Author Topic: OTP Prompts  (Read 33107 times)


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #30: November 13, 2019, 05:32:01 PM »
Autumn Writing Prompts
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Anir x Hiksti x Jack

03. Making lots and lots of soup.

Para ser alguien que se pasaba el día entre motores, los hobbies de Anir no tenían nada que ver con la mecánica, aunque ella argumentaba que ya salía del taller con demasiadas horas acumuladas de grasa en las manos y aceite en la ropa. Hiksti le daba la razón, pero aún así acababa montando maquetas y empezando proyectos de inventos que a saber si llegarían a ver la luz del sol.

Era otoño, acercándose más y más a invierno y el sol ya no calentaba tanto como hacía apenas unas pocas semanas. Las mangas largas eran una necesidad y las chaquetas y las bufandas estaban empezando a salir del armario de todo el mundo para darse una vueltecita por la calle.
Anir echó un vistazo por la ventana de la cocina y suspiró al ver una hoja naranja caer del árbol de su patio. Metió la cuchara en la olla y probó el caldo con cuidado. Asintió y sonrió, dándole vueltas al caldo antes de volver a tapar la olla.

No tardó en oír la puerta principal abrirse y el ruido metálico de las llaves de Hiksti al dejarlas caer sobre el vacíabolsillos que tenían en el recibidor.
Anir aprovechó para empezar a poner la mesa.

—¡Hola! —saludó Hiksti antes de acercarse a la cocina—. ¿Qué hay para comer hoy?

—¿Y tú qué crees? —preguntó Anir, levantando una ceja—. ¿O es que ya no te funciona el olfato?

Hiksti intentó inspirar profundamente y el ruido que le hizo la nariz le dejó en claro a Anir que probablemente no podía oler nada.

—Uy, ¿y ese trancazo? —curioseó mientras repartía los cubiertos—. El viernes no estabas así.

Hiksti se encogió de hombros y se acercó lo suficiente como para darle un beso en la sien a Anir como saludo.

—Igual me enfrié el fin de semana.

Anir torció el morro. Hiksti comía entre semana en su casa por que los dos necesitaban un compromiso social para acordarse de la comida cuando estaban en el trabajo y además estaba cerca del taller que compartían desde hacía poco más de un año.

—¿Al final te fuiste a esquiar con tu amigo?

Hiksti apretó los labios y miró hacia el techo despacito. Eso nunca era una buena señal. Anir entrecerró los ojos y le tiró una servilleta a Hiksti, que le dio en toda la cara.

—Au…

—Sí, sí. Mucho ‘au’ pero no me respondes. Siempre que te vas con ese tal Jack te pasan cosas —se quejó Anir—. Como cuando volviste con un ojo morado en marzo o cuando se te rompió el coche en medio de la nada y me dejaste dos días sola en el taller en mayo. ¡Oh! ¡Y cuando te rompiste la pierna en Agosto! Y éramos el único taller abierto en la ciudad.

Hiksti se sentó despacio en la silla y pensó en quitarse la prótesis para descansar un rato, pero decidió que no era el momento y simplemente se frotó la rodilla mientras se rascaba la barba de tres días con la otra mano.

—No lo conoces, él…

Anir le dio un golpe en la coronilla con la otra servilleta antes de dejarla en la mesa y volver a su sopa.

—¡Au! ¿Por qué me odias tanto, qué te he hecho?

—No venir esta mañana y dejar que abra yo y hacerme creer que iba a comer sola. Y no te odio a tí, lo odio a él.

—No puedes odiarlo, no lo conoces. —le dijo Hiksti, notando una vibración en el bolsillo de su pantalón.

Anir levantó la tapa de la olla y armada con ella y con la cuchara de palo, miró con decisión por la ventana y asintió con fuerza.

—Puedo y lo voy a hacer.

Hiksti suspiró primero, pero acabó por reírse incrédulo antes de sacar el móvil de su bolsillo.

—Hablando del diablo… —murmuró mientras revisaba sus mensajes.

Contestó con rapidez y apoyó el teléfono contra sus labios. Luego miró hacia Anir antes de tomar una decisión igual de rápida y escribió otro mensaje antes de guardar el aparato. Sólo esperaba no arrepentirse de lo que estaba a punto de suceder

—Por lo menos tendrías que conocerlo, ya sabes, para odiarlo con razones.

—Oh, já. Créeme, razones tengo. —comentó Anir antes de agarrar un plato para servir la sopa.

Cuando Anir se giró para dejar el plato en la mesa se dio cuenta de que Hiksti se había acabado de levantar y estaba buscando algo en el cajón de los cubiertos.

—¿Qué haces?

—Acabo de invitar a Jack para que lo conozcas.

Anir parpadeó y notó como el alma se le iba a los pies, dejando su cara demasiado pálida. ¿Cómo, qué? No. No, no, no… Aquello no podía estar pasando. ¡Llevaba demasiados meses celosa de aquel tipo como para recibirlo en su casa! ¡Por culpa de aquel desastre de persona Hiksti la había rechazado!
Oh, bueno, en realidad ni siquiera había dejado que tuviera la oportunidad de rechazarla como era debido. El día que pensaba decirle que le gustaba la dejó tirada y se fue con él.

—¡No puedes, no es tu casa! —dijo Anir de repente, justo cuando la sangre le estaba volviendo de golpe a la cabeza, mareándola.

—Pues acabo de hacerlo.

Hiksti puso una de sus manazas sobre la cabeza de Anir antes de quitarle el plato de sopa para dejarlo él en la mesa, porque Anir no parecía no querer moverse.

—Y además llegará pronto, porque me acaba de dejar en la puerta de tu casa.

Anir abrió mucho la boca y levantó un dedo acusador hacia Hiksti.

—¿¡Le has dicho dónde vivo!?

Hiksti se rascó la nuca antes de armar un gesto de incomodidad en su cara. Anir amaba lo expresivo que era, pero a veces preferiría que Hiksti supiera como poner cara de palo.

—¿Tal vez? No lo había pensado así…

—¡Idiota! —le dijo sin bajar el dedo justo antes de que el timbre sonase por toda la casa y Anir procediera a amenazar—. ¡Voy a echar a ese desperdicio de espacio ahora mismo!

Hiksti se alegró de no haberse quitado la prótesis mientras corría hacia la puerta, pero Anir se le coló por un costado, agarrando el pomo de la puerta para abrir ella. Jack parpadeó confuso y miró de una a otro. Hiksti había llegado a la puerta principal y se había agarrado al quicio, inclinándose sobre Anir. Esta vez su cara era de desesperación.

—¡Tú! —dijo Anir.

Jack sonrió, haciendo que sus mejillas pálidas se levantaran un poco. Se arrebujó en su sudadera y procedió a enseñar los dientes, convirtiendo su sonrisa en una de pillo. Tenía las manos en el canguro de la sudadera y los hombros crispados, no llevaba calzado adecuado para el tiempo que hacía y todo su cuerpo tembló con una ráfaga de viento.

—Hola.

Anir inspiró, llenándose los pulmones de aire frío antes de expulsarlo en forma de nubecillas. ¿Pero qué demonios hacía aquel estúpido así vestido en pleno otoño —casi invierno—, con la helada que estaba cayendo?
Anir lo agarró del codo y lo metió dentro de su casa.

—Aún eres más estúpido de lo que suponía —gruñó mientras arrastraba a Jack hacia la cocina—. Hay sopa.

—Como todos los días desde hace dos semanas. —añadió Hiksti, detrás de ellos.

—Oh, cállate, te gusta. Voy a por otra silla.

Cuando Anir los dejó solos en la cocina, Jack se llevó la mano al pecho y Hiksti abrió mucho los ojos. Oh. Oh no. No a su Anir.

—Jack. Jack, no. —advirtió Hiksti.

—Creo que me he enamorado. —confesó justo antes de estornudar.

Oh, demonios. Hiksti se dio una palmada en toda la cara, tapándose los ojos. Su vida se estaba complicando.
« Last Edit: November 13, 2019, 05:38:47 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #31: November 14, 2019, 04:58:29 PM »
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Anir x Hiksti x Jack

04. Shopping for new fall attire.

Cuando Anir oyó hablar de Jack la primera vez nunca se habría imaginado que acabaría en un centro comercial con él, dirigiéndolo de una tienda a otra. Le había caído mal ya de primeras oídas.
Pero allí estaban, paseando de un lado a otro sin conseguir que aquel chico se probase nada.

—Desisto —dijo Anir antes de rodar los ojos y encaminarse hacia una de las tiendas de ropa—. Voy a entrar ahí, me voy a comprar un vestido y como salga y no estéis, me váis a oír.

Y eso hizo. Jack se dejó caer en el mismo banco donde Hiksti se había sentado. Y suspiró. Oh, no. Ahí estaba ese suspirito otra vez.
Hiksti miró hacia Jack, intentando que no se le notase demasiado la incomodidad en la cara, pero era casi imposible no verla. Bueno, Jack estaba demasiado distraído, así que a lo mejor podía tener suerte.

—¿Y si nos escondemos? —preguntó Jack, buscando un buen lugar mientras proponía su idea.

