Author Topic: neverland 1.1: you can (not) escape  (Read 113989 times)


Shura

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #135: February 08, 2015, 07:17:01 PM »

#31.


Sol abrió los ojos, le dolía la cabeza como nunca, pero aún tenía los reflejos suficientes como para empezar a utilizar sus poderes de curación. Un poco más lúcido, cayó en la cuenta de la situación, y de que tenía que buscar a Nero y volver a refugiarse, estaban demasiado expuestos para un nuevo ataque.
Pero cuando consiguió fijar la vista, el paisaje era devastador. Los edificios más alejados habían sufrido la honda expansiva de su poder, cayendo y apoyándose en las ruinas de los otros, como una fila de piezas de dominó caídas.
Los edificios habían caído, dejando un cráter de desolación donde se encontraba el monstruo que le daba la espalda, y él mismo, completamente solo contra ese rival.

No tenía ni idea de que tipo de poder habría utilizado, pero a su alrededor, apenas quedaban unos muros en pie de lo que habían sido edificios, donde se encontraba, el escondite de las improvisadas Party.
-Nero… -Miró a su alrededor, y ni rastro. Él había tenido suerte de sobrevivir gracias a su nivel, quizás el Knight no hubiera compartido su afortunado destino-. ¡NERO!

Cerca de donde se encontraba, de entre un montículo de cascotes apareció una mano y la coronilla de pelo blanco del Knight, intentando salir a duras penas.
 Sol en un par de zancadas se colocó a su altura, aplicando un hechizo de curación básico, mientras quitaba escombros de encima, ayudándole a salir.


-C-creo que me he roto la pierna… y el brazo… y me arde el pecho, me duele… -Nero estaba completamente desorientado, siseando mientras el dolor iba disminuyendo lentamente gracias a los hechizos.
Qué se quejase era bueno, el dolor significaba que aun podía sentir.

-Aguanta Nero, tenemos que ponernos a cubierto -podía sentirse afortunado de estar de una pieza, se lo cargo en la espalda dispuesto a sacarlo de ahí. Pero, ¿a dónde ir?

Aquello había sido una idea nefasta, un ataque con tan pocos miembros y tan desorganizados como se encontraban, vaticinaba aquel fracaso. Y el alto precio por sus vidas que habían pagado.

Sólo esperaba, que el resto de su Party no hubiera pagado por aquella estupidez, y que se encontrasen todos vivos.



xx

Una terrible sacudida, acompañada de un estruendo y después oscuridad. Era como la perfecta descripción de una tormenta, pero los cuatro eran conscientes de que no se trataba de un fenómeno natural. Sino que habían recibido de lleno el ataque de su enemigo.

Estaban enterrados bajo los escombros.
Shura no se explicaba aún, como no estaban aplastados. Intentando enfocar la vista entre la oscuridad, intentó moverse, reconociendo que había caído sobre Jojo por un quejido incómodo de este, y que la mano del chico, se encontraba en la cara interna de su muslo.
-Joseph. Quita la mano de ahí… -Hablando entre dientes, dio un par de patadas al aire para sacudirse de aquella mano.
-Perdona -la atropellada voz de Caesar fue tan rápida, como su mano volando de la pierna de la chica.
-Oh, nada, puedes seguir si quieres -Shura sintió el pellizco de Jojo, lo que la hizo soltar un suspiro teatral para rematar su broma, acabando por intentar apartarse de este. Pero únicamente, para tropezar con Doppio y al intentar dejarle hueco, golpeo con la rodilla a  Caesar que había logrado un hueco para permanecer sentado, resolviendo quedarse sentada sobre Jojo, al deducir que no tenían más hueco para moverse en aquel espacio a oscuras.

-¿Estáis todos bien? -Los tres chicos respondieron afirmativamente a la pregunta.- Nos han atacado, ¿verdad?
-Sí, de momento estamos bien, pero tenemos que darnos prisa o nos quedaremos sin oxígeno -Caesar chasqueo la lengua cansado.
-Esperad -se escuchó la mano de Jojo tanteando el suelo, dando por fin con un trozo de cascote no más grande que la palma de su mano, aplicando uno de sus trucos de Thief sobre ella, que comenzó a brillar como si se tratase de una bombilla, iluminando el lugar.

Los cuatro se miraron entre ellos, eran un revoltijo de brazos y piernas en aquel espacio tan reducido.
-¿A quién le toca darle a la ruleta? -Caesar se adelantó a la broma que pensaba hacer Jojo, pero que a todos se les había pasado la comparación del Twister con su actual situación.

Todos estaban ilesos, salvo Jojo, que se había partido la ceja haciendo que la sangre se le escurriera por la cara, deteniendo a Shura para que no le curase de momento. Habían sido protegidos por el hechizo burbuja de Caesar, como una barrera transparente, impedía que la pesada piedra sobre ellos, que era la fachada desprendida del edificio tras el que se refugiaban, les aplastase.
Un escalofrío generalizado, les recordó lo cerca que habían estado de la muerte aquella vez, dedicando un pensamiento al resto de personas que les acompañaban durante el ataque y rezando porque estuvieran bien. Pero ahora mismo, tenían que centrarse en su propia supervivencia.

-Zeppeli, -Doppio permanecía muy concentrado, mirando a la parte más alta de la barrera que les protegía-, a mi señal, libera el hechizo. Con mi magia puedo sacarnos de aquí.
Afianzó sus palabras levantándose sobre sus rodillas y colocando las palmas en la burbuja casi como si hiciera fuerza, dejando que un hechizo brillase entre la superficie de la burbuja y sus manos, listo para abrirse un hueco entre la piedra.

-Confiamos en ti Doppio… pero, no dudes en aplicar todo el poder que puedas, no sabemos cuánto peso tenemos sobre nosotros -Caesar no se molestó en ocultar su nerviosismo, preparado a la señal del Time Mage.
Joseph abrazó a Shura cubriéndole la cabeza, aguantando la respiración mientras ella gastaba el poder necesario para curarle la herida de la ceja. Sonriendo agradecido sin apartarse, y con ella devolviendo la sonrisa. Era su señal de que todo iba a salir bien.

-¡Ahora!
El Elementalist liberó el hechizo, Doppio empujó la piedra gracias a gravedad. Y por un segundo, parecía que lo hubieran conseguido.
La fachada del edificio no cedió, ganando espacio lenta pero inexorablemente a punto de aplastarlos.

Pero Doppio cambio de estrategia rápidamente, haciendo que su hechizo de gravedad girase, empujando con sus manos hasta ponerse en pie, y atravesando la piedra como una taladradora, respirando por fin, aire fresco y observando la devastación a su alrededor, era como si hubiese explotado una bomba. Caesar ahogó un lamento por Trish y el resto del improvisado grupo, siguiendo la dirección que señalaba Doppio hacía el monstruo, alejándose para causar el  caos en otra parte.
-¡Sol! -Joseph cubrió la distancia que los separaba junto con Shura, atendiendo a Nero, felices de encontrarse los seis vivos. Una felicidad que no duró demasiado, fijando su atención en el monstruo mientras se alejaba de ellos.

-¿Qué podemos hacer para detenerlo? -Shura tragó saliva, inclinando el cuerpo preparada para ir a la carrera a por el monstruo.
-¿Podemos? Tu nada… si no quieres que te pateen el culo -Sol se tomó la molestia de añadir lo último al ver que su comentario parecía fastidiarle. Igualmente podía estarle agradecido por el tacto, después de toda la tensión por la que había pasado y con la adrenalina todavía recorriéndole por dentro, no podía pararse a pensar en sus palabras.

-Tenemos que hacer algo, Sol -Nero se había recuperado del todo, mirando en dirección hacía el monstruo apretando los dientes-, se dirige directo hacia la sede de la Guild.
-Ahí ya no queda nada, Nero.
-¡Pero…! -Se sacudió nervioso, recordando el lamentable aspecto del lugar, tomando aire para calmarse, hablando escupiendo cada palabra-. No pienso permitirlo.
-Estoy contigo -Aunque no tuviera nada que ver con la Guild, Jojo sabía que para él era algo importante, emprendiendo ambos la marcha, casi escuchando gruñir a Sol detrás de ellos.
-Joder. Mierda… ¡esperad coño! -Había logrado llamar la atención de Nero, que giró la cabeza escuchando-. Dame medio segundo para pensar, hostia.
No tardó más de lo prometido en comenzar a hablar.

-Vamos a seguir a ese bastardo hijo de puta, vamos a reunir a los que aún queden con pelotas en la ciudad, y vamos a atacar todos juntos hasta sacarle las tripas.
Nero se detuvo valorando el plan, asintiendo de acuerdo, deshaciendo sus pasos para reunirse con Sol.
Pero justo en ese momento, el grito de dolor de la criatura hizo temblar la tierra que pisaban.


Esperando justo el momento adecuado, agazapado y oculto como una fiera salvaje en lo alto de uno de los tejados de Prorencia, no había participado en la batalla inicial, esperando a que desgastasen lo suficiente al monstruo llamado Berial para intervenir, dar el último golpe, y llevarse toda aquella preciada experiencia. No era lo peor que hubiera hecho en aquel juego, y el fin de sobrevivir, el fin de ser el más poderoso de todos, bien justificaba los medios.
Berial estaba cada vez más cerca, fue entonces cuando reparó en aquel grupo que parecía haber sobrevivido, era el grupo donde estaba aquella chica. No tenían importancia, es probable que ni siquiera fueran a intervenir, y él no iba a desperdiciar la oportunidad de atacar tan clara.

De su inventario extrajo una botella de agua, lanzándola en el aire, destrozándola sin ni siquiera mirarla con su katana y dejando que el líquido elemento le empapase, sería suficiente para soportar un primer contacto con las llamas del monstruo, el cual ya se encontraba en la posición propicia.

Salto sobre su nuca, antes de que Berial pudiera reaccionar, clavo la katana en la parte blanda de la carne, empujando y corriendo hacía su hombro mientras le desgarraba la carne y la criatura gritaba loca de dolor.
De un salto, acabó en el tejado del siguiente edificio, sacudiendo el arma para desprender de esta la inmundicia, el agua que le había protegido, se evaporaba dándole un aura vibrante a su alrededor, confundiéndose con su propia aura que brillaba poderosa y del color del zafiro.

Esperando justo la respuesta de Berial, un golpe que le mostraría en una décima de segundo, donde estaba su punto flaco. Escurriéndose por debajo del puño cerrado que pretendía aplastarlo, corriendo por su brazo ascendiendo rápidamente, tomando impulso para saltar, era como si el aire le transportase, como si pudiera apoyarse en el justo el instante en que liberó una estocada que le rasgó los párpados hasta seguro llegar a los ojos.
El monstruo soltó la espada llevándose las manos a la cara, confundido y dolorido por la nueva amenaza.



Si a cualquiera de los seis miembros de la Party, les hubieran pinchado en aquel momento, ni hubieran sangrado ni hubieran protestado, lo que pasaba por delante de sus ojos era un espectáculo increíble. Una batalla que nada había tenido que ver con la suya, aun con todos los que eran y habían sido derrotados, parecía que el samurai por su cuenta, podría acabar con el combate. 
Nadie sabía de quién podía tratarse, sólo Jojo y Shura pudieron reconocerle.
-¡Es el samurai de antes!
-¿Cómo dices? -Caesar volvió su atención hacía Joseph, recordando que antes le había mencionado algo al respecto.
-El tipo que de un katanazo rompió la burbuja en la que me habías encerrado -volvió a dirigir su atención a la batalla, cuando sintió el brazo de Caesar apretándole del brazo.
-¿Estás seguro?
-¿Qué te pasa?
-Utilicé el mismo hechizo para encerrarte, que el que utilicé para protegernos antes.
Joseph abrió la boca, cerrándola de golpe sin encontrar una respuesta. Aquel tipo, de un solo golpe, había logrado ni lo que toneladas de un edificio sobre ellos había conseguido.
 
Shura y Nero lanzaron una exclamación cuando vieron como el samurai cortaba los ojos de la criatura que bajaba la guardia un instante antes de comenzar a lanzar golpes cegada por el filo de la katana y por la ira.
Pero justo cuando asomaba un rayo de esperanza, Berial lanzó un golpe que el samurai únicamente pudo bloquear, lanzándolo lejos, quedando tumbado e inerte justo al borde del tejado y perdiendo el arma que cayó al suelo lejos de sus manos.

La batalla, parecía sentenciada.
 
« Last Edit: February 08, 2015, 09:07:23 PM by Shura »


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #136: February 15, 2015, 04:13:06 PM »
Y por fin se termina la lucha contra los jefes :DDD BIEEEEN -tira confeti-. Y además~ por fin sale un 'personaje' que tenía muchísimas ganas de añadir a la historia desde hace tiempo. Y por si alguien se había olvidado de como es Rose ahora, aquí tiene la foto xD





35. Veo que lo tienes todo controlado


El viento tomó velocidad, sacudiendo la parte superior de los árboles de la selva. Una bandada de pájaros alzó el vuelo, pero sus trinos se vieron ahogados por los sonidos agonizantes del Guardián del Bosque.

Rose había saltado sobre su espalda con todo el peso que un molbol de tres metros de alto podía ejercer. Su boca llena de dientes se abrió para gritar su triunfo y el homúnculo rugió con deleite, mandando restos de saliva pegajosa delante suyo.
Sus raíces, como tentáculos, se movían en el aire en formas serpenteantes hasta que tomaron rigidez y se clavaron por el cuerpo del monstruo contra el que combatía.

El boss intentó levantarse y Atom, cerca de ellos, bajó los brazos y cambió su pose defensiva por una más relajada.

El molbol sacudió su cuerpo antes de producir un sonido inquietante. Clavó sus dientes en los árboles que salían de la espalda del jefe al que se enfrentaba, desforestándolo con efectividad. No tardó mucho en dejar el terreno libre y en cuanto tuvo la oportunidad mordió el cráneo por detrás.

El Guardián aún se movía debajo del molbol, pero su barra de vida había sufrido demasiado y la herida grave que le había producido Rose no le estaba ayudando para nada.

Atom desapareció entre un remolino de píxeles y Neko se acercó a la entrada, junto con Yuzuriha y Hyoga.

—Veo que lo tienes todo controlado —dijo la chica, cruzándose de brazos junto a Afrodita mientras observaban al detalle la escena.

Watari y Milo habían empezado el descenso y el mechanic se acercó correteando hacia ellos, parando justo al otro lado de Luken.

—Vaya —habló, poniéndose bien las gafas—. No está nada mal.

Afrodita se cruzó de brazos y sonrió, más que satisfecho.

—¿Verdad?

Milo entró en la pirámide y agarró a Hyoga por los hombros y después de las mejillas, buscando cualquier indicio de daño. Después de escanearlo con la omnitool se dio por satisfecho.
Hyoga se dejó hacer durante aquel medio minuto, mientras Yuzuriha los miraba, entretenida.

Por su parte, Rose atrapó la cabeza entera del boss y la arrancó de cuajo, enviando un chorro de sangre verde hacia la jungla, a la vez que sus raíces se enterraban más profundamente. Un par de segundos después, esas raíces salieron de dentro del Guardián del Bosque, esparciendo sus restos por toda la explanada.

Watari aplaudió, Neko vitoreó en alto mientras Afrodita mandaba elogios hacia su homúnculo, como si fuera un padre cuyo niño hubiera acabado de batear un home run.

—Aaaah, me gusta el olor de la savia por las mañanas —dijo Neko después de tomar aire por la nariz profundamente.

—Hablando de mañanas… No hemos comido —apuntó Watari, mirando a Afrodita y Neko.

—¿Qué tendrá que ver? —añadió Afrodita.

—Siempre que pienso en mañanas, pienso en desayunos —explicó Watari, con una mano en la cintura y el rifle apoyado en el suelo.

Milo miró al trío de merchant class. Después miró a Rose chillando contenta mientras tiraba al aire trocitos de boss.

—¿Cómo podéis pensar en comer después de eso? —dijo el bardo, señalando la escena con la mano abierta.

Neko se frotó la barriga.

—Pues yo tengo hambre —dijo encogiéndose de hombros.

Rose cayó al suelo cuando lo poco que quedaba del cuerpo del Guardián desapareció.
El molbol movía sus raíces con júbilo y después de bailar su propia danza personal de la victoria, se acercó a la pirámide dejándose llevar por sus raíces como un pulpo con sus patas por el fondo del mar.

Neko se giró hacia Milo y él levantó una ceja.

—Estás un poco sucia. De sangre.

—¿Dónde? —preguntó ella, con las manos en la cintura y mirando hacia sus botitas mientras se apoyaba en los talones.

El bardo movió la mano gesticulando hacia toda Neko en general.

—Aprovechemos el tiempo de respawn para recuperar fuerzas —cortó Yuzuriha, llamando la atención del resto del equipo—. Con mal temple o no, tienen razón. Tenemos que comer.

Hyoga se rascó la sien y después se frotó un codo, sin cara de estar muy convencido.

—Míralo de esta manera —le dijo Watari antes de ponerle una mano en el hombro—. No vas a usar el estómago para comer, son píxeles.

El mechanic levantó las cejas varias veces antes de ir a guardar su rifle.

—Gracias por recordármelo…

Yuzuriha ya había empezado a sacar víveres del carro de Neko y Milo estaba estirando un poco de la camiseta de Neko. La chica le dio un manotazo antes de hablar.

—Lo bueno es que ya nos podemos quitar estas cosas.

—¿Ya? —se quejó el bardo— Jo, casi no te he visto con eso y estás adorable. Tú también.

Esta vez se giró a mirar a Hyoga, que notó sus mejillas calentarse en un obvio sonrojo. Hyoga tosió un par de veces antes de armarse la túnica sin mangas que le había regalado Neko el día anterior.
Cuando Milo hizo un puchero y se giró para quejarse a Neko, vio que la chica había hecho lo mismo.

—No sois divertidos —les acusó mientras les señalaba intermitentemente con un dedo.

—Para nada —admitió Neko, echándose las trenzas por delante y palmeando su corsé naranja.

Rose gimoteó desde fuera, metiendo unas cuantas raíces dentro de la pirámide. Afrodita se dejó acariciar por el molbol mientras estudiaba su árbol de habilidades.
Watari ya estaba ayudando a Yuzuriha con las raciones cuando Milo, Anir y Hyoga se acercaron para plantar campamento.

—¿Sillas de playa? —preguntó Hyoga sorprendido al ver lo que sababa Neko de su carro.

La chica se encogió de hombros y las dispuso cerca del altar.
Para cuando tenían una comida decente preparada, Afrodita había terminado con su tarea y probó una de las habilidades que había activado. Rose brilló un poquito antes de encogerse poco a poco hasta llegar a un tamaño aproximado al que había tenido como mandrágora.

El molbol chilló feliz y se acercó a Afrodita para agarrarse a su pierna con sus raíces-tentáculo. Afrodita se agachó para coger a su homúnculo en brazos y se sentó en el sitio vacío para empezar a comer.

—Después hacemos recuento de inventario —dijo Neko mientras le acercaba una bebida envasada a Luken.

Él asintió, rascando la cabecita de Rose, que intentaba coger el vaso con lo que parecían sus bracitos. Anir cogió otro vaso con pajita para acercarlo a Rose.

—Éste es para tí —explicó.

Afrodita tomó el vaso, poniéndolo entre sus rodillas y el molbol acercó sus raíces hacia la pajita, mordisqueándola con lujuria. Después quitó la tapa de plástico y creció sus raíces inferiores hasta meterlas dentro del recipiente. El líquido fue desapareciendo poco a poco.
Afrodita y Anir se miraron, parpadearon y se encogieron de hombros casi al mismo tiempo.

—Oye, Owlicious —le llamó la atención Hyoga.

—Llámame Watari —pidió él.

—Oh, Watari. ¿Cómo es que puedes usar un rifle? ¿Eres mechanic, no?

—¡Ah, eso! —exclamó— Gracias a esta preciosidad de aquí.

Watari levantó la mano y enseñó la pulsera que aún llevaba en la muñeca.

—No llevas mucho tiempo jugando, ¿verdad? —Hyoga asintió y Watari continuó explicando mientras señalaba las piedras entrelazadas en su pulsera de cuero— Esto de aquí son runas. Los dibujos dentro de las piedras. Esta de aquí es la habilidad pasiva de equipar rifle de francotirador y me sube la habilidad con ese tipo de arma.

