Author Topic: neverland 1.1: you can (not) escape  (Read 113941 times)


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #150: April 19, 2015, 02:03:46 PM »
Volvemos a la base de la Guild, señores :v turú!





38. No decías lo mismo la otra noche


—¡Hasta luego! —gritó Milo mientras sacudía la mano en alto.

Afrodita movía sus dedos largos como respuesta, mientras Rose serpenteaba sus raíces y sacaba la lengua entre sus dientes afilados, haciendo gorgoritos en los brazos de su creador.

—¡Qué os vaya bien!

Anir sacó la cabeza por la ventana del jeep para gritarle a Milo.

—¡Entra ya al coche!

—¡Vale! —canturreó el bardo antes de apretujarse en el asiento trasero con Yuzuriha y Hyoga.

—No sabía que se llevaban tan bien, parecen buenos amigos —murmuró Watari a Neko, refiriéndose a Milo y Afrodita, mientras ella le daba al claxon un par de veces como despedida y emprendía la marcha en jeep hacia Amatsu.

—Será eso —respondió ella, dándole vueltas al volante.

El automóvil se bamboleó un poco, levantando algo de polvo antes de entrar en el camino.
Neko se puso las gafas de sol y Watari dejó de acariciar uno de los búhos mecánicos que tenía en el regazo para empezar su mantenimiento. En la parte de atrás, Milo charlaba animadamente con Hyoga, dándole a elegir algunas canciones de su reparto para amenizar el viaje y Yuzu contemplaba la jungla apoyada en el cuadro de la ventana.

Volvían a casa y todo había ido bien. Tal vez, demasiado bien.



Antes de atravesar el warp en Amatsu, Neko había insistido en que todos se cambiaran de equipo por algo más abrigado. Menos Yuzuriha, que volvía a llevar uno de sus atuendos más sencillos, y a la que parecía que el frío no le importara demasiado, de todas maneras.
Aún así, la bofetada del frío de Sanctuary dejó al equipo un poco desorientado durante unos segundos.

—¿Siempre ha hecho tanto frío aquí? —preguntó Milo, frotándose los brazos e intentando que no le castañeasen los dientes.

—Vamos… —dijo Neko, sacudiendo el cuerpo entero.

No tardaron mucho en llegar a la sede de la Guild.

—¿Es buena idea que Watari entre a la sede si no es un Crimson Raider? —preguntó Milo.

—Ah… creo que Milo tiene razón —se unió Hyoga.

Después de pensarlo un poco, Neko asintió y entró a la base en busca de la líder.

—Estoy cansado —dijo Hyoga mientras se frotaba la frente con dos dedos.

—Vete a dormir un poco —le respondió Yuzuriha, levantándole un poco las solapas del chaleco.

Hyoga miró alrededor, aún quedaban unas pocas cosas que hacer y no quería dejar a su equipo en la estacada.

—Ve chico, nadie va a culparte —le aseguró Milo, dándole un golpecito en la nariz antes de revolverle el pelo.

Hyoga intentó evitar las dos cosas, pero no pudo hacer nada contra ninguna de ellas.

—¿Seguro? —insistió, pero ante las réplicas de los demás, sólo le quedó marcharse a su habitación para recuperar las fuerzas.

Watari suspiró y se apoyó contra una pared, jugando a hacer nubes de vapor con su aliento.

—No está aquí —anunció Neko poco después—. Voy a ver si hay suerte en Moxxi’s.

—Te acompaño —dijo Milo, sin admitir discusión.

Neko se encogió de hombros y empezó a caminar, con Starkrimson pisándole los talones.



Moxxi’s estaba hasta los topes ese día, pero a Neko no se le hizo difícil llegar hasta la barra a codazos. Detrás de ella, Milo caminaba con confianza, pecho fuera y barbilla alta.

—¿La ves? —preguntó Neko, sentada en la barra.

Milo negó, pero señaló el escenario, que en ese momento estaba vacío.

—Buena idea —asintió Anir, bajándose de la barra y yendo hacia la mesa que había visto ocupar a Lilith en varias ocasiones.

Antes de llegar a su destino, escuchó el sonido del micrófono siendo calibrado. Milo estaba probando si funcionaba bien.

—Hola, ¿qué tal, compañeros Crimson Raiders? —preguntó con una voz suave pero profunda, ligeramente diferente a la que Anir estaba acostumbrada a escucharle en el juego.

Se oyó un silbido y varios aplausos, alguien se quejó a un lado de la sala.

—¡Si fueras Crimson Raider te conocería! —gritó.

—Joder, Ezio. No decías lo mismo la otra noche —contestó Stark.

Las risas estallaron por aquí y por allá y Neko se acercó un poco más a la mesa hasta que fue capaz de sacar una mano entre los cuerpos de otros dos parroquianos y tocar la madera, haciéndose sitio a bufidos.

La conversación entre Milo y Ezio continuó en segundo plano para Anir, que gruñó al no encontrar a Lilith donde se esperaba. De todas maneras, alguien le llamó la atención.

—¿Pasa algo? —preguntó Nightwing cuando Neko se acercó lo suficiente.

—¿Has visto a Lilith?

Nightwing negó con la cabeza antes de seguir hablando.

—Sé que se ha ido, tenía cosas que hacer. ¿Qué ocurre?

—He traído a un amigo para que se una a la guild —explicó ella—, la buscaba para eso. Está con Crane, a las puertas de la base.

Nightwing se levantó de su asiento, cabeceando hacia la salida. No tardaron mucho en salir, abriendo la puerta de Moxxi’s justo cuando Milo empezaba a cantar una versión lenta de una canción rock que Neko no llegó a reconocer del todo.

Andaban a buen paso, con Nightwing haciendo preguntas corteses sobre los dos días que habían estado fuera. En algún momento, él se empezó a reír.

—Si le hubieras dicho que ibas a recoger a un mechanic, habría ido ella con media guild a rescatarlo.

Neko se rascó el cogote, encogiéndose de hombros un poquito.

—Oh, vaya…

Pocos minutos después, dicho mechanic estaba aceptando la invitación de Nightwing y en su omnitool brilló el emblema de los Crimson Raiders, dándole la bienvenida.

—Ya eres uno de los nuestros —dijo Nightwing, sonriéndole y dándole una palmada en el hombro—. Tengo un rato libre ahora, si no estás muy cansado puedo hacerte un tour.

Watari se recolocó las gafas y sonrió de vuelta.

—Aceptaré la invitación con gusto.

Yuzu miró a Neko, que se encogió de hombros. Le dieron las gracias a Nightwing y se fueron a sus habitaciones a descansar.

—Sí que es majo, este Nightwing —dijo Neko antes de separarse de Crane—. No sólo tiene buenos pectorales.

—Ya ves —contestó Yuzu, levantándose la bufanda para tapar una sonrisilla.



Milo estiró los brazos por encima de la cabeza, haciendo ruiditos de placer desde el fondo de la garganta antes de dejarse caer sobre la cama. Hasta dejó que sus piernas se levantaran en el aire. Luego rodó por las sábanas hasta que se cansó, agarrando la almohada y acercándola para acomodarse.

Yuzuriha levantó un arco ciliar y se cruzó de brazos.

—¿Ya has terminado? —le preguntó.

—Hmn… —murmuró Milo, mirando hacia el techo y contestó justo antes de enterrar la cabeza en el cojín— No sé.

Yuzuriha rodó los ojos y acercó la silla donde iba a sentarse a la cama. Una vez sentada, cruzó una pierna por encima de la otra y tocó el talón de Milo con un pie.

—¿Qué tal en Moxxi’s?

Milo rodó un poco más hasta que se sentó, algo despatarrada y con los hombros apoyados en la pared.

—Bien, no ha estado mal —informó—. Hasta me he ganado algunas propinas, y eso que eran de gente del Clan.

Después de dejar unos segundos de silencio en los que se dedicó a intentar agarrar el pie de Yuzuriha con las rodillas añadió:

—Preferiría que me pagasen en otras cosas que no fueran dinero.

Su compañera dejó salir una risita tan leve que pareció más bien un suspiro. Yuzuriha apoyó las brazos en el respaldo de su silla, echándose hacia atrás.
Milo se rió un poco también antes de poner la almohada entre su espalda y la pared, para estar más cómoda.

—Sí, sí. Ya lo sé… no ha sonado precisamente bien. Y luego me quejo de las bromas.

—Si no he dicho nada.

—No hace falta, se te ve en la cara —replicó Milo.

Yuzuriha se levantó un poco más la bufanda.

—¿Qué cara?

Y Milo movió la mano burdamente, intentando señalar todo lo que había a la altura de la cabeza de Crane.

—Esa que tienes ahí, la que te tapas.

Dejaron pasar un rato más, echándose pullas la una a la otra, disfrutando de su compañía. Aún era pronto para ir a dormir, pero tampoco faltaba mucho tiempo. En algún momento se quedaron calladas y Yuzuriha se llevó el índice a la boca, acariciándose el labio inferior con parsimonia.

—Oye… —dijo despacio— ¿lo de Luken?

—¿Qué con él? —preguntó Milo, sin levantar la mirada, jugando con uno de sus rizos rubios.

—Dímelo tú.

Cuando Milo levantó la cabeza, vio a Yuzuriha con los brazos cruzados y una expresión de preocupación en el rostro. Milo se mordió un costado del labio inferior y volvió su atención de nuevo a otro de sus rizos.

—¿A qué te refieres?

—Sabes a qué me refiero.

La silla crujió con el cambio de posición de Yuzuriha, que apoyó los codos en sus rodillas, agarrándose las manos, buscando la mirada de Milo con la suya propia. Su coleta se movió, haciendo que una cascada de pelo se resbalara desde su hombro hacia delante.
Al final, Milo la miró de vuelta y se encogió de hombros.

—Fue divertido, ¿quieres detalles? ¿Quieres probar tú?

Yuzuriha frunció las cejas y agarró su bufanda, esperando unos segundos para ver si Milo reaccionaba. Al no hacerlo, le pegó con la bufanda en un pie.

—¡Ay! ¡Oye!

Yuzuriha la señaló con un dedo.

—Ese comentario estaba de más —le advirtió.

—Yo que sé, no sería la primera vez. —Yuzuriha le volvió a pegar con la bufanda y le señaló de nuevo, ahora con el ceño todavía más fruncido—. ¡Pero bueno! ¿¡Por qué esta violencia gratuita!?

Y Yuzuriha no tuvo que decir nada. Milo leyó en las arrugas de su frente ‘es mi manera de expresarme’ y ‘porque tú te lo has buscado’, además de ‘habla seriamente o te ganas otra’.
Milo se sobó el pie y puso la espalda recta, sentándose en la cama con las piernas cruzadas, estilo indio.

—¿No ibas en serio con aquel tipo? ¿Monsieur no sé qué más?

Milo hizo una mueca de dolor por un momento, que se convirtió en una de duda casi al instante.

—No exactamente…

Yuzuriha se puso un poquito más recta.

—Pero a tí te gustaba —observó Yuzu.

—¡Ja! Bueno, ya… —Milo empezó a peinar su pelo con los dedos, librándose de los nudos poco a poco— Eso no garantiza que yo le guste de vuelta.

—Cierto —añadió su amiga, llevándose la mano al mentón—. Además, conociendo tu gusto en hombres…

—Bueno, parecido al tuyo —dijo Milo antes de sacarle la lengua, más segura ahora que tenía sus pies a buen recaudo.

Aunque esta vez Yuzuriha sólo rodó los ojos.

—Pero —insistió Crane—, siempre ibáis juntos a todas partes, se os veía bien. Una pareja enamorada.

—Sí. Y yo tenía un pene y todo era bonito —espetó Milo—. ¿Qué más da? Nunca lo conocí fuera del juego y ahora no está aquí.

—Y Afrodita sí.

—Y Afrodita sí —repitió Milo, pero con un tono mucho más grave.

Yuzuriha ladeó la cabeza, apoyando la mejilla en los nudillos de la mano derecha.

—Lo que me estás diciendo es que…

Milo se tensó por unos segundos, esperando a que Yuzuriha continuara con lo que tenía que decir. No tenía ganas de recordar lo incierto de su futuro ni como eran las cosas en el juego antes de que el GM decidiera jugar con sus vidas como si fueran sujetos de un experimento social.
Tampoco quería recordar sus largos dedos sobre las teclas descoloridas del piano que tenía en su apartamento, allá afuera, en la que solía ser su vida.

—No es como si le estuvieras poniendo los cuernos porque cuando lo hiciste no tenías el cuerpo habitual de Starkrimson.

Milo levantó las cejas, relajándose tanto que se dejó caer de lado en la cama antes de volver a sentarse sobre el colchón. Y empezó a reír.

—Oh Yuzu —dijo Milo, limpiándose una lágrima—, de todo lo que podrías haberme dicho… no creía que fueras a salirme con esas.

Yuzuriha entrompó los labios ligeramente, agarrando la bufanda y tirándola encima de Milo, para no verle la cara. Milo rió aún con más ganas, rodando por el colchón. Y Yuzu no tuvo nada con lo que taparse la sonrisa en ese momento.
« Last Edit: April 27, 2016, 10:36:11 AM by Neko »


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #151: April 30, 2015, 03:05:45 PM »
~+13~



—Estoy cansado. —se quejó Kíli por enésima vez.

—¿Cansado? —Airin lo miró con el ceño fruncido, sin comprender.

—Cansado. —confirmó el chico.

—No puedes estar cansado, no hemos caminado tanto. —la pelirroja echó una ojeada a su alrededor en busca de algo que le diera una explicación al cansancio misterioso de su compañero.— Acabamos de cruzar el río como quien dice.

Kíli le dedicó una mirada a medio camino entre indignada y lastimera.





***

— Vaya. —dijo Pip con el cigarro entre los dientes.

—No hay ningún puente —comentó Fíli mirando río arriba y abajo, usando la mano como visera para sus ojos claros.

—Err, bueno, haberlos haylos, solo que no aquí. —el gunslinger se rascó la nuca y sacó el humo ficticio por la nariz.

—Esto no entraba en los planes ¿verdad? —Kíli mordisqueaba una manzana que había sacado del inventario; aunque no le hiciera falta reponer puntos de vida, de vez en cuando necesitaba llevarse algo masticable a la boca.

—Nop.

—¿Y ahora qué hacemos? —Aunque sonó más bien como "y adhda kjhe affehmhuz".

—Podríamos ir bordeando el río hacia el sur hasta llegar a la altura de Glastheim y cruzar por allí, hay un puente de piedra que cruza el tramo hacia Lavender Town. —Fíli observaba el mapa de la zona en su omnitool.

—No no no, Glastheim da mal rollito, y nos va a costar más llegar hasta el puente que seguir derechos hasta Palanthas. —dijo Airin frunciendo el ceño y arrugando la nariz.

—¡Mal rollito! —Pip se dobló de la risa y a punto estuvo de tragarse el cigarro entre las carcajadas.

La chica lo miró de reojo con aire satisfecho cuando lo oyó toser.

—Ehm, bueno —dijo el knight adoptando un tono conciliador— sí que tienes razón, está demasiado lejos como para que merezca la pena. Volver atrás no es una opción. ¿Ideas?

Airin se encontró con dos pares y medio de ojos que fijaban su atención en ella, y les devolvió la mirada contrariada.

—Me estáis mirando los tres a mí. —No era una pregunta, pero los tres jóvenes asintieron al unísono como respuesta.— ¿Por qué? No soy una fábrica de ideas.

—Porque me las desmontas como si lo fueras, guapa. —los ojos de Fíli se achinaron con la sonrisa llena de hoyitos.

Airin abrió la boca cogiendo mucho aire pero en vez de dejarlo salir, hinchó los mofletes como una ardilla enfadada y le señaló con un dedo cargado de acusación.

—Te iba a desmontar yo a tí otra cosa. —Kíli se atragantó con el corazón de la manzana y se tuvo que dar un par de golpes firmes entre las clavículas para que el oxígeno volviera a llegar a sus pulmones. A veces de verdad que no entendía cómo funcionaban.

El gunslinger y el knight se reían como si la amenaza no fuera con ellos, pero Kíli no había dejado de mirar a la pelirroja, y ésta estaba rebuscando en su inventario mientras farfullaba entre dientes. Se acercó a ella.

—Si quieres más cuerdas, yo tengo algunas —dijo en voz baja. Airin le miró sorprendida.— ¿Vas a improvisar lo que creo?

—No sé qué crees, pero es posible que no sea exactamente igual. —contestó la chica con una sonrisa nerviosa.

El arquero observó el río, calculando. No era muy ancho pero sí bastante rápido, y parecía profundo en aquella zona. Después se giró a mirar cómo Airin enroscaba sucesivamente los extremos de varios cabos en nudos de aspecto complicado. Probó a estirar de uno de ellos con fuerza, pero las sogas no se soltaron. Satisfecho, dejó a la chica con el trabajo y se acercó hasta las piedras de la orilla, escudriñando la otra ribera con minuciosidad. Sintió una mano en el hombro y levantó la vista hasta su hermano.

—¿Qué tal va el plan? —preguntó Fíli.

Kíli se encogió de hombros.

—No lo sé, pregúntale a ella. —y abrió su inventario en busca de algo muy concreto.

El knight levantó las cejas sin decir nada más y se quedó donde estaba, esperando. Al poco se acercó Airin.

—¿Kíli? —llamó la chica,— ¿no tendrás por ahí...? Oh. OH. GRACIAS.