—¿Es que no la has oído? —preguntó Hiksti de vuelta.

Jack sonrió y levantó las cejas varias veces.

—Ah, sí. Y me gustaría oírla más.

Hiksti suspiró, frotándose la sien para intentar mitigar el dolor de cabeza emergente.
Jack se le acercó tanto que acabaron con los brazos pegados y con Hiksti torcido hacia su derecha.

—Te habías guardado para tí mismo que es una fiera, la pintabas mucho más dulce.

Hiksti miró al techo excesivamente alto del centro comercial, a ver si encontraba la inspiración para decirle a Jack que Anir lo odiaba sin hacerle daño. Aquel era un detalle que se había estado guardando por meses.

—A mi no me saca las garras a menudo, será eso —intentó Hiksti, pero Jack simplemente le pasó el brazo por los hombros y lo apretó contra él—. ¿Qué quieres?

—A tu amiga. ¿Tiene novio o novia o algo?

Hiksti gruñó. Se lo estaba temiendo, parecía que Jack iba medio en serio, al menos lo suficiente como para querer flirtear con ella, a ver hasta donde llegaba. Y teniendo en cuenta la fuerza de Anir, era probable que llegase bastante lejos de un puñetazo si seguía por ese camino.

—Jack, no.

—¡Bien! Entonces tengo una oportunidad…

Hiksti se agachó tanto que quedó con la cabeza a la altura de las rodillas, negando con ella.

—No era eso lo que quería decir…

Unos quince minutos después, Anir salió de la tienda con una bolsa nueva y una sonrisa de satisfacción que se le borró de la cara cuando vio a Jack abrazando a Hiksti y recordó su existencia.

—Ah, seguís aquí. —saludó, sin muchas ganas.

Hiksti sonrió, Jack parecía confundido. Anir simplemente se encogió de hombros antes de mirar la hora en su móvil y señalar hacia el parking. Las tiendas estaban a punto de cerrar y al día siguiente tenían que trabajar en el taller.

—Mañana abres tú. —le recordó a Hiksti, que asintió con las manos en los bolsillos.

Todos subieron al coche de Jack. La primera parada era la casa de Anir, pero cuando llegaron, ella agarró el hombro de Jack.

—Ven conmigo dentro. —le pidió antes de salir del coche y sacar sus llaves.

Jack miró a Hiksti con una sonrisa, que le miró de vuelta con preocupación.

—Ahora en seguida vuelvo. —dijo antes de saltar del coche y corretear tras ella.

Anir rechinó los dientes al escuchar las chanclas. En serio que a este chico se le iban a caer los dedos de los pies en cualquier momento. Jack se agachó sobre ella mientras abría la puerta y susurró cerca de su hombro.

—¿En qué te puedo ayudar?

—Quita —le advirtió antes de intentar darle un codazo que no acertó por poco—. Te voy a ayudar yo a tí, que parece que lo necesitas.

—Oh, sí —contestó Jack, que se había puerto recto y ahora mantenía un metro de distancia con Anir por seguridad—. Puedes ayudarme en lo que quieras.

Jack se giró y levantó los dos pulgares hacia el coche, donde creyó ver a Hiksti mirándolo con horror en los ojos.
Entró detrás de Anir y cerró la puerta con cuidado.

—¡En la cocina! —gritó ella, y Jack siguió su voz—. Llévate esto y dame tu número de teléfono, porque no es normal como vas vestido para el frío que hace. Me das frío sólo de imaginarte.

Aaah… Jack esperaba que Anir pasase mucho frío entonces. De repente se vio con las manos llenas de bolsas con recipientes hasta arriba de sopa.

—Las tapas son de rosca, no deberías tener problemas en el coche.

—Oh, ah… gracias.

—¿Y bien? —preguntó Anir, sacando su móvil—. ¿Y tu número?

Jack intentó sacar su propio móvil con una sola mano, aunque no se le estaba dando muy bien y Anir acabó por asistirle, devolviéndole el aparato con un golpe en el pecho.
Jack sonrió sin perder el intento de ser encantador. Anir no parecía impresionada.

—Si, mi número, cierto…

Unos pocos segundos después se habían añadido a sus agendas y Anir le estaba preguntando si tenía el sábado libre. En realidad no, pero podía deshacerse de sus planes si lo necesitaba.

—Claro, sí, ¿por qué?

—Porque vamos a ir tú y yo a comprarte ropa y vas a dejar de esconderte detrás de Hiksti y si no quieres un calzado cerrado, por lo menos te vas a poner unos calcetines, aunque acabes pareciendo un garrulo.

Jack se miró los pies y movió los dedos antes de pasar de una sonrisa encantadora a una de coqueto conquistador.

—Es una cita, entonces.

Anir parpadeó. El color se fue apoderando de su cara despacio, ganando terreno de forma segura.

—¡No! ¡No es ninguna cita! ¡Es una necesidad! —exclamó, empujándolo hacia la puerta de su casa—. ¡Es mi obra de caridad de esta semana!

—Oh, si fuera una cita podría ponerme zapatos. —replicó Jack con una risita tintineante.

—Entonces deberías tener citas contigo mismo por el resto de tu vida —soltó Anir, aunque luego recapacitó—. Por lo menos cuando haga frío.

Jack se rió con más fuerza. Cuando llegó a la puerta se dio la vuelta y se dio cuenta de que Anir estaba intentando mirar hacia el coche que estaba aparcado a unos metros de la puerta, justo enfrente del patio delantero de su casa. Hiksti probablemente también les estaba observando de vuelta.

—Bien, entonces, tú y yo… un centro comercial, un montón de ropa. Si la cosa acaba con zapatos, repito, será una cita.

—Oh, qué más da, piensa lo que quieras. —acabó por ceder ella.

Anir seguía distraída mirando hacia el coche y Jack sonrió despacito antes de inclinarse sobre ella, doblando toda su altura hacia apoyar el codo en el quicio de la puerta y tener los labios casi pegados a su oreja.

—Te recojo a las cinco, ponte el vestido, seguro que te queda bien.

Anir se apartó de repente, tapándose la oreja y mirando a Jack con estupor.

—¿Y tú qué sabes del vestido?

Jack empezó a caminar hacia atrás, con esa sonrisa de pillo inocentón que había estado poniendo durante toda la comida juntos ese mismo mediodía.

—Que es azul. ¡Es mi color favorito!

Jack levantó la mano para despedirse y se fue corriendo hacia el coche. Segundos después se podía oír el rugido del motor calle abajo y Anir estaba aún apoyada en la puerta principal de su casa, ahora cerrada, pensando.
No quería pensar.

—A mí también me gusta el azul —comentó bien bajito antes de enumerar todos los motivos por los que odiaba a aquel tipo—. Maldita sea.

No quería que le cayera bien. ¡No era justo! ¡Pero nada justo!


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #32: November 18, 2019, 04:41:59 PM »
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Anir x Jack

05. Drinking cinnamon-spiced tea.

Anir no quería repetir la experiencia del centro comercial, era por eso que se había llevado a Jack por una ruta larguísima de tiendas pequeñas de barrio. Había estado toda la semana visitando la larga lista de tiendas y creando una ruta para que el sábado fuese sobre ruedas.
El jueves se sorprendió a sí misma levantando un jersey azul y pensando que a Jack le quedaría bien.
Nunca lo admitiría en alto. A nadie. Ni a sí misma.
Eso no había ocurrido, punto.

Anir suspiró, dejándose caer sobre la silla más que sentándose. Jack puso sus manos de dedos largos en la mesa y empujó la silla con las piernas y se la acercó con el pie mientras se sentaba lentamente, quejándose durante todo el proceso.

—Mis huesos.

Anir se había puesto un brazo sobre los ojos y tenía la cabeza echada hacia atrás, pero se le oyó perfectamente al contestar.

—Si te vistieras como toca, no te dolerían tanto los huesos.

Jack se inclinó hacia delante, cruzando los brazos encima de la misma y crispando un poco los hombros. También estiró los pies por debajo de la mesa, con un tobillo encima del otro.

—Ey, que me he puesto calzado cerrado y todo.

Anir gruñó y cuando intentó cerrar las piernas se encontró con los pies de Jack debajo de su silla. Este chico era más largo que un día sin pan. O más largo que un día de invierno sin calcetines. Esa comparación le gustaba más.
No le dio una patada porque decidió levantarse y tirarle las bolsas de ropa encima a Jack.

—Voy a pedir.

—¡El té de temporada! —dijo Jack, levantando un brazo y sonriendo coqueto.

Anir lo miró y parpadeó despacio antes de darle una patada a los pies de Jack. Se lo había pensado mejor.

—Te busco sitios donde comprar, te llevo las bolsas y ahora quieres que te invite a merendar.

Jack se llevó las dos manos a la nuca antes de asentir con descaro. Anir levantó un dedo, señalándolo, mientras la otra mano se agarraba a la cintura de su vestido azul. No sabía qué decir.

—Mira, tienes suerte de ser bonito, por que es lo único bueno que tienes.

Jack recogió los pies debajo de su propia silla y se inclinó de nuevo sobre la mesa, apoyando la barbilla sobre sus dos puños. Le miró de forma encantadora, hasta con un ladeo de cabeza incluído.

