Author Topic: [Oneshot Project] My fic will go on  (Read 7811 times)


Puri

[Oneshot Project] My fic will go on
« Topic Start: December 31, 2017, 10:59:29 PM »
Post que editaré el próximo año para comentarles que aquí dejaremos nuestros fics no acabados blablabla

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Puri

Re: [Oneshot Project] My fic will go on
« Reply #1: December 31, 2017, 10:59:45 PM »
Llegados al salón principal, todos se quedaron maravillados. La decoración era muchísimo más lujosa que el día anterior, pero las lámparas eléctricas no abusaban y daban una iluminación sutil, digna de un evento tan sofisticado como aquel. Dejaron sus abrigos y sombreros en la puerta para luego ser escoltados a una mesa vacía, aunque Charles se disculpó para ir a saludar a su abuela y su casi cuñado Howard… Y por supuesto, a preguntar qué había sido de su dulce prima Sayaka, quien debería de estar ahí para darle el gusto de su primera pieza de baile.

Pero antes que pudieran sentarse, llegó Jean-Jacques, emocionado.

“Isabella… Luces espléndida.”
“¿Isabella? Me temo que me habrá confundido, buen hombre.” Le contestó esta con picardía. “Bajo la máscara, ¿cómo podría saber que soy su amiga?”
“Porque sólo mi querida Isabella podría sonreír como lo hace usted y opacar las luces de este cuarto.” Sayaka aprovechó el anonimato de su atuendo para rodar los ojos al ver a los dos tortolitos. Erik la miró levantando una ceja y Sayaka hizo un gesto de querer ahorcarse. Ambos ahogaron una risa.
“Señor Leroy”, comenzó Erik, cortando la mirada de adoración que se profesaban los otros dos. “Espero que no sea tan descortés de bañar a la señorita Black-Hunter en halagos mientras otra señorita, a la que aún no ha saludado, se encuentra cerca suyo”.
“¡No, no, claro que no!” Se apresuró a decir y miró a la rubia. “Disculpe la descortesía, señorita…”
“Green”, suplió Erik, con una mirada seria. “Es mi sobrina que arribó hoy día con el último grupo de pasajeros”.
“Perdóneme, usted al igual que la señorita Black-Hunter se ve maravillosa”. Tomó la mano que Sayaka le ofreció y se la besó. “Ambas se ven como bellas flores que amanecen con rocío y alegran la vista en una mañana nublada y melancólica de Sandringham…” Sayaka no escuchó el resto de lo que decía el pobre al intentar contenerse la risa con Isabella rodando los ojos detrás de él. Justo en ese momento llegó Charles.
“¿Qué estamos esperando?” Preguntó, sin entender por qué aún no se habían sentado en los asientos vacíos.
“Pensé que esperábamos a la señorita Gracie…”
“Pero señor Leroy”, dijo ofuscado, bajando la voz, “Mi prima se encuentra aquí frente a usted”. Y apenas Jean bajó la mirada con la boca abierta, Sayaka no pudo más y tuvo que abrir su abanico para echarse a reír, gesto que Isabella también imitó. Erik simplemente se volteó, pero se notaba cómo sus hombros temblaban también de la risa.
“¡Isabella!” Le reprendió, completamente sonrojado.
“Tendrás que acostumbrarte”, respondió la chica después de respirar hondo varias veces para calmarse.
“Discúlpame, Jean querido”. Se acercó a la mesa y Charles se apresuró a jalar su silla. Jean hizo lo mismo con Isabella. “Erik comenzó el juego y no pude evitar seguirle la corriente”.
“¿Erik?” Preguntó Charles divertido. El otro le guiñó un ojo.

Los mozos se acercaron ahora a jalar sus sillas para que se sentaran junto a ellas; mientras luego se acercaron otros con bandejas llenas con copas de vino. Una vez se les sirvió a todos, se dejó también en su mesa varias bandejas con pequeños aperitivos.

“¿Pero por qué el disfraz?” Preguntó bajando la voz, aunque ya se hubieran ido los mozos.
“Una máscara no sirve para terminar de borrar una identidad, ¿o sí?” Le respondió Isabella con una sonrisa. “Y el punto de un baile de máscaras es ese. Pero descuida, luego te explico”.
“¿No es esa la señorita Darwin?” Dijo Erik y todos se voltearon a ver a la recién llegada al salón, quien no parecía tener con quién sentarse.
“Oh, alguien invítela, por favor. Su compañía fue muy grata durante el almuerzo de ayer”, apenas Isabella lo dijo, Jean se levantó y alzó su brazo para llamarla. Sayaka hizo lo que pudo para reprimir el gesto de horror al ver esa conducta tan vulgar, pero le tranquilizó ver de reojo que Isabella también hacía el mismo gesto. Todavía tenían que ayudar a Jean en muchísimas cosas antes de dejarlo en libertad en la sociedad. Justo en eso comenzó la música y ambos primos se miraron.
“¿Recuerdas?” Charles sonreía.
“¡Nuestra primera clase de baile!”
“Señorita Green, tiene que concederme esta pieza, por favor”.
“Sí, pero lejos donde no puedan vernos, señor Xavier. Vayan a empezar rumores…”

El mayor le sonrió y tomó su mano. La noche no solo era joven, en ese momento, ella también.

