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Downtown District / Re: Index | Músicos
« Last post by Miyu on July 02, 2025, 06:42:50 PM »
Bellum Kairikós
MIEMBROS
- Cheng Xiaoshi
- Lu Guang
- Xia Fei
- Liu Xiao
- Vein
CANCIONES
▹ 「Pain」
▹ 「RE:WIND」
▹ 「Map of Dreams with Qiao Ling」
▹ 「欢迎光临 with Qiao Ling」
▹ 「偷猎时间的天才」
BIOGRAFÍA: los rivales siendo Idols.¿ Link Click y ALNST son mi hiperfijación ;;
GÉNERO: Rock, Pop, Rap
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Listas y Probaciones / Re: New Probation Time!
« Last post by Cho on June 30, 2025, 11:00:01 PM »
Probaciones pronto.
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Patio de Juegos / Re: Historias omegaverse
« Last post by Mimi Tachikawa on June 30, 2025, 10:58:38 PM »Hoi hoi vengo con fic
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El caso de Chiaki y María
Desde muy pequeño, Chiaki soñaba con llegar a ser un idol para hacer feliz a las demás personas. A pesar de que era un beta, jamás dejó que nadie lo hiciera menos. Era persona enérgica y con fuerte sentido de la justicia, entusiasta, siempre con una meta en mente: convertirse en un héroe en el escenario y en la vida real. Aunque no tenía la fuerza y destreza de un Alpha, tampoco poseía la delicadeza de un omega, brillaba por su gran fuerza de voluntad.
María, en cambio, desde pequeña conciente de que era una omega que rechazaba su rol. Era fuerte, decidida, rebelde. No necesitaba que nadie la protegiera ni de vínculos que limitaran su libertad. Su talento como actriz creció junto con su carácter, y pronto fue conocida no solo por su belleza, sino por su capacidad de dominar cualquier escena.
Ambos se conocieron en una audición televisiva cuando eran adolescentes. Chiaki había ido como parte de un pequeño grupo idol que apenas comenzaba; mientras que María, había sido invitada para ser jurado y evaluar nuevos talentos. Fue un encuentro breve, pero intenso.
-¿Un beta intentando ser idol? -comentó ella con una sonrisa burlona, mirándole de reojo con interés.
-Ser beta no es una desventaja. Es solo otra forma de luchar - Chiaki le respondió con una gran sonrisa y confianza, haciendo que la omega se quedara mirándolo por más tiempo del que hubiese querido.
Ese fue el inicio de una extraña coincidencias ya que ser veían en eventos, campañas, y cada vez que lo hacían, discutían. María no toleraba su actitud tan heroica y optimista, mientras que Chiaki encontraba divertido la forma en que María se negaba a ser encasillada como una delicada omega.
El tiempo pasó, y ambos se convirtieron en figuras públicas muy reconocidas y queridas. Chiaki, aunque aún no era tan famoso como otros idols Alpha, tenía una base de fans fiel gracias a su esfuerzo y sus valores. María, que ya era una estrella consagrada. Aunque parecía tenerlo todo, en el fondo se sentía sola: los vínculos que se esperaban de ella como omega la ahogaban, y el mundo solo la quería ver cumplir su papel.
Fue en un evento benéfico donde sus caminos volvieron a cruzarse más de cerca. Ambos fueron asignados como embajadores de una campaña infantil y debían trabajar codo a codo durante varias semanas. Al principio, todo fue lo mismo: desacuerdos, comentarios sarcásticos, silencios incómodos. Pero poco a poco, comenzaron a ver más allá.
-No entiendo por qué siempre sonríes —dijo ella con los brazos cruzados, mientras caminaban agotados tras visitar un hospital infantil.
-Porque si no sonrío yo, ¿quién lo hará? A veces, eso puede cambiarle el día a alguien… como a ti por ejemplo- contestó él con una amplia sonrisa.
María se quedó callada. Por primera vez, no tenía un comentario punzante que decir.
Los días se transformaron en semanas, y la relación que tenían también cambió. Los roces se volvieron bromas, las miradas, más largas. Pero ninguno se atrevía a dar el primer paso. Un beta y una omega no era una combinación habitual, y ambos sabían que sus agencias y el público no los aceptarían tan fácilmente.
Hasta que un día, María entró al camerino de Chiaki con los ojos llorosos por la rabia y un papel arrugado en la mano.
-Me han emparejado oficialmente con un alpha. Para mejorar mi imagen pública... Quieren que finjamos ser pareja, y si todo sale bien, formalizar el lazo. No me preguntaron, solo lo decidieron. Dicen que es lo mejor para mi carrera -le dijo mientras cerraba fuerte el puño.
Chiaki sintió una opresión en el pecho. No era justo. No para ella.
-No tienes que hacerlo si no quieres -dijo él tomando su mano- No estás sola, Maria. ¿Vamos a escaparnos juntos que te parece? .
-¿Qué estás diciendo? -
-Lo que oiste. No eres una mercancía para vender. Tú eres tú, libre. Vamos lejos. Dejemos esta ciudad, aunque sea por un tiempo.
Ella lo miró, incrédula… pero con esperanza. Por una vez en su vida, alguien no la deseaba por lo que representaba, sino por lo que era.
Y así, sin pensarlo demasiado, lo hicieron.
Se fueron lejos, sin anunciarlo a nadie. Sus agencias intentaron buscarlos, pero poco a poco la noticia dejó de interesar cuando nuevas caras llenaron los titulares. Chiaki y Maria encontraron refugio en un pueblo tranquilo, cerca del mar. Rentaron una pequeña casa y comenzaron a vivir una vida más sencilla, alejada de cámaras, contratos y falsas apariencias.
Chiaki trabajaba cantando en pequeños eventos, y Maria daba clases de actuación a niños. Por primera vez, se sintieron completos.
-No puedo darte feromonas, ni un vínculo definitivo - le dijo él una noche mientras caminaban por la playa-. Pero puedo darte mi lealtad, mi esfuerzo y este corazón que siempre va a pelear por ti.
Maria lo abrazó fuerte. Nunca nadie le había dicho palabras tan reales.
- Y eso es todo lo que siempre he querido -
Pasaron los años. Ella decidió no usar supresores, y cuando llegó su celo, Chiaki no la evitó, sino que se quedó a su lado. No hubo vínculo creado debido a las feromonas, pero hubo amor, respeto y comprensión. Eligieron estar juntos cada día, no por instinto, sino por decisión.
Eventualmente, Maria volvió a actuar en pequeños proyectos independientes, mientras Chiaki alcanzó notoriedad en una unit nueva que valoraba su talento más allá de su condición.
Pasaron dos años desde que Chiaki y Maria dejaron atrás el brillo forzado del espectáculo para vivir una vida más tranquila. En ese tiempo se encontraron con críticas y rumores infundados. Pero también descubrieron el calor de una casa compartida, la paz de los días sin cámaras y la fuerza de un amor que se eligió cada día.
Maria siempre pensó que no quería tener hijos. Había pasado tanto tiempo luchando contra lo que los demás esperaban de ella como omega, que la maternidad se le hacia como una cadena más. Pero algo cambió. No fue repentino, ni siquiera intencional. Solo lo supo una mañana de primavera, al despertarse con náuseas y el corazón latiéndole más rápido de lo normal.
Fue al médico sola, sin decirle nada a Chiaki. Tal vez era una falsa alarma. Tal vez era algo más. Pero cuando le entregaron el resultado del análisis, se quedó sin aire:
-Estoy embarazada-
Se sentó en silencio en la banca del consultorio, mirando sus manos temblorosas. Chiaki era un beta. Las posibilidades eran ínfimas, casi nulas. Pero aún así… estaba ocurriendo.
Esa noche, Chiaki la recibió como siempre: con una sonrisa cálida y el delantal puesto, pues había intentado cocinarle algo que no quemara por primera vez en días.
-Mariaaa~ ¡esta vez no arruiné el arroz!… ¿estás bien?
Ella lo miró. Llevaba semanas pensando en lo que le diría si esto pasaba. Había escrito discursos en su cabeza. Pero al verlo ahí, tan animado como siempre, no sabía que decir.
- Chiaki tengo que decirte que estoy embarazada- dijo, simple, como si fuera la cosa mas normal del mundo.
Chiaki dejó caer la cuchara de madera al suelo.
- ¿Qué?-
-Que estoy esperando un bebé,a nuestro bebé-.
Hubo un silencio. Un silencio tan grande que Maria pensó que él iba a entrar en pánico. Pero entonces, Chiaki corrió hacia ella y la abrazó, con fuerza pero con cuidado, como si tuviera miedo de romper algo frágil.
-¡Vamos a ser padres! ¡Maria! ¡Un bebé! ¡Soy la persona más feliz del mundo!!!!!-
Ella soltó una risa nerviosa, una de esas que solo Chiaki podía provocar.
- No te emociones tanto, aún no sabemos si todo irá bien. Tú eres beta,asi que no se supone que sea posible…
-¡Pero lo es! ¡Está ocurriendo! Y no importa cómo llegó, ¡voy a protegerlos a los dos!-
Y lo hizo. Desde ese día, Chiaki se convirtió en un guardián 24x7. Estaba en cada cita médica, cocinaba usando recetas (aunque eso no mejoraba mucho el sabor), decoró la casa con dibujos de bebés y hasta empezó a leer libros de crianza todos los días antes de dormir.
Maria, por su parte, tuvo un embarazo complicado. Su cuerpo de omega no reaccionaba bien porque no tenía feromonas alpha tranquilizantes. Hubo mareos, cansancio extremo, momentos de debilidad. El médico les explicó que, aunque no hubiera un lazo por feromonas, el cuerpo aún lo “esperaba” por instinto.
-Podrías considerar un vínculo artificial- le dijo el doctor-Podría activar una respuesta hormonal y con eso se estabilizaría el embarazo.
Pero Maria negó con la cabeza.
-No señor. Este hijo es fruto de mi elección, no de una imposición de los instintos.
Y Chiaki, aunque preocupado, respetó su decisión. Se esforzó aún más en estar presente, ayudando con todo, incluso cuando ella se mostraba irritable o vulnerable. Nunca le hizo sentir que era una carga.
Una noche, cuando Maria se despertó sobresaltada por un sueño extraño, lo encontró a su lado, acariciándole el vientre suavemente mientras murmuraba:
-Gracias por elegirme, pequeño o pequeña te voy a querer mucho-
Y Maria lloró en silencio. Porque en ese momento comprendió que, más allá de todo lo que había renegado del destino, esa vida creciendo dentro de ella… sí la quería.
El parto fue difícil. Maria entró en trabajo de parto antes de lo esperado, y tuvieron que trasladarla de urgencia al hospital más cercano. Chiaki no la soltó ni un segundo. Estaba asustado, tembloroso, pero su voz no temblaba cuando le decía:
-Aqui estoy contigo,asi que descansa vas a estar bien-
Y así, después de muchas horas y esfuerzo, nació una pequeña niña de cabello oscuro y ojos intensos como los de su madre. Chiaki la sostuvo en brazos por primera vez con lágrimas cayéndole por las mejillas.
-Hola, pequeñita … bienvenida al mundo-
Maria se encontraba agotada pero estaba muy feliz de ver a su hija junto a Chiaki.
La noticia del nacimiento fue discreta. Solo sus familiares y amigos cercanos lo supieron. No hubo conferencias, ni anuncios. No hacía falta.
Los meses pasaron, y con cada día que pasaba, Chiaki demostraba que no hacía falta ser alpha ni omega para ser un buen padre. Lo único que hacía falta era amor, paciencia… y determinación. Esa que siempre había tenido.
Maria, no dejó de ser firme, pero se le veia más feliz.
Con el tiempo, ambos volvieron poco a poco al mundo del espectáculo, pero bajo sus propios términos. Maria como directora de teatro independiente, y Chiaki como mentor de nuevos idols sin importar su clase. Eran una familia feliz que nació después de superar los problemas del destino.
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El caso de Chiaki y María
Desde muy pequeño, Chiaki soñaba con llegar a ser un idol para hacer feliz a las demás personas. A pesar de que era un beta, jamás dejó que nadie lo hiciera menos. Era persona enérgica y con fuerte sentido de la justicia, entusiasta, siempre con una meta en mente: convertirse en un héroe en el escenario y en la vida real. Aunque no tenía la fuerza y destreza de un Alpha, tampoco poseía la delicadeza de un omega, brillaba por su gran fuerza de voluntad.
María, en cambio, desde pequeña conciente de que era una omega que rechazaba su rol. Era fuerte, decidida, rebelde. No necesitaba que nadie la protegiera ni de vínculos que limitaran su libertad. Su talento como actriz creció junto con su carácter, y pronto fue conocida no solo por su belleza, sino por su capacidad de dominar cualquier escena.
Ambos se conocieron en una audición televisiva cuando eran adolescentes. Chiaki había ido como parte de un pequeño grupo idol que apenas comenzaba; mientras que María, había sido invitada para ser jurado y evaluar nuevos talentos. Fue un encuentro breve, pero intenso.
-¿Un beta intentando ser idol? -comentó ella con una sonrisa burlona, mirándole de reojo con interés.
-Ser beta no es una desventaja. Es solo otra forma de luchar - Chiaki le respondió con una gran sonrisa y confianza, haciendo que la omega se quedara mirándolo por más tiempo del que hubiese querido.
Ese fue el inicio de una extraña coincidencias ya que ser veían en eventos, campañas, y cada vez que lo hacían, discutían. María no toleraba su actitud tan heroica y optimista, mientras que Chiaki encontraba divertido la forma en que María se negaba a ser encasillada como una delicada omega.
El tiempo pasó, y ambos se convirtieron en figuras públicas muy reconocidas y queridas. Chiaki, aunque aún no era tan famoso como otros idols Alpha, tenía una base de fans fiel gracias a su esfuerzo y sus valores. María, que ya era una estrella consagrada. Aunque parecía tenerlo todo, en el fondo se sentía sola: los vínculos que se esperaban de ella como omega la ahogaban, y el mundo solo la quería ver cumplir su papel.
Fue en un evento benéfico donde sus caminos volvieron a cruzarse más de cerca. Ambos fueron asignados como embajadores de una campaña infantil y debían trabajar codo a codo durante varias semanas. Al principio, todo fue lo mismo: desacuerdos, comentarios sarcásticos, silencios incómodos. Pero poco a poco, comenzaron a ver más allá.
-No entiendo por qué siempre sonríes —dijo ella con los brazos cruzados, mientras caminaban agotados tras visitar un hospital infantil.
-Porque si no sonrío yo, ¿quién lo hará? A veces, eso puede cambiarle el día a alguien… como a ti por ejemplo- contestó él con una amplia sonrisa.
María se quedó callada. Por primera vez, no tenía un comentario punzante que decir.
Los días se transformaron en semanas, y la relación que tenían también cambió. Los roces se volvieron bromas, las miradas, más largas. Pero ninguno se atrevía a dar el primer paso. Un beta y una omega no era una combinación habitual, y ambos sabían que sus agencias y el público no los aceptarían tan fácilmente.
Hasta que un día, María entró al camerino de Chiaki con los ojos llorosos por la rabia y un papel arrugado en la mano.
-Me han emparejado oficialmente con un alpha. Para mejorar mi imagen pública... Quieren que finjamos ser pareja, y si todo sale bien, formalizar el lazo. No me preguntaron, solo lo decidieron. Dicen que es lo mejor para mi carrera -le dijo mientras cerraba fuerte el puño.
Chiaki sintió una opresión en el pecho. No era justo. No para ella.
-No tienes que hacerlo si no quieres -dijo él tomando su mano- No estás sola, Maria. ¿Vamos a escaparnos juntos que te parece? .
-¿Qué estás diciendo? -
-Lo que oiste. No eres una mercancía para vender. Tú eres tú, libre. Vamos lejos. Dejemos esta ciudad, aunque sea por un tiempo.
Ella lo miró, incrédula… pero con esperanza. Por una vez en su vida, alguien no la deseaba por lo que representaba, sino por lo que era.
Y así, sin pensarlo demasiado, lo hicieron.
Se fueron lejos, sin anunciarlo a nadie. Sus agencias intentaron buscarlos, pero poco a poco la noticia dejó de interesar cuando nuevas caras llenaron los titulares. Chiaki y Maria encontraron refugio en un pueblo tranquilo, cerca del mar. Rentaron una pequeña casa y comenzaron a vivir una vida más sencilla, alejada de cámaras, contratos y falsas apariencias.
Chiaki trabajaba cantando en pequeños eventos, y Maria daba clases de actuación a niños. Por primera vez, se sintieron completos.
-No puedo darte feromonas, ni un vínculo definitivo - le dijo él una noche mientras caminaban por la playa-. Pero puedo darte mi lealtad, mi esfuerzo y este corazón que siempre va a pelear por ti.
Maria lo abrazó fuerte. Nunca nadie le había dicho palabras tan reales.
- Y eso es todo lo que siempre he querido -
Pasaron los años. Ella decidió no usar supresores, y cuando llegó su celo, Chiaki no la evitó, sino que se quedó a su lado. No hubo vínculo creado debido a las feromonas, pero hubo amor, respeto y comprensión. Eligieron estar juntos cada día, no por instinto, sino por decisión.
Eventualmente, Maria volvió a actuar en pequeños proyectos independientes, mientras Chiaki alcanzó notoriedad en una unit nueva que valoraba su talento más allá de su condición.
Pasaron dos años desde que Chiaki y Maria dejaron atrás el brillo forzado del espectáculo para vivir una vida más tranquila. En ese tiempo se encontraron con críticas y rumores infundados. Pero también descubrieron el calor de una casa compartida, la paz de los días sin cámaras y la fuerza de un amor que se eligió cada día.
Maria siempre pensó que no quería tener hijos. Había pasado tanto tiempo luchando contra lo que los demás esperaban de ella como omega, que la maternidad se le hacia como una cadena más. Pero algo cambió. No fue repentino, ni siquiera intencional. Solo lo supo una mañana de primavera, al despertarse con náuseas y el corazón latiéndole más rápido de lo normal.
Fue al médico sola, sin decirle nada a Chiaki. Tal vez era una falsa alarma. Tal vez era algo más. Pero cuando le entregaron el resultado del análisis, se quedó sin aire:
-Estoy embarazada-
Se sentó en silencio en la banca del consultorio, mirando sus manos temblorosas. Chiaki era un beta. Las posibilidades eran ínfimas, casi nulas. Pero aún así… estaba ocurriendo.
Esa noche, Chiaki la recibió como siempre: con una sonrisa cálida y el delantal puesto, pues había intentado cocinarle algo que no quemara por primera vez en días.
-Mariaaa~ ¡esta vez no arruiné el arroz!… ¿estás bien?
Ella lo miró. Llevaba semanas pensando en lo que le diría si esto pasaba. Había escrito discursos en su cabeza. Pero al verlo ahí, tan animado como siempre, no sabía que decir.
- Chiaki tengo que decirte que estoy embarazada- dijo, simple, como si fuera la cosa mas normal del mundo.
Chiaki dejó caer la cuchara de madera al suelo.
- ¿Qué?-
-Que estoy esperando un bebé,a nuestro bebé-.
Hubo un silencio. Un silencio tan grande que Maria pensó que él iba a entrar en pánico. Pero entonces, Chiaki corrió hacia ella y la abrazó, con fuerza pero con cuidado, como si tuviera miedo de romper algo frágil.
-¡Vamos a ser padres! ¡Maria! ¡Un bebé! ¡Soy la persona más feliz del mundo!!!!!-
Ella soltó una risa nerviosa, una de esas que solo Chiaki podía provocar.
- No te emociones tanto, aún no sabemos si todo irá bien. Tú eres beta,asi que no se supone que sea posible…
-¡Pero lo es! ¡Está ocurriendo! Y no importa cómo llegó, ¡voy a protegerlos a los dos!-
Y lo hizo. Desde ese día, Chiaki se convirtió en un guardián 24x7. Estaba en cada cita médica, cocinaba usando recetas (aunque eso no mejoraba mucho el sabor), decoró la casa con dibujos de bebés y hasta empezó a leer libros de crianza todos los días antes de dormir.
Maria, por su parte, tuvo un embarazo complicado. Su cuerpo de omega no reaccionaba bien porque no tenía feromonas alpha tranquilizantes. Hubo mareos, cansancio extremo, momentos de debilidad. El médico les explicó que, aunque no hubiera un lazo por feromonas, el cuerpo aún lo “esperaba” por instinto.
-Podrías considerar un vínculo artificial- le dijo el doctor-Podría activar una respuesta hormonal y con eso se estabilizaría el embarazo.
Pero Maria negó con la cabeza.
-No señor. Este hijo es fruto de mi elección, no de una imposición de los instintos.
Y Chiaki, aunque preocupado, respetó su decisión. Se esforzó aún más en estar presente, ayudando con todo, incluso cuando ella se mostraba irritable o vulnerable. Nunca le hizo sentir que era una carga.
Una noche, cuando Maria se despertó sobresaltada por un sueño extraño, lo encontró a su lado, acariciándole el vientre suavemente mientras murmuraba:
-Gracias por elegirme, pequeño o pequeña te voy a querer mucho-
Y Maria lloró en silencio. Porque en ese momento comprendió que, más allá de todo lo que había renegado del destino, esa vida creciendo dentro de ella… sí la quería.
El parto fue difícil. Maria entró en trabajo de parto antes de lo esperado, y tuvieron que trasladarla de urgencia al hospital más cercano. Chiaki no la soltó ni un segundo. Estaba asustado, tembloroso, pero su voz no temblaba cuando le decía:
-Aqui estoy contigo,asi que descansa vas a estar bien-
Y así, después de muchas horas y esfuerzo, nació una pequeña niña de cabello oscuro y ojos intensos como los de su madre. Chiaki la sostuvo en brazos por primera vez con lágrimas cayéndole por las mejillas.
-Hola, pequeñita … bienvenida al mundo-
Maria se encontraba agotada pero estaba muy feliz de ver a su hija junto a Chiaki.
La noticia del nacimiento fue discreta. Solo sus familiares y amigos cercanos lo supieron. No hubo conferencias, ni anuncios. No hacía falta.
Los meses pasaron, y con cada día que pasaba, Chiaki demostraba que no hacía falta ser alpha ni omega para ser un buen padre. Lo único que hacía falta era amor, paciencia… y determinación. Esa que siempre había tenido.
Maria, no dejó de ser firme, pero se le veia más feliz.
Con el tiempo, ambos volvieron poco a poco al mundo del espectáculo, pero bajo sus propios términos. Maria como directora de teatro independiente, y Chiaki como mentor de nuevos idols sin importar su clase. Eran una familia feliz que nació después de superar los problemas del destino.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Sayi on June 30, 2025, 09:20:00 PM »Hola coca colas
“¿Quieres tomar algo?”
Taikoubou jamás hubiera pensado en escuchar semejante invitación de parte del Rebel de Sayi. El mismo que tanto daño les había causado en la última guerra HiMe Rebel. Pero al parecer, el tiempo si sana todas las heridas.
O al menos, cinco años las hace tolerables. Pues ahora estaban los dos ahí, esperando a que la mesera regresara con sus bebidas.
“¿Qué tal es Beijing, Taikoubou?” Le preguntó el castaño. Al parecer en un intento de romper el hielo, pues el peligris no le había dirigido palabra alguna desde que aceptó la invitación.
“Bien” se limitó a decir “Pero me imagino que realmente no te interesa saber de ello”
Soujirou alzó las cejas y sonrió para si mismo. “Ouch” murmuró, pero tampoco le refutó.
Nunca habían sido amigos, ni compañeros, ni conocidos. Y jamás lo serían. Taikoubou sabía que Soujirou se había aproximado a Sayi desde que esta batalla HiME/Rebel, intentando brindar información sobre su nuevo Rebel, o incluso advirtiéndole de próximos ataques. Y aunque pareciese que sus intenciones eran con intención de reivindicarse, al menos en ojos de Sayi, el no se lo creía por un segundo.
Algo estaba planeando. Quizás, por ahora, podría no tratarse de lastimar a su HiME, pero tras esa perpetua sonrisa de ojos fríos, había algo oculto que se guardaba bajo la manga.
La mesera llego con sus bebidas, las sentó en la mesa y tras asegurarse que no necesitaran nada más, les dejó a que retomaran su silencio.
Silencio que Taikoubou se hartó de mantener.
“¿Por qué has venido a verme, Soujirou?”
El castaño tomó un sorbo de su te negro antes de responder.
“Quería ver como te estaba yendo. He visto a Sayi periódicamente, y ahora que estas de nuevo en Japón, pensé que valía la pena formar un hilo de conversación. En caso pudiera serte de ayuda”
“¿Ayuda? ¿Por qué querrías ayudarme?” Respondió. Así como venia pensando, su actitud no tenía explicación “Si hace cinco años querías matar a Sayi, y no te importaba lastimarnos a todos”
“Hace cinco años, si” dijo el castaño “Pero eso es pasado. Y ahora soy su único contacto dentro de Rizembool. Y puedo ofrecer información”
“Pero por qué—“ se detuvo. Suspiró para si mismo, intentando no dejar que la frustración nublara su juicio “¿Por qué deberíamos confiar en ti? ¿Por qué quieres ayudarnos ahora?”
Soujirou depositó la taza en la mesa. Taikoubou estudio su rostro, y para su sorpresa, puro jurar ver algo que no había visto hacer aparición en sus ojos.
“Me interesa el bienestar de Sayi” respondió “Su Rebel es un hombre muy peligroso, y no quiero que pierda su vida peleando”
Acaso ello era… ¿preocupación? No, no era posible.
“Ello no responde mi primera pregunta” continuó Taikoubou
“Si la responde. El problema es que no me crees, y lamentablemente no puedo hacer nada al respecto, a menos que decidas darme una oportunidad” respondió Soujirou, encogiéndose de hombros. Su única muestra de emoción ya había sido reemplazada por su eterna sonrisa “Y por eso vine a verte hoy”
Retiró una tarjeta de su billetera y la deslizó hasta el peligris. Taikoubou tomó el papel sin despegar los ojos del castaño. Se dió un segundo para ver que se trataba de su tarjeta de presentación, con su información de contacto.
Con la reunión terminada, Soujirou se puso de pie.
“Ya se lo he dicho a Sayi, pero te advierto a ti también: Su Rebel esta preparando un ataque fulminante dentro de poco tiempo. Te toca protegerla” se despidió “Ahora que tienes los medios para hacerlo”
“¿Quieres tomar algo?”
Taikoubou jamás hubiera pensado en escuchar semejante invitación de parte del Rebel de Sayi. El mismo que tanto daño les había causado en la última guerra HiMe Rebel. Pero al parecer, el tiempo si sana todas las heridas.
O al menos, cinco años las hace tolerables. Pues ahora estaban los dos ahí, esperando a que la mesera regresara con sus bebidas.
“¿Qué tal es Beijing, Taikoubou?” Le preguntó el castaño. Al parecer en un intento de romper el hielo, pues el peligris no le había dirigido palabra alguna desde que aceptó la invitación.
“Bien” se limitó a decir “Pero me imagino que realmente no te interesa saber de ello”
Soujirou alzó las cejas y sonrió para si mismo. “Ouch” murmuró, pero tampoco le refutó.