La sonrisa que le iluminó la cara al ver que el arquero le tendía un par de flechas forjadas como un anzuelo de tres puntas, dejó al muchacho sonrojado.

—¿Te van bien? —preguntó él.

—¡Me vienen GENIAL! —Airin le dio un abrazo rápido echando los brazos alrededor de su pecho y Kíli se quedó sin saber muy bien cómo reaccionar. Pero las risitas disimuladas de su hermano y del gunslinger le hicieron volver al presente.— Ahora necesito que me hagas un favor.

—Ahh... yo... claro. ¿Si puedo? —el chico tragó saliva, consciente de su inesperado protagonismo.

—¿Y qué se supone que es todo este montón? —indagó Fíli levantando un cabo con la puntera de la bota.

—Una idea. —respondió la soldier con una sonrisa radiante y amenazadora a partes iguales.

Los hermanos se miraron entre ellos, el rubio con aprensión repentina y el moreno encogiéndose de hombros.

—No. —dijo Pip de repente.—Ya sé qué quieres hacer y no. Nooooooooooo~. Mala idea. Mala. Ideeeea.

—Oh, de acuerdo, —dijo la chica sin perder la compostura,— te esperaremos en Palanthas pues.

—Mierda. —masculló el gunslinger.

—Tu novia es feroz, enano. —susurró Fíli con falso terror admirado.

—Ya... ¡Eh! ¡Que no es mi novia! —susurró Kíli de vuelta.

—Aún. —Fíli hizo una mueca de dolor cuando su hermano golpeó su hombro con el puño cerrado, pero no dijo nada más.

Airin se acercó a Kíli con las flechas ya anudadas como si fueran una ofrenda, y el chico las cogió de sus manos con solemnidad. Mientras él preparaba su arco, la muchacha ordenaba los cabos a sus pies.

—¿Has visto algo que pueda servir de anclaje? —preguntó ella.

—Si. —contestó el chico.— Ese árbol de allá, el que tiene el tronco más ancho y los arbustos delante. Y detrás de aquella roca grande parece que la tierra es arenosa, si estiramos bien seguro que agarra en un tope firme.

La mano de Airin apretó su antebrazo.

—Cuando quieras, SilverArrow —dijo la chica.

Kíli resopló con humor. El muchacho tensó la cuerda de su arco con lentitud, irguiéndose y echando los hombros hacia atrás y respirando profundamente mientras dejaba que el movimiento expandiera su caja torácica. Sus compañeros lo observaban en silencio, casi conteniendo el aliento. Kíli llevó el final de la flecha hasta más allá de sus labios, y con la última exhalación sus dedos soltaron la cuerda del arco de golpe.
La pesada flecha de hierro surcó el aire por encima del río con un silbido y se enganchó en una de las ramas más robustas del árbol, dando varias vueltas en torno a ésta presa de la inercia.

El chico se apartó el pelo de la cara, y cargó la segunda flecha, apuntando esta vez más bajo. Cuando volvió a repetir su hazaña sus tres compañeros se agolparon en torno a él, palmeándolo entre vítores entusiasmados. Airin lo miraba con ojos brillantes y Kíli bajó la cabeza escondiendo una sonrisita orgullosa.

Ahora faltaba la parte difícil, cruzar el río.


~~



Cuanto menos se dijera al respecto, mejor.

~~


—Lo que te pasa son muchas emociones en poco tiempo —dijo Fíli toqueteando los mofletes desafeitados de su hermano.

—Eso no me hace estar menos cansado —se quejó el moreno.

—¿Y si tuviéramos ahora una batalla? —preguntó Airin.

—Chhsst!! —reprendió Fíli mirando por campo abierto por encima de sus cabezas— No lo digas, que pasará.

—Ah, oh, perdón. —la chica se llevó las dos manos a la boca, como queriendo prevenir que escapase nada que pudiera traerles mala suerte.

—Seguro que si le pides que te ayude a quitarte la cota de malla, el chaval ya no está tan cansado. —Pip le guiñó un ojo y se encendió un cigarro disfrutando del coro de ruiditos inconexos en distintos grados de indignación.
« Last Edit: October 12, 2018, 05:14:45 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #152: May 30, 2015, 12:09:24 PM »
Hyoga y Neko bonding time <3





39. No si no vas con tanque y healer.


Aunque aún era pronto, Neko llevaba un buen rato en el taller que se había agenciado. Necesitaba poner en orden los nuevos materiales, rellenar el carro de pociones y mejorar algunas de sus armas.
También necesitaba pensar en sus últimas batallas. ¿Qué había fallado en su juego en grupo, qué había ido bien?

Volvió a usar el soplete, concentrada más en rememorar las batallas que en lo que estaba haciendo. Aunque no pasaba nada, el juego movía su cuerpo automáticamente.
Un par de golpes en la puerta la devolvieron a la realidad y puso en pausa la habilidad para atender a su visita.

—Buenos días —saludó Hyoga, con una sonrisa tímida en los labios.

Neko se irguió un poco y dejó el soplete a un lado, quitándose los guantes, mientras giraba el caramelo del chupachup de un lado a otro de su boca.
Tiró los guantes a un lado y se quitó el chupachup, poniendo la mano libre en su cadera.

—¿Ya es de día? —preguntó ella, mirando hacia la ventana con la nariz arrugada—. Cuando he bajado aquí aún no había salido el sol.

Señaló un taburete para invitar a Hyoga formalmente, que no tardó en entrar y sentarse en él.

—Hace poco que ha salido —informó Hyoga, encogiéndose de un hombro—. Ah, sí. Supuse que te iría bien esto.

Hyoga sacó un vaso de plástico con tapa de una bolsita que había llevado en la mano, en la cual Neko no se había fijado hasta el momento, y lo tendió hacia la mecánico.
Una vez en la mano, Neko le dio la vuelta para leer la etiqueta.

—Café latte con caramelo, ¡mi preferido! —gorjeó Neko antes de entrecerrar los ojos—. ¿Te lo ha dicho Milo?

—Crane —corrigió Hyoga mientras sacaba un zumo para él—. Milo me dijo que te encontraría aquí.

—Sí, eso suena como ellos —admitió la chica, apoyándose en la mesa al lado de Hyoga y quitándole la tapita protectora a su café—. Te has vuelto a cambiar, el blanco te sienta bien.

Hyoga se llevó la mano al pecho y miró hacia abajo. Llevaba una túnica sencilla, corta, sin mangas y unos pantalones ajustados, también blancos, debajo de la túnica. Las botas parecían grandes en comparación a sus piernas, pero se amoldaban perfectamente a sus pies.

—Sí… lo he cogido del inventario de la Guild, me han dicho que podía —informó, bajando un poco más el cinturón que llevaba en la cadera—. Es para estar por aquí.

Neko asintió, echando un vistazo rápido a su omnitool para buscar algo en su base de datos de objetos.

—Estaba pensando en conseguirte esto. —Le dio la vuelta a la pantalla de la omnitool para mostrarle a Hyoga de lo que estaba hablando—. Algunas partes de este set están en el inventario de la Guild, ya las he apartado, y las otras las puedo hacer yo. Es de las mejores light armor que puedes llevar como black mage y refinada es mejor que los sets básicos para sorcerer.

—¿Una light armor? —preguntó Hyoga, estudiando el diseño y los stats del set— ¿No sería mejor una túnica?

—No si no vas con tanque y healer. Además, túnicas y ropa para black mage hay a patadas.

Hyoga asintió y sorbió de la pajita, paladeando el zumo de naranja mientras observaba a Neko, que le había dado la vuelta de nuevo a la pantalla y observaba satisfecha su selección.

—Gracias —dijo Hyoga, con una sonrisita en los labios.

Neko hizo un movimiento con la mano para quitarle importancia.

—Es mi trabajo, no hay de qué.

Hyoga negó con la cabeza y sacó una galleta de la bolsa del desayuno, dando un mordisquito y tragando antes de continuar.

—No, no es por el set. —Neko miró a Hyoga y levantó las cejas, intrigada por lo que querría decir el rubio—. Gracias por llevarme con vosotros. Y gracias por hacerme sentir parte del equipo.

Neko le dio un traguito al café antes de palmear la espalda de Hyoga y dedicarle una sonrisa socarrona y llena de confianza.

—Es que lo eres.

La sonrisa de Neko era contagiosa y poco a poco fue transformando la tímida de Hyoga en una réplica de la suya, libre y traviesa.

—Nadie antes me había aceptado tan pronto sin un motivo o algo en común —confesó Hyoga, desviando su mirada hacia el techo por un momento—. Shun, Milo… tú. La Guild.

Neko se puso seria en un instante y rechinó los dientes antes de mirar a Hyoga con solemnidad.

—Todos tenemos algo en común, ahora mismo. Queremos salir de aquí vivos.

Hyoga le dio un par de golpecitos al taburete en el que estaba sentado con el talón antes de responder.

—Es triste pensar que si no hubiera pasado nada, probablemente no os habría conocido.

—Es la ironía del asunto. No sabes quienes son tus amigos hasta que algo así pasa y los que menos te esperas son los que te tienden una mano. O en el caso de Milo, una guitarra —dijo Neko antes de reír un poco—. ¿Te han contado la vez que casi me despeño y Milo estiró la guitarra? Estuve colgando de un precipicio no llega a un minuto, agarrada al mástil. Y aquello no paraba de crujir y las cuerdas de sonar.

—No… —dijo Hyoga asombrado antes de reír incrédulo— Tienes que contármelo.

Neko negó con la cabeza, aún con la sonrisa.

—Después le pedimos a Milo que te lo cuente, es gracioso ver como se desespera, seguro que te saca la dichosa guitarra y todo. Creo que Crane tiene un video de aquello.

Los dos rieron un poco, haciendo pausas para beber de sus respectivos desayunos. Hyoga le ofreció galletas a Neko, que cogió un par en la misma mano que aún tenía el caramelo.
Después de mirar a todas partes, sacó un papelito de uno de sus bolsillos y envolvió el chupachup para guardarlo en el cinturón de herramientas.

—Tienes muchos anécdotas, ¿has jugado mucho? —preguntó Hyoga, curioso.

—Desde el primer día que abrieron el juego, ahí estaba yo —afirmó ella—. Tengo muchos momentos para contar y otros para no contar.

—Como el bailecito.

—Como el bailecito, ese es definitivamente para no contar.

—Sí, por favor —añadió Hyoga, echando la cabeza hacia atrás con un gruñido—. Seguro que estaba ridículo con los pantalones cortos.

—Pues no te creas, no te sentaban tan mal.

—¿Tú también? —preguntó Hyoga, con un suspiro cansado.

Ella respondió con una risita floja que intentó ahogar con un trago de su café.

—Ah… esto sabe a gloria.

—Oye… ¿no habrás visto a Shun?

Neko negó con un movimiento de cabeza, para después preguntar.

—No, ¿por qué? ¿No contesta a los mensajes?

—Ayer intercambiamos unos pocos, pero no me responde desde mediodía.

—Se lo habrá llevado Bennu a entrenar, ese chico no puede estar quieto en el mismo sitio sin hacer nada.

Hyoga arrugó un poco la nariz y se apartó el mechón de flequillo que le caía en medio de la cara en vano, ya que volvió a caer entre sus ojos de inmediato.

—No te preocupes, volverán.

—Pareces muy segura. —suspiró Hyoga.

—Más de lo que debería, sí… ¿Y por qué lo buscas?

—Ah, eso… verás —Hyoga dejó la bolsa en la mesa más cercana, en la que estaba apoyada Neko, y trasteó en su inventario hasta sacar un paquetito—. Cuando fui a Columbia, Shun me pidió que le comprara algo y compré esto. Aún no se lo he dado, no encuentro el momento.

El chico abrió la bolsita de papel y la sacudió suavemente sobre su palma hasta que cayeron un colgante y un anillo.

—Vaya… —dijo Neko— Ah, los conozco, no sólo son bonitos, son muy útiles.

La mecánico agarró el colgante en forma de cara de conejito y le dio un par de vueltas antes de volver a dejarlo sobre la palma de Hyoga.

—El colgante es para Shun, el anillo…

Neko agarró el anillo con el trébol de cuatro hojas y lo inspeccionó atentamente. Subía la suerte y la probabilidad de críticos y tenía un buen porcentaje de éxito en los primeros intentos de refinar.

—¿Quieres que te los refine? Puedo hacerlo ahora, en un momento.

—¿Lo harías? —preguntó Hyoga, dándose una patada mental de inmediato porque la pregunta era muy, muy tonta—. Claro que lo harías.

Neko le había echado una mirada que llevaba ‘claro que sí’ escrito por todas partes, y al oír a Hyoga entrar en razón, tomó las dos piezas y empezó a trabajar en ellas, entre traguitos de café y bocados de galleta.

—¿Por qué no le saludas, a ver si está en la Guild ahora?

—Buena idea —dijo Hyoga mientras hacía exactamente lo que le había sugerido su compañera. No tardó mucho en recibir una respuesta—. Está despierto, dice que baja ahora a desayunar.

—Esto está casi listo…

Pasaron unos minutos en los que los dos se quedaron en silencio, Neko demasiado concentrada en su trabajo y Hyoga mesmerizado con la manera en la que se movían los dedos de la mecánico sobre su obra.
El hechizo se rompió en cuanto los dos accesorios estuvieron listos y Neko y Hyoga compartieron una mirada cómplice y una sonrisita satisfecha.

—Vamos, te acompañaré al comedor.

—No tienes por qué. —dijo Hyoga.

—Ah, bueno. —Neko puso el colgante y el anillo en la mano de Hyoga y palmeó el puño cerrado un par de veces—. Si me dejo ver ahora no me molestaran en las próximas ocho horas.

Hyoga se rió un poco antes de recoger la bolsa y el cartón de zumo vacío. Lo tiró todo en una papelera del taller y esperó a que Neko se aseara un poco antes de salir con ella hacia el comedor.

Neko cerró los ojos cuando le dio el sol del pasillo en la cara y se escondió detrás de Hyoga, quejándose de la luz. Hyoga se rió mientras intentaba sacar a Neko de su espalda y consiguió ponerle las manos en la espalda y guiarla mientras ella gemía con desgana, corredor abajo.

—Pareces un zombi. —le dijo Hyoga y Neko levantó los brazos de inmediato y empezó a arrastrar los pies.

Los dos se rieron, codeándose antes de empezar a hablar animadamente sobre sus gustos en música y las mascotas que habían tenido fuera del juego, allá, en la vida real.
Antes de que el tema diera un giro hacia la tristeza y añoranza, Hyoga se paró y Neko se quedó mirándole, con la cabeza ladeada, un par de pasos más adelante que él.

—Creo que deberías quedarte esto —dijo él, después de rescatar el anillo de trebol de su puño—, sé que no es mucho, pero…

Hyoga levantó la cabeza para mirar a Neko, justo a tiempo de ver como pasaba de una expresión neutra y curiosa a una sonrisa relajada.
Ella tendió la mano para recibir el anillo en su palma y, después de cerrar los dedos, se llevó la mano al pecho.

—Es el regalo de un amigo, claro que es mucho.

Agarró a Hyoga de un hombro con la mano libre y tiró un poquito para hacer que se agachase. Le dio un beso en la mejilla y se empezó a quitar un guante para ponerse el anillo.

—Vamos, Shun tiene que estar esperándote.

Hyoga asintió, con una sonrisita satisfecha, antes de poner una mano entre los omóplatos de Neko y empujarla hacia el comedor. Ella echó la cabeza hacia atrás antes de volver a gemir como un zombi y los dos estallaron en risas.



Ikki no solía ser un chico despistado, de hecho era observador y poco olvidadizo, así que cuando su hermano le había señalado lo extraño que le parecía que no llevase el pañuelo rojo que normalmente completaba su atuendo de soldier al cuello, había gruñido un par de maldiciones antes de levantarse de la mesa y subir a su habitación.
Con el pañuelo en una mano y trotando escaleras abajo, escuchó una voz familiar. Levantó la cabeza, aminorando la marcha y vio a Neko parando para mirar hacia atrás, hacia la persona que le acompañaba.

Hyoga parecía serio mientras le ofrecía algo a Neko y ella lo aceptó con una sonrisa. Ikki se pegó a la pared y se dejó resbalar hasta el escalón mientras veía como ella le besaba la mejilla al mago.
Los vio bromear y se preguntó desde cuándo serían tan amigos. Enterró el rostro entre los pliegues del pañuelo y se llevó una mano a la cara para frotársela.
Hacía tiempo que unas risas no le escocían tanto.

—Maldita sea. —se quejó, sabiendo que no tenía ningún derecho a sentir nada.
« Last Edit: January 31, 2017, 01:48:30 PM by Neko »


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #153: May 30, 2015, 02:12:47 PM »
~+14~




—Nos haría falta un bardo.

—¿Un bardo? —preguntó Fíli.

—Sep. No es que no confíe en vosotros —Airin levantó las manos de forma apaciguadora antes de que pudieran quejarse—, pero creo que nos vendría bien alguien que... bueno, pudiera darnos algún que otro buff de vez en cuando.

—Hmm. —Fíli tuvo que conceder que la chica tenía su punto de razón en eso.— ¿Y no sería mejor un white mage?

—Si fueras otra persona te diría todo lo que falla en tu proceso de deducción, pero como me caes bien —el knight dejó escapar un resoplido irónico que no consiguió hacer que Airin se echase atrás— como me caes bien, repito por si no me has entendido, te lo resumo. Magos blancos, acolytes, ¿clerics? tiran casi siempre a full support. Los monks y derivados, al ataque. Te aseguro que te morderán si intentas lo contrario.

