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Patio de Juegos / Re: OTP Prompts
« Last post by Neko on September 30, 2025, 03:00:43 PM »Turu~
Kanon levantó la cabeza un poco y la volvió a acomodar encima de su brazo, ahora que el pelo no le tiraba. Miró a su derecha, donde Milo descansaba. Hacía unos minutos que había empezado a respirar de forma irregular, aunque aún no había abierto los ojos.
Kanon apartó la trenza de Milo para ocupar el lugar encima de su cabeza con el brazo y acariciar los mechones de cabello rubio que se escapaban encima de la nuca. Milo no tardó en reaccionar, inspirando más fuerte y estirando sus músculos.
—Hmn... ¿qué hora es? —preguntó el joven paseando después la lengua por el paladar, notando la boca reseca.
—Son casi las diez. —respondió Kanon, empezando a masajear el cogote de su novio.
Milo sonrió perezosamente y se abrazó a Kanon, abriendo la boca para bostezar contra el torso del mayor. Cuando por fin terminó de desperezarse, besó el pectoral con cariño y cruzó los brazos encima de él, recostando la mejilla en los ellos.
—Recuérdame por que dormimos en camas separadas... —ronroneó Milo mientras notaba como la mano de Kanon descendía desde su nuca a su espalda.
—Porque me tiras de la cama. —regañó Kanon llevando su mano al costado de Milo para hacerle cosquillas.
—Ay, ¡para! —se quejó este mientras se retorcía sin poder evitar reírse.
—¡Eso es el pago por todas las veces que acabo en el suelo!
Milo terminó por sentarse sobre sus piernas para alejar su cintura de la mano de Kanon, pero el mayor se irguió, sentándose a su vez en la cama para no perder el contacto. Milo siguió retorciéndose agarrando las muñecas de Kanon para separar los dedos largos de su piel, pero un beso apretado lo distrajo.
Al mismo tiempo, Kanon dejó de molestar la cintura de Milo para apretar su mano derecha contra la cadera izquierda de su novio, arrancándole un gemido.
El joven rodeó el cuello de Kanon con sus brazos y ladeó la cabeza, lamiendo el labio inferior del mayor y atrapándolo entre los suyos, tironeando de él.
Kanon dejó que Milo liderara el beso, respondiendo a los embites hambrientos del otro con diligencia. En cambio, su mano se desplazó en una caricia apretada hacia la entrepierna de Milo, atrapando su semi-erección entre los dedos. Milo respondió con un escalofrío, encerrando con sus brazos la cabeza de Kanon y jadeando.
Kanon le dedicó una sonrisa torcida.
—Buenos días... —saludó mientras rozaba la mejilla de Milo con su nariz recta.
Milo infló sus mofletes y frunció el ceño. Kanon se echó hacia atrás, arrastrando al más joven con él. Milo estiró su cuerpo encima del de Kanon, pateando para deshacerse de las sábanas y enredando sus piernas con las del otro.
—No te burles de mi —pidió—. Soy un hombre sano, es natural.
—No me burlo —replicó Kanon—. Saludar es de buena educación.
—¿Y tú desde cuando tienes de eso?
Kanon no había dejado de frotar el pene de Milo por encima de la ropa, pero esta vez volvió a apretar, recibiendo un gemido apagado de parte de Milo. Kanon rió, con un sonido que venía directo desde el fondo de su garganta. Milo golpeó a su novio con el puño cerrado en la cabeza.
—¡Ey! —avisó Kanon, dedicándole una mirada oscura a Milo.
Kanon se impulsó, haciendo rodar a Milo y situándose encima de él. Entre besos y caricias, luchó con las piernas de Milo para colarse entre ellas. Kanon adelantó la pelvis, frotando su erección totalmente despierta a esas alturas contra la de su novio. Milo se mordió el labio inferior, entrecerrando los ojos y Kanon le dedicó una sonrisa traviesa, borrando los dos gestos cuando se inclinó para morder y lamer la boca de Milo.
Se dedicaron unos minutos a estar así, besándose lenta pero profundamente; notando la excitación del otro a través de la tela, moviendo la cadera para mantener el deseo despierto.
Kanon partió el beso para mordisquear la mejilla de Milo y terminar por succionar el lóbulo de su oreja izquierda. Coló su lengua por los recovecos de la oreja, recorriendo los dibujos y dejándolos húmedos y calientes.
Milo se mordió el labio inferior, pero terminó gimiendo cuando Kanon sopló el lugar que acababa de lamer. El joven arqueó la espalda, levantando las manos por encima de su cabeza para agarrarse a los barrotes de la cabecera de hierro forjado. Kanon siguió su exploración hacia el sur, dejando un reguero de besos por el cuello y el pecho de Milo, no sin antes subir la camiseta de su novio hasta las axilas.
El mayor continuó con los besos, pasando de ser ligeros y dulces a atrevidos y demandantes. Milo se quitó la camiseta con un sólo movimiento justo cuando Kanon lamía su cadera y estiraba las cinturillas del pantalón de pijama y el boxer a la vez. Milo levantó las piernas para hacerle la tarea más sencilla. Cuando dejó caer el culo no aterrizó en el colchón, sino en el regazo de Kanon, los dos jadearon, anticipando lo que estaban apunto de hacer.
Con Milo totalmente desnudo, Kanon sonrió entrecerrando los ojos e inclinándose sobre él para volverlo a besar. Milo le sonrió de vuelta, levantando la cabeza para interceptar sus labios a mitad de camino. La fuerza que imprimió Kanon en el beso dejó a Milo con la cabeza sobre la almohada.
—Me encantan los sábados por la mañana. —declaró Kanon rozando su nariz con la de su novio.
Milo se rió en alto ante el comentario, rodeando el cuello de Kanon con los brazos y repartiendo besos ligeros por todo su rostro.
—A mi, de momento... simplemente me está gustado. —replicó Milo entre beso y beso.
Kanon frunció las cejas y estiró el brazo para abrir el primer cajón de su mesita de noche. No sacó nada, simplemente lo dejó así, abierto. Pero Milo se sonrojó, apretando los labios.
Esta vez era el turno de Kanon para reír. Milo torció la boca en un gesto de inconformidad.
Kanon negó con la cabeza mientras se separaba del cuerpo del menor para arrodillarse entre sus piernas. Sin ningún aviso más, agarró la polla de Milo y frotó el miembro hacia abajo, estirando la poca piel que aún cubría una pequeña parte del glande.
Milo respiró un poco más rápidamente, apoyándose en los codos para ver que hacia Kanon por allá abajo.
La mano del mayor no empezó con suavidad, sino con un ritmo rápido y un agarre fuerte y bien definido. Milo echó la cabeza hacia atrás, dejando escapar por primera vez un gemido alto y claro. Kanon se agachó, apartando un mechón de su pelo largo y color miel. Se lamió los labios antes de apretarlos contra el glande, después los separó sólo un poco para lamer aquella zona sensible. Agarró la base con los dedos y lo demás se lo tragó, moviendo la cabeza de arriba a abajo.
No tardó mucho en dejar todo lo que pudo de aquel pene dentro de su boca, moviendo la lengua contra el falo y dejándolo salir lentamente. Milo empuñaba las sábanas, sabiendo lo poco que le gustaba a Kanon que le agarrara del pelo.
Kanon se movió un poco, aún masturbando lentamente a Milo, para meter la mano dentro del cajón abierto. Milo observó aquel movimiento con la respiración contenida.
Sacó sólo dos cosas dentro de su puño. Un pequeño tubo de lubricante y un condón.
Milo se removió, recolocándose un poco y separando las piernas. Kanon se sentó, tomándose unos segundos para quitarse la camiseta. Después destapó el tubo y untó sus dedos con el lubricante. Milo tenía la boca entreabierta y los ojos brillantes, no separaba su mirada de los dedos de Kanon, no hasta que se perdieron de vista.
Kanon frotó los dedos pringosos contra el ano de Milo, lo hacía tan despacio que el joven empezó a mover la cadera, intentando provocar a su novio para que se diera más prisa. Kanon levantó una ceja y miró de soslayo al otro.
—Impaciente.
Milo dejó salir una queja ansiosa, que cambió a un jadeo satisfecho cuando dos de los dedos de Kanon le penetraron. El mayor mantuvo su mano libre en el muslo derecho de Milo, dejándolo fijado contra el colchón. Los dedos salían y entraban deprisa, encontrando un poco de resistencia a su paso.
Kanon se tomó todo el tiempo del mundo para preparar a Milo, moviendo los dedos en círculos y separándolos para asegurarse de que su pene entraría allí como otras tantas veces había hecho. Añadió más lubricante y un tercer dedo. Milo empezaba a dejarse llevar, moviéndose al ritmo que marcaba la mano de Kanon, señal de que estaba más que preparado.
Kanon retiró los dedos despacio y los limpió contra las sábanas. De todas maneras estaban para cambiar, así que no le importaba demasiado mancharlas. Milo abrió los ojos, tenía las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada. Sus pupilas se dilataron un poco más al ver como Kanon abría el paquete del condón.
El mayor no se entretuvo con cosas innecesarias. Sacó su pene por el agujero del boxer, se puso el preservativo y agarró a Milo de detrás de sus rodillas, levantándolo a peso. Milo se retorció para encontrar el ángulo y terminó por encorvar la espalda para agarrar el pene de Kanon, dirigiéndolo hacia su entrada. Los dos gruñeron mientras Kanon se abría paso en el interior de Milo.
Kanon se introdujo con urgencia, todo lo que pudo, hasta llegar al lugar donde sus dedos no alcanzaban. Milo cerró los ojos y apretó la mandíbula al sentir el empuje de Kanon. Llevó sus manos hasta su propio pene y se masturbó despacio, agarrándose los testículos y masajeándolos.
Kanon empezó con una serie de penetraciones lentas, profundizando un poco más con cada una que daba, llegando más allá milímetro a milímetro. La piel de Milo empezó a sudar y poco a poco sus hombros dejaron de estar tensos para relajarse. La expresión de su rostro también delataba el cambio de sensaciones. Milo bufaba con cada exhalación.
Kanon había aguardado aquel cambio para modificar su conducta. No pudo reprimir una sonrisa lasciva. Milo frunció el ceño al verla y terminó por gritar del susto cuando Kanon se abalanzó sobre él, pegando sus rodillas a la cama, a la altura de sus hombros.
Milo tragó saliva y estiró el cuello un poco, intentando que sus músculos se adaptaran a la nueva posición.
—Tiene que ser pecado ser tan flexible. —comentó Kanon aún con esa sonrisa en sus labios.
Milo rodó los ojos pero no pudo contestar. Kanon se dejó caer, metiendo toda su polla dentro de Milo y robándole un beso que acalló el gemido que estaba empezando en su garganta.
El beso empezó suave, pero Kanon lo transformó en uno salvaje a base de lengua y dientes. Milo respondió con la misma ferocidad, aunque con menos aliento. El joven terminó por soltar su pene para agarrarse él mismo las piernas y Kanon aprovechó el momento para usar sus manos como apoyo, asiéndose a la parte superior de la cabecera y clavando los pies firmemente sobre el colchón.
Empezaron las embestidas, sin ningún tipo de consideración. Pero estaba bien, Kanon sabía que a Milo le gustaba aquel trato de vez en cuando y esa mañana se encontraba dispuesto a dárselo. Al menos durante un rato.
Se mantuvieron así, aguantando el ritmo y la posición, unos minutos en los cuales la excitación creció tanto que Milo creyó que se iba a correr de un momento a otro. Su recto temblaba a cada nueva embestida, corta y fuerte. Kanon paró de repente, quedándose dentro y moviendo la pelvis en círculos. Salió casi del todo y se volvió a meter lentamente, observando como Milo boqueaba. Las gotas de sudor de su frente le empapaban el flequillo y caían sobre su novio debajo de él.
Probó unas cuantas arremetidas más antes de poner sus manos sobre las de Milo para indicarle que soltara sus piernas. Se inclinó para un nuevo beso y con las manos de Milo entre las suyas se sentó en la cama. Milo se quedó tumbado y aprovechó el momento para estirar un poco las piernas, dejándolas flácidas a los lados del otro.
Disfrutaron del momento, moviéndose lentamente y serenando su respiración. Entrelazaban los dedos y los volvían a soltar, acariciando sus manos en el proceso, dedicándose miradas tiernas cargadas de deseo.
Kanon salió despacio de dentro de Milo, ganándose un ceño fruncido de parte del otro.
—Pero...
—Date la vuelta. —lo cortó Kanon, dándole una palmada en la cadera a Milo.
—Oh. —contestó, parpadeando.
Milo no se hizo de rogar, dándose la vuelta alegremente. Kanon aprovechó ese tiempo para deshacerse del calzoncillo, después se arrodilló y agarró la pelvis de Milo para indicarle que se pusiera a cuatro patas. El joven miró hacia atrás. Su trenza medio deshecha cayó de su espalda para colgar a su lado y Milo se apoyó en sus manos y sacudió la cabeza para apartar los mechones de cabello que le hacían cosquillas.
Kanon agarró su falo con una mano y apretó el glande contra el ano de Milo, observando como entraba sin resistencia alguna. Con la otra mano se agarró a una de las nalgas de su novio. Adelantó las rodillas para estar más cerca y empujó otra vez para meterla toda dentro. Nada más entrar notó como el interior de Milo se contraía tanto a su alrededor que prácticamente hacía presión para que saliera hacia afuera.
Esta vez, Kanon optó por entrar y salir lenta pero profundamente, saliendo del todo a veces sólo para volver a entrar del todo con un embite.
Milo había agachado de cabeza y una de sus manos se aferraba a los barrotes de la cabecera. Kanon dejó de jugar con Milo para darle una sonora palmada en el culo y volver a las embestidas fuertes y cortas.
Milo jadeaba y hundió los hombros en la almohada, llevando su mano izquierda hasta su pene para masturbarse, casi reproduciendo la misma velocidad que Kanon estaba usando en él. La posición y el balanceo que usaba Kanon le permitían llegar bien a la próstata de Milo y los gemidos, junto con la manera de moverse del joven, excitaban tanto a Kanon que sabía que ninguno de los dos tardaría en correrse.
Kanon usó tanta fuerza con su pelvis que las rodillas temblorosas de Milo perdieron el poco equilibrio que les quedaba. Kanon reaccionó justo a tiempo para no caerse encima del menor, usando las manos para mantener su cuerpo en suspenso encima del de su novio.
Milo giró la cabeza, buscando con los ojos brillantes y los labios húmedos la cara de Kanon.
El mayor jadeaba y tenía un sano sonrojo cubriendo sus mejillas. Levantó una ceja al ver la expresión de Milo. Su polla había salido violentamente del cuerpo de Milo, pero parecía que ninguno de los dos se había hecho daño.
Kanon se recostó suavemente encima de Milo para alcanzar sus labios, intercambiando un beso apretado y lento. Atrapó el labio inferior de Milo entre los suyos, indicándole que abriera la boca y después lamió la lengua de Milo que salió de entre sus labios a su encuentro. Kanon ladeó la cabeza un poco más, dejando caer más de su peso encima de su novio y profundizando el beso.
Partieron el beso y Milo movió sus dedos encima de los barrotes, notando el sudor de la palma de su mano y agarrándose mejor al hierro forjado.
Kanon se incorporó y maniobró con las piernas de Milo para que las cerrara. Se sentó encima de sus muslos, justo debajo de su culo. Separó las nalgas y echó un buen vistazo. El anillo estaba rojo y dilatado, palpitando por reflejo. Milo se sobó la nuca con la mano izquierda, la misma que había estado usando para masturbarse hasta ese momento. Enterró la cara en la almohada y después apoyó la mejilla derecha en ella para poder respirar. Algo frío cayó sobre su ano y supo que Kanon estaba poniendo un poco más de lubricante en la entrada y tal vez sobre el condón que cubría su polla.
Con las rodillas a los lados de la cadera de Milo, Kanon se introdujo otra vez poco a poco. En esa ocasión se deslizaba fácilmente y volvió a meterse casi entero de una vez. Equilibró su posición, buscando un buen ángulo y apoyo para empezar. Terminó por dejar caer los puños debajo de las axilas de Milo. Levantó la pelvis y probó un par de arremetidas. Oyó como Milo gruñía y también lo vio elevar el culo y colar la mano izquierda debajo de su cuerpo.
Kanon sonrió e inspiró profundamente, dejando salir el aire con lentitud. Entonces empezó a arremeter contra el cuerpo de Milo, entrando y saliendo con facilidad, desatando todo su deseo en aquellas embestidas.
Milo mordió la almohada, notando como las aletas de su nariz se hinchaban cada vez que tomaba aire. En algún momento soltó la tela que cubría el cojín, dejando un corroncho de baba oscuro. Gimió, bajo y profundo. Tragó saliva y volvió a gemir.
Milo aumentó el ritmo de su mano. Kanon se inclinó sobre el cuerpo de su novio y besó su espalda, sin dejar de moverse de dentro a fuera. Después de unos pocos minutos no pudo mantener la posición y se dejó caer con todo su peso, Milo arqueó la espalda, levantando un poco más el trasero y masturbándose aún con más rapidez.
Kanon gruñó en el cuello de Milo, cerca de su oreja, y pasó las manos por debajo de sus brazos para agarrarse a los hombros del joven. Mordisqueó los hombros de Milo y él ladeó la cabeza para dejarle parte del cuello al descubierto. Kanon aprovechó la ocasión para lamer y succionar la piel, midiendo la fuerza exacta para no dejar una marca dolorosa. La mano derecha de Kanon cambió de lugar, agarrándose a la de Milo, que seguía aferrada a los barrotes.
Milo apretó sus dedos encima de su polla, notando como la piel que cubría sus testículos se contraía y sabiendo que el orgasmo estaba tan cerca que era inevitable. Se corrió sobre las sábanas y parte de su mano mientras Kanon lamía su oreja y mordisqueaba el lóbulo.
Kanon, al notar el cambio en Milo, entró y salió aún con más fuerza, pero al ver la falta de actividad debajo de él, se retiró. La mano de Milo soltó el hierro al que estaba agarrado y se deslizó hacia el cojín, con la de Kanon encima, acariciándole el dorso.
Kanon se sentó al lado de Milo, cortando el contacto, con la espalda apoyada en la cabecera, y se quitó el condón sucio, girándolo para que el lubricante no manchara nada. Lo tiró a la papelera con buena puntería, escupió en su mano y empezó a masturbarse, al principio lentamente, mientras observaba a Milo.
La respiración del menor se acompasó rápidamente y volteó la cabeza para encarar a Kanon. Lo primero que vio fue la polla de su novio, tan dura que le dolió. Milo se arrastró poco a poco, apartando la mano de Kanon para succionar la base del pene y frotar con la mano la parte superior.
Milo lamió todo el pene con vehemencia, asegurándose de dejarlo húmedo y resbaladizo. Cambió su postura, colándose entre las piernas de Kanon para poder trabajar mejor. Una vez hecho esto, lamió su propia mano, dejando una cantidad considerable de saliva en ella y se chupó los dedos. Kanon no podía apartar sus ojos de Milo. Siempre que hacía aquellas cosas, de alguna manera, había inocencia en ellas. Y eso, para Kanon, era mucho más que excitante.
Empezó a masturbar a su novio con la mano mientras atrapaba el glande en su boca y movía la lengua alrededor de la cabeza, apretándola después entre la lengua y el paladar. Relajó la garganta y se dispuso a subir y bajar la cabeza rápidamente, metiendo casi toda la polla de Kanon en su boca.
Lo hacía todo con rapidez y fuerza, no queriendo prolongar mucho más el clímax. Masajeó los testículos de Kanon durante un breve momento y después uno de sus dedos fue directo un poco más abajo. Buscó el anillo de entrada de Kanon y se empujó dentro. El mayor se sobresaltó un poco, pero no detuvo lo que Milo le estaba haciendo, en cambio, llevó una de sus manos a un hombro de Milo, asiéndose a él.
Milo movió el dedo, frotando el interior de Kanon, buscando un punto exacto que sabía que estaba allí. El gruñido gutural de Kanon le dijo que había encontrado el punto y continuó estimulando aquel sitio sin dejar que el ritmo de la felación decayese.
Kanon no tardó mucho en mover su mano del hombro de Milo a su cabeza, empuñando una buena cantidad de pelo ondulado entre sus dedos. Tiró hacia arriba, Milo ya había notado el sabor del líquido preseminal, así que dejó que Kanon guiara sus movimientos.
La primera descarga lo encontró aún con los labios abiertos y un hilillo de saliva uniendo su lengua y el glande, justo después de que hubiera sacado la totalidad del pene de su boca. Milo cambió rápidamente de sitio, lamiendo y succionando el tronco mientras apretaba más su dedo contra la próstata desde el interior de Kanon. El mayor gimió en su orgasmo, echando la cabeza hacia atrás y con las piernas temblorosas y las rodillas algo flexionadas. La mayor parte del semen de Kanon cayó sobre la espalda y el pelo de Milo, que se dedicó a dejar besos perezosos en el interior de los muslos de Kanon después de haberse limpiado la corrida de la cara.
Milo sacó el dedo y lo restregó contra la sábana como Kanon había hecho antes. Se apoyó con las palmas abiertas en la cama, entre las piernas del mayor y levantó su cuerpo, estirando el cuello, lo suficiente como para recibir un beso cansado de parte de Kanon.
Milo rodó sobre si mismo, sentándose y apoyando la espalda en el pecho de Kanon. Se quedaron unos minutos callados, disfrutando del contacto piel contra piel.
Kanon abrazaba a Milo por la cintura y le daba besos ocasionales allá donde pillara y Milo acariciaba los brazos de Kanon, moviendo la cabeza para dejar el cuello al descubierto, la oreja más a la vista y los labios al alcance de los de su novio.
—¿Y ahora? —indagó Kanon con la voz ronca.
—¿Hm, ahora qué? —preguntó Milo frotándose la barbilla contra el hombro.
—¿Qué te parecen los sábados por la mañana?
Milo parpadeó, sin saber a lo que se refería por unos segundos. Cuando cayó en la cuenta se rió con suavidad entre dientes. Giró la cabeza para regalarle un beso a Kanon en la mejilla.
—Estupendos —dijo sin vacilar—. Pero necesito un baño.
Kanon torció la boca, mordisqueándose la parte interna del labio inferior.
—Ya somos dos...
Instó a Milo a que se levantara con un par de empujones. Milo se quejó, saliendo del alcance de Kanon antes de que se le ocurriera tirarlo de la cama y correteó desnudo hacia el baño, con su novio pisándole los talones.
Kanon x Milo
White Spell 2
White Spell 2
Kanon levantó la cabeza un poco y la volvió a acomodar encima de su brazo, ahora que el pelo no le tiraba. Miró a su derecha, donde Milo descansaba. Hacía unos minutos que había empezado a respirar de forma irregular, aunque aún no había abierto los ojos.
Kanon apartó la trenza de Milo para ocupar el lugar encima de su cabeza con el brazo y acariciar los mechones de cabello rubio que se escapaban encima de la nuca. Milo no tardó en reaccionar, inspirando más fuerte y estirando sus músculos.
—Hmn... ¿qué hora es? —preguntó el joven paseando después la lengua por el paladar, notando la boca reseca.
—Son casi las diez. —respondió Kanon, empezando a masajear el cogote de su novio.
Milo sonrió perezosamente y se abrazó a Kanon, abriendo la boca para bostezar contra el torso del mayor. Cuando por fin terminó de desperezarse, besó el pectoral con cariño y cruzó los brazos encima de él, recostando la mejilla en los ellos.
—Recuérdame por que dormimos en camas separadas... —ronroneó Milo mientras notaba como la mano de Kanon descendía desde su nuca a su espalda.
—Porque me tiras de la cama. —regañó Kanon llevando su mano al costado de Milo para hacerle cosquillas.
—Ay, ¡para! —se quejó este mientras se retorcía sin poder evitar reírse.
—¡Eso es el pago por todas las veces que acabo en el suelo!
Milo terminó por sentarse sobre sus piernas para alejar su cintura de la mano de Kanon, pero el mayor se irguió, sentándose a su vez en la cama para no perder el contacto. Milo siguió retorciéndose agarrando las muñecas de Kanon para separar los dedos largos de su piel, pero un beso apretado lo distrajo.
Al mismo tiempo, Kanon dejó de molestar la cintura de Milo para apretar su mano derecha contra la cadera izquierda de su novio, arrancándole un gemido.
El joven rodeó el cuello de Kanon con sus brazos y ladeó la cabeza, lamiendo el labio inferior del mayor y atrapándolo entre los suyos, tironeando de él.
Kanon dejó que Milo liderara el beso, respondiendo a los embites hambrientos del otro con diligencia. En cambio, su mano se desplazó en una caricia apretada hacia la entrepierna de Milo, atrapando su semi-erección entre los dedos. Milo respondió con un escalofrío, encerrando con sus brazos la cabeza de Kanon y jadeando.
Kanon le dedicó una sonrisa torcida.
—Buenos días... —saludó mientras rozaba la mejilla de Milo con su nariz recta.
Milo infló sus mofletes y frunció el ceño. Kanon se echó hacia atrás, arrastrando al más joven con él. Milo estiró su cuerpo encima del de Kanon, pateando para deshacerse de las sábanas y enredando sus piernas con las del otro.
—No te burles de mi —pidió—. Soy un hombre sano, es natural.
—No me burlo —replicó Kanon—. Saludar es de buena educación.
—¿Y tú desde cuando tienes de eso?
Kanon no había dejado de frotar el pene de Milo por encima de la ropa, pero esta vez volvió a apretar, recibiendo un gemido apagado de parte de Milo. Kanon rió, con un sonido que venía directo desde el fondo de su garganta. Milo golpeó a su novio con el puño cerrado en la cabeza.
—¡Ey! —avisó Kanon, dedicándole una mirada oscura a Milo.
Kanon se impulsó, haciendo rodar a Milo y situándose encima de él. Entre besos y caricias, luchó con las piernas de Milo para colarse entre ellas. Kanon adelantó la pelvis, frotando su erección totalmente despierta a esas alturas contra la de su novio. Milo se mordió el labio inferior, entrecerrando los ojos y Kanon le dedicó una sonrisa traviesa, borrando los dos gestos cuando se inclinó para morder y lamer la boca de Milo.
Se dedicaron unos minutos a estar así, besándose lenta pero profundamente; notando la excitación del otro a través de la tela, moviendo la cadera para mantener el deseo despierto.
Kanon partió el beso para mordisquear la mejilla de Milo y terminar por succionar el lóbulo de su oreja izquierda. Coló su lengua por los recovecos de la oreja, recorriendo los dibujos y dejándolos húmedos y calientes.
Milo se mordió el labio inferior, pero terminó gimiendo cuando Kanon sopló el lugar que acababa de lamer. El joven arqueó la espalda, levantando las manos por encima de su cabeza para agarrarse a los barrotes de la cabecera de hierro forjado. Kanon siguió su exploración hacia el sur, dejando un reguero de besos por el cuello y el pecho de Milo, no sin antes subir la camiseta de su novio hasta las axilas.
El mayor continuó con los besos, pasando de ser ligeros y dulces a atrevidos y demandantes. Milo se quitó la camiseta con un sólo movimiento justo cuando Kanon lamía su cadera y estiraba las cinturillas del pantalón de pijama y el boxer a la vez. Milo levantó las piernas para hacerle la tarea más sencilla. Cuando dejó caer el culo no aterrizó en el colchón, sino en el regazo de Kanon, los dos jadearon, anticipando lo que estaban apunto de hacer.
Con Milo totalmente desnudo, Kanon sonrió entrecerrando los ojos e inclinándose sobre él para volverlo a besar. Milo le sonrió de vuelta, levantando la cabeza para interceptar sus labios a mitad de camino. La fuerza que imprimió Kanon en el beso dejó a Milo con la cabeza sobre la almohada.
—Me encantan los sábados por la mañana. —declaró Kanon rozando su nariz con la de su novio.
Milo se rió en alto ante el comentario, rodeando el cuello de Kanon con los brazos y repartiendo besos ligeros por todo su rostro.
—A mi, de momento... simplemente me está gustado. —replicó Milo entre beso y beso.
Kanon frunció las cejas y estiró el brazo para abrir el primer cajón de su mesita de noche. No sacó nada, simplemente lo dejó así, abierto. Pero Milo se sonrojó, apretando los labios.
Esta vez era el turno de Kanon para reír. Milo torció la boca en un gesto de inconformidad.
Kanon negó con la cabeza mientras se separaba del cuerpo del menor para arrodillarse entre sus piernas. Sin ningún aviso más, agarró la polla de Milo y frotó el miembro hacia abajo, estirando la poca piel que aún cubría una pequeña parte del glande.
Milo respiró un poco más rápidamente, apoyándose en los codos para ver que hacia Kanon por allá abajo.
La mano del mayor no empezó con suavidad, sino con un ritmo rápido y un agarre fuerte y bien definido. Milo echó la cabeza hacia atrás, dejando escapar por primera vez un gemido alto y claro. Kanon se agachó, apartando un mechón de su pelo largo y color miel. Se lamió los labios antes de apretarlos contra el glande, después los separó sólo un poco para lamer aquella zona sensible. Agarró la base con los dedos y lo demás se lo tragó, moviendo la cabeza de arriba a abajo.
No tardó mucho en dejar todo lo que pudo de aquel pene dentro de su boca, moviendo la lengua contra el falo y dejándolo salir lentamente. Milo empuñaba las sábanas, sabiendo lo poco que le gustaba a Kanon que le agarrara del pelo.
Kanon se movió un poco, aún masturbando lentamente a Milo, para meter la mano dentro del cajón abierto. Milo observó aquel movimiento con la respiración contenida.
Sacó sólo dos cosas dentro de su puño. Un pequeño tubo de lubricante y un condón.
Milo se removió, recolocándose un poco y separando las piernas. Kanon se sentó, tomándose unos segundos para quitarse la camiseta. Después destapó el tubo y untó sus dedos con el lubricante. Milo tenía la boca entreabierta y los ojos brillantes, no separaba su mirada de los dedos de Kanon, no hasta que se perdieron de vista.
Kanon frotó los dedos pringosos contra el ano de Milo, lo hacía tan despacio que el joven empezó a mover la cadera, intentando provocar a su novio para que se diera más prisa. Kanon levantó una ceja y miró de soslayo al otro.
—Impaciente.
Milo dejó salir una queja ansiosa, que cambió a un jadeo satisfecho cuando dos de los dedos de Kanon le penetraron. El mayor mantuvo su mano libre en el muslo derecho de Milo, dejándolo fijado contra el colchón. Los dedos salían y entraban deprisa, encontrando un poco de resistencia a su paso.
Kanon se tomó todo el tiempo del mundo para preparar a Milo, moviendo los dedos en círculos y separándolos para asegurarse de que su pene entraría allí como otras tantas veces había hecho. Añadió más lubricante y un tercer dedo. Milo empezaba a dejarse llevar, moviéndose al ritmo que marcaba la mano de Kanon, señal de que estaba más que preparado.
Kanon retiró los dedos despacio y los limpió contra las sábanas. De todas maneras estaban para cambiar, así que no le importaba demasiado mancharlas. Milo abrió los ojos, tenía las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada. Sus pupilas se dilataron un poco más al ver como Kanon abría el paquete del condón.
El mayor no se entretuvo con cosas innecesarias. Sacó su pene por el agujero del boxer, se puso el preservativo y agarró a Milo de detrás de sus rodillas, levantándolo a peso. Milo se retorció para encontrar el ángulo y terminó por encorvar la espalda para agarrar el pene de Kanon, dirigiéndolo hacia su entrada. Los dos gruñeron mientras Kanon se abría paso en el interior de Milo.
Kanon se introdujo con urgencia, todo lo que pudo, hasta llegar al lugar donde sus dedos no alcanzaban. Milo cerró los ojos y apretó la mandíbula al sentir el empuje de Kanon. Llevó sus manos hasta su propio pene y se masturbó despacio, agarrándose los testículos y masajeándolos.
Kanon empezó con una serie de penetraciones lentas, profundizando un poco más con cada una que daba, llegando más allá milímetro a milímetro. La piel de Milo empezó a sudar y poco a poco sus hombros dejaron de estar tensos para relajarse. La expresión de su rostro también delataba el cambio de sensaciones. Milo bufaba con cada exhalación.
Kanon había aguardado aquel cambio para modificar su conducta. No pudo reprimir una sonrisa lasciva. Milo frunció el ceño al verla y terminó por gritar del susto cuando Kanon se abalanzó sobre él, pegando sus rodillas a la cama, a la altura de sus hombros.
Milo tragó saliva y estiró el cuello un poco, intentando que sus músculos se adaptaran a la nueva posición.
—Tiene que ser pecado ser tan flexible. —comentó Kanon aún con esa sonrisa en sus labios.
Milo rodó los ojos pero no pudo contestar. Kanon se dejó caer, metiendo toda su polla dentro de Milo y robándole un beso que acalló el gemido que estaba empezando en su garganta.
El beso empezó suave, pero Kanon lo transformó en uno salvaje a base de lengua y dientes. Milo respondió con la misma ferocidad, aunque con menos aliento. El joven terminó por soltar su pene para agarrarse él mismo las piernas y Kanon aprovechó el momento para usar sus manos como apoyo, asiéndose a la parte superior de la cabecera y clavando los pies firmemente sobre el colchón.
Empezaron las embestidas, sin ningún tipo de consideración. Pero estaba bien, Kanon sabía que a Milo le gustaba aquel trato de vez en cuando y esa mañana se encontraba dispuesto a dárselo. Al menos durante un rato.
Se mantuvieron así, aguantando el ritmo y la posición, unos minutos en los cuales la excitación creció tanto que Milo creyó que se iba a correr de un momento a otro. Su recto temblaba a cada nueva embestida, corta y fuerte. Kanon paró de repente, quedándose dentro y moviendo la pelvis en círculos. Salió casi del todo y se volvió a meter lentamente, observando como Milo boqueaba. Las gotas de sudor de su frente le empapaban el flequillo y caían sobre su novio debajo de él.
Probó unas cuantas arremetidas más antes de poner sus manos sobre las de Milo para indicarle que soltara sus piernas. Se inclinó para un nuevo beso y con las manos de Milo entre las suyas se sentó en la cama. Milo se quedó tumbado y aprovechó el momento para estirar un poco las piernas, dejándolas flácidas a los lados del otro.
Disfrutaron del momento, moviéndose lentamente y serenando su respiración. Entrelazaban los dedos y los volvían a soltar, acariciando sus manos en el proceso, dedicándose miradas tiernas cargadas de deseo.
Kanon salió despacio de dentro de Milo, ganándose un ceño fruncido de parte del otro.
—Pero...
—Date la vuelta. —lo cortó Kanon, dándole una palmada en la cadera a Milo.
—Oh. —contestó, parpadeando.
Milo no se hizo de rogar, dándose la vuelta alegremente. Kanon aprovechó ese tiempo para deshacerse del calzoncillo, después se arrodilló y agarró la pelvis de Milo para indicarle que se pusiera a cuatro patas. El joven miró hacia atrás. Su trenza medio deshecha cayó de su espalda para colgar a su lado y Milo se apoyó en sus manos y sacudió la cabeza para apartar los mechones de cabello que le hacían cosquillas.
Kanon agarró su falo con una mano y apretó el glande contra el ano de Milo, observando como entraba sin resistencia alguna. Con la otra mano se agarró a una de las nalgas de su novio. Adelantó las rodillas para estar más cerca y empujó otra vez para meterla toda dentro. Nada más entrar notó como el interior de Milo se contraía tanto a su alrededor que prácticamente hacía presión para que saliera hacia afuera.
Esta vez, Kanon optó por entrar y salir lenta pero profundamente, saliendo del todo a veces sólo para volver a entrar del todo con un embite.
Milo había agachado de cabeza y una de sus manos se aferraba a los barrotes de la cabecera. Kanon dejó de jugar con Milo para darle una sonora palmada en el culo y volver a las embestidas fuertes y cortas.
Milo jadeaba y hundió los hombros en la almohada, llevando su mano izquierda hasta su pene para masturbarse, casi reproduciendo la misma velocidad que Kanon estaba usando en él. La posición y el balanceo que usaba Kanon le permitían llegar bien a la próstata de Milo y los gemidos, junto con la manera de moverse del joven, excitaban tanto a Kanon que sabía que ninguno de los dos tardaría en correrse.
Kanon usó tanta fuerza con su pelvis que las rodillas temblorosas de Milo perdieron el poco equilibrio que les quedaba. Kanon reaccionó justo a tiempo para no caerse encima del menor, usando las manos para mantener su cuerpo en suspenso encima del de su novio.
Milo giró la cabeza, buscando con los ojos brillantes y los labios húmedos la cara de Kanon.
El mayor jadeaba y tenía un sano sonrojo cubriendo sus mejillas. Levantó una ceja al ver la expresión de Milo. Su polla había salido violentamente del cuerpo de Milo, pero parecía que ninguno de los dos se había hecho daño.
Kanon se recostó suavemente encima de Milo para alcanzar sus labios, intercambiando un beso apretado y lento. Atrapó el labio inferior de Milo entre los suyos, indicándole que abriera la boca y después lamió la lengua de Milo que salió de entre sus labios a su encuentro. Kanon ladeó la cabeza un poco más, dejando caer más de su peso encima de su novio y profundizando el beso.
Partieron el beso y Milo movió sus dedos encima de los barrotes, notando el sudor de la palma de su mano y agarrándose mejor al hierro forjado.
Kanon se incorporó y maniobró con las piernas de Milo para que las cerrara. Se sentó encima de sus muslos, justo debajo de su culo. Separó las nalgas y echó un buen vistazo. El anillo estaba rojo y dilatado, palpitando por reflejo. Milo se sobó la nuca con la mano izquierda, la misma que había estado usando para masturbarse hasta ese momento. Enterró la cara en la almohada y después apoyó la mejilla derecha en ella para poder respirar. Algo frío cayó sobre su ano y supo que Kanon estaba poniendo un poco más de lubricante en la entrada y tal vez sobre el condón que cubría su polla.
Con las rodillas a los lados de la cadera de Milo, Kanon se introdujo otra vez poco a poco. En esa ocasión se deslizaba fácilmente y volvió a meterse casi entero de una vez. Equilibró su posición, buscando un buen ángulo y apoyo para empezar. Terminó por dejar caer los puños debajo de las axilas de Milo. Levantó la pelvis y probó un par de arremetidas. Oyó como Milo gruñía y también lo vio elevar el culo y colar la mano izquierda debajo de su cuerpo.
Kanon sonrió e inspiró profundamente, dejando salir el aire con lentitud. Entonces empezó a arremeter contra el cuerpo de Milo, entrando y saliendo con facilidad, desatando todo su deseo en aquellas embestidas.
Milo mordió la almohada, notando como las aletas de su nariz se hinchaban cada vez que tomaba aire. En algún momento soltó la tela que cubría el cojín, dejando un corroncho de baba oscuro. Gimió, bajo y profundo. Tragó saliva y volvió a gemir.
Milo aumentó el ritmo de su mano. Kanon se inclinó sobre el cuerpo de su novio y besó su espalda, sin dejar de moverse de dentro a fuera. Después de unos pocos minutos no pudo mantener la posición y se dejó caer con todo su peso, Milo arqueó la espalda, levantando un poco más el trasero y masturbándose aún con más rapidez.
Kanon gruñó en el cuello de Milo, cerca de su oreja, y pasó las manos por debajo de sus brazos para agarrarse a los hombros del joven. Mordisqueó los hombros de Milo y él ladeó la cabeza para dejarle parte del cuello al descubierto. Kanon aprovechó la ocasión para lamer y succionar la piel, midiendo la fuerza exacta para no dejar una marca dolorosa. La mano derecha de Kanon cambió de lugar, agarrándose a la de Milo, que seguía aferrada a los barrotes.
Milo apretó sus dedos encima de su polla, notando como la piel que cubría sus testículos se contraía y sabiendo que el orgasmo estaba tan cerca que era inevitable. Se corrió sobre las sábanas y parte de su mano mientras Kanon lamía su oreja y mordisqueaba el lóbulo.
Kanon, al notar el cambio en Milo, entró y salió aún con más fuerza, pero al ver la falta de actividad debajo de él, se retiró. La mano de Milo soltó el hierro al que estaba agarrado y se deslizó hacia el cojín, con la de Kanon encima, acariciándole el dorso.
Kanon se sentó al lado de Milo, cortando el contacto, con la espalda apoyada en la cabecera, y se quitó el condón sucio, girándolo para que el lubricante no manchara nada. Lo tiró a la papelera con buena puntería, escupió en su mano y empezó a masturbarse, al principio lentamente, mientras observaba a Milo.
La respiración del menor se acompasó rápidamente y volteó la cabeza para encarar a Kanon. Lo primero que vio fue la polla de su novio, tan dura que le dolió. Milo se arrastró poco a poco, apartando la mano de Kanon para succionar la base del pene y frotar con la mano la parte superior.
Milo lamió todo el pene con vehemencia, asegurándose de dejarlo húmedo y resbaladizo. Cambió su postura, colándose entre las piernas de Kanon para poder trabajar mejor. Una vez hecho esto, lamió su propia mano, dejando una cantidad considerable de saliva en ella y se chupó los dedos. Kanon no podía apartar sus ojos de Milo. Siempre que hacía aquellas cosas, de alguna manera, había inocencia en ellas. Y eso, para Kanon, era mucho más que excitante.
Empezó a masturbar a su novio con la mano mientras atrapaba el glande en su boca y movía la lengua alrededor de la cabeza, apretándola después entre la lengua y el paladar. Relajó la garganta y se dispuso a subir y bajar la cabeza rápidamente, metiendo casi toda la polla de Kanon en su boca.
Lo hacía todo con rapidez y fuerza, no queriendo prolongar mucho más el clímax. Masajeó los testículos de Kanon durante un breve momento y después uno de sus dedos fue directo un poco más abajo. Buscó el anillo de entrada de Kanon y se empujó dentro. El mayor se sobresaltó un poco, pero no detuvo lo que Milo le estaba haciendo, en cambio, llevó una de sus manos a un hombro de Milo, asiéndose a él.
Milo movió el dedo, frotando el interior de Kanon, buscando un punto exacto que sabía que estaba allí. El gruñido gutural de Kanon le dijo que había encontrado el punto y continuó estimulando aquel sitio sin dejar que el ritmo de la felación decayese.
Kanon no tardó mucho en mover su mano del hombro de Milo a su cabeza, empuñando una buena cantidad de pelo ondulado entre sus dedos. Tiró hacia arriba, Milo ya había notado el sabor del líquido preseminal, así que dejó que Kanon guiara sus movimientos.
La primera descarga lo encontró aún con los labios abiertos y un hilillo de saliva uniendo su lengua y el glande, justo después de que hubiera sacado la totalidad del pene de su boca. Milo cambió rápidamente de sitio, lamiendo y succionando el tronco mientras apretaba más su dedo contra la próstata desde el interior de Kanon. El mayor gimió en su orgasmo, echando la cabeza hacia atrás y con las piernas temblorosas y las rodillas algo flexionadas. La mayor parte del semen de Kanon cayó sobre la espalda y el pelo de Milo, que se dedicó a dejar besos perezosos en el interior de los muslos de Kanon después de haberse limpiado la corrida de la cara.
Milo sacó el dedo y lo restregó contra la sábana como Kanon había hecho antes. Se apoyó con las palmas abiertas en la cama, entre las piernas del mayor y levantó su cuerpo, estirando el cuello, lo suficiente como para recibir un beso cansado de parte de Kanon.
Milo rodó sobre si mismo, sentándose y apoyando la espalda en el pecho de Kanon. Se quedaron unos minutos callados, disfrutando del contacto piel contra piel.
Kanon abrazaba a Milo por la cintura y le daba besos ocasionales allá donde pillara y Milo acariciaba los brazos de Kanon, moviendo la cabeza para dejar el cuello al descubierto, la oreja más a la vista y los labios al alcance de los de su novio.
—¿Y ahora? —indagó Kanon con la voz ronca.
—¿Hm, ahora qué? —preguntó Milo frotándose la barbilla contra el hombro.
—¿Qué te parecen los sábados por la mañana?
Milo parpadeó, sin saber a lo que se refería por unos segundos. Cuando cayó en la cuenta se rió con suavidad entre dientes. Giró la cabeza para regalarle un beso a Kanon en la mejilla.
—Estupendos —dijo sin vacilar—. Pero necesito un baño.
Kanon torció la boca, mordisqueándose la parte interna del labio inferior.
—Ya somos dos...
Instó a Milo a que se levantara con un par de empujones. Milo se quejó, saliendo del alcance de Kanon antes de que se le ocurriera tirarlo de la cama y correteó desnudo hacia el baño, con su novio pisándole los talones.
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Airin on September 30, 2025, 02:51:38 PM »(mira yo sin iconos que raro... pues allé van los placeholders :_D) Quiero creer que el formato está bien. QUIERO. CREER.
graciasFlinsporveniracasapronto ;;

