Author Topic: Blue Bookmark ❤  (Read 39156 times)


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #1: August 30, 2016, 02:13:51 AM »
Me daba yuyus hacer otro tema así que lo posteo acá B)
the cheesiest fluffiest klance fic ever with a side dish of blood sweat and tears


❤ Keith/Lance [College!AU] || 1/1 (Terminado)




Le vino de golpe un viernes, durante su turno de trabajo, cuando limpiaba los mostradores del café. Darse cuenta de algo tan… obvio, tan estúpido, tan… problemático, le hizo chillar, y hasta golpeó su frente contra la luna del mostrador de pura frustración, porque era demasiado idiota, incluso para él.

Le había agarrado totalmente frío. De improvisto. Lance no se consideraba un loco de las reglas o del control, pero le chocó porque bueno, se trataba de Keith, y desde ya, sólo por eso, toda la situación se hacía más compleja de lo común.

Sintió que algo recorría el borde de su cara, pero no le dio importancia. Al alzarse levemente sobre el mostrador para ver si Pidge había vuelto de su descanso, notó que Hunk y ella lo observaban, anonadados.

“Tu frente… está sangrando,” escuchó una voz a su lado derecho, y al girarse para encararla, las ganas de volver a golpearse contra el mostrador –con la pequeña posibilidad de darse una concusión— lo invadieron de nuevo. Ahí estaba su mayor problema, Keith Kogane, algo preocupado —¿o curioso?— por su herida, alternándose entre observarla y mirarlo a los ojos. “¿Lance?” Keith arqueó una ceja, confundido porque aún no le contestaba.
“Uh, sí, sí. Tuve un accidente…” intentó excusarse, aunque era una idea muy estúpida. Lo último que necesitaba era lidiar con Keith justo en esos instantes: no sabía si era por el golpe o por la presencia del chico en frente de él, pero su cabeza estaba dándole vueltas y el piso se le hacía de gelatina de un momento a otro.
“¿Te resbalaste y golpeaste tu frente contra el mostrador?”
“¿No?”
“Pero tiene sangre,” y lo señaló.

Lance vio la mancha en la luna, y quiso desvanecerse.

“Uh…” Intentó reírse, pero el equilibrio le falló, y tambaleó un poco.
“Lance,” Keith se le acercó rápidamente, y colocó una mano en su hombro. “¿Estás bien?”
“Estoy—”
“Keith, llévatelo a la enfermería, por favor,” le pidió Hunk.
“Pero—”
“Lance, estás sangrando, no jodas,” le dijo Pidge, al parecer, un poco enojada con su actitud estúpida de hacerse el fuerte… aún cuando se sentía mareado y estaba sangrando. “Hunk y yo estaremos bien. Igual, en un rato vendrá Allura, así que tú tranquilo,” le aseguró con una sonrisa.

Lance intentó refutar, pero solo suspiró, y a regañadientes, Keith se lo llevó a la enfermería del campus.



“Te golpeaste a propósito, ¿no?” preguntó Keith, mientras la enfermera vendaba la cabeza de Lance. Ante la pregunta, Lance saltó un poco en su sitio de la sorpresa.
“¿C-Cómo lo sabes?”
 
Keith soltó una pequeña risa ante la expresión de idiota que tenía su amigo. Verlo reír muy despreocupado casi le da un paro a Lance, quien rio internamente al darse cuenta de que a este paso, Keith lo llevaría a cuidados intensivos.

“Pues… es algo que tú harías. No sé, no me sorprende tanto, ahora que lo pienso,” dijo Keith. “Eres muy idiota.”
“Ja,” Lance soltó una carcajada. “El burro hablando de orejas.” Keith era igual de idiota que él: se le hacía muy indignante escucharlo decir esas cosas por ese mismo detalle.
“Si eso te consuela,” dijo Keith, entre risas. Su alegría murió rápido, porque se puso serio en cuestión de segundos. “¿…Algo te preocupa, no?”
“Deja de adivinar todo, carajo,” se quejó Lance, esquivando su mirada.
“Eres muy fácil de leer, no es mi culpa.”

En esos instantes, la enfermera terminó de vendar a Lance. Del bolsillo de su saco blanco, extrajo un blister de pastillas que se lo dio en las manos.

“Necesito que las tomes tres veces al día, por una semana. Debes regresar para que te chequeemos una vez más,” le dijo la enfermera, y Lance asintió. “Si te duele el chichón, puedes tomar estas pastillas,” y le dio otro blister. “Aplica compresas frías al hematoma por un par de días durante las noches, para que baje la inflamación. Me iré a atender al resto de pacientes, pero pueden quedarse aquí hasta que Lance se sienta mejor.”
“¡Gracias!” Le dijo Lance.
“No hay problema. Apuntas tu nombre en la lista de alumnos a la hora de salir, ¿okay?”
“Okay.”

La enfermera les sonrió antes de salir del cuarto y cerrar la puerta, dejándolos solos.

“Suelta la sopa,” habló Keith, sin darle ni un segundo de descanso. La idea de confesarse en esos momentos era muy estúpida, por lo que la desesperación por encontrar una excusa lo invadió… y a Lance le dieron ganas de llorar. Estaba seguro de que sería capaz de dar todo por escapar de esa situación.
“¡Oh, no! ¡Me siento mareado otra vez!” exclamó, haciéndose el enfermo y Keith solo rodó los ojos.
“No te creo nada,” dijo Keith, totalmente indiferente. Su mirada preocupada no hacía más que desesperarlo: Lance estaba seguro de que Keith no lo dejaría solo hasta oír una buena razón detrás de sus patéticas acciones: ya sea para reírse de él, o para hacerlo sentir mejor, quién sabe.
“Eh…” Una idea idiota –¿siempre eran idiotas?— se le vino a la mente, y aunque pensó en callarse, sus labios lo traicionaron y empezó a contarla sin poder detenerse. “¿Recuerdas que la boda de mi hermana se acerca?” Keith asintió, en silencio. “Pues… María me preguntó si iría con pareja, y como decirle que estaba solo implicaba a) admitir que no he salido con alguien en años y b) escuchar sus burlas sobre mí, le mentí… y la cagué, pero como la boda es en un mes, tengo tiempo para conseguirme a una chica que se haga pasar por mi flaca—”
“¿Pidge?”
“No,” dijo Lance, sin pensarlo dos veces. En la vida Pidge accedería. “Pensé en Allura, pero por la navidad pasada—”
“¿Esas vacaciones que visitamos a tu familia?” dijo Keith.
“Ajá, ahí Shiro y Allura contaron que estaban juntos… así que no.”
“Igual era poco probable que quisiera ayudarte. ¿Más que nada porque implica ser tu enamorada? Y eh, no.”
“Gracias, eh,” Lance rodó los ojos.
“¿Le dijiste que era enamorada?”
“¿Eh?”
“A tu hermana. Pregunto si le dijiste que era una chica y no un chico.”

Lance pensó en la imaginaria conversación que hubiera tenido con su hermana. Por cuestiones de sexualidad y homofobia no se preocupaba: su familia era muy open-mind y, felizmente, había salido del clóset como bisexual hacía mucho tiempo, pero… llevar un chico a la boda de María sonaba complicado.

Lo más estúpido era que no había necesidad de ello, porque todo esto era de mentira… solo que, poco a poco, se le estaba haciendo más difícil escapar de esa bola de nieve que iba cuesta abajo y crecía conforme avanzaba.

“¿No? Dije que tenía pareja, pero eso no especifiqué el sexo—”
“Entonces puede ser un chico,” ofreció Keith, sumamente tranquilo. 
“Mmmmm,” Lance fingió que se ponía a reflexionar sobre el tema, cuando la verdad era distinta: no se podía concentrar en nada más que la ínfima posibilidad de que Keith se ofreciera a ir con él a la boda. Era igual de probable que le cayera un rayo en esos instantes y lo partiera en dos, pero valía la pena soñar.

Como en las comedias románticas, en plena boda y luego de muchas peripecias y malentendidos, Lance le confesaría sus sentimientos y Keith admitiría que todo ese tiempo había estado enamorado de él también. Y compartirían un beso, iluminados por las luces de colores de la pista del baile. El telón se cerraría y felices para siempre.

“Lance… ¿Lance? ¡LANCE!” oyó la voz de Keith a su lado y Lance aterrizó de vuelta a la realidad, haciendo a un lado ese escenario hipotético. “¿Estás bien?”
“¿Tú? ¿Preocupado por mí? ¡Ja!” Lance rio. “¿Desde cuándo?”
“…” Keith frunció el ceño, preparado para responderle, pero en el proceso se rindió y rodó los ojos. “Lo que sea. Aún no veo por qué tanto drama como para que te golpees contra el mostrador del café. Tienes tiempo para conseguir pareja, ¿no?”
“…Sí.”
“Y puede ser chico o chica, así que tienes más opciones.”
“…Ajá.”
“¿Entonces?”
“…Uh…”
“¿Por qué hiciste eso?”
“…Porque—”

Lance se levantó y corrió hacia la puerta, abriéndola de una patada y saliendo del cuarto desesperadamente. Keith se demoró en reaccionar, y para cuando se encontró a sí mismo yendo detrás de él, Lance ya estaba saliendo del centro médico y perdiéndose entre la multitud de la avenida principal de la universidad.

Keith suspiró: Lance estaba actuando muy raro.



“Lance, ¿qué haces acá?” la voz indignada de Allura fue lo primero que lo recibió en la sala de trabajadores del café. Lance había esperado encontrarse con Pidge o Hunk, pero no, tenía tanta suerte de toparse cara a cara con su mejor amiga, y la mánager del café en el que trabajaba. Su día iba de mal en peor.

No tenía ningún problema con Allura, pero como ella misma se había autonominado la madre del grupo, y sus instintos maternales eran incluso más fuertes que los de su propia mamá, a Lance no se le hacía placentero encontrarse con ella cuando quería escabullirse en el café para trabajar, con herida y todo.

“Eh… ¿Vengo a trabajar?”

Allura lo miró de pies a cabeza, inspeccionándolo. Sus ojos terminaron posándose en la venda en su cabeza.

“Pidge me contó lo que te pasó, pensé que seguías en la enfermería.”
“De ahí vengo.”
“Tienes que descansar, Lance.”
“Lo sé—”

La puerta trasera (de donde había entrado) se abrió, y Keith entró a la sala. Al cruzar miradas con Lance, se le acercó a pasos rápidos.

“Pensándolo bien, descansaré un rato, kthxbye~” dijo Lance, a la vez que empezaba a correr hacia la puerta que daba al café. Keith se quedó estático, y cuando Allura lo miró con una ceja arqueada, se encogió de hombros: no tenía idea de lo que estaba pasando.



Luego de salir del café, Lance consideró regresarse a su dormitorio: estaría solo por unas horas hasta que Hunk y Pidge regresaran luego de trabajar, y por ello, tendría un tiempo para descansar, olvidarse de su mayor problema, y conciliar un poco el sueño. La cabeza ya no le dolía tanto, pero si se sentía más cansado de lo normal, así que la idea de dormir un rato no sonaba nada mal.

El camino que tomó hacia las residencias de estudiantes fue un atajo que implicaba ir por detrás de varias facultades. Llegó luego de atravesar media universidad, y al lograrlo, sonrió para sí mismo. Una vez en frente de su puerta, sacó la llave de su bolsillo y la abrió. Rápidamente la guardó y volvió a dejar la puerta con seguro.

Se dirigió por inercia a su cuarto, y se tumbó en la cama, rebotando levemente. Intentó acurrucarse para dormir, pero su celular vibró en su pantalón: al parecer, un mensaje le había llegado. Desinteresado, Lance sacó su móvil, desbloqueando la pantalla para ver de qué se trataba.

Quote
Hunk: dude, u okay? O: Keith dice que estas raro
Hunk: pidge y allura estan trabajando y ando en break
Hunk: asi que me quede hablando con el
Hunk: keith cree que te hizo mal el golpe? Que tienes amnesia o algo

Una parte de Lance se enterneció por la preocupación de Keith hacia él. Estaba más claro que el agua de que la amistad de ambos había crecido conforme el tiempo había pasado, y aunque Lance lo molestaba de vez en cuando, sabía que Keith le tenía un cariño muy grande, como al resto del grupo. Sin embargo, aún le chocaba a veces, porque el Keith que conocían ahora era totalmente distinto a ese chico callado que Lance, Hunk y Pidge vieron en su primera clase de astrofísica.

Quote
Lance: dude, estoy bien, pero
Lance: tengo un problema mas grande que el golpe
Lance: meet me in the pit u_u
Hunk: pero me faltan dos horas para terminar?
Lance: uh… sino te cuento cuando vengas?
Hunk: no puede ser por aca? ):
Lance: no. tiene que ser frente a frente
Hunk: ya, aprovecha para dormir entonces
Lance: will do
Hunk: okay! g2g

Lance dejó el celular en la mesa de noche, y se metió bajo las sábanas. Cerró los ojos, cayendo rendido en cuestión de minutos.



“¿Lance?”
“¿Huh?” Lance abrió los ojos con pesadez, parpadeando un par de veces hasta acostumbrarse totalmente a la luz de tungsteno que iluminaba su cuarto. Al incorporarse en la cama, notó a Hunk sentado en el borde de esta, mirándolo preocupado. “Oh, hey,” lo saludó con una sonrisa forzada.
“Hey, te ves muerto.”
“Me encantaría estarlo,” Lance suspiró. “Me di cuenta de algo muy estúpido hoy… y no sé, mi vida ha cambiado demasiado por eso.”
“¿De qué?”
“Me gusta—”

Keith y Pidge abrieron la puerta e ingresaron, ambos igual de preocupados que Hunk.

“Me gusta—” Lance cruzó miradas con Keith. “—el maní,” finalizó su oración.

Se había salvado por un pelo (de nuevo).

“…”
“…”
“…”
“¡Ew, qué asco!” exclamó Pidge, haciendo una mueca de disgusto.
“…Uh, Lance, ¿eso no es estúpido?” Hunk se veía muy confundido.
“¡Sí lo es!” dijo Lance. “El maní es horroroso. Pero aún así me gusta, no le encuentro sentido.”
“Yo tampoco. Pensé que eras una persona decente, resulta que no,” dijo Pidge.
“…Lance,” Keith se le acercó de nuevo, y su pulso se aceleró. Lance se giró, observando un punto en la pared opuesta: todo menos encarar a Keith y morir una vez más. “¿En serio estás bien?”
“Sí, ya lo he dicho mil veces y nadie me cree—”
“Dude, si nos necesitas, acá estamos. Keith nos contó que algo te tiene preocupado.”
“…huh.”
“¿Lo siento? No sé si debí decirles,” dijo Keith, apenado.
“No prob, tranquilo.”
“¿Es cierto lo de tu hermana?” preguntó Pidge.
“Sí,” dijo Lance. Pidge arqueó una ceja.
“No es motivo suficiente como para que te golpees la cabeza.”
“¿Todos quieren interrogarme hoy, no?”
“¡Es que estás actuando raro!” dijo Keith, alzando la voz.
“¡No es mi culpa!” gritó Lance. “¡Tú—!” Lance lo señaló.
“¿Yo?”
“Oh crap”
“¿El problema es Keith?”
“Ah,” Hunk conectó las piezas del rompecabezas en pocos segundos. “Pidge, ¿recuerdas esa receta de arroz con leche que Lance nos mostró?”
“¡Oh! Claro, sonaba buenaza.”
“¿Hay que prepararla?”
“¡Sí!”

Hunk le sonrió, y salieron del cuarto. Antes de cerrar la puerta, Hunk le guiñó un ojo a Lance.

“¿Por qué nos dejaron solos?” preguntó Keith, confundido.
“Shit”
“¿Lance?”
“Dios mío, Keith, nunca pensé que podrías ser tan baboso,” Lance suspiró hondamente.
“¡Tú eres el baboso! ¡Estás que actúas raro y te golpeas contra los mostradores como si no fuera nada! ¡Te escapas de mí y ni me dejas ayudarte!”
“No puedo estar contigo en el mismo cuarto, estúpido,” Lance dejó de encararlo.
“¿Por qué? ¿Te hice algo? Lance, no voy a entender nada si no me lo dices de frente,” Keith se cruzó de brazos, enojado. 
“Eh…”
“Lance.”
“Ehhh…”
“Lance.”
“¡Ehhhhh!”
“¡Lance!”
“Me gustas.”
“…”
“…”
“¿…Qué?”
“Que me gustas, mierda.”
“Tú también me gustas, ¿somos amigos, no?”
“No, no de esa forma.”
“De qué form— oh.”

Los ojos de Keith se abrieron de la sorpresa. Lance suspiró aliviado al ver que, al menos, Keith no se veía disgustado con el asunto.

“Mira, sé que debe ser chocante y todo, y lo siento, pero si no te lo decía ahorita, iba a seguir escapándome de ti por el resto del ciclo.”
“…Huh, tiene sentido.”
“No necesitas responderme, por cierto,” le murmuró.
“¿En serio? Lo justo sería decirte—”
Lance le sonrió, apenado. “No. No quiero forzarte a nada, ni tampoco quiero escuchar cómo me rechazas… Sólo…” Hizo una pausa breve, tragando saliva. “Sólo quería sacarme el peso de encima. Sigamos siendo amigos y todo bien.”
“¿Seguro?”
“Claro,” Lance se paró de un salto. “Vamos a la cocina. No me pierdo ese arroz con leche por nada del mundo.”
“Es un postre de tu país, ¿no?” dijo Keith, siguiéndolo fuera del cuarto.
“¡Sí!” Lance volteó a sonreírle. “Le mostré la receta a Hunk, y no creas que no confío en él. Sé que le va a salir genial, pero igual debo supervisarlo. Es justo y necesario.”
Keith soltó una pequeña risa, caminando a su lado en el pasillo.

Lance notó su incomodidad y la falta de brillo en sus ojos y supuso que era porque Keith se sentía culpable al no poder corresponderle. Optó por dejar eso de lado y enfocarse en la comida, una de las pocas cosas que siempre le subía los ánimos.



Lance abrió la puerta del departamento con cero ganas de interacción social: era demasiado temprano para lidiar con quien quiera que fuese. Ver a Keith con una herida similar a la que él se había hecho una semana atrás, sin embargo, no era precisamente lo que esperaba ver. Aunque la sangre caía a borbotones, Keith no se veía afectado en lo más mínimo: su ceño fruncido y expresión seria indicaban que el motivo de su visita era otro.

“Uh… estás sangrando,” dijo Lance.
“No shit, Sherlock” Keith rodó los ojos. “Ahora te entiendo.”
“Te golpeaste tú mismo,” supuso Lance.
“Sí.”

Lance se aguantó la risa. Keith lo fulminó con la mirada.

“Vine porque… es mutuo.”
“¿Qué cosa?” Lance arqueó una ceja.
“Me—”
“Ah, ah, ah.” Lance se sacó el polo y se lo extendió. “Presiónalo en tu herida.”
“No me jod—”
“¡Tú no me jodas! Estás sangrando, baboso.”
“Yo sé, pero eso no importa—”
“Keith, my buddy, my man…” Lance rodeó con su brazo los hombros de su amigo, y con la mano contraria, acercó el polo a la herida, presionándolo para evitar que continuara sangrando. “Sí importa. Vas a desangrarte por una estupidez y—”
“…Lance, me gustas.”

Lance soltó un chillido de la sorpresa. No alcanzó a preguntarle nada al respecto, porque Keith se desmayó en esos instantes.



“¡Es increíble! ¡Son un par de idiotas!” La voz de Allura retumbaba en la estancia, su potencia de seguro hacía que hasta los vecinos de la residencia la escucharan. Lance se encogió de hombros, sumamente calmado a pesar de estar recibiendo un regaño por parte de su amiga.

Al menos Keith estaba descansando tranquilo en su cuarto, más estable y vendado.

“Lo sé.”
“¡Es que no entiendo! ¿Quién en su sano juicio imitaría las pachotadas que tú haces?”
“Eh…” Lance observó a sus amigos: cayó en cuenta de que el único que siempre le seguía la corriente era quien no se encontraba con ellos. “¿Keith?”
“¡Sí! ¡Eso mismo! Eres una mala influencia para ese chico.”
“Pero Allura, Lance no tiene la culpa de que Keith sea otro idiota como él,” dijo Pidge. “En cierta forma, se merecen el uno al otro,” y soltó una risita burlona, alzando sus cejas al cruzar miradas con Lance.
“¡Pidge, no jod—!”
“Sigo sin creer que todo esto ha pasado,” contó Shiro. “¿Ayer Keith estaba muy bien? Pasamos la noche intercambiando teorías sobre la segunda temporada de Stranger Things…”
“¡Oh, tengo que terminar esa serie!” dijo Hunk, emocionado.
“¡Hazlo! Está genial,” dijo Shiro. “Promete un montón. Gracias por la recomendación, Pidge.”
“No prob~”
“Chicos, chicos. Se desvían del tema,” Allura intentó enfocarlos a todos de nuevo. “¿Recuerdan que Keith y Lance se golpearon la cabeza por motivos estúpidos?”
“¡Oye! Yo lo hice porque me di cuenta de que Keith me gustaba. Eso no es estúpido… un poco lento, tal vez, problemático incluso… pero no estúpido.”
“Lance tiene razón,” dijo Shiro.
“Ajá, de seguro fue su mecanismo de defensa anti-crushes,” habló Hunk, muy convencido de sus palabras.
“Hunk está en lo cierto,” una voz proviniente del pasillo atrajo la atención de todos. Keith caminó hasta entrar a la estancia, apoyándose de la pared, y Lance se le acercó inmediatamente para servirle de apoyo. Rodeó su cintura con un brazo, y Keith apoyó el suyo en sus hombros. “Lo digo porque ese fue mi motivo, así que lo entiendo,” Keith miró a Lance. “¿Podemos… hablar a solas?”
“¿Q-Qué? A-ah, sí, c-claro.”



Keith volvió a acostarse en la cama, apoyando su cabeza en la montaña de almohadas que Lance le había hecho. El colchón era ancho, de tal forma que Lance pudo recostarse a su lado sin estar muy cerca de él.

“Lo siento,” se disculpó Keith, en una voz diminuta. “Me demoré mucho en darme cuenta, y de seguro ya estás en otras, pero tenía que decirlo.”
Lance rio. “Pidge tiene razón: somos el uno para el otro.”
“Ew,” Keith hizo una mueca de asco, pero luego, se quedó en blanco. “Espera, ¿qué?”
“Ah, nada, me sigues gustando,” contó, como si fuera el clima. “Una semana es muy poco para superarte.”
“…” Keith le pinchó la nariz y Lance gritó de dolor, sobándosela.
“¡Hey! ¿Por qué fue eso?” se quejó Lance.
“¿No sé? Se me antojó.”

Lance rodó los ojos. Se le acercó hasta rodear su cintura con un brazo, apoyando su cabeza en el cerrito de almohadas.

“Supongo que ya no necesitarás buscar a alguien para lo de la boda de tu hermana.”
“¿Eh? ¿No te dije? Eso nunca pasó, te mentí,” dijo Lance. “Pero si quieres ir conmigo, genial~”
“…Me mentiste,” repitió Keith, arqueando una ceja.
“¡Era obvio! De cualquier forma tenía que esconder que me gustabas.”
“…Bueno, en eso tienes razón.”
“¿Ves?”

En vez de contestarle con palabras, Keith se le acercó hasta posar sus labios sobre los de él. Lance cerró los ojos por inercia, y se permitió disfrutar el momento, correspondiéndole suavemente y sin apuros. Al separarse, Keith le esbozó una sonrisa, y acarició sus cabellos con delicadeza.

“Pínchame que estoy soñ—” Lance gritó del dolor al sentir un peñizcón. “Keith, carajo.”
“¿Sólo hago lo que me pides?”

Con Keith en sus brazos, se le hizo imposible quejarse.


« Last Edit: November 28, 2019, 12:41:29 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #2: November 30, 2016, 03:49:56 AM »
Primera parte de una serie de fics que pienso hacer alrededor del ageswap!au de Mob Psycho 100 uwu


❤ MobPsycho 100 Cast [Ageswap!AU] || 1/2 (Terminado)


“Ahí viene Serizawa,” Mogami ladea la cabeza, señalando hacia la derecha. Reigen le arquea la ceja, pero cuando presta atención, divisa a lo lejos a Serizawa, corriendo hacia ellos con un semblante preocupado y con visibles ganas de llorar. A estas alturas del partido, no le sorprende verlo así –Serizawa vive preocupado por cada ínfimo detalle de su vida: su hobby favorito es ahogarse en vasos con agua—, pero esa ocasión… es algo extraña. Reigen tiene un mal presentimiento.

“¡Mogami-kun! ¡Reigen-kun!” Serizawa se detiene en frente de ellos, apoya sus manos en sus rodillas para recuperar el aire y luego, exhala profundamente. Sus manos sudorosas tiemblan, y a cada rato las pasa por encima del gakuran en un intento fallido de secarlas. Se agarra el pecho, y observa sus alrededores con cautela. “Lo siento,” dice, mirándolos finalmente a los ojos.

Reigen lo siente más enano de lo normal.

“¿Ahora qué hiciste?” pregunta Mogami, cruzándose de brazos.

“Metí la pata,” llora Serizawa. Reigen coloca una mano en su hombro, intentando calmarlo. “Yo… un chico de primero se me acercó, y me preguntó por ti, Mogami-kun. Ese rumor de que eres el urabanchou de nuestro colegio se sigue esparciendo…”

“¿Okay? Es un rumor, siempre hay rumores en el colegio,” dice Reigen. No entiende cuál es la verdadera preocupación de Serizawa.

“Se enteró de que era cercano a ti, Mogami-kun, y me obligó a llevarte con él… Dice que me hará añicos si no le hago caso…”

“Serizawa, pero tú eres fuerte,” le dice Reigen.

“¡No! Ese chico… yo no soy nada en comparación a él.”

“No te subestimes,” Reigen le sonríe. “Nos ayudaste con el tema de Ekubo. Mi jefe aún te lo agradece.”

“¡Ah!” El semblante de Serizawa se ilumina, y se permite sonreír un poco. “¿En serio?”

“Igual contigo, Mogami.”

“Meh,” Mogami rueda los ojos. “Kageyama-san me debe una.”

“¿Y qué le dijiste al niño este?” Reigen le pregunta a Serizawa, quien salta un poco del miedo.

“Le dije que Mogami-kun era mejor que él y que con gusto lo llevaría al punto de encuentro.”

“Gracias, Seri,” Mogami sonríe. “…Era un halago, no,” Mogami parece dudar por unos instantes, lo que le saca carcajadas a sus amigos.

“¡Claro!”

Reigen, de golpe, corta sus risas. “Wowowo- esperen, eso es lo de menos ahorita. ¿No me dices que el niño es fuerte?”

“Sí, es muy fuerte.”

“¿Más que mi jefe?”

“Ah, no, Kageyama-san sigue siendo el más fuerte de todos,” Serizawa sonríe.

“Pero él no va a venir hasta acá para meterse con un mocoso,” dijo Mogami. “¿Dónde quedaste en encontrarte con él?”

“Ah, en el patio trasero del colegio,” responde Serizawa. “Luego de clases.”

“Okay,” Mogami y Reigen asienten.

El timbre de fin del receso retumba en sus oídos, y Serizawa se despide ondeando la mano, yendo a su clase al final del pasillo.

“¿Crees que Serizawa tenga razón?”

Reigen se detiene unos instantes a pensar las cosas con calma.

Mogami y Serizawa, para la edad que tienen, son increíblemente poderosos. Superan el nivel de varios espers adultos que él conoce (como Ritsu, el hermano menor de su jefe) y lo han demostrado en varias ocasiones, la más reciente siendo la pelea contra Ekubo, un espíritu maligno de rango alto.

Reigen duda sobre la existencia de alguien menor a ellos y con más poder. Es poco probable, más aún porque nunca había oído sobre otros espers en su escuela. Tal vez el niño consiguió la manera de fingirlo, y Serizawa, que se cree de todo, no dudó en aceptarlo como cierto.

“Lo dudo, pero igual… hay que tener cuidado.”

“Claro.”

Y se regresan juntos a su salón.

---

“Oh, Reigen-kun,” la voz suave de su jefe, para variar, le brinda una calma tremenda. Una pena que no pueda ir a ayudarlo en sus labores del día.

Sus funciones como Community Mánager no requieren que asista a la agencia paranormal todos los días, pero, aun así, le gusta hacer de ayudante del psíquico. De esa forma, recibe más paga y, además, pasa más tiempo con Mob.

Su jefe, al parecer, aprecia mucho su compañía: cuenta con pocas amistades ya que usualmente están ocupadas y, además, su hermano es un abogado de renombre que prácticamente vive en su despacho o en las salas de justicia, por lo que tampoco lo ve a menudo. Mob vive una vida muy solitaria, por lo que ver a Reigen de vez en cuando le alegra la semana.

Y es mutuo.

“Hola, ¿cómo estás?” Mob suena igual de tranquilo que siempre. 

Sin embargo, ese día, por el tema del chico de primero, no puede ir. “Jefe, me ha surgido problema y no puedo ir a la agencia más tarde.”

“¿Todo bien?” El tono de voz de su jefe cambia radicalmente a uno muy preocupado. “¿Quieres que vaya a verte? Puedo cancelar las citas de hoy… ¿Pasó algo?”

“Tranquilo, Mogami y Serizawa están conmigo, nosotros nos encargamos.”

“…Por favor, si necesitas mi ayuda, no dudes en llamarme,” le pide Mob.

“Sí, no es nada grave, ya de ahí te cuento,” afirma Reigen. “Nos vemos.”

“Cuídate, Reigen-kun.”

Reigen cuelga la llamada y guarda su celular en su bolsillo. Inmediatamente, le vibra, indicándole la llegada de una nueva notificación… de seguro de la página de facebook de la agencia. Suspira.

“¡Reigen-kun!” Serizawa se le acerca a paso calmado. Atrás de él, Mogami lo sigue. Su semblante apático ha sido reemplazado por un ceño fruncido. Esto le sorprende a Reigen, quien nunca lo ha visto así de irritado.

“¿Listos?”

“Mogami-kun dice que sería bueno que te pasáramos un poco de nuestros poderes para que no te quedes indefenso…”

“Puede que el niño se la agarre contigo porque eres el blanco más fácil,” comenta Mogami.

“¿Pero… estaría bien? No quiero quitarles energía…”

“¡No te preocupes!” Serizawa sonríe. “Mogami-kun es muy poderoso, y yo no debo de meterme en la pelea a menos de que él lo pida… así que no hay problema.”

“Hay que tomar precauciones.”

“Mm, tienen razón.”

Los tres se alejan del camino principal que desemboca en la salida del colegio, concurrido por varios alumnos que corren en busca de libertad. El trío logra llegar a un pasillo medio desolado, donde Serizawa y Mogami toman de las manos a Reigen y se concentran en silencio. Reigen siente una corriente eléctrica en sus brazos que se esparce por su cuerpo y luego, así como vino, se va. Sus amigos lo sueltan.

A primera vista, no hay nada distinto en él. Cuando lo nota, sin embargo, un aura de cristales turquesas y grises lo rodea: es casi imperceptible, pero si le presta la suficiente atención, puede desdibujarla alrededor de sus manos, sus brazos, su torso y sus piernas. Mogami y Serizawa intercambian miradas y sonríen, contentos con su trabajo.

“Ok, vamos.”

---

El chico está solo. Junto con Reigen y su grupo, son los únicos en el patio trasero del colegio.

Apoyado en una pared con los brazos cruzados, el chico se ve igual de enano que Serizawa, pero su expresión es intimidante; sus cejas, ridículas; y su postura, confiada. Reigen, recién en esos instantes, cae en cuenta de la existencia de una tremenda presión ejercida sobre su cuerpo, y está seguro que es producto de los poderes del enemigo.

Mogami y Serizawa toman una postura de combate, listos para hacerse cargo del muchacho. El enemigo adopta la misma pose, cargando energía en su palma derecha.

Ah.

Reigen se interpone.

Acaba de darse cuenta de quién es, y hasta le indigna un poco haberse demorado tanto en notarlo.

---

“¡Que sí!” le insistió Reigen, pero Ritsu no se inmutó en lo absoluto. Ni alzó la mirada para prestarle atención: más divertido era el post de Teru acerca de prepúberes sacándole la mugre en una batalla de Pokémon Go. Le habían robado el gimnasio a dos cuadras de su casa y Teru seguía llorando por eso.

“No,” Ritsu negó con la cabeza una vez más. “Tengo 27, no 14. Sé que me estás mintiendo.”

“¡Pero digo la verdad!”

“Nii-san,” Ritsu volteó a mirar a su hermano mayor, quien andaba sentado en el escritorio de la oficina. Con sus poderes, Mob había hecho que el periódico levitara para permitirle comer un sándwich y tomar café tranquilamente. “La sal no sirve para nada, ¿no?”

Mob, con un movimiento sutil de su dedo índice, hizo a un lado el periódico para poder intercambiar miradas con Reigen. Le esbozó una sonrisa cómplice a su subordinado, quien asintió, emocionado, cantando internamente su victoria.

“Pues no,” dijo Mob.

“¡Mob!” lloró Reigen. Ahí iba de nuevo su jefe dándole falsas esperanzas. “¡Casi lo convencía!”

“Uh, no, de hecho.”

“Está mal engañar a tus mayores, Reigen.”

“¡Per—!”

El timbre sonó. Hubo un silencio, en el que Reigen abrió la boca para hablar, pero el timbre volvió a sonar y Reigen perdió la ilación.

“Yo contesto,” Ritsu se paró y caminó hacia el intercomunicador. Alzó el auricular, y se apoyó en la pared. “¿Sí? …Ah, hola, sí, pasa.” Ritsu presionó el botón.

“¿Quién es, Ritsu?” preguntó Mob.

“Sho.”

Sho le caía muy bien a Reigen. Del grupo de Mob, era el mayor de todos, pero aparentaba ser el más joven, por su actitud jovial, sus chistes y comentarios. Era muy ameno y muy gracioso, siempre les sacaba carcajadas a todos.

De lo que sabía, su vida había sido un poco trágica: su enamorada había salido embarazada cuando recién salieron del colegio, y Sho se había visto obligado a dejar sus planes de estudiar en la universidad para hacerse cargo de ella y de su hijo. Lamentablemente, el niño era un Chucky 2.0, y la mamá nunca pudo soportarlo, por lo que los abandonó al cabo de unos años. Sho ahora era un empresario de renombre, con un hijo que le daba varios problemas, pero que, a la vez, era su única familia y valía un mundo para él.

Nunca había conocido al niño. Mob le había contado que eran más o menos coetáneos, pero lo dudaba: de lo que escuchaba hablar a Suzuki, su hijo parecía un niño de 8 u 9 años por lo mimado y egocéntrico que sonaba.

Al cabo de unos minutos, tocaron la puerta principal y Ritsu corrió a abrirla (un poco más emocionado de lo normal… de seguro algo se guardaba, ya luego se lo sacaría). Sho ingresó junto a… un púber como él, pero con unas cejas rarísimas y una cara de pocos amigos. 

“¡Yo~!” canturreó Sho, muy animado. Saludó con la mano a Mob y a Reigen, su hijo persiguiéndolo como borreguito al ingresar a la estancia principal del departamento. Sho tomó asiento en el sofá más amplio de la sala (justo donde Reigen y Ritsu habían estado discutiendo minutos antes), y soltó un suspiro.

“¿No tienes una empresa de qué preocuparte?” dijo Ritsu, y tomó asiento en el reposabrazos del sofá.
 
“Pues sí,” dijo Sho. “Pero mi sombrero tiene unos problemitas con sus poderes y quería saber si nos podían ayudar—”

“Papá, no es nada.”

“Touichiro, casi nos matas hoy en la mañana.”

“Ugh, eso fue porque querías que te acompañara a la reunión con las familias de tus amig—”

“¡Pero quiero pasar tiempo contigo!”

“¡Me ves todos los día—!”

“A ver,” Ritsu suspiró. “Mi hermano no es un psicoterapeuta. No pierdan su tiempo, por favor.”

“Ritsu, no debes ser tan duro,” dijo Mob. “¿Qué pasó?”

“Ah, nada, Touichiro prendió en fuego la cocina.”

“¡Pero fue por tu culpa! ¡No debiste insistir tanto!”

“Mob, según lo que sé, tú también tienes problemas para controlar tus poderes. ¿Qué haces?”

“Oh, Reigen-kun me ayuda con eso,” y sonrió, mirando a Reigen por unos breves instantes.

“¿Cómo?”

“Su presencia… me calma. La de Ritsu también, pero como usualmente trabaja, veo más seguido a Reigen-kun y él es el que me ayuda.”

“Osea… ¿debo conseguirle a alguien así?” Sho se veía confundido.

“No, puedes ser tú mismo. Sólo… transmítele la calma que le falta. Hazle ver que no está solo.”

Inmediatamente, Sho y Mob se enfrascaron en una intensa conversación al respecto. Reigen se acercó sutilmente a Ritsu.

“Parece que te equivocaste, Ritsu. Tu hermano sí es psicoterapeuta.”

“Cállate, Reigen.”

---

“¡Touichirou!” exclamó Reigen, y Mogami, Serizawa, y el mismo mencionado se detuvieron en seco. La esfera de energía que se formaba en la palma de Touichirou se disipó, y pasó de mostrarse listo para el combate a verse totalmente confundido. “Ah, no sé si te acuerdes de mí. ¿Soy Reigen? El subordinado de Mob.”

“Ah,” Touichirou volvió a fruncir el ceño. “Con razón sentía que te había visto en algún lado.”

“¿¡Eh!? ¿Se conocen?” Serizawa no entendía absolutamente nada, y aunque Mogami no lo admitiera, su rostro indicaba que también estaba en las mismas.

“Es hijo de un amigo de mi jefe,” contó Reigen. “Touichirou, Mogami no es el urabanchou.”

“No me mientas. Pregunté varias veces a vaaarias personas y todas dijeron lo mismo.”

“Pues te engañaron,” dijo Reigen. En su palma, empezó a recolectar energía. “Yo soy el urabanchou.”

Ahí iba de nuevo metiéndose en grandes problemas, y todo por su bocota y su falta de autocontrol.

 

« Last Edit: November 28, 2019, 12:38:48 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #3: January 15, 2017, 08:42:18 AM »
ME MUERO DE SUEÑO


❤ MobPsycho 100 Cast [Ageswap!AU] || 2/2 (Terminado)


“Ekubo,” la voz de Shigeo es muy suave, y aunque usualmente es monótona, esta vez está llena de emociones. Es una mezcla de urgencia, ansiedad y preocupación.

Ekubo sabe de qué se trata sin necesidad de explicaciones. Lleva un tiempo acompañando al esper y a su subordinado, y conoce su entorno a la perfección como para identificar que Ritsu, Reigen y sus amigos son las personas más preciadas para Shigeo Kageyama. Él no recuerda haber tenido lazos tan fuertes cuando estuvo vivo, y no es que le haya interesado, puesto que nunca le dio importancia a ello. Pero sí se le hace curioso notar que, Shigeo, siendo tan poderoso, es muy humano a la vez, y son sus relaciones con las personas las que lo definen.

Shigeo lo trata con mucho cariño, aún a pesar de sus acciones pasadas. Ekubo admite que le dio un gran dolor de cabeza a él y a los amigos espers de Reigen, con el asunto del culto religioso. Pero al final, lograron vencerle. Lo que si lo dejó descolocado fue que le hayan perdonado la existencia, y es que estaba seguro de que terminarían exorcizándolo, pero para su sorpresa, no lo hicieron. Y aunque no era su estilo, terminó quedándose al lado de Shigeo por la gratitud que sentía hacia él, pero no podía negar que sus intenciones en el fondo eran distintas: algún día logrará poseerlo, y sus aspiraciones de ser Dios finalmente dejarán de ser sólo sueños.

Mientras tanto, lo ayudará de cualquier forma que le sea posible. 

“¿Reigen?” ese niño sólo se mete en problemas. Así ha sido desde que se quedó al lado de ambos, y al parecer, seguirá así por mucho tiempo.

“Sí, me preocupa. ¿Podrías chequearlo?”

“Mn,” Ekubo se rasca el inexistente mentón que tiene. “¿No crees que eres muy sobreprotector?”

“Considerando los problemas en que se mete, debo tomar ciertas medidas.”

“Eres como su papá, Shigeo,” dijo, riendo. Y aunque era una broma, Shigeo se lo tomó a pecho.

“¿Tú crees?” le pregunta, muy consciente de sí mismo. Ekubo no puede evitar reir un poco. “Ah… espero que no le incomode.”

“Nah, al contrario, nunca he oído que se queje de eso, pero… siento que te has olvidado de algo. Siempre anda con Mogami y Serizawa, y ellos son muy fuertes, no deberías dudar de ese par.”

“¿Pero qué pasa si me mintió y está solo? Está completamente indefenso contra espíritus y otros espers…”

“¿Hay más chicos de su edad que tienen poderes?”

“Sí,” Shigeo asiente, muy seguro de sus palabras. “Cuando yo era adolescente, lo hubo. Dudo mucho que eso haya cambiado. Si los hay, recuerda que esa es la edad en la que se buscan peleas a cada rato… así que me temo que ande en peligro.”

Ekubo suelta un suspiro muy largo. “Okay, déjamelo a mí. Yo me encargo.”

“Gracias,” Shigeo le sonríe. “Pero ten cuidado. Y no le hagas daño a nadie, ¿sí?”

Ekubo rueda los ojos, pero asiente. “…Está bien.”

Luego de un último intercambio de miradas, Ekubo flota hasta salir por la ventana de la agencia, con dirección al colegio de Reigen.



Touichirou se queda estático, visiblemente confundido por las palabras de Reigen, que carecen de sentido. Sin embargo, se nota que lo que más le sorprende no es eso, sino los poderes que el rubio tiene. No contaba con ello: y es que hasta donde sabía, Reigen no era un esper, y por eso sólo cumplía un rol de Community Manager en la agencia del hermano mayor de los Kageyama.

Por más pensativo que anda, no le cuesta nada esquivar la esfera de energía que Reigen le lanza de un momento a otro. Su mirada sigue posada en el rubio, aún muy curioso por sus poderes.

“Kageyama nunca mencionó que tú tuvieras poderes,” le dice, acercándosele a pasos parsimoniosos.

Reigen abre los ojos, y por unos segundos se delata: le cuesta tragarse su propia mentira. Con un gesto exagerado de las manos, recobra la compostura.

“Eso es porque no quería que se enterara.”

“Pero podría enseñarte a controlarlos.”

“Uh, no, yo sólo estoy ahí como su Community Manager. Fácil y me reduce la paga si le pido que me enseñe… Igual, no es muy bueno controlándose, así que dudo que me pueda enseñar sobre eso.”

Touichirou se lleva una mano al mentón. “Mm, tienes razón,” y parece creerse todo lo que Reigen le ha dicho. “Bueno, entonces, pelearé contigo.”

Mogami le da un codazo no-tan-sutil a Reigen. “AY, ¿qué te pasa?” se queja él, sobándose el lugar donde le había golpeado.

“Eres un idiota,” comenta Mogami, y suena más enojado de lo normal. En el fondo, sin embargo, Reigen nota un tinte de preocupación.

“Reigen-kun, no vas a poder,” le susurra Serizawa.

Reigen solo le sonríe de lado. Adopta, una vez más, lo que parece ser una postura de combate, y fija su mirada en Touichirou. Este lo imita, y con un salto hacia adelante, desaparece de la vista de todos.

Su velocidad es tremenda, y Reigen recién lo vuelve a captar con la mirada cuando están frente a frente. Por unos instantes, le cuesta convocar sus poderes por la falta de práctica –es su primera vez, después de todo— y no consigue protegerse completamente del ataque de Touichirou, cuyo puño impacta limpiamente contra su estómago.

