Uhh, con esto lo 'grande' está resuelto. Quizás venga con un fic corto más.
71.1.
Pasaron dos días después del matsuri y el grupo se encontraba en una temporal rutina de salir a disfrutar del mar y la concurrida alameda comercial. Con sólo dos días restantes de aquel viaje, Shishiou se animó a salir de compras para conseguir souvenirs, y fue acompañado por un grupo considerable de personas, quienes se animaron a hacer lo mismo.
“¡Ahh, venden tantas cosas ricas aquí!” exclamó Marisa, maravillada en lo que observaba la amplia selección de dulces y confecciones de la zona. La tienda también contaba con souvenirs de distintos tipos. “Cómo me encantaría llevarme un millón de cosas para mí, pero realmente no tengo mucho dinero.”
“Puedes agarrar una cosa que te guste, Marisa, pero sólo una,” dijo su hermano, quien tenía un paquete en una mano.
“¡Ohh, muchas gracias!” Marisa se emocionó. “¿Y qué traes ahí?”
“Decidí agarrar una de las campanas de viento a la entrada de la tienda,” sonrió ampliamente. “Imaginaba que a Reimu le gustaría ese recuerdo, ¿no es así? Supongo esas cosas relajantes van con el templo.”
“Hehe, es un lindo detalle,” asintió. “Ya casi pareces tú el que vive ahí.”
“Ahh, es una linda idea, quizás me compre uno también,” Gokotai sonrió ampliamente. “Pienso que a mis tigres les gustaría dormirse al son de las campanas. Sin duda a mí también.”
“Tienes mucha razón, pequeñín,” Shishiou se animó y le revolvió los cabellos. Vio que aparte de cargar a uno de sus tigres, tenía una canasta con varios dulces colgando de un brazo. “Vaya, esos son muchos dulces. ¿Son para tus amigos?”
“Eh, pues…” el peliblanco bajó su cabeza y se puso a pensar. “Hmm, cierto, no he comprado nada para mis amigas del colegio aún. En verdad, estos dulces son para Akita y Houchou que no han venido con nosotros.”
“Verdad, seguro se alegrarán mucho por el regalo,” dijo Marisa, contenta.
“Hm, veo que también has estado agarrando dulces para Houchou,” comentó Hakata, quien se acercó con una canasta con dulces. Se encogió de hombros. “Quizás deberíamos organizar qué le compraremos entre los dos, pero no deberíamos incentivar su adicción al azúcar, y nuestros otros hermanos puede que quieran pasarse por aquí también.”
“Oh, es verdad, Hakata,” Gokotai asintió y sonrió con torpeza. “Hehe, me dejé llevar por la selección y los buenos precios, pero seguramente volveremos a pasar por aquí el último día. Ehh, perdón.”
“Está bien, más bien me alegra que hayas considerado los precios,” sonrió con perspicacia. “Desde ya me pareces más consciente que Shinano, así que te felicito.”
“Ahh, eres bastante duro con tu hermano,” Shishiou se lamentó.
“Y Shinano que es tan lindo, pero es sólo normal que uno le ponga presión a sus hermanos,” comentó Marisa, entretenida. “Así que ya sabes, Shishiou.”
“¿Ya sé qué?” el otro se confundió y dio un suspiro. “Vaya, y te estoy comprando dulces. No seas mala conmigo.”
“Hahaha, sólo bromeaba.”
Por otro lado de la tienda, Aizen se encontraba probando su suerte con gashapons.
“A ver… ahh, de nuevo el mismo,” este se frustró y dio un pesado suspiro.
“¿Qué estás haciendo, Aizen?” preguntó Nagisa, frustrado. “Esos gashapon están en todas las tiendas en la ciudad. No es nada exclusivo de este distrito.”
“Esperaba conseguir el raro de esta colección, pero ni aquí tengo suerte,” dio un pesado suspiro y observó al otro. “Oh, veo que has agarrado unas cuantas cosas, Nagisa. ¿Qué tienes?”
“P-pues…” el peliceleste se retrajo un poco al ver al otro asomarse a su canasta. “No es nada muy importante. Pienso comprarle un pastel a mi padre, aunque no sé si le gustará…” bajó su mirada, indeciso. “También encontré unos dulces que pienso irían bien con Monaca-chan…” se incomodó. “Pero tengo el mismo problema…”
“Lo estás pensando demasiado, Nagisa,” el pelirrojo negó y le agarró de un hombro, para sonreírle con ánimos. “Tú sólo ve con tu intuición. Estoy seguro que lo apreciarán, no lo dudes demasiado, ¿de acuerdo?”
“Sí, pienso lo mismo,” Hotarumaru se acercó al par, sonriente. “Ehehe, pese a ser personas difíciles, ellos dos estarán en el fondo felices con tu dedicación. Realmente eres una buena persona, Nagisa.”
“No pienso que algo así sea relevante ahora, Hotaru,” comentó el peliceleste, dando un suspiro.
“¿Comprando algo para Monaca-chan? Justo buscaba algo para ella,” comentó Tsurumaru, quien decidió dirigirse a los petizos amenamente. “Puedes contar con Monaca-chan intentando tomarte el pelo, pero sí se alegrará. Más bien eres muy bueno con ella.”
“Es una pena que no haya podido venir con nosotros y sería bueno que se dé estos viajes,” observó Nagisa. “Así que no se trata de ser ‘muy bueno’, a mi parecer.”
“Sí, como digas, sin duda tu crush no puede negarse,” movió una mano para restarle importancia.
“Tsurumaru…” Hotarumaru le miró con reproche.
“No tengo malas intenciones, Hotaru-bou, sólo decía la verdad,” le aseguró con una sonrisa, y vio a Yukko acercarse junto con Mai y Shinano. “Oh, ¿encontraron algo?”
“Eh, sí,” Yukko asintió, sonriendo. “Una vez vi a mis padres comer estos dulces, así que se los enviaré por correo ni bien regresemos a la ciudad.”
“¡Ah, qué genial! ¡Hahaha, tan Hanasaki-chan de tu parte!” Tsurumaru le dio un guiño. “Me haces muy orgulloso.”
“Ehh…” la chica sintió un tic en la ceja.
“Justo le había dicho lo mismo,” Mai asintió. Ella tenía su canasta colgando de un brazo y también cargaba a otro tigre de Gokotai. “Por mi parte, traigo un dulce para Ayumu. Si no le dedico algo corro el riesgo que me acose, pese a que más bien debería ser lo opuesto,” se encogió de hombros. “Mi prima es irracional.”
“Más bien pienso que será muy cariñosa,” comentó Shinano, con dulzura, y entonces puso un rostro serio y decidido. “Si uno de mis hermanos me hiciera un desplante, yo definitivamente me aseguraría que me lo repusiera a todo lugar, así que lo entiendo.”
“Pues, no simpatizo con esa idea, pero ojalá yo pudiera reclamarle a Kuniyuki toda su negligencia de ese modo,” dijo Aizen. “Seguro que anda durmiendo ahora mismo en vez de estar preparando la comida.”
“No entiendo por qué se lo pidieron en primer lugar,” dijo Nagisa, confundido.
“Haha, ese Akashi es un caso perdido, pero en fin…” Tsurumaru se encogió de hombros y miró a Shinano, sonriendo con ironía. “Ahora entiendo por qué me pediste que te infiltrara al laboratorio de Yagen después de tu llegada. ¡Haha, me cuesta creer que son hermanos!”
“A todos, pero bueno,” Mai rodó los ojos.
“Ya, no digan eso,” Shinano sonrió incómodo y miró a su canasta. “De momento sólo he comprado unos dulces para mis hermanos, aunque luego tendré que ir a otra tienda para conseguirles algo a Syo y Natsuki. Ellos son muy geniales y Syo tiene gustos refinados, así que debo darles algo igual de especial. Oh, y no sé qué conseguirle a Seija también…”
“Hm, tu amiga Princess, verdad,” Tsurumaru se puso a pensar.
“Todavía no puedo creer que sea una Princess…” Yukko se estremeció.
“Eso es porque no prestaste atención,” comentó Mai, inmutada. “Nos dio un hint gigantesco en el templo. Entiendo que fui la única que se dio cuenta de ello.”
“Eh, sería bueno que compartas tus sospechas, Mai-neechan,” le pidió Hotarumaru. “Eres muy inteligente y podrías ayudar bastante en momentos así.”
“Lo consideraré porque tú me lo pides,” la chica le sonrió levemente y le acarició la cabeza.
“Uhh…” Nagisa se incomodó y sintió escalofríos. No dejaba de ver a esa chica como una potencial pedófila.
