- ¿Hooola? ¿Hay alguien en casa?
Kora asomó la cabeza por la puerta, mirando de un lado a otro la entrada de la casa. Pero no vio a nadie ni obtuvo respuesta, por lo que se adentró, apoyándose en la puerta ligeramente para cerrarla. Dejó las llaves sobre la mesita, y encendió las luces, ya que la que entraba a través de la ventana no le parecía suficiente. Atravesó el pasillo, corto y ancho, para llegar al recibidor. La televisión estaba apagada, y sobre la mesita frente al sofá había un par de botellas de cerveza abiertas. Pero Kora dirigió su atención a los marcos de fotos que había sobre uno de los muebles, acercándose hasta coger uno de ellos.
En la fotografía salía su familia, los cinco. Su madre se encontraba en medio de su padre y su tío Auron, ligeramente agachada y sujetando a Kora y Graham con cada mano. Sintió una punzada de nostalgia al verla. Le hubiera gustado contarle lo sucedido en las últimas semanas a su madre, que habría escuchado atenta sus éxitos y la hubiera consolado por las derrotas. Estaba convencida de ello, pues aunque no recordaba mucho de ella, tenía la impresión de que las madres eran algo especial. "Seguro que de alguna manera lo sabe...", trató de animarse a sí misma. Abrazó el marco de fotos, volviendo a vivir el momento de la fotografía por unos segundos, y lo dejó en su sitio.
- Fíjate bien, mamá, ¿eh?
Recogió las botellas de la mesa, extrañándose de que fueran tan pocas, y se dirigió a la cocina, algo más animada. Las tiró a la basura, e inmediatamente se acercó a la jaula que había en la encimera.
- ¡Hola, nena!
Puso las manos sobre la jaula, sonriendo tontamente al pájaro en su interior. Pequeña pero robusta, y de un verde brillante con una máscara roja sobre el rostro, la lora extendió sus alas y dio unos graznidos en saludo. Kora abrió el armario, de donde sacó una caja de comida para aves, y la lora se excitó aún más, empezando a aletear frenéticamente y aumentando el volumen de sus graznidos. Parecía que había pasado un poco más de la cuenta desde la última vez que había visto la caja.
- Pobrecita, tienes hambre, ¿eh?
La chica dejó caer un pequeño montón de comida en la palma de su mano, y la metió en la jaula. Inmediatamente la lora saltó hacia ella, picoteando rápidamente. No tardó en desaparecer la comida, y aun así, picoteó hasta la palma de la mano de Kora, que soltó un gritito ahogado, y sacó la mano en un acto reflejo. La lora quedó en el interior de la jaula, pero pronto se asomó por la puerta abierta, mirando con ojos hambrientos la caja.
- Pues sí, tienes hambre... - Murmuró Kora, comprobando que no le quedara una marca en la palma, para después poner un montón de comida en el banco, el cual la lora no llegó a terminarse. - ¿Ya está satisfecha la señora?
El animal soltó un '¡Chuí!' agudo, y saltó al brazo de Kora, trepando rápidamente hasta el hombro de ésta, para empezar a restregarse contra la cara de la chica.
- ¡Chuí! - Respondió Kora, riendo y acariciando al pájaro, que siguió con su '¡Chuí, chuí!'. Era una auténtica pena no poder llevársela al Jardín... aunque ahora que tenía cuarto propio y su hermano era el Comandante tendría que retomar las negociaciones.
Pero no había pasado mucho desde que empezara a jugar con ella, cuando oyó la puerta de casa. Sobresaltada por el ruido, la lora salió volando hasta posarse sobre su jaula, y Kora se acercó para ayudarla a entrar. Cerró la jaula, asegurándose antes de colocar una buena cantidad en el comedero, y dejó la caja a la vista. Salió al pasillo, y al no ver nadie, se asomó al comedor, que estaba a oscuras.
- ¿Papá...? - Preguntó tentativamente. Algo grande se movió en el sofá.
- ¿Kora? Hija, qué susto me has dado.
Kora encendió la luz, y el bulto en el sofá sacó una mano para cubrirse los ojos. Jecht estaba recostado, con la ropa deshecha y aún puesta. La camisa estaba desabrochada a la altura del pecho, mostrando sobre la piel morena el tatuaje con aquel símbolo extraño que tanto le gustaba, y la corbata se había mantenido sobre sus hombros de milagro. No tenía un aspecto especialmente radiante, con la barba pareciendo más bien de veintitrés días, y el pelo oscuro desaliñado.
- ¿Qué haces aquí a estas horas? - Insistió, entrecerrando los ojos para tratar de enfocarla.
- Uhm, nada, venía a por unas cosas. Nos vamos de viaje en el Jardín. - Le informó Kora mientras entraba, juntando las manos detrás de su espalda. - Además... hace bastante de la última vez que nos vemos.
La chica bajó la vista, algo incómoda. Sabía que su padre nunca ganaría el premio a Padre del Año, aunque estuviera segura de que tenía que quererla, pero a veces le hacía sentir confusa el hecho de que sistemáticamente ignorara todo lo que no estuviera relacionado con alcohol, deporte o mujeres... ya que terminaba ignorándola a ella, por extensión. Antes de que Jecht pudiera responder, Kora insistió.
- ¿Por qué no has venido al baile? Bailé con el Comandante de Aetheria, y además, ¡con un príncipe! - Juntó sus manos en una palmada, sin poder evitar llevarse por la emoción al recordar esos momentos. Jecht se rió, negando con la cabeza. - Y con Graham también...
La media sonrisa que Jecht había esbozado se desvaneció con la mención de aquel último nombre. Kora agachó la vista, inmediatamente. Sabía de sobra que habían pasado ya mucho desde la última vez que su padre había parecido tolerar lo más mínimo a Graham. Los mismos años desde la muerte de su madre.