Reigen sale disparado hacia atrás, hasta golpearse contra la pared del patio. Se abraza el estómago, y tose sangre a borbotones. Por su lentitud, la barrera que colocó alrededor de sí fue demasiado débil, lo que no pudo aminorar el impacto. Serizawa y Mogami corren hacia él, ambos con sus auras listas para el ataque.

Se colocan a sus lados, y Serizawa le ofrece una mano para levantarse, pero Reigen la rechaza.

“¿Vas a hacer trampa?” menciona Touichirou, a metros de ellos.

Reigen se levanta por su cuenta, escupe hacia un lado y se limpia la boca con la manga del gakuran. No necesita girarse para saber que Serizawa y Mogami lo miran con preocupación: aunque esperaban que no fuera capaz de defenderse, no contaban con que el ataque de Touichirou contaría con tremenda potencia.

Más allá de eso, él mismo lo sabe: aún no tiene idea de cómo usar sus poderes y ya se metió en el peor lío del mundo mundial. Él solito. Mogami de seguro pudo haber detenido a Touichiro por su cuenta, pero Reigen es demasiado idiota como para pensar las cosas con paciencia y buen humor, y aunque a veces sus ideas estúpidas funcionan… esta vez las cosas no están saliendo como él quiere.

Siente un miedo tremendo, por más de que sabe que sus amigos no lo abandonarán. Pero es ese mismo miedo, sumado al peligro que implica Touichirou, lo que le otorga una sensación de adrenalina. El dolor está ahí, pero prestarle atención en esos momentos sería poco favorable: es la primera vez que puede ayudar, es la primera vez que tiene poderes y puede hacer algo. La emoción que siente es palpable: su aura empieza a desbordarse por esto, tanto que Mogami y Serizawa tienen que saltar metros atrás para tomar precauciones.

No sabe a ciencia cierta cuánta aura le han imbuido: debe tener un límite, eso queda claro, pero tiene la esperanza de que llegue a durarle lo suficiente como para razonar con Touichirou. La verdad es que le gusta la idea de ser capaz de ayudar a Mogami y a Serizawa –y hasta de aparentar ser algo que no es—, pero tampoco es tan impulsivo como para pretender ganar una batalla de la que ni a balas puede salir victorioso. Además de la falta de experiencia, el tiempo está en su contra.

Reigen toma impulso y salta hasta quedarse levitando unos metros más arriba. En un abrir y cerrar de ojos, pierde de vista una vez más a Touichirou.

“¡Atrás de ti!” escucha decir a Serizawa, y se gira en el preciso instante en que Touichirou aparece frente a él para propinarle una patada. Cruza sus brazos para defenderse, pero el impacto termina impulsándolo varios metros hacia atrás.

Por más de que siente que el aura lo ayudó a aminorar el golpe, el dolor recorre sus brazos hasta asentarse en todo su cuerpo. La fuerza de Touichirou parece no tener límites: y lo comprueba inmediatamente, al esquivar con dificultad los golpes que le da el menor. Un par de sus puñetazos logran dar en el blanco, y Reigen se ve obligado a tomar distancia entre ambos para recobrar el aliento.

No llevan ni dos minutos peleando y, mientras que Touichirou está completamente ileso, Reigen siente que le han dado una paliza tremenda.

Esta vez, decide apostar por la ofensa, y acorta la distancia entre ambos. Alza el puño, pero antes de impactar contra la cara del enemigo, suelta los dedos de las manos y emana una cantidad de energía que golpea contra la fina barrera que protege a Touichirou, deteriorándola.

“¿Qué es lo que buscas con esto?” le pregunta Reigen, muy curioso.

“¿No es obvio?” Touichirou ladea la cabeza, confundido. “¿Derrocarte?”

“Pero qué punto hay en ser el urabanchou de un colegio… ¿No es sólo que quieres llamar la atención?”

Touichirou frunce el ceño. Su semblante ofendido le da a entender a Reigen que dio en el blanco. Puede que sea algo relacionado con el complejo que su papá le ha creado… cosa que, sinceramente, no entiende de dónde salió, porque se ve que Sho es un padre muy ejemplar —hasta el suyo debería aprender de él, que Suzuki es tan joven y está solo y aun así lo da todo por su hijo—, y siempre pone su rol como padre antes que todo. Esto queda claro con las incontables veces que ha ido a hablar sobre Touichirou con Mob, Teru y Ritsu, no a modo de queja, sino en busca de consejos. Y aunque ese trío no son las personas más indicadas –ninguno ha tenido hijos aún, después de todo—, la intención es lo que cuenta. Igual, según lo que oye de su jefe a veces, los consejos que le dan a Sho usualmente son efectivos. Pero Touichirou nunca está contento con nada, y por eso siempre se repite el ciclo.

“Tal vez de la manera equivocada, a modo de rebeldía, pero es eso, creo yo,” comenta Reigen, frotándose la barbilla.

Mala decisión. El aura de Touichirou se expande aún más, siendo un haz de luz rojiza en el cielo que poco a poco se está oscureciendo a su alrededor.

Reigen traga saliva, aunque a pesar de todo, siente una calma muy grande por haberse demorado poco en notar que todo esto no es más que un berrinche por parte del hijo de Suzuki.



Sal Middle School está casi vacía a esas horas de la tarde, pero uno que otro niño anda pululando por la entrada, por lo que a Ekubo se le hace sencillo poseer a uno de los pobres desafortunados que se demoraron mucho en salir del colegio. Al ver la explosión de energía que se está dando en el patio trasero del colegio, se espera lo peor: está segurísimo que se trata de algo relacionado a Reigen, y hasta maldice por lo bajo que los presentimientos de Shigeo siempre sean correctos. Ese hombre no es sólo un esper por sus poderes, sino también por su sexto sentido, al parecer.

Felizmente, el niño al que ha poseído parece ser muy ágil y tiene buena resistencia, porque no siente cansancio al correr hacia su destino. Inmediatamente recuerda las palabras de Shigeo de no permitir que alguien salga herido, y pretende memorizarse aquella frase a la hora del combate, esperando no dañar el cuerpo que posee.

Al llegar, encuentra el peor panorama posible: Reigen anda peleando contra el hijo de Suzuki. Al parecer, sus amigos espers le han imbuido de aura para poder defenderse de los ataques de Touichirou, pero por su falta de práctica, no puede esquivarlos del todo y tampoco sabe cómo atacar. Mogami y Serizawa están en el piso, observando la pelea con semblantes llenos de preocupación, inmóviles. Ekubo supone que sus acciones se deben a respetar el deseo de Reigen de lidiar con el tema él solo, pero eso no explica por qué no hacen nada por ayudarlo, cuando el rubio está a punto de perder el conocimiento producto de las heridas que porta.

Ekubo se impulsa y salta hasta alcanzar a Reigen y a Touichirou, sacando al primero de allí, y depositándolo rápidamente al lado de sus amigos. Mogami y Serizawa, junto con él, se inclinan para revisar a Reigen. Mogami, con un giro de su mano, imbuye de energía a Reigen, para sanar unas heridas menores de su cuerpo.

“Tú… ¿no eres la mascota de Shigeo?” le pregunta Touichirou, observándolo desde su posición en los cielos. Ni se ha inmutado por las acciones del espíritu: al contrario, parece agradecerle en silencio por robarle su pera de box.

“¿¡Eh!?” Ekubo frunce el ceño. “¡No hables así de mí—!”

“Ah, ¡Ekubo-san!” Serizawa se ve al borde de las lágrimas. “Usted está dentro de ese niño, ¿no?”

“Sí, pero eso no importa ahorita,” Ekubo sacude la cabeza. “¿Qué está pasando? ¿Por qué no hicieron nada por este idiota?”

“Uh… esa es mi culpa,” dice Reigen. Suena muy mal, tanto que hasta a Ekubo le preocupa oírlo así de malherido. “Les pedí que no se metieran.”

“Pero nunca mencionaste a nadie más,” dice Mogami, mirando a Ekubo.

“Buen punto,” Reigen suspira.

Touichirou extiende su brazo, emanando un rayo de energía que se dirige hacia ellos, pero rápidamente, Serizawa alza las manos y crea un pequeño campo de fuerza que los envuelve a todos, protegiéndolos del ataque. Suspira, aliviado, al ver que todos salen ilesos.

“¿Se van a quedar ahí?” pregunta Touichirou, cruzándose de brazos. “Qué aburrido.”

“Lo siento, Reigen,” comenta Mogami, alzándose de su sitio al lado del rubio.

“Espera, Mogami—” empieza Reigen.

“No puedes hacer nada así de malherido. Y ya tuve suficiente de ver cómo te sacan la mierda, disculpa,” lo corta Mogami, y sale del campo de fuerza.

Sus poderes se expanden respondiendo a sus emociones, y lo rodean totalmente. El aura de Mogami parecía estar hecha de cristales rasgados y puntiagudos, formados por fragmentaciones de luz y tonalidades violáceas oscuras. Reigen la había visto miles de veces desde que se volvieron amigos, pero aún no se cansaba de ella: le parecía sumamente bonita. Al igual que el aura de su jefe y la de Serizawa, sentía que servían de mucho para explicar las personalidades de sus dueños. Algún día les comentaría esto a cada uno, preferiblemente, uno en el que no se estuviera desangrando, justo como en esos momentos.

Lo último que Reigen ve antes de perder el conocimiento es a Mogami impulsándose por los aires para darle pelea a Touichirou.



Cuando vuelve en sí, lo primero que reconoce es la cacofonía de varias voces a su alrededor. Parpadea unas cuantas veces, se acostumbra a la luz de la estancia y finalmente abre los ojos. Al incorporarse, nota que está en la agencia de su jefe, echado en el sofá más grande de la estancia principal. Se siente sumamente agotado, y cada músculo de su cuerpo le duele. Su uniforme está rasgado, pero el lugar donde debía haber heridas carece de alguna de estas.

La agencia está repleta de gente. Serizawa y Mogami corren a chequearlo ni bien lo ven despierto, pero aparte de ellos, sentados en el escritorio están su jefe, Sho y Touichirou. Al otro extremo de la habitación, Ritsu y Teru están hablando con Ekubo, quien, al parecer, aún no ha soltado al niño que poseyó.

“¿Cómo estás?” pregunta Mogami. Serizawa, a su lado, llora como magdalena, y lo abraza. Reigen rodea su cuello con sus brazos, y le da unas pequeñas palmaditas en la espalda.

“Uh… bien, supongo. ¿Qué pasó?”

“Nada, le gané,” cuenta Mogami, como si se tratara de algo tan común como hablar del clima. “Me costó un poco, pero en algún momento, su propio poder jugó en su contra: tenía tanta energía acumulada que no pudo contenerla, y se rindió.”

Serizawa se separa, y sonríe. “De ahí los trajimos aquí, junto con la ayuda de Ekubo-san,” y mira de reojo al espíritu.

“¡Yo!” Ekubo lo saluda, a lo lejos. Junto con Teru y Ritsu, se acercan a Reigen y a sus amigos.

Al parecer, justo en esos momentos, Mob nota que su subordinado ha recobrado el conocimiento, y se disculpa rápidamente con Sho y Touichirou para poder ir a verlo.

“¡Ah, jefe!”

Shigeo lo ve y le sonríe, pero sus ojos lo delatan: está a punto de llorar, al igual que Serizawa hace unos instantes.

“Lo siento,” se disculpa.

“Mob—”

Shigeo niega con la cabeza. “Sé que te gusta resolver las cosas por tu cuenta, pero siempre me tienes aquí contigo. Pudiste haberme contado la situación, Reigen-kun.”

“No quería molestarte, era algo tonto—”

“No, sabes bien que cualquier cosa relacionada con espers es peligrosa. Más aun, mira como terminaste,” Mob se agacha para abrazarlo. “Felizmente Teru y Ritsu pudieron venir y me ayudaron con tus heridas… pero estabas en muy mal estado.”

Reigen cierra los ojos y asiente, puesto que tal vez su jefe tiene razón.

Shigeo se separa, y se gira hacia Sho y Touichirou. El hijo de Suzuki tiene una venda alrededor de su cabeza. Reigen intuye que eso está relacionado a lo que Mogami le contó minutos atrás.

Padre e hijo se paran de sus asientos para ir a ver a Reigen.

“Disculpa,” dice Touichirou. “Me excedí,” dice, sin mirarlo a la cara.

“Reigen-kun, mil disculpas,” dice Sho. “Estoy muy decepcionado de Touichirou, y esto no se volverá a repetir, pero espero que puedas entender de dónde sale todo esto… no significa que lo justifique, pero al menos… me contentaría con que lo comprendas un poco. Estar los dos solos no ha sido nada fácil para ninguno de los dos, y así como yo, él también aún está lidiando con lo de su mamá, así que supongo que ese es uno de los motivo por los que se comporta así.”

“Papá, ya, suficiente,” se queja Touichirou.

“¿¡Me estoy disculpando por ti y eso es lo que dices!?” le reclama Sho, enojado.

“Disculpa, de nuevo,” dice Touichirou, mirando a Reigen.

El rubio asiente. La verdad es que no cree poder disculparle, así como si nada, pero si comprende la situación, justo como Suzuki le ha suplicado que haga. No recuerda mucho de su estado luego de la pelea, pero juzgando por las reacciones de Serizawa y Mob, había quedado malherido. Touichirou se había sobrepasado, y de eso no había duda alguna.

“No hay problema,” afirma, sonriendo.

Touichirou asiente en silencio. Su semblante refleja claramente la culpa que siente por sus acciones.

“Okay, entonces, ya nos vamos,” anuncia Sho. “Disculpa las molestias una vez más, Shigeo,” le dice, con una leve reverencia. Touichirou se despide de igual forma, haciéndole una reverencia a todos antes de seguir a su papá fuera de la agencia.

“Nii-san, Teru y yo vamos a llevar a Mogami y Serizawa a sus casas…”

“Y a mí también,” dice Ekubo.

“Pero ni sabes dónde vive tu víctima,” se ríe Teru, muy despreocupado.

“Pues lo dejamos cerca de la escuela y que él ya vea cómo se las arregla,” le responde Ekubo. “ O podemos hacernos los idiotas y sugerirle que lo jalamos a su casa, luego de que lo suelte en la entrada del colegio.”

“Pobre niño, va a vivir con el misterio de esas tres, cuatro horas en las que no recuerda qué hizo…” se queja Teru, a manera de burla.

“¡Teru, era una emergencia!” le replica Ekubo. Ritsu, Serizawa y Reigen se empiezan a reír.

“Yo sé, yo sé~” dice Teru. “Bueno, ¿cómo nos dividimos?”

“Eh… yo llevo a Serizawa y tú a Mogami y a Ekubo, ¿está bien?”

“Okay~” dice Teru, muy animado. “Shigeo, te encargas de Reigen, entonces.”

“…Sí,” responde Shigeo. “No hay problema.”

“Nos vemos mañana, entonces~”

“¿Mañana?” Shigeo y Ritsu preguntan al unísono.

“Habíamos quedado en salir los cuatro a tomar, no me digan que se olvidaron…” Teru rueda los ojos.

“Yo no tengo nada mañana, tú, ¿Ritsu?”

“Igual, así que normal,” comenta Ritsu.

“Perfecto~” Teru se ve muy feliz. “Bueno, cuídate mucho, Reigen-kun. Igual tú, Shigeo.”

“Gracias por todo, Teru.”

“¡No hay problema!”

“Nos vemos mañana, Nii-san,” le dice Ritsu a Shigeo.

“Gracias, Ritsu, cuídate.”

“¡Tú también!”

Por su parte, Serizawa y Mogami se despiden de Reigen.

“¿Tú crees que puedas ir mañana al colegio?” pregunta Serizawa.

“Lo dudo, siento como si me hubieran pasado un tractor por encima…” Reigen suspira. “Pero espero que mis papás entiendan. Ellos no creen en nada de espers o espíritus.”

“De seguro Kageyama-san les hará entender,” afirma Serizawa.

“Eso o se los demuestra,” dice Mogami.

“Tienen razón,” Reigen ríe levemente.

“Vamos, Mogami-kun, Ekubo,” los llama Teru, y Mogami asiente.

“Okay,” dice Mogami. “Fácil te vamos a visitar luego de clases, entonces.”

“Ah, eso sería genial~”

“¡Claro! Es una buena idea, Mogami-kun,” dice Serizawa. “Cuídate, Reigen-kun.”

“Ustedes también,” les dice Reigen.

Los dos asienten, y se van detrás de Ritsu, Ekubo y Teru.

La puerta se cierra y Reigen se deja caer sobre el sofá, agotado.

“Reigen-kun, voy a llevarte a tu casa en un rato, así que no te duermas, por favor,” le pide Shigeo.

“¿Qué hora es?”

“Ocho y veinte. Aún no es tan tarde, pero mientras más rápido te llevo, mejor.”

“¿Qué les vas a decir a mis papás?”

“Planeo decir la verdad.”

“¡No te van a creer!”

“Pues tendré que demostrarlo, entonces.”

“Ah, justo como Mogami dijo que actuarías,” Reigen suelta una risotada.

“Es lo mínimo que puedo hacer por ti… Dejarte ir por tu cuenta, sin una clara explicación a tus papás, sería muy irresponsable de mi parte.”

“Pero no es tu culpa, ¿sabes?”

“Sí, pero siento que debí estar ahí para ti de alguna manera. Por favor, para la próxima, debes confiar más en mí… de no ser por Ekubo, no me hubiera enterado de nada.”

Reigen parece dudar por unos instantes, pero asiente, y suspira, derrotado. “Okay, okay, lo haré para la próxima.”

“Gracias,” le dice. “Puedes descansar un rato más, pero ojo, no te duermas, por favor.”

“Ya me lo dijisteee,” se queja Reigen, y cierra los ojos.

Una pequeña siesta no le haría nada mal.
« Last Edit: November 28, 2019, 12:43:59 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #4: January 15, 2017, 08:44:09 AM »
Me muero de sueño parte dos

[este fic junto con el que viene queda en continuará u_u]


❤ Katsuki/Izuku [Post-Break up AU] || 1/?? (WIP)




Izuku se dejó caer en la cama ni bien consiguió estar a solas, sin las miradas preocupadas y los comentarios de Tenya y Ochako. Felizmente, ellos entendieron todo al ver sus maletas, y no demoraron en darle su espacio.

Sus amigos sabían lo que andaba ocurriendo entre Katsuki y él. Izuku no dejaba de quejarse de ello: la actitud posesiva, irracional y explosiva de Katsuki había resurgido con el paso del tiempo y lo había sofocado hasta espantarlo de la casa en la que vivían. Ya no podía estar junto a él, compartir un mismo techo y continuar con la rutina que tenían era impensable. La idea de verle la cara al día siguiente en la agencia era lo que más le preocupaba… suponía que debía mandar su carta de renuncia lo más pronto posible. Tal vez la agencia de Shouto tenía un puesto libre, y podrían reclutarlo…

Las lágrimas se agolparon en sus ojos, hasta que no pudo evitarlo más y las dejó caer junto a fuertes sollozos, que retumbaron por todo el departamento de Ochako y Tenya. Muchos de los buenos recuerdos que tenía con Katsuki vinieron a su mente, y la frustración que sintió al haber dejado que todo se arruinara sin poner una pizca de esfuerzo lo llevó a gritar en la almohada, enojado consigo mismo y con Katsuki por la completa indiferencia que sintieron hacia la relación que tenían.



Se levantó, y para variar, Izuku ya no estaba a su lado.

Habían pasado semanas desde la última vez que lo había visto, y aún le costaba procesar los hechos. Su reacción inmediata era recordar que la ruptura la había visto venir desde hacía mucho tiempo. Después de todo, habían llegado a un punto en el que ninguno de los dos se sentía cómodo con la relación. Por su orgullo, era incapaz de admitir sus errores, mientras que Deku, por su necesidad de llevar la fiesta en paz, le perdonaba todo tipo de faltas. Y esa fórmula les había funcionado de mil maravillas durante todos esos años juntos, pero lidiar repetidas veces con lo mismo había sido agotador para Izuku, y había terminado hartándose de él y de la relación, o al menos eso suponía Katsuki. No le sorprendía en lo absoluto ver que él se había rendido de una vez por todas, abandonando el departamento que compartían de la noche a la mañana.

Se incorporó la cama, haciendo a un lado las sábanas. Por su profesión, le era imposible darse el lujo de deprimirse: los desastres ocurrían a cada instante, y héroes como él debían salir a las calles a proteger a los más indefensos, pasara lo que pasara.

Seguir estancado en el pasado le recordaba una y otra vez lo débil que era, y por ello, no podía permitir que ese tema le siguiera afectando tanto.



Ser figuras públicas no tenía ningún aspecto positivo, al contrario, era lo que más le irritaba de ser héroe profesional.

En lo más profundo de su ser, admitía que se sentía genial tener admiradores y ser el centro de atención, pero ver que las noticias siempre se enfocaban en su vida privada le daba asco. La fama que les había creado All Might al tildarlos de ‘Wonder Duo’ había influido muchísimo en la publicidad de ambos (añadido al hecho de que Deku era el sucesor de All Might, y Katsuki y él se habían graduado como los primeros de la clase... junto a Todoroki). Eso, sumado a la filtración de fotos de sus citas (y la posterior confirmación de una relación sentimental), les había conseguido una popularidad tremenda.

Esta, por supuesto, decayó luego de la ruptura. Aún seguían entre los mejores en el ránking nacional, pero era jodido reconocer que sus propios logros no tenían el mismo peso para el público que ser parte de un dúo famoso y encima, estar en una relación con el otro héroe que lo conformaba. Su agente varias veces le suplicó que aceptara ser entrevistado sobre el tema para beneficiarlos a ambos, pero Katsuki nunca le dio el gusto. No sólo porque le parecía estúpido ir y azuzar el fuego del chisme, sino también porque podía quedar como un arrastrado que aún no podía superar a Deku.



Nadie de la clase 1A de UA se lo esperó. Y tenía sentido, porque luego de resolver sus diferencias durante el transcurso del primer año de highschool, Katsuki e Izuku se volvieron inseparables, y no era nada extraño verlos juntos en todo momento. Katsuki no dejó su actitud agresiva y sumamente desagradable, pero se moderaba mucho en frente de Deku, y hasta a veces pensaba antes de soltar cualquier pachotada, lo que él apreciaba horrores. Ochako, Tenya y Shouto, amigos cercanos de Deku, poco a poco se acostumbraron a Katsuki, y lo añadieron al grupito, junto con su paquete adicional: Kirishima y Kaminari. Por supuesto, no fue sorpresa para nadie que iniciaran una relación a final del segundo año, la que duró hasta un año antes del presente.
Le era muy curioso observar las caras de sus amigos cuando se topaban con él. Ni bien le iban a preguntar por Katsuki, cerraban la boca sistemáticamente y hacían una pregunta irrelevante para cambiar de tema.

Izuku entrecerraba los ojos, apenado por esos pequeños gestos de ‘bondad’ que no hacían más que quebrarle un poquito más el corazón.



Era jodido darse cuenta que no podía superarlo. Cada cosa a su alrededor le recordaba a él: la maldita taza que nunca se llevó cuando se mudó fuera de su casa era un memento de lo que habían vivido... la impresiones de ambos en una esquina de esta parecían burlarse de su miseria. Cualquier restaurante cerca de su departamento le hacía vivir de nuevo las cenas y almuerzos que compartieron. El colmo de todo fue que, un día, por inercia preparó la mesa para dos personas. Cuando se encontró a sí mismo alzando el plato que no era suyo para llevarlo a la cocina y servir la cena, lo lanzó contra la alacena, enojado consigo mismo por la mera posibilidad de que una parte de él seguía viviendo en el pasado.

Y es que Katsuki no iba a aceptarlo tan fácilmente: era algo que estaba ahí, que le picaba y le mordía todo el día, pero él nunca había sido capaz de enfrentar sus mayores temores sin primero demorarse en aceptar que era humano y podía ser débil, que tenía muchísimos defectos. Y sí, tenía miedo de nunca hacer las paces con Izuku. Lo quería de vuelta a su lado, pero aceptar eso era para él admitir que había fregado todo, porque muy en el fondo, se sentía culpable de todo lo que había sucedido.

Había cagado una de las mejores cosas de su vida. No había sido sólo él (Deku no era un santo), pero... eso no le quitaba la culpa.



Aunque la versión de los hechos que le contaba a sus amigos pintaba a Katsuki como el villano de la historia, la verdad era distinta: Izuku sabía que él también había cometido errores en varias ocasiones. Y esa última pelea que tuvieron era más que nada por su propia culpa, por su terquedad y su actitud quisquillosa. No había necesidad de darle más celos a Katsuki, quien sospechaba de cualquier persona que se le acercaba de más. Pero lo hizo, aun así, y Katsuki explotó a tal punto que hasta se agarraron a golpes, destruyendo parte de la cocina. Izuku, entre gritos, armó sus maletas y se fue.

Y se arrepentía. Pero era lo mejor para ambos… o al menos eso se decía a sí mismo.



« Last Edit: November 28, 2019, 12:44:29 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #5: January 15, 2017, 08:46:15 AM »
Me muero de sueño reloaded

[el bakudeku es muy fuerte y yo soy muy débil *mira a su primer fic de este tema* SORRY TODODEKU]


❤ Katsuki/Izuku [Pushing Daisies AU] || 1/3 (WIP)





Katsuki descubrió sus poderes una tarde soleada, durante el verano de sus nueve años.

Su mascota, un husky siberiano que había crecido junto a él, fue embestido por un carro y murió en el acto. Corrió a su lado, devastado, y lo abrazó, sin entender lo que había ocurrido en tan sólo unos minutos.

Katsuki recuerda claramente cuando se apartó de Aka: lo vio levantarse como si nada hubiese ocurrido, el perro corrió en dirección a la casa con el mismo paso alegre y la cola moviéndose de un lado a otro.

Esa misma noche, sin embargo, notó que sus poderes no eran perfectos, y es que, al acariciar la cabeza de su amigo antes de irse a dormir, Aka cayó una vez más al suelo.

Un toque revivía a los muertos, dos… los hacía dormir para siempre.


 
Esa no era la única consecuencia negativa de sus poderes.

Se enteró luego, cuando a su madre le dio un paro. La revivió, y todo parecía haber funcionado de mil maravillas… hasta que, al cabo del minuto de haberlo hecho, escuchó gritos en la calle.

Al salir, se topó con Izuku y unos transeúntes, intentando encontrarle sentido a la inexplicable muerte del padre de este.

Ahí mismo se dio cuenta de que no todo era tan fácil como parecía, y que debía tener muchísimo cuidado con sus acciones.



Nunca esperó llegar a tener una rutina pacífica, al menos no con esos poderes, pero lo consiguió. Para sus 26 años, tenía un trabajo estable: era repostero en su propio café, donde su habilidad era un plus favorable para su negocio. A la par, se había hecho socio de un detective privado, Todoroki Shouto, junto a quien resolvía casos a cambio de grandes recompensas.

Era muy sencillo dar con el asesino de un homicidio si se podía hablar con la víctima del caso. Un minuto era suficiente para ello.
 


Al ingresar a la cocina, Shouto cruzó miradas con él, y luego, hizo una pequeña reverencia. Katsuki aún no entendía el motivo detrás de las formalidades que el detective tenía con él –luego de tanto tiempo de ser… socios, y hasta amigos, se podría decir— pero el sólo plantearse darle vueltas a aquel asunto tan trivial lo enojaba demasiado. Había otras cosas de las que debía preocuparse… como el caso que Shouto le traía.

Shouto soltó el file en la esquina de la mesa, un espacio libre de utensilios de cocina y alimentos. Muy tarde se dio cuenta de la existencia de harina en la superficie, la que saltó por todos lados producto del impacto del fólder contra la mesa. Shouto se encogió de hombros, restándole importancia.

“Un chico de veintiséis años fue hallado muerto en la piscina de un crucero de lujo,” empezó Shouto. Como Katsuki andaba enfrascado en la preparación de otro pie de fresa, Shouto aprovechó su distracción para robarle un par de aquellas frutas, que andaban en un envase cerca de él. “No hay ninguna pista sobre el asesino.”
“¿Qué dice la autopsia?”
“Muerte por asfixia. Lo ahorcaron, al parecer.”
“Mn,” dijo Katsuki, pensativo. Se limpió las manos en el mandil, y caminó hasta quedar frente al fólder. Al abrirlo, se topó con los datos de la víctima: Izuku Midoriya, 26 años, un diseñador gráfico.

Demoró unos instantes en reconocerlo: era Deku, su amigo de la infancia. Hacía años que habían perdido el contacto, pero nunca imaginó que lo ‘retomarían’ de esta manera.

“¿¡DEKU!?” no comprendía lo que veía. Era imposible que Deku sea tan idiota como para ir y dejar que alguien lo matara.
“¿Lo conoces?”
“Sí,” afirmó Katsuki. “Un amigo de la infancia.”
“Ah…” Shouto se quedó en silencio, inseguro de cómo reaccionar. “Lo siento,” dijo solemnemente, al cabo de un momento. “Si gustas, podemos dejarlo pasar. La recompensa es buena, pero—”
“Y una mierda,” Katsuki se sacó el mandil. “¿Sabes cuándo es el velorio?”
“¿Lo quieres tomar?”
“Sí, no veo por qué rehusarme,” comentó Katsuki. “Es un caso más.”
“…”

Shouto lo observó de reojo. Juzgando por su postura rígida y su expresión, Katsuki le estaba mintiendo. Y era de esperarse: el rubio se empeñaba en hacerse el fuerte en todo momento, así que tenía sentido que continuara con esa misma actitud por más de que le doliera enterarse de aquellas terribles noticias. 

Pero tal vez lidiar con esto le serviría para hacer su luto y cerrar ese episodio, así que optó por seguirle la corriente.



Llegar al velorio no fue complicado, tampoco ingresar a la casa funeraria. La mamá de Izuku, una mujer cincuentona de aspecto bonachón, los dejó pasar ni bien reconoció a Katsuki, y les agradeció por su visita.

La casa estaba repleta de invitados, los que se habían reunido en pequeños grupos para conversar. Otros se dedicaban a pasar las viandas de bocaditos y los vasos de café, mientras que la familia del difunto recibía saludos de un último grupo de visitantes. Luego de saludar al resto de la familia Midoriya, Katsuki y Shouto acordaron en separarse: Shouto se quedaría en la estancia principal, mientras que Katsuki aparentaría ir a despedirse de Midoriya y aprovecharía el tiempo a solas para revivirlo y discutir sobre su muerte.

Una vez terminaron de discutir los últimos detalles, Katsuki se acercó a la mamá de Izuku, preguntándole por el féretro. La mujer se aguantó las lágrimas y le señaló un cuarto muy cerca de donde estaban.

“Puedes tomarte el tiempo que desees,” le dijo, sonriendo muy apenada. “Sé lo mucho que significaba para ti, por más de que perdieron el contacto hace tiempo. Izuku, él… hablaba mucho de ti, y de lo mucho que te extrañaba.”
Katsuki se permitió una pequeña sonrisa, y asintió. “La verdad es que siempre fue mutuo.”
“Me imaginaba,” dijo Inko. “Bueno, no te retengo más, anda.”
“Gracias,” le dijo y luego, caminó con dirección a la sala del féretro.



Ahí, a solas con el ataúd, admitió en silencio su derrota. Por más fuerte que era, no podía concebir la idea de un mundo sin Deku. Sí, se sentía mal, y era costoso aceptarlo, pero tenía que hacerlo.

La frustración lo llevó a desquitarse con la mesa cerca del féretro, golpeando con su puño la superficie. Soltó un suspiro resignado, y sacó de su saco un reloj en forma de tomate. Lo configuró para que iniciara la cuenta regresiva de un minuto en unos instantes, y luego, se giró de vuelta al cadáver de su amigo de la infancia.

Volvió a suspirar, esta vez, un poco más calmado. Era su trabajo: él había querido tomar el caso, aún a pesar de que Shouto le había ofrecido ignorarlo. Debía ser responsable y resolverlo sin dejarse llevar por sus sentimientos. Era lo mínimo que podía hacer por Deku.

Con la punta de su dedo índice, le dio un toque rápido en la mejilla, y observó en silencio cómo los ojos de Izuku empezaron a parpadear.



Izuku abrió los ojos lentamente, hasta acostumbrarse a la potente luz de tungsteno que iluminaba la estancia. No reconocía la habitación, pero sí a la persona que lo observaba detenidamente.

“¡Ah, Kacchan! ¡Hace tiempo que no nos vemos! ¿Cómo andas?” le dijo, con una sonrisa radiante, y se incorporó… notando inmediatamente que se encontraban en uno de los cuartos privados de una casa funeraria.

Y si los arreglos de flores y el cajón en el que estaba indicaban algo, era que… era el suyo.

“¡AHHH—!” Katsuki corrió a taparle la boca con una mano, pero se detuvo al instante, a pocos centímetros de tocarlo. Suspiró, aliviado, al notar que Izuku permanecía con vida. El color había regresado a sus mejillas llenas de pecas, y estaba tiritando de frío, de seguro por el aire acondicionado de la casa.

Vivo, una vez más.

Quién lo diría.

“Deku, carajo, cállate,” Katsuki se sacó rápidamente el saco, y lo colocó en los hombros de Izuku con sumo cuidado.
“¡PERO—!” Izuku se interrumpió a sí mismo al sentirse más abrigado. “Ah, gracias,” le sonrió… y su expresión volvió a contorsionarse de la sorpresa. “¡Yo—!”
“Sí, te moriste. Y ahora estás vivo de nuevo,” lo cortó Katsuki. El tiempo se le acababa y no había conseguido preguntarle nada sobre el asesinato. Shouto lo iba a matar… por más irónico que fuese.
“¿Eh? No entiendo…”
“Qué pena”, Katsuki rodó los ojos, y observó rápidamente el reloj sobre la mesa. Le quedaban menos de cuarenta y cinco segundos. “Sobre tu asesinato, ¿recuerdas algo del…?”
“¿ME MATARON?”
“Sí, y necesito que me digas lo que recuerdas, porque no podré dar con el culpable si no—”
“¿Pero… cómo estoy vivo de nuevo?”
“No puedo explicarte todo, Deku. Estamos contra el tiempo, mierda,” Katsuki suspiró: no iba a conseguir nada explotando en frente de él. Era indispensable actuar rápido y de la manera más comprensiva posible: si bien su personalidad no daba mucho para eso, hacía su mayor esfuerzo cuando se trataba de usar ese minuto a su favor.

Pero nunca había tenido que lidiar con la muerte de su amigo de la infancia. Por más jodido y arrastrado que era Deku, lo había conocido casi toda una vida y verlo ahí, en el cajón, era surreal. Sabía que terminado el minuto alguien más pagaría el precio de revivirlo, pero… la tentación de no respetar esa regla era muy grande.

Katsuki no necesitó chequear de nuevo el reloj para saber que le quedaban menos de veinte segundos. Genial.

Suspiró. Su deber estaba primero. Tenía que hacer a un lado sus sentimientos.

“Recuerda tus últimos minutos de vida,” le dijo, finalmente.
Izuku se llevó una mano al mentón, pensativo. “Uh… ¿Había ido por hielo creo? Ni me acuerdo a dónde… ¡Ah! Estaba en un crucero, claro,” Katsuki le urgió con la mirada a que siga. “¡Todo pagado! Imagínate.”
“Me imagino,” De hecho, no. “Sigue.”
“¿No me acuerdo más? Sólo sé que alguien me tocó el hombro… y de ahí todo es muy borroso. Creo que ahí me morí.”
“…”

Como para recordarle cada uno de sus errores pasados (desde el padre de Izuku hasta ahora, en estos momentos en que intercambiaba la vida de Izuku por alguien que no tenía que morir en su lugar), un sonido estruendoso los interrumpió, y al voltear levemente, notó que era la alarma del reloj en forma de tomate que había dejado en la mesa. Era cuestión de segundos para que alguien más pagara el precio de revivir a su amigo de la infancia.

Y no demoró nada: inmediatamente irrumpió un fuerte sonido.

“Métete en el cajón, voy a ver qué pasó,” le dijo, y se giró hacia la puerta.

La abrió sólo un poquito, para ver de reojo lo que había ocurrido. Sólo pudo observar un tumulto de gente conglomerado alrededor de algo –o alguien, de seguro— y ya se podía imaginar la situación. Al voltear ligeramente a su derecha, encontró a Izuku intentando acercarse a la puerta para ver qué era lo que pasaba.

“¡Déjame ver!”
“…Deku,” Katsuki quería explotar, quería mandar todo a la mierda. Esto no estaba pasando. “Aléjate.”

No debía haber violado la regla principal de sus poderes. Permitir que Izuku viviera no estaba en los planes de nadie… por más tentado de hacerlo que había estado (porque sí, para qué, no podía superar ese pequeño crush que tenía en él desde que eran pequeños), sabía que no era lo correcto… y aun así, Izuku estaba a pocos centímetros de él.

“¿Qué pasó?”
Katsuki cerró la puerta y tomó distancia. “Mira, va a ser lo más raro que te cuente en mucho tiempo, considerando que no nos vemos en años, pero…”
“¿Pero?”
“Eh… ¿puedo revivir gente? No sólo gente,” Katsuki desvió la mirada. “También seres vivos en general, plantas, animales.”
“¡Woaaah!” los ojos de Izuku se iluminaron, y juntó sus manos, muy asombrado por la revelación. “¡Eso explica mucho!”
“Pero el detalle es que, si los vuelvo a tocar, mueren una vez más, y esta vez para siempre.”
“Oh, eso explica más,” Izuku asintió.
“Así que… ten cuidado.”
“¡Okay!”
“No esperé que reaccionaras así.”
“Pues es raro… pero estoy vivo de nuevo, y estoy en mi propio velorio,” dijo, y miró de reojo a su foto, colocada a escasos centímetros del féretro. “Así que sería tonto que no te crea. Por cierto, ¿qué fue lo que pasó afuera?”
“Es otra cosa relacionada a mis poderes,” dijo Katsuki. “Si la persona que revivo permanece con vida por más de un minuto, alguien que esté en un radio menor a 30 metros alrededor de esta pagará el precio.”
“Osea… otra persona morirá por él.”
“Sí.”
Izuku se quedó pensativo, hasta que finalmente cayó en cuenta de todo. “¡Ahhhh!”
“Había planeado usar ese minuto para discutir contigo sobre tu asesinato.”
“¿Por qué?”
“Estoy trabajando con un colega para resolver el crimen, pero…”
“Ah, no necesitas decirlo,” Izuku sonrió. “Gracias.”
Katsuki frunció el ceño, y desvió la mirada de la vergüenza. Luego de tantos años, era imposible concebir la idea de que Izuku podía leerlo de la misma forma que antes, pero tal parecía que ese era el caso.

Y no le incomodaba en lo absoluto.

“Métete en el cajón, tengo un plan para sacarte de aquí.”

Izuku pareció dudarlo por unos instantes, pero luego asintió y le sonrió.


« Last Edit: November 28, 2019, 12:45:38 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #6: October 31, 2017, 08:21:18 PM »
Quería terminar con este AU en dos fics pero saldrán tres porque tengo esto desde hace meses y la inspiración recién llegó hoy.... pero no tanto como para terminarlo de una XD


❤ Katsuki/Izuku [Pushing Daisies AU] || 2/3 (WIP)




Esto no estaba en sus planes.

Y, siendo optimista, esperaba que tampoco estuviese en los planes de su colega, Bakugou, por más de que en el fondo sabía que eso no era cierto.

El rubio yacía sentado frente a él, en compañía de nada más y nada menos que la víctima del caso que se suponía debían andar resolviendo, Izuku Midoriya. Él era una persona encantadora: de una sonrisa radiante y una personalidad muy cálida, Izuku poseía un tremendo carisma y una facilidad para conectar con la gente. Por ello, no se le hizo difícil tratar con él, pero aún a pesar de ello, Shouto sabía que era incorrecto mantenerlo con vida luego de los sucesos que habían transcurrido en el velorio. Debían respetar el orden natural de las cosas, por más cruel que fuese pedírselo a Katsuki sabiendo que su colega no quería seguir las reglas de su poder.

Shouto sabía que, en el fondo, Katsuki quería quedarse con Izuku a su lado. Por más gruñón y malhumorado que fuese su colega, Shouto había observado unas cuantas sonrisas sinceras entre sus expresiones, y sabía que el peliverde era el motivo detrás de ellas.

Por supuesto, estaba seguro que, de encararlo, Katsuki negaría todo tajantemente. Argumentaría que Izuku sólo estaba vivo por el caso y que luego de eso todo regresaría a la normalidad. Pero Shouto estaba seguro que, para ese entonces, Katsuki encontraría otra excusa para mantener con vida a su amigo de la infancia.

“Okay.” Shouto suspiró, revisando el binder con los documentos del caso. Luego de la ~pequeña~ situación que tuvieron en el entierro –Katsuki y Shouto habían tenido que distraer al personal del cementerio para que Izuku pudiera escapar del cajón sin dificultades—, le habían dado vueltas al asunto por el resto de la tarde, pero ninguno podía venirse con alguna solución. Shouto estaba seguro de que todo esto se debía a Izuku, puesto que, desde el entierro, no dejaba de preguntarles acerca de sus vidas, en especial la de Katsuki, por ser su amigo de la infancia y no verlo en mucho tiempo.

La compañía de Izuku era bienvenida, pero mientras más se demoraban, más lejos estaban de la recompensa.

“Midoriya-san,” empezó Shouto.
“Oh, me puedes llamar Izuku, no hay problema.” Izuku sonrió. Shouto asintió en silencio.

Katsuki había cerrado su café para no tener que pasar por momentos incómodos, de ser el caso que alguien reconociese a Izuku como víctima del asesinato que figuraba en las noticias. Para esto, sin embargo, Shouto y Katsuki le habían vestido de una manera singular, sólo por prevención. Izuku andaba con unos lentes de sol y una capucha, vestido con un saco y una bufanda muy abrigadora.

“Izuku, sé que es el peor momento para hablar sobre tu muerte, pero… hemos quedado en resolver el caso por la recompensa y necesitamos toda la información disponible. Si te acuerdas de algo, serviría mucho que nos cuentes acerca de ello y cualquier detalle que se te venga a la mente, relacionado al crucero o a los momentos previos a tu muerte,” dijo Shouto.
“Okay, les contaré lo que sé. Pero con una condición.”
“¿Cuál?” Katsuki arqueó una ceja.
“La recompensa la dividimos en tres. Y yo me llevo la mejor parte… Después de todo, uhhh… ¿morí por eso?” ofreció, con una sonrisa. Shouto y Katsuki intercambiaron miradas, y luego, Katsuki se giró hacia Izuku. Estaba a punto de hablar, pero Shouto fue más rápido que él.
“Hecho.”
“¿…Hecho?” preguntó Katsuki. “Esto no—”
“Katsuki, Izuku tiene razón,” dijo Shouto. “Se lo merece.”
“¡Gracias!” Izuku sonrió.
“…” Katsuki gruñó por lo bajo. Parecía que él no podía negarle nada a Izuku.  “Okay, okay, te llevas la mejor parte.”
“Genial~”

Sin querer, Shouto estaba inclinándose por la opción de dejar a Izuku con vida. Era una terrible decisión, pero estaba seguro que Katsuki estaría más que de acuerdo con él.

“¿Nos cuentas sobre el crucero?”
“Mm, sí.” Izuku asintió. “Pueees, quería un cambio de rutina, así que fui a una agencia de viajes con la intención de comprar un tour a Europa. Pero la señorita me ofreció un viaje en crucero gratis, a cambio de que le llevara un paquete y lo entregara a un familiar suyo en la ciudad de destino.”
“¿Qué tenía el paquete?” preguntó Shouto.
“Eran unas estatuas de monitos, dijo que no tenían importancia más que un valor sentimental. Deberíamos ir a preguntarle, creo yo.”
“¿Estará abierta la agencia ahorita?”
“Sí,” Izuku asintió. “Aún no es tan tarde.”
“Okay,” Katsuki asintió, y los tres se levantaron de sus asientos.



