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MMORPG: Neverland / Re: neverland 0.0: you can (not) remember
« Last post by Neko on May 31, 2025, 04:55:28 PM »
Doctor? Who?



Anir + Cid + Robots



Anir siempre había sido una niña curiosa. Su padre había visto ese brillo en sus ojos desde el primer día que había conseguido abrirlos.

—Vas a querer saberlo todo, ¿verdad? —le dijo Cid mientras la balanceaba delicadamente con un brazo. La niña le había tomado un dedo como rehén y no quería soltarlo, tampoco es que su padre tuviera prisa en que lo soltara—. ¿A qué sí? Ya lo estoy viendo. Eres exactamente como tu papá.

Y Cid juraba que Anir se rió con el mismo tono pillo que usaba él cuando sabía que se estaba metiendo en un lío, aunque su sobrina dijo que más bien parecía que estaba haciendo gorgoritos.

En cuanto la niña empezó a gatear le dio la razón a su padre. Se metía por todos lados y lo peor de todo es que cabía en huecos muy pequeños en los que Cid ni siquiera había pensado en mirar. El padre primerizo aprendió muy pronto a asegurar la casa contra bebés móviles.

—¿Cómo te has metido ahí y por qué estás llena de grasa cuando el suelo está limpio? —le preguntó Cid a su hija que lo único que hacía era reírse con ganas mientras Cid la agarraba de los tirantes de la espalda del peto que llevaba puesto.

La niña estiró las manos hacia la parte de abajo del armario en la que se había metido. Cuando Cid se agachó a mirar vio un pañuelo que hacía una semana que creía haber perdido. Al sacarlo vio que el pañuelo sí que estaba lleno de grasa de motor.

—Bueno, eso lo explica.

—¡MUA! —dijo su hija, mandándole besos con las manos.

—Sí, sí, ahora besitos…

Y por mucho que Cid se quejase, llenó la cara grasienta de su hija con besos rasposos por su barba corta. Luego tuvo que lavarse él también la cara, pero no pasaba nada, Anir le salpicó bien desde la bañera para asegurarse que su padre saliera del baño bien limpio.

Cuando su hija tenía poco más de un año encontró un destornillador escondido entre los juguetes que guardaba en su parquecito de juegos. Cid se puso a reír a mandíbula batiente. Ahora entendía cómo es que su hija siempre se escapaba de la maldita valla infantil.

Cuando tenía tres años tuvo que enseñarle las medidas de seguridad adecuadas para trabajar con componentes eléctricos porque no iba a poder pararla de trastear con ellos. Lo mínimo que podía hacer era asegurarse de que no le estallase algún experimento en la cara, que las operaciones plásticas estaban muy caras para lo que él ganaba con el taller.

A los cinco años llegó con un bot pequeñito entre sus manitas rechonchas.

—¿De dónde has sacado esto? —preguntó Cid, abriendo la palma de la mano para pedirle el robot redondo y maltrecho.

—¡Me ha seguido a casa!

A Cid se le levantó una comisura sin querer y dejó el cigarro en el cenicero mientras su hija dejaba el bot con mucho cuidado en su mano abierta.

—¿Lo arreglas?

Pip se rascó la sien antes de agarrar a la niña de los hombros.

—Le dije que lo dejase en el parque, que no era nuestro, pero…

Cid gruñó algo que parecía un “no pasa nada” antes de decirle a Pip que su abuela los esperaba para cenar y que en un rato pasaría a recoger a su hija.

—¿Pero lo arreglas? —preguntó la niña mientras Pip intentaba llevársela a comer.

—Le echaré un vistazo.

Un par de horas después, Cid dejó el bot en la mesa de su cocina, frente a su hija, a la que acababa de ponerle el pijama.

—No tiene tracker ni nada que me diga de quién es, así que…

—¡Me lo puedo quedar! —gritó Anir, levantando los brazos.

—No, no te lo vas a quedar, pero podemos arreglarlo los dos este fin de semana. ¿Qué te parece? Y si se quiere quedar, que se quede.

Anir abrió y cerró la boca varias veces, pero luego asintió con la cabeza ilusionada.

—Vale, pues ahora a lavarte los dientes y mañana le sacamos las tripas y vemos qué le falla.

—¡Síii! ¡Tripaaaas!

Y la niña se fue correteando hacia el baño, para lavarse los dientes y tirarse a la cama porque quería que mañana llegase pronto.

Ese bot acabó yéndose, muy contento con el tratamiento que le habían dado en el taller de Cid. De dónde vino y a dónde se fue siempre sería un misterio. Pero otros empezaron a aparecer cerca de donde estuviera su hija jugando.

—Te juro que no lo he robado. ¡Es que me siguen a casa! —repitió Anir, ahora ya con once años.

Cid rodó los ojos y salió de debajo de la furgoneta en la que estaba trabajando. Se limpió las manos y se dirigió a la nevera para dar un trago de agua.

Esta vez era un ciberperro. Cid estaba bastante seguro de que era el mismo modelo que había usado la unidad canina de ciberperros de la policía hacía como cinco o seis años. Ese modelo ya estaba retirado, pero no debería estar en el mercado como cibermascota.

—Dame un momento y le busco el tracker.

Anir entrompó los labios y se balanceó sobre los pies, esperando a que su padre sacase el escáner para echar un vistazo rápido por si encontraba al dueño del robot.
La verdad es que el perro parecía haber salido de lo más profundo de una chatarrería.

—Nada —dijo Cid, volviendo a guardar el escáner—. Eres libre de tratar a tu paciente, señorita ingeniera.


Su hija se rió desde detrás de sus manos. Una risa aguda y divertida que hizo a Cid sonreír de vuelta.

—¡Vamos, largo! Tengo que terminar esta furgoneta hoy, no te voy a poder ayudar.

—No pasa nada, papá. ¡Gracias papá! —canturreó Anir, corriendo hacia la parte del taller que había reclamado como suya para cada vez que un bot malherido se cruzaba en su camino.

Anir estaría entretenida un par de horas intentando arreglar al robot. Probablemente le llevaría unos días dejarlo en un punto en el que se sintiera satisfecha con el resultado. Era posible que el ciberperro estuviera con ellos durante una semana o tal vez menos.
Y luego se iría. Y después vendría otro.

Y es que… en lo más profundo del cementerio de robots, donde algunos de los robots descartados aún se movían entre las sombras… un pequeño y redondo bot predicaba a sus hermanos sobre la pequeña niña que lo salvó. Sobre el gran hombre que le había abierto las tripas y se las había vuelto a reponer, dándole una vida nueva.
Allá donde hubiera un robot con buenas intenciones y necesidad de ayuda… el bot les diría cómo encontrar a la Doctora.
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Patio de Juegos / Re: Dive back in time
« Last post by Miyu on May 31, 2025, 08:02:24 AM »
Tengo algo para el HV, a ver si lo termino jajaja



Time Photo Studio.
Tan largo ha sido su camino, tan maldito ha sido su destino; siempre mirando hacia las fotos, siempre sumergiéndose en las fotografías, rompiendo la superficie quieta del papel para lanzarse al torbellino del pasado… y todo por sentir una vez más la calidez de Cheng Xiaoshi.

No se arrepiente. ¿Cómo podría hacerlo?

Todos sus sacrificios lo valen, aun si termina perdido en el mismo vacío o, al final del camino, encuentra la muerte.

—¡LU GUANG, AYUDAAA!
Corre hacia el albino como siempre, escondiéndose detrás para evitar que Qiao Ling lo agarre.
—¡Deja de esconderte, Xiaoshi! —está molesta; su tono agresivo y postura en jarra lo dicen todo.
La rutina, la dulce normalidad que tanto añora y lo desespera. Suspiró, cerrando los ojos.
—¿Qué hiciste? —sigue con los párpados caídos.

Recién entra al estudio fotográfico y es asaltado por los dos “adultos” del lugar, que más parecen niños discutiendo por las cosas más triviales del mundo.

—¡NADA, LO JURO! —el azabache apoya ambas manos sobre los hombros del otro varón—. La casera enloqueció.
—¡Mentiroso, poco confiable! —apartó una mano de sus caderas para señalar el rostro de su hermanastro, detrás de Lu Guang—. ¡Te pedí que revelaras un viejo rollo, el cliente estará en una hora!

Lu Guang avanzó hasta el mostrador de la tienda y se fijó en la lista de clientes que tenían para ese día. No habían anotado ningún encargo para dentro de unas horas. Colocó la mano en el mentón para pensar. Normalmente es cuidadoso con los registros.
Frente a él, una pelea campal se desarrolla, con la casera tirando de las mejillas de Cheng Xiaoshi hasta dejarlas completamente rojas.

—No hay nada aquí, Qiao Ling —murmuró el menor de los tres con la vista sobre los nombres de reserva.
—Ah, es que el cliente lo pidió como favor especial —desvió la mirada hacia él, con las manos puestas sobre los pómulos de Cheng.
—… —suspiró de nuevo, cerrando el cuaderno—. Entonces, ¿cuándo exactamente lo pidió?
—Uhm… —la fémina soltó a su hermanastro y apoyó ambos brazos sobre el mostrador—. Un momento antes que te fueras, entró y lo pidió entre lágrimas. ¡Se veía desesperada!
—Ya veo —musitó el encargado con una expresión de comprensión—. Entiendo la urgencia, pero el revelado de un rollo de fotos no es tan rápido como muchos creen. No es como imprimir algo en una impresora. El proceso requiere una serie de pasos químicos y luego un tiempo para secarse.
—¡Es lo que le dije, Lu Guang! —con las mejillas rojas e hinchadas, corrió hacia detrás del mostrador para apoyar la mejilla en el hombro del albino.
—¡Mentiroso! —su índice se dirigió una vez más a Cheng Xiaoshi—. Dijiste que la agenda estaba llena y Wang Wang es un demente con el orden.
—… —otro suspiro por parte del albino—. Imagina que el rollo es como una "cinta" donde la luz ha dibujado las imágenes —explicó el encargado, usando sus manos para ilustrar—. Para que podamos ver esas imágenes, necesitamos que ocurran varias cosas que es imposible completar en dos horas.
—Pero… —la chica lo miró con pena—. La señorita parecía estar a punto de llorar.
—Qiao Ling, te explico esto para que entiendas los pasos en el revelado… Para que podamos ver esas imágenes, el rollo tiene que pasar por varios "baños".

Ahora Lu Guang estaba siendo observado por los dos chicos con atención. Él solo exhaló aire, codeando a su amigo, que ya sabe mejor que nadie el proceso.

—Primero debemos meternos en el cuarto oscuro —señaló una habitación cerca—. El baño del "Revelado" es lo primero… ahí sumergimos el rollo en un líquido especial llamado revelador. Este químico es el que "despierta" las imágenes invisibles que la luz grabó en la película, haciéndolas aparecer. Este paso lleva entre dos y cinco minutos, dependiendo del tipo de rollo y el químico que usemos. Sigue el baño de "paro", donde el rollo pasa por un líquido que frena la acción del revelado. Esto evita que las imágenes sigan oscureciéndose. Es un paso muy rápido, apenas unos treinta segundos a un minuto. Después tenemos el baño del fijador. Usamos un químico que hace que las imágenes queden permanentes y no se borren cuando les dé la luz. Sin el fijador, tus fotos desaparecerían con el tiempo. Sigue el de "limpieza" o lavado. Después de todos esos químicos, el rollo se lava con agua para quitar cualquier residuo. Y finalmente, el momento de la "espera" o secado. Obtenemos los negativos, que son como la versión invertida de tus fotos. Necesitamos colgarlos cuidadosamente en un lugar sin polvo para que se sequen completamente. ¡No podemos tocarlos mientras están húmedos porque se arruinarían! Este secado es lo que más tiempo consume, pudiendo durar de 2 a 5 horas, o incluso más si el ambiente es muy húmedo.
—Eh… —la chica quedó un poco impresionada y después miró a Cheng Xiaoshi. Ella se había equivocado…
—¿Casera? —la cara de suficiencia de Cheng esperando disculpas era impresionante.
—Tampoco te hagas el tonto y ve a trabajar —el albino lo empujó con suavidad—. Ayer te quedaste a medias en un encargo.
—¡IIIIKKKKK! — gritó antes de volver hacia su amigo y apoyar de nuevo el rostro en su hombro—. Lu Guang, déjame tener este momento de victoria.
—¡Insensible! —la mayor sacó el móvil—. Le avisaré a la chica.
—Espera —abrió de nuevo el libro de clientes y buscó con la mirada un hueco entre los pedidos de esa semana—. Dile que para mañana.
—¡Ah! ¿En serio? —la carita de ella brilló ante las palabras de Guang.
—Sí. Por única vez haremos una excepción, por ti —anotó con un plumón la fecha—. A las 17 hs. ¿Cómo se llama?
—Sí, ahora le diré —comenzó a teclear en el teléfono para mandar un mensaje—. Mizi. ¡Listo!
—Bien. Recuerda hablar conmigo antes de aceptar pedidos de revelados —cerró sus párpados a la par que guardaba el libro—. Está bien que tengas buenas intenciones, pero… tenemos un cronograma que seguir y Xiaoshi no hace nada…

Lo fulminó con la mirada.

—¡Ya voy, Lu Guang! —apartó la cara del hombro y sus pies lo dirigieron al cuarto oscuro de inmediato. Estaría algunas horas ahí dentro.
—Te avisaré para el almuerzo, no te distraigas —le advirtió.
—Sí, sí. Tan molesto como la casera.

La puerta del cuarto oscuro se cerró con un leve golpe después de que Cheng Xiaoshi entrara. El sonido seco marcó el inicio del trabajo. Desde afuera, apenas se percibía el tenue resplandor rojo filtrándose por la rendija inferior, mientras todo quedaba en silencio, interrumpido solo por los pasos apagados del chico moviéndose dentro del cuarto.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on May 31, 2025, 12:57:15 AM »
Un poquito más esta vez yay~ Regreso con los icons que faltan.

115.10.





Sin embargo, pese a los deseos colectivos de mantener la situación bajo control…

“Ah, por supuesto que él ya se encuentra expandiendo su poder, y con gran fuerza,” Shiyoon se encogió de hombros y dio un suspiro. Él caminaba junto con Floyd fuera del estadio, en dirección al área donde había la manifestación de la niebla roja.
“Hm~” Floyd ensanchó su sonrisa curiosa. La niebla roja continuaba tan tenue y desapercibida que antes. Sin embargo, para ambos, era más bien la habilidad de detectar la propia magia de aquel Rebel tentativo, y en particular, Floyd podía resonar con aquellas vibras. Apretó el agarre que tenía en un tubo de metal, el cual descansaba encima de un hombro. “Es obvio, ¿no? La niebla tiembla de agresión. Esos orphans están a punto de salir~”
“Eh, ¿de dónde sacaste ese tubo?” preguntó el otro, sonriendo incómodo.
“¿Qué? El tubo estaba apoyado en la entrada al estadio junto con otros, por eso lo agarré,” respondió con toda naturalidad y una pisca de aburrimiento. “Dices que orphans van a aparecer, ¿no? Yo no soy Rebel aún, así que tengo que defenderme con algo.”
“Creo que ya te dije que no tienes que pelear, yo me encargo…”
“¿Pero dónde está la diversión en eso, Shiyoon? Siempre eres el que hace cosas divertidas,” se quejó de mala gana. “Si sólo me usas de guía para encontrar al revoltoso, más me asemejo a una aburrida hadita luminosa. Así mejor no hubiera venido.”
“Y no tenías ninguna obligación de acompañarme,” se frustró un poco. Si bien Shiyoon era de mantener su buen humor ante cualquier circunstancia, sí había muy contadas personas que podían impacientarle, como aquel desenfrenado gemelo.

El par se adentró en el área marcada como en cuarentena. Una vez ahí, les tocaba inspeccionar el área y poder ubicar al causante de aquel hechizo para prevenir que causara algún revuelo. O al menos, aquellas habían sido las intenciones de Shiyoon cuando estuvo operando solo. Este mismo sabía que, al ser alguien con habilidades de Rebel, su mera presencia incentivaría la aparición de los orphans, motivo por el cual tenía que apurarse a rastrear a su objetivo. Pero, por supuesto, no había llegado por su cuenta.

“Pues, parece que tal cual esperé, esta niebla se está volviendo más densa,” observó Shiyoon, mirando de un lado a otro. “Así es difícil detectar de dónde viene. ¿Puedes notar algo, Floyd?”
“Hehe~” por su parte, el peliverde ya estaba armado con su tubo, al cual agarraba como si se tratara de un bate de baseball.
“Ehm, Floyd, ¿acaso estás esperando a los orphans?” preguntó, sonriendo nervioso. “Te aseguro que no son tan divertidos de pelear, ya lo he hecho.”
“Oye, no me mates el suspenso, quiero conocerlos por mi cuenta,” dijo en lo que dio un golpe al aire a manera de calentar sus extremidades. “¿Son orphans aleatorios? ¿Serán tipo dragones? ¿Quizás algún zombie? ¡Hehe, totalmente me apunto a un zombie apocalypse!”
“Haha, admito que no me molestaría que veamos cómo hacer una simulación de eso de alguna manera, pero pues, ahora he venido con un rol…” le recordó amablemente, lo cual le hizo ganarse una mirada de desdén del otro. “Ah, ¿qué tal si luego le digo al jefe que te prepare una pelea con estos orphans? Así no te pierdes de nada.”
“¿Pero por qué esperar si puedo hacerlo ahora?”
“Por favor recuerda que nuestra misión es que nadie salga herido.”
“Ese es tu problema, ¿no? Yo sólo ando aquí de curioso…” se volvió a desentender y continuó practicando su mejor golpe en el aire.
“Sabía que no me ayudarías para nada e igual estoy decepcionado…” dio un pesado suspiro. “Dijiste que podías leer las vibras en el aire para encontrar al responsable. ¿Acaso no te interesa conocerlo? Realmente es todo un personaje, te lo aseguro.”
“Hmm…” para variar, el peliverde se mostró curioso y lo meditó un poco, casi convencido.

Pese a ello, la niebla finalmente se condensó lo suficiente como para que los primeros orphans se manifestaran frente a ellos. Se trataban nuevamente de las enshyoujos, las cuales de inmediato se enfocaron en Floyd al notar sus intenciones de pelear.

“¡Ohhh! ¡¿Vampiresas?! ¡¿Cómo así recién me entero?!” exclamó casi eufórico, mientras sus ojos se afilaban. Alzó su tubo con toda la intención de aniquilarlas. “¡Hahahahaha!”
“Uhh…” Shiyoon dejó caer su cabeza hacia el frente, grandemente cansado y frustrado. Ahí estaba, la responsabilidad que su yo del pasado le había lanzado por decidir no pensarlo dos veces cuando Floyd quiso apuntarse. Lo peor del asunto era que, por más ‘entusiasta’ que el otro se mostrara de pelear, él no podía contra esos orphans a largo plazo y podría ser descuartizado ni bien se le acabaran las energías, así que ni podía confiarle solo en lo que pretendía terminar con su trabajo.
“¡Y están apareciendo más!” observó entusiasmado en lo que más de las enshyoujos hacían acto de presencia. “¡Nada mal, ya estaba demasiado aburrido!”
“Eh, Floyd…” y sí, acababa de fallar en su trabajo de control de daños, ya que las enshyoujos continuarían multiplicándose desenfrenadamente ante la agresión. “Ahh… no me sorprende que ocurra esto, pero debí haberlo evitado…”

Por más que la prognosis a largo plazo no estaba a su favor, Floyd demostró una muy impresionante habilidad con su improvisado tubo y rápidos reflejos para desnucar, lanzar y dislocar a sus múltiples enemigas. Las enshyoujos gritaban de manera ensordecedora con evidentes intenciones de matar al joven, aunque de momento el otro se mantenía firme, con una algarabía que no tenía nada que envidiar al instinto salvaje de sus oponentes inhumanas. Mientras tanto, Shiyoon se abría paso entre dichos orphans en un intento de llegar donde el otro, procurando no llamar la atención y volverse un segundo blanco al mantenerse sin intenciones de combatir frente a ellas. Sin embargo, aquello no fue posible por más tiempo, ya que a poca distancia del peliverde, este por poco y es alcanzado por una enshyoujo que pasó a través de otra que acababa de ser derrotada.

Shiyoon tuvo que invocar su espada y con una rápida serie de cortes, desintegró a todos los orphans que les rodeaban.

