadores, y empezó a mezclar los naipes entre sí. Los otros dos acercaron los sofás hasta la mesa, uno sentándose y el otro dejándose caer a plomo, sin derramar el líquido que le quedaba en la botella de cerveza.

—Va, tira, pero nada de pajas mentales como las de la última vez. Que el melenas y yo —dijo Reno señalando al hombre de piel morena y cabeza rapada— curramos mañana.

El pelirrojo aún recordaba la última que le había liado Kurz, se había colocado hasta las cejas y había acabado por vomitarle por encima del traje nuevo. Nada en comparación con la paliza que había estado a punto de darle su jefe. No otra vez, gracias.

Desde la calle se filtraba el ruido de las sirenas de los coches de policía, y algún que otro disparo a lo lejos. Lo de siempre.

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on September 30, 2017, 06:51:30 PM
Me muiro de sueño, pero casi terminamos con el examen de estos tres TVT

————

La luz que había cegado a Reiri ya no apuntaba a su cara, pero el monstruo que la tenía atrapada aún seguía atontado y algo desorientado por ella. Liberada del terror psicológico que la criatura había imprimido en su mente, la chica usó sus poderes para teleportarse a una pequeña distancia convirtiendo su cuerpo en diminutos murciélagos que se volvieron a unir cerca de donde Hisoka empezaba a tener convulsiones.
Los Thorston, ajenos a este hecho, continuaron con su refriega.

—¡Ahora, ahora! —gritó Ruffnut, volviendo a clavar el hacha en el mismo lugar de antes y desprendiendo parte del dedo, que cayó con un sonido desagradable en el suelo y luego rodó unos metros más allá.

—¿¡Dónde le doy!? —preguntó Tuff exaltado, echando el hacha atrás para tomar impulso.

—¡En la nariz! —respondió su hermana.

Tuffnut se tomó un momento para observar en la penumbra aquel rostro deforme.

—¡Pero si no tiene! —señaló dejando caer el hacha y rodando los ojos mientras hundía la cabeza entre los hombros.

Ruffnut se encogió de hombros y volvió a lo suyo. Tuff decidió que cualquier lugar era tan bueno como otro y enarboló el hacha, lanzándose de lleno a la cara del bicho, saltando en el borde del precipicio para hundir el filo de su arma en el ojo de la criatura.

Mientras, Reiri se agachó al lado de Hisoka y lo agarró de los hombros, apoyando la cabeza del chico en uno de sus muslos.

—¡Ey, responde! —dijo frunciendo el ceño mientras veía como Hisoka convulsionaba otra vez—. Que desperdicio… un chico tan joven y guapo.

Sacó un pañuelo de entre su ropa y limpió la babita que se le escapaba al muchacho. Puso su mano cariñosa encima de la mejilla y sonrió cálidamente. Y de repente su mano subió y bajó con ímpetu, golpeando esa misma mejilla con una bofetada que dejó vibrando mano y cara.
Hisoka salió de su trance y dio una bocanada de aire muy necesitada mientras se incorporaba. Se frotó las sienes y miró a los barrotes, hacia donde su linterna a pilas apuntaba.

—¡Hay que sacarlos! —gritó levantándose y trastabillando— ¡Aún hay gente viva!

Se volvió a levantar y corrió hasta las barras de hierro forjado, dispuesto a arrancarlas con las manos si hacía falta, pero por suerte aquella prisión no estaba cerrada con llave. La sombra de sus piernas tapó los rasgos de un rostro escuálido que se giró hacia a él cuando movió la puerta a un lado.
Reiri suspiró y fue a ayudarle. Después de todo, sin la intervención repentina de aquellos tres, ella habría seguido atrapada en el terror primitivo que podía infundir la criatura.

Hisoka seleccionó a las únicas tres personas que aún respiraban de aquel montón de cuerpos, arrastrándolas hacia la puerta. Reiri las sacó de la celda, dejándolas tumbadas en el suelo de la cueva.
Un golpe sordo llamó la atención de ambos. El cuerpo de Ruffnut yacía en el suelo en una posición poco natural. Durante un segundo la sangre en las venas de Hisoka se enfrió, pero el gemido de frustración de la rubia y sus movimientos le devolvieron los ánimos. Ruff se apoyó en los codos y encajó de nuevo en su sitio correspondiente el hueso que se había descolocado en su pierna, rasgando músculos y tendones en el proceso.

—Puta madre, cómo pica… —se quejó mientras frotaba la piel y veía como se iba regenerando en cuestión de segundos.

Tuffnut no lo tenía mucho mejor. Colgado de una oreja puntiaguda de aquel monstruo, había perdido el hacha en las profundidades de la caverna. Pero todo iría bien mientras su casco se mantuviera a salvo en su cabeza.
Se balanceó, tomando impulso para saltar sobre la coronilla de aquella cosa que empezó a sacudirse con fuerza. Pero Tuffnut mantuvo el equilibrio, dejándose deslizar por el otro lado de la cabeza y aterrizando en el hombro.
Le dio una patada por donde según las reglas anatómicas universales debía haber una yugular y saltó hacia el suelo, dejándose caer sobre el pecho y derrapando, con una mano en el casco, hasta chocar con un pie de su hermana.

—Están muy mal. —informó Reiri.

—Ya, pero se curan solos.

—No, ellos no. Estos —la chica apuntó a los supervivientes, apartándose el pelo largo, negro y lacio, dejándolo caer grácilmente detrás de su hombro derecho—. Al borde de la muerte, no creo que salgan vivos de aquí.

Hisoka se sentó sobre sus rodillas después de examinarlos uno a uno con prisas. Subió las mangas de su camiseta hasta los codos y sonrió con autosuficiencia.

—De eso me puedo encargar yo.

Extendió las manos encima de los cuerpos que apenas si respiraban ya. Sus palmas brillaron con una luz suave y blanquecina. Reiri se apartó un poco y observó como los tres supervivientes era envueltos por aquella misma pálida luz. Hisoka parecía muy concentrado en su tarea y Reiri no quiso interrumpir lo que fuera que estaba haciendo.

Justo cuando la morena estaba calibrando la posibilidad de desaparecer, una mano aferró su hombro con fuerza.

—¡Cambio de planes! —se oyó una voz jovial y llena de energía— ¡Vuestra misión es sacar a los supervivientes con vida!

—Íslan. —reconoció Hisoka sin hacer otro movimiento que el de sus labios para hablar.

—Tranquila, a tí también te sacaremos sana y salva —la mano de Íslan apretó un poquito más el delicado hombro antes de palmearlo amistosamente—. Por lo que he visto… a ese bicho le hace daño la luz.

El instructor se alejó unos pasos para agarrar la linterna, cuya luz parpadeó al cogerla. La apuntó directamente hacia donde los Thorston seguían con sus escaramuzas, consiguiendo que la criatura gimiera de nuevo y levantase una mano contra el techo de la cueva, haciendo temblar todo el lugar.

Hisoka tuvo que poner una mano en el suelo para no caer encima de los otros tres moribundos, pero siguió con su curación con la otra, afanándose para poder sacarlos de allí pronto. Íslan cambió el peso de un pie a otro sin llegar a caer, pero cambiando la dirección de la linterna varias veces, perdiendo de vista al monstruo.
Tuffnut se cayó de bruces al suelo en su carrera hacia su presa. Ruffnut estaba agarrada a la mano que había golpeado el techo, pero sus reflejos le salvaron de una caída de treinta metros sin red.
Reiri tuvo que dar unos pasos hacia delante, apoyando las manos en las rodillas cuando el temblor paró.

La mano gigantesca bajó a peso, con Ruffnut gritando y clavando las uñas en ella. El puño bajó directo hacia Reiri, que no lo vio venir.
Una sombra oscura se interpuso entre el puño y ambas mujeres, arañando la mano y mordiéndola con dientes como de gatito. La criatura gimió y el nuevo ser en escena gruñó satisfecho, agarrándose al puño con las cuatro patas.

—¿¡Qué es eso!? —gritó Ruffnut presa de la adrenalina.

‘Eso’ desplegó sus alas y las batió. Los cerca de seis metros de envergadura fueron suficientes para plantarle cara a la fuerza bruta del monstruo, obligándole a girar mano y brazo y sacándole otro chillido.
Ruffnut se vio bocabajo por un momento y con un grito de princesa guerrera saltó al suelo con un aterrizaje limpio.

—¿Un dragón? —preguntó Íslan, observando la escena y muriéndose por actuar.

Pero no podía ayudar a sus alumnos. Al menos, él no. Aún no.

La criatura bufó y se irguió un poco más, abriendo la mano y atrapando al dragón por una de sus patas traseras con las cuatro garras que aún le quedaban. Con esfuerzo, se empujó y dejó caer la mano sana sobre el dragón, clavando las uñas en el suelo.

Aunque no lo podían ver, los pies del monstruo ya no llegaban a tocar el suelo de la parte baja del acantilado.
El dragón se revolvió dentro de su prisión de carne, calculando cual era el mejor movimiento que podría hacer. No podía lanzar rayos porque el espacio era tan reducido que la explosión lo pillaría con la boca abierta, dañándose a sí mismo. Y aunque sus garras eran fuertes y sus dientes afilados, aquel monstruo parecía ignorar el dolor que le provocaba. Frustrado, el dragón gruñó.

Tuffnut tomó el relevo a su hermana, recogiendo el hacha de ésta del suelo y lanzándose a la carga por puro instinto. Por suerte, su arma se hundió en otra de las heridas que le habían provocado en las manos anteriormente, acabando de romper otro dedo y dejando una vía libre al dragón, que no desaprovechó la oportunidad y salió volando de allí dentro.

Mientras la acción ocurría, Reiri se había dedicado a flotar a una distancia prudencial, consciente de que ahora también le debía su vida a aquel dragón negro de cara achatada. Chistó poco satisfecha por los hechos y se cruzó de brazos, enfurruñada.

—Está bien… —murmuró mientras hacía pie.

Puso una mano en el pecho de Tuffnut, que estaba dispuesto de nuevo a atacar, bloqueando también el camino de su hermana.

—Sacadlos mientras le distraigo. —ordenó Reiri sin girarse para mirar a los aspirantes a Seed a los ojos.

Los Thorston abrieron la boca para protestar, pero la llamada autoritaria de Hisoka, que ya había terminado con los primeros auxilios necesarios, y el estirón de pelo de su maestro, rectificó su ruta y los puso al trabajo de inmediato.
Ruffnut se cargó al hombro a un hombre que tenía pinta de haber sido fornido en algún pasado lejano, pero que ahora no era más que un saco de huesos alargado. Tuff, por su parte, cargó a una joven y un niño, cada cual debajo de un brazo. Hisoka se levantó para ayudar, pero el uso de sus poderes hizo mella en él y cayó de rodillas mareado. Íslan puso una mano en la cabeza de su alumno e instó a los otros dos a continuar con su misión.

—La prioridad son los civiles. Volved a por Hisoka después. —aconsejó.

—¡Fuera! —gritó Hisoka sentándose y apoyando la espalda en la pared— ¡Es una orden!

Los mellizos se miraron, y aunque se pasaban las órdenes por el forro y no les gustaba dejar a ningún compañero atrás, lo hicieron. Cuanto más rápido salieran, más rápido podrían volver a entrar.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on October 22, 2017, 05:53:15 AM
Y con eso ya puedo decir que se termina el examen de Seed de mis bebés invernalienses.

————

Los mellizos recorrieron el camino hasta la salida de la cueva lo más rápido que pudieron, sin reparar en que el túnel era bastante más grande esta vez. Allá afuera, la luz del sol se colaba entre las copas de los árboles, pero aún así la diferencia de intensidad quemaba a los ojos.
Se metieron a la cueva casi ciegos, teniendo que buscar el camino de vuelta a tientas.
Ruffnut llegó primero y fue directa hacia Hisoka, que parecía bastante repuesto, al menos mentalmente.

Se agachó a su lado y pasó el brazo por la espalda del chico, colocando el de él alrededor de sus hombros. Se levantó, haciéndole de muleta. Hisoka gruñó por el esfuerzo y jadeó un poco.

—¿Cuántas veces te he dicho que no te pases curando? Luego te quedas hecho un trapo.

Hisoka le quitó importancia al comentario de su compañera con un movimiento de cabeza algo errático.
Tuffnut se había unido a la lucha contra el monstruo, apoderándose del hacha de su hermana. Reiri lo distraía volando de aquí para allá, coordinando el ataque de los murciélagos que podía controlar. El dragón ponía también de su parte, acercándose para arañar y desgarrar jirones de piel que parecían cuero viejo.

—¡Salid! —ordenó Reiri al ver que los mellizos volvían a por su compañero.

El dragón se retiró hacia un hueco en la pared, agarrándose con las cuatro patas del borde y estirando el cuello. Entreabrió la boca, que empezó a brillar.
Tuffnut, que nunca había entendido muy bien aquello de la disciplina, corrió por uno de los brazos del monstruo y cuando llegó a la altura de su hombro saltó, dándole una patada en la mejilla mientras su cuerpo giraba en el aire. Aterrizó en aquel mismo hombro y se dispuso a correr de nuevo cuando la criatura se movió mucho más rápido de lo que había hecho en toda la lucha, apartando el cuerpo del rubio con un manotazo de su mano sana.

El cuerpo de Tuffnut cayó hacia atrás mientras el muchacho movía piernas y brazos buscando algo a lo que aferrarse, pero allí sólo había aire y un fondo que cada vez estaba más cerca. Tuff se giró. Si iba a morir miraría a la muerte de frente.
Un silbido cortó el aire y Tuffnut aterrizó con un golpe fuerte contra algo más blando que la roca que le esperaba, cinco metros más allá.

—¡Uaaaah! —gritó mientras emergía por encima del nivel donde su hermana había correteado soltando a Hisoka para ver que era del energúmeno de su hermano— ¡Toma yaaaa!

Dragón y jinete se elevaron en el aire y aterrizaron sanos y salvos frente a Íslan. El dragón negro esperó pacientemente a que Tuffnut se dejase caer al suelo. Se sacudió entero, pegando el morro al suelo y levantando la cola mientras extendía las alas, calculando distancias.

—¡Mal nacido! —llamó Ruff, golpeando a su mellizo en el casco, haciendo que se encogiera por el susto y las reverberaciones en su cerebro— ¡Sólo te puedo matar yo!

Reiri se transportó a medio camino entre Hisoka, que se apoyaba ahora en su instructor y los Thorston, que discutían al lado del dragón.

—Creo que tenemos un problema. —habló levantando una ceja y señalando hacia la brecha que conducía al exterior.

La criatura se había encaramado a su nivel y ahora cubría con sus veinte metros de altura toda la salida.

El dragón cambió su posición, estirando el cuello y abriendo la boca, sus dientes se retiraron y la luz explotó en la cueva. Cinco disparos de una luz helada y ligeramente azul dieron de lleno en el monstruo. La electricidad recorrió su cuerpo y aunque tenía ligeros quemazos en los impactos, pareció recuperarse con sólo sacudir su cuerpo peludo.
El dragón volvió a intentarlo dos veces más, haciendo blanco en la cabeza y en un hombro, pero obtuvo el mismo resultado. El humo salía de la boca del dragón, que gruñó frustrado.

Reiri apretó los labios y tomó una decisión.

—No lo mataremos con eso, sólo lo podremos distraer. —informó.

Ruffnut y Tuffnut por una vez se quedaron boquiabiertos pero callados. Íslan se mesó la barbilla y frunció ligeramente el ceño.

—¿Los habéis puesto a salvo? —se dirigió a los mellizos que asintieron aún anonadados— ¡Felicidades, acabáis de aprobar el examen!

Íslan sacó un matasuegras de su chaleco y sopló, desconcertando a todo el mundo. Criatura incluída.

—¿Y ahora, cómo lo mato? —indagó el Seed girándose hacia la mujer de pelo negro.

Reiri se mordió el labio inferior y siguió soltando información.

—Una estaca en el corazón, creo. O luz solar.

—Un vampiro… —murmuró Hisoka—. Intentaba decirlo desde el principio.

—¡Proto! Proto-vampiro —corrigió Reiri—. Creo, no estoy segura.

Íslan parpadeó. Sonrió ampliamente y apretó su mano enguantada en la cintura de Hisoka.

—Pero no tenemos una estaca tan grande y no hay manera de traer luz del sol hasta aquí.

—¿Ah, no? —la figura de Íslan empezó a brillar poco a poco y Reiri se apartó a todo correr, chocando con los mellizos.

—¿¡Qué haces!?

—Traer luz del sol. —explicó Íslan como si brillar fuera la cosa más natural del mundo.

—¡Me matarás!

Reiri siguió retrocediendo más y más, con los puños sobre sus mejillas, casi en sus oídos. El pánico que sintió era tan fuerte que Hisoka se vio arrastrado a la vorágine de sentimientos con ella.

—¡Es una vampiresa! —gritó Hisoka con las manos en los oídos antes de gemir.

La ligera luz que Íslan estaba desprendiendo acabó de rematar el estado de peligro en el que el proto-vampiro se encontraba, que atacó a lo primero que vio moverse por instinto.

El dragón, viendo que la mano iba directa hacia Reiri lanzó otro disparo de plasma eléctrico, que desvió los dedos lo suficiente como para que no dañaran a la vampiresa. Lanzó su noveno disparo a la otra mano pero cuando vio que las dos manos se movían para atrapar a la chica, se lanzó sin pensárselo, agarrando a Reiri con las patas delanteras, de espaldas al monstruo y echando a volar.
La criatura consiguió atrapar la cola del dragón, haciéndole caer. Pero la bestia se encorvó sobre Reiri, protegiéndola con su cuerpo y cubriéndola enteramente con sus alas negras.

Íslan vio el momento y lo aprovechó.

—¡Los ojos! —fue la única alarma que dio antes de que la explosión de luz inundara la cueva.

Fue como el nacimiento de una estrella. O al menos como cualquier persona se lo podría haber imaginado.
No se oyó ninguna explosión, pero sí un gemido ronco que hizo temblar toda la cueva. No pasaron ni dos segundos antes de que una lluvia de cenizas inundasen el lugar, dejando el aire espeso y difícil de respirar.
El proto-vampiro, como lo había llamado Reiri, no estaba por ninguna parte. O más bien, estaba por todas.

Los mellizos tosieron con las manos en las rodillas y Hisoka se llevó el cuello de la camiseta a la nariz. Íslan sonreía como si estuviera acostumbrando a inhalar cenizas. Probablemente lo estaba, uno de sus hobbies era acercarse a cosas peligrosas, como dragones o volcanes.
Una vez que la niebla se disipó Hisoka hizo uso de la linterna, aunque Íslan seguía brillando, ahora con un aura mucho más calmada.

—Instructor, la vampira —dijo Hisoka, caminando hacia el dragón, despacio pero decidido—. Tu luz le afecta.

—Eso, jefe. Vas a matarla si sigues brillando. —apuntó Tuffnut, dándole una palmada en el hombro a su hermana que casi la tiró al suelo.

Ruff respondió empujándole con las dos manos, haciendo que él sí cayese al duro piso de piedra.

—Muerte por sonrisa. —añadió Ruffnut, haciendo muecas hacia su mellizo antes de corretear, mano en casco, hacia Hisoka.

Ílan se disculpó con una mano en la nuca y se apagó del todo, reuniéndose con sus tres polluelos alrededor del dragón.
Ruffnut se había acuclillado en el suelo para inspeccionar al dragón.
El reptil se movió un poco al notar una mano sobre su pata y se apartó para dejar ver el tesoro que tenía guardado bajo su cuerpo. Reiri les miraba de hito en hito, sorprendida por los acontecimientos de los últimos minutos. Antes de decir nada arrugó la nariz y olisqueó el aire.

—Huele a sangre.

Nadie le había respondido aún cuando el dragón se desplomó encima de ella. Tenía parte de la cola desgarrada.


————

—Estoy en deuda con vosotros —habló Reiri dentro de la primera sección de la cueva—. Mal que me pese admitirlo, me habéis salvado.

Íslan asintió a su lado, en la penumbra del lugar.
Sus estudiantes estaban apañándoselas para izar a los tres supervivientes y al dragón, al que Hisoka sólo había podido cerrarle la herida para que dejara de sangrar después de gastar el grueso de sus poderes sanadores en los desnutridos cuerpos que ahora habían recuperado un tanto sus fuerzas.

—Tu ayuda ha sido inestimable para nosotros también. —concedió el instructor con las manos entrelazadas en su espalda.

Reiri chasqueó la lengua. Aunque le gustaría dejar el tema como estaba, sabía quién habría podido sobrevivir sin ayuda y eso lastimaba un poco su orgullo, obligándole a insistir.

—Pero os debo un favor —repitió—. Uno muy grande.

Y lo que no estaba diciendo era que, como vampiresa, estaba obligada a pagar las deudas de sangre.
Íslan volvió a asentir, con una sonrisita en sus labios. Hisoka estaba en lo alto de la colina, arriba de la cueva, montando varias camillas improvisadas en las que arrastrar a los cuatro convalecientes de vuelta al todoterreno, a una hora de camino a pie.

—Vosotros sabéis mi nombre, pero yo no sé a quién le debo la vida… ¿podrías decírmelo? —Reiri tanteó el terreno, probando cual sería la respuesta del hombre de pelo platino.

—Oh, al Jardín de Invernalia.

La vampiresa parpadeó confusa.

—¿Qué? ¿Al Jardín de Invernalia?

Íslan cabeceó afirmativamente y caminó hacia la salida, alejándose de ella.

—Estábamos aquí en una misión, no somos más que peones del Jardín. Que te vaya bien, Reiri.

El instructor levantó una mano en forma de saludo, saliendo a la luz del sol para seguir a sus alumnos y guiarlos de vuelta a casa.
Reiri miró el camino por el que el Seed se había largado con los ojos muy abiertos.

—Perfecto —escupió con rabia, cruzándose de brazos—. A todo un Jardín.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on October 22, 2017, 06:10:20 AM
Algún día tendrán iconitos monos, pero hoy no es ese dia '"OTL. -empuja la trama maligna hacia adelante-
Tengo una relación amor-odio con estos dos. Más odio que amor.




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La mujer se pasó una mano de forma distraída por la nuca, desenredando con los dedos sus cortos rizos oscuros. La fina toalla con la que se cubría se pegaba a su cuerpo todavía demasiado húmedo, revelando sus curvas sensuales y voluptuosas. Se hallaba en pie y descalza frente a los amplios ventanales sin acristalar; cuyas cortinas, de gasa de un tono anaranjado intenso flotaban sueltas y vaporosas, ocultando la vista de su figura de la animada calle bajo su balcón, rebosante de gente en las últimas horas de la tarde.

Una llamada de tres golpes secos resonó desde la puerta. La mujer la ignoró. Pasado un escaso minuto la persona del lado del pasillo volvió a llamar, y la mujer dirigió su mirada de reojo a la entrada de la habitación, observando la puerta.

—Anda. Pasa, pasa.. —comentó más bien con desgana. Sabía que si no se hubiera dignado a responder, aquel estúpido habría entrado de igual manera.

—Si no quieres verme puedes decirlo con toda franqueza, ya lo sabes. —El joven se deslizó de manera silenciosa dentro de la estancia y sonrió de forma forzada con los ojos entrecerrados.

—¿Y eso conseguiría hacer que desaparecieras de mi vista y me dejases en paz de una vez? —la mujer enarcó una ceja con incredulidad. Al ver que el recién llegado sólo negaba con la cabeza sin perder aquella enervante expresión de su rostro, murmuró entre dientes— Ya, lo que pensaba.

No estaba segura de si la Orden le había asignado un compañero en su misión porque realmente creían que lo necesitaba, cosa que la ofendía; o porque les hacía falta que alguien ejerciera de niñera con el inepto social, y sabían de sobra que ella no lo soportaba. Bien mirado, para la Orden era una forma fácil y rápida de matar dos pájaros de un tiro; la castigaban por haber tenido iniciativa por sí misma, y se quitaban de encima un estorbo más.
Sin embargo, Kitiara tampoco se negaba rotundamente a creer que lo que le habían puesto a su cargo era un espía. No sería la primera vez. Pero ella no era tan tonta como para dar siquiera el más mínimo signo delator de tener una agenda propia con objetivos distintos a los de la Orden. «O quizá no tan distintos, al fin y al cabo…» pensó con cierta ironía. De cualquier modo, le convenía que siguieran creyendo que simplemente tenía su propia manera poco ortodoxa de hacer las cosas.

Una gota de agua escurrió desde su nuca, bajando por su cuello y resbalando entre sus omóplatos, perdiéndose en la toalla. Se giró hacia el joven, que seguía ahí plantado mirando en dirección a la gran cama con dosel en el centro de la estancia.

—¿Y bien? —desde luego era difícil no demostrar impaciencia con semejante pasmarote.

—Ah, nuestro anfitrión quiere saber si… la dama… honrará la cena con su presencia. —algo que podría haber parecido sarcasmo tiñó ligerísimamente la voz del hombre.

—Me temo que no. La dama se encuentra fatigada tras el largo viaje y sufre de un insoportable dolor de cabeza —replicó Kitiara marcando la inflexión de ciertas palabras sin perder la compostura ni un momento. El joven ensanchó la sonrisa, como si fuera un gato que acababa de asegurarse una muy deliciosa comida entre sus zarpas.

—¿Debo entonces transmitirle tu malestar? Te recuerdo, aunque probablemente ya lo sepas desde hace muchos años y de primera mano, que el método más efectivo para combatir una migraña obcecada es el sexo. Nada como un potente orgasmo. —al decir esto el hombre fijó la vista en las sábanas revueltas y desordenadas de la cama, mientras una expresión mordaz asomaba a su rostro— y el viejo no tiene otra cosa en mente que complacer a su admirada huésped.

***

Justo en el momento en el que Sai cerró la puerta tras de él, adivinó por el sonido que la daga que la mujer llevaba consigo en todo momento se había clavado con firmeza en la madera. Soltó el pomo y se alejó de la habitación pasillo abajo, sonriendo tranquilamente. Aún tenía tiempo de dar una vuelta por el mercado de Chudiyan antes de la cena.



Había muchas tabernas y cervecerías en la populosa ciudad. El nombre de una de ellas, la que había descubierto Sai mientras deambulaba esperando matar el rato hasta que pudiera volver a su alojamiento sin estorbar demasiado, llamaba curiosamente su atención. La Luna del Arcano.

El cartel del establecimiento mostraba a un hombre colgado de una soga; un dibujo realizado con colores demasiado chillones (y aunque todos los colores eran chillones en aquella ciudad, el rostro del ahorcado era particularmente truculento) recortado sobre el fondo de una brillante luna amarilla. A saber qué relación tendría el ahorcado con el nombre de la cervecería, según había podido averiguar Sai la opinión generalizada era que aunque lo negase al ser preguntado, el propietario había confundido “arcano” con “ahorcado”.
Meciéndose con la brisa de un modo muy acorde con el colgado que representaba, el cartel hacía que muchos transeúntes se parasen en seco y contemplasen el dibujo sorprendidos, con los ojos muy abiertos. Pero la taberna no estaba precisamente atestada de clientes.
Además de la desventaja de tener un letrero que cuando menos revolvía el estómago, La Luna del Arcano estaba situada en una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad, al final de un callejón sinuoso en el que había edificios en ruinas que estaban abandonados, lejos de la plaza del mercado principal, de las calles de los comercios de prestigio y de la mansión donde Sai y su compañera (aunque debería decir jefa) estaban alojados.

La comida era una basura que no merecía llamarse como tal, pero pese a todo, al joven le gustaba el lugar. Había buscado por gran parte de la ciudad un lugar como aquel, algo “retirado” donde se pudiera encontrar un poco de “paz y tranquilidad”, donde las camareras no agobiaran hasta el hartazgo preguntando si quería otra cerveza. Él sólo quería dibujar.
Cierto era que para dibujar podía haberse quedado en su habitación, que estaba lo suficientemente alejada de la de Kitiara como para ser olvidado por unas horas. Pero aquello requería permanecer bajo el mismo techo que el ricachón que les había hospedado. No sabía qué métodos habría empleado Kitiara para ganárselo, y si era sincero tampoco quería saberlos. Era obvio qué es lo que el viejo iba buscando sacar a cambio. Y había tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no destriparlo ahí mismo como a un cerdo cuando le había encargado invitar de su parte a su adorada dama.

Por favor. Kitiara era de todo menos una dama. No porque no tuviera la educación necesaria, o no supiera conducirse como estaba establecido. Ni mucho menos. No era una dama porque no le daba la gana, y carecía de la paciencia necesaria para fingirse como tal durante toda su vida.

Una dama no jugaba sucio, más sucio que cualquier mercenario de poca monta que pudiera perderse en tabernas de mala muerte como aquella. Una dama no usaba su cuerpo si no tenía con qué pagar por su vida cuando la situación se ponía fea. Una dama no era capaz de seducir al hombre más estoico para después apuñalarlo por la espalda en el momento que tuviera las cartas a su favor, y limpiar su daga manchada se sangre en los calzones del estúpido.

No, Kitirara no era una dama.

Si acaso, era la mayor zorra que hubiera tenido ocasión de conocer hasta entonces. Pero era ambiciosa y sabía realizar sus jugadas con la mezcla exacta de previsión táctica y temeridad.

Sai recogió su cuaderno y guardó su carboncillo, sacando unas monedas del bolsillo de su pantalón y depositándolas sobre la mesa, como pago por la cerveza que había pedido. Cerveza que había olisqueado sin mucho afán, y había probado aún a sabiendas de que el sabor no sería para nada agradable. Asqueroso, había resultado ser la palabra adecuada.

Salió de la taberna, parándose a mirar el cartel una vez más. La Luna del Arcano. Su mente divagó de nuevo. Arcano, arcano… estaba convencido de que ese era el rango al que aspiraba cierta compañía, si no es que lo había conseguido ya. Levantó la vista hacia el cielo, echando a caminar de vuelta a la mansión, esquivando a un par de borrachos que iban por la estrecha callejuela tropezando con sus propios pies. Allá estaba, una grande, redonda, amarilla y brillante luna.

La Luna del Arcano, no se le escapó la ironía del momento.

Sai ladeó la cabeza a derecha e izquierda haciendo crujir las vértebras de su cuello de modo ominoso.
Quizás cuando llegase a su destino Kitiara ya habría matado al viejo.

Quizás todavía no.

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on October 31, 2017, 12:19:34 PM


"El vuelo 7340 con ruta Balamb-Estados Bajos ha llegado a su destino acorde a la hora programada. Por favor, no se desabrochen los cinturones hasta el cese de las funciones del avión. Les agradecemos su compañía y esperamos que vuelvan a volar con las líneas Air Ecito. Que tengan un buen día."

Ya preparada para bajar, Kora tironeó de Yuri, instándole a que dejara de admirar las partes traseras de la azafata que desaparecía en la cabina del piloto. El chico finalmente asumió la pérdida y se giró hacia su compañera con gesto molesto.

- ¿Qué pasa? Sí, ya hemos llegado, lo sé.
- ¡Pues deja de mirarle el culo a la azafata! - Se quejó la chica, levantándose.
- Kora, tú cosificas a todos los humanos de sexo masculino que nos cruzamos. Déjame vivir a mí también. - La última frase la dijo con un sollozo, fingiendo desesperación.

La chica puso los ojos en blanco, sorprendida por lo exagerado que llegaba a ser su compañero. Ella no se fijaba sólo en el trasero.

- El señor Kray nos espera en el aeropuerto. - Le recordó Kora, reprimiendo un escalofrío al recordar lo siniestro que era el hombre. - Vamos a recoger nuestras maletas ya.

Yuri asintió, acompañando a la chica hasta la zona de recogida de equipaje. Sobre la cinta deslizadora daban vueltas diversas maletas, hasta que reconocieron las suyas. No iban a estar más que cuatro días allí, tan sólo lo que durara la exposición, por lo que una para cada uno era más que suficiente.

Con el equipaje preparado, salieron a la parte principal del aeropuerto. El cliente los esperaba allí, de brazos cruzados y mirando nerviosamente a su alrededor. No les reconoció, puesto que eran los propios Seeds quienes tendrían que ir a su encuentro por motivos de seguridad.

- ¿Don Kray? - Preguntó Yuri, adelantándose a su compañera. El hombre pareció sobresaltarse al verles, pero recuperó rápidamente la compostura.
- Sois los Seeds, ¿no? - Inquirió el hombre, mirándolos de arriba a abajo de forma examinatoria.
- Somos el equipo Seed que ha venido a escoltar su exposición. - Se presentó Kora, con una sonrisa un tanto forzada, y se señaló a sí misma. - Kora Lionheart.
- Yuri Volte Hyuga.

Kray era un hombre de pocas palabras, puesto que con un asentimiento dio por terminadas las presentaciones y, tras ello, los dirigió hacia el exterior del aeropuerto. En el aparcamiento llegaron hasta un coche lujoso, donde el conductor salió para ayudarles a depositar el equipaje en el maletero.

Con Kray delante, y Kora y Yuri sentados en los asientos posteriores del coche, el coche se puso en marcha a lo que imaginaban que sería el hotel. Durante los primeros minutos de trayecto hubo un silencio sepulcral en el vehículo. Yuri trataba de mantener un mínimo de corrección, centrándose en disfrutar el aire acondicionado, y algo hacía que Kora no quisiera dirigirle la palabra a aquel hombre a no ser que fuera necesario.

- Ahora iremos al hotel donde me alojo. - Finalmente decidió hablar, con su voz rasposa. Ambos Seeds dirigieron la vista hacia él. - Allí se celebrará la exposición, así que no hay por qué salir de allí. Quiero que estéis al menos uno de vosotros alrededor mío durante estos cuatro días, hasta que me marche. El otro puede hacer rondas por la zona de la exposición para vigilar las cosas.

Los dos Seeds asintieron. A ninguno de ellos le hacía mucha gracia tener que pasar demasiado tiempo cerca de aquel tipo, pero siendo su primera misión estaban dispuestos a hacer el sacrificio.

Sin embargo, Yuri se fijó en que su compañera mantenía el ceño fruncido. Probablemente no se daría cuenta ella misma, a pesar de que era el gesto que mostraba siempre que su avanzada intuición se ponía en alerta. Él tampoco pensaba que aquel tipo fuera un encanto de persona, y menos si estaba tan obsesionado con su propia seguridad. "¿Quién le robaría algo a este tío?".

- ¿Alguna pregunta?

Negaron con la cabeza en respuesta. Kora permanecía, aún así, con la vista perdida, por lo que Yuri siguió con las riendas del asunto.

- Todo entendido, Don Kray.

**

Ante la insistencia de la chica sobre que no quería estar sola con Kray, Yuri dejó que fuera ella primero a su habitación para descargar los equipajes y hablar con Laguna para mantenerlo al tanto de la situación. El tipo debía causarle bastante repulsión, por lo que veía. A él también le desagradaba, pero era poco más que disgusto físico y frustración por su constante paranoia. Ni siquiera podían ir a dejar sus cosas tranquilamente sin que uno se quedara cerca de él.

Mientras Kray regañaba con su irritante voz, gritando algo de la posición de los cuadros y que los estaban tocando demasiado, a los encargados de la casa de cultura que patrocinaban su exposición, Yuri miraba a algún punto indeterminado mientras se hundía cada vez más en el sillón. No estaba a más de cinco metros del cliente para evitar una regañina él también, y aunque mentalmente se encontrara bastante lejos de allí, estaba listo para saltar en cualquier momento que entrara un ladrón con el suficiente mal gusto de robar uno de aquellos esperpentos que Kray llamaba cuadros.

En vista de que el único riesgo que el hombre corría era de que alguno de los encargados se hartara de su petulancia y le estampara uno de sus cuadros en la cabeza, Yuri alcanzó una de las revistas que había en la mesa a su lado. Dejando el Cosmopolitan y el Qué Me Cuentas a un lado, se hizo con una revista de actualidad. Él ya tenía varios ejemplares de La Entrevista, famosos por las portadas y páginas centrales de famosas desnudas y no por los reportajes de actualidad que solían incluir. Por supuesto, Yuri y Dante siempre lo compraban por lo segundo.

Hojeó por encima, intentando saltar las páginas más subidas de tono para no distraerse del todo, y finalmente se paró en la sección de deportes. En la página al lado, sin embargo, le llamó la atención una columna que informaba sobre el asesinato del jefe de un comando paramilitar galbadiense en territorio sur. "...nadie puede explicarse como sucedió, puesto que la seguridad era máxima y la muerte fue en público. Los testigos afirman que lo único que llegó a verse fue el cuerpo caer ya sin vida. Para muchos, sin embargo, está claro que los verdaderos autores consiguieron hacerse con el favor del misterioso y oculto grupo conocido simplemente como los Asesinos, quienes han actuado ya con ese modus operandi...".

"Un paramilitar menos, qué disgusto". Por lo que contaban algunos Seeds, aquel tipo de grupos eran un auténtico problema cuanto interferían a la hora de realizar misiones, aunque si tuvieran que preguntarle a él, no veía el momento de enfrentarse a alguno de ellos.

- ¿Aburrido, amico?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on November 29, 2017, 11:40:20 AM


Sin sentirse especialmente sobresaltado, Yuri levantó la vista del papel. Frente a él se había situado un joven castaño, de piel bronceada y vestido con un traje de Amarni que costaría su sueldo de tres años, pero con una sonrisa amistosa que casi lograba perdonárselo. Aun así, no explicaba que fuera a hablarle a él, de todas las personas presentes allí. Con un poco de desconfianza, Yuri no se levantó de su sitio.

- Estoy trabajando. - Respondió algo secamente.
- ¿El nuevo guardaespaldas del signore Kray, no? - Preguntó con un fuerte acento del sur de Esmarthia. Yuri notó además que hablaba bastante deprisa, pero podía entenderlo bien.
- Sí... bueno.

"Guardaespaldas" no era el término que él hubiera usado, pero en aquel caso aceptaba pulpo como animal de compañía. Yuri vio que el tipo sería sólo un poco más mayor que él, y que podría ser el hijo de cualquiera de los ricachones que empezaban a agolparse en aquel hotel. Quizá sólo quería un poco de conversación con alguien de su rango de edad. Eso sí, en el momento en que empezara a fardar de yates y Ferraris le partía la cara. Vio que Kray seguía dando vueltas por la sala, y le hizo un gesto para demostrar que seguía pendiente de él. Cuando se giró hacia el otro, suavizó su expresión, y el recién llegado se lo tomó como una invitación a sentarse a su lado.

- Ah, perdón, no me he presentado aún. - Le tendió la mano. - Ezio Auditore, coleccionista de arte.
- Yuri Volte Hyuga. Seed. - Yuri estrechó la mano, un poco más relajado. Al tenerlo más cerca, vio una pequeña cicatriz vertical en el lado izquierdo del labio.
- ¡Seed! Grande! Nunca había conocido a ninguno. ¿Puedo preguntar de dónde?

Dudó unos segundos antes de responder. No estaba seguro de que era buena idea ir dándole información a desconocidos, por mucho que no fuera a influir en la misión. De hecho, que se supiera que había Seeds vigilando a Kray y su exposición podría disuadir a los ladrones de intentar hacer algo, si no lo había hecho ya el estilo artístico. Y aquel tipo parecía bastante hablador, por lo que no dudaba que la información se expandiera. Una media sonrisa se dibujó en el rostro de Yuri.

- Balamb.
- ¡Balamb! Bella ciudad y bellìsimas ragazzas. - Respondió con entusiasmo. - No puedo esperar a volver.
- Pues no sé de muchas exposiciones que hagan allí, lo siento. - Arqueó la ceja.
- No te preocupes. Encontrarlas es mi trabajo, después de todo. - Antes de que Yuri pudiera volver a decir nada, Ezio volvió a la carga. - Yuri, amigo, he de decirte que no te he hablado sin motivo.

Yuri volvió a arquear una ceja, más escéptico que desconfiado, pero Ezio parecía realmente compungido por su supuesto interés a la hora de hablar con él, hasta se había llevado la mano al pecho.

- Me gustaría hablar con el signore Kray, pero por lo que veo está bastante disgustado.
- Ya... - Resistió el impulso de hundir la cara en las manos. Ya podía verse a sí mismo enfrentándose al sociópata de Kray sólo para que le dejara hablar con Ezio.
- ¿Crees que si fuera contigo...?

Tuvo que pasarse la lengua por los labios, que se le habían empezado a quedar resecos. No le veía ninguna gracia tener que disgustar más aún a Kray, que parecía constantemente al borde de un ataque de nervios, nervios que sólo irían a peor si le ponía un desconocido en medio. Pero Ezio parecía realmente interesado en lo que fuera que tuviera que decirle. Y tenía la impresión de que éste podría llegar a ponerse muy pesado. Necesitaba una excusa, pero no tuvo que llegar a inventarse ninguna.

- ¿Yuri? Perdona, es que no me aclaraba con la du... ¡oh!

La aguda voz de Kora lo sacó de su ensimismamiento. Frente a ellos, la chica se encontraba en una pose que ella consideraba seductora y se pasaba la mano por el pelo con fingido desinterés. Pero era más que obvio que los ojos de la chica se habían posado por completo en Ezio, quien le devolvió una cálida sonrisa. Hasta Yuri pudo ver como las piernas de la chica flaqueaban por un segundo, y puso los ojos en blanco.

- Ya decía yo que estabas tardando mucho. - Yuri se levantó, poniéndole una mano en el hombro.
- Sí, ya... - Kora esbozó una sonrisa falsa. Obviamente, ni le había prestado atención. - ¿No vas a presentarme a tu amigo?

Antes de que Yuri pudiera decir nada, Ezio se levantó con una agilidad y elegancia que no tenía nada que envidiar a la de los Seed. Tomó a Kora de la mano, y besó el dorso de ésta al tiempo que hacía una teatral reverencia. La chica soltó una risita que hizo que Yuri volviera a entornar los ojos. Al menos ya no le tocaría a él encargarse de Ezio y sus negocios.

- Ciao bella. - Dijo aún con los labios sobre el dorso, y entonces alzó la vista hacia ella. - Mi chiamo Ezio Auditore. Posso sapere il tuo nome?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on November 30, 2017, 11:28:53 AM
FURIA NOCTURNA

————

El plic ploc de una gotera fue lo primero que pudo identificar. Antes de eso, sus recuerdos estaban en blanco y todo lo que podía ver era negro. El dragón sabía que tenía los ojos cerrados, pero abrirlos era un esfuerzo titánico que no estuvo dispuesto a hacer hasta pasado un buen rato, cuando estuvo seguro de que nadie más se encontraba allí.
Observó las cercanías sin mover ningún músculo. Sin duda el lugar era una construcción humana. Paredes de madera y roca, suelo cubierto con paja seca y limpia. No vio ninguna obertura por la que escaparse.
Olisqueó el aire y se volvió a relajar. No sabía dónde estaba, pero para salir de allí necesitaría recuperar las fuerzas.

Hacía semanas que no comía ni dormía bien, aquellos extraños que habían aparecido de repente en su cueva no le habían traído más que problemas. Olían a putrefacción y se movían como sombras, como él.
El dragón dejó sus pensamientos de lado y se tensó. Había oído pasos. Alguien se acercaba silbando.
El chirriar de la puerta y la luz que se colaba entre sus párpados le dieron una idea de donde estaba la salida. Los pasos se acercaron todavía más y una voz de hombre sustituyó el silbido. Tarareaba alguna cancioncilla que al dragón se le hacía familiar.

Tensó su cuerpo, dispuesto a saltar como un resorte en cuanto tuviera la oportunidad. El hombre dejó de tararear. Sus pasos fuertes y seguros se oyeron un poco más cerca, se dirigía hacia el dragón.
La bestia esperó. Esperó un poco más, aguantando hasta que el aire se movió a su alrededor. Entonces abrió los ojos y se lanzó en picado.

Norge tenía la mano en alto, preparándose para echar un vistazo a la condición del dragón. Reaccionó por puro instinto, interponiendo su gran brazo entre su cuerpo y el del dragón que se le había echado encima.
Cayeron al suelo, pero no rodaron. Norge ni siquiera se quejó, pero el dragón gruñó, enseñando los dientes y acercando peligrosamente su boca al rostro del hombre. Desplegó las alas y observó a su presa.

En el siguiente par de segundos, Norge se mostró impasible, pero no se defendió. El dragón unió los labios en una apretada línea que casi no se podía distinguir entre su piel escamosa y oscura. Entrecerró los ojos y se impulsó con un aleteo, cayendo unos metros más allá.
Empujó la puerta con el morro, manteniéndola abierta con una pata. Se volvió para ver cómo Norge se giraba, aún tirado en el suelo.

—¡Furia Noctura! —gritó.

El dragón entrecerró los ojos y se escurrió por la puerta como una anguila, saliendo al exterior. Era de día y aunque, como el nombre de su raza indicaba, estaba más acostumbrado a la noche sus ojos podían ver a la perfección.
Giró la cabeza de un lado a otro y correteó un poco más. Galopó, saltando como un gato hasta una pared y continuó corriendo siguiendo el edificio mientras se adelantaba a su recorrido con la mirada.
No llegó a completar el circuito, porque ya se había dado cuenta de que estaba en una plaza cerrada. Pero el cielo estaba abierto, azul y esperando por él.

El hombre había salido por la misma puerta que él y trataba de alcanzarlo. Se acercaba rápidamente, pero el dragón no se iba a dejar atrapar otra vez. Movió la cadera de lado a lado, dejando la cola relajada sobre el suelo de tierra prensada. Encogió el cuerpo y saltó, desplegando las alas en el momento en el que Norge casi le daba alcance.

El dragón cerró los ojos, notando el viento en su cara, dibujó un arco en el aire y cuando ya creía que iba a encontrar de nuevo su libertad, empezó a caer.
Abrió los ojos asustado, sin saber que pasaba. Cayó al suelo de costado y rodó, pero eso no le detuvo. Lo intentó otra vez, golpeándose en la nueva caída en una de las paredes del patio. Se agarró a un saliente con las garras e intentó trepar.
Su tercer intento de vuelo le hizo darse cuenta de qué era lo que fallaba. Había perdido una de las aletas de la cola, había perdido su timón.

El dragón se estrelló contra el suelo, rodando un par de veces antes de frenar en medio del patio. Empezó a incorporarse, pero algo se le echó encima. Los brazos fornidos de Norge apretaban su cuello.
El dragón luchó, revolviéndose como un caballo salvaje, pero Norge no le dio tregua, sin soltarlo en ningún momento. La refriega duró unos diez minutos, el dragón notaba que el hambre y la falta de aire mermaba sus fuerzas. Cuando por fin se mantuvo quieto, respirando fuertemente para llevar algo de oxígeno a sus pulmones, Norge empezó a soltar su presa.

—Tranquilo, muchacho —hablaba despacio—. Tranquilo.

Norge no perdió su posición de superioridad, encima del dragón, pero sus palabras suaves y movimientos discretos relajaron a la bestia desesperada.

—No pasa nada —Norge se deslizó por el costado poco a poco y palmeó la panza negra—. Eso, respira, tranquilo.

El olor a pescado hizo que el dragón levantara la cabeza despacio, olisqueando el aire para ver de donde provenía.

—¡Está despierto! —escuchó una voz aguda que le guió hasta el olor.

Una humana diminuta cargaba con dos cubos de metal a rebosar de pescado.

—Y seguramente tiene hambre —contestó Norge frotando el gaznate del dragón—. Ven aquí Ylvie.

—Si, papá. —sonrió la chiquilla que corrió un poquito más, sin tropezarse milagrosamente con los largos faldones de su vestido naranja.

Ylvie se arrodilló al lado de su padre y le dio un pescado grande mientras ella elegía una sardina cruda y se la llevaba a la boca.
Norge le ofreció el pescado al dragón, que dudó un poco pero terminó girando panza abajo y tragándose la comida que le daban.

—Eso es, buen chico —palmeó la cabeza del dragón, tumbando todo un cubo para dejar que su contenido se esparciera delante del furia nocturna—. Ya verás como aquí te vamos a cuidar.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on December 28, 2017, 11:26:45 AM
Mini flashback a justo antes de los exámenes porque leer los aportes de Shru me ha puesto nostálgica :')



Se reclinó un poco más en su silla, que crujió por el peso de más en el respaldo. Tanis se llevó la mano a la barba otra vez. Sus ojos se movían rápido de un lado a otro, repasando que todo estuviera en orden, cuando la puerta se volvió a abrir rodando tímidamente sobre sus goznes.
Un aleteo casi inaudible y un gorrito de colores pastel que el director podía ver por encima de sus papeles le dieron la pista de quien era su nuevo visitante.

—Nana. —habló.

La niña se encogió de hombros y cerró los ojos, llevando sus puñitos rodeados de puntillas hasta debajo de su barbilla.

—Cuando entres en una habitación saluda. —aleccionó el director.

—Es que… —empezó, posando sus pies tan descalzos como los de Naminé en el suelo— estaba practicando m-

—¡Nana! —cortó la conversación de raíz la rubia ahijada de Tanis abrazando a su amiga efusivamente— ¡Qué mona estás!

Naminé frotó su mejilla contra el gorro de Nana, que se aferró a los brazos de la otra, intentando hacerse espacio para respirar. Tanis contuvo la risa, pero acabó dejando salir un sonido de diversión desde la garganta.
Tosió un poco y se inclinó hacia delante, apoyándose en los codos.

