Bishoujo Team

Feliz Navidad Cho!!
No he podido resistir elegir el deseo de fic libre. Tenía esta historia rondando por la cabeza desde el fic Hime, aunque era mucho más crack y en vez de Roxas era Demyx. Finalmente el fic de DD ha hecho que cambie la base de la historia y los personajes.
Y ya se que no te convence el romance con tus personajes principales, yo también coincido que Cho y Roxas pueden tener otro tipo de relación profunda y a otro nivel del romanticismo (si los sacamos de una relación fraternal), así acabo naciendo este fic.
Aunque no soy buena con el tema introspectivo ;A; este fic esta hecho con todo el cariño, espero que te guste, y que la historia se entienda, soy demasiado de irme por las ramas. También añadir, sólo he leído la entrada de DD, no se si has dado algún papel a Roxas, ante cualquier problema todo es au xD

Feliz Navidad Cho!! *abrazooo*  ❤


Pasión


Encontrar la inspiración era una de las cosas más difíciles de la vida, la creatividad es la chispa que te hace despertarte todos los días, ilusionarte por tu esfuerzo y alcanzar tus metas.
Los que trabajan para la inspiración, escritores, músicos y artistas, saben que han establecido un lazo de compromiso recíproco con esta: la inspiración les alimenta, y ellos a cambio crean en su nombre… y por eso, cuando faltaba la inspiración, el alma del artista fallece, desnutrida. Y la mente del artista, repleta de los conocimientos pero sin un modo de darles salida, ataca al cuerpo como si fuera un instrumento inútil.

Inútil… así era como se sentía Roxas, hace semanas que la inspiración le había abandonado, se forzaba a sí mismo a tomar su guitarra y sus hojas de partituras, pero el instrumento no producía un sonido convincente, una nota que emocionase, y las partituras en blanco o llenas de esbozos y tachones, pagaban su frustración rotas en pedazos esparcidos por toda la habitación.
No le avergonzaba confesar: los artistas eran pasionales, ¿cómo si no, iban a emocionar si no eran capaces de emocionarse? Pero… el compromiso que resultaba ser artista, la falta de inspiración, más la pasión, era un peligroso cóctel, un trago que podía volverse contra él y destrozarle por dentro para siempre. Y dada su situación, era solo cuestión de tiempo.

Roxas miro las últimas partituras destrozadas en el suelo.
-No debería haberlas roto… era todo lo que tenía. -Aunque fuera consciente de que solo se trataban de esbozos inútiles, no podía evitar el vacío que sentía por dentro.
¿No quedaban soluciones? ¿Había perdido para siempre la inspiración? ¿Sólo podía aspirar a marchitarse…? Le hubiera gustado amargarse y gritar “POR SUPUESTO QUE NO”, pero los hechos hablaban por sí mismos…
Roxas se animo a poner la radio, necesitaba ruido, música, noticias, le daba igual, solo algo que sirviera como dique a sus pensamientos antes de que desbordasen.
Lo que no esperaba… fue aquella corriente eléctrica que le recorrió por todo el cuerpo cuando escucho la primera entonación de aquella canción.

La melodía estaba empezada, pero, la fuerza de su canto le golpeaba haciéndole estremecer, era un remolino absorbente, no era precisamente una Sarah Brightman, pero tenía fuego en su entonación… y le estaba quemando, la mente y los dedos le ardían, hace mucho que no sentía aquel arrebato, sólo agarrando su guitarra, como si le faltará el aire, no necesitaba partitura, las notas salían por sí solas grabándose a fuego en su mente, no era el ritmo de la canción era otra cosa, otro ritmo que acompañaba la voz… ¡no! Era una locura, ¡pero era aquella voz acústica la que le acompañaba a él!
Pensaba que iba a desmayarse de agotamiento cuando él y la misteriosa cantante, llegaron al clímax de la canción, manteniendo aquel ritmo que parecía alargarse hasta el infinito. Se le puso el vello de punta, pensaba que no podría mantenerle el ritmo, que se desmayaría de aguantar aquellas notas, y entonces la cantante pareció concederle el respiro que su extasiada alma necesitaba, dejándose llevar ambos con su melodía, hacía el remanso de armonía. Para Roxas había sido como si después de estar envuelto en llamas, le hubieran sumergido en las aguas refrescantes y sanadoras. Su mente era libre, su talento también… aquella melodía, le había destrozado y lo había reconstruido de nuevo. Él sabía que la música era capaz de algo semejante… pero nunca lo había llegado a experimentar en carne propia.