Los soldados rasos del campamento oculto corrían de un obelisco a otro. No se encontraban bajo ataque, ni se preparaban para una nueva guerra; al menos no que ellos supieran. Pero claro, eran la base que componía las tropas de asalto, no tenían por qué saber qué se traían sus superiores entre manos. Pero las tropas hablaban.
—Yo creo que lo sedujo, —resopló un soldado bajo el casco que le bailaba constantemente.
—Ay si claro, con bragas rojas y champán en la cama, no te digo. —replicó otro a su izquierda, tocándose el costado con gesto de dolor.
—Hala, ya salió el fino. Qué champán ni que champón, le comió la oreja al jefe hasta que le puso al mando. Así es como trepan todos, lamiendo botas.—Un tercero intentaba no renquear visiblemente, pero se dio por vencido a la vuelta de una columna, y se paró doblándose en dos y tocándose la pierna.— Ay, la virgen qué calambre.
Viendo la oportunidad de tomarse un descanso a escondidas, el grupo de reclutas no lo pensó dos veces y paró como un solo hombre. Y como si fuera un pelotón de abuelos esperando al médico empezó la retahíla de quejas.
—Ay, que me da flato.
—¡Voy a echar hasta el hígado!
—Uf uf, verás como mañana esté con gripe, hace demasiado frío para esto.
Y es que a pesar de hallarse en lo profundo de una barrera, no por ello dejaba de ser invierno bajo el mar. Cierto era que la temperatura se mantenía suave y generalmente constante, pero eran... soldados rasos, después de todo.
—¿A quién se le ocurre con éste tiempo? —preguntó uno de los quintos bastante entradito en carnes. Más que un quinto parecía un cuarto y mitad.
—A quién se le va a ocurrir, a su majestad de ordeno y mando, que no tiene otra cosa que hacer que dar por el...
—¿Es porque el jefe ya no le hace caso? —interrumpió el primero volviendo a ponerse el casco en su sitio.
Uno de los que resoplaban como si se les fuera la vida por la boca contuvo el aliento suficiente para dejar escapar una risita, haciendo un gesto obsceno con la mano.
—¡Bajo el mar y no moja! —las risotadas sonaron a coro.
—No pero en serio, —el soldado que se había parado primero los miró con una ceja levantada, y el resto se acercó como por instinto, esperando la confidencia,— yo creo que está donde está, porque es hermano de quien es.
El 'oooh' en voz ahogada flotó durante unos momentos en el aire.
—¿Y de quién es hermano?
—¡Gordo cabrón no te enteras de nada!
—¡Gorda tu madre!
Antes de que el altercado fuera a más, el resto del grupo los acalló separándolos.
—Su hermana gemela... —el acalambrado le dio énfasis a la palabra,— es la líder de las Cazadoras.
—¡No!
—¡Venga ya!
—¡Pero qué mafia!
—... si tiene la misma cara, eso es que Ceinwen ya no es una diosa virgen.
—Tú si que eres virgen, qué obsesión tienes.
—¡Es que son de la élite! —se defendió el joven agarrándose del casco.
—Uy si, la élite. La élite que no madruga, la élite que nunca entrena, la élite que sólo mangonea. ¡Enchufados de élite es lo que son! ¡Amiguismo, que se reparten todo lo bueno entre ellos!
El frío del que se habían quejado se hizo polar y cortante en apenas un segundo, hasta el punto de ver el vaho de su aliento congelarse en el aire frente a sus narices.
—¡MENOS RAJAR Y MÁS CORRER! —bramó el joven oficial apareciendo de la nada tras la columna.— ¡Que si entrenaséis igual que malgastáis saliva, seríais élite en vez de carne de cañón! ¡Y las órdenes las he dado yo!
Los reclutas se desbandaron a la carrera entre gritos de terror como si les persiguiera el diablo.
El joven resopló, mirando el móvil y apoyándose contra la piedra.
—Esto va al twitter.
En la superficie terrestre, en una pequeña cafetería con ese aspecto entre familiarmente descuidado por el tiempo y estudiado diseño hipster, el General en la sombra se partía de risa entre toses, intentando no morir ahogado en migas de croissant. La puerta del establecimiento se abrió con la entrada de otro hombre joven y guapo, dejando pasar también el aire frío de la calle.
Spark se sentó en la silla frente al moreno, se quitó el gorro que dejó escapar una coletilla revuelta, se desenroscó lo que parecían un par de metros de bufanda de lana gruesa y se quedó mirando a su amigo con fijeza.
—¿Sinbad, estás bien? —preguntó quitándole un par de migas de la chaqueta, y procediendo a escurrirse de su propio abrigo con los menores movimientos posibles.
Por respuesta su amigo simplemente le pasó su teléfono móvil, con la flecha circular de repetir visionado ocupando el centro de la pantalla encendida. Spark agarró el móvil, y le dio a la flecha.
Su ceja derecha empezó a temblar con el principio del video, nada más oír la voz alegre y queda de Isaak diciendo que aquello iba a molar. A medida que avanzaba la reproducción, dicha ceja se disparó hasta esconderse tras su flequillo, y no tardó en ser acompañada por la izquierda. Miró a Sinbad con los ojos muy abiertos, que sin dejar de mojar su croissant en una taza de café con leche le hizo señas de que siguiera atento a la pantalla.
—¡MENOS RAJAR Y MÁS CORRER! —la voz de su segundo atronó desde el teléfono, y al ver a los reclutas corriendo despavoridos Spark no pudo contener las carcajadas por más tiempo doblándose en dos sobre la mesa.
—¡Qué cabrón! —se limpió una lágrima con la servilleta del General.
—¿Has visto que bien se lo pasa? No saben con quién se la juegan. No me cree nadie, pero él es al que hay que vigilar, como lo pierdas de vista ¡zas! —Sinbad no podía negar que estaba un poco orgulloso e indignado a partes iguales, no todos los días había una amenaza mayor que su propio aburrimiento.
—Pfff, ya era así de crío. Y de casta le viene al galgo... Ahora que parece tan buenico, todo serio y competente, mentira, mentira todo. —Spark observó la carta de la cafetería, en busca de algo merendable.
—Como que tú puedes hablar de parecer bueno y luego liarlas pardas...—Sinbad se rió entre dientes— Al menos a mi me precede mi reputación de peligro respetable.
—¡Pero yo no lo subo a twitter para el dominio público! —Spark puso morritos y le robó un trozo de hojaldre.
—Ah, no, eso se lo he pedido yo, quería ver qué hacía.
—Ahí, esa élite, controlándolo todo desde la distanci-AH! —la servilleta arrugada de Sinbad hizo blanco en mitad de la cara del rubio.
—A que te mando a merendar a la otra dimensión...
—Tch, qué elitista.
El General rodó los ojos y le hizo una seña a la camarera para que se acercase.
—Una galleta de nata y un chocolate premium.
—¡Ahora mismo!
—¿Chocolate premium? —a Spark se le achisparon los ojos sólo de pensar que eso existía.
—Setenta por cien de cacao. Noventa por cien de leche entera batida. Porque tú también eres de la élite, ¿no? —contestó Sinbad con una sonrisilla resabiada.
—Oh, si. Premium. Definitivamente.
.
graciasFlinsporveniracasapronto ;;