—Aw, te parezco bonito.

Anir entrecerró los ojos y se giró antes de que se notase que se estaba sonrojando. Aunque ahora que lo pensaba tal vez no se le estaba notando tanto, llevaba base de maquillaje de cobertura total, a ver si así no se le cortaba la piel de la cara por el frío.

—¡Acuérdate de mi té! —escuchó mientras sus pasos fuertes hacían ondear la falda de su vestido.

Y sí, era el vestido que se había comprado la semana anterior ¡pero no se lo había puesto porque se lo hubiese pedido Jack! Sólo quería estrenarlo… y tampoco tenía muchas oportunidades de ponerse vestidos, teniendo en cuenta donde trabajaba y cuantas horas pasaba en el taller.

Para cuando llegó a la cola, la gente se apartaba de su camino, y de repente se vio delante del dependiente, que la miraba con una sonrisa nerviosa.

—¿Qué quiere?

—Dos tés de temporada, un rollo de canela y una cookie, de las de chocolate blanco.

El dependiente tomó el pedido y le atendió con rapidez. No tardó mucho en acercarse a su mesa con un té en cada mano. El chico que le había atendido la seguía con la comida. Después de dejarlo todo en la mesa y de que el dependiente se fuera, Anir se arregló un poco el desastre de flequillo que llevaba y notó que Jack la miraba con diversión brillando en sus ojos.

—¿Qué pasa?

—Te has saltado toda la cola y el de caja te ha traído la comida.

Anir se rascó la barbilla antes de girar y ver que había al menos diez personas en la cola y ni se había dado cuenta.

—¿No te lo llevan a la mesa? —preguntó, nunca había estado en esa cafetería, había sido Jack el que había insistido en caminar quince minutos para llegar hasta allí.

—No, nunca —le informó, con un tono muy, pero que muy divertido, casi hasta fascinado—. Creo que los has asustado a todos.

Anir se encogió de hombros mientras añadía azúcar moreno a su té con canela.

—No sé qué tiene que temer de una damisela inocente e inofensiva como yo.

Jack empezó a reírse, doblándose tanto que su frente casi tocaba la mesa. Anir intentó borrar una sonrisa bebiéndose su té.

—Oh, está bueno.

—¡Claro que está bueno! ¿Creías que te iba a llevar a un sitio de segunda en nuestra primera cita? —preguntó Jack—. No, no, no.

—¡No es una cita!

—Llevo botas. —recordó Jack, levantando una ceja mientras bebía de su taza.

—Ya, pero no hemos ido al centro comercial. —refutó Anir.

—¿Quieres decir que el pequeño comerciante es menos válido que las grandes plataformas?

—¡Yo no he dicho eso!

Jack se reclinó en la silla.

—Ah, ya decía yo, teniendo en cuenta que tú misma tienes un negocio pequeño.

Anir suspiró, frotándose el cuello y ladeando la cabeza, con los ojos cerrados.

—No me lo recuerdes… ¡Y de todas formas has hecho trampa!

Jack miró hacia el techo con muchísimo interés.

—No sé a qué te refieres.

Anir tuvo que resbalarse silla abajo para encontrar los pies de Jack y darles una patadita.

—Llevarás botas, pero no llevas calcetines ¡y llevas puestos unos piratas!

Jack le sonrió con encanto y se ganó que Anir le lanzase una servilleta de papel.

—¡Deja de constiparme a Hiksti! ¡Lo necesito entero para que trabaje!

Jack dejó su té en la mesa y agarró la galleta. Él no había pedido ninguna galleta, pero Anir le había llevado su favorita. Jack sonrió despacio y después puso cara de complicidad.

—Y dime, Anir, ¿para qué más lo necesitas?

Ni el maquillaje de alta cobertura pudo parar totalmente la rojez de las mejillas de Anir de mostrarse, aunque disimuló bastante su reacción.
Anir intentó hablar, pero después de un par de balbuceos se decidió a llevarse el rollo de canela a la boca.

Oh, Jack estaba viendo tantas, pero tantísimas posibilidades…


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #33: November 30, 2019, 03:51:36 PM »
Un castillo
Thorin + Anir

Thorin Escudo de Roble se había enfrentado a muchas cosas en su vida, había luchado con valentía en las batallas, había sobrevivido al ataque de un dragón y aún así, de todo lo que sus ojos habían visto, una de las visiones que más le aterrorizaba seguía siendo la furia de su hermana.
Aunque en los últimos años, alguien había empezado a escarbar hacia el primer puesto de la lista de “cosas espeluznantes”. Y esa era Nir. La pequeña y obstinada Nir.

Cualquiera hubiera pensado que la pequeña criatura de cabellos ondulados, sueltos y sin ningún tipo de control, brillando como el oro bajo el sol del atardecer, con la cara manchada de barro seco, que se subía las mangas con decisión, era un enanito descarado. Pero no, era una enanita.
Nir solía vestir pantalones anchos y camisa acorde, con algún chaleco de cuero hecho a base de retales de los delantales rotos que Thorin ya no usaba en la forja. Y se ponía botas fuera de casa porque era una enana decente, no un hobbit; por muy decentes que estos fueran. Aunque los calcetines agujereados que lucía mientras correteaba dentro de su casa no decían mucho a su favor.

No usaba vestidos porque sólo tenía dos, uno le quedaba pequeño y el otro demasiado grande. Y los pocos enanos de más o menos su edad que tenía la suerte de conocer eran todos chicos. A ninguno de ellos les gustaba jugar a tomar el té, más bien les gustaba jugar a tomar el fuerte.
Pero estaba bien, no pasaba nada, porque sabía qué botones apretar para conseguir que algún adulto incauto perdiera el tiempo sentado en alguna de sus sillitas de madera, agarrando alguna de las tacitas con flores pintadas con más o menos gracia por ella misma, merendando junto a ella en su zona de juego. Su preferido siempre sería Dwalin, era todo un caballero cuando se trataba de tomar el té con una señorita.

Thorin no le tendría tanto miedo al pequeño monstruito si no tuviera que cuidar de él.
La primera vez que la tuvo en brazos temió que se le cayera y cuando arrugó su pequeña nariz y lloró, agarrándose a su dedo, temió que nunca pudiera volverla a soltar. La movió un poco en sus brazos mientras miraba de un lado a otro en la oscuridad de la noche. Sus ojos de enano no tenían nada que envidiar a los de un búho, pero aún así no localizó ninguna señal de quien hubiera dejado a aquel bebé en su puerta.
En un principio había buscado a alguna pareja que deseara ocuparse de la niña, pero no había tenido tanta suerte. Ni su hermana había querido llevársela con ella, aunque sí ayudó los primeros meses de su existencia.

—Es tuya —le dijo un día sin más—. Mírala.

Thorin estaba secándose las manos en un paño, con la camisa arremangada y el ceño fruncido.

—Estás loca, Dís —a lo que ella frunció el ceño de vuelta hacia su hermano—. No sé en qué te basas.

Dís quitó la mano de la barriga de la bebé y le apartó el ricito que se le arremolinaba en medio de la frente.

—Reconozco la línea de Durin cuando la veo. Mírala, frunce el ceño como tú.

Thorin no pudo evitar asomarse al capazo donde descansaba la niña para ver que Dís no mentía. Ambos hermanos compartieron una mirada pesada e insistente. Thorin empezó a hacer cálculos en su mente, porque en realidad la idea de Dís no era tan descabellada como le había parecido en un principio. Y aquello lo dejó todo más o menos solucionado.

Thorin había acabado de adoptar un bebé. Uno que era posible que fuera de su propia sangre, algo que nunca admitiría ante nadie más.

—Papá, hazme un castillo.

Y allí estaba, muchos años después, con los ojos bien abiertos y el tenedor a medio camino hacia su boca mientras escuchaba a la niña hacer sus demandas en pijama, de pie encima de la otra silla de la cocina.
Thorin dejó caer el tenedor de nuevo en el plato.

—¿Y tú para qué quieres un castillo?

—Porque soy una princesa, las princesas necesitan un castillo —replicó la niña levantando la barbilla e inflando su flaco pecho.

Thorin se frotó la sien y fijó sus ojos cansados en Nir.

—¿Quién te ha metido eso en la cabeza? —indagó.

Ella sonrió con sus dientes pequeñitos y apretó la madera de la mesa debajo de sus palmas, saltando en la silla.

—El primo Fíli me llama princesa, así que soy una princesa.

Thorin entrecerró los ojos y se fijó mejor en la niña. Llevaba un pijama de una pieza, como la ropa interior que solía llevar de viaje, pero con pies incluidos. Su pelo era un nido de pájaros y como siempre tenía la cara sucia.

—¿Y tu primo Fíli no te ha dicho que las princesas tienen que lavarse la cara e irse a dormir? —señaló la ventana y la noche oscura que se veía detrás de los cristales.

—¡En su castillo! —vociferó levantando las manos y casi cayéndose al suelo.

