Capítulo 31: La tormenta (part 1)—¡Uooo! ¡Rabanastre es lo más!
Después de hacer una ruta en tren por las ciudades del desierto durante los últimos días, por fin habían llegado su última destinación: Rabanastre. Y ni Sin City, ni Colorado, ni Einbroch tenían nada del esplendor radiante que encontraron en esa ciudad.
Altos y decorados edificios, fuentes y acueductos... Rabanstre era un ciudad floreciente en un oasis, lleno de plantas, de comercio, de bullicio.
—Me recuerda un poco a Columbia —comentó Seras, con la cabeza levantada y sin saber donde mirar.
—Es bonita —reconoció N —. Creía que ninguna de las ciudades del desierto era así. Tan bonitas.
—Rabanastre es un importante centro comercial, no sólo de esta zona, si no de todo Neverland —informó Ulquiorra —. Es sede también de una de las guilds más antiguas y conocidas, Indigo. Es una guild de Dancers.
—¿Sólo de Dancers? —preguntó Seras, extrañada.
—Sï. Alquilan sus servicios a grupos de party.
—Que mal suena eso... —comentó Fenris.
—Tú, que eres un guarro.
Shruikan recibió una patada en la espinilla por esas palabras. Todos parecían animados tras haber llegado a una ciudad así.
—Deberíamos mirar si hay alguna quest que podamos tomar en la ciudad —propuso Sheba —. Hace días que no hacemos alguna que sea divertida.
—Totalmente. —Shruikan rápidamente se sumó a la idea —. ¿Habrá alguna de buena para nuestras clases?
—Es más que probable que haya quests importantes de Archer —comentó Ulquiorra —. En concreto, específicas para Dancer. Pero es imposible que no haya para otras clases también. Puedo investigarlo, si lo deseáis.
—Estaría bien, sí.
Mientras Ulquiorra abría su Omnitool, Seras le habló a N.
—Si esta ciudad tiene misiones de Archer importantes, ¿has hecho alguna de por aquí?
—No —respondió el Beast Master, negando con la cabeza —. Nunca he estado en Rabanastre. Las únicas misiones que he hecho han sido las de Eruyt Village y Prorencia.
Lo cual daba más mérito a que tuviera tanto nivel si sólo había hecho unas pocas misiones y básicamente sólo se hubiese dedicado a pelearse con otros jugadores.
—Me pregunto si tendrán alguna para Merchant en algún sitio —comentó la otra.
—Seguro que sí —dijo Sheba entonces —. Aunque creo que ya va siendo hora de que subas a Machinist.
—¿Sí? —quiso confirmar Seras, aparentemente emocionada por las palabras de su amigo. Había estado esperando la aprobación de sus compañeros para tomar esa decisión.
La Black Mage asintió.
—Claro. Si quieres podemos ponernos a ello una vez dejemos la ciudad.
—¡Genial! —exclamó ella. Y luego, como dándose cuenta cuenta de una cosa, añadió —: ¿Y tú no piensas subir de job?
—Eso, Sheba. ¿Cuando vas a dejar el mediocre oficio de Black Mage? —Saltó Shruikan, poniéndose una mano en el hombro.
—Subir de job contribuiría al desarrollo del equipo, ciertamente. —Incluso Ulquiorra puso su grano de arena.
—Bueno, bueno —exclamó la susodicha, sacudiendo la mano —. Os diré que sí; tras mucho pensarlo, he decidido que lo mejor será convertirme en Time Mage.
—¿Time Mage? —preguntaron Shruikan y Fenris, al unísono, extrañados.
—Que raro.
—No es nada propio de ti.
La otra soltó un suspiro exhasperado.
—Ya lo sé. No es la opción que tomaría normalmente pero creo que tal y como estamos ahora sería una buena elección para el grupo.
—Time Mage tiene técnicas de apoyo —informó su Biochemist —. Apoyo es lo que falta para equilibrar el equipo.
—Bueno. Si tu crees que es lo adecuado, no me voy a quejar. —La Samurai después miró a Fenris —. ¿Y tú qué?
—¿Yo qué de qué?
—¿Cuando vas a subir de job?
De pronto, cinco miradas expectantes cayeron sobre el Knight, el cual simplemente se las quitó de encima poniendo los ojos en blanco.
—Cuando llegue el momento.
—Es la respuesta más lamentable que he oído en la vida.
