Author Topic: Eagle and Cat  (Read 6615 times)


Kora

Eagle and Cat
« Topic Start: March 28, 2016, 07:24:27 PM »



Desde que me di el gusto de escribir un prompt con ellos en la actividad, me he quedado con la espinita de hacer más historias cortas con los dos.

¿De dónde ha salido la pareja? Cuando jugaba Los Sims 3 más a menudo, hice un montón de sims de personajes ficcionales para tenerlos por el barrio y que mientras jugaba con la familia salieran las notificaciones de qué hacían, con quién se juntaban, a qué grupos sociales se unían, etc, además de darme más sims bonitos para el barrio cuando el juego iba emparejándolos. Curiosamente, las dos veces que hice eso, Ezio y Felicia se juntaron casi instantáneamente y se quedaban juntos, además de elegir ambos una vocación como ladrones, a diferencia de la mayoría de los otros sims que tomaron decisiones diferentes en las dos partidas.

Éste apartado en el Patio es para dejar prompts e historias cortas con los dos personajes sin tener que seguir un hilo de historia cronológico ni trama concreta. El único trasfondo es el que se deja en la introducción del primer post, y el resto, son mis ganas de drama, smut, comedia y cualquier otra cosa que tenga ganas de escribir con los dos y no sepa dónde.




En recuerdo de un gran amigo.
Non ti dimenticherò mai.

Aunque hoy sean sólo artículos de periódico, estoy seguro de que en el futuro se escribirán muchas historias sobre Ezio Auditore. Tal vez como simpático antihéroe, tal vez como un criminal con algo de moral, ¿quién sabe en qué lado de la historia caerá? Por lealtad a nuestra amistad, antes de que se convierta en carne de novelas, películas o leyendas urbanas, me adelantaré con el imparcial testimonio del hombre que estuvo más cerca de él. Y es que especifico hombre porque fue una mujer quien realmente ocupó el primer lugar para él; de hecho, no podría contar la historia de Ezio Auditore sin hablar sobre ella. ¡Vaya si hablaré!

Pero la historia de Ezio empieza mucho antes de que conociera a cierta ladrona. La familia Auditore, dueña de grandes negocios y empresas, nunca escatimó en la eduación de sus hijos. Los Auditore no olvidaban su ascendencia noble, nacidos como una familia de banqueros en Florencia, y sabían la importancia de una buena educación. De hecho, fue así como terminé relacionado con la familia, que conservaba la tradición del patronaje a artistas y científicos, y yo, siendo ambas cosas, pronto atraje la atención de Maria Auditore… pero ya hablaré de mí más tarde. Los cuatro hermanos fueron instruidos en las artes y las ciencias en colegios de élite y con los mejores tutores privados. Por supuesto, Ezio pasaba más tiempo saliendo de juerga con su hermano mayor. Fue precisamente durante los buenos años de su tardía adolescencia cuando conoció por primera vez a la ladrona, y quizá éste hubiera sido su único encuentro de no ser por el terrible destino que acechaba a la familia.

Y es que Cloudhaven vivió su esplendor tras la Gran Guerra, pero toda luz trae sombras. Con decenas de miles de emigrantes dejando atrás una Europa en ruinas, la Cosa Nostra aprovechó para extender sus redes hasta la Nueva América. Por mucho que los Auditore trataran de ser todo lo honestos que pudieran en sus negocios, sus esfuerzos fueron en vanos y jamás escaparon de su pasado. Ezio aprendió de la conexión de su familia con la mafia italiana demasiado tarde. Los Pazzi, supuestos amigos de los Auditore, planearon delatar a su capo. Giovanni Auditore, el padre de Ezio, se enteró de ésto y quiso evitar una mayor guerra entre las familias. Pero los Pazzi movieron ficha antes, dejando a los Auditore como los artífices de la traición. La Familia nunca perdona, y no hay ni un rastro de alegría cuando digo que es ahí donde entro en escena.