Salvó la caída con una pirueta más o menos agraciada y Thorin no supo si preocuparse o reírse. Optó por rodar los ojos y terminar su cena en dos bocados antes de recoger a Nir del suelo, donde culebreaba como un gusanito.
La llevó colgando de su cintura hasta la tina con agua y le lavó la cara con una toalla húmeda. Le instruyó que hiciera lo mismo con sus manos y la cargó. Nir no tardó en agarrarse del hombro de Thorin y clavar sus grandes ojos azules en los de su padre.

—Las princesas enanas no tienen castillos como los humanos —explicó él mientras caminaba hacia el catre que usaba la niña para dormir—, tienen montañas enteras.

—¿Cómo una cueva, pero grande?

Thorin dejó a la niña en su colchón y apartó el pelo de su cara con una de sus manos. Ella cerró los ojos, arrugando la nariz.

—Con casas excavadas dentro de la roca.

Ella pareció pensarlo durante un momento mientras se agarraba los pies y se dejaba caer hacia atrás.

—¡Quiero una de esas! —exclamó decidida mientras gateaba para buscar el inicio de la sábana y meterse dentro, cuando sólo asomaban sus ojos y la punta de sus dedos aferrados a la tela continuó en un susurro— Papá, hazme un castillo de princesa enana.

Thorin volvió a apartarle un mechón rebelde de la frente y se agachó para besarle la frente. Nir bajó un poco más la sábana para frotar su nariz contra la mejilla de su padre.

—Cuando en vez de un garbanzo pegado en la cara tengas una nariz —bromeó Thorin con tono serio.

Ella se enfurruñó, pero le sonrió antes de meterle las manos en la barba, riéndose cuando Thorin intentó comerse sus deditos exploradores. Se dio la vuelta tras un suave buenas noches y se dispuso a dormir.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #34: November 30, 2019, 04:05:18 PM »
Continuando esto, espero que te guste ;v; perdón por el retraso.

FELIZ CUMPLE SUPER ATRASADO @Airin  \o/

Cambio de Escenario
Afrodita & Milo

Prólogo. El lugar donde la Fantasía y la Realidad se unen

Primer Capítulo. El lugar donde la Luna se refleja en el Lago

Segundo Capítulo. Parte 1. El lugar donde todos nos ven

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #35: May 31, 2022, 04:04:05 PM »
Niri + Pack

Niri dejó caer de golpe el libro que llevaba leyendo por un par de horas y Airi la miró por encima de sus gafas rojas.

—¡Es que no lo entiendo!

—¿Descartamos hombres lobo? —preguntó Airi.

—Sí. —contestó Niri.

—¿Por tercera vez? —continuó Airi.

—Definitivamente.

Niri se dejó caer sobre el respaldo de la silla en la que estaba sentada, mirando al techo con desidia. Y es que llevaba años intentando saber qué era. No en el sentido de buscar su propósito en la vida, que ya lo había encontrado hacía tiempo —ser la mayor molestia para su pack y coleccionar amigos eran dos de los motivos de su existencia— si no en el sentido literal.

Airi se estiró por encima de la mesa, poniendo una mano extendida delante de ella. Niri se sentó como una persona mayor sólo para poner su mano encima de la de Airi como gesto de aprecio.

—No pasa nada, no es tan importante —intentó sosegarla Airi—. Tú eres tú y te queremos por ser tú.

—No nos hace falta saber lo que eres para quererte. —dijo otro de los miembros de su pack estirando un pie para darle una patadita a Niri.

—A ti te es fácil decirlo, Min. Tú sabes que eres un kitsune. Siempre lo has sabido.

Min se señaló la cara con un movimiento exagerado de la mano.

—No es que pueda negarlo precisamente. —comentó con una risita. Sus facciones afiladas hacían fácil adivinar su especie.

—Pero Min hace cosas de zorro todo el rato. —murmuró Airi con los labios entrompados.

—Zorrear es lo suyo. —dijo Niri toda seria, Min le levantó una ceja pidiendo que respetase a sus mayores pero Niri le sacó la lengua.

—Y Niri hace cosas de Niri. —continuó Airi.

—Sí, pero Niri quiere saber de qué son las cosas que hace Niri, además siempre va bien saber qué eres para tu historial médico.

—Eso no voy a negarlo. —concedió Airi, volviendo a incorporarse en su silla.

Poco después se levantó y dejó el libro que había estado leyendo en su sitio. Min hizo lo mismo.

—¿A dónde váis, me dejáis sola? —preguntó Niri con el ceño fruncido y cara de cansancio.

—Vamos, chiquitita, los genes no se adivinan solos. Igual en el mercado del distrito mágico podemos encontrar algo que nos sirva.

Niri empezó a sonreír, lento pero seguro, y se levantó de golpe, corriendo hacia sus compañeros de pack.

—¡Sólo soy chiquitita porque tú eres muy grande! —se quejó.

Y entre risas salieron de la biblioteca y se dirigieron al mercado de los martes, a ver que había.


En realidad había bastante que ver.

—¡Sani! ¿Qué haces aquí? —preguntó Airi, chocando el hombro contra su compañero de pack.

—La compra. Con tantos lobos y medios lobos en casa la comida se acaba pronto —explicó Sani, dejándose olisquear por Min mientras Niri se le colaba debajo de un brazo—. ¿Y vosotros?

—Buscando algo para Niri, ya sabes. —le informó Airi, encogiéndose de hombros.

Dicha Niri se había marchado corriendo al ver algo brillante y el vendedor estaba intentando interesarla en un par de joyas en concreto.

—A los gatos como tú le gustan mucho. —le dijo sonriendo, acercando el colgante.

—No soy un gato. —dijo Niri, cogiendo el colgante de todas maneras para inspeccionarlo.

—Ah… perdona a este viejo tonto, mis sentidos estarán fallando.

—Tal vez el medio gato —dijo Min, agarrando él ahora el colgante—. Y medio pájaro. O medio serpiente.

—Eso suena a quimera. —comentó Sani antes de disculparse con el vendedor.

Niri recuperó la joya y siseó cual gato enfadado hacia Min.

—No soy una quimera, las quimeras están prohibidas desde hace siglos.

El vendedor estiró la mano y Niri sonrió antes de devolverle su colgante y empezar a sacar el monedero para comprarlo.

—Gracias. —dijo el vendedor al recibir el dinero y mientras movía las monedas entre sus dedos comentó con una sonrisa misteriosa:— Puede estar prohibido, pero no por ello no existir.


Niri tenía la mejilla pegada a la mesa del comedor y con la mano en alto sostenía una cadena vieja de la que colgaba un pendiente nuevo. O tan nuevo como puede ser un colgante de unos cuatrocientos años de antigüedad.
La chica miraba como se refractaba la luz con intensidad, dejando que el pendiente diera vueltas despacio delante de sus ojos.

—¿Tú crees que lo que ha dicho ese hombre sea verdad?

Hwa se paró en medio del comedor y se giró poco a poco hacia Niri, con los brazos llenos de ropa recién plegada.

—¿El qué? —preguntó Hwa, intentando que la ropa se arrugase lo menos posible.

Niri se incorporó, dejando la mano en la mesa.

—Que las quimeras todavía existen hoy en día.

Hwa se encogió casi invisiblemente de hombros.

—Cosas más raras hemos visto, Airi siendo medio lobo medio bruja es una de ellas. Es posible que quedase alguna viva.

Niri y Hwa se miraron por unos segundos, parpadeándose amistosamente.

—¿Y si yo fuesa una de ellas? Una quimera.

Hwa dejó la ropa sobre la mesa del comedor y palmeó la cabeza de Niri con cariño.

—Tú tienes veinte años, no veinte cientos.

—¡Pero podría ser una quimera! Todo lo demás ya lo hemos descartado, varias veces.

—Todo, todo no. Y los híbridos son difíciles de categorizar.

Niri se cruzó de brazos y puso morritos enfadados. Estaba encantadora.

—Tranquila, lo encontraremos. Y ahora ve y lleva esta ropa a vuestra habitación. —le dijo, separando más o menos la mitad del montón.

—Vale. —contentó Niri, rodando los ojos pero haciendo lo que le habían dicho.

Hwa suspiró y después se giró hacia la puerta que llevaba a la cocina.

—¿Qué piensas? Llevas ahí un rato.

Una figura misteriosa apareció desde detrás del quicio de la puerta y se llevó un dedo a los labios.

—Pienso que hay más de una manera de ser una quimera, tal vez deberíamos de investigarlo.

Hwa levantó las cejas, pero no dijo nada más. Sólo sonrió mientras asentía. Joong tenía una idea y casi nunca se equivocaba. Aunque llevaba años equivocándose con Niri, debía estar harto de no acertar.
« Last Edit: May 31, 2022, 04:13:33 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #36: July 31, 2023, 02:18:37 PM »
Summer Writing Prompts
Soft, soft summer
☆ ☼ ☆

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03. Sitting on the porch at night

Lo primero que hizo Camus al abrir la puerta fue inspirar profundamente. El aire estaba mojado, olía a pino y salitre y los grillos cantaban desde la hierba alta unos metros más allá. Decir que hacía calor era quedarse corto, pero por lo menos a esas horas ya no dejaba ciegos a los demás con el sol reflejándose en su piel más que blanca.