“Ya, te tengo, ahora vámonos,” dijo agarrándole del brazo. A pesar de sus intenciones, no iba a serle fácil de convencer al otro.
“¡Haha, no way!” Floyd se zafó justo cuando todas las enshyoujos descuartizadas en el aire volvieron a regenerarse. “This is some Castlevania level shit! ¡Tengo que pelear!”
“¡Oye!” intentó volver a alcanzarle, pero por haberle protegido, las enshyoujos también comenzaron a tratarle como un oponente, así que había pasado a tener el doble de trabajo.

Pues… al menos le quedaba el consuelo que había otros agentes de Rizembool en stand-by listos para ayudar a disipar esa tormenta de orphans.





El grupo de HiMEs con el par de chicos de Rizembool ya había estado cerca de regresar al estadio. Sin embargo, no tardaron en oír unos gritos desgarradores femeninos, los cuales pusieron los pelos de punta a más de uno.

“¡¿Q-qué es eso?!” exclamó Tsubasa.
“¿Alguien necesita ayuda?” preguntó Roxas, listo para regresar por donde habían llegado. Sin embargo, Norimune le agarró de un hombro.
“No tan rápido, joven Key,” este, para variar, miraba hacia la ahora muy visible niebla roja con una determinación y seriedad poco características de él.
“Norimune…” Suzuka se quedó impresionada. “¿Qué sucede?”
“Tal parece que alguien habrá comenzado la susodicha tormenta…”

Entonces, esa niebla comenzó a extenderse más cerca de ellos, y pronto notaron a unas figuras que pertenecían a orphans con apariencia de vampiresas. Estos monstruos aparecieron uno detrás de otro.

“Tch…” Suishinshi entrecerró sus ojos. La situación se estaba tornando seria. “Recuerden lo que les he dicho, no nos toca pelear, debemos ingresar dentro del estadio y prevenir que más salgan.”
“Entendido,” Saki asintió. Pese a esas instrucciones…
“¡No, más bien nos toca eliminar este peligro!” Tenshi se aventuró a pelear con aquellas figuras siniestras, sorprendiendo a todos.
“¡Maldición, escucha para variar!” le requintó Reimu, ya muy tarde.
“Creo que lo ha usado de excusa por lo aburrida que estaba,” Youmu dio un pesado suspiro.
“¿Eh? ¿Está haciendo algo riesgoso por estar aburrida?” Taikei parpadeó confundido. “Pero eso no tiene mucho sentido. Uno siempre puede buscar hacer algo divertido luego de las obligaciones. ¡Yo estaba por sugerirles que de aquí vayamos a un karaoke! ¿Qué piensan?”
“Eh, no es el momento, parece que algo serio ocurre…” Kashuu le miró como bicho raro.

Efectivamente, luego de que Tenshi partiera a un par de orphans con su espada con aparente facilidad, estos seres pasaron a regenerarse como si nada hubiera ocurrido. Más bien, cuatro más surgieron de la niebla a corta distancia.

“¡¿Q-qué es esto?!” la peliazul se quedó en shock.
“¡Ah, demonios!” Suzuka había querido seguir las recomendaciones, pero no podía dejar a Tenshi sola en medio de ese bizarro y aparentemente invencible peligro. Ella partió corriendo para ayudar a su kouhai. Un frustrado Norimune apenas se encogió de hombros con cansancio para entonces volverse en un haz de luz y tomar la forma del arma de su susodicha hija.
“Y ahora… ¿qué hacemos?” Roxas dio un suspiro. “Normalmente pensaríamos en ayudarles, pero…”
“…” Suishinshi cerró sus ojos.
“¿Qué tienes en mente?” le preguntó Taikei, mirándole atentamente.
“Espero que no te sientas obligado en ayudarles. Fuimos advertidas, hasta ahí se extiende tu responsabilidad,” le recordó Saki. “Ya no eres un Rebel como para que tú pelees.”
“No sé cómo harán las cosas en Hanasaki, pero en caso de que alguien desacate el sentido común, nadie debe verse con ninguna obligación de ayudar a los faltantes, al menos según mi experiencia propia,” comunicó, tranquilamente.
“Entiendo, pero…” Youmu se alertó.
“Sin embargo, hay personas que ayudarán a derrotar a estos orphans, gente con experiencia que saben cómo lidiar con ellos…” Suishinshi volvió a abrir sus ojos y observó a ese par de HiMEs ya comenzar a tener líos para defenderse de la lluvia de orphans que continuaba incrementando. “No es un caso perdido. Lo único que necesitan hacer es resistir el ataque hasta que reciban el auxilio que ya está en camino,” él miró hacia Saki y Tsubasa. “Y desde ya les indico que ustedes no las van a ayudar. Son todavía inexperimentadas.”
“E-entiendo, no creo que lo pueda hacer de momento,” Tsubasa asintió.
“No pensaba hacerlo, pero que me llames así me dan ganas de darte la contra,” su hermana menor le miró con cierto desapruebo, y vio a su mayor apenas negar impaciente.
“No estoy en posición de juzgar a las demás HiMEs presentes al desconocer sus casos, tampoco tienen ninguna responsabilidad de auxiliarles, pero eso lo dejo en sus manos,” Suishinshi se dio media vuelta. “Taikei, ingresemos al estadio. Nuestro trabajo ha terminado.”
“Hmm, ¿sabes? Podríamos quedarnos a hacerles compañía~” sugirió juguetonamente.
“No lo volveré a repetir, vámonos ya,” insistió con severidad.
“Uhh…” el menor hizo un puchero, y terminó por sonreír apenado a los demás. “Eh, lo siento, pero ya nos tenemos que ir. ¡Suerte y ojalá nos volvamos a ver pronto!”
“…” Saki les vio partir. El más joven intentaba dialogar con su hermano a manera de tratar de animarle, pero este ni siquiera volvió a girar la cabeza para mirarles. Alzó una ceja.
“Hehe, tu hermano se toma su labor muy seriamente, ¿no es así?” Tsubasa sonrió.
“Es frustrante, él en verdad no es para nada tan serio…” dio un suspiro. “Casi no parece él.”
“…” Youmu dio un respiro profundo e invocó sus armas. “No estoy contenta con el ímpetu de Tenshi, pero no podemos dejarlas así a su suerte…”

Justo en ese momento, Tenshi gritó hacia las demás para demandarles que se les unieran.

“…” y sólo por eso, la previamente voluntariosa peliblanca se mostró inconforme.
“Yo que tú dejo que los orphans la abollen un poco, en serio,” dijo Reimu, impaciente. “Aquí a la que podríamos ayudar es a Suzuka, al menos ella fue cuidadosa esta vez.”
“Entiendo eso, pero andan tan juntas que ayudarlas es como un paquete de dos,” observó Kashuu, rodando los ojos.
“Igual si fue irresponsable, no deberíamos dejarla expuesta al peligro,” Tsubasa frunció el ceño. Casi le daban ganas de intentar ayudar al ver que los demás no saltaban al peligro.
“Y no, serás la presidenta de la clase, pero ahora estás fuera de tu elemento, tú no haces nada,” observó Saki, severamente, en lo que le agarraba de un brazo.
“De todos modos tenemos que ayudar a nuestra senpai, eso solo lo vale,” finalmente, Youmu terminó de convencerse y adentrarse en medio de la horda de orphans.
“Al menos sus esfuerzos parecen estar focalizando un poco a los orphans, pero sí, se regeneran constantemente…” Roxas se puso a pensar. Intentaba ver cómo poder ayudarles efectivamente.

Entonces, Cho terminó por caerse de rodillas al suelo.

“A-aruji,” Kashuu se alarmó y se agachó a su costado. Su HiME se veía consternada y cubría sus orejas con ambas manos. “Aruji, ¿te sientes bien? ¿Qué sucede?”
“Cho…” Roxas fue despertado y también se le acercó. “Tsk, perdón, verdad que intentamos regresar porque no te sentías bien…”
“Estos gritos de los orphans…” dijo la HiME con una mueca de dolor. “…no es la primera vez que los escucho…”
“¿Cómo así?” preguntó su hermano.
“¿Acaso son como ese extraño grito interno que a veces oyes desde la noche en el muelle?” preguntó Kashuu, atentamente y agarrándole de los hombros a manera de reconfortarla.
“…” Cho asintió un par de veces.
“…” Roxas volvió a mirar a esos orphans que no paraban de gritar. Era bastante desconcertante, pero sabiendo cómo su hermana había podido notar la niebla desde mucho antes que los demás y a mayor intensidad, era posible que el ruido la estuviera afectando más que a la mayoría, por algún motivo que no podía entender. Él apretó sus puños y terminó por ayudar a la peliceleste a ponerse de pie. “No, no hay forma que vaya a pelear ahora. Vamos al estadio donde los demás.”
“Eh, pero…” ella se preocupó.
“Prefiero asegurarme de que estés bien. No me gusta la idea de que te tenga que dejar de lado todo el tiempo porque todavía puedo pelear, aparte que ni sabemos lo que te ocurre,” admitió el rubio, algo contrariado y desviando su mirada. “Así como estás no estaré tranquilo a menos que pueda quedarme de tu lado…”
“…” Kashuu le miraba intensamente.
“…y presumo que no tienes nada de qué criticarme por mi decisión, ¿verdad?” le reclamó el Key, impaciente.
“No, más bien casi no pareces ser tú, no eres de poner a aruji primero en momentos así,” observó con un cierto dejo de aprobación, sin despejar su escepticismo. “Estoy de acuerdo.”
“Eh… ya veo…” Roxas se extrañó.
“O sea, es bueno que lo hagas, para variar,” se encogió de hombros.
“Tsk, no intentes buscarme bronca ahora, no es el momento,” entrecerró los ojos.
“…” Cho sintió cierta frustración, aunque al menos parecía que su arma intentaba tragarse un poco su orgullo. Era sin duda algo reconfortante.
“Eh, lo lamento, pero tenemos que irnos. Tengan mucho cuidado, por favor,” dijo Roxas.
“Sí, muchas gracias, ustedes también,” Tsubasa asintió.
“…” Saki dio un suspiro. “No es que nosotras podamos hacer mucho, pero me sentiría mal si las abandonamos del todo. Veremos qué hacer.”
“Por favor vayan a descansar, Cho se ve fatal,” observó Reimu. Ella les vio partir y pasó a frustrarse. De las tres restantes, era sin duda la que más ‘experiencia’ tenía, apenas por ser mayor y contar con quizás unos meses adicionales de ser HiME, pero bueno… esperaba no tener que sentir que era necesitada.

Sólo podía quedarse al pendiente para ver cuándo los supuestos expertos irían a llegar.


“¡Muchas gracias!” Dash sonrió ampliamente en lo que entregaba una ficha con sus datos a un encargado, así asegurando su participación en las competencias de atletismo.
“No hay de qué, te esperamos mañana a las ocho de la mañana para la orientación y toda la información referente a tu número como participante y tu horario personal,” contestó esa persona, amable y entusiasta. “Te deseo lo mejor, da tu mejor esfuerzo.”
“¡Oh, sí que lo haré!” sus ojos brillaron con estrellitas y asintió efusivamente.

Al lograr su meta de la noche y saber que figuraría entre los muchos estudiantes participantes, Dash dio espacio para la siguiente persona a ser atendida y caminó dando saltitos sin darse cuenta. Podía sentir que el rumbo de su vida mejoraba cada vez más, y luego de observar la inmensidad de la impresionante universidad de Hanasaki, le anhelaba pensar que podría ser una estudiante más de aquella prestigiosa institución.

Su caminata le llevó cerca de una de las salidas del estadio, la cual pasaba mayormente desapercibida para los presentes. Dash no pudo evitar mirar hacia la noche por medio de esa puerta abierta. Pensó en su camino de regreso a casa al término del presente evento, recordó la posibilidad que seguramente Rita volvería a darle un mal rato por alguna indescifrable razón… pero, por sobre todo, se concentró en la oscuridad de la noche, el recuerdo de la brillante luna y sutiles estrellas… en ese vacío de las tinieblas que le recordaba lo pequeña que era, pero que a su vez, le hacía sentir como un pequeño destello en el centro de su corazón, en medio de la fría inmensidad de todo lo demás.

Sintió la dicha de seguir con vida y poder brillar al igual que los demás, a su propia manera.

“¿Eh?” entonces, en medio de su contemplación, notó que había una rara niebla rojiza al exterior, algo que no podía detectar bien a menos que se acercara más al ingreso, lo cual quiso hacer…
“¡Dash!” repentinamente, Rin se le saltó encima y le dio un fuerte abrazo.
“¡Ah!” esta no evitó asustarse por la sorpresa.
“¿Qué te tiene tan nerviosa? A mí me gusta lo apachurrable que siempre eres~” canturreó la gemela, sin soltarle.
“Eh, no, no es nada, sólo que…” Dash miró hacia la puerta, aunque curiosamente un par de porteros habían aparecido justo para cerrar la salida. “Pues… me pareció ver algo afuera…”
“Dime, ¿pudiste inscribirte para tus competencias?” preguntó Len, dándoles el alcance.
“Ah sí, ya está todo confirmado,” dejó de ser abrazada y asintió efusivamente. “¡Ahora sólo me queda dar todo de mí! ¡Al menos esa es la parte menos intimidante!”
“Oh, bien por ti, yo en tu lugar tendría muchos nervios antes de la competencia,” admitió Rin.
“Eh, no que no los tenga, pero…” curiosamente, la decidida Dash terminó viéndose inquieta por aquel recordatorio, y terminó sacudiendo su cabeza. “O sea, es la parte que depende solamente de mí ahora que terminé con las formalidades, y pues, prefiero encargarme de eso.”
“Bueno, eso tiene sentido,” Len asintió y le dio un panfleto.
“¿Qué es eso?” preguntó Dash, confundida. Incluso Rin se acercó para leerlo.
“Horario de buses…” leyó la rubia.
“Como los eventos van a ser tanto en Hanasaki como en Rizembool, han habilitado unos buses especiales que conectan a las dos universidades para que todos los asistentes puedan transportarse rápidamente. Estos parten cada quince minutos,” explicó. “Aquí figuran los paraderos y las horas.”
“¡Ohh, ni lo había pensado, muchas gracias!” la pelinegra se emocionó.
“Hm, no sabía, pudiste haberme traído uno, Len,” le recriminó su hermana.
“Por supuesto que no sólo agarré uno, tengo una copia para los dos,” contestó con otro panfleto.
“¡Ah, perfecto!” así, Rin se lo arrancó y lo revisó entusiasmada. “¡Bien hecho, así es como debes tener a tu hermana mayor en mente!”
“¡Oye, no sólo es para ti, y no eres mayor, somos de exactamente la misma edad!” le reclamó el chico, frunciendo el ceño.
“No, obviamente eres el menor, le puedes preguntar a cualquiera,” Rin sonrió con superioridad. “Ya mucha gente me ha dado la razón, ¿no te acuerdas?”
“¡Sólo lo hacen porque siempre empiezas autodeclarándote como mayor que yo!” se quejó. “¡Ya les das la idea antes de que lo puedan pensar por su cuenta!”
“Haha…” Dash rio un poco. Era sin duda una discusión que no oía por primera vez.
“Bueno, ya mucho, hermanito, no hagamos a Dash esperar.”
“¡No insistas!”
“Dime Dash, ¿has probado dippin’ dots? ¡Hay un puesto no muy lejos de aquí!”
“Eh, no, ¿qué es eso?” no llegó a contemplarlo, ya que Rin de inmediato le jaló y los tres fueron en dirección a ese lugar.
“¡Es helado congelado con nitrógeno líquido en bolitas! ¡Apuesto a que te va a gustar!” explicó en lo que avanzaba rápidamente.
“E-espera, ¿podemos ir más lento, Rin?”
“Uhh, no, si ya nos separamos antes porque un grupo de fans nos detuvieron para hablar con nosotros,” Rin negó e hizo un puchero. “Así que así nos exponemos por menos tiempo a cada posible transeúnte. ¿No tiene sentido?”
“Yo más bien creo que avanzar rápido nos hace llamar más la atención, Rin,” Len dio un suspiro.
“Hehe…” Dash pensó lo mismo que Len, pero decidió no meterse en el asunto.

Felizmente, pudieron llegar a aquel puesto bastante popular, el cual al igual que la mayoría servía sus productos gratuitamente al público en general.

“¡Ohh, se ve bonito! ¡Me pregunto si Rita o Horizon los han probado antes!” exclamó Dash, aunque ella misma se detuvo y sonrió incómoda. “Eh, no, ¿qué estoy diciendo? A Horizon no le gustaría el helado…”
“…” tanto Rin como Len se sorprendieron e intercambiaron miradas.
“Eh, chicos…” ladeó su cabeza.
“¿Por qué dices eso, Dash?” preguntó Len, curiosamente.
“¿Será que a tu supervisora no le gusta la leche? ¿Tendrá intolerancia?” Rin lo meditó.
“Eh, pues, n-no, más bien… ¡Oh, sí, creo que es eso! O-o sea, Horizon es muy particular con las cosas que come, por eso lo digo…” la pelinegra se vio nerviosa. “Ehm, ¡¿qué tal si hacemos la fila desde ya?! Creo que hay más gente que viene.”
“Gracias, pero Rin y yo ya comimos varios bocadillos antes que llegaras,” admitió Len, sonriendo con torpeza.
“Uhh, sí, tú sabes que tenemos que cuidarnos como los idols y streamers que somos,” Rin asintió, sonriendo ampliamente. “¡Pero descuida, estamos aquí por ti! ¡Date el gusto que sé que te gustará! ¡Te esperamos!”
“Aw, bueno, ojalá la próxima podamos compartir algo juntos. ¡Ahora vuelvo!”

Así, la chica se unió a la cola, la cual efectivamente recibió al grupo que había estado cerca. Luego de verla distraída con el menú y el producto en sí en lo que este era servido, los gemelos se mostraron entre preocupados y aliviados.