La agencia de viajes tenía una fachada sumamente llamativa, llena de gigantografías de paisajes preciosos y playas de ensueño. Al lado de estas impresiones se podía observar información acerca de los paquetes de viaje más pedidos: Machu Picchu, El Cairo, Toronto, Morocco, entre otros. Katsuki, Shouto e Izuku ingresaron al local luego de pasar un breve rato observando estos detalles.

Lamentablemente, habían llegado tarde: en la mesa de recepción, la mujer que atendía yacía inmóvil en su asiento, con una bolsa rosa en su cabeza. Izuku se acercó con sigilo, y al destaparla, confirmó sus sospechas: el asesino también había matado a Hatsume, al ahorcarla con aquella bolsa.

“Qué pena,” se lamentó Izuku, muy entristecido con los hechos. “Hatsume-san no merecía esto…”
“Bueno, ahora confirmamos que todo es por las estatuas,” comentó Shouto. “Katsuki, ¿podrías revivirla? Veamos qué podemos sacarle en un minuto.”
“Okay,” Katsuki asintió, y se acercó a la mesa. Tomó asiento en frente de Hatsume, y le dio un sutil toque en la mano.

Con eso, la mujer revivió de golpe. 

“¿Qué…?” Hatsume se giró hacia Izuku. “¡Midoriya! Ay, qué estás super lindo, para variar~ ¿Dónde estamos? ¿Infierno? ¿Cielo?”
“Ah, ninguno,” Izuku sonrió, apenado. “Hatsume-san, necesito que me digas algo,” le dijo, un tanto serio. “¿Sabías que me iban a matar?”
“Uh… ¿Pues sí? ¿Disculpa por no haberte avisado? Pero si lo hacía, no hubieses accedido a hacerme el favor…” Hatsume suspiró. “Si te soy sincera, lo hubiese hecho por mi cuenta, pero era tan peligroso que no me podía arriesgar.”
“Pregúntale acerca de su asesino,” le dijo Shouto a Izuku.
“Oh, claro.”
“¿Quiénes son ustedes?” preguntó Hatsume, mirando a Shouto y a Katsuki.
“No te importa,” dijo Katsuki. Hatsume le sonrió.
“¡No seas tímid—!” Hatsume se cortó al jalarle el cachete, puesto que le ocasionó la muerte en el acto.
“…”
“…”
“…”
“…No podías… alejarte un poco…” dijo Shouto.
“No sabía que la cojuda me iba a tocar, carajo,” se quejó Katsuki.
“¿Ahora qué hacemos?” se lamentó Izuku.
“Lo que no entiendo es, si el asesino ya tiene las estatuas, ¿para qué vendría a matarla a ella?”
“Pero él no pudo entrar a mi cuarto,” dijo Izuku. “Perdí mis llaves en la hielera.”
“Y si no entró… ¿qué hacen con las pertenencias de la víctima?” preguntó Shouto.
“Se las entregan a los familiares,” contó Katsuki.

Los tres pensaron, en esos instantes, en la persona que de seguro tenía en posesión a las estatuas, sin saber el peligro que le rodeaba. En completa sincronización, corrieron fuera del local, con un destino en mente: la casa de Izuku.

Debían salvar a su mamá.
« Last Edit: November 28, 2019, 12:46:02 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #7: January 14, 2018, 08:11:48 PM »
Un fic Klance de 11000 palabras porque la OTP es fuerte :'v



❤ Keith/Lance [Post-Season 4 AU] || 1/2 (Terminado)



La coalición de Voltron se expandía constantemente: luego de la batalla en Naxzela y la posterior alianza con Lotor, varios planetas empezaron a mostrarse a favor de la rebelión. Esto sólo significaba buenas noticias para el equipo, y Lance estaba muy contento con las hazañas que habían logrado, pero no podía dejar de lado aquel extraño presentimiento que tenía sobre Lotor. Después de todo, su actitud había sido muy contradictoria hasta ese entonces, y aunque había conseguido ganarse la confianza de la Espada de Marmora, a Lance se le hacía cada vez más sospechosa su presencia y su interés por ayudarlos.

Sin embargo, el carisma de Lotor había sido capaz de, poco a poco, convencer al equipo de sus buenas intenciones. Como formaba parte de la Espada, eran pocas las interacciones que sus amigos tenían con él, y Lance suponía que eso iba a su favor. El único de su grupo que trataba con él constantemente era Keith, quien, curiosamente, era también la única persona del lado de Lance. Como él, creía que Lotor andaba escondiendo algo, pero a falta de pruebas, prefería no hacer comentarios al respecto. Lance, al igual que él, también había dejado de insistir en ser precavidos, pero no se había rendido del todo.

En su búsqueda de respuestas, Keith y Lance habían empezado a interactuar más, con Lotor como el tema principal de conversación entre ambos. Lance agradecía la oportunidad, porque contactar a Keith previamente a la adición de Lotor a la Espada de Marmora había sido prácticamente imposible, más aún cuando él no quería recibir cualquier tipo de comunicación de su parte o del resto de sus amigos, por andar muy enfocado en las misiones de la Espada.

Al considerar a Lotor como una especie de “misión”, había empezado a darle más prioridad a sus conversaciones con Lance y las pocas reuniones que podían tener a pesar de la distancia y los cruces de horarios. Eran muy breves, porque el tiempo nunca les daba para algo más que una interacción de diez, quince minutos, pero poco a poco, Lance se había dado cuenta de que una amistad estaba formándose entre ambos, pese a todo lo que había sucedido entre ellos.

Nunca había sido su intención ser tan pesado con él, realmente. Pero Lance suponía que se debía a la envidia que le tenía, porque Keith era un prodigio en todo lo que se proponía y lo había dejado claro en el poco tiempo que estuvo dentro del Galaxy Garrison. Lance, que ni pudo conseguir la vacante de fighter class, tuvo que resignarse con la de cargo, mientras que Keith fue el primer puesto en el examen de ingreso. Keith, que sacaba buenas notas… y que, sin embargo, empezó a desconectarse de todo un día y finalmente cometió una falta tan grave que ocasionó su expulsión. Keith, que encontró al león azul y fue el que los llevó a todos con él.

Con la ausencia de Shiro, Lance logró acercarse un poco a él, y notó que Keith se guardaba varias cosas, cada una más densa y complicada que la anterior. Estaba seguro de que la revelación de su gen galra sólo había empeorado su estado emocional, y eso influyó en su rol como líder provisional. Sin embargo, intentó esconderlo a toda cosa. Como Lance, y como el resto del grupo, Keith antepuso la guerra antes que sus problemas. Y no lo culpaba. No había tiempo para ellos, no mientras Zarkon seguía siendo una amenaza para la vida en el universo.

Keith, aún con sus misterios y su pasado problemático, era en el fondo una persona muy amable. Lance se demoró en notarlo, pero un día se dio cuenta de que su decisión de quedarse con la Espada también estaba vinculada a aquella charla que habían tenido respecto a sus leones y el regreso de Shiro. Keith había dejado su puesto para darle prioridad a Lance, quien andaba inseguro sobre sí mismo. Además, era conveniente para él, porque no se quedaba sin un rol en la rebelión: la Espada lo aceptó sin mayor dificultad y podía serle útil a Voltron sin tener que liderar. Tal vez Lance no fue el único motivo detrás de su decisión, pero había influido en esta, y de todas maneras debía agradecerle por ello.

Debía, también, regañarle por su actitud kamikaze en la batalla de Naxzela. Keith era muy importante para todos, era un amigo muy querido por el grupo y, por más de que hubiese tenido buenas intenciones, su vida no valía menos que la del resto. Pero Lance sentía que aún les faltaba mucho como para llegar al nivel de confianza en el que podían hablar de aquel tema sin ninguna dificultad. Había escuchado que Coran y Matt se lo comentaron a Shiro, aunque no estaba enterado si este le había conversado a Keith al respecto.

Lance quería hacerlo, de todas formas. Y pronto lo lograría, estaba seguro de ello. Por mientras, se disculparía por su actitud pasada, aprovechando que justo se encontraba junto a él en esos momentos.

“…Todo indica que Lotor tiene en mente algo relacionado con aquella nave hecha del material del meteorito— Uh… ¿Lance?” Keith arqueó una ceja. “¿Me estás escuchando?”
“¡Ack! Lo siento,” se disculpó Lance rápidamente. “Me quedé pensando.”
“¿En qué?”
“En varias cosas,” comentó Lance, con su mirada en las estrellas. Se encontraban en un salón del castillo que contaba con una luna translúcida, permitiendo ver el universo a través de esta. La vista era increíble, y Lance no se arrepentía de su curiosidad, porque había sido él quien había encontrado aquel lugar.  “Pero creo que lo más importante es que te debo unas disculpas.”
“¿Por qué? Oh, no. ¿Volviste a darle quejas de Lotor a Shiro? Lance, prometimos que—”
“¡No, no! No, nada de eso.” Lance rio. “Ya tuve suficiente con eso. No creo poder soportar otro sermón de parte de él o de Allura. O de Coran o del resto,” comentó, divertido. “No era eso. Es… sobre ti. ¿Recuerdas cómo te trataba cuando llegamos al castillo y eso?”
“Ah, sí.” La expresión de Keith se tornó un poco agria.
“Fui una tremenda mierda contigo, y lo siento. Nunca… nunca debí tratarte así. No sé, pienso que es por la envidia que tenía. Fuiste todo lo que quería ser, y siempre has conseguido lo que te propones… mientras que yo… bueno, yo sólo podía seguir tus pasos a mi propio ritmo.”
“¿De qué estás hablando?” Keith arqueó una ceja.
“Yo sé, yo sé. Suena terrible de mi parte, porque sé que tienes varios problemas, tuviste un pasado difícil y no es mi posición hablar así de ti sin conocerte a fondo, pero eres admirable de todas maneras. Mira hasta dónde has llegado, Keith. Si te lo propones, podrías regresar a Voltron, con nosotros. Podrías ser el piloto del león negro una vez más. Al menos yo no tendría ningún problema con que vuelvas a ser mi líder.” Lance le sonrió.
“No, Shiro tiene que ser el líder de Voltron. Yo me siento más cómodo apoyándolos desde la Espada.”
“Sí, bueno, no te preocupes. Respeto tu decisión, sólo te decía lo que pienso. Y la verdad, ese no es mi punto. Como dije en un inicio…” Lance suspiró. “Sólo quería disculparme. Creo que dije ciertas cosas feas que te hirieron. Y encima negué ese momento que compartimos…”
“¡Osea que sí te acuerdas!” le reclamó Keith, muy indignado.
“Claro que sí.” Lance rio. “¡Pero no iba a admitirlo, así como si nada! Tenía que guardar apariencias. Éramos rivales en ese entonces.”
“Lance, no sé si te has dado cuenta, pero eso siempre fue sólo de tu parte. Nunca quise ser tu rival,” le dijo Keith. “Yo… siempre intenté acercarme a ti, porque quería llevarme bien contigo, como con el resto, pero nunca me dejaste. Siempre buscabas pelear conmigo… hasta que Shiro desapareció. En ese tiempo, fuiste el que más me apoyó, de hecho. Gracias por eso.”
“No es nada, mullet~”
“Pero yo también debería pedirte disculpas. Creo que también te dije varias cosas de las que me arrepiento. Como lo de que eras un piloto malísimo. No es así. Si no, no hubieses conseguido que Red te eligiera. Ah, tal vez eso sonó mal, lo siento—”
“No, sí te entendí, tranquilo. Más bien, nunca… te pregunté si te incomodaba que bromeara contigo a veces.”
“No, no me molesta.”
“¡Genial! bueno, creo que ha sido suficiente por hoy con esto de las disculpas y los sentimientos. Regresemos con lo de Lotor.”
“…” Keith lo observó por unos instantes. Parecía querer decirle algo más, pero asintió, y volvió a enfocarse en su tableta y los datos que había recopilado. “Sí, tienes razón.”



Aquella vez, Keith le había mentido a Lance. En parte.

En un inicio, su intención había sido acercarse a él para conocerlo mejor y poder ser su amigo, justo como le había confesado. No podía negar que le interesaba formar parte del grupo de Lance, Hunk y Pidge: por más de que no lo demostrara, Keith buscaba conectar con la gente a su alrededor. Pero luego del momento que compartieron, Keith sintió que Lance era distinto. Sintió que, desde ese instante, las cosas cambiarían entre ellos. Y que cuando Lance despertara, no habría más peleas.

Sintió que los dos conseguirían ser amigos sin ninguna dificultad, y quién sabe, tal vez algo más.

Pero Lance no sólo negó aquel abrazo que compartieron. Siguió con su actitud casanova, demostrando que Allura era la única persona que le interesaba de una manera especial. Keith, sin embargo, esperó que al menos su trato con él cambiase, pero Lance continuó buscando peleas con él.

Sin embargo, se llevó una gran sorpresa cuando Lance fue el primero en ofrecerle su apoyo ante la desaparición de Shiro. Y no sólo eso, se convirtió en su mano derecha, asesorándolo y ayudándolo lo más que podía. Lance le confió parte de sus inseguridades, y aunque le dolió que fuera sólo por su status de líder, notó que de todas maneras se habían vuelto más cercanos.

Su decisión de dejar el equipo, cuando Shiro regresó, fue en parte por eso. La otra parte, la más importante, era que nunca se sintió digno de ser líder y que, además, aún contaba con un miedo muy grande a conectar con la gente. La Espada le permitiría ayudar a Voltron sin tener que dirigirlo y le otorgaba la posibilidad de indagar más información sobre su madre. Era una oportunidad que no podía dejar pasar.

Con aquella misión que le obligó a dejar el equipo por un tiempo prolongado, se dio cuenta de lo mucho que los extrañaba a todos. Esperaba que fuese mutuo, y no necesitó esperar mucho para confirmarlo, porque a los pocos días Kolivan le hizo saber de los continuos intentos de videollamadas por parte de Lance y el resto. Pero justo todo lo estaba haciendo por ellos, y tuvo que hacerse el fuerte e ignorarlas, por el bien de la misión.

La batalla en Naxzela fue un éxito para la coalición. Pero no para él: en su desesperación, encontró que la mejor forma de salvar a Voltron era sacrificándose a sí mismo, aún a pesar de no contar con garantías de que su acto influyese directamente en el bienestar del equipo. Sus intentos de salvar a su equipo se vieron frustrados por una nave externa al conflicto, que lo salvó, y destruyó, con un rayo, el crucero galra que estaba causándole tantos problemas a sus amigos.

Cuando se enteró de que le debía la vida a Lotor, Keith quiso morirse ahí mismo. Sus ganas aumentaron cuando Lotor ofreció una alianza entre Voltron y él. Peor fue cuando se enteró de sus intenciones de formar parte de la Espada de Marmora, de su examen y finalmente, de su inclusión en la Espada. La simple idea de compartir una rutina junto a él se le hacía de lo peor, e intentó recordarle al equipo sobre sus acciones pasadas, pero todos repetían lo mismo: Lotor se merecía una segunda oportunidad. Su padre andaba en busca de él, y Lotor ya no quería más enemigos.

Lance era el único que le creía. Al igual que él, sospechaba de Lotor, y lo hizo desde que anunció sus deseos de unirse a la coalición. Justo por él, fue que Keith y Lance empezaron a compartir más tiempo juntos, indagando sobre el antiguo príncipe y buscando alguna pista sobre sus verdaderas intenciones. Sus conversaciones y reuniones duraban muy poco tiempo debido a sus horarios y misiones distintas, pero buscaban de todas formas juntarse o conversar mediante videollamadas para discutir sobre los riesgos de la inclusión de Lotor, alguna pista que Keith haya encontrado… o sobre sus días y sus anécdotas.

Sí, el festival estuvo increíble. Parece que a todo el mundo le encanta los espectáculos. Volvimos a hacer esa rutina de patinaje sobre hielo…” le contó Lance. Justo andaban en plena videollamada, aprovechando que ambos andaban libres en esos momentos. Kolivan aún no le asignaba una nueva misión, y el siguiente evento de la coalición sería en unas horas, por lo que tenían un pequeño tiempo para conversar un rato.
“Me imagino que te sentiste muy ridículo, como siempre.”
Por supuesto.” Lance suspiró. “Pero el público gritó y aplaudió a más no poder.
“Me alegro, Lance.”
Parece que se mueren por vernos haciendo el ridículo. Lo disfrutan tanto…
“Oye, ¿tú crees que puedas pedirle a Coran que grabe uno de esos shows?”
¿Por qué?
“…Me da curiosidad,” mintió Keith.
Ese no es el verdadero motivo, Keith.” Lance lo miró con sospecha.
“…Okay, okay, tú ganas. Quiero ver a Shiro haciendo el ridículo,” confesó.
¡Ajá!
“Shiro… siempre ha sido el poster-boy de la perfección para todo el mundo. Por eso siempre me divierte verlo renegar o hacer estas cosas tontas como… esa rutina de patinaje. Nunca te conté cómo nos conocimos, ¿no?”
No. Pero soy todo oídos, porque esa historia no me la pierdo,” le dijo, emocionado, y Keith rio.
“Uh… Mi papá sólo me pudo criar hasta los doce años, porque cuando cumplí esa edad se enfermó de gravedad y falleció al poco tiempo. Yo pasé a un orfanato. Por mis medios logré entrar a un instituto que te preparaba para el ingreso al Galaxy Garrison, y allí conocí a Shiro. Fue mi instructor, y continuó con ese mismo rol ni bien ingresé al cuartel, cuando cumplí dieciséis. Nos hicimos muy cercanos y se convirtió en un amigo y mentor para mí en cuestión de poco tiempo. Fue como que me adoptó como su hermano menor, y desde ahí parábamos siempre juntos. Hasta que bueno, pasó lo de Kerberos. Prácticamente lo conozco desde los trece, catorce.”
Wow. ¿Y ya era famoso cuando lo conociste?
“No, era uno de los instructores más novatos. Pero a los pocos meses se convirtió en una leyenda… con sus habilidades, su intelecto y su apariencia, no se me hizo nada sorprendente. Todo el mundo lo admiraba, incluido yo. Pero la gente hablaba maravillas de él y yo… yo lo había visto llorar por cosas tan banales como que se había acabado su cereal o su delineador Sephora. Lo había visto marearse oliendo sólo la tapa de un whisky. O cosas así. Me chocaba ser tan cercano de alguien que idealizaban tanto como a Shiro.”
Estás destruyendo una leyenda para mí, Keith. Shiro es mi héroe.
“¡Qué hablas!” Keith rio. “¿Tú no lo has visto renegando con Slav?”
Oh, cierto. Me había olvidado de eso.
“Ese es el verdadero Shiro. No el ‘soy perfecto y el mejor líder y tengo todo bajo control’. Bueno, esa es otra faceta de él. Pero como te digo, hay una que llora por cereal y maquillaje y no sabe tomar, así que… sí, Shiro no es tan perfecto que digamos.” 
Y por eso necesitas ese video de él haciendo el ridículo.
“Quiero sacárselo en cara luego.”
Wow, eres malvado.
“Es justo. Él tenía varios videos míos también. No sé dónde andará su celular, pero podría destruirme con todas las pachotadas que ha grabado de mí.”
Eso me da mucha curiosidad.
“Olvídate, Lance. Nunca verás ninguno de esos videos.”
Será una misión adicional para mí conseguir todo ese material. ¿Cómo qué tonterías hiciste?” le preguntó Lance, muy interesado en el tema.
“No te voy a contar.”
Aw, vamos. No pueden ser peores que las mías. ¿Te conté de mis travesuras en el cuartel?
“Sí.” Keith rio. “Eras un dolor de cabeza para Iverson.”
Como tú.
“Como yo. Un poco menos, tal vez.”
Nunca supe por qué te expulsaron.
“Seguirá siendo un misterio, entonces.” Keith le sonrió. “Algún día te lo contaré.”
Está bien, está bien. Yo sé que es una de tus formas de mantener esa aura misteriosa que te rodea,” le dijo Lance. “Por cierto, ¿te conté de los muñequitos que han hecho de nosotros?” le preguntó Lance.
“Me mostraste el tuyo la otra vez.” 
Ah, cierto. Pero… ¿Sabías que hay uno de ti, también?
“¿Te refieres al rojo?” preguntó Keith. “Ese debe ser de Allura.”
No, sacaron uno de ella, con su armadura rosada. Pero hay uno rojo. Mira.” Lance sacó de su bolsillo un peluche pequeño del paladín rojo. “Este eres tú. Supongo que vieron al león rojo y se preguntaron por qué no había un paladín de ese color.
“…” Keith sonrió. “¿Por qué lo compraste?”
Uh… ¿no sé? Pensé que sería bonito mostrártelo y regalártelo. Todos tienen el suyo, y bueno, pienso dártelo cuando nos veamos.
“Gracias, Lance.”
No te preocupes. De hecho, si veo de nuevo al vendedor, le diré que saque una línea de muñecos de la Espada, para que hagan uno de ti en tu nueva versión.
“¿Te imaginas uno de Kolivan?” Keith rio.
¿Con su ceño fruncido?
“Y los brazos cruzados, como siempre.”
A diferencia de los nuestros que se pueden mover un poco, el de él estaría todo estático. ” Lance rio, y Keith lo acompañó, hasta que se cortó a si mismo de golpe.
“Lance, no— no debería burlarme así de él.”
Ohh, claro. Es tu superior.
“Exacto.” Keith suspiró. “De Shiro si me puedo burlar. De él, no.”
Yo… aún no puedo creer todo lo que me has contado. No voy a poder ver a Shiro de la misma forma que antes.
“Matt te puede contar más datos curiosos de él. Como estudiaron juntos en el cuartel, debe conocer más cosas de Shiro que yo.”
Pero no se ven tan cercanos…
“Ah, es que Shiro era su superior y Matt es muy cuidadoso con los rangos, pero que no te engañen. Matt también tiene material vergonzoso de Shiro. A mí nunca me importaron mucho esas cosas de los títulos, por eso es que siempre tuteé a Shiro sin problemas.”
Eres admirable, Keith.
“…” Keith desvió la mirada, avergonzado. Sabía que se trataba de una especie de broma, pero igual le afectaban las palabras de Lance. “B-bueno. Deberías cortar. Tienes que prepararte para el siguiente evento.”
¡Cierto! Voy a ver en qué anda el resto. ¿Hablamos mañana?
“Claro. Yo te llamo.” Keith le sonrió.
Oye… Sé que… sé que siempre andas ocupado con la Espada, pero espero que algún día puedas ir a vernos. Incluso podríamos incluirte en el show, sería divertido. ¿Ocuparías el lugar de la princesa? Ese es el único detalle.” Lance rio.
“¿Qué?”
Que tu serías la princesa. Como Allura se hace pasar por ti… Y ahora ella es la piloto de Blue…
“No sé qué tan cómodo me sentiría con eso.”
Oh, no te preocupes. Te verías genial en un vestido~
“…”
¡Ack! ¿Te ofendí con eso—?” Lance se veía muy preocupado.
“No, tranquilo, no me ofendí. Es sólo que… sería extraño hacerme pasar por Allura. Pero suena entretenido.”
¡Esa era la respuesta que quería oír!” Lance se veía muy animado.
“Intentaré, Lance. Kolivan es muy estricto… y no sé si me deje, la verdad.”
Podrías recordarle lo importante que son estos eventos para la coalición,” comentó Lance. “Se que suenan muy tontos, pero sabes lo mucho que influyen en la gente.
“Tienes razón. Veremos que dice.” Keith le sonrió. “Bueno, te dejo.”
Cuídate, Keith. ¡Hablamos!

Keith esperó a que Lance cortara la comunicación, y sucedió en cuestión de segundos. Suspiró, y se recostó en su cama, aprovechando aquellos minutos de calma: de seguro en un rato Kolivan lo llamaría para asistir a una misión. Por mientras, sin embargo, podría descansar un rato.

Antes de tomar una siesta, recordó la propuesta de Lance, y se le subieron los colores a la cara.

¿Reemplazar a Allura? ¿Por qué había accedido a ello?

Cuando se dio cuenta de lo que el rol implicaba en relación a Lance, Keith sintió que se moría de la vergüenza.



La misión de liberar el planeta Travot había sido designada como una colaboración entre el equipo de Voltron y la Espada: como en tiempos anteriores, algunos de los paladines apoyarían a la Espada de Marmora con el uso de sus leones y otros insumos. Lance y Hunk habían sido designados como los indicados: ambos habían tenido contacto con la Espada durante misiones pasadas y Hunk era un excelente diplomático, por lo que la decisión de mandarlos a ellos era lo más natural.

La base Galra en el planeta fue interceptada por la Espada, quien recibió el apoyo de Hunk y Lance. Pero el plan que tenían no se consumó del todo, puesto que los refuerzos galra fueron demasiado para el pequeño equipo designado para la misión. Aún a pesar de que los travotianos se unieron a la rebelión y  salieron a pelear junto a ellos, no fue suficiente como para derrotar a los soldados galra. Lance y Hunk abandonaron sus leones para ir a apoyarlos, no sin antes pedir refuerzos mediante sus intercoms.

Para su suerte, flotas de la coalición estaban en camino. Shiro había tenido un mal presentimiento, y por precaución, designó que la flota de Matt estuviese al tanto de la misión en Travot. Matt llegó en el momento indicado, y junto a su flota, la coalición salió victoriosa.

Los habitantes de Travot organizaron una fiesta esa noche en honor a los paladines de Voltron, la Espada y la coalición. Lance sabía que los miembros de la Espada de Marmora no eran mucho de celebraciones, e intuía que Kolivan no demoraría en comunicarse con ellos para demandar su regreso a los cuarteles generales, pero grande fue su sorpresa cuando los encontró junto a los miembros de la coalición, disfrutando de la fiesta y del banquete.

“Huh. Quién lo diría,” le comentó a Hunk, quien andaba tomando ponche junto a él. Para alivio de ambos, las bebidas de Travot eran al menos decentes, a comparación de la gran variedad de ponches espaciales que habían tomado hasta ese entonces. “Miembros de la Espada celebrando.”
“Son cosas que sólo ves una vez en tu vida, Lance. Así que guarda este recuerdo en tu memoria para siempre,” bromeó Hunk, y le dio un sorbo a su ponche.
“Lo haré.” Lance dejó su vaso de ponche en una mesa, y con sus manos, recreó el objetivo de una cámara, ‘enfocando’ el ambiente festivo del lugar. “Este momento sólo se coronaría con Keith bailando.”
“Hablando de él, ¿dónde está?” preguntó Hunk.
“No lo he visto desde el inicio de la fiesta,” comentó Lance, recogiendo de nuevo su ponche. “¿Fácil regresó a los cuarteles de la Espada?” sugirió Lance, y observó de reojo que Hunk empezó a escanear la multitud de gente en busca de Keith.
“Oh, no, está con Matt.” Con su cabeza, Hunk señaló a una de las mesas a unos cuantos metros de allí. Efectivamente, Matt y Keith andaban conversando animadamente. “¿Nos juntamos con ellos?”
“No, tal vez interrumpimos algo,” dijo Lance, y dio un sorbo a su bebida.
“…¿Qué?” Hunk le arqueó una ceja. “¿Estás insinuando que—?”
“…” Lance se demoró en captarla, pero cuando lo hizo, casi escupe su ponche. “¡NO!” Negó con la cabeza. “¡No, NO! A Matt le gusta Allura, Hunk. ¡No seas tonto!”
“Pero a Keith le puede gustar Matt, ¿no?” mencionó Hunk, observándolo. “Se le ve muy cómodo con él.”
“Oh, no, no es así. Matt es como un hermano para él. Como era amigo de Shiro, también conoció a Keith.”
“Wow. Se nota que te has acercado a Keith en estos meses.” Hunk le sonrió.
“Sí, algo le puedo agradecer a Lotor, después de todo.”
“¿Qué dijiste?” Hunk le arqueó una ceja, y Lance rio, un tanto nervioso.
“¡Nada, nada!”

Y hablando del rey de Roma, justo Lotor se apareció entre la multitud, y tomó asiento al lado de Keith. Se les unió en la conversación, y Lance notó que a Keith un tanto incómodo por su presencia.

“Ugh. Me había olvidado que él también andaba por acá.”
“¿Sigues sospechando de Lotor?”
“No, Hunk,” mintió Lance. “Sólo… no me cae.”
“Ah, eso es porque no quieres tratarlo. Vamos a conversar con él y con el resto,” le dijo Hunk, y con su mano libre, lo arrastró entre la multitud, hasta llegar a la mesa donde andaban sentados Matt, Keith y Lotor. “¡Hola!” los saludó Hunk, muy animado. “¿Podemos sentarnos con ustedes?”
“Claro.” Matt les sonrió, a la vez que les hacía espacio al juntarse más a Keith, obligando a este a hacer lo mismo con Lotor. Felizmente, todos entraron en el sofa media luna. “¿Qué tal está el ponche, por cierto?”
“Decente,” comentó Lance, observando su vaso. “Podría ser peor. Podría ser nunvill.”
“¿Qué es eso?” preguntó Lotor, muy curioso.
“Un ponche alteano. Créeme, no quieres probarlo,” le dijo Hunk.
“¡Lo que deberías probar son los milkshakes que hace Lance!” mencionó emocionado Matt. “¡Son lo mejor! Es como si estuviéramos de nuevo en la tierra…”
“Bah, no es para tanto, Matt.” rio Lance.
“Me intriga aquella bebida. Espero poder probarla algún día.” Lotor le sonrió a Lance, y el fingió una sonrisa en respuesta.
“Cuando quieras.”
“¿Cómo la preparas?” preguntó Lotor.
“Oh, Lance compró una vaca en el centro comercial espacial, y bueno, el resto de ingredientes yo los conseguí por mi cuenta.”
“¿Una… vaca?” Lotor se veía muy confundido.
“Es un animal de la tierra,” contó Matt. “Produce esta bebida llamada leche, que es la base del milkshake.”
“Ah,” Lotor se veía muy intrigado por el milkshake y sus orígenes, pero cada gesto, cada palabra, sólo lograba aumentar la sospecha en Lance y Keith.
“Disculpen, tengo que— tengo que contactar a Kolivan,” se excusó Keith, y le pidió permiso a Lotor para poder salir de allí. Antes de irse, sin embargo, le dedicó una mirada sutil a Lance, quien captó sus intenciones inmediatamente.
“¡Yo… yo debería avisarle a Shiro que todo salió bien!” anunció Lance, y al igual que Keith, huyó de la mesa. Matt, Hunk y Lotor compartieron miradas llenas de confusión.
“Yo… ya le avisé,” dijo Matt, pero ya era muy tarde: Lance andaba muy lejos de allí.



“¡Lance!” la voz de Keith llamó su atención, y lo encontró a unos metros de él.

Tal parecía que andaban sincronizados, porque justo habían coincidido en el mismo lugar: uno de los balcones del castillo real de Travot, donde se llevaba a cabo la fiesta. Lance, inmediatamente, se sintió un poco consciente de sí mismo y de la situación: estaban rodeados de parejas, un ambiente un tanto fuera de lugar para ambos.

“Keith,” lo saludó, mientras se le acercaba. No pudo evitar mirar de reojo al resto de parejas: la mayoría eran travotianos, pero había un par de pilotos de la coalición. Lamentablemente, los balcones como ese eran los mejores lugares para hablar con calma y sin la bulla del salón principal, así que no podían moverse de allí. “Me alegra saber que no fui el único incómodo ahí dentro,” mencionó, apoyándose en la baranda y observando la vista de la capital de Travot. Habían logrado su cometido: Travot al fin estaba libre de la dominación galra. Sintió una mezcla de emociones: orgullo, alegría… y un inmenso cansancio. Aún faltaba mucho por hacer.
“Ya no aguantaba. Matt y Hunk… no los culpo. Pero no soporto interactuar con Lotor,” se quejó Keith, y lo imitó, apoyándose también en la baranda. “Cada vez se me hace más espeso. Es del tipo de gente que no me cae para nada.”
“Es muy… uh… ¿vanidoso?”
“Si fuera sólo eso, no tendría tantos problemas. Su carisma… es lo que menos me cuadra. Es capaz de convencer a cualquier persona. Si lo ha hecho con Shiro, Allura, Kolivan… puede convencer a quien le pegue en gana.” Keith se veía muy angustiado con ello.
“Tranquilo.” Lance colocó una mano en su hombro. “Ya pronto encontraremos una manera de demostrarles que Lotor no tiene buenas intenciones.”
“Justo quería hablarte de eso. Parece… que se está dando cuenta de lo que intento hacer. Porque ahora quiere andar conmigo a todos lados.”
“No está espiando nuestras conversaciones, ¿no?”
“Lance, ¿crees que le dejaría hacer eso?” Keith rio.
“Cierto, cierto. Lo siento, fue estúpido pensar en eso.”
“No hay problema. Uh… ¿Cómo estás de tu brazo?” le preguntó Keith, un tanto preocupado. Durante la batalla, uno de los soldados galra le había hecho un corte en el brazo, pero gracias al tratamiento de los médicos travotianos que atendieron a todos los miembros de la coalición y de la Espada, ya casi ni sentía dolor. El médico le indicó que la herida demoraría menos de una semana en cicatrizar.
“¡Ah! Todo bien, dentro de poco podré usar mi bayard de nuevo.”
“Me alegra. Seguirás siendo un excelente tirador, entonces,” le dijo Keith, con una pequeña sonrisa. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho, escondió su cara entre sus brazos. “N-No. Olvida lo que dije.”
“¿Acabas de halagarme?” le preguntó Lance, intentando confirmar lo que había oído.
“No, Lance.”
“¡Acabas de halagarme!”

La sonrisa de Lance era inmensa.

Keith parecía que se moría de la vergüenza.

“¡No!”
“Es muy tarde, Keith. Te escuché. Ay, creo que eres el segundo en el equipo que admite que tengo buena puntería. Este es el mejor día de mi vida.” Lance era el epítome de felicidad, saltando en su sitio como un tremendo idiota y haciendo el ridículo sin ninguna pizca de vergüenza.
“…Es que…” Keith se alejó un poco de la baranda. “Sí tienes buena puntería.”
“Ay, Keith. No sigas, que me sonrojo.” Lance rodeó sus hombros con su brazo, acercándosele un tanto. “Pero en serio, gracias, dude. Tú también eres increíble, pero creo que ya te lo he dicho antes. Que te admiro y eso.”
“S-sí…”
“Je. Deberías ser un alto mando de la Espada. Me divertiría ver la cara de Lotor si te ascienden.”
“Dudo que eso pase en algún futuro cercano, Lance. Kolivan es muy estricto, y ni siquiera soy galra puro.”
“Quién sabe. Eres algo así como su mano derecha, así que no me sorprendería que te ascienda formalmente pronto.”
“…No es así, yo creo que pide mi opinión por haber formado parte de Voltron antes.”
“Y—”
“Disculpen…”

Una diminuta voz detrás de ellos llamó la atención de ambos, y se giraron hacia ella. Era una niña travotiana, con unas flores violetas que brillaban sutilmente en la oscuridad de la noche. La niña le extendió una flor a Lance, quien la aceptó, enternecido con la pequeña.

“¡Para tu enamorado!” le dijo, sonriéndole.

Lance se quedó ahí, estático, por unos segundos, procesando las palabras de la niña. Su primer instinto fue revisar sus alrededores: efectivamente, gran parte de las parejas del balcón contaba con una flor idéntica a la que tenía en sus manos. Tal parecía que la niña andaba regalándoselas a las parejas de tortolos en el balcón.

Para cuando reaccionó, finalmente, Lance encontró a Keith a su lado, con una expresión de sorpresa pura y un sonrojo que le llegaba hasta las orejas. La niña ya se había ido a seguir con su misión de regalar el resto de flores que le quedaban, sin estar al tanto de lo que había ocasionado.

“…J-Ja-ja. Pe—pensó que éramos una pareja,” articuló Lance, avergonzado con lo que había sucedido. Keith, por su lado, se veía con toda la intención de tirarse por el balcón si eso lo salvaba de aquella situación, pero parecía andar en plena batalla interna para evitar un desastre.
“Sí…” le respondió Keith, sin mirarlo a los ojos.
“…” Lance evadió su mirada cuando rompió un poco del tallo para poder colocársela detrás de la oreja. El gesto agarró a Keith desprevenido, y él saltó levemente en su sitio ante la sorpresa. Cuando Lance lo observó, asintió, orgulloso de su ‘obra’. “Lo sabía. Te queda bien.”
“…” Keith se tocó la flor, aún sin mirarlo a los ojos. Sonrió tímidamente. “Gracias.”
“¡A-Ah! ¡De nada! Bueno, es que pensé que te quedaría bien porque es justo del color de tus ojos. Son de un tono violeta muy bonito y uh— mejor me callo.” Lance suspiró. Juró escuchar una risita por parte de Keith, y efectivamente: su amigo intentaba evitar que se le escaparan la risas, tapándose la boca con una de sus manos. “¡¿De qué te ríes?!”
“De lo ridículo que eres a veces,” le dijo, y removió su mano.
“¡Mira quién habla!” le reclamó Lance, indignado. “¡Tú… tú duermes con tu cuchillo debajo de la almohada!” le gritó, mientras lo señalaba.
“¡Es por precaución!”
“¡Bueno! ¡Tiene sentido! ¡Pero igual es medio ridículo!”
“Lance, no vas a ganar esta discus—”
“¡Chicos!” la voz de Hunk interrumpió a Keith, y cuando se giraron hacia él, lo encontraron a un par de metros de ellos. Hunk les sonrió, y le alzó las cejas a Lance, como intentando transmitirle un mensaje mediante aquel extraño gesto. Lance, que andaba en otras desde hacía unos momentos, demoró en procesarlo, y cuando recién reaccionó, le golpeó en el brazo. “¡Ouch, Lance!”
“¿Qué quieres, Hunk?” le preguntó Lance.
“Sheesh, qué humor, Lance.” Hunk rodó los ojos. “Pensé que no estaba interrumpiendo nada—”
“No, no interrumpiste nada.” Keith se cruzó de brazos.
“Oh. Bueno. Quería avisarles que están sirviendo una… cosa parecida a un pastel. Y está más decente que el ponche, así que la recomiendo. Oh, y que Shiro nos contactó. Debemos regresar al castillo en medio varga.”
“Eso no me sorprende.” Lance suspiró. “¿Vamos por el pastel, Keith?” le sugirió.
“Claro.” Keith asintió.

Los tres regresaron juntos al salón, con Hunk delante de Keith y Lance. Los dos cruzaron miradas y sonrieron, continuando el camino en silencio.


« Last Edit: November 28, 2019, 12:46:23 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #8: January 14, 2018, 08:14:50 PM »
Segunda parte! :'v



❤ Keith/Lance [Post-Season 4 AU] || 2/2 (Terminado)



Osea. ¿Te gusta?” le preguntó Pidge, confundida.

Los eventos en Travot lo habían descolocado. Si antes tenía una ligera sospecha de andar interesado en Lance, las acciones de su amigo en la fiesta no hicieron más que confundirlo aún más, y ya no estaba seguro de lo que sentía.

Necesitaba ayuda. Un consejo, tal vez. Pero sabía que conversarlo con los miembros de la Espada sería como hablarle a una pared, y no estaba de ánimos como para intentar discutirlo con Kolivan o el resto.

Parecía que ese día la suerte estaba de su lado, porque justo recibió una llamada de Pidge antes de pasar por una crisis emocional muy intensa. Siempre se había llevado muy bien con ella, y sentía que podía confiarle con sus problemas… puesto que no podía hablarle de ellos a la persona que justo se los estaba ocasionando.

“¿No sé?” le dijo Keith. “Estoy igual de confundido que tú. O más. Todo es muy raro.”
Lo es, no entiendo nada de lo que está pasando.” Pidge lo miró, extrañada. “¿Nunca te has enamorado? Porque yo nunca me he enamorado. Y debe ser la cosa más extraña del universo.
“…De seguro.”
Pero he visto a Matt enamorado,” le contó Pidge. “Y era un tremendo baboso, así que bueno… ¿puede que te sirva como ejemplo? ¿Llegaste a verlo así?
“Sí, si lo llegué a ver así. Shiro y yo no parábamos de reírnos de su mala suerte. Cada chica o chico que le gustaba pues… siempre estaba fuera de su liga.”

Matt Holt era toda una experiencia. Durante los inicios de su primer año dentro del cuartel, Keith se acostumbró a verlo llegar llorando a su cuarto, suplicándole que lo escuchara por un rato. Eso sobretodo pasaba cuando Shiro andaba ocupado con sus labores de instructor y no podía servirle de consejero. Keith, aún a pesar de ser muy malo con las palabras, lograba calmar un poco a Matt, sugiriéndole planes que… tal vez no eran los mejores, considerando que él mismo nunca se había enamorado. Pero Matt creía ciegamente en Keith, y siempre los llevaba a cabo. En alguna que otra ocasión, pareció que funcionaron, pero las relaciones de Matt estaban destinadas a ser completos desastres, y terminaban al poco tiempo.

El proceso siempre se repetía, por supuesto. Hasta que Matt y Shiro se embarcaron en la misión Kerberos junto al padre de Matt, Sam Holt.

Exacto. Es un tremendo idiota. Encima va y se enamora de Allura, qué baboso,” se quejó Pidge.
“¿No crees que tenga una chance con ella?”
No hay forma. Allura siempre está en otras. Está… muy pendiente de todos, y del futuro de la coalición y esas cosas. Es como Shiro: no creo que esté buscando pareja en estos momentos. ¿Tal vez cuando termine la guerra…? Pero no ahorita.
“Sí, tienes razón. Ambos están muy ocupados liderando la coalición.”
Espero que Matt lo note pronto, y aprenda un poco de Lance.
“¿Qué?” Keith arqueó una ceja.
Ah, pensé que sabías. Lance se ha moderado. ¿Te acuerdas que antes coqueteaba con ella las 24/7? Desde que te fuiste a la Espada, no lo he visto flirtear con ella de nuevo. Creo que esa vez que Matt demostró interés en ella Lance se puso un poco celoso, pero ¿de ahí? Nunca más.
“Huh. Qué raro.”
Sí, yo juraba que íbamos a lidiar con ese terrible amor no correspondido por el resto de nuestros días acá, en el espacio, pero parece que Lance maduró y se dio cuenta de que no iba a ninguna parte.
“No me estarás diciendo esto por…”
¡Keith!” Pidge se mostró muy indignada. “¡No hay forma! Nunca te mentiría para hacerte sentir mejor. Encima, ni estás seguro de lo que sientes.
“…” Keith suspiró. “Es cierto.”
Bueno, lo único que te puedo recomendar es que te decidas pronto. Lance es muy popular en la coalición, aunque no lo creas. Tiene muchas fans… nunca tanto como Shiro, pero sí, tiene sus fans.
“De Shiro no me sorprende. De Lance…”
¡Qué malo eres!
“Ja, no, no, estoy bromeando,” le dijo. De reojo, Keith observó la flor de aquella vez. La había colocado en un pequeño contenedor, en el estante al lado de su cama.
¡Oh! Esa es la flor que te dio, ¿no?” le dijo Pidge. Tal parecía que se podía ver en la videollamada.
“…Sí. Espera. ¿Yo te llegué a contar lo que pasó ese día?”
” Pidge suspiró. “Fue Hunk. Pero sólo me comentó que tuviste una flor bonita en el cabello el día de la fiesta en Travot.
“Sí… había una niña travotiana que andaba regalando flores a las parejas que vio en el balcón. Y justo estabamos ahí, a solas…”
Ah, claro. Entendió que eran una pareja.
“…” Keith se tapó la cara con las manos.
¿…Recuerdas que dije hace un rato no entendía nada? Pues ahora lo entiendo. Te gusta Lance, Keith. Punto final.
“¿Q-Qué? No, a mí no—”
Keith, acabas de hacer el mismo gesto baboso de Matt. No me sorprende que se te hayan pegado sus manías. Lo que sí me sorprende es que te guste ese desastre con patas que es Lance.” Pidge rio. “Pero supongo que se merecen el uno al otro.
“No le gusto, Pidge.”
¿Cómo explicas lo de la flor?
“No sé, pero no le gusto. Dejémoslo ahí.”
Eh, bueno. Sólo te recomiendo que estés un poco más atento a sus reacciones. Tal vez… te sea más sencillo sacar una conclusión si lo observas un poco más. Oh, y confiésate de todas maneras.
“Pero no me—”
Keith, a mi no me engañas.” Pidge le sonrió. De su lado de la línea, se escuchó un estruendoso sonido. Pidge rodó los ojos. “Esos debieron ser Lance y Matt. Estamos haciéndole un pastel a Hunk por su cumpleaños… o intentando, en su defecto. Aprovechando que Shay se lo llevó a pasear… ¿Vienes a la fiesta luego?
“Intenta—”
Oh, nonono. Nada de ‘intentaré’. Vienes, y listo.
“Okay, okay. Le daré una excusa a Kolivan para ir. Me mandas las coordinadas del castillo en un rato.”
¡Perfecto! En medio varga te las mando. Anda alistándote, porque de seguro te tomará un tiempo llegar hasta acá. Te veo luego. Salvaré a Lance y Matt de la cocina.
“Cuídate. Y cuídalos, por favor.”
” Pidge suspiró. “No prometo nada. Los tres somos un desastre. Espero que Coran, Allura y Shiro nos puedan ayudar.
“Suerte con eso.”
Suerte con lo tuyo, también~” y le guiñó un ojo.
“¡Pidg—!” Keith intentó reclamarle, pero Pidge ya había cortado la llamada.