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Puri

Re: [Oneshot Project] My fic will go on
« Reply #2: January 31, 2018, 09:33:54 PM »
“¿Sayaka?” Preguntó sorprendido y echándose a reír junto a ella.
“Para servirlo, Monsieur Malfoy”. La chica le hizo una reverencia y le guiñó un ojo tras su abanico. “Estoy a su completa disposición.”

El baile estaba en todo su esplendor. Ya casi nadie se encontraba sentado en las mesas, bailando animadamente o conversando en los alrededores de la pista, disfrutando de la champaña y del vino, que parecían nunca acabarse.

Sayaka había bailado una pieza con Charles y luego se fue a sentar a la mesa a saludar a la señorita Darwin, quien se encontraba contándole a Erik todo el problema que hubo con su maleta perdida el día anterior y la mala organización del barco, el cual también zarpó tarde del puerto por la pésima comunicación entre la tripulación. Después llegó a unírseles la señorita Darcey junto al señor Talmage-Atwood, a quienes sorprendió con su apariencia y agradeció que no hubieran entendido la broma que les hizo en aquel momento, aunque Charles le pellizcó la pierna por debajo del mantel.

Hablaron un largo tiempo y compartieron algunos chismes del día, cuando llegaron Jean-Jacques e Isabella a saludar, pero mientras Isabella se sentó a descansar, Jean le ofreció su mano a Sayaka y le pidió que le concediera esa pieza, con una gran sonrisa. Al recordar la conversación de la noche anterior, cuando este le ofreció su sincera amistad, la menor aceptó entusiasmada y se levantó, jalándole a él de la mano y llevándole a la pista de baile.

Si alguien le hubiera dicho tan solo un par de días atrás que tendría uno de los bailes más divertidos de su vida con un parlanchín de la nueva burguesía, y católico por sobre todas las cosas, se habría reído de esa persona y pedido a su mayordomo que le expulsara de sus tierras.

De vuelta en la mesa comenzó a debatir con la señorita Darwin sobre Machu Picchu, una maravilla arquitectónica de los antiguos incas, la cual había sido recientemente descubierta por un explorador en sus andanzas por aquel valle sagrado. Sayaka debatía justamente que no se podía hablar de un “descubrimiento” porque los nativos conocían su locación y aún era frecuentada justamente por ellos como zona de peregrinaje religioso, así que “descubierta” realmente no había sido… Pero antes que pudiera seguir hablando de esto, Charles le llamó.

Había llegado el invitado de honor.

“Te ves preciosa”, Scorpius le tomó con una mano de la cintura y con la otra de la mano para unirse al baile que acababa de empezar. Los músicos comenzaron un paso de foxtrot y Sayaka sonrió. Uno de sus ritmos favoritos. “¿Por qué el atuendo?”
“Para escaparme de Howard”, rio. “Una cosa es una máscara, pero no se le ocurrirá posar su mirada en una chica de pelo rubio. Y aunque se entere de que estás aquí, no sabrá quién soy yo.” Comenzaron a bailar rápidamente y se unieron a las risas de los demás, contagiados por el momento.
“Uhm…”, dijo sonriéndole con picardía. “Pero tú no sabías que yo vendría al Titanic, así que algo más tenías en mente al momento de traer una peluca contigo abordo.”
“Como dije, para escaparme de Howard. No te sientas especial, que el orgullo no se le ve bien a nadie.”
“En ese caso no podría soportar mirarte, ¿no crees?” Sayaka se limitó a alzar una ceja en señal de advertencia y Scorpius rio. Sabía que era uno de los pocos a los que la chica le toleraba franquezas, así que no le importó mucho el pequeño enojo.

Terminaron la pieza en silencio y comenzaron otra.

“¿Tan mal lo de Howard?”
“Igual o peor. Ya no tengo idea, ya.”
“Aún podemos escaparnos.” Y sonó tan sincero al decírselo.

Lo peor de todo es que Sayaka lo había imaginado mil y un veces. Escapándose con Scorpius a París, libre de Howard, libre de poder respirar en paz. Con alguien a quien quería inmensamente…

Y completamente pobre. Con un hijo en brazos al que jamás le podría dar algo digno de él, porque su padre no tenía títulos ni tierras más allá de su apellido. Teniendo que sobrevivir de las dádivas de Charles, teniendo que vivir en un departamento pequeño de soltero, encerrada ahí. Soportando los susurros y chismes, en un lugar distinto, lejos de los pocos a los que quería y de sus enemigos que al menos conocía.

Howard era una sentencia en vida, pero esta le dejaba aún algo de dignidad. Scorpius era una libertad con trampa. No era más libre con Scorpius que con Howard.

“Déjate de tonterías”, le dijo riéndose para ocultar la profunda tristeza que la consumía. “Ya encontrarás a una chiquilla parisina que será mil veces más linda que yo y con mejores modales. Nosotras las inglesas no somos más que problemas.”
“Pero no será una princesa.” Sayaka rio.
“No, no lo será. Pero muy princesa tampoco es que yo lo sea.”
“Pues constatémoslo con un viaje a Rusia. Apenas pises el lugar te pondrán la alfombra roja reservada a los zares.”
“¿A una inglesa anglicana? Entonces te pediría que vengas conmigo, un francés católico. Muy lindo nos la pasaremos.” Scorpius rio.
“¿No te dije que estábamos hechos el uno para el otro?” Y la chica, contagiada todavía por el momento, por las risas, por la música, por cómo la miraba su amigo, asintió.