Los soldados rasos del campamento oculto corrían de un obelisco a otro. No se encontraban bajo ataque, ni se preparaban para una nueva guerra; al menos no que ellos supieran. Pero claro, eran la base que componía las tropas de asalto, no tenían por qué saber qué se traían sus superiores entre manos. Pero las tropas hablaban.
—Yo creo que lo sedujo, —resopló un soldado bajo el casco que le bailaba constantemente.
—Ay si claro, con bragas rojas y champán en la cama, no te digo. —replicó otro a su izquierda, tocándose el costado con gesto de dolor.
—Hala, ya salió el fino. Qué champán ni que champón, le comió la oreja al jefe hasta que le puso al mando. Así es como trepan todos, lamiendo botas.—Un tercero intentaba no renquear visiblemente, pero se dio por vencido a la vuelta de una columna, y se paró doblándose en dos y tocándose la pierna.— Ay, la virgen qué calambre.
Viendo la oportunidad de tomarse un descanso a escondidas, el grupo de reclutas no lo pensó dos veces y paró como un solo hombre. Y como si fuera un pelotón de abuelos esperando al médico empezó la retahíla de quejas.
—Ay, que me da flato.
—¡Voy a echar hasta el hígado!
—Uf uf, verás como mañana esté con gripe, hace demasiado frío para esto.
Y es que a pesar de hallarse en lo profundo de una barrera, no por ello dejaba de ser invierno bajo el mar. Cierto era que la temperatura se mantenía suave y generalmente constante, pero eran... soldados rasos, después de todo.
—¿A quién se le ocurre con éste tiempo? —preguntó uno de los quintos bastante entradito en carnes. Más que un quinto parecía un cuarto y mitad.
—A quién se le va a ocurrir, a su majestad de ordeno y mando, que no tiene otra cosa que hacer que dar por el...
—¿Es porque el jefe ya no le hace caso? —interrumpió el primero volviendo a ponerse el casco en su sitio.
Uno de los que resoplaban como si se les fuera la vida por la boca contuvo el aliento suficiente para dejar escapar una risita, haciendo un gesto obsceno con la mano.
—¡Bajo el mar y no moja! —las risotadas sonaron a coro.
—No pero en serio, —el soldado que se había parado primero los miró con una ceja levantada, y el resto se acercó como por instinto, esperando la confidencia,— yo creo que está donde está, porque es hermano de quien es.
El 'oooh' en voz ahogada flotó durante unos momentos en el aire.
—¿Y de quién es hermano?
—¡Gordo cabrón no te enteras de nada!
—¡Gorda tu madre!
Antes de que el altercado fuera a más, el resto del grupo los acalló separándolos.
—Su hermana gemela... —el acalambrado le dio énfasis a la palabra,— es la líder de las Cazadoras.
—¡No!
—¡Venga ya!
—¡Pero qué mafia!
—... si tiene la misma cara, eso es que Ceinwen ya no es una diosa virgen.
—Tú si que eres virgen, qué obsesión tienes.
—¡Es que son de la élite! —se defendió el joven agarrándose del casco.
—Uy si, la élite. La élite que no madruga, la élite que nunca entrena, la élite que sólo mangonea. ¡Enchufados de élite es lo que son! ¡Amiguismo, que se reparten todo lo bueno entre ellos!
El frío del que se habían quejado se hizo polar y cortante en apenas un segundo, hasta el punto de ver el vaho de su aliento congelarse en el aire frente a sus narices.
—¡MENOS RAJAR Y MÁS CORRER! —bramó el joven oficial apareciendo de la nada tras la columna.— ¡Que si entrenaséis igual que malgastáis saliva, seríais élite en vez de carne de cañón! ¡Y las órdenes las he dado yo!
Los reclutas se desbandaron a la carrera entre gritos de terror como si les persiguiera el diablo.
El joven resopló, mirando el móvil y apoyándose contra la piedra.
—Esto va al twitter.
En la superficie terrestre, en una pequeña cafetería con ese aspecto entre familiarmente descuidado por el tiempo y estudiado diseño hipster, el General en la sombra se partía de risa entre toses, intentando no morir ahogado en migas de croissant. La puerta del establecimiento se abrió con la entrada de otro hombre joven y guapo, dejando pasar también el aire frío de la calle.
Spark se sentó en la silla frente al moreno, se quitó el gorro que dejó escapar una coletilla revuelta, se desenroscó lo que parecían un par de metros de bufanda de lana gruesa y se quedó mirando a su amigo con fijeza.
—¿Sinbad, estás bien? —preguntó quitándole un par de migas de la chaqueta, y procediendo a escurrirse de su propio abrigo con los menores movimientos posibles.
Por respuesta su amigo simplemente le pasó su teléfono móvil, con la flecha circular de repetir visionado ocupando el centro de la pantalla encendida. Spark agarró el móvil, y le dio a la flecha.
Su ceja derecha empezó a temblar con el principio del video, nada más oír la voz alegre y queda de Isaak diciendo que aquello iba a molar. A medida que avanzaba la reproducción, dicha ceja se disparó hasta esconderse tras su flequillo, y no tardó en ser acompañada por la izquierda. Miró a Sinbad con los ojos muy abiertos, que sin dejar de mojar su croissant en una taza de café con leche le hizo señas de que siguiera atento a la pantalla.
—¡MENOS RAJAR Y MÁS CORRER! —la voz de su segundo atronó desde el teléfono, y al ver a los reclutas corriendo despavoridos Spark no pudo contener las carcajadas por más tiempo doblándose en dos sobre la mesa.
—¡Qué cabrón! —se limpió una lágrima con la servilleta del General.
—¿Has visto que bien se lo pasa? No saben con quién se la juegan. No me cree nadie, pero él es al que hay que vigilar, como lo pierdas de vista ¡zas! —Sinbad no podía negar que estaba un poco orgulloso e indignado a partes iguales, no todos los días había una amenaza mayor que su propio aburrimiento.
—Pfff, ya era así de crío. Y de casta le viene al galgo... Ahora que parece tan buenico, todo serio y competente, mentira, mentira todo. —Spark observó la carta de la cafetería, en busca de algo merendable.
—Como que tú puedes hablar de parecer bueno y luego liarlas pardas...—Sinbad se rió entre dientes— Al menos a mi me precede mi reputación de peligro respetable.
—¡Pero yo no lo subo a twitter para el dominio público! —Spark puso morritos y le robó un trozo de hojaldre.
—Ah, no, eso se lo he pedido yo, quería ver qué hacía.
—Ahí, esa élite, controlándolo todo desde la distanci-AH! —la servilleta arrugada de Sinbad hizo blanco en mitad de la cara del rubio.
—A que te mando a merendar a la otra dimensión...
—Tch, qué elitista.
El General rodó los ojos y le hizo una seña a la camarera para que se acercase.
—Una galleta de nata y un chocolate premium.
—¡Ahora mismo!
—¿Chocolate premium? —a Spark se le achisparon los ojos sólo de pensar que eso existía.
—Setenta por cien de cacao. Noventa por cien de leche entera batida. Porque tú también eres de la élite, ¿no? —contestó Sinbad con una sonrisilla resabiada.
—Oh, si. Premium. Definitivamente.
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Kora on September 30, 2025, 01:02:35 PM »Lievran se unió a Lord Solane en el suelo, ayudándole a apartar la nieve. El hielo bajo ellos no parecía agrietado ni de diferente color, pero eso no significaba que estuvieran a salvo. Manteniendo la calma, Lievran giró la cabeza hacia la orilla del lago.
—Deberíamos movernos con cuidado, pero sin demora, mi lord. El hielo debería resistir incluso si corremos, y podríamos llegar a tierra firme si nos apresuramos.
Juntos despejaron la nieve hasta revelar la superficie polvorienta del hielo. Era hielo negro, con astillas y grietas que se habían cerrado con los años, quizás décadas. Aun así, parecía denso, al menos de diez centímetros de grosor donde estaban.
Lord Solane quitó el polvo como pudo. Era casi imposible ver el agua bajo ellos, pero una sombra inconfundible se oscureció en las profundidades turbias. Luego se desvaneció, dejando en su estela vibraciones que Lievran sintió bajo sus pies.
El lord alzó la cabeza con calma y le hizo un gesto.
—De acuerdo.
Ajustó las correas de su mochila y señaló hacia adelante, apenas desviado a la izquierda.
—Correré en esa dirección. Cuando lo haga, cuenta cinco respiraciones y corre recto.
Lievran le sostuvo la mirada, queriendo entender qué pretendía. Apenas se dio cuenta de que el lord ya se había incorporado.
—¡Mi lord...!
Reaccionó un segundo tarde. Lord Solane ya corría, levantando nieve a cada paso. Lievran estaba seguro de escuchar cómo el hielo negro crujía bajo su peso. Y debajo de ellos, lo sintió: algo enorme se movía en las aguas heladas, dirigiéndose hacia el galbadianse.
—¡No, pare! —gritó.
El instinto lo empujó a correr también, olvidando tácticas y estrategia. Avanzó más rápido que Lord Solane, y vio con espanto cómo aparecían grietas bajo sus botas, como una telaraña.
De no estar atado tan profundamente por el rango, lo habría sacudido para preguntarle qué demonios estaba haciendo. ¿Qué sentido tenía atraer a la criatura hacia sí? ¿Para protegerlo a él, un simple sirviente? Por un instante recordó al niño que años atrás no había visto problema en proponer un duelo contra un esclavo. ¿Qué ocurriría si regresaba sin Lord Solane?
—Lo siento, mi lord, pero no puedo permitirlo —dijo, con el rostro tenso, aferrándose al brazo del Galbadian para arrastrarlo hacia la orilla. El hielo gimió con fuerza bajo sus pies.
—¡Lievran, suéltame! —ordenó el lord con voz autoritaria, intentando zafarse—. Va a...
El resto de la frase se perdió en el estruendo cuando una mandíbula alargada, repleta de dientes, atravesó el hielo detrás de ellos. El chasquido resonante de las fauces se cerró a un paso de ambos, levantando agua y lanzando fragmentos de hielo por el aire.
Lord Solane lo cubrió con un brazo, inclinando la cabeza contra la suya mientras el reptil golpeaba el hielo y lo partía en pedazos. Lievran mantuvo el equilibrio por instinto, pero su señor resbaló, y una pierna quedó sumergida hasta la rodilla. Sin pensarlo, Lievran tiró de él para sacarlo del agua, sintiendo una punzada de culpa: Lord Solane debía haber perdido el equilibrio al intentar protegerlo.
El respiro fue breve. El monstruo desaparecería bajo el agua solo un momento. Y, aunque temía que dividirse los condenara, esta vez Lievran no discutió la orden. No podían perder más tiempo.
—Tiene razón, mi lord —dijo con decisión, desenvainando su sable-espada—. Yo llamaré su atención.
Corrió en dirección perpendicular a la grieta, hacia la curva de la orilla. Mientras avanzaba, arrastraba la punta de su sable-espada sobre el hielo en un zigzag, dejando marcas y arañazos que despertaran el instinto de caza de la bestia.
Entonces un estallido sacudió el aire. Un relámpago violeta rebotó sobre el hielo oscuro, seguido del chapoteo de algo grande cayendo al agua: una granada eléctrica, lanzada por Lord Solane. Lievran no frenó, corrió hasta llegar a la orilla y cayó de rodillas en la nieve, respirando con dificultad.
Solo cuando levantó la cabeza y vio a Lord Solane acercarse a los árboles sintió un alivio extraño. Más allá del temor de recibir castigo por perder a su señor, no comprendía por qué el Galbadian había arriesgado su vida por él. Otro en su lugar lo habría usado como carnada sin dudar.
¿Era así como era Lord Solane? ¿O había algo más?
Se tensó al acercarse, esperando ira en cualquier forma, verbal o física. Pero el silencio cayó entre ambos, roto solo por la respiración agitada del lord. Lievran vio el corte en su frente y la sangre que descendía por su mejilla.
Apretó los labios. No era momento de contradecirlo.
Cuando Lievran se acercó, Cassian notó su rostro tenso, los labios apenas curvados con incomodidad. El brillo severo de su propia mirada cortó al viera… hasta que cerró los ojos. Respira. Piensa. Respira. Estaba enfadado. Furioso. Pero necesitaba apagar ese fuego antes de hablar. Se dio tiempo, no respondió de inmediato. El silencio entre ambos se volvió incómodo mientras trataba de templar sus impulsos y emociones.
—¿Está herido, mi lord? —preguntó Lievran, aún sin aliento, con una clara vacilación en la voz—. Deberíamos secarnos lo antes posible. ¿Quiere que busque refugio?
Cassian jadeaba, todavía con la respiración pesada, pero se irguió para mirarlo con una expresión más medida, los hombros tensos.
—Estoy ileso —le dijo entre dientes apretados. No había reparado en la sangre que le bajaba por la mejilla ni en el corte superficial sobre la ceja. Sentía ya lo que sería un moretón en la rodilla, pero nada parecía roto—. Olvídate de mí. ¿Estás herido?
El viera se enderezó, aunque Cassian pudo ver la tensión en sus hombros, recogidos hacia dentro, la cabeza baja y las orejas ligeramente pegadas atrás. Se hacía pequeño, como si esperase ser golpeado, o al menos, que le gritaran. El silencio que cayó entre los dos era tan denso como la nieve a su alrededor. Cassian reparó en cómo Lievran observaba de reojo el corte de su ceja y el ligero hundimiento de su pierna.
Cuando dio un paso hacia él, Lievran retrocedió, tragando saliva.
Cassian lo notó. El viera parecía un perro apaleado. Y con lo poco que sabía de Livius, no le sorprendería si aquello era literal. La severidad de su propio gesto se desvaneció cuando lo vio retroceder. Apartó la mirada. Lo estaba asustando.
La realización se le hundió en el estómago como una piedra.
—Estoy ileso también, mi lord —respondió Lievran con tono medido.
Cassian lo examinó con cuidado, acercándose un poco más para asegurarse. La desaprobación aún pesaba en sus facciones, pero la preocupación iba primero.
—Si no estás herido, busca un lugar seco en las cercanías. Si no lo encuentras, seguiremos hasta dar con uno adecuado.
La nieve empezaba a restarles visibilidad. Cassian se sintió aliviado cuando Lievran se apartó para ir a buscar un lugar seco. Una vez fuera de su vista, se dejó caer pesadamente sobre la nieve y se cubrió el rostro con las manos. Permitió que el terror de lo ocurrido lo alcanzara por fin, observando de reojo el lago entre los árboles como quien mira hacia abajo tras salvarse de una caída mortal.
—Contrólate —gruñó para sí mismo, obligándose a ponerse en pie otra vez. Ya había enfrentado a la muerte antes. Esto no era distinto. Se ocupó en recoger yesca: hojas secas, ramas caídas, incluso mechones de pelo de animales que habían pasado por allí.
El tiempo avanzaba y Lievran no regresaba. Tardó lo suficiente para inquietarlo. Consultó el reloj en su bolsillo, y por primera vez se permitió considerar seriamente la posibilidad de que el retén lo hubiera abandonado. Imaginaba más bien que Lievran lo había dejado atrás para enviar un informe a Livius tachándolo de incapaz, no que hubiera escapado en sí. Aun así, la idea pesaba.
Al final, el alivio llegó cuando lo vio regresar. Lo siguió en silencio hasta el refugio improvisado que había encontrado. No comentó nada sobre lo que había tardado. Tendría que bastar. No podían perder más tiempo.
Antes de quitarse las botas, Cassian le tendió a Lievran un pedernal y una piedra de fuego de su mochila, y dispuso la yesca entre un anillo de piedras. Vertió unas gotas de un frasco sobre ellas; el olor a etanol quedó suspendido en el aire.
Con un simple gesto, el viera aceptó y se agachó junto al círculo. Cassian lo observó mientras encendía la llama. El brillo en los ojos del retén le revelaba cierta inquietud al verlo desatarse la bota. Comprendía su miedo a las consecuencias del frío, pero confiaba en que el calor del fuego bastaría para mantener a raya la congelación.
—Derrite nieve y bebe —ordenó Cassian.
—Sí, mi lord —respondió Lievran, recogiendo nieve fresca en un pequeño recipiente. Lo colocó junto al fuego para que se derritiera, y en voz baja añadió—: Le pido disculpas, mi lord. Le llevé la contraria allá atrás. No... no habría sido propio de mi posición dejarle allí.
Quedaba aún luz en el día, y Cassian pensaba aprovecharla en cuanto su ropa estuviera seca. No pretendía que esa parada se alargara más de lo necesario. Se quitó la bota y la colocó cerca del fuego, apoyada sobre parte del equipo. El calcetín lo colgó de un palo, y protegió su pie con el abrigo doblado para no apoyarlo en el suelo. Al menos, los pantalones, de tejido repelente al agua, habían contenido algo la humedad.
Cuando Lievran habló, Cassian estaba sacando un paquete de raciones. Se detuvo, cerró los ojos y meditó su respuesta, con la imagen del viera encogido aún en mente. Comprendió que no era él quien merecía la ira: había fallado como líder.
—No te informé de mis intenciones. De haberlo hecho, quizá habrías entendido que mis acciones no eran temerarias, sino calculadas, y habrías seguido mis órdenes —dijo en un tono serio—. Te he puesto en una posición difícil. Lo sé. Si algo me sucediera, reflejaría mal en ti, y tu superior no soy yo, sino Lord Domine.
Y sabía bien que Livius no sería compasivo si la misión fracasaba de forma tan catastrófica, aunque no fuera culpa de Lievran.
—Fue mi decisión cruzar el hielo. Si eso nos ha costado, asumo la responsabilidad. —Le pasó a Lievran una taza, para que bebiera—. Sin embargo...
Exhaló con cansancio antes de continuar.
—Estás acostumbrado a escoltar nobles, civiles. No soldados. Soy teniente, Lievran. Me he formado como oficial. He estudiado combate, estrategia, táctica, y cómo sacar provecho de las habilidades de quienes están bajo mi mando. He puesto mi fe en tu instinto y tu entrenamiento. No he dudado de tu criterio en ningún momento.
Alzó la mirada, fija en él.
—No cuestiones el mío. Si debes reprocharme algo, hazlo después. No te castigaré por ello. Pero nuestra supervivencia depende de que actuemos como un solo cuerpo. La próxima vez que me desafíes, podríamos morir. ¿Lo entiendes?
Su voz y su mirada se suavizaron poco a poco. Ya no quedaba rastro de la furia, ni fría ni ardiente.
Lievran se había preparado para la ira y la decepción, así que cuando en su lugar escuchó una disculpa, no supo cómo reaccionar. Probablemente era la primera vez que un galbadiense se disculpaba con él, y más aún alguien de un rango tan superior.
No sabía cómo debía sentirse al respecto. Si acaso, lo volvía más consciente de sí mismo, como si forzar que Lord Solane se disculpara con él fuera otra ofensa más.
Tomó la taza que Lord Solane le ofreció sin alzar la mirada. Las palabras no llevaban desprecio, sino una comprensión genuina y un ofrecimiento de confianza. Era difícil de asimilar, y tuvo que luchar contra el instinto de refutar sus palabras e insistir en que la culpa recaía sobre él. Sabía que lo mínimo que debía hacer era aceptar la disculpa.
Era cierto que estaba demasiado acostumbrado a confiar en sí mismo para salir vivo de una situación. Pero los hijos de Lord Livius eran, por decirlo amablemente, mucho menos capaces que Lord Solane. A menudo Lievran debía maniobrar para que no se pusieran en peligro, aunque jamás se habría atrevido a desobedecerlos directamente como lo había hecho con Lord Solane. Las consecuencias habrían sido mucho más graves.
Una vez recompuesto, respondió:
—Lo entiendo, mi lord. No volveré a cuestionarle.
Se sorprendió de lo mucho que realmente creía esas palabras en el mismo instante en que las pronunció. Lord Solane era un buen líder, eso podía verlo, alguien digno de ser seguido por más que el temor a las consecuencias.
El agua de la taza estaba ya tibia cuando la llevó a sus labios, y recibió con alivio el calor que le transmitió al beberla. Se volvió hacia Lord Solane.
—Gracias, mi lord —añadió en voz baja.
La respuesta que obtuvo pareció tranquilizar visiblemente a Lord Solane. Y ante el agradecimiento, su expresión cambió apenas un instante: no parecía realmente saber cómo sonreír, pero sus ojos se estrecharon y suavizaron como si lo hicieran. Lievran lo notó, y ese pequeño gesto bastó. Lord Solane se inclinó hacia su bolsa con gesto satisfecho.
Mientras lo observaba, Lievran mantenía la cabeza baja, pero atento a cada palabra. Era la primera vez que un galbadiense le ofrecía tanta comprensión después de un error, y aquello le confundía. Era otra vez esa incomodidad ante un elogio inesperado. No lo dejó ver, sin embargo: sus hombros permanecían tensos, su postura cuidadosa y compuesta.
—Lo entiendo, mi lord —respondió, con voz baja y serena. No estaba seguro de encontrar el valor de contradecir a Lord Solane en el campo de batalla después de lo ocurrido, pero debía asegurarse de que no volviera a pasar. No más errores: le había prometido que no fallaría. Quería seguirlo, más allá de las órdenes de Lord Livius. Quería demostrar que era digno de esa confianza.
Aceptó la ración con ambas manos, inclinando la cabeza en un gesto automático de gratitud. La textura era áspera y desagradable, pero estaba lejos de ser exigente, menos aún en esas circunstancias. Escuchó en silencio mientras Lord Solane exponía los planes para el resto del día, su mente ya repasando el terreno que los esperaba. El refugio era poco, no comodidad, pero suficiente para sobrevivir otra jornada... y, con suerte, para ver el final de la misión.
—Estaré listo —asintió con firmeza. El dolor en el brazo y el costado no había desaparecido del todo, pero era más que soportable.
Sin embargo, otra inquietud permanecía en su mente. Ahora que estaba seguro de la confianza y sinceridad de Lord Solane, creyó que sería seguro compartir sus dudas acerca de la misión.
—Mi lord, si me permite decir algo... —empezó. Le costaba hallar las palabras adecuadas para no acusar ni a Lord Solane ni a Lord Livius de engaño.
—No puedo evitar preocuparme de que haya más en esta misión de lo que se nos dijo. No entiendo por qué Lord Livius me enviaría a mí en lugar de a cualquiera de sus hijos... —dejó que las palabras quedaran suspendidas un instante—. Creo que deberíamos estar preparados para la posibilidad de que surjan situaciones aún más inesperadas, por así decirlo.
—Deberíamos movernos con cuidado, pero sin demora, mi lord. El hielo debería resistir incluso si corremos, y podríamos llegar a tierra firme si nos apresuramos.
Juntos despejaron la nieve hasta revelar la superficie polvorienta del hielo. Era hielo negro, con astillas y grietas que se habían cerrado con los años, quizás décadas. Aun así, parecía denso, al menos de diez centímetros de grosor donde estaban.
Lord Solane quitó el polvo como pudo. Era casi imposible ver el agua bajo ellos, pero una sombra inconfundible se oscureció en las profundidades turbias. Luego se desvaneció, dejando en su estela vibraciones que Lievran sintió bajo sus pies.
El lord alzó la cabeza con calma y le hizo un gesto.
—De acuerdo.
Ajustó las correas de su mochila y señaló hacia adelante, apenas desviado a la izquierda.
—Correré en esa dirección. Cuando lo haga, cuenta cinco respiraciones y corre recto.
Lievran le sostuvo la mirada, queriendo entender qué pretendía. Apenas se dio cuenta de que el lord ya se había incorporado.
—¡Mi lord...!
Reaccionó un segundo tarde. Lord Solane ya corría, levantando nieve a cada paso. Lievran estaba seguro de escuchar cómo el hielo negro crujía bajo su peso. Y debajo de ellos, lo sintió: algo enorme se movía en las aguas heladas, dirigiéndose hacia el galbadianse.
—¡No, pare! —gritó.
El instinto lo empujó a correr también, olvidando tácticas y estrategia. Avanzó más rápido que Lord Solane, y vio con espanto cómo aparecían grietas bajo sus botas, como una telaraña.
De no estar atado tan profundamente por el rango, lo habría sacudido para preguntarle qué demonios estaba haciendo. ¿Qué sentido tenía atraer a la criatura hacia sí? ¿Para protegerlo a él, un simple sirviente? Por un instante recordó al niño que años atrás no había visto problema en proponer un duelo contra un esclavo. ¿Qué ocurriría si regresaba sin Lord Solane?
—Lo siento, mi lord, pero no puedo permitirlo —dijo, con el rostro tenso, aferrándose al brazo del Galbadian para arrastrarlo hacia la orilla. El hielo gimió con fuerza bajo sus pies.
—¡Lievran, suéltame! —ordenó el lord con voz autoritaria, intentando zafarse—. Va a...
El resto de la frase se perdió en el estruendo cuando una mandíbula alargada, repleta de dientes, atravesó el hielo detrás de ellos. El chasquido resonante de las fauces se cerró a un paso de ambos, levantando agua y lanzando fragmentos de hielo por el aire.
Lord Solane lo cubrió con un brazo, inclinando la cabeza contra la suya mientras el reptil golpeaba el hielo y lo partía en pedazos. Lievran mantuvo el equilibrio por instinto, pero su señor resbaló, y una pierna quedó sumergida hasta la rodilla. Sin pensarlo, Lievran tiró de él para sacarlo del agua, sintiendo una punzada de culpa: Lord Solane debía haber perdido el equilibrio al intentar protegerlo.
El respiro fue breve. El monstruo desaparecería bajo el agua solo un momento. Y, aunque temía que dividirse los condenara, esta vez Lievran no discutió la orden. No podían perder más tiempo.
—Tiene razón, mi lord —dijo con decisión, desenvainando su sable-espada—. Yo llamaré su atención.
Corrió en dirección perpendicular a la grieta, hacia la curva de la orilla. Mientras avanzaba, arrastraba la punta de su sable-espada sobre el hielo en un zigzag, dejando marcas y arañazos que despertaran el instinto de caza de la bestia.
Entonces un estallido sacudió el aire. Un relámpago violeta rebotó sobre el hielo oscuro, seguido del chapoteo de algo grande cayendo al agua: una granada eléctrica, lanzada por Lord Solane. Lievran no frenó, corrió hasta llegar a la orilla y cayó de rodillas en la nieve, respirando con dificultad.
Solo cuando levantó la cabeza y vio a Lord Solane acercarse a los árboles sintió un alivio extraño. Más allá del temor de recibir castigo por perder a su señor, no comprendía por qué el Galbadian había arriesgado su vida por él. Otro en su lugar lo habría usado como carnada sin dudar.
¿Era así como era Lord Solane? ¿O había algo más?
Se tensó al acercarse, esperando ira en cualquier forma, verbal o física. Pero el silencio cayó entre ambos, roto solo por la respiración agitada del lord. Lievran vio el corte en su frente y la sangre que descendía por su mejilla.
Apretó los labios. No era momento de contradecirlo.
Cuando Lievran se acercó, Cassian notó su rostro tenso, los labios apenas curvados con incomodidad. El brillo severo de su propia mirada cortó al viera… hasta que cerró los ojos. Respira. Piensa. Respira. Estaba enfadado. Furioso. Pero necesitaba apagar ese fuego antes de hablar. Se dio tiempo, no respondió de inmediato. El silencio entre ambos se volvió incómodo mientras trataba de templar sus impulsos y emociones.
—¿Está herido, mi lord? —preguntó Lievran, aún sin aliento, con una clara vacilación en la voz—. Deberíamos secarnos lo antes posible. ¿Quiere que busque refugio?
Cassian jadeaba, todavía con la respiración pesada, pero se irguió para mirarlo con una expresión más medida, los hombros tensos.
—Estoy ileso —le dijo entre dientes apretados. No había reparado en la sangre que le bajaba por la mejilla ni en el corte superficial sobre la ceja. Sentía ya lo que sería un moretón en la rodilla, pero nada parecía roto—. Olvídate de mí. ¿Estás herido?
El viera se enderezó, aunque Cassian pudo ver la tensión en sus hombros, recogidos hacia dentro, la cabeza baja y las orejas ligeramente pegadas atrás. Se hacía pequeño, como si esperase ser golpeado, o al menos, que le gritaran. El silencio que cayó entre los dos era tan denso como la nieve a su alrededor. Cassian reparó en cómo Lievran observaba de reojo el corte de su ceja y el ligero hundimiento de su pierna.
Cuando dio un paso hacia él, Lievran retrocedió, tragando saliva.
Cassian lo notó. El viera parecía un perro apaleado. Y con lo poco que sabía de Livius, no le sorprendería si aquello era literal. La severidad de su propio gesto se desvaneció cuando lo vio retroceder. Apartó la mirada. Lo estaba asustando.
La realización se le hundió en el estómago como una piedra.
—Estoy ileso también, mi lord —respondió Lievran con tono medido.
Cassian lo examinó con cuidado, acercándose un poco más para asegurarse. La desaprobación aún pesaba en sus facciones, pero la preocupación iba primero.
—Si no estás herido, busca un lugar seco en las cercanías. Si no lo encuentras, seguiremos hasta dar con uno adecuado.
La nieve empezaba a restarles visibilidad. Cassian se sintió aliviado cuando Lievran se apartó para ir a buscar un lugar seco. Una vez fuera de su vista, se dejó caer pesadamente sobre la nieve y se cubrió el rostro con las manos. Permitió que el terror de lo ocurrido lo alcanzara por fin, observando de reojo el lago entre los árboles como quien mira hacia abajo tras salvarse de una caída mortal.
—Contrólate —gruñó para sí mismo, obligándose a ponerse en pie otra vez. Ya había enfrentado a la muerte antes. Esto no era distinto. Se ocupó en recoger yesca: hojas secas, ramas caídas, incluso mechones de pelo de animales que habían pasado por allí.
El tiempo avanzaba y Lievran no regresaba. Tardó lo suficiente para inquietarlo. Consultó el reloj en su bolsillo, y por primera vez se permitió considerar seriamente la posibilidad de que el retén lo hubiera abandonado. Imaginaba más bien que Lievran lo había dejado atrás para enviar un informe a Livius tachándolo de incapaz, no que hubiera escapado en sí. Aun así, la idea pesaba.
Al final, el alivio llegó cuando lo vio regresar. Lo siguió en silencio hasta el refugio improvisado que había encontrado. No comentó nada sobre lo que había tardado. Tendría que bastar. No podían perder más tiempo.
Antes de quitarse las botas, Cassian le tendió a Lievran un pedernal y una piedra de fuego de su mochila, y dispuso la yesca entre un anillo de piedras. Vertió unas gotas de un frasco sobre ellas; el olor a etanol quedó suspendido en el aire.
Con un simple gesto, el viera aceptó y se agachó junto al círculo. Cassian lo observó mientras encendía la llama. El brillo en los ojos del retén le revelaba cierta inquietud al verlo desatarse la bota. Comprendía su miedo a las consecuencias del frío, pero confiaba en que el calor del fuego bastaría para mantener a raya la congelación.
—Derrite nieve y bebe —ordenó Cassian.
—Sí, mi lord —respondió Lievran, recogiendo nieve fresca en un pequeño recipiente. Lo colocó junto al fuego para que se derritiera, y en voz baja añadió—: Le pido disculpas, mi lord. Le llevé la contraria allá atrás. No... no habría sido propio de mi posición dejarle allí.
Quedaba aún luz en el día, y Cassian pensaba aprovecharla en cuanto su ropa estuviera seca. No pretendía que esa parada se alargara más de lo necesario. Se quitó la bota y la colocó cerca del fuego, apoyada sobre parte del equipo. El calcetín lo colgó de un palo, y protegió su pie con el abrigo doblado para no apoyarlo en el suelo. Al menos, los pantalones, de tejido repelente al agua, habían contenido algo la humedad.
Cuando Lievran habló, Cassian estaba sacando un paquete de raciones. Se detuvo, cerró los ojos y meditó su respuesta, con la imagen del viera encogido aún en mente. Comprendió que no era él quien merecía la ira: había fallado como líder.
—No te informé de mis intenciones. De haberlo hecho, quizá habrías entendido que mis acciones no eran temerarias, sino calculadas, y habrías seguido mis órdenes —dijo en un tono serio—. Te he puesto en una posición difícil. Lo sé. Si algo me sucediera, reflejaría mal en ti, y tu superior no soy yo, sino Lord Domine.
Y sabía bien que Livius no sería compasivo si la misión fracasaba de forma tan catastrófica, aunque no fuera culpa de Lievran.
—Fue mi decisión cruzar el hielo. Si eso nos ha costado, asumo la responsabilidad. —Le pasó a Lievran una taza, para que bebiera—. Sin embargo...
Exhaló con cansancio antes de continuar.
—Estás acostumbrado a escoltar nobles, civiles. No soldados. Soy teniente, Lievran. Me he formado como oficial. He estudiado combate, estrategia, táctica, y cómo sacar provecho de las habilidades de quienes están bajo mi mando. He puesto mi fe en tu instinto y tu entrenamiento. No he dudado de tu criterio en ningún momento.
Alzó la mirada, fija en él.
—No cuestiones el mío. Si debes reprocharme algo, hazlo después. No te castigaré por ello. Pero nuestra supervivencia depende de que actuemos como un solo cuerpo. La próxima vez que me desafíes, podríamos morir. ¿Lo entiendes?
Su voz y su mirada se suavizaron poco a poco. Ya no quedaba rastro de la furia, ni fría ni ardiente.
Lievran se había preparado para la ira y la decepción, así que cuando en su lugar escuchó una disculpa, no supo cómo reaccionar. Probablemente era la primera vez que un galbadiense se disculpaba con él, y más aún alguien de un rango tan superior.
No sabía cómo debía sentirse al respecto. Si acaso, lo volvía más consciente de sí mismo, como si forzar que Lord Solane se disculpara con él fuera otra ofensa más.
Tomó la taza que Lord Solane le ofreció sin alzar la mirada. Las palabras no llevaban desprecio, sino una comprensión genuina y un ofrecimiento de confianza. Era difícil de asimilar, y tuvo que luchar contra el instinto de refutar sus palabras e insistir en que la culpa recaía sobre él. Sabía que lo mínimo que debía hacer era aceptar la disculpa.
Era cierto que estaba demasiado acostumbrado a confiar en sí mismo para salir vivo de una situación. Pero los hijos de Lord Livius eran, por decirlo amablemente, mucho menos capaces que Lord Solane. A menudo Lievran debía maniobrar para que no se pusieran en peligro, aunque jamás se habría atrevido a desobedecerlos directamente como lo había hecho con Lord Solane. Las consecuencias habrían sido mucho más graves.
Una vez recompuesto, respondió:
—Lo entiendo, mi lord. No volveré a cuestionarle.
Se sorprendió de lo mucho que realmente creía esas palabras en el mismo instante en que las pronunció. Lord Solane era un buen líder, eso podía verlo, alguien digno de ser seguido por más que el temor a las consecuencias.
El agua de la taza estaba ya tibia cuando la llevó a sus labios, y recibió con alivio el calor que le transmitió al beberla. Se volvió hacia Lord Solane.
—Gracias, mi lord —añadió en voz baja.
La respuesta que obtuvo pareció tranquilizar visiblemente a Lord Solane. Y ante el agradecimiento, su expresión cambió apenas un instante: no parecía realmente saber cómo sonreír, pero sus ojos se estrecharon y suavizaron como si lo hicieran. Lievran lo notó, y ese pequeño gesto bastó. Lord Solane se inclinó hacia su bolsa con gesto satisfecho.
Mientras lo observaba, Lievran mantenía la cabeza baja, pero atento a cada palabra. Era la primera vez que un galbadiense le ofrecía tanta comprensión después de un error, y aquello le confundía. Era otra vez esa incomodidad ante un elogio inesperado. No lo dejó ver, sin embargo: sus hombros permanecían tensos, su postura cuidadosa y compuesta.
—Lo entiendo, mi lord —respondió, con voz baja y serena. No estaba seguro de encontrar el valor de contradecir a Lord Solane en el campo de batalla después de lo ocurrido, pero debía asegurarse de que no volviera a pasar. No más errores: le había prometido que no fallaría. Quería seguirlo, más allá de las órdenes de Lord Livius. Quería demostrar que era digno de esa confianza.
Aceptó la ración con ambas manos, inclinando la cabeza en un gesto automático de gratitud. La textura era áspera y desagradable, pero estaba lejos de ser exigente, menos aún en esas circunstancias. Escuchó en silencio mientras Lord Solane exponía los planes para el resto del día, su mente ya repasando el terreno que los esperaba. El refugio era poco, no comodidad, pero suficiente para sobrevivir otra jornada... y, con suerte, para ver el final de la misión.
—Estaré listo —asintió con firmeza. El dolor en el brazo y el costado no había desaparecido del todo, pero era más que soportable.
Sin embargo, otra inquietud permanecía en su mente. Ahora que estaba seguro de la confianza y sinceridad de Lord Solane, creyó que sería seguro compartir sus dudas acerca de la misión.
—Mi lord, si me permite decir algo... —empezó. Le costaba hallar las palabras adecuadas para no acusar ni a Lord Solane ni a Lord Livius de engaño.
—No puedo evitar preocuparme de que haya más en esta misión de lo que se nos dijo. No entiendo por qué Lord Livius me enviaría a mí en lugar de a cualquiera de sus hijos... —dejó que las palabras quedaran suspendidas un instante—. Creo que deberíamos estar preparados para la posibilidad de que surjan situaciones aún más inesperadas, por así decirlo.
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Downtown District / Re: Act 1: Overture
« Last post by Miyu on September 30, 2025, 11:16:47 AM »Y se terminó TBHX, cancelen el resto de año y todo 2026 hasta la t3 de Link Click
/la funan¿
Después corrijo uvu
2. Cantar
Las notas de música que salían de la guitarra de Luo resonaba por todo el centro de la plaza, junto a la voz incomoda y tímida de Cyan que al principio era como un leve susurro y luego alcanzaba gran intensidad y seguridad.
"You're blessed with luck
I'll give you all my love
Even when I'm gone, you're in my arms
Defending you at any cost, I swear
Let me pass my color to your heart
My story stays in you
Someday, I hope you'll feel it, too"
Al terminar la canción, unos cuantos aplausos resonaron, acompañados del tintineo de algunas monedas que caían a sus pies. Habían ensayado durante días cómo debía moverse Cyan, cómo conquistar el escenario con una sonrisa segura y una presencia que atrajera miradas.
—¡Lo logramos! —Luo le extendió una mano hecha puño, para chocarlas.
—Si el rey de los engreídos lo dice —ella sonrió, estrellando su puño con él—. Aunque el dinero es poquito.
—Lento pero firme, así debemos avanzar —su sonrisa se ensanchó.
Ambos estaban sudados, con el corazón aún acelerado por la adrenalina de su primera presentación callejera. Eastwood era el lugar perfecto para triunfar, y solo necesitaban escapar de aquel ambiente opresivo que los rodeaba.
Recogieron sus cosas y calzaron los patines para regresar a casa, pues ya pasaba de las seis de la tarde.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Luo, agitando el vasito de monedas—. Como festejo por nuestro primer dueto en público.
—Sí —asintió emocionada—. Leí en algunas revistas sobre el Chinatown y sus bebidas. Quiero ir…
Dio varios saltitos con los patines ya puestos, lo que hizo que se oyera un pequeño sonido de sus ruedas contra el concreto.
—Hahaha —comenzó a reírse, mientras tomaba de la mano a Cyan—. ¡Vamos, Santa!
En pocos minutos ya estaban por las calles repletas de gente de Chinatown; los negocios resplandecían con luces coloridas y carteles brillantes llenos de palabras de “Lucky” y manekis nekos en sus escaparates que los invitaban a entrar.
—Mira —una chica señaló hacia Luo y Cyan—. ¿Son los de Tik Tok?
—Deben ser, el cabello de ella es igual —ambas comenzaron a acercarse a ellos, quienes aún seguían decidiendo a dónde ir a tomar algún café o té.
Las dos chicas se posicionaron frente a ellos y una extendió el celular hacia el rostro de Cyan.
—Disculpa, ¿eres la chica del parque?
Cyan fijó la vista en el celular frente a ella y se reconoció a sí misma en un vídeo. La voz de ella salía tan limpia y clara, que le sorprendió.
—S-soy yo —murmuró totalmente sorprendida.
—¡Whoo! ¿Tan rápido estamos en Internet? —Luo también se miró en el vídeo, las notas de él, perfectas como siempre.
—¿Era su primer show? —las chicas parecían un poco más grandes que ellos en edad.
—Oh sí. Estuvimos geniales, ¿verdad? —contestó con una gran mueca de orgullo y felicidad.
—Luo —lo empujo suavemente para llamar su atención.
—¿Qué? Es la verdad —se rascó la punta de la nariz con el índice.
Ambas muchachas se rieron con él y sin querer, deslizaron hacia otro short de Tik Tok. Este era de un chico de cabellos dorados que tocaba un violín de manera magnifica, como un ángel que de pronto te observaba con sus penetrantes pupilas doradas.
—Se llama Luka Agriche —una de ellas les dijo al notar el interés de ambos—. Es un actor juvenil con muchos talentos.
—Hay tantas personas talentosas —susurró Cyan, aún impresionada por el corto que se repetía en bucle.
—Y nosotros somos uno de esos —afirmó Luo con una sonrisa gigante—. Espero nos vengan a ver mañana.
—Claro, estaremos en el parque esperando —las dos extrañas se despidieron mientras Luo y Cyan comenzaban a andar en rollers por la acera.
Estuvieron un rato en silencio, con el ruido del barrio chino, tan vivaz y alegre, resonaba entre ellos.
—Es increíble —ella se detuvo frente a unos televisores ubicados atrás de los vidrios de una tienda—. Hay tantos tipos de música.
—¡Y el mejor es el Rock! —afirmó con entusiasmo, mientras una banda japonesa tocaba en esas pantallas—. Mira, son Shibari. Grupo japones que se catapultó a la fama luego de varios fracasos del líder, Eiji Kimura.
—¡Oh, hemos tocado algunas canciones de ellos! —Cyan quedó sorprendida, con los ojos pegados al cristal para ver al guitarrista en su solo—. ¿Eiji es el pelirrojo?
—Sip —asintió, cruzándose de brazos, como si lo supiera todo de Shibari—. Y está tocando “Little Jumper!”.
—Quiero tocar esa en público —sus manos tocaron el tibio cristal del escaparate.
—Eso suena genial. ¿Te imaginas si Kimura Eiji oyera nuestro cover? ¡Seguro le gustará o nos insuflará!
Cyan se inclinó por lo segundo, Eiji era bien conocido por ego y mala personalidad, aunque su talento lo valía o así habían oído de la radio.
—De adulto, quiero ser como él.
—Dudo que sea un ejemplo a seguir —desvió la mirada de los televisores a su amigo.
—Tonterías, aparte tiene diez y nueve años, me lleva solo nueve años… ya me imagino compartiendo escenario con Kimura Eiji.
—El rey de los creídos ataca —Cyan sonrió feliz, aunque apoyaba a su amigo y estaba segura de que lo conseguiría.
—Santaaaa —contestó con la misma mueca que ella.
Y de pronto la vista de ambos fue hacia una tienda de CD’s. “Joe’s Rock Shop” leyeron ambos mentalmente y sin pensarlo se lanzaron a la calle para ir deprisa hacia ese lugar.
—¡Bienvenidos! —un hombre los saludó desde el mostrador.
—¡Buenas! —el varón le devolvió el saludo y empujó a Cyan a los CD’s de los noventas, dónde portadas experimentales y decadentes hacían evidente su década.
—Nirvana, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers, Blur, Oasis… —mencionó las bandas en las portadas—. ¡Clásicos!
—¿Y este? —sacó uno con el rostro de una chica en tonos violáceos—. ¿Quién es?
Luo se quedó viendo las extrañas letras que había en el reverso del CD. No era chino, japones ni ingles…
—Viejooo. Te confundiste de lugar con este CD —levantó el objeto y lo dirigió al hombre.
—Oh —el dueño de la tienda se rascó la barba—. Es coreana la chica, ¿puedes ponerla en lo actual?
—Sí —respondió, examinando los caracteres una última vez.
—Espera, Luo —tiró de la manga del chico y señaló hacia la estación de escucha que estaba vacío.
—¿Quieres oírla?
Como respuesta asintió y ambos fueron al aparato, dónde Luo pasó el código de barra por el escaneador y Cyan se ponía los auriculares.
“Just laugh – hey, kick and break ya
To the galaxy shining bright, ch-cheers
Change the game with a single action
Trust me and I’ll show you, ch-cheers
We only get one life, so I’m living mine for me
’Cause I’m the one from your wildest dreams
I’ll create a fantasy in this crazy world
And change it all – I’m going all-in”
La voz de la vocalista gritó vivaz, aludiendo a su canción y gritando que está. Cyan lo sintió como una canción que quiere ser reconocida, que desea dejar una marca ante los que la oyen.
Apretó los auriculares a sus oídos.
—¿Suena tan bien?
—Es extraña… fascinante… —una vez terminó la canción, dejó los auriculares en su lugar y Luo colocó el CD en el lugar correspondiente.
—Se llama Hyuna, debutó hace poco —el dependiente respondió.
Sin que Luo se diera cuenta, Cyan se había acercado a preguntarle cosas al señor.
—Toca en bares. Dudo que los dejen entrar —se mofó de ambos chicos.
—Me preocupa que un hombre tan viejo conozca a una recién debutante —el otro chico se acercó y lo señaló.
—Ouch. Dolió, mocoso.
—¡Luo! —se apresuró a codearlo, pero el hombre bajo unos centímetros sus gafas de sol y con la barbilla señaló el estuche de guitarra del joven.
—¿Tocan? —preguntó apoyando las manos en el mostrador—. Es un poco raro ver a alguien con una guitarra, ahora es todo sintetizadores y bandas de chicos y chicas que bailan.
—Mi padre era un conocido compositor —se apresuró a contestar él.
De inmediato Joe se dio cuenta del uniforme gris de Luo y bajó la mirada algo apenado y con compasión por ambos chicos.
—Lo siento —susurró