“Uhh… qué cerca estuvo…” Rin se dio un facepalm. “Qué bueno que no me vio acercarme porque creo que corrí más rápido que la gente promedio.”
“Me sorprende que en plena emergencia de orphans todavía osen por tener las puertas abiertas…” Len negó, y miró al lado opuesto del estadio, el cual efectivamente tenía todas las salidas descubiertas. “Entiendo que la manifestación es del otro lado, pero nadie debería salir en lo que se pone bajo control.”
“Hm, no sé, Len,” Rin le dio un vistazo. “Igual hay porteros, y con un lado del estadio cerrado, supongo que mantienen el otro abierto para todavía dar un ambiente de normalidad.”
“Pues, tiene sentido, igual da miedo…”
“Me alegro mucho por Dash que quiera apuntar a estudiar en una escuela privada como Hanasaki, pero a la pobre le tocará estar expuesta a estas cosas…” Rin bajó su mirada.
“Sí pues…” Len miró hacia las luces del estadio, contemplativo. “¿Tú crees que deberíamos resguardarla tanto, Rin?”
“¿Eh? ¿Por qué no? No es que la hayan aceptado aún,” alzó una ceja.
“Lo sé, pero o sea… sus dos supervisoras que la cuidan no son ajenas a las instituciones,” llevó una mano a su mentón. “Y podríamos decir ‘pero Dash seguro que no lo sabe’, pero…”
“Sonó a que quizás sabía la verdad sobre Horizon, ¿no?”
“Hmm…” Len terminó cruzándose de brazos, con cierto conflicto interno. “Exacto…”
“Entiendo que parte de mí quisiera que Dash sí supiera más cosas, tal vez así nosotros también podríamos ser más honestos con ella, pero no lo sé, Len…” Rin volvió a mirar a Dash, quien ya se notaba maravillada y emocionada de ser la siguiente en ser atendida, debido a aquel muy raro postre que estaba por probar. “Temo que Dash no sólo pueda ser una posible estudiante de Hanasaki. Creo que ella sería una HiME.”
“¿Eh?” Len se sorprendió. “¿Por qué lo dices? De ser así, seguro que ya la habrían intentado reclutar y no tendría que rendir ninguna prueba o competencia para aplicar a una beca.”
“Tú sabes por qué lo digo,” Rin se impacientó. “¿Recuerdas la noche en la que la conocimos?”
“…” el otro se vio preocupado y desvió su mirada. “Lo sé…”
“Y ni sabemos qué es de ese tal Jin que se aparece cuando quiere… uhh, ojalá fuera sólo un amigo imaginario de Dash, pero sabemos que sí existe…”
“Cierto, es alguien de quien no sabemos nada y no puedo pensar en otro caso así…” cerró sus ojos con fuerza. “Hmm… dudo mucho que un ser tan misterioso se acerque a alguien que es completamente normal…”
“¡Ahh!” la rubia se agarró la cabeza con ambas manos. “¿Acaso nos toca estar rodeados de personas que corren riesgo permanente? Qué frustrante. Esperaba que Dash no fuera así.”
“Pero no podemos preocuparle, Rin. Suena a que aquella Rita ya le hizo sentir mal de hasta venir,” observó Len, meditabundo. “Quizás era su manera de prevenir que Dash llegara a Hanasaki, o algo, pero si no vamos a hacer honestos con Dash, no hay por qué incomodarle…”
“Sí lo sé…” ante esas palabras, Rin llevó sus palmas a sus cachetes. “No puedo verme inquieta por nada. Imagínate si hay un paparazzi y se inventa un drama de mí. Todos nuestros followers van a llovernos mensajes y hacer videos de youtube al respecto.”
“Eh, me sorprende ese enfoque…” pese a la observación, Len fue sacado de cuatro por dicha posibilidad.
“¿Qué? Es mi manera de cambiar de conversación. Funcionó, ¿verdad?”
“Creo que un poco, pero…” dio un suspiro. “¿No pudiste venirte con algo positivo?”
“No me mires a mí, al menos yo intenté algo, a diferencia de ti.”
“Hai, hai…”
“¡Rin, tenías razón! ¡Es increíblemente delicioso!” exclamó Dash con su vasito de dippin’ dots. “¡Nunca los he visto antes! ¡Tengo que hacerle probar a Rita, de todas formas!”
“¡Ah, me alegra mucho!” Rin le dio un abrazo de costado. “¡Qué linda que eres para pensar en tu mayor, pese a lo que pesada que es contigo!”
“Ehehe, me cuesta entenderle, pero sé que Rita se preocupa por mí, ¡por eso quiero corresponderle!” exclamó Dash. “¿En serio no quieren? Son vasitos chiquitos.”
“Haha, gracias, pero sigue siendo bastante,” Len negó con sus palmas, sonriendo incómodo.
“¡Más bien hay que buscar más cosas para que comas!” dijo Rin. “Ahora que ya estás libre de las formalidades, ¿se te apetece algo?”
“Eh, no es que tenga nada en mente…” desvió su mirada. “Gracias por estar al pendiente de mí, pero esto debe ser aburrido para ustedes. No tienen que acompañarme a comer.”
“No digas eso, estamos pasando un rato como amigos, ¿verdad?” le preguntó el chico.
“¡Sí, sí, y no es algo que nosotros podemos hacer con frecuencia por nuestros horarios! ¡Aparte que este es un momento tan importante para ti! ¡Sigamos paseando!” procedió a darle media vuelta y empujarle hacia un área con más puestos de comida. “¡Demos un vistazo!”
“¡B-bueno!” Dash sonrió con torpeza. Le costaba creer que fueran tan amables con ella, pero podía decir que eran honestos. Eran amigos que apenas había conocido hace poco tiempo, aunque se sentía muy agradecida de los dos.

Así continuó una noche mayormente tranquila para los tres en lo que disfrutaban del momento.




“Hm, no entiendo…” Hiiro estaba pensando muy duramente.
“No tiene mucho sentido que ese portero no te haya dejado salir, pero bueno…” Kotegiri dio un suspiro. “Tampoco era para que te prepararas para atacarle.”
“Ah, sólo puedo imaginar que eso ya ha pasado varias veces…” Gumi se dio un facepalm. Pese a que el pelirrojo era un chico muy amigable y con la mejor disposición, por cosas como esa comenzaba a comprender por qué el buen Kotegiri vivía tan perpetuamente al pendiente de él (además de más que un poco estresado). Al menos lo pudieron prevenir esa vez.
“Nos hemos disculpado muy profusamente y prometimos que nos portaremos bien y seguiremos un buen ejemplo,” les recordó IA, alzando un índice. “Y sé que lo vamos a hacer, pero ahora que nos hemos calmado, deberíamos hablar con el señor para preguntarle por qué no podemos salir.”
“No lo sé, o sea, las puertas del otro lado están cerradas de la nada,” Gumi alzó una ceja. “Quizás deberíamos esperar a que las abran.”
“Eh, yo voto por eso, es raro, pero tal vez tienen un buen motivo,” Kotegiri asintió.
“Hm…” por su parte, IA hizo una especie de pequeño puchero, el cual el par no evitó ver como sumamente adorable. “No quiero ser innecesariamente curiosa, pero deberíamos saber…”
“¡Oh! ¡Tal vez los eventos competitivos acaban de empezar!” exclamó Hiiro en un momento de gran inspiración. Este sonrió de oreja a oreja en lo que comprimió un puño. “¡Claro, debe ser un acertijo que nos toca resolver para poder salir!”
“Ehm, no lo creo, Hiiro…” comentó su amigo, sonriendo incómodo.
“¿Eh? ¿Entonces será otro tipo de prueba?” lo volvió a meditar. “Hmm… creo que oí a unos compañeros de nuestra clase de baile conversar sobre algo en grupo que se llama… Battle Royale, o por ahí…”
“Eeeesperemos que no, haha,” Gumi rió un poco. Sin duda decía las cosas más graciosas, aunque el hecho que lo comentaba con tanta inocencia y seriedad simultáneas era un poco desconcertante. Sin duda un gimnasio lleno de gente se prestaría demasiado para la idea, así que mejor ni lo pensaba más.

“Oh, buenas noches a todos, veo que finalmente nos encontramos,” saludó Hyuuga cordialmente y dirigiéndose principalmente a IA. “¿Cómo les está yendo?”
“Ah, Hyuuga,” la rubia se acercó a su viejo amigo y asintió atentamente. “Muy bien, sólo parece que no nos quieren dejar salir. ¿Y ustedes?”
“Excelentemente, puedo reportar que mi documentación de mis presentes experiencias en plena velada se está llevando a cabo de maravilla,” él le extendió el pequeño cuaderno de apuntes. “No te obligaré, pero si pudieras añadir un comentario sobre tu parecer con respecto a la organización y efectividad del presente evento, te lo agradecería.”
“Hm, sí, pero déjame pensarlo un poco,” ella le sonrió. “Con mucho gusto.”
“Oh…” Taikogane pasó de frustrarse por la etiqueta de su compañero de clase a sentir que su corazón se pasmó por aquel semblante angelical de quizás la chica más bella en toda su secundaria.
“¡Hola! ¿Qué tal si seguimos paseando todos juntos?” preguntó Sora, contento.
“Haha, me parece bien,” Gumi asintió. “Aunque no andamos trabajando en el ensayo al igual que ustedes, pero de por sí felicidades por su esfuerzo.”
“Créeme que sólo es él…” Taikogane dio un suspiro. Le hubiera gustado agregar más quejas, aunque por saber cuánto IA lo estimaba, no quería quedar mal frente a ella.
“Hm, quizás yo también debería tomar algunas notas, al menos cómo poder comenzar,” observó Kotegiri, quien miró a Shiro y Kuro. “Buenas noches a los dos, ¿se están divirtiendo?”
“Eh, sí,” Shiro sonrió tímidamente, aunque agradecido por la atención a los dos. “Es mi primer evento de este tipo, y lo encuentro muy agradable.”
“Hehe, me alegro. Son muy generosos por tanta comida. A divertirnos con las actividades de los próximos días, hay que dar lo mejor.”
“Claro que sí.”
“…” Kuro le miró fijamente, y terminó por asentir.
“Hm…” Kotegiri se confundió un poco por su actitud, aunque pudo ver que era la forma del silencioso peliblanco de interactuar.
“¡Haha!” Sorita terminó por extender su palma a Kotegiri.
“¡¿Eh?!” este se alertó. “Eh… Harukawa-san, ¿sucede algo?”
“High five! ¡me gusta el color que tienes!” exclamó el rubio, alegremente. “¡Eres una buena persona, Sora está feliz!”
“Eh, g-gracias…” con algo de duda le extendió su palma y el otro finalizó el choque.
“¡Y llámame Sora, te llamaré Kotegiri! ¿Está bien?”
“B-bueno…” sonrió. En ese corto tiempo había terminado por llamar a más gente sin honoríficos, algo no muy característico de él, pero no le importaba mucho, ya que le gustaba tener a tantos amigos, por más que algunos fueran un tanto revoltosos…
“Así que eso fue lo que pasó. Malinterpreté el gesto del guardia y supongo que por mi actitud nos ha castigado,” Hiiro hizo una reverencia. “¡Lo siento! No es justo que los demás tengan que pagar por mi error.”
“¿En serio quisiste pelear contra él?” Taikogane alzó una ceja.
“Tal parece que es algo que hace de vez en cuando, recién me voy enterando,” Gumi sacudió una palma, intentando restarle importancia.
“Pero me parece muy raro, Hyuuga, entiendo que lo impacientamos, pero si no nos dejan salir merecemos respuestas,” observó IA. “Estaba por ir a preguntar si ocurre algo.”
“Por supuesto, te acompaño,” Hyuuga asintió, sonriendo tranquilamente.
“Ah, muchas gracias,” contestó contenta.
“¡Eh, vamos todos, suena muy interesante!” se apresuró en decir el peliazul, dirigiéndose a la chica. “Seguro que no podrían negarse si le pides amablemente, pero te apoyamos.”
“Eh, bueno,” ella ladeó su cabeza. “No creo que sea necesario, pero está bien.”
“Está bien, a resolver el misterio,” Gumi se encogió de hombros. Considerando que estaban en Hanasaki y era un evento de Hanasaki y Rizembool, tal vez tendría algo que ver con la usual guerra de siempre, motivo por el cual quiso ignorarlo, aunque no se opondría a los demás si estaban tan interesados en el asunto.

Así, el considerable grupo llegó donde la misma puerta que antes. Efectivamente, a pesar de que esta se encontraba abierta y se podía ver la tranquila y solitaria noche, el guardia encargado de aquel punto no tardó en interponerse.

“He sido claro con ustedes,” espetó, mirando a Hiiro con desapruebo. “Si insisten puedo reportarles a sus superiores por mal comportamiento.”
“Por favor, no meta a los demás en problemas por lo que hice, en verdad lo siento mucho,” dijo el pelirrojo, con leve tortura. Entonces, este notó que Hyuuga pasó por su costado, a manera de representar al grupo.
“Descuide, ninguna falta disciplinaria será necesaria, hemos venido únicamente por respuestas,” este se presentó con su seria y perspicaz sonrisa. “Comprendo que hay un motivo por el cual no quiere que nos retiremos y aprecio su dedicación. Sé por su comportamiento y prioridades que usted es un guardia entrenado en Rizembool. Estoy incluso más agradecido con usted por su leal trabajo a mi alma mater.”
“Eh, usted es…” ese guardia casi se vio en aprietos y agachó su cabeza. “Siento la falta de respeto, Masamune-sama, no me di cuenta que estaba presente.”
“Oh, no se preocupe por mí, vengo acompañado de estimados compañeros y amigos, no sería justo darme un trato especial.”
“C-cierto, lamento haberme comportado indebidamente con todos,” dicho esto, pese a claramente dudarlo por un segundo, se hizo a un lado. “Confío en su conocimiento y nivel en Rizembool. Pueden salir.”
“Eh, ¿está seguro?” Hyuuga le miró casi perdido. Sin embargo, fue jalado por Taikogane.
“Oye, abriste las aguas como Moises, ahora cruza nomás,” le regañó un poco y lo jaló. Así, el grupo se aventuró a la noche.
“Wow…” Gumi continuaba impresionada. Ella miró a Sora. “Ehm, ¿esto es normal?”
“Hm, sí, supongo,” él asintió y sonrió. “Hace un par de semanas, él le comentó a nuestra maestra de matemática que nos había dado un problema muy bien redactado y formulado en la tarea, y todos lo volvimos a ver en los próximos dos pasos.”
“Eh, con otros números, pero sí,” Shiro sonrió incómodo.
“Hm… ahora que lo piensan, sí recuerdo ese problema repetido,” alzó una ceja.
 “Pues, parece que sí llegamos a salir pese a todo,” Kotegiri sonrió incómodo.
“Sí, pero… igual no tenemos respuestas,” IA lo pensaba un poco. Sin embargo, la rubia se encontraba inconforme.
“¿Pasó algo?” preguntó Hiiro.
“Ese señor se intimidó por Hyuuga, no me gustó,” miró al otro con seriedad. “Creo que es un gran problema que la gente lo no pueda ver por lo adorable que realmente es.”
“¿Adorable?” Kotegiri se confundió e intercambió miradas con el pelirrojo.
“Sí,” IA volvió a alzar su índice. “No sé si existe un código social que impide a chicos verse entre ellos como adorables, pero Hyuuga siempre ha sido muy adorable para mí. Ahora mismo no fue más que respetuoso y atento, pero es como si nadie lo pudiera ver.”
“Eh, s-supongo que es porque no lo conocen como tú…” comentó Kotegiri, sonriendo. Sí que lo estimaba mucho. Y seguramente se trataba de eso, ya que, en su punto de vista, ese peligris casi le inspiraba un aura un tanto siniestra en ocasiones por lo cortés y ‘bajo control’ que parecía.
“Una pregunta,” Hiiro alzó un poco su palma.
“Sí, dime,” IA le miró atentamente.
“¿Qué es adorable?”
“¿Eh?” los otros dos se confundieron.
“Creo que ya lo han dicho antes, y perdón si pregunto algo que no debería,” asintió con pesar por nuevamente causar inconvenientes. “Pero entiendo que no puedo atender lo que está mal ahora si no lo comprendo. ¿Qué es lo que me estoy perdiendo?”
“Hiiro,” entonces, IA le dio un efusivo abrazo. “Ahora mismo pienso que eres muy adorable, así que eso es lo que es. El algo que inspira un deseo grande de abrazar a alguien y que te da mucha felicidad y dicha por dentro.”
“Oh…” este se quedó en blanco en lo que algunas tuercas dentro de su cabeza se sincronizaban. “No sé si lo entiendo del todo, pero tiene algo de sentido. Muchas gracias.”

Mientras tanto el resto miró a esos tres ya que la acción de IA les había llamado la atención. Hyuuga sonreía gustosamente al ver a su amiga tan feliz por algún motivo que desconocía.

“Eh, IA…” sin embargo, Kotegiri sintió la necesidad de realizar un posible control de daños. “Creo que hay que explicárselo un poco mejor a Hiiro…”
“Prometo que lo iré entendiendo, Kotegiri. Hm, ahora que lo pienso…” el pelirrojo lo pensó. “Si, creo que tú también eres muy adorable.”
“¿P-p-perdón?” se quedó en shock.
“¡Sí, tiene sentido! ¡Tú me ayudas todo el tiempo a aprender mucho de la ciudad y a entrenar para ser un idol! ¡Puedo decir que tu apoyo me hace muy feliz y lo aprecio mucho!”
“Eh, pues, d-de nada, pero espera…” dijo ya algo mentalmente agotado.
“Pero, ¿eso significa que debería sentir el deseo de darte un abrazo?”
“¡N-no, es algo completamente diferente!” exclamó alarmado.

Encima de aquel estadio, un par de Rebels estuvieron a punto de atender el asunto de la niebla roja, aunque se detuvieron al notar a ese grupo de estudiantes salir del seguro estadio.

“Dijeron que les darían excusas creíbles a los asistentes para no salir, pero han dejado que estos niños salgan…” Ootakemaru agarró su nuca, a manera de disipar aquel ligero fastidio.
“Por más que el suceso ocurra del otro lado del estadio, sólo basta un paso en falso o un mero destello de poder, y esas enshyoujos podrían aparecer frente a ellos…” Matsui estaba usando aquella capa negra que, por sus modificaciones tecnológicas, cubría su rostro en tinieblas sin importar el ángulo o luz por el cual se le viera. “Uno de nosotros debe pedirles que regresen al interior. Parecen estudiantes de Rizembool.”
“Hm…” el otro alzó una ceja. “Pues eso quiere decir que la explicación será fácil al menos. Ya, yo me encargo.”
“Waka-sama, mejor lo haré yo,” este hizo una leve reverencia. “Déjeme asegurarle que yo personalmente le veo como un ser admirable y exalto su apariencia. Sin embargo, la gente promedio podría juzgarle por los cuernos que posee.”
“¿No serán más asustados por el hecho que no te pueden ver?” le cuestionó Ootakemaru.
“Fufu, seguro que así será, pero al menos yo ya estoy acostumbrado a que me rechacen, lo hace más fácil para mí,” lo comentó con un dejo de diversión.

Sin más que decir, él saltó hacia abajo y prácticamente de ese simple salto aterrizó frente a aquel grupo de estudiantes.

“¡Ohh!” Taikogane casi se cae para atrás y todos en general retrocedieron instintivamente, con distintos grados de aprehensión ante la llegada de aquella sombra humana.

Curiosamente para muchos, Shiro y Kuro de inmediato avanzaron al frente a manera de encararle, pero la tensión del par se apagó ni bien Hyuuga puso una mano en el hombro de cada uno y, de nuevo, tomó el liderazgo del grupo con suma calma.

“Buenas noches,” le saludó Hyuuga, con un semblante serio, aunque tranquilo. “¿Cómo le podemos atender?”
“No hay tiempo de charla…” dijo la voz con frialdad. “Regresen al estadio de inmediato.”
“…” el peligris asintió y sonrió comprensivamente. “Lo entiendo, disculpe las molestias.”
“!!!” en eso, Matsui pudo mirar atentamente a los demás en ese abundante grupo hasta llegar hacia el final de mismo, donde había una chica de cabellos rubios largos, un pelirrojo, y…
“Eh,” Kotegiri se confundió al notar cómo ese ser intimidante de la nada dio un salto y desapareció en medio de la noche. Pese a que este había llegado de la misma manera, casi pareció como si hubiera huido despavorido. Sin embargo, no llegó a considerarlo mucho…
“S-Sora,” Shiro instintivamente se acercó al rubio, quien de inmediato le abrazó. “Ya pasó.”
“Oye, Sora, ¿estás bien?” preguntó Taikogane, alarmado. Le vio asentir sin decir nada.
“No te preocupes, también me impresionó, pero parece que no era más que una especie de guardia,” observó Gumi, atentamente. “Parecía que nos estaba aconsejando.”
“Gracias, y perdón…” ya más tranquilo, Sora se soltó de Shiro y miró a todos. “Es sólo, esa persona, no me gustó el color que tenía… era un color muy inquietante, no puedo explicarlo.”
“Seguramente se trataba de un Rebel, para poder moverse así,” dijo Hyuuga. Este sonrió. “Descuiden, sólo regresemos al estadio, les aseguro que todo está bien. Es posible que esté ocurriendo una inconveniencia menor del conflicto entre las escuelas, pero seguramente todo se encuentra bajo control. De lo contrario, yo ya habría sido informado.”
“Eh, bueno, seguramente, por el overlord que eres,” Taikogane rodó los ojos, y terminó por arrepentirse al notar la mirada desaprobatoria de IA. “¡Q-quiero decir…!”
“Vamos, o si no regresará alguien a asustarnos de nuevo,” Gumi dio un suspiro.

El una vez animado grupo se mostró tenso en lo que caminaban de regreso a la entrada. Al notar eso, Hyuuga observó a los demás hasta notar a Hiiro meditar en silencio.