La canción había terminado, pero su melodía aún reverberaba entre aquellas paredes… contuvo la respiración un instante para no perder detalle del nombre de la cantante… pero el locutor paso a la siguiente sección sin dar más indicaciones.
Aunque a Roxas no le importo, una voz tan fantástica, pronto se escucharía por todas partes y se haría eco volviendo a encontrarla. Por otra parte, el estomago del chico protesto de hambre, el sencillo piso de estudiante, estaba patas arriba… había estado tan hundido hasta entonces, que no se percató de lo descuidado que había sido con sus cosas y con él mismo. Pero ahora, se sentía diferente, se sentía él mismo, lo primero era solucionar su hambre, luego, tenía otras ideas que quería escribir en la partitura y que comenzaban a hacer conexión en su cabeza, el sonido de estas era tan delicioso que, aunque el silencio le rodease, el ritmo marcaba sus pasos y sus acciones a lo largo del día.

Pero… las cosas no iban a ser tan sencillas para Roxas, que esperó impaciente y atento a volver a escuchar a la misteriosa cantante… de la cual, nadie parecía haber escuchado nada, ni conocía su nombre.


Era difícil determinar el tiempo que había pasado, ¿un par de días? ¿semanas? Roxas se sentía que caminaba por el borde de la navaja, a punto de caer de nuevo en la depresión, manteniéndose inquebrantable buscando aquella voz mientras poco a poco se iba resquebrajando.
Preguntó a sus compañeros y amigos, nadie sabía de qué hablaba ni a qué canción se refería. y aunque le recomendaron ritmos similares a los que él describía, nada se le llegaba a asemejar. Roxas había perdido a su musa, una musa tan efímera e irreal, que solo había permanecido un instante a su lado.
La busco desesperado por todas partes… y cuando estaba a punto de tirar la toalla, roto, como cuando la había encontrado… volvió a tropezar con su voz.
Aquella vez, no fue como fuego, su voz era como el aire, que le transportaba y le arrastraba, dentro de aquel edificio del conservatorio, aunque se mezclase con otras voces, otros instrumentos, reconoció la llamada… dios, en directo era hipnotizante, tocando sus sentimientos, tocando su interior y dándole el aliento que liberó su pecho atenazado.
Reprendiéndose internamente por haberse atrevido a dudar por un instante y estar a punto de caer en la depresión. Aquel canto, le levantó una vez más, y aquella vez para siempre.

Y aunque el sonido de aquella voz le hubiera insuflado fuerzas, aunque sintiera que no necesitase más de esta, Roxas era humano, y sentía curiosidad por darle un rostro y un nombre a aquella voz… detrás de la puerta del estudio, asomándose por el cristal, la vio.
La chica de ojos rojos y cabellos azules, su rostro era una máscara de solemnidad y su mirada era el reflejo de la concentración, pero pese a todo, su melodía era natural y tenía esa pizca pasional e improvisada más propia del jazz.
Roxas se quedó mirándola un instante… nunca se había enamorado, no creía en el amor, para él, más real que el amor, era la pasión, ya que era tangible, la pasión no mentía, y podía tomar la forma que se propusiera gracias a sus canciones. Estaba seguro… al mirarla, era pasión lo que sentía en su interior.
Roxas abandonó su posición cuando la chica dejó de cantar para escuchar las sugerencias que le ofrecían sus profesores. Con un solo vistazo a la chica, se había llenado de esta, en su pensamiento agradeció una vez más la canción, y le prometió, corresponderla crear una melodía que acompañaría su voz.


Los cuadernos y partituras estaban desperdigados por todas partes, pero no era desorden, era el caos organizado en el que todo artista que se precie vivía. Había gastado decenas de bolígrafos para rellenar sus cuadernos (en un momento dado tuvo que ir a la papelería más cercana y sólo le pudieron ofrecer un cuaderno tamaño cuartilla con un Mickey Mouse en la portada), en algunos momentos había cambiado la partitura por letras… algunas solo eran bocetos de pensamientos muy profundos, de esos que, por más estúpido que pudiera sonar, te daban vergüenza incluso pensar.

“Toma mi mano, si te toco y me besas, como la luna y las estrellas, ¡arde! ¡ARDE! ¡Baila! ¡BAILA! Entre mis dedos te escapas, bruja malvada, besame, arde y baila.”