Lo único que atinó a hacer fue a recostarse en la cama y suspirar.

No sabía qué sería más difícil: inventarse una excusa para Kolivan o admitir lo que sentía por cierto amigo suyo.



Lance suspiró por trigésima vez esa tarde. Sus movimientos mecánicos con la manga pastelera atemorizaban un tanto a Matt y Pidge, quienes contaban con el presentimiento de que inevitablemente, Lance arruinaría el pastel de cumpleaños de Hunk por andar tan distraído con sus problemas. Matt, como siempre, andaba en las nubes, y no sabía mucho de la situación de Lance, pero se necesitaba ser ciego para no darse cuenta de que Lance andaba en otras desde la batalla de Travot. Pidge sabía que su hermano era muy despistado, así que no lo culpaba del todo.

A diferencia de él, Pidge, como el resto, había notado que Lance andaba confundido por algo que había sucedido durante la fiesta en Travot. Gracias a Hunk y al mismo Keith, Pidge se había enterado de que era algo con Keith, y aunque no sabía todos los detalles, podía imaginarse a qué se debía. Nunca había hecho algún comentario respecto al paulatino acercamiento entre Lance y Keith, pero no necesitaba ser vidente como para suponer que esos dos, en algún momento, se enamorarían.

Después de todo, estaban hechos el uno para el otro.

Había visto su increíble trabajo en equipo durante la ausencia de Shiro. Había visto como Lance fue el primero en darle su apoyo luego de la pérdida por la que pasó. Había visto como Keith había encontrado estabilidad en Lance. Le sorprendió que, aún así, no llegaron a conectar más después de eso. Pidge suponía que la partida de Keith a la Espada de Marmora se debía en parte a su temor de admitir lo que sentía por Lance, pero estaba equivocada. Keith aún no se daba cuenta de lo que sentía. Recién después de Travot se había sentado a analizar las cosas. Era un completo idiota.

Y ni qué hablar de Lance, que aún no comprendía lo que había pasado.

“Lance, en serio, ten cuidado. Este es nuestro cuarto intento y se ve decente. No pienso volver a hacer otro pastel si lo malogras,” se quejó Pidge.
“Lo sé, lo sé.” Lance rodó los ojos. “Igual me falta poco por terminar este lado.”
“Hay que apurarnos que en cualquier momento regresa Shay con Hunk,” dijo Matt, mientras decoraba el pastel.

Como para matarlos de un paro cardíaco, el castillo anunció la llegada de una nave en el hangar. Pidge sintió que el alma se le salía del cuerpo, y Matt y Lance terminaron con sus partes en tiempo récord. El pastel de tres pisos ya estaba listo. Los cupcakes también, y la fuente de milkshake estaba perfecta. Esta fiesta iba a ser un éxito de todas maneras.

Sólo esperaban que Hunk no fuera muy exigente con la torta y el resto de postres.

Las puertas de la cocina se deslizaron, y los Holt, junto a Lance, se colocaron en frente del pastel para esconderlo, en el caso de que se tratase de Hunk. Pero era Shiro, quien sonrió al verlos en poses tan rígidas y elaboradas.

“Tranquilos, Hunk aún no llega. El que ha venido es Keith, está camino acá.”
“¡Ay, genial! Le dije que venga temprano para ayudarnos a decorar el comedor.”
“Yo también ya me desocupé de mis cosas, así que quería echarles una mano.”
“Necesitamos todas las manos posibles.”
“Coran y Allura me llamaron, dicen que llegarán en un rato con las compras del mall.”
“…Keith,” mencionó Lance. Shiro y los Holt lo miraron, extrañados.
“¿Qué pasa con Keith, Lance?” preguntó Shiro, un tanto confundido.
“A-ah, nada, señor. Voy—” En su desesperación, Lance cogió las bandejas de cupcakes. “Voy a ir dejando los cupcakes en el comedor.” Y se fue corriendo.

Cuando la puerta se deslizó, cerrándose, Shiro se volteó hacia Matt y Pidge.

“¿Algo le pasa a Lance?”

En su mente, Pidge rió. Nunca pensó que sería posible, pero Shiro resultó ser igual de despistado que su hermano mayor.



La fiesta de cumpleaños de Hunk fue un éxito… hasta que fue interrumpida por un llamado de emergencia: una nave de rebeldes estaba siendo atacada por un crucero galra y su flota cerca del cuadrante en el que se encontraban. Hunk fue el primero en pedirle al grupo que dejara todo para ir a salvar a los rebeldes, y el equipo, efectivamente, se alistó para auxiliarlos.

Antes de separarse, Lance detuvo a Keith por unos instantes.

“¿Podemos hablar a solas luego? Tengo algo que decirte.”
“¿…Okay?” le dijo Keith, confundido. El tiempo no les dio para más, porque Shiro les indicó que tomaran sus posiciones. Los paladines se subieron a sus leones, Coran se encargó de las defensas del castillo junto a Shay y Keith y Matt se subieron a sus naves para ayudarlos con la batalla.

Felizmente, lograron salvar a los rebeldes sin mucho problema. Se detuvieron junto a ellos en un planeta cercano para ayudarlos a reparar su nave, que había sido dañada por la flota galra. Las reparaciones duraron un par de horas, y cuando finalizaron, el castillo de leones y la nave de los rebeldes partieron con rumbos distintos.

“Keith,” lo llamó Lance, ni bien lo encontró fuera del hangar. Keith saltó de la sorpresa, y al girarse, asintió, recordando la charla que tuvieron antes de la batalla.
El camino al salón donde siempre se reunían fue silencioso. Las cosas entre ellos se habían quedado un tanto confusas luego de la fiesta en Travot, y aunque se habían mantenido en contacto como siempre, ambos se sentían un tanto incómodos. Lance no lo culpaba: sus acciones en Travot debieron descolocar a Keith, quien encima, no era un fan del contacto corporal o de gestos como el de la flor. Además, existía la posibilidad de que a ojos de Keith, lo de la flor pudo haber sido una ofensa para él.

Lance no estaba muy seguro de lo pertinente que fuese confesarse en esos momentos, pero francamente, ya estaba harto de huir de sus propios sentimientos. Keith le gustaba, y no necesitaba más pruebas para confirmarlo. Hunk le había ayudado darse cuenta de ello, pero admitirlo había sido su propio trabajo, y le había tomado un tiempo luego de Travot.

Ese día de la fiesta se había vuelto imposible de seguir escondiéndolo. Y había decidido decirle todo luego de la celebración, pero no contó con la batalla y el llamado de auxilio de los rebeldes.

Cuando llegaron a las puertas del salón, Lance soltó un suspiro, e ingresaron juntos. Ninguno tuvo las intenciones de sentarse, y se quedaron frente a frente, en medio del salón.

“¿Qué me querías decir?” Ya estamos a solas,” le comentó Keith. Lance se mostró dudoso, juntando sus dedos índices en aquella característica muestra de nervios que tenía.
“Yo… eh… bueno, la verdad es que—”
“Lance, lo siento.” Keith desvió la mirada. “Pero sabes que estoy ocupado con la Espada. Debería irme lo más pronto posible, antes de que Kolivan sospeche de mi ausencia.”
“Oh, pero puedes contarle de la batalla que tuvimos.”
“Sí, planeo usar eso de excusa.” Keith sonrió.
“Perfecto.” Lance le sonrió de vuelta, y luego, negó con la cabeza. “¡Espera! ¡Eso no importa ahora! Osea, sí importa, pero… Uh.” Lance rodó los ojos. “Soy malo con esto. Dame… un par de minutos y te diré lo que te tengo que decir.”
“¿De qué te sirven un par de minutos?”
“De mucho. Preparación mental, Keith. Es básico.”
“¿Preparación para qué?”
“Para lo que te tengo que decir.”
“¿Que es…?”
“Hombre, que ni me dejas pensar en paz. Calma, que ahí viene mi speech.”
“Okay, lo siento.”

Lance respiró hondo un par de veces, hasta sentirse más tranquilo.

“Yo…” Y lo miró a los ojos por unos instantes, pero la vergüenza se apoderó de él y desvió la mirada de nuevo. “Eh… ¿Me gustas? ¿Mucho? Siento que sea tan repentino. Y tan tarde. Francamente, debí… debí decírtelo ese día, en Travot. Pero aún no me daba cuenta de lo mucho que me atraías. Cuando lo noté, todo cayó en su lugar: eso explicaba varias cosas… explicaba por qué quería verte a cada rato, explicaba por qué quería hablar contigo en todo momento. Y en algún momento… Lotor se volvió una excusa. Por eso me alegró ver que te abriste conmigo, me contaste algunas cosas de tu pasado y eso. Pero soy muy idiota cuando se trata de estas cosas, y sé que me veo muy decidido y todo pero cuando realmente me gusta alguien no sé que hacer. Intenté evadirlo por estas semanas. Pero ya no podía más. Es el peor momento, yo sé. Y también sé que me vas a rechazar, así que hazlo rápido para que—”
“Lance, espera,” Keith intentó detenerlo, pero Lance estaba en su característico modo de ‘voy a hablar hasta por los codos y no hay nadie ni nada que me detenga’. Él seguía hablando, aún a pesar de los llamados de Keith. “¡LANCE!”
“¡Recházame!” le exhortó Lance.
“¡No! ¡No puedo!”
“¿¡Por qué!? Ah, es pena. Yo sé, es difíci—”
“¡Es mutuo, Lance!” le dijo Keith, tomándolo de los hombros.

En esos instantes, Lance recién notó que los colores se le habían subido hasta las orejas. Keith parecía un pimiento. Era increíble.

Pero más increíble era lo que le había dicho.
 
“¿Es… mutuo?” repitió Lance, sin creer lo que había escuchado.
“Sí,” dijo Keith, y se llevó una mano a la cara, avergonzado. “Me gustas desde hace mucho tiempo. Pero… no sé, quise negarlo, supongo. Creo que… me fui a la Espada justo para evitarte un poco. Pero luego nos juntamos con lo de Lotor… y no sé, poco a poco me di cuenta de que algo estaba pasando. Hasta que Travot me abrió los ojos a mí también.”
“¿Lo de la flor… no te ofendió?”
“No, claro que no.”
“¿Osea… que te gusto?”
“Sí.”
“¿Puedo… abrazarte?”

Keith asintió, en silencio. Eso fue lo único que Lance necesitó para acercársele, hasta rodear con sus brazos su cintura. Keith fue rápido en rodear su espalda con los suyos.

Su instinto fue apoyar su mentón en el hombro de Keith, y se sintió como el estúpido más grande del universo. Podría haberlo abrazado mucho antes, de haberse dado cuenta de sus sentimientos con anticipación. Pero en la vida iba a imaginar que se enamoraría de quien había considerado como su rival número uno hasta hacía unos pocos meses.

Keith tomó su cabeza, para alejarlo hasta poder darle un beso en los labios. Esto agarró por sopresa a Lance, aunque él no demoró en seguirle la corriente y corresponderle.

Cuando se separaron, Lance no dejó de mostrar sorpresa por lo que había sucedido.

“Te gusto,” le repitió, sin soltar sus manos de la cintura de Keith.
“Sí.”
“Soy tu… enamorado, ¿supongo?”
“Sí, Lance.”
“Oh, Dios mío. No puedo creer que esto está pasando. ¿Cómo estás tan tranquilo?”
“No tengo idea. Creo que ya tuve suficientes crisis emocionales estas dos semanas, y pues, ya nada me sorprende a estas alturas. Eso… y que Pidge me dio a entender de que había una pequeña posibilidad de que te gustara, así que me sorprendió tu confesión, pero tampoco tanto.”
“¡Ese gremlin! Espera.” Lance mostró confusión en su rostro. “Yo nunca le dije nada.”
“No. No necesitaste. Según ella, tus expresiones lo dicen todo.”
“¿¡Qué!?” La cara de Lance era un poema.
“¿Ves?” Keith rio. “Ahí vas de nuevo, contorsionando tu cara y diciéndomelo todo.”
“Voy a prohibirte que te juntes con Pidge. Es una mala influencia para ti.”
“¿Tú crees?”
“No creo. Estoy seguro de ello,” afirmó Lance, muy confiado. “Una alianza entre ustedes dos sería un peligro mayor que Zarkon… Por cierto, quería preguntarte algo importante. ¿Quieres… contarle al resto sobre nosotros? No tengo problemas si te incomoda…”
“No, no me molesta que el resto lo sepa. Lo que sí… Nunca pensé en cómo se lo contaría a Shiro.”
“…Shiro.” Lance rio, nervioso.
“Sí, Shiro.”
“Shiro, el que es como tu hermano mayor.”
“Exacto. Lance, ¿te sientes bien?”
“¡Pero claro! Todo va viento en popa.” Lance le fingió una sonrisa. “Tu hermano me va a matar,” le comentó, resignado.
“No. Estoy seguro de que va a llorar de la felicidad cuando se entere. Por eso no sé cómo decírselo, a veces se pone muy emocional.”
“¿No me partirá en cuatro?” le preguntó Lance, y Keith rio.
“No.”
“Ah, eso es un alivio~” Lance suspiró, mucho más calmado. “Bueno. ¿Listo para ir a darles las buenas nuevas?”
“Listo.”

Lance se separó de él, y le ofreció su mano. Keith la tomó, deslizando sus dedos entre los de Lance.

Y caminaron fuera del salón, hacia las salas de esparcimiento.



No era tan extraño ver a Lance suspirando como colegiala enamorada luego de una videollamada con Keith. Había llegado un punto en el que era completamente normal verlo así: ya sea en las salas de esparcimiento, en el comedor, en la cocina o donde sea. Lo curioso era que, en las pocas ocasiones en que Keith había venido a visitarlos y Lance estaba fuera en una misión, lo había visto haciendo lo mismo que Lance. Pidge tenía razón: estaban hechos el uno para el otro.

Y Hunk no cabía en su felicidad: sus amigos, juntos, finalmente. Esperaba que lo llamaran para ser el testigo y padrino de su boda espacial. Hunk ya se lo imaginaba: él diseñaría la torta. Allura y Coran estarían encargados de las decoraciones. Invitarían a toda la coalición, porque para ese entonces, de seguro el universo ya estaba liberado de la dominación galra.

La pregunta era. ¿Quién llevaría a Keith al altar? ¿Shiro o Kolivan? Kolivan, tal vez para ese entonces, podría ser considerado como un padre para Keith, pero Shiro—

“Keith ya llegó. Esta viniendo para acá, dice que te quiere ayudar a cocinar.” Lance interrumpió los pensamientos de Hunk, quien suspiró. Su escenario imaginario tendría que esperar.
“Podrías aprender un poquito de él, no.” dijo Hunk, mientras seguía adornando sus cupcakes con la manga pastelera.
“No sé cómo me dices eso luego del desastre que fue tu torta de cumpleaños. ¡Y no me lo niegues! ¡No quiero que me hagas sentir mejor! Pidge, Matt y yo ya tuvimos suficiente.”
“No sean así con ustedes mismos. Sólo le faltó un poco de azúcar, nada más.”
“No, Hunk. Yo ví las caras de todos. Y Matt, Pidge y yo la probamos. ¡Estaba horrible!”
“…Al menos la decoración quedó bonita.” Hunk sonrió.
“Sí, eso es cierto.” Lance rio un poco.
“¿Y? ¿Cómo se siente ser el enamorado de Keith?” preguntó Hunk, curioso. Keith seguía siendo un misterio andante, por más de que era un amigo suyo muy querido. Aún no sabía varias cosas de su pasado… o si tenía hobbies aparte de lustrar su cuchillo. ¿El entrenamiento contaba como un hobbie?
“Aún no lo puedo creer,” mencionó Lance.
“¿Creer qué?” le preguntó Hunk.
“Que Keith y yo estamos juntos. ¡Es increíble! ¡Me dijo que sí! Yo sé que han pasado meses desde eso pero… es sorprendente. Yo fui a confesarme con cero expectativas.”

En esos momentos, Hunk pensó en todas las señales que Keith le había mandado a Lance, aún sin estar muy consciente de ello. Desde aquellas suaves sonrisas que le dedicaba, su indignación porque Lance no recordaba aquel abrazo que compartieron, y todos esos momentos en los que Keith sólo se detuvo a escuchar a Lance (e ignoró al resto), parecía que Keith siempre había mostrado interés en él, pero Lance siempre anduvo muy ocupado buscando amor en cualquier otro lugar… sin notar que había alguien a su lado dispuesto a darle lo que necesitaba.

“Eres un poco despistado, Lance.”
“¿Por qué lo dices?” Lance arqueó una ceja.
“…Por nada.” Hunk rio.

Las puertas de la cocina se deslizaron, y ambos se voltearon a ver a Keith, quien se les acercó poco a poco. Lance lo encontró a medio camino, y lo saludó con un beso en la mejilla y un abrazo.

“Hola.” Lance le sonrió, y Keith le esbozó una sonrisa de vuelta.
“Hola. ¿Estás ayudando a Hunk?”
“Sí—”
“¡No le creas, Keith! Es un mentiroso,” dijo Hunk.
“Tranquilo, si sé que está mintiendo.”
“¡No es cierto!”

Keith rio, mientras se separaba de su enamorado para correr a saludar a Hunk.

“Hola~ ¿Cómo andas?” le preguntó Hunk.
“Bien, bien. Kolivan me dio un par de horas libres para venir a visitarlos. Es extraño… lo siento más permisivo últimamente,” comentó Keith, muy pensativo.
“Eso es porque las cosas se han calmado un poco,” dijo Hunk. “Parece que la influencia de Voltron crece cada vez más.”
“Aún nos falta mucho por hacer,” dijo Lance. “Pero creo que vamos en buen cami—”

Lance no tuvo los reflejos como para evadir el ataque de crema batida por parte de Keith, quien le pasó la mano por la cara y lo manchó hasta las ropas.

“¡Ah, no! ¡Esto no se queda así!” Lance cogió la bolsa del… material parecido a harina y se la lanzó en las ropas. Keith fue rápido en correr y coger el bowl de crema batida para empezar a lanzarle poco a poco sus contenidos.
“¡Chicos, chicos! ¡Necesito eso para el resto de cupcakes!”

Pero ya era muy tarde: Lance y Keith intercambiaron miradas cómplices, y juntos atacaron a Hunk con crema batida y harina.

Hunk soltó una risotada, cogió algunos ingredientes que sobraban, y se lanzó a la guerra.



Se había vuelto común que Keith le robara su casaca. Abrigaba muchísimo más que la suya, lo que le caía como anillo al dedo porque el material del traje de la Espada era tan fino que en ciertas condiciones climáticas le causaba grandes problemas. Keith siempre se hacía el fuerte, pero cuando regresó un día a los cuarteles de la Espada con un resfrío (¿espacial, tal vez?), y todo eso llegó a oídos de Lance, él no demoró en prestarle su casaca. Keith intentó resistirse, pero la casaca de Lance era tan cómoda que la aceptó al final. Después de eso, cada cierto tiempo la tenía él, luego se la devolvía y se repetía el ciclo.

Ese día, Keith y Lance coincidieron en una misión, y ambos habían terminado hechos papilla luego de esta. Lo único que alcanzaron a hacer antes de sucumbir al sueño fue lanzarse a la cama de Lance y morir en paz, sin importarles sus heridas y golpes.

Cuando Lance se levantó, escuchó una conversación a medias. Se incorporó en la cama, y buscó con la mirada a Keith.

Por algún milagro divino, consiguió que el corazón no se le saliera por la boca cuando lo vio allí, sentado frente al escritorio, hablando con Kolivan mediante una videollamada. La situación hubiese sido de lo más normal, de no ser porque Keith vestía su polo en vez de su traje de la Espada, y tal parecía… que andaba en ropa interior, porque no tenía pantalones.

Una cosa era verlo usar su casaca. Otra, completamente diferente, era verlo con su polo y nada más.

Lance se dejó caer en la cama, esperando que, si cerraba los ojos de nuevo, se pudiera despertar. Tal vez todo era un sueño y nada más.

Pero el sonido capturó la atención de Keith, y lo escuchó terminando con su reporte y despidiéndose de Kolivan en unos segundos.

Cuando la llamada se cortó, sintió los ojos de Keith en él, y Lance quiso morirse ahí mismo.

“¿Lance?”
“Estoy… dormido.”
“Lance, no te hagas el chistoso,” le dijo Keith, y se paró, caminando hacia la cama. “¿Qué pasa?”
“Estás con mi polo,” comentó, tapándose la cara.
“Ah, sí, disculpa. El traje de la Espada me incomodaba. Como fuimos a dormir sin cambiarnos…”
“N-No, nada. No hay problema. Puedes usar mi ropa cuando gustes…”
“Tu también deberías cambiarte,” le dijo Keith, señalando su armadura. “¿No te incomoda?” 
“Un poco. Pero así estoy bien.”
“…Qué raro eres.”

Lance siguió tapándose la cara de pura vergüenza.

Nunca sería capaz de decirle lo mucho que lo afectaba verlo así.



“Oye, Keith.”
“¿Mn?”

Keith había sido el que, por primera vez, lo sacó a pasear por unas horas, luego de tantas quejas por parte de Lance. Y es que él siempre organizaba sus citas, y le parecía un tanto injusto que Keith no participara de la planeación. Más que nada, Lance quería que él fuera el de la iniciativa de vez en cuando. Ese día había llegado al castillo, le había dado unas coordinadas, y juntos se fueron en el león rojo. Lance no supo contener su alegría al ver que Keith había planeado un picnic en Travot, a espaldas suyas. Y la vista de las lunas del planeta, desde el lugar escogido por Keith, era preciosa. Por unos instantes, se olvidó de sus preocupaciones. Se olvidó de su familia, y de lo mucho que la extrañaba. Por unos instantes, se sintió en completa calma.

“Gracias.”
“Oh, no es nada. Yo… siento no haber planeado cosas para nosotros desde antes. Me acostumbré a que fueras tú el de los planes. Pero es divertido hacerlo de vez en cuando.”
“Supongo que elegiste Travot a propósito.”
“Sí.” Keith rio.
“Hay algo… de lo que te he querido hablar desde hace mucho tiempo,” empezó Lance. El tema de la batalla de Naxzela nunca había salido a la luz, y Lance sentía que ya era momento de hablar sobre ello. “Antes sentía que no había tanta confianza entre nosotros como para decírtelo, pero ahora que… bueno, ahora que ya llevamos un buen tiempo juntos, siento que sí puedo hablar de eso contigo.”
“¿Qué pasó?” Keith se veía preocupado.
“No… no es nada malo. Es algo que pasó hace tiempo. ¿Recuerdas Naxzela?”
“…Sí.” La expresión de Keith se mostró un poco apenada.
“Matt y Coran nos contaron lo que intentaste hacer. En esos tiempos, nadie del grupo se sintió capaz de encararte al respecto. Yo… tenía miedo de que lo tomaras mal de mi parte, con todo lo que había pasado entre nosotros antes. Más áun porque sabía que me enojaría contigo si te encaraba. Pero Shiro se enteró, y supuse que él te hablaría de ello en su momento. Tengo… ¿la sospecha de que nunca lo hizo?”
“No, nunca hablamos de eso.”
“Imagino que al igual que nosotros, se sintió muy apenado y con un tremendo conflicto interno de qué era lo mejor para ti. Recibir un sermón de su parte o ignorar que eso había pasado.”
“En esos momentos, no estaba para más sermones. Después de la inclusión de Lotor…”
“Exacto, supuse que no te sentirías cómodo de hablar sobre eso en ese tiempo, que insistíamos sobre cómo Lotor nos iba a traicionar… Aunque al final estuvimos en lo cierto.”
“Y todos nos deben una muy grande.” Keith sonrió.
“¿Sabes que en algún momento pensé que estábamos equivocados?” Lance rio un poco, recordando aquellos momentos de duda.
“Yo igual. Pero felizmente no dejamos de lado ese malo presentimiento.”
“Felizmente. Igual, aún a pesar de todo, Lotor te salvó, y de eso si debo estar agradecido con él… por más de que es una mierda.”
“Yo también estoy agradecido con él por eso.”
“El punto de hablar sobre Naxzela era que… creo que nunca nadie te ha dicho lo mucho que nos importas,” comentó Lance, observando las lunas de Travot. “Recuerdo que me comentaste, en algún momento, que Allura intentó que regresaras a nosotros recordándote que Voltron te necesitaba, antes de que Shiro se diera cuenta de que aún podía pilotear el león negro. Pero nunca nadie te dijo que te queremos aquí. No es cuestión de necesitar, es que te queremos con nosotros. Que deseamos estar contigo, que tu presencia no es un estorbo. Nadie te ha dicho que eres valioso, y por más de que sabemos que tu intención siempre fue la mejor, nunca hubiese sido lo mismo para nosotros si te perdíamos aquel día. Yo… respeto tu decisión, como siempre te lo he dicho. Respeto que quieras estar con la Espada de Marmora. Pero Voltron… nosotros somos tu familia. Y sí, yo sé que este speech llega mil años después de Naxzela, lo sé,” Lance rio. “Pero quería que lo supieras de todos modos. Shiro, Allura, Pidge, Hunk, Coran, Matt… todos te quieren un montón. Yo también, por supuesto.”

Lance esperó verlo sonreír, en el mejor de los casos. Darle un abrazo y listo, cerrarían el tema.

No esperó verlo llorar. El mismo Keith demoró en darse cuenta de que lloraba hasta que sintió los lagrimones rodando por sus mejillas, y con la manga de su casaca (Lance, a esas alturas, ya se la había regalado) empezó a limpiarse la cara.

“Y-Yo— No… ¿Por qué?” Keith intentó encontrarle un sentido, pero andaba muy perdido.
“Tal vez… ¿Mis palabras te conmovieron?” le sugirió Lance, con una sonrisa socarrona. Keith frunció el ceño.

Su expresión era muy graciosa, porque aún a pesar del enojo reflejado en su rostro, seguía llorando como una magdalena.

“¡No jodas, Lance!”
“Aw, nunca te había visto llorar.” Lance sonrió, y ya veía a Keith quejándose de su actitud, pero antes de oírlo lo abrazó con todas sus fuerzas, y acarició sus cabellos. “Nunca más vas a estar solo, ¿Okay? Yo estoy aquí. Y todos nuestros amigos. Tienes una familia en Voltron, Keith. Nunca te vamos a dejar solo.”

Keith asintió, contra su pecho. Y rodeó su espalda con sus brazos, derritiéndose en el abrazo.

“Gracias, Lance.”
« Last Edit: November 28, 2019, 12:48:12 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #9: January 12, 2019, 06:16:48 PM »
sir that is my emotional support ship

aka 16000 palabras de Sho y Souji porque me picaba el bichito de escribir un fic post-canon



❤ Sho/Souji [Post-Canon] || 1/3 (Terminado)




Souji Seta había sido toda una experiencia.

Le frustraba (y aliviaba) recordar que al peligris no le había costado nada destruir sus barreras en cuestión de segundos. Con la sonrisa más sincera y la mirada más comprensiva, le había asegurado que estaría ahí para él incondicionalmente, por si necesitaba un compañero de peleas o un amigo. Souji comprendía que su única forma de conectar con la gente era peleando, y lo había aceptado así más allá de todo.

Más allá del dolor que le había causado a él y sus amigos, Souji había optado por ser compasivo y empático, palabras que hasta ese entonces, no habían existido en el diccionario de Sho.

Labrys y él eran de lo peor. El tipo de persona que más odiaba… y tal vez, también, admiraba hasta cierto punto. Eran completamente libres, más allá de sus propias experiencias y de sus errores.

Y le habían demostrado que él también podía ser libre.

Le habían enseñado que su libertad no implicaba rechazar vínculos con otras personas. Al contrario, el motivo por el que seguía vivo era por su vínculo con Minazuki. Nunca había estado solo. Y si lo tenía siempre presente, nunca lo estaría: Minazuki lo acompañaría siempre, puesto que aún existía en su cicatriz y su mirada. Y en Tsukiyomi, por supuesto, que era su mayor legado.

Había pasado un buen tiempo desde que había iniciado ese viaje de autoconocimiento luego de pelear contra Souji y Labrys y el resto de sus amigos. Habían sido años muy extraños, llenos de nuevas experiencias y de un reajuste social que había sido necesario desde siempre, pero Sho sabía que aún le faltaba muchísimo por aprender. Kirijo se había ofrecido a ayudarlo con sus estudios por si quería llegar a conseguir un trabajo y solventarse sus propios gastos con una fuente adicional de dinero que no fuese la herencia de Ikutsuki, pero Sho había desistido, al menos hasta que encontrara una motivación en la vida. Y era difícil, tomando en cuenta que aún caía en los mismos vicios de siempre: las ganas de pelear aún no se disipaban del todo. En especial, las de pelear contra Seta, por más de que estuviesen a miles de kilómetros de distancia.

Eventualmente, su fijación lo llevó a investigar el paradero de Seta. Sho se intentaba convencer de que era sólo por pura curiosidad, pero sabía que aquel bichito que lo picaba constantemente eran las ganas de enfrentarse de nuevo contra él. Podía negarlo cuanto quisiese, pero la verdad era esa y tarde o temprano iba a tener que aceptarla.

Lo supo cuando lo localizó y pasó toda la tarde y parte de la noche en el balcón de su departamento, esperando su regreso. La emoción que sintió al ver la expresión sorprendida de Souji cuando lo vio apoyado en el barandal no tenía comparación.

“¿S-Sho?” empezó Seta, titubeando. Quería ocultar un poco de su miedo, pero Sho podía leerlo con sencillez. Le sorprendió, sin embargo, que aquel terror en sus ojos se transformó en una cálida comprensión y hasta un poco de alegría en cuestión de segundos. Esa no era la expresión que quería ver… y no entendía por qué Seta se veía tan alegre. “Ha pasado un buen tiempo. Me alegra ver que estás bien.”

Seta seguía igual de perfecto, como siempre. Con su sonrisa amable, su cabello corto y bien peinado, su aspecto pulcro y ordenado. Tal vez había crecido un par de centímetros, pero Sho también había crecido, así que la diferencia de estatura se mantenía.

Sho se sentía victorioso con esos centímetros que le llevaba, por más infantil que fuese.

“Sí, sí, lo que sea.” Sho rodó los ojos. “Vine por tu… Uh… vine para pelear. Me lo prometiste, ¿no?”
“Claro.” Souji sonrió. “No me olvido de eso.”
“…” Sho lo observó, un tanto confundido. Había esperado oír una respuesta negativa: respetando el paragón de perfección que era, se le hacía extraño que optara por pelear contra él esa noche. De lo que sabía, Seta estaba estudiando en una universidad prestigiosa, lo que implicaba una actitud disciplinada y estricta y de seguro no estaba recomendado pelear contra un vándalo como él por las noches. “¿En serio?” preguntó, inseguro.
“Mm.” Souji asintió. “Se que ha pasado un par de años, pero siempre supe que volvería a verte. Si te soy sincero, no me sentí muy tranquilo con tu partida.”
“¿Por qué?” Sho, cada vez, se confundía más.
“Me preocupabas, no puedo negarlo,” admitió Souji. “Pero no pretendo aburrirte con más diálogo. ¿Conoces algún descampado donde podríamos pelear? Creo que hay canchas públicas de básket a unas cuadras, pero no sé si se te acomode…”
“Sí, me da igual.”
“Genial. No es lo ideal, pero tendrá que ser ahí. ¿Me esperas un rato? Iré por mi katana.”
“Mm.” Sho asintió, desinteresado… pero al ver cómo Souji se giró e ingresó de nuevo a su departamento, la curiosidad le ganó y lo siguió dentro.

No era tan chiquito como el cuarto del motel donde andaba hospedándose, pero el departamento de Seta tampoco parecía tan cómodo y espacioso como pensó que sería. Por lógica, supo que se debía al costo de la universidad a la que asistía, que le impedía darse ciertos lujos como un espacio decente para vivir. La sala era pequeña y estaba unida a la cocina pero dividida por una barra con sillas… que parecía ser el comedor. Entre ambos estaba la entrada al pasillo, que daba al baño, a un espacio de lavandería y al cuarto de Seta.

Sho notó, con curiosidad, que la puerta final del pasillo lo llevaba a un cuarto vacío.

¿Seta había vivido con alguien?

Optó por deshacerse de aquella pregunta. Carecía de lógica pensar en ello porque no ganaba nada con eso. Era extraño, pero se quedaba ahí. No le importaba.

“¿Alguien más vivía aquí?” preguntó Sho en voz alta.

Muy tarde se dio cuenta de que no tuvo por qué hacerlo: realmente no le interesaba, pero al parecer, parte de sí mismo lo había traicionado.

“…No.” La respuesta de Seta tardó, y Sho se lamentó no haber estado en la misma estancia que él para ver su expresión. Cuando emergió de su cuarto con su arma en las manos, Souji portaba una de sus típicas sonrisas.

Sho optó por ignorar su propia curiosidad.



La pelea se llevó a cabo en las canchas públicas de básket que Souji había indicado. Sho quiso quejarse del espacio, puesto que sentía que las rejas a su alrededor lo limitaban un poco, pero no tenían otra opción en aquella ciudad gobernada por edificios altos y metrópoli por doquier. La opción de los parques podría haberlos tentado de no ser porque el más grande y cercano quedaba a veinte minutos de allí y a Sho le daba un pánico pensar en aquel trayecto incómodo que compartirían hacia su destino. No eran amigos que reconectaban luego de tiempo… tampoco eran enemigos que se habían jurado la muerte. Eran dos personas que se conocían y compartían una pequeña parte de su pasado. Un vínculo que no iba más allá de una rivalidad. Rivalidad que Sho había intentado proponer pero que Seta parecía no aceptar. Él seguía empeñado en hacerse su amigo, aún si eso implicaba seguir sus extrañas reglas.

Tal vez, luego de darle muchas vueltas, su respuesta positiva e inmediata sí era lógica, y además, congruente con su persona. Seta vivía para los demás, y no era capaz de rehusarse a ayudarlos. De seguro sentía que le hacía un bien al acceder a pelear contra él.

La batalla no lo decepcionó. Al contrario, le recordó lo mucho que disfrutaba pelear contra alguien. Seta era su oponente perfecto, puesto que constituía una amalgama de todo lo que Sho no era. Con su postura calmada, sus ataques planeados y su sonrisa honesta, era su antítesis y un rival digno de su poder. Tal parecía que los años no habían pasado, porque sus ataques contaban con la misma pasión y la misma precisión de siempre. Las hojas de sus espadas chocaron muchísimas veces, pero también lograron sus cometidos con cortes en las extremidades y en la cara.

Pero más que una batalla a la muerte, era un duelo de resistencia física y emocional. Souji parecía haber dejado de entrenar por un buen tiempo, porque no demoró en caer rendido. Sho obtuvo la oportunidad perfecta para darle la última estocada… pero optó por atraparlo en sus brazos y erguirlo, ayudándolo a pararse. Seta no se veía malherido, pero su aspecto tampoco era reconfortante.

“…Sho, ¿puedes hacerme un favor?” le pidió Seta, ni bien recuperó un poco de balance.  Sin embargo, seguía apoyándose en los hombros de Sho, quien andaba sosteniéndolo por la espalda.
“Depende,” mencionó Sho, sin mirarlo a los ojos. 
“Sé que estás en mejor estado que yo, así que quería pedirte que me dejes en mi departamento, si no es mucha molestia.”
“¿¡Que te cargue y te lleve!?” Sho intentó no sonar indignado, pero… bueno, le era difícil esconder lo que sentía.
“Pues puedes pedir un uber, pero creo que sería difícil de explicar.” Souji sonrió.
“…” Sho suspiró.

Nunca había sido compasivo. Además, estaba malherido, por más de que había salido victorioso… pero algo lo llevó a hacerle caso. Antes de poder analizar cuál era la mejor opción, Sho guardó sus espadas, colocó la de Seta en su vaina y lo cargó en su espalda. Luego, corrió de regreso al complejo de departamentos donde se encontraba el del peligris. Poco le importó llamar la atención de los transeúntes: no podía hacer nada al respecto porque no contaba con las energías como para saltar entre los edificios y evadirlos.

Eventualmente, Sho llegó a su destino, y sumó las energías necesarias para trepar el edificio con Souji en su espalda. Luego de varios intentos y de casi perderlo —Souji se había quedado dormido en el progreso… o desmayado, no estaba seguro—, Sho ingresó al departamento de Seta y lo colocó en la cama de su cuarto. Ya estaba listo para regresar al motel cuando escuchó que se había despertado, y lo primero que hizo fue llamarlo.

“¿Sho?”
“…” El mencionado se detuvo en su trayecto a la puerta del cuarto. Se giró por sobre el hombro, observando a Souji en las penumbras de su habitación. La suave luz de la luna que se colaba por la ventana le permitió notar el aspecto demacrado de Seta: se veía cansado, magullado y… bueno, todo lo contrario a su perfecta presentación de unas horas atrás.
“Si me esperas un rato, podría ayudarte a curar tus heridas,” ofreció Seta.
“Idiota.” Sho bufó. “No sé si te has dado cuenta, pero tú lo necesitas más que yo.”
“Tranquilo.” Seta se incorporó un poco más en la cama, y frunció el ceño de dolor por unos instantes. “Si me ayudas,” dijo, y su voz se quebró para soltar un quejido por el dolor. “Puedo hacer lo mismo por ti.”
“…No lo necesito.”
“¿Estás seguro? Creo que te será más difícil curarte por tu cuenta.”
“¿No? Siempre lo he hecho solo.”
“Bueno, ahora tienes a alguien que se está ofreciendo a ayudarte.”
“…No te vas a rendir, ¿no?” Sho rodó los ojos.
“No.” Souji le sonrió. “Aunque tampoco te voy a obligar. Eres libre de hacer lo que desees.”

Sin embargo, la expresión en su rostro indicaba que Souji no se rendiría hasta convencerlo.

Sho suspiró.

Acceder no parecía una mala idea si se ponía a pensar detenidamente en lo que implicaba. Era más conveniente que gastar dinero en medicinas y ungüentos. Después de todo, no sabía hasta cuándo le duraría la herencia de Ikutsuki, y tampoco quería depender enteramente de esta.

Rendirse le tomó pocos segundos y accedió, con la cabeza gacha.



Seta era el peor instructor del universo. En su defensa, Sho era el peor alumno, así que eran una terrible dupla.

Las direcciones de Souji parecían claras y precisas, pero tal parecía que omitía ciertos detalles. Esto ocasionaba que Sho presionara un poco más fuerte en las heridas, aplique el desinfectante incorrecto en los algodones o no tuviera ninguna sutileza a la hora de suturar los cortes.

Por unos instantes, Sho pensó que le había hecho más daño, pero luego de colocar la última venda que Seta necesitaba, notó que no había hecho un trabajo tan malo para su primera vez como enfermero.

Nunca había imaginado que sería capaz de curar a otra persona.

Pero suponía que siempre había una primera vez para todo.

“Gracias.” Souji le sonrió, muy sincero. Sho desvió la mirada, avergonzado. “Bueno, es tu turno. ¿Podrías sacarte el polo?”
“Mm.” Sho asintió y se paró, haciéndole caso. Sus malos hábitos le hicieron lanzar la prenda en una dirección aleatoria, y tomó asiento de nuevo en la cama de Seta mientras se removía los guantes que le había dado. Souji se quedó observándolo en silencio por unos instantes. “¿Qué cosa?” preguntó, sin mirarlo a la cara. Cuando alzó los ojos, Souji apartó la mirada.
“A-ah. Disculpa. Me llamaron la atención tus cicatrices… y aquel dije que llevas en tu cuello.”
“¿Esto?” Sho tomó el collar entre sus manos.
“Sí. ¿Supongo que tiene una historia?”
“No sabría decirte. Lo llevo conmigo desde que tengo uso de razón. Supongo que Ikutsuki me lo dio en algún momento, pero no estoy seguro.”
“De seguro ahora tiene mayor valor, luego de…” Souji se cortó, al notar que estaba siendo un poco entrometido. “Ah, disculpa, no debí—”
“Te referías a Minazuki, ¿no?”
“…Sí.”
“Mm.” Sho asintió. “Entonces, sí, es cierto,” afirmó, observando el dije entre sus dedos. La pequeña luna en sus manos también servía para ayudarlo a recordar a su amigo.   

Souji le esbozó una sonrisa y, luego, optó por enfocarse en su tarea. Abrió un paquete de guantes estériles y se los colocó con cuidado. Luego, se echó un poco de gel antibacterial, frotándolo en los guantes por precaución.

Sho sintió el contraste claro entre los dos procesos cuando notó el silencio que se formó entre ambos, ahora que ya no habían indicaciones que dar. Por unos instantes, se desconectó del momento, escuchando los ruidos que Souji hacía al cortar el hilo, colocar los utensilios en la bandeja o echarle iodopovidona en las heridas.

Eventualmente, el silencio comenzó a incomodarlo, y soltó una pregunta al aire, sin darle mucha importancia.

“¿Qué fue de tus amigos?”
“De seguro has visto que Rise es muy famosa,” comentó Souji, mientras suturaba una de sus heridas. “Le va muy bien con su carrera. Por su lado, Naoto sigue trabajando como detective, y Chie está entrenando con Akihiko-san para ser policía. Marie sigue siendo la chica del clima y vela por Inaba. Labrys está junto a Aigis, trabajando bajo Mitsuru-san. Uh… Yukiko heredó la ryokan de su familia. Teddie se turna entre nuestro mundo y el suyo, para verificar que todo esté bien y… a Kanji y a Yosuke les va bien. Ambos están estudiando en universidades en Kyoto y en Sendai.”
“Hm.”
“Me sorprende que hayas sentido curiosidad por ellos.” Souji sonrió.
“…” Sho se guardó sus comentarios. No tenía ganas de explicarle sus problemas con el silencio. Al menos no ahora. “¿Y tú?”
“¿Yo?”
“Qué haces.”
“Ah. Estoy estudiando Ingeniería Informática. Estoy en mi tercer año, y… ¿me va bien? La carrera es demandante, pero estoy dando mi mayor esfuerzo. Aún así, no te puedo negar… que extraño las épocas del colegio. El incidente de Inaba y el tuyo fueron cambios de rutina muy agradables, aún a pesar de los peligros y todo.”
“Mm.” Sho asintió.
“Pero supongo que todo esto ya lo sabías.”
“Sí, más o menos.”