—Un full support siempre es deseable cuando hay dos o más tanques en una party —insistió Fíli tironeando de uno de sus bigotes, pensativo— y nos daría la posibilidad de subir niveles más rápido.

—Amén hermano, —Kíli se mordió los labios para no sonreír ante la expresión sorprendida de su hermano frente al oportuno comentario de la pelirroja e interrumpió a la chica con sus propios pensamientos al respecto.

—Pero un bardo se puede defender por sí mismo, es de clase archer; y podría darnos buff de área y asistencia pasiva lo mismo que atacar desde la distancia para asegurar un perímetro. —Al ver todas las miradas enfocadas en él, Kíli se cruzó de brazos y rodó los ojos hacia un lado.— ¿Qué? Es mi itinerario, conozco mis opciones y sé cómo funcionan. Si no tuviera ya decidido mi job, no me importaría hacerme bardo.

Pip le echó un brazo por encima de los hombros y lo apretó hacia sí con una sonrisa pícara.

—Los bardos tienen fama de llevarse a las mujeres.

—Sobre todo a las dancers —contestó Kíli con humor.

—Detalles. —movió la mano desde el hombro del moreno, quien tampoco hizo esfuerzos por escapar de su abrazo de camaradería masculina— Mi alineación ideal sería de tres más, tal vez. Un full support, otro job de rango largo, preferiblemente un mago...

Fíli veía la lógica en aquello, e intercambió una mirada con la soldier, que parecía bastante seducida con la idea de un mago guerrero.

—¿Y? —preguntó

—Un blacksmith. —Pip se cambió el parche de ojo y dijo con voz misteriosa— He visto cosas que jamás creeríais.

Kíli contuvo la risa.

—Merchants —murmuró Airin con exasperación afectuosa.

—Tan mal ¿eh?

—No tienes idea.

—¡Oooh, disculpe señorita que se gana la vida aporreando monstruos! —el gunslinger había hinchado el pecho como un pavo al que le disputaban su territorio.

—Ahém, Pip —carraspeó Fíli con suavidad— No vayas por ahí.

Y tal cómo se había inflado, se desinfló.

—Ya no os invito a mi cabaña. Ni a conducir mi tanque. Ni a jugar con mis juguetes.

—¿Y a cerveza? —preguntó el arquero esperanzado.

—Qué aprovechados que sóis.

—Aw, tío Pip, no te pongas así —Kíli palmeó su brazo con cariño— ya saben lo que dicen, tiran más dos tetas que dos carretas.

Ante el estallido de carcajadas repentinas el gunslinger sólo pudo boquear como un pez. Kíli se había encogido un poquito contra su cuerpo, esperando sin duda la colleja de su compañera, pero se giró a mirar a la chica cuando ésta no llegó.
Airin estiraba del cuello de su túnica y cota con una mano y observaba el interior de sus ropas con expresión evaluadora. Cuando levantó la vista se encontró con el guiño de Kíli, que levantaba las cejas y sonreía con picardía. Sonrojándose, Airin volvió a mirar hacia su escote, alzando a su vez una ceja inquisitiva. Después se llevó ambas manos hacia su pecho, apretándolo con cuidado.

—Si son blanditas y suaves, lo puedo entender... —aquello además de dejar mudos a los dos hermanos, atrajo la atención de Pip.

—Y dime preciosa, ¿para qué equipo bateas? —preguntó volviendo a ponerse el parche en sitio

—Para el que me pase la bola, pero no me gusta el béisbol —respondió ella con una media sonrisa.

—¿Eso es una alegoría? —preguntó Fíli.

—No, no me gusta el béisbol. Pero las tetas además de atractivas, son cómodas. Para otros —comentó la chica con un poquito de fastidio volviendo a tocarse el pecho— Para quien no las tiene que llevar siempre puestas.

Kíli intentaba no posar la vista en aquella parte de su anatomía, pero Airin se lo estaba poniendo difícil. Afortunadamente para él, otro tipo de paisaje acudió en su ayuda.

—Eh mirad, ya casi estamos en el bosque, ¿esto es territorio de Palanthas, no?




« Last Edit: October 12, 2018, 05:16:07 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #154: May 30, 2015, 03:48:52 PM »
sdfdhfeuewr  Luego arreglo esto xvx

Capítulo 18: ¿Creéis que podríamos no presentarnos y dejarle aquí para siempre?




A la mañana siguiente, volvieron a Columbia para terminar la misión de Merchant de Seras. Desayunaron un poco; Sebastian les preparó un café no demasiado malo teniendo en cuenta el estado de la cocina. La mampostería no conseguía verse limpia a pesar de ser de un blanco artificial.

Naoya les dio un warp para que hicieran el viaje y no tuvieran que volver a la ciudad de las nubes a pie, pero a parte de eso, ni siquiera se dignó a despedirse, y se encerró tras la puerta que llevaba al sótano. Consigo, se llevó una taza de café de tamaño considerable.

No es que el café se sintiera mucho como café en éste mundo; sus efectos se notaban más en los parámetros que no en el paladar, subiendo un poco la stamina y te reducía el sueño. El sabor, quizás, era lo más real que tenía, acompañado de un toque de nostalgia. Su familiaridad era imposible de no relacionar con el mundo exterior, y un triste recordatorio de la realidad que vivían dentro detrás de las máquinas.

Después de desayunar, se prepararon y salieron a la calle, donde utilizaron el warp. Ulquiorra, fiel al trato que habían hecho, les acompañaba. Una luz azul les rodeó, y el aire gris y lluvioso de Sin City fue sustituido por el cielo claro de un día radiante. El aire era ligero, y nubes blancas lo surcaban perezosamente. El ambiente apacible de Columbia resultaba un alivio tras todo lo que había pasado ayer y la sombría presencia de la ciudad del desierto.

—Bueno —dijo Shruikan, palmeando las manos al frente —. Ya estamos aquí. Vamos a terminar esta quest de una vez.

—¿Cual quest? —preguntó Ulquiorra desde atrás. No parecía alguien especialmente curioso sobre los asuntos de los demás, así que su interés debía de ir por otro lado.

—Seras tiene que terminar la quest para ser merchant —explicó Sheba.

—Váis a la Guild de Merchants, entonces. —Se quedó pensativo unos instantes —. Debo ir a otro sitio. No queda de camino, así que lo más óptimo sería separarnos i encontrarnos después.

—... De acuerdo —aceptó la Black Mage, despacio —. ¿A dónde tienes que ir, si se puede preguntar?

—A la Guild de Alchemists.

—Oh —exclamó ella, como si no se hubiese esperado esa respuesta —. Pues... es cierto, no, no queda de camino. —Recibió un parpadeo como contestación—. Quizás... ¿podríamos quedar en algún punto entremedio?

—Aquí, en la plaza de la fuente. En media hora habré terminado —decretó, antes de dar la vuelta y alejarse, dando el asunto por zanjado. Los otros le miraron mientras se marchaba.

—¿Creéis que podríamos no presentarnos y dejarle aquí para siempre? —preguntó Seras, con relativa inocencia.

—¡Seras! —exclamó Sheba en tono de reproche, como si no se creyera que su amiga pudiera decir algo así.

—No creo que fuese tan fácil —dijo Shruikan, cruzada de brazos con gesto analítico—.  Tiene pinta de ser de esos tipos que te seguirían hasta el fin del mundo sin perder la paciencia, acosadores imposibles de darles esquinazo. Además, tampoco es tan insoportable. No siempre. ¿No?

No recibió muchas palabras de apoyo por ese comentario. Sin nada más que añadir, emprendieron la marcha hacia el Gremio de Merchants. Tenían que ir a otro de los islotes flotantes de Columbia, aunque no era un trayecto muy largo y podían realizarlo sin la ayuda de ningún transbordador, cruzando uno de los puentes levadizos de la ciudad a pie.

Fue entonces, aprovechando que en cierto momento al andar Fenris se quedó un poco más alejado del resto, Shruikan se le acercó dando saltitos.

—Fenris, mi buen amigo del alma, ¿cómo estás? ¿Estás bien?

Él la miró de reojo, levantando las cejas.

—¿Por qué no iba a estarlo?
—Estás mustio desde ayer. Con más mala cara de lo normal.
—Que bien por mí —dijo con acidez.

Shruikan no se intimidó en absoluto por ese sarcasmo al que ya estaba acostumbrada.

—¿Sucedió algo cuando no estabas?

Fenris gruñó.

—¿Por qué me preguntas esto ahora? ¿Por qué te interesa?
—Porque eres mi amigo y me preocupas, Fenris, y tengo ojos en la cara. Es obvio que te ocurre algo. Pero ey —se encogió de hombros, hablando sin malicia —, si no quieres contarme nada, yo no voy a obligarte.

El otro se volvió a acomodar el peso del mandoble en la espalda, aunque no tenía necesidad de ello.

—No vengas en plan de fingir que no eres egoísta en insensible conmigo, Shruikan. No te pega —dijo, con sorprendente frialdad.
—¡Pero no lo soy! —protestó, ofendida.
—Ya, claro. Que no seas consciente de ello sólo lo empeora.

—Oye, vale, mira, habrá un día en el que hablaremos de mis problemas y podrás hacer de psicólogo si te apetece, pero hoy no es ese día. No intentes redirigir la conversación así que anda, Fenris, cuéntame lo que te pasa.

Por un momento, el otro le dirigió una mirada tan cargada de resentimiento que parecía que fuera a pegarle y todo. Movió la cabeza, profundamente irritado, antes de hablar.

—¿Sabes qué me pasa? Me pasa que estoy encerrado en un juego en contra de mi voluntad y sin posibilidad de escapatoria con una plasta como tú que cree que necesito atención y que es mi amiga a pesar de todo.

Shruikan sonrió de lado con satisfacción, però no dijo nada porque Fenris siguió hablando.

—Y ayer... casi muero ayer, ¿sabes? Ella, Astaroth, me salvó la vida. Y no debería ser algo tan importante, pero no puedo dejar de pensar en lo que hubiera sucedido si no llego a encontrármela, porque aunque fuera la primera de tres vidas, eso sólo significa que me quedarían dos oportunidades de cagarla antes de ser historia. Así que lo que me pasa es que estoy... furioso, porque puede que muera miserablemente aquí dentro, envenenado por un engendro asqueroso, y porque soy demasiado débil para evitarlo.

Hizo una pausa. La sonrisa de Shruikan había desaparecido.

—Todos tenemos miedo, Fenris. —El otro viró la cabeza hacia ella, lanzándole dardos con los ojos, como si le hubiera acusado de ser un cobarde —. A mí casi me dejan fiambre ayer también. Si no hubiese sido por esos dos magos habría sucedido como dijo Naoya: al menos un par de nosotros habría muerto. Y como bien has dicho, soy egoísta e insensible y no me importa morir rajando monstruos en una realidad virtual, como mínimo moriré haciendo lo que me gusta, paro tampoco me gustaría que se convirtiera en un hábito.

—Creía que esta conversación no iba a ser sobre ti. Estás loca —soltó, evitando seguir con el tema y bufó. Tras unos instantes de silencio, añadió —: necesitamos volvernos más fuertes.

Shruikan le dio la razón. Después preguntó, tentativamente:
—¿Por eso aceptaste el trato con Naoya?

Fenris asintió. Ella volvió a encogerse de hombros.

—Ya decía yo que era raro. Para ti debe haber sido como vender tu alma al diablo. Después de lo de Danarius...
—¿Podemos no hablar de Danarius? —la cortó —. Sinceramente, Shruikan, dedícate a otra cosa, porque animar a la gente se te da como el culo.

—¡Al menos hago el esfuerzo de intentarlo por ti, malagradecido! —replicó ella, ofendida —. Ya hemos hablado, ya hemos llorado, hemos llegado a la conclusión de que necesitamos poder para romper más caras. ¿Todos de acuerdo? Bien. Acta cerrada y sigamos adelante.

Ese fue el tenso final de su conversación, y siguieron andando hasta que llegaron a la Guild de Merchants poco después. Allí, dejaron a Seras, que entró sola al edificio mientras los demás esperaban fuera. No tardó en volver a salir, ataviada con una ropa diferente, convertida ya en una Merchant en toda regla.

Llevaba una blusa de mangas anchas y de color blanco por debajo de una armilla cobre sin mangas y botones que se ataban en el cuello y el pecho y hacia abajo, hasta que la pieza se terminaba a linea de cintura. Llevaba una falda del mismo color, larga hasta un poco antes de las rodillas y más abierta de un lado que por el otro, con unas medias oscuras y unos botines mucho mejores que los zapatos de Novice que había estado llevando hasta ahora.

Shruikan y Sheba la aplaudieron cuando salió, y la chica se avergonzó un poco al principio, pero levantó los dedos, haciendo la señal de la victoria.

—¡Felicidades!

Seras bajó los escalones que la separaban de los demás dando saltitos.

—¿Qué tal? ¿Qué te parece eso de ser Merchant?  —le preguntó Sheba.
—Pues los encargados de dentro me  lo han explicado un poco, pero me parece complicado. No sé si sabré llevarlo bien, pero haré lo que pueda.

—No te han dado carro? —preguntó Shruikan, viendo que la otra no lo llevaba consigo.
—Oh sí, pero no me lo he equipado. He pensado que iba a ser incómodo ir de un lado a otro con él dentro de la ciudad...

La Samurai se encogió de hombros.

—Bueno, supongo que si tienes dudas sobre eso del merchandeo siempre puedes preguntarle a Ulquiorra. Algo de bueno debe haber en tenerle en el equipo.

Seras puso cara de circunstancias al imaginarse el largo discurso que soportaría si se le ocurría hacer tal cosa, pero aceptó la idea de todas formas.

Sin prisa, fueron regresando a la plaza de la fuente donde habían quedado. Cuando llegaron, Ulquiorra ya estaba allí. Estaba sentado en uno de los bancos que rodeaban la fuente central, leyendo un libro con una velocidad envidiable. Delante de él, había montado uno de esos puestos de Merchant en el que exhibía artículos para que otros jugadores los compraran. Había un par de curiosos allí, husmeando entre los objetos. Ulquiorra no les paraba ninguna atención.

Se acercaron a él. Seras inspeccionó con curiosidad el puesto, consciente que ahora podía utilizar también aquel recurso.

—Ey —Shruikan saludó al Alchemist, que levantó la mirada del libro —. Ya estamos aquí.

Ulquiorra asintió con la cabeza en reconocimiento.

—¿Qué queréis hacer ahora?
—No sé... ¿descansar?
—¿Aprovechar que no hay un Assassin suelto en Columbia dispuesto a apuñalarnos por la espalda? —dijo Fenris, sarcástico.

—¿Qué Assassin? —preguntó Ulquiorra, que no había estado allí en su momento para enterarse del incidente con GreedyFox.

—Yo creo que Shrui ya lo ha dicho bien y que después de todo que la ha sucedido las últimas horas nos merecemos un día de calma —dijo Sheba.

—¡Vamos a la taberna! —proclamó la Samurai con entusiasmo. Sheba se rió y luego alzó el puño, uniéndose a su amiga.

—¡Vamos, pues! ¡A beber!

Como nadie se opuso, allí fueron. Ulquiorra desmontó su parada después de despedir a los curiosos de forma escueta y luego se dirigieron a una de las tabernas circundantes, la misma en la que habían conocido a GreddyFox. Por suerte, no había señales del hombre cerca, y ocuparon una de las mesas en el interior.

“Birra, birra”, coreaban Shruikan y Sheba cuando se sentaron. Luego la Samurai añadió:

—¡Menos para Fenris, que él quiere vino!

—Pues claro —dijo él como si la idea de lo contrario le ofendiese.

—Estáis muy animados —comentó Ulquiorra, sentado en su sitio con la espalda muy recta.

—Es nuestro estado habitual. No siempre somos gente seria y sobrellevada por sus circunstancias actuales —explicó la Black Mage, mientras Shruikan hacía el pedido, con Seras al lado.

—Comprendo.
—Tú en cambio sigues igual que siempre. ¿No hay nada que te perturbe?

El otro pareció pensarse la respuesta.

—Apenas —fue su baga respuesta —.  Las situaciones y los hechos están hechos de los mismos patrones que se repiten de formas distintas. Si se entienden esos patrones, es difícil que haya algo sorprendente o difícil de superar.

Sheba no pareció satisfecha con esa respuesta y torció el morro. Entonces llegó Shruikan, plantando una mano abierta sobre la mesa con un buen golpe.

—Ulquiorra, ¿tú que bebes?
—Yo no bebo —respondió él.
—Hoy sí. Dime que quieres —insistió ella.
—No.
—Sí.
—No.
—¡Sí!
—No.

—¡Ya déjale en paz! —interrumpió la Black Mage, que no quería soportar un coro infinito de sis y nos —. Ve a buscar nuestras bebidas, anda.

Shruikan obedeció a regañadientes.

—Entonces, ¿dices que siempre eres así de estoico? —preguntó Fenris, recostado sobre la silla —. ¿Te diviertes alguna vez, cuentas chistes? Cualquiera diría que eres uno de esos tipos súper obsesionados con el juego que no salen de su habitación. 

—Sé chistes —dijo él.
—¿Oh? Ilústrame, pues.

—Van dos y cae el de en medio.

Fenris y Sheba intercambiaron una mirada de circunstancias. La chica tenía los labios apretados en una linea fina, pero a él se le escapaba la risa por debajo de la nariz.