Después corrijo uvu
2. Cantar
Las notas de música que salían de la guitarra de Luo resonaba por todo el centro de la plaza, junto a la voz incomoda y tímida de Cyan que al principio era como un leve susurro y luego alcanzaba gran intensidad y seguridad.
"You're blessed with luck
I'll give you all my love
Even when I'm gone, you're in my arms
Defending you at any cost, I swear
Let me pass my color to your heart
My story stays in you
Someday, I hope you'll feel it, too"
Al terminar la canción, unos cuantos aplausos resonaron, acompañados del tintineo de algunas monedas que caían a sus pies. Habían ensayado durante días cómo debía moverse Cyan, cómo conquistar el escenario con una sonrisa segura y una presencia que atrajera miradas.
—¡Lo logramos! —Luo le extendió una mano hecha puño, para chocarlas.
—Si el rey de los engreídos lo dice —ella sonrió, estrellando su puño con él—. Aunque el dinero es poquito.
—Lento pero firme, así debemos avanzar —su sonrisa se ensanchó.
Ambos estaban sudados, con el corazón aún acelerado por la adrenalina de su primera presentación callejera. Eastwood era el lugar perfecto para triunfar, y solo necesitaban escapar de aquel ambiente opresivo que los rodeaba.
Recogieron sus cosas y calzaron los patines para regresar a casa, pues ya pasaba de las seis de la tarde.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Luo, agitando el vasito de monedas—. Como festejo por nuestro primer dueto en público.
—Sí —asintió emocionada—. Leí en algunas revistas sobre el Chinatown y sus bebidas. Quiero ir…
Dio varios saltitos con los patines ya puestos, lo que hizo que se oyera un pequeño sonido de sus ruedas contra el concreto.
—Hahaha —comenzó a reírse, mientras tomaba de la mano a Cyan—. ¡Vamos, Santa!
En pocos minutos ya estaban por las calles repletas de gente de Chinatown; los negocios resplandecían con luces coloridas y carteles brillantes llenos de palabras de “Lucky” y manekis nekos en sus escaparates que los invitaban a entrar.
—Mira —una chica señaló hacia Luo y Cyan—. ¿Son los de Tik Tok?
—Deben ser, el cabello de ella es igual —ambas comenzaron a acercarse a ellos, quienes aún seguían decidiendo a dónde ir a tomar algún café o té.
Las dos chicas se posicionaron frente a ellos y una extendió el celular hacia el rostro de Cyan.
—Disculpa, ¿eres la chica del parque?
Cyan fijó la vista en el celular frente a ella y se reconoció a sí misma en un vídeo. La voz de ella salía tan limpia y clara, que le sorprendió.
—S-soy yo —murmuró totalmente sorprendida.
—¡Whoo! ¿Tan rápido estamos en Internet? —Luo también se miró en el vídeo, las notas de él, perfectas como siempre.
—¿Era su primer show? —las chicas parecían un poco más grandes que ellos en edad.
—Oh sí. Estuvimos geniales, ¿verdad? —contestó con una gran mueca de orgullo y felicidad.
—Luo —lo empujo suavemente para llamar su atención.
—¿Qué? Es la verdad —se rascó la punta de la nariz con el índice.
Ambas muchachas se rieron con él y sin querer, deslizaron hacia otro short de Tik Tok. Este era de un chico de cabellos dorados que tocaba un violín de manera magnifica, como un ángel que de pronto te observaba con sus penetrantes pupilas doradas.
—Se llama Luka Agriche —una de ellas les dijo al notar el interés de ambos—. Es un actor juvenil con muchos talentos.
—Hay tantas personas talentosas —susurró Cyan, aún impresionada por el corto que se repetía en bucle.
—Y nosotros somos uno de esos —afirmó Luo con una sonrisa gigante—. Espero nos vengan a ver mañana.
—Claro, estaremos en el parque esperando —las dos extrañas se despidieron mientras Luo y Cyan comenzaban a andar en rollers por la acera.
Estuvieron un rato en silencio, con el ruido del barrio chino, tan vivaz y alegre, resonaba entre ellos.
—Es increíble —ella se detuvo frente a unos televisores ubicados atrás de los vidrios de una tienda—. Hay tantos tipos de música.
—¡Y el mejor es el Rock! —afirmó con entusiasmo, mientras una banda japonesa tocaba en esas pantallas—. Mira, son Shibari. Grupo japones que se catapultó a la fama luego de varios fracasos del líder, Eiji Kimura.
—¡Oh, hemos tocado algunas canciones de ellos! —Cyan quedó sorprendida, con los ojos pegados al cristal para ver al guitarrista en su solo—. ¿Eiji es el pelirrojo?
—Sip —asintió, cruzándose de brazos, como si lo supiera todo de Shibari—. Y está tocando “Little Jumper!”.
—Quiero tocar esa en público —sus manos tocaron el tibio cristal del escaparate.
—Eso suena genial. ¿Te imaginas si Kimura Eiji oyera nuestro cover? ¡Seguro le gustará o nos insuflará!
Cyan se inclinó por lo segundo, Eiji era bien conocido por ego y mala personalidad, aunque su talento lo valía o así habían oído de la radio.
—De adulto, quiero ser como él.
—Dudo que sea un ejemplo a seguir —desvió la mirada de los televisores a su amigo.
—Tonterías, aparte tiene diez y nueve años, me lleva solo nueve años… ya me imagino compartiendo escenario con Kimura Eiji.
—El rey de los creídos ataca —Cyan sonrió feliz, aunque apoyaba a su amigo y estaba segura de que lo conseguiría.
—Santaaaa —contestó con la misma mueca que ella.
Y de pronto la vista de ambos fue hacia una tienda de CD’s. “Joe’s Rock Shop” leyeron ambos mentalmente y sin pensarlo se lanzaron a la calle para ir deprisa hacia ese lugar.
—¡Bienvenidos! —un hombre los saludó desde el mostrador.
—¡Buenas! —el varón le devolvió el saludo y empujó a Cyan a los CD’s de los noventas, dónde portadas experimentales y decadentes hacían evidente su década.
—Nirvana, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers, Blur, Oasis… —mencionó las bandas en las portadas—. ¡Clásicos!
—¿Y este? —sacó uno con el rostro de una chica en tonos violáceos—. ¿Quién es?
Luo se quedó viendo las extrañas letras que había en el reverso del CD. No era chino, japones ni ingles…
—Viejooo. Te confundiste de lugar con este CD —levantó el objeto y lo dirigió al hombre.
—Oh —el dueño de la tienda se rascó la barba—. Es coreana la chica, ¿puedes ponerla en lo actual?
—Sí —respondió, examinando los caracteres una última vez.
—Espera, Luo —tiró de la manga del chico y señaló hacia la estación de escucha que estaba vacío.
—¿Quieres oírla?
Como respuesta asintió y ambos fueron al aparato, dónde Luo pasó el código de barra por el escaneador y Cyan se ponía los auriculares.
“Just laugh – hey, kick and break ya
To the galaxy shining bright, ch-cheers
Change the game with a single action
Trust me and I’ll show you, ch-cheers
We only get one life, so I’m living mine for me
’Cause I’m the one from your wildest dreams
I’ll create a fantasy in this crazy world
And change it all – I’m going all-in”
La voz de la vocalista gritó vivaz, aludiendo a su canción y gritando que está. Cyan lo sintió como una canción que quiere ser reconocida, que desea dejar una marca ante los que la oyen.
Apretó los auriculares a sus oídos.
—¿Suena tan bien?
—Es extraña… fascinante… —una vez terminó la canción, dejó los auriculares en su lugar y Luo colocó el CD en el lugar correspondiente.
—Se llama Hyuna, debutó hace poco —el dependiente respondió.
Sin que Luo se diera cuenta, Cyan se había acercado a preguntarle cosas al señor.
—Toca en bares. Dudo que los dejen entrar —se mofó de ambos chicos.
—Me preocupa que un hombre tan viejo conozca a una recién debutante —el otro chico se acercó y lo señaló.
—Ouch. Dolió, mocoso.
—¡Luo! —se apresuró a codearlo, pero el hombre bajo unos centímetros sus gafas de sol y con la barbilla señaló el estuche de guitarra del joven.
—¿Tocan? —preguntó apoyando las manos en el mostrador—. Es un poco raro ver a alguien con una guitarra, ahora es todo sintetizadores y bandas de chicos y chicas que bailan.
—Mi padre era un conocido compositor —se apresuró a contestar él.
De inmediato Joe se dio cuenta del uniforme gris de Luo y bajó la mirada algo apenado y con compasión por ambos chicos.
—Lo siento —susurró
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on September 30, 2025, 01:43:32 AM »Let us pretend I don't have an endless day tomorrow (...) Uhh al menos escarbé un par de icons perdidos en la inmensidad, tengo que ponerme con eso...
116.3.
…

El ambiente festivo y concurrido de todos los asistentes también se extendía a Rizembool, quizás de la misma manera, por más que las universidades tenían sus múltiples diferencias. Las actividades ocurrían entre ambas sedes por igual, y con la movilidad que las conectaba, daba la impresión que las universidades eran aliadas, y prácticamente una sola.
Y si bien los propios estudiantes y locales sabían mejor que creerlo, al menos todos en general podían disfrutar de la presente tregua, en su mayoría.
Suishinshi se encontraba leyendo un reporte, y una vez terminó de revisarlo, procedió a guardarlo en su mochila, para dar un frustrado suspiro. Este era acompañado por Taikei y ambos ocupaban una mesa de una cafetería llena de personas, donde pasaban bastante desapercibidos.
“Pues bien… lo llevaré donde Minamoto-sama,” concluyó, con cierto agotamiento, para entonces recobrar su inmutabilidad. “Agradezco la información, Taikei.”
“¿Por qué siempre tienes que insistir en ese trato impersonal, hasta conmigo?” preguntó el peliplateado, con una mezcla de curiosidad infantil y ligera frustración. Este le sonrió. “No es que Minamoto-sama se encuentre aquí, sé más honesto con lo que piensas. Somos amigos, ¿no?”
“Yo sólo soy un mensajero. Mi deber era recibir este reporte completado por tu superior y evaluarlo para asegurarme de su contenido y poder dar un resumen a Minamoto-sama…” este miró a su dicho amigo de reojo, con leve impaciencia. “No es que tú debas recibir mis observaciones al respecto, ¿podrías no insistir?”
“Hm, pero ni que vayas a ser honesto con nuestro superior, ¿no? Heh, estaré trabajando para los Kamuro ahora, pero sigo siendo parte del equipo de Minamoto-sama, y conociéndolos a ustedes dos, tú no vas a ser honesto sobre tu parecer, y Minamoto-sama se aburrirá de que siempre andes tan insistentemente formal,” Taikei sonrió entretenido. “Pero si intentas ser honesto, seguro que te fastidiará o llamará la atención sólo para arruinarte el día.”
“…” Suishinshi entrecerró sus ojos. Lamentablemente, no tenía nada que decir que pudiera contradecir esas palabras. “¿Cuál es tu punto?”
“Antes de que te pongas a decir cosas como ‘ohh~ el líder de los Kamuro nos ha bendecido con su extrema gentileza y humildad de escribir un atinado y detallado reporte sobre la aparición de orphans cercanos a la inauguración el día de ayer a las tales horas de la noche~’, ¿qué tal si eres un poco honesto, al menos con alguien?” Taikei apoyó sus codos sobre la mesa, y su rostro sobre ambas manos, para mirar a su amigo con una sonrisa gatuna. “Lo digo porque ya le eché un vistazo a ese reporte.”
“No se supone que tú debiste haber hecho eso,” le recriminó.
“Y pues, sé perfectamente que tú no estarías gustoso de leer su contenido, ¿no es así?”
“…” terminó por rodar los ojos y dio un respiro antes de rendirse a entretener el pedido del otro. “…no que sea un reporte realmente detallado.”
“O sea, en cierta forma lo es, pero…”
“Minamoto-sama no está interesado en el cálculo de los daños materiales y en el log de los eventos transcurridos además de quiénes fueron vistos en medio de esa aparición…” el pelinegro negó un par de veces. “Los Kamuro se suponen que son un grupo que vigila el comportamiento de los miembros de Rizembool, pero su observación de los eventos del día anterior los hace más afines a testigos o como parte de los primeros que responden al llamado de una emergencia, mas no a un grupo realmente regulador. ¿Dónde se supone que están las observaciones sobre los causantes de esos estragos y las medidas o sanciones que se van a imponer a los culpables? No es que aquel grupo no lo haya hecho anteriormente, sobre todo en medio de un evento que involucra a muchos civiles.”
“Hmm… sí, ¿verdad?” Taikei ensanchó su curiosa sonrisa. “A mí también me pareció curioso la falta de ello mismo, y supe que te molestaría, Suishinshi.”
“Si sabías que esa iba a ser mi reacción, ¿por qué preguntas?” le cuestionó impaciente.
“Porque es bueno que vocalices esas cosas, a veces temo que en tu comportamiento serio te olvides de quién realmente eres,” Taikei se puso de pie. “¿Y quién sabe? Quizás Minamoto-sama te haga la pregunta sobre qué realmente piensas, así que puedes considerar mejor qué contestarle. Listo, ¿qué tal si vamos a tomar algo?”
“No, debo ir de regreso donde Minamoto-sama, tengo que entregarle el reporte personalmente,” dicho esto, el pelinegro también se levantó, y procedió a caminar fuera del recinto. “Debes tener competencias a las cuales participar, no te olvides.”
“¡Oh, espera!” el otro le dio el alcance y caminó a la par. “Pues, no tengo mucho que hacer, o sea, apenas participaré en kendo, pero como te puedes imaginar hay bastantes Rebels tenebrosos con pasados esquivos participando en las eliminatorias así que seguro me van a descalificar pronto.”
“¿Acaso tú no vas a ser un Rebel pronto? Imagino que el líder de los Kamuro espera que al menos llegues a una buena posición.”
“Sólo me exigió que participara, nada más, me dijo que no tenía otro requisito,” sonrió ampliamente. “Además mírame, Suishinshi. ¿Te parece que seré un Rebel tenebroso?”
“…” el otro le miró con reproche y continuó caminando.
“Oye, ¿por qué te molestas? Digo la verdad, ¿no lo crees? No soy del tipo que andará por ahí causando terror en otros. Eso no quiere decir que no haré lo que se espera de mí.”
“Es tu actitud la que me resulta cansina. Es como si todo fuera una broma para ti,” negó frustrado. “Supuse que a estas alturas dejarías de tomártelo todo como un niño, pero veo que todavía no lo haces.”
“Minamoto-sama te debe tener trabajando overtime, diría, pero has sido así toda la vida. Tú piensas que lo que haces requiere la mayor seriedad posible. Yo pienso que hay momentos para eso, pero que en general, no es muy saludable andar a mil a cada rato,” tuvo que por un momento alejarse de su amigo ya que pasaron por una zona concurrida además de necesitar esquivar un poste, pero regresó rápidamente a su costado. Le sonrió. “Sé lo más serio que puedes ser frente a nuestro jefe, pero fuera de sus aposentos, intenta ser tú un poco más.”
“No nos vamos a poner de acuerdo, Taikei,” concluyó Suishinshi, con leve frustración. No había punto de continuar con dicha conversación. “No puedo decir lo que funciona para ti, supongo, sería irresponsable de mí demandarte que actúes como yo lo hago, o que sería lo mejor. Sólo espero… que tu actitud no te meta en problemas en algún momento.”
“Hm…” el peliplateado le miró un poco sorprendido.
…
“Fufu, eres definitivamente una persona muy generosa y de buenas intenciones, joven Suishinshi, a pesar de lo estricto que actúas~” canturreó Norimune, al otro costado del pelinegro.
“¡IIIHHH!” ello bastó para pegar un gran susto al pobre de Suishinshi, quien casi se tropieza.
“¡Haha! ¿Ves? ¡Ese tú medio miedoso es más hecho a tu medida, Suishinshi!” celebró Taikei.
“Tch, c-cállate tú…” le dio una mirada de soslayo al peliplateado.
“Oh, mis sinceras disculpas, no había querido asustarte,” Norimune sonrió para sus adentros y luego se encogió de hombros. “Supongo que un viejo como yo está desconectado de las infinitas revoluciones a las cuales los jóvenes funcionan todo el tiempo. Debes andar con mucho encima.”
“Usted…” Suishinshi le miró frunciendo el ceño. “¿Qué hace aquí? Esto es Rizembool, y como un arma, debería acompañar a su propia HiME.”
“Entiendo bien dicho simple argumento, pero pienso que mi muy querida hija crecerá mejor si no estoy permanentemente presente para ayudarle en todo lo que hace,” contestó Norimune, con un tono sosegado y una tranquila sonrisa. “Ella merece de su propia independencia, y si me lo permiten, yo también gozo más de encontrarme independiente en plena vida.”
“Usted es atípico a todo lo que conozco sobre las HiMEs,” Suishinshi le observó con desapruebo, y luego desvió su mirada. “Sólo espero que Saki no tenga que lidiar con algo así.”
“Hm, aunque…” Taikei llevó una mano a su mentón y divagó con sus ojos al cielo. “Usted dice que su HiME es su hija, pero como las armas se originan de la HiME en sí, ¿no sería más común que estas sean como los hijos de las HiMEs?”
“Fufu…” Norimune encontró gracia a dicho comentario y se dirigió al peliplateado sin borrar su sonrisa, aunque con leve juicio. “Y los Childs mismos se originan también de las HiMEs, pero su misma nomenclatura ha sido dada por los humanos casi a manera de capricho, y no están conectados biológicamente con ellas. Por lo tanto, ¿no crees que hay un error en esa lógica?”
“¡Ohh, buen punto, no lo había pensado!” Taikei se animó. “De lo que sé, los Childs sí actúan más como hijos o sirvientes, pero es verdad que no podemos igualarlos a una figura dependiente de las HiMEs sólo porque a los líderes de Hanasaki se les ocurrió darles ese nombre. ¡Es definitivamente una falacia y una mala representación de la población!” se giró a su amigo. “Oye, Suishinshi, si consideramos un mal sampling al pensar sólo en los Childs típicos, ¿podríamos decir que este es un error estadístico del tipo II?”
“¿Qué haces entreteniendo a esta rara arma?” le recriminó el otro.
“Pienso que no hay motivo por el cual no podamos llevarnos bien, incluso si no hay por qué ser cercanos,” opinó Norimune, de buenos ánimos. Este pasó a mirar a Suishinshi desde arriba. “Sin embargo, noto bastante juicio en tu expresión. Comprendo que eres de ponerte grandes expectativas, y a su vez, las demandas de todos los demás.”
“…sería incorrecto de mi parte hacerlo puesto a que no puedo posicionarme en el lugar de otros la mayoría de las veces, siento si lo he intentado,” Suishinshi asintió. “De todos modos, no hay punto de que nosotros volvamos a interactuar a menos que ocurra una emergencia como la del día anterior. Espero que lo comprenda.”
“Ahí está de nuevo, tus intentos de adherirte a algún ideal, es admirable, pero a la vez no evito preocuparme un poco por ti,” comentó el mayor. Observó a Taikei. “¿No piensas igual?”
“Eh, bueno…” este se vio en aprietos y sonrió incómodo en lo que desviaba su mirada.
“Aunque, considerando tu punto de vista, es como si se te fuera prohibido estar en buenos términos con personas de Hanasaki, aparte de tu hermana, obviamente.”
“¿…y cómo es que usted supo sobre mi relación con ella? Saki nunca lo compartiría con nadie y no nos hemos conocido previamente…” Suishinshi se impacientó.
“Hm~” Norimune se mantuvo inmutado, con sus buenos ánimos. “Sé de ustedes dos por medio de alguien quien los conoce, y casi quisiera reservarme dicha información, ya que…” ensanchó su sonrisa. Sus ojos se vieron curiosamente fríos y tajantes por un corto instante. “…quisiera que ustedes pudieran pensar en dicha persona por su cuenta. Es mi mayor deseo, como alguien quien considera al amor como lo más poderoso.”
“¿Qué dice?” Suishinshi se descuadró.
“Discúlpenme, va a haber una demostración de jardinería hidropónica en pocos minutos, no quisiera llegar tarde. Les deseo un buen día, estimados jóvenes~” dicho eso, Norimune continuó caminando como si nada.
“Tch…” el pelinegro lo miró molesto y todavía mayormente confundido. No sabía ni qué decir sobre aquella conversación, o el hecho que esa arma no sólo andaba separada de su HiME, sino que también sintió la necesidad de hablarles para incomodarles tanto.
“Eh, bueno, retomando nuestra conversación,” fue como si Taikei hubiera retrocedido en el tiempo antes de la interrupción. Él sonrió contento. “Gracias por preocuparte por mí, Suishinshi, ¡en serio significa un montón! ¡Pero te prometo que estoy bien! Más bien son mis insistencias que seas honesto mi manera de preocuparme por ti.”
“Eh, espera un momento…” el otro se dio un facepalm. Le iba a tomar recuperar el hilo de la previa conversación. “Taikei, ¿acaso no escuchaste lo que ese tipo nos dijo?”
“Sí, sobre oír de nosotros de alguien, ¿verdad?” ladeó su cabeza, sin comprender.
“¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Acaso tienes una idea?”
“¡Pues no!” admitió contento. “O sea, puedo pensar en literal todo el mundo que conozco que podría ponerse a hablar feliz con ese señor, que supongo son más de la mitad, pero no puedo pensar en nadie más probable que los demás,” se encogió de hombros y llevó sus manos detrás de su nuca, completamente despreocupado. “Y no es que importe mucho, ¿no lo crees?”
“¿Cómo que no? Por si no lo has pensado, puede ser peligroso. Esa arma me resulta demasiado sospechosa.”
“Yo creo que sí lo es,” asintió indistinto y despreocupado. “Definitivamente. Sólo porque es un arma no podemos decir que su vida gira alrededor de su HiME nada más. Tal vez haya encontrado otra manera de interactuar con la guerra independientemente de ella que completamente desconocemos, ¿no lo crees? Es el mismo caso de que quizás no todos los Childs están en el rol de niños de sus HiMEs.”
“Taikei…” le miró con incomprensión.
“¿Pero por qué hay que preocuparnos por eso? Él mismo lo dijo, nosotros no estamos conectados con él, no nos corresponde lidiar con su persona, y si en algún momento eso fuera a cambiar, por cualquier motivo…” sonrió. “Pues ahí veremos que hacer. No hay por qué pensarlo desde ya.”
“…” Suishinshi dio un pesado suspiro. Era por su manera de expresarse y su actitud infantil que con frecuencia se olvidaba lo inteligente y cuerdo que Taikei podía ser. Estaba acostumbrado a pensar que su despreocupación silenciaba su mente, pero quizás no era su caso. Tal vez podía ser despreocupado precisamente porque su mente trabajaba a su manera. “…pues, ¿qué más queda? Es cierto que no tengo por qué pensarlo más.”
“Sí, exacto,” levantó un pulgar.
“…quizás tú estés hecho para sobrevivir las cosas más estresantes de la guerra. Será por eso que el líder de los Kamuro te escogió para tu pasantía,” Suishinshi se encogió de hombros.
“Hm…” Taikei se confundió por dicha observación. “Ahora tranquilo. ¿En serio no quieres ir a tomar algo, al menos? ¡Vamos, yo te invito!”
“…ya, está bien, hay una maquina dispensadora de bebidas cerca de la salida, podemos detenernos ahí un poco,” se rindió.
“Uhh…” el peliplateado se frustró por la necedad del otro, pero al menos había accedido a algo.


