Author Topic: neverland 1.1: you can (not) escape  (Read 113964 times)


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #120: December 01, 2014, 06:48:18 AM »
Yyyyy, fin del episodio del bosque. Y también de lo que tenía escrito hasta ahora, tardaré más en publicar el siguiente aporte. xD Presentación del nuevo personaje. Finally. ¡v¡


Capítulo 9: In the deep deep forest: Tesis en artes arcanas




El recién llegado era una muchacho delgado, no muy alto, vestido con un largo abrigo blanco con botones oscuros de estilo oriental en el pecho, y el cuello y los puños terminados con un estrecho ribete de piel de animal. Del cinturón le colgaban varias bolsas pequeñas y utensilios perfectamente ordenados en estuches de cuero. Tenía la piel tan pálida que casi parecía más blanco que su propia ropa, y contrastaba con su cabello negro y lacio. Igual contraste hacían sus ojos grandes y verdes y de mirada extraña. Eran totalmente inexpresivos, y parecía más que estuviera mirando varios pedazos de carne que no personas delante de él. Un par de marcas verdes en sus mejillas, poco más que una fina línea como el rastro de una lágrima, terminaba de coronar su peculiar apariencia.

Estuvo un largo rato mirándoles en silencio y sin pestañear, silencio que ellos tampoco interrumpieron, tratando sin éxito de leer sus intenciones. Luego sus ojos se fueron hacia el cadáver del boss que lentamente empezaba a desaparecer, preparándose para cuando volviese a regenerarse al cabo de unas horas. Luego se desviaron al objeto que Shruikan seguía sujetando entre sus manos y se quedaron fijos allí. El silencio prosiguió largo y tenso.

—Necesito eso —dijo al final. Su voz era suave y monocorde, clara pero fría.

Shruikan apretó la Semilla con fuerza contra la coraza de su pecho, observando al otro con recelo, aunque eso no pareció perturbar su semblante.

—¿Para qué la quieres? —La forma en que la miraba era algo perturbadora, como si fuese alguna clase de reptil. ¿Por qué no pestañeaba? —No voy a dártela así como así, que hace dos minutos que la he cogido del suelo.

—La necesito —insistió él.

—¿Por qué deberíamos dártela? —preguntó Fenris, desconfiando del tono imperativo del muchacho, y de una forma que decía “lárgate si no quieres problemas”. El otro no pareció captar el segundo mensaje.

La expresión del desconocido no cambió de forma perceptible después de la pregunta, y sin embargo ahora parecía como si les mirase con cierta suficiencia. La misma mirada que le diriges a un niño de 5 años impertinente pero al que no le puedes decir nada porque es el hijo de tu jefe.

—Porque puedo pagaros. ¿Qué queréis por ella?

Realmente era algo extraño. La forma en la que parecía que pensara que eran estúpidos sin que nada en él lo demostrase, absolutamente inexpresivo. Como si el insulto estuviera sólo en sus cabezas y fuera un producto de su imaginación. Era seriamente incómodo. Como resultado, llevaban conociéndose unos escasos 5 minutos, y ya daban ganas de darle una patada en el trasero a ese tipo.

—Bien, pues, ¿sabes qué? Casi muero por conseguir esta cosa, quizá no me compensa vendértela —dijo Shruikan con evidentes señales de irritación.

El otro pestañeó. Finalmente.

—En ese caso, es decepcionante que alguien de tercer job junto a dos usuarios de segundo job y una Novice tenga problemas para mantenerse con vida contra el jefe de una mazmorra de nivel medio-bajo.

Shruikan se giró hacia sus compañeros.

—¿Puedo pegarle un puñetazo?

—Secundo la moción —dijo el Knight.

—Nada de violencia —les ordenó Sheba en tono autoritario—. De momento —añadió, pues por su cara ella tampoco había tenido unas primeras impresiones demasiado buenas de ese tipo.

—No voy a entregar la Semilla del Guardian corrupto. Es nuestro trofeo, la prueba de nuestra victoria, joder.

Al lado de Sheba, Seras se inclinó ligeramente hacia ella y murmuró:

—¿Pero el objetivo principal no era vender lo que consiguiéramos a la primera oportunidad...?

Sheba le dio un codazo. 

Fenris siguió haciendo preguntas con la misma autoridad de un inquisidor y con una mirada que amenazaba a recurrir a sus mismos métodos, sin dejarse avasallar por su hermetismo y descaro.

—Acaso sabes lo que es, chaval?

—Es la Semilla del Guardián corrupto —respondió sin dudarlo y después tomó aire, preparándose para el largo discurso que soltó a continuación.

—Es un objeto obtenido como drop especial del boss Guardián corrupto de la dungeon Bosque encantado. Las probabilidades de que aparezca son de un dos coma cinco por ciento. Se dice que es el sitio donde reposa el espíritu que poseía al Guardián. Alquímicamente, se utiliza para la creación de elixires de vigorización mágica. Con una sola unidad se pueden fabricar hasta cuarenta elixires que se venden a un precio medio de entre tres mil y cinco mil cada uno. El efecto de los elixires dura un máximo de sesenta horas exteriores dependiendo de la habilidad del fabricante, pero no se sabe si ha habido una modificación en este punto a raíz de los hechos recientes. El efecto del producto varia según la habilidad del fabricante así como el nivel, equipo y especialización del usuario, y consiste en un aumento de entre un quince y un treinta por ciento en poder mágico, un cincuenta por ciento en puntos de magia, entre un siete y un catorce por ciento en salud, un cinco por ciento en suerte, y un máximo del veinte por ciento en impacto crítico, además de otorgar el título “poseedor del Espíritu Arcano” a la descripción del usuario durante su duración.
   »La Semilla del Guardián corrupto también se usa en la fabricación de armas, pudiéndose crear la Vara de la Dominación y la Vara de la Salvación para Black y White Mage respectivamente; la Maza de Kabrakhan, el Martillo de guerra de Morgul, el Arco del Espíritu Arcano que además tiene añadido el elemento tierra, y la Espada del corte del Séptimo Reino. Además, también puede usarse para crear armaduras para magos. La Túnica del notorio pirata, el Peto de potenciación espiritual y los Ropajes de la Dominación son algunos ejemplos, aunque el conjunto más destacado es la Coraza del Guardián Corrupto, que potencia el poder mágico y la defensa en veinte y treinta puntos, pero se necesitan cuatro Semillas del Guardian Corrupto para su confección.

Hizo una pausa.

—Así que sí, sé de que objeto se trata.

Hubo un silencio cargado de estupefacción. Los demás se miraron unos a otros con confusión.

—Uau —dijo Shruikan al cabo de un rato—. O sea. Uau. ¿Cómo demonios te sabes todo esto?

El otro volvió a parpadear. Parecía que ese era el único cambio de expresión que podía lograr.

—¿Quieres decir que lo normal es no saberlo?

La Samurai soltó un suspiro exasperado.

—No sé que es más increíble, que se lo sepa de memoria o que no se haya quedado sin aire. ¿Cómo puedes hablar así? ¿De qué tienes hechos los pulmones?

—De datos en código binario mayoritariamente, ordenados en algoritmos d-...

—Ok, ¡reunión! —le interrumpió ella, sin estar dispuesta a soportar otro discurso—. Discúlpanos un momento.

Los cuatro se juntaron en un circulo pegados el uno al otro, empezando a hablar entre murmullos.

—¿Qué deberíamos hacer?

—Me da igual lo que diga, no me fio de él —opinó Fenris—. Es sospechoso a más no poder. Nadie normal soltaría una discursillo así.

—Pero no parece que se vaya a ir por las buenas. No luce desesperado pero... realmente quiere esa Semilla —fue el comentario de Sheba.

—¿Deberíamos tratar de deshacernos de él?

Todos se sorprendieron de que esa pregunta viniera de Seras.

—No matarle —se apresuró a aclarar, encogiendo la cabeza—, pero, ¿quizás dejarle inconsciente y salir corriendo?

—Has pasado demasiado tiempo con Shruikan, ha empezado a corromperte la mente —decretó el Knight.

—Oye —se defendió la implicada. Sheba, por su parte, seguía meditando el asunto.

—Mmm... no sé. Estamos hablando de alguien que todo apunta a que quería enfrentarse a un boss el solo. No parece un gran rival, ¿pero quien sabe lo que esconde bajo la manga?

—¿Y si accedemos a dársela pero le pedimos un precio tan alto que le obligue a rendirse? Me da igual lo que me pague, no quiero que mi Semilla la tenga él.

—No crees que se enfadará si le hacemos eso? Quizá nos ataque.

—Si quisiera quitárnoslo por la fuerza ya lo hubiese hecho. Además, sigue estando en inferioridad numérica, no creo que intente atacarnos.

Unos instantes de susurros más tarde,  el círculo se disolvió.

—Muy bien, chaval. Si quieres el drop, es tuyo por tres millones y medio.

No hubo reacción en el rostro del otro ante esa desmesurada cantidad salvo un casi imperceptible descenso de las cejas. Tardó unos segundos en responder.

—No tengo tanto dinero. Además, eso supera de mucho su valor real.

—O lo tomas o lo dejas, blanquito.

Les miró fríamente, imperturbable. Por unos minutos de tenso silencio parecía que la posibilidad de que fuera a atacarles iba a volverse realidad a pesar de que, igual que antes, nada en su postura lo delataba.

—Necesito la Semilla del Guardián corrupto —reiteró, y después añadió—: Propongo otro trato.

Los otros se miraron entre ellos un momento.

—Está bien. Te escuchamos.

—Conseguir la Semilla del Guardián corrupto ha sido un encargo. No dispongo de la cantidad que pedís, pero es posible que mi socio pueda dárosla. Eso, o intercambiarlo por algún otro objeto. Si me acompañáis os llevaré hasta él, y quizá lleguéis a un acuerdo.

—¿Cómo sabemos que no vas a traicionarnos a medio camino o llevarnos hacia una trampa?  —preguntó Fenris.

—No los sabéis. Tendréis que confiar en mí sin pruebas.

Silencio.

—¿Puedes disculparnos otro momento? —Volvieron a formar el círculo de reunión—. ¿Qué pensáis?

—No sé, me da mala espina. No sé si realmente podemos fiarnos de él.

—Quizá no —dijo Sheba, y un brillo perspicaz en sus ojos delataba que tenía algo en mente—, pero creo que eso se puede solucionar.

—¿De verdad creéis que hay alguien en este mundo que esté dispuesto a pagarnos tres millones y medio por un simple drop?

—Ni idea, pero es un montón de pasta. Con esa cantidad se nos acabarían los problemas económicos en una temporada. Y si no nos dan dinero, siempre podemos conseguir algún objeto interesante, ¿no? Creo que vale la pena el intento. —Shruikan se encogió de hombros.

—No sé yo... —Fenris no parecía del todo convencido, pero Sheba también se había decidido.

—Pienso que es una buena oportunidad siempre y cuando no nos metamos en problemas. Acabemos esto cuanto antes y de forma limpia y saldremos ricos y en una pieza de ésta.

Al final el Knight tuvo que dar su brazo a torcer ante sus compañeras.

—Muy bien —proclamó Sheba, haciendo pública la resolución final—. Iremos contigo con una condición: tienes que dejarnos algún objeto importante que tengas como fianza. Así nos aseguramos que no nos abandonarás ni nos traicionarás. Te lo devolveremos una vez hayamos hecho el trato.

El otro se lo pensó unos instantes.

—Es razonable.

—Tenemos un acuerdo entonces —la Black Mage le tendió una mano para cerrar el trato. Él la miró un momento con su rostro eternamente vacío antes de estrecharla lentamente, en un gesto que se vio forzado.

—Es un placer —digo ella, aunque por la cara que ponía era evidente que era pura formalidad—. Yo soy LegendaryQueen, aunque puedes llamarme Sheba. Ellas son Shruikan y Seras, Ms.GoodCop, y él es Fenris. ¿Cómo te llamas? —preguntó al final, al ver que el otro no decía nada.

—Ulquiorra —respondió simplemente antes de girarse y emprender la marcha, sin siquiera darles un último vistazo.


—¿A dónde tenemos que ir exactamente? —preguntó Seras. Aún no les había dado ese pequeño pero importante detalle.

Ulquiorra, al responder, lo hizo con el mismo tono frío y monocorde con el que había estado hablando todo el rato. Era como si ese tenso encuentro entre ellos no hubiese tenido ninguna clase de relevancia para él en absoluto.

—A Sin City. 
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #121: December 21, 2014, 05:13:23 PM »
lalala~


Capítulo 10: La puerta bajo las luces de neón




El viaje a Sin City transcurrió con cierta tranquilidad, pero no se podía decir que fuese especialmente agradable. La mayor parte se sucedió en silencio con algunas conversaciones sueltas que siempre terminaban apagándose con la presencia de Ulquiorra guiando el grupo, imposible de ignorar a pesar de no haber mediado palabra desde que dejaron el Bosque Encantado. No había hecho ningún esfuerzo por internarse o tan sólo mejorar su relación con el grupo, ni siquiera formar party con ellos, y Fenris no paró de lanzarle dagas con la mirada durante todo el viaje, cosa que no mejoró mucho la tensión en el aire.

—¿Así que eres un Alchemist? —terminó preguntando en cierto momento Shruikan, incapaz de soportar el silencio denso que parecía envolverles a todos. Había aprovechado antes para echar un vistazo al perfil del otro y así había descubierto su job. Tenía un nivel relativamente medio, y resultaba un tanto extraño teniendo en cuenta la cantidad de horas jugadas que aparecía en su perfil.

—Así es.

—Tienes buenas estadísticas para tu nivel, ¿pero cómo es que aún no eres Biochemist con lo que has jugado? —dijo, consultando aún con la Omnitool.

—Antes tenía otra job —explicó él, apático, como si la cosa no fuera con él—. Después de un tiempo dejó de ser interesante. Así que cambié.

—Si no es mucho pedir, ¿qué clase tenías antes? —dijo Sheba, que se sumó a la conversación, demasiado curiosa.

—Dragoon.

—Vaya —exclamó, alzando las cejas con sorpresa—, es un gran cambio. No tienen nada en común, ¿por qué querrías hacerte Alchemist?

El otro tardó tanto en responder que por unos largos momentos pareció que no iba a hacerlo nunca.

—Era interesante.

—Eso es un tanto... redundante con lo que has dicho antes —señaló la Black Mage. Ulquiorra no se molestó en hacerle pensar lo contrario.

—¿Lo es? —fue todo lo que dijo, de forma vaga. Comprendieron que no iban a sacar nada más en claro de todo aquello y dejaron la conversación allí.

Todavía tuvo que pasar un rato más de camino llano de adoquines grises y combates aleatorios contra monstruos medio mecánicos antes de que la silueta de Sin City se hiciera visible. En todo ese recorrido, el bosque había vuelto a convertirse en prados, y éstos fueron secándose hasta dar lugar a un paraje árido y poco acogedor.

La ciudad se alzaba como una enorme mole oscura de hormigón en medio de la llanura, sin ningún otro elemento geográfico que rivalizarse con sus rascacielos. Un cúmulo de nubes grises cubría el cielo encima de ella, dándole un aire todavía más lúgubre.

—Que lugar más deprimente —comentó Shruikan cuando por fin tuvieron la ciudad delante, con sus altos edificios tristes y tan grises que eran negros.

—Así es Sin City —suspiró Fenris.

—Nadie que viva en un sitio así puede ser alguien decente —decretó la otra, negando con la cabeza.

Ulquiorra no dio nada al escucharles y siguió caminando hacia el interior de la ciudad. El ambiente dentro era mucho peor del que transmitía desde fuera. En las calles, el cielo estaba tan oscuro que no se veía el sol y los colores se volvían grises y saturados, acompañados por el ominoso ruido de los truenos lejanos. La lluvia caía sin mucha violencia pero de forma constante, y los NPC, la gente de las calles, parecían encorvados por su peso mientras les caía encima. Alicaídos y tristes, vagaban por las calles como fantasmas errantes.

Era un lugar triste y poco acogedor, con una aura de inseguridad y peligro en cada una de sus esquinas que les hacía sentir poco bienvenidos. Sin embargo, Ulquiorra les guiaba como si no percibiese nada de eso, como si no hubiese diferencia ante sus ojos entre esa ciudad negra o el bosque en el que se habían encontrado.

Por eso, cuando llegaron a un antro que parecía más bien un agujero en el suelo, marcado sólo por un letrero de neón encima de la puerta, casi fue un alivio el poder refugiarse del ambiente asfixiante y oscuro de las calles. El interior no es que fuese mucho mejor, pero al menos estaba a resguardo de la lluvia.

Era un sitio lúgubre, iluminado por cuatro luces blancas colgando del techo y parecía un bar de principios de siglo XX, vacío, con un NPC con cara de pocos amigos leyendo y fumando en la barra con una estantería llena de botellas de licor a sus espaldas que reflejaban una luz perezosa por el polvo acumulado en el cristal.

Ni siquiera levantó la mirada cuando Ulquiorra se adelantó por el suelo grasiento y sucio de servilletas usadas con familiaridad, que tampoco le prestó atención. El NPC sólo miró de reojo a los desconocidos antes de volver la vista a la revista. El Alchemist fue hacia el fondo de la estrecha sala, a la última de las mesas con sillones y bancos de cuero rojo y gastado en la que había sentada una sola persona de la que únicamente podían ver la nuca.

Los otros no se atrevieron a avanzar y se quedaron esperando en la entrada, viendo como Ulquiorra se inclinaba ligeramente para hablar con el desconocido, bajo y breve, sin que alcanzaran a escuchar lo que le dijo. Inmediatamente después, el otro giró la cabeza y les miró por encima del hombro con  un ojo afilado y rojo. Parecía un horrible presagio después de su anterior encuentro con GreddyFox,  de los mismos ojos escarlata.

El desconocido se levantó e intercambió unas palabras más con Ulquiorra. Luego si giró hacia ellos y les sonrió con lo que parecía la antítesis de las sonrisas. Debía ser la sonrisa menos inspiradora de confianza que habían visto en lo que llevaban jugando.

El tipo en cuestión era un hombre joven y alto en comparación con Ulquiorra, al que le sacaba media cabeza, y vestía con ropas simples en su forma pero llenas de detalles, con un manto ancho de color verde pálido por encima. Su cabello era claro y liso y le caía lacio sobre el rostro pero sin ser lo suficientemente largo para ocultar esos ojos escarlata. Recordaba a GreedyFox en su apariencia y actitud, pero de la misma forma tenía algo completamente distinto a él. Arrogancia.


—Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? —dijo suavemente, cruzando los brazos. Les miró de arriba a abajo con un brillo analítico en los ojos—. ¿Éstos han derrotado al Guardian Corrupto? No parecen la gran cosa.

El descontento general se vio disimulado por el “en efecto” impasible de Ulquiorra. Hubo un tenso intercambio de miradas. ¿Quién se creía que era ese tipo? De pronto los tres millones y medio no parecían tan tentadores; quizá no valía la pena el esfuerzo.

—Tu... socio nos ha dicho que quizás estarías interesado en hacer una transacción —dijo Sheba.

El desconocido se rió, y era una risa cargada de suficiencia.

—¿Y qué creéis que podéis ofrecerme que pueda interesarme?

—Tenemos la Semilla del Guardián Corrupto —dijo ella, con el ceño fruncido.

—No negaré que la Semilla del Guardián Corrumpto sea un objeto interesante, y —arqueó las cejas—, me sorprende realmente que lo hayáis conseguido, pero no era eso lo que buscaba de ese boss, ¿sabéis? Me habéis robado mucho más que una drop. Pero supongo que uno no siempre obtiene lo que quiere.

Sus palabras tenían algo de hostil a pesar de su expresión de aparente serenidad. Además, hablaba como si fuese él quien hubiera ido a pelear contra el boss en el Bosque Encantado. Les hizo un gesto para que le siguieran hacia la mesa, y obedecieron con recelo. Una vez allí vieron como la superficie estaba cubierta por un sinfín de papeles llenos de garabatos y anotaciones en lo que parecía Japonés, y por tanto era indescifrable para ellos.

Su anfitrión se sentó y se dedicó a ordenarlos en un montón, dejando espacio libre aunque no les ofreció nada para tomar. Ulquiorra se quedó de pie a su lado, igual que Fenris y Seras, mientras que Sheba y Shruikan también se sentaron.

—¿Qué quieres decir con que te hemos robado más que una drop? —inquirió Sheba, sin dar pie a preámbulos—. Además, nosotros llegamos antes, no robamos nada.

—Buscaba algo en concreto cuando mandé a Ulquiorra allí —explicó, ignorando las últimas palabras—. Quería probar cierta cosa que he ideado, pero... supongo que no necesitáis saber más de ello.

Se echó hacia atrás en su asiento.

—Me llamo Naoya —se presentó—. También me conocen como SonOfCain, pero no me gusta usarlo a nivel profesional.

—¿Por qué SonOfCain? —preguntó Shruikan. Sheba le dio un codazo. El otro hizo una sonrisa torcida.