“Oh, Amagi-san, ¿de casualidad tiene alguna duda?” le preguntó amablemente.
“¡Ah, puedes llamarme Hiiro, entiendo que es la etiqueta en nuestro colegio!” dijo gustosamente. “Sólo estaba considerando la razón por la cual no pudimos salir antes. Entiendo que era por algo que ocurría afuera y no por tratarse de alguna actividad, así que mi deducción había sido incorrecta.”
“Fufu, no hay nada de malo en ello, más bien aplaudiría si nos fueran a asignar una actividad sorpresa en esta velada,” comentó entretenido. “Haría por una buena descripción para el ensayo que tenemos que escribir.”
“¡Es una buena manera de verlo! Por un momento pensé en aquello que otros llaman como una Battle Royale, como si todos estuviéramos en una dentro del estadio.”
“¿Eh? ¿Como Squid Game o algo?” preguntó Taikogane.
“¿Qué son esas palabras?” le preguntó Hiiro.
“Heh, es una ocurrencia muy interesante, Hiiro-san,” Hyuuga asintió. “Por más que no nos encontremos en un Battle Royale, ¿qué tal si todos ahora entretenemos la idea?”
“Ah, suena divertido,” IA asintió.
“Sé que no sucede ahora, pero, ¿qué es Battle Royale?” preguntó Hiiro, curiosamente.
“Es una pelea o competencia en la cual todos los participantes tienen que derrotarse mutuamente hasta que sólo uno queda en pie, el cual se convierte en el triunfador,” explicó Hyuuga. “Es la supervivencia del más apto, simplemente.”
“Ohh…” los ojos de Hiiro brillaron.
“H-Hyuuga-san, ehh…” por su parte, Kotegiri comenzó a asustarse.
“A pesar de no ser nuestra realidad, podríamos pensar en nuestras estrategias personales para sobrevivir o derrotar a otros, digamos, como una especie de entretenimiento mental,” dijo el peligris gustosamente.
“Entrenamiento mental…” Hiiro asintió un par de veces, a manera de tomar nota.
“Eh, no sé si deberíamos…” Gumi comenzaba a preocuparse.
“Para variar suena divertido, pero sólo lo pensaría si estuviera en un estadio con gente que sabe pelear,” Taikogane lo meditó. “No me gustaría ir seriamente contra gente común y corriente.”
“¡Haha, pero no hay que tomarlo con seriedad!” Sora sonrió animado. “¡Lo que más me gusta es correr y saltar así que yo sería puramente de defensa!”
“No soy muy atlética, pero de inmediato llamaría a Sakuya para que me proteja,” IA asintió.
“Y podríamos formar alianzas y tener nuestros equipos,” se sumó Shiro. “Tampoco soy de pelear, pero Kuro tiene más experiencia que yo.”
“No me opongo a equipos, pero por motivos del Battle Royale, es mejor ver lo que cada uno de nosotros puede hacer por su cuenta,” Hyuuga sonrió para sus adentros. “Me hace falta mayor entrenamiento, aunque pienso que sé defenderme bien con las espadas. Hiiro-san, ¿has podido pensar en una estrategia?”
“¡S-sí, he sido entrenado en pelea cuerpo a cuerpo!” este agarró su brazo con su otra mano, inspirado. “¡Pienso que puedo dar gran pelea! ¡Y si alguien me derrota entonces es porque no he sido lo suficientemente fuerte así que totalmente lo merecería! ¡No tengo miedo!”
“Es una buena actitud de tener,” Hyuuga asintió. “¿Y usted, Gou-san?”
“Llámame Kotegiri, por favor, y eh, tengo algo de experiencia con kendo, pero no mucho…” dijo dolorosamente. No le gustaba aquel ‘entrenamiento mental’ que estaba haciendo con Hiiro, sentía que era algo que le tocaría desenseñarle al pelirrojo después.
“Fufu, gracias por entretener el juego. Quizás no todos estemos igual de dispuestos a participar en una pelea así tan seriamente, pero como alguien en entrenamiento, es importante acoplarse ante la idea de estar listo para defenderse de otros o de atacarlos. Sin duda en un Battle Royale uno tiene que estar permanentemente listo para pelear contra todos.”
“¡Ehh!” no, Kotegiri definitivamente debía parar el coche.
“¡Es muy cierto!” aunque quizás ya era tarde. Los ojos de Hiiro se llenaron de llamas pasionales. “¡Pienso que fuera de las competencias, determinar quién es el ganador en una batalla puramente a base de nuestro potencial interno es mucho más importante! ¡Habría que buscar a la directora de Hanasaki para sugerírselo! ¡Habría que aprovechar que todos estamos encerrados!”
“Haha, todos igualmente esperan participar en sus disciplinas, así que una batalla seria que demande mucho de todos sería contraproducente, ¿no lo crees?” le preguntó Hyuuga.
“Hm, es cierto, hmm…” Hiiro volvió a cruzarse de brazos hasta que se vino con otra idea. “¡Entonces que sea para la clausura!”
“Ihh…” Kotegiri miraba con horror cómo la mayoría continuaba echando leña al fuego y encontrando las reacciones de Hiiro como graciosas, mientras él mismo temía que su muy voluntarioso roommate fuera a prender ES en llamas. No sabía si contaba con las energías o habilidad de rectificar el daño accidental que IA y Hyuuga le habían causado al muy inocente pelirrojo.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Mimi Tachikawa on May 30, 2025, 11:14:01 PM »
Hoi hoi vengo con un fic

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El sol apenas despuntaba por el horizonte cuando Sakura y Mashu llegaron al pequeño santuario a las afueras de Kioto. El aire de la primavera estaba impregnado del dulce aroma de los cerezos en flor, cuyos pétalos comenzaban a caer lentamente como una lluvia suave. Ambas chicas llevaban semanas esperando este momento, después de tantos acontecimientos que habian sucedido alrededor de su clan y de sus amigos próximos, pero ninguna estaba realmente preparada para la emoción que las embargaría.

Sakura, con sus cabellos castaños cortos sujetados en ganchos en forma de hojas de cerezos, observaba el camino de piedra con el corazón latiendo a mil por hora. Mashu por su parte, siempre serena, ajustó sus lentes y trató de mantener la compostura, aunque sus manos temblaban ligeramente. Lo sabían: sus padres adoptivos por fin llegarían ese día, después de años de comunicación por cartas y videollamadas, pero sin un encuentro físico desde que eran niñas.

Y entonces, entre el murmullo del viento y el canto de los pájaros, los vieron.

Primero apareció Wei Wu Xian. Su figura era inconfundible: alto, de cabello negro largo atado en una coleta alta, con una sonrisa tan brillante como el sol de la mañana. Llevaba su túnica tradicional negra con detalles rojos, ondeando al ritmo de sus pasos largos y enérgicos. A su lado, caminando con elegancia y calma, venía Lan Wang Ji, con su porte digno, su túnica blanca inmaculada, su cinta en la frente tan pulcra como siempre. Su rostro serio apenas mostraba emoción, pero sus ojos -esos ojos que lo decían todo sin palabras- brillaban con una calidez contenida.

- ¡Sakura! ¡Mashu! - exclamó Wei Wu Xian, abriendo los brazos con una alegría incontenible.

Las dos chicas corrieron hacia ellos sin pensar, como si retrocedieran en el tiempo y volvieran a ser niñas corriendo al encuentro de sus padres.

Wei Wu Xian las atrapó en un abrazo amplio, envolviéndolas con su energía desbordante. Reía con ese tono contagioso que Sakura recordaba haber escuchado en las grabaciones que conservaba de su infancia. Mashu, normalmente más comedida, se dejó llevar por la emoción y escondió el rostro en su hombro, conteniendo lágrimas.

Lan Wang Ji se acercó con paso más lento, pero cuando Sakura se volvió hacia él, no dudó en inclinarse levemente y abrazarla con firmeza. Sus manos grandes y cálidas en la espalda de ella ofrecían más consuelo que mil palabras. Luego hizo lo mismo con Mashu, posando una mano sobre su cabeza con suavidad.

-Hemos tardado mucho... -murmuró Lan Wang Ji, con su voz baja y profunda- Pero al fin estamos aquí.

Wei Wu Xian, como siempre, rompió la solemnidad con una carcajada.

-¡¡Y mira lo grandes que están!! Ya no son las niñas pequeñas que saltaban sobre mi cama ni las que se robaban mis talismanes para jugar. ¡Ahora son mujeres! ¡Mujeres hermosas e inteligentes! ¡Estoy tan orgulloso que podría gritarlo en medio del tren bala!

-Por favor, no lo hagas —dijo Lan Wang Ji con un suspiro, pero con una curva casi imperceptible en sus labios.

Los cuatro caminaron por el jardín del santuario mientras conversaban. Sakura contaba sobre sus estudios, sus pasatiempos, cómo había aprendido a preparar té siguiendo las recetas que Wei Wu Xian les mandaba desde China. Mashu compartía sus investigaciones, sus lecturas, y cómo aplicaba los principios del Gusu Lan a su vida diaria. Wei Wu Xian los interrumpía constantemente para hacer bromas o recordar anécdotas del pasado, mientras Lan Wang Ji asentía con orgullo cada vez que sus hijas hablaban.

Finalmente, se detuvieron bajo un gran cerezo en flor. Wei Wu Xian sacó una botella de vino que había escondido en su túnica y la agitó.

-¡Para celebrar el reencuentro familiar! Aunque probablemente Lan Zhan me regañará por esto...

-No es apropiado aquí —dijo Lan Wang Ji, aunque no se la quitó.

-Entonces beberé por ti también -respondió Wu Xian guiñándole un ojo.

Sakura y Mashu se sentaron sobre un mantel que habían preparado, y los cuatro compartieron una comida sencilla pero significativa. Era un momento que parecía congelado en el tiempo. No importaban los años de distancia ni las diferencias culturales o lingüísticas. Allí, entre risas, miradas cómplices y recuerdos, eran simplemente una familia.

-¿Sabes? -dijo Wei Wu Xian mientras observaba el cielo azul entre las ramas del cerezo- Hubo días en los que temí no poder volver a verlas. Temía que el tiempo y la distancia nos cambiaran demasiado... que ustedes se olvidaran de nosotros.

-Jamás podríamos -respondió Mashu con firmeza.

-Ustedes son nuestra familia -añadió Sakura, mirando a Lan Wang Ji, quien tomó su mano con gentileza.

Wei Wu Xian tragó saliva y se limpió una lágrima que se le escapó.

-Ya crecieron tanto que me están haciendo llorar. ¡Qué vergüenza!

-No es vergonzoso -dijo Lan Wang Ji, colocándole una mano en el hombro- Es natural.

El cielo comenzaba a teñirse de naranja cuando Lan Wang Ji se volvió hacia sus hijas. Sus ojos, serenos pero siempre atentos, captaron un leve cambio en la atmósfera. Algo en la forma en que Sakura jugueteaba con una flor caída, o cómo Mashu desviaba la mirada hacia el horizonte, le hizo saber que aún quedaban palabras no dichas.

-Mashu. Sakura -dijo con suavidad- ¿Hay algo más que debamos saber?

Sakura levantó la vista, y sus ojos verde esmeralda se encontraron con los de su padre. Por un instante quiso decir “no”, sonreír y fingir que todo estaba bien. Pero ya no era una niña que podía esconder verdades importantes. Miró a Mash, quien le dio un leve asentimiento.

-Sí...- hay algo más.

Wei Wu Xian, que había estado tarareando y recogiendo pétalos caídos, se detuvo al notar el cambio de tono. Se sentó con las piernas cruzadas, mirándolas con curiosidad y un atisbo de preocupación.

-¿Qué pasa? No me digas que van a decirnos que se escaparon de clases o que destruyeron un laboratorio de alquimia -bromeó, aunque sus ojos estaban alerta.

Mashu respiró hondo. La responsabilidad de lo que iba a decir pesaba sobre ella, más aún porque ella es la mayor de las dos hermanas.

-Tiene que ver con Sakura…- y con los últimos eventos que sucedieron en el Instituto Hanasaki, lugar donde estudiaba Sakura.

Sakura apretó las manos sobre su regazo. Las palabras eran difíciles de decir, pero ya no había marcha atrás.

-Hace unos meses, el Instituto fue atacado por un rebel, perteneciente al instituto Rizembool, donde estoy estudiando actualmente. Su nombre es Gilgamesh.

Ambos padres se tensaron al escuchar ese nombre. Lan Wang Ji frunció ligeramente el ceño; Wei Wu Xian dejó de sonreír.

-Gilgamesh… ¿ese Gilgamesh? -preguntó Wu Xian, ahora completamente serio.

Mashu asintió.

-Cuando Sakura se manifesó como HIME de Hanasaki, fue a la mansión del clan Kinomoto para atacarla. Sakura se enfrentó a él.

-Junto a mi child de nombre Orthos-añadió Sakura, alzando la vista con firmeza-

Lan Wang Ji dio un paso adelante, su voz era tan baja como el trueno en la distancia.

-¿Estuviste en peligro?-

-Sí -respondió Sakura sin rodeos-. Pero no había otra opción. Y al final, logré contenerlo y se retiró.

Wei Wu Xian la observó con los labios entreabiertos, tratando de procesarlo.

El silencio fue profundo. Lan Wang Ji bajó los ojos por un momento, en contemplación. Wei Wu Xian lo rompió con un suspiro largo.

-¿Y me entero así que nuestra pequeña niña ahora es una Hime? ¡Hime! ¡Eso es como ser emperatriz estudiantil con deberes místicos! -Se tapó la cara con las manos- ¿Por qué no me avisaron antes? Hubiera traído un estandarte, un desfile, ¡algo!

Lan Wang Ji finalmente habló.

-Estoy… orgulloso. -Sus ojos eran profundos, sinceros- Pero debiste habérnoslo dicho.

-No quería preocuparlos -dijo Sakura.

-Ya lo hiciste de todos modos -replicó Wei Wu Xian-

Y entonces, un silbido en el viento.

Lan Wang Ji fue el primero en notar la sombra sobre ellos. Todos alzaron la vista. A lo lejos, flotando con gracia sobre alas translúcidas, se acercaba una figura casi infantil.

-Orthos… -susurró Sakura.

El ángel bajó del cielo lentamente, descendiendo sobre el claro como una estrella fugaz. Su cabello blanco brillaba bajo la luz del atardecer, y sus alas —blancas con bordes dorados— lo envolvían como un manto celestial. A pesar de su apariencia joven, su mirada era antigua, profunda.

Wei Wu Xian se puso de pie de inmediato, entre sorprendido y encantado.

-¿Y este pequeño ángel? ¿Qué es esto, una novela de fantasía?

-Él es... mi child -dijo Sakura con suavidad-. Nació durante la prueba que tomé para convertirme en HIME. Su nombre es Orthos.

Lan Wang Ji ladeó la cabeza.

-¿Un ser espiritual? ¿Un familiar?

-Más que eso. Tiene conciencia, voluntad propia-. Es… una parte de mí, y al mismo tiempo, un ser independiente.

Orthos se posó junto a ella con elegancia, sin decir palabra. Pero hizo una leve reverencia hacia Wei Wu Xian y Lan Wang Ji, como si los reconociera.

-Y hay algo más… -añadió Mashu con firmeza-. Sobre Syaoran.

De entre los árboles, salieron Syaoran y Shinobu. Ambos llevaban los emblemas del clan Li en sus vestimentas.

Wei Wu Xian levantó una ceja.

-¿Syaoran? ¿Ese Syaoran?-

-Sí -respondió Sakura entre sonrojada y nerviosa-. Estamos comprometidos.

La reacción fue instantánea. Wei Wu Xian se atragantó con el aire. Lan Wang Ji se quedó inmóvil, como una estatua.

-¿Perdón? -repitió Wu Xian, con la voz más aguda que de costumbre.

Mashu asintió.

Wei Wu Xian se giró hacia Lan Wang Ji, con los ojos como platos.

-¡¿Escuchaste eso, Lan Zhan?! ¡Nuestra hija está comprometida con el heredero del clan Li!-

Lan Wang Ji respiró hondo. Caminó hasta estar frente a Syaoran, que se inclinó en una reverencia respetuosa.

-Prometo protegerla -dijo Syaoran-. No por deber, sino porque estoy enamorado de ella.

El silencio se hizo de nuevo, hasta que Lan Wang Ji simplemente asintió.

-Entonces no tienes derecho a fallar.-

Wei Wu Xian, aún en shock, abrazó a Sakura con fuerza.

-No puedo creerlo. ¿En qué momento creciste tanto? Me siento viejo.-

Y mientras el sol terminaba de esconderse, el viento trajo consigo no sólo el aroma de los cerezos, sino la promesa de una nueva etapa, en la vida de las hermanas Kinomoto.Mashu decidió por el momento no hablar de ella y su relacion con Tsumugi ya que eran muchas sorpresas para sus padres por el dia de hoy.

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matta ne!!
55
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Eureka on May 30, 2025, 10:52:52 PM »
Se logró aaaaaa



“…”
“Eureka-chan.” Oikawa la miró, preocupado. “¿Podemos hablar un ratito a solas?”
“Sí, sí~” Gojo los empujó fuera de la oficina. “Adelante. Me avisan cuando terminen. Quiero saber qué se les ocurrirá para lidiar con todos sus problemas.”
“…Gracias.” La respuesta unísona de HiME y key sonó tan desanimada como la expresión que compartían en sus rostros.

En el pasillo, ambos pensaron lo mismo: mucha gente transitaba por las oficinas de los profesores de aquella facultad. Entre alumnos, maestros y personal administrativo, varias personas se cruzaron con ellos. Lo mejor era encontrar un lugar para conversar sin ningún tipo de interrupciones… y sin oídos a su alrededor.

Eureka lo llevó a uno de los patios internos de aquel edificio. Era una zona tranquila con bancas, arboles y una pileta grande al centro. Oikawa la siguió hasta una de las bancas, donde tomaron asiento.

La HiME suspiró de manera exagerada.

“Lo siento,” le dijo, visiblemente preocupada. “Siento que cada vez te meto en más y más problemas. ¡No es justo! Debería ser más considerada, pero…”
“Bueno, hay cosas que se escapan de tus manos.” Oikawa le dio un par de palmaditas en el hombro. Habría querido abrazarla, pero la paranoia lo invadió antes de que pudiera hacerlo: ¿qué pasaba si se daba cuenta de lo que sentía por ella?

Era demasiado arriesgado.