—Te pasaré la falta por alto si me haces un favor. —informó Tanis mientras levantaba una ceja.

Nana asintió con la cabeza mientras Naminé inspeccionaba los detalles del nuevo gorrito de la niña.

—¿Qué es, señor director? —preguntó la pequeña, agarrando los costados de su falda para dedicarle una reverencia corta a Tanis.

—Ve a buscar a los tutores de los equipos de cuarto y díles que se presenten aquí, con sus correspondientes estudiantes.

Nana enumeró mentalmente a las personas que necesitaba encontrar y después torció el morro.

—Jo, pero… —empezó Nana, pensando que era mucho trabajo para ella sola.

—Ay —dijo Naminé mientras correteaba hacia un costado de la habitación en busca de sus zapatos— ¡Te acompaño!

Y además, Tanis sacó una moneda del bolsillo y la lanzó hacia la niña, que la atrapó al vuelo. Nana miró la moneda en su mano. Era de oro puro.

—Y hay otra esperándote si terminas en media hora.

La sonrisa de Nana le llenó la cara. Afirmó fervientemente y sus alas se agrandaron tanto al extenderse que doblaban su tamaño.

—¡Veloz como el rayo!

Naminé y Nana desaparecieron tras la puerta, que dejaron abierta de par en par. Tanis suspiró y se levantó para cerrarla.
Se sentó de nuevo en la silla frente a su escritorio y subió los pies a la mesa. Se quedó ahí, pensando en lo rápido que crecían las chicas. En cómo demonios había terminado como director de aquel Jardín y en todos los equipos de aspirantes a Seed que había mandado al examen hasta ese entonces.
Pensando en qué mal estarían haciendo ahora sus hijos y en que necesitaba un par de botas nuevas, aquellas se le estaban empezando a romper.


————

Aunque Teresa había sido la primera instructora en entrar, su equipo fue el último en estar completo. Phenril entró por la puerta acompañado de Jean, que lo había encontrado en uno de los patios del Jardín, algún dios sabría qué estaba haciendo tirado entre los arbustos.
Jean tenía la sensación de que estaba espiando a los cachorros de una de las perras de caza del Jardín, pero se había reservado sus sospechas para ella misma. De todas maneras, lo había encontrado simplemente porque sabía que su propio equipo se encontraría por allí.
Raiko no podía resistirse a jugar con cachorritos; por mucho que temblara y se quedara tiesa, terminaba por los suelos rodando con ellos y dejando que le mordisquearan desde las manos hasta las orejas.

Tanis estaba de espaldas a la puerta, inspeccionando la estantería que ocupaba toda una pared de aquella habitación que hacía las veces de despacho y de sala de reuniones. Además, por supuesto, de estudio de pintura para Naminé, que volvía a estar en el suelo dibujando en su rincón preferido.

Cuando la puerta se cerró, aún esperó casi un minuto a que los invitados se relajaran un poco más, aunque algunos sólo consiguieron ponerse más tensos. Tanis miró hacia afuera, las farolas estaban encendidas y una luz oscilante subía desde ellas hacia la ventana, pero por arriba la oscuridad de la noche empezaba a cubrir el Jardín. Tal vez más tarde iría con Naminé a ver las estrellas.

Algunos de los aspirantes seguían armando escándalo, allí de pie frente a la puerta, pero un carraspeo del director y el movimiento fluido que utilizó para darse la vuelta acallaron los sonidos de inmediato. Tanis no solía ser muy duro, siempre y cuando guardaran silencio las pocas veces en las que pedía atención.
Paseó su mirada entre alumnos e instructores, asegurándose de que todos ellos estaban ahí. El sonido de los lápices contra el papel y el tarareo suave de Naminé llenaron el silencio de la estancia.
Tanis tomó aire antes de hablar.

—Aspirantes… —clavó sus ojos en todos y cada uno de ellos— Como bien sabéis mañana es la última prueba necesaria, la última barrera que os separa de vuestro título como soldados profesionales. Vuestros tutores ya os habrán hablado sobre las normas envueltas en esta, vuestra primera misión de campo real —Tanis tomó un respiro de un segundo donde Naminé cambió de hoja para seguir pintando—. De todas maneras daré un pequeño repaso.

El director empezó a pasear lentamente, acercándose a sus espectadores. Cuando estuvo delante de ellos los estudió. Ver a los mellizos Thorston atendiéndole pero a la vez intentando parecer como si no les importara nada le hacía querer reír. En cambio, endureció un poco más el gesto y caminó enfrente de la línea que conformaban los aspirantes.

—Los instructores asistirán al examen como jueces de vuestra actuación. También serán vuestro equipo de apoyo, pero sólo intervendrán en caso de emergencia. Cada instructor decidirá qué es una emergencia y qué no. Recordad que a efectos prácticos, supuestamente deberíais poder superar vuestra misión con éxito sin su ayuda.

Tanis pivotó y volvió por donde había venido, siguiendo con su paseo.

—Instructores —llamó aún sin mirarlos, con las manos agarradas en su espalda—. Sabéis mejor que nadie cual es vuestro papel en el desarrollo de este Jardín y en concreto de estos aspirantes.

El director paró, quedando en el centro de la fila. Los Seeds, detrás de sus alumnos, lo miraban expectantes. Tanis les dedicó una pequeña sonrisa ladeada, alcanzando los documentos encima de su escritorio y entregándolos a los instructores después de echar una pequeña ojeada a cada carpeta para asegurarse de que era la correcta.

—Mañana estos aspirantes se enfrentarán a experiencias únicas y vosotros seréis su apoyo y su guía. Sed prudentes y buena suerte.

Tanis cambió su ceño fruncido por uno más relajado, dejando ver de forma sutil que la hora del sermón había terminado. Aún así, nadie salió del despacho.
El director dio la mano, repartió palmadas y les dijo a todos y cada uno de ellos las mismas dos últimas palabras personalmente.

El silencio de la habitación fue sustituido por un rumor de palabras que se solapaban unas con otras. Naminé se levantó corriendo y fue a abrir la puerta, saludando a la gente que iba saliendo del despacho con un cálido buenas noches. Una vez se vació la estancia cerró la puerta y se quedó mirando a su padrino, que se había vuelto a perder mirando las luces en el cielo ahora prácticamente nocturno.
La noche antes del examen Tanis siempre tenía aquella expresión perdida en los ojos, como si al observar el horizonte estuviera traspasando el tiempo y poniendo delante de él escenas de otros días, de otras guerras.

Naminé ordenó los dibujos que había estado haciendo, dejándolos a salvo en la estantería. Agarró la mano del director y le sonrió desde abajo.

—¿Vamos a cenar a la Torre? —preguntó mientras se balanceaba.

Tanis pareció volver al tiempo correspondiente después de un parpadeo compulsivo. Luego miró al techo mientras se rascaba la barbilla peluda.

—¿En la Torre?


—Sí. —confirmó la pequeña.

Seguramente sus hijos estarían allí. Siendo pelirrojos y todas esas cosas.
Tanis apretó la mano de Naminé y agradeció internamente su presencia.

—Claro, ¿por qué no?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2017, 10:01:52 AM


- Ciao bella. - Dijo aún con los labios sobre el dorso, y entonces alzó la vista hacia ella. - Mi chiamo Ezio Auditore. Posso sapere il tuo nome?
- M-Mi chiamo Kora Lionheart... - Intentó Kora, tratando de emular el acento con resultados no muy positivos. Pero aquello hizo reír al chico, en consecuencia haciéndola reír a ella también.
- Un bello nome para una bella ragazza...

Ezio le guiñó un ojo mientras se erguía, soltando su mano lentamente. La reacción de Kora, reírse y acercarse aún más al otro hizo que Yuri simplemente pensara "tocada y hundida". Por encima del hombro vio como Kray les dirigía una mirada furibunda. De pronto, la perspectiva de aguantar la histeria de Kray le era menos desagradable, comparado con soportar el flirteo entre Ezio y Kora. Al menos alguien de allí tendría que trabajar.

- Voy a dar una vuelta por aquí. - Le dijo a Kora, haciendo ya el gesto de marcharse. - No te vayas de la vista de Kray, ¿eh?
- Sí, sí. - La chica le respondió con un gesto molesto, mientras se volvía para seguir escuchando el chapurreo del esmarthiense. - Eres muy amable, Ezio...

Dejó a Kora fingir que entendía alguna de las expresiones de Ezio, e inició una ronda por la zona de la exposición. Casi todos los cuadros estaban colgados ya, y cada uno era peor que el anterior. No podía dejar de sorprenderle. "En serio... ¿Cómo puede ser pintor este tipo?". Nunca había entendido el arte moderno, que para él se reducía a un punto negro en el lienzo llamado 'Soledad'.

Al menos cuando empezara la exposición podría comer canapés hasta reventar.

**

Yuri salió del dormitorio con el pelo húmedo, acabándose de duchar tras una pequeña siesta. Finalmente había optado por marcharse a su cuarto a descansar un poco, en vista de que Kora seguía aún en la sala de la exposición. Lo atenta que hubiera permanecido ya no lo tenía tan claro, pero esperaba que eso al menos sirviera para que Kray considerara que estaban haciendo su trabajo.

- ¡Yuri!

La chica lo alcanzó apenas había salido del cuarto. Detrás de ella iba Kray, quien probablemente se dirigía a su dormitorio. Yuri miró distraídamente la hora para comprobar que eran las diez de la noche, por lo que empezaría él con la primera ronda nocturna. Se acercó al hombre para confirmárselo.

- Don Kray, puede irse a su cuarto tranquilo. - Le dijo, intentando sonar conciliador. - Yo me quedaré por aquí.

Kray asintió, y antes de entrar en su dormitorio, echó una mirada nerviosa a su alrededor. En cuando el tipo hubo desaparecido, Yuri se giró hacia su compañera, que parecía ansiosa por hablar.

- ¿Cómo va la cosa? ¿A cuántos ladrones has tenido que detener? - Le preguntó a Kora con sarcasmo.
- A ninguno. - Kora puso los ojos en blanco. - El capullo de Kray ha venido a regañarme cuando estaba hablando con Ezio...

Esta vez le tocó a Yuri entornar los ojos. ¿Qué esperaba?

- ...Pero él me ha defendido, Yuri. - La chica le dió una palmada en el brazo. - ¡Tendrías que haberlo visto! Además, ha aprovechado para preguntarle el precio de algunos cuadros... Es que es coleccionista de arte.
- Ya lo sé.
- ¡Pues Kray no le ha querido vender ninguno! - Continuó Kora, exclamando en voz baja. - ¿Tú te crees? A todos los que Ezio le ha preguntado, Kray le decía que estaban vendidos... Pero yo sé que no lo estaban. No se los ha querido vender.
- ¿Por qué no?

Finalmente algo en el chapurreo de Kora le llamaba la atención, pero no en un sentido positivo. Lo cierto era que el comportamiento de Kray era muy extraño, y quizá fuera por una tontería, pero no le había querido vender sus obras a un coleccionista de arte... y no debía tener muchos clientes. Miró expectante a su compañera, que quizá había deducido algo más.

- No lo sé. No he podido captar nada más... Sólo que Kray se ponía nervioso cuanto más le preguntaba.
- Ya veo. - Eso no era tan de extrañar. No le resultaba raro imaginar que el tal Ezio hubiera puesto de los nervios a Kray por un simple tema de personalidad.
- En fin... qué desagradable es este tipo. Tengo ganas de terminar. - Dijo Kora, finalmente. - Bueno, voy al cuarto. ¿Cuándo volverás?
- Mañana es la primera exposición, así que ya queda menos. Ah, te doy... ¿cuatro horas? - No estaba muy seguro aún de lo que haría en cuatro horas por entretenerse, dejando la improvisación como recurso. Y tendría que seguir informando al Jardín de la situación.

La chica se dio por satisfecha con ello, entrando al dormitorio. Yuri iba a bajar las escaleras del pasillo donde estaban, pero recordó que se había olvidado el móvil en el cuarto. En vista de que quizá llamara a Dante sólo por pasar el rato, decidió volver. Llamó a la puerta no fuera que Kora se estuviera cambiando y así evitar chamuscarse, sin respuesta. Tomó eso como una respuesta afirmativa, y entró al cuarto.

Mientras recogía el aparato vio que su compañera estaba abriendo las ventanas de par en par, con la brisa nocturna haciendo ondear las cortinas sobre su cabeza.

- Te vas a resfriar. - Le advirtió, arqueando una ceja.
- Ay, calla. - Respondió Kora, haciendo un gesto en la mano. - Tengo que dejarla abierta.
- ¿Por qué?
- Por si Ezio quiere entrar esta noche. Seguro que es de ese tipo de románticos.

Arrepintiéndose profundamente de haber preguntado, Yuri bufó y salió del dormitorio cuanto antes.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on January 03, 2018, 01:59:17 PM
Yyyy, puente entre Invernalia y Balamb :D poco antes del Baile. Ya casi se acaban los flashbacks.



Probar la autovía de Invernalia en Jeep, con alguien como Liza al volante, era toda una aventura en sí misma, pero sólo había sido el principio de la odisea que le esperaba al príncipe regente, Isaak Heider.
La segunda etapa de su viaje estaba apunto de empezar.

Isaak no podía evitar su cara de malas pulgas, acentuada por su cicatriz al descubierto. Ahora lamentaba la pérdida de su parche en la única parada que habían realizado.
El príncipe no había sido muy elegante en su carrera hacia el baño, había saltado del Jeep incluso antes de que la conductora se quitara el cinturón de seguridad, empujando a las pocas personas que había encontrado en su camino.
Para cuando había terminado de arrojar el contenido de su estómago y se había lavado la cara y la boca con agua fresca, Liza había entrado a buscarlo para volverlo a embutir en el automóvil.

Eso había sido hacía poco más de una hora, más o menos. Cuando sus pies tocaron el suelo otra vez, aún no las tenía todas consigo. Anew, su secretaria personal, lo había apresurado, conduciéndolo del codo hacia un ferry a punto de partir.

—Su majestad, deprisa, llevamos quince minutos de retraso.

—¿Aún tendríamos que haber ido a más velocidad en esa cosa? —preguntó incrédulo mientras andaba a paso rápido entre el gentío que saludaba a los pasajeros del ferry.

—No, el retraso es a causa de la parada técnica no prevista.

Isaak rodó los ojos. Bonita manera de describir el sufrimiento de su estómago.

—Si hay próxima vez, te doy permiso para sedarme todo el viaje. —habló de forma solemne estrechando su único ojo.

Anew respondió con un cabeceo afirmativo. Isaak se ajustó mejor la gorra que cubría su cabeza y levantó un poco más el pañuelo, ocultando así la parte inferior de su rostro.
Embarcaron en el último momento, justo cuando Liza les alcanzaba, cargada con el equipaje de los tres, maldiciendo porque siempre se aprovechaban de su fuerza sobrehumana.

Una vez instalados, el príncipe dio permiso a sus dos acompañantes para que recorrieran el barco a su antojo y el se dedicó a dormir las siguientes dos horas, mecido por las olas.
Se terminó despertando alarmado, sin saber muy bien el porque. La voz de Anew bajó sus defensas y se sentó en el borde de la cama de su camarote, restregándose el ojo sano.

—Debería comer algo, su majestad. —aconsejó la secretaria.

Isaak asintió e hizo señas a Anew para que le acompañara al restaurante.
Comieron juntos, intercambiando algunas palabras de vez en cuando pero sin entablar conversación real, demasiado distraídos con la comida o con los planes de ese día. Anew Returner repasaba mentalmente el plan y los horarios e Isaak disfrutaba de la libertad que le daba su anonimato momentáneo.
Para cuando Isaak estaba tomándose el café, Anew había puesto sobre la mesa su preciado ordenador portátil y tecleaba con rapidez, seguramente dando parte de su condición a palacio.
Isaak apoyó los codos en la mesa, agarrando la taza con las dos manos.

—¿Cuántos años llevas trabajando para mí? —preguntó de repente.

Anew dejó de teclear, aunque sus dedos seguían suspendidos encima del teclado. Parpadeó y posó las manos suavemente sobre las teclas mientras enderezaba su espalda y miraba al príncipe, pensativa.

—Ocho. —respondió, mirando a su jefe con curiosidad.

Isaak dejó la taza en la mesa, encogiendo los hombros al dejarse caer hacia delante con una sonrisita en los labios. Su ojo verde miraba el techo del restaurante, perdido en recuerdos.

—Eras una cría y ya entonces eras buena.

—Era tu niñera —repuso después de carraspear—. Y me hacías la vida imposible.

Isaak se encogió de hombros un poco más.

—Era mi misión, ¿sabes? —le dijo mientras levantaba la taza con una mano y hacía florituras con ella—. Los niños no se tienen que portar bien con sus niñeras.

Anew suspiró ligeramente, la verdad era que la fase rebelde de Isaak para con ella no duró más que unas semanas. Todo lo demás había sido producto de la personalidad naturalmente hosca del chico. Esa que sabía enterrar en el fondo y con llave las veces que el título de príncipe le reclamaba algo de profesionalidad.
Isaak se terminó el café en dos tragos y se levantó. Anew hizo amago de seguirlo, agarrando el borde de la pantalla del portátil para cerrarlo, pero Isaak puso una mano grande encima de las suyas, en comparación menudas, y negó con la cabeza.

—Diviértete un poco, siempre estás trabajando.

Anew fue a protestar, después de todo una de sus ocupaciones era la seguridad del príncipe, pero él señaló hacia la izquierda con su cabeza. Le costó un poco encontrar a Liza, su pelo rojo estaba cubierto por una gorra negra, pero conocía demasiado su lenguaje corporal como para no terminar reconociéndola.
La secretaria asintió y le dedicó una sonrisa pequeña a Isaak, que se agachó para darle un beso en la mejilla como despedida.

Las siguientes horas fueron tranquilas. Anew o Liza siempre estaban cerca, pero se notaba a leguas que Isaak no quería compañía, así que las chicas se mantuvieron a una distancia respetuosa.
Comió en su camarote e hizo la siesta. Después salió a vegetar al exterior, paseando por las cubiertas, dándose el lujo de no hacer nada. Contra la creencia popular, como príncipe se pasaba el día haciendo cosas. Muchas a las que no les encontraba el sentido y otras que preferiría no hacer, como mostrarse agradable o levantarse temprano para madrugar.

Su momento preferido fue cuando se sentó en un banco, apoyando la espalda en el respaldo y echando la cabeza hacia atrás para poder ver el cielo y luego el horizonte, donde el mar se fundía con las nubes lejanas. Aún no serían las cuatro. Lo decidió por el color de dichas nubes.
Se levantó y arrastró los pies hasta la barandilla, encorbándose sobre ella. Alguien se apoyó cerca de él, de espaldas al mar y con los codos en el metal pintado de blanco.

—¿Cómo estás? —preguntó después de cinco minutos de sólo oír gaviotas y el rumor de las olas.

—De pie. —contestó él.

Liza gruñó por lo bajo e Isaak rió de la misma manera, sacudiendo los hombros y tapándose la boca con el costado de un puño. Después apretó la mejilla contra la mano derecha, mirando hacia su guardaespaldas y compañera Seed.

—Ya veo, capitán obvio —acabó pronunciado en un idioma que Isaak pudiera entender a la perfección—. ¿O debería decir príncipe obvio?

—Ya, bueno… ¿te aburres mucho?

—Un poco —concedió Liza cabeceando hacia él—. Está todo muy tranquilo.

—Eso es bueno ¿no?

Liza arrugó la nariz y gruñó otra vez, aunque ahora más calmadamente. Casi parecían gañidos.
Estuvieron así unos minutos más hasta que la pelirroja volvió a iniciar la conversación con una pregunta.

—¿Y en barco no te mareas? No me gusta, no sé hacia donde va a girar y tengo que estar equilibrándome todo el rato.

—Pues en este casi no se nota —apuntó Isaak, enderezando la espalda y agarrándose a la barandilla con las dos manos—. Cuando te acostumbras y bajas a tierra, parece que el suelo se mueva solo en vez de estar quieto.

Una ráfaga de viento le voló el flequillo, obligándole a calarse un poquito más la boina gris. Liza hizo lo mismo con su gorra.

—Me gusta. —declaró aspirando el aire salado.

Liza rodó los ojos, agachándose de golpe, con las manos en los pies y las rodillas flexionadas.

—¿Quién te entiende? —preguntó ella al aire.

Poco más de una hora después atracaban en territorio de Balamb, al norte del país.
Anew ya había contactado con los Seeds que les escoltarían hasta el Jardín de Balamb, donde tendría lugar la operación, desde el barco.
No tardaron en encontrarlos, o más bien, en ser encontrados por ellos.

—¿Anew Returner? —preguntó un hombre con gafas y el pelo engominado hacia atrás.

La secretaria lo escrutó durante unos segundos hasta reconocerlo.

—Howard Mason —le llamó sin duda en su voz, extendió la mano para saludarle—. Encantada de verlo otra vez.

—Es un placer. Este es mi compañero, Daryl Dodge, seremos sus pilotos.

Daryl, un hombre alto de piel oscura y rastas en el pelo asintió hacia Anew, que le sonrió con cortesía.

—¿Piloto? —preguntó en un susurro Isaak— ¿Para qué necesitamos un piloto, vamos en avión?

Liza negó con la cabeza, aunque su príncipe siguió hablando hacia ella sin casi abrir la boca, con los ojos clavados en la amenaza latente que era aquel equipo Seed.

—¿Qué no sabes que los aviones no se caen, que los tira el piloto?

La guardaespaldas bufó y se rió al mismo al mismo tiempo, dándole un codazo a su protegido.

—No seas imbécil.

Por el rabillo del ojo Liza vio algo que se acercaba hacia a ellos y se giró para observar mejor y decidir si era un peligro o no. Lo que contempló no tenía nombre. Una chica venía corriendo hacia ellos, saltando equipajes y esquivando a la gente con giros inesperado. Parecía algo angustiada, aunque si ella tuviera semejante par de… asuntos dentro de su sujetador, pensó Liza, también estaría angustiada.
La pelirroja se quedó muda, no sabía si por el despliegue de habilidad física o por aquellas hipnóticas pelotas saltando delante de ella. El pelo de su cabeza se levantó, revelando un par de orejas de lobo. Su imaginación hiperactiva la visionó en bañador rojo, corriendo por la playa.

—Tu instinto canino quiere atraparlas, ¿verdad? —preguntó Isaak, recibiendo un codazo poco amistoso en el costado— ¡Ouch!

Liza se cruzó de brazos y se dio prisa en atusar su pelo, volviendo a convertir sus orejas en humanas.

—¡Perdón! —gritó la chica al llegar.

Puso las manos en sus rodillas, juntándolas para que dejaran de temblar. Su pelo oscuro y largo se deslizó hacia delante. Mientras recuperaba la respiración, alguien más apareció detrás de ella.

—Lo siento, lo siento —se disculpó el hombre recién llegado—. ¿Llegamos muy tarde? Había un tráfico que para qué.

—Llegáis justo a tiempo —quitó importancia Mason—. Ellos son Aioria Kyorios y Tifa Lockhart.

Los dos levantaron la cabeza y saludaron con una mano al mismo tiempo.
Anew los miró de arriba abajo, volvió a asentir y les dedicó la sonrisa que usaba como sello de aprobado.

—Anew Retuner —se presentó con una mano sobre el pecho, después señaló a sus acompañantes—. Liza Wildman e Isaak Heider.

Liza aún estaba algo avergonzada por el comentario de Isaak, pero apoyó una mano en la cadera, ladeándola y cabeceó al oír su nombre. El príncipe ofreció la mano a los cuatro Seeds.
Después de las presentaciones se dirigieron a buen paso a un edificio cercano, entre conversaciones ligeras y alguna que otra pregunta sobre el tiempo. Uno de los temas preferidos por Isaak y Anew, que se podían pasar horas hablando de diferentes fenómenos meteorológicos sin cansarse. Sobre todo si provocaban desastres.

Al principio, al príncipe le pareció extraño tener que subir en un ascensor a la última planta, tampoco eran tantas, supuso que querrían descansar un poco. Pero al subir el último tramo de escaleras y abrir la puerta lo vio.

—¿¡Helicóptero!?

—¿Nunca había visto uno? —preguntó Howard, uno de los pilotos.

Liza había tomado una buena decisión al ponerse detrás de Isaak. Le bloqueó la salida, aunque le costó un poco más obligarlo a subir de nuevo hacia la terraza, cosa que hizo enseñándole los dientes y las zarpas de lobo en las que sus brazos se podían convertir.

—Locos, estáis todos locos. —repetía el príncipe mientras Tifa revisaba el cinturón de seguridad.

—Es mucho más seguro de lo que parece. —le informó la Seed.

—Claro, unas palabras dulces van a aliviar todos mis temores.

—¿Quiere un abrazo? —preguntó la chica acuclillándose delante de él.

Isaak tuvo la decencia de sonrojarse, carraspear y decir que no, que no hacía falta. En su interior pensó que lo que necesitaba era que lo dejara inconsciente por falta de aire entre sus tetas.
Para sorpresa del príncipe, Liza parecía estar pensando en lo mismo, al menos en la primera parte. Parecía ser que a su guardaespaldas no le gustaba ir en transportes que no conducía ella. Isaak le sonrió de oreja a oreja, enseñándole los dientes. Liza copió el gesto, retándose el uno al otro. Anew suspiró cansada de las pequeñas batallas entre los dos.

—El viaje durará unas cuatro horas —habló la secretaria aprovechando que los rotores del helicóptero aún no estaban en marcha—. El señor Dodge me ha informado de que haremos una parada dentro de dos horas para descansar.

—Llegaremos a Balamb antes de las diez. —añadió Aioria, que estaba repartiendo auriculares para protegerse los oídos.

Cuando el helicóptero despegó, Isaak se preguntó donde estarían las bolsas para vómitos.

Después de dos horas, las cuales Isaak podría describir como centrifugadas en su memoria, una parada de media hora que para él pasó como si fueran cinco minutos y otras dos horas más de suplicio, el helicóptero aterrizó en el helipuerto del Jardín de Balamb.
Isaak contuvo el impulso de besar el suelo y hacerse un ovillo allí mismo. Después de todo era un príncipe, tenía una reputación que mantener. Y no era sólo la suya personal.

Mason y Dodge se despidieron en aquel punto, pero para alegría de tres de los cinco ojos de los de Invernalia, el equipo compuesto por Tifa y Aioria era el que se encargaba de acompañarlos hasta sus habitaciones.
Cuando por fin Isaak se pudo dejar caer sobre una cama rondaban las diez y media.

Isaak suspiró mirando el techo, rodó y adoptó la posición fetal. Al día siguiente le informarían de los pormenores de su operación y empezarían con los preparativos. Y por ahora, al menos hasta que alguna de sus dos acompañantes le buscara para obligarle a cenar, lo único que quería era no ser nadie, no ser nada. Fundirse con las sábanas y olvidarse de las obligaciones, de las preocupaciones. Olvidarse del mundo.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on January 10, 2018, 04:07:35 PM
¡Y volvemos a después del baile! De momento XD



Tanthalas Semielfo era un hombre muy ocupado. Padre de dos jóvenes y prometedores alquimistas, de una chiquilla encantadora, demasiado ingenua para su propio bien, director del Jardín de Seeds de Invernalia, que lo convertía por extensión en una especie de tío para todos los alumnos y mediador entre Seeds e instructores… Embajador de su país y relaciones públicas general. A veces no sabía cómo sacaba tiempo para simplemente estar, pero lo conseguía.
Echaba de menos salir de caza tan asiduamente como en los viejos tiempos. Echaba de menos a mucha gente que estaba lejos o que directamente había dejado de estar. También echaba de menos las tartas de queso y arándanos de tía Ailea (ojalá tuviera la receta), pero ¿qué se le iba a hacer? Había cosas que simplemente ya no podía tener. Así que, como buen hombre práctico aunque nostálgico, se dedicaba a disfrutar de lo que sí tenía y a recordar todo lo que había perdido en los raros momentos en los que no tenía otra cosa que hacer.

Y allí estaba, en su despacho en el Jardín, con las piernas estiradas encima de una silla y los brazos detrás de la cabeza, mirando el paisaje a través de la ventana abierta y cartografiando mentalmente el bosque de más allá cuando el teléfono sonó.
No se dio prisa en cogerlo, suspirando antes de descolgar.

—Jardín de Invernalia, habla con el Director. —habló con tono neutro y monocorde.

—Buenos días, director. Anew Returner reportándose.

Tanis sonrió al escuchar la voz de su interlocutora.

—Seed Returner. ¿Qué tal todo? —preguntó cambiando el tono por uno más informal.

—La recuperación parece ir bien. Aún quedan unos pocos tests que quieren probar los doctores antes de darle el alta oficialmente —informó ella mientras miraba unos papeles que llevaba dentro de una carpeta, con el teléfono agarrado entre su mejilla y un hombro—. Pero estaremos listos para partir de vuelta a casa en unos pocos días.

Tanis asintió conforme.

—Bien, bien. Espero que el príncipe no te haya dado mucho trabajo. —dijo Tanis mirando el techo del despacho.

—¿Ah? Eh, no más del habitual.

Anew sonrió, cerrando la carpeta y poniéndola bajo un brazo. Agarró el teléfono móvil con una mano y continuó caminando por los pasillos del Jardín de Balamb, oyendo como sus tacones repiqueteaban contra el suelo.

—¿Qué tal fue el baile? —preguntó Tanis dirigiendo su mirada hacia unos papeles oficiales sobre la mesa. Los escondió en un cajón mientras escuchaba a Anew.

—Bien. Los nuevos Seeds de intercambio se portaron bien, no hubo altercados dignos de comentar. Isaak se portó como todo un caballero…

—¿Y tú? —dejó caer Tanis con perspicacia.

Anew tosió un par de veces antes de aclarar la garganta. Notaba sus mejillas sonrojarse.

—Estuve presente durante todo el baile, asegurándome de que todo iba a la perfección. Por supuesto.

—Por supuesto… —repitió el director.

Esperó un par de segundos en los que ninguno de los dos agregó nada a la conversación. Tanis le dedicó una sonrisa pequeña y cargada de afecto al teléfono, aunque sabía que Anew no podría verla, la reconocería en su voz.

—Me alegro de que todo vaya bien.

—Yo también, director. —contestó con un tono parecido al de Tanis.

—Seed Returner, siga con su trabajo —la mujer asintió con la cabeza desde Balamb—. Y Anew…

—¿Sí? —parpadeó con curiosidad.

—Diviértete un poco.

Sin nada más que añadir que una breve y afectuosa despedida después de eso, ambos colgaron sus teléfonos. Tanis llevó sus manos a la espalda y se giró a seguir mirando el paisaje a través de la ventana, esta vez de pie. Anew, por su parte, ralentizó sus pasos y suspiró, llevándose una mano al pecho y jugando con un pequeño colgante de plata que adornaba su recatado escote.


————

Estaba siendo un día tranquilo en la enfermería del Jardín de Balamb, y eso era más bien poco habitual. Aunque con los Seeds descansando después de la fiesta de la noche anterior, no era tan de extrañar.
Esa mañana Izuru Kira había tenido que tratar algún caso de resaca severa, pero daba gracias por la falta de comas etílicos que solían acompañar ese tipo de celebraciones. Suponía que con los ojos de otros países sobre el jardín, los Seeds se habían moderado. Eso, o que la mano dura de Franziska había sido más dura que de costumbre.

Kira suspiró en recepción, dando la vuelta a una página de la revista que estaba leyendo. Apoyó la mano en el puño y se concentró en su lectura. Orihime canturreaba mientras barría el suelo y ponía más caramelos gratis en la cestita delante de su compañero.
Fue en ese momento en el que la campanilla de la puerta sonó y Kira levantó la mirada de su magacín, Orihime se dio la vuelta apoyándose en la escoba que aún sujetaba en la mano y una chica pelirroja con pelo corto y gafas de sol ingresó en el local.
Orihime y Kira se miraron entre ellos antes de volver la vista hacia la desconocida.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó Kira desde detrás de la barra de recepción.

La chica bajó un poco las gafas de sol para echar un vistazo a su alrededor y terminó por quitárselas, dejándolas colgadas del bolsillo de su cazadora. Carraspeó.

—Busco a Isaak Heider —se acercó y dejó una identificación sobre la mesa—. Seed Liza Wildman, de Invernalia.

Kira inspeccionó la identificación antes de levantarse para guiar a la guardaespaldas.

—Sígame —indicó con una sonrisa pequeña y profesional y un movimiento de mano—. Orihime, te dejo al cargo hasta que vuelva.

—De acuerdo~ —canturreó la chica antes de sentarse sobre la mesa de recepción y despedirlos con la mano.

Kira tosió y sonrió afectadamente por el comportamiento infantil de su compañera. Caminó por uno de los pasillos y giró a la izquierda, buscando una habitación en particular. Llamó a la puerta con el puño y esperó unos segundos a oír la voz desde el otro lado dándole paso.
Abrió la puerta, aunque no entró, esperando a que Liza sí lo hiciera antes de volver a cerrar la puerta e irse.

Cuando Liza entró vio a Isaak sentado en un taburete, dándole la espalda, mientras una mujer le agarraba las mejillas, observándole con el ceño fruncido. El parche del príncipe descansaba sobre la mesa.

—¿Cómo va todo? —preguntó Liza, apoyando la espalda en la pared y cruzando piernas y brazos.

—Bien, progresa estupendamente. —La mujer levantó la mirada y le sonrió, parecía muy joven, aunque seguramente las dos trenzas que colgaban a ambos lados de su cuello tenían algo que ver con esa impresión. Volvió sus ojos de nuevo hacia el paciente—. Necesitaré que sigas llevando el parche de día, la exposición a luces intensas tiene que ser progresiva.

Isaak asintió con la cabeza y un débil ‘de acuerdo’ saliendo de sus labios. Se puso el parche cuando la doctora se lo tendió y se levantó, agarrando la chaqueta que descansaba doblada sobre uno de los reposabrazos frente a la mesa.

—Vuelve en un par de días —ordenó la mujer mientras se sentaba en la mesa y se ponía unas gafas, agarrando un bolígrafo y mirando unos papeles—. A menos que sientas alguna molestia, entonces acude inmediatamente aquí.

—Ya lo sé, doctora. —dijo Isaak algo cansado, bufando frustrado por recibir siempre la misma despedida.

No tardaron en salir de la consulta y después de la enfermería. No sin antes echarle un ojeada apreciativa a Orihime. Se miraron de reojo y Liza se tapó la boca con un puño mientras tosía e Isaak se reía de buen humor.

—Aaaah, no tengo claro si quiero largarme de aquí ahora mismo o no irme nunca. —confesó Isaak, remangándose los puños de la camisa.

—No importa lo que quieras, aún te quedan dos semanas más aquí —habló Liza, encogiéndose de hombros—. Y luego…

—Y luego nada —murmuró Isaak—. Y luego nada…
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on January 14, 2018, 05:12:23 PM
Y volvemos con los Flashbacks, esta vez con uno de Milo, cuando era muy, muy pequeñito...



Una brisa suave soplaba aquella tarde, justo antes del ocaso, meciendo las pocas briznas de hierba que cubrían la ladera. Los pinos se mantenían firmes, aún con la sal que transportaba el aire desde el mar. Milo encogió todo su cuerpo y después estiró los músculos, bostezando con la boca bien abierta.
La playa que contemplaba desde allí estaba orientada hacia el norte. Aún así, los rayos mortecinos del sol jugaban a los reflejos con la marejada, tiñendo de dorado parte de las aguas grises y blancas.

Milo volvió a bostezar y se abrazó a sus piernas, apoyando la mejilla en las rodillas. Entrecerró los ojos, dejándose arrullar por el piar de los pájaros, que se llamaban los unos a los otros, pasando lista para ver quien faltaba por llegar al nido.
Más adelante, en el pueblo pesquero que se hallaba justo bajo la colina en la que descansaba, las tiendas empezaban a cerrar y los pescadores que se ocupaban de la pesca diurna volvían al puerto. Milo empezaba a quedarse dormido.

Ni las agujas de pino al crujir bajo el peso de un cuerpo humano lo consiguieron distraer de su somnoliento estado. La figura se paró justo delante de él, se agarró la falda con una mano y la otra la descargo en forma de puño sobre la cabeza del muchacho.

—¡Ay! —se quejó agarrándose la zona afectada y encogiendo los hombros—. Ouch.

La mujer se rió entre dientes, levantando el puño, irguiendo su espalda y dejando caer la falda hasta sus tobillos otra vez.

—Milo… —habló con un tono amenazador a la vez que cruzaba los brazos debajo del pecho y estiraba la cabeza.
El chico miró hacia arriba, apretando los labios e inflando los mofletes.

—Jo, mamá —la mujer se rió de nuevo y agarró la cesta de manzanas que estaba al lado de su hijo—. Siempre igual.

—Si no te quedaras aquí arriba cuando te mando de compras al pueblo… —Milo se levantó y sacudió sus pantalones, la mujer esperó a que avanzara hasta su lado para darse la vuelta—. Entonces…

—¡Otro gallo cantaría! —repitió el chico a la misma vez que su madre, rodando los ojos.

Milo estiró su mano para agarrarse a la falda de su madre, que miró hacia abajo para cerciorarse de que su pequeño cachorro estaba bien. El niño había cumplido los cinco años de edad hacía poco. Aún así, era un chico confiable... la mayor parte del tiempo.

La mujer sonrió y continuó andando al paso que marcaba el pequeño, rumbo a su hogar.

—Mamá. —llamó el muchacho.

—¿Sí, Milo? —preguntó su madre en tono cantarín.


—¿Qué es “otro gallo cantaría”? —Milo se frotó el dorso de la mano por la nariz.

Su madre se rió otra vez y miró la cesta de manzanas al notar como rodaba una de ellas, grande y roja, hacia otro lado. Parpadeó y se paró para agarrar una manzana pequeña con una mancha marrón a un lado.
Al darle la vuelta vio que estaba totalmente podrida.

—¿Mamá? —preguntó Milo al ver la cara preocupada de su madre, que no contestaba su consulta—. ¿Pasa algo? ¿He hecho algo mal?

Milo estiró un poquito de la falda, con las cejas fruncidas en culpabilidad.
La mujer desvió los ojos de la manzana hacia su hijo. Se agachó y dejó la manzana en el suelo para agarrar las mejillas del pequeño.

—No Milo, no pasa nada. —besó la frente del chico.

Seguramente, al verlo tan pequeño, alguno de los vendedores del mercado había tenido a bien colarle alguna de las mercancías que debería haber descartado hacía tiempo. O tal vez había sido un error.
La mujer pasó los pulgares por las mejillas de su hijo, quitando un poco de tierra que llevaba pegada. Sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y empezó a limpiarlo bien, haciendo asomar la lengua entre sus labios en una expresión de mofa mientras restregaba la tela contra la piel.

—¡Ay, mamá! ¡Que duele! —se quejó Milo, intentando zafarse pero riéndose al igual que su progenitora.

De todas maneras, pensó la mujer, que una manzana estuviera podrida no tenía porque significar que esta fuera a malograr todo el cesto.


————

La mujer escurrió el paño, haciendo que el agua cayera de nuevo dentro del recipiente donde la contenía. Comprobó la temperatura de la frente de Milo con la mano antes de cubrirla con la tela. El niño tosió y se retorció entre las sábanas húmedas.

—Mamá… —habló estirando un brazo hacia los rizos rubios de su madre.

Ella agarró la mano entre una de las suyas y le sonrió, chistándole para que callara.

—Shhh, tienes que descansar —apretó un poco los dedos y dejó la mano dentro de las cobijas, tapándolo apropiadamente—. Ahora en seguida te traeré la comida.

El gesto de Milo se torció, pero asintió obedientemente. Su madre volvió a colocar en su sitio  el paño que se le había escurrido con el cabeceo. Se levantó para marcharse, pero el contacto de sus ojos no desapareció hasta que la mujer cerró la puerta. Se llevó la mano al pecho y un suspiro entrecortado se escapó de entre sus labios.

Levantó la cabeza con orgullo, corrigiendo su posición acongojada hacia una mucho más propia de ella misma. Aún así, sus intentos fueron en vano. Su marido le salió al paso y arrugó las cejas, leyendo entre las pequeñas arrugas de la frente de su esposa.
Se acercó a ella y apartó un mechón de pelo que se escapaba de su moño.

—¿Cómo está? —preguntó él después de besarla en la mejilla.

—Mejor que ayer —contestó ella, sin querer mentir, apartándose para continuar hacia la cocina.

Él la siguió. Ya hacía casi un mes que su hijo tenía fiebres altas. Milo aún era pequeño, y aunque las condiciones en las que vivían no daban exactamente un cien por ciento de esperanza de vida para los bebés, los niños de esa edad ya no estaban considerados en peligro de mortandad, a menos que empezase algún tipo de plaga.
Su hijo era un niño sano, su único hijo. Y él estaba tan preocupado como su madre por su supervivencia.

Cuando entró en la cocina vio a su esposa calentando caldo. En ese mes había adelgazado y la ropa le quedaba un poco ancha, su cuerpo reflejaba el estrés por el que su mente estaba pasando.
Él se acercó un poco más, agarrándola por el hombro y apoyando la mejilla en su pelo. No añadió palabras, entre ellos no hacía falta hablar.
Los dos tenían dudas, pero ninguno iba a pronunciarlas ni a admitirlas.


————

Milo se despertó de repente, con la respiración acelerada y la frente perlada en sudor. Se incorporó sobre el colchón, mirando a su alrededor algo perdido. Localizó a su madre a un lado de su cama, encogida en un sillón que habían trasladado desde el salón hasta su habitación, arropada con un par de mantas.
El niño sacudió la cabeza. Notaba la boca seca y el cuerpo caliente. Otro vistazo y encontró un vaso con agua encima de la mesita de noche. Se arrastró hasta alcanzarlo, estirando el brazo y asiendo el vaso con una mano temblorosa. El sudor en sus manos hizo que el cristal se le resbalara, rodando por la cama y cayendo al suelo. Derramando todo el contenido, mojando a su paso cuanto encontrara.

Milo se asomó por el borde de la cama. Se sentía aturdido y tenía la mente nublada, pero encontró el vaso al lado de una pata del armario.
Se levantó para recuperarlo, restregándose las manos contra el camisón para secar las palmas antes de volver a cogerlo. Lo dejó en la mesita, donde lo había encontrado y se lamió los labios resecos.

—Agua… —musitó agarrándose la pechera del camisón—. Mamá.

Miró a la mujer, pero seguía dormida.
Aunque Milo era hijo único, en ningún momento lo habían mimado demasiado. Su madre siempre había enfocado su educación hacia la autosuficiencia. Y aunque en las pocas veces que recordaba haber estado algo enfermo, siempre había conseguido más atención de los demás, a Milo le gustaba hacer las cosas por si mismo. Así que, con un objetivo en mente, salió trastabillando de su habitación.

Sus pies descalzos no hacían ruido sobre el suelo de la casa. Sus manos alcanzaban a la perfección la manilla de la cocina, pero en la cofunsión que reinaba en su mente, no encontró agua en ninguna parte.
Milo empezó a recordar lugares en los que encontrar agua en abundancia. El mar no servía, sabía demasiado bien que ese agua no se podía beber. Después de pasar dos minutos sentado en el suelo de la cocina, agarrando sus pies mientras se balanceaba con el cuerpo entero, una idea cruzó su mente, el pozo del pueblo.

Milo se sorbió los mocos y pasó el dorso de la mano por debajo de la nariz mientras se levantaba. Correteó hasta la puerta trasera y atravesó el pequeño jardín. Caminaba por el centro de las calles, ensuciándose los pies, apretando los puños sobre sus muslos.
Su cuerpo ardía incluso en contacto con el frío aire de finales de diciembre. Volvió a sorber la nariz, notando como algo se le escapaba de ella, pero por mucho que aspirara no parecía parar. Se llevó una mano a la cara, tocando aquel líquido viscoso. A la luz de una de las pocas farolas encendidas vio el color rojo que teñía sus dedos.

—¿Sangre? —se preguntó.

Paró su marcha y de repente se preguntó qué estaba haciendo. Dónde estaba. Por qué estaba ahí. Vio el pozo un poco más adelante, a un lado de la plaza principal del pueblo, y encontró al menos la mitad de las respuestas que estaba buscando.
Milo sacudió la cabeza otra vez, pero no se libraba del calor que notaba como consumía su pequeño cuerpo. Dio un paso dubitativo y otro más seguro pero poco estable. Temblaba como una hoja al viento. Se agarró los codos, clavando las uñas en la tela del camisón.
Cuatro pasos más allá soltó la tela, notándola pegajosa. Se paró bajo otra farola y miró hacia abajo.

Milo empezó a respirar fuertemente, viendo como el camisón blanco te manchaba de rojo sobre su vientre, en los brazos, como corría el líquido desde la pechera hacia abajo con parsimonia, como intentando empapar cada hebra.
El mismo líquido caliente descendió por sus pantorrillas, encharcando el suelo a sus pies.
Su respiración se aceleraba por segundos, entrando en un estado de pánico al que nunca en su corta vida se había visto expuesto. Quiso gritar, pero la hiperventilación dominaba su garganta, cerrándola por completo.

Miró las palmas de sus manos, que parecían rezumar sangre por cada poro de la piel. Se llevó las manos a la cabeza, notando sus rizos rubios húmedos. De repente su cuerpo estaba completamente cubierto de rojo y Milo no sabía que estaba pasando.
Echó a correr hacia el pozo, con la idea de tirarse al agua para limpiarse por completo, pero por el camino tropezó, cayéndose al suelo y golpeándose la cabeza, sumiéndose en la inconsciencia durante las siguientes trece horas.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on January 31, 2018, 07:47:39 PM
**escribe desde la cama con gripe y millones de mocos** vuela caos, vuela!




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Cuando el empleado del Jardín les había dicho mirándoles por encima de la nariz que podían esperar en el patio interior hasta que llegase su adulto al cargo, Raiko había levantado un dedo y abierto la boca para protestar que era una adulta legal en su país de origen y en el que se encontraban en el mismo segundo en que Gaudy la había agarrado
por los hombros y arrastrado de vuelta al exterior.

—¡Pero Gaudy!

—Ni pero ni pera, —replicó el joven tocándole la cabeza y sentándose en un banco a la sombra.— No necesitamos que nos expulsen el primer día.

—La  fuerza justa como para que no lo recuerde, puedo ser muy discreta. No me puedo creer que estés siendo responsable, —dijo la pelirroja mirándole con extrañeza.

—Hmm —replicó el chico.— Espera un par de semanas o algo, que no sepa de dónde ha venido.

Raiko se echó a reír y estiró suavemente del flequillo rubio de su compañero.

—Vaya por dios. —dijo una voz a sus espaldas.— Ya sabía yo que me ibais a traer problemas.

Los dos se giraron a mirar, encontrándose con un hombre alto, casi tan alto como Gaudy, con un parche en un ojo y de pelo cobrizo muy largo recogido en ¿una trenza enrollada al cuello?

—¡Ah! ¡El pervertido del baile! —el rubio se puso en pie señalando al hombre con un dedo acusador.

—¡Eh! —respondió Pip ofendido llevándose una mano al esternón— ¡De pervertido nada, que sólo bailamos! ¡Y no las cosas guarruzas que bailan hoy en día los chavales de aquí!

Eso pareció calmar un poco los ánimos de Gaudy, que pese a todo se cruzó de brazos y torció el morro. Raiko miró de uno a otro con cara de estar poco convencida, y la sensación de que se estaba metiendo en un jardín del que no iba a saber salir. No literalmente, del que estaba sabía salir, había estudiado los pasillos.

—No me digas que tú vas a ser nuestro instructor.—comentó la chica mordiéndose un pellejito de un dedo.

—Vale, pues no te lo digo. —contestó Pip metiéndose las manos en los bolsillos y balanceándose sobre los pies de atrás a delante.

—¿Nuestro instructor? —Gaudy abrió mucho los ojos en un gesto de horror que resultó adorable y cómico por igual.—
¿Nuestro adulto al cargo?

—Eeehhh...—Pip se rascó el puente de la nariz y escondió una sonrisa al ver la colleja poco disimulada que se llevó el chaval por parte de su compañera.

—Ni de coña, los dos somos adultos legales. En Invernalia y aquí. —Raiko frunció el ceño cuando su recién estrenado instructor se echó a reír.

—Y en Ikea desde hace más tiempo, ¿verdad? —dijo Pip pasándole un brazo por los hombros a la chica.— Han pasado varios días desde el baile, he tenido tiempo de investigar vuestros archivos.

La pelirroja miró de la mano que agarraba su hombro con cordialidad a la cara del hombre de forma intermitente durante varios segundos.

—Vamos, que he fisgado cuanto he podido, y ahora sé cosas de vosotros. —tradujo él.

—¿Como qué cosas? —la chica se cruzó de brazos y lo miró de costado.

—Coooomo que “Raiko” no es tu nombre. O sea, no el verdadero de pila.