El baile terminó y Scorpius la llevó tomada de la mano hacia uno de los mozos que repartía champaña y ambos tomaron una copa. Sin embargo, no volvió hacia la mesa en la que estaban sentados los demás, sino que se adentró en el salón hasta llegar a un rincón donde no mucha gente pasaba ni prestaba atención. Tuvo un mal presentimiento.

“Dime”, preguntó Scorpius con timidez, pero mirándola fijamente. “Si tuviera dinero, ¿te habrías casado conmigo, Sayaka?”

Se quedó en silencio, con el labio temblándole del miedo que sentía por su propia respuesta y por lo que Scorpius pensaba de ella.

“No es el dinero o los lujos, Scorpius.” Intentó explicar, porque en verdad no era ese el problema. En parte. “Me pides abandonar mi casa, el país en el que nací, a la poca familia que tengo. Y tener que soportar a la aristocracia francesa compadecerme, tener que escuchar nombres que sé que no tienen lugar ni cabida sobre mí. Tener que verlos destruirte.” Scorpius negaba con la cabeza y los ojos cerrados. “¿Cómo quieres que soporte todo ello?” Preguntó desesperada, deseando poder hacerle entender. Scorpius abrió los ojos y siguió mirándola con cariño, haciéndole que doliera aún más.
“Sigues sin responder a la pregunta.”

En silencio, asintió. Porque si Scorpius tuviera dinero… Sí. Sería todo distinto.

Se quedaron en silencio un largo rato, con Scorpius discretamente acariciando su mano con su pulgar sin que nadie les viera. Sayaka no podía alzar la mirada, no se atrevía a verlo, pero al otro no le inmutó en lo más mínimo y siguió sonriéndole y consolándola por ese instante.

“¿Cómo se llama, señorita? Creo que no nos introdujimos antes de empezar a bailar.”
“Alice Green, de segunda clase. Voy a Nueva York a probar mejor suerte.” Scorpius tomó su mano y se la besó.
“Concédame otra pieza, señorita Green. Quiero que esta noche sea nuestra.”
“Sí”, finalmente habló, finalmente lo dijo. “Por favor.”



“¿Señorita Gracie?” Fue un susurro, indeciso, pero ella lo escuchó. Al voltearse, Sayaka vio a Otabek, quien la miraba tratando de corroborar si era ella o no bajo la peluca.

El baile aún no acababa, pero después de bailar por horas, Sayaka ya había tenido suficiente. Sentirse de Scorpius, aunque sea por una noche, había sido bello. Pero no podía quedarse viviendo de sueños imposibles, no. Tenía que volver al camarote de Isabella y calmarse, para pensar en qué diría a Howard llegada la mañana. Al salir del lugar se había quitado la máscara, por lo que no le sorprendió que al valet de Jean le fuera más fácil reconocerla.

“Señor Altin.” Respondió esta, confirmando su identidad y acercándose para poder hablar en ruso y así no les incomodaran. “Espero sea tan gentil de guardarme el secreto.”
“Por supuesto. Pero ¿podría atreverme a preguntarle el porqué de su atuendo?”
“Lo lamento, pero eso no se lo diré.” Sayaka le sonrió divertida. El joven asintió e inclinó su cabeza dando a entender que la conversación quedaría ahí, pero la chica se sentía en muy buenos ánimos como para dejar de hablarle. “¿Está esperando al señor Leroy?” Otabek le miró y asintió.
“En efecto.”
“Me temo que tendrá que esperar más. Isabella está teniendo la noche de su vida, así que dudo que deje ir todavía al buen Jean.”
“Gracias por avisarme”. Sayaka le sonrió, sin saber qué más agregar, hasta que el mismo Otabek sorprendió a ambos al seguir hablando. “¿Ha tenido una buena velada?”
“Ha sido muy satisfactoria y he podido divertirme. Gracias por su interés.”
“No es nada. Esperaba que finalmente hubiera pasado una buena noche.”
“¿Por qué lo dice?” Preguntó extrañada por el comentario.

Ambos se quedaron en silencio. Otabek dejó de mirarla a los ojos, lo que Sayaka recordó que era el gesto que hacía cuando quería cambiar de tema. Anoche había cedido por agradecerle al hombre sus atenciones, pero ahora sentía que la cuenta estaba saldada. No tenía por qué complacerlo más, sobre todo si es que hacía un comentario tan personal como ese.

“¿Qué es lo que piensa?”, presionó.
“Disculpe el atrevimiento…” Dijo con la mirada puesta al frente, hacia las puertas del baile, sin encararla. “Solo me alegraba saberla feliz después de haberla visto tan incómoda durante el día junto al señor Link.”

Otabek se había dado cuenta.

“Señor Altin,” comenzó después de un breve silencio incómodo. “Como le dije, aún falta para que el señor Leroy salga a buscarlo. ¿Sería tan gentil de acompañarme hasta la habitación de la señorita Isabella mientras tanto?” Si su pedido en algún momento sorprendió al otro, este no lo dejó notar. Asintió y con un gesto de su mano le pidió que avanzara delante suyo.
“Por supuesto.”