Ezio escapó con su vida, rescatando a tiempo a su madre y su hermana, no sin antes presenciar la ejecución de su padre y sus dos hermanos. Ninguno de los tres volvió a ser la misma persona, pero al menos, gracias a mis contactos pudimos poner a las mujeres a salvo. Porque Ezio había jurado venganza, y yo, en un arranque de impulsividad, decidí ayudarle. Todavía no sé qué me incitó a quedarme al lado de un sólo hombre contra la misma mafia, y sin embargo, hoy en día estoy agradecido de haberlo hecho. Por respeto a la memoria de mi amigo y la familia que me hizo el hombre que soy, omitiré los detalles de ésta primera aventura de Ezio. ¡No temáis! Su sed de venganza pronto se vio saciada, y ahí fue cuando empezaron sus auténticas historias, pues, ¿qué iba a hacer un prodigioso joven inteligente, capaz, entrenado en combate, poseedor de una educación magistral y que se había lanzado de cabeza al sub-mundo de la mafia? Obviamente, sólo hay una respuesta: dedicarse al crimen por completo.

Fue así como Ezio, el último Auditore, empezó sus andadas como ladrón, estafador, y ocasionalmente, asesino a sueldo. Puedo garantizar que aunque éste perfil no sea el más brillante, Ezio siempre tuvo buena conciencia, y su corazón siempre fue justo. Sus acciones fueron moralmente dudosas en ocasiones, pero jamás fue innecesariamente cruel ni malvado por diversión. Sencillamente, fue un hombre honesto que tuvo que adaptarse a un mundo muy poco honesto. Y hablando de cosas poco honestas, cierta gata negra no tardó en volver a cruzarse por su camino, haciendo honor a su apodo al hacer que la fortuna dejara de sonreírle cada vez que se encontraban. A pesar de ésto, prometo ser imparcial a la hora de narrar sus encuentros.

¿Quién soy yo? Mi nombre es Leonardo Vince, apodado Leonardo da Vinci. Si, tal y como Ezio ha teorizado en muchas ocasiones, desciendo de éste es algo que nunca sabré, pero me gusta pensar que soy al menos un heredero espiritual. Dedicado a la ciencia y apasionado de las artes, mis talentos se desarrollaron junto a los de Ezio, colaborando con éste con mis inventos durante sus años en activo y, ahora, con mis relatos para mantener su legado. ¡Y si sigo hablando, nunca podré compartirlo! Así que, prestad atención, pues aquí empiezan las historias…


Kora

Re: Eagle and Cat
« Reply #1: March 28, 2016, 07:31:58 PM »
Prompt que me quedé con las ganas de terminar en la última actividad </3



Weren't we like a pair of thieves
With tumbled locks and broken codes
You cannot take that from me
My small reprieves, your heart of gold

La herida de bala en su costado le ardía al ritmo de su respiración, por muy baja que intentara mantenerla. Si el disparo le había dado en algún órgano o no era una incógnita con la que probablemente moriría, con suerte, desangrado en aquel callejón antes de que dieran con él.

El cemento crujió bajo unos pasos acelerados que se acercaban, confirmando que a pesar de todo lo que le había hecho pasar, aquel día la fortuna no le iba a sonreír. Ezio podía ver a contraluz la figura borrosa de los dos matones que Grimaldi había enviado tras él. Había llegado demasiado lejos, tirado demasiado de la manta. Ya no podía volver atrás.

- ¿Sigue vivo?
- Voy a asegurarme de que no.

Ezio tosió sangre al intentar hablar, pero antes de que pudiera hacer un gesto para invitar a aquellos dos a terminar la faena otra figura entró en escena, aterrizando desde lo alto entre él y los dos matones.

Aún a las puertas de la muerte, la reconoció perfectamente, pudiendo apreciar la ironía de ser una de las pocas personas cuya suerte había cambiado a mejor al cruzarse con un gato negro.

Fresca y lista para el combate, la gattina despachó a los dos matones en movimientos borrosos para Ezio, que alternaba entre la consciencia e inconsciencia a ratos. La pelea debió durar bastante o ser más intensa de lo que había percibido, pues cuando la mujer se agazapó a su lado, tenía un moratón en la mejilla y un corte en la barbilla.