—¿¡Rai!? —la alarma de Gaudy hizo que Pip levantase la mano libre en un gesto de pausa

—No llegué a conocer al Capitán Brightblade, pero oí hablar bastante de él en Invernalia, es un héroe después de todo. —explicó con tono conciliador.— Y Raiko suena peculiar como para alguien de Ikea, ¿no?

La pelirroja se encogió de hombros, incómoda con la conversación pero sin la necesidad de usar la violencia.

 —Siempre me han llamado así en casa, es un apodo que me puso mi madre y prefiero usar ese nombre. ¿Algún problema?

—Eh, por mi parte ninguno. —Pip le palmeó el hombro que tenía agarrado.— A mí me llamaron Philip y muerdo a quién me llame con todas las letras, así que… Podéis decirme capitán, jefe, o cualquier cosa por el estilo, pero si me llamáis de otra forma que no sea Pip, os falta campo pa’ correr.

—Pues mi nombre es Gaudy, Gaudy Gabriev, y ya está. No tienes nada que fisgar ahí. —el chico estaba a la defensiva después de lo que consideraba una invasión en la privacidad de su compañera, y no se esperaba que su nuevo instructor le echase el brazo libre alrededor del cuello y lo apretase contra él pese a sus protestas, obligándole a agacharse un poco para quedar a una altura más cómoda.

—¡Eso es lo que tú te crees! —respondió Pip alegremente.— Y ahora que ya nos conocemos todos, qué os parece si buscamos una sala de entrenamiento y nos enseñamos qué sabemos hacer, ¿eh?




Tras un paseo lleno de vueltas y recodos por pasillos interiores que Raiko fue cartografiando en su mente, Pip abrió una puerta de metal y con algo parecido a una reverencia estiró el brazo hacia adentro, encendiendo las luces e invitándolos a pasar. Era una sala enorme y vacía, completamente cubierta por panelado metálico, y con iluminación fluorescente blanca  haciendo dibujo de tablero en el alto techo.

—¿Y ya está? ¿Esto es la sala de entrenamiento? —la chica habría querido pensar que se trataba de una broma, pero se temía que aquel espacio  que le recordaba a un hangar abandonado era realmente a donde su instructor les había prometido llevar. Raiko no estaba segura de si esperaba que la tecnología valiera la pena, o le daba reparo la posibilidad de dejarlo todo hecho trizas.

—Jo, pues vaya roña… —murmuró Gaudy decepcionado.

—A ver novatillos, recoged esas caras largas, que tenemos magia cibernética de la que presumir, —su instructor caminó a lo largo de una de las paredes tocando paneles de chapa aquí y allá, abriendo huecos de almacenamiento que al cerrarse quedaban ocultos a la vista.

Los dos recién estrenados SeeDs compartieron una mirada significativa que parecía decir “si tuviera aquí MI espada, no se iba a reír tanto...” y un cabeceo afirmativo. Pero Pip aún no sabía eso. De todas formas se acercaron a curiosear de qué iba el asunto de las paredes que se abrían. Gaudy se asomó a la más cercana.

—¡Oooohhh! —exclamó al ver armas, multitud de ellas, reposando sobre bases de sujeción en las paredes de la taquilla.— Son todas tan… brillantes…

—¿A ver? —Raiko le empujó con el codo en un costado haciéndose sitio para observar y pasando de un hueco a otro dejó escapar un silbido que hizo reír entre dientes a su instructor.— ¿Todo esto es sólo para entrenamientos?

Pip se encogió de hombros con una sonrisa satisfecha.

—Elegid un arma. —dijo sacando un paquete de tabaco de un bolsillo de su pantalón, y mordiendo un cigarro arrastrándolo hacia fuera.

—¿Sólo una? —Raiko frunció el ceño, dudando entre qué elegir.

—Chica lista. —dijo él colgándose varias cananas de la cintura, y cruzándose otro par sobre el pecho.— Venga, que sean dos. La munición no cuenta.

La munición no contaría, pero él se esta llenando todos los bolsillos y hasta dentro de los pantalones de cartuchos y cargadores de recambio. Gaudy y Raiko se miraron de nuevo entre ellos, y después volvieron la vista a la armería escondida, sopesando sus opciones.

—Vas a necesitar un escudo entonces, —comentó la chica considerando una daga del tamaño de su palmo.

—Sep. A ver si hay alguno suficientemente grande, —el rubio fue pasando de una taquilla a otra, rebuscando en el arsenal.

—Gaudy, —Raiko se giró para comprobar que su instructor no podía escucharles.— ¿que tenga el interior de madera y el agarre forrado?

—¿De made…? ¡Oh! —el joven abrió mucho los ojos y asintió.— Eeentiendo. Jeje.

La pelirroja sacó lo que parecía ser una espada de mano y media, la desenvainó y apoyó la punta contra el suelo, recostando la hoja contra su pierna y tocando la empuñadura a la altura de su cadera. Después de levantarla y moverla un par de veces la volvió a envainar y la dejó en su sitio otra vez. Luego fue repitiendo los mismos gestos con distintos sables, catalogándolos en su mente hasta encontrar el arma que más le gustaba en conjunto por tamaño, peso y equilibrio. Que tuviera la guarda también de acero sin decorar y la empuñadura sólo parcialmente cubierta, con el pomo de metal al descubierto.
 Para cuando se hubo decidido por una espada, Gaudy ya se había provisto del escudo adecuado y extrañamente, una claymore.

—¿Dónde vas con eso? —preguntó la chica ladeando la cabeza.

—Es bastante ligera, —dijo el rubio colgándose el escudo a la espalda como si fuera la mochila de la escuela.

—Tú sabrás. —Raiko se encogió de hombros, acostumbrada a que su compañero no encajase del todo en los límites de lo normal en cuanto a resistencia bruta se trataba. 

—¿Estáis? —preguntó Pip desde unos cuantos metros más allá.

Como respuesta tuvo que esquivar un mandoble prácticamente horizontal del rubio, que de haberle alcanzado lo habría partido en dos. No pudo contener una risa un poquito desquiciada, sus chavales iban en serio y parecía que la iban a gozar todos.

Cuando empezó a vaciar las balas del primer cargador contra la posición del chico, éste simplemente le dio la espalda agachándose, dejando que el escudo cubriera su cuerpo como si fuera el caparazón de una tortuga.
Era listo. Aunque Pip había visto eso antes.

Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on April 30, 2018, 02:33:09 PM

Al día siguiente, tras una serie de turnos rondando por la zona y vigilando tanto la sala donde estaban expuestos ya los cuadros como el dormitorio de Kray, empezaron los últimos preparativos para la exposición de la noche. Kora llevaba preparándose un buen rato, pidiendo el último turno para poder así arreglarse. Yuri no había necesitado de mucho tiempo, vistiendo el traje de gala (se sentía un poco ridículo con él, todo fuera dicho) y equipando discretamente sus armas bajo la ropa, con la punta de la hoja del katar sobresaliendo por la tela.

Pasada la hora en la que la sala se abría al público, empezó a llegar gente, más de los que Yuri suponía, aunque no serían más de un centenar de personas en total. Muchos de ellos eran supuestos entendidos en arte, reconociéndolos inmediatamente por su aire de superioridad y sus halagos a la basura que eran los cuadros de Kray.

- ¿Le apetece una copa, señor?

Yuri tomó distraídamente una de las copas que el camarero le ofrecía. No iba a beber más que eso, pero pensaba que tener la copa en la mano le haría verse más en sintonía con la situación.

Uno de aquellos expertos en arte se acercó a Kray, preguntándole por el precio de uno de sus cuadros. Señaló un amasijo de colores, indescifrable y que le recordaba a aquella vez que se le cayó el bol con la macedonia al suelo. Kray, sin embargo, inmediatamente contestó con una negativa. Tal y como Kora le había contado, no vendía el cuadro alegando que ya estaba reservado para otra persona. Al contrario que su compañera, Yuri lo tenía más difícil para saber si era cierto o no, por muy observador que fuera.

Entrecerró los ojos, deseando tener la intuición de la chica para ver qué unía aquellos cabos sueltos.

- Hola.

Como si desear sus poderes la hubiera invocado, la chica apareció detrás de él. Kora debía haber aprovechado hasta el último minuto para arreglarse, pues estaba de punta en blanco. Había optado por dejar su arma atrás, por lo que en el improbable caso de que sucediera algo, recurriría a su control del fuego. Eso dejaba a Yuri con el trabajo físico.

- ¿Ha pasado algo interesante? - Preguntó la recién llegada. - No, mejor dime si ha pasado algún chico interesante.
- Nada del otro jueves. Y tampoco he visto a tu esmarthiense amico. - Replicó Yuri, ignorando la ofensa en la cara de Kora. - Pero Kray ha vuelto a tener un comprador.
- ¿Y? ¿Le ha vendido algo?
- No.

Kora arqueó una ceja, cruzándose de brazos. No le costó a Yuri reconocer aquel gesto en su expresiva compañera, el mismo que mostraba cuando algo no acababa de cuadrar en la red intuitiva que tenía en la cabeza.

- ¿No te parece demasiado extraño?
- Definitivamente. Quizá deberíamos comentarlo con Laguna.

La chica asintió, pero antes de que pudieran decidir qué hacer, Kray les llamó la atención. El hombre iba acompañado de otro tipo trajeado, quien tenía la cara cruzada por una cicatriz en diagonal. Nada de su aspecto le pareció fiable a Yuri, y al ver que la expresión de Kora sólo había empeorado, temió que su compañera tenía la misma sensación que él.

- Acompañadme. - Kray señaló una parte alejada de la sala, detrás de una de las pantallas móviles donde estaban expuestos varios de sus cuadros.

Yuri asintió, pero antes de dirigirse, Kora tironeó de su manga. Tenía el ceño y los labios fruncidos, y casi habría dicho que estaba asustada.

- Yuri... creo que esto... hay algo que se nos escapa.
- ¿No me habéis oído? - Les regañó Kray, mirando nervioso a su alrededor.
- Sí, perdón.

Tomó la delantera, con Kora detrás, y los cuatro se reunieron a la sombra de la pantalla. Kora había sacado el comunicador disimuladamente, colocando el mando en su espalda, sintonizando con el Jardín de Balamb mientras tecleaba el código. Para cubrirla, Yuri permanecía delante de ella, observando atentamente a Kray y el sujeto que lo acompañaba.

La conversación entre ambos hombres era en voz baja, acelerada y a cada segundo, Kray parecía ponerse más nervioso. Estaba claro que no era una simple exposición, y probablemente, su cliente no era pintor. La incertidumbre al no saber qué sucedía realmente era demasiada, y Yuri empezó a sentir un sudor frío por la espalda. Se sobresaltó al oír algo caer al suelo, así como los otros dos giraron la vista hacia ellos.

- Lo siento... se me ha caído el móvil...

Incómoda y con voz no muy segura, Kora se agachó detrás de Yuri para recuperar el comunicador. Kray y el comprador les dirigieron una mirada molesta, pero no parecieron sospechar nada de ellos, volviendo a la conversación. La chica aprovechó para susurrar al oído de su compañero.

- Estaba comunicando...

Las líneas de comunicación eran seguras y nunca recordaba que se hubieran caído. Aquello sólo podía significar una cosa.

- ¿Nos están llamando?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on May 31, 2018, 05:58:16 PM
Toma flashbackazo que te crió :B




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Posó los dedos sobre la madera pulida, tapando cada agujero con sus yemas. Con delicadeza, sin apretar demasiado. Se llevó el instrumento a los labios y después de inspirar con profundidad, sopló suavemente. La flauta emitió un sonido algo tembloroso, hacía bastante que no había practicado y últimamente los exámenes no habían sido lo mejor para calmar sus nervios.
Dejó que la memoria de su cuerpo tomase las riendas, y realizó las escalas de afinación de graves a agudos y viceversa, sintiendo como el sonido familiar la tranquilizaba poco a poco. Las grandes piedras con las que habían reconstruido los arcos del claustro de la antigua colegiata aún desprendían algo de calor, habían recibido los rayos del sol durante todo el día. Acomodó la espalda contra una de las columnas y dejó que su pierna derecha resbalase del alféizar sobre el que se hallaba sentada, manteniendo la izquierda doblada sobre la roca.

Empezó con una melodía dulce y lenta, cerrando los ojos y visualizando en su mente las granjas y prados que rodeaban el edificio del Jardín. Había sido una primavera tardía, pero benigna. Las golondrinas que deambulaban de aquí para allá ponían el telón de fondo a su música. Poco a poco la tonada empezó a cambiar, acostumbrando de nuevo su respiración a los cambios de ritmo, cogiendo mayor velocidad y rango de notas. Más rápido, más fuerte, más agudo.

El paisaje en su imaginación se fue convirtiendo en el de su infancia, la melodía era un pájaro pequeño y ágil que danzaba sobre densos bosques y escarpadas montañas cubiertas por nieves perpetuas. Cientos de sombras de verde, gris y blanco hasta donde alcanzaba la vista, y al fondo, el intenso azul del océano.
El tono alegre de la canción hacía que moviera el pie mientras tocaba, el soniquete de los golpes contra la roca convirtiéndose en su acompañamiento rítmico. Las notas se deslizaban desde el claustro hasta más allá del edificio bailando por los pasillos de piedra, y resonando hasta el exterior de la colegiata.

El aire arrastraba la música hasta los patios del Jardín, donde una figura de pelo grisáceo que hasta ese instante se había encontrado agazapada entre los arbustos se irguió levemente, ladeando la cabeza como intentando averiguar de dónde procedía el sonido y quién lo estaba fabricando. Después de unos momentos decidió tumbarse sobre el suelo, a salvo de miradas indiscretas, escondido por las hojas. Creía saber la respuesta. Por su mente pasaron varias personas pertenecientes al Jardín capaces de sacar melodías de distintos instrumentos, pero sólo conocía un animalillo cuyo canto sonase tanto como algunas tonadas del otro lado del Muro.

Esbozó una pequeña sonrisa traviesa, no hacía mucho que había visto a Raiko pasar por el patio donde estaba, escabulliéndose quién sabe a qué lugar mientras apretaba el flautín entre sus manos creyendo que nadie se había fijado en ella. Era una buena compañera, aunque Phenril se mostraba renuente a pensar en nada más. A veces se preguntaba por qué la chica parecía tener tanta simpatía por él, pero no estaba seguro de querer indagar más de la cuenta, había algo que lo desconcertaba y aquello solía acabar por ponerlo a la defensiva. No quería pagar con ella su poca paciencia, no le parecía justo, la pelirroja solía tolerar sus comentarios mordaces con bastante buen talante pese a todo.

Desde su escondite vio como uno de los graduados del año anterior salía de la armería con dirección al edificio principal, pero tras unos segundos giraba sobre sus talones para encaminarse hacia el lugar de donde sabía que provenía la música. Phenril meneó la cabeza con aire de indiferencia, murmurando para sí mismo que él no lo haría.
Al fin y al cabo, el instinto de supervivencia era algo innato en él.




Raiko se tomó una pausa para descansar al final de aquella última canción, sentía la cabeza ligera tras tantos minutos obligando a sus pulmones a prolongar las exhalaciones de aire durante más tiempo de lo habitual. Abrió los ojos con la intención de hacer desaparecer la leve sensación de mareo, y su vista se fijó en la figura que se acercaba a ella con paso decidido. Arrugó el labio superior en un gesto de hastío.

—¿Qué buscas Feng, la dignidad perdida? —al oírla el joven despeinado detuvo su marcha a un par de metros de la pelirroja.

—Como si tú supieras qué es eso, Brightblade —respondió él picado en su orgullo— Al menos yo no me escondo detrás de alguien más fuerte, que es lo que todas las chicas hacéis.

—Oh, ya veo. —Raiko se echó a reír— Disculpa, no puedo evitar recordarte en el torneo, lleno de barro y con esa carita de niño sin regalo de cumpleaños. Si quieres que te demuestre aquí y ahora que no necesito esconderme detrás de nadie, siéntete libre de hacerlo. Si no, emigra. Me estorbas la inspiración.

El chico la miró con los ojos entrecerrados y los labios apretados, su rostro una imagen de frustración tan nítida que podría haber aparecido junto a la definición de la palabra en un diccionario.

—Si sí, ríete, pero Gabriev te dio una paliza —Feng Xiao Lang resistió la tentación de dar una patada en el suelo.

—Como si eso fuera alguna novedad —ella sonrió y se encogió de hombros con despreocupación— Gaudy lleva dándome hasta que no puedo moverme desde que éramos críos. Entrenamiento y tal. De hecho la primera vez, me dio un puñetazo pensando que era a un chavalillo a quien le daba un escarmiento. Habrás visto que con Luna no hace lo mismo.

—Vaya, entonces si que tienes que quererlo para soportar semejante abuso —comentó el moreno con aire pensativo.

—¿Verdad? No sé ni como lo hago. Supongo que debe ser como tener un hermano, no lo sé.

—Pero a un hermano no le dejas que te meta la lengua hasta la gar- ¡EH!! —se agarró a la columna de piedra para no caer hacia atrás por el empujón que acababa de recibir. En un abrir y cerrar de ojos la chica se había levantado recogiendo su flautín y casi lo había tirado al suelo.

—¿Me meto yo en lo que haces con tus días libres en las tabernas del pueblo? No, ¿verdad? —Raiko apretó los puños, amenazando a su técnicamente superior golpeando con boquilla de la flauta en el pecho de éste.— Si te crees que es fácil esquivar a Gaudy cuando se emborracha es que eres más ingenuo de lo que pensaba.

Xiao Lang se quedó plantado donde estaba, viendo como la moza se alejaba de vuelta al patio principal a grandes zancadas indignadas. Por una parte se hacía mala sangre al pensar que su reputación de gran espadachín brillaba un poquito menos desde que una chica menor que él le había vencido en el torneo de primavera, pese a que otro compañero le hubiera arrebatado a su vez la victoria a ésta. Pero por otra parte le sabía mal haberse metido donde nadie le llamaba.

—¡Brightblade! —llamó antes de perderla de vista. Ella frenó momentáneamente.

—No te preocupes, Feng Xiao Lang. No voy a ir corriendo a llorarle porque un niño se ha portado mal conmigo, yo ya soy mayor ¿sabes? Siento defraudar tus expectativas, pero hace muchos años que no tengo a ningún hombre que me defienda cuando llegan los monstruos.

El joven la observó reanudar su camino, pasándose la mano por la cara mientras pensaba con algo de culpabilidad que no había contribuido precisamente a calmar los ánimos de una aspirante a punto de realizar su examen Seed. Deseó que tuviera buena suerte, aunque no se llevasen bien no le deseaba ningún mal.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on June 30, 2018, 07:29:23 PM

- ¿Nos están llamando?

Como una respuesta a su pregunta, el aparato emitió una serie de pitidos cortos. El Jardín de Balamb, efectivamente, les estaba llamando, y ambos conectaron sus transmisores, desenfocando la vista para centrarse en lo que oían.

- ¡Yuri! ¡Kora! - El que hablaba era Laguna, con una voz acelerada que nunca habían llegado a oír en su instructor. - ¡Abortad la misión ahora mismo!
- ¿Qué...? - Yuri, instintivamente, buscó a su alrededor al sentirse en alerta. Sus sospechas se habían confirmado, y de la peor forma posible.
- ¡Marchaos de allí! ¡Ya no tenéis ninguna responsabilidad en esta misión! ¡Ahora!

Sus reacciones, alteradas, llamaron la atención de Kray, que se giró hacia ellos a punto de pedir explicaciones. Pero ni el hombre llegó a decirles nada, ni ellos tuvieron oportunidad de moverse. De su garganta salió un grito ahogado, y aquel balbuceo incomprensible fue lo último que llegó a decir en vida.

En la parte delantera del cuello de Kray sobresalía la punta de una hoja delgada, y detrás del hombre, una figura blanca y roja encapuchada apretaba su mano contra el cráneo. El acompañante de Kray trastabilló al intentar apartarse, pero antes de que llegara a caerse siquiera, el encapuchado le lanzó un cuchillo pequeño que le atravesó el cuello también, cayendo a un lado y derribando la pantalla que les cubría con su cuerpo, provocando un gran estruendo.

La escena quedó expuesta al público, que tras unos segundos de shock, comenzó a gritar y huir en bandada. Kora y Yuri, sin embargo, se quedaron quietos en sus posiciones. No podían arriesgarse a perder su atención sobre el sujeto en ningún momento. La chica hizo arder sus manos, preparada para lanzar una llamarada en cualquier momento, y las hojas de los katares de Yuri salieron sobre sus palmas, desgarrando la tela de las mangas.

El corazón de ambos latía desesperadamente, hasta casi impedir que oyeran la desesperada voz de Laguna por los intercomunicadores.

- ¡Detrás de Kray va un...!
- Un Asesino... - Yuri terminó la frase, sintiendo como un escalofrío recorría su cuerpo.

El encapuchado apartó su mano, reclinando el ya sin vida cuerpo de Kray al suelo, donde se empezó a formar un charco de sangre desde su cuello, y murmuró algo en voz baja que ninguno de los dos llegó a entender. Al levantarse, vieron que la hoja ensangrentada sobresalía desde el interior de su manga, por debajo de la palma de la mano. El Asesino levantó ambas, y con un movimiento rápido, guardó la hoja.

- ¡Huid! - Insistió Laguna, con la voz rota. - ¡No tenéis ninguna posibilidad contra él!

Pero ninguno de ellos era capaz de hacer un primer movimiento. Frente a ellos, el encapuchado seguía con aquel gesto, como si tratara de mostrarse conciliador. Levantó la cabeza, y aunque la capucha cubría hasta el puente de la nariz, pudieron ver una sonrisa en su rostro. Unos labios con una familiar cicatriz vertical en el lado.

- N-no puede ser... - Kora abrió los ojos, con las llamas en sus manos flaqueando por un segundo para avivarse enseguida.
- Tú... - Yuri apretó los dientes, controlándose para no dejarse llevar por la frustración.
- Mi dispiace, es una pena que vuestra misión termine así.

Con un movimiento rápido, se apartó la capucha, revelando bajo ésta el rostro tranquilo y amigable de Ezio. Los Seeds se pusieron aún más en guardia, mientras que el Asesino permaneció en su sitio, todavía con las manos en alto.

- Pero me temo que os han engañado, amicos. - Ezio fingió un gesto de pena. - El signore Kray quería que vigilarais su negocio, pero no el de los cuadros... exactamente.
- ¿Qué sabes tú de todo esto? - Preguntó Yuri, con las armas en alto. - ¿Por qué lo has matado?
- El mundo está mejor sin ciertos sujetos, ¿no creéis? - Respondió éste, alzando una ceja. Pero antes de que pudiera continuar, el sonido lejano de una sirena de policía se empezó a escuchar en la distancia. - Me temo que no puedo quedarme a hablar. Un placer conoceros.

Ezio les guiñó un ojo, colocándose la capucha y con una agilidad que empalidecía la de muchos Seeds, saltó a una de las pantallas para subir hasta el techo, desde donde se coló por la ventanilla. Antes de desaparecer en el oscuro agujero, les dedicó un saludo. Ambos Seeds permanecieron en silencio durante varios segundos, con sus respiraciones aceleradas siendo el único sonido que llenaba la estancia hasta que volvieron a oír a Laguna a través del transmisor.

- ¿Qué... qué ha pasado? ¿Estáis bien? - Preguntó Laguna a través del transmisor.
- Sí... sí que estamos bien... no sé como pero sí... - Respondió Yuri.
- Hablaremos de esto cuando volváis. Lo siento muchísimo... podriáis haber...

Su instructor parecía realmente compungido, aunque era obvio el alivio que sentía. La policía entró en la sala, con las armas en alto, y tanto Yuri como Kora levantaron las manos para no terminar de alarmarlos. La chica apagó el fuego en sus manos, y avanzó para hablar con los recién llegados, aunque no apagó su transmisor.

- No sé como puede haber fallado nuestra red de información... - Continuó Laguna. - En fin, Franziska ya está moviendo ficha para que os dejen salir de allí cuanto antes. Como muy tarde, deberíais poder volver mañana. Seguiremos en contacto.
- Hasta mañana. - Murmuró Yuri al apagar el intercomunicador, tras lo cual se unió a su compañera para dar testimonio de los hechos.

Su primera misión había terminado con un estrepitoso fracaso, trayendo consigo la dolorosa lección de que todavía tenían mucho que aprender como Seeds. Era la primera de muchas ocasiones, sin embargo, y ninguno de los dos se podía permitir hundirse antes de siquiera empezar.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on September 30, 2018, 11:06:55 AM

- ¿Hooola? ¿Hay alguien en casa?

Kora asomó la cabeza por la puerta, mirando de un lado a otro la entrada de la casa. Pero no vio a nadie ni obtuvo respuesta, por lo que se adentró, apoyándose en la puerta ligeramente para cerrarla. Dejó las llaves sobre la mesita, y encendió las luces, ya que la que entraba a través de la ventana no le parecía suficiente. Atravesó el pasillo, corto y ancho, para llegar al recibidor. La televisión estaba apagada, y sobre la mesita frente al sofá había un par de botellas de cerveza abiertas. Pero Kora dirigió su atención a los marcos de fotos que había sobre uno de los muebles, acercándose hasta coger uno de ellos.

En la fotografía salía su familia, los cinco. Su madre se encontraba en medio de su padre y su tío Auron, ligeramente agachada y sujetando a Kora y Graham con cada mano. Sintió una punzada de nostalgia al verla. Le hubiera gustado contarle lo sucedido en las últimas semanas a su madre, que habría escuchado atenta sus éxitos y la hubiera consolado por las derrotas. Estaba convencida de ello, pues aunque no recordaba mucho de ella, tenía la impresión de que las madres eran algo especial. "Seguro que de alguna manera lo sabe...", trató de animarse a sí misma. Abrazó el marco de fotos, volviendo a vivir el momento de la fotografía por unos segundos, y lo dejó en su sitio.

- Fíjate bien, mamá, ¿eh?

Recogió las botellas de la mesa, extrañándose de que fueran tan pocas, y se dirigió a la cocina, algo más animada. Las tiró a la basura, e inmediatamente se acercó a la jaula que había en la encimera.

- ¡Hola, nena!

Puso las manos sobre la jaula, sonriendo tontamente al pájaro en su interior. Pequeña pero robusta, y de un verde brillante con una máscara roja sobre el rostro, la lora extendió sus alas y dio unos graznidos en saludo. Kora abrió el armario, de donde sacó una caja de comida para aves, y la lora se excitó aún más, empezando a aletear frenéticamente y aumentando el volumen de sus graznidos. Parecía que había pasado un poco más de la cuenta desde la última vez que había visto la caja.

- Pobrecita, tienes hambre, ¿eh?

La chica dejó caer un pequeño montón de comida en la palma de su mano, y la metió en la jaula. Inmediatamente la lora saltó hacia ella, picoteando rápidamente. No tardó en desaparecer la comida, y aun así, picoteó hasta la palma de la mano de Kora, que soltó un gritito ahogado, y sacó la mano en un acto reflejo. La lora quedó en el interior de la jaula, pero pronto se asomó por la puerta abierta, mirando con ojos hambrientos la caja.

- Pues sí, tienes hambre... - Murmuró Kora, comprobando que no le quedara una marca en la palma, para después poner un montón de comida en el banco, el cual la lora no llegó a terminarse. - ¿Ya está satisfecha la señora?

El animal soltó un '¡Chuí!' agudo, y saltó al brazo de Kora, trepando rápidamente hasta el hombro de ésta, para empezar a restregarse contra la cara de la chica.

- ¡Chuí! - Respondió Kora, riendo y acariciando al pájaro, que siguió con su '¡Chuí, chuí!'. Era una auténtica pena no poder llevársela al Jardín... aunque ahora que tenía cuarto propio y su hermano era el Comandante tendría que retomar las negociaciones.

Pero no había pasado mucho desde que empezara a jugar con ella, cuando oyó la puerta de casa. Sobresaltada por el ruido, la lora salió volando hasta posarse sobre su jaula, y Kora se acercó para ayudarla a entrar. Cerró la jaula, asegurándose antes de colocar una buena cantidad en el comedero, y dejó la caja a la vista. Salió al pasillo, y al no ver nadie, se asomó al comedor, que estaba a oscuras.

- ¿Papá...? - Preguntó tentativamente. Algo grande se movió en el sofá.
- ¿Kora? Hija, qué susto me has dado.

Kora encendió la luz, y el bulto en el sofá sacó una mano para cubrirse los ojos. Jecht estaba recostado, con la ropa deshecha y aún puesta. La camisa estaba desabrochada a la altura del pecho, mostrando sobre la piel morena el tatuaje con aquel símbolo extraño que tanto le gustaba, y la corbata se había mantenido sobre sus hombros de milagro. No tenía un aspecto especialmente radiante, con la barba pareciendo más bien de veintitrés días, y el pelo oscuro desaliñado.

- ¿Qué haces aquí a estas horas? - Insistió, entrecerrando los ojos para tratar de enfocarla.
- Uhm, nada, venía a por unas cosas. Nos vamos de viaje en el Jardín. - Le informó Kora mientras entraba, juntando las manos detrás de su espalda. - Además... hace bastante de la última vez que nos vemos.

La chica bajó la vista, algo incómoda. Sabía que su padre nunca ganaría el premio a Padre del Año, aunque estuviera segura de que tenía que quererla, pero a veces le hacía sentir confusa el hecho de que sistemáticamente ignorara todo lo que no estuviera relacionado con alcohol, deporte o mujeres... ya que terminaba ignorándola a ella, por extensión. Antes de que Jecht pudiera responder, Kora insistió.

- ¿Por qué no has venido al baile? Bailé con el Comandante de Aetheria, y además, ¡con un príncipe! - Juntó sus manos en una palmada, sin poder evitar llevarse por la emoción al recordar esos momentos. Jecht se rió, negando con la cabeza. - Y con Graham también...

La media sonrisa que Jecht había esbozado se desvaneció con la mención de aquel último nombre. Kora agachó la vista, inmediatamente. Sabía de sobra que habían pasado ya mucho desde la última vez que su padre había parecido tolerar lo más mínimo a Graham. Los mismos años desde la muerte de su madre.

Quiso cambiar el tema, y se acercó hasta el sofá, sentándose al lado de su padre. Pudo oler a alcohol, tabaco y perfume, y algo en su estómago se revolvió. Ya sabía de dónde venía su padre, lo sabía mucho antes de que cruzara la puerta, pero cuando la prueba era sólida e irrefutable era cuando dolía de verdad. Pero no ganaba nada recriminándoselo, aunque sintiera que tenía derecho a hacerlo.

- Uhm... Sabes, hace unos días que volví de mi primera misión. - Le dijo, sacando pecho con orgullo.
- ¿Ah sí? ¿Y por qué no se lo cuentas a papá después de traerle algo de beber?

Kora arqueó una ceja, pero al final obedeció. Tal y como le había pedido, le trajo algo para beber: un vaso de agua acompañado de una aspirina. Ya se lo agradecería más tarde, porque la mueca que puso al verlo no era la más agradable.

- Desde luego... con lo mal que está tu padre y tú dándole más disgustos.
- Ya... - Replicó. - Bueno, sabes, fuimos a los Estados Bajos. Yuri y yo.

Comenzó a explicarle la misión, mientras el hombre bebía de un trago el contenido, poniendo cara de asco. Cómo al principio todo parecía una misión aburrida y absurda, tan sólo proteger unos cuadros que nadie que tuviera un mínimo de buen gusto miraría por más de un segundo, para luego convertirse todo en una trama de narcotráfico en la que los mismísimos Asesinos estaban involucrados. Quizá hubiera exagerado en algunas partes, claro, pero todo fuera por un buen relato. Sin embargo, cuando llegó a la parte final, donde todo se iba al traste, Kora se detuvo.

- ¿Y bien? - Preguntó Jecht, extrañado por el silencio en su hija.

Kora no recordaba demasiadas cosas sobre su madre. Durante muchos meses del año estaba ausente, quedando al cargo de Jecht, y cuando no estaba demasiado ocupado por su cargo de Comandante, Auron. Los años antes de que Graham apareciera en sus vidas básicamente no había tenido otro adulto que la criara, y Jecht se había encargado de transmitirle una importante disciplina a su hija.

Participar no es suficiente.

Jecht había sido un ganador. Desde el momento en que él y Auron entraron al Jardín, destacaron, y aunque éste último había sido quien fuera nombrado Comandante, nadie hubiera puesto en duda que Jecht Lionheart era uno de los mejores Seeds que Balamb vería. Y el hombre no exigía a Kora que fuera ordenada, que hiciera los deberes o que no se ensuciara al comer, sino que cuando se empeñara en algo, no se conformara con nada menos que el éxito. Cuando era más pequeña, escuchaba fascinada al hombre que le decía que no se limitara a jugar al escondite, sino a convertirse en una Carmen Sandiego.

- Bueno... - Pero tampoco podía mentirle. Total, acabaría enterándose, y sólo quedaría peor ante él. Además, no había sido su culpa. - No pudimos hacer nada. Ezio... El asesino nos dejó ir.
- Vaya. - Respondió Jecht, mirando al infinito por unos momentos. - Así que tu primera misión ha sido un fracaso.

Torció el labio, cuando notó la manaza de Jecht sobre su cabeza, dándole unas torpes palmadas. Kora se giró hacia él, con una tímida sonrisa, y al ver que el hombre se la devolvía, sintió como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

- Y ahora me voy a ir fuera de Balamb. - Continuó contándole. - A Invernalia... de donde es el príncipe con el que bailé en el baile.
- Qué bien, ¿eh?
- Ajá... seguro que me dejarán conocerlo mejor cuando les recuerde que el Comandante de Balamb es mi hermano...
- Graham no es tu hermano.

El tono seco con el que Jecht le había cortado hizo que se le helara la sonrisa en el rostro. Lentamente, Kora se apartó, hasta situarse casi en la otra punta del sofá. Apretó los puños, notando un dolor en el pecho y picor en sus ojos. No podía aguantar que su padre odiara a su hermano, que hablara con tanta frialdad y tuviera que hacerle daño de aquella manera.

- Sí lo es. - Replicó, mirando fijamente sus manos sobre su regazo. Sabía que con el tiempo, su padre había dejado de soportar siquiera la mención de Graham, pero no iba a esconder sus sentimientos por ello. - Graham es mi hermano... Somos una familia. Es lo que mamá hubiera querido, ¿no lo entiendes?

Le dirigió una mirada, y quizá era que estaba disgustada, pero en aquellos momentos vio a su padre de una forma muy diferente. Un hombre cansado, borracho y que venía de acostarse con una mujer de la que no sabría ni el nombre. Jecht había sido grande, un Seed del cual el Jardín de Balamb se había sentido orgulloso, alguien que sólo podía despertar admiración y envidias... hasta que la guerra y la muerte de su mujer lo rompieron. El Jecht que animaba a su hija a ganar en todo en lo que participara no era más que un recuerdo lejano.

Ya no podía vivir en aquellos días.

- Voy a dormir. - Dijo Jecht, incorporándose. Kora volvió a agachar la mirada. - Recoge lo que quieras sin hacer mucho ruido y mira bien si has cerrado al irte.
- Adiós. - Murmuró en respuesta, mirando la punta de sus zapatos fijamente.

Mientras oía los pasos arrastrados desaparecer en la lejanía del pasillo, Kora se dio cuenta de que aunque aquella sería siempre su casa, su hogar estaba a unos pocos kilómetros, en el Jardín de Balamb. Y Jecht sería siempre su padre, pero su familia eran los Seeds. Incluyendo a Graham.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on October 31, 2018, 07:22:58 AM

El trayecto que recorría Antenora y Judecca era largo y contaba con tres escalas, mínimo, si tenían suerte. Yang era consciente de ello, y por lo tanto trataba de tomárselo con la mayor filosofía posible... la suficiente como para tener que ser zarandeado por Julian una vez llegaron a la estación del este de Judecca. Le costó unos momentos volver a un estado remotamente consciente, pero por suerte, las firmes sacudidas de su pupilo sirvieron su propósito.

- Ya voy, ya voy. - Balbuceó al incorporarse, tras lo cual dio un bostezo largo. - Tengo un brazo dormido...
- Tenemos que bajar ya. - Le indicó el joven, sin ninguna piedad para con su brazo.

Yang cogió su equipaje, el cual por fortuna no era muy abultado, sujetando la correa con el hombro. Por suerte tan sólo era una maleta, no era un hombre que necesitara mucho para viajar y además Julian se había preocupado la noche anterior de ordenar y doblar todas las piezas de ropa. Mientras tanto el joven se encargó, por su parte, de asegurarse de que no se olvidaban nada en los asientos. Cuando llegaron a la salida del vagón encontraron a Sam esperándolos, sin bajar él aún. Éste arqueó una ceja y esbozó una media sonrisa al ver la cara de recién despertado que traía Yang, negando con la cabeza.

- Habrás dormido bien, al menos.
- No estoy seguro siquiera de cuándo ha ocurrido. - Respondió distraídamente, pasándose su mano libre tras el cuello para rascarse la nuca.
- Ha sido un viaje largo, la verdad. - Sam bajó del vagón, seguido de los otros dos.

Yang asintió. Recordaba que cuando habían salido de Acre ni siquiera había amanecido; pero a través de las vidrieras de la cúpula se colaba la luz del sol, formando un intenso juego de colores que sirvió para terminar de despertar al hombre. La estación era antigua, con una construcción maciza que se elevaba hasta el techo en forma de semicírculo y con unas gárgolas adornando las cornisas interiores. Para Yang, el hecho de que el edificio todavía permaneciera en pie no era sino otra muestra de que en el sur de Aetheria pocas cosas cambiaban... y que para hacerlo, antes tendría que venirse abajo la estructura completa.

El trío avanzó entre la gente mientras buscaban a Dean. Sam fue quien lo encontró primero, probablemente debido la mayor área de visibilidad que le otorgaba su altura. Dean les esperaba entre el gentío, con las manos en los bolsillos. Ya había localizado el próximo tren, y al verlos acercarse lo señaló en la cuatro.

- ¿Cuándo sale? - Preguntó Sam.
- En tres cuartos.
- Podríamos aprovechar para comer.  - Gracias al comentario de Julian, Yang cayó en la cuenta de que ya debería ser más o menos mediodía.
- Me gustaría comprar la prensa antes.

Yang prefería estar mínimamente informado de lo que sucedía en Judecca antes de adentrarse de lleno en el territorio, aunque imaginaba que la situación no sería muy diferente de la que ya tenía en su mente. Tampoco tenía muchas esperanzas de leer información objetiva al respecto en la prensa aetheriense.

- Claro, creo que el puesto está allí. - Dean señaló hacia el lado izquierdo de la estación.

Recorrieron el tramo rápidamente, llegando al montón de gente frente al pequeño puesto. A aquellas horas paraban los trabajadores más afortunados, y el grupo rebelde pasaba aún más desapercibido entre la masa de gente de clase media y baja. Julian miraba de un lado a otro, pero Yang lo notaba extrañamente más relajado que en Acre. Quizá el joven se encontraba en el que sentía que era su terreno, encaminándose al que ya iba a ser el destino que había escogido para él mismo.

- Permiso. - Dean apartaba disimuladamente a la gente que tenían en medio, hasta sólo tener cuatro cinco personas delante de ellos. - Con el hambre que tengo...
- Dean, mira. - Sam interrumpió las quejas de su hermano, señalando a un hombre cerca de ellos, con una raída chaqueta verde oscuro y el pelo algo largo de un tono rubio ceniza.
- No puede ser.

Los dos hermanos se acercaron al desconocido, Dean apoyando una mano en su hombro y Sam con una mueca de incredulidad que no acababa de desaparecer de su rostro.

- ¿MacGyver? - Preguntaron casi al unísono.
- ¿Sam? ¿Dean?

El hombre parecía igual de sorprendido que ellos al girarse, pero una vez se reconocieron mutuamente, aprovecharon al máximo el espacio reducido que tenían para darse un saludo efusivo.

- ¿Qué hacéis aquí?
- Estamos acompañando a Yang a Judecca. - Dean señaló con un movimiento de cabeza al susodicho.
- ¿Yang Wen-Li?
- Hola. - Yang se adelantó unos pasos, extendiéndole la mano al recién encontrado. - No todos los días se encuentra uno con una leyenda.
- No es para tanto. - Replicó MacGyver, estrechándole la mano. - Sólo hice lo que debía hacer en el momento... y no es que esté orgulloso de todo.

Yang ya llevaba mucho tiempo luchando como para saber que aquel hombre había hecho mucho más de lo que debía, entre otras cosas, criar como buenamente pudo a los hermanos Winchester. Podía llamársele un veterano, alguien de quien Yang consideraba que todavía tenía bastante que aprender.

- Se hace lo que se puede. - Asintió en respuesta.
- Tú lo has dicho. - MacGyver se fijó en Julian a su lado. - ¿El chaval no será...?
- Soy Julian Minci. - Se adelantó éste. - Creo... creo que conocía a mi padre.
- Sí. - El hombre le estrechó la mano también. - Una gran persona, en todos los ámbitos. Así que, ¿vas a seguir sus pasos?

Julian asintió, y por primera vez, Yang decidió no mostrar ningún signo de desacuerdo. Ya no podía echarse atrás una vez había aceptado la decisión de su pupilo. Sin embargo, MacGyver guiñó un ojo a Yang, sonriendo.

- Cuesta verlos marchar, pero al menos tú lo tienes cerca.
- Hablando de eso, podrías tenernos más cerca si te vienes con nosotros. - Interrumpió Dean. - ¿Qué me dices?

MacGyver miró a Yang, alzando una ceja.

- ¿No le pedís permiso a vuestro jefe?
- Vale. - Dean se giró hacia Yang, que permanecía de brazos cruzados con gesto divertido. - Jefe, ¿podemos quedárnoslo? ¿Porfa? Sam le dará de comer y lo sacará a pasear todos los días.

Sam primero miró a Dean alzando una ceja, pero a aquellas alturas, ya no lo sorprendían cosas así. Aunque no dijo nada, también se unió a la petición silenciosamente, mirando a Yang con aprensión.

La respuesta que iba a dar estaba clara desde un principio. Yang se cruzó de brazos, adoptando una pose seria y reflexiva, para dar un mínimo de formalidad al asunto.

- Nos iría muy bien tu ayuda, MacGyver. - Dijo Yang al otro hombre. - Si es que quieres aplazar tu retiro.
- ¿Retirarme? - MacGyver negó con la cabeza. - Ya lo haré otro día.
- Bienvenido al grupo, entonces.
- Tendremos que comprar un billete para él. - Interrumpió Julian.

MacGyver asintió. Todavía tenían un poco de tiempo libre, y con suerte, todavía quedarían asientos libres en el tren que iban a tomar. Antes de ponerse en marcha, sin embargo, MacGyver se asomó al mostrador cuando Yang estaba pagando el periódico, y dejó unas monedas sobre la barra.

- Un paquete de chicles. - Pidió el hombre, levantando el índice. - Por favor.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on November 30, 2018, 02:31:29 PM

El camino que unía la ciudad de Balamb con su Jardín apenas estaba transitado por la noche, sin parecer en ningún momento peligroso sino tranquilo. La tenue iluminación de las farolas era suficiente para guiar los pasos de los dos recién graduados Seed que lo atravesaban a aquellas horas, caminando con el chirrido de los grillos que ya habían salido a cantar de fondo.

- Para esto yo he estudiado tres años, entrenado el ochenta por ciento de mi tiempo libre y pasado un examen en una torre con línea directa con el universo lovecraftiano: para terminar haciéndole la compra a mi instructor.

Yuri bufó, levantando una mano en la que sujetaba una bolsa para rascarse el entrecejo. A su lado, cargada también con dos bolsas, Kora puso los ojos en blanco.

- Nos ha pedido un favor, Yuri. Tampoco tienes que quejarte por todo.
- Primero, eres la última persona que deberías criticar a otro por quejica. - La chica fue a rechistar, pero Yuri siguió hablando, levantando el dedo. - Segundo, no te quejas porque tienes aún tu flechazo de colegiala-profesor con Laguna. Tercero, hay gente más apropiada para ésta faena... como cualquiera del Club de Pringados.
- Lo que tú digas...

Ofendida por el primer y segundo punto, por lo que no iba a reírle la gracia del tercero, Kora siguió caminando con el mentón en alto. Yuri murmuró alguna maldición más, pero al parecer la conversación había terminado ahí; al fin y al cabo ya estaba todo hecho. Y con un poco de suerte habría una recompensa por parte del instructor al tener su paquete de galletas de marca (entre otros víveres indispensables). Pero la calma del camino no iba a durar mucho...

- ¿Qué pasa? - Yuri se había dado cuenta de que su compañera se había detenido tras adelantarla unos pasos. - ¿Nos hemos olvidado algo?
- He visto algo moverse por el rabillo del ojo. - Sin moverse del sitio, Kora miraba a su alrededor lentamente con el ceño fruncido.
- Bueno, esto es casi un bosque. - Respondió Yuri, girándose. - Será algún animal, que ya es de noche.

Kora negó con la cabeza, sintiendo cómo se le erizaba el vello de la nuca. Su intuición se había despertado.

- Yuri, alguien nos está siguiendo.
- ¿Quién?

El tono preocupado con el que había hablado su compañera le puso en guardia. Conocía muy bien sus reacciones como para no saber cuando Kora estaba genuinamente intranquila. Miró a los lados, sin ver nada, aunque empezaba a sentirse él mismo observado.

- No estamos muy lejos del Jardín. - Le dijo. - Date prisa.
- ¡¡Ah!!

El grito ahogado de Kora lo sobresaltó, y con el corazón a punto de salírsele por la garganta, Yuri se dio la vuelta sin darse cuenta de que precisamente Kora había señalado detrás de él. Frente a ellos tenían una figura encapuchada de blanco y rojo. Un traje que ambos recordaban muy bien, cuando apenas unas semanas atrás habían realizado su primera misión.

- ¡¡T-tú!!

Yuri dejó caer las bolsas, retrocediendo unos pasos rápidamente hasta casi chocar con Kora.
La figura no pareció inmutarse, sin embargo.

- ¡Yuri, es el asesino! ¡Ha vuelto a por nosotros! - Kora parecía al borde del llanto, agarrándose a su hombro detrás de él. - ¡Va a silenciarnos para siempre!
- No seas exagerada, ragazza.
- Le estás pidiendo demasiado... - Murmuró Yuri, más por costumbre que otra cosa. - ¿Para qué has venido? Si intentas algo, avisaré por el transmisor a los instructores.

Negando con la cabeza, el Asesino se llevó las manos a la capucha, descubriendo su rostro. Con aquel gesto simpático y su sonrisa confiada, nadie hubiera pensado que Ezio se dedicaba al noble oficio de terminar vidas. Pero Kora y Yuri lo habían visto en acción, y sabían que sin que se dieran cuenta siquiera, podían terminar con la garganta atravesada por la hoja que el joven escondía en sus muñequeras.

- Sólo quería hablar con vosotros. - Ezio levantó las manos intentando parecer conciliador, sin conseguir calmar lo más mínimo a los dos Seeds. - ¿Podéis ofrecerme unos minutos de vuestro tiempo, per favore?
- ¿Qué es lo que quieres, Asesino?
- No seas tan desagradable conmigo, amico. Me hieres. - Le dedicó la misma expresión compungida de la primera vez, llevándose la mano al pecho. - No pienso haceros nada.

Aún con las manos temblorosas, Kora se asomó por encima del hombro de Yuri. La chica dudó un poco antes de hablar, observando el rostro suavemente iluminado de Ezio. Aunque la situación era extraña, se sentía más sobresaltada que alertada. Su intuición había acertado antes, por lo que tal vez debiera volver a confiar en ella.

- ¿No has venido a por nosotros?
- ¡No para mataros! Podría haber hecho eso mucho antes.
- Bueno... en eso tienes razón...

Kora miró aprensiva a Yuri, que parecía incrédulo ante lo que iba a hacer, antes de finalmente rodearlo y avanzar unos pasos hacia el asesino. Aún mantenía una distancia prudencial, pero estaba dispuesta a escuchar lo que tuviera que decir.

- ¿Te has vuelto loca?
- ¿A qué has venido, Ezio? - Preguntó Kora, ignorando a su compañero, que permaneció atrás.

Con un movimiento delicado, Ezio recorrió la distancia y tomó a la chica de la mano. El tenerlo tan cerca dio un vuelco a su corazón, y pudo oír como Yuri daba un paso al ponerse en alerta. Sin embargo, se mantuvo firme, y dejó que el Asesino llevara el dorso de la mano a sus labios con los ojos entrecerrados.

- Primero, a disculparme por abandonar a una dama sin ningún tipo de explicación. - Las mejillas de Kora se encendieron, y sus rodillas amenazaron con aflojarse de un momento a otro. - He venido a abusar de su generosidad, si me lo permite, signorina.
- B-bueno... - Sonrió tontamente. - Intentaré ayudarte... y claro que estás perdonado, Ezio...

Terminando de recorrer el espacio que los separaba, Ezio tomó con su otra mano la de Kora, apretándola entre sus palmas. La chica sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones al tenerlo tan cerca.

- Kora, cara mia, necesito hablar con la directiva del Jardín. ¿Podrías conseguirme una audencia, per favore?
- Y-yo... - La chica se mordió el labio. - M-mi hermano es el Comandante...
- ¡Ni en broma!

