Quería publicar algo más en la actividad y salió esta cosa.
Canción ->
Little Busters! (cover). ~
Shibari.
「Dos personajes se conocen en un concierto. Pueden ir a ver al mismo grupo, o uno de ellos puede pertenecer al grupo de interés...」
El barman seguía bruñendo los jarros de cristal, algo inútil considerando que terminarían estampados contra la pared o, en el mejor de los casos, en la cabeza del vocalista. ¡Todo un espectáculo en la madrugada!
Esa noche fue vilmente traicionado por sus pies, haciendo que se dirigiera hasta una antigua zona que frecuentaba de adolescente. Muy mal. Los mismos antros y las mismas caras embrutecidas tras quilos y quilos de maquillajes y exageradas crestas de unicornio; surtido conjunto de idiotas que andaban en parvadas al son de gritos de anarquía y una revolución que jamás llegaría.
Entró a un viejo pub que en la puerta anunciaba las bandas que se presentarían esa noche. No conocía ninguna, desde que salió de esos bares de mala muerte jamás volvió a pisar uno y ahora veía bastante lejano esos días de “bandas de garaje”.
—¿Para que los lustras? —lo interrogó. La noche era joven y él solo conseguiría cansarse si seguía pasando con bastante empeño el paño sobre unos simples cristales.
—Es por él —señaló con la barbilla detrás de ellos, recién estaban colocando los instrumentos y faltaban los miembros—. Si le dan en medio de la frente, al menos podré decir que no morirá de una infección.
—¿Alguno en especial? —después de todo dijo “él” y no “ellos”. Alguien famoso debía figurar entre los grupos a presentarse.
A espaldas de él la multitud agolpada en la cabecera del escenario empezó a rugir. Olas de personas desesperadas por tener fotos de alguno de los miembros, o la banda en sí, corrían hasta toparse con los patovicas. Él no sabía el origen del escándalo, había estado bastante ocupado con la gloriosa fama y con sus dólares acumulándose en el banco como para ver lo que pulula en la corriente musical de los barrios bajos.
Suspiró y tomó la botella de la barra. Tras girar vio a cuatro personas ubicándose sobre la tarima. El show estaba por comenzar, quizás hubiera quedado impresionado por la actitud irreverente de los miembros si no fuera por el olor a alcohol, cigarro y orina del local.
Bebió un sorbo y la dejó vacía, después la contempló unos instantes… antes, mucho antes, la hubiera hecho volar hacia alguna de las personas de esa multitud… pero ya no. Herir a un imbécil o una groupie no era ya para él, menos cuando la prensa se encargaría de hacerle la vida miserable con titulares sensacionalistas y el otro dilapidar su fortuna.
La dejó en la barra y regresó la vista al grupo. Ellos aún seguían ajustando los sonidos y probando el volumen, solo faltaba el micrófono y serían unos perfectos novatos tocando en un miserable bar… que, en efecto, son.
Sobre el escenario, rodeado por los aullidos del público que los clamaban con fervor, los cuatro se alzaban majestuosamente con sus instrumentos, listos para comenzar esa guerra de sonidos y él impaciente por el tumulto de los clientes a punto de reventar el club.
El vocalista alzó el dedo corazón y gruño:
hijos de puta, estén callados; las personas comenzaron a enloquecer al mismo tiempo que el baterista marcaba el compás de la canción.
La voz principal traía enganchada una Les Paul del cincuenta y nueve; el otro guitarrista calzaba una Fender Stratocaster y conjunto a ellos, los rodeaban una batería Pearl y un bajo Modulus Flea (FB4). Demasiadas buenas para unos simples japoneses.
Los dos guitarristas comenzaron a perforar el aire con notas estridentes e hipnóticas, los sonidos le obligaron a concentrarse en la banda y a seguir lo que ellos hacían. Se los veía feliz y eso lo hizo aborrecer más la escena.
—Shibari siempre llena —comentó alguien en la barra y él giró automáticamente al escuchar el nombre de ellos. Inusual y erótico.
La dueña de la voz pidió una cerveza y le sonrió a Belurum, pasando la botella como muestra de amistad.
—Tranquilo, aquí se esnifa poco —expuso ella y él arqueó una ceja, quitando el recipiente de un tirón.