—Ah… —murmuró Hyoga antes de señalar la piedra— ¿Y yo podría usarlo?

Watari negó con la cabeza.

—No, que va. Mira, por cada habilidad que existe en el juego, hay una runa y puedes equipar tres runas de este tipo a la vez, pero sólo si esa habilidad es de un job que pertenece a tu misma rama… como gunslinger y mechanic —dijo mientras acercaba un vaso sellado y clavaba una pajita en él. Bebió antes de seguir—. Por último, sólo puedes equipar runas que correspondan a jobs de tu nivel o más bajo.

—Hmn… Así que sólo sirve para segundos y terceros niveles de job —comentó Hyoga.

—Exacto. Las pillas al vuelo, chaval.

Watari mordió su bocadillo y masticó mientras Hyoga hacía lo mismo y pensaba sobre la información que acababa de recibir.
El mechanic sorbió de la pajita, atrapando unas bolitas de gominola que se movían por la parte baja del vaso de plástico.

—¿Y eso dónde se compra?

—Te las tiene que hacer un runemaster y son caras —contestó Watari antes de perseguir gominolas con la pajita.

—Ya me lo suponía…



El camino hacia la posada estaba siendo más rápida que la ida. Con la experiencia ganada y las nuevas incorporaciones, la vuelta se había convertido casi en un paseo por el campo.
Hasta que Neko lo había visto.

Puso la mano sobre el pecho de Milo, que calló antes de acabar de preguntar que pasaba. La pose de su jefa le indicaba que estaba en modo predadora. Había avistado a una presa. Y no a una cualquier, si no a una bien jugosa.

—¿Qué ocurre? —preguntó Hyoga en un susurro.

Neko había levantado su maza y se alejaba con pasos cuidadosos, poco a poco.

—Allí, ¿lo ves? —susurró Yuzuriha de vuelta, levantando el brazo para señalar el lugar, pero había árboles por todas partes.

—No veo nada…

Milo le agarró la mandíbula para poner su cara en la dirección adecuada.

—Entre esos dos árboles, sobre sus raíces.

Watari y Afrodita estaban detrás de ellos, a unos diez metros, supervisando que Rose pudiera terminar con cinco monos que se le habían subido encima y saltaban entre sus ramas y raíces.
Afrodita quería que el molbol terminara el trabajo por dos motivos: los puntos de experiencia le irían bien y él necesitaba practicar los controles y habilidades de la nueva forma de su homúnculo.

Hyoga entrecerró los ojos y entonces captó el movimiento. Y también lo vio.

Era un cofre.

El mago sabía de la existencia de monstruos-cofre en otras mazmorras. Parecían cofres normales hasta que alguien intentaba abrirlos y entonces saltaban encima de sus enemigos. Aquellos cofres se movían saltando, pero este no parecía saltar.
Se estaba dando la vuelta, aunque no lo veía bien. Hyoga levantó los talones, poniéndose de puntillas y estirando el cuello, intentando tener una mejor visión del monstruo.

El cofre se quedó quieto de repente y Neko se congeló a unos metros de él, aún con la maza en alto. El cofre abrió su tapa despacio, sin casi hacer ruido y el oro que contenía resplandeció, reflejando la luz del atardecer.
Neko volvió a moverse, acercándose a su presa.

—¿Qué hace? —preguntó Hyoga, acercándose más a Milo pero sin perder a Neko de vista.

—No quiere asustarlo.

Los pies de la chica empezaron a caminar entre las raíces flotantes del árbol, teniendo mucho cuidado de dónde ponía los pies.

—Ese bicho tiene mucha fuerza y lo quiere atrapar.

—¿Atrapar?

Neko quedó justo en frente del cofre y se quedó mirando su interior durante unos segundos antes de apretar el mango de la maza, que había bajado poco a poco, entre sus dedos.
Levantó la maza de nuevo, con un movimiento fluido pero lento.

—¿No es un cofre-monstruo? —curioseó Hyoga.

—Sí, pero este es especial.

Una vez la maza estuvo en alto, Neko usó la inercia para dejarla caer con toda la fuerza posible y el cofre saltó a un lado, aunque algunos remaches restallaron contra la maza, echando chispas en el proceso.
Y ahí estaban, decenas de patitas debajo del cofre, en forma de pies robustos pero diminutos y unos dientes demasiado humanos dentro de la tapa.

El cofre siseó y gritó antes de atacar a Neko, que simplemente lo bateó con la maza y lo envió de bruces contra uno de los árboles.
El cofre se puso de pie inmediatamente y se sacudió como un perro antes de recibir otro mazazo de parte de Neko. El monstruo chilló y empezó la retirada, pero Neko lo siguió gritando.

—¡No te escapes, maldita sea! ¡Yuzu! —gritó— ¡Ayuda!

Yuzuriha rodó los ojos y agarró su bufanda antes de correr detrás de Neko y el cofre al que perseguía.
Milo se rió un poco antes de explicarle a Hyoga.

—Eso era un baúl de peral sabia. Neko lleva meses queriendo uno.

—Vaya, no lo sabía…

Milo le revolvió el pelo al mago y se rió otra vez mientras Hyoga se quejaba e intentaba que le soltara.

—No pasa nada, hay muchas cosas que no sabes, pero ya las aprenderás —le dijo con una sonrisa cariñosa.

Hyoga refunfuñó mientras se cruzaba de brazos y notaba como se calentaban sus mejillas. Mientras tanto, unos ojos espectrales les observaban desde la oscuridad de la jungla y el monstruo encontró el momento oportuno para atacar.
« Last Edit: April 27, 2016, 10:16:37 AM by Neko »


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #137: February 15, 2015, 05:20:14 PM »
Chan chan! :v Utilizando un recurso clásico de cambio de escenas, en esta ocasión tenemos a Fenris de prota. Varios entes y criaturas a los que se enfrenta: los topos y erizos son del Etryan Odyssey. No he conseguido encontrar imagenes de los erizos :c pero son bastante parecidos a los topos pero en amarillo y con pinchitos :v Los dragones serían parecidos al khezu del Monster Hunter pero más pequeñitos y no tan desagradables a la vista. Luego también están los gusanos, que no tienen misterio alguno, y el invitado especial, el Lacerador del Corredor del Laberinto. He intentado encontrar una imagen de la peli, porque no he leido los libros y es la única referencia que tengo, pero no había ninguna decente :C Así que os dejo la que más se parece a la idea que tenía.


Capítulo 13: Scorching sun: La mujer de rojo




Fenris descubrió que salir de ese sitio no iba a ser tan fácil como había parecido en un principio. El mapa era claro, pero por desgracia en él no aparecían los obstáculos que (más a menudo de lo que querría) le bloqueaban el camino, ya fueran árboles muertos o montones de roca. Ya se había visto obligado a dar rodeos absurdos un par de veces. En una de ellas había tenido que cruzar un arroyo y se había encharcado hasta las rodillas y ahora caminaba con la incómoda sensación de tener agua en las botas.

Y luego, estaban los monstruos. Pese a encontrarse solo, Fenris no tenía demasiados problemas en enfrentarse a los enemigos más pequeños, topos y erizos que aparecían en manada pero que eran fáciles de vencer. Los monstruos medianos daban más problemas, y en ocasiones había sudado la gota gorda al tener que luchar contra dragones sin alas y ciegos del tamaño de un caballo pequeño. Pero en cuanto a los monstruos grandes...

A Fenris solamente le había hecho falta encontrarse con un gusano enorme y viscoso y lleno de dientes una vez para saber que no tenía ninguna posibilidad de derrotar a ese bicho sin morir y huir del combate tan rápido como pudiera. Era obvio que no eran criaturas a las que pudiera enfrentarse un jugador solo. Además, todavía no se había encontrado con la criatura que hacía los ruidos como de cuchillas hundiéndose en la arena y eso le ponía nervioso. Seguía oyéndole a menudo, a veces lejos, a veces cerca, y no sabía en que momento podría aparecer al girar una esquina, manteniéndose siempre alerta mientras hacía camino.

Por supuesto, tampoco se había olvidado de los malditos materiales que le había pedido Ulquiorra. Ahí estaba, haciendo de recadero quien sabía por qué. Sólo pensarlo le irritaba. En su cabeza se hacía firme la idea de no dárselas a cambio de nada cuando saliese de allí. Pero gracias a eso había descubierto que la luz azulada que iluminaba el suelo de las Grutas provenía del resplandor de los cristales y las setas que le había dicho, luminiscentes.

Justo estaba allí, agachado contra un muro de arena mientras añadía uno de esos cristales en el inventario cuando escuchó un gruñido y una serie de chasquidos que a esas alturas ya era capaz de reconocer.

Levantó la cabeza de golpe y se quedó muy quieto, escuchando. Con la escasa luz que había en ese tramo, era incapaz de discernir la silueta del monstruo pero, por el sonido metálico y el crujir de algo duro que cada vez estaban más cerca, era evidente que se estaba acercando.

Fenris se levantó con cautela y empezó a retroceder con la mano pegada en la pared. Sus pasos se hacían cada vez más rápidos a medida que el monstruo parecía ir acortando la distancia que los separaba. No sabía si la criatura le había detectado esta vez, pero soltó un chillido grave que no resultaba muy alentador. Y el sonido le ponía los pelos de punta, ese “chas chas” que no prometía nada bueno. Él retrocedía tan rápido como podía sin hacer ruido pero temiendo ya que el encuentro iba a ser inevitable.

Entonces, la pared que iba siguiendo dejó paso a la abertura de un nuevo camino del que salieron un par de brazos que le agarraron y tiraron de él. Una mano le tapó la boca antes de que pudiera formular un solo sonido y se vio presionado de espaldas contra el cuerpo de alguien que, sin duda alguna, se trataba de una mujer.

—Shhht —le dijeron, bajito, cerca del oído y el Knight obedeció, quedándose muy quieto.

Los sonidos metálicos se acercaron y se detuvieron en un punto por un largo rato. Tras un par de castañeteos secos, el monstruo se volvió a alejar. A Fenris no le soltaron hasta que sus pasos afilados ya se perdían en la lejanía.

—¿A qué ha venido esto? —dijo, alejándose de golpe y llevándose los dedos a los labios, en los que permanecía un ligero sabor a piel ajena.

La mujer levantó las manos en señal de paz. Tenía el rostro enmarcado por ondas de cabello oscura que le caían por encima de los hombros y del pecho, ataviado con un elaborado traje de resemblancia militar, con botas altas, pantalones y chaqueta encima de una camisa blanca. Una capa le caía por la espalda hasta un poco antes de la cintura y que con la luz que había era difícil de decir, pero a Fenris le parecía roja, igual que la mayoría de su ropa y que el sombrero de ala ancha que le coronaba la cabeza, con su propia pluma y todo.




—Si mal no me equivoco, acabo de salvarte la vida —respondió ella, bajando las manos lentamente a medida que veía que el otro no iba a atacarla. Su voz era grave y aterciopelada —. No creas que tengo la costumbre de ir asaltando gente a oscuras —y luego añadió —, el mundo está lleno de desagradecidos.

Fenris, gruñó por lo bajo, consciente de que tenía razón y que quisiera o no había recibido una ayuda que necesitaba. Detestaba tener que recibir ayuda.

—Yo... tienes razón. Lo siento —se disculpó tragándose su orgullo. Se llevó los dedos a la frente, pellizcándose el puente de la nariz —. ¿Sabes qué era ese monstruo?

—Un Lacerador. No quieres encontrarte con él, créeme. Tiene una forma horrible de despedazar a la gente.

—Que bonito... —Fenris miró por encima del hombro, asegurándose de nuevo que la criatura no estaba cerca. Mientras tanto, podía sentir la mirada de la mujer sobre él.

—¿Estás perdido? —le preguntó.

—No... más o menos. Tengo un mapa. Sólo debo encontrar la salida.

Ella le miró con algo que le pareció suspicacia por debajo de su sombrero. Luego preguntó, tentativamente:

—¿Necesitas ayuda?

Fenris levantó las cejas con sorpresa para volver a bajarlas casi inmediatamente, con la sospecha pintada en la cara.

—¿Por qué ibas a ayudarme?

Ella suspiró.

—Siéndote sincera, llevo perdida en este sitio más tiempo del que me gustaría admitir. Demasiado tiempo. —Ladeó ligeramente la cabeza —. Tú sabes donde está la salida, yo puedo ayudarte a combatir contra los monstruos; todos salimos ganando.

Fenris se la quedó mirando unos instantes, sospesando la oferta.

—Quizás —concedió —. ¿Eres fuerte?

La mujer levantó la cabeza con dignidad, como si esa pregunta la ofendiese.

—Soy una veterana, amigo.
—¿Podrías derrotar a una de esas cosas?
—Sí... Probablemente —se corrigió, llevándose una mano a descansar sobre la empuñadura de un florete que le colgaba en la cintura.

Fenris supuso que dadas las circunstancias, esa era la mejor respuesta a la que podía aspirar. Se llevó la mano al pelo, apartándoselo de la frente con un ligero suspiro.

—Está bien. De momento.

Ella hizo un gesto con la mano, dando el tema por zanjado y se apartó, dejando que él iniciara la marcha. Los pasajes eran tan estrechos que si hubiesen querido ir uno al lado del otro hubieran rozado de hombros y con la pared, así que ella le seguía detrás, no muy apartada.

—Soy Astaroth, por cierto —se presentó al cabo de un rato —. Aunque puedes llamarme Sut, si lo prefieres. Y antes de que preguntes, te diré que es el diminutivo de un nombre muy largo y un tanto vergonzoso.

Fenris rió por debajo de la nariz. Sabía de lo que le estaba hablando.

—Yo soy Fenris.

—Fenris —repitió ella, como probándolo —. Es un buen nombre. Escogiste bien.

Él se sintió extrañamente halagado, pero procuró que no se le notara. Siguieron caminando, aunque sin poder evitar encontrarse con los obstáculos habituales que les barraban el paso y las hordas de monstruos. Fenris había pensado al verla con el florete que Astaroth era una Fencer o una Duelist, por eso se sorprendió al verla lanzar un hechizo de agua en medio de un combate contra los dragones subterráneos mientras él les remataba a golpes de mandoble.

—Tú... eres Red Mage —declaró al finalizar el combate, sorprendido.

—Lo dices como si no hubieses visto nunca ninguno —dijo ella, divertida, haciendo un movimiento elegante con su arma —. Pero sí, lo soy. Algunos dicen que el que no pueda llegar a dominar ninguna habilidad completamente es un inconveniente, pero yo encuentro la versatilidad muy útil.

—No he visto muchos, no —confesó él —. Pero no me parece mala job. 

Aprovechó el momento para volver a analizar a la mujer, esta vez con menos sospecha. Se había desenvuelto bien en el combate, demostrando que era verdad cuando decía que no era una novata. Sus movimientos eran decidios y firmes, descargando tanto mortíferas estocadas como hechizos con rapidez y sin vacilación. Y además era bastante guapa. A Fenris le resultaba vagamente familiar.

—¿Nos vemos visto antes?

Astaroth hizo cara de incredulidad por unos instantes.

—¿No? —respondió, dubitativa, y después añadió suspicazmente —. ¿Me estás tirando los trastos?

—¿Qué? ¡No! — se apresuró a negar él, sin entender como su pregunta había podido torcerse de ese modo.

—Bien. Porque como frase para ligar, era un tanto lamentable.

—¡No estaba...! —Fenris terminó por dejarlo estar. Gruñó y siguió andando, dando gracias de encontrarse a oscuras para que no se le viera la vergüenza en el rostro. Pero realmente tenía la sensación de haber visto antes a Astaroth en alguna parte, y esa sensación no se iba.

Mientras hacían camino en silencio, su mente siguió pensando, tratando de recordar donde podría haberla visto. Al final, tras un rato de rebovinar sus recuerdos, se le iluminó al mismo tiempo en el que el rostro de la mujer aparecía en su memoria.

—¿Estuviste en Amatsu hace dos días? —le preguntó por encima del hombro —. ¿En la taberna de los farolillos?

Ella le miró con sorpresa. Desde hacía un rato parecía que lo único que estaban haciendo era sorprenderse el uno al otro de forma torpe. O al menos, Fenris se sentía torpe.

—Sí —respondió ella —. ¿Estabas allí?

Fenris estaba empezando a responderle y contarle su situación cuando escucharon el sonido metálico en la arena, y a la que quisieron darse cuenta, el monstruo ya había doblado la esquina y les miraba de frente y, esta vez, no cabía duda de que les había visto. La criatura entrecerró los ojos, que brillaban con una suave luminiscencia amarilla y abrió la mandíbula en un grito estridente y amenazante que reverberó por los túneles hacia la lejanía.

Ahora que se lo encontraba frente a frente, Fenris podía ver su figura oscura con cierta claridad. El cuerpo central era extraño, de color oscuro, parecido al de un insecto o una araña, y a trozos parecía tener un exoesqueleto duro o un cuerpo blando, como el de una oruga. Pero lo que le revolvió el estómago fueron el gran número de extremidades metálicas que salían de su cuerpo, todas terminadas en cuchillas afiladas que se hundían en el suelo y las paredes con facilidad. También tenía una cola metálica  y larga, al final de la cual había un aguijón que se parecía más a una aguja que a otra cosa.

Era la criatura más horrorosa y más lastimera que se había encontrado Fenris en el juego. Su cuerpo ocupaba toda la anchura del túnel, quitando cualquier oportunidad de esquivar a la criatura por los lados. Tampoco parecía muy posible poder sobrepasarla por encima o por debajo. El Lacerador sólo dejaba dos opciones: o huir o dar la cara.

—Maldita sea —gruñó Astaroth, blandiendo su florete —, no quería enfrentarme a uno de estos.

—¿Son muy peligrosos? —Fenris se puso en guardia, sabiendo que su pregunta era más retórica que otra cosa.

—Tiene veneno en el aguijón. Ve con cuidado.

Clavando sus extremidades con fuerza para darse impulso, el monstruo atacó, y las paredes temblaron.
« Last Edit: June 03, 2015, 06:16:21 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Kora

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #138: February 21, 2015, 04:56:24 PM »
Boss: 1, 2, 3



037thunder and the sound of giants (4/?)

Montar una torreta no era una tarea silenciosa, y sin embargo, el estruendo a su alrededor apgaba los repetitivos ruidos mecánicos que producía mientras seguía con aquella suerte de minijuego. Asami trató de desconectar de los exteriores, centrándose en golpear con precisión, no pasarse con la fuerza del martillazo, procurar que el clavo entrara recto.

- ¡Asami, no tenemos más tiempo! – Oyó la voz de Maya tras ella.
- ¡Medio minuto!

O eso esperaba, a juzgar por la barra que iba llenándose en su Omnitool.

A unos metros de ella, Elizabeth iba rebuscando en su cargado carro. Aunque otros se quejaran, agradecía la política de los Crimson Raiders de mantener el inventario siempre ordenado. Fue pasando todas las pociones de MP que podrían abarcar entre el pequeño grupo que iría a atacar los brazos del boss, así como vigores para aumentar la fuerza y destreza.

- Tendremos que quedarnos nosotros una parte. – Cerró la Omnitool, terminando las transferencias. – La mayoría de los que se quedan en tierra usan MP.
- Nos repartiremos el trabajo para que siempre quede uno con la barra de MP llena. – Le dijo Maya a su compañera, y luego se giró hacia donde Asami terminaba con su torreta. – ¡Asami, tenemos que irnos ya!

Con un último martillazo, Asami completó la torreta y los alquimistas empezaron a llenarla de bombas de hielo. Habían determinado que Temperantia tenía afinidad al viento, por lo que el hielo, su contrario en la rueda elemental, debería hacerle daño extra.

- ¿Estamos todos? – Preguntó Maya en alto cuando Asami se unió al grupo, volviendo a contar con la mirada.

Su ofensiva eran Raiden, Jolyne, Asami más otros dos jugadores, una lancer y un barbarian. Aunque había otros disponibles, los tres Time Mages de la expedición no podrían cargar con más, además de que en tierra necesitarían protección física.

- Estamos todos. – Respiró hondo. – A por ello. ¡Emma, nos vamos!

WhiteQueen asintió a unos metros, ocupada organizando a los que se quedarían en tierra. El grupo de Melee avanzó hacia el islote que había al norte, donde se podía ver la figura de Temperantia acercándose lentamente. El viento se avivó, aullando a su alrededor.

