Author Topic: SeeDs in the Garden – revival  (Read 51998 times)


Kora

SeeDs in the Garden – revival
« Topic Start: March 20, 2017, 09:14:20 AM »
back to balamb...

¡El verano se acerca a Eulántica con una ola de calor!

Diez años han pasado desde el último gran conflicto internacional que fuera la guerra entre Balamb y Shadow Moses. Una tensa paz que se ha visto más frágil de lo que muchos querían creer cuando uno de los Jardines y su ciudad capital ha sido destruido en un misterioso ataque. Ningún grupo se ha atribuido su autoría ni quedaron testigos que puedan dar una pista de lo sucedido, y con el paso de las semanas, los rumores sólo crecen: apuntando desde a otro Jardín o nación a incluso a los misteriosos Asesinos, todo adornado con las mas descabelladas teorías de conspiración. Pero aún con todas la especulación sobre lo sucedido nadie puede afirmar con certeza qué ha sucedido realmente.

Al mismo tiempo, la vida ha seguido adelante, y de las cenizas ha renacido el espíritu SeeD con el ascenso de Graham Aker como Comandante del Jardín de Balamb, reemplazando al veterano Auron Aeon en una ceremonia que sólo exaltó los ánimos de los candidatos a SeeD. Y es que a finales de primavera es cuando empiezan los exámenes SeeD para los Jardines, desde Aetheria en el oeste a Smarthia en el este y pasando incluso por Invernalia, que aún se está estrenando como Jardín de forma lenta pero segura. El país del Norte, además, estrechó lazos con Balamb al confiar en que Su Majestad el Príncipe Isaak recibiera cirugía ocular con la tecnología de sus vecinos del sur. Las autoridades de ambos países confían en que la relación entre ambos países siga mejorando, ¡y algunos expertos en geopolítica hablan de que es posible referirnos a las dos naciones como aliadas en un futuro!


Desafortunadamente, la paz es una idea lejana en otros puntos. La guerra civil que azota Aetheria desde hace siglos entre la población eiri y aetheriense no ha rebajado su intensidad en absoluto. El Jardín del país, conocido también como la Orden de los Caballeros Sagrados de Aetheria, ha apoyado abiertamente al ejército bajo direcciones de su Comandante, Ky Kiske. Éste, el más joven en ocupar el cargo tras ascender con sólo dieciséis años, se ha mostrado implacable en los últimos años y ha prometido terminar con el conflicto y por fin, traer paz a Aetheria. Para demostrar que éste es su auténtico objetivo, la Orden ha participado en el intercambio a tres bandas propuesto entre los Jardines de Balamb, Aetheria e Invernalia una vez terminaran los exámenes SeeD.

En Balamb, el examen SeeD fue uno de los más exitosos, siendo éste aprovechado para investigar los misteriosos hechos ocurridos en el área aledaña a Silent Hill. Se sospecha que las siniestras fuerzas que dejaron el pueblo inhabitable empiezan a expandirse, y los resultados de los SeeDs de Balamb parecen confirmarlo. ¿Son éstos extraños incidentes en las cercanías de una supuesta zona contenida la respuesta a algo?

Sin embargo, la preocupación de los investigadores queda opacada por la euforia de los recién graduados. Y es que, además, Balamb fue el escenario un exitoso baile para celebrar el intercambio de SeeDs entre los Jardines en el que participaron altos cargos y SeeDs. Una noche para recordar que promovió los valores de estabilidad, fraternidad y confianza que inspiraron el intercambio en pos de un futuro más seguro para el continente. Una alianza entre estos tres Jardines podría asegurar paz y seguridad en el oeste de Eulántica… aún si el Jardín de Galbadia no sólo se ha mantenido al margen en el acuerdo, sino que ha incrementado la inversión en su industria militar al mismo tiempo que insiste en su tradicional postura antagonista hacia Balamb.

Y es que la paz en el continente siempre ha sido algo frágil, pero el intercambio entre los Jardines se ha podido considerar un éxito y un paso adelante para mantener el delicado equilibrio. Durante un mes, SeeDs novatos y veteranos de los tres países han colaborado en misiones, establecido vínculos con sus nuevos compañeros y aprendiendo a superar las diferencias culturales.


Pero no cambia que la paz en Eulántica siempre ha sido algo realmente frágil.

La tragedia agita la Orden de Aetheria cuando su ex-Comandante, Kliff Undersn, quien fuera tutor y padre adoptivo del Comandante actual, fallece en violentas circunstancias. La investigación de la Orden pronto encuentra a los culpables: agentes eiri infiltrados gracias a la colaboración de SeeDs de Balamb. A pesar de que el Jardín de Balamb niega cualquier intervención por su parte, desde Aetheria se les acusa de traición, y el Comandante Kiske jura que se asegurará personalmente de que se haga justicia.

Con alianzas rotas y otras empezando a formarse, en Eulántica empiezan a sonar los tambores de guerra…

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Este es un proyecto cerrado que resurge de las cenizas tras mucho, mucho tiempo. A algunas se nos quedó clavada la espinita de nuestro Balamb, pues fue un proyecto en el que se invirtió mucha planeación, ilusión y amor y muchas plantillas de Excel, con mitología, mapas y cronologías incluidas. A día de hoy seguimos recordando con cariño aquellos días, y buscamos continuar a un ritmo más relajado la historia para poder llegar a algunos de los eventos que se llegaron a pensar.

La introducción posteada es sólo un resumen breve de más de 50k en total (y de un par de acontecimientos aún por postear). La historia completa que se posteó en Dz y luego se pasó a Livejournal está en éste índice, con los aportes en orden cronológico:

· Shura - 01 (introducción)
· Neko - 01
· Kora - 01
· Shura - 02
· Kora - 02
· Kora - 03
· Shura - 03
· Kora - 04
· Shura - 04
· Kora - 05
· Shura - 05
· Kora - 06
· Shura - 06
· Kora - 07
· Shura - 07
· Kora - 08
· Kora - 09 (parte 1)
· Shura - 08
· Shura - 09
· Raiko - 01
· Kora - 10
· Shura - 10
· Kora 09 (parte 2)
· Raiko - 02
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 1)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 2)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 3)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 4)
· Shura 11 + Kora 11 + Neko ?? + Raiko 03-04 (parte 5)
« Last Edit: June 29, 2017, 03:38:46 PM by Kora »


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #1: March 20, 2017, 09:14:57 AM »
[post para info y etc]


Shura

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #2: March 29, 2017, 07:31:38 PM »
Hola!! Ya tenia ganas de resucitar esta historia ღ ღ ღ  quería haber empezado por una intro, pero tenía más ganas de escribir con los personajes, pesé al tiempo creo que están bastante fresquitos ♥
 
Y ahora sí...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.



Shura se escabulló de su dormitorio, necesitaba salir, adentrarse en la noche de Balamb. Aunque estuvo tentada de ir a la zona de entrenamiento, no quería correr el riesgo de toparse con alumnos o instructores y tener que andar dando explicaciones.

Conocía los alrededores del Jardín, echando a correr por los caminos que no había monstruos, rodeando la iglesia y quedándose en el borde del bosque.
Aspiró el fresco aire nocturno, se le erizó el vello del frío y por la corriente de poder electrificante al sentir como su poder quería salir por cada poro de su piel.
 Se concentró en dejar salir a su invocación, imaginando que descorria un velo por el que este entraba a su mundo, escuchando las pesadas pisadas a su espalda, saliendo del bosque se encontraba una enorme criatura similar a un perro gigantesco de ojos negros, en lugar de pelo tenía plumas cubriendo su cuerpo y unas poderosas alas.
Shura no sentía miedo, ya conocía sobradamente a esa criatura, su propia invocación.
-Trico… -le llamó alzando la mano, esperando a que el animal se agachase para poder acariciarle el húmedo y frío hocico.
De sus invocaciones aquella era a la que más había recurrido en los últimos días, principalmente por estrechar lazos, por más que ella invocase distintos seres, no necesariamente las invocaciones tenían que obedecerla, comprender a las invocaciones era una de sus tareas, afianzar lazos de amistad y siempre estar atenta a las necesidades de las criaturas invocadas, así estas estarían dispuestas a luchar a su lado o ayudarla si se precisaba. 
Trico se lamió el morro donde había estado la mano de Shura y comenzó a olisquearla.
-No te he traído nada de comer… -con más caricias, Shura logró apartar a Trico de su lado con un suspiro-. Creo que aún no se ni lo que comes.

En otros aspectos, comenzaba a conocer mejor a su compañero, después de lograr que corriera por la explanada, dando su mejor esfuerzo hasta que comenzó a resoplar y quedarse tumbado, Shura  decidió que aquel sería el momento de montar sobre el animal, enganchandose a las plumas, de un salto se instaló detrás del cuello. Después de la primera sacudida de cabeza, la criatura giró la cabeza y por como Shura le rascaba detrás del cuello, empezó a tolerar que le hubieran montado.
-¡Eso es!
Inesperadamente, Trico se pusó en pie alerta, haciendo que por poco Shura perdiera el equilibrio sujetándose aún más fuerte de las plumas del cuello. No había reparado en aquella presencia que se acercaba hasta ellos y que ralentizó su paso precavida al haber alertado a Trico.
-Tranquilo -le dio palmaditas consiguiendo que la criatura volviera a tumbarse, bajando de un salto y reconociendo vagamente a quien se acercaba, una hermosa joven de largo pelo rubio y ojos verdes vivaces-. Eres… ¿de Invernalia?
Seguro que se la habían presentado, pero no lograba recordar su nombre.
-Si, me llamo Maria Renard, ¿tu eres quien en la fiesta bailó con Penril? Él es uno de mis amigos.
-Si, me llamo Shura.
Shura estaba contenta porque ella tampoco hubiera recordado su nombre, pero realmente Maria si la recordaba y era mucho más perspicaz y elegante que la Seed.
-¿Has conseguido domar a esta criatura? ¡Es fantástica! -Mucho más relajada, Maria se acerco a ambos, acariciando el hocico de Trico que la olisqueaba curioso.
-Podría decirse que es algo parecido, se llama Trico y es una de mis invocaciones. Te recomiendo que te apartes, aun no la controlo lo suficiente y no se si podría atacarte.
-Oh -Maria retiró la mano al instante girando hacía Shura-, perdona no quería ser inoportuna, estaba paseando y os vi, sólo quería saludar para no resultar descortés, seguiré con mi camino.
-No no, esta bien, no nos molestas, -la cortó pensando a toda velocidad algo que decir para no resultar desagradable-, es más, creo que a Trico le gustas, no le había acariciado otra persona que no fuera yo, me alegro que haya tenido tan buena reacción.
-Bueno -Maria sonrío por aquello- puede que se trate de mi poder, tengo una buena afinidad con los animales, pero nunca la había puesto en práctica con un monstruo.
A Shura no le gustó aquello de “monstruo”, pero no le dio mayor importancia ya que no conocía tan bien a la gente del norte.
-¿Qué clase de criaturas hay en Invernalia?
-Vampiros, demonios, hombres lobo… la lista es muy larga.
-Bueno, pues no tienes que preocuparte por Trico, él es mi amigo -al decir aquello, Trico había comenzado a lamerle el brazo-. Estoy intentando enseñarle a que me cargue sobre él, quiero ver si sería capaz de llevarme.
-Si puedo ayudarte con lo que sea, cuenta conmigo. Seguro que puedo hacer algo con mi afinidad.
Aceptó la invitación de Maria, parecía una buena chica que intentaba hacer amistades en el Jardín al que había llegado gracias al intercambio.
Se tumbó en la hierba quitándose los zapatos pese al frío, contándole que en el norte el frío era mucho peor, hablándole de su instructora sin poder evitar contagiarle de su admiración por ella y de sus compañeros de equipo. No tuvo reparos en contarle sobre cómo era su instrucción en el Jardín del que venía y hablaron hasta que Shura le prometió que pronto irían a la playa antes de que empeorara el tiempo, pese a su aspecto refinado y serio, Maria era una chica normal que parecía que su máxima en aquel intercambio fuera ir a la playa y tomar el sol que le faltaba en Invernalia.   

El tiempo pasaba sin que se dieran cuenta, cuando de repente escucharon el aullido de un lobo.
-Oh no… mi hermano.
-¿Tu hermano es un lobo? -Maria sacudió la cabeza confundida.
-No, es mi instructor, la loba es parte de mi hermano -chasqueo la lengua intentando explicarse-, digamos que Date tiene afinidad con ese animal en concreto, la loba es parte de él, puede controlarla y hacer cosas como ver por sus ojos y movidas raras. Seguramente me esté buscando. Ni me acordaba de que fuera tan tarde.
Estaba resignada, si su hermano la había detectado, ya no podría evitar el castigo.
-Es verdad, deberíamos regresar.
-Espera, tenemos escolta.

Vieron acercarse a un chico de pelo blanco, Maria lo había conocido en el baile, pero Shura lo conocía de toda la vida, no por nada habían crecido juntos en el Jardín y ahora formaban parte del mismo equipo Seed, se trataba de Dante, y aunque era un joven vivaracho y bromista, ahora mismo su cara era de fastidio y cansancio.
-Me han sacado de la cama para venir a buscarte.
-Pues yo no lo he pedido -señaló hacía Trico, haciendo referencia de que había ido a entrenar, aunque al final hubiera hecho de todo menos entrenar, aquello era bastante común en Balamb.
-Pues discuuulpeeeeme princesa -con un gesto le indicó que hiciera un hueco entre ambas, tumbandose en medio-. Estoy reventado… ¿qué tal todo Maria?
-Bien -le hizo gracia que fuera capaz de saltar a cualquier tema sin venir a cuento-. ¿No deberíamos marcharnos?
-Nah, que Date se aguante un rato, por dramas y por sacarme de la cama… hay que ver, había ganado a Yuri a las cartas, y le había tocado arroparme. Ese chico sabe como hacer que uno tenga felices sueños, no se si me entiendes Maria.
Shura le golpeó en el hombro para que parase de fastidiarla y Dante le dedicó una sonrisa endiablada.

Aún estuvieron un rato más así hasta que la loba había gruñido muy cerca de ellos oculta por el bosque, y comprendieron que ya estaban rozando el límite de la paciencia de Date. Shura despidió a su invocación que se marchó de vuelta al bosque hasta que la invocadora sintió que había desaparecido, Dante la felicito ya que aún recordaba cómo de difícil se le hacía a la criatura separarse de ella una vez que aparecía.

Aún no lo sabían, pero debían disfrutar de aquellos momentos, entrenando o sencillamente viviendo la vida. Porque desgraciadamente los acontecimientos iban a cambiar a peor, hasta acabar anhelando aquellos preciados momentos.



Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #3: March 31, 2017, 01:48:47 PM »
Ueeeeeh, pista que vooooy. Primero que todo: SHURA, FELICIDADES POR LA POLE. Y ahora sí, no tengo palabras para todos estos sentimientos que tengo en mi pecho. QUE VUELVE BALAMB.
Estoy que me salgo de mí misma para irme de viaje astral.

Bueno, ya basta xD yo he venido para poner post. Después de releerme todo lo que teníamos voy a empezar por el principio, pero esta vez ¡de Invernalia! Así que... ¡os presento al subdirectos del Jardín de Balamb y sus amigos!
Preparaos porque va a venir más Balamb en los próximos aportes.


————

Aunque el término bar-cafetería no estaba demasiado extendido, aún, por Invernalia la mayoría de Seeds se había acostumbrado a la expresión rápidamente, sobretodo por el gran cartel que rezaba aquella palabra compuesta encima de la entrada del lugar que solían invadir para comer y pasar el rato. De todas maneras, todavía había gente que se empeñaba en llamarlo taberna, casino o antro de perdición.
Y allí mismo, en aquel lugar decorado con las paredes revestidas de piedra y mesas de madera maciza —uno podía darle una oportunidad al adelanto técnico sin tener que renunciar a la estética de toda la vida—, allí… cerca del rincón de la chimenea que en aquella época del año solía mantenerse limpia, vacía y fría —a menos que nevase inesperadamente, cosa que a principios y mediados de mayo no era algo tan inusual—, allí había una mesa que estaba prohibida para la mayor parte de las personas que frecuentaban el lugar: la mesa de los profesores.

—¡Dimito! —se oyó claramente después de un golpe seco sobre aquella mesa, la mesa de los profesores— ¡Yo dimito!

Un hombre grande, alto y con rizos rubios se rió a mandíbula batiente al ver la reacción del que había gritado.

—Pero Sverige… —empezó—. Si tú dimites ¿qué va a ser del Jardín?

Sverige, un chico más bien alto, de complexión media y gafas redondas se giró encorvado y con la furia de cien dragones a los que se les hubiera robado el botín, la chica y matado a sus crías en la mirada.

—No, Norge —dijo, aparentemente más calmado, al menos en la voz—. No dimito del Jardín. ¡Dimito de intentar enseñarle algo al tontolaba este!

Sverige levantó la mano derecha más o menos a la altura de su oreja y luego la bajó, con el índice extendido hacia otro hombre sentado en la misma mesa que ellos, en un golpe de efecto que sólo pareció impresionarlo a él.
El señalado se señaló a sí mismo y levantó las cejas.

—¿Eh? ¿A mí? —preguntó, sólo para asegurarse.

—Sí, a ti. ¿Ves otro tontolaba por aquí, Danmark?

—Pues…

Norge agarró la botella de cerveza que estaba delante del tercero en discordia y se la metió en la boca, obligándole a inclinar la cabeza hacia atrás. El otro, en vez de ahogarse como debería de haber sido, produjo un ruidito de placer.

—Oh, vamos, Sverige. El chico no es un lumbreras, pero es nuestro amigo. Es nuestro Danmark.