- ¿Todavía estás vivo, Águila? – Felicia estaba intentando sonar serena, pero Ezio quería pensar que algo en su voz delataba lo intranquila que estaba. – ¡Contéstame! ...Por favor…
- Lo estoy, gattina... – Respondió haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban. – Lo… estoy…



Ezio no recordaba cuando había perdido la consciencia definitivamente, ni si había despertado en algún momento previo. Pero al despertar, vio que la luz que entraba por la ventana era de un anaranjado oscuro, propio de un anochecer, y que por primera vez en casi un mes, no sólo estaba en una cama de verdad, sino también en una habitación de verdad.

A través de su visión aún borrosa pudo percibir la figura de Felicia, con ropas sencillas pero manchadas de sangre. La mujer estaba inclinada sobre su abdomen, y por algún motivo, Ezio recordó que aquella postura siempre llevaba a buenos momentos, por lo que soltó una risita, e inmediatamente ésta levantó la cabeza. Al mismo tiempo, una mano presionó su pecho; un gesto innecesario, considerando lo mareado que estaba.

- Quédate quieto. – Le insistió Felicia. – Esto es serio.
- ¿Estoy vivo, gattina? – Preguntó Ezio, por decir algo. Se sentía extrañamente animado.
- Bueno… no lo firmaría aún. – Suspiró la mujer. – Si te quedas quieto y puedo sacarte la bala, quizá tengas posibilidades.

Era una chica lista, aquella gattina. Llamar a un médico profesional levantaría demasiadas sospechas, y aunque la medicina no fuera su campo, al menos podía confiar en la destreza de unas manos de ladrona. Tampoco podía ser mucho más quisquilloso en aquellos momentos, pues aparte de una cirugía casera, no tenía muchas más posibilidaes.

Dejó caer la cabeza sobre el colchón con pesadez, cerrando cada vez más los ojos con cada parpadeo ante la llamada de la inconsciencia. Cuando estaba a punto de quedarse dormido de nuevo, la voz de Felicia lo sacó de la oscuridad.

- ¿Cómo de seria es la cosa?

Al instante, Ezio siseó al sentir un pinchazo en el costado. Apretó los labios para evitar que se escapara cualquier otro sonido indigno, respirando fuertemente unos segundos antes de asegurarse de que el dolor no pasaría de un pinchazo.

- No sé… dímelo tú, que eres la que está operando.
- Me refiero a cómo has llegado a enfadar a Grimaldi tanto para que pase ésto. – Le reprochó la mujer, negando con la cabeza. – Tiene mala pinta.
- Muy mala, gattina.

Ezio sólo soltó una risa, aunque no había nada gracioso en su situación. Cuando los peces gordos como Grimaldi empezaban a mover ficha contra ti personalmente, empezaba el principio del fin. Después de tanto tiempo, ni siquiera estaba seguro de si era algo malo, si no merecía que por fin terminara aquella guerra personal que cada vez dudaba más que podría ganar.

- No sé ni cómo voy a salir de ésta. Cuando termines, me largaré.
- No. No podrías ni arrastrarte para salir de mi habitación. – Replicó Felicia, dejando caer algo en el suelo algo que hizo un ruidito metálico. – Ni siquiera cuando se te pase el efecto de la plasmorfina, tienes un par de huesos rotos.
- Oh, gattina, ¿quien querría salir de tu habitación?

Ezio rió con su propio chiste, satisfecho al ver cómo Felicia esbozaba una media sonrisa, y entre risas, volvió a quedarse dormido.



Cuando volvió a despertar, se encontraba mucho mejor. Tenía un brazo vendado y no podía apoyar una pierna en el suelo, pero aún así, cojeó hasta el baño. Ya le había dejado las sábanas hechas un desastre de sangre a Felicia, y aunque se lo mereciera por la última vez (y la penúltima), no iba a mear en ellas… al menos mientras tuviera que dormir en esa cama.

