Tercera parte.
55.3.
No muy lejos del almacén, un par de los secuestradores caminaba por oscuros callejones desolados llenos de cajas y contenedores de basura. Era muy silencioso, y los hombres surcaban un camino muy conocido y familiar para ellos.
“Es una lástima, ¿no?” dijo uno.
“¿De qué hablas?” preguntó el otro y vio a su compañero alzar la daga con su funda.
“El jefe quiere que vendamos esta cosa, pero se nota a leguas que es fina.”
“Sí, ¿y? ¿Piensas esfumarte con esa espada?”
“¿Qué? ¿Acaso a ti no te llama? Y obvio que no le desobedeceré,” se encogió de hombros para restar importancia al asunto. “Espadas finas y de escuelas de alta gama son tesoros nacionales, y los yakuzas tienen armas de hace siglos que pertenecieron a gente importante.”
“Tsk, no nos compares con esos glorificados. Ellos no tienen una vida dura como nosotros,” se quejó con impaciencia. “Y ya eres muy grande para andar lloriqueando por un juguete, porque eso es lo que es, un estúpido juguete.”
“No lo entiendes,” rodó los ojos y negó. “Pero si esta cosa vale una fortuna, supongo tampoco me importa deshacerme de ella…”
“La próxima vez no hables tonterías si vas a terminar con esa conclusión.”
Ellos siguieron en silencio y llegaron a un punto del camino donde había un contenedor grande de basura colmado hasta la cima. Pasaron al costado y uno de los dos casi se tropieza al no haber notado a una persona sentada al término del contenedor y apoyado en la pared, alguien quien muy inoportunamente había estirado una de sus piernas e invadido el camino.
“Tch, ¡oye quítate!” exclamó el joven con molestia ni bien uno de los dos criminales le llegó a pisar parte de la pierna. Este de inmediato la recogió y alzó una mirada fulminante.
“Cállate, niño tonto. Es tu culpa que me tropezara contigo,” dijo el adulto, impaciente.
Miró al menor de manera despectiva y apreció que era un chico borracho y desarreglado, con ropas sucias y un poco grandes para él. Tenía cabellos oscuros y muy largos, atados en una cola de caballo pero que por su longitud yacían regados por todo el piso y chocaban con el viejo y sucio contenedor de basura. Ese joven tenía una cara de pocos amigos y un rostro ruborizado por la ingesta de alcohol, e incluso agarraba una botella grande de sake con su mano izquierda que estaba medio vacía.
“Hic…” el joven miró al mayor entrecerrando sus ojos como quien enfocaba su vista. “¿Qué miras, idiota?”
“Nada. Piérdete, mocoso,” el adulto decidió ignorarle y siguió caminando con su compañero. La primera impresión que cualquiera se llevaría del chico era que se trataba de algún joven desorientado y revoltoso que se encontraba desperdiciando su vida, y no podía importarle menos.
Sin embargo, no habían visto lo último de él.
“¡Oigan, par de imbéciles! ¡¿A dónde creen que van?!” gritó el chico estruendosamente. El par se volteó con molestia y vieron a ese chico de pie y apuntándoles acusatoriamente. “Hic… ¡no se crean la gran cosa! ¡Se van a arrepentir de meterse conmigo!”
“Vete a casa, niño,” dijo el otro ladrón, quien negó exasperado. “Vámonos, ignórale.”
“¡¿Es que acaso me desprecian por mi edad?!” continuó, siguiendo a ese par que había continuado caminando en un intento de ignorarle. “Hic, ¡les haré saber que soy todo un adulto! ¡Y ustedes…!” se detuvo un momento para dar un pequeño eructo producto del alcohol y recobrarse. “¡…ustedes no saben con quién tratan!”
“Tsk, escucha, mocoso,” dijo el que se había tropezado con él, haciendo caso omiso al consejo del otro de ignorarle. “No me importa qué te crees. Si sigues molestándonos te daremos una paliza. Mejor ve a acurrucarte en tu casa y a lloriquearle a tus padres.”
“Tch…” el chico negó repetidamente. “Son ustedes los perfectos ignorantes e idiotas. ¿Qué sucede?” él dejó su rostro hastiado y formó una sonrisa sardónica y burlesca. “Hehe~ cuando un fastidio como yo busca pelea deberían responder, ¿o es que acaso tienen miedo de un niñito ruidoso y borracho?”
“¡Lárgate de aquí! ¡Te lo advierto!” le reclamó. “¡Agradece que no te he golpeado por obstruir el camino y hacerme tropezar!”
“Ohh, pero sí tienes ganas de pelear, ¿cierto? Veo chispas salir de tu cabeza, ¡hahaha!” el chico rió con ganas y miró brevemente al otro. “Hm, linda daga que te traes. ¿Por qué no ayudas a tu amigo y la usas? Hic…” sonrió malignamente y canturreó. “Vamos, divirtámonos un poco~”
“Estás demente…” dijo el dirigido, quien no sabía si desenvainar la daga ya que a ese joven claramente le faltaba un tornillo.
“Juro que te daré un fuerte golpe si no te callas…” el otro había llegado al límite de su paciencia y comprimía un puño que estaba pronto a dirigirse hacia la cabeza del joven borracho.
“Adelante, si tanto quieres abusar de un niño como yo, hazlo. Es más, te daré una razón,” entonces, ese chico desenvainó una daga de su cinturón que hasta ese punto había pasado desapercibida, y la apuntó hacia los dos con tanta irrelevancia y éxtasis que causó leves escalofríos en ambos. “¡Aviéntense, que les estoy esperando! Hic… ¡si ustedes no toman la iniciativa, yo lo haré!”
Ante esa sorpresiva situación, el par de ladrones no iba a ser capaz de ignorar al chico. El iracundo ladrón no se ahorró las ganas de pelear, pero grandemente subestimó a su oponente. Pese a haber tomado de más y cargar la botella de sake en su siniestra, el joven demostró una gran habilidad en evadirle y buenos reflejos para reaccionar y atacar. Después de hacerle unos cortes superficiales que sorprendieron al mayor, ese chico de cabellos largos aprovechó para darle un fuerte golpe en el abdomen y una patada en la quijada que le derrotó.
“Hic… me topé con un inservible…” declaró el chico en susurros, mientras miraba a su oponente en el suelo con desprecio.
“¡¿C-cómo te atreves?!” exclamó el otro, quien finalmente desenvainó la daga y tiró la funda a un costado.
“Oye tú…” el joven miró a su nuevo contrincante y le apuntó con la daga. “¿Acaso harás justicia a esa arma, esa tantou proveniente de una de las escuelas más prestigiosas de espadas de Japón y que fue un objeto de afluencia de muchos señores y líderes durante estos últimos ocho siglos?”
“¿Q-qué dices…?” le miró con incomprensión.
“Hic… aquí entre nos…” pateó ligeramente la cabeza del otro para comprobar que estaba inconsciente. Miró con intensidad al oponente restante. “Se han metido con un grupo de personas que no debieron perturbar, y ahora hay algunos señoritos molestos con ustedes… hic… todo aquel que osa por portar un arma de este calibre tiene un buen motivo para hacerlo…” entrecerró sus ojos y transmitió ira y peligro hacia el ladrón. “…y todos ustedes están por arrepentirse de haber secuestrado a ese niño…”
“…” ello le alertó. ¿Acaso ya sabían su ubicación? ¿Los habían visto? Tenía que reportarlo a los demás para que huyeran, pero no iba a ser posible. Ya era muy tarde…
…
“¡Miserables!”
El ladrón oyó un grito por encima de él que le paralizó y le hizo voltearse tardíamente. Un joven de cabellos marrones claros había saltado desde la cima de ese edificio y, luego de aterrizar en marcos de ventanas, llegó donde el criminal para darle una patada en la cabeza. Ello fue suficiente para desarmarle y derribarle de un solo ataque.
“Ohh, Gotou, finalmente llegas…” dijo el joven borracho, desinteresado y desviando su mirada. “Ya estaba pensando que habías abandonado la causa y dado por muerto a tu hermanito~”
“Cállate, Fudou…” Gotou agarró al ladrón que yacía en el suelo de su camisa y le miró con una incontenible ira. “¡¿Dónde está?! ¡¿Qué han hecho con Shinano?!”
“…” este se recobró del golpe y la sorpresa e intentó zafarse, pero el chico fue más rápido y le dio un puñete en la cabeza.