—Todos somos hijos del pecado en mayor o menor medida —dijo, simplemente—. Algunos lo aceptamos más que otros. Sin embargo creo que no os interesa mucho hablar de religión, ¿verdad? ¿Qué queréis exactamente?

—Habíamos pensado venderte la Semilla del Guardián Corrupto.

—Piden tres millones y medio por ella —añadió Ulquiorra.

Naoya le miró con el ceño fruncido. Luego hizo una cara como si no supiese si enfadarse o echarse a reir.

—¡Eso es ridículo! Nadie os la compraría por ese precio, me estáis haciendo perder el tiempo.

La negativa había sido rotunda. Los cuatro se miraron, iniciando un diálogo silencioso.

—Vale, ¿qué te parecen dos millones? —dijo Shruikan. El otro sólo alzo una ceja.

—¿Por quién me tomáis? ¿Os parezco tan desesperado como para pagar dos millones por eso?

—Teniendo en cuenta los beneficios que puedes sacar de ella, no es una idea tan descabellada —insistió ella, recordando la charla de Ulquiorra.

Los ojos de Naoya chispearon y se quedó en silencio por unos instantes.

—Mirad, en situaciones normales le pediría a Sebastian que os echara a patadas pero realmente parecéis necesitados de dinero —hubo varias miradas entre confusas e irritadas—. Así que dejadme proponeros algo y quizá todos consigamos lo que queremos.

De nuevo diálogo silencioso.

—Está bien. Habla —dijo Sheba. El otro sonrió.

—Ahora mismo lo máximo que os puedo dar son 50.000. Pero —añadió antes de que empezaran las exclamaciones de indignación —, aumentaré la cantidad si hacéis algo por mí. Ulquiorra —le señaló —, tenía que enfrentarse al Guardián Corrupto para probar cierta cosa. Gracias a vosotros me he quedado sin resultados, así que me gustaría que le acompañaráis para que lo probara con otro boss. Si lo hacéis y conseguís buenos resultados, os pagaré más y quizá os dé algo interesante.

—¿Cómo de interesante?

—Digamos que algo que no podrías conseguir en ningún otro sitio.

Fenris fue el primero en dar su opinión.

—Ni hablar.

—¿Por qué no? —Shruikan levantó la cabeza para mirar a su amigo.

Fenris tenía el ceño profundamente fruncido y la mirada encendida.

—No somos unos miserables recaderos a los que puedas mandar por cuatro monedas a hacer algo que es incapaz de hacer él mismo porque es demasiado vago para levantar el culo. Además, es imposible fiarse con tanto secretismo.

Naoya parpadeó, impasible, con una expresión divertida.

—No voy a obligaros a nada. Si os negáis os daré la cantidad acordada y os pediré amablemente que os larguéis de mi puerta.

Fenris tenía cierta razón. Para empezar, ellos no habían acordada nada aún y ya hablaba como si hubiesen hecho negocios. Y en ningún momento les habían dicho que ese local era suyo. Pero Naoya había logrado acorralarles de esta forma con contadas palabras y una propuesta. Hablaba como si les estuviera haciendo un favor, como si hubiesen ido a mendiguear en su puerta y con toda la bondad de su alma les estuviera dedicando cinco minutos de su tiempo.

Era pura y desmedida arrogancia.

—¿Es un no, entonces? —dijo, apoyando el mentón en una mano—. No tengo todo el día para estarlo perdiendo con vosotros, decidios rápido.

Sheba frunció el ceño.
« Last Edit: February 02, 2015, 12:25:12 PM by Shruikan »
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Kora

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #122: December 28, 2014, 11:34:59 AM »


034thunder and the sound of giants (1/?)

Kora dejó ir un suspiro de alivio cuando al atravesar el Warp vio que bajo sus pies se encontrava el pavimento de piedra característico de las calles de Columbia. Dio unos pasos más, dejando sitio para que el resto de su grupo pudiera pasar a la plaza en la entrada de la ciudad.

- ¿Ves como no te mentíamos? – Asami le puso una mano en el brazo.
- Nunca se está demasiado segura...
- Pues a mí me hubiera gustado probar la Ascensión. – Murmuró Jolyne a su lado, cruzándose de brazos. Kora le dirigió una mirada ofendida.

A la cabeza del grupo iba Raiden, caminando a paso rápido por la calle donde se encontró con Sam la primera vez que visitaron Columbia. Para su alivio, no había ningún Samurai que les emboscara, y cualquier rastro de preocupación se disipó cuando oyó el familiar pitido de un mensaje en la Omnitool.

>Hola Kora! ¿Has visto qué menú de buena mañana? Desayuno italiano jijiji. Saludos desde Prorencia!

Sonrió para sí misma al ver las fotos que le había mandado Shura, mezcla de alegría por saber de su amiga y por la alegría para la vista que era Caesar. Aunque no podía imaginar ir por el juego sin su equipo, envidiaba un poco el grupo con el que viajaba Shura.

Cambió a cámara interna para tomar una captura de ella misma, levantando dos dedos para hacer el signo de la victoria. Tras ella se veía la estatua dorada que se erigía en mitad de la plaza de entrada.

>Yum~ me alegra que estéis bien <3 yo estoy en Columbia para a hacer hoy la quest para pasar a Sorcerer ^o^ nos vemos pronto, ok?

- ¡Moonshine, no te quedes atrás! – Oyó la voz firme de Raiden nada más envió el mensaje.
- ¡Ya voy!

Tuvo que correr un poco para alcanzar al grupo, que había seguido adelante mientras ella intentaba sacar un buen ángulo para el improvisado selfie. El ambiente entre ellos era lo suficientemente relajado para que nadie se molestara especialmente.

- Recordemos los planes de hoy: mientras Elizabeth hace la quest de Alchemist, nosotros volveremos a comprar en la Feria de Alquimistas. – Explicó Raiden, con el grupo asintiendo a su alrededor. – Después, nos moveremos hacia la zona de los magos para que Kora y Hyoga hagan la quest de Sorcerer.

Ya habían establecido el plan aquella misma mañana, aunque Raiden nunca veía de más dar un último repaso. El grupo siguió en marcha, tratando de disfrutar del ambiente de Columbia. Aparte del viento que se había levantado aquella mañana, hacía un día espléndido, y la ciudad estaba igual de llena de vida que la última vez que la había visitado. Quizá incluso más, a juzgar por algunos jugadores que iban arriba y abajo rápidamente.

- ¿Crees que va a ser difícil? – Preguntó Kora a Hyoga.

No lo conocía de mucho aparte de unos cuantos encuentros en la base de la guild, pero al fin y al cabo, se había encontrado con él después de su primera excursión a Columbia. El hecho de que ambos fueran a subir de job el mismo día servía para terminar de construir cierta empatía hacia él.

- Quiero pensar que no… – Respondió éste. – Según Lilith, la quest es un examen sobre lore del juego, hacer una poción, y poner en práctica un hechizo de cada elemento… ¿no?
- Ugh, hasta aquí dentro tengo que estudiar.

Hyoga le dedicó una mirada aprensiva, suspirando. Al menos la parte práctica parecía más sencilla, aunque no solía utilizar muchos hechizos aparte de fuego y electricidad. Tampoco es que la tundra alrededor de Sanctuary le ofreciera más variables.

Cuando estaban entrando en la Feria, un grupo de jugadores pasó corriendo por su lado. Más experimentada tras doce días de enseñanza intensiva dentro del juego, Kora supuso que debían ser sobretodo Biochemists al ver las criaturas que acompañaban a algunos.

- ¿Habrá una Guild War? – Al verlos, Asami levantó una ceja.
- Es posible. Mantengámonos al margen.

Aunque parecía no darle demasiada importancia, Raiden no dejó de observar al grupo hasta que desaparecieron de la vista. A su lado, Elizabeth frunció el ceño al ver la Feria.

- Sí que hay gente hoy…
- ¿Es raro? – Le preguntó Jolyne. – Nunca he estado aquí.
- No realmente. – Elizabeth sacudió la cabeza. – Sigamos, el Gremio de Alquimistas está al atravesar la Feria.

Pero lo que les esperaba al final de la Feria era definitivamente fuera de lo común. Conforme avanzaban entre los puestos, había más y más jugadores, y en la enorme plaza del Gremio de Alquimistas, se había reunido una gran multitud. Kora jamás había visto tantos jugadores juntos, ni siquiera el día en que la mayoría de Crimson Raiders se había reunido.

- ¿Qué significa ésto? – Ante el panorama, Asami abrió los ojos en sorpresa. – Aquí hay por lo menos tres guilds.
- No tengo ni idea… – Elizabeth escaneó a varios jugadores con la Omnitool. – La mayoría son de las mismas guilds. Guilds de Alchemists.
- Así que sí hay una Guild War hoy… – Gruñó Raiden. – Démonos prisa.

Tratar de navegar entre la multitud, sin embargo, no era tan fácil como el Samurai pretendía. El gentío rodeaba las puertas del Gremio de Alquimistas, delante de la cual se habían alzado un par de Biochemists. A aquella distancia, era difícil oír con claridad lo que estaban aclamando a la multitud.

- ¡Dejadnos pasar! – Gruñó Raiden, intentando abrirse paso entre unos jugadores, sin éxito. Conforme intentaba colarse entre la gente, era empujado hacia afuera. – ¿¡Qué estáis haciendo todos aquí!?
- ¿Qué está pasando? – Asami sujetó al Samurai antes de que atacase a algún jugador a las afueras del gentío. – ¿Por qué estáis todos aquí?

Finalmente, un jugador tuvo la decencia de girarse hacia ellos. Su rostro era serio, y se aferraba a la maza de Cleric con manos temblorosas.

- ¿Es que no os habéis enterado? – Les dijo el joven. – Esta es la guerra. Con mayúsculas.
- Siempre estáis en guerra. – Elizabeth rodó los ojos.
- No. Esta vez los magos se han pasado… – El Cleric cerró los ojos un segundo. – Han invocado un monstruo para tomar Columbia, y está destruyendo todo a su paso.

---

Costó sacar a Raiden de entre la gente, pero al menos ya estaban en un sitio un poco más despejado. A pesar de ello, había un aire de intranquilidad, lo cual no era de extrañar si lo que aquel Cleric les había dicho era cierto.

- Tiene que ser una broma.

El pelo oscuro de Asami se sacudió aún más cuando negó con la cabeza. Parecía que hasta el clima ponía su parte para hacer que el ambiente fuera más tenso aún, avivando el viento que sacudía Columbia aquel día.

- Sabía que la gente aquí se tomaba esto demasiado en serio, pero… ¿invocar a un monstruo? – Jolyne miró por encima del hombro a la multitud del Gremio. – Qué locura.
- ¿Y qué vamos a hacer? – Preguntó Elizabeth. – Sea verdad o no, es imposible llegar al Gremio de Alquimistas ahora.
- Tomaremos un zepelín hacia el islote de los magos. – Raiden había encontrado la solución rápidamente. – Parece que van a tener la gresca aquí, así que les dejaremos un rato hasta que se hayan cansado, y mientras, Moonshine y Hyoga pueden hacer la quest.

Simplemente era darle la vuelta al horario que tenían planeado, por lo que no hubo muchas pegas acerca del cambio. La próxima parada de zepelines quedaba cerca, y en unos minutos, estaban esperando a que parara el siguiente.

Antes de subir, bajaron los pasajeros que venían en el zepelín. Un pequeño grupo eran claramente magos, de hecho, fueron reconocidos enseguida por otros jugadores.

- ¡Son Maziodyne! ¡Es la avanzadilla! – Gritó un Biochemist, apuntando hacia los recién llegados, que simplemente alzaron las manos. – ¡Cogedlos a todos!
- ¿¡Pero qué...!? – Hyoga no pudo terminar la frase cuando un jugador lo agarró por los brazos.

Tomada por sorpresa, Kora ahogó un grito cuando la capturaron a ella también. Parecía que “todos” incluían a todos los presentes, y aunque Raiden blandió su katana amenazadoramente, se detuvo al ver que el resto de su grupo había sido retenido fácilmente.

- No tenemos nada que ver. – Masculló. – Soltadles, o…
- No podemos saber eso. Si no tenéis nada que ver, os dejaremos ir.
- ¡Examinadnos con la Omnitool! ¡No somos de ninguna Guild de aquí! – Gritó Elizabeth, sacudiéndose contra la jugadora que la sujetaba. – ¡Suéltame!
- Podéis estar ayudándoles. – Respondió ésta. – Venid con nosotros.

En una última muestra de orgullo, Raiden no permitió que nadie lo sujetara, accediendo a guardar su arma como única concesión. Hasta él veía que por mucha habilidad que poseyera, estaba claramente superado en número: los refuerzos habían acudido en cuestión de segundos, atrapando a todos los presentes.

- Están todos como una puta cabra… – Tenía tan apretada la mandíbula que parecía que se le iba a desmontar en cualquier momento.

Los alquimistas no parecían interesados en ellos. Aparentemente, los magos de la tal Maziodyne eran la prioridad, atándolos en el centro de la plaza mientras el resto era situado a un lado, dejando un par de homúnculos para que los vigilaran.

- ¡Siempre lo supimos!

El Biochemist que llevaba la voz de mando caminó delante de los magos capturados, dirigiéndose a la enfurecida multitud con el puño levantado. Su homúnculo, un monstruo volador de colores brillantes, parecía tan excitado como él, volando bajo a su alrededor. Sin embargo, antes de que continuara con su discurso, el que parecía el líder del grupo de magos habló.

- ¡Venimos a hablar!
- ¿Ahora queréis hablar? – El Biochemist exageró una expresión de asombro, para girarse a su público. – ¡Ahora quieren hablar!
- ¡Escuchadnos! – Insistió el mago. – ¡Tenéis que detener al homúnculo que habéis creado! ¡Está totalmente fuera de control! ¡Si sigue, a este paso… toda Columbia...!

Toda la retórica del Biochemist se deshizo en un instante, mostrando por fin genuina sorpresa. Se hizo un silencio entre las primeras filas, incluso entre los otros capturados. Kora vio como sus amigos se miraban entre sí, extrañados por aquella información. Incluso a ella misma no terminaba de cuadrarle lo que acababa de decir.

- Nosotros no hemos creado ningún homúnculo. – Dijo simplemente el Biochemist. – ¿De qué habláis?
- Hace un par de horas ha aparecido un monstruo enorme en el centro de Columbia, flotando cerca de Monument Island y llevándose todo por delante con viento. – Explicó el mago. – Ningún mago lo ha invocado, así que tiene que ser cosa vuestra.

La multitud estalló en murmullos. Algunos acusaban a los magos de mentirosos, otros apuntaban a alguna guild de alquimistas más radical, algunos incluso gritaban que había traidores entre ellos, y sobretodo, nadie parecía abogar por una solución pacífica.

De entre el gentío salió una jugadora, habiéndose abierto paso con el golem que tenía por homúnculo, y se acercó al líder de los Biochemists. Hablaron entre ellos en voz baja, y el Biochemist abrió los ojos en sorpresa por unos segundos, retrocediendo unos pasos hasta que recuperó la compostura, volviendo a dirigirse hacia la alterada gente.

Su homúnculo dio un grito agudo que sacó muecas de dolor, pero sirvió para acallar la multitud.

- ¡Escuchadme todos! ¡Las ciudades están siendo atacadas por bosses! ¡Una ciudad, un boss! ¡Los Warps no funcionan, así que no nos queda más remedio que luchar! ¡Ese boss es nuestro, y tiene que soltar un buen drop y experiencia! – Se golpeó el pecho con el pulgar. – ¡¡Es nuestro!!

Si la multitud estaba ya agitada, aquella noticia sólo esparció el pánico aún más. El Biochemist líder tuvo que usar su homúnculo un par de veces hasta que aturdió a todos los presentes para conseguir algo parecido al orden. Aquellos momentos fueron aprovechados por uno de los magos, que consiguió soltarse de las ataduras que lo retenían.

El que acompañaba al Biochemist que hacía de líder trató de avisar, pero el mago sólo se acercó al compañero que tenía al lado, agarrándolo de la pechera. El pánico traicionó a éste tan sólo por unos instantes, manteniendo una expresión serena, sin intentar de defenderse siquiera.

- Avisa a todos en la guild. El boss es nuestro.

Sin que nadie tuviera tiempo para intervenir, una fuerte descarga recorrió el cuerpo del mago sujeto, conjurada por su mismo líder. Con un alarido, el jugador se deshizo en cuestión de segundos. Y entonces fue cuando estalló el caos de verdad.



Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #123: December 29, 2014, 01:11:54 PM »
Sorry por la cutrez, estoy en casa de Airin y voy con prisas :v
Otro día pondré título y avatares y las imágenes que tengo para ambientar esto ._. ... o dentro de un ratín, cuando pueda. Bye~

*Y aquí estoy en misión de reconocimiento! He cambiado avatares y le he puesto título al aporte :3 Perdón por la espera.
Además de venir con algunas imágenes :D ESTOS son los hombres-jaguar y ESTE es el boss guerrero al que acompañan.






31. Hay que hacerlo, Neko. Por la party.


—¡Sabía que esto era mala idea! —exclamó Hyoga cuando dio la vuelta a la esquina, agarrándose con la mano del quicio de la puerta y dando una palmada al suelo para invocar y dirigir su más novedoso ataque.

En el suelo delante de su mano se dibujó una línea, una capa de hielo fina y resbaladiza. Algunos de los hombres-jaguar que perseguían al equipo pisaron en ella, estrellándose contra el suelo, pero otros usaban las paredes para saltar de un lado a otro.
Uno de los hombres-jaguar rugió y se abalanzó sobre Hyoga, que rodó por el suelo a tiempo de escapar. Neko usó la parte ancha de su hacha para mandar al hombre-jaguar contra la pared de la que había saltado con un bateo certero.

El resto de la party ya se encontraba en la habitación y todos adoptaron una formación defensiva justo antes de que Neko agarrase a Watari de la pechera de la camisa.

—¡Qué demonios hacemos ahora! —le gritó a la cara, con las narices muy, muy juntas.

Watari echó la cabeza un poco atrás y levantó las manos. Se recolocó las gafas antes de intentar levantar el libro.

—Según la guía… —la mirada que le echó Neko le hizo toser un poco, pero continuó, dando énfasis a sus palabras para dar a entender que creía ciegamente en ellas— Según la guía hay un altar, en el altar se encuentra el equipo ceremonial. Dos personas deben…

—¡Todo eso ya nos lo has contado! Lo de la ceremonia y eso, ¿¡pero dónde cojones está el altar!?

Hyoga se dejó caer al suelo, bebiendo una poción de MP antes de señalar hacia un lado con la barbilla.

—¿Y por allí?

El fondo de la sala, que parecía desierta, no estaba muy bien iluminada.
Neko asintió, levantando el hacha de guerra. Watari volvió a ponerse bien las gafas, que se le resbalan por el largo de su nariz casi hasta la punta mientras echaba un vistazo rápido a su libro.

—Sí, debe de ser allí —sentenció el mechanic al darle la vuelta al libro, mirando el mapa de la sala.

—Iré a ver si hay algún monstruo. Después quien vaya a hacer la ceremonia que venga.

Neko se adelantó, con uno de sus bots de ataque encima de su hombro, moviendo las antenas de libélula mecánica a intervalos. Los demás bots estaban ayudando al resto del equipo a defenderse del boss con el que se habían cruzado y su séquito.

Según caminaba por la sala, las antorchas incrustadas en las paredes se fueron prendiendo. Neko apretó los dedos con más fuerza sobre el mango de su arma, pero nada le atacó. Llegó hasta el altar sana y salva y puso la mano sobre la losa dejando la imprenta de sus dedos marcada en el polvo que la cubría.
Rodeó el altar, escuchando los ruidos de la batalla de fondo. Algún track de la banda sonora del juego se había activado con la pelea y ahora sonaba tenso y lejano, mezclado con las melodías de las habilidades de Milo.

—¿Estamos a salvo? —escuchó la voz de Hyoga que acababa de llegar hasta ella.

—Sí —afirmó mientras se acuclillaba porque había visto algo detrás del altar—. Aquí hay un tirador, esto debe de ser un cajón o algo.

Hyoga se agachó a su lado, esperando a que abriera el cajón misterioso, pero Neko se quedó ahí, con el dedo en el tirador y luego miró a su compañero de party con duda en sus ojos.

—¿Vienes a hacer la ceremonia? —terminó por preguntar ella.

—Sí —confirmó el mago negro.

Era lógico. Aunque fuera el único job de la party enfocado al ataque, también era el jugador de nivel más bajo.
Neko echó un vistazo hacia la entrada de la sala, donde un hombre-jaguar empezaba a desaparecer después de que Yuzuriha lo estrellara contra el suelo agarrándolo del cuello con su bufanda.

—¿Y quién va a hacer la ceremonia contigo? —preguntó con un tinte de nerviosismo en su voz.

Hyoga la señaló con la barbilla.

—Tú —y continuó hablando antes de que Neko pudiera protestar—. Los demás están ocupados defendiendo la sala y Owliciuos nos tiene que decir como hacer la ceremonia.