Era el primer día y, por lo tanto, las clasificatorias de distintas disciplinas tenían todavía mucho por delante. En uno de los dojos de Hanasaki, Marisa acababa de terminar con una victoria en la categoría de kendo.
“¡Ganadora, Marisa Kirisame!” exclamó el presentador.
“¡Así se hace!” celebró Shishiou, quien aplaudía con ganas.
“¡Bien hecho, Marisa-chan!” se le unió Osaka. La rubia fue a darles el alcance en lo que el siguiente enfrentamiento entre otras dos participantes comenzaba.
“Heh, ¿quién diría que yo andaría ganando en kendo?” preguntó esta, entretenida. “Es la primera ronda todavía y cada pelea es corta, pero hubiera asumido que la tendría más difícil.”
“No te habrás dedicado tanto al kendo como yo, pero sí tienes experiencia,” le recordó su hermano, amenamente. “Así que tú sólo disfrútalo en lo que puedas.”
“¿En lo que pueda? Haha, ¿ya me estás descalificando?” Marisa rio. “En esta ronda las derrotas tampoco son definitivas. Necesitaría perder tres veces para ser descalificada, así que asumo que llegaré al menos al fondo de los brackets.”
“Hehe, suena bien, es bueno que te proyectes con cautela, Marisa-chan,” Osaka sonrió.
“‘Con cautela’, vaya…” sí que se notaba la poca fe que le tenían. Ella dio un suspiro. “Y por cierto, ¿cómo así te has aparecido, Osaka? ¿Qué es de Cho?”
“Ella tenía un examen que dar, así que nos separamos. Y pues…” Osaka bajó su mirada, desanimada. “Me preocupé tanto en qué sabor de pan elegir para la carrera que todos me ganaron y terminé última… lamentablemente ya me descalificaron para eso.”
“Lo lamento, Osaka, pero ahora te toca concentrarte en tus otras competencias,” dijo Shishiou, dándole unas palmaditas en el hombro. “No te desanimes.”
“Uhh… esa carrera lo era todo para mí…”
“Haha, vamos Osaka, otro día vamos a comernos todos los panes rellenos que se nos antojen,” Marisa sonrió. “Pues, no sé dónde venderán variedad de esos panes… y supongo tampoco cuento con mucho dinero para comprar un banquete… ¡pero ahí nos las arreglamos!”
“Yo les puedo invitar, de eso no se preocupen,” observó el hermano mayor, amenamente.
“¡Ahí está! ¡Gracias Shishiou, ahora no puedes cambiar de parecer!” Marisa le apuntó acusatoriamente y con una sonrisa decidida.
“Ya, tranquila que no lo haré,” el otro dio un suspiro. Él vio otro enfrentamiento comenzar con otras participantes dentro del dojo. “Y sospecho que esperabas que les invitara desde un inicio, así que supuse que lo haría…”
“Y, por cierto, ¿tú no estás participando en kendo también?” preguntó Marisa.
“¡Obviamente!” Shishiou se animó y sonrió ampliamente. “Sospecho que no llegaré muy lejos, entre los estudiantes full dedicados al kendo y quién sabe cuántos Keys y Rebels OP también estén inscritos, pero definitivamente daré todo lo que pueda.”
“Pero no es que ellos puedan usar sus poderes en las peleas, seguro que te irá bien,” Osaka asintió.
“Eh, claro, al menos eso espero…” definitivamente no lo decía pensando en que la gente con poderes los usaría, ello sin duda iba en contra del concepto de honor del deporte (y quizás habría alguno que intentaría hacer trampa, pero mejor no lo pensaba mucho). Por sus prácticas con los Sanjou y amigos cercanos a ellos, Shishiou reconocía que ellos eran superiores a él, y ninguno de ellos caía en las categorías de Keys o Rebels.
“¡Haha, seguro sigues pensando en el cute Ima-chan que barrió el piso con Seija durante el verano!” Marisa se puso a reír.
“No precisamente en él (menos mal que ese niño no participa) pero sí en sus parientes,” comentó Shishiou. Él sonrió frustrado. “No estoy al nivel que ellos, pero igual daré lo mejor de mí.”
“¡No, no, apunta a las estrellas!” exclamó su hermanita, en lo que otra pelea más daba inicio. “¡Igual que yo quien ahora me proyecto a llegar al podio! ¿No es verdad, Osaka?”
“Haha, me gustan tus energías, Marisa-chan, yo tengo que hacer lo mismo,” ella asintió.
“¿Y cuándo es tu próxima competencia?”
“Oh, eh… comienza a las once y media, creo…” Osaka revisó su smartphone y se quedó en shock. “¡¿Once y cuarenta y cinco?! ¡¿C-cuándo se pasó el tiempo?!”
“Ehh…” los dos hermanos intercambiaron miradas, incómodos.
“Aw, el scavenger Hunt era el segundo todo que tenía…” agachó su cabeza.
“Aw, lo siento mucho, Osaka,” Marisa le dio un abrazo de costado. “Ya pasó, te aseguro que habrá más oportunidades.”
“Eh, sí, pero por favor revisa tu horario de eventos y tenlo contigo para que no te olvides más…” Shishiou dio un suspiro.
“Eso y la carrera de los panes eran lo único que tenía para hoy, pero mañana no me perderé nada, lo prometo,” Osaka comprimió un puño con una adorable seriedad. “Ahora me toca quedarme aquí para alentarte a ti y a tu hermano y a Roxas y a nuestros amigos cuando toque el turno de los chicos. Creo que el señor Kotetsu también iba a venir así que lo estaremos viendo pronto.”
“Haha, todavía me cuesta creer que ustedes viven junto con esa familia,” Shishiou rió. Nuevamente otro grupo de personas tan dedicados al kendo que le sobrepasaban.
“Creo que todavía no conozco a ese señor, me da intriga,” observó Marisa, con curiosidad.
“Hehe, es una gran persona, y pese a su rostro serio, pienso que es muy lindo a su manera,” Osaka asintió, contenta. “Oh, Marisa-chan, parece que ya es tu turno.”
“Wow, ¿de nuevo? ¡Bueno, a ganar otra vez!” exclamó feliz de la vida, aunque su sangre se congeló ni bien se volteó y observó a su contrincante ya esperándole en el centro del dojo. “¡¿Y-Youmu?!”
“Oh, Marisa, no sabía que estabas participando,” observó la peliblanca. Ella hizo una venia. “Que gane la mejor.”
“¡E-espera, ¿qué haces tú en mi cuadro de participantes! ¡¿Acaso las pros no se skippean el primer día o algo?!”
“No hay un sistema así,” Youmu alzó una ceja. “Por favor ven que hay que comenzar. No podemos retrasarnos más.”
“P-pero…” ahí comenzaba a abandonarle su sueño de ganar una medalla. Realmente esa primera ronda le había ido de maravilla hasta ese momento.
No le quedó de otra que afrontar su realidad. Luego de un saludo y de recibir la señal de inicio del referee, inició la pelea… y efectivamente, terminó el tiempo récord con Youmu mandando la espada de madera de Marisa por los aires con un solo movimiento. La pobre aturdida se cayó sentada y fue ahí que se definió el rápido encuentro.
“¡Wow, Youmu-chan, felicidades!” exclamó Osaka, impresionada, en lo que las dos batalladoras se acercaban para dar el escenario a otras participantes.
“Uhh… ¿qué pasó con eso de que me ibas a alentar a mí…?” murmuró Marisa para así, con tristeza y pasando desapercibida.
“Muchas gracias, pero es muy pronto para celebrar,” comentó la peliblanca, completamente enfocada en la presente ronda. “En nuestro cuadro hay otras dos chicas también del programa de kendo, un par que vienen del programa de kendo en Rizembool, y tres de programas de otras universidades. Creo que también he visto el nombre de Suzuka.”
“¿E-en serio?” Marisa se quedó en shock. ¿Acaso le habían puesto con las fáciles para comenzar y le esperaban todas las pros desde ese instante? Casi sintió que la vida se burlaba de ella.
“Son tres pérdidas las que te descalifican antes de la segunda ronda, así que hay que pensar estratégicamente ahora,” Youmu llevó una mano a su mentón. “Marisa, ¿tendrás alguna estrategia en mente?”
“Ihh, no, e-en verdad que no espero mucho, si dices que hay muchas kendokas en nuestro grupo,” contestó la rubia, torturada. Desvió su mirada. “C-creo que ya fui…”
“Esa no es la actitud que deberías tener si te has inscrito a participar,” le recriminó. “No se termina hasta que se pierde.”
“Uhh, fácil para ti decirlo…”
“Pues, tienes una buena actitud ante el desafío, sólo continúa enfocándote, Youmu,” Shishiou levantó un pulgar, con buenos ánimos. “Suena difícil, pero estoy convencido que tú serás una de las pocas que pasará a la siguiente ronda en medio de todas.”
“Gracias,” Youmu sonrió decidida y firme. “No te defraudaré.”
“¡Ihh, ya veo que han dejado de alentarme!” exclamó Marisa, torturada.
Bueno, iba a servirle de un buen recuerdo mientras duró, y algún día se acordaría de ello y lo encontraría gracioso… sí, seguramente algún día en el futuro lo haría.


Luego de un paseo por Hanasaki y de revisar su facultad, Larsa salió de dicho edificio, meditabundo.
“Ah, la falta de respeto,” Jakob negó repetidamente, mortificado por su superior. “Comprendo que toda la atención de Hanasaki yace en el presente evento, pero ello no es motivo para que le nieguen trabajar en sus estudios.”
“Fue mi error no haberlo revisado previamente, Jakob, supuse que podría al menos revisar el equipo de la sección instrumental de los laboratorios, pero todo el personal debe encontrarse muy ocupado para mantener un horario normal de trabajo,” concluyó el joven, tranquilamente. Caminó un poco más para regresar hacia las zonas más ocurridas en la universidad. “Sinceramente, no sé por qué persisto en asistir, puesto a que no estoy participando en ninguna actividad. No creo tener más que ver.”
“Entiendo que usted ha buscado un merecido cambio de rutina, señorito, pero si usted siente que esta variación ya no le resulta fructífera, le recomendaría que desistiera y regresara a su apartamento,” sugirió su mayordomo, amablemente. “Permítame servirle una taza de té lejos de este ajetreo.”
“Lo agradezco, pero sigue siendo un poco temprano…” quizás le convenía enfocarse en sus deberes familiares, por más que tenía una organizada rutina para encargarse de ello. Supuso que tendría que reorganizarse, al menos durante los próximos días.
Fue entonces que terminó por encontrarse frente a frente con Hyuuga, quien iba acompañado de un par de chicos un poco más jóvenes que él. Dicho repentino encuentro los sorprendió a ambos.
“Oh, esta es una agradable sorpresa,” Hyuuga sonrió amablemente y asintió. “Ha sido mucho tiempo, Larsa. O, supongo, ‘mucho’ no es enteramente cierto, pero lo percibo de esa manera.”
“Estoy seguro que mucho sí ha ocurrido en tu punto de vista, Hyuuga, pero te veo bien,” Larsa sonrió un poco. Sin duda él mismo no pensaría que había sido mucho tiempo, puesto a que se encontraron poco antes del inicio del presente semestre, pero el andar del tiempo sin duda era muy subjetivo. “Espero que te esté yendo bien como un alumno de Rizembool.”
“Heh, percibo mi experiencia como única y dependiente de mi persona, por lo tanto, no podría compararla fácilmente con algo que me permitiría clasificarlo como bien o mal, aunque…” cerró sus ojos brevemente, con indicios de paz en su rostro. “…me siento a gusto. Puedo agradecer por ello mismo.”
“Heh…” sonrió con leve ironía. “Te agradezco, Hyuuga.”
“¿Perdón?” el menor se confundió. “No recuerdo haber hecho nada merecedor de agradecimiento.”
“Supongo no he escogido la palabra correcta, pero sí invoca lo que quería decir,” Larsa asintió. “He estado caminando perdidamente durante este día, sin saber qué pretendo al asistir un evento en el cual no soy partícipe… supongo este pequeño diálogo me ha hecho sentirme comprendido por alguien. Debe ser aquello lo que estaba buscando.”
“Ya veo…” Hyuuga pareció alegrarse por dicha observación.
“…” Shiro, quien se asomaba detrás de Hyuuga, miraba intrigado a aquella otra persona.
“Oh, mis disculpas, permíteme presentarte a mis allegados,” se acordó el joven peligris, con torpeza. “Ellos son también miembros de mi familia…”
“Ya veo…” sin embargo, Larsa miró fijamente a uno de los dos. “Ha sido bastante tiempo, Kuro, casi no te reconozco.”
“…” dicho peliblanco miró fija y nulamente a Larsa, y apenas atinó a asentir mínimamente.
“Oh…” tanto Hyuuga como Shiro parecieron sorprenderse.
“Hyuuga ha sido muy amable contigo, lo puedo imaginar…” continuó el Solidor, sonriente, aunque había cierta tristeza en sus ojos. “Es un alivio, me alegro por ti.”
“…” ante ello, Hyuuga no evitó impresionarse. “Larsa… tú… has podido comprender la situación de mi protegido sin necesidad de que lo fuera a compartir.”
“Supongo es inevitable, por lo que sé de Rizembool, y por haber conocido a Kuro previamente, pero no tenemos por qué hablar al respecto,” le aseguró y borró su sonrisa, para entonces asentir a manera de disculpa. “Lamento siquiera tocar ese tema, no lo pude evitar.”
“No… está bien… has demostrado preocuparte por Kuro, y no podría estar más agradecido,” Hyuuga sonrió apenado. “Incluso siendo yo quien está a cargo de él, dudo decir que podía saber tanto como tú lo haces.”
“Ciertamente no hay motivo de que te disculpes, señorito,” le aseguró Jakob. “Usted sigue siendo tan gentil como de costumbre, pero conversar sobre las particularidades de nuestra alma mater son asuntos ya muy normales en nuestro entorno,” sonrió intrigado. “Aunque pese a su decisión de permanecer paseando en Hanasaki, puedo alegrarme que usted ha encontrado compañía más afín a su propia categoría.”
“…” por su parte, Kuro afiló sus ojos hacia dicho mayordomo.
“No es bueno que ciertos temas de Rizembool se normalicen, en especial si involucran los asuntos privados de alguien,” Larsa negó. “Sé más considerado con nuestros acompañantes, Jakob, te lo pido.”
“Sí, no ha sido mi intención faltarles el respeto, mantendré el comportamiento que usted me pide, señorito…”
“¿Hm? Creo entender que ello significa que no soy la única persona de Rizembool con la cual te has encontrado hoy, Larsa,” observó Hyuuga, con curiosidad. Pasó a sonreír cordialmente. “Sería de esperarse por las actividades de las olimpiadas divididas entre las dos universidades, por supuesto.”
“No es nada importante, Hyuuga, por favor, olvida lo que Jakob acaba de decir,” dio un suspiro. Veía claramente que, detrás de la cordialidad, Hyuuga fue capaz de comprender que Jakob se debía referir a alguien con influencias en Rizembool y no sólo a cualquier otro estudiante, pero en verdad no había punto de hablar al respecto. Larsa se dirigió a Shiro con una sonrisa apenada. “Lo lamento mucho, he retrasado presentarme ante ti. Mi nombre es Larsa Solidor, he conocido a Hyuuga antes del comienzo del presente semestre. Y tú eres…”
“Shiro…” este asintió. Juntó sus manos en rezo. “Y por favor, no se preocupe por mí. Le agradezco por brindarle atención a Kuro, ha sido una sorpresa que ustedes ya se conocieran, pero…” pasó a sonreír. “Me alegro mucho. Usted es una buena persona, Solidor-san.”
“Sólo llámame Larsa, por favor. No necesitas ser formal conmigo.”
“Entendido,” Shiro hizo una reverencia. “Mucho gusto, Larsa.”
“…” este sonrió. “Igualmente.”
A simple vista, parecería que hablaba con tres amigos, con Hyuuga siendo apenas el líder o el más hablador de los tres, pero para Larsa era muy fácil comprender lo que realmente sucedía detrás de las apariencias. Aquellos dos que seguían de cerca al Masamune podían asistir a las olimpiadas y verse genuinamente tranquilos y en paz gracias a aquel que simbolizaba algo muy diferente a un amigo para ellos. Por eso no evitó sonreírles. Podía ver reflejadas las palabras de Hyuuga de querer ser responsable por otros como una persona con poder dentro de Rizembool. Ese joven y reciente líder de su familia ya se encontraba haciendo una diferencia.
Y, además de ello, era evidente que Hyuuga sí quería genuinamente cuidar y velar por ellos como un amigo, como uno más del montón… era una soledad demasiado familiar para Larsa también.
“Larsa, si me permites…” Hyuuga se contagió de aquella tranquila sonrisa. “También quisiera agradecerte. No era algo que buscaba realmente, pero, por supuesto, la comprensión ajena es algo que siempre es preciso celebrar. Me alegra que finalmente hayas podido encontrarte con Shiro y Kuro. Ellos también están estudiando conmigo en Rizembool.”
“Me alegro de oírlo, no me opondría a conversar sobre sus experiencias en algún momento mientras compartimos el té,” le contestó el mayor, amablemente. “Recuerdo que era algo que habías pedido de mí.”
“Heh, me siento honrado de que lo hayas recordado. Por supuesto, sería un placer,” dijo y se vio genuinamente alegre. “He venido debido a que las competencias de oratoria se van a llevar a cabo tanto en Rizembool como en Hanasaki, y quería ubicar dónde van a ser ahora que poseo un poco de tiempo libre. Si no es mucha molestia, ¿podrían ustedes acompañarnos? Pienso que nos sentiríamos dichosos de la compañía.”
“No hay ningún problema, sería un placer. Aunque no conozco bien las facultades de letras.”
“Descuide, señorito, tengo memorizado todo el campus de la universidad, sólo permítame saber cuál es la locación que busca,” dijo el mayordomo, atentamente.
“Eh, no es necesario que lo tengas memorizado, Jakob…” Larsa pareció preocuparse un poco.
“Agradezco su atención dirigida a mi persona, pero sólo cumplo con mi deber, en caso fuera a serle útil en algún momento.”
“Haha, es evidente lo leal que su mayordomo es contigo,” Hyuuga encontró gracioso al ver a su mayor un tanto sacado de cuadro. Pasó a dirigirse a Jakob e hizo una corta venia. “Su devoción y profesionalismo son impecables. Me encuentro agradecido que mantenga tan buen cuidado de su superior, es usted un ejemplo a seguir.”
“Oh, usted es demasiado gentil, Masamune-sama, yo sólo soy lo que debo de ser para merecer mi posición como la mano derecha de mi señorito,” Jakob le correspondió dicho respetuoso saludo. “Es sin lugar a dudas un joven líder de Rizembool, por sus impecables modales.”
“Es lo que aspiro a ser, pero a diferencia de su superior, todavía tengo mucho por aprender,” le aseguró Hyuuga, con una sonrisa perspicaz.
“Y ciertamente es una meta propia de su posición.”
“No es necesario mantener dicho nivel de formalidad,” Larsa se frustró un poco. Podía notar que Hyuuga en cierta forma lo encontraba divertido. “Vayamos a buscar la sede de oratoria en Hanasaki, por favor.”
“Por supuesto, señorito, déjenme dirigirles.”
El grupo avanzó por el sendero que dirigía a dicha área de la universidad. La gente estaba presente por todos lados y en distintas actividades. Realmente parecía que estaban en medio de una feria, aunque sin lugar a dudas, las olimpiadas podían entenderse de aquella manera.
“Aprecio la atención a las áreas verdes de esta universidad, es un énfasis muy distinto al que se puede ver en Rizembool,” observó Hyuuga. Este dio un gran respiro a manera de disfrutar de la naturaleza que les rodeaba.
“Rizembool ha realizado esfuerzos de cultivar algunos jardines verticales en algunos edificios, pero aparte de una pequeña área verde por la zona de comunicaciones, no hay muchos lugares donde los estudiantes puedan disfrutar de espacios semejantes,” dijo Larsa. “Supongo no es algo que me sorprende, pero quisiera que lo consideraran un poco.”
“Estoy de acuerdo,” Hyuuga miró un arbusto grande lleno de rosas antes de continuar con su mirada al frente. “Rizembool continuará con su labor de avanzar según su propia evolución y apuntar a un desarrollo tecnológico en búsqueda de una existencia separada de lo dictado por la propia naturaleza…” negó y dio un suspiro. “Pero ello es una insensatez, según mi parecer. Si buscamos continuar creciendo, nunca deberíamos mirar muy lejos de nuestros orígenes y nuestro punto de partida. Pienso que hay mucho que aquellos con tanta ambición están propensos a olvidar, de lo contrario.”
“Es una buena observación, Hyuuga. Presumo que nuestras familias son otro ejemplo de aquello que estás diciendo.”
“Ciertamente…” el menor sonrió apenado. “Y nosotros no podemos cometer el mismo error que nuestros antepasados, Larsa.”
“Lo sé…”
“Incluso si nuestros caminos continúan inciertos…”
…
“!!!” Shiro se alertó y se quedó quieto, lo cual causó que los demás se detuvieran.
“…” Kuro le miró atentamente.
“¿Qué sucede, Shiro?” preguntó Hyuuga.
“Hyuuga, perdón… algo requiere mi atención, tengo que irme,” dijo ese chico, casi en aprietos. “Eh, nos vemos en el paradero de bus por donde vinimos…”
“Descuida, te ubicaré ni bien quiera buscarte, sin importar dónde estés,” Hyuuga le sonrió comprensivamente, con la suficiente certitud para asegurarse de aliviar al menos esos nervios.
“Sí, con permiso…” así, Shiro se fue corriendo, con Kuro siguiéndole de cerca.
“Hm…” Jakob llevó una mano a su mentón. “Problemas, sospecho.”
“Prevención, más bien. Shiro es muy cuidadoso y demasiado sensible,” observó Hyuuga, con tranquilidad. Parecía poseer una especie de orgullo por hablar así de su protegido.
“Es evidente para nosotros que sus protegidos no son personas normales, así que, con su propia descripción de las habilidades de su subordinado, sólo puedo imaginar que todo está bajo control,” Jakob sonrió satisfecho.
“No es necesario mencionarlo en voz alta, Jakob,” le corrigió Larsa.
“Descuida, no pienso que sea un tabú ni entre nosotros, ni con ellos dos,” le aseguró Hyuuga. “Debo decir, más bien, que me sorprende que sólo hayas conocido a Kuro anteriormente, Larsa. Desde que los conozco, Shiro y Kuro han sido tan cercanos que me cuesta pensar en ellos existiendo lejos el uno del otro.”
“Parecen compartir una especie de vínculo especial. Por mi parte, me pregunto cuándo habrán cambiado las circunstancias para los dos, para poder vivir como lo hacen ahora,” Larsa asintió. “Si no estoy fuera de lugar al preguntar, ¿tienes alguna idea sobre lo que pudo haber alertado a Shiro?”
“No hay ningún indicio a nuestros alrededores, ¿no es así?” Hyuuga dio una rápida mirada para confirmarlo. Sonrió decidido. “Eso sólo deja su propia especialidad como posibilidad.”
“Su especialidad…”
“Ha detectado a un orphan bélico.”
“¿Eh?” tanto Larsa como Jakob se impresionaron levemente.
“Y descuiden, no hay de qué preocuparse.”