Finalmente saliendo de su asombro, Yuri agarró el hombro de Kora, apartándola de Ezio con un movimiento brusco. Se inclinó sobre ella para que no escapara.

- ¡No vas a meter a un Asesino en el Jardín!
- P-pero es que Ezio...
- Calla. - Yuri bufó, pasándose la mano libre por la frente sin perder de vista a Ezio. Kora podría haber caído bajo sus encantos, pero a él no iba a engatusarlo. - Kora, ya sé que es una palabra con demasiadas sílabas para que la proceses, pero es un Asesino. ¿Y si su objetivo es tu hermano?

La mención de aquella posibilidad alertó a Kora, que pareció salir de su delusión, lanzando una mirada de duda a Ezio. El Asesino no se había movido de su sitio, todavía esperando pacientemente a que terminaran su discusión.

- Ezio, ¿por qué quieres venir al Jardín? - Insistió Kora, sin deshacerse del agarre de Yuri.
- Yo realmente no quiero nada. - Comenzó a explicar. - Pero tengo un amico que necesitaría de su ayuda... y creéme, el Jardín se vería beneficiado de ello.
- ¿Qué quieres decir?
- Un gran inventor. Por causas del destino ha tenido que marchar de Ilatia, y no tiene dónde ir. - Comenzó a explicar Ezio, gesticulando con las manos. - Tiene mucho talento, y en un Jardín podría explotarlo, ¿no crees?

Yuri lo miró escéptico. Aquella historia no acababa de cuadrarle, o no quería creer que las cosas fueran tan sencillas.

- Ya tenemos ingenieros. - Le respondió.
- No es un ingeniero. - Corrigió Ezio. - Es un inventor. Pero no puede llegar a cualquier Jardín y ser aceptado sin más... es por eso por lo que necesito de vuestra ayuda para convencer a la directiva de que lo acepte.
- ¿Estás diciendo la verdad? - Preguntó Kora, con el ceño arrugado, acercándose para ver el rostro del Asesino. - Por favor, Ezio, no me mientas...

Dejando que ésta examinara sus rasgos, Ezio se llevó una mano al pecho, tomando a Kora con la que tenía libre.

- Te juro que no tengo ninguna otra intención más que la que te he dicho. - Los ojos oscuros de Ezio le parecieron tan sinceros que casi hicieron temblar a Kora de emoción. - Per favore, Kora, ayúdanos.
- Claro... - Kora sonrió. - Te creo, Ezio.
- Dime que estás de broma. - Yuri puso los ojos en blanco.
- Si ocurre cualquier cosa, no creo que le de tiempo a hacer mucho en el Jardín, rodeado de Seeds.

Ezio asintió, confirmando la teoría de la chica, y tras recoger sus bolsas con gesto caballeroso, le tendió el brazo mientras recorrían el camino hacia el Jardín. Yuri se quedó atrás, todavía sin creer la situación, observando a la pareja atónito.

- Sabes, Ezio, he estado practicando mi ilatiense.
- Ah, ¿sí? Me encantaría escucharte...

El chico tuvo que reprimir una mueca de asco al oír el terrible acento de Kora. Negando con la cabeza, recogió las bolsas que debía llevar él. Ser una persona medianamente sensata en el Jardín de Balamb era un trabajo duro.

- Claro, metamos al asesino raviólico y a su amigo el Doctor Chiflado en el Jardín, ¿qué puede salir mal...?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2018, 07:03:04 AM

Poca gente se aventuraba más allá del Muro, y mucha menos volvía. I-No tenía presente aquella máxima desde el primer paso que había dado al atravesar la gigantesca muralla de hielo.

Habían tenido la suerte de no encontrar ventisca al empezar el trayecto, gracias al camino que los guías de un poblado nómada al pie del Muro les indicaban, pero I-No sabía que eventualmente encontrarían un sitio lo suficientemente elevado donde las tormentas de hielo y nieve serían constantes. Sin embargo, el frío se había hecho notar desde el primer momento, consiguiendo atravesar el traje aislante y colándose hasta la médula de los huesos, a pesar de que el tejido estaba explícitamente creado para soportar temperaturas muy por debajo de los cero grados.

Los dos hombres que las acompañaban iban enfundados en pieles de animal, y sólo podía verles los ojos y las bocas con labios agrietados de las que salían nubes de humo blanco, pero sabía que ellos también sentían el frío casi inhumano de aquel lugar. Los lugareños del borde del Muro eran de los pocos humanos comunes que podrían resistir en aquel entorno, por costumbre y selección natural.

Pero el pequeño monstruo que Ribbons le había dejado al cargo no parecía inmutarse. Su cuerpo menudo estaba protegido por el mismo tejido que el de I-No, que poco parecía hacer al respecto, sin mostrar ningún tipo de molestia. No temblaba y no vacilaba en los cortos pero incesantes pasos que daba en una dirección que sólo ella conocía.

I-No sólo podía seguir los pequeños pasos que dejaba en la nieve, pero agradecía no tener que mirarla de frente. Era una mujer capaz de apreciar la belleza natural del caos, sin inmutarse ante la muerte y disfrutando de la destrucción que precedía al renacimiento. Y la expresión vacía en el rostro de aquel especimen hacía que le recorriera un escalofrío.

Estar cerca del pequeño monstruo la llenaba de una sensación opresiva en el pecho. Aquello no era una simple mezcla de humano y criatura de las nieves, sino que encerraba un poder inimaginable, irradiando desde su interior y tocándola hasta las mismas entrañas. Ver toda aquella vasta fuerza contenida en una expresión impávida creaba una disonancia difícil de aceptar por la mente de I-No. Despreciaba todo lo que aquella cría representaba.

Ribbons tenía la teoría de que el pequeño monstruo la llevaría hacia algo útil para los neterianos, la mismísima fuente del poder que encerraba. I-No le creía, sabía que estaba en lo cierto. De lo que no estaba tan segura era de que quisiera llegar a ver lo que fuera que tenía que mostrarles.

- Deberíamos parar a pasar la noche.

La voz fuertemente acentuada de uno de los guías hizo que parara en seco. La criatura continuó andando, e I-No tuvo que ordenarle que se detuviera. Un simple ‘para’ sirvió para que se detuviera en seco, quedándose plantada en el mismo lugar, con los brazos colgándole a los lados del cuerpo.

- Está bien.

I-No no notaba más que el frío en sus huesos, pero los lugareños eran sólo humanos. Ordenó a la criatura que se sentara cerca del fuego que los dos hombres se esforzaban por encender, y ella misma se acomodó a una distancia prudencial tanto de ella como de los otros dos.

Permaneció en silencio observando el fuego mientras los guías salían a cazar. Podría haberles ayudado, I-No hubiera podido cazar un bosque entero con tan sólo unas notas de su guitarra, pero les estaban pagando para algo, y no podía arriesgarse a perder de vista al pequeño monstruo. Ésta miraba al infinito, con las llamas reflejándose en la tiara de metal que coronaba su cabeza, y que la convertía en una esclava sin voluntad.

Ninguna de las dos comieron de la criatura que habían traído los dos hombres, la cual I-No sólo había visto en libros muchos años atrás. Comer era una necesidad que le surgía muy ocasionalmente, y aunque podía disfrutar de la comida en sí, en aquellos momentos cualquier cosa le hubiera sabido a cenizas. Tampoco necesitaba dormir, y por suerte, los hombres se recuperaron tras unas pocas horas de sueño.

Tras dos días de trayecto sin ningún encontronazo con tribus nómadas de demonios gracias a la experiencia de los dos guías, el pequeño monstruo los condujo hasta una caverna helada.

Las estalactitas colgaban amenazadoramente sobre sus cabezas, y las estalagmitas eran tan altas como ellos. Pero la criatura avanzaba entre ellas segura, como si conociera a la perfección aquel camino. Los dos hombres les habían avisado de que en aquellas cuevas subterráneas habitaban monstruos, e I-No tuvo que dejar que Terra se hiciera cargo. Las ondas de sonido podrían derrumbar aquella cueva fácilmente.

Para el pequeño monstruo no era ningún problema. Carbonizó a las larvas gigantes y al oso de las nieves que encontraron con una facilidad pasmosa. I-No podía oír como los hombres murmuraban entre ellos rápidamente, asustados ante el poder de aquella criatura tan parecida a una adolescente humana.

Por suerte, finalmente salieron de aquella caverna. Habían terminado ascendiendo hasta un pico escarpado, donde una tormenta de nieve les impedía ver más allá de un metro delante de ellos. Pero la criatura sabía dónde iba. Sus pasos no cesaban en ningún momento, avanzando inexorablemente hacia la cima de aquella montaña.

- No podemos seguir por aquí. - Dijo uno de los guías. - Moriremos si seguimos adelante.
- Moriréis si se os ocurre marcharos.

I-No entrecerró los ojos, considerando por unos momentos matar a uno de ellos como amenaza. Pero iba a necesitarlos para el camino de vuelta, si es que lograban salir de allí.

- ¡Ni siquiera sabemos donde estamos! - Insistió el hombre.
- Ya tenéis un buen motivo para no separaros.

Dio por zanjada aquella discusión, girándose para resistir la tentación de desahogar su irritación con aquellos desgraciados. El pequeño monstruo había seguido avanzando, y tuvo que acelerar sus pasos para alcanzarla, ya que no estaba segura de que llegara a oírla a través de la ventisca.

La presión de la cima apretaba sus oídos, y había visto como los guías empezaban a consumir unas hierbas para poder resistirla. I-No no necesitaba nada de ello para soportarla, pero era molesta igualmente.

El pico de aquella montaña terminaba en un pequeño claro liso, con unas rocas alzándose a los lados irregularmente a modo de muralla, y frente a ellos, un gran bloque de hielo.

Al principio, I-No no había podido ver a través de la nieve qué tenía de especial aquel glaciar ante el que el pequeño monstruo se había detenido. Tuvo que acercarse hasta casi la misma altura de la otra para distinguir la enorme criatura encerrada bajo las capas de hielo transparente.

La sensación que sentía al estar cerca del pequeño monstruo se había intensificado hasta casi quitarle la respiración. Lo que fuera que había atrapado en el hielo, una criatura gigantesca de la cual no podía distinguir su forma oscura, iba más allá de lo terrenal. Por primera vez en mucho tiempo, I-No sintió un pavor que hacía que su instinto pidiera a gritos huir de aquel lugar. Pero no podía hacer más que observar como el pequeño, horrible monstruo se dirigía paso a paso hacia el hielo.

Cuando se aproximó a unos metros del hielo, la criatura en su interior emitió un destello rojizo, y el pequeño monstruo empezó a emitir también un brillo similar. El parpadeo se aceleraba con cada paso que daba la pequeña, y el hielo empezó a resquebrajarse. I-No tan sólo podía observar.

El pequeño monstruo tocó el hielo con la punta de los dedos primero, y lentamente pegó la palma, extendiendo la mano. El parpadeo intermitente se aceleró hasta convertirse casi en una luz constante, y cuando pegó su frente al hielo, cerrando los ojos, finalmente la luz rojiza lo envolvió todo.

Entonces, explotó.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on January 31, 2019, 05:38:54 PM

Hacía horas que la noche se había cernido sobre el antiguo castillo de la Orden de los Sagrados Caballeros de Aetheria, y eran pocos los que atravesaban sus corredores sin un buen motivo.

Kliff Undersn, sin embargo, no encontraba la razón por la que vagaba por el pasillo principal, como todas las noches que pasaba en vela. Aunque estuviera ya retirado, su autoridad era vitalicia, y las dos personas que se lo habían cruzado ni se habían planteado cuestionarle, dedicándole tan sólo un breve y formal saludo.

Sus pasos, más cortos y lentos de lo que le hubiera gustado admitir, le habían llevado hasta la estatua de Aether en la entrada. Hecha de oro macizo, se elevaba hasta casi alcanzar la cúpula de la estancia, y desde los varios metros de altura, parecía vigilar a toda alma que entrara en la Orden con una mirada severa.

Pero hacía años desde la última vez que Kliff había sentido la más mínima pizca de temor ante el gigante de metal. Sus creencias se habían convertido en humo y cenizas, las cuales simplemente se le escurrían de entre los dedos cuando intentaba agarrarlas, y Aether no era más que una idea lejana en su mente, un personaje de ficción sobre el que se habían construido demasiadas mentiras.

Kliff dejó ir un largo suspiro. Por unos momentos contempló el volver a su dormitorio y tratar de conciliar el sueño allí mismo, pero el resultado iba a ser prácticamente igual, y al menos, no sentía la opresión de estar encerrado entre cuatro paredes.

La calma que sentía en aquellos momentos no duró mucho. Reconoció al instante aquellos pasos cortos y rítmicos que se acercaban, y los músculos en su cuerpo se tensaron. La presencia del subdirector Gavin nunca le había resultado ni lo más remotamente tranquilizadora.

- Buenas noches, Comandante Undersn. - Saludó educadamente, esbozando una sonrisa que no llegaba a tocar sus ojos.
- Buenas noches.

Apenas se giró a mirarle al responder, con la esperanza de que Gavin no decidiera continuar la conversación. Sus planes, sin embargo, fueron truncados, y éste se colocó a su lado, con las manos detrás de la espalda.

- Siempre me ha gustado esta estatua. - Comentó distraídamente, y ladeó la cabeza hacia él. - Aunque no se me ocurriría venir a mirarla a estas horas de la noche. ¿Algún motivo en especial?
- No realmente. Sólo estoy... dando un paseo.
- Empieza ya hacer buen tiempo. Yo tampoco puedo conciliar el sueño. -

Kliff permaneció en silencio. Gavin no parecía tener ninguna intención de dejarlo en paz.

- ¿Le apetece tomar un té en mi despacho, Comandante?
- No, gracias, no hace falta que te molestes.
- Bueno, en realidad, había un motivo oculto detrás de mi oferta.

Interiormente, Kliff resopló, conteniendo una risa sarcástica. ¿Cuándo no se había andado Gavin con segundas intenciones?

- Me gustaría comentarle ciertos asuntos internos de la Orden.
- Creo que te confundes, Gavin. - Kliff entrecerró los ojos. - Yo dejé de ser Comandante hace cuatro años. Tendrás que esperar a que Ky encuentre un rato libre.
- Por supuesto, pero es un asunto algo urgente. - Gavin calló por unos momentos, mirando distraídamente a la estatua. - Hemos recibido unas noticias inquietantes.

Aunque había tratado de fingir serenidad, aquel fue el empujón necesario para que Kliff se pusiera totalmente en guardia. El secretismo con el que Gavin estaba hablando unido al hecho de que parecía querer dejar a Ky a un lado no podía significar nada bueno.

- Está bien. Vamos a tu oficina.
- Perfecto.

El despacho de Gavin se encontraba en el ala este de la Orden, y a diferencia del resto de oficinas directivas, se hallaba en el primer piso. Kliff no estaba seguro de a qué se había debido aquel cambio, del mismo modo que no estaba seguro de muchas cosas acerca de la llegada de Kristoph Gavin al Jardín.

No había, sin embargo, nada sospechoso en aquella oficina. Parcamente decorada, las paredes estaban recubiertas por paneles de madera, con el ocasional cuadro o estantería, y sobre el suelo había una gran alfombra indriya auténtica. Aparte del escritorio y una pequeña encimera detrás de éste, no había otro mueble en la estancia.

- Por favor, siéntese. - Le indicó Gavin, mientras colocaba dos pequeñas tazas de té en la mesa. - Muchas gracias por venir.
- No hay problema.

Gavin sirvió el té cuidadosamente, y deslizó una de las tazas hacia Kliff. Mientras se giraba para colocar la tetera en su sitio, Kliff examinó su taza. No se había considerado nunca un hombre paranoico, pero cualquier noción de tranquilidad se le disipaba al estar cerca del subdirector Gavin.

- ¿Y bien? - Preguntó una vez se hubo sentado. - ¿De qué asunto tan urgente querías hablarme?
- Verá, Comandante... lo diré sin rodeos. Durante meses hemos tenido un espía eiri en la Orden.

Kliff frunció el ceño, genuinamente sorprendido. Todos los Caballeros pertenecían a familias de renombre o al menos, tenían buenas recomendaciones, y cualquier trabajador de la Orden era rigurosamente investigado para evitar, precisamente, casos como aquel.

- ¿Cómo es eso posible?
- Eso no es lo importante. - Gavin levantó una mano. - Lo importante era lo que planeaba. Comandante, llevan meses preparando un golpe contra el Comandante Kiske.

Aquello le sentó como un mazazo en el pecho, quitándole de un golpe todo el aire en los pulmones. La idea de que alguien hubiera podido estar tan cerca de terminar con la vida de Ky era algo con lo que Kliff apenas podía lidiar.

- No se preocupe, Comandante, lo hemos cogido a tiempo. - Gavin trataba de sonar conciliador, como si no hubiera realmente un motivo por el que preocuparse. - Cálmese.

El subdirector alzó su taza de té, dando un sorbo. Respirando hondo, Kliff tomó la suya, llevándosela a los labios. El cálido humo que rezumaba el té le devolvió cierta noción de la realidad, y no permitió que el líquido siquiera le rozara. No podía fiarse de Gavin, y mucho menos correría ningún riesgo cuando la vida de Ky podía estar en peligro.

- No va a tranquilizarse, ¿verdad? - Gavin negó con la cabeza. - Creo que no le he hecho ningún favor al contárselo.
- No, te lo agradezco. - Respondió Kliff, dejando la taza en la mesa. - Mañana hablaré con Ky sobre esto.
- Precisamente... queríamos mantener al Comandante al margen. Añadir una preocupación más cuando tenemos todo bajo control... ¿no le parece innecesario?

Aunque lo odiara, Kliff tenía que darle la razón. Ky se dedicaba en cuerpo y alma a su trabajo, era más que probable que a aquellas horas de la noche aún estuviera revisando cualquier cosa. Si pudiera quitarle un peso de encima, uno tan grande como ser el objetivo de un asesinato, quizá fuera el primer favor que le hacía en mucho tiempo.

- Eso mismo pensaba yo. - Gavin se subió las gafas con el índice. - Todavía no hemos podido sacarle mucho, aunque parece ser un experto en nuestro joven Comandante. ¿Quizá quiera revisar las rutas y horarios que había establecido...?
- Sí. - Kliff asintió. Ya había decidido colocar una patrulla que mantuviera vigilado a Ky, y una información de ese tipo sería muy útil. - Buena idea.
- Perfecto. Sígame, por favor.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on February 28, 2019, 06:36:43 PM
el mes que viene: going✈✈reancrow in galbadia



Sin mediar ninguna palabra, y dejando su taza de té a media, Gavin se dirigió a una puerta en la estancia. Kliff había pensado todo el tiempo que sería un pequeño baño, pero al ver cómo el subdirector la abría pulsando un pequeño panel disimulado por un cuadro, se dio cuenta de que no era nada de eso.

La estancia a la que daba la puerta estaba en penumbra, siendo imposible ver nada en su interior. Gavin le hizo un gesto con la mano para que se acercara, y ambos se adentraron por un pasillo tenuemente iluminado por unas luces azules en el techo, cerrándose la puerta detrás de ellos.

- ¿Qué... qué es esto?
- Oh, sólo es un almacén. Aquí es donde guardo todos mis secretos.

El sonido de sus pisadas le indicó que el suelo era metálico y hueco. La iluminación era insuficiente como para que pudiera asignarle una forma a las siluetas a los lados, pero pronto empezó a ver como otra fuente de luz se colaba por unas rendijas en el suelo. Habían llegado a una escalera, y Gavin se adelantó.

- Comandante, no se asuste por lo que va a ver.

Algo en su mente le instaba a que huyera de aquel lugar. Lo que había dicho Gavin bien podía ser verdad, y sin embargo, se había dado cuenta demasiado tarde de que simplemente había pinchado uno de sus puntos más débiles.

Y Gavin estaba sonriendo. Nunca le había gustado su sonrisa.

- No puede volver atrás.

Sin mediar palabra, el hombre se dio la vuelta, y descendió por las escaleras.

Kliff lo siguió, sintiendo como le hervía la sangre. Había caído de pleno en la trampa de Gavin, tan inocente como un niño. Cada escalón se le hizo eterno, preguntándose qué iba a sacar el subdirector de aquello.

Un fortísimo olor a antiséptico llenó sus fosas nasales cuando apenas iba por los últimos escalones. Debajo de la estructura metálica había una amplia estancia en la que sólo se encontraba, iluminada entre una densa penumbra, una figura rectangular blanca, conectada a un conjunto de aparatos tras ella. Máquinas que emitían un pitido leve pero constante, marcando en una pantalla unas líneas al mismo ritmo.

Gavin se interpuso en su visión, mirándole con una sonrisa amplia en los labios. Se subió las gafas antes de hablar:

- Comandante, hace cuatro años, debo admitir que estuvo a punto de adelantárseme un paso.

Kliff entrecerró los ojos. Cuatro años antes... cuando Ky fue elegido Comandante.

No. Casi pudo oír las piezas encajando en el puzzle.

Cuando Orpherus fue elegido Comandante.

Miró horrorizado el rectángulo blanco tras Kristoph. La luz azulada hacía brillar una cubierta de cristal. Un ataúd, y sabía perfectamente quien estaba dentro.

- ¿¡Cómo te atreves...!? - Empezó, sintiendo como si un fuego le recorriera el cuerpo.
- ¿Qué posibilidades había, Comandante? - Kristoph ladeó la cabeza, inquisitivo. - El Síndrome de Duplessis es congénito, y sin embargo, llevaba generaciones sin manifestarse en los Kiske.

¿Qué posibilidades había?, era la misma pregunta que Kliff llevaba formulándose tantas noches. Una broma cruel del destino, que había conseguido quitarle a un hijo cuando creía que había conseguido salvarlo... y ahora veía que no había nada de casual en ello. No, ni el azar ni la genética le habían arrebatado a Orpherus. Había sido el hombre que tenía frente a él, sonriendo ladinamente.

- Acertaste, Comandante. Aetheria necesitaba a Ky. Ky tenía que continuar la guerra contra los eiri, y terminarla de una vez por todas. Y necesitaba un gran motivo.

Kristoph volvió a ajustarse las gafas sobre el puente de la nariz. El fuego dentro de su cuerpo empezaba a quemar, el corazón le latía tan fuerte que podía oírlo en las sienes como un tambor, y sin embargo, no podía llegar a moverse. Su cuerpo estaba paralizado.

- Ky ya había perdido a sus padres a manos de las revueltas. ¿Llegaría a detenerse antes de matar al último eiri en el reino, si éstos le quitaran a su hermano? - Negó con la cabeza. - Sin embargo, alejando a Orpherus de Aetheria, me complicaste las cosas. Los eiri no tendrían tantos recursos como para perseguirlo simplemente por dar un golpe emocional al Comandante.

Con un grito de ira, Kliff se lanzó hacia Kristoph, que lo esquivó grácilmente. El ataúd blanco detuvo su carrera, y con las palmas apoyadas en la cubierta de cristal, vio el rostro de Orpherus Kiske.

Las manos le temblaron al verlo y entender que seguía vivo. Podía oír su respiración a través del tubo conectado a un tanque de oxígeno, su pecho subía y bajaba lentamente, y aunque algo pálido, su cuerpo todavía conservaba color.

- Fue entonces cuando me di cuenta de que me sería más útil así.
- Orpherus... - Susurró Kliff con el último ápice de aire que le quedaba en los pulmones.
- No te molestes. - Kristoph hizo un gesto con la mano. - No puede oírte.

Kliff trató de hablar, responder cualquier cosa ante la terrible realidad que finalmente empezaba a entender. Pero lo único que salió de sus labios fue un borbotón de sangre, salpicando la tapa de cristal del ataúd, y cayó de rodillas al suelo, tosiendo sólo líquido rojo.

- Te preguntarás qué planeo hacer con él. Comandante... ¿qué no haría Ky Kiske por su hermano? Cuando le devolvamos a Orpherus, desvalido, amnésico, perfectamente manipulable... ¿Qué no hará por nosotros?

Nosotros. No habían sido más que meras piezas en un juego que ni siquiera hubiera podido comprender. Una fuerte sacudida recorrió su cuerpo, haciéndole toser un torrente de sangre. El líquido caliente resbalaba por sus labios, pegándose a su barba y manchando sus manos.

- Comandante, volvemos al plan original. Un ancla emocional con la que controlar al Comandante, y un motivo para la más cruel e implacable de las venganzas.

Gavin avanzó unos pasos hacia él, deteniéndose a unos centímetros del charco de sangre que se había formado. Su sombra se proyectaba sobre Kliff, amenazadora, imparable.

- Pero ahora se han invertido los papeles. Gracias por los servicios prestados, Comandante Undersn.

Las fuerzas abandonaron su cuerpo. Incapaz de sostenerse, cayó al suelo. Su visión se iba haciendo cada vez más borrosa, pero era incapaz de apartar la mirada del ataúd blanco. Apenas podía extender los dedos para tratar de alcanzarlo.

Antes de que todo se oscureciera, oyó la voz de Kristoph por última vez:

- Por cierto, me ha decepcionado mucho que rechazaras mi té. Lástima que el veneno se encontrara en la taza.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on June 30, 2019, 09:23:20 PM
Estaba ya en la cama cuando de repente me he acordado de que aún no había posteado shgdljAAAAAAA. El mes que viene abro el tema de gaidens/precuelas/whatever
Las campanas repicaban, anunciando la llegada del mediodía. Con aquel grave ritmo, los pasillos de la Orden de los Sagrados Caballeros de Aetheria se llenaban de sus jóvenes guerreros, que terminaban de formar una harmoniosa melodía con el acompañamiento del murmullo, suave pero constante, de sus voces. Aquellos días, sin embargo, el rumor era mucho más fuerte de lo normal, y además, más frecuente. No era de extrañar, ya que el Jardín estaba pasando una importante transición, y más que las horas, las campanas parecían anunciar la llegada de la nueva era.

Una era que parecía no llegar y cuyo retraso no hacía más que alimentar la impaciencia de los Caballeros. Y aunque mantener la calma y el orden era prioridad para los más responsables, ni éstos mismos parecían librarse de aquella incertidumbre.

- ¿No os da la sensación de que están tardando demasiado en pronunciarse?

Mientras cruzaban el pasillo que unía el área de entrenamiento, la joven Caballero Beatrix miró interrogante a sus dos compañeras con el único ojo que le quedaba. El otro, que había perdido recientemente en combate, estaba cubierto por una vendaje que enmarcaba así su rostro junto a sus cabellos castaños.

- No esperaba que te quejaras de algo así.

Le había respondido su compañera, la también Caballero Juri. Apartó con su mano uno de los tirabuzones anaranjados sobre su rostro, cayendo el resto en suaves ondas sobre su espalda. Su expresión serena, casi altiva, se veía cruzada por la manera en que arqueaba su delgada ceja.

- No me quejo. - Respondió Beatrix, impávida. - Más bien me preocupa.
- Todos estamos preocupados. No estoy segura de qué debe hacerse durante la sucesión de un Comandante.
- Yo también pienso que es mucho tiempo. Más sabiendo que la decisión es entre dos.

La última de aquel trío en pronunciarse fue Celes, con sus palabras tan frías y secas como el elemento que manipulaba. Al caminar, escudada entre sus dos amigas y compañeras de equipo, su cabello rubio ondeaba a su alrededor como un halo dorado.

En respuesta a sus palabras, Juri levantó aún más las cejas.

- Quizá es por eso por lo que tardan tanto. Es más difícil elegir entre dos.
- Ambos son excelentes candidatos. - Beatrix apoyó las palabras de su compañera. - Y los pupilos del Comandante Undersn.
- Hay quien dice que es eso precisamente lo que les ha colocado en la línea de sucesión. - Juri enmascaró sus palabras con un tono serio, sin llegar a indicar si estaba de acuerdo o no con ellas.
- Favoritismo es una palabra que se usa muy ligeramente, aunque es cierto que el Comandante les considera como sus hijos.
- No me extraña. - Juri se cruzó de brazos. - Los puso bajo su tutela apenas llegaron.
- Me parece haber oído que el Comandante y el padre de los Kiske eran buenos amigos.

Un momento de silencio se hizo entre ellas, dudando de quien tendría que ser quien dijera lo que estaban pensando las tres. Finalmente Juri fue quien tomó la iniciativa.

- ¿De verdad piensas que es sólo por deber y respeto para con su fallecido compañero?
- No. - Beatrix negó con la cabeza. - Seguro que algo tuvo que ver lo que ocurrió con su familia. Su mujer estaba esperando un niño... qué horror...

La tragedia del Comandante Undersn era un secreto a voces en la Orden, algo que nunca se mencionaba en público por mucho que se supiera. Sin embargo, y nunca por fortuna, aquella desgracia había servido para hacer del hombre alguien más cercano a los Caballeros, muchos de los cuales habían sufrido pérdidas similares, uniéndoles en el dolor de la guerra.

- Pero eso fue mucho antes de que los Kiske llegaran aquí. - Continuó la joven. - Supongo que esas heridas nunca llegan a curarse.
- Cuando ellos llegaron, necesitaban del Comandante... pero quizá él también necesitaba de ellos.
- Es una manera muy poética de expresarlo.
- Gracias.

Las tres Caballeros continuaron andando, intentando apartar de su mente los recuerdos que traía el hablar de ese tema. En mayor o menor medida, ninguna de ellas era demasiado ajena a la pérdida de un ser querido.

- Pero eso sólo provoca más habladurías. - Dijo Juri. - Es imposible que no piensen que hay favoritismo.
- Hay mucha gente que aspira al puesto de Comandante... - Explicó Beatrix. - Muchos candidatos que no soportan verse fuera de la carrera.
- Como Almasy. - Apuntó Celes, entrecerrando los ojos. - No sé como puede soñar despierto con eso.

Seifer Almasy era uno de sus compañeros de curso, un joven que destacaba sobremanera en el campo de batalla... y fuera de él. Su ímpetu y ambición iban más allá de la lucha, y era precisamente por su fuerte carácter por lo que se había ganado el miedo o la antipatía de muchos. Para las tres jóvenes, que más de una vez habían tenido un encontronazo con él, era lo segundo.

- No es el único. - Beatrix asintió. - También hay muchas familias nobles que consideran que son demasiado jóvenes... ofreciendo a sus un poco más mayores hijos como candidatos.
- ¿Y eso no es más favoritismo? - Celes entornó los ojos. - Al menos los Kiske han demostrado que merecen el puesto.
- Sí. - Juri no pudo más que darle la razón. - Hemos participado en un par de campañas con Orpherus, así que lo conocemos de primera mano. Ky parece igual de formal que él.
- O más, incluso. Aún recuerdo cómo se sonrojaba la primera vez que nos habló.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on July 31, 2019, 05:08:11 AM

Ante el comentario de Beatrix, Celes y Juri esbozaron una sonrisa al recordar como un joven Ky había tratado de sonar firme al dirigirse a ellas por primera vez, sin demasiado éxito. Siendo el hermano menor de uno de sus compañeros, era difícil para ellas no pensar en él con cierta familiaridad a pesar de que pudiera estar a días de convertirse en Comandante.

- Sólo tenía doce años. - Comentó Juri. - Ahora es todo un hombre que puede ser el Comandante.
- Tiene dieciséis años. - Dijo Celes. - Quizá no lo elijan por eso.
- Eso no es decisión nuestra. - Suspiró Beatrix.


Segundos después de las palabras de Beatrix, una estudiante chocó contra ella. La chica trastabilló, y hubiera caído al suelo de no ser por que Celes llegó a alcanzarla rápidamente, sujetándola por la muñeca.

- ¡Mis disculpas, señoritas! - La chiquilla hizo una corta reverencia, frotándose donde la Caballero la había sujetado, probablemente por el frío contacto de la joven.
- Por favor, ten más cuidado. - Le indicó Juri.

Asintiendo, la estudiante se marchó con paso acelerado. Las tres la observaron alejarse por si acaso volvía a repetirse el incidente, pero cuando desapareció de su vista sin causar problemas, siguieron su camino y su conversación.


- Al menos, tengo la esperanza de que cualquiera de los dos podrán mantener un poco de orden aquí.

Dando por terminada la conversación, se marcharon hacia el comedor, con el sonido de fondo de las campanas repicando una vez más con el segundo aviso. Ninguna de las tres imaginaba que la decisión que tanto revuelo estaba montando en la Orden había sido tomada aquella misma mañana.

***

Orpherus había pasado casi una hora en su dormitorio, ocasionalmente recorriéndolo de arriba a abajo con airados pasos, sentado frente al escritorio donde permanecía, abierta y desdoblada, una carta oficial de la directiva de la Orden. Una carta llegada aquella misma mañana, entregada en mano por el secretario que había ido a buscarlo en persona, y que significaba el principio de una serie de sucesos que cambiarían su vida completamente. Mentiría si afirmase que se sorprendía totalmente por su contenido, aún si, cuando mantenía entre sus dedos el papel, le costaba creer las palabras que habían escritas en él.

Finalmente había llegado el día, ansiado y temido por el joven, y aún para entonces, no tenía ni idea de qué iba a hacer. Necesitaba pensar en frío, tener una mente despejada para llegar a tomar la decisión que fuera más beneficiosa para todos. Sentado en la cama, con la cabeza apoyada en las manos, trató de digerir la realidad. Tras días de incertidumbre y tensión, finalmente había llegado la resolución que tanto esperaban. El nombre del que había de suceder en el puesto del Comandante, elegido por la directiva y representantes de la cámara papal aetheriense, se encontraba escrito en aquella carta.

El suyo.

Había llamado a la puerta del despacho del Comandante con el corazón latiéndole a un ritmo casi inhumano en el pecho. Tenía la impresión de que todo era un extraño sueño, un reflejo en su mente de sus deseos y miedos. Pero la madera contra la que chocaron sus nudillos era tan dura y fresca como siempre, y la voz que le dio permiso para entrar era la misma que tan bien conocía.
En el despacho, el Comandante Undersn lo esperaba detrás de su escritorio, con el barbudo rostro apoyado en las manos. La expresión seria que mostraba intranquilizó aún más a Orpherus, que entró en la sala con pasos cortos y lentos, apretando la carta entre sus dedos.

- ¿Lo esperabas? - Preguntó Kliff primero, viendo la duda e inseguridad en él.
- ...No lo sé.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on August 30, 2019, 09:23:36 AM
Miles de preguntas se agolpaban en su mente. ¿Por qué yo? ¿Por qué no Ky? ¿Por qué no otro? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo hacer?... Pero entre todas había una que era primordial, mucho más importante que cualquier otra, y que el Comandante esperaba, dejándole el turno de la palabra.

- ¿Lo sabe Ky?
- No si tú no se lo has dicho. - Respondió con serenidad, dejando salir el aire por la nariz y cerrando los ojos. Parecía cansado. - Orpherus, hijo, siéntate.

Hizo lo que decía, ocupando la silla frente a él. Desdobló la carta al tiempo que la dejaba en la mesa. A excepción de las arrugas que había provocado con su nervioso manoseo, estaba completamente intacta.

- ¿Qué vas a hacer?

Orpherus dejó de mirar al Comandante, bajando la vista al suelo. Sentía un temblor en sus manos, como si se hubieran enfermado al tocar aquel papel. ¿Qué iba a hacer? Suspiró, cerró los ojos por un momento, y levantó la vista, pero sin mirar a los ojos del hombre todavía.

- Desde que llegué aquí... Desde que usted nos acogió, siempre he querido ser como usted. Mi hermano y yo le hemos admirado y respetado como a un padre. Usted nos ha hecho los hombres que somos hoy, y tanto como para Ky como para mí, sucederle es nuestra mayor aspiración.

Kliff permaneció en silencio, escuchándole atentamente. Orpherus no había respondido todavía a su pregunta, pero para ello, necesitaría una respuesta. Una respuesta que no tenía.

Sólo podía exponerle sus pensamientos y sentimientos, como había hecho tantas veces, con la esperanza de encontrar tanto consejo como desahogo. Ante cualquier otro habría dudado en mostrar un lado tan vulnerable suyo, pero si no podía contar con aquel que le había hecho crecer... ¿con quién podría?

- Comandante... yo... yo he aspirado al cargo, con la esperanza de ser digno de éste y poder mejorar la situación de Aetheria. Quiero mejorar y cambiar esta nación. Terminar la guerra con los... los eiri... mejorar las relaciones con los otros países, sé que como Comandante podría hacerlo.... Amo a Aetheria, pero hay tantas cosas que podrían cambiar... yo no sé si puedo o debo, pero...

Cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza. Sentía un nudo en su estómago, una presión que amenazaba con dejarlo sin aire. Tenía ilusiones, un ideal que seguir, pero había algo que lo anclaba a la realidad. Algo que le impedía continuar con su sueño, más allá de su propia inseguridad como simple Caballero, más allá de lo insignificante que era como humano para querer cambiar una nación entera. El silencio que dejaba el Comandante, en espera de que finalmente expresara aquel último bache en el camino.

- Pero... Ky...
- Ky también quiere ser Comandante.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on October 31, 2019, 07:03:30 PM
La afirmación de Kliff cayó como una losa entre ellos. Era cierto, y aquel era el punto donde todas sus dudas y temores encontraban forma. Era aquello lo que impedía que pensara con claridad, lo que dividía su ser en lo que deseaba y lo que debía... y lo que su hermano necesitaba. ¿Cómo iba a reaccionar Ky una vez supiera lo que estaba sucediendo? Una vez supiera que había quedado en segundo lugar, o quizás ni hubiera sido considerado... Conocía a su propio hermano lo suficiente como para saber de su instinto perfeccionsita, porque él mismo lo poseía, pero también sabía de su sentido del deber para con su estatus social.

Orpherus sabía que una vez Ky descubriera que había quedado en segundo lugar... se sentiría tal como él mismo lo haría en su situación.

- Ky... Ky sería un gran Comandante...
- La directiva piensa lo mismo de ti, al parecer.
- Lo siento mucho, Comandante. Yo... yo todavía no sé qué hacer al respecto.

La manera seca en que el Comandante cortó sus palabras había hecho que algo en su interior se tensara. Daba la impresión de que el hombre no estaba del todo satisfecho con la situación, y una punzada de decepción atravesó el pecho de Orpherus al pensar que quizá prefiriera que su sucesor fuera Ky, y no él. Avergonzado, bajó la vista de nuevo.

El silencio se hizo entre ellos, denso como una neblina. Kliff tardó lo que a Orpherus se le hizo como una eternidad antes de responder, y cuando lo hizo, sintió un mazazo en el pecho que lo dejó sin respiración.

- Orpherus, rechaza el puesto de Comandante.

Apretó las manos en un puño, empezando a temblar. El Comandante mismo lo rechazaba a pesar de la decisión de la directiva. Sintió el impulso de preguntar '¿¡Por qué!?', pero haciendo un esfuerzo, se contuvo. Rechazado como se sentía, todavía era incapaz de siquiera mirarlo a la cara.

- Comandante... yo... - Masculló, sin poder formar una frase entera con coherencia.
- Sé que serías un gran Comandante. - Continuó Kliff, aparentemente insensible a su desasosiego. Orpherus hizo un ademán de seguir excusándose, pero un gesto del hombre con la mano sirvió para acallarlo. - Así como tu hermano. Decidir sería para mí partirme el alma en dos, y es por eso que he tratado de ser juez imparcial en la decisión que ha tomado la directiva. Que la balanza se inclinara finalmente por ti ha sido una sorpresa, por unos pocos votos más... y es por eso por lo que te voy a pedir que no aceptes.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on November 30, 2019, 07:35:54 PM
(en cursiva lo posteado el mes pasado)

...y es por eso por lo que te voy a pedir que no aceptes.

Orpherus enmudeció, apretando los labios en una línea fina. La situación se volvía cada vez más incoherente para él, llegando a cuestionarse por unos momentos la cordura del Comandante Undersn. Pero sólo podía esperar a su explicación, y dejar sus quejas para más tarde.

- Voy a serte sincero y contarte la verdad, porque creo que es lo que mereces en tu situación. - Cruzó los dedos, donde apoyó el rostro, inclinándolo hacia delante hasta oscurecer sus rasgos. - El subdirector Gavin ha sido quien ha terminado de convencer a los votos en blanco.
- ... A usted nunca le ha gustado ese hombre.

No habían sido pocas las veces que lo había oído quejarse del subdirector, a pesar de que aquel hombre tuviera un comportamiento impecable y eficiente. Pero a pesar de su impasible, y todo fuera dicho, ocasionalmente perturbadora, sonrisa, en aquel momento Orpherus no veía mayor motivo para que le fuera negado el puesto de Comandante sólo porque quien hubiera acabado haciéndole sucesor.

- Ya no es una cuestión de que me guste o no. Me temo que toda la Orden forma parte del juego... parte de algo más grande que desconozco y que Kristoph es quien está detrás de todo. Y no voy a permitir que os use a los dos como peones.

Jamás había visto tal severidad en los ojos del Comandante, y no podía encontrar el valor para oponerse a tal determinación. El miedo apretó su pecho, dejándole frío, al verse en medio de algo que no llegaba a concebir pero que sabía que era peligroso. Porque podía sentirse desilusionado o rechazado, pero todo aquello quedaba atrás en cuanto percibía la más mínima amenaza hacia su hermano. Y las palabras de Kliff habían indicado un peligro bastante grande.

- ¿Qué está pasando, Comandante? ¿Qué va a pasarle a Ky?
- Gavin quiere a Ky. Piensan de forma parecida... al menos la de Ky con la que dice Gavin.
- ¿Y si todo esto es para hacerle algo a él?
- Si yo no puedo protegerle, menos podrás tú.

Kliff sentenció con dureza la situación, y un chispazo de rabia e impotencia ardió en su pecho por aquellas palabras. Si ni siquiera podía proteger a su hermano, ¿qué iba a ser de él? Pero sus preocupaciones estaban lejos de terminar en aquel punto.

- Orpherus, tu hermano no corre tanto riesgo como tú.
- ¿Cómo? - La incredulidad impedía que se asustara. Se veía en una situación cada vez más surrealista, como si todo fuera un sueño absurdo.
- No puedo contarte lo que sé, porque ni siquiera sé mucho. Sólo sé que quiero que te alejes de la Orden el mayor tiempo posible, y que dejes de estar en medio para el subdirector.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2019, 12:46:54 PM
he acabado la escena antes de que acabe el año BIBA


Orpherus hubiera querido decir muchas más cosas de las que tuvo oportunidad aquella mañana. Hubiera querido exigir explicaciones, luchar por su orgullo y permanecer en la Orden a todo precio, y sin embargo no pudo enfrentarse al que pronto dejaría de ser Comandante. Kliff Undersn parecía un hombre completamente distinto, lejos de su persona abierta y comprensiva, que había sentenciado ya su destino en un intento desesperado por protegerle de una amenaza invisible. Una amenaza que no llegaba a comprender, pero podía sentir perfectamente, como un aliento frío en su cuello.

No tardó mucho en comprender qué estaba sucediendo, y qué iba a ocurrirle a él. Su corazón se encogió de miedo al darse cuenta de que iba a tener que huir de su propio hogar, abandonando sus sueños y esperanzas en el camino. Podía ser una persona que no estaba especialmente anclada en las costumbres, pero de pronto, se sintió demasiado perdido, arrojado en un mar de incertidumbre.

Y no sabía nada de lo que iba a ocurrir.

- Protegeré a Ky, con mi propia vida si es necesario. - Continuó hablando. - Dejaremos que Gavin crea que tiene la situación bajo control con Ky siendo el Comandante. Renuncia, hijo, renuncia y márchate de aquí. Te buscaré un buen equipo con el que hacer un intercambio.

Tan sólo pudo apretar la carta, aquella maldita carta, en sus manos mientras hacía un esfuerzo por respirar. Rezó interiormente para que nada de aquello estuviera sucediendo, para despertar de un momento a otro en su cama y ser recibido por el sonriente rostro de su hermano recién elegido Comandante, no le importaba si no estaba en peligro.

Pero aquello era real. Real como el papel que tenía en sus manos, como la silla que lo sujetaba o como el frío aire de la mañana. Su voz tembló ligeramente al empezar a hablar, pero pronto pudo hacer acopio de dignidad y mantenerse firme. Al fin y al cabo, la decisión estaba tomada. Y debía saber afrontarla con orgullo.

- Comandante, ¿puedo pedir una última cosa?
- Por supuesto.
- Ky nunca debe enterarse de que he rechazado el puesto en su favor. Que crea que se lo han pedido a él primero.

Los hermanos Kiske no habían podido concebir un mayor honor en toda su existencia, y Orpherus no había podido siquiera renunciar por propia voluntad, habiéndole arrebatado aquel derecho.

Al menos, que no hirieran el orgullo de su hermano.

- Jamás lo sabrá.

Orpherus se puso en pie lentamente, y leyó la carta por última vez, repasando con su mirada todas y cada una de las letras. La hoja estaba algo arrugada, pero era perfectamente legible. Y al dejarla sobre el escritorio del Comandante, sintió como daba el primer paso para alejarse de la Orden. De su hogar.

Sus pisadas se dirigieron hacia la puerta, estando a punto de abrirla cuando sintió una presa sobre su brazo. El Comandante lo agarraba, cabizbajo y con un casi imperceptible temblor.

- Perdóname, Orpherus. Sois como hijos para mí, y no podría permitir que os pasara algo. No pienso cometer el mismo error otra vez.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on February 29, 2020, 05:59:24 PM
Wow... finalmente terminé ésto. Escena extra :3

No fue hasta la mañana siguiente cuando volvió a ver a su hermano. De hecho no había visto a nadie más, habiendo pasado el resto del día en su habitación en busca de un poco de tranquilidad para su espíritu. Había fallado en encontrarla, pero al menos sirvió para poner un poco de orden en sus ideas, y también para asimilar la situación. Sentía cómo pasaba cada segundo, el inexorable paso del tiempo que lo alejaba cada vez más de su hogar. Lo único que le quedaba era rezar para que el Comandante tuviera fuerzas para proteger a su hermano.

Había decidido salir para tomar un poco el aire y estirar sus piernas más allá de dar vueltas a su habitación como un animal enjaulado. Cruzó lentamente el puente que unía los dormitorios con el edificio central del jardín, buscando distraerse con el aire puro y la agradable vista que era el jardín central de la Orden. Orpherus apoyó los brazos en la barandilla, inspirando profundamente y perdiendo su vista más allá de los numerosos jóvenes Caballeros que habían salido a disfrutar del día libre. En aquellos momentos se sintió en calma, encontrando finalmente un atisbo de la tranquilidad que su dormitorio no había podido ofrecerle. Pero su paz no duró mucho.

- ¡Hermano!

Giró la cabeza lentamente, con el corazón dándole un vuelco. Sabía qué era lo que venía en ese momento. Ky se acercaba hasta él con paso acelerado, y un rostro indescifrable, quedándose a tan sólo unos pocos pasos.

- Buenos días, Ky. - Saludó con toda la normalidad que pudo.
- Buenos días. - Respondió, sin olvidar sus modales a pesar de su agitación. Ky siempre era tan formal. - Hermano... creo que debemos hablar.
- Te escucho.

Vio como Ky respiraba hondo, con la mano temblándole al extenderle una hoja doblada. Orpherus reconoció el papel al instante, pues era el mismo que él había recibido el día anterior. Al parecer, la decisión había sido tomada rápidamente. Pero por mantener su actuación, fingió que lo leía.

- No... no sé cómo, pero... - Inmediatamente, Ky trató de explicarse, como si hubiera hecho algo malo. - Hermano, yo creía que... que ibas a ser tú.
- Ya ves que te equivocabas. - Le devolvió el papel con una leve sonrisa. - No hay duda de que serás un Comandante excelente.

Ky miró al suelo unos momentos, con el ceño fruncido en una expresión de preocupación. El pulso se le empezó a acelerar al pensar en qué estaba haciendo con su hermano. Al verlo de tan cerca, una vez ya no había marcha atrás, era cuando se daba cuenta de que sólo tenía dieciséis años. Y la tarea no se le iba a quedar pequeña, porque Ky estaba destinado a convertirse en un gran hombre y tenía el apoyo del Comandante Undersn, pero el camino que iba a recorrer iba a estar plagado de espinas.

Orpherus apretó la mano en un puño disimuladamente, mientras que con la otra sujetó el hombro de su hermano.

- Estoy muy orgulloso de ti, Ky. - Le dijo, y sintió un poco de calidez entre aquella tensión al ver como los ojos de su hermano se iluminaban.
- Hermano, espero que esto... que esto no sea motivo para que nos distanciemos.

Mantener un rostro sereno en aquel momento fue demasiado duro, y Orpherus sólo pudo rodear a su hermano en un abrazo para ocultar su expresión. Apretó el cuerpo de su hermano contra sí, mientras que éste le devolvía el gesto con igual emoción.

- Nunca, Ky. Nunca.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on April 30, 2020, 10:58:38 AM
Escena extra de la escena extra (?). Escribo como 50 palabras por semana, no doy para más :(

La noticia había corrido como la pólvora, y por ello, el jardín central de la Orden se encontraba mucho más ajetreado de costumbre. Jóvenes aspirantes y endurecidos Caballeros se habían reunido allí, espectadores del acontecimiento que estaba dando lugar, llenando la zona con sus murmullos y cuchicheos. No hacía falta mirar mucho para darse cuenta de la tensión e incertidumbre que reinaban en el ambiente, pero la situación no era para menos.

