EL MEJOR DE LOS AUUUUUUS
Prompt: Bakery o Coffee shop AU***
Sayaka era pobre y eso era bien conocido por sus amigos, pero eso estaba bien, ya que ellos también lo eran. El problema era que todos esos amigos se habían quedado -por pobres- en el pueblito de donde venía y ahora ella se encontraba en la ciudad, becada para una universidad de artes y humanidades, con una pensión que apenas cubría lo básico y la dejaba en la pobreza extrema en otros temas.
Así, cuando los patrocinadores de la beca la invitaron a un evento para que le tomen mil fotos y le regalaron una laptop del programa, Sayaka supo que debería tomar medidas drásticas para obtener internet.
…Pero en serio, ¿quién llamaría a un café
’Johnny’s’? Eso debería de estar penado por la ley.
Al entrar y echar un vistazo rápido a la carta, Sayaka palideció. Esta desgracia cobraba más que en Starbucks y todo se debía a que era un café hipster, en los que te cobran todo adicional por la decoración, atención y música
única del lugar. Pero bueno, uno tenía que hacer sacrificios por wifi gratis y esto era lo más cercano al dormitorio.
“¡Bienvenida a Johnny’s!”, le atendió un chico con una amplia sonrisa. “¿En qué te puedo atender?”.
“¿Un espresso…? ¡Doble!”, agregó recordando que en estos locales un shot significa 3 mililitros de café, y si iba a gastar, al menos lo iba a hacer bien. “Y la clave del wifi”, nailed it.
“Expreso doble para…”, El chico sacó una taza diminuta y Sayaka quiso llorar. Además, sacó una tarjeta y una crayola negra.
“Sayaka”.
“Listo”, dijo escribiendo su nombre y poniendo la tarjeta dentro del platito de café, para luego moverlo a otra mesa para el barista. “Son 8 dólares, atrás de la tarjeta encontrarás la clave”. Recordó de pies a cabeza el manifiesto comunista, pero se mordió el labio y pagó.
Sayaka se recordó entonces que ella solita se había metido en todo este embrollo. Ella solita mandó la aplicación a la beca de una de las universidades más caras porque pensaba que no sería considerada por sus notas mediocres, pero noooo, juuuusto entraba en la cuota de gente campesina que tenían que cubrir, así que la aceptaron. Al comienzo cuando les dijo a sus padres que se iba a estudiar literatura, estos quisieron desheredarla, hasta que entendieron que era gratis y se emocionaron tanto que mataron un pavo para festejar. Bueno, al menos tenía la suerte de que una vez al mes le llegaban papas, cebollas, tomates, mangos, uvas y pollos para comer… Pero por todo lo demás, seguía pobre.
“Espresso doble para Sayaka”, llamaron y la peliceleste fue a recogerlo, pero al llegar vio una mano agarrando su taza, así que alzó la mirada y vio al barista -no tan alto, cabello negro corto con mucho gel, mirada penetrante a la Edward Cullen-, que por alguna razón…
“Oh”. Murmuró al verla, negó con la cabeza y se volteó a seguir con sus cosas.
…Si Sayaka no se equivocaba (y nunca lo hacía) el desgraciado le dio una mirada de
‘Es tan pobre que solo puede costearse esto, mira cómo viste’. Al parecer nadie pedía malditos esspresos en el lugar por ser los más baratos y el maldito había querido ver con sus propios ojos quién ordenaba uno.
Ah no, no, no, NADIE despertaba al dragón.
***
“¿Te gustó el café?”, preguntó el chico que la había atendido la última vez. Su identificación decía:
Yuichi.
“Ajaaa…”, en realidad prefería el té, pero no pagaría agua y un filtrante. “Me das un Capuccino doble con crema, leche de soya, jarabe de almendras y canela espolvoreada”.
“Wow, un gran cambio”, comentó sonriendo.
“Ese día estaba de dieta, ahora me engreiré. COMO ME LO MEREZCO”, agregó en un tono alto cuando reconoció la espalda del barista. Yuichi levantó una ceja, pero no dijo nada y cobró lo correspondiente, mientras Sayaka hacía cuentas sobre qué dejaría de comer ese mes. Finalmente, tras unos minutos, la llamaron.
“¿Capuccino doble de soya con crema y jarabe de almendras?”, dijo sin creerlo y murmurándole a un pelirrojo:
¿Quién pediría eso?.
“Olvidaste la canela”, dijo Sayaka con una pokerface apenas llegó. El barista la miró con incredulidad hasta que su expresión cambió al recordarla.
“Claro que me olvidé la canela”, murmuró con molestia y sacó un frasco del cual le echó de mala gana. Sayaka le dedicó una amplia sonrisa y supo que si no fuera mujer, el otro le habría golpeado. El feminismo ganaría batallas otro día, por el momento, todo estaba bien.
***
Hasta la sexta ocasión, Sayaka pidió combinaciones rarísimas de café que había encontrado en tumblr y había logrado enojar al barista cada vez más,
’Tienes idea de que esto va en contra del arte del café, ¿no?’, pero eso también significó quedarse más pobre, así que había aceptado encargos de transcripciones de audios… El peor trabajo existente, pero eso mismo le permitía costearse el cafecito y el internet.
