Author Topic: SeeDs in the Garden – revival  (Read 51979 times)


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #15: June 30, 2017, 11:53:50 AM »
Y continuando con los aportes habitacioneros...

————

Milo y Franziska paseaban por el jardín, concretamente por el patio interior del dormitorio femenino, a paso lento pero sin llegar a ir demasiado despacio.
Franziska estaba hasta de buen humor: había podido controlar a los Seeds más revoltosos en el baile de la noche anterior y todo había ido a la perfección, o casi. Al menos lo suficientemente perfecto como para mantenerla contenta, que no feliz.

Cuando la subdirectora llegó hasta el principio de uno de los caminos de tierra, bordeados de árboles plantados sin ningún patrón aparente, para simular un bosquecillo, paró sus pasos y esperó a que Milo la alcanzase. Volteó ligeramente su cuerpo, manteniendo las manos entrelazadas entre sí a la altura de su coxis.
Estrechó más sus ojos cuando Milo tuvo que agacharse para evitar una rama bajo la que ella había andado sin ningún problema.
 
—Milo. —llamó sin saber muy bien cómo continuar la frase.

El instructor dirigió su mirada hacia Franziska y le sonrió ligera y cálidamente, ofreciéndole el brazo por cortesía y costumbre.

—¿Sí, Franziska? —preguntó parpadeando con demasiada rapidez como para que fuera casual.

Franziska torció el morro y consiguió mirarlo por encima de su hombro aún midiendo veintitrés centímetros menos que él y pese a estar bien agarrada de su brazo.
A esas alturas no le importaba que ciertas personas le llamaran por su nombre, con un trato más familiar, pero seguía sin soportar que lo hicieran a propósito y de esa manera.

Al recibir una sonrisa con dientes brillantes como respuesta, Franziska se vio tentada a rodar los ojos. Pero en vez de eso empezó a andar, arrastrando al Seed con ella. Y de paso, dio veda abierta para empezar con las preguntas comprometedoras.

—¿Dónde estabas anoche? —espetó sin más.

Milo suspiró y apretó un poco más la mano de Franziska entre su brazo y sus costillas.

—Instructora Von Karma… —dijo tentando su suerte junto con un suspiro un tanto teatral.

—No te va a funcionar —informó la mujer, sintiéndose un tanto halagada y a la vez más mayor de lo que en realidad era—, Milo Kircheis.

Milo apretó los labios, sacándolos hacia afuera, y frunció las cejas, lo que resultaba ser un mohín de protesta típico en él.
Franziska golpeó la última costilla de Milo con un movimiento que podría haber resultado hasta casual. El Seed se sobó la zona afectada y miró de reojo hacia abajo. Pero viéndolo por el lado bueno, al menos no había sacado el látigo. Aún.

—En el Jardín… Dónde si no. —contestó mientras frotaba y frotaba la costilla sobre la tela de la camisa.

Franziska le miró dando a entender con la forma en la que le observaba que no tenía del todo claro si aquello era cierto.

—Pregúntele a Camus si no se lo cree —y añadió antes de que Franziska protestara—. Sabe que él no miente.

—Eso da a entender que tú sí.

Milo se encogió de hombros mientras miraba a las hojas de los árboles sobre su cabeza.

—Mujer, pues… depende.

Franziska se paró en seco y, a la vez que giraba su cabeza con toda rapidez haciendo volar su hermoso pelo azul, abrió mucho los ojos, apretando los labios, convirtiéndolos en una fina línea casi recta. La mujer miró a Milo de hito en hito.
El corazón de Milo dio un salto en su pecho. No sabía si de miedo o paralizado por lo graciosa que resultaba la subdirectora con esa expresión en su agraciado rostro, normalmente severo.
Podía ver un tinte sonrosado en sus mejillas, aunque probablemente era de enfado.

Milo carraspeó y se apresuró a dar su punto de vista antes de que el látigo le saludara de primera mano.

—No siempre digo toda la verdad, instructora Von Karma.

Franziska volvió a su gesto habitual, con una comisura levantada en una sonrisa torcida y el entrecejo fruncido, obligando a sus ojos a entrecerrarse.

—Tendría que haberme esperado una estupidez así. —murmuró.

Franziska pensó en decirle a Milo que dejara de tratarla de usted, pero un poco de respeto obvio era bueno de vez en cuando. Así que, cuando salieron del bosquecillo y el sol acarició su cara, inspiró profundamente, cerrando los ojos, y se dispuso a disfrutar de aquel día.
Había motivos para hacerlo.

—Que buen día hace hoy.

—Sí, es un clima… perfecto. —susurró Milo agachándose un poco mientras palmeaba la mano de Franziska sobre su brazo.

La mujer asintió. La temperatura era agradable, el sol jugaba al escondite con jirones de nubes blancas y algodonosas, el aire corría fresco, suavizando el calor del sol y haciendo cantar a los árboles.

—Y me dijeron que la cena estaba muy buena —comentó Milo, volviendo a inclinarse ligeramente hacia la subdirectora del Jardín—. Oí que el menú era aetheriense.

—Sí —confirmó Franziska—. Y la receta fue ejecutada perfectamente, la cena fue agradable. Incluso puedo perdonar tu falta de asistencia. Además, no eres un Seed tan importante.

Milo separó un poco el cuello de su camisa con el índice de la mano derecha de su piel y miró a Franziska mientras suspiraba. No hacía falta que le recordara su puesto. Aunque él, a sí mismo, se consideraba una pieza bastante importante dentro del engranaje del Jardín.

—Además, el baile fue mejor de lo esperado.

—Sí, Kora no se resbaló en sus propias babas y Graham es un buen bailarín.

Franziska asintió con la cabeza y dio otro paso más junto a Milo. Y otro, y otro más. Poco a poco se iban moviendo hacia el centro del parque.

—Y los estúpidos estudiantes no hicieron demasiadas estupideces.

—Oh —se sorprendió genuinamente Milo—. Estupendo.

Franziska volvió a asentir, sonriendo un poquito. A pesar de todos los inconvenientes, había conseguido dejar al Jardín de Balamb en un buen lugar y eso era muy importante para ella.

—Perfecto. —dijo a media voz para luego repetirlo en voz alta—. Fue todo tan… perfe-

El viento llegó a su punto álgido y de repente se paró. El sol salió de entre las nubes para brillar con fuerza mientras daba todo su calor a la tierra.
Kora salió corriendo desde la puerta principal de los dormitorios con algo cuadrado y pequeño entre las manos que mantenía en alto. Y gritó.

—¡SÍ QUE ESTÁAAAAAAAAA! —arrastró la última vocal hasta que un gallo la obligó a cambiar de frase— ¡GRAHAAAAAAAAAAAAAAAAAM! ¡SÍ QUE ESTÁAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA~!

Y la ‘a’ pareció extenderse hasta el infinito mientras Kora continuaba corriendo rumbo al edificio principal de administración.

Las nubes se agolparon entre sí después de una ráfaga de aire que hizo estremecer el cuerpo de Milo. El sol se escondió arropado en un manto gris. El viento aulló entre los árboles.
Franziska levantó el puño cerrado en alto y una vena se marcó en su frente. Su día perfecto acababa de ser imperfectado.

—Yo… —murmuró Franziska.

Milo puso una mano de forma tentativa sobre la garra que se cerraba en torno a su brazo con furia evidente.

—Yo la…

—No, Franziska. Que eso es…

—¡Yo la mato! —gritó al tiempo que buscaba a tientas su látigo y trataba de echar a correr hacia la incauta recién graduada Seed— ¡La mato!

—… ¡asesinato! ¡Eso es asesinato!


————


Sanzo dejó la carta en la mesa y estiró su mano izquierda para agarrar el naipe que Nicholas había acabado de dejar sobre el mueble. El cigarro que tenía en la boca tembló un poco y frunció el ceño, haciendo que su lunar se perdiera entre los pliegues recónditos de su piel clara. Gojyo se había dado prisa en robar la carta de Sanzo y ahora la miraba confuso mientras apretaba los labios.

—Calada. —avisó mientras cerraba el abanico que formaban sus cartas en la mano y alcanzaba su cigarro.

Tres manos más imitaron el movimiento y Sanzo se unió al suspiro general de los jugadores cuando sintieron el humo del tabaco encendido penetrar en su cuerpo y salir de él en un aliento humeante.
Cada cual dejó el cigarro en su propio cenicero y otra ronda empezó.

Pip, Gojyo, Kudou, Nicholas y Sanzo dejaron una carta de las cuatro que tenían en la mano en la mesa y agarraron el naipe de la persona que tenían a su izquierda.
Nicholas arrugó la nariz y dio un par de golpes con el índice en su sien.

—Esto no puede ser…

—¿Qué pasa? —preguntó Kudou mirando a su compañero de club mientras robaba la carta que Pip había descartado.

—¿El señorito pasa unos días fuera y no se acuerda de jugar? —preguntó Pip con una sonrisa llena de provocación y las cejas alzadas a la espera de la contestación.

Nicholas se pasó la lengua por el paladar y lo miró de vuelta.

—Je, je… —rió divertido para añadir más bien serio—. No.

—¿Entonces? —Gojyo levantó la vista de sus cartas por un momento. Nicholas se sintió halagado, normalmente sólo había dos cosas que hacían que el pelirrojo despegase los ojos de las cartas en una partida: el tabaco y las tetas— ¿Es que si no ganas te picas?

Nicholas rodó los ojos, pero pegó las cartas a su pecho al ver como Kudou se echaba disimuladamente hacia atrás.
Yohji sonrió de costado mientras con una mano se bajaba las gafas sólo hasta la mitad del puente de la nariz.

—No es a tí —explicó el castaño de ojos verdes—, es a Hokuto. Cómo se ha puesto, con esas faldas tan ajustadas…

Kudou notó las miradas de los otros sobre él.

—¿Qué? —preguntó— ¡Es legal!

—Aaaaah. —se unieron los demás en un sonido de comprensión colectiva.

Unos cuantos silbidos de parte del grupo y otros tantos besos voladores de parte de Hokuto después continuaron con la partida.

—No, en serio —insistió Nicholas—. Aquí pasa algo raro.

Y entonces, después de completar la ronda, Nicholas dejó caer la bomba.

—Alguien está haciendo trampa.

Pip y Kudou se miraron entre ellos. Gojyo carraspeó y clavó sus ojos sobre los de Nicholas.

—Creo… —dijo para llamar la atención de los demás. Una vez conseguida continuó con su declaración—. Creo que sé quién es.

—¿No serás tú, cabronazo? —preguntó Pip empezando a levantarse de la silla.

Gojyo puso su mano sobre el muslo de Pip para indicarle que se volviera a sentar. Éste lo hizo, con reticencia, pero lo hizo.
Kudou le dio la última calada a su tabaco y pensó si valía la pena encender otro o no. Al final decidió que no hacía falta, aún le quedaba cerveza. Gojyo se aclaró la garganta con un trago de su propia bebida antes de desvelar el secreto.

—Sanzo, has estado muy callado. —comentó casualmente, acercando su silla hacia la de Pip.

Sanzo levantó una ceja y respondió a la frase con una mirada de advertencia. Después miró a los demás, que empezaban a replegarse como una piña hacia el otro lado de la mesa.

—¿Qué? —soltó de repente dejando las cartas sobre la mesa.

El párroco invocó  toda su paciencia. Le dio una calada a su cigarro y lo dejó en su cenicero pequeño, blanco y redondo.

—Bueno —añadió más leña al fuego Kudou, que en situaciones como esa solía ser uno de los que menos hablaban normalmente—. Es el único que lleva manga larga. Y estamos a finales de mayo.

—Mirándolo así. —se sumó Pip.

—Sanzo, estás haciendo trampas. —dijo Nicholas de repente.

Kudou se alejó un poquito de él. El instructor no tenía la suerte de tener capacidad de regeneración y conocía bastante bien la afición del cura por las armas de fuego.
Sanzo apretó los labios y juntó los naipes con los que se había quedado en la última ronda en un montón.

—No, no estoy haciendo trampas. —soltó sin más.

—Sí, sí que estás. Hay cartas de más —explicó Nicholas— ¡Te las guardas en la manga!

Pip se rió bajito y Gojyo se tapó la boca con una mano.

—Como diría Laguna: tiene un más en la manga.

Pip bufó antes de echarse a reír y Gojyo dio un golpe en la mesa con la palma abierta.

—¡Qué no estoy haciendo trampas! —repitió Sanzo— ¿¡En qué te basas!?

—¡Qué sí que estás haciendo trampas! —Nicholas se echó hacia delante, sintiéndose valiente, o suicida, en aquel momento— ¡Qué lo he visto!

El moreno puso un dedo bajo su ojo derecho y estiró la piel hacia abajo para enfatizar sus palabras. Sanzo se llevó una mano a la parte de atrás del pantalón y con la otra golpeó la mesa, haciendo saltar alguna que otra carta sin llegar a tirarlas o darles la vuelta.

—¡Qué no estoy haciendo trampas!

—¡Qué sí que estás haciendo trampas! —contestó con la misma intensidad.

Gojyo se agarraba el estómago y Pip había pasado sus brazos por encima de los hombros de Kudou y del pelirrojo que se apretaban contra él, observando la pelea.

—Yo no quiero que se peleen. —murmuró Kudou.

—Yo sí, es to’ divertido. —dijo Gojyo con un pulgar en alto.

—Yo quiero que se peleen —habló Pip con tono socarrón—, que discutan muy fuerte.

Kudou se separó un poco de él, con la expresión de un amante sorprendido por el novio de ella. Esa reacción la había practicado mucho.

—Tú lo que quieres es ver sangre. Morboso, que eres un morboso.

Pip lo apretó de vuelta, abrazándolo con la fuerza suficiente como para que no pudiera soltarse de inmediato.

—Calla, tonto —habló juguetón—. Yo sé que te gusto así.

Kudou rodó los ojos. Mientras tanto, Sanzo y Nicholas habían seguido acercándose el uno al otro y gritaban cada vez más alto.

—¡Qué no! —dijo Sanzo con la punta de nariz rozando la de Nicholas y con la mano agarrando la pistola escondida detrás de su cuerpo.

—¡Qué sí! —continuó con la pelea Nicholas, echando mano a su propia arma pero sin sacarla de su escondite.

La mujer que servía en la barra de la cafetería se había atrincherado en la cocina y varios curiosos se habían acercado a la mesa del Club de Fumadores. Otros habituales, Seeds veteranos o gente un poco más cauta se había alejado o incluso salido de allí.

—Se va a ver en un follón… —empezó Gojyo.

—… que no va a saber ni donde s’ha metido. —completó Pip.

—¿Quién lo ha dicho? —preguntó Kudou, al que le había parecido oír hablar a una misma persona.

Pip y Gojyo rieron a la vez. Era una de las ventajas de tener la voz tan parecida.

—¡Qué no estoy!

—¡Qué sí estás!

Sanzo sacó la Smith & Wesson M 36 Chief Special y se apartó hacia atrás. Nicholas reaccionó a tiempo, sacando su Colt 1911, con modificaciones hechas por él mismo y apuntó.

—Uy, se están poniendo serios…

Sanzo elevó una ceja.

—¿Quieres sentirla en el pecho? —preguntó Nicholas con cierto retintín en sus palabras.

El rubio quitó el seguro a su arma. Nicholas simplemente continuó sonriendo de la misma manera que antes.

—Tú no tienes regeneración —recordó mientras quitaba el seguro a su propia arma muy lentamente—. Y sí que estás…

—No. Estoy.

—Sí. Que. Estás.

—¡Qué no estoy! —gritó otra vez, tensando el índice.

Pip decidió santiguarse, por lo que pudiera pasar. Algo había tenido que aprender a fuerza de ir tantas mañanas a misa.

El estruendo repentino llenó toda la cafetería, rompiendo el momento en miles de fragmentos. Un grito desgarrado se unió al algarabío.

—¡SÍ QUÉ ESTÁAAA~! —rezaba aquella oración a muy alto volumen.

Sanzo se giró para mirar hacia la puerta, que se había estrellado contra la pared durante la entrada triunfal de Kora.

—¡QUE NO ESTOY! —reclamó con ese grito de histeria que tanto les gustaba oír a sus compañeros fumadores— ¡NO ESTOY!

—¡Lo que diga la tetuda! —comentó Gojyo como si tal cosa.

—¡Eh, que esas tetas son menores de edad!

Pip aplaudió mientras se echaba hacia atrás con la silla, hasta acabar en el suelo por recostarse demasiado y perder el equilibrio. Nicholas volvió a ponerle el seguro a la Colt y la guardó en su sitio.

—¿Ves? Si la hermana del comandante lo dice…

—¡QUE NO ESTOY HACIENDO TRAMPAS! —Sanzo se levantó y puso un pie en su silla, apuntando otra vez con su pistola hacia Nicholas, que simplemente la apartó con la mano—. ¡AAAAAH!

Kudou no dejó de advertir a Gojyo de su conducta hasta que Kora salió por la otra puerta de la cafetería. Y mientras Sanzo descargaba su ira contra el techo, sumando más casquillos de balas a los que ya había en el yeso, se giró hacia Nicholas para preguntar.

—¿Pero qué cartas había de más? —interrogó—. Yo no he visto ninguna que no tuviera que estar.

—Pues los cuatros —explicó Nicholas convencido—. No tenían que estar.

—… —contestó Kudou antes de echarse a reír— ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

—… ah. ¿Sí que tenían que estar?

Kudou no podía parar de reír, uniéndose a las carcajadas de Pip y al escándalo de la pistola y los gritos de Sanzo.
Entre tanto alboroto, Gojyo se sentó en su sitio y muy despacio puso la mano en el centro de la mesa.

—¡BARRO! —gritó sin ningún motivo aparente.

Pip, Kudou y Nicholas se apresuraron a poner sus manos encima de la de Gojyo. Sanzo escondió la pistola y se sentó de mal humor, bebiendo de un trago el medio tercio de cerveza que le quedaba y dándole la última calada a su cigarro casi consumido.

Agarró sus cartas y los miró a todos.

—Ey, Sanzo, que te falta una para completar BURRO. —advirtió Gojyo.

El cura levantó la ceja y miró el montón de manos.

—Has dicho barro, farolero.

Los tres que habían caído en la trampa dirigieron miradas de incredulidad al pelirrojo.

—Je, je… Esto, chicos…

Nicholas crujió los nudillos. Pip se sacó las tabas del cuello. Kudou estiró su cuerpo por encima de la mesa para agarrar el paquete de tabaco de Gojyo.
Lo rompió por la mitad.

—Cogió el pan, lo partió y dijo… —empezó Sanzo, recitando parte del quinto misterio y agarrando todas las cartas para barajarlas antes de repartirlas— ¡A por él!

Señaló a Gojyo con la mano en la que tenía las cartas.
Después de ver como los otros tres cumplían su orden empezó a repartir las cartas.

—Buenos perros —murmuró casi apático—. Sóis unos chicos muy listos.

La señora de la cafetería volvió a su puesto y la cola empezó a formarse para comprar comida, bebida y alguna que otra cosa que sólo aparentaba serlo.
Los Seeds habituales de la cafetería retornaron a sus puestos y los que entraban por primera vez en ese día no sabían de que se habían acabado de librar. Aunque alguno lo intuyó al ver restos de yeso en las mesas cercanas a las del Club de Fumadores.

Algunos de los curiosos se alejaron y otros se quedaron a ver como un pelirrojo con antenas era atacado por un hombre de aparente mediana edad con trenza larga y parche, otro con pelo pantene y gafas de sol pese a estar en la esquina más oscura de la sección de fumadores —debido a la niebla que se había instalado en su mesa, alimentada por el tabaco que no paraban de consumir— y un tercero, de pelo negro y que en ese momento tenía cara de pocos amigos.