Entonces, los demás les dieron el alcance.
“Listo, creo que ya hemos terminado,” reportó Shishiou, amenamente. “¿Y cómo van ustedes?”
“Sí, digo lo mismo,” Aizen asintió. “Vaya, la gran mayoría ha escogido dulces.”
“Es inevitable, todo se ve tan delicioso~” canturreó Marisa.
“Sí, hay una cantidad decente de dulces y pasteles de alta calidad, lo admito,” dijo Hakata. “Aunque mejor espero a ver otras tiendas antes de comprometerme a algo.”
“Buen punto, creo que mejor me dedico a buscarle algo a Monaca-chan por otro sitio,” dijo Tsurumaru.
“Ehm, bueno, yo todavía ni sé qué comprarle a Seija…” Shinano se puso a pensar.
“Ah, olvídate de esa chica,” Marisa negó, frustrada.
“Ehh, entiendo que no te lleves con ella, pero le debo al menos un recuerdo,” el pelirrojo sonrió incómodo. “Más bien perdón por mencionarlo tan abiertamente.”
“Pues, Seija gusta que gasten en ella, más en el sentido de causar incomodidades que otra cosa, y le gusta tomar,” dijo Shishiou, con leve cansancio. “Puedes comprarle una bebida alcohólica de la zona y estará contenta. Es más, si te muestras incómodo de darle ese regalo, seguro que lo apreciará mucho más.”
“Ehh, ¿qué dices?” Hakata le miró alzando una ceja. “Esas son condiciones raras…”
“Ihh, siendo sincero, sí que no quiero tener nada que ver con el alcohol,” Shinano se horrorizó. “Ya es mucho ver a Fudou borracho todo el tiempo, y si alguno de mis hermanos abre mi equipaje y ve una botella, se aterrarían y me harían una intervención.”
“Ehm, p-podrías explicarles tus motivos de antemano, Shinano-niisan,” sugirió Gokotai, meditativo. “Pero sí… posiblemente se preocuparían igual…”
“También está el hecho que eres menor de veinte años,” observó Mai. “No tienes edad legal para comprar alcohol. La gran mayoría de nosotros aquí no puede hacerlo.”
“Oh, eso no es un problema,” Tsurumaru levantó su mano. “Me ofrezco a hacerlo, y también puedo guardarla yo para no andar dándole un paro al pobre de Ichigo.”
“¡Ahh, sería una gran ayuda, Tsurumaru!” Shinano asintió, contento y juntando sus palmas. “¡Entonces por favor!”
“Está bien, vayan pagando sus cosas, les doy el alcance,” dicho esto, el peliblanco fue hacia la zona de la tienda donde ofrecían las bebidas alcohólicas. No lo pensó mucho y agarró una botella pequeña y vistosa que supuso haría un buen regalo, pero antes de irse, tuvo una idea…
…
Las horas siguieron fluyendo y llegó el anochecer. Luego de haber pasado una tarde en la mansión rentada por los Sadamune, Fudou se excusó para ir a caminar y de paso buscar a algún despistado que pudiera comprarle algo de alcohol, con lo cual no había tenido mucha suerte. Pese a ello, Fudou no se encontraba de tan mal humor, ya que desde esa noche del matsuri, había podido ver a Monoyoshi más alegre y despierto, y Gotou se ocupó esas vacaciones en atenderlo e inconscientemente hacerle ser más abierto con Taikogane y Mitsutada. Parecía que las cosas estaban en orden, así que no tuvo problemas dándose un respiro de vivir en sociedad.
Luego de pasar por aquel bar cerca del pequeño muelle sin éxito, Fudou optó por sentarse al borde de dicho muelle y mirar al cielo estrellado. Su contemplación le hizo echarse en el mismo, y lentamente se sintió adormecido y somnoliento, pero antes de poder dormirse oyó unos pasos, lo cual le hizo sentarse nuevamente.
“Tsk…” chasqueó la lengua al reconocer a Tsurumaru y le miró de reojo con recelo. “¿…qué quieres tú?”
“Yo!” le saludó amenamente. El peliblanco sonreía con leve torpeza y tenía sus manos detrás de su espalda. “Viendo la cálida bienvenida que me has dado, iré al punto. Esperaba hablar contigo un rato, si no es un problema.”
“¿Ah? ¿Hablar conmigo?” se confundió. “Vete, quiero estar solo…”
“Supuse que dirías algo así, pero realmente te he estado buscando un buen rato,” le vio indiferente, lo cual no le quitó los ánimos. “Quisiera que me hablaras un poco con respecto a Monoyon, tú que lo conoces de hace tiempo.”
“¿Eh?” le miró con leve indignación. “Uhh… no confío en ti. ¿Por qué crees que te correspondería? Tsk, vete ya.”
“Sí que eres difícil, hermanito de Tharja…” dijo con leve frustración y notó al otro molestarse más por aquel denominativo. “Bueno, no es como si no hubiera venido preparado.”
“¿Preparado?” Fudou alzó una ceja y vio el momento en el cual Tsurumaru dejó de esconder sus manos, para revelar una botellita de sake y un par de platillos para degustar la bebida. Ello le dejó en shock y le hizo bajar todas sus defensas, para mirar a esa botella con anhelo como si fuera un niño pequeño.
“No necesito saber muchos detalles, pero sin duda hubo parte de la historia que le dijiste a los Toushirou la noche del matsuri que no les comentaste, al ser asunto de Monoyoshi, si mal no recuerdo,” dijo el peliblanco. “Oh, y sí, los estuve espiando.”
“Sake… ¿me has comprado sake? ¿En serio?” preguntó apresuradamente, sin despegar sus ojos de esa bebida.
“Sí, sí, sentémonos a hablar un poco, ¿sí?” Tsurumaru frunció el ceño con clara preocupación. Ya casi se arrepentía de su travesura al verle perder todas las neuronas ante la promesa de su vicio. “Ahh, sé que me iré al infierno por esto, pero sólo hazme el favor de no decirle a nadie que yo te di sake, especialmente tu hermana, ¿de acuerdo?”
“¡Sí, ya no me hagas esperar! ¡No confío en ti!” exclamó apurado e impaciente.
Así, pasaron alrededor de quince minutos, durante los cuales conversaron y compartieron aquel licor. Tsurumaru no tuvo problemas dialogando con Fudou y, con leve sorpresa, él estuvo dispuesto a contestarle todas sus interrogantes.
“Hic… tú…” Fudou miraba a su platillo con los ojos entrecerrados y un notorio rubor en su rostro. Él dio un suspiro y frunció el ceño. “¿Qué quieres con Mono-chan…?”
“Él es un amigo, diría que es casi un hermano menor para mí, así que me preocupo por él,” le contestó de buenos ánimos. Luego de contestarle, sonrió incómodo. “Oye, yo que compré una porción pequeña para que no se te subiera a la cabeza, pero sí que no tienes resistencia alguna. Eso no está bien…”
“Tsk… hic… a ti no te importo, ignórame,” se encogió de hombros y le miró de reojo. “Y no andes diciendo a los demás lo que te dije… hic… Mono-chan debería hacerlo…”
“…” sonrió frustrado. “Me has ayudado a comprenderlo mejor, me apena ese relato… así que él tuvo a personas en su vida que le hicieron sentir como se siente en el presente…” alzó su mirada a las estrellas. “…distinto, desmerecedor… como si no tuviera un valor intrínseco… como si no perteneciera a ningún lugar…”
“…”
“No sé qué tan bueno sea mantener esto secreto de su familia, Fudou,” comentó con leve indiferencia y sin borrar su sonrisa. “Entiendo que Monoyon te tuvo a ti y a ese Toushirou en aquellos instantes, pero sigue siendo una cruz con la cual carga en el presente. Como algo que no ha terminado y que sigue siendo tan parte de él, otros podrían esclarecer ese punto de vista.”
“Hic…” desvió su mirada. “No sé… por cómo es, ese Mono-chan no quisiera aceptar la ayuda de nadie… uhh… podría espantarse si alguien se entera o trata de comprenderle… hic… ¿tú crees que ese par de personas brillantes en su familia sabrían cómo ayudarle?”
“…” le miró con una sonrisa levemente irónica. “Brillantes, ¿ah? Entiendo lo que dices. Tengo una gran fe en Mitsu-bou, pero no puedo decir lo mismo sobre Sada-bou. Él es un niño.”