—Eso era el chiste —explicó Ulquiorra, como si no entendiera por que no les hacía gracia.

Para cuando Shruikan y Seras volvieron con las bebidas, Fenris se estaba riendo a gusto.

—Me parece que habrá que mejorar tu sentido del humor —concluyó, y le echó un buen trago a su copa de vino.
« Last Edit: June 19, 2015, 06:56:16 PM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #155: June 29, 2015, 04:55:57 PM »
hahaharl :v



Capítulo 19: (Don't) follow the golden halla




A la mañana siguiente, tras tomarse un merecido descanso, volvieron a partir hacia el norte, haciendo el camino a la inversa que habían planeado al salir de Prorencia dos días antes.

Bajaron de la ciudad de las nubes, haciendo el recorrido a pie, aprovechando las peleas con los monstruos que aparecían para subir algunos niveles. Seras había notado mucho el cambio de un job al otro; tenía mucha experiencia acumulada como Novice, y los primeros niveles de Merchant lo subió con rapidez. Sus ataques eran más fuertes, y los monstruos podían empezar a ir con cuidado alrededor de ese cuchillo suyo.

En los momentos de calma, Seras finalmente le había pedido consejo a Ulquiorra, más experimentado y, por una vez, el otro no estaba haciendo un monólogo, si no que realmente parecía estar explicándole las cosas de forma que ella pudiera entenderlas. No ponía cara de estar muy contento con el cambio de ritmo, pero ella había insistido.

—Entonces —decía Seras, anotándose la nueva información mentalmente —, ¿hay objetos que es mejor no vender enseguida si no que hay que combinarlos con otros?

—Correcto —afirmó él —, aunque hay que tener en cuenta la especialización de la rama de Merchant que se tenga y los jobs adquiridos. Hay objetos que sólo los pueden crear los Alchemist, los Mechanic o los Blacksmith. La rama de Gunslinger, que tengo entendido que es la que te interesa, puede fabricarse sus propias municiones mejoradas. Cada uno tiene su propio abanico de creaciones. Lo ideal, es quedarse los objetos útiles para fabricar objetos exclusivos del oficio, y luego vender éstos a personas que no podrían obtenerlos de otra forma. Es lo que hacen, por ejemplo, las personas que quieren conseguir mejoras para su equipo. Luego, si tienes materias primas que no son útiles en tu rama, puedes venderlas a otras jobs que sí las utilicen.

—Entiendo —dijo Seras, que contra todo pronóstico empezaba a sentir la emoción del comercio —. ¿Yo podría hacer combinaciones de éstas?

—No de momento. Necesitas una especialización de job para poder utilizar la fabricación y alteración de objetos.

Ulquiorra se ciñó a la versión corta de la explicación, y como no se entretenía en detalles innecesarios, su discurso resultaba incluso interesante. Los demás escuchaban la conversación entre los dos Merchant. Ambos cargaban con el carro; Ulquiorra instado a Seras a hacerlo y a recoger todos los objetos que pudiera para empezar a llenarlo.

—Y ahora que ya soy Merchant, ¿podría empezar a usar armas de tiro? —preguntó ella.
—Necesitas la especialización de Machinist primero.

—Oh. —La decepción sólo le duró un instante, desapareciendo tras un ceño fruncido en determinación —. Esto de Merchant es más duro de lo que creía. ¡Pero también es muy interesante!

—Sólo los primeros niveles presentan alguna dificultad —dijo Ulquiorra, como si para él no hubiese sido nada del otro mundo.

—Sabía que sabrías llevarlo —comentó Sheba, con una sonrisa traviesa y le guiñó el ojo, de considerable mejor humor comparado con los días anteriores.

Seras asintió y luego volvió a mirar al Alchemist.

—¿A ti que es lo que más te gusta de ser Merchant?

—¿Lo que más me gusta? —repitió, como si no terminara de entender la pregunta. Luego volvió la cabeza al frente, pensativo.
—¡Ey, los de ahí atrás! —interrumpió Shruikan con un grito antes de que pudiera darles una respuesta —. ¡Está muy bien que os la paséis charlando, pero ayudad con los monstruos también!

A su lado, Fenris acababa de un mandoblazo con los lobos que les estaban atacando. Estaba tan callado como ayer, pero parecía que eso de machacar monstruos le sentaba bien, porque ponía mejor cara.

La Samurai le dirigió una silenciosa mirada de aprobación. Después, cuando hubieron eliminado a todas las criaturas, se acercó a sus otros compañeros.

—¿Qué tal, chicas? ¿Cómo vamos? —preguntó en tono vivaz —. ¿Aún seguís con eso del merchandeo?
—Sí, más o menos —respondió Seras de forma similar.

Entonces, Shruikan se le acercó más y le habló bajito, preguntándole:
—¿Sigues pensando que no es de fiar?

La otra se alarmó un poco, como si la estuviera acusando.

—No... no es mal chico, supongo —admitió. Parecía que el rato de charla de hoy, junto al relajo de ayer, habían hecho que mejorase ligeramente la opinión que tenía de Ulquiorra —. Pero no sé... Es muy desapasionado. No creo que sea de la clase de persona que te apuñalaría por la espalda sin razón, pero tampoco creo que apartase el cuchillo si lo viese venir. No parece que le importe nada.

—Pareces muy convencida —dijo la Samurai, como si lo encontrara curioso. La otra hizo un gesto de la mano, restándole importancia.
—Prácticamente la mayor parte de mi trabajo consiste en juzgar a la gente por sus impresiones.

—Ey, vosotras dos, ¿qué cuchicheáis? —les gritó Sheba.
—Nada, nada —respondió la Samurai, y luego cambió de tema —. Sheba, ¿falta mucho para Eruyt Village?

La Black Mage consultó el mapa en su Omnitool un momento y después negó con la cabeza.
—No. Si seguimos andando, en unos minutos podremos verla al otro lado de la colina.
—Bien, porque ya me está empezando a da-...

Se interrumpió a si misma con una exclamación de sorpresa cuando un animal parecido a un ciervo les cruzó el paso, rápido como un bala, casi llevándosela por delante.

—¿Habéis visto eso? —exclamó, llevándose una mano al pecho por el susto —. ¡Casi me atropella el ciervo ése!

—No era un ciervo —la corrigió Fenris, que tenía un brillo calculador en la mirada y los ojos puestos en el punto por el que el animal se había adentrado al bosque.

—Era una halla dorada —terminó Ulquiorra, que miraba hacia el mismo sitio.
Shruikan abrió los ojos como platos.

—¡¿Qué?! ¡Dios mío, no me he fijado! ¡¿Y qué hacemos aquí plantados como bobos?! ¡Todos tras la halla!

Katana en mano, echó a correr hacia el interior del bosque de forma casi sincronizada con Fenris y Ulquiorra.

—¿Qué pasa con ese monstruo? —preguntó Seras, desconcertada mientras les seguía junto a Sheba, corriendo tras ellos.

—Las halla son un tipo de monstruo —empezó a explicarle la otra —, y de vez en cuando aparece un ejemplar con el pelaje dorado. Si lo cazas, te dan una fortuna por sus materiales en la tienda, son muy valiosos.

Siguieron corriendo por el bosque, siguiendo el rastro invisible del animal hasta que por fin atisbaron un destello dorado escurriéndose entre los árboles.

—¡Allí está!

Fueron tras ella y Sheba, siendo de las pocas que podía atacar a distancia, lanzó un hechizo de rayo en su dirección. La descarga falló por poco y fue a estrellarse contra un árbol cercano, que crujió y se agrieto mientras echaba humo. La Black Mage chistó y volvió a intentarlo una, dos, tres veces, y en todas falló por cuestión de centímetros.

—¡Sheba, no atinas ni una! —la reprendió Shruikan, que era la más rápida y poco a poco iba ganándole terreno a la halla. Si no se cansaba antes, dentro de unos segundos podría alcanzarla.

—¡Maldita sea, no es fácil darle si se mueve tan rápido! —protestó la Black Mage. El animal se movía por el bosque como un pez dentro del agua, con saltos gráciles que recorrían distancias a una velocidad que parecía imposible.

Entonces, Ulquiorra, aprovechando que pasaban por una especie de claro con menos árboles, lanzó una de sus granadas al suelo, que estalló, liberando una gran cantidad de púas de hielo y una de ellas alcanzó al monstruo en una pata. La halla dorada gritó y trastabilló hasta caer a los márgenes del bosque y rodando por la ladera de la colina.

—¿Decías? —Shruikan saltó tras ella con una sonrisa triunfal. Más abajo, la halla trataba de ponerse en pie con una de sus patas traseras sangrando. Había caído a otro claro, más despejado y con un gran muro de piedra al frente. Habían logrado acorralarla.

La Samurai ya saboreaba el dinero que iban a conseguir, acercándose por detrás con la katana en alto dispuesta a darle un corte certero, cuando de pronto algo la embistió con mucha fuerza por el costado, lanzándola rodando por el suelo.

—¡Shruikan! —la llamó Fenris, viendo como su amiga era arrojada al suelo de aquella manera.

La culpable había sido otra halla, ésta del habitual color blanco impoluto, aunque mucho más grande de lo normal, alta como un gran caballo. El animal se encabritó, agitando las patas delanteras mientras chillaba. Cuando volvió a clavar las pezuñas al suelo, bajó la cabeza, mostrando los largos y retorcidos cuernos de forma amenazante.

Parecía estar defendiendo la halla dorada a sus espaldas. Había algo inusual en ese animal, tanto por su comportamiento como por su aspecto, y Fenris no se atrevió a atacar en un principio. A su lado, Ulquiorra preparaba una nueva granada con llamas arremolinándose en su interior, pero antes de que pudiera lanzarla, una saeta brillante cruzó el aire en un parpadeo y se estrelló contra ella, que estalló en un mar de llamas en la mano de su portador.

Ninguno de ellos la había visto venir.

—¡Cuidado! —exclamó Sheba que llegaba tras ellos, vara en mano.

A pesar de las circunstancias, Ulquiorra demostró tener suficiente entereza y habilidad restantes como para esquivar las dos siguientes flechas dirigidas contra él con una precisión mortífera. Quedaron clavadas en el suelo, sin alcanzar su objetivo, en pequeños cráteres del tamaño de una pelota de tenis creados con la fuerza del lanzamiento.

Era dardos cortos, de ballesta, disparados con intenciones claras de matar.

Tras esquivarlos, Ulquiorra había quedado medio encorvado, con el brazo derecho extendido lejos del cuerpo. La manga de su abrigo blanco había quedado prácticamente hecha cenizas y la piel pálida de debajo estaba enrojecida y brillante con claros signos de quemaduras graves.

No hacía ningún esfuerzo para ocultar la mueca de dolor en su rostro, con los dientes apretados y el ceño fruncido. Era la mayor expresión facial que le habían visto hacer, pero no estaban en circunstancias de sorprenderse.

—Marchaos —se escuchó entonces una voz clara de entre los árboles —. Dejad a esta criatura en paz.

—¿Quién coño eres tú? —exclamó Shruikan, que se había puesto de nuevo en pie con las costillas doloridas —. ¡Da la cara!

Y dichas esas palabras, una figura verde saltó de entre los árboles.
« Last Edit: July 01, 2015, 08:42:13 AM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #156: June 30, 2015, 11:29:55 AM »
~+15~




—¿Y por qué no te hiciste blacksmith?

—Quería cambiar de aires —Fíli se encogió de hombros— si no habría acabado cogiendo manía al trabajo y además, me gusta jugar de ataque.

Airin puso las dos manos en torno a la parte superior del brazo del chico, intentando abarcar su bíceps entre ambas y quedándose corta por un par de pulgadas. Pestañeó con admiración mientras apretaba las yemas de sus dedos sobre el músculo de Fíli.

—¿Me estás dicendo que un joven heredero —remarcó las palabras con incredulidad— de familia de dinero, pasa sus ratos libres trasteando en un taller de forja casero?

—Bueno, es una afición como cualquier otra, —se defendió el rubio algo avergonzado ante el escrutinio— Y después de todo el día sentado en una silla de oficina necesito algo para desconectar.

—Lo que pasa es que le gusta aporrear cosas, —Kíli le hizo una mueca burlona a su hermano— y como yo ahora soy más alto que él...

Las manos de la chica aún en el brazo de Fíli impidieron que el arquero se llevase un zape.

—¡Pero mira qué brazos! ¡Que si me pegas me pones en órbita! —exclamó haciendo reír al muchacho.

—No me vas a decir que no has visto nunca tíos más grandes que yo, porque en Prorencia había cada uno que...

—No hombre, claro que he visto, grandes y anchos y tochos, pero el noventa y ocho por ciento de todos esos tipos son carne de juego, gráficos de apariencia sobrecompensados. Pero tú eres de verdad, y es raro encontrar gente que no... hm, mejore drásticamente su aspecto aprovechando la creación de personaje. En mi antigua party, había... —Airin titubeó con el ceño fruncido

—¿Estás emocionada porque mi hermano está bueno dentro y fuera del juego? —A esas alturas Kíli sabía de sobra que el tema de sus antiguos compañeros era un punto sensible para la chica, y él no era alguien predispuesto a dejar que otros perdieran sus ánimos pudiendo hacer algo al respecto.

—¿¡Eh!? ¡No no no no no! ¡No me saques de contexto!

—¿Debería de ponerme celoso? —Su distracción había surtido efecto, y aguantando una sonrisa para esbozar un gesto pensativo y preocupado, Kíli se retiró el pelo de la cara en un gesto que sin saberlo le hizo parecer adorable— Bueno, Fíli siempre ha sido el hermano guapo.

El aludido había estado observando primero divertido y luego con los ojos como platos cómo su hermano pequeño ponía el cebo y tendía la trampa con habilidad. Realmente había que verlo desde fuera para poder apreciar la jugada. Pero Kíli, acostumbrado como estaba a usar desde siempre el argumento de "mi hermano mayor es genial y lo hace todo bien y yo no" para dar pena y salirse con la suya en casa no había tenido otros detalles en cuenta.

—Me estás liando. —Airin entrecerró los ojos y agarró al arquero por los hombros con seriedad. Y lo agitó— ¡Estás pescando, estás pescando cumplidos descaradamente! ¡Quieres que te diga lo guapo que eres y lo bueno que estás tú también!

—¿Crees que estoy bueno? —Kíli boqueó ante el abuso inesperado, sonrojándose. Su compañera lo soltó como si quemase.

—Irrelevante. —Airin se echó la trenza pelirroja por encima del hombro y comenzó a andar camino arriba siguiendo el rastro que había dejado Pip minutos antes.

—¡Crees que soy guapo y estoy buenorro! —Kíli voceó con las manos a ambos lados de la boca, mientras su hermano reía.

—¡¡IRRELEVANTE!!

—Oh sí, nena~ —canturreó a gritos.

—¡TÍO PIP PRÉSTAME UN RIFLE!

Fíli se limpió las lágrimas con el dorso de uno de los guantes, intentando entre carcajadas llevar oxígeno a sus pulmones, y chocó una mano en alto con su hermano, que sonreía divertido. Tal para cual.



« Last Edit: October 12, 2018, 05:16:55 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #157: June 30, 2015, 01:49:35 PM »
Oh, oh :v ... Aquí los dos sets que describe Neko en este aporte: 1, 2





40. Hola, me alegro de verte


Según el reloj que colgaba en la pared, era mediodía y el sol brillaba sobre Sanctuary, reflejando su luz sobre la nieve.
La stamina de Anir estaba bajo mínimos, aunque la chica seguía dando golpecitos con un martillo suizo contra una pieza mientras los ojos se le cerraban.

De repente paró, dejando la tarea de lado, completada en un setenta y dos por ciento. Irguió la espalda y bostezó. Se frotó los ojos y se dejó caer sobre la mesa de trabajo, rindiéndose al cansancio.

Un hora después, Milo asomó la nariz en el taller que sabía que Anir estaría usando y la vio allí, con la mejilla apretada contra la mesa y los brazos agarrados a lo que parecía ser un motor. Levantó el cuerpo de Anir del taburete y el asiento rodó un poco después de verse libre de su peso.
Depositó a su compañera sobre un sofá que encontró a un lado del taller y le revolvió el pelo con cariño antes de salir y encontrarse con Crane, que le levantó una ceja.

—¿No sale a comer? —preguntó la dancer.

—Está dormida —explicó Milo—. Dale un rato, podemos volver a la hora de la cena.

Yuzuriha rodó los ojos antes de sonreír con cariño y encogerse de hombros.

—Podemos aprovechar la tarde para entrenar con Hyoga, le falta poco para poder hacer la quest de sorcerer. —propuso la chica.

—Y a ti para hacer la de gypsy. —recordó Milo mientras empezaba a alejarse por el pasillo.

—Sí… tú ya podrías haber hecho de la minstrel hace un tiempo. —replicó Yuzuriha, echando a andar tras su compañero.

—Es que te estaba esperando, cariño —dijo Milo antes de guiñarle un ojo—. Pronto… seremos tercer nivel.



Anir se despertó de repente y miró a su alrededor, confundida. No tenía memoria de haberse movido al sofá.
Se rascó la cabeza, enredando un poco más su pelo, comprobó la hora en el reloj de pared, seis y media,  y después miró el nivel de su stamina en la omnitool, sobre el setenta y cinco por ciento llena.

Bostezó, simplemente porque le apetecía y se frotó las manos.