Por unos instantes, Souji se detuvo y lo observó, curioso. Sho se sintió incómodo con la atención, y optó por enfocar su mirada en un punto aleatorio de la habitación de Seta, tomando en cuenta los detalles de sus paredes, los pósters colgados y los libros en los estantes. Eventualmente, Souji retomó su labor.

“¿Y tú?”
“¿Yo?” preguntó Sho.
“No me has dicho en qué andas. Sigues viajando, me imagino,” dijo Souji, vendando sus heridas.
“Sí. Van a ser tres años y medio de eso.”
“Pensé que eventualmente encontrarías un lugar donde quisieras quedarte.”
“No existe algo así,” afirmó Sho. “No puedo imaginarme a mí mismo sin viajar o sin moverme.”
“Tal vez aún no has encontrado la oportunidad indicada.”
“Lo dudo.”

Souji le sonrió. Terminó de vendar el par de heridas que faltaban y asintió, orgulloso con su obra.

“Listo.”
“…” Sho se levantó de la cama y, apurado, corrió a recoger su polo, vistiéndose de nuevo. No había previsto que la acción le causaría dolor, pero no se permitió una queja por ello. Solo esperó no haber causado la apertura de algunos de sus cortes.
“Debes tener cuidado,” le dijo Seta, como si hubiera leído sus pensamientos.
“Sí, sí. Ugh.” Sho rodó los ojos, enojado con la actitud amable de Souji.
“Uh… Iba a sugerirte que te quedes, porque no deberías hacer mucho esfuerzo al menos por unos días.”
“¿Quedarme? ¿Aquí contigo?”
“Sí. Tengo un cuarto adicional. Puedes usarlo si lo necesitas, no me incomoda.”
“…Okay,” respondió Sho, sin darle muchas vueltas al asunto.

Sólo dormiría allí por esa noche. Necesitaba recuperar energías y el trayecto de regreso al motel iba a ser complicado en su estado actual.

“Sólo por hoy.”
“Por supuesto.” Souji le sonrió.
 
Sho salió de la habitación sin decir más. Ingresó al cuarto de huéspedes y se tumbó en la cama, demasiado agotado como para analizar lo que andaba haciendo. Ya luego se preocuparía por sus acciones irracionales: en esos instantes, su prioridad principal era descansar.

El agotamiento de un día lleno de interacciones sociales y una batalla intensa lo llevó a conciliar el sueño en cuestión de pocos minutos, a diferencia de todas las noches pasadas.



Se levantó de golpe por el olor a comida. Su estómago rugió, y Sho recordó que había pasado cerca de un día sin comer: la emoción que había sentido al encontrar a Seta le había impedido enfocarse en trivialidades como el almuerzo y la cena. Nunca se había cuidado bien, después de todo… aunque entendía que debía ingerir cierta cantidad de alimentos para mantener su masa muscular y estar en forma.

Maldijo en su mente, y se incorporó hasta quedar sentado al filo de la cama. Gracias a la luz del día, pudo observar la habitación con mayor precisión: a diferencia del cuarto de Seta, el cuarto de huéspedes carecía de adornos, pósters o detalles. Estaba completamente vacío, a excepción de unos libros en un pequeño estante frente a la cama, que suponía que pertenecían al dueño del departamento. Aparte de eso, sólo encontró una laptop en el escritorio de la estancia. De seguro también tenía a Seta como propietario.

No habían indicios que comprobaran la estadía pasada de alguna persona. Al contrario, parecía que siempre había sido designado como un cuarto de huéspedes. Pero Sho no podía comprender cuál era su función. ¿Tal vez los amigos de Seta se quedaban ahí cuando iban a visitarlo? Tenía sentido, porque era más cómodo que un hotel. Y alquilar un airbnb sólo para una visita rápida… pues de seguro no les salía a cuenta. Tal vez Kujikawa si podía darse ciertos lujos, pero el resto del grupo no parecía contar con los medios como para pagar un hotel, motel o airbnb.

Sho hizo a un lado aquellos pensamientos innecesarios, y optó por salir del cuarto de huéspedes en busca de sus katanas y su polera. Juraba haberlas dejado en el sofá de la sala, puesto que le habían incomodado la noche pasada al arrastrar el cuerpo de Seta hacia su cuarto. Pero cuando salió a revisar, no las encontró en su sitio.

Supuso que Seta las había guardado en su cuarto, y corrió a comprobar si estaba en lo cierto. En el camino, se encontró cara a cara con Souji, quien le impidió el paso en el angosto pasillo.

“¿Estabas buscando esto?” le dijo Seta, con una sonrisa. En sus manos estaba el cinturón con sus katanas gemelas. Sho se lo arranchó sin una pizca de gentileza.

No demoró en notar que faltaba su polera y alzó la mirada para preguntarle al respecto. Sin embargo, tal parecía que Souji leía sus pensamientos a una alarmante velocidad.

“Puse tu polera a lavar. Estaba manchada de sangre.”
“…” Sho quiso refutarle, pero asintió. No le importaba dejarla, realmente. “Como quieras.”
“Hice algo de desayuno, por si tienes hambre.”
“Seta, no—”
“Yo sé, yo sé. No somos amigos. No tengo por qué hacer tanto por ti. Pero tómalo como una manera de pagarte por lo de ayer.” Su mirada agradecida le causó una ligera sensación de náuseas. “Tú tampoco tenías por qué ayudarme, pero lo hiciste.”

Sho intentó convencerse de que le convenía, porque era mejor ahorrar dinero que salir y comprar un desayuno barato en alguno de esos terribles restaurantes abiertos las 24 horas. No sabía si Seta era un buen cocinero, pero tampoco esperaba la comida de un chef profesional, y estaba seguro que de todas formas sería mejor que cualquiera de las porquerías que comía a diario.
Nunca imaginó que sería la comida más exquisita que había probado en su vida. Al parecer, Seta tenía un don más en su interminable lista de cualidades: sabía cocinar como los dioses.

Sho devoró los platillos en frente de él a una velocidad inhumana. Demoró en notar la sonrisa complacida de Souji, quien lo observaba de vez en cuando con una expresión indescriptible en su rostro. Sho optó por enfocarse en la comida en frente de él en vez de perder el tiempo analizando las reacciones de Seta.

“Quería disculparme contigo,” habló Seta. Sho dejó de embutirse el arroz con los palillos y bajó el tazón para mirarlo a los ojos. “Pensé que podría haber rendido mejor ayer, pero mis estudios han sido prioridad y por ello no he entrenado por un buen tiempo. Imagino que por eso caí tan rápido. No sé si esta pelea fue suficiente para ti, pero si me das unas semanas para recuperar el ritmo, creo poder ser un oponente un poco más digno de tu fuerza.”
“Hablas como si yo no estuviera oxidado también, Seta.” Sho rodó los ojos.
“¿Entonces?”
“Sí, sí, podemos pelear de nuevo en un futuro. ¿Creíste que me quedaría contento con un solo combate?” Sho arqueó la ceja. “Hasta hace unos años, mi objetivo era matarte.”
“¿Aún buscas lo mismo?”
“No,” respondió Sho, sin darle mucha importancia.
“Me alegra.” Souji rio despreocupado, como si aquellas amenazas de muerte no hubieran sido nada alarmantes para él. “Y sí, sabía que no te bastaría una batalla. Pero no me siento contento con lo de ayer… y quería dejarlo en claro antes de que te vayas.”
“Mm.” Sho asintió y dejó los palillos en la mesa. Estaba a punto de pararse, pero Souji lo detuvo con su voz.
“Tienes un grano de arroz en la mejilla.”
“…” Sho frunció el ceño.

Seta le indicó el lugar señalando su propia mejilla, y Sho se apuró en hacerle caso, limpiándose el rastro de comida sin mucho cuidado. Se levantó y caminó hacia el sofá donde había dejado el cinturón con sus katanas. Colocándoselo en el trayecto al balcón, Sho hizo caso omiso a la mirada preocupada que Souji le dedicaba conforme lo seguía.

“Sho, espera.”

Sho se detuvo antes de salir por la mampara, girándose hacia él.

“Pensaba que sería bueno entrenar juntos,” sugirió Seta. “Pero entiendo si—”
“Está bien.”
“…” Seta parecía confundido por aquella respuesta.
“Vendré de vez en cuando. Deja la mampara abierta.”
“Uh… sí.” Seta asintió. “Adiós, Sho.”

Sho le dedicó una última mirada antes de salir al balcón y saltar, cayendo en la azotea del edificio contiguo sin mucha dificultad.

« Last Edit: November 28, 2019, 12:48:41 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #10: January 12, 2019, 06:18:15 PM »


❤ Sho/Souji [Post-Canon] || 2/3 (Terminado)




Sho Minazuki era un gran misterio.

Luego de aterrorizar a sus amigos con sus intenciones de destruir el mundo y sucumbir a los deseos de Hi-no-Kagutsuchi, Sho había desaparecido de sus vidas por completo. Para cualquier persona, aquel dato habría significado una calma sin igual: Sho era una de las personas más peligrosas que conocía, después de todo. Pero Souji estaba acostumbrado a preocuparse por todo ser que cruzara su camino, y sabía que Sho, especialmente, la había pasado terrible durante su infancia y a lo largo de su vida y merecía gran parte de esa preocupación. Era inevitable para él ir por el mundo sanando las heridas de la gente, y aunque había intentado hacerlo con Sho, el pelirrojo le había impedido acercarse.

Sin embargo, Souji sentía que ya había hecho un trabajo espléndido con su grupo más cercano de amigos. Verlos a todos en sus distintos trabajos o estudios, siendo exitosos y felices, lo hacía igual de feliz que ellos. Sho podría ser el que había escapado, pero el resto estaba ahí para recordarle que su presencia, sus consejos y su cariño habían sido de mucha ayuda para cada uno. Y sentía que era mutuo: sus amigos lo habían ayudado de igual manera, otorgándole más confianza en sí mismo, más capacidad de decisión y más compasión, cualidades que aplicaba día a día en su vida.

Encontrarse con Sho luego de años no hizo más que revivir en él las ganas de ayudar a alguien que realmente lo necesitaba. Había sido una sorpresa grata, más aún cuando Sho demostraba haber madurado hasta cierto punto. Su forma de conectar con la gente seguía siendo la misma… pero demostraba ser mucho más calmado y tratable que antes. Sin duda, no era el mismo chico ruidoso de bromas ridículas y semblante descolocado de unos años atrás.

Conforme pasaron las semanas, Souji notó que aún quedaban ciertos restos de aquellas partes principales de su carácter, pero perder a Minazuki, su otro yo, y acostumbrarse a una vida sin él, habían ayudado a que Sho fuese capaz de cuajar mejor su personalidad y su actitud con el mundo y su entorno. Podía seguir siendo impulsivo, orgulloso y muy infantil, pero demostraba sentir más por el resto. En este caso, por él, puesto que poco a poco notó que Sho se preocupaba un poco más por su bienestar y su estado físico luego de los combates que compartían.

Sho había iniciado una rutina de aparecerse en su balcón por las noches de manera interdiaria. Caminaban el trayecto hacia las canchas de básket sumidos en una conversación sobre el día de Souji, alguna que otra noticia interesante en los medios, o alguna de las fijaciones de Sho quien, por puro aburrimiento, había empezado a prestarle atención a las series y películas que salían de vez en cuando. La rutina continuaba con un combate por media hora o cuarenta minutos, que terminaba con uno de los dos en el suelo y a la merced del otro, aceptando su derrota.

Souji aprendió de Sho una valiosa lección, y empezó a restarle importancia a los comentarios de los demás. Prueba de esto fue que empezaron a tomar un uber de regreso al departamento de Souji, sin tomar en cuenta las miradas curiosas de los conductores. De seguro se debatían entre preguntarles si debían llamar a las autoridades o a la ambulancia, pero felizmente ninguno era lo suficientemente impertinente como para actuar al respecto.

Llegaban al departamento de Souji y tomaban un breve descanso antes de empezar con la siguiente etapa. En el transcurso de los días, Sho no demoró en aprenderse los pasos necesarios para suturar y curar sus heridas, y si antes aquellos momentos se pasaban entre indicaciones de Souji e insultos frustrados por parte de Sho, ahora los dos compartían pequeñas conversaciones mientras el pelirrojo lo curaba. Lo mismo sucedía a la inversa, mientras Souji le devolvía el favor.

Por el cansancio, Sho siempre se quedaba a dormir en el cuarto de huéspedes. Y al día siguiente, compartían el desayuno antes de que el pelirrojo regresara al motel. No se veían por un par de días y la rutina se repetía.

En la universidad, fue inevitable oír preguntas sobre su aspecto, puesto que era difícil esconder ciertas cicatrices o vendas. Sus amigos se mostraron preocupados, pero Souji les aseguró que no había problema. Al contrario, el ejercicio que hacía lo estaba ayudando a mantenerse más enfocado en sus labores y estudios. Hasta sentía que rendía mejor en su trabajo part-time como barista, por más de que las primeras semanas habían sido un tanto adoloridas.

Sho había sido una interesante adición a su rutina, sacándolo de la monotonía y brindándole un espacio donde podía vivir sin presionarse por tener que ser el estudiante e hijo perfecto y donde, principalmente, podía liberar un poco de estrés. Le agradaban sus encuentros, llenos de conversación banal pero reconfortante, de bromas y juegos de palabras ridículos y de una agradable compañía. Era curioso ver como Sho, poco a poco, había empezado a abrirse con él.

Una tarde lo encontró dormido en el sofá más grande de su sala, varias horas antes del horario pactado. Por su altura, no alcanzaba en el sofá: sus piernas andaban apoyadas en el reposabrazo y había encorvado su espalda para poder apoyar su cabeza en la almohada. Toda su postura parecía muy incómoda para dormir, pero Souji no podía despertarlo: nunca lo había visto descansando y le sorprendía la expresión calmada en su rostro.

Era una sorpresa agradable. Sho era tan intenso y tan expresivo… dejaba notar cada una de sus emociones en su rostro. Justo por eso era que nunca había imaginado verlo con un semblante tan pacífico. Souji sonrió, y sin pensarlo mucho, removió unos cuantos cabellos que tapaban el rostro del pelirrojo.

Sho se movió en su sueño y Souji se apuró en retirar su mano, un tanto asustado. Si bien se llevaban mejor, Souji no quería repelerlo sin querer. Para alguien como Sho, el contacto físico significaba una amenaza. Souji sentía que debía tener mucho cuidado.

Apoyado en el respaldar del sofá, Souji sintió cómo Sho se incorporó en este luego de unos momentos. Él se estiró, y un par de conejos sonaron en su espalda. Retiró sus piernas del reposabrazos, apoyando sus pies en el piso.

“No entiendo por qué vine tan temprano,” comentó, confundido, y se giró sutilmente para poder encarar a Souji.
“¿Te aburres cuando estás solo?”
“…Un poco,” admitió Sho. “No tengo a quién molestar.”
“Felizmente mi turno terminó temprano hoy. ¿Quieres hacer algo antes de ir a entrenar?”
“Quería ver una película. Uh… ¿Birdbox? No sé si ese era su nombre.”
“Sí, así se llama.” Souji asintió. “Y como tengo netflix…”
“Exacto.” Sho sonrió de lado. “Vine a robártelo.”
“Pero pudiste verla sin mí.”
“A-ah.” Sho pareció notar aquel detalle un poco tarde, y frunció el ceño. “No sé.”
“Gracias por esperarme.”
“Tch.” Sho chasqueó la lengua y desvió su mirada. Optó por distraerse con el control remoto, cogiéndolo de la mesa central de la sala. Mientras ponía la película, Souji tuvo la maravillosa idea de acompañarla con popcorn. Tenía un par de bolsas listas para poner en el horno microondas, por lo que fue en busca de estas.

Su celular lo interrumpió en plena labor, y dejó de buscar las bolsas en la alacena para poder contestar la llamada. Le sorprendió notar que el número pertenecía a la cabeza del grupo Kirijo, pero contestó aún a pesar de tener a Sho cerca. Si Mitsuru lo estaba llamando, era por un problema muy importante.

¿Aló? ¿Seta? Soy Kirijo, disculpa las molestias.
“…” Souji observó de reojo que Sho andaba muy ensimismado con el catálogo de netflix y agradeció la distracción. “No se preocupe, Mitsuru-san. Dígame en qué puedo ayudarla.”
Vuelvo a reiterar mis disculpas por molestarte en estos momentos. Tengo entendido que vives en Osaka, ¿no?
“Sí, así es.”
Nos han reportado un caso en tu ciudad. Unos shadows han invadido nuestro mundo gracias a las enseñanzas de un culto religioso en el centro de Osaka. Por las noches, aprovechan para hacer de las suyas con los transeúntes de la zona. He mandado a una parte de mi equipo, pero me gustaría que me ayudes con el trabajo. Por supuesto, es pagado.
“Mm. Hay un… detalle, Mitsuru-san.”
¿Estás ocupado? Entiendo si tienes clases o trabajo.
“No es eso. Es más… personal.”

Souji observó a Sho y sonrió, preocupado. No sabía cómo comentarle a Kirijo que había desarrollado una especie de compañerismo con el culpable detrás del caso de hacía unos años. Kirijo se había mostrado dispuesta a ayudarlo, sintiéndose responsable por lo que su grupo había sido capaz de hacer con Sho, pero Souji sabía que el tema seguía siendo delicado para ella.

Se encogió de hombros, y decidió que lo mejor sería soltar la bomba de una vez… pero Sho intercambió miradas con él y se paró, caminando hacia él.

“¿Con quién conversas?” preguntó Sho, curioso.
¿Seta? Esa voz…
“Sí, Mitsuru-san. Es Sho.”
¿Sho Minazuki?
“¿Ehhh? ¿Estás hablando con Kirijo?”

Souji alejó el celular de su oído y lo tapó sutilmente.

“Sí, Sho. Es Mitsuru-san. ¿Me esperas un poquito? Y te explico todo.”
“Eh, lo que sea.” Sho rodó los ojos y regresó a su sitio en el sofá.
¿Qué pasó, Seta? ¿Por qué estás con Minazuki?
“Es una larga historia, Mitsuru-san,” dijo Souji, a la vez que volvía a acercar el celular a su oído. “Pero para resumirla… pues… tenemos cierta camaradería ahora. Entrenamos juntos desde hace unas semanas. Mes y medio, más o menos.”
Eso… es peculiar,” comentó Mitsuru. Aunque no la veía, Souji imaginó su sonrisa. “Pero me alegra que hayas podido lograr aquel tipo de progreso con él. Minazuki era intratable unos años atrás.
“Ha cambiado un montón. Pero bueno, sí, quiero conversar primero con él, puesto que no me gustaría dejarlo solo ahorita. Más aún ahora, que estamos formando un vínculo. Creo,” dijo Souji.
Está bien. Entiendo. Aigis y Labrys están en Osaka y están encargadas de dirigir el equipo, así que puede que eso le llame la atención a Minazuki y se anime a apoyarte. No sé qué tan dipuesto se mostrará con la idea, pero confío en ti. Me avisas cualquier cosa, no hay problema si se te complica mucho.
“Gracias, Mitsuru-san.”
Al contrario, Seta. Muchísimas gracias a ti. Me llamas a este número, buenas tardes.
“Por supuesto, hasta luego,” le respondió. Kirijo cortó la llamada, y Souji se apuró en juntarse de nuevo con Sho para poder explicarle la situación.

Lo encontró revisando la sección de series de ciencia ficción, con una expresión muy semejante a la de los niños emocionados por un nuevo juguete.

“¿Cómo has visto series sin netflix, dime?” preguntó Souji, tomando asiento a su lado.
“Hay algo que se llama “torrent”, Seta.”
“Pensé que te llevabas mal con la tecnología.”
“Eso es cierto,” dijo Sho, sin despegar la vista de la pantalla. “Pero prefiero aprender y ahorrar. Aunque… ¿Ahora que veo esto? No estoy tan seguro de ello.”
“Bueno, puedes venir cuando quieras, ¿sabes? Creo habértelo dicho antes.”
“Mm.” Sho asintió, y se giró hacia él. “¿Qué quería Kirijo? No me están buscando, ¿no?”
“No, no tiene nada que ver contigo,” le aseguró Souji. “¿Por qué te buscarían?” preguntó, un tanto curioso.
“No sé. Me dio esa sensación…” comentó Sho, un tanto pensativo.
“Tranquilo, no era sobre ti. La llamada fue por un caso que tienen. Unos shadows han invadido nuestro mundo y han poseido a miembros de un culto religioso… querían que fuera a apoyar.”
“Ah.”
“Lo siento. Tal vez podemos dejar la película para después.”
“¿Necesitas ayuda?”
“¿Qué?”
“Back-up,” comentó Sho. “Podría apoyarte.”
“¿Seguro? No quiero incomodarte.”
“Mm-mm.” Sho negó con la cabeza. “No hay problema,” le aseguró, con una sonrisa. “Suena como el perfecto reemplazo del entrenamiento de hoy, ¿no?”
“No lo había pensado de esa forma. Buena idea.” Souji le devolvió la sonrisa.
“¿Qué esperas, entonces? ¡Avísale a Kirijo!”
“Sí, sí. Tienes razón.”

Souji se apuró en hacerle caso, buscando el número de Kirijo entre sus contactos y devolviéndole la llamada.



Souji observó las vans de lunas polarizadas parcadas al lado de la acera y supo que se trataba del grupo Kirijo. Con un gesto de su mano, le indicó a Sho que lo siguiera. Juntos llegaron a divisar que la van más lejana bajó una de sus lunas, y observaron cómo Labrys los saludó con muchos ánimos.

Sho y Souji se apuraron en darle el encuentro. Labrys abrió la van para permitirles ingresar, y notaron que estaba acompañada de Aigis.

Souji y Sho tomaron asiento en frente de ambas.

“¡Ah! ¡Muchas gracias por apoyarnos, Seta-san, Minazuki-kun!” les dijo Labrys.
“Me alegra ver que se encuentran bien,” comentó Aigis.
“Igualmente,” dijo Souji, con una sonrisa.
“¿Dónde están los shadows?” preguntó Sho, un tanto impaciente.
“Todo a su tiempo, Sho,” le dijo Souji. “Labrys-san, Aigis-san, ¿podrían actualizarnos?”
“Por supuesto.”

Labrys y Aigis aprovecharon en explicar la situación con todos los detalles necesarios: la sede del culto religioso se había convertido en un pequeño dungeon en el transcurso de las horas, complicando la misión. Iban a necesitar dividirse en parejas para entrar por la puerta principal y la salida del callejón para acorralar al enemigo progresivamente. Con cuatro usuarios de persona, Aigis y Labrys afirmaron que no les tomaría más que una hora en salir victoriosos y salvar a las personas involucradas.

Sho y Souji optaron por ingresar al dungeon por la salida del callejón. El espacio había sido modificado por los shadows en cuestión, haciendo que los pasillos y las salas de reunión presentaran un aspecto mucho más divino y real, con tapices caros, alfombras de precios exorbitantes y elementos como lámparas, sofás y otra mueblería que parecían inasequibles para aquel culto religioso. Sin embargo, las superficies carecían de pulcritud: los rastros de baba y lodo negro en los bordes de las paredes, las esquinas y el piso afirmaban la presencia de los shadows.

Ni bien pisaron territorio enemigo, Souji y Sho se vieron rodeados de varios shadows. Intercambiaron miradas antes de separarse y tomar lados distintos. La invasión de aquellos enemigos al mundo real les permitió convocar a Izanagi y a Tsukkiyomi, y sus personas los asistieron en la lucha. No demoraron en vencer a los shadows de su zona, y se reencontraron al cabo de media hora con Aigis y Labrys para la batalla final.

El shadow más poderoso había sido convocado por la ambición y la egolatría del líder del culto religioso, quien pretendía asemejarse a un dios y obligaba a sus súbditos a reconocerlo como tal. La pelea fue ardua, pero eventualmente lograron salir victoriosos. El entrenamiento de varias semanas, sumado a la presencia de Aigis y Labrys y de sus personas, les permitió restaurar todo a la normalidad con mucha facilidad. La sede volvió a su aspecto normal, y el líder y los miembros del culto recuperaron la consciencia.

El equipo de Labrys y Aigis ingresó al establecimiento a darle primeros auxilios a todos. En medio de todo, las dos se acercaron a Souji y Sho para agradecerles por su colaboración.

“Ah, felizmente todo salió como esperábamos.” Labrys juntó sus manos, emocionada. “Una vez más, muchísimas gracias por su colaboración.”
“No hay problema, Labrys.” Souji sonrió.
“Mm.” Sho asintió, aunque se veía un tanto molesto. A Souji le dio un poco de curiosidad, pero optó por guardarse sus preguntas para después.
“¿Les parece si los ayudamos con sus heridas? Podemos pedirle a los doctores—” empezó Aigis, pero Sho la interrumpió.
“No. Nos encargaremos de eso por nuestra cuenta,” dijo Sho.
“Está bien.” Aigis asintió. “Si gustan, podemos llevarlos de vuelta al departamento de Souji-san.”
“Creo que Sho quiere caminar, así que no se preocupen,” mencionó Souji, mirándolo de reojo.
“Kirijo-san te contactará para coordinar el pago, Souji,” le dijo Labrys. “Con nosotras será hasta la próxima.” Labrys hizo una leve reverencia. A su lado, Aigis la imitó.

Souji se apuró en despedirse de la misma forma.

Salieron de la sede y caminaron unas cuadras en silencio. Aún faltaba un buen trayecto para llegar al complejo de apartamentos donde Souji vivía… y sentía que Sho andaba guardándose algo, pero no tenía idea de cómo sacarlo a la luz sin incomodarlo.

Souji temía que, tal vez, acceder al trabajo había sido una mala idea.

“Eres un imbécil, ¿sabes?” habló Sho, enojado, mientras caminaban uno al lado del otro. La mirada del pelirrojo estaba fija en el trayecto en frente de ambos, como si a propósito quisiera ignorarlo.
“Lo siento, Sho. No fue la mejor idea acceder a trabajar—”
“No, Seta. No estaba hablando de eso.”
“¿No entiendo?”
“…” Sho rodó los ojos. “No dije nada.”
“No.” Souji se detuvo de golpe, y lo tomó del brazo. “No voy a poder comprender a lo que te refieres si no me lo dices, Sho. No…”

‘No soy Minazuki’, pensó Souji.

“Adentro. En la pelea… estabas tan ensimismado en no herir a los miembros del culto que… bueno.”
“¡Ah!” Souji sonrió.

Fue recién en esos instantes que recordó que, algunas veces, había andado peleando por su cuenta y, de pronto, cuando menos lo esperaba, Sho había aparecido a su lado. Ahora entendía que había sido para protegerlo de ataques del enemigo que pasaban desapercibidos para él por cuidar sus movimientos con tanta precisión.

“¿Me protegiste, no?”
“…” Sho asintió, sin mirarlo a los ojos. Su ceño fruncido era muy gracioso, tomando en cuenta el sonrojo en su rostro. Le daba vergüenza admitirlo, al parecer.
“Gracias, Sho. De no ser por ti, no sé que hubiera pasad—”
“¡No exageres!” le gritó Sho, rojo hasta las orejas. “No importa. Vamos,” dijo, y aceleró el paso.

Souji lo siguió de cerca y le esbozó una sonrisa, por más de que Sho no podía verla.



Aquel gesto se quedó en su mente por mucho tiempo. Sho lo había protegido en una batalla, algo que hace unos años había sido imposible de imaginar.

Sin embargo, la real sorpresa vino unas semanas después, cuando se torció el tobillo por salir apurado del tren. Souji suspiró, resignándose a un par de semanas de muletas y de yeso. El dolor que sentía le indicaba que de seguro se trataba de un esguince.

El trayecto hacia la salida de la estación subterránea fue la experiencia más dolorosa de su vida, pero el alivio al subirse al taxi lo calmó por unos instantes. La visita al médico salió cara, y no quería imaginar lo incómoda que sería su vida con yeso por las semanas que se venían, pero supuso que era su propia culpa, por andar despistado y apurado.

Recién en la noche, cuando andaba ahogándose en su propia misera y maratoneando shows de repostería en netflix, recordó que ese era uno de los días en los que Sho y él se juntaban para entrenar. Souji se quería morir ahí mismo: sentía que romper con aquella tradición, luego de tantos meses de cumplirla religiosamente, iba a ser tomado de la peor forma. Aún no eran tan amigos como para perdonarse ese tipo de cosas, o al menos Souji sentía que Sho no sería capaz de perdonarlo por ello.

Suspiró, recostando su cabeza en el respaldar del sofá.

La mampara comenzó a sonar y Souji quiso desvanecerse.

Sho no demoró en llegar a la sala, y lo observó, curioso.

“Oh.”

Souji esperó lo peor: la expresión de Sho era indescriptible, pero de seguro no demoraría en demostrar su enojo—

“Metiste la pata, literal,” comentó Sho y, aunque intentó aguantarse las risas, terminó irrumpiendo en carcajadas.

Ah. A veces olvidaba lo infantil que podía ser.

“…” Souji lo fulminó con la mirada.
“Oye, no jodas. Sabías que aprovecharía la situación. ¡Ese juego de palabras es perfecto!”
“…Pues… sí, supongo que debía esperarlo de ti.” Souji sonrió de lado.
“¿Cómo te hiciste eso?”
“…Uh… Salí muy apurado del tren y bueno. Pasó.”
“Eso es idiota, incluso bajo tus estándares,” dijo Sho, tomando asiento a su lado.
“No metas el dedo en la llaga, Sho.” Souji suspiró. “Esto es lo peor que pudo haberme pasado. No sé qué haré estas semanas que vienen. Más bien, lo siento. No sabes cuánto me molesta no poder respetar nuestra rutina—”
“Eh.” Sho se encogió de hombros. “No importa, Seta.”

Souji no se detuvo a pensar en las palabras que salieron de su boca.

“¿Podrías… quedarte a ayudarme?” dijo, y luego se arrepintió.
“¿Hoy?”
“El tiempo que desees,” dijo Souji, evitando su mirada. “Unos días, una semana. Pero no te preocupes, entiendo si te incomoda.”
“Uh…” Sho se rascó la cabeza, y asintió. “Sí, supongo que puedo venir a ayudarte unos días.”
“¿En serio?” Souji se iluminó.
“No tengo nada mejor qué hacer.”
“Okay.” Souji sonrió.
“Lo único que me da curiosidad es que no le pidas este favor a tus amiguitos.”
“¿Por qué?”
“¿No eres más cercano a ellos? Como ese baboso… uh, no recuerdo su nombre. El que siempre te llamaba “partner” o algo así.”

Ah.

Yosuke.

Souji intentó no inmutarse, pero era predescible que parte de su tristeza aflorara con la mención de su amigo. Sacudió sutilmente la cabeza, intentando disipar el sentimiento.

“¿Qué pasó?” Sho lo observó. “Hiciste una mueca…”
“No, nada. Yosuke está ocupado con sus estudios y no podría molestarlo con ello. Lo siento, suena como que justo te pedí el favor a ti sabiendo que no tienes mucho que hacer, pero no lo puedo negar.”
“Lo sé.” Sho rodó los ojos. “No soy idiota.”

Un silencio se extendió entre ambos.

“…Sho,” lo llamó Souji, súbitamente. “Quiero hacerte una pregunta.”
“¿Mm?”
“¿Somos… amigos?” Souji posó su mirada en él. Sho se inhibió, y quebró el contacto visual, avergonzado.
“¿¡Por qué mierda preguntas cosas así de la nada!?”
“Me dio curiosidad. Llevamos casi dos meses con esta rutina… entrenamos, vemos películas, te burlas de mí y me burlo de ti. Hablamos de mi vida, me cuentas un poco de tus fijaciones y hemos peleado juntos… Pero aún no sé si te sientes cómodo con mi compañía.”
“Creo que si te soporto tantas veces a la semana es por algo,” comentó Sho, observando la pantalla. Parecía evadir su mirada a propósito.
“¿Entonces somos amigos?”
“Nunca he tenido un amigo, así que no sabría decirte…”
“Bueno, así es una amistad, te cuento.”
“Es… extraño.”
“Me imagino. Pero… ¿sabes?”
“¿Mm?”
“No creo ser tu primer amigo. Ese fue Minazuki.”
“…” Sho volvió su mirada hacia él, un tanto dolido con aquella mención. “Sí, es cierto.”

El pelirrojo se veía un tanto perdido. Al parecer, la ausencia de Minazuki aún le afectaba.

Y Souji no podía sacarle nada en cara. Él también estaba pasando por su propio luto, después de todo.

“Lo siento, tal vez no debí mencionarlo. Lo que tuviste con él fue muy distinto y—”
“No importa, Seta,” le aseguró Sho. “Odio cuando te pones nervioso y hablas de más.”
“Es sólo que no quiero incomodarte o repelerte.”
“Deja de cuidar todo lo que haces a mi alrededor,” le pidió Sho. “Me incomoda más. Siento que no soy igual a ti, que merezco un trato especial por todo lo que me ha pasado y… es horrible.”
“Lo siento. Debí hablarlo contigo desde siempre, pero sentía que tocar el tema también te espantaría.”
“Seta. Tú mismo lo has dicho. Llevamos meses en esto. No estaría aquí si fueras insoportable.”
“…” Souji sonrió. “Tienes razón.”
“Ahora. ¿Qué tengo que hacer?” preguntó Sho, señalando su yeso.
“Como estoy lisiado, necesito que… bueno, necesito que hagas todo por mí.”
“¿Cocinar, limpiar, eso?” Sho no se veía tan emocionado con la idea.
“Sí… entre otras cosas. También necesitaré que seas mi apoyo… y me ayudes a manejar las muletas.”
“Ugh. Eres como un bebé.”
“Eso~” Souji intentó reír, pero soltó un suspiro, resignado. “Lo odio.”
“Bien fácil para ti decirlo, cuando tú no estás en mis zapatos.”
“Tranquilo. Con mis indicaciones, estoy seguro de que todo irá bien.”
“…Esperemos.”



Craso error.

La primera semana fue terrible.

Sho quemó varias veces la comida hasta que acordaron en pedir delivery, resignándose a gastar un poco más de lo pensado sólo para impedir que el departamento de Souji terminara en llamas. Por otro lado, Sho no podía controlar o medir su fuerza, y muchas veces, soltó o empujo a Souji, haciéndolo caer sin querer. Eventualmente, Souji tuvo que aprender a apoyarse en las muletas, que eran mucho más confiables que el agarre de Sho.

Pero lo más preocupante fue el tema de ciertas tareas del hogar, como lavar la ropa. Era sólo cuestión de presionar un botón, y Souji le había dejado los pasos en una libreta de notas, pero tal parecía que Sho y la tecnología nunca se llevarían bien, porque al regresar de clases, lo encontró peleando con la lavadora… literalmente. El cuarto de lavandería estaba sumergido en burbujas y Sho intentaba deshacerse de ellas pero aparecían más. Souji ni recordaba muy bien cómo habían solucionado ese tema, pero felizmente todo regresó a la normalidad y acordaron que él se encargaría de la ropa de ahora en adelante. Sho lo ayudaría a ingresar al cuarto pero nunca se atrevería a presionar ni un botón de la lavadora. “Nunca más”, había afirmado, muy serio.

Sus amigos cercanos notaron que Souji estaba recibiendo cuidados por alguien ajeno al grupo de su universidad o al de Inaba, y varios se mostraron curiosos al respecto. Si bien no había problema en explicar la situación, Souji sintió que no era necesario hacerlo en esos momentos. Algunas amigas suyas como Rise o Chie eran capaces de tomar el primer vuelo a Osaka para juzgarlo por sus decisiones y su falta de autopreservación al convivir con Sho Minazuki.

Si era sincero consigo mismo, había contemplado la posibilidad de invitarlo a vivir con él un mes atrás, pero el yeso había sido la excusa perfecta para engatusarlo. Y Sho cayó: lo que empezó como visitas interdiarias terminó en una convivencia. Esto no significaba que el pelirrojo permanecía todo el día allí, puesto que salía de vez en cuando a hacer su vida… pero regresaba. Los sonidos de la mampara y los pasos de Sho eventualmente se hacían presentes.

La rutina continuó más allá del incidente de su tobillo. Sho se hizo dueño del cuarto de huéspedes, y empezó a ambientarlo con sus propios gustos y fijaciones. Había desarrollado un interés nada irónico por las series policiales —esas con millones de capítulos y explicaciones ilógicas de cada asesinato—, así como por cierta música de rock y algunas series y películas de netflix. Tenía su perfil en la plataforma, robándole la cuenta a Souji. Además, se había comprado un celular para poder contactarlo en caso fuese necesario.

Poco a poco, los entrenamientos dejaron de ser tan seguidos, pero los mantuvieron un par de veces por semana. El resto de noches la pasaban viendo películas o haciendo sus vidas por su lado: Souji trabajaba o salía con sus amigos, mientras que Sho… salía a sabe Dios dónde.

Una noche, descubrió su paradero de la forma más extraña: Sho ingresó a su cuarto a altas horas de la noche. Souji sintió el olor a alcohol desprendiendo de sus ropas y su aliento y lo vio acercarse a la cama en la oscuridad de la estancia. El pelirrojo se echó a su lado, dándole la cara.

Su expresión era graciosa: hacía un puchero y andaba sonrojado por el alcohol en sus venas.

“Hola, Sho,” lo saludó Souji. Aún no había conciliado el sueño, por lo que la visita nocturna de su amigo no lo incomodaba en lo absoluto.
“Tomé mucho. No, tomé más de lo normal. Es… extraño.”
Souji rio. “Ahora entiendo a dónde vas esas noches que no te encuentro aquí.”
“No creas que salgo a tomar. Yo salgo a pasear,” afirmó, señalándolo, enojado. “La vista de la ciudad de noche, desde la azotea de los edificios es… impresionante. Pero a veces tomo. No me gusta regresar muy temprano, antes de que tú llegues,” mencionó, y se acercó hasta apoyar su rostro en el cuello de Souji. Su brazo rodeó su cintura, y Souji se quedó helado, sorprendido por las acciones de Sho.

Nunca esperó verlo ebrio, pero tal vez eso no era lo que más lo sorprendía.

Sho Minazuki había iniciado el contacto físico entre ambos.

Lo estaba abrazando, y eso era más inusual.

“Souji.”

Wow, y se ponía cada vez más raro, al parecer.

“¿Sí?” preguntó Souji.
“Tengo una… duda,” mencionó, contra su piel. Souji tembló un poco: sentir el aliento de alguien en su cuello era algo muy ajeno. Hacía… buen tiempo que no tenía a alguien tan cerca.
“Puedo ayudarte, tal vez,” ofreció Souji, intentando mantener la calma.
“¿Prometes que no vas a joderme con esto más tarde?”
“…” Souji se ablandó, y sonrió, rodeándo su cuello. “Lo prometo.”
“¿Cuál es el punto de besarse?”

Souji agradeció que Sho no podía ver su expresión.

Esa pregunta era del tipo que no imaginaba oír a las dos de la mañana. Al menos no de Sho Minazuki, la persona menos pensada para ello.
 
“Lo he visto en las películas y las series,” continuó Sho, apoyando su nariz en la clavícula de Souji.

Luego, inspiró su aroma, y suspiró al cabo de unos segundos.

Souji quería morirse.

“También la gente de la calle y el bar lo hace y… es muy raro.”
“¿Por qué lo dices?” preguntó Souji, curioso. Los nervios lo llevaron a dibujar pequeños círculos en el hombro de Sho.
“¿Qué significado hay en juntar tu boca con la de otra persona? ¿No te parece extraño?”

Souji pudo imaginar su rostro lleno de confusión, y la ternura que sintió fue demasiado abrumadora. Sho era un hombre de veintidos años con una altura intimidante, una contextura fornida y una cara de pocos amigos. Y sin embargo, era capaz de estar confundido por el concepto del amor y del contacto físico.

Souji optó por guardarse sus comentarios. De seguro Sho no lo dejaría tranquilo.

“Podrías decir lo mismo de lo que estamos haciendo ahora,” sugirió Souji.
“No.” Sho negó con la cabeza. “Esto es un abrazo, ¿no? Ikutsuki… Ikutsuki me dio abrazos cuando era pequeño.”
“Un beso es otra manera de mostrar cariño, Sho.”
“…Sigue siendo raro.”
“Y no tienes que sólo darlo en la boca, ¿sabes? También puedes darlo en la frente, o en la mejilla… o en el cuello.”
“¿Aquí?” preguntó Sho, besando aquella zona de piel entre la clavícula de Souji y su cuello. “Huh. Raro.”
“N-No… no tenías que demostrarlo,” comentó Souji, un tanto avergonzado. “Pero sí. También… en otros lugares.”
“¿Dónde?” Sho se alejó para observar su rostro.
“Uh… ¿En el dorso de la mano? En el hombro. En la oreja. En varias partes del cuerpo.”
“Pero sigo sin entender cuál es su función.”
“Ya te dije, es para mostrar cariño. También puede ser para dar placer, pero… no hablaremos de eso.”
“¿Por qué?” la expresión de Sho denotaba su enojo, y Souji suspiró.

Nunca se imaginó en aquella situación, intentando negarle una explicación tan… vergonzosa a Sho.

Siendo sincero consigo mismo, no lo había imaginado tan curioso. Pero tal parecía que las series y películas que consumía le habían abierto a un mundo lleno de posibilidades, de tradiciones, actitudes y comportamientos que consideraba ajenos a su experiencia y sumamente fascinantes por su extrañeza. Eso, sumado al alcohol en sus venas, parecía quitarle cualquier ápice de timidez, priorizando su curiosidad.

Siempre lo había visto intrigado por cualquier contacto físico que habían observado en las películas o series que veían a menudo, pero nunca había sido capaz de preguntar algo al respecto. Era inevitable que llegaran a eso si se ponía a pensar con detenimiento: Souji era la persona que estaba ayudándolo a comprender el mundo a su alrededor. Tenían que tocar el tema eventualmente.

Dios. Se sentía como un adolescente de nuevo, avergonzado por algo tan trivial.

“Porque es una conversación un tanto compleja y es un poco tarde para ello,” mintió… aunque en parte era cierto. Le esperaba un largo turno de trabajo y unas horas de clase. Necesitaba dormir.
“Souji, no me subestimes. No estoy tan ebrio.”
“Oh, descuida. No lo decía por ti. Lo decía por mí, realmente. Estoy cansado y mañana tendré un día un tanto agotador.”
“Mm, está bien.” Sho hizo el ademán de separarse, pero Souji no soltó el agarre en su cuello. “…No entiendo.”
“Podemos dormir así. No hay problema. Ah, a menos de que te incomode.”
“…No.” Sho volvió a apoyar su rostro en su cuello y cerró los ojos.

Souji sintió el suave roce de sus pestañas en su piel, y sonrió.

“Todo bien,” afirmó Sho.
“Me alegra. Hasta mañana, Sho.”
“…Hasta mañana.”



Cuando despertó, olvidó por unos instantes los sucesos de la noche anterior.

Recordó todo en chispazos al mismo tiempo que sintió la calidez del cuerpo de su amigo y su respiración calmada en su cuello. Sho se había acostado con la ropa del día anterior: unos joggers, un polo manga cero y una polera amarrada en su cintura. Ni se había tomado la molestia de sacarse las zapatillas, pero a Souji poco  le importaban esos detalles. Prefería apreciar la cercanía, por más sorpresiva que había sido.

Sho era una caja de sorpresas y lo seguía siendo meses después de su reencuentro.

Como aún mantenían la postura de la noche anterior, Souji aprovechó en acariciar los cabellos de Sho, encontrando que eran mucho más suaves al tacto de lo que esperaba.