Norge sonrió mientras dejaba la botella de nuevo en la mesa y palmeaba la espalda de Danmark como si fuera un niño pequeño al que acababa de darle el biberón. Danmark hipó y parpadeó justo antes de sonreír y rodear la botella de cerveza con los brazos.
Sverige levantó una ceja y bajó la otra. Recogió un maletín de cuero negro que tenía sobre la mesa y se puso de pie.

—Dirás tu Danmark.

Norge negó con la cabeza. Por mucho que una de las especialidades de Danmark fuese sacar de quicio al subdirector del Jardín, sabía que éste, aunque se quejara a todas horas de él, lo quería casi como a un hermano. Un hermano un poco pesado, infantil y poco confiable pero a fin de cuentas un hermano.
Norge se mesó la barbilla desafeitada mientras veía como Danmark se trepaba a la cintura de Sverige, sin soltar la cerveza, y le pedía que no fuera tan malo con él con una voz un tanto melosa, debido a la bebida. Sverige le dio un capón.
Norge asintió. Desde luego, eran como hermanos.

—Sverige —canturreó Danmark—. No te enfades conmigo.

—Suelta, especie de… de… —parecía que Sverige no encontraba las palabras adecuadas.

Norge decidió hacer de intermediario y separó los brazos de Danmark de la cintura del subdirector. Danmark se dedicó a ponerle ojitos al mundo. Sverige se sacudió un poco, poniéndose la ropa en su sitio.
Norge se sintió satisfecho del resultado, siempre se le había dado bien tratar con los animales. Por algo se dedicaba a cuidarlos en el Jardín, y parecía que Danmark era uno de sus animalicos.

—De todas maneras —habló despacio Sverige—. No sé porque siempre te sientas en esta mesa si no eres instructor.

Danmark se irguió un poco, intentando parecer más alto, aunque entre esas dos torres humanas cualquiera que no llegara al metro con ochenta centímetros acababa por resultar pequeño. Dio el último trago a su cerveza fría y se cruzó de brazos.

—Es como si no me quisieras contigo…

Sverige rodó los ojos y se arregló el flequillo, que siempre llevaba repeinado, para luego mover un poco las gafas y dejarlas en una parte del puente de su nariz que le resultara más cómoda. Alguien como Sverige nunca se acaba de acostumbrar a estar cerca de alguien como Danmark, por mucho tiempo que pasasen juntos. Al menos eso decía él.

—Es como si fueras un negado para la informática —replicó Sverige, tocando el tema por el que había empezado la discusión—. Si quieres aprender tienes que escuchar todo lo que digo y…

—Pero Sverige, es que tú no enseñas. Tú lo haces todo tú y no explicas nada y luego encima vas y te enfadas.

Sverige abrió tanto los párpados que las gafas, grandes y redondas, se quedaron pequeñas para sus ojos. Norge decidió volver a intervenir antes de que Danmark acabara atado a algún árbol en algún punto alejado y prácticamente inaccesible del bosque, otra vez.

—Por una vez, Sverige. Por una vez sabes que el chico tiene razón.

—¿El chico? —preguntó Danmark—. Pero si tenemos casi la misma edad.

Sverige miró a Norge como si le hubiese traicionado, pero después de unos segundos suspiró cansado. Muy en el fondo sabía que era verdad, a veces perdía la paciencia y prefería hacer las cosas él mismo antes que dejarlas en manos de otro. Pero en el caso de Danmark ya empezaba con la paciencia perdida y casi imposible de reencontrar.

—Bien, vale —admitió a regañadientes—. Esta noche, después de cenar, te ayudaré a dar un repaso al temario.

Danmark se levantó para empezar a hacer su particular danza de la victoria, que consistía en movimientos particularmente marcados y que en algunas culturas se consideraban hasta obscenos.

—¡Pero! —incluyó Sverige— ¡Pero no voy a repetir nada, así que ya puedes tomar nota!

Norge se levantó para poner su mano grande en el hombro del subdirector, apretando amistosamente.

—Gracias —habló con tono jovial y una sonrisa de lado a lado—, seguro que esta vez aprueba.

—No sé yo… —suspiró Sverige mientras miraba como Danmark movía la cadera de delante hacia atrás y ponía las manos entrelazadas en la nuca—. Es la segunda vez que se presenta al curso de iniciación a la informática.

—Bueno, la otra vez le surgió una misión a mitad del cursillo. —intentó justificarle Norge.

Sverige no dejó de mirar a Danmark mientras le contestaba a Norge.

—Lo siento Norge, pero aquellas figuras misteriosas que pasaron por el pasillo el tercer día del cursillo, con mantos negros que les tapaban todo el cuerpo menos los ojos no eran más que Kim-un-kur venidos de las montañas en pleno invierno.

—Bueno… no me negarás que parecían sospechosos de algo.

—Eran Kim-un-kur —repitió Sverige, empezando a perder la paciencia otra vez—, no ninjas del País del Fuego.

Norge se encogió de hombros y Sverige volvió a hacer mella en aquel asunto.

—Y no tenía porque seguirlos por todo el reino durante quince días. ¡Nadie se lo había pedido!

Norge rió por lo bajo, un tanto nervioso. En realidad, él había sentido tanta curiosidad por los 'ninjas' como su amigo.
En realidad, le había pagado él.

Pero eso no tenía porqué saberlo Sverige. Ni ahora ni nunca.

—¿Ah, no?

—¡No! —vociferó Sverige.

—Oh. Vaya.

Sverige sacó el reloj de bolsillo del interior de su chaleco y miró la hora.

—Hmn, si no me voy ya se me hará tarde —murmuró—. ¿Y tú no tienes nada que hacer? ¿Alguna cosa que preparar?

La tapa del reloj dorado encajó otra vez en su sitio con un ruido metálico y hueco.

—Ah, sí. Es verdad —habló de repente Norge—. Los exámenes finales de los de primero son dentro de poco.

—Y los de segundo curso —recordó—. Y los de tercero también. Y más que dentro de poco son ya.

Norge suspiró derrotado y su amigo le palmeó la espalda de manera condescendiente. Danmark le estaba haciendo la danza de la victoria a una silla.

—Míralo por el lado bueno, los de cuarto ya han terminado los exámenes teóricos.

El hombretón asintió, haciendo rebotar sus rizos dorados. En realidad, Norge no tenía que examinar a todos los cursos, ni siquiera les daba clase. Pero la biblioteca en épocas de exámenes finales era un caos y esa sí que era su responsabilidad.

Sverige notó el horror que atravesaba la faz del bibliotecario aún sin mirarlo y alguna parte de él le dijo que no era por como Danmark se había trepado a la ventana y saludaba a la gente del exterior a golpes de cadera.
Palmeó su espalda otra vez, por si acaso tenía algún efecto benigno en su persona.

—Bueno… hemos adelantado mucho con el proyecto de la biblioteca informatizada. Llevamos más del setenta por ciento de la información almacenada en los libros de la biblioteca organizada en la base de datos —trató de animarlo de una manera más eficaz—. Y tenemos el presupuesto aprobado para comprar las terminales que necesitamos. Dentro de poco, los alumnos podrán acceder a la información de la enciclopedia más completa que puedas imaginar desde sus clases.

—¿Y eso para cuando? —preguntó Norge esperanzado.

—Oh, el año que viene tendremos nuestra primera clase piloto con el nuevo sistema. Confiamos en que los alumnos se adapten sin problemas.

Norge quiso mirar a los ojos de Sverige, pero la manera en que Danmark hacía bailar tres botellas de cerveza en el aire, agarrándolas por el cuello con los dedos índice y corazón, mientras continuaba con aquellos saltos más propios de una cabra le absorbía demasiado.

—¿Y para cuando calculas…?

—¿Todas las clases? —aventuró Sverige y Norge asintió con un cabeceo lento, contestando la pregunta—. Unos cinco años, aproximadamente.

Ambos dos suspiraron, compartiendo la misma sensación de que aún quedaba mucho por hacer.

Danmark terminó su danza justo enfrente de los dos, extendiendo la mano izquierda para que cada cual cogiera una botella de cuello alto, aunque dudaba que el estirado del subdirector aceptara la suya. Pero antes de que pudiera pensar 'mejor, más para mi' Sverige le había arrebatado la botella y se había bebido más de la mitad.
Cuando Sverige se terminó su cerveza de un sólo trago, dejó la botella en la mesa con un golpe lo suficientemente fuerte como para hacer que Jean y Teresa, dos instructoras que estaban discutiendo métodos de enseñanza unos metros más allá, se girasen para ver que pasaba.

—Bien, chicos —instó Sverige con un tono un poco más alegre del que solía usar por defecto—. Hay que…

—¡Tocar chicos! —gritó Danmark poniendo sus manos frías sobre el pecho de Norge que simplemente levantó las cejas y miró hacia abajo.

Desde su lado de la mesa Jean se rió tapándose la boca con una mano. Teresa levantó una ceja inquisitiva.

—¡No, idiota! —le riñó Sverige, dándole otro copón— ¡Hay que trabajar! ¡Aún queda mucho por hacer!

Sverige levantó un puño fervoroso y sus ojos brillaron con la furia de mil fuegos vikingos.

—¡Tenemos que llevar el nombre de nuestro Jardín bien alto! ¡Conseguir hacerlo avanzar, a él y a toda Invernalia con nosotros! —Sverige se volvió para terminar su pequeño discurso improvisado—. ¿Entendido?

Danmark, con la boca bien abierta y los ojos a juego, continuaba amasando los pectorales de Norge, que se rascaba la nuca y empezaba a tener las mejillas un tanto coloreadas. El puño de Sverige tembló.
Aquella noche Norge tuvo que usar todo su poder convicción y un poco de chantaje para que Sverige le dijera dónde había atado a Danmark esa vez.
« Last Edit: March 31, 2017, 02:16:24 PM by Neko »


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #4: March 31, 2017, 02:05:06 PM »
La espera valió la pena :'')


Y ahora sí...
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
Así llevo siete años, y ahora... ahora sí. Felicidades por la pole ♥

Y como soy así de irónica, dejo aporte de cosas que no pasan en Balamb pero tenía que atar estos cabos desde hace... ni quiero pensarlo.



El buque se movía lentamente, meciéndose sobre las aguas de una forma casi hipnótica. Aquella era una noche tranquila, sin ningún indicio de posible tormenta, que hacía la navegación mucho más relajada de lo normal. Argilla lo agradecía, recordando con cierto disgusto el viaje de ida hacia Aetheria, en la que los bruscos vaivenes del barco habían hecho estragos con su estómago.

Recostando los antebrazos en el antepecho de la ventana, la única que tenían en el camarote, perdió la vista en el oscuro cielo, buscando distraídamente alguna forma en el mapa de las estrellas hasta que acabó mirando fijamente a la luna sin llegar a ver nada. Estaba agotada todavía, a pesar de que ya se había dado una ducha caliente nada más entrar en el camarote. No hacía mucho de ello, pues todavía tenía el pelo rosa cayendo sobre los hombros, humedeciendo la toalla con la que los cubría.

Afortunadamente, todo había salido bien, con una huida un tanto ajetreada pero no inesperada. Otra misión exitosa que se añadía al recuento. Se preguntó vagamente qué haría aquel grupo tras haber eliminado al gobernador. Era obvio que sospecharían de los eiri, para los que el odio y discriminación era algo con lo que estaban totalmente familiarizados. Le recordaba un poco a la guerra en Balamb, tan sólo diez años atrás. Tuvo que sacudir ligeramente su cabeza para quitarse los recuerdos de su mente. Ahora no era momento para ello.

Oyó la puerta del baño abrirse, y el ruido de su compañero dando zancadas hasta la cama. Lo miró por encima del hombro, sin mover el cuerpo, mientras éste se sentaba en la cama para secarse del todo. Volvió su mirada hacia el cielo, con el sonido de la tela de fondo, con los párpados cerrándose.

- ¿Vas a dormir ahí? - Oyó como le preguntaba Nicholas.

Abriendo los ojos, se giró hacia él, esta vez del todo. Todavía no estaba vestido del todo, llevando sólo la ropa interior, pero no parecía tener frío. Lo cierto era que en Mayo ya empezaba a hacer calor, aunque de noche y en alta mar las temperaturas bajaban notablemente.

- Estaba esperando a que terminaras. - Respondió, sin levantarse aún. - Como ves, no tengo mucho más que hacer aquí.
- Menos da una piedra. - Continuó Nicholas, poniéndose unos pantalones mientras le dirigía una media sonrisa sarcástica. - Ya ves, no quedaban más cruceros de lujo para Balamb.

Argilla sólo asintió, cruzándose sobre el pecho la toalla sobre sus hombros. Tenían que huir discretamente, y cuanta menos gente los viera, mejor. Si la Orden se enteraba que Balamb había ayudado a los eiri sólo crearía tensión entre los países, y mucho más teniendo en cuenta que estaba dándose un intercambio entre los Jardines. Un buque de mercancías ya era suerte, y mucho más que tuviera habitaciones para los empleados libres. El Jardín de Balamb tenía los suficientes contactos como para al menos facilitarles eso.

- Una bodega no es el peor lugar en el que hemos dormido, tampoco. - Comentó Argilla, encogiéndose de hombros. Al ver que Nicholas ya estaba vestido, se levantó hasta llegar al borde de la cama. - Pero es verdad, mejor es una cama.
- Aunque vayamos a estar apretados. - Señaló Nicholas, alzando las cejas. - Ni siquiera una cama de matrimonio.
- "Ya ves, no quedaban más cruceros de lujo para Balamb". - Dijo Argilla, con un poco de ironía, mientras se sentaba en el borde de la cama al lado de su compañero.
- Ah, y yo que iba a decirte que te quedaras tú la cama para ti toda... - Replicó con fingida ofensa. - No mereces ninguna amabilidad.

Sonriendo, divertida, Argilla simplemente estiró las piernas. Recostó la cabeza sobre el hombro de Nicholas, y de nuevo sintió como los párpados se le cerraban. Hubiera preferido acostarse en la cama, pero allí mismo también le servía.

- Venga, vamos a dormir. - Le dijo éste, poniendo una mano sobre su hombro. - Me estás mojando con el pelo, además.

Dicho aquello, apartó la toalla con la que se había estado secando, tirándola despreocupadamente sobre el pequeño armario que tenían. Argilla le miró con reproche por sus malos modos, por muy acostumbrada que estuviera, y se levantó para dejar la suya sobre el mismo armario. Rápidamente y sin mucha ceremonia, dobló las dos toallas para dejarlas mejor acomodadas.

Cuando llegó a la cama, Nicholas ya se había acostado, dejándole en la medida de lo posible un hueco para ella. Estando hecha para un solo ocupante y sin ser un camarote mínimamente lujoso, era poco el espacio libre que le quedaba a Argilla, pero se acomodó como pudo. Encajó su cabeza en la curva del hombro de Nicholas, quien con una mano tanteó hasta apagar la luz.

- Es una pena, ¿sabes? - Comentó Argilla, por hablar un poco antes de quedarse dormida del todo. - Me hubiera gustado ir al baile...
- Qué se le va a hacer.

Claramente, Nicholas no opinaba como ella. Y hubiera podido extrañar a cualquiera, sabiendo que ningún miembro del Club de Fumadores se perdería un evento en el que había posibilidad de beber, encontrar compañía y obtener información con la chantajear a otros. Pero Argilla imaginaba el por qué.

- No veo el momento de volver a casa... - Queriendo dejar el tema, suspiró y posó su mano sobre el pecho de su compañero.
- Y que lo digas. - Hubo un corto silencio entre ellos, con el apagado rumor del oleaje de fondo. - Se me ha hecho eterno.

Sin responder nada, Argilla rodeó el brazo de Nicholas con el suyo, y se apretó aún más contra él. Lo miró a través de las pestañas, teniendo los ojos entrecerrados como los tenía, viendo como observaba el techo en busca de alguna respuesta. Argilla sabía qué pasaba por la mente del hombre, y sintió como su pecho se comprimía. Ninguno de los dos volvía tranquilo de Aetheria, pero sabía que la peor parte se la llevaba él.

- Yo también le echo de menos, Nicholas... - Murmuró, acurrucada junto a él. Sabía que no iba a responder, por lo que simplemente cerró los ojos, permitiendo a su cuerpo el tan ansiado descanso.

Si tan sólo las cosas fueran diferentes...


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #5: April 07, 2017, 01:51:43 PM »
Ueeeeh, y en este capítulo ¡vuelven los neterianos! Afrodita necesitaba un minion, así que se lo he dado <3

————

Afrodita estiró las piernas, poniendo los pies encima de la cama. Después apoyó su nuca encima de los dedos entrelazados de sus manos y echó la cabeza hacia atrás. Normalmente no habría puesto las botas sobre las sábanas limpias, pero ese día estaba relajado. Se podía decir que hasta contento, aunque no llegaba a considerarse feliz.
La vida en el convento no estaba resultando tan aburrida como había creído que sería en un principio. Afrodita sonrió de costado, aquel caballerete de la Orden tenía mucho que ver con su estado anímico actual. Estaba empezando a tenerle compasión a su prometida.

Y además, para añadir más motivos de gozo a su lista, el supuesto neteriano moreno que tenía que contactar con él no aparecía por ninguna parte.
Aaah, vacaciones. Divino tesoro.

Tal vez, pensó, podía aprovechar su tiempo libre para dedicarlo a algún hobbie, como la jardinería. Así que sin más preliminares se levantó y agarró el saquito en el que guardaba sus semillas más preciadas para encontrarles un lugar digno donde crecer. Las plantas que había ido dejando aquí y allá y que le servían para recoger información, eran otra historia completamente diferente.
Afrodita ni siquiera se paró a recoger el chaleco que se había acostumbrado a llevar encima de la camisa blanca holgada. Se miró el calzado cuando ya tenía la mano en el pomo de la puerta. Las botas de montar eran una buena opción, nunca sabía donde iba a acabar poniendo los pies y aquel calzado era un todo terreno en toda regla. Movió los dedos dentro de los calcetines y sonrió al notar las cosquillas que le causaban el roce con la tela y el cuero de la bota. Justo cuando tenía el pomo de la puerta en la mano su teléfono móvil empezó a sonar escandalosamente.