Nunca habían sido amigos, ni compañeros, ni conocidos. Y jamás lo serían. Taikoubou sabía que Soujirou se había aproximado a Sayi desde que esta batalla HiME/Rebel, intentando brindar información sobre su nuevo Rebel, o incluso advirtiéndole de próximos ataques. Y aunque pareciese que sus intenciones eran con intención de reivindicarse, al menos en ojos de Sayi, el no se lo creía por un segundo.
Algo estaba planeando. Quizás, por ahora, podría no tratarse de lastimar a su HiME, pero tras esa perpetua sonrisa de ojos fríos, había algo oculto que se guardaba bajo la manga.
La mesera llego con sus bebidas, las sentó en la mesa y tras asegurarse que no necesitaran nada más, les dejó a que retomaran su silencio.
Silencio que Taikoubou se hartó de mantener.
“¿Por qué has venido a verme, Soujirou?”
El castaño tomó un sorbo de su te negro antes de responder.
“Quería ver como te estaba yendo. He visto a Sayi periódicamente, y ahora que estas de nuevo en Japón, pensé que valía la pena formar un hilo de conversación. En caso pudiera serte de ayuda”
“¿Ayuda? ¿Por qué querrías ayudarme?” Respondió. Así como venia pensando, su actitud no tenía explicación “Si hace cinco años querías matar a Sayi, y no te importaba lastimarnos a todos”
“Hace cinco años, si” dijo el castaño “Pero eso es pasado. Y ahora soy su único contacto dentro de Rizembool. Y puedo ofrecer información”
“Pero por qué—“ se detuvo. Suspiró para si mismo, intentando no dejar que la frustración nublara su juicio “¿Por qué deberíamos confiar en ti? ¿Por qué quieres ayudarnos ahora?”
Soujirou depositó la taza en la mesa. Taikoubou estudio su rostro, y para su sorpresa, puro jurar ver algo que no había visto hacer aparición en sus ojos.
“Me interesa el bienestar de Sayi” respondió “Su Rebel es un hombre muy peligroso, y no quiero que pierda su vida peleando”
Acaso ello era… ¿preocupación? No, no era posible.
“Ello no responde mi primera pregunta” continuó Taikoubou
“Si la responde. El problema es que no me crees, y lamentablemente no puedo hacer nada al respecto, a menos que decidas darme una oportunidad” respondió Soujirou, encogiéndose de hombros. Su única muestra de emoción ya había sido reemplazada por su eterna sonrisa “Y por eso vine a verte hoy”
Retiró una tarjeta de su billetera y la deslizó hasta el peligris. Taikoubou tomó el papel sin despegar los ojos del castaño. Se dió un segundo para ver que se trataba de su tarjeta de presentación, con su información de contacto.
Con la reunión terminada, Soujirou se puso de pie.
“Ya se lo he dicho a Sayi, pero te advierto a ti también: Su Rebel esta preparando un ataque fulminante dentro de poco tiempo. Te toca protegerla” se despidió “Ahora que tienes los medios para hacerlo”
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Eureka on June 30, 2025, 07:12:13 PM »A mimir
“Así que… eres un Child.” Eureka sentía que no podía creer lo que veía… aun cuando Neuvillette había sido un caso más difícil de procesar.
O incluso Soul, que había sido su arma.
Tal vez varias cosas de las HiMEs seguían sin tener sentido aun cuando ya llevaba lidiando con ese tema por varios años.
“¡Mjum!” Venti asintió y bajó de la rama de un salto, quedando a metro y medio de ellos.
Eureka y Oikawa se pararon para acercarse a él y poder hablar con más comodidad… porque girar la cabeza desde la banca para verlo les iba a dar torticolis tarde o temprano.
“¡Y ustedes son…!” Venti les sonrió.
“Yo soy Eureka Suoh,” se presentó la HiME. “Y él es Tooru Oikawa.”
“¡Ah! Gojo los mencionó.” El Child asintió. “Dijo que me salvarían.”
“…”
“Bueno, ya escuché sus problemas, así que no se preocupen. ¡No lo vean como una obligación!”
“No sé…” Eureka desvió la mirada. “Ahora que te conocemos, es un poco más difícil ignorar el tema.”
“¡Sí! ¡No vamos a ser tan desalmados como para dejarte a tu suerte ahora que ya sabemos quién eres!”
“Awww, qué lindos~ ¡Yo sabía que Gojo no se equivocó al escogerlos a ustedes!”
“…En parte sí, ¿no crees? Porque no somos la solución inmediata que planteó.” Eureka suspiró. “Lo siento. Supongo que su plan de hacerte mi Child sonaba genial.”
“Pues sí, era muy perfecto para ser cierto. Pero no todo está perdido.”
“¿Por qué lo dices?” Oikawa ladeó la cabeza, muy confundido. “Tenemos que buscarte una HiMe y el tiempo no está precisamente de nuestro lado…”
“Además, no eres el único que necesita HiME. Mi antiguo Child también necesita una…”
“Es cierto. Pero confío en que lo lograrán~ Aunque insisto: no es una obligación. ¡Tómenlo… como una misión alternativa! ¿Como las de los videojuegos? Y tranquilos, no lo harán gratis, por supuesto. Como Gojo me avisó de esto, le planteé que podría ayudarlo a entrenarlos. Eso también incluye a tu nuevo Child, Eureka.”
“¿A Neuvillette?”
“¡Exacto!” Venti la señaló con una sonrisa y luego, juntó sus manos detrás de su espalda y comenzó a balancearse en su sitio. “Creo que maneja poderes distintos a los míos, pero hay cosas básicas de los Child que yo, un veterano, puedo enseñarle.”
“Mm… está bien.” Eureka asintió. “¿Me podrías dar tu número?”
“¡Sí, claro!” Venti sacó su celular al mismo tiempo que la HiME. “¡Intercambiemos números! Y también quiero el tuyo, Oikawa.”
“…¿Eh? Ah, sí, claro.” Oikawa sonrió.
Eureka y Oikawa no tardaron en poner sus números en el celular de Venti, y él hizo lo mismo en los teléfonos de la HiME y del key. Una vez todo resuelto, los celulares volvieron a sus dueños.
“Me cuesta pensar en un Child con celular… aunque si Mona hubiese tenido una forma humana, le habría comprado uno.”
“Eso tendrás que hacer con Hakuryuu-chan.”
“…Es cierto.” Eureka suspiró. “Bueno, ya nos tenemos que ir, Venti. Mi Child me espera y también tengo clases.”
“Yo también.”
“¡No se preocupen! Ya nos veremos en el primer entrenamiento que tendrán con Gojo.”
“¡Cuídate!”
“¡Cuídense~!”
Eureka y Oikawa le ondearon la mano a la vez que volvían a los pasillos para regresar a la oficina de Gojo. Venti se despidió de la misma forma, pero en vez de caminar a algún lugar o regresar a su cómodo asiento en la rama del árbol, se convirtió en un pequeño ser de luz y voló fuera de las instalaciones de la Facultad.
Eureka se preguntó si era algo normal de ver en este lugar. Ya luego le preguntaría a Gojo si tenía razón o no.
“¿Qué tal su charla?”
“…Nos distrajimos con Venti.” Eureka suspiró. “Y sospecho que todo fue parte de tu plan, ¿no?”
“¡Bingo!” Gojo sonrió de oreja a oreja. “Aunque si les sigue preocupando Neuvillette-chan, yo puedo quedarme con él, como dije.”
“…” Eureka suspiró. “Bueno, al menos por una o dos semanas no me vendría mal.”
“¿Por qué, Eureka-dono?” Neuvillette la observó, curioso.
“Lo lamento.” Ella lo miró con pena. “Me encantaría que te quedes conmigo en la mansión HiME, pero no puedes entrar… aun si eres un Child. Oikawa y yo hemos quedado en que nos mudaremos juntos y podrás vivir en ese lugar, pero para eso debemos buscar un departamento y avisarle a su amigo y…”
“Wow, wow. ¿No creen que están muy jóvenes para convivir?” Gojo se burló de ellos con la mirada.
“¡¿C-Convivir?!” Oikawa se puso rojo hasta las orejas.
“¿Estás sordo, sensei?” Eureka puso los ojos en blanco. “Dije que también vamos a vivir con Neuvillette y el amigo de Oikawa, Iwaizumi.”
“Ah. Yo imaginaba que se estaban preparando para el matrim…”
“¡EN FIN!” Oikawa lo interrumpió de golpe. “Yo tengo clases y Eureka-chan también. ¡Debemos irnos!” Y se lanzó a tomar del brazo a su amiga.
“¡Pero quiero acordar lo de Neuvillette con Gojo!”
“…E-está bien.”
“Si tienes que irte, adelante.” Eureka le sonrió. “Igual ya me ayudaste un montón, no te preocupes.”
“…¿Segura?”
“Sí, sí. Yo ya perdí clases, pero no quiero que también te pase lo mismo a ti. Tranquilo, ve.”
“Bueno. Pero luego me cuentas en qué quedaron y todo. Además, tenemos que conversar sobre lo del departamento… y tengo que contarte qué dijo Iwa-chan.”
“¡Ajá!” Eureka asintió. “Nos vemos, cuídate.”
“Cuídate, Oikawa-chan~”
“…” Neuvillette solo asintió en silencio como despedida.
“Nos vemos…” Oikawa les ondeó la mano antes de salir de la oficina y cerrar la puerta tras de él.
“Oye, sensei…”
“¿Mm?” Gojo le sonrió. “¿Qué pasa?”
“¿No hay forma de que Venti le enseñe a Neuvillette… a hacerse chiquito?”
“Ah, ¿como su forma de hadita? Haha, se ve tan gracioso~”
“Sí… Bueno, supongo que en el caso de Neuvillette, sería un dragoncito.”
“Podría intentarlo,” dijo Neuvillette. “Aunque no estoy seguro de que el resultado sea satisfactorio, Eureka-dono.”
“Tranquilo, justo por eso pienso que Venti podría enseñarte a hacerse más pequeño… o al menos lo suficiente como para que entres en mi cuarto.”
“¿Por qué? ¿Ya te desanimaste de la idea de convivir con Oikawa y su amigo?” Gojo la observó, curioso.
“¡No… no!” Eureka negó con la cabeza. “Es solo que… no quiero meterlos en apuros. Además, las olimpiadas están a la vuelta de la esquina y sé que los chicos del equipo amateur de vóley les pedirán que los apoyen.”
“Mm… ¿Estás segura de que ese es el único motivo?”
“S-sí…”
“Ese ‘sí’ no suena muy segu—”
“¡Que sí, hombre!” Y lo fulminó con la mirada. “En fin. ¿Tienes que hacer algo ahora, sensei?”
“Nop, pero tú tienes clases. ¿O piensas faltar de nuevo?”
“Tengo que comprarle ropa a Neuvillette… y pensé que sería bueno que me acompañes.”
“Pero detestas mi sentido de la moda.”
“¡Exacto! Le compraré todo lo opuesto a lo que sugieras.”
“…” Gojo soltó una risotada. “Está bien, me convenciste.”
“Así que… eres un Child.” Eureka sentía que no podía creer lo que veía… aun cuando Neuvillette había sido un caso más difícil de procesar.
O incluso Soul, que había sido su arma.
Tal vez varias cosas de las HiMEs seguían sin tener sentido aun cuando ya llevaba lidiando con ese tema por varios años.
“¡Mjum!” Venti asintió y bajó de la rama de un salto, quedando a metro y medio de ellos.
Eureka y Oikawa se pararon para acercarse a él y poder hablar con más comodidad… porque girar la cabeza desde la banca para verlo les iba a dar torticolis tarde o temprano.
“¡Y ustedes son…!” Venti les sonrió.
“Yo soy Eureka Suoh,” se presentó la HiME. “Y él es Tooru Oikawa.”
“¡Ah! Gojo los mencionó.” El Child asintió. “Dijo que me salvarían.”
“…”
“Bueno, ya escuché sus problemas, así que no se preocupen. ¡No lo vean como una obligación!”
“No sé…” Eureka desvió la mirada. “Ahora que te conocemos, es un poco más difícil ignorar el tema.”
“¡Sí! ¡No vamos a ser tan desalmados como para dejarte a tu suerte ahora que ya sabemos quién eres!”
“Awww, qué lindos~ ¡Yo sabía que Gojo no se equivocó al escogerlos a ustedes!”
“…En parte sí, ¿no crees? Porque no somos la solución inmediata que planteó.” Eureka suspiró. “Lo siento. Supongo que su plan de hacerte mi Child sonaba genial.”
“Pues sí, era muy perfecto para ser cierto. Pero no todo está perdido.”
“¿Por qué lo dices?” Oikawa ladeó la cabeza, muy confundido. “Tenemos que buscarte una HiMe y el tiempo no está precisamente de nuestro lado…”
“Además, no eres el único que necesita HiME. Mi antiguo Child también necesita una…”
“Es cierto. Pero confío en que lo lograrán~ Aunque insisto: no es una obligación. ¡Tómenlo… como una misión alternativa! ¿Como las de los videojuegos? Y tranquilos, no lo harán gratis, por supuesto. Como Gojo me avisó de esto, le planteé que podría ayudarlo a entrenarlos. Eso también incluye a tu nuevo Child, Eureka.”
“¿A Neuvillette?”
“¡Exacto!” Venti la señaló con una sonrisa y luego, juntó sus manos detrás de su espalda y comenzó a balancearse en su sitio. “Creo que maneja poderes distintos a los míos, pero hay cosas básicas de los Child que yo, un veterano, puedo enseñarle.”
“Mm… está bien.” Eureka asintió. “¿Me podrías dar tu número?”
“¡Sí, claro!” Venti sacó su celular al mismo tiempo que la HiME. “¡Intercambiemos números! Y también quiero el tuyo, Oikawa.”
“…¿Eh? Ah, sí, claro.” Oikawa sonrió.
Eureka y Oikawa no tardaron en poner sus números en el celular de Venti, y él hizo lo mismo en los teléfonos de la HiME y del key. Una vez todo resuelto, los celulares volvieron a sus dueños.
“Me cuesta pensar en un Child con celular… aunque si Mona hubiese tenido una forma humana, le habría comprado uno.”
“Eso tendrás que hacer con Hakuryuu-chan.”
“…Es cierto.” Eureka suspiró. “Bueno, ya nos tenemos que ir, Venti. Mi Child me espera y también tengo clases.”
“Yo también.”
“¡No se preocupen! Ya nos veremos en el primer entrenamiento que tendrán con Gojo.”
“¡Cuídate!”
“¡Cuídense~!”
Eureka y Oikawa le ondearon la mano a la vez que volvían a los pasillos para regresar a la oficina de Gojo. Venti se despidió de la misma forma, pero en vez de caminar a algún lugar o regresar a su cómodo asiento en la rama del árbol, se convirtió en un pequeño ser de luz y voló fuera de las instalaciones de la Facultad.
Eureka se preguntó si era algo normal de ver en este lugar. Ya luego le preguntaría a Gojo si tenía razón o no.
“¿Qué tal su charla?”
“…Nos distrajimos con Venti.” Eureka suspiró. “Y sospecho que todo fue parte de tu plan, ¿no?”
“¡Bingo!” Gojo sonrió de oreja a oreja. “Aunque si les sigue preocupando Neuvillette-chan, yo puedo quedarme con él, como dije.”
“…” Eureka suspiró. “Bueno, al menos por una o dos semanas no me vendría mal.”
“¿Por qué, Eureka-dono?” Neuvillette la observó, curioso.
“Lo lamento.” Ella lo miró con pena. “Me encantaría que te quedes conmigo en la mansión HiME, pero no puedes entrar… aun si eres un Child. Oikawa y yo hemos quedado en que nos mudaremos juntos y podrás vivir en ese lugar, pero para eso debemos buscar un departamento y avisarle a su amigo y…”
“Wow, wow. ¿No creen que están muy jóvenes para convivir?” Gojo se burló de ellos con la mirada.
“¡¿C-Convivir?!” Oikawa se puso rojo hasta las orejas.
“¿Estás sordo, sensei?” Eureka puso los ojos en blanco. “Dije que también vamos a vivir con Neuvillette y el amigo de Oikawa, Iwaizumi.”
“Ah. Yo imaginaba que se estaban preparando para el matrim…”
“¡EN FIN!” Oikawa lo interrumpió de golpe. “Yo tengo clases y Eureka-chan también. ¡Debemos irnos!” Y se lanzó a tomar del brazo a su amiga.
“¡Pero quiero acordar lo de Neuvillette con Gojo!”
“…E-está bien.”
“Si tienes que irte, adelante.” Eureka le sonrió. “Igual ya me ayudaste un montón, no te preocupes.”
“…¿Segura?”
“Sí, sí. Yo ya perdí clases, pero no quiero que también te pase lo mismo a ti. Tranquilo, ve.”
“Bueno. Pero luego me cuentas en qué quedaron y todo. Además, tenemos que conversar sobre lo del departamento… y tengo que contarte qué dijo Iwa-chan.”
“¡Ajá!” Eureka asintió. “Nos vemos, cuídate.”
“Cuídate, Oikawa-chan~”
“…” Neuvillette solo asintió en silencio como despedida.
“Nos vemos…” Oikawa les ondeó la mano antes de salir de la oficina y cerrar la puerta tras de él.
“Oye, sensei…”
“¿Mm?” Gojo le sonrió. “¿Qué pasa?”
“¿No hay forma de que Venti le enseñe a Neuvillette… a hacerse chiquito?”
“Ah, ¿como su forma de hadita? Haha, se ve tan gracioso~”
“Sí… Bueno, supongo que en el caso de Neuvillette, sería un dragoncito.”
“Podría intentarlo,” dijo Neuvillette. “Aunque no estoy seguro de que el resultado sea satisfactorio, Eureka-dono.”
“Tranquilo, justo por eso pienso que Venti podría enseñarte a hacerse más pequeño… o al menos lo suficiente como para que entres en mi cuarto.”
“¿Por qué? ¿Ya te desanimaste de la idea de convivir con Oikawa y su amigo?” Gojo la observó, curioso.
“¡No… no!” Eureka negó con la cabeza. “Es solo que… no quiero meterlos en apuros. Además, las olimpiadas están a la vuelta de la esquina y sé que los chicos del equipo amateur de vóley les pedirán que los apoyen.”
“Mm… ¿Estás segura de que ese es el único motivo?”
“S-sí…”
“Ese ‘sí’ no suena muy segu—”
“¡Que sí, hombre!” Y lo fulminó con la mirada. “En fin. ¿Tienes que hacer algo ahora, sensei?”
“Nop, pero tú tienes clases. ¿O piensas faltar de nuevo?”
“Tengo que comprarle ropa a Neuvillette… y pensé que sería bueno que me acompañes.”
“Pero detestas mi sentido de la moda.”
“¡Exacto! Le compraré todo lo opuesto a lo que sugieras.”
“…” Gojo soltó una risotada. “Está bien, me convenciste.”
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SeeDs in the Garden / Re: SeeDs in the Garden – revival
« Last post by Kora on June 30, 2025, 04:30:24 PM »Cuando estás en una competición de abrir nuevas tramas en la historia pero tu rival soy YO
Galbadia, 150 años antes
El amanecer se filtraba entre los árboles frente a Cassian, iluminando su camino. El sol apenas comenzaba a salir, y la mayor parte del gélido paisaje seguía envuelto en las sombras de la noche. La capital no despertaría hasta dentro de una o dos campanadas más, pero el día les exigiría cada momento de luz disponible para la travesía.
Cassian se hallaba frente a un sendero boscoso, a cierta distancia al sur de Galbadia. Llevaba un abrigo oscuro con ribetes de piel negra en el cuello y el dobladillo, y debajo su uniforme de campaña, cerrado hasta el cuello. Una bufanda colgaba suelta de su cuello, los extremos ondeando con el viento. Una mochila pesada se aferraba a sus hombros.
El frío no podía tomarse a broma en aquella parte del país. A unos pocos pasos de la seguridad de las bases militares, esperaba la muerte. Solo gracias a su ingenio habían sobrevivido sus antecesores. Y si no se mantenían alerta, ese mismo destino les reclamaría sin piedad.
Una escolta de la casa Domine le traería a Lievran hasta su ubicación. Aún se encontraba dentro del rango visual de Galbadia; nadie sería lo bastante temerario como para tenderles una emboscada allí. Había considerado la posibilidad, por supuesto, pero la probabilidad era lo suficientemente baja como para que su porte seguro de sí mismo no fuera simple fachada.
Lievran. No se habían vuelto a ver desde aquel encuentro fortuito en la infancia. A esas alturas, ambos debían haber conocido a muchas otras personas, acumulado años de experiencias. Tal vez sus recuerdos mutuos se hubieran vuelto borrosos... o quizás seguían tan nítidos como el primer día.
Cassian no lo había olvidado. Lo recordaba claramente, la primera ficha sobre el tablero de estrategia de su padre.
Durante sus años en la Academia, su abuelo y los Domine habían cultivado con esmero esa alianza. Los patriarcas de los Solane no eran hombres escrupulosos. Sus inversiones preferidas eran la fuerza, la seguridad y la estabilidad.
Durante un permiso, su padre le había invitado a diseñar una operación para debilitar a los principales agentes de sus detractores comunes. Era una jugada arriesgada: sacrificar un caballero y un alfil para eliminar una fila de peones. Pero eran riesgos calculados con precisión quirúrgica. Un heredero de Domine hubiera sido un cebo más apeteceible, sin duda, pero quizás se habían negado, considerando que estaba por debajo de su estatus... o quizás Lievran valía lo suficiente por sí solo. Lo habían exhibido lo bastante como para que su valor como objeto, tesoro y activo quedara claro para todos.
Al final, se había decidido que él acompañaría a Cassian Solane –ya entonces reconocido como ingeniero teniente–, quien portaba un encargo importante con destino a uno de los asentamientos del sur, al norte de Corvos, donde los rumores decían que había una instalación científica secreta. Tal información había sido proporcionada también a espías enemigos, cuidadosamente filtrada.
Cassian aguardaba su llegada con una expresión pensativa en el rostro.
El crujir de la nieve bajo sus botas le alertó. Avanzaba con pasos silenciosos y deliberados, como le habían enseñado. Vestía ropajes oscuros y ajustados, preparados para el movimiento, lo bastante elegantes como para ser reconocido como un retén de los Domine, sin ostentación innecesaria.
Lo reconoció antes de que Lievran lo viera a él. Había crecido, su cuerpo era más firme, más seguro. Pero aún conservaba esa misma aura... Cassian la recordaba. La mirada que le dirigió fue más larga y aguda que la que guardaba en su memoria.
El otro se detuvo a una distancia prudente, le mostró respeto, y pronunció su título con una cortesía medida. Su voz era comedida, su gesto neutral, sin alegría ni rencor. Era el tono de alguien que sabía que incluso recordar un momento cálido del pasado podía ser visto como una imprudencia.
Cassian escuchó sin mover un músculo. Aquel saludo... tan correcto, tan estudiado. "Lievran de Domine." Un nombre que en su infancia le pareció exótico, casi bonito. Ahora entendía bien lo que significaba: un recordatorio constante de su lugar. Un nombre que arrancaría sonrisas veladas o miradas de superioridad en los salones de poder.
Su rostro no mostró burla, pero tampoco calidez. Solo atención. Observó a Lievran con la misma precisión con la que estudiaba un plano o una formación enemiga.
Era la misma persona. Pero no lo era.
El rostro afilado, endurecido por los años. El cuerpo ya no era esbelto por fragilidad, sino por forma física. Podría no igualarlo en tamaño, Cassian estimaba que le sacaría quince centímetros de altura, pero tal vez lo superara en velocidad. Lo confirmaría en el camino.
Se preguntó si Lievran lo recordaba, si aquella noche había quedado grabada también en su memoria. O si la ignoraba por pura supervivencia. Fuera cual fuese la razón, Cassian no se lo recriminaría. Él no había conquistado provincias. No había inventado maravillas. Pero después de esa misión, nadie olvidaría su nombre.
–Tal y como esperaba –respondió, cortante pero sincero–. Tu cooperación se agradece, Lievran.
Cuando sus miradas se cruzaron, Cassian sostuvo la de Lievran con intención. Hablaba con franqueza. Estaba pidiéndole más de lo que había dicho, y lo sabía.
–Ven –ordenó luego, con un leve movimiento de cabeza hacia el sendero.
Giró sin esperar respuesta y echó a andar con paso firme. Ya no había tiempo que perder, y caminar sería la única manera de entrar en calor.
–¿Te han informado de tu misión? –preguntó sin volverse.
La respuesta llegó enseguida, con calma. Una nube de aliento acompañó las palabras.
–Sí, mi señor. Debemos acompañar un envío de suministros hasta los límites de Corvos. Material sensible, me han informado –Lievran respondió–. Mis órdenes son asistirle y asegurar que el transporte llegue intacto. Estoy familiarizado con el procedimiento, ya que no es mi primera misión de escolta. No le decepcionaré.
Ni una queja, ni una pregunta. Tal como se esperaba de un retén.
–Vaya. Pareces muy seguro de ti mismo –respondió Cassian.
–Mi confianza no es un privilegio, mi señor. Es un requisito. Mi señor no me habría enviado si creyera que podría fallarles –dijo, con la voz templada por la disciplina.
Cassian lo observó con atención. En ningún momento se había disculpado por debilidad; solo por la posibilidad de haber parecido arrogante. Levantó una mano a medio camino, cortando la disculpa sin dureza. No hacía falta decirlo: ni uno ni otro tenía opción de cuestionar esa decisión. Cassian sabía que, si fracasaban, las consecuencias para él serían duras… pero para Lievran, probablemente definitivas.
–Lo entiendo –respondió–. Tu presencia es la promesa de Lord Domine sobre tus capacidades. Cuéntame sobre ellas, retén.
Entonces, Lievran volvió a hablar, esta vez con la precisión de quien recita un informe.
–He sido entrenado en armas de corto alcance y combate cuerpo a cuerpo, especialmente con sable-pistola. También cuchillos. –Su mano rozó el mango de su arma–. Domino la navegación en bosque y la supervivencia en climas fríos. Mis deberes principales han sido escolta y protección, ya sea para Lord Domine o sus hijos.
Cassian asintió con un leve murmullo. No necesitaba añadir nada. Eso ya lo sabía, pero escucharlo de boca del propio Lievran le confirmaba algo que intuía: no estaba simplemente cumpliendo una orden. Estaba preparado para algo más.
–Nuestras habilidades se superponen –comentó Cassian con neutralidad. Había visto la forma en que el viera se movía. Sabía lo que eso implicaba. Lo que podía esperar de él… y lo que él podía esperar de Cassian.
Y cuando Lievran añadió, con igual calma:
–Si existen otras expectativas para las que deba prepararme, haré todo lo posible por adaptarme.
Cassian casi tropezó, apenas un paso mal dado, pero lo sintió en todo el cuerpo. Lievran no lo había dicho con segundas intenciones, pero Cassian escuchó la sombra de una pregunta no formulada. ¿Qué sabía? ¿Sospechaba algo? Había algo en su tono que le decía que no podía subestimar al viera.