Quiso cambiar el tema, y se acercó hasta el sofá, sentándose al lado de su padre. Pudo oler a alcohol, tabaco y perfume, y algo en su estómago se revolvió. Ya sabía de dónde venía su padre, lo sabía mucho antes de que cruzara la puerta, pero cuando la prueba era sólida e irrefutable era cuando dolía de verdad. Pero no ganaba nada recriminándoselo, aunque sintiera que tenía derecho a hacerlo.
- Uhm... Sabes, hace unos días que volví de mi primera misión. - Le dijo, sacando pecho con orgullo.
- ¿Ah sí? ¿Y por qué no se lo cuentas a papá después de traerle algo de beber?
Kora arqueó una ceja, pero al final obedeció. Tal y como le había pedido, le trajo algo para beber: un vaso de agua acompañado de una aspirina. Ya se lo agradecería más tarde, porque la mueca que puso al verlo no era la más agradable.
- Desde luego... con lo mal que está tu padre y tú dándole más disgustos.
- Ya... - Replicó. - Bueno, sabes, fuimos a los Estados Bajos. Yuri y yo.
Comenzó a explicarle la misión, mientras el hombre bebía de un trago el contenido, poniendo cara de asco. Cómo al principio todo parecía una misión aburrida y absurda, tan sólo proteger unos cuadros que nadie que tuviera un mínimo de buen gusto miraría por más de un segundo, para luego convertirse todo en una trama de narcotráfico en la que los mismísimos Asesinos estaban involucrados. Quizá hubiera exagerado en algunas partes, claro, pero todo fuera por un buen relato. Sin embargo, cuando llegó a la parte final, donde todo se iba al traste, Kora se detuvo.
- ¿Y bien? - Preguntó Jecht, extrañado por el silencio en su hija.
Kora no recordaba demasiadas cosas sobre su madre. Durante muchos meses del año estaba ausente, quedando al cargo de Jecht, y cuando no estaba demasiado ocupado por su cargo de Comandante, Auron. Los años antes de que Graham apareciera en sus vidas básicamente no había tenido otro adulto que la criara, y Jecht se había encargado de transmitirle una importante disciplina a su hija.
Participar no es suficiente.
Jecht había sido un ganador. Desde el momento en que él y Auron entraron al Jardín, destacaron, y aunque éste último había sido quien fuera nombrado Comandante, nadie hubiera puesto en duda que Jecht Lionheart era uno de los mejores Seeds que Balamb vería. Y el hombre no exigía a Kora que fuera ordenada, que hiciera los deberes o que no se ensuciara al comer, sino que cuando se empeñara en algo, no se conformara con nada menos que el éxito. Cuando era más pequeña, escuchaba fascinada al hombre que le decía que no se limitara a jugar al escondite, sino a convertirse en una Carmen Sandiego.
- Bueno... - Pero tampoco podía mentirle. Total, acabaría enterándose, y sólo quedaría peor ante él. Además, no había sido su culpa. - No pudimos hacer nada. Ezio... El asesino nos dejó ir.
- Vaya. - Respondió Jecht, mirando al infinito por unos momentos. - Así que tu primera misión ha sido un fracaso.
Torció el labio, cuando notó la manaza de Jecht sobre su cabeza, dándole unas torpes palmadas. Kora se giró hacia él, con una tímida sonrisa, y al ver que el hombre se la devolvía, sintió como si le hubieran quitado un gran peso de encima.
- Y ahora me voy a ir fuera de Balamb. - Continuó contándole. - A Invernalia... de donde es el príncipe con el que bailé en el baile.
- Qué bien, ¿eh?
- Ajá... seguro que me dejarán conocerlo mejor cuando les recuerde que el Comandante de Balamb es mi hermano...
- Graham no es tu hermano.
El tono seco con el que Jecht le había cortado hizo que se le helara la sonrisa en el rostro. Lentamente, Kora se apartó, hasta situarse casi en la otra punta del sofá. Apretó los puños, notando un dolor en el pecho y picor en sus ojos. No podía aguantar que su padre odiara a su hermano, que hablara con tanta frialdad y tuviera que hacerle daño de aquella manera.
- Sí lo es. - Replicó, mirando fijamente sus manos sobre su regazo. Sabía que con el tiempo, su padre había dejado de soportar siquiera la mención de Graham, pero no iba a esconder sus sentimientos por ello. - Graham es mi hermano... Somos una familia. Es lo que mamá hubiera querido, ¿no lo entiendes?
Le dirigió una mirada, y quizá era que estaba disgustada, pero en aquellos momentos vio a su padre de una forma muy diferente. Un hombre cansado, borracho y que venía de acostarse con una mujer de la que no sabría ni el nombre. Jecht había sido grande, un Seed del cual el Jardín de Balamb se había sentido orgulloso, alguien que sólo podía despertar admiración y envidias... hasta que la guerra y la muerte de su mujer lo rompieron. El Jecht que animaba a su hija a ganar en todo en lo que participara no era más que un recuerdo lejano.
Ya no podía vivir en aquellos días.
- Voy a dormir. - Dijo Jecht, incorporándose. Kora volvió a agachar la mirada. - Recoge lo que quieras sin hacer mucho ruido y mira bien si has cerrado al irte.
- Adiós. - Murmuró en respuesta, mirando la punta de sus zapatos fijamente.
Mientras oía los pasos arrastrados desaparecer en la lejanía del pasillo, Kora se dio cuenta de que aunque aquella sería siempre su casa, su hogar estaba a unos pocos kilómetros, en el Jardín de Balamb. Y Jecht sería siempre su padre, pero su familia eran los Seeds. Incluyendo a Graham.