Afrodita rodó los ojos y se acercó para ver quién osaba molestarlo ahora.
Número privado, decía la pantalla del aparato, aunque tenía una ligera idea de quién podía ser. Descolgó y habló fuerte y claro.

—¿Sí?

¿Te has encontrado ya con el otro? —oyó la inconfundible voz de Ribbons del otro lado de la línea.

—No y antes de que digas nada, no es mi culpa. He estado buscándolo. —se excusó Afrodita, sonando a la defensiva.

Después de un corto pero elocuente silencio el otro Arcano decidió poner sus pensamientos en palabras.

Lo dudo. —espetó Ribbons.

—Me da exactamente igual lo que pienses —dijo Afrodita, dejándose caer en la cama y jugando con uno de sus rizos, enredándolo y desenredándolo con un dedo—. No me importa un comino, me la suda. Me la repamplinfla.

Ya me ha quedado lo suficientemente claro —cortó el discurso de sinónimos de Afrodita antes de que empezase a sacar el diccionario para seguir explicando su punto de vista—. Y ahora, deja de darte amor a tí mismo y sal de tu habitación. Tienes un pequeño trabajo que hacer. Y por pequeño no me refiero al tamaño de…

—¿Amor a mí mismo? —habló forzando un tono escandalizado y mirándose en un espejo pequeño que había puesto sobre su escritorio—. Nunca hay demasiado amor por mí, Ribbons.

Ribbons, desde el sillón en el que se encontraba, rodó los ojos. Cuanto mayor era el espacio físico entre ellos, Afrodita se crecía más en sus conversaciones.
A veces resultaba hasta cargante. Pero aquel hombre era necesario en la organización. Mejor de su parte que en contra suya, era lo que siempre había creído.

Inserta aquí tu comentario anterior… —dejó caer Ribbons en voz baja pero perfectamente audible—. Tienes algo de lo que encargarte ahora mismo. No me valen las excusas sobre la falta de calor humano que padeces.

Afrodita sonrió, mostrando todos sus dientes al espejo y entrecerrando los ojos.

—¿Quién ha dicho que tengo carencia de sexo? —espetó—. Y tranquilo, sé como llevarlo, no estoy escandalizando a nadie. Ahora mismo me disponía a salir, así que, como dicen aquí: Ve con Dios.

El rubio no esperó a oír la respuesta a su pregunta. Se daba por satisfecho con el simple hecho de saber que su frase estaba demasiado cargada de satisfacción como para parecer una invención del momento. Aunque habría dado unas cuantas cosas importantes para él por haber visto la cara de Ribbons en ese momento.

Afrodita rió por lo bajo, volviéndose a levantar. Era tonificante ganar una discusión con Ribbons, sobretodo cuando era dolorosamente consciente de la superioridad verbal de su compañero.
En un par de pasos largos se volvió a encontrar delante de la salida de su habitación. Inspiró fuertemente y abrió la puerta de golpe.

Alguien con el puño en alto casi se abalanzó sobre él, pero el chico paró el golpe destinado a la madera de la puerta a tiempo. Miró hacia arriba y parpadeó lentamente mientras bajaba la mano enguantada, cuadrando los hombros con mucha profesionalidad incluida en el gesto sobrio.

Afrodita frunció el ceño. Un moreno en Aetheria siempre llamaba la atención. Se cruzó de brazos y apoyó el hombro en el quicio de la puerta dando un paso adelante. El joven no se movió ni un milímetro.

—¿Necesitas algo? —preguntó Afrodita en un tono sugerente mientras bajaba el rostro un poco más para mirar más de cerca a su futuro interlocutor.

El hombre levantó su mano para dedicarle un saludo militar.

—Dominic Sorel, mi general. Creo que me estaba esperando. —los ojos acerados de Dominic brillaron cuando Afrodita se movió un poco.

—Creo que te has equivocado de rango —explicó el rubio dándole la espalda al recién llegado—. Cierra la puerta después de entrar.

Dominic siguió los pasos de Afrodita con los ojos clavados en un lugar perdido entre los hombros y la cintura. No parecía gran cosa, pero suponía que tenía que ser un hueso duro de roer.
Afrodita sonrió de costado. Estaba claro que no se había equivocado al saludarlo, si los Neterianos fueran un ejército de tierra, los Arcanos habrían sido generales con todas las letras. Aquel joven tenía que ser el soldado que le habían enviado de apoyo en la misión. Cuando oyó el sonido de la puerta al ser cerrada sonrió mucho más.

Ribbons tenía razón en algo. Dominic era de su gusto, pero ya tenía con quien retozar y de momento no se podía permitir el lujo de fastidiar lo que fuera que le habían encomendado.


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #6: April 30, 2017, 04:50:58 AM »
Todo menos escribir de cosas que pasan en Balamb, oops.



Todavía con bastante sueño, Yang Wen-Li admiraba el amanecer de la ciudad de Acre. Era uno de aquellos días en que Julian lo obligaba a salir de la estación subterránea al exterior, según el chico, para respirar algo de aire puro. Yang no consideraba que el aire de la ciudad fuera sustancialmente más beneficioso que el de las vías del metro, pero su pupilo era difícil de contradecir cuando hacía algo 'por su bien'.

De todas formas, evaluar la situación en la ciudad era necesario (lo que no sabía si era tan necesario era hacerlo a primera hora de la mañana); tras el asesinato del gobernador, Acre se encontraba muchísimo más agitada que de costumbre. Tal y como esperaba, los eiri habían sido determinados como los autores del atentado a pesar de que nadie había reconocido la autoría públicamente y no se tuvieran pruebas.

Los eiri habían perdido la poca simpatía que los habitantes de Acre tenían, lo cual no era una gran pérdida, puesto que la discriminación social era algo a lo que estaban acostumbrados. Sin embargo, el nuevo gobernador en funciones que había salido iba a cuidarse de instaurar nuevas medidas para oprimirlos. Por supuesto, los terroristas estaban declarados enemigos públicos y los políticos se reafirmaban en su posición de perseguirlos, pero habían tomado nota de cómo podían sacar las garras.

Era un poco triste, si lo pensaba bien, que la única manera de no verse asediados legalmente era a través del miedo. Yang sabía que de aquella forma nunca llegarían a integrarse a la sociedad aetheriense, pero también sabía que la mayoría del pueblo eiri sólo quería vivir en paz. Y Aetheria nunca iba a permitirlo. Era necesario luchar hasta el final para poder vivir, y los eiri habían pasado por mucho como para tener consideraciones a aquellas alturas.

Bostezó mientras se pasaba la mano por el pelo. Julian todavía estaba en la cola para recoger el pedido, y Yang empezaba a pensar que si no comía pronto, se quedaría dormido sobre la mesa. En la cafetería en la que se encontraban había la suficiente gente como para que nadie llamara la atención sin llegar a agobiar, pero a primera hora de la mañana se encontraban todos los trabajadores para desayunar.

Reconocía a algunos entre el gentío. Muchos de ellos eran eiri, algo lógico teniendo en cuenta que se encontraban en uno de los barrios más pobres de Acre. Se preguntaba qué opinarían ellos de la situación. Tal vez algunos estuvieran disgustados por verse de nuevo en el punto de mira, tal vez otros verían bien que el atentado hubiera servido para bajar los humos al gobierno.

Sumido en sus cavilaciones como estaba, no se dio cuenta de que alguien le estaba llamando hasta que dos hombres se sentaron frente a él en la mesa.

- Tierra llamando a Yang...

Yang parpadeó, saliendo de su ensimismamiento y encontrándose con los dos recién llegados. Saludó con un gesto a ambos, centrándose en el mundo a su alrededor.

- Vaya, los hermanos Winchester. - Sonrió. - Me alegra veros, chicos.
- Hemos hecho un descansito en el negocio.

 Había continuado el primero que había hablado, Dean. Él era el mayor de los hermanos, pero no por ello el más maduro; se encontraba sentado en una posición más bien despreocupada, con las piernas separadas y recostado sobre el respaldo de la silla. A su lado, Sam, quien era además más alto, se encontraba con una posición más seria, aunque no intimidante o desagradable.

Ambos formaban parte del grupo de resistencia que Yang lideraba. Solían participar sobretodo cuando las cosas se ponían más físicas, siendo expertos a la hora de usar armas de fuego. Pero además de ello, eran dos jóvenes bastante hábiles en otros campos que solían ser de utilidad para una célula rebelde, y que usaban como una suerte de carrera secundaria.

A menudo podían desaparecer por días, pero siempre estaban listos para cuando Yang los necesitaba.

- Eso es bueno. - Continuó la conversación Yang. Al menos, para él un descanso siempre era algo positivo. - ¿Qué tal va la cosa?
- De momento, mejor de lo que uno esperaría tal y como está la situación. - Explicó el otro, Sam.
- Sí, podemos darnos con un canto en los dientes.

Apenas había terminado Dean de hablar cuando Julian llegó hasta la mesa con su desayuno y el de Yang. Saludó a los recién llegados, sin poder evitar una expresión de sorpresa al verlos por primera vez después del atentado. Al chico aún le costaba creer que hubiera pasado una semana y media desde aquello.

- ¿Qué estáis haciendo aquí? - Preguntó al sentarse.
- Menuda manera de recibirnos. - Se quejó Dean mientras alargaba un brazo para coger una de las tostadas de Julian, ignorando sus quejas.

 Aún si el joven había podido sonar desagradable, lo cierto era que la presencia de los Winchester no iba a ser algo casual. Debido al tipo de negocios en los que solían estar involucrados, muchas veces traían noticias e información interesante para el grupo. Si estaban allí sin que los hubieran llamado previamente, era porque tenían algo entre manos.

- La verdad, traemos un mensaje para Yang.

Al hablar, Sam se incorporó hacia delante, buscando un poco más de intimidad en el agitado ambiente de la cafetería. Afortunadamente, había el suficiente alboroto como para que no llamara la atención, aunque eso no impidió que examinaran disimuladamente sus alrededores antes de seguir hablando.

Julian sintió inquietud, y a pesar de que a su lado Yang parecía calmado, podía atisbar un poco de tensión en su mirada. Después de lo ocurrido en Acre, consideraba que hacían bien desconfiando hasta de su sombra.

- No os preocupéis, no es nada grave. - Dean trató de relajar el ambiente al ver su expresión. - Sólo es un grupo que pide ayuda de Yang.
- ¿Qué grupo? - Preguntó éste, alzando una ceja con curiosidad.
- Se hacen llamar los Búhos del Bosque. - Continuó explicando Sam. - Lideran la resistencia a la ocupación de una ciudad eiri en Judecca.

El silencio se hizo entre los presentes, apagado entre el incesante murmullo de la cafetería que hacía de ruido de fondo.

- Desde lo del gobernador, Yang se ha vuelto más popular aún entre los grupos de resistencia. - Intervino Dean. - Eres como un héroe.

Era cierto lo que decía, la noticia del éxito de la célula eiri se había propagado por la red de información de los grupos rebeldes con una rapidez asombrosa. Yang ya era famoso por su genio estratégico tras años en la resistencia, y era lógico que eventualmente, algunos grupos solicitaran su colaboración en alguna ofensiva.

No hubiera sido un asunto al que le hubiera dado muchas vueltas, dispuesto a apoyar la causa como estaba, de no ser por lo que Judecca implicaba. Si bien en el este y el norte de Aetheria la situación era relativamente menos conflictiva, en las cordilleras del oeste y el sur se habían refugiado los mayores grupos eiri. Todavía quedaban zonas totalmente libres de ocupación aetheriense allí, pero aquello implicaba que era donde se libraba la parte más brutal y directa de la guerra civil.

- Nos acercaríamos mucho al oeste. - Sentenció Julian, entrecerrando los ojos, y Yang, al verlo, no supo si era preocupación o impaciencia.
- Bueno, nosotros sólo traemos el mensaje. - Aclaró el mayor de los Winchester, encogiéndose de hombros. - Lo que decida aquí el jefe es otra cosa.

Yang apoyó la barbilla en la mano, reflexionando. Si pretendían ayudar a la causa eiri, era inevitable que llegaran a los puntos calientes del conflicto tarde o temprano. Miró de lado a Julian, tratando de encontrar la solución al dilema que se estaba formando en su interior.

Había tratado de permanecer en las zonas en las que el conflicto era menos directo para evitar que su pupilo tuviera que ponerse en riesgo innecesariamente. Era menos peligroso hacer atentados y golpear a la sociedad aetheriense más por lo bajo que ir a una batalla abierta. Pero lo peor de todo era que, precisamente, la guerra se decidía en parte con respecto a lo que sucediera en el oeste y el sur.

Si lograban liberar aquellas zonas, los eiri no sólo tendrían un lugar donde vivir, si no que además podrían estar protegidos. Sin embargo, Yang hubiera deseado no tener que arrastrar a Julian hasta allí.

- Creo que deberíamos ir. - Insistió Julian, girándose hacia él y de nuevo devolviéndolo a la realidad.
- Estoy con el niño. - Asintió Dean, ganándose una mirada de odio por parte del chico. - No está mal cambiar de aires.
- Pienso que necesitan nuestra ayuda. - Terminó Sam. - Por lo que sabemos, su situación no es grave, pero sí les vendría bien.

Los tres estaban de acuerdo, pero Yang sabía que la decisión dependía de él.

Por mucho que buscara una tercera opción, no había posibilidad de ayudar a aquel grupo eiri sin poner en riesgo no sólo a Julian, sino al resto del grupo. Pasó su mirada de cada uno de los presentes a otro, viendo que al menos ellos tenían la determinación de luchar. Era hora de que tomaran parte en el conflicto activo. Tenía que admitir que no podía proteger a Julian para siempre, y menos cuando él mismo era quien quería salir adelante.

Con cierta resignación, tomó su decisión.

- Iremos a Judecca.




Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #7: April 30, 2017, 01:27:42 PM »
heal + agi buff plz, que se acaba el mundo y no llego a todo lo que tengo que hacer ;; foreshadowinnnnngggg



 



Aquello no podía seguir así. Las disputas y acusaciones mutuas de piratería entre diversos señores habían ido escalando hasta el punto de que el Consejo de Nobles presionaba al Almirantazgo a tomar cartas en el asunto.

Y eso contrariaba a Yukimura.

Captaba perfectamente las amenazas veladas que había recibido ya en varias ocasiones por parte de cierto personaje con tanta ambición como aires de grandeza se daba a sí mismo. Pero si aquel pensaba que podía llegar a alguna parte con sus intrigas, iba a topar con un drástico y afilado remedio a sus dolores de cabeza.

Si había algo que Yukimura disfrutaba no perdonando, eran las insubordinaciones.

Era por ese tipo de mequetrefes que el Consejo le reclamaba acciones contundentes para frenar la expansión de piratas en sus costas. Cuya presencia, debía admitirlo, había tolerado con despreocupación. Lo que los nobles parecían no alcanzar a discernir era la limitación de recursos naturales de las islas, y que por mucha que fuera la preocupación por la fama que pudiera estar cosechando para la Confederación, las leyes de mercado de oferta y demanda eran salvajes e inflexibles.

Además aquellos hombres no eran piratas por pura diversión. Eran corsarios. Capturaban bienes por todo el continente de los que luego entregaban gran parte (previo pago por sus servicios) a las autoridades de sus respectivos hogares. La mayoría de ellos se habían curtido en el mar desde niños, ayudando en los barcos de pesca de sus padres, y muchos habían llegado a las islas con sus familias cuando las guerras habían asolado sus tierras natales.

Era gracias a esos hombres que se sacrificaban por aquellos parajes del norte que los habían acogido, que la Confederación de Schneider había podido salir adelante con desahogo. Y ahora los señoritos de turno, que habían acumulado riquezas a su costa, se permitían el lujo de llamarlos piratas con total libertad.

Yukimura agarró el lazo con el que recogía su pelo negro en una coleta bajo la nuca y estiró de él hacia abajo. Apretó el puño con el pedazo de tela dentro, lo lanzó con rabia contra la pared de su despacho y lo pisó cuando cayó al suelo. Antes de salir al pasillo lo pateó una vez más, dejando escapar parte de su frustración.

Piratas. Claro. Piratas. Muy conveniente.

Corsarios, demonios, corsarios.

Aquellos barcos constituían la única flota armada de Schneider, quisieran verlo o no. Cierto, contaban con una academia militar naval, pero no era un organismo de defensa profesional, más allá de lo puramente nominal. No podían permitirse desbandar su única opción lo suficientemente grande y preparada como para defender a las islas de un ataque a gran escala.

Ya podía bajar de los cielos el propio dios de Aetheria en persona a exigírselo, que él no tenía ninguna intención de dejarse someter a la voluntad de un trepador de intenciones cuando menos dudosas. Si no era por las buenas, sería por las malas.

El viento había cambiado y las ruedas habían comenzado a girar.

Y Saga estaba tramando algo, y nada bueno.



 

El hombre abrió la puerta del despacho del Almirante, sin muchas esperanzas reales de encontrarlo dentro, más por costumbre que por intuición. Al confirmarse sus sospechas cerró de nuevo la puerta de la habitación y giró sobre sí mismo, llevándose una mano a lo alto de su nuca para rascar suavemente mientras se preguntaba dónde demonios podía haberse escondido ésta vez. Encogiéndose de hombros decidió volver por donde había venido, y después de unos minutos y varios sirvientes al borde del infarto tras encontrarse de frente e inesperadamente con toda su musculosa corpulencia, consiguió acceder a la balconada de la cara sur del edificio.

Ah, ahí estaba, balanceándose cabeza abajo colgado de la rama de un roble centenario. A veces se preguntaba como era que el Almirante había conseguido escalar hasta su cargo.

— ¡Yukimura! — sin esperar respuesta, puesto que sabía por experiencia que era algo inútil, bajó por la escalinata de piedra que conectaba con el amplio jardín trasero y se acercó al dirigente.

