Author Topic: SeeDs in the Garden – revival  (Read 52002 times)


Airin

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #90: November 30, 2023, 05:59:58 PM »
Más gente! Iconos otro día porque no tengo fotos de loros(?) :_D Ain't nobody mess with Django, call me Django







—¿Estás segura de que puedes hacerlo? ¿Tú sola?

La mujer ladeó la cabeza haciendo que sus rizos rubios bailasen bajo la gorra.

—Si no estás de acuerdo con los plazos o el presupuesto estás en tu derecho de llevar el coche a otro taller y que busquen recambios, no tengo ningún problema por que quieras pensártelo.— dijo encogiéndose de hombros con una sonrisa amistosa y señalando uno de los carteles que colgaban de la columna junto a la puerta.— Ya sabes cuáles son mis precios.

El tipo rezongó entre dientes, recogió los papeles del mostrador y salió como si estuviera perdonándole la existencia al universo.

—Bueno ya veremos.

—¡Cuidado con la rampa encanto! —avisó Cindy sin girarse a mirar media milésima de segundo antes de oír un gritito agudo, un ruido sordo pesado y una ristra de maldiciones.

El loro que hacía las veces de mascota del taller canturreó un estribillo de los que solía sonar en la radio con vocecilla aguda como si estuviera respondiendo con una burla. Cindy tampoco habría jurado que no era así, el condenado pollo de colores había entrado un día al taller como si el mundo fuese suyo, se había subido al mostrador y había robado una hoja de lechuga de su hamburguesa con todo el descaro delante de sus narices. Y cuando la rubia había agarrado al bicho con los guantes puestos y por lo tanto inmune a los picotazos, éste había tenido la desvergüenza de graznar “permisito~”.
Al final Cindy había consentido en dejarlo apropiarse del espacio porque verlo bailar y cantar con la radio era mejor entretenimiento que el circo, tenía mejores modales que la mitad de los clientes no habituales que entraban por la puerta, y cuando revoloteaba por los alrededores había cogido la costumbre de repetir la misma melodía cuando había visto policía rondando.
Varios comercios de alrededor ya sabían estar atentos cada vez que oían al loro del taller canturrear “Si quieres huir, huye, nadie se mete con Django, llámame Django”. Y efectivamente con ese nombre se había quedado.

—¡Django! —llamó Cindy con una arandela de metal en la mano. El loro ladeó la cabeza desde su percha imitando la misma forma en que lo hacía la rubia, observando la pieza brillante con ojillos curiosos.

—Guaaaaapa. —graznó el animal zalamero, emulando el sonido de un beso de abuela.— Mwaaah!

La mujer rió y lanzó el aro por los aires como si fuera un frisbee, y el pájaro se lanzó a toda prisa atrapando la pieza en pleno vuelo. No podía tener perros en el taller, pero la bola de plumas también sabía ser adorable a veces.

Se echó un trapo a la espalda y volvió a la motocicleta que había estado despiezando hasta hacía un rato. Por un lado no estaba segura de querer saber qué tipo de maltrato había recibido la pobre máquina para acabar en ese estado, por otro le quemaba la curiosidad de saber hasta qué condiciones podía resistir y todavía seguir funcionando. Porque ahí estaba la miga del asunto, sin demasiadas reparaciones aún podría salir a correr con ella. Era una belleza y una mala bestia a partes iguales.

Cindy se llevó las manos a su cinturón de herramientas y como si fuera un pistolero de los de las películas desenfundó una llave distinta con cada mano, haciéndolas rodar y dar la vuelta entera entre sus dedos, apuntando hacia la moto.

—Vamos a ver eso que gotea. —dijo estirando una pierna y enganchando la pata de una banqueta con el pie atrayéndola hacia ella.

Aflojó varias roscas con la llave de tubo y garabateó un diagrama en su libreta antes de desconectar varios cables de colores de función dudosa. Le pareció oír el eco de un gorgoteo y se paró a escuchar.

—Hm, aquí hay algo que no termina de… —por si acaso revisó otra vez que no hubiera contacto de ningún tipo y el paso del combustible estuviera completamente cortado.