En definitiva. Todo volvió a la normalidad.


Shruikan

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #16: June 30, 2017, 03:10:46 PM »
Fuck me in the ass, este aporte ha sido la muerte. He reescrito los diálogos como 10 veces. ¡_¡


.02
Shruikan miraba perezosamente al exterior del carro.
 
Era un día nuboso de primavera. El cielo estaba plagado de nubes grandes y esponjosas que flotaban perezosamente en el cielo. Por la mañana el sol aún había podido brillar con cierto protagonismo, pero a medida que avanzaba la tarde quedaba cada vez más oculto.
 
Mientras hacían camino a través de las colinas y los valles, dejaban atrás riachuelos y bosques, y, más adelante, campos de trigo y cebada verdes. El grano apenas empezaba a brotar, oculto todavía entre las hojas.
 
De vez en cuando se cruzaban con rebaños pastando. Ovejas sobretodo, aunque algún que otro de vacas también había. El perro del pastor les ladraba cuando veía pasar el carro, aunque los caballos ni se inmutaban, resoplando y prosiguiendo con su marcha constante.
 
Luego el hombre se giraba para mirarles, con curiosidad. Intercambiaban un saludo y cada quien seguía con su camino.
 
—¿Por dónde vamos? —preguntó Shruikan cuando se aburrió de mirar el paisaje.
 
Hange iba silbando una melodía desde la parte delantera del carromato que interrumpió para contestar.
 
—Pasaremos primero por Daldesvall a buscar a uno de los chicos. Luego seguiremos directo hasta Invernalia y por el camino recogeremos al otro.
 
Shruikan suspiró, no muy animada de que le recordasen que tendría que trabajar con gente nueva.
 
—Así que un equipo de tres, ¿eh? —dijo, repantingándose más en su sitio —. ¿No vas a contarme quienes son al menos?
 
Escuchó a Hange reirse entre dientes.
 
—¿Dónde estaría la gracia entonces? No quiero estropearte la sorpresa.
 
La Seed suspiró de nuevo, exasperada. La reticencia de su instructora a hablarle del tema no hacía más que aumentar sus sospechas de que ese no iba a ser un equipo que fuera a gustarle. No dijo nada más y, en el silencio, fue quedándose dormida poco a poco.
 
No volvió en sí hasta un rato después, cuando el carromato se detuvo. En algún momento había empezado a caer una suave llovizna. Los pocos rayos de sol que quedaban iban desapareciendo uno a uno tras un suave capa de nubes, dando paso a un día gris y húmedo.
 
Shruikan miró con curiosidad hacia el exterior. Las casas del pueblo eran visibles a cierta distancia. Daldesvall era el núcleo urbano más grande que iban a encontrar de camino a la capital, y servía de centro de comercio y reunión en la zona. No llegaron a internarse en él, si no que se quedaron en la encrucijada de la entrada, viendo la gente pasar a lo lejos.
 
Justo en esa encrucijada, había alguien esperando. Un chico larguirucho, de pelo rojo y encendido como una llama que vestía con un abrigo de pieles negro. A pesar de eso, no parecía estar muy cómodo bajo la lluvia, algo encorvado y mirando a su alrededor con impaciencia.
 
Shruikan entrecerró los ojos. Creía reconocer quien era ese tipo. De pronto, las ganas de bajar del carro y volver a su pueblo se hicieron más intensas.
 
Notó como su instructora se movía en la parte delantera del carromato, pero no llegó a bajar. En vez de eso, gritó, todavía sujetando las riendas.
 
—¡Eh, Lea!
 
El otro levantó la cabeza y recogió el equipaje a sus pies, dirigiéndose rápidamente hacia el carruaje.
 
—¡Brrr! ¡Odio la lluvia! —exclamó en el momento en el que se subió, sacudiendo la cabeza y salpicando a la otra con el agua que le empapaba el cabello. Shruikan alzó los brazos para protegerse el rostro, aunque no le sirvió de mucho.
 
Cuando finalmente el otro reparó en ella, la Seed le miraba con reproche.
 
—¡Eh, Shruikan Dwalindottir!  —la saludó animadamente, sin que le importara la mala cara que ponía ella. Le tomó una de las manos que tenía alzadas y empezó a sacudirla —. Cuanto tiempo sin vernos. ¡Así que ahora vamos a ser compañeros!
 
—Lea —masculló ella, retirando la mano como si el simple hecho de tocarle le quemara.
 
El otro se dejó caer en el asiento y se revolvió el pelo con la mano, volviendo a salpicar.
 
—Basta, ¿es que acaso eres un perro? —protesto Shruikan, empujándole y apartándose más si cabía.
 
Lea sólo se rio.
 
—Eh, no seas cruel. ¿Es así como me tratas después de tantos meses sin vernos?
 
—Si fuera por mí, serían años.
 
—Ea, ea, no os peleéis. —Hange sacó la cabeza por la ventanilla de delante, con una ancha sonrisa. Era como si se divirtiera continuamente con su sufrimiento —. La compenetración es parte importante de un buen equipo.
 
Lea la saludó efusivamente con la mano, alegre de verla de nuevo. Por desgracia, Shruikan no compartía su entusiasmo.
 
—Si tanto te importa la compenetración, quizá deberías haberme dicho que él iba a estar en el equipo —masculló la otra, señalando a Lea que no pareció incomodarse ante tanto desprecio.
 
—Al menos es alguien a quien conoces, ¿no? Vamos, sé que os llevaréis bien, los dos tenéis buen historial —Su instructora no parecía darle mucha importancia a la situación, y volvió a girarse hacia adelante.
 
—Hange tiene razón. Podría haberte tocado alguien peor —comentó Lea, desperezándose,  como si no estuviera hablando de sí mismo.
 
Shruikan apretó los labios durante unos segundos, mirándole con cara de ultraje, y después dejó caer la mano de golpe, soltando un suspiro exhasperado.
 
Lea Rodi era uno de los otros Seeds de su promoción. Shruikan había tenido la particular desgracia de compartir clases con él. Era un chico en apariencia risueño e inocente; el típico tonto del pueblo, aunque ella sabía que de tonto no tenía ni uno de sus pelirrojos cabellos.
 
De alguna forma, Lea siempre conseguía estar en el sitio indicado en el momento oportuno. Al menos para él. La Seed había descubierto que, cuando Lea conseguía algo, era porque otros se habían echado atrás o habían sufrido sospechosos percances. Demasiada suerte para tratarse de simple casualidad.
 
Tenerle de compañero implicaba que era probable que algo similar terminara sucediéndole a ella.
 
Compartieron un rato de silencio, incómodo para Shruikan, aunque en el rostro de su nuevo compañero había un tenue sonrisa, como era habitual en él. Se había puesto cómodo, con los brazos cruzados por detrás de la nuca y mirando distraídamente hacia el exterior.
 
—Así pues —empezó a decir Shruikan, robando la atención del chico, que volvió la cabeza hacia ella —, ¿a ti también te han liado para ir a Balamb?
 
—Bueno, sí, aunque yo no diría que me hayan “liado” —respondió Lea, con una risita asomándose por debajo de sus dientes blancos y perfectos —. Me presenté voluntario al proyecto de intercambio.
 
La otra bufó con sorna.
 
—¿Y eso? ¿Tantas ganas tienes de perder a la gente de vista?
 
—No es eso, mujer —respondió él, sacudiendo la cabeza —. ¿Es que a caso a ti no te da curiosidad? ¡Lugares nuevos, gente nueva! ¡Es emocionante!
 
—Bah. No hace falta irse al culo del mundo para encontrar cosas emocionantes —dijo Shruikan, apoyando el codo contra la ventana.
 
Lea se encogió de hombros, soltando un sonido condescendiente. Su compañera entrecerró los ojos.
 
—Casi suenas como mi abuelo, ¿sabes? —dijo él de forma inocente, e inmediatamente Shruikan notó como le subía el calor a la cara, de vergüenza e indignación.
 
No intercambiaron palabras después de eso. Lea estuvo relajado, con los ojos cerrados, y pareció que en cierto momento se quedaba dormido como había hecho ella antes. Shruikan por su parte, mantuvo la vista fija a la pared del carromato con tanta intensidad y tanta furia que hubiese podido abrir un agujero en la madera.
 
Comieron por el camino, sin pausa. Sólo se detuvieron cuando el sol ya descendía, oculto entre las sombras de las montañas. Seguía lloviendo, por lo que la penumbra del atardecer era más densa de lo normal.
 
Ambos Seeds se sobresaltaron por la brusquedad con la que Hange detuvo la marcha. Lea salió de su sopor, mirando alrededor y luego llevando una mano al techo.
 
—¿Qué pasa? —preguntó, alzando un poco la voz para que su instructora le oyera.
 
—Nada, hay que recoger a vuestro compañero —respondió. El carromato se balanceó un par de veces cuando bajó de él esta vez —. Esperadme aquí, no tardaré.
 
Los otros dos intercambiaron miradas. Lea se encogió de hombros y Shruikan miró hacia fuera, pero solo atisbó a ver el vuelo de la capa de Hange. Más allá, sólo había la ladera de la montaña, una suave pendiente colmada de árboles.
 
Hange tardó casi un cuarto de hora en volver, un quarto de hora de silencio inquietante. Sólo se escuchaba el repiqueteo constante y lento de la lluvia sobre el techo y el silbido del viento entre los troncos de los árboles. La Seed no reconoció que había estado en guardia hasta que no escuchó las pisadas chapoteando en el barro del camino.
 
—¡Ya estamos aquí! —saludó Hange animadamente, sacando la cabeza hacia el interior con una ancha sonrisa y dando un par de golpes al lateral del carro. Luego se dirigió a la otra persona que estaba en el exterior —. Venga, suve. Presentaos un poco, charlad; aún falta un poco para llegar a Invernalia.
 
Siguiendo sus palabras, el tercer miembro del equipo entró en el carromato. Se trataba de otro muchacho pelirrojo, de pelo corto, ataviado con varias capas de gruesas pieles que no habían ayudado mucho a protegerlo de la llovizna. Por lo empapado que estaba, debía llevar un buen rato esperando en la intemperie.
 
 Lo primero que pensó Shruikan es que el muchacho no era de allí; bajo las oscuras marcas que rodeaban unos ojos pálidos y la extraña cicatriz en la frente, se ocultaban unos rasgos definitivamente extranjeros.
 
La chica no pudo evitar ponerse un tanto tensa ante el extraño aspecto del otro, aunque Lea no parecía compartir sus inquietudes.
 
—¡Buenas, compañero! —le saludó animadamente al mismo tiempo en el que el recién llegado tomaba asiento frente a ambos. Empezaban a estar un poco apretados —. Yo soy Lea, Lea Rodi. Ella es Shruikan Dwalindottir.
 
La Seed sólo hizo un breve gesto cuando su compañero la señaló, manteniendo una expresión neutra y dura sin quitar los ojos del nuevo. El chico miró a uno y después a la otra, tras lo que pronunció una única palabra.
 
—Gaara.
 
Se cruzó de hombros y apoyó la espalda conta el respaldo del asiento al momento en el que Hange volvía a iniciar la marcha. A Shruikan le pareció que trataba de abrigarse con sus ropas empapadas (algo que no iba a ayudarle demasiado a entrar en calor).
 
—Bien, Gaara —siguió Lea, con su jovialidad habitual, repitiendo el nombre como si quisiera probarlo en su propia lengua —. No te había visto antes en las reuniones de Seed. Debes ser de otro distrito, entonces. ¿De dónde vienes?
 
La respuesta del recien llegado fue rápida y automática.
 
—¿Aquí hemos venido a trabajarar o a hablar?
 
La sonrisa de Lea se congeló en su rostro, y con cada segundo que pasaba, su desconcierto la transformaba en una mueca cada vez más grotesca. Shruikan lo hubiese encontrado divertido si ella misma no estuviera con el ceño fruncido, desconcertada por la implacable frialdad de su nuevo compañero.
 
Gaara ya había desviado su atención a algún punto de la pared, aparentemente decidido a ignorarles. Los otros dos intercambiaron una rápida mirada. Ella suspiró, resistiendo el impulso de enterrar la cara entre las manos.
 
Ese viaje iba a ser una tortura.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #17: July 25, 2017, 04:50:58 AM »
Mi última parte para las habitaciones, ahora sólo queda comprarle un móvil a Raiko uvu

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Llevaban cerca de media hora dando vueltas por el Jardín. Shura y Neko debían de ser dos Seeds muy sociables, teniendo en cuenta el número de personas que habían ido saludando a lo largo del recorrido. Shura lo achacaba a ser hermana de un instructor y Neko a su excelente memoria.

—Lo que pasa es que te gusta hacer sentir mal a las personas. —dijo Shura convencida.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Neko ladeando la cabeza.

—Pues es como cuando alguien te saluda por el nombre y apellidos y a ti ni te suena su cara. Bueno, es exactamente eso. —explicó, asintiendo mientras hablaba.

Neko arrugó la nariz. Raiko estudió entusiasmada el movimiento de la nubes por encima de sus cabezas. De repente tenía ganas de recogerse todo el pelo en una coleta.

—No lo entiendo.

—Hmn... ¡ah, claro! —exclamó Shura al caer en cuenta de que eso a su compañera no le habría pasado jamás—. Ja, ja, ja... Déjalo, nunca lo entenderías.

—Jo, pero no te rías de mí.

Neko se cruzó de brazos, con los labios apretados y las cejas fruncidas a máxima potencia. Y de repente apareció delante de ella aquel letrero. Sonrió enseñando los dientes y agarró a Raiko del codo.

—Ven, vamos —ordenó—. ¡Tienes que ver la cafetería!

Raiko se desestabilizó sólo por un segundo antes de adaptarse al correteo de la rubia.

—¡Ey, esperadme! —llamó Shura.

Para cuando la chica alcanzó a las otras dos, estas ya se encontraban dentro de la cafetería. Raiko husmeaba la barra, parecía que iba en busca de algo que considerara comestible. Mientras tanto, Neko se había apoderado del extremo de una mesa, con la suerte, mala o buena, de que al otro lado se encontraban Yuri y Dante picoteando mini-pizzas y bebiendo refrescos burbujeantes de color oscuro.

Dante codeó a Yuri para que se fijase en cómo Neko apartaba una silla y ponía la rodilla encima mientras estiraba el cuello en dirección a Raiko.
Yuri carraspeó y cuchicheó con su amigo. Acababa de tener una idea.
Shura decidió ir a la caza de algo que almorzar. Y así de paso podía aconsejar a la novata y hacer migas con ella.

Yuri y Dante dejaron sus asientos y se apartaron un poco, haciéndose sitio en el pasillo.

—¡Al pasar por el cuartel, se me cayó un botón! —cantaron a coro.

Dante se llevó las manos al pecho teatralmente y se agachó palmeando el suelo como si fuera en busca de algo pequeño.
Neko torció el morro y volvió su rostro despacio hacia aquellos dos.

—¡Y vino el coronel, a pegarme un pisotón!

Yuri pateó el trasero de Dante con demasiada fuerza como para ser una mímica. Dante se levantó y empezó a quejarse, con el puño en alto y directo hacia su amigo.

—¡Qué pisotón me dio, el cacho de animal! —canturreó sólo Yuri, forcejeando con Dante para que volviera al teatrillo que habían montado—. ¡Qué estuve siete días sin poderme levantar!

Yuri y Dante esta vez cantaron a coro y frotaron mimosamente el pompis pateado de Dante. Se acercaron a Neko, sentándose encima de la mesa. Yuri le agarró la barbilla a la chica, apretando tan solo un poquito.

—Las niñas bonitas, no van al cuartel... —murmuró con los labios entrompados.

—¡Por qué los soldados les pisan el pie!

Dante extendió la mano izquierda con la palma hacia arriba delante de Neko y dio un golpe con la otra, imitando el sonido de un pisotón. Se agarró al hombro de su amigo, que le cogió una mano de vuelta e infló el pecho. Continuaron cantando con voz de falsete.

—Soldado valiente, no me pise usted... ¡Que soy pequeñita y me puedo caer!

Dante palmeó la cabeza de Neko. La chica empezó a dar zarpazos al aire, tratando de quitarse las manos del otro de encima.
Los dos jóvenes hicieron bailar el índice de su mano derecha delante de la nariz de Neko.

—Si eres pequeñita y te puedes caer, cómprate un vestido de color café.

Se bajaron de la mesa de un salto y empezaron a sacudir sus manos a la altura de su entrepierna.

—¡Cortito por delante, larguito por detrás! —siguieron con el culo en pompa y moviendo las manos en la parte trasera de su cuerpo, señalando hacia abajo repetidas veces—. ¡Con cuatro volantes y adiós mi capitán!

Hicieron el saludo marcial del ejército para acabar de darle efecto a la canción.
Neko se volvió a cruzar de brazos, ladeó la cabeza a un lado y hacia otro mientras hablaba e inclinó su cuerpo hacia delante.

—Ja, ja. Muy graciosos... pero venís con retraso.

Yuri y Dante chocaron la mano, satisfechos con el resultado. De todas maneras, la culpa la tenía Neko. Por ser pequeñita y llevar un vestido como el de la canción al baile.
Shura apareció con dos platos de tarta de queso y arándanos.

—Ahí va, Dante. ¡Si estás vivo! —antes de que pudiera contestar, Shura señaló con la cabeza hacia atrás—. Mira, ven que te presente a Raiko.

Dante estuvo a punto de torcer el morro, pero cuando Shura se apartó, una bien proporcionada pelirroja con el cabello recogido en una coleta alta apareció en su campo de visión. Dante tragó saliva. Estaba buena.
Shura se acercó un poco, agachando la cabeza para añadir con secretismo en un susurro.

—Es de Ikea. —se apartó un poco para afirmar con la cabeza y arquear las cejas, como dando a entender que aquel era un dato muy importante.

Probablemente, Dante lo pasó por alto. Había otras cosas de aquella fémina, más allá de su procedencia, que le llamaban más la atención. No apartó a Shura, tampoco intentó rodearla... simplemente pareció teletransportase al lado de Raiko, poniéndole una mano en el hombro. Yuri hizo lo mismo, flanqueando a la desconocida recién llegada.

—Hola... —empezó Dante, apartándose el pelo de la nariz con un movimiento de cabeza—. ¿Quieres que te invite a algo?

Dante sonrió mientras arqueaba una ceja y guiñaba el otro ojo.

—¿Unas fantas? —preguntó Yuri al otro lado, imitando el gesto de su amigo.

Raiko miró a uno, miró a otro y elevó las manos, pegando los botellines fríos de batido en las mejillas de los chavales. Los dos saltaron al momento.

—No gracias, ya tengo mi propia bebida. —el acento de la joven se marcó un poco más, pronunciando las erres más fuertes y entonando la frase de forma ligeramente distinta a la que estaban acostumbrados a oír habitualmente.

Raiko avanzó unos pasos, detrás de la estela de Shura que ya estaba al lado de Neko, compartiendo su pedazo de tarta con ella. Dante y Yuri compartieron una mirada de entendimiento masculino mutuo. Algo que se podía traducir con un 'Mola, tío.' de forma bastante certera.
Dante se agachó un poquito, rodeando el cuello de Yuri con su brazo derecho; y acercando los labios al oído de su amigo habló.

—Se está haciendo la dura... —dijo muy seguro de sí mismo—. Que yo lo sé, que yo lo huelo.

—Ya... je, je. —contestó Yuri.

Raiko se sentó en la silla libre que Neko acababa de empujar con la mano hacia afuera y dejó los tres botellines entre los platos de comida. No tardaron ni dos segundos en repartirlos, abrirlos y empezar a beber de ellos.
Yuri palmeó la espalda de Dante, que se irguió y empezaron a caminar hacia las chicas, con gemelas sonrisas cautivadoras en sus agraciados rostros.