El problema ahora era que se encontraba en exámenes parciales, necesitaba café, pero no tenía dinero porque sus empleadores habían decidido pagarle a fin de mes; por lo que en el mostrador solo pidió una botella de agua helada y se sentó a escribir un ensayo pendiente.
Por otro lado, la única ventaja de transcribir era la excusa perfecta de comprarse headphones, así que mientras escuchaba música y avanzaba, no escuchó que la llamaban hasta que alguien tuvo que moverle el hombro.
El barista.
“¿Ah?”, preguntó extrañada sacándose los headphones.
“No has pedido café”, le dijo como si fuera su madre que le reclamaba los platos sucios.
“¿Hoy quiero agua?”, preguntó extrañada, pero en eso el chico se sentó al frente, cruzado de brazos y molesto, por alguna extraña razón. Después de unos segundos en silencio, habló.
“La casa invita, pide algo”.
“¿Puedo pedir una torta tres leches?”.
“Solo café”, rodó los ojos.
“Pero la casa invita”.
“Y la casa invita café”. Sayaka se enojó por su tono burlón.
“Fine”. Se recostó en el sillón, cruzándose de brazos también. “Un macchiato con leche de almendras, jarabe de cereza, con clavos de olor y mi nombre escrito en espuma”. El chico se mordió el labio inferior y asintió, cuando… “…Hecho con café instantáneo. De Cebada”.
“¿¡QUÉ!?”, preguntó indignado.
“¿Acaso no tienen? Pensé que tendrían todo tipo de café donde venden café”.
El chico la miró y Sayaka solo atinó a levantar las cejas. En un abrir y cerrar de ojos se quitó el delantal y lo lanzó a la silla, para irse directo a la calle, dando un portazo. Fue ahí que la peliceleste notó que habían montado una escena, con todos mirándola y Yuichi, el cajero, sorprendido… Lo peor fue que el local se quedó así hasta que cinco minutos después volvió el barista con el mismo enojo y una bolsa en mano, pasó por donde ella, recogió el delantal y volvió a su puesto.
Sayaka reconoció en la bolsa un tarro de café instantáneo.
Había creado un monstruo.
***
Después del incidente, Sayaka se saltó su visita semanal para terminar varios pendientes en su dormitorio, donde no tenía internet y no perdía horas rebloggeando. Fue por eso que la siguiente semana, en que necesitaba internet sí o sí, llegó para encontrarse con un Yuichi extrañamente molesto.
“¿Dónde estabas? Después que te fuiste sin decirle nada entró en una crisis existencial”.
“¿…AH?”.
“Se emociona cuando le pides cosas imposibles, nunca nadie lo había retado así”, rodó los ojos. “Estaba orgulloso cuando terminó eso del café instantáneo y tú lo tomaste, seguiste trabajando y te fuiste. Piensa que lo odiaste y peor aún cuando desapareciste, ahora trabaja dentro incluso”.
“¿¡No viste su cara!? Quería DESPEDAZARME, ¡¡por eso me fui silenciosamente!!”.
“Esa es su expresión de ‘necesito tu aprobación para sentirme validado en este mundo’, pero Tatsuya suele verse muy intenso ante quienes no lo conocen”. Sayaka no se creía nada de eso, pero la persona detrás en línea bufó, así que se apresuró en pedir cosas raras para calmar las necesidades de validación del otro.
Sin embargo, otra voz la llamó a recoger su pedido, un chico pelirrojo. El barista -Tatsuya- no estaba por ningún lado. Y en su bandeja le habían agregado una torta tres leches.
“La casa invita”, le respondió con un guiño.
“Oh”, respondió. Al bajar la mirada notó que tras las puertas que llevaban al interior se veían por debajo las piernas de alguien recostado en la pared. Esas botas militares parecían conocidas. “¿Primero me engríen con el mejor macchiato de mi vida de café instantáneo, para colmo de cebada, y ahora me regalan postres? Nunca más dejaré que se acumule el trabajo para venir siempre”. Aseguró en voz alta.
Para cuando Tatsuya se convenció a sí mismo de salir a preguntarle qué tal estaba su café, se encontró con una puerta cerrándose y la espalda de Sayaka perdiéndose en la calle. A punto de volver a meterse dentro, Massu le puso una servilleta en sus manos.
‘¿Sabes hacer té? No filtrantes, té de verdad’.
***
La semana siguiente, de nuevo fue el pelirrojo quien la llamó para darle su pedido.
“Ya tengo la clave de wifi”, le dijo cuando vio que había otra tarjeta con su nombre.
“Esa es otra clave”. Sayaka tomó la cartulina y la volteó, encontrando un número de teléfono.
’Acabo de comprar el libro ‘El maravilloso mundo del té’ y todo un set. ¿Sábado en la tarde? 4 pm.“Sí saben que no vengo aquí por el café, ¿verdad? Sino solo por el wifi y la atención”, le dijo en voz alta al pelirrojo. Alguien rió desde la cocina.
***