No respondió de inmediato. En su lugar, volvió a caminar. Y tras unos segundos, habló, con la voz firme:
–Has navegado por bosques traicioneros, incluso en los peores climas, supongo. Describe los peligros que prevés en nuestro trayecto.
Si había alguien con más experiencia de los dos atravesando los peligros de las provincias de Galbadia, probablemente era Lievran. Y Cassian necesitaba saber exactamente con quién contaba… y qué había detrás de esos ojos entrenados para no revelar nada.
–El peligro más inmediato se encuentra en el entorno, mi señor. Estas tierras están pobladas por bestias: osos, lobos, y en el peor de los casos, un coeurl de montaña. El frío en sí es una amenaza constante: ventiscas, vientos cortantes, incluso nevadas intensas. Algunos tramos del sendero son inestables, con riesgo de desprendimientos de hielo o lagos congelados ocultos. Un paso en falso puede ser letal.
Cassian asintió brevemente, aceptando el informe sin comentarios. Era lógico. Los datos eran sólidos. Aun así, no era eso lo que le interesaba.
–Las bestias habitaron estas tierras antes que nosotros –dijo en voz baja, casi más para sí que para el otro–. Siguen siendo sus verdaderas dueñas. Nosotros sobrevivimos por adaptación. Y conviene recordar que esa es nuestra única ventaja en un lugar como este.
Cassian no era de subestimar al enemigo. Nunca lo hacía. Ni siquiera si era un simple lobo.
–He traído suministros suficientes para afrontar varias emergencias –añadió, sin dar más detalles. Lo que él consideraba preparación iba más allá de cuerdas y raciones. Pero no era momento de entrar en eso.
Lievran hablaba con una compostura que Cassian reconocía: no era solo disciplina, era el reflejo de años de acondicionamiento. Cada palabra meditada, cada gesto contenido. Sin embargo, hubo algo en su tono al final, apenas una inflexión, que encendió una chispa de alarma en Cassian. No porque creyera que el viera intentara desobedecer, sino por lo contrario: por lo mucho que había detrás de su obediencia.
Lo que realmente le interesaba era ver si Lievran llegaría a las mismas conclusiones que él. Y entonces, el viera lo hizo.
–Dudo que encontremos bandidos –continuó Lievran–. Son pocos los que sobreviven aquí lo suficiente como para organizar emboscadas. Y para los que pueden, simplemente no vale la pena. El clima juega a nuestro favor, supongo.
Hasta ahí, Cassian estaba de acuerdo. Pero luego, vino la parte importante.
–La única posibilidad de cruzarnos con otras personas sería si otro grupo estuviera recorriendo esta ruta en dirección opuesta… o si se hubieran adelantado y encontrado problemas.
Pausa. Cassian inhaló profundamente.
–De lo contrario –dijo, y aunque su voz seguía siendo neutral, Cassian sintió el peso de las palabras–, si hay alguien más allá fuera… sabrían que estamos aquí. Y querrían detenernos.
Eso era. Exactamente eso. El pensamiento que había evitado poner en voz alta. Lo que ambos sabían, pero ninguno se atrevía a afirmar del todo. Cassian se detuvo un instante, solo lo suficiente para mirarlo de reojo con intensidad.
No reaccionó con alarma, ni con desaprobación. Solo silencio. Estaba satisfecho. Lievran no era ignorante. Lo había sospechado desde el principio, pero ahora lo sabía con certeza.
Una mente como la suya –la que sabía qué decir, y qué no– podía marcar la diferencia en lo que se avecinaba.
Cassian se volvió de inmediato. Permaneció de espaldas a Lievran, pero las comisuras de sus labios se alzaron apenas, por un instante fugaz, con una sonrisa contenida. No estaba preocupado por el hecho de que Lievran supiera –o hubiera deducido– la verdad. En realidad, estaba... encantado.
Cuando al fin se giró para mirarlo, lo favoreció con una mirada directa. Su expresión era impenetrable, pero en sus ojos brillaba algo distinto. La severidad que siempre lo acompañaba se disipó, aunque solo fuera por un momento.
–Muy bien –susurró, con una reverencia casi solemne. No lo dijo como quien aprueba un informe: lo dijo impresionado. Por más que intentara ocultarlo, un leve destello de admiración se coló en su mirada–. Es sabio contemplar todos los escenarios posibles. Incluso los menos probables.
Recordaba haber atisbado la inteligencia de Lievran desde niños, en los juegos que compartieron. Afortunadamente, había mantenido su mente en forma. Era una satisfacción que Cassian sólo podía guardarse para sí mismo, pero igualmente genuina.
Sin embargo, no era suficiente para que Cassian se sincerara con él. Todavía no. No mientras Lievran no descubriera por sí mismo cuál era su papel en todo aquello. Aun así, el hecho de que no hubiera descartado la posibilidad de una traición tan temprano en la travesía... quizás le daría al viera algo más en qué pensar sobre la verdadera naturaleza de su misión.
A menos que Lievran lo detuviera, Cassian volvió a mirar al frente y siguió caminando, sin añadir nada más. El silencio no era incómodo. Simplemente, no inició conversación por un buen rato. Aunque, si Lievran decidía hablar, le respondería sin dudar.
Caminar entre los árboles trajo consigo un silencio que Cassian no sabía que había necesitado. La nieve amortiguaba cada paso, y el aire helado mantenía su mente clara, despierta. No había torres de maquinaria negra ni el eterno zumbido de la capital a su alrededor. Solo bosque. Solo aliento. Solo el ahora.
Aunque el frío se colaba ya por los pliegues de su abrigo, lo soportaba sin quejarse. Era parte de lo que lo mantenía despierto. Vivo. Para Cassian, aquello no era una incomodidad: era un recordatorio de por qué amaba el campo. De por qué prefería esto a los pasillos sofocantes de Galbadia.
Pero no caminaba solo.
Lievran lo seguía en silencio. Cassian, de vez en cuando, miraba por encima del hombro, estudiando la figura que marchaba detrás de él. Se preguntó si el entorno le evocaba algo. Si recordaba de dónde venía. ¿El bosque lo tranquilizaba o lo humillaba? ¿Veía libertad en los árboles… o una jaula más grande?
La primera dificultad de su viaje no tardó en presentarse. Un par de horas más tarde, el aire se había vuelto apenas más templado, lo suficiente para provocar un deslizamiento.
Un alud de nieve y piedras sueltas se había desprendido durante la noche desde el risco adyacente, formando una acumulación irregular justo en medio del sendero previsto. Los árboles cercanos, apiñados entre sí, habían detenido el avance de la nieve y ofrecían una posible ruta alternativa a través del bosque. Sin embargo, la densa copa de los pinos bloqueaba la ya escasa luz del sol.
Podían intentar trepar por encima del obstáculo, pero no había garantías de un terreno firme. Y si lo hacían, había riesgo de que más nieve se desprendiera desde lo alto mientras se esforzaban por avanzar. Sus ojos no se apartaron del horizonte, pero su atención se centró enteramente en Lievran cuando este llevó un puño cerrado a la barbilla, mirando más allá del bosque que los rodeaba.
Cassian se detuvo al borde del obstáculo, evaluándolo. No lo dijo, pero en su mente, la prueba había comenzado.
Galbadia, 150 años antes
El amanecer se filtraba entre los árboles frente a Cassian, iluminando su camino. El sol apenas comenzaba a salir, y la mayor parte del gélido paisaje seguía envuelto en las sombras de la noche. La capital no despertaría hasta dentro de una o dos campanadas más, pero el día les exigiría cada momento de luz disponible para la travesía.
Cassian se hallaba frente a un sendero boscoso, a cierta distancia al sur de Galbadia. Llevaba un abrigo oscuro con ribetes de piel negra en el cuello y el dobladillo, y debajo su uniforme de campaña, cerrado hasta el cuello. Una bufanda colgaba suelta de su cuello, los extremos ondeando con el viento. Una mochila pesada se aferraba a sus hombros.
El frío no podía tomarse a broma en aquella parte del país. A unos pocos pasos de la seguridad de las bases militares, esperaba la muerte. Solo gracias a su ingenio habían sobrevivido sus antecesores. Y si no se mantenían alerta, ese mismo destino les reclamaría sin piedad.
Una escolta de la casa Domine le traería a Lievran hasta su ubicación. Aún se encontraba dentro del rango visual de Galbadia; nadie sería lo bastante temerario como para tenderles una emboscada allí. Había considerado la posibilidad, por supuesto, pero la probabilidad era lo suficientemente baja como para que su porte seguro de sí mismo no fuera simple fachada.
Lievran. No se habían vuelto a ver desde aquel encuentro fortuito en la infancia. A esas alturas, ambos debían haber conocido a muchas otras personas, acumulado años de experiencias. Tal vez sus recuerdos mutuos se hubieran vuelto borrosos... o quizás seguían tan nítidos como el primer día.
Cassian no lo había olvidado. Lo recordaba claramente, la primera ficha sobre el tablero de estrategia de su padre.
Durante sus años en la Academia, su abuelo y los Domine habían cultivado con esmero esa alianza. Los patriarcas de los Solane no eran hombres escrupulosos. Sus inversiones preferidas eran la fuerza, la seguridad y la estabilidad.
Durante un permiso, su padre le había invitado a diseñar una operación para debilitar a los principales agentes de sus detractores comunes. Era una jugada arriesgada: sacrificar un caballero y un alfil para eliminar una fila de peones. Pero eran riesgos calculados con precisión quirúrgica. Un heredero de Domine hubiera sido un cebo más apeteceible, sin duda, pero quizás se habían negado, considerando que estaba por debajo de su estatus... o quizás Lievran valía lo suficiente por sí solo. Lo habían exhibido lo bastante como para que su valor como objeto, tesoro y activo quedara claro para todos.
Al final, se había decidido que él acompañaría a Cassian Solane –ya entonces reconocido como ingeniero teniente–, quien portaba un encargo importante con destino a uno de los asentamientos del sur, al norte de Corvos, donde los rumores decían que había una instalación científica secreta. Tal información había sido proporcionada también a espías enemigos, cuidadosamente filtrada.
Cassian aguardaba su llegada con una expresión pensativa en el rostro.
El crujir de la nieve bajo sus botas le alertó. Avanzaba con pasos silenciosos y deliberados, como le habían enseñado. Vestía ropajes oscuros y ajustados, preparados para el movimiento, lo bastante elegantes como para ser reconocido como un retén de los Domine, sin ostentación innecesaria.
Lo reconoció antes de que Lievran lo viera a él. Había crecido, su cuerpo era más firme, más seguro. Pero aún conservaba esa misma aura... Cassian la recordaba. La mirada que le dirigió fue más larga y aguda que la que guardaba en su memoria.
El otro se detuvo a una distancia prudente, le mostró respeto, y pronunció su título con una cortesía medida. Su voz era comedida, su gesto neutral, sin alegría ni rencor. Era el tono de alguien que sabía que incluso recordar un momento cálido del pasado podía ser visto como una imprudencia.
Cassian escuchó sin mover un músculo. Aquel saludo... tan correcto, tan estudiado. "Lievran de Domine." Un nombre que en su infancia le pareció exótico, casi bonito. Ahora entendía bien lo que significaba: un recordatorio constante de su lugar. Un nombre que arrancaría sonrisas veladas o miradas de superioridad en los salones de poder.
Su rostro no mostró burla, pero tampoco calidez. Solo atención. Observó a Lievran con la misma precisión con la que estudiaba un plano o una formación enemiga.
Era la misma persona. Pero no lo era.
El rostro afilado, endurecido por los años. El cuerpo ya no era esbelto por fragilidad, sino por forma física. Podría no igualarlo en tamaño, Cassian estimaba que le sacaría quince centímetros de altura, pero tal vez lo superara en velocidad. Lo confirmaría en el camino.
Se preguntó si Lievran lo recordaba, si aquella noche había quedado grabada también en su memoria. O si la ignoraba por pura supervivencia. Fuera cual fuese la razón, Cassian no se lo recriminaría. Él no había conquistado provincias. No había inventado maravillas. Pero después de esa misión, nadie olvidaría su nombre.
–Tal y como esperaba –respondió, cortante pero sincero–. Tu cooperación se agradece, Lievran.
Cuando sus miradas se cruzaron, Cassian sostuvo la de Lievran con intención. Hablaba con franqueza. Estaba pidiéndole más de lo que había dicho, y lo sabía.
–Ven –ordenó luego, con un leve movimiento de cabeza hacia el sendero.
Giró sin esperar respuesta y echó a andar con paso firme. Ya no había tiempo que perder, y caminar sería la única manera de entrar en calor.
–¿Te han informado de tu misión? –preguntó sin volverse.
La respuesta llegó enseguida, con calma. Una nube de aliento acompañó las palabras.
–Sí, mi señor. Debemos acompañar un envío de suministros hasta los límites de Corvos. Material sensible, me han informado –Lievran respondió–. Mis órdenes son asistirle y asegurar que el transporte llegue intacto. Estoy familiarizado con el procedimiento, ya que no es mi primera misión de escolta. No le decepcionaré.
Ni una queja, ni una pregunta. Tal como se esperaba de un retén.
–Vaya. Pareces muy seguro de ti mismo –respondió Cassian.
–Mi confianza no es un privilegio, mi señor. Es un requisito. Mi señor no me habría enviado si creyera que podría fallarles –dijo, con la voz templada por la disciplina.
Cassian lo observó con atención. En ningún momento se había disculpado por debilidad; solo por la posibilidad de haber parecido arrogante. Levantó una mano a medio camino, cortando la disculpa sin dureza. No hacía falta decirlo: ni uno ni otro tenía opción de cuestionar esa decisión. Cassian sabía que, si fracasaban, las consecuencias para él serían duras… pero para Lievran, probablemente definitivas.
–Lo entiendo –respondió–. Tu presencia es la promesa de Lord Domine sobre tus capacidades. Cuéntame sobre ellas, retén.
Entonces, Lievran volvió a hablar, esta vez con la precisión de quien recita un informe.
–He sido entrenado en armas de corto alcance y combate cuerpo a cuerpo, especialmente con sable-pistola. También cuchillos. –Su mano rozó el mango de su arma–. Domino la navegación en bosque y la supervivencia en climas fríos. Mis deberes principales han sido escolta y protección, ya sea para Lord Domine o sus hijos.
Cassian asintió con un leve murmullo. No necesitaba añadir nada. Eso ya lo sabía, pero escucharlo de boca del propio Lievran le confirmaba algo que intuía: no estaba simplemente cumpliendo una orden. Estaba preparado para algo más.
–Nuestras habilidades se superponen –comentó Cassian con neutralidad. Había visto la forma en que el viera se movía. Sabía lo que eso implicaba. Lo que podía esperar de él… y lo que él podía esperar de Cassian.
Y cuando Lievran añadió, con igual calma:
–Si existen otras expectativas para las que deba prepararme, haré todo lo posible por adaptarme.
Cassian casi tropezó, apenas un paso mal dado, pero lo sintió en todo el cuerpo. Lievran no lo había dicho con segundas intenciones, pero Cassian escuchó la sombra de una pregunta no formulada. ¿Qué sabía? ¿Sospechaba algo? Había algo en su tono que le decía que no podía subestimar al viera.
No respondió de inmediato. En su lugar, volvió a caminar. Y tras unos segundos, habló, con la voz firme:
–Has navegado por bosques traicioneros, incluso en los peores climas, supongo. Describe los peligros que prevés en nuestro trayecto.
Si había alguien con más experiencia de los dos atravesando los peligros de las provincias de Galbadia, probablemente era Lievran. Y Cassian necesitaba saber exactamente con quién contaba… y qué había detrás de esos ojos entrenados para no revelar nada.
–El peligro más inmediato se encuentra en el entorno, mi señor. Estas tierras están pobladas por bestias: osos, lobos, y en el peor de los casos, un coeurl de montaña. El frío en sí es una amenaza constante: ventiscas, vientos cortantes, incluso nevadas intensas. Algunos tramos del sendero son inestables, con riesgo de desprendimientos de hielo o lagos congelados ocultos. Un paso en falso puede ser letal.
Cassian asintió brevemente, aceptando el informe sin comentarios. Era lógico. Los datos eran sólidos. Aun así, no era eso lo que le interesaba.
–Las bestias habitaron estas tierras antes que nosotros –dijo en voz baja, casi más para sí que para el otro–. Siguen siendo sus verdaderas dueñas. Nosotros sobrevivimos por adaptación. Y conviene recordar que esa es nuestra única ventaja en un lugar como este.
Cassian no era de subestimar al enemigo. Nunca lo hacía. Ni siquiera si era un simple lobo.
–He traído suministros suficientes para afrontar varias emergencias –añadió, sin dar más detalles. Lo que él consideraba preparación iba más allá de cuerdas y raciones. Pero no era momento de entrar en eso.
Lievran hablaba con una compostura que Cassian reconocía: no era solo disciplina, era el reflejo de años de acondicionamiento. Cada palabra meditada, cada gesto contenido. Sin embargo, hubo algo en su tono al final, apenas una inflexión, que encendió una chispa de alarma en Cassian. No porque creyera que el viera intentara desobedecer, sino por lo contrario: por lo mucho que había detrás de su obediencia.
Lo que realmente le interesaba era ver si Lievran llegaría a las mismas conclusiones que él. Y entonces, el viera lo hizo.
–Dudo que encontremos bandidos –continuó Lievran–. Son pocos los que sobreviven aquí lo suficiente como para organizar emboscadas. Y para los que pueden, simplemente no vale la pena. El clima juega a nuestro favor, supongo.
Hasta ahí, Cassian estaba de acuerdo. Pero luego, vino la parte importante.
–La única posibilidad de cruzarnos con otras personas sería si otro grupo estuviera recorriendo esta ruta en dirección opuesta… o si se hubieran adelantado y encontrado problemas.
Pausa. Cassian inhaló profundamente.
–De lo contrario –dijo, y aunque su voz seguía siendo neutral, Cassian sintió el peso de las palabras–, si hay alguien más allá fuera… sabrían que estamos aquí. Y querrían detenernos.
Eso era. Exactamente eso. El pensamiento que había evitado poner en voz alta. Lo que ambos sabían, pero ninguno se atrevía a afirmar del todo. Cassian se detuvo un instante, solo lo suficiente para mirarlo de reojo con intensidad.
No reaccionó con alarma, ni con desaprobación. Solo silencio. Estaba satisfecho. Lievran no era ignorante. Lo había sospechado desde el principio, pero ahora lo sabía con certeza.
Una mente como la suya –la que sabía qué decir, y qué no– podía marcar la diferencia en lo que se avecinaba.
Cassian se volvió de inmediato. Permaneció de espaldas a Lievran, pero las comisuras de sus labios se alzaron apenas, por un instante fugaz, con una sonrisa contenida. No estaba preocupado por el hecho de que Lievran supiera –o hubiera deducido– la verdad. En realidad, estaba... encantado.
Cuando al fin se giró para mirarlo, lo favoreció con una mirada directa. Su expresión era impenetrable, pero en sus ojos brillaba algo distinto. La severidad que siempre lo acompañaba se disipó, aunque solo fuera por un momento.
–Muy bien –susurró, con una reverencia casi solemne. No lo dijo como quien aprueba un informe: lo dijo impresionado. Por más que intentara ocultarlo, un leve destello de admiración se coló en su mirada–. Es sabio contemplar todos los escenarios posibles. Incluso los menos probables.
Recordaba haber atisbado la inteligencia de Lievran desde niños, en los juegos que compartieron. Afortunadamente, había mantenido su mente en forma. Era una satisfacción que Cassian sólo podía guardarse para sí mismo, pero igualmente genuina.
Sin embargo, no era suficiente para que Cassian se sincerara con él. Todavía no. No mientras Lievran no descubriera por sí mismo cuál era su papel en todo aquello. Aun así, el hecho de que no hubiera descartado la posibilidad de una traición tan temprano en la travesía... quizás le daría al viera algo más en qué pensar sobre la verdadera naturaleza de su misión.
A menos que Lievran lo detuviera, Cassian volvió a mirar al frente y siguió caminando, sin añadir nada más. El silencio no era incómodo. Simplemente, no inició conversación por un buen rato. Aunque, si Lievran decidía hablar, le respondería sin dudar.
Caminar entre los árboles trajo consigo un silencio que Cassian no sabía que había necesitado. La nieve amortiguaba cada paso, y el aire helado mantenía su mente clara, despierta. No había torres de maquinaria negra ni el eterno zumbido de la capital a su alrededor. Solo bosque. Solo aliento. Solo el ahora.
Aunque el frío se colaba ya por los pliegues de su abrigo, lo soportaba sin quejarse. Era parte de lo que lo mantenía despierto. Vivo. Para Cassian, aquello no era una incomodidad: era un recordatorio de por qué amaba el campo. De por qué prefería esto a los pasillos sofocantes de Galbadia.
Pero no caminaba solo.
Lievran lo seguía en silencio. Cassian, de vez en cuando, miraba por encima del hombro, estudiando la figura que marchaba detrás de él. Se preguntó si el entorno le evocaba algo. Si recordaba de dónde venía. ¿El bosque lo tranquilizaba o lo humillaba? ¿Veía libertad en los árboles… o una jaula más grande?
La primera dificultad de su viaje no tardó en presentarse. Un par de horas más tarde, el aire se había vuelto apenas más templado, lo suficiente para provocar un deslizamiento.
Un alud de nieve y piedras sueltas se había desprendido durante la noche desde el risco adyacente, formando una acumulación irregular justo en medio del sendero previsto. Los árboles cercanos, apiñados entre sí, habían detenido el avance de la nieve y ofrecían una posible ruta alternativa a través del bosque. Sin embargo, la densa copa de los pinos bloqueaba la ya escasa luz del sol.
Podían intentar trepar por encima del obstáculo, pero no había garantías de un terreno firme. Y si lo hacían, había riesgo de que más nieve se desprendiera desde lo alto mientras se esforzaban por avanzar. Sus ojos no se apartaron del horizonte, pero su atención se centró enteramente en Lievran cuando este llevó un puño cerrado a la barbilla, mirando más allá del bosque que los rodeaba.
Cassian se detuvo al borde del obstáculo, evaluándolo. No lo dijo, pero en su mente, la prueba había comenzado.
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Patio de Juegos / Re: Pride&Prejudice / Chapter III: A London Reverie
« Last post by Puri on June 30, 2025, 03:34:44 PM »Estimada señorita Bennett,
Ruego con todo mi corazón el que pueda perdonar mi falta de educación al no haber respondido a su tan tierno mensaje antes—lamentablemente, muchos asuntos y viajes constantes ocupan el escaso tiempo del que dispongo y aún no he podido descifrar el truco para obtener más horas en el día. Pero por favor, quiero que quede en claro que el orgullo de habernos conocido es mutuo. No sólo es la candidez que me mostró aquel día en el baile, sino también su honradez al haberme devuelto la prenda perdida y su ternura al regalarme uno de repuesto—es usted, sin lugar a duda, una persona con la que me gustaría mucho entablar amistad.
Es por ello que me da gran felicidad el poder contarle que a fines de otoño estaré visitando Bloomington junto a una gran amiga y mentora mía, a quien también me gustaría que conozca. Me temo que no puedo divulgar el verdadero motivo de mi visita a su tierra, ya que es información sensible relacionada al ejército; sin embargo, contaré con unos días libres después de terminar mis despachos y tanto mi amiga como yo podremos disfrutar de la campiña y, si todo sale bien, también de su compañía por un fin de semana (si es que no es mucho pedir que acepte esta invitación, claro está).
Espero pueda disculpar que esta carta llegue con tan poco tiempo de antelación a nuestra llegada, pero espero con muchas ansias su respuesta (y que ésta sea positiva). Junto a mi estimada estaremos hospedándonos en Haynes Park, residencia de Lord Carteret y su familia, quienes durante las fechas se encontrarán en Londres y han sido tan amables de prestarnos sus estancias para nuestro viaje de negocios y vacaciones. Le pido por favor que envíe su respuesta a esta dirección, ya que antes de tomar trayecto a Bloomington no estaré de manera regular en C.H.
Mi cerebro va a mil por hora y quisiera escribir un poco más; pero me temo que no sólo carezco ya de tiempo debido a mis deberes sinfín, sino que también creo que debo de haberle dejado con muchas preguntas y preocupaciones en su mente. Ya tendremos más tiempo de conversar largo y tendido, no se preocupe. Y si bien peco mucho de demorar en responder, puedo jurarle por mi honor que ninguna carta suya que llegue a mis manos carecerá de respuesta.
C.X.
La carta carecía de remitente, y aunque nunca hubiese visto esa letra anteriormente en su vida, sabía muy bien de quien se trataba.
Charles Xavier.
Comenzaba ya la segunda semana de noviembre y fines de otoño significaba las primeras semanas de diciembre. El conde y su misteriosa amiga harían acto de presencia en Bloomington en menos de un mes.
La carta cayó de sus manos a su regazo, el cual estaba abrigado por las mantas de su cama. La cama de la que no había salido en toda esa semana, debilitada por una fiebre que no se iba.
A lo mejor aquella visita sería lo que finalmente rompería con su letargo y tristeza. Finalmente una razón para salir de su habitación.
Dobló la carta y la devolvió adentro del sobre para guardar este debajo de su almohada.
Volvió a acostarse e intentó dormir.
Ruego con todo mi corazón el que pueda perdonar mi falta de educación al no haber respondido a su tan tierno mensaje antes—lamentablemente, muchos asuntos y viajes constantes ocupan el escaso tiempo del que dispongo y aún no he podido descifrar el truco para obtener más horas en el día. Pero por favor, quiero que quede en claro que el orgullo de habernos conocido es mutuo. No sólo es la candidez que me mostró aquel día en el baile, sino también su honradez al haberme devuelto la prenda perdida y su ternura al regalarme uno de repuesto—es usted, sin lugar a duda, una persona con la que me gustaría mucho entablar amistad.
Es por ello que me da gran felicidad el poder contarle que a fines de otoño estaré visitando Bloomington junto a una gran amiga y mentora mía, a quien también me gustaría que conozca. Me temo que no puedo divulgar el verdadero motivo de mi visita a su tierra, ya que es información sensible relacionada al ejército; sin embargo, contaré con unos días libres después de terminar mis despachos y tanto mi amiga como yo podremos disfrutar de la campiña y, si todo sale bien, también de su compañía por un fin de semana (si es que no es mucho pedir que acepte esta invitación, claro está).
Espero pueda disculpar que esta carta llegue con tan poco tiempo de antelación a nuestra llegada, pero espero con muchas ansias su respuesta (y que ésta sea positiva). Junto a mi estimada estaremos hospedándonos en Haynes Park, residencia de Lord Carteret y su familia, quienes durante las fechas se encontrarán en Londres y han sido tan amables de prestarnos sus estancias para nuestro viaje de negocios y vacaciones. Le pido por favor que envíe su respuesta a esta dirección, ya que antes de tomar trayecto a Bloomington no estaré de manera regular en C.H.
Mi cerebro va a mil por hora y quisiera escribir un poco más; pero me temo que no sólo carezco ya de tiempo debido a mis deberes sinfín, sino que también creo que debo de haberle dejado con muchas preguntas y preocupaciones en su mente. Ya tendremos más tiempo de conversar largo y tendido, no se preocupe. Y si bien peco mucho de demorar en responder, puedo jurarle por mi honor que ninguna carta suya que llegue a mis manos carecerá de respuesta.