—Me queda batería para rato… —murmuró antes de levantarse para seguir con el motor en el que había estado trabajando.

Aunque después de darle un par de vueltas, decidió darse una ducha y hacerse presente en la sociedad. Comer tampoco le sentaría mal.
Volvió a dejar su trabajo aparcado, aunque ordenó la mesa antes de ir a su habitación para asearse y cambiarse de ropa.

Una vez limpia y envuelta en una toalla, empezó a mirar en su inventario, decidiendo la ropa que llevaría. Buscó entre varios sets, pensando qué iba a hacer en las próximas horas.
Saldría al mundo en misión social. Su objetivo era pasar tiempo de calidad con algunos conocidos, incluso mezclarse más con sus compañeros de Guild para conocerlos mejor.

Sacó un set y lo depositó encima de la cama. Era un conjunto sencillo, que consiguió cuando se hizo blacksmith. Algunas partes las había fabricado ella misma.
Constaba de una camiseta blanca, con escote fruncido y tirantes anchos que solía dejar caer por sus hombros, un corsé marrón que se ajustaba a la parte de abajo de su sujetador a la perfección y unos de sus pantalones cortos más queridos. Eran marrones, con rayitas verticales algo más oscuras y le quedaban anchos. Solía acompañar el set con unos guantes cortos y unas botitas por encima del tobillo, decoradas con lazos y alguna cadena. Añadió un cinturón de herramientos y una gorra gris, con gafas de aviador. Y después de pensarlo mejor, dejó caer al lado una cazadora de cuero y unas medias que le ayudasen a combatir el frío de Sanctuary.

—Y un colgante. Uhm… y pendientes y unas pulseras. —dijo antes de darse por satisfecha.

Luego arrugó la nariz. La ropa que había elegido era cómoda, funcional y daba la sensación de blacksmith a kilómetros. Pero lo que quería era hacer amigos.
Buscó un poco más entre su inventario hasta que dio con un set que hacía tiempo que no usaba. Tuvo un momento de indecisión, pero después arrastró la ropa desde el inventario hasta la cama, dándose golpecitos entre las clavículas mientras intentaba decidir cómo se sentía al respecto de ese set.

Aquel era el kitty set. Había sido un regalo de Ikki, una broma que le había hecho tiempo atrás.
Ese conjunto tenía un chaleco negro ajustado, con botones anchos y dejaba el pecho y la parte superior de la espalda al descubierto. La camisa, también negra, tapaba el pecho y lo adornaba con chorreras de puntilla negra que caían encima del chaleco.
También tenía un cinturón ancho, marrón, a conjunto con la falda. La propia falda era corta, casi una de las más cortas que Anir había llevado en el juego, era ajustada hasta llegar a la parte más ancha de la cadera, donde llevaba plisado. Debajo tenía otro plisado en negro, que le daba algo más de vuelo a la falda y una enagua cortita que apenas asomaba, rematada con puntilla negra.

Ikki había tenido el detalle de comprarle también las medias negras y los botines marrones. Hasta le había comprado un gran cascabel plateado con un lazo negro para llevar al cuello. Y la cola de gato. Y, sobre todo, la única cosa que había querido Anir: la kitty band.
Aquellas orejitas peludas que había estado una semana intentando conseguir, pero que los malditos mapaches no querían soltar por mucho que matase uno tras otro.

La única reacción de Anir al ver el set completo había sido inesperada para Ikki y le había sacado una carcajada.

—Pero yo quería las blancas, Ikki. Las orejas blancas. ¡Putos mapaches! —había gritado Anir antes de aceptar el regalo.

Unas horas después estaban en una plaza de Prorencia, sentados en la terraza de una taberna, bebiendo cócteles en pajita mientras Neko estrenaba su nuevo set.

Anir dejó salir una risita triste ante el recuerdo y sacudió la cabeza. Pero después de pensarlo mejor, dejó caer la toalla y arrastró el primer conjunto a la barra de acceso directo, antes de empezar a vestirse con el segundo.
Lo hizo manualmente. Hacía tiempo que no se vestía así y la sensación de las medias entre sus dedos era lo suficientemente real como calmar su sed de volver a casa.

Hasta se puso un poco de maquillaje y unas gafas de aviador a las que le había cambiado los cristales por unos relojes antes de salir de su habitación, dando saltitos con las manos en la espalda y una sonrisa tranquila en sus labios.

No había salido aún de la zona de habitaciones cuando se encontró con Ikki, que giraba la esquina con la cabeza gacha y una mano sobre el puente de la nariz.
Neko arrugó las cejas. Aquel gesto era uno de los que delataban a Ikki cuando le dolía la cabeza o algo le preocupaba.
La mechanic paró de caminar y dio un saltito, haciendo sonar su cascabel.

—¡Ey! —llamó la atención de Ikki.

Él echó una mirada rápida, apenas registrando quien le hablaba.

—Ah, hola. —dijo rascándose la nuca, volviendo a agachar la cabeza.

Neko levantó las manos para toquetear el cascabel mientras caminaba hacia Ikki, aún sin saber bien cómo dirigirse a él.

—Hmn, ¿qué tal todo? —decidió preguntar al final.

Ikki suspiró cansado y levantó la cabeza, arrugando las cejas al darse cuenta de lo que Neko llevaba puesto. Las aletas de la nariz se le ensancharon un poco. Y al final dejó salir una única carcajada ronca.

—¿Qué haces con eso?

Neko se miró y luego se encogió de hombros.

—Vestirme.

Ikki apoyó el hombro en la pared y se cruzó de brazos, ladeando un poco la cabeza.

—Nunca te quedó bien. —dijo, con los ojos fijos en el gran cascabel y la cara seria.

Anir parpadeó un par de veces, notando una opresión en el pecho. Podía notar el corazón contra sus costillas. Por un momento Neko olvidó donde estaba, que todo era un gran simulador, el dolor en el pecho era demasiado real.

—Como si me importara tu opinión —espetó Neko, con los hombros crispados y las cejas arrugadas.

Volvió a caminar, con pasos fuertes y decididos, rozando a Ikki al pasar a su lado.
Él se frotó la cara al darse cuenta de que Anir se iba enfadada y se dio la vuelta para detenerla.

—Neko, espera. ¡Espera!

La oyó bajar las escaleras a saltitos, pero no fue tras ella.

—No era eso lo que quería decir… —murmuró.

Y una parte de su mente pensó que hacía tiempo que ya era demasiado tarde como para hacerse entender.



Neko había salido disparada de la Guild, sin parar hasta llegar a un parque.
Su respiración acelerada creaba nubes de humo en el aire helado y quemaba sus pulmones por dentro. Se frotó los brazos y empezó a caminar más lentamente hasta sentarse en un columpio. Las cadena chirriaron mientras ella se balanceaba suavemente.

Intentaba recuperar un ritmo normal. Los ojos le picaban y sabía que había dicho una gran mentira. Claro que le importaba la opinión de Ikki. Aunque deseaba no hacerlo.
Se agarró a las cadenas del columpio y echó la cabeza hacia atrás mientras cogía aire, cerrando los ojos para no llorar.

Un brillito la desconcertó, sacándola de su estado para hacer que mirase a su muñeca. La omnitool le avisaba de que tenía mensajes por mirar.
Apretó los ojos, aspirando por la nariz, intentando no arruinar su maquillaje y después de un suspiro fuerte abrió la omnitool, quitando la opción de silencio y reproduciendo el mensaje. Era de GoldenLion. Le preguntaba cómo estaba.

No estaba bien, pero no le iba a decir eso. Neko se rió un poco, con la tristeza haciendo ecos en su voz y volvió a tomar bocanadas de aire hasta que lo dejó salir de golpe y contestó.

—¿Dónde estás? —escribió en la omnitool a la vez que lo decía en alto, dictándose a sí misma.

Se frotó un poco los brazos otra vez, resoplando a la espera de una respuesta que no tardó en llegar. Estaban en Snowbelle.

La mechanic levantó la cabeza, mirando a un lado y a otro. El warp no estaba lejos de allí y Snowbelle era la parada más cercana, no era caro.

—¿Vais a estar mucho rato ahí? —volvió a preguntar.

GoldenLion le dijo que sí y Neko se levantó de golpe y salió disparada hacia el warp, andando lo más deprisa que podía mientras tecleaba, diciéndole que estaría en un momento en el warp de la pequeña ciudad.

Fiel a su palabra, casi diez minutos después, su cuerpo apareció en Snowbelle y dio un par de pasos en el pavimento, buscando a GoldenLion y su party con la mirada.
Aspiró por la nariz y se rascó la punta con un nudillo, sin haberlos encontrado.

—¿Neko? —preguntó una voz a su espalda.

Anir se giró con tanta fuerza que su pelo flotó a su alrededor por un momento antes de asentarse.

—GoldenLion… —dijo al verlo y le dedicó una sonrisa pequeña— Hola, me alegro de verte.

—Ah… Yo también, ¿estás bien? —preguntó él, acercándose un paso más a ella.

—Eh, sí, sí —contestó antes de volverse a frotar la nariz con la base de la mano.

—Es que como vas vestida así… —dijo él, algo titubeante.

Anir se volvió a mirar y se le crisparon un poco los hombros.

—Ah… no me pega, ¿verdad? —murmuró ella, antes de reírse un poco.

Lo siguiente que notó fue el peso de algo caliente sobre sus hombros. Al agarrarlo se dio cuenta de que era un abrigo, el mismo que había llevado GoldenLion hasta un momento antes.

—No lo digo por eso, te queda bien. Pero te vas a enfríar, mujer.

Pasaron unos segundos sin que ninguno dijera nada. Anir mirando al suelo y Fíli a Anir, que movía una pierna de forma nerviosa.
La chica se puso las mangas del abrigo, le venía enorme, y se arrebujó en él.

—Gracias. —dijo antes de levantar la cabeza y sonreírle con picardía.

Él también le sonrió, tímidamente, mientras se ponía las manos en los bolsillos del pantalón.

—De nada.

Y se le pegó lo pillo de Anir, enseñando los dientes mientras los ojos le brillaban de una forma diferente.
« Last Edit: January 31, 2017, 01:53:09 PM by Neko »


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #158: July 30, 2015, 07:23:25 PM »
yo tendría que haberme ido adormir ya y aquí estoy :v
Thingus! El bicho que aparece en este aporte es la rathian del monster hunter. Y N (por fin!) lleva una ropa muy parecida si no casi igual a la de Artemis del juego Smite. Aunque versión masculina, claro está :B


Capítulo 20: Egg hunt: Green hunter




Su atacante hizo acto de presencia, dando un salto fluido desde su escondrijo en la copa de los árboles y plantándose firmemente en el suelo. Se trataba de un muchacho alto, y no era de extrañar que no le hubieran visto siendo como todo él iba vestido de color verde y marrón, camuflado de forma perfecta con los colores del bosque.

Incluso su largo cabello era verde, cayéndole por detrás en mechones desordenados. El sombrero de ala ancha que lucía también era verde, y la capa que le colgaba sólo del hombro derecho, también. Lo único que no seguía esa dualidad cromática eran sus ojos de un azul apagado, casi gris.

Su mano derecha sujetaba una ballesta de madera pulida y labrada con adornos, de aspecto simple pero que había demostrado de sobra su poder destructivo en manos de esa persona. La tenía alzada en su dirección. En el carcaj que llevaba a la espalda, había dardos de sobra para cada uno de ellos.




—Marchaos —repitió, con voz clara —. No dejaré que le quitéis la vida a este animal.

—¿O qué, vas a matarlo tú? —le espetó Fenris —. ¿Estarías dispuesto a matar gente para quedarte con la halla? —Hizo un gesto con el brazo hacia Ulquiorra, como poniéndole de ejemplo.

Éste, ni corto ni perezoso, se había echado ya una poción y un cataplasma para las quemaduras, de forma que la hinchazón y la rojez de su piel remitían rápidamente. Aliviado el dolor, su rostro había vuelto a la expresión vacía de siempre, dirigiéndole una mirada fija y penetrante al desconocido.

—Ahora podemos morir de verdad —intervino Seras, cuchillo en mano —. Si peleamos podríamos acabar mal. ¿De verdad quieres eso?

—Lo sé —respondió el otro, referente a lo primero, sin bajar la ballesta —. Vi el anuncio en el cielo, me da igual. No me importa lo que suceda con vosotros fuera de aquí; no lo permitiré.

—Oh, por favor —exclamó Shruikan, poniendo los ojos en blanco —. Sólo es un bicho hecho de datos, ¿para qué...?

No pareció que eso fuera lo que el chico quería oír, porque al segundo siguiente, la Samurai tenía una flecha clavada en el hombro. La fuerza del proyectil fue suficiente para mandarla de nuevo hacia atrás, de espalda contra el suelo.

—Esto también está hecho de datos. Tengo entendido que duele —dijo el muchacho con frialdad.

Shruikan, gruñó desde el suelo. Había perdido una cantidad considerable de puntos de vida sólo con una flecha. La tomó con una mano y se la arrancó del hombro con un quejido dolorido.

—Vale. Lo he pillado. Eres de la PETA de los animales virtuales o algo así.

El otro volvió a levantar el arma. Había demostrado ser capaz de disparar esa ballesta con una velocidad muy superior a la de ninguno de ellos.

—No me gusta nada este tonito tuyo —advirtió.

—¡Un momento! —gritó entonces Sheba, interponiéndose entre ellos dos con los brazos en alto —. No vale la pena que nos matemos entre nosotros por esto. Prefiero conservar mi vida a que alguien la pierda por un puñado de materiales.

Aunque estuviera en inferioridad numérica, el otro tenía la pinta de ser un Beast Master que les sacaba muchos niveles y con el apoyo de un monstruo bien entrenado. Seguramente conseguirían abatirle al final, pero no iba a ser tarea fácil. La halla dorada no merecía el esfuerzo.

Como si les pudiera leer la mente, el animal levantó la cabeza, sacudió las orejas y salió corriendo (cojeando, eso sí), adentrándose entre los árboles. Nadie la siguió, pues eso implicaba arriesgarse a terminar con un dardo en la espalda.

—¿Vais a dejarlo entonces? —preguntó el otro. Parecía que su actitud agresiva se suavizaba un poco.

—Que remedio. —Fenris bajó la espada, con el ceño fruncido, pero no la soltó.

—Sí claro, ahora que ya me han dejado como un colador lo dejáis estar, hijos de puta —gruñó Shruikan, poniéndose de pie por segunda vez.

El desconocido la miro con lo que parecía condescendencia, y justo entonces un intenso chillido desgarró el cielo, proveniente de un lugar no muy lejano. Los pájaros piaron de forma alarmada y salieron volando de las copas de los árboles, asustados. El rostro del Beast Master se volvió en esa dirección y en él apareció un deje de preocupación.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Seras, con la cabeza levantada al cielo.

—No lo sé... —respondió la Black Mage, igual de desconcertada que ella.

A lo lejos se escuchó un estruendo amortiguado por la distancia. Parecía el ruido que hacían los árboles al romperse y caer.

Y entonces, un par de personas salieron corriendo de entre la maleza. Aparecieron tan de repente que el primero no tuvo tiempo de frenar y chocó estrepitosamente con Sheba, cayendo ambos al suelo.

La segunda, una mujer, se detuvo a tiempo para no venírseles encima ella también, lo cual hubiese sido un problema mayor y que cargaba con lo que parecía un enorme huevo de color marfil con ambos brazos. Su cara reflejaba la consternación del momento, enrojecida por el esfuerzo de correr con el peso extra, así como una pincelada de miedo.

Su mirada pasó por todos ellos, desconcertada, hasta detenerse sobre el muchacho de verde, y sus ojos se tiñeron de temor.

—¡Tú!

—Vosotros —replicó él, en un tono frío y afilado como un cuchillo —. ¿No os había advertido ya de lo que os sucedería si volvía a encontraros?

Levantó la ballesta en dirección a la mujer, pero antes de que pudiera disparar, el hombre volvió a levantarse, poniéndose en el punto de mira. Hubiese sido un gesto heroico por su parte si no estuviera sujetando a Sheba delante de él como escudo, rodeándole el cuello con un un brazo y un cuchillo bajo la garganta.

—¡Dispara y ella muere! —gritó. Su tono era apremiante, casi desesperado, como si tuviera prisa... o estuviera aterrado. La mujer a sus espaldas iba echando miradas nerviosas por encima del hombro, cambiando el peso de una pierna a otra.

—¡No dispares! —gritaron Shruikan y Seras a la vez, discordantes.

El Beast Master les dirigió una mirada de soslayo, indiferente, pero hizo como le decían y no disparó.

Volvió a escucharse un rugido, esta vez mucho más cerca. El estruendo entre los árboles también había aumentado, y resultaba obvio por el sonido que había algo muy grande que se estaba acercando a marchas forzadas. La halla del otro agitó la cabeza y relinchó de forma inquieta.

—¡Tenemos que irnos, ahora! —le gritó el hombre a la mujer. Ella asintió y empezó a rodear el claro donde se encontraban, sin darles la espalda a ninguno. El otro se mantuvo delante de ella todo el rato, interponiendo a Sheba entre ellos. La Black Mage no había dejado de forcejar pero el hombre no parecía dispuesto a dejarla ir; cuanto más se movía, más fuerte le apretaba el cuello. Al final, tuvo que dejar de resistirse, notando que le faltaba el aire y que empezaba a ahogarse.