“Deja de jugar con mi pelo. Gracias,” le habló Sho, suspirando. Imaginaba que la resaca que tenía era terrible.
“¿Quieres tomar agua?”
“No,” dijo Sho. Lo estrujó más cerca de sí. “Quiero que te quedes quieto.”
“Me sorprende no haber oído tus gritos y tus preguntas por… bueno, por esto.”
“No estaba tan ebrio ayer,” confesó.
“¿…Sabías lo que estabas haciendo?”
“Sí. Bueno, recuerdo que llegué y me eché contigo. De ahí hablamos sobre algo que me pareció raro.”
“…Entonces sí estabas bien ebrio.”
“Okay, un poco más de lo que creí. ¿Te acuerdas de qué hablamos?”
“¿…No?”
“Seta, no mientas. Tú si estabas lúcido.”
“Okay, okay. Me preguntaste por el acto de besar,” dijo Souji, muy sincero. “Y te expliqué cuál es su función.”
“Ah, claro.” Sho asintió. “Y me dijiste que también podía ser para dar pla—ASDJFLFG”

Sho se había visto interrumpido por el salto brusco de Souji, quien se incorporó en la cama y lo apartó de sí en cuestión de segundos.

“Yyy es hora de alistarme,” dijo Souji, revisando el inexistente reloj de pulsera que tenía. “Tengo turno a las 8.”
“¡Seta, no evadas el tema!”
“El internet es vasto y amplio.” Souji se giró sutilmente hacia Sho. “Estoy seguro de que tiene las respuestas a todas tus preguntas.”
“No es lo mismo que tú me las expliques.” Sho frunció el ceño.
“No. Pero hay cosas que ni a mí me explicaron y que tuve que encontrar por mi cuenta… por más traumáticas que fueron. Es parte de crecer, Sho.”
“…Y una mierda.” Sho rodó los ojos.
“Tranquilo,” dijo Souji, revolviéndole los cabellos. “Si tienes dudas, en la noche puedes preguntarme más.”
“¿No me estás jodiendo?” preguntó Sho, apartando la mano de Souji.
“¿Por qué lo haría?” Souji le sonrió.
“…Okay. Con tal de que no me vengas con excusas, todo bien.”
“No te preocupes. De seguro andaré agotado, pero al menos te daré un tiempo para que me uses de enciclopedia.”
“Genial.”
“Ahora, báñate, por favor. Que vas a dejar impregnada mi cama del olor a cerveza y te voy a obligar a lavar las sábanas como castigo.”
“No me trates como un niño, carajo.”
“Pensé que te indignaría más el prospecto de lavar, pero genial.” Souji sonrió.
“…” Sho se levantó de la cama y se sacó el polo, lanzándolo a un rincón aleatorio del cuarto. Caminó hasta salir del cuarto, pero retrocedió y volteó a observarlo.

Sho se veía ridículo con la polera aún colgando de su cintura y vestido de allí para abajo.

Sí, ridículo era la mejor opción de adjetivo para describirlo.

O al menos Souji intentaba convencerse de ello.

“¿Está bien que me bañe primero? ¿No tienes turno en un rato?” preguntó Sho, confundido.
“Confío en que serás prudente y esa ducha rápida te tomará máximo cinco minutos.”
“No pensaba usar más tiempo de todos modos.”
“Perfecto.” Souji se levantó de la cama. “Avanzaré con el desayuno.”
“Okaaay,” canturreó Sho, a la vez que se dirigía al baño.

Souji necesitaba ayuda y era urgente.

U-r-g-e-n-t-e.




Era curioso ver como en aquella zona de Osaka, algunos cafés como su lugar de trabajo carecían de clientela luego del horario de almuerzo. Souji no se quejaba de ello: al contrario, le agradaba pasar aquellas horas de tranquilidad junto a sus compañeros de turno. Todos los chicos que trabajaban con él eran sumamente encantadores y amenos, y usualmente compartían conversaciones triviales detrás de la barra mientras esperaban la llegada de nuevos clientes.

Souji aprovechó para conversar sobre el tema en esos momentos, pero se le hizo difícil explicar la situación a alguien que no estaba enterado del pasado de Sho o de los sucesos de Inaba. No podía mencionar que Sho no comprendía ciertas actitudes o comportamientos por su falta de interacción social al haber sido tratado como un experimento casi toda su vida. Y, por supuesto, tampoco podía mencionar que Sho había intentado destruir el mundo y había querido matarlo a él y a sus amigos. No eran agradables relatos, después de todo.

Por ello, Souji supo que tenía que enfrentarse a lo que había andado posponiendo desde hace unos meses: alguno de sus amigos del grupo de Inaba tenía que enterarse de su convivencia con Sho… y de su amistad con él, por supuesto. Años atrás, hubiera recurrido a Yosuke, pero hablar con él en esos momentos… sonaba complicado.

Naoto era su mejor opción.

Ah, Souji-senpai, qué agradable sorpresa,” le respondió Naoto, ni bien la llamó.
“Disculpa, Naoto. No te quiero incomodar… pero tengo un asunto un tanto complicado.”
¿Puedo ayudarte en algo?
“Sí, te lo agradecería… eres la más cuerda de todo el grupo y sé que tu reacción será la más calmada.”

“¿Todo bien, senpai?” Naoto se escuchaba un tanto preocupada.
“Sí, todo bien. Aunque… bueno, no hay otra manera de decirlo. Te acuerdas de Sho Minazuki, ¿no?”
Claro. Lo último que oí de él fue que andaba viajando por el mundo, o algo así.
“Pues… estoy conviviendo con él.”
¿¡QUÉ!? ¿Estás bien, senpai? No te ha amenazado o algo, ¿no?
“No, no. Sho ha madurado. Creo que el viaje le ayudó un montón… pero nos hemos estado juntando interdiariamente a entrenar y parece que mi compañía también le ha ayudado. Somos amigos, ahora.”
” Naoto suspiró. “Bueno, tiene sentido. Siempre has sido de darle una segunda oportunidad a las personas. Recuerdo que ninguno del grupo quería, pero lo hiciste igual con Adachi-san.
“Adachi-san estaba arrepentido. Y bueno, me ayudó a detener a Hi-no-Kagutsuchi. Creo que nunca se lo comenté al grupo, pero de no ser por él, no podría haber salido victorioso.”
Se reivindicó a su forma, por lo que veo.
“Exacto.” Souji sonrió. Recordaba que su tío le había contado que Adachi andaba haciendo todos los méritos posibles para salir de la cárcel pronto. La amistad entre los dos parecía ir más allá de todo, y le alegraba saber que su tío había sido capaz de perdonarle. “Sho… no busca redención. Creo que sólo buscaba compañía, y yo he sabido suplir esa necesidad a mi forma. Pero… hay un detalle.”
¿Qué cosa?
“Parece que… uh…” Souji quería que la tierra lo tragase. “¿Me estoy enamorando?”
¿¡DE SHO MINAZUKI!?
“Naoto, en serio. Yo sólo ya me he indignado. No necesito la indignación de los demás.”
Bueno, recuerda que yo me acuerdo del Sho Minazuki de hace unos años. Ese que era un inmaduro, que sólo quería matarnos, y que tenía terribles juegos de palabras.
“…Los juegos de palabras aún perduran.” Souji suspiró, derrotado.

Naoto rio.

Pero… ¿estás seguro?
“¿De qué?”
De que te gusta.
“No lo sé. Ayer llegó ebrio y me abrazó y sentí muchos nervios. Pero no del tipo ‘ah, me puede matar cuando él quiera’. Esos desaparecieron el primer día que se apareció en mi balcón.”
Eran más ese tipo de nervios como… ¿las populares mariposas en el estómago?
“¿Tal vez? Wow. Suenas muy experta en el tema.” Souji bromeó.
¿La verdad no?” Naoto rio, muy nerviosa. Vaya manera de delatarse. “Qué hablas, senpai.
“Haha~”
¿Eran mariposas?
“No sé. Hace mucho tiempo que no las he sentido. Pero supongo que sí… en la mañana se desvistió en frente de mí y—”
ASDFFGSLDFJ SENPAI” Naoto sonaba sumamente avergonzada.
“NO, tranquila. No es nada calenturiento, lo prometo. Es sólo que… lo miré de otra forma, supongo.”
Eso es un poco calenturiento.
“Okay, tienes razón, lo siento.” Souji suspiró. “Sho Minazuki me está volviendo loco. Y todo esto en una noche. Ayer en la mañana todo estaba bien, no sé qué pasó.”
¿Tal vez fue por algo que hizo o que hablaron? ¿Sólo te abrazó?
“Bueno… tú sabes que él no ha crecido como nosotros, con padres, amigos, internet y cultura pop. Él no entiende ciertas cosas… como el motivo detrás del contacto físico.”
¿Pero no te dio un abrazo?
“No. Me refería a algo más… íntimo.”
Oh.
“Besos, Naoto. No sé en qué piensas.”
¿¡Yo no pensaba en nada!?
“Haha,” Souji rio, imaginando el sonrojo de Naoto. De seguro su amiga se veía muy tierna.
¿Te ha pedido que le enseñes?
“No. Solo me preguntó para qué se besaba la gente. Pero tengo miedo de que encuentre otras cosas por ahí. Como está viendo series y películas desde hace un buen tiempo… Y encima le dije que revise internet. Ah, creo que cometí un error.”
Bueno, esa charla llegará eventualmente. Mejor te preparas con anticipación. No puedo creer que la vayas a dar sin ser padre.
“Se la voy a dar a la PERSONA QUE ME GUSTA”
Eso suena mil veces peor.
“Lo es, lo es.” Souji suspiró.
Haha.” Naoto rio, sorprendiendo a Souji.
“¿Qué pasa?”
Nada, es que hace tiempo que no te oía tan feliz. Sé que al inicio dijiste que lo andabas ayudando… pero de alguna manera, él te está ayudando a ti también, ¿no?
“…” Souji no lo había pensado así.

Sho había llegado en el momento indicado, después de todo.

“Tienes razón.”
Estoy segura de que superarás este obstáculo, senpai. Suerte con la charla y con todo. De lo que me dices, dudo que Minazuki te rechace.
“¿No pensaba decirle nada?”
Dudo que puedas aguantarlo por mucho si andan viviendo juntos.
“…Eso es cierto. Pero no me has dado ningún consejo.”
Senpai, soy la peor persona para eso. No tengo experiencia amorosa y dudo tenerla a futuro…
“¿Estás segura de eso?”
S-sí,” dijo, nerviosa. “¡Sí!” repitió, decidida. “No voy a caer en tus trucos.
“Bueno, yo siempre te he dicho que des el primer paso. Que no lo quieras hacer es distinto.”
…Lo haré si tú lo haces.
“¿Qué?”
Digo que lo haré si tú lo haces.
“¡Eso no es un consejo! ¡Eso es un reto!”
Mejor que nada, senpai.” Naoto rio. “Te hago barra.
“…Okay. Gracias.” Souji sonrió. “Yo también te hago barra, Naoto. Espero oír buenas noticias de ti pronto.”
Igualmente. Te mando un abrazo.”

“¡Y yo a ti! Mil gracias por escucharme.”
No hay problema. Cuídate mucho.

Ambos colgaron la llamada al mismo tiempo.

Souji suspiró, aliviado.

Al fin se había quitado un peso de encima.



Era una hora relativamente temprana para regresar a casa. Sin embargo, luego de un día tan cansado, era imposible contar con las ganas de acompañar a sus amigos por unos tragos luego de las clases de la noche. Souji estaba matado, y lo único que necesitaba en esos instantes era lanzarse al sofá de su sala y maratonear la primera serie terrible que encontrara en netflix. No tenía clases al día siguiente, por lo que el prospecto de quedarse dormido allí sonaba espléndido.

En el trayecto a su departamento, no pudo evitar pensar en la conversación con Naoto. Le había ayudado a comprenderse mejor, puesto que había estado evitando pensar en sí mismo con la llegada de Sho a su vida. Era un mal hábito suyo, en el que siempre ponía a los demás antes que a él, pero usualmente se daba para evitar tener que analizarse a sí mismo e identificar sus ansiedades, necesidades o penas. Era un poco cobarde, realmente.

Lo de Yosuke había sido el detonante. Terminar una relación era algo que se podía dar y siempre había contemplado la posibilidad de que suceda porque no todo podía funcionar en la vida. Yosuke y él vivían lejos y su amigo claramente tenía una preferencia por las mujeres. Souji a veces era demasiado pegajoso y necesitaba tenerlo cerca, por lo que al final decidieron cortarlo por lo sano.

Souji intentó salir con otras personas luego de eso, pero nunca llegó a nada. Y ahí fue que progresivamente sus ánimos decayeron. No se sentía deprimido, sólo un tanto desanimado en el ámbito amoroso.

Así como Sho, Souji también necesitaba compañía, un tipo de compañía distinto al de sus amigos cercanos o los de la universidad. Dudaba que el lazo entre Minazuki y Sho hubiese sido de pareja, pero podía afirmar con seguridad que se trataba de un vínculo que iba más allá de todo. Por eso su ausencia había obligado a Sho a crecer.

El asensor se detuvo en el piso nueve y Souji salió de este con destino a la puerta de su departamento. Souji ingresó, cerrándola tras de sí, y lo primero que vio fue a Sho caminando por el pasillo. Su amigo le ondeó la mano a manera de saludo y siguió con su camino hacia la sala.

Souji corrió y lo interceptó, abrazándolo y estrujándolo con todas sus fuerzas. Aunque demoró en reaccionar, Sho eventualmente le devolvió el abrazo, un tanto confundido… hasta que pareció notar algo y lo alejó de sí.

“¿¡Q-qué carajos!?” le preguntó, tan rojo como su cabello.
“¿Pensé que podía abrazarte?” dijo Souji, siendo el epítome de tranquilidad. “Al menos entendí eso hoy en la mañana.”
“…Casi me matas de un susto, Seta.”
“Lo siento, tal vez sí fue un poco de la nada.”

Sho lo sorprendió al atraerlo a su cuerpo, rodeando su cintura. Escondió su rostro en el cuello de Souji, justo como había hecho la noche anterior…

…Solo que ahora estaba completamente lúcido.

Souji sonrió. Alzó sus manos hasta posarlas en su cabello, acariciándolo.

“¿Estás bien?” le preguntó. “Siento que tú necesitabas esto más que yo.”
“Un poco,” admitió Sho. “Quédate quieto.”
“Okay, okay.” Souji estrujó su espalda.

Disfrutaron de esa cercanía en silencio.
« Last Edit: November 28, 2019, 12:51:06 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #11: January 12, 2019, 06:19:31 PM »


❤ Sho/Souji [Post-Canon] || 3/3 (Terminado)



Era natural para él sentir curiosidad.

Después de todo, nunca había conectado con la gente de maneras tradicionales. Seta era su primer amigo y lo había logrado peleando con él por un buen tiempo, lo que significaba que sí, aún tenía mucho por delante.

Pero ese no era el problema: Sho no estaba interesado en conseguir más amigos. Su preocupación era que, según lo que había visto en series o películas, asegurar las amistades implicaba ciertos rituales y comportamientos un tanto extraños. Al parecer regalarse cosas era una manera de reafirmar el lazo. Dar y recibir consejos, salir a pasear, apoyarse el uno al otro. Ah, abrazarse también, como muestra de afecto.

Seta y él hacían muchas de esas cosas. Y estaba bien.

Pero habían otras… que le llamaban más la atención.

“Sigo sin entender cuál es el punto de… uh… ¿las muestras de afecto físicas? El contacto físico en general, mejor,” soltó Sho, mientras veían una serie un sábado por la noche.
“¿Investigaste en internet?” le preguntó Souji.
“Sí, y sólo me llevaron a sitios pornográficos,” comentó, sin una pizca de emoción en su rostro.

A su lado, Souji estaba muerto de la vergüenza. Al parecer esos temas no se hablaban con tanta neutralidad.

“Okay, okay. ¿Qué quieres saber?” le preguntó Souji, poniéndole pausa a la serie en la pantalla.
“En serio, Seta. No entiendo por qué la gente junta sus bocas. Es… asqueroso.”
“Eso es porque nunca lo has hecho.”
“Estoy seguro de que aún así se me haría asqueroso. ¿Intercambiar fluidos? No, gracias.”
“No es necesario abrir la boca para besar, Sho.”
“…” Sho se llevó la mano al mentón, pensativo. “No tiene sentido, Seta.”
“¿Por qué te da tanta curiosidad?”
“Pues… parece normal para todos ustedes. En la calle, en las películas, en todo. Es eso o tener sexo. Y nadie se cuestiona estas cosas.”
“Es una parte de nuestra humanidad. Como comer, o sufrir, o morir.”
“Huh.” Sho sonrió de lado. “Eso sono muy tétrico de tu parte.”
“Sí, un poco.” Souji rio. “…El contacto físico es una manera de comunicarnos y conectar con los otros. Yo sé… que has estado acostumbrado a pelear para conectar con la gente a tu alrededor, pero existe un tipo de contacto físico que no tiene que ser violento. En realidad, nunca debió ser así, Sho.”
“Yo sé. Ikutsuki fue una mierda.”
“Sí, pero no puedes dejar que esa experiencia te marque. Estás aquí, y estás aprendiendo.”
“Igual, sigo sin entender.” Sho apoyó su cabeza en el respaldar del sofá, observando el techo sin mucho interés.

Su frustración era visible en su rostro. Después de todo, era demasiado difícil entender que su manera de comprender el mundo estaba errada.

“Tal vez… ¿Necesitas vivirlo? Puedo ayudar con eso.”
“¿Qué?” Sho se giró a observarlo.
“Bueno, ahora que lo pienso, ya hemos comenzado.” Souji sonrió. “Los abrazos han sido un buen inicio.”
“Mm.” Sho asintió. “No sé de dónde salió eso, pero no me incomoda.”
“Tú lo empezaste, Sho.” Souji le sonrió. “Por más de que te prometí tener menos cuidado a la hora de tratarte… siempre he tenido en mente el contacto físico. Por eso no me veía capaz de hacer algo como darte un abrazo.”
“Sí, entiendo.”
“¿Hay algo que te gustaría probar? Puedo ayudarte, como dije.”
“Okay. Dame tu mano.”
“…?” Souji se veía un tanto confundido, pero extendió su mano izquierda, justo la que andaba más cerca de él.

Sho la cogió, y acarició sus dedos, mapeando el dorso de su mano con suma curiosidad. Luego de una breve exploración sensorial, optó por entrelazar sus dedos con los de Souji, y posó sus manos en el espacio entre los dos.

Souji le sonrió, acercándose a él hasta dejar que sus manos entrelazadas fuesen lo único que los separara. Apoyó su cabeza en el hombro de Sho y cerró los ojos.

“¿Seguimos viendo The Good Place… o tienes más dudas?”
“Tengo demasiadas como para resolverlas en una noche.”
“Okay.” Souji sonrió y, con su mano libre, le dio play a la serie de nuevo. “Poco a poco, entonces.”

Ninguno fue capaz de quebrar el agarre.

Tan solo lo hicieron cuando se hizo tarde y Souji se durmió. Sho lo despertó sutilmente, le indicó la hora y recién ahí soltó su mano.

“Bueno, hasta mañan—”

Sho lo detuvo al agarrarlo del brazo, impidiendo que se fuera así sin más.

“Uh…”
“¿Qué pasa?” Souji lo observó, curioso.
“…” Sho se frotó la nuca, desviando la mirada.
“Ah. ¿Quieres dormir conmigo?”
“¡…Pero no dije nada!” gritó Sho, asustado.
“Estoy aprendiendo a leerte, al parecer.” Souji le sonrió. “Y no hay problema, por cierto. ”

Sho asintió. Se dirigió a su propio cuarto para un rápido cambio de ropa y luego, se encontró con Souji en el cuarto del peligris. Él ya estaba dentro de las sábanas, esperándolo con una sonrisa paciente.

Sho se echó a su lado, acomodándose para retomar la postura de unos días atrás. Inspiró el aroma de Souji y lo atrajo un poco más a su cuerpo, cerrando los ojos.

Esa noche, Sho encontró que dormía mejor a su lado.



“Ahora que lo pienso, nunca salimos.”

Era cierto: las noches que pasaban juntos siempre veían algo en la TV o conversaban sobre sus días. Souji lo había llevado al cine un par de veces, y era cierto que entrenaban regularmente, pero no habían salido para otro tipo de actividad.

“Podrías acompañarme,” sugirió Sho.
“¿A dónde?”
“A pasear.”
“¡Oh! Sí, por supuesto. Siempre me ha dado curiosidad. Imagino que la vista de Osaka de noche es preciosa.”
“Sí. Creo que te lo he dicho varias veces.”
“Honestamente, me sorprende no haber caído antes.” Souji le sonrió. “¿Vamos?”
“Mm.” Sho asintió.

Salieron por la mampara y saltaron del balcón a la azotea contigua. Souji lo siguió de cerca, mientras trepaban edificios y paseaban por distintos lugares de la ciudad. Le sorprendió la libertad de su amigo: había jurado que Seta se rehusaría a acompañarlo porque… bueno, era ilegal invadir el terreno privado. Pero se le veía muy entretenido con la idea de recorrer la ciudad de aquella peculiar forma.

Llegaron, eventualmente, al sitio favorito de Sho: la azotea de uno de los edificios más altos de aquella zona. Osaka era una de las ciudades más concurridas de Japón y eso quedaba claro con un vistazo rápido a su movimiento de noche. Miles de luces provenientes de establecimientos, edificios y carros brillaban en la oscuridad de la noche, pintando el cielo con sus colores y robándole protagonismo a la luna. Sho no se cansaba de observar el panorama: llevaba varios meses en lo mismo y no le aburría subirse al mismo lugar a sentarse y admirar las luces, el movimiento, los sonidos. La amalgama de cosas que hacía de Osaka un lugar muy singular.

Souji y él tomaron asiento en un muro cercano al borde de la azotea, compartiendo un breve silencio mientras caían en cuenta de los pequeños detalles de la vista que los rodeaba. La gente se veía como puntos que corrían con apuro de un lado a otro. Los carros pasaban como flashes de luces. Los letreros de los establecimientos tintineaban, llamando la atención de los transeuntes.

La expresión de Seta reflejaba su asombro. Sho se sintió un tanto orgulloso de eso.

“Wow… Esto es increíble, Sho.”
“Lo sé. Llevo meses viniendo aquí.”
“Es una distinta forma de ver las cosas. De sólo pensar que soy parte de esos grupos de gente… A veces no nos detenemos a pensar un poco. Parece que vamos de un lado a otro sin realmente reflexionar sobre lo que hacemos.”
“Quién diría que te pondrías así sólo por ver la ciudad de noche desde un lugar como este.”
“¡Es que es fascinante!” le dijo Souji, emocionado. “Me hace reflexionar un montón. Y… también me permite entenderte un poco más. Has intentado conectar poco a poco con tu entorno a tu manera y creo que encontrarste una linda forma de hacerlo.”
“Supongo…” Sho desvió la mirada, avergonzado.
“Gracias por compartir algo de ti conmigo hoy,” le dijo, buscando su mano. Sho entrelazó sus dedos con los de Souji y volvió a mirarlo a los ojos.
“Seta.”
“¿Mm?” Souji lo observó.

Con su mano libre, Sho lo tomó de la nuca y juntó sus labios en un suave beso. El pelirrojo hizo un chequeo mental de todas las cosas que debía hacer: cerrar los ojos, presionar sus labios con cuidado y guiar el beso con calma, tal y como había leído en las recomendaciones de gente extraña en internet. Quién iba a imaginar que existían foros y páginas dedicadas a dar tips para besar a alguien.

“Sí, es raro,” confirmó Sho, al separarse de Souji.

Souji soltó un suspiro.

“…” El peligris estaba pasmado.

Sho no sabía cómo interpretar eso.

“¿Qué pasa?”
“Me dices si algo te incomoda, ¿okay?” le dijo Souji.
“¿De qué hab—?”

Pero Sho no pudo terminar su frase: Souji había soltado el agarre en su mano para rodear su cuello y acercarlo a sus labios en un beso brusco, antítesis claro del suyo. Parecía buscar una cercanía imposible de conseguir, separándose por aire para volver a presionar sus labios al cabo de unos segundos. La sorpresa mayor llegó después, cuando Souji mordió su labio inferior para poder explorar su boca, y Sho no hizo más que quedarse ahí helado, con una sobrecarga sensorial impresionante. Atinó a cogerse de la espalda de Souji como soporte, y poco a poco, intentó corresponder el beso, sin saber muy bien qué hacer con su lengua. Todo se le hacía como un rompecabezas difícil de armar. 

La emoción de Souji ante su reacción lo tumbó hacia atrás, y cayeron juntos al suelo, separándose en el proceso. Souji se incorporó, montándolo a horcajadas mientras intentaba encontrarle sentido a lo que acababa de ocurrir.

Su aspecto desarreglado —labios hinchados, sonrojo visible, cerquillo hecho un asco, y camisa descolocada— le causó sensaciones extrañas a Sho, quien se quedó observándolo, confundido. Con las iluminación de la ciudad detrás de él, Souji contaba con un contraluz que resaltaba aún más aquellos detalles.

“Oh.” Souji pareció caer en cuenta de sus propias acciones.
“¿Qué mierda?” empezó Sho, incorporándose para estar junto a él.
“Oh, no, Sho.” Souji se llevó las manos a la cara, sumamente avergonzado. “Oh, no.”
“Seta, no entiendo ni un carajo—”
“Lo siento, necesito un momento.” Souji soltó un hondo suspiro y luego asintió. “Okay. Genial, gracias.”
“Cada vez me confundes más,” dijo Sho.
“…Sho,” dijo Souji, ignorándolo. “Escúchame bien. Sabes qué significa esto, ¿no?”
“Con esto te refieres a…”
“Esto. El beso que me diste. Y… los varios besos que te di.”
“¿No?”
“¿Por qué lo hiciste?”
“¿Qué?”
“Besarme.”
“¿Porque quise?” Sho lo observó, confundido. “¿Debí pedir permiso?” preguntó, enojado.
“No. ¡No! No estoy diciendo eso. Sólo quiero saber si estamos conscientes de lo mismo, o si debo explicarte que… bueno, que no besas a tus amigos en la boca.”
“Lo sé, no soy imbécil.” Sho rodó los ojos.
“…”
“…”
“¿Lo sabes?” Souji entrecerró los ojos, un tanto receloso de sus palabras.
“…No, no lo sé.” Sho se rindió. “Sólo quería besarte.”
“Pero no fue para asegurar nuestra amistad.”
“¿No sé? ¿No pensé en la función del beso? No es tan complicado, Seta. Quería besarte desde hace unos días. Investigué y hoy lo hice, punto.”
“¿Has… investigado?”
“Sí, no soy estúpido. No sé cómo besar, creo que te quedó claro. Por eso recurrí a internet.”
“…” Souji lo tomó del mentón y volvió a besarlo. “Eres un idiota.”
“¿No fuiste tú el que me dijo que internet tenía respuestas a todas mis preguntas?”
“Ah…” Souji suspiró, desanimado. “Pero pudiste haberme preguntado y te hubiera dicho que podía enseñarte.”
“Bueno, eso no cambia. Aún lo puedes hacer.”
“Sí, claro. Pero tal vez aún piensas que somos amigos y eso—”
“Seta. He visto suficientes series y películas como para captar que los amigos no hacen estas cosas, ¿okay? Osea, sí, a veces, pero usualmente su relación cambia después de eso.”
“…” Souji le encontró sentido a todo. “Osea que lo de hoy… Venir aquí y todo… ¿fue para besarme?”
“…” Sho se encogió de hombros. “No sé. Tal vez,” dijo, sin mirarlo a la cara.
“Gracias,” le dijo. “Y bueno, por si no te quedó claro, me gustas.”
“…Creo que con toda tu saliva en mi boca puedo decir que el mensaje llegó fuerte y claro, Seta.”
“Recuerdo haberte dicho que podías avisarme si algo te incomodaba.” Souji sonrió.
“…No fue tan incómodo.”
“¿Te gustó?”
“No sé. Fue muy extraño.” 
“Bueno, al inicio siempre es así.”
“Eh.” Sho se encogió de hombros. “¿Vamos a seguir viendo la ciudad o…?”
“¿Qué prefieres?”

Sho se tomó unos instantes, analizando sus opciones. Finalmente, optó por tomarlo de la camisa y juntar sus labios a manera de respuesta.




Souji Seta seguía siendo toda una experiencia varios meses después de su reencuentro.

No entendía cómo, pero poco a poco se había acostumbrado a su compañía, algo que nunca imaginó que sucedería luego de perder a Minazuki. Le costaba pensar en la posibilidad de que alguien fuese capaz de entenderlo hasta ese nivel, en que compartía un cuerpo y una consciencia con otra persona.

Pero Souji no era como Minazuki: Souji era su propia persona, con sus preocupaciones, gustos y emociones. Al igual que Minazuki, quería protegerlo a toda costa y cuidar de él mientras fuese posible. Pero a diferencia de él… Souji le otorgaba otro tipo de cariño. Menos incondicional, quizás, pero más realista.

Poco a poco, el silencio a su lado se había vuelto más cómodo. Ya no le molestaba la ausencia de voces en su cabeza. Tener a Souji cerca lo calmaba.

“Sho,” escuchó, a su lado, y lo encontró observándolo muy atento.
“¿Mm?”
“¿Me puedes soltar?” le dijo, entre risas. “Tengo clases en una hora.”
“No.” Sho lo estrujó más contra su cuerpo. La posición en la que estaban era sumamente incómoda porque el sofá no alcanzaba para tenerlos a ambos echados —ambos eran demasiado altos—, pero eso le importaba poco a Sho. Era una tarde tranquila y planeaba quedarse dormido así, con Souji a su lado.
“Sho…”
“…” Sho se rindió, y soltó su agarre. Souji lo sorprendió al tomarlo de las mejillas y darle un beso, antes de separarse y levantarse.
“Gracias,” le dijo. “Más bien, ¿no quieres acompañarme? Y de ahí aprovechas en ir por ahí a hacer tus cosas.”
“Sí, suena bien.”

Souji desapareció en el pasillo, de seguro en busca de su morral. Sho mantuvo su sitio en el sofá, esperándolo.

Le sorprendió oír el timbre: Souji no acostumbraba a tener visitas, más que sus amigos de la universidad, a veces. Los había conocido y no eran malas personas, pero tampoco se sentía en confianza con ellos. Las chicas parecían interesadas en él de una forma… especial, mientras que los chicos querían iniciarlo en sus tradiciones de ir a bares y discotecas y Sho no estaba interesado en eso. Tal vez tomar de vez en cuando, pero le incomodaba pensar en la posibilidad de que los amigos de Seta no pudieran manejar su alcohol.

En vista de que Souji andaba ocupado, Sho fue a contestar la puerta.

Al abrirla, se llevó un alarido como reacción del visitante. Cuando lo notó, se dio cuenta de que se trataba de aquel chico idiota del grupo de amigos cercanos de Souji: su nombre era… Yose… ¿Yosu…?

“¿Yosuke?” dijo Souji, detrás de él.

Ah, sí, era ese.

Souji se acercó hasta quedar al lado de Sho. Por unos instantes, Sho juró ver enojo en la expresión de Souji, pero rápidamente pasó a una neutralidad que, de todas formas, era muy curiosa.

“¿Qué hace Minazuki aquí?” preguntó Yosuke, confundido. Sho le dedicó una mirada de pocos amigos.
“No. Creo que la pregunta acá es qué haces aquí,” dijo Sho.
“¿Yo soy amigo de Souji? ¿¡Y no tengo por qué darte explicaciones!?”

“Basta,” dijo Souji, enojado.
“¿Cómo—? Souji, en serio, no entiendo nada,” le dijo Yosuke.
“Y es muy complicado como para explicártelo cuando vienes así como si nada, Yosuke.”
“Lo siento, sé que es un mal momento. Pero necesitaba hablar contigo… y sabía que una conversación por teléfono no iba a ser suficiente.”
“Debiste avisar.” Souji suspiró.
“Sí, lo sé. Pero es sábado y supuse que andarías libre…”
“No, tengo clase.” Souji desvió la mirada.
“Souji, no podemos seguir así. En serio, he venido a solucionar esto. Por favor…”

Ah.

En esos instantes, Sho captó que estaba de más ahí.

No podía comprender la naturaleza del conflicto entre ellos dos, pero supuso que iba más allá de una riña superficial. Souji se había mostrado dolido ante la mención de aquel idiota varias veces, lo que implicaba que aún habían cosas por resolver entre ellos.

Sho suspiró y dio media vuelta, caminando hacia la mampara.

“Sho, espera—”

Souji corrió hacia él, pero Sho se apuró en saltar por el balcón antes de que pudiera alcanzarlo. Le dedicó una mirada tranquila desde su punto en la azotea vecina y, luego, caminó con dirección a aquel edificio alto de la ciudad que tanto le gustaba.

Debía tomar distancia y darle su espacio. Era lo correcto.



Souji sintió que el alma le regresó al cuerpo cuando percibió los sonidos de la mampara deslizándose. Se levantó del escritorio, corriendo para darle el encuentro a Sho, quien lo saludó muy tranquilo.

“Hol—”

Souji lo interrumpió al lanzarse a abrazarlo. Sho se quedó helado por unos instantes.

Eventualmente, rodeó su cintura, apoyando su rostro en su hombro.

“¿Por qué te fuiste así sin más?”
“Uh… Supuse que necesitabas tu espacio. Y ese imbécil me estaba sacando de mis casillas, así que pensé que mejor era irme.”
“…” Souji suspiró, aliviado. Había pensado lo peor. “En parte es mi culpa por no explicarte la situación a fondo.”
“¿A qué te refieres?” preguntó Sho, un tanto confundido.
“Yosuke y yo estuvimos en una relación hace un año, pero no terminamos tan bien. Era mi mejor amigo y bueno, me costaba mucho volver a retomar la amistad luego de todo. Había estado evitando hablar con él por un buen tiempo… pero llegaste hace unos meses y le resté importancia.”
“¿Vino para volver contigo?”
“No, no. Sólo quería que fueramos amigos de nuevo. Pero amigos amigos, no conocidos… Desde que terminamos, mi trato ha sido muy frío con él.”
“¿Y?”
“¿Qué?”
“¿Qué pasó hoy? Cuando me fui.”
“Nos quedamos hablando un rato. Le expliqué todo lo tuyo… y bueno, le dije que estamos juntos.”
“Mm.” Sho lo estrujó un poco más.
“Fue un shock muy grande para él enterarse de todo. Bueno, si me lo hubieran contado a mí mismo hace medio año, no lo habría creído.”
“Ni yo,” admitió Sho, alejándose un poco para mirarlo a los ojos. “Todo esto es aún muy raro para mí.”
“Lo sé. Pero me alegra que estés dispuesto a darle una oportunidad,” dijo Souji.
“Mm.” Sho asintió. “¿Y en qué quedaste con… uh…?”
“¿Yosuke?” completó Souji. “Necesitábamos esa charla, así que todo bien. Hemos quedado en que poco a poco retomaremos el contacto. Y sobre lo tuyo… pues al inicio se mostró un poco receloso, pero al final se dio cuenta de que eres muy importante para mí. Creo que lo entendió… de hecho me pidió que te llevara a nuestra reunión anual.”
“¿Con todos tus amiguitos de Inaba?” Sho se veía un tanto preocupado.
“Pues… supongo que sería un tanto complicado para ti.”
“¿Un poco, no más? ¿Recuerdas que intenté matarlos hace unos años? No sé qué tan bien reaccionen.”
“Aún falta un tiempo para eso, así que podría ir preparándolos mentalmente. Sólo si quieres, por supuesto. No pienso obligarte a ir si no quieres.”
“…Lo pensaré.”
“Gracias, Sho… ah.” Souji notó un pequeño detalle.
“¿Qué pasó?”
“¿Pues… hay alguien que ya lo sabe?”
“¿De tu grupo?”
“Sí, aparte de Yosuke.”
“¿Quién?”
“¿Naoto?” ofreció Souji, con una sonrisa. “¿Lo siento? Tuve que recurrir a ella cuando estaba en plena crisis emocional porque me di cuenta de que me gustabas.”
“…Bueno, Shirogane me cae bien.”
“¿En serio?”
“Sí.” Sho sonrió. “A Minazuki le caía bien, también.”

Había notado que, poco a poco, a Sho se le hacía más sencillo recordar a Minazuki.

Souji sonrió, conmovido.

“¿Le contaste que estábamos saliendo?” preguntó Sho, curioso.
“…Ahora que lo pienso, nunca lo hice. Debería hacerlo. Me retó a decirte lo que sentía, y me dijo que si lo lograba, ella haría lo mismo con Kanji.”
“¿…El rubio de tu grupo?”
“Era rubio hasta hace un tiempo. Pero sí, él.”
“¿A Shirogane le gusta ÉL? ¿De todos… ÉL?” Sho no cabía en su indignación.
“Tampoco es como si hubiesen buenas opciones en mi grupo, Sho.”
“¿Aparte de ti? No.”
“¿Eso fue un halago?”
“No.” Sho rodó los ojos. “Eres la opción más pasable, eso es todo,” le dijo, escondiendo su rostro en su cuello.
“¿Es en serio?” Souji intentó mostrarse serio, pero no pudo evitar reír.
“No.” Sho dejó un par de besos en su cuello y su clavícula. “Pero si admito lo contrario el ego se te va a subir hasta las nubes.”
“Bueno, puede que tengas razón.” Souji lo tomó del mentón y alzó su rostro para besarlo. “Tú no estás nada mal, por cierto,” le dijo, cuando se separaron.
“…!” Sho desvió su mirada, avergonzado.
“¿Vamos a cenar?”
“Yo… tenía otras cosas en mente.”
“Eso suena interesante.” Souji sonrió.

Se apartó de él para tomarlo de la mano y guiarlo hacia su cuarto.



Sho Minazuki, poco a poco, había dejado de ser un gran misterio.

Era un chico más de su edad: con terribles juegos de palabra, placeres culposos como NCSI y un amor poco sano por trepar edificios. Okay, tal vez eso último saliá un poco del patrón común de un hombre de veintidós años, pero Sho no había crecido como él o como sus amigos, así que ciertas características de su persona podían explicarse fácilmente con su pasado.

Había una, sin embargo, que rondaba por su mente cada vez que cruzaban miradas.

Mientras caminaban el trayecto a casa, Souji no pudo aguantarse las ganas de preguntar por ello.

“¿Cómo te hiciste esa cicatriz? ¿Fuiste tú?”
“Ah. ¿Esto?” Sho se palpó la cicatriz en su rostro. “Me lo hice yo. Fue cuando Minazuki apareció luego de los experimentos de Ikutsuki. Uh…”
“¡Lo siento! Si es un tema delicado, no hay problema.”
“No, no importa,” le aseguró Sho. “Te he visto muy curioso por eso desde hace tiempo y me molesta que te guardes esas cosas. Ya te dije que no debes tener cuidado conmigo.” Sho rodó los ojos.
“A veces se me pasa ese detalle. Okay, entonces… ¿Qué pasó?”
“Pensé que estaba soñando. Y lo vi ahí, en mi consciencia: era como yo, pero… distinto. Su actitud era mucho más madura, más… ¿perfecta? Y yo no estaba en el mejor momento de mi vida.”
“Claro.”
“Así que bueno. Le corté el rostro.”
“Clásico.”
“…” Sho rio. “No te burles,” le dijo, aunque bufó de la risa. “Cuando me di cuenta, estaba despierto. Y no le había cortado el rostro a Minazuki, sino a mí mismo. Como compartíamos el mismo cuerpo…”
“Eso tiene sentido.”
“Fue… raro. Al inicio lo odié. Me irritaba tener a alguien más en la mente. Una voz constante que no se callaba por nada. Pero… Minazuki vivía para mí. Desde que nació, su único objetivo fue ayudarme a conseguir lo que quería. Y aprendimos a llevarnos bien. Le agarré cariño y luego, cuando desapareció, el silencio se me hizo insoportable.”
“Te entiendo. Me pasó algo parecido cuando vine a vivir solo. Siempre he buscado la compañía de los demás porque me gusta conectar con la gente. Perder esa posibilidad al estar en un lugar tan distinto a mi entorno usual fue… chocante.”
“¿Y tus amigos de la universidad?”
“Nunca ha sido lo mismo que mi grupo de Inaba. Los adoro, pero con ellos no he vivido tantas experiencias… extrañas. Supongo que como han tenido vidas tranquilas, no he podido mencionarles cosas de mi pasado. Y con eso se pierden una parte importante de mí.”
“Mm.”
“Igual contigo, ¿no? Dudo que hubieras podido conectar con alguien corriente.”
“Sí. ¿Me ves peleando con gente corriente?”
“No. Imposible.” Souji rio. “Pero al menos ahora tienes amigos, ¿no?”
“Si hablas de bonkotsu y Aigis… pues sí.” Sho rodó los ojos. “Quien diría que hacer algo por mi vida me obligaría a interactuar con más personas.”
“Pero eso era lo que buscabas, ¿no? Una motivación.”
“Mm.” Sho asintió. “Supongo.”
“¿Te quedarás en Osaka?”
“Me dijeron que debo ayudar a bonkotsu con el equipo que está acá, así que sí. ¿Por qué lo dices?”
“Porque pensaba ir contigo si te llamaban a otro lado, pero me alegra que no sea así.”
“No pienso separarme de la vista de noche de este lugar. No hay nada que me calme tanto como eso.”
“¿Vamos?” Souji tomó su mano. “Ya me desanimé. No quiero regresar a casa tan temprano.”
“…Aún me sorprende que no te indignen mis delitos y, que al contrario, los apoyes y los cometas tú también.”
“Es sólo saltar de azotea en azotea.” Souji sonrió de lado.
“No puedo creer que soy sólo yo el que piensa que es ilegal.”
“Lo es. Pero… ¿me importa? No tanto.”
“…” Sho rio.
“La próxima vez deberíamos hacer un picnic en esa azotea. Preparo unos bentos y un poco de té y vemos la ciudad y las estrellas.”
“¿Justo ahora se te ocurre esa idea?” Sho suspiró.

Souji rio.

Prometía ser una linda noche.
« Last Edit: November 28, 2019, 12:51:51 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #12: January 12, 2019, 06:33:21 PM »
Yyyy este chiquito. Me emocioné con la segunda temporada

De ahí vengo con la segunda parte~



❤ Mob Psycho 100 Cast [Summer!AU] || 1/2 (WIP)



La idea había sido sugerida por Sho y Teru quienes, emocionados, habían demandado que el grupo se fuera de paseo por vacaciones. Era inaceptable para ellos que Mob y Ritsu, con las expresiones más neutrales, contaran que nunca habían viajado en sus vacaciones o siquiera ido a visitar un mísero resort de aguas termales. Sho, al igual que ellos, nunca había podido contar con la oportunidad de vivir aquellas experiencias, pero a diferencia de los Kageyama, si tenía toda la intención de vivir la vida como el adolescente que era, ahora que estaba desligado de su padre y su organización. Por su lado, Teru era el único que sí había podido viajar y pasear, y sentía que tenía que cargar con la gran responsabilidad de que el grupo la pasara bien.

No que le incomodara, realmente. La idea sonaba genial.

“Kageyama, Ritsu,” Sho observó a los hermanos, curioso. “¿Ustedes creen que sus padres les den permiso?”
“Mm…” Mob se llevó una cuchara de parfait a la boca.
“Yo creo que sí, pero todo depende de que vayamos acompañados de un guardián. No creo que nos dejen viajar solos a nii-san y a mí.”
“¡Pero Kageyama y Hanazawa ya cumplieron dieciséis! ¡Y yo… yo pronto tendré quince!” se quejó Sho, indignado.
“Falta medio año para eso, Sho,” dijo Ritsu.
“Seguimos siendo menores de edad, Suzuki,” comentó Teru quien, hasta ese entonces, había estado muy ensimismado con su helado.
“Ehhhh…” Sho se desparramó en la parte de la mesa que andaba libre de platos y helados.
“¿Y si… vamos con un guardián…?” sugirió Mob, sin darle mucha importancia.
“…”
“…”
“…”

El grupo no necesitó compartir palabras para saber que los cuatro amigos pensaban en la misma persona: Reigen Arataka, el dizque “maestro” de Mob, un timador por excelencia y el único adulto que conocían… junto a Serizawa, pero tal vez este se rehusaba por sus clases de verano, así que no podían contar con él con total seguridad.