“Hic… pierdes tu tiempo, dudo que este par de ineptos colaboren con nosotros…” el borracho rodó los ojos. “Sólo alégrate de que la pista que recibimos de ese ayudante de tu hermano estuvo en lo cierto. Ahora llama a refuerzos para cubrir toda el área…”
“Tsk…” Gotou se levantó y alzó al adulto de su camisa, todavía poseído de una gran furia y odio. Él sacudió al secuestrador con fuerza. “Me aseguraré personalmente de que se pudran en la cárcel… ¡nadie se mete con los Toushirou!”
Luego de su declaración, Gotou impactó la espalda de su enemigo contra la pared con tanta fuerza que le hizo perder el conocimiento, y lo soltó para que se desparramara por el piso. Pese a esa acción, el pelimarrón se notaba todavía tenso y no sabía cómo desahogar su frustración, cuando en eso notó que Fudou le extendió la daga envainada de Shinano.
“Me sorprendería que estos hayan intentado deshacerse de tu hermano. Hic… tómala,” dijo, y sintió un tic en la ceja. “¡Que la tomes! ¡Se me cansa el brazo!”
“…” Gotou asintió y recibió el arma, para mirarla y comprimir su agarre con impotencia. “Tch… y pensar que le vi esta tarde…”
“No te me vengas con lloriqueos. Qué molesto que eres…” desvió su mirada. “Que le hayas visto o no no cambia nada…”
“Siempre me olvido que no tienes empatía,” dio un pesado suspiro. “En fin, tú fuiste quien reconoció esa daga de lejos y los emboscaste,” sonrió frustrado. “Gracias, Fudou. Es obvio que todavía tengo mucho que aprender de ti.”
“Hic…” se vio mínimamente incómodo. “…no actúes como un molesto kouhai, sólo me haces odiarte más…” negó ofuscado. “Ya, apúrate a llamar al glorificado. No podemos dejar a este par de miserables tirados aquí.”
“Tsk, ya llamé a Ichi-nii…” Gotou entrecerró sus ojos por la forma de Fudou de referirse a su hermano mayor. “Dice que ha alertado a la policía y un grupo está a punto de llegar para encarcelarlos, aunque vendrán encubiertos para no levantar sospechas de los demás.”
“Sí, sí, claro…” rodó los ojos, haciendo evidente que le llegaba altamente. Entonces, él notó que el ladrón que había derrotado se movió ligeramente en lo que recobraba el conocimiento, y sonrió complacido. “Ohh, ¿quién se está despertando ahorita~? ¿Todavía quieres pelear~?”
“¿Qué haces?” el Toushirou le miró con incomprensión, pero supo que mejor no decía nada, ya que era evidente que Fudou estaba enfocado en ensañarse con aquella persona.
“…maldito… mocoso…” dijo el hombre a duras penas.
“Hehe~ déjame advertirte que tu pesadilla recién está comenzando…” le miró desde arriba con superioridad. “Hic… y pensar que un inservible como yo te hizo morder el polvo. Pero ya, si colaboras con nosotros quizás te den una sentencia más ligera, ¿no te parece?”
“¿Q-qué… qué dices…?” preguntó, desorientado.
“¿No quieres hablar, ah?” repentinamente, Fudou adoptó una súbita e intensa seriedad y estrelló la botella de sake que traía consigo en el piso a pocos centímetros de la cabeza del ladrón, quien dejó escapar un grito de horror. Luego de eso, el joven le amenazó de cerca con el cuello punzocortante de la botella. “Hic… te haré escupir lo que se me plazca, a menos que quieras que te desfigure ahora mismo…”
Gotou miró con leve miedo a su supuesto aliado. Ese sería un buen momento para pedirle que deje de juegos, pero con toda honestidad él también vivía aterrado por su desequilibrado amigo. Decidió concentrarse en su celular en lo que esperaba por esos agentes encubiertos que apresarían a los ladrones. Se sentía incapaz de abrir ninguna aplicación en su celular, y sólo esperaba recibir algún mensaje de su hermano mayor o noticias del caso, lo que sea que pudiera darle más certeza de que Shinano se encontraba bien.
Estaban cada vez más cerca del destino final…
…
Después de surcar las partes más transitadas del distrito, Shishiou estaba llegando a una zona con menor actividad, lo cual delataba que no les faltaba mucho para dar con el área de fábricas pequeñas y almacenes hacia donde iban. Fue entonces que ellos se toparon con alguien a quien no habían esperado ver.
“Yo!” Tsurumaru les saludó con una palma y una simpática sonrisa. “A los años, y me sorprende que seas tan sociable, Tharja.”
“A mí no me sorprende verte en una zona peligrosa, por algún motivo,” ella negó, hastiada. “Y estamos en plena emergencia.”
“¿Emergencia? Había oído que este sitio era medio peligroso, pero créanme que me gusta pasear por aquí,” se encogió de hombros. “Hay una tienda de ramen de donde vengo con excelentes menús, y en el camino atrapé a un Snorlax. Suena muy seguro, ¿no?”
“¿Has atrapado a un Snorlax?” Seija se impresionó y sacó su celular, para ingresar a la app. “¿Por dónde estaba?”
“¡Debes estar bromeando!” exclamó Shishiou, indignado. “¡Estamos buscando a Shinano!”
“¿Y? ¿Acaso le haría un favor por no atrapar al Snorlax?” preguntó, encogiéndose de hombros. “O sea, ¿nadie aquí puede atrapar al Snorlax hasta que no demos con el señorito?” negó. “Mal, muy mal, leoncito, no seas ilógico.”
“¡Tú sabes que ese no es el punto, no te hagas! ¡Ya nos dedicamos a atrapar un millón de Bulbasaurs ayer durante Community Day! ¡Concéntrate en Shinano, por favor!”
“¡Hahaha, qué entretenidos son!” Tsurumaru se puso a reír.
“…” Tharja negó con impaciencia y frustración como si fuera la única persona cuerda sobre la faz de la tierra. “Escucha, grulla, el señorito Toushirou ha sido secuestrado y este rubio de aquí dice que se encuentra por esta área. Si no piensas ayudarnos, esfúmate.”
“¿P-perdón?” esas noticias probaron inquietar al peliblanco, para variar. Este se puso pensativo y llevó una mano a su mentón. “Uhh, eso está mal, muy mal… vaya…” sonrió con ironía. “De todos los días que Yagen debía caer enfermo…”
“…” Tharja alzó una ceja, con leve intriga. “¿Qué tiene que ver ese detestable Toushirou en esto? ¿Acaso ese niño hubiera ayudado con la situación?”
“Pues… pensándolo bien, quizás sea lo mejor que él no esté atento al asunto,” Tsurumaru sonrió con gracia. “Ignoren lo que dije, sólo pensaba en voz alta. Pero me han convencido,” se encogió de hombros. “No me llevaré bien con el insoportable, aunque estimo mucho a su familia, y el pobre de Ichi-nii no puede vivir sin sus hermanitos. Les ayudaré.”
“¿Seguro? Es un poco peligroso,” observó Shishiou.
“Yo soy quien debería preguntarte eso,” el peliblanco le miró atentamente, entretenido. “Soy un excelente kendoka y sé cómo defenderme. Si ustedes no tienen credenciales, deberían tomarse esto con más seriedad o llamar a la policía.”
“Esos tombos ya han sido alertados, y leoncito y yo sabemos pelear,” observó Seija. “Oh, aunque no sé si nuestra guía tiene habilidad.”
“No me subestimen,” observó. “Como allegada a los Toushirou, también he sido instruida en técnicas de pelea y defensa personal.”
“Sin duda no hay nada que no puedas hacer,” Tsurumaru asintió y miró a los nuevos. “Tharja aquí es reconocida y apreciada en Rizembool por ser una genio y tener talento para prácticamente cualquier disciplina. Y si no me equivoco también tienes a un hermanito similar a ti, ¿cierto?”
“Tsk déjense de rodeos y sigamos caminando,” ordenó la supuesta genio quien agarró a Shishiou del pescuezo y lo jaló para avanzar. “Sigue guiándonos a menos que quieras atrapar al Snorlax.”
“Ihh, s-suéltame, por favor,” se quejó el rubio, adolorido.
“Hm…” Tsurumaru alzó una ceja. “Qué sorpresa. Es como si hubiera pisado una mina.”
“Sí, no sé…” Seija ladeó la cabeza. “Qué raro. Da la impresión de que no le importa nada.”
“Bueno, no nos quedemos atrás,” el peliblanco sonrió con ironía. “Esto está muy interesante.”