— Iba~ —canturreó éste aún colgado cabeza debajo del árbol— ¿sabías que del revés tampoco eres muy guapo que digamos?

El aludido resopló con resignada molestia, y puso los ojos en blanco, contestando con tono de indiferencia.

— Del revés se te siguen viendo las arrugas.

Yukimura se dejó caer de la rama girando en una voltereta en el aire, y con cara de indignación y tal vez algo de pánico se llevó las manos al rostro.

— ¡Desde luego Iba, además de feo, mala leche! —el insultado se encogió de hombros disimulando una pequeña sonrisita burlona. Yukimura se sacudió la casaca con dignidad y se acomodó el cabello sobre los hombros. — ¿Y bien?

— Se oyen muchas cosas confusas, dicen que hay movimientos extraños en la parte central y más al sur. Corre el rumor (aunque no me han asegurado que sea cierto) de que han destruido un Jardín, ya sabes, de los que entrenan mercenarios. Pero nadie parece saber nada concreto o fiable, cosa lógica si no ha habido supervivientes. — El grandullón se cruzó de brazos con gesto sombrío. — Uno de los mercantes que se aventuraron a bajar hasta más allá de Las Vegas no ha vuelto. Fondearon primero en Zara, y más tarde hicieron puerto de reportaje en Indra. Después… Nada. Me juego el bigote a que han sido esos cabrones de Galbadia.

— No te precipites, podrían haber topado con una tormenta o … —Yukimura hizo ademán de tranquilizar al otro hombre.

— O no. Tampoco ha vuelto ni hemos tenido noticias del Dragón Rojo.

— ¿El Dragón Rojo? ¿Aún no ha llegado?

— Se les espera desde hace una semana. Y Madarame no es un marino de medio pelo que se deje arrastrar por la primera tormenta que se le cruce en su camino.

— Mierda.

Iba asintió con gravedad mientras el Almirante se acercaba al borde del acantilado a grandes zancadas. Desde su posición podía contemplar la bahía al sur de Dún Laoghaire, las olas rizándose al viento y el sol de media tarde empezando a descender hacia su ocaso, tiñendo las aguas de púrpura y naranja. Un grupo de nubes poco espesas pero de sospechoso color plomizo se acercaba desde la vecina isla de Inis Tíog.

— Iba. —llamó Yukimura suavemente— ¿Puedes oler también tú el barrunto de pólvora en el aire?

« Last Edit: February 17, 2018, 09:37:18 AM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #8: May 23, 2017, 12:34:10 PM »
Seguimos con Invernalia porque son la perla de mi corazón y la luz de mis ojos. BEBES HERMOSOS Y PERFECTOS, QUE SE VAN DE EXAMEN A... un sitio verde y hojeril xD

————

El día había empezado pronto para el equipo de estudiantes liderados por Íslan, y aunque llevaban andando bastante más de una hora parecía que la caminata no iba a terminar en ningún momento cercano.

—¿Falta muchooo? —preguntó Ruffnut alargando la última vocal, arrastrando los pies por el camino de tierra.

—¡Nada está lo suficientemente lejos! —increpó su instructor, levantando el palo que blandía para abrirse camino en las zonas más pobladas del bosque.

Tuffnut se paró un poco, poniéndose a la altura del tercer estudiante y chistando para atraer su atención.

—¡Chst! ¡Hey!

Hisoka rodó los ojos y siguió su avance, pero se giró violentamente cuando una piedrecita le dio de lleno en la nuca.

—¿¡Qué!? —vociferó cubriéndose la zona afectada con una mano.

Tuffnut rió entre dientes, sacudiendo su cuerpo entero y entrecerrando los ojos debajo del casco del que Hisoka pensaba que no se separaba ni para dormir.
Después de su pequeño despliegue de travesura, Tuffnut recordó qué era lo que le quería decir a su compañero.

—Íslan nos lleva por un camino de cabras —refunfuñó pateando otra piedrecita y hundiendo la cabeza entre los hombros, agarrando la mochila con las dos manos—. ¿Cuándo va a empezar la acción?

—¿Y a mí qué me dices? —protestó a su vez Hisoka, adelantando el paso para alcanzar a Ruffnut.

La chica se sorprendió al ver al antisocial del grupo buscando su compañía, así que localizó a su hermano con la mirada y le dedicó una expresión de dolor inmediato si seguía molestando al otro.

—¡Deja al pequeñín en paz! —gritó levantando un puño.

Hisoka reprimió un gemido de frustración. Ser bajito era un problema grave para él, viviendo en un país donde la estatura media rondaba el metro ochenta a la baja. Añadiendo el hecho de que medía cinco centímetros menos que la chica de su grupo, Hisoka se había vuelto aún más sensible hacia aquel tema.
Adelantó un poco más, poniéndose justo detrás de su instructor, que paró de repente, casi haciendo que los cuatro chocaran en fila.

—¡Y aquí estamos! —exclamó Íslan, justo al borde de un abrupto corte en la tierra.

Sus estudiantes tomaron posiciones a su alrededor, mirando el paisaje que se extendía a sus pies. Podían ver desde arriba la parte más alta de la cúpula de los árboles del valle y adivinar el discurrir de un río más allá.

—Bonito ¿verdad?

—Es... verde. —dijo Hisoka.

—Hojeril. —añadió Ruffnut.

—¡Es un puto bosque! —apuntó Tuffnut hacia adelante con el dedo, rodando los ojos, cansado del mismo horizonte una y otra vez—. ¿No íbamos a una cueva? De esas con rocas y monstruos.

Íslan se quitó la mochila, abriéndola para sacar lo que había preparado esa mañana para la misión.

—Oh, claro. Estamos encima, hay que descender —tarareó el instructor con voz cantarina—. Me encanta empezar el día con un poco de rappel.

Hisoka se alejó un poco del borde, poniéndose en cuclillas y empezando a ordenar lo que iba a necesitar entre mantras asesinos.
Los mellizos se miraron y por una vez estuvieron de acuerdo en algo, dedicándose miradas brillantes y sonrisas ilusionadas por el trabajo físico y el riesgo que comportaba aquella actividad.

Minutos después Hisoka descendía con saltos gráciles y estudiados mientras sus dos compañeros casi hicieron el recorrido de un sólo salto temerario que incluía gritos y darse patadas el uno al otro en medio del aire.
Íslan rebasó a Hisoka con una sonrisa de extrema felicidad y sus gafas deportivas puestas, sin reclamar su comportamiento a los Thorston.

Mientras tanto, arriba, en el camino que hacía poco acababan de recorrer, algo avanzó con sigilo, dejando marcas serpenteantes en la grava.
La mancha negra olisqueó el suelo y levantó la cabeza hacia las piquetas que sujetaban las cuerdas. Entrecerró los ojos y desapareció entre los árboles de un salto. No le gustaban los desconocidos en su territorio.


————

—¡Bien, escuchad chicos!

—¡Y chica!

—¡Y chica! —coreó el instructor—. Este es vuestro examen Seed. Estoy aquí para observar de primera mano vuestro comportamiento, pero no me está permitido intervenir en vuestro examen.

Tuffnut cerró un puño y lo bajó de un golpe seco hasta su cintura.

—Por fin libres. —murmuró mucho más alto de lo que había creído.

—¡A menos! —puntualizó Íslan—. A menos que mi vida esté en peligro, claro. Así que no la pongáis en peligro ¿entendido?

Hisoka asintió con la cabeza, mientras los Thorston miraban sus pies y asentían decaídos. Tenían la extraña habilidad de poner en peligro a cualquiera su alrededor. Parecía que la intervención de Íslan terminaría siendo inevitable.

—Como ya habréis leído en… —el instructor afiló la mirada, con una expresión seria en su rostro, pero pronto volvió a dedicarles una sonrisa despreocupada—. Como ya habrá leído Hisoka en el informe de la misión…

—¡Eh! ¡Que yo también leo! —se quejó Ruffnut, añadiendo cuando todas las miradas recayeron sobre ella—. A veces.

Tuffnut se rió, Ruffnut le pegó, Hisoka se llevó la mano a los ojos e Íslan torció los labios y aprovechó el momento de distracción para revisar las cosas que llevaba dentro de su chaleco. Una vez seguro de que tenía todo lo necesario volvió a llamar la atención de sus alumnos.

—En esta cueva —hizo un ademán con el brazo, abarcando la entrada de la gruta detrás de él con el movimiento—, aquí… hay un monstruo. Ha habido informes de ataques nocturnos y alguna que otra joven desaparecida en los alrededores. Otros Seeds han rastreado al monstruo hasta aquí y me ha parecido un examen interesante.

—¡Vale! —Tuffnut se caló el casco, escupió hacia un costado y caminó con pasos decididos hacia dentro.

Íslan apretó su mano contra el hombro del joven cuando pasó a su lado, casi tumbándolo en el acto. Tuffnut conservó la dignidad al lograr mantener el equilibrio.

—No tan pronto.

—¡Eso, eso! Las señoritas primero. —Ruffnut siguió los pasos de su hermano, pero fue detenida por la visión de un periódico.

La rubia se irguió inmediatamente y dejó caer el hacha a sus pies, aún con el mango entre sus manos. Sabía que con aquel arma no tenía oportunidad contra su maestro y el papel enrollado.
Islan hizo chocar el periódico amistosamente en la cabeza de Tuffnut, empujándole hacia atrás. Palmeó el pecho del chaval e hizo un gesto para que Hisoka se acercara a ellos.

—Hisoka será el líder del equipo —el instructor continuó hablando, cortando las protestas de los mellizos con un movimiento de la mano en la que blandía el periódico—. El monstruo tiene forma vagamente humana y lo han descrito como un hombre con capa raída negra y sombrero. A veces se arrastra por el suelo y por lo visto puede volar a baja altura.

Íslan clavó sus ojos claros en sus aspirantes y les dió un pequeño golpe con el periódico en la frente a cada uno.

—Auh.

—¡Ay!

—¡Ouch!

Los tres se sobaron la frente a la vez, torciendo el morro en distintos grados de desagrado.
El instructor asintió contento por el bautismo y guardó su terrible arma asesina en uno de los bolsillos interiores del chaleco azul. Bajó las gafas deportivas que había dejado encima de su cabeza al terminar el descenso y sonrió con muchos, muchos dientes. Blancos y brillantes.

—¡Y aquí empieza oficialmente vuestro examen Seed!


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #9: May 25, 2017, 03:06:37 PM »
Neko kawaifu you effin' genius! "es un puto bosque" como apunte para la posteridad, yeps.  Lass, me pediste pirate shit y te traigo pirate shit, ahoy!



 


Renji dejó de ajustar la lona que cubría el bote por unos momentos, levantando la cabeza y mirando en derredor con expresión sorprendida. Volvió a lo que hacía, para repetir el gesto tan sólo unos segundos más tarde. Frunció el ceño y se dirigió al chaval que trabajaba a su lado.

—Sasuke, ¿soy sólo yo o es que huele a quemado?

—¿Eh, a quemado? —el chiquillo abrió los ojos, parpadeando repetidas veces. Alzó la nariz y olisqueó el aire como un gato indeciso.— Huele a … Sí, huele a humo. ¡Capitán...!

—¡¡Capitáaan!! ¡Fuego! —le interrumpió desde las alturas la voz del vigía. Toda actividad sobre cubierta cesó instantáneamente a espera de las siguientes palabras del joven.— ¡A una o dos millas al frente, Capitán! ¡Puedo ver varias columnas de humo y algo que todavía está ardiendo!

Los tripulantes de la nave se dirigieron unas cuantas miradas tensas entre ellos, hacía apenas un par de días habían salido casi de milagro vivos y mayoritariamente enteros de una de las peores tormentas que muchos marinos con años de experiencia serían capaces de recordar.

—Capitán ¿preparo alguno de los cañones? —preguntó Sasuke acercándose al hombre mientras se secaba las manos con presteza en el pantalón.— Por lo que pueda pasar.

Ikkaku palmeó los cabellos despeinados del chico, negando con la cabeza.

—No, no hace falta. Es más probable que necesitemos a Sakura, si es que queda alguien con vida. Vé a por ella, Sasuke.

El chiquillo asintió y desapareció trotando hacia las bodegas del barco en busca de la joven sanadora. Benitora se ajustó la bandana, en un acto reflejo. Su rostro serio y como pocas veces podía ser contemplado, con los ojos completamente abiertos dejando ver los írises del mismo color verde pálido que su hermana pequeña.

Cuando llegaron a la fuente del humo, sólo encontraron escombros y morralla. A su paso se deslizaban con pesadez trozos del casco de lo que había sido otro barco, flotando en el agua oscura. Cogiendo uno de los remos del bote que había en cubierta, Ikkaku se acercó a la borda y se asomó, apartando tablas partidas, uno o dos toneles de víveres que su contramaestre se encargó de pescar para su propia nave, y pedazos de madera no reconocibles mientras el Dragón Rojo pasaba entre ellos lentamente, con las velas arriadas.

La tripulación se mantenía en silencio, como guardando respeto a la memoria del caído. El panorama era desolador, una parte del mástil, con el mastelero aún enganchado todavía ardía mientras flotaba. Un pedazo del bauprés y la mitad superior de lo que se adivinaba el mascarón de proa chocaron suavemente contra babor del navío.

Yumichika se asomó a verlo, y dio un respingo al reconocerlo.

—¡Ikkaku! ¡Eso es el…!

—Era. —interrumpió éste con la voz congestionada.— Era, el Molly Malone.

Sakura apareció en cubierta, y poniéndose ligeramente más pálida de lo que ya era por sí misma, se acercó a quien encontró más cerca. Agarró la camisa de Renji. El pelirrojo cubrió los hombros de la chica con su brazo sano, y la apretó un poco contra él, como queriendo tranquilizarla.

Pero de repente algo hizo que Sakura se soltase del abrazo del pelirrojo para aproximarse a la borda del barco y observar el agua con expresión decidida y concentrada. Cuando Renji hizo amago de llamarla de vuelta, la jovencita chistó dirigiendo una mirada al resto de sus compañeros, y exigiendo que guardasen silencio con un ademán autoritario. Sólo se oía el crepitar de las llamas todavía activas, y el chapoteo de los escombros al golpear contra la nave. Tras un interminable minuto, sus oídos captaron aquello que debía de haber llamado la atención de Sakura. Una débil tos resonaba en algún lugar cercano.

Inmediatamente Ikkaku se giró para buscar a Suigetsu con la mirada; pero éste, sin esperar las órdenes de rescate ya había bajado de su puesto de vigía y se ataba una cuerda a la cintura. Unos momentos más tarde subía a la baranda y se lanzaba al agua de cabeza.

Durante unos minutos sólo vieron la cabeza de cabellos blancos asomar de forma intermitente entre los trozos de madera a la deriva. Entonces la voz del vigía se oyó desde el agua.

—¡Lo tengo! ¡Lo tengo, es un hombre y está herido! —un susurro en tono tranquilizador procedió después, dirigido al náufrago que llevaba entre los brazos.

—¡Tirad! ¡Vamos, tirad! —con la ayuda de Yumichika y Benitora, Ikkaku consiguió izar a los dos hombres de vuelta a bordo. Y fue entonces cuando se llevó una sorpresa mayúscula.— ¿Qué…? ¿Qué demonios hace un kim-un-kur en alta mar?

 


¿Qué demonios hacía un kim-un-kur en alta mar? Ya era raro encontrar miembros de las tribus de las Tierras Salvajes fuera de sus territorios habituales, pero era más raro aún encontrarse con uno en mitad de ninguna parte. Sobre todo cuando esa ‘mitad de ninguna parte’ quería decir específicamente ‘mitad de ninguna parte en medio del mar’.

Ikkaku se quitó el pañuelo negro estampado que usaba habitualmente y se pasó una mano por la cabeza afeitada y encerada. Qué demonios. Qué demonios eran los que tenía en esos momentos en cubierta armando un escándalo de mil pares de... demonios.

—¡Eh! ¡Vale ya con esos gritos! —gritó él a su vez asomando la cabeza desde las escaleras y agitando un puño en alto— Que si el bárbaro no está muerto todavía lo vais a matar del dolor de cabeza de tanto oíros, joder.

—Ya lo has oído —se quejó Sasuke, que pataleaba con su cabeza agarrada bajo el brazo de Benitora— suéltame de una maldita vez.

—Pues que no te vuelva a pillar comiéndote mis bizcochos —el timonel le dio un último restregón de nudillos por el pelo al crío y lo empujó fuera de su alcance.— Hala, emigra de aquí.

Bajo cubierta, en el camarote del contramaestre en el que actualmente se alojaba el náufrago rescatado la mañana anterior, Sakura suspiró. Desde luego a veces se sentía encerrada en una casa de locos.
«Barco, barco de locos» se corrigió mentalmente.

Cambió el paño húmedo que reposaba sobre la frente del hombre por otro más frío, escurriéndolo previamente para que no soltase demasiada agua. La fiebre siempre era complicada de bajar cuando alcanzaba ciertas temperaturas, y aunque ella había hecho todo cuanto había podido con respecto a las heridas del bárbaro, llegaba un momento en que el cuerpo tenía que proseguir su recuperación por sí mismo. Forzar el ritmo de regeneración de un sistema inmunitario era una opción para casos de emergencia, pero no para utilizar con demasiada frecuencia y por motivos menos apremiantes ya que desgastaba tanto a herido como a sanador, y a la larga terminaba por ocasionar un desgaste que resultaba contraproducente.

Dejó la palangana llena de agua y el trapo retirado sobre la mesita fija a la pared, junto a la cama. Cogió una cantimplora llena de té y la llevó con cuidado a los labios entreabiertos del hombre que descansaba inconsciente. Vertió una pequeña cantidad de líquido dentro de su boca, y suavemente masajeó su garganta con las yemas de los dedos, para provocar que tragase de manera refleja. Repitió la acción un par de veces más, asegurándose de no derramar el té, y de que su cargo no se atragantase. Si tenía que luchar contra esa fiebre había que mantenerlo hidratado, o el sudor se llevaría el agua de su organismo dejándolo en peor estado.