“…” entrecerró sus ojos. “¿…qué sabré yo? Hic… soy sólo un insecto, yo no sé nada…”
“¿Qué tienes con ese auto-desprecio?” le preguntó, sonriendo incómodo. Estaba claramente retraído y resentido. “Ahora no te culpes por compartir esto conmigo, ¿de acuerdo? Es mi responsabilidad. Uno que tienta a un adicto con su vicio más se asemeja a un monstruo que a otra cosa. No ibas a poder resistirte.”
“Tch… hic… pues sí, te odio, me repugnas…” Fudou sintió su sangre hervir y tomó lo que quedaba en su platillo para dirigírsele con cólera. “¡No creas que he cambiado mi parecer de ti! ¡No me has comprado como un perro! Hic… ¡eres más insecto que yo!”
“No me clasificaría como insecto, pero no soy de esos ‘brillantes’. Te entiendo muy bien,” Tsurumaru se veía entretenido y le observó con comprensión. “Si no me odiaras tanto, te vería con mayor empatía. Puedo leerte bien.”
“Tch…” rechinó sus dientes. No podía negarlo. Tsurumaru había podido leer su sentimiento de culpa sin necesidad de decirle nada. Sintió como si hubiera perdido una batalla y agachó su cabeza con derrota. “Hic… ya sacaste lo que querías de mí… ¿por qué sigues aquí fastidiándome? Vete de una vez…”
“En un instante, pero no te andes carcomiendo, Fudou. No eres tú quien ha hecho nada malo esta tarde,” le dijo de buenos ánimos, y levantó la botellita de sake. Al ver eso, el pelimorado levantó su platillo y recibió más sake. “Mi única meta había sido comprender mejor a nuestro amigo en común, y seré responsable con ello. Te lo aseguro.”
“…” Fudou miró el sake en su plato. “Hic… ¿cómo puedo confiar en eso…?”
“…” Tsurumaru rió para sus adentros y miró al horizonte. “Sé que te inspiro poca confianza. No sería la primera vez, y en verdad me lo merezco. Soy un ser que trae mucho por detrás…”
“…” le miró de reojo, alzando una ceja.
“Monoyoshi te ha ayudado en algún momento. Para que te intereses tanto en él, ese debe ser tu motivo,” comentó, sonriendo con nostalgia. “Es algo que tenemos en común. Ese Monoyon se preocupa por los caídos y los discriminados. Él quiere prevenir que otros se sientan como si no valieran nada en lo absoluto, y ve las cualidades y las bondades de los más miserables…” se sirvió un poco de sake. “¿Quién diría que se preocuparía por alguien como yo también…?”
“…” era como oír su diálogo interno. Fudou miraba a las aguas, desposeído. “…yo fui la verdadera escoria de nuestro colegio… hic… ese Mono-chan se preocupó por mí… hic… me jalaba de un lado a otro para obligarme a estudiar, y a hacer cosas buenas para mí…” hundió sus ojos en sombras. “…no sé cuántas veces le grité y espanté, pero nunca me abandonó… a diferencia de todos los demás…”
“…” le miró atentamente, mientras degustaba del sake.
“Hic… pero siempre se abandona a sí mismo… ¿por qué pierde su tiempo…?” preguntó ausentemente, y entonces recapacitó en lo que decía, y con quien hablaba. “Eh, ¡E-espera! ¡¿Qué hago diciéndote todo esto?!”
“¡Hahaha!” Tsurumaru se puso a reír con ganas.
“¡O-oye, déjame en paz!” le reclamó, molesto e incómodo. “Hic… ¡olvida lo que dije! Tch, ¡y deja de reírte, animal!”
“Ahh, perdón, hermanito de Tharja…” se secó una lágrima.
“¡Y no me llames así!”
“Tranquilo, créeme que me he preguntado lo mismo que tú, estamos iguales,” se encogió de hombros. “Yo también quise espantar a Monoyon en un inicio, realmente lo intenté, pero no pude hacerlo.”
“¿Eh?” le miró con incomprensión. “¿Qué quieres decir?”
“Lo mismo que tú, supongo,” le restó importancia. “Pero por más amable que sea, Monoyon no da su brazo a torcer cuando se decide por algo. Él en verdad terminó siendo un gran apoyo a su manera. Supongo… me dio expectativas, será el motivo por el cual me llamará senpai todo el tiempo. Ahh, yo el senpai de alguien como él,” sonrió frustrado. “Es injusto, ¿no lo crees? Nunca me mereceré ese título.”
“…” le miró confundido.
“No estoy aquí para ser tu amigo, Fudou, y entiendo que no me veas con buenos ojos, pero te prometo que sólo tengo buenas intenciones con Monoyoshi,” recalcó tranquilamente, sonriendo con una paz interior. “Él es alguien importante para mí, y realmente necesita ayuda. Me aseguraré de velar por él, al igual que tú. Desde ya, te agradezco por ello.”
“…” desvió su mirada.
“Y aquel Toushirou… heh, ahora tendré motivos para recordarle, si es tan importante para Monoyon. Un amigo de mi pelirrosa merece reconocimiento,” se encogió de hombros. “Me alegra que te escogí a ti para hablar. Ese chico claramente me tiene recelo también, y no sé si la idea de ofrecerle sake hubiera funcionado en él,” dicho esto, Tsurumaru pasó a poner un rostro de terror y angustia. “Uhh y si Yagen fuera a enterarse que emborraché a uno de sus hermanos, no sé qué sería capaz de hacer. Ya me dijo que la muerte es muy misericordiosa para mí…”
“¿Eh?” Fudou le miró con incomprensión y negó. “Hic… los Toushirou no toman, de todos modos, no hagas teatro…”
“Y bueno, también eres más despierto que Gotou, aparte que congeniamos mejor,” comentó con leve indiferencia. “No somos parte de los que brillan, como bien dijiste…”
“…”
“Está fue una buena conversación,” Tsurumaru apoyó la botellita de sake al costado de Fudou, y estiró sus brazos para desperezarse antes de finalmente ponerse de pie. “Nos vemos por ahí. Creo recordar que volverás a pasarte por la mansión mañana. Será ahí, entonces. Ahora cuidado regresando a casa, no te vayas a caer al mar.”
“Hic… no me caeré. ¿qué tan atolondrado creen que soy…?” preguntó con fastidio.
“Hasta luego,” Tsurumaru se despidió con ánimos y alzando una palma, y se marchó.
El cielo se encontraba casi completamente oscuro a esas alturas, y Fudou se quedó tomando lo que quedaba del sake. Pese a esa conversación, se sentía extrañamente despejado. No le gustaba aceptarlo, pero tuvo un momento de entendimiento y reciprocidad.
“Tsk…” uno que de todos modos le hacía sentir cierta molestia, al no confiar en el peliblanco.
Fudou se quedó un poco más en ese puerto antes de partir de regreso a la casa, para darse una muy necesitada siesta.
…
Pasaron unas tres horas y Yukko estaba junto con Marisa en su habitación dentro de la casa de los Toushirou. El par de chicas estaban sentadas sobre la cama y se habían quedado conversando sobre los últimos días en ese distrito costero. Marisa lucía una yukata que acababa de conseguirse esa tarde en otra tienda que fueron a visitar.
“Te queda muy bien,” dijo Yukko, sonriendo.
“¡Ay, sí! ¡La vi y me enamoré!” exclamó Marisa, encantada y con sus manos en sus cachetes. “Menos mal que Shishiou no se resistió mucho y me dejó salirme con mi gusto. Qué bueno que tengo a un hermano marshmallow~”
“Hehe, él quería ser severo contigo, pero se nota que te quiere mucho. Sí que era una tienda muy linda con muchos textiles,” dio un suspiro. “No podía ni costearme un monedero de ahí…”
“Sí, demasiado cara. Yo como fugitiva de mi casa no tengo solvencia económica tampoco.”
“¿Eh? ¿Fugitiva? ¿En serio?” Yukko se quedó en shock.
“Sí, pero tranquila,” Marisa sonreía despreocupada. “Por eso me estoy quedando con Reimu y la estoy ayudando con el templo, aunque no te preocupes. Shishiou está en contacto conmigo y con nuestros padres, y todo está bien. Es sólo que necesitaba un poco de independencia. Y vaya que hice bien en regresar a Hanasaki, he tenido mucha suerte.”
“Ehh, sí, es impresionante,” asintió anonadada. “No me creo con la valentía de hacer algo semejante, y conociendo mi suerte con las justas ando sobreviviendo mi propia realidad,” dio un pesado suspiro. “Sólo me alegro que las cosas estén bien contigo, Marisa.”
“Hehe, gracias, y más bien pienso que tú también tienes mucha suerte, Yukko.”
“¿Tú crees?”