Para cuando cojeó de vuelta, la susodicha estaba allí, con una bandeja con comida.

- ¿Y dónde está Leo? – Preguntó Felicia, sentándose a su lado y pasándole el desayuno.
- Se escondió antes de que empezara todo ésto. Otro nombre y bien lejos de aquí, ni siquiera lo sé yo.

Ezio sólo esperaba que la tapadera de Leonardo durara lo suficiente para que no le pasara nada hasta que todo aquello terminara, fuera como fuera el final. Comió los cereales y las galletas con un hambre que no se había dado cuenta de que tenía hasta el momento. Felicia lo observaba con atención, tomando su desayuno de una forma mucho más modesta.

- ¿Cómo sabías dónde estaba? – Le preguntó una vez pudo parar de comer.
- Estaba estudiando el área para la próxima exposición de los Medici cuando vi que te iban siguiendo los matones de Grimaldi. Iba a dejarlo pasar pero… cuando vi que tardabas en salir del callejón…

Felicia se pasó una mano por el pelo, apartándoselo de la cara al tiempo que desviaba la vista. Tensó los labios, y Ezio quería pensar que se preocupaba de verdad. Que a pesar de todo lo que estaba pasando, lo que sintiera por él era algo real. Lo único real en aquellos momentos.

Quiso llevar la mano a su barbilla, girar lentamente su rostro, besarla. A Felicia nunca se le había dado bien expresar sus sentimientos, él lo sabía bien, y no siempre se necesitaban palabras.

Pero antes de que pudiera moverse, Felicia encontró el aliento.

- Sólo quedaban dos, y no creo que vayan a contar nada a nadie de mí.

Ezio sólo tragó saliva fuertemente, dejando que pasaran unos segundos mientras recuperaba las piezas de su orgullo. Cuando se sintió con fuerzas, esbozó una media sonrisa, alzando una ceja.

- Si lo has hecho para que te perdone lo de las dos últimas veces…
- ¿Qué? – Felicia giró el rostro hacia él, con los ojos entrecerrados. – No lo he hecho por eso.

Bufando, la mujer se levantó, cruzándose de brazos frente a él. Ezio se mordió el labio inferior, sintiendo un vacío en su pecho. De nuevo sintió la tentación de alargar la mano hacia ella. Rodear su cintura con sus brazos y apoyar la cabeza en su vientre, agradecerle su presencia, su apoyo. Su amor.

Pero su cuerpo no se movió. Quizá estaba demasiado cansado de luchar contra Grimaldi y de perseguir a Felicia, cuando ninguna de las dos cosas parecía llegar a un final que pudiera satisfacerle lo más mínimo.

- Piensa lo que quieras, y aprovecha que nadie sabe de momento que estás aquí.
- ¿Tienes alguna sugerencia sobre cómo podríamos aprovechar el tiempo?

Ezio le dirigió una sonrisa de medio lado, y cuando Felicia soltó una risita, acercándose de nuevo a la cama, supuso que podría ser suficiente. Como debía ser para un hombre que podía caer lleno de balas antes de que diera el primer paso hacia la calle.



Muchas mañanas después, Ezio se despertó, y buscó el cuerpo de Felicia aprovechando que ya podía mover su cuerpo con casi total comodidad. Al fin y al cabo, la gattina no había tardado en ceder a sus impulsos, y aunque no tenía la mayor movilidad posible al principio, habían encontrado maneras de solventar los impedimentos físicos.

Los impedimentos emocionales habían sido otro tema, uno que ninguno de los dos había mencionado en ningún momento.

- ¿Gattina?

Nadie le respondió.

Ezio se levantó de la cama, y antes de ver la nota en la mesilla, supo que no estaba ni en el baño, ni haciendo el desayuno. Cuando se fijó en el trozo de papel, ni siquiera la leyó. Conteniendo un grito de rabia, la arrugó en un puño, tirándola a la otra punta de la habitación.

Aunque ahora volviera a tener un escondite al que llamar hogar, estaba mucho más solo que cuando lo habían recogido de aquel callejón.