Neko pensó en protestar, pero en una situación tan peligrosa como esa lo mejor era actuar rápido. Así que tiró de la manilla y el cajón se abrió ante ellos, inundando la parte trasera del altar de luz por unos segundos, cegándolos antes de que pudieran contemplar el equipo que necesitarían para realizar la ceremonia.

Los dos se quedaron callados. Hyoga miró a Neko. Neko miró la ropa con cara de horror.

—No.

—Neko, sí —contradijo Hyoga, con un tembleque en la ceja.

—Hyoga, no —dijo ella rotundamente, levantando la cabeza de golpe y mirándole a los ojos antes de recordar quien les había metido en ese embrollo—. ¡Watari, no!

La mechanic empezó a levantarse, pero Hyoga le agarró de la muñeca y tiró de ella lo suficiente como para atraer su atención.

—Hay que hacerlo, Neko. Por la party.

Neko abrió la boca, la volvió a cerrar. Intentó protestar, pero sólo ruiditos inconexos salían de su garganta. No tardó ni cuatro segundos en rendirse y murmurar cínicamente.

—Por la party…

Y sacaron el equipo para empezar a ponérselo.



Afrodita hizo girar la maza entre sus dedos antes de dejarla caer sobre la cabeza de un hombre-jaguar y oírlo chillar su desgracia. El monstruo se disipó poco después, dejando caer el drop y Afrodita se replegó hacia su carro.

—¿No deberían estar preparados? —preguntó a Watari por encima del fragor de la batalla y la melodía de la banda sonora del juego.

Watari apretó el libro hacia su pecho y miró como una de las libélulas de ataque de Neko echaba una pequeña descarga eléctrica a otro hombre-jaguar que se había atrevido a acercarse a ellos.
Watari consultó el reloj de su omnitool antes de volver a desactivarla y miró hacia el fondo de la sala con algo así como preocupación, algo difícil de conseguir con sus facciones usualmente festivas.

—Sí, deberían estarlo… —murmuró antes de cuadrar un poco los hombros y levantar la barbilla— Voy a ver qué tripa se les ha roto y empezar ya con la ceremonia para abrir la puerta.

Afrodita levantó un pulgar después de asentir con la cabeza. Bebió una poción de maná y se limpió los labios con el dorso de la mano.

—Esos hombres-jaguar se van a enterar de lo que son unas cuantas bombas… —siseó el biochemist con un tono oscuro tiñendo su voz.

Watari se alejó mientras la risa diabólica de Afrodita retumbaba en las paredes de la sala. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Según se acercaba al altar, las voces apresuradas de Hyoga y Neko le llegaron cada vez más claras, aunque intentaban ser susurros. Pudo ver al muchacho de pie, al lado del altar, apremiando a Neko que no parecía estar en ninguna parte.

—¿Qué pasa? —preguntó Watari, trotando hacia él.

Hyoga levantó la cabeza para mirarle y estiró un poco el cuello. Luego señaló hacia el altar con una mano y se encogió de hombros.

—Neko no quiere salir —explicó.

—¿Por qué no? —indagó Watari, curioso.

—¡Porque no! —chilló Neko desde el otro lado del altar, escondida tras él— ¡Dile a Yuzu que venga, que lo haga ella!

Hyoga se cruzó de brazos y arrugó el ceño, mirando hacia su compañera de party. Él ya llevaba puesta su ropa ceremonial. Se trataba de un traje blanco con bordes azul claro. Las hombreras doradas conjuntaban a la perfección tanto con su pelo como con la cruz que llevaba colgando por fuera. La capa era del mismo azul celeste que adornaba los bordes de la chaqueta y aunque en su mayoría era un equipo elegante, los pantalones sólo llegaban un poco más allá de sus rodillas, dándole el aspecto de un niño de colegio con uniforme.

Watari se asomó por el otro lado y vio a Anir sentada en el suelo, abrazándose. Podía ver las botas rosas y unas medias altas blancas, con una estrellita dorada adornando el borde superior que quedaba a la mitad de su muslo. Llevaba dos coletas altas, atadas con pañuelos blancos y guantes del mismo rosa que el calzado

—No está tan mal —le animó Watari.

—¿Tú crees? —preguntó Neko, bajando los brazos para poner una mano entre sus piernas y agarrarse el brazo izquierdo con la mano derecha.

Los brazos de Anir se habían apartado lo suficiente para dejar ver un lazo rosa sobre el pecho y el generoso escote el diseño.
Watari abrió la boca y tuvo la suficiente visión de juego como para tomar aire y decir sin cambiar la cara:

—Sí, claro. Es bonito. El rosa es más bien fucsia, así que no choca con tu color de pelo.

Hyoga miró a Watari con confusión en su rostro y levantó la barbilla para preguntarle sin palabras que era lo que estaba haciendo. Watari no se dio por aludido. Neko se mesó una coleta, mirando hacia un costado. También llevaba una gargantilla, compuesta por un lazo rosa y una estrellita dorada que colgaba de él.

—¿De verdad? —volvió a preguntar.

—Que sí tonta, que estás muy… guerrera, estás muy guerrera.

Anir arrugó la nariz, pero se levantó, intentando hacer que la falda plisada debajo de su sobrefalda de picos, abultara un poco menos.

—Se me van a ver las bragas, vas a ver tú… —se quejó mientras salía de su escondite.

Watari se encogió de hombros, empezando a buscar las instrucciones en el libro mientras le contestaba.

—También se te ven en el de colegiala y no te quejas.

Hyoga rodó los ojos y se puso una diadema azul celeste que había encontrado con la ropa, tenía unos ornamentos que parecían formar alas blancas tapándole las orejas.

—El de colegiala me da bonus en todos los stats cuando me enfrento a bosses —explicó Neko, señalando a Watari con un cetro blanco y rosa, con alas y una estrella rematando la punta—. Tiene una misión y un sentido de ser y no voy enseñando tetas.

—Bueno, así no podrán decirte que no tienes —dijo Watari antes de levantar la cabeza del libro y esquivar el cetro justo a tiempo, antes de que se incrustase en su cabeza.

Neko refunfuñó mientras caminaba a zancadas, puños cerrados y hombros crispados, en busca el cetro perdido. Lo agarró del suelo y volvió a señalar a Watari con él.

—A ver esa ceremonia —le dijo con tono de acusación.

Watari sonrió y miró de uno a otro antes de señalar unas losas en el suelo, delante del altar, decoradas con los mismos motivos que aparecían en las paredes.

—Tenéis que empezar ahí. Neko, tú a mi izquierda y Hyoga, tú a mi derecha.

Ambos asintieron y se colocaron en sus puntos de partida.

—Esto es ridículo… —murmuró Neko.

—Tengo la sensación de que se va a poner mucho más ridículo, muy pronto —advirtió Hyoga en el mismo volumen.

Watari estaba frente a ellos y los miró un momento antes de empezar a explicar.

—A ver…

Un hombre-jaguar rompió la defensa de la puerta, entrando en tromba en la sala, directo hacia el trío, pero la bufanda de Yuzu lo agarró del cuello, volviéndolo a sacar al pasillo y unos segundos después se oyó una explosión al otro lado de la pared. La pirámide retumbo y desde el portal entró humo negro y algo de polvo que se había levantado.
Watari carraspeó y repitió.

—A ver, tenéis que hacer los mismos movimientos que yo. Hyoga, tú los harás como si fueras un espejo mío y Neko, tú los harás al revés.

—Ajá —afirmó Hyoga.

—Entendido… —dijo Neko, estirando la falda un poco hacia abajo y el top un poco hacia arriba.

Dio un par de saltitos y se crujió el cuello al mismo tiempo que Hyoga ajustaba la tiara encima de su cabeza.

—¿Listos?

Los dos asintieron y Watari empezó con las indicaciones.
« Last Edit: February 08, 2015, 02:50:58 PM by Neko »


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #124: December 29, 2014, 02:45:20 PM »
Aporte subtitulado "Fíli, NO". Este chico sigue la estela familiar con demasiada eficiencia
~+09~



—Nunca más. —pidió Airin con seriedad.

—Nunca más. —asintió Kíli solemnemente.

Se miraron abrumados durante un par de segundos, hasta que el knight llegó junto a ellos.

—No ha sido para tanto, y habéis ganado experiencia, no exageréis. —dijo rodando los ojos mientras abría su omnitool para ver el drop.

—Tres pociones, Fíli. TRES. POCIONES. —Airin levantó el índice derecho frente a la naríz del rubio, que echó la cabeza un poquito para atrás ante el arma improvisada.— No podemos permitirnos tanta descoordinación cuando nos estamos jugando vidas literales.

El chico asumió un gesto ofendido ante el cual su compañera se apresuró a ponerle la mano en el hombro, mientras su hermano le daba suavemente con el codo.

—Pero menos mal que estabas aquí para defendernos.

—Oh claro, ahora dices eso...

—¿Verdad? Mi hermano será un poco fanfarrón, pero es útil de vez en cuando. —Kíli echó un brazo en torno al cuello de Fíli y lo atrajo hacia él, dándole un beso sonoro en la sien.

—¿De vez en cuándo...? ¡Ya la tendremos tú y yo cuando subas de nivel, mocoso insolente!

Mientras los muchachos se empujaban y se revolvían el pelo mutuamente, Airin se mordisqueó la uña del pulgar, sintiéndose arrepentida por la forma brusca en la que había hablado. Pese a la habilidad que tenía en negarse a ver la realidad, en el fondo sabía que no era de extrañar que tarde o temprano se acabase quedando siempre sola. Lo raro era que hubiera gente dispuesta a aguantar su carácter y sus salidas de tono tan desagradables.

Se adentró entre el grupo de árboles por el que hacía un rato habían perdido de vista al gunslinger, ajena a las protestas repentinamente acalladas de sus otros dos compañeros.

—¿Y a ésta qué mosca le ha picado ahora?

—Fíli, ¿te has enfadado? —su hermano lo observaba atento al más mínimo gesto. El rubio resopló, pasando la mano por el cabello castaño del arquero.

—No, no me he enfadado. No me ha sentado bien, es verdad; pero no me he enfadado.

Kíli continuó mirándolo con fijeza significativa, arrugando las cejas hasta que el pliegue vertical que se marcaba entre ellas cuando no estaba conforme con algo se hizo dolorosamente pronunciado. Sus ojos siguieron los pasos de la chica, para después volver a posarse en su hermano. Repitió el  movimiento un par de veces más, y cuando comprobó que Fíli no se daba por enterado dejó escapar el aire poquito a poco, en un suspiro resignado y algo apagado.

—Kíli, no voy a disculparme con ella por algo que no ha sido MI culpa, por mucho que te guste la chavala. Lo siento, pero no. —sentenció el knight cruzándose de brazos.

—No pretendo que le pidas perdón, no he dicho nada. —el menor revisó su equipación y el armamento de su inventario un par de veces para asegurarse de tener todo en orden antes de encaminarse hacia la espesura.

—¿Entonces de qué demonios va ésto?

—La verdad, no parece que no estés enfadado.

—Kíli... —llamó el rubio con tono de advertencia.

—No. Sabes de sobra que somos iguales, que a veces te ofendes con el soplo del aire. Y estás enfadado, y se nota. Pero a lo mejor no estás enfadándote con lo que deberías, y seguro que como siempre, acabo pagándolo yo. —Fíli hizo intento de interrumpir, pero Kíli se negó a pausar su tirada.— Porque por mucho que me pueda gustar una chica, tu eres mi hermano y vas primero que nadie, mal que te pese. Y siempre te voy a defender. Pero cuando estés equivocado, te lo diré igual.  Y sinceramente, creo que aquí te equivocas.

El muchacho se quedó callado mirando al suelo, rumiando las palabras de su hermano pequeño durante unos minutos. Cuando se dio cuenta de que éste aún estaba esperándole para seguir juntos, se llevó una mano a la cara y se frotó los ojos con frustración.

—La he jodido otra vez.

—¡Fíli! ¡No! ¡No la has jodido, nos has salvado el culo! Vale, sí estábamos despistados y perdidos, y Airin tiene razón en que deberíamos coordinarnos mejor, pero si acaso ha sido culpa de todos ¿de acuerdo? De Pip por no planificar bien las cosas y meter la pata mil veces, de Airin y tuya por ser igual de cabezotas, y mía por ser un inútil y fallar tantos tiros. No quieras llevarte siempre toda la responsabilidad, deja algo para el resto.

Fíli no pudo evitar una media sonrisa irónica, y palmeó el hombro de Kíli.

—Anda, vamos. A ver cómo le quito yo ahora el nubarrón de tormenta a tu pelirroja...

—Vas a tener que darle amor e insistirle, me da la impresión de que tiene muchas movidas que no nos ha contado.

—Ay enano, creo que absolutamente todos estaremos de acuerdo en que el amor se lo dés tú, y yo me encargue del resto.

—Fíliii... —la voz mortificada de Kíli se perdió entre los árboles en busca de su party.

« Last Edit: October 12, 2018, 05:09:16 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Shura

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #125: December 29, 2014, 04:58:58 PM »
El primer aporte para salir de mi estado de atascada 8´D *gracias Alba por la motivación, estaba que me tiraba de los pelos porque no me salia ni una miserable linea-




#29.

x

Los primeros instantes tras la aparición del monstruo Berial, Sol y Nero se dejaron contagiar por el caos reinante, alejándose junto con otros jugadores y acabando por apartarse de la calle principal, para no ser arrollados y ocultarse en uno de los callejones.
Aunque sobraban las preguntas, porque los dos sabían que los monstruos no atacaban en la ciudad y en especial uno tan grande, Nero fue el primero en lanzar la obviad.
-¿Qué demonios está pasando?
-¡Y yo que sé! -Sol intentó asomarse a la calle para asegurarse de que la visión era real, apartándose a tiempo antes de que le arrollase una arquera acompañada de un invocador que habían buscado refugio en el mismo sitio que ellos.

El Paladin comenzó a pensar a toda velocidad, aquella aparición tan poderosa no era fruto de la casualidad, podía tratarse de una broma pesada o de un evento… lo único claro, era señalar al GM, como el perpetrador de aquello.

Llegaron otros tres jugadores al callejón, no les prestó atención, agarrando del hombro a Nero para sugerirle huir y buscar un Warp…
-¡Los Warp no funcionan!

Antes de abrir la boca, una Gambler, de los tres recién llegados, daba la noticia a sus dos compañeros, uno un Red Mage y el otro un Adept. Noticia que fue escuchada por los otros cuatro y recibida por el desasosiego general y silencioso del grupo de desconocidos.
El momentáneo segundo de quietud se perdió al instante, un sonido de destrucción, similar al de una bola de demolición cayendo contra el suelo, les indicaba que la criatura había comenzado a moverse. Por la distancia y la paranoia, era difícil saber si se acercaba o no hacía ellos.     
-Nero -Sol se inclinó sobre el Knight-, tenemos que reaccionar, y ahora.
-¿Qué recomiendas que hagamos?

La pregunta pilló por sorpresa a Sol, no era Nero quien la había formulado, la desconocida arquera se acercó a ellos. Todo el improvisado grupo los miraba, apoyándose en quien parecía más fuerte y en quien primero había tomado la iniciativa, como si buscasen y a la par, hubieran elegido a un líder natural.
-Oye, no sé que os habréis pensado, pero nosotros… -Pero cuando Sol buscó el apoyo de Nero, este por inercia, imitó a los desconocidos. Y seis pares de ojos, atosigaron al Paladin en busca de una respuesta.

Sol sintió una punzada, un viejo recuerdo regresaba a su mente. Era verdad, había sido el orgulloso líder de los Made in Heaven. Las viejas costumbres de Guild no se olvidaban, y aquel era un buen grupo para comandar. Sin querer, su mente su puso en el juego, pensando a toda prisa qué hacer con un arquero, un Summoner, Red Mage, Adep, Gambler, Nero como Knight, y él mismo como Paladin, siete en total. Demasiado variados en job y nivel como para un ataque de choque, y demasiado pocos para una estrategia de desgaste… pero había una posibilidad. Remota. Pero la había.


-Arquera, ¿cómo te llamas?
-Spice Girl -respondió sin pensarlo, mirando al resto de miembros, extrañada porque el improvisado líder se hubiera fijado primero en ella.
-Te he preguntado por tu nombre -Sol insistió impaciente, aunque la chica aquella vez bacilo sorprendida e insegura en contestar, fue una buena estrategia para que el resto del grupo saliera de su estado de alerta, y se centrase en su labor como grupo, al declararse definitivamente un líder.
-Trish… -respondió escueta y sin demasiadas ganas en un intento por marcar territorio. Tenía su carácter y pese a la situación de urgencia, tampoco le parecía correcto que la trataran como un trapo.
-Esta bien, Trish -Sol no relajó su tono autoritario, sacando una sonrisa maliciosa bien ensayada para la batalla y que parecía colocarle por encima de cualquier situación -. Quiero que comiences a disparar flechas contra el monstruo. Ahora.

Abrió la boca para contestar, y la cerró de golpe ofendida, ¿qué pretendía exactamente aquel Paladin? ¿Qué le plantara cara ella sola?
Pero el resto del grupo ya estaba bajo el influjo del líder, sin cuestionar y simplemente esperando que la chica acatase la orden.

Trish, tragó saliva, montando la flecha en el arco y colocándose al borde del callejón con la espalda apoyada contra el muro, Sol se acercó a ella.
-Procura apuntar a la cabeza.
La chica puso los ojos en blanco, ni aun acertando iba a hacerle nada al monstruo. Recurrió a sus habilidades de Archer y potenció su tiro para acertar al objetivo más que para herirle, salió el instante preciso para tensar el arco, apuntar, y dejar que la flecha volase por el cielo, describiendo una parábola hasta que se clavó en la cabeza del ser… sin que este notase siquiera el golpe.

Trish se puso a cubierto en el callejón, por suerte la criatura no la había visto, no iría en su dirección para contraatacar… claro que, ni había sentido el golpe.
-Hazlo otra vez.
Sol insistió, y ella ya no pudo reprimir lo absurda que le parecía aquella situación.
-No le estoy haciendo nada, lo mejor que puedo hacer es ahorrar flechas y evitar a que venga a por nosotros.
Sol la agarró del brazo evitando que guardará el arco.
-Dispara otra maldita vez, no tenemos tiempo, y tu no tienes donde huir.
Trish se sacudió aquella mano, y aunque estaba molesta, volvió a montar otra flecha en el arco.
-No malgastaré ninguna otra flecha…
Sol asintió, y Trish salió del callejón, igual que antes, disparando al cielo hasta que la flecha le acertó… nada había cambiado, no le había producido nada de daño…

Pero, sí que algo había cambiado, de otro lado, una nueva flecha que no era suya atravesó el cielo, y luego otra surgida de otra parte.
Trish lo entendió, ella había iniciado la ofensiva, había dado la señal a otros escondidos para que contraatacar y supieran que no estaban solos en la batalla.
Miro incrédula al Paladin que había recuperado su sonrisa.

-No es por el daño que le puedas producir, es por dar un mensaje.
« Last Edit: December 29, 2014, 09:23:20 PM by Shura »


Kora

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #126: January 17, 2015, 11:26:30 AM »
Los enemigos que menciono son éstos y los más duros son éstos.



035thunder and the sound of giants (2/?)

- ¡Kora! ¡¡Kora!!

No fue hasta que Asami la sacudió por los hombros que empezó a volver en sí misma. Se llevó una mano a la frente, mirando a su alrededor. Reconoció el puesto de comida donde habían parado a tomar un almuerzo improvisado. Estaban en la entrada de la Feria de Alquimistas.

- ¿Estáis todos bien? – Raiden pasó la vista de un miembro de su equipo al otro.
- ¡¡Están locos!! ¿¡Pero qué coño le pasa a la gente aquí!? – Jolyne se apartó un mechón de la cara con rabia cuando una fuerte brisa le revolvió el flequillo. – ¡Podrían habernos matado!

Todavía recuperando el aliento, Kora apoyó una mano temblorosa en el hombro de Asami. Todo había pasado demasiado deprisa y su mente parecía tratar de procesarlo todo aún, sin dejar de revivir los acontecimientos para ponerlos en orden.

Uno de los magos había matado al otro, provocando que la multitud se lanzara a por ellos. No había quedado ni uno, pero se habían llevado consigo a más de un alquimista. Estallando en llamas, atravesados por una lanza de hielo, incluso como fuego amigo de sus propios compañeros… ¿Cuánta gente debía haber perdido una vida en cuestión de segundos?

Eran jugadores contra jugadores. Sus vidas reales estaban en riesgo, y sin embargo, no había detenido a nadie a la hora de atacarse. Había sido un brusco recordatorio del hecho de que el resto jugadores que se habían quedado atrapados en el juego podían ser tan peligrosos como los mismos monstruos que habitaban aquel mundo.

- Tenemos que irnos. – En la mano de Elizabeth brillaba el frasco de un Warp, haciéndolo girar entre sus dedos. – Han dicho que no funcionan los Warps, pero por probar…

El estallido del cristal contra el suelo sobresaltó a Kora, quedando simplemente en un susto. Un pequeño retazo de humo azulado se elevaba sobre los fragmentos del frasco. En aquellos momentos, no era más que los restos del contenedor de un poco de agua azul.