Sakura se apartó del rostro los mechones de cabello que se le pegaban a las mejillas y se recolocó la cinta de tela que hacía las veces de diadema, sujetando su pelo nuevamente. Ella era una sanadora competente.

En el camarote vecino Yumichika conversaba con el capitán. Los acontecimientos no presagiaban nada bueno, algo se estaba poniendo en marcha y el contramaestre en su auto proclamado (aunque verídico) estatus de hombre de mundo se mantenía firme en poner rumbo de vuelta de inmediato a la Confederación de Schneider. Era capaz de oler una intriga en kilómetros a la redonda. La mejor prueba era él mismo, que había llegado vivo hasta aquel momento. Le pesase a quien le pesase.

—Ikkaku, lo digo en serio. ¿Me ves? ¿Ves mi cara? Ni un ápice de broma. —para el capitán lo que verdaderamente hacía parecer real el peligro que mencionaba su compañero, era que hubiera omitido cualquier adjetivo referente a hermosura para referirse a sí mismo. La cosa empezaba a ser preocupante de veras.

—¿Sabes qué te digo? —el capitán se levantó de la silla en la que hasta el momento había permanecido pensativo, calibrando sus opciones. Yumichika lo miraba, atento a sus palabras. — Que tienes razón, esto apesta. Larguémonos de aquí cuanto antes.

—Pocas veces en mi vida habré obedecido órdenes de tan buen grado —como contramaestre que era, Yumichika saludó a su superior llevándose la mano rígida a la sien.

—Ya, claro, salvo cuando te vas de putas.

—Ah, no, no te equivoques, eso no son órdenes; son súplicas —dijo el moreno con una pequeña sonrisa socarrona.

De pronto la puerta se abrió violentamente, la expresión de urgencia en el rostro de Sakura hizo que se pusieran alerta en milésimas de segundo.

—Capitán, el bárbaro ha recobrado la consciencia.





Con la visión borrosa a causa de la fiebre, el joven se veía obligado a entrecerrar los ojos y parpadear continuamente. La chiquilla que lo había estado cuidando había salido corriendo, y ahora varias figuras más se adentraban en la habitación.

Pudo distinguir a un hombre de cabeza rapada, que se movía con aire de autoridad, y a otra persona de melena oscura junto a él, que parecía observarlo con gravedad. No supo discernir si era de sexo masculino o femenino. Junto a la chica se alzaba otro hombre, más joven y de cabellos rojos y largos, creyó adivinar tatuajes en su piel.

—¿Qué tal te encuentras? —sorprendido, hizo amago de girarse a mirar al pelirrojo, que había hablado en un dialecto de las Tierras Salvajes que le era conocido. Pero el hombre negó con la cabeza y se sentó en el borde de la cama.— No, no no, no te muevas, da igual.

—Dolorido —contestó el náufrago, con la voz rasposa y rota llena de precaución.

—Me imagino. —el pelirrojo se llevó el puño cerrado al pecho— Renji.

—Shuuhei —respondió el herido.

—¿Qué pasó con el barco en el que viajabas? ¿Os atacaron? —preguntó Renji con expresión preocupada.

—Nos atacaron. —corroboró Shuuhei.— Barcos grandes, de color negro, y cubiertos de metal. El doble de grandes que los veleros de las Islas del Norte. Aparecieron de la nada, entre la niebla espesa, y atacaron sin previo aviso. No hubo tiempo de reaccionar.

Yumichika e Ikkaku se miraron entre ellos unos momentos, el contramaestre cabeceó mínimamente de forma afirmativa y salió de la habitación, subiendo las escaleras a cubierta de dos en dos. Los cuatro ocupantes restantes del camarote escucharon como daba órdenes de virar la nave con rumbo norte noreste y desplegar todas la velas que se encontrasen en estado de poder ser utilizadas. El capitán miró a Renji, y éste también asintió.

—Vuelvo a mi trabajo —dijo el pelirrojo palmeando el colchón donde reposaba el joven de cortos cabellos negros.— No te preocupes y hazle caso a Sakura.

El bárbaro vio como la chica le dirigía una sonrisa tranquilizadora, y volvió a cerrar los ojos, abandonándose a sus cuidados. El esfuerzo de mantenerse centrado y llevar una conversación coherente lo había dejado agotado.


« Last Edit: February 17, 2018, 09:34:10 AM by Airin »

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #10: May 28, 2017, 12:55:06 PM »
El mes que viene escribo de Balamb sí o sí sdjgfkl



La capital de Galbadia no había visto tantos días de agitación en mucho tiempo. Deling era una ciudad bastante concurrida de por sí, llena de ciudadanos acelerados, pero la aglomeración que se estaba viviendo en aquellos momentos era algo que sus ciudadanos veían en pocas ocasiones. Sin embargo, no era algo que resultase completamente desconcertante. El Presidente de la República, Andrew Ryan, iba a anunciar públicamente al nuevo General de Asuntos Exteriores... y los asuntos exteriores era algo de gran interés para los galbadienses. Y sin ello ser suficiente, la guinda de todo aquello la ponía el desfile que organizaría el recién renovado departamento.
 
Aya Brea se hubiera quedado en su casa, como detective de policía no tenía que hacer presencia oficial en los actos del cuerpo, de no ser porque daba la impresión de que aquel desfile marcaba el inicio de una nueva era en Galbadia.
 
- Hasta donde sé, nunca había ocurrido ésto. – Había oído comentar al jefe de departamento. – ¿General de Asuntos Exteriores? El tío debe ser bueno en lo que hace. Dicen que sabe cómo arreglar la situación en el sur.
 
Pero Aya no se lo había tomado con tanto optimismo como su superior. Era lo suficientemente sensata como para no ir cuestionando en público las decisiones del Gobierno, por lo que se guardaba sus dudas para sí misma. Por una parte era comprensible que hubieran llegado hasta ese extremo, ya que en el desierto del sur de Galbadia la situación se había vuelto más cruda. Había muchos más casos de resistencia a las tropas, así como el inquietante caso de la muerte de un líder paramilitar a manos del grupo de los Asesinos.
 
Acababa, precisamente, de volver tras investigar aquel último caso en concreto. Cada vez que algo tenía la más mínima relación con el misterioso grupo, Aya volcaba todo su interés en ello, por mucho que persiguiera un fantasma. La mujer no quería mucho, tan sólo llegar a encontrarse con uno de ellos para que le dieran respuestas a las preguntas que la acechaban desde hacía ya años. El padre de Aya, el oficial Brea, había sido asesinado por uno de ellos cuando ella era una adolescente. Un hombre que nunca había generado enemigos más que los que encerraba, alguien que no tenía la más remota doble vida y que se había sacrificado durante años por la seguridad en su ciudad.
 
Sabía perfectamente que la mano de los Asesinos era un instrumento, que las muertes que éstos provocaban no eran al azar o por diversión. Y aquello era lo que le quitaba el sueño. ¿Qué había hecho su padre para terminar en el punto de mira de los Asesinos? Necesitaba saberlo. Su padre jamás habría hecho algo que hiciera que mereciera ser asesinado, y de ser así, Aya tenía el derecho a conocer el motivo. Por mucho que le dijeran que debía olvidarse de ello, que se rieran o que incluso temieran por su vida, ella jamás dejaría de perseguirlos. Algún día encontraría la verdad.
 
Mientras se ajustaba la cazadora frente al espejo de la entrada, observó por unos momentos su reflejo en el cristal. Se apartó el pelo rubio de la cara, y sin nada en ella que la hiciera llamar la atención, salió del apartamento. Tendría que llegar a la plaza principal a pie dado que las carreteras estaban cortadas, pero por suerte, vivir en el centro tenía sus ventajas. Atravesó el gentío bajo el Arco del Triunfo, cada vez haciéndosele más difícil avanzar entre la multitud hasta finalmente llegar a una buena distancia de la fachada del edificio presidencial, desde donde podía ver el balcón principal y en el camino hacia el edificio, una fila de tres carrozas que serían las principales del desfile.
 
El himno de Galbadia comenzó a sonar al mismo tiempo que el presidente salía, escoltado por cuatro oficiales. La multitud estalló en clamor al verlo aparacer, y tras unos segundos de saludos mientras la gente se calmaba, Andrew Ryan se dirigió al pueblo de Galbadia.
 
- ¡Ciudadanos de Galbadia! Es para mí un gran orgullo dirigirme a vosotros en éstos momentos, porque estamos a las puertas de una gran época para nuestra nación.
 
Aya escuchó atentamente las palabras de Ryan sobre el futuro de Galbadia. Un futuro donde la nación seguiría expandiéndose para llevar la prosperidad y civilización más allá de sus fronteras, el mismo futuro que los enemigos de la libertad querían impedir por motivos egoístas. Palabras que había oído a menudo, y que sin embargo, uno no terminaba de acostumbrarse. Pero la parte interesante todavía está por llegar.
 
- Me gustaría presentaros a un gran hombre. Un aliado de la democracia y el pueblo, un hombre que ha visto mucho más mundo que todos nosotros, y quien nos ayudará en nuestra gran visión de futuro. No os voy a retrasar más el momento de conocerle, así que por favor, ¡recibid como se merece a Kefka Palazzo, nuestro nuevo General de Asuntos Exteriores!
 
La vista de los espectadores permaneció fija en el balcón presidencial, pero prontó captó su atención el sonido de una explosión en la carroza más avanzada lo cual provocó una humareda de tonos rojizos, tras la cual apareció un hombre vestido con un traje excéntrico, compuesto por telas de diversos colores, sobretodo rojo y amarillo, así como varios otras formas de rayas y puntos. Alrededor del cuello llevaba una suerte de volantes rojos y blancos, y con sus manos enguantadas sostenía una capa roja. Pero no terminaba ahí, pues llevaba un maquillaje exagerado, con el rostro pintado de blanco y los ojos enmarcados de rojo, todo ello acentuado con una pluma en el punto en que se recogía su pelo pajizo en una coleta.
 
Aya había visto hombres excéntricos en su vida, pero aquel era el que se llevaba la palma. Sin poder salir de su asombro, sólo pudo ver como saludaba a Galbadia mientras daba saltos y cabriolas sobre su carroza, gritando y saludando a la multitud en histeria. A su lado había una joven vestida con un traje rojo de aire bufonesco y el pelo oscuro recogido en dos coletas altas, la cual llevaba una hoja en forma de hula-hop a su alrededor, y de hecho de vez en cuando lo hacía bailar sobre su cintura... cuando no estaba ocupada riendo maníacamente las gracias de Kefka.
 
- ¡Los quemaremos! ¡Los quemaremos a todos! – Empezó Kefka, saltando mientras la carroza se ponía en marcha.
 
Con unas cuantas consignas divertidas sobre Galbadia y algunos trucos de magia por parte de Kefka, la mayoría de presentes no tardó en pasar de asombro y estupefacción a contagiarse de la diversión que ofrecía el extraño. Aya, sin embargo, se mantenía escéptica... o más bien, asustada. Había algo en las luces y pirotecnia, tan similar al fuego, que hacía que su pecho se encogiera de miedo. Pero así como un insecto, no podía dejar de mirarlo, atrapada por él. Avanzó entre la gente, manteniéndose a una distancia prudencial de la carroza de Kefka y su asistente.
 
El desfile duró con toda la normalidad que pudiera atribuírsele hasta llegar al puente, en el cual las carrozas se detuvieron. Frente a ellas se extendía una zona cortada a los viandantes, donde se encontraban diez hombres atados a unos postes, los cuales estaban rodeados de un cerco policial. Kefka levantó la mano, deteniéndose la música, y se dirigió a la parte posterior de la carroza. En ella se encontraba una joven en la que Aya no se había fijado, oculta por toda la parafernalia. No sería más que una adolescente, a pesar de que no pudiera confirmarlo por la distancia, con el cabello de un extraño tono rubio verdoso y la mirada perdida. Kefka la dirigió, llevándola de la mano, hacia la parte posterior de la plataforma, donde se dirigió al público primero.
 
- ¡Ayudaré a Galbadia, ya que me lo ha pedido! Pero no lo haré yo solo... ¡Lo haré con mis armas especiales! – Señaló al grupo de hombres frente a él. – ¡Mirad a esa escoria! ¡Guerrilleros de Indra que atacaron a un escuadrón galbadiense en el sur! ¿No creéis que merecen pagar por el crimen contra nuestra nación?
 
No era poca la antipatía que la guerrilla de Indra generaba entre los ciudadanos de Galbadia, quienes no dejaban de oír sobre los terribles ataques de los indrajits al ejército galbadiense y la posible amenaza que podían representar para la población de Galbadia en un futuro. Por tanto, la muchedumbre estalló en voces, haciendo que Kefka tuviera que dar un par de saltos gritando histéricamente para hacerse oír de nuevo.
 
- ¡Escuchadme! ¡Escuchadme, os digo! – Cogió a la joven de los hombros, y la adelantó unos pasos. – Y ahora... ¡mirad a esta chica! ¿No es preciosa?
 
Kefka susurró algo al oído de la joven, que como si de un robot se tratase, alzó la mano hasta dejar su brazo en horizontal. Y sin que su expresión ausente variara lo más mínimo, de su pequeña mano salió una llamarada que si bien era delgada en su comienzo, alcanzó la zona donde estaban los hombres en toda su amplitud. La explosión cegó durante varios momentos a todos los presentes, pero cuando el humo llegó a disiparse, vieron que tan sólo quedaba allí un cráter. Kefka interrumpió el silencio que se había formado con un grito agudo al ver que el fuego había alcanzado la pluma en su cabeza, y tras revolcarse por el suelo unos momentos mientras manoteaba para apagarla, se levantó de un salto.
 
- ¡Esto no es nada! ¡¡Nada!! – Soltó una carcajada, coreado por su tétrica acompañante de las coletas. – ¡¡Los enemigos de Galbadia arderán!! ¡¡Arderán!!
 
Llevó a la joven hacia el sitio oculto de la carroza, mientras ésta se ponía en marcha de nuevo. La multitud pronto se recuperó, uniéndose al espectáculo que Kefka y su acompañante ofrecían, como si no hubiesen presenciado la muerte de diez personas a la vez. La opresión en el pecho de Aya era casi insufrible, haciéndola presa de un miedo que jamás había experimentado. Tal y como el presidente había dicho, empezaba una nueva era para Galbadia. O quizá no sólo para Galbadia...
 
**

La mujer entró en la sala, anuncianda su llegada con el ritmo de sus tacones al repicar contra el suelo, el único sonido que llegaba a escucharse en la estancia. Los dos hombres que la habían acompañado hasta entonces permanecieron en la puerta, dejándola a partir de aquel momento a su suerte.
 
- I-No.
 
La voz aterciopelada de Ribbons la devolvía a la realidad. Ribbons, el Arcano bajo cuyo mando se encontraba ella, estaba acompañado de otra mujer, de cabello largo y negro, que tenía en el rostro un llamativo parche del mismo tono rojizo que sus exuberantes ropas. Inmediatamente se sintió en guardia, algo en ella rugiendo por dentro al ver a la desconocida tan cerca del otro.
 
- Aquí estoy. – Respondió I-No, mostrándose segura a pesar de su incertidumbre.
- Creo que no conoces a la Comandante Sayrune. – Indicó el hombre, señalando a la susodicha con un gesto de la mano. No queriendo disgustarle, I-No saludó con una leve inclinación de la cabeza. – Ella es un gran e inestimable apoyo para nosotros. Con el Jardín de Galbadia de nuestro lado, no hay duda de que estamos un paso más cerca de nuestros objetivos.
- El placer es mío. – Dijo la otra mjer con una sonrisa delgada, e I-No no tuvo claro si le respondía a Ribbons o en cambio, se dirigía a ella.
- Gracias a los galbadienses y su equipo de investigación tenemos en nuestras manos a un... llamémosle "arma de destrucción masiva".
 
La sangre se heló en las venas de I-No al oír aquellas cuatro palabras, trayendo a su mente un aluvión de recuerdos que permanecían siempre escondidos en un rincón de la memoria al que pocas veces se atrevía a acceder.
 
- Entradla.
 
La Comandante había hablado por un intercomunicador, y las puertas se abrieron pocos segundos después. Frente a un joven científico, los dos mismos hombres que la habían acompañado a ella traían, sujetándola por los hombros, a una joven de cabello rubio verdoso recogido en una alta coleta, con la mirada oscura y perdida. Destacaba en su bonito rostro impasible un aro plateado que se ceñía sobre su cabeza como una tiara.
 
- Quizá la recuerdes del desfile. – Comentó Ribbons, levantándose para estudiar a la chica de cerca, con una mirada de ávido interés. – Es poderosa...
- No... no es humana, ¿cierto? – I-No entrecerró los ojos. Podía sentir una presencia opresiva al tener a la chica acerca, un poder que amenzaba con aplastarla.
- La encontró una expedición el norte. Es un cruce entre humano y uno de esos monstruos de más allá del Muro.
- ¿No es peligrosa?
 
Ribbons pasó uno de sus delgados dedos sobre el aro de metal en la frente de la chica, mientras ésta lo seguía con la mirada distraídamente. La Comandante parecía satisfecha con la escena, recostada en su asiento y dirigiendo de vez en cuando una mirada que I-No sólo interpretaba como desafiante.
 
- No para la tecnología galbadiense. Mientras lleve este dispositivo puesto obedecerá todas las órdenes que se le den. – Se detuvo unos segundos, perdido en sus pensamientos, para volver a dirigirse a la mujer de nuevo. – I-No. Quiero que te la lleves al Muro y que busques de dónde ha salido. Deben haber más como ella allí.
- ¿Qué...?
- Ella te guiará. Pocos humanos sobrevivirían allí... pero tú si que podrás. – Las palabras de Ribbons escondían un doble sentido que no se le escapó. – Ve al Muro y encuentra de dónde ha salido este pequeño monstruo, ¿entendido?
 