“Tsk…”
Lo supo desde un inicio, pero no pudo evadir la curiosidad, y como debió haber esperado, sentía que se ahogaba en aquel ambiente. Hakuzosu había tomado la libertad de atender los presentes eventos y pretender ser un humano más del montón, pero estar rodeado por un mar de gente había pasado de asfixiante a intolerable.
En particular, tuvo la osadía de llegar a Hanasaki, en lugar de Rizembool. ¿Por qué lo había hecho? Ningún lugar tenía un valor realmente positivo para él. Vivía en la base de Orochi, un lugar afiliado, aunque ajeno al propio Rizembool. Sí… quizás era parte de su naturaleza como orphan haber querido infiltrarse a la base enemiga, pero ni sentía un remoto sentimiento de burla o logro al estar presente ahí.
Era quizás conocer más sobre aquellos que se oponían a él… tal vez buscaba con la mirada a aquellas HiMEs que habían convertido su vida en un infierno durante el ataque, esperando llevar a cabo un contraataque y una venganza. No, no tenía por qué divagarlo. Considerarlo se volvió irrefutable dentro de sí.
Estar inmerso en un ambiente de humanos servía únicamente para saciar su deseo de lastimar a esas enemigas, no tenía otro motivo por el cual quisiera remotamente acercarse a esa especie esclavizadora para él.
“Buenas, ¿podría ayudarme a ubicar este edificio?” preguntó una persona a uno de los guías.
“¿Y qué tal te fue en ese examen?” un chico le dio un codazo a su amigo al costado. “Vamos, tú eras el que se ufanaba, ¿qué pasó con tu autoconfianza?”
“Déjame en paz,” el otro rodó los ojos. “Pues, bien, pero acabo de darme cuenta que cometí un error garrafal en una pregunta…”
“¡Haha, igual seguro lo has hecho mejor que yo!”
“¡Mami, mami, quiero uno de esos algodones de azúcar!” una pequeña de primaria apuntaba a aquel puesto de dulces con su mano libre, mientras era llevada de la otra.
“Después de la competencia de tu hermana, así vamos con ella,” le aseguró su mamá, con una amable sonrisa. “Sé un poco más paciente, ¿de acuerdo?”
“Sí mami…”
“…”
Hakuzosu había terminado ocultándose entre un grupo de arbustos debido al gran estrés de sentirse como un único orphan en medio de un mundo entero que lo detestaba. No podía evitar ver siquiera a la persona más inocente como alguien listo a agredirlo en el menor descuido de su parte. Sin embargo…
“Hehe, me pregunto si onee-chan estará usando el brazalete que le hice el otro día,” esa pequeña que caminaba con su madre sonreía feliz de la vida, gozando de ese momento con su progenitora y bajo la ilusión de encontrarse con su hermana mayor. La madre le aseguro que sí, y ambas terminaron por perderse entre la muchedumbre.
Algo había resonado en esa imagen frente a él. Esa pequeña no representó el mismo rechazo que el resto de la humanidad… casi se sintió identificado con ella, o quizás no… quizás quiso, por sólo un instante, encontrarse en su lugar.
“Tch, ¿qué demonios estoy pensando?” se agarró su cabeza cubierta por una gorra y negó exasperado. Regresó a mirar al mundo entre las hojas de los arbustos y frunció el ceño. Tenía que pensar en salir de ahí. Su corazón latía a mil, sus músculos estaban tensos, se encontraba listo para arremeter contra quien fuera a antagonizarle de alguna manera, pero en el fondo sabía que causar cualquier incidente jugaría en su contra.
…
Sin embargo, toda intención de retirarse pacíficamente se desvaneció cuando reconoció a un puñado de HiMEs a distancia…
“Haha, les dije que íbamos a ganar, ¿no lo ven?” preguntó Tenshi a Saki y Tsubasa. La peliazul sonreía triunfalmente.
“Por un momento pensé que habías usado tus poderes, debo admitirlo,” dijo Saki.
“Oye, ¿cómo me acusas de hacer trampa? Sé bien que eso le quita el chiste,” le recriminó la otra. “En serio ganamos porque todos nos esforzamos cuando el otro equipo intentó ganar ventaja.”
“Además todos agarrábamos la misma soga, definitivamente hubiéramos notado algo extraño si Hinanawi-san hubiera usado su fuerza sobrehumana,” agregó Tsubasa, alegremente. Sin duda se notaba a gusto por clasificar a la siguiente ronda.
“Sí, tiene sentido,” Saki sonrió frustrada. Por motivos distintos, pero tanto Tenshi como Tsubasa estaban contentas y cometidas a intentar lo mejor. Mientras tanto, ella misma continuaría lamentando que no podía desentenderse de dicha competencia aún.
“…miserables…” Hakuzosu afiló sus ojos y alistó sus garras. No conocía a la peliazul, aunque por dicha conversación en la cual pudo enfocarse pese a la distancia, entendió perfectamente que era otra de sus enemigas. El par que caminaban junto a ella habían sido, en términos simples, unas HiMEs inútiles e inservibles. Él sería el desechable orphan, pero había probado ser más fuerte que las dos juntas aquella noche…
…y estaba más que dispuesto a volver a demostrarlo, a ver si así podía vengarse de la senpai que las había salvado luego de lastimarle tanto…

“Oye…” dio una voz detrás de él.
“!!!” Hakuzosu se sobresaltó y se giró con toda la intención de atacarle. “¡AHHH!”
Sin embargo, frente a aquel chico pelinegro, un peliblanco se entrometió y, con golpes estratégicos, pudo neutralizar sus brazos, para entonces agarrarle y mantenerle restringido.
“Lo siento, no fue mi intención asustarle. Mi nombre es Shiro,” dijo este, sonriendo apenado. “Y él es Kuro, un amigo mío.”
“…” por su parte, Kuro miraba a Hakuzosu directamente a los ojos con tanta intensidad y de tan cerca que parecía a punto de robarle el alma.
“Tsk…” Hakuzosu se encontraba intimidado por ese misterioso y callado peliblanco que no le daba vibras humanas… “Tú… ¿también eres un orphan?”
“…” Shiro se vio algo incómodo por dicha pregunta, y optó por cambiar el tema. “Tu intención de atacarme refleja que te sientes agredido y fuera de lugar, pero eres un orphan inteligente y, por lo tanto, podemos hablar al respecto. Ven…” asintió, con una sonrisa. “Te sacaremos de aquí, te llevaremos a un sitio donde las personas ya no presenten un peligro o inquietud para ti. Te prometo que nadie te va a lastimar.”
“…” ese pelinegro era definitivamente un humano, pero había algo en él que le inspiraba calma. Sin embargo, Hakuzosu de inmediato recordó a las HiMEs y se volteó, pero ellas habían desaparecido entre la muchedumbre. “¡Tsk, las malditas han huido! No necesito de ayuda ni lástima, nunca he pedido nada de nadie, tengo unas enemigas que me han lastimado y que merecen pagar lo que me hicieron, así que no me detengan…” intentó soltarse, pero el agarre y firmeza de Kuro eran muy fuertes. “¡Tsk, suéltame!”
“…” Kuro respiró con profundidad, semejante a un rugido interno y latente, como quien advertía al orphan que no se moviera.
“Tch…” sí, había algo muy peligroso en esa persona, pero no pensaba rendirse aún. “Ustedes… no me dan miedo. Si no me sueltan…” Hakuzosu comenzó a invocar un aura de pequeñas chispas de fuego.
“…” Shiro se alarmó y pasó a desanimarse. “Lo lamento, no puedo dejar que lastimes a nadie. Este no es el momento de hacerlo.”
“¿Pero sí lo es durante peleas que los humanos muy caprichosamente comienzan? ¡No me hagan reír!” intentó una vez más soltarse con brusquedad en vano, cuando vio a Shiro extender una palma a su rostro. “¡Aléjate!”
Y entonces, esa palma terminó por darle unas suaves palmaditas encima de su cabeza.
“¿Qué… qué haces…?” el otro se quedó descuadrado. “Tú… no me estás lastimando. Esa no es suficiente fuerza para hacerlo.”
“El contacto físico no se limita a lastimar a otros. Tú… irradias un sentimiento de abandono, cargas contigo muchas heridas por dentro. Muchos te han lastimado, y por ello, te es difícil comprender lo que hago, ¿no es así?” preguntó Shiro, sonriéndole. Él terminó por quitarle la gorra, así enseñando sus cabellos blancos y orejas de kitsune.
“¡E-espera!” pero se confundió más cuando Shiro procedió a revolverle los cabellos con mucho cuidado.
“Nadie nos está viendo en estos arbustos, sabemos que eres un orphan, no tienes que ocultarte frente a nosotros…” Shiro asintió efusivamente. “Puedes confiar en nosotros. Tu secreto está a salvo y no hay nada de por medio. Estamos aquí por ti.”
“Eh…” el kitsune estaba congelado. Su tensión y revoluciones, sin darse cuenta, empezaban a bajar muy lentamente.
“Vamos a un lugar más tranquilo, ¿de acuerdo? Olvídate de lo que está ocurriendo aquí, sólo síguenos de cerca…”
“…” ya casi desconectado de sí mismo, Hakuzosu mínimamente asintió.
“…” y con ello, Kuro supo que era seguro soltarle.
“…” Shiro sonrió apenado. Él era incapaz de borrar la existencia de ese kitsune como un orphan, pero, al menos por un momento, intentaría darle un poco de apoyo a ese desafortunado ser.

Su primera actividad académica de las olimpiadas acababa de terminar, y Cho caminaba sola en medio de la muchedumbre en Hanasaki. No tenía más que atender hasta más tarde, por lo cual supuso que caminaría en dirección a los dojos de kendo para encontrarse con sus parientes. Ella misma le había pedido a Kashuu que se encontrarían ahí, ya que temía que su atenta y bienintencionada arma se hubiera quedado esperándole todo el examen sin aprovechar el tiempo.
Luego de haber pasado más de una hora rindiendo un examen y enfocada en la teoría, salir del local de la prueba le regresaba la atención a su presente débil estado de salud. No pudo evitar recordar las palabras de Tenshi sobre regresar a la casa a descansar si es que no tenía más que hacer, pero a su vez, la peliceleste consideraba que mantenerse en reposo sólo le haría sentirse más enferma, y seguramente la mínima actividad física de ir a alentar a sus conocidos le serviría para recuperarse más rápido.
Esa era la idea por más que su presente mal tuviera orígenes mágicos y, por lo tanto, su estrategia carecía de certitud, y podría asemejarse más a necedad, o al simple hecho de que estaba perdiendo alguna pelea que jugaba contra sí misma…
“…” negó con gran frustración y continuó caminando. No era de darse descansos fácilmente, así que sólo intentaría tomárselo con calma. Supuso que tendría que contentarse con ello.
Conforme fue avanzando, se retiró del área concurrida y terminó por caminar por un sendero de áreas verdes y arquitectura llamativa. Había algunos puestos de comida de buena imagen, los cuales entretenían a un público exquisito que disfrutaba un instante de respiro en esa zona más tranquila y apartada de las presentes actividades. Cho casi quiso darse una pausa y tomar un té de frutas en un local que ya conocía muy bien, aunque supuso que si se tardaba iría a preocupar a los demás, por lo cual continuó caminando.
…o eso pretendió hacer, pero al momento de observar aquel elegante café, su vista terminó por evidenciar a una persona bastante vistosa, quien se encontraba conversando amenamente con la mesera al pendiente de sus pedidos.
“Una tarta de frutas…” dijo aquella señorita en lo que tomaba nota. “¿Quisiera algo de tomar para acompañar su postre?”
“Sería descortés que no le correspondiera su muy dedicada explicación de las bebidas que usted acaba de brindarme, incluso si no puedo decir que se me apetece algo en particular,” comentó Yato, sonriendo tranquila y amenamente. Observó a la trabajadora casi de costado, y le prestó atención con un pequeño dejo de travesura, como si congeniara con un alma semejante.
“Oh, descuide, señor, usted no tiene que pedir algo que no desee,” la chica rió un poco. “No podría obligarle de ninguna manera.”
“Fufu, es usted tan cordial y paciente. Siendo sinceros, ninguna persona que viene a este restaurante escoge venir porque ciertamente ‘necesitan’ algo del menú. Todo es opcional. Hasta la tarta de frutas que he pedido no es más que un capricho de mi parte.”
“Eh…” la otra ladeó un poco su cabeza, perdidamente.
“Pero es un capricho que con mucho gusto me daré, y por ello mismo, lo gozaré con una bebida que lo complemente,” asintió, sonriendo complacido. “Mi estimada dama, ¿qué bebida podría usted recomendarme? Es mi primera vez aquí, así que todo es nuevo para mí.”
“Si me permite recomendarle algo, optaría por un té de frutos rojos,” ella asintió gustosamente. “Si usted gusta de tomar la infusión sin azúcar, le aseguro que complementará la tarta de maravilla.”
“Fufu, frutos rojos, usted dice…” rió brevemente para sus adentros. Llevó una mano a su mentón. “Ciertamente pareciera que el escarlata es un color que me define y que me busca en todos lados. Muy bien, agradezco la sugerencia, le pido ese mismo té, por favor.”
“Sí, enseguida,” hizo una reverencia. “Su pedido estará listo lo antes posible. Por favor no dude en llamarme si hay algo más que pueda hacer por usted.”
Había sido una conversación pintoresca y sumamente cotidiana a la vez, de un cliente que disfrutaba de un instante de expresarse con un sosegado capricho, considerando sus palabras. Habiéndose quedado solo, dicho pelirrojo pasó a ojear una de las revistas disponibles para los clientes del café con cierta trivialidad. Ese momento había pasado, no había más que ver, si es que en algún momento lo hubo.
“…”
Sin embargo, Cho se encontraba mirando a esa persona atentamente por algún motivo que desconocía. Ese ser escarlata que se encontraba bien vestido y ya inmerso en sus propios pensamientos continuaba resaltando de entre todo lo demás en su campo de visión. Estaba casi hipnotizada por esa persona, pero no era ningún sentimiento de atracción…
“…” más sentía como si acabara de visualizar algún insecto o reptil peligroso y no era capaz de quitarle los ojos de encima. De repente, sintió unos escalofríos correr por sus extremidades. Sus síntomas de incompatibilidad habían regresado. Su mirada aún fija en dicho desconocido no se movía, y casi parecía que su vista periférica se oscurecía por la falta de movimiento ocular…
“Hm…” fue entonces que Yato dejó de revisar dicha revista y levantó su mirada con ligera curiosidad, para atender a aquella transeúnte que continuaba observándole.
“!!!!!!”
De nuevo ocurrió. Cho oyó claramente ese extraño grito desgarrador dentro de su cabeza y casi se sintió a punto de desfallecer. Le entró un pánico que le impulsó a huir de ahí, sin poder atinar a hacer nada más.
No podía ni imaginarse lo rara que debía haber parecido, o el hecho que más de una persona la consideraría como incorrecta, o quizás fueran a temer por su salud. Esa vergüenza frente a terceros era secundaria en su pleno estado anímico. El grito resonaba como eco y se sentía aturdida por dicho sonido agudo y fantasma. Su repentino terror empezaba a desistir, y fue ahí que se percató que había continuado avanzando una decente cantidad del sendero.
De repente estaba nuevamente en camino hacia los todavía distantes dojos, confundida por los más recientes síntomas, pero lista a intentar ignorarlo y esperar que no fuera a volver a suceder. Si tan sólo al menos pudiera dejar de oír ese bizarro grito de una vez por todas…
…

“Cho, ¿estás bien?”
“Eh… ¿eh?” oyó una voz demasiado conocida que le dio otro tipo de nervios. Cho casi se sintió en aprietos al reconocer a Sora, quien venía acompañado por sus amigos.
“Te ves muy pálida, ¿pasó algo?” se sumó Kytes, atentamente y bastante preocupado.
“H-hola a todos, ¿cómo están?” ella les saludó y desvió su mirada. “Yo… no es nada…”
“Pues diría que tu usual decisión de no apoyarte en nadie al menos indica que sigues siendo tú, pero…” Tomaj se encogió de hombros, sonriendo entretenido.
“No es momento de bromas, Tomaj, obviamente algo ocurre,” espetó Riku, con cierto juicio.
“Haha, me alegra que le extiendas preocupación a tu exHiME. Algunas cosas cambian para bien, ¿no es así?”
“Cállate por un momento…” luego de requintar a su indiferente amigo, Sora regresó su atención a la peliceleste. Él frunció el ceño. “Vamos, Cho, somos amigos de hace años, puedes confiar en nosotros. Sé por Osaka que las HiMEs la están teniendo difícil últimamente. ¿Tiene algo que ver con eso?”
“Eh, pues…” ella se vio perdida. No lo diría en voz alta, pero se encontraba sorprendida de que Sora hubiera atinado tan rápido.
“No estaremos metidos en eso ahora, pero igual todos aquí somos tus amigos. Sea asunto de HiMEs o no, déjanos apoyarte un poco,” insistió.
“…” Cho le observó en blanco un instante, y terminó por asentir y sonreír apenada. “Lo lamento, es difícil para mí decir las cosas, pero lo aprecio. Pues… sí, tiene algo que ver con los últimos sucesos, pues, no es que quiera ir al detalle…”
“Lo importante es que hables de ti y cómo tú te sientes, Cho, no te preocupes,” observó Kytes, atentamente. “Y, por cierto, es raro verte caminar sola últimamente. ¿Dónde está Kashuu?”
“Eh, le pedí que nos encontráramos en los dojos, estaba yendo para allá…” sin duda su arma iría a mortificarse ni bien se enterara de su descompensación.
“Pues aquí no es que estemos haciendo nada en particular, así que podemos acompañarte hasta allá,” dijo Tomaj, sonriendo con trivialidad. “Quizás te animes a contarnos algo.”
“No me das la impresión que seas metiche, Tomaj, compórtate,” dijo Sora, con recelo.
“Lo decía por ustedes,” dijo animado. “Yo me sé todo el rollo.”
“¿Eh?” Kytes ladeó su cabeza. “¿Sabes lo que has HiMEs andan haciendo? ¿Cómo así?”
“Me encontré con mi maestro el otro día y le pregunté qué había de nuevo y me lo dijo,” contestó con toda tranquilidad y naturalidad. Miró a Cho de reojo. “Así que aquí no hay gato encerrado.”
“Eh…” ella siempre tenía presente que Tomaj era un aprendiz de Shinkouhyou, pero incluso sabiendo eso se olvidaba de todas las implicaciones.
“Tsk…” y por su parte, Riku negó repetidamente. Sí que no le gustaba que su amigo se refiriera de aquel temible miembro y autoridad de Rizembool con tanta normalidad.
“Pero antes que me tilden de insensible, no es que menosprecie lo que ocurre en las vidas de las guerreras de Hanasaki, ni nada por el estilo,” se encogió de hombros y volvió a dirigirse a la HiME, con una pisca de comprensión. “Conociéndote, seguro que andarás con muchas cosas sobre los hombros, sea tus propios problemas, o quizás la noción de que las HiMEs no son muy diferentes a los Rebels…”
“…” Cho se retrajo un poco mientras los otros tres se notaban confundidos.
“Pero… pienso que es mejor que lo asimiles desde ya, es lo más saludable,” concluyó Tomaj, amenamente. Le dio una palmada en un hombro. “Ustedes son tan humanas como los Rebels, no es justo que Hanasaki pretenda que tengan que ser infalibles todo el tiempo, así que date un respiro. El único que puede sacarte de quicio es tu presente Rebel. Fuera de eso, trata de ser tu propia aliada, para variar. Si no puedes contar contigo misma, menos lo harás con los demás.”
“Eh…” Sora alzó una ceja, perplejo por esa muy rara instancia de su problemático amigo exRebel.
“Tomaj…” Kytes también se impresionó.
“Y aquí tienes a este par que quieren atenderte, deja que lo hagan,” concluyó con leve gracia. “A excepción de Riku, no es que nosotros hayamos querido verte muerta en algún momento.”
“Tch, retira lo que has dicho, inmediatamente,” este se amargó.
“…” sí, ahí se había acabado el momento. Sora de inmediato le encaró. “Pudiste ahorrarte lo último, Tomaj. Ya, ahora cállate.”
“Claro, pretenderé que puedes censurarme, Sora, como gustes,” contestó con gracia.
“¡Maldición, se supone que estamos aquí para apoyar a nuestra amiga!”
“Diría que mi código como un aprendiz de mi maestro me impide ser amigo de una HiME…”
“¡Cállate con tus tonterías!”
“Eh, n-no peleen, por favor…” Cho se sentía perdida, aunque parte de ella no evitó encontrarlo un poco gracioso. En cierta forma, ese grupo de amigos le habían regresado un poco el alma.
“Ahh, lamento el caos, Cho, por favor no te tomes a Tomaj muy seriamente,” le pidió Kytes, en lo que sus amigos continuaban con sus riñas. “En verdad quiso animarte.”
“Descuida, Kytes, en verdad… muchas gracias,” ella sonrió apenada. Fue recordada de cómo Kytes siempre había podido mantener a ese grupo unido, por nunca haber perdido la fe en ninguno de sus amigos. “Y pues… si quieren acompañarme a los dojos, estoy segura que Roxas se alegraría mucho de verlos.”
“Dudo que lo haga con Tomaj o conmigo, pero ya decidimos acompañarte…” Riku dio un suspiro.
“Haha, Osaka siempre está feliz de verte, al menos,” dijo Tomaj.
“Ella parece estar feliz de ver a todo el mundo, por algún motivo,” rodó los ojos. Él sintió escalofríos. “Al menos ya no es que pueda perseguirme con un arma como lo hacía.”
“En serio no puedo creer que nunca tomaron video de eso, me hubiera encantado verlo,” se quejó Sora, frustrado.
“Cállate, te aseguro que puso mi vida en riesgo por lo dispersa que es,” Riku se amargó.
“Haha, ehh, vamos en marcha,” Kytes rió incómodo y terminó por dirigir a los demás, ya que de lo contrario se quedarían inmersos en sus ocurrencias.
Cho casi podía decir que se había curado un poco de su debilidad por meramente oírlos dialogar. Era sin duda una bienvenida dosis de vitalidad por la cual se sentía agradecida.
…
Yato tomó un sorbo de su té rojo y continuó con una lectura trivial sobre acabados de jardinería en dicha revista del hogar que se había prestado.
Sus ojos terminaron por posarse encima de su taza, donde observó un temblante reflejo de su persona, completamente carmesí.
Aquella chica… aquella HiME que le había mirado atentamente… no, no había sido la HiME la que le observó tan atentamente, más bien…
“Oí tu grito, mi querida dama…” murmuró para sí, con una suave sonrisa. Este incrementó un poco más en lo que observó a la muy amable camarera atender a otra mesa con profesionalismo. “Por supuesto, es propio de un caballero como yo honorar la atención que otros me dan, y corresponderla debidamente…”
En su mente se concibió su nueva meta a corto plazo, su próximo plan de acción… su decisión de nuevamente probar el poder que realmente podía darse a sí mismo, incluso dentro de un evento pacífico de civiles en plena pausa de la guerra…
“Te regresaré toda la atención que me has dado…”
…
116.3.
…



El ambiente festivo y concurrido de todos los asistentes también se extendía a Rizembool, quizás de la misma manera, por más que las universidades tenían sus múltiples diferencias. Las actividades ocurrían entre ambas sedes por igual, y con la movilidad que las conectaba, daba la impresión que las universidades eran aliadas, y prácticamente una sola.
Y si bien los propios estudiantes y locales sabían mejor que creerlo, al menos todos en general podían disfrutar de la presente tregua, en su mayoría.
Suishinshi se encontraba leyendo un reporte, y una vez terminó de revisarlo, procedió a guardarlo en su mochila, para dar un frustrado suspiro. Este era acompañado por Taikei y ambos ocupaban una mesa de una cafetería llena de personas, donde pasaban bastante desapercibidos.
“Pues bien… lo llevaré donde Minamoto-sama,” concluyó, con cierto agotamiento, para entonces recobrar su inmutabilidad. “Agradezco la información, Taikei.”
“¿Por qué siempre tienes que insistir en ese trato impersonal, hasta conmigo?” preguntó el peliplateado, con una mezcla de curiosidad infantil y ligera frustración. Este le sonrió. “No es que Minamoto-sama se encuentre aquí, sé más honesto con lo que piensas. Somos amigos, ¿no?”
“Yo sólo soy un mensajero. Mi deber era recibir este reporte completado por tu superior y evaluarlo para asegurarme de su contenido y poder dar un resumen a Minamoto-sama…” este miró a su dicho amigo de reojo, con leve impaciencia. “No es que tú debas recibir mis observaciones al respecto, ¿podrías no insistir?”
“Hm, pero ni que vayas a ser honesto con nuestro superior, ¿no? Heh, estaré trabajando para los Kamuro ahora, pero sigo siendo parte del equipo de Minamoto-sama, y conociéndolos a ustedes dos, tú no vas a ser honesto sobre tu parecer, y Minamoto-sama se aburrirá de que siempre andes tan insistentemente formal,” Taikei sonrió entretenido. “Pero si intentas ser honesto, seguro que te fastidiará o llamará la atención sólo para arruinarte el día.”
“…” Suishinshi entrecerró sus ojos. Lamentablemente, no tenía nada que decir que pudiera contradecir esas palabras. “¿Cuál es tu punto?”
“Antes de que te pongas a decir cosas como ‘ohh~ el líder de los Kamuro nos ha bendecido con su extrema gentileza y humildad de escribir un atinado y detallado reporte sobre la aparición de orphans cercanos a la inauguración el día de ayer a las tales horas de la noche~’, ¿qué tal si eres un poco honesto, al menos con alguien?” Taikei apoyó sus codos sobre la mesa, y su rostro sobre ambas manos, para mirar a su amigo con una sonrisa gatuna. “Lo digo porque ya le eché un vistazo a ese reporte.”
“No se supone que tú debiste haber hecho eso,” le recriminó.
“Y pues, sé perfectamente que tú no estarías gustoso de leer su contenido, ¿no es así?”
“…” terminó por rodar los ojos y dio un respiro antes de rendirse a entretener el pedido del otro. “…no que sea un reporte realmente detallado.”
“O sea, en cierta forma lo es, pero…”
“Minamoto-sama no está interesado en el cálculo de los daños materiales y en el log de los eventos transcurridos además de quiénes fueron vistos en medio de esa aparición…” el pelinegro negó un par de veces. “Los Kamuro se suponen que son un grupo que vigila el comportamiento de los miembros de Rizembool, pero su observación de los eventos del día anterior los hace más afines a testigos o como parte de los primeros que responden al llamado de una emergencia, mas no a un grupo realmente regulador. ¿Dónde se supone que están las observaciones sobre los causantes de esos estragos y las medidas o sanciones que se van a imponer a los culpables? No es que aquel grupo no lo haya hecho anteriormente, sobre todo en medio de un evento que involucra a muchos civiles.”
“Hmm… sí, ¿verdad?” Taikei ensanchó su curiosa sonrisa. “A mí también me pareció curioso la falta de ello mismo, y supe que te molestaría, Suishinshi.”
“Si sabías que esa iba a ser mi reacción, ¿por qué preguntas?” le cuestionó impaciente.
“Porque es bueno que vocalices esas cosas, a veces temo que en tu comportamiento serio te olvides de quién realmente eres,” Taikei se puso de pie. “¿Y quién sabe? Quizás Minamoto-sama te haga la pregunta sobre qué realmente piensas, así que puedes considerar mejor qué contestarle. Listo, ¿qué tal si vamos a tomar algo?”
“No, debo ir de regreso donde Minamoto-sama, tengo que entregarle el reporte personalmente,” dicho esto, el pelinegro también se levantó, y procedió a caminar fuera del recinto. “Debes tener competencias a las cuales participar, no te olvides.”
“¡Oh, espera!” el otro le dio el alcance y caminó a la par. “Pues, no tengo mucho que hacer, o sea, apenas participaré en kendo, pero como te puedes imaginar hay bastantes Rebels tenebrosos con pasados esquivos participando en las eliminatorias así que seguro me van a descalificar pronto.”
“¿Acaso tú no vas a ser un Rebel pronto? Imagino que el líder de los Kamuro espera que al menos llegues a una buena posición.”
“Sólo me exigió que participara, nada más, me dijo que no tenía otro requisito,” sonrió ampliamente. “Además mírame, Suishinshi. ¿Te parece que seré un Rebel tenebroso?”
“…” el otro le miró con reproche y continuó caminando.
“Oye, ¿por qué te molestas? Digo la verdad, ¿no lo crees? No soy del tipo que andará por ahí causando terror en otros. Eso no quiere decir que no haré lo que se espera de mí.”
“Es tu actitud la que me resulta cansina. Es como si todo fuera una broma para ti,” negó frustrado. “Supuse que a estas alturas dejarías de tomártelo todo como un niño, pero veo que todavía no lo haces.”
“Minamoto-sama te debe tener trabajando overtime, diría, pero has sido así toda la vida. Tú piensas que lo que haces requiere la mayor seriedad posible. Yo pienso que hay momentos para eso, pero que en general, no es muy saludable andar a mil a cada rato,” tuvo que por un momento alejarse de su amigo ya que pasaron por una zona concurrida además de necesitar esquivar un poste, pero regresó rápidamente a su costado. Le sonrió. “Sé lo más serio que puedes ser frente a nuestro jefe, pero fuera de sus aposentos, intenta ser tú un poco más.”
“No nos vamos a poner de acuerdo, Taikei,” concluyó Suishinshi, con leve frustración. No había punto de continuar con dicha conversación. “No puedo decir lo que funciona para ti, supongo, sería irresponsable de mí demandarte que actúes como yo lo hago, o que sería lo mejor. Sólo espero… que tu actitud no te meta en problemas en algún momento.”
“Hm…” el peliplateado le miró un poco sorprendido.
…
“Fufu, eres definitivamente una persona muy generosa y de buenas intenciones, joven Suishinshi, a pesar de lo estricto que actúas~” canturreó Norimune, al otro costado del pelinegro.
“¡IIIHHH!” ello bastó para pegar un gran susto al pobre de Suishinshi, quien casi se tropieza.
“¡Haha! ¿Ves? ¡Ese tú medio miedoso es más hecho a tu medida, Suishinshi!” celebró Taikei.
“Tch, c-cállate tú…” le dio una mirada de soslayo al peliplateado.
“Oh, mis sinceras disculpas, no había querido asustarte,” Norimune sonrió para sus adentros y luego se encogió de hombros. “Supongo que un viejo como yo está desconectado de las infinitas revoluciones a las cuales los jóvenes funcionan todo el tiempo. Debes andar con mucho encima.”
“Usted…” Suishinshi le miró frunciendo el ceño. “¿Qué hace aquí? Esto es Rizembool, y como un arma, debería acompañar a su propia HiME.”
“Entiendo bien dicho simple argumento, pero pienso que mi muy querida hija crecerá mejor si no estoy permanentemente presente para ayudarle en todo lo que hace,” contestó Norimune, con un tono sosegado y una tranquila sonrisa. “Ella merece de su propia independencia, y si me lo permiten, yo también gozo más de encontrarme independiente en plena vida.”
“Usted es atípico a todo lo que conozco sobre las HiMEs,” Suishinshi le observó con desapruebo, y luego desvió su mirada. “Sólo espero que Saki no tenga que lidiar con algo así.”
“Hm, aunque…” Taikei llevó una mano a su mentón y divagó con sus ojos al cielo. “Usted dice que su HiME es su hija, pero como las armas se originan de la HiME en sí, ¿no sería más común que estas sean como los hijos de las HiMEs?”
“Fufu…” Norimune encontró gracia a dicho comentario y se dirigió al peliplateado sin borrar su sonrisa, aunque con leve juicio. “Y los Childs mismos se originan también de las HiMEs, pero su misma nomenclatura ha sido dada por los humanos casi a manera de capricho, y no están conectados biológicamente con ellas. Por lo tanto, ¿no crees que hay un error en esa lógica?”
“¡Ohh, buen punto, no lo había pensado!” Taikei se animó. “De lo que sé, los Childs sí actúan más como hijos o sirvientes, pero es verdad que no podemos igualarlos a una figura dependiente de las HiMEs sólo porque a los líderes de Hanasaki se les ocurrió darles ese nombre. ¡Es definitivamente una falacia y una mala representación de la población!” se giró a su amigo. “Oye, Suishinshi, si consideramos un mal sampling al pensar sólo en los Childs típicos, ¿podríamos decir que este es un error estadístico del tipo II?”
“¿Qué haces entreteniendo a esta rara arma?” le recriminó el otro.
“Pienso que no hay motivo por el cual no podamos llevarnos bien, incluso si no hay por qué ser cercanos,” opinó Norimune, de buenos ánimos. Este pasó a mirar a Suishinshi desde arriba. “Sin embargo, noto bastante juicio en tu expresión. Comprendo que eres de ponerte grandes expectativas, y a su vez, las demandas de todos los demás.”
“…sería incorrecto de mi parte hacerlo puesto a que no puedo posicionarme en el lugar de otros la mayoría de las veces, siento si lo he intentado,” Suishinshi asintió. “De todos modos, no hay punto de que nosotros volvamos a interactuar a menos que ocurra una emergencia como la del día anterior. Espero que lo comprenda.”
“Ahí está de nuevo, tus intentos de adherirte a algún ideal, es admirable, pero a la vez no evito preocuparme un poco por ti,” comentó el mayor. Observó a Taikei. “¿No piensas igual?”
“Eh, bueno…” este se vio en aprietos y sonrió incómodo en lo que desviaba su mirada.
“Aunque, considerando tu punto de vista, es como si se te fuera prohibido estar en buenos términos con personas de Hanasaki, aparte de tu hermana, obviamente.”
“¿…y cómo es que usted supo sobre mi relación con ella? Saki nunca lo compartiría con nadie y no nos hemos conocido previamente…” Suishinshi se impacientó.
“Hm~” Norimune se mantuvo inmutado, con sus buenos ánimos. “Sé de ustedes dos por medio de alguien quien los conoce, y casi quisiera reservarme dicha información, ya que…” ensanchó su sonrisa. Sus ojos se vieron curiosamente fríos y tajantes por un corto instante. “…quisiera que ustedes pudieran pensar en dicha persona por su cuenta. Es mi mayor deseo, como alguien quien considera al amor como lo más poderoso.”
“¿Qué dice?” Suishinshi se descuadró.
“Discúlpenme, va a haber una demostración de jardinería hidropónica en pocos minutos, no quisiera llegar tarde. Les deseo un buen día, estimados jóvenes~” dicho eso, Norimune continuó caminando como si nada.
“Tch…” el pelinegro lo miró molesto y todavía mayormente confundido. No sabía ni qué decir sobre aquella conversación, o el hecho que esa arma no sólo andaba separada de su HiME, sino que también sintió la necesidad de hablarles para incomodarles tanto.
“Eh, bueno, retomando nuestra conversación,” fue como si Taikei hubiera retrocedido en el tiempo antes de la interrupción. Él sonrió contento. “Gracias por preocuparte por mí, Suishinshi, ¡en serio significa un montón! ¡Pero te prometo que estoy bien! Más bien son mis insistencias que seas honesto mi manera de preocuparme por ti.”
“Eh, espera un momento…” el otro se dio un facepalm. Le iba a tomar recuperar el hilo de la previa conversación. “Taikei, ¿acaso no escuchaste lo que ese tipo nos dijo?”
“Sí, sobre oír de nosotros de alguien, ¿verdad?” ladeó su cabeza, sin comprender.
“¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Acaso tienes una idea?”
“¡Pues no!” admitió contento. “O sea, puedo pensar en literal todo el mundo que conozco que podría ponerse a hablar feliz con ese señor, que supongo son más de la mitad, pero no puedo pensar en nadie más probable que los demás,” se encogió de hombros y llevó sus manos detrás de su nuca, completamente despreocupado. “Y no es que importe mucho, ¿no lo crees?”
“¿Cómo que no? Por si no lo has pensado, puede ser peligroso. Esa arma me resulta demasiado sospechosa.”
“Yo creo que sí lo es,” asintió indistinto y despreocupado. “Definitivamente. Sólo porque es un arma no podemos decir que su vida gira alrededor de su HiME nada más. Tal vez haya encontrado otra manera de interactuar con la guerra independientemente de ella que completamente desconocemos, ¿no lo crees? Es el mismo caso de que quizás no todos los Childs están en el rol de niños de sus HiMEs.”
“Taikei…” le miró con incomprensión.
“¿Pero por qué hay que preocuparnos por eso? Él mismo lo dijo, nosotros no estamos conectados con él, no nos corresponde lidiar con su persona, y si en algún momento eso fuera a cambiar, por cualquier motivo…” sonrió. “Pues ahí veremos que hacer. No hay por qué pensarlo desde ya.”
“…” Suishinshi dio un pesado suspiro. Era por su manera de expresarse y su actitud infantil que con frecuencia se olvidaba lo inteligente y cuerdo que Taikei podía ser. Estaba acostumbrado a pensar que su despreocupación silenciaba su mente, pero quizás no era su caso. Tal vez podía ser despreocupado precisamente porque su mente trabajaba a su manera. “…pues, ¿qué más queda? Es cierto que no tengo por qué pensarlo más.”
“Sí, exacto,” levantó un pulgar.
“…quizás tú estés hecho para sobrevivir las cosas más estresantes de la guerra. Será por eso que el líder de los Kamuro te escogió para tu pasantía,” Suishinshi se encogió de hombros.
“Hm…” Taikei se confundió por dicha observación. “Ahora tranquilo. ¿En serio no quieres ir a tomar algo, al menos? ¡Vamos, yo te invito!”
“…ya, está bien, hay una maquina dispensadora de bebidas cerca de la salida, podemos detenernos ahí un poco,” se rindió.
“Uhh…” el peliplateado se frustró por la necedad del otro, pero al menos había accedido a algo.