El recién nombrado Comandante de la Orden había sido retado públicamente a un duelo, y si bien su cargo no había sido comprometido oficialmente, el resultado de aquella batalla iba a decir mucho del futuro de éste.

El sonido del acero chocando marcaba el ritmo de la lucha que acababa de empezar, enfrentando al Comandante y a uno de los más prometedores Caballeros de la Orden. Por entonces no podía verse quien llevaba la ventaja, pero sí era clara la diferencia entre los estilos de ambos combatientes.

Ky Kiske, ascendido a Comandante con tan sólo dieciséis años, protegía su posición desde una postura más bien defensiva, centrándose en evitar el filo del sable de su rival. Éste era implacable, embistiendo su hoja con una fuerza y potencia que parecía imposible en un adolescente, buscando un hueco en la defensa del Comandante.

- ¡Detente! - Amenazó Ky, esquivando con gracia una estocada que bien podría haberle costado el cuello. - ¡Aún estás a tiempo de que esto no acabe en un problema serio!
- ¿Ésta es tu manera de huir, Comandante Kiske? ¿Escondiéndote detrás de tu cortesía? ¡Ya sabía yo que no vales para esto!

Ky apretó los dientes, parando con su acero un golpe duro. Necesitó hacer acopio de fuerzas para mantenerse en pie después del impacto, pero no flaqueó en ningún momento. Devolvió el golpe moviendo bruscamente su propia espada, obligando a su rival a retroceder por unos segundos. Entrecerró los ojos, dedicándole una mirada fría y severa. No iba a conseguir solucionar aquello de otra forma que no fuera luchando, y lo sabía. No sólo estaba en juego su posición como Comandante.

- ¡No me dejas opción, Almasy!

Preguntaran a quien preguntaran, nadie podría ofrecer una explicación coherente de cómo había empezado aquello.

Ky Kiske había ascendido oficialmente al cargo una semana y media atrás, habiendo sido suficiente como para darse cuenta de que se encontraba en el centro de todas las miradas y murmuraciones. No eran pocos los que criticaban al nuevo Comandante por su corta edad, si bien contaba con el apoyo y confianza de muchos otros, entre ellos el ya ex-Comandante, quien había propuesto su candidatura. Pero los Caballeros que habían aspirado al cargo no dudaban en conspirar contra quien consideraban que había llegado al puesto por puro favoritismo, y había sido una cuestión de tiempo que alguien se enfrentara directamente a él.

Seifer Almasy se había cruzado con el Comandante cuando éste se encontraba en una de las rondas que daba. No había sido su día, y de hecho ninguno lo había sido desde que Ky hubiera obtenido el puesto. Como otros, Seifer había ambicionado el cargo, considerando que tenía las suficientes cualidades como para poder llevarlo sin ningún problema. Que le hubiera sido entregado tal honor a otro no acababa de encajar en su mente. La Orden necesitaba un luchador nato, un auténtico guerrero que les liderara con su visión; precisamente algo que no eran Ky Kiske ni su remilgado hermano, los cuales contaban demasiado con el favoritismo del Comandante Undersn.

Las horas estaban contadas antes de que chocaran. Quizá un mal gesto, un insulto poco disimulado, una amenaza velada, pero finalmente algo había acabado provocando que aquellos dos jóvenes terminaran por enzarzarse en un enfrentamiento delante de toda la Orden.

Los motivos de Seifer para ello no estaban del todo claros, tal vez ni para él mismo. Podría tener la esperanza de que si lograba derrotar al Comandante obtendría su puesto o simplemente quería desquitar su frustración con él, pero lo cierto era que en su mente sólo tenía un objetivo:  derrotar a aquel hombre.

- ¡Venga, Comandante! - Añadió sorna en la última palabra. - ¿Es todo lo que sabes hacer? ¡Patético!
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on May 31, 2020, 05:18:40 PM
He vuelto, mil siglos después. Que el caos no pare no pare no




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Para la sorpresa de Pip, no era que sus chavales estuvieran durando más de lo que esperaba, que también, sino que además le estaban haciendo sudar. Suponía que después de todo alguna diferencia tenía que haber entre tener asignados pipiolos de ojos brillantes listos para pasar el examen y SeeDs ya graduados. Sin contar con que en el Norte los críos echaban los dientes antes, metafóricamente hablando.
Aunque aquella pelirroja parecía que había nacido con el olfato y los caninos ya puestos, porque por mucho que Pip bloqueaba sus ataques, seguía insistiendo en no darle espacio ni para respirar. Joder, si es que a ese paso hasta se iba a acabar por sentir orgulloso y todo.

 Agazapado entre las puertas abiertas de dos taquillas encajó un nuevo cargador en correa de un par de metros en su automática, y aprovechó para abrir varias cajas de munición y rellenarse todos los bolsillos que tenía por el cuerpo, que no eran pocos precisamente. Estaba haciendo trampas y le daba igual. Nadie en su sano juicio esperaría que no las hiciera, y si era así, se merecían el pateo de culo que se acabarían llevando por ello.
Era un mercenario, un profesional en su trabajo, y su trabajo era sobrevivir. Aunque fuera un temerario de mierda.
Y si esos dos chavales que le habían puesto a su cargo estaban cortados por el mismo patrón, como parecía, con el tiempo suficiente para aprender a compenetrarse podían llegar a hacer un equipo jodidamente bueno. Era obvio que entre ellos dos ya tenían la mitad del camino hecho por su cuenta.

—No lo veo. —Pip oyó la voz del rubio cerca y para evitar que dedujeran su escondite, se quedó inmóvil de inmediato haciendo su respiración lo más leve posible sin llegar a contenerla.— ¿No se habrá dado el piro y nos habrá dejado aquí encerrados verdad?

—Calla melón, que no me dejas oír. —lo amonestó su compañera en voz baja.

Transcurrieron varios segundos pesados e interminables tras los cuales el sonido de pasos cuidadosos se alejó ligeramente. Pip notaba el sudor escurriendo desde su frente, acumulándose en los bordes del parche en su ojo izquierdo y goteando por su nariz. Y la sonrisa incontrolable que sabía que hacía parecer un perturbado mental y que usaba para acojonar cuanto más mejor a sus enemigos y que no siempre podía controlar.
Pero es que se lo estaba pasando bien.
Pip no tenía impulsos particularmente suicidas, pero era obvio para cualquiera con más ojos que él, que tampoco tenía remilgos a la hora de jugarse su integridad física si hacía falta. Y en esos momentos no había asuntos graves o vidas de terceros que dependieran del resultado de su partida, así que se estaba divirtiendo a lo grande.

Una sensación familiar en la nuca hizo que se le erizase la piel y saltó de su escondite con una carcajada y fuego a discreción, justo a tiempo de oír un filo de metal silbando a poca distancia de su espalda mientras las balas hacían impacto por todas partes.

—¡Me cago en to’s sus…! —oyó maldecir a Gaudy tras su escudo mientras corría a ponerse de nuevo a cubierto sin dejar de disparar hacia ellos.

—¿Te ha dado?

—¡No, se me ha escapado!

Definitivamente Kurz tenía que estar orgulloso del mocoso, pensó Pip con algo de nostalgia.

—No te preocupes que no se va a poder esconder tanto, puedo oler su sudor, tiene que estar chorreando.

—¿Como tú o más? ¡Aahh, Raiko, joder!

Aquel trozo de conversación y todo lo que implicaba hizo que Pip levantase ambas cejas hasta la estratosfera y tuviera que taparse la boca para no reírse en voz alta de nuevo. Y pensar que además le estaban pagando por eso. Se arrastró por detrás de un saliente de metal con cajas de madera amontonadas, y mientras montaba la mirilla que se había afanado, pensó de nuevo en todo lo que realmente se podía inferir, empezando por lo más obvio. Y es que si aquellos dos no estaba liados, en algún momento lo habían estado. Nada raro por otra parte; adolescentes.
El segundo punto evidente es que si realmente podía oler su sudor, aquella chica no tenía una sangre noble tan pura como habría cabido esperarse. Igualmente nada raro si se tenía en cuenta Ikea, su extraña relación fronteriza con el Muro, y que en ciertas partes del mundo la nobleza aún se asignaba por méritos y no por influencia monetaria y pedigree.
Ahora sólo tenía que averiguar de qué era ese porcentaje incógnito, aunque Pip mentiría si dijera que no tenía una o dos ideas.

—¿Váis a daros prisa o qué? ¡Que tengo hambre! —no se reprimió la provocación guasona porque sabía que se estaban guardando algo en la manga y tenía verdadera curiosidad por ver qué pensaban hacer. Y también era verdad que tenía hambre.

—¡Gaudy, ahora!

Oyó como Raiko llamaba al rubio esperando apoyo para relizar algún tipo de maniobra y decidido a poner fin a la mañana de esparcimiento en favor de llenarse el estómago se trepó a una de las cajas de madera y desde ahí saltó a la escalera de peldaños cubiertos de goma antideslizante, encañonando a sus recién estrenados pupilos.
Pero no esperaba ver como la pelirroja era lanzada por los aires con el impulso del escudo del muchacho al par que levantaba la espada y ésta se convertía en un conductor de electricidad de nivel pararrayos sin toma de tierra. Todo lo que les rodeaba iba a ser su toma de tierra, y el recubrimiento de la sala era de paneles metálicos.

Pip tuvo los segundos justos para soltar su arma, cerrar el ojo bueno y taparse la cara con el antebrazo antes de sentir, más que oír, el chillido agudo del rayo haciendo impacto a palmos escasos de donde se encontraba. La puta que lo parió, bendita alfombra de caucho.

Cuando recuperó la sensación en sus extremidades y el aire en sus pulmones se aventuró a abrir el ojo  y echar un vistazo a su alrededor.

Raiko estaba tirada en el suelo, despatarrada como un muñeco caído pero con la espada aún agarrada en las manos, y jadeando con dificultad en mitad de un círculo de metal oscurecido y deformado.
Gaudy se encontraba casi una decena de metros más atrás, con la cabeza entre los brazos y agachado sobre su escudo  puesto del revés. Su escudo con el interior de madera y fibra de vidrio. Qué jodidos genios.

—Eh, ¿sigues viva? —Pip se acercó y empujó el costado de la chica con la puntera de su bota, haciendo que esta gimiese en protesta.

—Estoy reventada. —Raiko rodó para ponerse boca arriba, pero no abrió los ojos.

—Yo también tengo hambre, —dijo Gaudy desplegándose y estirando los brazos hasta hacer crujir algo.

—¿Una ducha y a comer? —comentó su instructor levantando a la pelirroja del suelo como si fuera un trapo.— Venga, yo invito, que eso me ha molado.

.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on May 31, 2020, 05:45:39 PM
LO SIENTOOOO

- ¡Venga, Comandante! - Añadió sorna en la última palabra. - ¿Es todo lo que sabes hacer? ¡Patético!

A sus palabras siguió una estocada que hizo flaquear finalmente el equilibrio del Comandante. Incapaz de resistir la fuerza del impacto, Ky había sido obligado a retroceder un paso, dejándose expuesto ante su rival. Con una carcajada mordaz, éste no dudó en aprovechar su nueva ventaja y rugiendo, tomó impulso para su siguiente sablazo.

La audiencia que se había formado contuvo la respiración.

Una pequeña Lili Rochefort fue de las que no pudo evitar un grito ahogado, y apretó su agarre en el uniforme del joven que tenía a su lado.

Respiró mucho más tranquila cuando vio que el Comandante llegó a esquivar la estocada de su rival, estabilizándose de nuevo. Ky había salido ileso de aquel pequeño accidente, pero aun así, su corazón se encogió bajo la presa de una mano invisible. Aunque Lili ya empezaba a dejar de ser una niña, la inocencia infantil que aún conservaba hacía que le fuera imposible entender como alguien podía atacar de aquella manera al Comandante, que tanta amabilidad y buen corazón mostraba con ella y con todos. Y menos podía entender como el Caballero que tenía a su lado permanecía en el sitio, quieto como una estatua.

- ¿Por qué no le ayudas? - Imploró, tironeando de la capa del joven. - ¡Es tu hermano! ¿Y si le hace daño?

Desde donde estaba, Lili era incapaz de ver el puño contraído que temblaba entre la capa blanca. Habiendo salido muy recientemente del mundo ideal que su padre había construido para ella, el concepto del honor y la reputación todavía eran nebulosas en su mente. No podía entender aún que en aquellos momentos, Ky era el Comandante y no el hermano menor de Orpherus.

- Es su lucha. - Respondió finalmente éste, con un tono neutro que asombró más a Lili. - Él es quien debe vencer, no yo.
- ¡Pero-!

La multitud dejó ir una exclamación en aquel momento. Ky todavía se estaba conteniendo, y Seifer no dudaba en usar aquello en su favor, volviendo a abrir un agujero en su defensa. La hoja había pasado rozando el rostro de Ky, que aunque no cayó, dio claras muestras de perder el equilibrio de nuevo. El joven Comandante buscaba desarmar a su rival, mientras que éste buscaba ensartarle como un trozo de carne.

Orpherus entrecerró los ojos, forzando a su cuerpo a quedarse quieto. Su mano había buscado instintivamente el mango de su espada, por unos segundos habiendo estado a punto de atravesar la multitud para terminar con aquel combate de una vez por todas. Pero sólo podía quedarse allí, con Lili agarrada a él y expresando tensión por ambos.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2020, 03:24:50 PM
umm hehe


Seifer era implacable, pero Ky tan sólo había necesitado de aquel tiempo de tanteo para hacerse a un modo de combate defensivo, buscando acabar aquel duelo con un rápido contraataque en el que lo desarmaría. Terminar con la vida de uno de sus Caballeros en público no le parecía un buen método de comenzar su mandato, y además, consideraba que sería un castigo totalmente desproporcionado. Había prometido justicia en su primer discurso como Comandante, y era precisamente lo que iba a aplicar.

Incluso si en aquellos momentos se le hacía cada vez más difícil.

- ¡Vamos, Kiske! ¡A ver si te han elegido por algo más que ser el ojito derecho del Comandante!

Los movimientos del joven Comandante empezaron a hacerse más fluidos en cuestión de minutos. Jamás se había enfrentado a Seifer en un entrenamiento, y menos en una lucha seria, sin embargo Ky no había sido elegido para dirigir la Orden por nada, dijeran lo que dijeran sus envidiosos rivales. Podía ser joven, pero estaba dispuesto a luchar hasta su último aliento.

La hoja de Seifer bajó en un movimiento rápido que Ky recordaba de varios minutos antes, y como si su cuerpo se moviera solo, rápido como la electricidad que podía manejar, la Thunderseal describió un semicírculo perfecto, desproveyendo a su rival del sable pistola y derramando sangre por primera vez en aquel combate.

A su alrededor, la multitud dejó salir una exclamación al ver como Seifer retrocedía unos pasos mientras se llevaba una mano para cubrir su frente y el puente de la nariz. Tras esperar varios segundos que parecían eternos, Ky avanzó hacia él lentamente, aún apretando fuertemente el mango de su espada por si debía bloquear un contraataque. Pero el joven Caballero parecía no salir de su sorpresa todavía, tratando de detener el escandaloso flujo de sangre del corte en su frente con su mano.

- Ve a enfermería a que te vean eso. - Ky le habló con severidad, lo suficientemente alto para que los presentes más cercanos pudieran escucharle. - Después ve a dirección. Hablaremos de ésto más tarde.
- Tú... niñato... - Apartó la mano de su frente para observar la palma llena de sangre con una mueca de incredulidad. - No creas que...

Seifer escupió las palabras en respuesta, mirándole con un odio intenso. Pero Ky no tuvo que repetir sus palabras, ya que aquel joven era impetuoso, mas no especialmente estúpido, por lo que trató de marcharse con toda la dignidad posible. Recogió su arma mientras lanzaba una última mirada de desprecio al Comandante. La multitud se apartaba del Caballero y el rastro de sangre que iba dejando, mientras que Ky permanecía en el centro, siendo el objetivo de todas las miradas. Un tímido aplauso empezó a oírse, y para incomodidad de Ky, terminó en una fuerte ovación.

El joven Comandante trató de salir de allí rápidamente y proseguir con su rutina, que se había visto severamente retrasada aquel día, pero una vocecita chillona lo alcanzó.

- ¡Comandante! ¡Comandante!

Lili lo alcanzó, llegando hasta él para sujetarle por la manga de su uniforme blanco. La niña estaba claramente emocionada por su victoria, y aquella muestra genuina de afecto sirvió para tranquilizar un poco el ánimo de Ky.

- ¿Está bien? - Preguntó Lili, mirándole expectante con sus grandes ojos azules.
- Sí, gracias. - Respondió Ky, sonriéndole levemente y contagiándole una más grande a la niña.
- He pasado mucho miedo, ¡pero sabía que iba a ganar, Comandante!

Ky le puso una mano sobre la cabeza, pasándola por los cabellos rubios, para apaciguarla un poco. Lili era una niña inquieta y entusiasta, con un espíritu inocente pero fuerte. Había llegado la semana anterior a la Orden tras escaparse de casa, buscando un lugar entre las filas de los Caballeros a pesar del evidente disgusto que ello le causaba a su padre. Al ver que convencerla de volver iba a ser imposible, Ky se había comprometido a cuidar de ella para dejar a Lord Rochefort tranquilo. Estaba seguro de que Lili iba a ser una excelente Caballero, y si bien se había propuesto ser imparcial y no tener favoritismos, de una forma u otra la niña sabía cómo llevarse su atención.

En aquellos momentos, Lili estaba encantada con la atención que le prestaba el Comandante, riendo bajo el contacto y buscando la mano del joven con la suyas. Pero cuando Ky levantó la vista, decidió terminar aquel momento más abruptamente de lo que hubiera querido.

- Emilie, deberías ir a clase. - Le recordó, instándola a marcharse. - Tienes mucho que adelantar si quieres examinarte con tus compañeros.
- ¡Sí, Comandante! - Asintió en respuesta, aunque algo decepcionada, dispuesta a obedecer.

Lili se marchó, agitando la mano en despedida, sin darse cuenta de quién era el causante del repentino adiós. Ky adoptó una posición recta al ver acercarse a su hermano, y trató de mostrar una expresión digna.

- No sabía que teníamos una hermana pequeña. - Bromeó Orpherus al acercarse, con una sonrisa casi imperceptible.
- Emilie es así. - Respondió Ky, sin estar muy seguro de qué decir. - No quiero ser desagradable con ella.
- Ya veo.

Dejó unos momentos de silencio entre ellos, examinando a su hermano de cerca para comprobar que estaba bien. Aparte de algún rasguño superficial, Ky estaba en perfecto estado. Cualquier ápice de nerviosismo o intranquilidad habían quedado ocultadas bajo una máscara de serenidad y tranquilidad que a Orpherus no le costó detectar, pero imaginaba que para el resto del mundo funcionaría.

Al ver la expresión de su hermano menor, la culpa empezó a presionarle en el pecho. Lo sucedido con Seifer no era más que la primera piedra en el camino del Comandante, y Ky no merecía aquello. Orpherus debería haber sido quien se hubiera enfrentado a Seifer aquel día, y quien tuviera que tragarse sus propios miedos por el bien de todos. Cuando pensaba en que iba a dejarlo solo frente a todo ello, empezaba a sentirse hasta enfermo.

Pero Ky no podía saber aquello, por su propio bien, y Orpherus también iba a tener que enterrar algo en su interior. De alguna manera, le daba la impresión que así estaban más unidos.

- Has hecho bien. - Trató de infundirle ánimos. - Quizá no tu mejor combate, pero has quedado en buen lugar.
- ¿Qué iba a hacer delante de todo el mundo, si no? - Se excusó Ky, con un rubor de ofensa cubriéndole las mejillas.
- Lo sé. - Admitió, dejándose llevar por su culpabilidad. - Yo... siento que hayas tenido que pasar por esto.
- ¿Por qué te disculpas? - Ky arqueó una ceja.

Inmediatamente, mordiéndose la lengua y maldiciéndose mentalmente, Orpherus desvió la vista con un gesto incómodo, buscando decir algo rápidamente para disimular su culpabilidad. Al ver la reacción de su hermano, Ky tan sólo negó con la cabeza, esbozando una media sonrisa triste al creer que entendía el motivo.

- Ya no soy tu responsabilidad, hermano. Puedo cuidar de mí mismo. - Le recordó, con una mirada indescifrable.
- Eso... eso no hace que me sienta más tranquilo. - Insistió. - No voy a dejar de preocuparme por ti.
- ¿En la distancia también?

El tono casi de reproche alarmó a Orpherus. Ky nunca se había dirigido a él de forma sarcástica, porque de hecho no era un idioma que manejara especialmente bien, pero en aquellos momentos algo había cambiado en su hermano.

- Ky, no entiendo a qué...
- Ya sé que te marchas. - Le cortó, volviendo a mirarle. No era indignación ni rabia, sino tristeza lo que había en los ojos de su hermano. - ¿Cuándo pensabas decírmelo?
- Ky... - Se pasó una mano por el pelo, incómodo. - Es sólo que... ¿cómo lo sabes?
- ¿Qué importa eso? - Negó con la cabeza, para dejar salir un corto bufido. - Pero si necesitas saberlo, me lo dijo el Comandante. Ya están en trámite los papeles.

Orpherus apretó los dientes. Probablemente el Comandante Undersn temiera que se echara atrás en su decisión o que incluso tratara de ignorarla deliberadamente. Una vez Ky firmara los documentos, ya no habría posibilidad de renuncia. Y aunque había pensado una y mil veces en cómo decirle a su hermano que iba a marcharse, todavía no había dado con la forma adecuada.

Tal vez era eso lo que el Comandante tratara de atajar.

- Es... Ky, quizá no es el mejor momento de hablarlo.
- ¿Y cuándo quieres hablarlo? ¿Me enviarás una carta cuando estés allí?
- Ky...

Jamás había visto a Ky de aquella manera. Estaba usando contra él un tono indignado, y en otra ocasión, Orpherus le habría indicado que vigilara sus maneras... pero en aquellos momentos sabía que lo merecía. Sólo pudo bajar la vista, incapaz de mirarle a la cara.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on January 31, 2021, 12:13:06 PM
Hora de avanzar la trama :)

- ¿Lo de siempre, chicas? - Preguntó Desmond, desde el otro lado de la barra.
- Sí, sí. Acuérdate de la mayonesa. - Respondió Kora, girándose enseguida hacia Shura con una risita. - ‘Chicas’...
- Estos pringados...

Ignorando que era un nuevo motivo de burla por parte de las dos Seeds, Desmond volvió pronto con un bocadillo de pollo y lechuga (con mayonesa) para Kora, y un mixto para Shura. Las dos se añadieron un refresco a la bandeja, y partieron a la búsqueda de una mesa. Las ventajas de ser Seed incluían no tener muchas clases, y no tener clases a mediodía ofrecía la posibilidad de ir quince minutos antes a la cafetería, con lo que las dos chicas tenían bastantes posibilidades a la hora de elegir.

Kora hubiera elegido la mesa cerca de la ventana, por si acaso había partido de fútbol antes de comer (en Balamb, el verano empezaba en Mayo, y el índice de descamisamientos se disparaba), pero algo captó su atención por el rabillo del ojo. En una mesa al fondo de la pared había una chica con gafas y pelo rubio cenizo encrespado, aparentemente indecisa de si comerse su bocadillo o no.

- ¿Quién es esa? - Preguntó Kora, arqueando una ceja. - No la he visto nunca.
- ¿Estudiante de intercambio? - A Shura tampoco le sonaba aquella chica, que parecía totalmente fuera de lugar en el Jardín. - Pobrecita, está sola.
- Hmmm... - Kora le dirigió a su compañera una mirada interrogativa. - Bueno, no estaría mal presentarnos. Además, tengo que dar buena imagen al Jardín, ya sabes, hermana del comandante...

Shura asintió solemnemente. Las dos se dirigieron hacia la mesa en que se sentaba la desconocida. Ésta alzó la vista al verlas llegar, y se subió las gafas que se le resbalaban por el puente de la nariz. Parecía totalmente nerviosa al ver a Shura y Kora acercarse.

- Hola, ¿podemos sentarnos aquí? - Preguntó Shura.
- Sí, claro... - Murmuró en respuesta la chica, apartando su bandeja hacia ella misma para dejarles aún más sitio. - Yo ya me iba...
- Queremos sentarnos contigo, tontita. - Le dijo Kora. - Eres nueva aquí, ¿no? ¿Eres Seed?
- No... quiero decir, ¡sí! Sí soy nueva, pero no soy Seed. Soy... soy estudiante de enfermería. - La chica gesticuló nerviosamente, y golpeó la parte trasera de su tenedor, que salió volando. - Ay... P-perdón...

No era difícil ver a aquella chica, tan nerviosa y asustadiza, tropezando y volcando toda una mesa de elementos médicos para provocar un desastroso efecto en cadena. Kora y Shura se miraron de soslayo, compartiendo la misma imagen mental en silencio. Se acogieron al pensamiento de que es la intención es lo que cuenta.

- Ah, nosotras somos Seed. - Repondió Shura, sonriendo amistosamente. - Yo soy Shura Hamasaki.
- Y yo Kora Lionheart. Soy la hermana del Comandante. - La sonrisa de Kora, en cambio, era más orgullosa.

Los ojos de la chica se abrieron como platos, sorpendida, y aquello sólo avivó el orgullo de Kora, que parecía henchirse como un pavo real ante la atención brindada. Se apartó un mechón hacia atrás con la punta de los dedos, alzando las cejas con orgullo.

- ¿En serio...?
- Sí, bueno, pero no es para tanto. No es como si me dieran trato preferente o algo. Pero sí que tengo un poco de autoridad, quiero decir, no se hace todo lo que yo digo pero...
- ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

Más experimentada a la hora de maniobrar alrededor de su amiga, Shura intervino antes de que la situación se convirtiera en El Show de Kora. La chica pareció dudar por unos momentos, y por unos momentos, Shura estuvo a punto de decirle que si le daba reparo decirles su nombre, no tenía que hacerlo. Como si hubiera sentido la incertidumbre de la chica, su móvil sonó, interrumpiendo lo que fuera a decir. Después de leer la pantalla, se mordió el labio, y empezó a levantarse.

- Perdón... tengo que irme. Gracias por sentaros conmigo...
- Pero si ni has comido casi...

Moviéndose como si estuviera impulsada por resortes, la chica casi dejó a Shura con la palabra en la boca al desaparecer rápidamente entre la multitud que entraba en la cafetería como el ejército hambriento que era. Se había marchado con tantas prisas que se había dejado sobre la mesa el bocadillo apenas empezado y la lata de refresco sin abrir. Shura aprovechó para coger ésta última, encogiéndose de hombros.

- Es gratis, ¿no?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on February 28, 2021, 12:20:01 PM
Para Kaeya, despertar con compañía no era nada fuera de lo común. No era algo que sucedía todos los días, por supuesto, sólo lo normal para alguien en su línea de trabajo, pues la información fluía mucho más alegremente entre las sábanas. Aquel día, sin embargo, era más por placer que por otra cosa, y no le hubiera importado haber cerrado su ojo otra vez para quedarse un rato más en la cama… pero el deber lo llamaba. Se estiró con todo el sigilo posible, aunque sabía que iba a ser bastante difícil salir sin despertar a nadie cuando ambas salidas estaban bloqueadas. 

- ¿Kaeya…?
- ¿No intentarás irte sin decir nada…?

Un delicado suspiro contra su hombro derecho. Una mano fuerte subiendo por su abdomen. ¿Qué podía decir? Kaeya se consideraba a sí mismo como alguien generoso en el amor.

- Lo siento. - Respondió Kaeya, incorporándose entre ambos, esbozando una sonrisa en disculpa. - Hoy trabajo.
- Siempre estás trabajando… - La mujer llevó su mano también al cuerpo de Kaeya, acariciando alrededor de su ombligo con la punta de los dedos. - Ni siquiera ha salido el sol.
- El Jardín no va a venirse abajo porque te quedes un rato. - Añadió el hombre, presionando suavemente para que Kaeya no pudiera levantarse.
- ¿Tú crees? - Kaeya rió suavemente, sin luchar demasiado contra las manos que insistían en mantenerlo en la cama. Aquellos dos podían ser muy convincentes.
- Seguro que sí…

Media hora más tarde, salió de la habitación para darse una ducha rápida, dejando a la pareja dormir plácidamente. Se tomó su tiempo para arreglarse, había confianza, y para cuando subió al coche, era toda la imagen de la profesionalidad. Con todo, distracciones incluidas, no llegó más que diez minutos más tarde de lo esperado al Jardín de Galbadia, el cual apenas estaba empezando su día.

Kaeya esquivó grácilmente la multitud de aspirantes a SeeD que salía de los dormitorios, y sin necesitar más que un guiño para que le dejaran colarse en la cola del ascensor. Hablando de Jardines viniéndose abajo…, pensó para sí mismo mientras pasaba su tarjeta por el lector, permitiéndole subir a la planta donde estaba dirección.

- Buenos días, señoritas. - Sonrió a Marin y Shaina cuando entró en el despacho de la Comandante, a lo que las dos SeeD asintieron en respuesta. Tras ellas, la Comandante alzó la vista de su escritorio, y Kaeya se inclinó ante ella con una floritura. - Comandante.
- Llegas tarde. - Le respondió Adiane, aunque no parecía demasiado enfadada. Igualmente, Kaeya no se lo tomó a mal, ya sabía que las tres mujeres en la sala eran un público difícil.
- Perdón, perdón. - Kaeya juntó las palmas de las manos unos momentos, y se sentó en la silla frente al escritorio, cruzando una pierna sobre la otra. - Pero ya estoy aquí.
- Sí, sí, ya lo veo. - Adiane dejó ir un bufido. - Espero que al menos esté todo listo.
- Oh, por supuesto. ¿Qué clase de estratega sería si mis planes no estuvieran preparados con días de antelación?

La sonrisa y el tono amistoso de Kaeya eran superficiales, por supuesto, pero era cierto que lo que tenía planeado para aquel día había tomado su tiempo. Kaeya casi estaba emocionado, al fin y al cabo, ¿a quién no le resultaba gratificante ver los frutos de su trabajo? Oh, estaba seguro de que iba a ser muy interesante.

- Tendrás alguna manera de seguirla, ¿no?

La voz de Adiane lo sacó de su ensimismamiento. En respuesta, Kaeya le mostró su tablet, donde un punto rojo parpadeaba en mitad de un mapa, y las tres se asomaron para verlo más de cerca. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Adiane cuando confirmó dónde se encontraba aquel punto.

- Shh, no sabe que la estamos siguiendo. - Añadió Kaeya, llevándose un dedo a los labios. - Ya está en el Jardín.
- Y ahora, esperamos. - Asintió la Comandante.



Graham hizo una bola con el papel en el que había estado practicando su firma, tal y como Franziska le había ordenado después de ver que la figura de su firma no coincidía completamente cuando se comparaban diferentes documentos. Lo cierto es que había practicado la firma dos veces y luego había empezado a dibujar robots gigantes, pero no había hecho nada destacable con su arte. Le dolía admitir la verdad: no se encontraba inspirado aquella tarde.

Lanzó la bola a la papelera con un arco perfecto, y se recostó en el sillón. Era una tarde tranquila, sí, y no había mucho que hacer, lo cual se traducía en aburrido en el idioma de Graham. Apollo hubiera apuntado que sí tenía cosas que hacer, como firmar un recibo de cargamento de kevlar, pero Graham no consideraba eso como ‘algo que hacer’. Aquello podía firmarlo el secretario, quien seguramente tendría una firma más bonita y además, más constante.

Alguien llamó a su puerta, respondiendo a sus plegarias inconscientes, y le faltó tiempo para girarse a decir ‘adelante’. Pronto su hermana entró en el despacho, con las manos detrás de la espalda y sonriendo.

- Buenas tardes, señorita Seed, ¿qué le trae por aquí?
- Nada en especial, Comandante. - Kora se apoyó en la mesa. - Estaba aburrida.
- Ya somos dos.

Kora arqueó una ceja, sonriendo sólo de un lado, y Graham se sorprendió de lo rápido que había crecido en cuestión de días. La chica que tenía delante empezaba a tener ya gestos de mujer, no de adolescente excitable. Ya no era aquella niña que se disfrazaba con tutús y diademas de plástico y le hacía prometer que se casarían cuando fueran mayores.

- ¿Por qué no vamos a Balamb? Quiero dar un paseo. 

Como siempre, Kora conseguía arrancarlo de la rutina y el deber gracias a sus arranques posesivos. Eso sí que no tenía que cambiar nunca.

- Bueno, en teoría a partir de las ocho tengo que tener libre, así que...

Todavía eran las siete y media, pero igualmente, Graham se levantó apoyando las manos en la mesa. La sonrisa de Kora se ensanchó, y esperó a que llegara a su altura para colgarse de su brazo. Y él sólo pudo dejarse llevar.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 31, 2021, 06:00:56 AM
Los recién graduados Seed se habían reunido aquella mañana en la cafetería, jugando algunos a las cartas (tenían la esperanza de que algún día podrían desafiar al mismísimo Club de Fumadores si seguían así), y otros simplemente cotilleando. Después de un par de horas de relajada conversación, las latas de bebida y bolsas de aperitivos se acumulaban en la mesa.

- ...y, por eso, creo que deberíamos ir... ¡a la piscina! - Dante fingió que cerraba un portátil imaginario, tras lo cual se cruzó de brazos.
- Eso me recuerda, quiero comprarme un bikini que vi el otro día. - Kora miró de soslayo a todas las chicas de la mesa y a Shun. - ¿Alguien me acompaña?
- Sí, pobrecita, tienes que tener el armario vacío. - Remarcó Yuri. - Yo también voto por la piscina.
- ¡Kora Lionheart!

Las cuerdas de acero de Apollo sobresaltaron no sólo a Kora, sino a toda la mesa. El secretario parecía nervioso, y antes de que nadie pudiera recriminarle la pérdida parcial de audición que probablemente les acababa de provocar, siguió hablando:

- Lionheart, ¿sabes dónde está tu hermano? No ha venido aún, y no sé por qué pero Franziska va a culparme a mí de todo esto.
- ¿Qué? ¡No! No sé nada de Graham desde... antes de ayer. - Kora entrecerró los ojos. Empezaba a disparársele una alarma en la cabeza, y era de las malas. - ¿¡Dónde está Graham!?
- ¡Eso acabo de preguntarte!

Con una fiereza en su voz que hacía parecer que rugía en vez de hablar, Kora se había levantado, dejando caer sus cartas al suelo. Graham no había faltado ni un sólo día desde su nombramiento como Comandante, dejando a un lado su rendimiento laboral en la oficina. Y la chica estaba segura de que hubiera avisado a alguien si hubiera surgido una urgencia.

- Kora, tranquilízate... - Shura le puso una mano en el antebrazo. - A lo mejor tiene días libres.
- No, no lo tiene. - Apollo negó con la cabeza. - Vale, ire a avisar a dirección. Espera aquí.
- ¿Esperar aquí?

El tono de Kora sirvió para paralizar a Apollo en mitad del movimiento, quedando con medio cuerpo girado, dispuesto a partir rápido a informar a la subdirectora. La chica tenía los brazos en jarras, y lo miró con ojos entrecerrados.

- Mi hermano ha desaparecido, inútil, ¿y crees que me voy a quedar sentada esperando?

Sin mediar palabra, Kora dio media vuelta sobre sus talones, y empezó a caminar en dirección al pasillo, apartando de un empujón a Apollo, que casi cayó a la mesa donde estaban los Seeds, volcando latas vacías.

- ¡Kora, espera!

Shura y Yuri fueron los primeros en salir tras ella, terminando de empujar a Apollo, y tras unos momentos de mirarse entre ellos, el resto de recién graduados que había en la mesa los siguió. Apollo sólo agradeció que tuvieran la decencia de esquivarlo mientras trastabillaba hacia atrás.

Kora ya había recorrido la mitad del pasillo que unía el comedor con el primer piso con sus largas y rápidas zancadas, aunque no tenía claro a dónde iba a ir siquiera. Yuri la alcanzó, sujetándola del brazo para que frenara.

- ¡Quieta, fiera! Ni siquiera sabemos si le ha pasado algo a Graham. Cálmate, ¿quieres?
- ¡No! - Kora se sacudió para soltarse del agarre. - Ha pasado algo. Graham no se iría sin explicación o sin avisar antes. Vamos a buscarlo.
- ¿Dónde, si puede saberse?
- ¡No lo sé! - Retomando su rápido ritmo, Kora siguió recorriendo el primer piso, en dirección al centro. Yuri mantuvo el ritmo a su lado, y pronto les alcanzó Shura.
- ¿Hablaste con él antes de ayer? ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
- Lo vi a por última vez a mediodía. - Contestó Kora. - No dijo nada en especial.

Cuando llegaron al vestíbulo, Kora se detuvo. Pasó su vista de la salida al exterior al ascensor, cada uno a un lado. No tenía claro por dónde empezar a buscar, lo único que entendía era que tenía que encontrar a su hermano cuanto antes...

“Antes de que ocurra una desgracia.”, terminó el pensamiento sin poder evitarlo.

- ¿De qué va todo esto? - Preguntó Neko al alcanzarla.
- No te preocupes, Kora, te ayudaremos a encontrar a Graham. - Le animó Shun.
- Yo sólo digo que como simplemente esté haciendo pellas vamos a quedar como los tontos del pueblo... - Intervino Dante.

Kora no tuvo tiempo de contestar a los comentarios de sus compañeros. Al poco de haber llegado ellos al vestíbulo, por la puerta de la entrada vio pasar una figura familiar. Le había costado unos momentos reconocerla, ya que no llevaba gafas, y la manera de caminar, erguida y con el mentón alzado, era completamente diferente de la que recordaba.

- Tú... - Murmuró, entrecerrando los ojos.

La chica llegó hasta la altura en que el pasillo del vestíbulo se unía con el anillo que era el círculo del primer piso, con pasos cortos y rítmicos. Allí, miró a su alrededor, cuando su mirada se cruzó con la de Kora.

- ¿Qué te pasa? - Preguntó con una media sonrisa. - ¿Buscas algo?
- ¿¡Qué le has hecho a mi hermano!?

Kora, escapándose por unos centímetros del agarre de Yuri, se encaró hacia la otra chica. Tenía los dedos de las manos estirados, empezando a concentrar calor en la palma. Pero la chispa que llegó a encender murió rápidamente, ya que si bien su compañero no había conseguido detenerla, lo que la desconocida le mostró hizo que frenara en seco por puro instinto.

No había nada sospechoso en el teléfono que la chica sostenía en la mano, con una corta secuencia de números escrita en la pantalla, pero un Seed sabía perfectamente que en algunos casos, una simple llamada podía tener consecuencias fatales. Con el tiempo, los rudimentarios detonadores de bombas con un brillante botón rojo habían terminado por ceder el paso a simples aplicaciones de teléfono móvil.

La actitud de Kora había llamado la atención en un principio, haciendo que algunos presentes se quedaran por el morbo que producía siempre una pelea entre estudiantes. Pero las palabras que pronunció hizo que se hiciera el silencio entre los presentes.

- No te muevas, o te aseguro que no volverás a verlo.
- ¿Qué le has hecho a mi hermano? - Masculló Kora, entre dientes.
- Nada en comparación a lo que se merece… - La chica dio unos pasos hacia el centro del vestíbulo, colocando una mano en la cadera. - ...Todavía.
- ¿Qué está pasando aquí?

De entre la multitud de estudiantes y Seeds que se habían reunido en el vestíbulo, silenciosos ante la amenaza directa de la desconocida, salió Date. El instructor frenó en seco, manteniendo una distancia prudencial de la chica al ver el aparato en sus manos. Al verlo, tan sólo le dedicó una mirada cargada de rabia, apretando la mandíbula en una sonrisa amenazadora antes de dirigirle la palabra.

- Vaya, vaya, instructor Masamune... cuánto tiempo, ¿no?

Las palabras de Tsubaki parecieron confundir al hombre por unos momentos, y ante la atónita mirada de todos los presentes, la joven empezó a cambiar su apariencia. La piel se ondulaba, retorciéndose sobre sí misma al tiempo que se amoldaba a un cuerpo más ligero y alto, sus rasgos faciales se reajustaban rápidamente sobre el rostro, y el cabello se alisó, cayendo en una cascada rojiza por su espalda.

- Pero si eres… Tsubaki… Tsubaki Yayoi. - Dijo Date.
- ¿Te acuerdas de mi padre? - Tsubaki entrecerró los ojos. - Claro que te acuerdas... pero serás uno de los pocos. Si no, ¿cómo habríais puesto a su asesino como Comandante del Jardín?

Se empezó a oír un murmullo entre la multitud. Todos los Seeds, eventualmente, terminarían matando a alguien. No serían pocas las misiones que obligarían a terminar con la vida de algún objetivo, o en algunas ocasiones, los daños colaterales eran inevitables.

- Sé lo que estáis pensando. - Tsubaki se dirigió a la multitud, cambiando su posición para enfrentarse a ellos. - Estáis muy equivocados. Graham Aker mató a mi padre por sus propios motivos. Vuestro Comandante no es más que un maníaco capaz de quitar de en medio a quien haga falta para conseguir lo que quiere.

Las voces de los presentes se alzaron ligeramente. La historia de Tsubaki había pasado de ser relativamente plausible a sonar como una venganza desesperada.

- ¡Lávate la boca antes de hablar de mi hermano!

Kora había avanzado unos pasos, cegada por la rabia momentáneamente, siendo detenida por el agarre de Date. Tsubaki le dirigió una mirada de desprecio, aunque parecía divertirle la desesperación que mostraba la chica.

- ¿Qué es lo que quieres? - Le preguntó el instructor.
- Me alegra ver que estáis tan dispuestos a negociar. - Tsubaki fingió una sonrisa. - Es muy fácil. Quiero que el Jardín de Balamb destituya inmediatamente a Graham Aker como Comandante y que sea justamente castigado por el asesinato de mi padre.

Tsubaki dejó que pasaran unos segundos de silencio antes de terminar su oferta.

- Si no, cuando haga esta llamada, Graham Aker morirá y le haré un gran favor al mundo. Y más vale que no intentéis nada.
- Si quieres que te tomemos en serio, deberías ser más comedida a la hora de hablar de nuestro Comandante.

La voz de Auron, con su tono rasposo y seco, no era la más alta del lugar, pero sus palabras parecieron resonar en todo el vestíbulo. El antiguo Comandante se abrió paso entre la multitud, quedando a unos pasos de Tsubaki. Iba acompañado de dos hombres vestidos con el uniforme de Balamb, uno de ellos con gafas y pelo castaño corto, y el otro alto y de piel oscura, destacando por unas rastas rojizas atadas en una coleta. Tsubaki entrecerró los ojos al verlos, con los labios apretados en una mueca de odio.

- Tú eres el peor de todos. - Tsubaki siseó primero, dirigiéndose a Auron, pero la rabia en su voz no tardó en escucharse. - Y vosotros dos lo encubristeis... ¡No sólo dejasteis que Graham saliera impune, sino que además el Comandante lo premió con el rango de Seed! ¡Graham es un asesino, y todos tienen derecho a saberlo!

El silencio se hizo más profundo si era posible. Las miradas recayeron sobre Auron, que permaneció en silencio unos momentos antes de responder nada. Si estaba meditando sus palabras o esperaba que el silencio sacara lo peor de Tsubaki era algo imposible de descifrar.

- Lo que ocurrió aquel día fue un accidente, Tsubaki.
- ¡No es verdad!

Y como era de esperarse, los murmullos se encendieron como una chispa. Auron no había rechazado completamente la versión de Tsubaki, sino que había ofrecido una versión mucho más subjetiva.

- ¿Accidente? ¡Graham mató a mi padre cuando le dijo que había suspendido la prueba Seed! ¿Qué accidente ves tú en eso? - Tsubaki se giró hacia la multitud, con una sonrisa perversa en el rostro. - ¡Vuestro patético Comandante ni siquiera pudo pasar la prueba!

Era casi imposible oírse los unos a otros entre la multitud, de tan altos que eran sus murmullos. Las palabras de Tsubaki empezaban a tener un sentido macabro y las piezas de su versión empezaban a encajar, poco a poco. Parecía difícil de creer que el mismo Graham al que tanto admiraban fuera capaz de un crimen tan egoísta, pero la vehemencia con que Tsubaki defendía su caso empezaba a calar entre algunos.

- ¡Eso es mentira, Tsubaki! ¡Graham pasó la prueba con nosotros!

Esta vez había hablado el hombre de gafas, apuntando con el dedo a la chica.

- Has tardado mucho en salir a defender a tu amiguito... Howard Mason. - Tsubaki entrecerró los ojos en amenaza, siseando el nombre del SeeD. - Graham suspendió, ¡y cuando mi padre se lo dijo-!
- Graham pasó su prueba Seed junto a Howard y Daryl. - Interrumpió Auron. - Pero tu padre decidió suspenderlo.
- ¿¡Y por eso merecía morir!?

Los ojos de Tsubaki empezaron a llenarse de lágrimas. Cada vez estaba más nerviosa, y la mano con que sujetaba el dispositivo temblaba, pero sus dedos de momento estaban lejos del botón. El silencio había vuelto a hacerse entre los Seeds, que esperaban una nueva versión de los hechos.

- Tú no estabas allí aquel día. - Continuó Howard. - No desde el principio. Graham no tiene la culpa de lo que pasó.
- ¡No pienso escuchar más mentiras y excusas!
- Todos te hemos escuchado a ti. - Dijo Auron. - Ahora, nos toca hablar a nosotros.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on March 31, 2021, 05:29:47 PM
No sé que me ha entrado a mí con los fics donde la gente come. Este aporte viene patrocinado por las mil pausas alimenticias que hice :v




(http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/airin.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/gaudy.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/pip.png)


—Oye, y dime una cosa pe-… —Pip cerró su boca llena de comida y masticó unos segundos con gesto pensativo.

—¿Una cosa Pe? —La chica ladeó la cabeza y robó otra patata frita con impunidad.

—No, es que te iba a llamar pequeña amenaza, porque —Pip señaló a Gaudy de arriba a abajo con un movimiento de muñeca,— tal, pero creo que en realidad tu eres la mayor amenaza de los dos.

—¡Buah Raiko, te ha calado! —El rubio se echó a reír apartando las piernas y esquivando la patada por debajo de la mesa.

—¡Que te muerdo eh!

—¿Tanta hambre tienes que no tienes suficiente con comerte sus patatas?

Sobresaltado, Pip bajó la vista hasta su plato de patatas fritas al borde de la extinción.

—¿Cuándo demonios ha pasado esto?! —exclamó escandalizado y acunando el plato contra su pecho.

—Cuando no estabas mirando, —contestó Raiko esta vez dando un trago a hurtadillas del refresco de su compañero que reía distraído, y relamiéndose con cara de satisfacción.

Pip cerró la boca de nuevo, y entrecerró su ojo sano con una mirada de rencor, viéndose obligado a conceder el punto.

—Vale, razón tienes. —Y acto seguido agarró el puñado de patatas que quedaba y se las metió todas en la boca, haciendo que sus carrillos se hinchasen hasta hacerlo parecer un hámster.

—Ostras, —murmuró Raiko con los ojos muy abiertos,— respeto.

Incluso Gaudy parecía estar de acuerdo con el sentimiento porque asintió mientras masticaba, pero cuando fue a coger su vaso miró con sospecha al contenido del recipiente y después de reojo a su compañera que bebía de su propia lata con inocencia como si la cosa no fuera con ella. Pip tuvo que aguantarse la sonrisa para poder tragar tanta patata.

—Bueno, a lo que iba a preguntar, ¿exactamente cuáles son vuestras habilidades?

—¿No que habías tenido tiempo de investigar nuestros archivos? —Raiko se limpió los labios cuidadosamente con la servilleta de papel.

—A ver, si, he fisgado, pero no al detalle, y hay cosas que prefiero que me contéis vosotros.

—Algo de todo eso es mentira, —dijo Gaudy a medio mordisco,— pero no sé qué de todo.

—¿Me estás llamando embustero? —Pip levantó una ceja girándose a mirar al muchacho.

—Obvio tío, eres un mercenario, —corroboró el rubio,— tienes que poder mentir más que hablas.

Esta vez fue al instructor al que se le escapó la carcajada. Vaya par le había tocado. Y como suponía que ambas partes iban a ser igual de complicadas, decidió empezar esta vez por la más alta.

—Chaval, sin que te siente mal porque no pretendo ofender…—puso su mano sobre el brazo de Gaudy, y por un momento este la miró como si fuera a morderle, pero después arrugó las cejas esperando.— ¿tú tienes hermanos mayores?

El chico se sacudió la mano de encima y cambió su expresión por un gesto hosco, dando vueltas a su vaso.

—Lo digo porque me recuerdas mucho a un colega de profesión. Más alto, pero te pareces mucho y estaba pensando que igual... —Pip sabía de sobra de quién era hermano Gaudy, pero estaba convencido de que jugar la carta accidental sería mucho más productivo.