Golpeó rítmicamente con los nudillos contra el metal del motor, prestando atención a las reverberaciones que podía percibir. Algo no sonaba como debía pero no tenía claro qué de todo era. Siguió desmontando partes con cuidado hasta que sin darse cuenta chocó la llave sin querer contra el tanque y volvió a escuchar el ruido que le intrigaba.

—¿Huh? —pegó de nuevo suavemente, pasando la mano por el metal hasta donde parecía que llegaba el nivel de combustible. Y lo repitió. El tono del eco que salía de la cámara no correspondía con el tamaño del tanque para la cantidad de líquido que supuestamente tenía dentro.— Qué demonios.

En un arranque de sospecha Cindy rascó la pieza con la punta de un destornillador, intentando levantar el transfer de vinilo que decoraba la carrocería de la moto. Consiguió despegar una esquina y haciendo fuerza estiró llevándose casi la mitad de la pegatina. Y ahí en medio había una hendidura que se extendía a lo largo de la parte inferior del tanque, como si hubiesen soldado una ampliación. Pero en vez de dar más capacidad al tanque y tapar la reparación, lo que habían hecho era ocultar dos cámaras separadas.

Nadie se mete con Django, llámame Django~ —oyó que canturreaba el loro de fondo.

Como una exhalación Cindy separó el tanque por completo, lo metió en su taquilla tras un carro de herramientas, y echó la toalla que colgaba de la puerta sobre el cuerpo de la moto.

—¡Buenos días guapa! —saludó un agente de la cuestionable ley asomándose a la puerta del taller.

—¡Hola encanto, que vaya bien el día! —respondió la rubia con una amplia sonrisa mientras barría.

¡Mwaah! —graznó el loro desde el mostrador meneando la cabeza arriba y abajo.


.

~      H e g o a k    e b a k i    b a n i z k i o,    n e r i a    i z a n g o    z e n,    e z    z u e n    a l d e g i n g o.       ~
~      B a i n a n    h o n e l a,    e z    z e n    g e h i a g o    t x o r i a    i z a n g o,      ~
~      e t a    n i k    t x o r i a    n u e n    m a i t e.       ~


Kora

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #91: December 31, 2023, 03:19:43 PM »
Poloflash time



- ¡Kora!

La chica levantó la cabeza de golpe, haciendo que su melena rebotase sobre sus hombros. Kora parpadeó, extrañada de encontrarse durmiendo sobre su pupitre de clase.
Se oyeron algunas risitas, pero la tos seca de Francisca las calló rápidamente.

- Kora Lionheart, ¿tienes alguna excusa para quedarte dormida?

- Uh... - empezó a decir Kora, mirando de reojo hacia Yuri para ver si su amigo le facilitaba alguna excusa, aunque él solo se encogió de hombros. - Pues tenía sueño, porqué... Ayer me quedé estudiando hasta tarde.

Francisca levantó una ceja, sin creerse la excusa, pero empezó a pasearse por el frente de la clase en vez de seguir mirándola fijamente, lo que Kora contó como una victoria.

- Sólo tienes que aguantar diez minutos más, podrás dormir todo lo que quieras después. - Francisca Von Karma se paró en seco y se giró como si fuera un soldadito dentro de una caja de música. Y sonrió, algo aterrador si preguntabas a la clase. - Después de todo ya empiezan las vacaciones de Invierno.

Kora le sonrió de vuelta, confiada por que su pequeña actuación había funcionado. Francisca volvió al discurso que les estaba dando antes de que acabasen las clases por ese semestre.

- Y recordad que la seguridad prima ante todo. Ya sé que muchos de vosotros empezáis a acostumbraros a vuestros poderes, pero no todos los tenéis bajo control. Así que está estrictamente prohibido practicar fuera de clase. ¿Entendido?

- ¡Sí, directora Von Karma! - canturreó la mayoría de la clase, algunos con más entusiasmo que otros.

