C r o w s h o w «Nuestros esfuerzos fueron en vano, ni el más alto ni sofisticado armamento pudo contra el meteorito. ¡Este es nuestro fin! El misil que enviamos allá fue en vano y la tecnología actual con la que contamos no nos permite nuestra supervivencia». Parlotea incesante el televisor en una conferencia a nivel mundial del actual presidente de Estados Unidos, aquello fue iniciado con una sirena a las doce del mediodía, la población quedó perpleja al ver al extranjero chillando ahí.
«Hice todo lo que quise en esta vida, no me quedan arrepentimientos. Por eso… ¡desde este momento se está permitido matar, violar, robar! ¡¡HAGAN LO QUE QUIERAN CON SUS ÚLTIMOS MOMENTOS DE VIDA, HIJOS DE PUTA!!»
Y la conferencia finalizó.
Todos estaban igual, dudas aparecían en la mente de los ciudadanos del sol naciente. Morirían, era una afirmación; nadie había prestado atención a las noticias de la NASA, todos creían que los norteamericanos se encargarían de aquello. Nadie pensó lo que sucedería en el peor caso.
Todo era surrealista.
“¡Madre!” exclamó una niña pequeña, tratando de avanzar hasta ella que se encuentra frente al televisor.
La madre parpadeó sin poder entender lo que sucedía.
En el mismo vecindario, dos amigos se encerraron en la habitación de uno de ellos, el cuarto tenía varios posters de anime y uno de la modelo Reika. Ambos rondan por los diecisiete años.
“Estudie duro para nada” suspiró.
“Increíble, Rusia, China y Estados Unidos unieron sus fuerzas y fracasaron, ¿Dios nos abandonó?” preguntó con sus labios temblorosos mientras lágrimas caían por la barbilla.
“Ay” suspiro nuevamente el primero. “Dios no existe, piensa…”
En otro distrito una familia se sujetó de las manos, el padre a la izquierda, sus dos hijos en el centro y la madre a la derecha.
“Los amo” les dedicó una sonrisa la mujer, una llena de amor y dolor.
Y saltaron al vacío, el padre respiró por última vez antes de arrojar el cuerpo y los niños miraron el cielo. Jamás lo volverían a ver.
Ellos no eran los únicos que decidían suicidarse, desde las ventanas de edificios aledaños, azoteas y hasta en las vías del tren, puentes y casas, gente tomaba la misma decisión. Si Trump decía que era el final, entonces debía de serlo.
“¿Qué haremos?”
Pronto la voz de una chica inundó un barrio vacío.
“¿Pacto con el innombrable?”
Le contestó otra.
“Pff” escupió su juguito una. “¿Existe, siquiera?“
“¡Vamos, no jueguen así “ infló sus mejillas otra.
“Esto es absurdo, aún nos queda un mes y hay posibilidades de que se desintegre” encogió de hombros uno de los dos hombres. “Me voy a casa”.
Tomó la mochila, parecían estar en la escuela, donde nada ni nadie quedaba.
“Es peligroso que chicas anden solas, les recomiendo acompañarme. Oyeron al imbécil, ya no hay leyes”.
“Y eso, ¿te afecta, Nishi san?” preguntó escéptica una.
“En lo más mínimo” rio con ganas. “Nos encontramos aquí por casualidad, ustedes me importan una mierda” saludó mientras se marchaba.
"¡Somos lolis!" musitó una segura de sí. "¡SOMOS COMO DIOSAS!"
"Sí, ¡diosas para sodomizar y violar!" carcajeó el segundo hombre y agregó: "Terminarar muertas por virgos otakus".
"Tú... ¿no eras un otaku, Kuroyuki?" tragó saliva lentamente mientras lo observaba ladear la cabeza extrañamente.
"No me van las de su tipo" trató de contener lo más que pudo la risa.
“Vamos” ordenó la que recién preguntó y parecía una especie de delegada del salón.
“Sí, tengo que ir con mi madre y hermanita” contestó.
“¡Yo iré con mi perrito y abuela!” gritó de felicidad una.
“Tengo hambre” agregó otra mujer.
Los seis salieron del instituto, el silencio sepulcral inunda cada rincón del lugar. Las clases fueron suspendidas, va, nunca se anunció oficialmente pero ya era sabido. A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría ir allí.
Más allá, en el primario, varios chicos lloraban a todo pulmón. Sus padres los habían abandonado y la sociedad en sí y no solo ellos, asilos y hospitales eran abandonados sin piedad.
Un mes hasta el apocalipsis.