Colocándose casi en el dañado borde del islote, Raiden activó su habilidad para atraer enemigos, ganándose la atención del boss. Tras él, el resto contuvo el aliento, preparándose mentalmente para lo que iba a venir. Tendrían tan sólo unos segundos para reaccionar.

- Quietos… – Murmuró el Samurai al resto del grupo mientras retrocedía unos pasos.

Temperantia se giró hacia ellos, avanzando hasta tener el islote al alcance. Alzó su brazo, con los cuatro tubos enrollándose sobre sí mismos para formar un grueso puño antes de descender a toda velocidad.

- ¡¡Ahora!!

--

El tremor tras el golpe de Temperantia se sintió hasta allí. WhiteQueen no permitió que aquello la distrajera, ni a ella ni a los que quedaban abajo, ignorando las miradas llenas de miedo mientras seguía dando órdenes.

- Recordad: los Clerics os tenéis que turnar entre curar y alzar escudos. Podemos permitirnos un tanque por cada grupo de cuatro, así que no vayáis lejos los unos de los otros. Hay que limpiar esta zona y estar listos para la señal, ¿estamos?

Eran un buen grupo, habiendo engrosado sus filas con los magos y alquimistas que habían conseguido escapar del asalto de Temperantia. Además, tenía a gran parte de su guild consigo, lo cual la mujer consideraba que garantizaba una mínima oportunidad en tierra.

- ¿Crees que lo van a conseguir? – Le preguntó Hellion a su lado, aturdiendo a un monstruo alado para que lo frieran con una descarga eléctrica. – Si no se desactivan los brazos…
- Julian, por favor, no seamos negativos.

Ya no había otra salida posible. Sólo había una alternativa a su situación, y era mejor no pensar en ella.

Apareciendo entre la tormenta, Temperantia se dirigía hacia ellos. WhiteQueen lo había visto tres veces ya, y sin embargo, aquella era la primera que sentía cierto alivio al ver su imponente figura.

Corriendo sobre él como si fueran hormigas, ocho jugadores subían por el brazo del boss.

--


- ¡Lo han conseguido!

Kora señaló al boss, sintiendo cómo se deshacía un gran nudo en su pecho al ver al grupo correr hacia el núcleo en el hombro de Temperantia. No había podido siquiera despedirse de ninguno de los compañeros de party que habían ido a formar parte de aquella avanzadilla.

Al menos tenía el alivio de ver que habían conseguido llevar a cabo la primera parte del plan, y aunque no conseguía sacarle del todo el miedo del cuerpo, le había dado fuerzas para recordar que ella tenía que cumplir con su papel.

Cuando uno de aquellos ángeles monstruosos aterrizó delante de ella, blandiendo su lanza, lo recibió con una fuerte llamarada. Tal y como llevaba haciendo desde el principio, Hyoga terminó con el enemigo con un hechizo de hielo.

- Cuidado. – Le advirtió el Black Mage antes de girarse para encarar a otro. – Empieza a haber más de estos bichos.

Se dio cuenta de que Hyoga tenía razón al girarse, viendo que el Paladín que protegía a su grupo estaba lidiando con tres de aquellos monstruos a la vez. Con un grito ahogado, lanzó un rayo a uno de ellos, paralizándolo durante unos momentos y dándole unos segundos de respiro a su tanque.

Por supuesto que no iba a ser tan fácil.

Tragó saliva, viendo como Temperantia se acercaba al borde del islote donde estaban. Maya, Asami, Raiden, Jolyne… sus amigos estaban en lo alto de aquel monstruo luchando hasta el último aliento para que tuvieran una oportunidad.

No podía acobardarse ahora.

--


El brusco cambio del eje de gravedad la había aturdido unos segundos, y sin embargo, había empezado a correr por puro instinto tras sentir cómo aterrizaba en el brazo de Temperantia. Delante de ella, Maya gritaba órdenes de correr, no parar, darse prisa. Tenían que mantenerse dentro del campo azul oscuro que habían extendido los Time Mages bajo ellos, o si no, caerían al vacío.

Asami sentía un pinchazo de cansancio en su costado tras haber gastado estamina en la torreta, pero en aquella carrera contrarreloj no tenían ni un segundo para perder.

A lo lejos, el fulgor anaranjado del núcleo brillaba como un faro, marcando el objetivo. Se centró en él, y no en la altura a la que estaban, sin dejar de correr.

- ¡Ya casi estamos! – Anunció Jolyne cuando el suelo bajo sus pies empezaba a inclinarse hacia abajo, llegando al recoveco donde estaba instalado el núcleo.
- Vamos a estar lo suficientemente juntos como para que uno sólo de nosotros tenga que tener el campo de gravedad activado. – Dijo una de las Time Mages. – Así dos pueden conservar MP.

Maya parecía estar de acuerdo, ordenando que todos permanecieran lo más juntos posible, acercándose a la gran esfera naranja poco a poco. El núcleo flotaba a unos metros frente a ellos emitiendo un fuerte zumbido, protegido por unos aros dorados que orbitaban a su alrededor, y conectado con un rayo de energía a un orbe en el interior del brazo, tan grande como una fuente.

- ¿Y si el brazo se cae? – Preguntó Raiden, rodeando el orbe.
- Tendremos el tiempo justo para saltar. Usaremos un hechizo de gravedad para que nos atraiga en la caída. – Le confirmó Maya. – Estamos lo suficientemente cerca para llegar al cuerpo.

Primero tuvieron que romper el muro cristalino que cubría al orbe, algo de lo que se encargon Asami, Jolyne y el Barbarian con ataques especializados en perforar armadura. Costó un poco, pero fue posible.

Con un estallido, dejaron al descubierto una semiesfera carnosa y palpitante.

- Ugh… – Asami no pudo contener una mueca de asco, viendo en el resto del grupo que no era la única.
- ¿En serio tengo que darle con el pie y la mano a eso? – Preguntó Jolyne, arrugando la nariz.
- No hay tiempo para delicadezas.

Raiden avanzó, propinando un rápido corte en horizontal que le salpicó con un chorro de líquido viscoso.

Ignorando la desagradable sustancia, el Samurai y la Lancer se unieron con sus rápidos ataques, arrancando pedazos de aquella pupa carnosa, la cual iba perdiendo color poco a poco… hasta que estalló.

El grito de Temperantia retumbó por toda Columbia, y el núcleo en su hombro se apagó. Los tres Time Mages extendieron el campo de gravedad, alcanzando el cuerpo del coloso flotante. En el último estertor, Temperantia había levantado el brazo, dejándoles casi a la vera del tórax.

- ¡Saltad! ¡¡Saltad!!

--

En tierra, ver cómo caía al vacío uno de los brazos de Temperantia alzó los ánimos que parecían haber decaído con el aumento de minibosses. Estaban un paso más cerca de derrotarlo, y Elizabeth pudo ver cómo a su alrededor, la gente retomaba el asalto con más fuerza.

- Ten. Ya casi estamos.

Le tendió una frasco a la Cleric que había estado manteniendo un escudo para proteger el área de la torreta tanto del asalto de los monstruos como de los ataques a distancia de Temperantia. La chica parecía agotada, estando seguramente al límite de su MP, pero bebió toda la poción de un trago y siguió manteniendo el escudo.

El muro semitransparente se volvió a alzar justo cuando un enemigo alado se lanzaba hacia ellos desde el frente, rebotando aturdido unos segundos antes de que un homúnculo volador lo agarrara del pie y lo sacudiera como un trapo.

- ¿Necesitas algo más? – Se acercó a la Cleric, que negó con la cabeza.
- No, gracias, estoy bien.

Viendo que nadie más necesitaba inmediatamente ningún tipo de pociones, Elizabeth se alejó hasta el límite de su perímetro para ayudar al resto con los monstruos alados. Uno de ellos se lanzó en picado hacia el Gunslinger de los Crimson Raiders, Lockon, y Elizabeth lo desvió con un golpe de mazo. No fue suficiente para acabar con él, pero el par de disparos que le siguieron sí.

- Gracias, Elizabeth.
- No hay de qué. Tienes que estar entero para cuando te toque ponerte a la torreta.
- Claro que sí. – Lockon le dirigió una media sonrisa que se heló en segundos, alzando la cabeza para mirar algo detrás de ella.

Antes de que pudiera preguntar nada, la intensa luz y el zumbido la aturdieron, con el Gunslinger teniendo que sostenerla para que no cayera de bruces al suelo. Temperantia volvía a lanzar un rayo de energía, el cual era bloqueado por el escudo de la Cleric.

Iba a decirle algo cuando sintió una sacudida y un dolor agudo en su hombro. Gritó, llevándose la mano y sintiendo la sangre humedecer su palma.

- Hijo de… – Murmuró Lockon, dándole varios tiros al monstruo frente a ellos que la había atacado, manteniéndola apretada contra él. Debía haberla apartado en el último momento, aunque no había sido suficiente como para evitar un corte bastante profundo de su lanza.

Pero su herida no era lo que le preocupaba en aquel momento. Al alzar la vista, vio cómo el escudo parpadeaba por unos momentos, mostrando los pequeños hexágonos que formaban el semicírculo. Una fina línea empezaba a dibujarse desde el borde, partiéndose en ramitas. Sonaba como un cristal rompiéndose.

El escudo iba a caer.

Se separó de Lockon más bruscamente de lo que hubiera querido, usando el impulso para moverse rápidamente hacia la Cleric. Oyó cómo el Gunslinger la llamaba antes de que algo, seguramente otro de aquellos monstruos, se llevara su atención. Elizabeth siguió hacia la Cleric, alcanzándola rápidamente.

- ¡Bebe! ¡No puedes parar!

Le apartó el pelo largo de la cara, pegado a su frente por el sudor, y virtió la poción entre sus labios. Aún apretando los dientes por el dolor que le producía tener que usar el brazo herido, retrocedió, aliviada al ver cómo el escudo recuperaba su brillo. La torreta y el resto estaban a salvo.

A diferencia de ella, que cayó al suelo tratando de esquivar uno de aquellos ángeles. El monstruo la encaró, blandiendo su lanza. Usó su maza como apoyo mientras se levantaba. Le dolía todo el cuerpo.

No podía llamar a Lockon, quien estaba contra tres a la vez, disparando un cartucho tras otro. La Cleric se giró hacia ella, alarmándose al verla.

- ¡Espera! – Gritó la otra. – ¡Te curaré!

Pero Temperantia no iba a permitirlo, y el zumbido que anunciaba su siguiente ronda de proyectiles retumbó sobre el escudo, obligando a la Cleric a mantenerse en su posición. El rayo golpeó el escudo, de nuevo deslumbrándolos a todos y aturdiéndolos durante unos instantes. Todo se detuvo por un segundo.

Cuando el zumbido paró, Elizabeth estaba en el suelo. Notó un fuerte dolor en el abdomen, y al apretar su mano sobre la ropa, notó que estaba empapada. Su visión era borrosa, apenas pudiendo distinguir la figura del monstruo frente a ella. Oyó disparos a lo lejos, haciendo que saltaran plumas de su enemigo. Alguien la llamaba, pero las voces sonaban distorsionadas, y no podía entender qué decían.

Levantó la mirada, tratando de enfocar la vista. Por suerte, el escudo seguía en pie.


Shura

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #139: February 22, 2015, 06:57:32 PM »

#32.

xx
xx

No, no, no.

El aire había escapado del pecho de Sol, quedándose helado en el segundo que el samurai tardó en tocar el suelo, como si el tiempo se hubiera detenido y el único sonido fuera el de la katana atravesando el aire y dando contra el suelo.
Luego, súbitamente, todo se puso en marcha demasiado rápido.

-¡Vamos!
Fue Nero el que dio el grito de batalla, escoltado de cerca por Caesar, que no había necesitado señal para sincronizarse con el Knight. Doppio, Jojo y Shura les seguían de cerca, siendo él, el único en quedarse atrás. Necesitando unos segundos antes de reunirse con ellos.

“No. No. Hay que organizarse. Hay que huir. Joder. Necesitamos más gente.”

-Necesito a mi puta Guild.



En el clamor de una nueva batalla, el grito salvaje de Nero, sólo podía ser silenciado por el rugido ardiente del filo de la espada siendo lamida por las llamas. Dispuesto a abalanzarse contra un enemigo ciego y enloquecido por el dolor que le había producido el samurái. Estaba decidido a ser él mismo quien acabase con aquel enemigo.
-¡NERO!

Caesar consiguió llamar su atención, preparando una estrategia que atrapó su atención, listo para el trabajo en equipo.
-¡Nero! ¡Guarda fuerzas! ¡Necesitamos que vayas a por la katana del samurái! –Caesar se detuvo, tomando posiciones y preparando un ataque mágico.
-¿¡QUÉ!? –Imitó al Ilusionist deteniéndose, pero únicamente porque estaba demasiado sorprendido por sus palabras. -¡Pero yo quiero pelear! ¡Quiero acabar con ese monstruo!
Caesar pasó por alto el tono infantil del Knight, que también parecía haberse dado cuenta y se removía más nervioso e impaciente por la batalla, que avergonzado.
-El monstruo esta descontrolado, necesitamos tu ataque para rematarlo, es nuestra mejor baza –sus palabras parecieron animar a Nero, que asintió hinchado de orgullo-, le haré caer con mi ataque, ese será el momento. Mientras tanto, ve a por la katana.
-¡Entendido!
-¡Yo te ayudo! –Jojo le siguió cuando emprendió la carrera, notando ambos los hechizos de apoyo de Doppio y Shura.

Corrieron directamente hacía Berial, se había movido hasta quedar sobre la katana, era un milagro que aún no hubiera aplastado el arma, pero solo era cuestión de tiempo.
-¡Jojo! ¡Puedo abrirte camino! ¡Pero tendrás qué ser tu quien...!
-¡Puedo hacerlo! –Hizo girar en su mano los boomerang de bolas, rezando porque su agilidad de Thief, le permitiese hacer lo que se le pasaba por la cabeza.

Atacaron por detrás, Nero dio una patada en el suelo, saltando tan alto como pudo y utilizando parte de sus habilidades para alcanzar con su espada la carne de la pata trasera. Pero no era suficiente, y como un aspa de molino, impulsándose con toda la fuerza de su cuerpo para dar una vuelta en el aire gastando su energía, el arma giró y entro de nuevo en su carne, saliendo y cayendo al suelo mientras Berial se resentía de la herida paralizado por el dolor en lo que resultaría menos de medio segundo.

Tiempo suficiente para que Jojo se deslizará entre las piernas del monstruo, el calor que desprendía la criatura le quemaba la piel restándole puntos de vitalidad. Gritando y cegado, solo pudiendo confiar en su instinto. Lanzando el extremo del boomerang, la bola se enredó en el metal de la katana, quedando afianzada cuando Joseph tiró del arma levantando como si de un trofeo se tratase, la katana que ahora estaba en su mano.
-¡Nero! –Clavó la rodilla en el suelo, dando vueltas al boomerang por encima de su cabeza un par de veces hasta obtener la inercia adecuada para lanzar la espada en dirección al Knight -.¡Allá va!

Jojo lanzó su segundo boomerang contra una de las patas delanteras cuando esta dio una patada contra el suelo cerca de donde segundos antes se encontraba, tomando impulso en el movimiento del monstruo para salir disparado fuera del alcance enemigo, cayendo al suelo sólo con tiempo de rodar por el de manera desordenada, dolorido pero a salvo.

Nero toco suelo tras su ataque inicial, la katana salió de entre una llamarada azul provocada por Berial, revelando que la punta de la hoja iba directamente hacía él.
Saltó directo hacía la katana, con la adrenalina recorriendo cada poro de su cuerpo, le daba la impresión de que el tiempo avanzaba mucho más despacio. Pero no tanto como para pararse a pensar en el desafortunado tiro y en como la pezuña de Berial iba directamente hacía él en una coz.

“Tengo que proteger el arma. No puedo dejar que ese cabrón gané y se cargué la Guild”

Nero estiró el brazo intentando alcanzar el arma, girando en el aire y chocando directamente contra la pezuña. Una confrontación que lo mando disparado hacia atrás, salpicando sangre por todas partes, cayendo al suelo donde permaneció inmóvil.

La llamada por su compañero se tornó en un grito de horror.
Ninguno estaba lo suficientemente cerca para ayudarle, Berial se giró, observando en el suelo al jugador que le había provocado aquel dolor, rugiendo y levantando la espada en su dirección.
Fuera de su vista, corriendo y gritando en dirección al Knight. Jojo utilizaba su mejor táctica, se inclinó para recoger a Nero desde el suelo y cargárselo en los brazos, con el miedo dándole alas y sin perder el ritmo de la carrera.
No podía adivinar que la espada caía directamente sobre su cabeza, simplemente sintiendo el vacío del aire a su alrededor.
“Oh shit, oh shit” El filo de la espada creaba una enorme sombra sobré él.

-¡AAH!
El metal no llego a caer, se había detenido en el aire, chocando contra una barrera de gravedad y dando tiempo a Jojo de escapar del alcancé de su ataque.
Doppio les había protegido dándoles el tiempo que tanto necesitaban, pero a cambio provocando la rabia de su enemigo que le devolvió un ataque rápido en forma de llamarada, alcanzando al Time Mage y resintiendo su salud, retrocediendo justo antes de que Shura le curase del estado de quemado, y poniéndose a salvo con el resto de la Party fuera del alcancé de su enemigo.
Iba a pedirle a esta que le curase, pero el estado de Nero era más grave.

Su vida había bajado muchísimo, dedicando todas las atenciones de la White Mage que se encontró con un problema mayor.
-¿Qué…?
Nero había conseguido hacerse con la katana, la había mantenido a salvo del golpe de Berial, pero a costa de que el arma atravesará su costado saliendo por la espalda. Insertado como se encontraba e inconsciente por el dolor.
-Nero… -El modo en que lo había nombrado Sol, era como si sonase hueco, hablando con la boca seca y agarrando el extremo del arma en un intento por salvarle.
-¡No! ¡No se la saques!
Shura intentó detenerlo, pero el arma había desaparecido.

No había sido Sol, la katana se había volatilizado en partículas del color del zafiro. La chica reparó entonces, en que, en lo alto del edificio de pie sobre él, el samurái había despertado. La katana había aparecido en su mano y observaba en su dirección.
Era una locura, no podía adivinarlo desde aquella distancia, pero estaba segura de lo que veía. Shura pudo observas como parte del vendaje de su rostro se había desatado, mostrando mechones de pelo blanco y una mirada, una mirada directa hacía Nero, que reflejaba… ¿respeto?

El contacto visual duró un momento, Shura concentró toda su magia en cerrar la herida de Nero. Intentando no perder la concentración cuando el suelo y el aire comenzaron a temblar.
-¡Va a volver a atacar! –Sol conocía ese ataque con el que antes, había acabado con la oleada.
Pero Sol no iba a huir, Nero era el mejor ejemplo y había actuado como un líder mucho mejor que él. Sol invocó su escudo, poniendo todo su poder en proteger al grupo.

El ataque de Berial se sintió como un tsunami, aunque el Paladin intentase quedar clavado en la tierra para mantener su posición, poco a poco sus pies se iban deslizando perdiendo territorio, era un poder tan inmenso que rebasaba su campo de protección, parando algunas llamaradas mientras que otras les alcanzaban y mermaba la vida de sus compañeros lentamente.

Doppio comenzó a gritar, asustado porque su vida bajaba sin que pudiera hacer nada. Shura lo tomó de la mano.
-¡Aguanta! ¡Estoy contigo! ¡Estamos todos juntos! –Tomó también la mano de Nero, aunque ya no le quedaba poder para curar, aunque ella también estaba perdiendo poco a poco su vida, era necesario transmitirse que no todo estaba todo acabado, que estaban todos juntos y que no dejaría ir a nadie.

Sol sintió un hálito de esperanza, deseando decirle que era maravillosa, por todo aquello que hacía por ellos y por ser tan fuerte en momentos tan desesperados.
La resistencia del escudo del Paladin había caído, sustituyendo esta por sus propios puntos de vida, en un contador que se vaciaba en la inevitable cuenta atrás de perder su segunda vida…

A punto de morir.
Todo se detuvo.
« Last Edit: April 13, 2015, 05:18:38 PM by Shura »


Shura

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #140: February 22, 2015, 07:14:03 PM »

Terminado  ;D

#33.

xx
xx

A punto de morir.
Todo se detuvo.