Weren't we like a battlefield
Locked inside a holy war
Your love and my due diligence
The only thing worth fighting for


Kora

Re: Eagle and Cat
« Reply #2: March 28, 2016, 07:35:54 PM »
Reposteado de la ronda de prueba.
R-18.




Ezio terminó el círculo que estaba tallando en el cristal con un fino láser rojo, tras lo cual lo retiró cuidadosamente gracias a las ventosas que había adherido a éste previamente. Se giró hacia su cómplice, quien lo miraba por debajo de sus largas pestañas con sus ojos verdes brillando tan intensamente como los diamantes a los que le iban a poner las manos encima.

- Tu amigo Leonardo tiene buenos juguetes. – Comentó Felicia.
- ¿Verdad que sí, gattina? – Ezio se apartó con una corta reverencia. – Las damas primero.
- Ah, Ezio, siempre un caballero…

Casi relamiéndose de gusto, la ladrona se inclinó sobre la caja de cristal, arqueando su espalda hacia abajo de una forma que acentuaba todos sus encantos femeninos. Alargó el brazo, introduciendo la mano en la vitrina y sacando con cuidado el estuche que contenía su premio.

Aquel set de collar y pendientes sumaba más de doscientos quilates en diamante puro.



Para cubrir su estancia en París, habían alquilado una lujosa habitación en un hotel de tres estrellas, lo ideal para que no llamara demasiado la atención sin renunciar a la opulencia a la que estaban acostumbrados los ladrones de guante blanco. Ezio se recostó en la cama, cómodo en el holgado batín de seda.

- Un trabajo bien hecho, mi Águila. Llevaba demasiado tiempo trabajando sola.

Oyó la voz ronroneante de Felicia acercarse, pues sus sigilosa manera de caminar, por suntuosa que fuera, era inaudible. Su apodo, la Gata Negra, era más que acertado, y no sólo por sus andares. Felicia se sirvió una copa, inclinándose para chocarla con la de Ezio antes de dar un trago y dejarla en la mesa.

- Por nosotros.
- Por nosotros, gattina.

Ezio sonrió en anticipación al ver cómo Felicia se desabrochaba el cinturón de su batín, dejando caer la prenda a los lados para revelar su cuerpo totalmente desnudo a excepción del collar de diamantes que se curvaba desde su cuello hasta debajo de la clavícula y los pendientes a juego sobresaliendo de entre su sedoso cabello rubio platinado.

- No pierdes el tiempo, ¿eh? – Le dijo, bebiendo la imagen de su pálida piel desnuda.
- ¿Crees que me sientan bien?
- Seguro que sí, pero quizá tendría que verlo de más cerca…

Felicia soltó una risita, y empezó a gatear sobre la cama, moviéndose lentamente hasta colocar sus piernas a ambos lados de la cintura de Ezio. Éste inmediatamente agarró sus caderas, acariciándola por los costados en un movimiento ascendente.

- Hmm, parece que estén hechos para ti. – Murmuró mientras alcanzaba sus turgentes pechos, pellizcando suavemente los pezones rosados y saboreando el suave gemido de la Gata Negra cuando ésta se inclinó para besarlo.

Podía notar el calor húmedo entre las piernas de Felicia, quien se apretaba contra sus caderas en un vaivén lento pero constante. Ésta se apoyó en sus rodillas para inclinarse hacia delante, dejando que Ezio desabrochara el cinturón de su batín con una mano mientras terminaba de endurecerse con la otra en un par de rápidas sacudidas.

- Ahh, Ezio… – Suspiró Felicia cuando dejó caer su cuerpo hacia atrás, ensartándose en un ritmo casi agónico.

Por instinto, Ezio hubiera querido simplemente embestir contra ella, pero prefirió disfrutar de cada centímetro hasta que estuvo completamente dentro y distraerse jugando con sus pechos y nalgas. Felicia se pasó una mano por el pelo, apartándoselo del rostro mientras empezaba a levantar y bajar sus caderas, usando la otra para pasar sus manos por los pectorales de Ezio, pinchando un pezón con una sonrisa juguetona.