Y con las chicas se encontraron. Y de frente. Bueno, al menos con una de ellas.

—¡Aaaah! ¡Sí que está! —se oyó de nuevo el grito en la cafetería mientras Yuri era zarandeado sin previo aviso—. ¡Mira, Yuri! ¡Sí que está!

Dante parpadeó confuso. Normalmente Kora era una voluptuosa figura que podías apreciar en tu campo de visión antes de que te asaltara de frente, pero aquella vez había aparecido de la nada, gritando y sonriendo como si acabara de conseguir un vale descuento de ropa en la boutique más selecta de Ilatia. Con billete de ida y vuelta gratis incluido, hotel de cinco estrellas y pensión completa. Y si podía ser con un buen mozo de carga.
Kora soltó a Yuri de repente, cambiando su expresión por una seria y aburrida.

—Oh, bueno... pero supongo que a ti no te importará.

Entonces agarró el pequeño objeto rectangular que llevaba en una mano con las dos, entrelazando los dedos en algún punto de la caja. Mordió su labio inferior y pivotó, haciendo que su pelo volase al dar una vuelta de ciento ochenta grados. Se acercó a pasitos cortos hacia Shura y la abrazó como si hiciera días que no se encontraba con ella.

—Oh, Shura... —habló con lujuria en su voz—. ¡Oh, Shura!

Shura palmeó el brazo que la agarraba a la altura de su clavícula y se llevó otro trocito de tarta a la boca. Un poco de mermelada sobresalió en la comisura de su labio y empezó a hacer malabarismos con la lengua para comérselo.
Raiko se quedó estática en su silla, con el botellín ligeramente empinado y las cejas arqueadas.

—Esa es Kora —susurró Neko mientras la nombrada abrazaba más fuertemente a Shura, casi ahogándola en el proceso—. Te dije que la conocerías pronto, ¿no?

—¡Mira! —gritó Kora dando pequeños saltos detrás del cuerpo sentado de la castaña—. ¿¡No es genial!?

—Un momento...

Shura agarró la cajita con sus manos y la movió hasta una distancia en la que pudiera enfocar la imagen ante sus ojos. El rostro de una niña con la boca abierta, una coronita en su cabeza y las palabras 'Princess Debut' en un rosa infantil la saludaron junto al tembleque de las manos de Kora. Shura sonrió y giró la cabeza para besar la mejilla de Kora.

—¡Qué bien! —le felicitó—. ¿No lo habías perdido?

—¡Sí! Bueno, no —se corrigió—. Pero lo he encontrado.

Shura palmeó la cabeza de Kora mientras le señalaba su botellín de batido de chocolate por si quería beber un poco. Kora aceptó, beber algo le iría muy bien después de toda la carrera que había hecho por el Jardín.
Dante y Yuri se sentaron a una distancia prudencial. Tenían que estudiar el comportamiento de la Abeja Reina frente a la nueva miembro de la colmena. No pasó mucho tiempo hasta que Kora se percató de la presencia extraña en su reino.

Kora parpadeó, se irguió junto con toda su figura y ladeó ligeramente la cabeza. Raiko cerró el botellín de batido de fresa y se terminó su tarta. Shura y Neko se miraron entre ellas.

—Hmn... —empezó Neko—. Ésta es Raiko, está en la habitación de al lado de la mía.

—Enfrente de mí —colaboró Shura dando palmaditas sobre su esternón—. Es de Ikea.

Los ojos de Kora habían viajado de Neko a Shura mientras hablaban y de vuelta a Raiko. Los chicos estaban expectantes.
Raiko se limpió las comisuras de los labios con un pañuelo de algodón que sacó del bolsillo del pantalón. Después de asegurarse de que sus labios y barbilla estaban libres de restos de comida, saludó con un cabeceo suave y descendente.
Kora pasó de tener las cejas pegadas a los ojos a levantar una y luego a arquear las dos. Apretó los labios, adquiriendo una expresión facial curiosa. La joven dejó el juego sobre la mesa y se sentó con un movimiento fluido y majestuoso al lado de Shura.

—Encantada —saludó cortésmente—. ¿Vienes de intercambio?

—Sí, con mi compañero. Creo ¿que te llamas Kora?.

—Kora Lionheart —se presentó hablando con suavidad y magnificencia—. Soy la hermana del Comandante.

Raiko volvió a cabecear muy dignamente.

—Raiko Brightblade —dijo—. No tengo hermanos, pero mi padre fue la Mano del Rey.

Todas las caras que tenía alrededor pareciercon confusas menos la de Neko, que más bien parecía haber comprendido algo en lo que no había acabado de caer.
Raiko carraspeó y bajó un poco el tono de voz para explicar con más claridad.

—Capitán de la Guardia Real de Ikea.

Neko levantó un dedo mientras ponía la otra mano en la mesa y se levantaba deprisa, haciendo que su silla resbalase hacia atrás sin llegar a caerse.

—¡Sturm Brightblade! —exclamó haciendo saltar a Raiko en su asiento—. Su título es el equivalente a senescal y mariscal... es, es como un soldado noble. Un virrey militar.

La chica infló el pecho satisfecha por haber encontrado la información en su cerebro. Shura se acabó su batido y robó un poquito del de vainilla de Neko mientras ella estaba despistada. Los codos de Yuri y Dante resbalaron de la mesa casi al suelo y Kora abrió los ojos al máximo. Había tenido una corazonada al sentir la nobleza exudar de los poros de la pelirroja y, como casi siempre, había sido cierta.
Neko arrugó el entrecejo y después añadió con un tono triste en la voz.

—Pero... pero est—

—¡Aaaawn! —gritó Kora de repente, atrayendo la atención de todo el mundo sobre ella—. ¡Sabía que había algo en ti!

Kora agarró las manos de Raiko entre las suyas, mientras le parpadeaba coquetamente. Raiko apartó un poco el rostro, intentando que el brillo de la mirada de Kora no le cegase.

—Está muerto. —terminó su frase Neko, bajando los hombros y sentándose de nuevo lentamente.

—¡Me parece estupendo! —exclamó Kora, sin hacer ni un mínimo caso de lo que su compañera había acabado de decir— ¡Siempre he pensado que faltaba un poco más de glamour en el grupo!

Se acercó un poco más a Raiko para hablarle en aparente intimidad

—Así podrás compensar por Neko.

La rubia simplemente rodó los ojos. No tenía demasiadas ganas de contestar en ese mismo momento. Kora soltó a Raiko y se dio la vuelta, juntando las manos con expresión ensoñadora.

—Os he de dejar, amigas mías —sentenció, sonando casi medieval—. Princess Debut me espera.

—¿Pero aún tienes una consola en la que funcione el juego? —preguntó Shura después de compartir una mirada con Neko.

Los sueños de Kora se quebraron por un momento, para volver a sanar en el siguiente.

—Pues si no tengo tendré que comprarme una de segunda mano...

Kora se llevó la mano a la barbilla, mirando de costado. Los chicos se habían recuperado del shock y disfrutaban de las últimas mini—pizzas mientras contemplaban la escena ante ellos. Kora volvió a clavar su atención en Raiko y la observó de forma muy atenta.
Sacó el móvil de su bolsillo y lo preparó para apuntar un nuevo número en su agenda sin ni siquiera mirar la pantalla.

—¿Cúal es tu número de móvil? —preguntó encantadoramente.

Raiko bajó las cejas y tragó saliva.

—No... no tengo móvil.

De repente el mundo dejó de girar en la cafetería del Jardín de Balamb. Cinco caritas indignadas, curiosas, furiosas, incrédulas y ocupadas en otros asuntos (como quitarse queso con orégano de entre los dientes) observaban a Raiko esperando por lo que fuera que viniese ahora.

—¿¡Cómo que no tienes móvil!? —aulló Kora—. ¡No se puede tolerar eso!

Y como siempre, Kora Lionheart no podía decepcionar a su público.

—¡Pues ahora mismo nos vamos a comprarte un móvil!

—Pues ueah. —añadió Shura.

Neko torció el morro y apareció al nivel de las voluptuosidades de Kora. Raiko había terminado su batido y después de lametearse los morros miró hacia Yuri y Dante y luego hacia el resto de las chicas. Decidió que era un buen momento para volver a su habitación y terminar de deshacer el equipaje. Después de un par de segundos decidió que los movimientos bruscos no eran los mejores para llevar a cabo su empresa.

—¿Y eso porqué? Si puede saberse…

—Eso es así porque lo que dice la reina va a misa. —contestó Kora.

—¿¡Y a tí quién te ha elegido reina!? —se indignó Neko, poniendo las manos en su cintura.

—Las reinas no se eligen —habló Kora, como dándole una obvia lección a Neko—, por eso son reinas.

Neko cruzó los brazos bajo su pecho y miró de costado hacia Kora, con evidente desacuerdo. Raiko había alcanzado la mesa más cercana y sus pasos empezaban a ser algo más largos pero igual de lentos.

—¡Pues yo declaro esto una república!

Por un momento, Kora pareció quedarse sin respuesta. Probablemente, en un estado de humor un poco menos bueno habría saltado al cuello de su amiga, pero por el momento el día estaba siendo demasiado bueno como para que Neko pudiera fastidiárselo simplemente llevándole la contraria.

—¡Que le corten la cabeza! —acabó por gritar con una sonrisa demasiado alegre.

—Tú lo que quieres es que te acompañemos a la tienda de segunda mano...

Para ese entonces, la pelirroja estaba tan sólo a medio metro de la salida. Se dio la vuelta, pasándose el dorso de la mano derecha por la frente.

—Uf... —suspiró levantando la rodilla para dar ese último paso—. Por... —un par de manos apretaron sus hombros—, ¿fin?

Las auras de Neko y Kora se proyectaron en su espalda. Shura pasó correteando por delante.

—¡Centro comercial, allá vamos!

Las cuatro féminas desaparecieron entre gritos de desacuerdo y alegría.

Yuri codeó a Dante, que dejó de escarbar entre sus cavidades dentales.

—Qué mal... es noble, normal que lo de las fantas no la impresionase.

Dante afirmó energéticamente con la cabeza

—Ya... ¿y entonces qué le decimos?

—No sé —murmuró Yuri—. ¿Una coca-cola?

Dante pegó la barbilla al cuello y arrugó el entrecejo.
« Last Edit: July 25, 2017, 05:01:17 AM by Neko »


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #18: July 30, 2017, 05:06:53 AM »
Las ranas son hermosas, ok?. Viscosas y hermosas *`^´* no judging the keroppi



 


Bajaron del autobús a saltos y trompicones. Después de media hora de ir dentro del transporte público, resultaba más que evidente que Raiko no estaba hecha para viajar mucho tiempo sobre ruedas. El mundo le daba vueltas de forma muy poco agradable, sentía el estómago más o menos a la altura de los pulmones y el corazón en la garganta. Podrían haberle pinchado y no habrían encontrado sangre que extraer.
En cambio las otras tres chicas parecían tener mucho mejor aspecto. Neko había bajado los escalones con un sólo paso de cabra y trotaba hacia la tienda más cercana. Shura la siguió por inercia y por la costumbre de ir tras las cosas brillantes pequeñas y bonitas, como un gatico. Kora se llevó la mano al pecho y suspiró, agarrando el hombro de la pelirroja.

—Niñas, siempre de aquí para allá.

Raiko habría rodado los ojos si los notara en sus cuencas. Levantó una mano poco a poco y tocó sus labios con el nudillo del dedo índice, mirando hacia otro lado. Pero si algo se podía decir de aquella muchacha norteña, es que era muy tozuda. Muy pero que muy tozuda. Y la tarta y el batido de fresa le habían parecido tan buenos que lo último que pensaba era dejarlos escapar.

—Ya puedes pelear épicamente... —susurró— Que de aquí no salen.

—¿Eh? —preguntó Kora— ¿Decías algo?

La pelirroja negó, moviendo la palma delante de su rostro de lado a lado.

—Nada, nada...

Shura miró hacia Raiko y Kora y después hacia Neko. La rubia tenía las manos pegadas al cristal del escaparate de la tienda más cercana a la parada de bus. Las otras dos chicas no parecían tener ninguna intención de moverse de debajo de la sombra de los árboles que bordeaban la avenida en los próximos minutos.

—Neko —llamó, agarrándola de detrás de la camiseta y estirando un poco—, vamos. Neko...

Ésta se despegó del escaparate sólo para empujar a la otra muchacha hacia él.

—¡Fíjate! —exclamó con verdadero éxtasis en su voz— ¡Mira Shura, mira!

—¿El qué?

Y entonces la nueva colección de accesorios de verano golpeó contra las retinas de Shura, encandilándola como había hecho con su amiga.

—¡Oooh! —dijo en bajo volumen pero en alta maravilla.

—¡Shiny! —completó la frase Neko, quedándose a su lado.

Para ese entonces, los ojos de Raiko habían vuelto a dar señales de vida más allá de las luces de colores y el giro constante de paisaje; e inmediatamente después de que sus órganos internos terminaran de asentarse, la chica había empezado a buscar una tienda de telefonía móvil. Nunca había visto una en Invernalia, pero conocía los nombres de algunas compañías del sector y creía ser capaz de reconocer los logos cuando los viera. Encontró el lugar que buscaba un par de esquinas más adelante y dio un paso en esa dirección, pero Kora la agarró del brazo frenando su avance.

—¿Dónde vas? —preguntó sorprendida.

— Err... ¿a una tienda de móviles? —contestó a su vez la pelirroja con otra pregunta.

Kora la miró de hito en hito.

—¿No habíamos venido a eso?

La chica de pelo blanco negó con la cabeza, chistando.

—¡Estamos en un Centro Comercial! —empezó con su lógica explicación— ¡Tenemos que mirarlo todo! ¡Todo!

Y con un estirón bien dado, la llevó hacia el mismo local en el que Neko y Shura habían estado dejando sus huellas dactilares por todo la extensión del cristal del escaparate. La música pop en navrés inundó los oídos de ambas al ingresar en el bajo comercial. Con el primer vistazo la jovencita norteña supo que se hallaba en una especie de meca de los complementos de mujer, y aunque en su tierra natal la tachaban de poco femenina al vestir, eso no quería decir que no sintiera curiosidad por ver cómo se... aderezaban las mujeres de otros lugares. Tal vez, hasta podría sacar algo de provecho de aquel... ¿secuestro inintencionado?.

Al verlas, Shura se acercó a ellas con algo en las manos.

—¡Mirad lo que he encontrado! —canturreó abriendo un poco más las manos para dejar ver la mercancía.

Eran pequeñas pinzas de colores, cada par con un diseño distinto. Kora arrugó los labios, apretando uno contra otro.

—Pero si con la tela que llevas en los moños nunca se te ven.

—No siempre llevo los moños tapados... —se quejó la muchacha de cabellos castaños agachando los hombros— Además, me gustan porque agarran bien el pelo.

Raiko acercó el dedo para toquetear alguno de aquellos artefactos, preguntándose de que material estarían hechos. Decidió que parecían de plástico duro, algo con lo que había ido familiarizándose en el Jardín de Invernalia. Shura le sonrió, animándola a probar uno.
Mientras tanto, Kora fue en busca de algo que fuera más con su style que unas simples pinzas para el pelo. Lo encontró unos pasillos más allá, en la sección de gorras, bolsos y pañuelos. También encontró a Neko, que se estaba mirando y admirando en el espejo de la tienda. Llevaba un pañuelo color lavanda al cuello, plegado en una tira larga y anudado a un costado. Kora rodó los ojos con hastío. Desde luego, Neko siempre se ponía el pañuelo demasiado hacia la derecha.

—No sabes ponértelo —la amonestó, acercándose con una mano en la cintura y andares marcados por su ancha cadera—. Y además, no te queda bien.

Buscó con la mirada algún pañuelo que le llamara la atención. Una vez encontrado lo sacó de su colgador agarrándolo por la punta y estirando de él hacia arriba, con tanto brío que otro más salió disparado tras su hombro. El pañuelo tuvo tal suerte que acabó aterrizando sobre el pecho de Raiko, que había seguido el camino de Kora para ver que había tras aquella esquina.
La pelirroja agarró el pañuelo de las esquinas con las puntas de los dedos y lo estiró delante de su rostro. A sus yemas les gustó la textura y a sus ojos el color.

—Oh, qué bonito. —murmuró para ella misma.

Kora había plegado el pañuelo y se lo estaba atando a un lado del cuello, lo suficientemente apretado para que no quedaran huecos entre su piel y la tela, pero no tanto como para que llegase a ahogarle, .

—¿Ves? Es así como se ponen los pañuelos de este tipo de tela —habló como si fuera la estrella invitada principal en un seminario titulado 'Pañuelos, cómo sí y cómo no hay que anudarlos'— Para estas cosas hace falta estilo.

La Seed palmeó su cuello después de haber atado la tela y levantó la barbilla orgullosa del resultado, aún sin verlo. Neko se frotó la sien, pidiendo paciencia a cualquier ser superior que estuviera escuchándola, si es que acaso existía alguno y no tuviera nada mejor que hacer que prestar atención a los mortales.
Kora, al girarse con tanta energía que hizo que la etiqueta con el precio volase de su espalda a su clavícula, chocó contra la imagen de la joven de Ikea, que estaba atusando el nudo del pañuelo que le había caído encima. Lo llevaba exáctamente igual que Neko, exáctamente igual que ella. Kora, con las manos sobre las mejillas, abrió mucho los ojos y después la boca, tomando aire para declarar su sentencia.

—¡Te queda genial! ¡Aaawn, estás estupenda! El color malva te sienta muy bien con el rojo de tu pelo y el verde oscuro de tus ojos, sabia elección —y luego se giró para espetarle a Neko— ¡Mira y aprende!

Neko dio una patada al suelo, casi arrancándose el pañuelo de cuajo.

—¡Vete a la mierda ya, Kora! —gritó hacia la chica de pelo blanco, para luego dirigirse a la norteña— No es nada personal, al menos no contra tí.

Cuando Shura llegó buscando a sus compañeras hasta la sección de gorras, bolsos y pañuelos, se encontró con Raiko mirando el precio de un pañuelo, a Kora cruzada de brazos y a Neko sacándole la lengua a la de pelo blanco con mucha, pero que mucha saña.




Unas tres horas después, prácticamente no quedaba tienda que les pudiera generar el más mínimo interés a la cual no hubieran entrado ya. Shura tenía sus pinzas y un par de zapatos nuevos. Neko había conseguido dos pares de lazos nuevos, con diseños que aún no tenía. Kora, por su parte, había encontrado la consola de segunda mano que había ido a buscar en un principio. Además de ser rosa y tener una pegatina de la Barbie, le había costado bastante más barata de lo que indicaba el precio en un principio, después de haberse apoyado con los codos en el mostrador.
Y Raiko...
Raiko había encontrado un móvil que le gustaba, bonito, barato y que además era fácil de entender. La chica abrazó la caja del móvil dentro de la bolsa, pensando en aquella cosita pequeña, verde y con la cara de una rana dibujada de manera infantil en la tapa.

—Bien —dijo Neko mientras se ajustaba los coleteros y se quitaba los lazos que llevaba puestos para ir probando los nuevos— ¿Volvemos al Jardín o vamos a tomar algo al centro?

—¿Al centro? —preguntó Kora— ¿Y por qué no nos quedamos por aquí?

Shura levantó la vista justo a tiempo de pararse, el semáforo para peatones estaba poniéndose en rojo. Raiko se paró a su lado, pero Kora y Neko aún dieron un par de pasos más sin darse cuenta.

—Nos podemos quedar, pero es que yo pensaba que…

—Pues no pienses que no t—

Antes de terminar la frase y enfurecer a Neko, alguien que sí que había visto el cambio de semáforo pero no a las dos inconscientes palomitas que pululaban por el paso de peatones chocó contra Kora. Y a Kora no le gustaban para nada las interrupciones.