Era el primer día y, por lo tanto, las clasificatorias de distintas disciplinas tenían todavía mucho por delante. En uno de los dojos de Hanasaki, Marisa acababa de terminar con una victoria en la categoría de kendo.
“¡Ganadora, Marisa Kirisame!” exclamó el presentador.
“¡Así se hace!” celebró Shishiou, quien aplaudía con ganas.
“¡Bien hecho, Marisa-chan!” se le unió Osaka. La rubia fue a darles el alcance en lo que el siguiente enfrentamiento entre otras dos participantes comenzaba.
“Heh, ¿quién diría que yo andaría ganando en kendo?” preguntó esta, entretenida. “Es la primera ronda todavía y cada pelea es corta, pero hubiera asumido que la tendría más difícil.”
“No te habrás dedicado tanto al kendo como yo, pero sí tienes experiencia,” le recordó su hermano, amenamente. “Así que tú sólo disfrútalo en lo que puedas.”
“¿En lo que pueda? Haha, ¿ya me estás descalificando?” Marisa rio. “En esta ronda las derrotas tampoco son definitivas. Necesitaría perder tres veces para ser descalificada, así que asumo que llegaré al menos al fondo de los brackets.”
“Hehe, suena bien, es bueno que te proyectes con cautela, Marisa-chan,” Osaka sonrió.
“‘Con cautela’, vaya…” sí que se notaba la poca fe que le tenían. Ella dio un suspiro. “Y por cierto, ¿cómo así te has aparecido, Osaka? ¿Qué es de Cho?”
“Ella tenía un examen que dar, así que nos separamos. Y pues…” Osaka bajó su mirada, desanimada. “Me preocupé tanto en qué sabor de pan elegir para la carrera que todos me ganaron y terminé última… lamentablemente ya me descalificaron para eso.”
“Lo lamento, Osaka, pero ahora te toca concentrarte en tus otras competencias,” dijo Shishiou, dándole unas palmaditas en el hombro. “No te desanimes.”
“Uhh… esa carrera lo era todo para mí…”
“Haha, vamos Osaka, otro día vamos a comernos todos los panes rellenos que se nos antojen,” Marisa sonrió. “Pues, no sé dónde venderán variedad de esos panes… y supongo tampoco cuento con mucho dinero para comprar un banquete… ¡pero ahí nos las arreglamos!”
“Yo les puedo invitar, de eso no se preocupen,” observó el hermano mayor, amenamente.
“¡Ahí está! ¡Gracias Shishiou, ahora no puedes cambiar de parecer!” Marisa le apuntó acusatoriamente y con una sonrisa decidida.
“Ya, tranquila que no lo haré,” el otro dio un suspiro. Él vio otro enfrentamiento comenzar con otras participantes dentro del dojo. “Y sospecho que esperabas que les invitara desde un inicio, así que supuse que lo haría…”
“Y, por cierto, ¿tú no estás participando en kendo también?” preguntó Marisa.
“¡Obviamente!” Shishiou se animó y sonrió ampliamente. “Sospecho que no llegaré muy lejos, entre los estudiantes full dedicados al kendo y quién sabe cuántos Keys y Rebels OP también estén inscritos, pero definitivamente daré todo lo que pueda.”
“Pero no es que ellos puedan usar sus poderes en las peleas, seguro que te irá bien,” Osaka asintió.
“Eh, claro, al menos eso espero…” definitivamente no lo decía pensando en que la gente con poderes los usaría, ello sin duda iba en contra del concepto de honor del deporte (y quizás habría alguno que intentaría hacer trampa, pero mejor no lo pensaba mucho). Por sus prácticas con los Sanjou y amigos cercanos a ellos, Shishiou reconocía que ellos eran superiores a él, y ninguno de ellos caía en las categorías de Keys o Rebels.
“¡Haha, seguro sigues pensando en el cute Ima-chan que barrió el piso con Seija durante el verano!” Marisa se puso a reír.
“No precisamente en él (menos mal que ese niño no participa) pero sí en sus parientes,” comentó Shishiou. Él sonrió frustrado. “No estoy al nivel que ellos, pero igual daré lo mejor de mí.”
“¡No, no, apunta a las estrellas!” exclamó su hermanita, en lo que otra pelea más daba inicio. “¡Igual que yo quien ahora me proyecto a llegar al podio! ¿No es verdad, Osaka?”
“Haha, me gustan tus energías, Marisa-chan, yo tengo que hacer lo mismo,” ella asintió.
“¿Y cuándo es tu próxima competencia?”
“Oh, eh… comienza a las once y media, creo…” Osaka revisó su smartphone y se quedó en shock. “¡¿Once y cuarenta y cinco?! ¡¿C-cuándo se pasó el tiempo?!”
“Ehh…” los dos hermanos intercambiaron miradas, incómodos.
“Aw, el scavenger Hunt era el segundo todo que tenía…” agachó su cabeza.
“Aw, lo siento mucho, Osaka,” Marisa le dio un abrazo de costado. “Ya pasó, te aseguro que habrá más oportunidades.”
“Eh, sí, pero por favor revisa tu horario de eventos y tenlo contigo para que no te olvides más…” Shishiou dio un suspiro.
“Eso y la carrera de los panes eran lo único que tenía para hoy, pero mañana no me perderé nada, lo prometo,” Osaka comprimió un puño con una adorable seriedad. “Ahora me toca quedarme aquí para alentarte a ti y a tu hermano y a Roxas y a nuestros amigos cuando toque el turno de los chicos. Creo que el señor Kotetsu también iba a venir así que lo estaremos viendo pronto.”
“Haha, todavía me cuesta creer que ustedes viven junto con esa familia,” Shishiou rió. Nuevamente otro grupo de personas tan dedicados al kendo que le sobrepasaban.
“Creo que todavía no conozco a ese señor, me da intriga,” observó Marisa, con curiosidad.
“Hehe, es una gran persona, y pese a su rostro serio, pienso que es muy lindo a su manera,” Osaka asintió, contenta. “Oh, Marisa-chan, parece que ya es tu turno.”
“Wow, ¿de nuevo? ¡Bueno, a ganar otra vez!” exclamó feliz de la vida, aunque su sangre se congeló ni bien se volteó y observó a su contrincante ya esperándole en el centro del dojo. “¡¿Y-Youmu?!”
“Oh, Marisa, no sabía que estabas participando,” observó la peliblanca. Ella hizo una venia. “Que gane la mejor.”
“¡E-espera, ¿qué haces tú en mi cuadro de participantes! ¡¿Acaso las pros no se skippean el primer día o algo?!”
“No hay un sistema así,” Youmu alzó una ceja. “Por favor ven que hay que comenzar. No podemos retrasarnos más.”
“P-pero…” ahí comenzaba a abandonarle su sueño de ganar una medalla. Realmente esa primera ronda le había ido de maravilla hasta ese momento.
No le quedó de otra que afrontar su realidad. Luego de un saludo y de recibir la señal de inicio del referee, inició la pelea… y efectivamente, terminó el tiempo récord con Youmu mandando la espada de madera de Marisa por los aires con un solo movimiento. La pobre aturdida se cayó sentada y fue ahí que se definió el rápido encuentro.
“¡Wow, Youmu-chan, felicidades!” exclamó Osaka, impresionada, en lo que las dos batalladoras se acercaban para dar el escenario a otras participantes.
“Uhh… ¿qué pasó con eso de que me ibas a alentar a mí…?” murmuró Marisa para así, con tristeza y pasando desapercibida.
“Muchas gracias, pero es muy pronto para celebrar,” comentó la peliblanca, completamente enfocada en la presente ronda. “En nuestro cuadro hay otras dos chicas también del programa de kendo, un par que vienen del programa de kendo en Rizembool, y tres de programas de otras universidades. Creo que también he visto el nombre de Suzuka.”
“¿E-en serio?” Marisa se quedó en shock. ¿Acaso le habían puesto con las fáciles para comenzar y le esperaban todas las pros desde ese instante? Casi sintió que la vida se burlaba de ella.
“Son tres pérdidas las que te descalifican antes de la segunda ronda, así que hay que pensar estratégicamente ahora,” Youmu llevó una mano a su mentón. “Marisa, ¿tendrás alguna estrategia en mente?”
“Ihh, no, e-en verdad que no espero mucho, si dices que hay muchas kendokas en nuestro grupo,” contestó la rubia, torturada. Desvió su mirada. “C-creo que ya fui…”
“Esa no es la actitud que deberías tener si te has inscrito a participar,” le recriminó. “No se termina hasta que se pierde.”
“Uhh, fácil para ti decirlo…”
“Pues, tienes una buena actitud ante el desafío, sólo continúa enfocándote, Youmu,” Shishiou levantó un pulgar, con buenos ánimos. “Suena difícil, pero estoy convencido que tú serás una de las pocas que pasará a la siguiente ronda en medio de todas.”
“Gracias,” Youmu sonrió decidida y firme. “No te defraudaré.”
“¡Ihh, ya veo que han dejado de alentarme!” exclamó Marisa, torturada.
Bueno, iba a servirle de un buen recuerdo mientras duró, y algún día se acordaría de ello y lo encontraría gracioso… sí, seguramente algún día en el futuro lo haría.





Luego de un paseo por Hanasaki y de revisar su facultad, Larsa salió de dicho edificio, meditabundo.
“Ah, la falta de respeto,” Jakob negó repetidamente, mortificado por su superior. “Comprendo que toda la atención de Hanasaki yace en el presente evento, pero ello no es motivo para que le nieguen trabajar en sus estudios.”
“Fue mi error no haberlo revisado previamente, Jakob, supuse que podría al menos revisar el equipo de la sección instrumental de los laboratorios, pero todo el personal debe encontrarse muy ocupado para mantener un horario normal de trabajo,” concluyó el joven, tranquilamente. Caminó un poco más para regresar hacia las zonas más ocurridas en la universidad. “Sinceramente, no sé por qué persisto en asistir, puesto a que no estoy participando en ninguna actividad. No creo tener más que ver.”
“Entiendo que usted ha buscado un merecido cambio de rutina, señorito, pero si usted siente que esta variación ya no le resulta fructífera, le recomendaría que desistiera y regresara a su apartamento,” sugirió su mayordomo, amablemente. “Permítame servirle una taza de té lejos de este ajetreo.”
“Lo agradezco, pero sigue siendo un poco temprano…” quizás le convenía enfocarse en sus deberes familiares, por más que tenía una organizada rutina para encargarse de ello. Supuso que tendría que reorganizarse, al menos durante los próximos días.
Fue entonces que terminó por encontrarse frente a frente con Hyuuga, quien iba acompañado de un par de chicos un poco más jóvenes que él. Dicho repentino encuentro los sorprendió a ambos.
“Oh, esta es una agradable sorpresa,” Hyuuga sonrió amablemente y asintió. “Ha sido mucho tiempo, Larsa. O, supongo, ‘mucho’ no es enteramente cierto, pero lo percibo de esa manera.”
“Estoy seguro que mucho sí ha ocurrido en tu punto de vista, Hyuuga, pero te veo bien,” Larsa sonrió un poco. Sin duda él mismo no pensaría que había sido mucho tiempo, puesto a que se encontraron poco antes del inicio del presente semestre, pero el andar del tiempo sin duda era muy subjetivo. “Espero que te esté yendo bien como un alumno de Rizembool.”
“Heh, percibo mi experiencia como única y dependiente de mi persona, por lo tanto, no podría compararla fácilmente con algo que me permitiría clasificarlo como bien o mal, aunque…” cerró sus ojos brevemente, con indicios de paz en su rostro. “…me siento a gusto. Puedo agradecer por ello mismo.”
“Heh…” sonrió con leve ironía. “Te agradezco, Hyuuga.”
“¿Perdón?” el menor se confundió. “No recuerdo haber hecho nada merecedor de agradecimiento.”
“Supongo no he escogido la palabra correcta, pero sí invoca lo que quería decir,” Larsa asintió. “He estado caminando perdidamente durante este día, sin saber qué pretendo al asistir un evento en el cual no soy partícipe… supongo este pequeño diálogo me ha hecho sentirme comprendido por alguien. Debe ser aquello lo que estaba buscando.”
“Ya veo…” Hyuuga pareció alegrarse por dicha observación.
“…” Shiro, quien se asomaba detrás de Hyuuga, miraba intrigado a aquella otra persona.
“Oh, mis disculpas, permíteme presentarte a mis allegados,” se acordó el joven peligris, con torpeza. “Ellos son también miembros de mi familia…”
“Ya veo…” sin embargo, Larsa miró fijamente a uno de los dos. “Ha sido bastante tiempo, Kuro, casi no te reconozco.”
“…” dicho peliblanco miró fija y nulamente a Larsa, y apenas atinó a asentir mínimamente.
“Oh…” tanto Hyuuga como Shiro parecieron sorprenderse.
“Hyuuga ha sido muy amable contigo, lo puedo imaginar…” continuó el Solidor, sonriente, aunque había cierta tristeza en sus ojos. “Es un alivio, me alegro por ti.”
“…” ante ello, Hyuuga no evitó impresionarse. “Larsa… tú… has podido comprender la situación de mi protegido sin necesidad de que lo fuera a compartir.”
“Supongo es inevitable, por lo que sé de Rizembool, y por haber conocido a Kuro previamente, pero no tenemos por qué hablar al respecto,” le aseguró y borró su sonrisa, para entonces asentir a manera de disculpa. “Lamento siquiera tocar ese tema, no lo pude evitar.”
“No… está bien… has demostrado preocuparte por Kuro, y no podría estar más agradecido,” Hyuuga sonrió apenado. “Incluso siendo yo quien está a cargo de él, dudo decir que podía saber tanto como tú lo haces.”
“Ciertamente no hay motivo de que te disculpes, señorito,” le aseguró Jakob. “Usted sigue siendo tan gentil como de costumbre, pero conversar sobre las particularidades de nuestra alma mater son asuntos ya muy normales en nuestro entorno,” sonrió intrigado. “Aunque pese a su decisión de permanecer paseando en Hanasaki, puedo alegrarme que usted ha encontrado compañía más afín a su propia categoría.”
“…” por su parte, Kuro afiló sus ojos hacia dicho mayordomo.
“No es bueno que ciertos temas de Rizembool se normalicen, en especial si involucran los asuntos privados de alguien,” Larsa negó. “Sé más considerado con nuestros acompañantes, Jakob, te lo pido.”
“Sí, no ha sido mi intención faltarles el respeto, mantendré el comportamiento que usted me pide, señorito…”
“¿Hm? Creo entender que ello significa que no soy la única persona de Rizembool con la cual te has encontrado hoy, Larsa,” observó Hyuuga, con curiosidad. Pasó a sonreír cordialmente. “Sería de esperarse por las actividades de las olimpiadas divididas entre las dos universidades, por supuesto.”
“No es nada importante, Hyuuga, por favor, olvida lo que Jakob acaba de decir,” dio un suspiro. Veía claramente que, detrás de la cordialidad, Hyuuga fue capaz de comprender que Jakob se debía referir a alguien con influencias en Rizembool y no sólo a cualquier otro estudiante, pero en verdad no había punto de hablar al respecto. Larsa se dirigió a Shiro con una sonrisa apenada. “Lo lamento mucho, he retrasado presentarme ante ti. Mi nombre es Larsa Solidor, he conocido a Hyuuga antes del comienzo del presente semestre. Y tú eres…”
“Shiro…” este asintió. Juntó sus manos en rezo. “Y por favor, no se preocupe por mí. Le agradezco por brindarle atención a Kuro, ha sido una sorpresa que ustedes ya se conocieran, pero…” pasó a sonreír. “Me alegro mucho. Usted es una buena persona, Solidor-san.”
“Sólo llámame Larsa, por favor. No necesitas ser formal conmigo.”
“Entendido,” Shiro hizo una reverencia. “Mucho gusto, Larsa.”
“…” este sonrió. “Igualmente.”
A simple vista, parecería que hablaba con tres amigos, con Hyuuga siendo apenas el líder o el más hablador de los tres, pero para Larsa era muy fácil comprender lo que realmente sucedía detrás de las apariencias. Aquellos dos que seguían de cerca al Masamune podían asistir a las olimpiadas y verse genuinamente tranquilos y en paz gracias a aquel que simbolizaba algo muy diferente a un amigo para ellos. Por eso no evitó sonreírles. Podía ver reflejadas las palabras de Hyuuga de querer ser responsable por otros como una persona con poder dentro de Rizembool. Ese joven y reciente líder de su familia ya se encontraba haciendo una diferencia.
Y, además de ello, era evidente que Hyuuga sí quería genuinamente cuidar y velar por ellos como un amigo, como uno más del montón… era una soledad demasiado familiar para Larsa también.
“Larsa, si me permites…” Hyuuga se contagió de aquella tranquila sonrisa. “También quisiera agradecerte. No era algo que buscaba realmente, pero, por supuesto, la comprensión ajena es algo que siempre es preciso celebrar. Me alegra que finalmente hayas podido encontrarte con Shiro y Kuro. Ellos también están estudiando conmigo en Rizembool.”
“Me alegro de oírlo, no me opondría a conversar sobre sus experiencias en algún momento mientras compartimos el té,” le contestó el mayor, amablemente. “Recuerdo que era algo que habías pedido de mí.”
“Heh, me siento honrado de que lo hayas recordado. Por supuesto, sería un placer,” dijo y se vio genuinamente alegre. “He venido debido a que las competencias de oratoria se van a llevar a cabo tanto en Rizembool como en Hanasaki, y quería ubicar dónde van a ser ahora que poseo un poco de tiempo libre. Si no es mucha molestia, ¿podrían ustedes acompañarnos? Pienso que nos sentiríamos dichosos de la compañía.”
“No hay ningún problema, sería un placer. Aunque no conozco bien las facultades de letras.”
“Descuide, señorito, tengo memorizado todo el campus de la universidad, sólo permítame saber cuál es la locación que busca,” dijo el mayordomo, atentamente.
“Eh, no es necesario que lo tengas memorizado, Jakob…” Larsa pareció preocuparse un poco.
“Agradezco su atención dirigida a mi persona, pero sólo cumplo con mi deber, en caso fuera a serle útil en algún momento.”
“Haha, es evidente lo leal que su mayordomo es contigo,” Hyuuga encontró gracioso al ver a su mayor un tanto sacado de cuadro. Pasó a dirigirse a Jakob e hizo una corta venia. “Su devoción y profesionalismo son impecables. Me encuentro agradecido que mantenga tan buen cuidado de su superior, es usted un ejemplo a seguir.”
“Oh, usted es demasiado gentil, Masamune-sama, yo sólo soy lo que debo de ser para merecer mi posición como la mano derecha de mi señorito,” Jakob le correspondió dicho respetuoso saludo. “Es sin lugar a dudas un joven líder de Rizembool, por sus impecables modales.”
“Es lo que aspiro a ser, pero a diferencia de su superior, todavía tengo mucho por aprender,” le aseguró Hyuuga, con una sonrisa perspicaz.
“Y ciertamente es una meta propia de su posición.”
“No es necesario mantener dicho nivel de formalidad,” Larsa se frustró un poco. Podía notar que Hyuuga en cierta forma lo encontraba divertido. “Vayamos a buscar la sede de oratoria en Hanasaki, por favor.”
“Por supuesto, señorito, déjenme dirigirles.”
El grupo avanzó por el sendero que dirigía a dicha área de la universidad. La gente estaba presente por todos lados y en distintas actividades. Realmente parecía que estaban en medio de una feria, aunque sin lugar a dudas, las olimpiadas podían entenderse de aquella manera.
“Aprecio la atención a las áreas verdes de esta universidad, es un énfasis muy distinto al que se puede ver en Rizembool,” observó Hyuuga. Este dio un gran respiro a manera de disfrutar de la naturaleza que les rodeaba.
“Rizembool ha realizado esfuerzos de cultivar algunos jardines verticales en algunos edificios, pero aparte de una pequeña área verde por la zona de comunicaciones, no hay muchos lugares donde los estudiantes puedan disfrutar de espacios semejantes,” dijo Larsa. “Supongo no es algo que me sorprende, pero quisiera que lo consideraran un poco.”
“Estoy de acuerdo,” Hyuuga miró un arbusto grande lleno de rosas antes de continuar con su mirada al frente. “Rizembool continuará con su labor de avanzar según su propia evolución y apuntar a un desarrollo tecnológico en búsqueda de una existencia separada de lo dictado por la propia naturaleza…” negó y dio un suspiro. “Pero ello es una insensatez, según mi parecer. Si buscamos continuar creciendo, nunca deberíamos mirar muy lejos de nuestros orígenes y nuestro punto de partida. Pienso que hay mucho que aquellos con tanta ambición están propensos a olvidar, de lo contrario.”
“Es una buena observación, Hyuuga. Presumo que nuestras familias son otro ejemplo de aquello que estás diciendo.”
“Ciertamente…” el menor sonrió apenado. “Y nosotros no podemos cometer el mismo error que nuestros antepasados, Larsa.”
“Lo sé…”
“Incluso si nuestros caminos continúan inciertos…”
…
“!!!” Shiro se alertó y se quedó quieto, lo cual causó que los demás se detuvieran.
“…” Kuro le miró atentamente.
“¿Qué sucede, Shiro?” preguntó Hyuuga.
“Hyuuga, perdón… algo requiere mi atención, tengo que irme,” dijo ese chico, casi en aprietos. “Eh, nos vemos en el paradero de bus por donde vinimos…”
“Descuida, te ubicaré ni bien quiera buscarte, sin importar dónde estés,” Hyuuga le sonrió comprensivamente, con la suficiente certitud para asegurarse de aliviar al menos esos nervios.
“Sí, con permiso…” así, Shiro se fue corriendo, con Kuro siguiéndole de cerca.
“Hm…” Jakob llevó una mano a su mentón. “Problemas, sospecho.”
“Prevención, más bien. Shiro es muy cuidadoso y demasiado sensible,” observó Hyuuga, con tranquilidad. Parecía poseer una especie de orgullo por hablar así de su protegido.
“Es evidente para nosotros que sus protegidos no son personas normales, así que, con su propia descripción de las habilidades de su subordinado, sólo puedo imaginar que todo está bajo control,” Jakob sonrió satisfecho.
“No es necesario mencionarlo en voz alta, Jakob,” le corrigió Larsa.
“Descuida, no pienso que sea un tabú ni entre nosotros, ni con ellos dos,” le aseguró Hyuuga. “Debo decir, más bien, que me sorprende que sólo hayas conocido a Kuro anteriormente, Larsa. Desde que los conozco, Shiro y Kuro han sido tan cercanos que me cuesta pensar en ellos existiendo lejos el uno del otro.”
“Parecen compartir una especie de vínculo especial. Por mi parte, me pregunto cuándo habrán cambiado las circunstancias para los dos, para poder vivir como lo hacen ahora,” Larsa asintió. “Si no estoy fuera de lugar al preguntar, ¿tienes alguna idea sobre lo que pudo haber alertado a Shiro?”
“No hay ningún indicio a nuestros alrededores, ¿no es así?” Hyuuga dio una rápida mirada para confirmarlo. Sonrió decidido. “Eso sólo deja su propia especialidad como posibilidad.”
“Su especialidad…”
“Ha detectado a un orphan bélico.”
“¿Eh?” tanto Larsa como Jakob se impresionaron levemente.
“Y descuiden, no hay de qué preocuparse.”