“Claro. Te han tocado compañeros de universidad muy divertidos, y Hotarumaru es un amor~ Adoraría tener a un amiguito así~” canturreó con mucha felicidad.
“Es verdad, y me ha ayudado bastante todo el tiempo,” Yukko se vio animada. Pese a sus raros chascos como ser pokeparada, sí había tenido mucha suerte con la gente que terminó conociendo. “Incluso me invitaron a este paseo, quién lo diría.”
“Sí, precisamente, y hablando de suerte…” Marisa dibujó una sonrisa pícara en su rostro y apoyó sus manos sobre la cama para mirar a Yukko de cerca. “Dime, ¿qué te traes con Shinano? Él te invitó, ¿verdad?”
“Ehh, ¿s-sí?” Hanasaki-chan ladeó su cabeza.
“¡Hahaha, eres tan inocentona!” Marisa se puso a reír. “¡Con razón te llaman Hanasaki-chan!”
“O-oye,” se frustró y dio un suspiro. “¿Qué quieres decir, Marisa?”
“Tendré que ser directa, ¿cierto?” se encogió de hombros y regresó a su acoso. “Tú y Shinano, ¿tienen algo formal? ¿Se gustan?”
“¡¿Q-q-qué?!” Yukko se hizo para atrás y se quedó en shock. Sintió un leve rubor debido a esa pregunta tan honesta. “¡N-no, para nada! ¡¿De dónde sacas algo así?!”
“¿Eh? ¿en serio?” Marisa se confundió y desanimó un poco. “Vaya, yo que pensé que fueron súper lindos durante su visita al templo. Sí me parecía que había algo. O sea, hasta te invitó a pasar el verano con su familia.”
“Uhh, si lo pones así me haces entender que no debería estar aquí…” Yukko sacudió su cabeza con fuerza para despejar el shock. “Pero no, en serio, no hay nada. Ehh, sabía que su invitación fue muy bizarra ya que apenas nos conocemos, pero Syo y Natsuki dijeron que él era así de abierto y sociable. Eso es todo, creo…”
“Aw, qué pena,” Marisa hizo un puchero y ensortijó unos de sus cabellos con sus dedos. “Pero en serio pienso que harían una pareja muy linda, Yukko-chan~”
“Ihh, no digas eso, por favor,” se puso nerviosa.
“¿Eh? ¿Por qué no? ¿Acaso no te simpatiza?”
“Ahh, ¿por qué insistes?” preguntó torturada y avergonzada. “O-o sea, es salido de la nada, y en verdad es un buen amigo y me ha ayudado en el club de drama al que pertenecemos, pero nada más. No sé de dónde salió lo que dijiste.”
“Hehe, está bien, estamos en confianza,” rió un poco. “Pero sigo pensando lo mismo. Eres una chica buena e inocente, y Shinano un chico dulce y cariñoso,” entonces, se puso a pensar. “O bueno, tal vez el asunto sea más del otro lado, ahora que lo pienso.”
“Ehh…” Yukko entrecerró sus ojos. No quería seguirle la corriente, pero claramente no había entendido lo que había dicho.
“Es simple,” aunque Marisa le comprendió y sonrió ampliamente. “Me refiero a que es Shinano quien siente algo por ti, Yukko-chan.”
“¿P-p-por qué dirías algo así?” preguntó la otra, angustiada. “¡N-no hay forma que una Hanasaki-chan como yo sea llamativa para nadie, y sin duda no para alguien como él!”
“Ya, tranquila,” Marisa sonrió nerviosa y comprensivamente. “Sólo decía.”
“Ihh…” Yukko se abrazó a sí misma. “Ya no quiero estar aquí… ¿podrías llevarme donde los Sanjou esta noche?”
“Ehh, no era mi intención incomodarte, perdón. Sólo hacía unos comentarios inocentes,” dijo haciendo un guiño. “Estamos en confianza, descuida.”
“Ya dije que no hay gato encerrado aquí…” dio un pesado suspiro.
“Pero igual, me gusta cómo los dos se llevan, y suelo tener un sexto sentido para estas cosas. Mejor los shippearé a distancia, así que no te preocupes por mí.”
“No tenías que decirme eso en primer lugar…” se lamentó.
“¡Hahaha, ya, no te tortures!”
“Ehm… ya que hablamos sobre haber venido…” desvió su mirada e intentó cambiar el tema. “¿Cómo así fuiste invitada por los Sanjou? ¿Los conoces de antes?”
“Haha, no, es que mi hermano se ha llevado bien con ellos y yo de pasada les pregunté si podía acompañarles, y dijeron que sí,” dijo feliz de la vida y restándole importancia.
“…” al oír ello, Yukko le miró con cansancio. “Y luego me haces líos por ser invitada…”
“¡Hahaha, es que es distinto!” Marisa se rió por su reacción. “Ya, perdón. Pues, mi hermano se lleva de maravilla con la gente, y ha congeniado de manera especial con Jiji y su familia. Es como si todos fueran espadas de la era Heian o algo.”
“¿C-cómo así?” Yukko ladeó su cabeza, confundida.
“Haha, olvídalo. Y a mí también me caen muy bien y me hacen sentir en casa. Ya ser invitada por ellos tan intempestivamente es mucho abuso de mi parte, pero quisiera volver a viajar con todos a algún otro lado. Se siente el ambiente familiar.”
“Pues, sí, lo mismo digo de aquí. Más bien me sorprende que se lleven tan bien,” confesó Yukko, sonriendo incómoda. “Hubiera esperado que una familia de sólo chicos sería más desorganizada y conflictiva, pero no son así.”
“Como dije antes, tienes suerte con la gente que conoces, y supongo que yo también,” Marisa asintió decidida. “Pese a ser medio tiránica, Reimu me ha salvado por acogerme en su templo, y las chicas de Hanasaki son también muy lindas,” dicho esto, agarró a Yukko de las manos. “¡Oh, y tú también! Me recuerdas a mis amigas. Siento que podría quedarme a dormir aquí y hablaríamos por horas de horas.”
“Hehe, gracias, pienso lo mismo, pero no podría decidir algo así.”
“Algún día podrías quedarte en el templo, no hay apuro,” Marisa sacó su celular. “Oh, ya las diez. Jiji me dijo que tenía hasta las once y media para regresar, así que debería irme pronto,” pese a sus palabras, se recostó con pereza sobre la cama. “Ah, pero no quiero caminar… necesito comerme más dulces o algo.”
“Verdad que iba a traer unos de la cocina,” Yukko se acordó y sonrió un poco. “Qué amable de Gokotai de abrir varios de los dulces que compró en la tienda.”
“Ay sí, es todo un cinnamon roll ese chico~” canturreó alegremente. “Eh, podemos bajar a la cocina, si prefieres.”
“Creo que justo andan mirando una película en el primer piso, así que mejor traigo los dulces aquí. No hay que perturbarles.”
Con ese plan, Yukko salió de su habitación para ir rumbo a la cocina. Ella cerró la puerta de su cuarto y ahí pudo apreciar la oscuridad de ese pasadizo. Delataba que los otros no habían subido en ningún momento ya que las luces estaban apagadas y sólo entraba la iluminación de la luna por los ventanales pegados a su habitación, al final del pasillo. Al ya llevar unos días ahí, Yukko no se sintió intimidada y caminó para alcanzar las escaleras, pero no llegó a avanzar mucho cuando oyó esas lunas detrás de ella ser abiertas con fuerza, como si una fuerte ráfaga las hubiera empujado.
Ello resultó espeluznante para Yukko, quien se giró… pero estaba a punto de presenciar algo mucho más aterrador.
…
De la nada, había una persona parada a dos metros de ella. Se trataba de un peliblanco desconocido que la miraba con unos ojos oscuros, nulos y profundos, los cuales le transmitieron un gélido peligro.
“¡Ihhh!” Yukko se cayó sentada ante la escalofriante persona que le observaba y le miró en shock y catatónica.
“¿Quién eres?” preguntó Honebami, con frialdad y severidad.
“¡Ihhh!” ella continuó asustada. ¡Y-y-y-y-y-yo!”
“Responde…” le exigió, afilando sus ojos.
“¡Ahh, p-p-piedad!” exclamó. Yukko vio por detrás de ese chico a Marisa abrir su puerta, pero incluso la tranquila y amena rubia se espantó al ver al peliblanco y no tardó en cerrar la puerta apresuradamente. “¡A-ayuda, alguien!”
“…” Honebami se impacientó y le miró desde arriba con ojos asesinos.
“…” ello causó que la pobre Yukko sintiera su cabeza marearse y aligerarse, y pensó que iría a desfallecer, cuando entonces oyó una voz detrás de ella.