Camus escuchó unas suaves palmaditas sobre madera y se giró a mirar hacia su izquierda, donde Milo le esperaba en el banco que tenía en su porche trasero.

—¿Vienes a sentarte conmigo o te vas a volver a las profundidades del aire acondicionado? —le preguntó con un tono juguetón.

Camus rodó los ojos antes de cerrar la puerta suavemente y tomar asiento junto a su anfitrión.

—No me tientes, Milo. No me tientes. —le contestó Camus con un suspiro cansado.

Milo levantó una ceja, apoyando los codos en el respaldo del banco.

—Y yo que estaba pensando en quitarme la camiseta…

A Camus le salió la carcajada desde el fondo del pecho y palmeó la cabeza de Milo antes de alargar la mano para coger la limonada intacta que le esperaba en el suelo desde hacía cinco minutos.

—Sorprendentemente aún tiene hielos. —comentó después de darle un trago.

—Estamos a veintiocho grados, no a treinta y ocho.

Camus rodó los ojos dándole otro trago a la limonada.

—No me recuerdes que esa temperatura existe —contestó mientras Milo se reía suavemente de su comentario—. Debería de ser ilegal vivir a esas temperaturas.

—Debería ser ilegal vivir a menos de diez grados. —respondió Milo, a lo que Camus se llevó la mano al pecho, ofendido.

—¿Eso es que no vienes a ver a los niños a Siberia? —le preguntó con curiosidad.

Milo arrugó la nariz antes de quitarse la camiseta con un movimiento fluido, dejándola colgada del reposabrazos del banco.

—¿Desde cuándo yo sigo la ley?

Camus le dedicó una sonrisa torcida antes de agarrarle de la barbilla y se agachó hacia Milo, haciendo desaparecer la cara de engreído que estaba poniendo.

—Desde siempre.

Y le dio un beso apretado antes de apartarse, porque sí, hacía demasiado calor para el contacto físico.
Milo se lamió los labios contento.

—Sabes a limón.

Y Camus se volvió a reír.

El olor a pino y sal y el sonido de los grillos formaban parte de sus mejores recuerdos del verano, pero no podían rivalizar con el olor y los sonidos que sacaba de Milo cuando decidían volverse a la habitación fresquita donde a Camus no le daba ningún reparo hacer el amor.


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #37: July 31, 2023, 02:19:12 PM »
Summer Writing Prompts
Soft, soft summer
☆ ☼ ☆

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04. Ice cream

Maldita la hora en la que a Kanon se le había ocurrido ir a la heladería a por un helado.

—¿Dónde vas? —le había preguntado Aioria con ojos de falsa inocencia, con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá y echada hacia atrás. Sostenía el mando de la consola con fuerza mientras apretaba botones aún sin mirar a la pantalla.

—¿Y te importa por? —le dijo Kanon mientras se aseguraba de que tenía las llaves y la cartera en los bolsillos de su pantalón.

—Pues no sé si me importa, por eso pregunto. —contestó Aioria mientras Camus le daba un codazo a su lado.

—Te va a acabar matando. —le avisó su amigo.

—Nah, mi Ryu es inmortal. —aseguró Aioria mientras seguía haciendo combos sin mirar.

—Si quiere ser idiotia, déjalo. —replicó Milo, concentrado en la pantalla donde su muñequito rubio se movía de lado a lado, evitando los ataques del personaje que llevaba Aioria.

Kanon miró a la pantalla y luego a los jugadores y sonrió de lado, alargando su contestación un poco.

—Pues… mira. En realidad… —dijo, volviendo a asegurarse de que lo llevaba todo—. Pues no sé, tal vez es que…

—¡Kanon! —se quejó Aioria mientras Aioros se reía al lado de Milo.

—Es posible que, no sé, a lo mejor…

—¡Joer, Kanon! —volvió a quejarse Aioria, dando patadas en el suelo.

YOU WIN. Se oyó desde la televisión y Aioria se puso recto para ver como Milo se levantaba y Ken hacia su pose de victoria en la pantalla.

—¡Toma! —dijo Milo y Aioria se levantó para sacudir a su amigo.

—¡Esta no vale, no estaba mirando!

Total, Kanon se iba a la heladería a por merienda y toda la panda decidió ir con él.

—No os voy a invitar. —les avisó mientras salían del coche.

Aioros cerró la puerta del piloto y se aseguró de que todos los pollitos habían salido de la parte de atrás de la furgoneta antes de cerrar el vehículo con llave.

—Nadie espera que les invites, Kanon, estás pobre.

—Gracias por restregármelo. —se quejó Kanon rodando los ojos y Aioros le palmeó la espalda con una sonrisa bien grande antes de quitarse las gafas de sol.

—¡De nada! —le dijo con un tono bien alegre—. Para eso están los amigos.

Poco después de entrar ya les estaban atendiendo. Aunque a Kanon se le había colado toda la panda, así que para cuando pagó su helado de limón los demás ya estaban atendidos.
Y el maldito Milo se había comprado un polo. Un polo de leche que le cabía entero en la boca, como muy bien estaba demostrando. Kanon casi se ahogó con su propia saliva.

—¿Por qué tiene que hacer eso? —preguntó Kanon, estirando de su camisa para que le tapase bien la entrepierna.

Aioros le dio un codazo.

—Aioria le ha dicho que no podía hacerlo. Supongo que es venganza. —y se volvió a poner las gafas de sol mientras sonreía.

—Te voy a dejar sin hermano, Aioros. O a él, no lo tengo claro. O tal vez os mato a los dos.

—No le harías eso a mi madre. —le contestó Aioros mientras se apoyaba contra la fachada de la heladería, encogiéndose de hombros.

Kanon chistó y luego miró otra vez hacia el grupito de maleantes. Oh sí, a Milo le cabía todo el polo en la boca. Pero ahora estaba mirando a Kanon y sonriendo antes de sacarlo de entre sus labios muy, pero que muy despacio.

Y Kanon dudó de si era una venganza de Aioria o una recompensa de Milo. ¿Y quién decía que no podían ser las dos?
« Last Edit: July 31, 2023, 02:24:59 PM by Neko »


Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #38: October 30, 2024, 09:20:15 AM »
antes de que se acabe la luz y la wifi  :__D


Kanon x Milo
White Spell


La habitación estaba en penumbra, recibiendo parte de la luz de las farolas de la calle. Kanon sabía que a Milo no le gustaba despertarse en medio de la oscuridad, así que todas las noches dejaba las persianas a la mitad, aún cuando el frío del invierno intentaba traspasar los cristales e instalarse en el cuarto.
El sonido de la respiración acompasada de Milo empezó a cambiar en unos jadeos descordinados. El joven cerró un puño sobre las sábanas. Sus pupilas se movían bajo los párpados y el sudor empezaba a empapar su piel. Milo giró la cabeza violentamente, moviendo las piernas y tensando su cuerpo. Cuando despertó abrió los ojos de par en par, conteniendo la respiración por un momento.

Milo terminó por enderezarse, sentándose en la cama. Sus pulmones trabajaban ahora a toda prisa, su corazón latía tan fuerte que se llevó una mano al pecho para comprobar que no iba a saltar fuera de él a traición, atravesando músculo, piel y huesos. Milo tragó saliva y continuó jadeando.
Palmeó la camisa, notándola mojada por el sudor.

—Otra vez... —murmuró.

Milo se dejó caer en la cama, con los brazos por encima de su cabeza. No era la primera vez que se despertaba con aquella sensación de pánico pegada a la base de su cráneo, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Pero nunca recordaba nada sobre aquellas pesadillas. A veces le gustaría saber que era lo que le daba tanto miedo, pero en medio de la noche, solo en su habitación, casi prefería no saberlo.
Milo ladeó su cabeza para observar el reloj digital encima de su mesita de noche. Tuvo que estirar un brazo y darle la vuelta para ver la hora.
Las dos y media. Aún no era demasiado tarde.

El pánico había disminuido, pero aquella sensación de peligro le parecía tan real que siempre tardaba en irse.
Milo se levantó, quitándose la camiseta y dejándola encima de la cama. Después de pensarlo un poco se frotó con ella, deshaciéndose de los restos de sudor. Se puso una camiseta limpia y abrió la puerta de su dormitorio, observando el pasillo antes de atraverse a sacar una mano tentativa y apretar el interruptor que se encotraba al lado de la puerta. Las luces del pasillo se encendieron y Milo correteó hasta el otro dormitorio ocupado del piso.
Abrió la puerta sin llamar, casi sin hacer ruido. El sonido suave de las teclas lo recibió, Kanon estaba delante de la pantalla del ordenador, con una luz tenue a su lado. Milo apagó la luz del pasillo y entró en el cuarto de Kanon, cerrando la puerta a su espalda.

—Kanon. —llamó en un susurro.

Su compañero de piso no lo escuchó, Milo se fijó en los cables negros que colgaban desde sus orejas. Kanon estaría escuchando música con los auriculares para no molestar su sueño. Milo sonrió un poquito, aunque la pesadilla aún afectaba a su estado.
El joven se acercó despacio. Cuando llegó a la altura de Kanon golpeó la madera del escritorio con el puño cerrado tres veces, como si llamara a una puerta. Kanon notó la vibración y después vio la mano sobre la mesa. Se quitó los auriculares al mismo tiempo que rodaba en la silla para encarar a Milo.