“No me molesta… si eso es lo que te preocupa,” le aseguró. “¡Y así como tú quieres apoyarme, yo también quiero hacer lo mismo contigo!”
“Es que… ugh.” Eureka se llevó una mano a la cara. “No entiendo cómo llegamos a esto. Yo estaba tan segura de que Mona había nacido gracias a ti… y no importa de dónde salió, la verdad. ¡No quiero que desaparezca! Le agarré muchísimo cariño y no puedo quedarme con los brazos cruzados. El tema es que no quiero forzar a ninguna HiME a crear un vínculo con él solo por mi egoísmo. Le quitaría la oportunidad de crear un Child con la persona que más quiere… Y eso sin mencionar que deberíamos buscar una HiME adicional para el Child que mencionó Gojo. ¿Venti creo que se llamaba?”
“Yo había pensado en sugerirte a Maka-chan. Se lleva bien con Mona-chan y podría ser su nueva dueña, ¿no crees?”
“También pensé en ella… pero ¿no sería un poco desatinado? Soul era mi arma y pasó a ser la suya. ¿Y ahora también voy a heredarle mi Child?”
“Bueno, podría tomarlo un poco mal.”
“¡Eso es justo lo que pienso!” La chica removió sus manos para mirarlo, indignada. “¡¿Qué pensará?! ¡¿Que la veo como una recicladora o qué?!”
“Dudo que piense así, pero sí te entiendo… un poco.”
“Pero de ahí… no sé. No creo que pueda decirle lo que pasa a Kana, Cho o Sheryl. Me sentiría muy mal si lo hago.” Eureka suspiró. “Tienen sus propios problemas. No tienen por qué lidiar también con los míos.”
“Al menos podrías decirles que le pasen la voz a las HiMEs que conocen para que más chicas sepan sobre eso. Podrían ser vínculos temporales, ¿no? Hasta que encuentres a alguien que sí esté dispuesta a quedarse con él.”
“¡Aaaaah!” Eureka se revolvió los cabellos, estresada a más no poder. “¡¿Y qué voy a hacer con Neuvillette?! ¡¿Dónde lo voy a meter?! Gojo tiene razón. Podríamos dejarlo con él, pero me da miedo. ¡¿Y si lo convierte en un fuckboy?!”
“Un… ¿qué?”
“¡Pero hasta ahora no he hablado con mis padres para que me den dinero para la renta! Y aun si lo hago, ¿quién dice que me lo darán?”
“Tengo una pregunta. ¿Cuánto dinero te dan al mes?”
“Am… ¿Mil quinientos dólares? A veces cien o doscientos menos. Pero entre taxis, comidas y…”
“Guau. No puedo creer lo que voy a decir, pero es poco.”
“Tal vez eres más privilegiado de lo que creía.” Eureka le sonrió.
“E-espera.” Oikawa comenzó a procesar la respuesta de su amiga. “¿Cada uno te da eso?”
“¿Sí?”
“Entonces… ¿¡son tres mil dólares!?”
“Más o menos.”
“¡¿Por qué no sacas de ahí para la renta?!”
“¡Un piso decente en Tokyo cuesta 170000 yenes!” Se quejó la chica. “¡Y no te olvides que a los extranjeros les cobran más! O incluso los rechazan si les da la gana.”
“Sé que suena descabellado, pero… podríamos vivir juntos,” le ofreció Oikawa, sonrojado. “¡C-con Iwa-chan y Hakuryuu-chan, obvio! Podríamos alquilar un departamento de cuatro cuartos y saldría un poco más barato para todos. Iwa-chan y yo podemos regatearle al casero o casera para que nos lo deje a un buen precio.”
“Ah, qué lindo.” Eureka le sonrió. “Wait. ¿Hakuryuu-chan? Ah, Neuvillette.”
“Sí, me cuesta llamarlo por su nombre.”
“Lo imaginé.” Eureka soltó una risita… y luego lo miró, seria. “Pero ¿qué hay de tu apartamento? ¿No firmaron un contrato por un año?”
“Bueno, estaría dispuesto a cubrir la penalidad por mi cuenta. Sé que Iwa-chan se indignará cuando le cuente.”
“Pero no te preocupes. ¡No es necesario! No quiero meterte en problemas con Iwaizumi. Ya había pensado en mudarme con Kanone, Hizumi y Ryoji. Me dijeron que saldrán de la mansión Vi Brittannia dentro de poco.”
“…Ah.” Oikawa se deprimió ante ello.
“Aunque sería mejor tenerte cerca.” Eureka se llevó una mano al mentón, pensativa. “Por otro lado, Mama me dejaría vivir con él sin cobrarme ni un centavo. Su departamento tiene 3 cuartos de huéspedes y de seguro dejaría que Neuvillette se quede también. Pero no quiero causarle problemas…”
“¡Ajá! Entonces, no lo hagas. ¡Múdate conmigo!”
“¿Estás seguro? Siento que empezarás a detestarme cuando veas cómo vivo.”
“Yo tampoco soy tan organizado que digamos.” Oikawa le sonrió. “Vamos, anímate. Sé que te sentirás más tranquila con eso.”
“¿Y qué hay de Iwaizumi? Siento que te estás pasando de valiente. Ante la sugerencia, te matará en el acto.”
“Bueno, no le caes mal. Y yo me haré responsable de las cosas que no hagas. Además, dudo que Hakuryuu-chan no te apoye. ¡Ya verás! ¡Todo saldrá bien!”
“…” Eureka asintió. “Bueno. Tendremos que buscar departamentos en estos días.”
“…Y tendré que contarle la noticia a Iwa-chan.”
“Espero que no te haga problemas. Siempre está la opción B, lo de Kanone y el resto.”
“Pero ¿dónde meterías a Hakuryuu-chan en ese departamento? Dudo que encuentren un departamento de 5 cuartos.”
“…Buen punto. Ya no solo tengo un gato… también tengo un dragón. ¡Ah!” La HiME se levantó de un momento a otro.
“¡¿Qué pasó?!”
“Nada. Me di cuenta de que tendría que pagar el doble por Neuvillette. ¿No sería mejor lo de Mama, entonces?”
“¡Y-yo te apoyo!” gritó, desesperado, y se levantó como ella.
“¿Eh? ¿Por qué lo harías?”
“Aaah…” Oikawa se apuró en buscar excusas. “Bueno, también es mi hijo, ¿no? Podríamos pagarlo entre los dos.”
“Esa oferta me conviene. Si yo pago todo por mi cuenta, me quedaré con poco dinero para el mes. Sin contar que debo comprarle comida y eso… ¡Tengo que pedirle más dinero a mis papás!”
“Podrías aprovechar que están separados para engañarlos y decirles que el otro te dio más.”
“¡Excelente idea! Y como son tan competitivos, ¡aceptarán!” Eureka lo observó con los ojos brillosos. “¡Guau, eres un genio!”
“¡Gracias, gracias!”
“Ah, me siento un poco más tranquila gracias a eso.” Eureka se sentó y Oikawa la imitó. “Ahora solo falta solucionar lo de las HiMEs… Pensaba contárselo a Miranda, pero supongo que Gojo ya lo hizo.”
“¿HiMEs?”

La voz ajena y desconocida los obligó a girarse hacia el lugar de donde provenía.

Encontraron que su portador era un chico bajito de cabello azul, mirada divertida y hábitos curiosos… porque estaba sentado en la rama de uno de los árboles del patio.

Tal parecía que había escuchado gran parte de la conversación.

“Ah… n-no. ¡No sé de qué hablas! ¡Jaja!”
“¡Jeje!” El chico saltó hasta quedar en frente de ellos. “Aprecio que quieran buscarme una HiME, pero no tienen que sentirse tan presionados~ ¡No sé cuántos meses de vida me quedan, pero sé que todo saldrá bien!”
“…” Eureka arqueó una ceja. “¿Mona?”
“¡No!” Oikawa la corrigió. “¡Es Venti-chan!”
“¿Ven…?”

El peliazul sonrió de oreja a oreja.

“¡El mismo que viste y calza!”
56
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Kana on May 29, 2025, 10:44:28 PM »
AHHH! nunca voy a terminar esto


Por fortunios de la buena suerte, los dos jóvenes de cabellos de plata llegaron intactos a los decenios de los territorios del magistral poderío de los Lancaster. El problema recaía en que Allen apareció en el jardín de laberintos, mientras que Kana se materializó de forma accidental en el interior del castillo Lancaster. Lo cual no dejaba de ser curioso, porque la HiME nunca estuvo antes en ese enorme castillo como para mentalizarlo y aparecer allí.

—Allen. — llamó la peliplateada al albino, tratando de que su tono de voz fuera lo suficientemente bajo para no delatar su presencia. Ella estaba asomada en una de los miles de ventanas, mirando hacia el jardín donde Allen lucía perdido. 
—¿Cómo lograste entrar y burlar a la guardia? — habló Allen en susurro, pero lo suficientemente fuerte para que su amiga pudiera escucharlo. —Bueno, no importa. Haz dado en el clavo. Trata de encontrar a Cain lo más rápido que puedas antes de que sus guardaespaldas te descubran y saquen a patadas.
—¿Cómo se supone que debo saber dónde está? ¡Este lugar es inmenso! Y… creo…— Kana husmeo con la mirada hacia el interior del castillo. —Que deben tener una celebración o algo, escucho música de orquesta de fondo y percibo un ambiente social. 
—Oh… Debe ser alguna ceremonia de la familia. Con mayor razón habran doblado las guardias. Ten cuidado, Kana.
—¡Ven aquí y busquemos al Judas juntos!
—Mira, trataré de buscar el modo de infiltrarme, pero no prometo que no me saquen a patadas. El patriarca de los Lancaster me tiene en su lista negra y, pues, Cain también. Así que soy persona no grata aquí, jaja.
—¿Cómo te puedes reír en un momento como este?
—Trata de buscar una máscara o algo para ocultar tu identidad. — Allen le hizo un gesto con las manos indicándole que ella entrara con normalidad al hermético y ocultista castillo de los Lancaster, cosa que lleno de ansiedad a Kana especialmente cuando vio que Allen se le perdió de vista.

La joven miró por unos segundos el espléndido paisaje mágico frente a sus ojos. La luna llena brillaba con intensidad, derramando una luz plateada sobre los vastos jardines de la mansión Lancaster. La imponente estructura de piedra, con sus torres y ventanales góticos, parecía un castillo sacado de un cuento antiguo. ¿Cómo no? Si Lancannia era el castillo donde todos los reyes Lancaster nacieron y cuyas piedras sirvieron de protección en la Guerra de las Dos Rosas.

En fin, no podía distraerse con historias y arquitecturas. La peliplateada siguió las indicaciones de Allen, entró en una de las habitaciones con una suerte por fin jugando a su favor encontrando un montón de antifaces. Se colocó uno, suspiró hondo y salió encaminando sus pasos hacia el enorme salón de dónde provenía la música.


Dentro, la fiesta de alta sociedad se desarrollaba con elegancia y brillo, muchas personas estaban reunidas allí, Kana se maravilló por la elegancia de sus trajes, el porte esplendido de los varones, la finesa de las mujeres, y que todos le parecieran sacado de un libro de vampiros. Pero desde la sombra, su figura enmascarada caminaba con cautela, decidida a no ser vista y encontrar al símbolo de sus desgracias; Cain.

Sabía que su pobre presentación la delataría como una impostora. Su vestido de “princesa” comprado en Ginza con meses de ahorro y esfuerzo no se comparaba con los trajes de lujos que los invitados lucían, notoriamente hechos incluso con incrustaciones de diamantes y fibras de oro. El vestido de Kana era simple, blanco, con corte de princesa, con listones azules y que, a su juicio, le salió un ojo de la cara, pero en valor comparado con la gala frente a sus ojos era una miseria. De todos modos, agradecía haber estado usando su vestido nuevo cuando de improvisto decidieron con Allen tele trasportarse por un portal.

Como esto salió de la nada, antes de que Allen saliera con la ocurrencia de viajar a Inglaterra por el portal, Kana había planeado vestirse bien porque iba a ir a un restaurante de un hotel relativamente caro en Tokyo (esto gracias a que Kise le compró el pase a modo de pagar años de rabias que le hizo pasar a Kana por sus cuidados), así que estaba algo arreglada.
Su cabello plateado que caía en ondas suaves sobre su espalda, su piel pálida como la luna, y una máscara azul que cubría la mitad de su rostro, ocultando su identidad. Vestía un vestido largo y blanco, que se fundía con la luna llena, y en su mano llevaba un pequeño bolso de encaje que alguna vez compró en Harajuku. Su apariencia llama la atención además de ser exótica su cabellera entre tanta gente rubia en dicotomía con otra línea (menor) de la familia Lancaster que poseían cabellos de ébano. Su presencia allí era un secreto por lo que muchos trataban de deducir quien era ella.

Kana había llegado a la fiesta en silencio, infiltrada en la alta sociedad que la rodeaba por fuera, pero que desconocía su verdadera historia. La máscara era su protección, un escudo contra la curiosidad y las miradas indiscretas. Ella no buscaba atención, solo estaba allí con la misión de encontrar a “Judas” es decir, Cain y le pareció ver su figura oscura y taciturna entre tanta gente rubia, pero, debido a las miradas sobre ella que comenzaban a ser avasalladoras, Kana no pudo concentrarse en él.

La respiración de la peliplateada comenzaba a ser más agitada, angustiada de ser descubierta y expulsada del lugar como un perro pulgoso.

Mientras avanzaba entre las figuras elegantes, con ya en ese punto de la noche la intención de escapar de ese lugar al sentir que la curiosidad de mucho podían delatar su noble cuna y ser sacada como un estropajo al atreverse a ensuciar tan elegante fiesta, intentó persuadirse de las personas pasando a través de ellos.

Kana se sintió en pánico, porque las miradas seguían sobre ella. Claramente la habían descubierto. Se sentía como dentro de una película de vampiros donde se convertía en el claro objetivo donde hincar los colmillos y absorber su sangre, pues, justamente toda esa gente era tan hermosa, elegante, pálida y de ojos intensos como los vampiros.

Cuando pensó que todo estaba acabado para ella, su mirada fue atrapada por un joven que destacaba entre los demás: era Henry. Sus indiscutibles ojos calipsos y brillantes los podría reconocer en cualquier lugar. Alto, con una cabellera rubia que reflejaba la luz de los candelabros y el oro de la sala, y sus ojos calipsos como un mar que parecían profundizar en su alma. Henry era parte de los Lancaster por tanto de linaje azul, heredero de la fortuna Lancaster, conocido por su belleza y su carácter relajado, pero era tan diferente del rígido protocolo que rodeaba a su familia.

Henry la observó desde lejos, intrigado por esa figura enigmática. Cuando sus miradas se cruzaron, Kana enseguida apartó la vista, intentando ocultar su nerviosismo y tontamente pensando que aquel ángel rubio repudiaría su presencia. Pero Henry, con una sonrisa natural y segura, decidió acercarse lo cual inmediatamente llamó la atención de todos los que compartían su sangre; el segundo heredero en la línea de los Lancaster siempre fue un joven que prefería quedarse al margen de los demás, muchos pensando erróneamente que era tan egocéntrico como Cain por lo que “no se mezclaba” con los demás viéndose a sí mismo en un pedestal superior, pero Henry era todo lo contrario a lo que todos pensaban de él.

—¿Puedo invitarte a bailar? —preguntó con voz suave, extendiéndole su mano.

Y eso terminó de paralizar a toda su familia; Henry no invitaba a bailar a nadie salvo a Euphemia, su amiga de infancia, preso de una timidez que lo limitaba a estas demostraciones ceremoniosas de baile únicamente con gente con la que se sentía cómodo.

Los murmullos se escucharon a pesar de la música de la orquesta que, chismosamente, los músicos disminuyeron su volumen a propósito del espectáculo de la noche.

La peliplateada titubeó por un momento, dudando si debía aceptar. Pero algo en la calma de Henry la convenció, en cierto modo entendió que Henry la descubrió y en su infinita bondad vino a su rescate. Aceptó su invitación.

La música comenzó a sonar, suave y envolvente, y ambos se deslizaron al centro del salón. La danza fluyó con naturalidad, como si hubieran bailado toda la vida. Kana sintió cómo sus miedos se disipaban, entregándose a la melodía y a la presencia de rubio que parecía entenderla sin palabras.

Enigmáticamente, sintió como si el momento aquel fuera un deja vú, como si lo hubiera vivido en una especie de vida pasada. ¿Por qué se sentía tan familiarizada y cómoda con Henry? ¿Por qué lo quería tanto si lo conocía tan poco? ¿Acaso en su vida pasada sus líneas estuvieron unidas? A Kana le costaba creer en esas teorías, pero un fuerte sentimiento en su pecho le hacían pensar que tal vez, solo tal vez, con Henry tuvo una historia en una vida pasada.

Henry, mientras tanto, no podía apartar la mirada de ella. La belleza de Kana era solo la superficie; ella siempre le había llamado su atención como un hermoso recuerdo que atesora en su alma, aunque no logre descubrir el origen de este recuerdo.

Henry y Kana eran un mundo aparte entre ellos. Pero para el resto de Lancaster, un sin fin de rumores los alborotaba dentro de toda su frialdad. Algunos se fijaron en la vestimenta de la joven sospechando su pobre cuna y rechazando que estuviera cerca del “sol de los Lancaster” otros se cuestionan el por qué el siempre distante Henry ahora parecía tan familiarizado con una figura enigmática.

—Eres diferente a las demás —susurró Henry, sin dejar de bailar. Sus rubios cabellos se mantenían tan perfectos a pesar del movimiento del baile. —Pude reconocer que eras tú aun con el antifaz.
—Gracias por salvarme. Ya no sé cuántas veces me has salvado, me siento en deuda contigo. — Kana sonrió tras su máscara, sintiendo una calidez en su pecho que no había experimentado en mucho tiempo. La noche parecía detenerse alrededor de ellos, mientras el mundo exterior desaparecía. Incluso olvidó que debía encontrar a Cain para que éste, con su maldita inteligencia, le aclarara sus males.

A medida que avanzaba la noche, Henry no soltó la mano de Kana, y la invitó a escapar un momento del bullicio. A tal punto de la noche Kana se olvidó por completo de la misión, de “Judas” y de Allen. El rubio la llevó por pasillos escondidos del castillo de Lancannia, hacia una puerta que conducía a un ala secreta del castillo, un lugar que pocos habían visto. Incluso, pocos miembros de los Lancaster conocían ese lugar.

Se encontraron en un pasillo adornado con tapices antiguos con los escudos de la familia bordados en ellos y lámparas de aceite en la pared que revelaran la antigüedad del ala oculta. Kana se detuvo frente a una puerta de madera pesada. Henry la abrió y ambos entraron en una galería de arte, iluminada por la luz tenue de las lámparas. La atmósfera era mágica, casi mística y Kana se sintió trasportada al menos dos o tres siglos atrás, reconstruyendo la historia de las dos rosas de Lancaster.

La HiME quedó fascinada ante los cuadros de óleo que adornaban las paredes. Retratos de antiguos miembros de la familia Lancaster, los reyes del linaje real, escenas de la campiña inglesa, y paisajes que parecían cobrar vida en sus ojos. Pero uno en particular capturó su atención: un retrato de Henry, con su familia, en un escenario que parecía sacado de un sueño.

—Este cuadro —susurró Kana, fijándose en todos los miembros retratados en ese cuadro. Eran tantos y solo reconocía a Henry y a Cain. —Ese eres tú y él es Cain, puedo reconocer su expresión deprimente en todas partes.

Henry se acercó y la miró con una expresión nostálgica.

—Es mi familia. La mujer sentada en el sitial es mi madre, Frill, a su lado mi padre, Edward. —

Kana puso atención a los dos nombrados. Frill era una mujer de cabellos negros como el ébano y ojos intensamente verdes, era la misma, pero la mismísima imagen de Cain. Por un momento, Kana pensó que era Cain con vestido y peluca. Era casi perturbante ver que no había diferencia alguna entre Cain y su madre. En tanto, Lord Edward era idéntico a Henry, su cabello rubio y sus ojos calipsos los había heredero Henry, pero la mirada del hombre impregnaba magnánima mientras la de Henry era dulce. Henry le explicó a Kana que sus padres eran primos, ¡como no! Y que la línea materna venía de una antigua casta, los Hargreaves. En el cuadro estaban Cain y Henry como los hermanos mayores, ¡eran tan distintos entre ellos! Cain con su cabello negro y ojos verdes idénticos a los de su madre, parecía ser digno de una historia de Castlevania, mientras que Henry era el perfecto príncipe azul. Es resto de niños e infantes eran los hermanos menores de ambos, los cuales eran muchos.

Henry siguió mostrándole a Kana el resto de cuadros de sus familiares, ahora, los de sus antepasados.

—Mi ancestro, Lord Richard Lancaster, y mis antepasados. Hay… una historia que rodea estos cuadros, una leyenda que pocos conocen. — se encogió de hombros.

Kana se volvió hacia él, interesada.

—¿Qué leyenda?

Henry respiró profundo, como si preparara para contar un secreto.

—Se dice que en estos pasillos acecha el espíritu de Lord Richard. Que su alma no descansa, atormentada por un pasado oscuro. Hay quienes dicen que su fantasma aparece en los cuadros, que sus ojos parecen seguirte. Por eso, estos pasillos no son visitados con frecuencia, y la galería ha quedado en silencio durante años. Lord Richard Lancaster fue Rey de Inglaterra, muerto en batalla a traición y su cuerpo, al ser un hombre odiado por los nobles, no tuvo sagrada sepultura. Incluso, una historiadora nos ha dicho que sus restos están enterrados en un estacionamiento de un centro comercial. Por eso dicen que su fantasma atormenta este castillo y cobra vidas llevándose sus almas consigo… Otras leyendas dicen que Lord Richard reencarna en cada primogénito de la generación.— los rumores más atrevidos incluso aseguraban que su hermano Cain fue poseído por el espíritu de Lord Richard, pues pasó de ser "un chico cínicamente amable" a un "sujeto directamente frívolo y sin empatía"

—¿Y tú crees en esas historias? — Kana fruncio el ceño, intrigada

Henry sonrió con una chispa de ironía. Su sonrisa juvenil embobaba a cualquiera.

—No del todo. Pero, a veces, la belleza de estos cuadros y la leyenda que los acompaña los hacen aún más fascinantes. Como tú, ¿no sientes como si nos conociéramos de hace siglos aún cuando sólo nos conocemos hace unos meses? ¿No se te hace eso fascinante?

—Y-Yo, justo había pensado hace un rato eso mismo. Que es como si nos conociéramos de antes. — Kana sintió un rubor subir a sus mejillas, y en ese instante, Henry se acercó más, bajando la voz, lo cual a Kana le hizo temblar por su cercanía.

—¿Sabes? Esta noche, contigo, siento que todo es posible. Que podemos escapar de las sombras y las historias viejas, y simplemente ser dos personas que han encontrado un momento de paz. Tu presencia alegró mi corazón sumido en la monotonía de los protocolos. No quería ser parte de esta celebración, pero, cuando te reconocí, todo mi ser se sintió vivo.

Ella le devolvió la mirada, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Se sentía tan agradecida de Henry que le tenía un cariño muy especial, pero, al mismo tiempo, irónicamente se llenaba de miedos y angustia hacia él, como un miedo inexplicable de perderlo por una tragedia que en realidad no existía.

De repente, un sonido lejano rompió la calma. La familia de Henry empezaba a buscarlo, inquieta por su ausencia y muriendo de curiosidad por su extraño comportamiento nunca antes visto. Ambos supieron que era hora de partir.