I-No miró de soslayo a la chica, que no variaba su expresión en absoluto desde que había entrado. Cada vez que la miraba le recorría un escalofrío.
 
- ...Entendido, Ribbons.


Shruikan

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #11: May 30, 2017, 06:44:59 AM »
I'm just, uh... gonna drop this here, viendo como este mes las palabras se me escapan.



01.
—No pienso ir a Balamb.
 
Hange suspiró con resignación, frotándose el puente de la nariz bajo las gafas. Era la quinta vez que tenían esa conversación y la quinta en la que su aprendiz la rechazaba.
 
Frente a ella, Shruikan hacía como que el tema no le interesaba. Alta y de hombros anchos, miraba de forma amenazante al muñeco de práctica que tenía delante. Normalmente sus ojos tenían un color morado, casi malva según como le pegase la luz, pero ahora eran oscuros y opacos, ocultos bajo la sombra de su ceño fruncido. Un poco igual que su melena, oscura, recogida ahora en su habitual trenza.
 
Sujetaba una espada entre ambas manos; Hange sabía que con ella podía resultar mortífera. Ese pobre espantapájaros no tenía nada que hacer.
 
Honesta y de palabras claras, Shruikan era justo lo que aparentaba: fuerte, decidida y exasperantemente testaruda. Sin embargo, la instructora no había acudido a ese pueblucho casi a la sombra del Muro para irse con otra negativa.
 
—Shruikan, ya hemos hablado de esto mil veces —insistió —. Se te ha escogido entre varios de los recientes Seeds para que representes a Invernalia en el intercambio con Balamb. Es una tarea importante aunque no lo parezca.

—Ya, y yo que me lo creo.
 
Movió una pierna hacia adelante y levantó la espada por encima de la cabeza. Rotó la cadera y con un rápido movimiento horizontal decapitó al muñeco con un corte rápido y seco.
 
La cabeza de paja envuelta en lino (sobre la que habían pintado un cara de lobo) rodó unos metros por el suelo. Hange se la quedó mirando con una mueca.
 
—¿Todavía sigues enfadada por lo de tus primos?
 
Supo que había dado en el clavo por la forma en la que (¡por fin!) la Seed se giró a mirarla.
 
—¡Fíli y Kíli son mis compañeros de equipo! —exclamó, indignada. Clavó la espada en el suelo mientras que con la otra hizo un gesto para señalar una silueta lejana y muy pero que muy larga extendiéndose en el horizonte —. ¡Debería estar con ellos y con mi padre en el Muro y no aquí protegiendo campos de patata de roedores gigantes!
 
—Si tan a disgusto estás aquí, más razón para venir —dijo su instructora, levantando las cejas y acompañando su voz de un retintín para tentarla.
 
Shruikan bufó con desdén.
 
—Prefiero matar osos y conejos a hacer esta excursión etnológica que me propones.
 
Se dio la vuelta de nuevo, mascullando cosas que sonaron como “a quién le importa Balamb” y “estúpidos bailes”. Encaró de nuevo al muñeco de prácticas, dispuesta a mutilarlo un poco más.
 
Un parte de Hange comprendía su disgusto. En pueblos tan aislados y pequeños como el de Shruikan, era normal que los equipos de Seed se formaran según la cercanía de sus habitantes (no resultaba productivo que los miembros tuvieran que cruzar todo el país para reunirse).
 
La chica había convivido con sus primos toda la vida, y la sinergía que habían tenido como equipo era realmente buena. Sin embargo, había habido un llamado de emergencia en el Muro de Hielo y la mayoría de Seeds habían partido hacia el norte. Sólo quedaron los necesarios para defender el territorio y a Shruikan, por ser la más joven, le había tocado el cupo.
 
Sí, Hange podía comprender por qué Shruikan estaba tan enfadada. Pero también comprendía la bronca descomunal que iba a caerle si volvía de nuevo a Invernalia con las manos vacías.
 
Había tratado las amenazas, las órdenes, las súplicas; nada había servido. Por suerte, esta vez tenía un plan. Hizo un suspiro teatral de resignación que no impresionó para nada a Shruikan, demasiado acostumbrada a los exagerados exabruptos de su antigua instructora.
 
—Muy bien, no me dejas otra. En vista de que yo no puedo convencerte, tendré que llamar a alguien que sí pueda.
 
La chica se giró para mirarla y sonreír con sorna, apoyándose en su espada.
 
—¿Ah, sí? ¿Y quién será, si se puede saber? ¿El Comandante, el Príncipe de Invernalia?
 
—No. —A Hange se le escapaba la risa por debajo de la nariz —. Tu madre.
 
Shruikan abrió mucho los ojos y palideció de golpe. Su expresión que hasta ahora había estado llena de arrogancia, se había transformado en la imagen del terror.
 
—No. No te atreverías.
 
—¡Demasiado tarde! —dijo Hange, levantando las manos en un gesto inocente y una ancha sonrisa triunfante —. Ya lo he hecho.
 
A Shruikan casi se le escapa la espada de las manos de la brusquedad con la que se arrojó hacia su instructora. La sujetó del pecho del abrigo de piel con violencia pero el pánico nublaba su expresión. Hange sabía que había vencido.
 
—¿Cuándo? —le preguntó.
 
—Oh, antes de venir. Sabía que te ibas a negar otra vez —respondió, como quitándole importancia.
 
La joven Seed entrecerró los ojos, dándose cuenta de que la otra se la había jugado desde el principio.
 
—Hange… —pronunció su nombre con veneno en la voz —. Eres… ¡ruín! ¡Vil y malvada! ¡Una mala p-...!
 
—¡SHRUIKAN DWALINDOTTIR!
 
La susodicha se encogió sobre sí misma como un cervatillo asustado y viró la cabeza como un resorte hacia la figura imponente de su madre que se acercaba por el camino desde la casa.
 
Ah, Matrona Ulfsson. Alta y fuerte, su complexión era muy parecida a la de su hija salvo por el cabello rubio. Aún así tenían los mismos ojos, la misma mirada indomable. Canciones se habían escrito sobre aquella mujer. Sobre su fuerza y su destreza en combate, comparable a la de las mismísimas valkirias. ¡Era una leyenda, una heroína nacional! Incluso después de haber perdido una pierna y haberse visto obligada a retirarse de la vida del guerrero, su presencia seguía imponiendo respeto.
 
De hecho, incluso Hange se sentía un poco intimidada por aquella mujer alta y hermosa que ahora mismo no ponía cara de estar muy contenta. Ni siquiera su hija se salvaba de ese efecto al parecer.
 
—¡Mamá! —exclamó Shruikan de una forma chillona muy poco propia de ella —. ¡¿Qué haces aquí?! ¡Deberías estar en Invernalia!
 
—¿A ti qué te parece? —respondió ella de una forma que hubiese podido cortar el hielo —. Hange me ha dicho que te has estado negando al intercambio con Balamb. ¿Se puede saber por qué?
 
Lo último lo dijo con ese tono suave que tenían las madres cuando estaban poniendo a prueba a sus hijos. Shruikan sabía que estaba en un aprieto así que meditó su respuesta detenidamente, mordiéndose el labio inferior.
 
—Es que… no quiero…
 
Antes de que pudiera siquiera elaborar un poco más sus palabras, su madre le dio una colleja rápida y mortífera.
 
—¡Ah! ¡¿Pero por qué me pegas?! —exclamó la Seed, llevándose las manos a la cabeza y encogiéndose más siquiera.
 
—¡Serás cazurra! ¡¿Que te crees que “porque no quiero” es un motivo válido para no cumplir con tus obligaciones?!
 
Hange observaba el diálogo familiar con un deje de curiosidad y perversa diversión. No es que tuviera algo en su contra, pero era muy divertido ver como Shruikan, siempre tan descarada y propensa a hacer las cosas como le daba la gana, se volvía así de sumisa con su madre.
 
—¡Pero mamá! —Por el tono de su voz, Shruikan estaba cada vez más desesperada —. ¡Fíli y Kíli no están, ¿qué se supone que voy a hacer sola en Balamb?!
 
—¿Y qué, es que acaso no sabes hacer nada sin tus primos, eh? —Matrona no tenía piedad, y le propinó otra colleja —. ¡Te he educado mejor que eso! ¡Harás equipo con quien te toque y se acabó!
 
—¡Pero…!
 
—¡Ni peros ni peras! —La voz de la mujer era terminante —. ¡Irás a Balamb, mostrarás el orgullo de nuestra nación y de nuestra família, o te juro, Shruikan Dwalindottir, que nunca volverás a pisar la casa que te vio nacer!
 
—¡Vale, vale! ¡Para! —se rindió la Seed al ver como su madre volvía a alzar la mano —. ¡Iré, iré! ¡Pero deja de pegarme! ¡Por favor, no te saques la pata de palo!
 
A dos metros de distancia, Hange se aplaudió mentalmente. ¡Debería haber avisado a Matrona desde el principio! Las cosas hubiesen sido mucho más fáciles de esa forma.
 
Su sonrisa de satisfacción no desapareció en todo el rato que Shruikan tardó en hacer las maletas bajo la supervisión de su atenta madre, que se aseguró que se llevara suficientes calcetines.
 
—Necesitarás un vestido para el baile —le informó la instructora en medio del proceso.
 
Shruikan le dirigió una mirada asesina. No iba a dejarle pasar esa traición en mucho tiempo, Hange lo sabía. Adivinaba quién no iba a responderle las próximas postales.
 
—Sólo tengo UN vestido, así que la elección es fácil —dijo la chica, de mal humor, abriendo el armario.
 
—Pero hija, ¿seguro que quieres llevarte ése? —Ahora que su hija hacía lo que ella quería, Matrona se mostraba mucho más sosegada. Eso no le impedía intervenir en las decisiones de vestimenta de Shruikan con gesto crítico —. No creo que encaje con la moda de Balamb. ¿No crees que deberías comprarte uno? Podría dejarte mi vestido de boda.
 
—¡No pienso llevarme tu vestido de boda! —chilló Shruikan, mirando a su madre como si estuviera loca —. ¡Me llevo éste y punto! ¡Y si a los de Balamb no les gusta, que se pongan hojas!
 
Embutió la ropa con rabia (pero con cautela, que era su único vestido y le gustaba) y terminó de hacer las maletas.
 
Fue poco más lo que se llevó. Varias mudas a parte de la ropa de viaje que llevaba puesta, hecha de lana y piel. Su espada y su escudo redondo, de madera revestida de acero, terminaron de rematar el conjunto.
 
Tenía una expresión huraña mientras su madre le hacía un repaso de arriba a abajo. Le ajustó el cuello de la chaqueta, le arregló un par de mechones, le alzó la barbilla y sonrió.
 
—Muy bien —le dijo.
 
Shruikan sólo gruñó. Hizo contorsionismo para evitar el beso de despedida de su madre, pero nunca tuvo mucha flexibilidad, así que terminó con la mejilla húmeda. Se la frotó con irritación mientras se dirigían al carromato de Hange.
 
—No te preocupes que me quedaré yo aquí en tu lugar —le dijo Matrona, mientras se alejaba, tratando a su manera de aliviarla —. Estaré tullida, pero aún puedo encargarme de los animales salvajes.
 
Shruikan hizo una mueca, se giró para mirar a su madre por encima del hombro, que le dirigía una sonrisa afectuosa. Por un momento su expresión se relajó y pareció que la Seed fuera a decir algo antes de recordar que se suponía que estaba enfadada y volver a girarse con brusquedad.
 
Eso era despedida suficiente.
 
—Espero que quien sea que me hayas asignado de compañero sea gente decente —dijo al subir al carromato. Notaba un peso en el corazón que se iba acrecentando por momentos, un nerviosismo que no sabía de dónde venía.
 
—Oh, no te preocupes —le dijo Hange desde el asiento del conductor —. Te encantarán, ya verás.
 
La sonrisa y la forma en la que lo dijo le aseguraron a Shruikan que no, no le iban a encantar. Suspiró y dejó reposar la mejilla contra la madera pulida y oscura. El carro se puso en marcha. ¿A qué clase de tortura mental había accedido?
 
Por su parte, Hange no podía estar más satisfecha y arreó los caballos con alegría.
 
Una menos. Sólo faltaban otros dos.
"Who would understand you after I die? Who else would march forward by your side?"

"when I think that you will live on all alone henceforth, I can’t help but shed tears…"


Shura

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #12: June 29, 2017, 03:27:02 PM »
Aporte de habitaciones!  ;D



No sólo estaba el hecho de convertirse en Seed, tocaba también una parte importante en aquellos jóvenes, una transición a la madurez que les acarrearía responsabilidades, nuevas labores y una independencia, la cual comenzaba en el mismo momento de ser ascendidos...
-¡KORA! -Shura había encontrado una mochila vacía dentro del armario, la sujetaba como si se tratase de una bomba a punto de explotar y su compañera observaba el objeto de igual manera horrorizada.
-¡SHURA!  -Se cubrió el rostro como si aquello hiciera desaparecer la espantosa situación por la que iban a pasar: después de demasiados años juntas, había llegado el momento de que cada una tuviera su propio dormitorio. Era el primer paso para la independencia, pero no por ello lo iban a llevar mejor. -¡Tira esa mochila! ¡No vas a echar nada más en ella!
-No quiero hacerlo, pero... -Se mordió el labio inferior intentando reprimir todos los recuerdos de todos aquellos años juntas, ¡hacía apenas un mes que compartían una cuenta de Xbox LIVE para entre las dos acumular logros y así picar al resto de compañeros! ¡Tenían tantos planes por delante!
Pero... no eran las únicas que durante los años del Jardín habían intentado rebelarse contra esta norma... y éstos habían sentido el látigo de Franziska haciéndoles madurar a base del restallido que este provocaba.
Kora miró a su alrededor desorientada, comprendiendo donde quería llegar esta con aquellas palabras. ¡De igual forma no era justo!
-Pero... ¿quién te va a enseñar a maquillar si no soy yo?
-¿Y quién me ayudará a madrugar si no eres tú? -La morena bajó los hombros deprimida.
-¿Y quién me sacará logros si no eres tú? -Yuri se reiría de ella cuando la remontase...
-¡Pero si tú juegas bien! -Shura la tomó de las manos, emocionada.
-¡No! Tú eres la buena jugadora. -Kora suspiró al decir aquello.
-No, tú.
-Calla tonta... -La peliblanca sonrió un instante antes de que aquella máscara cayese con ella arrugando el labio intentando contener las lágrimas.
Ambas se abrazaron para consolarse, resignadas a lo inevitable que era aquel paso para hacerse mayor en Balamb.

El drama se repetía en otros dormitorios...
-¿De verdad tenemos que limpiar el dormitorio antes de dejarlo? ¿No podríamos pegarle fuego y ya está? Quemar toda la basura, digo yo. -Dante pensaba en todos los años y años que había acumulado cosas debajo de su cama y al fondo de su armario.
-Opino lo mismo, o también podemos dejar un patrimonio de nuestra presencia para las generaciones futuras que lo ocupen. -Yuri le alargó la bolsa de basura más grande que hubieran visto en su vida.
El peliblanco la agarró emocionado cuando otra de sus absurdas ideas se le cruzó por la mente, poniéndose la bolsa por encima del cuerpo cubriéndose desde la cabeza hasta algo menos que por encima de la cadera.
-¡Yuri, mira! ¡Yuri! ¡Soy un condón gigante!
El mencionado lo vio correr por la habitación más bien aparentando ser un fantasma de color negro que corría y gritaba desquiciado moviendo los brazos dentro de la bolsa como si le faltase el oxígeno. El brillo de la malicia atravesó los ojos de Yuri que esperó a que éste pasase cerca para darle un manotazo donde pensaba que tendría que tener la cara, deteniendo en el acto los gritos y la broma del otro que se quitó la bolsa de encima para ver con que se había golpeado.
-¿Qué ha pasado? -Como resultado tenia el pelo desordenado y una marca roja en la frente por el manotazo.
-Nah, te habrás chocado contra algo... ¡ey, Dante! ¡Mira esto! -Ignoró los insultos del otro que no había picado con la excusa que le había ofrecido, para alzar por encima de su cabeza algo que se encontraba en el fondo del armario; una trompeta de plástico alargada, que había sido objeto, años atrás, de la peor tortura que habían podido ofrecer al Jardín y el consecuente peor castigo que Franziska hubiera tenido que aplicar: la vuvuzela.
El peliblanco enmudeció un segundo para abrir la boca poniendo los ojos como platos, para que al segundo siguiente la euforia les recorriera a ambos por aquel hallazgo.
-¡Déjame tocarla, Yuri! ¡Ohhh! ¡Qué grande!
-Creo que había otra... ¡sí! -Le entregó la de color rojo a su compañero y él se hizo con la de color negro, en sincronización llenaron sus pulmones de aire para hacerla sonar al unisono con toda la fuerza posible, como si del bramido de un elefante se tratase.
Casi se quedaron sin aire en los pulmones antes de parar de soplar para ponerse a reír, probablemente aquellas dos vuvuzelas fueran las últimas existentes en el Jardín... y la verdad que era culpa suya.