- Bajaremos de forma manual. – Levantando su brazo mecánico, Raiden tecleó en su Omnitool para enseñarles el mapa de Columbia. – Monument Island está hacia al centro. Nosotros estamos aquí.

Señaló un punto en el oeste del conjunto de islas de Columbia. Aquella era la zona de los alquimistas.

- Las escafandras de salida están en el sur. – El dedo de Raiden apuntó a una isla más abajo. – Hay que llegar allí cuanto antes y salir de la ciudad.
- ¿Y qué pasa con Columbia? – Preguntó Hyoga. – El boss seguirá aquí.
- A Columbia la han abandonado sus guilds más fuertes para pelearse entre ellos. – Negó Raiden con la cabeza. – Lo máximo que podemos hacer es ayudar a los que nos encontremos… imagino que quedará alguien con el suficiente sentido común para huir.

Juzgando por la expresión de sus compañeros, era claro que a ninguno le gustaba la idea de huir con el rabo entre las piernas… pero ninguno de ellos tuvo tiempo para oponerse al plan, ya que en aquel momento, una figura aterrizó delante de ellos.

Su cuerpo humanoide era blanco, con un par de alas a su espalda, cubierto con una tela azul, y la cabeza estaba rodeada por un halo tan dorado como la punta de la lanza que blandía. Y no iba solo. Cuatro seres similares volaban a ras del suelo a su alrededor, algo más pequeños y básicos en comparación, pero imponentes ante cualquier jugador.

- Por supuesto, el boss traería compañía… – En guardia desde el primer instante, nadie había tenido tiempo de ver cómo Raiden desenfundaba la katana, apuntando al monstruo angelical. – ¡Techbender, Jolyne! ¡Cubrid a los otros tres!

Por suerte, los que debían de ser de menor rango eran accesibles hasta para los jugadores de primer job. Mientras Raiden terminaba con el que debía ser el jefe, evadiendo su lanza para cortarlo en tres, hasta Kora y Hyoga podían proporcionar un poco de apoyo con sus hechizos, ayudando con los otros cuatro monstruos.

- ¡Hay que darse prisa! – Insistió Raiden, cogiendo al vuelo la poción que Elizabeth le pasó para subir sus stats durante un tiempo.

Aunque no vieron el boss en ningún momento, sabían que todavía no había sido derrotado. El cielo se había oscurecido con una tormenta, y más monstruos como los otros aparecieron hasta llegar a un islote cerca de la entrada a Columbia, así como otros jugadores que se les habían unido en la carrera.

Eran ya una veintena los que trataban de huir de la ciudad que literalmente empezaba a caerse a pedazos, azotada por los fuertes vientos.

- ¡Por ahí podremos llegar a la salida! – Elizabeth señaló un islote al otro lado del puente, gritando para hacerse oír sobre el vendaval.
- ¡Rápido! – Gritó Asami, recibiendo con un mazazo uno de los ángeles menores que se lanzó hacia ellos en picado, lanzándolo lejos.

Atravesaron el puente levadizo a toda prisa, con las corrientes de aire en su contra. La tormenta era cada vez más fuerte, levantando trozos de pavimento y trayendo consigo escombros de otros islotes. Los únicos que parecían poder navegar entre el viento con comodidad eran los monstruosos ángeles que no dejaban de crecer en número y ferocidad.

- ¿Y si el boss está en la entrada? – Sugirió una lancer pelirroja, antes de tener que bloquear un ataque desde el aire. – ¡La tormenta es mucho más fuerte aquí!
- ¡No lo veo por ninguna parte! – Raiden oteó el horizonte, sin dejar de correr en ningún momento.
- ¡Nadie ve nada! – Se quejó Jolyne a su lado. – ¿Elizabeth, estás segura de que es por aquí?

Ésta respondió con una afirmación que no les sirvió de mucho. Era cierto que no podían ver ya a mucha distancia, pero era claro cómo el viento iba arrastrando el islote donde estaban, empezando a arrancar el mismo suelo que tenían delante.

La única posible escapatoria se empezaba a deshacer frente a sus ojos.

- ¡¡Corred!! – Gritó Raiden, recobrando el sentido rápidamente.

Era una carrera contrarreloj. El islote había quedado atrapado en un torbellino, partiéndose en dos para que empezara a desmoronarse. Continuaban huyendo, esta vez del mismo abismo que se abría en sus talones.

Kora trató de ignorar el grito que oyó, sin atreverse a mirar atrás, aunque sabía muy bien lo que había pasado. Tal y como la había sacado de la marabunta en la plaza del Gremio de Alquimistas, la mano de Asami tiraba de su muñeca, obligándola a correr con todas sus fuerzas.

- ¡¡No!! ¡¡No me jodas!!

Jolyne era una de las más rápidas, protegiendo a la vanguardia, aunque todos vieron enseguida la causa de la frustración de la Monk. El puente levadizo que habían atravesado para entrar a aquel islote empezaba a levantarse, quizá por detectar el mal funcionamiento en uno de los extremos, o simplemente porque la suerte no parecía estar de su lado aquella tarde.

- No puede ser… – Elizabeth dejó ir su voz como un gemido, aunque al igual que todos, seguía corriendo hacia aquel callejón sin salida por puro instinto. Ninguno parecía preparado para caer al vacío.

Era el final de aquella carrera. Columbia se los llevaría consigo.

- ¡Mirad! – Apuntó otro jugador. – ¡¡Seguid corriendo!!

Con movimientos torpes y robóticos, el puente volvió a bajar cuando se acercaban. Los chirridos de la grúa siendo forzada se alzaban incluso sobre la tormenta, y aunque no era la superfície más plana del mundo, los dos lados del puente se tocaban, dejando una vía para salir del islote condenado.

Al otro lado, una figura vestida de amarillo extendía el brazo. Los Crimson Raiders la reconocieron desde aquella distancia.

- ¡¡Maya!!

---



Cansada tras el considerable gasto de MP que había supuesto mantener el puente abajo, Maya no había ofrecido resistencia cuando al reunirse para saludarla, Elizabeth y Kora prácticamente habían saltado sobre ella. Asami esperó su turno para abrazarla, y hasta Raiden le tendió la mano.

- Me alegra volveros a ver. – Le dedicó media sonrisa al Samurai, estrechando su mano metálica por unos momentos.
- Lo mismo digo. – Raiden usó un tono normal, lo que equivalía a un saludo efusivo entre los dos. – Nos has salvado en el último momento. Gracias.
- Justo a tiempo. – Asintió ésta.

La Time Mage no iba sola. Junto a ella habían dos hombres que Kora recordaba haber visto alguna vez por la base de los Crimson Raiders, además de que no podría olvidar nunca a la reina blanca. Con el chico de la última vez a su lado, White Queen se erguía tras Maya, observando a los recién llegados sin dejar de prestar atención a su alrededor en ningún momento, donde un numeroso grupo de magos vestidos con ropas elegantes se encargaban de cualquier monstruo que se cerniera sobre ellos.

- Veo que traes refuerzos. ¿También ibais a…? Bueno… – Empezó Asami, atascándose con el término.
- Huir, sí. – Maya se cruzó de brazos. – No queda mucho por hacer aquí.
- Pues espero que encuentres algo con lo que distraerte, bonita, porque esa era nuestra última salida. – Intervino White Queen con una mueca de disgusto.

Todos dirigieron una mirada a los restos de metal retorcido que habían conectado antes con el islote caído, entre el que habían puesto distancia considerable. Según el mapa, era cierto lo que la Illusionist decía: el torbellino se había llevado consigo el islote que daba a la salida “tradicional” de Columbia, dejándolos atrapados en la ciudad flotante.

- ¿Qué hacemos ahora? – Bufó Raiden.
- La batalla es en la zona norte de Columbia. – Respondió White Queen. – Venimos justo de ahí.
- ¿Ya ha llegado el boss allí? – Preguntó Asami, sorprendida.

White Queen soltó una risa irónica.

- De eso no tengo ni idea. Me refiero a la batalla entre Guilds.
- ¿Están luchando de verdad? – Asami abrió los ojos en sorpresa. – No me lo puedo creer…
- Los Hellions también íbamos a luchar… cuando creíamos que sólo era un homúnculo. – Ante las miradas desaprobatorias del resto, White Queen siguió explicando, sin alterarse. – Creíamos que los alquimistas iban a echar a las guilds de magos para siempre, ahora que tenemos algo más que perder aparte del tiempo.

Dada su historia, era lógico pensar que los alquimistas, en un principio, habían creído lo mismo respecto a los magos. Kora sabía que en una situación así, Lilith y el resto de Crimson Raiders protegerían su base hasta el final. Al fin y al cabo, era lo más cercano a un hogar que tenían en el juego.

- ¿Pero pelearse por luchar contra el boss…? – Murmuró la Black Mage.
- Oh, eso ni de broma. – White Queen puso los ojos en blanco. – Cuidado.

Un monstruo alado salió tras ellos, y aunque sobresaltó a algunos, White Queen sólo se llevó un índice a la sien, mirando fijamente a donde aquella criatura tendría que tener la cabeza. El ángel se detuvo en seco en el aire, cayendo con un ruido sordo sobre el suelo para empezar a deshacerse.

- Ya podrías hacer lo mismo con el boss. – Le dijo Maya a la mujer, entrecerrando los ojos.
- ¿Crees que estaríamos así si pudiera hacerlo? Sólo éste me ha quemado un tercio de todo mi MP. – Respondió White Queen, casi ofendida.
- Repito: ¿qué hacemos? – La voz de Raiden sonaba grave y ronca.

Antes de hablar, Maya echó un vistazo a su alrededor. Los Hellions y los otros jugadores que se les habían unido parecían no tener muchos problemas con los monstruos que les atacaban… por el momento.

- Puede que si se ven al boss de cara, por una vez, decidan luchar todos juntos. – La Time Mage claramente no creía en lo que decía, encogiéndose de hombros al hablar.
- Eso lo dudo. – Negó White Queen. – Pero estando aquí dependemos de que las guilds derroten al boss antes de que se nos acabe el MP.

Hubo otro momento de silencio en el que los jugadores se miraron entre ellos, buscando un poco de seguridad en los demás ante lo que se les venía encima. White Queen tenía razón, y sólo les quedaba una alternativa.

- Vamos a por el boss, entonces.

Con un suspiro resignado, Raiden desenvainó la katana y emprendió la marcha. El resto no tardó en seguirle.
« Last Edit: February 01, 2015, 06:02:07 PM by Kora »


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #127: January 29, 2015, 04:33:36 PM »
Casi me pilla el toro! Pero estoy on fire, me gusta mucho lo del reto para todo el año 8>
Bueno, la canción y el baile son ESTOS. JAJÁ.

*Edito para añadir título, avatares y estas dos obras de arte xD ESTE y ESTE son los trajes que llevan Hyoga y Neko para la invocación.
Y ESTE es el bicho que sale al final del capítulo.






32. Esto… es que hay un pequeño problema


—Girls who are in love, give their love to you —cantaron Hyoga y Neko con la misma melodía que les había enseñado Watari.

—¡Esto no tiene sentido, yo soy un chico! —gritó Hyoga, apretando un poco más las alas sobre sus orejas para que no se le cayera aquella especie de casco.

—¿¡Qué más da que tenga sentido!? ¡Nada de esto lo tiene!

—¡Chicos, la ceremonia! —llamó su atención Watari.

—¡Ya! —replicaron Hyoga y Neko al mismo tiempo.

—¿Qué sigue? —preguntó Neko, sin estar muy segura de querer saberlo.

Watari levantó un brazo hacia arriba, mirando al techo y señalándolo con un dedo.

—You, who shine so bright —apuntó hacia sus compañeros con una sonrisa brillante y levantó una rodilla hacia un lado—, my darling.

Neko y Hyoga se miraron con cara de pocos amigos.

—Nadie se va a enterar de esto —dijo Hyoga antes de que Neko contestara de vuelta.

—Nadie.

E imitaron a Watari.

—¿Qué más? —se resignó Hyoga.

Watari sonrió de oreja a oreja y con una voz asombrosamente templada continuó cantando.

—Shining rouge, pink like peaches —movió la mano con todos los dedos extendidos frente a él, hizo una especie de saludo militar con todo el brazo tapándole la frente, señaló hacia un lado y volvió a levantar la rodilla.

Neko dejó salir todo el aire por la nariz con fuerza y Hyoga suspiró

—Shining rouge, pink like peaches —cantaron prácticamente a la vez.

Sus rodillas no llegaron a chocar por poco.

—Eh, tenéis buena compenetración —apreció Watari.

—Será el sarcasmo, que nos une —espetó Neko.

Hyoga simplemente imitó su expresión cansada.

—Será eso… —murmuró Watari antes de continuar— I pray that it reaches you, this young girl’s prayer.

—¡Por favor! ¡Ni siquiera rima! —exclamó Hyoga— ¡Y no soy una chica!

Después de un codazo de parte de Neko, continuaron la imitación, con Hyoga apretando la diadema blanca y azul y Neko estrujando el centro blanco y rosa entre sus dedos enguantados.

—Floating in the night sky, like a silver boat —continuó Watari con demasiada emoción, señalando de nuevo el techo para después abrazarse a sí mismo.

Cuando Neko y Hyoga practicaron esa línea, Watari siguió con la canción.

—The moon reflects my tears of love and hate —Watari extendió el brazo hacia delante con la mano abierta y después lo movió hacia un lado, moviendo la cadera ligeramente puntuando los golpes de la melodía.

—¿Quién ha escrito esto? —se quejó de nuevo Hyoga.

—Alguien sin talento, está claro —le apoyó Neko.

—El mismo que ha hecho la coreografía.

—¡Ya está casi, chicos, venga! —animó Watari— My heart’s beating so fast inside my little breast!

Watari se llevó un puño al pecho, con cara de fingido dolor antes de moverse de un lado a otro emocionado.

—¡Mi pecho no es pequeño! —gritó Neko, apunto de tirarle el cetro a Watari otra vez.

—¡Ni yo soy una chica! —la detuvo Hyoga por poco— Venga, dice que no falta mucho.

—Está bien… My heart’s beating so fast inside my little breast! —cantó Neko, diciendo little entre dientes, pero sin fallar en la coreografía.

—My heart is flying, flying to you! —cantó Watari, llevándose otra vez la mano al pecho y luego dando unos cuantos pasos hacia su izquierda, haciendo que Neko y Hyoga al imitarle cambiaran posiciones.

—¿Esto está bien? —indagó Neko, apartándose un poco el flequillo de la nariz.

—Sí, vamos bien —confirmó Watari—. Oh please, will it reach you? This young girl’s prayer.

Watari entrelazó sus dedos como si estuviera rezando y luego terminó la canción.

—I’m yours completely. Pretty little me! —acabó con una mano en la mejilla, una sonrisa radiante y un pie levantado hacia atrás.

—¿No podía ser más ridículo? —preguntó Neko antes de darle la señal a Hyoga, que asintió solemne antes de continuar.

Watari volvió a su pie levantado para terminar de explicarles la ceremonia. Lo dejó caer al suelo, miró hacia arriba, levantando el brazo con la palma hacia el techo.

—The final pieces of the jigsaw puzzle of love! —cantó, alargando la última nota.

Cantaron la pieza que les faltaba y esperaron un segundo, pero nada sucedió.

—¡Y ya está! —anunció Watari feliz y contento consigo mismo.

—No, espera, aquí no ha pasado nada —se quejó Neko—. Watari, ¿dónde está la salida que me prometiste?

—Oh, cuando completeis la ceremonia se abrirá la puerta —Watari miró a su alrededor antes de señalar una pared con la barbilla—, allí. Se abrirá allí.

Neko señaló la pared.

—¿Y por qué no se abre?

Watari se reajustó las gafas.

—Oh, tenéis que hacer toda la ceremonia entera, sin cortes. Eso era el ensayo.

Neko y Hyoga se miraron entre ellos y después a la sonrisa feliz de Watari. Otra explosión desde el pasillo y la musiquilla de batalla les hicieron darse codazos para volver a sus poses iniciales.

—Si lo hacéis bien, empezará a sonar la música de fondo.

—¡Espero que tengas buena memoria! —gritó Neko antes de llevarse una mano al pecho para empezar a cantar.

—¿¡Por qué estáis tardando tanto!? —oyeron gritar a Afrodita desde la puerta.

Watari le hizo señas para que no se acercara más.

—¡Ya casi estamos! —gritó de vuelta, haciendo que Afrodita rodara los ojos y volviera a la pelea.

Neko y Hyoga ya iban por la segunda estrofa y la melodía de acompañamiento había empezado a sonar.

—Floating in the night sky, like a silver boat —cantaban Hyoga y Neko, señalando el cielo, abrazándose a ellos mismos antes de mover la cadera de un lado a otro con una cadencia perfecta—. The moon reflects my tears of love and hate.

—My heart’s beating so fast inside my little breast! My heart is flying, flying to you!

Cambiaron posiciones con una sonrisa de oreja a oreja cada uno. Watari se quitó las gafas, las limpió y se las volvió a poner.

—Eso sí que es darlo todo… —murmuró antes de canturrear lo que faltaba de canción con ellos.

—Oh please, will it reach you? This young girl’s prayer —cantaron, los dos con tristeza en sus rostros y los ojos cerrados mientras entrelazaban sus dedos en una plegaria—. I’m yours completely. Pretty little me!

Completaron con una pose perfecta y una sonrisa traviesa en los labios antes de bajar el pie y levantar una palma hacia el techo.

—The final pieces of the jigsaw puzzle of love!

El techo empezó a brillar y Neko se emocionó genuinamente. Hyoga parecía más bien aliviado, aunque aún estaba conteniendo la respiración.
En el techo se abrió una trampilla de la que salió una bola, que se abrió y llenó la zona del altar de confeti.

Neko tiró el cetro al suelo.

—¡Oh, vamos! ¡Tiene que ser una broma!

—Pues si es una broma, es muy buena —concedió Watari, aún sonriendo.

Neko estaba a punto de abalanzarse sobre él cuando un ruido y algo de arenilla que se desprendía de la pared llamó la atención de los tres, haciendo que Hyoga cesara en sus intentos de detenerla y Watari en los suyos de protegerse detrás del libro-guía.

—¡La pared! ¡Se está moviendo! —señaló Neko.

No tardó mucho en deslizarse una parte de la pared hacia abajo, dejando sitio de sobra para que el grupo saliera de aquella maldita pirámide de una vez.

Neko fue la primera en asomarse a la luz del día, poniendo una mano en la pared de piedra y otra sobre sus ojos mientras sonreía. Hyoga le pisaba los talones y Watari llegó detrás de ellos con un suspiro.

—Perfecto, ahora sólo falta terminar con el boss antes de salir de aquí —habló Neko antes de oír el rugido que procedía del exterior y preguntó—. ¿Qué mierdas es eso?

A unos doscientos metros, los árboles de la selva temblaban.

—No lo sé, pero no me gusta —dijo Hyoga, agarrándose al brazo de Neko.

Otro rugido más y lo vieron aparecer entre los árboles. Era gigantesco y estaba lleno de musgo. Tenía los puños vendados y llevaba una especie de collar alrededor de su enorme cuello. Además, le crecían árboles en la nuca y parte de la cabeza. La cosa tenía seis ojos amarillos y brillantes, además de unos dientes planos que a Neko le recordaron a una vaca.

—¿Es vegetariano? ¿Eso no sería alguna forma de canibalismo? —preguntó Neko.

—¿En serio lo que más te preocupa ahora mismo es eso? —preguntó Hyoga tirando de su hombro para meterla dentro de la pirámide de nuevo.

Neko se encogió de hombros. Parecía que el peligro impulsaba su curiosidad.

—Eso es un boss, pero no me suena de nada y he venido a esta zona bastantes veces, lo habría visto antes.

—Tal vez es de otro lugar —optó Hyoga— ¿Qué hacemos?

Neko se asomó otra vez antes de entrar de nuevo e inclinarse hacia sus compañeros de party. Se subió un poco el top antes de volver a la misma posición.

—No parece que vaya a entrar pronto, nos ocuparemos primero del de dentro y luego vemos qué hacemos con el de fuera —instruyó antes de canturrear alegre—. Hora de quitarnos estos disfraces…

La mano de Watari salió disparada para agarrarse al brazo de Neko.

—¡No, no, no! —Neko miró la mano de Watari y luego su cara un par de veces, Watari la soltó, pero insistió— No podéis hacer eso.

—¿Por qué no? —preguntó Hyoga— La puerta está abierta y estos trajes dan más bien poca protección.

Watari abrió la boca y la volvió a cerrar y después de hacer una floritura con la mano y carraspear volvió a la carga.

—No me va a gustar —murmuró Neko.

—Veréis… —empezó Watari.

—Con ese tono no me va a gustar. ¿Qué has hecho, Watari?

—Yo, nada… es que la única manera de abrir esa puerta era con la ceremonia.