Henry con su mano enguantada tomó la mano de Kana y la guió rápidamente por los pasillos oscuros, hacia la salida. La noche los recibió con su manto de estrellas, y juntos, cruzaron los jardines en silencio, huyendo del castillo y sus sombras.

Llegaron a un pequeño claro, donde Henry por fin se detuvo.

—¿A dónde vamos? —preguntó ella, riendo ligeramente.

—A un lugar seguro, donde podamos seguir hablando.

Kana se llenó de curiosidad y hasta llegó a fantasear con ese príncipe azul que todas codiciaban.

—¿Te gustaría ir a la capilla conmigo?
—¿Eh? — Evitó mostrar su desilusión. Olvidó por completo que Henry era extremadamente católico y oraba seguido. ¡Pero ella no era de esa línea!
—Creo que no es la opción más idílica. — Henry sonrió. —Mejor te llevo a la sala de astronomía que queda en medio del fiordo, sé que te gustará. Desde el observatorio podemos ver todos los astros de las constelaciones. 

Y así, en la quietud de la noche, Kana y Henry partieron hacia el mágico observatorio que parecía sacado de una escena surrealista del Studio Ghibli, dejando atrás la mansión y sus leyendas.
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Patio de Juegos / Re: Shot thru' the heart..! (and you're to blame..)
« Last post by Airin on May 25, 2025, 04:15:02 PM »
encontré mi coso de jalowin! y se fue de madre :_D Y prometí que lo acabaría si el señor venía a casa Y VINO! OLE C1
Así que cumplí mi promesa :_D quién necesita sangre en las venas habiendo té negro.
para @Neko, porque HAPPY MERMAY, SON 10K (?) bueno casi spoiler, no vio el plot-twist




Bluebeard's wife
- [I'll steal your soul to the deep] -




—Nunca abras esa puerta. Bajo ningún concepto. Recuérdalo bien.

Airin observó el puño que su marido había cerrado con ambas manos en torno a una pesada llave de hierro, e intentó mantenerse lo más inexpresiva posible y no arrugar la nariz con disgusto ni hacer preguntas impertinentes. ¿Para qué necesitaba ella ese trasto a medio oxidar? Además estaba segura de que lo que en realidad era una mazmorra y no un almacén en el sótano, tenía salida al exterior. En uno de sus primeros paseos había descubierto unas rejas prácticamente ocultas por los rosales de la fachada del lado este de la mansión, y si su mapa mental funcionaba tan bien como siempre estaba segura de que se hallaban tras esa puerta. Como fuese, de todas formas no le interesaba.

Aparentemente satisfecho con su docilidad, Wriothesley asintió y soltó su mano, ofreciéndole a cambio el brazo con cortesía.

—Estaba pensando en qué cenar esta noche ¿Alguna idea, algo que te apetezca?

—No más carne. —respondió Airin tajante.— Prefiero mi comida hecha y que no sangre.

—Entonces nos atendremos al paladar delicado de la dama. —respondió Wriothesley con humor.

Ese trato cordial era una de las cosas que más le irritaban de él. Pese al aura imponente y ominosa que parecía rodearle de forma constante resultaba un hombre sorprendentemente simple en el día a día. Era estricto pero no un tirano, era amable con los hijos de los sirvientes a pesar de ser un cínico y rara vez levantaba la voz más de lo necesario.
Todo habría sido más cómodo para Airin si por lo menos pudiera odiarle con tranquilidad, pero ni siquiera eso estaba dispuesto a darle. Aunque se sentía con derecho de sobra a guardar rencor libremente; ninguno de los dos había elegido casarse por voluntad propia, pero sólo uno de ellos había podido escoger a quién arrastrar con él.

¿Y ahora tenía la desfachatez de poner otra carga más a sus espaldas? Airin apretó la llave en su mano y lo miró de reojo con fastidio mal disimulado. La tiraría por el desagüe de las cañerías al primer descuido y fin del asunto.

—Oh, no me odies, no vas a conseguir asustarme fuera de la cama. —Wriothesley abrió la puerta que daba al sótano oculto y poniendo la mano contra su cintura la hizo salir primero a un recodo discreto de los pasillos de servicio. Ajá, el lado este, reconocía esa ventana de colores.

—No te odio, no mereces ese esfuerzo, —después de todo Airin todavía no lo había asesinado mientras dormía.

—¡Ha! Mi querida esposa no sabe mentir, —sin embargo el Duque parecía querer buscarlo.

—Al contrario. Su Gracia no es capaz de ver frente a sus narices. —Y con una sonrisa encantadora pero gélida apartó su mano con desprecio y lo dejó plantado donde estaba, dando la vuelta al pasillo y perdiéndose hacia la parte principal de la mansión.

Wriothesley parpadeó varias veces ladeando la cabeza. Ya que era obvio que iba a cenar solo de nuevo, nada le impedía que al menos fuera un buen plato de costillas a la brasa.


Airin se despertó desorientada bajo el peso de un brazo sólido que apretaba su torso y le impedía cambiar de postura. Se removió intentando liberar el brazo que le hormigueaba dormido y propinó un codazo contra el hombre que se recostaba en su espalda.
Un soplo de aire tibio se extendió sobre su nuca con el gruñido ofendido y somnoliento de Wriothesley.

—Me estás cortando la circulación. —reprochó Airin en un murmullo mientras abría y cerraba varias veces la mano intentando recuperar el flujo de sangre en los dedos.

Su marido aflojó el agarre por unos momentos, pero en vez de soltarla la movió él mismo haciéndolos rodar hasta dejarla tumbada contra su pecho.

—Listo. —Rezongó Wriothesley acallando sus protestas con una mano sobre su espalda.

Tras unos minutos de aparente calma, su voz grave rompió el silencio de nuevo.

—¿Tienes la llave?

—¿Qué llave? —Airin estaba otra vez al borde del sueño y ya no tenía idea de qué eran las palabras y cómo funcionaban.

—Da igual, duérmete. —respondió Wriothesley haciendo círculos sobre su piel. Si no sabía de qué le hablaba, quería decir que no la había usado.


El murmullo y los cuchicheos empezaron antes de que hubieran terminado de bajar por la escalera enmoquetada de rojo.

—No siento llegar tarde, no quería venir. —murmuró Airin entre dientes desmintiendo su apariencia modesta y adorable.

Wriothesley resopló por la nariz, girándose al llegar al último escalón para agarrar su mano y llevarla a sus labios con una media sonrisa divertida.

—Por una vez estamos de acuerdo en algo. Pero el deber llama y de vez en cuando hay que hacer aparición en sociedad; además tengo negocios que tratar.

—¿Negocios? —Airin siguió la mirada de su marido hacia un grupo de hombres de aspecto más bien poco caballeresco pese a lo refinado de su atuendo.— ¿Es que piensas dejarme sola en medio de todo esto?

—Huh, pensaba que podías valerte tú sola, ¿acaso tienes miedo? —la provocó Wriothesley levantando una ceja.

—¿Miedo? Aquí el mayor depredador soy yo. —contestó ella con tono contrariado.

Su marido se echó a reír y la rodeó entre sus brazos con total indiscreción.

—Pórtate bien. —dijo besando su mejilla y abandonándola alegremente a los lobos por obligaciones que seguro había inventado con tal de acatar las reglas de esa sociedad el mínimo posible.

-

Los espejos de pared reflejaban las luces de los enormes candelabros haciendo el salón más brillante y entre el ruido de la gente y la música de la fiesta, Airin calculó en su mente las posibilidades de éxito si decidía echar a correr descalza por la hierba y poner fin a su sufrimiento lanzándose al río más cercano.
 Pero para eso primero debía de poder escapar de la bandada de buitres envueltos en sedas y rasos que la rodeaba.

—No esperaba que el Duque trajera a su nueva esposa al Baile. —dijo una voz dos buitres más allá con tono altivo.

—¡Oh, querida, nadie esperaba siquiera que el Duque viniera al Baile!

Si por Airin fuese Wriothesley se habría ido al infierno y ella se habría quedado comiendo dulces en la bañera, pero la vida era terriblemente injusta y sólo tenía champaña a su alcance, así que dio un trago delicado poniendo esfuerzo en no rodar los ojos.

—Me lo imaginaba más… ¿aterrador? —comentó una voz tímida a su izquierda.

Airin estuvo a punto de atragantarse con una carcajada inoportuna que tapó con un carraspeo.

—¡Oh! ¡Oh cielos discúlpeme, no quería ser maleducada! —La pobre chiquilla que parecía haber debutado esa misma temporada estrujó su pañuelo avergonzada de haber metido la pata frente a la esposa del susodicho, sonrojándose entre las risitas de toda la cohorte de aves de rapiña.

Abandonando por fin toda esperanza de pasar desapercibida en su fuga, Airin se dio la vuelta dejando a la jovencita a su espalda, y con el vuelo de la falda arremolinándose en torno a ella miró al grupo de mujeres con tal desprecio y asco indisimulado que más de una notó los pololos incómodos.

—Corazón, aquí lo único aterrador son las bestias de este circo, repollos mustios intentando pasar por flores recién brotadas. —y enlazando su brazo con la muchacha con un movimiento suave y tierno se la llevó hacia el otro lado de la sala con la barbilla alta y una sonrisa exquisita.

—¡Ah, yo...! Ah… —la jovencita parecía haberse quedado sin palabras, atrapada en la corriente.

—No tienes por qué disculparte, no me has ofendido. —Airin dejó su copa sobre una de las mesas y se giró a observar a la chica con un brillo divertido en los ojos.— Voy a serte sincera, es cierto que el Duque es un hombre muy alto y fornido y de apariencia dura, pero tiene de aterrador lo mismo que cualquier otro marido: es un estorbo al sentido común.

La muchacha escondió una risita sorprendida tras el pañuelo.

—Ah, mi querida esposa calumniando mi carácter con mentiras, —apareciendo de la nada, Wriothesley tuvo la osadía de acabar de un trago el champán de la copa que no era suya y depositar a cambio un beso descarado sobre la mano de su mujer.

—Su Gracia no conoce la vergüenza, —dijo Airin esta vez dejándose rodar los ojos.— Y además no es capaz de bailar sin pisar a su pareja.

Wriothesley frunció el ceño con falsa decepción.

—De acuerdo en la vergüenza, pero esa segunda parte es completamente falsa, soy un gran bailarín.

Y ante las risitas azoradas de la jovencita, hizo agarre de su mujer y la sacó a la pista entre otras parejas que giraban al ritmo de la música.

—Eres horrible. —suspiró Airin en una de tantas vueltas.

—¿Por sacarte a bailar? Terrible. —resopló divertido el Duque.— Cómo se me ocurre.

—Por traerme aquí y dejarme a merced de todo ese gallinero del terror.

—Hmm, horrible. —Murmuró Wriothesley contra la piel de su cuello

—Verdaderamente aterrador. —Airin se dejó girar de forma artística frente a la banda de buitres que revolotearon entre inquietas y ofendidas.

—¿Cómo pagaré tal afrenta al honor? Estoy seguro de que a mi querida esposa se le ocurrirá algo.

—Podrías empezar por no pisarme. —respondió Airin con una patada hábilmente disimulada entre el vuelo de sus faldas.

Wriothesley aguantó el tipo con los ojos entrecerrados y una sonrisa sesgada, pero sólo porque había gente observando.


Descalza, con el pelo recogido en un moño que insistía en deshacerse, y su vestido más pálido viejo y remendado, el mismo que había llevado puesto cuando la trajeron a la mansión de Meropide, Airin no parecía la esposa del Duque sino una de tantas muchachas que llenaban los barrios más pobres de la ciudad, buscando trabajo u ofreciendo servicios a cambio de unas pocas monedas.

Quizás por eso Wriothesley había insistido en hacerla su mujer.

En el momento en que estar casado se había convertido en requisito necesario para mantener su posición, una mujer joven sola y sin nada ni nadie que no tenía esperanzas de llegar a ninguna parte era, al menos en teoría, presa fácil para cualquiera.
 ¿Acaso tenía una apariencia inocente o desvalida? La idea rayaba en lo ofensivo. Pero el muy mezquino había llegado a invocar leyes fósiles sobre derechos feudales de propiedad sobre tierras y vasallos, y había salido ganando. Como consecuencia la basura legislativa había sido completamente revocada de urgencia, aunque demasiado tarde para anular su pleito.

El error del Duque era no haber apreciado que ella nunca había querido llegar a ningún sitio donde no estuviese ya, le sobraban sus promesas vacías y tenía la paciencia de sobra para hacérselo pagar, aunque fuera lentamente. Tampoco podía decirse que fuera de carácter frágil y pulso tembloroso, pero por algún motivo todo el mundo parecía querer ignorar eso. ¡Las cosas no dejaban de existir solo por taparse los ojos y mirar a otro lado!

Resoplando con fastidio, Airin se sentó en la hierba húmeda y buscó en la cesta donde había ido dejando las rosas recién podadas. Sacó una manzana pequeña y verde, la frotó contra su delantal apolillado y arrancó un buen trozo de un mordisco, limpiándose el jugo que le escurría por la barbilla con el dorso de la mano.

Mientras saboreaba la acidez de la fruta, contempló pensativa las rejas de metal oscuro que se escondían tras el grueso de los rosales. Había cristales tras las barras, pero por el ángulo en que reflejaban la luz parecían abiertos. Por mucho que mintieran, aquello no era un simple almacén o estaría cerrado, ¿pero quién aireaba una mazmorra vacía?

Entrecerró los ojos dando otro mordisco. Estaba segura de que cabía entre los barrotes.

Después de todo el drama con la estúpida llave había abandonado el pedazo de hierro mugriento en el mismo cajón en que sus medias rotas desparejadas iban a morir y se había decidido a olvidar por completo el asunto. Y lo habría conseguido si no fuera porque Wriothesley preguntaba periódicamente por el condenado trasto como si le fuera la fortuna en ello. ¿Si era tan importante por qué demonios tenía que encargarse ella? Esa puerta no le interesaba en lo más mínimo.

Las rejas, sin embargo… el metal parecía arañado, como si algo lo hubiera mordido. ¿No estarían traficando con animales salvajes? Pero en esos momentos la habitación estaba vacía.

Tenía la absoluta certeza de que cabía entre los barrotes.

Airin echó una ojeada a su alrededor, sin ver a nadie por ninguna parte. Tiró el corazón de la manzana entre las flores y gateando entre los rosales se abrió paso a través de los arbustos hasta alcanzar la ventana del sótano, efectivamente abierta. Bufó una exclamación ahogada de victoria cuando tal y como había calculado, se dejó escurrir entre las rejas sin mayor dificultad que pasar de lado, hasta quedar sentada en el pequeño alféizar interior de la ventana.

Y comprobó que en la habitación no había nada. Un banco, trozos de madera que parecían algún tipo de mueble roto, un montón de paja de aspecto mustio pero limpio y varios cuencos apilados en un rincón.
 Airin frunció el ceño, confusa y llena de sospechas. ¿Wriothesley tenía prisioneros en Meropide? Si era así no debía ser algo habitual, pues en el tiempo que llevaban casados no había observado nada extraño al respecto.
 Tal vez por eso se ausentaba regularmente, por cuestiones de negocios según él. Nunca más de dos o tres días, pero el tiempo suficiente como para esconder asuntos turbios. Quizás por eso era importante que guardase ella la maldita llave, era una prueba incriminatoria de sus actividades clandestinas. Si no la encontraban en su posesión, no había forma de demostrarlo.

Las voces de varios chiquillos jugando a pillar por los jardines la sacaron de sus pensamientos. Ya iba siendo hora de volver al teatro habitual.

Con más preguntas que respuestas, Airin decidió seguir investigando discretamente. No era buena idea permanecer en la ignorancia cuando cabía la posibilidad de tener que ponerse a salvo cualquier día de esos y no había mejor método de defensa que estar atento y preparado. Volver a pasar entre los barrotes para salir de allí le costó más esfuerzo del que había hecho para entrar, y aguardó escondida entre las ramas de los rosales a que los niños se hubieran perdido de vista por completo para recoger sus flores y adecentarse como si no hubiera estado arrastrándose por los suelos.
Después de todo ella también jugaba en el jardín, y lo hacía con sus ropas más cómodas y menos valiosas.

Las apariencias eran lo de menos, el Duque no tenía derecho a quejarse pues así como estaba ahora era que se la había llevado en un principio.


—¿Y tu esposa? —preguntó Neuvillette saliendo al recibidor desde una de las salas para visitas.

—No tengo la menor idea. —contestó Wriothesley cerrando la puerta tras de sí. La inspiración de sorpresa del Juez le hizo darse la vuelta de inmediato.

—Oh, Airin. —Neuvillette cruzó la estancia en un par de zancadas e inspeccionando su apariencia magullada tomó sus manos con suavidad, sonando compungido.— Lo lamento tanto.

—¿Y de qué sirven ahora los lamentos? —dijo ella con gesto irritado.

—¿Se puede saber dónde te habías metido? —interrumpió Wriothesley con voz de hastío.

Airin lo miró desde abajo hacia arriba todo lo alto que era con un solo movimiento de ojos.

—Si no eres capaz de verlo por tí mismo, no. —y antes de que pudieran empezar una pelea delante del Juez, apretó ligeramente sus manos como disculpa y se separó inclinando la cabeza.— Con el permiso de Su Excelencia, estoy necesitada de un baño.

—Por supuesto.

Neuvillette la dejó pasar y ella se alejó escaleras arriba. El carraspeo incómodo de Wriothesley tras unos segundos de silencio hizo que clavase en él una mirada furibunda.

—Cómo te atreves a-

—¡No irás a creer que..! —la ofensa visible de Wriothesley hizo que el Juez tomase aire y se llevara la mano a la frente, tapándose los ojos.

—No. No lo creería. —habló intentando recuperar el control de sus emociones.— Y no quiero creerlo de tí. Bastante lejos te he permitido llegar. No me hagas tener dudas.

Wriothesley parpadeó desconcertado por un momento sin saber dónde pisaba.

—No había imaginado que tuvieras ese tipo de sentimientos. —tanteó con curiosidad. Esperaba que su terquedad no le hubiera metido en un jardín del que no pudiese salir sin daños.

—No son los crees. —Neuvillette suspiró como si le hubieran drenado de energía.— Es un tema complicado, me siento responsable de su bienestar.

—Oh. Créeme que disfruta de todos los privilegios posibles a cambio de cumplir esa condena a mi lado. Es un arreglo mutuamente beneficioso. Aunque no me soporte.

Wriothesley lo acompañó hasta la puerta y le ofreció la capa y el bastón disipando cualquier bruma de enfado.

—Y de cualquier forma me preocupa más la fragilidad de tus sentimientos que los de Airin. —dijo con ironía.— Ella muerde.

—Todos los animales salvajes atacan cuando se sienten acorralados, —murmuró Neuvillette con voz suave.— Es algo que ya deberías saber.


Una de las pocas cosas por las que Airin podría haberse sentido agradecida era el tamaño de aquella bañera. Se dejó deslizar bajo el agua y aún estirando los pies no llegó a tocar el otro lado de la pared de mármol. Al contraluz bajo la superficie su piel pálida adquiría un tinte casi azulado y los arañazos de los rosales pasaban de rojo a morado. Cerró los ojos dejándose reposar contra el fondo y haciendo burbujas lentamente se relajó en el abrazo caliente del agua.

La paz le duró poco porque algo la agarró por la barbilla y la obligó a incorporarse a la fuerza, dejándola en pie en mitad de la bañera con el agua escurriendo sobre su cuerpo desnudo y el pelo rojo cobre mojado y enredado sobre los hombros. 

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Llena de ira Airin apartó la mano de Wriothesley y lo empujó hacia atrás, haciendo que resbalase sobre las baldosas encharcadas.

—¡Me habías asustado mujer! —gritó él de vuelta recuperando el equilibro en el último momento.

Airin lo observó con rabia y desdén, como si fuera una de las diosas primitivas de la guerra que adornaban multitud de cuadros y tapices.

—No te atrevas a ponerme la mano encima de nuevo, o será lo último que hagas. Es un aviso, y no tendrás otro.

Pese a que el tono de su voz le hizo tragar saliva de forma instintiva y le erizó el vello de la nuca, Wriothesley no pudo evitar admirar su figura al descubierto.

—Anotado. —dijo con una sonrisa distraída mientras la contemplaba abiertamente. Su mujer.