Y cuando hubieron cruzado el lugar de esa forma, echaron a correr de nuevo, perdiéndose entre los árboles y llevándose a Sheba con ellos.

—¡Maldita sea! —masculló Shruikan.

Sin perder tiempo, el muchacho de verde bajó la ballesta y se acercó a su halla, subiéndose a su lomo con un único y fluido movimiento, montándola a pelo.

—¡Apartaos del claro! —les gritó. Después le dio una palmada al animal, que se encabritó con un relincho y salió al galope hacia delante, en la misma dirección por la que se habían ido los otros tres.

Lo que fuera que se encontraba en el bosque, estaba tan cerca ahora que el suelo temblaba.

—¡Rápido! —dijo Fenris. Llevado por un presentimiento, agarró a Shruikan y a Seras por el brazo y tiró de ellas hasta el límite de los árboles. Ulquiorra ya estaba allí, detrás de un tronco.

Y entonces, el límite este del claro pareció estallar por entero. Salieron árboles partidos y bloques de tierra volando por los aires, acompañados por una intensa nube de polvo que cubrió toda la cercanía. De entre ella, aparecieron un par de alas membranosas inmensas. Batieron una vez y el aire se esparció, limpiándolo y revelando la figura de un gran dragón, con escamas de color marrón y verde.

La bestia chilló y se removió inquietamente por el claro, como si buscase algo. Olfateó, y de pronto, su cabeza triangular se volvió en su dirección, con unos ojos naranja brillantes y visiblemente furiosos. Gruñó, y de sus fauces entreabiertas salió un pequeño flujo de llamas y humo entre los dientes puntiagudos.

Pero entonces, cuando parecía que iba a abalanzarse sobre ellos, se escuchó un ruido a lo lejos, una voz que gritaba, y el característico sonido de una halla. El dragón dirigió su atención hacia esa dirección y rugió antes de salir corriendo, llevándose árboles y tierra por delante. Lo último que desapareció fue su larga cola, al final de la cual había una protuberancia llena de púas.

Atrás, pareció que todos soltaban el aire que habían estado conteniendo, aliviados.

—¡Un dragón! —exclamó Shruikan, pasada la impresión inicial.

—Técnicamente, es un guiverno —la corrigió Ulquiorra —. Sólo tiene cuatro extremidades y no seis como los dragones.

—¡Qué más da! ¡Tiene escampas, vuela, y echa fuego, eso es lo que importa!

—Antiguamente, se consideraba que la propiedad característica de los guivernos, más que echar fuego, era su capacidad para generar un potente veneno que-...
—¡Dejadlo ya! —les interrumpió Seras, agitando los brazos —. ¡Tenemos que ir a rescatar a Sheba!

—No podemos dejarla con esos, eso está claro —coincidió Fenris, asintiendo con la cabeza —. Aunque sea una chica capaz, tres enemigos y un dragón no son una compañía grata, precisamente.

—¿Estás contando al chico de verde como enemigo? —le preguntó Shruikan.
—Es un guiverno —repitió Ulquiorra, pero nadie le hizo caso.

—¿Tú crees que podemos fiarnos de ése? —gruñó el Knight, con desdén —. No me parece una costumbre sana fiarme de cualquiera que haya apuntado una ballesta en mi dirección.

—Una costumbre más que aceptable —dijo Shruikan, desenfundando su katana —. ¡Vamos!

Echaron a correr, siguiendo el rastro de destrucción que el monstruo había dejado a su paso, y con suerte conseguirían alcanzar a los otros antes de que se metieran en un buen lío. Un lío muy grande, de color verde, con muchos pinchos, y que echaba fuego por la boca.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

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Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #159: July 31, 2015, 02:04:31 PM »
Creo que hoy no tengo enlaces que traer \o/ Bonding time!





41. ¿Vengo en mal momento?


—¡Eh, tortolitos! —se oyó la voz de Pip desde un costado— A mirarse tiernamente a los ojos cuando yo no esté delante.

Anir echó una carcajada y trotó hasta Pip para envolverlo en un abrazo. Pronto se convirtió en una competición de a ver quién aguantaba más presión sin quejarse, hasta que Pip levantó a Anir del suelo, que sacudió sus piernas antes de que su amigo volviera a dejarla en el suelo.

—Te haces echar de menos, ¿eh? —comentó Pip, rascando detrás de una de las orejitas de peluche.

—Ay, sí, sí… ahí. —dijo Neko mientras ladeaba la cabeza, moviéndola para intentar encontrar el punto justo donde quería ser rascada.

En algún momento, Pip cambió sus manos a los hombros de Neko, empujándola hacia delante mientras dejaba que los demás integrantes de la party la saludasen.
Neko respondió animada a Brightblade y SilverArrow y no tardó en preguntar por la espada de la chica.

—Tengo que echarle un vistazo antes de irme, las armas simbióticas son fascinantes. Me gustaría ver cuál ha sido su crecimiento, no nos hemos visto en seis días, eso son milenios para un arma como esa.

No paró de parlotear hasta que se le cruzó algo por la mente.

—¿A dónde vamos? —preguntó, mirando a Pip.

—Vamos a alquilar habitaciones en la taberna y descansar —explicó CaptainB.

—¿Tan pronto? —preguntó ella, mirando a su alrededor— Snowbelle es una ciudad bonita, creía que estabais aquí de turismo.

—Nah… —dijo Pip después de darle una calada al cigarro— Estamos de paso, quiero ir a un lugar aquí cerca, ya sabes, para entrenar a los críos.

Anir rodó los ojos y le dio un codazo en las costillas.

—Que no sean de tercer nivel no los hace unos críos —replicó ella.

—Bueno, ya no los llamó bebés, ¿qué más quieres?

Anir se rió de buena gana otra vez, perdiéndose entre los pliegues de la chaqueta que rebotaba sobre sus hombros.
Dejó a Pip para que continuase guiando a la party y se acercó a GoldenLion. Después de todo, era él con quien se había mandado mensajes antes de presentarse de repente allí.
Se contaron un par de anécdotas camino a la taberna y en algún momento Pip le dio una llave a ella también.

—Te quedas a dormir, ¿no? —le preguntó antes de guiñarle un ojo.

Neko parpadeó y notó sus mejillas sonrosarse antes de encogerse de hombros y musitar algo ininteligible mientras le daba vueltecitas a la llave entre sus dedos.

—Voy a creer que eso es un sí.

—Avisaré a mis compañeros de equipo antes de que levanten piedras para encontrarme… —dijo Neko por fin, activando la omnitool y empezando a teclear mientras Pip la empujaba por los hombros para llevarla a la zona de comedor de la taberna.

Pronto tuvo los mensajes mandados y de repente se vio sentada frente a una mesa, con un plato de comida humeante delante.
Se quitó el abrigo y lo dejó colgado de su asiento y empezó a comer.

Pasó un rato agradable, bromeando y escuchando a los demás, observando la dinámica de aquel grupo de usuarios. Era divertido verlos interactuar. Además, la habían sentado al lado de GoldenLion y en algún momento él había rozado su rodilla con la de la chica sin querer. Neko había pegado su pierna a la de él con descaro y de vez en cuando se daba pataditas con Pip por debajo de la mesa, como en los viejos tiempos.

En algún momento, después del postre, Pip empezó a contarle el plan para el día siguiente.

—La idea es salir pronto por la mañana, alquilar una moto de nieve e ir hast-

—¿Sólo una para los cuatro? —preguntó Neko, curiosa, enderezándose en su silla.

—Ya tengo una, nos faltaría otra.

—Yo os la puedo dejar. ¿Has llevado la tuya a reparar, le has hecho la puesta a punto?

Pip se reclinó en su silla y negó con la cabeza.

—Pensaba dejarla en un taller de npcs durante la noche —explicó.

Neko dio una palmada en la mesa y después dejó la mano extendida en el aire, con la palma hacia arriba, cerrando los dedos un par de veces sin llegar a formar un puño.

—Dáaaamela —dijo Neko, arrastrando la primera sílaba—. Y todo el equipo que vayas a usar, te los dejaré como nuevos. Y olvídate de alquilar una moto de nieve, tengo una que te puede servir.

—¿Cuál es tu precio, muñeca? —preguntó Pip después de darle una calada al cigarro, entrecerrando el ojo visible.

Neko se cruzó de brazos y levantó una ceja, inquisitiva.

—Ya has pagado, nene. Tengo tu corazón en un tarro, en mi estantería.

Pip dio una carcajada tan alta que casi se cayó hacia atrás con la silla.

—Junto a los gundams que me regalaste de pequeña. —completó con un guiño.

Después de unos minutos más, Pip y Neko llegaron a un acuerdo de intercambio de materiales y pronto los objetos iban pasando de un inventario a otro.

—Vosotros también —advirtió Neko, usando su omnitool para rebuscar entre sus cosas todo lo que iba a necesitar—. Dadme vuestros mejores equipos, a ver si puedo intercambiaros algo o dejarlo a punto.

—¿Te dará tiempo? —preguntó Airi, que había desistido de entender a la chica desde el primer día en que la conoció.

Neko asintió. Tenía energía para un buen rato y una cama para restablecerla si era necesario.
En cuanto tuvo todo lo necesario se levantó, con la llave en la mano.

—Vosotros pasáoslo bien, yo voy a tener mi propia fiesta. —anunció, lanzando la llave y atrapándola al vuelo.

No tardó en encontrar la habitación y montar su propio taller casero. Se frotó las manos y, herramienta en mano, justo cuando iba a empezar a trabajar se acordó de su atuendo.
Miró hacia abajo, hacia la falda y las medias, aunque el cascabel no le dejaba ver mucho y pensó en el set que tenía en acceso directo.

De pronto, su cuerpo se vio rodeado de lucecitas y la ropa se evaporó, reemplazada por otra más adecuada para trastear con equipos.

Alguien había abierto la puerta en medio del cambio y Neko se giró cuando ya estaba vestida de nuevo.

—¡GoldenLion!

El chico seguía en la puerta, pomo en mano y parpadeó un par de veces antes de entrar y relajar su pose, frotándose las manos en el pantalón y sonriendo de forma apretada pero amistosa.

—Hola… —dijo, levantando una mano antes de carraspear—. Fíli.

Neko ladeó la cabeza, levantando una ceja.

—Que me puedes llamar Fíli, ya sabes, es mi nombre. —explicó él, dando un paso al frente y otro hacia atrás.

—Anir —dijo sin más ella—. Puedes cerrar la puerta, venir aquí y llamarme Anir.

Neko le sonrió, levantando la llave inglesa que tenía en la mano y moviéndola entre sus dedos antes de ponerse manos a la obra.
Fíli tomó aire, levantó un dedo y luego se desinfló un poco, chocando la mano que había levantado contra la otra y asintiendo con la cabeza.

—Está bien… —murmuró, haciendo lo que le había pedido.

Cerró la puerta de forma suave y acercó una silla hacia la zona que Neko había elegido para hacer su trabajo.

—Anir.

—¿Sí? —preguntó ella antes de subirse a la moto de nieve y empezar a probarla sobre una especie de plataforma.

La moto se alzó sobre la plataforma y el motor ronroneó entre las piernas de la mechanic.

—Nada, te llamaba.

Ella ladeó la cabeza, haciendo que la coleta que llevaba puesta se balanceara de un lado a otro.
Fíli estaba sentado, con los codos sobre las rodillas, frotando una mano con la otra y con el cuerpo echado hacia delante. Le estaba sonriendo y sus ojillos brillaban con diversión.
Neko le sacó la lengua.

—Ya que has venido, ayúdame, mira —la chica saltó de la moto al suelo, aunque mantuvo una mano en el manillar—. Súbete aquí y yo te diré qué hacer mientras arreglo este desastre al que Pip se atreve a llamar moto.

Pasaron el rato contándose anécdotas, ahondando en momentos que ya se habían explicado por chat y en algún momento la omnitool de GoldenLion pitó.

—Mira que hora es —dijo el chico—. Será mejor que vaya a dormir, o no me dará tiempo a rellenar la stamina.

Neko levantó la vista del arco que estaba tensando y le sonrió, dándole las buenas noches.

—Iré a buscar a Airi, hasta mañana.

—Hasta luego, Fíli. —contestó ella, concentrándose de nuevo en su trabajo.

Él se levantó, se estiró y bostezó por costumbre y algo entre sus huesos de mentira crujió. Volvió a despedirse al tiempo que cerraba la puerta, en busca de su hermano, aunque no lo encontró en la sala común de la taberna.

—¿Qué habitación tenía? —se preguntó, haciendo memoria.

Al llamar a una de las puertas de las habitaciones que Pip había alquilado, le contestó una voz ronca y poco después la puerta se abrió despacio, chirriando sobre los goznes.

—¿Tú no tendrías que estar dormido? —preguntó Pip, quitándose el cepillo de dientes de la boca—. Vete a dormir.

Pip intentó cerrar la puerta, pero Fíli se lo impidió a duras penas, poniendo las manos sobre la madera.

—Sí, pero no sé cual es mi habitación y el enano no contesta a los mensajes privados.

Pip levantó un dedo, se fue dentro de la habitación y después de escupir y frotarse la boca para quitarse el resto de pasta dentífrica volvió a asomarse.

—¡Já! —se rió delante de él— ¡Tu hermano lleva una hora dormido! Él y la señorita se fueron hace un buen rato. Vete a la habitación que sobra, hoy me toca dormir tranquilo.

Pip le cerró la puerta en las narices, aunque Fíli había abierto la boca para protestar y levantado una mano para indicar que… bueno, ahora ya daba igual.
Puso las manos en la puerta y después se dio la vuelta, mirando hacia el lado del pasillo en el que estaba la habitación que estaba usando Anir.

Volvió a entrar y se la encontró con una máscara de soldador puesta y el soplete funcionando.

—¿Vengo en mal momento? —preguntó él.

Ella continuó por unos segundos más antes de quitarse la máscara protectora y hablarle.

—Tú no eres Brightblade.

Fíli apretó los labios y levantó las cejas.

—No, no lo soy. Ella y mi hermano ya están durmiendo… en la otra habitación.

Pasaron unos segundos de silencio antes de que Neko contestara.

—Ok. —dijo, bajando la máscara de nuevo y poniéndose a soldar.

Fíli tomó aire y puso las manos en sus caderas, perplejo. Eso había sido fácil. Caminó hasta la cama y después de sentarse en ella fue al baño, para prepararse. Al final decidió tomar una ducha y salió con el pelo húmedo de la habitación y el pantalón del pijama puesto.

—Buenas noches. —dijo algo dormido, empezando a notar la falta de energía.

Justo cuando estaba empezando a taparse, Neko dejó lo que estaba haciendo y anunció en alto.

—¡Ya está! ¡Hora de dormir!

Fili, que había acabado de cerrar los ojos, los abrió de golpe. Miró rápidamente a su alrededor y no, no encontró otra cama. ¿Iban de dormir juntos? ¿En la misma cama?
¿Ahora?

¿Así como esperaba cualquiera que usase el comando para descansar?

Se giró otro poco, para ver qué hacía la chica. Ella estaba sentándose en el borde de la cama, estirando las piernas.

—He dejado todo ahí dispuesto, mañana lo cogéis y andando.

Una ola de píxeles rodeó el cuerpo de Anir, que apareció con el pelo suelto y un pijama más bien corto en cuanto se hubo acabado la animación de cambio de equipo.

—No deberíais tener ningún problema ahora…

Neko estiró los brazos hacia arriba, mientras un ruido agudo escapaba de su garganta pero no de su boca. Suspiró mientras dejaba caer los brazos y se metió en la cama, rodando hasta Fíli, que seguía mirándola estupefacto.

—He dejado… —empezó a explicar ella antes de verse cortada por un bostezo repentino—, he dejado una nota con todos los cambios…

—Eh, bien. —contestó él.

Neko levantó una mano y le palmeó la cabeza.

—A dormir, GoldenLion. —ordenó.

—Sí, eh. Claro —Fíli terminó por levantar los brazos, cruzándolos bajo su cabeza—. Buenas noches.

Pasaron unos segundos antes de que se volviera a oír una voz en la habitación.

—¿Fíli?

—¿Si? —preguntó él.

—Gracias.
« Last Edit: January 31, 2017, 01:56:38 PM by Neko »


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #160: July 31, 2015, 03:14:01 PM »
~+16~





Un pájaro oscuro salió revoloteando de entre los árboles, sus agudos graznidos resonando de forma ominosa entre las ramas sombrías.

—No os separéis, éste bosque es peligroso. Mirad bien por dónde pisáis.

—No será para tanto...

—¿El camino gira?

—Por aquí. Kíli, vamos.

De repente se oyó un crujido seco de gran volumen, que hizo que el grupo detuviera su marcha.

—¿Qué ha sido eso?

Una risilla traviesa se escapó desde lo alto de un roble.

—¡¡Me cago en tu p-!! ¡Brightblade estás castigada! —bramó Pip apartando la ametralladora de su objetivo pero agitándola de aquí para allá como un energúmeno, haciendo que los otros dos muchachos se apartasen de un respingo.

—¿Por qué? ¡Yo no he hecho nada! —para espanto del gunslinger la voz de la chica había sonado sólo a un par de metros, y efectivamente cuando se giró a mirar ahí estaba, contemplándolo con indignación.

—¿Entonces qué demonios...?

—Sólo ha sido un hada, Pip. Tranquilo, y baja el arma ya que estás. — Fíli dio un paso tentativo hacia el peligro armado que era su compañero.