Kora aprovechó el ruido para suspirar y vio de reojo como la mesa de Sol estaba iluminada desde abajo. ¿Eh? La de Ikki también. Por lo visto se habían tomado al pie de la letra lo de solo usar sus poderes durante las clases y estaban viendo quién podía hacer la bola de fuego más grande sin que los profesores se percatasen. ¿Por qué no la habían tenido en cuenta? ¡Já! ¡Ella era la mejor de su curso en cuanto a controlar fuego se refería! Así que se unió a la competición.

A falta de nueve minutos para que las vacaciones de invierno dieran comienzo, la clase explotó.

- ¡Kora!

Kora levantó la cabeza de nuevo, recién despertada de lo que había parecido ser una pesadilla.

- Kora Lionheart, ¿tienes alguna excusa para quedarte dormida?

Kora parpadeó, confundida pero aliviada porque la clase no hubiera explotado. ¡No había puesto esfuerzo en su outfit del día para nada!

- ¡Señorita Lionheart! - gritó la directora Francisca y Kora sonrió con encanto.

- Algo no me ha sentado bien en el almuerzo, lo siento mucho, directora.

Francisca entrecerró los ojos, pero la dejó en paz y continuó con el discurso.

- Y recordad que la seguridad prima ante todo...

Fue el turno para Kora de entrecerrar los ojos y miró el reloj que había detrás de la mesa del profesor para mirar la hora. Once minutos para que sonase la campana. A once minutos para que sonase esa campana de libertad, un gas empezó a entrar por debajo de la puerta y algunos de los alumnos se alarmaron, aunque la directora les dijo que no había nada de lo que preocuparse. Ni diez segundos después, Kora se agarraba la garganta sin poder respirar. Y se despertó.

- ¡Kora!

-¿¡Qué!? - gritó levantando la cabeza del pupitre, de hecho acabó levantándose toda ella entera. - ¿¡Qué está pasando!?

Francisca se echó un poco hacia atrás, extrañada por la reacción de Kora y se arregló un poco el cuello de la camisa mientras carraspeaba.

- Señorita Lionheart, vuelva a su asiento.

Kora se dejó caer en su silla y escuchó como Francisca Von Karma volvía a repetir las mismas palabras por tercera vez.

-Y recordad que la seguridad...

Kora se quedó mirando la pizarra fijamente. No sabía qué estaba pasando, pero estaba segura de que iban a volver a morir.


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #92: January 31, 2024, 10:10:50 AM »
Me he estado releyendo Balamb y me han dado los sentimientos twt




29. Una clase gratis y te acompaño a recepción

Anew caminaba por los pasillos del Jardín de Balamb mirándose la punta de los zapatos, casi sin ver por dónde iba. Estaba perdida en sus pensamientos, camino al punto de encuentro que había acordado con su príncipe. Después de todo, actuar como su asistente en ese viaje era su cometido y aunque Isaak juraba estar de vacaciones, en realidad tenía muchos asuntos que atender, no sólo la operación de su ojo.
Llegado a cierto punto, Anew se paró y levantó la cabeza y por un momento se asustó al no reconocer donde estaba, algo normal si tenía en cuenta que era su primera visita al Jardín de Balamb.

—Ah… ¿dónde me he metido?

En tu propia cabeza, pensó la mujer, que llevaba unos minutos dándole vueltas a las palabras de su jefe y director.
Diviértete un poco, le había dicho. Diviértete…

Anew suspiró y miró a su alrededor. Los pasillos estaban vacíos y no había ningún cartel con indicaciones cerca. La Seed estuvo a punto de darse la vuelta por donde había venido hasta que, de repente, se dio cuenta. Oía música.
Empezó a caminar en esa dirección y un par de pasos después localizó una puerta entreabierta de la que salían las notas de lo que parecía una de los valses que había oído la noche anterior en el baile. Probablemente habría alguien ahí dentro, ¿verdad? Tal vez podría molestarlos un poco preguntando indicaciones. Sólo necesitaba saber cómo llegar a la entrada del edificio, su punto de encuentro era la recepción después de todo.