“Sí, buen punto,” asintió, convencida. Ellos siguieron al otro par de cerca.
…
Luego de que los policías se llevaran a ese par de ladrones, Gotou y Fudou recibieron una llamada de parte de Ichigo, quien les convocó a una calle en medio de aquella zona solitaria ya que tenía grandes noticias que darles. Ese par no necesitó esperar más de cinco minutos y una van se detuvo frente a ellos. Gotou reconoció al conductor como uno de los choferes de su familia, y la puerta corrediza del vehículo se abrió, de donde salió el mayor de los hermanos.
“Bienvenido, Ichi-nii,” dijo Gotou, sonriendo, pero él rápidamente se ofuscó y molestó cuando la primera acción del mayor fue caminar donde él y abrazarle.
“Me alegra mucho que no te haya ocurrido nada, Gotou,” dijo Ichigo, conmovido. “Sin duda eres muy hábil por haberte enfrentado ante esas personas sin problemas.”
“¡S-sí, ahora quítate, por favor!” le reclamó y felizmente fue dejado en paz. Dio un suspiro. “Ichi-nii, ya no soy un niño y he entrenado arduamente por años para saber defenderme. No tenías por qué dudar de mí.”
“No he dudado de tus habilidades, en ningún momento,” el hermano mayor sonrió con gentileza. “Siempre me has demostrado que eres capaz de lo que te propones, y considero que eres el más prudente de mis hermanitos. Has aprendido un montón a lo largo de los años,” hizo una venia. “Me siento orgulloso de ti y sé que tengo mucho que aprender de tus esfuerzos y logros, Gotou.”
“N-no digas eso…” el menor pasó a avergonzarse y desvió su mirada con incomodidad. “Tú eres el más impresionante, Ichi-nii…”
“Me halagas demasiado…” el peliceleste sonrió apenado y se dirigió a Fudou, para darle una venia. “Te agradezco mucho por tu ayuda, Fudou. Sabes que te considero como parte de la familia y me siento eternamente agradecido por ser el apoyo que Gotou necesita.”
“Hic… ahórrate las formalidades, príncipe,” el chico rodó los ojos. “Y, por cierto, le das demasiado crédito a tu distraído hermano. Sin mi vigilia él andaría perdido la mitad del tiempo.”
“¡No exageres!” reclamó el mencionado. “Ya haces sonar que tengo problemas orientándome, lo cual no es cierto. Lo resiento.”
“Lo resientes, ¿ah?” Fudou sonrió entretenido. “Hic… obviamente un niño como tú se resentiría por comentarios sin fundamentos de un insecto como yo,” se encogió de hombros. “No tienes madera de hermano mayor en lo absoluto, enano~”
“¡Tsk, cállate, eso no es verdad!” le apuntó acusatoriamente. “¡Te haré pagar por burlarte de mi altura, lo juro!”
“Hehe, ustedes siempre han sido buenos amigos,” Ichigo rió un poco, animado.
“No me juntes con él, Ichi-nii,” le pidió Gotou, frunciendo el ceño.
“En serio, primero muerto antes de aguantar a un disque amigo como Gotou,” Fudou se cruzó de brazos y desvió su mirada. “Hic… y la amistad es la cosa más estúpida que existe…”
“Pero suficientes distracciones,” Gotou negó ofuscado y entregó la tantou de Shinano a su hermano mayor. “¿Qué noticias tienes de Shinano? Conociéndote, sólo estarías así de tranquilo si todo estuviera bien, Ichi-nii.”
“Es mi deber reportar que las presentes circunstancias sí son favorables, Gotou, aunque todavía no hemos llegado a rescatar a nuestro hermano,” dijo el mayor con una mano en el pecho y un semblante solemne. “Sin embargo, he establecido contactos que me han confirmado su ubicación y han facilitado la neutralización de los integrantes de la banda criminal responsable.”
“Uff, si ese es el caso, no había punto de que viniera,” Fudou se encogió de hombros, cansado. “Con las justas recuperamos la tantou.”
“Su trabajo fue muy importante, Fudou, y también han apoyado a derrotar a dos miembros de ese grupo,” Ichigo asintió y miró la daga en su mano. “Shinano no estaría en paz si fuera a perder este símbolo de nuestra familia.”
“¿Y bien? ¿Cuál es el plan de acción ahora?” preguntó Gotou a su hermano. “¿Deberíamos continuar con la inspección del área y buscar a posibles enemigos? ¿O quizás el camino ya está libre para ir a rescatar a Shinano? ¿Y cómo así han podido dar con su paradero exacto? Su amigo apenas nos dio la referencia de este gran bloque industrial.”
…
“Heh, vamos por partes, Gotou-nii…” dijo la voz de un pequeño que estaba saliendo de la van.
“¡Eek!” Gotou reconoció esa voz y se quedó helado al observar a un pequeño rubio de ojos azules que portaba anteojos emerger del interior de la van con laptop en mano y un headset. Se escandalizó al reconocerle. “¡Hakata! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡Este sitio es peligroso!”
“Lo sé, pero con ustedes presentes no tengo de qué preocuparme,” él asintió convencido y pasó a mirar a Gotou con leve reproche. “No vuelvas a asustarme así de nuevo, Gotou-nii. Cuando me llamaste para decirme que no ibas a regresar, supe que algo muy serio había ocurrido.”
“Hakata se preocupó y me llamó para preguntarme qué ocurría,” reportó Ichigo, tranquilamente. “Sin lugar a dudas, fue una grata sorpresa saber que nuestro querido hermanito se encontraba en la ciudad, y decidí confiar en él y decirle la verdad. Me ha estado acompañando desde entonces.”
“¿Hablas en serio, Ichi-nii?” Gotou se sorprendió. “¡Hakata es muy joven para involucrarse!”
“Oye, hermano mayor acomplejado…” Fudou negó repetidamente, con cansancio. “Moléstate en pensar en la situación. Confío en que no tienes que sobreproteger a tu hermanito.”
“P-pero…”
“Hic… necesitamos sus dotes informáticos, ¿no lo crees?”
“¡Exacto!” exclamó Hakata con ojos brillantes. Él sonrió con orgullo y autosuficiencia. “He estado ayudando con el monitoreo de la situación y marcando múltiples puntos en un mapa satelital. Ichi-nii recibió el contacto de un miembro de una banda de yakuzas muy importante que nos están ayudando a derrotar a nuestros enemigos.”
“¿Qué dices?” Gotou se quedó anonadado.
“Shishiou, el amigo de Shinano, resultó ser un futuro heredero de dicha organización, y sus ayudantes se preocuparon cuando pidió información con respecto a los criminales con el interés de negociar con ellos,” observó Ichigo. “Los yakuzas se han movilizado para derribar a los oponentes en las sombras y nos contactaron para informarnos y también pedirnos que acudiéramos al lugar de los hechos. Esperan que podamos ayudarles protegiendo a aquel intrépido joven.”
“Nuevamente, no teníamos que ensuciarnos las manos…” observó Fudou.
“Un problema que tuvieron era que estos criminales cuentan con varios almacenes cercanos y no sabemos hacia dónde se ha dirigido ese chico, ni dónde está Shinano,” reportó Hakata, mirando su laptop. Él hizo zoom en una parte del mapa y se la mostró a los demás. “Pero Ichi-nii averiguó las coordenadas de la ubicación de Shinano y este es el lugar. Con esta información, hemos podido ayudar a los yakuzas, quienes se han movilizado para cubrir y atacar los otros almacenes sin riesgos.”
“E-esperen…” con esa última información, Gotou se tensó y miró a su hermano mayor. “¿Cómo conseguiste las coordenadas, Ichi-nii? N-no… no me digas que…”
“…” Ichigo asintió, un poco apesadumbrado. “Me contacté con Honebami.”
“Tsk…” incluso Fudou se mostró aprehensivo. “Está informado… hic… eso no es bueno…”
“No entiendo…” Hakata frunció el ceño, confundido. “Siempre he oído rumores de que Honebami-nii es peligroso, pero a mí me parece todo lo contrario…”
“T-te estás perdiendo de mucho, Hakata. Honebami tiene antecedentes, dejémoslo así,” Gotou negó para disipar escalofríos y se molestó con Ichigo. “Ichi-nii, te dije explícitamente que no le avisaras. Honebami no es confiable cuando reconoce peligro. Sé que es capaz de hacer lo que sea, y seguramente Yagen no está informado para limitarle o hacerle entrar en razón.”