El pistolero miró con desconfianza hacia sus alrededores, agarrando su automática con ambas manos y cara de pocos amigos. La risa tintineante volvió a escucharse por las alturas, pero esta vez el hada se hizo visible flotando frente a ellos a unos metros sobre el suelo, envuelta en un aura rosada. El grupo dejó escapar un suspiro colectivo.

Hasta que el chasquido se repitió, seguido esta vez de un gemido grave y lúgubre que les puso a todos los pelos de punta.

—¿Qué-

—¡Eso es un Elder Willow! —exclamó Airin con los ojos muy abiertos.

—Corred putas. —fue todo lo que dijo Pip poniendo pies en polvorosa camino adelante.

Kíli no necesitó que se lo dijeran dos veces, mirando atrás para asegurarse de que su hermano le seguía a pocos pasos de distancia. Pero cuando buscó con la mirada la cabellera roja de la chica no la encontró donde se suponía que debía de haber estado, tras Fíli, sino que se hallaba aún en el sitio, recibiendo los ataques del monstruo vegetal.

—¡Airin! —gritó el chico encajando una flecha y disparando su arco hacia el árbol mutante.

—Mierda —masculló Fíli entre dientes,— es soldier y tiene menos agi.

—¡Es de fuego! ¡Ouch! —la chica se defendía con la misma saña que un animal arrinconado, consiguiendo bloquear más golpes de los que encajaba, pero pese a ello aún no tenía el nivel necesario como para enfrentarse a solas a ese mob con comodidad— ¡Kíli, cambia de flechas! ¡Usa elemento agua!

—Mierda, mierda, mierda... ¡Gracias! —Fíli se había posicionado junto a su compañera, desviando parte de la atención del monstruo y equilibrando la balanza, y dándole tiempo a su hermano para equiparse el nuevo material— ¡Se ha adelantando la hora de poda, cabrón!

Una flecha con las remeras de varios tonos de azul se clavó en la corteza del Elder Willow, haciéndolo aullar y revolverse. Y después otra, y otra más. Los puntos de vida bailaban frenéticos subiendo y bajando con las cuentas de golpes y pociones sobre los dos espadachines, mientras que los del monstruo descendían en picado.

Tirando el escudo con un grito de rabia y girando sobre sí misma la chica le asestó un mandoble a dos manos en diagonal, que hizo que el árbol se partiera en pedazos con un ruido de leña y un último lamento final. La soldier resoplaba cansada y llena de ira, mientras el knight la miraba con sorpresa llena de respeto.

—Eso no es una skill. —afirmó él recogiendo el escudo del sueldo y devolviéndoselo a la chica.

—Nnnnno. ¿Es hartazgo? Lo siento. —dijo Airin refiriéndose a la reciente batalla.

—No te preocupes mujer, puntos de experiencia y algo de drop. —el knight le palmeó el hombro con una sonrisa cansada.— ¿Te ha caído algo Kíli?

Pero su hermano se había quedado mirando a la chica con los ojos muy abiertos, sonrojado, y la última flecha aún entre los dedos. El arquero tragó saliva con dificultad.

—¿Kíli estás bien? —la soldier lo observó preocupada, acercándose, y Fíli se echó a reír.

—Creo que el problema, —dijo pasándose el dorso de la mano por la cara entre carcajadas— no es lo que le ha caído, sino lo que se le ha levantado.

Kíli gruñó, sonrojado intensamente hasta la raíz de su cabello oscuro. La última flecha de plumas azules no hizo blanco en el rubio de puro milagro, pero sí le arrancó una cuenta metálica del pelo a pesar de sus gritos.

—¡EH!





Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


« Last Edit: October 12, 2018, 05:17:38 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #161: August 07, 2015, 05:06:23 PM »
Capítulo 21: Egg hunt: Black hunter




—¡Suéltame! —exclamó Sheba por enésima vez.

Llevaba rato forcejando y tirando de las manos y los brazos que la apresaban, pero su captor se aferraba a ella casi con desesperación.

—¡Calla! —le gritó, aunque su voz sonaba más asustada que enfadada.

Iban sorprendentemente rápido para alguien que se podía decir que llevaba a rastras a una persona y  otra que cargaba con un huevo enorme en brazos. Ambos echaban miradas por encima del hombro, temiendo lo que pudiera venírseles encime por detrás.

Al parecer, temían con razón, porque al cabo de unos minutos apareció la rápida forma de una halla, galopando a través de los árboles como un destello blanco.

Montado sobre ella, había la figura verde del Beast Master, cuyo rostro era apenas visible bajo su sombrero mientras disparaba dardos con una precisión mortífera. Varios volaron muy cerca de sus cabezas, estrellándose contra la corteza de algunos árboles y resquebrajando su superficie.

—¡Mierda! —gruñó el hombre cuando estuvo a punto de caer rodando, con Sheba incluida, al esquivar una de las flechas.

La mujer no tuvo tanta suerte y una de ellas le atravesó el hombro desde detrás. La punta ensangrentada era visible al otro lado y el esfuerzo que hacía para seguir sujetando el huevo en esas condiciones era digno de admirar. Tenía el rostro enrojecido por el esfuerzo mientras trataba de reprimir las lágrimas de dolor.

Sin embargo, dos personas a pie, especialmente tan cargadas como iban, no podían superar en velocidad a alguien con montura; el Beast Master no tardó mucho en alcanzarles y avanzarles, interponiéndose después delante de ellos para barrarles el paso.

Ambos se detuvieron de golpe. El hombre interpuso a Sheba entre él y la mira de la ballesta, que apuntaba en su dirección.

—¡Quítate de en medio!


—Dadme el huevo y entregadme a la mujer —contestó él calmadamente —. Hacedlo y no os haré ningún daño.

Se escuchó el crujir de los árboles no muy lejos.

—¡No lo entiendes! —gritó entonces la mujer, con las mejillas húmedas —. ¡Si no le entregamos el huevo nos matará!

—Y si no lo dejáis ahora mismo, lo haré yo. —El Beast Master alzó más el arma, a la altura de sus ojos —. La elección es vuestra.

El silencio era denso, casi palpable. Sheba aún forcejaba, pero el otro seguía teniendo un agarre firme sobre su cuello.

Y antes de que nadie llegara a tomar ninguna decisión, se escuchó un rugido y los árboles a sus espaldas estallaron en llamas.

La impresión fue suficiente para hacer que trastabillaran hacia los lados, y quizá eso fue lo que les salvó, pues en el instante siguiente, apareció un dragón enorme de entre las llamas, con las fauces abiertas en un rugido airado y cargando hacia delante con la fuerza de una locomotora.

Cayeron al suelo. Sheba por fin se vio liberada de su captor, rodando sobre la tierra hasta que chocó de espaldas contra el tronco de un árbol. Trató de incorporarse, sacudiendo la cabeza y tosiendo por el polvo y el humo que enrarecían el aire. Notaba el calor de las llamas en la piel a pesar de que éstas estaban a unos metros de distancia.

Se levantó, pero los árboles y las partículas en suspensión en el aire no la dejaban ver con claridad. Sólo se escuchaban los gruñidos y rugidos del dragón y algún que otro grito.

Materializó la vara entre los dedos, poniéndose en guardia. Le costaba saber que estaba pasando y miraba a un lado y a otro para tratar de orientarse.

Y de pronto, escuchó un grito de “!Cuidado!” proveniente de su derecha. Se giró y vio como la gruesa cola del dragón se aproximaba a la altura de su cabeza . Tuvo el tiempo justo de lanzarse al suelo de nuevo para esquivarla, notando como la ráfaga de aire que levantaba a su paso le sacudía los cabellos.

Avanzó un tramo a gatas con el corazón en un puño y luego volvió a levantarse y echó a correr en la dirección contraria de la que provenían los gritos de la bestia.

Sin embargo, no pudo alejarse demasiado antes de notar el tirón en el hombro y ver como de pronto la levantaban en volandas por el aire. Soltó una exclamación de alarma y, antes de que pudiera darse cuenta, estaba montada encima de la halla, detrás del Beast Master que la sujetaba del brazo.

—¡Agárrate fuerte! —le gritó él, y después apremió al animal para que diera un amplio giro y volviera a encararse en la dirección de la que provenía.

—¡Pero por qué me subes si yo no quiero volver! —protestó Sheba, aunque se agarra con fuerza de su cintura de todas formas —. ¡Yo sólo quiero irme con los míos!

El otro no le hizo caso y siguió acercándose al dragón. Éste giró la cabeza en su dirección, avistándoles a través de la nube de polvo que ya se estaba disipando con sus ojos naranjas y brillantes y gruñó.

Dio unos pasos hacia atrás y extendió las alas. De un único salto, se elevó un par de metros sobre el suelo, derribando los árboles a su alrededor con sus poderosos músculos sin que éstos parecieran entorpecer sus movimientos. Después hizo un giro y dio una voltereta hacia atrás en el aire y la punta de la cola, un cúmulo de concha dura y espinas, se arrastró por el suelo en su dirección, buscando golpearles.

La halla reaccionó a tiempo para esquivarla con un grácil salto hacia un lado, evitando también la zanja que había creado al desgarrar la tierra. Aprovechando que la bestia aún estaba en el aire, la sobrepasaron. El monstruo no tardó en volverse a dejar caer sobre el suelo, aterrizando sobre sus patas robustas y se encaró rápidamente en su dirección. Rugió y echó a la carrera detrás de ellos.

Mientras que la halla se abría paso a través del bosque evitando los árboles con saltos y movimientos fluidos sin que disminuyera su velocidad, el dragón no se molestaba en hacer lo mismo: aplastaba la vegetación allá donde pasaba, y de vez en cuando soltaba llamaradas de fuego que hacían que todo ardiera con violencia.

—¡¿Por qué no lo estás atacando?! —preguntó Sheba, pero el otro no le respondió, quizá porque no quiso o porque fue incapaz de escucharla por encima del estruendo generado a sus espaldas.

A pesar de todo, la halla conseguía ser más rápida que el monstruo, y terminaron perdiéndolo de vista.

Siguieron avanzando hasta que un tramo más adelante, llegaron al límite del bosque. Terminaba de pronto, y más allá había una extensión de toca pelada cubierta de líquenes y de algún que otro matojo de hierba ocasional. Hacía una ligera pendiente ascendiente, al final de la cual había un profundo acantilado.

Allí se encontraba el otro par, junto a un tercer hombre que Sheba no había visto antes. El Beast Master detuvo a la halla antes de alcanzarles, mirando al nuevo desconocido con un reconocimiento nada grato.

—¡Esto no era parte del trato!

Alcanzaron a oír el grito desesperado del hombre que había apresado a Sheba, de rodillas en el suelo, Entre sus brazos, se encontraba la otra mujer, inerte y con las ropas manchadas de lo que parecía su propia sangre y que teñía la roca de rojo.

El desconocido les miró con fría indiferencia. Era un hombre alto, con el pelo y los ojos rojos y la tez muy pálida, vestido todo él con una armadura negra, con una capa ondeando a sus espaldas. Llevaba una espada en la mano derecha de hoja clara, manchada de sangre. Bajo el brazo libre sujetaba el huevo que habían estado cargando los otros dos, sorprendentemente intacto.


—Tampoco entraba en el trato que me trajerais al dragón y a ese despreciable Beast Master delante —dijo, señalándolo con la punta de la espada. Su voz era modulada, casi suave, aunque no pasaba desapercibido el veneno que contenía. Volvió a bajar el arma cuando siguió hablando —. Al final me habéis causado más problemas de los que teníais que ahorrarme. No os necesito para nada.

Levantó la hoja, dispuesto a asestar un golpe letal al otro, que no oponía resistencia, pero antes de que llegara a hacerlo, un dardo salió volando hacia él. Tuvo que desviar su ataque y parar el que iba dirigido contra él con un movimiento del arma. No pareció que le costase esfuerzo alguno, y le dirigió una mirada irritada al Beast Master, que desmontó con elegancia de su montura.

—Tú otra vez. —En su voz era apreciable el profundo desprecio que sentía ese hombre por él —. ¿Qué tengo que hacer para que dejes de causar molestias? No tuviste suficiente con la última vez en las montañas, al parecer.

La punta de su espada daba pequeños círculos sobre el suelo, goteando sangre. El otro se ajustó el sombrero sobre la cabeza. Tenía los labios apretados y una expresión determinada en el rostro.

—Podría decir lo mismo. Siempre vuelves por mucho que te eche. ¿Tanta diversión encuentras en estas cacerías sin sentido?

El otro sonrió, revelando dos hileras de dientes puntiagudos. “Una tara”, pensó Sheba, que seguía el intercambio de palabras con atención. No hacia falta ese detalle para darse cuenta de que no era una sonrisa amistosa.

—Esta vez es distinto, necesito el huevo. ¿O por qué te crees que me he tomado tantas molestias? Sabía que estarías por aquí, por eso he “reclutado” a un par de voluntarios... Pero han resultado ser unos inútiles.

Les echó una mirada de desprecio. La mujer se desvanecía en un montón de píxeles en los brazos del hombre, que soltó un sollozo ahogado. Sheba sintió lástima por ellos. Su situación no era muy distinta a la que ella y sus compañeros habían vivido con Naoya. Sintió una súbita y fuerte antipatía por aquel hombre de cabellos rojos. Descabalgó de la halla, dispuesta a luchar sí hacía falta, y tenía decidido a que adversario prefería enfrentarse.

Los otros dos siguieron inspeccionándose el uno al otro, lanzándose dardos con la mirada. Su enemistad era más que evidente, así como también que parecía provenir de antes.

—No dejaré que te lo lleves —dijo el Beast Master, con rabia contenida en la voz, alzando la ballesta.

—Mira por donde —se mofó el otro —. ¡Me gustará ver como me lo impides esta vez!

Fue el primero en atacar, arremetiendo contra el otro con una velocidad impresionante y siendo la espada poco más que un destello de luz en el aire. El Beast Master lo esquivó dando un ágil salto hacia atrás y, aún en el aire, empezó a disparar contra él.

Su oponente bloqueó los primeros dardos con la espada y luego también saltó hacia atrás para evitar los siguientes, que se clavaron en el suelo. Todo eso y sujetando todavía el huevo bajo el brazo, que no parecía dispuesto a soltar.

—Voy a cortarte la cabeza —dijo, como si fueran palabras de amor en vez de una amenaza de muerte —. Y antes de que desaparezcas, te sacaré los ojos y se los daré de comer a estas bestias a las que tanto proteges.

El Beast Master no se dejó provocar y se mantuvo firme a cierta distancia, apuntando al otro sin cambiar su postura. Sheba hizo rodar su vara entre las manos, dispuesta ella también a empezar a pelear, pero justo entonces fue cuando llegó el dragón, alcanzándoles por fin y dando final a su persecución.

Les rugió, con las alas extendidas y liberando pequeñas llamas de entre sus fauces, lanzando una amenaza contra todos los allí presentes. “Justo lo que faltaba”, pensó la Black Mage con desánimo.

Empezaba a ser momento de que llegaran sus compañeros, porque si no, no sabía como iba a salir de ésta.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shruikan

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #162: August 30, 2015, 12:26:29 PM »
Capítulo 22: Egg hunt: Espada oscura




Sheba saltó hacia atrás, esquivando otra vez el embiste del dragón. No había tenido tanta suerte antes; había recibido algunos golpes que le quitaron una cantidad de puntos de salud importante. Por suerte no la había bola de fuego ni la cola, a saber cuanto daño podía hacerle eso.

Lo cierto es que el monstruo no parecía especialmente interesado en ella, o era mejor decir que no discriminaba y atacaba a cualquiera que tuviera delante. Pero mientras que Sheba y también el hombre que la había capturado antes tenían que esforzarse para esquivarlo, los otros dos parecían hacerlo sin problemas, incluso mientras se peleaban entre ellos.

El hombre de negro había resultado ser un Dark Knight por sus habilidades, y bastante diestro. Incluso teniendo un brazo ocupado en sostener el huevo gigante, lanzaba estocadas fuertes y precisas, rápidas. El filo brillaba con una energía oscura que dejaba trazados en el aire con cada movimiento.

El otro tenía suerte de que consiguiera esquivar la mayoría de sus ataques; el Dark Knight era rápido pero el Beast Master era más ágil aún. Lograba mantener las distancias a base de saltos y movimientos que resultaban casi elegantes. Parecía tener un control absoluto de sus alrededores a pesar del dragón campando a sus anchas. Y no sólo eso, si no que además aún encontraba el momento para atacar; algunos de sus dardos dieron en el objetivo, pero la salud que logró quitarle con ellos, el otro la recuperó con el par de sablazos que llegó a acertarle. El robo de vida de los Dark Knight era algo a tener muy en cuenta.

De esa forma, el Beast master terminó con una herida en el vientre que le rasgaba en horizontal desde la cintura hasta la cadera. Dos centímetros más profundo, y hubiese sido un corte prácticamente letal. El chico interpuso distancia de nuevo, con un brazo en la zona herida pero sin apartar la mriada de su enemigo.

—Sólo huyes como una rata —le provocó el Dark Knight, sacudiendo la espada en un gesto firme del brazo para retirar el exceso de sangre, que salpicó el suelo.

Entonces, el dragón rugió. Se abalanzó sobre ellos con las fauces abiertas; el primero logró esquivarlo, pero el Dark Knight sólo miró al monstruo con desprecio.