“¿Aioi-san?” preguntó Yagen.
“¡AAAHHHH!” Yukko se sobresaltó y pasó a sentarse pegada a una pared. Ahí observó al doctor acercarse, quien para variar se veía genuinamente confundido por reconocerla.
“Yagen…” Honebami miró a su hermano atentamente.
“No tienes que inquietarte, Honebami,” dijo el doctor, sonriendo profesionalmente. “Aioi-san es una compañera de Shinano y no presentaría ningún peligro para los demás. Es un inesperado encuentro, pero todo está bien, descuida.”
“Entiendo…” el peliblanco asintió y se marchó por el pasillo sin decir una sola palabra.
“…” Yukko seguía con el susto y sentía su corazón latir a mil, cuando entonces notó que el doctor se le dirigió, lo cual probó volver a inquietarle.
“Mi hermano había detectado a un intruso, y anduvo haciendo guardia desde afuera. Supongo no estuvimos informados sobre tu presencia,” explicó Yagen, quien extendió una mano a la chica. “Me disculpo por él. Lamento las molestias.”
“Ehh… s-sí…” Yukko por inercia aceptó su ayuda y se levantó. “Eh… n-no sabía que habías llegado, eh… doctor…”
“Hace alrededor de media hora,” le contestó, meditativo. “Mis hermanos se encuentran viendo una película. Será por ello que no lo habían compartido con usted.”
“Eh… hehe… sí, seguramente…” pese a que ese posible peligro había terminado, Yukko se sentía incómoda frente a aquel impecable doctor, al punto en que no era capaz de regresar a su habitación o irse a la cocina. Sin embargo, Marisa finalmente se había animado a abrir la puerta, y fue ella quien rompió con el silencio.
“Ah, ya se fue,” dijo con alegría en lo que se acercaba al par.
“Uhh…” al oír eso, Yukko se lamentó. Realmente la tuvo fácil ocultándose.
“¡Hola, tanto tiempo sin vernos!” saludó Marisa a Yagen, alegremente. “Por cierto, ¿qué le pasó a tu hermano? Estaba todo aterrador repentinamente…”
“Un malentendido. No tienes que preocuparte, Kirisame-san,” le contestó con amabilidad.
“¡Vamos, puedes llamarme Marisa! Ni que estudiara en Rizembool. ¡Ah, y bienvenido! Tus hermanos te han mencionado con frecuencia, sin duda te han echado de menos.”
“Gracias por el gesto,” asintió. “Mikazuki me informó que habías sido invitada junto con tu hermano mayor. Espero que haya sido un buen anfitrión hasta el momento.”
“¡Sí, son geniales! ¡Me divierto un montón con ellos!” sonrió ampliamente, enseñando los dientes. “Tú deberías ir a visitarnos por ahí. Ima-chan anhelaba que vinieras.”
“¿En verdad?” preguntó, meditabundo. “No sabría a qué se debe su interés, pero sí les daré una visita mañana temprano, es necesario,” sonrió un poco. “Honebami se siente a gusto con ellos también. Le haría bien despejarse.”
“¡Haha, además que ya oí a Jiji decir que quiere adoptarlo o algo!” la rubia se puso a reír. “¡Qué gracioso que es! A veces me creo sus ocurrencias de que es un viejo.”
“Vaya, es de esperarse que hiciera esa broma,” comentó, sonriendo cansado. “Sólo espero que mi hermano mayor no se lo haya tomado muy seriamente…”
Yukko miró incómoda y algo sorprendida a Marisa desenvolverse con el doctor con toda familiaridad, pese a que ese chico era muy impersonal y rígido por más cordial que se mostrara. Dio un suspiro, apenada. No dejaba de sentirse como Muggle.
Entonces, oyó a otros pasos acercarse y vio que se trataban de Shinano y Gotou, quienes llegaban apurados y algo alarmados.
“Oímos un grito, ¿todo está bien?” preguntó el pelimarrón.
“…” al presenciar a sus hermanos, Yagen dio un suspiro y miró con reproche a Shinano, quien se había acercado a Yukko.
“¿Te encuentras bien?” le preguntó a la chica.
“Eh, sí, sólo fue un susto, ehh…” la chica sonrió incómoda, y pasó a sorprenderse cuando Yagen jaló a su hermano de una oreja.
“¡Ihhh!” este soltó doloroso alarido. “Y-Yagen, ¿qué hice…?”
“Tsk, no me dijiste que habías invitado a Aioi-san,” se explicó molesto. “Honebami pensó que era una intrusa.”
“¡C-cierto, perdón! ¡Suéltame por favor!”
“Así que eso sucedió…” Gotou se dio un facepalm y se dirigió a la chica. “Lo siento mucho, Yukko. Nuestro hermano mayor es muy retraído y no muy receptivo de personas nuevas, pero no te lo tomes personal. Te prometo que no te hará nada.”
“Ehm, o-okay…” ella sintió escalofríos. “¿E-entonces pudo hacerme algo…?”
“Ahh, mis disculpas, Yukko,” Shinano se soltó de Yagen y juntó sus palmas. “En verdad no fue mi intención, fui muy descuidado, pero ya todo está bien.”
“Eh, sí…” alzó una ceja. No le gustaba que no le hubiera contestado. “Y, pues…” desvió su mirada, no sabiendo si era algo que le correspondía. “S-supongo que no me presenté ante él… aunque se fue de inmediato.”
“Uhh, no me sorprende,” Gotou frunció el ceño. “Voy a tener que hablar con él.”
“Supongo las introducciones no son tan necesarias,” Yagen se puso a pensar. “Mejor deja que él se acostumbre a tu presencia, Aioi-san. Puede continuar con cierto recelo dirigido a tu persona.”
“¡Ihh!” ello le dio un leve sobresalto.
“Aunque no es nada por lo cual tú debas preocuparte,” le aseguró con una sonrisa.
“Ya, no asusten a Yukko-chan, por favor,” pidió Marisa, sonriendo frustrada. Entonces, los cinco vieron que un somnoliento Fudou salió de su habitación, quien miró a todos con reproche.
“¿…qué hacen de parlanchines frente a mi cuarto?” preguntó frunciendo el ceño y pasó a sobarse un ojo. “Hic… ¿y por qué alguien gritó?” entonces, miró al doctor y se amargó. “Tsk, tenías que ser tú. ¿Qué? ¿No te basta con ser troll? ¿Quieres matar a esta chica?”
“…” Yagen alzó una ceja. “¿A qué te refieres?”
“¿Cómo que a qué me refiero?” le apuntó. “Hic… esta de acá nos dijo que te tiene miedo desde que llegó, lo cual te declara como un perfecto abusivo en tu universidad.”
“Hm…” el doctor miró neutralmente a Yukko.
“¡Ihh, ehh, n-no es eso! ¡No quiero molestarte! ¡Ehh!” la chica sacudió sus palmas, asustada. Comenzaba a sentir que, detrás de la esperada cordialidad del doctor, él le estaba sumando puntos en contra.
“N-no es eso, Fudou,” se explicó Shinano, sonriendo con torpeza. “Es que Honebami-nii pensó que era una intrusa y le dio un susto. Vamos, no se peleen, por favor.”
“Hic… creo más capaz a este doctorcito de hacerle algo, con toda honestidad,” murmuró Fudou entre dientes, con sospecha.
“El asunto se acabó, no le den vueltas,” dijo Gotou, impaciente. “Y Yagen, imagino que no tienes ningún interés en particular de incomodar a Yukko, pero podrías intentar un trato más informal con ella. Veo que tu formalidad le inquietaría.”
“Eres curiosamente considerado conmigo, hermano,” Yagen sonrió con perspicacia. “Sin embargo, consideraría que un trato informal sería inapropiado y contraproducente pese a encontrarnos lejos de Rizembool. Te pido paciencia, por favor.”
“Tch…” Gotou se impactó por ese acto profesional de su parte y le miró con desconfianza. “¿Y qué haces dirigiéndote a mí así? Siento que me estás tomando el pelo.”
“Yagen-nii, ehh…” Shinano sonrió incómodo.
“Tsk, ni creas que eso te hace menos insoportable, sabandija…” dijo Fudou, con cólera.
“No tengo la intención de camuflar cualquier posible defecto de mi persona, Yukimitsu-kun.”
“¡Ihhh!” al oírle llamarle por su apellido, incluso Fudou sintió considerables escalofríos.