“Sé que corremos un riesgo, pero la vida de Shinano está en juego aquí y tenemos que usar todos los recursos a nuestro alcance para garantizar su seguridad,” explicó el hermano mayor. “Le pedí que no se involucrara en esto…”
“Tch, qué gracioso que eres,” Fudou le cortó y sonrió con ironía. “¿Y esperas que te oiga?”
“No, nunca lo esperé,” continuó el peliceleste, con certeza. “Pero confío en la voluntad de Honebami de preservar la vida de Shinano por encima de todo lo demás, y que sabrá limitarse y primar la misión de acabar con el conflicto. Pese a todavía permanecer reservado y distante de nosotros, Honebami ha seguido su lenta recuperación de su amnesia y se ha mostrado más comprensivo y razonable.”
“…” Gotou desvió su mirada, con pena. “Aun así, tú no lo recuerdas, pero él siempre fue peligroso, incluso antes de aquel incidente…”
“Shh, no sigas, Gotou-nii,” le pidió Hakata, alertado. “No lo menciones a Ichi-nii.”
“No me gusta la tendencia de mantener ese suceso del pasado tabú, Hakata,” Ichigo asintió y sonrió a su hermanito con dulzura. “Estoy bien, no tienes que inquietarte por mí.”
“Ahora que esto se ha agregado a la lista de quehaceres y potenciales peligros, ¿por qué seguimos hablando en la acera?” preguntó Fudou, hastiado. “Tienen una van y un chofer. Vamos detrás de su renegado hermano y rescatemos a Shinano.”
“Cierto, no estamos muy cerca de los almacenes, tenemos que apurarnos,” Hakata asintió. “Los yakuzas están por terminar de asegurar el área. No tendremos problemas avanzando.”
“Sí,” Ichigo asintió. “En marcha.”
Ellos ingresaron a la van. Fudou se sentó en la primera fila y se apoyó en la ventana en un intento de dormitar un poco. Ichigo se sentó a su costado y comenzó a hablar con el chofer para darle las indicaciones sobre hacia dónde ir.
Por su parte, Hakata se sentó en la fila de atrás junto con Gotou. El pequeño se mantuvo concentrado en el mapa de su laptop hasta que recibió otra breve llamada por el auricular.
“Sí… listo, gracias por el dato,” dijo con rapidez y miró el mapa, haciendo zoom. “Hmm, la zona cien metros hacia el noreste no ha sido monitoreada hace más de diez minutos, y parece haber movimiento en la calle cinco… ¡Sí, esperaré el reporte, muchas gracias!”
“¿Qué haces?” preguntó Gotou, ni bien esa llamada terminó. Observó a su hermanito marcar otras partes del mapa con gran dicha. A simple vista, por la alegría del pequeño, cualquiera pensaría que estaba en plena partida victoriosa de algún MMORPG.
“El último almacén secundario ha sido derribado y están continuando con la patrulla del área,” reportó Hakata con gran gusto, para regresar su atención a su laptop y escribir un mensaje. “Lo reportaré a la policía. Ellos están avanzando lentamente para encarcelar a los bandidos derrotados. Pronto ya no tendremos oponentes…”
“Has congeniado bien con nuestro contacto, Hakata,” comentó Ichigo, sonriendo. “En verdad has sido una gran ayuda para todos nosotros esta noche. Sabía que podía confiar en ti.”
“¡Hehe, muchas gracias, Ichi-nii!” Hakata sonrió ampliamente, un poco sonrojado por el halago de su venerado hermano mayor. “Prometo que no les decepcionaré.”
“Siempre has sido muy inteligente, pequeño…” Fudou sonrió con ironía. “Hic… ya te has vuelto más útil que Gotou, sin duda…”
“Tsk…” este frunció el ceño. pero se ahorró los reclamos para no continuar con la discusión. Observó a Hakata escribir el mensaje. “Me alivia que te encuentres tranquilo en medio de todo esto,” sonrió un poco. “Te estás volviendo muy confiable.”
“¿Por qué me estresaría, Gotou-nii?” preguntó Hakata, tipeando rápidamente. “Ichi-nii me explicó toda la situación y es evidente que todo está bajo control,” envió el mensaje y miró a su hermano, para sonreír. “Shinano nos está esperando. No hay que tener caras largas frente a él o se sentirá mal.”
“Tienes mucha razón,” Gotou asintió, animado. Estaba convencido que debía esa tranquilidad de su hermanito a Ichigo, quien siempre irradiaba un aura de paz y seguridad, y sabía cómo supervisar y mantener cada situación bajo control. De todos modos, no podía opacar la impresionante acción de Hakata, su hermanito prodigio que sobresalía entre sus hermanos, y quien poco a poco se asemejaba a Yagen por su gran inteligencia. “Siento no haber podido ayudarte a hacer tu gran entrada.”
“Está bien, esto es más importante,” Hakata ajustó sus gafas y sonrió con perspicacia. “Heh, y pienso que esta entrada ha sido muy impresionante, Gotou-nii,” se cruzó de brazos. “Así que me siento satisfecho.”
“Heh, es verdad,” sonrió frustrado, y al verle regresar su atención a su laptop miró hacia el frente, con leve preocupación.
No les faltaba mucho más y llegarían al lugar de los hechos…
Mientras tanto, el grupo liderado por Shishiou había entrado a esa área de callejones vacíos y oscuros, prontos a llegar a aquel almacén. Durante el camino, todos habían ido informando a Tsurumaru sobre la situación actual y el plan que el rubio tenía en mente.
“¿Negociar con esos secuestradores?” preguntó Tsurumaru, con gran escepticismo. Él sonrió frustrado. “Suenas demasiado idealista si crees con toda honestidad que eso servirá, por más que digas que ese grupo es conocido como negociantes. ¿Qué clase de credibilidad tienes para que decidan oírte sin poner tu vida en riesgo?”
“Sí tengo ciertas credenciales, lo cual preferiría no mencionar contigo…”
“Leoncito es un hijo de yakuzas de alta gama,” resumió Seija, con indiferencia.
“¡Oye! ¡Ya he dicho que esto es un secreto!” exclamó, iracundo.
“Ohh, qué sorpresa,” el peliblanco se impresionó. “Haha, perdón, pero tú pareces uno de los últimos con ese look. ¿Seguro que no dices cosas por decir?”
“¡Hablo en serio!” recalcó Shishiou, quien supuso defendería la verdad al estar a flote. “No inspiraré esa observación, pero sí soy un yakuza, y no deberías subestimarme.”
“A mí tampoco me inspira precaución o respeto alguno, pero por la información sensible que averiguó, da un poco de credibilidad,” dijo Tharja, indiferente. “Eso si asumimos que está en lo cierto y no se encuentra inventando un cuento chino y dirigiéndonos aleatoriamente.”
“Uhh… no sé qué más decirles para defender mi caso…” negó, decepcionado de su realidad.
“Haha, leoncito siempre ha sido muy lindo e ingenuo y bastante buena gente, no les culpo,” Seija se encogió de hombros, entretenida. “Pero es por su persistente buena voluntad que pueden confiar en que les dice la verdad.”
“Sí, eso o en verdad es un imprudente idealista que se hace llamar yakuza sólo para aplastar a los criminales sin realmente serlo,” dijo Tharja, rodando los ojos.
“¡Hahahaha! Ya suena a un héroe de cuento infantil,” Tsurumaru se puso a reír.
“¡Ahhh! ¡¿Por qué no me creen?!” se lamentó el chico.
“Hm, pero…” Seija se detuvo y los demás le imitaron. “¿No les parece raro que estemos caminando tranquilamente y haciendo bromas y que nada ocurra? Según el mapa que leoncito tiene en su celular, estamos a pocas cuadras de nuestro destino…”
“Sí está muy tranquilo…” Shishiou reparó en esa observación y alzó su mirada para comprobar que nadie les miraba desde arriba. “Se podría decir que esas personas deben ser discretas… y con más razón podrían estarnos espiando.”
“Hm, tiendo a tener un sexto sentido para maliciar debidamente, y creo que estamos muy seguros,” entonces, Tsurumaru miró a su celular. “Ohh, uno de mis huevos está listo… ¡ah, y un Dratini! Hoy he tenido mucha suerte.”
“Tch, verdad que hemos estado caminando todo este rato. ¿Por qué no se me ocurrió prender el maldito juego?” renegó Seija, frustrada.