-¡Ahh! -Roxas arrojó el cuaderno a los pies de su cama y se tapó la cara con la almohada. Se alegraba tanto de que nadie viera aquello… se sentía tan avergonzado, ¡ni siquiera conocía su nombre! Algunos días, había ido para observarla de lejos…pero nunca se había inmiscuido tanto como para llegar a espiarla o conocer datos sobre ella. La respetaba y admiraba demasiado para algo tan banal. Era su musa, y nada más.

Pero el destino es caprichoso.
Como siempre, Roxas se había acercado hasta el aula donde la chica practicaba canto… pero no estaba. Ni al día siguiente, ni al otro…
Era una excelente cantante, ¿y si la habían trasladado? ¿Y si la había perdido?...
Aunque Roxas pudiera valerse por sí mismo para crear su música… se lamentaba no conocer más de la chica.
-Perdona… ¿esta libre este aula?
Reconocía aquella voz… detrás de él, la chica de pelo azul y voz maravillosa, como en todas las ocasiones, había aparecido cuando Roxas más la necesitaba, cuando pensaba que no iba a tenerla nunca más… al chico le fue imposible reprimirse, sus emociones le desbordaron, se abalanzó sobre una sorprendidisima muchacha, abrazándola hasta aferrarse a ella mientras las lágrimas corrían por su mejilla.

-¡Ah! -El grito de Cho murió en su garganta como si sólo se tratase de un leve quejido… pero fue más que suficiente para que el chico pusiera los pies en el suelo.
-¡AH! ¡Lo siento! L-lo… ¡perdoname!
Cho no dijo nada, con el corazón tan desbocado que cada latido apretaba más el nudo que tenía en el pecho. Roxas, completamente avergonzado, abandono a la carrera la escena, avergonzado y convencido de que ella nunca entendería el porque de aquel arrebato y todo lo que había soportado en soledad.

Pero de lo que no se dio cuenta Roxas, era de que había perdido algo vital… un cuaderno tamaño cuartilla de Mickey Mouse, Cho hubiera querido avisarle, pero aun estaba conmocionada por lo que acababa de pasar… sin embargo, una corazonada le decía, que aquel chico no era ningún tipo de acosador.
-Ese chico… estaba llorando…
¿Quién era? ¿Qué le pasaba?
Cho recogió el cuaderno… no había ningún nombre en él, sólo partituras improvisadas que describían el ritmo de las letras, como si de otro idioma se tratase, la chica podía leerlo, escuchar el ritmo aunque ningún instrumento lo acompañase y los sentimientos del chico…

Y era…


Roxas no podía creer lo que acababa de pasar, y sobre todo… lo que acababa de perder, unas letras que eran como un pedazo de su alma… ¿y si las tenía la chica? ¿Y si… descubrían que eran letras para ella? Si se reía de él, o le odiaba, si lo malinterpretaba y pensaba que se trataba de un acosador… sentía que podría morirse en aquel momento. Tenía que recuperar aquel cuaderno, ella podría seguir siendo su musa anónima, sus sentimientos seguirán siendo sólo suyos y se mantendrían intactos… pero al regresar, encontró a la chica leyendo su cuaderno.

Cho levantó la cabeza al escucharle llegar. Pensaba que se pondría colorada, no hacía ni unos minutos que aquel desconocido la había abrazado, pero no lo hizo, aquel cuaderno, reveló mucho más de lo que una llana presentación hubiera conseguido.
-¿Es tuyo este cuaderno? Se te cayó cuando saliste corriendo.
-Sí… gracias por recogerlo… ¿puedes devolvérmelo? -Tenso como estaba, alargó la mano mientras la chica le entregaba la libreta. -Por favor, si has leído algo… olvídalo, solo son delirios.
-A decir verdad… no puedo olvidarlo…

Roxas sintió que el suelo se abría a punto de tragárselo. Estaba enfadada, seguro.
-Siento si sueno demasiado osada… yo no creo en el amor, pero el ritmo de esas canciones… me gustaría preguntarte, ¿puedo cantarlas? Son… sencillamente… -Cho buscaba el modo de expresarse sin ofenderle, aquellas letras, tenían una chispa que era…
-Apasionantes.
-Apasionantes. -Ambos jóvenes encontraron la palabra que buscaron, pronunciándola al mismo tiempo.

Roxas sonrió… era sencillamente mágico, la fuerza que tenía la música de unir el destino de dos mismas personas.