—Eso ya lo sabemos —dijo Hyoga, con cara de confusión.

—Y al hacer esa ceremonia, con esos trajes, habéis invocado a ese boss de ahí fuera —explicó Watari, señalando hacia el hueco en la pared y con ello al boss que rugía en la explanada entre la selva y la pirámide.

Neko le pegó.

—¡Watari! ¡Lo sabías desde el principio!

—¡Sí, pero espera! —intentó disuadirla Watari, mientras se dejaba pegar por su bien a largo plazo— ¡No podéis quitaros los trajes porque si lo hacéis el boss desaparecerá!

—Perfecto entonces —sentenció Neko, levantando el brazo para consultar su omnitool, pero Watari la detuvo antes de que la activara— ¿Qué?

—No quieres hacer eso.

Neko frunció el ceño.

—¿Y por qué no?

—Chicos, deberíamos darnos prisa —dijo Hyoga al ver como Afrodita entraba de nuevo en la habitación del altar, de espaldas, con su mandrágora en brazos. Parecía agotado.

Watari se mordió el labio inferior antes de tomar aire, pero parecía no decidirse a soltar la información.

—Dispara, maestro —dijo Neko después de rodar los ojos.

—He elegido ese boss de ahí fuera porque da cerusita.

La cara de Neko cambió de molesta a seria y concentrada. Era su cara de negocios. Watari la reconoció y se lamió los labios antes de empezar a contestar las preguntas casi al mismo tiempo que Neko las escupía.

—¿Cuánto porcentaje?

—Cien por cien.

—Chicos… —insistió Hyoga.

—¿Piezas?

—Dos como mínimo, puede llegar a diez o un poco más.

—¿Qué es eso? ¿Para qué sirve?—preguntó Hyoga.

—No para mucho —instruyó Neko—, es el ingrediente para algunos venenos, pero es raro y bonito. Y como todo lo raro y bonito, es caro.

—Hay gente que paga mucho por una cerusita —completó Watari—, ya no digamos por diez. También se puede usar para refinar balas y otros equipos.

Neko agarró a Hyoga por los hombros.

—Ni se te ocurra quitarte eso antes de que termine con el boss.

—¿Qué? —preguntó Hyoga, ahora aún más confundido— ¿Tengo que ir en pantalones cortos?

—Pues no te quedan tan mal, tienes las piernas tonificadas —habló Afrodita con un tono que Hyoga no sabía si clasificar de serio o humor negro, apareciendo detrás de Hyoga—. ¿Y esas pintas?

—Es el equipo para la ceremonia sagrada —explicó Watari antes de oír como Milo llamada a retirada desde el pasillo y entraba corriendo con Yuzuriha pisándole los talones.

Neko les hizo señales para que se acercaran.

—¿Y el boss? —preguntó antes de que los otros dos pudieran explicar nada.

Milo parecía cansado, el sudor mojaba su frente y le faltaba la respiración.

—Hemos terminado con casi todo el séquito, el boss parece… —tomó aliento, con los puños en la cintura— Parece que se esté preparando para un ataque o para invocar más séquito, no sé.

Luego miró a Hyoga y a Neko y preguntó:

—¿Y esa ropa?

—Equipo para la ceremonia sagrada —dijeron Neko y Hyoga a la vez y luego se giraron rápidamente para mirarse durante dos segundos antes de volver las caras hacia el resto del equipo.

—Es el sarcasmo, que les une —explicó Watari.

—Pues menos sarcasmo y más estrategia —se quejó Afrodita, estirando las piernas después de haberse sentado en el suelo—. La puerta está abierta, tal vez si salimos el boss no vendrá detrás de nosotros.

Watari, Hyoga y Neko se miraron los unos a los otros, antes de que Watari hablara.

—Esto… es que hay un pequeño problema.

—Y por pequeño se refiere a un problema de cuatro metros de alto.
« Last Edit: February 08, 2015, 02:41:59 PM by Neko »


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #128: January 29, 2015, 07:19:29 PM »
Traigo esto y luego me pongo a leer para comentar :B
Notes, notes~ Monstruos que salen: los cactus que se mencionan son estos en concreto del Final Fantasy XII. To cucos ellos. :> Y allanando terreno para cosas futuras, el monstruo jefe que aparece es éste. Con menos lorzas y un poco más estilizado, nunca me gustó que estuviera tan gordo, así que aprovecho. :b


Capítulo 11: Scorching sun: “grrr groar”





—No me puedo creer que estemos haciendo esto —masculló Fenris por enésima vez en media hora.

La arena del desierto se hundía bajo sus pies y hacía el viaje más cansado y pesado de lo que debería junto al ardiente calor del sol de la tarde. Al lado del Knight, Shruikan sólo suspiró, cansada ya de la mala actitud que su amigo llevaba arrastrando desde que dejaron Sin City. Al final habían terminado aceptando el trato de Naoya, muy a su pesar, y cuanto más pasaba el tiempo, más parecía que hacerlo había sido un error. Ni que fuera porque de haberse negado ahora no se estarían tostando en el desierto.

Sheba también llevaba un buen rato poniendo mala cara, algo poco propio de ella, y con una aura a su alrededor que sugería que no era el mejor momento para dirigirle la palabra.

La Samurai le dirigió una mirada de circunstancias a Seras, que se la devolvió en silencio y con pesadez mientras batallaba por seguir avanzando sin que la arena se le metiera en los zapatos. El único que parecía caminar ajeno al mal ambiente que envolvía al grupo era Ulquiorra, que seguía andando como si no le molestaran ni la arena resbaladiza ni el peso de su carrito cada vez que subía una duna.

—No lo llevabas esta mañana en el Bosque Encantado.

Esta mañana. Parecía que hubiese pasado una eternidad desde entonces, pensó Shruikan. —¿Lo necesitas para algo...? ¿O sólo lo sacas a pasear?

Por lo que ella sabía, los carritos de los Merchant servían para almacenar y vender cosas, aunque dudaba que Ulquiorra fuera a encontrar amables compradores en medio del desierto.

—No. Es para cargar todas las pociones y elixires que sin duda vais a necesitar —explicó él, con su característica ausencia de tacto —. Además, se pueden conseguir objetos interesantes en esta zona, sea por drop de monstruos o extracción. Hay algunos materiales de fabricación que me interesa conseguir. El resto puede venderse bien.

—¿Qué objetos quieres encontrar? —preguntó Seras, que al fin y al cabo, iba a ser Merchant pronto y quería irse informado de esas cosas.

Para su posterior horror, el otro empezó a soltarle un catálogo verbal de todos los objetos que podía encontrar en el desierto, a cuanto se vendían y para que servían, justo igual que el discurso que les había soltado sobre la Semilla del Guardian Corrupto pero treinta veces más largo. Seras trataba desesperadamente de memorizar esa cantidad de información mientras Fenris echaba humo por las orejas.

—¿Quieres cerrar la boca? —terminó soltando.

Ulquiorra dejó de hablar y le miró por encima del hombro con indiferencia.

—Ella ha preguntado.

El Knight le dio una innecesaria patada a un jerbo que se había acercado temerariamente a mordisquearle las botas.

—¿Y qué si ha preguntado? ¡A nadie le interesa! ¡Aprenderse todo eso es una pérdida de tiempo y esfuerzo, igual que el que estemos en-...!

—Oh, ¡por favor! ¿Quieres dejarlo ya? —le interrumpió Sheba, tan malhumorada como él—. Estamos aquí porque así lo hemos querido. Lo hemos decidido como grupo.

—¿Como grupo? —se mofó él —. ¡Yo nunca he estado de acuerdo con esto!

—A mi me daba igual... —dijo Seras con un hilo de voz, intentando apartarse del veneno que empezaba a salpicar la conversación.

—¡Yo sólo dije que matar cosas nunca estaba de más! —se defendió Shruikan, temiendo que las acusaciones fueran a caer sobre ella.

Ulquiorra se dedicaba a recoger cosas con ojo experto como si la cosa no fuera con él mientras ellos discutían.

—Es todo culpa de ese... Naoya —Fenris pronunció el nombre como si le doliera en la lengua —. Maldita serpiente viperina, se cree que es quién sabe quien, el muy cretino. No deberíamos haberle escuchado. Deberíamos haber cogido esa lengua bífida que tiene y habérsela metido por el-¡aaaaah!

Donde hacía un instante estaba Fenris, ahora había un profundo agujero en la arena, de al menos un metro de diámetro.

—¿Fenris? —Las chicas rodearon la apertura circular por la que había caído su compañero, pero era tan oscura y profunda que no se podía ver nada. Era como si la tierra se hubiese abierto de repente —. ¡Fenris!

—Ha caído a las Grutas —les informó Ulquiorra sin mirarles mientras organizaba su inventario.

—¿Qué es eso? —preguntó Shruikan. En su tiempo de juego a duras penas habían estado por la zona oeste del mundo, y no conocían mucho de sus lugares.

—Es una mazmorra que se encuentra a un nivel inferior. Hay entradas fijas, pero también se abren conductos en puntos aleatorios del desierto —terminó, señalando el agujero con un dedo pálido.

—¿Qué hay en esas Grutas? —preguntó Sheba, cuyo enfado parecía haberse transmutado en preocupación.

—Agua. Minerales, hierbas. Monstruos más fuertes que los de aquí arriba.

La Black Mage se mordió el labio.

—Menuda putada —comentó Shruikan —. Hay que sacarle de allí, Fenris no puede ir de mazmorras él solo. Y tenemos un monstruo que cazar. Deberíamos ir a buscarle.

—No. —El tono de Ulquiorra fue tajante —. Perderíamos demasiado tiempo y el monstruo que buscamos desaparecería, si no lo caza alguien antes. Habéis hecho un trato; cumplidlo.

Lo dijo tan seriamente que su indiferencia por una vez sonaba amenazante. Sus miradas se perdieron en el pozo que iba cerrándose lentamente.

—Pero no podemos dejarle ahí y ya está...

—Puedo mandarle un mapa de la Gruta —dijo él, y no había terminado de hablar que ya estaba trasteando con su Omnitool —. Le servirá para encontrar la salida más cercana a su punto. Si está tan capacitado como dice, lo conseguirá. Vamos.

—¿Tú no pierdes el tiempo, verdad? —dijo la Samurai, levantándose con resignación.

—Soy eficiente.

Con un nuevo desánimo apoderándose de ellas, reanudaron la marcha, sorteando dunas y monstruos del desierto, como momias y chacales. La ausencia de Fenris se hizo notar enseguida durante los combates, aunque eran capaces de cubrir el hueco con Shruikan jugando un poco más defensivamente que de costumbre y los ataques de Sheba y Ulquiorra. El Alchemist daba fe a sus palabras y demostraba ser un luchador más que eficiente: no desperdiciaba ni una poción, ni una granada o vigor, lanzándolos siempre en el momento adecuado. A Seras le tocaba pelear más que de costumbre en la línea de frente, usando su daga para defenderse y apuñalar a los monstruos que se acercaban lo suficiente a ella.

—¿Qué vamos a cazar exactamente? —preguntó Shruikan después de que terminaran con una manada de cactus asesinos especialmente violentos a los que Sheba puso fin con una enorme explosión de fuego.

—Es un monstruo raro llamado Espíritu del Desierto. Se podría considerar un mini-boss. Hay varios por la zona y aparecen en franjas horarias distintas.

—Si es un mini-boss, entonces será más fácil de derrotar que el Guardián Corrupto, ¿no? —dijo Sheba. Ulquiorra negó con la cabeza.

—No. Es un monstruo de nivel medio-alto al que se considera difícil de cazar tanto por sus habilidades como por sus Stats. Aunque asumo que no os interesa saber estos últimos, ¿verdad?

Casi parecía ligeramente resentido al decir eso. Casi.

—Nop, gracias —espetó Shruikan, brutalmente sincera.

—Ya lo pensaba.

—¿Y por qué vamos a cazar a un monstruo tan difícil siendo sólo cinco...? ¡Cuatro ahora! —Sheba estaba ofendida, sentía que Naoya les había timado más aún de lo que ya había hecho en un principio.

—No tiene sentido si no es un monstruo fuerte.

La Black mage le miró con suspicacia, entrecerrando los ojos.

—¿Qué es lo que tienes que hacer exactamente y que te ha encargado Naoya? Ambos habéis sido muy crípticos al respecto.

No obtuvo respuesta por mucho que insistió y se indignó por ello. Al final terminó gastando innecesariamente puntos de magia en incendiar un matorral para desquitar su frustración, derrotada por el estoicismo del Alchemist.

No tuvieron que andar mucho más para encontrarse con su presa, dejando atrás un rastro de monstruos derrotados. Ulquiorra se había encargado de ir recogiendo diligentemente todas las drops que luego iba metiendo en su carrito. Después de superar una duna, llegaron a una zona de desierto particularmente llana, con algunos de esos matorrales resecos que habían ido encontrándose por aquí y por allá, y a la que pusieron un pie ahí, el suelo tembló ligeramente y se escuchó un ruido sordo y amortiguado.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Shruikan, mirando hacia abajo con temor a que el suelo se abriera y se la tragara a ella esta vez. Había sonado como si el suelo rugiese.

—Lo hemos encontrado.

Hubo un movimiento superficial en la arena, como una corriente arrastrada por el viento, y después, de pronto, la tierra estalló. De ella surgió la enorme figura de un monstruo parecido a un perro o a un mapache pero con el cuerpo hecho de lo que aparentaba ser arena misma recubierta de intricadas marcas oscuras. Soltó un rugido estridente y de su boca cayeron los restos de un desventurado individuo. Se sostuvo sobre la superficie sobre sus cuatro patas, siendo las delanteras más largas y robustas que las traseras y torció la cabeza hacia ellos, mirándoles con unos ojos pequeños, malignos y amarillos rodeados de negro.

Ni siquiera les dio tiempo a empezar a atacar; la criatura les lanzó un golpe rápido, barriéndoles a todos con una de sus enormes garras. Inmediatamente volvió a chillar, mucho más agudo esta vez y saltó para volverse a enterrar en la arena, dejando una estela de polvo y tierra removida a su paso.

—¿Qué cojones es este bicho? —protestó Shruikan, levantándose y blandiendo su katana.

El monstruo daba vueltas a su alrededor, y se podían oír sus gruñidos bajo el suelo. Se movía rápido por ser tan grande y robusto, tanto fuera como dentro de la arena. Parecía uno de esos monstruos que no paraban de moverse y de atacar y huir inmediatamente después. Shruikan les odiaba con pasión.

—Nuestra presa —respondió Ulquiorra, antes de estrellarle un vigor en la nuca.

—¡Ay!

—De nada —dijo él, dando por entendido que le estaba agradecida por haberle dado un vigor de resistencia que, sin duda, creía que necesitaba.

—¡Tú tanqueas, Shrui! —le gritó Sheba antes de que el monstruo volviese a salir con un grito y agarrase a la Samurai por la pierna. La zarandeó un par de veces con violencia, estrellándola contra el suelo mientras sus puntos de vida disminuían con cada golpe, y después la lanzó sin miramientos por el aire.

Shruikan aún tuvo tiempo para despotricar antes de caer irremediablemente de bruces contra la arena.

—¡Joder! ¡Vaya mierda!
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shura

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #129: January 30, 2015, 09:53:17 AM »
Hora de dejar mi aporte y declarar que por fin he salido de mi estado de atascada  ;D -sin eróticos resultados... este aporte es un poco pocho, pero bueeee



#30.

XX
X

Caesar se detuvo un instante para recuperar la respiración. Aún no estaba agotado, pero Doppio y él habían entrado en una de las calles principales que llevaba directa hacía el monstruo. No podía apostar encontrar a sus compañeros justo allí o en qué estado se encontrarían, en el último tramo de carrera, tendría que poner todas sus energías y ser tan rápido que resultase invisible para su enemigo, evitando entonces un posible ataque, y tan pronto como estuviera a salvo, intentaría una vez más dar con sus amigos.

Respiró largamente, preparándose mentalmente.
-¿Estas preparado Doppio?
-Sí.
El Time Mage se había mantenido a la altura gracias a sus hechizos, no estaba en absoluto cansado, y estaba claro, que mantenía a raya el temor que le provocaba aquella escaramuza por localizar a sus amigos de Guild.
-Zeppeli… -Doppio le tocó distraídamente el brazo, totalmente concentrado en la pantalla de su Omnitool-, tienen que estar en esta calle.
-Bien, tenemos que encontrarlos -”y esperemos que estén bien”, por respeto al Time Mage, que aquello último no lo dijo en voz alta. Simplemente sonriendo agradecido, cuando le dio apoyo, sintiendo al instante como sus stats subían, listo para la nueva carrera. 
-¡Vamos!

No tardaron en atravesar la calle principal, metiéndose en un callejón y en menos de medio segundo, con Doppio y una chica de pelo rosa por los suelos, al chocar de bruces contra ella.
La confusión duró menos de un instante, con Doppio sentándose en el suelo disculpándose y la chica empezando a incorporarse despacio aún apoyada en el suelo.
-¿Estas bien, Trish? -Nero le ofreció la mano para ayudarla, y acabando por inclinarse para comprobar que estaba bien, por suerte la chica, solo necesitaba un momento para estabilizarse, y mirar acusadoramente a quien la había tirado al suelo.
-Tendrías que tener más cuidado, podrías haberme hecho daño.
-Perdona otra vez…-Doppio aceptó la mano de Caesar, a la vez que Trish la de Nero, y por fin los recién llegados reconocieron a sus compañeros.
-¡Mamma mia! ¡Nero! ¿Estas bien? ¿Dónde está Sol?
-Se ha marchado, para hablar con el resto de jugadores. -Nero se alegró de tener ahí a su compañero, aceptando estoicamente las palmadas de alegría por el reencuentro, que le estaba dando en el hombro.
-¿Qué está haciendo qué? ¿En un momento como este? -Caesar no entendía nada.

Pero el mencionado acababa de aparecer por el otro extremo de la calle, hablando hacía la Omnitool.
-Al primer Elementalist de fuego que ataque directamente al monstruo, me aseguraré de pisarle las manos cuando todo acabe: tienen que atacar hacía el suelo. Permanece atento, mi grupo será el primero, la siguiente oleada vais vosotros, ya conoces mi posición. No se os ocurra adelantaros, necesitaremos tiempo para recargar.

“¿Y cuando terminara tu oleada?”

-Tu no te duermas y lo sabrás.- Cerró la Omnitool frustrado-. Mierda… se ahogan en un vaso de agua, ni aunque sus pelotas dependieran de ello, sabrían de dónde les viene el golpe… si tan solo tuviera un Elementalist de agua, podría…
Reflexionando en voz alta, por fin Sol reparó en la presencia de sus dos compañeros, sonriendo especial y maliciosamente, hacía Caesar.   
-De puta madre.
-Te veo muy motivado, Sol… -el Elementalist se cruzó de brazos-, no esperaba verte tan contento por el ataque.
Caesar estaba aliviado, pero no podía reprimir, sentirse indignado con el comportamiento frívolo para una situación tan tensa.
-¿Te molesta?
El silencio indiferente, fue suficiente respuesta.
-Te recuerdo que soy líder de los Made in Heaven, y que por las batallas, que estamos en este juego.
-Estas loco.
-Tu lo has dicho antes: estoy motivado. Has venido a luchar, ¿no? ¿O pensabas derrotar al enemigo con tu verborrea? Seguro que no fue así como alcanzaste tu actual nivel…
-¡Sol! -Fue Nero el que agarró por el hombro a Caesar antes de que se lanzasen a una discusión, que ahora mismo, no tenía importancia. -¿Qué hacemos?

Al segundo de estar discutiendo, que cambio de actitud, dirigiéndose a todo el grupo, el cual no parecía especialmente cómodo después de haber presenciado aquella discusión.
-He hablado con otros dos grupos, aún no podemos acercarnos y atacar directamente; así que en nuestra primera oleada, aquellos que podáis atacar a distancia tendréis que darlo todo. En cuanto el enemigo caiga o de señales de debilidad, los que podamos atacar a corta distancia, saldremos al contraataque.
-Un plan estupendo… mientras el enemigo esté parado como una estatua recibiendo todos los golpes -Caesar le tomó del brazo obligándole a girar y encararlo, había encajado la discusión dispuesto a aplazarla para luego, ahora quería recordarle a su compañero, que tenía que mirar por su seguridad. Aquel plan sencillamente, les dejaba al descubierto ante una suposición.
-Si estas dispuesto a luchar, yo os protegeré.
El Elementalist no supo como reaccionar, si Sol hablaba en serio, aquel era un mensaje conmovedor… y quizás lo fuera, pero a juzgar por las caras del resto del grupo, igualmente resultaba una estratagema eficaz para afianzar aún más su pose como líder y la unión de los jugadores.
-¡Podéis contar conmigo para protegeros! -Nero desenfundó el arma, deseoso de lanzarse al combate.
Caesar terminó por ceder, no muy convencido pero decidido a darlo todo.
-¿Qué hacemos?