“¡Ustedes dos actúen con más seriedad!” les pidió Shishiou, frustrado.
“Y bajen la voz,” Tharja negó. “Si nos acercamos en plan de hablar y exclamar a nuestro regalado gusto, nos dispararán en la cabeza antes de darnos cuenta. Es el momento de adoptar discreción y cautela.”
…
“…estoy de acuerdo,” observó Honebami, quien estaba detrás de ellos. Su repentina aparición agarró de sorpresa a todos los presentes, quienes se sobresaltaron y se giraron con rapidez.
“¡Ihhh!” Seija se estremeció y encaró al recién llegado en posición de defensa, como si estuviera dispuesta a pelear con él. “¡M-maldito espectro, nadie burla mi alerta! ¿Qué quieres de mí?”
“Seija, tranquila, es uno de los hermanos de Shinano,” observó Shishiou. “Del aeropuerto, ¿acaso no lo recuerdas?”
“Si me pides que recuerde específicamente a uno de sus hermanos, has perdido la cordura,” le miró con cansancio. “Son demasiados.”
“Tsk…” por su parte, Tharja frunció el ceño y se mostró incómoda. “Tenías que enterarte… por un momento pensé que no tendría que preocuparme de tu familia haciendo un mayor escándalo.”
“Buenas noches…” Honebami hizo una corta reverencia, en señal de saludo.
“Yo! Honebami,” Tsurumaru le saludó con ánimos y levantando una palma. “Es una sorpresa encontrarte por aquí, y como Yagen anda convaleciente sé que nadie te anda jalando de una correa, para variar.”
“…” el dirigido ladeó su cabeza.
“Heh, ¿te confundí?” sonrió con ironía. “En otras palabras, ¿van a rodar cabezas esta noche?”
“…” Honebami le miró inmutado. “Si es necesario…”
“Ehm…” Shishiou alzó una ceja y se sintió un poco nervioso. “Casi pareciera que no estuviera bromeando…”
“Sí, me da raras vibras…” en cambio, Seija se vio animada. “¿Acaso existe disfuncionalidad en esta familia después de todo?”
“Los Toushirou son disfuncionales, que no te engañen,” Tharja negó y miró hacia el recién aparecido. “Nos has estado espiando por un rato, ¿no es así?”
“…” asintió. “Comprendo que Shishiou es quien dio información sobre la ubicación de Shinano por saber sobre los criminales involucrados en el secuestro, y les seguí para escuchar más sobre nuestros enemigos. Son pocos, no tienen varios recursos, tampoco fueron descritos como aguerridos, y creo haber detectado una limpieza de criminales a nuestros alrededores.”
“¿Eh?” Shishiou se confundió y ladeó su cabeza. “¿Cómo así?”
“Te diriges hacia un almacén a una cuadra hacia el frente y otra cuadra a la izquierda, ¿verdad?” preguntó Honebami al rubio.
“Ehh, s-sí…”
“¿Por qué? No es el único almacén propiedad de los enemigos,” observó monótonamente.
“Pues, no tengo certeza sobre dónde podría estar Shinano, pero me pareció el mejor lugar para un escondite, por su ubicación, su cercanía a unas amplias avenidas industriales que se encuentran vacías a estas horas, y también por ser céntrico en relación con las otras bases…” dijo Shishiou, meditativo. “Y llámalo intuición, pero me sentí atraído a ese sitio desde el inicio.”
“…” asintió. “Estás en lo cierto, sí es la ubicación de Shinano.”
“Ohh, si tú lo dices, no hay más punto a discutirlo,” Tsurumaru dio un par de aplausos. “Nada mal, Shishiou, buen trabajo.”
“¿Cómo sabes dónde se encuentra tu hermano?” preguntó Seija, alzando una ceja.
“No te concierne,” Honebami miró hacia el camino restante y avanzó tranquilamente. “Se los digo para que no se acerquen, es peligroso. Yo me encargaré personalmente del rescate.”
“O-oye, espera…” Shishiou iba a seguirle, pero Tharja se interpuso.
“No podrás disuadirle,” dijo la chica, quien desvió su mirada con inquietud. “Sólo nos toca esperar a que nos abra camino antes de ir detrás de él.”
“¿Qué sucede?” el rubio podía detectar que algo estaba mal.
“Pues…” Tsurumaru dio un suspiro y sonrió al otro. “Sólo dejémoslo en que tus negociaciones pacíficas han sido descartadas… este Toushirou se encargará de aniquilar a los criminales.”
“¡Ohh!” los ojos de Seija brillaron. “Si dices la verdad, al menos hay que espiarlo desde la esquina, no podemos perdernos de esto.”
“Supongo no me sorprende verte tan feliz,” observó Tharja, hastiada. “A una persona ideal le llegaría altamente.”
“Ehm, no, está mal que la gente sea agredida…” Shishiou se tensó. “No debemos dejar que esto ocurra. Tenemos que rescatar a Shinano, pero si alguien es gravemente herido en el proceso, la situación se tornaría mucho peor. Y de por sí, me cuesta creer que ese chico puede encargarse de todos los enemigos. No debemos dejarle solo.”
“Hagamos lo que Seija sugirió y miremos con toda comodidad desde la esquina,” observó Tsurumaru, con completa calma. Él sonrió con leve maldad. “Créanme cuando les digo que no tienen de qué preocuparse…”
Ellos comenzaron a avanzar justo en el instante en que Honebami dio la vuelta a la esquina. Pese a ser sólo dos cuadras, los lotes de esa área eran amplios y cada una de esas cuadras medía poco más de cien metros. Los cuatro se apuraron y llegaron a la esquina. Ahí, observaron al joven peliblanco caminar a un ritmo tranquilo hacia el lote al final de esa cuadra. Era el almacén, y había un guardia en la entrada que leía un periódico y todavía no se percataba del joven.
Este avanzó con completa calma y una incomprensible rigidez al mismo tiempo, como si realmente se tratara de un espectro o un zombie. Visto desde lejos y bajo las luces artificiales de la noche, aquel Toushirou parecía casi poseído por una tétrica fuerza fantasmal.
“Me inspira escalofríos…” Shishiou tragó saliva. “¿Seguros que está bien que le dejemos aventurarse por su cuenta? Deberíamos intentar emboscar al enemigo.”
“Si él se encuentra en plan de atraer atención, debe tener un buen motivo para hacerlo,” dijo Tsurumaru. Sonrió malignamente. “A mi parecer, está contando con un plan de intimidación y desconcierto por encima de lo demás… esperaré a ser sorprendido…”
“Tsk, tú y tus estúpidas sorpresas. Eres un irresponsable,” observó Tharja. Ella se veía cada vez más estresada, y su calmada indiferencia comenzaba a desbaratarse. “Si ese es su plan, está jugando muy peligrosamente. Pueden usar a Shinano como escudo, o hacerle daño como represalia.”
“Si ese grupo más recurre a negociaciones y a tenerlo todo fríamente calculado, quizás no repare en qué hacer ante un ataque sorpresa, por eso lo digo,” Tsurumaru se encogió de hombros y sonrió con humildad. “Tranquila, Tharja. ¿Qué haces ofuscándote?”
“…” ella desvió su mirada.
“Pero, ¿qué hace uno de los hermanos del dulce y cabeza hueca Shinano en una misión suicida?” preguntó Seija. “¿Acaso Shinano es el único que no está listo para el combate?”
“Pues, es una buena pregunta, porque no dudo que Yagen hubiera sido capaz de derrotar a estos secuestradores antes de dejarse atrapar,” Tsurumaru se puso a pensar. “Los mayores en esta familia son todos luchadores, mientras que los pequeños con las justas tienen sus dagas como un memento familiar, y parece que no hay un intermedio entre ambos extremos.”
“Aun así…” Shishiou observó a aquel peliblanco que estaba a mitad del camino, todavía no alertando al guardia. Definitivamente, ese chico parecía tener una presencia nula. “No me considero el mejor, pero tengo mucha experiencia con las espadas, y nunca haría algo como esto. Estoy seguro que tú tampoco, Tsurumaru, y por más loca que Seija pueda ser tampoco invadiría una base enemiga sin discreción ni aliados.”
“…ese Toushirou que ven adelante siempre ha sido sobrenatural…” comentó Tharja, quien se encontraba mordiendo la uña de uno de sus pulgares mientras meditaba sobre qué debía hacer. “Él es el más tranquilo de su familia, pero, a su vez, es el más peligroso de ellos.”