“¿Hm? ¿Qué sucede?” preguntó Yagen, con una muy convincente confusión. “Es una lastima que no sea merecedor de un mayor respeto de su parte, pero sigue estando en mi interés mantener un ambiente agradable y propicio para las presentes vacaciones. Más bien,” puso una mano sobre su pecho e hizo una reverencia. “Me encuentro al servicio de los demás. Es lo menos que puedo hacer por mi estatus en Rizembool.”
“¡Párala, maldito!” rechinó los dientes. Detrás de sus palabras o acción, Fudou veía claramente ese resplandor de maldad en sus ojos.
“En serio, Yagen, ¿qué estás haciendo?” reclamó Gotou. “Dices que debes comportarte debidamente, ¿y te vienes con esto?”
“Si consideras que mi actuación es pobre o deficiente, me gustaría escuchar tus recomendaciones,” le sonrió cordialmente. “Confío en tu juicio, Gotou-san.”
“¡Ahhh!” el pelimarrón se agarró de los cabellos. “¡Maldición, no me llames igual que Monoyoshi! ¡Ustedes no tienen absolutamente nada en común!”
“¡Hahaha, qué divertidos que son!” por su parte, Marisa estalló en risas.
“Ehh…” Yukko sonrió incómoda. Aquel intercambio terminó ayudándole a sentirse un poco más cómoda al ver un lado menos formal de ese sospechoso doctor.
“Ehm, suficiente, Yagen-nii,” le pidió Shinano, sonriendo. “Hehe, ya los estás asustando demasiado. ¿Ves que sí puedes intimidar a otros si eres formal?”
“¡Haha, sí, sobre todo si no eres formal con ellos para empezar!” comentó Marisa entre risas.
“Supongo ya hice suficiente por hoy,” Yagen se encogió de hombros y volvió a mirar a Yukko. “Espero que mis hermanos te hayan hecho sentir en casa. Sabes que puedes contar con ellos para lo que necesites, Aioi-san.”
“Sí, gracias,” la chica sonrió.
“Con permiso,” dicho esto, el doctor se dio media vuelta y se marchó por ese pasillo oscuro.
“Ya se fue… hic… ese idiota…” Fudou le miró de reojo con recelo.
“¿Yagen actúa así todo el tiempo en Rizembool?” preguntó Gotou a Shinano.
“Pues sí, aunque sabes que él es así,” explicó el pelirrojo, sonriendo con torpeza. “Más bien es honesto con muy pocos. Hasta es mucho más suave con nuestros hermanitos.”
“Ahora quisiera que se dejara de formalidades conmigo, tendré que ser paciente,” Marisa dio un suspiro. “Oh, Yukko justo iba al primer piso por dulces, ¿qué tal si vamos juntos?”
“Claro, la película debe estar por terminar. Seguro todos querrán acompañarnos,” Gotou sonrió.
“Hic… bien por ustedes, voy a volver a dormir,” Fudou se dio media vuelta y regresó a su habitación para encerrarse.
Luego de ese desafortunado encuentro, todos bajaron para ir a comer dulces, los cuales terminaron compartiendo con los demás en el primer piso.
La noche pasó y llegó la mañana siguiente. Después de un desayuno en casa, los Toushirou mayores fueron camino a la casa de los Sanjou, donde pasarían el día.
“Hm, Hirano y Maeda ya deben andar por ahí, ¿verdad?” preguntó Namazuo al aire. “Terminaron el desayuno más temprano que nosotros…”
“Así es. Me informaron que habían quedado con Marisa-san e Imanotsurugi para preparar postres, y se disculparon de antemano por retirarse prematuramente,” dijo Ichigo, sonriendo. “Me apena que nuestros queridos hermanos se hayan mortificado de aquel modo, pero es un reflejo de sus sensibles personalidades.”
“Es cierto, los dos han sacado tu espíritu, Ichi-nii,” observó Yagen, tranquilamente.
“Me halagas, hermano,” el mayor sonrió agradecido.
“Hehe, y Tharja también debe andar por ahí~” Namazuo canturreó y pasó a sonreír gatunamente. “Sí que se ha prendido mucho a Jiji, aunque parece que tiene más el hábito de stalkearle que conversar directamente con él. Ahh, espero que algún día se le dé por acercarse más o hablarme sobre sus corazonadas.”
“Nuestra estimada amiga es una persona muy reservada. Lo mejor sería que le dieras su espacio,” el peliceleste sonrió incómodo. “No le des motivos de molestarse contigo, Namazuo.”
“Sí, ya lo sé, ¿qué se puede hacer?” sonrió rendido. “Tanto ella como Fudou-chan son muy especiales, pero igual me parecen adorables.”
“Al mismo tiempo, debemos ser más receptivos con personas fuera de nuestro círculo,” les recordó el primogénito, quien pasó a mirar a Honebami. “Shinano me comentó lo que ocurrió ayer en la noche. Te ruego que seas más cuidadoso y comprensivo. Una persona promedio no sabría qué hacer si pretendes intimidarles de aquel modo.”
“Lo comprendo,” el peliblanco asintió pronunciadamente y se mantuvo inmutado. “Sin embargo, es mi deber mantenerles protegidos y no puedo confiarme. Normalmente esperaría que me mantuvieran informados sobre visitas.”
“Precisamente. Sé que Mikazuki me informó sobre sus propios inquilinos a manera de evitar este tipo de contratiempos,” observó Yagen, meditativo. “Esto cae bajo la responsabilidad de Shinano. Estaba en nuestro derecho ser informados.”
“Entiendo lo que dices, Yagen, pero hay una diferencia entre darse una sorpresa y amenazar a una amiga de la familia en medio de la noche…” Namazuo dio un suspiro. “Todos los que miran a Hanasaki-chan entenderían que no mataría ni a una mosca,” entonces frunció un poco el ceño. “Y antes que se me olvide, ¿qué es eso de que te tiene miedo?”
“No te sumes a esa acusación…” el doctor se impacientó levemente.
“Sé que eres un poquito especial, hermanito, pero deberías intentar ser más asequible, sobre todo porque se trata de una amiga de Shinano. Ahora veo por qué Ichi-nii ha hecho el comentario de amenizar con otros. Ustedes ya se han vuelto muy distantes.”
“Tienes razón, Namazuo, y sinceramente me preocupa,” confesó Ichigo, cuya sonrisa se contagió de leve tristeza. “Ustedes pueden confiar en nosotros sus hermanos y también en los Sanjou y Yukimitsu, pero entiendan que vivimos en una sociedad llena de personas. A su vez, tengo un miedo latente que con el tiempo se conviertan en extraños incluso para nosotros.”
“Y eso es algo que no dejaré que suceda,” Namazuo alzó su índice, decidido. “Así que déjense de formalidades entre nosotros, ¿de acuerdo? Vamos, acaban de llegar así que relájense un poco. Justo andamos en el verano.”
“Hemos venido pese a que sus vacaciones casi se terminan y están por terminar este viaje,” comentó el joven doctor, quien miró de reojo a su hermano con leve fastidio. “Te pido que seas más comprensivo, Namazuo.”
“Yagen…” Ichigo se preocupó un poco al notar cierta frustración en el menor. “Entiendo que los dos han estado ocupados en Rizembool y es por ello mismo que insistí en que nos acompañaran, al menos este último par de días. Espero que nuestra visita a los Sanjou les provea de un descanso espiritual, y a su vez quisiera ayudarles con lo posible.”
“Estoy consciente de ello, y como siempre aprecio tu dedicación, pero no tienes que preocuparte por nosotros,” dijo el doctor, amablemente. “Por favor, sigue enfocándote en nuestros hermanos mayores. Ellos son quienes más te necesitan.”
“Uhh, ya dije que no seas formal, Yagencito…” Namazuo hizo un puchero.
“Una actitud de este tipo es de esperarse de alguien como yo,” sonrió con ironía.
“Pero…”
“Está bien, Namazuo,” Ichigo se detuvo y se dirigió a Yagen, para sonreírle cordialmente y hacer una respetuosa reverencia hacia él. “Del mismo modo, un acto de sumo respeto y admiración sería de esperarse de mí, puesto a que tengo el honor de estar afiliado al muy respetable doctor Toushirou. Me pesa reconocer que su presencia es un privilegio del cual no me siento digno, no obstante, estoy cometido a gozar su humildad en acompañarnos y a acomodarle como sea posible. No podría pedir un elogio mayor.”
“Eh…” Yagen se quedó en blanco y sacado de cuadro ante esas palabras. “¿Q-qué estás diciendo, Ichi-nii?”