—¿¡Pero qué es esto!?

El joven contra el que se había chocado había agarrado a Kora por los brazos y dirigía una mirada azul tormenta hacia ella. A Kora sólo le bastó ver el entrecejo partido por una cicatriz para saber de quién se trataba.

—¡Ikki! —exclamaron las dos al mismo tiempo.

La ceja derecha de Ikki palpitó, no estaba teniendo precisamente el mejor de sus días.



 

Golfo iba paseando por la calle, se le había acabado la comida y tenía que ponerle remedio a eso. Que necesitaba la comida para subsistir y él no podía sacarla del supermercado sin que le fueran detrás varios empleados con palos de escoba en alto. Así que ahí estaba él, un can hecho y derecho, llevando a pasear al perro de turno. No sabía cómo hacía Pip el truco, pero al menos a él no solían sacarlo del supermercado a escobazos.

Pip se rascó la nuca y estiró el brazo libre, bostezando con la boca bien abierta. Una pequeña lágrima se asomó en su ojo. Golfo le había despertado de la siesta y aún no había encendido ningún cigarro desde que había salido de casa, un par de portales más allá.
Mientras estaba buscando su tabaco, notó algo extraño en el ambiente. Un cierto olor a...

La sirena de un coche de bomberos resonó en la distancia.

—¿Humo? —se preguntó Pip a sí mismo.

Golfo miró hacia arriba, poniéndose la pata encima del morro y estornudando después, sacudiendo su cabeza.
Pip se encogió de hombros mientras encendía un cigarrillo. No le importaba lo más mínimo, él no había sido.

« Last Edit: February 17, 2018, 09:39:52 AM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Shura

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #19: August 02, 2017, 06:58:29 PM »
Eyyy, estoy sola y tengo ordenador pah mi :3



Otacon se dirigió al despacho del director Snake cuando este le llamo con carácter urgente, prácticamente dejando sus experimentos de lado. Snake no quiso dar detalles, pues recalcó que necesitaba que viera algo con sus propios ojos para sacar una conclusión.
El doctor Hal, o como todos conocían, Otacon, se sentía agradecido de que Snake contase con él para los temas serios de la escuela, aunque había sido un mecenas para Balamb, los temas de estrategia y batalla se le quedaban algo grandes, prefiriendo la investigación, pero Snake siempre le había insistido en que participase aunque fuera sólo con su opinión, por supuesto Otacon era leal y nunca revelaría nada de lo que sucediera en el Jardín, y más de una vez había obtenido inspiración en las necesidades de los Seed y de Balamb.

Pero aun con toda la motivación con la que llegó al despacho, y aunque por una parte se sospechara que aquello podía ocurrir, Snake no se encontraba ahí.
Suspiró sonoramente más cansado por la carrera para llegar que decepcionado, quiso mirar por los ventanales que quedaban detrás de la mesa del despacho, pero estaba prácticamente deslumbrado por la luz natural que entraba, así que en sus propios pensamientos, se sentó en el sillón y del bolsillo de su bata saco una pequeña maqueta, era como un tanque al que le hubieran puesto dos patas, podría haber estado sacado perfectamente de Star Wars, pero era invención del científico, en aquella escala y sobre la mesa del despacho, aquel pequeño robot solo podía ir dando vueltas sobre sí mismo. Hal lo miró pensativo mientras volvía a llevarse la mano al bolsillo.
-Debería poder ser más funcional… -Tan distraídamente como había hablado, dejo una figura de plástico de unos diez centímetros de alto con forma de colegiala anime con dos coletas de pelo negro y que chirriaba una tonadilla “nico-nico niiii”.
Apoyando la barbilla sobre las palmas, miro embobado aquellos dos juguetes.
“Ojala pudieras ser tú mi piloto, Nico chan.” 

-No esperaba que llegases tan pronto, Otacon -Snake llegó de improvisto, al mencionado le sorprendió su llegada, podía ser realmente silencioso, pero antes que sentirse avergonzado por sus juguetes, le sabía peor que le hubiera encontrado sentado en su silla, como si fuese una falta de respeto.
Por supuesto, a Snake no le importaba, tomando al juguete “Nico” para examinarlo, y dándole la vuelta para ver que tenía debajo de la falda de colegiala. Otacon no dijo nada, no teniendo muy claro que esperaba haber encontrado Snake, pero a decir verdad, el director tampoco estaba demasiado seguro.
-¿Esto es lo que te ha llegado en el correo de esta mañana?
-Es un guardián de habitación, si se pasa por delante del sensor avisa al momento.
Snake prefería no recordarle que tenían un sistema de seguridad para el laboratorio o para donde hiciera falta, que seguro era más eficaz que aquella molesta tonadilla.
-¿Y funciona?
-Habrá que esperar a que lleguen las otras ocho…

-Con permiso -la subdirectora Franziska entró en el despacho, encontrando al científico a la mesa del despacho con un juguete en la mano, y al director mirando debajo de la falda de una figurilla anime.
-Creo Snake, que sin saber más, ya puedo darte una opinión: está claro que os equivocasteis de profesión.
-Todavía no os he enseñado por lo que os he hecho venir.
Franziska se cruzó de brazos dignamente tocando con la yema del pulgar el extremo del mango de su látigo, Graham pidió permiso para anunciar su llegada, entrando sin más en el lugar y mirando el robot que Otacon tenía sobre la mesa.
-¿Ya estamos todos?
-Todavía no comandante, necesitamos un par de opiniones más a pie de campo.
Prácticamente al minuto, apareció Date y Milo, esperando a que Snake anunciase porque les había reunido.

El director tomó asiento al tiempo que Otacon recogia sus juguetes, del cajón de su mesa extrajo un sobre abierto para que el resto lo observase. Franziska se adelantó agarrando la carta de su interior y leyendo en voz alta.

-Estimado director de Balamb, le mando un cordial saludo desde Aetheria, simplemente agradecerle por su hospitalidad, de parte del director y mia recordarles que aquí en la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria tienen un amigo y una casa.
Quisiera dejar las formalidades a un lado, estoy seguro de que nuestros alumnos estarán dando un gran ejemplo del mismo modo que sus alumnos están demostrando en nuestra casa, estoy convencido de que esta alianza entre Jardines nos beneficiara a ambos y creará fuertes lazos de amistad.
Ya abusando de su hospitalidad, le ruego entregué la carta adjunta al comandante Ky Kiske, son unas notas del antiguo comandante Kliff Undersn para su pupilo. En confianza, el viejo comandante siempre ha andado detras de Ky, no se tratará más que de algún consejo para superar la juventud y hablar con sus encantadoras gentes.

Sin más, se despide cordialmente:
Kristoph Gavin, subdirector de la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria.


Franziska terminó buscando dentro del sobre vacío.
-¿Y la carta?
-No hay ninguna otra carta.
La subdirectora sacudió el papel.
-Aquí lo pone claramente, ¿acaso se ha perdido?
-¿Es alguien de confianza quien trajo la carta?
-¿De confianza? -Snake respondió a la pregunta de Graham con otra pregunta.
-¿Crees que la han podido robar? -Otacon pensó en voz alta, de ser así, aquello podía dejar en muy mal lugar a Balamb frente al Jardín de Aetheria.
-Eso sí desde el principio existió la mencionada carta -Date prefería pensar mal a que hubiera un fallo en el Jardín como aquel- ¿por qué iban a robar una y no las dos cartas?
-Quizás yo tenga la respuesta -Milo arrebato de las manos la carta que aún sostenía Francisca. La mujer estiró la mano para recuperarla he imponer su mandato, Milo rápidamente la detuvo tomándola de la muñeca con su mano libre y pudiendo observar más de cerca que las manos de la subdirectora estaban bien y en apariencia no había sufrido ningún daño-. Esta carta tiene rastros de veneno.
-¿¡Veneno!? -Franziska se retiró como si hubiera tocado fuego, dejando las manos rígidas y alejadas de su cuerpo, psicológicamente empezaba a notar un picor en estas.
-No es una dosis letal, aunque pudieras cortarte con el papel o rozase alguna herida, lo más que produciría sería un sarpullido.
-¿Crees que intentaban atentar contra Blamb? ¿O contra el mismo Comandante Kiske? -Graham se puso en marcha enseguida, no era sólo por su título, su manera de ser le llevaba a actuar estratégicamente y proteger a todos.
-No podemos saber si esa era su intención, o si el veneno se encontraba en la carta perdida -Milo habló reflexionando.
-Os digo que no hay ninguna otra carta -Date insistia en aquello que a su modo de ver carecia de sentido.
-¿Y cómo explicas lo del veneno? -Franziska apostilló aquello a lo que Date declaró que no tenía respuesta.
-Milo -Snake había escuchado todos los puntos de vista-, ¿podrías averiguar de qué veneno se trata?
Aunque la cantidad fuese tan pequeña que aquello dificultará la tarea, era su especialidad y pasaba al ámbito personal descubrirlo.
-Por supuesto.

-Ahora, -Snake llegó a otro punto importante-. ¿Opinais que debemos avisar al Comandante Kiske de esta carta?
-No, hasta no saber el contenido de la otra carta -Milo fue el primero en votar.
-Estoy de acuerdo, -Otacon participó de aquella votación-. No vale la pena preocuparle sin necesidad.
-Pues yo creo que si su vida corre peligro, es nuestra obligación avisarle y que se preparé -Graham se sorprendió que el resto hubiera dado su voto tan rápido sin sopesar la opción más lógica.
-Tenemos que hablarle de la carta, aún a riesgo de dejar claro un posible agujero en nuestra seguridad… o la probabilidad de un espía que haya robado o manipulado la carta, quizás pueda darnos algo de información.
Franziska sorprendió con su respuesta, abriendo otro frente tan peligroso para Ky como para Balamb.
-No, no vamos a decir nada, los lazos entre Jardines no son tan fuertes y el comandante Kiske es todavía un niño, no podemos estar seguros de cómo reaccionará -zanjó Date.
Graham hubiera querido añadir algo a aquello sobre la juventud, pero Date no pretendía mandar aquel mensaje por él y no iba a llevar la conversación por un territorio que no correspondía ni al momento ni al lugar.
Snake asintió.
-No diremos nada de la carta, ni a los de Aetheria ni a nadie de Balamb, esto no debe salir de este despacho hasta no saber más.
Incluso los que habían votado en minoría asintieron, debían permanecer unidos y evitar cualquier rumor.
-Tenemos que continuar con normalidad y prestar atención hacía cualquier rumor procedente de Aetheria, de momento, ¿todo marcha bien con Invernalia?
-Los intercambios parecen que van marchando bien -Milo intercambio una mirada con Date que se encogió de hombros, a su entender iban tan bien que las chicas habían empezado a derrochar para celebrar sus nuevas amistades.
-Después de la resaca por la fiesta, tienen que regresar a las misiones.
-Los nuevos Seed se esforzaron mucho, se han ganado estos días de celebración -Otacon quiso quitar hierro al asunto, no quería que los alumnos tuvieran que pagar con las preocupaciones de los adultos.
-Los Seed ya son hombres y mujeres preparados -era como si el comandante Graham le hubiera leído la mente-. Están listos para luchar en la batalla.
El director Snake gruño por lo bajo.
-Que se limiten a las misiones y esperemos poder evitar una batalla a futuro -Franziska colocó una mano en la cadera-. Si no hay ningún otro asunto, sugiero que finalicemos la reunión.



Extra: y la carta que faltaba era...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


Shruikan

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #20: August 31, 2017, 09:28:56 AM »
I don't have life, send help


.03

Era media tarde cuando por fin llegaron a Invernalia. El cielo se había oscurecido aún más si cabía, aunque la lluvia seguía cayendo con una intesidad pasajera. Hange llevaba la capucha de la capa puesta, que a pesar de ser gruesa empezaba a estar empapada por la llovizna constante.

Se alegró más de lo habitual al ver las altas y antiguas murallas, cubiertas de musgo y hiedra, sobretodo porque hacía rato que oía jaleo desde el interior del carromato, aunque la mayor parte era Shruikan gritando.

—Por favor, dioses ancestrales, que no se hayan matado que luego me toca a mi pringar.

Lanzó aquella pequeña oración mientras atravesaban las puertas de la ciudad, recibiendo un rápido saludo de los guardas.

Llevó los caballos un poco más adelante, hacia el estacionamiento. Suspiró, soltó las riendas y se frotó las manos, enguantadas y mojadas, en las pantorrillas. Luego bajó de un salto y fue a abrir la puerta del carromato.

—¡Venga, fieras, que ya hemos llegado!
—¡Ya era hora, em cago en vuestros muertos!

Shruikan salió de un salto del carro, con la cara roja y malas pulgas. Destilaba tanto calor que incluso Hange lo notó en la cara.

—¡Diez minutos más con ese par y te juro que les estrangulo! —dijo la Seed, furibunda, señalando hacia el interior del carromato.

—Eh, eh, ¿y nosotros qué, crees que no hemos sufrido? Como si fueras fácil de aguantar.

Lea salió, revolviéndose el cabello. Incluso él, siempre tan risueño, tenía un gesto cansado en el rostro. Gaara le siguió, incluso más esquivo y huraño de lo habitual, sin pronunciar palabra.

Shruikan se giró hacia su compañero de forma brusca, pero antes de que la cosa llegara a más, Hange se interpuso.

—¡Bueno, bueno, paz y tranquilidad! —Extendió las manos entre ambos, haciendo de barrera. Cuando se aseguró de que a pesar de las malas miradas la cosa no llegaría a más, las juntó al frente con una palmada —. Bien. Vamos, tenemos que ir a la Plaza de Armas, allí nos encontraremos con el resto de Seeds y os daré algo para comer. ¡Debéis estar hambrientos!

La promesa de comida era más fuerte que cualquier enemistad que hubiera podido surgir durante ese inmencionable viaje, así que en fila y enfurruñados empezaron a seguir a su antigua instructora, que no parecía compartir el decaimiento de los Seeds.

—¡Ah, Invernalia! —exclamó cuando ya estaban un poco más adelante, alzando los brazos y robando algunas miradas de extrañeza de los transeuntes —. ¡Hogar, dulce hogar! ¿Cuando fue la última vez que estuvistéis en Invernalia?

—Pues… ¿creo que durante el examen de Seed?—dijo Lea, que había empezado a mirar a su alrededor con su curiosidad habitual.

La mayoría de pueblos de la región en la que vivían estaban hechos de bajos edificios de madera, de dos pisos como máximo y gruesos tejados a dos aguas para soportar las intensas nieves de invierno. No estaban acostumbrados a los altos muros de piedra de las casas de invernalia, firmes y viejas como colosos alzados miles de años atrás.

—Hace dos semanas, por el discurso de mamá —respondió Shruikan  su vez, avanzando a pasos largos y cargando su baúl en el hombro.

Gaara, cerrando la comitiva, ni siquiera se molestó en responder.

—Oye, oye, Hange, ¿y vas a decirnos quien és nuestro instructor o también tiene que ser una sorpresa? —preguntó el otro pelirrojo no sin cierta ironía en la voz.

A su alrededor, los ciudadanos iban de un lado a otro, gritando y armando jaleo. Pasaron cerca del mercado, un edificio grande y bajo de grandes porchos. La gente entraba y salía, arrastrado carretillas y llevando animales, y les llegó el olor a pescado y carne, a hortalizas, a suciedad y a gente.

—Bueno, supongo que os lo puedo contrar —respondió la instructora, con una risa nerviosa, esquivando un hombre con un carro lleno de cebollas —. Es un compañero del departamento Científico, se dedica a la investigación y desarrollo de poderes. Se llama Vladimir Vedius.

—No me suena —comentó Shruikan, frunciendo la nariz. Gracias al estatus de su madre y al trabajo de su padre, conocía a muchos otros Seeds, aunque fuera sólo de nombre. —Espera, ¿por qué envian a un centífico como instructor?

—Porque también es instructor, evidentemente. Aunque sólo de Seeds con aptitudes especiales.

—¿Aptitudes especiales?
—Gente con poderes que digamos… les impiden llevar una vida normal. Les ayuda con el proceso de adaptación.

Lea y Shruikan intercambiaron un mirada de circunstancias, no del todo convencidos con la explicación y prguntándose que clase de persona debía ser ese hombre. Hange pareció notar su escepticismo porque siguió hablando, gesticulando enérgicamente.

—¡No lo toméis como algo raro, es un investigador muy talentoso! Parte del interés de que vaya a Balam es para informarnos de la tecnología y de los métodos de I+D e implementar lo que podamos en Invernalia. ¡Nos estamos abriendo al mundo, chicos!

—No sé, no sé, lo haces sonar como que simplemente somos la excusa para ir allí —bromeó Lea, observando con interés a un grupo de chicas que miraban el escaparate de una joyería.

Hange hizo un gesto de ofensa.

—Eso es una forma muy fea de decirlo —dijo, toda seria, aunque no le quitó la razón.

Poco después, finalmente llegaron a la Plaza de Armas, frente a la entrada del Castillo de Invernalia. Se trataba de un explanada completamente adoquinada en piedra negra, lisa y pulida tras siglos de paso de gente y rudas de carro. Estaba ligeramente inclinada hacia el castillo, que se alzaba como un Coloso entre todos los edificios y los árboles de alrededor.

En el centro de la plaza, había una fuente con un pequeño estanque, en la que encima había una estatua ecuestre de cuatro grandes reyes de invernalia. A un lado, se veía el pequeño grupo de Seeds que iban a participar en el intercambio con Balamb, rodeados de familiares en instructores.

Eso hizo que Shruikan se añorara un poco. Le habría gustado que al menos sus padres, o incluso sus primos, hubiesen podido venir. Ni siquiera se había despedido de su padre; hacía semanas que no le veía.

Mientras tanto, Hange se había parado, buscando entre el grupo, hasta que finalmente encontró la figura familiar que estaba buscando.

—¡Vlad!

Una cabeza se giró entre el resto. Un hombre alto, de cabellos blancos y piel nívea. Llevaba una ropa ancha y extravagante para ser un simple científico, con un abrigo de terciopelo rojo y adornos de plata para defenderse del frío. Sin embargo ninguno de los adornos o de la ropa elegante que llevara, podía cubrir la inquietante falta de color de sus ojos. Un gris tan claro que casi parecía blanco.

El hombre tenía una expresión general de desagrado, aunque cuando reconoció quien le llamaba, alzó las cejas y sonrió. Eso no le hizo parecer más amable.

—¡Hange! —Se saludaron con apretón de manos, mientras los tres Seed se quedaban atrás —. Ya creía que nunca ibas a llegar.

—¡Ja! Pues no creas, en algún momento creí que estos animales iban a destrozarme el carro y nos ibamos a quedar tirados en medio del camino —dijo Hange, mirando y señalando por encima del hombro.

Vladimir siguió la dirección de su mirada y se fijó en los tres chicos por primera vez.

—¿Oh? —fue su primer comentario apreciativo, entornando ligeramente los parpados.

La forma en la que les observó, tan clínica, tan fría, hizo que a Shruikan le viniera un escalofrío. Se acercó a ellos, con el dedo en la barbilla, murmurando por lo bajo en un gesto pensativo.

—La hija del Matrona Ulfdottir —comentó, señalándola, sonriéndo como si hubiera una broma oculta en esa frase.

Shruikan enderezó la espalda, súbitamente en guardia sin saber muy bien por qué.

—Sí, yo…

Creyó que iba a preguntarle algo, pero antes de que siquiera pudiera dar su nombre, su futuro instructor ya había desviado su atención hacia Lea, ignorándola completamente.