—¿Te he despertado? —preguntó mientras agarraba los codos de Milo. El joven negó con la cabeza y se arrodilló delante de Kanon.

—No, he sido yo solo —explicó—. ¿Trabajas?

Milo señaló el monitor con la cabeza. Kanon desvió su mirada a la pantalla y luego volvió a mirar a Milo, ahora con sus manos sobre los hombros del otro.

—No, he terminado hace un rato.

Milo cruzó los brazos, apoyándolos sobre las rodillas de Kanon. Suspiró ruidosamente mientras dejaba caer la cabeza sobre sus brazos. Kanon posó una mano sobre la cabeza de Milo y empezó a rascar su cuero cabelludo por costumbre, llenándose la mano con el pelo rubio, suave y alborotado.

—¿Puedo quedarme aquí? —preguntó después de unos minutos de silencio entre ellos, en los cuales Kanon se había dedicado a acariciar su pelo y cerrar programas para apagar el ordenador.

Kanon afirmó con un movimiento de cabeza que Milo no vio.

—Si querías quedarte podías habérmelo dicho antes, ahora estoy cansado...

Milo levantó la cabeza para mirar a Kanon con el ceño fruncido y los labios apretados.

—No es eso. Es que...

El pitido advirtió a Kanon de que el ordenador de sobremesa estaba debidamente apagado, así que desvió sus ojos del monitor a la cara de Milo. Kanon levantó una ceja. Observándolo bien notó unos círculos oscuros que no solían estar allí, además de que algo en su expresión lo puso alerta.
Kanon tironeó de Milo, agarrándolo de debajo de las axilas, levantándose él y enderezando a Milo al mismo tiempo. Puso sus manos sobre las mejillas de Milo y clavó sus ojos verdes en los turquesas del joven.

—¿Otra pesadilla? —preguntó con un tono neutro que más que molestar a Milo lo tranquilizaba.

—Sí. —confirmó.

Kanon torció los labios en un gesto de desaprobación que Milo conocía muy bien. Sabía que Kanon no estaba enfadado con él, sólo preocupado.
Milo levantó la mano, agarrándose a un codo de Kanon y se inclinó hacia delante, rozando su nariz en los labios del mayor. Kanon lo obligó a levantar un poco más el rostro y le dio un beso suave que Milo prolongó apretándolo un poco más.
Cuando Milo abrió los ojos, Kanon lo miraba a pocos centímetros de distancia. Sus ojos miraron a la cama y luego a él, señalándole que se acostara. Milo suspiró y le hizo caso, arrastrando los pies hasta el colchón.
Kanon se dedicó a ponerse el pijama mientras su compañero y novio se acomodaba entre las sábanas.

—¿Recuerdas algo? —indagó Kanon lo más casualmente que pudo.

—No —respondió Milo sobándose un tobillo, aún sentado pero con los pies sobre el colchón—, sólo esa sensación...

Kanon asintió, levantando una de las persianas y apagando la lámpara del escritorio.

—¿El pánico? —mencionó Kanon, sabiendo que tenía razón— Cómo si estuvieras en peligro.

—Sí —reconoció Milo, tumbándose en la cama al ver como Kanon se sentaba para hacer lo mismo—. Es horrible.

Kanon se recostó bocarriba, extediendo un brazo. Milo se incorporó para que el brazo de Kanon se colara entre su cuello y la almohada. Inmediatamente después se acurrucó contra el costado del mayor. Sacó la trenza de dentro de las sábanas, dejando que serpenteara entre su cabeza y la pared.

—Tranquilo, no estás más en peligro que nadie —dijo Kanon para después besar su frente y regalarle una sonrisa sesgada—. Aquí estás bien.

Milo bufó, pero estaba demasiado cansado como para empezar una debate sin sentido como normalmente hacía. Se dejó abrazar por Kanon y se quedó quieto mientras notaba como la respiración de su novio se suavizaba y el ritmo de su corazón bajaba hasta estabilizarse, lento y fuerte.
Milo siguió despierto un par de horas antes de caer rendido ante el cansancio. El pánico y el peligro se habían desvanecido, pero la otra sensación, la que se guardaba para si mismo, no se iba nunca. A veces era más fuerte y otras tan débil que casi se olvidaba de ella. Pero el hecho de que una pieza de si mismo estaba ausente nunca desaparecía del todo.



Neko

Re: OTP Prompts
« Reply #39: September 30, 2025, 03:00:43 PM »
Turu~


Kanon x Milo
White Spell 2


Kanon levantó la cabeza un poco y la volvió a acomodar encima de su brazo, ahora que el pelo no le tiraba. Miró a su derecha, donde Milo descansaba. Hacía unos minutos que había empezado a respirar de forma irregular, aunque aún no había abierto los ojos.
Kanon apartó la trenza de Milo para ocupar el lugar encima de su cabeza con el brazo y acariciar los mechones de cabello rubio que se escapaban encima de la nuca. Milo no tardó en reaccionar, inspirando más fuerte y estirando sus músculos.

—Hmn... ¿qué hora es? —preguntó el joven paseando después la lengua por el paladar, notando la boca reseca.

—Son casi las diez. —respondió Kanon, empezando a masajear el cogote de su novio.

Milo sonrió perezosamente y se abrazó a Kanon, abriendo la boca para bostezar contra el torso del mayor. Cuando por fin terminó de desperezarse, besó el pectoral con cariño y cruzó los brazos encima de él, recostando la mejilla en los ellos.

—Recuérdame por que dormimos en camas separadas... —ronroneó Milo mientras notaba como la mano de Kanon descendía desde su nuca a su espalda.

—Porque me tiras de la cama. —regañó Kanon llevando su mano al costado de Milo para hacerle cosquillas.

—Ay, ¡para! —se quejó este mientras se retorcía sin poder evitar reírse.

—¡Eso es el pago por todas las veces que acabo en el suelo!

Milo terminó por sentarse sobre sus piernas para alejar su cintura de la mano de Kanon, pero el mayor se irguió, sentándose a su vez en la cama para no perder el contacto. Milo siguió retorciéndose agarrando las muñecas de Kanon para separar los dedos largos de su piel, pero un beso apretado lo distrajo.
Al mismo tiempo, Kanon dejó de molestar la cintura de Milo para apretar su mano derecha contra la cadera izquierda de su novio, arrancándole un gemido.

El joven rodeó el cuello de Kanon con sus brazos y ladeó la cabeza, lamiendo el labio inferior del mayor y atrapándolo entre los suyos, tironeando de él.
Kanon dejó que Milo liderara el beso, respondiendo a los embites hambrientos del otro con diligencia. En cambio, su mano se desplazó en una caricia apretada hacia la entrepierna de Milo, atrapando su semi-erección entre los dedos. Milo respondió con un escalofrío, encerrando con sus brazos la cabeza de Kanon y jadeando.
Kanon le dedicó una sonrisa torcida.

—Buenos días... —saludó mientras rozaba la mejilla de Milo con su nariz recta.

Milo infló sus mofletes y frunció el ceño. Kanon se echó hacia atrás, arrastrando al más joven con él. Milo estiró su cuerpo encima del de Kanon, pateando para deshacerse de las sábanas y enredando sus piernas con las del otro.

—No te burles de mi —pidió—. Soy un hombre sano, es natural.

—No me burlo —replicó Kanon—. Saludar es de buena educación.

—¿Y tú desde cuando tienes de eso?

Kanon no había dejado de frotar el pene de Milo por encima de la ropa, pero esta vez volvió a apretar, recibiendo un gemido apagado de parte de Milo. Kanon rió, con un sonido que venía directo desde el fondo de su garganta. Milo golpeó a su novio con el puño cerrado en la cabeza.

—¡Ey! —avisó Kanon, dedicándole una mirada oscura a Milo.

Kanon se impulsó, haciendo rodar a Milo y situándose encima de él. Entre besos y caricias, luchó con las piernas de Milo para colarse entre ellas. Kanon adelantó la pelvis, frotando su erección totalmente despierta a esas alturas contra la de su novio. Milo se mordió el labio inferior, entrecerrando los ojos y Kanon le dedicó una sonrisa traviesa, borrando los dos gestos cuando se inclinó para morder y lamer la boca de Milo.

Se dedicaron unos minutos a estar así, besándose lenta pero profundamente; notando la excitación del otro a través de la tela, moviendo la cadera para mantener el deseo despierto.
Kanon partió el beso para mordisquear la mejilla de Milo y terminar por succionar el lóbulo de su oreja izquierda. Coló su lengua por los recovecos de la oreja, recorriendo los dibujos y dejándolos húmedos y calientes.
Milo se mordió el labio inferior, pero terminó gimiendo cuando Kanon sopló el lugar que acababa de lamer. El joven arqueó la espalda, levantando las manos por encima de su cabeza para agarrarse a los barrotes de la cabecera de hierro forjado. Kanon siguió su exploración hacia el sur, dejando un reguero de besos por el cuello y el pecho de Milo, no sin antes subir la camiseta de su novio hasta las axilas.