Ambos caminaron en silencio hacia los camarotes, pero Sayaka aprovechó el ir por delante para cambiar la ruta sin que Otabek pudiera quejarse o sugerir retomar el camino. Siguió sin dar explicaciones hasta que encontraron las bancas donde se habían sentado la noche anterior, que al igual que entonces, se encontraban desoladas.  En esta ocasión, sin embargo, no se sentó en ellas y dio unos cuantos pasos más para cerciorarse que no hubiera personas cerca que les pudieran incordiar. En cuanto estuvo segura, caminó hacia las barandas y se apoyó en ellas, cruzada de brazos. Se volteó hacia Otabek y lo invitó con la mirada a que hiciera lo mismo; después de todo, aún seguía usando la peluca y a nadie le importaría que una donnadie se encontrara tan cercana a un valet.

“Hasta este momento usted ha sido muy gentil y generoso conmigo, por lo que espero que guarde con cautela lo que le preguntaré, ya que no es digno de mi persona. Pero quisiera que me explicara cómo llegó a la conclusión de que me encontraba incómoda junto al señor Link.” Porque Sayaka, hasta este momento, estaba completamente convencida de que había tenido un día exitoso (dentro de lo que podía esperarse) con Howard, y que de ninguna manera su rostro podría haber denotado cualquier tipo de incomodidad. Es decir, si todos sus conocidos con los que habían frecuentado durante el día no habían notado absolutamente nada, un valet como Otabek mucho menos debería de haberlo hecho.
“No es mi intención molestarla…” comenzó, nuevamente evadiendo su mirada.
“Por favor, no me molesta. Dígamelo, sea franco conmigo.” Otabek suspiró.
“En la mañana, el señor Link era quien llevaba el ritmo mientras caminaban y dominaba la conversación, cuando usted es una persona que prefiere llevar siempre el rumbo de los encuentros. Luego en la tarde, cuando la vi entrando a almorzar, miró a la señorita Isabella y luego al señor Link de reojo, aparentando luego que no nos había visto. De lo que he asumido, usted no es una persona que suela esconderse o avergonzarse. Y ayer me quedó muy claro cuánto estima a la señorita Isabella. ¿Por qué no se acercaría a saludarla?”

Uno, dos, tres…

“…Usted tiene toda la razón.” Respondió sorprendida.

Sus miradas volvieron a encontrarse, pero el valet rápidamente volvió a romper el contacto y siguió mirando el mar.

Todo lo que decía Otabek era cierto. Aquella sumisión y nerviosismo eran cosas que no podía controlar, pero que al menos, intentaba reducir para que los demás no creyeran que algo estaba mal. Alguien estúpido como Howard, que no comprendía los sentimientos de nadie, jamás se habría llegado a dar cuenta. Isabella, su mejor amiga, había notado su incomodidad, pero ella estaba al tanto de sus problemas con Howard. Y dudaba mucho que alguien le hubiera contado a Otabek los pormenores de su situación como para que él hubiera hecho tan aguda observación. Por más cercano que fuera a su señor, y por más hablador que fuera Jean-Jacques, dudaba que traicionara la confianza de Isabella.

Y después de ellos, a nadie le importaban los sentimientos de una mujer. Más allá de si sus reacciones servían para alimentar algún rumor que le pudiera hacer daño tanto a ella como a Howard, no importaba qué pensaba.

“Es muy observador, señor Altin.”
“¿No está enojada?” Preguntó tras una pausa.
“Por supuesto que no, sería una niñería el enojarme cuando he pedido la verdad y me la dan.” Otabek asintió y ambos se quedaron callados, aunque ahora se trataba de un silencio cómplice. El valet le estaba dando tiempo para que pudiera ordenar sus ideas y desahogarse. “Si no me caso con Howard…”, comenzó después de un largo rato, “Perderé el derecho a mi casa. Mi padre sobornó al verdadero heredero y se hizo un contrato en el que la propiedad y el título pasarían a mi señor esposo, pero Howard fue el abogado que contratamos para aquel arreglo, por lo que aprovechó de cortejarme y pedirle la mano a mi padre para que fuera su nombre el que figurara en todo lo legal. Es su nombre el que está en el contrato y no un espacio vacío.” Nuevamente se quedaron en silencio, hasta que Sayaka encontró más valor dentro de sí misma. “Le detesto. Hace… Hace poco falleció mi señor padre. No se encontraba bien de salud últimamente, pero no esperábamos que le diera un ataque cardiaco durante una cacería. No pudimos hacer más por él, pero… Pero el día del entierro…” Tomó aire. “Me quebré. Ya no tenía a mi madre conmigo y ahora mi padre, quien siempre fue tan bueno conmigo, me había dejado. Fue en ese momento, en el que hice una vergüenza de mí ante todos, que Howard mostró sus verdaderos colores. No le importaba en lo más mínimo que mi padre hubiera muerto, sino que le avergonzara como una loca frente a todos los invitados al funeral. Que no me hubiera comportado como se esperaba de mí. Que no hubiera pensado en él, cuando yo no podía respirar entre tanto dolor.”

Decir todo eso se sentía tan liberador. Sentía que recobraba algo de terreno cada vez que contaba su historia. A lo mejor por eso su terreno era tan pequeño y Howard era dueño de todo el resto.