Anew se quedó parada frente a la puerta durante unos segundos antes de coger aire y asomarse despacito. La sala parecía un estudio de baile y sólo estaba ocupada por dos personas y un estéreo.

Las dos figuras en la sala daban vueltas y vueltas, siguiendo grácilmente el ritmo del vals. La verdad es que era uno de los más rápidos que había oído, pero ninguna de las dos personas fallaron ni un paso.
Anew entró un poco más en la sala, moviendo la puerta para ver mejor. La manera en que se movían a la vez era hipnótica. La armonía en sus movimientos y la facilidad con la que se seguían el uno al otro la tenía embobada.
No pasó mucho tiempo para que la pieza llegase a su fin y con una última floritura, las dos personas se separaron. Él aplaudió hacía ella, que se rió con soltura antes de asentir con la cabeza, manos en la cintura y se volvió a poner en posición para bailar más.

Anew no reconoció a la mujer de pelo negro y corto, ¿pero a él? A él lo podía haber distinguido en una muchedumbre. El pelo castaño le tocaba los hombros y sus ojos verdes brillaban como estrellas en la noche.
Yohji Kudou estaba empezando a levantar los brazos para guiar a su compañera de baile cuando vio malva por el rabillo del ojo.
Antes de tomarla de la mano, se giró hacia la puerta y miró directamente a Anew.

—Oh —dijo, bajando los brazos y acercándose hacia ella—. ¡Hola!

—¿Una amiga tuya? —preguntó la otra mujer, volviendo a poner los brazos en jarras.

Yohji sonrió, con los ojos aún clavados en Anew.

—Eso espero.

—Ah… —consiguió decir Anew, llevándose un puño a los labios—. Perdón por molestar, me iré.

Anew oyó a la otra mujer reírse y la vio agarrando una chaqueta. Parecía estar preparándose para irse.

—No molestas, cielo. Estaba a punto de irme —la chica le dio un par de palmadas en la mejilla a Yohji antes de continuar—. Pórtate bien, mangarrán.

—Oiga, señorita. —se quejó Yohji, aunque se rió mientras la otra le sacaba la lengua y se escabullía entre Anew y la puerta.

—¡Adiós! ¡Os auspicio un buen futuro cercano! —se despidió sacudiendo la mano sin girarse a mirarlos.

—Uh —dijo Anew, parpadeando hacia el pasillo—. ¿Qué ha sido eso?

—Hokuto, ella siempre es así.

Otra canción empezó a sonar y Anew dirigió su mirada hacia Kudou y sus brillantes ojos verde esmeralda. Anew bajó la mirada, asustada por si se quedaba encandilada mirándole como la noche anterior.
Error. Porque la camisa de Yohji estaba abierta y podía ver como una gota de sudor le corría por en medio de sus pectorales y se perdía bajando hacia su abdomen. Anew fue muy rápida desviando la mirada ahora hacia un lado.

—¿En qué te puedo ayudar? —preguntó Yohji, ofreciéndole la mano—. ¿Tal vez en un baile?

Anew Returner solía ser una persona muy profesional, pero se vio poniendo la mano sobre la de Yohji Kudou y segundos después él estaba tirando de ella hacia la sala de baile.

—Te puedo dar clases, ya te dije anoche que soy profesor de baile.

—No sé bailar —confesó Anew, aunque sólo era medio mentira, pero Yohji no tenía porqué saberlo—. Me he perdido, tengo que ir a recepción…

—¿Cuánta prisa tienes? —preguntó Yohji mientras le indicaba a Anew de donde agarrarse y ponía con cuidado su mano en la cintura de ella—. Una clase gratis y te acompaño a recepción.

Yohji apartó la mirada por un momento y Anew se dio cuenta de que estaba mirando un reloj en la pared del que ella no se había dado cuenta.

—No sé ni qué hora es. —se quejó Anew, empezando a balancearse con la música, mirando hacia sus pies porque no quería pisar los de Yohji.