Flashback---

El profesor, un amable anciano de Ciudad Capital de Balamb, se encargaba voluntariamente aquel día de darles a los jóvenes aspirantes una clase de historia, sus alumnos rondaban los trece o catorce años, y el anciano se sentía satisfecho y orgulloso del silencio que había mientras él explicaba la lección de aquel día.
-¿Alguien podría recordar en que año empezó la Guerra Civil de Aetheria que a día de hoy aún se libra?
Yuri y Dante se miraron inquietos haciendo esfuerzos por no reírse frente a lo que tenían planeado... no recordaban bien quién había dado la respuesta, pero la señal auténtica estaba en la afirmación del profesor, ¡ahora!
-¡Felicidades! -Ambos se pusieron en pie provocando en el acto el sobresalto del profesor y que toda la clase girara para observarles. -Hay que celebrarlo... ¡con el festival de la vuvuzela!
Al unisono, comenzaron a tocar el dichoso instrumento que habían estado escondiendo toda la mañana debajo del pupitre, el sonido de aquellas espantosas trompetas se alzaba por encima de las risas, el alboroto de los alumnos y los gritos del profesor que intentaba abrirse paso hasta ellos alzando el bastón como amenaza, la clase parecía venirse abajo cuando salieron corriendo de clase tocando por los pasillos y provocando que más alumnos asomasen la cabeza y salieran a ver que sucedía. Lo que era caos ellos lo interpretaban como una fiesta improvisada a la que el resto de alumnos se sumó, ya acostumbrados... porque aquella era la tercera vez en lo que iba de semana que iban con aquello del "festival de la vuvuzela". Pero aquella vez iba a ser diferente de las otras dos... Franziska había estado patrullando por los pasillos convencida de que los culpables de aquel escándalo tarde o temprano volverían a las andadas... Yuri y Dante habían caído de lleno en la telaraña de Franziska... y aquel día fue el último del "festival"...
La verdad es que fue el último día de cualquier festival...

Fin del flashback---

Yuri puso los ojos en blanco intentando evitar que se le humedecieran los ojos al recordar el dolor por el que habían pasado aquel día... él y su amigo habían compartido muchas escenas como aquellas, habían provocado muchos más dolores de cabeza de los que se pudieran contar, habían hecho que el Jardín invirtiera mucho más en reparar lo que ellos rompían de lo que al mismo director le hubiera gustado... habían compartido muchos momentos felices, muchas conversaciones, alguna que otra pelea y demasiados recuerdos entre aquellas cuatro paredes.
El moreno suspiró, no es que se hiciera viejo sintiendo nostalgia por el pasado, pero se daba cuenta de que esas cosas ya iban a quedar atrás...
-Ay Dante... te voy a echar en falta. -Iba a decir "te voy a echar de menos" pero algo tan profundo como lo que sentía no iba a salir de sus labios.
-Ya... yo también... me echaría a mí mismo de menos. -El peliblanco dibujó una sonrisa de suficiencia en sus labios tampoco diciendo lo que pensaba realmente. Chocaron sus manos estrechándolas con fuerza en un pequeño forcejeo entre ambos mientras Yuri le daba golpes en el hombro para animarle.
-¿Recogemos de una vez? Tengo curiosidad de saber qué es lo que hay debajo de tu cama, lleva unos meses que todo lo que sale de ahí huele a muerto. -El moreno se separó alcanzándole una vez más la bolsa a Dante que ya se había agachado para comenzar a desalojar aquel espacio.
-¡Yuri! ¿Cuándo fue la última vez que pedimos pizza de anchoas?
-Puag, -el moreno se llevó los dedos a la boca fingiendo que vomitaba. -Hace años y no quisiera repeti... ¿estás de broma, no? -Esperaba que éste no hubiera sido capaz de guardar aquellas sobras tanto tiempo.
-¡AH! -Ya con medio cuerpo metido bajo la cama de rodillas como estaba, la sacudida que le recorrió fue visiblemente patente. -Algo se ha movido aquí abajo... hay una mancha de color negro debajo de la cama.
-Dante... sal de ahí anda... -Material radiactivo tendría que haber ahí abajo por lo menos, su compañero iba barriendo con el brazo sacando ropa, botas, basura variada, papel de regalo de cumpleaños...
-Espera... la mancha dice que se llama Eddie... que quiere ser mi amigo y... ¡AAHH!
-¿¡Qué pasa!? ¡Dante sal de ahí! -Su intención era agarrarle del alto del pantalón y tirar de él hasta obligarle a salir, pero la basura acumulada a los pies de este mermó todas las habilidades para hacer aquello y acabó tropezando mientras hacía aspavientos con los brazos para intentar mantener un precario equilibrio que no le hiciera caer contra toda aquella basura... para acabar aterrizando sobre el cuerpo de su compañero Dante aún de rodillas, haciéndose un daño terrible en la pelvis cuando ésta había chocado contra las nalgas de este.
-¡AH! -Dante chilló de verdad sorprendido por aquello, intentando reincorporarse en un acto reflejo para acabar golpeándose contra las lamas de la cama en la cabeza tan fuerte que se le saltaron las lágrimas. -Aaahh... -Sus quejidos ahora sonaban ahogados... aquella vez la broma le había salido definitivamente mal.

Los ruidos de las vuvuzelas de antes sumadas a los gritos y a los golpes, acabaron por llamar la atención del resto de compañeros que convivían en la zona de dormitorios masculinos, pero sólo dos almas inocentes pensarían que algo malo podría haberles pasado a Yuri y Dante en su dormitorio después de haber armado jaleo, Shun y Prince recorrieron la estrecha distancia que separaba las puertas de sus dormitorios, abriendo la puerta en el instante en que el moreno aún estaba sobre el otro, con ambos gimiendo de dolor por sus respectivos golpes. La verdad que a ojos de alguien ajeno, aquella situación resultaba algo así como un poco bizarra...
-Shun, no mires. -Prince se dio la vuelta empujando a su compañero para que no se asomase dentro de la habitación.
-¿Están bien? -El peliverde miró suplicante hacia Prince aún más preocupado que antes por la reacción de éste.
-Estamos bien, gracias.
-Gracias.
Dante y Yuri hablaron al unisono al reconocer la voz del joven Seed, aún doloridos y en la misma posición. La respuesta que recibieron fue el portazo que dio Prince al salir de la habitación, posiblemente indignado de haber creído que algo malo había pasado cuando realmente ambos compañeros estaban haciendo el idiota una vez más.

Yuri hizo malabarismos aún retorciéndose de dolor mientras Dante reptaba para salir de debajo de la cama tocándose la cabeza donde se había dado el golpe y mirándose las yemas para comprobar que se había hecho una pequeña herida que ya había dejado de sangrar gracias a su capacidad de regeneración, atravesando toda la basura, fue a quedar sentado en la cama de Yuri junto a éste, ambos en silencio y mirando aquel estercolero.
-¿Nos vamos a comer algo?
-Vale.

***

-¡KORA! -De dramas iba sobrado Balamb, y en aquel momento el dramatismo de la peliblanca era contagioso hasta para Shura que ya había terminado de perder los nervios cuando recogieron los sobres que indicaban en que dormitorio iban a estar asignadas cada una y la llave del mismo, todas sus cosas estaban ya trasladadas, no había vuelta atrás.
-¡Ábrelo tu primero! -Kora se quedó muy tiesa en el sitio, como si se estuviera preparando para que le pusieran una vacuna.
-No puedo... ¡hagámoslo las dos al mismo tiempo!
-Vale, a la de tres... una, dos y... ¡tres! -Shura sacó la nota del sobre sintiendo un sudor frío al ver el número ocho impreso en el papel.
-¿Qué te ha salido? -El sobre de la peliblanca permanecía bien cerrado mientras se asomaba por encima del hombro de su amiga. -¡El ocho!
-¿¡Por qué no has abierto tu sobre!? -Puso el grito en el cielo indignada con aquello y autoconvencida de que aquello iba a traerles mala suerte y quedarían separadas para siempre.
Kora retrocedió unos pasos negando con la cabeza, arrugando el entrecejo adoptando el rostro de los héroes que en el fatídico momento se sobreponen al intenso dolor antes de lanzarse a una muerte segura.
-Este es el fin... -Abrió su sobre sacando el papel de su interior... con el número siete.
Shura tuvo que parpadear un par de veces y contar mentalmente para asegurarse de que ambos números estaban seguidos.
-¡Separadas para siempre! -Kora vivía en el drama del momento sin reparar aún en la continuidad que tenían ambos números... corriendo por los pasillos para ir a sufrir en su nueva soledad en aquel dormitorio desconocido, incapaz de mirar a la otra, dejándola atrás en su carrera, abriendo la puerta con mano temblorosa y lanzándose entre las bolsas y cajas que había encima de su nueva cama a sufrir en silencio. -Estoy... tan sola... -sollozó sufriendo aquellos primeros segundos de soledad... nada iba a ser lo mismo sin su amiga a su lado...
-Kora... ¡Kora! -La voz de Shura atravesaba la pared que separaba el dormitorio de las dos.
-Ah... es como si aún escuchase su voz... -Pero la voz fue acompañada de varios golpes en la pared, haciéndole reparar (por fin) en la proximidad de ambos dormitorios, Kora se revolvió sobre la cama tirando al suelo un par de cajas por la emoción y comenzando ella también a golpear la pared para comunicarse. -¡Shura!
-¡Seguimos juntas! ¡Siii!
-No hay muro que nos pueda separar, -aunque Kora no decía lo mismo hace escasos tres segundos... -¡Ni pared que nos pueda silenciar! UoooouuuOOOOhhh -Kora empezó a improvisar una canción porque sí, porque le parecía bonito y apropiado dejarse llevar por aquella euforia. -Oh-oh-oh caught in bad romance~
Primero se escuchó un portazo del pasillo justo enfrente de sus habitaciones, luego otro directamente del dormitorio de Kora mostrando a un pequeño tornado de coletas rubias que era en aquel momento Neko.
-¡Basta de euforia y escándalo! ¡Coñe ya!
-Oooh-oouuuuh-ouuuh estoy en un romance jodió!! -Shura desde el otro dormitorio continuó improvisando la canción con el mismo ritmo que había marcado anteriormente Kora sin enterarse (de verdad, que Shura esta en la parra) de la que le había caído a la peliblanca por parte de la rubia.
-Esta también... -Neko frunció el ceño y salió corriendo a la habitación de al lado seguida por Kora para justo ver como había abierto y se había lanzado contra la chica en pleno placaje sobre la cama de esta para obligarla a callar.
-Son como niños... -Kora desde el marco de la puerta se abanicó con la mano poniendo pose de chica madura, negando al mismo tiempo con la cabeza con gesto maternal.




La tontería del insomnio en Balamb presenta:
La hora del almuerzo (comer e ir al baño es lo que más se hace en esta vida, pero para una escena social aceptamos mejor lo primero que lo segundo. Salvo que seas romano, claro. Un besito para todos los romanos. *Marco Bruto, cuchillo en mano* -Y otro para ti Shura.)

Hora del almuerzo del último día para recoger y trasladarse de dormitorio.
-No de verdad, YO necesito ayuda para terminar de recoger mis cosas, mírame, -Dante se señalo la cabeza donde tenia una venda rodeandole la frente mientras hablaba con algunas de las compañeras Seed que como él habían sido ascendidas hace poco. -Me he herido, y he tenido que ir a la enfermería, sangrando y todo, estropeando mi peinado, y...
-El nene tiene pupa. -Kora hizo el comentario mientras le daba toquecitos en la cabeza del mismo modo que se haría para consolar a un perro... pero Dante las tomo a bien poniendo, más si cabe, una fingida pose de dolor sacando el morro.
-Pero tu tienes regeneración, la herida no ha tenido que durar ni medio minuto. -Neko apostillo aquello más acertadamente de lo que las ansias de protagonismo del otro le hubiera gustado.
-¡Pero ha sido medio minuto de intenso dolor!
-Y que vamos... lo de regenerarte no atañe a las neuronas, ¿a que sí?

---Cut *antes de que lluevan tomates.


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #13: June 29, 2017, 03:34:33 PM »
Baton pass ★! /choca esos cinco kiwi

Siguiendo el post de habitaciones de Shura :>



Después de la reprimenda de Neko, Kora decidió seguir con sus cosas. De pie en la puerta de su nuevo dormitorio, examinó bien la habitación. Tamaño decente, bien iluminada y con la cama al lado de la pared. Le parecía justo y apropiado para ella (ignorando que el resto de dormitorios estaban igualmente acomodados), por lo que se dispuso a la parte más importante: colocar todas sus pertenencias.

- A ver...

Habían llevado las cajas que había preparado el día anterior. Con sólo dos días para el traslado, y uno de ellos sin contar por ser precisamente el baile, había tenido que tomarse unas pocas prisas con ello. El contenido de cada caja estaba organizado muy por encima. La ropa con toda la ropa, libros, juegos y CDs todos juntos, aparatos como la consola, el portátil y diversos cargadores en un maletín, el maquillaje y accesorios en neceseres, la decoración en una bolsa que no sabía ni como no se había perdido por el camino, peluches metidos a presión en una sola caja (el Señor Abrazos iba a acabar con el cuello roto), cosas viejas con cosas viejas...

Decidió empezar con lo esencial, y por ello se dirigió hasta la gran bolsa de plástico. Sacó metódicamente sus pósters acumulados tras años comprando revistas, y se dispuso a repartirlos a través de las paredes. El proceso hasta cubrir el setenta y cinco por ciento (aprox.) de la pared de la habitación con sus cantantes preferidos y modelos enseñando abdominales le costó una media hora, pero viendo el resultado, decidió que fue un tiempo bien aprovechado. Bajo la supervisión de elegantes y hermosas divas, como ella, y atractivos adonis, siguió con su tarea.

- Habrá que pegar un repasito a esto.

La habitación era nueva, probablemente habrían abierto la planta hacía poco o incluso la estarían estrenando las nuevas graduadas Seed. Probablemente el personal de limpieza había pasado poco antes de que les dieran las llaves, aunque Kora podía distinguir una fina capa de polvo sobre la madera de los muebles. Como el destino tendría que esforzarse más si quería pillarla desprevenida, buscó en sus cosas hasta encontrar un pañuelo, atándoselo a la cabeza para que el pelo no le molestara tanto, y luego sacó de una caja un plumero desplegable que había preparado.

Empezó pasando el plumero por el escritorio, preparándolo para poner sobre él su portátil y al lado, juegos y CDs. Lo siguiente fue la estantería, anotando mentalmente conseguir otra cuanto antes, y dejó allí los libros que había traído. Novelas profundas y de gran contenido, tales como "El beso del príncipe", "El príncipe a través de la noche", "El príncipe que vino del frío", entre otras como la saga de Highlanders que le regaló Shura por su cumpleaños o los manuales de yoga y pilates.

- Yo que soy tan guapa y artista... - Empezó a canturrear una de sus canciones preferidas, sobretodo por lo identificada que se sentía con la letra.

Los peluches cayeron sobre la cama, después de que tirara de las sábanas y sacudiera la almohada, como una lluvia de felpa, quedando en un orden natural. Dejó el contenido de su joyero en el escritorio también, maldiciendo interiormente a quien fuera que no le había traído aún el espejo de su habitación. El maquillaje fue repartido en el armario del baño, donde fue parar también el secador y los cepillos que tenía.

- ...Yo que me merezco un príncipe o un dentista...

Ordenó la ropa con una perfección que habría hecho palidecer de envidia a la subdirectora Franziska, especialmente por el poco tiempo que le costó teniendo en cuenta la cantidad que era, tal era la afinidad de Kora con la moda. Y así, sólo le quedaba una última cosa por hacer.

La caja con cosas viejas había sido colocada al lado de la cama, y Kora prefirió acomodarse en el suelo para poder abrirla y repasar su contenido con calma.

Efectivamente, dentro había cosas que ni siquiera recordaba que existían. Todo a lo que no le había encontrado un lugar en su habitación pero no había tenido corazón para tirar a la basura desde que entró al Jardín, tres años atrás, había ido a parar a aquella caja. Abrirla iba a ser como un viaje en el tiempo, y ya casi empezaba a sentirse melancólica a pesar de que apenas la había abierto.

Primero sacó una foto enmarcada con sus padres y Graham de un día que fueron a la feria. Pasó los dedos por el rostro de la mujer, enmarcado por su precioso pelo negro, imaginando lo orgullosa que se sentiría al verla graduada como Seed.

- Qué guapa era mamá... menos mal que he salido a ella.

Aquella vez sí le encontraría sitio. Decidiendo que la colocaría en la estantería, la dejó en la cama temporalmente para ponerla bien luego, y siguió buscando en la caja. Sacó un par de muñecos y joyería que ya no usaba, y lo siguiente que volvió a llamar su atención fue un papel doblado que contenía una conversación escrita entre ella y Yuri de un día que estaban aburridos en clase. Sonrió mientras la releía, recordando aquellos días que parecían tan lejanos en aquel momento, y la volvió a doblar antes de dejarla junto a las otras cosas descartadas.

No había demasiadas cosas dentro, y pronto pudo ver el fondo de la caja. Y entonces, justo debajo de una muñeca de tela que había hecho ella misma, lo encontró.

Sus manos temblaron, y casi no consiguió hacer que sus dedos rodearan la cajita de cartón de colores un poco desvaídos por el tiempo. Habían pasado años desde la última vez que lo viera, pero el recuerdo había permanecido como una huella imborrable en su corazón. La alzó en alto, varios centímetros por lo alto de su cabeza como si fuera a iluminarla. Y la voz de su hermano resonó en su cabeza.

"Hace ya mucho de eso, lo habrás perdido. No creo que esté ahí ya."

Princess Debut había sido un juego para una consola portátil que Kora tenía cuando era una niña, el cual narraba las aventuras de una joven que inesperadamente descubría que era una princesa y debía, además, escoger entre los apuestos pretendientes que acudían a ella atraídos por su belleza y encanto. Kora había conseguido desbloquear todos y cada uno de los finales, y aunque creció y dejó aquella consola de lado una vez surgió la nueva generación, el juego siempre había permanecido en sus recuerdos. Había sido, además, el regalo que Graham le había hecho por su décimo cumpleaños.

No estaba segura de cuándo había perdido de vista el juego, pero aparentemente había sido al llegar ella al Jardín, y ya no importaba. Lo había encontrado.