C.X.
La carta carecía de remitente, y aunque nunca hubiese visto esa letra anteriormente en su vida, sabía muy bien de quien se trataba.
Charles Xavier.
Comenzaba ya la segunda semana de noviembre y fines de otoño significaba las primeras semanas de diciembre. El conde y su misteriosa amiga harían acto de presencia en Bloomington en menos de un mes.
La carta cayó de sus manos a su regazo, el cual estaba abrigado por las mantas de su cama. La cama de la que no había salido en toda esa semana, debilitada por una fiebre que no se iba.
A lo mejor aquella visita sería lo que finalmente rompería con su letargo y tristeza. Finalmente una razón para salir de su habitación.
Dobló la carta y la devolvió adentro del sobre para guardar este debajo de su almohada.
Volvió a acostarse e intentó dormir.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Miyu on June 30, 2025, 04:38:06 AM »No quiero salir de mi casa con esta nieveeee aaaaaaah
11 # True face. (1)
Roces casuales.
Miradas furtivas.
Sonrisas cómplices.
Besos voraces.
¿Cómo explicarle todo eso a Cheng Xiaoshi? Un amor poco convencional, prohibido ante los demás, ante las cámaras, y un sentimiento de engaño que perduraba tal cual sombra fría que roe hasta los huesos. ¿La consideraría una aberración? ¿Querría seguir siendo su amiga después de oír la verdad?
Apretó la taza de porcelana entre sus dedos, dejando que el calor casi punzante la anclara a la realidad. El rico aroma a café recién molido —toque amargo de tueste oscuro— impregnaba el aire cálido, mezclándose con el dulce perfume del pastel de red velvet. Una columna de vapor ascendía desde el líquido oscuro que se mecía suavemente en su interior chocando de forma increíble con la quietud que la tenía atrapada. Así avanzaba la vida... una vida sin Sua.
—Estoy bien —susurró, escueta, clavando la mirada en la taza, evitando sus ojos.
—No lo parece —respondió Cheng Xiaoshi, su voz ronca cargada de preocupación y empatía profunda, casi palpable en su tono y semblante, que solo él podía ofrecerle, pues entendía más que nadie la soledad profunda, la culpa de no ser suficiente y el abandono.
Después del colapso en el karaoke, su amigo la había guiado hasta este refugio cercano; una pequeña cafetería de nombre “Karma” pero atmósfera agradable. Era un rincón acogedor, de paredes revestidas en ladrillo visto con cuadros que en su interior guardan fotografías desvaídas, personas en blanco y negro, grabados en caligrafía antigua, puestos con un orden particular sobre el blanco ligeramente amarillento. Luces tenues, en farolillos de latón oxidado y bombillas Edison desnudas, colgaban del techo, formando círculos dorados de luz sobre las mesas de madera gastada, marcadas por años y tazas. Sillones de cuero envejecido y acogedores, dónde Miu se acomodó para meditar. El ocasional murmullo de conversaciones ajenas y el tintineo ocasional de una cuchara contra la porcelana se escuchaban sobre el jazz de la vieja rocola que funciona con vinilos del lugar, era lo único que cortaba el silencio de los pensamientos en ella.
El silencio entre ellos era denso e incómodo, mientras Haemiu agitaba la taza con movimientos nerviosos. Cheng Xiaoshi había ordenado por ella; un café doble expreso, intenso, y una rebanada generosa de pastel red velvet, el favorito de ella, según había aprendido de ver su Instagram.
—Cheng Xiaoshi… hay algo que debo confesar —la pausa que hizo fue pesada, oscura, con el peso amenazante de ahogar las palabras antes de nacer. El chino parpadeó, expectante, su expresión aún llena de preocupación por ella.
Los ojos ámbar de Haemiu recorrieron la habitación sin verla realmente; el resplandor cálido de las lámparas reflejándose en los tarros de cristal con granos de café, la cortina de terciopelo granate medio corrida, el vapor que escapaba de la máquina de espresso tras la barra de caoba.
—Ella… ensayaba cómo morir. Todas las noches —finalmente, sus ojos se enfocaron en el negro intenso de su cabello, antes de bajarlos, aplastada con la vergüenza y la culpa que la consumía—. Yo lo sabía. Lo vi y fingí que no lo veía. Murió… por mi deseo de triunfar, de salir entre las sombras.
Su acompañante la miró, sus pupilas oscuras abiertas por completo, la sorpresa en su rostro evidente. No encontró palabras. ¿Cómo consolar? ¿Cómo entender lo que decía? El aire entre ellos cambió ante la confesión de Miu.
Enmudeció intentando conectar todo lo que sabía de Yoon Haemiu.
—Hace años… —comenzó la de cabellos rosáceos, su voz un hilo quebrado que se aferraba al presente desde un pasado lejano y oscuro— fui una idol en entrenamiento que estudiaba en “Anakt Garden”. En esos tiempos, cuándo tenía ocho años, conocí a Sua. Ella siempre era silenciosa, hasta que oías su dulce y melodiosa voz.
La historia de su vida, la verdadera, empezaba a desenrollarse en esa cafetería, con ansias de sacar ese secreto demasiado tiempo guardado para los demás e incluso para ella misma.
Haemiu tragó saliva, sintiendo la sequedad abrasadora en su garganta a pesar del café caliente. Ya no podía dar marcha atrás, pues la historia había comenzado a salir como veneno de sus labios.
La taza tembló levemente en las manos de la coreana. Cheng Xiaoshi seguía en silencio. Su postura rígida, la mirada clavada en ella sin parpadear, algo antinatural en quien siempre tiene una alegría exagerada. Solo el leve movimiento de su pecho al respirar confirmaba que estaba presente con ella.
—Anakt Garden no era un jardín —continuó, rompiendo el silencio que Cheng no podía. Su voz sonaba automática—. Era una fábrica. Nos moldeaban desde los ocho años… coreografías perfectas, voces impecables, sonrisas de plástico. Sua... su voz era lo único real allí. Pura, frágil… lo que yo nunca seré —hizo otra pausa breve, observando cómo Cheng apretaba inconscientemente los puños sobre la mesa—. Yo aprendí a apagar mis sentimientos, a fingir ser inocente y linda y a sentir cuándo los mayores ordenaban algo. Sua, por su lado… siempre velando por mí.
Cheng seguía sin hablar. Sus ojos oscuros, normalmente brillantes con travesuras o curiosidad, estaban opacos de desconcierto y algo más profundo, un dolor anticipado como la persona empática que es.
—Los días no eran malos, siempre nos divertíamos juntas y explorábamos el internado con entusiasmo de dos niñas. En esos días era amistad… vivíamos la una por la otra y así crecimos hasta que la manager de nuestra generación, la cincuenta, nos llamó para formar un dúo llamado “Faery”. Las dos estábamos alucinando con la idea y que no necesitábamos competir como otras chicas por tener la posición de líder.
—… —Xiaoshi seguía atento sin sospechar hacia dónde iba la conversación.
—Los ensayos empezaron de inmediato. Ya habían seleccionado la temática, las canciones y absolutamente todo estaba ya puesto en una agenda —prosiguió Miu, clavando la mirada en el café—. La manager era estricta con chicas de catorce años, pero teníamos que debutar lo antes posible. Frente a todo el personal criticaba a Sua con palabras despectivas: inútil, lastre, tu melancolía asusta a los patrocinadores, solía decirle… Esas noches la encontraba en el baño marcando dónde desafinar, como tenía que callar, sus sonrisas que solo se dirigían a mí y no el público. Sus ojos... —la voz de Haemiu se quebró—… siempre amables, maternales, con amor que me dirigía a mí únicamente.
Un espasmo recorrió la mandíbula de Cheng. Su respiración se hizo más audible, se sintió áspero contra los ruidos del café.
La rebanada de red velvet seguía intacta, ninguno de los dos se atrevía a moverse hacia el pastel.
—No dije nada —confesó Haemiu, la vergüenza quemándole las mejillas—. Me di la vuelta y me encerré en mi habitación. Era más fácil fingir que no lo veía. Que no sabía. —tomó un sorbo amargo de la taza ya tibio—. Se repitió tantas veces e incluso ensayaba en qué posición hacerlo, la forma en que quería caer desde el balcón del quinto piso, mirando hacia abajo demasiado tiempo. En las escaleras de emergencia, con un frasco de pastillas… Siempre ensayado, como si quisiera hacerme las cosas más fáciles a mí y preparándose para dejar de existir. ¿Qué esperaba? No sé… valor, quizás o el momento exacto dónde me doliera menos.
Cheng Xiaoshi se movió. Su mano derecha se cerró con fuerza hasta dejar sus nudillos blancos.
—… —debía confesar los últimos acontecimientos, el por qué empezó a practicar sus muertes, pero Xiaoshi… le temía a su juicio—. Manteníamos una relación amorosa y fue descubierta por el personal, nuestras compañeras y los rumores se esparcieron tan rápido. Fotos, twits, chismes en páginas y el acoso en el anonimato… nuestro debut se desvaneció y cumplimos la mayoría de edad, nos graduamos sin debutar oficialmente, pero teníamos canciones, demos y demás cosas… con nuestra poca fama no nos alcanzaba con vivir de la música y Sua la pasó fatal. Nos distanciamos y los ensayos se volvieron realidad de un día para otro. Murió y yo escapé.
Una sonrisa desesperada se formó en ella con esas palabras saliendo, sin emociones reales.
—Los rumores se desvanecieron con su muerte, lo que ella siempre quiso… me protegió. ¡No la amaba tanto como decía!
Gritó atrayendo la atención de algunas personas y las lágrimas se formaron en sus ojos, resbalando lentamente por sus mejillas.
—¿Qué debí hacer? Su rostro en esos ensayos eran tan decididos a protegerme. Me entregó su vida.
—Todas las noches, al cerrar mis ojos, oigo el golpe. Un crujido seco, horrible —cerró los ojos un instante, reviviendo el sonido—. La veo. Veo su rostro afligido, su sonrisa tranquilizadora —abrió los ojos, finalmente atenta en el chico—. Lo primero que sentí fue alivio, Un alivio inmundo, asqueroso cuándo oí la noticia.
11 # True face. (1)
Roces casuales.
Miradas furtivas.
Sonrisas cómplices.
Besos voraces.
¿Cómo explicarle todo eso a Cheng Xiaoshi? Un amor poco convencional, prohibido ante los demás, ante las cámaras, y un sentimiento de engaño que perduraba tal cual sombra fría que roe hasta los huesos. ¿La consideraría una aberración? ¿Querría seguir siendo su amiga después de oír la verdad?
Apretó la taza de porcelana entre sus dedos, dejando que el calor casi punzante la anclara a la realidad. El rico aroma a café recién molido —toque amargo de tueste oscuro— impregnaba el aire cálido, mezclándose con el dulce perfume del pastel de red velvet. Una columna de vapor ascendía desde el líquido oscuro que se mecía suavemente en su interior chocando de forma increíble con la quietud que la tenía atrapada. Así avanzaba la vida... una vida sin Sua.
—Estoy bien —susurró, escueta, clavando la mirada en la taza, evitando sus ojos.
—No lo parece —respondió Cheng Xiaoshi, su voz ronca cargada de preocupación y empatía profunda, casi palpable en su tono y semblante, que solo él podía ofrecerle, pues entendía más que nadie la soledad profunda, la culpa de no ser suficiente y el abandono.
Después del colapso en el karaoke, su amigo la había guiado hasta este refugio cercano; una pequeña cafetería de nombre “Karma” pero atmósfera agradable. Era un rincón acogedor, de paredes revestidas en ladrillo visto con cuadros que en su interior guardan fotografías desvaídas, personas en blanco y negro, grabados en caligrafía antigua, puestos con un orden particular sobre el blanco ligeramente amarillento. Luces tenues, en farolillos de latón oxidado y bombillas Edison desnudas, colgaban del techo, formando círculos dorados de luz sobre las mesas de madera gastada, marcadas por años y tazas. Sillones de cuero envejecido y acogedores, dónde Miu se acomodó para meditar. El ocasional murmullo de conversaciones ajenas y el tintineo ocasional de una cuchara contra la porcelana se escuchaban sobre el jazz de la vieja rocola que funciona con vinilos del lugar, era lo único que cortaba el silencio de los pensamientos en ella.
El silencio entre ellos era denso e incómodo, mientras Haemiu agitaba la taza con movimientos nerviosos. Cheng Xiaoshi había ordenado por ella; un café doble expreso, intenso, y una rebanada generosa de pastel red velvet, el favorito de ella, según había aprendido de ver su Instagram.
—Cheng Xiaoshi… hay algo que debo confesar —la pausa que hizo fue pesada, oscura, con el peso amenazante de ahogar las palabras antes de nacer. El chino parpadeó, expectante, su expresión aún llena de preocupación por ella.
Los ojos ámbar de Haemiu recorrieron la habitación sin verla realmente; el resplandor cálido de las lámparas reflejándose en los tarros de cristal con granos de café, la cortina de terciopelo granate medio corrida, el vapor que escapaba de la máquina de espresso tras la barra de caoba.
—Ella… ensayaba cómo morir. Todas las noches —finalmente, sus ojos se enfocaron en el negro intenso de su cabello, antes de bajarlos, aplastada con la vergüenza y la culpa que la consumía—. Yo lo sabía. Lo vi y fingí que no lo veía. Murió… por mi deseo de triunfar, de salir entre las sombras.
Su acompañante la miró, sus pupilas oscuras abiertas por completo, la sorpresa en su rostro evidente. No encontró palabras. ¿Cómo consolar? ¿Cómo entender lo que decía? El aire entre ellos cambió ante la confesión de Miu.
Enmudeció intentando conectar todo lo que sabía de Yoon Haemiu.
—Hace años… —comenzó la de cabellos rosáceos, su voz un hilo quebrado que se aferraba al presente desde un pasado lejano y oscuro— fui una idol en entrenamiento que estudiaba en “Anakt Garden”. En esos tiempos, cuándo tenía ocho años, conocí a Sua. Ella siempre era silenciosa, hasta que oías su dulce y melodiosa voz.
La historia de su vida, la verdadera, empezaba a desenrollarse en esa cafetería, con ansias de sacar ese secreto demasiado tiempo guardado para los demás e incluso para ella misma.
Haemiu tragó saliva, sintiendo la sequedad abrasadora en su garganta a pesar del café caliente. Ya no podía dar marcha atrás, pues la historia había comenzado a salir como veneno de sus labios.
La taza tembló levemente en las manos de la coreana. Cheng Xiaoshi seguía en silencio. Su postura rígida, la mirada clavada en ella sin parpadear, algo antinatural en quien siempre tiene una alegría exagerada. Solo el leve movimiento de su pecho al respirar confirmaba que estaba presente con ella.
—Anakt Garden no era un jardín —continuó, rompiendo el silencio que Cheng no podía. Su voz sonaba automática—. Era una fábrica. Nos moldeaban desde los ocho años… coreografías perfectas, voces impecables, sonrisas de plástico. Sua... su voz era lo único real allí. Pura, frágil… lo que yo nunca seré —hizo otra pausa breve, observando cómo Cheng apretaba inconscientemente los puños sobre la mesa—. Yo aprendí a apagar mis sentimientos, a fingir ser inocente y linda y a sentir cuándo los mayores ordenaban algo. Sua, por su lado… siempre velando por mí.
Cheng seguía sin hablar. Sus ojos oscuros, normalmente brillantes con travesuras o curiosidad, estaban opacos de desconcierto y algo más profundo, un dolor anticipado como la persona empática que es.
—Los días no eran malos, siempre nos divertíamos juntas y explorábamos el internado con entusiasmo de dos niñas. En esos días era amistad… vivíamos la una por la otra y así crecimos hasta que la manager de nuestra generación, la cincuenta, nos llamó para formar un dúo llamado “Faery”. Las dos estábamos alucinando con la idea y que no necesitábamos competir como otras chicas por tener la posición de líder.
—… —Xiaoshi seguía atento sin sospechar hacia dónde iba la conversación.
—Los ensayos empezaron de inmediato. Ya habían seleccionado la temática, las canciones y absolutamente todo estaba ya puesto en una agenda —prosiguió Miu, clavando la mirada en el café—. La manager era estricta con chicas de catorce años, pero teníamos que debutar lo antes posible. Frente a todo el personal criticaba a Sua con palabras despectivas: inútil, lastre, tu melancolía asusta a los patrocinadores, solía decirle… Esas noches la encontraba en el baño marcando dónde desafinar, como tenía que callar, sus sonrisas que solo se dirigían a mí y no el público. Sus ojos... —la voz de Haemiu se quebró—… siempre amables, maternales, con amor que me dirigía a mí únicamente.
Un espasmo recorrió la mandíbula de Cheng. Su respiración se hizo más audible, se sintió áspero contra los ruidos del café.
La rebanada de red velvet seguía intacta, ninguno de los dos se atrevía a moverse hacia el pastel.
—No dije nada —confesó Haemiu, la vergüenza quemándole las mejillas—. Me di la vuelta y me encerré en mi habitación. Era más fácil fingir que no lo veía. Que no sabía. —tomó un sorbo amargo de la taza ya tibio—. Se repitió tantas veces e incluso ensayaba en qué posición hacerlo, la forma en que quería caer desde el balcón del quinto piso, mirando hacia abajo demasiado tiempo. En las escaleras de emergencia, con un frasco de pastillas… Siempre ensayado, como si quisiera hacerme las cosas más fáciles a mí y preparándose para dejar de existir. ¿Qué esperaba? No sé… valor, quizás o el momento exacto dónde me doliera menos.
Cheng Xiaoshi se movió. Su mano derecha se cerró con fuerza hasta dejar sus nudillos blancos.
—… —debía confesar los últimos acontecimientos, el por qué empezó a practicar sus muertes, pero Xiaoshi… le temía a su juicio—. Manteníamos una relación amorosa y fue descubierta por el personal, nuestras compañeras y los rumores se esparcieron tan rápido. Fotos, twits, chismes en páginas y el acoso en el anonimato… nuestro debut se desvaneció y cumplimos la mayoría de edad, nos graduamos sin debutar oficialmente, pero teníamos canciones, demos y demás cosas… con nuestra poca fama no nos alcanzaba con vivir de la música y Sua la pasó fatal. Nos distanciamos y los ensayos se volvieron realidad de un día para otro. Murió y yo escapé.
Una sonrisa desesperada se formó en ella con esas palabras saliendo, sin emociones reales.
—Los rumores se desvanecieron con su muerte, lo que ella siempre quiso… me protegió. ¡No la amaba tanto como decía!
Gritó atrayendo la atención de algunas personas y las lágrimas se formaron en sus ojos, resbalando lentamente por sus mejillas.
—¿Qué debí hacer? Su rostro en esos ensayos eran tan decididos a protegerme. Me entregó su vida.
—Todas las noches, al cerrar mis ojos, oigo el golpe. Un crujido seco, horrible —cerró los ojos un instante, reviviendo el sonido—. La veo. Veo su rostro afligido, su sonrisa tranquilizadora —abrió los ojos, finalmente atenta en el chico—. Lo primero que sentí fue alivio, Un alivio inmundo, asqueroso cuándo oí la noticia.
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HiMEverse / Re: HiMEverse Episode V: The Rebels Strike Back
« Last post by Cho on June 30, 2025, 01:14:02 AM »Lo apuré un poco, pero ya, terminé este fic, ahora a planear lo siguiente, yay~ (...)
Uhh y estos icons que faltan se están acumulando. Luego edito.
115.11.
Mientras sucedía ese muy disimulado encierro en el lugar de eventos, un par de personas aprovecharon una puerta auxiliar para los trabajadores del recinto a manera de burlar la guardia. Azul y Jade salieron por una puerta de escape adjunta a la cocina que se encontraba tan atareada preparando los múltiples bocadillos de la noche como para detectar sus presencias, aunque, incluso siendo detectados, ambos podrían arreglárselas con una agradable conversación y sus conocimientos sobre el catering.
Sin embargo, ni bien lograron salir del estadio y se vieron frente a frente con esa niebla roja, sus rostros amables y atentos no tardaron en cambiar.
“Apuesto a que Floyd es al menos parcialmente responsable de este desastre,” reclamó Azul, quien casi estrujó una bolsa de papel que contenía muchas fotocopias, de no ser por recordarse a sí mismo de tener cuidado.
“Fufu, no se puede tener una verdadera apuesta si los dos compartimos el mismo parecer,” Jade sonrió con ironía.
“Tch, no comiences ahora que está por comenzarme un insoportable dolor de cabeza,” el peliplateado se agarró la sien y se lamentó al negar repetidamente. Entonces, volvió a mirar a dicho ‘espectáculo’ frente a ambos con el ceño fruncido. “Para variar Floyd casi logra su cometido de regresar con las copias, pero…” miró a esa bolsa que traía consigo. “Encontrarla en el suelo tan cerca de una de las salidas… sólo puedo alegrarme que ningún miembro de nuestra audiencia principal se haya encontrado con este tesoro lleno de material de estudio para matemática…”
“Es una lástima que hayamos subestimado la demanda de dicho material en particular,” lo meditó Jade, borrando su sonrisa y viéndose solemne. “Ni bien nos quedamos sin stock del mismo, perdimos gran notoriedad estudiantil, además de no poder convencer de comprar paquetes de materiales con precios de rebaja.”
“Floyd aprovechó que estaba tan atareado para escaparse con la labor de ir por las copias, debí haberlo pensado dos veces…” dio un cansado suspiro.
“Azul, ¿cuál es el plan de acción? Nosotros no debemos involucrarnos en lo que observamos.”
“Obviamente que no, pero si no le damos un merecido café a tu fugitivo hermano, él continuará probando sus límites, y viendo que mis planes de negocio de la noche se han visto desbaratados por él…” se encogió de hombros. “No me queda de otra.”
“Fufu…” Jade sonrió. Siempre podían regresar a su ahora cerrado cubículo con las copias que acababan de encontrar, pero ya notaba que el peliplateado ni tenía intenciones de continuar. Al menos se encontraban haciendo algo más interesante para variar. “¿Por dónde lo comenzamos a buscar, entonces?”
“Tendremos que rodear esa niebla, no hay que meternos a la misma. Vamos de una vez.”
Así, los dos se pusieron en marcha con toda intención de mantenerse lejos del asunto.
…y poco después de que el par se alejara, Shion finalmente usó esa misma salida de emergencia para asomarse y confirmar aquella tormenta. La miró perdidamente, pero de inmediato recordó que tenía que apurarse, puesto a que sabía que Megumi había optado por pasear en el exterior del estadio. Como su Princess y por lo amable que él había sido con ella, tenía que asegurarse de que el menor estuviera bien.
…

Mientras tanto, el susodicho joven Rebel continuaba caminando junto con aquel grupo de Hanasaki de regreso al evento, todavía cruzando unos edificios antes de llegar al área amplia que rodeaba aquel gran centro de convenciones.
“Uhh, siento que este regreso nos está tomando una vida…” dijo Nio, un poco torturada.
“¿Eh? ¿Por qué? Si es el mismo camino,” Imanotsurugi ladeó su cabeza. “Hm, o sea, yo llegué rápido hasta que me puse a seguirles, pero no debería ser distinto.”
“Es que los dos podemos meternos en problemas,” observó Luso, dando un suspiro. “Más bien, ¿tú no estás en problemas por salir a buscarnos luego de oír que nos escapamos?”
“Hmm, no lo creo,” el pelicenizo alzó su mirada hacia el cielo nocturno. “Mikazuki-sama confía en que sé portarme bien durante una situación de emergencia, y sé que puedo honorar su confianza. Aunque…” se puso a pensar. “Podría verme mal en caso me asocien a ustedes, eso tiene sentido, ya comienzan a verme como un chico problema…”
“¡Nuevamente lo siento por eso, Ima-chan! ¡Nunca ha sido mi intención!” la pequeña HiME juntó sus palmas, afligida.
“Hehe, no lo menciones, Nio-chan, lo sucedido hoy ha sido muy distinto. Pero sí, debemos regresar lo antes posible para que puedas asegurarle a Ayesha-dono que estás bien…”
“…” Megumi terminó por detenerse y encarar a los demás, lo cual bastó para que ellos también hicieran un alto.
“O-oye, ¿qué haces?” preguntó Luso, extrañado y quizás un poco intimidado. Frunció el ceño. “Yo que pensé que teníamos una especie de tregua para variar.”
“Veo que no es necesario hacer que entiendas que soy un ser sin remedio. Está bien que me veas así,” se encogió de hombros, indistinto.
“¿Qué estás diciendo?”
“Luso, mira,” Nio de inmediato interrumpió la conversación para apuntar hacia el frente.
El grupo finalmente había llegado al área adjunta al estadio, donde pudieron ver aquella extraña niebla roja.
“Hm…” Imanotsurugi miró esa rara aparición atentamente. “Esto no estaba así cuando vine.”
“Sí, definitivamente no,” Nio negó.
“Ohh… es increíble,” por su parte, Luso pareció muy curioso y hasta casi gratamente sorprendido, como si estuviera viendo un espectáculo. Estuvo por continuar avanzando.
“No te acerques…” Megumi negó. “Es afortunado que identifiques a Rebels como yo como enemigos, pero no por eso deberías estar tan despreocupado ante cosas desconocidas, en especial si tienen algo que ver con estas instituciones.”
“Entonces, ¿qué es?”
“Debe tener que ver con aquel radical libre que les describí. Esa niebla será una manifestación de su poder,” explicó inmutado. Él miró hacia el lado opuesto del estadio. “No hay niebla por allá, pueden intentar regresar a salvo por aquel lado.”
“Hehe, es verdad, vamos de una vez,” comenzó el pelicenizo.
“Eh, pero…” Nio miró hacia esa área, y luego de forzar un poco su visión, pudo reconocer a un par de las HiMEs de su grupo que se encontraban peleando contra orphans humanoides.
“¿Q-qué son esas cosas?” Luso se sobresaltó. “¡P-parecen fantasmas!”
“Orphans semejantes a humanos, tiene sentido que den esa impresión,” Megumi se encogió de hombros. “No es pelea de ustedes, desistan en ir donde ellas.”
“Pero…” comenzó la HiME.
“Si incluso un niño sin importancia para Rizembool como yo recibió la advertencia esta noche, esos orphans deben ser más peligrosos de lo que parecen,” le recordó su Rebel, casi con severidad. “Y si los ven con esas HiMEs, estarán en muchos problemas.”
“L-lo sé…” aun así, la pequeña se notó en conflicto.
“…” incluso Luso no se movió y continuó mirando a esas HiMEs tratar de pelear, con visibles nervios.
“…” Megumi dio un suspiro y miró a su amigo. “Imanotsurugi-san, quizás usted puede hacerles entender la razón…”
“Ehh, creo que con eso entiendes que son buenos chicos. Ahora están poniendo primero el bienestar de esas chicas, por más que no puedan hacer nada,” contestó, amenamente.
“No es prudente celebrar un comportamiento tan irracional…”
“Uhh, por supuesto que está bien, y deja de ser tan formal conmigo,” le abrazó de un brazo.
“…” Megumi le miró con reproche. “Déjame, por favor.”