La misma que rodó los ojos viendo su respuesta estúpida y con un gesto de hartazgo abandonó la divinidad para volver a sumergirse hasta la nariz y empujar un montón de espuma por el borde de la bañera.

Viendo la oportunidad que se le presentaba, Wriothesley empezó a deshacerse de sus ropas dejándolas caer de cualquier manera en un montón apresurado.

—Hazme un sitio.

Cuando Airin se giró a mirar se llevó un inesperado paisaje de frente a la altura de sus ojos. Parpadeó un par de veces y levantó la vista, frunciendo el ceño al ver las cicatrices que marcaban su torso.

—Qué, —preguntó esta vez confundida,— crees que estás haciendo.

—Hazme un sitio. —repitió Wriothesley empujando su espalda con más suavidad de la habitual hasta que consiguió apartarla hacia el centro de la bañera.

Se movió con rapidez para ocupar el hueco libre y maniobró como pudo para sentarse y estirar las piernas a ambos lados de la joven a pesar de sus protestas. Una vez la tuvo atrapada, la rodeó con un brazo y la reclinó contra él, acariciando perezosamente la parte inferior de su pecho y dejando un beso de disculpa sobre su hombro.

—Ah, así está mejor. —su mano libre recorrió una rodilla bajo el agua.

—Eres un maldito usurpador. —refunfuñó su mujer.

Wriothesley frotó la nariz contra su oreja hasta que Airin apartó la cabeza y después mordisqueó su cuello con algo que podría haber parecido dulzura.

—No pretendía lastimarte.

—Dijo un hombre una y mil veces. —el tono de Airin no dejaba dudas de su opinión al respecto.

—Lo digo en serio, —dijo su marido seriamente apoyando un nudillo contra su barbilla para que le mirase a la cara.— Nunca te haría daño a propósito.

Su mano se detuvo a medio muslo unos segundos, y después prosiguió su aventura exploradora entre las piernas de Airin hasta que una sensación punzante y afilada contra la piel delicada de su ingle le hizo contener la respiración.

—¿Qué te lo impide? —preguntó ella con voz engañosamente tranquila.

Wriothesley se dio cuenta entonces de que eran las uñas de su mujer clavándose muy cerca de una arteria importante y su pulso se aceleró de forma involuntaria y más bien comprometida.

—No soy la clase de persona que disfruta del dolor ajeno.

Tras unos momentos la amenaza silenciosa se retiró, y los dedos de Airin frotaron sus músculos en tensión.

—No, supongo que no. —dijo ella recostando la cabeza sobre el hombro de su marido.

Prometiéndose ser más cuidadoso en adelante, Wriothesley besó suavemente el borde de su mandíbula que empezaba a amoratarse.


La llamada en su puerta hizo que levantase la cabeza de sus libros de contabilidad y echase un vistazo de reojo al reloj. Su culpabilidad por haberse atiborrado a snacks y dulces saltándose la hora de la comida se esfumó cuando su mujer entró sin esperar respuesta.

—Tienes una carta. —dijo Airin tendiéndole un sobre de color oscuro.

—Déjalo ahí sobre el montón. —contestó él pasando la página.

—Es una invitación. —insistió su mujer agitando el sobre bajo sus narices.

Con un movimiento rápido Wriothesley la agarró por la cintura y la sentó sobre su regazo, sujetándola para que no escapase. Llevó una mano bajo su falda, y apretó su tobillo desnudo, subiendo despacio hasta la rodilla.

—¿Descalza y sin medias? ¿Qué clase de comportamiento escandaloso es éste? —el sobre le golpeó en la cara como si fuera un perro regañado con un periódico.— Agh. ¿Y además leyendo el correo personal del Duque? No tienes vergüenza alguna.

—Es una invitación para un té benéfico. —Airin estampó la carta contra su pecho y con una exclamación de interés le robó un tazón de natillas que en algún momento había abandonado a medias.— ¡Así que esto es el motivo real de tu desaparición!

Wriothesley resopló divertido al ver como su mujer relamía la cuchara al tiempo que movía los pies descalzos con satisfacción y echó una ojeada al papel de la discordia.
Ah, eso. Ni siquiera necesitó cálculos mentales para rechazar la idea.

—Lamento no poder asistir a la cita pero por desgracia tengo compromisos previos donde mi presencia es indispensable, —dijo lanzando la carta sobre la mesa,— así que mi esposa acudirá en mi lugar. Estoy seguro que disfrutará de una enriquecedora velada en los jardines del orfanato.

Airin abandonó por un momento la extinción del postre para mirarlo con profunda antipatía.

—De ninguna manera. No puedo ir. Tengo gripe. Sería una irresponsabilidad por mi parte exponer a nadie y menos a esas pobres criaturitas a una enfermedad tan contagiosa.

Wriothesley frunció el ceño.

—¿Tienes gripe?

—Estoy en ello. —Airin se encogió de hombros lamiendo el borde del cuenco antes de dejarlo en la mesa, y Wriothesley ahogó una risa contra su cabello. La muy caradura.

—Oh no, qué mala suerte, mi querida esposa se encuentra indispuesta. Por supuesto no soy tan canalla como para abandonarla en sus momentos de necesidad…

Wriothesley agarró su barbilla con delicadeza y ladeó su rostro hacia él para besarla perezosamente, saboreando el rastro de leche dulce en sus labios y persiguiendo su lengua cada vez con más interés.

El suspiro de su mujer sobre su regazo lo devolvió a la realidad de su ubicación y suspiró él también contrariado por la cantidad de cosas que aún tenía pendientes.

—Me temo que es posible que me haya contagiado yo también al atender a mi esposa. —dijo dejando un último beso sobre los labios de Airin y depositándola de nuevo en el suelo.— Por precaución deberé ausentarme durante varios días de todos los compromisos sociales, pero prometo hacer lo posible por una pronta recuperación.

—Mientes igual que los peces nadan. —Airin recompuso el estado de su ropa a algo mínimamente respetable pese a que habitualmente le resultaba indiferente la opinión de nadie.

—Lo que no te mata te hace más fuerte, —comentó Wriothesley con una sonrisa afilada,— y el estatus social es tan sólo otra arma más.

—¿Oh? ¿De verdad? ¿Cómo he podido ser tan tonta de no haberme dado cuenta todavía? —Airin cruzó el umbral de la puerta para mirarlo desde fuera de la oficina con un brillo extraño e inquietante en los ojos.— No estás satisfecho con haber usado tu posición para abusar de la ley, apresarme en contra de mi voluntad y mantenerme atada aquí como si fuera un animal domesticado por la fuerza, que también necesitas recordármelo, ¿es eso?

Wriothesley parpadeó, consciente de repente de la forma estrepitosa en la que había metido la pata hasta el fondo.

—No me refería a…

Dándose la vuelta, su mujer se alejó por el pasillo con pasos ligeros sin mirar atrás.

Wriothesley barrió todos sus papeles arrojándolos fuera de la mesa de un manotazo y dejó caer la cabeza contra la madera.

—Mierda.


—¿Tienes la llave?

Airin abrió los ojos y lo observó con apatía sin levantar la cabeza del cojín.

—Voy a estar fuera por asuntos privados, volveré en unos días. —Wriothesley se ajustó el nudo de la corbata y repitió su pregunta.— ¿Tienes la llave?

—La tiré por ahí. Si tanto te preocupa, guárdala tú. —respondió su mujer dándose la vuelta sobre el diván y mirando la lluvia que caía con fuerza al otro lado del cristal.

—Necesito saber que la tienes y está a salvo.

—Te hago saber que conmigo nunca va a estar a salvo, porque tu estúpida mazmorra no me importa lo más mínimo.

—Airin. ¿La has usado? —Wriothesley apretó los labios intentando mantener su frustración a raya.

—¿Crees que soy tonta o mentirosa? Lárgate a ver si te parten la cara en tus peleas ilegales, a lo mejor cuando vuelvas me tienes que ir a buscar al fondo del lago.

Perdiendo la paciencia y renegando sobre niñatas dramáticas Wriothesley salió dando un portazo que hizo temblar el edificio.


Sin prestar atención a las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor Airin se sentó en el murete junto a la fuente en forma de cascada del pequeño estanque artificial y metió los dedos desnudos en el agua, acariciando las hojas redondas de los nenúfares que flotaban junto a la roca.

Una carpa amarilla se acercó a investigar y curiosa hociqueó entre sus dedos esperando encontrar algo que comer. Airin movió los dedos sintiendo cómo los bigotes del pez temblaban al hacerse cosquillas mutuamente, y sonrió fugaz cuando notó a otro animal aparecer desde el otro lado.

—¿Tú también preferirías estar en cualquier otro sitio? —murmuró sin quitar la vista del agua.

—¡Ah! Yo… La verdad es… que sí. —la voz tímida a su espalda la pilló desprevenida por completo.

—Oh. —Airin levantó la cabeza y vio a la chiquilla que había comentado sobre su marido en aquel baile.

—Ah… me hablaba a mí, ¿verdad?

Airin palmeó el banco junto a sus piernas con gesto amable, y la chica se sentó a su lado.

—Me alegra ver que sigues bien, aún cuando ‘bien’ es algo muy relativo al lugar y la compañía. —comentó arqueando una ceja en dirección al grueso del barullo con ironía.

—Oh, puedo decir lo mismo entonces. —dijo la chica estirando de uno de los lazos de gasa de su vestido blanco.— Por lo menos el sitio es bonito.

Airin echó una ojeada al gran invernadero donde transcurría el té temprano. La verdad es que sí era bonito. Artificial, con parterres llenos de grandes palmeras, vegetación exótica y arbustos de flores de colores vivos mezclados a distintas alturas de forma muy estética como no ocurría en la naturaleza, pero hermoso a la vista. Y más relajante que un salón de baile. Al menos aquí podía desaparecer escondida entre las plantas.

—Y, dime…

—¡Oh! No me he presentado, mi nombre es Barbara. —la jovencita se llevó una mano al rostro poniéndose colorada.

—Un placer, no te apures cielo, la culpa es mía por no preguntar. —Airin se tapó la boca divertida con la mano que sujetaba los guantes y continuó.— Dime Barbara, ¿hay algo interesante de lo que quieras hablar desde la última vez que nos vimos?

La muchacha tironeó de sus lazos titubeando avergonzada.

—N-no me gusta participar del cotilleo… pero la verdad es que, uhm, —Barbara bajó la cabeza mirando hacia sus rodillas con fijeza y habló de corrido sin pararse a coger aire,— me alegro mucho de ver que está sana y salva porque las malas lenguas decían que el Duque la tenía prisionera.

Airin parpadeó varias veces, intentando descifrar las palabras de la chica.

—El Duque. Prisionera. Wriothesley… ¿a mí? —Y cuando por fin lo hubo hecho resopló por la nariz de una forma muy poco fina y femenina intentando sin éxito contener su risa que escapó a carcajadas brillantes.

Más de una cabeza se giró a mirar con sorpresa y Barbara se encogió sobre si misma como queriendo hacerse invisible.

—Oh, no, no no, corazoncito dulce. —Airin se dejó escurrir hasta quedar sentada a su lado en el banco y le agarró una mano entre las suyas, goteando sobre sus faldas y con los ojos húmedos.— No me río de tí, me río de la sola idea.

—Yo no… ¡no he creído una palabra de esos rumores tan horribles! —exclamó la muchacha levantando la vista con determinación.

—Por supuesto que no, —aseguró Airin haciendo esfuerzo por recuperar algo de seriedad,— porque además de tener ojos en la cara eres una jovencita sensata, educada y respetable.

Apaciguándose, Barbara asintió como si estuviera convenciéndose a sí misma.

—Es de muy mal gusto hacer ese tipo de comentarios sobre que gente que no conocen, y, —dijo mirando de reojo a un grupo multicolor de repollos engalanados como un premio de consolación que chismeaban sobrevolando la mesa de los postres como si fueran aves de carroña,— y si hubiera resultado ser cierto, es peor todavía regodearse en algo tan terrible como si fuera una novela de entretenimiento.

—Ay, que tesoro de niña estás hecha… —murmuró Airin dándole palmaditas en la mano con un suspiro.— ¿Qué se han pensado, que mi marido es Barbazul? ¿De dónde iba a sacar tantas esposas el pobre idiota si la que tiene lo justo le soporta los días impares?

Barbara se atragantó con su propia saliva ante la falta de respeto. No, definitivamente la mujer del Duque no parecía una pobre esposa indefensa y desvalida, sino más bien la clase de persona que se defendería a sartenazos si hiciera falta. Y no podía negar que en el fondo era un alivio.

—¿Y con qué llave mágica se supone que…? —Airin carraspeó cortando sus palabras. Ciertamente tenía una llave, pero no era mágica sino un pedazo de hierro abandonado entre calcetines en un cajón con el que su marido insistía en hostigarla regularmente cada luna nueva y que corría peligro de acabar en un pozo como volviese a nombrarla.— Como sea, disparates.

Con discreción estudió los distintos grupos repartidos por la plazoleta del invernadero, con la certeza absoluta de que varios de ellos no les habían quitado ojo de encima desde hacía un rato, y se inclinó hacia Barbara cuchicheando en confianza.

—Apunta mis palabras, lo siguiente que pretendan será hacer del Duque de Meropide poco más que la Bestia de Gévaudan.

—¡No! —La jovencita ahogó una exclamación tapándose la boca con ambas manos.

—Y cuando eso suceda… —dijo Airin con plena seguridad en el futuro,— te doy total y absoluto permiso para que te rías y les confirmes que yo te avisé de que dirían algo así.

—Oh, oh no. —murmuró Barbara, pero el brillo travieso en sus ojos desmentía claramente sus palabras.


Las mantas se movieron y el colchón se hundió bajo un peso a su espalda, haciendo que Airin dejase de estar dormida pero no terminase de estar despierta del todo. Un brazo rodeó su cintura y la movió del nido perfecto que se había hecho en la cama y protestó hundiendo la cara contra la almohada. A cambio recibió una hilera intercalada de mordiscos y besos desafeitados a lo largo del cuello y una mano callosa apretando su cadera y apartándole el camisón para acariciar sus muslos.

—¿Wri’...? —preguntó confusa y sin poder despegar los ojos aún.

—Hmmn, —la voz grave de su marido sonó amortiguada contra su nuca.— Te he echado de menos.

Airin resopló una risita en silencio al notarlo firme y sólido presionando contra sus nalgas con insistencia.

—Seguro que sí. —murmuró con la voz espesa por el sueño.— Una niñata insoportable y dramática.

—Oh, vamos, no seas rencorosa. Cuando quieres también eres encantadora. —dijo Wriothesley acariciando su vientre y bajando poco a poco hasta escabullir una mano entre sus piernas.

—¿Sólo cuando quiero?

—Hm, no. —Él acalló la protesta hociqueando contra su cuello y succionando sobre su pulso.— Pero tengo que admitir que no soy imparcial.

Al ver que su mujer no rechazaba sus atenciones apretó la parte interior de su muslo masajeando intencionadamente, y ésta separó ligeramente la piernas con un suspiro, dándole espacio para deslizar los dedos hacia arriba al mismo tiempo que conseguía colarse entre sus nalgas y frotarse contra sus pliegues.

Airin dejó escapar el aire con un sonido agudo al notar su tamaño sobre ella y Wriothesley sonrió de costado contra su piel.

—¿Ves lo que pasa cuando te llevas bien conmigo? —dijo persuasivo recorriendo sus rincones con las yemas de los dedos.

—Oh, vete al infierno.

—Nah, lo tengo muy visto, te prefiero a tí. —su voz grave sonó ahogada cuando Airin cerró los muslos con fuerza a su alrededor, haciendo el espacio húmedo por el que se deslizaba aún más apretado.— Un día de estos…

Wriothesley gruñó cuando su mujer echó una mano hacia atrás por encima de su cabeza y estiró de su cabello sofocando un gemido contra la almohada, y mordió su hombro aumentando la velocidad de sus dedos cuando se arqueó contra su cuerpo sin poder contener los temblores que terminaron por arrastrarlo a él también.

Con los jadeos de ambos enturbiando el aire frío de la habitación, a Wriothesley se le olvidó ser agudo y hacer comentarios inoportunos que revolviesen más hostilidad entre los dos.


A pesar de que los relámpagos iluminaban el camino cada pocos segundos, el agua caía en cortinas que oscurecían todavía más la noche y dificultaban el trayecto haciéndolo resbaladizo y traicionero. Y aunque había perdido el equilibrio varias veces al no saber dónde pisaba, Neuvillette no necesitaba ver para saber a dónde iba.
Llamarlo presentimiento habría sido quedarse corto hasta faltar a la verdad, se había despertado en mitad de la noche con la horrible seguridad de sus temores haciéndose reales y había salido echándose al campo sin prepararse para un tiempo que habría detenido a cualquiera que no fuera él.

Se apoyó sobre el tronco de un árbol cuando la senda embarrada volvió a tener losas que asomaban aquí y allá, y exhaló tembloroso. El aire helado de la noche convertía su aliento en vapor y la lluvia perforaba el vaho en jirones deshilachados. Corriendo colina arriba sólo podía pensar que llegaba tarde, llegaba demasiado tarde.

Tras apurar la carrera por el camino enlosado por fin alcanzó la casa medio en ruinas junto a la pequeña fuente de roca. El manantial formaba una piscina con varias pozas en donde su lecho rebosaba hasta desbordarse, a partir de ahí se convertía en un arroyo que acababa en el lago montaña abajo.

Las lágrimas rodaban libremente por las mejillas de Neuvillette cuando rodeó el edificio y el estanque apareció ante sus ojos, con dos figuras inmóviles en él. Se precipitó hasta el agua enturbiada de rojo con la vista llena de puntos negros y el terror apretando sus pulmones, y sacó el cuerpo de la muchacha de vuelta a la superficie con un sollozo. Su vestido desgarrado ondeaba como una bandera blanca en la oscuridad de la corriente.

El cadáver del hombre se alejó flotando boca abajo, disolviendo la nube de sangre que brotaba de la herida en su cuello donde se clavaba un pequeño cuchillo de pelar.

Abrazó a la joven con un gemido herido y escondió su rostro contra la garganta llena de marcas amoratadas, dejando que sus lágrimas se mezclasen con el agua de la fuente.
¿De qué servía todo su poder, toda su autoridad? Por muy inquebrantable que fuera su voluntad, sus deseos no eran leyes capaces de vencer a la muerte. Había llegado tarde y ahora ya no podía hacer nada.


Neuvillette se despertó bañado en sudor frío, con la respiración entrecortada y las mejillas mojadas. La lluvia golpeaba contra su ventana y los truenos ocasionales hacían temblar los cristales. Tragó saliva y se pasó una mano temblorosa por la cara, limpiándose las gotas que escurrían por su barbilla mientras intentaba recuperar el aliento y calmar su corazón.


Wriothesley interceptó a su mujer en el descansillo de las escaleras cuando volvía con el pelo suelto, las botas en una mano y las medias en otra.

—¿En serio? —No sabía por qué seguía sorprendiéndose, le había demostrado de sobra el absoluto desprecio que tenía por vestirse apropiadamente cuando estaba a solas y sin obligaciones.

—Deberías probar a tocar la hierba más a menudo, —dijo Airin encogiéndose de hombros,— te aseguro que además de sano es muy reconfortante.

Wriothesley rodó los ojos para esconder una sonrisa traicionera y la levantó por la cintura con un brazo como si fuera un saco. Airin dejó caer al suelo toda su carga nada más hubo cerrado la puerta de su oficina tras ellos.

—¿Y qué se supone que piensa hacer el Duque conmigo?

—Eso depende. —dijo él dejándola sobre la mesa y tamborileando sobre un par de sobres blancos y corrientes.— Tienes correo. ¿De qué se trata?

—¿A mí me lo preguntas? No soy yo quien se dedica a guardar secretos, sólo estoy aquí para decorar tus títulos. —Airin rasgó uno de los envoltorios sacando dos pequeños pliegos doblados y empezó a leer con curiosidad.— ¿Oh? 

—¿Qué es?

Wriothesley se inclinó hacia delante tratando de leer del revés por encima del borde y su mujer puso una mano sobre su pecho intentando apartarlo sin éxito.

—Déjame leer, están hablando mal de tí. —dijo girándose de costado con una sonrisa traviesa.— Ooohh…

—¿Airin? —el tono era una advertencia, pero su mujer era más propensa a la ira que al miedo y no se dejaba amedrentar.

—Shush, Barbara me está poniendo al día de las últimas calumnias.