“Tsk…”
Lo supo desde un inicio, pero no pudo evadir la curiosidad, y como debió haber esperado, sentía que se ahogaba en aquel ambiente. Hakuzosu había tomado la libertad de atender los presentes eventos y pretender ser un humano más del montón, pero estar rodeado por un mar de gente había pasado de asfixiante a intolerable.
En particular, tuvo la osadía de llegar a Hanasaki, en lugar de Rizembool. ¿Por qué lo había hecho? Ningún lugar tenía un valor realmente positivo para él. Vivía en la base de Orochi, un lugar afiliado, aunque ajeno al propio Rizembool. Sí… quizás era parte de su naturaleza como orphan haber querido infiltrarse a la base enemiga, pero ni sentía un remoto sentimiento de burla o logro al estar presente ahí.
Era quizás conocer más sobre aquellos que se oponían a él… tal vez buscaba con la mirada a aquellas HiMEs que habían convertido su vida en un infierno durante el ataque, esperando llevar a cabo un contraataque y una venganza. No, no tenía por qué divagarlo. Considerarlo se volvió irrefutable dentro de sí.
Estar inmerso en un ambiente de humanos servía únicamente para saciar su deseo de lastimar a esas enemigas, no tenía otro motivo por el cual quisiera remotamente acercarse a esa especie esclavizadora para él.
“Buenas, ¿podría ayudarme a ubicar este edificio?” preguntó una persona a uno de los guías.
“¿Y qué tal te fue en ese examen?” un chico le dio un codazo a su amigo al costado. “Vamos, tú eras el que se ufanaba, ¿qué pasó con tu autoconfianza?”
“Déjame en paz,” el otro rodó los ojos. “Pues, bien, pero acabo de darme cuenta que cometí un error garrafal en una pregunta…”
“¡Haha, igual seguro lo has hecho mejor que yo!”
“¡Mami, mami, quiero uno de esos algodones de azúcar!” una pequeña de primaria apuntaba a aquel puesto de dulces con su mano libre, mientras era llevada de la otra.
“Después de la competencia de tu hermana, así vamos con ella,” le aseguró su mamá, con una amable sonrisa. “Sé un poco más paciente, ¿de acuerdo?”
“Sí mami…”
“…”
Hakuzosu había terminado ocultándose entre un grupo de arbustos debido al gran estrés de sentirse como un único orphan en medio de un mundo entero que lo detestaba. No podía evitar ver siquiera a la persona más inocente como alguien listo a agredirlo en el menor descuido de su parte. Sin embargo…
“Hehe, me pregunto si onee-chan estará usando el brazalete que le hice el otro día,” esa pequeña que caminaba con su madre sonreía feliz de la vida, gozando de ese momento con su progenitora y bajo la ilusión de encontrarse con su hermana mayor. La madre le aseguro que sí, y ambas terminaron por perderse entre la muchedumbre.
Algo había resonado en esa imagen frente a él. Esa pequeña no representó el mismo rechazo que el resto de la humanidad… casi se sintió identificado con ella, o quizás no… quizás quiso, por sólo un instante, encontrarse en su lugar.
“Tch, ¿qué demonios estoy pensando?” se agarró su cabeza cubierta por una gorra y negó exasperado. Regresó a mirar al mundo entre las hojas de los arbustos y frunció el ceño. Tenía que pensar en salir de ahí. Su corazón latía a mil, sus músculos estaban tensos, se encontraba listo para arremeter contra quien fuera a antagonizarle de alguna manera, pero en el fondo sabía que causar cualquier incidente jugaría en su contra.
…
Sin embargo, toda intención de retirarse pacíficamente se desvaneció cuando reconoció a un puñado de HiMEs a distancia…
“Haha, les dije que íbamos a ganar, ¿no lo ven?” preguntó Tenshi a Saki y Tsubasa. La peliazul sonreía triunfalmente.
“Por un momento pensé que habías usado tus poderes, debo admitirlo,” dijo Saki.
“Oye, ¿cómo me acusas de hacer trampa? Sé bien que eso le quita el chiste,” le recriminó la otra. “En serio ganamos porque todos nos esforzamos cuando el otro equipo intentó ganar ventaja.”
“Además todos agarrábamos la misma soga, definitivamente hubiéramos notado algo extraño si Hinanawi-san hubiera usado su fuerza sobrehumana,” agregó Tsubasa, alegremente. Sin duda se notaba a gusto por clasificar a la siguiente ronda.
“Sí, tiene sentido,” Saki sonrió frustrada. Por motivos distintos, pero tanto Tenshi como Tsubasa estaban contentas y cometidas a intentar lo mejor. Mientras tanto, ella misma continuaría lamentando que no podía desentenderse de dicha competencia aún.
“…miserables…” Hakuzosu afiló sus ojos y alistó sus garras. No conocía a la peliazul, aunque por dicha conversación en la cual pudo enfocarse pese a la distancia, entendió perfectamente que era otra de sus enemigas. El par que caminaban junto a ella habían sido, en términos simples, unas HiMEs inútiles e inservibles. Él sería el desechable orphan, pero había probado ser más fuerte que las dos juntas aquella noche…
…y estaba más que dispuesto a volver a demostrarlo, a ver si así podía vengarse de la senpai que las había salvado luego de lastimarle tanto…



“Oye…” dio una voz detrás de él.
“!!!” Hakuzosu se sobresaltó y se giró con toda la intención de atacarle. “¡AHHH!”
Sin embargo, frente a aquel chico pelinegro, un peliblanco se entrometió y, con golpes estratégicos, pudo neutralizar sus brazos, para entonces agarrarle y mantenerle restringido.
“Lo siento, no fue mi intención asustarle. Mi nombre es Shiro,” dijo este, sonriendo apenado. “Y él es Kuro, un amigo mío.”
“…” por su parte, Kuro miraba a Hakuzosu directamente a los ojos con tanta intensidad y de tan cerca que parecía a punto de robarle el alma.
“Tsk…” Hakuzosu se encontraba intimidado por ese misterioso y callado peliblanco que no le daba vibras humanas… “Tú… ¿también eres un orphan?”
“…” Shiro se vio algo incómodo por dicha pregunta, y optó por cambiar el tema. “Tu intención de atacarme refleja que te sientes agredido y fuera de lugar, pero eres un orphan inteligente y, por lo tanto, podemos hablar al respecto. Ven…” asintió, con una sonrisa. “Te sacaremos de aquí, te llevaremos a un sitio donde las personas ya no presenten un peligro o inquietud para ti. Te prometo que nadie te va a lastimar.”
“…” ese pelinegro era definitivamente un humano, pero había algo en él que le inspiraba calma. Sin embargo, Hakuzosu de inmediato recordó a las HiMEs y se volteó, pero ellas habían desaparecido entre la muchedumbre. “¡Tsk, las malditas han huido! No necesito de ayuda ni lástima, nunca he pedido nada de nadie, tengo unas enemigas que me han lastimado y que merecen pagar lo que me hicieron, así que no me detengan…” intentó soltarse, pero el agarre y firmeza de Kuro eran muy fuertes. “¡Tsk, suéltame!”
“…” Kuro respiró con profundidad, semejante a un rugido interno y latente, como quien advertía al orphan que no se moviera.
“Tch…” sí, había algo muy peligroso en esa persona, pero no pensaba rendirse aún. “Ustedes… no me dan miedo. Si no me sueltan…” Hakuzosu comenzó a invocar un aura de pequeñas chispas de fuego.
“…” Shiro se alarmó y pasó a desanimarse. “Lo lamento, no puedo dejar que lastimes a nadie. Este no es el momento de hacerlo.”
“¿Pero sí lo es durante peleas que los humanos muy caprichosamente comienzan? ¡No me hagan reír!” intentó una vez más soltarse con brusquedad en vano, cuando vio a Shiro extender una palma a su rostro. “¡Aléjate!”
Y entonces, esa palma terminó por darle unas suaves palmaditas encima de su cabeza.
“¿Qué… qué haces…?” el otro se quedó descuadrado. “Tú… no me estás lastimando. Esa no es suficiente fuerza para hacerlo.”
“El contacto físico no se limita a lastimar a otros. Tú… irradias un sentimiento de abandono, cargas contigo muchas heridas por dentro. Muchos te han lastimado, y por ello, te es difícil comprender lo que hago, ¿no es así?” preguntó Shiro, sonriéndole. Él terminó por quitarle la gorra, así enseñando sus cabellos blancos y orejas de kitsune.
“¡E-espera!” pero se confundió más cuando Shiro procedió a revolverle los cabellos con mucho cuidado.
“Nadie nos está viendo en estos arbustos, sabemos que eres un orphan, no tienes que ocultarte frente a nosotros…” Shiro asintió efusivamente. “Puedes confiar en nosotros. Tu secreto está a salvo y no hay nada de por medio. Estamos aquí por ti.”
“Eh…” el kitsune estaba congelado. Su tensión y revoluciones, sin darse cuenta, empezaban a bajar muy lentamente.
“Vamos a un lugar más tranquilo, ¿de acuerdo? Olvídate de lo que está ocurriendo aquí, sólo síguenos de cerca…”
“…” ya casi desconectado de sí mismo, Hakuzosu mínimamente asintió.
“…” y con ello, Kuro supo que era seguro soltarle.
“…” Shiro sonrió apenado. Él era incapaz de borrar la existencia de ese kitsune como un orphan, pero, al menos por un momento, intentaría darle un poco de apoyo a ese desafortunado ser.


Su primera actividad académica de las olimpiadas acababa de terminar, y Cho caminaba sola en medio de la muchedumbre en Hanasaki. No tenía más que atender hasta más tarde, por lo cual supuso que caminaría en dirección a los dojos de kendo para encontrarse con sus parientes. Ella misma le había pedido a Kashuu que se encontrarían ahí, ya que temía que su atenta y bienintencionada arma se hubiera quedado esperándole todo el examen sin aprovechar el tiempo.
Luego de haber pasado más de una hora rindiendo un examen y enfocada en la teoría, salir del local de la prueba le regresaba la atención a su presente débil estado de salud. No pudo evitar recordar las palabras de Tenshi sobre regresar a la casa a descansar si es que no tenía más que hacer, pero a su vez, la peliceleste consideraba que mantenerse en reposo sólo le haría sentirse más enferma, y seguramente la mínima actividad física de ir a alentar a sus conocidos le serviría para recuperarse más rápido.
Esa era la idea por más que su presente mal tuviera orígenes mágicos y, por lo tanto, su estrategia carecía de certitud, y podría asemejarse más a necedad, o al simple hecho de que estaba perdiendo alguna pelea que jugaba contra sí misma…
“…” negó con gran frustración y continuó caminando. No era de darse descansos fácilmente, así que sólo intentaría tomárselo con calma. Supuso que tendría que contentarse con ello.
Conforme fue avanzando, se retiró del área concurrida y terminó por caminar por un sendero de áreas verdes y arquitectura llamativa. Había algunos puestos de comida de buena imagen, los cuales entretenían a un público exquisito que disfrutaba un instante de respiro en esa zona más tranquila y apartada de las presentes actividades. Cho casi quiso darse una pausa y tomar un té de frutas en un local que ya conocía muy bien, aunque supuso que si se tardaba iría a preocupar a los demás, por lo cual continuó caminando.
…o eso pretendió hacer, pero al momento de observar aquel elegante café, su vista terminó por evidenciar a una persona bastante vistosa, quien se encontraba conversando amenamente con la mesera al pendiente de sus pedidos.
“Una tarta de frutas…” dijo aquella señorita en lo que tomaba nota. “¿Quisiera algo de tomar para acompañar su postre?”
“Sería descortés que no le correspondiera su muy dedicada explicación de las bebidas que usted acaba de brindarme, incluso si no puedo decir que se me apetece algo en particular,” comentó Yato, sonriendo tranquila y amenamente. Observó a la trabajadora casi de costado, y le prestó atención con un pequeño dejo de travesura, como si congeniara con un alma semejante.
“Oh, descuide, señor, usted no tiene que pedir algo que no desee,” la chica rió un poco. “No podría obligarle de ninguna manera.”
“Fufu, es usted tan cordial y paciente. Siendo sinceros, ninguna persona que viene a este restaurante escoge venir porque ciertamente ‘necesitan’ algo del menú. Todo es opcional. Hasta la tarta de frutas que he pedido no es más que un capricho de mi parte.”
“Eh…” la otra ladeó un poco su cabeza, perdidamente.
“Pero es un capricho que con mucho gusto me daré, y por ello mismo, lo gozaré con una bebida que lo complemente,” asintió, sonriendo complacido. “Mi estimada dama, ¿qué bebida podría usted recomendarme? Es mi primera vez aquí, así que todo es nuevo para mí.”
“Si me permite recomendarle algo, optaría por un té de frutos rojos,” ella asintió gustosamente. “Si usted gusta de tomar la infusión sin azúcar, le aseguro que complementará la tarta de maravilla.”
“Fufu, frutos rojos, usted dice…” rió brevemente para sus adentros. Llevó una mano a su mentón. “Ciertamente pareciera que el escarlata es un color que me define y que me busca en todos lados. Muy bien, agradezco la sugerencia, le pido ese mismo té, por favor.”
“Sí, enseguida,” hizo una reverencia. “Su pedido estará listo lo antes posible. Por favor no dude en llamarme si hay algo más que pueda hacer por usted.”
Había sido una conversación pintoresca y sumamente cotidiana a la vez, de un cliente que disfrutaba de un instante de expresarse con un sosegado capricho, considerando sus palabras. Habiéndose quedado solo, dicho pelirrojo pasó a ojear una de las revistas disponibles para los clientes del café con cierta trivialidad. Ese momento había pasado, no había más que ver, si es que en algún momento lo hubo.
“…”
Sin embargo, Cho se encontraba mirando a esa persona atentamente por algún motivo que desconocía. Ese ser escarlata que se encontraba bien vestido y ya inmerso en sus propios pensamientos continuaba resaltando de entre todo lo demás en su campo de visión. Estaba casi hipnotizada por esa persona, pero no era ningún sentimiento de atracción…
“…” más sentía como si acabara de visualizar algún insecto o reptil peligroso y no era capaz de quitarle los ojos de encima. De repente, sintió unos escalofríos correr por sus extremidades. Sus síntomas de incompatibilidad habían regresado. Su mirada aún fija en dicho desconocido no se movía, y casi parecía que su vista periférica se oscurecía por la falta de movimiento ocular…
“Hm…” fue entonces que Yato dejó de revisar dicha revista y levantó su mirada con ligera curiosidad, para atender a aquella transeúnte que continuaba observándole.
“!!!!!!”
De nuevo ocurrió. Cho oyó claramente ese extraño grito desgarrador dentro de su cabeza y casi se sintió a punto de desfallecer. Le entró un pánico que le impulsó a huir de ahí, sin poder atinar a hacer nada más.
No podía ni imaginarse lo rara que debía haber parecido, o el hecho que más de una persona la consideraría como incorrecta, o quizás fueran a temer por su salud. Esa vergüenza frente a terceros era secundaria en su pleno estado anímico. El grito resonaba como eco y se sentía aturdida por dicho sonido agudo y fantasma. Su repentino terror empezaba a desistir, y fue ahí que se percató que había continuado avanzando una decente cantidad del sendero.
De repente estaba nuevamente en camino hacia los todavía distantes dojos, confundida por los más recientes síntomas, pero lista a intentar ignorarlo y esperar que no fuera a volver a suceder. Si tan sólo al menos pudiera dejar de oír ese bizarro grito de una vez por todas…
…





“Cho, ¿estás bien?”
“Eh… ¿eh?” oyó una voz demasiado conocida que le dio otro tipo de nervios. Cho casi se sintió en aprietos al reconocer a Sora, quien venía acompañado por sus amigos.
“Te ves muy pálida, ¿pasó algo?” se sumó Kytes, atentamente y bastante preocupado.
“H-hola a todos, ¿cómo están?” ella les saludó y desvió su mirada. “Yo… no es nada…”
“Pues diría que tu usual decisión de no apoyarte en nadie al menos indica que sigues siendo tú, pero…” Tomaj se encogió de hombros, sonriendo entretenido.
“No es momento de bromas, Tomaj, obviamente algo ocurre,” espetó Riku, con cierto juicio.
“Haha, me alegra que le extiendas preocupación a tu exHiME. Algunas cosas cambian para bien, ¿no es así?”
“Cállate por un momento…” luego de requintar a su indiferente amigo, Sora regresó su atención a la peliceleste. Él frunció el ceño. “Vamos, Cho, somos amigos de hace años, puedes confiar en nosotros. Sé por Osaka que las HiMEs la están teniendo difícil últimamente. ¿Tiene algo que ver con eso?”
“Eh, pues…” ella se vio perdida. No lo diría en voz alta, pero se encontraba sorprendida de que Sora hubiera atinado tan rápido.
“No estaremos metidos en eso ahora, pero igual todos aquí somos tus amigos. Sea asunto de HiMEs o no, déjanos apoyarte un poco,” insistió.
“…” Cho le observó en blanco un instante, y terminó por asentir y sonreír apenada. “Lo lamento, es difícil para mí decir las cosas, pero lo aprecio. Pues… sí, tiene algo que ver con los últimos sucesos, pues, no es que quiera ir al detalle…”
“Lo importante es que hables de ti y cómo tú te sientes, Cho, no te preocupes,” observó Kytes, atentamente. “Y, por cierto, es raro verte caminar sola últimamente. ¿Dónde está Kashuu?”
“Eh, le pedí que nos encontráramos en los dojos, estaba yendo para allá…” sin duda su arma iría a mortificarse ni bien se enterara de su descompensación.
“Pues aquí no es que estemos haciendo nada en particular, así que podemos acompañarte hasta allá,” dijo Tomaj, sonriendo con trivialidad. “Quizás te animes a contarnos algo.”
“No me das la impresión que seas metiche, Tomaj, compórtate,” dijo Sora, con recelo.
“Lo decía por ustedes,” dijo animado. “Yo me sé todo el rollo.”
“¿Eh?” Kytes ladeó su cabeza. “¿Sabes lo que has HiMEs andan haciendo? ¿Cómo así?”
“Me encontré con mi maestro el otro día y le pregunté qué había de nuevo y me lo dijo,” contestó con toda tranquilidad y naturalidad. Miró a Cho de reojo. “Así que aquí no hay gato encerrado.”
“Eh…” ella siempre tenía presente que Tomaj era un aprendiz de Shinkouhyou, pero incluso sabiendo eso se olvidaba de todas las implicaciones.
“Tsk…” y por su parte, Riku negó repetidamente. Sí que no le gustaba que su amigo se refiriera de aquel temible miembro y autoridad de Rizembool con tanta normalidad.
“Pero antes que me tilden de insensible, no es que menosprecie lo que ocurre en las vidas de las guerreras de Hanasaki, ni nada por el estilo,” se encogió de hombros y volvió a dirigirse a la HiME, con una pisca de comprensión. “Conociéndote, seguro que andarás con muchas cosas sobre los hombros, sea tus propios problemas, o quizás la noción de que las HiMEs no son muy diferentes a los Rebels…”
“…” Cho se retrajo un poco mientras los otros tres se notaban confundidos.
“Pero… pienso que es mejor que lo asimiles desde ya, es lo más saludable,” concluyó Tomaj, amenamente. Le dio una palmada en un hombro. “Ustedes son tan humanas como los Rebels, no es justo que Hanasaki pretenda que tengan que ser infalibles todo el tiempo, así que date un respiro. El único que puede sacarte de quicio es tu presente Rebel. Fuera de eso, trata de ser tu propia aliada, para variar. Si no puedes contar contigo misma, menos lo harás con los demás.”
“Eh…” Sora alzó una ceja, perplejo por esa muy rara instancia de su problemático amigo exRebel.
“Tomaj…” Kytes también se impresionó.
“Y aquí tienes a este par que quieren atenderte, deja que lo hagan,” concluyó con leve gracia. “A excepción de Riku, no es que nosotros hayamos querido verte muerta en algún momento.”
“Tch, retira lo que has dicho, inmediatamente,” este se amargó.
“…” sí, ahí se había acabado el momento. Sora de inmediato le encaró. “Pudiste ahorrarte lo último, Tomaj. Ya, ahora cállate.”
“Claro, pretenderé que puedes censurarme, Sora, como gustes,” contestó con gracia.
“¡Maldición, se supone que estamos aquí para apoyar a nuestra amiga!”
“Diría que mi código como un aprendiz de mi maestro me impide ser amigo de una HiME…”
“¡Cállate con tus tonterías!”
“Eh, n-no peleen, por favor…” Cho se sentía perdida, aunque parte de ella no evitó encontrarlo un poco gracioso. En cierta forma, ese grupo de amigos le habían regresado un poco el alma.
“Ahh, lamento el caos, Cho, por favor no te tomes a Tomaj muy seriamente,” le pidió Kytes, en lo que sus amigos continuaban con sus riñas. “En verdad quiso animarte.”
“Descuida, Kytes, en verdad… muchas gracias,” ella sonrió apenada. Fue recordada de cómo Kytes siempre había podido mantener a ese grupo unido, por nunca haber perdido la fe en ninguno de sus amigos. “Y pues… si quieren acompañarme a los dojos, estoy segura que Roxas se alegraría mucho de verlos.”
“Dudo que lo haga con Tomaj o conmigo, pero ya decidimos acompañarte…” Riku dio un suspiro.
“Haha, Osaka siempre está feliz de verte, al menos,” dijo Tomaj.
“Ella parece estar feliz de ver a todo el mundo, por algún motivo,” rodó los ojos. Él sintió escalofríos. “Al menos ya no es que pueda perseguirme con un arma como lo hacía.”
“En serio no puedo creer que nunca tomaron video de eso, me hubiera encantado verlo,” se quejó Sora, frustrado.
“Cállate, te aseguro que puso mi vida en riesgo por lo dispersa que es,” Riku se amargó.
“Haha, ehh, vamos en marcha,” Kytes rió incómodo y terminó por dirigir a los demás, ya que de lo contrario se quedarían inmersos en sus ocurrencias.
Cho casi podía decir que se había curado un poco de su debilidad por meramente oírlos dialogar. Era sin duda una bienvenida dosis de vitalidad por la cual se sentía agradecida.
…
Yato tomó un sorbo de su té rojo y continuó con una lectura trivial sobre acabados de jardinería en dicha revista del hogar que se había prestado.
Sus ojos terminaron por posarse encima de su taza, donde observó un temblante reflejo de su persona, completamente carmesí.
Aquella chica… aquella HiME que le había mirado atentamente… no, no había sido la HiME la que le observó tan atentamente, más bien…
“Oí tu grito, mi querida dama…” murmuró para sí, con una suave sonrisa. Este incrementó un poco más en lo que observó a la muy amable camarera atender a otra mesa con profesionalismo. “Por supuesto, es propio de un caballero como yo honorar la atención que otros me dan, y corresponderla debidamente…”
En su mente se concibió su nueva meta a corto plazo, su próximo plan de acción… su decisión de nuevamente probar el poder que realmente podía darse a sí mismo, incluso dentro de un evento pacífico de civiles en plena pausa de la guerra…
“Te regresaré toda la atención que me has dado…”
…
16
HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on September 28, 2025, 08:52:22 PM »
Hello gals <3
Para cualquier duda y/o consulta las invito a postear en el foro de planeación.
Sin más preámbulos~
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Now, let's carry on with those big HiME dreams...
17
Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on September 28, 2025, 08:50:17 PM »Este es el conteo total del mes de Agosto 2025
Main Projects
A continuación el conteo para los proyectos principales:
Side Projects
Y ahora el conteo para los proyectos secundarios~
Las palabras se agregarán a su contador y podrán ser usadas en el tema de canje de palabras.
(De momento pondré el conteo de The Hunger Games en el slot de Moonlight Garden hasta que se haga un nuevo tope.)
Happy writing~
*header*
Quote
Sayi :: 531 palabras
Kora :: 2116 palabras
Cho :: 8506 palabras
Kana :: 965 palabras
Eureka :: 1138 palabras
Puri :: 701 palabras
Mimi Tachikawa :: 2685 palabras
Neko :: 1002 palabras
Airin :: 868 palabras
Miyu :: 1892 palabras
Main Projects
A continuación el conteo para los proyectos principales:
![]() MMORPG: Neverland C O N T E O | ![]() República de las Naciones Unidas C O N T E O | ![]() One-Shot Project C O N T E O |
Kora :: 0 palabras Neko :: 1002 palabras Airin :: 0 palabras Shruikan :: 0 palabras | Eureka :: 0 palabras Puri :: 0 palabras Mimi Tachikawa :: 0 palabras Mery :: 0 palabras Apple :: 0 palabras | Sayi :: 0 palabras Nite :: 0 palabras Cho :: 0 palabras Kana :: 0 palabras Eureka :: 0 palabras Puri :: 0 palabras Mery :: 0 palabras Neko :: 0 palabras Apple :: 0 palabras |
Side Projects
Y ahora el conteo para los proyectos secundarios~
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Las palabras se agregarán a su contador y podrán ser usadas en el tema de canje de palabras.
(De momento pondré el conteo de The Hunger Games en el slot de Moonlight Garden hasta que se haga un nuevo tope.)
Happy writing~
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Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on September 25, 2025, 09:27:24 PM »Hola a todas, siento mucho la demora. Vengo a anunciar que el stop sign será dejado el martes 30 de setiembre a las 10:00pm hora México d.f.
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Listas y Probaciones / Re: Listas de Extras — Última Actualización: Agosto 17
« Last post by Eureka on September 13, 2025, 03:37:12 PM »Abajo
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Listas y Probaciones / Re: Listas de Extras — Última Actualización: Agosto 17
« Last post by Neko on September 12, 2025, 05:44:43 AM »Menamorao TOT
EXTRAS
01. Kvothe (Crónica del asesino de reyes)
02. Fëanor / Fëanaro (Silmarillion)
03. Amrod / Ambarussa (Silmarillion)
04. Amras / Ambarussa (Silmarillion)
05. Celebrimbor / Tyelperinquar (Silmarillion)
06. Fingolfin / Nolofinwë (Silmarillion)
07. Finrod / Findaráto (Silmarillion)
08. Glorfindel (El Señor de los Anillos/Silmarillion)
09. Melkor/Morgoth (Silmarillion)
10. Mairon/Sauron/Annatar/Nigromante (Silmarillion/LOTR)
11. Genjyo Sanzo (Saiyuki)
12. Cho Hakkai/Gonou (Saiyuki)
13. Sha Gojyo (Saiyuki)
14. Son Goku/Saiten Taisei (Saiyuki)
15. Yutaka Watari (Yami no Matsuei)
16. Hajime Terazuma (Yami no Matsuei)
17. Hisoka Kurosaki (Yami no Matsuei)
18. Subaru Sumeragi (Tokyo Babylon/X-1999)
19. Kurama/Shûichi Minamino (Yuu Yuu Hakusho)
20. Kira Izuru (Bleach)
21. Sasuke Uchiha (Naruto)
22. Orochimaru (Naruto)
23. Obito Uchiha (Naruto)
24. Shisui Uchiha (Naruto)
25. Roronoa Zoro (One Piece)
26. Portgas D. Ace (One Piece)
27. Sanji (One Piece)
28. Elsa (Frozen)
29. Anna (Frozen)
30. Ruffnut Thorston (Como entrenar a tu dragón)
31. Tuffnut Thorston (Como entrenar a tu dragón)
32. Jack Frost (El Origen de los Guardianes)
33. Hiro Hamada (Big Hero 6)
34. Iroh (Avatar: The Last Airbender)
35. Zuko (Avatar: The Last Airbender)
36. Islandia (Scandinavia and the World)
37. Loki (Marvel)
38. Tony Stark, Iron Man (Marvel)
39. Anna Marie D'Ancanto, Rogue/Pícara (Marvel)
40. Remy LeBéau, Gambit/Gámbito (Marvel)
41. Jean Grey, Phoenix/Fénix (Marvel)
42. James Howlett, Logan/Lobezno/Wolverine (Marvel)
43. Laura Kinney, X-23 (Marvel)
44. Spark (Pokémon Go)
45. Amber (Genshin Impact)
46. Jean (Genshin Impact)
47. Klee (Genshin Impact)
48. Eula Lawrence (Genshin Impact)
49. Qiqi/Nana (Genshin Impact)
50. Ganyu (Genshin Impact)
51. Yoimiya (Genshin Impact)
52. Chiori (Genshin Impact)
53. Tighnari (Genshin Impact)
54. Clorinde (Genshin Impact)
55. Escoffier (Genshin Impact)
56. Citlali (Genshin Impact)
57. Ineffa (Genshin Impact)
58. Aino (Genshin Impact)
59. Flins (Genshin Impact)
60. Jahoda (Genshin Impact)
61. Columbina, Damselette (Genshin Impact)
62. Gallagher (Honkai: Star Rail)
63. Hyacine (Honkai: Star Rail)
64. Cyrene (Honkai: Star Rail)
65. Otto Apocalypse (Honkai Impact 3rd)
66. Jiyan (Wuthering Waves)
67. Sakuya Izayoi (Touhou)
68.
69.
70.
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EXTRAS
01. Kvothe (Crónica del asesino de reyes)
02. Fëanor / Fëanaro (Silmarillion)
03. Amrod / Ambarussa (Silmarillion)
04. Amras / Ambarussa (Silmarillion)
05. Celebrimbor / Tyelperinquar (Silmarillion)
06. Fingolfin / Nolofinwë (Silmarillion)
07. Finrod / Findaráto (Silmarillion)
08. Glorfindel (El Señor de los Anillos/Silmarillion)
09. Melkor/Morgoth (Silmarillion)
10. Mairon/Sauron/Annatar/Nigromante (Silmarillion/LOTR)
11. Genjyo Sanzo (Saiyuki)
12. Cho Hakkai/Gonou (Saiyuki)
13. Sha Gojyo (Saiyuki)
14. Son Goku/Saiten Taisei (Saiyuki)
15. Yutaka Watari (Yami no Matsuei)
16. Hajime Terazuma (Yami no Matsuei)
17. Hisoka Kurosaki (Yami no Matsuei)
18. Subaru Sumeragi (Tokyo Babylon/X-1999)
19. Kurama/Shûichi Minamino (Yuu Yuu Hakusho)
20. Kira Izuru (Bleach)
21. Sasuke Uchiha (Naruto)
22. Orochimaru (Naruto)
23. Obito Uchiha (Naruto)
24. Shisui Uchiha (Naruto)
25. Roronoa Zoro (One Piece)
26. Portgas D. Ace (One Piece)
27. Sanji (One Piece)
28. Elsa (Frozen)
29. Anna (Frozen)
30. Ruffnut Thorston (Como entrenar a tu dragón)
31. Tuffnut Thorston (Como entrenar a tu dragón)
32. Jack Frost (El Origen de los Guardianes)
33. Hiro Hamada (Big Hero 6)
34. Iroh (Avatar: The Last Airbender)
35. Zuko (Avatar: The Last Airbender)
36. Islandia (Scandinavia and the World)
37. Loki (Marvel)
38. Tony Stark, Iron Man (Marvel)
39. Anna Marie D'Ancanto, Rogue/Pícara (Marvel)
40. Remy LeBéau, Gambit/Gámbito (Marvel)
41. Jean Grey, Phoenix/Fénix (Marvel)
42. James Howlett, Logan/Lobezno/Wolverine (Marvel)
43. Laura Kinney, X-23 (Marvel)
44. Spark (Pokémon Go)
45. Amber (Genshin Impact)
46. Jean (Genshin Impact)
47. Klee (Genshin Impact)
48. Eula Lawrence (Genshin Impact)
49. Qiqi/Nana (Genshin Impact)
50. Ganyu (Genshin Impact)
51. Yoimiya (Genshin Impact)
52. Chiori (Genshin Impact)
53. Tighnari (Genshin Impact)
54. Clorinde (Genshin Impact)
55. Escoffier (Genshin Impact)
56. Citlali (Genshin Impact)
57. Ineffa (Genshin Impact)
58. Aino (Genshin Impact)
59. Flins (Genshin Impact)
60. Jahoda (Genshin Impact)
61. Columbina, Damselette (Genshin Impact)
62. Gallagher (Honkai: Star Rail)
63. Hyacine (Honkai: Star Rail)
64. Cyrene (Honkai: Star Rail)
65. Otto Apocalypse (Honkai Impact 3rd)
66. Jiyan (Wuthering Waves)
67. Sakuya Izayoi (Touhou)
68.
69.
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