“…” Tsurumaru le miró con una pizca de curiosidad, al igual que el otro par. Por el presente estrés de aquella complicada chica, iban a oír un poco de información adicional que normalmente no se molestaría en compartir.
“Desde temprana edad, cada Toushirou fue asignado una espada del repertorio de armas de su familia por el linaje de guerreros que poseen,” comenzó a narrar, sin despegar su mirada de Honebami. “Él fue dado una de las espadas más reconocidas y aclamadas, pero una con la reputación de ser una espada poseída, y maldita…” entrecerró sus ojos. “Su arma tiene varias leyendas de lastimar y asesinar a personas bajo voluntad propia, como si estuviera viva, y es comparada con espadas más famosas que se dice que enloquecen a sus propietarios…”
“Interesante… para variar… no sabía esa historia…” Tsurumaru sonrió malignamente. “Qué grata sorpresa…”
“…” Tharja le miró de soslayo y regresó su atención al Toushirou. “Él parece ser la encarnación de su espada por su impredecible naturaleza.”
“Heh…” Tsurumaru afiló sus ojos y miró atentamente a Honebami. “Estoy seguro que Rizembool gozaría si compartieras esa historia con ellos, Tharja…”
“¿Qué tonterías dices?” ella le miró con desconfianza.
Entonces, el guardia pasó una página en su periódico y ello le hizo mirar de reojo hacia la calle frente a él. Se levantó como resorte al detectar a un extraño chico peliblanco caminar lentamente hacia él, a una distancia de veinte metros. La alarma que sintió ese guardia fue intensa, como si se tratara de una aparición en plena desolada noche, y con sólo ver el rostro vacío de aquel chico supo que era una amenaza.
Su primer instinto fue sacar su celular para avisar sobre el intruso, pero aquel fue el detonante. Honebami sacó una pistola y disparó al dispositivo para inhabilitarlo.
“¡AAHHH!” ese disparo y la perforación del celular causó una explosión en la mano del guardián, y este vio su brazo y parte de su torso cubrirse rápidamente en llamas.
“Tsk, demonios…” Tsurumaru se preocupó y vio a Tharja no pensarlo dos veces y correr a toda carrera hacia el lugar de los hechos. El peliblanco hizo lo mismo.
“¿Qué sucede ahora?” preguntó Seija, quien vio a Shishiou correr detrás de los dos. “¡O-oye!”
“¡No sé qué es, pero algo serio ocurre!” dijo el rubio.
“Qué horrible coincidencia… tenía que explotar…” Tharja estaba tensa.
“Si exponemos a Honebami al fuego por mucho tiempo, esto se volverá más peligroso…” observó Tsurumaru.
“…” el guardia vio a ese chico detenerse temporalmente ante la explosión, y con su mano pudiente sacó su pistola para dispararle.
El gesto fue suficiente para despertar a Honebami, quien corrió hacia su enemigo. Los demás vieron al criminal disparar, pero notaron que el joven hizo lo mismo. De esos disparos sólo pudieron presenciar los estruendosos sonidos, porque fue como si las balas no hubieran impactado contra nada.
“¿Q-qué…?” ese guardia se confundió y se quedó atónito. ¿Acaso… ese chico había interceptado las dos balas a propósito? ¿Era eso posible?
Honebami llegó donde esa persona, le agarró de su rostro con una mano, y estrelló su cráneo contra el concreto. De ahí se levantó y miró hacia las llamas que ardían en el inconsciente cuerpo como si le estuvieran hipnotizando.
“Calor… hace calor…” dijo en voz baja, levemente alterado. Él agarró un costado de su cabeza con su mano libre. “D-duele…”
“¡No mires al fuego, idiota!” gritó Tharja, quien vio a tres personas salir desde el interior del almacén, armados con pistolas.
“¡¿Quién está ahí?!” ellos presenciaron a aquel extraño peliblanco. “¡No te muevas!”
“…” Honebami ladeó la cabeza para mirarles de costado, ausente.
Su lúgubre respuesta fue recibida con disparos que el peliblanco evitó al agacharse y acercarse a gran velocidad. Dio limpios y contundentes golpes a los tres, quienes fueron impulsados y dejados fuera de combate. Con el camino despejado, Honebami ingresó al almacén.
“Bueno, no ha matado a nadie,” Tsurumaru negó y se vio aliviado. “Le creo capaz, así que podemos alegrarnos de eso.”
“Tsk… está alterado. El fuego le ha sacado de sus cabales…” dijo Tharja. “…y si encuentra a Shinano rodeado de ladrones, quizás sí rompa su prudencia y asesine a alguien… no puedo permitir que eso ocurra…”
“…” el otro asintió. “Pues sí, me apenaría mucho por Ichi-nii si le dejamos hacer lo que quiera, y Yagen nunca me dejaría en paz,” sonrió decidido. “Estamos por alcanzarle, prepárate.”
…
“¡Huyan todos! ¡Olviden al rehén!” exclamaba el líder en medio del caos. Le quedaban dos de sus secuaces quienes recogían las últimas cosas antes de tomar la puerta trasera. Era evidente que los refuerzos que habían enviado no contendrían el ataque por mucho.
“¡Todo está listo! ¡Hay que huir!” reportó uno de ellos. Él miró a su compañero. “¡Presiona el botón para abrir la puerta de atrás!”
“¡Enseguida!” ese corrió hacia la salida.
Shinano yacía echado en el piso, aterrado por la situación y los múltiples disparos y gritos que había estado oyendo. El pelirrojo tuvo que soportar más golpes de parte del líder, quien intentó hacerle hablar, aunque este no le había agredido constantemente para así preservarle en lo posible ni causarle daños que pudieran convertirse en una inconveniencia. Sin embargo, las heridas y hematomas del pelirrojo eran considerables y el joven estaba paralizado por miedo e incertidumbre. No había dicho una sola palabra desde que había sido secuestrado, pero en aquel instante en el cual estaba siendo abandonado a su suerte en medio de la balacera realmente quería implorar por su vida.
Un par de segundos antes de que el secuestrador presionara el botón para la puerta levadiza, ocurrió un apagón general que cubrió ese ambiente en completa penumbra.
“¡¿Q-qué sucede?!” preguntó el líder, este sacó su pistola como precaución.
“N-no se preocupe, el generador debe estar por activarse,” reportó uno de sus subordinados.
El pelirrojo percibió su corazón detenerse por un par de segundos ante aquel desarrollo. Repentinamente, en medio de la oscuridad, sintió que alguien le agarró y le levantó.
“¡Ihhh!” dejó escapar un alarido, temiendo algún ataque, pero se sorprendió al sentir que fue transportado hacia el frente del almacén, lejos de los criminales que trataban escapar, y depositado con cuidado sobre el piso. Unos segundos después, el generador iluminó ese almacén con luces auxiliares, y se quedó en shock al ver a Honebami de pie en medio del amplio espacio, encarando a los adultos. “¡He-hermano!”
“¿Q-qué?” preguntó uno de los subordinados, alarmado.
“Ustedes son responsables del daño producido a Shinano, ¿verdad?” preguntó Honebami, pausadamente. Él tenía ojos nulos y ampliamente abiertos que comunicaban una fría y pasiva ira. “Imperdonable…”
“Tsk, tú…” el líder le apuntó con la pistola. “¡Quieto! ¡Si te mueves, l-les dispararé! ¡No ocurrirá nada en lo absoluto si nos dejas irnos!”
“…” el peliblanco se mantuvo inmutado, mirándoles con esos ojos aterradores.
Entonces, Tsurumaru y Tharja llegaron a ese lugar y de inmediato se acercaron donde Shinano para quitarle las ataduras. El líder de los secuestradores supo que no sería capaz de escapar, y decidió descargar su furia al apuntar hacia Shinano y dispararle.
Sin embargo, Honebami tuvo reflejos y agilidad sobrehumana que le hizo alcanzar al criminal, agarrarle del brazo y levantar su pistola. La bala impactó una de las luces auxiliares. Acto seguido, el peliblanco torció y quebró el brazo de su oponente.
“¡AAAGRRHHH!” él dio un grito largo y desgarrador, y fue lanzado a un costado, anulado. Se cayó estrepitosamente en el piso donde agarró su fracturado brazo con la mano opuesta y se retorció de dolor.