—Las diez menos cuarto, tengo cinco minutos antes de tener que ir hacia la salida —Yohji dio un paso hacia atrás y luego movió el brazo de tal forma que Anew se vio dando una vuelta sobre sí misma antes de volver a agarrarse al hombro de Yohji, acercándose otra vez hacia él—. ¿Qué te parece si me concedes este baile y te acompaño a recepción, hm?

Anew empezó a moverse al compás de Yohji, sin darse cuenta y los ojos brillantes de Yohji le recordaron a las palabras de su director. Diviértete un poco. Sólo eran cinco minutos. Podía permitirse cinco minutos de diversión, ¿no?

Una pequeña sonrisa empezó a florecer en los labios de Anew.

—Bueno, está bien.


Neko

Re: SeeDs in the Garden – revival
« Reply #93: February 29, 2024, 11:27:53 AM »
Hola, vengo a chupar wifi de Airi owo wijijijiji




30. Un gato grande…

Decir que Hiksti estaba nervioso era recalcar lo evidente. Y es que todo su cuerpecito temblaba con la sola idea de acercarse al Furia Nocturna que habían atrapado unos días antes. Pero ni él mismo tenía claro si era por miedo o curiosidad.

—Vamos, chico —le dijo Norge, su padre, con una manaza sobre su hombro huesudo—. Aún no se ha comido a nadie, no creo que empiece por tí.

—Al menos que lo confunda con un pez. —canturreó Ylvie, su hermana, que llevaba un cubo de repleto de pescados que pesaba como tres veces más que ella.

—Si tuviera que confundir a alguien con un pez sería a tí, hija mía, hueles a sardina.

Ylvie se encogió de hombros, caminando a duras penas con su carga, pero feliz como siempre parecía estar.

—No es mi culpa que estén tan ricas.

—Por lo menos podrías comértelas cocinadas… —suspiró Hiksti, reacomodando los bultos que llevaba entre los brazos.

Ylvie arrugó la nariz.

—¿Para qué perder el tiempo? Además crudas están más jugosas.

Norge y Hiksti se miraron por encima de la cabeza de la niña, sin saber muy bien qué decirse. Hiksti acabó hablando primero.

—¿Estás seguro que de mamá no era un dragón?

Norge se encogió de hombros con un gesto muy similar al de su hija.

—Uno nunca puede estar del todo seguro.

Hiksti suspiró otra vez y la familia llegó a un alto, justo delante de la puerta que les separaba del corral donde tenían confinado al Furia Nocturna, uno de los dragones más esquivos y bravos de toda la región. Hiksti notó otro escalofrío recordarle el cuerpo sólo de pensar en verlo cara a cara.

—¡No te preocupes tanto, tato! —exclamó Ylvie, sacando las llaves del cinturón de su vestido naranja y dándoselas a su padre—. Es como un gato grande, ya verás.

—Un gato grande… —repitió él.

—¡Un gato grande! —respondió Norge, abriendo la puerta y dándoles prisa para que entraran ya.

Norge le había asegurado a su hijo que mantenían al animal aislado no porque le fuera a hacer daño a nadie, si no por la animadversión que la gente sentía hacia ese tipo de dragón. Norge no se fiaba de que no hubiera alguien queriendo hacerle daño a la bestia sólo por la mala fama que tenia su raza.

Hiksti se fue derecho a la mesa que había cerca de la puerta del corral y dejó todos los trastos que había venido cargando allí encima, sin orden ni concierto y luego se dio la vuelta, frotándose las palmas de las manos sobre los muslos, sólo para encontrarse un par de ojos verdes enormes mirándole muy de cerca.

—¡Ah! —gritó, pegándose a la mesa e intentando subirse a la misma.

El animal dio un gritito y se echó hacia atrás y todo lo que Hiksti podía ver eran escamas negras reflejando la luz del sol y patas enormes con garras afiladas. No quería ni pensar en los dientes que debían esconderse tras aquella sonrisa aparentemente amistosa.

—¡Furia Nocturna! —dijo Hiksti, consiguiendo subirse a la mesa.

—¡Eres un exagerado! —le gritó su hermana, tirando el cubo al suelo y volcándolo para dejar salir todos los peces que había traído para el dragón—. ¡A comer!