—¿Y éste quién es? —dijo con un gesto de muñeca. Lea se presentó inmediatamente, con una sonrisa y la voz cargada de entusiasmo.

—¡Lea Rodi, señor, de Daldesvall! El mejor de mi promoción, debo añadir.

Shruikan puso los ojos en blanco. Vladimir no parecía impresionado. Se le quedó mirando un par de segundos con una expresión condescendiente completamente congelada y finalmente se encogió de hombros, girándose hacia el último miembro.

—Ah, Gaara —le reconoció, alzando la barbilla, y sus ojos se iluminaron con un brillo que casi pareció perverso —. No pensaba que íbamos a reencontrarnos tan pronto. ¿Cómo has estado?

La pregunta fue cordial y dicha con palabras suaves, pero por alguna razón, el Seed pareció tensarse ante ellas.

—Bien —fue su escueta respuesta, rezumando una fría desconfianza.

—¿Ningún inconveniente, entonces? —Vladimir esperó unos segundos en los que sólo recibió un estoico silencio, tras lo que soltó un rudito resignado —. Bueno, supongo que es lo mejor.

Parecía extrañamente decepcionado al respecto. Gaara lo notó y frunció el ceño de forma amenazante, pero no reaccionó de ninguna otra forma.

Luego, su nuevo instructor retrocedió unos pasos, los contempló una última vez y se giró hacia Hange.

—Así que esto es lo que me has traido. Te pedí buenos Seeds, ¿lo recuerdas?

—Sí, bueno… —Hange empezó, elavorando algún tipo de jutificación

—¿Cómo que “esto”? —saltó Shruikan, lanzándole una mala mirada.

Vladimir giró la cabeza para mirarla. La condescendencia parecía permanente en su rostro. A sus espaldas, Hange le hacía señas a la Seed para que no siguiera.

—¿Me hacéis venir a Invernalia con este par de tarados sólo para decirme que “esto es lo que me has traido”, como si fuera un mal paquete? —Hizo un ademán, señalando a sus dos compañeros y luego hacia su intructor —. ¿Tienes idea de quién soy?

Vladimir dio un paso adelante. A pesar de lo alta que era la chica de de por sí, su nuevo instructor conseguía sobrepasarla por unos centímetros. No se había dado cuenta hasta ahora, en la que su sombra se cernía sobre ella.

—Sé muy bien quien eres, Shruikan Dwalindottir, pero no es el nombre de tu padre ni el de tu madre lo que me interesa. A pesar de tus precedentes, podrías ser una inútil a la que sólo le dieron el título de Seed por la reputación de su familia. Vuestra palabrería no me sirve de nada si no os prováis verdaderamente competentes. Y lo mismo va para todos.

Su voz era tranquila y suave, lo que hacía la crueldad en sus palabras aparecer inocente y casi no intencionada. Shruikan apretó los labios, notando como el calor le subía a la cara.

—¡Pero…! —siguió Vladimir, juntando las palmas, dedicándole una nueva sonrisa complice. Una que en su rostro no prometía nada bueno —. Hange os ha escogido, y confío en su criterio. La mayoría de las veces. ¿Así que, por qué no hacemos algo?

Puso un dedo afilado en el pecho de la chica, justo debajo de la clavícula. Gaara había entornado los ojos, de forma que sólo una rendija verde era visible detrás de sus parpados oscuros. Lea, que parecía temerse algo, había empezado a negar con la cabeza con la esperanza de que su compañera le viera. No tuvo esa suerte.

—¿Quieres provar que realmente te mereces estar aquí? Entonces hay algo que tenéis que hacer por mí antes.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #21: August 31, 2017, 01:37:23 PM »
  \(=3=)/ Bless this Shru' in da post above! *sending help* Y mangarrán power a tope






El niño se despertó sin saber muy bien por qué. Había estado soñando con el mar; el mar, el sol, la brisa llena de sal y las gaviotas. Pero no había sido su reloj interno, ni los sonidos de su madre y su abuela moviéndose por la cocina. Aún era de noche.
Creyó oír el restriego de una tela junto a su puerta, una respiración camuflada entre los habituales ruidos nocturnos. Sus pupilas se dilataron al máximo, y contuvo el aliento presa del pánico.
No podía ser.
No otra vez.

Habían vuelto, y ésta vez sabían lo que él había hecho. «Lo saben» no dejaba de repetir su mente. «Lo saben. Han venido a por mí.»

Sus manos se crisparon, agarrando la manta con tal fuerza que sus nudillos se tornaron completamente blancos. Vio cómo el pomo de la puerta giraba con lentitud, y con toda la rapidez y agilidad que le otorgaban sus ocho años altos fuertes y saludables, se dejó escurrir bajo la cama y sacó un pequeño puñal de entre dos tablones sueltos en el suelo. Dudaba que fuera suficiente para salvar su vida, menos aún para defender a su madre y a su abuela. Pero no pensaba dejarse llevar tan fácilmente.
Ojalá su hermano estuviera ahí. Él siempre sabía qué hacer.

La débil luz de un candil se filtró al abrirse la puerta, proyectando la sombra alargada de su portador por el interior de la pequeña estancia. El pequeño escuchó como la puerta se cerraba suavemente a espaldas del intruso y los pasos quedos se dirigían inexorablemente hacia su cama. El candil fue depositado con cuidado sobre el barril que hacía las veces de mesita de noche y la puntera gastada de una bota marrón golpeó ligeramente el borde del somier.

—Sal de ahí, enano.

El pequeño dejó escapar el aire, tembloroso, y reptó para salir de su escondite.

—Kurz…—susurró soltando la daga y abrazando con fuerza la figura encapuchada de su hermano mayor. Éste le palmeó la cabeza cuando empezó a necesitar oxígeno de nuevo.

—Tranquilo enano, que me estrangulas —bromeó el mayor. Cuando hubo desenroscado los brazos del niño de su alrededor, se sentó sobre el colchón, sentó a su hermano pequeño sobre sus rodillas y lo miró unos momentos con seriedad.— Me marcho.

—¿Qué? ¡No! ¡Kurz, no puedes irte! —el niño se agarró de su camisa con aprensión.— ¿Quién va a cuidar de mamá y de la abuela? Papá desde luego que no…

El adolescente suspiró. Su hermanito sería todavía un mocoso, pero sus palabras no carecían de verdad. A pesar de ello, Kurz estaba decidido. Sabía que iba a ser duro, y que con dieciséis años tendría que esforzarse mucho más, pero lo hacía por el bien de su familia. No iba a consentir más terror por culpa de una maldita herencia que sólo traía el sufrimiento a quienes quedaban a su cargo. Se pasó una mano por los cabellos, rubios como los del pequeño e igualmente necesitados de un buen corte, buscando las palabras adecuadas para lo que quería transmitir.

—Sé que la tienes tú. —murmuró con suavidad.

—¿Q-qué? —el niño abrió los ojos azules, imposiblemente grandes y dorados a la luz de la llama del candil.

—Gaudy, escúchame. Sé que tú cogiste la espada. —el chico sujetó a su hermano por los hombros, con firmeza pero sin apretar demasiado— E hiciste bien. Cuando crezcas unos cuantos palmos más podrás usarla sin problemas. Pero por ahora escóndela. Escóndela en algún lugar donde sepas que a nadie que no fueras tú se le ocurriría buscarla. ¿Entiendes lo que quiero decirte?

El pequeño asintió una sola vez. No era el crío más espabilado de la escuela, pero presentía lo que aquello iba a significar.

—Me iré antes de que se haga de día, con suerte eso me dará algunas horas de ventaha para embarcar y salir de las islas sin demasiados problemas. Todavía no sé a dónde. —Kurz miró a su hermano, y le pellizcó la mejilla con cariño. Le dolía tener que mentirle así, pero sabía que en cuanto su padre creyera comprender lo sucedido, el niño sería el primero en ser interrogado.— Diles a mamá y a la abuela que las quiero.

—Kurz…

—Entrena mucho, tienes que ser el mejor espadachín que jamás haya visto este continente. —el chico abrazó a su hermano pequeño, algo que pocas veces solía hacer, y lo volvió a meter de nuevo en la cama, arropándolo con las sábanas y revolviendo sus cabellos con ternura.— Te voy a echar de menos, renacuajo.

Apagó el candil de un soplido y se dio la vuelta para deslizarse con sigilo fuera de la casa. Cuando se giró, se pudo vislumbrar colgando de uno de sus hombros un fardo largo y no muy ancho, como la misma forma que adquiría una espada al ser envuelta en tela.

Tras varias horas en vela Gaudy por fin sucumbió al sueño, aunque intranquilo, sólo para ser despertado a primera hora de la mañana por los violentos zarandeos de su padre. Oía a su abuela llorando en la cocina, y a su madre intentando consolarla. Aquello lo espabiló. Repentinamente despierto y alerta pero fingiendo estar aún medio adormilado contestó a los gritos de su progenitor, y a las preguntas de otro hombre de aspecto intimidante que se recostaba con descaro sobre la puerta de su habitación.

Si, su hermano había ido a despedirse de él aquella noche.
No, no entendía por qué.
No, no le había dicho a dónde iba.
Si, Kurz llevaba algo que parecía un sable a la espalda.

Dejando escapar las lágrimas que había estado reteniendo hasta el momento se quejó a su padre de que le estaba haciendo daño, y el hombre, entre insultos sobre la inutilidad y estupidez del niño, finalmente lo dejó ir. El pequeño se abrazó a su madre y escondió el rostro contra la tela de su camisón, temeroso de que su expresión pudiese revelar cuanto sabía.






Gaudy se despertó poco a poco, sin querer renunciar a la agradable modorra que proporcionaban los rayos de sol que se filtraban entre las hojas. Sentarse en la hierba bajo la sombra de uno de los árboles más grandes del patio interior del Jardín de Balamb definitivamente había sido una buena idea. Había estado soñando algo, pero no conseguía recordar lo qué. Claro que tampoco recordaba haberse quedado dormido. Oh, bueno.

El chico se rascó la nuca al tiempo que abría la boca en un gran bostezo, como habría hecho un oso en su primer despertar de primavera tras haber estado un par de meses hibernando en su cueva; y se estiró alzando los brazos por encima de su cabeza. Su estómago pareció elegir ese momento exacto para protestar de forma muy sonora por la falta de atención que ponía su dueño a sus necesidades vitales y rugió autoritario. Gao gao, dijo, como si fuera un bebé dinosaurio. Y el rubio decidió ceder al mandato de su cuerpo, pensando que tal vez sería una buena idea acercarse y hacer una visita a la cafetería. Una vez probabas aquellos bocadillos de jamón y queso, ya no había escapatoria posible. Y no era como si él quisiera escaparse de aquel vicio exactamente.

Se levantó y se sacudió los pantalones, dando varias palmadas resueltas a su bien formado trasero, porque aunque el césped del Jardín de Balamb se hallase en perfectas condiciones y no hubiera hojas muertas que se pudieran quedar pegadas a su ropa, había ciertas costumbres que uno nunca perdía del todo. Y Gaudy, con pensamientos divagantes ocupando su mente dispersa se puso en marcha hacia su destino. Uno lleno de queso, de jamón y de migas de pan por todas partes.

Caminando con despreocupación dobló una de tantas esquinas y sin previo aviso notó como algo chocaba contra su cuerpo. O más bien dos algos, como procesó su cerebro al ver dos cabezas cubiertas de pelo rubio ligeramente más claro que el suyo propio. Dos cabezas que le llegaban a la altura de los hombros. Apartó con cuidado a aquellas dos figuras mientras él se disculpaba por deambular por ahí ensimismado y no haberles visto, y aquellas dos personas protestaban y lo increpaban con un poco de acritud y un mucho de mala leche.

—¡Es que desde luego, pavo...! ¡A ver si miramos por dónde vamos, colega! — refunfuñó la chica.

—¡Eso, eso, ten un poquico más de ciudado o qué?! Que sepas que me quedo con tu cara, pedazo de… ¡¡EPA!! ¡Epa, epa, epa! —exclamó el chaval dejando de golpe y a medias el gesto intimidatorio que estaba haciendo para palmear repetidas veces el pecho del hasta entonces insultado— ¡Pero si es el Gaudy! ¿Qué vida? ¿Qué te cuentas o qué?

—¿Eeehh!? ¡¡Gaudy!! —la chica decidió que colgarse del hombro de un chaval poco más mayor que ella y una cabeza y media más alto (y que estaba bastante bueno según sus estándares y lenguaje) no era indignamente femenino, y que por tanto podía permitirse el lujo de apegarse a él como una garrapata amorosa.

—…hola Ruffnut, hola Tuffnut —dijo Gaudy tras unos momentos de estupor. Sonrió y se frotó la barbilla con la mano libre, que en aquellos momentos tenía calidad de afortunada por no estar sufriendo la falta de circulación sanguínea producida por el agarre de la chica— No sabía que hubierais venido vosotros también. ¿No os va a echar de menos vuestro padre? ¿Cómo está el señor Thorston?

—Qué dices, colega —rió Tuffnut— Nuestro padre to japi de que hagamos turismo. Y Sverige va estar estas semanas de vacaciones. Fijo que nos pagaría él las misiones con tal de tenernos lejos.

—Bah, ese estiradillo ya tendrá lo suyo con los gemelos —continuó Ruffnut, dejando el magullado brazo musculoso del chico mayor para ponerse a jugar distraídamente con una de sus propias trenzas— Además que van a ser sólo dos semanitas de nada. Hemos venido de cursillo, campamento, lo que sea. Ya sabes, ver otros sitios, pillar tecnologías guays de esas, liarla en otros lugares…

—Psh, lo que no sé es como te han dejado venir a ti, cara moco, que con ese jeto espantas a la peña —su mellizo le sacó la lengua poniendo cara de asco.

—¿Pero qué andas? Lo que no sé es como te han dejado venir a TÍ, so tontolaba, que más lerdo y no naces! —replicó la chica con similar gesto en el rostro.

—¡Claro, con ese culo tan gordo que tienes siempre ocupando MI espacio! —el chico dio un empellón a su hermana, que abrió mucho los ojos. Tanto que hasta se podían contemplar en ellos las llamas del futuro infierno que pensaba desatar sobre su obstinado, maleducado e impertinente mellizo.

—¡Doppelgänger de mierda, ahora vas a ver! —Ruffnut se lanzó sobre su hermano como un ave de presa. Le agarró por los cabellos y estiró con fuerza. Mucha fuerza.

—¡Aaahh!! ¡Asquerosa! —a Tuffnut se le saltaron las lágrimas ante el despiadado asedio de su melena y sin dudarlo ni un segundo le clavó los dientes en el antebrazo.— ¡Fze ffzoy a affzanffaz ed ffzazo! ¡Ffuazza!

Al ver que llegaban a las manos… y a los dientes, Gaudy decidió intervenir antes de que los mellizos se convirtieran en una inmensa bola de polvo, caos, puños, patadas, insultos variados y destrucción masiva.

—Chicos, chicos…—intentó calmar los ánimos. Cuando comprobó que estaba siendo ignorado como quien oía llover, los agarró de los cuellos de sus respectivas camisas, los separó a la fuerza dejándolos en alto sin que sus pies llegasen a tocar el suelo y gritó— ¡¡CHICOS!!

Ambos hermanos se giraron a mirar hacia él como si fueran una sola persona.

—¿Ya? Bien. —Los dejó de nuevo en tierra y se puso en medio para estorbar sus futuras collejas y pataditas, que sabía que habrían de llegar. —No sé vosotros pero yo tengo hambre, iba hacia la cafetería ¿venís conmigo?

Ruffnut y Tuffnut se miraron entre ellos, y encogiéndose de hombros decidieron seguir al mayor, trotando cada uno a un lado de éste. Total, tampoco tenían nada mejor que hacer por el momento.

—Imbécila. —susurró Tuff en dirección a su hermana, tras la espalda de Gaudy.

—Idioto. —contestó la rubia levantando el dedo de en medio y dirigiéndolo al chaval.



« Last Edit: February 16, 2018, 04:26:36 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #22: August 31, 2017, 04:56:14 PM »
Y seguimos con la prueba de Seed de Ruff, Tuff y Hiss.

————

—¡Yuhu! —gritaron los Thorston corriendo hacia la entrada de la cueva, hachas en ristre.

Hisoka suspiró cansado y fue tras su estela con pasos perezosos.

—Se te escapan los peones, jefe de equipo.

—¿Eh? —preguntó Hisoka mirando a su instructor, la manera en que levantó la ceja Íslan le dijo mucho, demasiado— ¡Mierda!

Hisoka echó a correr detrás de los otros dos. Su nota no sólo dependía de lo que hiciera él si no de lo que fuera capaz de hacer con los otros dos.

La entrada a la cueva no era más que una gran grieta en la pared que se iba estrechando a medida que avanzaban. El lugar no parecía demasiado grande, pero aquel tipo de grieta podía estar conectada a cavidades más profundas dentro de la tierra.
Ruffnut y Tuffnut se habían adelantado gritando mientras Hisoka maldecía detrás, vociferando que no hicieran tanto ruido. El cambio de tono del grito de guerra de Tuffnut le hizo pensar que había encontrado problemas unos metros más allá. Se acercó corriendo y vio a Tuff tendido en tierra, moviendo la pierna mientras intentaba librarse de algo. Su hermana se acercaba poco a poco, con el hacha apoyada en el hombro.

—Idioto, ¿qué haces? —preguntó poniéndose en cuclillas a su lado— Nos estás retrasando y no queremos ser como tú.

—¡Tengo algo en el pie! ¡Me está mordiendo mucho, me está mordiendo que te pasas!

Hisoka se agachó a su lado y observó lo que parecían ser restos de algún tipo de mandíbula animal.

—Si me haces caso te lo quito. —soltó Hisoka rotundamente, dándole más sentimiento a la frase añadiendo una mirada inquietante.

Tuffnut asintió con la cabeza rápidamente.

—Tío, ¡pero quítamelo ya!

—Uno, no quiero gritos —dijo Hisoka acercando la mano a los huesos y buscando alguna manera de quitárselos—. Y dos, no soy tu tío.

—¡Como sea!

Hisoka palpó la unión entre la mandíbula superior y la inferior, encontrando así la forma de librar a su compañero, pero al contrario apretó un poquito más. Ruffnut se dio cuenta, pero simplemente sonrió con picardía mientras observaba como su hermano se aguantaba las ganas de gritar.

—Váis a entrar por delante de mí. Paso a paso. Reconoceréis la zona sin perder de vista a los otros dos. ¿Entendido?

—Roger, pequeñín. —dijo Ruffnut con una mano a manera de visera en su frente. Hisoka decidió ignorar el apelativo por bien común.

Tuffnut asintió y la mandíbula se soltó un poco.

—Si veis algo sospechoso o que se mueva lo comunicáis por señas. Habéis cazado antes, sabéis como va el tema.

Los mellizos asintieron otra vez y un simple clic desmontó la mandíbula, liberando el pie de Tuffnut. El joven se levantó y cojeó un poco, pero tres pasos más allá la herida se había recuperado lo suficiente como para que dejase de quejarse por el dolor.

—Maldita sea… —masculló Tuff.

—Mira por donde pisas. —murmuró Hisoka cerca de él antes de indicarle con dos dedos extendidos que continuase por la pared izquierda.

Inspeccionaron el lugar, buscando alguna salida más en la pared de piedra. Sólo vieron una y Hisoka ordenó que la taparan con un pedrusco suelto al que hicieron rodar entre los tres.

—Voy a encender una luz —avisó el jefe de equipo en un susurro mientras buscaba en el saquito que llevaba colgado a la espalda—. Ahora.

Usó una linterna a pilas que había cogido del Jardín. Su luz era blanca y regulable. La encendió pero la luz parpadeó y acabó por apuntar hacia su cara y golpear la parte de abajo, donde iba la batería.
La linterna volvió a funcionar, apuntando los rostros de los tres aprendices y dejándolos ciegos por un momento.