Al Knight no parecía importarle la opinión de su amiga. Su cabezonería no tenía límites.
Empezaron a deambular, pues, por las calles de la ciudad, siguiendo simplemente el flujo de la gente.
—Creo que en el bazar quizás encontremos quests de Merchant, Seras —dijo Sheba, mirando el mapa —. Está siguiendo hacia el barrio alto. Aunque creo que lo mejor sería buscar toda la ciudad. ¿Sabíais que Rabanastre tiene un barrio bajo subterráneo?
El barrio pobre, según el lore. Y aunque oscuro y en cierto modo decadente, había incluso allí parte de la radiancia que parecía ser endémica de la ciudad. También allí se encontraba la entrada a una Dungeon, pero eso no les interesaba de momento.
Siguieron, pues, los caminos al aire libre, observando las curiosidades que se encontraron a su paso.
—El bazar es por aquí. —Cuando pasaban por un puente, Sheba señaló hacia una calle que se encontraba más abajo, plagada de tenderetes.
Pasaban ahora por la otra rama del distrito comercial. Ambas, ésta y el bazar, se comunicaban al norte en un círculo de calles. Allí habían los edificios y palacios para los usuarios y las guilds. Tenían que cruzar esa zona para pasar de una rama a la otra.
—Está lleno de jugadores de nivel alto... —murmuró Seras, mirando a la gente con la que se cruzaban.
—Sí. Aquí y en la entrada es donde hay más. Son los centros sociales, por así decirlo.
—En la mayoría de ciudades es lo mismo —confirmó la Merchant —. Es curioso.
Llegaron al bazar sin más incidente que Shruikan tropezándose con un Shapeshifter por el camino. El chico le puso mala cara un momento y luego prosiguió su camino, como si no hubiera pasado nada.
—Que maleducado —se exclamó la Samurai, de vuelta con sus compañeros.
En el bazar cogieron alguna que otra misión de poca importancia, a excepción de una misión de Merchant para Seras.
—¿Por qué todas estas quests me obligan a cruzar medio mundo? —dijo, revisando los detalles.
—Es lo que tiene ser Merchant. La senda del comercio es dura, cruel y triste —se exclamó Shruikan, llevándose la mano al pecho en un gesto sentido.
—Anda, no exageres —la reprendió Sheba, dándole un codazo.
Después del bazar terminaron yendo al barrio bajo, par hacerse una idea de como era. La cantidad de niños mendigando allí era asombrosa, correteando por las calles con sus pies descalzos.
—Incluso en este mundo hay gente que vive así... —se lamentó Seras, viéndoles jugar en una plaza.
—No tienen opción. Fueron programados para ser así —dijo Ulquiorra —. Hay jugadores que les dan limosna, pero eso es tirar el dinero. No van a usarlo ni a llevar una vida mejor. Esos actos inútiles de caridad no tienen sentido.
—Eso no es cierto —dijo entonces N. No era la primera vez que sus opiniones chocaban, pero sí en la que el Beast Master parecía más calmado al respecto —. Pude que al ser NPC el dinero no les sirva, ¿pero eso no hace eso que donarles dinero sea un acto de caridad más admirable?
—¿Admirable? —repitió el Biochemist, sin comprender —. No veo que hay de admirable en la estupidez.
—Porque tú solo piensas en los beneficios —le acusó —. No entiendes que las personas son capaces de ayudarse unas a otras sin esperar nada a cambio. Que son estos pequeños actos de piedad los que nos hacen humanos.
Ulquiorra no dijo nada después, aunque no parecía convencido.
Después de dar vueltas se detuvieron a descansar en una pequeña plaza con una fuente de agua limpia. Había luz del exterior filtrándose a través de un reja alta, proyectando una sombra cuadriculada.
—¿Crees eso, Fenris? —preguntó Shruikan, sentada al borde de la fuente —. ¿Que la piedad nos hace humanos?
—¿Estas teniendo una crisis de conciencia? —respondió, dando un sorbo a uno de los zumos que habían comprado en un tenderete cercano. Tenía un sabor fuerte y afrutado.
—No, no es eso —dijo la otra. Estaba más seria de lo habitual —. Pero N siempre está hablando de estas cosas. Y lo tiene tan claro... Me hace sentir un poco como si me estuviera regañando, y eso que es sólo un crío.