El mayor continuó con los besos, pasando de ser ligeros y dulces a atrevidos y demandantes. Milo se quitó la camiseta con un sólo movimiento justo cuando Kanon lamía su cadera y estiraba las cinturillas del pantalón de pijama y el boxer a la vez. Milo levantó las piernas para hacerle la tarea más sencilla. Cuando dejó caer el culo no aterrizó en el colchón, sino en el regazo de Kanon, los dos jadearon, anticipando lo que estaban apunto de hacer.

Con Milo totalmente desnudo, Kanon sonrió entrecerrando los ojos e inclinándose sobre él para volverlo a besar. Milo le sonrió de vuelta, levantando la cabeza para interceptar sus labios a mitad de camino. La fuerza que imprimió Kanon en el beso dejó a Milo con la cabeza sobre la almohada.

—Me encantan los sábados por la mañana. —declaró Kanon rozando su nariz con la de su novio.

Milo se rió en alto ante el comentario, rodeando el cuello de Kanon con los brazos y repartiendo besos ligeros por todo su rostro.

—A mi, de momento... simplemente me está gustado. —replicó Milo entre beso y beso.

Kanon frunció las cejas y estiró el brazo para abrir el primer cajón de su mesita de noche. No sacó nada, simplemente lo dejó así, abierto. Pero Milo se sonrojó, apretando los labios.
Esta vez era el turno de Kanon para reír. Milo torció la boca en un gesto de inconformidad.
Kanon negó con la cabeza mientras se separaba del cuerpo del menor para arrodillarse entre sus piernas. Sin ningún aviso más, agarró la polla de Milo y frotó el miembro hacia abajo, estirando la poca piel que aún cubría una pequeña parte del glande.
Milo respiró un poco más rápidamente, apoyándose en los codos para ver que hacia Kanon por allá abajo.

La mano del mayor no empezó con suavidad, sino con un ritmo rápido y un agarre fuerte y bien definido. Milo echó la cabeza hacia atrás, dejando escapar por primera vez un gemido alto y claro. Kanon se agachó, apartando un mechón de su pelo largo y color miel. Se lamió los labios antes de apretarlos contra el glande, después los separó sólo un poco para lamer aquella zona sensible. Agarró la base con los dedos y lo demás se lo tragó, moviendo la cabeza de arriba a abajo.
No tardó mucho en dejar todo lo que pudo de aquel pene dentro de su boca, moviendo la lengua contra el falo y dejándolo salir lentamente. Milo empuñaba las sábanas, sabiendo lo poco que le gustaba a Kanon que le agarrara del pelo.

Kanon se movió un poco, aún masturbando lentamente a Milo, para meter la mano dentro del cajón abierto. Milo observó aquel movimiento con la respiración contenida.
Sacó sólo dos cosas dentro de su puño. Un pequeño tubo de lubricante y un condón.

Milo se removió, recolocándose un poco y separando las piernas. Kanon se sentó, tomándose unos segundos para quitarse la camiseta. Después destapó el tubo y untó sus dedos con el lubricante. Milo tenía la boca entreabierta y los ojos brillantes, no separaba su mirada de los dedos de Kanon, no hasta que se perdieron de vista.
Kanon frotó los dedos pringosos contra el ano de Milo, lo hacía tan despacio que el joven empezó a mover la cadera, intentando provocar a su novio para que se diera más prisa. Kanon levantó una ceja y miró de soslayo al otro.

—Impaciente.

Milo dejó salir una queja ansiosa, que cambió a un jadeo satisfecho cuando dos de los dedos de Kanon le penetraron. El mayor mantuvo su mano libre en el muslo derecho de Milo, dejándolo fijado contra el colchón. Los dedos salían y entraban deprisa, encontrando un poco de resistencia a su paso.
Kanon se tomó todo el tiempo del mundo para preparar a Milo, moviendo los dedos en círculos y separándolos para asegurarse de que su pene entraría allí como otras tantas veces había hecho. Añadió más lubricante y un tercer dedo. Milo empezaba a dejarse llevar, moviéndose al ritmo que marcaba la mano de Kanon, señal de que estaba más que preparado.

Kanon retiró los dedos despacio y los limpió contra las sábanas. De todas maneras estaban para cambiar, así que no le importaba demasiado mancharlas. Milo abrió los ojos, tenía las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada. Sus pupilas se dilataron un poco más al ver como Kanon abría el paquete del condón.
El mayor no se entretuvo con cosas innecesarias. Sacó su pene por el agujero del boxer, se puso el preservativo y agarró a Milo de detrás de sus rodillas, levantándolo a peso. Milo se retorció para encontrar el ángulo y terminó por encorvar la espalda para agarrar el pene de Kanon, dirigiéndolo hacia su entrada. Los dos gruñeron mientras Kanon se abría paso en el interior de Milo.

Kanon se introdujo con urgencia, todo lo que pudo, hasta llegar al lugar donde sus dedos no alcanzaban. Milo cerró los ojos y apretó la mandíbula al sentir el empuje de Kanon. Llevó sus manos hasta su propio pene y se masturbó despacio, agarrándose los testículos y masajeándolos.
Kanon empezó con una serie de penetraciones lentas, profundizando un poco más con cada una que daba, llegando más allá milímetro a milímetro. La piel de Milo empezó a sudar y poco a poco sus hombros dejaron de estar tensos para relajarse. La expresión de su rostro también delataba el cambio de sensaciones. Milo bufaba con cada exhalación.
Kanon había aguardado aquel cambio para modificar su conducta. No pudo reprimir una sonrisa lasciva. Milo frunció el ceño al verla y terminó por gritar del susto cuando Kanon se abalanzó sobre él, pegando sus rodillas a la cama, a la altura de sus hombros.

Milo tragó saliva y estiró el cuello un poco, intentando que sus músculos se adaptaran a la nueva posición.

—Tiene que ser pecado ser tan flexible. —comentó Kanon aún con esa sonrisa en sus labios.

Milo rodó los ojos pero no pudo contestar. Kanon se dejó caer, metiendo toda su polla dentro de Milo y robándole un beso que acalló el gemido que estaba empezando en su garganta.
El beso empezó suave, pero Kanon lo transformó en uno salvaje a base de lengua y dientes. Milo respondió con la misma ferocidad, aunque con menos aliento. El joven terminó por soltar su pene para agarrarse él mismo las piernas y Kanon aprovechó el momento para usar sus manos como apoyo, asiéndose a la parte superior de la cabecera y clavando los pies firmemente sobre el colchón.
Empezaron las embestidas, sin ningún tipo de consideración. Pero estaba bien, Kanon sabía que a Milo le gustaba aquel trato de vez en cuando y esa mañana se encontraba dispuesto a dárselo. Al menos durante un rato.

Se mantuvieron así, aguantando el ritmo y la posición, unos minutos en los cuales la excitación creció tanto que Milo creyó que se iba a correr de un momento a otro. Su recto temblaba a cada nueva embestida, corta y fuerte. Kanon paró de repente, quedándose dentro y moviendo la pelvis en círculos. Salió casi del todo y se volvió a meter lentamente, observando como Milo boqueaba. Las gotas de sudor de su frente le empapaban el flequillo y caían sobre su novio debajo de él.
Probó unas cuantas arremetidas más antes de poner sus manos sobre las de Milo para indicarle que soltara sus piernas. Se inclinó para un nuevo beso y con las manos de Milo entre las suyas se sentó en la cama. Milo se quedó tumbado y aprovechó el momento para estirar un poco las piernas, dejándolas flácidas a los lados del otro.
Disfrutaron del momento, moviéndose lentamente y serenando su respiración. Entrelazaban los dedos y los volvían a soltar, acariciando sus manos en el proceso, dedicándose miradas tiernas cargadas de deseo.

Kanon salió despacio de dentro de Milo, ganándose un ceño fruncido de parte del otro.

—Pero...

—Date la vuelta. —lo cortó Kanon, dándole una palmada en la cadera a Milo.

—Oh. —contestó, parpadeando.

Milo no se hizo de rogar, dándose la vuelta alegremente. Kanon aprovechó ese tiempo para deshacerse del calzoncillo, después se arrodilló y agarró la pelvis de Milo para indicarle que se pusiera a cuatro patas. El joven miró hacia atrás. Su trenza medio deshecha cayó de su espalda para colgar a su lado y Milo se apoyó en sus manos y sacudió la cabeza para apartar los mechones de cabello que le hacían cosquillas.
Kanon agarró su falo con una mano y apretó el glande contra el ano de Milo, observando como entraba sin resistencia alguna. Con la otra mano se agarró a una de las nalgas de su novio. Adelantó las rodillas para estar más cerca y empujó otra vez para meterla toda dentro. Nada más entrar notó como el interior de Milo se contraía tanto a su alrededor que prácticamente hacía presión para que saliera hacia afuera.