—¿Barbara? ¿Y qué calumnias son esas? —preguntó Wriothesley entrecerrando los ojos con frustración.

—Oh, ya sabes, las habituales de todos los eventos. Que has recogido a la primera puta bonita que te ha durado más de dos noches… bah, muy usado y lleno de envidia; que en realidad eres un bruto y un criminal y soy una más en una larga lista de víctimas… señor, qué fantasioso, ya se lo dije.

—Dame esa basura. —dijo él arrancando las hojas de entre sus dedos.

—¡Devuélvemela, es mía! —Airin le dio un manotazo y soltó los papeles que cayeron revoloteando.

Con una exclamación indignada Wriothesley estiró de sus piernas arrastrándola hasta el borde de la mesa, pero su mujer lo empujó con los pies haciéndolo caer sentado sobre su sillón. Como represalia la agarró tirando de ella hasta que acabó en sus rodillas con precariedad.

—¿Quieres un bruto? Podría doblarte sobre la mesa ahora mismo, darte una buena tunda de azotes como la malcriada que eres y tomarte por la fuerza, quisieras o no. —dijo Wriothesley enredando los dedos en su cabello y estirando de ellos hasta obligarla a echar la cabeza hacia atrás.

Airin lo miró muy seriamente y poniendo con suavidad la mano contra su cuello, clavó sus uñas cortas pero afiladas en la piel bajo su barbilla.

—Pero no lo harás.

Wriothesley soltó su cabello y acarició su espalda.

—No soy esa clase de hombre.

Airin sonrió despacio y se estiró contra el, mordiendo el tendón de su garganta y haciéndole tragar saliva.

—Y por eso te permito tus libertades, no te equivoques y seas desagradecido. —y después de lamer suavemente la parte abusada, se levantó de su regazo.

—Lo dices como si no disfrutases tú también de ellas.

—Con ese tamaño, algún tipo de utilidad tenías que tener. —Su mujer levantó una ceja con gesto satisfecho y salió del despacho con sus botas, sus medias, y sus cartas llenas de chisme.

—Ésta condenada va a acabar conmigo… —Wriothesley se llevó las manos a la cara y rió al mismo tiempo que murmuraba una sarta de maldiciones, obligándose a recuperar la compostura.


Algo la sacó del sueño. Por un momento Airin habría jurado que había sentido golpes, pero salvo la tormenta aullando fuera y el temblor de los goznes por el viento no oía nada. Tanteó en la cama y la encontró vacía y fría.

—¿Qué demonios? —se levantó a mirar por la ventana, pero no había ninguna luz encendida que pudiera ver en ese lado del edificio.

Un relámpago cortó la oscuridad, y en la cola del trueno que siguió Airin volvió a notar lo que la había despertado. Una, dos, tres y cuatro veces. No era la violencia del temporal, sino las vibraciones que notaba desde el suelo, como si se extendiesen por los muros desde varios pisos más abajo.

En un momento de entendimiento que la hizo sentirse extrañamente lejos de sí misma, rebuscó en el cajón de los calcetines y sacó esa estúpida llave de hierro que tantos quebraderos de cabeza le había traído. No era más que un peso muerto a medio oxidar.  Descalza y en camisón como estaba, apretó el trasto entre los dedos de forma ausente y se dirigió escaleras abajo hasta la misteriosa puerta en el sótano.

Airin se deslizó en silencio por los escalones, evitando los que crujían y parándose a escuchar los golpes cada vez más claros y más fuertes que casi sacudían el edificio. Cuando llegó al sótano, el aire allá abajo estaba tan frío que podía ver su respiración condensarse a su alrededor.
Se detuvo frente a la puerta de la mazmorra, pero apenas tuvo tiempo de apoyar la mano sobre la madera porque algo hizo impacto contra ella desde dentro con tal fuerza que hizo rechinar las bisagras.

Introdujo la llave en la cerradura como si estuviera en trance y le dio la vuelta con un sonido pesado que recorrió el quicio de arriba abajo como si fuera un mecanismo de engranajes en movimiento.

La puerta se abrió despacio con un chirrido lúgubre, y comprobó distraída que el pomo no tenía cerradura por la cara interior.

Algo gruñó desde dentro y Airin volvió de repente a donde estaba. Podía oír la lluvia fuera y el aire que entraba a través del ventanuco abierto, y con el destello de un relámpago divisó una figura que se alzaba amenazante y decidida hacia ella.

Echó a correr sin mirar atrás.



El aire agitaba los árboles y la lluvia arreciaba en remolinos bruscos, pero ella volaba sobre la hierba desoyendo los elementos. Sospechaba que lo que la perseguía sin descanso era más peligroso que lo que la naturaleza pudiera escupirle. ¿Era así como se sentía una presa?  Airin no tenía intención de convertirse en una.

La luz y el estallido repentino de un rayo cayendo cerca la desorientaron y tropezó, cayendo aturdida y rodando por los suelos. Podía oír sus pasos aproximándose, los notaba contra la tierra mojada como si fuera una estampida. Se levantó y siguió corriendo a sabiendas de que era más grande, más fuerte, y tenía las piernas más largas que ella. Tarde o temprano terminaría por darle caza, pero estaba decidida a que fuese más tarde que temprano, y cuanto más mejor.
Su camisón blanco brillaba en la noche como si fuera un faro. El lago se agitaba bajo la tormenta, sólo tenía que llegar hasta él.

Saltó como un ciervo por encima de unos arbustos pese a sus pies descalzos y le pareció notar cómo algo le rozaba la ropa al deshacerse del obstáculo en su camino. Ya casi al alcance de las aguas se atrevió a mirar por encima de su hombro, pero al voltear un peso sólido hizo impacto contra ella, tirándola al suelo. La fuerza del golpe sacó todo el aire de sus pulmones, y el mundo le dio vueltas bajo la lluvia.

La respiración acalorada que resoplaba con intensidad sobre ella pareció temblar.

—¿Wriothesley? —atinó mareada por el esfuerzo y la caída.

—Te dije. Que nunca. Abrieras la puerta. —el ser que hasta hacía horas había sido su marido, la agarró por los hombros y la agitó contra el suelo con voz ronca.— ¡Nunca! ¡NUNCA! ¡Podíamos haber tenido algo bueno! ¿Ves lo que has hecho, estúpida?

Airin sintió cómo el aire y la lluvia se volvían fríos, cada vez más fríos. La sangre ardía en sus venas buscando guerra y se dejó llevar por la ira, harta de tener que controlar sus primeros instintos. Arremetió contra Wriothesley golpeándolo en la sien con un puño cerrado en torno a una piedra que éste no vio venir y lo tumbó de lado.

—¿Estúpida? ¿Estúpida, yo? —Airin se levantó a trompicones ignorando los arañazos que cubrían sus piernas.— ¡Maldito majadero, no tienes idea de nada! ¡Debería haberte ahogado con la almohada!

Wriothesley se limpió la sangre que manchaba su cara y soltó una carcajada llena de acritud.

—¿Y qué crees que ibas a hacer contra mí? —Sus ojos relucieron de forma antinatural y enseñó los dientes mostrando colmillos demasiado largos para un humano.— No sabes lo que soy, no sabes de lo que soy capaz.

Airin entrecerró los ojos retrocediendo lentamente hacia la orilla.

—¡No lo entenderías nunca! No te haces idea de lo que es perder tu humanidad, saber que te has convertido en un monstruo y no has podido hacer nada para evitarlo. —Wriothesley dejó escapar un gruñido de rabia que resonó como una caverna, acercándose poco a poco a ella.— ¡Dejar de ser quien eres porque esa persona ya no existe!

Con el agua más arriba de los tobillos, Airin le dio la espalda y se echó a reír descontroladamente. El tono desquiciado de su voz hizo que Wriothesley se detuviera desconcertado. Ella siguió adentrándose en el lago entre risitas agudas; bajo la tormenta y al reflejo oscuro de las olas su piel pálida parecía volverse azulada por momentos.

—¡Airin!

—Eres tan idiota… —dijo ella dándose la vuelta. Su sonrisa brilló pequeña pero afilada y sus pupilas invadieron sus ojos tornándolos negros e inhumanos por completo.— ¿Cómo voy a saber lo que es perder algo que nunca he tenido?

—¿Qué? —Wriothesley tragó saliva con un ruido confuso.

—¿Qué humanidad puede perder alguien que no lo ha sido nunca? —Airin ladeó la cabeza con un gesto que pareció melancólico.— ¿Si ese alguien ya no existe, cómo puedes echar de menos una persona que nunca has sido?

Sus uñas afiladas apretaron la tela a la altura de su pecho, rasgando los hilos en su descuido, y su voz sonó triste y ahogada cuando se giró dándole la espalda de nuevo.

—Podías haber tenido algo bueno, pero yo soy un monstruo que no recuerda haber sido otra cosa.

Y con el agua más arriba de los muslos y el camisón flotando a su alrededor como una nube blanca en la oscuridad, su mujer se hundió en el lago y no volvió a salir.

La luz del día encontró a Wriothesley arrodillado frente a la orilla, a solas.



—Wriothesley.

Neuvillette apretó la mano sobre su hombro, sintiendo cómo se evaporaba gran parte de sus temores al encontrarlo a salvo. Wriothesley lo miró sin comprender.

—Ella... Yo… —Dijo señalando al agua con un gesto vago y aire perdido.

Neuvillette asintió, y lo ayudó a levantarse con cierta dificultad. Lo adecentó como pudo, con la ropa rota y manchada de hierba y barro, y todavía mojado bajo la lluvia que no había cesado de caer.
Después le echó un brazo alrededor de los hombros y lo obligó a caminar junto a él, deshaciendo el camino de vuelta a la mansión de Meropide.

Nunca antes había encontrado a Wriothesley tan desconectado de todo a su alrededor.

—Tú lo sabías. —Dijo éste tras varios minutos largos de caminar en silencio.— Lo sabías desde el principio.

Neuvillette suspiró con gravedad.

—Y te lo advertí Wriothesley. Te dije una y mil veces que no lo hicieras, salvo encerrarte en un calabozo te puse todos los impedimentos que pude encontrar.

—Pero aún así fui más listo, y encontré una ley estúpida. —respondió el otro lleno de orgullo agridulce a pesar de todo.

—Qué puedo decir, eres como un perro con un hueso.

—Ouch.

Wriothesley se retrajo ante la pulla, pero el juez simplemente se encogió de hombros; aunque la comparación fuera un golpe bajo no la hacía menos cierta, y ahora que veía desenlace se sentía poco inclinado a la resignación tranquila.

—¿Es por eso que estabas siempre tan preocupado por ella?

Neuvillette asintió de nuevo, y Wriothesley se pasó una mano por la cara.

—Yo pensaba que lo que intentabas era protegerla de mí, y mantenerme a raya. —Se lamentó avergonzado.

—Oh eso sin duda, —refunfuñó Neuvillette rodeando la valla de entrada a la propiedad.— Tienes la horrible cualidad de ser como un moho. Si te dejan entrar te apropias del espacio discretamente hasta que no hay forma de deshacerse de ti.

Wriothesley se detuvo con el ceño fruncido.

—Me lo dijo desde el principio ¿verdad?

—¿Te lo dijo? —El juez lo observó intensamente con una mirada que habría hecho temblar a cualquier otro hombre.— Explícate.

—Muchas veces, de muchas formas. —viéndolo en perspectiva resultaba obvio; su atrevimiento, sus amenazas insolentes, todos los comentarios que no se había tomado en serio.— Pero nunca le presté atención.

Se llevó una mano a la sien, tocándose la herida a medio curar.

—¿Cuál es tu relación con ella?

Neuvillette lo estudió durante unos segundos, y se apoyó contra la valla inclinando la cabeza con gesto solemne.

—Existe por mi culpa. —admitió con remordimiento.

—¿Qué quieres decir?

—Hace mucho tiempo, había una joven. —su voz sonó lejana.

—¿La amabas? —preguntó Wriothesley sin poder controlarse.

—Como si fuera mi hermana. —Neuvillette cerró los ojos compungido.— Era lo más parecido que he tenido nunca, y no pude hacer nada por ella cuando fue asesinada.

Wriothesley agarró la valla con una exclamación ahogada de sorpresa.

—¿Airin?

El juez negó con la cabeza y se llevó una mano a los botones de su casaca.

—No, no. Ni siquiera se le parece. Pero nació de la misma fuente en la que la ahogaron. La misma fuente en la que intenté en vano devolverla a la vida.

—Entonces… —indagó pensando en las últimas palabras que le había dirigido su mujer. Se negaba a pensar en ella de otra forma.— ¿Es por eso que no recuerda su vida anterior?

—Wriothesley, —Neuvillette lo miró con gesto grave y lleno de cansancio,— debes comprender que cometí un error y le debo una responsabilidad por ello. No tiene ninguna vida anterior. Conoce la historia de lo ocurrido, yo mismo se la conté. Pero no es ella. Puede que lleve parte de su esencia pero no es ella; Airin es su propia persona.

Con una sensación de ardor en el estómago y un nuevo peso sobre los hombros, Wriothesley se dejó reconducir de vuelta a casa.

Distraído por el silencio, no podía dejar de pensar.



El primer día de sol en varias semanas de lluvia había resultado ser un engaño, y Wriothesley deseó no sólo no haber dejado su chaqueta en la orilla, sino haber traído también una capa. Hacía rato que las nubes habían borrado todo rastro de calor y se había levantado un viento desapacible que zarandeaba el bote de forma molesta.
Pese a que disfrutaba de los retos, había una parte de él preguntándose si esta vez no estaría siendo demasiado temerario.

—¡Airin! —llamó a gritos desde la barca sin saber con seguridad si seguía allí.

El agua se agitó a su alrededor, pero no vio nada identificable y se puso en pie con cuidado.

—¡Airin! —reclamó encarándose hacia el interior del lago.— ¡Tienes correo!

Intentó atisbar entre las olas sin éxito, no sabía si había visto algo moverse o era simplemente un reflejo.

—¡Barbara está preocupada! ¡Te manda saludos y espera que te recuperes pronto! —intentó de nuevo.

El bote se balanceó peligrosamente y Wriothesley se sentó agarrando ambos extremos de la borda con rapidez.

—¡Si vuelcas la barca perderás las cartas en el agua! —avisó precavido. Un golpe seco sonó contra la madera bajo sus pies, y no pudo evitar una sonrisa sesgada al ver en su mente el gesto de enfado de su mujer sabiendo que tenía razón. Decidió jugársela a una apuesta segura y puso el cebo metafórico.— Puedes subir a leerlas, prometo que no te haré nada.

—¿Tú? ¿A mí? —Ah, ahí estaba la furia con la que se había casado, mordiendo el anzuelo con un siseo incapaz de resistir una riña.— ¿Y qué crees que ibas a hacer contra mí?

Aunque no esperaba que citase su propias palabras contra él, Wriothesley oteó sucesivamente a ambos lados del bote, hasta que la encontró asomando en una de las vueltas. Levantó el montoncito de sobres que había traído hasta el lago y vio como los ojos ahora desconocidos de su mujer se abrían mucho por encima del borde del agua.

—¿Las has traído de verdad? —preguntó con voz tenue.

—No te he mentido. Las he leído, eso sí. —aclaró él apartando un remo y señalando el otro asiento del bote.

Su mujer se revolvió en el agua, claramente contrariada. Wriothesley decidió esperar, y tras varios minutos de idas y venidas, finalmente Airin se agarró al borde de la barca y se aupó por la borda con algo de esfuerzo y mucha agilidad.

—No tienes cola de pez. —Comentó con una sonrisa y ninguna elocuencia estudiando sus piernas desnudas.

Su mujer le miró como si fuera estúpido, y cogió las cartas cuidadosamente entre sus dedos afilados.

—Por qué habría de tenerla, eso son cuentos de marinos borrachos.

Wriothesley la observó con atención mientras leía. El pelo cobrizo suelto y enroscado contra su cuello, el camisón con el que había huido pegado a su cuerpo mojado escondiendo pocos de los detalles que ya conocía, su piel pálida y la extraña tonalidad casi azulada que adquiría en algunos lugares. La multitud de expresiones que pasaban fugaces por su rostro al enterarse de los comentarios que relataban las cartas. El colmillo agudo que atrapaba su labio inferior de la forma en que lo hacía siempre que tenía demasiados pensamientos al respecto de algo y no sabía qué hacer con ello.

—Vuelve conmigo. —pidió inclinándose hacia delante, y agarrando su mandíbula con suavidad sin poder contenerse, pasó el pulgar sobre sus labios, liberándolos del mordisco inconsciente.— Vuelve a casa, Airin.

Su mujer lo miró con los ojos de nuevo verdes y húmedos.

—¿Por qué querrías eso? —Preguntó intentando descifrar sus motivos.— Ya no me necesitas para mantener tu posición y tu secreto.

Una vez más en su vida, Wriothesley lamentó muchas de las cosas que quedaban fuera de su alcance, como no ser omnisciente, no ser todo lo prudente que debería, no confiar más en otras personas, o no tener siempre las palabras adecuadas a mano. Al final de todo lo único que había era un hombre honesto que no tenía otra cosa que ofrecer más que a sí mismo.

—Porque te echo de menos. —dijo con la voz ronca haciendo un intento de tragar el nudo de sinceridad que le apretaba la garganta.— Porque te quiero, Airin.

Su mujer arrugó la nariz con fuerza y apartó la cara, pero esta vez Wriothesley no la dejó ir sino que tiró de ella hasta apretarla contra su pecho y la abrazó acariciando su espalda.

—No llores, shhh, no llores, —murmuró besando su cabello mojado.— Podemos ser dos monstruos que no saben ser otra cosa, pero podemos serlo juntos.

Airin asintió contra su cuello, abrazándolo de vuelta y empapando su camisa no sólo de lágrimas.

—Ven aquí. —dijo enredando los dedos en su cabello y ladeando su rostro hacia él para besarla con anhelo.

Con los últimos rayos de luz de la tarde reflejando sobre la superficie oscura del lago, Wriothesley empezó a remar de regreso a la orilla.





ovo;;?
58
Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on May 24, 2025, 01:42:55 PM »
Hola chicas, vengo a anunciar que el stop sign será dejado el sábado 31 de mayo a las 10:00pm hora México d.f.

Countdown
59
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on May 20, 2025, 01:31:57 PM »

Hello gals <3

Para cualquier duda y/o consulta las invito a postear en el foro de planeación.

Sin más preámbulos~

*top 4*

*conteo*

Sayi :: 468 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 3431 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 0 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 1549 palabras
Mery :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 1261 palabras


Now, let's carry on with those big HiME dreams...
60
Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on May 20, 2025, 01:30:57 PM »
Este es el conteo total del mes de Abril 2025

*header*

Quote
Sayi :: 468 palabras
Kora :: 911 palabras
Cho :: 3431 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 1156 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 1549 palabras
Neko :: 1099 palabras
Airin :: 880 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 1261 palabras



Main Projects

A continuación el conteo para los proyectos principales:


MMORPG: Neverland
C  O  N  T  E  O

República de las Naciones Unidas
C  O  N  T  E  O

One-Shot Project
C  O  N  T  E  O
Kora :: 0 palabras
Neko :: 1099 palabras
Airin :: 880 palabras
Shruikan :: 0 palabras
Eureka :: 0 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 0 palabras
Mery :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Sayi :: 0 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 0 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 0 palabras
Puri :: 0 palabras
Mery :: 0 palabras
Neko :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras



Side Projects

Y ahora el conteo para los proyectos secundarios~


HiMEverse
C  O  N  T  E  O

Downtown District
C  O  N  T  E  O

Seeds in the Garden
C  O  N  T  E  O
Sayi :: 468 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 3431 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 0 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 1549 palabras
Mery :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 1261 palabras
Sayi :: 0 palabras
Kora :: 0 palabras
Nite :: 0 palabras
Cho :: 0 palabras
Kana :: 0 palabras
Eureka :: 0 palabras
Puri :: 0 palabras
Mimi Tachikawa :: 0 palabras
Apple :: 0 palabras
Miyu :: 0 palabras
Kora :: 911 palabras
Neko :: 0 palabras
Airin :: 0 palabras
Shruikan :: 0 palabras

Moonlight Garden
C  O  N  T  E  O

Patio de Juegos
C  O  N  T  E  O

Actividades
C  O  N  T  E  O
Eureka :: 1156 palabras



Las palabras se agregarán a su contador y podrán ser usadas en el tema de canje de palabras.



Happy writing~
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