El escudo de Sol se deshizo, pero ya no había ningún ataque. Berial se mantenía inmóvil delante de ellos, observándoles con mirada perdida, como si quisiera decir algo.

Pero el único sonido, fue el pegajoso ruido de algo separándose, la carne abriéndose, y la cabeza de Berial rodando un momento sobre su base, antes de caer al suelo seca como una roca, y de que el resto del cuerpo de la criatura se inclinase doblando las patas traseras de forma antinatural y quedando sentada, antes de deshacerse en datos que brillaron como polvo de diamante hacía el cielo de Neverland.

El mensaje del Game Master inundo el lugar, demasiado impresionados para procesar lo que estaba pasando o lo que decía. En lugar del monstruo, encontraron los preciados objetos que este había dejado al ser derrotado. Del samurái no quedaba ni rastro, siendo que había sido éste, quien había acabado por cercenar la cabeza de Berial.

-¿Hemos ganado? –Jojo fue quien rompió el silencio, haciendo que cayera el velo de incredulidad y se percatasen de su afortunada victoria.
-¿De verdad es el GM el que está hablando? –Shura apretó los dientes furiosa, lo que le faltaba para su humor era la presencia de aquel mal nacido. 
-Oh no… mirad arriba… -Caesar estaba pálido, señalando al cielo donde se dibujaban las imágenes de la batalla, el modo detallado en que había muerto la arquera Trish, aplastada aunque había intentado detener desesperada, el muro que caía sobre ella con sus propias manos. Caesar había estado tan cerca de salvarla a ella también…
Se vio como Nero, se lanzaba a por la espada y quedaba ensartado y malherido… era como si todo aquello fuera más propio de un circo o de “los mejores vídeos caseros de América”.
-No miréis, no prestéis atención a ese hijo de puta, no le deis el gusto –Sol escupió al suelo de pura repulsión.

Nero comenzó a recuperar la consciencia, despertando poco a poco mientras recuperaba el conocimiento.
-Nero… ¿estás bien? No te levantes todavía.
Siguió las instrucciones de Sol, mientras Caesar y él recogían lo que había dejado Berial y decidían organizarlo para más tarde.
Shura se acercó a Nero, permitiéndole usar sus piernas de apoyó para la cabeza, peinándole con los dedos el pelo y apartándoselo de los ojos.
-¿Qué ha pasado? –Alzó la vista para encontrarse con los ojos de la White Mage que lo miraba maternalmente, llena de orgullo.
-El samurái nos ha salvado la vida… y todo ha sido gracias a ti.
-Yo no…
-No se te ocurra decir “yo no he hecho nada” –Jojo le cortó, adivinando lo que iba a decir Nero, que lo repitió. Sonriendo tímidamente al darse cuenta de la coincidencia.
-El GM ha dicho que era uno de los mejores momentos de la batalla…
-Doppio… -Shura reprochó a su compañero aquel comentario, el mencionado guardó silencio avergonzado.
-Lo has hecho de muerte, macho, estamos vivos gracias a ti –Jojo cerro el puño, manteniéndolo en el aire hasta que Nero le correspondió cerrando el puño y chocándolo.

Sol y Caesar regresaron con el resto del grupo.
-No podemos perder el tiempo, ahora mismo estamos tan débiles que somos vulnerables. Nero, ¿crees que puedes levantarte?
-Claro.
Antes de que nadie pudiera reprochar las palabras de Sol, que Nero comenzó a incorporarse, pudiendo quedarse únicamente sentado.

Sol no podía apurarlo mucho más, ni tampoco podía, cayó al suelo cansado soltando un gran suspiro y con Caesar imitando al resto de sus compañeros, los seis sentados en círculo.
-Vale, estamos todos jodidos, vamos a tomarnos una tregua esta vez, y que cada uno coja una poción.
Sol repartió todas las pociones que le quedaban en el inventario.
-Aprovecharlas, porque son las últimas que me quedan…
-¿¡Las últimas!? –El grito de Doppio acompañado por un gallo, provocó que todas las miradas girasen hacía él.
-Sí… pero beber tranquilos, luego podremos comprar más con lo que obtengamos de la venta de lo que el monstruo ha dejado.

Doppio no escuchaba nada de la conversación, algunos ya habían comenzado a beber, tranquilamente, el único que conocía que entre aquellas pociones había un veneno, era él.
Pero… ¿a quién le había tocado?
Doppio miraba con ojos desorbitados su propia poción… la que justo resultó ser el veneno.



xx
xx


-Aprovecharlas, porque son las últimas que me quedan. Iremos a por más con las ganancias por vender la mierda que ha dejado caer el monstruo.

Jojo fue a destapar la suya… pero se extrañó de que esta no tuviera tapón, no recordaba habérselo quitado, todas las pociones llevaban tapón, pero en algún momento tendría que haberlo tenido, porque nada del interior se había derramado…
El pensamiento quedó en un segundo plano, a su lado Caesar había comenzado a toser, atragantándose de tal manera que había perdido el color de la cara y llevándose la mano a la garganta, agobiado por el líquido recorriéndole por donde no le correspondía.

Jojo le dio unas palmadas en la espala para ayudarle a desatorarse y recuperar la respiración… más bien logrando una mirada enfadada de Caesar.
-Oye, ¿estas bien? Por poco te mueres con el exceso de proteínas –Joseph sonrió cuando su compañero puso los ojos en blanco, recuperando la respiración.

Yaargh-

No había manera de describir aquel sonido, podía producirlo un ser humano, pero era escalofriante, húmedo, repulsivo y roto, el que imaginarias en una pesadilla si algún órgano quisiera escapar del cuerpo directo por la boca.
Todos miraron en dirección a Sol.
Parecía paralizado, mirando al resto como si se encontrasen detrás de un cristal y él fuera la atracción de feria.
Antes de preguntarse “¿qué estaba pasando?” Que su cuerpo quedo rígido como una tabla, cayendo hacía atrás sentado como se encontraba, en shock, ahogándose, pataleando al macabro ritmo de las convulsiones.

-¡SOL! –Nero cayó a su lado al intentar auxiliarle más rápido de lo que su estado le permitía moverse. Tocándole mientras quedaba quieto, observando sus ojos inyectados en sangre, segundos después, su mano únicamente agarraba el aire.

Sol había desaparecido.

-¿Qué-?
-¿¡QUÉ ESTA PASANDO!? –Jojo se puso de pie en un salto, mirando a su alrededor buscando algún posible atacante.
Doppio comenzó a gritar pateando el suelo asustado, alejándose de donde había estado el Paladin. Como si lo que le hubiera ocurrido a Sol se le pudiera contagiar y él también fuera a desaparecer.
-¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando? –Nero a duras penas que se puso en pie, le temblaban las rodillas, no tenía fuerzas para sostener el arma, pero no sabía si era por la posible amenaza o por ver a Sol desaparecer.

Shura sintió un escalofrío, pensando a toda velocidad para no caer en pánico, mirando el bote de poción del que había bebido Sol y el que había dejado caer. Antes de poder tocarlo, la mano de Caesar le agarro la muñeca con la fuerza propia que daba el terror.
-¡No la toques! ¡Ha sido la poción!
-¿¡Qué estaba bebiendo!? –Shura se abrazó asustada a Caesar. El tarro no desapareció como el resto, si no que poco a poco el cristal se dobló como un pedazo de plástico al fuego, desapareciendo en una voluta de humo negro-. ¿¡Era veneno!?
-Entonces… -Joseph se llevó las manos a la boca espantado.
-Sol… ¿ha muerto…?
Nero dijo aquello incrédulo. Tenían que estar equivocados, habían sobrevivido a la batalla, el peligro había pasado.
Aquello no podía ser, únicamente, si Sol hubiera muerto, este aparecería en un lugar que conocían bien…

Nero escuchó como lo llamaban, soltando la espada y corriendo medio tambaleándose, alejándose con una dirección muy clara. La sede de la Guild de los Made In Heaven.
No quedaba lejos, apenas tardo unos minutos en llegar… y exacto, ahí se encontraba Sol.

Dándole la espalda, saltaba a la vista que estaba en perfecto estado, ni una herida, recuperado milagrosamente de la batalla.
-Sol…
Quiso llamarle para no sorprenderle, ojala su voz no hubiera sonado tan lastimera.
El Paladin se dio la vuelta sorprendido y alerta, preparado para defenderse más que para atacar. Pero enseguida reconoció a su compañero. Parpadeando un par de veces, cambiando su cara sorprendida, por una sonrisa demasiado forzada.
-Vaya… menuda mierda… tengo que recordar cambiar la configuración para la próxima vez que pierda una vida.

Nero guardó silencio.
No habría una próxima vez para Sol. Había perdido su segunda vida, la próxima vez, sería la definitiva. A una sola vida de morir, y de nunca volver a aparecer.


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #141: February 28, 2015, 08:38:50 AM »
~+11~


—¡Bienvenidos a la cabaña del tío Pip! —exclamó el gunslinger haciendo un gesto grandilocuente.— Tengo otra más grande y más mejor con contraseña cerca de Palanthas, pero de momento ésta nos sirve, ¿no?

Sus otros tres compañeros observaron la construcción que se asentaba sobre las ramas de los grandes árboles con distintos grados de curiosidad y desconfianza. Ante el silencio de su público el joven se encogió de hombros y empezó a subir la escalerilla de madera que daba entrada al edificio.

—¡El último que suba, que recoja la escalera! —llamó desde varios metros más arriba.

Antes de que terminase la frase Kíli ya estaba trepando por los tablones con agilidad.
Fíli echó un vistazo a la chica, pero ésta simplemente revolvía entre las hojas del suelo con la puntera de sus botas, sin prestarle atención. Era como si estuviera esperando a que todos hicieran lo que tenían que hacer y una vez hubieran acabado ya se encargaría ella de sus cosas por su cuenta. Y le supo mal.

—Airin... —dijo con voz suave.

La chica levantó la vista hacia él, y a Fíli se le hizo un nudo por dentro al ver su mirada tan desanimada.

—Voy... voy subiendo —murmuró el muchacho tragando saliva. Y se dio la vuelta hacia el árbol, sin llegar a verla asentir en silencio.

Por un momento había sentido que dijera lo que dijera iba a meter la pata hasta el fondo y hacer más mal que bien, y le había podido el miedo. Y mientras se iba izando despacio por los escalones cada tabla de madera que dejaba atrás era un reproche en su mente a su cobardía.

—¡Me pido la cama grande! —oyó la voz alborozada y los pasos atropellados de su hermano retumbar por el interior de la cabaña, que era más amplia de lo que parecía desde abajo.

—¡Eh! ¡Que la cabaña es mía! ¡La cama grande también! —la indignación del gunslinger ante el asalto de Kíli le habría resultado divertida de no haber sido por las circunstancias.

—Yo sólo veo una litera y una cama doble. Y os recuerdo que somos cuatro —dijo Fíli frotándose los nudillos.

—Precisamente. —contestó su hermano aún rebotando sobre el colchón más ancho.— Tú y yo compartimos como cuando éramos críos, ¿no?

Fíli lo miró con suspicacia. Kíli rodó un poco por la cama y terminó por sentarse en el borde, revolviéndose el pelo con una mano más aún de lo que ya lo tenía.

—No es como si Airin fuera a querer compartir manta conmigo ahora —susurró el arquero avergonzado.

—¡Oh-hó! —la exclamación de Pip no fue más allá frente al par repentino de miradas aviesas que le dirigieron ambos muchachos, pero su cara adoptó una expresión que recordaba terriblemente a un gato travieso.— Así que...

—Ni una palabra al respecto. —sentenció el knight, ignorando la mirada agradecida de su hermano.— De verdad que no es el momento, Pip.

El gunslinger se sentó en la litera de abajo, y resopló con resignación.

—¿Piensa contarme alguien qué demonios ha pasado esta tarde? Porque antes todo era bonito y ahora... Bueno, ahora ya no.

—¿Me crees si te digo que lo sé pero no lo tengo claro? —murmuró Kíli mientras miraba algo en la omnitool. De repente levantó la cabeza alarmado— Airin sigue ahí ¿verdad?

*

Airin oía las voces de sus compañeros por encima de su cabeza, pero no conseguía distinguir las palabras con claridad. Tenía el presentimiento de que estaban hablando de ella y pensó que casi sería mejor no enterarse. Desplegó el panel de mapa de su omnitool y buscó sus coordenadas. El sol estaba empezando a bajar, pero sabía que si empezaba a caminar ahora podría llegar a Lavender Town antes de que se hiciera completamente de noche. Miró fijamente hacia el bosque a su alrededor. Después de lo que habían pasado ya no parecía un sitio tan acogedor como antes y no estaba segura de querer arriesgarse a un nuevo encontronazo.
Se sentó en uno de los tablones más bajos de la escalera de la cabaña y pasó los dedos distraídamente por la hoja de su espada, siguiendo el reflejo de la luz sobre el metal. Fíli había querido decirle algo, pero al final se lo había pensado dos veces. Probablemente le sabía mal sacarla de la party antes de anochecer y prefería esperar a la mañana siguiente, era un chico así de responsable. Le invadió la desesperanza y tragó saliva con dificultad.
Si no hubiera dicho nada... pero no, siempre tenía que abrir la boca y estropearlo.

No había calculado la posibilidad de arrepentirse de su reseteo, pero tampoco se le habría ocurrido que el GM fuera a organizar semejante despropósito como el que estaban viviendo. Echaba de menos los niveles de experiencia que antes le habían permitido pasearse despreocupadamente por casi cualquier lugar, ahora se sentía indefensa sin ellos y para más inri tenía que aprender a manejar un set de habilidades completamente distinto al que estaba acostumbrada.
En un momento de debilidad se preguntó a sí misma si alguno de los miembros de su antiguo grupo la echaría en falta, pero al mismo tiempo dudaba de que así fuera. Probablemente ya estaba siendo demasiado pedir que se acordasen de ella. Aunque a lo mejor Ichiban... ni siquiera sabía su nombre real, pero Ichiban era un buen tipo.
Se mordió el labio pensando que su hermano habría cumplido por fin su deseo de verse libre de su estorbo menos favorito, ahora podría volver a ser hijo único como llevaba tanto tiempo reclamando. Un sonido entrecortado se le atascó en la garganta y Airin se restregó el puño de una manga por la cara, limpiándose con torpeza.

Pasaron unos minutos antes de que fuera capaz de respirar otra vez con normalidad y no fue hasta que sintió crujir la escalera un poco más arriba de donde ella estaba sentada que se dio cuenta del silencio que se había apoderado del lugar.

—Airin, —la mano cálida de Kíli acarició su cabello con delicadeza, y tuvo que morderse un nudillo para no empezar a llorar de nuevo,— vamos a echar las camas a suertes, ¿subes?

Asintió con la cabeza, sin atreverse a mirar hacia atrás, y notó cómo los dedos del chico le recolocaban un mechón de pelo tras la oreja con ternura.

—Igual si tienes suerte puedes elegir la cama de matrimonio para ti sola, pero a la próxima tendrás que dormir con Pip. Es un tacaño que no quiere compartir almohadas.

—¿A la próxima? —Airin deseó que el temblor en su voz no fuera tan evidente.

—Mm-hmm —la voz de Kíli era suave, y tal vez algo azorada— aunque si prefieres dormir conmigo no te culpo, yo huelo mucho mejor.

« Last Edit: October 12, 2018, 05:13:16 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #142: March 03, 2015, 11:59:04 AM »
Último post en el tema :')


038thunder and the sound of giants (5/5)

La barra que indicaba cuánto HP le quedaba al orbe estaba a punto de vaciarse, y fue entonces cuando Raiden ordenó al resto del grupo que parara.

- ¡Maya! ¿Cómo bajaremos? – Gritó Raiden, aún con la katana en alto. Los otros jugadores levantaron la vista.
- Porque tendríais algo pensado, ¿verdad? – Inquirió el Barbarian.
- Pues claro.

Maya se cruzó de brazos, bufando antes de continuar. No por nada había obviado el tema hasta aquel entonces; aquella era la parte que menos iba a gustar.

Mientras ella mantenía el campo de gravedad, los otros dos Time Mages habían ido preparado la bajada, dejándolo todo listo para aprovechar los escasos segundos que tendrían una vez el brazo empezara a caer.

- Suena un poco tonto explicado... básicamente, una cadena de bolas de gravedad nos irá lanzando hacia el suelo.
- ¿Cómo…? – Asami arqueó una ceja.
- Una esfera nos atrae, y nos lanza hacia la siguiente. – Maya hizo un movimiento en zig-zag con el índice. – Podríamos usar una que nos impulsara hacia el suelo directamente, pero la caída es demasiado alta. Incluso así nos va a doler.
- ¡Pero eso es-!

La Lancer se quedó a media frase. Con las laceraciones inflingidas, el segundo núcleo había seguido sufriendo daño. Tras un breve sonido viscoso, explotó salpicando a todos a su alrededor con la viscosa substancia oscura, incluso a Maya, aún estando detrás de ellos. Pero en aquellos momentos no podía prestar atención a las manchas en su ropa, teniendo un problema mucho más grande entre manos. El brazo de Temperantia se sacudía tras haber destruido el núcleo, y de no ser por el hechizo de gravedad que los mantenía pegados al área donde pisaban, hubieran caído al vacío.

- ¡Tenemos segundos antes de que el brazo se caiga! ¡¡Vamos!!

A falta de otra opción que no fuera caer con Temperantia, los jugadores de melee corrieron hacia el borde del brazo. Tal y como les había explicado, los Time Mages habían formado una cadena de esferas de gravedad, flotando en el aire con un brillo azul oscuro y marcando una ruta en zig-zag hacia el suelo.

- Oh, dios mío… – Murmuró Asami.
- ¡Cierra los ojos! – Jolyne tomó a su compañera de la muñeca, saltando por el borde antes de que el brazo cayera.

Atraídos por la fuerza gravitatoria con un movimiento de succión, fueron pasando de una esfera a otra como si fueran pelotas de ping-pong en un trayecto que apenas duró unos segundos. Pero el tirón de la gravedad fue doloroso, y más lo fue dar con sus huesos en el suelo a aquella velocidad.

Maya rodó sobre sí misma, dándose un momento para quejarse en voz alta. Había imaginado que el impacto afectaría a los magos más que a nadie, aunque no creía que sería tanto. Los oídos le pitaban y le dolía el cuerpo entero. Probablemente tendría algo roto. 

Alguien la inclinó, haciéndole beber una poción. El líquido recorrió su cuerpo con una fría oleada, entumeciéndola durante unos segundos para luego dejarla con una sensación refrescante. Sorprendida, vio que el Samurai era quien la tenía en brazos. Aquella armadura debía ser incluso más dura de lo que parecía.

- Casi te mueres. – Le reprendió Raiden, tirando el frasco a un lado. – Empiezas a cansar con ésto de los sacrificios heroicos.
- Eres un encanto. – Levantó una mano para darle una palmadita en la mejilla que estaba al descubierto.

No necesitó la ayuda del otro para levantarse, completamente recuperada con la poción. Revisó que todos estuvieran enteros. Para su satisfacción, los ocho estaban allí. Un poco magullados y bastante sobresaltados tras la caída, pero, afortunadamente, no había bajas entre ellos.

- ¡Ya ha perdido casi la mitad de su HP! – Anunció Asami, comprobando la Omnitool.
- ¿Tan rápido? – A su lado, Darklaw abrió los ojos, sorprendida.
- Destruir los núcleos ya le había hecho bastante daño. – Aclaró el otro Time Mage.

La torreta disparaba los proyectiles de hielo constantemente, deteniéndose sólo cuando Temperantia iba a lanzar su ataque de energía, momento en el que un escudo se alzaba para detenerlo. A ésta se le unían los jugadores que conseguían librarse del acoso de los ángeles, lanzando ataques a distancia al rosto pétreo del boss.

- ¡No podemos pararnos ahora! – Anunció Raiden. – ¡Hay que despejar el suelo!

La última ronda, la parte final del plan, empezaba en aquellos momentos. Iban a derrotar a aquel monstruo, Maya podía sentirlo.