“No puedo zafarme de mi situación, pero intento sobrellevarla. Por eso le hice aquella pregunta, quería entender qué es lo que vio en mí para darse cuenta, porque nadie más puede saberlo.” Esto último lo dijo con un claro tono de advertencia. “Si voy a vivir así el resto de mis días, debo encontrar las fallas y solucionarlas. No dejaré que nadie me compadezca, porque yo sola me metí en este problema.”
“Engañada.”
“¿Qué dice?”
“Se metió en ese problema engañada. De haber sabido que usted no le importaba a Howard, tal vez otro habría sido el resultado.”
“No, no me vea como una santa en este asunto”, dijo con amargura, recordando al pobre Scorpius. “He rechazado a gente antes por no ser de mi propia condición social, por no tener el mismo estatus que yo. Gente a la que verdaderamente quise, pero inferiores a mí en todo sentido posible. Engañada o no, es lo que me merezco.”

A Otabek se le escapó una risa, pero cuando volteó a verlo, este ya había arreglado su semblante.

“¿Qué le parece divertido?”
“Pareciera que estuviera dando los términos de un desafío.” Pero antes que Sayaka pudiera preguntarle qué quería decir con esto, prosiguió. “Debería irme. Mi señor ya debe de estar pronto por salir.”
“Claro.” Sayaka asintió. “Muchas gracias por todo lo que ha hecho por mí, y disculpe mi comportamiento y mis comentarios. Confío en que no se lo contará al señor Leroy, no quisiera espantarlo de Isabella por nuestra amistad.” Rio. Era todo un desastre, yendo a diestra y siniestra haciendo estupideces como confiar en valets y ni siquiera estaba en sus días como para culpar a la histeria.
“Mi señor sería muy imprudente y me vería obligado a darle mi carta de renuncia si es que rechazara a la señorita Black-Hunter por tener a una persona tan sensible e inteligente como amiga suya.”
“Las falsas loas no se ven bien en boca de nadie, señor Altin.” Dijo con una risa sarcástica, pero al voltearse a verlo se encontró con una mirada seria y… ¿Enojada? Nunca había visto al valet perder el control de sus emociones de esa manera, lo cual la intimidó, hasta cierto punto.
“No soy un mentiroso, señorita.” Dijo elevando su tono de voz, dejando en claro cómo se sentía al respecto. “Usted quiso que fuera honesto y lo soy.”

Sayaka buscó en su mente alguna respuesta irónica o cortante, pero se sentía incapaz de hacerlo ante alguien que hablaba con el corazón. Y se sentía intimidada también. Nadie le había hablado con esa confianza antes, no había conocido a un hombre tan seguro como a este. A lo mejor era porque en realidad no tenía nada que perder ante un exabrupto como ese más que su trabajo. O era simplemente quien era, sin miedos a nada.

Cómo deseaba ser más como él.

“De ser así, agradezco sus palabras de todo corazón, señor Altin. Disculpe por dudar de usted.”
“Las disculpas no me las debería pedir a mí. Debería pedírselas a usted al negarse a abrir los ojos a quien es en realidad. Con permiso.”

Nunca había sido tan fuertemente golpeada.

Y era justamente lo que necesitaba.

“¡Señor Altin!” Le gritó antes de que se fuera. Otabek se detuvo en seco y se volteó a verla, algo sorprendido por la desesperación en la voz de Sayaka. Esta caminó hacia él hasta quedar cerca, mucho más cerca de lo que debería. “Llámeme Sayaka, por favor. Al menos…” Bajó la mirada, sonrojándose. “Al menos entre nosotros. Nunca me pareció correcto que los amigos se llamen por sus apellidos.” El valet se quedó en silencio por unos instantes, pero le tomó de las manos, obligándole a verle. Sayaka alzó la mirada, sorprendida por la confianza que se había tomado, pero se olvidó de cualquier tipo de etiqueta al ver cómo su sonrisa llegaba a sus ojos y estos se veían aún más rasgados, volviéndole más guapo.
“Y usted puede llamarme Otabek a mí, Sayaka.”

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Puri

Re: [Oneshot Project] My fic will go on
« Reply #3: April 30, 2018, 07:01:17 PM »
Día 3

Durante el desayuno, la discusión sobre el matrimonio fue tensa en un inicio, pero luego, esta fue desenvolviéndose de manera más simple. Howard le dijo tanto a su abuela como a Charles que no deseaba unir su fortuna a la de Drumlaring, lo cual claramente enervó a la mayor. Después de que Sayaka lograra calmarla, Charles intentó negociar con él, pero Howard conocía muy bien la ley: Era la dote de la mujer la que se unía a la del esposo, no al revés. Y si bien el unir su fortuna había sido algo que Howard se había comprometido a hacer con el difunto padre de Sayaka, este había fallecido mucho antes de que pudieran sentar algo por escrito.

Mientras los dos hombres conversaban y su abuela refunfuñaba, Sayaka finalmente comprendió la astucia de Howard. Charles había comenzado a enumerar los miles de riesgos que podría correr la propiedad y el dinero que tendrían que usar para recuperarla, a lo que Howard sugirió, sutilmente, que siempre podrían confiar en él para que les ayudara en momentos de necesidad.

“Pero por supuesto”, respondió este, “Jamás dejaría que alguno de ustedes pasara hambre o que tuvieran que caer en desgracia como otras familias”.

Sayaka se volteó a mirar a su abuela, quien también le devolvió la mirada con preocupación. Charles acababa de caer en el juego de Howard, habiendo aceptado que se comprometería monetariamente con ellos. Ahora Howard tendría cómo aprovecharse de él también y sobrevivir ante cualquier inclemencia.