“Lo haré si me tratas como los demás, vamos,” le pidió.
“…está bien, haré lo que pueda…” rodó los ojos en lo que era soltado.
“¡Ya, finalmente!” Imanotsurugi se alegró.
“…” dio un suspiro. “Pienso que ya les he acompañado lo suficiente. Lleva a tus amigos dentro del edificio. Yo seguiré dando vueltas.”
“Eh, pero…”
“Lo dije previamente. He venido a estudiar y aprender más de esta guerra y de mi posición en ella. Estaré bien, seré prudente.”
“Hm… bueno, te agradezco por acompañarnos hasta acá, entiendo,” sonrió apenado. “Sólo no te metas en esa niebla, por favor. Tiene un olor muy tenue, pero alarmante… es casi como sangre.”
“…” Megumi se extrañó por dicha observación del otro. No era algo que hubiera esperado. “…podré no compartir esa impresión, pero yo tengo mis propias reservas con la neblina. Casi la percibo como una especie de maldición, una más grande que las que puedo conjurar…”
“Ya veo…” Imanotsurugi asintió y se vio un tanto preocupado. Entonces…
“¡Eh!” Nio se estremeció al ver a una HiME casi recibir un ataque mortal por una de las orphans con las que peleaba. Esta fue resguardada por otra, pero Nio igual temió lo suficiente para intentar darles el alcance.
“¡No, suficiente~!” canturreó el pelicenizo, agarrándola del brazo. “Vamos, Nio-chan, no estás lista para poder ayudarles. Tenemos que regresar al estadio. Tú también, Luso.”
“S-sí, perdón…” bajó su mirada.
“Eh…” Luso notó cómo Megumi ya caminaba para alejarse de ellos. “Tu amigo…”
“Está bien, Megumi va a mantener distancia, confío en él,” Imanotsurugi asintió y sonrió. Por más que Luso se haya mostrado tan reacio con el pelinegro, igual le extendía consideración.
Sin embargo, pese a las intenciones de Megumi de mostrarse prudente, este se sorprendió al identificar una silueta avanzar en medio de la niebla, una que no pertenecía a dichas orphans. Se trataba de Shion, quien se encontraba perdida y aparentemente mareada y desbalanceada en lo que sus pasos tambaleaban. Sus ojos estaban tan concentrados en la niebla a su alrededor que parecía incapaz de detectar a nadie más.
“…” a pesar de sus intenciones, Megumi pretendió correr para darle el alcance y sacarla de ahí cuanto antes…
“¡Megumi, no!” felizmente, Imanotsurugi fue más rápido y resultó él quien jaló a su amigo para mantenerlo lejos de la posible manifestación de orphans.
“…perdón, es que…” al nuevamente verse rodeado de ese grupito de Hanasaki, el Rebel comprendió que no poder cometer tal imprudencia. Igualmente, siguió mirando hacia la peliazul con preocupación e impotencia. “…soy responsable de ella…”
“¿Eh?” el pelicenizo se sorprendió. “¿Ella es la Princess de la que me hablaste?”
Nio y Luso intercambiaron miradas y también se limitaron a observar…
“¡Hahahaha!” en medio de otra carcajada maniaca, Floyd volvió a dar un certero golpe en el rostro de una de las enshyoujos, el cual la lanzó al piso.
Él pretendió darle un golpe final para hacerla desaparecer en medio de la niebla como ya lo llevaba haciendo un largo rato. Sin embargo, debido a la mayor cantidad de los orphans, otro par de enshyoujos aprovecharon su enfoque para atacarle de sorpresa. Si bien este pudo esquivar los ataques mortales, su tubo de metal terminó siendo lanzado por los aires a un punto no determinado ni visible por la espesa niebla roja.
“…” el peliverde secó un rasguño ensangrentado al costado de su rostro con el revés de su mano, y prestó atención al ver cómo los orphans continuaban incrementando. Estaba completamente rodeado. Sin embargo, él no pretendía detenerse e hizo sus manos en puños. Ante esa acción, todas las enshyoujos gritaron y corrieron para atacarle. Floyd sonrió desafiantemente.
Y entonces, Shiyoon finalmente pudo darle el alcance. Este barrió una parte descuidada del círculo de orphans, y ni bien agarró a Floyd del brazo, abrió un portal para inmediatamente huir.
“¿Eh?” un perdido Floyd se percató que de la nada estaba en la azotea de un edificio bajo y adjunto a la niebla roja, aunque lo suficientemente separada de ella.
“Pienso que ya te has divertido lo suficiente, ¿no lo crees?” Shiyoon dio un suspiro en lo que desaparecía su espada. Sonrió frustrado. “No me gusta ser un aguafiestas, aunque estoy aquí con una labor, y si no hacemos nuestra parte nos meteremos en enormes problemas con Rizembool.”
“Oye, si recién se ponía interesante,” le reclamó el otro.
“Claro, interesante para las enshyoujos porque sin el tubo de metal no tendrían dificultades dándote el alcance. Te creo más prudente de lo que suenas, no querías morir ahí, ¿o sí?”
“Heh, si moría tú serías el responsable, ¿no? Por eso contaba en que viviría sin importar lo que hiciera,” sonrió con ironía. “Así que ese es tu problema. Y tu trabajo también es tu problema ahora, no me lances al muerto encima.”
“Creo que he sido demasiado permisivo contigo para que tengas esa actitud…” negó frustrado. Shiyoon se le dirigió sin perder la calma, aunque con más atención de la usual. “Pues déjame ser tu senpai para variar y decirte que desde que te sumaste a acompañarme, mis problemas son los tuyos. Ahora lo único que espero que hagas es que me ayudes a ubicar al revoltoso. Tú lo puedes detectar más fácil que yo.”
“Uhh, cómo me matas las vibras…” rodó los ojos. Entonces, Floyd se vio casi alertado, como si pudiera detectar una presencia.
“¿Ya lo encontraste?”
“Hay un aura por allá,” dijo apuntando hacia la azotea del edificio cercano más alto, uno con una vista muy apropiada hacia el caos de la niebla. Floyd hizo una mueca de dolor. “Sí, es un aura que me recuerda a la del jefe, pero igual es distinta, ese será.”
“Bien, buen trabajo, ahora vamos,” Shiyoon sonrió.
“¿Eh? ¿Por qué yo debo ir? No soy tu sabueso.”
“Haha, ¿acaso no querías conocerle? Te aseguro que es todo un personaje.”
…


“Tsk…” Tenshi se agarraba un brazo desgarrado por uno de los orphans e invocaba paredes de tierra para resguardarse a ella y a sus aliadas, aunque las defensas cada vez caían más rápido.
“Necesitas asistencia médica, no puedes continuar así,” le observó Suzuka, en lo que empujaba a otro par de orphans con torrentes de agua.
“Ihh… pero si no nos quedamos haciendo frente… podrían atacar al estadio…” dijo ella, apesadumbrada. “Ahí sí perdemos.”
“¡Cuidado!” Youmu se preparó para atacar al grupo de orphans que terminaron de derribar la pared de tierra más grande. Aprovechó que estuvieron congregadas para propinarles un efectivo ataque que las derrotó de una sola… e igual que en muchas otras ocasiones, esas orphans se deshicieron en la niebla para nuevamente resurgir sin perder fuerza alguna. “¡Tsk!”
“¡Demonios, no hay fin a esto!” exclamó la peliazul con gran frustración. Ella vio a Youmu y Suzuka de inmediato hacerles frente, aunque de la misma niebla se originó un orphan nuevo a gran cercanía, que por poco y estuvo por atacarle. “¡AHH!”
Tenshi se cubrió el rostro con su brazo sano, aunque esa vampiresa terminó por recibir unos haces de luz con gran potencia, y fue derrotada e impulsada hacia atrás.
“No apruebo tu decisión de atacarlos pese a las advertencias que recibimos, pero tampoco dejaré que te aniquilen,” declaró Reimu, quien sin duda no estaba nada contenta de haberse metido al embrollo. “Ahora más le vale a ese hermano de Saki de que sí hay gente en camino para ayudarnos.”
“Reimu…” Tenshi frunció el ceño. “Gracias, pero pudiste auxiliarnos desde antes.”
“…” la miko le miró desde arriba con ojos desposeídos. “Alégrate de que te extendí piedad…”
“Eh…” tragó saliva. Sí, mejor no decía nada.
Entonces, hubo un difuso destello dentro de la densa niebla roja que la iluminó considerablemente, y continuó incrementando hasta llegar donde las HiMEs. El producto de esa gran luz fueron unos torrentes de electricidad extremadamente poderosos que muy estratégicamente esquivaron a las chicas y barrieron con esos raros orphans.
“¿Qué es eso?” Youmu se impresionó.
“…” Suzuka sintió nervios. “No puede ser…”
“Hola, Suzuka, ¿me extrañaste?” Ootakemaru llegó caminando sonriente, junto con su compañero que escondía hasta su rostro dentro de su típica capa negra.
“Eh, ¿eh?” Tenshi ladeó su cabeza.
“Fufu…” Matsui se expresó con un tono lúgubre y burlón. “¿Tan inútiles tenían que ser para resultar rescatadas por sus Rebels?”
Aquellos torrentes de electricidad habían disipado una buena cantidad de la niebla, pero esta continuó recuperándose alarmantemente, y más enshyoujos empezaron a renacer.
“…” Youmu preparó sus espadas. “Veo que esto no termina…”
“!!!” aun ocultando su rostro, Matsui dio un paso adelante con gran fuerza y un aura asesina emanó del mismo. Sólo dicha acción causó que las orphans se aturdieran y retrocedieran.
“…” Reimu se mostró aprehensiva, aunque mantuvo su calma. “¿Qué están haciendo?”
“Huyan, HiMEs, ustedes no tienen nada más que hacer aquí,” susurró Matsui con frialdad. “Este es nuestro trabajo desde ahora.”
Aquel contundente mensaje les forzó a desistir, y así, Tenshi fue ayudada por Suzuka en lo que Reimu y Youmu asintieron a los Rebels a manera de agradecerles, y todas terminaron por unirse a Saki y Tsubasa para huir de regreso al estadio.
“…waka-sama,” comenzó Matsui, meditabundo. “Usted posee el suficiente poder para ralentizar su regeneración, pero no es la manera de detener a las enshyoujos completamente.”
“No lo es, pero no es importante,” recalcó Ootakemaru, indistinto y despreocupado. Entonces, frunció el ceño. “Queda el trabajo de aquel subordinado de Yamata no Orochi de detener al problema de raíz, si es que podemos confiar en esa persona.”
“Es precisamente por la falta de confianza que lo menciono…” el encapuchado vio una enshyoujo aparecer cerca de él, y de inmediato a agarró del cuello, para deshacerla en la niebla roja y absorberla a sí mismo.
“O-oye…” Ootakemaru se alertó.
“La asimilación es la estrategia más efectiva contra ellas, un truco que no muchos pueden hacer…” dio un suspiro. “Y yo podría llevarlo a cabo, sin embargo…”
“Ya perdiste el control en el muelle el otro día, no dejaré que vuelva a suceder,” espetó. “Así que tú sólo sigue con el protocolo de ahora, ¿has entendido? No es nuestro trabajo eliminarlas, mas frenar su avance.”
“Como usted diga…”
…

La llegada de los fuertes torrentes forzó a los niños a resguardarse y esconderse detrás de un grupo de arbustos en un intento bastante ineficiente para evitar ser alcanzados por los mismos. Felizmente dicho elemento se disipó poco después de cubrir el área de la niebla, aunque la sorpresa del mismo resultó en que Shion se alertada y cayera sentada al piso.
“Ihh, ¿quién demonios puede hacer un ataque tan fuerte?” preguntó Luso, todavía asustado.
“Por el elemento, casi diría que es Shinkouhyou, pero…” Megumi se puso a pensar.
“No, no puede ser, él nunca ayudaría en una situación así, además que él es aún más fuerte que eso,” Imanotsurugi asintió.
“¿Eh? ¿Ese señor raro es tan fuerte?” Nio se vio sorprendida.
“¿De quién hablan?” Luso alzó una ceja al entender que era el único fuera del asunto.
“Alguien de Rizembool, es todo lo que te corresponde saber,” Megumi se encogió de hombros y volvió a mirar a Shion, quien continuaba sentada en el piso y temblando en lo que cubría su cabeza con ambos brazos. “Parece que la niebla desapareció…”
“No, no, todavía la puedo oler,” por precaución, el pelicenizo agarró un hombro de su amigo. “Esperemos a que otro ataque así vuelva a ocurrir, es mejor que no nos aventuremos.”
“Pero…”
“Más bien me sorprende que tú sí sepas sobre Shin-kun, Nio-chan,” continuó Imanotsurugi.
“Sí, lo he visto antes. Es que él ha ido a visitar a Larsa varias veces en Londres. Creo que tiene una conexión con su familia,” contestó Nio, pensativa. “No que realmente haya hablado mucho con él, pero sí me acuerdo de su nombre.”
“Oh, ese amigo tuyo debe ser una persona muy interesante para conocerlo así…”
“…” Megumi frunció el ceño. El otro continuaba con su agarre así que no podría zafarse fácilmente de él.
En eso, vieron que unas tres orphans con apariencia de vampiresas se materializaron rodeando a Shion, lo cual alarmó a todos.
“¡Ihh, sí parecen fantasmas o zombies!” exclamó Luso.
“¡AHH, ¿qué hacemos?!” Nio agarró su cabeza con terror.
“¡Oigan, tranquilos!” les pidió Imanotsurugi. “Si las ven, notarán que no tienen intenciones de hacer nada, así que quédense quietos. No hay que darles razones.”
“…” efectivamente, Megumi notaba que era verdad y era probable que no tuvieran que preocuparse mientras se quedaran como observadores. De todos modos, el verdadero problema era lo que Shion podría intentar hacer al percatarse de ellas.
“¿Eh?” Shion dejó de resguardarse, y en vez de esos aterradores torrentes de electricidad, reconoció a esos raros orphans que casi parecían personas. Al observarlas, pareció algo inquieta, pero más que nada se quedó mirándolas con curiosidad. Las orphans a su vez le dirigieron la mirada y empezaron a acercarse.
Nuevamente, Megumi tuvo la intención de alcanzarle, para que Imanotsurugi volviera a meterse en su camino. El pelinegro notó con leves nervios cómo el collarín restrictivo de Shion empezó a temblar…
…
Yato había estado observando atentamente durante todo el desarrollo de su pequeña ‘travesura’. En el presente, su atención estaba enfocada en aquel par de Rebels que se encontraban combatiendo a las enshyoujos y la densa niebla. Si bien esta empezaba a apagarse, no iría a disiparse del todo si es que Yato mismo no la removía, o si es que alguna persona con un poder verdaderamente efectivo fuera a hacer aparición.
Por supuesto, como demostrado antes, uno de los dos Rebels sí sería capaz de aquello, aunque notaba que este había terminado por desistir, para decepción del pelirrojo.
“Has crecido, Matsui, ya no eres aquel niño que una vez conocí…” Yato sonrió con ligera nostalgia. Él rió para sus adentros. “De querer adentrarme más en mi rol como un caballero, podría humillarme para atribuirme una apreciación muy humana dirigida a ti… Sí, puedo decir que me siento orgulloso de que hayas podido desarrollarte, eres lo más cercano a mi sucesor, si tan solo fueras a aceptar ese camino…”
Fue entonces que percibió una aparición detrás de él y se giró. Era aquel subordinado de la persona que había aceptado como superior a él, acompañado de un desconocido joven que, por la presencia que tenía, debía igualmente ser otro afiliado más.
“Ohh, totalmente tiene la apariencia de un final boss~” canturreó Floyd, animado. “¿Eres quien trajo a todas las vampiresas a la vida?”
“Creo reconocerte como quien permitió que mis estimadas damas pudieran expresarse llenamente,” Yato llevó una palma a su pecho y asintió con gentileza. “Permíteme agradecerte, mis enshyoujos andaban inquietas de salir a deslumbrar su belleza.”
“¿Eh?” ante dicha actitud, todos los ánimos de Floyd se fueron al tacho.
“Haha, ¿ves que no es lo que parece? Yato es muy entretenido,” Shiyoon rió un poco.
“Joven Shiyoon, ¿podrías darme el gusto de conocer a tu acompañante?” le pidió el pelirrojo.
“Ah, cierto, mis disculpas. Te presento a Floyd Leech, él también pertenece a nuestro grupo, aunque continúa con su entrenamiento,” dijo en lo que lo señalaba con una palma.
“Un gusto, mi nombre es Yato, y como un nuevo seguidor de Yamata no Orochi-sama, presumo que me espera mucho entrenamiento por delante. Espero que nos llevemos bien.”
“Ew, no gracias…” Floyd pasó a cruzar sus brazos a manera de enfatizar su rechazo.
“¿Hm? ¿En qué podré haber fallado? Pretendí presentarme en la manera más cordial,” Yato llevó una mano a su mentón, dubitativo.
“Eh, no sé…” Shiyoon también se vio confundido, y miró al peliverde. “¿Todo bien?”
“¿En serio no entiendes lo que pasa?” Floyd le miró con reproche. “Cuando me dijiste que este tipo era la gran cosa, había esperado toparme con un desenfrenado blood demon. Él más bien es igualito a Jade y ya he tenido que aguantarlo toda mi vida.”
“Ehh…” Shiyoon no evitó sonreír incómodo, aunque a su vez aguantó sus ganas de reír. “Pues, ahora que lo mencionas…”
“¿Me asemejo a otra persona a quien conoces?” preguntó Yato, intrigado. Este pasó a sonreír con cordialidad. “No puedo hablar en el lugar de alguien más, aunque puedo asegurar que soy más que un agradable caballero en mi manera de ser.”
“Tch, sé bien tu tipo, eres de esos que camuflan sus travesuras con un acto falso de buen comportamiento, no me engañas…” dicho esto, los hombros de Floyd se cayeron. Era como si sus energías se hubieran desinflado. “Pasar de vampiresas tan peligrosas a un tipo como Jade, cómo me han arruinado la noche.”
“Haha, no seas tan malo con tu hermano,” comenzó Shiyoon. “Él que se apena cuando lo tratas así.”
“Tú no eres buenito como para creerte sus lágrimas de cocodrilo, así que cállate.”
“Hmhm…” Yato rió por lo bajo. “Imagino que hay el espacio suficiente en los alrededores para que ustedes dos dialoguen sin necesidad de aparecer frente a mí.”
“Sí, no hemos llegado sólo para hablar entre los dos, tenemos que atenderte a ti, Yato,” agregó el pelimarrón, amenamente.
“Y por ello comprendo que ha llegado mi turno de desaparecer a mis estimadas damas y despejar la niebla roja por completo,” concluyó en lo que cruzaba sus brazos y sonreía rendido, casi desilusionado por la realidad. “Siento que no he saboreado la libertad lo suficiente aún, habiendo estado tantos años en cautiverio…”
“Tsk, tsk,” sí, le hervía la sangre, era igualito a su gemelo. No había nada sincero en su lamento.
“Eh, mejor yo me encargo, Floyd…” Shiyoon no evitaba mantener su entretenida sonrisa. Avanzó por delante del otro y se dirigió al pelirrojo. “Es apenas la primera ocasión, te aseguro que el jefe te encuentra tan divertido como para darte muchas oportunidades más, ¿y quién sabe? Quizás hasta encuentre una HiME super fuerte que sea el perfecto match para ti, pero ha sido suficiente por hoy.”
“Comprendo la dualidad de HiMEs y Rebels, pero en mi manera de ser, fallo en imaginar que pueda existir una sola HiME a la que pueda categorizar como mía. Mis queridas damas acaban de batallar contra un puñado de esas HiMEs y sentí que ellas no fueron suficientes para mí…” confesó tranquilamente. “Y joven Shiyoon, no evito protestar ante tu pedido de retirarme por el resto de la noche. Orochi-sama debe haber disfrutado del espectáculo que he rendido en su nombre. Quizás muchos otros habrán esperado mantener la paz en un evento con gente normal, pero sé que Orochi-sama no ve el valor en que no pueda expresarme a plenitud. Me apena que él vea necesario ajustarse a las reglas de otros.”
“O sea, entiendo lo que dices, pero no es tan simple,” Shiyoon se encogió de hombros. “Le guste o no, si termina por molestar a muchos en Rizembool, nuestro jefe se puede meter en problemas que luego le impedirán actuar como él guste. Es parte del juego de ser un caballero y parte de la alcurnia de la sociedad, ¿no lo crees?”
“Es una necesidad propia de seres quienes han decidido ser caballeros… eso puedo entender. Incluso dentro de una situación en la cual podamos tener perfecto albedrío… las limitaciones que nos imponemos son a su vez el origen de un desafío y un capricho que terminarán por enriquecernos, y que harán nuestras hazañas incluso más valiosas. No nos queda de otra…” entonces, Yato se giró a mirar el ambiente y su ya debilitada niebla, y con un movimiento de su mano, esta comenzó a disiparse por su cuenta. “Si mis acciones pueden resultar inconvenientes para Orochi-sama, definitivamente no puedo continuar. Acepto retirarme por hoy.”
“Bien, muchas gracias,” Shiyoon asintió agradecido. “Te puedo llevar de regreso a la base de inmediato.”
“No es necesario, quisiera surcar el cielo nocturno por mi cuenta…” Yato miró hacia la luna. “Estoy dentro de mi elemento y espero disfrutarlo un poco más.”
“Eh, pero no hagas nada más que transportarte de regreso, ¿de acuerdo?” alzó una ceja.
“Fufu, no tienes nada que temer. Si fuera a querer tomarme otra libertad, lo platicaré con Orochi-sama previamente,” este miró al par y dio una última venia. “Les deseo una agradable noche.”
Y así, él mismo se deshizo en más de aquella niebla rojiza, para entonces desaparecer.

La niebla comenzaba a desaparecer. Entonces, las enshyoujos que rodeaban a Shion también mostraron desvanecerse poco a poco, con estas entrando en pánico. Dos no llegaron a resistirse, y entonces la tercera se acercó a Shion casi a manera de pedir ayuda.
“!!!”
Al verse aparentemente asediada por esa orphan, la peliazul miró al monstruo con unos ojos destellantes de un color azul, el cual a su vez pasó a rodearla como llamas por todo el cuerpo, Esa enshyoujo de inmediato fue consumida por llamas azules y gritó de dolor hasta que no quedó nada de ella.
Los niños se impresionaron por aquella vista, y cuando ese orphan dejó de existir, Shion desapareció ese fuego, para nuevamente caerse sentada. Ni bien Imanotsurugi dejó su hombro libre, Megumi se apresuró a darle el alcance.
“Shion…”
“Eh, Megumi…” ella se mostró confundida, y de inmediato se puso de pie. “¿Estás bien? Oí que algo ocurría afuera así que vine a buscarte.”
“No tenías que preocuparte. Más bien, no vuelvas a exponerte a algo como esa niebla de nuevo,” el otro frunció el ceño.
“L-lo siento, es que quise ir hacia los jardines y no quería que me detectaran las HiMEs, por eso entré a la niebla… y de ahí me perdí. ¿Sabes? Esta se sintió como una maldición, por eso me causó mucha curiosidad…”
“Sé que eres de detectar tu propio poder con facilidad, debí suponer que podía atraerte…” bajó su mirada.
“Ehh, p-perdón por inquietarte, no quiero ser un estorbo para ti,” la mayor se incomodó. “Yo que vine a buscarte…”
“No, está bien, ninguno de los dos tenemos la suficiente experiencia. Para la próxima nos vamos a poner de acuerdo mejor,” asintió. “Ahora regresemos. Seguramente mi hermano andará buscándome en cada rincón del estadio. Debe estar preocupado.”
“Hehe, tienes un hermano muy dedicado,” Shion sonrió débilmente.
“¡Megumi!” Imanotsurugi le alcanzó. “¡Dime! Es la Princess de la que me hablaste, ¿verdad? ¡Ya era hora que la conociera!”
“Sí…” este alzó una ceja. “Imanotsurugi-san, ella es Shion.”
“Oh, eh, ¿eres amigo de Megumi? M-mucho gusto,” sonrió con torpeza.
“¡Igualmente!” él sonrió de oreja a oreja. “¡Eres muy linda!”
“¡E-ehh, n-no lo soy!” ante dicho cumplido, la peliazul se horrorizó y se cubrió su rostro con ambas palmas. “¡Soy horrible! ¡¿No has visto mi maraña de cabello?! ¡Y mi tez es de zombie!”
“Vamos, no digas esas cosas sobre ti, estoy diciendo la verdad,” observó el pequeño.
“Eh, Ima-chan, tienes que tener cuidado con cumplidos de ese tipo,” observó Nio. Tanto ella como Luso acababan de llegar y mantuvieron un poco la distancia.
“Eh…” Shion se sobresaltó un poco y pasó a mirar al par con curiosidad. “Veo que son un grupo, ¿y ustedes quiénes son?”
“Pues, eh… yo soy Nio…” la pequeña asintió, algo intimidada.
“…” Luso la miraba petrificado.
“Luso…” su amiga le miró de reojo.
“Eso que hizo con el fuego… su apariencia… ¿seguros que no es un fantasma…?”
“¡Ahh, ehh, les asusté, lo siento mucho!” ella hizo una apresurada reverencia. “O-o sea estoy más acostumbrada a que me digan cosas así, pero les prometo que no tengo malas intenciones, ehh… s-sólo me protegí de ese orphan raro, eso es todo lo que hice.”
“No te preocupes, totalmente lo entiendo,” Imanotsurugi asintió contento. “¡Más bien pienso que te viste muy pro! ¡Y el fuego azul es totalmente un color que te va muy bien!”
“Ehh…” Shion ladeó su cabeza, y sonrió agradecida. “Hehe, muchas gracias…”
“Ahora que la niebla se disipó, les recomiendo que regresemos donde los demás,” observó Megumi. “Seguramente harán inspección de lo sucedido y es mejor no meternos con eso.”
“Oh, cierto, también hay que ver cómo nos escabullimos adentro sin que nos vean,” dijo Luso.
“Eh, sospecho que todos entendieron que sí nos habíamos ido…” Nio sonrió incómoda.
“Seguro, pero si nos encuentran dentro del lugar quizás sean más receptivos con nosotros. Vamos de una vez,” dijo el pelicenizo.
Así, el grupo se dirigió a una de las múltiples entradas, la cual se encontraba propiamente abierta, bajo la impresión que no había ocurrido nada en lo absoluto.
“Megumi, por cierto, ¿ellos son compañeros de clase?” preguntó Shion, en lo que miraba a los amiguitos de su Rebel con curiosidad.
“…” este negó. “Imanotsurugi-san lo fue hace unos años, pero los tres son de Hanasaki,” miró brevemente a Nio antes de regresar su atención a la peliazul. “Y ella es nuestra HiME.”
“¡¿QUÉ?!” tanto Nio como Shion se quedaron en shock y se miraron con suma alarma.
“Ehh…” por su parte, Imanotsurugi sonrió frustrado. Sí que su amigo era muy directo, supuso que nunca iría a cambiar.
“…” Luso tragó saliva. Ahora a su amiga le tocaba una Princess mayor a ella y tan aterradora a su parecer. Siempre que creía ya entender el conflicto en el cual su primo y amigos habían estado envueltos, se topaba con algo más que volvía a sorprenderle.