Fenris abrió la boca para decir algo, pero se interrumpió cuando Sheba se acercó. Al parecer había escuchado toda la conversación.
—No te comas la cabeza —le dijo, apoyando el brazo en su hombro —. Cada quien es como es. Nosotros te queremos aunque no seas una lumbreras.
—Oye, ¿me estás llamando tonta?
—No, no —respondió la otra con tono suave, acariciándole la cabeza —. Tonta no. Impulsiva y atolondrada quizás.
Shruikan hizo un puchero y le dedicó una mirada de desconfianza tal que a su lado Fenris se rió.
—Qué. Tú no te rías. Tú eres casi tan malo como yo. —La Samurai le señaló con un dedo acusador.
Fenris se encogió de hombros despreocupadamente.
—Al menos yo tengo estilo.
Siguieron hablando, entre puyas y risas. No muy lejos, Ulquiorra les miraba. Su rostro estaba inexpresivo como siempre, aunque sus ojos refulgían con un extraño interés. Murciélago silbó ligeramente sobre su hombro y frotó la cabeza contra su mejilla. El Biochemist levantó la mano y le acarició el pelaje de forma mecánica, pero pareció que eso era todo lo que el animal buscaba y cerró los ojos, contento.
Luego Ulquiorra desvió la mirada hacia Seras y N, arrodillados al lado de uno de los canales de agua limpia. Hablaban y miraban algo del fondo con aparente interés. A su lado, unos niños les gritaban y se reían.
Era una imagen extraña para él, aunque la hubiese visto montones de veces. Había algo ahora que la hacía distinta y no conseguía comprender qué era. Se los quedó mirando fijamente un buen rato, tratando de descubrirlo hasta que de pronto levantó la cabeza hacia la claraboya enrejada.
Sobre su hombro, Murciélago abrió los ojos de golpe.
Y el suelo empezó a temblar.
Las paredes se sacudieron y cayó polvo del techo, pero el Barrio Bajo no cedió. Se rompieron jarrones y macetas, y el flujo del agua de la fuente se interrumpió por unos instantes. Lejos, en la superficie y aún ahogado por la distancia, se escuchó un grito agudo y estridente.
—¿Qué ha sido eso? —dijo Shruikan, sujetándose al bordillo.
La luz que se filtraba desde el exterior se había vuelto más difusa, como si una densa nube lo cubriera. Incluso bajo tierra llegaba el ruido ahogado de una tumulto en las calles. No se lo pensron demasiado.
—Vamos.
Subieron corriendo las escaleras hasta volver a aparecer en las calles del barrio residencial. Tenía un aspecto completamente distinto por la nube de arena que había en el aire y que lo ensuciaba todo de un color rojizo y lúgubre. No había música, y el viento soplaba con fuerza. Mucha gente, incluso los NPC, tenían la vista fija en el cielo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Seras a sus compañeros, sin saber si eso se trataba de un evento programado.
Sin embargo sus caras le informaron de que estaban tan desconcertados como ella.
—No lo sé —respondió Sheba, con la voz contenida.
Ulquiorra era el único de ellos que no tenía la cabeza alzada si no que miraba a su alrededor con atención. Al final detuvo la mirada en una punto, aunque no había nada en esa dirección.
—Algo se acerca —dijo. Shruikan, que estaba a su lado, le escuchó y frunció el ceño.
—¿El qué?
—No lo sé.
Cada vez que el Biochemist decía eso sonaba mucho más catastrófico de lo que debería haber sido.
Luego volvió a escucharse el grito. Era lo suficientemente potente como para que se escuchase por toda la ciudad, imposible de haber sido formulado por una garganta humana. Vino acompañado de un estruendo, como de roca golpeando roca y otro temblor.
—¡La hostia! —exclamó Shruikan, inclinándose y sujetándose a lo que tenía más cerca (que resultó ser el brazo de Ulquiorra) para no caer.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Fenris, que había utilizado su mandoble de apoyo.
La respuesta no tardó en llegarle en forma de un gusto de alarma que se alzó desde el inicio de la calle.
—¡Monstruo! ¡Hay un monstruo gigante atacando las murallas!
Las palabras vinieron acompañadas de unos instantes de ominoso silencio hasta que éste fue interrumpido por un nuevo rugido.
Cunado las murallas recibieron un nuevo golpe, toda Rabanastre tembló.