“Podríamos… podríamos rogarle a Serizawa que acompañe a tu maestro, Shigeo-kun,” sugirió Teru, un tanto angustiado.
“¿Tener DOS adultos? ¿Estás loco, Hanazawa?” Sho bufó. “Suficiente con el maestro de Kageyama.”
“¿No te llevabas bien con Serizawa-san, Suzuki-kun?” preguntó Mob, preocupado.
“Sí me llevo bien con él…” Sho desvió la mirada. “Pero si vamos con tantos guardianes, eso arruinará nuestra diversión.”
“¿Qué planeas hacer?” Ritsu lo juzgó con la mirada.
“Haha~” Sho sonrió maliciosamente. “Secreto. ¡Pero igual será en vano si no conseguimos guardianes!”
“Y creo que te estás olvidando de algo crucial, Suzuki.” Teru le sonrió.
“¿Qué cosa?”
“Dinero, por supuesto. Yo puedo costear mi pasaje y estadía, pero no sé si ustedes también cuentan con esa posibilidad.”
“Uh… Ritsu, ¿crees que mamá y papá nos puedan costear los gastos?” preguntó Mob.
“Yo creo que sí. Si les decimos que es nuestro regalo de cumpleaños adelantado…” Ritsu se veía un tanto pensativo.
“Ehhhhh, esto es más complicado de lo que pensé,” se quejó Sho. “Ni siquiera sé a dónde quiero ir…”
“¿Qué les parece la playa?” sugirió Teru, con una sonrisa. “Creo que sería un lugar ideal. Hace mucho calor y nos vendría bien.”
“Yo pensaba algo más como campo,” dijo Sho, mientras se incorporaba en su asiento. Cruzó sus brazos detrás de su cabeza, y asintió. “Pero no me molesta tanto la idea.”
“Mm…” Ritsu se apuró en revisar lugares en su celular. “Podríamos alquilar una casa de playa, tal vez.”
“Haha. Ritsu, hablas como si tuviéramos un montón de dinero.” Sho suspiró.
“Bueno, yo sí tengo dinero.” Teru sonrió.
“No ayudas, Hanazawa.” Sho rodó los ojos.
“¿Si buscamos un lugar accesible? Una cabaña o algo así en Airbnb. Dudo que sea muy caro… mientras más pequeña, mejor.”
“Pero iremos varias personas…” se quejó Sho. “Nosotros cuatro. Serizawa y el maestro de Kageyama, ¿no?”
“De seguro hay una casa con dos o tres cuartos,” dijo Teru. “Como para los papás y los hijos.”
“¡Haha!” Sho rio… y luego cayó en cuenta de lo que significaban las palabras de Teru. “¡EWWWW! ¡No puedo imaginar a Serizawa con Reigen!”
“Dios, Suzuki, no sugieras imágenes mentales terribles.” Ritsu parecía un tanto asqueado con la idea. “Pobre Serizawa, si supiera lo que acabas de sugerir…”

Ante la curiosa mirada de su hermano, Ritsu optó por guardarse sus comentarios. Shigeo era muy respetuoso y admiraba un montón a Reigen: después de todo, era una figura paternal muy importante en su vida y un mentor que le había enseñado el valor de la superación personal… aún a pesar de sus timos y su actitud de con-artist barato. Si bien habían pasado varios años, Ritsu aún no se encontraba en la capacidad de hablar pestes de Reigen en frente de Mob, por más de que habían ciertas cosas del maestro de su hermano que no le cuadraban del todo. Sin embargo, nadie podía negar que la presencia de Reigen en su vida era muy positiva, y eso Ritsu lo valoraba. Además, el hombre era una buena persona… cuando quería. A veces los sacaba a comer a todos, en especial por el cumpleaños de cada uno, como si fuera el tío del grupo o algo así.

“Mm…” Cada vez, Ritsu se convencía más de que Reigen también merecía algo de su respeto. Iba por el mundo adoptando niños y timando gente… tal vez esto último era terrible, pero lo primero podía enmendar sus errores hasta cierto punto.
“Ahora que lo pienso, si Reigen-san y Serizawa-san van con nosotros, ¿no deberían de pagar parte del monto total ellos también?” preguntó Teru, un tanto pensativo.
“Pues tiene sentido. Pero el maestro de Kageyama es súper tacaño.”
“Mm, mm.” Mob asintió. “Eso es muy cierto.”
“Huh.” Ritsu dejó de revisar la página ni bien encontró una cabaña… algo accesible. “Encontré esto,” dijo, mostrándole el anuncio al grupo.
“Airbnb me sorprende, a veces,” comentó Teru, sorprendido.
“¡Es… perfecto!” anunció Sho. “Y se ve muy lindo. Podríamos alquilarlo por un fin de semana, para que Serizawa no tenga problemas con sus clases.”
“Mm. Un alquiler de 5000 yen al día para lo que nos dan… creo que está bien,” dijo Ritsu. “Por tres días sería… ¿15000?”
“Yo puedo pagar eso.” Teru sonrió.
“Yo también~” canturreó Sho.
“Creo que nii-san y yo también.”
“Sí. Hay que contarle a Serizawa-san y a mi maestro.” Mob sonrió. “¿Les parece si vamos luego de terminar con nuestros postres?”
“Suena bien. Si acceden, pedimos permiso. Uh… Bueno, ustedes piden permiso, porque Suzuki y yo sí podremos.”
“Hehe. Es genial vivir sin papás.” Sho sonrió.
“…” Ritsu lo observó de reojo. Sabía que Sho no estaba siendo sincero del todo, pero no quería arruinar el ambiente alegre del grupo. “Sí, pediremos permiso si Serizawa-san y Reigen-san aceptan acompañarnos.”
“No sería muy distinto del trabajo habitual del maestro de Kageyama, ¿no? Es como nuestro guardián, a veces,” comentó Sho, pensativo.
“Te ha sacado un par de veces de la cárcel, ahora que lo pienso.” Teru rio.
“Cualquiera que te escucha dirá que soy un vándalo o algo así.”
“¿No lo eres?” preguntó Ritsu, sonriéndole de lado.
“¡No molestes, Ritsu!”

Las quejas de Sho sacaron carcajadas de todos, y hasta Mob, el más tranquilo, se unió a las risas de sus amigos. El resto de la comida se pasó entre más risas y conversación amena. Muy pronto, se encontraron saliendo del restaurante con un destino en mente: la agencia de Reigen, a unas cuantas cuadras de allí.

——————

“¿Eh? ¿Un paseo?” Reigen hizo a un lado su periódico y se acomodó mejor en la silla de su oficina, observándolos con visible curiosidad en su rostro.

Los cuatro notaron que su postura indicaba una buena disposición de su parte. Sólo esperaban que aquellas suposiciones fueran ciertas, y que Reigen se animara a acompañarlos.

“¡Sí! Es la época perfecta. Estamos de vacaciones, hace mucho calor y la playa suena como el destino indicado,” contó Teru, emocionado.
“Mm…” Reigen se mostró pensativo.
“¡Prometemos portarnos bien!” gritó Mob, haciendo una reverencia. Ritsu, para no dejar mal a su hermano, lo imitó, y dobló su espalda hasta quedar en la misma posición. Sho y Teru intercambiaron miradas, e hicieron lo mismo que los Kageyama.
“Acá Sho es el único problemático, así que la vas a tener fácil, Reigen-san,” comentó Teru. Sho lo codeó con odio (?).
“…Mmmmm. ¿Por un fin de semana, dicen?”
“Sí,” dijo Mob, alzando su cabeza levemente para analizar la expresión en su maestro. “Y pensábamos que podría ser bueno avisarle a Serizawa-san. Tal vez entre dos el peso es menor,” dijo, incorporándose. Su hermano y sus amigos lo imitaron.
“Haha, inocentes.” Reigen rio. “Serizawa es un niño más. Pero… es buena compañía.”
“Ugh, volví a pensar en lo que sugerió Sho,” se quejó Ritsu. A su lado, Teru rio.
“No es mi culpa, Ritsu.” Sho sonrió.
“¿De qué… hablan?” Reigen arqueó una ceja.
“Oh, no, nada, maestro,” le aseguró Mob.
“¿A qué hora regresa Serizawa de sus clases?” preguntó Sho.
“Usualmente a esta hora,” dijo Reigen, revisando el reloj de la estancia. “A veces se demora un poco porque compra algo de comer en el camino.”
“Mm… Bueno, habrá que esperar a que regrese,” dijo Teru. “Cierto, ¿Y Ekubo-kun?”
“Se fue a pasear cuando le dije que iríamos a almorzar todos,” contó Mob.
“Podría ser otro de nuestros guardianes si va y posee a un adulto…” sugirió Sho. Ritsu lo juzgó con la mirada.
“¿¡Ekubo!? ¿¡Guardián!?” La indignación de Ritsu no tenía límites.
“Ekubo es como nuestra mascota, Suzuki-kun,” dijo Mob.
“Ay, tontos. Yo decía porque puede que sus papás no quieran acceder si sólo ven a Reigen y a Serizawa.”
“Y como Ekubo es tan… responsable.” Ritsu rodó los ojos.
“Mm, no, no. Ekubo nos podría acompañar, pero sin poseer personas, gracias. Sería muy problemático para explicarle a los papás de Mob y Ritsu-kun,” comentó Reigen.
“Suficiente con Serizawa y Reigen.” Ritsu suspiró.
“Igual, Reigen-san aún no ha aceptado.”
“Oh, pensé que quedaba claro que yo me apunto.” Reigen sonrió. “Ser niñero no estaba en mis planes, pero… me vendrían bien unas vacaciones.”
“¡Genial!” Sho alzó su puño y saltó, emocionado. Su alegría fue tanta que no midió sus poderes, y terminó flotando por los aires. Teru y Ritsu lo ayudaron a bajar de nuevo al suelo. “Hehe.”

La manija de la puerta de la oficina comenzó a sonar, indicando la llegada de alguien. El grupo se giró a recibir a Serizawa, quien se apuró en cerrar la puerta con llave luego de ingresar a la pequeña estancia. Saludó con un gesto sutil de su mano y una sonrisa muy tímida.

“Hola, chicos, Reigen-san,” dijo, y se acercó a ellos con paso calmado. Dejó su pequeña mochila en el sofá más grande de la estancia, y se paró al lado de Mob y sus amigos. “Qué gusto tenerlos por aquí.”
“Serizawa-san, vamos a ser muy directos contigo,” dijo Mob.
“¿Sí?” Serizawa se veía ligeramente confundido.
“Estábamos planeando un paseo por vacaciones y queríamos saber si podrías acompañarnos junto a Reigen,” dijo Sho.
“Ah, eso suena bonito.” Serizawa sonrió. “¿A dónde piensan ir?”
“Queríamos alquilar un airbnb,” dijo Teru. “Es un dúplex amoblado cerca a una playa a pocos kilómetros de aquí. Podríamos llegar en 30-40 minutos en carro.”
“Sería un fin de semana, de tal manera que no se cruzaría con tus clases,” dijo Sho.
“Mm… bueno, de ser necesario, puedo faltar un par de días, creo.” Serizawa sonrió. “¿Y el precio del airbnb? ¿Qué tan alto es?”
“Está 5000 yen la noche,” dijo Mob.
“Por tres noches, sería como 15000 yen. Eso, más gastos de comida… ¿Supongo que 25000 entre todos?,” dijo Teru.
“Mm… Cada uno dentría que poner alrededor de 4000 yen, un poco más,” dijo Ritsu.
“Por mi bien.” Serizawa asintió.
“Ahaha~” una peculiar voz se coló entre todos, y cuando prestaron atención, notaron que Ekubo acababa de ingresar por la ventana de la oficina. “¿Qué andan planeando sin mí~?”
“Vamos a ir a la playa por un fin de semana. ¿Te animas?” preguntó Mob.
“¡Por supuesto!”
“Entonces… ah, cometí el error de pensar en Ekubo como una persona y pensé que debíamos contarlo para la chanchita—”
“¡Eres terrible, Ritsu-chan!” lloró Ekubo.
“Reigen, ¿tú tienes dinero?” preguntó Sho, curioso. El maestro de Mob no había hablado nada al respecto, y eso le daba un mal presentimiento.

Reigen saltó en su sitio, y desvió la mirada, muy nervioso.

“Uh… ¿sí?”
“Esa respuesta no convence a nadie.” Ritsu suspiró.
“Bueno, dudo poder llegar a 4000 yen. Debo tener como 2700, algo así.”
“Eh. A nada.” Sho se encogió de hombros.
“Maestro, ¿podrías conseguir el monto para la semana que viene? Para hacer el depósito lo más pronto posible.”
“Sí~ Y debemos ir de compras por los ingredientes para los almuerzos y cenas.”
“…” Reigen suspiró. “Sí, por supuesto. Para el martes tengo todo.”
“Wow. No puedo creer que todo está yendo viento en popa,” confesó Teru, sorprendido.
“Ahora sólo falta el permiso de los padres de Kageyama y Ritsu,” dijo Sho.
“Eso creo que no va a ser tan complicado ahora que tenemos dos guardianes.”
“Me halga que piensen así de mí, pero no me siento tan capaz…” empezó Serizawa, pero Reigen lo cortó.
“Shh. Al menos harás el intento.”
“¡Yo también puedo ser un guardián!” dijo Ekubo, emocionado.
“No vas a poseer personas, Ekubo,” anunció Mob. Ekubo suspiró.
“Así no hay nada de diversión, Shigeo-chan.”

El grupo irrumpió en risas.

La idea del paseo emocionaba a todos, y no veían la hora de que la fecha llegue.

« Last Edit: November 28, 2019, 12:52:14 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #13: November 27, 2019, 12:05:30 AM »
Yo soy Mika en la vida

❤ Mika/Arashi [3rd-Year AU] || 1/2 (Terminado)






El tiempo al lado de su maestro le había permitido crecer y superarse y, aún así, Mika admitía que aún le faltaba bastante por mejorar, no sólo como idol, sino también como persona. Cada día era una oportunidad nueva de demostrarle a Shu que no se había equivocado al escogerlo como su compañero y, también, de demostrarse a sí mismo de lo que era capaz. En retrospectiva, estaba orgulloso de su progreso, pero contaba con ciertas dudas respecto a otro aspectos de su vida, como el ámbito amical.

Arashi era su mejor amiga. La joven era un constante apoyo en su vida y lo seguía siendo casi dos años y medio después de conocerla: Arashi dejaba todo para ayudarlo y estar ahí para él y Mika se sentía infinitamente agradecido por su amistad. Mika hacía un esfuerzo por recordarle lo mucho que valía para él y lo mucho que la apreciaba, pero continuamente sentía que no era suficiente.

Arashi se desvivía recordándole que era normal que los amigos se apoyaran y que no había sentido en gastar en pequeños gestos: adoraba las flores y los regalos, pero más le importaba la salud y el bienestar de su mejor amigo. Si bien Mika le daba la razón, era inevitable sucumbir a la tentación de comprarle un nuevo gancho de cabello o un llavero para su celular cuando revisaba las tiendas en su trayecto de regreso a casa.

Además, Arashi exageraba: no eran regalos constantes. Le regalaba detallitos una vez al mes… coincidentalmente, a fin de mes, y— okay, okay. Estaba metódicamente planeado, a quién podía engañar. Aún así, no había problema con designar ese dinero para Arashi. Después de todo, había aprendido a hacer un excelente presupuesto, dejando el dinero exacto para los gastos de la casa y, además, para los trajes de Valkyrie.

Como ser omnipresente que era, Shu estaba enterado de su balance económico aún a miles de kilómetros de distancia. Aún así, contra todo pronóstico, su compañero no había hecho drama al respecto. Si Shu no tenía quejas era porque veía congruente aquella división de gastos… o tal vez estaba siendo un poco permisivo con él para aligerar la presión que Mika sentía por la distancia. Era cierto que se veían de vez en cuando —Shu regresaba a Japón cada mes y medio por temas relacionados a Valkyrie—, pero la mayor parte del tiempo, la soledad no lo dejaba tranquilo.

De todas formas, Shu no había sacado el tema a colación, lo que implicaba su posición aprobatoria —o neutral— al respecto. Mika se sentía un poco más tranquilo consigo mismo gracias a eso.

Mika alistó sus pertenencias ni bien el timbre de fin de clases retumbó por la estancia. Luego de cerciorarse de que no se olvidaba de nada, se despidió de sus compañeros y salió rumbo al 3-B a visitar a Arashi. La encontró en su pupitre conversando con Adonis mientras guardaba sus cuadernos en su maletín. Mika optó por esperarla en el marco de la puerta, sin ganas de interrumpirla.

Arashi le sonrió al cruzar miradas con él, y se apuró en terminar de alistarse para despedirse de Adonis y darle el encuentro en la puerta.

“Mika-chan~” canturreó Arashi, abrazándolo ni bien la distancia entre ambos se acortó. “Te tengo una sorpresa~”
“¿Sorpresa? Ngah, Naru-chan, no te hubieras molestad—”
“¡Mika-chan!” Arashi se separó de él para hacerle un puchero. “¡Todos los meses me das regalitos!”
“¡Pero no me molesta!”
“Yo sé que no.” Arashi lo tomó de las manos. “Pero me gustaría retribuírtelo de alguna forma. Sé que es tu manera de demostrarme lo mucho que aprecias mi amistad, pero siento que no he hecho el esfuerzo suficiente de hacerte ver que es mutuo. Hace poco me salió una sesión de fotos y estuve ahorrando para llevarte a un café súper lindo cerca de aquí~”
“¿No fue gravure o algo así, no?” Mika se mostró preocupado. “Esos trabajos pagan bien, pero de seguro son incómodos.”
“Aw, Mika-chan~ ¡Hablas como si los hiciera siempre!” Arashi lo juzgó, indignada. “No, no fue nada terrible, cariño. Era para una marca de ropa independiente, nada muy estereotipado. Me sentí cómoda, descuida.” Arashi le sonrió.
“Me alegra.” Mika le devolvió la sonrisa… y, luego, recordó el tema en cuestión. “¡E-espera! ¡No necesitas gastar tu sueldo en mí!”
“Lo mismo digo.” Arashi rio. “Y eso no te detiene.”
“…Buen punto.” Mika suspiró. “Okay, okay. Vamos, entonces.”
“¡Yay!”

Arashi aprovechó la cercanía para colgarse de su brazo y caminar juntos a la salida del instituto.






A Mika no le sorprendió que el café seleccionado por Arashi fuese refinado y muy acogedor. Se trataba de un pequeño local independiente a unas cuadras de Yumenosaki, escondido entre una variedad de negocios y puestos de comida. El lugar se le hizo encantador desde la entrada: su fachada estaba decorada con flores diversas y macetas de plantitas visiblemente bien cuidadas. El interior era igual de precioso, con sofás de colores pasteles y mesitas blancas, centros de mesa de rosas de tonalidades suaves y muchas macetas colgando del techo.

Arashi siempre había tenido un gusto excelente y se reflejaba en todo: su sentido de la moda, principalmente, pero también en sus pequeños detalles y en locales como en el que se encontraban. Mika no podía evitar sentirse maravillado por la elección de su amiga, pero admitía contar con cierta culpa, puesto que no quería ser un inconveniente para ella. El café no se veía nada barato, y aunque pidiera algo pequeño, no quería causarle problemas.

La carta no hizo más que confirmar sus sospechas, y Mika se aguantó las ganas de suspirar. No quería preocupar a Arashi.

“Mm…” Arashi suspiró, haciendo a un lado su carta para observar a Mika con mucho cuidado.
“¿Naru-chan?” Mika la imitó, dejando la suya en la mesa para devolverle la mirada, curioso. “¿Estás bien?”
“Tienes el ceño todo fruncido,” comentó ella, apoyando su codo en la mesa y recostando su mentón en su mano. “No andarás pensando en los precios, ¿o sí?”
“¡Wah!” Mika saltó en su sitio. “Bueno, sí… es un poco caro, Naru-chan.”
“¿Qué te dije?”
“¿Que… no hay problema?”
“¿Entonces?” Arashi sonrió.
“Lo siento. En serio no quiero causarte inconvenientes.”
“…Es lo que te digo todo los meses.”
“Y no hago caso.”
“Y no haces caso~” canturreó Arashi, y soltó una suave risita. “Déjame ser yo quien no haga caso ahora.”
“…” Mika suspiró. “Es muy difícil darte la contra,” confesó con una sonrisa.
“Haha~ Debe ser por mis encantos.” Arashi le guiñó un ojo. “¿Qué tal tu día, Mika-chan~?”
“¡Tranquilo!” Mika sonrió. “¿No pasó nada fuera de lo común? Aunque en mi salón estaban comentando un rumor…”

En esos instantes, la mesera se acercó a tomar el pedido. Mika optó por un cheescake y un té de frutos rojos, mientras que Arashi eligió una torta de matcha y chocolate y un cappuccino. Luego de sonreírles, la mesera se retiró con las cartas, dejándolos de nuevo a solas.

“¿Me decías algo de un rumor?” preguntó Arashi.
“Mm.” Mika asintió. “Es sobre— ¡Wah!”

Mika se cortó inmediatamente al notar dos detalles: el primero y más relevante era que aún no le entregaba el regalo que le había hecho. El segundo, también importante, era que la estrella de aquel rumor era nada más y nada menos que Kunugi-sensei, el profesor que le gustaba a Arashi. Mika no había podido prestar mucha atención al meollo de aquel asunto puesto que había andado terminando el regalo para Arashi, pero recordaba la idea general: parecía que su profesor había empezado a salir con alguien recientemente. Uno de los chicos de su salón lo había visto paseando con una bella mujer un par de días atrás y ese había sido el inicio del rumor, al parecer.

Antes de entrar en cortocircuito, Mika prefirió distraerse con el regalo. No había forma de evadir el tema del rumor —ya había metido la pata, después de todo—, pero necesitaba ganar tiempo para resolver el quilombo mental que lo agobiaba en esos momentos. Además, el punto de esa salida era entregarle el regalo. Tal vez el café y la situación lo habían distraído, pero esa había sido su meta desde el momento en que salió de clase con dirección al 3-B.

“¡Naru-chan!” Mika se apuró en sacar el pequeño empaque de su bolso. “¡Esto es para ti!”
“Aw, cariño~” Arashi se tomó la cara, sonriendo de oreja a oreja. Luego, procedió a tomar el regalo entre sus manos, emocionada. “¡Gracias por el gesto! Me engríes demasiado, ¿sabes?”
“¡Mm-mhm!” Mika negó con la cabeza. “¡Es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte por todo lo que haces por mí! Más aún, este año… se que Oshi-san regresa cada cierto tiempo, pero mis responsabilidades han aumentado por montones y a veces siento que solo no puedo. ¡Pero luego veo tu sonrisa y tus ánimos y me siento mucho mejor!”
“Yo también me siento así~ Tu sonrisa me llena de energías, Mika-chan~” Arashi aprovechó en abrir el presente. Su rostro se transformó en emoción pura y, con cuidado, sacó su regalo de la bolsita que lo contenía: era un pequeño gancho para el cabello en forma de la silueta de una media luna. Contaba con un par de colgantes de piedras preciosas que caían del cuerpo, brillando singularmente en la iluminación íntima del café. “¡Waaaaah! ¡Mika-chan, está precioso! Me muero de la felicidad, voy a usarlo siempre~ ¿Lo hiciste tú?”
“La silueta la compré, pero la parte de bijutería la hice con la ayuda de Ritsu-kun.”
“Oh, con razón. Sentía que Ritsu-chan me guardaba un secreto desde hace un tiempo.” Arashi rio. “Pero en serio, está súper lindo. ¡Soy muy feliz!”
“¡Me alegra, Naru-chan!”
“¿Me puedes ayudar? Quiero ponérmelo ahorita,” le pidió Arashi. Mika asintió, recibiendo el gancho y colocándolo en el cabello de su amiga. Como esperaba, Arashi se veía preciosa con él.

Mika se permitió una sonrisa victoriosa, orgulloso de su trabajo. Ya luego buscaría una forma de agradecerle a Ritsu por su ayuda.

Arashi sacó su celular para revisar cómo se veía. Se tomó un par de selfies, feliz de la vida. Mika pensó que ahí quedaría la cosa, pero la joven alejó la cámara para enfocarlos a ambos y guiñó el ojo.

“Mika-chan~ Sonríe~”
“¡Ngah, no! ¡No quiero arruinar tu foto!”
“¡Shush, te ves súper lindo!” Arashi se giró a hacerle un puchero. “¿No te quieres tomar una foto conmigo?”
“Sí, pero—”
“Entonces no hay más que decir.” Arashi le sonrió y se giró hacia la cámara. “Siempre te ves muy apuesto, Mika-chan. Cuando sonríes, aún más~”
“¿Segura?” Mika no pudo evitar sonrojarse un poco ante el cumplido.
“¡Por supuesto! ¿Por qué te mentiría?”
“…E-está bien.” Mika suspiró, y le hizo caso, sonriendo a la cámara.
“¡Qué lindo te ves!” Arashi tomó un par de fotos. “Aw, la subiré a mi instagram. Salimos genial~”
“¿Estás segura? ¿No se molestarán tus fans?”
“¿Por qué?” Arashi ladeó la cabeza, confundida. “Eres mi mejor amigo. Es natural que suba fotos de nosotros. De hecho, Mika-chan, este comentario tuyo me hace pensar… No has visto mi instagram, ¿no?”
“¿Por?”
“Te muestro~” canturreó Arashi, enseñándole su celular.

Mika intentó aguantarse el grito que surgió de lo más profundo de su ser, pero era comprensible que emitiera aquel gutural sonido al notar que casi la mitad de las fotos de Arashi en instagram eran de él. Su perfil tenía selfies, fotos de comida y cosas tiernas como fotos de su gata, peluches, los regalos de Mika y… varias fotos improvisadas de él. Era alucinante y aterrador cómo no había recibido ninguna amenaza de los fans de su amiga: suponía que tal vez era porque no chequeaba su cuenta lo suficiente como para cerciorarse de ello.

“¿P-puedo preguntar por qué…?”
“Eres mi mejor amigo. ¿No puedo—?” Arashi se detuvo en seco, arrepentida. “¡Oh, cariño, lo siento! Nunca me puse a pensar si te incomodaba. Es que a veces haces unas expresiones súper lindas y no me resisto, necesito guardarlas para siempre~”
“M-me halagas, Naru-chan, pero siento que faltan más selfies tuyas y fotos de ti…”
“Sólo accederé a eso si es que también sales conmigo en esas fotos.” Arashi le sonrió. “Wow, ahora que lo dices, puede que tengas razón. Tal vez me toman como tu stalker, haha~”
“Bueno, sales en varias.” Mika sonrió enternecido al notar que Arashi no era tan buena fotógrafa que digamos: a veces salía un poco de su cabello o de su cara en las esquinas de aquellas fotos. “Y muy cerca. Wow, no entiendo cómo nunca las he notado.”
“Soy muy sneaky cuando quiero~” Arashi guiñó un ojo. “Pero disculpa, Mika-chan. Prometo que ahora habrán más selfies de los dos, y no saldré cortada, haha.”
“Mm, eso me deja más tranquilo.” Mika sonrió.

La mesera llegó con la orden, colocando los platillos y las bebidas en frente de ellos. Se retiró igual de rápido, con una sonrisa y una leve reverencia.

“Bueno, me decías del rumor,” dijo Arashi, antes de darle un sorbo a su cappuccino. “¡Mm~! Sabía que iba a ser delicioso, pero vale cada yen~ ¡Está increíble!”
“…” Mika se prendió de la chance de alargar su agonía y probó de su cheescake: tal y como su amiga había dicho, estaba delicioso. “¡Wah! ¡El cheescake está para morir!”
“¿Puedo probar?” preguntó Arashi, emocionada.

Era común que Arashi pidiera algo para ella, pero eventualmente comiera también del plato de Mika. El detalle lo hizo sonreír para sí mismo, a la vez que asentía. Un tanto nervioso, partió un poco del cheescake y extendió el tenedor hacia su amiga. Arashi probó del postre y se llevó las manos a la cara, encantada.

“¡Tienes razón! Ah, apuesto a que mi torta de matcha y chocolate también está deliciosa~ Si gustas, puedo invitarte.”
“No hay problema, Naru-chan,” le aseguró Mika. “Más bien, sobre el rumor…”
“¿Mm?” Arashi lo observó, curiosa.
“Es… uh. Es sobre Kunugi-sensei. Lo mencioné sin pensar mucho en eso, pero ahora me doy cuenta de que fue un error—”
“Oh.” Arashi sonrió. “¿Es sobre su pareja?”
“¡Ngah! ¿¡Lo sabías!?”
“No escuché casi nada, sólo que algunos alumnos creen que está comprometido,” dijo Arashi, pensativa, y le dio un sorbo a su cappuccino.
“Un chico de mi salón lo vio en el centro comercial del brazo de una mujer muy bonita… Piensan que están juntos,” contó Mika. “Encima, se ve… ¿alegre? Algo muy raro, así que sienten que eso justifica las sospechas…”
“Mm, mm.” Arashi asintió. “Si es así, me alegro mucho por él~ ¡Ahhhhh!” La joven suspiró, enamorada. “¡El amor es realmente una magia!”
“Espera, Naru-chan. ¿No te gustaba Kunugi-sensei?” Mika arqueó una ceja. “Justo por eso no quería contarte todo esto—”
“Awww, Mika-chan, eres tan ingenuo~” canturreó Arashi, muy alegre. “Hace tiempo que dejó de gustarme. Lo sigo respetando y admirando, por supuesto, pero ahora me gusta otra persona.”
“¡Ah!” Mika saltó, sorprendido. “¿¡Cómo así!? ¿Cuándo pasó eso?”
“¿Hace unos meses?” Arashi desvió la mirada al techo en un gesto pensativo. “Fue gradual. Llevo conociéndolo unos años, después de todo. ¡Cuando lo noté, me di cuenta de que me gusta mucho!”
“Aw, me alegra, Naru-chan. Ese chico es muy afortunado.” Mika sonrió.
“Lo es. Y bien despistado.” Arashi suspiró. “¿Me ayudarás con ello?”
“¡Por supuesto!” Mika sonrió, emocionado. “¡Tienes todo mi apoyo! Aunque… ¿No sé quién es?”
“Hehe.” Arashi sonrió, divertida. “Me imaginaba que no. Bueno, te diré en su momento.”
“¡Sí! No hay problema.” Mika le sonrió de vuelta. “Cuando te sientas cómoda. Igual, siempre estoy aquí para ti.”
“¡Eres tan lindo!” Arashi juntó sus manos, conmovida. “¡Muchas gracias!”
“¡Mn-mn, no es nada, Naru-chan!”

Aún a pesar de sus palabras, Mika no podía evitar sentir curiosidad.

Por algún extraño motivo, él había imaginado que su amiga andaría enamorada de Kunugi por el resto de sus días en Yumenosaki, incluso después de su graduación y durante su carrera netamente profesional. Enterarse de que había otra persona capaz de hacerla suspirar era un tanto extraño.

Mika sintió una presión en su pecho y la atribuyó a la emoción: después de todo, esta era una oportunidad más para demostrarle a Arashi lo mucho que la quería. Haría lo imposible para ayudarla con aquel misterioso chico, puesto que su meta siempre había sido una sola: verla feliz.

Esperó que, esta vez, la persona en cuestión sea más alcanzable, puesto que Kunugi-sensei había sido un amor imposible desde el inicio. Si se trataba de un compañero de clases, todo se tornaba un poco más manejable.

Pese a su promesa, Mika se mantuvo pensativo por el resto del día. No podía negar las ganas que sentía de adivinar de quién se trataba, pero a la vez, quería respetar los deseos de su amiga. Aún así, un poco de investigación no le iba a hacer daño a nadie. Tal vez el resto de Knights, sus compañeros de clases o sus amigos del club de Atletismo estaban enterados de algo. 



Mika suspiró, sintiendo que ya andaba traicionando a su amiga. Se excusó con que todo era por una buena causa, aunque la culpa en su interior parecía no disiparse con sus explicaciones.







El curso de producción se amplió con el nuevo año: se abrieron un par de salones exclusivos para productores y productoras, quienes compartían la misma labor de asesorar y apoyar a las unidades de idols, sean antiguas o recientemente formadas. Más aún, con la asociación a Ensemble Square, existía la oportunidad de apoyar a unidades de otros colegios, permitiendo así que todos los productores se encarguen de, al menos, un proyecto. Esto aligeró la carga de trabajo de Anzu, aunque la joven intentaba ayudar en lo que podía, esta vez más por cariño que por obligación.

Mika se sentía muy agusto con el nuevo alumnado femenino: algunas de las estudiantes se habían convertido en compañeras o amigas suyas, luego de varios meses de timidez y pequeñas interacciones. Sin embargo, Anzu seguía siendo una de sus amigas más cercanas: conocía tanto sobre él y sobre Valkyrie que era natural sentirse cómodo a su lado.

La encontró una tarde ayudando a otras productoras en lo que parecía ser el escenario de un nuevo live. Su pensamiento inmediato fue ir a apoyarla, y le divirtió la coincidencia de que no fue el único con aquella intención: Tetora Nagumo, miembro de Ryuseitai, se había acercado a la productora al mismo tiempo que él.

“Hola, Tetora-kun, Mika-kun.” Anzu les sonrió.
“Hola, Anzu-chan.” Mika le devolvió el gesto y, luego, se giró hacia Tetora. “Hola, Tetora-kun.”
“¡Hola!” saludó Tetora, muy enérgico.
“¿Qué les trae por aquí?” preguntó Anzu, curiosa.
“¿No es obvio, Anego? ¡Queremos ayudar!” Tetora alzo sus puños.
“¡Mm!” Mika asintió. “Si necesitas ayuda, aquí estamos. Aunque me da curiosidad… no sabía que estaban organizando un evento.”
“Algunas de las producers nuevas tuvieron la idea de organizar un live antes de los exámenes previos a las vacaciones de otoño. Será una competencia sana entre unidades novatas. Les servirá también para subir las presentaciones a youtube y generar vistas y discusión.”
“Oh, suena como una idea genial.” dijo Mika.
“¡Sí!” Tetora asintió.
“Sí. Es una perfecta forma de hacerse más populares.” Anzu sonrió, orgullosa.
“Anego, ¿te pidieron ayuda?”
“No, de hecho, Anzu-san se ofreció,” dijo una de las productoras. “¡Wah! Disculpen por entrometerme.”
“Mm-mm.” Mika negó con la cabeza. “¿Podemos ayudar de alguna forma?”
“Si no es mucha molestia, aún falta armar algunos detalles del fondo.”
“Mm.” otra joven asintió con su compañera. “Nos faltan pintar unos cuantos backings. Están arriba, en el escenario.”
“¡Okay~!” Tetora se veía muy animado. “¡Corro a ayudarlas!” Y ni bien terminó su frase, cumplió con su palabra y corrió hacia el escenario.

Mika lo imitó, aunque a su propio ritmo. Los dos buscaron los rodillos necesarios y, luego de remangarse las camisas, comenzaron a pintar los backings de madera con mucho cuidado. El diseño de cada uno estaba planteado en unas hojas cerca de su posición, por lo que Mika y Tetora se dedicaron a chequearlas para no malograr la estética de los fondos.

Para suerte de todos los presentes, el sol ya se había puesto en el horizonte y la temperatura era muy fresca, lo que les permitía trabajar sin mucho problema. La situación le hacía recordar a las tardes en que los miembros de Valkyrie habían tenido que valerse por sí mismos en sus últimas épocas de apogeo, antes de que Nazuna los dejara. Mika sonrió orgulloso para sí al notar que Valkyrie había regresado a aquellas épocas doradas de popularidad. A veces se sentía un tanto solitario sin Nazuna, pero verlo tan feliz con su unidad le daba mucha tranquilidad. Además, su vínculo había sido enmendando y ahora charlaba con él cuando lo veía de regreso en Yumenosaki por temas de Ra*bits. No podía pedir más que eso: le bastaba y sobraba con volver a ser amigo de su superior.

Eventualmente, Mika notó que Anzu terminó de alistar la utilería armada en frente del escenario, y subió a darles una mano con los backings. Era admirable como continuaba trabajando pese a todo: en el poco más de año y medio que la conocía, Mika no recordaba haberla visto descansar… tal vez un par de veces, pero más allá de eso, nada. Sus compañeros idols eran dedicados, pero Anzu era otro nivel de workaholic.

“Mika-kun.” La voz de Anzu lo sacó de sus pensamientos y Mika saltó levemente en su sitio, agradeciendo mentalmente que el movimiento no malogró el backing que andaba pintando. “Te veo muy pensativo. ¿Sucedió algo?”
“Nah.” Mika negó con la cabeza, aún cuando sabía que su expresión lo traicionaba. “Estoy bien, Anzu-chan, pero gracias por preocuparte.”
“No te veo tan bien… Llevas repasando la misma zona del backing por un buen rato…”
“¡Ngah!” Mika levantó el rodillo, preocupado. Para su suerte, con un poco de retoques de las zonas aledañas, el backing se vería tal y como había sido planteado en su bosquejo. “Tienes razón…”
“¿Qué pasó? ¿Algo con Itsuki-san?”
“Ah, no. Todo bien con Oshi-san.” Mika sonrió. “De hecho, regresa a Tokio la semana que viene.”
“Me alegra que regrese regularmente. Todos los senpais, de hecho. Me imagino que es un alivio para sus kohai.”
“¡Lo es!” gritó Tetora, a unos metros de allí. “¡Lo siento, no pude evitar escuchar su conversación!”

Mika se iluminó en esos instantes: Anzu y Tetora eran justo las personas indicadas para escuchar sobre su pequeño problema. Ambos eran amigos de Arashi y, con algo de suerte, podía ser que estuviesen enterados del misterioso chico que le gustaba a su amiga.

Sin embargo, Mika sabía lo que significaba preguntarles directamente. Antes de meter la pata, optó por pensar en sus palabras con cuidado. La muerte antes de traicionar la confianza que Arashi había depositado en él.

“Mm… Lo que pasa es que Naru-chan está… ¿distinta?”
“¡Ooooh, sí!” Tetora asintió. “Narukami-senpai está muy distraída últimamente.”
“¿No?” Mika le dio la razón.
“…” Anzu saltó en su sitio, indicándole lo suficiente: parecía que sabía algo al respecto.

Tetora, por más despistado que parecía, notó aquella reacción y se giró hacia ella, interesado.

“Anego… ¿sabes algo?”
“…” Anzu desvió la mirada. “¿No…?” Intentó mentir, pero su nerviosismo la delataba.
“Anzu-chan, está bien.” Mika suspiró. “Yo también sé lo que sabes. Pero no sé quién es…”
“Oh, te entiendo. Yo tengo una idea, pero Ari-nee-chan no me ha dicho nada específico.”
“¿En serio? Quiero apoyarla, pero es un poco difícil si no sé quién es esa persona…”
“¿De qué están hablando?” preguntó Tetora, confundido a más no poder. “¡Es como si compartieran un lenguaje extraño!”
“Lo siento, Tetora-kun,” se disculpó Anzu. “Es algo privado de Ari-nee-chan. No me ha pedido que no lo cuente, pero prefiero guardármelo sólo porsiacaso. De seguro Mika-kun se siente igual.”
“Mm.” Mika asintió. “Lo siento, Tetora-kun. Estoy seguro que Naru-chan te lo confiará eventualmente. Pero está siendo muy misteriosa…”
“Súper.” Anzu soltó una risita, observando a Mika con ternura. “Si Ari-nee-chan necesita ayuda con eso, me avisan, por favor. Yo encantada de apoyarla~”
“¡Yo no sé de que hablan!” Tetora sonrió. “¡Pero yo también quiero apoyarla! ¡Narukami-senpai es muy especial para mí!”
“¡Gracias! Me alegra que Naru-chan tenga tan buenos amigos~”
“Siempre está ahí para nosotros. Lo mínimo que podemos hacer es apoyarla también.” Anzu sonrió y luego, retomó su trabajo. “Bueno, sigamos con los backings. Será un poco complicado pintarlos de noche, así que hay que apurarnos.”
“¡Tienes razón!”

Entre los tres, la tarea se completó en poco tiempo. Las productoras del evento los invitaron a comer a la cafetería a manera de agradecimiento, y compartieron un rato agradable con ellas, escuchando sobre sus planes relacionados al evento y contando anécdotas de lives pasados. 

Una vez en casa, Mika realizó su rutina nocturna, preparándose para dormir. Luego de conversar un rato con Shu, se metió bajo las sábanas y le mandó un mensaje a Arashi, contándole sobre su día y preguntándole sobre el suyo. Su amiga respondió instantáneamente con un selfie borroso de Mikejima y ella, contando que Mama había regresado de viaje y “no podía vivir consigo mismo sin saludar a su hija favorita~”.

Mika no pudo evitar soltar una risita: sabía que Arashi adoraba a Madara, pero al mismo tiempo, se sentía un tanto irritada cuando la agobiaba con su actitud maternal.

“Mama se quedará un par de meses en Tokio,” le contó Arashi, mediante un mensaje. “Van a ser unas semanas fuera de serie.”
“Conociendo a Mikejima-senpai, estoy seguro de eso,” le contestó Mika, sonriendo divertido al recordar a Madara y su actitud alocada. No podía evitar sentirse un tanto intimidado, pero sabía que tenía buenas intenciones. Con el tiempo, había comenzado a comprenderlo un poco.
“¡Sí! Pero es divertido tenerlo de vuelta. Estamos pensando en salir a comer con los chicos del club de atletismo en estos días. Ojalá nos de el tiempo.”
“¡Espero que sí! ¡Y que la pasen lindo!”
“Gracias, Mika-chan~ ¡Te extraño mucho!” Arashi le envió un montón de emojis tristes y corazones, sacándole una gran sonrisa a Mika. “¿Estás libre mañana a la hora de almuerzo? Quiero prepararte algo de comer~ ¡Y nada de peros!”
“¡Pero sí estoy libre! ¡Y también te extraño mucho!”
“Aw, perfecto~”
“¿Nos vemos en el salón de economía doméstica a las 12?”
“¡Genial! ¡Es una cita! Descansa, lindo.”
“¡Descansa, Naru-chan!” 

Mika dejó su celular en su velador. Regresó a su cama, tapándose con las sábanas, y fue recién en esos instantes que el último mensaje de su amiga hizo click.

¿Cita?



Ah, claro, su amiga se refería a una cita platónica. 

Salida de amigos, sí.

¿Sí?

La duda afloró en su mente por unos instantes, pero la disipó fácilmente. Esas salidas eran comunes y la palabra “cita” no significaba nada especial en ese contexto.

Con ello, Mika se permitió conciliar el sueño, un poco más calmado.






Ritsu sabía quién era.

Se lo había dicho sin pelos en la lengua, pero, casi inmediatamente, había argumentado que no podía abrir su bocota mencionando el nombre del afortunado. Quería respetar la privacidad de Arashi, aún a pesar de que “Mikarin” anduviera preocupado por ella. Tal y como imaginaba, Ritsu le había asegurado que Arashi, eventualmente, le contaría todo.

Así como él, Yuzuru también estaba enterado. Arashi no le había dicho nada, pero su amigo era muy observador y tal parecía que no le había costado armar el rompecabezas, o eso decía. Sin embargo, su respuesta fue igual a la de Ritsu, invitándolo a ser paciente. Arashi recurriría a él cuando fuese necesario.