Porque Howard no solo se estaba casando con Drumlaring. Se estaba casando con toda la familia de Sayaka y sus riquezas.

Lamentablemente, Charles no era tan perspicaz como sus familiares, por lo que siguió conversando con Howard de las distintas maneras en que podría ayudarles, aunque esperaba que nunca pasara eso. Ambos se excusaron de la mesa para ir a tomar el café al otro cuarto y seguir discutiendo, dejándolas ahí solas.

“¿Dónde estabas anoche?”

Salió de su ensimismamiento al escuchar a su abuela.

“Donde Isabella.”.
“No me vas a venir con mentiras, que no soy ninguna estúpida. La señorita con la que Charles asistió llevaba puesto el vestido que la madre de Isabella le compró a esta hace un par de meses cuando fuimos juntas de compras a Londres. Era un vestido por encargo y a la medida, así que era de esperarse que quedara más largo de lo debido y se notara cuando comenzaste a bailar con Charles”.

A Sayaka se le heló la sangre.

“Pero no solo eso, sino que aparentemente Scorpius está entre los invitados”.
“Por favor, ya no sigas. Te lo ruego”.

Su abuela siguió mirándola con mucho enojo.

“Te tienes merecido que Howard haya decidido firmar ese acuerdo prenupcial y que Charles haya sido lo suficiente ingenuo para no darse cuenta de que no te está ayudando, sino que está contribuyendo a su propia ruina. No entiendo cómo te puedes comportar tan estúpidamente, hace un par de días yo pensaba que Howard era el idiota, pero al parecer me dejé equivocar”.
“Estaré atada a él y a su futuro de por vida, me merecía una noche para mí”. Le reclamó.
“No, no te mereces ninguna noche para ti. Eres la hija de un conde, no una prostituta cualquiera”.

De haberse tratado de un día normal, Sayaka se habría levantado furiosa y se hubiera largado de la habitación. Pero ahora, no podía evitar creer que su abuela tenía razón. ¿Qué la separaba realmente a ella de una prostituta? Se metía con hombres por dinero y luego les daba la vuelta para encontrarse con aquellos a los que amaba, pero que no le podían dar la vida que ella quería. No, realmente no había diferencia alguna.

Fue en ese momento en que se abrió la puerta de la otra recámara y tanto Charles como Howard volvieron con ellas.

“Tendrán que disculparme, pero debo volver urgente a mi camarote a redactar algunas cartas”, comentó Charles y se acercó a darles un abrazo a las dos. “Me temo que hoy no podré acompañarlas a almorzar, me había olvidado de que un buen amigo mío había subido ayer temprano y deseo conversar con él sobre ciertos temas. ¿Nos veremos en la cena de la noche?”
“Hablando de la cena. Sayaka, querida, ¿estarás mejor de salud para salir a cenar conmigo y otros amigos míos esta noche?”
“Por supuesto”, asintió con una pequeña sonrisa. “Estaré más que encantada. Nuevamente discúlpame por no haberlo podido hacer anoche”.
“No tienes por qué pedir disculpas. Oh, antes que me olvide. ¿Por qué no invitas a Isabella a que almuerce con nosotros? Usted también está invitada, madame Baranovskaya, pero de todas maneras me gustaría poder agradecer a Isabella en persona el que haya cuidado de ti durante la noche”. Ante esta idea, el ánimo de Sayaka mejoró.
“Estoy segura de que le agradará la propuesta. Ahora mismo enviaré a Mila para que le pregunte si dispondrá de tiempo”.
“Será un gusto almorzar con tan agradable compañía”, murmuró su abuela, quien no tenía semblante de creer ninguna de sus palabras. Si Howard lo notó, no dijo nada al respecto.
“Perfecto. Nos vemos en el almuerzo, entonces.” Se acercó a despedirse de las dos mujeres. “Charles, nos vemos en la cena”.
“Vámonos juntos, ya que mi camarote está cerca del tuyo. Adiós”, les dio una sonrisa y se apresuró con él hacia la puerta, donde el mayordomo de su abuela esperaba con los sacos y sombreros.

Ambas mujeres se quedaron en un largo silencio. Sayaka seguía sin saber qué decir porque realmente creía que se merecía todos los insultos de su abuela. Esta, sin embargo, parecía esperar a que su nieta dijera algo en su defensa, pero ambas terminaron quedándose así por varios minutos.

Finalmente, fue su abuela la que rompió el silencio al levantarse.

“Pensaba que eras mucho más fuerte. Pero me equivoqué”.

Habría preferido una bofetada que esas palabras. Pero tenía razón. Tenía toda la razón. Ella nunca había sido fuerte y nunca lo sería.

En eso recordó…

Agradeció que el sonido del portazo que dio su abuela al irse sirviera para esconder su primer sollozo. Aquella mirada tan honesta, aquella convicción detrás de sus palabras…

Realmente era igual de peor que una prostituta si es que iba a creerse las palabras de un miserable valet.