Aquel sería un retorno un tanto incómodo al lugar del evento.
…


“¡Listo, ya está!” Enmusubi terminó de usar su magia para cerrar las heridas en el brazo de Tenshi. La entusiasta mentora pasó a sacar unas vendas. “Las heridas en sí han sido tratadas, pero tu brazo continuará un poco débil y necesita reposo, así que déjame inmovilizarlo.”
“¿Eh? ¿En serio?” Tenshi se frustró. “Pensé que tu magia sería todo.”
“Puedo sentir que los orphans con los que peleaste causaron una pequeña reacción de incompatibilidad en ti, y eso es algo que yo no puedo sanar, así que nos toca ser pacientes,” le explicó en lo que la vendaba con cuidado, aunque firmeza. “Pero no debe tomar mucho descanso, quizás ya estés mejor para las competencias de mañana.”
“Bueno sí, de todos modos no me lo voy a perder,” la peliazul asintió, determinada. “Muchas gracias.”
“Vaya que ustedes salieron pensando en que podrían pasear y hacer un ejercicio y se encontraron con orphans que hasta los Rebels les pidieron que evadieran,” Sohayanotsurugi resopló, confundido. “Casi diría que andan algo malditas por la mala suerte.”
“Entiendo tu punto de vista, pero no digas eso, por favor,” Roxas le miró con leve reproche. “Mi hermana todavía no se ha recuperado del todo.”
“Pues, no, pero ya me siento bien, Roxas, gracias,” Cho sonrió incómoda.
“Heh, ¿quién diría que nuevamente somos las dos las lastimadas aquí?” le preguntó Tenshi, amenamente. “Tenemos que apoyarnos para que no se vuelva a repetir.”
“Eh, s-supongo…” la peliceleste ladeó la cabeza.
“Entiendo que intentes alentar a mi aruji, pero no es algo por lo cual celebrar,” Kashuu negó. Más tenía ganas de reprochar a la joven y hacerle recordar que ella había sido la causante de que su aruji saliera lastimada en primer lugar, pero sabía que no era el momento.
“Ay, cómo aguas la fiesta, pórtate bien, por favor,” recriminó Enmusubi al otro mentor, como quien resondraba a un niño pequeño.
“Eh, no que sea una fiesta para empezar…” este se encogió de hombros.
“¡Lo que importa es que tengan sus ojos en la mira de las competencias de mañana! ¡Tienen que desenvolverse y hacer todo lo posible por el honor del HiME team! ¡Somos un equipo!”
“Eh, ¿ustedes van a asistir mañana?” preguntó Cho a los mentores.
“Daré unas vueltas, no que tenga más por hacer,” dijo Sohayanotsurugi, sonriendo rendido.
“Sí, por supuesto que lo harás ya que tu presencia es importante para nuestro equipo,” le insistió Enmusubi, sumamente convencida y un tanto demandante. En cierta forma, los demás comprendieron el porqué de la actitud del otro quien fácilmente ya había pasado por dicha conversación. La mentora se mostró sonriente y con rebosantes ánimos a los más jóvenes. “Y yo también andaré presente y haciendo barra si el horario me lo permite, aunque a su vez soy voluntaria del evento, así que tendré distintos quehaceres por Hanasaki.”
“Gracias por tu trabajo,” Roxas asintió.
“¡Es lo menos que puedo hacer, así que ustedes den lo mejor que puedan! ¡Imagino que como luchadores podrán deslumbrar en competencias deportivas!”
“Pues, no realmente, aun si fuera a participar,” admitió Cho, incómoda.
“¿Eh? O sea, no que te vayas a comparar con Reimu que llegó como estudiante con beca de atletismo, pero las competencias no sólo son entre los mejores atletas, están abiertas a casi todos los estudiantes,” observó Tenshi, alzando una ceja. “¿Por qué no te apuntaste? No me digas que preferiste llenarte el tiempo con las académicas.”
“Eh, en parte sí, pero la verdad es que todavía no me recupero del todo por lo sucedido en el muelle, y temo que exigirme físicamente me cause algún daño, sobre todo porque estaremos rodeados de gente que no sabe del conflicto,” Cho se puso a pensar.
“Aruji…” Kashuu se apenó. Notaba lo incómoda que estaba, pese a mantener su sonrisa.
“Hm…” Enmusubi extendió su palma hacia la cabeza de Cho, y pese a otro intento de usar su poder curativo, volvió a desistir y negar. “No, no puedo hacer nada. Tal y como Fran dijo, es producto de la incompatibilidad, y la tuya fue muy fuerte, así que sigues recuperándote. Siento mucho no poder ayudarte.”
“No, no te preocupes, muchas gracias por todos los ánimos, más bien.”
“…” Tenshi desvió su mirada hacia el piso. “Las demás se están tardando mucho.”
“Seguramente esa ayudante de la directora tenía mucho que decirles, o mucho que preguntar, por los más recientes eventos con esos orphans,” observó Sohayanotsurugi, indistinto. “Pero descuida. Si fueran malas noticias o algo que esperarían que atendiéramos, seguro nos habrían llamado a nosotros también.”
“Es muy cierto, seguro que ya pronto regresarán. Más bien…” Enmusubi miró de un lado a otro hasta que pudo identificar al joven de catering más cercano con una bandeja todavía mayormente repleta. “¡Quédense aquí que les traeré algo de comer!”
“Eh, estoy lleno…” Roxas intentó detenerla, pero aquella menuda mentora fue más rápida y pasó a abrirse camino.
“Ya ella nunca se le apaga la chispa, imagino que habrá sido así toda su vida,” Soyahanotsurugi se encogió de hombros. Este miró a Cho, sonriendo despreocupado. “Es una lástima que continúes lidiando con esa debilidad, pero tú disfruta de estos días a tu manera. Hay que sacarle el mejor provecho así que no lo pienses mucho, ¿de acuerdo?”
“Tienes razón, muchas gracias,” Cho asintió.
Una parte de ella no dejaba de temer que, al igual que en esa noche, fuera a aparecer otra persona que buscara causar revuelos por más que la tregua entre instituciones siguiera en pie. Sólo le quedaba desear que no hubiera ninguna complicación producto de ello.
La búsqueda ya parecía ser en vano y producto de una idea ilógica. Sin embargo, cuando Azul y Jade estuvieron por desistir, las puertas de un edificio alto cercano se abrieron, y efectivamente, vieron al desaparecido Floyd salir de ahí.
“Muchas gracias por sacarme de la azotea~” dijo despreocupado en lo que se despedía de un guardia con una palma, justo antes que las puertas de vidrio se cerraran.
“Conque ahí estabas,” Azul fue a darle el alcance, visiblemente molesto. “¿Se puede saber qué fuiste a hacer?”
“¡Oh, Azul! Heh, ¿me extrañaste?” sonrió burlescamente. “Si andan por aquí significa que la venta fue todo un éxito, ¿no?”
“Lo hubiera sido si tú hubieras tenido el atino de regresar a nuestro puesto con las copias que te mandé a imprimir,” observó en lo que levantaba esa misma bolsa de papel.
“Ah, lo encontraste. No me acordaba cuándo fue la última vez que las vi.”
“¿Cómo te atreves a dejar que este valioso material de estudio por el cual la gente está dispuesta a pagar se caiga al piso y esté disponible para ser distribuido gratuitamente?” le reclamó. “Tú sabes bien el esfuerzo que me ha tomado completar este documento.”
“Ya, ¿de qué te quejas?” Floyd le miró con reproche. “Si terminó llegando intacto a tu mano.”
“¡Ese no es el punto!” pese a querer mantener su voz alzada, Azul dio un respiro a manera de mantener su usual tranquilidad. “No tengo muchas expectativas sobre cómo se supone que hagas las cosas, pero al menos no intentes desbaratarlas. Por más que tengamos otro puesto en medio de estas olimpiadas, esta noche era la primordial para dar una buena impresión.”
“Ay, cállate, ya, entiendo,” se impacientó.
“Ciertamente eres lo suficientemente cuerdo para entenderlo, pero el punto es que le rindas la importancia y respeto que se merece,” dio un suspiro. “Jade, ¿tú no tienes algo que decir?”
“Fufu,” el otro gemelo sonrió intrigado. “Noto que te encuentras de un humor peculiar, Floyd. ¿Qué tal te ha ido esta noche?”
“¡Oh, fue genial!” y así, todo el discurso de Azul fue botado al tacho. Floyd se mostró con gran algarabía. “¡Debieron haberlo visto! ¡Esa nueva rata de laboratorio del jefe invocó unas orphans vampiresas indestructibles y pude matarlas una y otra vez!”
“Hm, creo recordar que esos orphans fueron rumoreados como muy fuertes. ¿Cómo así fueron soltados a la intemperie?”
“No lo sé, el jefe supongo quiso abrir la jaula, no sé,” se encogió de hombros. “Ni bien me topé con Shiyoon en medio del evento supe que algo divertido iba a ocurrir.”
“Ah, ya veo por qué te olvidaste de lo que estabas haciendo,” Azul negó frustrado, dándose un facepalm. “Nuestro senpai ha sido muy paciente como para aguantarte todo este rato.”
“Verle perder su perpetua sonrisa con Floyd hubiera sido muy entretenido, una lástima que nosotros no estuvimos presentes,” Jade sonrió gustosamente.
“No te le unas, por favor,” Azul le miró de reojo. “Y no ignoro lo que haces. Deja de darle cuerda a tu hermano de una vez.”
“Bueno ya, ¿ahora qué hacemos? Creo que esta gala estará por terminar, y tanto pelear me ha dado mucha hambre,” Floyd estiró sus brazos a manera de desperezarse. “¡Regresemos a nuestro restaurante! La comida de este catering no se le iguala.”
“No, ahora que volvemos a ser los tres, tenemos que recompensar todo el tiempo perdido y volver a llevar a cabo nuestro negocio,” decretó el peliplateado.
“¿Eeeehhhhh?” el fugitivo se espantó. “Pero ya no hay punto.”
“Siempre lo hay si podemos lograr un puñado de ventas, pero aquí el punto más importante es meterte en la cabeza que este es nuestro trabajo en los próximos días, y que tú también tienes un rol vital,” Azul dio un suspiro, cansado. “Sinceramente había esperado completar una noche de ventas sin interrupciones e ir a celebrar de regreso a nuestro espacio como dices, pero no nos hemos merecido esa recompensa aún, así que a trabajar se ha dicho.”
“Incluso yo he perdido los ánimos de trabajar diligentemente por aquel supuesto escenario de celebración que no se va a dar, pero qué más da,” Jade se encogió de hombros. “No nos queda de otra, Floyd. Ruego que no nos arruines más la noche.”
“Apuesto a que los dos sólo dicen esas cosas para molestarme,” Floyd frunció el ceño. “Ya, como sea, ya no hay punto de escaparme…”
Al menos, si podía verle un lado bueno era que nada le quitaría la satisfacción de haberse inmiscuido en el desastre de aquella noche.
…

“Volando de regreso, dices…” Orochi miró a su subordinado con unos ojos afilados, unos que, pese a su supuesto peligro, no guardaban ninguna real emoción o reacción.
“Pensándolo bien, nada detenía a Yato de fugarse y hacer su vida lejos de nosotros, creo que he sido muy permisivo, ¿verdad?” preguntó Shiyoon, sonriendo incómodo.
“Permisivo indicaría que aquel Yato te debe cierta subordinación, lo cual es incorrecto…” murmuró Kokin, quien se encontraba sumamente concentrado en su labor de finalizar la manicure de su jefe.
“Haha, pues, es verdad, no escogí la palabra correcta…”
“Presumo que sí se tomará alguna libertad, mas no será nada que demande nuestra atención,” Orochi apoyó su mentón en el reverso de su mano libre. Su tono de voz se mantuvo suave y frío como de costumbre. “No le habría dejado causar estos estragos esta noche de no haber comprendido que él me extiende una lealtad absoluta,” miró fijamente a Shiyoon. “Con respecto a ello…”
“Ah, siento dejar que se prolongue tanto tiempo, fui demasiado descuidado,” asintió.
“Hmhm…” el pelivioleta ensanchó su sonrisa, mínimamente entretenido. “Pudiste haber sido más cuidadoso, quieres decir. Ello significa que la entorpecedora presencia de esa naga menor fue necesaria para que los sucesos ocurrieran justo como había esperado.”
“Hm…” se confundió y ladeó la cabeza. ¿En serio su jefe estuvo bien con todo el desastre de Floyd metiéndose en medio y causando esa aparición de enshyoujos en cadena?
“Aquel revoltoso no sufrió ningún daño significante a su persona y los demás partícipes de las circunstancias no se han visto involucrados contigo, ni conscientes de mi decisión de que esto suceda para empezar. Tampoco ha habido avistamientos por ninguna persona que no esté al tanto de la guerra…” Orochi sonrió con ironía. “Y aun así pude disfrutar de un escenario mínimamente llamativo. Por lo tanto, has hecho lo que esperaba de ti como un vigilante. A su vez, no estás en problemas porque nada indeseado para mí ha sucedido.”
“Eh, qué bueno…” Shiyoon dio un suspiro. Y, de nuevo, Floyd había tenido razón que hasta su propia vida había caído llenamente en sus manos, por más revoltoso que el otro se comportó. “Y sobre los próximos días…”
“Lo he platicado con Yato previamente. Le dejaré aparecer y comportarse como una persona normal, a manera que absorba el ambiente y comprenda el status quo. Shiyoon, tú continúas a cargo de vigilarlo.”
“Sí, ya veo…” ya se sentía preventivamente cansado.
“Por supuesto, en caso una situación de emergencia suceda y Yato se salga de sus límites, ya no caerá en ti detenerle. A diferencia de esta noche, contaré con la ayuda de las personas que saben lidiar mejor con él para ponerle un alto…” Orochi agarró una Tablet con apariencia futurística y de color mayormente azul, y se la extendió. Esperó a que el otro la reciba antes de continuar. “Ni bien lo observes causar inconveniencias, activa esta Tablet. Ellos te darán instrucciones y acudirán inmediatamente.”
“Bueno, gracias jefe,” volvió a sonreír con más ánimos. “Al menos me alegro de que no vuelva a tener tanta responsabilidad como hoy.”
“Eso es todo, puedes marcharte,” desvió su mirada, con gran desinterés.
“Sí, con permiso,” hizo una reverencia y salió de aquella cómoda y elegante sala de estar.
“Yamata no Orochi-sama.”
“Dime…” Orochi miró a Kokin de reojo, desde arriba, con una minucia de curiosidad.
“Discúlpeme por mi atrevido cuestionamiento…” dijo cabizbajo y apesadumbrado, sin dejar de atender a la manicure. “¿Cuál es el motivo por su interés en ese ser del caos?”
“…”
“Ese Yato no brinda un valor que justifique los problemas que puede causarle.”
“Hmhm…” Orochi rió por lo bajo. “Poseo la experiencia y autoridad para causar que los seres más indeseados me demuestren respeto y adoración, y no hay otro espécimen que pueda hacer lo que él hace.”
“…”
“Tengo grandes esperanzas de su desarrollo, ahora que es verdaderamente libre por la primera vez en su larga existencia…”
“A pesar de que indudablemente va a causar estragos en los próximos días.”
“Aquello caerá igualmente bajo mis manos, y las consecuencias a mi persona serán mínimas…” Orochi ensanchó su sonrisa. “Porque yo he vivido con el caos bajo mi control desde el inicio de mi afiliación a Rizembool, porque este es parte de mi fuerza, porque es la naturaleza que un ser como yo genere el caos, y mi mayor deseo es ver cómo este se desenvuelve con la misma libertad que el orden de la sociedad…”
“…” continuó con su trabajo atentamente, aunque con una ligera tristeza en su rostro.
“Pero aquello no te corresponde a ti, Kokin. Tú tienes otros quehaceres en estos días.”
“Mi amo, ¿qué quiere decir?” no evitó hacer una pausa para mirarle, sorprendido.
“He hablado con ese joven y viejo amigo mío,” contestó con cierta diversión. “He arreglado los planes, te quedarás acompañándolo y aprendiendo de él.”
“Eh…” Kokin se sorprendió más y se vio casi asustado. “Pero yo…”
“Considéralo un premio por tu diligente trabajo. Él te esperará con un nuevo atuendo para ti.”
Y así concluyó el preámbulo de un evento con mucho por ofrecer.
Uhh y estos icons que faltan se están acumulando. Luego edito.
115.11.
Mientras sucedía ese muy disimulado encierro en el lugar de eventos, un par de personas aprovecharon una puerta auxiliar para los trabajadores del recinto a manera de burlar la guardia. Azul y Jade salieron por una puerta de escape adjunta a la cocina que se encontraba tan atareada preparando los múltiples bocadillos de la noche como para detectar sus presencias, aunque, incluso siendo detectados, ambos podrían arreglárselas con una agradable conversación y sus conocimientos sobre el catering.
Sin embargo, ni bien lograron salir del estadio y se vieron frente a frente con esa niebla roja, sus rostros amables y atentos no tardaron en cambiar.
“Apuesto a que Floyd es al menos parcialmente responsable de este desastre,” reclamó Azul, quien casi estrujó una bolsa de papel que contenía muchas fotocopias, de no ser por recordarse a sí mismo de tener cuidado.
“Fufu, no se puede tener una verdadera apuesta si los dos compartimos el mismo parecer,” Jade sonrió con ironía.
“Tch, no comiences ahora que está por comenzarme un insoportable dolor de cabeza,” el peliplateado se agarró la sien y se lamentó al negar repetidamente. Entonces, volvió a mirar a dicho ‘espectáculo’ frente a ambos con el ceño fruncido. “Para variar Floyd casi logra su cometido de regresar con las copias, pero…” miró a esa bolsa que traía consigo. “Encontrarla en el suelo tan cerca de una de las salidas… sólo puedo alegrarme que ningún miembro de nuestra audiencia principal se haya encontrado con este tesoro lleno de material de estudio para matemática…”
“Es una lástima que hayamos subestimado la demanda de dicho material en particular,” lo meditó Jade, borrando su sonrisa y viéndose solemne. “Ni bien nos quedamos sin stock del mismo, perdimos gran notoriedad estudiantil, además de no poder convencer de comprar paquetes de materiales con precios de rebaja.”
“Floyd aprovechó que estaba tan atareado para escaparse con la labor de ir por las copias, debí haberlo pensado dos veces…” dio un cansado suspiro.
“Azul, ¿cuál es el plan de acción? Nosotros no debemos involucrarnos en lo que observamos.”
“Obviamente que no, pero si no le damos un merecido café a tu fugitivo hermano, él continuará probando sus límites, y viendo que mis planes de negocio de la noche se han visto desbaratados por él…” se encogió de hombros. “No me queda de otra.”
“Fufu…” Jade sonrió. Siempre podían regresar a su ahora cerrado cubículo con las copias que acababan de encontrar, pero ya notaba que el peliplateado ni tenía intenciones de continuar. Al menos se encontraban haciendo algo más interesante para variar. “¿Por dónde lo comenzamos a buscar, entonces?”
“Tendremos que rodear esa niebla, no hay que meternos a la misma. Vamos de una vez.”
Así, los dos se pusieron en marcha con toda intención de mantenerse lejos del asunto.
…y poco después de que el par se alejara, Shion finalmente usó esa misma salida de emergencia para asomarse y confirmar aquella tormenta. La miró perdidamente, pero de inmediato recordó que tenía que apurarse, puesto a que sabía que Megumi había optado por pasear en el exterior del estadio. Como su Princess y por lo amable que él había sido con ella, tenía que asegurarse de que el menor estuviera bien.
…




Mientras tanto, el susodicho joven Rebel continuaba caminando junto con aquel grupo de Hanasaki de regreso al evento, todavía cruzando unos edificios antes de llegar al área amplia que rodeaba aquel gran centro de convenciones.
“Uhh, siento que este regreso nos está tomando una vida…” dijo Nio, un poco torturada.
“¿Eh? ¿Por qué? Si es el mismo camino,” Imanotsurugi ladeó su cabeza. “Hm, o sea, yo llegué rápido hasta que me puse a seguirles, pero no debería ser distinto.”
“Es que los dos podemos meternos en problemas,” observó Luso, dando un suspiro. “Más bien, ¿tú no estás en problemas por salir a buscarnos luego de oír que nos escapamos?”
“Hmm, no lo creo,” el pelicenizo alzó su mirada hacia el cielo nocturno. “Mikazuki-sama confía en que sé portarme bien durante una situación de emergencia, y sé que puedo honorar su confianza. Aunque…” se puso a pensar. “Podría verme mal en caso me asocien a ustedes, eso tiene sentido, ya comienzan a verme como un chico problema…”
“¡Nuevamente lo siento por eso, Ima-chan! ¡Nunca ha sido mi intención!” la pequeña HiME juntó sus palmas, afligida.
“Hehe, no lo menciones, Nio-chan, lo sucedido hoy ha sido muy distinto. Pero sí, debemos regresar lo antes posible para que puedas asegurarle a Ayesha-dono que estás bien…”
“…” Megumi terminó por detenerse y encarar a los demás, lo cual bastó para que ellos también hicieran un alto.
“O-oye, ¿qué haces?” preguntó Luso, extrañado y quizás un poco intimidado. Frunció el ceño. “Yo que pensé que teníamos una especie de tregua para variar.”
“Veo que no es necesario hacer que entiendas que soy un ser sin remedio. Está bien que me veas así,” se encogió de hombros, indistinto.
“¿Qué estás diciendo?”
“Luso, mira,” Nio de inmediato interrumpió la conversación para apuntar hacia el frente.
El grupo finalmente había llegado al área adjunta al estadio, donde pudieron ver aquella extraña niebla roja.
“Hm…” Imanotsurugi miró esa rara aparición atentamente. “Esto no estaba así cuando vine.”
“Sí, definitivamente no,” Nio negó.
“Ohh… es increíble,” por su parte, Luso pareció muy curioso y hasta casi gratamente sorprendido, como si estuviera viendo un espectáculo. Estuvo por continuar avanzando.
“No te acerques…” Megumi negó. “Es afortunado que identifiques a Rebels como yo como enemigos, pero no por eso deberías estar tan despreocupado ante cosas desconocidas, en especial si tienen algo que ver con estas instituciones.”
“Entonces, ¿qué es?”
“Debe tener que ver con aquel radical libre que les describí. Esa niebla será una manifestación de su poder,” explicó inmutado. Él miró hacia el lado opuesto del estadio. “No hay niebla por allá, pueden intentar regresar a salvo por aquel lado.”
“Hehe, es verdad, vamos de una vez,” comenzó el pelicenizo.
“Eh, pero…” Nio miró hacia esa área, y luego de forzar un poco su visión, pudo reconocer a un par de las HiMEs de su grupo que se encontraban peleando contra orphans humanoides.
“¿Q-qué son esas cosas?” Luso se sobresaltó. “¡P-parecen fantasmas!”
“Orphans semejantes a humanos, tiene sentido que den esa impresión,” Megumi se encogió de hombros. “No es pelea de ustedes, desistan en ir donde ellas.”
“Pero…” comenzó la HiME.
“Si incluso un niño sin importancia para Rizembool como yo recibió la advertencia esta noche, esos orphans deben ser más peligrosos de lo que parecen,” le recordó su Rebel, casi con severidad. “Y si los ven con esas HiMEs, estarán en muchos problemas.”
“L-lo sé…” aun así, la pequeña se notó en conflicto.
“…” incluso Luso no se movió y continuó mirando a esas HiMEs tratar de pelear, con visibles nervios.
“…” Megumi dio un suspiro y miró a su amigo. “Imanotsurugi-san, quizás usted puede hacerles entender la razón…”
“Ehh, creo que con eso entiendes que son buenos chicos. Ahora están poniendo primero el bienestar de esas chicas, por más que no puedan hacer nada,” contestó, amenamente.
“No es prudente celebrar un comportamiento tan irracional…”
“Uhh, por supuesto que está bien, y deja de ser tan formal conmigo,” le abrazó de un brazo.
“…” Megumi le miró con reproche. “Déjame, por favor.”
“Lo haré si me tratas como los demás, vamos,” le pidió.
“…está bien, haré lo que pueda…” rodó los ojos en lo que era soltado.
“¡Ya, finalmente!” Imanotsurugi se alegró.
“…” dio un suspiro. “Pienso que ya les he acompañado lo suficiente. Lleva a tus amigos dentro del edificio. Yo seguiré dando vueltas.”
“Eh, pero…”
“Lo dije previamente. He venido a estudiar y aprender más de esta guerra y de mi posición en ella. Estaré bien, seré prudente.”
“Hm… bueno, te agradezco por acompañarnos hasta acá, entiendo,” sonrió apenado. “Sólo no te metas en esa niebla, por favor. Tiene un olor muy tenue, pero alarmante… es casi como sangre.”
“…” Megumi se extrañó por dicha observación del otro. No era algo que hubiera esperado. “…podré no compartir esa impresión, pero yo tengo mis propias reservas con la neblina. Casi la percibo como una especie de maldición, una más grande que las que puedo conjurar…”
“Ya veo…” Imanotsurugi asintió y se vio un tanto preocupado. Entonces…
“¡Eh!” Nio se estremeció al ver a una HiME casi recibir un ataque mortal por una de las orphans con las que peleaba. Esta fue resguardada por otra, pero Nio igual temió lo suficiente para intentar darles el alcance.
“¡No, suficiente~!” canturreó el pelicenizo, agarrándola del brazo. “Vamos, Nio-chan, no estás lista para poder ayudarles. Tenemos que regresar al estadio. Tú también, Luso.”
“S-sí, perdón…” bajó su mirada.
“Eh…” Luso notó cómo Megumi ya caminaba para alejarse de ellos. “Tu amigo…”
“Está bien, Megumi va a mantener distancia, confío en él,” Imanotsurugi asintió y sonrió. Por más que Luso se haya mostrado tan reacio con el pelinegro, igual le extendía consideración.
Sin embargo, pese a las intenciones de Megumi de mostrarse prudente, este se sorprendió al identificar una silueta avanzar en medio de la niebla, una que no pertenecía a dichas orphans. Se trataba de Shion, quien se encontraba perdida y aparentemente mareada y desbalanceada en lo que sus pasos tambaleaban. Sus ojos estaban tan concentrados en la niebla a su alrededor que parecía incapaz de detectar a nadie más.
“…” a pesar de sus intenciones, Megumi pretendió correr para darle el alcance y sacarla de ahí cuanto antes…
“¡Megumi, no!” felizmente, Imanotsurugi fue más rápido y resultó él quien jaló a su amigo para mantenerlo lejos de la posible manifestación de orphans.
“…perdón, es que…” al nuevamente verse rodeado de ese grupito de Hanasaki, el Rebel comprendió que no poder cometer tal imprudencia. Igualmente, siguió mirando hacia la peliazul con preocupación e impotencia. “…soy responsable de ella…”
“¿Eh?” el pelicenizo se sorprendió. “¿Ella es la Princess de la que me hablaste?”
Nio y Luso intercambiaron miradas y también se limitaron a observar…
“¡Hahahaha!” en medio de otra carcajada maniaca, Floyd volvió a dar un certero golpe en el rostro de una de las enshyoujos, el cual la lanzó al piso.