Mika se sentía al borde de una crisis. No dudaba de su amiga, pero quería apoyarla y no le agradaba andar perdido respecto a ese tema. A diferencia de la situación anterior con el profesor Kunugi y de su actitud pasiva al respecto, Mika estaba empeñado en hacer una diferencia esta vez. Arashi merecía ser feliz al lado de la persona que le gustaba, después de todo.

Por obra y gracia de un ser todopoderoso, Mika divisó a lo lejos a Nazuna. Dentro de sí afloró una sensación de calma al ver a su querido amigo luego de un tiempo. Al parecer se trataba de esos cortos periodos que Nazuna se tomaba para darse un breve descanso de la universidad y regresar al instituto a planear eventos y coordinar las apariciones de Ra*bits. Nazuna había dejado de ser el líder, pero su rol de progenitor no cambiaba: el resto de miembros de su unidad eran como sus hijos y siempre daba todo por ellos.

“¡Nazuna-nii!” lo saludó Mika, a la vez que corría hacia él. Una piedra en el camino lo hizo trastabillar, pero para su suerte, pudo recuperar el balance y continuar caminando hasta llegar a encontrarlo a medio camino.
“¡Oh, Mika-chin! ¿Estás bien?” preguntó Nazuna, preocupado. “Casi te caes de cara…”
“¡La emoción!” afirmó Mika, con una sonrisa. “¿Cómo estás? ¿Por cuántos días te quedas?”
“El fin de semana.” Nazuna sonrió. “Tengo que coordinar unos temas con los chicos, y debemos practicar una nueva coreografía.”
“Aw, les deseo lo mejor.”
“¡Gracias! Igualmente, Mika-chin. ¿Qué tal te va con Valkyrie?”
“Las cosas son un poco complicadas, como siempre, porque Oshi-san no está en Tokio la mayor parte del tiempo. Pero viene el martes así que ando mejor de ánimos~”
“Debe ser pesado encargarse de tantas cosas por tu cuenta.”
“Mm-mm.” Mika negó con la cabeza. “Estoy dispuesto a todo por Valkyrie. Es cierto que ando más agotado de lo normal, pero mi unidad lo vale. Tú también piensas lo mismo, ¿no?”
“Es cierto, no puedo negarlo.” Nazuna sonrió. “Daría todo por Ra*bits. La verdad es que las clases de la universidad me tienen muy cansado. Me encanta tener la oportunidad de poder estudiar, pero demanda muchísimo tiempo y entre eso y mi carrera como idol, tengo un horario apretado y agobiante. No me arrepiento, eso sí. Soy feliz.”
“Igual, es bueno tomarse un pequeño descanso de vez en cuando. Naru-chan siempre me dice eso…”
“Arashi-chin tiene razón.” Nazuna sonrió. “Ah, la extraño mucho. Usualmente quedábamos para ir a comprar adornitos y accesorios a nuestra tienda favorita…”
“Mm. Sé que Naru-chan también te extraña un montón.”
“Sería lindo verla en estos días. ¿Te parece si salimos a comer todos? No sé si me de tiempo. La verdad es que te estoy hablando de esto sin realmente pensar en ello detenidamente, pero los extraño.” Nazuna suspiró. “Le mandaré un mensaje más tarde, a ver si puede.”
“Conociéndola, hará un espacio para ti pese a todo,” le aseguró Mika.
“Sí, así es ella.” Nazuna rio. “Bueno, Mika-chin, debo dejarte. De seguro tienes que hacer cosas—”
“¡Ngah! ¡Sí! Justo estaba camino a uno de mis trabajos part-time. Pero antes de eso, Nazuna-nii… ¿Puedo hacerte una pregunta?”
“¿Mm?”
“¿Qué pasaría si tu mejor amigo se enamora? Lo normal es querer ayudarlo, ¿no?”
“Claro, quiero verlo feliz.”
“¿Pero si te esconde cierta información?” Mika alzó la mirada, pensativo. “No tiene que darme ninguna explicación, no soy nadie para pedírsela, pero… me gustaría saber quién es. Tal vez así puedo ayudarla un poco más. No sé nada sobre romance, y dudo que mis consejos sean tan buenos, pero quiero intentarlo. Naru-chan se lo merec— ¡Wah!” Mika se cortó al notar que había contado todo sin querer.
“Aw, no te preocupes, Mika-chin. Soy una tumba.” Nazuna sonrió. “Entiendo. No sabía que Arashi-chin estaba enamorada. Es muy lindo de tu parte querer ayudarla, pero tal vez lo mejor que puedas hacer por mientras es darle su espacio. Debe haber un motivo en específico por el que no te está contando todo. ¿Tal vez tiene miedo de como reacciones?”
“¿Cómo así? ¿Como que la persona no me cae bien o algo?”
“Eh… Sí, algo así. Tu opinión es muy importante para ella y de seguro quiere meditar todo antes de contarte quién es.”
“Mm… No lo había pensado así.”
“Descuida, no es una cuestión de confianza. Eres su mejor amigo, ¿no?”
“…Es cierto.” Mika asintió.
“Se paciente, Mika-chin. Todo a su tiempo.” La sonrisa de Nazuna lo calmó inmensamente. “Ahora, no quiero que te sermoneen por llegar tarde por mi culpa. ¡Nos vemos en estos días! Te mando un mensaje para coordinar.”
“Genial, Nazuna-nii. ¡Cuídate mucho!”
“¡Sí!” Nazuna mantuvo su sonrisa, mientras le ondeaba la mano y se alejaba de él. “¡Cuídate, Mika-chin! ¡Nos vemos!”

Luego de esa conversación, Mika había recuperado un poco de paz mental. Nazuna había llegado en el momento indicado y se sentía infinitamente agradecido por ello.

Su amigo tenía razón: lo mejor era darle espacio a Arashi y esperar a que ella acudiera a él. No podía seguir con aquella misión imposible de adivinar para ayudarla. Al pensar detenidamente en ello, notó que aún no sabía muy bien cómo apoyarla, así que era por gusto. Enterarse de la persona no iba a cambiar ese —pequeño— detalle.

Mika suspiró, mientras corría hacia su trabajo.



« Last Edit: May 02, 2021, 01:30:49 AM by Eureka »


Eureka

Re: Blue Bookmark ❤
« Reply #14: November 27, 2019, 12:06:56 AM »
Naru: I'm dropping hints that I'm in love with Mika
Naru: I'm in love with Mika

❤ Mika/Arashi [3rd-Year AU] || 2/2 (Terminado)






Pese a sus intentos de olvidarse del tema y ser paciente, Mika andaba un tanto distraído por ello.

Había encontrado pertinente ensayar un par de veces a la semana bajo la tutoría de Hiyori, miembro de Eve y compañero suyo de Pretty 5 y de CosPro. En cuestión de días, Hiyori había pasado de ser un personaje intimidante a un compañero y amigo: a Mika le había sorprendido lo rápido que Hiyori se había encariñado con los miembros del programa, incluyéndolo a él. Los trataba a todos como si fueran hijos suyos, tal y como hacía con Jun Sazanami, su amigo y compañero de Eve.

Hiyori no estaba libre de responsabilidades, compromisos o eventos, pero se hacía un pequeño espacio para sus compañeros del programa y para el resto de unidades de CosPro, como los miembros de Valkyrie. Sus interacciones con Shu eran mínimas: Hiyori era el tipo de persona que Oshi-san aborrecía, después de todo. Sin embargo, Mika era un caso distinto: valoraba la perspectiva de Hiyori por su experiencia y su talento.

Hiyori les había ofrecido sesiones para ensayar juntos temas de postura, ritmo y técnica vocal. El líder de Eve afirmaba que los entrenamientos le servían a él también, para practicar y refrescarse un poco, probando nuevos pasos y coreografías.

Esa vez, sólo Mika y Tori habían asistido, porque Arashi y Aira tenían asuntos pendientes relacionados a sus unidades. Con menos compañía, era natural que Hiyori notara su actitud distraída y sus errores con más facilidad, por lo que no le sorprendió escuchar un suspiro exagerado cuando cruzó miradas con él.

“Mika-kun, estás con la cabeza en las nubes,” comentó Hiyori. “Estás encorvándote y tus pasos de baile están a destiempo.”
“¡Lo siento!” se disculpó Mika. “Uh…”
“¿Estás preocupado por algo?” preguntó Tori, curioso. “Porque se te nota en toda la cara.”
“¡Ahhh!” Mika saltó en su sitio. “¿¡En serio!? Entonces de seguro ella también se ha dado cuenta…”
“¿Ella?” Tori arqueó una ceja. “Ah, ¿Naru-senpai?”
“…” Mika supo que no había escapatoria y, en contra de su voluntad, se rindió. “Sí…”
“Si gustas, podrías contarnos qué te pasó,” le ofreció Hiyori. “¡El gran Hiyori-sama te ayudará en lo que pueda!”
“¡Gracias, Tomoe-senpai!” dijo Mika, y se tomó una pequeña pausa antes de continuar. “Uh… Tengo este amigo… y le gusta una persona.”
“¿Tú?” Tori se veía un tanto confundido y curioso.
“¿No?” Mika sonrió, nervioso. “No. No… ¡SÍ!” gritó, de la nada. “Yo.”
“¿O…kay?” Hiyori lo observó, igual de confundido que Tori. “¿Qué piensas hacer?”
“¿Ese es el detalle?” Mika desvió la mirada. Todo iba a la perfección: la idea era que evitaran pensar en Arashi como la enamorada. No quería delatarla cuando aún no le había contado nada a sus compañeros de Pretty 5. “No quiero confesarme aún, pero me gustaría demostrarle lo mucho que me importa…”
“Eso depende de la persona que te guste. En mi caso, Nagisa-kun es muy despistado y no sabe mucho de estas cosas… así que fue difícil hacerle entender que el cariño que le tenía iba más allá de todo.” Hiyori suspiró… y luego se dio cuenta de lo que acababa de contar. “No… lo comenten, por favor,” dijo, tapándose la boca.
“¡Mis labios están sellados, Hiyori-sama!” dijo Tori.
“Me alegra, Tori-kun. Eichi podría usar esta información para cosas terribles. Y si llega a los oídos de la víbora…”
“¿Saegusa-kun?” preguntó Mika.
“Sí.” Hiyori se llevó una mano a la cara. “Pueden suceder cosas malas. Así que espero que puedan guardarme el secreto~”
“Lo haremos si nos cuentas más detalles~” canturreó Tori, con un tinte de malicia en sus ojos. Mika nunca lo había tratado tan seguido como esos últimos meses, donde había encontrado, entre varios detalles de su carácter, que Tori adoraba el chisme. Se desvivía por él, pese a que intentara esconder esa parte crucial de sí mismo.
“Am… ¿Pues estamos juntos desde hace tres meses?” contó Hiyori, despreocupado. “Nos va muy bien, aunque debo admitir que es difícil guardar apariencias… Adoro a Nagisa-kun, después de todo~”
“¿Debo suponer que Hiyori-sama se confesó primero?” dijo Tori, emocionado.
“Sí.” Hiyori desvió la mirada, un tanto avergonzado. Era curioso ver aquella expresión en su rostro, con lo mucho que se desvivía jactándose de su grandeza, animándolos a todos a mejorar y quejándose de Sazanami de vez en cuando. “Y bueno, como les dije, Nagisa-kun se tomó un tiempo en darse cuenta de la diferencia. Aunque admitió que el cariño que me tenía siempre había resaltado en comparación al resto. Tiene sentido. Siempre había dicho que no había otra persona que lo hiciera tan feliz como yo.”
“Awwww~” Tori se llevó las manos al rostro, enternecido. “¡Qué lindo! Descuide, Hiyori-sama. ¡No diré nada de esto!”
“Más aún, con lo peligroso que puede ser…” Mika se deprimió un tantito. “Me había olvidado que somos idols y estas cosas son un poco imposibles. Es difícil mantener una relación… sin mencionar que está prohibido.”
“Bueno, eso depende de la agencia. CosPro es estricta, y en la vida iría a contarle todo esto a la víbora, pero si tienes cuidado y eres precavido, no hay problema.” Hiyori le sonrió. “¿Y? ¿Quién es la afortunada?”
“¡Ngah!” Mika saltó, avergonzado. “N-no me siento cómodo diciendo su nombre…”
“Wahaha, es “ella”, entonces.” Tori soltó un par de risitas malévolas.
“Bueno, sólo tengo una recomendación para tí, Mika-kun.” Hiyori lo observó fijamente. “No esperes el momento indicado. Déjate guiar por lo que sientes. Sé que suena como el peor consejo del mundo, pero a veces nos ponemos eticosos con detalles y tiempos y nos agobian las preocupaciones por gusto. Es cierto que debemos tomar ciertas precauciones, más aún con el medio en el que trabajamos, pero no dejes que la situación te domine. Es posible mantener una relación pese a todo. Nagisa-kun y yo no somos los únicos.”
“¿HAY MÁS?” gritó Tori, alterado. Era predecible: se trataba de chisme que no había llegado a sus oídos. “¿QUIÉNES?”
“Ah, Tori-kun, eso sí no puedo contar.” Hiyori soltó un par de risitas. “Pero sí. El resto de agencias de Ensemble Square tiene un par de parejas por ahí. Y sé que lo mismo sucede fuera, en agencias no asociadas.”
“Me pregunto quiénes serán los de mi agencia…” dijo Tori, pensativo. “¿Hay parejas en Star Maker?”
“¿No sé?” Hiyori le guiñó un ojo. “Tendrás que averiguar por tu cuenta~”
“¡Hmph!” Tori hizo un puchero, cruzándose de brazos.
“Haha~” Hiyori soltó un par de risitas. Luego, dio un par de aplausos, llamando la atención de Tori y Mika. “Bueno, retomemos el entrenamiento. Aún nos queda cerca de una hora y no podemos desperdiciarla.”
“¡Mm!” Tori y Mika asintieron al mismo tiempo.

Por algún motivo, la charla con Hiyori lo había calmado enormemente. Tal vez se relacionaba al hecho de que ahora contaba con un buen consejo para su amiga… o tal vez era por otra razón, pero Mika no iba a desperdiciar la tranquilidad que sentía.

Optó por enfocarse de nuevo en el entrenamiento, decidido a realizar perfectamente la coreografía que andaban practicando.






“Miiiika-chan~”

Arashi lo sorprendió con un abrazo, obligándolo a detenerse en seco.

Para sorpresa de ambos, Mika se giró hacia ella y la rodeó con sus brazos, hundiéndose en el espacio entre su clavícula y su cuello. Se quedó allí por unos momentos, ignorando que andaban en uno de los pasillos de Yumenosaki y cualquier persona podía verlos.

Mika no podía negar lo cansado que se sentía. La llegada de Shu siempre le traía sentimientos encontrados porque le emocionaba verlo de regreso en Tokio y, a la vez, las fechas límites lo agobiaban por todo el trabajo que tenía realizar.

Ese pequeño momento de calma en los brazos de su amiga le permitió recuperar energías. Sin embargo, cuando notó lo que acababa de hacer, Mika saltó y se separó de ella como si Arashi lo hubiese quemado con aquel contacto.

“¡W-wah! ¡Lo siento, Naru-chan!”
“¿De qué te disculpas, lindo?” Arashi le sonrió, enternecida. “Se nota que necesitabas ese abrazo. ¿Estás bien? Supongo que la llegada de tu oshi-san te tiene un tanto tenso.”
“…Adoro a Oshi-san, pero sí.” Mika suspiró. “Ahora que andamos lejos la mayor parte del tiempo, la presión se vuelve insoportable a veces. No quiero defraudarlo, pero se me junta todo y es complicado…”
“Mm, me imagino. Mi relación con Ou-sama es distinta, pero ahora que Izumi-chan y él están en Italia, yo soy quien se encarga de Knights mientras no están. Tsukasa-chan es el líder, pero siempre estoy pendiente de todo, aún así. Es un poco complicado… y no me gustaría que se arrepientan de apuntarme aquel cargo.”
“Bueno, siempre has estado cuidando de Knights, aún cuando Sena-senpai y Tsukinaga-senpai vivían acá en Tokio.”
“Es cierto.” Arashi rio. “Y sí, también regresan de vez en cuando. Esas fechas son un poco atareadas justo por los pendientes y todo.”
“Exacto.” Mika suspiró. “Aunque Tsukinaga-senpai siempre ha sido mucho más leniente que Oshi-san.”
“Por eso nunca se han llevado bien.” Arashi soltó un par de risitas. “Son genios, pero cada uno tiene su especial manera de hacer las cosas. ¡En fin! ¿Necesitas ayuda?”
“No te preocupes, Naru-chan.” Mika sonrió. “Debes andar ocupad—”
“¡No!” Arashi le guiñó un ojo. “Justo te iba a invitar a salir, pero puedo ayudarte con tus pendientes. No quiero que te sientas agobiado.”
“¿Estás segura?”
“¡Por supuesto! Encantada siempre de ayudarte, Mika-chan.” Arashi lo tomó de la mano y comenzó a caminar, aún cuando no había recibido una respuesta afirmativa por parte de su amigo. “Vamos al estudio, ¿no?”
“Mm, sí, al estudio…” respondió, un tanto ido.

Arashi y él llegaron al estudio en poco tiempo e, inmediatamente, se dividieron las tareas: Mika se encargaría de terminar de componer el par de canciones que le faltaban y Arashi se dedicaría a arreglar los trajes y coser los últimos detalles en base a los diseños hechos por Shu.

Predeciblemente, les tomó un par de horas terminar con todo, pero lograron sus objetivos mucho más rápido al ser dos personas. Mika suspiró, aliviado, al ver los maniquís con los trajes y las composiciones en la mesa. No quería imaginar la amanecida que se habría tenido que mandar de no ser por la ayuda de su amiga.

“Naru-chan, gracias…”
“¿Estás llorando, Mika-chan?”
“Un poco.” Mika se tragó el nudo en la garganta. No se merecía a alguien tan increíble como mejor amiga, después de todo. “Siempre estás ahí para mí… En serio siento que no te aprecio lo suficiente.”
“Aw, lindo, no exageres.” Arashi sonrió. “Sabes que te quiero muchísimo y en serio, ¿qué clase de chica abandonaría a su amigo cuando este la necesita? No podría vivir conmigo misma. Y se lo mucho que la llegada de Itsuki-senpai significa para ti. Quieres tener todo en su sitio para hacerlo sentir orgulloso de ti. Hehe, en ese aspecto es como tu papá…” Murmuró lo último, entre pequeñas risitas.
“¿Podría invitarte a comer mañana?”
“No, debes aprovechar en almorzar con tu oshi-san. A mí me tienes acá siempre.” Arashi le guiñó el ojo.
“Wow, Naru-chan. El chico que te gusta es muy afortunado.”
“¿Ah, sí?” Arashi sonrió de lado. “¿Por qué lo dices?”
“Eres perfecta, Naru-chan. Honestamente, me enoja la posibilidad de que no te corresponda. Te mereces lo mejor…” Mika hizo un puchero.
“¡Awwww!” Arashi se lanzó a abrazarlo, conmovida. “¿Por qué eres tan lindo? ¡Me muero!”
“¡Pero estoy diciendo la verdad!”
“Lo sé. Nunca me engañarías.” Su amiga se alejó para observarlo de cerca. “Gracias, Mika-chan.”
“Mm-mm.” Mika negó con la cabeza. “Yo debo agradecerte a ti. Te debo una muy grande.”
“¡No me debes nada! Soy tu mejor amiga.” Esta vez, fue Arashi la del puchero, muy indignada.
“Gracias, Naru-chan.” Mika sonrió. “¿Tienes planes ahorita? Tal vez lo del almuerzo podría ser cena…”
“Mm, bueno. Sí tengo algo de hambre. Y estoy libre, así que no te puedo rechazar la invitación~” Arashi sonrió. “¿Vamos?”
“¡Sí!” Mika asintió, alegre.

Entre los dos, la tarea de dejar el estudio ordenado y listo para la llegada de Shu fue muy sencilla. Ni bien finalizaron con ello, Mika y Arashi salieron y cerraron el estudio, caminando hacia su nuevo destino: un café muy concurrido cerca de la casa de los Itsuki.






El regreso de Shu siempre contaba con dos etapas: una primera, de euforia pura, en la que Shu demostraba lo mucho que lo había extrañado. A su manera, por su puesto, porque Shu Itsuki no era un hombre de palabras bonitas y grandes gestos. Tenía su forma especial de demostrar cariño, y gracias al tiempo que habían pasado juntos, Mika había aprendido a notar las pequeñas acciones que lo delataban. Era cierto que, desde que había comenzado a viajar, Shu se había abierto un poco más con él, y Mika estaba muy agradecido.

Lamentablemente, todo cambiaba cuando iniciaba la segunda etapa, enfocada en la crítica. Mika debía mostrarle sus avances y tenían que discutir los temas pendientes relacionados a sus presentaciones, nuevas canciones, trajes, entre otros elementos. Con el paso del tiempo, Mika había logrado el reconocimiento de su maestro, lo que le permitía sugerir ideas e involucrarse en el proceso creativo con más facilidad. Sin embargo, existían ciertos hábitos difíciles de cambiar: Shu y él eran compañeros, pero también eran maestro y alumno. Era inevitable que existieran algunos detalles que no le agradaran al mayor, aún a pesar de lo mucho que Mika había mejorado como costurero, compositor y miembro de Valkyrie.

Le sorprendió, sin embargo, que Shu andara mucho más permisivo y calmado de lo usual. Sus críticas fueron mínimas: un par de ajustes en los trajes y algunos pequeños arreglos de la letra de una canción y todo estaría en orden.

Mika estuvo a punto de preguntarle al respecto, pero Shu le ganó, cambiando de tema.

“¿Qué te pasa?” le preguntó, y aunque su tono parecía irritado, Mika pudo notar un ligero tinte de preocupación en sus palabras.

Hacía unos meses que Shu había dejado de usar a Mademoiselle para comunicarse: con el paso del tiempo, había logrado recuperar aquella parte de sí mismo que había perdido un tiempo atrás. Madonee aún conversaba con Mika, pero Shu ya no sentía la necesidad de escudarse en ella cuando quería hablar sobre temas más delicados.

Era admirable y, en esos instantes, preocupante, porque Mika era un libro abierto para su maestro.

“Estoy bien, Oshi-san…” Mika sonrió y Shu soltó un suspiro exagerado, mientras se llevaba la mano a la cara, hastiado.
“Sabes que detesto cuando intentas engañarme, Kagehira.” Shu lo juzgó con la mirada. “No me trates de estúpido.”
“Lo siento.” Mika desvió la mirada, apenado. “No quiero cargarte con mis cosas, y honestamente, creo que es solo el cansancio de estos días. Se me juntaron los pendientes y tuve que sobreesforzarme un poco…”
“¿Es sólo eso?” Shu arqueó una ceja, escéptico. “Porque siento que me estás escondiendo algo. ¿Qué has hecho ahora?”
“¡Nada! Es… bueno, siento que lo tomarás como algo tonto, Oshi-san.”
“Si no me dices, no sabré de qué hablas.” Shu se cruzó de brazos.
“Mn…” Mika se mostró un tanto pensativo.
“¡Kagehira!” gritó Shu, para sacarlo de sus pensamientos.
“¡Ngah!” Mika saltó y asintió efusivamente. Encontró que no tenía sentido darle vueltas al asunto. Sentía que era egoísta compartirlo con Shu, pero si su maestro lo invitaba a hacerlo, suponía que debía intentarlo. “…Estoy preocupado por Naru-chan.”
“Mm. Narukami, de la unidad de Tsukinaga.”
“…Sí.” Mika encaró a Shu de nuevo, un tanto angustiado. “Hace un tiempo me contó que le gustaba una persona, pero no me dijo quién. Y no me atrevo a preguntarle, me incomoda la idea de hacerlo. Pero quiero ayudarla… quiero que sepa que estoy ahí, para ella. Hehe… supongo que es gracioso porque tampoco sé qué haré si me dice. No sé cómo apoyarla. ¿No tengo buenos consejos para una situación así? Nunca pude ayudarla con Kunugi-sensei…”
“…” Shu guardó silencio por unos instantes, mientras lo observaba con visible escrutinio. Su intensa mirada hizo que Mika creyera, por un breve momento, que tal vez tenía algo en la cara, lo que lo llevó a palparse el rostro por pura curiosidad. 



No tenía nada.

“¿Oshi-san?” Mika atinó a llamar su atención, confundido.

“…” Shu suspiró. “Puede que hayas crecido como artista, pero aún te falta mucho por madurar.”
“¡Sí!” Mika no pensó dos veces en darle la razón, porque era cierto: aún tenía un gran camino por delante. Le costaba pensar que ya estaba a puertas de graduarse del instituto. “Eso mismo pensaba el otro día… Aún me falta mucho por mejorar como persona y amigo…”
“No es eso, no precisamente.” Shu caminó hacia los ventanales, observando el jardín en silencio. Su casa seguía intacta aún a pesar de los años. “No tengo por qué indicarte tus propios errores. Tú solo debes ser capaz de enmendarlos y de darte cuenta de cómo te sientes. Esto último es lo más prioritario, Kagehira. Si algo te molesta, debes decirlo.”
“Pero nada me molesta, Oshi-san…”
“Puedes repetirlo cuantas veces quieras y eso no va a cambiar cómo te sientes. No pretendo gastar mis energías corrigiéndote, asi que hazme el favor de hacer el ejercicio de introspección por tu cuenta.”
“Uh…” Mika intentó reflexionar por unos instantes, pero fue en vano. “Lo siento, Oshi-san, pero creo que ando más perdido ahora.”
“Bien.” Shu se giró a dedicarle una pequeña sonrisa. “Al menos significa que estás pensando en ello con detenimiento. Iré a tomar un baño, de ahí continuaremos conversando sobre el live que viene.”
“¡Okay! Corro a preparártelo.”
“Me avisas. Estaré en mi cuarto.” Shu le dedicó una última mirada antes de abandonar el estudio, saliendo con dirección a su habitación.

Mika se demoró en retomar sus acciones, un tanto sorprendido por las palabras de su maestro. Habían sido oraciones que aún no podía procesar del todo, pero lo cierto era que Shu no podía ocultar la preocupación que sentía. Mika lo conocía lo suficiente para discernir aquella emoción en sus palabras.

Shu era demasiado inteligente y muy hábil, por lo que no le parecía extraño que supiera tanto sobre él sin realmente oír todo lo que había pasado en las últimas semanas. De seguro ya entendía el motivo detrás de su incomodidad, a diferencia de sí mismo, que andaba perdido en el espacio, sin una pista de lo que le sucedía.

No había de otra: tenía que hablarlo con su amiga y ser sincero con ella.

Luego de un suspiro, Mika corrió hacia el baño a preparar la tina.






La estadía de Shu siempre se pasaba en un dos por tres: era una sucesión de entrevistas, eventos, compromisos y conciertos, todos conglomerados en horarios que aprovechaban cada pizca de tiempo libre que tenían. Mika tuvo que dejar de asistir un par de días a Yumenosaki para poder cumplir con todo, puesto que Valkyrie estaba conformado por ambos. No había forma de dejar solo a Shu: Mika no se perdonaría hacerlo. 



Mika se permitió la alegría de sentirse orgulloso de su propio trabajo: aprovecharon en probar las nuevas canciones en el estudio de grabación y Shu se veía contento con los resultados. No sólo eso: en el concierto, sus trajes se lucieron en conjunto a la decoración diseñada para el evento.

Shu regresó a Francia satisfecho, no sin antes dejarle una nueva tarea: él se encargaría de las canciones que faltaban, pero necesitaba que Mika diseñara el vestuario que usarían para el photoshoot de la portada del CD. Mika le prometió cumplir con lo mandado, empezando a bocetear diseños ni bien conseguía un poco de tiempo libre entre sus clases y trabajos part-time.

Una vez a solas, Mika probó haciéndole caso a su maestro y reflexionando por su cuenta. Nunca había sido muy brillante y, honestamente, analizar cómo se sentía sonaba un tanto complicado, pero era lo mínimo que podía hacer por su amiga.

El tema le había causado incomodidad, eso no podía negarlo. El problema residía en que no estaba seguro del motivo exacto. No se trataba de una cuestión de confianza o de un rechazo a aquellas temáticas: Mika sabía que Arashi le confiaba todo y, además, había escuchado sobre su interés en Kunugi desde que la conoció.

Su amiga no era el problema. Era algo propio de sí, pero por más de que Mika intentara dar con la respuesta, su mente estaba en blanco por completo.

Era un misterio.

Mika se rascó la cabeza, desesperado. Era muy malo para reflexionar sobre sus sentimientos y emociones, más aún cuando se relacionaban a personas muy queridas para él, como Shu o Arashi.

Derrotado, optó por centrarse en la tarea de los trajes. Tal vez aquel trabajo lo ayudaría a distraerse un rato… aunque sabía que, eventualmente, tendría que encarar la situación.






El día llegó antes de lo que esperaba.

Con el paso de las semanas, Mika se había acostumbrado a coincidir poco con ella por temas de responsabilidades y clases, pero una semana entera sin ver a Arashi le hizo caer en cuenta del tiempo que llevaban sin salir juntos.

Ambos habían estado ocupados con temas relacionados a sus units, y era comprensible. Además, no era como que habían perdido el contacto: siempre conversaban por mensajes pese a todo. Sin embargo, Mika sentía que Arashi andaba muy preocupada por algo y… sí, lo estaba evadiendo, no había otra manera de describir lo que pasaba.

Unos años atrás, Mika hubiera esperado a que Arashi lo busque, completamente pasivo frente a lo que transcurría ante él. No obstante, si de algo le había servido la charla con Shu, era para empezar a actuar de manera distinta. No estaba seguro de que “madura” fuese la palabra correcta para describirla, pero lo importante aquí era distanciarse del Mika del pasado.

Por ello, organizó todo hasta el más mínimo detalle. Le pidió ayuda a Anzu, prestándose unas hileras de luces para colgarlas en la azotea del pabellón de sus clases. Organizó las mesas y preparó los dulces y las bebidas calientes. Finalmente, llevó un par de mantas por si hacía frío esa noche.

Para su suerte, Madara aún andaba en la ciudad y se ofreció a ayudarlo con lo que necesitara. Siempre había sido un senpai un tanto peculiar, pero adoraba apoyar a la gente y Mika no fue la excepción: Mama localizó a Arashi y la raptó, dejándola en la azotea a la hora pactada.

“Ara, ¡Mama! ¡Espera! ¿Qué—?”
“Hoho~ ¡Nos vemos, Arashi-san!” se despidió Madara, ondeándole la mano y tomando las escaleras de vuelta a los salones.

Fue recién en esos instantes que Arashi se giró hacia la azotea, cayendo en cuenta de los detalles de la mesa, la decoración y Mika, al centro, sonriéndole un tanto nervioso.

“Lo siento, Naru-c—”
“¡Mika-chan!” Arashi corrió a abrazarlo, interrumpiéndolo sin ningún cuidado.

Mika había esperado escuchar alguna queja por parte de su amiga: después de todo, ser secuestrado no era una experiencia precisamente agradable y lo decía la voz de la experiencia. Sin embargo, ella parecía inmensamente feliz al verlo, como si fuera lo único importante allí.

Mika atinó a abrazarla por la cintura por unos instantes, hasta que se separaron por iniciativa de Arashi. Antes de que hablara, Mika le indicó la mesa y los detalles, y Arashi asintió, conmovida.

Una vez abrigados por las mantas y con tazas de chocolate en las manos, Mika encontró que era el momento indicado para conversar con su amiga sobre lo que andaba angustiándola. Tenía la ligera sensación de que se relacionaba al tema de la persona que le gustaba, pero no había ninguna garantía de ello.

Mika hizo a un lado la incomodidad que surgió dentro de sí y optó por iniciar la conversación.

“Naru-chan, andas un poco deprimida, ¿no?” preguntó Mika, preocupado.
“Arara, Mika-chan, nada se te escapa.” Arashi le sonrió. “Es cierto, no puedo negarlo.” Suspiró. “Aunque me siento mucho mejor contigo a mi lado~ Has planeado todo esto hasta el último detalle, muchas gracias.”
“No hay problema, Naru-chan.” Mika le sonrió. “¿Me puedes contar que te tiene así?”
“Claro.” Arashi desvió su mirada hacia la hermosa vista desde la azotea de aquel pabellón del instituto. Desde su ubicación, Yumenosaki se le hacía inmenso, con sus facilidades, jardines, algunos escenarios que andaban en construcción y otros detalles. “¿Te acuerdas que hace un tiempo mencioné que me gustaba alguien? Terminó siendo más difícil de lo que pensé.”
“¿Cómo así? ¿Te confesaste?”
“No…” Arashi observó su taza de chocolate con una expresión indescriptible. “No es tan fácil. Al contrario, tuve que tomar distancia. Él es muy lindo… somos amigos desde hace un par de años y no puedo arruinar todo con mi egoísmo. Nunca me había sentido tan cómoda con alguien… no quiero perder eso.”
“Lo siento, Naru-chan. Suena muy difícil.”
“Haha~” Arashi volteó a encararlo, sonriéndole enternecida.

Mika no tuvo tiempo de reaccionar.

De un momento a otro, Arashi colocó su taza en la mesa, lo tomó de las mejillas y le dio un beso. El sabor a chocolate y la suavidad de los labios de su amiga lograron nublar sus pensamientos y, por unos instantes, Mika se quedó en blanco, aturdido por lo que sucedía. Era demasiada información por procesar y sentía que le faltaban neuronas para ello.

Sus instintos priorizaron la taza en sus manos y Mika consiguió dejarla en la mesa para evitar un accidente. Arashi se separó de él, preocupada al darse cuenta de lo que había hecho, pero Mika no la dejó disculparse: un tanto tímido, la acercó de nuevo hacia él, tomándola de la nuca.

Antes de acortar la distancia entre ambos, Mika pudo observar la expresión enamorada de su amiga. Sonrió, y luego, volvieron a encontrarse.

Esta vez, el beso fue más corto de lo esperado. Cuando se separaron, Mika entró en crisis, como se veía venir.

“Uh… ¿Qué…? ¿Por… qué?” Mika abrió los ojos, muy confundido con Arashi y consigo mismo. “¿Quién es—? ¡WAAAAAAH! ¡LO SIENTO, NARU-CHAN!”
“Mika-chan, tranquilo.” Arashi rio suavemente, sonrojada hasta las orejas.

Mika no podía verse a sí mismo, pero sabía que de seguro andaba igual que ella.

“Te respondo. Eso fue un bes—”
“¡N-NOOOOO!” Mika se agarró la cabeza, a punto de morir allí mismo por la vergüenza que sentía. “¡T-TE BESÉ! ¡Y A TI TE GUSTA A-ALGUIEN!”
“¡Mika-chan!” lo resondró Arashi, haciendo un puchero. “¡No puedo ser más clara en mis intenciones! ¡Siempre fuiste tú!”
“¿…Yo?” Mika se señaló a sí mismo, incrédulo.
“¡Sí!” Arashi se tapó la cara, avergonzada. “Ese día que salimos y mencionaste lo de Kunugi-sensei…” La joven removió sus manos levemente, para desviar la mirada. “Bueno, pensé que te ayudaría un poco si te aclaraba ese detalle. No tengo amigos más cercanos que tú. Eres el único con el que comparto una amistad de años… pensé que había sido muy obvia, y me preocupó… pero no te habías dado cuenta. Nunca imaginé que podrías ser tan despistado.”

Mika no podía lidiar con todo: un instante había servido para notar que su incomodidad se debía a que sí, le gustaba Arashi. Siempre había estado enamorado de ella: con el tiempo, se había vuelto común para él compartir tanto con su amiga y eventualmente, se había convertido en la persona más importante en su vida. Cada detalle suyo lo hacía feliz y pasar tiempo a su lado era la parte favorita de su día. Sin embargo, la posibilidad de estar en una relación era algo que nunca había contemplado por temas propios de autoestima, puesto que no se creía capaz de ser el objeto de afecto de alguien.

Notar que le gustaba tanto y reconocer que siempre había sido mutuo era demasiada información para procesar.

El corazón se le iba a salir del pecho a este paso.

“¡P-Pero… no entiendo!”
“Te evadí justo por esto…” confesó Arashi, apenada. “No podía continuar viéndote sin decirte cómo me sentía. Lo siento, arriesgué nuestra amistad y—”
“Naru-chan, tú también me gustas.”
“¿Sí?” Arashi se mostró sorprendida.
“¡¡Sí!!” Mika la tomó de las manos, decidido… y luego se avergonzó de sus acciones. “¡NGAH!”  gritó, soltando una de ellas para taparse la cara con el antebrazo, avergonzado.
“Haha~” Arashi le sonrió, enternecida. “Bueno, me besaste por tu cuenta. Supuse que sí era mutuo.”
“…L-lo es.” Mika se destapó un poco, pero evadió su mirada. “Estos meses intenté buscar formas de ayudarte con todo. Lo conversé con amigos y todos me pedían que fuera paciente porque eventualmente me contarías todo, pero no lo hacías… y me empezó a incomodar. Sabía que no era por falta de confianza: tú siempre haz confiado en mí y es mutuo. Pero me molestaba y no me dejaba en paz…”
“¿Porque te gustaba?”
“S-sí.” Mika estrujó su mano. “Se lo comenté a Oshi-san, incluso.”
“Oh, wow. ¿Itsuki-senpai se enteró de esto?” Arashi sonrió. “¿No te resondró o algo?”
“¿Estuvo muy tranquilo? Creo que sabía que era mutuo, pero no me dijo nada.” Mika suspiró.
“Eso suena muy él.” Arashi rio. “Dejando que tú descubras las cosas por tu cuenta.”
“Fue difícil. Si no me b-be… besabas…” Mika sintió el calor en sus mejillas y supuso que su muerte era inminente. “No creo que lo hubiese podido notar por mi cuenta.”
“Aw, lindo, creo que sí estabas algo consciente de ello. Tu incomodidad se debía a eso… pero, bueno, ¿creo que soy la primera persona que te gusta de esta forma?”
“Mm.” Mika asintió.
“Por eso no podías entenderte a tí mismo. Te entiendo, tranquilo.” Arashi entrelazó sus dedos con los de Mika, con una sonrisa enamorada en los labios. “¿Te soy sincera? Tenía tanto miedo de que no fuera mutuo… y es un poco tonto, ¿no crees?”
“Mm-mm.” Mika negó con la cabeza. “Es normal sentir miedo, Naru-chan.”
“No cuando se trata de ti. Tu cariño es tan sincero, siempre lo ha sido… pero supongo que ambos somos un poco despistados.” Arashi esbozó una sonrisa deslumbrante. La iluminación de la azotea no le hacía justicia.
“Sí…” Mika se rascó la mejilla, sintiéndose un tanto culpable.
“¿Y a quién le contaste?”
“¡Ngah!” Mika saltó en su sitio. “¡N-no es lo que crees!”
“Oh, lindo, no hay problema. Yo también le hubiera contado a alguien… me habría tenido como loca. Me sorprende lo paciente que has sido, de hecho.”
“Es una de mis cualidades.” Mika sonrió. “Y… um, se lo conté a Nazuna-nii. Anzu-chan ya lo sabía… Ritsu-kun también. ¿Yukkun… lo sospechaba?”
“Sí, yo le conté a Anzu-chan y Ritsu-chan,” confesó Arashi. “Y wow, Yuzuru-chan es muy observador, no me sorprende~”
“De ahí… bueno. ¿Oshi-san? ¡Y wah! Me olvidé, Tori-kun y Tomoe-senpai piensan que yo soy el enamorado. Les cambié la historia porque no quería causarte problemas.”
“Qué considerado~” Arashi sonrió. “Mi enamorado es muy lindo~”
“¿Yo?”
“Sí, tontito.” Arashi rio. “Tú.”
“…” Mika estuvo a punto de combustionar allí mismo. Sonrió, embobado, y luego cayó en cuenta de la magnitud de los hechos. “¡N-Naru-chan!”
“¿Sí?”
“¡N-nuestras agencias!” exclamó Mika, al borde de una crisis.
“Aw, querido, no te preocupes por eso. Si supieras todas las parejas que hay en Ensemble Square…” Arashi soltó un par de risitas. “Te mueres. Y los productores también.”
“¿Sabías lo de Tomoe-senpai y Ran-senpai?”
“Sí.” Arashi sacó la lengua y le guiñó un ojo. “Hay algo en sus miradas… no sé cómo explicarlo. De seguro Ibara no lo ha notado por su rol como productor. Tiene que encargarse de tantas cosas y no puede andar pendiente de eso. Y como ambos son responsables, no han causado ningún escándalo. Pero bueno, sí, hay algo en sus interacciones que los delata. Jun-chan es un poco tonto, así que no me sorprende que él tampoco esté muy enterado. Aunque tal vez Hiyori-chan ya le dijo… Mm.” Arashi se mostró pensantiva.
“Tomoe-senpai nos contó todo hace un par de semanas. Me sorprendió, la verdad.”
“¡Awww!” Arashi le sonrió. “Me alegra que les haya compartido eso. Significa que confía en ustedes… o tal vez es un tanto descuidado.”
“…” Mika observó sus manos entrelazadas y suspiró. “No quiero causarte problemas, Naru-chan.”
“No digas eso. Al contrario, me hace muy feliz que me quieras tanto. Estar contigo nunca va a ser un inconveniente para mí.” Arashi se acercó y le dio un beso en la mejilla. “No te voy a negar que me preocupa un poco lo de nuestras agencias, pero tranquilo. Estamos juntos… y no estamos solos. Sé que el resto de Knights nos apoyará, en especial Ou-sama e Izumi-chan.”
“¿Por qué—?” Mika arqueó una ceja, pero Arashi lo interrumpió.
“Diría lo mismo de tu oshi-san, pero siento que Itsuki-senpai pegará el grito al cielo cuando se entere,” mencionó Arashi, llevándose su mano libre al rostro, un tanto preocupada. “Ah, pero luego nos dará su bendición~ Eso lo presiento~”
“¿Segura? Estuve tan preocupado por saber cómo me sentía que… bueno, nunca contemplé este escenario. Siento que Oshi-san se enojará… Uhhh…” lloró Mika, un tanto apenado.
“Pero de lo que me contaste, Itsuki-senpai sospechaba que es mutuo. Si no te gritoneó o trató mal, significa que bueno, al menos tolera la situación.”
“…Es cierto, eso fue una buena señal.” Mika sonrió.
“Igual, no tienes que sentirte presionado a contarle pronto. Vamos al ritmo que desees. Tal vez sea mejor que se lo digas cuando lo veas cara a cara, dentro de mes y medio.”
“Mm.” Mika asintió. “Buena idea. ¿Me acompañarás?”
“Por supuesto~” Arashi apoyó su cabeza en su hombro, observando el cielo. “Hehe, será una cena con el suegro.”
“S-sí…” Mika desvió la mirada, avergonzado. “Normalmente me preocuparía, pero lo que dijiste es cierto. Tengo un buen presentimiento.”
“Yo también~” Arashi asintió. “Aw, si gustas, podríamos salir a comer con Izumi-chan y Ou-sama también. No tenemos una relación de padre e hijo como Itsuki-senpai y tú, pero sí son… no sé. Son como mis hermanos mayores. Y de seguro nos darán tips y todo, sería lindo~”
“Como gustes, Naru-chan.” Mika sonrió, aunque no podía evitar sentir curiosidad por las palabras de su enamorada. Aún no entendía cómo se relacionaban ellos dos… ni que tipo de tips les darían.
“Gracias, Mika-chan~” Arashi le sonrió cálidamente.

Mika se distrajo unos instantes con la belleza de su enamorada, pero la curiosidad lo carcomía. Le dio vueltas al asunto por unos instantes y—

Ah.

Todo calzaba.

“¿¡QUE TSUKINAGA-SENPAI Y SENA-SENPAI…!?”
“¡Sí!” Arashi rio. “¡Ay, cariño, eres bieeen despistado!”

En esos instantes, recién comprendió a Tori.

Tal vez era el chisme… era válido, hasta cierto punto.


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