“Mi querido hermano…” al concluir con su muy discreta travesura, Ichigo sonrió entretenido y con leve torpeza. “Sólo probaba un poco lo que tú realizaste ayer, según me informó Shinano. Utilizaste tu comportamiento profesional para inquietar a Gotou y Fudou, ¿no es así?” preguntó animado. “Sin duda, es algo que me viene bien a mí también.”
“I-Ichi-nii…” le miró frustrado y con incomprensión.
“Hahaha, mis disculpas, pero necesitaba darte una cuchara de tu propia medicina,” confesó el mayor, riéndose. Ver el rostro pasmado y sorprendido del joven doctor le había resultado muy divertido y un tanto adorable. “Eres muy lindo, pese a todo.”
“Ehh…” sintió un tic en la ceja.
“¡Ay, en serio te ves mil veces más lindo con ese rostro de confusión, hermanito!” Namazuo se emocionó y movió sus brazos por la emoción. “¡Quisiera apachurrarte ahora mismo! ¿No piensas lo mismo, Honebami?”
“No entiendo lo que dices…” contestó el peliblanco, inmutado y meditativo.
“¡Aw, pero en serio, mira a Yagen para que aprendas lo que adorable significa!” exclamó con ánimos y apuntando al menor.
“…” Honebami le observó mientras ladeaba su cabeza.
“Tch…” Yagen se molestó y siguió caminando. “Lleguemos de una vez. Es evidente que les estoy llamando demasiado la atención.”
“Eh, Yagen, espéranos,” Ichigo sonrió incómodo y se apresuró junto a los mellizos.
Por otro lado, los Sadamune recibieron a varios invitados en la mansión para disfrutar de las instalaciones, principalmente de la gran sala de juegos llena de máquinas de arcade y algunos juegos de salón.
“¡Aquí voy!” Taikogane hizo carrera y lanzó una bola de bowling, la cual se deslizó impecablemente y impactó de ello en el centro de los pinos. Para sorpresa de todos, el lanzamiento derribó los diez blanco. “Yes! ¡Strike!” celebró agitando sus puños, y se volteó para regresar a su grupo. “¡¿Vieron?!”
“¡Excelente trabajo!” exclamó Aizen, quien se levantó de un salto y chocó ambas manos con el chico. “¡Tenemos una delantera!”
“¡Intenten igualar eso!” declaró el peliazul, apuntando al otro equipo. Él no tardó en ver a Mai levantarse con toda tranquilidad y tomar su bola predilecta.
“…” la chica esperó pacientemente a que los pinos se armaran y lanzó su tiro. Sin embargo, ella se dio media vuelta y caminó de regreso a su sitio sin molestarse en ver el resultado…
…el cual fue un contundente strike que dejó a todos boquiabiertos.
“¡Mai-neechan, eres genial!” exclamó Hotarumaru, sentado al costado de la chica y con los ojos brillantes. “Ehehe, realmente tengo mucho que aprender de ti, ¡puedes hacer de todo!”
“…” la chica asintió y le acarició en la cabeza. “Tú también lo eres, Hotarumaru, y me aseguraré de proteger tu sonrisa.”
“Gracias, pero como kendoka quisiera ser yo quien da la protección,” dijo el niño, inocentemente.
“Ahh, sé que palidezco en comparación con ustedes, pero aquí va…” Shinano dio un suspiro y tomó su turno. El pelirrojo se concentró y lanzó su mejor intento. Todos se impresionaron al ver un muy prometedor strike debido a la trayectoria de la bola y en su mayoría fue un tiro exitoso, pero el chico se congeló al ver los dos pinos extremos mantenerse de pie. “¡Ahh, no!”
“Eh, descuida, Shinano, a veces pasa,” dijo Taikogane, restándole importancia. Él pasó a sonreír con energías. “¡Tienes un tiro más, no te desanimes!”
“S-sí, haré lo que pueda…” sonrió con torpeza. Al no tener una buena idea sobre qué hacer, le quedó lanzar un tiro que derribo a uno de los blancos.
“¡Está bien, son nueve!” Aizen sonrió con energías y se puso a aplaudir fervientemente. “¡Es un buen número! ¡Vamos, equipo!”
“Uhh…” Yukko dio un pesado suspiro y se levantó para tomar su turno. Se alentó a sí misma por dentro y lanzó un tiro, el cual prometió mucho durante el camino, pero se desvió hacia el final y sólo barrió cuatro de los diez. “¡Ahh, no!”
“Hm,” Mai se encogió de hombros. “Te plaga la mala suerte, así que ha sido providencial.”
“M-Mai, sé más amable, por favor…” dijo la otra, frustrada.
“Está bien, nos estamos divirtiendo y eso es lo que importa,” le alentó Hotarumaru, con una sonrisa. “Tú puedes, Yukko.”
“Ehh… hehe, gracias, Hotarumaru,” la chica sonrió con torpeza y tomó su segundo turno. Ella lanzó en dirección a los seis pinos restantes, pero a una minucia de espacio, su bola dio un giro dramático al costado y se cayó al riel. “¡AAAHHH! ¡Ihhh!”
“Y-Yukko, está bien, no te preocupes,” dijo Shinano, sonriendo apenado. “Será en tu próximo turno, descuida…”
“¡A ver, abran paso!” Aizen se paró frente a la pista y dio un respiro para lanzar su bola con todas sus fuerzas. “¡AAHHHHH!” su lanzamiento resultó en un golpe que botó seis de los pinos. “¡Ahh, tan cerca!”
“¡No pasa nada, tú puedes!” le alentó Taikogane. “¡Una más!”
Así, el pequeño dio su segundo turno, y luego de temer que la bola se desviara, esta logró mantenerse y derribó los cuatro blancos restantes, para marcar una media chuza.
“¡Ahí está, lo hice!” exclamó victorioso y haciendo una pose de triunfo. “¡La próxima será un completo strike!”
“¡Te quedó genial, Kunitoshi!” exclamó Hotarumaru, aplaudiendo.
“Heh, ¿verdad que sí?” su hermano le sonrió, pero Aizen pasó a ser levantado del piso por Taikogane. “¡O-oye!”
“¡Excelente trabajo!” exclamó este, quien le dio una vuelta en el aire. “¡Sigue así!”
“¡S-sí, lo haré, suéltame!”
“Mi turno llegó, ¿no es así? Bueno…” Hakata sonrió frustrado y se levantó.
“Tú puedes,” le dijo Yukko.
“¡Hakata, eres el mejor!” exclamó Shinano.
“Sí, seguro que lo haces muy bien, Hakata,” dijo Gokotai, sonriendo tímidamente.
“Go big or go home…” dijo el pequeño rubio para sí, quien calculó la trayectoria antes de lanzar. Su bola impactó de lleno el grupo, pero se descorazonó al ver que había tres pinos restantes. Sin embargo uno de ellos se tambaleó lo suficiente para caerse y a su vez derribar a los otros dos. “Ahh…” alzó su mirada para observar la equis en la pantalla y confirmar su gran hazaña. “¡Lo hice! ¡En verdad lo hice! ¡No puedo creerlo!”
“¡Fue impresionante, Hakata!” Hotarumaru asintió emocionado.
“¡Felicidades!” exclamó Shinano, con los brazos abiertos como si hubiera esperado al pequeño celebrar con él, pero el menor más bien se dirigió a su equipo.
“¿Qué tal estuvo, Mai-nee?” preguntó el rubio.
“…” Mai asintió y sonrió aprobatoriamente. “Prometes mucho. Buen trabajo.”
“¡Ahh, soy feliz! ¡Mai-nee me reconoció!” exclamó contento y muy dichoso.
“…” por su parte, Shinano entrecerró sus ojos y los miró con celos y reproche.
“Ehh, Shinano-niisan…” Gokotai se preocupó por verle así.
“Gokotai, tu turno,” le recordó Taikogane.
“Ah, si, verdad, perdón…” el peliblanco se levantó incómodo y asintió. “Ehh… a ver…”
“Vamos, es fácil, tú puedes,” le aseguró Aizen, con una sonrisa.
“¡Gokotai, no te rindas!” exclamó Shinano. “¡Puedes hacerlo! ¡Eres mi lindo hermano! ¡Eres mi hermano favorito aquí!”
“Eh…” Taikogane alzó una ceja, al igual que la mayoría presente.
“¡Exacto, Gokotai! ¡Tienes a hermanos presentes que te apoyamos!” se sumó Hakata, de buenos ánimos. “¡Sólo diviértete!”
“…” al ver que su improvisado y engreído intento de llamarle la atención a Hakata le había pasado por lo alto, Shinano hizo un puchero y abrazó sus piernas, resentido.