—¿Y en el baño? —inquirió, llevándola a sus labios para darle un gran sorbo. Conocía tan bien aquel antro que era casi un insulto que una niña le dijera eso.
—Erh… puedes averiguar tu —rió nerviosa al ver cómo de a poco el aguardiente se acababa en la garganta del ceniza.
—Uhm, qué poco útil —con una sonrisa triunfal, le devolvió el recipiente hecho fondo blanco. Bandas de mierda con adoradores de mierda… él odiaba toda esa movida de novatos.
—¡Era un trago! —protesto, el sujeto frente a ella era tan misterioso que pensó que se trataría de un policía encubierto. Malo para la presentación de Eiji—. ¿Podrías darme otro? —se dirigió al cantinero, quien rápidamente le tendió una bebida.
—Lo que sea por los amigos de Yuma —el sonriente mozo volvió a la imperiosa tarea de lustrar los vasos.
Ella se acercó más a Belurum, quien bajó unos centímetros sus gafas oscuras para identificarla. El cuerpo delgado estaba envuelto por unos tejanos negros y una sudadera del mismo color, muy sencilla para la audiencia de crestas anormales.
—Soy Fumiko pero para mis amigos Fumi o Fuu —confesó con cierta timidez, enmarcando sus pómulos rojizos con unos cabellos de chicle ondulado—. No eres nuevo pero tampoco conoces a Shibari, ¿eh~?
Bajo los reflectores la piel de ella se tornaba de diferentes matices, demostrando ese níveo color del que tan orgullosos los nipones se encontraban. La contempló con más intensidad, curioso por lo que hacía allí; sus ojos se encontraron por un instante, las rasgadas pupilas ambarinas de ella lo escrutaron con violencia y los violáceos de él se fijaron en cada reacción de ella.
—Un antiguo cliente que abandonó todo esto… —miro alrededor. No extrañaba en absoluto la pocilga y ahora tocaba en sitios muchísimo más amplios, con mejor acústica y buen sonidista.
—¡Vamos, ver el bajo de Flea es un deleite! —lo sujetó por la manga de la parka que enfundaba y fue arrastrado en medio del público hasta llegar al frente.
Era un suceso gracioso. Una pequeña de metro sesenta y tanto, moviendo a un hombre de casi dos y todo eso sujetando una botella de alcohol barato.
Quien calzaba la FB4 traía una aparecía androginia de hebras doradas bastante llamativas, unos jeans rotos y una remera blanca. Normal para la voz del cantante que se aterciopelaba sobre el micrófono.
—Esa es Kon —señaló Fumiko, quien lo liberó del agarre una vez estuvieron bien posicionados—. El principal es el de la Strato, ese es Eiji.
El mencionado llevaba la misma sencillez de la primera, salvo que traía los cabellos teñidos de un rouge intenso, como los labios de la japonesa que acaba de conocer.
—El batero es Reno y el vocalista es Yuma —prosiguió ella, sin darle tiempo a procesar la información—. ¿Y tú, eres…? —pronunció adelantando unos pasos y girando el cuerpo sobre el mismo eje; después se abalanzó vertiginosamente hasta él—. Ya sé quién eres.
La sonrisa maliciosa de la mujer acentuada por sus labios carmín, hicieron que tragase saliva muy lentamente. Estaba jodido. Fumiko decidió quitarle las gafas al aturdido y estaqueado joven… ¡El fin!
—Nuestro famosísimo Belurum, ¡¿debí ofrecerte Vodka?! ¡¡A-Y M-I D-I-O-S!! —gritó con sus mejores dotes actorales, por suerte entre tanto bullicio los de la asiática se perdían.
—¡Ya! —recuperó fuerza para tomarla del antebrazo y quitarle las gafas—, ¿qué quieres de mí?
—¡Nada, nada! —alzó los hombros, con una sonrisa juguetona—. Divertirme con el rey del rock 'n' roll. ~
Belurum la empujo con bastante fuerza y le dedicó una mirada afilada y llena de furia, maldiciendo el estúpido disfraz que decidió llevar. La observó con más intensidad y severidad.
«Maldición» terminó por mascullar suavemente, las palabras se atoraron en su garganta.