“…” Tharja había observado con leve sorpresa aquella acción del peliblanco. Esos reflejos y velocidad no eran humanos. Su habilidad de parar un disparo con otro tampoco lo era. Él hacía las pistolas completamente obsoletas. Sabía que los tres Toushirou mayores eran excelentes luchadores… pero tenía un mal sabor en la boca. Algo no encajaba en su habilidad.
“Listo, eso sería todo,” Tsurumaru terminó de deshacer la última atadura en los tobillos de Shinano, y le sonrió. “Estás a salvo.”
“¡Shinano!” exclamó Shishiou, quien ingresó junto con Seija. Este corrió donde el pelirrojo y le agarró de los brazos. “¿Estás bien? Tranquilo, hemos venido por ti.”
“Ehh…” Shinano miraba a su amigo con sus ojos ampliamente abiertos, todavía no procesando su realidad, y asintió mínimamente. Sin embargo, de inmediato se giró y miró hacia su hermano. “N-nii-san…”
Todos vieron a Honebami terminar de derribar al par de secuestradores restantes. A diferencia de los previos enemigos, estos terminaron con mayores heridas y algunas posibles fracturas en sus extremidades. La batalla había acabado… pero el peliblanco tenía una acción pendiente.
Fue evidente para todos lo que él tenía en mente cuando volvió a sacar su pistola y la apuntó hacia el líder con una actitud desposeída.
“¡E-e-espera! ¡D-detente, por favor!” exclamó el blanco, aterrado y temblando. “¡P-piedad!”
“Silencio…” sentenció Honebami con una voz profunda y apagada. Él tensó su presión en el gatillo, a punto de disparar.
“¡Nii-san!” justo en aquel momento, Shinano había podido correr donde su hermano mayor, y se aferró a él en un fuerte abrazo.
“¡…!” aquel inesperado contacto físico fue como una corriente interna que sacó a Honebami de su ensimismamiento. Su rostro se sorprendió y regresó a la vida, soltó su pistola y miró a su hermanito quien había pegado su rostro en su pecho y lloraba desconsoladamente.
“¡Nii-san! ¡Nii-san!” exclamó el pelirrojo repetidamente, en lo que sollozaba y le abrazaba con fuerza. Lágrimas corrían de sus ojos como cascadas y temblaba levemente mientras comenzaba a descargar la tensión acumulada de aquella traumática experiencia. “¡Honebami-nii… has venido! ¡Yo… tuve mucho miedo!”
“…” el mayor oyó a su acelerado hermano y sintió su temblor y constantes sollozos e intentos de abrazarle con más fuerza. Habiendo despertado de su estado bélico, Honebami formó un semblante apenado y derrotado. Se sintió incapaz de poder reconfortar a su hermano menor luego de una situación tan difícil para él. Atinó a usar una mano y agarrarle la cabeza con suavidad para traerlo más hacia sí, por más que el contacto físico le incomodara. “Tranquilo…”
“…” Shinano asintió un par de veces y se quedó llorando en silencio, en lo que intentaba calmarse un poco.
Los otros cuatro intercambiaron miradas incómodas, aunque también aliviadas, y se acercaron hacia los hermanos. Justo en ese instante, oyeron varios pasos ingresar al almacén y pudieron ver a más hermanos entrar, junto con un grupo de hombres con apariencias rudas.
“…” Ichigo observó a sus dos hermanos y rompió su tranquilo semblante. Vio a su pequeño pelirrojo llorando y malherido, lo cual se sintió como un punzón en su alma.
“Ichi-nii…” Honebami asintió y empujó levemente a Shinano para que le soltara. Este vio la presencia del mayor de su familia e inmediatamente acudió donde él.
“¡Shinano!” Ichigo le recibió y le dio un abrazo.
“¡Ichi-nii!”
“¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele? ¿Necesitas algo?” le preguntó con una voz tranquila, pero inundada de tristeza, y apretó un poco más su abrazo. “Es un gran alivio y alegría para mí finalmente dar contigo. Te daremos todo lo que pidas. Ya no temas. Estás a salvo y todo está bajo control.”
“Sí, sí, gracias…”
“Tú debes ser el miserable que orquestó el secuestro…” Gotou se acercó hacia el líder, quien se encontraba anonadado por todo lo ocurrido, y le miró desde arriba con los brazos cruzados. “Te vas a arrepentir de todo esto…”
“D-desgraciados…” él rechinó los dientes y miró al pelimarrón con un odio profundo.
“Ustedes son la escoria de la sociedad,” declaró el chico. “Y no creas que la familia de su blanco original ha ignorado su acción por más que la joven se les escapó,” entrecerró sus ojos. “Entre ellos y nosotros, nos aseguraremos de que no salgan libres.”
“Tch…”
“Oye, nosotros nos encargamos de él,” reportó uno de los hombres que habían ingresado con los hermanos. “La policía está en camino y nos encontramos recolectando a todos los malnacidos.”
“Oh, gracias por su ayuda,” Gotou sonrió y asintió. “Se los encargo,” él se dio media vuelta y caminó donde sus hermanos. Observó con gran alivio a Ichigo mantener el abrazo y decirle palabras reconfortantes a Shinano, quien sonreía en pleno llanto y asentía repetidamente. Entonces, posó su mirada en Honebami. “Asumo que todo lo que ocurrió aquí fue obra tuya. Admito que hiciste un buen trabajo, aunque quizás fuiste un poco duro,” desvió su mirada. “Me siento aliviado de que no hayas matado a nadie…”
“…” Honebami asintió. “Estuvo cerca.”
“Tsk, n-no lo digas con tanta indiferencia,” reclamó Gotou, entre molesto y perturbado. Su peliblanco hermano solía responder con tanta honestidad y puntualidad que con frecuencia terminaba diciendo comentarios que le hacían incomodar. Dio un pesado suspiro. “Y hasta noto que desconectaste la fuente de poder principal de energía. No es una mala idea.”
“Tengo vasto conocimiento sobre circuitos y fuentes eléctricas por mis proyectos en Rizembool…” reportó, inmutado.
“Sí, supongo tiene sentido…” entonces, Gotou fue sorprendido por Shinano, quien también le dio un fuerte abrazo.
“¡Gotou!” exclamó Shinano. Luego de haber recibido bastante consuelo y apoyo del mayor, el pelirrojo se notaba muy contento de estar rodeado de sus hermanos, y sonreía con una sincera, aunque quebradiza, sonrisa.
“Shinano…” este apartó al pelirrojo para mirarle con cuidado. Vio cómo este tenía moretones en sus extremidades y un muy notorio ojo morado, y sabía que más debía esconderse debajo de su vestimenta. Su preocupación fue muy evidente. “¿…qué es lo que te han hecho?”
“D-debe ser notorio, no he podido verme en un espejo…” dijo Shinano, quien bajó su mirada apenado y con sus labios temblando. “L-lo siento, Gotou…”
“Idiota,” este le sacudió para que le mirara. “No te atrevas a disculparte por esto, ¿de acuerdo? No es tu culpa, nunca lo será, y yo definitivamente no te perdonaré si decides responsabilizarte por esto. ¿Has entendido?”
“S-sí…” asintió con torpeza y vio los ojos de su hermano inundarse de lágrimas, para finalmente corresponderle el abrazo. “Ehh…”
“…estuve muy preocupado por ti, Shinano…” confesó en voz baja. “Ya no pienses más en lo ocurrido… no dejaré que te vuelva a suceder nada remotamente semejante… lo juro…”
“Bueno, la familia ha vuelto a ser perfecta,” observó Seija, rodando los ojos. “Y ese hermano asesino se desactivó y parece que hasta desapareció en medio de sus hermanos, qué aburrido.”
“Ese es su rol usual, y mejor que sea así,” Tsurumaru se encogió de hombros y sonrió relajado. “Honebami me cae bien cuando está en su modo pacífico, después de todo.”
“¿Y quiénes son estas personas que entraron con los hermanos?” preguntó Tharja, quien miraba con desconfianza a esos hombres apresar y recoger a los secuestradores. No que le importara lo suficiente como para detenerles, pero la duda seguía en el aire. “Se ven sospechosos.”
“No me digan…” Shishiou tuvo una sospecha, la cual fue confirmada con la aparición de otro hombre, quien entró a ese ambiente y al detectar al rubio caminó donde él y sorprendentemente se arrodilló ante este.
“Shishiou-sama,” dijo con un vozarrón y un tono de respeto. “No tiene de qué preocuparse. Fuimos informados sobre este acontecimiento y le aseguro que hemos derrotado y entregado a esta banda criminal a las autoridades. Ellos nunca más volverán a importunarle.”