Sol retrocedió unos pasos para dirigirse a todo el grupo.
-Empezará Trish con una flecha, procura abrirle una buena herida porque el resto intentará dar lo más cerca posible a la saeta, lo mejor es que concentréis vuestros ataques en un solo punto.
-Esto no me gusta nada… -Trish se dirigió hacía Caesar, preparando una flecha, esperando tras el callejón la orden de comenzar el ataque.
-A mi tampoco me hace especial ilusión.

-Gambler…
-Puedes llamarme Kana. -La chica sonrió, dispuesta para la batalla; Sol le agradeció aquel gesto de confianza asintiendo la cabeza, ya que su nick era Gildarts.
-Kana, hoy hemos agotado toda nuestra suerte, si no podemos ir a peor, sólo nos queda ir a mejor: confió en tus cartas, aprovecha para atacar con ellas y permanece atenta por si puedes darnos apoyo cuando salgamos a atacar. Lo mismo por ti Doppio, tienes nivel suficiente para darle una patada en el culo al enemigo.
-¡Sí!
Dio un par de instrucciones al resto de jugadores, y luego se plantó ante Caesar y Trish. 
-Tu Caesar, eres el que mas nivel tienes, aunque seas quien más expuesto este, prepará tu mejor ataque. Trish eres la más rápida del grupo, ella abrirá y cerrará el ataque, con eso debería ser suficiente para que no se fijasen en ti mientras estés preparando tu hechizo.

Era el momento del ataque, saldrían del callejón, atacarían en el orden que les había indicado Sol, y volverían para ponerse a salvo. Caesar sería quien más tiempo estuviera expuesto al preparar el hechizo, sólo esperaba, que su ataque llegase antes de que el enemigo contraatacase.
-¡A mi señal!
El grupo salió del callejón, la primera flecha voló, seguida de unos truenos que surgieron directamente de una de las cartas, de un muñeco de madera del tamaño de una persona que caminaba golpeando al enemigo que se trataba de una invocación de la Summoner, y un par de hechizos del Red Mage. El hechizo de gravedad cayó sobre el costado del enemigo, que giró en dirección a donde procedía el ataque, resoplando y soltando el aire entre sus dientes apretados, preparando su respuesta al ataque. Los jugadores que habían lanzado su ataque corrieron a refugiarse, sólo permanecieron Caesar y Trish a su lado.
-¡Ve a refugiarte!
No contestó, girando un momento para mirarle por el rabillo del ojo pero sin perder de vista la dirección a la que apuntaba la nueva flecha que había cargado, aguantando estoicamente a que Caesar lanzase su ataque.
El monstruo levantó el brazo… pero el ataque nunca llegó. Una de las burbujas comenzó a girar, tan rápido que el objeto se hizo un disco, golpeando el costado constantemente; el enemigo bajo el brazo para intentar quitarse aquello de encima, pero solo logró que otras burbujas le quedasen ahí en el mismo brazo que había intentado apartarlas, prolongando su ataque hasta que los efectos del hechizo desaparecieron.
Trish lanzó una flecha, anunciando el final de la oleada para que otros tomasen el relevo, justo a tiempo de que Caesar la tomase del brazo, y corrieran los dos a refugiarse en el callejón.
-¡Buen trabajo! -Sol los felicito en cuanto entraron, cambiando su puesto justo a la entrada del callejón, atento por si el enemigo daba signos de debilidad que pudiera aprovechar.

Caesar recuperó la respiración, templándose y guardando fuerzas para su siguiente ataque.
-¡Ahí esta!

X

Pero no iba tener ese descanso que tanto necesitaba...
Joseph y Shura, acababan de entrar en el callejón, sin reparar en lo tensa que estaba la situación, se fueron directamente a por él, Shura al menos fue algo más delicada dándole un puñetazo en el brazo, Jojo directamente le dio una patada en la espinilla.
-¿A qué venía lo de antes?
-¿¡Por qué me has encerrado en una burbuja!? ¡Imbécil!
-¡Para imbécil tú! -Caesar se cubrió del puñetazo que iba a darle su amigo, agarrándole de la muñeca y obligándole a prestar atención-. ¿Qué demonios hacéis aquí?
-Hombre, -Sol se percató de la nueva llegada- que bien Shura por aquí, aprovecha para dar apoyo.
-¿Pero que esta pasando Sol?
-Luego te hago un resumen, date prisa con el apoyo, la tercera oleada estará a punto de terminar.
Obedeció más pérdida de lo que estaba antes de llegar. Caesar tomo a Joseph del brazo acercándose a este para que nadie se enterase de que hablaban.
-¿Cómo has conseguido salir de mi hechizo? ¿Has sido tú?
-¿Qué? No, un tipo me ayudó, debía de ser un samurai, rompió la burbuja con un golpe de katana.
-¿De un solo golpe? -Aquella burbuja, era un hechizo no solo para inmovilizarle, se suponía que tenía que protegerlo en el peor de los casos. Y si alguien lo hubiera roto de un golpe… no podía ser, Joseph tenía que andar equivocado.

Justo antes de terminar la última oleada, un grupo de flechas cayó directamente, haciendo tambalearse al enemigo, sus patas delanteras cedieron quedando inclinado hacía el suelo, y el fuego que ardía desde el interior de su ser, se apagó, solo quedando unos rescoldos que se iluminaban con cada bocanada de aire que el monstruo luchaba por obtener.
-¡Ahora! ¡Antes de que se levante!
Sol salió a la carrera, manteniéndose inclinado y con la vista al frente, invocando su espada y potenciando su ataque con esta mientras iba corriendo, dispuesto a asestar un golpe devastador. Nero, salió un instante más tarde, concentrando al máximo el poder en su espada, que rugía como un motor esperando insertarse en la carne del monstruo.

El Paladín de una patada en el suelo, se dió el impulso necesario rajando de abajo a arriba a la criatura, disparando la sangre que ardió en el filo de la espada como fuego, de una nueva patada sobre el, arrancó la espada, lanzando un hechizo de magia sagrada sobre la herida, atacando en la pata que más cercana tenía a la vez que Nero que era donde apuntaba, uniendo sus dos ataques. Tan cerca de la criatura, que sintieron el calor de esta cuando volvió a recargar su poder.
-¡Nero! ¡Atrás!
Pese a la advertencia, ninguno de los dos pudo ponerse a salvo.
Berial rugió, y con ello liberó una llamarada que se extendió como una onda expansiva, arrastrando a quienes le habían atacado directamente y lanzándoles contra los edificios o a rodar por el suelo. Pero no iba a quedar solo en eso, ahora que no había nadie que le atacase, era su turno de devolverles el daño que le habían provocado, multiplicado por mil.
Levantó la espada con un rugido bestial, y en dos mandobles, derribó los edificios más cercanos donde se ocultaban los jugadores.

Se hizo el silencio. No hubieron más oleadas. 


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #130: January 30, 2015, 03:53:43 PM »
~+10~



—Oye Pip, ¿cómo es que un parche en el ojo te da puntos de habilidad? ¿No debería ser un handicap?

—Una gran pregunta, no tengo ni idea. Pero mola y queda malote. —el gunslinger parecía distraído, revisando los árboles con la mirada.

Kíli se rascó la patilla derecha en un tic nervioso. Ninguno había mencionado nada al respecto pero a sus ojos era obvio que la atmósfera estaba enrarecido desde el... la... cosa esa. Que no había llegado a ser ni un esbozo de discusión pero ya parecía que se había llevado por delante el buen ambiente del grupo. De vuelta a la zona cero. Sabía que su hermano se había tomado la reacción alterada de Airin como una acusación, cuando sólo era producto del miedo. Y aunque Fíli se había dado cuenta antes de tener que deletreárselo, ya había sido tarde. Desde aquel momento la chica se había cerrado completamente en banda, hablando sólo cuando se dirigían expresamente a ella, y respondiendo sólo con monosílabos, cuando no parecía que un encogimiento de hombros fuera suficiente para expresar su opinión.

Sabía que Pip estaba guardándose la curiosidad para un momento en el que fuera posible preguntar con discreción, pero el arquero no creía que ese momento estuviera escrito en un futuro cercano. En un principio Kíli había pensado que  Airin sí estaría enfadada, caminando delante o detrás del grupo, pero siempre más cerca del gunslinger que de él mismo y su hermano, con un par de metros de distancia entre ellos. Sin embargo no notaba ningún tipo de hostilidad. Ni rencor. Ni nada. Era como darse de bruces con un muro de piedra.

—Oooye Pip, otra pregunta. ¿Qué estamos buscando? —no es que fuera a solucionar la situación, pero Kíli se estaba empezando a poner nervioso de tanto ver al mayor escudriñando las ramas.

—Ah... Ehem. Una casa. Bueno, una cabaña realmente. Una cabaña en un árbol.

—¿Una casa en un árbol? —dijo Fíli, saliendo sorprendido de su taciturnidad.— No sabía que por aquí hubiera una.

—Ya bueno, es que no está marcada en los mapas. Era de una quest para hacer tintes, pero la cambiaron de  zona y la casa se quedó ahí muerta de asco, sin NPC ni perro que le ladre. —comentó Pip— Y desde luego no soy tan tonto como para hacernos acampar en un área de descanso en mitad de un bosque, que por la noche pasan cosas.

Fíli hizo una mueca y Kíli se aguantó un escalofrío. Ya lo sabían ellos bien.

—¿Y falta mucho para llegar? —preguntó el arquero rascándose de nuevo la patilla.

El mayor frenó sus pasos, saco un cigarro y lo encendió dándole una calada larga y profunda.

—Sinceramente, no tengo ni idea.

—¿Qué!? —los hermanos exclamaron al unísono, tapando el suspiro cansado de Airin.

—Que deberíamos de haber llegado ya. Estaba por aquí. Está por aquí, en algún sitio, yo lo sé. Que la última vez pasé por aquí y la cabaña estaba. —el gunsliger hizo el intento de calmar los ánimos antes de que se desmadrasen.

—...nos minutos —el murmullo de la chica les llegó en plena pausa para coger aire y seguir protestando.

—¿Qué has dicho? —inquirió Pip con interés, enrollándose su larguísima trenza alrededor del cuello.

—Que hemos pasado una hace unos minutos. —dijo la pelirroja con voz queda, señalando ligeramente hacia atrás, en dirección al noroeste.— Por allá.

—¿Y por qué no me has dicho nada alma de cántaro? Y yo aquí pensando que me había perdido como un idiota —el joven empezó a desandar el camino recorrido, sin darse cuenta de cómo la chica bajaba la vista al suelo y encogía un hombro.

Fíli y Kíli se miraron entre ellos, y con un asentimiento de cabeza, agarraron cada uno una mano de Airin y tiraron de ella siguiendo los pasos de su compañero. Ya se asegurarían más tarde de tener esa conversación que quedaba pendiente.




« Last Edit: October 12, 2018, 05:11:15 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #131: February 01, 2015, 02:14:29 PM »
Imágenes del boss: 1, 2, 3

Gracias Neko por guardarme los extras ♥




036thunder and the sound of giants (3/?)

No había vuelta atrás. Luchar contra el boss era inevitable cuando al no tener forma de retirarse: la tormenta que había engullido la ciudad flotante destruía sus islotes y rompía los puentes tras ellos, arrancando piedra y metal con el fuerte viento.

- ¡Corred! ¡Corred, o nos vamos todos detrás!

Los enemigos alados que atacaban Columbia no habían cedido lo más mínimo en su asalto, aunque el grupo lo había llevado bien. Los luchadores de cuerpo a cuerpo los recibían en tierra, haciendo saltar plumas y trozos de armadura dorada a base de golpes o cortes, mientras que magos y arqueros los mantenían a distancia con sus habilidades.

- ¡Mirad! ¿¡Es ese…!?

En la distancia se podía apreciar una gigantesca sombra entre la tormenta, avanzando lenta pero inexorablemente entre los vientos que había invocado. Lo único que podía distinguirse era su figura, una borrosa mancha oscura, y sin embargo fue más que suficiente para que el grupo se detuviera unos momentos para observar.

- Tiene que ser eso, sí. – Asintió WhiteQueen.
- Es… es enorme…

Aunque el grupo iba a la carrera y ella una de las primeras, Jolyne no pudo evitar que su trote rebajara en velocidad, con la vista pegada en el peligro a la distancia. La mayoría de ellos no había luchado nunca contra enemigos de nivel elevado, dejando a enemigos así como una opción a futuro, sólo sabiendo de ellos por boca de los pocos otros jugadores más experimentados.

- ¿Seguro que podremos?
- Oh dios, vamos a morir…
- No quiero… no voy a…

Otros jugadores se habían detenido completamente, quedándose atrás de la marcha. Incluso los más decididos ralentizaron su paso, por no dejarlos a su suerte, aunque el tiempo no era un lujo. Antes que ningún otro, WhiteQueen se acercó hacia los rezagados, con las manos en las caderas, manteniéndose firme como si no sintiera el viento sacudiendo su capa blanca.

- Si queréis, podéis dejar que os maten y podréis volver donde tengáis configurado el retorno. – Les anunció la mujer. – Mala suerte si es en Columbia. Pero no quiero que nadie vaya a luchar contra el boss si no quiere, ¿entendido?
- ¡No es cuestión de si queremos o no! – Le respondió uno de los jugadores. – ¡Tampoco hay otra elección!
- Entonces, estamos perdiendo el tiempo. El GM no quiere matarnos, o se le terminaría la diversión. Puede que sea difícil, pero no será invencible. Si queréis luchar por vuestra vida, bien, si no, quedaros atrás. – WhiteQueen levantó el mentón, sacudiéndose el pelo. Un relámpago brilló en el horizonte antes de que volviera a hablar. – Pero yo voy a echar a este bicho de mi ciudad.

Con la misma dignidad que la caracterizaba, WhiteQueen se dio la vuelta, volviendo a avanzar hacia el norte. La guild de la Illusionist, los Hellions, parecían henchirse de orgullo ante las palabras de su líder, siguiendo sus pasos airados con la misma dignidad.

- No todos van a venir. – Le comentó Maya, mirando tras su hombro. Tres jugadores parecían incapaces de avanzar, quedándose cada vez más atrás.
- Y ya he dicho que no vamos a obligar a nadie. – Replicó WhiteQueen, sin inmutarse.

Maya se quedó unos segundos en silencio, dejando ir un sonido a medio camino entre bufido y risa mientras sacudía la cabeza.

- ¿Sabes? Me estás recordando a Lilith en estos momentos.
- Voy a fingir que hay demasiado viento como para oírte.

--

La batalla podía sentirse a distancia, aún antes de que pudieran ver algo. Destellos de fuego en la lejanía y el siseante eco de la electricidad anunciaban a metros la lucha que estaba tomando lugar, la cual ocupaba todo el largo puente que unía los dos islotes principales de la zona norte. Los magos y alquimistas estaban luchando entre ellos, inconscientes del gigante que se aproximaba hacia ellos.

- ¿Llegaremos antes? – Preguntó Asami, jadeando. – Necesitamos que entren en razón antes de que-
- No entrarán en razón antes “de que”. – WhiteQueen hizo unas comillas con los dedos. – E incluso después de “de que” no entrarán en razón, pero ahí es cuando no tendrán otra opción.
- Oh dios mío…

Fue el gemido quedo de Elizabeth lo que les hizo detenerse. Estaban a unos metros de la guerra sin cuartel entre las guilds, y no era nada agradable. El algarabío que habían percibido a lo lejos no hacía justicia a la situación: los magos arrasaban con sus hechizos a quien tuvieran delante, al mismo tiempo que los homúnculos de los alquimistas hacían lo propio con sus enemigos.

El infame monstruo alado del que parecía ser uno de los líderes de los alquimistas atrapó a un mago, dejándolo caer al otro lado del puente para que la corriente se lo llevara bien lejos, desapareciendo con un grito. A su vez, una maga creó una muralla de estacas de hielo que lanzó hacia un par de alquimistas que se acercaba a ella, convirtiéndolos en píxeles instantáneamente.

Uno tras otro. La batalla era encarnizada, retroalimentándose con cada pérdida sufrida en su respectivo bando, con los jugadores que se volvían a Columbia tras perder una vida volviendo a la batalla con sed de venganza y sin posibilidad de escapar. Ninguno podía echarse atrás a aquellas alturas, no después de tantas bajas.

Kora se tapó los ojos con un grito cuando uno de los magos que tenían más cerca era envuelto en una nube de gas púrpura, la cual envolvió a éste mientras derretía la misma carne de sus huesos, disolviéndose entre alaridos en una masa burbujeante. La fría mano de Raiden agarró su brazo, haciéndola retroceder.

- No va a quedar nadie para cuando llegue el boss.

Como si el Samurai lo hubiera invocado con sus palabras, la figura del coloso se abrió paso entre la ventisca, acercándose al puente. Más cerca que nunca, finalmente podían observarlo bien.

En blanco y dorado, era un cuerpo gigante, similar a la armadura de un caballero, aunque los únicos miembros que poseía eran los dos enormes brazos, unidos a su cuerpo por una esfera dorada y terminando cada uno en cuatro largos tubos que ondeaban como serpientes. Su rostro estaba hundido en la parte superior del torso, tallado en piedra, pero inquietantemente vivo a pesar de no moverse.

Ante la cercanía del coloso, la batalla se apagó rápidamente. En horror, los combatientes observaron a la enorme figura, alzándose sobre ellos. Con el silencio que se había formado, la voz retumbó como si fueran truenos, y aunque la boca pétrea del boss permanecía quieta, sabían que provenía de él.

Soy Temperantia, heraldo de la virtud cardinal de la Templanza, y he venido a juzgar a Columbia, la ciudad de los Sabios.

Tanto los magos y alquimistas que acababan de cesar su ataque como el grupo que los observaba a lo lejos mantuvieron el aire ante las palabras de aquella criatura.

La soberbia os ha envenenado el corazón y la mente. Arrogantes en la búsqueda del conocimiento, habéis sido incapaces de comprender una verdad que no sea la vuestra. Cegados por vuestro orgullo, os negáis a escuchar a quienes han llegado al mismo lugar por un camino diferente.

Y así, habéis partido la verdad en dos.


El gigantesco brazo se levantó sobre el campo de batalla. Algunos consiguieron reaccionar a tiempo, mas pocos llegaron a escapar. Cuando cayó sobre el puente, lo rompió en dos mitades, llevando al abismo a casi todos los combatientes.

No había mucho camino para deshacer, pero los recién llegados tomaron aquello como el pistoletazo de salida. Y con ellos, los pocos supervivientes de aquel lado en la batalla entre magos y alquimistas.

--

- ¡Basta! ¡¡Basta!! ¡¡He dicho basta!!

Con un movimiento de manos, WhiteQueen usó una habilidad de Illusionist para aturdir por unos segundos a todos los presentes en un radio de cinco metros. Se ganó varias miradas desaprobatorias por parte de los afectados, pero por fin había conseguido acallar el algarabío.

- Tenemos literalmente minutos antes de que Temperantia nos alcance. – Les recordó la líder de la guild. A su lado, Maya asintió.
- No podemos ir más lejos. – Maya señaló con el pulgar al borde del islote donde estaban, al cual le habían arrancado un trozo en una ventisca.
- Necesitamos un plan. – Dijo Raiden. – Necesitamos estar preparados para cuando Temperantia nos atrape.

El vocerío hubiera saltado una vez más de no ser porque WhiteQueen levantó un dedo, y a regañadientes, el improvisado consejo permaneció en silencio.

Aunque los Hellions no tenían muchos amigos en Columbia, WhiteQueen tenía el suficiente renombre como para que los magos la respetaran y los alquimistas que quedaban se sintieran suficientemente intimidados en su presencia, algo esencial para que se formara aquel pequeño grupo que determinaría si sobrevivirían al juicio de Temperantia.

WhiteQueen, Maya, Raiden y un representante de los supervivientes de cada facción tenían en sus manos el futuro del resto de jugadores. En nombre de los magos se había alzado Darklaw, una Time Mage. Y como si no pudieran quitárselo de encima, el que hablaba por los alquimistas era el infame jugador con el homúnculo volador, Virion.

- ¿Qué sabemos de Temperantia? – Maya se giró hacia ellos.
- Nosotros somos los únicos que hemos luchado contra él. – Respondió la maga, lanzando una mirada de soslayo al Alquimista, que sólo rodó los ojos airado. – Los tubos que tiene en los brazos disparan bolas de energía, y lanza rayos por los ojos.
- Yo también recuerdo eso. – Asintió WhiteQueen. – Además, ya hemos visto lo que pasa cuando da un manotazo.

Aunque podían contar con el hecho de que la trifulca entre magos y alquimistas había debilitado el ya de por sí frágil puente, un golpe de Temperantia podría destruir el islote donde estaban. Y si aquello ocurría...