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Puri

Re: [Oneshot Project] My fic will go on
« Reply #4: August 31, 2018, 08:09:03 PM »
Aún día 3;;;;;;; El fic no tendrá mucho sentido hacia el final, pero es porque se esclarecerá con el próximo que será el final del día 3, comienzos del día 4 HOPEFULLY



Después de haber mandado a Mila a la recámara de Isabella para que le informara de la invitación que había para la hora del almuerzo, Sayaka se encerró en su habitación para seguir llorando por las palabras que le había dirigido su abuela. Se sentía tan estúpida, todo, absolutamente todo lo que le había dicho, era cierto. Eres la hija de un conde, no una prostituta cualquiera. Y jugar con Scorpius, quien había subido al barco para darle un último adiós, era también un indicador de esto.

Debía de corregirse inmediatamente. No volver a ver a Scorpius, no despegarse de Howard, intentar solucionar algo del daño que seguramente este ya había dejado entre sus conocidos. No dejar espacio para cualquier tipo de niñerías y enfocarse en la boda, ya que para ello se encontraba viajando a los Estados Unidos, en parte. Alejarse de sus nuevos amigos, los cuales no eran del agrado de Howard. De ser necesario, cortar de raíz su recientemente forjada amistad con Otabek.

Otra de las cosas que debía enmendar, si quería recuperar algo de dignidad, era dejar de hacerse la tonta sobre su extraña relación con el valet. Haberle ofrecido su amistad la noche anterior no era más que un pretexto para poder conocer más a aquel hombre que no hacía más que despertar no solo su curiosidad, sino sus sentimientos. Si bien durante la primera noche abordo se había sentido, más que nada, intrigada; después de haber descubierto lo valiente, franco y seguro de sí mismo que era, se sentía completamente ilusionada sobre él. Ni siquiera se había sentido así antes por el dulce Scorpius, quien era eso, dulce y bueno. Otabek, a diferencia de todos los hombres que había conocido, parecía caminar por el mundo seguro del camino que él mismo iba creándose para sí mismo, sin necesidad de falsos orgullos y con la gloria de su propio esfuerzo por detrás. Por supuesto que sabía que una relación así no tendría fruto alguno, pero no podía evitar sentirse inmensamente atraída por lo poco que conocía, y por lo completamente enamorada que estaba de aquello que aún le era un misterio. Pero seguir el rumbo de equivocaciones solo terminaría dañándola aún más y permitiría darle espacio a Howard que no tardaba en reclamar como suyo.

Esa mañana acababa de perder la posibilidad de mantener por siempre a Drumlaring, lo único que realmente le importaba por ser la herencia de su padre. Tenía que despabilar.

Cerró los ojos para intentar alivianar algo de la jaqueca que le había dado el tanto llorar, cuando en eso tocaron a la puerta. Esta se abrió y se cerró en silencio. Era Mila.

“Señorita Sayaka”, comenzó con un tono de voz bajo, “La señorita Isabella me mandó decirle que acepta su invitación para el almuerzo”.
“Muchas gracias, Milochka”, le respondió con una pequeña sonrisa y un suspiro.

Al escuchar el diminutivo, la pelirroja le sonrió tiernamente y se acercó con pasos lentos hacia la cama, hasta sentarse a su costado y acariciarle el rostro. Sayaka cerró sus ojos.

“Hacía tiempo que no me llamaba así”.
“Y haces bien en reprochármelo, no he sido la mejor amiga para ti en estos últimos años”.

Su relación con Mila era tan complicada como los esfuerzos de la familia real por asegurar que descendían del rey Arturo. Hija de una de las criadas de su abuela, ambas se habían criado en Drumlaring, aunque no habían cruzado palabra alguna durante su infancia ni se habían visto la una a la otra, puesto que Sayaka tenía completamente prohibido pisar las cocinas y tampoco era como si le llamara mucho la atención el hacerlo. Eventualmente, cuando su antigua criada personal se hubo ido a otra casa a servir durante sus primeros años de adolescencia, su padre sugirió que tomara a Mila en su servicio, puesto que así esta crecería junto a ella y le sería mucho más útil durante su vida adulta.

La amistad entre ambas, en un inicio, fue instantánea. Mila no solo fue una gran ayuda para Sayaka al volverse su compañera de conversación para poder aprobar sus clases de ruso, sino que Sayaka se volvió la profesora de baile particular de esta y ambas practicaban juntas entre risas en su cuarto. Sayaka la llevaba consigo a cualquier fiesta e invitación que tenía para que la misma Mila pudiera conocer más personas y lugares, y ambas se divertían mucho, echadas en una misma cama en las noches, contándose todos los chismes que habían escuchado. Más de una vez, Sayaka había sobornado al chico de los establos con un beso en la mejilla para que le dejara a Mila usar la yegua de su abuela para poder salir ambas a dar un corto paseo o echar una carrera.

Pero su amistad se vio mermada una vez que Sayaka debutó ante la sociedad. Después de haber tenido una vida medianamente recluida en Drumlaring, la niña, convertida en mujer de la noche a la mañana, se quedó maravillada ante lo que encontró en aquellas fiestas con gente de alta alcurnia y frente a la realeza, la cual era también su familia lejana al ser parientes de su abuela. Esto último, y el haber recibido un buen trato por parte de ellos en el baile, la catapultó brevemente a la fama y se volvió en una de las chicas más solicitadas en todas las fiestas de la alta sociedad. Si bien este primer interés en ella se fue disipando por la actual lejanía de sus lazos familiares con los reyes, y por el hecho de no tener hermano alguno que permitiera algún enlace con Drumlaring, Sayaka no fue la misma después de este acontecimiento. Desde entonces, comenzó a dedicarse con ahínco a asegurar su lugar y futuro en esa sociedad y dejó de lado su amistad con Mila, una simple plebeya que, por más buena que fuera, no le aportaba en nada más.