--


Cuando el segundo brazo de Temperantia cayó, los jugadores en tierra estallaron en júbilo. Aunque la batalla todavía estaba lejos de terminar, ver que el plan estaba funcionando hizo maravillas con los ánimos de los combatientes. Sin sus brazos, el boss estaba completamente expuesto, y los ataques a distancia empezaron a mermar su barra de vida considerablemente.

Pero llevaban demasiado tiempo luchando. Kora se sentía agotada, y podía ver que a su lado, Hyoga apretaba los dientes antes de lanzar su siguiente hechizo, atrapando a uno de aquellos monstruos alados en un anillo de hielo. Aprovechando la situación, la maga lanzó un hechizo de electricidad.

El monstruo se deshizo en una nube de plumas mientras Kora se llevaba una mano a la cabeza. Sabía que el dolor agudo que le había atravesado era consecuencia de estar al límite de su MP, y tuvo que reprimir el impulso de simplemente marcharse de allí a lamentarse en un rincón.

- ¿Estás bien? – Hyoga la sujetó por los hombros. – Aguanta, Kora, ya queda menos.
- Sí…

Asintió con la cabeza, sacando una poción de MP. Aquella era de las menores, recuperando sólo un tercio de su MP, dándole oportunidad de mantenerse en pie durante un poco más.

El Paladín que tenían como tanque provocó a los enemigos, resistiendo tras su formidable armadura. Había luchado con fiereza a su lado, atrayendo a los ángeles para que atacaran a los otros lo menos posible, y aún con sus esfuerzos, uno de los magos del grupo había caído, obligando al resto a poner más de su parte.

- Tienes que hacerlo…  – Murmuró para sí misma, atacando a los ángeles que se cernían sobre ella. El último hechizo de fuego que lanzó le hizo soltar un grito ahogado de dolor, habiéndose vuelto a acabar su MP.

Con un grácil giro, el ángel esquivó la llamarada, yendo en picado hacia ella. Pero la lanza dorada dio contra el suelo, rebotando con una chispa. Rugiendo, el monstruo miró a su alrededor, buscando a su presa.

Alguien había tirado de ella en el último momento, apartándola de la trayectoria de su enemigo. Kora notó que estaba apoyada en una superficie mullida, y levantó la vista para encontrar unos ojos verdes muy familiares.

- ¡Asami! – El alivio de volver a ver a su amiga hizo que se olvidara de todo por unos instantes, y abrazó el pecho de ésta. – ¡Lo habéis conseguido!
- Kora… estás-
- ¡Quizá podríamos dejar los reencuentros para después!

Bajo una nube de plumas y trozos de ángeles, Raiden les dirigió una mirada de reproche y un chasquido de lengua antes de seguir luchando contra el resto de monstruos que habían invadido el islote.

- Tiene razón. – Asintió Asami, apartándose unos centímetros sin terminar de romper el abrazo. – Terminemos con ésto.

--


Cuando Temperantia cayó, los gritos de alegría se volvieron ensordecedores. Dejando ir un último rugido, el cuerpo del coloso empezó a caer hacia el vacío sobre el que se había alzado. Antes de desaparecer, su voz se oyó por última vez, retumbando en los islotes de Columbia.

Vuestro juicio no termina aquí…”.

Con su líder derrotado, los monstruos que lo acompañaban empezaron una rápida retirada, alzándose en vuelo para desaparecer entre las corrientes de aire que poco a poco iban debilitándose. Para algunos era un alivio, especialmente los que estaban al límite de vida, mientras que otros se lo tomaban de forma diferente.

- ¡Oh, claro! ¡Ahora os vais!

Aunque le consumiera casi todo lo que le quedaba de MP, WhiteQueen usó su habilidad de visión de muerte sobre el ángel que la había estado atacando y que ahora huía con sus compañeros. Éste cayó al suelo con un ruido sordo.

- Vaya manera de gastar MP. – Comentó Maya a lo lejos, terminando de crujir a uno de los monstruos alados dentro de su esfera de gravedad.
- No me gusta dejar las cosas a medias. – Le dirigió una sonrisa de soslayo.

Conforme iba despejándose la zona a su alrededor, los jugadores se reagrupaban. Con abrazos y celebraciones por doquier, hasta la WhiteQueen misma no pudo contener la sonrisa orgullosa cuando vio que los miembros de su guild había resistido el asalto sin bajas.

- Bien hecho, chicos. Sabía que ésto sería pan comido para nosotros. – Puso una mano en el hombro de Julian, pasando la mirada por los rostros cansados pero satisfechos de todos sus compañeros.

Aprovechó la distracción ofrecida por un jugador que al alcanzar a una Acolyte, la tomó de la cintura para darle un largo beso (inmediatamente correspondido) que sacó silbidos de todos los que los rodeaban. A paso rápido, se acercó hasta Maya y Raiden, los cuales estaban haciendo recuento de los supervivientes.

- No quiero alarmaros, pero ahora tenemos un problema entre manos.
- ¿A qué te refieres? – Maya arqueó una ceja.
- A que en cualquier momento, los magos y los alquimistas van a acordarse de que estaban matándose hace apenas un par de horas.

Un momento que estaba más cerca de lo que creía. A unos metros de ellos había surgido una disputa, con dos bandos que iban creciendo con cada palabra pronunciada. No había que escuchar nada de la conversación como para saber que algunos de ellos estaban dispuestos a retomar lo que habían dejado antes de que Temperantia les arrastrara a la batalla. WhiteQueen, Maya y Raiden sólo necesitaron una mirada entre ellos para saber que aunque el boss había sido derrotado, la lucha podía estar a unos segundos de volver a estallar.

Para su sorpresa, su intervención no fue necesaria. Cuando se encaminaban hacia el grupo en cuestión, desde el cual se podía ver ya el amago de algún hechizo o un homúnculo tomando posición ofensiva, en el cielo apareció una imagen familiar.

Habían visto aquella pantalla doce días antes, aunque parecía que hubiera pasado una eternidad desde que el GM anunciara su sentencia. Y de nuevo, volvía a mostrarse ante ellos, su voz resonando sobre la ciudad.

Jugadores de Neverland, os felicito por vuestra victoria en el día de hoy. No sabéis cuánto me alegra ver que habéis sabido apreciar mi regalo, ésta prueba que habéis superado con creces...  ahora sé seguro que mis juguetes están en buen estado. Tras terminar éste, llamémoslo pequeño tiempo de prueba, es la hora de daros la gran bienvenida a mi mundo personal.

>>Sé que algunos os sentís encerrados y que anheláis volver a vuestras frías, sórdidas vidas, pero me gustaría que éste evento os ayudara a daros cuenta de algo esencial. Éste es vuestro mundo ahora también. ¿Cómo si no hubiérais podido derrotar al boss? Habéis luchado hasta el último aliento, unos junto a otros, sacrificando para ganar.

>>Sois parte de Neverland. Sois los habitantes de éste mundo bajo mi control, en el que os garantizo que tanto la dicha como la adversidad vendrá de mi mano a partes iguales. Aquí, cada hora, minuto y segundo tendrá su valor en oro. ¿Por qué querríais salir? Mirad lo que ha ocurrido hoy. Muchos han muerto, ¿pero os habéis sentido tan vivos alguna vez?

>>Mirad. Mirad el fruto de vuestro esfuerzo, el reflejo de vuestra fuerza y coraje.


La imagen del GM en el cielo fue reemplazada por imágenes en sucesión. La batalla de Columbia era mostrada desde un punto de vista externo, mostrando diversos momentos de la lucha que había acontecido en la ciudad.

El primer ataque de Temperantia a las guilds de magos. Las guilds de alquimistas preparándose para el ataque. El inicio de la lucha en el puente y su brusco final a manos del coloso. El grupo tomando el mando para dirigir la batalla. Cómo había estallado el primer núcleo en el hombro. Los jugadores luchando contra los ángeles en tierra. El enorme cuerpo de Temperantia desapareciendo entre las nubes oscuras al caer.

Sin mostrar ninguna discreción al respecto, las muertes de los jugadores eran incluidas en aquel macabro recopilatorio, fuera a manos de los monstruos o incluso los otros jugadores.

Éste es vuestro mundo. Éstas han sido vuestras decisiones, y éste es el resultado.

>>En unas ciudades la batalla sigue, en otras ha terminado mucho antes. ¿Créeis que lo habéis hecho mejor que los demás? Pronto lo sabréis. Estad atentos, habitantes de Neverland, porque el juego sólo acaba de empezar.


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #143: March 09, 2015, 04:55:36 PM »
Capítulo 14: Scorching Sun: ¡Viva los magos!




Cuando el Elementalist lanzó su ataque de fuego contra el Espíritu del Desierto, la criatura había retrocedido, alarmada, mientras soltaba un chillido agudo. Por desgracia, las llamas no tenían mucho efecto sobre su cuerpo de arena, y se apagaron una vez se metió bajo tierra.

Ahora daba vueltas a su alrededor con cautela, reconociendo a los dos recién llegados como una nueva amenaza mientras dejaba un rastro de polvo de arena ahí donde pasaba.

—¿Alguien tiene un plan? —preguntó Shruikan, con la katana en alto.

—El elemento aire es efectivo, os lo he dicho antes —repitió Ulquiorra.

La Samurai giró la cabeza hacia el Elementalist.

—¿Tienes alguna técnica de aire?

En la distancia, Shruikan sólo vio sus ojos relucir bajo la sombra de la capucha.

—Algo sé —dijo, simplemente, dando a entender que ese algo podían ser cosas que hacían mucho daña.

—Los ataques con armas contundentes también tendrían más eficacia que los que haces con la katana —reiteró el Alchemist, como si quisiera asegurarse que le hacían caso.

—Que sí, ya te he oído la primera vez. Y lo siento mucho, pero sólo puedo llevar katanas, exigencias de Job —dijo ella, mascullando entre dientes.

—Yo podría cambiar de arma... creo —dijo Seras, dubitativa mientras sujetaba sus cuchillo con ambas manos —. ¿Tenemos alguna maza o algo parecido?

—No.
—Yo sí —dijo Ulquiorra, y señaló su carro —. Ve a coger una.

—No os olvidéis de mí — habló entonces la chica que se había ofrecido a ayudarles, blandiendo su bastón —. Puedo atizarle también si hace falta.

—Eso sería desaprovechar de forma deliberada e innecesaria tus habilidades curativas —comentó el Alchemist —. Un Cleric de tu nivel sería más eficiente si se concentrara en-...
—¡Cuidado!

Al grito de Sheba, el monstruo emergió del suelo con las fauces abiertas y un grito en la garganta, dispuesto a llevarse consigo a quien tuviera por delante. Shruikan, que era la que estaba más cerca, consiguió apartarse a tiempo, rodando por la arena y aprovechó para lanzarle una estocada debajo del brazo. Sheba y Ulquiorra le esquivaron sin problemas dando un par de saltos atrás, y la Black Mage le lanzó un hechizo de electricidad que echó chispas sobre la superficie arenosa de su cuerpo.

El monstruo no pareció inmutarse ante ninguno de los dos ataques, e hizo un movimiento rápido, girando sobre su propio eje, para barrerles a todos con su cola escamosa.

—¡Maldición! —Sheba renegó entre dientes mientras se ponía de pie con ayuda de su vara, y entonces una luz la rodeó y sintió un cosquilleo cálido por todo el cuerpo. A su lado, la Cleric tenía los brazos alzados mientras lanzaba un hechizo de curación a todo el grupo.

—¡Ánimo! —dijo después con una sonrisa entusiasta en los labios, y lanzó un nuevo hechizo: un buff de defensa.

—Gracias — le contestó la Black Mage, sujetando su arma con firmeza.

Entonces hubo otro movimiento por parte del Elementalist, que no había dicho nada, y sobre la cabeza del Espíritu del Desierto se formó un enorme tornado que levantó la arena a sus pies y la lanzó a toda velocidad, creando una pequeña tormenta.

Esta vez, el monstruo si pareció verse afectado, y retrocedió con un chillido mientras pedazos enteros de su piel parecían ser arrancados por el viento cortante, igual que sus puntos de salud, que descendían. Shruikan, que había estado acaparando su atención y siendo víctima de sus ataques, consiguió alejarse de su alcance.

—¡Esto es otra cosa! —exclamó energicamente y con una sonrisa maliciosa en los labios —. ¡Benditos sean los magos!

—Ya. Menos gritos y más darle a la espada —fue todo el comentario que hizo el Elementalist.
—¡Sí, señor!

Con renovado entusiasmo, la Samurai se lanzó contra la criatura, escurriéndose entre sus patas y cortándole en la parte interior de éstas y en el vientre. El Espíritu del Desierto soltó un chillido irritado y empezó a dar vueltas sobre sí mismo, intentando aplastarla contra el suelo con sus enormes garras.

—¡Ya estoy aquí! —anunció entonces Seras, que acababa de volver con una maza pequeña en una mano.

—Ataca —dijo Ulquiorra antes de lanzar una de sus granadas de hielo de nuevo y que fue a impactar contra el brazo derecho del monstruo. Seras no lo pensó dos veces: fue corriendo hacia él y levantó el arma para golpearle en la zona congelada, que se resquebrajó con un sonido desagradable.

La criatura gritó y no le dio tiempo a reaccionar antes de recibir otro hechizo de aire por parte del Elementalist y después un rayo de Sheba.

Con esta última combinación de ataques, ya habían conseguido sacarle una cantidad considerable de vida, pero el boss no estaba dispuesto a tolerarlo.

El monstruo se encogió sobre sí mismo, casi como una bola, y después se abrió de golpe, azotando todo lo que tuviera por delante con sus brazos largos y robustos y un grito salvaje. No contento sólo con eso, el Espíritu del Desierto descargó los puños contra el suelo y levantó enormes montículos de arena debajo de sus atacantes, echándoles por los aires.

Cuando volvieron a levantarse, la criatura había desaparecido bajo tierra de nuevo.

—Bien hecho, chicos —dijo la Cleric mientras les curaba, como si ese último impacto crítico que habían recibido todos no fuera nada.

—¿Alguien puede verle? —preguntó Sheba, buscando a sus alrededores pero sin ver ni rastro del monstruo.

—¿No habrá huido?
—No, esa criatura está demasiado furiosa para huir —intervino entonces el Elementalist —. Id con cuidado.

Y estuvieron unos instantes en silencio, sin recibir señal del monstruo, cuando al frente se alzó una nubecilla de polvo, un sonido de aire saliendo, y de pronto el suelo estalló debajo de ellos, donde apareció el Espíritu del Desierto, gritando y blandiendo sus fauces. De nuevo, todos salieron despedidos por los aires entre montones de tierra, raíces y arena.

No atacó sin ton ni son, y logró cerrar la mandíbula alrededor de la cintura del Elementalist, a quien consideraba, con razón, el miembro más peligroso del grupo.

El otro gruñó antes de clavar la punta de su vara, que no había soltado pese al ataque, en el morro del monstruo.

—Has cometido una grave error.

La vara brilló,  y de la punta emergió un torrente de agua que se derramó por toda la cabeza de la criatura y hasta los hombros y el pecho. El Espíritu del Desierto volvió a gritar, un grito dolorido y lastimero con el que soltó al Elementalist y se encogió. Al tener el cuerpo formado de arena, ésta absorbió el agua y ahora la cabeza, oscurecida por la humedad, le pesaba demasiado.

En ese estado reblandecido, Shruikan pudo cortar la piel del monstruo como si fuese mantequilla. Una nueva descarga eléctrica por parte de Sheba y una granada de hielo de Ulquiorra terminaron de amedrentar a la criatura. Se sacudió, malherida pero todavía no vencida, y saltó hacia atrás, bajando la cabeza casi a ras de suelo.

Las marcas sobre su cuerpo empezaron a brillar ligeramente con un tono azulado y abrió la boca, al fondo de la cual se podía ver un cúmulo de aire y energía brillante acumulándose.

—¡Cuidado!

Era obvio que éste iba a ser su gran ataque, aunque en realidad nunca llegó.

Antes  de que el espíritu pudiera lanzar la habilidad que estaba cargando, un rayo dorado cayó de la nada sobre él. El monstruo brilló mientras soltaba un último grito agónico, echando la cabeza hacia atrás, y su salud se reducía a cero de golpe. Se desplomó en el suelo, muerto, con gran estruendo.

—¿Qué ha sido eso? —dijeron Sheba y Shruikan a la vez, bajando sus armas y con la confusión pintada en el rostro.

Del cadáver del Espíritu del Desierto emergieron unas chispas etéreas que flotaron suavemente y luego, para sorpresa de todos, fueron hacia Ulquiorra, que tenía el brazo extendido, como estrellas fugaces.

—Está hecho —dijo él, cerrando la mano en un puño y bajándola, y se podía ver como una lucecita anaranjada relucía en su dedo corazón.

—¿Has sido tú? —la pregunta vino del Elementalist, que se acercó a él, golpeando el suelo firmemente con su vara a cada paso. Su voz había sonado grave (más grave de lo normal) y brusca, pero Ulquiorra no parecía intimidado en lo más mínimo ni por eso ni por su actitud.

—Sí —respondió sin tapujos.

El otro, cuando estuvo lo suficientemente cerca, le cogió por la muñeca y alzó la mano con el punto brillante. En realidad lo que emitía luz era un fino anillo de oro blanco, ornamentado únicamente con una joya, la que ahora relucía con luz propia, pero que parecía de paredes transparentes. Era tan austero y de color tan claro que no destacaba sobre la piel cetrina de Ulquiorra, y era normal que no se hubieran fijado en él.

—¿Cómo? —bajo la capucha, los ojos del Elementalist brillaban, también, con dureza —. No hay ninguna habilidad de Alchemist que permita acabar de un solo golpe con un monstruo de la forma en que lo has hecho. ¿Cómo, entonces? ¿Quién eres tú?

El viento sopló, cortando el silencio tenso que se había alzado de golpe. La Cleric había avanzado hasta quedar un poco más atrás que su compañero, mirándole con cara de circunstancias. Las otras tres chicas se miraban entre ellas, preguntándose sin palabras si deberían intervenir o no, pues Ulquiorra formaba parte de su grupo, aunque fuera temporalmente, pero tampoco sabían de que iba el asunto.

—Sí, a nosotras también nos gustaría saberlo —dijo Shruikan al final, cruzándose de brazos.

Ulquiorra, como si estuviera ajeno a todas las miradas pesadas que caían sobre él, simplemente parpadeó.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

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Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #144: March 19, 2015, 07:56:48 AM »
Estoy harta de este desierto -v-


Capítulo 15: Scorching sun: Veneno




Era obvio desde el primer momento, que esto no iba a ser una batalla fácil. Cuando el monstruo se abalanzó sobre él, a Fenris no le quedó más remedio que alzar su mandoble para defenderse a tiempo para evitar que sus cuchillas le perforaran el pecho, y con ese simple movimiento se dio cuenta de que luchando ahí estaba en desventaja. A duras penas tenía espacio para maniobrar, y sólo podía empuñar el mandoble hacia arriba o hacia delante.

El Lacerador había retrocedido un poco tras ver rechazado su ataque inicial, pero enseguida volvió a arremeter, sujetándose de las paredes con dos patas para poder atacarle con las otras cuatro. Fenris podía bloquear una, quizá dos, pero no cuatro a la vez.  Una de ellas consiguió rasgarle la hombrera, hendiendo el metal como si fuese simple madera, y las otras le cortaron en los brazos y las manos.

El monstruo trataba de rodearle el cuello con las cuchillas, como una siniestra guillotina de cuatro patas, pero antes de que llegara a cortárselo, hubo un resplandor, un rayo, y su cuerpo desprendió chispas y soltó un grito de dolor.

La electricidad estática hizo que a Fenris se le erizaran los cabellos y le cosquilleara la piel, pero ahí vio una oportunidad de ataque. Dio un paso al frente e hizo una estocada hacia delante. La hoja se clavó en una de las articulaciones de una pata, y, haciendo fuerza hacia abajo, desgarró los ligamientos. La bestia gritó mientras su pata de desplomaba, sujeta aún por un par de cables metálicos hasta que éstos se desgarraron y cayó por su propio peso, soltando chispas.

—Bien —dijo Astaroth desde detrás. Fenris no se atrevía a girarse para mirarla; su atención estaba totalmente fija en el furioso Lacerador que tenía delante.

El monstruo le miró con unos ojillos relucientes y malignos antes de saltar sobre él. Fenris volvió a alzar la espada, pero la criatura no siguió el mismo patrón que antes; quedó suspendida mientras se agarraba a las paredes por encima de él y la mandíbula le castañeteó.