El dragón se dio la vuelta sobre sí mismo dos veces antes de trotar, cabeza y cola en alto hacia la comida. Hiksti se bajó de la mesa y se frotó las manos mientras veía como el dragón le daba la vuelta entera a su comida y se ponía frente al recién llegado. Abrió la boca, levantando las comisuras mientras ladeaba la cabeza.

—¿No tiene dientes? —preguntó Hiksti sorprendido, dando un paso al frente.

Y de repente una buena hilera de dientes afilados apareció en las encías que hacía un momento antes estaban desnudas de dentadura.

—¡Sí tiene dientes! —y dio tres pasos atrás.

El dragón usó esos mismos dientes para empezar a rasgar y engullir los peces que le habían traído para comer.

—¿A que mola? —preguntó Ylvie, poniendo una de sus manitas sobre el dragón, que la ignoró por completo mientras tragaba y tragaba.

—No sé yo qué decirte… —y se giró a preguntarle a su padre:— ¿Está así de entretenido mientras come?

Señaló hacia la mano de Ylvie que estaba palmeando al dragón con fuerza. Norge afirmó con la cabeza y Hiksti corrió hacia la mesa para recoger un metro y unas telas para empezar a trabajar en su misión: recomponer la cola del dragón.

Una vez metido en su trabajo, Hiksti dejó de temblar y empezó a ser el chico competente que su padre sabía que era. Hubo un momento en el que el chaval incluso se puso a horcajadas encima de la cola para acabar de medir bien la aleta que aún le quedaba al dragón, que no paraba de moverla de un lado a otro.

—¡Quédate quieto, desdentao!

El dragón miró hacia atrás y dejó la cola quieta durante dos segundos antes de moverla hacia arriba, haciendo que Hiksti se tuviera que echar hacia atrás. El pobre chico acabó sentado sobre el culo del dragón que empezó a trotar por el corral con una nueva carga encima. Ylvie se empezó a reír mientras Hiksti cerraba los ojos y se agarraba con fuerza a la cola que no paraba de moverse y Norge suspiró.

—¡Chico! —bramó con autoridad. Y tanto el dragón como su hijo se giraron a mirarle—. Vamos, déjale hacer, es por tu bien.

—¿Mi bien? —preguntó indignado Hiksti.

—Le hablaba al otro chico. —aclaró Norge, recibiendo un rodamiento de ojos de Hiksti bien claro.

Norge empezó a rascarle la mandíbula al dragon, que abrió su boca sin dientes y dejar caer la lengua, satisfecho.
Hiksti se dio prisa en acabar la medición y luego empezó a revisar lo que había conseguido sobre la mesa de madera.

—¿Tú estás seguro de que es por su bien? —preguntó Hiksti, oyendo las risitas de fondo de su hermana que parecía estar jugando con el Furia Nocturna como si fuera un gato grande.

—Sin esa aleta no puede volar y no quiero que alguien con prejuicios le haga daño. Los Furia Nocturna comen pescado y no matan a nadie si no les han atacado primero. La gente tiene muchas concepciones erróneas sobre estos animales.

Hiksti paró y miró de reojo a su padre, dejó salir el aire por la nariz y siguió trabajando. Y sin levantar los ojos de su prototipo continuó con su argumento.

—No me refiero a la gente. Lo digo por… los monstruos esos que hay por su zona. Los que encontraron en aquella misión.

Norge arrugó la nariz exactamente de la misma manera en la que lo hacía su hija cuando estaba confundida o enfadada.

—Y por eso tenemos que acabar con esa amenaza antes de soltar a esta amenaza en su medio natural.

Hiksti soltó una risilla desde el fondo de la garganta.

—¿No decías que eran inofensivos?

Norge señaló al dragón y a su hija jugando.

—¡Vamos hombre! ¡Me van a convertir en diabético! ¿Has visto eso? ¡Amenazas los dos!

Y Hiksti volvió a reír. Esta vez bien en alto, olvidando el nerviosismo que le había inundado antes de entrar en aquel corral.