- No sé si os habéis fijado en que tiene dos esferas por hombro. – Apuntó el alquimista. – Todos los bosses tienen una táctica y creo que la de éste va por ahí. Quizá si se destruye una, el brazo deje de funcionar.
- Es cierto, esas esferas son demasiado llamativas como para que no tengan nada de especial. – WhiteQueen se llevó un índice al mentón. – Casi me duele admitirlo, pero puede que tengas razón.
- Aunque lo tengan, ¿cómo llegamos ahí? – Raiden se cruzó de brazos. – Temperantia es enorme.
- Tranquilo, Jack, no todo está perdido. – Ante la negatividad de su compañero de guild, Maya curvó los labios en una media sonrisa, girándose hacia Darklaw. – ¿Cuántos Time Mages que se especialicen en la rama de gravedad podemos tener disponibles?
- Yo misma… creo que alguien más... – Los ojos de la maga se abrieron por unos momentos. – Ya sé lo que quieres hacer.
- ¿Os importaría informar al resto? – WhiteQueen rodó los ojos.

Maya colocó la mano en la cadera, cada vez más confiada conforme el plan iba tomando forma en su mente. Podía ser la única opción que tuvieran en aquella batalla.

- Los Time Mages podemos alterar el centro de gravedad en un pequeño radio. Básicamente, donde caminamos, es donde actúa la fuerza gravitatoria. – Empezó a explicar Maya, ganando una sonrisa por parte de la maga.
- Con unos tres Time Mages usándolo a la vez podríamos formar un campo lo suficientemente grande como para trepar por el brazo de Temperantia y llegar a su hombro. – Continuó Darklaw, con un tono mucho más severo y formal. Maya asintió a su lado. – Necesitaríamos bastantes pociones de MP, ya que lo va quemando mientras esté activo… pero podría funcionar.
- ¿Y entonces?

Aunque consideraba que era una auténtica locura, Raiden tenía que admitir que él no tenía un plan mejor. Y era preferible un plan a simplemente esperar. Miró expectantes a los otros, cuando el rostro de la maga volvió a iluminarse.

- La cara. Cuando luchamos contra él, se protegía la cara con los brazos.
- Así que ese es su punto débil. – Intervino el alquimista. – Si se desactivan los brazos, queda expuesto.
- Y la gente que quede en tierra podrá atacar a distancia. – Concluyó WhiteQueen, con una palmada. – Entonces nos dividiremos en dos grupos: los que irán a por los brazos, y los que prepararán la ofensiva en tierra.
- Espera, espera, ¿cuándo subiremos?

La pregunta de Raiden hizo que el entusiasmo se aguara un poco. Un sólo golpe de Temperantia podía ser lo que necesitaran para subir, pero también para destruir el islote donde estaban y morir todos en el intento.

- Iremos delante. – Respondió Maya, ágilmente. – Tendremos tan sólo cuestión de segundos para saltar si destruye el islote, así que hay que estar listos.

Quizá era la adrenalina del momento, la sensación de saberse contra la espada y la pared, lo que hacía que aquella idea, formada en apenas unos instantes, fuera a lo que estuvieran listos a aferrarse.

- Entonces, ¿ese es el plan? – Dijo Raiden. – ¿Hacer de cebo en un islote desperdiciable, subir al brazo, destruir el núcleo, y esperar que desde tierra puedan sobrevivir a las oleadas de monstruos mientras esperan la señal para atacar a Temperantia?
- Es un buen resumen. – Asintió WhiteQueen. – Empecemos a ver quién va a ir a por los brazos y quiénes se quedarán abajo. Y rapidito, que creo que eso a lo lejos es el boss.

Tal y como la mujer había dicho, en la distancia se discernía la oscura figura de Temperantia, avivando los vientos conforme se acercaba a ellos.
« Last Edit: February 01, 2015, 06:07:25 PM by Kora »


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #132: February 01, 2015, 02:16:13 PM »
:B dejo esto corriendo, que tengo visitasssss, grrr~

*Y vuelvo con ediciones xD Título, avatares y ESTA es el arma que se equipa Neko.
El diseño de los bots de Watari me lo he sacado de AQUÍ.






33. ¡Os voy a cobrar más por esto!


—¿¡Qué habéis hecho qué!? —exclamó Afrodita desde el suelo.

—¿Qué más da? Podemos con los dos jefes, estoy segura—asintió Neko—. Además, la experiencia le puede ir bien al chaval.

Palmeó la espalda de Hyoga, que casi se cayó de bruces hacia delante.

—Necesitamos un plan rápido, por la barra de casteo del boss nos quedaran unos dos o tres minutos antes de que se mueva —explicó Milo, echándose el pelo hacia atrás con las manos.

—Vale, vamos primero a por ese —contestó Neko.

—¿Quién? Estamos todos agotados —replicó Milo—. Y aún tenemos otro boss fuera.

Milo levantó la mano para señalar hacia el exterior, donde Yuzuriha vigilaba los movimientos del otro jefe.
Neko activó su omnitool y buscó rápidamente en su inventario.

—¿De qué elemento es el boss? —preguntó.

—Oscuro —contestó Milo, dejándose caer al suelo entre Watari y Afrodita.

Se notaba que Milo estaba preocupado y no era para menos. Hyoga se dejó caer en el suelo, con una rodilla hincada y una mano en su barbilla.

—Yuzu, recupéralos.

—No puedo —contestó la dancer—, stamina baja.

Neko chistó, pero sonrió al encontrar lo que buscaba.

—¿No puedes o no debes? —preguntó la chica mientras el hijo bastardo de una katana y una maza de guerra aparecía entre sus manos.

La mechanic sonrió con autosuficiencia, apretando el mango entre sus deditos. Era la única arma que tenía encantada con elemento sagrado y una de sus preferidas. Se la había bendecido un amigo de Pip, un priest muy majo que fumaba mucho a las afueras de Einbroch.

Yuzuriha calibró las posibilidades en pocos segundos y cambió su respuesta.

—No debo.

Neko asintió y Crane volvió a mirar hacia el exterior. La dancer estaba ahorrando energías para el bien común a largo plazo.

—Usad pociones o cualquier tipo de objeto, mi carro está abierto al público —señaló uno de los tres carros amontonados cerca del altar.

—Ya he mirado ahí, no nos queda casi nada para recuperar mp o stamina —bufó Milo.

Neko se rascó la nariz después de gemir frustrada. Hyoga negó con la cabeza, a él no le quedaba nada.

—Luken ¿te da tiempo? —preguntó Neko mientras daba vueltas a la maza entre sus manos.

Afrodita se levantó entre gruñidos y se acercó a su carro. Después de un par de comandos y tocar aquí y allá, el carro se convirtió en un pequeño laboratorio portátil. Cambió su equipo por una túnica blanca y dorada que gritaba full support por todas partes.

—¡Os voy a cobrar más por esto!

Anir sonrió satisfecha.

—Hecho, vosotros descansad. Es hora de terminar con el guardián de la pirámide.

Con tan sólo un pensamiento, los bots luciérnaga de Neko se replegaron y volvieron al carro. La mechanic necesitaba ahorrar todo el mp posible y racionarlo mejor si no iba a tener a nadie que se lo rellenara en caso de necesidad hasta dentro de un rato.

—Watari, cúbreme.

Un rugido llamó la atención del equipo. Todos, menos Afrodita, se giraron a ver al boss guerrero plantado en el umbral del portal que daba a la sala del altar, donde ellos se encontraban. Sus músculos, cubiertos de tatuajes y piel oscura, estaban tensos. Su postura era intimidatoria. Y estaba resollando.

Hyoga se levantó de un salto, aunque Milo y Yuzu no se movieron de sus posiciones.

—Estamos solos —afirmó Neko mientras caminaba hacia el boss, que rugió echando la cabeza hacia atrás.

Neko empezó a correr y Hyoga casi la siguió por instinto.

—¡Reserva tus fuerzas! —aconsejó Yuzuriha desde la puerta, parando con efectividad a Hyoga— Estarán bien.

El boss había empezado a correr hacia Neko, ganando velocidad con cada paso, pero a unos pocos metros de encontrarse, Neko plantó un pie firmemente en el suelo y balanceó la maza de abajo hacia arriba, conectando un golpe certero con la mandíbula del monstruo.
La melodía de batalla empezó a sonar y la falda blanca y plisada voló alrededor de la cadera de Neko.

Entonces fue cuando Hyoga los vio. Cuatro hombres-jaguar aparecieron desde detrás de su jefe, con las garras extendidas y las fauces abiertas. El mago tenía un hechizo en la punta de los dedos cuando los cuatro monstruos cayeron hacia atrás.
Watari, desde su posición, tenía el brazo extendido y la palma abierta hacia Neko. Lucía una sonrisa ligeramente sádica debajo de sus gafas.

—¿Qué ha sido eso?

Neko dio un segundo y un tercer mazazo al jefe, haciéndolo retroceder con cada golpe y los hombres-jaguar no paraban de caer al suelo cada vez que conseguían levantarse. Unos destellos metálicos volaban de un lado a otro.

—Eso, querido mago, son mis búhos —explicó Watari antes de cambiar la posición de la mano, cerrándola en un puño.

Los destellos se quedaron quietos el tiempo suficiente como para poder percibir la forma de los bots. Eran de varios tamaños y colores, con diferentes diseños, pero todos eran búhos mecánicos.
Se replegaron en una pequeña bandada, atrayendo a los hombres-jaguar, antes de volar con rapidez hacia los mobs y atacar sus puntos débiles con precisión quirúrgica.

Hyoga se relajó, pero no tuvo mucho tiempo para respirar. La mano de Yuzuriha estaba en su espalda y lo empujó más hacia dentro, hacia el altar.

—¡A cubierto! —gritó Yuzuriha y dos segundos después el suelo tembló.

El cuerpo de Hyoga chocó contra alguien más, aterrizando los dos en el suelo. Cuando empezó a levantarse vio que era Milo quien había amortiguado su caída.

—¡Maldita sea! —se quejó el bardo mientras dejaba que Hyoga le ayudara a ponerse en pie.

Algo estaba tapando la salida que tanto les había costado abrir. Ese algo se movió y cuando se alejó de nuevo se pudo apreciar que era un garrote gigante, que se balanceaba para volver a estrellarse contra la pirámide.  El suelo tembló de nuevo.
El boss gigantesco gruñó y se agachó, asomándose y buscando a los jugadores con sus ojillos amarillos y brillantes. Resopló antes de gemir su frustración y se volvió a alejar.

—¿No nos pueden dejar un momento de paz? —añadió Milo, apretando los hombros de Hyoga con las manos y con la vista fija en su supuesta vía de escape.

—¡Toma! —gritó Luken antes de que una poción se estrellara contra el hombro de Milo, mojándole pero desapereciendo en un humillo azul— ¡Deja de quejarte y ven a recuperarte!

Yuzuriha estaba al lado de Afrodita, bebiendo una poción. La mandrágora resoplaba encima del carro de Watari, rascándose la cabeza con una de sus patas inferiores. Acabó cayéndose hacia atrás y rodando al suelo, donde correteó hasta Luken, que había dejado una poción en el suelo para ella.

—¿Has terminado con eso? —preguntó Milo.

—No, aún me queda un poco, pero Rose ya está bien. Distraeré al de afuera con ella mientras acabo.

La mandrágora se sacudió, lamiéndose las patitas antes de corretear a saltitos hacia el exterior. Una vez a la luz del sol, las hojas encima de su cabeza se tensaron y gruñó, haciendo ruidos varios, atrayendo la atención del boss.
El homúnculo saltó justo a tiempo, antes de que el garrote de su contrincante aplastara el suelo donde había estado burlándose de él.

Yuzuriha y Milo necesitaban esperar unos minutos más, pero Hyoga se encontraba bastante bien después de una poción que recuperó la mayoría de sus puntos de magia.
Se giró para observar como Neko encajaba un golpe del boss guerrero y después contraatacaba con la maza, haciéndolo retroceder. Había un hombre-jaguar menos a su alrededor y no parecía que Watari y Anir se fueran a rendir en los próximos minutos.
Se asomó a la salida para observar mejor la escaramuza entre el Rose y el Guardián del Bosque, nombre que un pequeño scan con la omnitool le señaló.

—Veamos… —murmuró antes de arrodillarse en el suelo y poner la palma en él.

Y probó otra vez su hechizo más nuevo, con la diferencia de que esta vez usó casi toda su magia en un golpe.
La línea de hielo se dibujó fina hacia el jefe, dejando espirales de nieve y cristal allá por donde pasaba, hasta que tocó a su destino y estalló en un espectáculo de luz blanca. El Guardián del Bosque gritó, con una voz que parecía hecha de ramas agitadas al viento y raíces creciendo a velocidad vertiginosa entre la tierra.
El hielo se extendió rápidamente por debajo de él y subió por las dos piernas, haciéndose cada vez más grueso, alcanzando la cadera en la primera pierna y la rodilla en la segunda.

Rose se paró donde estaba y empezó a dar saltitos, agitando sus hojas y jadeando satisfecha, provocando al jefe con su guasa un poco más.
Hyoga se miró la mano, incrédulo.

—¿Eso lo he hecho yo? —se preguntó en un susurro.

El Guardián del Bosque rugió y resopló. Se sacudió entero hasta que el hielo de la segunda pierna que Hyoga había alcanzado con su hechizo empezó a resquebrajarse. Y Hyoga recibió una palmada en la espalda.

—¡Ay! —se quejó.

Durante un momento pensó que había sido Neko, hasta que oyó a Milo hablar.

—Muy bien, muchacho, ahora nos has quitado un dilema de encima.

—¿Qué? —Hyoga se giró justo antes de que Milo empezara a guiarlo hasta Afrodita mientras hablaba.

—Ahora no tenemos que decidir si dividir nuestras fuerzas o concentrarnos en uno sólo —Milo hizo fuerza sobre los hombros de Hyoga para obligarle a sentarse encima de uno de los carros, parecía el de Neko—. Recupera tu magia mientras echamos una mano.

Vio la bufanda roja de Yuzu volar hacia un hombre-jaguar que había escapado de los búhos de Watari, enrollándose en su cuello y estrellándolo contra el suelo después. Yuzuriha plantó un pie encima de la cabeza del hombre-jaguar.

—Es nuestro turno —dijo la chica, levantando la barbilla y tensando la bufanda entre sus manos, atenta a cualquier otro monstruo que osara acercarse al campamento improvisado.

Milo se llevó la flauta a los labios y empezó a tocar. Sus dedos bailaban encima de los agujeros rápidamente, subiendo y bajando en la escala musical con cadencia. Empezó a caminar hacia Neko y el hombre-jaguar en el suelo se sacudió.
Yuzuriha le quitó el pie encima de la cabeza y el monstruo se revolvió en el suelo hasta que se puso de pie y movió la cabeza de un lado a otro. Cuando Milo pasó por su lado, el hombre-jaguar le siguió y poco después se abalanzó, fauces abiertas y garras extendidas, hacia Neko.

Pero su objetivo no era ella, sino el boss. Milo seguía tocando, caminando lentamente hacia la batalla y otro hombre-jaguar, al que le quedaba poca vida ya, dejó de atacar a los búhos de Watari y se volvió contra su jefe.

El boss no tardó en quitarse de encima al segundo hombre-jaguar, acabando con él en el acto. Neko había aprovechado la distracción para preparar un golpe por detrás, esperando asestar un crítico, pero el boss se giró, ignorando al primer hombre-jaguar y usando el impulso para golpear a Neko.
Anir voló hacia atrás hasta chocar con la pared. No tardó en levantarse, gruñendo y sacudiendo la cabeza y con ella las coletas altas que llevaba.

—¡Mierda! —bramó frustrada por la oportunidad perdida.

Apretó la maza en sus manitas y volvió a la carga de frente. Neko había perdido una tercera parte de su barra de vida, pero ese boss estaba en las últimas. Con suerte podría rematarlo con un crítico.
Mientras corría vio una columna que había caído al suelo en uno de los ataques del boss y sonrió. Se desvió de su camino y piso encima del pilar y corrió los tres pasos que le llevaron al final de la columna.

El boss la seguía con la mirada, preparando su defensa para recibir el ataque de Neko con la menor pérdida de vida posible.
Dos de los hombres-jaguar, los únicos que quedaban vivos de su séquito atacaron al boss, rompiendo su postura y con ello su bonus de defensa. Neko cayó sobre él desde el cielo, estrellando la maza de pleno en su cráneo.

Según el boss caía hacia atrás, la chica clavó sus rodillas en el pecho del monstruo, que rebotó contra el piso antes de morir con un gorgoteo en la garganta.
Neko se puso de pie encima de él antes de que el cuerpo desapareciera, sacando la maza de dentro de su cabeza y poniéndola encima de su hombro, pintando el aire de manchas rojo sangre.

Ladeó la cabeza para mirar a su party.

—Uno menos —anunció.

Tenía manchitas de sangre en una de sus mejillas, la clavícula izquierda y el lazo del escote. Ese boss se desvaneció de debajo de Neko al mismo tiempo que el Guardián del Bosque liberaba una de sus piernas de la trampa de hielo de Hyoga.
« Last Edit: February 08, 2015, 03:01:53 PM by Neko »


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #133: February 02, 2015, 12:36:40 PM »
Guests, guests in this chapter! :v
La imagen del monstruo ya fue dejada el capítulo anterior :3


Capítulo 12: Scorching sun: Buenos samaritanos




Fenris no supo cuantas veces se golpeó contra las paredes del suelo antes de caer y estrellarse sobre una superficie dura, levantando una nube de polvo.

Soltó un gemido dolorido, quedándose por unos instantes sin aire en los pulmones mientras algunos números rojos brillaban sobre su cabeza e indicaban la salud que había perdido por la caída.

Tardó un poco en levantarse, apoyándose en las manos mientras tosía, absolutamente desorientado y un tanto mareado. Hacía unos segundos estaba caminando por el desierto con sus compañeras, maldiciendo todo lo que se podía maldecir de cierto individuo, y de repente se encontraba ese lugar oscuro, frío y sorprendentemente húmedo. Parpadeó, intentando adaptar la vista al cambio de luz, y pronto pudo ver con más nitidez.

En realidad no estaba completamente a oscuras: el sitio entero, al menos la parte baja, parecía bañado por una tenue luz azulada de procedencia desconocida, pero estaba en todas partes. En la parte superior (y le sorprendió ver cuan alto era ese sitio, la caída no se le había hecho tan larga) había una claridad que sin ninguna duda procedía de la luz del sol y que se filtraba desde algún lugar, dejando un rastro de luz difusa. El lugar en sí parecía una serie de túneles conectados entre sí y separados por altísimos muros y pilares de roca y arena en los que crecían algunos hierbajos. A lo lejos podía oír el sonido del agua al fluir, pero era incapaz de verla.

Un pitido y un brillo desviaron su atención de los alrededores a la Omnitool, indicando que tenía un mensaje nuevo. Fenris lo abrió, imaginándose que sería de alguna de sus compañera pero frunció el ceño en desagrado al ver que era de Ulquiorra.

[Te encuentras en las Grutas del desierto. Te envío un mapa para que encuentres la salida. Cuidado con los monstruos. Coge cristales de magicita y champiñones de las profundidades ya que estás. De nada.]

Fenris dio una patada en el suelo levantando una nube de arena mientras mascullaba insultos entre dientes. ¡Maldito fuera ese cretino! ¡Era exactamente igual que la otra víbora con la que compartía el nido!

Se pasó la mano por la frente para tranquilizarse, apartándose el flequillo blanco. Luego oyó un chasquido y se quedó quieto, escuchando en la lejanía, muy quieto. Hubo uno y otro más, acompañados de un castañeteo que no sonaba nada agradable. Se resguardó bajo la forma de una columna, escondiéndose de cualquier cosa que fuera eso. Sacando la cabeza, pudo ver la sombra de una criatura de muchas patas afiladas y un cuerpo voluminoso y segmentado, parecido a una araña. Los ruidos que hacían eran siniestros, con esos golpes secos y las punzadas que hacían sus patas al andar.

No se atrevió a moverse hasta que la criatura quedaba lejos y ya no podía oírla. Cuando no apareció ningún otro monstruo de la nada, se permitió soltar el aire que había estado conteniendo. Necesitaba salir de allí, de eso no cabía duda.

Alzó el brazo y abrió el mapa en la Omnitool, que se extendió frente a él un un flujo de luz naranja. Su posición estaba marcada como un punto azul en la intricada red de túneles y salas. Efectivamente, pudo comprobar que había un río que cruzaba la zona en diagonal de un lado a otro. No estaba muy lejos de él. Las salidas eran puntos blancos y parpadeantes en el mapa; la más cercana estaba en dirección este, aunque para llegar a ella debía cruzar el agua y hacer un innecesario rodeo, pues los túneles estaba bloqueados.

Bufó, hastiado, y emprendió el camino. Más le valía salir de allí pronto; quizá podía matar algún monstruo por el camino para quitarse toda la frustración de encima. Y de paso recogería las malditas setas de Ulquiorra.

- - -



Aerith estaba en cuclillas, inspeccionando con ojo experto y crítico una flor de cactus. No se trataba de cualquier cactus, y por consiguiente, tampoco de cualquier flor. Era uno de esos cactus que solamente germinaba las noches de verano pasado el solsticio y antes de la segunda luna llena, una vez cada diez años. O al menos eso es lo que decía el lore. Lo cierto es que de cactus de esos con una de sus flores encontrabas en cualquier sitio. Una de las magias de estar dentro de un juego.