Luego sucedió todo muy rápido, y ni el grito de advertencia de Astaroth consiguió que Fenris reaccionara a tiempo para esquivar el aguijón que se le clavó en el vientre.

El Lacerador siseó triunfante mientras retiraba la cola con el aguijón, y él gruñó, encogiéndose un poco y retrocediendo con la mano en la herida. No le hacía falta mirar en sus Stats para saber que le había envenenado.

—Mierda... —masculló, antes de incorporarse de nuevo.

Su salud empezó a mermar casi inmediatamente a un ritmo tan acelerado que era preocupante. Sin embargo, no tuvo tiempo de prestarle la atención que requería porque el monstruo volvió a atacarle, y esta vez Fenris no consiguió evitar que le perforara cerca del hombro.

Estaba mareado, pero eso no le impidió seguir esforzándose y plantando cara. Con un movimiento brusco, avanzó y  le clavó el mandoble en el vientre abultado, aprovechando que seguía suspendido en el aire. La criatura recibió el golpe, perdió el equilibrio y cayó de espaldas hacia atrás, aunque volvió a levantarse enseguida sólo para recibir otra descarga.

Después, Fenris no se vio con fuerzas para levantar la espada otra vez. Estaba increíblemente mareado y le fallaban las fuerzas, cosa que le hizo pensar que ese veneno debía hacer algo más a parte de reducirte la salud poco a poco. Cayó con una rodilla en el suelo, resistiéndose tercamente a rendirse, y justo entonces Astaroth saltó por encima de él, poniéndose al frente.

—¡Quédate atrás! —le gritó, apartándose la capa de los hombros y esgrimiendo el florete que todavía echaba algunas chispas. Fenris no se vio con fuerzas reclamarle lo contrario. Ella atacó al Lacerador rápidamente, antes siquiera que el monstruo pudiera inicial su propio ataque, dedicándole una serie de rápidas estocadas.

Fenris lo vio suceder todo borroso. Se suponía que esto era un juego, pero la sensación de estar muriéndose por dentro era espantosamente real. No supo si fue eso, el veneno o cualquier otra cosa, pero su vista se nubló, y aún estuvo a tiempo de ver como Astaroth relucía para soltar alguna habilidad antes de perder la consciencia.

- - -

Cuando recobró el sentido, estaba tumbado en el suelo. No había ruido ni otras señales de combate activo, y el lugar estaba tan calmado como en el primer momento en el que había caído en él. La Red Mage estaba arrodillada a su lado y le miraba fijamente con una expresión extraña.

—¿Qué ha pasado? —preguntó él, incorporándose despacio, recargando su peso en un codo —. ¿Dónde está el monstruo?

—Ha huido al final, aunque estaba malherido —explicó Astaroth, mientras se apartaba un poco para  dejarle espacio —. Le hubiese perseguido, pero... tenía que curarte, te había envenenado. Su veneno no sólo te merma la vida, si no que te deja inútil y sin sentido al cabo de un rato.

Fenris escuchaba. Era cierto que ya no sentía esa desagradable sensación de antes en el cuerpo. Se llevó la mano al vientre, donde el Lacerador le había clavado el aguijón. No notaba ningún dolor.

—Estoy en deuda contigo entonces... —dijo secamente, con un nudo en el estómago.

—Te he salvado la vida... dos veces. Del mismo monstruo —sonrió ella ante lo curioso de la situación. Fenris sólo gruñó mientras se ponía de pie, sin decir nada.

Por una parte, se alegraba de no haber perdido su primera vida de forma tan lamentable, pero por la otra le escocía el hecho de que le hubieran tenido que ayudar. Le hacía sentir débil, y esa sensación le roía las entrañas. Casi deseó no haberse encontrado nunca con Astaroth, aunque no era realmente culpa de la mujer.

—Deberíamos irnos.

La Red Mage hizo un gesto de invitación con la mano hacia el pasillo que se extendía delante.

—Tú delante. Yo te sigo.

Reemprendieron la marcha en silencio. Fenris se movía a grandes pasos, ansioso por salir de ese lugar y alejarse de esa mujer que ahora más que nada le hacía sentir incómodo. Era consciente de que había quedado en deuda con ella. Una deuda que no sabía como podría saldar, y era una pregunta que iba dando vueltas en su cabeza, incapaz de desaparecer mientras Astaroth estuviera con él, siguiéndole a pasos silenciosos.

—¿Estás con alguien?

La pregunta le tomó desprevenido.

—¿Cómo?
—Aquí en el juego, me refiero. ¿Estás en algún grupo o vas solo?

—No, tengo un grupo —respondió, y por primera vez en un buen rato se acordó de las demás y se preguntó si estarían bien. A esas alturas, ya deberían de haber encontrado al monstruo que buscaban, si es que no lo habían dejado correr sin él. Y se había olvidado totalmente del pedido de Ulquiorra —. ¿Por qué lo preguntas?

Ella negó con la cabeza, aunque estando de espaldas, Fenris no llegó a verlo.

—Curiosidad. Había pensado que si ibas solo a lo mejor podría invitarte a mi party.

—¿Tienes una party? —Esta vez, Fenris sí giró la cabeza para mirarla —. ¿Qué haces aquí sola entonces?

Ella desvió la mirada por unos segundos.

—Bueno, lo más correcto sería decir que tenía una party. Pero de eso hace tiempo, aunque estoy intentando a ver si les localizo a todos. Eran buenos chicos y me preocupa que les haya ocurrido algo encerrados aquí dentro. Parece que haga una eternidad desde que les vi por última vez.

Sus últimas palabras salieron con un deje de nostalgia, y la preocupación era evidente en su voz, aunque su rostro no revelase mucho. Fenris volvió a dirigir la vista hacia delante.

—Yo también tengo que encontrar a mi grupo. —Y luego añadió —: Este sitio se ha vuelto una locura desde que el GM nos encerró.

—Lo peor es que seguimos estando dentro de un juego. La gente no es consciente del todo de la magnitud de sus acciones, y sin consecuencias reales, las personas son capaces de llegar a hacer cosas horribles.

Sus palabras sonaron graves, y el rostro de Fenris se endureció.

—Soy muy consciente de ello —dijo, casi mascullando las palabras.

Él sabía, mejor que muchos, lo que alguien era capaz de hacer cuando se le otorgaba un poder del que podía abusar. Había sido víctima de ello. Y se había prometido a sí mismo que nunca más volvería a dejar que alguien volviera a hacerle algo así.

—Lo que realmente me pregunto —continuó ella —, es la razón por la que realmente nos han encerrado aquí, y si alguien hará algo desde el exterior para sacarnos.

—Cuando el GM hizo su anuncio dejó bastante claro que todo esto era por pura diversión —dijo Fenris, enfadado —. Estamos a la merced de un pirado y de todos los que también pueda haber aquí encerrados en un mundo hostil lleno de monstruos.

—Puesto así, no suena muy alentador —dijo ella, con una risilla irónica.

—No estaba tratando de ser alentador. Soy realista.

—Ya me he percatado. Eres una persona con mucha rabia dentro, Fenris.

Él se detuvo. Miró por encima del hombro otra vez hacia ella con el rostro rígido. Astaroth ladeó la cabeza y arqueó las cejas debajo de sus sombrero. Pocos instantes después, Fenris volvió lentamente la cabeza al frente. No hicieron ningún comentario más al respecto y siguieron haciendo camino. No faltaba mucho ya para llegar a la salida.

—Sí que estaba en Amatsu —dijo Astaroth al cabo de un rato. Fenris sólo soltó un gruñido para demostrar que la estaba escuchando —. En la posada de los farolillos que has dicho. Así que sí es probable que nos hayamos visto antes. Aunque me sorprende que te acordaras de mi.

—Ibas toda de rojo, como para no acordarse —comentó él —. Además, no fue hace tanto tiempo. —Frunció el ceño —. Poco después me encontré con alguien que también iba todo de rojo.

—¿Ah, sí? —había un deje de alarma en su voz con esa pregunta que intentó ser causal —. ¿No sería una chica Time Mage, verdad?

—¿Qué? No. —respondió él, extrañado por la pregunta —. Era un Assassin. Un cretino más.

Astaroth parecía estar rumiando algo.

—Mmm... ¿No sería GreedyFox, verdad?

Fenris se giró de golpe, con los ojos abiertos.

—Sí. ¿Le conoces?

La Red Mage parecía casi tan sorprendida como él, y soltó un jadeo.

—Era uno de mis compañeros de antes, de la party que se deshizo. ¿Te encontraste con él? Válgame dios, que pequeño es el mundo. ¿Cómo está?

—No parecía irle mal —explicó Fenris en un gruñido —. Aunque el muy capullo casi se carga a una chica de mi equipo. Pero... —empezó, recordando una cosa —, él dijo que antes estaba en una guild. ¿Tú estabas allí con él?

Astaroth parecía desconcertada con las pocas cosas que le contaba, y sus ojos se movían de un lado a otro, siguiendo el flujo de sus pensamientos agitados. Él era incapaz de saber qué le pasaba por la cabeza.

—No —terminó diciendo ella —, estuvimos juntos antes. No sabía... —negó con la cabeza y no dijo más.

Fue el turno del otro de alzar las cejas en un gesto interrogatorio, pero no preguntó más. Siguieron andando, y pocos minutos después, encontraron un punto de resplandor al final de uno de los túneles, que brillaba intensamente con un torrente de luz blanca y radiante.

—Mira, la salida.

Cuando por fin estuvieron fuera de la Grutas, a Fenris le escocieron las retinas y tuvo que cerrar los ojos un momento. A su lado, oyó el sonido de la capa de Astaroth al moverse.

—Aquí estamos.
« Last Edit: June 03, 2015, 06:16:44 AM by Shruikan »
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"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #145: March 31, 2015, 02:02:45 PM »
Creo que hoy no tengo nada más que añadir o.o





36. Pero bueno, me voy un momento y montáis una fiesta


Las manos aparecieron de repente. Oscuras, traslúcidas, fantasmales y con unas uñas tan largas que se podían catalogar como garras sin temor a equivocarse.
Milo las vio sobre el pecho de Hyoga antes de que el mago las pudiera notar. Durante medio segundo todo se ralentizó. Las hojas de los árboles se mecían más lentamente, la poca luz que se filtraba por ellas se movía en parches dispares, tiñendo el paisaje de un aura etérea y macabra y los ojos de Milo se abrieron tanto que Hyoga se alertó.

—¿Qué? —le dio tiempo a preguntar mientras Milo le agarraba de la nuca y lo atraía hacia su cuerpo.

Hyoga notó sus mejillas enrojecerse, cerró los ojos con fuerza y se preparó para el impacto. El pecho de Milo estaba duro, pero el golpe que se llevó contra él no tenía comparación con el escozor que le provocaron los arañazos en su pecho.
El mago gritó mientras Milo lo levantaba en volandas, dándose la vuelta y empujando a Hyoga hacia delante.

—¡Corre! —gritó.

Hyoga se dio un segundo para mirar hacia abajo, donde la tela de su túnica nueva estaba rasgada con perfectos cortes diagonales, desde sus pectorales hacia los costados de su cadera. Cuando se miró los dedos con los que se había tocado los cortes vio sangre y cuando levantó la cabeza la vio a ella.
El espíritu flotaba a unos metros, con el pelo ondeando continuamente a su alrededor, con una mano, manchada de la misma sangre que pintaba su pecho, estirada hacia él. Su expresión anhelante y su lenguaje corporal lleno de apremio.

El bofetón le tomó tan de sorpresa que le cortó la respiración. Milo le había pegado, pero le había sacado con eficiencia del hechizo del monstruo.
Milo le volvió a empujar.

—¡Corre y no la mires!

Pero Hyoga no pudo evitar mirarla una vez más. Sin embargo, esta vez la vio por lo que era. La ira, la rabia y la sed de venganza cincelaban los rasgos que apenas se podían distinguir en lo que ahora era una sombra fluctuante que gritó antes de lanzarse a por ellos.
Y Hyoga corrió, corrió con toda la fuerza que podía sacar de sus piernas.

—¿¡Qué es eso!? —le gritó a Milo mientras saltaba por encima de una raíz.

—¡Una llorona! —contestó el bardo mientras evitaba el tronco de un árbol en el último momento.

El ataque que iba dirigido a él chocó contra la corteza, que empezó a humear antes de derretirse un poco.
Avanzaron un poco más por la selva, sin dirección establecida antes de que Milo indicara la ruta a seguir. Se agacharon detrás de otro árbol caído, intentando despistar al monstruo

—Pues yo no veo que llore mucho —observó Hyoga.

Un alarido más adelante seguido de un llanto dolido y espectral resonó entre los árboles. Milo arrugó las cejas mientras miraba a Hyoga, sin querer acusarlo de nada pero haciéndolo de todas maneras. El mago negro se encogió de un hombro.

Parte de la corteza del árbol tras el que se refugiaban explotó, llenándolo todo de astillas. Saltaron, intentando minimizar el daño del ataque y acabaron separados, Milo en el suelo y Hyoga de pie, contra uno de los árboles.
El mago sintió con un cosquilleo como se le erizaba el vello y lentamente miró hacia su izquierda. La llorona levantó el brazo hacia él, llamándolo con cacofonías tan disonantes como embelesadoras. Y se vio dando un paso hacia ella.

Una suave melodía de flautín le hizo parpadear.

—¿Qué? —preguntó Hyoga, parpadeando otra vez.

—¡Ven! —escuchó claramente la voz de la mujer a unos metros de él— ¡Ven a mí, niño! ¡Ven con mamá!

La mujer movía los brazos de forma seductora, atrayéndolo de nuevo. Pero el flautín distorsionó sus palabras, haciéndolas sonar otra vez repulsivas.
Hyoga se frotó los ojos y buscó la fuente de la música. Milo estaba en pie de nuevo, con los ojos cerrados y el instrumento presionado suavemente contra su labio inferior. Soplaba aire, dándole vida a la canción que interpretaba. Y la siguiente vez que Hyoga se frotó los ojos, unos cuantos árboles cayeron al suelo, apartados por las raíces de un molbol gigante.

El molbol abrió la boca, llenando el suelo de babas y arremetió contra la llorona, que chilló frustrada y se apartó a duras penas del ataque sorpresa. Los búhos mecánicos de Watari la empujaron lejos de Hyoga y Milo, hostigándola.

—¿Estáis bien? —preguntó el mechanic al llegar hasta ellos, poniéndose bien las gafas, sin querer girarse a mirar al monstruo y dejándole todo el trabajo a sus bots.

—Creo… creo que sí —logró decir Hyoga antes de sacudir la cabeza y llevarse la mano a la sien.

Afrodita llegó poco después y Milo cambió de canción y de habilidad, dándole más fuerza de ataque a los búhos mecánicos de Watari.

—Aún no es de noche y ya están saliendo las lloronas. Necesitamos salir de aquí pronto —decidió Afrodita mientras, detrás de él, su homúnculo conseguía dañar a la llorona con su aliento abrasivo.

El espectro estaba en el suelo reculando cuando, en un arrebato, salió disparada hacia el equipo, en concreto hacia Hyoga.
Milo, el único que estaba atento a los movimientos del monstruo, dejó de tocar para interceptar el ataque y la llorona lo atravesó en su forma fantasmal antes de estirar su mano hacia el mago negro.

El bardo boqueó por aire, los búhos le rodearon, intentando llegar hasta su objetivo, haciéndolo todo aún más confuso. Y cuando la zarpa, que ahora empezaba a volverse sólida, rozó el flequillo de Hyoga, una bufanda roja se enredó en su muñeca.
La dirección del monstruo cambió por completo, levantándose antes de ser estrellada contra el suelo y aplastada por un martillo de guerra.

—Pero bueno, me voy un momento y montáis una fiesta —se quejó Neko, viendo desaparecer a la llorona en una espiral de píxeles.

Yuzuriha recogió su bufanda de un tirón y la inspeccionó para comprobar que seguía intacta antes de enrollársela al cuello.

—¿Estás bien? —preguntó la bailarina a Hyoga, que miraba pálido el lugar donde había desaparecido la llorona.

—Yo sí. —Y señaló al frente con un dedo tembloroso—. Pero Milo…

Todos se giraron a mirar al bardo, que había caído de rodillas al suelo y tenía la mano en la garganta. Parecía luchar para hacer llegar oxígeno a sus pulmones.
Unos ojos rojos parpadearon entre los arbustos y el homúnculo de Afrodita fue el primero en llegar hasta Milo, agarrándolo de la cintura con sus raíces.

—¡Vámonos! —gritó Afrodita, trepándose al molbol mientras hacía señales a los demás de que siguieran su ejemplo— ¡La posada está cerca!

Watari enredó los agarradores de los tres carros en los tentáculos de Rose y se subió al suyo, agarrándose con pies y brazos. Yuzuriha saltó hasta donde el molbol había acomodado a Milo, observándolo de cerca. Hyoga estaba intentando seguir su ejemplo, mirando con preocupación a donde ponía los pies y las manos cuando se giró a mirar a Neko, que no se había movido de su lugar.

—¿No subes? —le preguntó, levantando una ceja y poniendo cara de asco mientras intentaba librarse de algo pegajoso con lo que se había pringado los dedos.

—¿Yo? No, hombre. Yo tengo otro método de transporte —la chica sonrió con demasiada confianza y poco después un baúl de peral sabio, salía trotando de detrás de un árbol—. ¡Eh, Equipaje!

El baúl abrió ligeramente la tapa, dejando entrever sendas hileras de dientes perfectos y una lengua rosada que se relamía los bordes de madera.

—¿Equipaje? Vaya nombre para un baúl —consiguió decir Watari antes de que el molbol se pusiera en marcha y le sacara un grito bastante indigno.



Para ser una posada estilo Tiki Bar, tenían de todo. Sí, las bebidas especiales eran las esperadas en un antro como ese, pero se podía pedir platos más típicos de otras zonas. Así que Milo estaba comiéndose su pastel de manzana —relleno de crema, gracias— después de haber disfrutado de un estofado de curry al que Watari le había estado haciendo caras durante toda la cena.

—¿Cómo te puedes comer algo tan caliente con el calor que hace?

—Es todo psicológico —le había respondido Milo, con la boca llena de comida.

Neko había pedido lo mismo.

Pese a su experiencia cercana a la muerte, Milo había tenido la suerte de salirse casi de rositas del incidente.
Que una llorona te atravesase así podía terminar de muchas formas y Milo parecía estar perfectamente. Salvo por unos pequeños cambios en su anatomía.

De momento nadie había comentado nada al respecto, estaban demasiado cansados, hambrientos y aliviados de que su compañero de party estuviera bien como para ir preocupándose de esos detalles.

Aunque a Afrodita ni le habían parecido pequeños ni le habían parecido detalles. Durante toda la cena no había podido evitar echar miraditas supuestamente discretas hacia Milo y sus nuevos…

—Pechos —dijo Neko mientras abrazaba a Milo desde atrás, con las manos en aquellos senos— ¿Por qué son más grandes que los míos?

Milo se encogió de hombros, chupándose la crema de un dedo.

—Ni idea.

—Estás muy guapa —entró Watari al trapo.

Milo se volvió a encoger de hombros.

—No me he visto en ningún espejo. ¿Estoy guapa? —le preguntó a Yuzuriha, que le asintió mientras se limpiaba los labios con una servilleta.

—Mucho —añadió Hyoga, dándole unas palmaditas dubitativas en el hombro.

—Gracias —sonrió Milo con los mofletes llenos de tarta.

Afrodita había dejado su actitud para mirar descaradamente hacia las diferencias en el cuerpo de Milo.

—Has tenido mucha suerte —dijo mientras acercaba un trozo de piña al molbol en miniatura que movía sus tentaculitos alegremente.

—Ya ves —contestó Milo antes de asentir y darle otro mordisco a la tarta, casi terminándola.

Gorjeó desde el fondo de la garganta mientras ponía los ojos en blanco, disfrutando del postre.

—Podías haberte muerto, haberte convertido en llorona, incluso podías haber respawneado en el río más cercano, junto a las cadáveres de los hijos de la llorona. Pero no, sólo tienes que pasar veinticuatro horas con ese cuerpo. Sin ningún tipo de penalty.

—¿Verdad? —volvió a asentir Milo, con el dorso de la mano contra los labios, aún con tarta en la boda.