“Shinano… y-ya pasó, no te sientas mal…” Yukko sonrió incómoda.
“¿Qué clase de comportamiento es ese?” preguntó Hotarumaru, frustrado y dando un suspiro.
Mientras tanto, a poca distancia de la pista de bowling, ocurría un juego de billar el cual estaba siendo monitoreado por Mitsutada.
“Hic… ¿por qué hacen a un borracho jugar este juego?” preguntó Fudou con pereza y hastío, en lo que se posicionaba para realizar un tiro. “Tsk… si me cruzo los mato con el palo.”
“No digas esas cosas, Fudou,” le pidió Mitsutada amablemente y sonriendo con leve torpeza. “Ah y no te olvides de indicar la bola y la tronera a la cual la vas a lanzar. Es una buena costumbre en el juego.”
“Tch… la quince a ese hueco de allá,” dijo con pereza y sacó. Todos vieron la pelota blanca partir, pero el cálculo no fue bueno y la pelota quince rebotó en una banda cerca de la tronera. Al ver eso, se encogió de hombros. “Hic… como sea… Mono-chan, tu turno.”
“Sí, enseguida,” Monoyoshi asintió y sonrió radiantemente, para ponerse a estudiar la mesa con una curiosidad infantil. “Hm, no sé por cuál debería irme…”
“Escoge el que más te parezca, Monoyon, confío en tu juicio,” dijo Tsurumaru, sonriéndole. “Y sin duda confío en tu increíble suerte.”
“¿Suerte?” Gotou se confundió.
“Monoyoshi siempre ha probado poseer una suerte increíble en el día a día,” comentó Mitsutada. “Hubiera pensado que te darías cuenta de ello, Gotou.”
“Este Toushirou es volado, o quizás se olvidó,” dijo Fudou, indiferente.
“Puede que sí tenía suerte a veces, pero…” el pelimarrón se puso a hacer memoria.
“No tienes que inquietarte, Gotou-san,” le aseguró su amigo, con alegría. Monoyoshi cerró sus ojos y llevó sus manos a su pecho. “He podido notar que la suerte con mucha frecuencia me ha bendecido, y sólo quiero compartirla con otras personas. Realmente no es algo que considero merezca mucha atención.”
“Sí, ya veo,” alzó una ceja y dio un suspiro. “Ahora concéntrate en el juego.”
“Sí,” asintió obedientemente y miró a Mitsutada. “La número seis en esta tronera.”
“Entendido. Es un tiro ambicioso,” observó el peliazul.
“¡Aquí voy!” Monoyoshi lanzó la pelota blanca para que impactara una enemiga, la cual dio un rebote a otra que efectivamente empujó a la seis a encestarse. No sólo eso, sino que su golpe llegó a empujar a otras tres pelotas a otras troneras sin encestar las pelotas del equipo contrario. “¡Oh!” se animó y sonrió dichoso. “¡La suerte ha vuelto a estar de mi lado!”
“¡Eres mi pequeño amuleto de la suerte, Monoyon~!” Tsurumaru le revolvió los cabellos. “¡Nada mal, qué sorpresa!”
“Como hiciste tu movimiento declarado, las demás bolas estuvieron permitidas,” explicó Mitsutada, gustosamente. “Sigue por favor, aprovecha tu turno.”
“Hehe, muchas gracias,” Monoyoshi hizo una reverencia y continuó.
“Eso fue mucha suerte…” Gotou se vio escéptico.
“Uhh… por algo algunos en el colegio creían que era un youkai…” murmuró Fudou, cansado y tomando un sorbo de su cerveza.
“Oye, es muy temprano para bebidas alcohólicas,” dijo Tsurumaru, sonriendo incómodo. “¿Y de dónde has sacado esa?”
“No te incumbe…” pasó a ignorarle.
“Oh, fallé…” el pelirrosa vio a la pelota que había apuntado detenerse justo antes de llegar a la esquina de la mesa, lo cual de todos modos no le desanimó. “Gotou-san, es tu turno.”
“¿Eh?” Gotou se sorprendió al notar que al otro equipo sólo le faltaba encestar una previa al ocho. Él se rascó la cabeza. “No sé si seré capaz de alcanzarles, pero a ver…”
“Me sorprenden las jugadas que acabas de hacer, Monoyoshi,” comentó Mitsutada mientras el Toushirou inspeccionaba su próximo movimiento. “Puede que tengas un talento innato.”
“Te agradezco el cumplido, Mitsutada-san,” el pelirrosa hizo una reverencia y sonrió con torpeza. “Sin embargo, dudo que sea verdad. Puede que sólo haya tenido suerte esta vez.”
“Tan modesto como siempre, pero no deberías tacharte tan rápido,” Tsurumaru se encogió de hombros. “Más bien, hace un par de días Ichigo se pasó por aquí a aprender a jugar billar, y fue más bueno de lo que pensé. ¡Hahaha, esa sí que fue una sorpresa! Un juego posiblemente turbio como este no le va con su pinta de santo.”
“Sólo porque es un juego frecuentemente asociado con apuestas no quiere decir que sea un mal hábito, Tsuru-san,” opinó Mitsutada, entretenido por su observación. “Lo que me alegra es haber podido entretener a Ichigo-san en aquel momento. Él podría usar mayor desahogo y relajar un poco su forma dedicada que ser. Sin duda, me gusta cuidar de los demás.”
“Hehe, entiendo lo que dices,” Monoyoshi se alegró y asintió.
“Vaya, ustedes dos…” Tsurumaru negó, sonriendo frustrado. Ese par se asemejaban en aquel aspecto, aunque Mitsutada era mucho más maduro, y ‘cool’ como diría Taikogane, y no llegaba a los extremos del menor.
“Por cierto, oí que dos de los hermanos faltantes de Ichigo-san llegaron anoche,” observó el peliazul, pensativo. “Asumo que habrán ido a visitar a los Sanjou, ¿no es así?”
“Ah, sí, es de esperarse,” Tsurumaru se encogió de hombros. “Yagen es bastante receptivo con los Sanjou y Jiji ya expresó su deseo de quitarle Honebami a Ichigo, haha.”
“¿C-cómo así?” Mitsutada sonrió incómodo.
“¡Hehe, deben ser buenos amigos para llevarse así!” concluyó Monoyoshi, juntando sus palmas.
“Hic… tch, tremendo optimista que eres…” Fudou le miró frustrado. “Pero ya, no han venido. Mejor para nosotros. Ese estúpido doctorcito es un insoportable…”
“Entiendo que a Yagen le gusta tomarle el pelo a las personas, pero me parece alguien muy asequible si sabes cómo conversar con él,” opinó Mitsutada. “Una lástima, nos veremos en otra oportunidad…”
“No es como si te perdieras de mucho, Mitsu-bou,” Tsurumaru le restó importancia.
“Pero senpai, ustedes dos son como amigos, y también aprecio mucho a Yagen-san,” dijo Monoyoshi. “Puedo notar su gran lealtad y dedicación a su familia.”
“¿Eh? ¿Por dónde?” Fudou le miró con incomprensión y le golpeó en la frente con un chasquido de dedos.
“Ihh, Fudou-kun…” el otro se agarró la frente con leve pesar.
“¡Sal de tu modo amante de la humanidad… hic… ese insecto no tiene nada redimible!”
“¡Hahahaha!” Tsurumaru se rió con ganas. “¡Es imposible! ¡No le puedes cambiar el chip a Monoyon! ¡Tú tranquilo, Fudou!”
“Ya, ya, no hagan un alboroto, por favor,” les pidió Mitsutada, alzando sus palmas y sonrió entretenido e incómodo.
“Listo, ya terminé,” dijo Gotou, regresando con su palo de billar. Sonrió ampliamente. “Uff, estuve cerca, pero todavía no se termina.”
“¡Ahh, Gotou-san!” Monoyoshi se impresionó. “¡Sólo te faltaba una también! Hehe, ¡eres muy bueno para este juego!”
“No es nada y sin duda nada ante ti que hiciste lo mismo, Monoyoshi,” le restó importancia y pasó a apuntar al otro, con una sonrisa decidida. “¡Bien, ahora se define! ¡No se confíen que estamos por ganar!”
“¡Sí, entendido!” el pelirrosa asintió con energías y pasó a mirar a Tsurumaru. “Senpai, es tu turno. ¡Tú puedes!”
“Vaya, vaya, espero no hacerte quedar mal, pequeñín,” este se puso a inspeccionar la mesa para ver por dónde sacaría.
Los presentes siguieron en ese plan de divertirse en aquel ambiente indefinidamente, ya que el día continuaba siendo joven.
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