—¿Cómo se llama?

—Weber, —dijo Pip anticipando que el nombre no se le hiciera conocido.— Kurz Weber.

El rubio se puso tenso, pero no respondió. Pip se hizo el loco. Era una de sus mejores habilidades después de todo.

—Si no te suena da igual, además si recuerdo bien creo que Kurz no es de Invernalia sino de Schneider. —comentó mirando hacia el techo y frotándose el cogote como si intentase hacer memoria.

—Mi hermano… —murmuró Gaudy en voz baja,— mi hermano se llamaba Kurz, a lo mejor sí que es.

Raiko miraba de uno a otro con la servilleta apretujada entre las manos y la boca abierta de incredulidad, hasta que su instructor le palmeó suavemente la mejilla.

—Cierra el buzón y sigue comiendo, que ya está pagado. —después se giró a mirar al rubio y levantó una ceja con gesto de pregunta.— Que yo sepa sigue por ahí danzando, ¿cuánto tiempo hace que no lo ves?

Gaudy se mordió el labio y frunció el ceño.

—Yo tenía ocho años cuando se fue. —notó como Raiko le agarraba de la mano y apretaba.

—Y ahora tienes ¿qué, veinte? Eso es un cojón de tiempo. —refunfuñó Pip, pero se inclinó hacia adelante sobre la mesa y bajó mucho la voz buscando confidencialidad.— Me contó una movida sobre una espada y no se qué de una herencia.

El chico apenas pudo tragar saliva por el nudo que se le hizo en la garganta, pero la mirada hostil de la pelirroja le hizo saber al instructor que ambos estaban al corriente de sus respectivas historias. De que matarían el uno por el otro no tenía dudas, era lo esperado en un equipo SeeD.

—Así que si es el mismo sinvergüenza que conozco, no tienes que preocuparte. —Pip volvió a su posición relajada anterior.— Está más entero que yo y es peor que una mala hierba; pero está orgulloso de su hermano pequeño, y lo sé porque me lo ha dicho un puñado de veces hasta aburrir. Una vez estando en Smarthia…

—¿Haces esto para caernos bien? —la pregunta de Raiko no le sorprendió demasiado, ya se había dado cuenta de que la chica era desconfiada hasta decir basta y después un rato.

—¿Por qué debería? Además la simpatía de la gente se compra con comida. —Pip se encogió de hombros, y la pelirroja cedió a regañadientes ladeando la cabeza.

—Pero nos has invitado tú, hmm… —el rubio parecía haberse recuperado del bajón emocional y ahora lo miraba otra vez con sospecha.

Pip tenía que reconocer que se los habían dado cortados a media.

—¡Pero eso es porque me ha molado la exhibición! —Protestó llevándose una mano al pecho.— Qué lo peor sois, y además estáis completamente idos de la olla, ha sido un p’habernos matao tremendo.

—Pero te ha molado. —repitió Raiko juzgándole con una sonrisita imperceptible.

—Ya os dije que no iba a ser el adulto responsable de esta relación.

—¡Pero eres nuestro instructor! —protestó Gaudy.

Pip supo que si no los tenía ya en el bote estaban a punto de caramelo y sonrió con muchos dientes y un brillo ligeramente eufórico en su ojo sano.

—Cierto, pero yo nunca he dicho que YO si esté bien de la cabeza.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on April 30, 2021, 01:20:06 PM

El garaje del Jardín se había convertido en una improvisada sala de planificación, al que habían bajado discretamente miembros de la directiva y un pequeño grupo de Seeds. Tras los primeros, se alzaba una pantalla gigante con el mapa de Balamb, en el que cinco puntos rojos parpadeaban.

- No podemos permitir que la primera desquiciada que pase ponga en peligro a nuestro Comandante por cualquier estupidez. - Empezó a hablar Franziska. - Daría la imagen de que es fácil ponernos en jaque, y por eso, debemos actuar rápidamente. Scientia, explique la situación.

El estratega del Jardín fue señalando los parpadeantes puntos en el mapa, cuatro de ellos situados en las fronteras del país y uno en el centro.

- Saldrán cinco equipos a las torres de comunicación que hay en Balamb. Creemos que el Comandante está atrapado en una de ellas, y nuestra prioridad es encontrarlo y traerlo de vuelta en el menor tiempo posible.

Entre los Seeds, uno de ellos, Aioria Kyrios, levantó la mano.

- ¿Sí, Kyrios?
- ¿Por qué estáis tan seguros de que se encuentra en una de las torres de comunicación? - Preguntó el joven, cruzándose de brazos. - Podría estar en cualquier parte.
- Buena pregunta. - Respondió Ignis. - Quizá debería responer el jefe de Investigación y Desarrollo, ya que ha sido él quien ha llegado a la conclusión.

Otacon carraspeó al ponerse en frente, y dio unos golpecitos a su micrófono para asegurarse de que funcionaba.

- Bueno, veréis... - Se subió las gafas con el dedo índice. - Como sabéis, las nanomáquinas que lleváis son rastreables en un área que abarcaría más o menos todo Balamb. Sin embargo, la señal de las nanomáquinas de Graham no aparecen por ninguna parte. Eso sólo puede significar una cosa... algo está bloqueando la señal.
- Algo como... - Intervino Milo. - ¿Una torre de comunicaciones?
- ¡Exacto! - Contestó Otacon, excitado. - La señal que emite la torre es lo suficientemente fuerte como para bloquear la que envían las nanomáquinas, y por tanto, es más que probable que Graham esté en una de ellas. Veréis, el sistema que las forma envía unas ondas, sin embargo, la frecuencia...

Antes de que Otacon terminara por darles una clase de nanotecnología, Franziska hizo restallar el látigo y se puso al frente.

- El equipo que encuentre al Comandante avisará al Jardín lo más pronto que pueda. Mientras, desde aquí trataremos de alargar las negociaciones con la secuestradora para compraros tiempo. ¡No se espera más que la perfección! ¿Alguna pregunta? ¿No? Bien.

Los Seeds presentes hicieron el saludo, así como Franziska y Ignis. Otacon tardó un poco en hacerlo, al haberse ensimismado con el funcionamiento de la pantalla parpadeante.

- Primer equipo: Aioria Kyrios y Tifa Lockheart, hangar número tres, torre Norte. - Empezó Franziska. - Segundo equipo: J. R. Camus y Milo Kircheis, hangar número cuatro, torre Oeste. Tercer equipo: Nicholas D. Wolfwood y Argilla Clay, hangar número cinco, torre Sur. Cuarto equipo: Yohji Kudou y Ran Fujimiya, hangar número seis, torre Este. Y por último, quinto equipo: Pip Bernadotte y Hokuto Sumeragi, hangar número siete,  torre central.

Todos asintieron, y a la señal de Franziska, partieron a los respectivos hangares. Pronto sólo quedaron Franziska, Ignis y Otacon.

- Esperemos que estés en lo correcto, Emmerich. - Le dijo Ignis.
- Esperemos... - Respondió éste.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on April 30, 2021, 06:45:34 PM
Mi alma pirata nunca se fue, solo estaba de viaje por otros universos ù_u Pero el 2021 empezó con sea-shanties y me han vuelto a sumonear al barco, back to the OGs!.
Our ship sails only one way 🏴‍☠️



 
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—¡Hazte a la mar, decían! ¡Corre aventuras, vive la vida! ¿Qué vida?

—Tora.

— ¿Qué?

—¿Vas a quejarte cada puto segundo de vida que te queda?

—Y después de muerto os rondaré solo para que me sigáis oyendo quejarme. Aquí nos jodemos todos por igual.

Si no hubiera sido porque la herida de su costado sangraba demasiado como para dejar de apretarla y una conmoción cerebral habría sido muy contraproducente, Suigetsu habría ido a buscar a la hermana del joven para que lo dejase inconsciente de un guantazo y  le ahorrase las quejas constantes.
Porque Benitora siempre cumplía su palabra, pero tenía que quejarse por absolutamente todo mientras lo hacía. Y como no se callase de una vez Suigetsu no tenía claro que no acabase pegándole un mordisco para darle otro motivo. Porque ya total.

Para suerte de ambos otra mano, más grande y morena apartó la suya y apretó con un trozo de tela doblado sobre el agujero.

—Si aún tienes fuerzas para protestar no es tan grave, te ponemos un corcho y como nuevo. —A pesar de su voz grave, el tono despreocupado del último de sus tripulantes adquiridos les sacó una carcajada cansada a ambos. Shuuhei miró de reojo al chico de pelo planco y señaló la puerta a cubierta con la cabeza— Ve.

Éste asintió, limpiándose las manos ensangrentadas en los pantalones del herido.

—¡Suigetsu joder, que mi hermana me va a crujir!

—¡Pues que sea ella tu primera víctima de fantasma, empieza la ronda por la familia!

—¡Ponte las branquias capullo!

Como respuesta Suigetsu sólo le levantó el dedo del medio antes de salir.
Y cuando el viento embravecido cerró la puerta a su espalda de un golpe violento, el chico se dio cuenta que no había sido tanto una pulla como una advertencia, pues las olas chocaban contra la cubierta y la lluvia arreciaba contra sus ojos.

Buscó con la vista a su capitán y los demás miembros de la tripulación, pero de repente algó cayó contra su espalda haciendo que se tambalease hacia delante y resbalase por el suelo. Cuando vio que el proyectil había sido Sasuke, ahogó una maldición entre dientes y lo levantó por la camisa, examinándolo.

—¿Estás entero? —preguntó Suigetsu dejando que se mantuviera de nuevo en pie por si mismo.

—De momento. —contestó el chiquillo con la nariz arrugada.— ¿Benitora?

—Protestando, el bárbaro se encarga.

—Entonces todo correcto. —Sasuke se pasó la manga por la cara y se apartó el pelo pálido y mojado de la cara, mirando al mayor fijamente y con el ceño fruncido.— Tengo un mal presentimiento.

Suigetsu también tenía un mal presentimiento. Lo llevaba teniendo desde que había visto las nubes plomizas y con formas enroscadas en el horizonte. Probablemente se había levantado de la cama con el barrunto ya puesto y por eso había estado todo el día con el estómago revuelto. Lo raro era que nadie más lo hubiese notado hasta entonces.

—Lo que tienes es hambre, —desestimó. Sin embargo apretó su mano sobre la zona donde se unían cuello y hombro, apaciguando al chaval. Sasuke ya sabía que por muy boca chancla que Suigetsu fuera con él, le tomaba en serio cuando contaba.—Tira pa’ dentro, llega el relevo.

El chiquillo se escabulló bajo las escaleras sin más palabras. Suigetsu se ajustó los protectores sobre sus antebrazos y cruzó la cubierta a zancadas hasta llegar donde Ikkaku estaba… haciendo algo. ¿Eso era un arpón?

—¿Capitán? —preguntó a gritos para hacerse oír por encima del rugido del aire, abandonando cualquier presencia de actitud chulesca frente a la confusión.

Ikkaku apenas se giró a mirarlo, cogiendo otra de las armas amontonadas junto al mástil y frotando el filo con un trapo embadurnado en algo de color dudoso y que a pesar de la cantidad constante de agua que les caía encima olía acre y desagradable.

—¿Has comido alguna vez pez globo? —respondió el capitán con un sesgo en los labios que podría haber pasado más por una declaración de guerra que por una sonrisa por muy desquiciada que fuera.

Al chico se le pusieron hasta los pelos de la nuca como escarpias.

—¿Qué mierdas hay ahí fuera capitán? —Suigetsu tragó saliva porque lo que fuera que necesitase de esas defensas no quería encontrárselo ni en sus pesadillas. Y después de todo él y Sasuke volvían a tener razón, estaba harto de compartir su única neurona con el pequeño salvaje.

Podía escuchar las llamadas apresuradas de sus otros compañeros yendo y viniendo, a Yumichika cargando los cañones en preparación de otro ataque y la voz de Sakura alzándose clara y potente por encima de la tempestad.

—¡Es como mínimo del tamaño del barco, puede que tal vez más!

—¿Pero, lo qué? —Suigetsu corrió hacia ella, atrapándola al vuelo como había hecho hacía unos momentos con el mocoso que podría pasar por su propio hermano pequeño.

Fue Renji dejándose caer desde la jarcia del palo mayor quien respondió a su pregunta.

—¡Kraken! Si salimos de esta nos vamos a aburrir de comer pulpo.

—Joder, odio el pulpo.




tbc ... (row the boat, let’s go) 🏴‍☠️
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on August 31, 2021, 04:08:08 PM
Mihoyo pls libera a Baizhu



Los paneles iluminaban con luz ultravioleta a una probeta grande, llena de un líquido transparente con una piedra flotando en el interior. La piedra tenía algo en su núcleo que le daba un resplandor rojizo, y Baizhu sabía que, si bien era un material inerte, de alguna manera estaba reaccionando a su exterior. El brillo parpadeaba de forma acompasada, como si fuera un latido. No estaba vivo, pero la energía electromagnética que estaba recibiendo lo afectaba.

Desde el momento en que habían encontrado aquellas rocas no había parado hasta conseguir una, arriesgándose a atravesar el campo de batalla en mitad del enfrentamiento. Por supuesto, nadie le había reconocido, y él se encargaría de que siguiera así. Los altos cargos se sentían más tranquilos si creían que los científicos no sabían desenvolverse más allá de su laboratorio. El estereotipo jugaba en su favor.

Miró de nuevo a la pantalla, estudiando los números que iban variando, y decidió dar el siguiente paso. Giró el rostro, mirando a la joven que estaba sentada en una silla de metal a unos metros de él. Apenas era una adolescente, y, más aún con la cara de muñeca que tenía, nadie diría que era un arma de destrucción masiva viviente. Uno podía sentirse bastante orgulloso de ella.

- Terra, cielo, ¿puedes activar la palanca a mi derecha, por favor? - Extendió los dedos, mostrando que no podía alcanzarla él.

La chica se levantó como si fuera un autómata, y sin decir ni una sola palabra, hizo lo que le había dicho. Subió la palanca, y Baizhu centró toda su atención en su experimento. Unas antenas se habían desplegado, apuntando hacia la roca en la probeta, y ésta empezó a emitir pequeños rayos de electricidad hacia ellos. Como había intuido que pasaría, la roca podía emitir energía, funcionando como una célula fotoeléctrica.

- ¿Qué te parece, Terra? - Se giró hacia la chica, que mantenía la mirada al frente.

Ésta no respondió, quedándose parada con la vista perdida en la brillante roca. Por primera vez en mucho tiempo, creyó ver un atisbo de interés en sus ojos.

- ¿Te gusta? Es bonita.

De nuevo, no obtuvo respuesta, por lo que Baizhu decidió terminar, y apagó las pantallas de luz ultravioleta. Al no tener más energía electromagnética, la roca dejó de emitir electricidad. La probeta quedó sumida en cierta oscuridad, tan sólo tenuemente iluminada por el latido que era resplandor rojizo de la piedra. Mentalmente anotó el buscar más de aquellas.

Se dirigió hacia la chica, y puso una mano sobre su hombro, sonriéndole mientras se quitaba el visor que cubría sus ojos para protegerlos de la radiación. Le habría dado unos a ella, pero ya había comprobado anteriormente que no era sensible a ningun tipo de radiación electromagnética.

- Gracias, pequeña, no podría haberlo hecho sin tu ayuda.

Alzó la vista hacia él, mirándolo con unos grandes pero impasibles ojos verdes. Baizhu tampoco esperaba ninguna efusividad por su parte, por lo que le palmeó el hombro y le indicó que se sentara. Iba a buscar un papel para anotar sus conclusiones, cuando sintió una mirada clavada en su espalda. Se giró rápidamente, haciendo ondear su bata en el aire.

Bajo el marco de la entrada al laboratorio se encontraba una figura esbelta y alta, mirándolo fríamente. Sonrió con una expresión amigable al verle, pero por dentro se puso en guardia. Prefería no perder ni un momento la concentración frente al recién llegado.

- Baizhu. - Dijo el joven. - Creía que Terra ya estaría apagada.
- Lo siento, Ribbons, me parece que todavía no he encontrado el botón. - Bromeó, sabiendo que el otro no compartiría su sentido del humor.
- No te hagas el gracioso, ya sabes a lo que me refiero. - El tono que usó habría helado la sangre de cualquiera. - Terra estará cansada después de la misión de hoy, y la quiero en estado óptimo para mañana.

Sí, cualquiera se agotaría después de masacrar con un simple gesto a cinco escuadrones enteros de soldados. Desvió su mirada hacia la chica, que mantenía aquella expresión neutral en el rostro. No mostraba la más mínima emoción, como si Ribbons tuviera razón y no fuera más que una máquina. Sintió en el pecho una punzada de lástima por ella.

- Está bien, está bien. - Se volvió hacia ella, poniéndole una mano sobre la cabeza. - Mira que hora es, Terra, ya te tienes que ir a dormir.

Bajo la atenta mirada de Ribbons, Baizhu la llevó de los hombros hasta un tanque cilíndrico vacío, en el cual la chica habitualmente descansaba. Como si fuera un ataúd, al teclear un código en el panel que tenía junto a él, la parte superior se movió a un lado. Una pequeña nube de vapor salió del interior, y pasando entre ella, se introdujo, quedándose recta sobre las paredes de cristal.

- Buenas noches, Terra.

Agitando una mano en despedida mientras, pulsó un último botón. La tapa se cerró, y un líquido azulado empezó a llenar el tanque, hasta dejar a la chica flotando en él. Tras vigilar por unos segundos, se giró hacia Ribbons, quien al menos no parecía tan disgustado por entonces. 
- ¿Por qué insistes en ser amable con ella? - Pregunto éste, con sorna en su voz. - Va a obedecerte igualmente, ¿o es que desconfías de tus inventos?

Baizhu lanzó una mirada a la chica en el tanque. Rodeando su cabeza había un pequeño aro dorado. La 'corona del esclavo', como él mismo había decidido llamar al artefacto. Aquella suerte de tiara hacía que cualquiera que la llevara sólo pudiera obedecer órdenes, anulando su propia voluntad. En un principio la había diseñado para controlar a sujetos potencialmente peligrosos, pero Ribbons pronto le había encontrado un uso con su nuevo juguete.

- No quiero perder mis buenas costumbres. - Explicó, agitando una mano para quitarle importancia al asunto. - Además, siempre hay que ser educado con las señoritas.
- No es una señorita. Es un arma.

Sin darle tiempo a responder, Ribbons se dio la vuelta, marchándose de allí con paso airado. No demasiado sorprendido por ello, Baizhu lo observó hasta que hubo desaparecido de su vista, momento en el que su gesto afable desapareció del rostro.

Ribbons tenía su propia agenda, más allá del desarrollo de armas vivientes. Nunca le había hablado de sus planes, pero no necesitaba pensarlo demasiado como para saber que pretendía algo grande. No era cualquiera, y sabía que formaba parte de un esquema mayor de lo que imaginaba. Y conociéndolo, no iba a ser un bien mayor para la humanidad.

Volvió la vista atrás, fijándose de forma distraída en la figura flotando en el líquido mientras su mente vagaba. Baizhu no era un altruista, ni pretendía ser un héroe; él simplemente quería salvarse a sí mismo. Pero eso no significaba que no tuviera su propia visión de futuro. Se acercó hasta el tanque, colocando su mano sobre el cristal. Podía sentir que se avecinaba una época de cambios.

Y él no iba a quedarse sin mover pieza.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on September 30, 2021, 05:19:32 PM
Hala tu el deja vu, xDDD. "MURDER", SHE WROTE -hell_elmo.gif-




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Desde la calle se filtraba el ruido de las sirenas de los coches de policía. Superpuesto de fondo a una cacofonía de pasos, gritos y golpes y algún que otro disparo a lo lejos, se había convertido en la banda sonora habitual de sus reuniones.

La puerta de la habitación se abrió golpe, resonando con un eco metálico en las paredes del sótano. El recién llegado se terminó de aflojar la corbata, dejándola que colgase suelta a ambos lados del cuello de la camisa ya abierta. Normalmente se habría quitado la americana y la habría lanzado sobre alguno de los sofás que había junto a la entrada sin preocuparse de cómo cayera, pero hoy no le daba ni para eso.
Se dejó caer boca abajo como un peso muerto, aplastando la cara contra uno de los mencionados sofás y dejando escapar un sonido inhumano a medio camino entre gemido fantasmal y berrinche de marmota que rezumaba odio y frustración contra la existencia del universo.
 
Después de que transcurrieran varios segundos en el silencio relativo del almacén, el pelirrojo levantó la cara de los cojines y se apartó el pelo de los ojos.

—Ah, pues soy el primero en volver. Guay. —murmuró escudriñando a su alrededor.

Reno se arrastró por el sofá como si fuera una lombriz agonizante antes de pensar en quitarse los zapatos y la chaqueta, luego decidió que le daba demasiada pereza y se quedó a medias, como un trapo agurruñado con un pie fuera y la camisa mal girada. No era ni de lejos la forma ni circunstancias más indignas en las que había llegado a dormir, y los ojos se le cerraban solos del cansancio. Una siesta tranquila tras otro día de caos y destrucción no le iba a ir mal.



Tras un periodo de tiempo indefinido algo le hizo abrir los ojos de repente, y sin moverse ni hacer ruido esperó en la semi penumbra intentando afinar el oído. No era habitual que se despertase sobresaltado si no era por sus propias pesadillas. Ah, ahí estaba lo que le había devuelto al mundo de los lúcidos en contra de su voluntad. Con cuidado, se quitó el zapato que le quedaba, y se agazapó tras el brazo del sofá más alejado de la puerta, mirando de reojo las pantallas de los ordenadores que parpadeaban encendidas.

Era un eco sordo cuando debería haber resonado con vibración por las paredes; como si alguien se moviera por la sala a pie de calle del almacén intentando no hacer escándalo, en vez de la despreocupación habitual de sus compañeros de malas venturas.
Reno masculló una maldición entre dientes, en circunstancias concretas sí que podría haberse tratado de alguno de los otros, pero en esos momentos no pensaba salir a averiguar quién demonios estaba fisgando en su base de operaciones. En cierto modo resultaba irónico, pero había llegado vivo hasta donde estaba por fiarse más de su instinto que de la información que le era proporcionada, y no iba a cambiar su única buena costumbre a esas alturas.

Los pasos se acercaron al mismo tiempo rítmicos y a trompicones con distinta densidad de sonido, de lo cual pudo deducir que eran dos personas distintas. Pero no sonaban a Rude y Kurz, y Reno frunció el ceño a la par que algo hacía ‘clac’. Las escaleras retumbaron y la puerta se abrió de un golpe, chocando contra la pared y haciendo que la luz de las pantallas se reflejase sobre las dos figuras que acababan de irrumpir en la habitación.

El estruendo casi metálico de un fogonazo que rebotó con violencia por la estancia y el posterior ruido húmedo y pesado de algo blando cayendo devolvió el almacén a su anterior estado de quietud por unos segundos.

Pasado un momento, Reno volvió a poner el seguro a su revólver.

—Joder, Nea.

—¿Y qué quieres que le haga yo?

—¿A qué no has hecho ni cerrar la puerta de arriba?

—Te la he dejado abierta para que saques la basura, cariño.

El pelirrojo se escurrió entre la pared y el suelo como si fuera un gato imitando una sustancia líquida, y la mujer de pelo gris lo observó con las manos en la cintura y la respiración aún agitada.

—Estoy descalzo, —argumentó sin ganas de discutir, pero menos aún de moverse.

—A no te andan buscando. —zanjó Aranea acercándole los zapatos a base de pataditas.

Reno rodó los ojos hacia el techo y estudió la posibilidad de recrear de nuevo su gran obra de un acto autoconclusivo de desprecio existencial, pero se volvió a poner los zapatos y aceptó la mano que le tendía la mujer para levantarse.
Se subió los pantalones bien y sin preocuparse de ponerse la camisa en sitio se acercó hacia lo que no tenía ninguna duda de que ahora era un cadáver.
La precisión del disparo en mitad de la frente le arrancó un silbido de admiración hacia sí mismo.

—¿Has visto eso? —dijo antes de agarrar el cuerpo por las piernas y empezar a arrastrarlo escaleras arriba hacia fuera de la nave industrial.— Cualquier día de estos le quito el hueco a Kurz.

—Sigue soñando Reno.

—!Eh! —el pelirrojo se alejó protestando hacia la calle.— ¡Yo soy bueno en cualquier posición!

Aranea se dejó caer sobre el sofa con un suspiro de agotamiento y sonrió de costado. Después de todo, en eso Reno no estaba mintiendo.

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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on November 30, 2021, 01:49:49 PM
Mini-flashback para retomar fuerzas con el fic~

Desde que llegara a este mundo, Kora era y siempre había sido una chica dramática. No el tipo de dramático común, Kora no era de esas personas que exageraba las cosas en su cabeza y se ahogaba en un vaso de agua. Bueno, a veces un poquito, pero siempre encontraba la manera de levantarse y seguir adelante. Más bien era el otro tipo de dramático. El dramático teatral. Se podría decir incluso que telenovelesco.

Kora tenía un don para la interpretación que no lo conocía nadie, ni ella misma. Pero esa sería uno de sus mejores habilidades para cuando, en un futuro no muy lejano, se convirtiera en seed. Iba a ser una espía de aupa.

Teniendo todo esto en cuenta y añadiendo que en aquel momento sólo tenía catorce añitos de edad y que acababa de entrar oficialmente a formar parte de los estudiantes del Jardín de Balamb… pues a nadie le iba a extrañar lo que en aquella mañana iba a acontecer.

Y es que Kora se encontró con que su mejor amigo y ella compartían clase.

-Yuri, ¡querido! - gritó extasiada nada más abrir la puerta de la clase de un portazo - ¡Qué bien que compartamos aula!

Yuri casi se ahogó con el zumo que se estaba bebiendo.

-¿Qué haces bebiendo esas cosas de plebeyo? - le preguntó al verlo con la pajita colgando de la comisura de su labio- ¿Qué no sabes que son todo químicos? Vamos a la cafetería, yo te invito a un zumo de verdad y no a esa cosa.

Kora se agarró al brazo de Yuri y empezó a arrastrarlo fuera de clase mientras le decía lo contenta que estaba de tener compañero designado para los trabajos en grupo. Y la puerta se cerró tras ellos con el mismo portazo con el que había entrado.

Después de los segundos de silencio de rigor, los murmullos se empezaron a oír por toda la clase.

-¿Seguro que es de nuestra edad? ¿No habrá repetido? - preguntó alguien, haciendo un gesto semicircular con las manos delante de su pecho.

-¿Esa no es la hija del comandante? - preguntó alguien más.

-No, no, es la sobrina del comandante - corrigió una tercera persona - Aaah, y parece que además el chico más guapo de la clase es su novio. ¡Qué pena!

-¡Basta ya! ¡En cualquier momento va a entrar un profesor y nos va a oír!

Y así la reputación de Kora la déspota, poco merecida pero increíblemente compartida por casi todos, empezó a formarse poco a poco entre sus compañeros. Con esa primera piedra.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on January 31, 2022, 05:38:12 PM
Cualquier que vea mi historial de búsqueda capaz cree que estoy planeando un crímen :_D Also Trivia Point que nadie pidió!: gmc vandura 1983, furgoneta del A-Team. 👀




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—¿Y cómo se supone que reventamos una pared de hormigón? —el pelirrojo se pasó la mano por el pelo dejándolo aún más revuelto, y aclaró.— Sin armas.

Rude se subió las gafas de sol por el puente de la nariz y siguió comiendo sin elaborar una respuesta.

—Con una furgoneta lo suficientemente pesada y forrada con más metal que un tanque, podría hacerse —sopesó Kurz mordisqueando la pajita de su refresco de cola.

—Venga ya chaval, mucha tele has visto tú.—resopló Aranea robando una patata de la bandeja de Rude, que se giró a mirarla levantando mucho las cejas ante semejante descaro.

—¡No, pero escúchame! —el rubio se echó hacia delante con tanto énfasis que inclinó la silla y se le rebosó el refresco sobre sus propias patatas. Ladeó el cartón para vaciar el líquido pero no se tomó ninguna molestia más antes de seguir insistiendo,— Que lo he visto hacer antes, que en el centro del continente los recursos no son los mismos que aquí y las cosas se hacen a lo rústico.

—¿Lo has visto? —preguntó Reno repentinamente interesado y con ojos alerta.

—Es una pena que no tenga al Capitán a mano, la última vez que nos cruzamos iba camino de Balamb buscando un sueldo estable. Pero te juro ese cabrón de Bernadotte es más listo que el hambre y ve más con un solo ojo que tú y yo juntos con cuatro.

—¿Capitán?

—¿Bernadotte? ¿PIP Bernadotte?—Aranea pasó de estar esparcida como un gato sobre el sofá a sentarse erguida y con la mirada fija en Kurz.

—En realidad no sé si el rango de capitán era algo oficial de verdad o solo era un apodo. ¿Lo conoces?

—Digamos… digamos que hemos tenido trato antes, —murmuró la mujer pellizcando su labio inferior con el ceño fruncido y gesto pensativo.

—Pero… ¿trato, o trato? —Reno sonrió con muchos dientes mientras levantaba las cejas a ritmo acelerado. Exasperada, Aranea le tiró una patata de Rude.

—Trato, trapicheo, como quieras decirlo idiota, ¡contrabando!

El pelirrojo rodó los ojos sacando la lengua y se comió el proyectil. Rude recogió la bandeja con su cena y apartando con un pie la silla del rubio se hizo paso hasta la mesa que reposaba contra la pared a un par de metros, presuntamente a salvo de bandoleros de comida rápida. La mujer hizo un mohín de burla triste y procedió a depredar las patatas de Kurz sin miramientos. Su cara de estafa al morder y notarlas mojadas y con sabor a cola hizo reír al expropiado.

—Joder Weber, qué guarrada es esta, —refunfuñó Aranea.

—¡El seguro anti robos! —se carcajeó el rubio. Pero se le acabó en el momento en que Reno se metió un puñado de patatas mojadas en la boca y las masticó con una sonrisa canalla. —¡Eh!

—Y eso que dices que lo has visto hacer antes… ¿Cómo exactamente? —preguntó Reno después de tragar. A decir verdad las patatas fritas mojadas en refresco de cola no estaban tan asquerosas, cualquiera diría que en esa panda de maleantes ninguno había tenido infancia. Aunque pensándolo bien, podía ser el caso.

—Lo primero es que necesitas una furgoneta pesada, que sea capaz de aguantar toda la mierda que le vas a poner encima para no espachurrarte como un crêpe a medio hacer.

—Hmm, ¿tipo chevvy?

—Una vandura mejor.

Kurz miró de Reno a Aranea y se encogió de hombros.

—Los vehículos son lo tuyo cielo, yo sólo me encargo de disparar.

—¿Cómo que sólo te encargas de disparar?

—Mira pavo, si no me subes el sueldo me bajo las horas, que yo no me gano la extra pasando las noches de copas y folleteo. —Apoyado contra la pared de enfrente, Rude se atragantó.

—¡No me jodas Kurz, que estamos al mismo nivel! —indignado, el pelirrojo se giró hacia la mujer— ¿Si te pago más te deshaces del incordio éste?

Aranea se echó ligeramente hacia atrás y pareció pensárselo durante unos segundos, hasta que finalmente estiró la mano y acarició el pelo rubio y suave del instigador.

—Hmm, no, que es bonito. —Ante la sonrisa brillante y ganadora de Kurz, Aranea cerró el puño y le estiró del pelo hasta que consiguió hacer que se quejase.

Reno los observó arrugando la nariz y los labios con gesto de repugnancia y después miró a su compañero habitual, que asintió con pesadumbre fingida, como dando validez a su disgusto.

—En mitad de la cena tío, ya no se cortan ¿eh?

—Díme más —apremió Aranea con voz sugerente y aguantándose una risita.

—Una especie de … ¿Exoesqueleto? —contestó el rubio con los ojos entrecerrados, hasta que manoteó para soltar el agarre de su pelo.— Joder Nea que así no puedo pensar, ten compasión de mis neuronas.

La mujer lo soltó con aire triunfal, y se apropió de lo que quedaba de la hamburguesa de Reno, que se limitó a rodar los ojos con desidia.

—¿Entonces podemos montar un tanque casero pero que pueda acelerar por la autopista? ¿Y que no necesite armas externas para echar abajo lo que haga falta?

Limpiándose los labios con la esquina de la servilleta, Rude sonrió con satisfacción.

—Entre otras cosas, si. Tú consígueme el material de trabajo.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 31, 2022, 08:59:50 AM
Sowwy.... sólo tengo gaidens que ofrecer.


Jecht conoció a Kaldea una tarde de Septiembre. Y no era que nunca la hubiese visto, pero jamás la había conocido. Desde que empezó a juntarse con Auron cuando eran sólo unos críos, Kaldea no había sido más que la hermana pequeña de éste, a la que veía por la puerta entreabierta cuando pasaba en frente del dormitorio de Auron o a la que acompañaba a recoger.

 Tan madura para su edad como era, no respondía a provocaciones, y de hecho, Jecht dedujo intuitivamente (una de las pocas veces en la vida que lo hizo) que molestarla provocaría la furia de su amigo. Ni siquiera tuvo ocasión de verla en el colegio, Jecht lo dejó por su carrera en el deporte muy pronto, y como siempre, Kaldea raramente daba señales de vida cuando iba a visitar a Auron.

Cuando Kaldea cumplió diecisiete años, Julio de aquel mismo año, Jecht tenía casi veinte y estaba en camino ascendente de convertirse en una estrella del fútbol. Había oído hablar de ella alguna vez, siempre por boca de Auron, pero no sabía más que detalles superficiales como que tenía la nota media más alta de su clase incluso yendo al conservatorio por las tardes o que hacía patinaje sobre hielo en su tiempo libre.

Aquella tarde de Septiembre, aún cálida, Jecht la vio después de varios meses. Llevaba un vestido blanco de lino suelto y largo, con el pelo negro y brillante enmarcando su rostro tranquilo e indescifrable. La chica que tocaba el piano, que no tenía muchas amigas y que quería estudiar biomedicina. Mientras se acercaba al banco donde estaban sentados, entendió que el apodo de Orchid no era sólo por sus flores favoritas.

- Te estaba buscando, hermano. - Saludó a Auron con una leve sonrisa, tras lo cual se giró hacia él. - Hola, Jecht.

La había saludado con la misma sonrisa que dedicaba a las niñas que salían a esperarlo cuando terminaba el entrenamiento, haciendo con un gesto tan simple que gritasen y peleasen entre ellas pensando que realmente iba destinada a alguna en particular. Pero Kaldea ni gritó ni se sonrojó siquiera, ni siquiera cambió su expresión antes de dirigirse a Auron de nuevo.

El tipo de chica que leía poesía clásica esmarthiense, que no veía la televisión y que sabía hacer ecuaciones diferenciales. Acostumbrado como estaba a llamar la atención, ya desde antes de ser futbolista, aquel sutil rechazo no le causó el efecto esperado. Quizá por que no necesitaba ser un genio para darse cuenta de lo diferentes que eran, de que Kaldea pertenecía a un mundo muy lejos del suyo, Jecht no se sintió tan ofendido.

Mientras la observaba hablar con Auron, sin entender las palabras pero disfrutando del sonido de fondo que era su voz, Jecht empezó a sentir como despertaba una parte en él que no sabía ni que existía. Casi le daba miedo, de no ser porque él no temía a nada, lo pequeño que se sentía ante una chica, casi mujer, así.

¿Le despreciaría al oír su escaso vocabulario o su falta de cultura? ¿Se reiría de él cuando demostrara sus pocas maneras? ¿Simplemente le ignoraría al darse cuenta de que algún día ya no sería fuerte y joven y entonces ya no serviría para nada? Jecht era orgulloso, avivado por la impetuosidad de la edad y la falta de madurez, y su ego era a prueba de balas. Quizá por eso, cuando la vio marcharse, sonrió para sí mismo y le dijo a Auron sin temer ninguna de las consecuencias:

- Me he de casar con tu hermana.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on April 30, 2022, 01:02:51 PM
continuando el gaiden anterior! los straighties tienen derechos también (?)



Conseguir hablar con Kaldea no era fácil. La chica había empezado su primer año de universidad, y Jecht tuvo que averiguar donde quedaba la facultad de Ciencias por sí mismo. De haberle preguntado, Auron hubiera imaginado qué estaba planeando y no le hubiera permitido intentar nada siquiera. Pero Jecht era un hombre de recursos, o al menos, eso quería creer hasta que se dio cuenta de que se había perdido por el campus. Ni siquiera sabía donde estaba el departamento de biomedicina, y para colmo, había tenido que firmar varios autógrafos durante el camino. Parecía que estaba condenado a vagar por los pasillos durante toda la tarde, cuando en un momento dado, sintió unos golpecitos en la espalda.

- Otra foto, ¿eh? - Murmuró con pesadez mientras se giraba, para encontrarse con unos ojos oscuros almendrados a unos cuantos centímetros bajo él. La garganta se le secó inmediatamente. - Kaldea...
- ¿Qué estás haciendo aquí? - No parecía acusarle de nada, sino curiosidad genuina, con una nota de preocupación. - ¿Le ha pasado algo a mi hermano?
- No... no, no le ha pasado nada a Auron... - "Le pasará cuando se entere de ésto", pensó. - Sólo quería...

No estaba seguro de cómo decirlo. Ahora que la tenía frente a él, le embargaba de nuevo aquel nerviosismo, una descarga de adrenalina que no sentía ni tan siquiera a la hora de jugar un partido. Kaldea sólo lo miraba interrogativamente, esperando una respuesta, aunque Jecht se daría cuenta más tarde que en aquellos momentos la chica ya había deducido todo.

- ¿Quieres dar una vuelta conmigo? - Era la mejor manera de romper el hielo que se le ocurrió, y al ver la manera en que la mirada de ésta se suavizó, Jecht sintió como sus rodillas se aflojaban.
- Tengo la tarde libre.

Aquella tarde libre de Kaldea se le había pasado en un suspiro. Sin estar muy seguro de dónde podría llevarla, había dejado que ella eligiera: una simple y sencilla caminata por el paseo marítimo. Jecht agradecía internamente que Kaldea no eligiera nada demasiado intelectual, evitando así quedar en ridículo frente a ella.

- …Perdón. Siento si estoy usando demasiada jerga científica. - Kaldea finalizó su explicación acerca del proyecto de investigación del que era parte como becaria.
- No, no. - Jecht levantó las manos. - Me parece muy interesante… los cromosomas… y gametos… muy chulo, todo.

Ah, desde luego, era un bruto en comparación con ella. Pero Kaldea sólo lo miró un momento, sus ojos castaños casi dorados con la luz del atardecer, y entonces soltó una risa baja. Puras campanillas para los oídos de Jecht, que a pesar de sentir sus mejillas enrojecerse, no pudo evitar unirse a ella.

- Me alegra que pienses así. - Kaldea asintió, apartando la mano con la que se cubría la boca. - La biomedicina es simplemente fascinante. Podríamos curar todas las enfermedades, atajar cualquier escasez de alimentos en cualquier parte del mundo…
- ¿Es eso en lo que quieres especializarte? ¿Bio… ingeniería?

Kaldea asintió.

Jecht se sentía deslumbrado. Su atracción por Kaldea había sido puramente superficial al principio, pero se daba cuenta de que ella era simplemente maravillosa. Inteligente e idealista, llena de potencial para cambiar el mundo. Durante toda su trayectoria profesional Jecht había recibido el clamor incondicional de sus fans, pero en ese momento, no quería nada más que Kaldea cumpliera sus sueños. Y a ser posible, que se casara con él.

No sabía aún que ambas cosas se cumplirían, ni que el sueño de Kaldea sería lo que se la llevara de su lado.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on April 30, 2022, 05:17:35 PM
Hombre al agua! Inauguramos mermay!
Our ship sails only one way 🏴‍☠️



 
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Si le hubieran preguntado qué era lo que le había barrido de cubierta y arrojado al mar, Suigetsu no habría sabido responder. Por un lado tenía claro que había sido el agua, pero por otro, dentro de aquella ola se había movido algo sólido que le había golpeado con rigidez en una dirección distinta a la que debería de haber seguido. Al menos tenía claro que era el único que había caído al mar.

Cuando Benitora le había increpado que se pusiera las branquias, no esperaba que fuera de forma tan literal. Por suerte para su supervivencia continuada Suigetsu no tenía branquias, las branquias eran órganos muy frágiles y él era mucho menos delicado que eso.

Abrió un ojo intentando atisbar algún sentido de dirección en el agua turbulenta, pero el cielo estaba nublado y oscuro más allá de la superficie y sólo consiguió distinguir burbujas arremolinándose contra su cuerpo. Se dejó llevar durante unos momentos hasta que tuvo claro que las burbujas iban hacia arriba y la corriente le arrastraba de una forma concreta, y entonces echó a nadar con fuerza en la dirección opuesta.

Por el rabillo del ojo le pareció ver algo brillar, pero lo ignoró en favor de seguir ascendiendo. Iba a volver a ese barco como fuese, incluyendo a mordiscos.

De repente una nube rosada oscureció su visión, y tuvo que agitar las manos frente a sí para poder apartarlo de su cara. Pero entonces se dio cuenta de lo que intentaba quitar de en medio se le enredaba entre los dedos, como si fueran cabellos mojados. Porque eran cabellos. ¿Qué demonios?

Suigetsu notó que algo tiraba de sus piernas hacia abajo, y en vez de dejarse llevar por el miedo, pataleó empezando a perder la paciencia. De eso nada monada, la pequeña sirenita no tenía ni idea de con quién se estaba jugando los cuartos. Cerró el puño agarrando el pelo enredado en torno a su mano, y estiró con tanta violencia que notó el desgarrón del mechón al separarse, y pudo escuchar claramente un aullido agudo de dolor e ira.

—¡Chúpate esa, guarra! —se carcajeó pese al sabor a sal inundando sus sentidos.

El depredador acuático al que las historias de marinos describían como sirenas pese a no serlo se encaró con él, mostrando sus ojos sin iris enfurecidos y una ristra de abundantes colmillos puntiagudos.

Suigetsu ladeó la cabeza haciéndole burla y le enseño sus propios dientes afilados en una sonrisa de psicópata desquiciado que habría hecho sentir orgulloso a su capitán.

—Mi madre daba más miedo que tu, cara percebe.

El ser se alejó varios metros de un coletazo, obviamente confundido ante la existencia del joven, falto de cola, escamas, o branquias visibles, pero perfectamente capaz de respirar e incluso hablar bajo la superficie del agua. Aquel no era una presa cualquiera.

Suigetsu notó una vibración ominosa y creciente que le hizo apresurarse en su empeño de regresar al barco, pero de nuevo se vio frustrado, esta vez con menos violencia y pero más ansia.

—¡Que me sueltes, coño! —berreó atinando un puñetazo a ciegas que no logró hacer contacto con nada vivo.
Unas manos pequeñas y pálidas agarraron sus puños, y una cara humana de ojos rojos y gesto preocupado apareció de repente a la altura de su barbilla, haciéndole echar la cabeza hacia atrás del susto.

—Ven, es peligroso, está cazando. —su voz era suave, pero no especialmente mágica ni seductora. Sin embargo, el muchacho se había dejado arrastrar una distancia considerable sin oponer resistencia, sorprendido como estaba.

—¡No! ¡Espera! —protestó Suigetsu volviendo al presente de su situación, dejando escapar una bocanada de burbujas frustradas— ¡tengo que volver al barco!

La sirena real se detuvo en su arrastre y lo observó un momento con el ceño fruncido. Sin embargo en su voz se percibía claramente el tono de burla cuando habló.

—¿Qué pasa, no quieres convertirte en un lenguado de las profundidades?

Ja, ja. —el joven rodó los ojos como lo habría hecho con cualquiera de sus compañeros de tripulación.— Si está cazando con más motivo, no voy a dejar a mi gente ahí con esos bichos rondando.

—¿Tu gente? ¿No eres uno de nosotros?

—No. —respondió Suigetsu con firmeza.— Pariente lejano como mucho.

La sirena se revolvió sobre si misma, y Suigetsu pudo ver brillar sus escamas violáceas muy de cerca mientras ella tocaba con curiosidad sus rodillas y sus tobillos. Cuando intentó apartarse ésta agarró su barbilla con suavidad, girando su cara de uno y otro lado y mirando sus ojos violetas con algo parecido a decepción.

Aish, qué lástima.

El joven se sintió sonrojar pese a la temperatura fría del agua, y tragó saliva llena de sal. En vez de enroscarse en torno a él y arrastrarlo hacia la oscuridad de igual forma sin miramientos, la sirena agarró su brazo y tiró de él impulsándose con velocidad a través de las corrientes hasta llegar junto a la quilla del barco, que seguía batallando por deshacerse del monstruo.

Suigetsu la miró confuso, y ella apretó un dedo membranoso contra el colmillo afilado que le asomaba entre los labios.

—Tu gente necesita guerreros ahora, ¿si? —él asintió, y la sirena le soltó. —¿No me das tu nombre?

—No, no sea que me cantes. —respondió el joven torciendo los labios con desconfianza, agarrando un cabo que ondeaba en el agua cerca de él y empezando a subir hacia la superficie.

La sirena sonrió con travesura.

—Y tan listo, qué lástima, aish, qué lástima...




tbc ... (row the boat, let’s go) 🏴‍☠️
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on May 31, 2022, 04:07:31 PM
yo y mis mil parejas de este fic que no sé a cuáles prestar atención cada mes :')


Tras la agitada misión, el equipo había regresado a Balamb. Cansados y sofocados tras horas de constante ajetreo, Nicholas, Argilla y Orpherus casi no habían podido contener la emoción al llegar al Jardín. A pesar de llegar a mediodía, ni siquiera habían parado a comer. Se habían dirigido cada uno a su respectiva habitación, primero para darse una ducha y posteriormente, para descansar.

Hogar, dulce hogar.
 
Nicholas había dormido desde las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche, con la ayuda de un par de somníferos, y aunque era una marca admirable para él, al despertar se encontraba desorientado, hambriento y con la boca pastosa.
 
El estómago le pedía comida y los pulmones nicotina, por lo que se lavó los dientes para quitarse la extraña sensación, y salió del dormitorio rumbo a la cafetería. Esperaba encontrar a algún miembro del Club de Fumadores para beber y echar alguna partida a las cartas, pero aparentemente habían decidido tener una vida aquella noche (ahora entendía el por qué de las llamadas perdidas en su móvil).
 
Apenas podía verse gente en la cafetería. Pasó la mirada distraídamente de una parte a otra de la estancia, cuando su vista cayó sobre un rostro familiar. Sumido en la lectura de un libro, Orpherus parecía completamente ausente del mundo. Abstraído, se apartaba del rostro el cabello rubio, el cual terminaba cayendo en mechones otra vez sobre sus ojos azules. Nicholas dudó en acercarse a su compañero de equipo, tan enfrascado en la lectura como parecía, y se dirigió primero a la barra. En el camino, sin embargo, acabó oyendo una voz familiar llamarle.
 
- Nicholas.
 
Apenas había levantado la voz, pero le había podido oír perfectamente. Orpherus tenía la mano alzada ligeramente, con una leve sonrisa en el rostro. Parecía algo incómodo, como si después de varios meses todavía no estuviera acostumbrado a dar aquellas muestras de compañerismo. Nicholas le hizo un gesto con la mano, para que le esperara, y pidió una cerveza en la barra, señalando a la mesa donde estaba el otro.

- ¿Puedo sentarme? - Preguntó en broma al llegar hasta la mesa, sujetando el respaldo de la silla con una mano y encendiendo el cigarrillo con la otra.
- Claro. - Respondió Orpherus, cerrando el libro y dejándolo sobre la mesa. Parecía querer decir algo, pero no encontraba las palabras apropiadas. El chico realmente no era bueno empezando conversaciones.
- ¿Qué tal el descanso? Tienes mejor cara ahora. - Le echó un cable a su manera. Ahora que se llevaban mucho mejor, Nicholas apreciaba conversar con él.
- Sí... imagino. Pero ahora tengo el horario de sueño hecho un desastre.

La camarera llegó, sirviéndole la bebida. Orpherus arqueó una ceja al ver que Nicholas ya estaba consumiendo alcohol, como si no estuviera acostumbrado ya a las maneras de un honorable miembro del Club de Fumadores, pero no comentó nada.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on July 31, 2022, 01:41:09 PM

- Esa es Ganímedes. – Señaló hacia una de las constelaciones, la cual tenía una figura indescifrable para Nicholas. – La que tiene forma de hombre.
- Ah.
 
Trató de centrar la vista para ver el contorno,  pero no veía más que estrellas dispersas. Sin embargo, admitirlo le habría hecho sentir estúpido frente a Orpherus.
 
- Muy bonita.
- No la ves, ¿verdad? – Orpherus esbozó una media sonrisa, y Nicholas apretó los labios en una línea recta al ser descubierto. – Es normal si no tienes el hábito.
- La verdad, sólo se de estrellas lo necesario para orientarme.
- No es recriminable. – Asintió. – Supongo que, a veces, es necesario ser más práctico.
 