—¡La rehostia! —empezó Tuffnut.

—¡No veo! ¡Estoy ciega! ¡Socorrito! —aulló Ruffnut clavando los dedos en el brazo de Hisoka.

—¡Chst! —calló Hisoka frotándose un ojo y después apuntando al resto de la cueva.

Primero inspeccionaron el techo, que era demasiado liso como para esconder algo del tamaño de un hombre allí. Y luego el suelo.

—¿Qué mierdas es todo esto?

Ruffnut podía ver por fin, pero no soltó a Hisoka, que avanzaba despacio observando todo lo que cubría el suelo.

—Huesos… —dijo Hisoka apartando uno con el pie.

—Eso es una bota —apuntó Tuffnut—. Y ¿más huesos?

La chica arrugó la nariz y se separó un poco de Hisoka, agachándose para inspeccionar los huesos.

—La mayoría son pequeños, como de animales. Y hay muchas raspas de pescado.

—Ya, pero eso es una bota —volvió a señalar Tuffnut—. Tío, y encima está nueva.

Hisoka cambió la dirección de la linterna hacia la roca que habían puesto para tapar la única rotura en la pared. Algo a los pies de la roca llamó su atención.

—¿Eso es sangre? —indagó mientras seguía con el haz de luz el rastro oscuro y brillante.

—¡Wa, que pasada! —oyó a Tuffnut a unos pasos de él— ¡Enano, aquí!

Hisoka tuvo un presentimiento y sus ojos verdes se oscurecieron al ver que el rastro de sangre se estrechaba y le guiaba hasta la voz de su compañero de equipo. La espalda de Tuffnut le tapaba la visión de lo que fuera que había encontrado.
Ruffnut dejó de examinar las raspas de pescado para acercarse correteando hacia su hermano. Hisoka llegó en ese justo momento junto a los dos.

Una capa raída y un sombrero atravesados por un palo de madera fue lo único que encontraron allí. Apartaron la prenda y encontraron más sangre debajo. Hisoka arrastró la sangre con una esquina de la capa.

—Es reciente. Y viene de allí.

Los tres miraron la roca y una idea se formó en sus mentes.

—¡No! —ordenó Hisoka con toda la autoridad que pudo añadir a su voz.

Los mellizos pararon sus movimientos, vacilando por un sólo momento.

—¡Ah, venga ya! —terminó por quejarse la chica— ¡El tío éste no está aquí! ¿¡Cómo lo mato si no lo encuentro!?

—Pero-

—¡Ruff! —llamó su hermano correteando hasta la roca— ¿A la de tres? —preguntó apoyándose en el pedrusco.

Hisoka dejó caer las manos a los costados en un golpe seco y pateó el suelo de la frustración.

—¡Ey, por una vez tienes una idea buena! —se alegró Ruffnut poniéndose junto a su hermano.

—¡Seguramente es…! —empezó Hisoka mientras intentaba apagar la linterna, pero la cuenta de los Thorston tapó su explicación.

—¡Uno, dos y tres!

Empujaron la piedra, haciéndola rodar otra vez. El eco que produjo el movimiento fue mucho más alto de lo que debería haber sido.
Los mellizos agarraron sus hachas y se agacharon para entrar en cuclillas por el hueco de la pared. Hisoka los siguió no sin antes echar mano a la estaca que habían encontrado sobre la capa oscura y hecha trizas.

Una sombra más oscura que las demás se movió en el techo, justo después de que Íslan ingresara por la rotura tras la estela de sus alumnos.
Abrió los ojos que había mantenido cerrados y su visión se adaptó a la poca luz ensanchando las pupilas verticales. Se dejó caer en el suelo y se acercó a la sangre, olisqueándola y apartándose de ella de sopetón. Miró otra vez el hueco, calibrando si podría entrar por él.


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #23: September 30, 2017, 06:20:51 AM »

Un par de semanas después de la ceremonia de graduación de los Seeds, todavía se podía vivir el ambiente festivo en el Jardín de Balamb, fuera con la euforia de los recién graduados presente en el ambiente o los destrozos que aún no habían podido terminar de arreglar. Pero el mundo más allá de los muros de la academia no se detenía por ninguna fiesta, y con más hombres disponibles, el Jardín estaba preparado para recibir una misión en cualquier momento. Para algunos no sería más que otro trabajo que añadir a la lista, mientras que para otros sería su primera vez.

Y eran éstos últimos los que estaban más ansiosos por probarse a sí mismos en el mundo real, nada de simulaciones o entrenamientos.

Entre los primeros afortunados se encontraban el grupo todavía tutelado, como todos, por el instructor Laguna Loire. Kora y Yuri habían sido llamados al despacho de éste a media mañana, quienes habían acudido con toda prisa al imaginarse el qué podría ser.

- ¿Una misión? – Habían coreado, intentando pasar ambos por el marco de la puerta al mismo tiempo.

Laguna los miró por encima del dossier, todavía buscando un hueco libre en su siempre desordenado escritorio para apoyarlo. Apartando una revista de humor que había birlado de secretaría antes de que la subdirectora la confiscara, apoyó el informe al mismo tiempo que sus dos estudiantes conseguían colarse después de varios empujones mutuos.

- Es una misión, ¿a que sí? – Sonrió Kora, sonriendo con ilusión y segura de lo que su intuición le decía. – ¡Qué bien, nuestra primera misión!
- Ya era hora. – Yuri trató de fingir no del todo bien desinterés. – ¿Qué va a ser? ¿Desmantelar una red de narcotráfico?
- ¿Rescatar al atractivo hijo de un empresario que se ha metido en líos con la mafia?
- ¿Luchar contra la guerrilla en el desierto galbadiense?
- ¿Infiltrarse en el certamen de Miss Balamb para evitar un atentado?
- ¿Participar en la guerra civil aetheriense?

Ante la emoción de los dos recién graduados, Laguna levantó una mano, conciliador. Esperaba que el gesto los calmara, tal y como siempre conseguían los guías espirituales con sus excitados alumnos. Kora y Yuri continuaron con sus fantasías de épico soldado Seed.

- ¿Poner paz en la épica batalla entre la residencia de ancianos de Balamb Sur y la de Balamb Norte?
- Chicos... no es nada de eso...
- ¿Quizá tengamos que evitar el robo de las joyas de la corona de Invernalia? – Continuaba Kora, con los ojos brillantes. – Así podría reencontrarme con el príncipe... Isaak de Kraken... oh...
- Espera, creo que está intentando decirnos algo. – La detuvo Yuri.

Finalmente teniendo la atención de éstos, Laguna pudo finalmente explicarles la misión a los dos chicos. Levantó el dossier, aún sin cedérselo a sus dos alumnos. Primero quería hablar con ellos.

- Escuchadme. – Los dos asintieron enérgicamente, como si en ningún momento lo hubieran interrumpido. – Esta es vuestra primera misión, y se ha valorado que no contenga mucho riesgo ni mucha responsabilidad. Creemos que está a la altura de unos recién graduados y que-
- Vamos, que nos han dado una chorrada. – Bufó Yuri, reclinándose en la silla mientras se pasaba la mano por el pelo en gesto frustrado. – ¿A Conchín se le ha subido el gato al árbol y tenemos que bajarlo?
- No, bueno... eso tiene su riesgo, la verdad...

Laguna se frotó la barbilla, tratando de contener malos recuerdos que terminaban en arañazos en la cara y un fundido en negro. Yuri era joven e inexperto, y todavía no conocía los auténticos límites del riesgo. Pero no era momento de caer en ensoñaciones. Aquellos dos tenían una misión que cumplir.

- Esto no es moco de pollo. – Dijo Laguna con el tono más serio que podía, mirando intensamente a los dos jóvenes frente a él.
- Querrás decir moco de pavo. – Le corrigió Yuri, poniendo los ojos en blanco.
- Sí, bueno, eso. – Le quitó importancia al asunto con un movimiento de la mano. – Ahora sí, escuchadme.

Tendió los dos dossieres a Kora y Yuri, extendiéndoles uno en cada mano. Tal y como esperaba, ambos se lanzaron a abrirlo a una velocidad casi inhumana, ojeándolo por encima con avidez y sin realmente enterarse de nada.

- Estás de broma, ¿no? – Bufó Yuri, mirando al dossier como si fuera una criatura del espacio exterior.
- Es una misión primeriza, y aunque no lo creáis, es importante.
- Imagino que cuando dices importante te refieres a que la podrían hacer perfectamente críos de guardería con tijeras en las manos y sin supervisión de un adulto.

El que más disgustado estaba era Yuri, claramente. Kora sólo permanecía con una mueca de decepción en el rostro, repasando una y otra vez la fotografía del cliente con la esperanza de que mutara a un joven atractivo en cualquier momento. Al ver que ninguno de los dos iba a dejar de estar frustrado en un futuro próximo, Laguna tuvo que ponerse un mínimo serio. Por supuesto, ello implicaba mirarlos fijamente y esperar a que guardaran silencio.

Cuando Yuri se cansó de bufar y Kora bajó el volumen de su quejido bajito y constante, similar al sonido de un perro al que no le dan una galleta, hasta ser casi inaudible, decidió volver a hablar para explicarles en qué consistiría su cometido.

- Como sabéis, los Estados Bajos no tienen Jardín y su fuerza militar o policial no es precisamente abundante. Lo cierto es que es una sociedad con índices de criminalidad bastante bajos... – Les guiñó el ojo lentamente al decir 'bajos'.
- Qué chispa tienes.
- Gracias, Yuri. – Laguna carraspeó. – Así que si pasa algo, generalmente piden ayuda a Balamb o Galbadia.
- ¿Te sorprende que haya paz? Consumen marihuana hasta con el café. – Comentó Yuri.
- El cliente, Don Kray es, bueno, un artista que quiere hacer una exposición en la capital.

Laguna continuó explicando, señalando a la foto que había en el dossier. Era un hombre ya situado en los cuarenta años, no demasiado atractivo y con poco pelo, además de poseer una mirada de desquiciado sociópata que poco bien le hacía al cuadro general de su rostro.

- Por lo visto, el señor Kray no acaba de confiar en la seguridad que puede proporcionarle el ayuntamiento de la capital, así que ha pedido al Jardín que un grupo Seed lo escolte y vigile que todo vaya en orden antes y durante la exposición.
- No creo que nadie quiera robarle nada a este hombre. – Dijo Kora, arqueando una ceja y señalando una de las fotografías que había en el informe. – Sus cuadros son horribles.
- Mejor para vosotros entonces. No tendréis mucho trabajo.

Desde el punto de vista que les ofrecía Laguna, tenían que admitir que era cierto: tan sólo tendrían que dar rondas por la exposición ataviados con sus mejores galas mientras bebían cócteles sin alcohol y flirteaban sutilmente con los presentes.

Sí, aquella perspectiva era mucho mejor. Los dos Seeds se acomodaron en la silla, con una postura mucho más relajada al estar más satisfechos con cómo se iban desarrollando los hechos. Laguna les sonrió, más tranquilo él al ver que ya no parecían oponer tanta resistencia. Y sólo había hecho falta que usaran su imaginación un poco.

- Pasad por secretaría a por los billetes de avión, me parece que salís mañana por la tarde.




Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #24: September 30, 2017, 02:33:38 PM »
Nuestro equipo se adentra más y más en la grieta... ¿qué encontrarán ahí dentro?

————

Se esperaron un poco a que sus ojos se acostumbrasen a la falta de luz. Los Thorston estaban antinaturalmente callados y quietos. Respiraban el aire denso poco a poco, llenando sus pulmones de la sensación de inquietud en el ambiente. Se lo estaban pasando teta.
Por su parte, Hisoka seguía pegado a la pared. El túnel por el que habían ingresado no era muy largo y se estrechaba un poquito hacia el final, pero no era nada que no se pudiera solucionar poniéndose a gatas.

El final de aquel túnel daba a una sala un poco más pequeña que la que habían estado antes de entrar ahí. A su izquierda una gran brecha oscura indicaba un camino abierto.
Hisoka notaba en sus oídos el palpitar de la sangre. Un sonido como el rascar de roca con roca llamó la atención de los tres.

—¡Wala, qué pasote! —murmuró Tuffnut acercándose poco a poco hacia aquel camino, de donde provenía el sonido.

—¡Tuff! —llamó Hisoka, yendo tras él y poniéndole la mano en el hombro.

Ruffnut les siguió con pasos presurosos, pegándose después a la pared de roca y asomándose por la brecha hacia delante.

—¡Pst! Esto está negroscuro, no veo ná de ná. —avisó la rubia con los ojos muy abiertos.

Un golpe tan fuerte que hizo estremecer la tierra y algo más oscuro que lo demás al moverse al fondo les hizo reaccionar.
Hisoka tuvo que agarrarse más fuerte a Tuffnut para no perder el equilibrio y el otro movió los brazos vigorosamente para hacer lo mismo. Ruffnut tuvo más suerte, usando la pared como apoyo.

Algo de arena cayó desde el techo, con un ruido siseante. Tuffnut se sacudió a Hisoka de encima y caminó, pero dos pasos más adelante algo se le enredó en los pies, y después de dar vueltas sobre sí mismo terminó de culo en el suelo.

—Hoy no es mi día... —murmuró alcanzando sus pies para quitarse la tela de encima.

Una suave luz, proveniente del túnel les ayudó a visualizar el cuadro de horror en el que se habían metido.
El suelo, el techo y las paredes estaban cubiertos por más capas raídas llenas de sangre, clavadas a la piedra con estacas de madera como la que Hisoka llevaba en una mano. Además de restos humanos en distintos grados de descomposición, sombreros desaliñados esparcidos por aquí y por allá completaban el efecto tétrico de la sala.

Los dedos de Ruffnut asieron el hacha entre temblores de emoción. Tuffnut se levantó y se miró los pantalones manchados de sangre, maldiciendo porque no era suya. Hisoka se dedicó a contar.

—Veinte… contando el de fuera hay un total de veinte.

—Sí, muy bien —aceptó Ruff para luego renegar—. Pero aquí no veo cuerpos, los tíos esos aún tienen que estar más adentro.

Hisoka se exasperó, girándose hacia su compañera para recriminarle.

—¿¡Pero es que no véis qué son…!?

Pero para cuando terminó la frase, los mellizos se movían con sigilo por la sala contigua, hacha en alto y sonrisas de loco dispuestas.
Hisoka cerró los puños, clavándose una astilla de la estaca, afiló la mirada y apretó una hilera de dientes contra la otra.

—Menos mal que tienen regeneración, porque yo no pienso curarlos si no salen de esta.

El jefe de equipo se acercó despacio, colocándose en el mismo sitio que Ruffnut había usado para atisbar hacia el otro lado.
Parecía haber un pasillo y más adelante una mancha más oscura le dejó intuir un desnivel en forma de acantilado a la derecha. Al otro lado creyó ver una pared alta.
Hisoka frunció el ceño y avanzó despacio, detrás de los pasos de sus compañeros.

Otro temblor le hizo parar y esta vez oyó claramente un gemido que sonaba muy humano. Hisoka se desvió hacia la izquierda oyendo como Ruffnut y Tuffnut lanzaban un alarido ronco mientras cargaban hacia delante. Hisoka sacó la linterna de nuevo, apuntando hacia delante y girando el regulador a la máxima potencia. Si los Thorston iban a lanzarse sin más, mejor darles un poco de ventaja cegando a lo que fuera que se iban a enfrentar.

La luz reveló una mano gigantesca, que hacía presa a lo que parecía ser una mujer. La fémina gritó asustada, tapando su cara con los brazos en alto y la mano ascendió al mismo tiempo que los mellizos saltaban hacia ella y clavaban sus hachas en los dedos agrietados.

—¡Tranquila, señorita! —gritó Hisoka sin perder de vista la mano con la luz— ¡Le ayudaremos!

—¡Aaaaah! —gritó Tuff mientras hundía un poco más el hacha y hacía fuerza para sacarla de nuevo— ¡Me cagüen… esto está muy duro!

Ruffnut se agarró al mango de su hacha y puso los pies en el dedo para estirar con toda la fuerza de su cuerpo. La mano se elevó, llevándosela detrás. Tuffnut perdió el agarre del mango y se quedó en el suelo, soltando improperios mientras señalaba su arma.
La mano volvió a bajar y Tuffnut se apartó a todo correr, agarrándose el casco con una mano y derrapando por el suelo al frenar para mirar atrás.

Cuando la mano monstruosa dio de lleno en el suelo, la fuerza imprimida ayudó a la melliza a sacar el hacha, cayendo hacia atrás y rebotando un par de veces en el suelo sobre su trasero. Terminó parpadeando, mirando su hacha ensangrentada mientras un chorro de sangre salía de la herida que acababa de hacer, salpicándole la cara.
Un aullido proviniente del borde del acantilado resonó en toda la cueva.

—¡Moooola! —enfatizó Ruffnut levantándose a toda prisa para volver a la carga junto a su hermano, que ya había alcanzado otra vez el hacha perdida.

Hisoka, mientras tanto, abrió los canales de su mente, intentando conectar sus sentimientos con los de la prisionera para averiguar algo más de la situación en la que se habían visto envueltos.
Un nombre vino a su mente.

—¡Reiri, aguante Reiri! —animó desde la pared mientras la mano volvía a subir un poco más, con sus tres ocupantes colgando de ella.

Hisoka avanzó un paso, dos, tres… hasta que el dolor en su mente se hizo presente, trasladándose a su cuerpo de inmediato.
Desnutrición, pérdida de sangre, falta de fé. Ninguna esperanza a la que aferrarte y oscuridad. Las sensaciones le golpearon tan fuerte que cayó de rodillas al suelo. Su empatía se estaba descontrolando.
Y justo en ese momento, al volver a caer aquella mano enorme, Hisoka se desplomó. No sin antes llegar a tiempo de ver como el cuerpo al que estaba unido la mano emergía del abismo.

Grande, oscuro, peludo. Con una cara alargada que debía medir alrededor de dos o tres metros. Los ojos de aquella criatura se achicaron al entrar en contacto con la luz y gimió.
La linterna rodó por el suelo, cambiando la dirección del foco hacia la pared gris y marrón, revelando una abertura natural a la que habían añadido barrotes. Dentro, los cuerpos amontonados de los desaparecidos estaban quietos, rígidos, mayoritariamente muertos.

Con tanto movimiento, nadie oyó como unas uñas duras escarbaban en la roca, ensanchando el pequeño túnel por el que equipo e instructor habían entrado.


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #25: September 30, 2017, 04:47:40 PM »
Calvos y melenas por todas partes, este mes toca salón de belleza xD








—Eh, tú, capullo. Ya estás quitando ahora mismo esos dedarros de mi material, que esas armas las he pagado yo —el manotazo no se hizo esperar— y me han costado un huevo.

El hombre de piel morena se limitó a observarlo tras las gafas de sol, y cuando parecía que iba a ignorar el comentario del rubio, habló.

—¿Entonces ya no tienes ninguno? —preguntó con tono serio.

—¿Eh? —aquello descolocó al otro, aunque fue sólo por unos momentos— Ruddy, si acabas de intentar hacer una broma, déjalo. El humor no es lo tuyo. Deberías haberlo asumido cuando te echaron del circo.

—Al menos a mi no me desahuciaron del zoológico —el grandullón se encogió de hombros, recolocándose las gafas sobre el puente de la nariz.— ¿Y Reno?

—Yo que sé, andará por ahí, en el club. O se habrá ido de putas. A él que se lo hacen de gratis, el cabrón.—refunfuñó el rubio mientras jugaba con su revólver nuevo.