- Cazzo, gattina... – Gruñó Ezio, empezando a sacudir sus caderas hacia arriba para encontrarse con las de Felicia, dándole una palmada en una nalga antes de agarrarse a ellas. – Voy a darte bien-
- No, cariño, hoy vas a ser un buen chico. – Le interrumpió Felicia, colocando un dedo sobre sus labios.
- ¿Ah, sí? – Respondió Ezio, dándole otra nalgada que sacó un gemido agudo y una risita de la mujer. – ¿Y no deberías dar tú ejemplo primero?

Pero lo único de lo que Felicia dio ejemplo fue de su extrema agilidad, y antes de que Ezio pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, se dio cuenta de que sus manos habían pasado de estar amasando unas tiernas nalgas a tener sus muñecas sujetas sobre su cabeza.

- Oh, gattina, ¿ahora quieres jugar a polis y cacos? – Al tirar notó que estaba sujeto al cabezal.
- Ah… nunca está mal probar cómo son las cosas al otro... la-lado de la ley… – Respondió Felicia entre jadeos, masturbándose con una mano mientras cabalgaba con más entusiasmo, cada vez más cerca del clímax. – ¡A-Ah! ¡Ezio!

El largo y agudo gemido de Felicia, junto a los espasmos que recorrían su cuerpo y notaba cómo apretaban su miembro, fueron más que suficiente para que Ezio pudiera correrse con ella. Ésta cayó sobre sus rodillas, apoyando las manos en los muslos con brazos temblorosos mientras disfrutaba de aquel momento de placer.

Ezio también necesitó unos momentos para recuperarse, y las excitantes esposas se habían convertido en un molesto impedimento al tener el cuerpo de la mujer tan cerca sin que pudiera alcanzarlo.

- Oye, gattina, suéltame.
- Hmmm… no. – Respondió Felicia, su pecho aún subiendo y bajando aceleradamente, sin haberse levantado aún de su regazo.
- ¿Lista para otra ronda? – Ezio sonrió. – Dame un par de minutos y-
- Me encantaría, pero no.

Felicia se levantó y entró en el baño. Con la mente algo más fría, Ezio empezó a sospechar que algo no iba del todo bien, y forcejeó con las esposas.

- No te molestes, mi amor, son de las buenas.

Secándose el cuerpo con una toalla, la mujer había vuelto a la suite aún vistiendo sólo los diamantes.

- ¡Felicia! ¡Suéltame! – Insistió Ezio. – ¡No tiene gracia!
- No, no la tiene… – Suspiró la ladrona, colocándose la ropa interior que había recogido del suelo. – Ah, mi Águila, no quería mentirte, pero Miss Straits me dará por ésto mucho más que lo que Enzo pensaba pagarnos.
- ¿¡Me vas a traicionar!? – Ezio abrió los ojos como platos, empezando a resistirse con aún más fuerza. – ¿¡Después de todas las veces que hemos trabajado juntos!?

Felicia se sentó en el borde de la cama para colocarse bien los zapatos, y Ezio maldijo el tamaño del colchón que no le permitía alcanzarla con una bien merecida coz. Aquella gata traidora acababa de dejarle sin diez millones de dólares cuando ni siquiera hubiera podido atravesar la primera alarma sin él.

- Ya sabes lo que dicen del honor entre ladrones… – Felicia rodeó la cama, y lo tapó hasta la cintura. – Para que no pases frío. Y envíale saludos a Leonardo.
- ¡Felicia! ¡¡FELICIA!! ¡¡SUÉLTAME INMEDIATAMENTE!! ¡¡ZOCCOLA!! – Gritó Ezio, forcejeando con las esposas en vano. – ¡¡ÉSTO NO VA A QUEDAR ASÍ!!
- ¡Ciao!

Ezio continuó gritando improperios aún después de que la ladrona hubiera desaparecido después de un portazo. Al menos Felicia tuvo la decencia de avisar al servicio de habitaciones antes de irse.