Los demás empezaron a repartir las llaves de las habitaciones, habían alquilado tres y estaban discutiendo con dormiría con quien, aunque ni Milo ni Afrodita prestaban demasiado atención a la conversación de la mesa.

—Pareces… —empezó Luken— Muy cómoda con tu nuevo cuerpo.

Milo le miró y tragó despacio, bebiendo un poco de su agua después. Aunque estaba dándole el perfil al alquimista, le miraba desde debajo de las pestañas, con un sólo ojo.
Cuando terminó de beber ladeó la cabeza y se cruzó de brazos, poniéndolos debajo del pecho y levantándolo un poco, hombros hacia atrás.

—¿Por qué no debería? —le preguntó arrastrando las palabras, poniendo un tono un poco más grave— Estoy bien buena.

Afrodita parpadeó una sola vez, moviendo al homónculo en su regazo un poquito mientras se acomodaba mejor en la silla.

—Oh, vaya.

Se quedaron mirando un rato largo, estudiándose, hasta que Neko le dio con la llave en la cabeza a Milo.

—Vuestra llave.

—¿Qué? —preguntó Milo con sorpresa.

Los demás estaban ya casi en el acceso a las habitaciones. Los únicos que quedaban en la mesa eran ellos tres, Rose y Equipaje, que estaba ejercitando sus patitas saltando ligeramente y haciendo lo que se podían considerar para un baúl, sentadillas.
Neko rodó los ojos.

—Sí, claro. Haceos los tontos, pero… tengo ojos en la cara. Y sé como usarlos.

Neko levantó mucho las cejas antes de dejar caer la llave en la mesa y despedirse, correteando hacia el pasillo por el que había desaparecido el resto de Pet Rescue. Se paró en el marco, agarrándose a él antes de girarse para mirar a Luken y Afrodita.
Les dedicó una sonrisa llena de dientes y arruguitas en los ojos antes de desaparecer lentamente, con su baúl de peral sabio siguiéndole los talones. Literalmente.
« Last Edit: April 27, 2016, 10:19:39 AM by Neko »


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #146: March 31, 2015, 02:23:00 PM »
~+12~


—¿No echas de menos volver a casa?

—No realmente. —murmuró la chica.

—¿No? —volvió a preguntar el knight sorprendido.

—No...? Bueno, no sé. A lo mejor en algunas cosas un poco. —cedió Airin desde la litera de arriba— Mi habitación, mis trastos y mi cama llena de peluches. Pero salvo por eso, estoy mejor aquí.

Fíli y Kíli compartieron una mirada de reojo sin decir nada, y el moreno se acomodó mejor contra el hombro de su hermano.

—¿Pero no echas de menos a nadie? —insistió Kíli.

—Nah. Mi padre casi nunca está en casa, y las pocas veces que sí está tiene mejores cosas que hacer. Es casi como si no viviéramos en el mismo sitio. O juntos. —la chica titubeó unos segundos pensando cómo organizar sus palabras y prosiguió.— Tengo... un hermano mayor. De la edad de Fíli, más o menos.

Resguardado en la litera de abajo, Pip se quitó el parche para poder mirar con fijeza y dos ojos al par de chicos que actualmente residían en la cama doble.

—¿Está en el juego? —indagó el gunslinger sin quitar la vista de sus compañeros.

—Sep.

—Ahora mismo, quiero decir. —aclaró.

—Probablemente, no lo he buscado en la lista desde que cerraron las salidas. —Airin empezó a hacerse un nido a medida con la almohada y las mantas.— Tampoco me serviría de nada, me tiene bloqueada y no puedo contactar con él. Ni con sus amigos. Ni quiero.

Pip levantó las manos hacia arriba en un gesto como si estuviera recibiendo la iluminación del conocimiento divino y después se llevó ambos puños cerrados a la frente, donde amasó las arrugas que se le marcaban. El silencio que se hizo resultó un poco incómodo.

—¿Qué? —no es que se sintiera atacada, pero a Airin le daba la impresión de que estaba siendo psicoanalizada en contra de su voluntad.

Kíli estrujó un poco más el brazo de su hermano, y después se giró a mirar a la chica con cara de culpabilidad cachorril.

—Nada mujer, nada. Que... ¿me sabe mal por tí? Puedo prestarte a Fíli alguna vez si quieres, es un hermano mayor de diez, aunque a veces se pone de un pejiguero que no veas y no hay quien-Ouch! —Una patada nada sutil cortó su tirada de golpe, indignando al chico— ¡Fíli! ¡No seas así! Y yo que te estaba vendiendo tan bien.

Airin carraspeó una tosecilla divertida.

—Bueno, pues —sentenció Pip con su mejor voz de hombre adulto responsable,— no sé con qué tipo de gentuza te has estado juntando antes, pero aquí nada de eso, así que vé quitándote ideas tontas de la cabeza.

La chica se asomó un poquito por el borde de la litera de arriba.

—Nosotros cuidamos de los nuestros.

—...eso ya lo sé. —murmuró ella.

—Hace dos horas no lo sabías —dijo Kíli, elocuente como siempre.

—Hace dos horas no lo sabía —repitió Airin,— Pero ahora ya lo sé. Hace dos horas es hace dos horas, y ahora es ahora. Y mañana será mañana.

—¿Entonces dirás lo que se te pasa por la cabeza como las niñas grandes? —comentó Fíli con mordacidad.

—Hoy no es ese día, GoldenLion, y mañana probablemente tampoco. A lo mejor cuando rebajes tu agresividad pasiva. —Y nada más decir eso la pelirroja se cohibió y miró a sus compañeros desde sus alturas, calibrando el alcance de sus palabras.

—¡Ooooh! ¡Oh Fíli, te han pillado! —el arquero reía apoyado sobre su hermano, que boqueaba como un pez ultrajado.

Pip se acomodó en su cama y resopló con la mirada perdida en la oscuridad no demasiado infinita de la cabaña.

—Pues yo lo que sí echo muchísimo de menos es poder dormir en pelotas.




« Last Edit: October 12, 2018, 05:13:47 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #147: March 31, 2015, 03:49:50 PM »
Pues esto es lemon :v Ya saben, no apto para menores, tapense los ojitos.





37. Desequípate


A Luken le había dado tiempo a dejar a Rose encima de un taburete acolchado en la salita que había nada más entrar al cuarto y clicar el comando dormir antes de que Milo se asaltara.
Las manos del bardo se apretaron contra la parte baja de su espalda, subiendo hasta sus hombros frotando y luego un poco más, hasta agarrar la cabeza del alquimista con las manos abiertas.
Le echó la cabeza hacia atrás y se pegó a su cuerpo, acariciando con los dientes la oreja más cercana de inmediato.

—Ansias —le dijo Luken antes de librarse de sus manos para girarse como bien pudo.

Él no se esperaba que Milo fuera a por ello de forma tan directo. Y menos con un cuerpo al que no estaba acostumbrado. Así que cuando Milo volvió a agarrarle de las mejillas y estiró para besarle con ganas, Afrodita se sobresaltó, pero no tardó en responderle.

Los besos empezaron hambrientos y continuaron apretados por un buen rato. Luken llevó sus manos a la cintura de Milo,  sintiéndola extrañamente pequeña. Frotó sus costados mientras dejaba que Milo dictase la coreografía que bailaban sus labios.

Milo besaba bien y era fácil dejarse llevar. Alguna vez, Luken había tenido el pensamiento pasajero de descubrir cómo besaba, pero la perspectiva de compartir cama con un hombre le hacía arrugar la nariz.
Ahora, sin embargo…

Luken apretó sus brazos alrededor del cuerpo de Milo, sintiéndolo redondeaba y la levantó a peso.

—¡Hmmm! —se quejó Milo mientras soltaba la lengua de Luken, pero sin separar los labios de ambos en ningún momento.

Incluso levantó los pies del suelo y se agarró mejor al cuello de Luken, haciéndole sonreír en medio del beso.

—No delante de la niña —murmuró Luken, antes de echar un vistazo hacia Rose.

Milo rodó los ojos antes de dedicarse a darle besos en la mejilla a Luken hasta que llegaron a la cama doble que había en la siguiente habitación.
Luken echó a Milo en la cama sin contemplaciones, pero ella no pareció quejarse demasiado, rebotando contra el colchón antes de soplarse un mechón rebelde que se le había quedado cruzado sobre la nariz.

Inmediatamente empezó a intentar quitarse una de las botas. Luken, por su parte, levantó una ceja antes de desequiparse por completo con un par de clics en la omnitool.
Milo apretó los labios, entrompándolos.

—No eres divertido, yo te quería quitar la ropa —se quejó, aunque aún así no detuvo la mirada evaluadora que estaba echándole a Luken.

—¿Importa mucho? —preguntó el alquimista antes de poner una rodilla en los pies de la cama y dejarse caer sobre las palmas, a los lados de las rodillas de Milo.

Dio un beso en una rodilla y después le sonrió de costado.

—Desequípate —ordenó Afrodita, con un tono grave y la mirada oscurecida por el deseo.

Milo tragó saliva, notando un calorcillo encima de la nariz. Dos segundos después, toda su ropa había desaparecido en un remolino de píxeles dorados. Milo sonrió, un poco demasiado forzado, encogiéndose un poco de hombros.
Y Afrodita echó atrás la cabeza antes de soltar una carcajada. Volvió a besar la misma rodilla, ahora desnuda.

Abrió las piernas de Milo con una mano y después se dejó caer entre ellas, volviendo a tomar sus labios en un beso tras otro.
Milo ronroneó bajo su peso, entrelazando los dedos con el pelo azul claro de Afrodita.

Luken movió una de sus manos, buscando un pecho y lo masajeó un poco antes de rozar el pezón con el pulgar. Bajó un poco la cabeza para chuparlo, estirando con los labios un poquito antes de fijar su mirada en la de Milo.

¿Milo se sentiría agusto con todo esto?, se preguntaba Afrodita, con dudas repentinas.

Pero en la expresión de Milo no había nada más que placer, igual que en el lenguaje relajado de su cuerpo. Afrodita sonrió cruel, agarrando el otro pecho con la mano libre.

—¿Te gusta esto? ¿Te gusta que juegue con tus pezones? —le preguntó mientras los apretaba un poco para seguidamente dejar una lamida entre sus pechos.

Mordisqueó la barbilla de Milo, que sólo le respondió con gorgoritos antes de morderse el labio.
Estuvo abusando de sus pechos un poco más, antes de que Milo tomara aire y bajara la mano hasta rozar con las yemas el pene de Luken.
Afrodita rechinó los dientes y se reposicionó para que Milo llegase mejor por allá abajo. Ella tanteó un poco antes de agarrarlo con toda la mano, sacudiendo y frotando con fuerza desde el principio.

—Parece grande… —murmuró Milo, revolviendo el pelo de Luken con la mano libre.

Afrodita se hinchó un poco más, besando el cuello de Milo.

—Eso y que ahora tienes las manos más pequeñas.

Milo se rió un poco, negando un poco con la cabeza al ver que Afrodita no quería perder la oportunidad de meterse con ella pero tampoco quería renunciar al cumplido. Así que como venganza apretó con sus dedos alargados y finos.
Luken siseó y Milo se rió un poco más, aunque ahora sus risitas estaban cargadas de travesura.

Luken bajó las manos también, buscando el culo de Milo, que agarró con fuerza. Milo chilló antes de que Luken les diera la vuelta a los dos en la cama.
En la nueva posición, Milo terminó por sentarse encima de Afrodita, envuelta en su pelo rubio, largo y revuelto.

Luken se tomó unos segundos antes de acabar de acomodarse y cuando miró hacia arriba, Milo estaba mordiéndose el labio inferior y enroscándose un mechón de pelo con el índice de la mano izquierda.

Luken levantó una ceja y le dio un empujón con la cadera. Milo se quejó, pero consiguió conservar el equilibrio. Los dos se miraron con los ojos entrecerrados por un momento antes de que Luken dibujara una sonrisita complacida en su rostro y empezase a levantar la cadera rítmicamente.
Milo estuvo a punto de caer varias veces, pero después de un par de gritos sorprendidos, encontró el movimiento adecuado para mantenerse sentada, ondulando su cuerpo sobre el de Afrodita y cabalgando con facilidad.

Una vez que Luken vio que no podía tirarla, decidió bajar el ritmo, cambiando sus movimientos a unos más suaves. Milo aprovechó el momento para apartarse el flequillo de la cara y después se frotó contra el hombre entre sus piernas.

—Estás húmeda —dijo Afrodita, notando el calor de Milo casi donde lo quería.

—Ya…

Luken fue bajando el ritmo un poco más, agarrando a Milo de los muslos y acarició el vello rizado en el pubis con un pulgar.

—¿Tú crees qué… podríamos?

Afrodita frunció las cejas, sin saber como pedirle a Milo lo que quería hacer, aunque ella ya lo sabía demasiado bien. Milo rodó los ojos.

—Pues claro —respondió a la pregunta incompleta.

Afrodita frotó un poco los muslos de Milo, dejando de mover la pelvis.

—Pero, ¿no es raro? —continuó Afrodita, echándole un vistazo general para dar a entender a lo que se refería.

Milo se encogió de hombros y Luken torció el morro. Al final volvió a acariciar el vello de Milo antes de hundir el pulgar entre los rizos, buscando su clítoris. No tardó en encontrarlo, apretándolo con la suficiente como para hacer tomar aire entre los dientes a Milo, pero sin hacer daño como tal.

—¿Qué tal esto? —preguntó Luken, levantando una ceja mientras empezaba a mover el pulgar en círculos.

—Oh, por dios… —murmuró Milo antes de apretar bien los párpados.

—¿Tanto? —curioseó Afrodita, mirando de su pulgar hacia la cara de Milo.

Ella empezó a frotarse contra él y al poco se dejó caer sobre Luken, murmurando cosas ininteligibles sobre el pecho del alquimista.
Unos minutos después, cuando Luken estaba empezando a pensar que tal vez jugar con sus dedos un poco más abajo era una opción, Milo se sentó de repente, quitando las manos de Luken de encima suya y agarrando su pene.

—Ya basta.

Se elevó un poco más sobre las rodillas y maniobró el miembro de Luken para apuntarlo a su entrada.

—¿¡Así, sin más!? —preguntó Afrodita, escandalizado.

Milo rodó los ojos otra vez, probando a bajar un poquito sobre él, pero sin llegar a hacer nada más que abrir un poquito el anillo de su vagina.

—Estoy tan mojada que podía parir un niño sin enterarme.

Afrodita se atragantó con su saliva cuando intentó reírse. Siguió riéndose aún así, acabando por llenar sus pulmones de aire a la máxima capacidad cuando los músculos calientes y húmedos de Milo lo atraparon como una trampa bien engrasada.

Milo se sentó poco a poco sobre Afrodita, quedándose ahí durante un momento, antes de mover la cadera suavemente de lado a lado, con una sonrisa de satisfacción.
Echó los brazos hacia atrás, arqueando la columna. Afrodita levantó las rodillas, dándole un lugar donde apoyar las manos. Y ella empezó a moverse poco a poco. Sus pechos caían suavemente a los lados y él no pudo detenerse cuando estiró las manos para apretarlos, atrapando los pezones entre sus dedos.

Dejaron que los minutos pasaran con una cadencia lenta y continuada, buscando que sus cuerpos se conocieran el uno al otro, que se acostumbraran a la forma en la que encajaban. Tan, tan bien…

Milo se echó la mano entre las piernas, frotándose mientras se movían para entrar y salir cada vez un poquito más.

—Que bonita estás… —murmuró Afrodita, arañando su muslo a lo que Milo respondió con un gemido quedo— Seguro que en cuatro también estás preciosa.

Milo abrió los ojos, parpadeando antes de mirar a Afrodita a los ojos, parando todo movimiento. Después miró al techo y cuando el alquimista estaba empezando a pensar que tal vez había fastidiado la noche, ella asintió, levantándose y dándose la vuelta.
Se apartó el pelo a un lado y se giró a mirara a Luken.

—¿A qué esperas? —le preguntó.

Y a Luken le faltó tiempo para tirarla a la cama de nuevo, esta vez boca abajo y agarrarla de la cadera para levantarle el culo. Milo se rió de buena gana con todos los movimientos y le ayudó a ponerse exactamente como necesitaba.

No tardaron en retomar la escena donde la habían dejado. Luken quería introducirse poco a poco, pero Milo parecía que quería absorberlo.

—¿Eso.. es.. todo lo que sabes hacer? —preguntó Milo cuando Luken empezaba a coger ritmo.

Segundos después, los dos estaban jadeando mientras Luken se movía con fuerza detrás de Milo. Ella dejó caer el pelo de su torso sobre sus hombros, ladeando la cabeza mientras alargaba la mano para darse placer. Y él acabó por hacer lo mismo, no sin antes tomar un buen último vistazo a la curva sudada de la espalda de Milo, con el culo levantado y su pene entrando y saliendo de su cuerpo.

Besó la cabeza de Milo y hociqueó en su cabello, jugando con sus pezones con muchos menos miramientos que antes.

—¡Más! —gritó Milo en algún momento.

—¿Más qué, mujer? —replicó Luken, aunque aumentó un poquito el ritmo.

—¡No sé! ¡Algo! ¡Más! —se quejó Milo, intentando juntar un poco las rodillas para tener mejor ángulo.

Afrodita salió casi del todo, esperando un par de segundos antes de volver a entrar tan adentro que dejó a Milo sin aire.
Repitió varias veces la misma acción, antes de simplemente dejarse llevar con salvajismo. Esta vez Milo gimió, alargando la mano libre para arañar uno de los muslos de Afrodita.
Poco después, las convulsiones del interior de Milo le dijeron a Afrodita que, en efectivo, ese gritito agudo y continuado de Milo significaba que se estaba corriendo.
Luken no tardó mucho en seguirla, con el orgullo de haber conseguido hacer que ella llegara al orgasmo y toda la estimulación física y hormonal que estaba recibiendo por todas partes.

Minutos después, los dos yacían boca abajo, uno encima de la otra. Sudados y cansados. Más que satisfechos.
Milo movió una pierna para llamar la atención de Afrodita.

—Eh —le dijo.

—¿Hmn? —preguntó Luken.

—No te vas a dormir con eso ahí dentro —le aclaró, aunque sólo consiguió que Afrodita se riera con ganas—. Lo digo en serio. Sal de ahí. Epa, arreando.

Afrodita siguió riéndose un buen rato y Milo azuzándole para que se diera prisa en levantarse antes de que ninguno de los dos moviera un músculo en esa dirección.
« Last Edit: April 27, 2016, 10:24:26 AM by Neko »


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #148: April 07, 2015, 02:37:38 PM »
Bye, bye, desierto :v I won't miss you


Capítulo 16: Scorching sun: Deudas por saldar




                   
—Es información confidencial.

Las tres chicas del grupo se miraron entre ellas con diversos grados de escepticismo y sospecha. La Cleric observaba a Ulquiorra con cierta incomprensión inocente, pero la mirada en penumbra del Elementalist daba miedo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—No esto autorizado a divulgar esa información. —Distintas palabras, tan cortantes como las primeras, y con el mismo mensaje al fin y al cabo. Con un gesto que no llegó a ser brusco pero sí firme, se liberó del agarre del otro y se alejó, dando el asunto por zanjado.

Fue hacia el cadáver del monstruo, que se había ido disolviendo entre lucecitas y polvo de arena, inspeccionándolo. El Elementalist se quedó allí, observándole fijamente en un silencio tenso desde la cima de la duna. Entonces, la Cleric se puso a su lado y le dio un apretón suave en el brazo. Él desvió la mirada hacia ella, que negó con la cabeza. Estuvieron un rato así, teniendo una conversación muda, y luego él miró al resto de chicas.

Shruikan se encogió de hombros.

—A nosotras no nos mires, estamos igual.

La pareció oír un suspiro que emergía del fondo de la capucha. El Elementalist volvió a mirar a Ulquiorra, que se había arrodillado en el suelo, trasteando algo con su Omnitool. El monstruo había terminado de desaparecer, sin dejar nada tras de sí.

Entonces, la Cleric se acercó un poco a ellas, gesticulando animadamente con las manos antes de llevarse una de ellas al pecho.

—Bueno, ahora que ya no estamos en peligro, creo ya podemos presentarnos como se debe; yo soy Aerith, y él es Raistlin. Un placer —terminó, señalando al otro.