Esta vez, Kanon optó por entrar y salir lenta pero profundamente, saliendo del todo a veces sólo para volver a entrar del todo con un embite.
Milo había agachado de cabeza y una de sus manos se aferraba a los barrotes de la cabecera. Kanon dejó de jugar con Milo para darle una sonora palmada en el culo y volver a las embestidas fuertes y cortas.
Milo jadeaba y hundió los hombros en la almohada, llevando su mano izquierda hasta su pene para masturbarse, casi reproduciendo la misma velocidad que Kanon estaba usando en él. La posición y el balanceo que usaba Kanon le permitían llegar bien a la próstata de Milo y los gemidos, junto con la manera de moverse del joven, excitaban tanto a Kanon que sabía que ninguno de los dos tardaría en correrse.

Kanon usó tanta fuerza con su pelvis que las rodillas temblorosas de Milo perdieron el poco equilibrio que les quedaba. Kanon reaccionó justo a tiempo para no caerse encima del menor, usando las manos para mantener su cuerpo en suspenso encima del de su novio.
Milo giró la cabeza, buscando con los ojos brillantes y los labios húmedos la cara de Kanon.
El mayor jadeaba y tenía un sano sonrojo cubriendo sus mejillas. Levantó una ceja al ver la expresión de Milo. Su polla había salido violentamente del cuerpo de Milo, pero parecía que ninguno de los dos se había hecho daño.
Kanon se recostó suavemente encima de Milo para alcanzar sus labios, intercambiando un beso apretado y lento. Atrapó el labio inferior de Milo entre los suyos, indicándole que abriera la boca y después lamió la lengua de Milo que salió de entre sus labios a su encuentro. Kanon ladeó la cabeza un poco más, dejando caer más de su peso encima de su novio y profundizando el beso.

Partieron el beso y Milo movió sus dedos encima de los barrotes, notando el sudor de la palma de su mano y agarrándose mejor al hierro forjado.
Kanon se incorporó y maniobró con las piernas de Milo para que las cerrara. Se sentó encima de sus muslos, justo debajo de su culo. Separó las nalgas y echó un buen vistazo. El anillo estaba rojo y dilatado, palpitando por reflejo. Milo se sobó la nuca con la mano izquierda, la misma que había estado usando para masturbarse hasta ese momento. Enterró la cara en la almohada y después apoyó la mejilla derecha en ella para poder respirar. Algo frío cayó sobre su ano y supo que Kanon estaba poniendo un poco más de lubricante en la entrada y tal vez sobre el condón que cubría su polla.

Con las rodillas a los lados de la cadera de Milo, Kanon se introdujo otra vez poco a poco. En esa ocasión se deslizaba fácilmente y volvió a meterse casi entero de una vez. Equilibró su posición, buscando un buen ángulo y apoyo para empezar. Terminó por dejar caer los puños debajo de las axilas de Milo. Levantó la pelvis y probó un par de arremetidas. Oyó como Milo gruñía y también lo vio elevar el culo y colar la mano izquierda debajo de su cuerpo.
Kanon sonrió e inspiró profundamente, dejando salir el aire con lentitud. Entonces empezó a arremeter contra el cuerpo de Milo, entrando y saliendo con facilidad, desatando todo su deseo en aquellas embestidas.

Milo mordió la almohada, notando como las aletas de su nariz se hinchaban cada vez que tomaba aire. En algún momento soltó la tela que cubría el cojín, dejando un corroncho de baba oscuro. Gimió, bajo y profundo. Tragó saliva y volvió a gemir.
Milo aumentó el ritmo de su mano. Kanon se inclinó sobre el cuerpo de su novio y besó su espalda, sin dejar de moverse de dentro a fuera. Después de unos pocos minutos no pudo mantener la posición y se dejó caer con todo su peso, Milo arqueó la espalda, levantando un poco más el trasero y masturbándose aún con más rapidez.
Kanon gruñó en el cuello de Milo, cerca de su oreja, y pasó las manos por debajo de sus brazos para agarrarse a los hombros del joven. Mordisqueó los hombros de Milo y él ladeó la cabeza para dejarle parte del cuello al descubierto. Kanon aprovechó la ocasión para lamer y succionar la piel, midiendo la fuerza exacta para no dejar una marca dolorosa. La mano derecha de Kanon cambió de lugar, agarrándose a la de Milo, que seguía aferrada a los barrotes.

Milo apretó sus dedos encima de su polla, notando como la piel que cubría sus testículos se contraía y sabiendo que el orgasmo estaba tan cerca que era inevitable. Se corrió sobre las sábanas y parte de su mano mientras Kanon lamía su oreja y mordisqueaba el lóbulo.
Kanon, al notar el cambio en Milo, entró y salió aún con más fuerza, pero al ver la falta de actividad debajo de él, se retiró. La mano de Milo soltó el hierro al que estaba agarrado y se deslizó hacia el cojín, con la de Kanon encima, acariciándole el dorso.
Kanon se sentó al lado de Milo, cortando el contacto, con la espalda apoyada en la cabecera, y se quitó el condón sucio, girándolo para que el lubricante no manchara nada. Lo tiró a la papelera con buena puntería, escupió en su mano y empezó a masturbarse, al principio lentamente, mientras observaba a Milo.

La respiración del menor se acompasó rápidamente y volteó la cabeza para encarar a Kanon. Lo primero que vio fue la polla de su novio, tan dura que le dolió. Milo se arrastró poco a poco, apartando la mano de Kanon para succionar la base del pene y frotar con la mano la parte superior.
Milo lamió todo el pene con vehemencia, asegurándose de dejarlo húmedo y resbaladizo. Cambió su postura, colándose entre las piernas de Kanon para poder trabajar mejor. Una vez hecho esto, lamió su propia mano, dejando una cantidad considerable de saliva en ella y se chupó los dedos. Kanon no podía apartar sus ojos de Milo. Siempre que hacía aquellas cosas, de alguna manera, había inocencia en ellas. Y eso, para Kanon, era mucho más que excitante.

Empezó a masturbar a su novio con la mano mientras atrapaba el glande en su boca y movía la lengua alrededor de la cabeza, apretándola después entre la lengua y el paladar. Relajó la garganta y se dispuso a subir y bajar la cabeza rápidamente, metiendo casi toda la polla de Kanon en su boca.
Lo hacía todo con rapidez y fuerza, no queriendo prolongar mucho más el clímax. Masajeó los testículos de Kanon durante un breve momento y después uno de sus dedos fue directo un poco más abajo. Buscó el anillo de entrada de Kanon y se empujó dentro. El mayor se sobresaltó un poco, pero no detuvo lo que Milo le estaba haciendo, en cambio, llevó una de sus manos a un hombro de Milo, asiéndose a él.
Milo movió el dedo, frotando el interior de Kanon, buscando un punto exacto que sabía que estaba allí. El gruñido gutural de Kanon le dijo que había encontrado el punto y continuó estimulando aquel sitio sin dejar que el ritmo de la felación decayese.

Kanon no tardó mucho en mover su mano del hombro de Milo a su cabeza, empuñando una buena cantidad de pelo ondulado entre sus dedos. Tiró hacia arriba, Milo ya había notado el sabor del líquido preseminal, así que dejó que Kanon guiara sus movimientos.
La primera descarga lo encontró aún con los labios abiertos y un hilillo de saliva uniendo su lengua y el glande, justo después de que hubiera sacado la totalidad del pene de su boca. Milo cambió rápidamente de sitio, lamiendo y succionando el tronco mientras apretaba más su dedo contra la próstata desde el interior de Kanon. El mayor gimió en su orgasmo, echando la cabeza hacia atrás y con las piernas temblorosas y las rodillas algo flexionadas. La mayor parte del semen de Kanon cayó sobre la espalda y el pelo de Milo, que se dedicó a dejar besos perezosos en el interior de los muslos de Kanon después de haberse limpiado la corrida de la cara.
Milo sacó el dedo y lo restregó contra la sábana como Kanon había hecho antes. Se apoyó con las palmas abiertas en la cama, entre las piernas del mayor y levantó su cuerpo, estirando el cuello, lo suficiente como para recibir un beso cansado de parte de Kanon.

Milo rodó sobre si mismo, sentándose y apoyando la espalda en el pecho de Kanon. Se quedaron unos minutos callados, disfrutando del contacto piel contra piel.
Kanon abrazaba a Milo por la cintura y le daba besos ocasionales allá donde pillara y Milo acariciaba los brazos de Kanon, moviendo la cabeza para dejar el cuello al descubierto, la oreja más a la vista y los labios al alcance de los de su novio.

—¿Y ahora? —indagó Kanon con la voz ronca.

—¿Hm, ahora qué? —preguntó Milo frotándose la barbilla contra el hombro.

—¿Qué te parecen los sábados por la mañana?

Milo parpadeó, sin saber a lo que se refería por unos segundos. Cuando cayó en la cuenta se rió con suavidad entre dientes. Giró la cabeza para regalarle un beso a Kanon en la mejilla.

—Estupendos —dijo sin vacilar—. Pero necesito un baño.

Kanon torció la boca, mordisqueándose la parte interna del labio inferior.

—Ya somos dos...

Instó a Milo a que se levantara con un par de empujones. Milo se quejó, saliendo del alcance de Kanon antes de que se le ocurriera tirarlo de la cama y correteó desnudo hacia el baño, con su novio pisándole los talones.