Él pretendió darle un golpe final para hacerla desaparecer en medio de la niebla como ya lo llevaba haciendo un largo rato. Sin embargo, debido a la mayor cantidad de los orphans, otro par de enshyoujos aprovecharon su enfoque para atacarle de sorpresa. Si bien este pudo esquivar los ataques mortales, su tubo de metal terminó siendo lanzado por los aires a un punto no determinado ni visible por la espesa niebla roja.
“…” el peliverde secó un rasguño ensangrentado al costado de su rostro con el revés de su mano, y prestó atención al ver cómo los orphans continuaban incrementando. Estaba completamente rodeado. Sin embargo, él no pretendía detenerse e hizo sus manos en puños. Ante esa acción, todas las enshyoujos gritaron y corrieron para atacarle. Floyd sonrió desafiantemente.
Y entonces, Shiyoon finalmente pudo darle el alcance. Este barrió una parte descuidada del círculo de orphans, y ni bien agarró a Floyd del brazo, abrió un portal para inmediatamente huir.
“¿Eh?” un perdido Floyd se percató que de la nada estaba en la azotea de un edificio bajo y adjunto a la niebla roja, aunque lo suficientemente separada de ella.
“Pienso que ya te has divertido lo suficiente, ¿no lo crees?” Shiyoon dio un suspiro en lo que desaparecía su espada. Sonrió frustrado. “No me gusta ser un aguafiestas, aunque estoy aquí con una labor, y si no hacemos nuestra parte nos meteremos en enormes problemas con Rizembool.”
“Oye, si recién se ponía interesante,” le reclamó el otro.
“Claro, interesante para las enshyoujos porque sin el tubo de metal no tendrían dificultades dándote el alcance. Te creo más prudente de lo que suenas, no querías morir ahí, ¿o sí?”
“Heh, si moría tú serías el responsable, ¿no? Por eso contaba en que viviría sin importar lo que hiciera,” sonrió con ironía. “Así que ese es tu problema. Y tu trabajo también es tu problema ahora, no me lances al muerto encima.”
“Creo que he sido demasiado permisivo contigo para que tengas esa actitud…” negó frustrado. Shiyoon se le dirigió sin perder la calma, aunque con más atención de la usual. “Pues déjame ser tu senpai para variar y decirte que desde que te sumaste a acompañarme, mis problemas son los tuyos. Ahora lo único que espero que hagas es que me ayudes a ubicar al revoltoso. Tú lo puedes detectar más fácil que yo.”
“Uhh, cómo me matas las vibras…” rodó los ojos. Entonces, Floyd se vio casi alertado, como si pudiera detectar una presencia.
“¿Ya lo encontraste?”
“Hay un aura por allá,” dijo apuntando hacia la azotea del edificio cercano más alto, uno con una vista muy apropiada hacia el caos de la niebla. Floyd hizo una mueca de dolor. “Sí, es un aura que me recuerda a la del jefe, pero igual es distinta, ese será.”
“Bien, buen trabajo, ahora vamos,” Shiyoon sonrió.
“¿Eh? ¿Por qué yo debo ir? No soy tu sabueso.”
“Haha, ¿acaso no querías conocerle? Te aseguro que es todo un personaje.”
…






“Tsk…” Tenshi se agarraba un brazo desgarrado por uno de los orphans e invocaba paredes de tierra para resguardarse a ella y a sus aliadas, aunque las defensas cada vez caían más rápido.
“Necesitas asistencia médica, no puedes continuar así,” le observó Suzuka, en lo que empujaba a otro par de orphans con torrentes de agua.
“Ihh… pero si no nos quedamos haciendo frente… podrían atacar al estadio…” dijo ella, apesadumbrada. “Ahí sí perdemos.”
“¡Cuidado!” Youmu se preparó para atacar al grupo de orphans que terminaron de derribar la pared de tierra más grande. Aprovechó que estuvieron congregadas para propinarles un efectivo ataque que las derrotó de una sola… e igual que en muchas otras ocasiones, esas orphans se deshicieron en la niebla para nuevamente resurgir sin perder fuerza alguna. “¡Tsk!”
“¡Demonios, no hay fin a esto!” exclamó la peliazul con gran frustración. Ella vio a Youmu y Suzuka de inmediato hacerles frente, aunque de la misma niebla se originó un orphan nuevo a gran cercanía, que por poco y estuvo por atacarle. “¡AHH!”
Tenshi se cubrió el rostro con su brazo sano, aunque esa vampiresa terminó por recibir unos haces de luz con gran potencia, y fue derrotada e impulsada hacia atrás.
“No apruebo tu decisión de atacarlos pese a las advertencias que recibimos, pero tampoco dejaré que te aniquilen,” declaró Reimu, quien sin duda no estaba nada contenta de haberse metido al embrollo. “Ahora más le vale a ese hermano de Saki de que sí hay gente en camino para ayudarnos.”
“Reimu…” Tenshi frunció el ceño. “Gracias, pero pudiste auxiliarnos desde antes.”
“…” la miko le miró desde arriba con ojos desposeídos. “Alégrate de que te extendí piedad…”
“Eh…” tragó saliva. Sí, mejor no decía nada.
Entonces, hubo un difuso destello dentro de la densa niebla roja que la iluminó considerablemente, y continuó incrementando hasta llegar donde las HiMEs. El producto de esa gran luz fueron unos torrentes de electricidad extremadamente poderosos que muy estratégicamente esquivaron a las chicas y barrieron con esos raros orphans.
“¿Qué es eso?” Youmu se impresionó.
“…” Suzuka sintió nervios. “No puede ser…”
“Hola, Suzuka, ¿me extrañaste?” Ootakemaru llegó caminando sonriente, junto con su compañero que escondía hasta su rostro dentro de su típica capa negra.
“Eh, ¿eh?” Tenshi ladeó su cabeza.
“Fufu…” Matsui se expresó con un tono lúgubre y burlón. “¿Tan inútiles tenían que ser para resultar rescatadas por sus Rebels?”
Aquellos torrentes de electricidad habían disipado una buena cantidad de la niebla, pero esta continuó recuperándose alarmantemente, y más enshyoujos empezaron a renacer.
“…” Youmu preparó sus espadas. “Veo que esto no termina…”
“!!!” aun ocultando su rostro, Matsui dio un paso adelante con gran fuerza y un aura asesina emanó del mismo. Sólo dicha acción causó que las orphans se aturdieran y retrocedieran.
“…” Reimu se mostró aprehensiva, aunque mantuvo su calma. “¿Qué están haciendo?”
“Huyan, HiMEs, ustedes no tienen nada más que hacer aquí,” susurró Matsui con frialdad. “Este es nuestro trabajo desde ahora.”
Aquel contundente mensaje les forzó a desistir, y así, Tenshi fue ayudada por Suzuka en lo que Reimu y Youmu asintieron a los Rebels a manera de agradecerles, y todas terminaron por unirse a Saki y Tsubasa para huir de regreso al estadio.
“…waka-sama,” comenzó Matsui, meditabundo. “Usted posee el suficiente poder para ralentizar su regeneración, pero no es la manera de detener a las enshyoujos completamente.”
“No lo es, pero no es importante,” recalcó Ootakemaru, indistinto y despreocupado. Entonces, frunció el ceño. “Queda el trabajo de aquel subordinado de Yamata no Orochi de detener al problema de raíz, si es que podemos confiar en esa persona.”
“Es precisamente por la falta de confianza que lo menciono…” el encapuchado vio una enshyoujo aparecer cerca de él, y de inmediato a agarró del cuello, para deshacerla en la niebla roja y absorberla a sí mismo.
“O-oye…” Ootakemaru se alertó.
“La asimilación es la estrategia más efectiva contra ellas, un truco que no muchos pueden hacer…” dio un suspiro. “Y yo podría llevarlo a cabo, sin embargo…”
“Ya perdiste el control en el muelle el otro día, no dejaré que vuelva a suceder,” espetó. “Así que tú sólo sigue con el protocolo de ahora, ¿has entendido? No es nuestro trabajo eliminarlas, mas frenar su avance.”
“Como usted diga…”
…




La llegada de los fuertes torrentes forzó a los niños a resguardarse y esconderse detrás de un grupo de arbustos en un intento bastante ineficiente para evitar ser alcanzados por los mismos. Felizmente dicho elemento se disipó poco después de cubrir el área de la niebla, aunque la sorpresa del mismo resultó en que Shion se alertada y cayera sentada al piso.
“Ihh, ¿quién demonios puede hacer un ataque tan fuerte?” preguntó Luso, todavía asustado.
“Por el elemento, casi diría que es Shinkouhyou, pero…” Megumi se puso a pensar.
“No, no puede ser, él nunca ayudaría en una situación así, además que él es aún más fuerte que eso,” Imanotsurugi asintió.
“¿Eh? ¿Ese señor raro es tan fuerte?” Nio se vio sorprendida.
“¿De quién hablan?” Luso alzó una ceja al entender que era el único fuera del asunto.
“Alguien de Rizembool, es todo lo que te corresponde saber,” Megumi se encogió de hombros y volvió a mirar a Shion, quien continuaba sentada en el piso y temblando en lo que cubría su cabeza con ambos brazos. “Parece que la niebla desapareció…”
“No, no, todavía la puedo oler,” por precaución, el pelicenizo agarró un hombro de su amigo. “Esperemos a que otro ataque así vuelva a ocurrir, es mejor que no nos aventuremos.”
“Pero…”
“Más bien me sorprende que tú sí sepas sobre Shin-kun, Nio-chan,” continuó Imanotsurugi.
“Sí, lo he visto antes. Es que él ha ido a visitar a Larsa varias veces en Londres. Creo que tiene una conexión con su familia,” contestó Nio, pensativa. “No que realmente haya hablado mucho con él, pero sí me acuerdo de su nombre.”
“Oh, ese amigo tuyo debe ser una persona muy interesante para conocerlo así…”
“…” Megumi frunció el ceño. El otro continuaba con su agarre así que no podría zafarse fácilmente de él.
En eso, vieron que unas tres orphans con apariencia de vampiresas se materializaron rodeando a Shion, lo cual alarmó a todos.
“¡Ihh, sí parecen fantasmas o zombies!” exclamó Luso.
“¡AHH, ¿qué hacemos?!” Nio agarró su cabeza con terror.
“¡Oigan, tranquilos!” les pidió Imanotsurugi. “Si las ven, notarán que no tienen intenciones de hacer nada, así que quédense quietos. No hay que darles razones.”
“…” efectivamente, Megumi notaba que era verdad y era probable que no tuvieran que preocuparse mientras se quedaran como observadores. De todos modos, el verdadero problema era lo que Shion podría intentar hacer al percatarse de ellas.
“¿Eh?” Shion dejó de resguardarse, y en vez de esos aterradores torrentes de electricidad, reconoció a esos raros orphans que casi parecían personas. Al observarlas, pareció algo inquieta, pero más que nada se quedó mirándolas con curiosidad. Las orphans a su vez le dirigieron la mirada y empezaron a acercarse.
Nuevamente, Megumi tuvo la intención de alcanzarle, para que Imanotsurugi volviera a meterse en su camino. El pelinegro notó con leves nervios cómo el collarín restrictivo de Shion empezó a temblar…
…
Yato había estado observando atentamente durante todo el desarrollo de su pequeña ‘travesura’. En el presente, su atención estaba enfocada en aquel par de Rebels que se encontraban combatiendo a las enshyoujos y la densa niebla. Si bien esta empezaba a apagarse, no iría a disiparse del todo si es que Yato mismo no la removía, o si es que alguna persona con un poder verdaderamente efectivo fuera a hacer aparición.
Por supuesto, como demostrado antes, uno de los dos Rebels sí sería capaz de aquello, aunque notaba que este había terminado por desistir, para decepción del pelirrojo.
“Has crecido, Matsui, ya no eres aquel niño que una vez conocí…” Yato sonrió con ligera nostalgia. Él rió para sus adentros. “De querer adentrarme más en mi rol como un caballero, podría humillarme para atribuirme una apreciación muy humana dirigida a ti… Sí, puedo decir que me siento orgulloso de que hayas podido desarrollarte, eres lo más cercano a mi sucesor, si tan solo fueras a aceptar ese camino…”
Fue entonces que percibió una aparición detrás de él y se giró. Era aquel subordinado de la persona que había aceptado como superior a él, acompañado de un desconocido joven que, por la presencia que tenía, debía igualmente ser otro afiliado más.
“Ohh, totalmente tiene la apariencia de un final boss~” canturreó Floyd, animado. “¿Eres quien trajo a todas las vampiresas a la vida?”
“Creo reconocerte como quien permitió que mis estimadas damas pudieran expresarse llenamente,” Yato llevó una palma a su pecho y asintió con gentileza. “Permíteme agradecerte, mis enshyoujos andaban inquietas de salir a deslumbrar su belleza.”
“¿Eh?” ante dicha actitud, todos los ánimos de Floyd se fueron al tacho.
“Haha, ¿ves que no es lo que parece? Yato es muy entretenido,” Shiyoon rió un poco.
“Joven Shiyoon, ¿podrías darme el gusto de conocer a tu acompañante?” le pidió el pelirrojo.
“Ah, cierto, mis disculpas. Te presento a Floyd Leech, él también pertenece a nuestro grupo, aunque continúa con su entrenamiento,” dijo en lo que lo señalaba con una palma.
“Un gusto, mi nombre es Yato, y como un nuevo seguidor de Yamata no Orochi-sama, presumo que me espera mucho entrenamiento por delante. Espero que nos llevemos bien.”
“Ew, no gracias…” Floyd pasó a cruzar sus brazos a manera de enfatizar su rechazo.
“¿Hm? ¿En qué podré haber fallado? Pretendí presentarme en la manera más cordial,” Yato llevó una mano a su mentón, dubitativo.
“Eh, no sé…” Shiyoon también se vio confundido, y miró al peliverde. “¿Todo bien?”
“¿En serio no entiendes lo que pasa?” Floyd le miró con reproche. “Cuando me dijiste que este tipo era la gran cosa, había esperado toparme con un desenfrenado blood demon. Él más bien es igualito a Jade y ya he tenido que aguantarlo toda mi vida.”
“Ehh…” Shiyoon no evitó sonreír incómodo, aunque a su vez aguantó sus ganas de reír. “Pues, ahora que lo mencionas…”
“¿Me asemejo a otra persona a quien conoces?” preguntó Yato, intrigado. Este pasó a sonreír con cordialidad. “No puedo hablar en el lugar de alguien más, aunque puedo asegurar que soy más que un agradable caballero en mi manera de ser.”
“Tch, sé bien tu tipo, eres de esos que camuflan sus travesuras con un acto falso de buen comportamiento, no me engañas…” dicho esto, los hombros de Floyd se cayeron. Era como si sus energías se hubieran desinflado. “Pasar de vampiresas tan peligrosas a un tipo como Jade, cómo me han arruinado la noche.”
“Haha, no seas tan malo con tu hermano,” comenzó Shiyoon. “Él que se apena cuando lo tratas así.”
“Tú no eres buenito como para creerte sus lágrimas de cocodrilo, así que cállate.”
“Hmhm…” Yato rió por lo bajo. “Imagino que hay el espacio suficiente en los alrededores para que ustedes dos dialoguen sin necesidad de aparecer frente a mí.”
“Sí, no hemos llegado sólo para hablar entre los dos, tenemos que atenderte a ti, Yato,” agregó el pelimarrón, amenamente.
“Y por ello comprendo que ha llegado mi turno de desaparecer a mis estimadas damas y despejar la niebla roja por completo,” concluyó en lo que cruzaba sus brazos y sonreía rendido, casi desilusionado por la realidad. “Siento que no he saboreado la libertad lo suficiente aún, habiendo estado tantos años en cautiverio…”
“Tsk, tsk,” sí, le hervía la sangre, era igualito a su gemelo. No había nada sincero en su lamento.
“Eh, mejor yo me encargo, Floyd…” Shiyoon no evitaba mantener su entretenida sonrisa. Avanzó por delante del otro y se dirigió al pelirrojo. “Es apenas la primera ocasión, te aseguro que el jefe te encuentra tan divertido como para darte muchas oportunidades más, ¿y quién sabe? Quizás hasta encuentre una HiME super fuerte que sea el perfecto match para ti, pero ha sido suficiente por hoy.”
“Comprendo la dualidad de HiMEs y Rebels, pero en mi manera de ser, fallo en imaginar que pueda existir una sola HiME a la que pueda categorizar como mía. Mis queridas damas acaban de batallar contra un puñado de esas HiMEs y sentí que ellas no fueron suficientes para mí…” confesó tranquilamente. “Y joven Shiyoon, no evito protestar ante tu pedido de retirarme por el resto de la noche. Orochi-sama debe haber disfrutado del espectáculo que he rendido en su nombre. Quizás muchos otros habrán esperado mantener la paz en un evento con gente normal, pero sé que Orochi-sama no ve el valor en que no pueda expresarme a plenitud. Me apena que él vea necesario ajustarse a las reglas de otros.”
“O sea, entiendo lo que dices, pero no es tan simple,” Shiyoon se encogió de hombros. “Le guste o no, si termina por molestar a muchos en Rizembool, nuestro jefe se puede meter en problemas que luego le impedirán actuar como él guste. Es parte del juego de ser un caballero y parte de la alcurnia de la sociedad, ¿no lo crees?”
“Es una necesidad propia de seres quienes han decidido ser caballeros… eso puedo entender. Incluso dentro de una situación en la cual podamos tener perfecto albedrío… las limitaciones que nos imponemos son a su vez el origen de un desafío y un capricho que terminarán por enriquecernos, y que harán nuestras hazañas incluso más valiosas. No nos queda de otra…” entonces, Yato se giró a mirar el ambiente y su ya debilitada niebla, y con un movimiento de su mano, esta comenzó a disiparse por su cuenta. “Si mis acciones pueden resultar inconvenientes para Orochi-sama, definitivamente no puedo continuar. Acepto retirarme por hoy.”
“Bien, muchas gracias,” Shiyoon asintió agradecido. “Te puedo llevar de regreso a la base de inmediato.”
“No es necesario, quisiera surcar el cielo nocturno por mi cuenta…” Yato miró hacia la luna. “Estoy dentro de mi elemento y espero disfrutarlo un poco más.”
“Eh, pero no hagas nada más que transportarte de regreso, ¿de acuerdo?” alzó una ceja.
“Fufu, no tienes nada que temer. Si fuera a querer tomarme otra libertad, lo platicaré con Orochi-sama previamente,” este miró al par y dio una última venia. “Les deseo una agradable noche.”
Y así, él mismo se deshizo en más de aquella niebla rojiza, para entonces desaparecer.





La niebla comenzaba a desaparecer. Entonces, las enshyoujos que rodeaban a Shion también mostraron desvanecerse poco a poco, con estas entrando en pánico. Dos no llegaron a resistirse, y entonces la tercera se acercó a Shion casi a manera de pedir ayuda.
“!!!”
Al verse aparentemente asediada por esa orphan, la peliazul miró al monstruo con unos ojos destellantes de un color azul, el cual a su vez pasó a rodearla como llamas por todo el cuerpo, Esa enshyoujo de inmediato fue consumida por llamas azules y gritó de dolor hasta que no quedó nada de ella.
Los niños se impresionaron por aquella vista, y cuando ese orphan dejó de existir, Shion desapareció ese fuego, para nuevamente caerse sentada. Ni bien Imanotsurugi dejó su hombro libre, Megumi se apresuró a darle el alcance.
“Shion…”
“Eh, Megumi…” ella se mostró confundida, y de inmediato se puso de pie. “¿Estás bien? Oí que algo ocurría afuera así que vine a buscarte.”
“No tenías que preocuparte. Más bien, no vuelvas a exponerte a algo como esa niebla de nuevo,” el otro frunció el ceño.
“L-lo siento, es que quise ir hacia los jardines y no quería que me detectaran las HiMEs, por eso entré a la niebla… y de ahí me perdí. ¿Sabes? Esta se sintió como una maldición, por eso me causó mucha curiosidad…”
“Sé que eres de detectar tu propio poder con facilidad, debí suponer que podía atraerte…” bajó su mirada.
“Ehh, p-perdón por inquietarte, no quiero ser un estorbo para ti,” la mayor se incomodó. “Yo que vine a buscarte…”
“No, está bien, ninguno de los dos tenemos la suficiente experiencia. Para la próxima nos vamos a poner de acuerdo mejor,” asintió. “Ahora regresemos. Seguramente mi hermano andará buscándome en cada rincón del estadio. Debe estar preocupado.”
“Hehe, tienes un hermano muy dedicado,” Shion sonrió débilmente.
“¡Megumi!” Imanotsurugi le alcanzó. “¡Dime! Es la Princess de la que me hablaste, ¿verdad? ¡Ya era hora que la conociera!”
“Sí…” este alzó una ceja. “Imanotsurugi-san, ella es Shion.”
“Oh, eh, ¿eres amigo de Megumi? M-mucho gusto,” sonrió con torpeza.
“¡Igualmente!” él sonrió de oreja a oreja. “¡Eres muy linda!”
“¡E-ehh, n-no lo soy!” ante dicho cumplido, la peliazul se horrorizó y se cubrió su rostro con ambas palmas. “¡Soy horrible! ¡¿No has visto mi maraña de cabello?! ¡Y mi tez es de zombie!”
“Vamos, no digas esas cosas sobre ti, estoy diciendo la verdad,” observó el pequeño.
“Eh, Ima-chan, tienes que tener cuidado con cumplidos de ese tipo,” observó Nio. Tanto ella como Luso acababan de llegar y mantuvieron un poco la distancia.
“Eh…” Shion se sobresaltó un poco y pasó a mirar al par con curiosidad. “Veo que son un grupo, ¿y ustedes quiénes son?”
“Pues, eh… yo soy Nio…” la pequeña asintió, algo intimidada.
“…” Luso la miraba petrificado.
“Luso…” su amiga le miró de reojo.
“Eso que hizo con el fuego… su apariencia… ¿seguros que no es un fantasma…?”
“¡Ahh, ehh, les asusté, lo siento mucho!” ella hizo una apresurada reverencia. “O-o sea estoy más acostumbrada a que me digan cosas así, pero les prometo que no tengo malas intenciones, ehh… s-sólo me protegí de ese orphan raro, eso es todo lo que hice.”
“No te preocupes, totalmente lo entiendo,” Imanotsurugi asintió contento. “¡Más bien pienso que te viste muy pro! ¡Y el fuego azul es totalmente un color que te va muy bien!”
“Ehh…” Shion ladeó su cabeza, y sonrió agradecida. “Hehe, muchas gracias…”
“Ahora que la niebla se disipó, les recomiendo que regresemos donde los demás,” observó Megumi. “Seguramente harán inspección de lo sucedido y es mejor no meternos con eso.”
“Oh, cierto, también hay que ver cómo nos escabullimos adentro sin que nos vean,” dijo Luso.
“Eh, sospecho que todos entendieron que sí nos habíamos ido…” Nio sonrió incómoda.
“Seguro, pero si nos encuentran dentro del lugar quizás sean más receptivos con nosotros. Vamos de una vez,” dijo el pelicenizo.
Así, el grupo se dirigió a una de las múltiples entradas, la cual se encontraba propiamente abierta, bajo la impresión que no había ocurrido nada en lo absoluto.
“Megumi, por cierto, ¿ellos son compañeros de clase?” preguntó Shion, en lo que miraba a los amiguitos de su Rebel con curiosidad.
“…” este negó. “Imanotsurugi-san lo fue hace unos años, pero los tres son de Hanasaki,” miró brevemente a Nio antes de regresar su atención a la peliazul. “Y ella es nuestra HiME.”
“¡¿QUÉ?!” tanto Nio como Shion se quedaron en shock y se miraron con suma alarma.
“Ehh…” por su parte, Imanotsurugi sonrió frustrado. Sí que su amigo era muy directo, supuso que nunca iría a cambiar.
“…” Luso tragó saliva. Ahora a su amiga le tocaba una Princess mayor a ella y tan aterradora a su parecer. Siempre que creía ya entender el conflicto en el cual su primo y amigos habían estado envueltos, se topaba con algo más que volvía a sorprenderle.
Aquel sería un retorno un tanto incómodo al lugar del evento.
…






“¡Listo, ya está!” Enmusubi terminó de usar su magia para cerrar las heridas en el brazo de Tenshi. La entusiasta mentora pasó a sacar unas vendas. “Las heridas en sí han sido tratadas, pero tu brazo continuará un poco débil y necesita reposo, así que déjame inmovilizarlo.”
“¿Eh? ¿En serio?” Tenshi se frustró. “Pensé que tu magia sería todo.”
“Puedo sentir que los orphans con los que peleaste causaron una pequeña reacción de incompatibilidad en ti, y eso es algo que yo no puedo sanar, así que nos toca ser pacientes,” le explicó en lo que la vendaba con cuidado, aunque firmeza. “Pero no debe tomar mucho descanso, quizás ya estés mejor para las competencias de mañana.”
“Bueno sí, de todos modos no me lo voy a perder,” la peliazul asintió, determinada. “Muchas gracias.”
“Vaya que ustedes salieron pensando en que podrían pasear y hacer un ejercicio y se encontraron con orphans que hasta los Rebels les pidieron que evadieran,” Sohayanotsurugi resopló, confundido. “Casi diría que andan algo malditas por la mala suerte.”
“Entiendo tu punto de vista, pero no digas eso, por favor,” Roxas le miró con leve reproche. “Mi hermana todavía no se ha recuperado del todo.”
“Pues, no, pero ya me siento bien, Roxas, gracias,” Cho sonrió incómoda.
“Heh, ¿quién diría que nuevamente somos las dos las lastimadas aquí?” le preguntó Tenshi, amenamente. “Tenemos que apoyarnos para que no se vuelva a repetir.”
“Eh, s-supongo…” la peliceleste ladeó la cabeza.
“Entiendo que intentes alentar a mi aruji, pero no es algo por lo cual celebrar,” Kashuu negó. Más tenía ganas de reprochar a la joven y hacerle recordar que ella había sido la causante de que su aruji saliera lastimada en primer lugar, pero sabía que no era el momento.
“Ay, cómo aguas la fiesta, pórtate bien, por favor,” recriminó Enmusubi al otro mentor, como quien resondraba a un niño pequeño.
“Eh, no que sea una fiesta para empezar…” este se encogió de hombros.
“¡Lo que importa es que tengan sus ojos en la mira de las competencias de mañana! ¡Tienen que desenvolverse y hacer todo lo posible por el honor del HiME team! ¡Somos un equipo!”
“Eh, ¿ustedes van a asistir mañana?” preguntó Cho a los mentores.
“Daré unas vueltas, no que tenga más por hacer,” dijo Sohayanotsurugi, sonriendo rendido.
“Sí, por supuesto que lo harás ya que tu presencia es importante para nuestro equipo,” le insistió Enmusubi, sumamente convencida y un tanto demandante. En cierta forma, los demás comprendieron el porqué de la actitud del otro quien fácilmente ya había pasado por dicha conversación. La mentora se mostró sonriente y con rebosantes ánimos a los más jóvenes. “Y yo también andaré presente y haciendo barra si el horario me lo permite, aunque a su vez soy voluntaria del evento, así que tendré distintos quehaceres por Hanasaki.”