Era algo raro, porque si bien Sayaka nunca le trató mal, y Mila entendía y sabía que seguía siendo la misma chica dulce que conoció, la relación se enfrió rápidamente. Atrás se quedaron los momentos de conversaciones íntimas y la misma Sayaka le pidió que fuera más formal con ella de ahora en adelante cuando estuvieran frente a invitados. Incluso cuando su padre falleció y Howard mostró sus verdaderos colores, Mila no se atrevió a acercarse a consolarla. Además, ¿qué le iba a decir? Por más que fuera quien la viera desde que despertaba hasta que se acostaba, Mila se sentía completamente ajena a ella como para decirle algo y se limitaba simplemente a su trabajo, como se esperaba de ella. Lejos habían quedado los días de la tierna infancia que compartieron ambas y Mila se sentía completamente extraña a su señorita.

Hasta ese momento, en que ese suave Milochka la acercó nuevamente a ella.

“Yo tampoco he sido la mejor amiga para usted últimamente”.
“No mientas”.
“Está bien”, suspiró, aunque divertida. “Si tanta es su tristeza que necesita seguir azotándose, dejaré que lo haga”. Sayaka bufó, divertida por su atrevimiento.
“Siempre tan buena conmigo. El día en que te hartes de mí, escribiré la carta más bella de recomendación que se habrá visto en todo el reino. Tus futuros empleadores llorarán de solo leer el primer párrafo y te contratarán ahí mismo”.
Sayusha”, Sayaka abrió sus ojos y la fragilidad que vio Mila en ellos la hizo sentirse igual de triste que ella. “No crea en lo que dice su abuela”.

Ambas se quedaron en silencio por un buen rato. Sayaka evitaba su mirada, pero esto no impidió que Mila siguiera con sus caricias y ahora le acariciara sus cortos cabellos. Hacía tan solo un par de meses estos eran largos, rizados y bellos, antes de que la pobre chica se los hubiera cortado después de la muerte de su padre. Mila comprendía muy bien el lugar de Sayaka, este era mucho más frágil que su propio lugar en la vida. Si bien ella pudo haber nacido como una criada, sabía que su vida sería así hasta que se casara. Sayaka no, todo su estatus y poder podían irse no solo en un abrir y cerrar de ojos, sino que su vida de casada sería un martirio más grande. Por ello, Mila sabía que la otra se encontraba pasando por un momento de incertidumbre total y que necesitaba de ella.

“Discúlpame”, murmuró Sayaka, agarrándola desprevenida. Un sollozo se le escapó y cuando Mila no pudo evitar dar un respingo ante el asombro de lo que presenciaba, Sayaka se quebró y comenzó a llorar como lo había hecho hacía poco. “Milochka, discúlpame tanto, discúlpame por todo… Qué tonta que he sido todo este tiempo, contigo, conmigo…”.
“Sayusha…”, murmuró, sintiendo también cómo las lágrimas se le agolpaban a ella también. La ayudó a esta a sentarse y la abrazó fuertemente. “Sayusha, Sayusha…” siguió repitiendo mientras la otra lloraba.

Y no podía evitarlo. Siempre había soñado con que ambas volvieran a sonreírse como antes, en plena confianza.

“Si voy a…”, intentó decir entre hipos, “Si este… Si es que este es mi destino, lo aceptaré con gracia, pero no antes de enmendar mis errores, Milochka”, sollozó fuertemente, “Perdóname, perdóname por todo…”.
“Oh, Sayusha… No hay nada que perdonar”.
“Te lo ruego, no digas esas cosas tan nobles. Si en verdad me quieres, miénteme y dime que me perdonas”.
“Te perdono entonces, si tanto necesitas oír eso, pero que sepas que no hay necesidad”. Sayaka rio y Mila la estrujó aún más hacia sí. La había extrañado tanto.

Pasaron unos cuantos minutos más así y luego ambas se separaron. Mila sacó uno de sus pañuelos bordados y se lo pasó a Sayaka, para sacar luego uno para sí misma. Ambas secaron sus lágrimas y se miraron con una sonrisa.

“Es mejor que vaya preparándote para el almuerzo. Pero deseo que hablemos. Te quiero y te he extrañado tanto, sin embargo, quiero entender a qué viene esto”. Sayaka la tomó de las manos y asintió.
“Y una respuesta es lo menos que te mereces, Milochka. Tengo que… Tengo que confesártelo todo. Estos dos días en el Titanic han sido muy importantes para mí, he reflexionado demasiado… Y entendí que si algo bueno habría de salir de esto, sería nosotras, Milochka. Déjame explicártelo todo, déjame…”.

Ambas se levantaron y comenzaron a decidir sobre su atuendo, maquillaje y joyas. Una vez sorteado esto, Sayaka se sentó frente a su tocador y, tras un hondo respiro, comenzó a hablar.

Horas después, cuando Howard llegó a recoger a madame Baranovskaya y a Sakaya, Mila inventó una excusa frente a la ama de llaves para salir del cuarto.

Tenía que apresurarse en encontrarlo. Debía de hablar con él y formularle el plan que tenía en mente.

Forget all the shooting stars and all the silver moons
We've been making shades of purple out of red and blue