- Oh, Graham... - Apretó la caja contra su pecho, abrazándolo mientras emitía un agudo gemido que parecía casi un ultrasonido, y se levantó de un salto. Kora no se sentía eufórica, era la euforia misma en persona. - ¡Sí que está! ¡¡SÍ QUE ESTAAAAAAAAAAAAAAAÁ!! ¡¡AAHH!!

**

Convencer al Comandante del Jardín de Balamb de que dejara de hacer avioncitos de papel para lanzarlos por la oficina y se pusiera a terminar el papeleo era un trabajo que Apollo Justice pensaba que no le correspondía a él. Al menos no con el sueldo que le pagaban.

- Comandante Aker, por favor, es necesario que de el visto bueno a el presupuesto para aumentar el arsenal de rifles de asalto. - Insistió Apollo, con los documentos en la mano. Graham, mientras, doblaba la punta del avión que minutos antes había sido el informe de una misión.
- ¿Y eso no lo tendría que hacer la dirección?

Apollo resistió el impulso de echarse a llorar al recordar lo frustrante que había sido intentar hablar con el director del tema. Al menos el Comandante estaba despierto. Aprovechando aquellos segundos, Graham lanzó el avión de papel al aire... el cual fue a estrellarse justo en la amplia frente de Apollo. El Comandante pareció divertirse por unos momentos para volver a su expresión de aburrimiento infinito.

- Busca a otro que te lo firme. - Dijo Graham, con un movimiento de mano. - O fírmalo tú.
- ¡Yo no puedo, señor! - Replicó Apollo, horrorizado. Ante la respuesta, Graham bufó, exasperado. - Por favor, no va a ser tan duro. Tan sólo es leerlo, coger el bolígrafo y-

La puerta se abrió repentinamente, estampándose contra la pared y haciendo temblar todos los cuadros que había colgados e impidiendo que Apollo llegara a recitar el tercer paso de la difícil tarea que era firmar documentos. En la oficina entró con zancadas largas y rápidas la joven hermana del Comandante al grito de 'SÍ QUE ESTÁ', con tal potencia que casi hizo que las Cuerdas de Acero de Apollo se sintieran ligeramente ofendidas.

- ¡¡Graham!! - La chica puso las manos sobre la mesa del Comandante, y apoyándose en ella dio unos saltitos. - ¡Graham, sí que está!
- ¿El qué?

El Comandante parecía mucho más entusiasmado con lo que fuera que su histérica hermana tuviera que decirle que con su tarea. Probablemente no le interesara mucho lo primero, pero no iba a renunciar a una excusa para distraerse. Y su atención era más que suficiente para la chica.

- ¡¡Princess Debut!! - Kora extendió los brazos, plantando la caja de un videojuego antiguo frente a la cara de su hermano, que lo empujó un poco con la mano para verlo bien. - ¡Lo he encontrado en la caja de cosas viejas! ¡Ni siquiera sabía que estaba ahí! ¿Te acuerdas, hermano?
- ¿No te lo regalé yo?
- ¡¡Sí!! ¡Y dijiste que lo habría perdido y que ya no estaría! ¡Pero sí que está! ¡Sí que está, Graham!

La euforia de la chica no duró demasiado, porque el restallido del látigo de la subdirectora anunció su llegada a la escena, previamente advertida por el furioso resonar de sus tacones que habría podido ser escuchado de no ser por los gritos de Kora.

- ¡¡Kora Lionheart!! ¿¡Es que nunca podremos tener un día perfecto!? ¿¡Qué significa esto!?

Apollo hundió la cabeza entre las manos. Tenía la sensación de que iba a acabar siendo él quien pagase los platos rotos, como solía ocurrir en aquella casa de locos que era el Jardín de Balamb.

Horas mas tarde, mientras la amable enfermera de cabellos cobrizos curaba las marcas de latigazos en su espalda, comprobó que estaba en lo correcto.


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #14: June 30, 2017, 10:57:03 AM »
Traigo esto! —tose un pulmón radioactivo— eh.. no, eso no, ésto otro lleno de letras \xvxU







Raiko había llegado al dormitorio femenino del Jardín hacía apenas diez minutos. Lo único que llevaba consigo era el equipaje de mano y el petate, de donde colgaba bien protegido con su bolsa el traje que su instructora le había regalado con motivo de su ascenso a Seed. Su otra maleta, así como el baúl que otra muchacha que también se trasladaba desde el Jardín de Invernalia había dejado a su cargo para aquel viaje, los había dejado en la recepción del Jardín, después de asegurarse que estaban bien señalados como de su propiedad y aún así sin llegar a fiarse del todo, a la espera de que la trasladaran a la habitación que le sería entregada la mañana después del Baile.
 
El edificio era grande y estaba bien equipado, no en vano lo habían construido hacía pocos años, y por el número de habitación que tenía impresa su llave podría jurar que habían abierto una nueva planta para las recién graduadas Seeds. Eso o había tenido suerte en el reparto. Le gustaba tener las salidas cerca, aunque en casos extremos siempre podía usar la ventana.
Fue por eso mismo que lo primero que hizo al entrar al cuarto había sido llenar sus pulmones con los olores que le esperaban en él, certificando así que era, como había pensado en un principio, de primer uso. Después se fue directa hacia la ventana para abrirla y mirar lo que había debajo de ella.
 
—Un árbol. —sonrió un poco estudiándolo en más profundidad— Bien, me gustan los árboles.
 
Eran buenos para acolchar una caída, daban buen cobijo durante tormentas, mientras no fueran eléctricas, y se podía trepar a ellos para tener un momento de paz, a menos que Gaudy descubriera su escondite. Aquel rubio trepaba demasiado rápido, teniendo en cuenta su masa muscular. Y algunos hasta daban fruta comestible o proyectiles para su querido tirachinas.
 
—Que sea una morera... —susurró— O un castaño. Las castañas tienen el tamaño perfecto para lanzar...
 
Y además eran lo suficientemente resistentes como para soportar el impacto contra la dura cabeza de su compañero de equipo sin romperse. Y asadas sabían tan bien... Las castañas eran espléndidas.
 
—Eso, mejor que sea un castaño... —arrugó la nariz antes de echarse hacia atrás para contemplar las vistas en su totalidad— Hmnn. No está mal.
 
Su habitación daba al patio interno del dormitorio, pero estaba en el último piso. Dicho patio interior era amplio y tenía un jardín con una fuente más bien grande en el centro. Zonas de césped, bancos, árboles, arbustos y alguna que otra comodidad más. El jardín interior estaba abierto a todos los públicos, no así el edificio en su totalidad.
Tendría que explorarlo más tarde. Aún se tenía que acostumbrar a ese tipo de ciudades modernas, y a Balamb en concreto. De alguna forma estar allí le hacía añorar un poco más su hogar.
 
Raiko agachó un poco la cabeza, localizando su equipaje con el movimiento. Volvió a levantar el mentón y expulsó el aire de sus pulmones por la nariz con fuerza. Era hora de deshacer la maleta.
 
Tuvo que hacer un considerable esfuerzo para levantarla a peso y ponerla encima de la cama, pero abrirla no fue tanto problema como moverla. Se rascó la parte trasera del cuello mientras miraba toda la ropa apilada. Tampoco tenía tanta, pero Jean le había obligado a llevársela toda.
 
«Una nunca sabe lo que puede pasar.»
 
Antes de sacar nada de su sitio, Raiko se dirigió al armario empotrado y lo abrió de par en par. Se llevó la agradable sorpresa de encontrar perchas nuevas de madera esperándole. No pudo evitar tocar una con el índice y hacer fuerza hacia abajo para verla balancearse de un lado a otro.
 
—Je, je... —se rió bajito, sintiéndose demasiado infantil para la edad que tenía.
 
Sacó la lengua al tiempo que se encogía de hombros y agarraba una muñeca con la otra mano en la parte trasera de su cuerpo. Se giró, andando a pasos largos hacia la maleta, para empezar a colocar la ropa en su sitio. Pero después de levantar el primer pantalón vio algo que hizo que su sonrisa se le congelase en los labios.
 
Raiko apartó un jersey que estaba en el camino y acarició el cristal del portaretratos, delineando el rostro pintado de su padre. Sacó el objeto de la maleta y lo agarró por el marco con las dos manos. Anduvo hasta el escritorio y dejó caer los brazos poco a poco, sin apartar los ojos del rostro serio de Sturm.
 
—Padre... —murmuró— Papá.
 
Un grito inesperado procedente de alguna de las habitaciones vecinas le hizo dar un pequeño salto. Parpadeó confundida.
 
—Creo que no vamos a tener mucha paz aquí, padre... —suspiró mientras le sonreía a la pintura.
 





—Desde luego... —se quejó Neko mientras cruzaba los brazos y fruncía los labios, echando su cuerpo un poco hacia delante. Una de sus coletas resbaló desde su hombro hasta mantener una posición vertical delante de su pecho— Siempre igual.
 
Suspiró cansinamente con aire de resignación, frotando el pómulo derecho con la yema del dedo índice y pivotó sobre su pie izquierdo, dándose la vuelta para volver directa a su habitación. En ese momento estaba rememorando su vida para ver por cual de sus pecados el Karma había decidido que su cuarto iba a estar frente al de Kora. Preveía noches de histeria mientras oía a la otra Seed gritar de emoción cada vez que conseguía un logro en un juego o mil posibilidades más.
Abrió los ojos un paso después sólo para sorprenderse al ver que la puerta que quedaba en frente estaba abierta.
 
—Oooh... —pronunció estirando la sílaba mientras ladeaba la cabeza.
 
Cuando había llegado, hacía unos veinte minutos, aquella puerta estaba cerrada y no había oído ruidos.
 
—Así que tengo vecina... —murmuró entre dientes, acercándose despacio y con la curiosidad reflejada en su rostro.
 
Sus pasos fueron cortos y ligeros. Se asomó por el hueco entre la puerta y la pared, pudo ver movimiento en el interior, así que pegó el cuerpo a la puerta y parpadeó, fijando los ojos en la figura que cambiaba el peso de pie frente a un escritorio. Tenía el pelo rojo. Neko sonrió de forma inconsciente y pensó que era ligeramente más oscuro que el cabello de Fujimiya.
 
Levantó un poco el puño y llamó dos veces seguidas a la puerta con los nudillos. La pelirroja se giró con los ojos entornados y una expresión fiera en sus facciones. Neko parpadeó otra vez.
 
«Oh.» volvió a pensar mientras le dedicaba una sonrisa pequeña pero amable. Neko no se asustaba de las caras de par de mañana de Ikki, no era tan fácil interponerse entre ella y su misión.
 
—Hola. —dijo mientras levantaba la mano abierta y ponía la otra sobre su cintura para inmediatamente señalar hacia su derecha— Estoy en la habitación de al lado, he visto la puerta abierta y he pensado en saludar. No nos conocemos, pero te vi en el baile ¿De dónde eres?
 
Detuvo su perorata y palmeó su falda para alisar la parte de delante. Volvió a sonreír.
Puntos suspensivos respondieron a su pregunta.
 
«Quizás he hablado demasiado...» pensó con cierto tono interrogante.
 
La pelirroja abrió los ojos y su mirada cambió de desconfiada a seria. Y después a un tanto indecisa.
 
—Mi nombre es Raiko Brightblade —se presentó de manera formal mientras dejaba un retrato sobre el escritorio.— Vengo de Ikea.
 
Neko sonrió más animada y dio un par de pasos dentro de la habitación.
 
—Ah, perdona mis modales, no me he presentado primero.—habló la chica con voz cantarina, poniendo una de sus manos encima de su pecho para señalarse— Yo soy Neko Kurai. Soy de Balamb, de siempre. ¿Has estudiado en el Jardín de Invernalia, verdad?
 
Raiko parpadeó, sorprendiéndose de que la chica no le preguntara donde carajos quedaba Ikea, como la mayoría de gente extranjera solía decir. Ser un reino pequeño, protectorado de Invernalia, el país menos desarrollado tecnológicamente de toda Eulántica y estar situado en un rincón del mundo entre escarpadas montañas y playas verticales no era la mejor publicidad para su país de procedencia. Pero al menos sus dos vecinos más allegados sí que sabían donde quedaba el sitio.
 
—Hmn, sí. —terminó por responder la pregunta después de salir complacida de su sorpresa— Estudié allí hasta graduarme.
 
Neko irguió la cabeza. Había oído historias sobre el Jardín de Invernalia de boca de Loli. Prince había ido directo a Balamb, así que no tenía mucha información que le pudiera contar sobre el otro Jardín para apaciguar la curiosidad natural que Neko sentía acerca de casi todas las cosas existentes.
 
—¡Oh, que guay! —exclamó mientras se dirigía hacia la cama sin sábanas— ¿Te importa si me siento? ¿Y es muy diferente? Nunca he estado en Invernalia, pero mi compañero de equipo... bueno, uno de ellos, es de un pueblecito de cerca del Muro. ¡Me gustaría ver Invernalia algún día! Ikea también, claro. Y Smarthia... e Ilatia... con esos acentos... ¡y lo que no son acentos! Apúf.
 
Neko rió agudo y entre dientes y se abanicó con una mano, ya sentada en la cama de Raiko. Desde luego, Neko era muy sociable cuando había pelos rojos por en medio. Tal vez demasiado sociable.
 
Raiko abrió mucho los ojos mientras sonreía, estática en su lugar. Tantas palabras, y encima en un idioma extranjero, la habían dejado presa de un momentáneo aturdimiento. Se vio en la tentación de preguntar “¿Eh?”, pero decidió callarse. Neko había tomado aire otra vez para seguir hablando cuando otro par de golpes en la puerta la callaron. Las dos chicas se giraron a la vez, justo a tiempo de ver como la carita de Shura se asomaba por la puerta con sus dos moños correspondientes.
 
—¡Hola, Neko! —saludó— ¿Es tu habitación?
 
Neko negó con la cabeza y señaló a Raiko, que levantó una ceja a su vez.
 
—Ah, oh. —dijo la recién aparecida mientras entraba solo un paso en la habitación, saludando animadamente— ¡Pues hola! Yo soy Shura, me ha tocado la habitación de enfrente.
 
Raiko levantó la mano para saludar de vuelta.
 
—Ella es Raiko —dijo Neko levantándose, señalando a la pelirroja como una asistente del presentador de turno señalaria la puerta número tres y añadió— es de Ikea.
 
Shura se encogió de hombros y dio una pequeña palmada a la altura de su vientre.
 
—Qué bien. ¿Y qué te parece Balamb? —preguntó Shura con cortesía genuina.
 
Raiko miró de la rubia a la castaña y de vuelta otra vez. No parecían malas chicas y Jean le había hecho prometer que haría amigos en Balamb. Al menos podría decirle a su instructora que lo había intentado. Abrió la boca para contestar. Un gemido alto y fuerte se oyó en todo el ala de los dormitorios femeninos.
 
Después del grito desgarrado que había inundado sus oídos, Shura se había reído ligeramente y Neko había rodado los ojos. Raiko simplemente había decidido que, según sus reacciones, aquello iba a ser relativamente normal de ahora en adelante. Así que tomó nota, al menos mentalmente.
 
—No te preocupes —habló Shura—. Esa era Kora, no tardarás en conocerla.
 
—Sí, seguro que no tardarás nada en conocerla... —añadió Neko, sin darle muchas esperanzas a Raiko de futura tranquilidad y agregó con una sonora palmada— ¡De todas maneras! ¿Te han enseñado ya el Jardín?
 
Raiko dudó sobre si era mejor contestar sinceramente o simplemente no hacerlo.
 
—Pues... —empezó.
 
—¡Ueah, podríamos enseñárselo nosotras! —dijo Shura, dando un golpe con el puño derecho en la palma izquierda— Total, no tenemos nada mejor que hacer.
 
Neko asintió, dándole la razón a la castaña. Raiko se llevó la mano a la sien, su estación meteorológica mental predijo fuertes dolores de cabeza durante las próximas horas.






Yuri se estaba rascando la cabeza, deshaciendo de forma natural su peinado a lo loco y bostezaba con la boca abierta. Mientras tanto, Dante se agarraba el flequillo con los dedos, alisándolo y dejándolo caer encima de sus ojos. Suspiraron a la vez.
Dante se llevó la mano a la parte baja de la espalda, arqueándola para poner unos cuantos huesos en su sitio. Se oyó un ruido hueco con toda claridad.
 
—Ay... —pronunció lastimeramente.
 
Yuri le palmeó la espalda para instarlo a caminar los pocos pasos que les separaban de la cafetería. Aún no habían hablado desde que se habían encontrado en el rellano de la escalera. Un golpe aquí, otro allá, un agarrón de culo... eran gestos más que suficientes para darse los buenos días. Y más cuando la resaca y el sueño aún hacían presa de sus cuerpos.
Dante comprobó el sabor de su boca, necesitaba algo para comer y lo necesitaba pronto. Unas cuantas mini-pizzas podían hacer el papel de desayuno, junto con un refresco.
 
Yuri cabeceó hacia una mesa vacía y Dante afirmó, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Mientras andaban lentamente hacia allí, una especie de recuerdo asaltó su cerebro y se llevó los demás pensamientos por delante. Dante parpadeó confuso.
 
—Oye Yuri... —empezó— Anoche soñé que nos follábamos a Prince.
 
Yuri lo miró extrañado. No por el contenido de su sueño exactamente, si no porque a él eso le sonaba de algo.
 
—Pues yo... —titubeó rascándose la oreja y haciendo memoria— Yo soñé que Prince tenía tetas.
 
Yuri formó sendos cuencos con las manos, acercándolas a su pecho para dar más énfasis a la frase. Dante empezó a reírse y apartó una silla de la mesa de la cafetería que habían elegido para sentarse.
 
—Tío, estás muy necesitado. ¿Quieres que te ayude?
 
El tono sugerente de Dante sólo hizo que Yuri le mirara de reojo y sonriera de costado.


 
« Last Edit: February 17, 2018, 09:28:26 AM by Airin »

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~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~