La puerta de la habitación se abrió golpe, resonando con un eco metálico en las paredes del sótano. El recién llegado se terminó de aflojar la corbata, dejándola que colgase suelta a ambos lados del cuello de la camisa ya abierta. Se quitó la americana y la lanzó sobre uno de los sofás que había junto a la entrada, sin preocuparse de cómo cayera.

—Hola kurdos. ¿Qué hacéis? —dijo aflojando la goma que recogía su cabello largo y rojo en una coleta sobre la nuca. Sacó un paquete de tabaco del bolsillo del pantalón del traje, encendió un cigarrillo y le dio una calada— Ya pensaba que no me soltaban, vaya pandilla de ninfómanas.

—Vete a la mierda, rojo —contestó el rubio saludándolo con una sonrisa llena de dientes y el dedo de en medio de la mano izquierda levantado en señal de afecto— ¿Es dura la vida de puto?

—Host, rubia, HO-S-T —dijo soltando el humo por un resquicio entre sus labios— Sólo cuando hay tipas desesperadas que intentan meterme mano sin que me de cuenta, cosa difícil.

El rubio sólo hizo un ademán despreciativo con la mano, y siguió jugueteando con sus recientes adquisiciones bélicas.

—¿Por qué kurdos? —preguntó el hombre más alto, tras dar un trago a una botella de cerveza.

—Kurz más Rude. Elemental, ¿no? —el pelirrojo se rascó la cabeza, y tomó la cerveza que le ofrecía el moreno.

—Hmm. No deberías beber tanto. —comentó éste frotando un cristal de sus gafas de sol con la esquina de la manga de su camisa.

—Pues entonces no me ofrezcas, macho, que ya llevo encima como para ir a mear y estar horas y horas y horas y horas y… bueno, lo pilláis.

—Ya se nota ya, cabrón, que vas bien cocido. —Kurz rió por lo bajo, metiendo una mano bajo la cintura de su pantalón vaquero y rascando con pereza.— ¿Hace una partida?

Rude sacó el tapete verde y lo extendió sobre la mesa baja que había en mitad de la habitación, sin mediar palabra. Después cogió la baraja que había junto a uno de los ordenadores, y empezó a mezclar los naipes entre sí. Los otros dos acercaron los sofás hasta la mesa, uno sentándose y el otro dejándose caer a plomo, sin derramar el líquido que le quedaba en la botella de cerveza.

—Va, tira, pero nada de pajas mentales como las de la última vez. Que el melenas y yo —dijo Reno señalando al hombre de piel morena y cabeza rapada— curramos mañana.

El pelirrojo aún recordaba la última que le había liado Kurz, se había colocado hasta las cejas y había acabado por vomitarle por encima del traje nuevo. Nada en comparación con la paliza que había estado a punto de darle su jefe. No otra vez, gracias.

Desde la calle se filtraba el ruido de las sirenas de los coches de policía, y algún que otro disparo a lo lejos. Lo de siempre.

« Last Edit: June 12, 2018, 06:12:45 AM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #26: September 30, 2017, 06:51:30 PM »
Me muiro de sueño, pero casi terminamos con el examen de estos tres TVT

————

La luz que había cegado a Reiri ya no apuntaba a su cara, pero el monstruo que la tenía atrapada aún seguía atontado y algo desorientado por ella. Liberada del terror psicológico que la criatura había imprimido en su mente, la chica usó sus poderes para teleportarse a una pequeña distancia convirtiendo su cuerpo en diminutos murciélagos que se volvieron a unir cerca de donde Hisoka empezaba a tener convulsiones.
Los Thorston, ajenos a este hecho, continuaron con su refriega.

—¡Ahora, ahora! —gritó Ruffnut, volviendo a clavar el hacha en el mismo lugar de antes y desprendiendo parte del dedo, que cayó con un sonido desagradable en el suelo y luego rodó unos metros más allá.

—¿¡Dónde le doy!? —preguntó Tuff exaltado, echando el hacha atrás para tomar impulso.

—¡En la nariz! —respondió su hermana.

Tuffnut se tomó un momento para observar en la penumbra aquel rostro deforme.

—¡Pero si no tiene! —señaló dejando caer el hacha y rodando los ojos mientras hundía la cabeza entre los hombros.

Ruffnut se encogió de hombros y volvió a lo suyo. Tuff decidió que cualquier lugar era tan bueno como otro y enarboló el hacha, lanzándose de lleno a la cara del bicho, saltando en el borde del precipicio para hundir el filo de su arma en el ojo de la criatura.

Mientras, Reiri se agachó al lado de Hisoka y lo agarró de los hombros, apoyando la cabeza del chico en uno de sus muslos.

—¡Ey, responde! —dijo frunciendo el ceño mientras veía como Hisoka convulsionaba otra vez—. Que desperdicio… un chico tan joven y guapo.

Sacó un pañuelo de entre su ropa y limpió la babita que se le escapaba al muchacho. Puso su mano cariñosa encima de la mejilla y sonrió cálidamente. Y de repente su mano subió y bajó con ímpetu, golpeando esa misma mejilla con una bofetada que dejó vibrando mano y cara.
Hisoka salió de su trance y dio una bocanada de aire muy necesitada mientras se incorporaba. Se frotó las sienes y miró a los barrotes, hacia donde su linterna a pilas apuntaba.

—¡Hay que sacarlos! —gritó levantándose y trastabillando— ¡Aún hay gente viva!

Se volvió a levantar y corrió hasta las barras de hierro forjado, dispuesto a arrancarlas con las manos si hacía falta, pero por suerte aquella prisión no estaba cerrada con llave. La sombra de sus piernas tapó los rasgos de un rostro escuálido que se giró hacia a él cuando movió la puerta a un lado.
Reiri suspiró y fue a ayudarle. Después de todo, sin la intervención repentina de aquellos tres, ella habría seguido atrapada en el terror primitivo que podía infundir la criatura.

Hisoka seleccionó a las únicas tres personas que aún respiraban de aquel montón de cuerpos, arrastrándolas hacia la puerta. Reiri las sacó de la celda, dejándolas tumbadas en el suelo de la cueva.
Un golpe sordo llamó la atención de ambos. El cuerpo de Ruffnut yacía en el suelo en una posición poco natural. Durante un segundo la sangre en las venas de Hisoka se enfrió, pero el gemido de frustración de la rubia y sus movimientos le devolvieron los ánimos. Ruff se apoyó en los codos y encajó de nuevo en su sitio correspondiente el hueso que se había descolocado en su pierna, rasgando músculos y tendones en el proceso.

—Puta madre, cómo pica… —se quejó mientras frotaba la piel y veía como se iba regenerando en cuestión de segundos.

Tuffnut no lo tenía mucho mejor. Colgado de una oreja puntiaguda de aquel monstruo, había perdido el hacha en las profundidades de la caverna. Pero todo iría bien mientras su casco se mantuviera a salvo en su cabeza.
Se balanceó, tomando impulso para saltar sobre la coronilla de aquella cosa que empezó a sacudirse con fuerza. Pero Tuffnut mantuvo el equilibrio, dejándose deslizar por el otro lado de la cabeza y aterrizando en el hombro.
Le dio una patada por donde según las reglas anatómicas universales debía haber una yugular y saltó hacia el suelo, dejándose caer sobre el pecho y derrapando, con una mano en el casco, hasta chocar con un pie de su hermana.

—Están muy mal. —informó Reiri.

—Ya, pero se curan solos.

—No, ellos no. Estos —la chica apuntó a los supervivientes, apartándose el pelo largo, negro y lacio, dejándolo caer grácilmente detrás de su hombro derecho—. Al borde de la muerte, no creo que salgan vivos de aquí.

Hisoka se sentó sobre sus rodillas después de examinarlos uno a uno con prisas. Subió las mangas de su camiseta hasta los codos y sonrió con autosuficiencia.

—De eso me puedo encargar yo.

Extendió las manos encima de los cuerpos que apenas si respiraban ya. Sus palmas brillaron con una luz suave y blanquecina. Reiri se apartó un poco y observó como los tres supervivientes era envueltos por aquella misma pálida luz. Hisoka parecía muy concentrado en su tarea y Reiri no quiso interrumpir lo que fuera que estaba haciendo.

Justo cuando la morena estaba calibrando la posibilidad de desaparecer, una mano aferró su hombro con fuerza.

—¡Cambio de planes! —se oyó una voz jovial y llena de energía— ¡Vuestra misión es sacar a los supervivientes con vida!

—Íslan. —reconoció Hisoka sin hacer otro movimiento que el de sus labios para hablar.

—Tranquila, a tí también te sacaremos sana y salva —la mano de Íslan apretó un poquito más el delicado hombro antes de palmearlo amistosamente—. Por lo que he visto… a ese bicho le hace daño la luz.

El instructor se alejó unos pasos para agarrar la linterna, cuya luz parpadeó al cogerla. La apuntó directamente hacia donde los Thorston seguían con sus escaramuzas, consiguiendo que la criatura gimiera de nuevo y levantase una mano contra el techo de la cueva, haciendo temblar todo el lugar.

Hisoka tuvo que poner una mano en el suelo para no caer encima de los otros tres moribundos, pero siguió con su curación con la otra, afanándose para poder sacarlos de allí pronto. Íslan cambió el peso de un pie a otro sin llegar a caer, pero cambiando la dirección de la linterna varias veces, perdiendo de vista al monstruo.
Tuffnut se cayó de bruces al suelo en su carrera hacia su presa. Ruffnut estaba agarrada a la mano que había golpeado el techo, pero sus reflejos le salvaron de una caída de treinta metros sin red.
Reiri tuvo que dar unos pasos hacia delante, apoyando las manos en las rodillas cuando el temblor paró.

La mano gigantesca bajó a peso, con Ruffnut gritando y clavando las uñas en ella. El puño bajó directo hacia Reiri, que no lo vio venir.
Una sombra oscura se interpuso entre el puño y ambas mujeres, arañando la mano y mordiéndola con dientes como de gatito. La criatura gimió y el nuevo ser en escena gruñó satisfecho, agarrándose al puño con las cuatro patas.

—¿¡Qué es eso!? —gritó Ruffnut presa de la adrenalina.

‘Eso’ desplegó sus alas y las batió. Los cerca de seis metros de envergadura fueron suficientes para plantarle cara a la fuerza bruta del monstruo, obligándole a girar mano y brazo y sacándole otro chillido.
Ruffnut se vio bocabajo por un momento y con un grito de princesa guerrera saltó al suelo con un aterrizaje limpio.

—¿Un dragón? —preguntó Íslan, observando la escena y muriéndose por actuar.

Pero no podía ayudar a sus alumnos. Al menos, él no. Aún no.

La criatura bufó y se irguió un poco más, abriendo la mano y atrapando al dragón por una de sus patas traseras con las cuatro garras que aún le quedaban. Con esfuerzo, se empujó y dejó caer la mano sana sobre el dragón, clavando las uñas en el suelo.

Aunque no lo podían ver, los pies del monstruo ya no llegaban a tocar el suelo de la parte baja del acantilado.
El dragón se revolvió dentro de su prisión de carne, calculando cual era el mejor movimiento que podría hacer. No podía lanzar rayos porque el espacio era tan reducido que la explosión lo pillaría con la boca abierta, dañándose a sí mismo. Y aunque sus garras eran fuertes y sus dientes afilados, aquel monstruo parecía ignorar el dolor que le provocaba. Frustrado, el dragón gruñó.

Tuffnut tomó el relevo a su hermana, recogiendo el hacha de ésta del suelo y lanzándose a la carga por puro instinto. Por suerte, su arma se hundió en otra de las heridas que le habían provocado en las manos anteriormente, acabando de romper otro dedo y dejando una vía libre al dragón, que no desaprovechó la oportunidad y salió volando de allí dentro.

Mientras la acción ocurría, Reiri se había dedicado a flotar a una distancia prudencial, consciente de que ahora también le debía su vida a aquel dragón negro de cara achatada. Chistó poco satisfecha por los hechos y se cruzó de brazos, enfurruñada.

—Está bien… —murmuró mientras hacía pie.

Puso una mano en el pecho de Tuffnut, que estaba dispuesto de nuevo a atacar, bloqueando también el camino de su hermana.

—Sacadlos mientras le distraigo. —ordenó Reiri sin girarse para mirar a los aspirantes a Seed a los ojos.

Los Thorston abrieron la boca para protestar, pero la llamada autoritaria de Hisoka, que ya había terminado con los primeros auxilios necesarios, y el estirón de pelo de su maestro, rectificó su ruta y los puso al trabajo de inmediato.
Ruffnut se cargó al hombro a un hombre que tenía pinta de haber sido fornido en algún pasado lejano, pero que ahora no era más que un saco de huesos alargado. Tuff, por su parte, cargó a una joven y un niño, cada cual debajo de un brazo. Hisoka se levantó para ayudar, pero el uso de sus poderes hizo mella en él y cayó de rodillas mareado. Íslan puso una mano en la cabeza de su alumno e instó a los otros dos a continuar con su misión.

—La prioridad son los civiles. Volved a por Hisoka después. —aconsejó.

—¡Fuera! —gritó Hisoka sentándose y apoyando la espalda en la pared— ¡Es una orden!

Los mellizos se miraron, y aunque se pasaban las órdenes por el forro y no les gustaba dejar a ningún compañero atrás, lo hicieron. Cuanto más rápido salieran, más rápido podrían volver a entrar.


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #27: October 22, 2017, 05:53:15 AM »
Y con eso ya puedo decir que se termina el examen de Seed de mis bebés invernalienses.

————

Los mellizos recorrieron el camino hasta la salida de la cueva lo más rápido que pudieron, sin reparar en que el túnel era bastante más grande esta vez. Allá afuera, la luz del sol se colaba entre las copas de los árboles, pero aún así la diferencia de intensidad quemaba a los ojos.
Se metieron a la cueva casi ciegos, teniendo que buscar el camino de vuelta a tientas.
Ruffnut llegó primero y fue directa hacia Hisoka, que parecía bastante repuesto, al menos mentalmente.

Se agachó a su lado y pasó el brazo por la espalda del chico, colocando el de él alrededor de sus hombros. Se levantó, haciéndole de muleta. Hisoka gruñó por el esfuerzo y jadeó un poco.

—¿Cuántas veces te he dicho que no te pases curando? Luego te quedas hecho un trapo.

Hisoka le quitó importancia al comentario de su compañera con un movimiento de cabeza algo errático.
Tuffnut se había unido a la lucha contra el monstruo, apoderándose del hacha de su hermana. Reiri lo distraía volando de aquí para allá, coordinando el ataque de los murciélagos que podía controlar. El dragón ponía también de su parte, acercándose para arañar y desgarrar jirones de piel que parecían cuero viejo.

—¡Salid! —ordenó Reiri al ver que los mellizos volvían a por su compañero.

El dragón se retiró hacia un hueco en la pared, agarrándose con las cuatro patas del borde y estirando el cuello. Entreabrió la boca, que empezó a brillar.
Tuffnut, que nunca había entendido muy bien aquello de la disciplina, corrió por uno de los brazos del monstruo y cuando llegó a la altura de su hombro saltó, dándole una patada en la mejilla mientras su cuerpo giraba en el aire. Aterrizó en aquel mismo hombro y se dispuso a correr de nuevo cuando la criatura se movió mucho más rápido de lo que había hecho en toda la lucha, apartando el cuerpo del rubio con un manotazo de su mano sana.

El cuerpo de Tuffnut cayó hacia atrás mientras el muchacho movía piernas y brazos buscando algo a lo que aferrarse, pero allí sólo había aire y un fondo que cada vez estaba más cerca. Tuff se giró. Si iba a morir miraría a la muerte de frente.
Un silbido cortó el aire y Tuffnut aterrizó con un golpe fuerte contra algo más blando que la roca que le esperaba, cinco metros más allá.

—¡Uaaaah! —gritó mientras emergía por encima del nivel donde su hermana había correteado soltando a Hisoka para ver que era del energúmeno de su hermano— ¡Toma yaaaa!

Dragón y jinete se elevaron en el aire y aterrizaron sanos y salvos frente a Íslan. El dragón negro esperó pacientemente a que Tuffnut se dejase caer al suelo. Se sacudió entero, pegando el morro al suelo y levantando la cola mientras extendía las alas, calculando distancias.

—¡Mal nacido! —llamó Ruff, golpeando a su mellizo en el casco, haciendo que se encogiera por el susto y las reverberaciones en su cerebro— ¡Sólo te puedo matar yo!

Reiri se transportó a medio camino entre Hisoka, que se apoyaba ahora en su instructor y los Thorston, que discutían al lado del dragón.

—Creo que tenemos un problema. —habló levantando una ceja y señalando hacia la brecha que conducía al exterior.

La criatura se había encaramado a su nivel y ahora cubría con sus veinte metros de altura toda la salida.

El dragón cambió su posición, estirando el cuello y abriendo la boca, sus dientes se retiraron y la luz explotó en la cueva. Cinco disparos de una luz helada y ligeramente azul dieron de lleno en el monstruo. La electricidad recorrió su cuerpo y aunque tenía ligeros quemazos en los impactos, pareció recuperarse con sólo sacudir su cuerpo peludo.
El dragón volvió a intentarlo dos veces más, haciendo blanco en la cabeza y en un hombro, pero obtuvo el mismo resultado. El humo salía de la boca del dragón, que gruñó frustrado.

Reiri apretó los labios y tomó una decisión.

—No lo mataremos con eso, sólo lo podremos distraer. —informó.

Ruffnut y Tuffnut por una vez se quedaron boquiabiertos pero callados. Íslan se mesó la barbilla y frunció ligeramente el ceño.

—¿Los habéis puesto a salvo? —se dirigió a los mellizos que asintieron aún anonadados— ¡Felicidades, acabáis de aprobar el examen!

Íslan sacó un matasuegras de su chaleco y sopló, desconcertando a todo el mundo. Criatura incluída.

—¿Y ahora, cómo lo mato? —indagó el Seed girándose hacia la mujer de pelo negro.

Reiri se mordió el labio inferior y siguió soltando información.

—Una estaca en el corazón, creo. O luz solar.

—Un vampiro… —murmuró Hisoka—. Intentaba decirlo desde el principio.

—¡Proto! Proto-vampiro —corrigió Reiri—. Creo, no estoy segura.

Íslan parpadeó. Sonrió ampliamente y apretó su mano enguantada en la cintura de Hisoka.

—Pero no tenemos una estaca tan grande y no hay manera de traer luz del sol hasta aquí.

—¿Ah, no? —la figura de Íslan empezó a brillar poco a poco y Reiri se apartó a todo correr, chocando con los mellizos.

—¿¡Qué haces!?

—Traer luz del sol. —explicó Íslan como si brillar fuera la cosa más natural del mundo.

—¡Me matarás!

Reiri siguió retrocediendo más y más, con los puños sobre sus mejillas, casi en sus oídos. El pánico que sintió era tan fuerte que Hisoka se vio arrastrado a la vorágine de sentimientos con ella.

—¡Es una vampiresa! —gritó Hisoka con las manos en los oídos antes de gemir.

La ligera luz que Íslan estaba desprendiendo acabó de rematar el estado de peligro en el que el proto-vampiro se encontraba, que atacó a lo primero que vio moverse por instinto.

El dragón, viendo que la mano iba directa hacia Reiri lanzó otro disparo de plasma eléctrico, que desvió los dedos lo suficiente como para que no dañaran a la vampiresa. Lanzó su noveno disparo a la otra mano pero cuando vio que las dos manos se movían para atrapar a la chica, se lanzó sin pensárselo, agarrando a Reiri con las patas delanteras, de espaldas al monstruo y echando a volar.
La criatura consiguió atrapar la cola del dragón, haciéndole caer. Pero la bestia se encorvó sobre Reiri, protegiéndola con su cuerpo y cubriéndola enteramente con sus alas negras.