Nicholas sonrió. Orpherus raramente era práctico. Siempre planteándose todas las implicaciones morales de cualquier decisión, buscando una solución perfecta que cuadrara en su esquema tan abstracto. Pocas veces estaban justificados los daños colaterales, y podía hacer más de lo necesario para evitar un sufrimiento innecesario a nadie. Y en opinión de Nicholas, era demasiado rápido a la hora de perdonar.
 
Él, en cambio, era más pragmático. Aquel choque de ideologías les había traído problemas al principio, especialmente a la hora de llevar a cabo las misiones. No era amigo de darle demasiadas vueltas a la hora de tomar decisiones, apuntando siempre a los resultados más efectivos, los cuales raramente eran los ‘correctos’ a ojos de Orpherus.
 
Llegar a un acuerdo no había sido tarea fácil, pero por suerte, de alguna manera habían acabado por aprender algo el uno del otro. A veces, ver las cosas desde otra perspectiva no era tan negativo. Sus posiciones no iban a cambiar, pero en lugar de contraponerse directamente, aprendían a complementarse, algo que a larga, era más efectivo.
 
- Siempre sabes de todo. – Nicholas retomó la conversación.
- Quizá.
 
Había respondido con cierta resignación en su voz, y por momentos temió haber dicho algo inapropiado. El silencio se hizo entre ellos, no incómodo, pero extraño.
 
- Solía enseñarle estas cosas a mi hermano. Perdona si he sonado pretencioso, es… sólo un hábito.
- Tranquilo. – Se sintió aliviado y culpable a la vez, sin comprender demasiado por qué. – Debes echarlo de menos.
- Mucho. Es la única familia que tengo.
 
Parecía realmente triste al decirlo. No era de extrañar, con sus padres muertos años atrás y, probablemente, el resto de familiares serían bastante distantes, como solía serlo la gente con demasiado dinero.
 
Le hubiera respondido algo como ‘al menos aún tienes familia’, pero no le parecía demasiado apropiado, y sólo haría que Orpherus se sintiera peor.
 
- Perdona. – Intervino finalmente Orpherus. – No pretendía hacerte sentir mal.
- Nah. – Negó con la cabeza, sorprendido con la facilidad que tenia para leerle. – No es nada. Es mi expresión natural.
 
Orpherus rió, suavemente, sonriendo con una leve risa. No solía hacer mucho ruido al reír, y de hecho, raramente lo hacía frente a extraños. Por ello, que riera frente a él le hacia sentir especial, cercano. Pero no lo hubiera admitido bajo ni la más dolorosa de las torturas, porque al fin y al cabo tenia una imagen que mantener.
 
Aquella corriente de pensamientos le hizo sentir vulnerable. Era sorprendente, porque Orpherus entraba en su tipo, tanto físicamente como por carácter, ciertas cosas a parte. Y sin embargo, no lograba imaginarlo gimiendo y gritando su nombre, sino susurrándolo.
 
Aun así, la imagen no le dejó totalmente indiferente, y carraspeó mientras miraba hacia otro lado.
 
- Venga, vamos a dar una vuelta. – Dijo repentinamente, levantándose del suelo.
 
Pensar en aquel tema era incómodo. Le gustaba estar con Orpherus, y de hecho, le gustaba en sí mismo, pero tratar de llevar las cosas más allá de donde estaban sería una tontería.
 
Orpherus se levantó también, asintiendo, y empezaron una caminata en silencio.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on July 31, 2022, 03:04:03 PM
Mood: Cyberpunk infinite loop




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—Pero ahora siendo realistas, ¿podemos hacerlo?

Reno levantó el dedo índice y decidió morderse la lengua y guardar el comentario insinuante para otro momento, después de todo era una pregunta válida.

—¿Nosotros cuatro? —dijo señalando,— Si. ¡A ver! Digo que es posible, no probable. Para llevarlo a cabo con más o menos seguridad necesitaríamos-

—Certeza de muerte... mínima esperanza de éxito... ¿a qué esperamos?

—No me toques los…

—¡Weber!

Rude se subió las gafas intentando sin éxito ahogar una risita de forma discreta, mientras el rubio justificaba todos los puntos por los que su afirmación era verídica. A su lado Reno se desinfló sobre el sofá.

 —Si ruedo más los ojos se me caen por el borde del universo.

—¿Bueno, decías? —Aranea se giró hacia el pelirrojo después de amedrentar apropiadamente al francotirador.

Reno tamborileó varias veces los dedos contra sus rodillas, y volvió a sentarse erguido.

—Que necesitaríamos a alguien más.

El silencio que siguió a continuación no fue tan negativo y cerrado como había esperado en un principio, sino más bien parecía que los demás estuvieran esperando a que elaborase su idea. Se llevó un mechón de la coleta a los labios, y lo frotó por encima como como si fuera un pincel.

—Ojos y oídos. Alguien que pudiera coordinarnos de forma remota. Desde una base segura.

—Alguien de confianza. —sopesó Rude.

—Por supuesto.

—¿Asumo que tienes a ese alguien? —inquirió Aranea con un levantamiento de ceja.

—Eeehh...— El pelirrojo movió las manos haciendo un gesto vago e indefinido que dejaba en claro que no. No, todavía.— Tengo una idea de a quién quiero.

—¿No puedes hacerlo tú? —Por el tono suave de su voz, esta vez la pregunta de Kurz iba en serio.— Las otras veces nos has dirigido tú sin problemas.

Reno se tomó unos segundos para considerar la pregunta del rubio y cómo responder a ella.

—No es que no pueda, es que nos quedamos demasiado justos de gente, casi diría que cortos. Cualquier pequeño inconveniente y estamos jodidos.

Aranea silbó entre dientes.

—Tan mal ¿eh? A ver esa idea tuya.

El pelirrojo se rascó el cogote y cerró un ojo con cara de culpabilidad.

—En mi defensa tengo que decir que no le conozco en persona.

Aranea levantó los brazos con exasperación.

—¡Espera, espera! Es quien desactivó las cámaras de tooodo el Sector 1, y alternó los colores de las luces de los semáforos y apagó los luminosos de la avenida en bucle de repetición de cero cuatro segundos.

Kurz se levantó del suelo como si le hubiera dado una descarga eléctrica.

—¿El tipo que metió el video tripi del periquito en el feed de las noticias así por las jajas? Ostia, qué grande.

Rude se quitó las gafas y miró fijamente al pelirrojo mientras las limpiaba con la corbata.

—¿Qué?

—Que es un grande. Y la idea es buena. Ahora hace falta que cuele.

—No tengo por qué colarle nada, haré una proposición directa, —respondió Reno agitando una mano tan solo un poco indignado,— no es como si quisiera derrocar al gobierno por simple caos y destrucción.

El silencio aplastante que se hizo esta vez sí que rebosaba incredulidad.

—Oi!

—Venga pavo, que cualquier día que te levantes con el cable más cruzado de lo habitual estarías dispuesto a hacerlo solamente porque te aburres, —Kurz rodó los ojos con una sonrisa ligeramente satisfecha.

—¡Eso es lo que harías tú, no proyectes! —le espetó el pelirrojo.

—Le dijo la sartén al cazo —murmuró Aranea dando un trago a la cerveza de Rude.

—¡Precisamente! —exclamó Kurz— Animales del mismo pelaje. ¡Te conozco como si me fiase de ti!

Rude recuperó su cerveza de un tirón sin inmutarse ante la inesperada muestra de ternura que dejó al pelirrojo con la boca abierta y lleno de indignación.
Reno resopló haciendo revolotear su ya de por sí alborotado flequillo, y cerró los ojos apretándose el puente de la nariz como si estuviese recargando la paciencia que en realidad nunca había tenido.

—Bueno, a ver, Magitek es el alias que tengo.

Aranea lo miró muy fijamente.

—Te puedo dar su nombre y su número de teléfono.

—¡Highwind no me jodas! ¿Por qué siempre conoces a todo el mundo? ¡Si es que no se te puede dejar suelta! ¿No te habrás liado con él?

El cojín que se estampó contra la cara de Reno no dejó de hacer presión hasta que le faltó el aire y tuvo que quitarse de encima a la mujer agitándose como si estuviera poseído. Para lo pequeña que parecía, la maldita tenía mucha fuerza bruta.

—¡¿Cómo voy a haberme liado con él si es un crío?! Es..! Es…! —Aranea se apartó el pelo de la cara y recompuso la coleta con el ceño fruncido y la mirada enfadada.— Es una jodida amenaza, eso es lo que es.

—¿Un crío? —Reno desistió de adecentarse la ropa.

—Tendrá veinte años como mucho, —asintió la mujer,— sé quien es por casualidad.

—Pero como hacker es la joya de la corona, —comentó Reno,— la pieza que nos falta.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on August 31, 2022, 03:44:15 PM
A través del desembarcadero, Orpherus seguía a Nicholas, quien sabía orientarse mejor por la zona. Con sus pasos resonando sobre la madera, le condujo hacia uno de los muelles, escondiéndose tras unas cajas altas de madera. Tenían poco espacio entre el borde y éstas, pero suficiente para ambos. Nicholas pasó primero, tirando aún de la muñeca de Orpherus para que se agazapara a su lado.
 
En aquella incómoda posición, escucharon poco después como el vigilante pasaba de largo, maldiciendo en voz alta hasta que se rindió y volvió por donde había venido. Ni siquiera había iluminado cerca de donde estaban ellos, dejándoles completamente fuera de riesgo.
 
Nicholas finalmente dejó ir la risa que había estado aguantando, y se sorprendió al ver sonreír también al otro. Los dos dejaron pasaron unos momentos para recuperar el aire.
 
- Ha estado cerca. – Suspiró Orpherus.
- ¡Qué dices! – Rió Nicholas. – Podríamos habernos ido andando y no nos hubiera pasado nada.
 
En respuesta, Orpherus rió suavemente, apartándose el pelo de la cara. Nicholas se adelantó un poco, y estiró las piernas para dejarlas colgando sobre el borde del muelle, siendo pronto imitado por el otro.
 
- Supongo que tienes razón.
- Nunca has hecho algo así, ¿eh?
- Bueno… no. – Negó con la cabeza, haciendo que le cayera el cabello sobre el rostro otra vez. – Me siento un poco culpable, la verdad.
- No te preocupes, no ha sido para tanto. Peores cosas hemos hecho.
 
Había tratado de sonar conciliador, pero la última parte quizá lo había estropeado un poco. Sin embargo, a su lado, el otro asintió, aun con el aliento acelerado, y Nicholas se dio cuenta entonces de que tenía su meñique encima del de Orpherus. En otro momento habría sido incómodo, pero en aquel instante preciso no quiso apartarlo. Se preguntó si el otro se habría dado cuenta, si aquello…
 
Mentalmente, se recriminó por empezar con semejantes tonterías; su situación era más que obvia. obligándose a pensar en otra cosa.
 
- Es raro que sonrías así.
 
Era lo primero que se le ocurrió decir, cogiendo desprevenido a Orpherus, quien lo miró con sorpresa. Nicholas reprimió el impulso de golpearse contra alguna superficie dura. Pero aunque su rostro mostrara que se sentía algo cohibido, mantenía aquella sonrisa serena.
 
- Y me alegra, la verdad… no deberías ser tan serio. – Añadió Nicholas tras un breve carraspeo, haciendo todo lo que podía por sonar natural.
- Bueno… Tú tampoco sonríes así.
 
Esta vez era Nicholas el sorprendido. Si no recordaba mal, la suya era una actitud más bien de despreocupación y confianza. De repente, se sintió demasiado expuesto ante Orpherus, y en respuesta, su cuerpo se tensó.
 
- ¿Ah, no?
- No. No… así. – Continuó Orpherus, con un tono calmado. – No sonríes de verdad, como ahora. Así que... también me alegra verlo.

Algo en su pecho se reterció, comprimiéndolo hasta casi dejarlo sin aire. Ladeó el rostro hacia el lado, encontrándo sus ojos con los de Orpherus, y entonces su corazón se detuvo, gritando una verdad que trataba de evitar. Y aunque ni todo su esfuerzo pudiera acallar aquella voz, no podía engañarse a sí mismo de aquella manera; hacerse ilusiones sólo serviría para acabar en una situación bastante incómoda cuando la realidad le golpeara en la cara. Pero el estómago le dio un vuelco en sorpresa al ver tan cerca su rostro, encontró en él algo diferente.

La misma pregunta que él se estaba formulando estaba escrita en su mirada clara y sus labios entreabiertos, en su gesto de confusión no del todo disimulado bajo una máscara de tranquilidad. El pulso se le aceleró, preguntándose si no estaría simplemente viendo lo que quería ver, si no estaría engañándose a sí mismo, si no estaría jugándole una mala pasada su subconsciente.

Durante toda su vida se había equivocado tanto y había tomado tantas decisiones equivocadas, que no creía que llegara a acertar nunca, habiendo asumido que el momento de la verdad nunca llegaría. Pero si hubiera tenido que elegir una sola ocasión para estar en lo correcto en toda su existencia, sería esa. El tiempo parecía congelarse a su alrededor mientras trataba de decidir qué hacer, inseguro de si estaban pasando minutos o segundos, porque lo único que podía ver eran los ojos azules frente a él. Cerró los ojos, para descubrir que seguía viéndolo, impresa la imagen en sus retinas. No podía escapar, y tampoco podía dar rienda suelta a sus instintos.

Estaba completamente atrapado.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on August 31, 2022, 05:56:12 PM
Mood: quote--- Cyberpunk infinite loop --- SAME
Iconos, qué son iconos. Solo conozco jetlag de mil horas en bus.




(http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/prompto.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/aranea.png)




Piiiiiiiiii, —sonó por tercera vez desde el otro lado de la habitación.

—Ya te he oído, —refunfuñó el muchacho sin hacer el más mínimo esfuerzo por despegar la cara de donde se estaba convirtiendo en uno con el peluche de chocobo.— déjame fusionar mis moléculas en paz.

El silencio amortiguado de la tarde sólo se rompía por los ruidos de cláxon del tráfico en hora punta que se filtraba a través de los cristales, la luz amarillenta envolvía el sofá en un aura cálida que lo hacía parece más cómodo de lo que en realidad era, y Prompto estaba más allá de a medio camino rumbo a una siesta de ruleta rusa. Diez minutos o diez horas. Nunca había término medio.

Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii~ —volvió a insistir su némesis.

El chico levantó por fin la cabeza para girarse a mirar al microondas con todo el odio acumulado en la sima más profunda del infierno.

—Estás roto, no eres nadie, olvídame.

La bolsa de palomitas que todavía era un montón de semillas de maíz sin cocer se reía de él desde dentro del aparato.

Podría haberse levantado, cogido una sartén y haber torturado al maíz hasta hacer que explotase en palomitas de la forma tradicional, pero eso requería un gasto físico y emocional que no estaba dispuesto a invertir. Además tampoco estaba seguro de que le quedase gas y prefería ducharse con agua caliente por la mañana.
Prompto resopló incorporándose sobre los cojines. Él sólo quería pudrirse con tranquilidad, no debería haber sido tanto pedir.

Antes de que el microondas pudiese volver a pitar, cruzó la sala y apretó el botón que abría la puerta del aparato.

—Hah, chúpate esa.

Titiru riru riru riru riru riruri tutuuu~ —el tono de llamada de su móvil le hizo saltar y tropezarse con un cable y agitar los brazos mientras saltaba a la pata coja en busca del teléfono.— Titiru riru riru riru riru riruri tutuuu~

(1) Llamada perdida.

—¡Venga ya hombre, que no soy un payaso, soy el circo entero!

Prompto agarró el móvil y esperó con los ojos entrecerrados, mirando fijamente la pantalla. Ajá.
Y descolgó la llamada entrante antes de que el teléfono tuviera tiempo de registrar el número de contacto.

—Hola, qué, yo no he sido. Por si acaso.

La risa de Aranea al otro lado de la línea le hizo rodar los ojos con una sonrisa a regañadientes.

—¿Estabas durmiendo?

—Lo estaba intentando, pero el mundo hoy no me quiere dar la razón. —rezongó el chico mordiéndose una uña.

—¿Y cuándo lo hace sin que le obligues? —contestó la mujer con tono divertido y cariñoso.

—Eh, a veces pasa, —Prompto se encogió de hombros mientras apartaba el caos del centro del suelo hacia los rincones, llevando las cosas a empujoncitos con los pies.

Aranea le entretuvo durante varios minutos de conversación hasta que por fin se decidió a entrar al motivo real por el que llamaba.

—Quiero presentarte a alguien.

—Ajá, y no te ofendas eh, ¿pero qué te hace pensar que yo quiero que me presentes a nadie? —el muchacho se asomó a la ventana, confirmó que los cables seguían bien pinchados a la red eléctrica y de fibra que cruzaba por su fachada, abrió puerta de un mueble que tenía bajo la ventana y encendió la torre de ordenador que había dentro.
Los tres monitores que había sobre el escritorio se iluminaron a la vez.

Magitek.

—No sabes cómo odio que sepas cosas sobre mí. Lo aborrezco con la furia de un millón de soles, ‘Nea, no te haces una idea. Qué.

—Eres un pollito adorable con un cuchillo de mantequilla.

—Me va a doler, ¿verdad? —Prompto se acomodó sobre la silla con cara de resignación, porque después de todo era Aranea, y uno no simplemente le decía que no.

—Qué poca fé tienes en mi, mocoso.

—No me hace falta fé cuando tengo experiencia. —a juzgar por la risotada de voz desconocida que pudo oír al otro lado de la línea, no era el único que había llegado a ese punto de su existencia. Esbozó una pequeña sonrisa sesgada compadeciéndose un poco por el otro pobre capullo en su misma situación, pero con la satisfacción de saber que no estaba solo en ello.— ¿Lo ves? Eso es que tengo razón. Bueno, háblame.

—Quiero presentarte a alguien, —repitió Aranea,— y si te duele es porque sois igual de idiotas y os merecéis entre vosotros.

—Ajá, ajá, claro, entiendo. —Prompto decidió ignorar ese comentario en favor de ponerse los auriculares y desenvolver un chicle de fresa sobre el que descargar su frustración mientras tenía las manos ocupadas en otras cosas.— Entonces, Magitek. ¿Qué es lo que estáis buscando exactamente?

La pausa que se hizo en la linea le hizo pensar en muchas posibilidades y casi todas de ellas probablemente ilegales.

—Bueno, eso depende. —el tono de voz de la mujer le prometía un futuro inmediato como mínimo interesante— ¿Cómo de aburrido estás?


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on September 30, 2022, 03:00:30 PM

Era demasiado bueno para ser cierto.

- Perdona. - Intentando arreglar la situación, se apartó también. - Me he dejado llevar y...

Orpherus bajó la vista, todavía murmurando una disculpa que no acababa de conseguir articular, visiblemente avergonzado y dejando a Nicholas sin saber qué hacer.

- No quería... no quería hacer esto, no quiero que pienses... - Negó con la cabeza, dándose cuenta de que no llegaba a entendérsele. - Olvidemos esto.
- Vale, vale. - Levantó las manos, conciliador. - Aunuque no lo creas, pasa a menudo. Es normal. Muy normal. Completamente normal.
- Ya... - Orpherus arqueó una ceja, claramente sin creerle, pero pronto volvió a un gesto que casi parecía decepcionado. - Ya sé que es normal para ti.
- Bueno... ¿Qué quieres decir con eso?

Orpherus entornó los ojos, sacudiendo la cabeza. Parecía que la misma pregunta lo ofendiera.

- Relaciones esporádicas. Ya me lo han dicho, y lo he visto yo mismo de todos modos. No tengo nada en contra de lo que hagas tú... es sólo que yo no quiero eso.

Quizá no estaba todo perdido. De todas formas, ya había tentado a la suerte, y no tenía mucho que perder. Todo lo que hiciera a partir de ahora sólo podía ser a su favor, y por eso, esbozó una sonrisa, acercándose al otro de nuevo.

- ¿Y qué es lo que quieres?

Esa misma pregunta pareció ofenderle mucho más que la anterior. Orpherus le dirigió una rápida mirada con los ojos entrecerrados, concentrándose en un punto opuesto segundos después.

- No lo sé.

De nuevo bajó la vista.

- Aquí no tengo que rendirle cuentas a nadie, puedo hacer más cosas de las que podría siquiera pensar en Aetheria... Pero para mí sería incómodo, siendo compañeros de equipo, y... no quiero tener que irme, no si es para dar este tipo de explicaciones.
- Frena, frena. - Arqueó una ceja. - Sabes que hay equipos donde pasan estas cosas y nadie se tiene que ir a ninguna parte, ¿no?
- Pero yo no quiero eso, simplemente.

Nicholas se mordió el labio, mirando hacia el agua del muelle. Más que desilusión, sentía que se le estaba escapando algo en aquella conversación.

- ¿El qué?
- Aventuras de una noche, o como quieras llamarlo. No quiero eso contigo, quiero decir, no quiero eso con un compañero de equipo. No quiero eso en general.

- Por eso creo que-
- No, espera, no quiero eso contigo. - Orpherus le miró, confundido, sin llegar a comprender. - Ya sé que no me crees, pero escúchame un momento.

Jamás se le habían dado bien tal tipo de discursos. Quizá porque carecía de la experiencia previa. Pero estaba dispuesto a intentarlo, y la mirada de confusión de Orpherus le decía que valía la pena hacerlo.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on October 31, 2022, 03:05:09 PM
yo: empiezo tres líneas argumentales diferentes
yo también: PUES y si pongo nuevos personajes



Corría a través de las calles lo más rápido que le permitían sus piernas. Hacía un rato que los gemelos le ardían, pero no podía parar. Detenerse sería mucho peor que un simple dolor por una pesada carrera. Aceleró más, ignorando la falta de oxígeno que parecía quemar sus pulmones, y esquivó por poco unos contenedores en medio de la acera. Miró a sus lados, buscando frenéticamente el punto donde tendría que girar.

Su velocidad disminuyó un poco cuando se supo cerca, pero ni de lejos llegó a ir despacio. Hizo un giro de casi noventa grados para colarse en un callejón, saltando para agarrarse a la reja metálica que se alzaba cerca de la entrada. Estuvo a punto de perder el equilibrio una vez, y si bien la caída no habría sido muy dolorosa, habría significado el final para él de aquella persecución. Siguió adelante, trepando con las fuerzas que le quedaban. Ya casi oía a sus perseguidores acercándose, y su corazón latió ensordecedoramente, ahogando el ruido del mundo a su alrededor.

Pudo pasar al otro lado, no sin arañarse en la parte superior de la valla. Tan frenética era su huida que ni se paró a pensar lo peligroso que podía ser si el metal llegaba a estar oxidado. La sangre en la palma de su mano y su muslo izquierdo manchaban la vieja y desgastada ropa, afortunadamente sin llegar a gotear. Estaba oscuro y sería difícil seguir ese rastro, pero los que le perseguían podían usar cualquier método.

Sabiéndose un poco más cerca de la meta, no hizo más que correr todo lo rápido que pudo hacia el refugio, aquel al que llamaba hogar por mucho que distara del concepto tradicional que podía tenerse de éste. Pero para Ajax un hogar era donde estaba su familia, no necesariamente una casa acogedora y comida todos los días.

Había despistado a los perseguidores, o al menos ya no podía oírlos tras él. Probablemente habían desistido, no eran tan ágiles como él para trepar por la verja sin perder el tiempo suficiente para que Ajax les sacara una ventaja definitiva. Aún y así, miró a su alrededor una vez hubo llegado a la puerta del viejo edificio, no fuera a dar pistas de dónde se escondían.

Abrió la pesada puerta empujándola con una torpe suavidad, en ocasiones se atrancaba y Anton le había prohibido terminantemente hacer cualquier movimiento brusco con ella. A Ajax no le había hecho ninguna gracia el tono de superioridad con que se lo había dicho, pero tenía que aceptar que quedarse sin puerta habría significado unas noches todavía más insoportablemente frías.

- Ya estoy en casa. - Canturreó al entrar, empujando la puerta con su peso para cerrarla. Podía notar ya el calor de la fogata, calentando sus mejillas cubiertas por una fina capa de escarcha.

El primer piso del que un día había sido un hostal estaba viejo y abandonado, aunque no había riesgo de que se derrumbara. Sólo estaba descuidado, lleno de polvo, pero podía vivirse. Al menos servía para protegerse, aunque fuera un poco, del frío que reinaba en las calles de Invernalia. Si siguieran en éstas últimas, probablemente habrían muerto mucho antes.

- ¿Has traído algo? - Le recibió su compañero, un poco más bajito que él y con una cara de palo constante.
- He conseguido dos barras de pan y leche. - Alzó la bolsa que cargaba con su botín de guerra, sonriendo ampliamente. - ¿Qué te parece, Ton?

En respuesta, éste arqueó una ceja. Ningún otro gesto llegó a su rostro, y Ajax dejó escapar una mezcla de suspiro y gruñido.

- Podrías ser más efusivo, ¿no? Al menos hoy cenamos.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on October 31, 2022, 05:06:44 PM
Mood: quote--- Cyberpunk infinite loop --- SAME
Iconos, qué son iconos. Solo conozco jetlag de mil horas en bus cambio de hora.
^ nno pero si, SAME.

si lo sabes, lo sabes 👀




(http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/prompto.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/aranea.png) (http://honey-rider.net/bt/gardens/post-icons/reno.png)




—Eso depende de si voy a cobrar en metálico de dinero contante y sonante, y no con esposas y las manos a la espalda;—Prompto tamborileó con los dedos sobre el teclado sin llegar a pulsar ninguna tecla,— porque está bien que seas tú, pero no conozco al resto y hay un motivo por el que no me gusta conocer gente.

Aranea no respondió de forma inmediata, pero pudo escuchar la voz de antes por el fondo de la linea.

—¡Dile que tiene fans! ¡El club de fans del periquito!

Prompto se atragantó con el globo del chicle por culpa de su propia risa.

—Nea de verdad, tu gente es turbia turbia.

—No se si sólo turbios o además también retrasados, —suspiró la mujer al teléfono.

La escaramuza llena de escándalo que siguió a esas palabras le dio al chico el tiempo necesario para limpiarse de los labios el rastro pegajoso de goma de mascar rosa.

—¿Eh, sigues ahí?

—Por suerte o por desgracia.

—¿Si te mando una ubicación…?

—¿Me pagas primero? —no por no tener ninguna fé pensaba dejar de intentar sacar provecho, que Prompto era rubio pero no tonto.

—¡Quiero a ese hombre! —exclamó una nueva voz que le resultó al mismo tiempo extrañamente familiar pero totalmente falta de contexto donde ubicarla.— ¡Tiene la misma desconfianza que hace latir mi propio corazón!

—Porque lo he criado bien.

—Me he criado yo solo, —refunfuñó Prompto rodando los ojos y quitándose un auricular para rascarse la oreja.

—Te he criado bien, —volvió a contestar Aranea ignorando la respuesta del rubio.— Te mando las coordenadas, iremos a por tí.

Kwehzoom primero. —Insistió el chico.— Para el onlyfans del periquito.

—Eres un pollo cabrón, —rezongó la mujer entre dientes.

—Pero adorable, y me quieeeeres. —sonrió Prompto viendo la transferencia instantánea de fondos en su móvil.— Venga, luego nos vemos.



Prompto volvió a morder con nerviosismo los cordones de la capucha de su sudadera mientras miraba de reojo a su alrededor.
Nadie había prestado atención a otro veinteañero más con mochila, ojeras y cara de hartazgo existencial en el transporte público urbano del que se había bajado hacía poco más de media hora; y tampoco le habían mirado más de la cuenta tras pasar de largo de la zona de clubs industriales llena de gente de su edad con ropa de gusto más o menos cuestionable.
Le habían ofrecido drogas tres veces, eso sí. Pero no había demasiada animosidad ni insistencia cuando la respuesta era un “nah grax tío pero hoy no, que estoy pelao a fin de mes”; al fin y al cabo casi todos se hallaban en similares estados de jodedumbre y en la misma trinchera.

Había cruzado por delante de un par de talleres y varias naves con pinta genérica de panelado metálico como tantas de otras fábricas, y llevaba como seis o siete minutos buscando la valla azul a la que se suponía que tenía que llamar. Pero si contaba los edificios, el lugar que resultaba tenía una puerta de metal corrugado gris y roja. El chico entrecerró los ojos y miró el móvil.

—¿Qué hace un chico como tú en un sitio como éste? —la voz ligeramente sensual y cargada de despreocupación junto a su oreja casi hizo que Prompto saltase por los aires.

—¡Hijo de la gran pu-!! —Prompto era rápido. Podría decirse que muy rápido. Pero su táser no hizo contacto porque el hombre que había hablado debía haber sido un gato en una vida anterior y claramente aún conservaba los reflejos.

—¡Eehh, cuidado con eso que pica! —dijo su acosador en las sombras, levantando las manos como si le hubieran pitado una falta injusta.

—Por baboso, como mínimo. —espetó el rubio guardando primero su móvil en el bolsillo libre y luego asegurando el tirante de su mochila con cara de indignación.

—Dime tu nombre, —requirió el tipo, saliendo a la luz difusa de una de las farolas.

—¿Y me harás reina en un jardín de rosas? —contestó Prompto con sorna dándole vueltas al táser,— nah, no eres mi tipo.

El pelirrojo parpadeó, tal vez confuso, tal vez considerando cómo responder a eso. Finalmente se cruzó de brazos con gesto despectivo y rodó los ojos al tiempo que levantaba la barbilla con una sonrisa soberbia.

—Eso es mentira, soy el tipo de todo el mundo.

Prompto no quería mandar un mensaje a Aranea del palo de “mamá ven a buscarme, tengo miedo” pero si de turbios y raros iba la cosa al menos podía ganar algo de tiempo hasta que su arma se recargase.

—No de mi periquito, —se reafirmó el joven, postureando.

—¿Tu periquito tiene onlyfans? —la sonrisa del pelirrojo cambió de sesgo a otra más cordial aunque igualmente resabiada.

Prompto levantó las cejas con interés al reconocer la voz.

—De momento tiene Kwehzoom, que ya es. Es una pequeña empresa familiar todavía.

—Ah no, ya ha pringado Aranea con eso, —Reno se echó a reír.— Pero buen emprendimiento para los negocios.


.

edit: formatearé bien a la primera alguna vez en esta vida?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2022, 09:12:05 PM
La taberna no estaba apenas llena, aún cuando fuera el sol estaba en lo alto. Era una época del año en la que no había apenas tránsito entre las diferentes partes del Mojave, y el local recibía visitantes ocasionales que en su mayoría eran transportistas o auto-empleados. Aquella mañana había sido el pico de actividad en el último mes, con seis clientes en el salón, fáciles de vigilar por si alguno se descontrolaba.

Tres mujeres jugaban a las cartas, fortachonas, de piel curtida por el sol y marcada por tatuajes. Ruidosas como un gallinero, cada vez que una ganaba una ronda dejaba ir un gañido de victoria mientras las otras le lanzaban improperios y amenzaban con atarla al camión y arrastrarla hasta la mismísima capital de Navras si había hecho trampa.

A su lado, había dos chiquillos en una mesa. El mayor era apenas un adolescente desgarbado, aún con los brazos demasiado largos para su flaco cuerpo. Todavía llevaba puesta la capucha con la que había entrado, cubriéndole parcialmente el rostro. Recostado en la silla, jugueteaba con los restos de su comida con desinterés. La pequeña no podría ser mayor que su hija, aún una niña. Al igual que el otro, parecía haber pasado hambre, habiendo terminado con su plato la primera, tan frenética que la capucha que llevaba puesta se le había caído para mostrar un atado en una alta coleta, con sólo una pequeña trenza cayendo al lado.

El último cliente estaba solo, un tipo de aspecto desgarbado con la barba salpicada por las cinco cervezas que llevaba. No dejaba de observar a la chiquilla, mirándola de arriba a abajo con ojos hambrientos. Ésta parecía no darse cuenta, balanceando las piernas mientras canturreaba. Si tuviera que juzgar a cada visitante, hubiera tenido que cerrar la taberna años atrás, y sin dejar de vigilar por encima a su espléndida clientela, siguió fregando vasos.

- Eh, chaval, ¿cuánto pides por la niña? - Preguntó el hombre desgarbado, frotándose los restos de espuma del bigote.

El chico tenía que saber que se dirigían a él, pero no hizo ademán de responder. Ni siquiera levantó la vista. Tendría que aprender por las malas que a gente así no se les irían las ganas con sólo ignorarlos un rato.

- Oye, te hablo a ti. - Insistió éste, alzando la voz. - Encima que intento ser amable y darte algo a cambio… ¡Eh, tú! ¡Que me escuches!

Tambaleando, el hombre se levantó, dando un paso hacia los dos chiquillos. El barman se aseguró de que el rifle siguiera bajo la barra por si las cosas si se ponían feas. Se había establecido como regla personal que no podía ser un justiciero, pero por todo lo sagrado, aquella cría tendría que tener la edad de su hija…

- ¡Niña, ven conmigo o le vuelo la-!

No hubo necesidad de que tomara su rifle. El sonido del disparo fue demasiado rápido, y el cuerpo del hombre cayó como una piedra sobre el suelo de madera. Las tres mujeres sólo pararon de jugar unos momentos, pero al ver que nadie les apuntaba a ellas, siguieron con su partida.

Sin haberse levantado, la chiquilla tenía en la mano una pequeña pistola humeante, apuntando hacia donde había estado el hombre unos segundos más antes de girarse en el asiento para encarar al otro, sacudiendo su brazo con la mano libre.

- ¡Gege! ¿Has visto? ¡Justo entre los ojos! ¿¡Lo has visto, graham!? ¿¡Lo has visto!?
- Lo he visto. Buen tiro.
- ¿A que sí?

Ah, eran hermanos. El chico miró a su alrededor, y aunque nadíe parecía prestarles más atención tras resolver el altercado tan rápidamente, se levantó de la silla.

- Meimei, nos vamos.

La niña se levantó de la silla de un salto, guardándose la pistola dentro de una casaca que le venía grande, siguiendo a su hermano hacia la barra. Éste dejó dos piedras translúcidas sobre la madera, rojas como el sol de atardecer a la luz.

- No tenemos dinero encima.
- ¿Qué es esto?

Con suspicacia, el barman las levantó para examinarlas de cerca. No parecían ningún tipo de joya que conociera, pero tampoco tenían el aspecto de un cristal cualquiera. Al tacto, estaban calientes, y parecían palpitar rítmicamente.

- Enséñaselas al próximo agente de la Alianza que pase, y te podrás comprar otra taberna.

El barman casi podía sentir cómo los ojos se le salían de las órbitas cuando se dio de lo que tenía en la mano. Cogiendo la mano de su hermana, el niño apenas lo miró de soslayo por debajo de su capucha antes de darse la vuelta.

- Con que os larguéis de aquí ya me habríais pagado bien.

No quería ni saber de dónde habían sacado aquellas piedras, ni mucho menos si alguno de los dos podría incluso manejar tales poderes, por lo que sólo las guardó en el cajón. Al fin y al cabo, una regla universal en aquel negocio era no hacer demasiadas preguntas.

Siguió fregando vasos mientras los dos niños salían de la taberna, no sin que antes la chiquilla le diera una última patada al cuerpo del hombre al pasar por su lado.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on January 31, 2023, 03:44:20 PM
Sin añadir nada más, Anton le arrebató la bolsa y la llevó hasta el fuego. Ajax lo observó, con una mueca de disgusto. Estaría acostumbrado ya a aquellas muestras de impasibilidad e indiferencia, pero seguían molestándole como el primer día. "Claro, como él no tiene que ir por ahí corriendo y jugándose el cuello...". Al avanzar hacia el fuego, una punzada en su pierna le devolvió a la realidad.

La herida que se había hecho en el muslo seguía sangrando, a diferencia de la de la mano. No era muy grande, pero escocía al moverse. Gruñó entre dientes. No tenía tiempo para salir a buscar la fuente para limpiarse, así que tendría que aguantarse. Total, una herida así no iba a acabar con él.

Se sentó frente al fuego también, dejando la pierna herida estirada. Anton había empezado a partir las barras de pan hasta tener cinco trozos equitativos, y dejó el cartón de leche cerca de las llamas para que se calentara. Cerca de él, su hermano pequeño dormitaba. Teucer todavía no se había recuperado de las fiebres que lo estaban azotando los últimos días, pero no tenía mal aspecto después de todo.

- ¿Dónde están los otros dos? - Preguntó Ajax, incapaz de aguantar el silencio mucho más.
- Han salido. - Respondió Anton parcamente.

Ajax dejó salir el aire por la nariz con un bufido exasperado. No sabía que le molestaba más, si que Anton no le agradeciera por todo lo que había hecho para traer algo de comida o que los otros dos miembros que quedaban de su familia estuvieran de picos pardos.

- No sé que hacen por ahí. Total, luego no traen comida ni nada.

Anton no dio señales de haber escuchado el comentario hiriente de Ajax, al menos no hasta después de haberse asegurado de la condición en la que se encontraba su hermano.
El chico encaró a Ajax y lo miró fijamente, sin decir nada. Ajax le mantuvo la mirada, frunciendo el ceño y cruzando los brazos sobre el pecho, poniendo la manos bajo sus axilas.

- ¿Qué? - Preguntó sin poder evitarlo. - ¿Pasa algo?

Ajax ladeó la cara y adquirió una expresión enfadada, tal vez incluso algo altanera. Anton simplemente se levantó, perdiendo el contacto visual directo. Ajax se abrazó un poco más a si mismo. Después del calor de la carrera, quedarse quieto le estaba bajando la temperatura, aunque tuviera un buen fuego encendido cerca. Clavó sus ojos en las llamas. Hasta aquellas maderas las había partido él. Eran restos de muebles destartalados que aún quedaban en los pisos altos del edificio.

¿Y alguien le había dado las gracias?
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on February 28, 2023, 06:18:26 PM
Acentuando su expresión, Ajax aguzó el oído para poder localizar a Anton sin tener que girarse a verlo. Lo oyó trastear a su espalda, pero no se sentía con ganas de cotillear para ver que andaba haciendo. No, estaba enfadado.

- Se ha acabado la fruta ¿verdad? - Preguntó sin venir a cuento.
- Sí. - Contestó Anton.

Ajax sabía demasiado bien que la habían reservado toda, la poca que había podido conseguir, para Teucer, esperando que le hiciera algún bien.

- Ya ves, no sé cuando podré volver a conseguir... - Explicó con tono enfadado. - Ya me tienen fichado, tendré que ir más lejos.

Ajax esperó, pero no recibió ninguna contestación a parte de los ruidos que producían los muebles mientras Anton habría y cerrada cajones. Dejó pasar unos minutos más. El tiempo parecía escurrirse grano a grano, lentamente, en un reloj de arena ralentizado. Ajax hundió la cabeza entre los hombros. Odiaba que le ignoraran y a veces notaba la falta de atención sobre él. ¿Por qué, si se desvivía para mantenerlos a todos bien alimentados?
Podría sobrevivir perfectamente solo y en cambio continuaba con ellos, al pie del cañón.

Teucer tosió desde su colchón en el suelo y Ajax cambió la dirección de sus ojos del fuego hacia el pequeño del grupo, el mimado. Hermano de Anton y preferido de todos. No le odiaba, también era su preferido y sabía por experiencia que se quedaría a su lado hasta el final, pero envidiaba el trato que le daban los demás. A él también le gustaría que le tratasen así aunque fuera por un minuto.

- ¿Cuándo van a volver? - Preguntó Ajax por oír algo más que el crepitar del fuego y su propia respiración. - ¿Lo sabes?
- No. - Contestó el otro. - Iban hacia el sur, a por medicinas.
- ¿Medicinas?
- Sí.

Ajax se abrazó un poco más a si mismo. Hacía nada que se había estado quejando del comportamiento de sus compañeros y ahora se enteraba de que estaban haciendo algo por el bien de su comunidad. Perfecto. Como para añadir más puntos negativos a su comportamiento.

Ajax frotó un poco sus manos contra los costados. Sabía que no sólo necesitaban comida para poder vivir, pero... sus pensamientos se vieron cortados por algo suave y pesado cayendo encima de sus hombros. Levantó la cabeza y agarró aquello entre los dedos. Era una manta y parecía casi nueva.

Anton le rodeó, plantándose delante suyo y arrodillándose ante él. No medió palabra, simplemente dejó el bote de desinfectante en el suelo y procedió con la curación de la herida de su muslo.

- Au... - Se quejó sin demasiadas ganas.

Anton le dirigió una mirada que Ajax no supo interpretar del todo, como casi todas las veces, pero que decidió traducir como 'cuando te has hecho la herida seguro que no te quejabas tanto'.

Ajax tomó aire y puso su mejor cara de desinterés. En algún momento tuvo que taparse hasta la nariz con la manta y morderse el labio. Pero era el mayor y tenía que dar ejemplo a los demás. De alguna manera, tenía que ser confiable. Por mucho que gritara o se quejara, por mucho que a veces no se sintiera parte vital del grupo, para él eran su familia.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on March 31, 2023, 04:27:40 PM
Kora y Neko for the soul <3


Kora estaba aburrida. Y cuando Kora estaba aburrida solían ocurrir cosas. Sólo tenías que preguntarle a Yuri, que estaba sentado al otro lado del pasillo mirándola con un poco de ansiedad.

Kora volvió a suspirar por enésima vez.

- ¿Cuándo va a venir el profesor? Ya han pasado cinco siglos desde que sonó el timbre. - Se quejó echándose hacia atrás en la silla, con los dedos extendidos sobre el pupitre - ¡Me aburro!

Dante se levantó de su silla, sentándose en el pupitre de espaldas a la puerta del aula.

- Ya, es raro que llegue tarde.
- La raro es que no la estéis liando parda - dijo Yuri, con el codo en la mesa y la mejilla en la mano - Sólo han pasado dos minutos.

Kora levantó las dos manos hacia el cielo, rodando los ojos.

- Pues cinco siglos, lo que yo decía. - y se cruzó de brazos, apretando los labios hacia fuera.
- Pues serás tú para hablar - Le picó Dante, moviendo la mesa de Yuri con un pie - . Si eres el que tiene las ideas para liarla pero bien.
- Alguien tenía que tener neuronas en este grupo de amigos. - Comentó Yuri con una sonrisa, hinchándose como un pavo.
- ¡Oye! ¡Yo tengo neuronas! - Respondió Kora, dándole con el puño cerrado a Yuri, aunque no le hizo mucho daño.
- Sólo cuenta si las usas - Se unió Dante, recibiendo un high five de parte de Yuri mientras los dos se reían.

Kora miró de uno a otro, queriendo vengarse de la mofa. Sólo tardó unos segundos en encontrar cómo.

- Él no ha dicho que tú tengas neuronas, no sé de que te burlas. - Contestó la chica señalando a Yuri como si fuera la puerta número dos en un concurso de la tele.

Yuri miró de uno a otro y empezó a levantar el culo por si tenía que huir mientras Dante fruncía el ceño, intentando discernir si Yuri le había insultado a él también o todo era una trampa de Kora.
Parecía que se estaba decidiendo por la primera opción cuando la puerta se abrió de golpe y el profesor entró poniendo orden.

- A ver, todos en su sitio, vamos a empezar con la lección.
- Jo, profe, yo ya creía que no venías. - Se quejó Kora, pero empezó a sacar la libreta y clicó su bolígrafo favorito, el del pompón.
- Acabamos de empezar el curso, no tendréis esa suerte. - Avisó el profesor, aunque tenía cara de querer irse - Hablando de empezar el curso… señorita, entre.

Kora estaba haciendo una pompa con el chicle que tenía en la boca cuando la vio entrar. Era una chica pequeñita, con dos coletas rubias en lo alto de la cabeza y los ojos oscuros más grandes que había visto en su vida.

- Clase, esta es Neko, no pudo empezar con vosotros ayer por un problema con unos papeles, pero es vuestra compañera de clase.

La niña sonrió y saludó con la mano tímidamente, mirando al resto de los alumnos.

Kora explotó la pompa de chicle y levantó una ceja.

- ¿Tenemos un genio? - Preguntó - No sabía que íbamos a tener a niños de doce años en esta clase.

Antes de que el resto de la clase empezase a reírse el profesor les dijo que no, sólo era bajita.

Y ese fue el inicio de una gran enemistad.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on May 31, 2023, 03:36:49 PM
Continuando la historia de Childe~



Ajax, tengo frío… ¿me dejas una manta más?

Ajax, Teucer no mejora. Tendremos que darle nuestra comida, la necesita.

Ajax…


Tartaglia abrió los ojos lentamente, volviendo al presente gradualmente, dejando de oler las rancias, usadas mantas, de sentir la punzada del hambre en sus entrañas o el frío colándose en sus huesos. Poco a poco, la imagen de Teucer y Anton se desvaneció al ritmo del suave vaivén del tren. Era hora de volver al presente. A su lado, Lumine le miró de soslayo, pero volvió su mirada al libro y no dijo nada. De algún modo, ella siempre sabía cuándo no había que preguntar, y era una de las cosas que más le gustaban a Tartaglia de su compañera.

Se estiró en el asiento, moviendo los hombros en círculos, disfrutando el crujido múltiple que le recorría cuando hacía aquello. Sonaba lo suficientemente parecido a huesos partiéndose.

- ¿Crees que falta mucho para llegar? - Le preguntó a Lumine, girándose hacia ella mientras se pasaba una mano por el pelo.

- Media hora. - Respondió ella, sin levantar la vista del libro hasta unos momentos más tarde. Después, lo cerró y dejó sobre la mesa.

“Un hombre elige, un esclavo obedece – La autobiografía de Andrew Ryan”, se leía en la portada, debajo de la fotografía de un hombre con bigote. Tartaglia sabía bien quien era: el presidente de Galbadia. El hombre bajo el que iban a trabajar en el futuro… o al menos, eso creería él.

Porque lo que no sabía Andrew Ryan era que asociarse con los Neterianos nunca era un trato de iguales. Lo que iba a pasar realmente era que el presidente de Galbadia iba a trabajar para los Neterianos.

O mejor dicho, ya estaba haciéndolo.

Pero lo cierto era que a Tartaglia no le interesaba aquello precisamente. Los implacables tejemanejes políticos que organizaban los Neterianos estaban bien para aquellos a los que les gustaba jugar al ajedrez a escala continental, pero Tartaglia era otro tipo de persona.

Una persona más… física.

- Lumi, tengo hambre. - Tartaglia suspiró. - ¿Me compras un sándwich de la cafetería?

Lumine le miró y levantó una ceja.

- Cómpratelo tú. No soy tu criada. - Le respondió, dándole unas monedas y moviéndose en el asiento para dejarle salir. - Ale, ve.

- Gracias… supongo.

Ajax tomó el dinero y se levantó del asiento. Estirar las piernas después de tanto tiempo en la misma postura era agradable, y atravesó los vagones hasta llegar al restaurante. Mientras estaba en la barra esperando a que le atendieran, una chica joven se sentó a su lado.

- Tartaglia. - Dijo, en voz baja, pero sin susurrar.

Tartaglia entrecerró los ojos, poniéndose en alerta inmediatamente. No conocía a aquella chica, y no le daba buena espina que ella sí supiera su nombre.

- ¿Nos conocemos?

- No. - Respondió ésta, secamente. - Pero tengo un mensaje para ti.

La chica se inclinó hacia Tartaglia, hasta que sus labios casi rozaron su oído.

- Dile a Ribbons que sus días están contados.

Tartaglia parpadeó un momento ante la mención del Neteriano bajo el que trabajaba, procesando lo que acababan de decirle.

- ¿Qué…?

Pero cuando se giró, la chica había desaparecido.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on June 30, 2023, 03:59:09 PM
Había un aire de clandestinidad e intriga en la sala, apenas iluminada por unas pocas lámparas de pared. Tartaglia y Lumine habían sido llamados al poco de llegar, cuando la noche ya había caído en Galbadia. El Presidente Ryan les esperaba, sentado detrás de un gran escritorio caoba, estudiándolos con una expresión indescifrable, pero seguro en su posición.

No eran los únicos Neterianos en la sala. Ribbons se encontraba allí también, y al verlo, Tartaglia inmediatamente recordó el encuentro con la misteriosa chica en el tren.

“Dile a Ribbons que sus días están contados,” le había dicho. Tartaglia sabía que en el mundo en el que se movían, en el que el destino de todo el continente restaba sobre sus hombros, aquella no era una amenaza para tomarse a la ligera.

Tampoco le importaba mucho. Tartaglia y Lumine estaban bajo las órdenes de Ribbons, pero jamás habían tenido demasiado contacto con él – al fin y al cabo, su mano derecha era aquella mujer de cabello negro y vestimenta exuberante. Si Ribbons era eliminado del tablero de juego, Tartaglia no lloraría por él. De hecho, le haría hasta gracia verlo caer después de tener que soportar su arrogancia y eterna expresión de asco.

Ribbons los presentó rápidamente, más por formalidad con el presidente que actual esmero por establecer confianza.

- Por fin estáis aquí. - Dijo Ribbons. - Sentaros. No tenemos mucho tiempo.

Tartaglia y Lumine tomaron asiento con un asentimiento leve de cabeza, saludando al presidente de forma educada. Ribbons continuó con su explicación.

- La situación es la siguiente: uno de nuestros recursos ha desaparecido recientemente. Necesito que lo recuperéis con la mayor discreción.

