Con las justas u_u
“…”
“Alguien dígale a Atsushi que lo necesitamos en el planeta tierra,” habló Gakuto, mientras revisaba la computadora de la academia. “Esas clases de baile no se van a dar solas.”
“Pero aún no empieza el primer turno…” comentó Hideki, echado en el sofá más grande de la estancia.
“No es que falte mucho, eh,” replicó. “Kazu, por favor. Muévelo o algo.”
“…Está bien.”
La academia de baile de Atsushi tenía un pequeño salón de bienvenida donde los alumnos podían encontrar la mesa de recepción, tres sofás, una mesita de centro y una planta. El espacio era un poco pequeño e incómodo, pero el dueño no podía darse muchos lujos… y lo principal era, sin duda, que los salones de baile fueran lo suficientemente amplios como para albergar a varios alumnos y permitir que se desenvolvieran con total libertad.
Kazuma no le quitaba mérito a su esfuerzo: se notaba que Atsushi adoraba su trabajo y le alegraba poder compartir su pasión por el baile con más personas… pero a veces se pasaba de irresponsable, como en esos momentos. Parecía perdido en el espacio por culpa de algún evento de su vida privada. Hacía unas semanas, había estado tan deprimido que su presencia en la academia restaba en vez de sumar. Gakuto tuvo que llevarlo a su casa a la fuerza y obligarlo a dormir para que no estorbara tanto en el lugar. El chico se había quejado por tener que trabajar horas extra y verse obligado a suplir a su jefe, pero Kazuma sabía que podían contar con él en ese tipo de situaciones.
A veces se preguntaba cómo había sido todo cuando el trabajo estaba a cargo de los dos: Gakuto era más responsable de lo que aparentaba, pero a veces dejaba que sus asuntos personales interfirieran con su trabajo… tal y como su jefe. Eran un dúo muy curioso, sin duda.
Kazuma se resignó y se levantó del asiento para zamaquear a Atsushi… o intentarlo, porque dudaba tener la fuerza como para moverlo de su sitio. Su jefe era alto y robusto, claro opuesto a su propia fisionomía. Le habían dicho que ganaría cuerpo y fuerza con el entrenamiento para ser idol, pero aún dudaba de ello. Ya llevaba un año y medio en eso y aún no veía ningún resultado.
“…” Atsushi suspiró y se llevó una mano a la cara. “Lo siento, chicos. Sé que debería estar más concentrado, pero ayer…”
“¿Ayer?” Hideki lo miró, curioso.
“Ayer…”
“Atsushi, no nos queda mucho tiempo. En 15 minutos empezarán a llegar los alumnos y…”
“Ya, ya.” El mencionado interrumpió a Gakuto antes de que su sermón le costara esos 15 minutos de libertad. “Iré a mi oficina a terminar de alistarme.”
Y se levantó con cero ganas de existir. Kazuma, Hideki y Gakuto observaron cómo se arrastró hacia el lugar indicado y, luego de ingresar, cerró la puerta con toda la paciencia del mundo.
“Gakuto-san…” comenzó Kazuma, preocupado. Esperaba que el mayor entendiera solo en su tono de voz lo que quería expresarle.
“Sí. Ustedes quédense aquí. Hideki, deberías volver a revisar la computadora. Puede que algún nuevo cliente se contacte con nosotros antes de las clases…”
“O después,” comentó Hideki. “Pero está bien, a la orden~”
Gakuto salió apurado de la zona de recepción para dirigirse a la oficina de su jefe y amigo. Al verlo desaparecer tras la puerta de aquella estancia, Kazuma se preguntó si todo saldría bien.
Esperaba que sí, porque la academia dependía del humor de su dueño… y este parecía todo menos animado.
Gakuto lo encontró frente al lavatorio del baño privado de su oficina. Su reflejo en el espejo se veía agotado y desanimado, no tan distinto a como lo había visto en recepción. Frente a los chicos era difícil animarse a preguntarle qué había ocurrido, pero ahora que estaban a solas…
“…” Gakuto se le acercó, preocupado. Abrió la boca para hablar y…
“¿En serio valgo tan poco?” Atsushi lo interrumpió al soltarle aquella pregunta y girarse a mirarlo.
“…No sé de qué estás hablando, Atsushi.” Fue en ese momento que acortó la distancia entre ellos y llegó a colocarle una mano en el hombro. “Y no voy a entender hasta que me expliques. ¿Pasó algo con…?”
“Sí.” Atsushi suspiró, derrotado. “No quería contártelo frente a los chicos porque la verdad es que me siento demasiado ridículo. ¿Cómo pude ilusionarme tanto? Era obvio que nunca le importé. Ni siquiera sé qué quería de mí.”
Gakuto pensó en varias cosas, cada una peor que la anterior. Aun así, se aguantó las ganas de decirlas. Sabía que Atsushi se tiraría por la ventana si las escuchaba.
“¿Qué pasó? ¿Solo te citó para terminar y ya?”
“Jaja.” Atsushi soltó una risa seca y sarcástica. “Eso es esperar demasiado de él. ¿En serio crees que se haría el tiempo para ir y decirme la verdad frente a frente? No, no.”
“¿Qué hizo?”
“Me envió un mensaje. Ah, y una foto… del acuerdo de confidencialidad.”
Gakuto tuvo toda la intención de estallar en risas en ese instante, pero tuvo que aguantarse las ganas de hacerlo y guardó la compostura.
“Mira…”
Atsushi sacó su celular del bolsillo y abrió LINE en el acto. No se demoró nada en encontrar la conversación del susodicho entre sus conversaciones archivadas.
¿Por qué aún no lo bloqueaba? ¿Acaso tenía esperanzas de que las cosas se solucionaran entre ellos?
Gakuto hizo a un lado aquellos pensamientos para observar la pantalla. Ahí, efectivamente, estaba el mensaje escueto. Dos palabras: “se acabó”.
Y la foto del acuerdo que Atsushi firmó (como el idiota que era) cuando comenzaron su relación casual.
Nada más.
“Pero no estaban en una relación.”
“Eso no me hace sentir mejor, Gakuto,” le dijo, mientras bloqueaba y guardaba de nuevo su celular.
“¡No lo dije por eso! Es solo que… no sé. Siento que le estás dando demasiada importancia. ¡Es como lo de Rei Sakuma!”
“Creo que eso fue peor.” Atsushi suspiró. “Al menos quiero creer que este idol no me va a ignorar en los ENSAYOS”
“Yo sigo sin entender por qué te metes con idols. Todo el mundo sabe que no les importa nada más que su ego. ¡Debiste haberlo notado la primera vez que trataste de esa forma con uno de ellos!”
“Bueno, ¿qué quieres que te diga? ¿Que soy un idiota? ¡Ya lo sé!” Atsushi suspiró. “Me siento como mierda. Y no es como si pueda reclamarle. Una parte de mí siempre supo que esto no iba a ningún lado. Pero supongo que esperaba equivocarme.”
“¡Ay, por favor, Atsushi!” Gakuto lo agarró de los hombros, indignado. “¡Te hizo firmar un acuerdo de confidencialidad! ¡Creo que eso te explica lo que verdaderamente significabas para él!”
“…Tienes razón.” Atsushi se llevó una mano a la cara. “Soy un estúpido.”
“Y no vas a ganar nada quedándote aquí a ahogarte en tu miseria. Vamos, tenemos clases que dictar.”
Atsushi asintió, resignado.
Al menos eso era un poco de progreso.