Íslan vio el momento y lo aprovechó.

—¡Los ojos! —fue la única alarma que dio antes de que la explosión de luz inundara la cueva.

Fue como el nacimiento de una estrella. O al menos como cualquier persona se lo podría haber imaginado.
No se oyó ninguna explosión, pero sí un gemido ronco que hizo temblar toda la cueva. No pasaron ni dos segundos antes de que una lluvia de cenizas inundasen el lugar, dejando el aire espeso y difícil de respirar.
El proto-vampiro, como lo había llamado Reiri, no estaba por ninguna parte. O más bien, estaba por todas.

Los mellizos tosieron con las manos en las rodillas y Hisoka se llevó el cuello de la camiseta a la nariz. Íslan sonreía como si estuviera acostumbrando a inhalar cenizas. Probablemente lo estaba, uno de sus hobbies era acercarse a cosas peligrosas, como dragones o volcanes.
Una vez que la niebla se disipó Hisoka hizo uso de la linterna, aunque Íslan seguía brillando, ahora con un aura mucho más calmada.

—Instructor, la vampira —dijo Hisoka, caminando hacia el dragón, despacio pero decidido—. Tu luz le afecta.

—Eso, jefe. Vas a matarla si sigues brillando. —apuntó Tuffnut, dándole una palmada en el hombro a su hermana que casi la tiró al suelo.

Ruff respondió empujándole con las dos manos, haciendo que él sí cayese al duro piso de piedra.

—Muerte por sonrisa. —añadió Ruffnut, haciendo muecas hacia su mellizo antes de corretear, mano en casco, hacia Hisoka.

Ílan se disculpó con una mano en la nuca y se apagó del todo, reuniéndose con sus tres polluelos alrededor del dragón.
Ruffnut se había acuclillado en el suelo para inspeccionar al dragón.
El reptil se movió un poco al notar una mano sobre su pata y se apartó para dejar ver el tesoro que tenía guardado bajo su cuerpo. Reiri les miraba de hito en hito, sorprendida por los acontecimientos de los últimos minutos. Antes de decir nada arrugó la nariz y olisqueó el aire.

—Huele a sangre.

Nadie le había respondido aún cuando el dragón se desplomó encima de ella. Tenía parte de la cola desgarrada.


————

—Estoy en deuda con vosotros —habló Reiri dentro de la primera sección de la cueva—. Mal que me pese admitirlo, me habéis salvado.

Íslan asintió a su lado, en la penumbra del lugar.
Sus estudiantes estaban apañándoselas para izar a los tres supervivientes y al dragón, al que Hisoka sólo había podido cerrarle la herida para que dejara de sangrar después de gastar el grueso de sus poderes sanadores en los desnutridos cuerpos que ahora habían recuperado un tanto sus fuerzas.

—Tu ayuda ha sido inestimable para nosotros también. —concedió el instructor con las manos entrelazadas en su espalda.

Reiri chasqueó la lengua. Aunque le gustaría dejar el tema como estaba, sabía quién habría podido sobrevivir sin ayuda y eso lastimaba un poco su orgullo, obligándole a insistir.

—Pero os debo un favor —repitió—. Uno muy grande.

Y lo que no estaba diciendo era que, como vampiresa, estaba obligada a pagar las deudas de sangre.
Íslan volvió a asentir, con una sonrisita en sus labios. Hisoka estaba en lo alto de la colina, arriba de la cueva, montando varias camillas improvisadas en las que arrastrar a los cuatro convalecientes de vuelta al todoterreno, a una hora de camino a pie.

—Vosotros sabéis mi nombre, pero yo no sé a quién le debo la vida… ¿podrías decírmelo? —Reiri tanteó el terreno, probando cual sería la respuesta del hombre de pelo platino.

—Oh, al Jardín de Invernalia.

La vampiresa parpadeó confusa.

—¿Qué? ¿Al Jardín de Invernalia?

Íslan cabeceó afirmativamente y caminó hacia la salida, alejándose de ella.

—Estábamos aquí en una misión, no somos más que peones del Jardín. Que te vaya bien, Reiri.

El instructor levantó una mano en forma de saludo, saliendo a la luz del sol para seguir a sus alumnos y guiarlos de vuelta a casa.
Reiri miró el camino por el que el Seed se había largado con los ojos muy abiertos.

—Perfecto —escupió con rabia, cruzándose de brazos—. A todo un Jardín.


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #28: October 22, 2017, 06:10:20 AM »
Algún día tendrán iconitos monos, pero hoy no es ese dia '"OTL. -empuja la trama maligna hacia adelante-
Tengo una relación amor-odio con estos dos. Más odio que amor.







La mujer se pasó una mano de forma distraída por la nuca, desenredando con los dedos sus cortos rizos oscuros. La fina toalla con la que se cubría se pegaba a su cuerpo todavía demasiado húmedo, revelando sus curvas sensuales y voluptuosas. Se hallaba en pie y descalza frente a los amplios ventanales sin acristalar; cuyas cortinas, de gasa de un tono anaranjado intenso flotaban sueltas y vaporosas, ocultando la vista de su figura de la animada calle bajo su balcón, rebosante de gente en las últimas horas de la tarde.

Una llamada de tres golpes secos resonó desde la puerta. La mujer la ignoró. Pasado un escaso minuto la persona del lado del pasillo volvió a llamar, y la mujer dirigió su mirada de reojo a la entrada de la habitación, observando la puerta.

—Anda. Pasa, pasa.. —comentó más bien con desgana. Sabía que si no se hubiera dignado a responder, aquel estúpido habría entrado de igual manera.

—Si no quieres verme puedes decirlo con toda franqueza, ya lo sabes. —El joven se deslizó de manera silenciosa dentro de la estancia y sonrió de forma forzada con los ojos entrecerrados.

—¿Y eso conseguiría hacer que desaparecieras de mi vista y me dejases en paz de una vez? —la mujer enarcó una ceja con incredulidad. Al ver que el recién llegado sólo negaba con la cabeza sin perder aquella enervante expresión de su rostro, murmuró entre dientes— Ya, lo que pensaba.

No estaba segura de si la Orden le había asignado un compañero en su misión porque realmente creían que lo necesitaba, cosa que la ofendía; o porque les hacía falta que alguien ejerciera de niñera con el inepto social, y sabían de sobra que ella no lo soportaba. Bien mirado, para la Orden era una forma fácil y rápida de matar dos pájaros de un tiro; la castigaban por haber tenido iniciativa por sí misma, y se quitaban de encima un estorbo más.
Sin embargo, Kitiara tampoco se negaba rotundamente a creer que lo que le habían puesto a su cargo era un espía. No sería la primera vez. Pero ella no era tan tonta como para dar siquiera el más mínimo signo delator de tener una agenda propia con objetivos distintos a los de la Orden. «O quizá no tan distintos, al fin y al cabo…» pensó con cierta ironía. De cualquier modo, le convenía que siguieran creyendo que simplemente tenía su propia manera poco ortodoxa de hacer las cosas.

Una gota de agua escurrió desde su nuca, bajando por su cuello y resbalando entre sus omóplatos, perdiéndose en la toalla. Se giró hacia el joven, que seguía ahí plantado mirando en dirección a la gran cama con dosel en el centro de la estancia.

—¿Y bien? —desde luego era difícil no demostrar impaciencia con semejante pasmarote.

—Ah, nuestro anfitrión quiere saber si… la dama… honrará la cena con su presencia. —algo que podría haber parecido sarcasmo tiñó ligerísimamente la voz del hombre.

—Me temo que no. La dama se encuentra fatigada tras el largo viaje y sufre de un insoportable dolor de cabeza —replicó Kitiara marcando la inflexión de ciertas palabras sin perder la compostura ni un momento. El joven ensanchó la sonrisa, como si fuera un gato que acababa de asegurarse una muy deliciosa comida entre sus zarpas.

—¿Debo entonces transmitirle tu malestar? Te recuerdo, aunque probablemente ya lo sepas desde hace muchos años y de primera mano, que el método más efectivo para combatir una migraña obcecada es el sexo. Nada como un potente orgasmo. —al decir esto el hombre fijó la vista en las sábanas revueltas y desordenadas de la cama, mientras una expresión mordaz asomaba a su rostro— y el viejo no tiene otra cosa en mente que complacer a su admirada huésped.

***

Justo en el momento en el que Sai cerró la puerta tras de él, adivinó por el sonido que la daga que la mujer llevaba consigo en todo momento se había clavado con firmeza en la madera. Soltó el pomo y se alejó de la habitación pasillo abajo, sonriendo tranquilamente. Aún tenía tiempo de dar una vuelta por el mercado de Chudiyan antes de la cena.



Había muchas tabernas y cervecerías en la populosa ciudad. El nombre de una de ellas, la que había descubierto Sai mientras deambulaba esperando matar el rato hasta que pudiera volver a su alojamiento sin estorbar demasiado, llamaba curiosamente su atención. La Luna del Arcano.

El cartel del establecimiento mostraba a un hombre colgado de una soga; un dibujo realizado con colores demasiado chillones (y aunque todos los colores eran chillones en aquella ciudad, el rostro del ahorcado era particularmente truculento) recortado sobre el fondo de una brillante luna amarilla. A saber qué relación tendría el ahorcado con el nombre de la cervecería, según había podido averiguar Sai la opinión generalizada era que aunque lo negase al ser preguntado, el propietario había confundido “arcano” con “ahorcado”.
Meciéndose con la brisa de un modo muy acorde con el colgado que representaba, el cartel hacía que muchos transeúntes se parasen en seco y contemplasen el dibujo sorprendidos, con los ojos muy abiertos. Pero la taberna no estaba precisamente atestada de clientes.
Además de la desventaja de tener un letrero que cuando menos revolvía el estómago, La Luna del Arcano estaba situada en una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad, al final de un callejón sinuoso en el que había edificios en ruinas que estaban abandonados, lejos de la plaza del mercado principal, de las calles de los comercios de prestigio y de la mansión donde Sai y su compañera (aunque debería decir jefa) estaban alojados.

La comida era una basura que no merecía llamarse como tal, pero pese a todo, al joven le gustaba el lugar. Había buscado por gran parte de la ciudad un lugar como aquel, algo “retirado” donde se pudiera encontrar un poco de “paz y tranquilidad”, donde las camareras no agobiaran hasta el hartazgo preguntando si quería otra cerveza. Él sólo quería dibujar.
Cierto era que para dibujar podía haberse quedado en su habitación, que estaba lo suficientemente alejada de la de Kitiara como para ser olvidado por unas horas. Pero aquello requería permanecer bajo el mismo techo que el ricachón que les había hospedado. No sabía qué métodos habría empleado Kitiara para ganárselo, y si era sincero tampoco quería saberlos. Era obvio qué es lo que el viejo iba buscando sacar a cambio. Y había tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no destriparlo ahí mismo como a un cerdo cuando le había encargado invitar de su parte a su adorada dama.

Por favor. Kitiara era de todo menos una dama. No porque no tuviera la educación necesaria, o no supiera conducirse como estaba establecido. Ni mucho menos. No era una dama porque no le daba la gana, y carecía de la paciencia necesaria para fingirse como tal durante toda su vida.

Una dama no jugaba sucio, más sucio que cualquier mercenario de poca monta que pudiera perderse en tabernas de mala muerte como aquella. Una dama no usaba su cuerpo si no tenía con qué pagar por su vida cuando la situación se ponía fea. Una dama no era capaz de seducir al hombre más estoico para después apuñalarlo por la espalda en el momento que tuviera las cartas a su favor, y limpiar su daga manchada se sangre en los calzones del estúpido.

No, Kitirara no era una dama.

Si acaso, era la mayor zorra que hubiera tenido ocasión de conocer hasta entonces. Pero era ambiciosa y sabía realizar sus jugadas con la mezcla exacta de previsión táctica y temeridad.

Sai recogió su cuaderno y guardó su carboncillo, sacando unas monedas del bolsillo de su pantalón y depositándolas sobre la mesa, como pago por la cerveza que había pedido. Cerveza que había olisqueado sin mucho afán, y había probado aún a sabiendas de que el sabor no sería para nada agradable. Asqueroso, había resultado ser la palabra adecuada.

Salió de la taberna, parándose a mirar el cartel una vez más. La Luna del Arcano. Su mente divagó de nuevo. Arcano, arcano… estaba convencido de que ese era el rango al que aspiraba cierta compañía, si no es que lo había conseguido ya. Levantó la vista hacia el cielo, echando a caminar de vuelta a la mansión, esquivando a un par de borrachos que iban por la estrecha callejuela tropezando con sus propios pies. Allá estaba, una grande, redonda, amarilla y brillante luna.

La Luna del Arcano, no se le escapó la ironía del momento.

Sai ladeó la cabeza a derecha e izquierda haciendo crujir las vértebras de su cuello de modo ominoso.
Quizás cuando llegase a su destino Kitiara ya habría matado al viejo.

Quizás todavía no.

« Last Edit: February 16, 2018, 03:05:02 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #29: October 31, 2017, 12:19:34 PM »


"El vuelo 7340 con ruta Balamb-Estados Bajos ha llegado a su destino acorde a la hora programada. Por favor, no se desabrochen los cinturones hasta el cese de las funciones del avión. Les agradecemos su compañía y esperamos que vuelvan a volar con las líneas Air Ecito. Que tengan un buen día."

Ya preparada para bajar, Kora tironeó de Yuri, instándole a que dejara de admirar las partes traseras de la azafata que desaparecía en la cabina del piloto. El chico finalmente asumió la pérdida y se giró hacia su compañera con gesto molesto.

- ¿Qué pasa? Sí, ya hemos llegado, lo sé.
- ¡Pues deja de mirarle el culo a la azafata! - Se quejó la chica, levantándose.
- Kora, tú cosificas a todos los humanos de sexo masculino que nos cruzamos. Déjame vivir a mí también. - La última frase la dijo con un sollozo, fingiendo desesperación.

La chica puso los ojos en blanco, sorprendida por lo exagerado que llegaba a ser su compañero. Ella no se fijaba sólo en el trasero.

- El señor Kray nos espera en el aeropuerto. - Le recordó Kora, reprimiendo un escalofrío al recordar lo siniestro que era el hombre. - Vamos a recoger nuestras maletas ya.

Yuri asintió, acompañando a la chica hasta la zona de recogida de equipaje. Sobre la cinta deslizadora daban vueltas diversas maletas, hasta que reconocieron las suyas. No iban a estar más que cuatro días allí, tan sólo lo que durara la exposición, por lo que una para cada uno era más que suficiente.

Con el equipaje preparado, salieron a la parte principal del aeropuerto. El cliente los esperaba allí, de brazos cruzados y mirando nerviosamente a su alrededor. No les reconoció, puesto que eran los propios Seeds quienes tendrían que ir a su encuentro por motivos de seguridad.

- ¿Don Kray? - Preguntó Yuri, adelantándose a su compañera. El hombre pareció sobresaltarse al verles, pero recuperó rápidamente la compostura.
- Sois los Seeds, ¿no? - Inquirió el hombre, mirándolos de arriba a abajo de forma examinatoria.
- Somos el equipo Seed que ha venido a escoltar su exposición. - Se presentó Kora, con una sonrisa un tanto forzada, y se señaló a sí misma. - Kora Lionheart.
- Yuri Volte Hyuga.

Kray era un hombre de pocas palabras, puesto que con un asentimiento dio por terminadas las presentaciones y, tras ello, los dirigió hacia el exterior del aeropuerto. En el aparcamiento llegaron hasta un coche lujoso, donde el conductor salió para ayudarles a depositar el equipaje en el maletero.

Con Kray delante, y Kora y Yuri sentados en los asientos posteriores del coche, el coche se puso en marcha a lo que imaginaban que sería el hotel. Durante los primeros minutos de trayecto hubo un silencio sepulcral en el vehículo. Yuri trataba de mantener un mínimo de corrección, centrándose en disfrutar el aire acondicionado, y algo hacía que Kora no quisiera dirigirle la palabra a aquel hombre a no ser que fuera necesario.

- Ahora iremos al hotel donde me alojo. - Finalmente decidió hablar, con su voz rasposa. Ambos Seeds dirigieron la vista hacia él. - Allí se celebrará la exposición, así que no hay por qué salir de allí. Quiero que estéis al menos uno de vosotros alrededor mío durante estos cuatro días, hasta que me marche. El otro puede hacer rondas por la zona de la exposición para vigilar las cosas.

Los dos Seeds asintieron. A ninguno de ellos le hacía mucha gracia tener que pasar demasiado tiempo cerca de aquel tipo, pero siendo su primera misión estaban dispuestos a hacer el sacrificio.

Sin embargo, Yuri se fijó en que su compañera mantenía el ceño fruncido. Probablemente no se daría cuenta ella misma, a pesar de que era el gesto que mostraba siempre que su avanzada intuición se ponía en alerta. Él tampoco pensaba que aquel tipo fuera un encanto de persona, y menos si estaba tan obsesionado con su propia seguridad. "¿Quién le robaría algo a este tío?".

- ¿Alguna pregunta?

Negaron con la cabeza en respuesta. Kora permanecía, aún así, con la vista perdida, por lo que Yuri siguió con las riendas del asunto.

- Todo entendido, Don Kray.

**

Ante la insistencia de la chica sobre que no quería estar sola con Kray, Yuri dejó que fuera ella primero a su habitación para descargar los equipajes y hablar con Laguna para mantenerlo al tanto de la situación. El tipo debía causarle bastante repulsión, por lo que veía. A él también le desagradaba, pero era poco más que disgusto físico y frustración por su constante paranoia. Ni siquiera podían ir a dejar sus cosas tranquilamente sin que uno se quedara cerca de él.

Mientras Kray regañaba con su irritante voz, gritando algo de la posición de los cuadros y que los estaban tocando demasiado, a los encargados de la casa de cultura que patrocinaban su exposición, Yuri miraba a algún punto indeterminado mientras se hundía cada vez más en el sillón. No estaba a más de cinco metros del cliente para evitar una regañina él también, y aunque mentalmente se encontrara bastante lejos de allí, estaba listo para saltar en cualquier momento que entrara un ladrón con el suficiente mal gusto de robar uno de aquellos esperpentos que Kray llamaba cuadros.

En vista de que el único riesgo que el hombre corría era de que alguno de los encargados se hartara de su petulancia y le estampara uno de sus cuadros en la cabeza, Yuri alcanzó una de las revistas que había en la mesa a su lado. Dejando el Cosmopolitan y el Qué Me Cuentas a un lado, se hizo con una revista de actualidad. Él ya tenía varios ejemplares de La Entrevista, famosos por las portadas y páginas centrales de famosas desnudas y no por los reportajes de actualidad que solían incluir. Por supuesto, Yuri y Dante siempre lo compraban por lo segundo.

Hojeó por encima, intentando saltar las páginas más subidas de tono para no distraerse del todo, y finalmente se paró en la sección de deportes. En la página al lado, sin embargo, le llamó la atención una columna que informaba sobre el asesinato del jefe de un comando paramilitar galbadiense en territorio sur. "...nadie puede explicarse como sucedió, puesto que la seguridad era máxima y la muerte fue en público. Los testigos afirman que lo único que llegó a verse fue el cuerpo caer ya sin vida. Para muchos, sin embargo, está claro que los verdaderos autores consiguieron hacerse con el favor del misterioso y oculto grupo conocido simplemente como los Asesinos, quienes han actuado ya con ese modus operandi...".

"Un paramilitar menos, qué disgusto". Por lo que contaban algunos Seeds, aquel tipo de grupos eran un auténtico problema cuanto interferían a la hora de realizar misiones, aunque si tuvieran que preguntarle a él, no veía el momento de enfrentarse a alguno de ellos.

- ¿Aburrido, amico?