—Shruikan —dijo la Samurai, señalándose a si misma —, o Saru, si lo prefieres. Ellas son Sheba, LegendaryQueen, y Seras, Ms.GoodCop —las apuntó con el dedo, a un lado cada una. Luego, antes de que se olvidara, movió el dedo hacia el Alchemist que volvía a acercarse hacia ellos —. Y ese de ahí es Ulquiorra.

—Uy, todas con nombres con S, que divertido —comentó Aerith, llevándose un par de dedos a la barbilla.

—Muchas gracias por habernos ayudado —dijo Seras, con algo de timidez. La otra ladeó un poco el rostro y mostró una sonrisa afable.

—No ha sido nada. Me alegro de que estéis bien.

—Os lo tendremos que compensar de algún modo, supongo —habló Sheba—, aunque no sé si tenemos algo que os pudiera ser útil.

—Se les podría pagar con esto —dijo la voz de Ulquiorra, que ya les había alcanzado. En la mano sostenía un objeto esférico muy familiar.

—¿Eso es nuestra Semilla...? —preguntó Shruikan, abriendo mucho los ojos.

—Sí —respondió el otro, simple y llanamente.

—P-Pero... ¿por qué tienes tú la Semilla? ¡No puedes darles la Semilla! —Su voz salió casi una octava más alta de lo normal. Ulquiorra era inmune al cambio de volumen.

—Naoya me la dio después de que se la dierais a él —explicó. Mientras, Shruikan se le había echado encima y trataba de arrebatársela, aunque Ulquiorra tenía suficiente con alzar el brazo para dejarla fuera de su alcance.

—¿Y por qué no les dejamos todo el drop? —propuso la Novice, un poco preocupada que la disputa llegase a mayores, aunque nadie más pareciera compartir sus inquietudes.

—No hay drop —intervino entonces el Elementalist, Raistlin. Señaló al Alchemist con un ligero gesto de cabeza —. Es lo que has ido a comprobar antes, ¿verdad? ¿También es cosa tuya?

—Probablemente —le respondió él —. No estaba previsto.

Raistlin gruñó algo mientras las chicas intercambiaban algunas miradas y murmullos de “¿no hay drop?”. Siempre atenta, Sheba detuvo a Shruikan antes de que le hiciera un placaje al Alchemist y le tirara al suelo de un golpe.

—¡No les des mi Semilaaaaaaa!

—No hace falta que nos deis nada, de verdad —dijo Aerith, alzando las manos pidiendo calma —. Hemos ayudado porque hemos querido, no por ninguna recompensa.

Miró a su compañero en busca de apoyo, aunque no pareció encontrar mucho allí.

Entonces escucharon un grito, y a lo lejos aparecieron un par de figuras que se acercaban a través de las dunas, una con ropajes rojos, la otra con una armadura de metal oscuro.

—¡Es Fenris!

El Knight se acercaba, batallando con la arena bajo sus pies que amenazaba con meterse dentro de sus botas, y seguido de una mujer de cabello oscuro bajo un sombrero de ala ancha y de piel tostada que no conocían, toda vestida de rojo.

—¿Se puede saber por qué has tardado tanto? —le gritó Shruikan, con las manos a ambos lados de la boca para hacer bocina —. ¡Llegas tarde y nos hemos cargado al monstruo sin ti, burro!

Fenris le hizo lo que parecía un gesto obsceno con la mano desde lejos, y la mujer a su lado se rió.


—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó el Knight cuando estuvo más cerca, saludando a los desconocidos con una ligera inclinación de cabeza y una mirada cauta.

—Hemos encontrado al monstruo y le hemos matado. Era un mal bicho y merecía morir. Y nos han ayudado un poco —explicó Shruikan, señalando al otro par —. ¿Pero y tú qué, dónde te habías metido? ¿Y quién es ella?

La mujer de rojo les saludó con la mano. Se hicieron las presentaciones pertinentes entre los miembros del grupo, desconocidos e invitados, y hubo un breve instante silencioso de reconocimiento general.

—¿Te ha dado problemas? —preguntó entonces la Samurai a la Red Mage —. Fenris es especialista en dar problemas, el chico es un caso perdido.

Él le dio un codazo.

—Ya vale, ¿no?

Astaroth volvió a reirse.

—Ya me he dado cuenta. Pero está bien, cada cual tiene sus encantos.

Fenris desvió la mirada, agachando la cabeza, visiblemente azorado y sin ganas de convertirse en el centro de la conversación. Astaroth le sonrió de lado y luego se llevó la mano al ala del sombrero en un ademán galante.

—Sea como sea, estoy fuera de las Grutas gracias a vuestro amigo. Estamos en deuda. —Fenris gruñó algo después de oír eso —. Así pues, seguiré con mi camino, pero antes me gustaría pediros algo.

Su rostro se había vuelto serio de forma tan abrupta que incluso a Aerith y Raistlin les llamó la atención.

—Si alguna vez os encontráis con una Time Mage llamada Handmaid, túnica roja, cabello negro y muy largo... vosotros no me conocéis, ¿entendido?

Había un deje casi imperceptible de miedo en su voz, y era extraño porque no parecía una mujer fácilmente intimidable. Fenris podía dar fe de ello.

—Está bien —dijo Sheba, despacio, hablando por todos ellos —, pero... ¿puedo preguntar por qué?

Astaroth frunció el ceño y negó suavemente con la cabeza, sacudiendo sus cabellos ondulados.

—Es un asunto personal.

La Black Mage no dijo nada y terminó haciendo un gesto con la mano, señalando que no iba a insistir. La otra pareció relajarse entonces y suspiró.

—Gracias. Ahora sí, me voy. Os deseo suerte.

Le dedicó una última inclinación de cabeza a Fenris antes de empezar a andar. Los otros la observaron alejarse.

—Parece maja —comentó la Samurai. Luego se giró hacia Fenris —. ¿Y qué pasó exactamente en esa gruta, dices?

Fenris gruñó de exasperación, resistiendo el impulso de tirarse de los pelos.

—Vamos a no hablar de ello, ¿vale?
—Bueno, bueno, como quieras —dijo la otra, aunque en su expresión había escrito un “ya verás más tarde”.

Aerith rió, llevándose un dedo a los labios, aunque entonces el Elementalist le llamó la atención.

—Nosotros también deberíamos irnos, Aerith.

—¿Os vais? —exclamó Sheba —. ¿Seguro que no os debemos nada, ni siquiera que os acompañemos a la ciudad y os paguemos algo...? —insistió, como si le supiera mal que se fueran sin nada.

Shruikan le chistó disimuladamente, no fueran a insistir con eso de darles la Semilla del Guardián Corrupto.

—No, no, de verdad —negó la Cleric —. Se agradece, aunque Raist tiene razón. Creo que ya le he forzado más de la cuenta por hoy —añadió, bajito. El otro no dio señales de haberla oído.

Se despidieron pues, con más efusividad de la que cabría esperar, y partieron. El Elementalist le dirigió una última mirada de soslayo a Ulquiorra, intensa, antes de dar media vuelta.

—Parecen buena gente —comentó Fenris, cuando estaban un poco más lejos y sus siluetas se recortaban contra el color dorado de la arena.

—Eran majos —concedió Shruikan.

—Sí, y estamos en deuda con ellos —suspiró la Black Mage, llevándose una mano a la frente —. Por eso no quería que se fueran sin nada.

—Los actos de caridad se consideran una señal de persona respetable —intervino entonces Ulquiorra, sin venir a cuento.

—Tú calla que esto es culpa tuya —le espetó Shruikan. Ulquiorra parpadeó.

—Eso es una falsa acusación.

—¡No puedo creerme que quisieras darles nuestra Semilla!

—Era un pago justo.

Sheba pego el grito al cielo.

—¡Ya basta! —Suspiró pesadamente —. No se vosotros pero yo estoy hasta las narices de este desierto. Tengo calor, esto sudada y la arena se me ha metido por todos sitios, así que vamos y con suerte llegaremos a Sin City antes de que anochezca. ¡Y no quiero excusas!

No tuvo que insistir mucho para que ellos también iniciaran su camino, con una sensación de victoria no demasiado dulce. Les habían derrotado en muchos sentidos.
« Last Edit: June 03, 2015, 06:17:26 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #149: April 12, 2015, 06:13:34 PM »
Thing got suddenly serious :v


Capítulo 17: Wechselbalg





—Vaya, así que habéis vuelto de una pieza. Sorprendente.

Así les recibió Naoya a su regreso a Sin City. El crepúsculo les había alcanzado de camino, pero una vez llegaron a la ciudad se dieron cuenta de que allí no había mucha diferencia entre día y noche. El cielo siempre estaba oscuro y seguía lloviendo. Parecía que pudiera llover para siempre.

—Sí, ya hemos cumplido con tu encargo —dijo Shruikan, dejándose caer en el mismo asiento de cuero rojo de hacía unas horas. Sebastian, el barman NPC, estaba entretenido jugando a los dardos. —¿Nos dirás ahora de que iba todo este asunto o sigue siendo “información confidencial”?

Naoya soltó una risita ante el tono cínico de sus últimas palabras y miró al Alchemist a su lado con sus ojos afilados.

—Se lo habéis preguntado a Ulquiorra, ¿eh? —Entrelazó los dedos de ambas manos, apoyando después la barbilla sobre ellos —. Está bien. Será vuestra recompensa por haber hecho mejor trabajo del que esperaba.

—No querías la drop, ¿verdad? Porque no había drop. —Después, la Samurai entrecerró los ojos, dejándose llevar por una certeza intuitiva, y le acusó —: Tú sabías que no habría drop.

—Qué creías que haríamos? —preguntó Fenris casi a la vez, quedándose de pie como la vez anterior.

—Sinceramente, con el poco nivel que tenéis estaba seguro que al menos un par de vosotros ibáis a morir —confesó.

Nadie le dijo que la razón por la que habían sobrevivido todos era porque habían recibido ayuda inesperada. Ni siquiera Ulquiorra.

—¿Así que nos habías enviado allí a morir? —preguntó Seras con un tono acusador nada habitual.

Naoya hizo un gesto de desdén, como si se tratase de un detalle sin importancia.

—Me interesan los resultados, y utilizo lo que más me convenga para obtenerlos —declaró —. Y sí, como vuestra compañera ha dicho, no me interesaba la drop y estaba bastante seguro de que no iba a haber. Lo que me interesaba es esto.

Le levantó la mano a Ulquiorra, agarrándole de la muñeca, mostrando el anillo que llevaba en el dedo y que aún relucía con una luz naranja.

—Esto es el fruto de mi trabajo. Yo lo cree, yo le di su función, y vuestra tarea sólo consistía en comprobar que funcionase correctamente. Y por lo que veo, sí lo hizo —añadió, observando el accesorio con aire experto.

—Tú... ¿lo creaste? —preguntó Sheba, segura de que algo en esa declaración se le escapaba —. Pero, ¿cómo? Estoy segura que ningún objeto que se pueda fabricar dentro del juego permite matar automáticamente a un monstruo así, menos un mini-boss.

—Tú lo has dicho —sonrió Naoya —. No lo he fabricado por métodos convencionales. Lo he concebido desde su idea inicial al cuerpo físico que es ahora, yo le he dado existencia y forma desde que no era más que un montón de datos.

—Eres programador —concluyó Seras, con la desconfianza pintada en el rostro.

—Eres un pirata —fue lo que interpretó Fenris de esas palabras.

—Pirata no suena tan bien ni tan respetable como hacker profesional. —Naoya no parecía nada preocupado esas acusaciones ni por delatarse —. Escribo y altero códigos a cambio de dinero. Por eso estoy aquí.

—¿Estabas tratando de piratear Neverland? —exclamó Shruikan, con los brazos cruzados sobre el pecho, incrédula —. No parece que te haya salido muy bien el negocio si has quedado encerrado como el resto.

—Al contrario. Me lo hace todo más sencillo. —Naoya sonrió con entusiasmo. Era una sonrisa sincera y cruel —. Es como tratar de operar el corazón de alguien desde dentro. De esa forma tienes acceso directo a la zona que quieres tratar, pero por métodos convencionales primero hay que cortar la carne, serrar los huesos, evitar dañar los pulmones. Cuando sabes como hacerlo, es fácil. No hay barreras.

Nadie dijo nada sobre la macabra comparación.

—¿Y el GM va a dejar que le trastees el juego por las buenas?

—Claro que no —respondió, como si la pregunta fuera ridícula —. Hay cosas que ni siquiera yo puedo tocar, o la estabilidad de todo este mundo virtual correría peligro. Deben ser cosas pequeñas, puntos concretos que aprovechar. Puede parecer poco, pero es suficiente. —Señaló de nuevo al anillo —. Esto sólo era una prueba. Ahora que sé que puedo alterar cosas desde aquí dentro, será todo mucho más interesante.

—Eres consciente de que eso no es del todo legal, ¿verdad? —recriminó Sheba.

—¿Y quién va a detenerme aquí dentro? —fue su respuesta.

Le hizo un gesto a Ulquiorra, que se quitó el anillo y lo dejó sobre la mesa.

—Podéis quedároslo. Consideradlo un extra al pago por el trabajo bien hecho, además del dinero que acordamos. Al derrotar un monstruo con la habilidad activa del anillo, éste os concederá un buff temporal dependiendo de la criatura que fuera.

Mientras hablaba, cuatro pares de ojos estaban fijos en el objeto reluciente. Nadie se atrevió a cogerlo.

—Y además, me gustaría ofreceros otra cosa —siguió él, sin que le importasen las expresiones inquietas de los otros —. ¿Qué os parecería seguir trabajando para mí? A cambio os daría más objetos.

Naoya ladeó la cabeza, esperando una respuesta. Los otros se miraron entre ellos.

—Yo digo que no —fue la respuesta rotunda de Seras.
—¿Cuáles son las condiciones? —dijo Shruikan, más seria que de costumbre —. Siempre hay condiciones.

Naoya rió de forma corta.

—Bien. Mis condiciones son que Ulquiorra irá con vosotros para poder ponerme en contacto con vosotros para que hagáis algo por mí. No tengo mucha paciencia, así que quiero rapidez. A parte de eso, podréis seguir jugando con normalidad y como os plazca, y si alguna vez tenéis alguna petición... es posible que os haga algún favor. No es un mal trato, ¿verdad?

—¿Puedes hacernos más fuertes? —dijo entonces Fenris, aunque se notó en su cara que se arrepentía de haber abierto la boca inmediatamente después de decir aquellas palabras.

Naoya le dirigió una mirada divertida.

—No puedo cambiar los stats de los jugadores como me plazca, ni añadir sumas exorbitadas a según qué parámetros. Si puedo haceros más fuertes... eso dependerá de vosotros.

Hubo unos instantes de silencio.

—Yo digo sí —fue la decisión de Fenris.

—¡No! —exclamó Seras casi desesperadamente.

—Yo también acepto —dijo Shruikan —. Pero quiero dejar algo muy claro: si alguna vez llega un punto en el que rompes nuestro trato e intentas algo raro con nosotros, juro que te mataré.

Lejos de ofenderse, Naoya levantó la barbilla, mostrando una sonrisa de prepotencia frente al desafío.

—Me encantará ver como lo intentáis.

- - -

Al haber ya anochecido, Naoya les ofreció pasar allí la noche. Ulquiorra les guió hacia la trastienda, donde había unas escaleras. Los peldaños que bajaban se perdían tras la lúgubre y oxidada puerta que daba al sótano; los que subían se alzaban varios metros hacia arriba en un recorrido estrecho y pobremente iluminando. La pintura estaba resquebrajada en las paredes, y se caía con el más mínimo roce. La barandilla de metal rechinaba al apoyar el peso en ella.

Dos pisos más arriba, había un pasillo con puertas a ambos lados que parecían dar a habitaciones o pequeños apartamentos, similar al aspecto de un hotel. Un hotel viejo y decadente. Las puertas estaba pintadas de un azul desteñido. Había una ventana al final del pasillo por la que a duras penas entraba luz y el agua de lluvia se acumulaba en regueros sobre su cristal sucio.

Seras fue la primera en retirarse sin decir nada, aunque la decepción era claramente visible en su rostro. Fenris hizo más de lo mismo, tan serio que daba miedo. Al (por una vez) tener disponibles más de una habitación para todos, cada uno desapareció tras una puerta distinta. En el pasillo se quedaron Shruikan, Sheba y Ulquiorra.

—No has dicho nada —comentó la Samurai cuando la otra ya cerraba la mano alrededor del pomo de una puerta.

Sheba suspiró y giró la cabeza para dedicarle una mirada cansada.

—¿Qué querías que dijera? ¿Que esto es una locura, que nunca deberíamos haber venido aquí? —Su tono reflejaba sus amargas palabras —. Esto de acuerdo con Seras: esto ha sido un error. No creo que estemos seguras bajo la sombra de ese hombre, Shrui. No es de fiar y nos utilizará como si no valiéramos nada, pero... —añadió, más bajo para que Ulquiorra no pudiera escucharla —, pero creo que podemos utilizarle nosotras también. Aprovecharnos de sus favores hasta que podamos dejarle atrás.

Abrió la puerta, pero antes de atravesarla, se giró para soltarle un último comentario a su amiga.

—Sabes, cuando has dicho que ibas a matarle, te he creído.

—Pues claro —confirmó Shruikan, sin ápice de duda —. Lo decía muy en serio.

—Bien. —Los ojos de Sheba chispearon —. Porque cuando suceda, quiero estar ahí también para romperle los huesos.

Se despidió, y la Samurai se quedó sola... Aunque no del todo, recordó, cuando ya iba a entrar en su propia habitación. Al final del pasillo, delante de la escalera, Ulquiorra la miraba de forma penetrante, y sus ojos tenían cierto brillo verdoso propio que, junto al lugar en el que estaban, le daba un toque siniestro a toda la escena. Su expresión era la misma de siempre, aunque tenía las manos cerradas en puños, como si estuviera conteniéndose de algo.

—¿Qué? —le llamó la atención ella, sinceramente incómoda. No sabía que los ojos del otro pudieran hacer eso. ¿Sería una skin de pago?

—Tengo una pregunta —confesó él. Shruikan comprendió tras un par de segundos que le estaba pidiendo permiso.

—Dime.

—¿Por qué habéis aceptado? —empezó. Y como un torrente, siguió —: Es evidente que a ninguno de vosotros os satisface el trato a pesar de que, como Naoya ha dicho, no es un mal acuerdo teniendo en cuenta lo que podéis ganar. Sentís desagrado por él y por mí. ¿Por qué aceptar entonces bajo condiciones que os parecen desfavorables? No es lógico.

Shruikan parpadeó, sinceramente sorprendida. Aunque el tono de Ulquiorra había sido el mismo de siempre, había cierto aire de honesta confusión en sus palabras. O quizás se lo había imaginado. Pero lo cierto es que en lo que llevaban conociéndose, no le había parecido alguien lo suficientemente empático como para plantearse esa clase de preguntas sobre los demás.

—Dicen que a veces hay que rechazar el sentido común para hacer posible lo imposible —fue la respuesta que se escapó de sus labios sin que pudiera controlarlos. Luego añadió —: lo cierto es que creo que, si podemos aprovecharnos de lo que hace Naoya, sería una ventaja para nosotros mientras estemos encerrados aquí dentro. Él... quizá no puede romperlas, pero puede moldear las reglas, con él podríamos derrotar al GM en su propio juego. Es lo que he pensado.

Ulquiorra se mantuvo en silencio, rumiando su respuesta, antes de musitar un escueto “entiendo”. El desinteresado comentario, después de todo lo dicho, la desconcertó.

—Eres muy rarito, ¿lo sabías? Pero no eres tan imbécil como Naoya. No eres tan desagradable. —Ulquiorra no se inmutó ante el cumplido. Shruikan iba a entrar a su cuarto, pero dejó ir una ultima cosa antes —: Por cierto. Ya que vamos a estar juntos a partir de ahora, que sepas que no hace falta que pidas permiso para preguntar cosas. Somos un grupo democrático libre.

“Aunque ya no tanto”, pensó una parte de ella con cierta amargura. El Alchemist aceptó sus palabras con una inclinación de cabeza y descendió escaleras abajo, silencioso como una sombra.

Shruikan se quedó sola. Tenía muchas cosas en las que pensar.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"