Ribbons parecía tenso al hablar, su mueca de desdén estirada por los nervios.

- No estamos acostumbrados al terreno Galbadiense. - Lumine intervino. - Si tenemos que buscar a alguien aquí, vamos a necesitar tiempo para acostumbrarnos al terreno y–
- Esta misión no se llevará a cabo aquí. - Ribbons la interrumpió.
- Entonces, ¿dónde?

Las siguientes palabras helaron la sangre de Tartaglia.

- Tendréis que ir hasta Invernalia. El muro, quizá más allá de éste.

Intentando ignorar todos los recuerdos que se agolpaban en su mente, Tartaglia se forzó a mantener una máscara de impasibilidad mientras escuchaba la explicación de Ribbons.

- Nuestro acuerdo con Galbadia incluía ofrecer recursos a su ministerio de defensa. Uno de éstos recursos incluía una criatura mestiza, medio humana, medio… - Ribbons no terminó la frase. - Lo que importa es lo eficiente que es. Envié a I-No al otro lado del muro con ella para buscar más criaturas de su especie, pero no he recibido noticias de ella desde entonces.
- Es esencial que la recuperéis. - Intervino el Presidente. - Para controlar a esa criatura se ha usado una combinación de tecnología neteriana e investigación galbadiense, una que necesitamos recuperar cuanto antes. Si otros países se hacen con ella…

Tartaglia y Lumine asintieron. Ambos sabían del peligro que podía representar para sus planes si un país en el que los Neterianos no estaban afianzados: cualquier pieza del tablero era esencial a aquellas alturas.

- Estamos listos. - Dijo Lumine, y Tartaglia asintió a su lado. Pertenecer a los Neterianos significaba que no había otra opción que hacer de tripas corazón.
- Por supuesto, todo esto implica la más absoluta discreción. Incluyendo cualquier comunicación con otros Neterianos, incluyendo a los Arcanos.

Lumine entrecerró los ojos.

- Mentir directamente a otros Arcanos no está dentro de–

Ribbons no le dejó terminar la frase, dando un puñetazo a la mesa. Tartaglia casi se rió al ver su pequeño, débil puño chocar contra la madera. Estaba seguro de que le había tenido que doler, pero su diversión estaba opacada con molestia.

Nadie le hablaba así a Lumine.

- Haremos lo que nos diga. - Intervino Tartaglia. - Disculpe nuestra impertinencia.

En ese momento, Tartaglia decidió que no iba a pasar ningún mensaje. Quizá sería más entretenido si Ribbons no tenía ninguna idea de lo que se le iba a venir encima.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on June 30, 2023, 04:40:02 PM
Iconos en mi aporte?! Qué distopia es ésta. ¿He hecho hoy los que me faltaban? SI
Bienvenidos a la frat house del crímen.




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La puerta metálica se cerró a su espalda con un sonido ominoso y Prompto miró varias veces de forma intermitente de la mano que había rodeado sus hombros a la cara sonriente de Reno, hasta que el pelirrojo rodó los ojos y retiró el brazo.

—Joder, eres un puto dorito, casi no me llega el brazo.—refunfuñó Reno llevándolo hasta las escaleras que bajaban al sótano.

—Ya se que estoy pa’ mojar pero por mucho que insistas no vas a sacar nada, —el rubio se dejó empujar, pero antes de poner pie en las escaleras vagamente iluminadas se giró de nuevo hacia la entrada de la nave,— a ver, ¿cómo lo explico? He visto muchas pelis de terror, no me molan los sótanos industriales.

Reno se echó a reír.

—¡Eh! —resonó una voz de mujer que Prompto reconoció como Aranea desde más abajo de las escaleras,— ¿Ha llegado ya mi comida?

—¡Pero si te has ventilado la mitad de mi cena, qué cabrona! —protestó otro hombre.

Cuando por fin se asomaron al área habitada se encontraron el habitual surtido de caos al que hacía ya mucho que Reno se había acostumbrado y que poco a poco parecía haberse ido adueñando de todo lo que tocaba.

—¡Prom!

—Qué pasa ‘Nea. Hola gente. —saludó el chico levantando un poco la mano de manera informal.

Y de repente se echó un paso atrás encontrándose con la cara muy radiante de Kurz frente a sus narices y se topó con las manos firmes de Reno sujetándolo por detrás de los hombros.

Magitek. —relució un rubio.

—Eep. —dejó escapar el otro rubio.

—Magitek existe. —Rude se estiró desde donde estaba sentado y sin soltar la cerveza alargó el otro brazo hasta Kurz, agarrando de su camisa y tirándo de él hasta hacerle caer patas arriba por encima del respaldo del sofá.

—Ya hombre, no seas fanboy chungo.

—A este ni caso, —refunfuñó el pelirrojo,— que está muy mal de lo suyo.

—Ya veo ya… —murmuró Prompto yendo a sentarse en el hueco que había quedado libre junto a Aranea.

Ésta se recostó como la reina que en realidad era y a la que no querían reconocer y puso los pies sobre los muslos del chico, que tamborileó con los dedos sobre la caña de sus botas.

—Reno, Rude, y el idiota del revés es Kurz, —dijo la mujer con una media sonrisa de costado, señalando por turno a sus compañeros.— Espero por tu bien que no pensaras encontrar nada especialmente lujoso.

—Una cosa es glamour y otra es básicamente... —Prompto señaló a su alrededor con una ceja levantada— la casa de fraternidad del crímen.

Rude se atragantó con la cerveza y Aranea se echó a reír a carcajadas. Reno parpadeó.

—Hombre pues…

—Eh eh eh, ¿pero sabes lo qué es esto? —preguntó Kurz enderezándose y sacando un revolver de algún lugar inexplorado entre sus bolsillos y el sofá.

Fue el turno de Prompto de parpadear perplejo. Y acto seguido estiró las manos en su dirección como un niño pequeño pidiendo un juguete.

—Ooohh, ¿es una Rebellion? ¿Está limpia del todo, sin mods?

Kurz le pasó la pistola con la culata por delante y una sonrisa de satisfacción.

—Los ajustes mínimos para mantenimiento, pero prácticamente sin tocar.

—Ooohh, —repitió Prompto desmontando el arma, revisando sus piezas y munición en el cargador y volviendo a ensamblarla.— Es bonita, está bien, vintage.

—¿Cómo que bonita? ¿Ya está? —protestó el francotirador recogiendo su tesoro.

Prompto levantó un dedo haciendo un gesto de espera y se quitó las piernas de Aranea de encima para meter la mano desde abajo por dentro de la pernera de su pantalón y levantarlo hasta mostrar una cartuchera elástica ajustada a su pierna, de donde desenfundó un arma que Reno no habría esperado encontrarse en un crío.

—Con la misma cara si las comparamos la Quicksilver es más nueva pero está mejor.

Kurz agarró el nuevo revolver que le presentaban con los ojos muy abiertos.

—Venga ya, ¿Quicksilver? ¿Una Hammerhead?

—Nop. —Prompto exageró la pé final como si fuera la burbuja de un chicle.— Kingsglaive. Mi mejor y más confiable amiga.

Kurz dejó escapar un ruido agudo y casi lloroso, como si fuera un perro gimoteando junto a la mesa.

—Me estás jodiendo, chaval, te estás quedando conmigo ¿verdad?

—Nuh-uh, —sonriente, Prompto negó con la cabeza haciendo menearse su flequillo rebelde y alborotado.

—A ver, trae aquí. —demandó Rude quitándose las gafas de sol y poniendo la mano frente a Kurz.

Aranea se encogió de hombros despreocupada ante la mirada de interrogación de Reno, cada cual tenía sus hobbies, y los de su pollito favorito eran las maquinitas. De muchos tipos. El pelirrojo se acercó al sofá para ver cómo examinaban la pistola del hacker.

—Mira, ¿ves? —explicaba Kurz con tono entusiasmado, Reno asintió por costumbre,— tiene el sello en el interior del cargador, es de las buenas.

—Y dime una cosa chaval, —dijo el pelirrojo girándose a observar a Prompto con la misma mirada intensa que un gato observando pajaritos,— ¿de dónde has sacado tú algo así? Sin ofender.

Prompto se encogió de hombros y levantó las manos hacia los lados, efectivamente sin ofenderse porque era una pregunta bastante legítima.

—Todos tenemos hobbies. Y digamos que conozco el mercado. Bbbueno, y también conozco a un tipo.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on July 31, 2023, 04:41:38 PM
Armas de fuegos, caos, destrucción, topos, pollos y violencia gratuíta. Ah, suena a fin de mes en esta franquicia ~*sorbito*~




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—Bueno, y también conozco a un tipo. —dijo Prompto encogiéndose de hombros.

Reno miró fijamente a Aranea.

—Lo has criado bien, —comentó asintiendo con solemnidad.

—Me he criado yo solo, —protestó Prompto rodando los ojos.

—Lo he criado bien, —contestó Aranea ignorando la respuesta del rubio con satisfacción.

—Uuughhh —el chico se echó hacia atrás y se dejó escurrir como una flor mustia por el sofá.

—No te preocupes chaval, —Kurz le dio unas cuantas palmaditas de consuelo en la cabeza haciendo rebotar su flequillo arriba y abajo,— quien más quien menos, aquí todos “conocemos a un tipo”. O a muchos.

—Menos Rude. —apuntó Reno.

Su compañero ladeó la cabeza y dejando que las gafas de sol se le resbalasen hacia abajo por el puente de la nariz, le observó por encima del borde de éstas.

—Os conozco a vosotros, que ya sois suficiente, y encima a disgusto. Para qué iba a querer más. No gracias.

—¡Ruuuude! —se quejó el pelirrojo llevándose la mano al pecho con dramatismo.

—Eh, válido, —dijo Kurz encogiéndose de hombros. Aranea solamente le lanzó un beso.

Tras haber conseguido con éxito mantener su risa floja bajo control, Prompto se pasó las manos por la cara sorprendiéndose al pensar que sería capaz de acostumbrarse al caos y la estupidez que parecían imperar en lo que ya había dado en llamar  la casa de fraternidad del crimen. No por ser tipos turbios tenían también que ser desagradables de trato. Además, razonó, Aranea se fiaba de esta gente; tal vez podía darles el beneficio de la duda por el momento.

—Y el tipo al que conoces… —inquirió Kurz,— ¿estaría dispuesto a hacer amigos?

—Nah, —respondió Prompto sin ninguna duda.— No tiene amigos ni busca hacerlos.

—Pero puede tener más clientes y conocidos ¿no?

—Ah, eso seguro. Pero que quede claro desde ya que no lo conozco conozco, si me entiendes lo que digo, nunca nos hemos visto en persona.

Aquello llamó la atención de Reno.

—Pero te fías de él lo suficiente como para negociar a ciegas. —dijo éste llevándose un mechón de la coleta a los labios y frotando con él por encima como como si fuera un pincel.

—Como un topo, heh. —Prompto esperaba con razón que nadie más que sí mismo entendiera aquella broma tan interna que era casi subterránea, pero asintió,— Si, siempre cumple. Es un tío muy raro, pero lo que dice que hará, lo hace.

Lo que Prompto no iba a decirles es que al principio de empezar a tratar las habían tenido más de una vez, y gordísimas hasta el punto de tener que llegar a un alto el fuego metafórico por riesgo mutuo de echar al traste sus respectivos negocios. Su topo ya venía con la leyenda negra puesta de casa, pero habían sido sus escaramuzas de escalada exponencial las que habían convertido a Magitek en alguien conocido por aparecer de la nada y ser tan jodidamente terco como para hacerse respetar.
Algún día se iban a ver las caras de verdad, y probablemente se iban acabar echando unas cervezas mientras se quejaban de todo. O bueno, por lo menos Prompto tenía la intención de quejarse de todo, sólo tenía que darle cuerda y dejarle hablar.

—Y tu… llamémoslo proveedor, —siguió hablando Reno con gesto pensativo y los ojos ligeramente entrecerrados,— ¿con qué tipo de materiales trabaja?

—Depende. De qué necesite.

—¿En qué estás pensando, que te veo rodar los engranajes desde aquí? —preguntó Aranea con curiosidad.

—Hmm. Nada concreto todavía, peeero… tengo muchas ideas dándome vueltas. Aunque lo primero sería asegurarnos de que el pollito está dispuesto a colaborar. —dijo señalando a Prompto con un movimiento de barbilla en su dirección.

—Vete a la mierda un rato pavo. —respondió éste con el ceño fruncido. Aranea se echó a reír.

—¡No nos has dicho tu nombre! —el pelirrojo levantó las manos como si alguna vez en su vida hubiera sido inocente de algo.

—¡Pues ahora no os lo digo! ¡Vete a la mierda carcomido! —Prompto se cruzó de brazos y rodó los ojos hasta el fin del universo con todo el desprecio de la existencia.

—Bueno pues ya estaría, —sonrió Kurz a su manera habitual orgulloso y desquiciado.— ¡Uno de nosotros, uno de nosotros, uno de nosotros!

Rude se encogió de hombros con aquiescencia, después de todo no era él quien hacía las reglas. Reno resopló por la nariz y se echó el pelo hacia atrás con una mano.

—Joder que puto cabezón, si es que nos lo han traído confeccionado a medida.

—Es de producto de lujo, que para algo lo he criado yo. —dijo Aranea sonriendo con muchos dientes.

—¡LA MADRE QUE TE FABRICÓ ‘NEA, QUE ME HE CRIADO YO SOLO! —estalló por fin el chico estampándole contra la cara un cojín mugriento que la hizo aullar indignada.

—¡PROMPTO ERES POLLO MUERTO!

—¡Hala, hala, cuánta violencia! —aplaudió Kurz.

—Y lo que la estás gozando cabronazo, —dijo Rude escondiendo una sonrisa tras su cerveza.

—Es el proceso de adopción oficial, no lo puse yo.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on August 31, 2023, 10:02:51 AM
- Estinien.

A Tartaglia nunca le había gustado la idea de trabajar con otros – Lumine era la única excepción, claro. Y entre la gente con la que no le gustaba trabajar, se encontraban los SeeDs en el top tres, quienes habían sido entrenados desde una edad temprana para matar y obedecer órdenes. No era que le diera reparo terminar con la vida de nadie, pero para Tartaglia, no eran más que perros de presa a los que ni se les pasaría por la cabeza cuestionar órdenes.

Era la primera vez que se encontraban. Tenía el pelo blanco, atado en una coleta y era muy alto – como la mayoría de los elfos–.Tartaglia no podía evitar sentirse un poco molesto al convertirse en sólo la segunda persona más alta del grupo.

- Tartaglia.
- Lumine.

Asintieron y le estrecharon la mano al nuevo miembro del grupo, tras lo cual se dirigieron al vagón de tren en silencio. Los tres sabían que no estaban allí para hacerse amigos. Pronto, el tren se puso en marcha, iniciando el viaje hasta el muro.

Estinien estaba sentado frente a Tartaglia, mirándolo. El tren no estaba particularmente lleno, lo que significaba que había un par de asientos vacíos entre ellos y el siguiente pasajero.

- ¿Sabes cuánto va a durar el viaje? - preguntó Lumine.
- Unos tres días. - Respondió Estinien sin quitar los ojos de Tartaglia. No parecía intimidado por él, algo que no le sorprendió.
- ¿Por qué me miras así? ¿Tengo algo en la cara? - Tartaglia no intentó ocultar el sarcasmo en su voz.
- No confío en ti. - Estinien respondió, sin más.
- Oh, vaya. No te preocupes, no es necesario. - La sonrisa que se dibujó en su rostro no fue devuelta por Estinien.
- ¿Y en mí? - Intervino Lumine, alzando una ceja.

Estinien posó sus ojos en Lumine, y su mirada se suavizó. Tartaglia suspiró – empezaba a cansarse de él y el viaje iba a ser largo, quedando aún casi una semana hasta que llegaran al muro. Decidió no intervenir y dejar que la situación se desarrollara sola, esperando que se apagara pronto.

- Un poco.

Lumine sonrió levemente.

- Lo apreciamos.

Tartaglia sabía que no era mentira, pero también sabía que no era la verdad. Se dijo a sí mismo que considerando a dónde iban y a lo qué probablemente se enfrentarían, tendrían que aferrarse a todos los aliados que pudieran.



Sus botas se hundían en la nieve al caminar. Las temperaturas habían pasado de bajo cero mucho tiempo atrás, y el viento azotaba sus rostros, pero Tartaglia estaba acostumbrado al frío. A su lado, si Lumine estaba afectada, no lo demostraba. Su pequeña carita estaba medio oculta por el pasamontañas, pero sus ojos dorados eran pura concentración.

Estinien caminaba un poco delante de ellos, siguiendo el rastro marcado en el mapa. Tartaglia lo observó durante el trayecto, preguntándose si su entrenamiento SeeD sería realmente útil. Sólo podía imaginar con qué tipo de criatura iban a lidiar.

Pronto empezó a atardecer y Estinien decidió que era hora de hacer noche antes de que fuera demasiado oscuro, eligiendo un pequeño claro. Lumine fue a cazar algo para cenar mientras Tartaglia ayudaba a Estinien montar las tiendas de campaña.

Ambos guardaron silencio hasta que Estinien habló.

- ¿Es ese tu verdadero nombre?

Tartaglia arqueó las cejas, sin poder evitar una media sonrisa de entretenimiento.

- No.
- ¿Quién eres, entonces?
- No es asunto tuyo.

Estinien suspiró.

- No hagas esto más difícil de lo que es, chaval.
- ¿Tanto te importa cómo me llamo?
- No me refiero a tu nombre.

Tartaglia no respondió, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba. Intentando cambiar de tema, se dedicó a encender la hoguera.

- Claramente no confias en nosotros, ¿eh?
- No eres humano.

La yesca y pedernal casi se le cayeron de las manos, pero afortunadamente, contuvo su sorpresa. No esperaba que Estinien fuera tan directo. Miró al elfo, entrecerrando los ojos.

- Tú tampoco lo eres.

Era la primera vez que veía algo parecido a una sonrisa en el rostro de Estinien, aunque se desvaneció tan pronto como apareció.

- Lo sé. - Fue lo único que respondió.
- Entonces, ¿por qué trabajas para los SeeDs?
- Por la misma razón que tú trabajas para los Neterianos.

Tartaglia apartó la mirada y se quedó mirando el fuego. Los recuerdos de sus hermanos, del hambre y de acurrucarse frente a un fuego mal encendido parpadearon en su mente por un momento antes de alejarlos.

- Lo dudo mucho.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on September 30, 2023, 02:41:52 PM
La cena transcurrió en silencio, incluso con Lumine presente, aunque no era especialmente incómodo. Los tres eran profesionales, después de todo. Tras comer, se fueron a dormir, y Estinien se quedó haciendo guardia.

En la tienda de campaña, Tartaglia seguía despierto.

Lumine se giró hacia él.

- ¿Estás despierto? - dijo ella. Cuando Tartaglia asintió, continuó, - Algo se acerca.

Tartaglia se levantó inmediatamente, poniéndose las botas con rapidez.

- Quédate aquí. Ya me encargo yo.

Fuera lo que fuera, Tartaglia sabía que podía con ello. Saliendo de la tienda, corrió hacia el origen del ruido, a varios metros del campamento, desenvainando sus dagas mientras lo hacía.

El sonido era cada vez más fuerte, y también podía oír la voz de Estinien. Éste estaba luchando  contra una criatura enorme, un monstruo dracónico cubierto de hielo. Tartaglia no tuvo mucho tiempo para reaccionar antes de que se girara a atacarle con sus garras. Lanzó una de sus dagas y la hoja se clavó en el hombro de la criatura, haciéndola chillar y retorcerse, y Tartaglia aprovechó la oportunidad para asestarle un golpe con su otra daga.

Pero el monstruo no retrocedió. Se dio la vuelta y lo agarró por el cuello, levantándolo en el aire, y sus ojos helaron el corazón de Tartaglia en /reconocimiento/. Sintió que la respiración abandonaba sus pulmones y que el agarre alrededor de su cuello se hacía más fuerte. Antes de que contra-atacara, sin embargo, la criatura estalló en mil pedazos, rompiéndose como el cristal, y el agarre se aflojó. Tartaglia se desplomó en el suelo, jadeando.

- ¿Estás bien? - Dijo Estinien. - No tenías que haber intervenido.
- Sí… - Respondió con voz ronca, frotándose el cuello.

Estinien se acercó y le tendió la mano. Tartaglia la cogió y el hombre tiró de él, ayudándole a levantarse.

- Gracias.
- No hay de qué.

Le avergonzaba un poco que Estinien había tenido que salvarle, aunque afortunadamente, el elfo no volvió a mencionar el tema. Regresaron a la tienda. Tartaglia notaba los moratones en el cuello y le dolían las costillas, pero no era nada que no pudiera soportar.

Al día siguiente, la tormenta había amainado ligeramente. Mientras hacían camino, Estinien les habló de los distintos tipos de criaturas que podían encontrarse más allá de la muralla, y Lumine escuchaba atentamente – a diferencia de Tartaglia. Los moratones aún le dolían, y el frío no ayudaba.

Pero no era una cuestión de dolor, sino de experiencia, y Tartaglia no necesitaba la lección. Él ya conocía aquel tipo de criaturas demasiado bien.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on September 30, 2023, 05:05:31 PM
¿Hay tonterías basadas en hechos reales? Si, la estupidez abunda, qué le vamos a hacer.
omg que tengo iconos y todo qué es esto HEAVEEENNNSSS DOOOOORRR ♫ HEY!




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—Piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiiii~, piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiiii~, piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiii piiiiiiiii~ —la línea de teléfono volvió a sonar comunicando y Prompto colgó con gesto frustrado.— Para ser una base de operaciones criminal tenéis una increíble mierda de cobertura.

Reno se encogió de hombros porque era cierto. Había un rincón afortunado en aquel sótano y el aparato en cuestión que utilizasen tenía que disponer de una recepción potente, no era algo precisamente desconocido para ellos.

—Es lo que tiene estar fuera del alcance de los inhibidores de señal, aunque pase la mafia de uniforme con sus bots aquí no llegan. Y es un punto que tampoco pueden rastrear.

Prompto se mordió el labio y arrugó la nariz.

—No, si todo eso está muy de puta madre, pero ahora mismo me estorba bastante. —dijo pasándose una mano por la nuca y revolviendo su pelo.— Voy a tener que salir a fuera a ver si me conecta o algo.

Los otros cuatro se miraron entre ellos, y en un ritmo francamente complicado de seguir se fueron señalando entre ellos sin orden ni concierto aparente hasta que por fin el pelirrojo había parecido rendirse ante el bullying y jurando por sus respectivos muertos frescos se había levantado rodando los ojos.

—Vale, vamos pues. Vas a necesitar a alguien que te abra la puerta para entrar otra vez.

El chico asintió y cogió sus cosas, siguiendo a Reno escaleras arriba, que no se molestó en encender ninguna luz más allá de la que alumbraba desde la parte del sótano.

Esta vez sin embargo, en vez de arrastrar el pesado portón industrial, sacó un manojo de llaves del bolsillo y abrió una puerta individual también metálica que no había visto al entrar.

—¿Y esto? —preguntó Prompto perplejo.— ¿Si ha estado aquí todo el rato por qué antes hemos usado la otra?

—Tienes dos opciones de respuesta, —se rió Reno entre dientes,— opción uno, había que intimidar al recién llegado.

—¿Y opción dos?

—No tenía las llaves encima.

—No me jodas hombre, —Prompto resopló una carcajada tras una mano,— opción dos, opción dos pero fijo. Fijísimo.

—Pollo de poca fé. Así mal empezamos.

—Como dice Aranea y cito palabras textuales “No me hace falta fé cuando tengo experiencia.”

—Qué cabrones que sois todos, —se quejó el pelirrojo,— si desde luego dios los cría y ellos se juntan.

—Y lo dice el líder de la banda —el chico observó un par de veces cómo desde fuera la puerta no se veía porque quedaba oculta tras varias tuberías de gran tamaño que recorrían la fachada de la nave industrial. Hmm, interesante saberlo.— Pero sin llaves, ¿cómo vives tío?

—Cuando sabes forzar cerraduras es lo de menos, pero si desmonto ésta luego la tengo que volver a montar yo, y me da por saco.

—Eh. —Prompto simplemente asintió. Lo que era cierto era cierto.

—Bueno, cuando acabes con lo tuyo pega en la puerta y te abro. Chuku chuku paw paw.

—Qué. —Prompto parpadeó confuso.

—El ritmo, —dijo el pelirrojo haciendo la demostración de sus palabras sobre dos partes diferentes de la puerta de metal sacando efectivamente un sonido ligeramente distinto entre los golpes— chuku chuku paw paw. ¿Claro?

—¡Ah! ¿City238? No te hacía fan.

Reno sonrió de costado con resignación.

—Es por Rude que le gusta ponerse música para entrenar, y además estoy harto de oírla en el curro.

—Ya te digo que el mundo del crímen se me está cayendo a pedazos. —el rubio meneó la cabeza con diversión.

—Eh hay que pagar los alquileres con una tapadera legal o te trincan a la primera de cambio, ser host es lo suficientemente cuestionable para tener libertad de movimiento pero aburrido para que no miren dos veces los negocios turbios. Y además tienes que ser guapo como yo, —dijo Reno estirándole del flequillo revuelto.— ¿Cuál es tu tipo, pajarito?

Prompto rodó los ojos y le apartó la mano sacando la lengua.

—Me gustan morenos. Y drámaticos. —dijo cerrando la puerta tras de sí, y riéndose entre dientes al oír la exclamación ahogada de sorpresa al otro lado del metal. Dramáticos eran todos un puñado infinito ahí dentro, pero mientras no hubiera un moreno de aire regio y triste en esa banda estaba a salvo. O eso creía. Quería creer. Muy fuertemente.

Prompto se arrimó al rincón más oscuro que encontró y se aseguró de no ser visible para cualquier desubicado que hubiera decidido rondar por el polígono, se apoyó con la espalda contra la pared y abrió una de sus aplicaciones de código casero para marcar de forma remota. Que le hubiesen caído bien no significaba que estuviera dispuesto a desvelar todos sus recursos en la primera cita y por la cara. Aunque fuesen la gente de ‘Nea. Tendrían que demostrar primero que también podían ser su gente.

Introdujo la contraseña y esperó que la conexión cargase el historial de mensajes para escribir uno nuevo.

“O toppo mío!”


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Airin on November 30, 2023, 05:59:58 PM
Más gente! Iconos otro día porque no tengo fotos de loros(?) :_D Ain't nobody mess with Django, call me Django



(http://)




—¿Estás segura de que puedes hacerlo? ¿Tú sola?

La mujer ladeó la cabeza haciendo que sus rizos rubios bailasen bajo la gorra.

—Si no estás de acuerdo con los plazos o el presupuesto estás en tu derecho de llevar el coche a otro taller y que busquen recambios, no tengo ningún problema por que quieras pensártelo.— dijo encogiéndose de hombros con una sonrisa amistosa y señalando uno de los carteles que colgaban de la columna junto a la puerta.— Ya sabes cuáles son mis precios.

El tipo rezongó entre dientes, recogió los papeles del mostrador y salió como si estuviera perdonándole la existencia al universo.

—Bueno ya veremos.

—¡Cuidado con la rampa encanto! —avisó Cindy sin girarse a mirar media milésima de segundo antes de oír un gritito agudo, un ruido sordo pesado y una ristra de maldiciones.

El loro que hacía las veces de mascota del taller canturreó un estribillo de los que solía sonar en la radio con vocecilla aguda como si estuviera respondiendo con una burla. Cindy tampoco habría jurado que no era así, el condenado pollo de colores había entrado un día al taller como si el mundo fuese suyo, se había subido al mostrador y había robado una hoja de lechuga de su hamburguesa con todo el descaro delante de sus narices. Y cuando la rubia había agarrado al bicho con los guantes puestos y por lo tanto inmune a los picotazos, éste había tenido la desvergüenza de graznar “permisito~”.
Al final Cindy había consentido en dejarlo apropiarse del espacio porque verlo bailar y cantar con la radio era mejor entretenimiento que el circo, tenía mejores modales que la mitad de los clientes no habituales que entraban por la puerta, y cuando revoloteaba por los alrededores había cogido la costumbre de repetir la misma melodía cuando había visto policía rondando.
Varios comercios de alrededor ya sabían estar atentos cada vez que oían al loro del taller canturrear “Si quieres huir, huye, nadie se mete con Django, llámame Django”. Y efectivamente con ese nombre se había quedado.

—¡Django! —llamó Cindy con una arandela de metal en la mano. El loro ladeó la cabeza desde su percha imitando la misma forma en que lo hacía la rubia, observando la pieza brillante con ojillos curiosos.

—Guaaaaapa. —graznó el animal zalamero, emulando el sonido de un beso de abuela.— Mwaaah!

La mujer rió y lanzó el aro por los aires como si fuera un frisbee, y el pájaro se lanzó a toda prisa atrapando la pieza en pleno vuelo. No podía tener perros en el taller, pero la bola de plumas también sabía ser adorable a veces.

Se echó un trapo a la espalda y volvió a la motocicleta que había estado despiezando hasta hacía un rato. Por un lado no estaba segura de querer saber qué tipo de maltrato había recibido la pobre máquina para acabar en ese estado, por otro le quemaba la curiosidad de saber hasta qué condiciones podía resistir y todavía seguir funcionando. Porque ahí estaba la miga del asunto, sin demasiadas reparaciones aún podría salir a correr con ella. Era una belleza y una mala bestia a partes iguales.

Cindy se llevó las manos a su cinturón de herramientas y como si fuera un pistolero de los de las películas desenfundó una llave distinta con cada mano, haciéndolas rodar y dar la vuelta entera entre sus dedos, apuntando hacia la moto.

—Vamos a ver eso que gotea. —dijo estirando una pierna y enganchando la pata de una banqueta con el pie atrayéndola hacia ella.

Aflojó varias roscas con la llave de tubo y garabateó un diagrama en su libreta antes de desconectar varios cables de colores de función dudosa. Le pareció oír el eco de un gorgoteo y se paró a escuchar.

—Hm, aquí hay algo que no termina de… —por si acaso revisó otra vez que no hubiera contacto de ningún tipo y el paso del combustible estuviera completamente cortado.

Golpeó rítmicamente con los nudillos contra el metal del motor, prestando atención a las reverberaciones que podía percibir. Algo no sonaba como debía pero no tenía claro qué de todo era. Siguió desmontando partes con cuidado hasta que sin darse cuenta chocó la llave sin querer contra el tanque y volvió a escuchar el ruido que le intrigaba.

—¿Huh? —pegó de nuevo suavemente, pasando la mano por el metal hasta donde parecía que llegaba el nivel de combustible. Y lo repitió. El tono del eco que salía de la cámara no correspondía con el tamaño del tanque para la cantidad de líquido que supuestamente tenía dentro.— Qué demonios.

En un arranque de sospecha Cindy rascó la pieza con la punta de un destornillador, intentando levantar el transfer de vinilo que decoraba la carrocería de la moto. Consiguió despegar una esquina y haciendo fuerza estiró llevándose casi la mitad de la pegatina. Y ahí en medio había una hendidura que se extendía a lo largo de la parte inferior del tanque, como si hubiesen soldado una ampliación. Pero en vez de dar más capacidad al tanque y tapar la reparación, lo que habían hecho era ocultar dos cámaras separadas.

Nadie se mete con Django, llámame Django~ —oyó que canturreaba el loro de fondo.

Como una exhalación Cindy separó el tanque por completo, lo metió en su taquilla tras un carro de herramientas, y echó la toalla que colgaba de la puerta sobre el cuerpo de la moto.

—¡Buenos días guapa! —saludó un agente de la cuestionable ley asomándose a la puerta del taller.

—¡Hola encanto, que vaya bien el día! —respondió la rubia con una amplia sonrisa mientras barría.

¡Mwaah! —graznó el loro desde el mostrador meneando la cabeza arriba y abajo.


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Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Kora on December 31, 2023, 03:19:43 PM
Poloflash time



- ¡Kora!

La chica levantó la cabeza de golpe, haciendo que su melena rebotase sobre sus hombros. Kora parpadeó, extrañada de encontrarse durmiendo sobre su pupitre de clase.
Se oyeron algunas risitas, pero la tos seca de Francisca las calló rápidamente.

- Kora Lionheart, ¿tienes alguna excusa para quedarte dormida?

- Uh... - empezó a decir Kora, mirando de reojo hacia Yuri para ver si su amigo le facilitaba alguna excusa, aunque él solo se encogió de hombros. - Pues tenía sueño, porqué... Ayer me quedé estudiando hasta tarde.

Francisca levantó una ceja, sin creerse la excusa, pero empezó a pasearse por el frente de la clase en vez de seguir mirándola fijamente, lo que Kora contó como una victoria.

- Sólo tienes que aguantar diez minutos más, podrás dormir todo lo que quieras después. - Francisca Von Karma se paró en seco y se giró como si fuera un soldadito dentro de una caja de música. Y sonrió, algo aterrador si preguntabas a la clase. - Después de todo ya empiezan las vacaciones de Invierno.

Kora le sonrió de vuelta, confiada por que su pequeña actuación había funcionado. Francisca volvió al discurso que les estaba dando antes de que acabasen las clases por ese semestre.

- Y recordad que la seguridad prima ante todo. Ya sé que muchos de vosotros empezáis a acostumbraros a vuestros poderes, pero no todos los tenéis bajo control. Así que está estrictamente prohibido practicar fuera de clase. ¿Entendido?

- ¡Sí, directora Von Karma! - canturreó la mayoría de la clase, algunos con más entusiasmo que otros.

Kora aprovechó el ruido para suspirar y vio de reojo como la mesa de Sol estaba iluminada desde abajo. ¿Eh? La de Ikki también. Por lo visto se habían tomado al pie de la letra lo de solo usar sus poderes durante las clases y estaban viendo quién podía hacer la bola de fuego más grande sin que los profesores se percatasen. ¿Por qué no la habían tenido en cuenta? ¡Já! ¡Ella era la mejor de su curso en cuanto a controlar fuego se refería! Así que se unió a la competición.

A falta de nueve minutos para que las vacaciones de invierno dieran comienzo, la clase explotó.

- ¡Kora!

Kora levantó la cabeza de nuevo, recién despertada de lo que había parecido ser una pesadilla.

- Kora Lionheart, ¿tienes alguna excusa para quedarte dormida?

Kora parpadeó, confundida pero aliviada porque la clase no hubiera explotado. ¡No había puesto esfuerzo en su outfit del día para nada!

- ¡Señorita Lionheart! - gritó la directora Francisca y Kora sonrió con encanto.

- Algo no me ha sentado bien en el almuerzo, lo siento mucho, directora.

Francisca entrecerró los ojos, pero la dejó en paz y continuó con el discurso.

- Y recordad que la seguridad prima ante todo...

Fue el turno para Kora de entrecerrar los ojos y miró el reloj que había detrás de la mesa del profesor para mirar la hora. Once minutos para que sonase la campana. A once minutos para que sonase esa campana de libertad, un gas empezó a entrar por debajo de la puerta y algunos de los alumnos se alarmaron, aunque la directora les dijo que no había nada de lo que preocuparse. Ni diez segundos después, Kora se agarraba la garganta sin poder respirar. Y se despertó.

- ¡Kora!

-¿¡Qué!? - gritó levantando la cabeza del pupitre, de hecho acabó levantándose toda ella entera. - ¿¡Qué está pasando!?

Francisca se echó un poco hacia atrás, extrañada por la reacción de Kora y se arregló un poco el cuello de la camisa mientras carraspeaba.

- Señorita Lionheart, vuelva a su asiento.

Kora se dejó caer en su silla y escuchó como Francisca Von Karma volvía a repetir las mismas palabras por tercera vez.

-Y recordad que la seguridad...

Kora se quedó mirando la pizarra fijamente. No sabía qué estaba pasando, pero estaba segura de que iban a volver a morir.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on January 31, 2024, 10:10:50 AM
Me he estado releyendo Balamb y me han dado los sentimientos twt




29. Una clase gratis y te acompaño a recepción

Anew caminaba por los pasillos del Jardín de Balamb mirándose la punta de los zapatos, casi sin ver por dónde iba. Estaba perdida en sus pensamientos, camino al punto de encuentro que había acordado con su príncipe. Después de todo, actuar como su asistente en ese viaje era su cometido y aunque Isaak juraba estar de vacaciones, en realidad tenía muchos asuntos que atender, no sólo la operación de su ojo.
Llegado a cierto punto, Anew se paró y levantó la cabeza y por un momento se asustó al no reconocer donde estaba, algo normal si tenía en cuenta que era su primera visita al Jardín de Balamb.

—Ah… ¿dónde me he metido?

En tu propia cabeza, pensó la mujer, que llevaba unos minutos dándole vueltas a las palabras de su jefe y director.
Diviértete un poco, le había dicho. Diviértete…

Anew suspiró y miró a su alrededor. Los pasillos estaban vacíos y no había ningún cartel con indicaciones cerca. La Seed estuvo a punto de darse la vuelta por donde había venido hasta que, de repente, se dio cuenta. Oía música.
Empezó a caminar en esa dirección y un par de pasos después localizó una puerta entreabierta de la que salían las notas de lo que parecía una de los valses que había oído la noche anterior en el baile. Probablemente habría alguien ahí dentro, ¿verdad? Tal vez podría molestarlos un poco preguntando indicaciones. Sólo necesitaba saber cómo llegar a la entrada del edificio, su punto de encuentro era la recepción después de todo.

Anew se quedó parada frente a la puerta durante unos segundos antes de coger aire y asomarse despacito. La sala parecía un estudio de baile y sólo estaba ocupada por dos personas y un estéreo.

Las dos figuras en la sala daban vueltas y vueltas, siguiendo grácilmente el ritmo del vals. La verdad es que era uno de los más rápidos que había oído, pero ninguna de las dos personas fallaron ni un paso.
Anew entró un poco más en la sala, moviendo la puerta para ver mejor. La manera en que se movían a la vez era hipnótica. La armonía en sus movimientos y la facilidad con la que se seguían el uno al otro la tenía embobada.
No pasó mucho tiempo para que la pieza llegase a su fin y con una última floritura, las dos personas se separaron. Él aplaudió hacía ella, que se rió con soltura antes de asentir con la cabeza, manos en la cintura y se volvió a poner en posición para bailar más.

Anew no reconoció a la mujer de pelo negro y corto, ¿pero a él? A él lo podía haber distinguido en una muchedumbre. El pelo castaño le tocaba los hombros y sus ojos verdes brillaban como estrellas en la noche.
Yohji Kudou estaba empezando a levantar los brazos para guiar a su compañera de baile cuando vio malva por el rabillo del ojo.
Antes de tomarla de la mano, se giró hacia la puerta y miró directamente a Anew.

—Oh —dijo, bajando los brazos y acercándose hacia ella—. ¡Hola!

—¿Una amiga tuya? —preguntó la otra mujer, volviendo a poner los brazos en jarras.

Yohji sonrió, con los ojos aún clavados en Anew.

—Eso espero.

—Ah… —consiguió decir Anew, llevándose un puño a los labios—. Perdón por molestar, me iré.

Anew oyó a la otra mujer reírse y la vio agarrando una chaqueta. Parecía estar preparándose para irse.

—No molestas, cielo. Estaba a punto de irme —la chica le dio un par de palmadas en la mejilla a Yohji antes de continuar—. Pórtate bien, mangarrán.

—Oiga, señorita. —se quejó Yohji, aunque se rió mientras la otra le sacaba la lengua y se escabullía entre Anew y la puerta.

—¡Adiós! ¡Os auspicio un buen futuro cercano! —se despidió sacudiendo la mano sin girarse a mirarlos.

—Uh —dijo Anew, parpadeando hacia el pasillo—. ¿Qué ha sido eso?

—Hokuto, ella siempre es así.

Otra canción empezó a sonar y Anew dirigió su mirada hacia Kudou y sus brillantes ojos verde esmeralda. Anew bajó la mirada, asustada por si se quedaba encandilada mirándole como la noche anterior.
Error. Porque la camisa de Yohji estaba abierta y podía ver como una gota de sudor le corría por en medio de sus pectorales y se perdía bajando hacia su abdomen. Anew fue muy rápida desviando la mirada ahora hacia un lado.

—¿En qué te puedo ayudar? —preguntó Yohji, ofreciéndole la mano—. ¿Tal vez en un baile?

Anew Returner solía ser una persona muy profesional, pero se vio poniendo la mano sobre la de Yohji Kudou y segundos después él estaba tirando de ella hacia la sala de baile.

—Te puedo dar clases, ya te dije anoche que soy profesor de baile.

—No sé bailar —confesó Anew, aunque sólo era medio mentira, pero Yohji no tenía porqué saberlo—. Me he perdido, tengo que ir a recepción…

—¿Cuánta prisa tienes? —preguntó Yohji mientras le indicaba a Anew de donde agarrarse y ponía con cuidado su mano en la cintura de ella—. Una clase gratis y te acompaño a recepción.

Yohji apartó la mirada por un momento y Anew se dio cuenta de que estaba mirando un reloj en la pared del que ella no se había dado cuenta.

—No sé ni qué hora es. —se quejó Anew, empezando a balancearse con la música, mirando hacia sus pies porque no quería pisar los de Yohji.

—Las diez menos cuarto, tengo cinco minutos antes de tener que ir hacia la salida —Yohji dio un paso hacia atrás y luego movió el brazo de tal forma que Anew se vio dando una vuelta sobre sí misma antes de volver a agarrarse al hombro de Yohji, acercándose otra vez hacia él—. ¿Qué te parece si me concedes este baile y te acompaño a recepción, hm?

Anew empezó a moverse al compás de Yohji, sin darse cuenta y los ojos brillantes de Yohji le recordaron a las palabras de su director. Diviértete un poco. Sólo eran cinco minutos. Podía permitirse cinco minutos de diversión, ¿no?

Una pequeña sonrisa empezó a florecer en los labios de Anew.

—Bueno, está bien.
Title: Re: SeeDs in the Garden – revival
Post by: Neko on February 29, 2024, 11:27:53 AM
Hola, vengo a chupar wifi de Airi owo wijijijiji




30. Un gato grande…

Decir que Hiksti estaba nervioso era recalcar lo evidente. Y es que todo su cuerpecito temblaba con la sola idea de acercarse al Furia Nocturna que habían atrapado unos días antes. Pero ni él mismo tenía claro si era por miedo o curiosidad.

—Vamos, chico —le dijo Norge, su padre, con una manaza sobre su hombro huesudo—. Aún no se ha comido a nadie, no creo que empiece por tí.

—Al menos que lo confunda con un pez. —canturreó Ylvie, su hermana, que llevaba un cubo de repleto de pescados que pesaba como tres veces más que ella.

—Si tuviera que confundir a alguien con un pez sería a tí, hija mía, hueles a sardina.

Ylvie se encogió de hombros, caminando a duras penas con su carga, pero feliz como siempre parecía estar.

—No es mi culpa que estén tan ricas.

—Por lo menos podrías comértelas cocinadas… —suspiró Hiksti, reacomodando los bultos que llevaba entre los brazos.

Ylvie arrugó la nariz.

—¿Para qué perder el tiempo? Además crudas están más jugosas.

Norge y Hiksti se miraron por encima de la cabeza de la niña, sin saber muy bien qué decirse. Hiksti acabó hablando primero.

—¿Estás seguro que de mamá no era un dragón?

Norge se encogió de hombros con un gesto muy similar al de su hija.

—Uno nunca puede estar del todo seguro.

Hiksti suspiró otra vez y la familia llegó a un alto, justo delante de la puerta que les separaba del corral donde tenían confinado al Furia Nocturna, uno de los dragones más esquivos y bravos de toda la región. Hiksti notó otro escalofrío recordarle el cuerpo sólo de pensar en verlo cara a cara.

—¡No te preocupes tanto, tato! —exclamó Ylvie, sacando las llaves del cinturón de su vestido naranja y dándoselas a su padre—. Es como un gato grande, ya verás.

—Un gato grande… —repitió él.

—¡Un gato grande! —respondió Norge, abriendo la puerta y dándoles prisa para que entraran ya.

Norge le había asegurado a su hijo que mantenían al animal aislado no porque le fuera a hacer daño a nadie, si no por la animadversión que la gente sentía hacia ese tipo de dragón. Norge no se fiaba de que no hubiera alguien queriendo hacerle daño a la bestia sólo por la mala fama que tenia su raza.

Hiksti se fue derecho a la mesa que había cerca de la puerta del corral y dejó todos los trastos que había venido cargando allí encima, sin orden ni concierto y luego se dio la vuelta, frotándose las palmas de las manos sobre los muslos, sólo para encontrarse un par de ojos verdes enormes mirándole muy de cerca.

—¡Ah! —gritó, pegándose a la mesa e intentando subirse a la misma.

El animal dio un gritito y se echó hacia atrás y todo lo que Hiksti podía ver eran escamas negras reflejando la luz del sol y patas enormes con garras afiladas. No quería ni pensar en los dientes que debían esconderse tras aquella sonrisa aparentemente amistosa.

—¡Furia Nocturna! —dijo Hiksti, consiguiendo subirse a la mesa.

—¡Eres un exagerado! —le gritó su hermana, tirando el cubo al suelo y volcándolo para dejar salir todos los peces que había traído para el dragón—. ¡A comer!

El dragón se dio la vuelta sobre sí mismo dos veces antes de trotar, cabeza y cola en alto hacia la comida. Hiksti se bajó de la mesa y se frotó las manos mientras veía como el dragón le daba la vuelta entera a su comida y se ponía frente al recién llegado. Abrió la boca, levantando las comisuras mientras ladeaba la cabeza.

—¿No tiene dientes? —preguntó Hiksti sorprendido, dando un paso al frente.

Y de repente una buena hilera de dientes afilados apareció en las encías que hacía un momento antes estaban desnudas de dentadura.

—¡Sí tiene dientes! —y dio tres pasos atrás.

El dragón usó esos mismos dientes para empezar a rasgar y engullir los peces que le habían traído para comer.

—¿A que mola? —preguntó Ylvie, poniendo una de sus manitas sobre el dragón, que la ignoró por completo mientras tragaba y tragaba.

—No sé yo qué decirte… —y se giró a preguntarle a su padre:— ¿Está así de entretenido mientras come?

Señaló hacia la mano de Ylvie que estaba palmeando al dragón con fuerza. Norge afirmó con la cabeza y Hiksti corrió hacia la mesa para recoger un metro y unas telas para empezar a trabajar en su misión: recomponer la cola del dragón.

Una vez metido en su trabajo, Hiksti dejó de temblar y empezó a ser el chico competente que su padre sabía que era. Hubo un momento en el que el chaval incluso se puso a horcajadas encima de la cola para acabar de medir bien la aleta que aún le quedaba al dragón, que no paraba de moverla de un lado a otro.

—¡Quédate quieto, desdentao!

El dragón miró hacia atrás y dejó la cola quieta durante dos segundos antes de moverla hacia arriba, haciendo que Hiksti se tuviera que echar hacia atrás. El pobre chico acabó sentado sobre el culo del dragón que empezó a trotar por el corral con una nueva carga encima. Ylvie se empezó a reír mientras Hiksti cerraba los ojos y se agarraba con fuerza a la cola que no paraba de moverse y Norge suspiró.

—¡Chico! —bramó con autoridad. Y tanto el dragón como su hijo se giraron a mirarle—. Vamos, déjale hacer, es por tu bien.

—¿Mi bien? —preguntó indignado Hiksti.

—Le hablaba al otro chico. —aclaró Norge, recibiendo un rodamiento de ojos de Hiksti bien claro.

Norge empezó a rascarle la mandíbula al dragon, que abrió su boca sin dientes y dejar caer la lengua, satisfecho.
Hiksti se dio prisa en acabar la medición y luego empezó a revisar lo que había conseguido sobre la mesa de madera.

—¿Tú estás seguro de que es por su bien? —preguntó Hiksti, oyendo las risitas de fondo de su hermana que parecía estar jugando con el Furia Nocturna como si fuera un gato grande.

—Sin esa aleta no puede volar y no quiero que alguien con prejuicios le haga daño. Los Furia Nocturna comen pescado y no matan a nadie si no les han atacado primero. La gente tiene muchas concepciones erróneas sobre estos animales.

Hiksti paró y miró de reojo a su padre, dejó salir el aire por la nariz y siguió trabajando. Y sin levantar los ojos de su prototipo continuó con su argumento.

—No me refiero a la gente. Lo digo por… los monstruos esos que hay por su zona. Los que encontraron en aquella misión.

Norge arrugó la nariz exactamente de la misma manera en la que lo hacía su hija cuando estaba confundida o enfadada.

—Y por eso tenemos que acabar con esa amenaza antes de soltar a esta amenaza en su medio natural.

Hiksti soltó una risilla desde el fondo de la garganta.

—¿No decías que eran inofensivos?

Norge señaló al dragón y a su hija jugando.

—¡Vamos hombre! ¡Me van a convertir en diabético! ¿Has visto eso? ¡Amenazas los dos!

Y Hiksti volvió a reír. Esta vez bien en alto, olvidando el nerviosismo que le había inundado antes de entrar en aquel corral.