“Gracias por tu trabajo,” Roxas asintió.
“¡Es lo menos que puedo hacer, así que ustedes den lo mejor que puedan! ¡Imagino que como luchadores podrán deslumbrar en competencias deportivas!”
“Pues, no realmente, aun si fuera a participar,” admitió Cho, incómoda.
“¿Eh? O sea, no que te vayas a comparar con Reimu que llegó como estudiante con beca de atletismo, pero las competencias no sólo son entre los mejores atletas, están abiertas a casi todos los estudiantes,” observó Tenshi, alzando una ceja. “¿Por qué no te apuntaste? No me digas que preferiste llenarte el tiempo con las académicas.”
“Eh, en parte sí, pero la verdad es que todavía no me recupero del todo por lo sucedido en el muelle, y temo que exigirme físicamente me cause algún daño, sobre todo porque estaremos rodeados de gente que no sabe del conflicto,” Cho se puso a pensar.
“Aruji…” Kashuu se apenó. Notaba lo incómoda que estaba, pese a mantener su sonrisa.
“Hm…” Enmusubi extendió su palma hacia la cabeza de Cho, y pese a otro intento de usar su poder curativo, volvió a desistir y negar. “No, no puedo hacer nada. Tal y como Fran dijo, es producto de la incompatibilidad, y la tuya fue muy fuerte, así que sigues recuperándote. Siento mucho no poder ayudarte.”
“No, no te preocupes, muchas gracias por todos los ánimos, más bien.”
“…” Tenshi desvió su mirada hacia el piso. “Las demás se están tardando mucho.”
“Seguramente esa ayudante de la directora tenía mucho que decirles, o mucho que preguntar, por los más recientes eventos con esos orphans,” observó Sohayanotsurugi, indistinto. “Pero descuida. Si fueran malas noticias o algo que esperarían que atendiéramos, seguro nos habrían llamado a nosotros también.”
“Es muy cierto, seguro que ya pronto regresarán. Más bien…” Enmusubi miró de un lado a otro hasta que pudo identificar al joven de catering más cercano con una bandeja todavía mayormente repleta. “¡Quédense aquí que les traeré algo de comer!”
“Eh, estoy lleno…” Roxas intentó detenerla, pero aquella menuda mentora fue más rápida y pasó a abrirse camino.
“Ya ella nunca se le apaga la chispa, imagino que habrá sido así toda su vida,” Soyahanotsurugi se encogió de hombros. Este miró a Cho, sonriendo despreocupado. “Es una lástima que continúes lidiando con esa debilidad, pero tú disfruta de estos días a tu manera. Hay que sacarle el mejor provecho así que no lo pienses mucho, ¿de acuerdo?”
“Tienes razón, muchas gracias,” Cho asintió.
Una parte de ella no dejaba de temer que, al igual que en esa noche, fuera a aparecer otra persona que buscara causar revuelos por más que la tregua entre instituciones siguiera en pie. Sólo le quedaba desear que no hubiera ninguna complicación producto de ello.
La búsqueda ya parecía ser en vano y producto de una idea ilógica. Sin embargo, cuando Azul y Jade estuvieron por desistir, las puertas de un edificio alto cercano se abrieron, y efectivamente, vieron al desaparecido Floyd salir de ahí.
“Muchas gracias por sacarme de la azotea~” dijo despreocupado en lo que se despedía de un guardia con una palma, justo antes que las puertas de vidrio se cerraran.
“Conque ahí estabas,” Azul fue a darle el alcance, visiblemente molesto. “¿Se puede saber qué fuiste a hacer?”
“¡Oh, Azul! Heh, ¿me extrañaste?” sonrió burlescamente. “Si andan por aquí significa que la venta fue todo un éxito, ¿no?”
“Lo hubiera sido si tú hubieras tenido el atino de regresar a nuestro puesto con las copias que te mandé a imprimir,” observó en lo que levantaba esa misma bolsa de papel.
“Ah, lo encontraste. No me acordaba cuándo fue la última vez que las vi.”
“¿Cómo te atreves a dejar que este valioso material de estudio por el cual la gente está dispuesta a pagar se caiga al piso y esté disponible para ser distribuido gratuitamente?” le reclamó. “Tú sabes bien el esfuerzo que me ha tomado completar este documento.”
“Ya, ¿de qué te quejas?” Floyd le miró con reproche. “Si terminó llegando intacto a tu mano.”
“¡Ese no es el punto!” pese a querer mantener su voz alzada, Azul dio un respiro a manera de mantener su usual tranquilidad. “No tengo muchas expectativas sobre cómo se supone que hagas las cosas, pero al menos no intentes desbaratarlas. Por más que tengamos otro puesto en medio de estas olimpiadas, esta noche era la primordial para dar una buena impresión.”
“Ay, cállate, ya, entiendo,” se impacientó.
“Ciertamente eres lo suficientemente cuerdo para entenderlo, pero el punto es que le rindas la importancia y respeto que se merece,” dio un suspiro. “Jade, ¿tú no tienes algo que decir?”
“Fufu,” el otro gemelo sonrió intrigado. “Noto que te encuentras de un humor peculiar, Floyd. ¿Qué tal te ha ido esta noche?”
“¡Oh, fue genial!” y así, todo el discurso de Azul fue botado al tacho. Floyd se mostró con gran algarabía. “¡Debieron haberlo visto! ¡Esa nueva rata de laboratorio del jefe invocó unas orphans vampiresas indestructibles y pude matarlas una y otra vez!”
“Hm, creo recordar que esos orphans fueron rumoreados como muy fuertes. ¿Cómo así fueron soltados a la intemperie?”
“No lo sé, el jefe supongo quiso abrir la jaula, no sé,” se encogió de hombros. “Ni bien me topé con Shiyoon en medio del evento supe que algo divertido iba a ocurrir.”
“Ah, ya veo por qué te olvidaste de lo que estabas haciendo,” Azul negó frustrado, dándose un facepalm. “Nuestro senpai ha sido muy paciente como para aguantarte todo este rato.”
“Verle perder su perpetua sonrisa con Floyd hubiera sido muy entretenido, una lástima que nosotros no estuvimos presentes,” Jade sonrió gustosamente.
“No te le unas, por favor,” Azul le miró de reojo. “Y no ignoro lo que haces. Deja de darle cuerda a tu hermano de una vez.”
“Bueno ya, ¿ahora qué hacemos? Creo que esta gala estará por terminar, y tanto pelear me ha dado mucha hambre,” Floyd estiró sus brazos a manera de desperezarse. “¡Regresemos a nuestro restaurante! La comida de este catering no se le iguala.”
“No, ahora que volvemos a ser los tres, tenemos que recompensar todo el tiempo perdido y volver a llevar a cabo nuestro negocio,” decretó el peliplateado.
“¿Eeeehhhhh?” el fugitivo se espantó. “Pero ya no hay punto.”
“Siempre lo hay si podemos lograr un puñado de ventas, pero aquí el punto más importante es meterte en la cabeza que este es nuestro trabajo en los próximos días, y que tú también tienes un rol vital,” Azul dio un suspiro, cansado. “Sinceramente había esperado completar una noche de ventas sin interrupciones e ir a celebrar de regreso a nuestro espacio como dices, pero no nos hemos merecido esa recompensa aún, así que a trabajar se ha dicho.”
“Incluso yo he perdido los ánimos de trabajar diligentemente por aquel supuesto escenario de celebración que no se va a dar, pero qué más da,” Jade se encogió de hombros. “No nos queda de otra, Floyd. Ruego que no nos arruines más la noche.”
“Apuesto a que los dos sólo dicen esas cosas para molestarme,” Floyd frunció el ceño. “Ya, como sea, ya no hay punto de escaparme…”
Al menos, si podía verle un lado bueno era que nada le quitaría la satisfacción de haberse inmiscuido en el desastre de aquella noche.
…



“Volando de regreso, dices…” Orochi miró a su subordinado con unos ojos afilados, unos que, pese a su supuesto peligro, no guardaban ninguna real emoción o reacción.
“Pensándolo bien, nada detenía a Yato de fugarse y hacer su vida lejos de nosotros, creo que he sido muy permisivo, ¿verdad?” preguntó Shiyoon, sonriendo incómodo.
“Permisivo indicaría que aquel Yato te debe cierta subordinación, lo cual es incorrecto…” murmuró Kokin, quien se encontraba sumamente concentrado en su labor de finalizar la manicure de su jefe.
“Haha, pues, es verdad, no escogí la palabra correcta…”
“Presumo que sí se tomará alguna libertad, mas no será nada que demande nuestra atención,” Orochi apoyó su mentón en el reverso de su mano libre. Su tono de voz se mantuvo suave y frío como de costumbre. “No le habría dejado causar estos estragos esta noche de no haber comprendido que él me extiende una lealtad absoluta,” miró fijamente a Shiyoon. “Con respecto a ello…”
“Ah, siento dejar que se prolongue tanto tiempo, fui demasiado descuidado,” asintió.
“Hmhm…” el pelivioleta ensanchó su sonrisa, mínimamente entretenido. “Pudiste haber sido más cuidadoso, quieres decir. Ello significa que la entorpecedora presencia de esa naga menor fue necesaria para que los sucesos ocurrieran justo como había esperado.”
“Hm…” se confundió y ladeó la cabeza. ¿En serio su jefe estuvo bien con todo el desastre de Floyd metiéndose en medio y causando esa aparición de enshyoujos en cadena?
“Aquel revoltoso no sufrió ningún daño significante a su persona y los demás partícipes de las circunstancias no se han visto involucrados contigo, ni conscientes de mi decisión de que esto suceda para empezar. Tampoco ha habido avistamientos por ninguna persona que no esté al tanto de la guerra…” Orochi sonrió con ironía. “Y aun así pude disfrutar de un escenario mínimamente llamativo. Por lo tanto, has hecho lo que esperaba de ti como un vigilante. A su vez, no estás en problemas porque nada indeseado para mí ha sucedido.”
“Eh, qué bueno…” Shiyoon dio un suspiro. Y, de nuevo, Floyd había tenido razón que hasta su propia vida había caído llenamente en sus manos, por más revoltoso que el otro se comportó. “Y sobre los próximos días…”
“Lo he platicado con Yato previamente. Le dejaré aparecer y comportarse como una persona normal, a manera que absorba el ambiente y comprenda el status quo. Shiyoon, tú continúas a cargo de vigilarlo.”
“Sí, ya veo…” ya se sentía preventivamente cansado.
“Por supuesto, en caso una situación de emergencia suceda y Yato se salga de sus límites, ya no caerá en ti detenerle. A diferencia de esta noche, contaré con la ayuda de las personas que saben lidiar mejor con él para ponerle un alto…” Orochi agarró una Tablet con apariencia futurística y de color mayormente azul, y se la extendió. Esperó a que el otro la reciba antes de continuar. “Ni bien lo observes causar inconveniencias, activa esta Tablet. Ellos te darán instrucciones y acudirán inmediatamente.”
“Bueno, gracias jefe,” volvió a sonreír con más ánimos. “Al menos me alegro de que no vuelva a tener tanta responsabilidad como hoy.”
“Eso es todo, puedes marcharte,” desvió su mirada, con gran desinterés.
“Sí, con permiso,” hizo una reverencia y salió de aquella cómoda y elegante sala de estar.
“Yamata no Orochi-sama.”
“Dime…” Orochi miró a Kokin de reojo, desde arriba, con una minucia de curiosidad.
“Discúlpeme por mi atrevido cuestionamiento…” dijo cabizbajo y apesadumbrado, sin dejar de atender a la manicure. “¿Cuál es el motivo por su interés en ese ser del caos?”
“…”
“Ese Yato no brinda un valor que justifique los problemas que puede causarle.”
“Hmhm…” Orochi rió por lo bajo. “Poseo la experiencia y autoridad para causar que los seres más indeseados me demuestren respeto y adoración, y no hay otro espécimen que pueda hacer lo que él hace.”
“…”
“Tengo grandes esperanzas de su desarrollo, ahora que es verdaderamente libre por la primera vez en su larga existencia…”
“A pesar de que indudablemente va a causar estragos en los próximos días.”
“Aquello caerá igualmente bajo mis manos, y las consecuencias a mi persona serán mínimas…” Orochi ensanchó su sonrisa. “Porque yo he vivido con el caos bajo mi control desde el inicio de mi afiliación a Rizembool, porque este es parte de mi fuerza, porque es la naturaleza que un ser como yo genere el caos, y mi mayor deseo es ver cómo este se desenvuelve con la misma libertad que el orden de la sociedad…”
“…” continuó con su trabajo atentamente, aunque con una ligera tristeza en su rostro.
“Pero aquello no te corresponde a ti, Kokin. Tú tienes otros quehaceres en estos días.”
“Mi amo, ¿qué quiere decir?” no evitó hacer una pausa para mirarle, sorprendido.
“He hablado con ese joven y viejo amigo mío,” contestó con cierta diversión. “He arreglado los planes, te quedarás acompañándolo y aprendiendo de él.”
“Eh…” Kokin se sorprendió más y se vio casi asustado. “Pero yo…”
“Considéralo un premio por tu diligente trabajo. Él te esperará con un nuevo atuendo para ti.”
Y así concluyó el preámbulo de un evento con mucho por ofrecer.
70
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Campamento 3. Anir + Hiksti
Por mucho que a Anir le gustasen las explosiones, aún no había hecho que nada hiciera kaboom durante los primeros días de su estancia en el campamento para jóvenes ingenieros. Lo que tenía a Hiksti intrigado y lleno de admiración. No tenía claro si la chica se estaba conteniendo o es que estaba demasiado entretenida con tanto cacharrito nuevo.
—No puedo esperar a meterle mano a las herramientas de las que estaba hablando el profesor antes, me pican las manos. —le dijo Anir a Hiksti, evidentemente emocionada. Tenía chiribitas en los ojos y todo.
Hiksti parpadeó y se puso a rebuscar en su mochila, sacando crema hidratante para las manos.
—¿Necesitas? —preguntó Hiksti, ofreciéndole el bote a Anir.
Anir le miró con cara de no entenderle, pero luego abrió mucho los ojos y puso la boca en forma de círculo.
—No, digo que… Digo que me pican las manos en plan que no puedo contener las ansias, como cuando digo que me pican los pies porque quiero salir de casa —le explicó la chica, pero igualmente le quitó el bote de crema de entre las manos de un zarpazo—. Pero no me iría mal, gracias.
Hiksti arrugó la nariz y luego asintió lentamente, guardándose la información en la parte del cerebro que él creía que se titulada “Datos que pueden ser relevantes en futuras interacciones sociales, pero puede que no”.
Sólo se conocían desde hacía cinco días, pero Hiksti creía que tenía una idea bastante formada sobre cómo era Anir. Le fascinaba la facilidad que tenía para hablar con otra gente y que no dejase de ser rara sólo porque había más gente delante.
—Hiksti, estamos en un campamento de adolescentes ingenieros, aquí todos somos raros —le había dicho Anir cuando Hiksti le había confesado que se le hacía difícil hacer matemáticas avanzadas delante de los demás porque en su pueblo se creían que era una forma de brujería—. Sólo te van a criticar si tus cálculos están mal hechos. Y eso es imposible, he visto tus cálculos, y según yo están bien hechos.
En aquel momento Hiksti había mirado a su alrededor y se había dado cuenta de que sí, estaba entre gente cómo él. Bueno, seguía siendo el niño pequeño y delgaducho de los trastitos, pero la mayoría de gente allí le pasaba al menos dos años y todos tenían sus propios trastos.
—Anya. —empezó Hiksti, pero Anir le cortó de golpe.
—Anir. No es que no me guste Anya Irina, pero nadie me llama así.
Hiksti asintió y se puso la mochila mejor, para repartir el peso.
—¿Por qué te apuntaste al campamento? —le preguntó por fin. Llevaba un par de días pensando en preguntárselo.
—Porque si vuelvo a quemar el taller mi padre me quema la colección de documentales que tengo. Y tenía que parar eso.
Hiksti se paró de golpe, con la boca abierta de la sorpresa. Anir le dio la vuelta para ponerle la crema en la mochila y luego le empujó para que siguiera caminando. Sólo tenían cuarenta minutos para almorzar y llegar a la siguiente clase, tampoco era tanto tiempo.
—¿Le has quemado el taller a tu padre?
—N-nn-nnnoooo —dijo Anir, trotando a su lado ahora—. No encontraron pruebas, no pueden acusarme de nada. ¿Y tú?
—Yo no le he quemado el taller a mi padre. —dijo Hiksti muy solemne.
—Hala, no sabía que tu padre tuviera un taller. Pero te preguntaba por qué te apuntaste al campamento.
—Ah…
Los dos niños encontraron una mesa de picnic a la sombra de un árbol sin ocupar, así que decidieron tomar asiento y empezaron a sacar la comida. Anir le dio un sorbo bien largo a su bebida a través de la pajita.
—¿Y bien?
Hiksti se separó el cuello de la camiseta un poco y carraspeó, se estaba poniendo un poco rojo. Anir levantó las cejas, de repente tenía mucha curiosidad.
—En realidad no me apunté, me ofrecieron el curso con todos los gastos pagados por un artículo que publiqué.
—Qué misterioso de repente —le dijo Anir, dándole una patadita débil por debajo de la mesa a la que Hiksti casi no reaccionó—. ¿De qué era el artículo?
—Nada importante… —murmuró Hiksti, intentando quitarle interés al asunto y consiguiendo todo lo contrario. Al final suspiró y acabó recitando:—. Aplicación técnica de materiales biorrobóticos en prótesis y cómo conseguirlos de forma asequible para el consumidor medio.
A Anir se le cayó el bocadillo que había acabado de sacar de la mochila. Menos mal que aún estaba envuelto.
—¡Ese artículo es tuyo! ¿¡Es tuya la patente!? —exclamó mientras se intentaba poner en pie pero el banco de la mesa de picnic se lo ponía difícil.
—¿Sí? —preguntó Hiksti, confundido con la reacción de su nueva amiga. ¿Cómo es que lo había leído?
Anir acabó por ponerse de rodillas sobre el banco y dejó caer las palmas sobre la mesa con un buen golpe.
—¡Ese! ¡Ese es el artículo por el que estoy aquí! ¡Por esa patente! ¡Quiero hacer un brazo!
—¿Robobrazo?
Anir levantó una mano y puso los dedos en forma de garra.
—Robogarra.
—¿Entonces no se quemó el taller de tu padre?
Anir se volvió a sentar y agarró el bocadillo del suelo, sacudiéndolo un poco.
—Oh, no. Sí, se quemó, pero no fui yo. Fue un vecino. Lo quiero como al hermano que no tengo, pero se puso a fumar a escondidas de su abuela y al verla echó el cigarrillo sin darse cuenta de que había rebotado en el taller… el incendio fue pequeño, pero dije que había sido yo porque a mi me lo perdonan todo.
Hiksti abrió la boca y la volvió a cerrar, asintiendo. Estaba empezando a marearse.
—A mi padre le falta un brazo, lo perdió cuando era policía —dijo Anir mientras sacaba su comida de la bolsita—. Tiene una prótesis y papá se la ha mejorado, pero yo quiero darle lo mejor que se pueda hacer. Y si tengo que hacerla yo, pues tendré que hacerla. Y ya está.
Anir estiró el brazo derecho por encima de la mesa y le ofreció la mano, Hiksti la apretó un poco sin saber porqué.
—Trabajemos juntos.
Hiksti murmuró que sí. Que vale. Que podía ayudarle con lo del brazo. Y Anir le recordó que no tenían mucho tiempo a comer y que se pusiera a ello. Después de un par de mordiscos le preguntó muy serio:
—¿De verdad quieres hacer una robogarra?
Anir levantó el brazo bien recto.
—¡Robotransformer! ¡Garra! ¡Mano! ¡Pistola! ¡Cepillo! Es que tiene el pelo largo y bonito.
Hiksti se empezó a reír. Creía que se iba a sentir como el raro del campamento al ser tan joven y venir con beca, pero no había contado con alguien como Anir. Y al verla sacar una libreta electrónica para empezar a hacer bocetos se sintió un poco menos solo.
—Robocepillo. Anotado.
Campamento 3. Anir + Hiksti
Por mucho que a Anir le gustasen las explosiones, aún no había hecho que nada hiciera kaboom durante los primeros días de su estancia en el campamento para jóvenes ingenieros. Lo que tenía a Hiksti intrigado y lleno de admiración. No tenía claro si la chica se estaba conteniendo o es que estaba demasiado entretenida con tanto cacharrito nuevo.
—No puedo esperar a meterle mano a las herramientas de las que estaba hablando el profesor antes, me pican las manos. —le dijo Anir a Hiksti, evidentemente emocionada. Tenía chiribitas en los ojos y todo.
Hiksti parpadeó y se puso a rebuscar en su mochila, sacando crema hidratante para las manos.
—¿Necesitas? —preguntó Hiksti, ofreciéndole el bote a Anir.
Anir le miró con cara de no entenderle, pero luego abrió mucho los ojos y puso la boca en forma de círculo.
—No, digo que… Digo que me pican las manos en plan que no puedo contener las ansias, como cuando digo que me pican los pies porque quiero salir de casa —le explicó la chica, pero igualmente le quitó el bote de crema de entre las manos de un zarpazo—. Pero no me iría mal, gracias.
Hiksti arrugó la nariz y luego asintió lentamente, guardándose la información en la parte del cerebro que él creía que se titulada “Datos que pueden ser relevantes en futuras interacciones sociales, pero puede que no”.
Sólo se conocían desde hacía cinco días, pero Hiksti creía que tenía una idea bastante formada sobre cómo era Anir. Le fascinaba la facilidad que tenía para hablar con otra gente y que no dejase de ser rara sólo porque había más gente delante.
—Hiksti, estamos en un campamento de adolescentes ingenieros, aquí todos somos raros —le había dicho Anir cuando Hiksti le había confesado que se le hacía difícil hacer matemáticas avanzadas delante de los demás porque en su pueblo se creían que era una forma de brujería—. Sólo te van a criticar si tus cálculos están mal hechos. Y eso es imposible, he visto tus cálculos, y según yo están bien hechos.
En aquel momento Hiksti había mirado a su alrededor y se había dado cuenta de que sí, estaba entre gente cómo él. Bueno, seguía siendo el niño pequeño y delgaducho de los trastitos, pero la mayoría de gente allí le pasaba al menos dos años y todos tenían sus propios trastos.
—Anya. —empezó Hiksti, pero Anir le cortó de golpe.
—Anir. No es que no me guste Anya Irina, pero nadie me llama así.
Hiksti asintió y se puso la mochila mejor, para repartir el peso.
—¿Por qué te apuntaste al campamento? —le preguntó por fin. Llevaba un par de días pensando en preguntárselo.
—Porque si vuelvo a quemar el taller mi padre me quema la colección de documentales que tengo. Y tenía que parar eso.
Hiksti se paró de golpe, con la boca abierta de la sorpresa. Anir le dio la vuelta para ponerle la crema en la mochila y luego le empujó para que siguiera caminando. Sólo tenían cuarenta minutos para almorzar y llegar a la siguiente clase, tampoco era tanto tiempo.
—¿Le has quemado el taller a tu padre?
—N-nn-nnnoooo —dijo Anir, trotando a su lado ahora—. No encontraron pruebas, no pueden acusarme de nada. ¿Y tú?
—Yo no le he quemado el taller a mi padre. —dijo Hiksti muy solemne.
—Hala, no sabía que tu padre tuviera un taller. Pero te preguntaba por qué te apuntaste al campamento.
—Ah…
Los dos niños encontraron una mesa de picnic a la sombra de un árbol sin ocupar, así que decidieron tomar asiento y empezaron a sacar la comida. Anir le dio un sorbo bien largo a su bebida a través de la pajita.
—¿Y bien?
Hiksti se separó el cuello de la camiseta un poco y carraspeó, se estaba poniendo un poco rojo. Anir levantó las cejas, de repente tenía mucha curiosidad.
—En realidad no me apunté, me ofrecieron el curso con todos los gastos pagados por un artículo que publiqué.
—Qué misterioso de repente —le dijo Anir, dándole una patadita débil por debajo de la mesa a la que Hiksti casi no reaccionó—. ¿De qué era el artículo?
—Nada importante… —murmuró Hiksti, intentando quitarle interés al asunto y consiguiendo todo lo contrario. Al final suspiró y acabó recitando:—. Aplicación técnica de materiales biorrobóticos en prótesis y cómo conseguirlos de forma asequible para el consumidor medio.
A Anir se le cayó el bocadillo que había acabado de sacar de la mochila. Menos mal que aún estaba envuelto.
—¡Ese artículo es tuyo! ¿¡Es tuya la patente!? —exclamó mientras se intentaba poner en pie pero el banco de la mesa de picnic se lo ponía difícil.
—¿Sí? —preguntó Hiksti, confundido con la reacción de su nueva amiga. ¿Cómo es que lo había leído?
Anir acabó por ponerse de rodillas sobre el banco y dejó caer las palmas sobre la mesa con un buen golpe.
—¡Ese! ¡Ese es el artículo por el que estoy aquí! ¡Por esa patente! ¡Quiero hacer un brazo!
—¿Robobrazo?
Anir levantó una mano y puso los dedos en forma de garra.
—Robogarra.
—¿Entonces no se quemó el taller de tu padre?
Anir se volvió a sentar y agarró el bocadillo del suelo, sacudiéndolo un poco.
—Oh, no. Sí, se quemó, pero no fui yo. Fue un vecino. Lo quiero como al hermano que no tengo, pero se puso a fumar a escondidas de su abuela y al verla echó el cigarrillo sin darse cuenta de que había rebotado en el taller… el incendio fue pequeño, pero dije que había sido yo porque a mi me lo perdonan todo.
Hiksti abrió la boca y la volvió a cerrar, asintiendo. Estaba empezando a marearse.
—A mi padre le falta un brazo, lo perdió cuando era policía —dijo Anir mientras sacaba su comida de la bolsita—. Tiene una prótesis y papá se la ha mejorado, pero yo quiero darle lo mejor que se pueda hacer. Y si tengo que hacerla yo, pues tendré que hacerla. Y ya está.
Anir estiró el brazo derecho por encima de la mesa y le ofreció la mano, Hiksti la apretó un poco sin saber porqué.
—Trabajemos juntos.
Hiksti murmuró que sí. Que vale. Que podía ayudarle con lo del brazo. Y Anir le recordó que no tenían mucho tiempo a comer y que se pusiera a ello. Después de un par de mordiscos le preguntó muy serio:
—¿De verdad quieres hacer una robogarra?
Anir levantó el brazo bien recto.
—¡Robotransformer! ¡Garra! ¡Mano! ¡Pistola! ¡Cepillo! Es que tiene el pelo largo y bonito.
Hiksti se empezó a reír. Creía que se iba a sentir como el raro del campamento al ser tan joven y venir con beca, pero no había contado con alguien como Anir. Y al verla sacar una libreta electrónica para empezar a hacer bocetos se sintió un poco menos solo.
—Robocepillo. Anotado.