Aerith tocaba los pétalos rosados con la punta de los dedos, admirando su suavidad. Las flores de cactus solían utilizarse para realizar pociones y algunos elixires para potenciar la curación; eran un ingrediente recurrente, y esas en concreto eran todavía más potentes y se podían vender a un buen precio a los Alchemist. Eran flores realmente bonitas.

A sus espaldas, pero, Raistlin no parecía compartir su entusiasmo.

—¿Has terminado ya de acicalar la flor?

Ella suspiró. Con un movimiento grácil cogió la flor y se la puso en el inventario.

—Tampoco hace falta tener tanta prisa, Raist —dijo, mientras se ponía de pie.

—Prisa, ninguna —le respondió él, agitando su vara antes de ponerse a andar. Incluso en la claridad del sol de desierto, su cara quedaba oscurecida por las sombras de la capucha —. Pero tenemos cosas que hacer.

—Lo que pasa es que no te gusta el desierto, ¿verdad?

Raistlin no le respondió, pero Aerith supo con una sonrisa que había dado en el clavo. Entonces se escuchó un estruendo a lo lejos y giró la cabeza en esa dirección. Había una pelea, alguien estaba luchando contra uno de esos monstruos, un Espíritu del Desierto.

—Mira —dijo, y el Elementalist se acercó para mirar desde la cima de la duna.

Se quedaron observando un rato, el suficiente para dejar evidente que el grupo de personas que luchaban contra la criatura no estaba obteniendo muy buenos resultados, precisamente. El monstruo se movía sin parar, deslizándose de un sitio a otro, enterrándose en la arena para volver a surgir más tarde de golpe desde otro punto. Los ataques venían de todas partes, y era evidente incluso desde la distancia que no estaban consiguiendo defenderse bien.

Alcanzaban a ver los ataques brillantes de un Black Mage, un hechizo tras otro que no parecían perturbar al Espíritu. Era evidente que trataba desesperadamente de desviar su atención y salvar así al pobre individuo que no paraba de recibir los ataques del monstruo y que casi ni tiempo tenía para estar de pie en el suelo. Si ese era el tanque, o estaba haciendo muy bien su trabajo, o muy mal. La criatura parecía ensañarse especialmente con él por alguna razón, agarrándole, zarandeándole y lanzándole contra el suelo una y otra vez, incluso llevándoselo a la boca para mordisquearle antes de escupirlo al suelo. Después se metía en la arena, atacando desde allí.

Dos personas más terminaban de conformar el grupo; una parecía un Alchemist por las granadas elementales que parecía lanzarle al monstruo, mientras que la otra no se podía decir exactamente que estaba haciendo aparte de corretear de un lado a otro, atacando en apariencia, pero sin hacer realmente nada.

—Duele sólo de verlo —comentó Raistlin tras un breve instante de análisis.

—Pobrecitos —dijo Aerith, compadeciéndose de esa gente. Luego, le surgió un brillo especial en la mirada. Raistlin conocía ese brillo —. Necesitan ayuda.

—No hablarás en serio —dijo él, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.

Aerith sacudió la cabeza enérgicamente.

—No pueden con ese monstruo ellos solos, hay que hacer algo.

Se había puesto a caminar con pasos decididos, con el mago siguiéndola aunque protestase.

—Es su problema por enfrentarse a un monstruo que no pueden ganar.
—Quizá no querían luchar, quizá se lo han encontrado por casualidad.
—¿Por eso están peleando en vez de huir?

A ese punto, la Cleric dejó de responderle y Raistlin sabía que no iba a escucharle dijese lo que dijese. Cuando se le metía algo en la cabeza no había nadie que la pudiese hacer cambiar de opinión; se acercaba a la zona de batalla con la determinación de un tanque cargado de pociones y curas.

Lo primero que hizo al llegar fue curar al tanque, que resultó ser una Samurai y que justo antes el monstruo había golpeado y lanzado en su dirección, rodando por el suelo mientras dejaba un rastro de números rojos detrás de sí.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Aerith, arrodillándose a su lado después de lanzar su hechizo.

La Samurai se irguió de golpe con un grito de frustración.


—¡Aaargh! ¡Odio este puto bicho! —Justo después pareció darse cuenta de la presencia de la otra. —¿Y tú quién eres?

La Cleric le dirigió una sonrisa de circunstancias. La Samurai parecía enfadada, pero era difícil tomarse esa expresión en serio cuando no paraba de brillar en varios colores, efecto de todos los elixires y vigores que llevaba encima.

—Podemos dejar las presentaciones para luego —respondió, simplemente —. Parecéis en apuros, así que quizás podemos echaros una mano.

La otra entrecerró los ojos con suspicacia antes de que un bote de vigor físico se le estrellase contra la cabeza.

—¡Au! ¡¿Puedes dejar de hacer eso?! —gritó, girándose hacia uno de sus compañeros, un muchacho paliducho que la miraba indiferente y que parecía ser el Alchemist.


—Eres demasiado débil, necesitas vigores constantemente. Daos prisa en debilitar el Espíritu del Despierto si no quieres que me quede sin y mueras.

La Samurai gimió de exasperación, lanzando los brazos al cielo, todavía brillando de colores. Luego se volvió hacia Aerith.

—Bien. Haced lo que queráis. Si queréis ayudar sois más que bienvenidos, aunque sois... magos. —En su voz había un deje de de decepción —. Bueno, en fin, mejor eso que nada.

Se levantó, murmurando un “¿por qué tengo que hacer esto...?” mientras se sacudía la arena de las piernas.

—¡Shrui! —le gritó la Black Mage del grupo que ahora mismo estaba recibiendo los ataques del grupo —. ¡Te necesitamos aquí!

—¡Ya voy!

Sin más palabras, volvió a la batalla, abalanzándose contra el monstruo. Empuñó su katana y, blandiéndola como una aguja mortífera, la ensartó en el cuello arenoso de la criatura, que chilló.

—Oh, sí, ¿te gusta esto? ¡Sufre, mamón!

—Que grupo más encantador —comentó Raistlin sin entusiasmo.

Aerith aprovechó para curar a los otros miembros heridos del grupo. La Black Mage se giró en su dirección, parándoles atención por primera vez.


—¿Quiénes sois?

—Venimos a ayudar —le dijo la Cleric, alzándo las manos en señal de paz.


—¡Gracias a dios! —exclamó una tercera voz. Era el cuarto miembro del grupo, una Novice de cabello rubio que jadeaba, sobrellevada por esa batalla que evidentemente no era de su nivel.

Justo entonces el monstruo gritó y se cernió sobre ellos, y parecía que fuera a caerles encima cuando una granada se le estrelló en el rostro, pero en vez de levantar una nube de fuego, extendió una red de cristales de hielo que le cubrió parte de la cabeza, entre ellos los ojos. La bestia chilló y retrocedió, llevándose las garras allí para quitárselo.

—Los ataques con katana no tienen el efecto deseado —dijo el Alchemist que acababa de lanzar la granada —. Necesitamos una arma contundente. Y hechizo de elemento aire o hielo.

—No sé ningún hechizo de aire —comentó la Black Mage —, y de hielo sólo tengo el más básico.

—Pues espero que el señor mago guarde algún truco bajo la capucha —dijo la Samurai, antes de abalanzarse de nuevo contra el monstruo.

—¿Un truco? —la voz de Raistlin sonó más grave de lo normal.

Levantó la vara, conjurando un hechizo, y de repente toda la superficie del cuerpo del Espiritu del Desierto estalló en llamas. La criatura soltó un chillido dolorido mientras se retorcía.

—Tengo algo más que algún truco bajo la capucha —dijo el Elementalist, y sus ojos chispearon entre las sombras —. Eso te lo aseguro.
« Last Edit: February 02, 2015, 12:38:54 PM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #134: February 08, 2015, 03:28:24 PM »
Bueno, por fin he hecho algo que tenía ahí esperándome: actualizar la lista de aportes. Y ya que estaba, he actualizado un montón de aportes con avatares y algunos enlaces.
Esta es la lista de actualización:
23. Añadidos avatares.
24. Añadidos avatares e imagen para los bots-libélula.
29. Añadidas imágenes para las botas y el chaleco y cinturón de Yuzuriha, así como el conjunto de Neko.
30. Añadidos avatares.
31. Añadidos avatares y título. Además de imágenes para los hombres-jaguar y el boss-guerrero.
32. Añadidos avatares, título e imágenes de los trajes que llevan Neko y Hyoga en la ceremonia. Y también una imagen del boss.
33. Añadidos avatares, título e imagen del arma que usa Neko además de la galería en la que me inspiré para los búhos mecánicos de Watari.

Creo que nada más por aquí~ ¡Bueno, sí! Una última cosa.






34. ¡Que summun pen, que tum pan!


Milo aspiró aire, pero en vez de suspirar, como Hyoga había creído que iba a hacer, se llevó la flauta a los labios y empezó a tocar una melodía suave y envolvente. Manzanas doradas flotaron a su alrededor y Neko se acercó decidida, tomando una y empezando a comérsela.

—Oye, Watari… —dijo Neko con la boca llena, antes de tragar y empezar su consulta— ¿Ese libro tuyo tiene información sobre el boss de fuera?

—Sí, veamos —afirmó el otro mechanic, ajustándose las gafas y echándole un ojo al libro—. Se llama Guardián del Bosque, no tiene séquito y es débil a fuego.

Hyoga se apartó el flequillo hacia atrás, preocupado.

—No tengo hechizos de fuego, sólo de hielo —explicó, sintiéndose un poquito culpable.

Milo apartó la flauta de sus labios, aunque las manzanas quedarían flotando suspendidas en el aire durante unos minutos antes de desaparecer.

—¿Aún te quedan scrolls de fuego? —preguntó Milo a Neko con las cejas fruncidas, después de echar un vistazo rápido a la party.

Neko se terminó la manzana y escupió las pepitas, echando a un lado lo poco que quedaba del corazón de la fruta. Se pasó el brazo por los labios, sin querer manchar el guante blanco que llevaba.
Cuando apartó el brazo, su sonrisa se mostró decidida y un poquito cruel. Milo sonrió exactamente de la misma manera y Yuzu recogió mejor su bufanda, poniéndosela por encima de la cabeza antes de tomar una posición relajada, lista para bailar en cualquier segundo.

—Crane, magia —instruyó Milo, acercando a Hyoga hacia la dancer que había empezado a bailar, formando ochos con su cadera y moviendo los dedos mientras levantaba los brazos—. Hyoga, no te alejes de ella, tendrás una fuente constante de maná hasta que deje de bailar.

Hyoga asintió con la cabeza, viendo como su mp se llenaba poco a poco.

—Watari, larga distancia. Milo con él —continuó Neko con las órdenes.

—¿Críticos? —preguntó Milo mientras ponía una mano en el hombro de Watari, que estaba rebuscando entre su inventario.

—Exacto —asintió Neko, parecía que tenían el mismo plan.

Watari sacó un brazalete de su carro con un “¡Ajá!” y se lo puso con prisas. Era de cuero y tenía piedras con runas grabadas metidas entre el trenzado. Seguidamente, sacó un rifle de francotirador tan largo que nadie hubiera pensado que cabía dentro del carro.

—Rose está en las últimas y yo estoy cansado —dijo Afrodita, quitándose algo de sudor de la frente y suspirando exasperado mientras se llevaba las manos a la cadera—. No podré hacer mucho más.

Neko estaba seleccionando materiales de su carro, pero no tardó en contestarle.

—¿Qué te falta para evolucionarla? —quiso saber.

—Dos rosas piraña.

La chica sacó un montón de pergaminos que llevó hasta Hyoga y los dejó caer al suelo.

—Léelos mientras apuntas con la mano hacia el boss, con la palma abierta —le dijo y después se giró para seguir su conversación con Afrodita—. Creo que tengo las rosas, ahora te las doy.

—¿¡Dármelas!? —se alarmó Afrodita.

Conocía bien el valor de mercado de esas rosas y cuánto costaba hacerse con una sola de ellas, por ya no decir dos.

Por su lado, Milo y Watari habían salido del interior del Templo, aprovechando que la mandrágora todavía correteaba llamando la atención del boss, aunque lo hiciera con un resuello constante y las hojas sobre su cabeza estuvieran más bien caídas.
Habían trepado por la pared escalonada del exterior, teniendo que ayudarse el uno al otro para poder subir unos cuantos niveles. Watari se había tumbado en el suelo, estabilizando el rifle y acarició una de las runas con el pulgar. La piedra brilló un poquito y el mechanic se quitó las gafas para pegar el ojo en la mirilla.

Milo cambió la flauta por el violín, preparándose para usar la habilidad que le permitía elevar la probabilidad de críticos a sus compañeros en el momento oportuno.

Afrodita y Neko se habían acercado a los carros de nuevo, buscando las rosas pirañas y cerca de la entrada de la pirámide, Hyoga, que ya tenía su magia casi llena, empezó a recitar las palabras en el pergamino.

—Sacatan, sacatún tam tam tam que summun pen… que tum pan... —Hyoga frunció el ceño, empezaba a notar un cosquilleo en las puntas de los dedos— Que tepetepetam to pe tum... que summun.

Su cabello empezó a flotar alrededor de sus mejillas, levantado por una pequeña ráfaga de aire caliente.

—Estaba por aquí, estoy segura —refunfuñó Neko, aún mirando en su carro.

—¿Pero me los vas a dar? —insistió Afrodita— Así, sin más.

—¡Que summun! —gritó Hyoga, continuando con el hechizo y con la palma vibrando caliente.

Milo escuchó el grito y le dio tiempo a gritar de vuelta antes de que Hyoga terminara la invocación.

—¡Aparta a Rose!

Afrodita se giró justo cuando Hyoga susurraba las últimas palabras.

—Que tum.

—¡Rose! —gritó el biochemist, pensando instintivamente en todos los comandos de su homúnculo.

El aire alrededor de Hyoga se arremolinó en su mano, tornándose naranja y prendiendo antes de concentrarse en una bola de fuego delante de su palma, que se proyectó en un chorro de llamas directo hacia el boss.
El homúnculo rodó por el suelo hasta chocar contra la pared de la pirámide para ponerse a salvo, buscando algún hueco entre las rocas por donde colarse.

Neko comprobó de inmediato la barra de vida del Guardián del Bosque. Hyoga había conseguido hacerle un daño nada despreciable para su nivel, aunque también había descongelado el hielo que lo mantenía anclado al suelo. Aún así, lo consideró una victoria.

—¡Já! ¡Chúpate esa! —gritó Neko, señalando al boss antes de dirigirse a Hyoga— ¡Tú sigue con las bolas de fuego!

El pergamino en la mano de Hyoga empezó a humear y cuando se encendió terminó por soltarlo con un grito, sacudiendo la mano con la que había estado sujetándolo.
La barra de magia de Hyoga subía y bajaba alocadamente, vaciándose con el disparo continuo de bolas de fuego y rellenándose con el baile de Yuzuriha, que se movía detrás de él con gestos sinuosos. Mientras, a su lado, la pila de pergaminos se quemaban uno tras otro.

El boss rugió y empezó a correr, buscando la fuente de las bolas de fuego para terminar con ella. Pero el violín de Milo había empezado a sonar justo después de que la primera bola de fuego impactara en el cuerpo cubierto de musgo del monstruo y Watari estaba más que listo.
El Guardián sólo pudo dar dos pasos antes de que la bala le atravesara la rodilla, bajándole la movilidad con eficiencia.

Un círculo de invocación apareció justo detrás del boss, que había caído sobre su rodilla herida. Atom, el robot de combate de Neko, se materializó en un remolino de píxeles, agarrando al boss por los hombros desde debajo de sus axilas para tratar de inmovilizarlo.

—¡Vamos, vamos, vamos! —gritó a Hyoga, que seguía recitando los pergaminos de memoria, sin saber porqué se sabía las palabras.

—¡Que summun pen, que tum pan!

—¡Luken! ¡Las rosas! —le recordó la mechanic a Afrodita.

Él se giró hacia el montón de objetos que Neko había tirado al lado de su carro y se dejó caer al suelo de rodillas buscando frenéticamente.

—¡Tengo una!

El boss se levantó fuera y Watari disparó otra vez, ahora a la otra rodilla. Neko se había levantado al notar el tirón que el Guardián estaba ejerciendo sobre Atom, pero se volvió a sentar al caerse éste, manteniendo la pose para que su robot la imitara.

Yuzuriha dejó de bailar. Tenía su barra de maná a mitad y la de Hyoga todavía estaba llena, pero el montón de pergaminos estaba disminuyendo rápidamente.
Afrodita se incorporó con el pelo revuelto y los ojos muy abiertos con la otra rosa en la mano.

—¡Ya está! —exclamó eufórico antes de salir a la carrera hasta donde Rose intentaba aún esconderse en un hueco de la pared.

La mandrágora tenía el culo fuera y movía las patitas, desaforada. Afrodita suspiró y puso la mano debajo del cuerpo del homúnculo, sacándolo de su escondite mientras ella aún movía las cuatro patas, aunque paró de hacerlo cuando su amo y creador le dió la vuelta y le vio la cara.
Rose se puso a lamer el aire, intentando llegar a lamer alguna parte de Afrodita. Consiguió llenarle la nariz de babas.

—¡Para, quieta! —Afrodita se limpió la nariz y dejó a Rose en el suelo, que se quedó a cuatro patas y se tambaleó un par de veces antes de ponerse de pie, en posición de vigilancia.

Rose gimió una vez y miró hacia arriba, a las manos de Afrodita, que había sacado el resto de materiales que necesitaba para evolucionar a su homúnculo.

—Vamos a darle caña, Rose —dijo Afrodita, viendo cómo Atom intentaba retener al boss, que empezaba a romper su agarre—. Que vean de lo que somos capaces los alquimistas.

Las bolas de fuego dejaron de llegar, Atom soltó uno de los hombros del Guardián del Bosque y Watari encajó otra bala en uno de los ojos amarillos del boss, que simplemente se revolvió más, aún con algo menos de la mitad de su vida.

—No me quedan más pergaminos… —dijo Hyoga, mirando las cenizas que se esparcían a su lado— Ni magia.

Hyoga tenía la respiración acelerada y Yuzuriha lo sentó en el suelo, un poco más allá, para que descansara.

—Mierda… —dijo Neko entre dientes cuando de repente dio tres pasos hacia atrás.

El boss se había soltado, pero ella reaccionó rápidamente, dando un par de puñetazos en el aire. Derecha, izquierda; Atom los reprodujo, alejando la boss de su arma, que había caído al suelo durante su escaramuza anterior.
Neko tenía los pies ligeros y las coletas se movían en el aire al compás de sus puñetazos. Izquierda, derecha, esquivar… derecha. Neko intentó esquivar otra vez, pero el boss le dio de lleno a Atom, lanzando a robot y mecánico hacia atrás y de lleno al suelo.

Yuzuriha se levantó de golpe, junto a Hyoga.

—¡Anir! —la llamó su amiga, ayudándole a levantarse.

—¿Estás bien? —preguntó Hyoga, aún de pie.

—Sí, sí… —aseguró Neko, mientras Atom se apoyaba en sus codos y sus ojos azules reflejaban la forma del boss acercándose a él con pasos arrogantes—. Oh, por favor. ¡Watari!

Con un repaso rápido de la situación actual, sabía que su compañero no podría hacer mucho. Después de todo él no era un francotirador, sólo un mecánico que podía equiparse un rifle y el boss se estaba alejando demasiado del lugar donde estaba apostado como para poder hacer algo al respecto. Sus balas no llegarían tan lejos.

—Lo siento —dijo Watari en su mente, respondiendo a su grito con un mensaje de voz.

Sus bots de ataque no llegarían, los de reconocimiento sólo ayudarían para distraerlo un poco. Watari tenía que haber pensado lo mismo, por eso no había enviado sus búhos.
Yuzu apretó sus dedos en los codos de Neko, ayudándole a levantarse y Atom se puso de pie mientras caminaba hacia atrás, imitando a su creadora en todo momento.

Neko levantó los brazos delante de su rostro, esperando el impacto en cualquier momento. El Guardián había recuperado su arma y la estaba levantando cuando Neko cerró los ojos, todo su cuerpo temblando.
Todos oyeron el golpe, pero Neko no notó nada y abrió los ojos para ver qué estaba pasando.

Una masa verde de al menos tres metros de alto, con hojas enormes rodeando una boca llena de dientes había tirado al suelo al Guardían del Bosque. El garrote había salido disparado y se había estrellado contra los árboles de la jungla, partiendo uno por la mitad con la fuerza del impacto.

Afrodita apareció en el marco del portal y miró a los tres ocupantes de la sala con la mano en la cintura y una ceja levantada.

—¿¡Rose!? —preguntó Hyoga atónito, señalando hacia los dos monstruos en el suelo.

Afrodita sonrió de lado y chistó.

—Y luego la gente no quiere alquimistas en sus grupos de caza.
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