—Criatura infecta —murmuró. Sus ojos rojos brillaron en el momento en el que se hizo a un lado para evitar la mordida de la bestia y levantó la espada, descargando un golpe contra su cabeza tan fuerte que le rompió parte de las púas que la adornaban, lanzando escamas y sangre por los aires. El dragón quedó aturdido y perdió el equilibro, cayendo a un lado con un gimoteo de dolor.

El Dark Knight esbozó una sonrisa de suficiencia antes de que una bola de fuego le estallara en la cara. Fue su turno de gritar, aunque parecía ser más de molestia que no de dolor. Sacudió la cabeza y levantó los ojos con rabia, apartando el humo de un manotazo. Clavó la mirada en Sheba, que tenía la vara alzada y la misma expresión en el rostro que un niño al que acabaran de pillar en medio de una travesura.

—Tú... —dijo él, con la voz grave y teñida de un tinte peligroso —. Veo que tampoco tienes mucho aprecio por tu vida. Será un placer arrebatártela...

Sin embargo, antes de que pudiera atacarla, el dragón había vuelto a levantarse y el Beast Master volvió a la carga. Montado en su halla otra vez, disparó un par de dardos que el otro esquivó escondiéndose detrás de la enrome mole del monstruo, al que el chico no parecía dispuesto a atacar por alguna razón. Aún así, eso no le salvaba de ser más vulnerable a los ataques del propio dragón, y no pudo evitar que le golpeasen sus robustas patas. Cayó al suelo, pero mantuvo el huevo bien sujeto bajo el brazo y enseguida se volvió a levantar.

Mientras tanto, Sheba, que de momento se veía fuera de peligro, se acercó a su antiguo captor. Éste, al ver que se acercaba, la miró con temor, pero ella levantó las manos en señal de paz. Aún así, la expresión en su rostro era suficiente para indicarle que no le había perdonado del todo.

—Escucha —empezó —, vamos a olvidar por un momento lo que ha sucedido entre nosotros y vamos a pensar una forma de salir de ésta. Si trabajamos juntos, puede que logremos derrotarle.

El otro la miró, y luego pasó la vista a la batalla que transcurría no muy lejos entre dos hombres y un monstruo. Tragó saliva.

—¿Derrotar a quien? ¿Al de negro, al de verde, o al dragón? —Había intentado añadirle un tono irónico a su voz, pero le salió demasiado estrangulada para ello.

—Hay que acabar con ese Dark Knight —respondió ella —. También tendríamos que deshacernos del dragón, pero dudo que podamos sin la ayuda del otro.

Señaló con la cabeza al Beast Master, que de momento estaba demasiado ocupado con su pelea.

—Creo que es nuestra mejor opción. Al menos estoy casi segura de que él no nos matará una vez acabe esto.

El otro pareció pensárselo durante unos momentos, hasta que su rostro se transformó y bajó el ceño con determinación. Asintió y sacó un par de espadas cortas, una en cada mano, al tiempo justo, pues el monstruo desvió su atención hacia ellos. Esta vez, alzó la cabeza hacia atrás antes de lanzar una llamarada en su dirección.

Los dos saltaron hacia lados contrarios para esquivar el flujo de fuego. Sheba, tras rodar un poco por el suelo, agarró su vara con fuerza y se levantó, pasando corriendo al lado del monstruo y yendo hacia donde los otros dos aún combatían.

El Beast Master había bajado de nuevo de su halla que, un poco más lejos, se sacudía con una pata herida. La sangre manchaba de rojo su pelaje blanco y el animal gimoteaba de dolor. Su amo mientras tanto, se veía obligado a enfrentar cara a cara a su oponente. En ningún momento bajó la ballesta, pero su arma no era tan efectiva a corta distancia.

Gritó cuando recibió un corte en la pierna que le hizo trastabillar, pero antes de que el Dark Knight llevara a cabo sus intenciones de rebanarle la cabeza, Sheba volvió a lanzarle una bola de fuego. No consiguió cogerle del todo desprevenido esta vez, y el otro volvió a utilizar su espada como defensa, reduciendo la mayor parte del daño del ataque.

Justo entonces, el que antes era su enemigo aprovechó para atacarle, preparando un golpe con sus espadas gemelas. Todavía con la suya en alto, el Dark Knight no fue incapaz de contrarrestarlo, y sus ojos se abrieron de sorpresa cuando el acero le cortó en el costado derecho, atravesando la coraza de su armadura negra.

El otro retrocedió a tiempo para evitar el sablazo que rasgó el aire justo en el espacio que había ocupado un instante antes. El Dark Knight tenía la cara contraída por la rabia y gritó a través de los dientes apretados cuando un par de dardos se le clavaron en la espalda.

Por muy hábil que fuera, no podía defenderse del ataque simultáneo de tres personas. Sheba creyó que todavía tenían posibilidades si seguían así, pero justo entonces el dragón verde volvió a arremeter contra ellos.

El Dark Knight no perdió ni un segundo y se escabulló entre sus patas; con una agilidad digna de elogio, trepó sobre el lomo aprovechando las púas que tenía en los muslos. Una vez allí, la Black Mage intentó lanzarle uno de sus hechizos, pero el cuerpo del dragón era demasiado grande y se movía sin parar, de forma que todos los ataques impactaban contra él. Sin embargo, al monstruo tampoco le hacía mucha gracia tenerle encima, porque empezó a sacudirse de un lado a otro, intentando librarse de él.

Los demás tuvieron que apartarse para no ser aplastados ni golpeados por él y su enemigo aprovechó ese instante de libertad. Agarró la espada con fuerza, poniéndola perpendicular contra el largo cuello de la bestia, y ésta brillo por unos instantes con una aura negra antes de hundirse hasta la empuñadura entre las escamas.

El monstruo rugió de dolor, envarándose todo. Sus piernas flaquearon, demasiado al borde del acantilado y resbaló. El Dark Knight saltó de nuevo sobre la roca antes de que el pesado cuerpo del dragón cayera hacia abajo entre fuego y un último rugido.

De nuevo en pie, el Dark Knight había dejado por fin el huevo, que se mantuvo quieto contra una roca. Se abalanzó contra el Beast Master cuando éste levantó la ballesta, con una velocidad que no había demostrado hasta ahora y le rajó de nuevo en el pecho, empujando al otro hacia atrás y lanzándolo al suelo, donde cayó con un gemido y empezó a toser.

Sheba sujetaba con fuerza su vara, notando sudor frío en la espalda. Sabía que los Dark Knight podían sacrificar su salud para aumentar su fuerza y lanzar determinados ataques. ¿Era eso lo que acababa de hacer? Si era así, debería haber quedado considerablemente tocado de salud, entre eso y los golpes que ya había recibido...

De pronto, la mirada escarlata se posó sobre ella. Sintió un escalofrío, pues esos ojos se le clavaban como cuchillos, diseccionándola como un pedazo de carne.

Iba a ir a por ella. Iba a cogerla y a matarla tal y como se lo había dicho. El mensaje estaba claro en esa profunda mirada de desprecio.

El hechizo del miedo se rompió cuando el Dark Knight apartó la vista. El Beast Master todavía trataba de levantarse del suelo y el otro hombre había aprovechado para atacar, con las espadas gemelas en alto. Esta vez, pero, su enemigo le vio a venir. Se hizo a un lado para esquivar el ataque y descargó el suyo propio, cortándole la parte interna de las rodillas.

El hombre cayó con un grito, pero antes de que se desplomara del todo, el Dark Knight le agarró por los cabellos.

—Al parecer me serás útil, después de todo —le dijo.

Él alzó los brazos, intentando desesperadamente liberarse de su agarre, sin éxito. Aún tuvo tiempo de lanzarle una mirada suplicante a Sheba antes de que la espada se le clavara en el cuello y le rebanase la cabeza de un sólo corte, lanzando un chorro de sangre en el aire.

Sheba se llevó una mano para taparse la boca, sin poder evitar sentirse horrorizada por el espectáculo, a pesar que no era la primera vez que veía morir a alguien dentro de ese juego. Lo que era escalofriante era la frialdad con lo que aquel lo hizo, como si no importara nada... Era horrible ver la sonrisa de satisfacción en su cara. Notar el placer que le producía el acto en ella.

Para su sorpresa, el otro había recuperado buena parte de su salud con ese golpe, robándosela al pobre desgraciado cuyo cuerpo empezaba a desvanecerse en el suelo. El Dark Knight sacudió su hoja ensangrentada, dedicándoles una sonrisa de suficiencia.

—Bueno, bueno. ¿A cual de los dos le apetece morir primero? —Señaló al Beast Master, que se mantenía de pie con esfuerzo, con la punta de su arma —. Tengo preparado algo muy especial para ti, ya lo verás, pero... —Su mirada regresó a Sheba —. Dicen que no hay que hacer esperar a las mujeres, ¿verdad?

Ella tragó grueso, pero su rostro adoptó una expresión fiera y puso la vara en posición, dispuesta a defenderse y no rendirse fácilmente. No muy lejos de ella, el Beast Master tosió antes de hablar.

—Te estás... olvidando de algo...

El otro bufó con sorna.

—¿Y qué es, si se puede saber?
—Hay dos dragones, no uno.

No hizo falta que dijera nada más. En el cielo apareció la figura de otro dragón, rojo y negro, con un rugido airado.
« Last Edit: September 17, 2015, 03:30:27 PM by Shruikan »
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Airin

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #163: August 30, 2015, 02:03:46 PM »
~+17~



—¿No te cansas de tanto gnomo? —preguntó Kíli reacomodándose la correa del carcaj sobre la hombrera de su chaleco.

—Así en general, —resopló la chica deshaciéndose del último de aquellos seres por el momento— me canso de todo lo que intente matarme o cenarme. Al menos éstos no cantan.

El arquero no se molestó en reprimir el pequeño escalofrío que esas palabras le causaron, sino que por el contrario lo exageró hasta el punto de convertirlo en una sacudida de cuerpo entero, que le hizo parecer un cachorro de gran tamaño.

—Odio los goblins. —gruñó con rencor— Los odio. Mucho. Los odio.

Airin palmeó el hombro izquierdo de su compañero, compartiendo el sentimiento. Después de echar una ojeada rápida a su alrededor, buscó sus coordenadas en la omnitool y se las envió a los otros dos miembros de la party.

—Bueno, tu hermano y Pip deberían llegar aquí enseguida, ¿quieres descansar un poco más o prefieres que sigamos desgnomizando el jardín? —preguntó la chica ajustándose las correas de su pequeño escudo de cometa sobre el brazo.

—¡A desgnomizar, pelirroja! —Kíli la miró con una pequeña sonrisa de complicidad y encajó una flecha en la cuerda de su arco nuevo.

Los mobs se habían respawneado con éxito durante su corta pausa, y volvían a pulular por la zona despreocupadamente, ofreciendo de nuevo objetivos al alcance. Sin pensarlo dos veces Airin se cubrió el costado con el escudo y levantó la espada, cargando hacia el gnomo que tenía más cerca. A su espalda, justo debajo del terraplén donde habían estado parados hasta hace un momento, podía oír con claridad el tañido del arco de Kíli.
Tras varias victorias consecutivas, cuando ambos ya empezaban a relajarse en su rutina, su último oponente esquivó uno de los golpes y empezó a patalear, queriendo invocar un terremoto.

—¡Cuidado! —gritó el arquero. De repente algo cayó sobre él. —¡Argh! ¿Pero qué-?

Un gnomo de gorro rojo y ropas de colores igual que el resto había aterrizado encima de Kíli frustrando su disparo y atacándolo con una risita, hiriéndolo en el brazo. Aquello desconcentró a Airin, que se giró a averiguar qué estaba pasando, y con su atención distraída el monstruíto contra el que luchaba terminó  la invocación sísmica que lo caracterizaba. El terreno se sacudió como si algo hubiese explotado bajo sus pies y la chica se vio lanzada hacia atrás, golpeándose la cabeza con fuerza contra la pared de tierra y rocas.

—¡Airin! —Kíli quiso correr hasta ella para alejarla del peligro, pero la onda expansiva le hizo perder el equilibrio y terminó cayendo al suelo a su lado.

Y entonces algo volvió a caer desde el cielo. Pero esta vez fue un algo diferente. Algo armado con un hacha y un carro y que gritaba, que se deshizo de los gnomos en un abrir y cerrar de ojos y se dio la vuelta encarando al chico con su arma.


« Last Edit: October 12, 2018, 05:18:19 PM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: neverland 1.1: you can (not) escape
« Reply #164: August 30, 2015, 03:15:42 PM »
Este es más corto que de normal, pero no me daba la vida para más ._. Os dejo con cliffhanger :v ¡agarraos bien!





42. ¿Cuántos días llevamos aquí?


—¿Gracias por qué? —preguntó GoldenLion, mirando al techo en la oscuridad de la habitación—. ¿Neko?

Lo único que le contestó fue una respiración acompasada cortando el silencio.

—¿Neko? —volvió a preguntar, girando un poco la cabeza para intentar ver a la chica.

Se había dormido, acurrucada contra su costado. Fíli suspiró y después de pensarlo un poco rodeó los hombros de Anir con un brazo.

—No comprendo a las mujeres. —murmuró antes de cerrar los ojos y dormirse.




Cuando Anir se despertó todavía era pronto, pero ya estaba sola. Estiró los brazos por encima de su cabeza por mera costumbre y se frotó los ojos antes de decidir ir al baño para empezar con la reconfortante rutina diaria.
Lavar cara, lavar dientes, cambiarse de equipo… Volvió a ponerse el set de mechanic que había estado usando la noche anterior. Estaba ajustándose mejor el cinturón de herramientas cuando vio la nota sobre la mesita de noche.

Esperó que fuese de Pip o de Fíli, pero le arrancó una sonrisa al ver que los cuatro habían escrito palabras de agradecimiento. Tomó nota mental de contactar con ellos en algún momento del día y pidió un café para llevar en la taberna antes de dirigirse hacia el warp, de vuelta a Sanctuary.

Sus botas hacían ruido al moverse entre el asfalto y la nieve. Suspiró delante del warp, dejando caer un poco los hombros.

—¿Tengo que volver? —preguntó antes de rascarse la sien y elegir su destino.

El cambio climático entre Sanctuary y Snowbelle era mínimo, aunque Neko se estremeció un poco, frotándose los hombros y arrebujándose dentro de su cazadora de cuero.
Se terminó el café poco antes de llegar a la base de la Guild y lo tiró en una papelera. No había mucha gente en la ciudad en ese momento, aunque parecía que en el edificio de los Crimson Raiders había vida.

Saludó a un par de personas al entrar y se fue directa a los dormitorios. No paró hasta llegar a la puerta de la habitación que ocupaba Milo y la abrió despacio.
Los goznes chirriaron ligeramente y Neko asomó la cabeza para ver el interior. Encontró a Milo dormido en la cama y cuando estaba pensando en entrar alguien le dio una palmadita en el hombro.

Neko se giró de repente, pero se relajó en cuanto vio a Yuzuriha. La dancer señaló a Milo con la mirada y luego una de sus comisuras asomó detrás de su bufanda roja.
Anir también sonrió, lamiéndose los labios antes de hacerle una señal a su amiga para que no hiciese ruido. Y las dos entraron a pies juntillas, cerrando la puerta tras ellas.

No tardaron en sentarse en la cama de Milo y acurrucarse alrededor de él, esperando a que despertara.

—¿Qué tal la visita? —preguntó Yuzuriha, al otro lado de Milo.

—Bien. —contestó Neko, jugando con los rizos del bardo.

Yuzuriha dejó pasar unos segundos antes de hacer un ruido apreciativo desde la garganta que hizo levantar una ceja a Neko.

—¿Qué? —preguntó esta vez la mechanic.

—No, nada… —añadió Crane, con un tono sugerente para ser ella la que estaba hablando.

Neko la atacó con un rizo de Milo y ella se rió un poquito, detrás de la bufanda. Milo se removió, echando un brazo por encima de la dancer.
Yuzuriha palmeó la cabeza de Milo y Neko le bufó como un gato antes de hacerse una bolita contra la espalda de su compañero y amigo.

No pasó mucho tiempo antes de que Milo abriera los ojos y se incorporase en la cama. Se pasó el dorso de la mano por la mejilla, notándola húmeda y puso carita de asco antes de mover la lengua contra el paladar, notándolo seco.

—Este juego puede ser muy real… —murmuró justo después de echarse el pelo hacia atrás y ahuecarlo un poco—. Uy, ¿qué hacéis vosotras aquí?

Ella se miraron, sonrieron y le miraron a él.

—Vamos, dormilón —dijo Neko—. ¡A desayunar, es tarde!

Neko saltó de la cama, empujando a Milo hacia el baño y Yuzuriha se sentó en el borde del colchón, cruzando una pierna por encima de la otra.
Una vez con Milo dentro del baño, Neko puso los brazos en jarras y sonrió hacia la puerta cerrada.

—¡Este va a ser un gran día! —decretó.

Yuzuriha estaba mirando algo en su omnitool, parecía estar escribiendo una nota.

—¿Cuántos días llevamos aquí? —preguntó la dancer.

Neko miró hacia el techo, intentando recordar.

—¿En Sanctuary?

—No, dentro del juego… sin poder salir —concretó Crane.

Neko giró la cabeza, aún sin cambiar la posición de su cuerpo.

—Doce. ¿Por qué?

Yuzuriha ladeó la cabeza, sin apartar los ojos de la pantalla de la omnitool, tecleando velozmente en su teclado holográfico.

—No, por nada.
« Last Edit: January 31, 2017, 02:01:24 PM by Neko »