“E-espera, ¿hablas en serio?” preguntó en shock. “¡P-pero les dije que no tenían que involucrarse en todo esto!”
“Usted es un miembro importante de nuestra familia y su rol en un futuro será de supervisar y delegar. Es importante que preservemos su bienestar, y debería confiar más en nosotros,” se levantó del piso y le miró con leve severidad. “Su padre dice que quiere hablar con usted cuando tenga disponible. Se encuentra furioso por su imprudencia y quiere enseñarle una lección.”
“Ahh, debes estar bromeando…”
“Con permiso…” esa persona se retiró a paso acelerado.
“Ya, eres un yakuza, te creo,” dijo Tharja, con gran indiferencia.
“¡Y pese a no llegar a mover ni un dedo, leoncito ayudó a salvar el día, haha!” exclamó Seija, entretenida. “Indirecta e inconscientemente, pero cuenta, ¿cierto?”
“Haha, sin duda,” Tsurumaru asintió.
Entonces, vieron a una persona más ingresar, quien miraba distraídamente a esos yakuzas entrar y salir como si estuvieran en su casa.
“Oigan, alguien dejó a un tipo inconsciente con espasmos musculares y medio cuerpo en llamas…” dijo Fudou, quien dio un gran bostezo y se sobó los ojos. “Uhh… alguien apáguelo… ¡AAAHHH!”
Este gritó al ver a Tharja como si hubiera visto a una araña gigante, e instintivamente sacó su daga y se la apuntó.
“¿Por qué haces tanto teatro, borracho?” preguntó la chica, hastiada. “Sólo soy yo.”
“¡B-bruja! ¡Eres literalmente la última persona que esperaba ver aquí!” exclamó. “Hic… ¡casi me das un paro!”
“Y yo no me sorprendo para nada. Obviamente eres un insecto ebrio que se presta como subordinado y cosas semejantes.”
“Tch…” le miró con profundo odio.
“¡Hahaha, qué hermosa bienvenida!” Tsurumaru se rió con ganas. “¿Se conocen? Esperen… se ven igualmente antisociales. ¿Acaso los dos son hermanos?”
“Hic… esto no te concierne…” Fudou desvió su mirada y guardó su daga. “Esta bruja no debería estar aquí, nada más…”
“Y sí, lastimosamente somos hermanos, no le den más líos,” confesó Tharja, con disgusto.
“Ohh, mucho gusto,” Seija sonrió al chico. “Tu hermana es muy divertida y tú tienes potencial. ¿Odias al mundo tanto como ella?”
“¿Quién es esta chiflada?” preguntó Fudou, apuntándole con gran desinterés.
Esa conversación se cortó ya que los Toushirou se acercaron hacia ellos.
“Antes que nada, les debo a cada uno de ustedes mi más sentido y sincero agradecimiento,” dijo Ichigo, con su mano derecha sobre su pecho y haciendo una pronunciada venia. Él les sonrió con calidez y gentileza. “Su presencia aquí significa todo para mi familia, y me sentiré en perpetua deuda con ustedes. Somos muy afortunados al haber contado con su apoyo en medio de esta situación, y gracias a ustedes mi querido hermano se encuentra a salvo.”
“En verdad muchas gracias,” Shinano hizo una reverencia igual y miró a todos con ojos conmovidos y temblantes. “Gracias… muchas gracias, hehe, siento que no dejaré de decirlo…”
“Yo realmente no llegué a hacer nada, sólo me alegro que estés bien,” confesó Tsurumaru.
“Digo lo mismo,” Shishiou asintió y se acercó donde su amigo para extenderle su celular y billetera. Le sonrió animado. “Finalmente puedo devolvértelo.”
“Gracias, Shishiou,” asintió y recuperó sus pertenencias.
“Aquí tienes,” por su parte, Ichigo le extendió su daga. “Gotou y Fudou la recuperaron. Ellos saben lo mucho que esta daga significa para ti y lucharon para conseguirla en tu nombre.”
“Hic… hazme el favor…” Fudou rodó los ojos y recibió un codazo de su hermana. “Tch, ¡oye!”
“Volveré a patearte en la cabeza si no te callas,” le miró de soslayo y notó que esa amenaza fue suficiente para ofuscarle y hacerle desviar su atención con aprehensión e indignación.
“Sí, muchas gracias, en verdad…” ello causó que los ojos del pelirrojo volvieran a inundarse de lágrimas.
“No sé qué más tienen que hacer por aquí, pero lleven a su hermanito a descansar,” sugirió Tsurumaru, encogiéndose de hombros. “Y atiéndanle que está herido.”
“Sí, estamos en eso,” Gotou asintió. “Hakata nos está esperando en la van.”
“¿Hakata está aquí?” Shinano se quedó en shock.
“¿Quién es ese?” Seija se extrañó.
“Otro hermano, no le den importancia,” Tharja se encogió de hombros.
“O-oye, seremos varios, pero no le desprecies, por favor,” Gotou entrecerró sus ojos.
“Estoy convencido que esas no fueron las intenciones de nuestra estimada amiga,” observó Ichigo, quien no notó a Tharja negar con hastío por la forma en la cual se refirió a ella. “Salgamos, nos toca dar unos últimos reportes a la policía, y luego podremos retirarnos. Se hace tarde y todos deben estar muy cansados.”
…
Al terminar con su deber de reportar lo ocurrido, el grupo regresó a una zona más céntrica de la ciudad donde cada quien se despidió. Los Toushirou llevaron a Shinano a una clínica donde recibió atención médica. Ahí pudieron descartar daños severos, pero le recomendaron que mantuviera reposo por varios días.
Una vez terminada la asistencia, fueron de regreso a casa. A esas horas, sabían que sus otros hermanos debían estar descansando, inconscientes sobre lo que había sucedido. Shinano continuaba asustado y tenso, pero se sentía mejor y había podido comunicarse con Syo y Natsuki, quienes se alegraron y aliviaron de que se encontrara bien.
“¿Seguro que estás bien, Shinano?” preguntó Hakata mientras todos ingresaban por la puerta principal de la gran residencia. El pequeño se veía un poco asustado.
“Sí lo estoy, ya te lo aseguré,” el pelirrojo asintió y le dedicó una simpática sonrisa. Felizmente había podido recobrar la compostura cuando ingresó a la van, pero el pequeño rubio era despierto y comprendió la severidad del caso cuando vio a su hermano mal herido. Ello le hizo dejar su laptop de lado y mantenerse todo el camino de regreso agarrando a Shinano de un brazo, en un intento de reconfortarle. Ello fue bienvenido por el pelirrojo, ya que Hakata solía ser muy orgulloso y autosuficiente como para ser abiertamente cariñoso con él.
“…” Honebami se vio alerta. “He oído ruido. Alguien está despierto.”
“Parece que es en la cocina principal,” observó Ichigo.
Todos fueron hacia ese ambiente y se toparon con la sorpresa de ver a Yagen despierto y esperando a una tetera en lo que revisaba distraídamente su celular.
“¿Qué haces despierto, Yagen?” pregunto Gotou, alzando una ceja. “¿Acaso no estabas en tu lecho de muerte?”
“Hmhm…” Yagen dio una breve risa gutural. “¿Y qué haces tú aquí, Gotou? Pensé que te enorgullecías de vivir como ermitaño…”
El doctor levantó su mirada y, al ver la selección de hermanos que regresaban tarde, supo que algo estaba mal. Él de inmediato notó el ojo morado en Shinano, y cómo él se incomodó y desvió su mirada.
“Esperen, ¿qué está ocurriendo?” preguntó y se acercó al pelirrojo. “¿Qué sucedió, Shinano?”
“E-ehh…” este no supo qué responder.
“No deberías estar levantado, Yagen…” observó Honebami.
“Tsk, no te vengas con esto ahora,” reclamó, impaciente. “Sé que me pierdo de algo muy serio aquí,” miró a Hakata y se le dirigió con más atención. “No sabía que estabas de regreso. ¿Estás bien?”
“Yo estoy bien, Yagen-nii… pero…”
“Es justo que lo sepas, Yagen,” Ichigo sonrió rendido. “Gotou, Shinano, hablen con Yagen. Mañana informaremos al resto de nuestros hermanos sobre lo sucedido. Por mientras, asegúrense de descansar cuanto antes. Es pasada la medianoche.”
El caótico día había llegado a su fin, pero quedaban secuelas y cabos sueltos que resolver antes de pasar a la siguiente página.